Actions

Work Header

La reina

Summary:

¿Cómo fue la vida de Vegeta, y su padre el rey, antes de que su planeta fuera destruido? Porque antes de Bulma, hubo una mujer que Vegeta quiso más que a su vida. Era su abuela, la reina Sarin, quien fue la que le enseñó todo lo que lo haría un poderoso guerrero y orgulloso príncipe saiyajin. Pero su historia es la de un reinado lleno de traición, crimen, intriga y un futuro que ella hizo todo lo posible por evitar al tratar de sentarlo en el trono y salvar a su planeta. OC.

Chapter 1: Te he fallado

Chapter Text

Un año y medio antes de la destrucción del planeta Vegeta

Hay sonidos de pelea fuera de los lúgubres muros. El niño sabe que el cerco se estrecha, pero ella siempre ha tenido un plan. Está rodeado de sus fieles damas. De sus partidarios. Oye los muros retumbar. Edificios caerse.

-Abuela…

Ella lo mira de manera extraña. La derrota. Nunca la ha conocido en su cara. Pero son los mismos ojos violetas de siempre. Hay una puerta. Mira a su niñero, Nappa. Este mira a las dos guardaespaldas gemelas de la mujer, preocupado.

-Ustedes defiendan ,lo que queda. Quémenlo todo, no lo olviden- les dice a los condes Sakuken y Zerun, que asienten.

-No quedará nada. Él no tendrá nada.

Ella asiente, silenciosa. El niño sabe que es el fin. Es el fin de su plan. Es el fin de todo. Pero prefería morir con ella o huir. Ella había fallado.

-Ven- dijo ella acercándose a una compuerta negra, que jamás olvidará. Los demás se quedan atrás. Ella lo mira como si fuera a despedirse. Sus pupilas están dilatadas, ve en sus rasgados ojos violeta la desesperación. Sus labios tiemblan.

-Abuela.

Ella lo abraza y posa sus blancas manos en sus hombros. Vegeta sabe, a su corta edad, que ella planea algo, por su desesperación. Pero al bajar sus manos, desiste.

-No puedo.- dice, mirándolo sin mirarlo, con los ojos vidriosos y temblando. - No puedo. No, no. No puedo- dice, mirando a las gemelas, Wine y Dine, sus crueles y fieles guardaespaldas, que se conmueven por primera vez en su vida. Nappa, escudero de su nieto, mira todo con horror.

-Moriré por tí, abuela.

Ella niega con la cabeza, mirando al piso. Vuelve a abrazarlo y acaricia su cabeza. El niño, extrañado le corresponde.

-Abuela, dime qué pasa. Enfrentaré a mi padre, te protegeré- le dice, resoluto. 

Ella niega con la cabeza, dando a entender que ya es demasiado tarde.

-Vegeta.- dice tomando su cara y luego sus hombros. Esos ojos. Ojos violeta penetrantes. Esa mirada que era igual que la suya. Determinada. Una mirada que amaba.

-Abuela…

-Confío en tí. Véngame. Vénganos.

-Abuela...

Ella suspira, desesperada.

-Tienes que ser el más fuerte del Universo, aún bajo sus sombras. Nunca olvides que eres un príncipe saiyajin.

-A...

El niño siente un golpe en su nuca. Nunca volvió a verla jamás. No vio cuando sucumbió al veneno por su propia mano y su cuerpo fue calcinado, junto con su esplendoroso palacio, antes de que su padre y sus servidores lo encontraran al lado de Nappa, compungido ante los cuerpos calcinados de las otrora bellas y temidas servidoras de la reina.  No quiso saber más. Ella así lo habría querido. Ella, que le enseñó a mantener la dignidad incluso en los momentos más aterradores. Recordaba cuando la máquina extendía su delicada mano y era atravesada lenta y dolorosamente con una daga. Ella era inexpugnable. Él ser revolvía de horror, siendo más pequeño.

"No reacciones. Nunca reaccionas. La Corona no reacciona. El príncipe de los saiyajin no reacciona" le dijo enfática , mientras él tratababa de dominarse y la daga atravesaba la mesa, mientras ella su sangre cubría toda la superficie y atravesaba la hendidura. Esa imperturbabilidad que perdió en los últimos días de su vida, solo hasta el final. Que le enseñó sin mosquearse.  Siguió sangrando, serena y elegante. 

"Ahora, tú", recordó que le dijo, con una leve sonrisa.  "Y me hablarás del planeta que conquistarás en una semana. Espero que hayas memorizado muy bien sus datos", le exigió. Él recordó cómo tuvo que hablarle de todo, y ella lo obligaba a seguir y a no reaccionar, mientras su mano era atravesada poco a poco y lentamente. Ella tomó su copa de vino, mirándolo con su altivez de siempre. "¿Y qué más?", le preguntaba, como si su propio nieto no estuviera siendo herido lenta y tortuosamente. Tan creativa era para las torturas, como para los castigos. Él sentía un dolor indecible y quería morirse, pero ella tenía esa frialdad saiyajin, mucho más refinada que la de su raza.

Pidió una misión difícil y lejana para no tener que llorarla. Una tras otra. Y tampoco se enteró de la maldición que ella le dio a su propio padre y a su pueblo, que era más una profecía cumplida, que no pudo evitar.

Solo lo hizo veintidos años después, cuando era solo un servil esclavo, esperando por la venganza. Desplegando su crueldad. Descansaba en el planeta Sta, el nuevo centro cultural del imperio de Freezer. Estaba apartado mientras veía a Radditz y a Nappa beber y ufanarse de lo que habían destruido. Siente una presencia. Una criatura con capa.

-Apártate de aquí o te mataré.- le dijo fríamente.

-Sabía que dirías eso. El rey Vegeta era igual a tí, su hijo.

El saiyajin se interesó.

-¿Cómo demonios sabes eso?

-Serví a la reina Sarin de maneras que no imaginas. Y sí, he encontrado a su nieto.- afirmó. Este fingió en no interesarse. 

-¿Y eso qué?

-Tengo algunas cosas suyas que podrían interesarte.

-¿También me vas a decir que está viva?

-Lo está. O lo estuvo, hasta donde yo sé, príncipe.

Vegeta se ofendió. Durante sus conquistas, en diversos planetas y galaxias, corría el fuerte rumor de que la madre del rey Vegeta III jamás murió y que erraba por el Universo. A los que lo habían engañado los había eliminado sin piedad, hasta que se dio cuenta de que buscarla podía atraer la atención de Freezer. Pasó muchas horas solo, tratando de obtener información de ella, en vano. Esto se mezclaba con el profundo dolor de haberla perdido. Que le hablaran de ella así era mancillar su memoria. Un recuerdo que lo hería en lo vivo. Su propia historia.

-¿Quién eres, sabandija?

-Si quieres saber más- susurró la voz - Ve a este lugar- dijo, dejándole una lámina negra con un símbolo. Tsufuru. Eran los tsufuru que lograron escapar de la invasión. No lo pensó dos veces, pero cuando volvió a mirar a la figura, esta había desaparecido.

-Tengo que hacer algo. Ya vuelvo. - les dijo a Nappa y a Raditz.

-Te acompañamos- le dijo Nappa.

-Voy solo- insistió, duramente.

Radiz sonrió torvamente.

-¿Encontraste a alguna ramera y quieres poseerla? Adelante. Por mí, no tengo problema- se burló.

Vegeta pasó por alto la insolente familiaridad de Raditz, a quien veía como un soldado de clase baja (y así lo vería siempre). No respondió y giró sobre sus talones.

-Y no me sigan- advirtió. Raditz se echó a reír y la carcajada la escuchó Vegeta, que voló afuera de la ciudad. Sabía que era vigilado por los demás soldados de Freezer, pero esta vez no sintió ki alguno. De todos modos, era un lugar árido y apartado, que luego se transformó en un bosque negro y violeta. El olor a resina era penetrante. Embobaba los sentidos. Ahí estaba la sombra.

-Mira. Le sirvió haberte dejado vivo.- dijo esta. Una blanca mano se posó sobre la piedra. Ya estaba arrugada.

-¿Quién eres?

La sombra descubrió su rostro. Era una mujer tsufuru, ya muy anciana. Tenía los ojos morado oscuro y se veía que no le temía en lo absoluto.

-No te diré mi nombre, pero durante mucho tiempo ayudé a tu abuela. Fui su dama de compañía antes de que tú nacieras. Luego de la invasión, y para guardar mi vida, me envió a otro planeta con mi marido saiyajin. Soy tsufuru - le confesó. 

Vegeta se estremeció. Esto confirmaba que Freezer también (era obvio) sabía de los rumores. Y también lo turbaba el hecho de que su abuela fuese aliada de unas criaturas que los traicionaron y por eso sellaron su ruina. Pero no todos eran malos.

-Dices que está viva. Pruébalo -insistió, aparentemente imperturbable.

-Ella estuvo aquí hace cinco años. Me dejó esto antes de que el planeta Vegetasei explotara - dijo señalando una pequeña memoria - Y esto. - dijo, entregándole el medallón de la familia real. Vegeta lo apretó, mirándolo fijamente. Era el de ella. Era negro.

-¿Ella sabe que estoy vivo?

-No, no lo sabe. Ni yo tampoco lo sabía hasta que sentí una presencia muy parecida a la suya. Es decir, tú. Por eso fui a buscarte- insistió. Parecía honesta.

Vegeta no sabía si creerle. Miraba el medallón con turbación. Una que luchaba por disimular a toda costa. 

- Es decir, según tú, que ella no murió- expresó, componiéndose como pudo.

-Wine y Dine nunca la envenenaron. El doctor Fura,  quien se encargaba de curar a los guerreros en la cámara de recuperación, era su aliado y también cómplice en muchas de sus acciones. Las gemelas, previendo el fin, arreglaron que la que moriría sería su doble. Junto con él, simplemente sedaron a la reina Sarin, haciéndole creer que tomaba una copa de veneno. No fue así. - dijo ella, levantando sus cejas. 

Vegeta temblaba internamente. Tal y como ella le había enseñado: la Corona no reaccionaba. El príncipe de los saiyajin no reaccionaba. Aún si lo que le transmitía la tsufuru era más doloroso que cualquier golpe que hubiera recibido en sus misiones, o cualquier humillación de Zarbon o Dodoria. Ella, de negro, mirando las dunas del planeta Vejita. Suspirando. Ya estaba derrotada. Pronto su hijo vendría por ella. Simplemente tomó la copa, sin dolor. Wine y Dine y el doctor la encontraron con el medallón de la familia real que le dio su propio nieto, con las manos cruzadas. Era tan hermosa, con sus cabellos negros, desperdigados. Su piel de porcelana. Pero entre las gemelas la envolvieron con varios atados y pertenencias más valiosas. El doctor fingió salir del planeta con una misión oficial y en una galaxia lejana, despachó su nave. Esa fue la última vez que el galeno, que había llegado como esclavo al planeta Vejita y había ascendido de su mano como su protegido al ver ella su talento, la vería. Vegeta vio las lágrimas en sus ojos.

-Adiós majestad- dijo, arrodillándose, pesaroso. 

-La enviaron en una nave hacia un destino desconocido. Le dieron un poderoso soporífero. Ya habían matado a su doble y ese fue el cadáver que enterraron en Vegetasei. Ahora huye de los soldados de Freezer. Si es que no ha muerto todavía.

-Eso quiere decir que…

Vegeta recordó los rumores: muchos decían haberla visto como siempre, como la mujer de pelo negro y largo, como un fuego negro y ojos violeta, vestida de blanco. Escondida entre las sombras.

-Que es inmortal. Ella lo logró.

Eso era ridículo. Ni siquiera Freezer podía ser inmortal. Era su principal obsesión, como la había sido de ella durante años.

-¿Qué? ¡Pero qué idiotez! - bufó. -¿Cómo sé que no me estás mintiendo, tsufuru?  le preguntó imperioso. Pero se sorprendió de que ella no se asustara. 

-¿Por qué mentiría por algo así a la única persona que ella más quiso de su familia?

Ahí fue cuando Vegeta dejó su hostilidad. Suspiró, y aunque tratara de disimularlo, la tsufuru sonrió. Era igual a ella, quien le había enseñado a jamás reaccionar.

-Mi madre fue quien la ascendió en el trono, príncipe. Ella fue la que la salvó de ser masacrada por tu bisabuelo y le enseñó todo para sobrevivir y envenenar. Nos recompensó bien mientras reinó. Y yo la ayudé en muchas, muchas cosas.- dijo, significativa. 

-¿Qué cosas? ¿Qué sabes?

-¿Qué quieres saber? - respondió ella, serena. 

-Quiero saber si ella mató a mi madre y mató a mis tíos, así como mi abuelo. Me han contado muchas historias de ella desde que murió. Tu debes saber la verdad- insistió Vegeta. 

La tsufuru solo suspiró. 

-Una parte es cierta.  Sabes lo que le hizo tu bisabuelo a su familia. Lo hizo para vengarse. Fue amante de este y de tu abuelo. Envenenó a su suegra, envenenó a su amante. Al primero de tus tíos mayores. A los dos últimos hijastros los eliminó en complots que acabaron con sus vidas. Todo para que su sangre se sentara en el trono.  Nunca olvidó lo que le hicieron. Pero ¿sabes por qué mató a tantas personas, por qué envenenó, arruinó y mató a todo el que se le interpuso en su camino? Para mantenerte vivo. 

-¿Y quién mató a mi madre? 

-Ella no. Tú lo sabes- le dijo, levantando las cejas. Este se sentó, aturdido por sus propios recuerdos, asintiendo. Se le revolvía el estómago. La tsufuru volvió a suspirar. 

-Siempre le estuvo agradecida por una cosa: tú- le dijo, para este seguirla mirando con el ceño fruncido, disimulando su propio shock. Tú para ella eras el proyecto perfecto. Eras el rey que siempre soñó. Solía decirme que apenas crecieras, ella se retiraría, porque no serías como ninguno de los fallidos soberanos que tuvo Vegetasei. Por eso no te mató aquel día en que trató de eliminar a tu padre, el día de su derrota. Porque ella confiaba en que tu serías el que llenaría de gloria no solo su proyecto sino todo lo que sacrificó por algo fundamental: la Corona. Por eso tuvo que ver morir a tu tía Straw, como una tragedia que la asoló hasta el final de su vida. Por eso mató a su esposo, al que también odiaba. Mató a todos los que trataron de arruinar su visión. También quiso hacerlo con tu padre, porque veía que él acabaría con el trono. Y bueno, sabes que así fue- le dijo, transmitiéndole la imagen del asesinato de su padre. Él gruñó, frunciendo su ceño.

Porque ahí veía confirmados los horrores de leyenda que lo atormentaban y le contaban criaturas que habían servido en palacio. Y que luego había tenido que matar, para no soportar más la verdad. Algunos, claro, no podían morir. Eran soldados de Freezer. Nappa. El mismo Freezer también le contó de la reputación de envenenadora de su abuela y se burló del hecho de que ella hubiese tratado de matar a su padre. Lo que más le dolió fue cuando se rió de su suicidio. "Pobre mujer, pobre Sarin. !Era un insecto ante un planeta entero! !Pobre ilusa mujer!", solía burlarse Freezer.

Esa era otra ofensa que jamás le perdonaría.

-Quiero que me expliques algo. ¿Qué hubiera pasado si el hecho de matar a mi padre hubiera tenido éxito?

La vieja tsufuru lo miró sin impresionarse.

-Ella planeaba enviarte a un planeta o a un universo lejos de Freezer para que te entrenaras y te hicieras fuerte. Envió a muchos saiyajines fuera para que en caso de destrucción del planeta… tu tuvieras a quiénes gobernar. Ella fingiría tu muerte y gobernaría sola. Fingiría que los saiyajines se sometieran a Freezer y lo haría cumplir con sangre, para no despertar sus sospechas. Ella lo compraría hasta que fueras lo suficientemente grande - y fuerte- para matarlo. Sabía que Freezer podría matarla y él ser el rey, pero para este, como sabemos bien, Sarin era una diversión. Ella también lo sabía y se aprovecharía de eso hasta que tuvieras la fuerza para derrotarlo.

-Le fallé. - dijo, odiándose a sí mismo. - Mira en lo que me he convertido.

-Oh, muchacho- dijo la anciana apenada de la temible criatura, pues le tenía más lástima que temor, a pesar de su presencia intimidante. - Mientras te mantengas vivo siempre podrás cumplir con lo que le prometiste. Ella siempre supo que tú eras distinto. Por eso no te quiso matar cuando fue derrotada por tu padre.

Vegeta era un mar de recuerdos dolorosos. Solo veía sus ojos penetrantes, fuertes. "Confío en tí. Véngame. Vénganos".

No supo por qué, pero le relató esos últimos a la anciana. Pero esto acrecentaba sus dudas.

-¿Cómo sabía ella que el planeta sería destruido? ¿Cómo sabía lo que le pasaría a mi padre?

La anciana suspiró, asintiendo. Se sentó. Vegeta se impresionó: en sus ojos no existía temor.

-¿Recuerdas cuando la rescataste de aquel planeta en el que casi la emboscan por orden de tu padre?

-Sí. La perdí por dos meses. Era extraña. Y no volvió a tener paz.- recordó él. Los largos silencios. Los desvelos. Las discusiones. Las masacres. Los delirios. Volvió en sí apenas la tsufuru habló.

-Ahora, recuerda que Freezer quiso conquistar un planeta llamado Kadassa.

-¿El de las criaturas con poderes proféticos?

La anciana asintió. Vegeta la miró frunciendo el ceño. Estaba deduciendo.

-¿Mi abuela lo sabía por una de esas criaturas? - preguntó intrigado. La anciana volvió a asentir.

-Ella buscó siempre la manera de romper las reglas. Siempre consultó a fuentes externas sobre su destino, sabes que amaba lo oculto. Allí se encontró con una criatura que le dijo lo que le iba a pasar. Por eso fue y para tener el poder innombrable y oculto que la haría invencible. Pero solo enloqueció con las visiones del fin de lo que había creado.

-No puedo creerlo… ella lo sabía. Ella lo…

Vegeta sintió dos presencias. Cuatro. Soldados de Freezer. La anciana suspiró. Se paró al frente del saiyajin, con la misma determinación que le recordaba a su abuela en sus últimas horas.

-Mi familia ha muerto, príncipe. Ya no tengo nada. Y no quiero un final miserable y un interrogatorio- le dijo con dignidad. 

Vegeta entendió. Ella le pedía matarla. No quería caer en manos de Freezer. Asintió silenciosamente.

-No dejes rastros. - le pidió.

Este puso su mano al frente de ella, para atacarla.

-Gracias.- le dijo mirándola inexpresivamente.

-A tí- le respondió ella, antes de ser devorada por un flash que la convirtió en polvo.

"Nunca más volví a recibir información así de tí. Te busqué en secreto. Hasta que desistí. Pensé, en muchas noches, en la horrible posibilidad de haber destruido un planeta y a tí con él. Te dí por muerta. Era mejor a asumir el espantoso sufrimiento de la incertidumbre", recordó, ya siendo un terrícola con alma de saiyajin. Ya como un hombre de familia. Una bestia domesticada, pero en el fondo, feliz.

"Te fallé, abuela. Te fallé. No pude vengarnos, no pude vengarte. Te fallé. Por eso entrené duro, siempre lo hago. No me he perdonado que te fallé." - dijo él, encima del techo de un gran edificio en forma convexa. Cápsula Corp. Bajó a los jardines, a pensar. Sintió la presencia de la mujer a la que había hecho su compañera en ese lugar alejado del infinito inclusive. De la única persona, aparte de la anciana tsufuru, de la que le habló de ella.

- ¿Cuántos años han pasado desde que murió?

-Treinta y cinco. - dijo él, respondiéndole. Ella se acercó levemente.

-No le fallaste, Vegeta. Ella estaría orgullosa de tí.

Un largo silencio.

-Perdí su medallón en alguna batalla. No me queda absolutamente nada. Su recuerdo, quizás. Y es como si todavía me dejara vivir para que yo pudiera vengarla y continuar el linaje.

-Oye. Lo hiciste. Eres el extraordinario guerrero que ella siempre soñó. Eres todo lo que ella te pidió ser. - insistió la mujer.

Él miró a las estrellas.

-Fue la primera persona por la que hubiera dado mi vida una y otra vez. Así como lo hago contigo, Bulma. Era para mí más que la vida.- le confesó sin mirarla. Ella tomó su mano y él no la rechazó, como a veces lo hacía.

-¿Crees que siga viva? - le preguntó ella. Él negó con la cabeza.

-Perdí las esperanzas hace mucho. Entremos. - le dijo colocando una mano en su hombro. Ella lo abrazó y este se turbó, como solía pasarle ante las demostraciones de afecto. Pero también la abrazó y la besó.

-¿Crees que me hubiera aprobado?

-Sí. Ella siempre pensó en una mujer como tú para mí. De hecho- se burló- se parecen en muchas cosas.

Bulma sonrió y le tomó el rostro a su marido. Era el mejor cumplido que le podía hacer, sabiendo que Sarin fue la única criatura del universo por la que su marido sintió algo antes que ella.

Entonces, solo espero que esté bien donde sea que esté. Hace frío- le dijo ella, tomándolo de la mano.

"Donde quiera que estés", dijo él, rogando de todo corazón que lo que dijera Bulma fuese cierto.

A miles de galaxias de distancia

El alto dios y el ángel han quedado satisfechos. El banquete ha sido largo y pródigo.

-Oh, querida. Creímos por años que estabas muerta. Entonces los rumores eran ciertos. - insistió la criatura alargada y azul.

-Siempre lo fueron. Pero ya no existe amenaza alguna.- respondió la interpelada. Vestido y capa blanca. Cabello desplegado, como cascada. Peinado hacia atrás, a media coleta, con un gracil envuelto.  Mirada dura. Esa mirada que de inmediato notó el dios.

-Vaya. Él heredó tu mirada. Hasta ahora lo noto. La tuya es más fría, eso sí.

La mujer se sentó elegantemente en la mesa. Su anguloso rostro y sus ojos alargados tenían esa determinación de antaño.

-Te he dado lo que me pediste, Bills. Ahora dime dónde está mi nieto.

El dios de la destrucción sonrió levemente. 

-¿Qué pasaría si se entera de que sigues viva? 

Ella lo miró con ese gesto que Vegeta siempre notó. De serena altivez, mientras ocultaba un mundo de pensamientos atrás.

-Eso es exactamente lo que quiero que pase.

Bills solamente se sentó al frente.

-Quiero saberlo todo. Lo más doloroso, lo más hiriente. Y lo más oscuro. Y no tendré piedad si no eres sincera- la señaló.

Ella asintió, cerrando los ojos. Yendo alguna vez hacia el Reino más poderoso, corrupto y guerrero del Universo.

Chapter 2: Hijo por Hijo

Summary:

Introducción a la familia real del planeta Plant en el lado saiyajin, desde el nacimiento del futuro rey Vegeta III y la conspiración para deshacerse de sus hermanastros cara al trono.

Chapter Text

"Recuerda, Vegeta. Hace un milenio se creó a la raza más poderosa del Universo. La única que puede convertirse en una bestia  gigante y a su vez tiene una fuerza y resistencia únicas. Vienes de una raza guerrera, la más grande conocida en todas las galaxias. Vienes de una dinastía de siglos. La más magnífica y poderosa que ha existido. Nunca lo olvides".

Corporación Cápsula- Actualidad

Bulma y Vegeta, así como Trunks, miraron sorprendidos la nave de Tarble. Esta es mucho más grande que la que trajo anteriormente. 

-Vaya. Una visita sorpresa. Me pregunto qué pasará esta vez - dijo Bulma, mientras su madre cargaba a Bra.

-¡Espero nos haya traído muchos regalos!- dijo ella, de forma optimista. Trunks estaba entusiasmado. Apenas aterrizó, corrió. 

-¡Tío Tarble!- lo abrazó. Esto también lo hizo, feliz. Hizo una reverencia a Gure, que se la devolvió, cordialmente.

-Hemos traído muchos tesoros de la familia de Tarble y Vegeta- afirmó. 

Trunks quedó sorprendido. Tarble le dio la mano a su hermano y Bulma lo abrazó.

-No lo entiendo. ¿Tesoros?- preguntó, intrigado.

-Verás, hermano… cuando fuimos de vacaciones a Scafar alguien dejó esto en mi habitación. Es un documento en nuestro idioma- dijo, sacando una esfera. Vegeta la activó. Un libro.

-Está escrito en código- dijo Gure, sonriendo. -Un código del idioma saiyajin de…

-Sí, hace mil años. La abuela era la única que lo hablaba- dijo este, para sorpresa de Bulma, que se adelantó a analizarlo.

-Y también mezclado con el dialecto tsufuru- añadió Gure.

Vegeta comenzó a hacer ciertos movimientos en el holograma. Las letras se desvanecieron. Una a una. Eran coordenadas e indicaciones exactas.

-Es una especie de mapa, en código- analizó Bulma. -Es maravilloso - observado, complacida. Pero notó la actitud de su esposo. Una dolorosa acritud, por todos los recuerdos. Aún con el mismo gesto, Bulma ya analizaba cuándo él tenía heridas que no se podían ver.

-Entonces sí era cierto- dijo para sí Vegeta.

-¿Qué era cierto? 

-Decían que ella durante años sacó tesoros que obtuvo en las conquistas por todo el universo. Se aseguraba de que estaban plantados allí. Si el que hacía esto no cumplía sus órdenes y trataba de robarla, generalmente moría. 

-Perder. Pero en sus instrucciones también dejó la forma de acceder a ellos. Todavía está recordada en Scafar, creo. 

-Sí, siempre me la recordaban cada que iba ahí- dijo Vegeta, claramente afectado. Pero Bulma notó esto y no le dijo nada.

-¿A quién se refieren? - preguntó Trunks, con curiosidad a Bulma, que puso una mano en su hombro.

-A la abuela de ambos, que fue una de las mejores reinas del reino de tu padre. Tenía amplias ambiciones.

-Vaya…

Los robots abrieron la nave, por órdenes de Gure. Vegeta estaba absorto en sus pensamientos.

-¿En verdad, era tan mala? ¿Mató al abuelo? - preguntó Tarble a su hermano. Era claro que había escuchado las historias.

-Sí, así es- dijo, mirando a Trunks, sin importarle su cara de asombro y el desconcierto de Bulma, así como el desconcierto de todos los demás. - Pero él fue un compañero terrible para ella. Le hizo cosas terribles. Sin contar que nuestro bisabuelo mató a su familia- justificó, aún aterrado por su trágica historia familiar. Bulma se sintió mal por él, pero no dijo nada.

-Vaya. Hemos oído varias historias. Que ella envenenó a casi todos. ¿Es cierto que por su culpa la tía Straw…? 

-No- interrumpió Vegeta. - Sufrió mucho por eso. 

Tarble notó a su hermano con la misma actitud que Bulma. Ambos se miraron a los ojos, pero este se disculpó de inmediato.

-Perdón, hermano. Es que jamás la conocí-justificó.

-Era cruel con sus enemigos y con quienes se interponían en su camino, o la traicionaban. La odiaban en nuestro planeta porque fue la primera que ejecutó lo que otros reyes habían intentado a medias:  integrar a otras razas a nuestro sistema, en vez de eliminarlas. Nunca creyó en matar por matar. Eso la hacía la más inteligente de nosotros. Y la más incomprendida- expresó este, con tristeza. Trunks miró sorprendido a su madre, quien le tranquilizó pacientemente.

-Ya te lo explicaré. 

-Bueno, el hecho de que haya perdonado mi vida puede considerarse un acto de bondad- excusó Tarble. - Oh, mira, lo que hemos encontrado - señaló.

Un cuadro, con un aura. Era bastante pesado. El robot que lo cargaba perdió su brazo, pero Vegeta lo tomó con sus dos manos. Era ella, sentada regiamente, con un peinado elaborado, y una expresión altiva y serena. Una tiara negra con una redecilla y el símbolo saiyajin en una capa negra, pero en pequeños bordados. Una armadura con bordes renegrecidos, sin hombreras, con una salida asimétrica. Una túnica enriquecida. Vegeta, el pequeño príncipe, apoyado en la silla, con su brazo derecho y su enorme capa. Vegeta lo vio y fue como si lo hubieran golpeado en el estómago. 

-¿Do …dónde conseguiste esto? Creí que los quemaron todos con su Palacio- afirmó el saiyajin, palideciendo. Bulma lo notó, al igual que Trunks, que lo miró sorprendido.

-Papá… ¿ese eres tú? 

Este lo miraba como si le hubieran dado un golpe. Bulma trató de acercarse.

-¿Estás…bien? 

Los robots traían a otro. Era más grande. Lo dejaron en el suelo. Toda la familia real de aquel momento. El rey Vegeta. Su madre, sentada en la izquierda, con otro atuendo, esta vez azul. La hermana mayor del rey, Bitter, con su cabello recogido en una moña hacia atrás y su mirada hostil. El príncipe, siempre al lado de su abuela. 

Varios robots sacaron más tesoros. Una caja flotante que se desintegró geométricamente al tocar la atmósfera. Varias joyas. Bulma estaba sorprendida.

-¡Ay, caramba!- gritó la madre de Bulma, y ​​corrió con Bra para mirarlas. Su esposo comenzó a examinarlas con una máquina.

-Vaya vaya. Son de materiales que no había visto jamás-observó.

Vegeta dejó el cuadro. Miró el otro. Fue directo hacia las joyas. Tomó una gargantilla, con el símbolo saiyajin. Bulma lo miraba conmovida. Este la presionó contra sí y la dejó otra vez. Dos pendientes. Un anillo enorme, de piedra volcánica. Otro brazalete, con una piedra azul. 

-Vegeta, ¿podríamos examinar estas joyas? -preguntó Bulma, con cuidado. Vegeta estaba mal: ella lo notaba. 

-Pero con cuidado. Son muy finas. Y ella se molestaría si las estropean- dijo, mirando otra vez el cuadro.

Otro contenedor enorme. Armaduras saiyajin. Las suyas. Vestidos, envueltos en trampas: Bulma puso una ramita y se la tragaron. Se despertará. Vegeta suena torvamente. Tomó de las joyas una pequeña piedra roja. Esta absorbió las cubiertas. Tomó la otra azul. Puso unas nuevas.

-Vaya…- se sorprendió Bulma. 

-Señora Bulma- dijo otro robot. Esta miró hacia atrás. Otro cuadro. Ella, con su cabello negro hacia atrás y su misma mirada, solitaria. Con su larguísima capa y su cola enrollada. Su cabello trenzado y largo. Sus maravillosas joyas. Vegeta lo tocó. La imagen se movió. 

-Vegeta, esto es…

Este cerró los ojos, apretando los puños. Salió volando, de repente. Bulma lo miró con tristeza. No pude aguantar más.

-Vegeta…

-¿Hice mal en traer esto? - preguntó Tarble. Bulma suspiró, con una sonrisa triste.

-No. Pero jamás superó su muerte. Él cree que está viva. Alguien se lo dijo hace mucho tiempo. 

Todos comían en silencio. Trunks seguía viendo fascinado el cuadro.

-Vaya. Papá se veía majestuoso. Y ella….

-Toda una reina- observó a Bulma, viendo sus ojos violetas. 

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Poco después, Trunks, el señor Briefs, la madre de Bulma y Gure examinaban las joyas en el laboratorio. Bulma le dio una pequeña memoria a Tarble. 

-Está escrito en el mismo código. Era el diario de la reina. Ahí entenderás toda la historia de tu familia. Lo traspasé a archivo digital para que no se pierda. Es un gran documento sobre el reino de los saiyajines. Lo que hacían, cómo se sostenían... y toda la historia de la época de tu abuelo hasta llegar a ambos. Fue duro leerlo- apuntó Bulma. - Pero en un lugar como ese pudo haber sido peor. Tiene datos muy interesantes, a tu abuela no se le escapó nada.

Tarble le sonrió tristemente.

-Supongo que es tan horrible como todos dicen.-observó.

-En parte. Pero podrás entenderla. Es increíble que a pesar de todas las batallas, Vegeta jamás perdiera esto- se sorprendió.

-¿No la juzgas? 

Bulma sospechó.

-No. Vivía en un reino terrible, en una corte terrible, con un marido terrible y en un planeta duro, al que pretendía modernizar a toda costa. Siento que no tenía opción. Aunque no excuso sus actos. Pero ella se impuso, o casi, a pesar de todo. 

-Gracias. Así la entenderé un poco más.- le respondió Tarble. Ella solo miró al balcón y la noche caer. Hasta que lo sintió. Fue al otro balcón. Lo encontró en el comedor, observando el cuadro.

-Lo siento. Sé que debe ser horrible para ti. - le dijo Bulma. Pero Vegeta no respondió.

-Nunca habrá reina más grandiosa que ella. Nunca la hubo, de todos modos- ironizó. 

-¿Habrías gobernado a su lado de ser el rey?- se atrevió a preguntarle a su esposa.

-Por supuesto. Ella me estaba preparando. Su agudeza y el ser tan metódica me hubieran ayudado en mi reinado. 

Bulma no le dijo nada. Pero sabía que todo lo estaba matando por dentro.

-¿Cuánto posaste para ese cuadro? 

-Solo fue un registro de la pantalla y el scafariano hizo lo suyo. Eran muy caros. A ella siempre le gustaron las cosas, más que destruirlas. Creo que por eso también la odiaban. Pero siempre nos salvó de Bills…- recordó, con dolor. 

-Era espléndida- observó Bulma. 

-Y esa palabra no le hacía justicia. Ella me hizo lo que soy. Nadie sirvió a la Corona mejor, aunque al comienzo quisiese destruirla. Nunca lo pudo evitar-suspiró.

-¿Le gustaban las armaduras? 

-Las detestaba- se burló Vegeta. -No siempre tenía que combatir, y generalmente como estaba al mando de la administración, no lo necesitaba. Ella impuso esa moda en la nobleza. Y en muchas cosas.

-Qué bellos ojos… observó- Bulma.

-Tú también los tienes - replicó él, sin mirarla. Ella le sonrió.  No era común que su marido dijera esas cosas.

-¿Los había solo en su familia? 

-Y en algunas otras. Pero de las más antiguas. Tuve suerte- observó.

Bulma bufó para sus adentros. En el fondo, Vegeta tampoco dejaría ese esnobismo y preocupación por su linaje, seguro inculcado por esa mujer que posaba extraordinariamente con su capa, como mirando a todos con serena superioridad. 

“Sí que la tuviste”, pensó. “Vaya. Qué hermosa”.

-¿Era tan odiosa como tú?- se atrevió a preguntarle a Bulma irónicamente, para rebajar la tensión. Este sonrió y bufó.

-Sabes que era peor. No con quienes le servía, con quienes consideraban inferiores o sus enemigos. Sonreía, mientras los envenenaba o los despedazaba entre líneas. 

-Vaya vaya… heredaste todo su talento- observó Bulma, con esa misma ironía. Este no se molestó.

-No en cuanto a sonreír y traicionar, o intrigar. Por eso se entendía con Freezer. No tuve el tiempo suficiente para aprenderle eso- observó. -Es una lástima- se lamentó. Bulma, por su parte, sabía cuánto quería su marido a su abuela, aquella mujer que lo había criado. Entendió que los tesoros no se irían de su casa.

-Vaya. Avísame si quieres conservarlos, Vegeta- le dijo ella. Este bufó.

-Por supuesto que sí. Quiero que mis hijos la conozcan. 

-¿Con todo y lo que pasó? - le preguntó ella, refiriéndose al contenido del diario.

Este suspiró.

-A su debido tiempo- musitó, pensando en el terrible reino que nunca pudo heredar.

Bra comenzó a llorar. Este miró el cuadro otra vez. 

-Ya voy- suspiró, para irse al lado de Bulma. 

Tarble, mientras tanto leía al lado de Gure el documento. También se sorprendió.

-Vaya…pero qué familia teníamos…

Gure también miró sorprendida. Vegeta solo pensaba en el maravilloso cuadro de su abuela y su enigmática sonrisa. 

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Planeta Scafar, reinado del Rey Vegeta III, años antes

La reina Sarin sonrió, pero su pintor la frenó.

-Majestad- le aconsejó - me gustaría una expresión más natural.

Ella ascendió. Se volteó de espaldas. Su hermosa capa con el símbolo de los saiyajines. El príncipe Vegeta la miró torvo. Sonrió, fascinado. Sin duda era la más hermosa de todo el planeta Vegeta. 

-Te ves hermosa, abuela- la halagó. 

-Gracias, querido. Pero sabes que...- suspiró ella imponente- no es lo único que cuenta- le dijo, mirándolo a los ojos. - Hay que verse como un rey. Que gobiernas todo, ¿entiendes? 

El príncipe, con solo cinco años, ya era demasiado maduro para su edad. Miró a la bellísima e imponente reina que era su abuela. Simplemente la obedeció. Ella siempre tuvo la razón.

-Sí, abuela. Perdona por tan vaga descripción- se disculpó. Ella volvió a sonreírle elegantemente, para voltearse de nuevo. 

-Mientras poso aquí.... repasa la historia de nuestra corona, ¿te apetecería? -le indicó, como una orden.

-Sí, abuela- dijo este, y le pasó un libro. Pero él la veía maravillado. Ella posaba como la mujer más hermosa que hubiera visto.

-Perdóname, abuela....

Ella lo miró, benévola. Lo llamó.

-Ven acá, mi querido. ¿Crees que estoy bien?- le preguntó. 

-Eres perfecta, abuela...- dijo, maravillado, viendo su cabello medio rizado, enorme, como centella, su capa con el símbolo saiyajin, de azul oscuro. Sus ojos violetas. Su rostro siempre enigmático.

-Bien- le dijo al pintor. - Mi adorado nieto, ¿te parece bien esta pose? 

-Es perfecta, abuela - le dijo, maravillado. Ella tomó levemente su capa, para luego alzar su largo cuello. Era tan grácil. Luego de que ella posó, ellos vieron los tres soles caer en el gran planeta ciudad, Scafar. Él estaba reclinado junto a ella, con el mismo traje. Ella le dio un beso. En la frente.

-Abuela... te adoro- le dijo. - Pero he escuchado historias...-le expresó, dubitativo. Ella tomó su rostro.

-Dímelas, mi querido. Te las aclararé- le dijo, gentilmente.

-Muchas cosas- expresó preocupado el pequeño príncipe. Ella besó su cabeza y lo abrazó, reclinada con él, mientras veían caer los soles.

-Abuela... ¿es cierto que mataste al abuelo, el rey Vejito IX? -le preguntó, turbado. Pero ella no reaccionó. Solo besó su cabeza. 

-Oh, mi niño. Es tan complicado....-suspiró. - ¿Me juzgarás por esto? - preguntó. Ah, era tan hermosa. Con sus ojos violetas y su largo y abundante cabello negro. Sus labios encantadores. Su elegancia.

 Él besó su mano.

-Jamás- le dijo, determinado.

Ella acarició su rostro, para darle un beso en la mejilla y abrazarlo. Este se refugió en ella. Sólo oyó exigirles a sus varios sirvientes algo de comida. Lo mimaba tanto. Lo exigía tanto. La amaba de verdad, ya desde que tenía uso de razón.  

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Días después, Palacio de los Reyes

La reina madre Sarin y su nieto, el príncipe Vegeta, caminaban en medio del gran pasillo, con los vitrales y retratos de aura que mostraban la historia de su familia. Había uno en particular que siempre intrigaba al príncipe: el de los Cinco Dioses Crueles. La madre Sadala, la diosa madre, con su mirada terrible y su cabello largo y centelleante. Esposa de Vej, con sus cabellos rubios y picudos. Sus hijos Zakkar, Mirai y Dandala, que fueron los tres primeros reyes. De Mirai y Zakkar salió el primer Vegeta, el primer rey de la dinastía. Toda la línea iba con los dioses arriba. 

-Y así llevamos más de un milenio, construyendo a nuestra dinastía y nuestro planeta. Vienes de un largo linaje cuya sangre se vuelve más fuerte a medida que pasan las generaciones. El primer Vegeta supongo, que no llegaría a tu nivel. Y tu misión, aparte de proteger el linaje y continuarlo, es superar a tu padre. Sé que lo harás- le dijo, trémula. Este la miró intrigado.

-¿Y qué pasará cuando llegue ese momento, abuela? ¿Tendré que deshacerme de papá? 

Ella le sonrió levemente: más de un rey lo había hecho, claro. Pero de los dos anteriores a sus hijos se había encargado ella misma. 

-Yo creo que ya estamos en ese momento, Vegeta- le dijo, significativa.

-Pero... - dijo el niño, molesto. - No quiero que papá muera.

Sarin se conmovió: Vegeta, su nieto, ya había destruido planetas enteros. Pero tenía afecto real por su padre.

-Ni yo. Es mi hijo, de todos modos. Y tú no estás aún listo para ser el Rey que espero- dijo, mirando el vitral hacia arriba, y viendo el rostro terrorífico de Sadala. 

-¿Que esperas? 

-Sí- le dijo ella, en su código, para evitar que los soplones fueran con informes a su hijo o a Freezer. -Que espero. Tú tienes que ser el rey que nos lleve a conquistar todo el Universo.

-Pero está Freezer- objetó el niño.

-Lo sé- le dijo ella, viendo el gran cuadro de la familia real en tiempos de su esposo: este, al centro, con ella. Skank atrás, torvo. Fern serio. Straw y Bitter, de blanco y de rojo, flanqueando a la familia. Straw tenía las manos en los hombros del príncipe Vegeta, ahora el rey. On estaba sentada. 

-Es decir que...

-Tienes que hacerlo. Eres nuestra única oportunidad. Entrenarás, te volverás fuerte. Y lo harás pedazos- le dijo en su código. Este la miró determinado. 

-Sí, abuela. Pero...¿y si lo del Súpersaiyajin Legendario solo pertenece al dios Vej? ¿Si solo es una leyenda? Por cierto, ¿qué pasó con él y Sadala? 

Ella miró otro cuadro, donde los dos estaban pintados terriblemente. 

-Dicen que Vej no era inmortal como Sadala, que por eso es la madre de toda la raza. Así que ella se fundió con él en una luz intensa y lo convirtió en dios. Luego los dos se tomaron de la mano y partieron al otro mundo, dejando a sus hijos como los reyes y fundadores de la raza.

-Así que debo ser ese dios, ¿verdad? - preguntó este, sintiéndose algo presionado. Su abuela tomó sus hombros.

-No, querido. Pero sí lo suficientemente fuerte para acabar con Freezer y su padre. Y el Universo, gracias a ti, será nuestro.

-Lo será, abuela. Te lo prometo- dijo, para esta abrazarlo. Se miró a sí misma, cuando era prisionera de reyes más pusilánimes que su querido nieto.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Años antes, Palacio de los Reyes, Salón del Trono

Tres hombres, uno de pelo azul, otro de bigote y cabellos negros y uno de orejas alargadas se arrodillaron frente al rey. Un monarca de armadura negra y capa negra. Barba pelirroja y cabello en picos. Estaba meditabundo.

-Majestad- dijo el primero. - Está a punto de nacer. 

No hubo respuesta. Los tres hombres se miraron. Solo escucharon un suspiro de fastidio.

-Como sea. ¿Han encontrado a mis demás hijos? 

-Aún no, majestad- afirmó el segundo. - Lo más probable es que hayan salido del planeta. Pero ya avisamos en todo el Universo. No irán tan lejos- advirtió.

-Bien. Malditos mocosos- gruñó el rey - Como sea que me llame el rey Vejito IX para ponerlos en orden. 

-Majestad, lo que podría hacer sería ir a donde la reina. Seguramente al notar su cercanía ellos volverán- afirmó este, para el hombre de pelo azul mirarlo con desdén y terror, al igual que el otro. 

-¿Sugieres que vea a aquella mujer parir? Por favor. No lo he hecho con ninguno de mis hijos. No. Me quedaré aquí. Y si ella muere, mejor para mí- expresó con frialdad.

-Si ella muere, majestad, sus hijos tendrán más razones para rebelarse contra usted- arguyó este. -No les dé…

-¡Silencio!- gritó este, haciendo retumbar los vitrales. El techo, con tres figuras gigantescas. Vej, el legendario SúperSaiyajin. Pensó en que si él no lo era, podría serlo alguno de sus hijos. O el que estaba por nacer. Pero no había existido uno así en un milenio de existencia de su raza. Ni siquiera en los más poderosos reyes de su familia, ni siquiera con Vegeta I, quien era el nieto de los Dioses Crueles y su primer rey. El hijo de Mirai y Zakkar, también pintados, como en movimiento, todos unidos por una gran esfera de energía. ¿Y si ese niño por nacer era…? 

El rey se levantó. No, ni siquiera sus mejores hijos eran tan fuertes. Pero más valía no tentar al destino. Era cierto que a medida que pasaban los siglos los saiyajines se volvían más fuertes. Prueba de eso eran sus propios hijos, en su mayoría. Este por nacer sería el séptimo, aunque ya había muerto el mayor de ellos, Vejito, en una absurda misión hacia un planeta que tardaron dos meses en conquistar. Así era de fuerte su raza. Las circunstancias eran sospechosas. Sntió a su séquito y a los demás seguirlo. Caminó por los pasillos, algunos con bandas eléctricas. Hasta que vio un grupo más grande, a la salida de la otra ala, en la torre de Vegeta II, donde había encerrado a la reina por un año. Varios niños. Una niña pequeña, de cabello rojizo como el suyo, cargando a un bebé. Tenía su rastreador y su cabello, rebelde, en una coleta. Otra, de trenza hacia atrás, más grande, apuntándole, con su mirada dura y rostro anguloso. Y dos niños mayores. Uno de cabello escaso, que lo miraba con odio, y otro de cabello largo, que lo miraba desafiante. Sus hijos. Varios soldados, atrás. Muchos soldados. Sí, sus hijos claramente no habían huído. Organizaban una rebelión para deponerlo.

-Padre- dijo la pequeña. Tenía solo cinco años.  -Es tu hijo. Acaba de nacer. -dijo, mostrándole al bebé, dormido. Tenía su mismo cabello.

-¿Le han puesto nombre ya? 

-Sí. Se lo ha puesto Straw - dijo la niña de trenza hacia atrás. Su hermana mayor, Bitter. Atrás, apoyándola, estaba su tutora, Papa, una de las grandes guerreras de su comando élite. Tenía la misma trenza. Vertax, el tutor de Straw, y de cabellos cortos, también la apoyaba.

-Se llama Vegeta, padre.

El hombre de bigote le pasó al rey el rastreador. El poder era ínfimo. Comenzó a reírse. ¡Vaya tontas suposiciones! El niño no sería un problema. Los tenía enfrente, ahora mismo. Qué débil poder. Otro hijo más, que seguramente terminaría como los imbéciles que se le arrodillaron en el Salón del Trono.

-¿Vegeta? ¿Por qué les has puesto nombre a tan infeliz criatura? ¿El nombre de nuestros dos reyes más poderosos? ¿Qué acaso es una broma? 

-Vegeta es mío. Le pondré como quiera - afirmó la niña, sin alterarse. El niño de cabello escaso, más alto, tomó el mando.

-Libera a mi madre. La restituirás en su puesto. Restituirás sus honores. O acabaremos  contigo.

El rey miró furioso a su quinto hijo. Skank. Tan afecto a su madre, todo un fallo como heredero: era idéntico a él. Lo odió desde que nació, por su poder extraordinario. Este activó su energía, pero el niño hizo lo mismo. Miró a sus hermanas que también lo hicieron. También al joven de pelo largo. El bebé lloró, y Straw comenzó a mecerlo, mirando desafiante a su padre. Se lo entregó a una dama de compañía atrás, con ropajes violetas y cabello igual: era tsufuru. Afni, la dama de la reina.  Miraba con odio al rey. Este calculaba. Todos los niños incrementaron su poder. Los rastreadores se rompieron. El rey gruñó. Pero la niña de cabello rojizo dio un paso adelante. Se arrodilló.

-Te lo pido, padre. 

Al ver su gesto de grandeza, el rey no pudo más que ablandarse. Se trataba de su hija favorita. La niña se levantó, e hizo una señal a la dama. El rey tomó a su nuevo hijo de la cola. Comenzó a llorar. Tenía el pelo como el suyo. Se alivió de que al menos este no lo mataría - como casi siempre sucedía- si quisiera reinar. De que no fuera una amenaza. Un aviso de su inminente fin: casi ningún rey saiyajin había llegado a la vejez. Vegeta III, se burló. Pero este movió su cola y se enrolló. Lo miró fijamente. Era su mirada. Y el rey Vejito IX vio por un momento el reflejo de un hombre enorme con barba, como la suya, y el símbolo de la familia real. Luego a otro igual. El SuperSaiyajin. Se espantó. Lo mataría, sin duda. Pero volvió a la realidad. Era la pequeña Straw al frente, alzando los brazos. 

-Supongo que tu madre no quiso ni tocarlo.

-Así es, padre- dijo Bitter, atrás. - Te imaginarás por qué- le reprochó.

-Maldito violador- afirmó Skank, para este gruñir,  pero Straw se interpuso.

-Padre. Me encargaré de nuestro hermano más pequeño. No es una amenaza. Será útil para nuestro linaje, ya lo verás. Pero debes liberarla. Parar todo esto. No queremos una masacre aquí. Lo sabes. 

El rey suspiró. Asintió levemente. Se abrió paso entre sus hijos y la soldadesca. Entró por un pasadizo hacia la Torre de Vegeta II, su mayor prisión y la más segura. A las  paredes donde había encerrado a la reina. Esperaba encontrar a una mujer destrozada por el parto. Pero la encontró como siempre. Bien peinada, con su largo cabello negro, como centella, con sus trenzas. Su túnica violeta oscura. Sus pendientes. Ella solamente se arrodilló.

-Majestad. 

Este tomó su rostro. No existían rastros de los golpes que le había propinado por un año entero. Incluso estando embarazada, luego de forzarla cuando se le apeteciera, como castigo por meterse en sus asuntos. Sus ojos violeta, como los de las familias antiguas saiyajines. 

-Creí encontrarte convaleciente. Pero supongo que no tuviste problema al darme un príncipe débil- le reprochó. Ella lo miró sin expresión. 

-Me disculpo por eso, majestad- le dijo, mirándolo a los ojos. Este suspiró, frustrado.

-Sarin. Sé que me quieres muerto. Y tienes razón. Pero te liberaré, ya que tus hijos se han unido para darte todos los honores. Eso no te garantizará, sin embargo, que no vuelvas a sufrir esta misma suerte. Ahora bien, por consejo de los mayordomos, sobre todo de Kalen, he pensado- afirmó, sentándose. - Sería inútil tenerte como solamente un orificio por el que me das hijos. Creo que han sido suficientes. O no. Tu cabeza, tu cabeza es lo que siempre he necesitado. Así que… todo volverá a ser como antes. Nos hemos reconciliado. Pero nunca- le dijo, amenazante - Vuelvas a fastidiarme.

Ella bajó la cabeza. Miró a su dama, y le hizo una señal. Ella misma le sirvió el vino.

-Soy tu devota esposa. Siempre estaré a tu servicio. Al igual que tus hijos. 

Este lo bebió. Ella lo miró terminarlo. Ya en un bosque de hongos, con una capa, al lado de su dama, y otra más mayor, al lado de una casa en forma igual, había un fuego violeta. Ella se cortó la muñeca. Miró a su dama y a la otra mujer a los ojos, mientras su sangre se derramaba sobre un círculo. Las otras dos hicieron lo mismo y el fuego cambió de color. Se reflejó en los ojos violetas de la reina. 

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Años después- Misión planeta Irese 

Los ojos violetas de la reina miraban fríamente el monitor central de la nave nodriza. Estaba con su cabello trenzado, y con una armadura negra y capa igual. Tenía su rastreador conectado a otro aparato, mientras apretaba un botón.

-Parguen, envía la cohorte de soldados de clase alta. El rey los necesitará. Informes de la princesa Bitter.

Ella vio las naves, como estrellas fugaces, aterrizar y volverse incandescentes en el planeta morado. Luego, aparecieron dos pantallas. Una joven de cabello voluminoso recogido en un moño hacia atrás y de rasgos angulosos, volaba a toda velocidad, destruyendo un enorme palacio metálico y sus defensas voladoras, con sus soldados. Sonreía, mientras lo hacía y la rodeaban, para ella deshacerse de todas ellas. Aterrizó con sus soldados. 

-¡Sin sobrevivientes! ¡Esta vez no los necesitamos!- gritó, para los soldados comenzar a destruirlo todo. La reina suspiró. Vio otras pantallas, donde su marido, de negro, simplemente creó una luna. Comenzó a transformarse en Ozaru, con los demás guerreros. Su hija también, y esta tomó la delantera, para aplastar una enorme edificación. Papa, la maestra de su hija, la secundó, y la protegió de un ataque a traición, aplastando a los hombres azules de cabellos rubios habitantes de ese planeta.

-Revisen a los que traten de cortarles las colas- advirtió la reina. - Durko- le dijo a un hombre lagartija. - Baja con el contingente de esclavos. Que nadie se acerque al rey y a la princesa.

La reina no perdía la tranquilidad. Vio aterrizar al contingente, pero las defensas comenzaron a actuar. Durko comenzó a disparar a todos los que iban por las colas de los saiyajines. Hasta que él mismo disparó a otro de sus soldados, y otro grupo comenzó a hacerlo. La reina lo vio: traición. Varios fueron aplastados, pero Durko se acercó audazmente y se lanzó, para tratar de cortarle la cola al rey Vegeta. Otro sí lo hizo con otro soldado, al que los hombres naranja de aquel planeta rodearon y mataron de inmediato. Y así, otros.

-¡Bitter!- le advirtió la reina. La princesa comenzó a enviarles esferas de energía y aplastarlos, pero otro Ozaru cayó encima de ella, atravesado por una fila de varios hombrecitos naranja. Ella los mató a todos. La reina tuvo una corazonada. Papa fue herida por otros hombres azules, pero furiosa, lanzó una esfera de energía por la boca. Todo se complicaba.

-El casco. Iremos abajo. 

-Majestad- le dijo aturdido el mayordomo Kalen. - Sabe que en misiones no pueden arriesgarse más de tres miembros de la familia real. 

-El rey y la princesa son importantes para el linaje. Yo no. El rey siempre podrá conseguirse otra esposa. Vamos a ir- afirmó. 

Así lo hizo. Con varios cascos, varios saiyajines comenzaron a matar a los demás que entorpecían a los Ozaru. La reina misma voló y mandó una esfera de energía para acabar con otros cuantos. Uno más grande se le interpuso, y la mandó contra las ruinas.

-¡Majestad!- gritaron varios soldados. Kalen miraba todo con angustia.

-¡Sáquenla de ahí!- gritó. Pero la reina se levantó, con una mirada cruel, y lo atravesó con un disparo de energía rápido, para luego ella misma arrancarle la cabeza. El rey la miró y sonrió, para luego aplastar lo que quedaba.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Scafar, dos días después

Ya en Scafar, el más grande planeta ciudad de negociaciones del Universo, en un lujoso aposento, la reina miraba hacia abajo, mientras el rey miraba con hostilidad a las dos criaturas que tenía en frente. El rey Cold, el emperador del universo. Y su hijo Freezer. Sus más grandes clientes: los saiyajines habían comenzado a construir su civilización conquistando y dominando a las otras razas. Tomando lo mejor de ellas, sobre todo por políticas de la reina. Y Cold no era solo su cliente: en teoría también su superior. Si no los sometía todavía era por mediación de Sarin. O aún no les temía lo suficiente. 

-Así que de no ser por tu adorada esposa no la cuentan. Qué gracioso- se burló Cold. - ¡Qué gracioso! ¡Un rey saiyajin dependiendo de su mujer! No había visto esto con tanto interés desde que tus propios hijos se rebelaron contra ti. ¡Esos pequeños serán una amenaza! Pero supongo ya lo sabes. Querida Sarin, ¡deberías gobernar tú! 

Esta lo miró con una leve sonrisa. El rey Vejito miraba con furia a esa maldita lagartija. A no ser por él serían la raza más fuerte del Universo. Prácticamente eran casi sus esclavos, desde hace años, desde los tiempos de su bisabuelo. Pero mantenían, como fuese, su independencia y su modo de vida. Igual, tenían otros compradores de planetas. Pero nadie como Cold, su mejor cliente. Así se les conocía en todo el Universo:  como terribles guerreros, como amenazas para todas las razas. Como simios vulgares y comerciantes. Pero con la reina actual eso había tratado de cambiar. De alguna manera. En mucho. La reina era la menos saiyajin entre los saiyajines.

-Yo solo sirvo a su majestad, el rey Vejito IX- afirmó, inexpresiva. Cold entendió lo que dejaba ver su declaración: ella también lo despreciaba, cómo no. Pero era su única forma de supervivencia, luego de que se había sabido lo que le había hecho diez años antes, al encerrarla, torturarla y violarla al esta matar a la última de sus amantes. Eso le había enseñado a ser más cautelosa. Pero algo le decía que nunca aniquiló su espíritu ni el desprecio que sabía que le tenía a su esposo. Semejante rey saiyajin. Su abuelo había tenido que lidiar con tipos más inteligentes que él. Pero menos poderosos, claro. Eso era lo que más le preocupaba, aunque los saiyajines podían ser impredecibles: el último hijo del rey, al que no sabía porqué le llamaron Vegeta (ni comparación con los dos primeros reyes, pensó), había salido débil. Pero incluso el más débil de ellos era una amenaza, también. 

-Siendo así, querida Sarin, servirás como siempre a tu marido. Vamos a negociar.

-Si mi esposo lo aprueba, majestad- dijo ella, mirando al rey, que asintió, gruñendo. Este seguía con un profundo sentimiento de insatisfacción, ya en las grandes estancias de la Asociación de Comercio Universal e Interplanetario: una cápsula flotante sostenida por varios pilares en ese planeta ciudad. Su esposa, vestida de dorado,  era la que seguía conversando con Cold y otros seres oscuros y encapuchados, comerciantes y también sus clientes. No podía explicar cuánto la necesitaba, pero cuánto la odiaba y la amaba al mismo tiempo. Cómo la había convertido en una criatura impenetrable, pero de las pocas - así como pocos reyes y varias reinas antes que él -que podía elevarlos por encima del concepto que se tenía de ellos en todas las galaxias. Una mujer de piel morada le sirvió diligentemente una copa. Este la miró sonriendo. La reina, ya al quitarle sus dos damas tsufuru su capa dorada, entró a su habitación. Ahí estaba el rey de los saiyajines, tumbado mientras aquella mujer estaba sobre él a horcajadas. Esta gritó, pero ella ni desesperó. Simplemente tomó dos manzanas. Se sentó, tomó otra y comenzó a juguetear con ella. Se la comió. 

-Continúa- le dijo. El rey la agarró, y comenzó a moverse más fuerte y más rápido, con furia, para ella gemir y gritar, mientras ella seguía comiendo su manzana. Apenas los gritos retumbaron al techo, la reina se acercó y le dio una manzana. A su esposo también.

-Se lo han ganado. Cómetela- le dijo a la joven, que lo hizo. El rey la miraba con ira. No se perturbaba por absolutamente nada. Con razón hablaban así de ella en el planeta y el Universo entero: no sucumbía a la furia de su raza, no sucumbía a sus impulsos. Nunca lo hizo. Era una especie de contención que resultaba enormemente insultante ante su raza. Pero los había llevado por un camino distinto. No, se dijo. Eso la hacía tan peligrosa ,de una manera que él, que se sabía sin imaginación, no podía dimensionar. 

-Recuerda que en dos horas debemos ver a los reyes tsufuru. Nos esperan en las estancias de Paio- e Meth. Supongo que irás… presentable- le dijo, mirándolo a los ojos. Este la miró torvo. 

-Y ¿cómo están tus hijos? ¿Aquellos que están en misión? ¿Mi hija favorita?- le preguntó, para herirla. Se refería a la princesa Straw. Aquella que se había encargado de ese hijo al que apenas prestaba atención, el príncipe Vegeta. El que le recordaba tanto lo que su marido le hizo.

-Ya lo sabrás- expresó ella, contraatacándolo. -No hablaremos de eso aquí frente a la vulgar desgraciada a la que te acabas de coger- afirmó, mirando arriba abajo a la joven, que protestó.

-¡Oiga! ¡Según todo el Universo sabe, usted también lo fue! - protestó. El rey Vejito IX se echó a reír, de repente. Qué bien le había dado su merecido a aquella pretenciosa arpía de su mujer. Pero esta sonrió. 

-Tal vez. Por eso reconozco un buen trabajo cuando lo veo. A mí al menos me alcanzó para tener una corona. Tú, querida, no creo que llegues a tales instancias- dijo, para darle la espalda. El rey se quedó bufando. Era tan odiosa. Tan odiosa y llena de amargura y veneno. Volvió a tumbarse, para comer su manzana. La joven miró indignada al monarca.

-¡No le dijo nada! 

-Cállate si quieres que te pague bien- afirmó, para esta temblar, ya que toda la estancia también lo hacía. Él la miraba amenazadoramente. Luego sonrió otra vez. Pero su sonrisa era maligna.

-Inclínate. Ahora- le ordenó. Ella lo hizo. Mientras la reina escribía y veía varios informes con su rastreador, oyó un grito tortuoso. Kalen, su mayordomo, la miró significativamente. Luego más gritos. 

-Ni debimos molestarnos, majestad- le dijo, pasándole otros datos. Ella suspiró, con una leve sonrisa.

-Aparte de todo lo que me llevaré de aquí para mi disfrute personal, también me gusta jugar con mi comida. No negarás que es divertido- afirmó, sin mirarlo. El mayordomo suspiró. Conocía bien a esa reina que ya no era como la que cometía sus crímenes de manera más abierta y era combativa con ese rey que no le hacía justicia al ser el líder de su raza, la más poderosa del Universo a excepción de la de Cold. Profundos y turbios eran los caminos de su mente. Era entrar a un laberinto infinito. Uno lleno de oscuridad. Y eso la hacía una de las personalidades más interesantes de su raza.

-¿Lo merece una criatura así? 

Ella lo miró significativa. Le entregó, con el sello electrónico del rey, una orden firmada.

-Creación de un nuevo centro de artes y tecnología, el otro de acopio para las madres gestantes de los guerreros y construcción de la gran Biblioteca Real. 

Este la miró con los ojos empequeñecidos, entendiendo.

-El matrimonio es siempre negociar concesiones… menos mal por eso jamás tomé compañera alguna, majestad. 

Esta le sonrió, para oír cómo se destrozaban los muebles. Suspiró.

-Y pon en el presupuesto los daños que ocasione el rey en esa tonta habitación. En fin, veré qué vestido me pondré para la cena de esta noche.

 

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Planeta Kados, a millones de kilómetros de Scafar, en aquella tarde

La princesa Straw, manchada y rodeada, luchaba de espaldas con sus dos hermanos, el mayor y menor. El príncipe Skank lanzaba varias esferas de energía, pero aquellos insectoides se reproducían de sus partículas. Uno de ellos lanzó ácido al hombro de Straw, que desplegó energía. El pequeño príncipe Vegeta vio a otro insecto tras su hermana, y se lanzó para protegerla, y lanzarle otra esfera de energía. Skank, entonces, vio a más ir tras ellos. Todos los saiyajines estaban rodeados. 

-¡Bitter! ¡Baja más cohortes de una maldita vez! - le gritó a su hermana inmediatamente menor, que estaba en la nave nodriza, supervisando sus primeras operaciones. Esta no se arredró.

-¡No podemos perder más soldados! ¡Llamé ya los que tenemos en bases cercanas pero llegarían en dos días! Y tenemos que esperar hasta la noche si queremos ser Ozaru. 

-Alteza real, si siguen así todos morirán. Deben retirarse ahora.- afirmó Papa. Otro coronel también insistió.

-Seguro ya rodearon las malditas naves. Tienen que esconderse- reflexionó.

-¡Ningún saiyajin se esconde! ¿Estás loca? ¡Es una vergüenza! - gritó Skank, que destrozaba más insectos. Otros varios rodearon a un joven soldado, llamado Gurdock. Straw se lanzó a defenderlo, y gritó, para desplegar su poder. Skank la vio por los rastreadores. El príncipe Vegeta también.

-Qué cantidad de poder…

Straw derribó con ambos brazos, que lanzaron dos torrentes de energía, varios insectoides más. Pero otro le lanzó ácido en el cuello. Esta gritó, al no verlo.

-¡Straw! - gritó el joven príncipe Vegeta, que mató a quien lo había hecho. Esta se levantó y se puso al frente de él.

-Te protege…

-¡Maldición!- gritó Skank, replegando a los demás.

-¡Váyanse, váyanse ya! ¡Ya! ¡Escóndanse, maldición! ¡Ya vi la maldita topografía del planeta! - dijo enviando el mapa a varios de los soldados. Skank gruñó.

-¡Retirada! ¡Maldita sea! ¡Retirada! 

El príncipe Vegeta se echó a su hermana mayor en hombros, y se fue volando, mientras Skank abría el camino. Llegaron a unas montañas. Straw se quejó. El príncipe Vegeta le dio una de los frascos pequeños que tenía. La reavivó de inmediato. 

-Madre la patentó- sugirió. Este suspiró.

-Así es. Por eso ha traído a los tsufuru y siempre los visita. Se interesa por el tema de las sustancias y todo eso- observó la niña. Ante tan ingenua apreciación, Skank solo bufó. 

-Por supuesto que sí. Maldita sea- dijo, para aplastar a un gusano grande, que le salpicó en el rostro a sus otros dos hermanos.

-¡Skank!- protestó Straw. El príncipe Vegeta lo miró torvo: sabía que Skank había tratado de matarlo apenas nació, aunque no sabía por qué. Al igual que su padre. 

-Tenemos apenas comida y agua para los próximos dos malditos días. Moriremos aquí si no encontramos algo.

-¿Qué, los insectos que planeamos eliminar? Tenemos suerte de que no quieran hacer una batalla aérea con nosotros- se quejó Straw. 

-Esto es humillante. Somos la raza más poderosa del Universo- dijo el joven Skank. ¿Sabes lo que dirá esa maldita lagartija, Cold? ¿Lo que dirán de nosotros? Que podemos ser derrotados.

-Eso no es cierto- intercedió Bitter, que los había oído desde el rastreador- Solo hay que saber cómo pelear.

-¡Un saiyajin pelea siempre de frente!- gruñó Skank. El príncipe Vegeta miró los rastros del gusano. Tiró por casualidad uno de los restos de los insectos sobre los restos del gusano. Se diluyeron. Volvió a tirar otro. Se diluyó. Straw se dio cuenta.

-Hazlo otra vez- le dijo al niño, que lo hizo. Skank la miró con curiosidad. Tomó otro gusano con sus manos, con asco.

-Maldición- gruñó. Pero lo restregó en su armadura. Parecía limpia otra vez. Miró maravillado a Straw, que lo miró igual.  Esta gritó. Abrazó al pequeño Vegeta.

-¡Eres un genio! ¡Nos has dado la fórmula sobre cómo matarlos! -le gritó emocionada al niño, que se aturdió.

-Fue de casualidad…

-Sí, fue de casualidad- expresó Skank, con desprecio. Pero Straw no le puso atención. 

-Bitter. Podríamos usar las arañas penetradoras. Ellas nos traerían a todos los gusanos. Mira- dijo, sacando una pequeña máquina. Era un insecto, que de pronto comenzó a reverberar. Atrajo más gusanos. Straw dio más indicaciones a la máquina, a través del rastreador. Esta comenzó a extraer una sustancia. 

-¿Y ahora qué? - preguntó Skank. - Habrá que probarla. Sugiero a Vegeta como cobayo.

-Te mataré si lo tocas- le dijo Straw trémula. El joven se echó a reír.

-Qué miedo. 

El niño también lo miraba amenazador. Pero Skank aprovechó un descuido de Straw y la golpeó. Tomó a su hermano menor, que lo golpeó, pero Skank le dio un puño en el estómago. Le hizo beber la sustancia. Bitter y todo el comando gritaban horrorizados. Básicamente asesinaba a su hermano a los ojos de todos. Este se retorció. Vomitó. Bitter veía aterrada a su hermano mayor, su capacidad de maldad. No era distinta a la suya. Pero era Vegeta. Y era Straw. Skank miró con satisfacción lo que había hecho, pero el niño vomitó. Lo agarró de una pierna y lo estrelló contra las rocas. Straw despertó. 

-¡Vegeta! 

Skank se levantó como si nada. Bitter pensaba rápidamente.

-Skank. Dame un informe de la araña. Ahora.

Este se lo pasó, satisfecho, antes de ser golpeado al tiempo por Straw y el príncipe, que estaba furioso.

-¡Maldito bastardo!- le gritó, para desplegar todo su poder. Skank lo miró aterrorizado. Straw lo miró satisfecho.

-Acaba con él.

El príncipe se abalanzó, y comenzó a golpear a SKank a punta de puños y patadas. Hasta que Bitter lo nombró. Este paró. 

-Basta, Vegeta. Skank, eres un genio.

Este se paró, maltrecho, limpiándose la sangre. Bitter y el resto del comando sonreían.

-¿Desde cuándo no eres tan estúpido? ¿Acaso andas con nuestra madre últimamente? 

-Tengo mis sorpresas- dijo este, tomando otra sustancia de la araña. El pequeño príncipe vio cómo su hermano se crispaba y sus ojos se ponían más luminosos. 

-Bitter. Explícate- dijo la princesa Straw. La princesa real en la nave nodriza suspiró, sonriendo.

-Los gusanos tienen una sustancia que ha sido probada en los soldados y esclavos. 459081 T, lo sabía Skank. Bravo, tarado. Es inmunizador y al mínimo contacto con estos seres los derretirán. Les aconsejo un buen baño antes de volver- dijo, con asco y con una sonrisa de determinación. 

Las arañas se distribuyeron por todas las cavidades, mientras oían a los insectos tratar de destruirlas. Los soldados comenzaron a tomar sus raciones. Pasaron cuatro horas.

-¡A mi orden!- gritó Straw. -Salgamos, ahora. ¡Ahora! - gritó, yéndose al frente, para horror de su hermano menor y de los demás soldados. La princesa siempre era arrojada. Los guerreros élite fueron tras ella, protegiéndola, y los de clase baja en los flancos. Los insectos comenzaron a desintegrarse.

Esa noche, en Scafar, en la cúpula múltiple flotante donde venían seres de toda la galaxia a divertirse, Kratos, el gemelo mayordomo de Kalen, le susurró. Este asintió. Le susurró a la reina. Esta le susurró a su marido, el rey Vejito, que levantó las cejas.

-Bien por ellos. Ahora cállate- afirmó, y la reina se dio cuenta de que fijaba su mirada en una bellísima mujer pelirroja. Una de las cortesanas más famosas del Universo, Adani, que tenía los ojos rojos también. Sabía que esa noche estaría sola. Así fue. Se comunicó con sus hijos.

-Buen trabajo. ¿Qué quieren de recompensa? - les dijo a los cuatro príncipes. Estos se miraron.

-Queremos… parte de la comisión, madre. Una buena parte para cada uno - afirmó Straw. Todos los demás asintieron. Ella sonrió levemente.

-Bien. Han aprendido algo. Así será. Por supuesto, saben que no se les darán honores, ni nada de eso. Pero los reconoceremos en el Consejo Privado. 

-Mientras nos den nuestra parte, pueden cantarnos himnos si quieren- intervino Bitter, para Skank reírse socarronamente. - Es lo único que queremos.

La reina sonrió. Sus hijos le habían salido listos. Les agradecía lo que hicieron por ella. No habría sido posible continuar su venganza. Sus pequeñas venganzas. Así que con Afni, salió de incógnita, con máscara y capa por la ciudad. Tomó una nave particular hasta el Barrio del Placer, lleno de vitrinas rojas. Algunas públicas, donde criaturas de todas las razas satisfaccían sus deseos. Edificios laberínticos llenos de habitaciones donde todos consumaban sus impulsos. La reina solamente esperó en la habitación. Su dama de compañía llegó con un hombre grande y musculoso. Barbudo. Momentos después la empotraba contra la pared, sin ella quitarse el vestido ni la máscara. Ella solo gemía, mientras este no paraba. La tsufuru solo oía y vigilaba afuera. La reina salió como si nada, y ella solamente le compuso el peinado. No pudo dormir esa noche. Hasta que vio a la cortesana entrar con el rey. 

-Vaya. Creí que era competencia- dijo, burlona. El rey saiyajin se echó a reír. La reina se levantó, mirándola arriba abajo.

-No te dignificaré con una respuesta- afirmó, para darle la espalda.

-Te lo dije. Completamente odiosa. -insistió el rey. Ella solo oyó otra risotada. Ya en la mañana, el rey apareció con buen ánimo. Ella comía delicadamente.

-Vamos. Te daré lo que quieras. Otra joya.

Ella solo se puso su rastreador. Sonó el del rey. Este se echó a reír. Era una joya costosa.

-Bien, le diré a Kratos que lo arregle. 

-Eso espero- dijo, sin mirarlo. Este se levantó y la tomó del mentón. 

-No pensarás matarla, como acostumbras a hacer. O quizás te nazca otro principito al que no quieres- le dijo, amenazante, apretando su rostro, recordándole la cosa horrible que le había hecho. Pero ella solo lo miró a los ojos. Este la tumbó. 

-Ahora no- dijo ella, levantándose, mientras veía a la pared. Kalen y Afni observaban. La dama tsufuru estaba muy temerosa. - Debemos negociar el planeta que tus hijos acaban de conquistar. Y quieren su parte. No desean ni siquiera tu reconocimiento. Hay que dárselos, so pena de que crees más resentimientos. 

El rey bufó burlón.

-Claro, porque el tuyo nunca será suficiente, mujer- le dijo, con desprecio. Ella no respondió. Este se irritó.

-Al comienzo de nuestro enlace me habrías respondido con ironía, o con furia. Pero ahora eres un misterio para mí, Sarin. 

Ella no le respondió. Simplemente, le sonrió y le sirvió una bebida. 

-Para nada, majestad. Solo aprendí mi lección- le dijo, dócilmente. Este la miró con furia, porque su actitud lo desconcertaba aún más. 

Dos noches después, de que ella regresó del Barrio del Placer, donde había sido tomada por otro sujeto, sonó el rastreador. Era su marido, desesperado.

-Sarin lo arruiné. Sarin. Sarin ven aquí. ¡Ven ahora, maldición! - le gritó. Cuando ella entró a los lujosos apartamentos en la parte de más arriba, generalmente usados por las cortesanas independientes y sus clientes ricos, ni se inmutó. Iba con Afni, Kalen y Kratos. Sin embargo, su dama sí se desmayó, siendo atendida por ambos asistentes, que miraron todo flemáticos, como la reina. Su marido respiraba fuertemente. La cortesana pelirroja gritaba de dolor, amordazada. Tenía medio rostro quemado. Todo su cuerpo tenía heridas espantosas: cortadas, moretones y más quemaduras. 

-No sé qué fue lo que hice. No sé qué fue lo que le hice. No lo recuerdo…

La reina miró a todos lados.

-Así que esto era lo que le pagabas con esfuerzo de nuestros soldados. Qué mal gusto, Vejito- se burló. Este seguía respirando agitadamente, mientras Kratos se lanzó a pararlo y a taparlo, con ayuda de Kalen. -Supongo que ya tendremos que descontarlo del presupuesto. 

-Lo jodí. Ella es famosa. ¡Nos va a sancionar Cold, nos…! 

-Cierra la boca- le ordenó la reina. Este lo hizo. Por Sadala, era tan patético, pensó. Tantos grandes reyes y guerreros que había tenido la raza saiyajin, la más poderosa del Universo,  y la corona caía en un sádico vicioso cuyos hijos ya podrían destronarlo. Incluso el pequeño Vegeta, a quien apenas sí notaba, era  mejor que él. - Haremos que limpien esto. Y nos la llevaremos. Qué lástima que ya no pueda trabajar- dijo, mirándola con una sonrisa cruel. La cortesana la miró, aterrada. 

-Qué… ¿qué harás con ella? - preguntó el rey, desconcertado. 

-Tu famosa cortesana desaparecerá, mi amor- le dijo al rey, que la miró aterrado, al ella mirarlo con esa serena actitud. Por más crueles que fuesen en su raza, su esposa lo era más. Él lo había causado, era claro. Pero ella quizás siempre había sido así. La vio monstruosa. Un monstruo dormido que en cualquier momento, como sus hijos, podría destrozarlo.

-Pero…

Ella sacó su puñal y se lo clavó rápidamente en el hombro a su marido. Este gritó.

-¡Maldita!- dijo, desplegando su poder, pero ella lo miró fijamente. Él la siguió mirando aterrado. Ella sacó la sangre y la dejó en un recipiente. Los mayordomos la miraban admirados. Se miraron también. Fueron hacia donde la reina.

-Kalen, ve por nuestro séquito. Habrán de limpiar. Y Kratos- dijo, para susurrarle. Este asintió. Ella se sentó en el enorme sofá rosado, luego de servirse vino.

-No creerán que fue en defensa propia- afirmó el rey, apesadumbrado, y aún agitado. -Maldición. No sé qué fue lo que hice. Fuimos a nuestro lugar de comida habitual. Bebimos vino. Y luego no recordé nada…quizás nos envenenaron, Sarin, quizás yo…

-Siempre te he dicho que tengas cuidado con lo que consumes, pero jamás me haces caso. Pero seamos prácticos: lo creerán. Me aseguraré de que así sea.

El rey la miró de reojo. En verdad sí era un monstruo, bajo esa frágil fachada. Uno que había tratado de someter de todas las maneras. Y uno del que se veía dependiendo para todo. Y sabía que ella querría algo. Algo que él no le podría negar por ese favor.

-Bien. Dime qué quieres. Supongo que una joya no es suficiente- afirmó, tomándose el rostro con las manos.

-En la próxima conquista de un planeta importante quiero toda la comisión. Y a ella- dijo. Luego, siguó mirando a la cortesana llorando. 

-Sarin… pero ella…¿qué exactamente planeas hacer? 

-A ella, o te dejo solo y sufriremos las consecuencias. Y no dudaré en culparte y exhibir ante todo el pueblo y los guerreros de todas las clases lo que hiciste con sus esfuerzos. Y adelante, mátame. ¿No crees que no tengo seguros por todas partes? Apenas pongas una mano sobre mí esto llegará a Skank. Y me aseguraré de mostrar lo que haces aquí, así me cueste la vida- le dijo, mirándolo fijamente. El rey la miró con furia. 

-Maldita bruja…

-Tienes un segundo para decidir.

-¡De acuerdo, mujer! Maldición- expresó. Kalen llegó, entonces, para que Afni le abriese. Una joven pelirroja con ojos rojos, deslumbrada, y antes de que gritara, la reina la carbonizó, con un disparo de energía. No pudo ni gritar. El rey sí lo hizo, horrorizado. Ella tomó la sangre que había recolectado de su esposo y se la embadurnó a él y a ella. Se manchó el vestido. 

-Llévensela- ordenó a Kalen, que entró con dos soldados, que se llevaron por la salida secreta a la cortesana. Este la miró horrorizado.

-Ahora tendrás que actuar, mi rey. Llegarán las autoridades. Por supuesto- dijo ella sentándose- tú pediste mi ayuda, porque dirás que no recuerdas qué bebiste. Como siempre, literalmente debo hacer el trabajo sucio- bromeó. -Afni, llama a las autoridades del planeta- le dijo a su dama, que lo hizo. Ella se acercó a su marido y puso una mano en su boca. El rey no recordó nada más. Cuando despertó ya estaba en su nave, regresando al planeta Plant.

-Qué pasó…

-Majestad- dijo Kratos. - Ya está mejor.

-¿Y Sarin? ¿Y las autoridades? 

-Majestad, ella se quedó resolviendo el problema. Ya todo el Universo sabe que la cortesana era una asesina y que ella trató de envenenarlo, señor. Encontraron varios venenos en sus aposentos. Su esposa dio el golpe final. El rey Cold está encantado con la historia, que es comidilla de todo el Universo. Invitó a la reina a pasar con él unos días en su planeta. Hasta le dio una nave para su uso personal. 

Este no respondió. Aún estaba aturdido. Tan aturdido como cuando se dio cuenta de lo que había hecho. El mismo efecto. Y si Sarin… y los venenos que encontraron donde su amante… 

-No es posible- dijo, espantado. -No es posible… Kratos, ¿tienen ustedes las ropas que… tenía…? 

-La señora Sarin se encargó de eso, majestad.

Por supuesto, era el plan perfecto. Maestro. No sabía cómo se le había ocurrido. Se estremeció. No tenía cómo probarlo. Tendría más cuidado con todo lo que le sirviera, sí. Ya había oído los rumores del pueblo. Pero… y si no era así… y si notaba que desconfiaba de ella, podría destruirlo. 

-Quiero dormir. Que nadie me moleste. Al llegar, que mis hijos, los cuatro, me vean- ordenó.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Scafar

Días después, en la parte de escombros y basura del planeta, la reina, con un vestido ceñido a su figura y su cola enrollada, miraba a la cortesana. Estaban en un sótano. Kalen estaba a su lado. 

-Procedan- dijo este.

La reina vio cómo terminaron de desfigurar a la cortesana, con ácido, sentada. Kalen le sirvió una bebida, que ella comenzó a paladear. Sonrió ante los gritos, hasta que la amordazaron otra vez.

-No creas que esto lo hago por mi marido. Vejito es indigno de su corona, no es como los reyes de antaño. Mis hijos ya lo superan en poder y apenas salen de su infancia. El menor incluso, que tiene ya siete años, el príncipe Vegeta, nació débil, pero pronto mostró todo su poder de pelea. Sí, los saiyajines somos impredecibles- afirmó, con una sonrisa, y suspiró.-  Lastimosamente, su rey no lo es. Es por eso que su reina tiene que serlo por él, ¿entiendes? 

Esta seguía retorciéndose del dolor y la ira. 

-Esto lo hago por simple placer. Nuestra raza suele destruir y matar rápido, conquistar y dominar. Luchar. No niego que es divertido dar ciertas golpizas, pero me gustan más las batallas de la mente. Y el problema de la mente es que te puede llevar muy lejos. Sí, querida, los saiyajines somos crueles. Pero la crueldad es una palabra que no conocen bien. La crueldad no es desintegrarte, como ahora ruegas que pase. Es poner una pequeña criatura bella en medio de insectos que la desgarren lenta y agónicamente- le dijo, con su voz insidiosa y ronca. - De manera que el sufrimiento sea eterno e insuperable.Y ahora, ya que no puedes trabajar… tampoco podrás hablar.

Hizo otra señal. 

-Córtenle la lengua. 

Se sentó otra vez, oyendo los gritos. 

-Ahora tu destino será para siempre ser un pellejo que mendigue en el planeta Oruro, que como sabes, es un planeta de desechos. Pronto irás ahí. Te vigilaré, te lo garantizo. Mis agentes impedirán que te quites la vida. He terminado contigo. 

Más gritos. La reina le dio la espalda y salió en su nave. Kalen la miró impasible.

-Majestad, tengo una pregunta y pido perdón si le parece impertinente.

-Hazla- dijo ella, mirándose al espejo, mientras Afni comenzaba a retocarla.

-¿Todo esto lo hizo porque la cortesana la ofendió? 

Ella lo miró con una sonrisa leve.

-Sé que en el planeta y en el Universo dicen que soy una ramera, una envenenadora y se burlan de lo que pasó al nacer el príncipe Vegeta. Pueden decirme todo eso, porque es cierto.

-Vamos, majestad… sabemos que no es así- afirmó este, digno. Ella sonrió otra vez

-Pero que esa maldita mujer vulgar me haya ofendido pensando que es más bella, era algo que no podía tolerar. Vamos ahora al planeta de Cold. Te divertirás en su biblioteca, como tanto te gusta, leal Kalen.

Este asintió firmemente. Se sonrió. También sabía que era una de tantas venganzas hacia el marido, y de paso cimentaba su propio poder. Se preguntaba cómo sabía tanto la reina de venenos y sabía que ese haría efecto en su propio marido, al ponerlo en el vino que bebió en el restaurante y luego en los aposentos de la cortesana, con ayuda de sus agentes. “Se me olvidaba que tuvo una nana tsufuru”, pensó, y se acordó de aquella civilización al otro lado de su propio planeta de la que habían aprendido, sobre todo ella, tanto.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Aposentos del Rey - Palacio de los Reyes, una noche después

En el gran comedor de mármol y granito negro, el Rey cenaba con sus hijos, que extrañados, no entendían por qué su padre quería verlos.

-Quiero entrenar con ustedes- afirmó. - Esto viene como parte del pago por su labor en equipo en aquel planeta. 

-Jamás has entrenado con nosotros, papá- afirmó Straw. - ¿Pasa algo? 

“Sí, que quiere medir nuestro poder, eso es lo que pasa. Quiere saber si le arrancaremos la cabeza como podamos”, se dijo Skank, que bufó.

-¿Qué es lo gracioso? 

-Mandas a Fern y a mi otro hermano mayor a misión- argumentó el príncipe. - TIene sentido que ahora quieras probar a los hijos de tu segunda esposa. ¿Por qué tanto interés, si tienes dos herederos más grandes y no somos una amenaza? 

-Maldito mocoso impertinente- expresó el rey, furibundo, para lanzarle una copa, que él tomó, mirando retador a su padre. 

-¡Skank!- gritó Straw, pero Bitter la contuvo.

-Sí, padre. Él tiene razón. 

-Porque soy su maldito rey, es eso. Ahora dejen de ser los cuatro unos holgazanes. Prepárense para mañana.

-¿Incluso yo?- preguntó el niño Vegeta.

-Sobre todo tú- le dijo este. Comieron en silencio. Al día siguiente, los cuatro estaban en la cámara de entrenamiento. Skank y Bitter veían pelear al pequeño Vegeta y a Straw. Este la pateó, para hacerla chocar contra la pared, pero ella le mandó varias esferas de energía.

-Creo que lo hace porque mi madre debió hacerle algo terrible en Scafar. Dicen que siempre andaba con esa ramera cara, Adani- insistió Skank, observando molesto a su hermanito, que ya era todo un guerrero élite en toda regla.

-No creo que haya sido defensa propia ni por un maldito minuto. Mi padre habría podido hacerla pedazos. Pero sabes que estaba drogado. Cómo no- se burló Bitter.

-Eso lo creo. Ah, mira, llegó nuestro compañerito de juegos- se burló. Era un muchacho alto, fornido y con una mata de pelo pequeña. Parecía una alimaña.

-Nappa- lo saludó Bitter. -¿Qué dice tu madre, la bella noble Kurai, mi madre le dijo algo? 

Este suspiró.

-A pesar de que sean amigas, mantiene la versión oficial. Ya me enteraré. Por cierto, qué heróica es nuestra reina. Defender al rey con su vestido ensangrentado y dar declaraciones así. Todo el pueblo está encantado con ella. 

-Sí, es magnífica- se burló Bitter, mirando a Skank, que sonrió cínicamente. Hasta que ella y sus otros dos interlocutores esquivaron una esfera de energía, lanzada por el pequeño príncipe Vegeta. 

-¿Entrenan o qué, parlanchines? - les gritó Straw. Los tres se sonrieron y se unieron al combate. Todos contra todos. Hasta que apareció el rey Vejito, con su séquito. Este subió y Nappa le hizo reverencia.

-Largo. Todos.

-Pero majes…

-LARGO- ordenó. Los hermanos se miraron.

-Ataquen. 

Todos comenzaron a atacarlo al mismo tiempo. El rey estaba sobrepasado. Skank, el mayor que tenía con Sarin, su cuarto hijo varón, tenía una energía arrasadora. Bitter por otro lado era más ágil. Straw le lanzó varios ataques con energía. Y el príncipe Vegeta, siendo un niño, lo atacó por sorpresa en el pecho. Él medía las energías. No eran del otro mundo. Pero, ¿por qué se sentía tan amenazado? Sus dos herederos mayores no tenían esos problemas con él. Pero esos niños. Esos niños, ya no tan niños. Straw apenas tenía doce años. Bitter tenía quince, y Skank ya tenía diecisiete. Él era el que lo atacaba con más saña. Concentró en él, entonces, todo su poder. Voló tras el príncipe Vegeta, a quien dejó inconsciente con un golpe en la nuca. Straw gritó, para recogerlo. Bitter comenzó a atacarlo. El rey se dio cuenta de que los hermanos entrenaban juntos: sus movimientos eran coordinados. Straw subió otra vez, pero el rey le mandó una esfera que la devolvió, y la hirió en el hombro. Bitter gruñó, y el pequeño príncipe Vegeta también contraatacó, gritando. El rey se detuvo. Sus hijos lo miraron sin expresión. Sabía que acrecentaban su poder. Skank bufó, mirando con burla a su padre.

-Tienes miedo. Algún día seremos más fuertes que tú. Te aterra saber que podremos acabar contigo.

-Skank… - dijo Straw, preocupada. Pero el rey tiró su capa violeta oscura.

-Duelo de desagravio- dijo, para tirar su medallón y destrozarlo. Skank sonrió.

-Aceptado.

-Mañana. Te haré pedazos- le dijo, furibundo. 

El príncipe Vegeta miró a su hermana Straw, preocupado. Ella estaba igual. Bitter no decía nada. Ya en la cena, sus tres hermanos mayores, hijos de la difunta reina Artha, Fern y Carn, y la princesa On, miraban todo con burla. Fern no tanto, en realidad.

-Así que el idiota del hijo de tu segunda esposa quiere morir- dijo Carn, que era el heredero a la corona. - Bien, menos amenazas en la familia.

La joven y bella princesa On bufó. También despreciaba a los hijos de la segunda esposa de su padre. Tenía el cabello largo y ojos violetas, y se decía que había perdido la virginidad con uno de los coroneles de su padre. La camarera, de piel morada, se equivocó y derramó vino sobre ella. 

-¡Estúpida!- dijo, para levantarse y abofetearla. Straw se levantó, indignada.

-¡No tienes que hacer eso! ¡Fue un accidente! - dijo, para empujarla y darle la mano a la esclava, que la miró temerosa.

-No te preocupes. Enviaré a alguien a curarte. 

Carn se echó a reír. Su padre era indiferente. 

-Como siempre, Straw defendiendo a los más débiles. ¿Hasta cuándo te quitarás esa estúpida costumbre? Deberías mejor defender a tu hermanito mayor. Papá le dará una paliza.

-Púdrete- le dijo Skank. Carn volvió a sonreírse.

-Lo peor es que su mamita no lo verá morir, porque anda lamiéndole el trasero a la lagartija de Cold. Qué lástima- insistió, para On reírse. 

-Sí, y cuando seas rey tendrás que hacerlo también- intervino Bitter. - Y por lo que veo no tienes talento para eso. 

-Sí, porque lo que haré será ejecutar a quienes tengan la lengua afilada- dijo este, mirándola con odio. Bitter no se arredró.

-Para colocartela, ni lo intentes. Para eso se necesita conectar con el cerebro - se burló, para que Straw y el príncipe Vegeta, así como Skank, Fern y el rey, se rieran.

-Necesitarás mucho de tu hermana, Carn. A diferencia del estúpido de su hermano mayor, la princesa es bastante inteligente y despiadada, tanto en batalla como con su mente. Mis hijas salieron bastante bien, todas las tres- apreció. -Y tú, ¿qué me miras, niño? Straw, no lo mimes tanto. Debe ser un príncipe.

Este lo miró duro, pero su hermana mayor le dio una caricia. Este le sonrió.

-Ya lo es, padre. Lo viste.

-Lo que vi es a un príncipe débil. Hace años te habría matado por ser una vergüenza- le dijo, duro. El niño lo miró con odio. - Pero las leyes cambiaron. Quizás terminarás como secretario eterno de tu madre. Una vergüenza. O de Straw.

No terminó de decirlo, cuando esquivó una esfera de energía que le lanzó el niño, y que terminó sobre un servidor, a quien desintegró. Los otros gritaron. El rey se echó a reír. 

-Pero tienes arrojo. Eso me gusta. En fin, Skank. Prepárate. No tendré piedad- afirmó, para levantarse. Lo siguió su heredero.

-La reina Sarin solo tendrá tres hijos. Qué tristeza- se burló este, para Skank mirarlo con ira. 

-También podré contra tí- le dijo, levantándose. Straw lo miró preocupada. Carn miró a su padre.

-Quiero participar. Vamos a enseñarle al príncipe una lección de humildad. 

El rey se sonrió. 

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Planeta Freezer- una noche después

La reina miraba a Freezer y a Cold pálida. Había podido callar a todos los que la criticaban diciéndole “simio” por su elegancia e ingenio. Por supuesto, llevaría más tecnología a su planeta. Pero lo que había acabado de pasar la hacía regresar: el rey Vejito y el príncipe Carn casi habían matado al príncipe Skank en un Duelo de Desagravio. De hecho, el príncipe Carn le había mandado una esfera de energía que le había quemado todo su rostro, incluido el pelo. El príncipe Skank estaba en estado grave. Straw la llamó llorando y le mostró a su hijo, herido y casi desfigurado. El rey Vejito había terminado por cortarle la cola. A no ser por los gritos de Straw y la intervención de Bitter y Fern, todo habría terminado en tragedia.

-Lamentamos mucho lo que ha pasado. Espero que puedas solucionarlo. Al menos tu hijo quedó vivo. Si algo le pasara a Freezer, también tendría tu misma preocupación- dijo, mirando al pequeño ser, que la miró con una sonrisa burlona.

-Debió enojar mucho a su padre para recibir tal paliza. En fin, Sarin. De toda tu raza tú eres la única con quien se puede mantener una conversación interesante. Debes civilizar, eso sí, a tu propia familia- le advirtió. 

Al llegar, la reina llegó rápidamente al palacio. El rey la esperaba al frente. Ella bajó la cabeza. Este la miró victorioso. Sabía lo que había hecho. Sí, Skank podría ser más fuerte, pero él era más listo. En un descuido, chamuscó la cola de su propio hijo, para que luego de debilitarlo, comenzara a rematarlo a golpes, sin piedad. Dejó a su heredero rematarlo. La reina leyó perfectamente la mirada de su esposo. Era su venganza por lo de la cortesana: si no podía humillarla a ella, lastimaría a sus hijos. Era perfectamente capaz de hacerlo. 

Pero ella no le dijo nada, como siempre. Fue directo a la cámara de recuperación. Bitter vigilaba.

-Mamá- dijo, para abrazarla. Ella miró a Skank, compungida. Estaba seriamente quemado. 

-Ordena que lo trasladen a mis aposentos. Cuidaré de él yo misma.

Así se hizo. Yendo hacia el ala de la reina, ella se topó con el heredero y su hermano menor, Fern.

-Y ahí viene la madre afligida, la reina de las zorras.. ¿Qué me vas a hacer? Agradece que no lo mandé al otro mundo gracias a Straw- se burló.

-Carn, no- insistió el joven Fern. Pero el saiyajin, de cabellos levantados y picudos, lo apartó. Ella lo miró fríamente, como Bitter.

-Ganó la mejor sangre. La tuya es de bastardos ilegítimos. Somos el verdadero linaje- insistió. La reina sonrió.

-Tuvieron que ser dos para casi acabar con él. Eso les muestra su poder. Y el de sus hermanos. Skank no será tan listo, pero aprenderá. Y no olvidará lo que le han hecho. Yo tampoco- dijo, para irse.  Pero Carn se interpuso. Bitter también.

-Ni se te ocurra tocarla- amenazó la princesa.

Este se echó a reír.

-Verdad. Para eso ya está mi padre- afirmó, para irse. Bitter apretó los dientes.

-Déjame matarlo, madre -le dijo ya, en sus aposentos. - Juro que lo haré. 

-Sería bastante obvio, lo sabes- dijo ella, dándole órdenes a su robot. Salió un arcón con varias combinaciones. El robot le acercó varios frascos, mientras ella hacía la medida. Lo inyectó en la cámara de recuperación. 

-¿Qué es eso? 

-Parapantum. Lo aprendí de los arcedianos, una civilización que conquistó tu padre justo antes de que nacieras. Hay varios, que están formando médicos, junto con los gauduki. Fura es uno de ellos. Lo ayudará a sanar más rápido. 

-Ah -apreció Bitter, que sospechaba de los dotes de envenenadora de su madre. Se acercó a ella.

-Podríamos envenenarlo- sugirió esta. Su madre la miró a los ojos y continuó. El robot inyectó en el agua de recuperación la sustancia.

-También sería obvio. Si te vas de misión con él, se vería sospechoso. Si llegases a envenenarlo de una forma, sería muy predecible, ¿no crees? No, no. Somos muy creativos en batalla, sí, pero para esto se requiere paciencia. Y tiempo. Que esté con la guardia baja. 

-Bueno, si consideras hacer algo, cuentas conmigo. Lo quiero muerto. Sabes que será un peligro si asciende al trono. Para todos los cinco- le advirtió la joven, sensatamente.

-Lo sé- afirmó ella, preparando otra sustancia, que inyectó directamente. Afni entró. Straw y Vegeta, tras ella. La princesa corrió a abrazar a su madre.

-Fue horrible, mamá. Casi lo matan. Casi lo matan entre ambos-se quejó.

-Quizás nos haga lo mismo - afirmó el príncipe Vegeta,  a quien ella se acercó y le dio una caricia, para luego poner una mano sobre su hombro. 

-Nadie les hará nada. No conmigo aquí. Lo que tienen que hacer es entrenar mucho más, porque su padre hizo esto por temor. Pero nuestra estrategia será esta: finjan ante él. Simulen estar de acuerdo en todo lo que haga. Y sobre todo, no se dejen provocar de sus hermanastros. Skank cayó en ella rápidamente- advirtió. 

-¿Qué pasa si Carn quiere algún día sobrepasarse con Straw, por ejemplo? - preguntó Bitter. La reina suspiró. Se sabía de la perversión del heredero de la corona, de quien se decía que le gustaban no mujeres, sino niñas. Straw era aún una niña.

-Sé que se defenderá.  Y si lo hace, morirá, por supuesto. Ahora, vayan, niños- les dijo al príncipe Vegeta y a Straw. - Entrenen. Estén con sus tutores. Entrenen mucho. 

-Sí madre- dijeron, para ella acariciar sus cabezas. Se fueron corriendo. Bitter la miró significativa.

-Los sacaste por algo.

-Sí. Straw sigue siendo una niña, pero tú no. ¿En verdad quieres muerto a tu hermano? 

-Tanto como tú los quieres muertos a todos los tres, madre. Para que Skank reine sin interferencias. Aunque siendo sincera, Fern nos trata bien- dijo la jovencita, viendo a Skank. 

-Bien, quédate atenta. Porque aprenderás que para matar como lo hago yo hay que buscar sobre todo, hija mía, sentido de la oportunidad. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Días después, Palacio de los Reyes

Unos ojos violeta veían en los huecos de las paredes a dos saiyajines retozando. Era Carn, el heredero, con la princesa On, a quien poseía rápidamente. El incesto estaba normalizado dentro de la raza, sí. Sobre todo en la familia real: desde Vegeta I el linaje venía entre hermanos y hermanas o hermanastros y hermanastras. Hubo pocas reinas de las familias antiguas, incluyendo la suya. Pero ese era el mayor secreto de la princesa y el heredero: se acostaban juntos desde temprana edad. Ya con el Rey, retirándose de ella misma, que terminó de gemir (y era realmente lo único que le gustaba de él desde el principio), se sirvió agua. También a él, que la rechazó. Ella se echó a reír. Mandó a su robot a registrarla. Ningún componente de veneno.

-Eres un tonto- le dijo. Este gruñó y la bebió. 

-Estaba pensando… en que es hora de casar al heredero. Tiene que ser de una familia noble. Tiene que ser bella y probadamente fértil. 

-¿En quién piensas? 

-Arppa, sobrina segunda de Goro, nuestro vizconde de las provincias del Sur. Ambos padres fueron guerreros clase élite que murieron en misión contigo hace años. Poder de pelea aceptable y - dijo, mostrándole en el rastreador - Es increíblemente bella- afirmó, al ver a una joven saiyajin de ojos turquesa y cabellos largos y castaños, domados como los de ella. -La podría entrenar en lo administrativo. 

-Y supongo que Goro ya te envió la prueba de fertilidad y de pureza- dedujo el rey. Ella se sirvió otra copa. Y otra a él.

-Claramente. 

El rey se echó a reír. Sabía que ella hacía las cosas. Solo se las anunciaba a él.

-No entiendo por qué me consultas por esas idioteces, Sarin. Sí, casa al príncipe, o lo que sea. Seguro buscas en esa pobre muchacha una aliada, o una espía, me da igual. Tú y tus estúpidas intrigas. Ven acá- dijo, para voltearse y quedar arriba de ella, y besarle el cuello. Ella solamente acomodó su almohada y comenzó a gemir otra vez. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Días después, Palacio de los Reyes

Sarin y Afni veían en los huecos de la habitación de On cómo ella le daba una bofetada a su hermano.

-¿Casarte? ¡Con quien debes casarte es conmigo, maldito bastardo! ¡Tú me desfloraste! ¡Mantendríamos la sangre pura! 

Carn la miró irritado. Sí, On le encantaba, le encantaba dormir con ella. Pero era terriblemente caprichosa.

-On, se razonable, maldición. Hay muchos problemas por casarnos entre nosotros. Goro es de una familia importante. Ella es la heredera de su hermano. Sus tierras nos serán fieles- explicó.

-¡A mí no me importa que sean fieles!- chilló la princesa. - ¡Tú me dijiste que yo sería tu reina, tu reina!- le gritó, para comenzar a golpearlo, pero él le dio una bofetada, que la tumbó. Ella le tiró un jarrón, que él esquivó y se quebró en la pared. Suspiró, tratando de tranquilizarla

-On, padre también te casará con alguien. Pero podemos seguir viéndonos. Esa mujer no me importa. 

-¡No quiero ser tu amante, tú me dijiste que sería la reina! ¡Me niego a ser como la maldita Sarin, maldito traidor!- le gritó, para seguir sollozando. Este suspiró. 

-De hecho ella fue la que arregló la boda. Tiene buenas ideas, la ramera esa- se burló, para Sarin sonreírse. Al menos le reconocía eso. Pero On lo empujó.

-¡Es que no te das cuenta! ¡Seguramente te quiere tener controlado a través de ella! ¡Y tú te dejas, animal! ¡Largo de mi habitación, largo! ¡Largo! - le gritó. Este volteó los ojos y se fue. Sarin sonrió. Hasta que se topó con Kalen.

-El príncipe Skank despertó, majestad. Y debo decir que la pócima de su creación lo regeneró rápidamente.

Apenas entró a su habitación, el joven estaba parado, mirándose con furia en el espejo. Ya no tenía cabello. 

-No volverá a crecer, ¿verdad? - le preguntó a su madre. Esta suspiró.

-No.

-Quiero muerto a papá. Quiero que muera- le dijo, con furia y odio a su madre. Ella tomó su mano.

-Aún no es tiempo, querido. 

-Pero lo harás, ¿verdad? 

Ella lo miró a los ojos. Este apretó su mano.

-Sé que tú y Bitter planean matar a Carn. Quiero matarlo yo, madre. Como hicimos con su hermano mayor, el detestable Telv. - le recordó. Pues el mismo Skank fue quien lo envenenó en misión, al envenenar la carne que se comió. Telv quedó inconsciente y se desangró de regreso al planeta, de forma espantosa. En la autopsia nunca pudieron hallar el veneno.

-No quiero que le des más motivos a tu padre para matarte, Skank- dijo ella, mirándolo a los ojos. - Apenas sí saliste vivo de esto. 

-¿Entonces? 

-Entonces, ¿qué pasa cuando hemos conquistado planetas donde hacen guerra de desgaste? -preguntó Sarin a su hijo. Este suspiró.

-No se ataca directamente. Se ataca primero los eslabones más débiles. Poco a poco. Arruinándolo todo, como millares de insectos sobre un planeta verde al que quieren convertir en un desierto. ¿Cuál es tu punto? 

-Que no seas tonto. En la ceremonia de casamiento de tu hermano te arrodillarás ante él y tu padre. Sé que es una ofensa para ti. Pero pretenderás que es una lección que aprendiste y seremos como siempre una familia ideal. 

-¿Y qué gano con eso? 

-Quiero que seas lo más leal posible y fiel a tu hermano. Comienza a ganarte su confianza. A ofrecerte como su servidor. Habrán más burlas y humillaciones, sí. Pero cuando menos lo espere…

El joven príncipe sonrió malignamente. Una semana después, la bella Arppa entraba con su tío, tomada de la mano. El rey Vejito se sorprendió. La reina la miró con dureza. Bitter, al lado de su maestra, Papa, tenía también la mirada dura. Straw estaba igual, al lado del príncipe Vegeta y su tutor, Vertax. On la miraba con odio, vestida de negro. Fern estaba feliz por su hermano mayor, que la miró complacido. El rey bajó y unió sus manos. 

-Se toman, se miran. Se disfrutan. 

Hubo vítores. Arppa ahora sería la princesa heredera. On se retiró, furiosa. Hasta que el rey silenció a todo el recinto.

-Hay otro regalo. Príncipe Skank- dijo, y este se arrodilló ante ambos.

-Me humillo ante los pies de mi rey y mi hermano, el príncipe heredero. He entendido que debo actuar con humildad. Es así como mi mayor deseo es servirlo personalmente y requerir de lo que quiera de ahora en adelante. 

-Bien. Levántate. Me servirás en la fiesta- afirmó Carn, para todos reírse. Bitter miró a Skank y este a ella. Luego a su madre. El príncipe Vegeta también se fijó en ella. Arppa era realmente hermosa, exquisita, como las nobles saiyajines. Ella le sonrió y tomó su mano. 

-Quiero que él sea mi primera pareja de baile- afirmó, para todos enternecerse y reírse. El niño se sonrojó y vio a su hermana mayor, que sonrió y lo empujó.

-Quiero a mi hermana Straw- insistió, para todos reírse otra vez.

-Quién no la quiere. ¡Que sigan los esponsales!- gritó el rey. La reina hablaba con Goro con una copa de vino, y con sus amigas Kurai y Purin. Vigilaba todo. A Kratos y a Kalen, hermanos, hablando. A Puro y Paragues, y a Kuren, también parte del Consejo Privado. A otros nobles y coroneles. Sus compañeras. Oyó sollozos. Era la princesa On. 

-Lárgate- le dijo. 

-Pobrecita- respondió ella. -Tu hermano se casa. ¿Por qué la aflicción? Te prometo querida, que te conseguiré un buen esposo- le dijo con su voz más fingida. La princesa la miró con odio.

-Lo disfrutas, maldita. Esto es obra tuya. Lo sé. A través de esa prostituta quieres dominar o incluso asesinar a mi hermano. Lo sé. ¡No lo permitiré!- le gritó. Pero Sarin la miraba preocupada.

-Oh, para nada. Goro es un gran aliado. No entiendo tu molestia, On. ¿No será que estás celosa de tu hermano…? 

-Claro que no. ¡Pero no permitiré que te burles de mí! 

-Oh no, querida. No venía a eso. Solamente quería alegrarte. Te compré en Scafar una hermosa joya. Sé que las aprecias más que mis dos hijas. Pensé que así podríamos estar unidas. ¿Quieres acompañarme? 

Ella la miró con aprensión. On no sabía de los pasadizos que sí conocía la reina. Entendió que la reina antes fue dama de compañía de su propia madre, por lo que sabía muy bien del funcionamiento del palacio. Hasta que entraron por una fila de aposentos. Oyó gritos femeninos. El gruñido. Su propio hermano. El rey y los demás nobles riéndose.

-Salió como yo- apreciaba este. 

-Sarin… - dijo esta, confundida. Entraron por otra puerta. Una habitación con un enorme espejo donde se podía ver todo. Y On vio a su hermano, gimiendo, tomando a su nueva esposa, que solo gritaba, y sus pequeños pechos se mecían, para ser tomados por el heredero. On también volvió a oír a su padre y a los nobles: era la Prueba de Consumación, cruenta tradición donde se tomaba a la novia en presencia de todos. On no soportaba sus comentarios soeces. Gritó, para abalanzarse contra Sarin, que sin embargo la abrazó.

-Qué diría tu padre si se enterase de que el heredero es amante de su hermana desde que tiene doce años. No sería un escándalo, pero ya no podría venderte tan bien, ¿no es así? Incluso te haría exiliar. Serías un problema. Tomas la joya- dijo, para chasquear los dedos y Afni entregársela. -Finges que estás feliz y te conseguiremos a alguien que te dé muchas más. No te preocupes, querida. Hay más saiyajines en el planeta- dijo, para organizar su pelo. On le escupió. 

-Te odio, Sarin. Pero no tanto como ahora lo odio a él. 

La reina le sonrió y volvió a abrazarla. 

-Pobre On. Seguramente en estos momentos estarás pensando cómo lastimar a tu hermano. Pero como viste con mi pobre Skank, siempre nos lastiman cuando lastiman a quienes más amamos- dijo, para irse con una sonrisa. On gritó de furia y destruyó la joya con sus pequeños pies. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes, días después

El rey cada seis meses concedía audiencias públicas. Una manera de acercarse a sus súbditos, como era la tradición desde hace siglos. Lo que más le generaban conflictos era una de las poblaciones integradas por su abuelo años antes: los gauduki, seres altísimos y cafés, humanoides, con seis dedos, que se reproducían a la par que los saiyajines. Estaban en la escala más baja y hacían los trabajos más pesados. Algunos, si tenían suerte, llegaban a ser esclavos en los palacios nobles. Y si compraban su liberación, tenían negocios. Pero generalmente eran eliminados: eran los que cometían diversos crímenes, desde los robos hasta los asesinatos a saiyajines más débiles o ancianos. La población estaba irritada: comenzaba a eliminarlos ellos mismos. Pero los saiyajines tampoco hacían muchos ascos a cualquier orificio si se veía atractivo: algunos comenzaban a mezclarse, sobre todo soldados de clase baja. A veces, de manera violenta. Ese era el caso ahora: se acusaba al soldado Purgock de violar a varias jóvenes gauduki, y entre las víctimas lo cercaron y casi lo asesinan. Ahora, el juicio era clave, le había informado Kratos al rey: era una manera de calmar la ira de la población. Ahí traían a las jóvenes encadenadas.

-¿Qué tiene que decir la parte acusadora? - preguntó el rey al "abogado", un arcediano, de las jóvenes.

-Pedimos un castigo ejemplar para el soldado. Igual atentó contra ciudanas de este planeta. 

El rey suspiró, fastidiado. Lanzó una esfera de energía que acabó con las tres jóvenes y el arcediano, para conmoción de una parte del salón, y aplauso de los saiyajines. Se levantó.

-Me harta esto. Un buen saiyajin debe ir a entrenar. ¡Basura!- expresó, para que los gritos y las protestas, así como los elogios al rey. Todo comenzaba a ser peligroso, así que los soldados tuvieron que traer el orden. 

-¿Acaso cuestionarán mi autoridad? ¡Soldados! ¡Capturen a todos los gauduki presentes!- gritó el rey. La reina lo miró peligrosamente. 

-Vejito...

-¡Cállate mujer! 

Los gauduki comenzaron a protestar, y a atacar a la guardia. Los soldados comenzaron a eliminarlos. Se gestó una verdadera masacre. Cundió el pánico, pues algunos comenzaron a defenderse.

-¡Cierren las puertas! -ordenó el rey, mientras veía satisfecho la masacre. La princesa Arppa y la princesa On fueron sacadas de la sala. Arppa estaba aterrorizada. La reina veía todo aterrada, y vio cómo una mujer gauduki fue atravesada, para salpicar su vestido. Kalen y Kratos fueron a sacarla.

-No- dijo, mirando a su esposo, que comenzó a matarlos también. Al final, en la sala quedaron saiyajines y algunas otras razas. El Salón del Trono quedó lleno de muertos. Muy pocos saiyajines. Sangre por todos lados.

-Ahora entienden que los saiyajines prevalecemos. Purgock, vuelve a tu cargo- le dijo al soldado, que se relamió. Le dio su sello en el pecho a la reina.

-Continúa las malditas audiencias- le dijo a la reina, que se sentó en el trono, silenciosa, mientras veía a los soldados recogiendo los cadáveres. Con eso, su marido le recordaba su crueldad. Lo que podía hacer. Pero ella podría ser peor.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Reino Tsufuru- meses después 

En visita oficial al reino más avanzado que el suyo, y del que traía toda la tecnología y el refinamiento, la reina observaba la gran biblioteca del rey Pirs. La reina Sphira, rubia y de ojos color azul, estaba al lado de su hijo, el espigado príncipe Dirs, de cabello castaño, al que el robot le pasaba otro tesoro. Un libro de fuego. El joven, de nariz aguileña, le sonrió a la reina Sarin. Esta observó la pieza. Ardía. 

-¿Y qué dice? 

-Ni idea- bromeó el joven, para su madre y la reina Sarin reírse. El robot lo volvió a subir. Bajó otro libro. Uno de piedras preciosas.

-Bueno, creo que no podríamos tener algo así- apreció Sarin. - A menos que sea para mis estancias personales. Sabes cómo somos. Tendría que hacer una sección especial para protegerla de nosotros mismos.

-Podrías- afirmó la reina tsufuru. La reina compartió una mirada de complicidad con su par. Durante años, la relación entre ambas razas había sido amistosa: nadie podría invadirlos, ya que los protegían los saiyajines. Y ellos daban tecnología y conocimientos, así como personal hecho para las artes y los cuidados, entre otros. Eran más avanzados, más refinados. Y la reina admitía que le gustaba más estar con ellos que con su propia raza. No tenía que por ejemplo, ver una masacre ante sus ojos. Y podía aprender de las demás civilizaciones, en sus viajes de reconocimiento. 

-No te culpes- adivinó la hermosa reina tsufuru. -Sí, es noticia en todo el Universo. Los gauduki han venido aquí. Les ha ido bien. Pero saben que si se quedan en su lado del planeta ganarán más dinero. 

-El problema es que en Scafar nos seguirán viendo como lo que somos: unos animales. Y sé porqué lo hizo. Porque puede hacerlo.- dijo la reina, amarga. -Tienes la suerte de tener a un rey como Pirs y a tus hijos. 

La reina tsufuru le dio una caricia. Le sonrió bondadosamente.

-Siempre los tsufuru seremos tu refugio, Sarin. 

Ella asintió. Por supuesto, dejó un contingente para enseñar a los soldados tsufuru a luchar y a la defensa de sus fronteras. Pronto tendría que volver a la realidad. Una en la que los gaudukis casi queman la ciudad y hubo más masacres. Se quemó casi todo su barrio. Los saiyajines pusieron cabezas en picas. Se preguntó si había sido buena idea dar apertura a todas las poblaciones. Su marido se lo reprochó en el Consejo Privado, pero las otras poblaciones no eran tan conflictivas. Una victoria para sus enemigos, él incluido. Bien, solucionaría eso.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cámara de Entrenamiento Principal de Vej, meses después

La reina y la nueva princesa estaban al lado del comando operativo. Ella le explicaba todo, mientras la princesa veía a su esposo pelear contra Carn y Bitter al mismo tiempo. 

-Skank. ¡Tóma esto!- le gritó, para tirarle su armadura. Este procedió a recogerla. Miró a su madre, que lo miró a él. Se sabía de las patadas, derrames de licor y burlas a las que era sometido el príncipe, ahora esclavo de su hermano. Bitter miró a Skank, para esquivar uno de sus embates.

-En un momento más cambiaremos por otros tipos de atmósferas- dijo la reina, mirando a otros grupos de guerreros. - Tenemos diez mil millones programadas.

-Y usted las entiende todas. - ¿No está preocupada por sus dos hijos menores, majestad? Están en misión- dijo la bella princesa. 

-Vegeta y Straw están en un planeta fácil donde esclavizarán a sus habitantes. Básicamente quedará bajo su gobierno hasta que llegue Freezer y ponga un designado. 

-¡Son unos niños! Extraordinario. Bien, entonces acá programo atmósferas- dijo la princesa aprendiendo. Se cambió a un aire más pesado. Ellos siguieron peleando con más esfuerzo.

-Los cuerpos de los saiyajines están hechos para soportar varios tipos de atmósferas. Son los más fuertes. Incluso los que parecemos frágiles- analizó la reina. - Creí que tu esposo te haría pedazos.

-Oh no, nos entendemos bastante bien - apreció la princesa, mirándola con ojos pícaros. Sarin se quitó el rastreador y esta también.

-Es un amante extraordinario. Quiere terminar de pelear para volver conmigo al lecho otra vez. Y se sabe muy bien en el planeta que los saiyajines nunca se cansan a pesar de la edad. Y que usted y el rey…

La reina se sonrió. Era lo único al fin y al cabo que su esposo y ella tenían en común: el sexo.

-De tal hijo, tal padre- insistió la princesa heredera. Ambas se rieron. 

-La familia me ha recibido muy bien. Habré de convencer a Carn que usted no es nada de lo que él dice. ¡Es muy gentil! ¡Me ha tratado como una madre! 

-Es mi deber preparar a la siguiente reina consorte. Si llegase a pasarle algo a Vejito… que Sadala no quiera, yo ya no sería reina madre. Me retiraría a vivir a Scafar.

-Oh no, su consejo y su labor es muy necesaria, majestad. Qué gran organización tiene usted. Podría trabajar para mí, como consultora. En fin, qué tontería hacer planes. Pero sí, incluso Bitter es tan amable. Y pobre Skank. Le he insistido a Carn en tratarlo mejor- afirmó, con pena. - No me hace caso. 

-Gracias por eso, querida- dijo, tomando levemente su mano. 

-Lo que sí lamento es la actitud hostil de la princesa On. ¡No entiendo por qué me odia! ¡Yo quisiera ser su hermana! 

-Bueno, quizás lamenta ya no ser la más bella de la familia. Llegó su competencia, ¿no crees? 

Esta se sonrojó.

-Usted es fantástica, majestad. 

La reina le sonrió. On las veía desde la ventana, pasear por el gran jardin que había armado la reina con varias especies conquistadas. Atrás estaban Afni y Kalen, más las damas de la joven. La reina miró hacia arriba, burlona. La princesa destrozó con sus manos una copa, con furia, para asustar a sus propias damas. Ya tenía una venda en la mano cuando todos fueron a la principal plataforma de aterrizaje: la victoriosa misión de la princesa Straw y el príncipe Vegeta. El rey estaba en persona para abrazar a su hija favorita, a la que dio vueltas y besó.

-¡Mi pequeña ya es toda una regente! ¡Una gobernante poderosa! ¿Cómo fue que mataste a esa criatura y los gulongs se arrodillaron ante tí? ¿Con ayuda de Vegeta? Bien, mocoso- dijo, revolviéndose el pelo. Arppa se agachó y le dio un beso al pequeño, para todos reírse.

-Muy bien, Vegeta- le dijo. 

-Papá, es la misión más extraña que hemos tenido. Mi hermanito atravesó al monstruo, yo solo lo rematé- afirmó la niña, para sonreírle. Él le dio su mano y sonrió también. El rey miró a su hijo con respeto.

-Así se hace, muchacho. Te recompensaré personalmente. Vengan, mis niños. On, ¿no vas a saludar a tus hermanitos? 

-Felicidades por su victoria- afirmó, mirando con odio a Arppa, que tomó la mano de Straw por un lado y la del príncipe Vegeta por el otro. Ya en el banquete, la reina, con un peinado bastante elaborado, organizaba la armadura de su hijo menor.

-Muy bien, Vegeta. 

-¿Por qué le dijiste a papá que el planeta era “fácil”? - le preguntó a su madre. Ambos vieron al rey beber y reírse con su cohorte y sus dos hijos mayores. Skank estaba parado en una esquina, hablando con Bitter. Straw y Arppa estaban rodeadas de nobles y guerreros élite. 

-En realidad sabes que matamos a mil monstruos, que aterrorizaban a toda la población. Fue muy difícil.

-¿Quieres que tu padre te rete a un duelo y termines como Skank? Es una manera de proteger a mis hijos. Straw es tu seguro de vida. Pero puede enloquecer y algún día tratar de lastimarlos. Y eso no lo permitiré- dijo, mirándolo a los ojos. El niño la miró determinado. 

-Tu padre no sabrá nada de lo que no quiero que se entere. La mejor manera de protegernos ahora mismo es con la información que quiero que le den. 

-¿Y si alguien del Consejo Privado le dice…? 

-Le daré los informes reales. Todo pasa por mí. Y si va al planeta a corroborarlo, también tendré testigos allí, puestos por Cold.

-¿Y qué le diste a cambio? 

Sarin sonrió. 

-Niño listo- dijo, limpiándole la capa. - Parte de una comisión que tenía guardada por cierta cortesana a la que… en fin. Ve con tu hermana- dijo, para darle un beso en la mejilla. Dos damas se acercaron a hablarle a la reina. Los robots se alinearon y dieron un sonido profundo. La reina se acercó a Arppa y tomó su mano.

-Nuestra princesa heredera tiene algo que decirnos.

-Estoy en espera del primer nieto real. Y se llamará como su abuelo, Vejito- afirmó, para todos vitorear. Carn se acercó y besó a su esposa. On se retiró, frente a Bitter y Skank, que se miraron. La reina sonrió, y ambos hermanos la siguieron, al ella hacerles un gesto. El rey daba hurras y vitores. Straw y Vegeta la abrazaban emocionados. 

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

En el mismo palacio, y mientras se desarrollaba la fiesta, Bitter y Skank oían cómo la princesa On destrozaba su habitación y maltrataba a sus damas a gritos. Sollozó. La vieron también en la penumbra irse con una capa negra, volando. Ambos hicieron lo mismo. Tenía una máscara. Llegó al barrio de tolerancia de la capital, donde existían varias cortesanas y varios edificios de placer. Esperó simplemente en una esquina y un soldado de clase baja le tiró unas monedas, para comenzar a empotrarla. Así, llegaron a ser al menos ocho.

-A eso le llamo estar despechado- se burló Bitter.

-Me gustaría probar- afirmó Skank, con deseo. - Pero sería bastante obvio. 

-Lo sé. Y no es tan divertido como verla hacerse pedazos.

Luego ella se puso a beber copiosamente en una de las tabernas, a solas. Terminó despertando, al Bitter echarle agua. Skank la jaló. Ella los miró pesarosa.

-Váyanse, bastardos de mierda- les dijo. Bitter la golpeó en el estómago, para dejarla inconsciente. Estaban en el desierto, al norte del planeta. Skank la tiró y le volvieron a echar agua.

-Di algo más y te cortaré la cola, perra- la amenazó Bitter. Ella los miró sin opción. 

-¿Qué quieren de mí? 

-Sabemos que te coges al malnacido de Carn apenas comenzaste a tener uso de razón. Sabemos lo destrozada que estás por él- le informó Skank.

-¿Y que? ¿Se divierten con eso? Ja ja ja- les dijo, odiosamente. Bitter sonrió.

-Sí, mamá lo sabía hace mucho tiempo, pero decidió compartirnos la diversión. Ahora bien, ¿a quién odias más? ¿A él o a su esposa? 

-A esa maldita perra que todos aman- admitió ella, con ira.

-Verás- dijo Skank, sentándose sobre una roca. - En esta familia todos, a excepción de nuestros hermanos pequeños, queremos joder a Carn. Yo, sobre todo. Lo fácil, lo obvio, sería que yo lo matara al entrenar y volverme más fuerte. 

-Pero mamá nos ha enseñado a jugar con nuestra comida- continuó Bitter. - Realmente la muerte sería poca cosa para él y como te tiene algo de consideración… ha decidido ayudarte a deshacerte de nuestra adorada futura reina. 

On los miró a los dos. Sabía que Sarin no haría eso por compasión hacia ella.

-¿Y qué quiere a cambio? 

-Que Carn no vuelva a jodernos. Piénsalo. Vuelve a su vagina conocida- se burló Skank - La vagina probablemente sea la reina o lo que sea y todos ganamos.

On los miró sospechosa. No creía en Sarin y su buena voluntad. 

-O… le decimos a papá todo lo que te fuiste a hacer, prostituta- dijo Bitter, mostrándole un proyector. La habían seguido. Esta se tomó la cabeza. Era una idiota. -Te matará o te exiliará. Y nosotros nos aseguraremos de que todo el pueblo se entere de lo que haces. 

-Sí quiero matar a Arppa. Dile a tu madre que haré lo necesario. Malditos sean- les dijo. Ambos hermanos se miraron. On, días después, se acercó a la reina y a la princesa, que estaban con sus damas. Se arrodilló ante ellas. 

-Arppa, estaba celosa de tu belleza y popularidad. Quiero ser tu amiga. He reflexionado últimamente y yo…no quiero pelear -le dijo, con pesar.

Esta le sonrió y se abrazaron. La reina aplaudió, enternecida. 

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Un mes después- aposentos de la princesa On

Carn jaló del brazo a su hermana, que tenía un vestido de seda transparente rojo. Esta lo empujó. 

-¡Yo no te creo tu papel de niña buena ni por un momento! ¡Dime qué tratas de hacer, maldita! 

Ella lo abofeteó. Lo miró con asco.

-Estás borracho. Conquistar ese planetucho de mierda te dejó ebrio de poder. ¿Qué acaso no puedo ser amiga de mi cuñada? ¿Qué acaso tengo otra opción? Su embarazo es muy complicado, merece muchos cuidados. Sabes cómo son con nuestra raza. Lárgate de mi habitación- le ordenó.

El príncipe la jaló y le rasgó el vestido. Ella le dio otras dos bofetadas, pero él se quitó su armadura y entró en ella, rápidamente. Esta comenzó a reírse, y a gemir. 

-Ya no puedo tocarla… ya no me deja tocarla… te extrañé, On… maldición…- dijo, para liberar sus pechos. Ella gimió, sonriendo por su victoria, mientras su compañero solo besaba sus pezones y enrollaba su cola con la de ella. Luego la volteó y la jaló del pelo, para ella disfrutar de su larga y esperada victoria. Sarin miró a Afni con una sonrisa.

-Y ahora qué sigue, ¿majestad? 

-Adelantar el parto- le dijo, mirándola a los ojos. 

Un mes después, la princesa dio un grito. Eran las proyecciones de su esposo con su propia cuñada. Rompió el proyector. Comenzó a sentir más dolor. On entró de primeras, y esta la apartó, para tomar más agua. On vio la botella. Gritó y gritó, y quedó inconsciente. 

Esa noche, el rey no podía dormir. Su esposa le puso una mano en el hombro.

-El bebé… era una criatura deforme…que se ahogó en su propia sangre. Ella estaba corroída por dentro. Corroída- afirmó, espantado. - Corroída…alguien le dio algo- dijo, mirándola de reojo. Esta estaba de negro.

-Vejito. Sabes cuánto la estimaba. A todos nos daba alegría. Straw y Vegeta no han parado de llorar. Los he dejado dormidos, con sus preceptores. No entrenarán por una semana, se lo han ganado. 

-Sarin… Sarin… quiero saber- dijo este, negando con la cabeza. - Quiero saber si ella te hizo algún daño, si fue por Carn, si fue por…- dijo este, pero ella lo sentó. 

-Skank algún día, si se vuelve fuerte, tomará su revancha en entrenamiento con su hermano mayor. Cómo crees que yo lastimaría a mi familia. Ella era tan hermosa. Era inocente- se lamentó.

-Sé que amas destruir cosas bellas. Cuando incineraron unos restos del planeta de basura Oruro, hallaron un medallón muy costoso que no le servía de nada a una pobre mujer quemada, calva, sin lengua ni dientes que mendigaba allí, y que murió cuando le cayó una tonelada de basura. Era nuestro símbolo- le dijo, significativo. Ella entendió que ya sabía del destino de la cortesana. 

-Ella te alejó de mí. Pero la pobre Arppa era mi familia. Y yo la quería, Vejito. Yo la quería como a uno de mis hijos. Y no pude protegerla- se quebró. -Es como si en esta raza no pudiésemos tener nada hermoso porque siempre se destroza- sollozó. - No quiero eso para mis pobres hijas- rogó, para el rey poner una mano en su hombro. 

-Ya, ya- dijo, abrazándola. -Te ordeno que tú con tu conocimiento comandes esta investigación. Y des con los responsables. 

En la pira de la princesa, envuelta con su bebé, y que tenía una máscara mortuoria, estaba todo el pueblo reunido, llorándola. On tenía su velo cubierto. Bitter estaba de armadura negra, al igual que Skank. Carn estaba destrozado. Miró a la reina y a su padre. Esta lo abrazó y lo miró a los ojos. Este entendió. La apartó de inmediato, y ella miró desconcertada a su esposo.

-Carn, tu madrastra encabezará la investigación por justicia ante la muerte de Arppa. Te lo prometo. La vengaremos.

Este se fue, destrozado, y salió volando. Goro se acercó, apesadumbrado.

-Pobre Carn. Y mi pobre sobrina- se lamentó. -Mi pobre sobrina…

El príncipe se perdió esa noche en la ciudad, la capital Vejita. Bebió demasiado, todos le dieron tragos gratis por su reciente pérdida. Caminaba solo, con una botella de Onem 45, uno de los licores más fuertes del universo. Hasta que una mujer muy anciana, saiyajin, se le apareció con capa negra. Le sonrió malignamente. 

-Hijo por hijo- le dijo al príncipe, que gritó y desplegó una esfera de energía, pero la anciana ya no estaba. Vio a la reina y a la madre Sadala, con sus ojos furiosos y sus cabellos y sus colmillos. La voz seguía retumbando en su cabeza. 

Al día siguiente, Bitter y Skank lo traían destrozado. Los soldados de clase baja casi lo eliminan, pues había causado destrozos en todo el barrio central, el más populoso, buscando a una anciana bruja. Estaba delirante. On lo abrazó, y lo dejaron en sus brazos. El rey suspiró, irritado. 

-Cuídalo bien. No nos servirá por un buen rato. Y ustedes, como siempre, gracias por cuidar a su hermano. Buen trabajo, tonto- le dijo a Skank. Ambos solo bajaron la cabeza y se miraron con On, que entró inmediatamente al palacio. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Gran Plataforma Central, semanas después

La construcción más antigua de la ciudad era el lugar preciso, aparte del templo a los Cinco Dioses Crueles, donde el rey se comunicaba con representantes de toda su población, en plataformas a su vez que fungían como naves. La reina, vestida de negro, y con un peinado de varias trenzas hacia atrás que le servían de respaldo para su corona de dandio (más refulgente que la plata) con el símbolo de la Familia Real, proyectaba el informe al lado de Goro.

-Así que nuestros resultados nos llevaron a entender que infiltrados gauduki trataron de conspirar contra el Rey y su familia. Su veneno era de este origen. Por supuesto, todas estas familias, a quienes acogimos bajo mi orden amablemente por sus conocimientos médicos, serán inmediatamente ejecutadas. Conservaremos a los arcedianos como principal fuerza hospitalaria en el planeta. 

Mientras la reina hablaba, varios soldados entraban a donde los seres de pieles oscuras y siete dedos y comenzaban a asesinarlos, incluso a los niños. Las madres lloraban, para luego ser degolladas. 

-Justicia para nuestra princesa Arppa. Descanse en paz. 

Dos pájaros de un tiro, pensaron Kalen y Kratos. La reina se deshacía de una población molesta y odiada por los saiyajines, más que les echaba la culpa de lo sucedido. Y encubría hábilmente su propio crimen. Ella aún oía los gritos, mientras caminaba del lado de Bitter.

-Es una lástima. Arppa me caía bien. ¿Porqué escogiste esa forma para matarla, tan cruel? 

-Te dije que esa era mi forma de asesinar. Carn casi asesina a mi hijo mayor. Lo golpeó de forma premeditada y dolorosa. Casi lo deja desfigurado. Hice lo mismo con el suyo-respondió la reina, sin un ápice de remordimiento.

-¿Arppa te llegó a importar? 

-No. La escogí porque sabía que su asesinato sería aún más doloroso y cruel para Carn.  Y su tío aceptó gustoso en ofrecerla, aún sabiendo de los riesgos que eso implicaba.

Bitter, la más inteligente de sus hijos comprendió al instante. El asesinato había sido acordado tal y como había sido acordado el matrimonio.

-Y déjame adivinar: ahora él heredará las tierras. Eso le prometiste- dedujo la joven.

-Él puso el veneno y On simplemente lo sirvió. Yo solo le dije cuál era el indicado. Y las dosis.

Bitter bufó. Su madre era tan creativa para deshacerse de sus enemigos. 

-¿Y ahora qué sigue? ¿Cómo matarás a Carn? 

-Te dije que la muerte era un regalo, ¿verdad? 

-Así es.

-Hay algo peor que eso. Muchas cosas en realidad.

-Prosigue. Qué brillante- la halagó. Ella medio sonrió, oliendo varias flores gigantes que se cerraron al ella pasar. 

-Digamos que haremos que tu hermano… sea totalmente poco apto para la Corona. 

Su hija sonrió con malignidad. 

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes- aposentos de On, un mes después

El heredero, desnudo, miró a su hermana con arrepentimiento. 

-No quiero más, On. Agradezco a la madre Sadala que mi adorada Arppa murió sin saber de lo nuestro. ¡Ella lo hizo! ¡Pero no tengo cómo probarlo! ¡No tengo cómo!- sollozó. On lo miró desconcertada. 

-Yo…yo seré tu roca, hermano. Siempre lo he sido. YO…

-¡Basta! - le gritó este. - ¡Lo que hacemos es impió! ¡La traicioné contigo! ¡Jamás me lo perdonaré! ¡Eres como esas mujeres de las leyendas, incitas al mal! ¡Incitas al mal! - le gritó, para tirarle un jarrón. On gritó. Le dio varias bofetadas. No sería juzgada.

-¡Eso no era lo que decías cuando estabas conmigo! ¡Parece que el único órgano cuerdo de tu cuerpo es tu pene, maldito idiota! ¡Todo lo que te he cuidado! ¡Todo!

Este la jaló del pelo, para ella gritar, y la estrelló contra la pared.

-¡Solo eres una ramera, que también la quería muerta! ¡Tú estás gritando de alegría! ¡Nadie te querrá jamás, On! ¡Eres una perra vil y barata, una mujer pérfida, peor o igual que Sarin! ¡Me das asco!- gritó, para jalarla del pelo otra vez, y golpearla repetidas veces. Ella liberó una esfera de energía, para librarse de él. 

-¡Te odio! ¡Te amaba pero te odio! ¡Te odio! ¡Te odio!- sollozó, viéndose con el rostro desfigurado y varias cortadas. -¡Y sí! Ella supo de lo nuestro… ¡ella lo vio, yo la sorprendí viéndolo! ¡Y me alegro de que haya sido así! ¡Murió dándose cuenta de…! 

Su hermano gritó, y ella vio cómo comenzaba a perder el aire, con sus manos sobre ella. Hasta que vio a la tutora de Bitter y a la misma Bitter interponerse, y tumbarlo. Este le disparó atravesando a la mujer, para Bitter gritar de furia y rabia y destruir toda la habitación, llevándoselo hacia fuera del palacio, rompiendo la ventana.  Cuando abrió los ojos, la reina estaba al frente. Ella no podía hablar. Tenía todo el cuerpo paralizado.

-En una semana recuperarás la movilidad. Fura y yo hacemos milagros- dijo, con una sonrisa. -Menos mal también recuperé tu rostro, como hice con Skank. 

Ella trataba de hablar, pero no podía. La reina le pasó un tablero de proyección, electrónico. La joven movió sus dedos rápidamente. 

“Lo quiero muerto. Haz lo que tengas que hacer”

-Lo sé. Bitter quiere vengar a su maestra, que también era su compañera. Ahora tu amado hermano está encerrado y con la cola cortada. Bitter casi lo mata, por cierto. Pero lo quise someter a la justicia del rey. Ya sabe, claramente, lo que pasó entre ustedes. Pero está furioso por lo que quisieron hacerle a su hija más bella. Y me dijo a mí que me “encargara”, porque está tan furioso que lo mataría él mismo. Imaginarás lo que tuve que hacer- le dijo, significativa. On solamente cerró los ojos.

Y es que en la Torre de Vegeta II, hecha con medidas de máxima seguridad para los traidores y prisioneros más poderosos, Fern estaba desnudo, en una habitación oscura. Oía voces y susurros. “Hijo por hijo”, “Hijo por hijo”. Sentía que ya no distinguía entre la mentira y la realidad. Olores horribles, la comida era peor, fría. Una vez le pasaron un plato lleno de gusanos. El rostro de aquella vieja malvada. Las risas. Su bebé, deforme. Se sintió caminando en un sendero tortuoso. Vio al bebé, con la cola podrida y su rostro cadavérico. Comenzó a gritar. “Hijo por hijo” “Hijo por hijo”. Hasta que sintió entrar a alguien. La sintió. Era Bitter.

-Cuando éramos niños te burlaste de mamá porque papá la encerró aquí. Pero no vine a preguntarte qué se siente.

Lo tiró, contra la pared. Vio a Arppa, llorando y abrazándolo, para luego derretirse y ponerse cadavérica. Comenzó a gritar otra vez, pero el dolor que le produjo Bitter, al quemar su hombro, lo hizo volver a la realidad.

-Mátame… por favor…

Bitter le escupió.

-Esto apenas comienza, bastardo. Me quitaste a mi maestra- lo recriminó.

Agua helada. Quemaduras. Bitter lo amarró en un yunque, que lo ahogaba. Ya no era una persona. Ya quería irse. Hasta que entraron dos soldados y le pusieron su armadura. Le cortaron el cabello y afeitaron su barba. Encadenado, llegó al Salón del Trono. El rey Vejito lo miró furioso.

-Hermano- dijo Fern, el único que había intercedido por él, sin éxito. Pero Bitter lo paró. Skank igual. 

-Skank… el único que me mostró lealtad cuando lo traté tan mal. Perdóname, hermano… - afirmó, cansado. -Perdóname. 

Este lo miró con desprecio. Straw y el príncipe Vegeta se encontraban ausentes: su madre los había enviado, convenientemente, a otra misión. Hasta que entró la reina. A este se le encendieron los ojos. Desplegó su poder de pelea y se abalanzó contra ella, pero el rey se interpuso y Carn le envió otra esfera de energía que no lo alcanzó a matar, pues la reina lo jaló rápidamente. 

-¡HIjo por hijo! ¡Maldita perra! ¡Maldito bastardo!- le gritó a su padre. -¡Ella nos matará a todos, a tí incluso! ¡Ella es la única que quiere reinar con su imbécil degenerado! ¡No lo permitiré!- dijo, pero Bitter y Skank se interpusieron y ella lo golpeó en el estómago. Él en la espalda. Lo inmovilizaron.

-Majestad. ¿Vieron todos? ¡Trató de asesinarlo! ¡Trató de asesinarlo!- gritó Sarin.

-Así es. ¡Esto es imperdonable! - dijo Paragues.

-¡No es apto para reinar!- insistió Kuren. El rey se levantó y ayudó a su esposa. 

-Bitter. Skank. Vuelvan a encerrarlo. Ya decidiré qué haré con él- afirmó, espantado. 

El rey estaba tan abatido, que no sabía qué hacer. Su esposa insistía en ejecutarlo, mas sus palabras resonaban: la muerte tan horrible de su nuera y primer nieto. La de su cortesana. Pero era cierto que ella lo había salvado. Era cierto que hbía solucionado su problema con los gauduki. Muchos problemas. La amaba. La golpeaba. La humillaba. Pero le aterraba. Y lo peor: eso le gustaba de ella. Dependía absolutamente de ella. Y Carn. Carn era una sombra de lo que fue. Bitter y Skank, y Fern, sobre todo, parecían más competentes y más aptos. 

-Pues bien, será la última vez que te lo diré - insistió Sarin. -Nuestros enemigos pueden usarlo de bandera contra ti. Y gobernar en su lugar. ¿Quieres esto invadido de gaudukis sobrevivientes y resentidos bajo un rey al que pueden encerrar y ejecutar? Tienes que hacerlo tú- insistió ella. El rey se tapó el rostro. El legado de su primera esposa desaparecía. Y él juró proteger a sus hijos. Había fallado en eso también. 

-Hazlo tú. Diremos que murió en misión. O que fue emboscado cuando lo enviamos a Gauthaur a recuperarse. Si informamos que lo ejecuté esos malditos se armarán de eso para atacarnos en Scafar.

-No. Lo mataron ellos- le dijo esta, trémula. 

 

Ya en el desierto, Bitter y Skank tenían al frente a su hermano, que estaba amarrado de las manos. La reina se bajó en otra nave, acompañada de Afni y Kalen. Tenía un velo negro.  Su cabello suelto.

-Te dije que no lo olvidaría- le dijo, mirándolo a los ojos. Este se rió, para escupirle. Su saliva no la alcanzó, sin embargo. 

-Tu familia sea maldita, Sarin. Acabarás con mi padre, lo sé. Pero Skank nunca será un buen rey. Straw y Vegeta son los únicos que…

Bitter y Skank lo eliminaron con sendas esferas de energía, hasta no dejar nada. La reina suspiró. 

-Ahora prepárense para ir con su padre a destruir al segundo planeta de los gauduki. Yo me encargaré de conseguir al pobre desgraciado que interpretará a su hermano en el funeral. 

-Y Fern, ¿para cuándo? - preguntó Skank, porque este seguía en la línea de sucesión. 

-Si representa un problema, pronto será el siguiente. Pero creo que algo me dice que no quiere tanto la Corona como sus hermanos. Podríamos… negociar. 

Bitter bufó. Se limpió las manchas que le quedaron de su hermano. 

-¿También mataremos otro bebé? - se burló. -Eso fue horrible y asqueroso. La pobre Arppa. En serio me caía bien- se lamentó. 

-Querida mía. Siempre se matan bebés- afirmó la reina trémula, para irse en la nave. - Simplemente obedecemos a nuestra naturaleza.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Los meses pasaron. El rey Vejito, despechado por su sombrío destino, solo encontraba solaz en otras cortesanas bien pagadas a las que les ofrecían mejor pago que el de las de Scafar. O en las servidoras del palacio. La podía matar a golpes, podía hacer todo con la reina. Pero ella se vengaría. Hijo por hijo, pensaba. Él no dudó en lastimar a los suyos. Ella acabó cruelmente con su segundo hijo y su nieto, quizás. On, por su parte, carcomida con la culpa, y por la pérdida de aquel a  quien amaba, comenzó a tomar semillas y otras pastillas que la mantenían “feliz”. También comenzó a salir por las noches a acostarse con desconocidos, generando rumores en los barrios populares de la capital. Fern, quien aún no dejaba de recordar a su hermano con la máscara mortuoria y ahora príncipe heredero, nunca creyó que su hermano fuese muerto por los gauduki, cuyo planeta su padre y sus hermanos dejaron en cenizas como venganza por su asesinato. Ahora de él dependía si también conservaba su cabeza sobre sus hombros y sobre todo, no antagonizar a esa sombría mujer que era su madrastra. 

Bitter, Skank, Straw y Vegeta entrenaban cada uno por su lado, mostrando todo su poder, haciéndose cada vez más fuertes. No temerían más a su padre. Nunca más. Y la reina, solo gemía, bajo el peso de Goro, grande y fuerte. Claro que le había prometido más beneficios. Este se rió, y gruñó, haciéndolo más fuerte. Hasta que la vista se le nubló. Sintió su sangre caliente sobre su pecho y un dolor terrible en su garganta. La reina tenía una pequeña daga. Aún ensangrentada, vio cómo traían a una pobre gauduki asesinada hacia la sangrienta cama. Ella se limpió su rostro, viendo a Kalen y a Afni de reojo. 

-Como son los bienes de un traidor, serán confiscados a la Corona- dijo, para ser tapada por su dama de compañía e irse en su nave. Al llegar, ya perfectamente limpia, encontró sobre su escritorio el medallón de la cortesana. Seguro lo había puesto él. Lo sintió tras de sí.

-¿Cuánto daño más nos falta por hacernos?- le preguntó el rey, desolado a su esposa. A su impredecible esposa. Ella solo le sonrió levemente.

-Nunca será suficiente- le respondió, para destrozar el medallón con sus propias manos, ponérselo en su pecho y retirarse. El rey Vejito cerró sus ojos con tristeza e ira. Era tan bella y su enlace le había mandado la foto de una mujer calva, quemada, sin dientes, en los huesos. Seguramente ya estaba muerto. Se sentó, simplemente, con su cabeza entre sus manos.

Chapter 3: Por las seis piedades de Yamoshi

Summary:

Cada rey saiyayin se ha creído el gran primer supersaiyajin original, pero muy pocos han honrado su trono. La perdición del rey actual, padre del futuro Vegeta III, hace que los nobles conspiren por sus propios intereses.

Chapter Text

Corporación Cápsula, actualidad

Bulma y Tarble seguían releyendo el documento, proyectado en sus dispositivos electrónicos.

-Hay algo que no entiendo - insistió el pequeño saiyajin. - Si mi abuela provenía de una familia eliminada por traición a la Corona, no habrían sido tan estúpidos de aceptarla sin más, olvidando sus registros e identidad- dedujo. Vegeta suspiro.

-Bueno, tú no llegas a conocer al resto de su familia. Al primo Pew, ya su madre, la dama Purin. Y a su marido, el duque. Al ser primo de mi abuela, y como se tenía que mantener esa provincia, todas las tierras pasaron a él. Además, era la mayor en hombres que podían causar una rebelión, por lo que al regresar mi abuela, la ofrecieron como servidora y dama de compañía, con garantía de enlace. Y al mi bisabuelo no querer entrar en guerra, le convenía sus recursos y aliarse con ellos. Así que la abuela entró en calidad de servidora y rehén. Claro, con el claro objetivo de conseguir la Corona y que su línea se impusiera al final, como terminó pasando- explicó.

Claramente, Tarble se enteraba del orden que jamás llegó a conocer, al ser exiliado siendo un bebé. El planeta Plant era bastante extenso, con solo dos naciones y razas: la tsufuru y la saiyajin, unidas por una gran masa continental rodeada de océano. Ambas regiones compartían tierras de cultivo, volcanes y las zonas costeras y desérticas eran las más calientes. Ambas capitales, Tsuraia, en el reino de los Tsufuru, y Vejita, tenían un clima más bien templado. Los separaba un enorme desierto, sí, en la frontera sur, que era la provincia que manejaba en los tiempos de su abuelo el duque Miren, uno de los leales, descendiente de aquella camarada de Yamoshi y la reina Teeth que hace más de mil años se mudó de Sadala junto con los otros cinco duques, incluidos el del norte, hermano de la reina de entonces, para reembolsar el planeta, o al menos la parte que ella había comprado. Seis ducados, con sus respectivos vasallajes, y con varias ciudades repartidas para los soldados y operadores migrantes o esclavos de otros planetas que habían aumentado la población de ambos reinos. En los que sí, los problemas se daban más que todo por las guerras de los nobles. Hubo pocos reyes que trataron de centralizar el poder, como Vegeta II, uno de los más grandes reformistas y cosa rara para la raza, erudito. Feroz, astuto ya la vez obsesionado por las reformas, trató de someter a la nobleza en la capital. Lo logró hasta que su nieto, Vej VIII, surgió como un rey al que maldijo la suerte ya quien en una batalla un nanochip biológico lo terminó matando. Igual, había sido impopular, ya que había acabado con sus seis esposas, pero sin heredero varón. Su hija, la poderosa Straw I, de cabello cobrizo, gobernó por varias décadas, sin tomar compañero, y durante su reinado impulsó aún más el impulso de soldados a negociantes, oa guerreros de élite y de razas invadidas o migrantes como operarias y educadoras. Gracias a ella, se crearon los centros de tutoraje para guerreros, guerreras y operarias, así como para emigradas con ciertas posiciones. 

Por supuesto, la capital había crecido al comienzo desordenada. Si bien los tsufuru eran superiores tecnológicamente, muchos reyes saiyajines no eran tontos y pronto entendieron que era hora de tener a los menos beligerantes como sus representantes ante los reyes. De esta manera, solamente se reformaron las construcciones y plataformas antiguas. Para la época de su abuela, otra reformadora voraz, esta ya casi no tenía nada que envidiar a la de los otros planetas. Si, los saiyajines podían ser "bárbaros" y "primitivos" en su naturaleza, pero sus construcciones y su cultura mostraban otra cosa. Tenían sus dioses, sus sabios, y científicos, sus guerreros y su arte, sobre todo en el gran muro de la entrada del Palacio de los Reyes, donde se narraba toda la línea desde Sadala y Vej, pasando por Vegeta I y por Yamoshi, hasta el rey actual. Un cuadro electrónico mostraba a la gran familia real. Todas sus historias, conquistas sangrientas y sus rostos, pintados con máscaras aterradoras, como el mismo rostro de Sadala, madre de los Dioses Crueles, también bordeaban el palacio. Los retratos de sus nobles y reyes, y por supuesto, los salones privados, sobre todo el de la reina, eran más personales. Claramente, los palacios de los duques, sobre todo los más feroces y astutos negociando fuese con otros comerciantes o con el mismo rey, tenían el mismo nivel de riqueza y refinamiento, siempre claro, impuesto por las reinas y por pocos reyes o nobles. 

La abuela, entendió Tarble, pertenecía a la familia de la reina Teeth, que durante generaciones, junto con otras variantes genéticas, tenía la rara cualidad de que sus descendientes tuviesen los ojos de colores que iban desde el verde hasta el violeta o el azul oscuro. Era un rasgo que siempre usaron varios descendientes a su favor, sobre todo para inspirar superioridad y para tener precedencia en la elección de esposas reales. Otras familias tenían algunas niñas o niños con esos ojos, o con cabellos cobrizos o negros casi azulados. "Los soldados de clase baja son los de rasgos más primitivos", dijo alguna vez, sin sonrojo, la dama Purin, hija del marqués de la provincia oriental, que para el reinado de su abuelo, era la esposa del primo de la abuela, cuyo padre impulsó el matrimonio, luego de ella llegar como dama de compañía y aprender, según se decía, sus artes de las cortesanas tsufuru. Fue por eso que ascendió, con tremendo músculo económico y político, al trono solo a los quince años. 

-Del primo Pew se dicen cosas, de su madre también -insistió Tarble, volviendo al relato. -Supongo que ayudaron a la abuela en muchos de sus crímenes.

Bulma sospechó.

-Supongamos bien. De otra manera entiendo que ellos serán los primeros en caer-dedujo, para Vegeta sonreír. Sin duda, ella habría sobrevivido, sino que mandado, en ese terrible corte.

-Habrías sido una extraordinaria aristócrata- la alabó. Bulma le sonríe pícara.

-Sí lo soy, querido. 

El saiyajin se sonrojó y cerró los ojos, para volver a sonreír. 

-Sí, al primo Pew ya la familia de mi abuela les habrías agradado. Eran los más crueles y déspotas de todo el reino, porque podían permitírselo. Y tenían la lengua tan afilada como la de mi tía Bitter, incluso eran mucho más malvados que ella en ese aspecto. No los odiaban del todo, porque el primo Pew era un gran general y guerrero. Y un maestro para mentir e intrigar. Además, siempre procuró el bienestar de sus soldados de todas las clases, sobre todo las populares. Siempre insistía que de ellas algún día dependería todo-recordado.

-¿Es cierto que fue el último esposo de la tía Bitter? 

-Sí, así es- suspiro Vegeta. Eran muy cercanos, y él era la única amistad que mi tía tuvo, aparte de mi tía Straw. Lo hicieron por alianzas políticas, porque él tuvo antes dos esposas, con las que tuvo un hijo y dos hijas. Y bueno, por disimular lo que ya era de todos conocidos- expresó este, significativamente. 

-¿Qué en particular? 

Vegeta y Bulma se miraron.

-Léelo, y ya verás- le dijo este, toscamente. 

Una hora después, Vegeta y Bulma seguían viendo las joyas de la reina Sarin en el laboratorio. Oyeron una exclamación.

-¡Por Xenosama!- dijo Tarble.

-¿Qué pasó? - preguntó Trunks, que no dejaba de mirar a su padre pintado junto a su bisabuela.

Tarble entró corriendo. 

-¡Entonces al primo Pew ya la tía Bitter les gustaban cada uno…!

Gure le tapó la boca. Vegeta lo miró aterrorizado y Bulma también. No podía decirlo frente a Trunks.

-¡Ahora sí reconozco a este sujeto!- señaló Tarble, emocionado, señalando a un saiyajin de cabello largo leonino, negro, y ojos violetas, al lado de Bitter. Ella tenía armadura blanca y él negra.

-Uf, sí. Ese fue el día de su matrimonio. Lo hicieron en armadura, para los retratos oficiales. 

-Es una lástima- insistió Tarble- que odiara tanto a mi madre. 

-El primo odiaba a todas las mujeres que no supieran pelear, sobre todo a las nobles saiyajines. Decía que solía ser mejor mujer que ellas- se burló Vegeta. - Pero sí, odiaba mucho a tu madre. No te mencionaré en ese aspecto.

-¿Mujer? No entiendo- preguntó Trunks, confundido. Bulma fue rápidamente hacia él. 

-Oh, error de traducción. Trunks ¿no querrías traducir para aprender saiyajin, los libros de historias que guardó tu bisabuela? - le dijo. Había una pila de documentos, en cajas negras. Trunks miró sospechoso a su madre.

-Ya lo sabré. En fin, sí, creo que lo haré- expresó, mirando sospechoso a sus parientes. Vegeta advirtió el gesto. 

-Tiene razón. El punto es que si aún yo no termino de asimilarlo, le costará más-analizado. Bulma se extrañó.

-Pero como buen hijo de su padre podrá resistirlo- lo halagó. Vegeta volvió a sonreír.

-En fin. Sí, Tarble. Como todo reino de muchos planetas, los saiyajines tenían su propia nobleza. El grado más bajo era el vizconde, con la menor porción de tierra de cría y cultivo. Cada provincia estaba dominada en mayor extensión por los duques, que tenían más poder y eran más cercanos a la familia real. Y por supuesto, sus métodos eran como los de la abuela, sino que habituales. Sobre todo entre las mujeres. Y sí que hicieron cosas para que ninguna le usurpara el lugar a la abuela mientras sus hijos acrecentaban su poder. 

-De ahí todos estos crímenes…- expresó Tarble, sobrecogido.

-Exacto.

Tarble volvió a leer el documento. 

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Guarida de Bills, actualidad 

La reina Sarin tomó el té frente a Bills. Sus modales eran exquisitos. 

-Es una infamia que Freezer haya esparcido la idea de que cuando destruimos a los tsufuru vivíamos en cuevas. Éramos una civilización sanguinaria, sí, pero refinada. Y nuestra nobleza también tenía sus propios intereses, como cualquiera. Pocos ministros fueron tomados de las clases guerreras, ¡cada una estaba representada en el Consejo Privado! - se quejó. Bills se emociona. La reina poco hablaba en tono lastimero de sus crímenes, sino de lo que Freezer llegó a decir luego de la caída del planeta.

-¿Es cierto que tu familia te ayudó a deshacerte de los estorbos en tu camino, aparte de tus dos hijos mayores? - preguntó, sin ambages.

-Por supuesto. La maldita cohorte de mi marido le quería meter a una que otra ramera por los ojos, para que hiciera parte de la mía. Era difícil batallar con tantos frentes- se quejó la antigua soberana. Bills se río. Suspenso. 

-Siempre detesté al rey Vejito, te lo confieso. Era, como dices bien, indigno de su trono. Su mayor perdición, podría decirse, era su arrogancia, cosa que también tiene tu nieto, aunque la ha moderado conmigo, y las mujeres.

-¡Pero si se creía el mismo Yamoshi reencarnado!- se burló Sarin, para Whiss reírse.

-¡Qué osadía!- expresó. - Déjame entender, el primer supersaiyajin original, ¿verdad? 

-El primero que no fue un dios. Están los Cinco Dioses Crueles, con Sadala siendo la primera diosa, que da la inmortalidad a Vej, que fue el primer supersaiyajin. Luego siguen sus hijos. Cuatro siglos después llega Yamoshi, que se rebela contra el rey tirano actual, un desastre. Estaba enamorado de la reina Dientes, que era de mi familia. Se convierte en amantes y dientes ocultos por años que el heredero es de Yamoshi, que con cinco líderes de su misma naturaleza encabezan la rebelión. Yamoshi se transforma en Supersaiyajin, pero no sabe controlar su poder. Previendo el fin, ya la reina Teeth había comprado a los tsufuru la mitad del planeta Plant, y había comenzado a trasladar a los saiyajines allí. Muy a su pesar deja a su amado y se va con su hijo, y con su hija del rey anterior, a los que luego casará entre sí, y este consume el planeta y todo se hace trizas. Sadala no existe. Posteriormente el espíritu de los seis dará pie al Supersaiyajin Dios. 

Whiss se miró con Bills, y el gesto no le pasó inadvertido a la reina. 

-Por favor- se burló. - ¿Ustedes creen en esa leyenda? Vamos- expresó, burlona. De todos modos, Bills la miró sombrío.

-Sí la creía Freezer. Por eso les pasó lo que les pasó-argumentó. La reina se volvió a acomodar en su silla. 

-Te diré algo: cada rey de cada generación se ha creído Yamoshi mismo. La arrogancia de todos los reyes saiyajines era equiparable a su misma estupidez. Las reinas siempre son las que han mantenido todo. Y uno que otro buen servidor. Hubo pocos reyes realmente listos, en la raza- se lamentó. 

-Y el tuyo, claramente jamás aprendió de eso. 

-Si lo hubiera aprendido yo estaría muerta-afirmó ella, trémula. 

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

 

Reinado de Vegeta III, años antes- Gran Salón del Rey Vujito III

El rey Vegeta estaba ante dos jovencitas de pelo largo y ojos oscuros. Cabello domado. Una era más alta que la otra. La primera, veía aterrada toda la sucesión de pinturas "vivas" (pues tenían movimiento) del salón: contaban la epopeya de Vujito III, que en un arranque de ira arrancaba cabezas a los forolianos, unos hombrecitos con bocas de tentáculos, al estos matar a su valerosa compañera Malippa, la reina guerrera, de un lanzazo venenoso. Ahí, veía la joven, reposaba aquella saiyajin de cabellos cortos, mientras sus damas, de armadura, clamaban por ella. Y se veía al rey arrancar una tras otras las cabezas. Los chorros de sangre se veían tan reales, que ella se preguntaba si no la ensuciarían. Eso no le importaba, sin embargo, a su padre, un espigado saiyajin de armadura negra, cabello largo negro, con rizos leoninos y ojos violetas, y con capa negra, que miraba altivo al soberano. 

La joven estaba tan asustada, que simplemente vaciló y se volteó hacia él. 

-Padre, en verdad yo no…

Este solamente tomó su muñeca, y le dio una bofetada, que la tumbó al suelo. Su hermana menor se tapó la boca, asustada. El rey Vegeta III suspir, irritado.

-Pew, no tienes que ser tan salvaje- se quejó el rey, ayudándola a levantarse. El interpelado miró con desdén al rey ya su propia hija. 

-Mientras me pertenezca, la trataré como me plazca- afirmó este, fríamente. - Si te pertenece a ti, podrás ponerla en cojines del mejor material del mundo, si quieres. Y claro, deberás hacerlo. Te daré un dote tan grande, que deberás tratarla mejor de lo que tratas a Bills- afirmó, crudamente, levantando una ceja. El soberano levantó las cejas, irónico, para suspirar, por el comentario insolente. Pero igual era verdad.

-Por favor retírense- dijo este, y las jovencitas hicieron una reverencia. 

-¿Y bien, primo? - preguntó el pelinegro, arrogantemente. El rey siempre reparaba al verlo que era como la versión masculina y más joven de su propia madre. Pero mucho más pomposo y déspota que aquella. 

-¿Dos reinas, o una? Si una da problemas, tienes a la otra- dijo, descarnadamente. El rey Vegeta bufó. Pew realmente era un saiyajin con sus propias hijas: las miraban como mercancía. Con distancia. Y también, claro, era un político, como correspondía a su título y su papel en la familia real. Pero sobre todo, a su título: con el historial de reinas que se había tenido últimamente, daba la "garantía".

-De verdad no las aprecias.- observó este. El duque se quitó un mechón de su rostro, sin sorprenderse.

-No las conozco. Las ha criado mi madre -confesó, mientras ambos pasaban a otro salón, el del Rey mismo, que tenía en el techo a los grandes reyes desde Vej, Vegeta I, el propio Yamoshi, Vegeta II y Vejito VIII. Había un cuadro del rey anterior, Vejito IX, y otro de la reina Straw, la primera esposa del rey. Otra era esa bella pintura de la pobre reina Echalotte, madre del príncipe Vegeta, etérea y de espaldas. Pew suspiró, al verla. 

-Yo estuve ahí cuando la retrataron- dijo, mientras tocaba su vestido holográfico. El rey sospechó.

-Lo sé, fue el día en que anunció que estaba encinta. Pero en fin. Hablábamos de tus esposas, no de las mías- le dijo, sonriente y perspicaz. - Ambas muertas. A la última al menos la apreciabas.

-Sí, pobre Kouri. Ella me agradaba- dijo este, con leve tristeza. El rey bufó, y caminó hacia el pasadizo electrónico que conectaba como corredor principal varias instancias del palacio y era el más público. Allí había varios nobles y cortesanos, o ciudadanos en los costados, haciendo reverencia. Kratos, el mayordomo del rey, daba prevalencia a quienes iban integrando la cohorte dando señales en sus rastreadores. Así, dentro de la banda holográfica, se iban integrando los demás. 

-No te diré nada- afirmó el rey Vegeta. - De todos los seres de este planeta, no será quien propiamente yo te juzgue- afirmó, cruzando sus brazos.

-Algo normal para esta raza, familia y dinastía, ¿no crees? - le dijo, indiferente. -Ahora, ¿qué piensas de la segunda propuesta? 

-Supongo que Bitter ha dicho que sí- dedujo el rey, sin mirarlo.

-Tú qué crees- le respondió este, sardónico. 

-Bien, tienen mi consentimiento. Pero, ¿estás seguro de que quisieras que alguna de tus hijas, o ambas fueran mis reinas? Sabe lo que acarrea el puesto- le dijo sombrío. Pues ya habían sido cinco las que habían perdido en el intento. Para ser justos, el rey solo había amado a dos: la segunda y la cuarta. Ambas fueron las pérdidas más trágicas y no había sido su culpa, o al menos en cuanto a la segunda. Con las dos últimas solían culparse, sobre todo con la reina Cab, pero su madre, hermana y primo le insistían en que se dejase de tonterías. 

-Solo veo que estarán de suerte- afirmó lujuriosamente, para el rey sonreír. Qué halago a su presencia física.

-Degenerado de mierda. 

-A mucha honra- dijo este, cruzando sus brazos delicadamente y poniendo su mano izquierda con anillos de plata sobre su mentón. Y mi prima no las matará, ya que somos de la misma familia, para variar. Y si llegan a hacer lo que esa ramera asquerosa de Cab, les haré lo mismo que le hice a ella. O peor afirmó, con una sonrisa malvada, paa el rey suspirar, porque sí, el duque del Norte había sido el principal artífice de la caída de su última esposa. - Ya sabes, un padre tiene que corregir a sus hijos. Por cierto, qué lástima haberme perdido el duelo de desagravio del príncipe Vegeta- se burló. El rey gruño. Seguramente sus chismosos, o su horrible madre, o la misma Bitter le habían comentado todo. 

-Guárdate tu veneno, Pew- le advirtió.

-No te preocupes. Ya sé en quién usarlo- dijo, mirando a la general Aris cruzar por el otro pasadizo electrónico en dirección opuesta. El pasadizo se detuvo. Ella se arrodillo.

-Duque Banco. Debo felicitarlo por su misión al planeta Kronch. En dos días. Bien hecho- afirmación, digna. Pero el audido solo la miro con desprecio.

-Creo que debería felicitarme por algo más, general. La Princesa Real y yo hemos decidido unirnos en matrimonio. De ahora en adelante, la reverencia también irá para mí - le dijo con una sonrisa pérfida. El general Aris miró hacia abajo y la hizo.

-Bien. Me encanta que recuerden su lugar. No siendo más- le dijo al rey. - Te esperamos en tres horas. La novia dijo que quería sus últimos minutos de libertad. Y yo también- afirmó, para voltear teatralmente, y todos hacerle reverencias. Luego se topó con Aris y la miró arriba abajo.

-Y tú, ponte algo presentable. Que yo sepa, en Scafar los andrajos eran moda de la tercera luna anterior- afirmó, para Kratos, el principal mayordomo de Palacio, sonreírse, y los demás saiyajines murmurar. La cohorte del rey estaba indignada, pero no todos: otros bufaron por la broma. Más viniendo de la persona con lengua más afilada del reino, aparte de la Princesa Real Bitter. 

-Si me permite, majestad, no deseo asistir al enlace. Debo ocuparme con mi familia de mis asuntos en mis propios dominios- expresó, molesta. Pero el rey trató de conciliar.

-Podrías hacer compañía a mis primas. Quizás una de ellas sea la nueva reina- le advirtió. A Aris se le quebró la garganta. Pero lo disimuló.

-De acuerdo… majestad -afirmó, casi deshecha. Pero el rey, sorpresivamente, la tomó de la mano.

-Gracias. Voy tarde a entrenar. Kratos- le dijo al mayordomo, que volvió a activar el pasadizo electrónico. 

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Momentos después, Cámara de Entrenamiento Real- Palacio Sur

Bitter estrellaba contra la pared al pequeño príncipe Vegeta, que sangró por la nariz. Volví a hacerlo, pero este respondió con un enorme despliegue de poder, que la empujó al piso. Esta se sorprendió y se limpió la sangre, para atacarlo con varios destellos. El duque Pew, estaba al lado de su prima, la reina Sarin. Parecían gemelos, pero este era más alto. 

-Debimos hacerlo hace años- argumentó Sarin. - Bitter no habría tenido que soportar a sus dos espantosos maridos, ni tú esos dos matrimonios. Bueno, solo el primero, en realidad- acotó la reina. 

-Bueno, prima. Yo necesitaba herederos. Y además no tenía el título porque vivía mi padre. Ahora que soy el duque del Norte, puedo hacer lo que me plazca. Y esas tierras les vendrían bien a la Corona, siempre y cuando, como he exigido en la dote, se nos dé el 5% de las ganancias de cada planeta conquistado. Y por supuesto, seguir haciendo negociaciones en Scafar, en tu nombre, cuando lo sigas requiriendo. 

-Es justo. Y ustedes nos dan a cambio los dos planetas del cuadrante ocho que habían comprado.

-Sí, a Bitter le gustó uno, así que todo queda en familia- dijo ella, amablemente. 

-Supongo que fingirán al menos en el rito de consumación, así en este planeta no les crea nadie - se burló. El duque se burló también.

-Nos pasaremos esa parte. Todos saben que no nos casamos por atracción. Amargo me prometió un hermoso muchacho y yo también le tengo un regalo para esa noche. Y a propósito, prima mía, deberías comprarte a alguien a ti también. Qué lástima que ese soldado Bardock esté casado o te lo traería.- habló entre líneas. Sarín lo miró de reojo, irritada.

-Él ama a su esposa, algo raro entre los saiyajines. Ya hablamos de eso- le dijo, dándole un golpecito, molesta y sonriente. - Qué raro que entre tantos, te acuerdes de él. 

-Porque tú y yo tenemos algo en común: nos encantan salvajes - le dijo, para ella reírse levemente. Luego suspiró.

-Ay, querido. Son pocos como tú en nuestra raza. Aunque veo que los de las otras tampoco te hacen ascos a pesar de ser saiyajin- insinuó. Porque las aventuras del duque eran comidilla de todo el Universo. Sobre todo para "negociar" con otras razas, algunas veces. Sarin lo entendía perfectamente: hacía lo que tenía que hacer.

-Sí, incluso los que nos dicen “simios”. Recuerdo darle su merecido a cierto soldado de Freezer que se convierte en una asquerosa lagartija…

La reina abrió los ojos, sorprendida.

-¿Hablas de Zarbon? 

-El muy hipócrita- se burló Pew. -  Digamos que le gusta que le den no precisamente golpes. Y como lo chantajeé con su verdadera apariencia, tampoco es que haga ascos a nuestro trato. Pero no le digas a nadie que te lo dije- afirmó velada y malvadamente. La reina lo entendió clarísimo: se lo diría a todo aquel que quisiera escucharla. Ya sabría qué hacer con esa información. En cuanto lo dijo, el príncipe Vegeta envió un flash hacia la ventana, que se disolvió.

-Oye, “tío”. ¡Ven por tu regalo de bodas! ¡Pelea conmigo! -le gritó el niño. Este se quitó la capa y voló rápidamente para taclear al príncipe, a quien estrelló contra otra pared.

-¡Esa estuvo buena!- gritó Bitter. Vegeta desplegó otra esfera de energía, pero Pew la retiró, para aparecer y desaparecer. Comenzaron a pelear arduamente. Vegeta lo tomó del pelo, pero este sonrió y lo tomó de la cola. Vegeta le envió una esfera de energía, pero este desapareció, para devolvérsela con otra. El príncipe sonrió. El duque también.

-Es muy raro que no entrenes con tu padre. Pienso que ya eres más poderoso que él- afirmó, insinuante. Bitter lo miró para voltear los ojos.

El príncipe se desconcertó.

-No digas eso, tío- afirmó, incómodo. 

-Deja la maldita falsa modestia para las esclavas y mujeres de clase baja. Eres un príncipe. Si dicen algo bueno de ti, es por que es la maldita verdad, así sea para conseguir algo de ti. Entonces el halago simplemente es algo que ya sabías, por lo que esa persona no influirá en tu juicio- afirmó, ingeniosamente. El niño no sabía qué hacer.

-Tía Bitter...- dijo este, sin saber cómo reaccionar. Pero la princesa, de peinado alto hacia atrás y cabello oscuro, solo lo miraba de brazos cruzados y dura, su pose usual. Sus ojos también eran violetas como los de su madre y primo.

-Tiene razón. Mierda. Se nos hace tarde. Te vemos en dos horas- le dijo al príncipe, para darle un beso en la mejilla. Ambos se pusieron capas y se fueron.

-Ese fue un buen consejo, querido mío- le dijo la reina al príncipe, para atenderlo ella misma. Él la miró desconcertado.

-¿Cómo es que se van a casar si tia Bitter no gusta de los hombres, y él sí? - preguntó, rascándose la cabeza. Pero la reina no lucía espantada.

-Es una alianza política. Nos convienen sus recursos y a ellos los nuestros. Y Bitter y yo tenemos un aliado poderoso, ¿entiendes? 

-¿Pero no tendrán hijos? -preguntó el niño, sin saber cómo funcionaría su arreglo.

-He visto arreglos similares que han salido misteriosamente bien. Pero son buenos amigos, y el duque ya tiene sus propios herederos- explicó.

-No quiero a otra reina- insistió el príncipe Vegeta, mohino. -Sabes que será su instrumento.

-Bueno, no es que las conozca muy bien. Además pienso que nos ha servido y bastante bien: qué mejor recompensa que entrar a la familia real y que sea de mi familia. Es una victoria- afirmó, complacida. El niño razonó a toda velocidad.

-Por lo que tu suegro le hizo a la tuya, ¿verdad? 

-Por supuesto- afirmó ella, suspirando. - A veces te vengas de tus enemigos, querido, haciéndote más fuerte no solo de aquí- señaló su mano. - Sino de aquí- señaló luego su cabeza. 

-Y a veces también… sobreviviendo, ¿verdad? 

-Por supuesto, amor mío. Que un enemigo te subestime es lo mejor que te puede pasar- afirmó, para mostrarle una estatua de Yamoshi junto a la reina Teeth.

-Es linda-apreció. - Coforiana, ¿verdad? 

-Sí, la mandé a hacer para mí- le explicó la reina. - Ya sabes que de Yamoshi se puede decir en el reino que era un supersaiyajin legendario, el primer mortal luego de Vej en convertirse en uno. Pero no que era la tercera parte involucrada en el adulterio de la reina Teeth. Que por demás ha pasado como una amante trágica- se burló. 

-Es decir que es una provocación- dedujo el niño. Ella sonrió.

-Qué listo. Ven, vamos a adecuarnos para la boda de tu tía- dijo, tomando su mano.

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

El rey casó a su hermana mayor y a su único primo varón en el Salón del Trono. Este tenía su armadura negra y Bitter su armadura blanca. Hubo vitores. Ya en el palacio de Bitter, heredado de su primer matrimonio, ambos esposos salieron y escandalizaron a toda la corte: el príncipe Pew, ahora príncipe por matrimonio, estaba vestido como una cortesana saiyajin, y Bitter estaba con su armadura, simulando los roles invertidos. Nadie dijo una palabra, aunque bullía la burla, sorpresa e indignacón . El príncipe Vegeta los miraba desconcertado. 

-Pero qué está haciendo…

-Una provocación, querido.

-Exactamente eso- afirmó con indiferencia  la dama Purin, otra noble saiyajin, que por demás era la madre del novio y consuegra de la reina. Tenía el mismo peinado de Bitter y el cabello castaño oscuro -Se está reivindicando. 

-¿He dicho que parara la música? ¡Adelante, vamos!- aplaudió este, y los hombrecitos siguieron tocándola. El rey estaba furioso.

-Bitter, ¿puedes explicarme qué es esto? -le reclamó a su hermana. Esta se rió y lo miró burlona. 

-En un matrimonio hay que negociar. Además me gusta ver a todos estos sujetos justamente así- se deleitó.

Entretanto, el príncipe, deleitado con las reacciones,  se sirvió una copa y le dio otra a su esposa. Ambos comenzaron a bailar, como si exactamente este fuera la dama y Bitter el hombre.  El rey Vegeta ya iba a retirarse con su cohorte, indignado. Uno de los integrantes, el coronel Meragus, no podía del horror. Y la furia.

-Maldito invertido- le espetó al príncipe, al separarse de su esposa  - Mira cómo deshonras a nuestro rey-le escupió,pero menos tardó en terminar la frase en que ya viera sus tripas afuera, sacadas por el mismo príncipe. El príncipe Vegeta y otros niños nobles sonrieron, mientras algunas niñas y damas gritaban (otras no). 

-Genial- dijo este, alegremente sorprendido.

El coronel cayó con los ojos en blanco. El rey y su cohorte se devolvieron por los gritos. Bitter hizo una señal y retiraron el cuerpo con sus intestinos. El príncipe se limpió la cara. 

-Celebración saiyajin sin un muerto no es celebración. ¡Sírvanse!- dijo, para que un holograma azul mostrara la comida. Ya terminada de limpiar la sangre, a los demás asistentes poco les importó que la esposa de Meragus se hubiese desmayado, que algunas damas también. La dama Purin suspiró.

-Ya deberías entenderlo: a pesar de su naturaleza, tu hijo es tan sanguinario y cruel como el mejor de los guerreros saiyajines. Es perfecto para su título- observó Sarin. Purin sonrió levemente.

-Meragus hijo de zorra. Se lo merecía.

-Ahí está. Oh, Kurai- dijo, viendo a su otra amiga, una dama saiyajin de cabellos oscuros y ojos oscuros. - Tengo cierta información de tu hijo, Purin. No te preocupes, ya Bitter lo sabe. Imagínate que Zarbón y él…

El príncipe Vegeta vio a su abuela conspirando con sus amigas. Bitter mientras tanto bebía vino y se reía de chistes obscenos con los demás generales. Pew fingía ponerle atención a Paragus, que le pedía de esposa a una de sus hijas.

-Seguro ya te fijaste en la más pequeña, pervertido de mierda- le dijo al coronel, que se sonrió. Este tenía barba y bigote. El príncipe solo pensó: su hija más pequeña tenía 16 años. ¡Jóvenes las tetas de la madre Sadala! Ya más petisas tenían la consistencia para soportar el embate de esa raza de monstruos a la que él pertenecía. "Si la madre del príncipe pudo aguantar a mi primo y quizás hasta aprendió a disfrutarlo, porqué no", se dijo para sí mismo. Además, Paragus venía de otra de las familias antiguas de los Seis Camaradas que formaban la nobleza saiyajin. Sus cultivos de ariscroteas, sustancias que servían para sanar heridas y domar cabello, negocio que tenía con la reina, le servirían a él también directamente. Entre otros tesoros que sabía que tenía. 

-Algo así, Alteza Real. 

Este siguió comiendo con su tenedorcito, ensangrentado. Se veía como una dama temible, pero era un hombre. 

-Mi hija menor es pequeña, como una pequeña figura. ¿Qué pasaría si un animal como tú llegase a tomarla? - le preguntó directamente. Paragus se rió. El duque no iba con remilgos.

-Bueno... la trataré con cuidado. Lo suficiente como para darle nietos, ¿no cree? 

Este puso su mano delicadamente en su mentón. Lo miró a los ojos, mientras comía como toda una cortesana. Eso puso en shock a Paragus: esa imagen de ese sanguinario duque, que parecía una dama y mataba de las peores maneras, que lo examinaba meticulosamente. Por eso era famoso. 

-Por Sadala- bebió, mirándolo con desprecio. -Eres espantoso, ¿lo sabías? 

Paragus se sorprendió, pero se echó a reír lentamente, por la venenosa broma. Luego se echó a reír a carcajadas. El duque sonrió.

-Lo sé, Alteza Real. Pero seguramente su hija me querrá aparte de esta cara.

-O probablemente tenga de amante a un magnetiano de rostro hermoso, pero si sabes complacerla no necesitará otra cosa- afirmó malignamente , para Paragus incomodarse otra vez. - En fin- dijo, tomando un fruto morado, un amaguiso, cultivado en el planeta, y comenzó a comerlo provocativamente. -Dame una propuesta de intercambio y te diré de mi dote. No estaría mal. La había reservado por si la otra moría como la madre del príncipe, o si le cortaban la cabeza o la ejecutaban. Ya sabes, lo usual en esta familia- dijo, macabramente, para Paragus espantarse otra vez. - Pero, sí, por qué no. ¡Sobrino!- advirtió al Príncipe, que les hacía antesala. - ¿La pasas bien? ¿ No deberías estar luchando con los otros niños? 

-Luego. Eh…- dijo, y Paragus hizo una reverencia, entendiendo que debía irse. El príncipe Vegeta lo siguió mirando. Tenía restos de intestino en el vestido todavía. 

-Lo que hiciste fue genial. 

-Gracias. No tolero las faltas de respeto. Lo sabes- le dijo caprichosamente. 

-¿Podrías enseñarme? Dicen que mi tía Bitter le arrancó el corazón latiendo a alguien. Pero tú sabías cómo quitarle todos los intestinos. 

-Cuando quieras. Es muy fácil- dijo, comiendo su carne. El príncipe Vegeta lo encontró muy interesante: como todos los de su raza, podía comer luego de cometer tan sanguinario acto. Pero el tío era como una mujer, como los anfibios de Scafar y todos los que les decían simios. Era gracioso verlo tan refinado y amanerado, pero cubierto de sangre por todos lados. 

-Y quiero decirte que a pesar de tu vestido me gustó que intimidaras a todos los malditos que se quisieron burlar. 

-Oh, gracias, querido. Y mira quién llegó- afirmó, molesto, para levantarse. La general Aris, con un peinado elaborado y un vestido azul tornasolado. Joyas a juego. El rey la miró encantado. Las hijas mayores de Pew se secretearon entre sí. Purin, Kurai y la reina la miraron con odio. Y el heredero de Pew, el joven guerrero Pawna, como su padre, la miró con desprecio, vestido de armadura negra, también. 

-Majestad…

Bitter miró a su marido, molesta. Le hizo una seña con ambos brazos que el príncipe Vegeta  no entendió. Pero el príncipe se levantó rápidamente y abrazó a la general, para Sarin, Purin y Kurai comenzar a reírse. Bitter sonrió con maligna satisfacción. El príncipe Vegeta también lo hizo, aunque le tuvo un poco de compasión a la general.

-¡Querida mía! ¡Pero qué hermoso vestido…! Llevabas- observó, para esta no saber qué hacer.

-Oh. Lo siento- dijo, para mirar a su esposa, que solo se reía tapándose la boca. Esta miró a su madre, que sonreía junto a sus amigas y se reían más todavía.

-Supongo que su Alteza Real tendrá otros, de todos los que usa- le recriminó esta. 

-No entrarías en ellos. Ya sabes, eres demasiado…-afirmó, haciendo una figura voluminosa. Algunos otros rieron, y otros se callaron por la indignación. 

La dama Purin echó la carcajada. También detestaba a la nueva general en ascenso, Aris. No era noble. Había ascendido de rango por sus méritos.

-Déjalo así. Ya te limpiarán- dijo el rey Vegeta, viendo con reproche a su primo y a su madre, con sus amigas. -Aún así estás hermosa. Ven, yo mismo lo haré- dijo, para entrarla a otra habitación, con una doncella. Pew se acercó a la reina madre.

-No sé si fue una victoria o una derrota. 

-Una derrota, claramente- le dijo su madre. - Bien jugado, pero necesitarás algo mejor si quieres que mi nieta sea la reina- le reprochó.

-Se me ocurre algo- dijo la reina madre, viendo a la hija mayor del duque. - Si no tienen problema con eso- insinuó. 

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Ya en el palacio de la Princesa Real, Bitter veía a su marido terminar, claro, sobre un joven esclavo coforiano, de piel morada y cabellos blancos. Este se cansó, y ordenó agua. Un arcediano se la pasó.

-No sé por qué te desagrada tanto. ¿No es lo mismo que te hacen las cortesanas pero con otras cosas? 

-Sí, pero tienen tetas- dijo ella, sirviéndose más vino. 

-Buen punto. Largo- le dijo al joven, que hizo una reverencia y se fue, envolviéndose. -Ahora tú debes mostrarme- le exigió. Bitter suspiró, resignada.

-Sí, te lo debo. 

-Además, debo saber qué nos podría funcionar para este plan.

-¿Qué le prometiste a cambio? - preguntó Bitter, mientras se desnudaba. Apretó un botón. Llegó una joven rubia. Pew bufó.

-Tú y tus fetiches- le recriminó. La conocía muy bien.

-Tú te cogiste a Zarbon- le dijo ella, para comenzar a besarla. - ¡Vamos! Cuéntame. Esto tardará- dijo, para tumbarla a la cama. 

-¿Me odiarás si quiero que pase lo que quiero que pase? -preguntó este, sin disimular su ambición.

-Eso no le gustará a Vegeta. Mi sobrino. Abre las piernas- -le dijo a la esclava, para comenzar a besarla entre sus piernas. No gemía: así le gustaban a la princesa Bitter.

-No, pero es mejor eso a que Aris obtenga el puesto, ¿no crees? 

Ella sacó la cabeza de entre las piernas de la joven.

-Es el puesto más peligroso del reino. ¿Estás seguro? Mira cómo terminaron las otras cinco, Pew- le advirtió ella. El duque bebió otra copa. Se sentó.

-Pero también sé que si Aris llega ahí, los que nos odian enfilarán sus estandartes. Y si se preña, será el fin. Tu sobrino podría ser estrangulado al dormir- le advirtió. 

-Mi madre la mataría primero. Además, le faltan varias cosas- dijo, para ella recostarse y que la esclava le hiciera lo mismo. El duque, con una delicada bata plateada brocada, la miró interesado. 

-Dímelo. 

-No es Straw, no es Echalotte, y tiene honor. Ella misma está buscando su muerte, te lo digo-afirmó, determinada. 

-Bueno, si es así, entonces no perdemos nada con adelantarnos. Oh, entonces así es que se hace- dijo, estremecido. - Egh. Vaya vaya- afirmó, con curiosidad y con un poco de desagrado. 

-Sí… -gimió Bitter. - Mejor le daré de regalo a mi hijastra a esta cortesana para que le ense…

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

En la noche, una joven mujer entró a las habitaciones del rey. Este sacó su puñal, pero era la joven que había visto con el duque Pew, ahora su cuñado. Nada más que su hija mayor, Orin. 

-Qué… cuántos años tienes…-le preguntó, extrañado.

-Veinte. Ya no soy una niña, majestad. 

-¿Viniste por tu propia voluntad o tu padre te ha enviado? - le preguntó, sin rodeos. 

-Por mi voluntad- le dijo ella, pero este no le creyó. El rey se levantó furioso y tomó su mano. 

-No seré usado, y dile bien a tu padre y tu abuela, para sus maquinaciones políticas. No creas que…

Ella lo besó, y puso su mano en su pecho. Lo acercó. Se desnudó y el rey lo besó. Luego el otro. Ella lo miró a los ojos. No tenía miedo. Eso le gustó.

-No tenemos que ser nada. 

-Eres… ¿virgen? 

Ella asintió, y él gruñó, para montarse sobre ella, que solo comenzó a gemir, rato después, bajo él, y apretó los dientes, para besarlo salvajemente.

Ya en la mañana, Aris, que iba a las habitaciones del rey, la encontró saliendo poniéndose una capa. Ella la miró victoriosa para irse. La general solo cerró los ojos. Maldito príncipe Pew. Maldita Bitter. Y sobre todo, maldita reina madre. Los tres, más la abuela de la ofrecida, miraban ya su entrepierna, sangrando. 

-Bien. No sobra decirte que este es solo el comienzo. Si él quiere más, porque lo querrá, deberás seducirlo- afirmó la reina Sarin. 

-Nuestra reina madre actual lo hizo con el rey Vejito y mira hasta dónde llegó- ejemplificó su abuela, señalando a la mujer de largos cabellos leoninos y rizados, como los de su padre.

-¿Y si no quiere verme más?- preguntó la joven, dubitativa.

-Por la verga de Yamoshi, claro que lo querrá- se irritó el príncipe Pew, con sus piernas extendidas sobre la mesa del fondo, sin armadura.-Vamos a ponerte como dama de compañía de la reina madre. Ella te enseñará.

-Y te regalaremos a alguien para entrenarte- afirmó Bitter, indiferente, comiendo. 

-¿Y si no lo amo? ¿Y si prefiere a Aris? 

-Créeme. Sabemos cómo quitar estorbos de esa clase del camino. Sí que lo hicimos, ¿no, Purin? - preguntó la reina a la dama de cabellos castaños, también saiyajin, en complicidad.

La dama bufó, para mirar a su hijo, que miró a su esposa. Ambos sonrieron malignamente. 

-Esta batalla no se ganará convirtiendote en Ozaru, querida- le dijo su abuela, tomando sus  hombros. Se gana con algo que los saiyajines desprecian, pero es más que efectivo: la conspiración. ¿Le cuentas tú o le cuento yo? - le preguntó a su hijo, que tomó una fruta y comenzó a comérsela.

-Yo, claro- afirmó, para mirarla malignamente y sonriendo.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Años antes, reinado de Vejito IX- Ducado del Norte

"En la temporada de helada azul del reino, caían los trozos de frío más quemantes que el hielo normal. Un grupo grande de saiyayines, fuera de un gran palacio negro, tenían a un prisionero sobre una piedra. Un joven, de ojos violetas, otro saiyajin, con la cola negra hacia abajo. Este estaba golpeado por todas partes. Había al frente de los otros otro soldado, con bigote y mirada cruel. El joven gritó.

"-Piedad. No más, por favor- lloró. Pero el saiyajin del centro, de capa violeta y armadura negra, el rey mismo, gruñó.

"-Eres una vergüenza. Es la única forma de educarte. Tu padre- señaló al duque enorme, de cabello picudo y ojos violetas que tenia el cabello más salvaje, y de ojos violetas, inmenso como este, - me lo pidió. Y esta es la única forma. Si te gusta tanto, lo soportarás.

"-No, por favor...

"Risas.

"-Eso te pasa por desafiar nuestro orden. Debes ser el heredero que tu padre pide. Y es dispendioso conseguir otra mujer y crearlo. Serás tú.

"-No más...- gimió el joven. Hasta que se oyeron otros pasos. Era la reina Sarin, y su hija Bitter, con capas. La dama Kurai. Una gran cohorte.

"-Vejito, acaba con esta vergüenza. Con esta barbarie, ahora- le indicó. El rey se enfureció.

"-Mujer, ¿quién te crees que eres? 

"-Tu esposa, y quien- se acercó para desatar al joven- Se lo llevará. Ahora me pertenece, ya que su padre ha encerrado a su madre en una torre- lo recriminó. El duque Kuren se adelantó. 

"-No es tuyo. Es mi...

"-Duelo de desagravio- le dijo Bitter, rompiendo su medallón, para la reina mirarlo impasible y tomar al pobre joven. El duque sonrió. Minutos después, caía sobre la nieve azul, mientras la princesa Bitter elevaba su poder de pelea. Los rastreadores mostraban lo imposible. El rey miraba furioso, preocupado y admirado a su segunda hija, que solo aterrizó. 

"-Dime, padre, si he de tomar su vida. Pero solo quiero una: la suya- señaló al joven. -Jamás te he pedido nada. Es lo único que te pediré- afirmó, digna. El rey se sorprendió. Su hija de 13 años ya era el rey que él no sería jamás, claramente. Esto lo impresionó. Miró con furia a su esposa.

"-Aléjalo. Te encargas tú- le dijo, para darle la espalda. Bitter miró furiosa al duque, que se levantó y la miró con odio. Ella ayudó a su madre. Ambas pusieron al joven en la nave. La reina acarició su rostro.

"-Irás a Scafar. Y estudiarás y entrenarás. Serás nuestro embajador ante quienes nos desprecian. 

"-Yo...- dijo este, con lágrimas en los ojos. Bitter tomó su mano.

"-Vuélvete fuerte. Vuélvete peor que ellos. Así lo he hecho yo. Prométemelo- le dijo, apretando su mano. Ambos ojos violetas se cruzaron, fijamente". 

Salón del Trono- Palacio de los Reyes- Reinado de Vejito IX, años después 

Había revuelo en el palacio. El hijo del duque Kuren, Pew, su único varón, llegaba victorioso luego de una misión de años a la que su propio padre había enviado para matarlo: todo lo contrario. Había conquistado los cinco planetas, los peores, que se le habían dado como castigo al todo el reino enterarse de que hacía esas desagradables “cosas de tsufuru”: tener sexo con hombres. Su padre lo había descubierto con su mejor soldado, al que mató en el acto, y lo golpeó hasta casi matarlo, y luego con el rey, ordenó abusar de él y torturarlo, a no ser por la reina Sarin y la princesa Bitter. Este también había viajado a Scafar, donde había aprendido el arte del refinamiento de otras civilizaciones, y por supuesto, estuvo como embajador de los saiyajin en el lado tsufuru, donde era buen amigo del príncipe Dirs, el heredero al trono. Se decía que no dejó sus costumbres del todo, pero llegó, imponente, con toda su armadura y capa negra, con el pelo como el de una mujer y con siete cabezas en cada mano, embalsamadas. Eran las de los reyes de los planetas conquistados. Se las tiró al rey y se arrodilló.

-Majestad. He cumplido con lo prometido. Supongo que es hora de devolverme a mi lujosa mansión con mis amigos los tsufuru- afirmó, para mirar pérfido a la reina Sarin, que era su prima, por demás. Esta lo miró complacida, vestida con verde oscuro y rojo sangre, con un cinturón armadura negras. La princesa Bitter, de armadura blanca, lo miró ogrullosa. 

-Primo mío- dijo el rey, bajando de su trono para este levantarse y abrazarlo. - He decidido, por tu excelente trabajo, que seas el mayordomo oficial del palacio. Por supuesto, también te has ganado un lugar en el Consejo Privado en representación de tu padre.Quiero que los príncipes, y sobre todo el heredero, Fern, aprendan de tí todo lo que se necesita de la realeza. Su madre les enseñaría, pero como ves, es una mujer ocupada. Y ella también necesita ayuda. MIra, vago- le dijo a Skank, que lo veía con desagrado. - Tiene la misma edad de tu hermana menor- dijo, señalando a Bitter.  - Y ya todo lo que ha hecho. Supongo que ya no tienes esas horribles costumbres, ¿verdad? porque podríamos darte a On- señaló a su hija mayor, que se estremeció.

-Competirían por quién se pone más adornos en el cabello- se burló Skank, para el joven príncipe Vegeta reírse, pero Straw lo miró con reprensión.

-Lo siento. 

-Sí, le compraría adornos más finos de los que se pone la reina- dijo, mirando a su prima. - Tenemos cómo hacerlo, además de la dote que ofrecimos para su enlace- respondió, recordándole al rey cómo le habían dado recursos a la Corona por su unión. - Pero On es de la familia, primo. Otra joven que pudieras sugerir sería de mi agrado.

-Ya veremos, ya veremos. Bienvenido a la familia- dijo, para palmotear su hombro. Ya en cena con la reina, esta sonrió al ver la carísima joya que le había comprado.

-Tienes buen gusto. Cómo se nota que estar con los tsufuru te ha hecho bien- le dijo, para este sonreír. 

-Lo sé. ¿Y bien? ¿No te bastan Kalen y Bitter y hasta el bruto de Skank o Afni para ser tus ojos en este reino? Gracias por la recomendación, en todo caso. No habría vuelto a este reino de salvajes que tratas de reformar a no ser por petición de mi madre y lo ofrecido por ti- afirmó, como leve recriminación.

La reina suspiró.

-No me bastan esos ojos, Pew. Y necesito un aliado más ahora mismo. La joven que el rey te ofrecerá se acuesta con él. Más otras dos. No necesito solo un espía, sino alguien que como la gente de nuestra familia, sepa cómo sacarlas del camino.

-¿No es suficiente el veneno en el vino?- se burló este, haciendo alusión a las dotes de su prima. Esta se rió. 

-No si es la hija de Garagues, aliado de Paragues, que son mis enemigos en el Consejo. Sabes cómo son todos ellos: le meten en la cama a esas pequeñas rameritas para que hagan lo mismo que yo. Quiero recordarle al rey que aparte de mis hijos, no estoy sola. -afirmó, amargamente.

-Es una lástima que, a diferencia de otras razas, nuestros divorcios acaben siempre en la muerte, destripamiento o decapitación de uno de los cónyuges- dijo este, suspirando macabramente. -  Y que no te pudieras llevar todo.

-Es verdad. Si no fuera por mí, ese imbécil ya habría gastado toda la dote y la Corona estaría en quiebra. Pero se vuelve más viejo y más torpe: lo he visto entrenar. Y no se atreve a entrenar con sus hijos. Creo que ya lo superan en poder, pero claro, no queremos que ocurra lo que le pasó a Skank aquella vez. Está obsesionado con que ellos algún día lo matarán, y luego de lo que pasó con el nacimiento de Vegeta…- recordó ella, amarga. Pew tomó su mano.

-Lo recuerdo muy bien, prima. Mi padre puso los hombres a disposición para esa rebelión. Habría sido guerra civil-  recordó, sombrío.

-Exacto. Y te voy a pedir otro favor, aún más incómodo. Te daré lo que quieras. 

-Soy todo oídos.

-Deberás casarte con ella- le dijo. Este se incomodó.

-Prima mía, todo el reino tsufuru y todo Scafar saben de mis fiestas con hombres, toda la galaxia, todo el Universo- ¡Nadie me creería! -protestó, dramáticamente.

-Lo que quieras- insistió ella. -Si quieres otra orgía con hombres de todas las especies, un piso en Scafar…un planeta…

El muchacho meditó. La miró caprichoso.

-Podría ser un planeta, aunque la idea de mi piso en Scafar no me disgusta- afirmó, suspirando. 

-Será incómodo, pero piensa en esos jóvenes soldados que te gustan cuando se la metas- le sugirió ella, como cosa natural.

-¿Y qué haré con las otras? ¿O con tus enemigos? 

-Para eso estás aquí. Tu enorme imaginación me ayudará con ello. Ahora ve, que mis hijos te esperan.

Poco después, Bitter, en plena cámara de entrenamiento, viendo pelear a Straw y Vegeta, solo se reía de su primo.

-Tú. Casado. Con una mujer. Daría todo por ser yo. Pero esa perra es una de las amigas de On. ¿Puedes creer que la drogadicta zorra de nuestra hermanastra a veces tiene una neurona que le funciona y metió a su mejor amiga a la alcoba de su propio padre? Hay que tener estómago para hacer eso- expresó, fastidiada. Porque On hacía todo para fastidiar a su madre. La odiaba por hacer que ella conspirase contra su hermano y amante, el príncipe Carn.

-Creía que esta iría a terminar como las otras. Esperaba otra horrenda carta tuya de una embarazada envenenada, o de una joven desfigurada. Pero como sería guerra segura contra la provincia centrooriental, entonces me llaman a mí para usarme y conspirar. No está mal- advirtió, para salir con Bitter a caminar en medio de la ciudad, mientras les hacían reverencias. El duque tiró unas monedas, y varios se pelearon por ellas. Otros les daban saludos, al curioso dúo de blanco y negro. Y es que no eran cualquier cosa: servían en todo el universo, eran las del rey Cold. Y con ellas se podía comprar mucho fuera del planeta. 

-Ahora tiene más trabajo que nunca. Quiere integrar más pueblos, y está terminando las vías de conexión para naves hacia las provincias boscosas. También está creando nuevos centros de sembradíos y acopios. Claro que tiene su red de espías, pero papá la suya. Y a nosotros nos ha mantenido en misiones para que no le estorbemos, claro, en palacio.- le explicó Bitter a su primo. -Es más difícil ser sus ojos ahora- observó.

-Entiendo- dijo Pew, que pagó por una pequeña lagartija en un puesto callejero. Era morada. Su sabor ahumado era uno de los mejores manjares de la galaxia. Crudas, sí, sabían como agua de alcantarilla. Curiosa dualidad.

-Deliciosa. Aunque los tsufuru las sirven con flores alrededor- afirmó. Bitter hizo cara de asco.

-Mamá me las hizo comer crudas cuando maté a mi primer preceptor antes de Papa- le narró.

-Con gusanos, claro.

-Tú sí sabes- afirmó ella, para él sonreír. Claro que conocía los castigos de la reina Sarin.

-Es de familia. Mi padre me hizo eso durante una semana, llenándolos todos en la habitación. Cuando dejé de gritar tuve que actuar. Lo hizo por… ya sabes- afirmó, sombrío. Ella golpeteó su hombro.

-Lo siento. De mí se rumorea eso también. Pero no pueden decirme nada, soy la mejor en las batallas. Así como te pasa a ti. ¿No deberías ver a tu padre? 

El joven miró a su prima amargamente.

-No merece que vaya a verlo. Además, también fue su idea ponerme aquí- dijo, para tomar un fruto, pero alguien le tiró un flash, que él desvió hacia arriba. Era un soldado de clase media. Lo miraba con furia.

-Maldito desviado. Eres un puto asco.

Los soldados de escolta se le iban a ir encima, pero él los detuvo. Apareció frente al sujeto y le arrancó la cabeza a la vista de todos, rápidamente. Bitter sonrió, satisfecha. Este la tiró, con todo y columna, mientras oía los gritos. 

-Espero no tengamos de nuevo esta conversación- dijo, para seguir caminando y dejar a todos mudos. Por supuesto, varios soldados más llegaron para ocuparse del cadáver. Este siguió caminando, ensangrentado. Así se presentó ante el Rey. Straw gritó al verlo.

-¡Por la madre Sadala, pero qué te pasó! 

El príncipe Vegeta lo miró aterrado. La reina se adelantó, sin embargo, orgullosa.

-El rey no te castigará, primo querido. Ya sabemos lo que ha pasado. El soldado atentó contra la ley- insinuó sibilinamente. El rey sabia que ahí no tenía ni voz ni voto, así que dejó hacer. Qué agotamiento.

-Lo sé. En lo que pueda servirle, majestad- dijo, arrodillándose. Este lo hizo pararse. 

-Eres bastante peculiar, muchacho. En fin, te presento a la mujer con la que quiero que te cases. Se llama Merin. 

Era de ojos y cabellos castaños oscuros. El duque la miró con fingido interés: ¿en serio el rey reemplazaba a una belleza como Sarin, la más bella del reino, con semejante lagartija barata, bajita, con más curvas de tendera vulgar, y más bronceada? ¿A Sarin? Debía tener la vagina de oro, pensó para sí mismo. 

-Qué bonita- afirmó con una sonrisa de asco, que los hijos reales notaron. Bitter sonrió malignamente, al igual que Skank, que no la vio mal. Pero su primo degenerado tenía mejor gusto, y eso contaba, pensó.

-Bien. Supongo que no te quedarás así. Tu padre está encantado con el enlace. Se hará mañana. Mujer. A mi recámara. Ahora.

Sarin siguió a su marido, para Skank mirarlo con odio. Straw suspiró. 

-Hola. Bienvenida a la familia real- le dijo, pero Merin ni la miró y se encontró con On, que comenzó a reírse.

-Considérate afortunada. No te hará nada- se burló. Skank también se rió. 

-A los malditos pelmazos siempre les dan todo lo que quieren- dijo, para irse. Straw se indignó.

-Lo siento mucho.

-Bitter sabe que ya lo cobraré. SIendo el esposo puedo hacer lo que yo quiera- afirmó, para Straw mirarlos indignada.

-Bitter…

-No lo entenderías- le dijo esta, desdeñosa. Straw cruzó los brazos.

-Y espero no hacerlo- afirmó, para irse, y su hermano Vegeta detrás de ella. 

-¿Desde cuándo es tan malditamente honorable? - preguntó Pew, con desagrado. Bitter volteó los ojos.

-Desde que nació. Por alguna maldita razón papá tiene en la cabeza que ella podría ser la reencarnación de Yamoshi- explicó, fastidiada.

El duque se echó a reír.

-¿Esa leyenda tonta? Todos los reyes saiyajines, todos los nobles siempre se han creído Yamoshi. Pero sus niveles de poder de pelea son patéticos. No me digas que tu padre…

-Ay, sí. Pero como te he comentado en mis cartas, lo superamos hace tiempo- le dijo Bitter, mirándolo de reojo. Este no lo tomó como algo especial: los saiyajines solían superar a sus padres.

-¿Y el imbécil de Skank no piensa hacerle la guerra para destronarlo, o algo? 

-Papá tiene muchos aliados, y precisamente por ser un imbécil es que no tiene apoyos…

Ambos comenzaron a oír gritos de dolor. Corrieron hasta los aposentos de la reina. Kalen los detuvo.

-¿Qué rayos está pasando? 

Bitter se desplomó sobre la pared, oyendo los gritos, con furia. Se quedó acurrucada. Pew entendió de inmediato. Miró reclamante a su prima y al mayordomo, que lo miró con la misma dignidad, aunque con dolor.

-¿Es así siempre? 

-Casi. -afirmó Bitter, destrozada. - Como no puede matarla, puede torturarla. Nunca la desfigura, claro. Pero le da verdaderas palizas. Y ella ha tratado de combatir, pero eso lo enfurece más y…

Afni, la dama principal de la reina, apareció, pesarosa. 

-Nadie puede intervenir. El rey mataría al intruso. Skank lo ha intentado unas veces, incluso poniendo de escudo a Straw. Su alteza real también. Se han formado verdaderos combates- narró.

-Y la reina, por encima de todo, protege a sus propios hijos- expresó Kalen, digno. - Sabrá lo que le hizo al príncipe Skank- le dijo, levantando las cejas. Pew asintió, suspirando. Sí: se supo en todo el Universo que el rey saiyajin casi mata a uno de sus hijos en combate. Lo quemó hasta desfigurarlo casi. Pero insistió. 

-Algún día de estos va a matarla, ¿entiendes eso? - le preguntó Pew a Bitter. A la que odiaba ver impotente y pesarosa.

-Ella dijo que no podíamos intervenir, porque prefiere ser ella que nosotros. Hirió a Vegeta y casi le hace perder el brazo- recordó. El duque Pew pensó, con su mano en la barbilla.

-Se me ocurre algo. Kalen, Afni, aléjense de aquí- ordenó. Ambos servidores se miraron.

-Pero señor…

-Háganlo.  Es una orden. Ya. Ya. Ya. Ya- dijo, amaneradamente, haciendo un gesto con su mano. Tacleó a Bitter de sorpresa, contra la pared. Retumbó en todo el palacio.

-¡Oye, idiota!- le gritó, para él enviarle un flash de energía que destrozó la pared. La guardia vino de inmediato. Pew se paró, fingidamente indignado.

-¡Te dije que no era buena idea entrenar aquí, Bitter!- le gritó a la joven. -¡Vayan, vayan!- gritó a los guardias. La reina estaba cubierta, con golpes en todos lados, por su marido.

-¡Pero qué clase de idiotas son ustedes!- gritó el rey, desnudo, para Bitter taparse los ojos y el duque gritar afeminadamente. -¡Para eso existe la cámara de entrenamiento! 

Bitter estaba aterrada, más cuando el joven se echó a los pies de su rey.

-¡Primo mío, primo mío, piedad! ¡PIedad!- dijo, para hacerles señas a Afni y Kalen, que se llevaron a la reina a la cámara de recuperación, bastante malherida. - ¡Sólo nos divertíamos con Bitter! ¡Dame a mí los mil azotes por no medir mi fuerza, exíliame, castígame, pero por favor no acabes con mi vida!- le rogó teatralmente. El rey no sabía ni qué decir.

-Ya, ya, muchacho. Ten más cuidado. Bitter, tú también. Para eso existen las malditas cámaras de entrenamiento. Carajo. En fin- dijo, mientras Kratos lo tapaba. - Kratos, una cortesana. Rápido- le dijo, para irse seguido de su cohorte y tomar el mentón de su hija cariñosamente. 

-No siempre podemos destruir la habitación de mi madre o mi padre y lo sabes- le dijo Bitter, acercándose, aterrada, pero feliz de lo que podía hacer.

-Ya se nos ocurrirán otras maneras- dijo este, viendo los rastros de sangre de la reina y sentándose en los destrozos. -Pero siempre debes luchar por tu madre, Bitter. Al menos ella sí los protege. Y no lo digo porque sea mi familia solamente- afirmó, furioso, para patear el medallón del Rey. 

-No me odies por ser una cobarde. Pero no quiero que papá me mate- se excusó, pero su primo no le creyó. La miró fijamente.

-Si son más fuertes que él, ya deben saber la medida de su poder. No tienes miedo de eso, tienes miedo de matar a tu padre. Skank no tiene ese miedo, y no dudará un día en usar eso. Y sabes el problema que eso causaría. Dale razones- le advirtió.

-Sì, Fern ascendería al trono, ejecutaría a mi hermano y por supuesto, los cuatro, supongo que tú también iríamos a la guerra . Otra guerra civil- dedujo  Bitter, aterrada.

-Exacto. Tenemos que hacer en lo posible que tu padre se aleje de la reina. Pero no temas en intervenir.

-No quiero matarlo, Pew- dijo esta, molesta consigo misma. Odiaba que su primo la viera así. Pero este puso una mano en su hombro.

-Bitter, en esta raza de una u otra manera, nuestros padres van a terminar muertos. 

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cámara de Recuperación - Aposentos de la Reina, horas después

Sarin estaba inconsciente, mientras se curaban sus heridas. Skank rompía su quinta copa, pletórico de furia, frente a sus hermanos y primo.

-Lo quiero muerto. Quiero muerto a ese bastardo- expresó, con odio. Straw y Bitter lo callaban.

-No digas eso, no aquí- insistió la princesa más joven. El joven príncipe Vegeta miraba furioso a su madre. Su hermano mayor tenía razón.

-Tienes razón. Algún día podría matarla- le dijo a su primo.

-¡Merece morir, maldita sea! ¡Morir!- gritó Skank, para gritar entre dientes. Pero sus hermanas no se impresionaron.

-Cierra la boca, idiota. Es traición- insistió Bitter. Skank volvió a gritar, con los dientes apretados. Pero Pew miró a ambas hermanas: parecían las más razonables de los niños reales saiyajin.

-Habrá que conseguirle más distracciones al rey mientras ustedes se hacen más fuertes. Y calmen al energúmeno de su hermano. Mientras el rey menos sepa de su ira, será mejor.

-¿Qué planearás, entonces? -preguntó el príncipe Vegeta.

-Llenarlo de sueños y fantasías. Le daré tiempo a tu madre para protegerse. Y a ustedes también- dijo, trémulo. 

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Aposentos del Rey, días después

Por una rendija, Pew veía al rey fornicar con la que sería su esposa. Gruñía, haciendo todo el ruido posible, mientras tomaba a la joven por detrás, que solo gritaba y enroscaba su cola con la suya. Kalen también observaba.

-Y se supone que tengo que acostarme con eso- expresó, con asco. -Aunque desde ese ángulo, puede que sea similar. Por Sadala, no podía escoger a una más vulgar- se quejó. Kalen suspiró, porque era verdad. Esa joven no le llegaba a la reina ni a la punta de los talones. Ambos se fueron a caminar por los jardines del Palacio. 

-El rey Vejito IX está perdido, joven duque. Ya no es, actualmente, la sombra del guerrero que fue. Su ocaso ha llegado antes. Su energía la ha consumido en sus amantes. La reina sabe al menos de la existencia de otras dos, más una cortesana en Scafar. 

-¿Quién osa hacer semejante trabajo luego de lo que le pasó a la otra?- se burló Pew. Kalen sonrió. El joven recordaba cruelmente a la cortesana a la que la reina desfiguró.

-Con el dinero de los planetas todo se puede, claro. Quizás esa información se libere de mano de la reina los próximos días- insinuó. Esta vez la reina no le tendría piedad. Y culparían a otro en Scafar. Para cuando el rey investigara, ya todo se habría diluido. Y no tenía la paciencia. Kratos sí, pero el rey siempre necesitaba de él. 

-Entiendo… aunque el descrédito del rey no creo que sea suficiente venganza por lo que le hizo, ¿no es así? -analizó Pew. Kalen se dio cuenta de que con él no necesitaría hablar entre líneas, como con los demás.

-Exactamente. Su cohorte y sus enemigos dirán que es otra forma de calumniarlo y todo se quedará ahí. Pero el daño estará hecho igual. 

-Conozco a mi prima- insistió Pew. - Querrá hacerle otra cosa peor. Matar a Fern, ¿quizás? 

El mayordomo Kalen no se impresionó tampoco con eso: el joven duque sabía muy bien de los planes de su prima. Y era igual de listo. Por eso había vuelto.

-No aún. Además el chico es bueno con ella y sus hermanos. Ellos sobre todo, son el gran obstáculo hacia cualquiera que quiera meter a su hija, madre o hermana en la cama del rey. No muchos los quieren bien. Cualquier error suyo siempre es usado, sobre todo los de Skank, para desacreditar a la reina. Y como ha visto, joven Pew, no ha sido fácil siendo lo que somos. La reina incluso trabaja con científicos sobre las células S. Ha sometido solamente a la joven Bitter a sus experimentos: ya sabe cómo es.

Pew no lo miraba. Pensaba para sí mismo.

-Cualquier zorra que tenga un heredero, sí, sería el próximo Yamoshi. Y supongo que si el rey lo sabe es porque quiere que sean ellos y no los hijos de la reina- dedujo.

-Hizo bien en traerlo aquí - lo alabó Kalen. - Es muy inteligente. 

El joven sonrió un momento. Luego miró serio a Kalen.

-¿Freezer y su padre saben de eso? ¿De Yamoshi? 

-Por supuesto. Pero la reina  les quiere hacer creer que somos todos unos piratas de dos al cuarto a los que ella se empeña en enseñarles a comer con cubiertos.

-Primero Cold abdica a que eso pase- se burlo Pew, para Kalen reírse. 

-Vaya. Ya lo espera- le dijo, para este irse por los pasadizos que ya conocía bien gracias a la reina. Esta estaba con Straw en su lecho. La joven princesa estaba acostada al lado de su madre.

-Bueno, querida. Vete ahora a entrenar. Mañana iré contigo- le dijo tomando su mano. Ella miró preocupada a Pew.

-Cálmate- le dijo el joven. -Todo estará bien. Este hizo una reverencia, y se sentó. La reina, por supuesto, dejó su postura desválida. Sus ojos brillaron nuevamente. Él conocía esa luz.

-Por Vegeta me enteré de tu plan. Y estamos de acuerdo. Te diré exactamente lo que quiero y tú lo harás. No estamos muy lejos de nuestros métodos. 

El joven duque se sentó, atento para oír instrucciones.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Días después, Aposentos de la Princesa Bitter

La joven, con su armadura blanca, le ponía el medallón de la familia real a su primo. Otro joven lo peinaba. Su cabello era rizado, leonino y sedoso, como el de la reina madre. Lo traía suelto.

-Eres el único hombre del reino en usar el cabello como mamá- observó ella. 

-Me gusta- dijo, para esta ajustarle el cuello en su armadura negra. Pero Bitter insistió.

-Nadie te creerá que te casas con esa ramera porque te gusta. 

-Me niego a rebajarme a verme como esos animales de mierda, Bitter- afirmó, viéndose al espejo. La princesa sonrió.

-¿Qué harás para la consumación? ¿Golpearás a la novia y fingirás gritar? ¿Te ayudo ahí? - se burló. Este bufó.

-No lo sé. Supongo que pensar en algún bravo soldado- respondió malvadamente. Ella volvió a sonreír.

-Musculoso, con cicatrices, de enormes piernas.

-Ay, no me tientes- afirmó este, que se encontró con sus padres, a los que apenas miró.

-Te ves bien- dijo su madre, acomodando sus rizos, pero el duque retiró su mano. 

-No volvamos a las viejas costumbres. Ya es suficiente lo que se dice de ti- dijo, mirando con furia al joven esclavo tsufuru que comenzó a acicalar a su amo.

El rey casó a su amante con su primo segundo. Claro, así se deshacía de una amante que lo cansaría pronto, y además, serviría como espía para sus intereses. Como siempre, hubo licor. Straw y Vegeta se aburrieron pronto y se fueron, la reina no bebió sino una copa y hablaba con sus amigas. La novia estaba con la princesa On. Bitter hablaba con otros nobles y Skank ya estaba emborrachándose, como el rey. Al duque le gustaba observar el circo. Todos en tan repugnante papel. Cada vez que la novia iba a su puesto, el duque le ofrecía otra copa. Y otra copa. La reina y la dama Purin lo notaron, pero no dijeron nada. Bitter también. 

Hasta que la joven Merin gritó, y cesó la música. Comenzó a reírse y a tambalearse.

-¡Qué suerte la mía! ¡Pasar de eso!- señaló al rey- ¡A eso! -señaló al duque. Purin se enfureció de inmediato, pero la reina tomó su mano. Pew la miraba con una sonrisa de desprecio. Bitter la miraba para matarla. Pero Skank comenzó a reírse, como todos los demás. 

-¡De semejante virilidad!- dijo, borracha, señalando un bulto gigante. -¡A ese comesoldados pervertido! 

Purin miró aún más furiosa  a Sarin, que sin embargo apretó su mano. También miró a Kurai, que entendió. Bitter se aproximó.

-¡Ahora estaré en la cama solamente con alguien que probablemente tenga más moños en su pijama que yo misma! 

Más carcajadas, incluidas las del rey. Bitter miró a Pew, que se levantó rápidamente y tomó a su esposa del pelo.  Esta gritó.

-¡Bastardo de mierda, mi peinado! ¡Mi peinado! 

Este le dio una bofetada, que la tiró al piso. Garagues se indignó.

-¡Majestad! 

El rey estaba demasiado borracho como para reaccionar. 

-Los invito, amigos míos, a ver el Rito de Consumación ahora mismo- dijo, para arrastrar a su esposa, que seguía protestando. El rey y todos los demás fueron tras él, curiosos y divertidos. Las mujeres se quedaron atrás.

-No- dijo Sarin. - No iremos. 

Bitter sonrió y se abrió paso al lado de su hermano. Garagues miró furioso a la reina.

-Seguramente es su plan. Que se la lleven los demonios- la maldijo. La reina sonrió.

-Perdón, pero no sé cómo podría influir para que a mi primo le funcione el pene- afirmó. Purin se sonrió, para hacerle un brindis. 

Pew volvió a golpear a la joven, y le arrancó el finísimo vestido. La forzó y estrechó su cabeza contra la almohada, para ella gritar. La tomó por detrás, sin ningún miramiento, para el rey comenzar a reírse, y Skank a celebrar groseramente. Fern, atrás, se retiró indignado. Bitter también sonreía malvadamente. Pew hizo a su esposa voltear el rostro, para que viera al rey reírse. Terminó, y se subió su malla negra. Hizo una venia, para todos los nobles gritar y reírse, celebrándolo. El duque Kuren estaba orgulloso. Apenas salió, el rey lo abrazó, gritando.

-¡Ese es mi primo! ¡El mejor! - gritó, embebido, para Skank y todos los demás celebrar vulgarmente. Este se miró con Bitter, que le dio una palmada en el hombro. Salió cargado en hombros, mientras miraba malvadamente a su madre y a la reina Sarin, que estaba inmóvil. El conde Garagues se retiró, también furioso. 

-Creo que es hora de consolar a tu nuera- le dijo Sarin a Purin.

-Podemos ir a ver, por qué no- afirmó esta, para irse presumidamente. Allí estaba la joven, llorando, mientras las damas le recomponían el vestido. 

-Supongo que no volverás a burlarte de mi hijo en público ni de esta familia- le dijo Purin, sin siquiera agacharse. -Ahora nos perteneces. Sabrás hacer bien tu papel.

-¡Váyase al diablo!- le gritó a la mujer de rasgos angulosos y peinado abultado. Pero esta la miró con desprecio.

-Por eso lo pagarás también. Sarin, eres mejor que yo en esto. Dile algo. 

-Algo- se burló, para sus amigas reírse. Pero la reina se agachó y la tomó del rostro. La abrazó.

-Qué mal que el rey se haya reído de ti. Pero así es y será siempre con toda mujer que haya conocido en su vida. Y sabes qué pasa cuando sucede eso- dijo, para limpiarle las lágrimas y sonreírle. La joven le escupió. Sarin volvió a sonreírle, para limpiarse. 

-Bienvenida a nuestra familia, querida. Sé que con Pew la pasarás muy bien- dijo, para darle un beso en la cabeza. Las tres damas salieron, y On entró, aterrada, con sus demás amigas, para abrazarla. 

Ya en la noche, el rey bebía frente a su primo. Skank estaba dormido, y Bitter se había retirado a sus aposentos. Afni espiaba para la reina: ella misma había fingido en irse a dormir. Por supuesto, Pew sabía de la presencia de la tsufuru. 

-Eres un portento de muchacho. ¡Yo no daba ni media moneda por ti! ¡Y vas y te comportas como un verdadero saiyajin! Sí, si, yo tuve a la muchacha. ¡Pero tú vas y le das mejor uso del que yo le di! ¡Un verdadero animal, un prodigio! Como el bruto de mi hijo Skank. ¡Tú! ¡Tù! ¡Tú y ese pito portentoso!- se rió, para echar una carcajada y beber más. Le pasó la botella a Pew, que bebió con él. 

-¡Carajo! ¡La mejor idea que se me podrá ocurrir! ¡Al menos esta terminará con una buena cogida y no envenenada o algo!

-¡Primo, no digas eso!- dijo Pew. - ¿Por qué dices esas cosas? 

El rey Vejito IX negó triste con la cabeza.

-Siempre Sarin, siempre Sarin me las mata. ¡Me dejó a la más linda en un planeta de basura, sin dientes, calva, como un monstruo! ¡Sin manos, sin piernas! Ella es un monstruo. Un monstruo- expresó, amargo. -  Me toca cuidarme, ¿ves, muchacho? La amo y la odio. Mi única distracción- dijo, para beber otra vez - Y paf. Ni eso puedo tener. Nada. Nunca. No pretendo reemplazar a sus hijos, no. Yo quiero mucho a mi Straw, a mi Bitter. Mis niñas preciosas. Y a su hermanito, que ya qué. La violé, pero… ella… ella… - sollozó. El duque miró hacia otro lado, porque no pensaba ver al rey en tal estado, pero siguió. - Yo… ay muchacho.

-Yo creo que lo hace porque lo ama tanto. Mi prima en verdad cree que usted es la reencarnación de Yamoshi- le dijo inocentemente.

El rey Vegeta bufó para carcajearse otra vez.

-¡No mientas!

-No le mentiría a mi majestad con un asunto tan serio. Ella me ha dicho “oh, pobre del rey, sé que ya no me ama. Pero debe liberar su energía para llegar a ser la reencarnación que creo que es. Lo entiendo perfectamente. No se atreve a decírselo, pobrecita. Le quiere rogar su perdón. Pero entiende que está lastimado…

El rey se puso serio.

-¿En serio, muchacho? ¿Te ha dicho eso? 

-Primo mío, somos familia. Soy su miembro de la familia de más confianza, por incluso encima de mi madre. Ya no querrá eliminar a ninguna amante suya. Solamente quiere que haga lo que tiene que hacer, para liberar su energía y enfocarse en serlo.

-Vaya. Pobre Sarin. Veo que sí me entiende. Veo que…

-Primo, ella cree que usted la golpea porque no la ama y acepta su castigo…

El rey se levantó. 

-Gracias, querido muchacho- le dijo, para irse rápidamente a los aposentos de la reina. Afni apareció y los dos se fueron detrás. Vieron a la reina arrodillada, llorando a los pies de su esposo.

-¡Perdóname! ¡Tú sabes cuánto te amo! ¡Merezco todo lo que me hagas, pero jamás volveré a ofenderte! -sollozó.

-Ya, ya, mujer- dijo, quitando un rizo de su rostro y limpiando una lágrima. - Ya- le dijo, para abrazarla. - No te preocupes. Si te golpeo es porque así me gusta. Pero siempre te daré espacio para defenderte- expresó, para Pew, Afni y Kalen mirarse con indignación.

-Y si… querido, ¿me golpearas un poco más suave? - le preguntó ella, con la cara mojada.

Este se rió, para besarla y tumbarse sobre ella. Esta sabía que estaba siendo observada y solo sonrió. Para cuando el duque volvió a sus aposentos, su esposa, digna y con la cara húmeda, lo amenazó con un puñal. El joven duque la miró aburrido. Se sirvió un vino colocado sobre la mesa.

-Por el amor de Sadala. Ni que te hubiera golpeado tanto- le dijo, tomando una copa. Pero la olió. Se echó a reír. 

-¿En serio crees que soy tan estúpido, más saliendo de la familia de donde vengo? No puede ser. On es una idiota- se rió. Ella gritó, pero él tomó su muñeca. La apretó, para ella gritar.

-Lo que vamos a hacer será lo siguiente: llamaré a mi asistente, Kalen, y él tomará todas las pruebas de lo que acabas de hacer. Se las dará a mi madre y a la reina. Ellas pueden publicarlo o no- dijo, para dar una señal al joven esclavo, y Kalen vino de inmediato - El no, depende, claro, de lo que estés dispuesta a hacer.

-¿Qué quieres? - preguntó la joven, furiosa. 

-Vas a ponerte la armadura que Oyosho, mi esclavo tsufuru, te traerá de inmediato  Y vas a hincarte. Quiero salir de mi heredero lo más rápido posible. 

-Maldito sucio degenerado…- afirmó ella con asco.

-O si quieres puedo volver a repetir lo que hice ante todos. O quizás no sé. Tu cabeza. En una pica- le sonrió, friamente. Esta lo miró con terror: sí eran una familia de monstruos. Poco después, el joven le trajo una armadura. Ella lo hizo y cerró los ojos ante el primer envión. Solo quería que todo terminara. Los abrió al terminar. 

-¿Y, bien? 

-No lo sé, amo. Creo que yo lo hago mucho mejor. 

Merin se levantó aterrada. ¡El esclavo había presenciado todo! Casi se muere de las arcadas.

-Maldito bastardo…

Este solo besó al tsufuru, de ojos morados oscuros. Agarró su bulto. 

-Nos retiramos. Descansa. Haremos mucho ruido- afirmó este, malvadamente. Merin comenzó a entender en el infierno que se había metido. Y solo por el amor del rey. 

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Semanas después, Paritorio de la Capital

Dentro del gran edificio marfil de color circular, en homenaje a la reina Ditter (había dado a luz a nueve hijos, y su esposo y ellos peleaban sus guerras), y en donde ella estaba, en un cuadro, rodeada de ellos, se criaban a los niños saiyajines apenas eran separados de sus madres. Así se sabía de su poder de pelea y su rango. Y así mismo, eran devueltos a su madre una temporada para luego ser entrenados regularmente, según exámenes médicos. En la parte más grande, estaban las cápsulas de recuperación  y potenciación ideadas por el rey Vejito V: con esa idea, los niños podrían tener el mismo ambiente amigable que evocaba al de su madre. Eran miles de capsulas. Allí, la reina veía a los recién nacidos al lado de Bitter, Straw y Pew. También con el doctor Fura y Kalen. 

-Bueno, parecen normales. Eso no significa que no nos den sorpresas en el futuro. Y sí- dijo mirando a Bitter, que levantó las cejas. - Eso no significa que mientras tanto no ideemos otro sistema de clasificación. De todas formas quienes muestran más poder ascienden. 

-Sería genial un soldado de clase baja convertido en el Supersaiyajin- afirmó Straw, fascinada. La reina bufó.

-Si te ofrezco en matrimonio a él solucionaríamos nuestros problemas, o considera tu cabeza en una pica. Yamoshi fue el único caso. El único en más de mil años. Él y su sangre dieron gran parte de poder a los reyes siguientes al mudarnos aquí- narró. Pero su hija no era fácil de apesadumbrar.

-Bueno, si fuera de corazón puro como dice la leyenda, me casaría con él- dijo la joven, optimista. 

-Y nosotros tendríamos que seguir haciendo el trabajo sucio por ambos. Madre, ¿ cómo van los experimentos con las células S? -preguntó Bitter. Todos los de aquel grupo sabían eso, al igual que el reino y el universo: las células saiyajines eran poderosas y únicas. Pero servían para todo menos para lo importante: hacerlos más fuertes por métodos científicos y no genética caprichosa o entrenamiento. E incluso inmortales, como otras razas. La reina suspiró.

-Querida, no hay avances. Me temo que, y como cosa mía, habrán de ir a una expedición a un planeta más avanzado. Ya hice el viaje a Poroto 774, y debo negociar personalmente en Scafar elementos mucho más avanzados de mi fortuna personal para ello. Es muy delicado. Y como hay tres planetas en negociación, iré con tu padre. Y con Pew, particularmente- señaló al joven, que sonrió levemente.

-Vaya. Al parecer ahora nuestro primo se ha convertido en nuestra mano derecha- ironizó Straw. - Pobre Kalen, se quedó sin puesto- se burló, tratando de ironizar como su madre. Pero no le quedaba.

-De hecho es mi mano derecha también- le dijo este con una sonrisa desagradable a Straw. Bitter la miró irritada.

-No hagas esto. Nuestro primo ayuda a madre en cosas que no entiendes ni quieres entender. Eres más diestra en el arte de la indignación- le dijo, descarnada. La joven princesa, de 17 años, no se arredró, sin embargo.

-Sí que me conoces- se burló Straw. -Igual no podría antagonizar con nuestro primo. Me hace reír y trata muy bien a nuestro hermanito -apreció, bondadosamente. Pew entendió porqué la querían. Su simpatía iba más allá de los parámetros de su raza. Eso sería una arma que ella no había descubierto. Ni quería. Por eso sonrió y le besó su mano.

-Es curioso pensar que todos estuvimos aquí- suspiró la reina. Repentinamente, los cuatro oyeron ruidos. Eran las damas y los guardias de la princesa On. También los médicos encargados. La princesa, vestida de morado oscuro, iba furiosa a toda velocidad. Comenzó a gritar, agitada.

-¡Tú, maldito degenerado cerdo! ¡Tuuu! ¡Desviado de mierda!- le gritó, mientras empujaba a los médicos con sus fuerzas, y se apartaban porque podría tocar a cualquier guerrero bebé.- ¡Pagarás por esto! 

On se atravesó, pero la reina fue más rápida y le dio una bofetada que le tumbó un diente. 

-¡Madre!- gritó Straw. Bitter y los demás doctores sonrieron complacidos, al igual que Kalen y el doctor Fura. Pew exclamó teatral y agudamente, para reírse. 

-¡Compórtate! ¡Haces parte de la familia real! ¡Gritas como una vulgar carnicera! -le gritó.

-¡Desgraciada!- gritó On apuntándole, pero Bitter, Straw y Pew le apuntaron. Ella se rindió. La ayudaron a levantarse. 

-¿Me necesitabas? -preguntó Pew, haciendo el tonto. Bitter y Sarin lo miraron burlonas. Straw estaba aterrda.

-¡La pobre Merin! ¡Lo único que haces es torturarla!- lloró. - ¡Còmo puedes vivir con la historia de tu familia- señaló a la reina- cuando le haces lo mismo! ¡Ahora está preñada! ¡Ella no quería ese hijo!- sollozó. 

-Supongo que esperabas que fuera un bastardito con el qué joder a mamá y jodernos de paso - dijo Bitter, burlona, para Pew bufar. Straw se acercó, sin embargo.

-On, pero todo estará bien. Pew, ves lo que le hace papá a mamá. Ten compasión de tu pobre esposa- le rogó.

-¿De esa cosa vulgar que trató de envenenarme en nuestra noche de bodas? - gritó, para Bitter y Straw sorprenderse, al igual que los doctores, que regarían el chisme a diestra y siniestra. Straw notó el gesto maligno de su primo y pensó en que su hermana tenía razón, era mejor no saber . La reina apretó los labios, para no reírse. -Supongo que alguien le habrá dado el veneno, a la idiota. ¿No habrás sido tú? Porque tengo todas las huellas y las pruebas…- le dijo, insinuantemente, en voz alta, para que todos se enteraran.

-No sé de qué estás hablando- dijo On, con toda la indiferencia que pudo. - Pero ve a verla. Garagues no está nada feliz. Quizás a él te lo cojas con más delicadeza. Y tú me pagarás la curación- le dijo a Sarin.

-Sí, querida, pero no tomes vino- le aconsejó ella, para Bitter bufar y Straw darle un codazo. Pew bostezó.

-Bueno, prima mía. Nos veremos en la nave hacia Scafar. Ahora soy un padre orgulloso. Voy a buscar a mi esposa… donde quiera que esté- expresó, aburrido. Y,  apenas llegó a sus aposentos, Fern, extrañamente, estaba con ella. Kuren abrazó a su hijo.

-Bien. Ahora busca el repuesto y hablaremos- le dijo. Este levantó las cejas. Su madre le dio un beso en la mejilla.

-Ojalá se parezca a ti. O saldrá como ella y sería como tus hermanas: un retroceso para nuestra sangre - dijo Purin crudamente. Pew sonrió. Su madre jamás se ahorraba nada.

-¡Oiga!- gritó la joven Merin, indignada. Este le sonrió a Garagues y se sentó, de un salto, al otro lado de la cama. Sin embargo, este le reclamó.

-Ya podrá usted tratar bien a mi hija. Le dimos una buena dote para que fuera su compañera, no para que la hiciera pedazos- le espetó, furioso. Eso no le hizo ni cosquillas al saiyajin.

-Y supongo que cuando era lo mismo con el rey no decía eso- dijo este, mirándose las uñas. -Y tú, ¿qué haces aquí? - le preguntó al príncipe heredero. Fern lo miró reclamante.

-Se desmayó de camino hacia los aposentos de mi hermana. En mis brazos. 

-Qué casualidad- sonrió este. - Bueno, primera pregunta: ¿es mío? 

Merin lo empujó.

-¡Cómo te atreves! - chilló. Garagues protestó, pero el duque Kuren insistió.

-Él tiene razón. Podría ser del rey- afirmó, descarnado. Esto indignó a la familia contraria: la grosería y rudeza de los duques del norte, los más ricos y poderosos del reino, era cierta. Y sobre todo, nadie les ponía freno.

-Acá tiene la prueba- dijo Perin, la madre de la chica, furiosa, entregándoles una tableta pequeña. Kurin la leyó. Pew también.

-Quiero otra, ya mismo- ordenó. - O tendré razones válidas para anular el matrimonio- sonrió. Garagues protestó, al igual que Perin y Fern. Pero los duques, de mayor rango, apoyaban a su hijo. El doctor Fura, enviado por la reina, lo confirmó: era de su sangre.

-Bien, considérate afortunada y todo eso. Me verás en unos diez meses. Me voy a Scafar. Padre- le hizo una reverencia. - Madre. Avísame si aborta, o algo- expresó, para irse y ser maldecido por los padres de su esposa.

-Me las pagará. Ya verá- juró Garagues, mientras su esposa acariciaba a su hija, que solo lloraba. Fern, corriendo, se fue tras el duque. 

-Eres un monstruo. ¡Dale al menos un poco de respeto!- lo jaló. Pew se soltó, como una serpentina y lo miró con desprecio.

-Podrás ser el príncipe heredero, pero por Yamoshi, que eres de una ingenuidad espantosa- lo leyó. Fern lo retuvo otra vez, pero este se soltó de nuevo. 

-No, no soy ingenuo. Sé que eres la nueva arma de la reina contra mi padre. Y que sospechosamente te has acercado a él. ¿Por qué maltratas tanto a tu esposa? 

-¿Eso también se lo preguntas a tu padre? -preguntó este, oportunamente, para Fern no poder argumentar nada, apocadamente. Pero salió al paso.

-Bueno… debería. No odio a Sarin, pero sé lo que trata de hacer. Vengarse de ella solamente porque fue su amante. Y dio con alguien como…

Pew se acercó más.

-Como quien, Fern…dilo- dijo, acercándose peligrosamente, para el heredero apartarlo.

-La tratas de formas horribles. ¿Se merece todo eso por acostarse con mi padre? 

-Y hasta más. Es ambiciosa, fea y carente de imaginación. A menos, claro, que hayas visto en ella atributos que yo no- le insinuó, maliciosamente. - Pero cuida de no preñarla. Quieres que siga siendo la duquesa, ¿o no? 

Fern gruñó y lo tomó de las solapas, para estrellarlo contra la pared. 

-No entiendo por qué le sirves. No creo que es porque sean familia o por su increíble parecido. Dime, por qué le sirves tanto, ¿por qué haces esas cosas por Sarin? 

-Porque tú estabas de misión cuando todo pasó- intervino Bitter, junto a Straw y Vegeta. Fern lo bajó, y este se limpió. -No es fácil ser como nosotros en este reino- dijo, para terminar de arreglarlo. 

-Bitter…- dijo Fern. - Cómo dices eso.

-No me gustan los hombres, y me acosté con mi tutora a los catorce años. Nunca me han gustado y si lo he experimentado fue precisamente por una apuesta con este monstruo, como lo llamas- dijo, para este suspirar, resignado. Straw y Vegeta, así como el heredero, miraban a la princesa sorprendidos. No sabían de sus inclinaciones. Ni de su espantosa edad. Pero Bitter se enfrentó a su hermano mayor.

-En fin. Imagina ser golpeado por tu propio padre hasta casi matarte. Imagina ser golpeado y que te hayan abusado todos sus soldados para castigarte. Que solo mi madre haya intervenido para dejarlo vivo, ya que los ruegos de su madre no bastaron, y fue convenientemente encerrada para hacer con èl lo que quisieran. Imagina cortar tu pelo, desnudarte y humillarte, y que la reina haya sido la única que intervino por ti. Ella le dio a Pew cobijo y un refugio en Scafar con los tsufuru. Imagina que ella es la que se encargó por todos estos años de su educación y manutención, como un quinto hijo- dijo, para Vegeta y Straw mirarlo conmovidos.- Dices que mi madre, como todos lo dicen, es horrible. Pero hace cosas inimaginables por los que ama- afirmó, sin conmoverse. Straw tomó la mano de Pew. El príncipe Vegeta miró a su hermana Bitter con respeto.

-Gracias a Sarin estoy vivo- le dijo el, con los ojos aguados. - Y a Bitter- dijo.

-Ella mandó a matar a todos los abusadores, uno a uno. Yo fui la mano ejecutora- confesó, para Straw sorprenderse y el príncipe Vegeta sonreír orgulloso por su hermana - Porque pude ser yo. Y he sido la única de nuestra raza con la que él ha hablado todos estos años, aparte de mamá. Mataron al amor de su vida frente a él. Y mi madre fue la que lo acogió en sus brazos, lo curó ella misma y lo exilió, hasta hacerlo entrenar y volverlo más fuerte. Y convertirlo en el noble que es hoy. 

-Yo lo siento, de verdad, Pew- expresó Fern, con culpa. -Yo…

-Ya tienes tu respuesta. Primas- dijo, tomándolas de gancho a ambas. -Primo. Vamos a entrenar. 

Fern quedó sobrecogido. Straw volteó a mirarlo y este se despidió con la mano. No sabía eso de Sarin. Afni, que pasaba “por casualidad”, le sonrió levemente.

-Aunque usted no lo crea, mi ama ha ayudado a mucha gente. El joven Pew es solo uno de ellos. Cuando quiera le muestro- dijo ella, cándidamente. Fern la miró confundido.

-Sí, claro. Gracias. 

Sarin no era la perra envenenadora intrigante que él creía. Y por supuesto, también era una victima de su padre, de ese sistema tan cruel contra el que se rebeló Yamoshi hace siglos, sin éxito. ¿Y si él pudiera romper la rueda al llegar al trono, algún día? Tendría, claro, que confrontar sus prejuicios. Y hallar la verdad. Sobre todo. 

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Scafar, semanas después - aposento de los reyes saiyajines

-¡Pero qué buen gusto, prima mía!- dijo Pew, encantado con el palacete que tenían los reyes para su uso en Scafar, en un piso 120, de los más caros que daban a la atmósfera, y hechos para razas más fuertes (y sobre todo, más pudientes). Ella sonrió, mientras Afni le quitaba la capa y Kalen le quitaba la capa al joven. El rey Vegeta era atendido por Kratos. Oyosho, el joven tsufuru, estaba parado, junto a Afni. El joven saiyajin se tumbó teatralmente. 

-Bueno, lo usual. Ustedes negocian, y yo escucho- dijo el rey Vejito, irritado. -Y no me esperes despierta- expresó, pero Pew se levantó, para acercarse hacia él.

-Primo, ¡primo! ¡Vamos, no seas aburrido! ¡Tengo toda una serie de diversiones en esta ciudad que conozco tan bien! - dijo, sacudiendo sus hombros, para este reírse. -Tengo muchas cosas, y por supuesto, entrenaremos juntos- le dijo, para mirar a Sarin, que lo miró igual. 

-Esta bien- dijo el rey, levantando las manos. -Si no me ves, Sarin querida, es culpa de tu primo. ¡Qué buena adición a la familia ha sido! Lástima que Skank no tomara tu ejemplo. ¿No crees que deberíamos conseguirle una esposa pronto? 

-Oh, sí. Tengo buenas candidatas. Pero ven, ven, vamos hablando de ello- dijo, para pararlo y susurrrarle en el oído, y el rey reírse. 

-¡Pervertido miserable!- se carcajeó, mientras iban a las otras habitaciones.

-Es cierto que nos ha ahorrado mucho trabajo- dijo Kalen a la reina, que sonrió levemente. 

-Solo como un buen hijo lo haría. Bitter no llega a ese nivel de manipulación  todavía y ni hablar de los otros tres. Bueno, hagamos el trabajo serio mientras tanto- dijo esta, orgullosa. Ya en la noche, Freezer no dejaba de mirar al joven Pew, que lo miraba provocador.

-No me habías contado, querida Sarin, que tenías más miembros de tu familia. 

-Oh, sí. Todos nos parecemos- dijo ella, reparando en los gestos de la lagartija. El rey ni por enterado se daba, así como tampoco el rey Cold.

-¿Y todos siempre han sido así de refinados?- preguntó Freezer. 

-Como todas las familias antiguas. Dieciseis en total, alteza real- afirmó Pew. -Por supuesto, las de mayor poder son las más cercanas a la familia real, ya que han existido varias reinas de nuestra familia. Seis- afirmó, sonriendo, elegantemente.

-Tu pobre prima iba a ser una de ellas, ¿no es así?- recordó Freezer maliciosamente, para Cold sonreír y el rey crisparse. Pero Pew sonrió.

-Oh, sí. Pero notará que mi prima Sarin es más bella y mantiene la tradición- dijo, para ella levantar las cejas. 

-No puedo creer que la historia del saiyajin más fuerte venga precisamente de un adulterio- se burló Cold, para volver a incomodar a los saiyajines. Y creo que la reina Teeth se parecía mucho a ti, o eso dicen las leyendas- señaló a Sarin, que tenía el cabello en una gran trenza hacia atrás, con volumen y con grandes pendientes con el símbolo de la familia real. Y un sensual vestido en color rojo oscuro, con la capa.

-Era de nuestra familia, sí- afirmó Sarin, orgullosa. Cold se echó a reír.

-Una familia de bellos adúlteros. Al menos se diría que han embellecido en algo la raza. Menos mal, Vejito- le dijo, alzando la copa, para reírse. El rey estaba furioso. Seguía refunfuñando camino a su apartamento. La reina ni se sorprendió.

-Siempre le digo que se lo toma todo personal. Tú háblale- le dijo a Pew, que corrió adelante y le puso un brazo en el cuello al rey, para sorpresa de Kratos, que igual dejaba hacer: Kalen era su hermano gemelo, y ambos, de familia de clase baja, habían ascendido por sus habilidades no guerreras, sino de orden. La reina los tenía a los dos elevados a la misma posición.

-Vamos, primo. Las lagartijas no pueden ofendernos. ¡Vamos a divertirnos! Qué dices. Con hermosas cortesanas. Y en el mejor lugar. Como te gustan. Vamos, vamos, vamos- insistió. El rey sonrió. La reina miró a Pew. Ya esta, en su lecho, veía las fotos que le mandaba, donde el rey estaba con varias cortesanas. 

-Soy Yamoshi…- le dijo embebido, sin su parte de arriba, a su primo, que le daba más licor. 

-Eres Yamoshi. Ya eres Yamoshi. ¡Libera tu poder! ¡Eres Yamoshi! , le dijo. Para cambiar su expresión, poco después, a una de desagrado, al tener que presenciar el acto del rey con su cortesana cara, Onion en otro recinto carísimo del planeta ciudad, lleno de luces de colores y publicidades de hologramas. “Tienes que cuidarme, no quiero que me pase lo de la otra”, le dijo, embebido. También mandó las fotos a la reina. Apenas el rey terminó, la cortesana se levantó.

-Él ya se quedó dormido. Tú eres más guapo…

Este le detuvo la mano, sonriendo.

-Si tuvieras pene ya habría hecho lo mismo que él. No es el caso, ¿o sí? 

Ella se echó a reír. Entendió todo.

-Lo cuidas mucho, ¿no es así? 

-Por supuesto. Es mi rey- le dijo, con su sonrisa hostil. 

-Entiendo que eres familiar de la reina. Casi como su quinto hijo. ¿No serás su espía? 

-Si lo fuera, no estaría aquí con él viéndolo cogerte. Lo he llegado a… apreciar. Tienes el doble de tu paga por tu silencio. Pero deberás ayudarme a levantarlo. Pesa como el demonio - se quejó.

Ya al mediodía, la reina estaba en una de sus sesiones de belleza con varias mujeres altísimas, de cuellos larguísimos y anaranjadas. Estas se sorprendieron al ver a Kratos con el duque, que llegó envuelto con su capa.

-Sigan trabajando- insistió Afni. Ya con el rey dormido, los primos vieron el atardecer en el planeta ciudad.

-Es un caso perdido, Sarin. Deberías matarlo y ya, más temprano que tarde- le dijo, hablando en código. Era una tradición familiar. Así nadie sabía de sus comunicaciones.

-Creí que le habías tomado cariño y verías lo que yo no puedo ver en él- afirmó esta, irónica.

-Cómo crees- bufó este, indignado. - No puedo olvidar nada de lo que te ha hecho. Y tampoco que él haya mandado a sus soldados a abusar de mí aquel día- le dijo, amargo. 

-Dos meses de tortura, por Sadala- dijo ella, con la voz quebrada, sirviéndole un trago. Ella se sirvió el suyo. - Golpes incluso estando embarazada. Me violó incluso a mitad del embarazo. Todos los días, me violó como castigo. Todos, absolutamente todos. Se excita con mi sufrimiento, porque sabe que mi odio lo hace sufrir. Y tener… que fingir… cualquier mujer ya se hubiera vuelto loca- afirmó, con honda tristeza. - Casi me destruye. Y lo peor es que debo fingir que me gusta cuando estoy con él, pero para que no sea una tortura debo pensar en cualquier otro- le dijo, apoyada al balcón. -Pero debo proteger a mis hijos. Y a mí. Debo vengar a mis hermanas, a mi padre. Lo sabes- afirmó sombría. Su primo la miró de igual manera.

-Todos lo sabemos en nuestra familia, Sarin. Lo teníamos claro cuando mi padre aceptó concertar tu enlace con el del Rey. Lo hicimos solo para eso -le recordó. La reina suspiró.

-Tú no lo haces por eso. También quieres venganza.

-Por supuesto. Pero no quiero deshacerme de mi padre como suele hacer nuestra raza, no. Lo quiero hacer al estilo de mi familia. No puedo olvidar aún las burlas, sus burlas. Sus gritos, las burlas de Skank y Carn y Vejito- dijo, con una mirada de odio y furia. El cómo los abofeteaste y fuiste a mí, y no dejaste que nadie se me acercara. Cómo ordenaste la liberación de mi madre y mis hermanas. 

La reina le sonrió. Le tomó su mano. Pew era uno de sus pocos actos de bondad.

-Entonces sabes que nuestra mayor virtud, así como la de la reina Teeth, es la paciencia. La que hizo que ocultara ante su esposo el verdadero origen de su segundo hijo varón y sobreviviente, porque su padre era Yamoshi. La que hizo que creara esa rebelión para él y junto a él. La que hizo que al final… ella le diera la puñalada en la espalda a su marido para debilitarlo y huir de Sadala en un plan de más de diez años. Así evacuó a todo su pueblo y comenzó de nuevo la dinastía- le dijo, mirándolo a los ojos. Este la abrazó. Eran iguales.

-Algo te pasa.

-Estoy embarazada de nuevo - le confesó, para este mirarla sorprendido. - Pero este hijo nunca verá la luz del día- le dijo, con tristeza. Él entendió. Le recordaba otra vez al marido que repugnaba.

-Tanto lo odias. ¿Qué debo hacer? -preguntó, a su disposición.

-Me iré en unos días a Maironczon, el planeta de los fucuzes, la raza médica más poderosa de la galaxia. Me acompañarán Afni y Kalen. Será indoloro y piadoso. Les he pagado bien. Tú prosigue con el plan. Bitter sabe algunas cosas, claro. Te colaborará desde Plant en lo que le pidas. Y ten cuidado con la familia de tu esposa. Querrá vengarse. Mis espías y los de Bitter me lo han dicho- le advirtió.

-Te veré pronto- dijo, para abrazarla de nuevo. 

Ya con la reina en aquel planeta, donde ella solo cerró los ojos y  una luz morada comenzó a recorrerla, con ella con lágrimas en los ojos, el rey, claramente drogado, se reía con la cohorte de nobles, de medianos y grandes títulos, que siempre lo acompañaban. Karaygen, Mokkuken, Varagus y Morfo. El primero, duque del sur, y un reverendo idiota, según su padre, en eso estaban de acuerdo. Despilfarrando lo saqueado por sus antepasados. Varagus era el marqués de aquel. Morfo, era del centrooriente, y no se parecía al "camarada" antepasado suyo que secundó a Yamoshi. Era un cruel bruto de poder de pelea apenas pasable. Y Varagus, era de los peores. Incitaba al rey a la crueldad y megalomanía. Todos  estaban en el gran estanque echándose agua, y cantando canciones obscenas. Kratos miraba muy preocupado a Pew. 

-Debería usted… aconsejarle de algún modo que estas juergas le hacen perder su energía. Que lo debilitan aún más. 

El duque cruzó sus brazos.

-Se lo he dicho, pero no me hace ningún caso. Se pone como loco. La última vez recuerde cómo me insultó - afirmó, viéndolo reír, porque eso había sido hace dos semanas. "Maldito desviado" había sido lo usual. No le perdonaría eso tampoco. Entonces vio cómo el rey lo llamó. Comenzaron a silbarle, todos los demás.

-Señorita…

-Señorita cogida la que nos dio ese día. ¡Todo un saiyajin!- gruñó Morfo, para echarle agua. 

-Vamos a donde mi cortesana. Le daremos una sorpresa- insistió el rey, para espanto de Pew.

-Todos los cinco…

-¡No te acobardes, mariposita!- lo golpeó Varagus. Pew miró a Kratos, que también estaba horrorizado. Todos los saiyajines se callaron, porque los otros vecinos, ricos personajes de planetas más o tan ricos como ellos, o más importantes,  les hacían señas de silencio. Llegaron a donde la mujer, Morine, que los miró a todos sorprendida.

-Vinieron a dejarlo conmigo, ¿verdad? 

-Ah ah- dijo el rey, que la empujó, y ella se vio rodeada. Esta se aterrorizó y Pew vio en sus ojos ese miedo aterrador.

-No con todos. No, Vejito. No- le dijo, con pánico. Pew recordó a su esposa, y vio que había actuado mal. - No- dijo, para que Karayguen la tomara de los brazos y otro la desnudara. Morfo le quitó el resto del vestido. Ella miró con un ruego a Pew, para luego ser empujada. Los saiyajines comenzaron a despojarse de sus vestiduras. Entonces, Pew los interrumpió.

-¡Amigos! ¡Pero esto no sería posible sin Omoro 576, uno de los licores más fuertes del Universo!- gritó, para comenzar a ofrecerles.

-Gracias viejo- dijo Varagus, y Pew le sirvió.

-Maricón, pero sabe de lo bueno- dijo el Makkuken.

-Hijo de puta- berreó Morfo. Le dio de beber al rey, de la botella, y miró significativamente a la cortesana, que fingió beber. Él también. Uno tras otro comenzaron a quedar dormidos. Este la tomó hacia su habitación, mientras ella lo miraba a sustada.

-Vas a irte de este planeta. Toma todo lo de valor. Tienes ocho horas- le advirtió. Ella lo miró sorprendida.

-¿Por qué haces esto? Creí que estabas de parte de la reina, que tú lo habías hecho. Sabes lo que la reina le hizo a la última cortesana del rey. 

-Lo sé, pero lo que te iban a hacer no lo habrías aguantado. Te romperían las entrañas, créeme, lo sé- le dijo, mirándola a los ojos. - A mí me hicieron lo mismo. Vete, vete de aquí- le rogó, dándole su sello real. Te irás a Porofrus, y dijo dándole su brazalete, esto te dará pase en otras partes. Ahora, ahora, vete- le dijo, preocupado.

Ella lo abrazó. Este la miró sorprendido.

-No todos los saiyajines son malos- le dijo, conmovida.

-Vete. 

Ya le mentiría a la reina. O mejor, le diría la verdad. Era una amante menos, a fin de cuentas. No podía ver la crueldad que le infligieron a él mismo en esa pobre mujer. Con Kratos y otros agentes, retiraron a los saiyajines, que despertaron con terrible resaca. El robot sirviente estaba reiniciado, y no sabían por qué, pero no le pusieron atención con su terrible dolor de cabeza. Pew circuló las fotografías en Inteligencia Artificial, donde todos estaban desnudos con la joven, haciendo las más sucias trapacerías. Pero estaban tan ciegos aún con el licor que se rieron,  y el rey luego desechó todo. 

-No recuerdo nada. ¿Gritó, al menos? 

-Oh, sí, mucho, primo mío. Soborné a los policías de la ciudad para que nos dejaran en paz- dijo este, sonriendo malignamente.

-Quema esa mierda- dijo, para todos los demás reírse. Pew solo suspiró de alivio. Vio al rey con el mismo odio vivo que sentía Sarin por él. 

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes, meses después

En la gran sala del Consejo Privado, donde estaban las hazañas del rey Vegeta II, quien explotó diez planetas en un día (y los cuadros "vivos" se veían incandescentes, con el rey convertido en Ozaru) la reina estaba al lado de Pew. Parecían hermanos gemelos, con el mismo cabello y la misma ropa negra. El duque iba de puños cerrados, hasta los guantes, y la reina estaba igual. El rey hizo un anuncio.

-He decidido poner a prueba mis poderes en Porofrus. Creo que es un planeta que nos vendría bien por sus recursos naturales. 

-¿Porofrus? - preguntó el duque, asustado. - Bueno, creo que hay más planetas por conquistar mucho más interesantes. Están Grape, o el OrangeLemon del noreste…

-Freezer quiere ese, y yo también- dijo Vejito, levantándose. - Me entere que mi cortesana favorita, la muy cobarde, huyó de Scafar- gruñó.-  Claro, mandé a buscarla. Mis espías pagados del planeta mandaron la alerta interplanetaria. Y quiero hacerle una visita… junto con Skank- afirmó, para los demás nobles reírse, incluidos su suegro y Paragues. Eso solo significaba brutalidad.

-Nunca le doy regalos a mi hijo, Sarin. Y creo que esa visita te gustaría- afirmó, pretendiendo que así la complacería. Pero la reina fue más bien indiferente.

-Sí, por qué no. Quiero una evaluación, cuanto antes. Siguiente tema, ¿los fosos de entrenamiento de los soldados de clase baja y su ampliación? 

Al terminar el Consejo, la reina miró sospechosa a su primo, que estaba inmóvil.

-Parece que la misma Sadala se hubiera presentado contigo en la noche y te hubiera querido jalar a los infiernos. Dime qué te pasa. Es claro que dejaste viva a la cortesana. ¿No será que tú la ayudaste a huir? - le preguntó sospechosa. Este la miró culpable.

-La iban a abusar. Tal y como hicieron conmigo. No podía verlo otra vez- le confesó, asqueado.  Pero en vez de enojarse, la reina suspiró. Entendió su conducta en los últimos días.

-Así que por eso te disculpaste con tu esposa y te mostraste mucho más solícito a punto de nacer tu hijo. Bitter y Straw ya me dijeron que era raro- lo cuestionó. Pero este la miró inquieto.

-No es por amor, es que… no quiero ser yo el que repita la historia. Así ella se lo merezca. Perdón, debo parecerte un inútil. 

Sarin negó con la cabeza. 

-No. Tienes un valor muy poco común en nosotros, quién diría, el que más tiene mi hija Straw: la compasión. Pero debes saber que aquí es como una flor en medio del lodo y del viento. La quebrarán cualquiera de los dos- le advirtió.

-Tú la tuviste conmigo. 

-Así es. Pero yo tenía el poder para protegerte -objetó Sarin, mirándolo preocupada.

- ¿Qué pasará con esa pobre chica? - le preguntó Pew, también preocupado.

-Bueno, si es lista huirá o sabrá esconderse. O irá hacia ti y la enviarás a otro planeta. Enviaré a Bitter. Cuéntale de la historia- le advirtió. El duque se sorprendió. Sí, su prima era bondadosa cuando quería.

-¿En serio harías eso por una mujer que fue la amante de tu esposo? 

-Si tanto te importa, sí. Pero que no estorbe ni quiera pedir más dinero - le dijo, levantando las cejas. El duque se alegró.

-Gracias, prima mía- dijo, para darle un beso en la mejilla. 

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Días antes de la Misión- Palacio de los Reyes

El duque paseaba de gancho entre los grandes jardines de la reina de gancho con su esposa, que se reía de sus chistes. Este le recogió el chal. Bitter iba como su acompañante, aceptando a regañadientes a la joven, aunque valoraba el esfuerzo de su primo. Lo de Scafar sin duda lo había cambiado, y no le parecía mal. Incluso Straw solía elogiarlo, para celos de Vegeta, por su nueva actitud. Hasta que se toparon con la princesa On. Merin dejó de sonreír. La miró con aprensión.

-Hola, On.

La princesa los miró furiosa.

-¿No deberían vivir en su palacio, ya? 

-Lo estamos construyendo. Mi marido tiene buen gusto- afirmó, oronda. - Y me atiende como si fuera la misma reina. Ha cambiado tanto- dijo, para mostrarlo orgullosa. On la miró burlona.

-Vamos. Solamente lo hace porque quiere agradarle mucho a su suegro para que le deje su fortuna. Siempre fuiste tan tonta- le dijo, descarnadamente. 

-Pero al menos estoy casada. ¿Quién se casará contigo, siendo tan fea por fuera y por dentro? 

-Auch- se burló Bitter, y el duque bufó. Estaba orgulloso de su esposa.

-¡Ya estás aprendiendo! -le dijo, feliz. Ella sonrió. 

-Del mejor. Permiso, que voy a disfrutar del aire puro hasta que nazca mi bebé. On se quedó con la palabra en la boca, y fue directo a las estancias de su padre. 

-Hola, papi.

Como todo buen saiyajin, hasta el rey se volcaba en favores para su hija. De ahí que las que nacieran nobles, o incluso la mayoría de niñas no fueran muertas por sus padres, como cosa usual. Muchos casos de maridos maltratadores se habían dado, tanto así, que los padres vengadores incluso eran recompensados por matar a los malos compañeros. Aquella ley del rey Vegeta II, que amaba a su hija Echalotte, casada luego con su hermano mayor Vej IV (viuda de su hermano mayor) , fue instaurada hace siglos. Claro, no faltaba el que mataba al nuevo compañero de su hija por la recompensa y la pensión vitalicia, así que se examinaba con lupa cada caso en la orden del comandante Karakon, el jefe máximo del orden.

-¿Qué pasó con la princesita más bella del reino? -le preguntó mohínamente. Esta se sentó, fingiendo lástima.

-Papi, estoy tan, pero tan feliz con el matrimonio de mi primo. Quisiera uno así para mí, en serio. Pero me he enterado de algo que me tiene tan afligida, de verdad. Con todo y lo que amo a mi amiga, que está tan triste- teatralizó.

-¿Triste? Pero yo creía que ya estaba reconciliada con tu primo. Que tenga naturaleza de mujer lo hace entender mejor esas cosas horrendas de mujeres- se burló. - Ni Sarin cuidó tanto a sus hijos en cada uno de sus partos. Pero dan moral. Y ejemplo- insistió. Pero la princesa sollozó.

-¡Pero eso es una mentira! Mi primo sigue yaciendo con hombres.

El rey se inquietó.

-¿Tienes pruebas? 

-Ese esclavo tsufuru suyo, es su amante. Lo peor es que mi amiga lo permite. Lo sé, se ha vuelto tan degenerada como él…

-Sabía que ese maldito muchacho no había cambiado- gruñó el rey. - ¡Y le he permitido entrenar a mi hijo pequeño! ¿Qué aconsejas tú que hagamos? 

Bueno…

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Planeta Porogrus, días después

El rey Vejito, a la delantera, esquivaba el enorme fuego antiaéreo. El duque iba por el flanco izquierdo y Bitter por el derecho. En una batalla de doce horas, habían conquistado la primera ciudad. Ya en el campamento, Bitter hablaba con su primo.

-No la han encontrado por ningún lado. Debió ser lista y huir. Si sabe que mi papá vino en persona fue para buscarla. 

-Algo me dice que nada está bien. No sé por qué- insistió este, cubriéndose con su capa. 

-Pew, haremos lo posible. Son agentes de mamá. 

-No se han comunicado en dos semanas. Ya se lo dije. Ella ha mandado otros, pero estos tampoco.

-Hola, par de tarados. ¿De qué hablan? - preguntó Skank. 

-De cosas de degenerados- insistió Pew, para Bitter bufar frente al fuego cuadrado. Skank sonrió.

-No creo que desde la enorme cogida a tu esposa lo seas. Podrás ser maricón, pero vaya que eres sanguinario. Jamás había visto a alguien arrancarle la pierna a ese parafrusiano con una mano. Si eso produce el coger con hombres, me monto a tu equipo- se burló. Pew no le contestó.

-Trata de ser amable, en su lenguaje de troglodita- le dijo Bitter, para Pew sonreír y Skank pegarle en la mano a su hermana. Esta se quejó. 

-Imbécil. 

-Bueno, deberías probar. No conmigo, claro. Debes tener un dragón allá abajo- lo señaló, para Skank reírse.

-Sí, pronto lo verás en acción. Papá me prometió bastante botín. Cuando quiere ser amable el maldito, lo es- afirmó. Bitter y Pew se miraron, perspicaces.

Días después, el ataque a la capital fue rebotado con varios mechas manejados por los soldados de alto nivel. Bitter alcanzó a hacer la luna, para ponerse sus gafas y los demás transformarse en Ozarus y comenzar a pelear contra los robots gigantes. Mientras tanto, ella iba matando a todo el demás personal en tierra, mientras veía a su primo, hermano y Skank destrozarlo todo. Hasta que un rayo gigante iba contra el rey, y el duque se atravesó.

-¡Majestad! 

Lo hirió en el hombro. Bitter vio que era de uno de los mismos saiyajines y lo eliminó en el acto. Hasta que otros dos soldados de la nada, también saiyajines, la atacaron de la nada. Eliminó a los dos, pero otros se le vinieron encima y la dejaron fuera de combate. 

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Planeta Plant, horas después- Palacio de los Reyes

La reina Sarin miraba espantada a Straw y a Vegeta, que la miraban duros y furiosos. Ella se tapó la boca. 

-Quiero las listas de las familias de todos los de la cohorte siete. Ahora -ordenó.

-Madre…- objetó Straw. La reina se hartó de inmediato de su estorbosa honorabilidad.

-¡No quiero excusas ni tu maldita piedad!- le gritó.  Ella suspiró, asintiendo, humillada, pero sin mostrar nada.

-Está bien. Pero no quiero involucrarme en lo que seguirá después- afirmó, digna. Pero la reina no se conmovió.

-No, no lo harías. Ni siquiera por tu hermana- le reprochó. A Straw se le llenaron los ojos de lágrimas.

-Sé que tu venganza será horrible. Y muchos inocentes morirán- adivinó. Su madre la miró con desprecio. Qué castigo le habían dado los dioses con semejante hija tan débil.

-Eres tan débil que me da asco. No sirves para proteger a nadie. Si a él le hicieran lo mismo, llorarías igual- señaló a Vegeta. 

-No…

-Sí. No sé en qué rayos estaba pensando la madre Sadala cuando te hicimos. De qué sirve ser una maldita santa si ni siquiera puedes vengar a tu misma sangre- la recriminó. El príncipe quería defenderla, pero su madre no daba espacio.

-Pero es papá…

La reina alzó la voz.

-Somos los seis, con Pew. Los seis. ¿Entiendes eso? Y sí, hasta Skank cuenta- le dijo al príncipe Vegeta, que iba a protestar.  - A pesar de lo que pasó. Ese cerdo bastardo alienta al monstruo que es mi hijo mayor. No tiene remedio gracias a él. Dame las putas listas y desaparece de mi vista- le ordenó. Pero el príncipe Vegeta intervino.

-Madre- objetó. - Yo lo haré. Haré lo que me pidas que haga- afirmó, serio. Straw tomó su mano, pero este se adelantó. Sin embargo, la reina no les creía a sus hijos menores.

-No lo haces por mí o tu hermana, o tu primo. Lo haces para salvarla a ella de la vergüenza de ser tan débil. Harías lo que fuera por ella. Hasta matarme- le dijo trémula, mirándolo a los ojos.El príncipe se vio sobrepasado por la lucidez de su madre, pero esta suspiró.

-Tienes suerte de tener a un hermano como él - le dijo a Straw. Esta le rogó por última vez a su hermano.

-Vegeta, no tienes que hacerlo…

-Lo haré. No quiero que pierdas tu alma. Eres como Yamoshi. Recuérdalo- le dijo, con tal convicción, que eso sorprendió a su madre. Y a la princesa también. Esta dejó zanjarlo ahí: lo que menos quería era cursilería en esos momentos.

-Le debes tu vida entera. Bien, te diré lo que haremos. Llama a Kalen. Y quiero ver a mi primo y a mi hija apenas lleguen a este planeta- afirmó, para irse, en medio de ambos.

Vegeta miró trémulo a su hermana mayor. Solo tomó su rostro y le dio un beso en la mejilla, para ver a su madre irse. Tembló de furia.

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Provincia norte- ducado de Kuren

El duque Kuren dejó entrar a su prima, que obligó a la princesa Straw a acompañarla. La dama Merin estaba atendiendo a su esposo, ya en el último mes del embarazo. El esclavo Oyosho estaba por el otro lado. Era un delgado joven de cabello en forma de hongo, de color azul y ojos violetas oscuros como los de los tsufuru.

-Prima- dijo este, herido y afligido. Ella lo abrazó y tomó su temperatura. 

-Una silla, para ella. Está embarazada, por las seis piedades de Yamoshi- afirmó, para las sirvientas acomodar a la duquesa, sorprendida del cambio de actitud de la reina. La dama Purin también entró y se sentó.

-Cuéntale, querido. 

El duque Kuren estaba temblando de ira. Pero el duque Pew miró a su prima, trémulo.

-El rayo… fue disparado… por una cohorte del Rey, porque era una emboscada. A Bitter la dejaron inconsciente y la llevaron de vuelta a la nave. Por supuesto, el Rey ha usado a estos soldados. A mí me hirieron, pero seguí luchando, y entonces me descubrí inconsciente también, por la herida. Ya no estaba transformado. Pero estaba paralizado. Recuerdo estar en el gran pasadizo del palacio. Toda… toda la familia real, estaba decapitada… pero eso no era lo peor. Yo no me podía mover. Estaban el Rey, su hijo Skank, los demás de la cohorte… y estaba la cortesana que yo salvé- sollozó. -Que yo salvé.

“Pew gritó y gritó. Estaba amordazado y debilitado. Aún le dolía la herida. Paragues le echó una sustancia que él reconoció como Narcismina, un narcótico bastante fuerte, el más fuerte del universo, para mantenerlo controlado.

“-Primo mío. Yo te quiero mucho. Pero a veces hay que corregir a los hijos de uno para que no sigan torcidos. Que lo diga este gigantón- le dijo a Skank, palmoteando su hombro, que solo sonrió, malvadamente. -Esto será por tu bien, y para que veas cómo es que se deben hacer las cosas. Y para que veas que al rey no se le burla. No te haremos nada, yo te aprecio mucho. Pero lo que le haremos a ella es lo que te haríamos a ti. Otra vez.- le dijo con una sonrisa malvada. 

“El duque solo se retorcía, gritando de furia. Los demás comenzaron a reírse. Trajeron a la cortesana, golpeada y desnuda.

“-No. No le hagan nada. Él es bueno. Por favor. No. 

“-Él es nuestro adorado primo, adoración de mamá- dijo Skank, tomándola del mentón. - Te lo haremos a tí.

“Pew solo gritaba, mientras Skank dominaba y destrozaba a la pobre cortesana. Luego Paragues. Luego el rey mismo, al final, golpeándola, con el rostro desfigurado. Este solo gritaba, a la par que con ella, para seguir llorando”. 

-Luego el rey la estranguló, y la decapitaron. La dejaron ahí, pudriéndose. Pudriendose. Yo causé su muerte. Yo - sollozó. - Yo… causé su horrible muerte…

Sarin acarició el rostro de su primo y miró reclamante a Straw. 

-Y esa es la piedad que quieres para tu amado padre y sus amigos- la recriminó. Pero la princesa la miró dura.

-Déjamelos entonces, madre. 

-No serías capaz. No matarías una mosca si cruzara esta habitación- le dijo, hiriente. Pero Straw le respondió igual.

-Uno de los violadores fue tu hijo. ¿Qué harás con él? -le preguntó descarnadamente.

-De Skank me encargo yo. ¿Qué quieres tú? - le preguntó la reina a su hija. Esta la miró furiosa.

-Déjamelos a mí, madre.

-No- dijo Pew, levantándose a fuerzas. - Eso me corresponde a mí. Si van a ayudarme, destruyan todos los daños colaterales. Y yo también me encargo del rey- dijo, amargo. La princesa Straw se llegó a asustar.

-No pensarás…

-No seas estúpida, Straw- intervino rápidamente la reina. - Tu primo delira. No le hará nada a tu padre. - Te encargarás junto con él de los amigos de tu padre. Y no estorbarás - la señaló, con voz ronca. Straw asintió. 

Ya en la noche, la princesa no podía dormir. El palacio de la odiosa dama Purin siempre le pareció horrendo. Pero oyó murmullos. Cuando fue a ver, silenciosa, se tuvo que tapar la boca. Era Merin, junto al padre de Pew. Él le besaba un seno. Casi se murió del asco, pero se quedó. Otros besos. 

-Ganancia y ganancia. El estúpido de mi hijo no tendrá ganas de hacerte otro. Tendré que encargarme, como lo hice en tus primeros meses de embarazo- expresó este, y Straw casi se desmaya al escuchar. Más con el descaro de la esposa de su primo.

-Lo sé, pero todo quedara en familia, y él será liberado. El rey será avisado, ¿verdad?

-Sí, pero luego de tomar lo que nos corresponde. Sarin siempre hace nuestro trabajo sucio y nosotros el de ella. Es efectiva en eso. Igual, no podemos sacrificar a ninguno de los dos, pero por fin mi hijo tiene su lección, ese degenerado de Skank…

Straw se fue corriendo hacia donde su madre. Esta y Pew se fueron despacio. La joven Miren estaba sobre su padre. Este le susurró a Kalen, que prendiera las cámaras, pero sin luz.

-Y hay que matar a ese asqueroso esclavo tsufuru. Aunque bien se conseguirá otro, tu hijo es un degenerado sin remedio. Igual que tu prima Sarin, puta envenenadora- expresó, con desprecio. - Qué bueno que nosotros fuimos los que avisamos al rey de aquella cortesana que él salvó. Así pudimos encontrarla primero para él y darle una lección. Ahora ellos se vengarán y nosotros ganaremos- afirmó, contenta.

-Qué buena idea fue hacerle creer que On y tú estaban distanciadas, cuando ella te ofreció una salida tan brillante desde el primer momento.

-Nadie pudo decirle- le dijo Sarin a su primo, pero a este se le iluminaron los ojos. Se fue corriendo y apretó varios botones. Oyosho, el esclavo tsufuru, iba huyendo, pero varios soldados saiyajines lo rodearon. La alarma hizo desaparecer a los amantes, y para cuando el duque Kuren preguntó por el origen, la dama Purin estaba en su ropa de cama, despistada.

-Oh, querido. Solo las estaba probando. ¿No podía hacerlo? 

-Mujer… ¡avisa cuando lo hagas!- le gritó, para ella mirarlo inocente. Había revuelo. La joven duquesa heredera fingía dormir, y vio a su marido como siempre, leyendo un libro en idioma tsufuru.

-Oh, te despertaste. ¿Cómo va la futura madre? - le preguntó. Ella fingió tener sueño.

-Esa horrible alarma que accionó tu madre, me despertó. Querido. Vengo a hacerme a tu lado.

Este le hizo espacio, para abrazarla, conteniendo toda su ira. Mientras tanto, Purin entró por varios pasadizos, hasta que vio a Oyosho amarrado, y golpeado. Kalen lo sujetaba bien de la boca. Straw miraba aterrorizada a su madre.

-Sé lo que harás. 

-Sí, lo mismo que tú a los que juraste desaparecer. Y date prisa. Ustedes, llévenselo cuanto antes- les dijo a Afni y a Kalen, que asintieron y se fueron en una nave autorizada. El duque la vio.

-Oh, una cosa de nada. Un encargo urgente de la dama Purin- le dijo Morco, el mayordomo de la duquesa. Este ni se inmutó. 

Poco después, Purin, al enterarse de todo, parecía devastada. Pero no estaba sorprendida.

-Mi marido ha sido tan horrible conmigo como lo ha sido el tuyo contigo. Pero con mi propia nuera. Esa zorra ordinaria. Seguramente pariría al segundo suyo y yo sería repudiada. Y mi hijo dejado fuera de la sucesión. ¡Quiero matarla! -gritó, amarga. Sarin tomó su mano.

-Hasta después del parto podrás hacerlo. Es toda tuya. Pero ahora necesito que finjas tranquilidad. 

-Soy muy buena en eso. He sido muy buena en eso malditos 19 años. Así nos criaron a todas nosotras - dijo ella, fastidiada. La reina asintió, sonriendo tristemente. Tantos destinos de tantas reinas encerradas o usadas como yeguas de cría. Y lo que seguía.

-Sí que lo sé. Finge normalidad. Finge que es un día normal- insistió.

Fue el desayuno más tenso de todos. Sarin tenía su propio antídoto: si sus muñecas se enrojecían, era probable que consumiera veneno. Pero no en esta ocasión. El joven Pew comía fingiendo ser cariñoso con su mujer y ella igual. 

-Bueno, esperen mis noticias. Pew, te espero hoy mismo en Palacio. Mi marido te dará la bienvenida, así de descarado es- firmó, burlona.

Por supuesto, así pasó. El príncipe Skank no pudo reportarse, se sentía terriblemente mal del estómago y le salieron viruelas, hasta en el pene. Le comenzó a salir una mucosa vergonzosa allí, y los médicos pronto le informaron de una enfermedad venérea que daba por contacto sexual con otras especies y que probablemente era incurable si no se sometía a dolorosos tratamientos. La cohorte tuvo miedo. Pero en verdad, Sarin había abrazado a su hijo en el jardín y él sintió un picor en el cuello, que creyó que era de un insecto: era una micro partícula que se desintegraba en el torrente sanguíneo, de los nockoriens, una raza que los saiyajin casi no conquistan, al ser precisamente este su peor método de pelea. Eso había sido hace casi tres siglos, pero ¿quién diablos se acordaba, si no la reina y su familia? Mientras tanto, la paranoia comenzó a crecer en la cohorte siete, la de tierra. Una de las hijas de uno salió a jugar y fue raptada. Otra esposa no volvió a aparecer. Otro niño pequeño tampoco. El príncipe Vegeta veía cómo los agentes de su madre ahorcaban, estrangulaban o degollaban. Hasta que en el Barrio Central, el más populoso, apareció una montaña de cadáveres con el número siete. La gente, claro, enloqueció. Culpó al rey, y la cohorte siete se armó en franca rebelión. En la gran pantalla, la reina apareció serena.

-No sabemos por qué están cometiéndose estos crímenes contra nuestra mayor fuerza élite. Pero este asesino no parará. Cuídense entre todos. Y si saben algo, saben que nosotros sus reyes, los escucharemos. Estoy aquí para ustedes- afirmó ella, segura. Apenas se apagó, el rey la miró sospechoso. Ella era generalmente la que daba los mensajes. Y ahora no daba nada de confianza.

-Eres tú, ¿verdad? 

La rein se sobresaltó, burlona e indignada.

-No entiendo. ¿Qué tengo que ver yo con ese loco de mierda? Me preocupa, sí, que no hayas sido capaz de velar por nuestra hija en Parafrus. Bitter no es de las que se queda inconsciente así como así- le reclamó. El rey se vio en falta: no sabía mentir.

-Te ha dicho… ¿algo? 

La reina negó con la cabeza.

-Solo que se ha sentido furiosa por salir tan rápido de la misión. No recuerda nada más.

-Sí, eso fue lo que pasó. Fue horrible- espetó, indignado. O al menos en ese papel.

-Al menos ya le agradeciste a nuestro amable primo por salvar tu vida. Deberías darle algo mejor. ¿Te parece bien una esfera? - le preguntó, sonriente. El rey accedió, por sacársela de encima.

-Lo que tú quieras, querida. Es un gran muchacho .Se compromete tanto conmigo. Y ahora está bastante atento con su esposa.

-Lo sé. No te preocupes. Todo estará bien- le dijo Sarin. Pero el rey sabía que no. Pero si le contaba, ella podría publicarlo y quizás ya no pudiera volver a Scafar. Incluso darían excusas para invadirlos y eso sería depender más de Freezer. ¡Maldita sea! 

Ella se levantó, y lo besó. Este, de repente, sintió como si lo hubiese picado un insecto.

-Maldita sea. Cierren esas ventanas que dan hacia el jardín- ordenó. 

En dos horas comenzó a sentirse debilitado. Se sintió enfermo, por primera vez, en mucho tiempo. Quizás la maldita cortesana… no podía ser. No podía ser. 

Así pasaron cinco días.  Los asesinatos no cesaron. El primer cohorte fue a hablar personalmente con la reina, ahora regente ya que el rey se encontraba enfermo por una bacteria contraída en la misión a Porofrus.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Mientras tanto, Bitter caminaba al lado de Pew, que se encontró con On. Se quitó su gema y se la puso a ella. 

-Debes aceptar que es una perra, pero se le ve hermosa- le dijo a Bitter, que lo veía sospechosa. On también.

-Basta. Esa fue la gema que te regaló mamá. 

Eso no le importó al duque.

-Se me ocurre algo. Ya que ya no puedo hacerlo con mi esposa,ya que se ve como un dinosaurio, lo haré contigo- le dijo amablemente a On.

-¿Y por qué crees que yo haría algo contigo? Te odio y es mutuo- expresó ella, levantando las cejas.

-Bueno, quería reconciliarme. Mi esposa me ha hecho ver lo malo que soy con las mujeres… y en general. Y ya que tengo acceso a los aposentos de la reina…-afirmó, insinuante, para Bitter mirarlo con una ceja levantada.

-¡Ni se te ocurra! ¡Nos mataría! ¡Me mataría!

-Sí, estás loco. Te mataré- le dijo Bitter, furiosa. Pero Pew siguió sonriendo.

-Una esfera y diez noches con tres cortesanas solo para ti a mi cuenta- ofreció, como un rayo.

Bitter suspiró. Lo pensó.

-Vayan. Rápido.

Pew tomó de gancho a la princesa On.

-Vamos. ¿No quieres probarte esos vestidos increíbles? 

Poco después, On se reía con las ocurrencias de su primo. Quizás sí había necesitado esa lección. Además no era como los otros saiyajines: tenía totalmente dominadas las lecciones del gusto y estilo que decían que a su raza le faltaban. Bitter observaba, paciente y cauta.

-Ahora saldremos- dijo este, tomando su brazo otra vez. Ella lo miró asustada.

-Si tu prima me ve se volverá loca- le advirtió.

-¿ Y cómo va a saber si cuida al Rey y ahora gobierna en su nombre? Vamos. No seas aburrida- le insistió. Porque desde que para el rey no existía cura conocida, la reina y los arcedianos ahora estaban a su cabecera. La reina comandaba como siempre en la parte administrativa, mientras Fern, el heredero, regía sobre todo lo demás.

-De acuerdo. Por qué no- dijo, para reírse. - Esto me encanta. 

Bitter los despidió en la puerta del Palacio, con una leve sonrisa, aunque hizo una señal a Afni y poco después le traían una capa. Ambos salieron en una litera con robots automáticos. El duque traía un finísimo licor. Comenzaron a beber.

-Por nuestro futuro, querida. Para nunca volvernos a pelear. 

-Por nuestro futuro- dijo ella. - ¿Entonces no se dará cuenta de que me quedé con su vestido? -preguntó On mirándose. Era un hermoso vestido de satén de hilos de adamentum, uno de los materiales más caros del Universo, que refugía plateado y era fosforescente de por sí. Tenía una silueta sencilla, para respetar el material.

-Nah, le compraré otro en Scafar. De tantos que tiene ni se acuerda- expresó, para beber más. Esta le recibió tres copas más a Pew.

-La derrochadora esa. Me encanta- afirmó.

-Ay, por Vej y Mirai- se golpeó la frente Pew. Tengo que bajar. A la reina le gustan los amuletos, los quiere para el rey- dijo, e hizo parar la carroza. - No te preocupes. Ya vuelvo- tranquilizó a On, tomando su mano.- A la reina le gusta... que el rey vea que el pueblo está con él- afirmó, serio, para desaparecer.

On sintió que pasaba algo raro. Y justo cuando ya iba a darle permiso a su instinto, y abrió la ventana de su litera voladora cargada por robots,sintió que a un robot lo desmontaban y a otro. Estaba en el Barrio Central, de la Cohorte 7. Uno de los más peligrosos y populares. Vio a una muchedumbre señalándola.

-¡Es ella! -gritó un saiyajin de clase media- baja de la Cohorte. Otra mujer saiyajin le gritó furiosa.

-¡Sí, ella! ¡Sarin, asesina, asesina de mierda! 

On comprendió la trampa y se enfureció.

-¡Malditos hijos de puta!- gritó, para desplegar su poder, embebida, pero los otros soldados y mujeres también lo hicieron, y creyeron que la maldición era para ellos, así que se le abalanzaron. El duque, desde una taberna, la vio gritando, mientras le cortaban el cabello hasta el rape, le tiraban excremento y le rompían el vestido hasta desnudarla. Bitter, con otra capa, puso un libelo, donde se veía a la reina Sarin con sus largos cabellos ahorcando a los niños de la Cohorte Siete. Esto, en un disco holográfico.

-¿La idea es que la maten, o cómo?- preguntó Bitter, indiferente, con una enorme cerveza en la mano. 

-No hasta la ronda de escupitajos. Por cierto, ¿ves qué bonito pinta el príncipe Dirs? -apreció. Bitter entendió que el príncipe heredero de los tsufuru sabía y participó de la conspiración.

-Ah, él sabe de todo este embrollo- le reclamó a Pew.

-Somos amigos, se está divirtiéndo muchísimo. Dijo que quería ayudar- afirmó él, satisfecho. - Qué talento- dijo, para beber de la cerveza de Bitter.

-No me gustan los tsufurus metiches, pero hay que admitir que tiene cualidades - dijo ella, burlona, mientras oían los gritos de On.

-Creo que ya quieren arrancarle un brazo. Deberíamos ir. Ya sabes, si papá sale de esta no querrá ver a su hija más bella siendo carne de dinosaurio, o algo- dijo burlona, Bitter. 

-Y es lo mínimo que se merece- dijo el duque, con ira. Jamás lo olvidaría en su vida. Y apoyaría a Sarin en todas sus conspiraciones para matarlo y hacerlo sufrir. 

-Lo sé. Pero verse en el espejo será suficiente terror para ella por un año. Te lo garantizo- expresó Bitter, con una sonrisa malvada, viendo a On gritar, sin que nadie pudiera ayudarla, o quisiera.

-¿Y tú no quieres vengarte de tu padre? -preguntó el duque, mirando a su prima de reojo.

-Sí- dijo ella, furiosa, pensando en la traición de Porofrus- Pero sé que tú y mamá son más creativos en eso de quitarle la esperanza y el placer. Los apoyo. En fin.

Ambos principes salieron, al lado de los soldados. El duque lanzó una esfera de energía. Bitter amenazó con otra.

-¡Querido pueblo! ¡Pero qué han hecho! ¡Esta es su pobre princesa On! ¡Pero qué han hecho!- gritó, llorando, dramático, al recogerla. Ella lo miró con odio.

-Sí, también es una zorra, pero es nuestra zorra- dijo Bitter, y el pueblo echó una enorme carcajada. -Perdonarán sus cascos ligeros. Si alguno se le perdió algo, vaya a recogerlo- afirmó, ingeniosamente, para el pueblo echar más carcajadas. Se bajó la tensión. 

-Princesa Bitter, ¿es cierto que tu madre ha estado matando a los nuestros? -preguntó un joven soldado. No tendría más de 17 años.

-Sí, princesa Bitter- le rogaron. Ella hizo una regia señal. Su primo vio que ella era una verdadera reina. Impuso silencio con una mano. "Por Sadala, si tan solo ella hubiera nacido primero y si fuera hombre", pensó. Cuán diferentes serían las cosas.

-Mi madre jamás atentaría contra el bienestar de ustedes. Por eso trabaja arduamente todos los días. Seguramente la nobleza descontenta o vaya a saber qué enemigo quiere juntarlos contra ella. Y ahora vuelvan, que hoy no habrán asesinatos. Por orden mía, esta zona queda en total Estado de Sitio, así como toda la ciudad. ¡Llévensela!- ordenó a los soldados, para entrar a una On en terrible estado, al Palacio. 

Horas después, la reina estaba en el centro de la mesa del Consejo Privado. Bitter y Pew se sentaron lado a lado, así como Straw y el príncipe Vegeta. La cohorte del rey vio una imagen poderosa.  Entonces, los nobles sintieron cómo se cerraron las puertas y los rodeaban los soldados. 

-Karaygen, Mokkuken, Varagus y Morfo- dijo la reina, leyendo un documento en su dispositivo -Un paso al frente. Paragus. 

-Si aceptan aquí y ahora su culpabilidad, sus posesiones y títulos pasarán a sus hijos, de quienes tuvimos amplia colaboración en cuanto a señalarlos como los principales responsables del agravio contra el duque Pew- acusó, sin ambages. Los implicados se miraron, aterrados.

-Majestad, ¿podría explicarnos de qué se nos acusa? Porque si es lo que creo que es, solo le enseñábamos al chico una lección- expresó Voragus, señalando a Pew, que lo miró con las cejas levantadas.

-¡Y además participó el Rey! - dijo Karaygen, para los otros mirarlo furiosos. Pero la reina insistió.

-Se les acusa de incitar al Rey a cometer actos de crueldad contra su propia familia o contra otros nobles. Se les acusa de cometer actos de crueldad contra otros nobles. Se les acusa de torturar al duque Pew. ¿Cómo se declaran? 

-¡Inocentes! ¡Solo seguimos lo que nos dijo el rey!- protestó Paragues. La reina hizo una señal. Bitter y Straw sentaron al general.

-Eres el abuelo de mi hijastro Fern, y solo por él- dijo, mientras este entraba, furioso, pues se habia enterado por Straw de lo sucedido, - Vas a vivir. Por tu culpa y lo que has hecho a tu nieta la acaban de casi matar en las calles, creyendo que era yo- insitió la reina, filosa, y dura. Era esplendorosa verla destruir a sus enemigos. Así lo sentían sus hijos y su primo, el hijo extraoficial que tenía.

-¡Y te mereces cosas peores maldita perra!- le gritó Varagus. Pew se levantó, y le dio un golpe en toda la nariz con sus anillos al blasfemo, que se cayó sobre sus compañeros. Este escupió sangre. La reina estaba indiferente. Miró al príncipe heredero, que estaba furioso.

-Fern, eres mi corregente. Los demás nobles han firmado ya una ejecución ejemplar, de todas las provincias. Sus hijos han testificado. Tan buenos padres deben ser- se burló ella. 

-¡Cuando el rey despierte..!- gritó Voragus, pero Fern hizo una señal de silencio, al lado de su madrastra.

-Señores, somos una raza cruel. Pero lo que han hecho sobrepasa incluso nuestra medida de maldad. Esto no será olvidado en todo el Universo. Ni en nuestra historia. No hay perdón no hay disculpas para este abominable acto que han cometido y que nos termina de enlodar como raza. La nueva generación de nobles, incluido mi primo- señaló a Pew - No quiere ser esto, no retrocederá a esto. Nos llevó casi dos siglos entender que no nos podíamos matar entre nosotros por cualquier nimiedad, no podemos volver a esto. Lo que le han hecho a esa joven es de tal manera infame, que mi padre no podrá volver a entrar a Scafar nunca más, so pena de ser detenido por los Guardianes Interplanetarios. Mi madrastra tuvo que pagar una multa inmensa por lo sucedido, so pena de quedarnos sin cómo negociar. Sí, yo firmo la ejecución- les reveló, para que la sala se alzara en murmullos y exclamaciones. -  Si esto limpia nuestro nombre, si esto llega a reparar el daño, aunque no lo creo, quiero que el Universo entero vea que nosotros hacemos justicia.

-Muy buena decisión. Así habla un Rey- le dijo Sarin a su hijastro, que le sonrió, confiado y firmó. Los demás hijos aplaudieron. 

-Serán ejecutados por la princesa Straw en tres noches. Sus testamentos serán cambiados- afirmó ella, dura, de negro, y con el cabello suelto. Sus hijos sabían, como Pew, que era premeditado: así daba la imagen de mujer que no tenía descanso por su rey. 

-¡Puta maldita! ¡Tú lo matarás, terminarás matando a nuestro Rey!- gritó Voragus.

-¡Que ardas en los mil infiernos y Sadala te escupa! ¡Envenenadora de mierda! - le escupió Morfo, pero Bitter se paró y le arrancó la lengua, para este gritar de dolor y terror. El príncipe Vegeta no se impresionó, pero tomó la mano de Straw, que sí lo hizo. Fern, el heredero, estaba impasible.

-Madrastra, terminaré con mis hermanas de poner orden al reino. Sigue cuidando a mi papá. Gracias por hacer lo que te corresponde- le dijo, dignamente.

-Hijo mío- dijo ella, abrazándolo sibilinamente, para estremecer a Straw. - Ve con tu hermana y tu hermano pequeño. Sin sobrepasarse, Vegeta- le dijo descaradamente. Este bufó, pues había cometido o visto cometer varios asesinatos a inocentes. Straw solo tomó su mano y este le sonrió, seguro. 

-Vengan, los dos- dijo la reina, seguida de Kalen, Fura y Afni, mientras iba con su hija Bitter y su primo hacia otra habitación. Ahí estaba el duque Kuren, frente a su esposa, la dama Purin.

-Gracias por firmar- le dijo ella, con una sonrisa leve. Su hijo lo miró con odio. 

-Yo solo quería lo mejor para mi hijo, Sarin- se excusó Kuren. Pero Pew no aguantó más. Golpeó la mesa, y su madre gritó, asustada.

-¡No! ¡Tú querías matarme y torturarme, como lo hiciste hace malditos seis años! ¡Te dio placer revivirlo, te dio placer saberlo, te dio placer cada maldito detalle, maldito bastardo! ¡Debería matarte aquí mismo y quedarme con tu título, porque no vales nada, pedazo de mierda!- le gritó, fúrico, desplegando su poder. 

-Pero no lo harás porque…- le dijo Bitter, tomando su mano. Este se calmó. 

-Porque quiero que sufras. Sí, así es. Seguiré siendo tu hijo, seguiré sirviendo a la reina, tu familia y mi madre hará lo que le plazca, pedazo de maldita basura. Incluso acostarse con cien si se le da la gana frente a ti- le expresó, temblando de ira.

-Oh, buena idea- dijo Purin, irónica. 

-Está bien. Eso no es sufrimiento para mí- expresó Kuren, burlón, mirando como hormigas a quienes tenía al frente. Pero Pew lo miró a los ojos, como la fúrica madre Sadala.

-Sí, lo será. Porque no sabrás cuando y cómo voy a acabar contigo. Porque juro por la madre Sadala que lo haré. Vivirás siempre con ese miedo. Y poco a poco te quitaré todo lo que amas en esta maldita vida. Yo te representaré, tú no volverás  a salir del estado jamás. Yo daré las órdenes -rugió. Bitter volvió a tomar su mano, con su clásica sonrisa maligna y contenida, y este tomó la de ella.

El duque miró, con sus ojos violetas, a Sarin. Tenía odio contenido, bajo una apariencia apacible.

-Te debimos dejar morir a tí también. Apoyarte fue lo peor que pudimos hacer- le dijo con ira contenida. La reina se echó a reír.

-Querido primo. En lo que respecta a mí, ya estás muerto. Acá no puedes volver a aparecer. A menos que hagas todo lo que él pide, y frente al rey serías elevado como el descubridor de la conspiración. Presentarías las pruebas de sus horribles amigos, hablando mal de él y tu hijo. Hasta han inventado una relación. Tú, pobre padre arrepentido, héroe moral, irás mañana ante Fern, te arrodillarás y le explicarás todo. Cómo fuiste el que habló, preocupado, por los otros hijos. Y te abrazarás y besarás a tu hijo. Y el Rey te dará todo lo que quieras. Hasta una silla al lado de tu hijo - le ofreció. El duque miró a todos sus interlocutores. Se habían puesto de acuerdo. Suspiró por no ser el más inteligente de la familia, precisamente. Y quedó viva justamente la peor de todos. Aunque su esposa y su hijo eran iguales. Su esposa, hija del duque de Oriente, una de los ocho, había sido criada igual que la reina. Ahora lo demostraba. Esta sonrió y tomó su mano.

-¿Qué dices, cielito? Es mejor que la deshonra- dijo Purin, satisfecha. El duque suspiró. Igual ganaba, de alguna manera, en todo el embrollo. Y era demasiado con qué lidiar.

-De acuerdo. Puedo preguntar por…¿Merin? -afirmó, pensando levemente en su amante.

-Tienes un nieto, por cierto. Llora mucho- afirmó Purin, con un gesto de espanto. Pew bufó. 

-Te hice una pregunta, Purin- insistió este, temiendo lo peor. Purin suspiró, indiferentemente. Por eso era tan peligrosa.

-Pues… qué te diré, cariño. Apenas terminó de parir, la levantamos de la cama y la amarramos con cierto esclavo tsufuru traidor que llevaba semanas muerto. Había traicionado a mi hijo por una esfera, qué vulgar- dijo ella, desdeñosa.

Al duque Kuren se le fue el alma del cuerpo, por un momento. Bitter, Pew y la reina lo disfrutaron.

-Purin. Qué hiciste… ¿QUÉ? 

-Ah, sí. Ya son dos semanas de eso- expresó, indiferente.

-¡PURIN!- golpeó este la mesa. Ella lo miró sin alterarse. La reina lo miraba odiosamente satisfecha, asi como su hijo y la princesa Bitter. Esta lo miró sombría. 

-Cuando me encerraste en esa torre para casi acabar con mi hijo te dije que me las pagarías- le dijo, brutal. -  Y con creces. Al llegar a casa te espera un hermoso regalo, mi cielo- le dijo, aterrorizante, mientras su hijo tomaba su mano y la reina seguía mirándolo con malignidad. Bitter suspiró, igual de satisfecha.

Por supuesto, el duque se compuso con Fern, a quien le presentó todas las pruebas falsas. La princesa Straw, con su espada de empuñadura roja, y con sus víctimas amordazadas, las decapitó una a una, sin piedad. Un mes después, despertó el Rey. Su esposa dormía a su lado, incansable. Ella lo abrazó, llorando, explicándole las cartas y toda la conspiración. Mostró a su primo el duque como el que descubrió todo ante Fern, y el sacrificio que hizo la reina. Este cerró los ojos, al Fern hablarle seriamente de que no podría volver a Scafar por lo que hizo. Golpeó la mesa. Su esposa se quedó inmóvil. 

-¡Pero cómo se supo! ¡Se supone que era una lección para el muchacho! -protestó.

-La joven tuvo la proeza de activar su cámara corporal, oculta en las prendas que le arrancaron- expresó Sarin. Y era verdad. Era lo que había comprado primero al llegar al planeta, para grabar su belleza. Sus grabaciones y lo ocurrido se retransmitían en todo lado.

-Nos costará mucho volver a alzar la cabeza con dignidad, Vejito. Cold me quiere a mí sola, y a Pew, por petición especial de Freezer. Pueden ir Fern o Bitter, pero tú y Skank no pueden volver jamás.- le explicó la reina, afectada. Por otro lado, el castigo iba para su hijo mayor. Sarin pensaba, aunque no quería admitirlo, si su hijo era el heredero que ella quería impulsar al trono. Lo miró con desagrado, en su lecho de convalecencia.

-No podré volver a acostarme con nadie en un año, ¿verdad? -preguntó, aterrado.

-No, so pena de contagiarlo. Tu padre amenazó con cortarte lo que sabemos si llegas a intentarlo. Eres una pesadilla pública. Y espero que te sirva de lección- le dijo, furiosa. Él supo que ella sabía lo que hicieron.

-Pero mi padre…

-Oh, querido, él estaba enfermo de otra cosa- le dijo significativamente, antes de irse. Este entendió, y gruñó, pero volvió a toser. 

Por esos días, también se celebró el funeral de la dama Merin, que murió dando a luz al poderoso bebé Pawna. Lo cierto es que luego de tenerla por tres semanas colgando y pudriéndose de la almena más alta frente a la torre de su esposo, Purin, con su nieto en brazos, decidió que ya apestaba y era hora de informarle al reino lo sucedido. Así, el duque Pew quedaba como un viudo joven, uno de los peores  y más peligrosos aliados de la reina y un pilar importante en el reino. Este miraba, junto a Bitter, a On con una peluca, caminando con dolor otra vez. No sintió compasión por ella. Esta juró que se vengaría. 

Y mientras tanto, Straw miró a su padre, decepcionada y horrorizada, hacia el trono. Este lo notó y bajó la mirada. Y vio a su madre junto a su primo y su hermana, así como con la dama Purin, hablando en otro lado del Salón del Trono. Sintió un escalofrío. Hasta que dos manos la tomaron de lado y lado. Eran Fern y Vegeta. 

-¿Estás bien? - le preguntó el príncipe heredero. Ella ascendió, cautelosa. 

-Vamos a entrenar, hermana- le dijo Vegeta. Ella sospechó de alivio. Por primera vez se sintió segura ante ese escalofrío de maldad que le recorría el cuerpo. 



Chapter 4: Una familia maldita

Summary:

La reina Sarin le cuenta la historia de su familia a Bills y se presenta el reinado de Vejito IX, abuelo del príncipe Vegeta, con sus crueldades, excesos y corrupciones.

Chapter Text

Corporación Cápsula- Actualidad

-Jamás lo quiso, ¿verdad? Nuestra abuela a nuestro abuelo. Jamás habría podido vivir al lado de alguien a quien odiara tan profundamente- analizó Tarble, viendo un retrato más pequeño de ambos reyes. El rey Vejito IX, en su trono, con cabello rojizo oscuro.

Vegeta suspiró. Él tampoco. Pero eso la hacía extraordinaria: esa forma tan calculadora de matar.

-Supongo que al obtener el poder por sí misma, de alguna manera vengaba a su familia. La mataron a toda de forma horripilante, y en público- se estremeció. -Y no, no amó nunca a mi abuelo. Como lees bien en el documento, fueron tres hombres los que amó. No fue el rey Vejito IX, a quien por lo demás, despreciaba. Cómo no lo odiaría, después de lo que le hizo por dos meses en la Torre de Vegeta II- ironizó. - Al no poder ser más fuerte que él conspiró todos los días para asesinarlo.

-Lo que me aterra es esa paciencia, atroz. Esperar por años y años y años- observar Tarble.

-Siempre se movió así. Eso la hizo sobrevivir. Y pienso que no tuvo remordimiento al matar a una bella y joven mujer embarazada: se trataba de sus hijos. Pero también debía reconocerlo: su abuela amaba destrozar las cosas bellas que sirvieran para sus propósitos, porque sabía que entre más bellas e inocentes, eran más dolorosas sus muertes. Y ella era experta en causar dolor, de maneras retorcidas y espantosas. Admiraba mucho su capacidad para hacerlo. 

Ya en la alcoba, Bulma releía el documento, mientras él arrullaba a Bra. La científica sonreía para sus adentros:  era muy tierno ver a Vegeta hacer con Bra lo que jamás quiso hacer con Trunks.

-Se ve que protegía a sus hijos. Siento que tú habrías hecho lo mismo- adivinó ella. Este ascendiendo.

-Habría sido peor. Podía ser fría, pero no dejaba que nadie los lastimara. Ni siquiera a mi padre- suspiró este, para mecer a la niña, que se reía.

-Así que los lastimaba ella misma. 

-Por su bien, pensaba- insistió este. Bulma sospechó.

-Si le hubieran hecho eso a uno de mis hijos... creo que habría enloquecido de furia. Pero Tarble tiene razón: se vengaba de maneras totalmente retorcidas. Maquiavélicas. Vaya- se sorprendió Bulma.

Su esposo la miró con una sonrisa torva. Ella lo miró curiosa.

-¿Qué? 

-Yo creo que la reina Bulma también habría sido tan estratégica como ella. Lo ha probado ampliamente- insinuó. Bulma lo miró irritada.

-¿Al punto de matar a una joven embarazada? -se enojó ella. 

-No quiero adentrarme en ese horrible terreno de la enemistad femenina, pero... ¿qué habrías hecho tú en ese contexto? 

Bulma sospechó. Tocó su rostro.

-Supongo que ya estaría muerta- afirmó, con gran sinceridad. Pero su marido la sorprendió al sentarse rápidamente al frente, con la misma sonrisa.

-Yo creo que no. Habrías sido su gran aprendiz. Tú y ella son iguales de inteligentes. Eso lo sé -le dijo. Ella se sonrojó, para luego besarlo. 

-Gracias por pensar que sería una consorte asesina, calculadora y despiadada- ironizó. Este volvió a sonreír.

-De nada- afirmó, para volver a arrullar a Bra. Ella se imaginó como la reina, ¿sería así? Probablemente no tan despiadada. O quién sabe si se le llegase a probar. Al fin y al cabo, el retorcido halago de su marido era otra de sus grandes muestras de amor, se consoló. Volvio a sonreír. Y por supuesto que lo era: la consideró igual que la única mujer que él había amado en toda su vida antes de conocerla. 

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio Sur, palacio de la reina madre, reinado del Rey Vegeta III, años antes

El niño Vegeta, el hijo del rey Vegeta III, peleaba duramente con Nappa en la cámara de entrenamiento, mientras Sarin, de rutina, revisaba documentos al lado de Kalen y un robot ayuda.

-No le tumbes los dientes, Nappa. No queremos otro rey que se vea como un pirata vulgar- argumentó, fríamente, sin siquiera mirar el combate. El niño se indignó.

-¡No seré un delicadito tsufuru que llora por eso! ¡No te acobardes, Nappa!- le gritó al soldado, que comenzó a golpearlo con más velocidad. Este respondía con otros. Subieron hasta el techo, y el príncipe comenzó a bombardearlo, para el soldado esquivar laboriosamente los golpes. Cabbage, su dama de compañía más mayor, le susurró a Kalen, que le susurró a la reina, quien se había puesto el rastreador para ver el nivel de poder de su nieto. Este seguía  ascendiendo. Se levantó. Presionó un botón.

"Indicación: finalizar el combate. Indicación: finalizar el combate"

El niño no hizo caso. Golpeó a Nappa en el estómago, para luego rematarlo hacia el piso, pero este le respondió con dos esferas de energía. La voz comenzó a ser más insistente. Su abuela era imperturbable, vestida de morado oscuro. Tenía todo el pelo recogido. 

-Gracias, Nappa. Dile a tu madre que puede visitarme esta tarde- le dijo, para este hacerle una reverencia. El niño llegó totalmente enojado.

-Odio que hagas eso.

-¿Lo de los dientes, o el aviso? 

-Ambos- le dijo, sinceramente.

-Me encantaría que una de las razones fuera para irritarte, pero enfadar a mi nieto más querido no es uno de mis pasatiempos- objetó ella, mientras iban en la cinta negra por los pasillos, con exquisita decoración de todos los planetas. 

-¿Entonces? 

-La primera razón es práctica: sabes que los dientes nos vuelven a salir, pero tardan en crecer y son dolorosamente irritantes en ese proceso. Tendríamos entonces que ir a Scafar por una solución. Jamás dejaría que Freezer te viera así- insistió

El niño bufó. Su abuela, siempre tan preocupada por la imagen.

-¿Por qué es tan importante que Freezer no me vea así? - preguntó con voz irónica.

-Porque ya es suficientemente indignante que nos desprecie en el fondo a todos nosotros por ser unos "simios", sabes cómo nos llama a nuestras espaldas. No le daremos el gusto a él ni a otra raza que nos desprecie de vernos como ellos creen que somos-insistió.

-Pero... ¿y si somos así en verdad? 

-No, no lo somos- dijo ella, muy segura, erguida y altiva, sin mirarlo. - Y no lo seremos. Cuando seas rey, volveremos a entrar a la Asociación de Comerciantes Interplanetarios, como socios mayoritarios. Esos malditos anfibios de octavo orden verán que serás el primer rey reformista, erudito y ambicioso que es superior a ellos en todo. Pero eso no solo se demuestra con poder. Los detalles cuentan. Mucho- insistió ella. El niño comenzó a razonar.

-¿Es por eso que eres así? ¿Por eso es que tienes todo esto? ¿Por eso haces estas reformas?- le preguntó. Ella molesta. Qué listo era. Tanto como Bitter a su edad. Era muy parecida a ella.

-Así eso enoje a los defensores de la "esencia saiyajin", tu padre incluido, sí. No quiero dejarte un reino de picas, palas y cuevas, Vegeta. Quiero dejarte un reino digno de tí-insistió. Este le disgustó y tomó su mano. 

-¿Cómo lo haces? 

-¿Qué, querido? 

-Nunca alterarte por nada. Ni siquiera en combate. Sí, me vas a hablar del cuchillo, y eso. Pero... ¿por qué? 

-Veámoslo así- dijo ella, guiándolo a otra estancia, donde estaban varios retratos de reyes y reinas saiyajines, hasta llegar al suyo: ella, con su capa negra y su pelo, altiva. -Siendo el rey de los saiyajines el más poderoso de todos, basa su derecho a reinar en este poder. Venimos, claro, del linaje divino de la madre Sadala- explicó, mostrando el retrato de su alto y robusto padre, junto a él. -Nuestro linaje, entonces, es divino.

-Entendiendo- razonó el niño. 

-Siendo los saiyajines impredeciblemente poderosos en todas las capas sociales- continuó ella - ¿No creerías que alguno querría derrocar al rey, como ha pasado años antes con las guerras que hemos tenido contra bastardos usurpadores del trono?

-Así es.

-Bien. Ya es ilógico pensar que el poder de la Corona se cimenta en una persona más poderosa que todas, cuando todos pueden portarla. Entonces, ¿qué es lo que hace que el Rey sea el Rey? ¿Qué es lo que lo corona de su majestad? 

-El hecho de que... se vea casi como un dios. El hecho de que... sea mejor que sus subditos... ¿verdad? -le preguntó a su abuela. Esta sonriendo, asintiendo.

-Exacto. Ya dicen de nosotros, algo que sabemos muy bien: somos unos salvajes, unas bestias. ¿Qué pasa si nos igualáremos con los soldados de la clase baja en todas esas expresiones? 

-Pero mi abuelo y mi padre no son como tú ni de lejos, abuela- argumentó el niño.

-Sí, algunos reyes tienen esa engañosa sensación de ser como "sus soldados"- se burló. - Pero siempre existió el principio de la inalterabilidad, de no conocer quién es el monarca y su familia en lo absoluto, de inspirar verdadero respeto y reverencia con sus reinas, los símbolos, el protocolo y el resto de la familia real. Generalmente las reinas lo sostenían todo mientras sus maridos, los reyes, se dedicaban a pelear. Han sido muy pocos los reyes, como Vujite VIII, por ejemplo, y de quien quiero que sigas su historia, que han logrado cumplir ese ideal. No nació con un gran poder de pelea, pero sus hermanos murieron en sucesivas conquistas. Se esforzó, se esforzó mucho a pesar de la decepción de su padre, Vujite VII, era el que más se instruía y entrenaba hasta el paroxismo, más que cualquier soldado. Y entonces, un día su enorme poder despertó, siendo el terror de toda la galaxia en sus años de reinado. Pero jamás fue cruel. Y siempre se esforzó, hasta el digno final de su vida, en una lluvia de asteroides regresando de una misión. ¿Qué crees que lo sustentaría? 

-No lo sé- admitió el niño, fascinado. La abuela se sabía la historia de toda la Corona.

-El orgullo, Vegeta- El orgullo de ser un príncipe saiyajin. Nunca lo olvides. El orgullo cimenta la corona, la inalterabilidad. Contención. Inteligencia. Eso es poder. Tu Corona. Y ten algo por seguro: entre menos expresa algo, tu enemigo nunca sabrá quién eres tú. Y créeme, así es como los sacarás hasta debajo de las piedras- le aviso.

El niño nunca olvidaría esa lección. 

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Días después, Palacio de los Reyes

Bitter, general y Princesa Real, llegaba orgullosa en su armadura blanca, totalmente ensangrentada, como ella misma. Estaba orgullosa: había conquistado por fin el enorme planeta Zukkeng, luego de un mes de asedio. Su esposo tomó su mano. Ambos se arrodillaron ante el Rey. Este la miró orgulloso.

-Princesa Real. Te doy los honores que deseas por esta misión. 

-Un baño- se burló ella, para el príncipe Vegeta y todo el salón reírse, al igual que la reina madre. El rey también se río. El duque seguía con su mano tomada.

-Creo que todos lo necesitamos- insistió este.

Más risas. Bitter miró a su sobrino y le picó el ojo. Ya sin su armadura, y con una más sencilla, comía al lado de su marido, que estaba vestido sin ella, siempre de negro, y con un atuendo “vanguardista” de Scafar que por supuesto, el rey no entendía. Comía al lado de su madre, hermano y sobrino. Y de cómo funcionaba su estrategia de desgaste en un planeta selvático: sin devastar absolutamente nada.

-Así que llamé a mamá. Probamos en el laboratorio todo tipo de combinaciones, con el prisionero. Dimos con una, ese arcediano aprendiz de Fura, Turukken, es bueno- elogió. Entonces solo mandé un cobayo, todos comenzaron a infectarse y tres noches después, atacamos la capital. Caían como moscas, y los que lucharon... bueno, te lo dijo mi armadura- expresó ella, con orgullo.

El rey la miró sospechoso: prácticamente su hermana le decía que había envenenado con una enfermedad a los habitantes del planeta.

-Eso no es muy saiyajin que digamos.

-Me da igual que no sea saiyajin, Vegeta. El punto es que la comisión es grande, Cold está contento, los otros asociados también y tendremos base para lo que siempre hemos querido: volver a entrar a la maldita Asociación- le replicó su hermana. El príncipe Vegeta amaba esas conversaciones, ya que Bitter no le temía en lo absoluto a su padre. Tampoco su primo.

-¿Qué dirán de nosotros en las galaxias? ¿Que ahora envenenamos como viles tsufurus a nuestros enemigos? 

El duque Pew suspiró, irritado. Se preguntó por qué todo había resultado en un monarca tan obtuso, precisamente como su padre. Odió al destino y sus jugarretas. Pero Bitter insistió. 

-No sé, aparte de cortar cabezas, descuartizar y desintegrar, creo que ahora sí nos juzgarán por ser envenenadores- ironizó Bitter. El príncipe bufó. La lengua de su tía era afilada.

-Y tú, ¿de qué te ríes? 

-Ella tiene razón, padre. 

El Rey enfureció.

-No será desautorizado por la Princesa Real y el príncipe. Mañana, niño, iremos a Duelo de Desagravio-lo retó, furioso . Pew suspiró. Así era como los saiyajines resolvían sus problemas, de forma oficial, en espacios construidos para ellos. 

-Vegeta, no seas irracional. Sabes que no todas las guerras se ganan de frente- objetó. Pero el rey estaba algo harto de verse menoscabado en un terreno en el que se sabía siempre menos: el de la inteligencia. Pero decidió usar su poder.

-Duelo. De Desagravio- insistió, para ambos esposos, su hermana y su primo, mirarse irritados. La reina Sarin protestó.

-¿Cómo puedes hacer una cosa así? ¡Es el heredero! -le gritó.

-Yo digo lo que se hace en mi planeta y en mi reino, les guste o no- insistió duramente. Bitter suspiró.

-Lo que sea, Vegeta. Cumplimos con la misión. Y lo que importaba era ganar. No siempre podemos ser Ozarus que aplastan todo con sus pies- afirmó, sin alterarse. -¿Vas a retarme a mí también, por decírtelo, por hacer mi maldito trabajo? 

Pew intentó un último método de conciliación. 

-Vegeta, deja esa tontería. Cómo importa cómo tomamos ese planeta. Ganamos. Ya está- trató de zanjarlo. Pero el rey ya no estaba en ánimos de tomar su consejo. Bitter se crispó, pero su sobrino tomó su mano.

-Espera, tía- dijo el niño Vegeta retador. -Acepto.

-Vege...-insistió Sarin.

-Acepto- afirmó este, rompiendo su medallón. Su padre lo miró duro, para Pew negar con la cabeza. El príncipe se levantó. 

-Vamos, abuela. Que tengo que entrenar. 

Ella se levantó, indignada. Se acercó a su hijo.

-Si llegas a matarlo, juro por Sadala que haré que te maten. Haré lo que debí hacer cuando naciste: estrangularte hasta morir- le susurró, para luego mirarlo con ira e irse tras su nieto. Bitter suspiró.

-¿Ves lo que provocas? Un arranque de ira y ya tenemos otra vez una maldita crisis de sucesión. Y mi madre, aunque hagas todo por impedirlo, cumplirá su promesa. Así ama a mi sobrino- expresó.

Pew tomó la mano de su esposa. Lo miró recriminante.

-Vegeta, muchos han muerto para que ahora te dé por tomar decisiones absolutamente estúpidas- dijo, para Bitter negar con la cabeza, furiosa.

El rey se quedó en la sala. Estaba temblando de ira, ya que su madre sabía herirlo en lo vivo: le recordaba que jamás lo quiso. Ni siquiera lo quiso traer al mundo. Y que el afecto que le tocaba claramente le correspondía a su hijo. Nunca pudo ser para él. 

-Me da igual. Buscaré otra para engendrar más herederos- afirmó tomando vino con furia. Bufó amargo. Ni él se lo creía, por la sencilla razón de que también, cosa extraña, él quería a su hijo.

-Sí, luego de cinco esposas muertas alguna querrá el puesto- respondió Bitter, para beber. Este golpeó la mesa. Kratos apareció.

-Anuncia a todas las familias nobles que busco una esposa. Busco a mi reina. Vegeta debe tener un hermano. Un repuesto, por si mi madre me quiere llevar con él.

Bitter lo miró con desprecio. Ay, era tan impulsivo como su padre y su hermano mayor. Como tantos reyes antes que él. Era tan saiyajin. 

-Buena suerte- le dijo, extendiendo su copa con desprecio. Este extendió la suya. Pew lo miró serio.

-Vegeta, no seas como tus antecesores…

-¡Haré lo que yo quiera!- le gritó el rey. - ¡Y tú solo me sirves!- le gritó. Pero Pew no se intimidó. Bitter tampoco.

-Vuelve a hacer eso y retiraré todo lo que tengo a mis tierras. Sabes lo que pasó la última vez- lo amenazó. El rey se transformó.

-Tú no me amenazarás…

-Primero- intercedió Bitter, entre ambos- Vamos a ver si ganas el Duelo de Desagravio. Mi sobrino crece en poder y tú lo sabes. Es todo lo que te diré- le dijo, para expandir su mano hacia su esposo. Este miró a Vegeta despreciativo y ambos se retiraron.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

A la mañana siguiente, en los aposentos de la reina madre, Sarin vio cómo ataviaban al príncipe, con su armadura. No permitió que le pusieran su capa.

-Mi abuela dice que son una torpeza. Tiene razón. - afirmó. Kalen y este la vieron reírse, mientras veía la noticia en su dispositivo.

-Tu padre quiere otra esposa. Y quiere otro heredero por si acaba contigo. Como si yo permitiera tal cosa- dijo, amarga. Claro, la joven heredera de Pew había sido rechazada y él se vengaría de la afrenta.  El príncipe la miró torvo.

-No harás nada. Este combate me corresponde a mí. Tú misma dijiste lo del orgullo: es el mío, abuela- insistió. 

-Pero no quiero que te mate- le confesó ella, preocupada. Este tomó su mano. 

-No lo haré. No harás nada- insistió. Pero ella lo miró significativamente.

-A menos que ya lo hayas hecho...

Ella le dio un beso en la mejilla. 

-Por supuesto que no. Y tienes razón. Tú ganarás. Saliste más poderoso que todos mis hijos combinados al nacer. Eres el mejor de todos nosotros- afirmó.

Pew, por su parte, apareció con su hija mayor. ¿Que el rey osaba despreciarla? Aparecería más bella, no importaba si era para un mero duelo de desagravio. Bitter apareció incluso con un vestido: le parecía una broma de mal gusto. El duque obligó a su hija menor, Morie, a sentarse al lado de  Paragus, mucho mayor y más feo. Pero con eso confirmaba su próxima alianza. El duque sacó un abanico que se accionaba solo. Andaba con su armadura negra.

-Padre, ¿y si el príncipe…? - insinuó esta, temerosa. Pero también estaba furiosa con el rey.

-Bueno, querida. Kerine, reina de Vujite I, era diez años mayor. Siete hijos- dijo, malignamente, para Bitter bufar, por la ambición de su esposo. Y era capaz. Ella ni siquiera se recogió el pelo. Mostraba así que todo le parecía una broma. Una señal de desprecio al arrebato de su hermano. Kurai y Purin, amigas de la reina, aparecieron a su lado, vestidas de negro. La reina miró con desprecio, con sus ojos felinos, a su hijo, que para sorpresa del príncipe Vegeta, apareció sudoroso, y cansado: no había dormido.

-Papá… - dijo el niño, dubitativo. 

Este ni lo saludó. Le lanzó una esfera de energía que el príncipe esquivó. De inmediato comenzaron a combatir, y el rey veía borroso. El niño le dio una patada que lo estrelló contra la pared. El rey gruñó, y lo llenó de destellos de energía. Uno lo hirió en el hombro. Sarin se levantó, pero sus amigas tomaron sus manos. El niño siguió atacando, sin piedad, pero el rey le dio un puño en el estómago, y luego trató de tomar su cola, pero el príncipe Vegeta fue hábil. Lo jaló de la capa y lo estrelló contra el piso. El rey se levantó, y el niño iba a rematarlo, pero el monarca volvió a ver borroso y cayó inconsciente.

-¡Papá!- gritó aterrorizado. Kratos, Kalen y Nappa, entre otros servidores, se abalanzaron a socorrerlo. El niño trataba de levantarlo. Este deliraba.

-Mi padre... mi padre... mi padre...

Este miró aterrado a su abuela, que estaba impasible. No se lo perdonaría. Pero esta bajó. Bitter miraba todo preocupada, mientras que Pew seguía inmóvil. Ella examinó a su hijo.

-Por Sadala, está ardiendo. Fura, el robot- ordenó. Este buscó rastros. La abuela leyó la información. 

-Bitter, en cuarentena a todos tus soldados, ahora. Verimpiris. Una bacteria que debilita hasta las razas más fuertes. Pudieron haberlos enfermado, pero aquellos habitantes no dejaron de tener su venganza. ¡Pongan en cuarentena todo! ¡Ahora! - ordenó. -¡Llévense al príncipe!- ordenó. Nappa y otro servidor lo hicieron. 

Ya en su habitación, aislada, con el joven príncipe con traje aislante, ella cuidaba a su propio hijo. 

-Yo creí por un momento que... que tú habías hecho algo para debilitarlo- expresó, preocupado.

-Es mi hijo. Y sí, no lo quise ni siquiera traer al mundo. Pero sigue siendo mi hijo- insistió ella. - Además, ¿crees que te irrespetaría, te traicionaría así, cuando eres lo que más amo? 

-No, abuela. 

Ella tomó su mano y le sonrió. También tenía su traje aislante. 

-Tu tía está menos enferma. De los cuatro niños siempre fue la más fuerte- observada. - Pero Vegeta nació siendo débil. Una cosita de nada. Straw se hizo cargo. Sobrevivirá a esto: nadie habría creído que llegaría a ser rey-le contó a su nieto. Este estaba preocupado. 

-¿Crees que hubiera ganado? 

-Por supuesto. Mira cómo lo tomaste de la capa. Tú mismo le dirás que no las use, al menos en combates, ¿no crees? 

-Sí, abuela.

-Ahora ve, y descansa. Seguiré cuidando de tu padre-le dijo.

Ya afuera, el duque Pew entró con su hija. La entró con un traje aislante. Aris, la general, los vio furiosa. 

-Duque Pew, creo que…

-Soy la familia real. Visitaré a mi pariente cuando me plazca. No deberían estar aquí, los extraños- le dijo. Sarin se interpuso.

-Te agradecería. Solo es para la familia- le dijo, significativa. Ella la miró furiosa.

-Entiendo. Volveré luego- afirmó, para irse, mirándolos sospechosa. El duque suspiró ante su prima.

-Espero duerma bien. Nunca descansa, el pobre- expresó, vagamente. La reina lo miró a los ojos.

-Lo sé. Lo hará- afirmó, mirándolo a los ojos también.

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Días después, el rey despertó. Solo recordó comenzar a sentirse mal apenas terminó la cena, en su propia habitación. Vio los rostros de sus esposas muertas. Comenzó a sentir fiebre. Incluso vomitó. Ya había leído los informes: sí, era la maldita bacteria. Bitter y algunos soldados enfermaron. Murieron muchos más. Pero, ¿por qué comenzó a sentirse con los sentidos borrosos, con esas alucinaciones? ¿Acaso era una advertencia de su madre, el cumplimiento de su promesa? ¿Por qué no creían en los informes? 

"Así también mató a mi padre. Así también lo mató", insistió.

Pero no sabía si podía hablar de eso con alguien. Bitter se reiría en su cara. Pew se burlaría de él en público. Aris, su general, y quizás candidata a ser la nueva reina, le creería, haría todo un proceso. Quizás con ella, pero ¿con qué pruebas? 

Se sintió inmensamente solo, y sobre todo, con la certeza de que esa había sido una advertencia, no sabía como, de su madre: si él eliminaba lo que ella más amaba, ella quemaría todo hasta los cimientos. 

Siempre, de algún modo, lo había hecho. Incluso con su propio padre.

La pandemia se está extendiendo por todo el reino. La reina tomó medidas cautelares: no hubo misiones por un mes, mientras reforzaban la cura con ayuda de  los arcedianos, con los que trabajaban a toda velocidad por una cura. Se logró. En total: doscientos muertos, los más débiles. Por supuesto, el duque Pew instauró Estado de Sitio, y todo quedó bajo su regencia autoritaria y de terror: otros cincuenta ejecutados por no cumplir órdenes estrictas. 

Niños, ancianos y saiyajines sin poder de pelea. Un costo poco para reforzar la victoria de la reina y su política de integración, ya que ella y el equipo de esclavos médicos hallaron la cura. 

El rey solo maldecía para sus adentros, recordando aquella terrible noche.

Bitter, por su parte, había tenido molestias leves apenas. Miró a su esposo, que sabía lo que significaba. Sin embargo, ninguno dijo nada.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Planeta Plant- 50 años antes. Reinado del rey Vejito IX- Capital Vejita

En un palco, el duque Pew servía vino coforiano a todos sus familiares. Skank y On tomaban de buena gana, mientras este hacía bromas aterradoras. Bitter también lo tenía en la mano, mientras bufaba. Straw estaba furiosa. Detestaba la crueldad de su familia: básicamente reunida para ver la ejecución de la última amante del rey, a la que la reina, sus hermanos mayores y su primo habían hecho caer poco a poco. Otra de sus triquiñuelas. La joven, hermosa y de ojos marrones rojizos, caminaba encadenada, con el pelo cortado desordenadamente. Caminaba llorando. 

-Prima mía- dijo el duque dándole a la reina, que sonrió y tomó una copa. A la joven comenzaron a tirarle cosas. El duque comenzó a reírse más agudamente.

-Vaya que la odiaban.

-Y cómo no. Usó lo de un planeta para ser mantenida por papá gratis- expresó Bitter, con ira. Le pasó a On las legumbres y esta comenzó a tirarlos.

-On, eso es indigno de ti- afirmó el príncipe Fern, indignado con todo el espectáculo. Pero Pew tiró otro. 

-Cuidado- le indicó a Skank, que tiró tontamente un tomate. - No la queremos matar sino por la espada.

El príncipe Vegeta veía a su hermana, que bullía de indignación. Tomó su mano.

-No somos así. Esto es una crueldad- insistió.

-Pero Straw, ella habría tomado el puesto de mamá. Lo sabes- insistió este. Ella negó con la cabeza.

-No entiendo por qué debe ser siempre así- sufrió. Este la reconfortó.

-No será siempre así.- le dijo, trémulo. Ella tomó su rostro. La joven iba en  túnica gris y raída y caminaba encadenada, llorando, hacia donde estaba el verdugo. Un soldado alto, con una espada engarzada. Los soldados la insultaban y las mujeres le tiraban cosas. De pensar que pudo haberlo tenido todo con el rey. El rey Vejito, de armadura negra, que no estaba presente. Su amante. El que le ofreció el mundo, a excepción de que ella estaba enamorada de su joven asistente, el noble Paren. Pero miró hacia el palco donde está la familia real. Sarin estaba con su cabello recogido, y su túnica morada oscura. Atrás de ella, Kalen, su mayordomo, inflexible. El que animaba la crueldad del espectáculo: el inescrupuloso duque Pew, que servía vino al hijo mayor de la reina, el enorme Skank, calvo y barbudo, que se reía a mares con su insolencia, y la princesa Bitter, la mejor guerrera saiyajin, con su cabello voluminoso y armadura blanca. Ninguno le tenía piedad. La única que sufría era la pobre princesa Straw, de cabello recogido y rojizo, salvaje, la única que intercedió por ella, sin éxito. Su hermano Fern tomó su mano, mientras ella trataba de voltearse.

-No puedo ver esto. No puedo. No lo haré- dijo, mirando a su madre y levantando sus cejas, mientras tomaba la mano del  menudo príncipe Vegeta, con el mismo peinado de su padre. Eran idénticos. 

-Te quedarás. Eso es lo que se espera de una princesa real- dijo la reina, para tormento de Straw, que estaba temblando de indignación. Miró a su hermano menor, el joven príncipe Vegeta, con el peinado de su padre, pero con el cabello rojizo, como el suyo. Este soltó su mano. 

-Vete, Straw. Estaré bien- le dijo, estóico.

-Esto es indigno- reprochó a todos, mientras vio los ojos de la condenada, con mucho pesar, y esta a ella. Pero otra mirada pérfida se interpuso. La de la princesa On, la hijastra de la reina, junto con el heredero, Fern. Bella, vana. De ojos azules, cabello larguísimo. Esta solo lanzó una sonrisa cruel y le tiró un tomate, que le pasó una sirvienta.

-¡On! ¡Basta! - le reprendió a su hermano, y heredero de la corona. Porque la familia, para ese momento, se dividía en dos: los hijos que le quedaban al rey de su primer enlace. El alto Fern, honorable y apuesto, de cabello largo y salvaje, y su hermana On, pérfida y cruel. La reina Sarin había sido la segunda esposa. Con ella el rey tenía asegurada la sucesión: Skank, el primogénito, quien se reía, ese calvo pervertido, con la chusma. La segunda en nacer había sido Bitter, que miraba todo sin alterarse. De hecho, era tan seca y cruel que por eso era perfecta para las misiones. Siempre iba de armadura totalmente blanca, porque le gustaba ver sobre sí la sangre de sus enemigos. Y claro, estaba el duque Pew, el noble más fuerte del reino, y de la familia de la reina. Igual a ella, físicamente y en carácter. El que incitaba las burlas y la juerga en un acontecimiento tan cruel, con su cabello largo, negro, y su armadura totalmente negra. Y del que decían que ejecutaba los crímenes de la reina y era totalmente sanguinario, peor para los estándares saiyajines. De hecho, él había ordenado, apenas la aprehendieron, en quitarle toda su belleza y adornos. Una de sus torturas fue ponerla frente a un espejo mientras le quitaban sus dientes, su cabello y rasgaban su rostro. Ver todos los regalos del rey en el fuego. Sarin tenía a su peor arma con él.

 Por su parte, la tercera era la popular princesa Straw, requerida por todo el planeta por su arrojo en batalla y su magnanimidad. Sufría más que ella, que iría al cadalso en unos minutos. Y el último, el joven príncipe Vegeta, nacido, según se decía en el palacio y en todas partes, de la violación del rey a su esposa, que mató a su amante favorita. Este miraba todo sin alterarse, como si ya estuviese tan corrompido como sus hermanos.

El joven Paren fue el primero en ser pasado al cadalso. No dijo una palabra. Solamente le dijo a aquella joven que la amaba, antes de ser atravesado con un haz de energía y luego de anunciarse su traición a la Corona. Skank se relamió, apenas vio al condenado escupir sangre. 

-Esto es vergonzoso. Ya han sido cinco las que han terminado así solamente por amar a mi padre. ¿No podríamos?...- se quejó Fern, por toda la indignidad del asunto.

-Traición es traición. Conocen las reglas- dijo la reina, que no reaccionaba. Había sido obra suya. Envió a su hija Bitter, que no le hacía ascos a nada, a presentar las pruebas a su padre. Por supuesto, a su primo, el duque Pew, a sobornar y a hallar la verdad.  Skank se encargó de los otros cabos. Así, había dado con la conspiración. 

-Quiero decir- expresó la condenada, al ver a toda la multitud - Que muero amando a Paren. Habría sido su compañera. Muero amándolo hasta el final- habló, valientemente, para clavar sus ojos en los de la princesa Straw, que reconoció su valor.

El verdugo sacó la espada y ella se reclinó. Apenas salpicó la sangre, lo último que vio la joven fueron las miradas crueles de toda aquella familia. 

Poco después, la reina, ya con el cabello suelto y desde una alta torre del Palacio de los Reyes, miró la cabeza, ya puesta en una pica. Suspiró. Había sido una victoria difícil y desgarradora. Pero nadie tomaría su lugar mientras viviera. 

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Un año después, Palacio de los Reyes

Una esclava miraba hacia el suelo. Estaba ensangrentada, absolutamente toda. Con morados y heridas. La reina Sarin solo la miró con horror y con culpa: quien había causado aquello había sido su primer hijo y el segundo heredero del rey, el degenerado príncipe Skank. Otro malogrado recuerdo de su fallida maternidad. Y más aún, las miradas reprochables de su segunda hija, la princesa Bitter, y su tercera hija, la princesa Straw, se blandían como una daga sobre su cuello. 

-Desperdiciamos un buen recurso golpeando a Peri y haciéndole esto, cuando podría ser la concubina de un buen noble y parir soldados sanos, madre- le dijo Bitter con frialdad, siempre tan pragmática, como ella misma. -La ha destrozado. No podrá tener hijos. 

La joven solo gimió. Straw se acercó y la esclava se asustó, pero la princesa se retrajo. Esta insistió, tomando su rostro y la esclava se aterró, comprobando que lo que se decía de la séptima hija del rey Vejito IX era verdad: traicionaba su naturaleza con su propia compasión. Por eso la llamaban débil.

-Madre, tu hijo la destrozó. Si la ven así, no dudarán en acabar con ella, como se ha hecho con tantos otros- le reclamó. 

-¿Como tu padre?- preguntó Sarin, con recriminación. Bitter la miró con una sonrisa sardónica: sabía que su madre hacía eso para desviar su culpa básicamente de haber criado un caso perdido, como Skank. La princesa Straw, de cabello rojizo, como su padre, suspiró, indignada.

-Sí, madre. Pero esta vez, otra vez, ha sido nuestro asqueroso hermano mayor. Al que le has permitido todo- le reprochó. Sarín la miró sin reaccionar. Susurró a su dama de compañía, Afni, quien sacó su arcón  y de ahí, varios bebedizos. Tocó el rostro de la joven. Las tres saiyajines vieron a la reina, con túnica negra y cabello abundante y trenzado hacia atrás, comenzando a hacer varias mezclas. Se sorprendieron. Afni, tsufuru, por su parte, le daba todo con naturalidad. Se sabía en el lado saiyajin del planeta Plant cómo sus vecinos tenían conocimientos más avanzados en medicina y otras áreas a las que ellos apenas se acercaban. Y a las que la reina, claro, era afecta. 

-Llama al doctor Fura- le dijo a la otra tsufuru, Vani, hermana de la primera, que hizo una reverencia y salió. 

-Te recuerdo que apenas nació Skank, tu padre lo separó de mí. Decidió criarlo "como un heredero" - insistió, para darle la poción a Peri, que comenzó a toser. Pero de pronto, sus heridas desaparecieron. Straw seguía desconcertada, mientras Bitter analizaba.

-Pero el príncipe heredero, nuestro hermanastro no es un degenerado asqueroso, madre. No hace esas cosas. Tú no lo corregiste, y mira las consecuencias- insistió, furiosa. - Nunca le hiciste a él lo que nos hiciste a nosotras. Y a Vegeta- la recriminó. Sarín sospechó. Tenían razón. Había criado al príncipe Skank como una extensión de su poder. Y siempre había sido un niño difícil, desde que nació con tanto dolor. Un niño agresivo, al que su padre golpeaba y pisoteaba sin razón alguna, como muchas veces. Así que se hizo su aliada y fingió desatender muchas de sus horribles travesuras, a excepción de cuando mató a una mamá dinosaurio y a sus cachorros. Lo mandó a comer una montaña de gusanos, como había hecho con todos sus hijos, siendo creativa en los castigos. Pero necesitaba un aliado, y ese, inequívocamente, era su hijo mayor, que apenas tuvo uso de razón, comenzó a imitar a su padre. 

-Y le diré a papá- insistió Straw.

-Entonces la hubieran presentado así en el Salón del Trono- le respondió su madre, con desprecio. Ah, ¿por qué su tercera hija había salido tan inequívocamente honorable y débil? Si no fuese por su poder de pelea habría sido una vergüenza. Pero Straw era extremadamente popular, irónicamente, por aquello. -Y no me harían perder el tiempo.

-Te lo dije- le dijo Bitter a su hermana, con escepticismo burlón. Straw se enfureció. ¿Por qué su familia debía ser tan espantosa y poco dada a entender a sus subditos? Juraba que si seguían así algún día los matarían a todos. Y ya habían pasado siglos, muchos, antes. Lo que había causado la destrucción del planeta Sadala en primer lugar.

-Porque no quiero que le hagan lo que les hacen a las mujeres que esta Corona desecha, madre - le explicó, mirándola a los ojos. - No tiene tu sangre ni tu posición. Y si salvamos al menos a una...

Peri seguía mirándose sorprendida, pero seguía destrozada. Las miraban con resentimiento, con lágrimas en los ojos. Gritó, y trató de atacar a Straw, pero Bitter la atravesó, para esta escupir sangre. La reina se apartó, mientras le salpicaba, lo mismo que Straw, que gritó, afligida. La esclava cayó al suelo, con lágrimas en los ojos.

-Muera su... familia maldita... expresó, antes de volver a escupir sangre. Straw estaba sorprendida y llorando. Bitter se limpió la sangre de su cara.

-Maldita perra. Ahora tendré que cambiarme de nuevo- afirmó, con fastidio, mirando la sangre de su armadura blanca con asco.

La reina seguía inmóvil. Afni, que estaba aterrorizada, luchaba por mantener la compostura. Apenas entró Vani con el Doctor Fura, este, acostumbrado a no gritar, miró todo tratando también de disimular su horror. Kalen, el mayordomo, miró todo con frialdad.

-Majestad, recuerda que tiene que recibir una delegación de Oren- afirmó. Ella sospechó.

-En un minuto. Siempre hay que limpiar los desastres de Straw- le recriminó, para su hija mirarla furiosa. 

-Atacó... a la princesa, doctor...- afirmó Afni. Vani, la nueva dama de compañía hermana de Afni,  la miraba aterrorizada, mientras Straw seguía inmóvil, sin poder creerlo. ¡Ella, que había tratado de ayudarla! De la princesa Bitter, bueno, se esperaba esa frialdad y crueldad tan saiyajin. Pero la reina seguía sin siquiera mosquearse. 

-Sí, Skank es un monstruo. Todos lo somos. En esta familia. Pero cada vez que tengas la estúpida idea ni siquiera de pensar en alguien que no sea en tu familia y poner encima a cualquier maldito desconocido- le dijo a su hija- Espero que esto te sirva de lección. 

Straw dejó de llorar.

-No... no lo habrás... planeado tú, ¿verdad? -le preguntó a su madre. Conocía bien sus trucos. Pero esta la miró alta, como siempre.

-Como dice bien tu hermana, no malgastaríamos un buen recurso para esto. Traeríamos a otra raza esclava. Por una vez, querida hija, deja de ser una tonta-le dijo, para retirarse, mientras sus damas la limpiaban y se llevaban el arcón. El doctor Fura mandó a llamar a dos soldados, que se fueron a retirar el cadáver. Bitter se quedó mirando fijamente a su hermana. 

-De nada- le expresó, burlona. Esta la miró con lágrimas en los ojos.

-¿Alguna vez habrá otro camino para nosotros, Bitter? ¿Que no sea esto? ¿Que no sea una de las peores razas del Universo? 

Esta sospechó. La ayudó a levantarse. Tomó su rostro.

-Constrúyelo. Pero no lo lograrás forzándonos a ser lo que no somos, hermana- le dijo, para darle un beso en la mejilla. Esta se quedó viendo a la pobre esclava atravesada, con enorme pesar. El joven príncipe Vegeta entró entonces. Ya era un adolescente, casi un hombre. La miró a los ojos y le dio su mano.

-Hiciste lo que pudiste. Nuestra hermana te salvó- la apoyó. 

-No lo hice. No salvé a nadie. Y todo seguirá igual...- expresó ella, sollozando. Este dio una orden a los soldados, que retiraron rápidamente el cuerpo. Este la abrazó.

-No si logras sobrevivir. Y te haces más fuerte. Y me haces más fuerte - enfatizó. -¿Entrenaremos? Vamos- le dijo, uniendo su cola a la suya. Esta le dio un beso en la mejilla. 

-Gracias por ser tú. 

Este le tranquilizó, para tomarla de la mano, mientras ella salía de su habitación limpiando sus lágrimas.

-------------------------------------------------------------------------------------

Semanas después- Palacio de los Reyes- Salón del Trono 

En el Salón del Trono, varios guerreros reían, con capas, al lado de mujeres con y sin armadura, en reclinatorios. Habían montones de viandas. En el centro, había otra mesa. La reina, con su cabello como cascada, miraba todo con desdén. Sus hijos e hijastros la rodeaban. El joven príncipe Vegeta comía, feliz, al lado de Straw, que le sonreía y hablaba con él. Joven, alto ya para su edad, espigado, con el cabello rojizo, había nacido increíblemente débil. Se sabía en el reino que Straw rogó por su vida y se apropió de él. Skank quería molestarlo, pero Straw la última vez juró que lo mataría si lo molestaba. Y el rey, corpulento e imponente, estaba en el centro, sentado en el trono. Consentía en todo a su favorita, la princesa Straw, que tenía su color de cabello. Este lo tenía picudo, rojizo, así como su barba. Miró con burla la túnica negra de su esposa.  El duque Pew reía con los otros nobles, con sus chistes, mientras servía más vino.

-Mujer, ya era hora de que te quitaras el luto. Como si no supiera que lo que pasó fue una victoria para ti-se burló, para On y Skank reírse también. Ella siguió comiendo, indiferente. 

-Te recuerdo que el aniversario de la muerte de tus dos hijos mayores no ha pasado, majestad- le dijo, para tomar vino. Este se echó a reír.

-Bah. Si. Es terrible, pero para esto está Fern- dijo, mirando a su hijo sobreviviente de su primer matrimonio, que miró a la reina sombríamente. La princesa On también hizo lo mismo. - Es un heredero apto. Ya ponte esos estúpidos vestidos que compras en Scafar. O que te compro, mejor- se echó a reír, para que su hijo Skank se burlara. Bitter seguía comiendo con indiferencia. Straw y el príncipe Vegeta seguían hablando en su lenguaje secreto. 

-Es impropio de ti, mujer- insistió el rey, bebiendo un líquido alcohólico que se le fue por las comisuras. Se limpió con la manga. Ella lo miró con asco. - Tú, que eres tan práctica. ¿Qué dijeron todos? ¿Que la reina Sarin es una plañidera de raza inferior que llora por sus hijos? ¡Ahí está Fern! -insistió, embebido.

-A quien debemos conseguirle compañera pronto- dijo, mirando al joven de cabello largo. Así como a Skank-dijo, mirando al joven calvo de rasgos angulosos, que seguía bebiendo. - Sabes que hay que asegurar la continuidad- insistió. 

-Lo que decidas está bien. Sabe que no me gustan esas tonterías, y lo haces extraordinariamente bien. Por cierto, ¿qué deseas para nuestro aniversario de votos? ¿Un planeta para ti sola? 

La reina siguió con su mismo gesto. Tomó otro fruto azul. 

-¿Sería eso posible cuando apenas doy abasto administrando tu reino?- le respondió, sin impresionarse por la propuesta de su esposo - Te recuerdo que debo ver otras pruebas de cultivos y alimentos en la zona norte en tres días. Deberíamos, pero sé que no lo haremos. Los animales de cría como los dinosaurios funcionan, pero hay otros que ya sirven como recursos- informó. El rey sospechó. Ella que se ocupara de lo tedioso, él estaba harto. Y ya que le gustaba tanto gobernar, que le aprovechara. 

-¿Es necesario matarlos?- preguntó Straw, inquieta.

-Hermana mía, para lo que comemos en misiones, esa pregunta es la mar estúpida- intervino Skank, pero su padre gruñó, mirándolo con furia.

-Cierra la boca y no interrumpas a tu hermana. Si no quieres comértelos, no lo hagas, querida hija le dijo, suavizando su tono con la princesa. Straw le sonrió, para sonreírle a Vegeta y siguió hablando. Este miró aparentemente victorioso a su hermano Skank, que juraría vengarse, pero después.

-Gracias, papá- le dijo esta, sonriendo, para ahondar en la herida. Bitter disfrutaba la furia de su hermano mayor, mientras sonreía, comiendo. Porque de lejos, se notaba que detestaba absolutamente a su cuarto hijo, que había mostrado desde joven talento para la crueldad, al matar a aquella pobre mamá dinosaurio. Aparte del castigo de su madre, él casi lo mata aquella vez. Y siempre lo había visto como su peor reflejo: heredó todas sus debilidades y su crueldad era peor que la suya. Aunque debía admitir que siempre se burló de todo intento de Sarin por reformarlo, ya que él hacía lo mismo de otras maneras. Pero Skank bebió, furioso, mirando con ira a su padre. Bitter volvió a sonreír, y le ofreció una presa a Fern, que también estaba tenso. On estaba satisfecha con el regaño.

-Pues ya los estamos probando. Y están deliciosos, padre - dijo, tratando de adularlo. Este sospechó.

-Lo sé Y tengo que conseguirte a ti un compañero pronto. No puedes andar haciendo el vago si no sirves para misiones. Aunque con esa cara, no queremos arruinársela. Eres tan bella como tu madrastra, ¿no es así, Sarin?

-Así es- dijo ella, mirando con arrogancia y suficiencia a su hijastra, que la miró con el mismo desdén. -Tiene un tipo hermoso. Del que carecen mis hijas - observó. Straw se burló.  

-Pues gracias por lo que me toca- respondió.

-Para mí eres la más hermosa- le dijo el príncipe Vegeta. Ella le dio un beso, agradeciéndole.

-Gracias, hermanito. 

Pew se acercó a la conversación. Le dio más licor al rey, de la botella.

-Bueno, las mujeres más lindas a veces son las más estúpidas- dijo, para Bitter bufar, tosiendo. Se compuso. 

-Ser linda solo estorba en las malditas batallas- expresó ella secamente. - Por cierto, padre. ¿Revisaste mis informes sobre el planeta Uronk? 

Este volvió a beber. 

-Por encima, pero sé que hiciste un buen trabajo, como siempre. Te he escogido para la siguiente. Solo tú y yo. ¿Qué dices? 

-Meh- expresó ella, con indiferencia, para este echarse a reír. Le encantaba la dureza de su segunda hija mujer. Era perfecta.  Se lamentaba a menudo que no hubiera nacido hombre: habría sido apta para la Corona. El rey perfecto. Y en secreto, no tenía dudas: ella era su segunda hija favorita, luego de Straw. Unidas habrían sido el guerrero y monarca perfecto.

-Por eso mis hijas, a pesar de ser hembras, son mis favoritas- expresó, como un golpe para sus hermanos. Skank volvió a beber y con furia, porque jamás había acompañado a su padre en misiones, que simplemente detestaba batallar con él. Este pensaba porque tenía miedo de su poder de pelea. - Ahora, muy importante. Sarin, el planeta sería para que descanses, o lo que sea, cuando te hartas de nosotros, tu adorable familia- se burló. La joven de cabello rojizo bufó, al lado del pequeño príncipe Vegeta. Pew volvió a beber y ofreció más copas.

-Papá. 

-Mi Straw. Dejarás de ser una guerrera  menos vacilante. Espero que tu hermana Bitter se encargue de eso- dijo, mirando a la joven general de cabello recogido que miraba todo con desprecio. La princesa sospechó. Era bien sabido que odiaba matar a inocentes, por lo que siempre dejaba el trabajo sucio a sus soldados, o hermanos. Ella no podía ni siquiera mencionarlo. Bitter, Pew  y Skank sí lo hacían, y con una facilidad y crueldad natural. El rey se preguntó si su hija favorita había nacido menos saiyajin, aunque su poder de pelea no demostrase tal cosa. Pero esa "debilidad" de carácter la convirtió en una guerrera popular, justa y honorable. Cosas que pocos reyes tuvieron. Y que se perdieron en el tiempo, al ser los saiyajin como eran.

-Sí, claro. Aunque perder el tiempo en estas celebraciones para ver a los nobles ser una vergüenza no nos ayuda en nada- expresó, amarga. El rey bufó, por la acidez y mordacidad de su segunda hija favorita.  

-Tienes razón. Si quieres lárgate, aunque los soldados deben estar peor-observó irritado, para pedir más vino. Se lo dieron de inmediato.

-Alguien tiene que vigilar esto- afirmó ella, para desperezarse. Le hizo una reverencia a su padre.

-Majestad.

-Ve, hija mía. Y tú, niño. Acompáñala- le dijo al joven príncipe Vegeta.

-¿Tengo qué?- sospechaba este que se veía fastidiado.

-Vegeta, es una orden- le dijo su madre, fríamente. Este la miró mal y fue. Su madre jamás le puso algo de atención, y el príncipe Vegeta se sabía poco querido desde pequeño: y en una familia tan competitiva, Straw era la única que se había encargado de él desde que nació. Ella se levantó y tomó su mano. 

-Voy con ellos, padre.

-Eso. Ve con tus hermanos. Y no quiero verte llorar en la próxima misión si te toca matar niños.- le reprochó. 

Ella suspiró, avergonzada.

-Papá…

-Ahora, ve- le ordenó. Ella tomó su mano y sonriendo, para irse con sus hermanos. Skank explayó sus largas piernas apenas los tres se fueron.

--------------------------------------------------------------------------------------

Straw, por supuesto, dejó a Vegeta durmiendo. Volvió a la fiesta sin ser notada. Interrumpió a su primo, en medio del corrillo de nuevos nobles jóvenes. Pareps, duque del Sur, la miró borracho y lujurioso.

-Princesa…

-Ni se te ocurra- le dijo el duque Pew, entre agresivo y jovial. -¿Qué? ¿Otro pobre y desválido por el qué culparnos? - le reclamó, para todos los demás reírse. Ella lo miró furiosa.

-Quiero hablar contigo.

- ¿De algo interesante? Vamos en la segunda botella de Oruro. Y en serio, está buena- dijo, pasándola a Pareps, que bebió un gran trago. Esto le indicaba que para él, ella era insignificante.

-Sí- insistió esta, levantando las cejas. Este volteó los ojos. Le parecía tan santurrona, que le daba asco. Y era un estorbo. Lo llevo a uno de los pasadizos que daban al salón.

-¿Qué? - le preguntó este, fastidiado. Ella asintió.

-Sí, sé que no me ganaré tu respeto como Bitter- le dijo con reproche.

-No- le dijo, sinceramente. Straw suspiró.

-Pero no creo que… apoyar a mi madre para que Skank reine… 

-Querida, el heredero es Fern. Déjalo así- le dijo, entre líneas, expresándole lo torpe que era para las conspiraciones. Ella lo entendió.

-Bueno, sé que tú lo sabes. Y eso será a la larga un problema- expresó, para voltearse. Pew suspiró. Claro que lo sabía. Skank no era Bitter. Pero apoyaba a ese imbécil bastardo de su primo mayor para que él fuera el que muriese en caso tal: así Bitter seguiría en la sucesión. Sin embargo, Straw no merecía ni siquiera un ápice de sus planes. No la respetaba. Aunque tenía que añadirle que no era tan tonta. Llegó otra vez y se fue a donde el rey, que le hizo un campo. Este seguía con  sus reproches. Sobre todo a Skank, su heredero más desafiante.

-¿Y tú qué, pervertido perezoso? Vaya defecto el que nos ha salido. Menos mal está Fern, o cambiaría la sucesión para que tus hermanas reinaran- se burló. Este lo miró con odio.

-Bien, padre- le dijo, sonriendo. Violé a las últimas hembras del planeta que conquistamos. Como algunos de tus generales- le recalcó, para su madre irritarse. Bebió vino, volteando los ojos. On y Fern lo miraron con asco. Pew ya no se sorprendió.

-Eres asqueroso. Pero podría aceptarlo, no eran más que basura. Menos mal no obtendrás jamás la corona- dijo, mirando al saiyajin de cabello largo que miró a su hermanastro con suficiencia. La otra joven de ojos azules se miró con él.

-Por lo que deberíamos casarlo con su hermanastra On, ¿no crees? -insistió Sarín. El rey gruñó. No es que el incesto fuese algo horrendo dentro de la familia real: era lo normal. Pero prefería que le atravesaran una barra con púas dentro de la garganta, a ver a su hija casada con ese desecho que era su cuarto hijo. 

-Otra vez con lo mismo. Sé que consigues todo lo que quieres de mí, pero en esto no consentiré- afirmó, molesto.

-Ni yo- dijo la joven, ofendida. Skank la miraba burlón. Ella lo miró con asco.

-Jamás aceptaría casarme con ese degenerado de mierda- insistió.

Fern solo trataba de evitar la conversación, furioso. Skank volvió a beber. Pew miraba sin decir nada, y ofreció más tragos a todos.

-Si lo dices porque estás de luto con tu hermano por el otro que acaba de morir, es comprensible. Aunque tu virginidad se quedó en los cuarteles de los soldados de clase baja, se burló, para ella tirarle el vino.

-¡Bastardo!

Fern impuso su aura de pelea. Skank activó la suya, pero el rey se levantó, con un ki más fuerte. Sarin volvió a irritarse y se levantó, fastidiada. Odiaba los arranques de ira de los hombres de su raza.

-¡Siéntense ahora! ¡Ahora!- les gritó el rey a ambos hijos. -On jamás se casará con Skank, mujer. Hallaremos a un hombre digno de ella. Y tú, maldito degenerado. Te irás a misión de nuevo, y no te permitirá nada más que elimines a todo lo que encuentres a menos que lo permita tu madre. Vaya familia. ¡Me hartaron!- expresó, fastidiado. - ¡Vino! ¡Rameras! ¡Quiero ir a mi habitación! - gritó, para irse con su cohorte. La fiesta, sin embargo, siguió, a pesar de las habladurías y la escena de la familia real. 

Sin embargo, Pew corrió a abrazar al rey. El único hombre saiyajin que podía hacer eso.

-¿Estás bien? Ya me encargaré de todo- le dijo, sibilinamente, para Skank darse cuenta. Lo miró con odio. El rey asintió.

-Un regalo tuyo no estaría mal, primo.- le dijo, para este sonreír.

-Lo que quiera su majestad.

-Creo que tengo la misma idea. A no ser que quieras acompañarme- le dijo a On, que lo miró con odio. Fern se interpuso cuando este se levantó.

-Otro comentario más de esos a mi hermana y…- amenazó.

-¿Y qué? ¿Me matarás? - preguntó este, provocador.

-Cuando tenga la Corona te ejecuto- le dijo, mirándolo a los ojos.

-Pero aún no la tienes- le respondió este, para irse. Sarin seguía bebiendo vino. Se fue, fastidiada. Detestaba el salvajismo de su raza y su familia. Pew también. Ella lo jaló del brazo.

-Contrólalo, como siempre.

Este suspiró. 

-Es mi trabajo. Pero de él pediré algo mejor- le dijo, significativo. Sarin asintió. Luego de unas horas, llegó a la habitación de su hijo mayor. 

-Abre. Soy yo- le dijo. 

Esto lo hizo. Una mujer envuelta en sábanas salió de pronto. Ella miró la habitación con asco.

-¿Qué le prometiste a esa mujer de clase baja? ¿El planeta, acaso? - se burló. -No quiero otra maldita escena con tu hermana lloriqueando e intestinos en mi cabello. Ya me cuesta una fortuna domarlo en Scafar para que vengas con esa basura- le expresó, sin ambages. Skank solo podía reírse: literalmente Bitter destrozó a la última esclava saiyajin con la que él "jugó rudo" y ella solo pensaba en todo lo que había tenido que hacer para domar su cabello, que no era picudo como el de muchos saiyajines. Algo muy popular: las nobles ya lo usaban de esa manera, en contraparte con las mujeres de otras clases.

-Madre…- dijo este, burlón, mientras se tapaba con la sábana. Ella lo miró con frialdad.

-Eres un idiota- le dijo a su hijo, sin filtros.

-Vamos, madre…

-¿Cómo pretendes ser un buen heredero cuando no controlas tus impulsos y no le das confianza a tu padre? Fern le da todos los argumentos para portar la corona cuando muera. Es honorable y confiable. Tú, en cambio…- le dijo, mirándolo con reproche. 

-Soy un gran guerrero- insistió él, molesto. Ella se sentó en su lecho.

-Una gran cabeza de chorlito. Un gran imbécil - insistió su madre. - ¿Para qué la fortuna nos ha favorecido con la muerte de tus dos hermanos, entonces? -le susurró. Skank sonrió, irónico.

-Sí, madre. “La Fortuna”, afirmó, aludiendo a cómo se habían deshecho de los dos primeros hijos del rey.

Ella se levantó, indignada. Claramente los rumores se fortalecían: se decía en todo el Universo que la reina Sarin había envenenado a sus dos primeros hijastros ya quién sabe cuántos más para llegar al trono. 

-Vuelve a sugerir tales indignidades y no te imaginas lo que te haré.- lo amenazó. Este se echó a reír. Pero sabía que ella podría hacerlo. Sabía de sus alcances.

-¿Acaso podrías? 

-¿Quieres intentarlo, como cuando eras un niño y te obligaba a comer gusanos de las montañas de cadáveres del planeta Koriota? - recordado, amenazante.

Este sospechó. Recordó el terrible episodio. Su madre en los castigos, así como en las ejecuciones, tenía una crueldad aterradora. Por eso le temían tanto como la odiaban. Que lo dijeran las últimas amantes de su padre.

-Está bien, madre…

-Ve a esa estúpida misión, el borracho depravado de tu padre puede darse cuenta del lujo de serlo, tú no. Hazlo bien- dijo, parándose. 

-¿Y qué hago con Fern? 

Ella lo miró con una sonrisa despreciativa y se fue. Bitter, por su parte, andaba por los pasadizos lejanos del bacanal. Se encontró con su primo, quien miraba las estrellas sobre la ciudad, y divisaba las naves vigilantes.

-Creía que tu hermana era tonta- le dijo, sin mirarla.

-Son tontos los que creen eso- le respondió ella. Pew bufó.

-Es justo. Tiene una visión que me ha dejado sorprendido. 

Bitter miró a su primo. Este suspiró y tomó de su copa.

-¿En serio queremos que quien porte la corona luego de nuestro amado rey sea Skank? 

Bitter lo miró a los ojos.

-¿En serio eso te dijo? 

-Te lo digo, no es tonta. Y sé que tú tampoco…

Bitter entendió qué insinuaba. Suspiró.

-El punto es que si no lucimos unidos como frente, nuestros enemigos aquí y allá podrán destruirnos. 

-Podrían destruirnos también, con un mal rey- le reprochó este. Esta suspiró. Era de su hermano de quien hablaba. 

-Sé lo que sugieres. Pero todo puede pasar. Y por ahora, Skank es el siguiente- le dijo, para irse, y así dejar zanjada su conversación. Pew sonrió. No, Bitter no pensaría en el trono para sí misma, jamás. Eso la hacía perfecta. Por qué no, todo podía pasar en misiones. Ya había encontrado un nuevo proyecto personal. 

Por su parte, Sarin, ya en sus aposentos, se encontró con sus damas. Ambas, tsufuru. De ojos morados. Afni y Vani. Hermanas. Vani era la nueva adquisición, recomendada por su hermana. 

-Señora, ya está aquello que nos ha encargado- le susurró Afni.

-Y el otro también. 

-Bien- afirmó, para ir a su habitación. Le quitaron la capa y la armadura. Se miró al espejo. Su cabello largo. Negro. Abundante. Sus ojos violetas. No había envejecido. Procuraba no hacerlo, así fuese con métodos poco ortodoxos. Su piel era blanquísima.

-Qué hermosa es, señora- observó Vani, sonriendo.

-Cuatro hijos. Qué odioso es dar a luz- se quejó. -Menos mal que el último niño llegó hace dieciséis años- recordó, con amargura. - Aún era joven- se lamentó. 

-Aún es joven, majestad- dijo Afni, dándole una memoria. - Todas las pruebas contra la princesa On. Ah, frecuenta a un soldado de clase baja ahora del que también está enamorada la princesa Straw- confesó Afni, temerosa. Ella tomó rápidamente el documento. Una cámara. La jovencita de cabello rojizo besándose con un hombre de peinado particular. Su hija. 

-Gurdock. De clase baja, por supuesto- supervisado.

-El mismo- dijo Vani. 

Ella sospechó. Straw. Siempre escogiendo a los peores partidos posibles. Como si no hubiera nobleza suficiente.

-Dicen que no los recuerdo, ni sé quiénes son. Los recuerdo a todos- gruñó. - ¿Acaso mi hija ya ha sido tocada? 

Ambas damas se miraron. Era un sí.

-Eso me temo, majestad. Cuando una mujer lo hace se nota en su rostro- observó Afni. La reina sospechó. Aquello era verdad.

-En mi caso jamás tuve esa posibilidad. Lo habría esperado de Bitter, aunque sabemos cómo terminó -afirmó, suspirando, pues su hija había mostrado afinidad hacia las mujeres desde muy pequeña. - Pero Straw… y siendo tan joven…solo tiene veintiún años- observó. - Aunque bueno, no es mala edad...- pensó. Sobre todo porque ella había comenzado a ser amante del padre de su esposo a los catorce años, una edad aterradora. Y había sido cosa "natural", hasta que ella lo impuso como ley (aunque como toda ley, no se aplicaba), que niñas más jóvenes que ella resultasen preñadas. Morían o quedaban dañadas para siempre en los partos de los fuertes bebés saiyajines. Y las que quedaban "dañadas" escogían el camino de ser cortesanas o guerreras u operarias. Otras no se recuperaban jamás, y hasta el padre del rey se tenía la horrible costumbre de mandarlas como cebos de batalla contra su voluntad. Sarin impuso muertes piadosas, dadas por los mismos robots que las asistían, o sus parteras. 

-Usted sabe que apenas una mujer saiyajin sangra, desarrolla su instinto como cosa natural, no importa la edad- observó Vani, leyéndole el pensamiento.

Asintió. El instinto saiyajin, tanto para el sexo, como para la guerra, era idéntico. Así se habían sucedido innumerables violaciones, pero tampoco es que las hembras de su especie fuesen tan sumisas: generalmente tenían que vencerlas. O si eran ellas las que deseaban, tampoco había control: más de una había tenido una relación ilícita, con su consabido bastardo (incluso seduciendo a sus mayores), que engrosaba las listas de soldados de clase baja, o en casos excepcionales, subían de rango. Cuando lo vio con sus propios hijos, todo resultó un desastre: Skank comenzó a violar a las servidoras del palacio y su padre tuvo que amenazar con cortarle la verga si no paraba. Así que ella hubo de llevarle una fuerte cortesana de otro planeta, Skinder. En el caso de Bitter, bastó con un soldado que no hizo muchas preguntas, pero resultó que aquella, luego de terminar, y como suele suceder con algunas especies animales, acabó con el pobre joven. Lo miró aburrida.

-Madre, no era necesario. A la próxima vez tráeme una mujer. Son más divertidas- afirmó, ensangrentada, para girar sobre sus talones. Y Straw, claro, se lo tenía bien guardado. Hasta ahora.

-Es verdad. Pero las hijas del rey deben dar el ejemplo. Ser vírgenes y puras para su compañero, ser intocadas para esas bestias que luchan por nuestro reino. Nadie cree en eso, en realidad- suspiró, levantándose. -Pero el Rey sí. Puede que ande con soldados y mujeres de clase baja para alimentar sus apetitos, pero sus hijas a sus ojos son santas. Todas tres- se burló de esa empecinada ingenuidad de su marido en asuntos de mujeres.

Oyeron un golpe. Era el rey, tambaleándose. Sarin hizo una señal a sus damas, que se fueron por la otra puerta y miraron por los agujeros de la habitación. Ambas vieron con horror cómo el rey ahorcó a la reina contra la pared.

-Majes…- dijo Vani, pero Afni la detuvo. 

-Sabes que así son en esta raza- la advirtió. 

La reina retiró lentamente sus manos.

-Estás ebrio. Apestas a ramera de clase baja- le dijo, con asco. - Te conseguiré una más bella. Parecida a mí- expresada con desprecio.

Este se echó a reír.

-Mujer, recuerda lo que pasó cuando tuve a la última. ¿Lo recuerdas bien? No la que ejecutaste.... la otra... -dijo, acercándose peligrosamente, mientras Sarin se movía inteligentemente para evitarlo. Pero él se imponía.

-Nos reconciliamos. Nació el príncipe Vegeta- le dijo, fríamente. -Hace dieciséis años ya.

Este se echó a reír. La volteó.

-No. Te hice esto.

Afni y Vani vieron con horror cómo el rey le rompió el vestido a la reina y la penetró por detrás, apartando su cola y gruñendo. Ella sabía que la miraban. Estaba inexpresiva.

-Siempre te has creído mejor… que yo… y quizás lo seas… pero te destruiré en el proceso… soy adicto a ti, mujer…. maldita mujer…

Tomó su mentón, para ella cerrar los ojos. Vani lloraba, pero Afni la tranquilizaba.

-Creí que la dejaría en paz- afirmó la tsufuru. -Creí que lo haría luego de la cosa tan horrible que le hizo antes de nacer el príncipe Vegeta- recordó.

Ella se volteó, y se echó a reír. Él la golpeó, pero ella se mantuvo. Tomó vino, con su vestido roto. Lo tiró al suelo y lo besó.

-¿Es eso lo que quieres? ¿Verme rebajada como tus rameras? Pídeme lo que quieras, esposo, mi rey- dijo, montándose sobre él y besándolo.

Este se echó a reír. Se recostó sobre su lecho. 

-Por eso te escogí. Eres imperturbable. Incluso dando una luz. Siempre lo fuiste, desde que eras casi una niña y te metiste a mi lecho. No pareces saiyajin. Quizás alguno de tus antepasados ​​​​pervertidos se cogió a una tsufuru, como tus damas. ¿Qué se sentirá estar con una de ellas? 

-Oh, no- dijo Vani, llorosa. Afni la calmó.

-La reina nos protege, hermana. 

-¡Pero no puede protegerse ella misma! 

Ambas observaron. Sarín reposaba indiferente, a su lado. 

-Lo harías solo para fastidiarme, ¿verdad?

-Llevamos veinticinco años como rey y reina. Me conoces bien. - respondió este, malignamente. 

-Toda una vida. Pero no. Esa será una cosa hermosa que no te negaré. Te daré cualquier otra, más joven, una niña, si eso satisface tu oscuridad- le dijo, determinada. 

Este se enfureció. La tomó del pelo y la volteó de nuevo. Ella gritó.

-Un maldito témpano de hielo me mamaría la verga mejor que tú - dijo, para escupirla. Ella gimió. Era una entrada prohibida.

-No por…

Él tomó sus manos y comenzó a reírse, para ella cerrar los ojos.

-¿Por qué no pelea con el rey? Podría desplegar su ki- dijo Vani, horrorizada.

-Ya lo ha hecho y no ha salido bien. Por eso entrena en secreto en nuestro lado. Pero te aseguro que no se vengará en batalla- dijo esta, abrazando a su hermana. 

La reina apretaba los ojos y los dientes, mientras era tomada por su marido del rostro y soportaba sus embates. Sentía que estaba sangrando.

-¡Ramera! ¡Se hace llamar a la reina! ¡Tan orgullosa! - dijo, mientras ella trataba de respirar, en medio del dolor. La reina hizo el esfuerzo de tomar un pequeño pañuelito, pero este lo tomó primero y lo lamió, para tirárselo.

-¡Todo en la que la complazco para que me trate como a un sirviente! ¡Maldición!

Apenas terminó, el golpe en el rostro, para tirarla contra el diván. Ella le mandó una esfera de energía, pero él se adelantó y le dio un codazo que la dejó tirada y sangrando. Se sacudió y se fue. La dejó herida, y tirada sobre sí. Sus damas se acercaron y la ayudaron a levantarse.

-Majestad la vamos a limpiar…- dijo, pero las apartó. Tomó su bata y salió a rastras por un pasadizo, mientras ellas la seguían. Fern estaba meditando sobre una fuente. La vio. Se horrorizó.

-Sarin… pero qué… no otra vez…

Ella se desvaneció sobre él, con lágrimas en los ojos.

-Tú crees que asesiné a tus hermanos y no fue así…él sí y me lo hace pagar…

Fern la recogió, para cargarla y gritar por ayuda.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Capital Vejita- horas después

El rey Vejito lloraba, a solas, tumbado sobre el suelo. Lloraba con los dientes apretados. Hasta que Pew entró junto con varios soldados de la guardia real, y con Kratos a su lado. Este lo apoyó.

-Majestad…

-Mira lo que le hicieron…- sollozó. 

Era otra cortesana, coforiana, que tenía grandes ingresos con los saiyajines. Kerina. Estaba envenenada de la peor manera: tenía gránulos rojos en todo su cuerpo, que explotaban en pus. El vino que supuestamente le había enviado el rey para aquella noche. 

-Fue ella. Fue ella…- insistió este, atormentado. Pero Pew tomó su hombro.

-¿Cómo podría serlo, primo, si la dejaste en Cámara de Recuperación? 

-Mira lo que le hizo…- sollozó el rey, patéticamente. -Mira lo que…

-Pey investigará todo el asunto- le dijo al jefe de las fuerzas de la ciudad. Este le hizo una reverencia al rey. - Por otro lado, diremos que la joven se quiso retirar para irse con las hermanas cofuras de la Galaxia Intraoriental. Oh, primo. Relájate. Tendrás mejores mujeres. Vamos, Kratos. Llévatelo. 

Así se hizo, hasta que Pey se quedó frente al duque, que sonrió y examinó a la muerta.

-¿Así lo quería la reina? 

-Por cada paliza muere una nueva y de peores formas. Es la orden. Ahora quítate la armadura. Aprovecharemos por última vez la hermosa habitación de esa pobre criatura- le ordenó, para el jefe de la Guardia sonriera y se acercara a él, tomándolo del bulto. Comenzaron a besarse, salvajemente. El duque volvió a mirar a la pobre mujer.

-Correcto. En la habitación- afirmó, para jalar al jefe de la Guardia. 

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cámara de recuperación- Familia Real- Días después

Los hermanos rodeaban a su madre, que estaba en la cámara de recuperación. Straw estaba furiosa.

-Esto no puede seguir así. Hablaré con papá. Si le hace algo más, me iré- dijo, determinado. Pero su hermana mayor, más práctica, la detuvo. 

-Como si te dejara. Nadie puede derrotar a papá, por eso es el rey, así funciona- dijo Bitter, mirando a su madre, también indignada. Skank estaba en silencio. Crepitaba de ira. Ya había soportado ver a su madre golpeada desde niño. Ahora se sentía con suficiente fuerza para derrotarlo.

-Lo mataré- dijo, apretando sus puños. 

-No, Skank- insistió Fern. - ¿Quieres iniciar una guerra civil? 

Su hermano lo miró con desprecio.

-Igual la corona sería tuya. ¿No es lo que quieres? 

Fern se enfureció, e iba a matar a Skank ahí mismo, pero Bitter se interpuso.

-Ya basta, tontos. Hace dieciséis años pasó lo mismo y fue de peor manera. La última vez casi iniciamos una guerra civil. Éramos niños, pero con el suficiente poder y razonamiento para hacerlo. Ahora somos mayores. La Corona debe primar- insistió.

Así fue: ante la prisión de la reina, los cuatro hijos se rebelaron siendo unos niños, mostrando poderes de pelea jamás vistos. El rey Vejito tuvo que ceder. Liberó a su mujer, y ya a los niños los tendrían controlados, a los tres, en su momento. Aunque cada vez se le salía de las manos. Por eso entrenaban con él, continuamente. Todos los cuatro hijos de Sarin, hijos de su madre, cuidaban de mostrarle su verdadero poder a su padre, que sabía del engaño. Pero no quería admitirlo. 

-Vaya tiempos- dijo Skank, apretando los puños. Los cuatro hermanos se aliaron contra su padre, que liberó "un tiempo" a la pobre reina Sarin, que salió embarazada y tuvo al pequeño príncipe Vegeta. Le costó volver a ser ella misma. Le costó volver a ser la reina, pero con ayuda de sus hijos y su séquito, lo logró. Skank recordaba todo esto con rencor, ya que era el único con la fuerza suficiente para forzarla a hacerlo. Para gritarla. Para hacerla volver.  

-Bueno, mamá murió al darme a luz- recordó Fern. -Fui el último de sus hijos. 

-Aunque dicen que en circunstancias muy extrañas- dijo la princesa On, entrando a la habitación. Bitter la miró con odio. Era su hermanastra, pero le parecía vana y cruel. Y sí lo era. Siempre tan presumida ante sus otras hermanas, a las que trataba de humillar por nimiedades.

-Si vienes a decir que se lo merecía, te mataré- le advirtió. - Sabes que puedo hacerlo- la amenazó.

Ella sonrió como si nada.

-Y papá te matará a ti. 

-No cuando le cuente de tus andanzas en los cuarteles de clase baja, ramera- le insistió Bitter. Esta solo caminaba sonriendo, paseando y viendo con complacencia a la reina herida por todos lados.

-¿Querrá saber de las tuyas? 

-Ya basta- intervino Straw. - Si vienes aquí a regodearte, lárgate- le ordenó. Ella dio la espalda y se fue riéndose. Pew se cruzó con la princesa. Esta lo miró con odio, pero él tomó su mano y le dio una moneda.

-Pago por adelantado. Eres la única ramera del reino que trabaja sin cobrar- le dijo, para todos los hijos reales echarse a reír. Fern gruñó, indignado. On le escupió al duque.

-Oh, vaya. ¿Eso cuenta como cargo extra? Se los haré saber a tus clientes- le gritó, para esta voltear y pegarle con el cabello. Este se limpió con un pañuelo que le pasó Bitter. 

Pronto se abrió la cámara. Aparecieron Afni y Vani. La envolvieron rápidamente. 

-Nadie hará nada- ordenó la reina, mirándose al espejo, determinada.

-¡Pero madre!- replicó Straw, indignada.

-¿En serio?- preguntó Bitter, desconcertada. Skank estaba furioso. 

-Madre...- dijo el príncipe Vegeta. No podía entender por qué aquella mujer nunca había sido normal. Ninguno de sus hermanos, de hecho lo entendía.

Ella respiró fuertemente.

-Nadie no hará nada. No ha pasado nada. Esto es un asunto entre el rey y yo -insistió fríamente.

-¡Madre!- replicó Straw.

-Nada- dijo, para irse con sus damas. Esta quedó desconcertada. Fern puso una mano en su hombro.

-Ya, hermanita. La oíste. Sabe que se las ha arreglado siempre- le dijo, preocupada, mirándola herida, más vulnerable que nunca, viendo por primera vez la realidad del matrimonio con su padre.

-No…- dijo ella, tapándose el rostro. Vegeta puso una mano en su hombro. Bitter estaba inexpresiva y vio a Skank irse furioso. Este entró a su habitación cuando ella ya estaba como siempre.

-Lo voy a matar. - advirtió. - Lo voy a matar- dijo, apretando los dientes. Ella tomó su rostro.

-No harás nada- le dijo, con su frialdad de siempre. Su hijo la miró furiosamente estupefacto.

-¿Qué? 

Ella se sentó, viéndose al espejo. Solo quedó el moretón. Eso se arreglaría con sus pócimas.

-No harás absolutamente nada. Te ganarás la confianza de tu padre- insistió, mirándose al espejo. 

-¡Pero madre!- insistió este, furibundo. Golpeó la pared. - ¡Te matará! 

-No me matará. Eso te lo aseguro. Pero no tenemos tiempo. - le dijo, significativamente. Skank adivinó que su madre era más rápida que él.

-Madre…

-¿Harás lo que te digo? - insistió, tomando su rostro, de nuevo, al él agacharse y poner sus manos en sus rodillas. Él la abrazó. 

-Sí, madre…

Ella volvió a mirarse irritada. Apenas este se fue, tomó una daga. Se la comenzó a clavar lentamente, para mirarse en el espejo. Miró su rostro de ira y dolor. Apretó los dientes, conteniendo su ki. El espejo se rompió, mientras ella gritaba internamente de dolor y furia, hasta que sonó, con una extraña torsión de su boca. La daga traspasó la mesa. La sangre se regaba sobre el piso. Ella siguió sonriendo. Una doncella entró, con armadura. Grito.

-Me lo merecía. Mi rey me castigó como debía ser. Nunca lo honraré tanto-le dijo. 

Ante el escándalo de tamaña chismosa, el Rey vino a su cámara dos días después, con un collar fabuloso de una piedra negra chispeante. Se lo puso en el cuello. La treta funcionó.

-Mi pobre Sarín. Lo que debes sufrir a veces por mis impulsos. No sabía que mi reina se había castigado ella misma por mi causa- le dijo, acariciando su cabello. 

-Estoy a tu disposición, majestad- le dijo sonriendo. Ven, prueba- dijo, dándole de su vino. Él bebió. Ella volvió a servirle. 

-Si me emborrachas, te aseguro que no te irá bien- le advirtió, embebido. 

-Lo sé- dijo, poniendo su mano en su pecho. Este se echó a reír. Sabía para dónde iba. 

-¿No querrás un quinto príncipe, o sí? 

-¿Lo quieres tú? 

-Quítate los guantes- dijo, haciendo ella misma, para poner la mano en su vestido. Él lo olió. Era dulzón. Delicioso.

-Maldición, huele delicioso. Maldita mujer. Qué olor… tú y tus fruslerías… dijo, para lamerse las manos, y la tumbó sobre el lechó, para entrar rápidamente en ella, que gimió. Ella sentía cada embate, satisfecha, con las piernas abiertas. Sonrió, mientras tomaba algo de su mesa. Se ató la boca. Este se echó a reír. 

-Loca- le dijo, para quitárselo con los dientes y besarla. El rey se retiró riéndose.

Ya abrazándola, a su lado, la observaba. Era espléndida. Besó su hombro.

-No entiendo para qué frecuento a veces a otras tontas. Son más jóvenes que tú, claro. Pero tú… tú… es una suerte que no hayamos tenido más hijos- dijo, para posarse encima de ella y con su cola cercar la suya. Besó uno de sus pechos, con satisfacción. Era lo que más le gustaba hacer con ella. Era lo único en que se entendían.  

-Lo sé- le dijo, frotando su miembro. -¿Estás mejor? 

-Sí, sí. Si. ¿Creerías que mataría a la mujer que ha gobernado en mi nombre y ha hecho de esto más que un chiquero? - preguntó, sin ambages.

Ella se echó a reír. Recordó cada golpe, cada tortura, con un odio inimaginable, pero no dijo nada.

-Bueno…

-No. Necesito tu cabeza, como siempre. Te he pasado el informe sobre Irn, al oeste- dijo, para volver a tomarla. Ella gimió, suavemente.

-Cold- afirmó ella, para él embestirla. Ella gimió de nuevo.

-Cold- dijo, con ferocidad. Sabes que le regalaría el planeta de no ser por ti. Cada vez que voy sin ti, me pregunta “dónde está esa bella reina que tienes tú”. Y siempre me engaña- se quejó. -Malnacido- dijo, para subir el ritmo, y ella gritar, hasta que él se descargó sobre ella, cerrando los ojos y retirándose. Ella solo pensaba en aquel temible rey. Porque en realidad Cold era uno de los entes más poderosos del universo. Más poderosos que todos ellos. Si no los había esclavizado era gracias a ella, que se había puesto a su servicio, junto con su reino. Y su marido era tan tonto para negociar...

-Perder. Lo que ya no ha sucedido- afirmó ella, levantando las cejas, altiva.

-Exacto. 

-Mujer- dijo, besándole la cabeza. - Creo que quedaste doblemente satisfecha- dijo, ridículamente orondo. -Espérame esta noche.

-Aquí estaré- le dijo, sonriéndole. Apenas se fue, dejó de hacerlo. Se limpió la frente con odio. Sus dos damas aparecieron.

-Majestad… ¿está bien? -le preguntó Vani, aterrorizada. Ella comenzó a aplicar sus pociones.

-Tu hermana debe entrenar un poco más. No somos como tus reyes, al otro lado del planeta. El amor es un concepto extraño para nuestra raza. Tienes que ser fuerte y dejar de llorar. O no sobrevivirás. Ahora, quiero que me recuerden qué fue lo que dijo la princesa On sobre mí- le dijo a Vani.

-Que se lo merecía, majestad- dijo Afni, indignada. Ambas hermanas se miraron.

-Ah. Bien.- dijo, sin reaccionar. - Quiero que alienten al tal Gurdock a seguir con Straw. Quiero que consigan a alguien que le hable de las ventajas que tendría al estar en la Familia Real.

-Gurdock la ama sinceramente, majestad- intervino Vani. 

-No. Lo que hace una mujer como On es que al verse despechada y más si ya ha estado con el otro, es conseguir más que eso. Apenas sepan quién es…- dijo, mirándolas a las dos, que entendieron al instante. 

Ambas se miraron, malignamente. 

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Templo de los Cinco Dioses Crueles, días después

-Madre Sadala, dame el poder para destruir a mis enemigos. Para arrancar sus entrañas. Para quemar sus intestinos. Madre Sadala, te doy mi alma...

Una estatua de una diosa con rostro terrible, con una enorme cola, y cabello centelleante, con colmillos. La diosa fundadora y madre del planeta. La reina de los Cinco Dioses Crueles. A su lado, otro dios de cabello picudo. Con su cola entrelazada. Vej su esposo. Y Zakkar, su hijo, con sangre en los colmillos, al lado de sus esposas hermanas, Mirai y Dandala. Los dioses fundadores del planeta y la raza. Cada saiyajin los tenía como sus dioses. En su templo, frente al Palacio Real, la reina Sarín, con velo negro, cumplía con su ritual mensual de rezar por el alma de los saiyajines caídos en las misiones. Sarin no podía sentir nada por ellos. Eran como granos de arena. Nacían más, morían más. Y ella los despreciaba tanto como a ellos, que la veían como una bruja perra envenenadora. A la que se querían coger, claro, había visto los dibujos en las calles. Primitivos, de ella con las piernas abiertas, o en cuatro patas, mientras la penetraba el rey, que se reía de esas caricaturas. Tenía más compasión por los pequeños y las mujeres y niñas, que llegaban a parir hasta cinco hijos o más de hasta tres compañeros diferentes en su vida. Y los que se enlazaban, las tenían como bestias de cría imposibilitándolas para pelear. Sadala era cruel: como todo buen dios, jamás escuchaba plegarias. 

-Majestad- la alcanzó el viejo sacerdote Turunk, ya un saiyajin que había pasado la edad de la juventud. La reina no recordaba si tenía un siglo o más. - Le agradezco inmensamente su regalo al templo. Veinte monedas traslúcidas. Jamás estaremos tan agradecidos con la Corona- afirmó, con un servilismo que hacía pasar por cortesía. Y que a la reina le parecía repugnante.

-Y nosotros con ustedes, sacerdote Turunk. Ahora, espero que veamos augurios auspiciosos sobre aquella misión al planeta 678Y- le dijo, mirándolo a los ojos, significativamente. -Si tenemos éxito en esa misión, a la  que irá el Rey personalmente, probablemente todo el pueblo goce de prosperidad y usted vea un poco más de algunas... otras bendiciones- le insinuó. Este entendió al instante: Sarin no era la primera reina en comprar la voluntad de los sacerdotes. Era una práctica normal en las relaciones del Templo de Sadala y la Corona. 

-La diosa Sadala nunca es cruel si se trata de las conquistas del Rey, majestad- dijo este, haciéndole una reverencia. El mayordomo Kalen, de pelo azul, y sus damas se fueron con ella, caminando, mientras sus hombres le abrían paso en medio de Vejita, la capital, fundada por el primer rey con ese nombre hacía cuatro siglos. 

-¡Paso a la reina! ¡Paso a la reina! 

Esta no miró a nadie. Seguía de negro. Oía algunas palabras, gritos e insultos. Entre lo que podía distinguir, escuchaba "¡Te lo mereces, puta!" "¡Bien dado!" "¡Sufre, zorra!" 

Kalen hizo una señal. Uno de los guardias atravesó a un hombre que le gritaba burlón, y trató de tirarle encima de un escupitajo. Lo atravesó con un flash. La sangre corrió frente a ella, que simplemente la pisó, como si nada. Le iban a tirar algo, pero ella lo quemó con una mano. Comida. Podrida.

-Conque así usan la comida que les damos- le dijo a Kalen, que gruñó.

-Chusma asquerosa.

-Bah- dijo ella, entrando al Palacio de los Reyes, mientras todos le hacían reverencia. - Recibirán una semana de las sobras y retrasaré intencionalmente sus provisiones. Y entre más maldiciones, los joderé más-le dijo, y el mayordomo se rió. Tenía el mejor trabajo del reino: servir a la persona quizás más inteligente de ese planeta y la más creativa en su crueldad. 

-¿Habrán revueltas? 

-Bueno, luego de hacerlos sufrir, les traeré "regalos" especiales. Me lamerán los pies por más- dijo, dándole su velo a Vani, y Afni lo dobló. Pero lo miró horrorizada: tenía sangre de la calle. 

-Majestad...

-Ay, mi favorito. Maldita gente -bramó, furiosa. Era tan caro que ni ellos lo valían. Los odió por un momento más. Luego, suspiro, caminando, por el gran pasillo, para ir a trabajar a sus aposentos. Uno de los hombres, Nappa, fue llamado por ella. 

-Vas a buscar, tú y tres hombres, a los imbéciles que han hecho los dibujos y los gritos. Quema unas diez casas. Comienza por una, hablarán- le indicó al macizo muchacho, que tenía el cabello como una alimaña.

-Sí, majestad- dijo este, haciéndole una reverencia. Como todos los demás. Porque todos le hacían reverencias, aunque Sarin sabía lo que pasaría. Unos la maldecirían, otros temerían, y otros seguirían burlándose: el rey le había dado su merecido. Ya lo pagarían: mandaría a sus hijos o nietos a planetas imposibles. Morirían como ratas achicharradas. Bah, chusma asquerosa, pensaba, mientras caminaba por el gran pasillo del Palacio de los Reyes. Ahí se encontró con su primera hija, la princesa Bitter.

-Madre- le dijo esto, mientras a ambas le hacían reverencias. -¿Estás mejor? 

-No entiendo- le dijo, con una sonrisa desconcertada. Esta entendió. Sonrio. Su madre, siempre tan inexpresiva, tan poco reactiva. Era magistral en ello. 

-En fin. Controla a tu hijo.- le dijo, con esa misma sonrisa.

-¿Cuál de ellos? Tengo dos- le respondió, irónica.

-El que ni siquiera tocaste cuando nació. Vegeta.- le recordó, sin filtros, porque se sabía que no era nada cariñosa con él - Está golpeando a todos los demás a muerte porque se burlaron de…

Ella fue de inmediato. Vegeta lanzó un flash a otro joven, que comenzó a desangrarse. Se lo llevaron rápidamente a una cámara de recuperación.

-¡Paren esta barbarie!- ordenó. Todos se arrodillaron. La reina miró al Príncipe. Estaba ensangrentado. 

-Madre...

Ella lo miró inexpresiva. 

-Necesitas descansar.

Este protestó.

-¡No estoy cansado! ¡Ellos dicen que…!

-Son basura. Vamos- insistió. 

Ella examinó su rostro, en otra habitación. Estaba bien. Pero era tan odiosamente parecido a su padre, que no podía sentir nada por él.

-Gracias- le dijo con una leve sonrisa.

-Madre- la abrazó. Ella se crispó y le respondió levemente.

-A la próxima vez me consigues todos sus nombres, ¿de acuerdo? 

El joven, desconcertado por la frialdad de su madre, se resignó.

-Sí, madre. ¿Qué les harás? 

-Los arruinaré. Ahora ve, a la cámara de recuperación- dijo, para acariciarlo y levantarse. Sí que le costaba tocarlo. Pero él no tenía la culpa, claro.

--------------------------------------------------------------------------------------

Días después, Sala del Consejo Privado

Antes de entrar todos, Fern y Pew estaban frente a frente. Este lo miraba reservadamente.

-No muerdo, primo. Y tampoco eres mi tipo- le dijo, vanidosamente.

-Lo sé. Solamente que… no puedo olvidar lo que le hizo papá a Sarin. Todo lo que hace por él y la quiere destruir siempre. No puedo condonarlo- afirmó, molesto. Pew suspiró.

-Es lo que decimos todos, querido primo. Y no siempre podemos protegerla del rey. A menos que… claro, hablases con él. Pero no creo que cambie su manera de ser.

-No, no lo hará. Lo intenté y me reprochó por meterme en asuntos de su matrimonio. Pero Sarin debe ser protegida, en eso estamos de acuerdo.

-Bueno, si ella andase un poco más contigo… ya sabes, para entrenar y dejar a tu padre descansar…- le sugirió el duque. Este lo miró, asintiendo.

-Buena idea, Pew.

“Y dará la casualidad de que lo haré perderse. Cuando vea a la reina desnuda por accidente, quién sabe”, pensó, deleitándose en lo que comenzaba a fraguar.

 Ya en consejo, el Rey la sentó a su lado. El general Paragues, el mayordomo de la reina, Kalen, el mayordomo de palacio, Kratos. El duque Pulén, el coronel Miren. El doctor Fura. Todos eran parte de la mesa. También estaban los hijos del rey: Fern y Skank. La reina pasó los informes a su marido.

-Así que abrirán otro centro de alimentos al oeste. ¿Cómo lo van a financiar, majestad?-preguntó Miren.

-Ganamos lo suficiente para la reserva del tesoro con las últimas tres conquistas. Además, exportaremos a los tsufuru los frutos verdes que necesitan mientras intercambiamos con ellos otro tipo de cultivos- explicó, pasándole otro informe. Maldita, pensó Pulen. Lo tenía todo controlado.

-¿Se usarán más esclavos no saiyajin para esa construcción? - preguntó el duque Pulén.

-Por supuesto. Los hemos dejado vivos para que nuestros guerreros se ocupen de trabajos administrativos si no tienen poder de pelea. Eso, por el aumento de la población. Y para que los que son verdaderamente talentosos se enfoquen en una cosa.

-Bueno, somos saiyajines. Es evidente que tenemos fuego en la sangre- se burló el general Paragues. -Yo he tenido varios hijos por ahí que ya andan conquistando planetas. Mi sobrino Paragas fue padre hace diez años de Paragus . ¿Qué hará, por cierto, con todas esas mujeres saiyajin y no saiyajin, así como hombres, que tenemos con fin de descargar nuestras energías?

Paragues se refería a los esclavos que había creado la reina: los que estaban destinados a construir sus palacios y cosechar y criar su comida. Los de mayor categoría eran los intelectuales, que la reina se preciaba de guardar para ella misma: doctores, científicos, literatos, de todos los planetas, que habían construido la primera Gran Biblioteca del rey Vejito I (el actual era el noveno) y un laboratorio donde estudiaban los poderes de pelea y el comportamiento de su raza, auspiciados por los Tsufuru, quienes le habían dado a la reina muchas ideas para engrandecer su reino. Además, la reina los usaba para que aplicaran sus técnicas avanzadas en todos los campos, cosa que al otro lado del planeta ya tenían más asimilada.

De hecho, eran frecuentes las visitas de ambos soberanos a lado y lado del planeta y muchos tsufuru estaban en altos cargos, aunque no como guerreros, para rabia de los saiyajines. De algunos, porque otros que eran desechados por "débiles" pronto encontraron trabajos técnicos o en administración, o en oficios. Los esclavos que también eran codiciados eran los que ataviaban y enseñaban a los nobles, por directrices de la reina, a ser tan "civilizados" como los ricos negociantes y emperadores que iban a Scafar, el planeta más rico del universo, donde se sellaban todos los negocios. Y la reina soñaba, claro, algún día, en que su raza hablara como igual ante todas las otras, más evolucionadas en otros aspectos. Por lo que aceleró reformas. 

Y claro, ante una raza tan terca, estas fueron tomadas a mal por el pueblo y la nobleza, pero al verso los guerreros y el pueblo de la escala más baja, beneficiados y con posibilidad de ascender, pronto vieron más posibilidades. Y claro, había otros esclavos que la reina había creado de forma práctica: los saiyajines solían violar no solo a las hembras de pueblos conquistados sino a las de su propio pueblo. No dejaba de ser común que una pobre joven de clase baja ya estuviese embarazada a sus doce años, destruyendo su pequeño cuerpo en el proceso para dar a luz. Y así seguiría por el resto de su vida, si es que sobrevivía. La reina Sarin, horrorizada, comenzó a traer a mujeres de todos los planetas conquistados expertas en el placer, incluyendo tsufuru expertas en ello. La cortesana tsufuru Puni regentaba el lugar de placer más conocido en todo el planeta, tanto del lado tsufuru como el saiyajin. Y otras mujeres que no querían trabajar sino que veían en ello una carrera y una posibilidad de huir de su miserable destino como animal de cría de un soldado o tres a lo largo de toda su vida, entraban. Otras hembras de otras razas llegaron al planeta Plant atraídas por la fogosidad de los saiyajines y por la posibilidad de ganar bien. 

Así, en veinticinco años de reinado, por primera vez el reino de Vejito IX mostró a su raza una prosperidad sin límites. Además, su esposa, encargada de los nombramientos, era justa y lo hacía basada en el poder de pelea, méritos y talentos. Esto, en cuanto a los nombramientos. En eso pasaban sus días. No todo había sido recibido con los brazos abiertos, claro. Pero ninguno de sus adversarios, sobre todo el general Paragues, hermano de la reina muerta anterior, podía quitarle el crédito. 

-Están retirados en el Palacio norte, financiados por mí. Como se ve en este informe del doctor Fura y del coronel Miren, se podría establecer una calzada de comercio para conectar las vías. Y podríamos construir en el camino que ya está sembrado unos tres pueblos, con el almirante Pota como gobernador en las provincias del noroccidente. Él me informaría quién sería la autoridad competente, desde las aldeas- expresó resuelta.

-Es increíble- suspiró Paragues - Ver cómo ha cambiado el reino, majestad. Gracias a su genio e inteligencia- alabó al Rey, que quedó satisfecho.

-Dale un poco de crédito a Sarin, así se odien entre ambos. Yo no sé nada de esas malditas cosas- dijo, indiferente. Le sirvieron más vino. Ella miró con una sonrisa despreciativa a Paragues. Este la miró con odio.

-Porque usted, majestad, sigue siendo un saiyajin puro. Horroroso será el día en que nos convertimos como esas civilizaciones amaneradas- se burló, y rieron el duque Pulen y el coronel Miren. El golpe, claro, iba para Pew, la mano derecha de la reina y quien la asistía, y se sabía en todo el reino, en sus muchos crímenes. 

-Disculpa por no querer que todos caguemos en cuevas, Paragues- intervino Pew, para la reina sonreír, divertida, al igual que Fern y el doctor Fura. -A menos que sea una costumbre con la que atraes a las mujeres con las que te acuestas. Digo, a las que no les pagas, si hay alguna- insinuó, para este mirarlo furioso.

-Al menos son mujeres- insistió.

-Todos los orificios son iguales desde ciertos ángulos- replicó Pew, y Skank bufó, asintiendo, al igual que el rey. Hubo más risas. Fern negaba con la cabeza, divertido.

-Eres incorregible- dijo, acariciando su oreja y palmoteando su hombro.

-Lo sé- afirmó, para tomar su copa más amaneradamente, mirando malvado y victorioso a Paragues. -Oh, el buen doctor Fura quiere hablar- señaló al galeno.

 El doctor Fura, siendo uno de los pocos no saiyajin del Consejo Real, intervenía rara vez. Pero eso sí que era otra afrenta, siendo parte él de los pueblos esclavizados que habían prosperado con los saiyajines. Un arcediano en toda regla. La amada reina lo hacía todo para no ser como los malditos micos, los simios asquerosos, como los llamaban Cold y su hijo Freezer, y el resto del Universo, y así le pagaban.

-Le recuerdo que el rey Cold, el más poderoso del universo, no carece de intelecto. Pueden combinarse ambas cosas - expresó, flemático. La reina miró a Paragues con otra flemática sonrisa.

-¿De qué sirve el intelecto en batalla?

-Mucho, tonto. Si crees que ganas solo con el poder de pelea, deberías darme tus méritos a mí- intervino burlonamente Skank. El rey tocó la mesa.

-Cállate ya. ¿Qué opinas, Fern?- preguntó el rey a su heredero. 

-Estoy de acuerdo con el doctor Fura, padre- dijo este, irritado.

-En fin. Estoy harto. Paragues, Pulen. Vámonos. Quiero ir a entrenar. Quiero vino y rameras. Mujer, encárgate tú de todas estas tonterías. Por eso eres la única mujer, contra toda la tradición, con una silla aquí. No me llames para cosas que puedes hacer tú misma- le reprochó a la reina, que miró hacia abajo.- ¡Vámonos!

El general Paragues miró con odio a la reina, sonriendo.

-¿Cómo va su rostro, majestad?

-No entiendo de qué habla- le dijo ella, con la misma sonrisa de desprecio.

-Yo creo que sí. Se supone en todo el reino. ¿Y tu mano? - dijo, mirando su herida. Ella volvió a sonreír.

-Ah, sí. La usé para estrangular mientras duerme al último que me hizo preguntas tan estúpidas. Kalen, Doctor Fura, Pew- dijo, para ellos rodearla. Este se fue, riéndose por su respuesta. Ella miró reclamante a su hijo.

-Por una vez usa la cabeza en vez de tu furia.

-Madre, es un imbécil- dijo Skank.

-Y tú más. No hables en los consejos. Limitate a escuchar- le dijo, para este gruñir, irritado, e irse. -. Ah, Fern. Gracias por tu apoyo - le dijo, con una leve sonrisa al joven alto y de cabello largo. Este apretó los labios.

-Tiene usted razón. Si no le importa, me gustaría aprender un poco más de lo que ha hecho.

-Es una buena idea, prima- insistió Pew, abrazándolos a ambos. - Igual él será el heredero- insistió, diciéndole “más vale tenerlo de tu lado”. Cosa que ella entendió perfectamente. 

Poco después, Pew, luego de hablar amablemente con Fern, lo invitó a recorrer el Palacio, pues era el mayordomo principal. Ningún acto se hacía sin su consentimiento. Hasta que llegaron a otros pasillos que el joven desconocía. Pero los chistes de Fern eran tan divertidos, que no se dio cuenta de que estaban en el ala de la reina. De pronto, este se vio en la oscuridad. Caminó y caminó hacia un haz de luz. Era la reina. Estaba desnuda, mientras la bañaban sus dos damas tsufuru. Su cuerpo, blanquísimo. Sus senos, turgentes a pesar de cuatro partos. Su abdomen. El vello de su entrepierna. Sus piernas largas. Su cintura. La bañaban parada. Se alejó, asustado. Pero quería seguirla viendo. Salió por donde entró. Ahí lo esperaba Pew, sorprendido.

-¿Estás bien? ¡Te me perdiste!- le reclamó, inocente. Este se dominó.

-Sí. Sí…

Aquella noche, Fern escogió a una cortesana en casa de la dama Puni muy parecida a la reina. La penetró con toda su furia, apretando los dientes, mientras esta gritaba alto, y se mecían sus pechos. Pew, con dos jóvenes a lado y lado, solo miraba por la rendija y le pasaba una moneda translúcida a la dama tsufuru.

-Sí que le iría bien como regente de una de estas casas de placer- le dijo ella, admirada. Él sonrió.

-Es cierto- dijo, vanidoso. - Por lo que le propongo algo: supe que quería comprar el edificio de al lado, que es bastante caro…- le insinuó. Esta se rió, entendiendo.

-¿Hablamos de ser socios? 

-Si lo quiere llamar así- le sonrió este, malignamente. Miró a sus dos acompañantes.

-Desnúdense para mí, tesoros. Ya voy-les ordenó, para los dos jóvenes delgados hacerle reverencia e irse. 

-¿Y qué ganaría yo? 

-Ser una mujer lo suficientemente rica para comprarse un planeta ella sola. U otra franquicia en Scafar…

Esta bufó.

-Ni pensarlo.

-Sueñe en grande, y puede que todo se le haga realidad. Usted tiene la visión y yo el dinero. Tantos genocidios tienen que resultar en algo bueno- se burló. Esta se rió. Suspiró.

-¿De cuánto estaríamos hablando? 

Este le susurró. Ella lo miró con una ceja levantada.

-Está bromeando.

-Es en serio. La haré heredera, ya sabe, el duque siguiente no puede meterse en esas cosas. Si muero. Pronto iré en otra misión- le dijo, como insinuándole que podría ser dueña de una inmensa fortuna. 

Ella le ofreció la mano.

-Mañana traigamos a los abogados. Bienvenido a esta sociedad.

Este tomó su copa, y la tsufuru se sirvió más vino. Ambos brindaron. Por supuesto, la dama Puni sabía por qué lo hacía: los secretos de todo el reino saiyajin estaban ahí, y él sería el primero en descubrirlos. 

--------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes, días después

Sarin miraba otros informes, mientras paseaba por palacio, rodeada de Kalen, quien fue elegido como su mayordomo principal, asesor y hasta asesino. Junto a él, estaba  el doctor Fura, arcediano, al que ella le había perdonado la vida en una misión, luego de este ofrecerse a curarle una herida para salvar a su familia. Ella lo había traído a Plant como su médico personal. Hasta que en los patios de los soldados, se encontró con su hija, Straw, con Gurdock atrás, y su batallón. Esta se acercó, con amabilidad. 

-¡Madre! Qué bueno estás mejor- le dijo, complacida. Sarin tenía que darle crédito: podría ser todo lo despreciativa y dura con ella, y esto siempre se preocuparía.

-No entiendo- le dijo sin sorprenderse. -Oh, ¿quién es este maravilloso joven?- preguntó a Gurdock, que se arrodilló. Tenía una mirada torva, como la de muchos hombres de su raza.

-Gurdock, majestad. A su servicio- expresó, secamente. 

-Qué bueno que le hagas compañía a mi hija. Es muy compasiva. Enséñale más de lo tuyo. Eres buena influencia- le dijo, sonriéndole. Straw la miró sospechosa.

-¿Mamá? 

Esta la abrazó, para que todos se sorprendieran. La reina no era muy afectuosa en público con sus hijos. Ni en privado, tampoco.

-Si no mencionas aquel incidente, aceptaré a tu amiguito. Tu padre no se enterará. Te lo prometo-negoció con ella. Su hija entendió de inmediato. Sonrió.

-¡Vamos, Gurdock, muchachos, a entrenar! -les gritó a los des u grupo.

El doctor Fura y Kalen se miraron, junto con Afni y Vani. La reina era muy buena manejando otro tipo de guerras, sin duda. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Salón del Trono- Palacio del rey Vejito, días después

La reina entró desdeñosa, como siempre. Solía ​​tener una actitud de desprecio hacia sus súbditos, al mirarlos con altivez: no le importaba caer bien, ya que sabía que gran parte del pueblo seguía riéndose por cómo habían ejecutado a su madre y hermanas: las detuvieron a todas, siendo su hermana la futura prometida de su esposo, a la que violó su suegro. Su padre se alzó en rebelión y perdió, y las ejecutaron a todas, a su esposa e hijas. Menos a la reina actual, la más pequeña. Nunca olvidaría cómo las abusaron a todas, a su madre, a sus cuatro hermanas. A ellas. Y cómo las ejecutaron con flashes, pero ella fue salvada por su sirviente tsufuru. Jamás olvidó los gritos de crueldad. Los gritos de su familia. Y las obscenidades y burlas que repetían al saber cómo el rey Vejito también la golpeaba. No les tenía un poco de compasión. De hecho los despreciaba, los odiaba, casi. 

Pocos subditos le causaban interés. Tenía la mano tomada de su marido y se sentó al lado de su horrendo trono. Miraba a todos con ese mismo desdén y altivez, sus armas para protegerse. El duque Pew estaba parado, a su lado. Llegó el primer coronel, el teniente Gragus, enviado al planeta Penk. Venía con una cohorte de hombres y mujeres de clase baja. 

-Te envié a la misión para que conquistaras el planeta en dos días. Eres un incompetente. 

Este tembló. Miró con odio a la reina, que empequeñecía sus ojos como dos piedras preciosas. 

-Majestad. La reina leyó los informes. ella...

-Deja vivas a los soldados. Me encargaré personalmente de ellas- le dijo al rey, que la miró sorprendida.

-Mujer...

Ella lo miró con desdén. Este se echó a reír. Sarin podía ser absolutamente cruel. Eso era una de las cosas que más le gustaba de ella: cómo castigaba a su propio sexo. Lo había visto en sus amantes. Y lo divertía muchísimo, pero también lo horrorizaba. Porque la había visto dispuesto de vidas como si fuesen pocas cosas, pero particularmente, con las mujeres, era mucho más malvada. 

-Deténganlas.

Las soldados se pusieron en posición de pelea. Comenzaron a atacar, pero la guardia personal del rey las redujo particularmente, con sendos golpes. Una de ellas, sin embargo, logró escapar, y fue contra la reina, pero Pew la partió en dos, con ambas manos. La reina estaba impasible, mientras llovía toda la sangre sobre ella. Se oían gritos. Una de ellas comenzó a gritar.

-¡Hermana! ¡Hermana! 

Otros soldados atacaron, pero  el rey atravesó a Gragus, y la reina mató a otros dos, con otro flash. Los otros fueron degollados. Pew tomó del cabello a una de las soldados, derrotada. 

-Las quiero vivas- le ordenó la reina a su primo. 

-Pero mudas- insistió, y este le arrancó la lengua de un manotazo. Más gritos. Pew podía reflejar el refinamiento de un tsufuru, pero era uno de los más brutales saiyajines asesinando. La reina sonrió, apenas la joven comenzó a gritar y este tiró la lengua, para solo limpiarse las manos. 

 Así, la audiencia había concluido. Straw se enteró semanas después que se decía que la reina había mandado cortar la lengua a los soldados de clase alta y las había sometido a todo tipo de experimentos y vejaciones. Fue furiosa a enfrentarse a su madre, que escribió a solas, con el sello del rey.

-No puedo creer que en serio hiciste eso. ¿Qué les hiciste a Parin, Muren y Koren, madre? - preguntó, indignada. Bitter la miró con condescendencia. Straw se enfureció más, ya que ese gesto le confirmaba que ella lo sabía. Pew suspiró, acostado en el diván de la reina. 

-No otra vez.

-Lo sé- afirmó Bitter, levantando las cejas. 

-No sé de quiénes estás hablando- dijo la reina, calmada. Su hija puso furiosa la mano sobre el escritorio. Su madre la miró con el mismo desdén. 

-¡Lo sabes! 

-Bitter, dile a tu hermana que se calme o encárgate de ella- le dijo con frialdad. Pero Straw iba a destruir el lugar, y la reina presionó su cuello. Ella se retorció de dolor. Pew se levantó burlón, e interesado. Bitter solo cruzó sus brazos.

-Sigues siendo confiada y por lo tanto, débil. Deja de gritar- le dijo a su propia hija, que respiró fuertemente y se calmó. La miró herida.

-Madre...

-Lo que haya hecho con ese trío de tontas no es asunto tuyo.

-¡Sí cuando se trata de preservar la moral de nuestros soldados!- le gritó.Bitter suspiró, irritada. 

-Solían burlarse de mi madre en misiones y del destino de su familia. Las puso en una misión que sabía que fracasaría, ya que no son tan fuertes- expresó con naturalidad. Ah no, no otra intriga. Maldita sea, pensó la hija más joven del rey Vejito.

-¿Qué les hicieron? - preguntó Straw, horrorizada.

-Confórmate con saber que eran traidoras- le dijo Sarin arrogantemente, para retirarse.  Pew suspiró, aburrido, y Bitter lo hizo, burlona. Straw se acercó a su hermana.

-Tú lo sabes…- entendió, horrorizada.

-¿Y de verdad quieres saberlo? - le preguntó, con una ceja levantada. La princesa la miró aterrada.

-¿Por qué madre es tan cruel con nuestro propio sexo? ¡Deberíamos apoyarnos! 

-Es la que más lo hace, pero no tolerará una sola cosa jamás: la traición. Eran las que siempre se burlaban con sus familias de ella y de sus desgracias- le expresó, indignada.

-¿Y sus familias? - preguntó Straw, temblando. Straw la miró fríamente.

-Están muertos. Olvídate de eso- le dijo, para irse. Straw se estremeció. Miró furiosa a su primo.

-Supongo que aún celebras las cosas que hiciste en el Salón del Trono.

-Son normales. Si no fueras tan llorona para hacer lo que te corresponde, las harías también.- le reprochó, burlón. Ella lo miró furiosa. 

-Lo pagaremos algún día.

-Sí- dijo Pew, levantándose, y mirándola con una sonrisa malvada. - Pero no hoy- replicó, para tomar un fruto azul y comérselo ligeramente, frente a ella, y levantar cómicamente su pie izquierdo, para irse con una voltereta. Straw se horrorizó. Cómo podía vivir en una familia tan cruel. 

Sarin, mientras tanto, veía en los sótanos del palacio, en una habitación especial, a las tres soldados, mutiladas y torturadas. Con las bocas cosidas. Las colas quemadas. Se sentó al frente. 

-Se reían cuando me golpeaba mi marido, y también de mi familia. Lo sé, sus madres también lo hacían. Ya han sido ejecutadas, con sus familias. Su patrimonio pasará a la Corona. Nunca se preguntaron por qué las puse en esa misión. Simplemente espero. Siempre espero. Y ahora que no sirven más... - alzó los brazos, para ellas ser desatadas. La del centro gritó, y desató su poder, desatando su boca, sangrante, sin dientes. Fue contra Sarín, que simplemente desplegó su ki y le arrancó la cabeza. Se llenó de sangre. Las otras gritaron. Ella miró todo con molestia.

-Majestad- dijeron sus damas tsufuru, y el mayordomo Kalen se acercó, pero los apartó. 

-Que no quede nada de ninguna.

Los soldados echaron sus rayos de luz. No quedaron ni las cenizas. Ya cambiada, el rey celebraba por la noche. Gritó al entrar la reina.

-¿No me considero el más afortunado? La más bella de la familia noble que matamos- expresó, para echar grandes carcajadas, beber y que se le fuera por las comisuras. Pew miró a su madre, la dama Purin, con furia, porque era tambien su familia, pero esta lo miró significativa. - ¡ Maldita! ¡Y cómo me coge! ¡La maldita mujer sigue siendo una concubina! ¡Qué viva la reina, la malvada Sarin! - expresó vulgarmente. La reina miró todo con desdén y se sentó otra vez a su lado. Este la besó, tomándola forzadamente. Ella lo miró fríamente. Limpio su bigote y barba. 

-¿Qué hiciste con ellas, mujer perversa? - le preguntó, para reírse. El príncipe Vegeta miró a su madre y miró el gesto de desprecio que venía de ella, que disimuló con una sonrisa.

-Las hice polvo. Y no te importa. Ahora sus patrimonios son nuestros y es alta traición- dijo, para desdeñar una copa. Este la miro embebido.

-Siempre tan fría.  Tan diferente de mí- se burló. - Eres perfecta, mujer. 

-Es lo que la reina debe ser, majestad- le dijo, para poner su mano encima, fríamente. El rey sintió su desprecio en todo su esplendor. Uno que no cesaba por más que la violentara. 

-¿Alguna vez me quisiste? - le preguntó, en un momento de lucidez. Ella lo miró sin alterarse.

-Amo a su majestad con todo mi corazón- le dijo, con una sonrisa cordial. Este se volvió a burlar.

-Qué falsa eres. Pero ya con cuatro hijos debemos mantener la farsa. Igual, tu cabeza es la que me ha mantenido con las posaderas en este trono- suspiró. -Pero eso no fue lo que te pregunté.

-Su majestad debe contentarse y saber que siempre haré lo que él desea y piensa- le dijo, para no mirarlo más. Este volteó su rostro, y Bitter y Skank se miraron. Esta calmó a su hermano, que se crispó de furia. Straw se alertó, lo mismo que Fern. Pew miraba todo con burlón interés. 

-Algún día me querrás. Lo sé- le dijo, para besarla fuertemente. 

En la noche, ella solamente soportaba sus embates gimiendo y entregándose. Pero el rey sintió una desolación y frustración que ya eran constantes, pues ella se levantó como si nada, con la misma sonrisa y se posó encima, para complacerlo. En la mañana no podía dormir. Ella se había retirado. Tampoco había dormido, pero tenía el mismo gesto de desprecio de siempre. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes- días después

Kratos y Kalen, el mayordomo de pelo azulado, discutían en el Salón del Trono. Como mayordomos de sus respectivos amos, y artífices o ejecutores de las mayores intrigas del reino aparte del duque Pew, solían compartir opiniones.

-¿Aún crees, Kalen, en la venida del SuperSaiyajin legendario? Recuerda esa leyenda: Vej, el marido de Sadala, nuestra diosa madre, fue el primero, pero si él fue el primero, dijo ella, vendrían más, así como pasó con Yamoshi. Zakkar, su hijo, nos dio continuidad fundando nuestro linaje-afirmó, recordando la leyenda - En eso se funda toda nuestra raza-afirmación el saiyajin, burlón. Había sobrevivido cuatro reinados. Eso lo hacía excepcional, sabiendo cómo habían sido. El pequeño hombre de pelo azul lo miró escéptico.

-¿Todavía crees en esos cuentos de ancianas tontas? 

-¿Por qué no? -replicó este. - La reina lo cree. Estoy seguro. Y el Rey teme a sus hijos. Teme que sea uno de ellos - afirmó, viendo los vitrales. La historia de la dinastía. Los reyes sangrientos que a través del sometimiento de otros planetas conquistaron su propia civilización, si es que se llamaba así. Reyes con el cabello picudo y sus colas de simio, o así los llamaban en todo el Universo, como Ozarus o ellos mismos, sometiendo gloriosa- y sangrientamente- a razas vencidas. Irónicamente aquellas razas vencidas y esclavizadas, con su arte, habían escenificado todo aquello.

Kratos bufó.

-El rey es un borracho cansado que no ha entrenado en mucho tiempo. Es probable. Pero aún tiene poder. Sí, quizás alguno de los cuatro pueda superarlo, ya lo vimos cuando liberaron a su pobre madre de sus torturas hace dieciséis años. Pero, ¿SuperSaiyajin legendario? Habrían de derrotar a esa lagartija horrenda de Freezer- observó. Kalen lo miró a los ojos, razonando tanto como él. 

-Tarde o temprano eso sucederá, Kratos. Aún con la muerte del rey.

Este lo miró, entendiendo.

-¿La muerte del rey? No estarás insinuando que ese degenerado de Skank...

-¿Crees tú que alguno de los dos podría ser un digno heredero? Cold se comería vivo a un tonto como Fern- afirmó Kratos, con toda la sinceridad del caso. - Fern es honorable, es ideal, pero no es saijayin- insistió, para las risas escépticas de Kalen, interesado por la teoría de su par.

-¿A qué te refieres?

-Ah, querido hermano- se burló. - Lo sabes mejor que nadie. La sangre, la ansía de ser más fuerte, vencerlo, conquistarlo todo, siempre buscar un rival. Lo llevamos todos, aunque algunos lo ejecutamos de forma diferente. Henos a nosotros y a nuestra amada reina- ejemplificó.- Sobre todo ella, tan despreciada por ello, pero que tras bambalinas lo mantiene todo, como nosotros. Fern no tiene esa capacidad. Es tan honorable como la princesa Straw, que podría ser la reina...- sugirió. Kalen razonaba a toda velocidad sobre las intenciones del rey Vejito: eso significaría que dejaría a sus hijos varones fuera y todos los esfuerzos de la reina serían en vano.

-No lo entiendo- afirmó, haciendo el tonto.

-Lo sabes. El rey Vejito la estima más, al igual que a la princesa Bitter, para sucederle. El duque Pew también quiere a Bitter en el trono, lo leo como un libro- analizó. - Las hijas resultaron mejores que los varones, y el príncipe Vegeta, aunque fuerte, aún no muestra todo su poder. Straw y Bitter armarían una dupla invencible, repartiéndose el reino. Son el perfecto monarca. Una es corazón, la otra cabeza. Una es compasión, la otra es impiedad. 

Kalen entendió: se lo decía por las intenciones del rey de que le sucedieran. Y claro que él sabía que se lo diría a su ama.

-¿Y entonces? 

-Los hombres son improbables y débiles. A quien sea que le apuesten, las mujeres son mejores, esta vez, a pesar de la ley. Quizás el rey la cambie. Y con ellas, supongo, tendríamos a nuestro SuperSaiyajin legendario- le insinuó Kratos, retirándose. Apenas Kalen le comunicó aquello a su reina, esta suspiró.

-Finge no haber hecho nada con esa información, como siempre -le ordenó ella. Este hizo una reverencia.

-Majestad.

-Sabes que entre más tontos y desprevenidos nos crean, mejor. Gracias- le dijo, para este hacerle una reverencia. No sería el guerrero más fuerte, pero sí uno de los saiyajines más astutos. Por eso estaba por encima de tantos soldados bravos y tan crueles como él. Y él sí que sabía cómo era la maldad. Sobre todo de la reina. 

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Aposentos de la reina- ala norte, días después

La reina se encontró leyendo un libro en la fuente, animada, así lo mostraba su cola. Había creado un paraíso, inspirado en otros planetas, para su uso personal. El pueblo decía que era el lugar más bello del reino, y por fin, inaccesible. Hasta que sintió a Fern espiándola. Otra vez. Sabía que lo hacía a menudo, sabía por Pew, el nuevo socio de la dama Puni, que siempre escogía a una cortesana parecida a ella. No se horrorizó. Le pareció halagador. Ya lo hacía sabiendo que él estaba ahí. Y él sabía que ella sabía. Hasta que él se acercó, sentándose levemente. 

-Es de los cronistas, por si no te importa. Mi única distracción es leerlos. Algún día escribiré las mías, claro está- le dijo a este, que se ruborizó.

-¿Estás bien? 

-No, realmente. Estoy preocupada por tu hermana- dijo, refiriéndose a On, de quien se decía que había perdido su virtud con un soldado de clase baja y con muchos más en los cuarteles. 

-Lamento si ella…- se excusó, pero ella le escuchó. 

-Sé que no he sido muy afectuosa contigo y tus hermanos. Pero como verás, tampoco lo soy con mis propios hijos- se burló. Este bufó. Claro que entendía. Se decía de la reina que era una madre desapegada y terrible, pero no era tan malo: la mayoría de su raza era así. -Es de familia y como somos saiyajines no es tan condenable. Acércate- le ofreció. Esto lo hizo, cauteloso. Miró el leve morado aún en su mejilla. Se indignó.

-Hablaré con él. Lo que te hizo fue imperdonable.

Ella negó con la cabeza.

-No, no lo hagas. Ya nos hemos arreglado. Él es así… siempre lo ha sido. En la noche del encamamiento, en ese horrible ritual donde todos nos miraron luego de nuestros votos, me dejó destrozada. Yo era una niña. Pero los saiyajines no midieron su fuerza-recordó, perdida entre sus propios gritos, pues Vejito había estado particularmente borracho y fue más violento con ella que de costumbre.

Fern no le creyó ninguna palabra. Pero ella parecía resignada. 

-No te creo. Le temes, como todos aquí- insistió. 

Ella sospechó. Era en parte, verdad.

-Es el Rey. Hay que temerle o pondrán nuestras cabezas en picas, querido- le dijo, quitando una flor de su armadura. Este la miró con extrañeza. Pero la miró determinada.

-Yo no le temo. Y sé que Skank tampoco- insistió. Sarin vio por primera vez en su hijastro un atisbo de determinación. 

-No hagas algo estúpido. Bueno, recibió comentarios viles, pero…

-¿De quiénes? 

Ella negó con la cabeza, de nuevo. Lo miró de reojo, para luego turbarse. 

-No, no puedo decírtelo. Te enojarías- insistió ella, mirando hacia otro lado- mirando a sus bellas plantas y árboles, traídos solo para ella. 

-Vamos, Sarín. Te vi hecha pedazos.

-Tu tío, el general Paragües. No le vayas a decir nada- insistió. - Es el favorito de tu padre- le rogó, suavemente.

Este se paró, furioso, pero ella tomó su capa.

-Por favor, no. Esto lo arreglaré con tu padre- le insistió, temerosa.

-Pero eso es vil…

Ella miró hacia otro lado. Se levantó.

-No lo hagas- le dijo, mostrando tristeza. - Por favor.

En la noche, ella se resignó. Seguramente había encontrado otra ramera. Ya se encargaría de ella. Pero el rey vino. Se le heló la sangre. Trataba de entrar, borracho. Ella se puso un unguento en todo su cuerpo. La puerta se abrió.

-Échate- le ordenó. 

Vani no temblaba ya. Afni miraba al lado, inmóvil. Veía soportar a la reina, como siempre. O tal vez no. Ella gimió. Este se echó a reír. 

-Eso me gusta. ¡Hazlo más! ¡Más! 

Ella lo hizo, apretando los dientes, mientras él la recorría. Se echó apenas se descargó en ella, respirando fuertemente.

Miró hacia el techo. Era cóncavo, con pinturas hechas por un esclavo artista de Prim. Esos hombrecitos naranjas tenían cosas extraordinarias, por lo que la reina ordenó que el planeta quedara casi intacto. 

-Mierda. Amé más a mi primera esposa, es cierto. Ella me transmitió un sentimiento nada saiyajin-recordado, con melancolía. Pero tú... tú... tú... - le dijo, para recostarse sobre ella. La reina tocó su rostro.

-Lo sabemos desde que me metí en tu lecho. A pesar de ella- recordó, porque entró siendo una dama de compañía de la madre de su esposo, para luego ser amante de su padre. Y luego de su hijo.

-Más bien de que mi padre te cedió a mí. Buenas artes de ramera, ¿no crees?- se burló, para darle una nalgada. - Mira, llegaste a reina. Maldición- se burló. Ella trató de evitar la ira que le producían sus palabras. Casi todas sus palabras. Sonrió otra vez.

-Le agradezco tanto, majestad.

Él tomó su rostro.

-Sirvió mucho haberte corregido hace dieciséis años. Eres la reina ideal. Odiosa, pero así me gusta. De concubina, a reina. Sé que me dirás que no eres la primera, tú y tus tonterías- se levantó, para servirse vino. Ella se arrodillo. 

-¿Qué? 

Ella se acercó a su entrepierna y lo agarró de sus nalgas. Este se echó a reír.

-Haré lo que tú quieras… mujer…. maldición…- dijo, mientras ella le mostraba cuán talentosa podía ser con su boca.

Ya tumbado, ella le ofreció otra copa. Afni y Vani solo miraban, como poseídas. Él se la tomó sin dilatación, mientras ella se posaba encima.

-¿No estás cansada? 

Ella comenzó a moverse. Volví a besarlo. Él se sentó y la estrujó. 

-De acuerdo…- dijo el rey, para devorar su boca. Las damas de compañía seguían mirando.

-La reina sabe usar muy bien lo que las mujeres tenemos entre las piernas. Aprende esa lección-le dijo Afni a su hermana, que ascendió, confiada.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Ciudad Vejita, parte sur, meses después

La princesa On, en un oscuro callejón de la ciudad, era empotrada por un soldado. Tenía un antifaz para no ser reconocido. Aquel era Gurdock, que se retiró de ella, frustrado. 

-¿Qué? ¡No pares!- le ordenó. -¿Qué? - gritó ella, furiosa. Este miró hacia abajo.

-Lo siento. Será la última vez.

Ella se indignó. Nadie la rechazaba. Era la princesa más hermosa del reino.

-¡Bastardo! ¿Cómo te atreves a rechazarme? ¿Es por esa feúcha de Straw? ¿La princesa que todos aman? - lo increpó. Este se enfureció.

-¿Cómo te atreves a hablar de ella así? ¡Es tu hermana!- protestó. Eso desató la ira de la princesa, que odiaba a sus hermanos y a la segunda esposa de su padre. Y que como podía, capoteaba la culpa al ella misma envenenar a su cuñada y causar la muerte de su hermano, al único que amaba de verdad. Y ahora, esto.

-¡Es solo la hija de los impulsos de mi padre, que se dejó enredar de la zorra que tiene por reina! ¡Otra de ellos! - gritó. Gurdock no se impresionó.

-Sí, otro de ellos. Pero el mejor de ellos. Jamás serás como ella- afirmó, para darle la espalda. Ella se adelantó. No podía creerlo. 

-¿Está en serio? ¿Me estás abandonando? 

-Si.

Ella lo abofeteó. Él se quedó inmóvil.

-¡Le contaré todo! ¡Ya verás! ¡Le diré que tú, imbécil, has estado conmigo estando con ella!- gritó, histérica. Este se acercó, sin temerle.

-Entonces caerás, porque se lo diré a todos. No me importa si tengo que huir. Es más, se lo diré. Y le diré que la amo- le dijo, mirándola a los ojos. Ella tembló de ira. 

-Eso es repugnante. No es nada saiyajin- expresó, mortífera. Gurdock no se conmovió.

-No es tu problema. 

-Está bien, imbécil. ¿Crees que eres lo mejor que puedo obtener? ¡Eres solo basura! ¡Quédate con esa maldita llorona que ni matar gente sabe!- lo abofeteó, pero al segundo golpe, él detuvo su mano.

-Princesa, vuelve a casa -le ordenó.

Ella le escupió. Estaba furiosa. Entró a una taberna. Varios soldados se impactaron por su belleza. La rodearon. Veinte minutos después, ya era empotrada por otro en otro callejón. Miró al cielo y se dejó llevar.

Kalen y Pew, observaban desde lejos. Este suspiró.

-Hay que concederle que podría ser mejor que muchos hombres- dijo, malvado. El mayordomo se echó a reír.

-Es cierto. 

-Bueno, tendremos que enviar a un pobre servidor humilde del sacerdote Turenk a que se sacrifique por ambos. A menos que tú quieras hacer los honores- le dijo a Kalen, que se echó a reír.

-No, joven. No aguantaría- confesó, para el duque bufar. 

-Qué modesto. Sabes que tienes cortesía gratis en nuestra casa, cuando quieras- le dijo, sonriendo, para irse volando. El mayordomo entendió que era más trabajo. Pero el duque era buen compañero de equipo. Le divertían sus trapacerías. Y era tan sucio como él. Por eso la reina lo tenía como su brazo criminal más grande.

On, ya en la mañana, se encontró con Bitter, que por Pew, sabía lo que hacía. Esta tenía abrazada a una mujer. Dos, en realidad: una esclava planteniana ya otro saiyajin, del otro lado. También había tenido "su fiesta".

- Si no te conociera, diría que has tenido una mala noche. ¿Con cuántos penes esta vez te restregaste? - le preguntó a su hermana, que la miró con desprecio.

-¿Te pregunto lo mismo si hablo de estas dos rameras? 

Bitter bufó, despreciativa.

-Respeta a Bure ya Guo, al menos a mí sí me corresponden- se burló, dándole a entender que sabía todo . On la miró con furia.

-En fin. Si no te funciona eso de los machos, cámbiate a mi bando. Nos divertimos más- le dijo, para picarle el ojo y las otras dos rameras se rieron con ella. Al día siguiente, la princesa se encontró con Paragos, hijo del general Paragues, que veía a la princesa entrenar a su escuadrón, mandando varios flashes para enceguecer y luego con un codazo, mandar al soldado a la pared. Otro la golpe de una patada en el rostro, pero ella se lamió la sangre.

-Te gusta, ¿no es así? 

Este suspiró.

-Lo sé, pero ella no gusta de los hombres. Es lo que se dice en todo el reino. Dicen que es antinatural, pero eso es lo que la hace tan buena en las batallas.- explicó este, grandote y resignado. On se le puso en frente.

-¿Y si te dijera que hay una manera de arreglarlo?- pensó con inteligencia.

Ya al ​​frente de su padre, que estaba a solas, viendo los informes de su esposa, ella le hizo una reverencia.

-Padre, padre. He visto a mi hermana con dos mujeres. Sabe lo que dicen de ella. La soldadesca y la nobleza se preguntan cómo una de tus mejores herederas no se ha casado- preguntó, preocupada. 

-¿Sólo viniste a decirme esto? - respondió el rey Vejito, con indiferencia. Todos en Plant sabían que la princesa Bitter prefería las mujeres a los hombres. Raro, repugnante, sí, pero su hija era una gran guerrera y eso era lo único que contaba.

-El general Paragues... dice que esto te deshonra como rey. Me lo dijo su hijo, Paragos. -insistió ella. El Rey dejó de ver su pantalla y rastreador, sorprendido. Su hija On no solía mostrarse muy brillante. Y era como ver a una bestia cantar, casi.

-Explícate.

-Eso podría romper tu relación con uno de tus mejores valedores, por lo que para parar los rumores y arreglar lo de tu continuidad...

Ella le susurró. Este asintió, pensativo.

-Buena idea. 

-Por favor no le digas nada a tu esposa. Actúa, padre. Ella entenderá que es por el bien de la familia.

Este suspiró.

-Está bien, hija mía. Gracias por preocuparte por tu hermana y esta familia. Será bastante valorado- le dijo, con grave gratitud.

Ella sonrió, malignamente. Se había salido con la suya.

 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes- aposentos de la Reina, días después

En los aposentos de la reina, que incluían los espacios más bellos del reino como un estanque que daba a su habitación, Skank se arrodilló ante ella, vestido de azul oscuro.

-Madre, voy a una misión. Haré lo que me dices- le dijo, mirándola a los ojos. Ella lo miró altiva, y puso su mano en su frente. 

-Hazlo. Y triunfa, hijo mío. Ah, no te mueras- le dijo, con una leve sonrisa. Este besó su frente y se fue. 

-No lo haré. Adiós, madre- le dijo, haciéndole una reverencia, para irse con él. 

-Vaya, no sé dónde estarán mis damas. Al fin, me iré a escribir. Kalen- le dijo al mayordomo de pelo azul. - Vamos con el doctor Fura a ver cómo dispondremos de los recursos para la nueva misión del rey. ¿Me acompañas? 

-Claro, majestad- dijo este, sibilinamente. No era saiyajin, era claro, como casi todo el séquito de la reina, que quería dar ejemplo de cómo integrar las razas subordinadas a los saiyajin o una vecina como los tsufuru los ayudaría a crecer. Y el mayordomo casi fue muerto, a excepción de que la reina vio su talento y lo pidió para sí misma. El rey no pudo decirle que no. Casi nunca se lo decía, y ella lo sabía.

Hasta que encontré una nota que quedó con sus manos. Sonrió. El doctor, de orejas puntiagudas y bigote notó que algo había hecho la reina, pero los tres se sentaron a dialogar. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Aposentos de la reina, días después.

En una habitación oscura, Fern besaba por primera vez a Vani, que se había tropezado con él "coincidencialmente", por dos semanas. Por supuesto, Pew observaba, con la reina.

-Qué me dices. La cortesana se aburrió de él  y se ha ido a Scafar. Debíamos conseguirle otra- expresó. La reina tomó su mentón.

-Te adoro.

- Y yo a ti- dijo, mandándole un beso.  Este sonrió. Ambos miraron por la rendija. 

-No debería, señor… yo soy tsufuru- dijo, temerosa. Este sonósamente y la volvió a besar.

-Y qué. Eres hermosa. Desde que tropezaron ambas, tú y tu hermana, accidentalmente, me lo pareciste - observó. 

-Pero no quiero perderme…

Fern la volvió a besar

-A nadie le importa eso aquí. Seré cuidadoso, te lo prometo- dijo, abrazándola. Sufres mucho por tu reina. Esta corte es terrible, lo sé. Pero cuando llegue a rey, eso cambiará. No volverán esas malditas intrigas. Todo estará bien- le dijo, mirándola a los ojos, y luego la besó. 

-Señor…- dijo, para cerrar sus ojos y sentir cómo el príncipe la desnudaba.

Afni, la reina y Pew veían toda la escena. Ya frente a ambos, la reina interrogaba a su dama.

-¿No sientes ningún tipo de remordimiento por sacrificar a tu hermana para esto? Quizás no termine bien- le dijo, cautelosa. Pero se sorprendió con la respuesta de su dama de compañía, que era tan fría y despiadada como ella.

-Perder. Pero es la única manera en la que el señor Fern se conmueva por usted y lo pase al bando de la reina. Dejará de odiarla y la apoyará ante el rey. Tal y como lo planeó- expresó, peinando su cabello, y mirando a Pew, que se sentó, como si nada fuera con él.

Ella se miró al espejo.

-¿De verdad las sacrificarías por mí? - le preguntó, mirándola a los ojos. 

-Majestad, es hora de que mi hermana comience a ver la vida. Pronto sabrá que el príncipe no podrá casarse con ella. Volverá al lado tsufuru y quizás tenga hasta buena vida en Scafar. Pero tiene que aprender- dijo, determinada. Pew sonrió. Le gustaba Afni. Nadie la determinaba, pero era mil veces más inteligente que los nobles del rey.

-¿Y tú? - le preguntó intrigada. La dama comenzó a trenzar su cabello.

-Soy como nuestra madre, la mujer que la entrenó, su majestad. Tengo odio personal por la casa real saiyajin, como usted. Pero la quiero ver triunfar-le dijo, determinada.

La reina tomó su mano y ambas se miraron largamente. Desde que la reina había quedado huérfana debido a que se salvó de la ejecución pública de su madre y hermanas y toda su familia por capricho de su suegro, Meni, maestra envenenadora tsufuru y una aristócrata venida a menos, la había tomado a su cuidado hasta que se hizo mayor. La entrenó en el arte de nunca expresarse. En el arte de enloquecer a los hombres. Apenas murió, la reina colocó a sus hijas, ya siendo amante del rey actual, como damas de compañía de la reina anterior. Y apenas esta murió, ascendieron a sus posiciones. Afni odiaba a la familia real por la misma sencilla razón que ella: la ejecución de la familia de la reina había sido de un barbarismo y horror tal, que no se habló de otra cosa en años en el lado tsufuru.

-¿Y cómo va el otro? 

Afni le sonrió malignamente. Pew se levantó, perezosamente.

-Bueno, iré a ver si han terminado. Ya sabes, soy “su nuevo amigo”, dijo, burlón. Ella tomó su mano.

-Sé que… no te he dicho esto. Pero trátalo bien. No es como sus hermanos- le dijo, y Pew vio con extrañeza a la reina. Pero lo disimuló.

-No te preocupes, prima mía. Haré lo que me pidas- le dijo, para tranquilizarla. Salió de la sala, maquinando a toda velocidad.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Ciudad Vejita, semanas después

En medio de los callejones de los barrios de los soldados de clase baja, Bitter y Pew , con capucha negra, miraban a la princesa On siendo poseída en otro callejón, por un soldado de clase baja cuyo rostro no conocía. Gimió, hasta que ambos se descargaron. Ella quedó de rodillas, hasta que vino otro y la jaló del pelo. La volteó, para ella reírse.

Bitter reconocía que su hermana On era una zorra talentosa. Una ramera, sí, pero muy buena en lo que hacía. Habría tenido grandes ganancias con la cortesana Puni, como su mejor empleada. Y ya sabía, por habladurías de sus propios soldados, a los que les había inculcado reproducir las habladurías e incluso impulsado a estar con su hermana, que la dama tsufuru se quejaba de aquella saiyajin que se repartía en los callejones hasta con veinte por noche, o eso se decía. Incluso ella misma había mandado a otro señuelo, del que Bitter tenía conocimiento gracias a Pew, que mandó a una de sus más bellas cortesanas a rivalizar en otra calle, y pronto se dio cuenta de que no existía competencia, ya que la princesa saiyajin no lo hacía por el dinero. Esto comenzó a levantar las sospechas de su origen. Por supuesto, Puni misma se ofreció a llevarle la información a la reina. Quería una recompensa personal porque no era tonta.

-No te preocupes, Puni. Mi amado esposo se enterará a su debido tiempo- dijo, con fingida aflicción, que la dama no le creyó ni por un momento: de pequeña la reina había sido su mejor trabajadora, aunque había matado esos clientes, uno por uno, a medida que ascendía y luego que su familia la había “rescatado”. . Esta solo levantó las cejas, siguiendo su juego, aunque apreció mucho la esfera negra que le dio la reina por la información. Luego, Pew, con su impulso económico, le dio a Puni varias esferas y abrieron otro local en Scafar, para saber más secretos de los negociantes del Universo más poderosos. La reina, por su parte, les indicó a ambos regar la información a través de sus cortesanas.  Así que lo que Bitter y su primo veían, ya lo sabía medio planeta. 

-Carajo- se burló, al lado de Pew. -Es buena. 

-Lo sé. Si me gustaran las mujeres, hasta la reconocería su talento- expresó, mordaz.

-¿A cuántos se coge cada noche?- le preguntó a su primo.

-Siete- le respondió este, haciendo la cuenta. 

-La maldita debe tener las entrañas de acero- se burló, para Pew reírse. Y miró sospechosa a su primo.

-¿Qué puta mierda le has hecho? -le preguntó, maligna. Este suspiró.

-Linda, solo te diré que el novio de tu hermana querida la rechazó y bueno… solo lo usual. La dejé ser- expresó, significativo.

Bitter analizó todo. Levantó las cejas. Gurdock. Claro. El imbécil que siempre iba a la delantera de Straw, para que no la atacaran, como un suicida, cuando conquistaban planetas.

-Ese es el amante de mi hermana. Bueno, “amigo”, para todos. ¿En serio? -preguntó, desconcertada.

-Sí,  Lo hace por despecho. Te traje porque necesitabas una diversión, aparte de las rameras- le dijo, cruelmente. -Ahora, ¿qué harás con esa información? - le preguntó. Bitter se echó a reír. Se abrazó, hasta arrodillarse. Su primo realmente era terrible. Como todos ellos. Negó con la cabeza. Se limpió las lágrimas.

-Divertirme, porque supongo que mamá ya lo sabe, o no me habrías traído. ¿Qué espera exactamente ella que yo haga y qué me dará a cambio? 

-¿Mañana en mis aposentos con Oruro y tres de mis cortesanas?- le insinuó este, para que ella sonriera, tentada.

-Sí, por supuesto. Aunque yo haré otras cosas personalmente- le dijo. Este bufó y tomó su mano.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes- aposentos de la Reina, días después

A la reina la terminaban de ataviar en sus aposentos, los más refinados del reino. Fern vino con el príncipe Vegeta. Se veía apesadumbrado. 

-¿Qué tienes? - le preguntó la reina a su hijo. Este gruñó. 

-No me gusta el tal Gurdock, madre. No le da el respeto que debe a mi hermana. Hay mucha familiaridad de ella con los soldados de clase baja, ¿no crees? -preguntó, molesto. Sarin levantó sus cejas: sospechaba que el afecto de su joven hijo no era tan fraternal como suponía. Horroroso, pero quizás útil. En cambio, Fern lo miró extrañado.

-¡Vamos, Vegeta! No eres así.

-No me agrada Gurdock, es todo- dijo el ñiño, odiosamente. Ella tomó su rostro.

-Ni a mí. Pero ya veremos qué hacer con él. ¿Querrías ayudarme con eso? 

Este sonrió torvamente. 

-Por supuesto, madre. 

Fern suspiró. Su familia siempre sería incorregible. Se acercó a su madrastra, mirándola arriba abajo. Si supiera que pensaba en ella, desnuda. Y que le gustaba verla. Y sabía que ella lo sabía. 

-Madrastra, luce usted espléndida- le dijo el heredero. Ella tenía una túnica plateada, casi transparente. Solo un corsé más reluciente. Su cola enrollada.

-Gracias- le dijo, para mirarlo de reojo. Vani miró a Fern y este a ella, que tomó de gancho a su hijo. Todos le hacían reverencias y le aplaudían con las trompetas. Ella se arrodilló ante el rey Vejito, que tomó su rostro y levantó su mano. 

-¡Por más años de este reinado!- gritó, para que lo hicieran sus súbditos. El rey se sentó y al lado de la reina. Este llamó personalmente a Bitter, que miró raro a su hermano Skank y a Straw, que también estaba extrañada, al igual que Fern. On sonreía y Bitter la miró sospechosamente. Había otra joven, de cabello castaño oscuro, domado, y ojos oscuros. Era alta. Pew la miró raro.

-Para tí, hija mía, una de mis grandes generales. Un compañero. Mi querida hija On me lo ha sugerido y estamos de acuerdo. Es hora de que tan maravilloso linaje tenga fruto. 

-¿Qué?- preguntó ella, arrodillada y desconcertada. - Padre- dijo, mirándolo, pero este era inflexible. Miró a su madre. Esta estaba sorprendida, y furiosa con su esposo e hijastra, pero no lo expresó. Maldita zorra manipuladora. Esta solo sonreía, victoriosa. Straw miraba a Skank, que miraba con odio a On. Fern estaba sorprendido, al igual que el príncipe Vegeta. Pew miraba con odio también a la hermanastra, que sonreía por su victoria. 

-Paragos, hijo de mi leal Paragues- dijo, mostrando a un saiyajin con el cabello levantado como aquel. -Pronunciaré los votos por ambos.

-Padre…

-¡Eres mi hija!- le gritó furibundo. -¡Harás lo que yo te diga! 

Todo el salón se quedó mudo, de miedo, ante el arranque del rey. 

Sarin miró a su hija, que estaba temblando de estupor y furia. Con sus ojos le pidió que se tranquilizara. Bitter bajó la cabeza, respirando con furia y horror. Apenas sí había visto a ese bobalicón unas cinco veces. Hasta lo había rechazado como amante. Este pronunció los votos. Paragos tomó su mano.

-Me quedo con un gran premio. No te preocupes, no haremos encamamiento. Me gustaría combatir contigo y luego cansarte de otras formas- le sugirió, estúpidamente. Bitter lo miró duramente e hizo el saludo saiyajin. Tomó la mano de Paragos y todo el salón aplaudió. 

El rey se bajó de su trono. Tomó la mano de la joven y de su primo. 

-Debes estar bromeando. Qué chistoso es el rey. ¡Ríanse, ríanse! -impulsó este a todo el salón, que seguía en silencio. Miró aterrado al monarca.

-Kouri es hija de Pulen, duque de Oriente- dijo mirando al bigotón alto y robusto que la entregaba con orgullo. - La tratarás bien. No queremos que pase lo que pasó con la otra y su familia de traidores. Pulen es leal. Y te dará una gran dote. Tu padre y yo ya la acordamos.

-Yo…

-Se unen, se disfrutan- dijo el rey, casándolos inmediatamente. Solo él y los sacerdotes de Sadala podían hacer aquello. 

-¡Besa a la novia! -dijeron los demás miembros del Consejo, por atormentarlo. Él le dio un beso en la mejilla. Ella le sonrió levemente.

-No soy como la otra. Entiendo los apetitos universales. Accedí a este matrimonio porque lo prefiero a usted que a mi padre- le susurró. Este la miró de reojo, mientras sonreía y miraba con odio a On.

-Entiendo. ¿Qué quieres de todo esto? -le preguntó, para aplaudir otra vez y mirar a Bitter, que odiaba la vida. 

-Al menos dos herederos y una vida cómoda. Prometo que apenas los tenga, no me dejaré embarazar. Podría darme un cortesano de mi elección y seremos discretos. Y no le seré un estorbo- afirmó, para sonreír. El duque la miró de reojo. No era estúpida. 

-Bueno… 

-Usted diga cómo lo hacemos. Conmigo y alguien más de su elección, o podríamos pretender que soy un joven soldado- le dijo, para sonreír otra vez. Este sonrió, leve. Era recursiva.

-Las dos me gustan. 

Ya gritaban “encamamiento”, pero el rey detuvo a toda la cohorte. 

-Por aprecio a mi amigo Pulen, no se hará tal cosa frente a la vista de todos. Solamente la reina y el sacerdote Turenk- señaló al anciano- Comprobarán la consumación. Espero eso contigo también, Bitter- señaló a la princesa, que asintió, mientras Paragos se veía emocionado. Toda la corte corrió a la habitación especial para eso. 

-Me hincaré y lo haré fácil para usted. Ni siquiera tiene que mirarme. Solamente le pido que lo hagamos con regularidad, para salir de esto prontamente- le dijo ella, práctica. La reina se interesó en la charla. No era estúpida, aquella niña. 

-Oh. Gracias- dijo, mirando a Bitter, que volteó los ojos, mientras su nuevo esposo la tomaba de gancho.

Ambos esposos entraron a la habitación. Ella se quitó los ropajes y se posicionó. El duque suspiró.

-Madre Sadala, dame fuerzas- dijo, para bajarse los pantalones y hacerlo. Ya al entrar Sarin, ambos estaban desnudos y la sábana, con sangre. Ella miró con una ceja levantada al sacerdote.

-Se ha consumado- anunció. 

Sarin miró a Pew, suspicaz, pero no dijo nada. Este gritó de dolor, pues tenía una mano escondida, con una enorme herida. 

-Solamente alguien con experiencia me habría indicado lo que acabamos de hacer. Soy tu esposo y te salvé el pellejo.

La joven miró hacia abajo. Este suspiró.

-Ya, dime. 

-El único hombre con el que he estado es mi padre, esposo- le confesó. Este la miró aterrado. Sí, el incesto era normal, pero para incluso su nivel de depravación eso era aberrante.

-Tuve un niño antes. Catorce años atrás. Mi madre por supuesto me odia, y jamás me creyó. Lo dimos a las canteras de la clase baja. Yo tenía solo once años. Me lo sacaron del vientre- señaló una cicatriz. Pew estaba aterrorizado con la historia. -Apenas él me dijo que me daría a usted, se burló, porque sabe que seguirá haciéndome eso, al saber de sus inclinaciones. Por eso quiero serle de ayuda. Pero no me haga volver con él- le rogó. Este la miró espantado. Tomó su brazo.

-No te… no te preocupes… vivirás conmigo y tendrás tu propio personal. 

-Y le quiero pedir otra cosa, si no es mucha molestia. Haré lo que sea por usted, pero por favor, mate a mi padre. Le seré adepta si lo hace.

-Que sea… ¿un regalo de bodas? - le dijo, aterrado. Esa noche no pudo dormir, ya al lado de dos cortesanos traídos de la dama Puni, como regalo especial. Sí, su raza era aterradora. Más de lo que él se imaginaba. Hasta que oyó gritos. Una explosión. Ambos jóvenes se levantaron, pero él los protegió. Su esposa salió, aterrada, con sus damas, y él salió adelante, con su asistente nuevo tsufuru, Koi. Risas por todos lados. Bitter tiraba a su nuevo marido como un costal, al piso. Estaba ensangrentado. El rey gruñía.

-¡Era consumar tu matrimonio, no matarlo!- dijo, para reírse también. Skank tosía, con los demás nobles. Paragues estaba furioso: su hijo había sido vencido por una mujer. Sarin también salió, en ropa de cama, al igual que el príncipe Vegeta, y Fern, acompañados de Straw. Pew miró con las cejas levantadas a Bitter. Sarin también estaba igual.

-Debilucho de mierda- dijo Bitter, para escupir y reclinarse. Las risas siguieron. Toda la familia estaba en la Cámara de Recuperación de la Familia Real. Skank no dejaba de reírse. El príncipe Vegeta estaba complacido. Bitter miraba todo con indiferencia, y Pew y Sarin estaban desconcertados.

-¡Mira lo que le ha hecho al pobre idiota! ¡Jajajajajajajaj! ¡Jajajajaj! ¡Pedazo de mierda! ¡No puedo creerlo! - dijo, para seguirse riendo.

El doctor Fura miró con aprensión a la princesa Bitter, que le había dado una paliza a su esposo en el encamamiento. Pero él se lo buscó: "Déjame combatir conmigo, esposa mía, como mi primer honor". Ella no se había medido. No tenía porqué hacerlo. 

-Alteza real, la próxima vez no trate de matar a su esposo. Aún cuando él le pida combatir- insistió. Ella hizo un gesto de desdén.

-Es un pedazo de basura. ¿Por qué papá me casó con eso? - preguntó ella, estirando sus manos. Skank se seguía riendo. Sarin levantó una ceja. Straw se tapó la boca, y Vegeta se seguía riendo, con un gesto maligno.  Pew suspiró. De verdad Paragos era un idiota.

-Bitter…- dijo, para taparse la boca sonriendo, al igual que su prima, que se rió para sus adentros. Sabía que esa componenda de On a la larga no funcionaría. Bitter terminaría matando a su esposo, de una forma u otra. 

-Querida, tómalo como un accesorio. Para ambos será un buen arreglo. Él tendrá a las mujeres que quiera…

-Y ella también…- insistió Skank, para Straw bufar en reproche. Sarin lo miró irritada, pero burlona. 

-Y tú tendrás a sus hombres, entre otras ventajas- explicó la reina. La parte femenina del acuerdo, sin embargo, no parecía contenta.

-Egh- dijo Bitter, mirándolo con repugnancia. - ¿En verdad deberías dejar que me la meta? 

-Sí, pero piensa que es solo un trámite- respondió su madre, de forma práctica. Bitter suspiró, fastididada y resignada.

-Carajo, ni siquiera va a ser bueno. En fin, me iré a mi nuevo palacio y cuando el imbécil de mi marido esté bien díganmelo para esperarlo con las piernas abiertas, o algo- afirmó, para irse volando. 

-¡Le va a cortar la verga! - se burló Skank, para seguirse riendo. - ¡Maldición, se los contaré a todos! - gritó, para sentarse y llorar de la risa.. Straw miró todo con fastidio. Sus hermanos no tenían remedio. Pew suspiró, mirándose las uñas.

-Es mejor negocio casarse con un idiota. Le haré entender eso antes de que lo mate- dijo, para irse, teatralmente.

-Esta familia es un espanto- se quejó Straw. -¡Vamos Vegeta, a entrenar con papá!

-¡Si! - dijo este, y los dos se fueron. Skank se seguía riendo. Siguió a su madre, que se fue a paso elegante por los pasillos.

-Vamos. Esto será un desastre- dijo, limpiando las lágrimas. 

-Lo sé - dijo ella, saliendo de la cámara de recuperación. -Quizás busque consuelo en otros brazos. Pero habremos de evitar que sea torpe, no queremos avergonzar a tu hermana- insistió, levantando las cejas. Skank no era tan cauteloso.

-Como si le importara- le respondió su hijo.

-A tu padre, sí. Y es por eso que lo guiaremos con la mayor discreción- le insinuó. Skank solo escuchaba. Se encontraron con On, que iba para la Cámara de Recuperación, con sus damas. Miró indignada a su madrastra y hermanastro.

-Apenas lo oí, no pude creerlo. ¡Qué bárbara es Bitter! ¡Casi matar a su marido a menos de dos horas después de la boda! - gritó, para que pudieran oírla. Sarin la despreció por ese truco tan barato.

- Ya ha sido reprendida. Su padre está furioso- dijo Sarin, altiva. On, sin embargo, quería meter el dedo en la llaga.

-Pues merece el castigo que se le imponga- afirmó, arrogantemente.

-Oh, no, querida. Ahora es problema de ambos. Y se vería muy mal que él, hombre, pidiera al rey castigar a su mujer solamente porque lo venció en combate. Qué vergüenza para esa familia. Es hora de que lo vayas aprendiendo. Aunque claro, como princesa soltera… tú todavía estás supeditada a su voluntad- le dijo, para sonreírle e irse.

Ya en la Cámara de Recuperación, On gruñó, para golpear el cristal.

-Maldito idiota- le espetó, para irse con desprecio. 

--------------------------------------------------------------------------------------

Apenas terminaron las celebraciones, Straw fue a donde su padre que miraba el anochecer en el planeta Plant. 

-Padre, ¿por qué lo hiciste? - le preguntó, con reclamo. Este no la miró. 

-Hay que frenar esos horrorosos rumores sobre tu hermana- dijo, porque no había entendido cómo es que aquella mujer que seguramente hubiera nacido hombre, se seguía comportando como uno. Rarezas de la genética. Oh los dioses.

-Padre, ella es fe…

Este la interrumpió, mirándola a los ojos.

-Ni lo insinúes. No cambiaré de opinión. Ahora, ¿cómo es eso que te han visto muy amistosa con un soldado de clase baja? -le preguntó, de golpe. Straw se sorprendió. Su padre sabía de ella y Gurdock.

-Padre…- dijo ella, desarmada. Este suspiró. No era tan tonto y hedonista como todos creían. Como su esposa, principalmente, creía.

-Ah, vaya. Toda esta familia es igual. Tu madre cree que puede engañarme siempre-se lamentó. - ¿Al menos pelea bien? - preguntó, con una sonrisa, y tocando su barba. Straw asintió, con la cabeza hacia abajo.

-Es el mejor, padre. Y solo somos amigos- le dijo, mirándolo a los ojos. Pero él no le creyó nada.

-No me mientas. No a mí-le dijo. Ella sospechó. Nunca podría. A pesar de que su padre fuese horrible con su madre y hermanos, con ella era distinta.

-No le hagas nada- le rogó.

-No, pero no lo mataré a menos de que me demuestre con creces que puede merecerte- le dijo, tomando sus hombros.

Straw lo miró casi ilusionada.

-Padre…¿entonces?- preguntó asustada. Porque no sabía si esa reacción era de que sí la dejaría casarse, o si pondría la cabeza de Gurdock en una pica. Este suspiro, con una sonrisa resignada.

-Ya es hora de traer sangre nueva a esta familia, por los mil demonios. Muchos incestos y mezclas de nuestra sangre dan productos defectuosos- recordó, con acritud - Ahora ve y consuela a tu hermana, si no es que ha rematado a ese bruto ya- bufó. Conocía bien a su hija. - Sé que no durará, pero no creo que sea tan estúpida como para no saber las ventajas que le puede traer tener un compañero frente al mundo- levantó sus cejas. Straw se llenó de felicidad.

Ella le dio un beso en la frente. Este gruñó.

-Ve, ve ahora. Y llámame a Vegeta. Voy a entrenar a ese muchacho. Por más débil que haya nacido, no será una vergüenza para esta familia- se quejó, pensando en el vergonzoso poder de pelea que había tenido cuando nació. Pensó en matarlo, pero Straw le rogó tanto, que él lo conservó. Y luego esta convenció a Sarin en conservarlo como su asistente. Cosa que no se cumplió, porque el niño demostró poco a poco que era tan fiero como sus demás hijos. 

-¡Sí, papá!- le dijo entusiasmada. 

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de Paragos- Ciudad Vejita - lado este, días después

Y tal y como lo había esperado: Bitter quedó inmóvil apenas su marido terminó. Había sido patético. Ella solo miraba el techo. Este estaba agitado y ella ni lo miró, sino que se quedó con su cara de desaprobación y desconcierto.

-Gracias por este placer, mi bella princesa- dijo, poniendo una mano en su pierna.

-Como sea…- le dijo aburrida. - Entonces, tenemos un acuerdo, ¿verdad ?- le dijo, mirándolo de reojo. 

-Sí, por supuesto- afirmó este, entusiasmado. Ella se volteó, con su cabello negro cayendo sobre sus hombros.

-Bien, no soy tan perra. Puedes cogertelas aquí, no estaré. Odio este lugar, es una mierda- dijo con desdén. - Prefiero mi habitación. Pero estaré dos o tres días en la otra ala. Yo me divertiré y cada quien en lo suyo- le dijo, levantando una ceja. Este asentía, analizando cada palabra. 

-¿Y cómo haremos para un heredero?- le preguntó este, rascándose la cabeza. Bitter suspiró. Todo le parecía tan asqueroso, pero necesitaba salir de eso y que la dejaran en paz.

-¿Puede ser un día a la semana? Juro que yo abajo es más efectivo. Te daré solo un mocoso y se acabó. Tú te encargas- le ordenó. 

-Está bien. Igual en palacio…

Bitter se levantó, indiferente, para lavarse.

-Sí, lo que sea. Ve y diviértete. Yo me voy a misión- le dijo, sin mirarlo.

-¿Puedo ir contigo? 

-No- le dijo, para cerrar la puerta, y este se quedó desnudo viendo el techo.

-Creo que estoy enamorado- dijo, para sí mismo. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Planta Planeta, norte, días después

En un paraje cuasi desértico, Straw peleaba con Gurdock, y le lanzó otro flash. Este le lanzó varios ataques, pero ella le dio una patada, que lo mandó contra las rocas. Este se abalanzó contra ella, pero la tomó de la cintura y la besó, volando.

-No puedo creer que tu padre haya dicho eso.

-Para que veas, es muy abierto. Soy su favorita, jamás me negaría nada- le sonó. Este la miró entusiasta.

-¡Entonces preparemos nuestro matrimonio! 

Ella paró. Lo miró sorprendida.

-¿En serio? 

Este tomó su mano. Ella lo miró desconcertada. 

-Sí, en serio- dijo este, grave- Quiero que seas mi compañera. De por vida- afirmó. 

Ella lo abrazó y lo besó, para luego tirarlo contra las rocas. Este se levantó maltrecho.

-¿Es un no? 

-¡No!

-¿Es un sí? 

Ella cayó y se abalanzó otra vez contra él.

-Si. 

Este gritó de felicidad, y le pegó un puño, que ella detuvo. Ambos se estrellaron contra las rocas. Los dos terminaron riéndose. 

-Somos unos idiotas. 

-Lo sé- le dijo, satisfecho.

Se quedaron abrazados, en medio de las rocas y el cráter que habían causado.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Semanas después, planeta Urionk 234

En medio de las tiendas electrónicas, instaladas como base saiyajin, el duque Pulen tomaba Oruro con su yerno, el duque del norte. Este ya había pagado en secreto con un agente buscar al hijo perdido de su esposa, y revisar los millones de registros. Sería difícil, pero con una prueba genética lo lograrían. Ella al menos quería saber de quién se trataba. Por ahora, fingiría que su suegro le agradaba. Acababan de destruir la capital de Urión, el principal país de aquel planeta. Fuera del campamento, los soldados de clase baja quemaban las montañas de cadáveres y los restos los sumergían al vacío con armas que les habían dado los tsufuru. El mismo Pew había estado al frente, con Pulen. Seguía ensangrentado. 

-Mañana es la batalla final- le dijo Pulen. -Vendrán sus remanentes. Estaremos más que listos. Luchaste bien, como siempre. Mi hija es afortunada. 

-Sí, pronto la dejaré encinta, tal y como todos queremos- afirmó este, mirándolo fijamente. El duque volvió a beber. 

-Bueno, creí que se te dificultaría. Sabes que no es un secreto el cómo se habla de tus inclinaciones- le reprochó. Este sonrió.

-Un orificio es un orificio- dijo, para el duque bufar.

-Aunque… ya que somos familia, sería ridículo esconder mis preferencias. Oh, las orgías que se hacen en Scafar…- le dijo, fascinado. - ¿Ha estado en alguna? 

-Por supuesto. Con mujeres. 

-¿Y cómo te gustan, jóvenes o viejas? 

-A todos nos gustan jóvenes- afirmó, para beber más, riéndose.

-¿Veinte años, tal vez?- dijo este, sirviéndole más. 

-Menos. No lo entenderías, pero una vagina núbil, sin tocar, con una chica que apenas florece…- gruñó, para Pew morirse del asco. Sonrió.

-Sí, también he estado con cortesanos jóvenes. Incluso sé de algunos conocidos del universo que estan con… seres mucho más jóvenes aún- le insinuó. El duque sonrió.

-¿Y tienes a “jóvenes” así en tu burdel? - le preguntó, interesado.

-Para mi suegro todo es gratis- le dijo este. 

-Bueno, ya oirás de mí- le dijo. 

La mañana siguiente, la batalla fue desgastante, pero los saiyajines superaban a los uronianos en poder. Pew entendió que no valía la pena que él se convirtiese en Ozaru, así que le aconsejó a su suegro hacer lo mismo: ya lo hacían los soldados de clase baja por él. Hizo otra señal. Los guerreros de clase media fueron a reforzar. Este se quitó la capa y se elevó, con su suegro, para ir revisando todos los territorios y mandar más cohortes. Hasta que este lo tacleó, para comenzar a ahorcarlo.

-Sé lo que tratas de hacer con esa puta mentirosa. Sé lo que quieres hacer apenas lleguemos a Plant, maldito desviado. ¡Primero me desharé del problema!- le gruñó, para Pew enviarle una esfera de energía, y luego aparecer y desaparecer, y pegarle en el estómago. Este se limpió la sangre.

-¡Tenía once años! ¡Once años! - le gritó. -¡Somos una raza de mierda, pero hay cosas que no se hacen! ¡Eras su padre, por Sadala, maldición! ¡Su padre! ¡Su maldito padre! 

Pew comenzó a esquivar varias esferas de energía. El duque apareció detrás, pero Pew reaccionó. Comenzaron a pelear, elevándose. Ambos se apartaron.

-¡Apenas sea viuda, volverá a mi palacio y será mía! ¡Y tomará lo que le corresponde! ¡No vas a tocar a mi niñita, maldito bastardo!- chilló este, echando baba. Comenzó a sentir arcadas. Vomitó. Vio sus venas. 

-Pedazo de mierda… ¿qué hiciste ? ¿Qué hiciste? 

-Te daré el antídoto si me dices lo que quiero saber- le dijo Pew. El duque Pulen se ahogó y cayó al suelo. 

-¡Ni muerto, cabrón desviado! ¡Púdrete! 

-Créeme, te ahogará y te matará en cinco horas. Viene acompañado con un pánico paralizante. Morirás estrangulado y cagado encima. Todos los soldados hablarán de eso y probablemente así salga en los registros. Me encargaré de eso. O… puedo darte el antídoto y arreglarlo- le indicó.

El duque bramó.

-Qué… demonios… quieres saber…

-Quiero saber qué pasó con su hijo. Dónde lo dejaste- dijo, agachándose.

Minutos después, el duque Pulen terminaba de tomar el antídoto. Pero no tuvo ni tiempo de levantarse. Comenzó a gritar, y a sentir un líquido caliente sobre sí mismo, más un agudo dolor. El duque lo degollaba lentamente, y este, debilitado como estaba, no podía hacer nada. Al final, de un tajo, cortó su cabeza. La tiró y destruyó el cuerpo. Koi llegó en una nave, atrás. Entendió lo que había pasado.

-Trae algunos cadáveres uronianos. Diremos que murió con honor- afirmó, sombrío. 

--------------------------------------------------------------------------------------

Aposentos de la reina, horas después

Todas las damas de la corte, las que no luchaban, compartían un tiempo que la reina Sarin había dispuesto. Esta hablaba animadamente en un dialecto que la princesa On no entendía junto a Purin y otras mujeres de su edad. On se interesó por la nueva adquisición en la familia, la joven duquesa Kouri, que leía un libro electrónico. 

-Qué fastidio. Eres como la reina. Deberías divertirte como nosotras, aunque con el esposo que tienes, él mismo probará tus vestidos- se burló. Ella la miró indiferente.

-Bueno, a mi esposo deben quedarle mejor y no soy quién para contradecirlo- le dijo, amable. Sarin miró a Afni y comenzó a interesarse en la conversación.

-Le quedarán. Y te comprará muchos. Perra, qué afortunada. Diste con uno de los pocos, sino que el único noble saiyajin al que le quedan mejor los vestidos que a ti. Y te los comprará todos. 

-Ya lo hizo. Me dio varios, muy bonitos. Le dejaré usarlos- le dijo ella, que recibió un mensaje de su marido: se había encargado él mismo de Pulen. Sonrió, pero se tapó la boca.

-¿ Y eso? - preguntó On, interesada. Miró a Sarin, que recibió el mismo mensaje. Kalen entró y le susurró algo. La reina se paró de inmediato.

-Coforianos, paren la música- les dijo a los hombrecitos morados. Estos hicieron una reverencia. La reina abrazó a la joven.

-Querida lo siento. La misión al planeta salió muy bien, pero tu padre ha muerto- le informó, para todas las damas murmurar. Purin miró significativa a su nuera, que la miró a ella y solamente se desmayó. 

-Por Sadala, qué buena actriz- se dijo. La reina se encargó de llevarla a sus aposentos. Ella misma se encargó de ella.

-Era grande y era un niño- le dijo Kouri, traumatizada. - Me iba a destrozar al nacer. Mi madre dijo que si me destrozaba, no podrían venderme bien. Así que para torturarme… me lo sacaron del vientre- le dijo, con los ojos aguados. - Fue horrible. Mi madre ordenó que fuese sin anestesia- sollozó, para la reina limpiar sus lágrimas y aplicarle una de sus medicinas.

-Yaji siempre fue horrible- dijo Purin, negando con la cabeza. Era la madre de Kouri y  de la misma generación y grupo social de la reina. -Ni a mis hijas feas, cabezas de animal, les haría una barbaridad así. Ella ya de pequeña mataba a bebés dinosaurios y su madre jamás la castigó por ello- recordó, furiosa. 

-Grité, y grité, y grité y nadie quiso escucharme. Solo lo oí berrear. Tenía el pelo muy particular. Me lo dieron entre mis brazos y no lo podía ni alimentar…- sollozó. -No podía, no tenía pechos…

Sarin miró con furia a la dama Purin. 

-Puen es el nuevo heredero, el hermano mayor. Los otros dos son hombres- le informó, dura.

-Convócalos. A su madre no. 

La dama Purin asintió. La joven Kouri seguía llorando. La reina tomó su mano, con los ojos aguados. Pero no perdió su compostura.

-Ahora nos perteneces. Al lado de Pew nada podrá pasarte. 

--------------------------------------------------------------------------------------Capital Vejita- Templo de los Cinco Dioses Crueles

Semanas después, el rey iba a la cabeza del cortejo del funeral de uno de sus mejores amigos y un duque leal. El duque Pew iba de gancho con su madre: su joven esposa, impactada, no lo habría soportado. Además, estaba embarazada. El nuevo heredero, Puen, iba con sus dos hermanos menores al frente de una caja sin cuerpo, claro, porque el duque Pulen había sido desintegrado. Solo su máscara mortuoria, la de su familia, una terrible bestia blanca y negra. Sarin, de velo negro, iba rodeada por sus hijos, también todos de negro. La viuda del difunto iba atrás de sus hijos. 

-Semejantes honores- le dijo Purin a su hijo furiosa - Para semejante pedazo de mierda.

-Se podría decir lo mismo de todos nosotros, madre- dijo este, indiferente. 

-Sí, puede que los saiyajines seamos todos una mierda. Pero hay de distintas clases. No lo olvides.

Momentos después, la reina, en sus aposentos, estaba con los tres hermanos. Pew estaba al frente de ellos, así como la dama Purin.

-El punto es que vendieron a una joven mancillada y peor aún, por su propio padre. Las leyes dictan que debe ser pura y su padre incumplió esa regla. 

-Ustedes lo sabían- bramó Purin, señalando a Puen, y a sus dos hermanos, que suspiraron. 

-Y jamás hicieron nada. A menos que también hayan tomado parte- insistió la reina. 

-No, era de papá. Qué digo. ¡Usted no puede probarlo! ¡Son invenciones de esa mentirosa!- gritó Puén. La reina Sarin suspiró. Era igual de estúpido a su padre. 

-Oh, sí. Su madre está arrestada. Mi hija Bitter se está divirtiendo abajo con ella. Verá, no tuvo una buena noche de bodas. Y está cantando una bella tonada- afirmó, para mostrar un holograma. Yaji gritaba desgarradoramente, mientras Bitter quemaba sus pies con solo tocar sus manos. Hizo una señal. Dos soldados la hundieron otra vez en excremento. 

-¡Malditos!- gritaron los hermanos, para atacar, pero Pew y la dama Purin se pusieron en posición de ataque. La reina ni siquiera se paró.

-Pew los mataría a los tres al instante y en caso de lograr algo, los diez círculos de guardia los cercenarían y adiós ducado de Oriente. O…- se levantó ella, mirando hacia la ventana. - Me entregan a su madre, Pew no los delata ante la ley y mancilla su honor y el de su difunto padre… y no les cobrará el doble de la dote por daños a su propia honra. Igual la chica ya está embarazada: no quiere ser un padre que repudia a sus hijos. 

-Hermano…- dijo uno de ellos. El otro lo miraba aterrado.

-El coronel Koto podría ser un buen duque, ahora que lo pienso - insinuó Pew a la reina, que sonrió. Les indicaba que ya les tenía reemplazo.

El nuevo duque de Oriente suspiró.

-¿Nos dejará al menos enterrar a nuestra madre con dignidad? 

-Denme un mejor arreglo. Pensaba entregarla a las bestias de la ciudad. O a la alcantarilla- dijo la reina, con crueldad. 

-Una parte de la multa, será- afirmó el heredero, mientras sus hermanos lo miraban indignados.

-Es nuestra madre…

-Y también quien entregó a mi esposa a su verdugo- insistió Pew. - No quiero una parte. Quiero la mitad- insistió.

-¡Pero es mucho…!

-Tu comisión de un planeta grande me bastará, más otras dos. Mamá no fue estúpida. Al entregarme a tu hermana, ya sabía lo que tenías- dijo, para Purin levantar sus cejas. 

-Sea- dijo, dándole la mano a Pew, y la reina pasó un documento electrónico que los tres hermanos firmaron. 

Para cuando se había producido la firma, Bitter había atravesado a la mujer, que murió con los ojos abiertos del terror. Hizo una señal para soltarla. 

-Que arda en el Infierno- afirmó, para salir de la sala de torturas y ver a los tres hermanos aterrados y culpándose para siempre por lo que habían hecho.

-Agradezcan que no la colgamos de las almenas de este palacio para pudrirse. Es lo mínimo que merecía- les dijo, indignada, recordándoles su complicidad. 

---------------------------------------------------------------------------------

Aposentos de la reina- Palacio de los Reyes, tres semanas después

La reina se encontró leyendo en su fuente, como siempre. Hasta que sintióa Fern.

-Vamos. No hagas lo mismo siempre- le dijo, mirándolo de lado. Él salió entre las sombras.

-¿Es verdad que te volvió a golpear? 

Ella miró hacia otro lado. La abofeteó ante el general Paragues, simplemente porque le dijo que era una estupidez atacar un planeta que este había propuesto de la nada. Y que quizás tenía otras intenciones. "Cómo te atreves, mujer. Confío en él como mi vida", le reprochó. "Puedes confiar en él, pero son claras sus intenciones. Cuán tonto has de ser". Y el golpe, que hizo que el nuevo duque Puen,  Miren y otros servidores se rieran. Su primo la recogió en sus brazos. Esta se levantó y  se fue indignada del Consejo, mientras oía cosas como "Así se pone en su lugar a una mujer".

-Me lo merecía- dijo ella, mirando hacia abajo. Pero él tomó su rostro. Era otro morado.

-Ya basta, Sarin- la confrontó. - Sé todo lo que te hace y te ha hecho. ¿Por qué aguantas esto? -preguntó. Y ella lo miró a los ojos, con tristeza.

-Por mis hijos, Fern… así como tu madre lo hizo. Sin ellos ya me habría lanzado de alguna torre o me habría ido fuera de órbita. Es lo que las reinas debemos soportar- le dijo, sin más remedio.

-No estoy de acuerdo. Jamás trataría a mi compañera así. ¿Por qué no peleas? Conozco tu poder. Eres fuerte- insistió. Ella le replicó con la misma expresión de triste resignación.

-Él es más fuerte y en un arranque de ira me mataría. Ya traté de hacerlo antes, no ha funcionado- recordó. Este negó con la cabeza.

-Entrena. Vete al lado tsufuru…

Ella negó con la cabeza.

-No digas nada- le puso el dedo en la boca. - Podría ser traición. Por favor. 

Él retiró su dedo lentamente. Ella lo miró a los ojos. Este la besó, en un impulso. Ella se retrajo, asustada.

-Fern, Fern… no. No. No le haría esto a tu padre…- dijo, levantándose. El príncipe negó con la cabeza.

-Tienes razón. Perdón- respiró fuertemente. -No sé qué estoy haciendo…

Ella se retiró, atribulada. Afni apareció entre las sombras.

-Ni una palabra- la señaló. Ella se sentó, con confianza. Esto sorprendió al heredero. 

-Usted la desea, alteza real- le dijo, sin ambages. Este se levantó, indignado.

-Ni una maldita palabra- le gritó. Ella le impulsó a hacer silencio.

-Nadie dijo que no podía satisfacerse así fuera en la oscuridad… -le susurró. 

La reina no supo de Fern en muchas semanas. Pero sí se sabía observada por él, sobre todo cuando se bañaba en su estanque, o la ataviaban. Sus ojos siempre mirándola por los agujeros en las paredes de todo el palacio. Se complació. La joven Kouri era ahora quien le informaba a su marido de los movimientos del joven, y también los de la princesa On, al ser una de sus compañías.

-Creo que a ella le gusta su hijastro. Eso es muy peligroso- le dijo, con las manos en la cintura. Este tocó su vientre. 

-Sí, pero ella sabe que no puede mezclar sus sentimientos en esto- analizó Pew.

-Pew, ¡si llegara a pasar algo y los descubrieran…! -le reclamó. Este se sentó. 

-Sarin tiene derecho a divertirse.

-¡No con él!- argumentó ella, angustiada. Su esposo tomó su mano.

-Créeme, no es tonta. Pero si se da, sabes que tenemos que protegerla- le dijo trémulo.

Ella asintió.

-Y en cuanto a tu hijo… va lento. Pero te juro que no descansaré hasta encontrarlo. 

-Solo espero que no haya muerto- afirmó ella angustiada, para recostarse a su lado y él abrazarla.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Aposentos del Rey - Palacio de los Reyes, días después

El rey Vejito miraba los informes de sus hijos. Skank lo miraba con odio, como siempre. Bitter, indiferente. Straw, ansiosa. Fern estaba envuelto en sus pensamientos. El príncipe Vegeta lo miraba con el ceño fruncido.

-Bien, niño. No eres tan incompetente como creí. Tu hermana Straw te guió bien- le dijo al joven príncipe, que sonriendo engreídamente. Su pelo picudo era idéntico al de su padre. Eran el mismo retrato.

-Te lo dije- respondió este, con arrogancia. Su padre lo miró con indiferencia. Luego miró a su hija, con esa misma sonrisa torva.

-Bitter, como siempre, excelente. No irás a casi matar otra vez a ese marido tuyo, ¿no es así? - Le recordó. Su hija hizo una mueca.

-No me ha dado motivos- respondió ella, amarga. Su padre se echó a reír, como sus hermanos. La historia se había regado, claro. Y causaba las burlas, canciones y chistes entre la soldadesca y el pueblo llano.

-No lo mates, me será muy difícil conseguir otro. ¿Y tú de que te ríes, tonto? -le dijo a Skank, que lo miró con furia otra vez. -Tu madre advirtió bien en su informe que quería a los científicos vivos. Ahora qué le voy a decir a esa mujer. Maldito incompetente.- le espetó. Pero esta vez Skank reaccionó como siempre.

-¿Para que la abofetees otra vez al frente de tus maricas lambiscones? - le preguntó con insolencia. El rey desplegó su ki, tumbando la silla.

-No otra vez, carajo- se irritó Bitter. Straw se levantó, tratando de mediar. Vegeta miró todo el episodio alerta. Skank desplegó su poder. Fern apenas podía intervenir, pensando en cómo había besado a su madrastra.

-¡Eso no es puto asunto tuyo! ¡Tú eres un príncipe saiyajin y tienes que hacer bien el puto trabajo! ¡Imbécil!- le gritó. Pero Skank no tenía miedo.

-Nunca tomaría los consejos de un puto salvaje y abusivo que se la pasa golpeando a mi madre hasta la extenuación. Pudrete. - le respondió, para aumentar la ira del rey. Vegeta miraba todo inmóvil. Estaba de acuerdo con su hermano.

El rey se abalanzó, pero paró. Al frente estaba Straw.

-Por favor…- rogó. 

Fern se adelantó a protegerla.

-Padre, Skank tiene razón. Ya basta de golpear a la reina- insistió, con los brazos abiertos.

El rey, rápidamente, dio sendos puñetazos en el estómago a sus hijos varones. Vegeta estaba horrorizado. Bitter solo sonrió, con desprecio. Eso les pasaba por idiotas y enfrentar a su padre así. 

-Juro que voy a cambiar la sucesión para que las reinas sean sus hermanas. Dan puto asco, malditos entrometidos- les escupió, para retirarse. Skank lo miró con odio. Fern lo ayudó a levantarse. 

-Esto no se quedará así- amenazó Skank. 

-No. Por supuesto que no dijo Fern, también con furia.

-Ya, basta. No pasarán lo de hace dieciséis años- dijo Bitter, seria, mientras Straw abrazaba y tranquilizaba a su hermano. - Skank, vámonos. Tú y yo tenemos cosas que hacer- le dijo, para este irse con ella.

-¿Qué pasó hace dieciséis años? - preguntó el príncipe Vegeta, confundido. Straw miró a su hermana, que también la miró significativamente, al igual que Fern.

-Algo horrible que te contaré cuando seas mayor- dijo Straw, retirándose, y tomándolo de la mano. Pero Skank se detuvo.

-Nuestro padre violó y torturó a nuestra madre. De ahí naciste tú- le dijo con crueldad. El joven quedó paralizado. Straw gritó furiosa.

-¡Te mataré! 

-Eres un maldito imbécil- le dijo Bitter a Skank, que no se arrepentía un poco de lo que le había dicho a aquel mocoso estúpido al que solamente veía como fruto de la violencia de su padre a su madre. Miró a su hermano, para acercarse.

-Sí, así fue. Lo siento, Vegeta- le dijo, para volver a mirar a Skank con furia. Pero hay que decir que nos rebelamos siendo niños y dejamos a nuestra madre en paz. ¡Y tú!- señaló a Straw. -NO.

Ella desplegó su poder de pelea, gritando. Skank se echó a reír.

-¡Vamos, hermanita! ¡Acaba conmigo si puedes! - la retó, incitando al caos. Pero ella se detuvo. Era Vegeta.

Este tomó su mano, inexpresivo. Ahora entendía por qué su madre apenas podía mirarlo. Por qué lo trataba con tanta frialdad. Bueno, a todos sus hermanos. Pero más a él que a ellos. ¿Por qué lo había ignorado? Pero no le daría el gusto a Skank. 

-¿Entonces te defenderás tú? ¡Vamos, mocoso! ¡Eres un accidente! ¡Un residuo!- se burló Skank, porque de verdad lo consideraba basura. Hasta que Bitter apareció frente a él, y lo pateó en los testículos. Straw se sobresaltó. Vegeta bufó. Fern miraba todo indignado, sin decir nada. Bitter se le había adelantado.

-¡Maldita...!- dijo, arrodillándose.

-Papá te hará algo peor. Y espera a ver a mamá. Iré sola-dijo, mirando con una ceja levantada a Vegeta. Straw lo abrazó.

-Yo... yo no quería...

-¿Todo el pueblo lo sabía? - preguntó, horrorizado. Ella asintió, temerosa. 

-Por favor, no me odies- le rogó. Todos acordamos que sería muy duro para ti. 

Él tomó su rostro. La abrazó. La única que se había preocupado por él, en su corta vida.

-No te odio. Yo te amo- le dijo, mirándola a los ojos. Ella sonrió. -Pero mi venganza me concierne a mí- afirmó, oscuramente.

Ella se acercó y ambos se abrazaron.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Aposentos de la Reina- una semana después

Una semana después, cuando el príncipe Vegeta fue llamado a solas a los aposentos de su madre, este se sentó al frente de su mesa para escribir. Ella tenía tres pociones. Se las mostró. Tenía su cabello recogido hacia atrás, y terminaba en una trenza larga que tenía ladeada. Ella había conseguido un producto que terminaba de "ennoblecer" el cabello de los saiyajines. Y se impuso como moda en todo el planeta, ya que había conseguido la fórmula de las cortesanas y la patentó a nivel masivo desde Scafar.

-Sé que no he sido afectuosa contigo, pero ya no eres un niño. Y quiero que tengas tu venganza. Elige: diarrea incontrolable, llagas quemantes, o... impotencia- afirmó. Vegeta suspiró. Su madre de todos modos lo quería a su manera. 

-¿Solo puedo una? 

-Sí, con dos se vería muy sospechoso- dijo, mirándolo a los ojos. - La diarrea lo quedaría en ridículo en misiones. O tendríamos otra enésima mil asquerosa misión. Sabes de los Ozaru que tienen ese problema. Los invadidos prefieren morir ardiendo que bajo un montón de mierda de saiyajin gigante intoxicado, pero así son los dioses...-le dijo, burlonamente. Vegeta se rió en silencio, pensando en la fétida imagen. - Antes de doblarse, claro, y no servir para nada. Humillante. - Llagas quemantes... bueno. Serían el infierno. No hay descanso ni antídoto, que solamente los que tenemos medicina ancestral y la hemos preparado desde los tiempos de las servidoras de Sadala conocemos- le dijo, refiriéndose a su conocimiento en todos esos temas. Y andaré muy ocupada. O... impotencia.

-¡Impotencia! 

Sarín bufó. Vegeta sí que conocía bien a su hermano mayor. 

-Bien, dos meses. Te aseguro que oirás sus gritos. Y como también me concierne a mí, luego seguiremos con llagas. Se acerca tu cumpleaños, habrá que darte algo bueno- le insinuó. Este bufó, malignamente. Su madre le dio la satisfacción de la venganza.

-Lo siento- le dijo, mirándola a los ojos. Ella tomó su mano, para él sorprenderse. 

-Tú no tienes la culpa. Lo he olvidado muchas veces. Ya sabrás de mí.

En los dos meses siguientes, Vegeta, espiando a su hermano, oía sus maldiciones. Sus groserías. A los doctores yendo y viniendo. Destrozando su habitación. Una noche despertó a todo el palacio y su padre le dio una paliza. Nadie intervino. De pronto, el muchacho sintió a su primo a su lado. Y a su nueva prima, que bufaba, satisfecha. 

-Primo mío, se me olvidó tu regalo de cumpleaños. 

-¿En serio? 

-Pensé en una nueva armadura o en un arcediano torpe y viejo escogido especialmente para “curar” a tu hermano. Ya sabes, nuestro médico familiar- le dijo, para el joven entender. Sonrió.

-¿Es diestro, el arcediano? 

-Me temo que ya le tiemblan las manos. Por eso solamente atiende a mi esposa. Oh, y a veces… confunde las medicinas. No suele pasarle a menudo, pero quién sabe- afirmó, el príncipe bufar.

-Supongo que una nueva armadura es un capricho- dijo, inteligentemente. Pew se sonrió.

-Lo supusimos también- le dijo, para palmotear su hombro y Kouri picar su ojo, con una sonrisa pícara. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Aposentos de la Reina, un mes después

La reina, mientras escribía, se tomaba los labios, pensando en ese beso. Lo peor es que quería que se repitiera.

"No puedo ser tan tonta. Tendría que arriesgarlo todo. Es mi hijastro, por todos los demonios", pensó para sí misma. Su marido la sorprendió. Ella sabía a qué venía.

-¿Debo quitarme el vestido, o lo romperás? -le preguntó, sin mirarlo. 

-No aquí. Ven conmigo- le dijo.

Ambos se fueron volando, con sus séquitos detrás, en naves, sobre el desierto. Ya existían montañas verdes y más verdes.

-Tus sembradíos del planeta Onk. Buena idea- la halagó. Ella molesta. Un palacio negro, enorme, con balcones y jardines. Ella lo miró maravillada.

-¿Qué es esto? 

El rey suspiró, cruzado de brazos.

-Como no quisiste un planeta de descanso, te doy un palacio solamente tuyo. Podrás estar el tiempo que quieras. Tienen todas las porquerías que te gustan, Fura y Kalen me ayudaron con eso. Ya podrás reformarlo a tu gusto- le dijo. Ambos entraron. Fuentes. Plantas colgantes. Muebles. Lo miré sorprendida. Varias galerías. Ella miraba todo con satisfacción. Como eran sus estándares.

-¿Te gusta? -preguntó el rey, mirando a su esposa. Sí que la conocía. Ella le sonrió arrogantemente.

-Mucho. ¿Qué quieres a cambio? - le preguntó, suspicaz. El rey le respondió sonriente, pero herido.

-¿No puedo darte un regalo porque lo deseo? 

Ella lo miró desconcertada. 

-¿Y vendrás a verme? 

La besó y esta a él. Ya en el nuevo lecho, rey la cercaba, y ella se entregaba, tratando de no pensar en el beso de su hijastro. Gimió, para él contraatacar mucho más. 

Ella le ofreció vino. Él acarició su rostro. 

-Espero que con esto todas nuestras diferencias queden saldadas- le dijo. Ella le sonrió con suficiencia

-Me conoces- le dijo, engreídamente. Este suspiró también, para abrirle las piernas y entrar en ella otra vez.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Ciudad Vejita - Barrios del Sur, semanas después

Tres príncipes, de capucha, entre los callejones, veían una pequeña luz. Dos figuras moviéndose. Una mujer siendo empotrada por un soldado.

-¿Ves? - le dijo Bitter a Skank, que veía a la princesa On gemir en silencio, frente a un calvo enorme. Este se burló. Su hermana, tan digna. Tan zorra. Como todas. Pew levantaba las cejas.

-Entonces lo que me dices es que me disfrace para cogérmela, ¿no es así? -le preguntó, pervertidamente. Bitter bufó.

-Ni modo que yo. Y quiero que se dé cuenta. Pero luego de ocho, diez veces. ¿Crees que puedes hacerlo? ¿Ya estás bien? 

-Púdrete. Claro que sí. Quien haya sido, lo mataré-gruñó. Bitter miró a Pew, que levantó las cejas. Skank era tan idiota pensando que sus enemigos se molestarían en envenenarlo, cuando querían era matarlo a golpes, pero no dijo nada.

Este, en tanto, se puso una peluca, con pelo ralo. Se puso su barba. Una capa. Cercó a On, que lo besó y lo recibió amablemente. Bitter miró a Pew.

-Tu esposa salió mejor negocio que ese idiota que tengo por marido- se quejó. - Ni siquiera coge bien. ¿Ya encontraron al niño? 

-Me temo que no. Como no es algo oficial, tardará bastante. Temo que haya muerto en alguna misión. 

-¿Y qué pasa si lo encuentras? 

-Adoptarlo. 

-Hablo en serio- le dijo Bitter, cruzada de brazos.

-Bueno, no heredará el ducado. Pero claramente, sí, adoptarlo.

-Sabes que si pasa eso el escándalo se sabría. Y el idiota bastardo de su hermano puede hablar. 

-Sí. Pero no quiero romperle el corazón. Seguramente lo integraremos como nuestro asistente y le daré una generosa porción de nuestra herencia. 

-En verdad le tienes aprecio a tu esposa. Quién lo diría - se burló Bitter. 

-Es útil, y es inteligente. Además, esa cosa que le hizo su padre merece una mínima compensación, ¿no crees? 

-Es cierto. Siempre he pensado que eres un buen saiyajin. Y se te ocurrirá algo para volverme viuda. Hablando de Yamoshi- afirmó, fastidiada, mirando a su esposo aterrizar. También tenía capucha.

-¿Es cierto, entonces? ¿Hay una ramera que recibe hasta ocho hombres en una noche? ¿Que es la mejor de la ciudad? ¿Y mejor, que no cobra? 

Ay, Paragos era tan bobo. Pero ella le había prometido una compensación por sus tristes encuentros, en los que ella no ponía un mínimo de su parte. Algo debía hacer.

-Es su única diversión. Pero sí. Te lo compenso, por eso de haber tratado de matarte. Ve- le dijo, dándole monedas. Este miró extrañado a Pew.

-Soy propietario del burdel más grande de Plant. Necesito ver a la competencia. Por lo que sé, es extraordinaria- le dijo, maligno. Paragos sonrió a ambos y se fue. Skank ya había terminado. Los tres se fueron a otro edificio más grande, para ver desde lejos. 

-¿Y qué? -le preguntó esta, pidiéndole un "informe", mientras veía a su marido empotrar a su hermanastra, sin ambos saber quiénes eran en realidad. Eso lo hacía muy divertido. 

-Es excelente en su trabajo- se rió Skank. -Excelente, hermana mía-se recostó, satisfecha. Bitter se irritó.

-Bien. Si dice algo, no podrá hablar, porque no estuviste tú aquí en primer lugar- le advirtió. Skank se echó a reír. 

-Tanto la odias, ¿no es verdad? -adivinó. Bitter lo admitió sin sonrojarse, ni siquiera.

-Es un estorbo. Que hayan muerto sus dos hermanos mayores era necesario. Pero ella también debe hacerlo. Nadie se casará con ella y lo que me hizo no se lo perdonaré. Y bueno, necesito deshacerme del imbécil de mi marido. Algo tengo que ganar- dijo, inteligentemente.

Skank se echó a reír. Bitter se recostó a su lado. Veía los pensamientos de su hermano mayor. Quería matar a su padre. Y vengar a su madre, como fuera. 

-No vas a enfrentarte a papá. Mamá ya solucionará esto de algún modo. La conocemos- le advertimos. Este suspira, furioso.

-No quiero que vuelva a pasar lo de hace dieciséis años. La tortura tanto que casi iniciamos guerra civil- afirmó, sombrío. Pew no decía palabra.

Bitter, que sí, apreciaba a su madre a su manera, no era tan impulsiva. Por eso era efectiva: tenía una visión a más largo plazo que cualquiera de sus hermanos.

-Straw lo convenció, puede volver a hacerlo. Su bondad de mierda parece tener efecto en él- dedujo. Esto no convenció a su hermano mayor.

-Que se pudra él- dijo Skank, amargo.

-Sí que lo odias- se burló Bitter, mirando de reojo a su hermano. 

-Tanto como mamá, sí- admitió este, con ira.

Bitter se irritó. Sabía que la relación de sus padres era más complicada que eso.

-Mamá y él tienen una relación de mierda. Coger como animales es lo único que los mantiene unidos, aparte de la puta corona, el reino y nosotros- lo simplificó. Skank negó con la cabeza.

-Pero lo odia, Bitter. Y yo estaría ahí para cuando decida hacer algo- la prevenir. Ella levantó las cejas.

-Es traición. Lo sabes- lo previno. 

-No lo es si evita que mate a mi madre- afirmó, para irse volando. Bitter suspiró. 

-Vamos, júzgame de nuevo o algo- le dijo, irritada a su primo. Este se posó al lado de ella. 

-Tiene razón. Es una lástima que sea tan tonto, pero ¿no acaso queremos todos lo mismo? 

-¿Y qué queremos? - le preguntó Bitter, no queriendo decir lo que quería decir. Pew sonrió.

-Proteger a tu madre, claro - le dijo, significativo. Ella asintió. Paragos aterrizó al lado de ellos. Estaba satisfecho. Era hora de volver a casa.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio Sur- Palacio de la Reina, semanas después

Por un pasadizo subterráneo, Afni guió al príncipe Fern al palacio nuevo. Ella era de las pocas que lo conocía. Subió por un ascensor secreto. La reina estaba a oscuras en su habitación, escribiendo. Lo sintió. No se sobresaltó. Había pensado en él, en su beso. Había soñado con él tocándola, recorriéndola. Y ahora que se hacía realidad, no se iba a echar atrás.

-Apaga las cámaras- le dijo este. Ella lo hizo.

-Es traición. Es lo peor que podríamos hacer. Deberías irte-le susurró, sin mirarlo. 

-Él te es infiel. Él te maltrata.

-Él me ha confiado el reino y su organización. Él...

La tomó de los hombros y la besó, tirándola a su lecho. Ella lo besó a él, que subió su falda y se quitó su armadura. La penetró ahí mismo. Ella gimió silenciosamente, para besarlo otra vez. No se había permitido cometer indiscreciones, como su marido, porque sabía que su posición no era la misma. Y peor aún, con su hijastro. Pero se dejó llevar por ese placer y ese cuidado, ese ímpetu tan joven. Apoyó su labio en su hombro, hasta que gimió otra vez y él le tapó la boca. Se descargó en ella.

-¿No quedarás preñada? 

-Ya no puedo hacerlo…

Áfni los oía. Ella estaba contra la pared, mientras el príncipe besaba su cuello. Se tapó la boca. E hizo lo mismo al estar encima de él, que bramaba de gusto. 

Luego de un rato, ella lo miró a los ojos. Lo besó.

-Vete- le dijo, al este estar terminando sobre ella. -Vete. No puede volver a repetirse- le dijo sudorosa y sonrojada.

-Sí puede-insistió este, respirando fuertemente. Ella se levantó.

-No hagas algo estúpido. No te delates ante la familia. Vete.

Este se fue por donde vino. Vani lo estaba esperando. Este, frustrado, por no poder quedarse, arrinconó a la frágil tsufuru, que casi se quiebra ante el primer embate. La reina, por su parte, sobresaltada, recibió a su primo. Este se sentó con normalidad. Ella lo miró a los ojos.

-¿Qué harás con esto?- le preguntó. Este suspiró.

-Darte coartadas. No tengo que decirte que no seas estúpida- dijo, con una ceja levantada.

-No lo seré. Y sé que los dioses me castigarán por desear al hijo de mi esposo- afirmó, para levantarse y beber, intranquila.

-Los dioses jamás han castigado a nadie en esta raza por relaciones incestuosas consensuadas, que yo sepa. De hecho, antes las premian con muchos guerreros y guerreritas- le insinuó, burlón. Ella suspiró, entendiendo.

-Tomaré precauciones. 

-Por favor. Y solo te diré algo más.

Ella no lo miró.

-Gózalo como puedas. Pero termínalo antes de que todo se ponga feo- dijo, para servirse otra bebida él. Esta asintió, pensando con fervor que todo se repitiera. Y el duque pensó que su ardid había dado fruto: quizás el tonto se enamoraría, con la reina eso sería fácil. Trataría de destronar a su padre. Y si se supiese de la relación, Skank lo mataría. O este a él. O entre ellos. Y Bitter, claro, ascendería al trono. Ojalá la reina no saliera escaldada.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes- aposentos de la princesa On, días después

La princesa notaba al único hermano que le quedaba, al menos por parte de madre y padre, absorto en sus pensamientos. Y tenía razón. Fern no había dejado de mirar a la reina y de recordar lo que ambos hicieron. Pero ella finge tan bien que nada habia pasado. Aceptó todas sus propuestas, para sorpresa de Skank e indignación de su tío en la invasión del planeta Oren. 

-Ya no pareces tan hostil ante esa perra que llamamos madrastra, hermano mío. ¿Qué demonios te pasa? ¿Te la coges? - preguntó On, luego del Consejo que se había tenido y del que se había sabido su votación. Este se indignó.

-Vuelve a insinuar eso y te lo haré pagar - le dijo Fern a su hermana. - Claro que no. Pero es horrible lo que le está haciendo- gruñó, recordando cuando la vio hecha pedazos. Al oírlos. No le tenía una pizca de compasión.

-Se lo merece y más, por nuestra madre. Ella murió al darte a luz. Pero no creo que haya sido así. Ella era fuerte- dijo sombríamente la princesa On, que nunca confió en esos informes. 

-Lo sé, siempre lo repites. A todo el que quiera escucharte. Por cierto, corren rumores horribles sobre ti.- mencionó Fern, cambiando de tema- Que va alguien muy parecido a ti todas las noches a buscar sexo con los soldados, de clase media y baja- la cuestionó. Pero ella le sonrió burlonamente, desechando tal información.

-Seguro inventados por nuestra oh, ahora “pobrecita” madrastra, ¿no crees ?- preguntó, hiriente. Fern no se intimidó.

-Ten cuidado. Padre se llega a enterar de que algo así es cierto y… 

Ella lo abrazó. 

-No te preocupes- le dijo, pensando que quizás su madrastra ya sabía. Era hora de no volver, en muchas noches, a su actividad favorita. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes - aposentos del Rey, un mes después

El heredero, ante su padre, le pidió una audiencia. Este se la dio, mientras veía con su madrastra los documentos, en una máquina, de todo lo que encontrarían en el planeta Oren. Un encargo especial para el rey Cold.

-¿Cuándo nos desharemos de él, padre? -preguntó este, por esa largartija, que le parecía un vulgar pirata, en vez de un emperador. Y es que así había comenzado toda esa familia, hacía siglos. En el medio Universo le parecían repugnantes, pero todos les temían por su poder. Incluso ellos. 

-No es tan fácil- gruñó este. -Tiene más poder que toda nuestra raza. Pero tu madrastra lo entretiene muy bien. Por cierto, ¿cuándo debemos ir a adular a ese horrendo dios, Bills? - le preguntó a su esposa.

-En tres meses, querido- afirmó esta, mirando cuatro pantallas al mismo tiempo.

Este sospechó. Odiaba al dios Bills tanto como este a él. Cada rey saiyajin tenía que pagarle tributo, solo por ser tan poderoso. Y odiaba cómo los humillaba.

-¿Podrías ir tú sola? -preguntó, fastidiado.

-¿Así como con Cold? De acuerdo- dijo ella, mirando de reojo al heredero, que solamente recordaba lo que pasó. Y solo quería una cosa más que nada: repetirlo. Se sentó al frente de ambos.

-Padre, ¿no crees que ella debería entrenar un poco más si la vas a dejar ir sola contra entes más fuertes que tú? Quizás puedan secuestrarla para arrancarnos más de lo negociado. Debería poder escapar, al menos…

Este lo miró burlón. Fern sí que la subestimaba. Así como muchos, que ya no estaban entre los vivos.

-Tu madrastra es tan inteligente que sí, querrían eso, porque disfrutan de su compañía de maneras que no puedo entender- dijo, en tono humillante para ella, que fingió no ofenderse. -Pero… es cierto. A pesar de que te pongas una escolta, algo puede salir mal- le dijo, trémulo.

-Querido, nada saldrá mal- afirmó ella, mirando significativamente a Fern. Leía sus intenciones. 

-Podría encargarme de eso, personalmente- insistió este, levantando sus cejas.

-¿Por qué tú? - le preguntó sospechoso, pero burlón, el rey Vejito, que miró a su esposa. Esta no le transmitió nada.

-Estoy tan sorprendida como tú- le dijo, levantando las cejas.

Fern insistió en su punto.

-¿No dices que es hora de cerrar las brechas entre la familia? Por años ha corrido el rumor de que odiamos a nuestra madrastra. Y con esto, mis hermanos también me tendrían más confianza-argumentó. Sarín se siente irritado. Lo que hacía un hombre por poseer un cuerpo que había tomado por primera vez. Sobre todo un saiyajin. 

El rey meditó.

-Bueno, sí, porqué no. Que no interfiera con tus tareas y misiones, aunque sería bueno que fueras aprendiendo de ella cómo administrar este planeta. No creo que pronto te consigamos una compañera con su cabeza. En fin. Encárguense. Te veo para la cena con los embajadores de XPI92. No sobra decirte que te presenta como siempre- le dijo a su esposa, que asintió con la cabeza. 

-Yo también me retiro. Debo seguir mi recorrido por la construcción de nuestra ciudad al sur del territorio, y la planeación de la capital- le dijo, significativamente, mirando a Fern con advertencia.

-Te espero mañana en el desierto norte- le dijo este. Ella sospechó. No tenía más remedio. Y fue inevitable. Contra las rocas, en ese lugar, sin escoltas y sin nada a la vista, la poseía. Ella presionó más las piernas contra él. Este gimió, mientras ella se quedó con los ojos entrecerrados, exhalando. Hasta que volvió a la realidad.

-Esto es muy peligroso. Estamos traicionando a tu padre…

Este la besó, confiado. Era tan confiado que ella temía esa temeridad.

-Nada que él no haya hecho ya, ¿no crees? 

-¿Por qué yo?- le preguntó, todavía abrazada a él. Él retiró su cabello sudado. La observaba.

-Porque es un idiota. Y está ciego. Mi madre era maravillosa, pero tú has sido una grandiosa compañera para él. Y él te destruye poco a poco. Es por eso que debes entrenarte.- le dijo, determinado.

Ella cuestionó por un leve momento lo que acababa de pasar. 

-No lo estamos haciendo muy bien si cada vez que terminamos de entrenar pasa esto- dijo, pero él la besó.

-No me importa.

Ella insistió.

-Sabes que no tiene futuro- le advirtió.

-No me importa.

Al día siguiente, él la golpeó, para estrellarla contra las rocas. Ella le respondió con varios flashes, y se abalanzó, pero él fue por detrás, para golpearla por la espalda. Sin embargo, ella también lo hizo y le dio una patada que lo estrelló contra el suelo. Ambos se mandaron dos esferas de energía, que esquivaron. Ella cayó, con una mano cruzada sobre la otra, que le apuntaba al rostro.

-Creí que eras más débil- dijo este, burlón. -¿Has estado entrenando? 

-Algo así. Eres el único que lo sabe. ¡Big Bang Flash!- gritó ella, para desplegar más energía, pero él se retiró a tiempo. Destruyó otras rocas.

Este se echó a reír. No sabía que la reina tenía un ataque poderoso. Y secreto.

-Eres sorprendente- observó. Ella lo miró orgullosa de sí misma. Él era el primero que vio su ataque. Ya ella. Ya en la nave de regreso a la Capital, ella se dejó llevar, otra vez, mientras él besaba su cuerpo desnudo y la embestía. Gimió ya sin contenerse y solo metió su lengua en su boca, mientras lo abrazaba más fuerte. 

Ya en el recorrido por las aldeas aledañas de soldados de clase baja y operativos, donde ella estaba instalando viviendas individuales con todos los servicios y planeación, una niña le dio unas flores.

-Esto es de los cultivos que usted importó del planeta Sung, majestad. Ahora muchos tenemos producción agrícola y animales de cría. 

Ella miró encantada a la niña. Se parecía a sus hijas a su edad.

-Gracias, querida. Lo sé.

Todos aplaudieron. Ella se las dio a sus damas, mientras Fern acariciaba su cabeza.

-¿Puedo ver quiénes son tus padres? ¿Cómo te llamas, pequeña? -le preguntó esta, encantada con la niña. 

-Gine, majestad. Es la mujer saiyajin más bella que he visto en mi vida- la halagó. Esta le sonrió.

-Y no se equivoca- dijo Kalen. Todos se rieron, porque era cierto.

-Eres muy amable. Gracias. ¿Puedo ver a tu madre? ¿Puedo ir a tu casa? 

-¡Claro!

Fern y la reina entraron. Tal y como ella había soñado. Con las comodidades suficientes, mínimas, pero de alta calidad. Una mujer de cabello alborotado, con varios morados, salió, avergonzada. La reina la miró de inmediato. Esta se arrodillo.

-Majestad, príncipe… no sabía que vendrían a nuestra casa. Discúlpenos…

Sus ojos eran oscuros y alargados, como los de su hija. Ella ofreció una silla a la reina para que se sentara. 

-Quiero hablar a solas con esta mujer- les dijo a los demás. Fern la miró sospechosa, pero no dijo nada. Salió fuera de la vivienda.

Adentro de la vivienda, la reina no le permitió a la mujer servirle. Lo hizo ella. Agua. 

-Lo lamento, majestad…- le dijo, avergonzada. La reina tomó su rostro. Los mismos golpes. La había dejado sangrando. Ella sí que lo sabía. 

-No tienes qué. Cuéntame qué te pasó- le preguntó, preocupada.

-Yo…

-Es tu compañero, ¿verdad? 

Ella bajó sus ojos. La reina se vio reconocida en ella. Desde ella o la mujer saiyajin más humilde, solo las trataban como animales de cría a las que podían montar y dar latigazos si no cumplían órdenes. Recordó los golpes que le había infligido a su marido. Sus torturas.

-¿Dónde está ahora? 

-En misión con su hijo Skank, digo, majestad, con el príncipe Skank. Llegará en una semana.

Ella tuvo un nudo en la garganta. De ira, rabia impotencia.

-¿Por qué lo hace? 

-Porque…- sollozó esta - Porque di a luz a un varón tan débil, al igual que la niña, pero este murió y no he sido capaz de darle más varones… me recrimina todos los días que su linaje sea la niña que es tan débil. Y lo hago para que no la mate…

Se echó a llorar. La reina tomó su mano. La mujer se sorprendió. Se veía genuinamente preocupada.

-¿Lo ha hecho frente a la niña? ¿Frente a Gine? 

Ella ascendió, para llorar de nuevo. Esta tomó su capa y limpió sus lágrimas.

-Majestad…

De su corpiño sacó una pequeña esfera. 

-Pondrás esto en su bebida. Te prometo que apaciguará su carácter. De no ser por esto, ya estaría muerta a manos del rey - le dijo, mirándola a los ojos. Ella asintió, sorprendida, y más, cuando la reina se quitó su medallón de la familia real, negro. 

-Apenas me lo envías de vuelta con tu hija en persona, sabré que ha funcionado. Y te diré lo que haremos.

-Majestad…- besó ella su mano. Esta se levantó y la mujer se arrodillo. 

-Si te funciona y si conoces a otra mujer de las tuyas en tu situación, se lo dirás. Pero deben guardar el secreto. Nada deben saber los hombres saiyajin. ¿Entendiste? 

Ambas se miraron. De ahí en adelante se crearía una red muy poderosa y secreta que sería un secreto a voces. Pero salvaría a muchas mujeres en el futuro.

-Sí, señora- afirmó. Ella le irrita. También a Gine.

-Dejé un regalo para tu madre. Les prometo que ambas estarán bien. 

La niña la abrazó, indignando a toda la comitiva de la reina y sorprendiendo a todos. Los saiyajines no hacían eso. Ella le devolvió el abrazo.

-Es bien sabido que eso ni lo hice con mis propios hijos. Pero no tienen una madre como la tuya. Y a ustedes- dijo a sus vecinos. - Les encargo el bienestar de ambas.

-Sí, majestad- dijeron los guerreros.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Planeta Oren, dos meses después

En el Planeta Oren, Straw comandaba las fuerzas en tierra, mientras veía a su hermano liderar a los Ozaru. Hasta que Muttenk, uno de sus mejores soldados de clase baja, comenzó a atragantarse.

-¿Muttenk?- preguntó uno de sus compañeros. 

Este comenzó a vomitar sangre, y cayó sobre Straw, que gritó, aterrada, junto con los otros soldados. Muttenk volvió a vomitar sangre. 

-¡Skank!- gritó ella. Este se adelantó y le torció la cabeza a su compañero, que cayó como un mole sobre un edificio. Straw, ensangrentada, lanzó un flash sobre su cola. Mutenk seguía escupiendo sangre. 

-Pero qué ha sido eso...

Skank, ya en forma normal, miró a su soldado. Era uno de los mejores de clase baja. Lo miró extrañado, para este vomitar más sangre y sus ojos se emblanquecieron. Straw, ensangrentada, seguía mirándolo horrorizada.

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio Sur, Palacio de la Reina

Ya en el Palacio Sur, Afni y Vani hicieron pasar a Gine, que le entregó el medallón. De hecho lo entregó con otra estrella negra.

-Mi mamá dice que a su amiga Venk también le sirvió el mismo remedio. Pero su esposo sí se pondrá bien, ¿verdad? 

-Claro, querida. Lamento tu pérdida. Cuando crezcas, búscame. Te ubicaremos- le dijo, mirándola significativamente. 

La madre de Gine se levantó por primera vez en su vida, mirando el sol. Las cenizas de su esposo reposaban en una caja. Fue al río y las dispersaron. Sonrió con levedad y tranquilidad. Vio su rostro y se abrazó a sí misma por primera vez en muchos años. 

Chapter 5: Adúltera y asesina

Summary:

La reina Sarin complota para matar a su marido, el rey Vejito IX, y también para conseguir la Corona para sus propios hijos.

Chapter Text

Corporación Cápsula, actualidad

Vegeta encontró a su hermano, Tarble, aún leyendo el libro. Suspiró.

-¿No te ha horrorizado lo suficiente? - le preguntó. El joven levantó sus cejas. 

-¿Lo hizo contigo? 

-Sí. Y no. Si no hubiera pasado todo lo que pasó no estaríamos aquí tú y yo. Nuestro padre fue el más improbable entre toda nuestra familia para ser el rey - suspiró. 

-Y nuestra abuela... ¿no la odias por haber engañado al abuelo, por hacer todo lo que hizo? - preguntó Tarble, perturbado.

Vegeta apretó sus labios. No, no la odiaba. Cuando leyó por primera vez el escrito se horrorizó. Pero era lo que había tenido que hacer. Como toda su raza, realmente. 

-Creo que yo hubiese hecho exactamente lo mismo. Nuestro reino era un reino cruel, hermano. Lo lamento por los inocentes que vieron sacrificada su felicidad. Eso fue toda nuestra familia, ella incluida. 

-Hasta nuestro padre - dijo este, con tristeza. - Era casi de la misma edad de tu hijo en aquella época. 

-Sí. Mira aquí. Mi abuela habló de una profecía. Recuerda esto, Tarble: de no ser por todo lo que pasó, ni tú y yo estaríamos aquí- le recalcó, mirándolo a los ojos para irse. Sí, qué terrible había sido su familia. Pero no por eso dejaron de ser una leyenda. Una trágica leyenda.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Guarida de Bills

-¿No te arrepientes de haber matado a tu esposo?- le preguntó el dios, burlón, a Sarin. Ella solo levantó las cejas.

-Hay pocas cosas en la vida que me han dado placer. Un buen amante, por ejemplo. Una carísima joya. Un hermoso vestido. Y matar a mi esposo- le confesó, sin arrepentirse de nada. Whiss bufó burlón.

-Sí, te lo concedo. Esa basura se lo merecía- gruñó Bills.

-Gracias- le dijo, oronda, para servirle más bebidas.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Planeta Vegeta- reinado del rey Vegeta III, años antes

El duque Pew sonreía, mientras jugaba con su sobrino estrategia de batalla. Sobre un holograma de cualquier planeta, jugaban a bandos enemigos. Su sobrino notó el gesto.

-No estás concentrado.

- Sobrino, pensaba en otras victorias- afirmó, para este sonreírle, torvo.

-Debo aprenderles eso a todos tres. Siempre he sido inteligente para los combates, pero para este tipo de guerras no. 

-Lo harías bien. 

El rey Vegeta, en sus aposentos, se descargaba sobre Orin, que dejaba de gemir. Ella se levantó con suficiencia.

-Entonces, tendrá que buscar una esposa que le prodigue ese placer- afirmó, para beber algo. El rey la miró arriba abajo.

-Creí que te habían educado para ser una dama- le dijo, burlón. Ella se volvió a desvestir y se posó encima de él.

-Me educaron exactamente así- dijo, para bajar su cabeza y este gemir. Ya en misión, el rey tomaba por detrás a su general, Aris, en una cueva, sin quitarse siquiera las armaduras. Terminó, para ella también jadear.

-Tienes que decidirte- le dijo con tristeza. - No puedes ir de la una a la otra. Vegeta, ya no estoy en edad de hacer esto. Quiero casarme. Quiero ser la oficial, o no quiero nada- le dijo. Él suspiró.

-No habrá otra reina hasta que el príncipe Vegeta se case. Tómalo, o déjalo- le dijo, torvamente. 

-Lo dejo. No quiero ser tu concubina- le dijo, mirándolo a los ojos. Este suspiró.

-Bien. 

La general se indignó. 

-”¿Bien?” ¿Así es como termina? ¿Es todo? Bien, renuncio. Me iré a las tierras de mi padre. No volverás a verme. 

-No puedes irte sin mi permiso- afirmó este, lúgubre.

-Sí puedo. Y tú estás buscando una esposa noble, otra pobre que termine muerta. No seré yo- dijo, para alejarse, furiosa. El rey, ya irritado, frente a su familia, les había dado una señal clara: no quería ser molestado. Solo cumplía con verlos. Quería a Orin por un rato y se acabó.

-Qué triste que se haya ido Aris. La extrañaremos - se burló Bitter, pues era su principal rival. Pew bufó.

-El honor, el amor y la justicia. Sé de un ridículo trío de guerreras del Universo Dos, oh, son patéticas. Les pagaría una fortuna para que el pueblo raso en los barrios de las Cohortes Seis y Siete les tirasen basura. ¿Te imaginas? 

Bitter se echó a reír socarronamente. Sarin sonrió levemente.

-Sería genial.

El príncipe Vegeta también se rió. 

-Los insultos.

-Oh, imagina los insultos- insistió Pew. El rey gruñó. 

-Vino- ordenó. La reina madre levantó una ceja. Estaba de negro. 

-Para el aniversario de la muerte de Padre, si estás de acuerdo, Bitter, instauraré un mes de luto- le dijo a su hermana mayor, que suspiró.

-¿Cuántos meses de luto tenemos siempre por la muerte de cada miembro de esta familia? -preguntó irónica, la general. 

-Cuatro- respondió la reina, con indiferencia. - Cinco, con la muerte de tu esposa, claro- le dijo, mirando a los ojos a su hijo, que la miró de reojo. 

-Echalotte- expresó, sombrío. La última ni contaba.

-Pobrecilla- suspiró Sarin. -Pobrecita niña- exhaló, perdida en la melancolía. Bitter miró hacia abajo, y vio a su hermano de igual modo. Pew levantó las cejas.

-¿Niña? -preguntó el príncipe Vegeta, con curiosidad.

-Solo tenía diez años más que tú cuando se casó con tu padre, querido- dijo ella, mirándolo con reproche. Bitter se tensionó. El rey Vegeta la miró igual. 

-¿No era demasiado joven?- se preguntó el niño, aterrado. - ¡Con razón murió cuando...!

El rey Vegeta golpeó la mesa. Bitter suspiró.

-Vegeta, no- le advirtió, tomándolo del brazo. Este miró con más furia a su madre, que no apartaba su mirada de reproche hacia él. 

-Es la edad que yo tenía, claro, al casarme con tu abuelo- dijo, para rebajar la tensión ante el príncipe Vegeta, que también estaba asustado por otra pelea ente su abuela y su padre. Una de tantas. -Pero no todas podemos ser fuertes. Ahora, si me permites, hijo... debo ir a revisar con los delegados de las provincias cómo va la instauración de las ciudades en lo que conquistaste del resto de lo que llamábamos Plant- dijo, levantándose.

-A ti, te espero en dos días en mi palacio, querido- le dijo al pequeño príncipe Vegeta, para acariciar su rostro. Este tomó su mano. 

-Sí abuela. Yo iré a entrenar.

-Entonces te dejo en tu cámara de entrenamiento para destrozar saibaimans- le dijo, sonriendo elegantemente. Este se fue a su lado, sonriendo torvamente.

-Abuela, háblame de los reyes luego del siglo de gobierno de Vegeta I. 

-Bueno, esa lección la estudiaremos mañana. Resulta que...

El rey Vegeta III miró irritado a su hermana, que también vio alejarse a su madre y a su sobrino. 

-No tiene corazón sino para mi hijo- expresó con despecho. Esta bufó, con una sonrisa torva.

-Vegeta, ella odiaba a nuestro padre. No quiso tener hijos.- le dijo, con crudeza.

-Tuvo cuatro- le recordó este, mientras cenaban. - Y nos odiaba a los cuatro.

Su hermana suspiró. Ah, amaba las verdades de su familia. Tan horrendas.

-Sabes que no nos odia. Nos quiso a su manera. Y no  en la forma en que otras razas lo expresan o ella lo expresa con tu hijo. Creo que fue culpa de papá. Sabes que fue un asco de compañero con ella. Lo siento, pero así es- expresó esta, secamente.

-Sí, lo sé.- suspiró este, con tristeza. - Pero a pesar de que todo se probó, yo sigo insistiendo en que ella lo mató. Straw lo creía. Sé que tú también lo crees- le dijo a su hermana, que bebió vino, levantando una ceja.  Ah, otra vez esa teoría. 

-Vegeta, pero si fue esa emboscada. Todos los peritos dieron con la investigación- medió Pew, suavemente. - Ten el consuelo de que murió salvando a tu madre.

Bitter bufó. La teatralidad de su esposo y su cinismo eran como el suyo.

-¿Importa lo que creamos cuando eso te ha llevado hasta aquí? -preguntó su hermana, desviando la conversación. El rey Vegeta puso la otra mano sobre la mesa. Suspiró, agotado.

-Yo no quería esto. Quería guerrear. Que me dejasen en paz. -refunfuñó , hastiado de todo. Bitter no se compadeció. Ella no entendía de autocompasión. Menos en una posición tan peligrosa.

-Como todos nosotros, Vegeta. ¿Tú no crees que en vez de estar ordenando tus ejércitos yo no querría estar conquistando planetas por mi cuenta y estar con cinco mujeres en un estanque? -le preguntó, sinceramente.

-Has estado conquistando planetas y siempre estás con cinco mujeres en un estanque- respondió este, para ella bufar, sonriendo. Era verdad. Pew sonrió.

-Tú ganas. Pero te diré algo más. Al menos tú, de los últimos tres reyes, contigo cuatro, que han puesto sus posaderas en ese trono horrendo, se ha preocupado por reinar.  Tienes talento, incluso por encima de papá.- analizó.

-No me halagues- dijo este, suspirando resignado. - Mamá no me deja hacer nada. La administración prácticamente está en sus manos. Cree que soy como ellos- se lamentó, furioso.

-Bueno, se aferra al poder desesperadamente. Y en verdad, no te voy a mentir: tiene talento. Una paciencia de la que tú y yo carecemos para todos esos detalles de mierda que no sean batallar- observó su hermana. - Y bueno, tú también- le dijo a Pew, que asintió, paa beber.

-Tú la tienes- observó este. - Yo no- admitió.

Bitter cruzó los brazos. A veces su hermano se empecinaba tanto en la duda, que era irritable. Y hasta peligroso.

-Tú lo tienes. ¿No has estado revisando las leyes y discutiendo las reformas con ella? ¿Tratando de entender sus medidas? 

-Pero no entiendo nada, ese es el maldito problema. Y luego me harta y quiero irme a misiones, a ser lo que ... lo que soy- se resignó. - Odio esto- dijo al fin. -  Skank y mi padre al menos disfrutaban de todo esto. Yo lo odio, Bitter- se confesó con su hermana mayor.

Ella suspiró. Que él dijera eso era terrible: podía dar excusas para destronarlo. Se acercó más, en susurros. 

-Que nadie más te oiga decir eso, Vegeta. Sobre todo, mamá- le advirtió. Este se revolvió en su asiento, hastiado.

-Mamá lo sabe de sobra. Por eso se aferra al poder. Y creo que también lo sabía con Skank y mi padre, que preferían, aparte de batallar, todos los excesos- suspiró. - Lo odio. Odio esto. Odio lo que implica. Pero por mi hijo, y por mantener mi cabeza sobre mis hombros, estoy aquí- reflexionó, hastiado. 

-Bueno, piensa en ese niño cada vez que te dé un arranque de odio hacia toda esta mierda. No te digo que no tengas razón, pero es como es. Pero sabes que el niño puede llegar a ser... el SúperSaiyajin- le insinuó. Vegeta la miró trémulo.

-¿Tú crees en esa leyenda? No por favor- le expresó, con un gesto burlón. Ella seguía con su misma expresión. Era en serio.

-Y tú también la crees. Y sobre todo mamá la cree. Cuando nació y lo tomamos de su cola  nos superó a todos en poder cuando nació. Tenía exactamente el poder de nosotros cuatro combinados cuando éramos más jóvenes- observó Bitter.

"Lo que me preocupa es que mi madre use a mi hijo como excusa para deshacerse de mi y gobernar a través de él", pensó, ya a solas, sentado en el trono. "No es la primera vez que lo hace. Y sé que con papá lo hizo para que gobernara mi hermano Skank", recordó.

No quiso pensar en nada más. Solamente se aferró a la joven que se mecía encima de él en la noche. Pew y Bitter, ya en su palacio, se miraban, pensativos.

-Sabes que esa duda puede convertirse en debilidad. Si Freezer llega a medio oler algo así, no dudará en aprovecharlo- dedujo el duque. Bitter asintió. 

-A veces pienso que lo último que le dio un poco de vida fue nuestra venganza contra los tsufuru. Con Straw y Echalotte él murió también- afirmó, pesarosa.

- Por eso la Corona le pesa en la cabeza. Debiste ser tú - le dijo, mirándola a los ojos. Esta suspiró.

-Él era el único que podía continuar con el linaje. Nuestra historia nos ha mostrado que los saiyajines prefieren ir a la guerra de ver a otra mujer en el trono.

-Bitter, tú no eres cualquier mujer- insistió Pew. -Pero ya lo hecho, hecho está. Tu hermano, era claro para todos, no estaba hecho para la Corona. Llegó ahí por casualidad. Él lo sabe también- afirmó este, lúcidamente.

-Le pesa saberse el eslabón débil. Como a todos antes que él. Es por eso que debemos apoyarlo, más que nunca. Así sea para protegerlo de sí mismo- le djio, trémula, a su esposo. Este suspiró. Pensó en el rey anterior y el anterior a Vegeta: lo único que hicieron todos, precisamente, fue empujarlo para destruirse a sí mismo.

“Nunca debieron ser reyes, ni siquiera el actual”, se confesó a sí mismo. “ Pero quizás por el príncipe Vegeta… él puede que tenga el poder para liberarnos de Freezer. Y la suficiente inteligencia para gobernar el Universo”.

Eso era, y él lo sabía de sobra, también lo que veía Sarin. 

 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Años antes, Planeta Scafar, Templo de los Cincuenta Millones de Destinos

En un universo con múltiples religiones, los saiyajines creían en sus dioses. La reina, en un trámite político más que cualquier otra cosa, se había hecho acompañar del sumo sacerdote de los saiyajins, Turunk en un templo por el que todos esperaban toda su vida, sin lograrlo, para entrar: el Templo de los Cincuenta Millones de Destinos, los profetas más atinados del Universo. La reina, que hace treinta años pagaba tributo, de pronto se vio llamada por estas deidades con muchos rostros. Era una oportunidad única y se sentía afortunada. El rey Vejito, que no creía en esas tonterías, la dejó irse de buena gana con el sacerdote, que sabía que la tendría controlada. Turunk era  ya un hombre viejo, corrupto (ella sabía que pedía tsufurus especialmente de la cortesana Puni) y que había sido ampliamente beneficiado por ella para que en sus "auspicios" saliesen a su favor. Así se deshacía por un rato de su mujer y se dedicaría a sus rameras, a entrenar y a beber (Bitter y Straw podían reemplazar a su madre al menos algunos días) y de ese sacerdote, que le recomendaba que no hiciera tanto las tres cosas, porque un rey saiyajin debía elevarse por encima de lo terrenal. 

-Ma... majestad...- dijo este, patéticamente, apenas entraron a las múltiples galerías infinitas. Ella lo hizo, con un velo sobre su cabeza. Era verde oscuro, como su túnica.  Aparecieron cuatro criaturas lilas, altas y desdeñosas.

-Solo la reina Sarin puede entrar- dijo, el más alto, de pelo negro y ojos azules. 

-Majestad...

-Vamos, Turunk. Sin miedo- dijo, aunque por dentro temblase. Se preguntaría si por todo lo que había hecho sería digna. Pero ya no había vuelta atrás. Solo a pocos afortunados, pobres y ricos, reyes y esclavos, se les daba en el universo. Ella había esperado por treinta años. Más. 

Se arrodilló. Solo tuvo una visión. Era un niño. Parecido a su hijo pequeño. Luego, un hombre. Se convirtió en súpersaiyajin. Era un poder que la superaba. Ella se vio tumbada, mientras sentía su fuerza inmensa y su mirada torva. Trató de acercarse, pero la visión era más borrosa.

-"Tu linaje prevalecerá. Cuida de que así sea. El rey improbable gobernará y vivirá el príncipe SúperSaiyajin"- le dijeron varias voces. 

Ella no entendió. Vegeta le parecía insignificante. ¿Cómo que rey improbable? ¡Pero si Skank era el que debía ascender al trono! ¿No por eso había envenenado a los dos hermanos mayores de Fern, su amante? Su amante... al que comenzaba a estimar. No entendía nada de la visión. Solo sabía que había visto a Vegeta. Bueno, si Vegeta ascendía al trono significaba que sus hermanos debían morir. Y no lo permitiría al menos con Skank. Apenas salió, Turunk le hizo una reverencia.

-Majestad...

-Los oráculos me han dicho que he de luchar por mi linaje. Y ya que me has ayudado con eso, no creo que sea tiempo de flaquear- le dijo, significativamente.

-¿A qué se refiere, majestad ?

-Lo sabrás en su momento. Vamos- ordenó, para que montaran en su nave, en el planeta ciudad.  Ya de vuelta en Plant, a oscuras, en su palacio, con Fern agarrándola como una presa, por detrás, pensaba en aquella visión. Un hombre con armadura, con cabello rubio. El extraordinario poder que sintió, apenas este gritó. Se despertó, apenas su amante besó su cuello. Se terminaba de ataviar él solo, luego de lavarse y notó a su compañera, distraida.

-Te veo pensativa- observó. Ella suspiró, pensando en ese maravilloso poder de pelea.

-Es el trabajo- respondió, pensando en ese joven y luego hombre. De hecho, al regresar, su hijo Vegeta la miró con extrañeza, al esta observarlo perturbada. No podía permitirse que la viera así otra vez.

-Vamos- se burló. Ya la conocía. -¿Otra vez, es culpa? 

Ella se levantó, preocupada. Se puso su túnica. Suspiró.

-No es culpa. Disfruto tenerte dentro de mí, más que con tu padre. Y sé muy bien que no he hecho ningún esfuerzo para que esto termine. El problema es que se ha convertido en lo único que hacemos y en lo único en que pensamos- le dijo, levantando sus cejas.

-¿Y eso está mal? 

-Sí. Todo esto está mal- le dijo, pero él la agarró por el cuello y la besó. Se quitó la parte de abajo de la armadura y la jaló, para penetrarla otra vez.

-Lo sé. Y me importa un comino- le dijo, trémulo de deseo, para entrar en ella, que  lo besó de nuevo. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes, Salón del Trono, meses después

El duque Pew alzaba a su hija mayor, Orin, una bebé saiyajin de ojos y cabellos como los de su madre. Esta era felicitada por todas las damas. On la miraba con envidia. 

-¡Cómo te gustaría! Pero no puedes- se burló Bitter, sorprendiéndola. Esta la miró arriba abajo y se fue. La princesa real bufó, por haber conseguido con su veneno una pequeña victoria. Se hizo al lado de su primo, que le entregaba la bebé a su madre.

-Qué horror- dijo viendo a Kouri, con adornos, collares, y flores. - Parece una estatua de una raza barata.

-Lo sé, pero dale crédito. No la partió en dos y es fuerte para tener más. Quiere uno más y nos divertiremos por nuestro lado. Sabe qué hacer- dijo, para aplaudirle y sonreírle. Bitter bufó. Lo podía hasta envidiar, a su primo. Se habían avenido increíblemente bien. En cambio Paragos para ella era un enorme estorbo. 

Ya en privado, toda la familia cenaba por el triunfo. Kouri charlaba animadamente con Sarin y Purin, que se reían por cómo contaba la carnicería que fue su parto. Bitter no hablaba con Paragos, que trataba de integrarse sin éxito a la conversación con Pew. Straw se veía perturbada. Vegeta estaba preocupado por su hermana mayor y Skank se reía para sus adentros. El rey lo notó. 

-A callar. Straw. Cuéntale ya a tu madre- le dijo, mirando a Sarin. - Lo que les pasó, qué asco- afirmó, perturbado.

-Me pregunto si ese tema es bueno para la cena- expresó On, maliciosamente. 

-Pienso igual - dijo Straw, pero On se burló de ella. 

-Ya sabes cómo es de remilgada- se burló On. - Pero se sabía que Muttenk le pegaba a su mujer, que solo le dio una niña débil. Un pedazo de mierda que tuvo lo que merecía- se burló. 

-Así que ahora te importa, ¿verdad ?- intervino Bitter, ante el silencio de su hermana, que tomó la mano del príncipe Vegeta, que la miró preocupado. - Padre, de nuevo, ¿por qué On no nos acompaña a misiones? - dijo, para que esta la mirase con desprecio. La guerra entre ellas no cesaba.

-Porque no es tan fuerte como ustedes, hija. Ella se casará con uno de mis nobles, así como te casamos a ti con Paragos. Y servirá para dar a luz a herederos fuertes, como en el caso de tu madre- explicó el rey. Sarin fingía comer suave e indiferentemente.

-Y mira tú, hasta Pew ya cumplió con su deber. ¿Para cuándo tú, hermanita? - le preguntó On a Bitter, que le sonrió haciéndole un gesto de desprecio.

-Eso mismo le preguntaba a mi esposo sobre ti, On. Cuándo la princesa más hermosa del reino será madre- preguntó Kouri, gazmoña. Bitter y Pew se miraron, sonriendo, y le sonrieron a Kouri, que siguió comiendo. Sarin sonrió levemente. 

-Pues si mi padre quiere casarme…

-Sí, porque ya no te haces más joven, ¿verdad? -le apuntó Kouri con el cubierto, para Straw y Vegeta reírse. On la miró para matarla. 

-No todas tenemos tu suerte, prima mía- le dijo, para sonreír levemente. Fern tomó su mano.

-Ella se casará con un buen partido y te aseguro que hablarán de cosas de mamás muy pronto- afirmó, rebajando la tensión.

-Eso espero, porque sería raro en nuestra raza tener a una mamá vieja de la familia real. Y la más bonita. Qué triste- insistió. El rey, que no quería saber nada de esa guerra, siguió comiendo. Sarin miró a Paragos, que no dejaba de mirar a On. Ay, tonto. Ella ya sabía que eran amantes con la anuencia de su esposa. Ya se desharía de él. 

El rey suspiró. Pidió más vino.

-Por cierto, ¿cuándo estarás tú por la labor? - le dijo a Bitter, que siguió comiendo.

-No dejaré de ir a misiones por eso y lo sabes. Digamos que va bien y una montaña de cadáveres de cualquier planeta no corta la inspiración- afirmó, para Straw hacer un gesto de asco. Su hermana sí que era saiyajin, de cabo a rabo. 

-De acuerdo. Tú sabes cómo manejarlo. Y más te vale cumplir con tu deber- le dijo al joven esposo de su hija. Este asintió.

-Sí, majestad. 

Skank miraba a todos con una sonrisa de satisfacción. On no sabía que él era uno de sus clientes regulares. Adoraría cuando lo descubriese. De hecho, como a todo buen saiyajin de raza pura, le excitaba más la humillación que matar. Torturar. Con su hermano menor no podía darse el lujo de hacerlo: Straw siempre lo defendía. Tomó vino.

-Bien, contaré la historia yo. El idiota de Muttenk se trasnformó en Ozaru en nuestra misión. Y de la nada comenzó a vomitar sangre, cubriendo el equipo de abajo. Straw quedó cubierta. Fue muy gracioso, pero asqueroso. Tanto enemigos como los nuestros comenzaron a quedar cubiertos de sangre, hasta que yo procedí a torcer su cuello. Tuve que hacerlo, se había convertido en un estorbo. La victoria más asquerosa que hemos tenido- se burló. 

Straw se revolvió en su silla, indignada.

-No sé por qué crees que es gracioso. Su autopsia no reveló nada. Quizás se contaminó con algo, pero eso también lo han descartado. Fue horrible, verlo sufrir así, sin poder dominarse. No sabía lo de su esposa, hasta que la noticia de su asquerosa muerte llegó a todos lados. Por cierto, madre, tú la visitaste. ¿Lo sabías?- la increpó su hija.  Sarin ni siquiera la miró . Bebió vino fríamente.

-Sé ahora lo que saben ustedes. Fue muy discreta y no me comentó nada al respecto. Pero como debemos remediar tan horrible historia, las tomaré bajo mi protección, si te parece- le dijo al rey, que comía una pieza enorme. Asintió, con la boca llena.

-Sabes que esas son cosas tuyas.  Por cierto. Hoy te quedas aquí - le ordenó. Ella sabía lo que significaba eso. Fern se tornó sombrío y su hermana lo notó. 

-Te pasa algo, ¿Fern?- le preguntó, malignamente. Este miró hacia abajo.

-No. Pienso en esa muerte tan horrible- dijo, mirando a su madrastra y pensando en lo peor. -Qué asco. Lo siento, Straw.

-Gracias, hermano. Padre, me iré con mi hermanito a entrenar- dijo mirando al joven príncipe Vegeta, que le sonrió, confiado. Su madre lo miró raro, y este lo notó.

"No puedo creer que sea él. No puedo creer... deben ser tonterías, como lo dice Vejito", trataba de convencerse.

-Madre. ¿Estás bien?- preguntó el príncipe. Ella sonrió, levemente.

-Sí, querido. Ve con tu hermana- le dijo, y este le dio un beso en la mejilla, para irse con ella. 

Momentos después, Fern temblaba de ira. Sabía lo que estaba haciendo su padre con su madrastra. Se preguntaba si lo disfrutaba tanto como lo hacía con él. Oyó gritos. Se enfureció, y su hermana lo notó.

-¿Estás bien?- le preguntó frívolamente.

-Sí. Voy a ver el entrenamiento de Straw. ¿Quieres venir? 

-No. Voy a mi cámara. Adiós, hermano- le dijo, para canturrear, oyendo los gritos de su madrastra, y regodearse con ello. Kouri y su esposo también los oían.

-Vaya, ya no hay celebración- dijo, sonriente. Ambos la miraron espantados. Ella se rió y salió.

-Ya puedo volver a mis labores de espía habitual- le dijo, determinada la joven duquesa a su esposo, que seguía oyendo los gritos, preocupado. 

-¿No es muy reciente, en tu estado? 

-Debemos hacer caer a esa mala zorra- expresó, con cómico odio hacia On. - Iré con Koi. Y además debo ir con Puni a revisar tus cuentas del burdel-afirmó, juiciosamente.

Pew sonrió. Ah, qué afortunado. Pequeña y gazmoña, pero valía oro. Le dio un beso en la frente. Esta se sorprendió.

-Te estás volviendo blando. Vigila a la reina- le dijo, para irse rápidamente, con pasitos cortos. Dos horas después, este llamó a Kratos, que golpeó en la habitación.

-¡Largo! ¡Majestad, de carácter urgente! ¡La nave de su hija Bitter! 

Este salió, apresurado. Bitter estaba sobre escombros, mientras Paragos gritaba desesperado. Le mandó un mensaje en código a su primo, desde la frontera desértica con los tsufuru. 

“Me debes una nave, animal”, expresó, para caer fatigada. No era fácil producir accidentes de la nada. Entretanto, ya el duque había enviado a la reina a su propio palacio a recuperarse.

-Hay que actuar. Ahora- le dijo a Sarin, que ya apenas tenía un morado sobre su rostro. Ella lo miró determinada. Le hizo una señal, y el duque se escondió. Entró Fern, y la besó.

-Casi te mata, otra vez. No se lo puedo permitir más, Sarin. No puedo…- gritó, para ella calmarlo.

-Solo tómame- le rogó, para él desvestirse, y comenzar a besarla. El duque suspiró, alejándose de los gemidos. Todos querían matar al rey. ¿Pero quién se atrevería a hacer algo primero? 

--------------------------------------------------------------------------------------

Cámara de entrenamiento de la Familia Real- días después

Fern veía a la joven princesa Straw, como todos los demás sirvientes y coroneles, junto con el príncipe Vegeta, el menor de todos los hijos del rey. Ella era rápida, pero él tenía sus trucos. La cegó con un flash, pero ella desapareció y con un codazo, lo mandó al suelo. El muchacho se levantó, sangrando, y le mandó otras dos bolas de energía.

-¡Eso es! ¡Mantén el ritmo! -gritó ella, encantada con la tenacidad del joven príncipe Vegeta.

Bitter veía todo con una torva sonrisa, al igual que Skank. 

-De pensar que nació de un episodio horrible y siendo una cosa débil-recordó. - Quién lo dijera.

-Lo sé, el castigo de mi padre- recordó este, sombríamente. - No sabía que tuviese tanto potencial- afirmó, viéndolo como una amenaza. 

Bitter adivinó el gesto de su hermano mayor.

-Ahora lo sabes. Y si le tocas un pelo, Straw te matará- afirmó ella. Fern se puso al lado de sus dos hermanos. 

-Qué talento tiene ese chico-observó. - Quién lo diría. Mi hermano menor es tenaz - sonrió.

-Lo sé. Es por eso que creo que el sistema de clasificación apenas nacemos es una broma de mal gusto- dijo Bitter, que era la defensora más acérrima de su teoría. Que tenía varios seguidores. 

-Estoy de acuerdo. 

Bitter se sorprendió. Fern no era tan imbécil como creía. 

-¿En serio? 

-Sí. Hablemos de eso. Si se lo decimos a padre…

-Tendríamos que argumentarlo. Pero nuestro hermanito servirá para tal fin- le dijo agradablemente sorprendida.

Skank se burló de ambos. Conocía bien a su padre. No servía para ideas nuevas. Su madre se las tenía que meter en la cabeza.

-Saben lo que dirá. “Que un animal pueda hablar no hará que todos lo hagan”. Es bueno, y si se entrena aún más. Pero le falta para ser como nosotros. Straw, como siempre, no usa todo su poder- observó de inmediato. Bitter también lo notó, al igual que Fern.

-Bueno, de nosotros cuatro sabes que es la más compasiva, un defecto que papá ha tratado inútilmente de corregir- replicó Bitter, viendo a su hermana estrellando a su hermanito contra la pared, para luego socorrerlo. Todos la avivaron.

-¡Princesa Straw, la mejor! ¡Qué bella guerrera! ¡Tan compasiva! 

Ella sonrió, tímidamente, confundida. Vegeta la pateó, y la dejó en el suelo, y esta le jaló la cola. Todos comenzaron a reírse. Ella se reía también, y alzó a su hermano. Bitter volvió a sonreír malévolamente, al ver a sus hermanos menores abrazados, mientras ella limpiaba al príncipe Vegeta.

-Es increíble que diga esto, pero ese defecto que haría que a nosotros se nos viese como potenciales candidatos para poner nuestra cabeza en una pica es lo que la hace tan popular en su caso- observó, divertida.

-Pero un estorbo en las misiones- se quejó Skank. 

-Sí, pero es algo que tú o yo podríamos arreglar. Ahora, si los enviamos juntos…- le insinuó a Fern.

-Me he encargado yo, sin problema- dijo este, cortando las insinuaciones de su hermanastra. Esta iba de la mano con Vegeta, ya por el pasillo, mientras limpiaban su sudor. Sonreía, mientras bajaban su cabeza. Oía elogios por todas partes. 

-¡Hola, Fern! ¿Estás bien? - le gritó. Este se acercó, complacido.

-Los dos son grandes guerreros. Vegeta, te felicito.- le dijo a su pequeño hermano, que lo miró con suficiencia.

-Gracias. Hermana, ¿puedo ir a destrozar saibaimans? -preguntó, indiferente.

-Sí, pero no a todos, o no nos quedarán para esta semana- le advirtió, amable. 

Este se fue por los pasillos. Fern miraba amablemente a su hermanastra.  Straw lo miró apretando los labios, confundida y algo avergonzada. Volvió a sonreír.

-Sé que nos observaban. Lamento si no usé todo mi poder, pero nuestro hermano... bueno, no quiero...- se excusó.

-Lo sé- dijo este, sonriéndole. -Por cierto. ¿Cuándo te casarás con Gurdock y lo presentarás a la familia? 

Ella suspiró. Fern notó que las cosas no iban bien. Straw no se ensombrecía con casi nada. 

-Es complicado.- suspiró. Él dice que será igual que Paragos: un accesorio. Además, al ser de clase baja cree que acá le harán la vida imposible. Y sabes que no miente- afirmó, refiriéndose a la familia.  Que no era cualquier familia. Una familia real asesina que hace poco había ejecutado a las últimas amantes de su padre. Y Straw sabía que su madre no había hecho todo sola. Bitter y Skank habían metido de su cosecha. No les daba miedo hacer el trabajo sucio.

-Vamos, Padre lo aprueba, yo lo apruebo. Por ende, todos los demás tendrán que aceptarlo.- insistió.

Ella suspiró, con dudas. Fern, por más buenas intenciones que tuviese, no podría contra su propia naturaleza.

-¿Crees que mamá lo haga? 

-No, pero ya es bueno que no nos casemos entre nobles, para variar. Aunque sé que eso enojará a varios de ellos, siempre está On- solucionó él. Ella tuvo un parte de tranquilidad.

-La más bella de las tres- suspiró. -Tienes razón. 

Ellos dos se pararon frente al balcón. Una noche sin lunas. Las tuvieron que destruir, para evitar conversiones involuntarias en Ozaru, hacía siglos.  La preocupación de Straw se veía en su rostro.

-Vamos. ¿Está todo bien? 

Ella negó con la cabeza. 

-Todo iba bien hasta que… él entendió lo que implicaba ser de esta familia. Sé que Skank y Bitter tratarán de matarlo- adivinó. No estaba lejos de la realidad: a las dos compañeras de sus hermanos mayores terminaron matándolas, y ella lo sabía, como daños colaterales. Solo por fastidiarlos. 

-No lo harán. No conmigo aquí y padre. Y no cuando sea rey- le advirtió. Tomó su mano levemente.  Ella notó que Fern era como ella. Y que sería un buen rey.

-¿Cómo haces para ocultar tu gentileza? No es propio de un rey serlo- observó. Este le sonrió también, con tristeza.

-Lo hago como tú, la doy en pequeñas dosis. Pero tengo que ser feroz para que no dejen de confiar en mí como heredero. Para que el pueblo ame a alguien, ya estás tú. 

Ella sonrió, apenada. 

-No sé por qué lo hacen. 

Este la miró suspicaz. Quería probarla. 

-Vamos, no finjas modestia. Tus hermanos y yo siempre debemos depurar la lista de voluntarios en tus misiones. ¡Son cientos! - le dijo, sonriente.

-Yo…- se ruborizó. Fern sonrió.  En verdad tenía una enorme humildad. No era impostada. Era tan sencilla, que eso era lo que encantaba a los guerreros de su raza.

-Es por eso que lo hacen. No eres consciente de tu propio poder ni popularidad. Si hubieses nacido hombre, vaya rival que tendría. Hasta te hubiese dejado la corona con gusto. - confesó.

-Fern…vamos. Siempre estaré para servirte. Y bien - le dijo, tomando su mano. 

-Lo sé. Y ahora que descubro que somos parecidos…¿te gustaría que yo te acompañara en cualquier misión? 

-De acuerdo- le dijo, apenada. Luego suspiró. Entendió que tenía un amigo y un aliado dentro de una corte tan terrible.

-Sabes, debimos unirnos antes y hacer frente común. Podríamos ser un ejemplo para la familia y que tantas cosas horribles que dicen de nosotros y hacemos se acaben. ¿Podríamos intentarlo? 

-De acuerdo- dijo, dándole la mano. Ella apretó la suya. Se abrazaron. Gurdock miraba desde abajo, furioso. Vio a On en medio de la noche, que sonrió.

-Sabía que volverías. 

En una cochambrosa habitación, el rostro de porcelana de la princesa On ya estaba sucio al ser confrontado con el barro de la pared. Gurdock jaló su pelo y tomó uno de sus pechos, mientras la penetraba con todo su despecho. Ella solo sonrió, y gimió a gusto, entre el dolor y el placer. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes- aposentos de la reina, días después

La reina tenía encima a su marido, que respiraba fuertemente. Se retiró de ella, satisfecho. 

-Quiero otro heredero- le anunció de manera frívola. La reina se sorprendió desagradablemente.

-No hablarás en serio- le dijo esta, volteándose, indignada. -¿Por eso me has ordenado estar aquí y lo hemos hecho todas las noches? ¿Quieres preñarme otra vez? - le preguntó, horrorizada.

-Han sido cuatro veces. No veo cuál sea el problema - dijo este, estirándose. - Además, sabes que me iré de misión por veinte días. Serás la regente. Tengo que aprovecharte- le dijo, lujuriosamente. Ella lo miró igual.

-Bueno, no me disgusta que lo hagas. Es lo que más disfrutamos de este acuerdo, y desde antes de casarnos. Pero no eres tú el que tenga que tener un cuerpo pesado que apenas contenga la energía del niño por nacer. Ni el que tiene que dar a luz. Y como soy la reina, se me ordena que sea sin ningún tipo de anestesia, para probar “lo fuerte que soy”. Es una carnicería- se quejó, recordándose mucho más joven, mientras gritaba ensordecedoramente. La tortura duró tres días.

-Está bien, si quedas preñada te anestesiaremos esta vez. Para que veas que te doy lo que pides, mujer - gruñó. 

-¿Y si es una mujer? 

-No tengo queja. Las dos que hemos concebido son guerreras excepcionales. Incluso han salido mejor que los varones- observó. Y sí, con un degenerado y un chico que no sabía si llegase a sobrevivir en las conquistas y si Fern moría, las mujeres eran la continuidad absoluta de la Corona. Además, existían antecedentes: una de las grandes reinas, antes de la ley sálica que impuso el rey Vejito IV para evitar que lo sucediera su sobrina, la princesa Direm, fue la grandiosa Straw I, que gobernó a los saiyajines por la friolera de 70 años. Por ella le había puesto así a su hija favorita, que era calcada de aquella inteligente y déspota mujer, que jamás se casó, pues no quería compañero que la dominara. Fue la que más impulsó el comercio de planetas y movilizó grandes cantidades de gente. Otra de las grandes reinas fue Ditter, que tuvo nueve hijos con el príncipe consorte, Vujite V. Menos fiera, era más administrativa, tal y como su mujer, pero su esposo y sus hijos guerreaban por ella. Con esos dos ejemplos y viendo lo que había últimamente (sin contar a Fern), el rey veía a sus hijas como sucesoras potenciales.

-Bueno…

-No más charla. Te librarás de mí en unos días. Pero mientras eso pasa- la volteó, para luego escupir sus manos. Ella cerró los ojos. Entendió por dónde iba. Trató de detenerlo.

-En ese lugar no obtendrás lo que quieres. 

-Yo creo que sí- afirmó este, para ella apretar los dientes, con furiosa indignación. Dio un gemido de dolor.

Fern solo vio cómo salía magullada, mientras Afni y Vani la sostenían. Este se vio con Vani, que lucía bastante aterrorizada y apenada.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Norte- Planeta Plant, dos días después

En el desierto norte, y en una maniobra que la reina no previó, Fern la acorraló del cuello contra las rocas.

-¡Lo disfrutaste! ¡Siempre lo has disfrutado! -le gritó, furioso de celos. 

Ella le mandó un flash, indignada, que lo hizo chocar contra otra montaña, que destruyó. 

Lo miró ofendida. No podía creer que hiciera un drama de esto. Era lo que tenía que hacer.

-A veces sí, pero no sabes las cosas que me obliga a hacer. ¿No viste cómo me dejó hace dos días? Solamente quiere preñarme, de nuevo- dijo, con repugnancia. - Solo para eso le sirvo. - afirmó, con amargura. 

Este se levantó, sacudiéndose. Ella le apuntaba, hasta que bajó su mano y la besó.

-¿Qué pasaría si fuera mío? 

-Impensable- le dijo ella, sin crisparse. Haría lo que fuera para que no pasara.

-Tienes razón. Pero vale la pena intentarlo- le dijo, acercándose a ella, que se quitó la armadura y lo llevó a su gruta, donde consumaban sus encuentros. Este se quitó la parte de abajo y rompió su vestido, para liberar sus pechos y empotrarla. La reina comenzó a gemir, silenciosamente, mientras él besaba sus pechos y se hundía en ella rápidamente. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de Paragos, semanas después

En el palacio de Paragos, este llegó furioso, destruyendo un tesoro de otro planeta. Entró a su habitación. Encontró a Bitter besando a una mujer desnuda y otra entre sus piernas.  En vez de ofuscarse, se sentó, derrotado.

-Al menos tú tienes suerte- le dijo, mientras Bitter continuaba en lo suyo. 

-¿Qué pasó? No pares- le ordenó a la otra mujer, y ella seguía gimiendo. 

-La joven que se cogía a todos en los callejones ya no está. - informó, con enorme pesar.

-¿Te refieres a On? - preguntó, para besar con un gemido a la otra mujer, que fue a su pecho. Paragos miró espantado a su mujer. Lo decía con tanta naturalidad...

-¿Cómo sabes que es ella? - dijo, desconcertado. 

Ella lo miró burlona. Paragos era tan estúpido, que hasta ahora se enteraba lo intrigante que su esposa podía ser.

-Vamos, yo pensé que necesitabas lo que no soy buena prodigándote. Qué mejor que dejarlo en la familia, ¿no crees?- se burló. 

Este suspiró. La miró con un gesto patético de tristeza.

-Bueno, hiciste bien. Pero ella me rechaza. Dice que está con alguien y que ahora solo se dedicará a él. ¡No puedo creerlo! - se indignó. 

Bitter suspiró. Hizo parar a la mujer que estaba entre sus piernas. Abrió sus manos y la ofreció a su marido.

-Vamos, sírvete- le dijo, y él se desnudó. Ella le hizo una señal a la mujer, que se reclinó, y Paragos entró en ella.

-Carajo. Gracias- dijo, mientras gemía. 

-De nada. ¿Estás celoso? ¿Acaso la vagina de mi hermanastra es de oro? -se burló.

-Algo así. Mierda- gimió, mientras embestía a la otra mujer. Bitter pensó que los hombres eran tan patéticos por algo tan insignificante como lo que ellas tenían entre las piernas.

-Consíguete otra. Hay muchas en la nobleza que no dudarían en estar contigo por tener algo de lo que tenemos y llegar a nosotros. Mierda. - gimió. - Te dije que era buena. 

Paragos seguía con su ritmo. Se preocupó.

-¿No quedará preñada? 

-Las esclavas de este tipo se esterilizan desde pequeñas para no causar ningún problema. Generalmente les gusta trabajar más con mujeres. Los hombres son demasiado brutos. Para- le ordenó. La mujer comenzó a gemir. Bitter besaba a la otra. Paragos seguía en lo suyo, embistiendo.

-¿Sabes quién es el tipo? - dijo, mientras veía a la otra mujer acariciar a su esposa. 

-¿Qué? ¿Lo quieres matar?- se burló ella, que jaló a la mujer, que se echó a reír, y comenzó a besar su cuerpo. 

-Algo así. 

-Bueno, te lo averiguaré si reducimos nuestros encuentros a uno por semana. Y ya decidiremos qué hacer- le dijo, agudamente, para besar a la otra mujer.

Paragos se descargó. La mujer dejó de gemir. 

-Bien.

-Y ese día es hoy- insistió Bitter, levantando las cejas. 

-Puta tramposa- se quejó su marido. 

-Yo cumplo con mis promesas. Largo- les ordenó a las mujeres, que se levantaron. Ella le hizo una seña a su marido, que se puso encima de ella.

-Haz tu mejor esfuerzo: recuerda que papá quiere un heredero y quiero salir de eso lo más pronto posible- le ordenó.

-Como digas- dijo este, para gruñir.  Ella volteó los ojos. Comenzaba la tortura, pero había que resignarse.

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes- aposentos de la reina, semanas después

El rey Vejito se fue de misión con su hijo Skank, el segundo, y con la princesa Bitter, su segunda hija con la reina Sarin,  hacia las galaxias del sur. La reina se sentía liberada. Al menos por veinte días. Solamente tenía que verle la cara a su esposo en una pantalla, que le rendía informes, para decidir que harían sobre la marcha y el plan. Kalen y Fura, así como Cratos, mayordomo del palacio, le pasaban informes. Ella los leía y contestaba con el sello virtual de su marido. Pew hacía lo mismo desde otro escritorio. 

-Así que el conde Prunk quiere participar en la misión con Fern y Straw. Vaya que hemos recibido peticiones sobre eso.- observó, viendo un nuevo movimiento que podría ser peligroso. Fern y Straw juntos podían ser todo un riesgo.

-¿No será, majestad, que querrán unirse a los jóvenes príncipes  para iniciar un movimiento poderoso? Son los más populares de la familia- insinuó el mayordomo, mirando al doctor Fura. La reina sabía lo que querían decir. Ella también lo había pensado. Oía rumores y cantos, de que juntos serían los mejores reyes de la historia de los saiyajin.

-Ninguno de ellos traicionaría al rey, ambos son buenos hijos. Pero sí, es probable. Ahora se les ve más unidos que nunca- dijo ella, con algo de celos y curiosidad. Salió a la ventana. En el jardín, Vegeta lanzaba varios puños a su hermano mayor. Straw los veía sonriente.

-Perdona si te lastimé- le dijo este a su hermana menor. -No quiero estropearte antes de la misión. 

-Para eso están las cámaras de recuperación, hermano. -le dijo ella, sonriendo. Fern se distrajo y  Vegeta le dio un puño en el estómago, que lo dobló.

-¡Este!

-Vegeta- le reprochó su hermana. Pero él se rió. Los tres lo hicieron. Un día después, la reina, ya en el salón del rey, una cámara pequeña donde él atendía asuntos administrativos, recibió a su hijastro. 

-Pareces entenderte con tu hermana- observó ella, fríamente. Tenía su túnica negra y armadura azul oscura. Fern sonrió para sus adentros.  Amaba verla celosa, a pesar de fingir altivez.

-Sí, así es. Somos buenos amigos. No te preocupes- le dijo, con su sonrisa torva. Pero ella lo miró como siempre, como si fuera la reina.

-No estoy preocupada. - se paró. - Me alegra. Debieron unirse antes. Son los más queridos de la familia por todo el reino. Incluso los reyes tsufuru- dijo, mostrándole una carta - Han mostrado entusiasmo por la unión de sus fuerzas. Ahora, quiero que ambos revisen los nombres de nobleza y soldadesca que irán a esta misión en específico. Es una larga lista que he depurado, pero son cientos de nombres. Todos quieren apoyarlos en su primera misión juntos.- dijo, inalterada, al parecer.

-De acuerdo- le djio, para hacerle el saludo saiyajin. Ya al amanecer, en las rocas, desnudos, uno al lado del otro, miraban cómo salía su sol. El primero de los dos.

-Creí que estabas celosa. - le dijo este, con una leve sonrisa. Ella se levantó y comenzó a ataviarse. Claro que lo estaba. Pero no podía convertirse en una amante despechada. No le daría ese poder.

-No. Straw merece tener todo el apoyo posible. Es la mejor de mis hijos y lo reconozco sin ninguna malignidad. Es el mayor activo de la familia, al igual que tú- le dijo, sin mirarlo.

-¿No deberíamos buscar otro lugar para hacerlo? Es incómodo tener que penetrarte en estas rocas- se quejó él. 

-Estás loco si crees que lo haríamos en el palacio. Comenzarían las sospechas sobre nosotros. 

Él gruñó. Ella era tan pragmática, hasta con él. Ya entendía la frustración de su padre.

-Quiero hacerlo ahí, exactamente. En el lecho de mi padre. No tengo miedo- insistió.

-Basta- le dijo ella, mirándolo trémula.

Al regresar, Pew la miraba con las cejas levantadas. 

-Sarin, debes terminar con esto ahora. Ahora- le insistió. Ella cerró los ojos.

-Se nota que estás enamorada. ¡Por Sadala! ¿Quieres terminar tú también como todas las idiotas que hemos pasado al cadalso? ¿Quieres que se destruya nuestra familia, que el Rey repudie a tus hijos? Es capaz de hacerlo. Pudo lastimarlos, puede repudiarlos. Claro que pondrán sus cabezas en pica. ¿Quieres eso? 

Ella lo miró con culpabilidad.

-Termínalo. Ahora. Lo único que estás buscando es que te descubran.  Y si caes, caemos juntos. Todo lo que has construido.

Ella no respondió.

-Ahora- señaló él, furioso. Entre Skank y Fern, Fern se le hacía el más peligroso y había que eliminarlo como fuera: por él Sarin echaría todo al traste y no lo permitiria. De esto hablaba con el príncipe Dirs, el heredero de los tsufuru, ya en su capital. Negociaban para ambas naciones la repartición de un planeta lleno de monalitas, piedras preciosas, en secreto. Era peligroso robarles a Cold y a Freezer, pero los tsufuru habían descubierto una forma de invisibilizar atmósferas, por la que él pagó para patentarla en su lado del planeta y vendérsela a la Corona. No podrían decir que no era un emprendedor. El alto príncipe, de nariz aguileña y cabello oscuro, suspiró. Era realmente hermoso.

-Dirs, ¿qué piensan en el lado tsufuru de Fern, el heredero? 

Este levantó las cejas.

-¿La respuesta diplomática o la que te daría generalmente? 

-Ambas- afirmó, acomodándose. 

-Es un buen heredero, sí. Centrado. Será un rey equilibrado, para los estándares saiyajin.

Pew se desconcertó, revolviéndose en su silla. Dirs adivinó su gesto. 

-No durará cinco minutos- afirmó, viendo una de las monalitas, con sus ojos claros. - Te dará a ti o a cualquier noble de tu raza una buena razón para matarlo y por supuesto que lo lograrán. En negociaciones Freezer y Cold le darán dos vueltas antes de dejarlo sin armadura. Ni qué decir ya de la Asociación de Comerciantes Interplanetarios- afirmó, levantando las cejas. - Yo personalmente también me aprovecharé de él al ser rey- le confesó, sin reparos morales. - A menos, claro que… vayas a ser su ministro, así que olvida lo que dije- le expresó, burlón. Pew negó con la cabeza.

-Necesito precisamente quitarlo de en medio. Comienza a tomar fuerza al lado de Straw. Una pareja de santurrones e idiotas en el trono. Por el amor de Sadala, nos pasarán a todos por la espada- bramó, molesto. Dirs se estiró.

-Tendrás que hacer algo horrible. Unirte a ese tarado de Skank.Y por qué no, a través de él… llegar a la gente que lo detesta. Pero eso ya lo sabes. 

-Eso requiere tiempo. Supongo que podría apoyar abiertamente la unión de Straw con él, para fastidiar a quienes lo odian. En los dos bandos. No hay opción- meditó. 

-Bueno, Straw no te creería. Pero a tu esposa sí. ¿Es cierto que es tan bajita? - le preguntó su amigo, para Pew sonreír malignamente. 

--------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes, días después 

Straw, en medio del gran pasillo que daba al Salón del Consejo Privado,  cargaba a la hija de su primo, al lado de Kouri. Sonreía, mientras ella le explicaba todos sus cuidados.

-Me la querían meter en esa cámara horrenda, pero yo tengo para ella otros planes. Si ya tenemos una segunda, la llamaremos Bitter- afirmó, para Straw hacerle mimos.

-Eres muy simpática. Confieso que hacen una extraña pareja. Pero raramente mi primo te quiere. Y tú a él- observó, con bondad.

-Bueno, él ha hecho cosas hermosas por mí- afirmó Kouri, determinada. - Es un buen marido, a pesar de sus apetitos. Pero no a todos nos gustan los mismos frutos- expresó, práctica. Straw se echó a reír. 

- Y también eres muy práctica. ¡Y ese vestido es el mismo de hace unos días! 

-Con un marido aficionado al lujo, yo tengo que llevar las cuentas. Hay uno en el matrimonio que siempre debe tener los pies en la tierra. Ya lo aprenderás- le dijo, oronda. Hasta que el rey y la reina se las encontraron. Ambas hicieron reverencias.

- Recibiremos informes. Qué grande está tu hija. Parece que te va a sobrepasar- se burló el rey de Kouri, y ella hizo una reverencia. La reina le sonrió y Bitter besó la mano de la niña, para entrar con sus hermanos. Straw y ella siguieron caminando, hablando animadamente.  El rey, ya en el salón, comenzó de primero. 

-Bien, mujer. 3 mil muertos. Población útil: saben de agricultura. Bitter se encargó de recoger las mejores muestras biológicas. Ya las están probando. Se espera que sobrevivan algunas, las mejores. Y algunos otros son eruditos, que integrarán la fuerza operativa y podrán servirte para los usos que desees- le informó, con su rastreador. 

-No para construcción.

-No, desde luego. Los más fuertes que no murieron van como prisioneros, como siempre- le dijo su esposo.

-Bien.

-¿Qué harás con los eruditos de este planeta, mujer? - se burló el rey. 

-Lo que siempre hago, Vegeta. Engrandecer nuestro propio planeta. A Cold solo le sirven las muestras y el planeta. Y tengo ambas citas, con él y Bills mañana y pasado mañana- dijo, sin perder su aplomo. Pero se sorprendió a ver a Bitter al lado de Paragos, magullado. En serio esta no le tenía ninguna consideración.

-Skank fue rápido matando a la población- dijo, orgullosa.

Ella volteó los ojos. No necesitaba que le recordasen la crueldad de su hijo mayor. 

-Lo sé. ¿Dónde está ahora?

-Canturreando con los soldados, como siempre- se quejó el rey. - Tu hijo es un monstruo- afirmó, satisfecho. -Gran máquina de matar. Sería perfecto si no fuese tan impulsivo. Bien. Regresamos en diez días. Quiero informes de tus citas.

Ella suspiró, al aver a su marido retirarse. Trabajó unas horas. Esto, hasta que su hijo menor, el príncipe Vegeta, entró molesto. 

-¿Qué quieres? 

Este la vio irritado.

-Yo tenía razón.

Ella levantó las cejas. Le hizo un espacio.

-Cuéntame.

-Gurdock, el amigo de clase baja de mi hermana Straw, le gritaba y ella a él. Ella le reclamaba por una mujer. 

-¿Qué se decían? - preguntó ella, crispando su nariz. 

-Ella le decía que la engañó y él juraba que no, hasta que le reclamó por nuestro hermano Fern, madre. Ella decía que son hermanos y amigos y nada más. Y él dijo que no era así. ¿Nosotros podemos casarnos entre nosotros? -preguntó este, confundido. Ella razonaba a toda velocidad. Esa chusma estaba celosa, pero estaba con la princesa On. Qué descaro el de los hombres.

-Sí, es una costumbre que hemos tenido- le informó, maquinando a toda velocidad.

-¿Puedo casarme con Straw? -preguntó. Sarin se asombró por no titubear ni un momento en su determinación.

Ella le sonrió.

-Te lleva cinco años, Vegeta. No creo que sea buena idea.

Este cruzó sus brazos.

-No es tanta la diferencia de edad. Pero me molesta, porque la hizo llorar- gruñó. Su madre se crispó. Si Straw perdía aunque sea un poco de la dignidad real... 

-¿Cómo? ¿Frente a todos ?- preguntó, escandalizada.

-No, en tus jardines. Yo estaba escondido porque ella dijo que me fuera, pero no lo hice. ¿Estuvo mal? 

-No, no… estuvo bien. Quieres proteger a tu hermana, ¿verdad ?-preguntó la reina, inteligentemente.

-Sí.

-Entonces vas a seguirla y darme todos los detalles de lo que le haga ese hombre- le ordenó. El joven asintió con la cabeza.

-¿No podríamos matarlo, o algo? - resolvió. Ella suspiró. 

-Tiene que darnos motivos. También te doy permiso para que lo sigas a él. Nos desharemos de él, te lo prometo. 

-Sí, madre- dijo, para irse, determinado. Ella miró las cámaras del jardin. Fern, al lado de su hija. Sintió un puñal en su corazón, pero no dijo nada. Este la consolaba.

-Estoy casi segura de que me engaña- sollozó. - ¡Yo siempre le he sido fiel, cuando he tenido incontables oportunidades para engañarlo! Sabes cómo somos. El sexo y la guerra son inherentes en nosotros. ¡Lo huelo!- negó con la cabeza. La reina sintió cómo se quemaba por dentro, al este acercarse a su hermanastra, tomando su mano.

-Ya, ya- dijo él, abrazándola. - Si es así, te prometo que lo descubriremos. No te preocupes. Olvida todo eso en nuestra misión. Ya lo puse fuera de la lista. Lo mandé con Bitter y Paragos en la siguiente.- le recomendó.

-Oh, gracias. Yo no habría podido- dijo ella, avergonzada. -Perdona por involucrarte, pero… Bitter solo se reiría y Skank le arrancaría la cabeza y no quiero eso para él. Por favor, no le digas a nadie- le rogó. Fern le sonrió gentilmente. 

-No te preocupes. ¿Quieres ir a la cámara de entrenamiento? 

Ella le sonrió, llorosa.  La reina vio cómo ella tomó su mano y quiso quemar todo hasta los cimientos.

--------------------------------------------------------------------------------------Casa de la Dama Puni- Gran Salón

Casa de la Dama Puni- Gran Salón

Skank gritaba, mientras penetraba a una cortesana coforiana, tumbada sobre la mesa, mientras otras se tocaban entre sí, y se besaban en el estanque y en los muebles. Pew lo miraba, sentado al frente, indiferente.

-De verdad eres bueno- lo halagó. Este gruñó, y gritó, para Pew voltear los ojos. Una saiyajin vestida sugerentemente entró y Koi le susurró al oído a su señor.

-Salgan. Todas.- ordenó. Skank comenzó a beber más cerveza, y se le salió el líquido por las comisuras. Pew lo miró con una ceja levantada.

-Gracias por el regalo, primo. Pero supongo que no es gratis- le dijo, vistiéndose y sentándose. Este le sonrió.

-Digamos que quiero comenzar una buena amistad contigo- le sugirió este, recibiendo una copa que olió y rastreó con un chip. No tenía veneno. 

-No le hago a eso, pero gracias por considerarlo- se burló Skank. Pew sonrió.

-Tiene nombre propio: Fern- expresó, directo. Skank lo miró extrañado, pero interesado.

-¿Qué con él? 

-Sé que nunca te enteras de nada, a excepción de cuando te coges a tu hermanastra en los callejones. Pero… tiene una cercanía inusual con Straw.

-¿Y eso qué? -preguntó, para beber más.

-Primero, ¿querrías que ese idiota se cogiera a tu hermana? Y dos, ¿qué te pasaría si ambos llegan al trono? Qué nos pasaría- insistió. Este lo miró inquieto. 

-¿No estaba con Gurdock? 

Pew bufó. Vaya que era despistado.

-Considera a ese imbécil hombre muerto. También es un problema. Pero ella llorará, Pew se acercará más y bueno, para el próximo año… tendremos principitos reales alejándote de la línea de sucesión- le expuso.

-¿Y por qué te interesa que yo sea el rey? - le preguntó, levantando una ceja. Este se paró.

-Porque si ellos ascienden, todos nuestros enemigos nos pasarán por la espada. Qué importa el pueblo, si los nobles tienen el poder y sea por su moralidad, por su ingenuidad y maldita honorabilidad no durarán en el trono dos minutos.  Y puede que tengan a Bitter, o a mí, si me convencen, o a ti, si es que no quieren matarte primero… pero un rey débil, sobre todo en nuestra raza, no se sostiene mucho tiempo sobre las espaldas de sus consejeros. Si el rey es débil, la familia es débil, por lo tanto la línea de sangre es débil y ya ha pasado que más de un destronado ha sido decapitado con esa excusa. ¿Quieres eso? 

Skank suspiró. Lo cierto es que él odiaba a Fern, y sí, sin duda Straw podría ser un problema. Y Pew le daba excusas perfectas para matarlo. 

-Pero el pueblo lo ama. Y ya sabes, su poder de pelea…

-Freezer y Cold le robarían hasta la capa que lleva puesta. No podemos permitir eso. Los saiyajines no somos generosos, no funciona así. Si dejamos de ser temidos, imagina cuántas razas no querrán vengarse o invadir- razonó Pew. 

-Es cierto. ¿Qué propones, entonces? 

-Propongo… hacer una unión de personas. Y quién sabe. Saldrán cosas muy interesantes- le dijo, para alzar su copa. Ambos brindaron.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Planeta Freezer- día siguiente

La reina seguía pensando en esa familiaridad de Fern con su hija, frente a Cold. Estaba furiosa y despechada. Pero era su hija. No dañaría a su hija.

-Algo te preocupa. Nos conocemos desde hace veinticinco años, querida Sarin- le dijo el temible rey. Fern lo miraba fijamente, mientras Freezer, el hijo del rey, los miraba con desprecio. Straw lo miraba igual.

-No- sonrió ella. - Vamos con el inciso 50, si estás de acuerdo. 

-Estoy de acuerdo. Por cierto, grandes muestras, pero no creo que sobrevivan en nuestro planeta, llamado así en honor a mi hijo-señaló a Freezer. Tanto Straw como Fern miraron con odio a ese pequeñajo horrendo que era tan poderoso y que era asquerosamente presumido. Y que claro, los miraba como basura.

-Gracias, padre. Sí, son solo briznitas que seguramente progresarán en su planeta de bárbaros- se burló este.

-Pero son deliciosas, príncipe Freezer- intervino Straw. - Lo invitamos un día a nuestro planeta a cenar. Le prometo que con la ayuda de mi madre todo estará acorde con sus estándares- intervino, para que su madre la mirara furiosa, pero siempre altiva.

Este sonrió, al igual que Cold. Qué impulsivos eran los saiyajines, pensaron.

-Impetuosa, tu hija- señaló.

-Lo sé- la miró con reproche, de nuevo. Straw se cohibió, pero Fern tomó su mano, tranquilizándola. Ella le sonrió. 

-Pero tiene razón. Serán nuestros huéspedes.

-Con gusto, cuando quieras, adorada Sarin- le dijo. Y mientras el gigantón y la reina hablaban, Freezer vio con malignidad a los dos príncipes saiyajines.

-Supe que se casan entre ustedes, si son de la familia real. Me preguntaba qué linda pareja harían ambos, ¿no creen? -insinuó para incomodarlos. Lo logró: los dos se ruborizaron. Straw sonrió, para salir al paso.

-Preferimos ser buenos amigos. Además somos hermanos. ¿Tiene usted hermanos? -preguntó, con su particular encanto. Freezer no pudo evitar sino cambiar de tema.

-Sí, pero no me llevo bien con ellos, particularmente. Vengan, les mostraré nuestro palacio- dijo. -Zarbon, Dodoria, acompáñennos- dijo a sus soldados.

-Qué cola tan repugnante- le dijo el bello soldado verde a Dodoria, que bufó. Straw suspiró y Fern apretó su mano, furioso. La reina vio cómo su hija y su hijastro iban tomados de la mano. 

Apenas regresaron, Afni solicitó al príncipe en los aposentos de la reina.

-Olvidó darle una información. Urgente- afirmó ella, dándole una nota.

-Este fue, seguido de la gran dama. Este se sintió encerrado, de pronto. Las ventanas igual. La reina apareció desnuda, frente a él. En todo su esplendor.

-Dijiste que era peligroso…

Lo besó, y él comenzó a sacarse la armadura. Ella acercó los labios a su miembro y este exhaló, para dejarse llevar. La tumbó en la cama y se puso encima de ella, rápidamente. 

-Mientras él no esté aquí yo soy tuya y tú eres solo mío - le dijo, y él la besó, para ella gemir, mientras él la embestía  más rápidamente. Él sintió su premura, ya con ella encima, mientras se perdía en sus pechos y ella lo abrazaba, ya sintiendo su tensión y descargándose en ella. 

Vani lo vio salir, como siempre, aunque olía a la reina. Tuvo una corazonada. Su hermana apareció, sonriendo.

-Vamos. Tenemos que sugerirle a la reina lo que usará para mañana ver al dios Bills.

-Sí- dijo, mirando a Fern con tristeza. Él, que no se había acercado a su lecho. Comenzó a pensar lo peor. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Guarida de Bills, Dios de la Destrucción- un día después

La misma mesa de siempre. Los mismos raros manjares. Bills lo había disfrutado, pero solo la miró a los ojos, adivinando sus acciones. 

“Adulterio”, le sugirió. La reina se crispó, pero no lo exteriorizó. 

El dios sonrió, entendiéndolo todo. Comenzaba a divertirse.

“No te preocupes, no diré nada. Es tan mal marido que se merece eso, y más”, se burló. “Pero ten cuidado, tu primo tiene razón. No querrás terminar con tu cabeza en una pica”, le advirtió, con una imagen de su futuro. Ella, como la mujer que habían condenado a muerte hace unos meses. Caminando, con dignidad, mientras le tiraban frutas. La espada.Se aterrorizó. La cabeza de Fern al frente del cadalso. Ella se estremeció. Había estado fuera de sí en su delirio.

“No será así”, dijo ella, con amargura. Porque sabía lo que había hecho solamente para asegurar que era suyo y no de su hija. Pero ya era hora de terminarlo. Bills le había arrebatado a esa ensoñación.

-Excelente, como siempre, Sarin. Tu unión con los tsufuru siempre da sorpresas maravillosas- la halagó. Ella bebió y le sonrió levemente.

-Gracias, su Excelencia.

-Menos mal viniste tú y no ese horrible bárbaro de tu marido. Al menos ya usa la cabeza. - se burló. - ¿Qué piensas, Whiss?- dijo, mirando a su entrenador, que comía feliz.

-Igual, señor Bills- dijo este, fingiendo no enterarse de nada. 

“¿Desde hace cuánto lo hacen?”- preguntó el dios mentalmente a la reina, con morbosa curiosidad.

“Mucho tiempo”- le respondió. Con él no tenía caso fingir.

“Te daré un regalo por si llegas a tener alguna sorpresa. Será indoloro, te lo prometo”.

Ella le sonrió, para seguir comiendo serenamente.

Sencillamente, al Dios de la destrucción le divertía ver a ese rey, que detestaba, siendo burlado por su propia esposa. Y esperaba que ella ya no se demorara tanto para hacer lo que tenía que hacer: matarlo. 

“No estarás enamorada. No seas tan tonta. Eso te traerá problemas”

“Lo sé”. 

Odiaba admitirlo. Estaba en un juego bastante peligroso. Un soplón y terminaría como su madre y hermanas. Pero no podía evitar tener a Fern entre sus piernas.

-Es la despedida. No me verás en veinte días. - le dijo este, encima de ella. 

“Mejor así”, pensó, amargamente. Tenía que ser el fin. Lo besó y él se acomodó, para seguir moviéndose. Vani, que había seguido todos sus movimientos, lo confirmó y se echó a llorar, apenas los vio desnudos, terminando su acto. Pero se lo guardó apenas su hermana vino. Maldita. Ella sabía. No la perdonaría por haberla traicionado jamás.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

 

Palacio de los Reyes-aposentos de la Reina, semanas después

 Ya con el rey de nuevo en el planeta Plant, ya a su lado, este se levantó desnudo.

-Los informes de Fern y Straw son buenos. Hacen un gran equipo. Cómo no lo pensamos antes, mujer- le reprochó. Ella ni se inmutó por el regaño de su marido.

-Lo sé, por lo que debo proponerte algo. 

Adelante.

-Casémoslos a ambos- dijo Sarin, así eso le diera un golpe al corazón. - Tendrías la mejor continuidad de tu linaje. -Y todos estarán felices de que los mejores activos de la familia se unan.

Este se entusiasmó. Un brillo le recorrió los ojos.

-¡Pero qué buena idea!- dijo el rey Vejito. - ¡Por eso te aprecio tanto, mujercita! ¡Por esa cabeza tuya!- bramó. -Te daré dinero para ir a Scafar como te lo he prometido. Y estaré en esas ridiculeces que te encantan, sin protestar. 

-¿Y compraré lo que yo quiera? -preguntó, caprichosamente.

-Desocupa el maldito planeta si quieres. ¡Pero claro! Qué buena idea- señaló su cabeza, para luego besarla. 

-No sé qué haría sin ti - la halagó.

Ella sonrió, tristemente. Era lo mejor y lo inevitable. Bills la había devuelto a la realidad. No podía ser una tonta que lo arriesgase todo por pasión y amor. Ella no era así. No por nada era la reina Sarin. Por supuesto, ya en su palacio, solo lloraba ante Pew y Afni. 

-No puede saberlo nadie. No puedo dañar a mi hija. No puedo. No puedo.

Pew suspiró. Se miró con Afni. 

-Sarin, Straw es joven y… creo que podrá conseguir otros pretendientes. 

La reina lo miró horrorizada.

-No, Pew…

-Sí, Pew- insistió él, tomándola de los hombros. -Necesito que vuelvas a la realidad. Lo que sientas por él debes enterrarlo. Ahora. Si él sube al trono con tu hija acabarán con todos nosotros. 

-No quiero matarlo…

-No tienes que hacerlo. Hay más gente que sí quiere- le dijo, para ella entenderlo.

-Pew, tú…

-Sarin, ¿quieres que tu hijo sea rey? ¿Quieres vengar a tu familia? 

-No quiero que mi hija sufra…

-Alguien tiene que sacrificarse, no seremos nosotros- insistió este. Ella cerró los ojos, llorando. Aceptando su destino.

-Hazlo. Pero no quiero saber nada.

-No lo sabrás- le dijo él, para hacerle una señal a Kalen, que asintió, junto con Koi, su esclavo. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

 

Planeta Prum, días después 

Ya en Prum, Straw miraba a una madre y dos niños, que lloraban por la destrucción de su planeta.  Había sido una rápida invasión de tres días. Los tres temblaban. El más pequeño, amarillito, lloraba de miedo.

-Quiero llevarlos como esclavos- rogó. El general Paragues bufó con desprecio. Ese siempre había sido el problema de la princesa Straw: sus repentinos arranques de compasión que entorpecían las misiones.

-Majestad. No sirven para nada. Es mejor que mueran a que se queden aquí. Costaría mucho mantenerlos. Lo dicen los informes de su madre - expresó.
La madre rogaba en su idioma, mientras sus hijos lloraban. Straw tembló. 

-Para… mi servicio personal. Por favor.- rogó.

-Si no quiere matarlos nosotros lo haremos, princesa- dijo otro coronel. -Siempre le ayudamos en esto. 

Ella se interpuso, abriendo sus manos, protegiéndolos.

-No quiero… que los maten.- afirmó, respirando fuertemente, lo que irritó a los demás saiyajines.

-¿Vamos a entorpecer la misión? ¡Acaba usted de matar las primeras defensas y los guerreros! - le gritó el general Paragues.

-Yo…

-¿Qué pasa aquí? - preguntó Fern. Le explicaron la situación. Este miró a su hermanastra, en señal de apoyo.

-Si la princesa Straw quiere llevárselos, lo hará- insistió, firme.

-Pero, sobrino…

-Lo hará - insistió. Ella sonrió, aliviada. Mandó a otros soldados a llevárselos a las naves. Pero ellos comenzaron a protestar en su idioma, y la madre atacó a Straw, pero la eliminó Paragues. Los niños gritaron y lloraron. Se abalanzaron contra el general, que los mató a los dos. La princesa solo gritó, para echarse a llorar.

-¡NO! ¡No! - gritó. -¡No! ¡No! 

Fern la tomó y la abrazó, para comenzar a tranquilizarla.

-Straw, cálmate. Templanza. Nada había qué hacer- le dijo. Ella se afligió, y él se la llevó a la nave principal. No podía mostrar esa debilidad ante los demás.

-Perdón. Cada año que pasa esto se me hace más difícil. No entiendo por qué. Soy un desastre, mis hermanos y mis padres tienen razón. Soy una deshonra. - sollozó.

-No. Eso significa que tienes conciencia, no como el resto de nosotros. Eso te hace extraordinaria. Muchos que están en el planeta ahora te deben la vida, ¿entiendes? 

Ella asintió, tranquilizándose.

-Gracias. No creo que nadie más lo vea de la misma forma- observó, con una sonrisa triste.

-Yo sí.- le dijo él. Ambos se abrazaron. Entonces se miraron, y él la besó. Esta a él. 

-Lo siento, está Gurdock- dijo esta, temerosa.

-Sí, perdón. Yo…

Volvieron a besarse otra vez y ella se quitó su armadura y él la suya. Los dos se quedaron en silencio, ella abajo de él, apenas terminaron.

-Creo que fue un error- dijo él, pensando en su madrastra. Que ya no parecía sentir nada por él. Y eso lo estaba matando, pero Straw... Straw era pura. No estaba corrompida por la amargura ni la maldad. Quizás con ella podría tener una oportunidad.

-Lo sé. 

La besó otra vez y ella a él, para ponerse encima y no pensar en nada más.

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes, planeta Plant, una semana después

Bitter, en los aposentos de su madre, tenía la mano sobre el hombro de su hermano menor. Este le dio una memoria que ella vio. Entradas y salidas. Era On, claramente. Como era tan delgado e insignificante, entró sin ser notado. La reina vio a Gurdock y a su hijastra en pleno acto. Paró el video, en un gesto de desagrado. Bitter bufó, porque era el mismo rostro de su hermano, el príncipe Vegeta.

-Debe tener estómago fuerte  para ver eso-observó.

-Somos saiyajines. El sexo es natural- respondió el joven, gruñendo. Bitter sonrió, porque era verdad.

-Ahora, ¿qué haremos? -preguntó a su madre.

La reina se levantó, meditativa. Había esperado la caída de On por dos años, desde que se había burlado de que su padre casi la matara. Ya era hora de cerrar las bisagras.

-Llama a tu hermano. Y tú, gracias. ¿Qué quieres a cambio? -le preguntó a su hijo. 

-Mi primera misión yo solo- dijo este. -Y la cabeza de ese maldito- expresó, determinado. Bitter sonrió malignamente. Habría pedido lo mismo.

-Pero no te dejaré conservarla más de un día y que no la vea tu hermana- le advirtió su madre. -Ahora retírate. Los mayores debemos hablar- le dijo, fríamente.

-Como sea. Me lo prometiste.

-Y lo cumpliré, ya que hiciste un buen trabajo. Descansa- le ordenó. Este le dio un beso en la mejilla y ella otro. 

Skank le narró cómo ella se había acostado con él sin saberlo, al lado de Pew. La reina intuyó algo por su repentina cercanía, pero como dijo, no quería saberlo.

-Interesante. Así que parece que es el hueco de todo el reino. ¿Qué tienes en mente? -le preguntó a su primer hijo.

-Humillarla antes de la trampa final. Y tú, ¿involucrarás a Paragos? -le preguntó a su hermana.

-Por supuesto. Lo siento, mamá.- le explicó a la reina, que la miraba escéptica -  No ha logrado preñarme. Quizás el problema sea yo, pero le dije que debía salir del heredero rápido. No ha cumplido con su deber y es un estorbo en misiones.

Ella alzó los hombros. Estaba de acuerdo.

-La familia de Paragues enloquecerá. 

-Entonces, serán cómplices. No le vendría bien eso al futuro rey- insinuó Skank. Ella suspiró. Su hijo estaba en lo cierto. Enlodarían la corona de Fern, que le interesaba, pero también a Straw y eso no podía permitirlo.

-Sí, tienes razón. Se les podrá comprar con algo. Bien, apenas lleguen Fern y Straw, procederemos. Necesito que estén los dos para cuando hable con su hermana. ¿De acuerdo? 

Ambos hermanos se miraron. La misión había sido un éxito y el rey Vejito estaba complacido. Qué gran juerga habían tenido. La reina se había ido a su palacio, así que aprovecharía. Cantaba hasta que vio a la joven Vani llorando. Ella había visto a Fern y a Straw distintos. Y lo había comprobado con sus ojos, al verlo besándola y ella abrazándolo.

-¿Qué te pasó, tsufuru? -preguntó borracho.

-Nada, majestad- dijo esta, limpiándose las lágrimas. Este le sonrió, para sentarse a su lado, con mucha familiaridad. Esto la asustó.

-No llores, pequeñita. Ningún problema de la vida es tan grave. ¿Algún bravo soldado te molestó? 

-Majestad…

-Dímelo. Pobrecita. Y tan linda- dijo, embebido. Se quitó su medalla de la familia real. -Ten. Véndela y cómprate algo bonito. Le diré a Sarin que te dé mejores cosas. Hasta un esposo, si quieres. Aunque los saiyajines somos algo brutos. Qué diré, somos unos salvajes- se burló.

-Majestad, yo no puedo recibirlo…

Él tomó sus manos y se las cerró. 

-Es una orden. Vaya, vaya. Qué gran solución. Mi esposa podrá ser odiosa, fría y cruel, pero tiene una cabeza prodigiosa. Imagina. Casaremos a Fern con su hermana Straw. ¡Son perfectos el uno para el otro! Y si los dioses no lo permitan, le pasa algo a Fern, Straw sería la regente. Y pienso cambiar la ley, sí. Ella sería una gran reina. Pero qué digo. Silencio- le ordenó. Ella le sonrió. 

-Skank siempre será un desastre y Bitter, bueno, será lo que es su madre. En fin… pequeñita. No llores más. Me voy a dormir con alguna de las esclavas. Avísale a tu reina que la iré a visitar mañana. No llores- le dijo, limpiándole una lágrima, y ella sonrió. 

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio Sur, aposentos de la reina- días después

Ya en el palacio de la reina, Palacio Sur, luego de Fern descargarse sobre la reina, la miró con tristeza.

-Es la última vez, lo sé- le dijo ella melancólicamente. Él clavó sus ojos negros sobre los de ella, violetas.

-No te he dicho nada. 

No había necesidad de hacerlo. Todo se había enfriado a una velocidad pasmosa. Mejor. Sarin no podía permitirse jugar más con fuego. Aunque eso la matara por dentro. Además, ya lo había sentenciado a muerte. 

-Pero yo lo siento. Estás enamorado de tu hermana. Es lo mejor que nos ha pasado- le dijo, abrazando sus piernas. Este se sorprendió. O no. Sarin lo sabía todo. Siempre lo sabía.

-¿Cómo lo sabes? 

-En mi reino no hay secretos. Y he decidido que ambos tienen que casarse- le dijo, visitiéndose.

-¿Qué? 

-Es lo mejor para todos, Fern- dijo ella ,con tristeza. - Yo lo propuse a tu padre y él aceptó. Lo anunciaremos… en unos días. Finge algo de sorpresa. - le indicó, mirándolo a los ojos.

Este suspiró, sonriendo. Tomó su mano.

-Gracias por eso.

Ella cerró los ojos, desengañada.

-No la engañes. Ella, aparte de mi hija, será una gran compañera- le advirtió. 

-Lo sé- dijo este, para besar su mano. -Gracias. 

-Fuiste un buen consuelo, pero esto es muy peligroso. Ahora vete. Ella te necesita.- le dijo, para abrazarlo. Apenas se quedó sola, sacó su puñal y comenzó a llorar, en silencio. Comenzó a clavárselo ella sola, hasta atravesar la mesa y volver a su expresión. Las lágrimas se mezclaron con la sangre. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Ya saliendo de la cámara de recuperación, Straw llamó llorosa a su madre.

-Mamá. Te necesito. Bitter y Skank encontraron algo terrible. Ven, por favor - sollozó. Ella ya sabía de qué se trataba. 

Llegó apurada, fingiendo preocupación, con sus damas y Kalen, sin saludar a nadie, mientras la reverenciaban. Straw estaba abrazada con Fern, que estaba furioso e indignado. Skank y Bitter habían cumplido con su parte. Revelaron todo lo que estaba haciendo la princesa On durante dos años. Pew estaba sentado, al lado de su “horrorizada”, esposa, quien había, diligentemente, grabado a On también con varios hombres por muchísimas noches. 

-¡Yo tenía razón! ¡Y con mi propia hermana! ¡Mi propia hermana! - sollozó ella, al encontrar a Gurdock y el video - o los videos- donde se revelaba que ambos eran amantes.

-Bitter. Llévate a su hermana a sus aposentos. Ahora- le ordenó. La princesa alzó a su hermana, y ella seguía llorando, aunque ya no tenía culpa. Era libre para amar a su hermanastro mayor. 

La reina se quedó frente a su hijo e hijastro. Los miró altiva. Pew miraba todo con indiferencia. Kouri fingió estar apenada.

-Alguno de los dos informará a su padre de esto. Esto será terrible y escandaloso- dijo incómoda. Tenía un vestido rojo oscuro, con una armadura negra. Su cola estaba colgada a un lado de su cadera, como si hiciera parte de su atuendo.

-Yo lo haré- dijo Fern, apabullado. - Soy su hermano de sangre, madrastra- afirmó, desconcertado. Debía insistir en su furia: eso al menos lo libraría de la culpa de haber dormido con la mujer de su padre.

Ella asintió. En el fondo, estaba complacida. El propio hermano de la fornicadora, el que había cometido adulterio con ella, tendría esa terrible tarea. 

-Adelante. Hazlo o lo haré yo- le dijo, mirándolo a los ojos.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Aposentos del Rey, horas después

El rey explotó, destruyendo su habitación, en un arranque de ira. 

-¡Maldita ramera! ¡Mi hija, una ramera! ¡Y con sus cuñados! ¡Maldita zorra! ¡Es una zorra! - gritó, para espantar a toda su servidumbre. -¡Llama a la reina! -le gritó a Fern, que suspiró, furioso. On no tendría escapatoria.

Esta llegó, sin alterarse, escoltada por su hijo Skank.

-¿Desde cuándo…?- preguntó el rey Vejito. Ella se sentó en el único mueble que no destruyó.

-Por lo que tengo entendido, desde hace un año y ocho meses, Vejito. Esta es la lista. Muéstrala, Skank, querido- le dijo a su hijo, que se la dio a su padre, sin ceremonias. Este la leyó rápidamente. Eran varias hojas.  El rey tiró la lista, furioso. 

- Y oh, querido. Nuestro Pew fue el que ató los cabos, al ver quién era la competencia de su burdel. Pero no quería enlodar a su prima -afirmó, para el duque y su esposa hacer una reverencia y mirarse. 

-El soldado de clase baja será ejecutado. ¿Qué haremos con el marido de Bitter, que claramente no cumplía con su deber? -le preguntó este furioso, a la reina, que seguía imperturbable.

-Podemos exculparlo de todo. Bitter dice que lo matará ella misma en la próxima misión que tengan. Será un daño colateral- informó su esposa. 

-Bien. Que se asegure de que lo obligamos a dárselo todo a cambio de su silencio- ordenó.

-Eso ya está listo, esposo- afirmó ella, con frialdad. Fern se horrorizó ante su madrastra. Al parecer ya lo tenía todo planeado. Pero lo que hizo On no la podía salvar en absoluto.

-¿Y qué haré con esa ramera sin honra que tengo como hija? Maldición- se quejó el rey. - ¡Mi propia familia! 

-Exíliala. Con escoltas solo mujeres, mayores. Al planeta Peren, a diez mil millas de distancia. Ese será su castigo. No es muy amada y será lo mejor. Y luego… anunciaremos el compromiso de nuestros hijos- anunció.

Skank gruñó. Su hermana ahora se veía como una amenaza para su propio ascenso, tal y como predijo Pew. Pero no estaba preocupado. Él tenía los abanderados, y Pew sabía cómo armar un complot. El rey se sentó, respirando fuertemente. La reina se levantó y tomó su hombro.

-Será lo mejor. Luego de este escándalo, los dos príncipes más honrados del reino darán una unión fructífera, sana y próspera- afirmó ella, para ver a Fern, que la veía espantado. Claro. Su compromiso era una tapadera. Qué bien lo tenía planeado. Desde hace años. Y se horrorizó de haber caído en su trampa. Por fin conocía la mujer que ella era en verdad.

-Bien. Hazlo todo. No quiero hablar con nadie. 

Skank lo interrumpió.

-Padre, tienes misión en…

-¡Con nadie!- le gritó a su hijo. Ella tomó a Skank de la mano, sin alterarse.  Ambos salieron apesadumbrados. Sin embargo, Kurai corrió hacia donde Straw y Fern. Los unió.

-¡Me alegra tanto verlos juntos!- chilló. - Te lo dije, él te quería- le dijo a Straw, que se ruborizó y la abrazó. Pew miró significativo a Sarin, que entendió el papel de la pequeña en empujar a su hija con su hijastro. Lo odió en esos momentos, pero solamente se lo agradecía.

Horas después, la princesa On fue arrestada, en pleno acto, junto con Gurdock. La llevaron al palacio y logró escaparse a los aposentos de su padre. Le rogó para hablar con él.

-¡Por favor! ¡Padre, por favor! ¡Padre!- gritó. Golpeó, pero no pasó nada. Atrás, la reina se deleitaba en su desesperación. 

-No te oirá, On. No quiere hablar con nadie- le dijo fríamente Sarin. On le escupió, y los guardias se acercaron, apuntándole. 

-¡Maldita bruja! ¡Todo esto es obra tuya! ¡Tú acabarás con él, con nosotros, con tus hijos, con Fern! ¡El pueblo te lo reclamará! -le dijo entre sollozos.

La reina se limpió, para mirarla con una sonrisa de desprecio.

-Te atraparon en pleno acto con el que era novio futuro de tu hermana. Ahora Fern salvará el honor de nuestra sangre casándose con Straw- le dijo con tranquilidad.

Ella se echó a reír.

-¡Claro! ¡Así es que lo solucionas todo! ¡Metiéndolos a ambos en la boca del lobo! ¡Ambos manipulables según tus intereses, cerda! ¡Que todo lo que pienses se destruya! -la maldijo. - ¡Te maldigo!

La reina la miró altiva y furiosa. Recordó a aquella pobre esclava que su hija Bitter destripó. Las mismas palabras.

-Llévensela a su nave. Ahora.- ordenó.

Ella seguía gritando. Mientras tanto, Bitter, en silencio, hacía que su marido firmase todo lo que le correspondía a ella. Ejércitos. Palacios. Todo. 

-Ya está. Nada te pasará, ¿ves? -le dijo. Paragos miró a su esposa por primera vez como lo que era: un monstruo.

Este la miró con odio.

-Tu familia está podrida.

-Nada te pasará -insistió ella. - Madre ha hablado con tu familia y están de acuerdo en que sigamos con nuestro matrimonio- le dijo, con frialdad. Paragos apretó la pluma y destrozó otro tesoro.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Ciudad Vejita- Plaza del Rey, días después

Para cuando trajeron a Gurdock al cadalso, este ya no tenía ojos y le habían cosido la boca. Pew se había encargado de la tortura, personalmente. El pueblo gritaba, burlón, por lo que le iba a pasar junto con la princesa ramera. La reina, altiva, leyó el decreto.  Estaba de negro.

-Por traición a la corona y fornicación el soldado Gurdock será decapitado. Que los Cinco Dioses Crueles se apiaden de él en el Infierno.

Se había asegurado de que no dijese una sola palabra, apenas lo aprehendieron. Este, sin fuerzas, solo esperó su destino. Straw no quiso ir a la ejecución. Solo lloraba abrazada a Fern y se quedó dormida en su regazo.

Un tajo. Bitter miró cómo las piedras del suelo se llenaron de sangre.

Días después, el joven príncipe Vegeta miró con satisfacción los ojos desorbitados, al sacar la cabeza de una caja negra. Regalo de su madre. Luego miró la sangre negra con repugnancia.

-¿Puedo ir a ponerla en la pica, madre? 

-Sí. Llévate esa cosa horrible de aquí, que me daña el salón- le dijo, con asco. 

Era al menos su satisfacción. Straw y Fern le habían anunciado que se casaban. Estaba furioso, no sabía por qué. Pero se consolaba: Fern era el príncipe que él aspiraba a ser algún día. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Una semana después, la princesa On era escoltada a su nave por cuatro saiyajines mujeres de clase superior. Apenas entró a la nave, esta se cerró. Ella miró asustada hacia atrás. Pero apenas volvió en sí, Skank sonriendo, la cercó contra la pared, y le tapó la boca, mientras rompía su ropa. Ella trataba de moverse, pero no podía. 

-¿Ahora sí me recuerdas… del callejón? 

Ella gritó, recordándolo todo, pero no pudo hacer más. Solo rogó porque él terminara. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes- aposentos de la reina. Un mes después

El rey caminaba apesadumbrado. Le pesaba en el corazón exiliar a su hija, pero por más que fuera el rey, no estaba fuera de la ley. Eso, hasta que se puso a meditar en los jardines de su esposa. Vani apareció. Se lo solía encontrar muy seguido "accidentalmente". En realidad quería hablar más con él y como fuera contarle lo que hacía la reina con su hijo.

-Majestad… lo siento…

-Gracias, pequeña tsufuru- le dijo, con una sonrisa triste. - Ven, siéntate.

Ella lo hizo. 

-Ser rey es una carga espantosa. Mi esposa lo disfruta, porque somos de facturas distintas.  Yo solamente quisiera… conquistar planetas, beber y fornicar. Lo hago, sí. Pero esto… cada año que pasa estoy más cansado- expresó, frustrado. Ella le sonrió compasivamente.

-Lo sé, majestad. 

-No sé por qué puedo hablar así contigo. Perdón. Si le dijera esto a mi esposa, me vería con desprecio y diría algo como : “deja esas tonterías y párate derecho, que ya hago bastante por ti”. Creo que en el fondo me odia. Le he hecho mucho daño. El príncipe Vegeta nació luego de que la violé y la torturé por meses, y mis hijos casi me matan entre todos- recordó, apabullado.

-La guerra civil, majestad. Que usted frenó a tiempo-lo consoló. Este negó con la cabeza.

-Sí, le concedí a mi esposa la libertad, la voz en los Consejos y todo lo que ella me pide se lo doy. Ni aún así le es suficiente. Esa mujer me odia.Lo sé. O me desprecia. Pero yo me he encargado de matar todo amor que sentía por mí, eso es cierto, admitió. Hubo un silencio y un viento. La sangre de Gurdock ya se había secado sobre las piedras.

-¿No podría usted ser más gentil con ella? ¿Pedirle perdón? 

El rey suspiró.

-Es demasiado tarde. Las heridas mutuas son muy profundas. Ella solamente tiene calor en el cuerpo para lo único en lo que somos buenos en realidad. De resto, somos más un equipo. Amigos. Compañeros, creo. 

-Pues majestad… siendo tsufuru, yo podría recomendarle algunas cosas si usted quiere para ser más cariñoso con ella. Mostrarle que quiere cambiar eso, en verdad. Mi reina no es mala, no. Pero sí se siente sola. Si se gana su afecto, su reinado seguirá siendo largo y próspero. 

El rey le sonrió triste a la tsufuru. Ah, si lo conociera.

-Gracias, pero no. Lo que le hice no creo que me lo perdone jamás. Por eso ni determina a nuestro hijo menor. Pobre muchacho, al menos tiene a Straw- pensó en el príncipe Vegeta, al que su madre ni quiso ver cuando nació. - Cuando viva con Fern, le diré que se lo lleven. Pero eso ha sido mi culpa.

-No se culpe, majestad- le dijo ella, gentilmente. - Usted es un rey que como todos, comete errores. Pero puede subsanarlos. Además mi ama tiene un gran corazón.

El rey la miró curioso. El optimismo de la tsufuru era imbatible.

-¿Tú crees? 

-Sí- dijo ella, mirándolo a los ojos. Él también lo hizo.

Afni miraba a su hermana y no dijo nada, pero le informó a la reina de inmediato.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de la Reina - Palacio Sur, semanas después

Al ser informada de la nueva amante de su marido, Sarin no se molestó. La dama tsufuru la notaba rara. Introvertida luego de su gran victoria sobre la princesa On.

-Si ella me lo puede quitar de encima y evitar que me preñe, sería fantástico. Aunque ya no hay necesidad de eso- suspiró, fastidiada, con una mano en el rostro.

-¿A qué se refiere, majestad ?

-Estoy embarazada- le dijo, preocupada. - El doctor Fura me examinó- informó, tratando de no alterarse.

Afni la miró preocupada. Parecía ella más preocupada que la reina, en realidad.

-Majestad…

Ella negó con la cabeza, y una sonrisa triste. Era imposible, en estos momentos, tener otro hijo.

-No sé quién es el padre. Si mi hijastro o su padre- ironizó. -No lo sé todavía- afirmó, con enorme aflicción. Pero era claro algo: no sentía nada por esa criatura.

-Pero él se callaría una cosa así…

-Sí, claro. Lo traje a este planeta como esclavo y ahora tiene riquezas y prestigio gracias a mí. Pero no quiero este hijo. No me sirve de ninguna manera- le dijo, determinada. Afni ya sabía qué hacer.

-¿Llamo entonces al doctor Fura para que…? 

-No. Abre esta caja- le ordenó. Era el regalo de Bills. Una esfera aguamarina. 

-Es el regalo del señor Bills…

Ella suspiró. La tomó. Comenzó a sufrir de un dolor en el bajo vientre que hizo gritar a Afni. Comenzó a sangrar y a llorar.

-¡Maldición! 

“Si este es el castigo por mi adulterio, pues sea. Qué tonta fui”, pensó, con dolor y con una tristeza que le desgarraba el corazón. Si la historia hubiese sido diferente…pero el amor para ninguna reina era una realidad. La Corona se interponía con el amor. El deber era el enemigo del amor y tenía  que aprenderlo.

-¡Deshazte de todo rastro!- le gritó, para ella quemar el resto de la esfera. Dejó un poco y la guardó con la clave secreta. Comenzó a gritar. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

El rey estaba a su lado tomando su mano, cuando despertó. Besó su mano. El resto de sus hijos la veían con preocupación. Pew la miraba serio, y la dama Purin y su esposa estaban temerosas.

-Era un…

-No se sabía aún, mi reina. Pobrecilla. Trabajas demasiado. Mi reina…- dijo el rey, y sus hijos se miraron escépticos. 

-Piénsalo así. Menos competencia para Fern, padre- se burló Skank. Bitter volteó los ojos. Paragos lo miró aterrado y Vegeta lo miró indignado, al igual que Fern y Straw.

-Eres un imbécil, Skank. Sal de aquí- le dijo su padre, asqueado. Este lo hizo, de inmediato, volteando los ojos.

Bitter se acercó a su madre, sin ceremonias.

-Lo siento, mamá. Hemos decidido que te irás con Pew a Scafar y papá los hermanos regentamos hasta nueva orden. - dijo Bitter. - Cualquier cosa avisa.

Ya a solas, Afni le pasó el resultado de los exámenes que tomó Fura y que ella miró con reticencia. Era un varón. Y era hijo del príncipe Fern. Quemó el papel con su mano y se puso a llorar desconsoladamente, mientras su dama le tomaba la mano. Pew tomó la otra.

-¿Para cuándo estará hecho? -le preguntó a su primo, que levantó las cejas.

-Tenemos que encontrar una misión adecuada. Y al enemigo adecuado- le dijo, para ella asentir, y quedarse en sus brazos. Kouri solo le trajo un vaso d agua.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes, un mes después

De regreso de Scafar, la reina miraba con despecho a la joven pareja real, que había anunciado su compromiso. Straw y Fern saludaban a todos los guerreros, que gritaban y aplaudían. Paseaban en una nave por toda la capital, luego de anunciar su compromiso. El rey tomó la mano de su esposa.

-Es la mejor decisión que pudimos haber tomado. Fern dice que con Straw limpiará el reino. Un reino puro y moral. Es lo que necesitamos- afirmó, orgulloso. Eso no le gustó a Sarin: la frialdad de Fern, su distancia. Claro, ahora amaba a su hija. Pero sentía que la miraba con una energía hasta entonces desconocida: desprecio.

-¿En serio, dijo eso? ¿Straw estuvo de acuerdo? 

-Sí. ¿Pasa algo? 

"Por supuesto que sí, mi idiota esposo. Tu amante tsufuru, a quien le has prometido el mundo entero, sería desterrada. Yo sería culpada para expiar las culpas de mi hijastro, que durmió conmigo profusamente durante meses y mi hija, en su afán purificador, estaría de acuerdo. Bitter sería exiliada como su hermanastra y Skank tendría la cabeza en una pica, pero no creo que hayas visto la peligrosidad de su discurso. Y Pew, claro, haría una guerra civil".

-Nada, majestad- le dijo ella, con una sonrisa triste, que él adivinó como despecho por la pérdida de su hijo.

-No te preocupes. El doctor Fura me dijo que ya estabas lista para seguirlo intentando. Si quieres- le insinuó. Ella se irritó. Solo pensaba en eso.  Y recordaba lo que hizo con su hijastro. El placer que sintió por mera pasión y no por odio. 

Trató de no pensar en eso ni siquiera cuando su marido estaba encima de ella, pero fue imposible. Su esposo quedó desconcertado, al sentir que la había perdido para siempre. Por primera vez, había quedado insatisfecho, al menos en unos meses. No podía dormir.

Hasta que vio a la pequeña tsufuru en el dintel, desnuda. 

-Ven acá- le dijo, para agarrarla con su fuerza y perderse en ella.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Planeta Peril- meses después

Ya en el planeta Peril, Bitter veía a Skank convertido en Ozaru. Le daba las coordenadas.

-25 grados al oeste. Ahí ya saqueamos. Destruye eso. - le dijo, y su hermano abrió la boca y de ahí sacó un enorme rayo de energía. 

-Paragos, 34 grados al norte- le dijo. Este, también convertido en Ozaru, hacía lo mismo. 

Bitter vio una avanzada de hombres azules con naves. Sonrió. Se preparó, con su equipo. Lanzaron varios rayos de energía y los borraron. Luego ella misma destruyó el haz de luz, para que todos los ozaru volvieran a la normalidad.

Paragos, despechado, porque Bitter lo trataba sin nada especial y porque la odiaba al haber comprado su vida, quería alejarse de un campamento que lo trataba como menos que nada. Como el “marido de la princesa”. Hasta que encontró a Skank inyectando a Bitter en un brazo. Sabía cuáles eran esas inyecciones: anticonceptivas.  Pero en el caso de Bitter, requería al menos varias.

-Maldita...- dijo, para ella suspirar, descubierta en falta. 

-Maldición. 

-Mátalo. Ahora-  le ordenó su hermano. Ella se abalanzó hacia él, rápidamente. 

-¡Eres una perra! ¡Has estado matando a nuestros hijos! . gritó este, indignado. Ambos hermanos lo rodearon.

-No, imbécil. No he matado a nada porque no se ha producido nada. Y no se producirá nada- le explicó Bitter, con desprecio.

-¡Zorra!- le dijo, para quitársela de encima, pero Skank lo atravesó por detrás. 

-Por fin nos deshicimos de este imbécil. Y tú, trae el cadáver de uno de los hombrecitos. Haré una explosión.

-No tienes que enseñarme a hacer un daño colateral, Skank- le dijo ella, fastidiada. Los demás oyeron la explosión. A Skank gritar. 

-Paragos, ¡No! - gritó. Bitter también gritó. Apenas llegaron, el cuerpo de un hombrecito estaba humeante. Bitter tenía abrazado a su esposo, tratando de revivirlo. 

-Ay, no…- dijo, apesadumbrada. Era la peor actuación de su vida.

-¡Mi hermano! ¡ Mi gran hermano! ¡Mi pobre hermano! - sollozó Skank, sobreactuándose y pegando puños. Solo algunos tontos se lo creyeron, así como el "dolor" de la princesa Bitter por perder un esposo que despreciaba.

En el enorme funeral, Bitter ni siquiera se presentó. Se la pasó divirtiéndose con tres mujeres en un enorme estanque. Dos recorrían su cuerpo, mientras ella abrazaba a otra en una sala especial preparada por su primo.  El pueblo se creyó el dolor tan inmenso de la princesa, que ni siquiera pudo enterrar a su esposo. Paragues miró con sospecha a la reina Sarin y a Skank, ese maldito. Pero se calló: el rey le había dado un buen botín y había permitido conservar sus bienes a cambio del escándalo. 

-No creo que haya muerto así, Straw- le dijo Fern a su ahora futura esposa.  Ella tomó su mano.

-Ni yo.

-¿Estarás a mi lado cuando limpie este reino? 

Ella asintió, colocando su cabeza en su hombro. 

-Pobre Bitter- afirmó su padre. - Viuda y ya tan joven. Fern, acompáñame, hijo. Cenaremos los cuatro con tu madrastra y Straw.

-Majestad- intervino Paragues -Usted y yo teníamos una reunión que…

-Quiero estar con mi familia, Paragues. Mañana- le dijo, para irse. Sarin notó el gesto de odio del general. Primero, su sobrino muerto. Y ahora este desaire. Una luz pasó por sus ojos.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Aposentos de la reina- Palacio de los Reyes, semanas después

Skank, arrodillado, frente a su madre, en sus aposentos. Pew le había explicado su plan, el de meses. Ella estaba reclinada sobre un diván. 

-Ya lo sabe, Skank- le dijo, para este mirarlos a ambos significativo.-¿Ahora qué tengo que hacer? 

-Quiero que vayas a las misiones con Fern, Straw y oblígate siempre a poner a Paragues. Y luego, lo maltratas- le indicó, mirándolo a los ojos, sin alterarse.

Skank gruñó. Bufó. Vaya misión la que tenía. 

-Ese imbécil. Al que le maté el sobrino. Cómo no. 

-Siempre favorece a Fern antes que Paragues. Yo me encargaré de aislarlo de tu padre. Quiero que te ganes su confianza-le ordenó.  Su hijo la miró levantando sus cejas, burlón.

-¿Por qué yo? ¿Por qué no Bitter? ¿O Pew?  -preguntó este, cruzado de brazos.

Ella suspiró. Era obvio. Él, de todos sus hijos, era el que mejor hacía el trabajo sucio requerido para sobrevivir.

-Porque Bitter podrá ser lo que sea, pero no tiene el corazón para hacerle daño a tu hermana. Pew, claramente, se ve como un enviado por mí.  Tú, en cambio…

Este la miró a los ojos. Entendía lo que su madre quería decir. Era tan dura que no dudaría en sacrificar a su hija más débil para sus objetivos. Y él, bueno... solo respetaba a Bitter. Straw y Vegeta le parecían simples estorbos.

-Vas a destruir a Straw -la advirtió. Ella ya había pensado en eso. Lo miró a los ojos. Y ya no le importaba.

-Lo sé. Pero Fern, al llegar al trono, nos destruirá a todos, como te lo explicó tu primo- señaló a Pew. -  Y tu hermana no se opondrá. Son tan honorables, ambos, que en su afán de limpiar el reino nosotros somos las manzanas podridas. ¿Quieres tener tu cabeza en una pica y verme a mí sufriendo el destino de On? ¿Que tu hermana sea ejecutada por matar a su esposo? 

-Sí, Pew y yo hemos hablado de eso. Aunque me extraña: creí que lo apreciabas. Siempre me pregunté qué hacían tanto tiempo juntos, madre- se burló Skank.

-Aprecio mi trono, Skank. Tú trono. Ahora, ve- le ordenó. 

Este le hizo el saludo saiyajin. Era hora de terminar con esa farsa de "limpiar el reino". Y ella también. Se vengaba de un hombre que ya no la quería, se deshacía de un amante incómodo y se libraba de una amenaza para su trono. O el de su hijo. Le daba igual. Volvía a ser la misma. Tomó la mano de su primo y le agradeció en silencio por hacer el horrible trabajo sucio en el que ella era experta.

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes, aposentos del Rey- días después

Afni siguió a su hermana. La encontró en un aposento del palacio del ala del Rey, con dos agujeros en el revestimiento de la puerta. Ella lo abrazó. 

-Estoy embarazada, majestad- le dijo, preocupada al rey, que suspiró.  La sentó, tocando su vientre. Se alegró. La besó. Afni se dio cuenta de que tal cariño jamás le fue mostrado a la reina. Su hermana era un peligro.

-Si Sarin se entera los matará a los dos- dijo preocupado.

Vani lo miró temerosa.

-Pero la princesa Straw, el príncipe Fern…

El rey tomó sus manos, negando con la cabeza.

-Créeme. Ella los convencerá para deshacerte de ti. Puedes irte a la ciudad del sur. O de regreso a tu lado tsufuru. Le pediré a Fura que te diagnostique una enfermedad y…-expresó, temeroso.

-Pero yo no quiero dejarlo, majestad. Yo lo amo- lo abrazó. Él la besó. 

-Te prometo que te iré a verte a ti y a nuestro hijo. Mientras consigo un lugar digno para que vivas en Scafar con mi hijo, finge que nada ha pasado. ¿De acuerdo? 

Ella asintió, para llorar. Él limpió sus lágrimas.

-Sí. Pero no quiero abandonarlo. Usted es bueno.

-Mi niña- dijo ,besándole la cabeza. - Gracias por ser la única que lo ve. 

Afni se topó con su hermana, con reproche, al sorprenderla saliendo de allí. 

-Lo sé todo - le reclamó. Vani la llevó hacia un lado.

-Por favor no le digas a la reina- le rogó. Su hermana la miró preocupada.

-Vete. Vete a casa. Todos entenderán. Vete.

Ella negó con la cabeza. 

-Yo lo amo y el me ama, Afni. Él me ama como jamás amó a la reina.- dijo, determinada.

Ella la tomó de los hombros y la abofeteó.

-No seas tonta. Algo así haría que maten a toda nuestra familia. ¿Quieres eso?- le preguntó, asustada. Ella más que nadie sabía de los alcances de la reina. La última amante del rey había terminado con la cabeza en una pica.

Ella se soltó de su hermana, indignada.

-El rey me protegerá. Y le contaré lo que pasó entre ella y el príncipe Fern...

-Hagamos algo, Vani- dijo la reina, que las sorprendió a ambas, y ahí la joven amante entendió que su hermana le había tendido una trampa. Fingió no tenerle miedo.   - Tú no dirás nada y no ejecutaré a tu familia antes de que pises Scafar. Yo misma me encargaré de ti- le dijo, negociando. Vani miró a su hermana, temerosa. 

-¿Qué ganaría yo? 

-Que no mate ni a ti, ni al bebé que llevas en tu vientre, ni a tus abuelos, sobrinos y toda tu parentela en menos de 24 horas. Sabes que puedo hacerlo- le dijo, con suficiencia. Ella asintió, pesarosa. La miró furiosa, y temblando.

-Está bien. Pero quiero que sepa algo. El rey me ama, porque yo lo veo como es. Y él me ama a mí. Ama por primera vez en su vida- la retó, mientras su hermana la veía aterrorizada. - Lamento si no fue así para usted.

Ella le sonrió levemente, para darle la espalda. Vani entonces convenció al rey y partió para Scafar, en secreto, embarazada de su bastardo.

Dos días después, Afni le informó todo a la reina, que se sentó, pensativa. 

-Entonces no hay remedio - le dijo. -¿Te acuerdas de lo que hablamos hace mucho tiempo? 

Afni asintió.

-¿No temes sacrificar a tu hermana? 

Ella negó con la cabeza.

-Usted le ha dado mucho a mi familia, majestad. Vani quiere arruinar todo eso- le dijo, indignada.

-Bien. No te olvides de eso- le dijo, trémula, viéndose al espejo.

 ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Scafar, semanas después

Cold se reía en un lujoso restaurante del planeta ciudad Scafar, frente a Sarin, que lo miraba con arrogancia y también sonriendo.

-¡Son miles de millones de seres, increíblemente salvajes y fuertes! ¡Incluso creo que están menos avanzados y son más problemáticos que ustedes! 

La reina Sarin no se arredró. Cold hablaba de los dairimibi, hechos de músculo y roca, más salvajes que los saiyajines, a quienes habían dado una paliza monumental hace dos siglos. Pero los nuevos saiyajines eran más poderosos y entrenaban para ser los mejores. No volverían a tener una derrota tan humillante.

-Hablo en serio, Cold- respondió, mirándolo a los ojos.

Este se sorprendió.

-¿De verdad? ¿Y qué me pedirías a cambio? Ahí no puedes esclavizar a nadie.

Ella sonrió, confiada.

-40 por ciento de comisión, entendiendo que esta será una misión increíblemente complicada. Hasta iré yo a apoyar, imagínate- le dijo. Cold se sorprendió. Sarin no iba a misiones: las coordinaba.

-¿Tú? ¿Guerrera? Me encantaría ver eso- dijo, encantado.

-¿Qué dices? ¿Aceptas? Nosotros ponemos todo el recurso. Es lo mínimo- insistió ella. 

Este lo pensó. Suspiró. Luego de un largo silencio, se decidió.

-Para que veas que soy justo, les daré mitad y mitad. Y eso por ser tú. No te imagino en combate a ti- se burló. 

Ambos brindaron.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes- Sala Común, días después

Ya en palacio, la reina le hacía beber del mismo vino al rey y a Fern. Apenas entró Skank, ella rompió la botella, tropezando.

-¡Pero qué torpe! Lo siento. Traigan otro- les dijo a las criadas, que lo hicieron. Bitter, de negro, las miró con irritación. 

-Mierda. Necesitaba un trago.

-¿Cómo vas, hija, con tu duelo, bien?- le preguntó el rey, que sabía de sobra que entre Skank y ella mataron a su marido. Pero preguntaba por cortesía.

-Sí, creo. Así que conquistaremos el planeta Scunck. Lleno de dairimibis, guerreros cuyo cuerpo es de roca y músculo y que nos pueden hacer pedazos. Genial- dijo, mirando el informe.

-Sí, es una misión a la que iremos casi todos los recursos. Tú no, claro. Tú esta vez te quedas  como regente del planeta.  Por tu duelo- insistió su padre, levantando sus cejas. La princesa entendió el mensaje. Si su madre iba, es que la misión exigía cuidado. No podía morirse toda la familia real. Y dependían de ella para reproducirse, en la jugada más irónica de todas.

-Gracias por su compasión o lo que sea- se burló Bitter. 

-Piénsalo así, hermana. A ti no es la que harán pedazos. Además Straw te acompañará- le dijo Fern, viendo el informe.

-Genial. Hermanas regentes- le dijo Straw a Bitter, que sonrió por el tierno intento de su hermana por hacerla sentir mejor.

-En fin, ¿cuándo partimos, mujer? -le dijo el rey a su esposa. Su relación era como siempre.  Esta lo miró haciendo cálculos.

-Tres días. 

Todo el planeta estaba en preparativos. Una niña le ofreció un cuenco a Fern, que este tomó, mientras Skank recibía otros regalos, como una modificación a su rastreador. De parte de su amigo, Nappa.

-Feo imbécil. Quítate ese pelo de mierda- le dijo. Ambos se rieron. La reina, en armadura, supervisaba absolutamente todo, caminando a paso ligero, al lado de Pew, que se fue por su cohorte. Todos también de negro.

-Madre, ¿estás segura de que esta es buena idea? - le preguntó Straw, asustada. 

-Querida, es riesgo o muerte. A esto nos dedicamos. Y ya era hora. Estamos todos entrenados para ello-afirmó, mirando todo con su rastreador y tomando informes con su pantalla.

-Cuiden a Fern- rogó. Ella le sonrió, para acariciar su rostro. 

Las naves partieron. Apenas aterrizaron, no hubo ni respiro, varios soldados murieron apenas abrieron sus aeronaves. Pero el rey y sus hijos, así como el duque del norte,  se fueron en avanzada, mientras la reina se quedaba en la retaguardia, dando instrucciones. Sí, los dairimibi eran rápidos y salvajes, pero los saiyajines tenían más inteligencia. Los destruían con sus flashes. Ella misma puso la sluna artificial, para ver a su marido y  a sus hijos convertirse en Ozaru. Ella comenzó a avanzar, y lanzó un flash, para destruir a un dairimibi, pero varios se lanzaron por lo flancos. Ella voló y el dairimibi también, para estrellarla contra las rocas, pero ella respondió con una esfera de energía, que lo hizo pedazos. Vio a un soldado ser desmembrado entre varios, pero otros Ozaru los destruían. Fern parecía un minero: los hacía explotar y las rocas volaban. 

Por su parte, Fern barría toda la parte septentrional. Así pasaron varias semanas, mientras Straw veía angustiada, y su hermano, el príncipe Vegeta, tomaba su mano. Hasta que en la toma de la capital, el rey Dairimibi, Otmamum, salió con una consigna de guerra.

-¡Mueran todos los saiyajines! 

Todos los demás Dairimibi gritaron, en señal de ataque, mientras no dejaban a un saiyajin convertirse en Ozaru, pero otro los aplastaba. Skank voló un edificio repleto de ellos. Fern salió al campo, reforzando a los invasores de adelante. Pew lo salvó de un láser a tración.

-Gracias, primo- le dijo, para este asentir y mandar varios flashes de energía. Fern lo tiró al suelo. Otro gran láser. 

-Estuvo cerca. Gracias- le dijo, sonriendo, para ambos pelear espalda a espalda. Mientras tanto, los soldados y el rey Vejito invadieron casa por casa, aplastaron cada edificio, mataron a cientos, y la guardia caía por cientos. Fern hacía lo mismo, junto a Skank, Pew, el conde Naren y otros nobles, pero Otmamum lanzó otro flash que destruyó la luna artificial.

-¡Maldición!- dijo la reina, para abalanzarse sobre él, y comenzaron a pelear.  El rey la siguió, al ver que Otmamum la estrelló contra un edificio. Fern, vio a su padre, pero fue rodeado por Skank, el conde Naren, Pew y Paragues, junto con otros dairimibi.

-¿Qué? 

Los dairimibi comenzaron a matar a toda la guardia de Fern y a sus hombres, así como a la del rey, junto con los hombres de Paragues y el conde Kuren. 

-¡Traición!- gritó Fern, pero Pew lo atravesó con un flash, y Skank con otro. Este miró a su hermano y a su primo desconcertado, para caer. Paragues lo remató con otro. Este lo miró con satisfacción, pero fue muerto por Skank, con otro flash, y Pew lo remató, desintegrándolo. 

-Vamos, en el brazo- le dijo a Naren, y este le mandó un flash que hirió al duque, que gritó y cayó malherido. Naren se llevó en sus brazos al duque, y Skank, en un arranque de ira, gritó mató a todos los dairimibi y a sus propios compañeros, la guardia de Fern y Paragues. Quedó solo intacta la del conde Naren, que miraba parado, sin expresión, lo que acababa de suceder. Dejó en el suelo a Pew, que respiraba fuertemente, tomándose el brazo. 

Se quedó gritando. Ahora él era el sucesor y lo sabía. Tomó a Fern entre sus brazos y le quitó su medalla de heredero.

Dentro del palacio, el rey Vejito, magullado, destruyendo a todos los dairimibi que se acercaban, vio a la reina tirada. A Otmamum con un pie sobre su cabeza.

-Déjala ir. Esto es entre tú y yo-ordenó.

Pero ella se levantó y lo atravesó con un flash. 

-¡Qué demonios! 

Otmamum sonrió. Se sentó en su trono. La reina abrió sus manos y destruyó el rastreador de su marido. Este gorjeó. Le hizo sangrar el ojo. 

-¡Traidora maldita! ¡Me las pagarás!- se le abalanzó, pero ella fue más rápida y lo pateó. Él le mandó otro flash, que ella esquivó. Comenzaron a pelear. 

-Maldición. ¡Te has vuelto más fuerte! -apreció, con espanto y furia. 

-Tu hijo me entrenó bien- le dijo, para golpearlo en el estómago, y este le dio un puño que la tumbó al piso. Ella se levantó y le dio una patada en el abdomen, que le sacó el aire. Pero este la tomó del pelo y comenzó a golpearla, hasta que ella lo apartó con un flash.

-¡Pero qué has hecho! ¡Te mataré!- gritó el rey, enceguecido, golpeándola de nuevo, pero ella apuntó, ensangrentada.

-Big Bang Flash…

Atravesó al rey, justo antes del abdomen. Este seguía sin fuerzas y ella se lo quitó de encima. Volvió a apuntar al rey Dairimibi.

-Perra, teníamos un trato…-protestó este.

-Big Bang Flash….

Lo desintegró por completo. Comenzó a gritar, y aún la encontraron sollozando frente al cuerpo de su marido, ensangrentada.

-Tranquila, majestad. Está herido. Salvó al rey. Venga- le decían los soldados y el doctor Fura.

-¿Qué le diré a mi hermana? - preguntó Skank, cargando a Fern, mientras Pew se apoyaba en Naren. - Mi pobre hermana…

Straw se retorcía de dolor, llorando, abrazada a Bitter, que entendió que todo había sido obra de su madre y de su primo. La abrazó otra vez. Pero seguramente era lo mejor: Fern habría vuelto a traer a On. Y no habría descansado hasta borrar las otras ramas del linaje de su padre. El pequeño príncipe Vegeta también la abrazó en el piso. Los demás coroneles y nobles veían a los tres hermanos consolar a su princesa. Incluso el pueblo lloraba por Fern. El joven soldado Bardock, que quién sabe cómo había llegado a la aldea de Gine, tomó su mano.  Esta la suya. 

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes, tres días después

-Majestad- dijo el doctor Fura a la reina . - Intentamos por tercera vez en la cámara de recuperación, pero el rey no responde. Parece que perdió la capacidad de hablar y moverse- dijo el doctor. Habían trasladado al rey de vuelta al planeta lo más pronto posible.

Ella lo miró trémula. Entendió lo que quería decir.

-Llévenlo a su lecho. Si son sus últimas horas, quiero estar a su lado-ordenó.

Ya acostado, el rey no podía hablar. Miraba con odio a su esposa. Sentía que se le iban las fuerzas. Ella fingía limpiarle las heridas. Luego se sentó y tomó su brazo.

-En realidad… la herida no es tan grave. Lo que te matará es el veneno que te he dado por años, Vejito- le confesó ella, con serenidad. -El toque fatal lo recibieron tú y tu hijo con el vino que les di antes de la misión- le dijo, recordando cómo habían brindado.

Este gruñó, temblando de furia.  Ella, de cabello suelto y túnica negra, lo miró con una sonrisa triste.

-Cada vez que bebías de mi vino, cada vez que me besabas, cada vez que tocabas mis vestidos, o a mi. Todo tenía veneno. ¿Recuerdas? -le susurró levemente.

El rey abrió los ojos aterrado. Cuando bebía luego de que la torturaba. Cuando la besaba. Cuando lamió su vestido.

Ella le sonrió. Esa era una terrorífica sonrisa serena y piadosa. Acarició su frente.

-Poco a poco te he ido matando, de tal manera que tu cuerpo reaccionara con otro veneno que no deja rastros. La herida no hace más que potenciar su efecto- le explicó. Acarició su frente otra vez. -Ah, nuestro sacerdote...Turunk- dijo, sonriendo y cerrando los ojos. - Bueno, ya verás.

-Por qué…- preguntó este, con las pocas fuerzas que le quedaban.

-Te atreves a preguntarlo- se levantó ella, mirándolo con odio. - Luego de violarme y torturarme por matar a una de tus amantes. De humillarme por años. De que tu… padre violara y masacrara a mi madre y hermanas, ¿recuerdas? ¿RECUERDAS? -le preguntó, con furia. Este abrió la boca, aterrado, recordando a una mujer parecida a la reina y a sus hermanas, idénticas, siendo atravesadas por flashes ante todos, que bramaban enceguecidos.

-Te atreves a preguntarlo cuando solamente me trataste como un animal de cría, como alguien a quien solo debías controlar y golpear. Como alguien que solo te sonreía complaciente con cada uno de tus regalos. Pero siempre, siempre te odié. -le confesó, amarga. -  Alguna vez consideré llegar a amarte, pero me lo hiciste muy difícil. Entendí lo peligroso que era.- le susurró. -Descubrí que no valías la pena- le confesó, con desprecio.

-Maldita….

Ella le sonrió con triste amargura. 

-Y ahora que en unas horas me libraré de ti para siempre y por primera vez seré feliz, no tengo nada que ocultarte. Como el hecho de que maté a cada uno de los hijos que me hiciste luego de Vegeta en el vientre-le confesó, para que el rey bramara de dolor, con un sonido ronco.

-Fueron tres. Siempre estabas en misión. No quería más tu linaje, con cuatro hijos que lo llevan y me recordarán a ti- dijo, con repugnancia- Es suficiente. -El último no era tuyo. Era de tu hijo. Me acosté con él en tus narices- le dijo, serenamente. -  Me dio el placer que no supiste prodigarme sino con violencia- le narró. El rey tembló, para carraspear otra vez. -No te preocupes. Está muerto. Como él. Fue fácil convencer a Paragues de asesinar a su sobrino. Pew y Skank hicieron todo el trabajo. Y yo me acosté con él. Me hizo lo mismo que tú, pero cumplió con su palabra. Skank y Pew se encargaron de los dos. Y ahora Skank será el rey…

El rey se revolvía. Ya no podía hablar. Ya no podía controlar su cuerpo. No podía reaccionar.

-Maldición…

Ella se acercó aún más a su esposo.

-El veneno ahora recorre tu torrente sanguíneo- le explicó. -Te seguirá paralizando. Tu corazón dejará de funcionar. Será pronto. Me encargué yo misma de ponerlo en la camara de recuperación.

Este la miró furioso y aterrado a la vez, descubriendo por fin quién era su esposa en realidad. 

-La pobre esposa torturada que siempre te amó. Nunca te amé. - le dijo, determinada, en un leve susurro. - Por eso maté a tu madre. Sí, fui yo, Vejito. Yo la mandé a la tumba. También a tu padre, poco a poco. Y luego a tu esposa. También a tus dos hijos mayores, porque estorbaban en el camino del trono para Skank...- confesó. Suspiró. Tenía un nudo en la garganta.

- Y desde que me violaste para tener a Vegeta contra mi voluntad no hubo día en que no te quisiera muerto- le confesó, con lágrimas en los ojos.  -Por eso fui antes con los Dairimibi. Sola. Me bastó un día. Tú creías que yo estaba en el palacio. Les ofrecí el 80 por ciento de mi comisión si hacían exactamente lo que les pedía, además de un invisibilizador de atmósferas comprado por Pew. Su rey aceptó. Además tenía un problema enorme de población que le ofrecí solucionar. Todos ganábamos. Yo esta vez- le dijo, con una sonrisa leve, y con sus ojos aguados.

El rey Vejito se retorció con dolor. Era el veneno. La ira y este lo consumían.

-No tendrás más hijos que Vegeta. Vani en estos momentos debe estar muriendo con el veneno que le dio su hermana. En un charco de sangre, clamando por ti. No sabe que jamás irás. No sabe que perderás todos tus recuerdos. Que serás nada…- le susurró. -Nada... el rey de los saiyajin será nada...

Este se volvió a retorcer, maldiciéndola. 

Ella tomó una pequeña esfera plateada y lo besó,. Cerró su boca y le obligó a tragarla, para luego taparle la boca. Comenzó a salir sangre de su nariz. Se tomó un antídoto. Las lágrimas corrieron por su rostro.

-Adiós, mi amor…- le dijo, para este comenzar a convulsionar. Sus ojos se emblanquecieron. Skank entró. Vio los frutos verdes. Era lo único que comía el rey.

-No toques los higos- le dijo ella a su hijo, que entendió de inmediato. Ella se arrodilló ante él.

-Larga vida al Rey. 

-Madre- dijo, mirando a su padre con odio. Ella besó su anillo.

En Scafar, Vani corría con la boca y la nariz ensangrentada, así como con sangre que salía de sus piernas. No parecía haber nadie. Gritaba, llorando, pidiendo ayuda, hasta que se topó con su hermana y varias damas, que para su horror, no hacían nada.

-¡Por favor! ¡Por favor! 

Esta la miró con lágrimas en los ojos, para verla retorciéndose, ahogarse y convulsionar. Quedó muerta, con los ojos abiertos. Entre dos soldados de la reina la tiraron hacia el pavimento desde el alto balcón, donde se oyeron gritos de horror y lamentos.  La cara de la bella tsufuru quedó marcada con la sangre, que invadía el pavimento. Afni solo vio cómo los soldados de la reina tomaban un producto cosmético rojizo, en barra, que tenía una misiva del rey. "Vani, para ti. Quiero vértelo puesto", decía la nota.

Una nota falsa que Koi, el sirviente tsufuru del duque, había escrito.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cúpula del Rey- Planeta Plant

La reina miraba la pira con los dos cuerpos, y un velo negro sobre su rostro. Straw y Bitter no estaban: la última consolaba a su hermana, destrozada por perder a su hermano/futuro marido y padre en esa batalla. El joven Vegeta miraba con tristeza a su padre, con su máscara mortuoria, al igual que a su hermano. Skank simplemente puso a arder los cuerpos, junto a Pew. Ambos se miraron a los ojos. Este se arrodilló. 

-Larga vida al Rey- dijo su madre, arrodillándose ante él. Gritaron varios ujieres la misma consigna y todos se arrodillaron ante él, que dentro de sí no podía estar más feliz.

Al igual que ella. Por fin el trono saiyajin era suyo. Ya no habrían más estorbos qué asesinar. No por ahora. Al irse Skank en su primera misión, se sentó en el trono que había pertenecido a su marido y a su suegro. Por fin era la reina Sarin en pleno derecho.

Chapter 6: El Camino de la Princesa Sangrante

Summary:

El rey Skank enfrenta la que será la gran amenaza de su reinado: su propia hermana, la popular e íntegra princesa Straw, a partir de dos tragedias inesperadas.

Chapter Text

 

Corporación Cápsula, actualidad

-Entonces, lo que hizo la abuela - dijo Tarble, comiendo frente a Vegeta- fue lo que se llama… lo he escuchado, espera- dijo con un gesto, pensando.

-”Golpe de Estado”- dijo Vegeta, con la boca llena. Bulma y Trunks veían atentos la conversación. 

-Tomar todo el poder para sí eliminando de un golpe los obstáculos para su adquisición- definió Tarble. -Porque quería poner a su propia sangre en el trono- explicó.

-Más que eso- analizó Vegeta. - No solo su sangre, quería el poder para sí misma- pensó. - Siempre lo quiso. Viendo el estilo de reinado del abuelo, no confió en ninguno de sus sucesores- suspiró.

-¿Por qué crees eso?- preguntó Tarble. 

-Mi abuelo prodigaba favoritismos y escapaba fácilmente hacia las distracciones. Eso le permitió a la abuela herirlo a traición en primer lugar, haciéndole creer que aún si entrenase, ella era lo suficientemente débil para enfrentarse a él. Seguramente mis tíos también lo engañaron de la misma forma. Tarde o temprano tomarían el trono. Ella lo sabía. Así que eliminó a Fern, que no se atrevería a hacerlo, y así neutralizaba a mi tía Straw. Bitter, en cambio, estaría del lado más sensato, como siempre, y sabía que Skank no sería lo suficientemente listo como para conservar el poder más de cinco minutos si asesinaba a su padre. Así que… como siempre, ella hizo el trabajo sucio. Lo estaba haciendo por años, por demás, con ayuda de Pew, que solo veía para sus intereses, incluidos los del reino- suspiró, perturbado, pensando en cómo su abuela se las había arreglado para envenenar a su abuelo por una década sin que él lo notara.

Tarble estaba confundido.

-Pero… ¿tío Skank y nuestro padre, entonces, no fueron buenos reyes? - preguntó.

-Excelentes reyes guerreros, sí. Pero pésimos reyes políticos y gobernantes.  Mi abuela me explicaba que… una cosa es pelear, que en eso el talento lo llevamos en los genes. Pero otra era tener la visión del planeta en la cabeza. Ni su esposo ni sus hijos, ni creo que un solo saiyajin la tuviese, tal y como ella. También es cierto que ni Skank ni nuestro padre la escucharon demasiado: tenían en su mente el fragor de la batalla como para preocuparse por minucias desagradables y esa fue su gran frustración con todos los tres. Por lo que creo que al final, tanto su esposo como sus hijos solamente fueron canales para gobernar por sí misma. Hasta que ellos mismos le comenzaban a estorbar…- dijo él, con turbación. Bulma notaba que era aún demasiado para él. 

Tarble le sonrió sorprendido. 

-Vaya que la has analizado bien- observó.

-He tenido toda una vida para hacerlo- dijo, y miró a los ojos a Bulma, que conocía perfectamente sus disertaciones. 

Ya en la habitación, con Bulma, ella dejó a Bra dormida. 

-¿No te molesta ni un poco que tu abuela haya usado el veneno, sobre todo, para deshacerse de sus enemigos? ¿La traición? 

-Sí, un poco. Pero ella me enseñó algo fundamental: debes ganar como sea. Fui cómplice en sus últimos envenenamientos- le confesó Vegeta, y Bulma se sobresaltó ante tremenda confesión.

-E… ¿en serio? 

-Era una lección que tuvo que enseñarme. No todas las batallas se pueden ganar matando a tu enemigo de frente. Es por eso que mantuvo a Freezer y a Cold a raya durante muchos años de reinado de mi abuelo, mi tío y mi padre. No era nada saiyajin, y la detestaban por eso. Pero ahora…entiendo que esa era su forma de pelear. El error del abuelo fue subestimarla tantos años, así como el de muchos de sus enemigos. Como ves, lucía frágil- dijo, con el ceño fruncido.

Bulma suspiró, sobrepasada, recordando el gran cuadro del comedor. Esa mirada enigmática sobre su espalda y su capa. 

-Me pregunto si alguna vez tuvo algún remordimiento por asesinar a su propio esposo y por asesinar al hombre que amaba y aún así dañar a su hija- dijo, mirando una copia del libro. 

-Seguramente sí. Con él y con mi tía Straw. Pero como ves, se sintió libre al matar al abuelo, al que realmente nunca quiso. Como le dijo ella en su agonía, era demasiado peligroso amarlo. Habría sufrido más de lo que sufrió. 

La esposa del saiyajin buscó la página exacta.

-“Peligrosamente”,leyó Bulma. - “Me di cuenta de que con Bills era muy insensato buscar el amor. Que estaba cometiendo el peor error de mi vida. Las mujeres en nuestra posición son unas tontas al dejarlo todo por el sentimiento que te enceguece y te vulnera. No sería esas tontas buscando amor, no me lo podía permitir, no luego de todo lo que había trabajado. Al ser amante de mi esposo quemé muy rápido esas esperanzas: no sería la única mujer que tendría por el resto de su vida, eran muy raras las historias de reyes que realmente sintieron algo parecido (en lo que se podría anotar en el lenguaje común del universo, “amor”, “afecto sexual y cognitivo que envuelve sentimientos”) con sus compañeras. El rey y yo hicimos votos porque él creyó sentirlo. Yo sabía que simplemente estaba deslumbrado conmigo, quien era capaz de darle más herederos. Cuando era más joven sufría por sus escarceos con otras mujeres de clase baja y media. Pasado el encanto, descubrí que no estaba a su lado por él, sino por algo a lo que yo amaba más que a él. Y a mis hijos: el poder”

Bulma suspiró. 

-Vaya. Esto es…

-Lo sé. Demasiado duro para ti- dijo él, mirándola de reojo. 

Ella tomó el libro otra vez.

“En mi vida solo sentí tres veces ese sentimiento, con infortunado final. Una mujer en mi posición no podría tener un final dichoso, so pena de gobernar ella misma sin ninguna atadura. Nunca fue mi caso. La Corona, cosa que no entendieron ni mi esposo, ni mi hijo mayor, ni lo entiende ahora el último Rey (aunque hay que darle el crédito, es más sensato que su padre y hermano), no es un lugar donde haces lo que quieres para someter los Universos a tus antojos o destruirlos a tus caprichos, como tantos estúpidos reyes saiyajines lo hicieron antes: es mantener, conservar y expandir. Pensar en millones de seres por cada vez que destruyes su planeta o los esclavizas. Cómo se reproducirán. Si aquella esposa de aquel guerrero podrá parir a un niño sano y luego a una mujer que no devoren apenas abra los ojos. Pensar en los otros implica pensar en el deber. El deber implica no pisotear quienes están bajo tu trono, sino darles lo que implica que estén a tus pies. Gobernar implica que muchos te quieran muerto y otros simplemente te quieran por lo que hiciste por sus antepasados y por ellos. Eso, lamento decirlo, no incluye un sentimiento de esta magnitud. Las historias más trágicas que han lacerado mi corazón vienen de allí. El amor lo he guardado para mí, porque siempre supe que había algo mejor. Más grande”

-Al leerla, siento que te entiendo mucho y mucho más- observó ella, comprensiva. Él suspiró. 

-”El amor es la muerte del deber”- parafraseó Vegeta. -Lo decía a menudo.

-Pero tú fuiste al único a quien quiso de su familia, entendiendo que no fue ni siquiera afectuosa con sus cuatro hijos. ¿Qué pasó ahí? 

Él se volteó, ahondando en sus recuerdos.

-Ella me estaba moldeando para serlo, o quizás en mí vio algo distinto. Fui el primer heredero de su familia en ser preparado a su modo. Y yo respondía bien. Quizás fue eso- explicó, mirando al techo.

Bulma se recostó a su lado.

-No lo creo así. Quizás fue muy desdichada con el romance, en el sentido en el que ella lo expresa, y tuvo que guardarse sus sentimientos por la Corona. Pero quizás para ella tú encarnabas otro tipo de amor. El único que tenía - analizó.

Él la miró contrariado. Bulma sabía que él aún estaba traumatizado por la historia de su familia.

-¿Tú crees? 

-¿No se lo dijiste a Tarble? Todo lo que hizo te tiene aquí- contrapreguntó su esposa. Vegeta no podía luchar contra su lógica.

-Bueno, sucedieron muchas cosas, pero… sí. Lo hizo por mantenerme vivo. 

“No me mató en su caída, para comenzar”, pensó, recordando su mirada de desesperación. Sus últimas palabras. “Véngame. Vénganos”

“Ella sabía que Freezer nos destruiría. Siempre lo supo”, dijo, mirando su cuadro y su serena y enigmática sonrisa. “Hizo cosas terribles. Pero yo también. Todos nosotros. Y ella las hizo porque creía que si obtenía el poder lo evitaría”...

Bulma lo miraba sin que él supiera. Este tocó el cuadro y puso su mejilla sobre su vestido.

-Abuela.

Bulma tomó el libro otra vez, leyendo la confesión de aquella mujer ante el marido que mató poco a poco. Y lo que encontró fue dolor. Una promesa que para ella, nunca pudo ser. Igual que para muchas mujeres como ella. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Guarida de Bills, actualidad

-Así que no lamentaste mucho la muerte del futuro marido de tu hija. Creí que lo amabas- le dijo el dios a la mujer de blanco y cabello trenzado que caía como cascada detrás. Esta suspiró, con tristeza.

-Sí, lo lamenté bastante. Por ella, y por mí. Lloré por él, no por lo que pudo haber sido con mi marido. De hecho, apenas murió me sentí libre, por fin, en muchos años. Pero sí. Mi hijastro fue uno de los tres hombres que amé en toda mi vida. Y ninguno de ellos fue mi esposo- confesó.

-¿Ni aún con el poder que adquiriste, entonces, te lo permitiste? 

Ella suspiró. Negó con la cabeza.

-Muchos creen que aún las reinas que gobiernan solas pueden permitirse tales sentimientos, porque creen que el trono es el lugar al que llegan a sentarse para cumplir todos sus caprichos. Jamás lo vi así. - estamentó ella. 

-Interesante- acotó Whiss.

-Podemos, sí, acudir a distracciones, pero en exceso son la perdición de un monarca. Cuando tienes un pueblo de millones bajo tus pies piensas en todos, en cómo harás para que no te estrangulen mientras duermes y te aclamen al pronunciar tu nombre- dijo, cruzada de brazos. -Cuántos reyes tontos no cayeron por sus favoritas. O favoritos. Sí, sé que me culpas por haber matado a todos los favoritos de mi marido, hombres y mujeres. Incluso a su propio hijo- suspiró. - Pero de no ser porque tuve que hacer yo esa desagradable tarea, el reino se habría dividido como carroña entre bestias- explicó.

-Lo que efectivamente pasó luego de tu caída- dijo Bills. -Pero sé que hiciste cosas espantosas apenas tu primer hijo subió al trono. Quiero oírlas- le dijo, interesado. Ella suspiró.

-Si te refieres a que maté niños, Bills…. sí, lo hice- dijo, sin asomo de vergüenza o remordimiento. - Habrían sido una amenaza para la Corona. Y mi trono. Y sí. Maté a inocentes para conservarlo- dijo, mirándolo de reojo. 

-¿Porqué entonces molestarse por un heredero tan espantoso como Skank? 

Ella suspiró. Sí, Skank había sido su primer gran y enorme fracaso. Solamente lo había usado para controlarlo y así llegar ella misma al trono sin interferencias. Ese narcisismo jamás tocó a sus hijas, que supieron defenderse de él desde pequeñas. Y menos a Vegeta, bajo las alas de Straw.

-Era la única forma de mantenernos vivos - le dijo, mirándolo a los ojos.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Reinado del rey Vegeta III,  Palacio de los Reyes 

La búsqueda por la nueva reina iba mal, realmente: las nobles disponibles temían de tan solo pensar estar en un puesto al que ya consideraban maldito de por sí. Pronto comenzaría la gran helada violeta, que duraría al menos tres meses en todo el planeta, y las cosechas se detendrían al menos por un buen tiempo. El rey apenas se había ocupado, ligeramente, de mirar los resguardos que había hecho su madre para la población, que por demás tenía en cada casa los dispositivos suficientes - e incluso más, en las clases ascendentes- para poder resguardarse. El rey Vegeta estaba en medio del Consejo Privado, ajeno. Su madre y Pew, claramente, impulsaban otra negociación que no le gustaba a la mitad de los duques, incluido Purunk, uno de sus leales. Aris iba en representación de su padre, desde Occidente. En realidad solo oía sus voces. 

-Quiero saber- dijo, interviniendo. - Cuál es la próxima misión.

-Primo, las misiones se han detenido en este lado. Debes ir a la provincia Nakoria, al otro lado, para partir desde ahí. La plataforma que estamos construyendo en medio de Agua Morada es la que funciona por ahora- explicó Pew. 

-Sí, bien. Quiero irme. ¿Hay acaso alguna misión insignificante, un planeta de basuras a los que debamos eliminar? 

-Como cosa nuestra- afirmó la reina, mirando a todos los nobles, significativamente.

-Cómo que cosa nuestra.

-Vegeta- dijo Bitter, sentada al lado de su madre. - Le hemos robado a Freezer por años, no es una novedad. Hemos cuidado de no ser tan estúpidos al respecto. Esta vez iremos en una misión secreta a colonizar el planeta UWU 7980780, que encontré yo misma. Todos los presentes aquí nos lo repartiremos. Estuviste de acuerdo con eso.

El rey Vegeta se revolvió. No era una práctica ajena no: habían comenzado a robarle a Freezer y a Cold desde los tiempos de su padre, que no los eliminaban por eso, seguramente porque obtenían lo mejor de sus conquistas, o sabían que al final todo eso sería suyo . Tratos corruptos que los nobles por su parte, y su familia por su parte hacían para obtener más riquezas. Incluso los mismos saiyajines, emigrados, los que lograban irse del sistema, tenían sus propios planetas. El representante de Scafar, el duque de Oriente, Echlot, tenía algunos suyos. Se sentía realmente sobrepasado. Solo quería conquistar. Luchar. Lo que siempre había hecho desde pequeño. Volvió a oír al consejo, inaudible. Su madre exponía con vehemencia, su primo también, su hermana, también. Aris negaba con la cabeza. El príncipe Vegeta lo seguía mirando, fijamente. 

-Sí. ¿Bills? 

-Iré yo, querido- dijo la reina. Nadie aquí, a excepción de Pew, podría diferenciar una almohada de otra- afirmó, con superioridad. 

El rey se hundió en la silla. Así se quedó hasta el final, cuando su primo puso una mano en su hombro.

-Primo mío. ¿Cómo va la búsqueda?- preguntó, vanidosamente, conociendo la respuesta de sobra. Este lo miró torvo.

-Estaba pensando en Aris. Sé que nos llevamos mal últimamente, pero…

“Pero la mataríamos tu madre y yo antes de que pudiera siquiera tomar la corona”, pensó el duque, sonriéndole. 

-La oferta sigue en pie- afirmó, por todo gesto. El rey se quedó solo. Miró grave a su hijo. Ambos fueron a caminar por el salón del trono, que atrás tenía una columna de poder donde estaban los Cinco Dioses Crueles. Arriba estaban Yamoshi y Vej, compitiendo por poder. Y el primer Vegeta, con su corona con el símbolo de la familia real. Pasaron hacia otra bóveda. El rey dio unas claves. Salió la gran corona real. 

-Todos la quieren- suspiró. - Pero no es más que una carga. 

El príncipe lo miró sin compasión. Lo sabía.

-Sé lo que implica, padre. La abuela me ha instruido. 

El rey bufó. Claro que sí. Tenía sentimientos contradictorios: en él veía un futuro que no podría imaginar, solo su madre. Y también su propio fin.

-Tienes que dar la talla. Eres el príncipe de una de las razas más temidas del Universo. Y tu abuela, por lo que veo, quiere que seas como Vegeta II, al menos. Debes saber que jamás tendrás descanso. 

-Eso lo sé también. 

-Ahora que ella te llevará a Scafar, aprenderás que hay otros tipos de guerras. No podrás usar tu poder para eso- afirmó, amargo. 

-¿No te gusta luchar ese tipo de guerras? 

-No- confesó. - Soy un sobreviviente de ellas. Pero pocos reyes desde Vegeta I han tenido ese talento para las mismas. No puedes golpear, no puedes enojarte. Ni siquiera podrás luchar- expresó, desolado. 

-Padre, sé lo que se requiere- expresó, certero. - De mí. 

Se quedó solo. Sintió a Aris. Ella lo miró con compasión.

-Majestad…

-Por favor no digas nada. No en este momento. No soy el rey- dijo, para besarla. La tomó ahí mismo. Los gemidos los oía Kratos, el mayordomo gemelo de Kalen, que ya le enviaba un mensaje al duque Pew, en la nave nodriza camino a Scafar. Este se lo mostró a la reina. Esta volteó los ojos.

-Hay que buscar su caída. Esa mujer nos matará a todos- dijo el duque, mirando los demás planetas que circundaban. 

-Se me ocurre algo mejor, si no tienes problema. Todo para que tu hija sea reina, claro- afirmó ella, a su lado. El príncipe Vegeta los oía. Quería hacerlo: era la única forma de pelear como ellos. 

 

-Mi hijo no dejará a tu hija. Es así. Es joven, es atractiva. La mantendrá como amante. Entre más pronto se embarace, mejor. Probablemente sea una mujer- dijo, mirando de reojo a su nieto, quien escuchaba tras la pared. Todo rey necesita a su Bitter, y no creo sinceramente, no después del hijo que Cab nos dio…

-No me recuerdes a esa perra- gruñó Pew, bebiendo. 

-Que alguien supere el poder de mi nieto. Habrá que impulsarla… a hacer justicia- le dijo la reina, inteligentemente.

-¿A que nos haga un juicio? ¿Estás loca? 

Ella se echó a reír.

-Ni siquiera mi hijo es un santo. Llegó al trono de casualidad, pero él mismo no ha estado exento de cometer los crímenes que su amada hermana no quería cometer. Desde muy joven. La joven hurgará y…

El príncipe apareció. Los dos adultos lo miraron sin impresionarse.

-Entonces, cuando el enemigo se ahoga solo en una trampa, hay que dejarlo, ¿verdad? 

-Hacerlo tropezar es mucho, querido mío. Ya lo verás- afirmó la reina, que ya en Scafar, en medio de la Gran Plataforma de Negocios Interplanetarios, pasaba con su comitiva. El príncipe oía murmullos. “Genocidas”, “Salvajes”, “Asesinos”. “Simios”. El príncipe se enojó, pero su tío puso una mano en su hombro.

-Déjalos. Tú y yo podríamos matar a toda la gente con una mirada. Pero aprenderás otro tipo de pelea aquí- le advirtió. Este asintió, herido en su orgullo. Siguieron caminando. La reina se encontró de frente con Meribis, la reina de los noforianos. Tenía piel violeta y cabello rubio. Una de las civilizaciones más avanzadas del Universo. La miró con sarcasmo.

-Quién diría que los saiyajines no parecen tan salvajes- afirmó, para oír varias risas en el pasillo etéreo. - Como siempre, su reina negociando por la sangre de los planetas conquistados.

-Al menos hago eso. Escuché que tu marido lo hace, pero con cortesanas- afirmó Sarin, venenosa. El príncipe sonrió, maligno.

-Bueno, al menos a las que sí dejamos vivir. Nuestra civilización es mucho más…avanzada, lo sabes- expresó ella. 

-Lo sé, es por eso que envenenaste, según sé, a la última amante de tu esposo. Es tan difícil ser reina. Lo sabré yo- se burló ella. -O qué decir de Meriva, la reina de los naxis- señaló a otra monarca. - Cuya invasión a los maraforius le dio 50 millones de monedas traslúcidas. ¿Y qué pasó? Su marido la dejó sin nada- expresó, malvadamente, para la reina de piel roja maldecirla, mientras se oían risas. Hasta que vino otro servidor saiyajin. Echlott, el duque de Occidente. Hizo reverencia al príncipe y a su abuela. Saludó a su par del norte.

-Abuelo- señaló el niño, para este sonreírle. Este acarició su cabeza.

-Sarin querida, me temo que la Asociación nos pedirá un aumento en la tarifa para seguir perteneciendo. Pero según lo que me informó Pew, podremos cumplir con esa suma.

-Por supuesto que sí. Sabes cómo- le sugirió. El noble se inquietó. Era canoso: sus cabellos y barba tenían canas, ya. Su sucesor, Lotte, era el hermano mayor de la difunta reina Echalotte, por demás, la menor de cinco hijos. Era de los pocos nobles que representaban a los saiyajines afuera. Muchas razas se preguntaban, como la reina enemistada con Sarin, por tal osadía, pero la realidad es que sus razas eran más o tan sangrientas como aquella. Gracias a sus espías, a los del mismo Echlott y a los de Pew, la reina Sarin sabía de todas las guerras internas y de todos los pecados que cometían las otras razas. ¿Que los saiyajines eran genocidas? Sí, pero no los únicos. Millones de invasiones se sucedían, por incluso los más tontos desacuerdos, en todo el Universo. Millones de matanzas. Lo que pasa, es lo que le explicaba Pew a su sobrino, era que los saiyajines incrementaban su poder. Y por supuesto, necesitaban a alguien a quien culpar. 

-Si Freezer estuviera molesto por los robos, ya nos habría eliminado. Sabes perfectamente lo que le molesta- sugirió Sarin. 

-Y supongo que llegará el día en que se dé cuenta de que lo hemos estado engañando en eso también.

Sarin suspiró, frustrada.

-Es inevitable pensar que ese plan nunca podría funcionar. Cada año es más evidente. Mira a tu nieto- le señaló a Vegeta, que la miraba intrigado. Hasta que vio un ataque electrónico, y se interpuso entre sus abuelos, lo mismo que Pew. Ambos lo rechazaron con sendas esferas de energía. La esfera rebotó hacia su portadora, la reina Meriva, que fue desintegrada. Vinieron de inmediato los guardianes. Se oían gritos de horror.

-Lo hicimos en legítima defensa- afirmó el niño. Vieron las cámaras: era claro que el ataque había sido repentino. Los guardias suspiraron.

-Bueno, hay algo así cada temporada- dijo el más grande, un hombre azul con varias antenas. - Ustedes lo saben-afirmó, agotado. La reina Sarin alzó los hombros. 

-Para que vea oficial, que nosotros los saiyajines no somos los salvajes, insinuó, ante las demás monarcas, horrorizadas. Todas quedaron en silencio, mientras la familia y cohorte de la reina lloraban.

-¡Pagarán por esto! ¡Le diremos a Cold!- gritó una de las damas. 

-¡Malditos simios asesinos!- gritó otra de la cohorte, recogiendo los restos. El duque Pew se comenzó a reír.

-Te estás…

Este comenzó a reírse a carcajadas. Tomó un trozo de tela. Lo tocó.

-Qué horror morirse con un vestido barato- afirmó, para generar más murmullos, y otras risas. La joven lo iba a atacar, pero él tomó su mano. 

-Supongo que oíste en el canal interplanetario lo que pasó con el planeta 7657UF hace dos semanas.

-Eh…

-Solo te diré que la sangre nenuferiana regenera la piel. Y me la llevé en grandes cantidades… sobre mí. La sangre es mi vestido favorito. Soy un saiyajin. No me gustaría usar la tuya- le sonrió, para el resto de razas verlos silenciosamente. El prìncipe Vegeta sonrió también: eran temidos y odiados. La reina abrazó a otra par de cabellos rojos: los pleyontes, aliados de los saiyajines en cuanto a tecnología operativa. Vio a su abuelo por parte de madre hacer lo mismo.

-¿Qué pasa si todos nos odian? 

-No todos. Ellos son clientes, y vendrán otros, no en este corredor. Irónicamente nos necesitan para hacer su trabajo sucio- expresó Pew, mirando al resto de razas con superioridad. - Solo que son demasiado débiles y cobardes para hacerlo. -Nosotros matamos, nos dan cruceros de guerra y lo mejor que tienen.

-¿Alguna vez has ido a un planeta que no hayas querido destruir? - le preguntó el principe, frustrado. El duque suspiró.

-Oh, sí. Los namek. Curiosos hombrecitos verdes. ¡No tienen sexo, qué horror!- bromeó para el niño bufar. - Sabios. Muy sabios. Hice una parada técnica en un viaje de exploración. Conocían a Yamoshi, ¿puedes creerlo? 

-Vaya.

-Pronto los tendrás que hacer, es nuestro rito de iniciación- afirmó, mientras seguían avanzando por el pasillo electrónico. El príncipe se sorprendió de que el duque saludara tan familiarmente a varios reyes o presidentes de varios planetas, que lo saludaban con aprensión.

-Tío, ¿por qué nadie más ha intentado atacarnos? Con todo lo que hemos hecho…

-Niño mío. Todos los seres del Universo tienen secretos. El poder lo puedes tener en tu mano- dijo, formando una esfera de energía. - Pero hay otras clases de poderes que te serán muy útiles en el futuro. Dentro de diez años, creo… estarás en edad para saberlo.

Lo cierto es que la reina Sarin y su primo, así como su consuegro, ya en una cabina oscura, veían en rotación a varias razas tener encuentros con otras de todas las formas. Incluso existían huecos donde las mujeres tenían las piernas abiertas. Una anciana retocada, con ropas opulentas, los secundó. Era tsufuru.

-Puni. Hace rato que no te veía- afirmó la reina con gratitud. Esta sonrió. 

-Bueno, soy una de las pocas que vive de mi raza, majestad. Socia de su primo. Nos va bien. Aquí están las mayores debilidades del Universo- expresó, para recorrer en medio de la pared invisible varias atmósferas. Varios drogándose, inhalando una sustancia morada, o aplicándosela en las venas, o con un flash. Otros bebiendo, mientras veían a otra mujer contoneándose. Tres hermosos jóvenes amarillos acariciándose entre sí. La dama dio un disco negro al duque y a la reina, así como al otro duque. 

-Bueno, ya podemos ver qué planeta escoger antes de que Freezer lo haga. O no- afirmó la reina, orgullosa. 

-Lo que sí sé es que debemos movernos más rápido que Freezer en este tipo de cuestiones. Sus espías son más que los nuestros.  Sabemos bien que un saiyajin llama demasiado la atención- señaló el duque Echlott a su cola. - Por lo que deberíamos entrenar, aún más, a los que no tienen poder de pelea y son insignificantes. Pero listos. Como Kalen y su hermano Kratos.- se refirió a los mayordomos de palacio. 

-Eso implicaría también seleccionar aún más población de nuestra raza no apta para la educación que podríamos tener- dedujo la reina. - Sí, estoy de acuerdo. Se hará. 

-¿No dice nada el rey? -preguntó Echlott, mientras veía a un coforiano montarse sobre una cortesana numeriana. 

-Te diré que desde el fallecimiento de tu querida hija solo le importa pelear- afirmó Pew. - Como a todo saiyajin, sí. Pero nada más. 

-Oh, la pobre Echalotte- suspiró el duque por su hija. - Supe que tu intento por reemplazarla no está funcionando- le dijo malicioso a Pew, que sonrió y volvió a beber.

-Tú tampoco has vuelto a casarte, lo que es una pena. ¿No quisieras a mi hija menor? 

La reina sonrió: así era lo usual. Hacer ese tipo de componendas en el planeta ciudad más grande del Universo. 

-Pensé que estabas tras Paragus.

-Eres más rico y más listo que Paragus - dijo este. -  Y más apuesto- apuntó,  para el duque reírse. Era verdad.

-Pero, ¿no crees que podría pagar por cualquiera de tus trabajadoras?- objetó Echlott.

-Mi hija es joven- insistió Pew. - Y yo tengo minas de morinite y tu de amentine. Además, te daría un planeta de los míos para tu elección, a cambio de que me des uno de los tuyos. Ya tienes herederos, claro, pero tus tres hijos mayores han muerto en las conquistas bajo Skank, Straw y nuestro rey actual. La joven reina ha partido. Te queda solo un hijo, ¿y si él muere también? 

Este suspiró. Llamó a su asistente, otro pequeño saiyajin. 

-De acuerdo. Pero no habrá encamamiento- dijo, duro.

-Por mí mejor. Se me haría extraño y sumamente horrendo ver a mi propia hija haciendo lo que se suele hacer aquí.- afirmó, para ambos darse la mano.

-Siendo todo- afirmó la reina, levantándose -Habrá que prepararnos. Tendremos una negociación difícil mañana con los pertusianos y debemos evaluar todos los riesgos. Iré a ver cómo está mi nieto.

Ambos duques se quedaron. Entraron dos mujeres de cabellos azules, que comenzaron a besar al futuro yerno de Pew. Este sonrió y le mandó un mensaje a Bitter, que estaba entrenando a los soldados. Apenas terminaba de ver el mensaje en su dispositivo de mano, cuando Bardock y Tooma le dieron sendos golpes.

-¡Alteza Real! - gritó Celippa, pero esta sonrió, limpiándose la sangre. 

-Hijos de bruja- dijo, taclearlos a los dos contra el suelo. Los tres se levantaron apenas comenzaron a ver reverencias. Era el rey, al lado de Aris. Ella la hizo.

-Hermana. He decidido que Aris comande una misión especial para mí. Quiero limpiar el Estado. Y ver los mecanismos de las estructuras institucionales. Ella me ayudará, es la mejor de mis generales.

-Uy- dijo Pumbukin a Totteppo, pero Tooma le dio un codazo. Bardock miró grave a la Princesa Real. Era un insulto contra ella.

-Claro. Tú eres también la mejor…- bromeó el rey, pero ella sonrió agriamente. 

-Pero Aris es la que mantiene el valor sobre las cohortes- dijo, mirando a la general, que miraba a los soldados. Todos estaban arrodillados.

-Sí, eso lo sé. Bueno, ¿qué se requiere de mí? 

-Que la ayudes.

-No tengo tiempo.

-Bueno, no todo el tiempo- objetó el rey. -Que se acerquen. Tienen más en común de lo que creen. En fin. Entrenaré con la cohorte de soldados de élite. Levántense ya- afirmó, viendo al resto de soldados. Bitter sonrió y abrazó a Aris.

-¿De verdad quieres ser la nueva Straw? 

Ella la miró confiada.

-Creo que ya lo soy, Alteza Real- le susurró.

-Bueno, recuerda cómo terminó- le dijo, para que Bardock y todos los demás la oyeran. Celippa y otros bufaron, pero disimularon. 

-¡Vamos a entrenar de nuevo, pedazos de chatarra! - gritó a la cohorte, casi dejando sorda a su interlocutora. Bardock miró a Aris, que lo miró grave. Bitter la miró con una sonrisa y tomo de la cola a Celippa, para estrellarla contra Tooma, pero ambos se le abalanzaron. 

Aris revisaba los archivos de los últimos tres reinados. La muerte del rey Vejito, Skank. Oh, qué corrupto reinado. Ella era una niña apenas. Pero habían tantas cosas que estaban tan confusas. Ah, la princesa Straw. A ella también la subestimaron. Y llegó a ser reina. La que realmente inspiró a aquellos soldados. De hecho, uno de los soldados que estaban con la Princesa Real se le hacía familiar, no sabía por qué.

Mientras tanto, el rey seguía tomando a Orin con violencia, para ella sonreír y gritar. Lo había resuelto fácil: contentaba a una prometiéndole la corona y a la otra… como su concubina, como antes. Como antes de que los numerosos hijos del rey saiyajin de turno se mataran en sucesivas guerras civiles, por lo que la reina se instauró como figura y compañera del rey. Además, lo ayudaría a de una vez por todas establecer qué tanto tuvo su madre que ver, o tenía, en la corrupción de la nobleza y el Estado mismo. 

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Scafar, días después

La reina Sarin, con su nieto al lado, recibía a los pertusianos, que temblaban de miedo. Eran sus aposentos.

-Les daremos todas las condiciones que… que pidan, sí. 

-Solamente por favor…

Sarin se levantó. Le picó un ojo a su nieto, el príncipe Vegeta, que veía a los tipos como alimañas. Tomó las manos de membrana de aquellos seres.

-Vamos, Danosh y Zaros, no hay de qué preocuparse. Somos amigos simplemente, amigos de los reyes Don y Pang. Si el rey quiere deshacerse de los neutines porque el favorito de su esposa es de allá… y su poca discreción podría llegar a filtrarse… insinuó, para el príncipe Vegeta comprender lo que pasaba. - O si el rey Don gusta más de la compañía masculina… no es asunto nuestro. Nuestro buen duque Pew, es bien sabido en todo el Universo, gusta de aquella compañía y es un sangriento saiyajin. Aunque por sus rostros entiendo que a los reyes los ejecutarían al ser su pueblo muy religioso, ¿no es así? Y no querrían otra guerra civil…- afirmó ella, sentándose. Ambos servidores se miraban aterrados.

-Exacto. Nos someteremos a sus condiciones. Pero la mitad del pago vendrá cuando nos den todo el material.

-Bueno, pensaba en un setenta por ciento primero. Ya sabe, mis pobres soldados son los que arriesgarán su pellejo por una conquista que quien sabe, también les traiga botín- sugirió.

-Bueno, ellos…

Sarin sonrió. El pequeño príncipe veía a su abuela con admiración. Sus manos delgadas como garras, sus uñas pintadas de morado oscuro, como su túnica. Su cabello recogido con un broche de metal con el símbolo de la familia real. Su capa, con el estampado del sello, ladeada y terciada sobre su túnica. La reina Sarin era una bestia a punto de tomar una presa indefensa. Y jugaba con su comida. 

-Bien, es eso. Tómenlo ahora, tenemos varias ofertas. Creo que aparte del rey Cold, otros reyes quieren nuestros servicios. Les encanta que hagamos el trabajo sucio, para luego mirarnos con desprecio, pero creo que eso está cambiando. 

-Lo tomamos- afirmó uno. El otro asintió. Ella mandó un mensaje en idioma saiyajin. Kalen entró, y trajo en seguida los contratos. Se abrieron dos documentos luminiscentes, y dos plumas flotantes que ellos imprimieron. Sarin hizo lo suyo, y tomó su sello personal, electrónico. El documento se selló solo. 

-Un placer hacer negocios con ustedes. Y oh, esta noche la diversión corre a cuenta nuestra. El duque Pew se encargará de todo-afirmó. El príncipe Vegeta sonrió.

-Abuela, ¡qué maravillosa eres! Entiendo que la casa de placer de la dama Puni, y otras que tienen les sirven de vertederos de secretos. Y seguramente los chantajearon- dedujo. La reina sonrió.

-Sí. Y dime qué más- afirmó, satisfecha.

-Entonces les propusiste tus condiciones so pena de liberar la información, lo que estoy seguro que harás luego de obtener lo que quieres.

-Bueno… lo estoy pensando. Seguramente los reyes me ayudarán a deshacerme de otras personas a las que quiero arruinar- afirmó ella. El príncipe la miró fascinado.

-Y seguramente ya habías liberado información comprometedora.

Sarin se echó a reír, elegantemente. Le dio un beso en la cabeza a su nieto. 

-Tu padre no podría razonar así jamás. Qué prodigio. Así es. Lo mínimo que pudimos hacer por los dos pobres embajadores será darles cuenta gratis en el establecimiento de Pew y Puni. Claro, todo estará grabado si algo pasa. Siempre garantizamos discreción… pero no es el caso- afirmó, ambigua. 

-Abuela, ¿eso no es faltar a la esencia saiyajin? - se cuestionó el príncipe.

-Despellejé a dos pobres razas en menos de una hora, querido, y sin derramar una gota de sangre. ¿Crees que eso no es importante? 

-Tienes razón. 

-Siempre te he dicho: sé más inteligente que tus enemigos. No le des espacio a la piedad. Deja que se confundan en desesperación. En batalla. Y en estas batallas que tendrás que librar. Cualquier tonto puede llegar al trono y ser rey, ha pasado antes. Pero muy pocos han conservado sus posaderas en él y la cabeza sobre sus hombros. Es solo porque él o sus consejeros han ido siempre un paso adelante. - le advirtió al niño. 

-Hablando de eso… es por eso que…¿Kalen y Kratos por ejemplo son tan valiosos, a pesar de no tener tanto poder? 

-Sí, querido. Porque saben usar la cabeza. Y nunca subestimes a ninguno de tus súbditos. Pueden darte sorpresas. Mira a tu tía Straw: ninguno de nosotros la consideraba para nada. Y la esplendorosa reina que fue…- suspiró, con tristeza.

Él puso su mano sobre la suya.

-No solo me haré más fuerte. También me haré más inteligente. 

Ella sonrió.

-Bien. Ya comienzan tus lecciones con los coforianos de lengua y negocios comunes. Supervisaré la clase hoy. 

Este suspiró. Mientras veía al alto ser enseñarle varias materias al niño,  ella recordó a sus propios hijos. Jamás fueron como el joven príncipe. Ojalá lo hubieran sido.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Años antes, reinado de Skank I- Tres años después de la muerte del rey Vejito IX

Aldea Puw, ducado del Norte 

La joven Gine, una joven de clase baja, veía a su madre, idéntica a ella, tomar su capa y su moto voladora. Alistaba también comida para el camino. La capa era negra, extrañamente. 

-Madre, pero nada tienes que hacer en la capital- chilló. -¿En serio vas a venderles fruslerías a las mujeres del pueblo? 

-Querida, solo ahí hay elementos que nos servirán. Solo será una semana. Bardock me cuidará- afirmó, viendo al joven soldado, que había llegado siendo un huérfano a la aldea, sin padres conocidos. Era ya uno de los más fuertes y tenía esa semana de descanso, antes de volver a las canteras del ducado del norte, donde había sido trasladado desde hacía un año. 

-Está bien. Te prometo que tendré todo en orden. Y tú, cuida a mi madre, o te mataré- le dijo, gazmoña. El joven se irritó.

-Sí, Gine. Como sea. 

La joven abrazó a su madre. Llegaron al centro del camino real, donde pasaban varias naves también. Se adentraron en las tierras del ducado de Pew, hasta llegar a su palacio. Era impresionante, por demás. Ni Gune ni Bardock habían visto algo así jamás. Era de una riqueza impresionante. Gune dejó su moto y Bardock aterrizó. Los jardines tenían especies de arbustos, hongos y árboles hasta fluorescentes. Dos jóvenes tsufuru les hicieron reverencia y los llevaron por un pasadizo donde tenían varios cuadros. Uno del duque heredero, con su capa de la familia real y escudo de su casa, con su armadura negra, lánguido y altivo. 

-Vaya. A esa gente le gusta retratarse- insinuó Bardock, para Gune darle un codazo. Hasta que llegaron al salón más grande. Una cupula enorme, de millones de colores, y un cuadro con toda la historia de Yamoshi y Teeth. Dos coforianos terminaban de pintar a la pareja ducal. La pequeña Kouri gritó de alegría. Sus rizos a media cola, y peinado alto la hacían ver con un poco más de altura. Estaba otra vez embarazada. El duque suspiró y los coforianos hicieron una reverencia. 

-Y por supuesto, ella es la mujer que va a servirnos en esta misión. Un gusto, Gune- le dijo el duque, dándole dos besos en la mejilla. -Oh, trajiste compañía- afirmó, viendo a Bardock, arriba abajo. Este estaba incómodo y asustado.

-Yo…

-¿Cuántos años tienes? 

-Dieciséis…

La duquesa le sonrió, tomándole ambas manos. 

-Un gusto conocerte- afirmó, emocionada, viéndolo extrañamente. Bardock se sorprendió. 

-Eh…

-De verdad- afirmó, para tomar ambas manos. 

-Bien, Bardock. Puedes retirarte. Los asistentes tsufuru te darán algunas viandas en nuestros jardines, apenas esperas- afirmó. Este asintió, y giró sobre sus pies, para seguir a ambos jóvenes. Apenas lo vieron irse, Kouri gimió, rompiendo a llorar, y tapándose la boca. Su marido la vio triste, y tomó su hombro.

-¡Ese era el peinado que tenía cuando nació!- sollozó. -¡Lo recuerdo bien! 

Gune se conmovió por la joven duquesa. Habían dado con el niño perdido que dio a luz siendo ella una niña, violada por su propio padre. Apenas Pew dio con el registro, buscó a una de las aliadas de la reina, que sabía del plan. Lo que no sabía Sarin, al estar ocupada con prácticamente gobernar, era que ese niño estaba vivo. 

-Bueno, supongo que ahora vivirá en este lugar. Le gustará- afirmó ella, conmovida.

-A su debido tiempo- afirmó Pew, suspirando. - Sería un escándalo. Además negociamos con su familia para que no se supiera en todo el planeta. Lo tomaré bajo mis huestes, por supuesto, en las misiones. Y ustedes bueno, como lo expliqué, tendrán asegurada su supervivencia y algunos lujos graduales, para que todo se maneje con discreción. Y… Bardock vendrá acá gradualmente, será mi consejero, y convivirá con la familia. Luego le diremos la verdad.- afirmó, resignado. 

-Y será un noble. Sabía que había algo especial en ese chico- dijo Gune, orgullosa. Pew también lo estaba: sería su ficha para tomar el ducado de su esposa en nombre de su hijo. Pero eso vendría después. Sería la venganza perfecta.

 Kouri seguía llorando. La mujer tomó su vientre.

-No se preocupe. Todo irá bien-le dijo, con ternura. 

-Necesito recomponerme, quiero verlo al menos en los jardines- afirmó, limpiándose las lágrimas. 

-Sí, querida…

Ella lo hizo, para irse de inmediato a paso veloz. Gune miró significativamente al duque.

-Sabes que la segunda misión ha sido más desagradable. Y no ha terminado- le expresó. Ella suspiró. 

- Todas nos comprometimos a ello. No puedo creer que aún queden- insinuó.

-Ni yo, pero al parecer nuestro rey anterior no solamente se divertía con las cortesanas sin consecuencias. Además, todas ustedes están perfeccionándose. La reina también- insinuó. Gune suspiró.

-Sabe que haríamos lo que fuera por ella.

-Lo sé. Pero yo te debo un gran favor. Eso sí… cuida de no decirle jamás, mientras yo arregle las cosas. A Bardock.

Esta asintió. Pew y ella salieron hacia los jardines, donde Kouri le mostraba los diversos frutos al soldado. Este sonreía.

-Y este es para las heridas. Una cataplasma. Pero eso te lo debe haber enseñado Gune. Igual, llévate los que quieras, vamos- le decía, entusiasta. Este la miraba sorprendido.

-Gracias, excelencia.

-No me llames así. Llámame…- afirmó, pasando saliva. - Llámame Kouri- le sonrió, para mostrarle otra fruta y tomarlo de la mano. Gune y Pew se miraron. Al ellos despedirse, él volando con grandes viandas y ella en su moto voladora, ella se sentó a llorar. El duque la abrazó.

-¿Quién sabe de esto, aparte de Gune? - preguntó, asustada.

-Nadie. Ni mamá- le dijo, trémulo. Ella asintió, tranquila.

-¿Tampoco la reina? 

-Está ocupada gobernando el reino de su pésimo monarca, vago y cruel hijo- afirmó, con desprecio. Porque Skank, era obvio, había resultado peor que su padre. 

-¿Le dirás? 

-No. Bardock es joven, y será protegido. No usado. Y cuando tenga nuestro respaldo, será un actor político igual a nosotros. Ahora sería un blanco- razonó. Su esposa tomó su mano.

-Sabes, a pesar de que seas tan despiadado en la política y en las batallas, eres un buen esposo. Si te gustara lo que tengo entre las piernas serías perfecto- bromeó. Este se echó a reír. Le dio un beso en la cabeza.

-Además que no eres nada saiyajin cuando expresas tu cariño. Ahora, debemos ir a la corte, para mostrar que somos un ducado fuerte. No me importará el viaje, daré a luz para mostrar que soy invencible. Skank no podrá subestimarnos.

El duque sonrió por eso. Podía ser pequeña y frágil, pero muy lista. Podría decirse que estaba contento en su matrimonio, cosa rara entre los nobles saiyajines.

-Lo sé. Eres una maravillosa esposa. Y te prometo que tu hijo estará a tu lado- le dijo, para ella sonreírle. Él solo pensó en Bardock con pesar. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Camino Real a la Capital, esa misma noche

Bardock estaba hospedado en una habitación, en una posada que regentaba una mujer arcediana, junto con su esposo coforiano. La dama Gune estaba en la otra cama.

-Creí que serían desdeñosos y crueles, los nobles, sabe. Pero resultaron muy amables. Esa muchacha Kouri, es todo lo que dicen de ella. Y todo lo que dice usted, le da muchos regalos a las aldeas- expresó, con una leve sonrisa. Gune suspiró.

-Sí, a diferencia de su suegra es un dechado de virtudes- suspiró Gune. “Si supieras, muchacho”, pensó. 

-Me agradó. Es graciosa y amable- se sonrió Bardock. Y el duque Pew parece el hermano gemelo de la reina madre. Es como verla vestida de armadura negra- observó.

-Bueno, son de la misma familia. Familia directa. Los herederos del ducado del norte. Recuerda que a la familia de la reina la ejecutaron frente a todos y se transmitió. Fue horrible- recordó, estremecida. Bardock gruñó. Sabía de aquella historia. 

-No lo entiendo. Con ella somos más ricos que antes. Sé de saiyajines sin poder de pelea que se han ido a otros planetas a hacerse ricos con lo obtenido, incluso las clases como las nuestras viven bien. ¿Por qué la odian, si gracias a ella tenemos por primera vez cosas y posibilidades de hacer otras? 

-Bueno, la nobleza tradicional debe mantener sus jerarquías. Y el poder de pelea, lo sabes, ya no es una linea divisoria infalible. Entrenando se puede incrementar. Y los que no tenemos ese tipo de poder… bueno, tenemos la cabeza y las manos- afirmó, sonriéndole. - Mira a los dos servidores principales de la reina, los gemelos Kratos y Kalen. Feos, pequeños. Pero a pulso llegaron, con talento, al Consejo Privado. No todos los saiyajines somos tontos. Bueno, en su mayoría sí, pero los que no tenemos tus poderes… generalmente hacemos otras cosas. Y para ser lo que somos ella ha procurado mantener los sistemas vitales, conocimiento que ya tenemos en los pueblos de los cuatro ducados. Por eso es tan estricta con lo que se caza, se mata, o se cultiva. Y a quiénes les vende qué- dijo, mostrándole una moneda transparente. La de mayor valor en el planeta Plant.

-¿Por qué tenemos esclavos, cuando realmente les pagamos a todos? Es estúpido.

-Les pagamos poco y los que trabajan para nosotros tienen el incentivo de adquirir posesiones. La reina Sarin muestra que con los saiyajines se puede crecer. Al unirnos con otras razas, estas ven que pueden sacar provecho. O mira todas las cortesanas de la tal Puni.

-Sí, es famosa- se sonrojó Bardock.

-En fin, muchacho. Cuídate. Es mejor que sigas como soldado. Las guerras de los nobles y la familia real son más peligrosas que conquistar planetas. Sé por qué te lo digo- afirmó, para este mirarla extrañado. Tanto como la gran capital, con su principal plaza y avenida, y plataformas. Anuncios de negocios. Atrás se veía un anuncio del gran barrio de la Cohorte Siete, la de Tierra, así como la ocho. Barrios de soldados. Una prostituta coforiana le mostró sus pechos a Bardock. Este se sorprendió. Pero luego vio hacia arriba, las pantallas. La pregonera Darai y el secretario Kalen transmitían las noticias. Otra victoria para los saiyajines con el rey Skank en el planeta Mimén. La reina Sarin iría a Scafar en misión con el duque Pew para más incentivos. El crucero lujoso Flotox había sido tragado por un agujero negro. Los saiyajines veían en los edificios los gritos y cómo, los últimos registros se encontraron por la Guardia Interplanetaria. 

-Qué espantosa forma de morir- dijo Gune. - ¡En el espacio! 

-Sería gloriosa si fuese en batalla- objetó Bardock. - No me quejaría.

-No digas tonterías. Bueno, abajo están las canteras de entrenamiento. No seas estúpido y no te mueras. Yo iré al Palacio Real. 

-Cuídese y todo eso- le dijo, levantando su mano. 

-Sí, sí… - suspiró ella, para doblar por la esquina, y ver varias literas, motos y pequeñas naves circular. Había más revuelo y se prendieron las pantallas de nuevo. Era el príncipe Vegeta, pasando con sus soldados, como nuevo Guardia Real de la Ciudad. Era el que daba el orden. Todos se arrodillaron, mientras él pasaba velozmente con sus soldados. Lo mismo hizo Gune, que luego se escabulló y entró por una de las puertas de atrás, una puerta secreta, a la gran construcción.

Ya en una habitación con varios cuadros, donde estaba la reina Teeth con su hijo, y otro de la reina misma, ella estaba con un poroniano, estudiando un cuerpo. Tenía unas gafas especiales, y una mano robótica. Un pequeño chip reconstituía tejidos en un brazo.

-Es muy común, majestad, que los saiyajines tengan problemas ahí, justo en el cenit de su poder.

-Supongo que por la carga energética- afirmó ella, viendo al doctor Fura, que estaba en silencio.

-Así es, majestad. Por no saber controlar su energía. Esto es lo que podría ayudar, pero no es cura definitiva- objetó el galeno. 

-Entiendo, pero se podría desarrollar una operación en un herido para saber cómo podríamos proceder y así recuperarnos más rápido sin ayuda de las cámaras- analizó. 

-Exactamente, majestad. Podríamos intentarlo en el centro de recuperación de la reina Teeth, afirmó, pues era el mayor centro médico del planeta, aparte de la capital tsufuru. 

-Bien, que sea mañana. Tengo pocos días antes de ir a Scafar. Oh, ya llegó la primera. Gune- le dijo, para ella hacer una reverencia. Pero la reina, de vestido negro y armadura negra, la abrazó. 

-No sé si interrumpo…- dijo mirando a Afni. 

-No, para nada. Justamente las reuniré a todas porque deben actualizarse en conocimientos. Y yo también- dijo. Las tres damas pasaron hacia otra habitación, donde habían más mujeres con capas negras. Todas hicieron reverencias.

-Majestad.

-Señoras. Bienvenidas a esta reunión- afirmó ella, enérgica. - Vamos a aprender muchas cosas nuevas- dijo, juntando sus manos. 

--------------------------------------------------------------------------------------

Días después- Gran Plataforma Real

En la gran plataforma real, desde donde partía la nave más grande, Straw I, el rey Skank se despedía de su madre.

-Consíguenos más clientes, mamá. Acá estaremos bien.

-Sí, lo haré todo yo- afirmó Bitter, para este bufar. Straw, lúgubre, solo sonrió cuando Kouri le dio a su nueva hija en los brazos. Orin, la más grande, se despidió de su padre, al lado de su heredero, Pawna. Purin abrazó a su amiga.

-Diviértete. Eres viuda. Te lo mereces. 

Ella sonrió y abrazó a Kurai, que se puso de gancho con su hijo, Nappa, ahora el traelo todo del rey Skank. Ya en los aposentos de los reyes saiyajines, que diez reinas antes fue adquirido por los monarcas, ella miraba las invitaciones.

-Ay. Cold dará una gran fiesta con todos los monarcas y dignatarios que estamos a su servicio. De máscaras. Es raro que un ser tan sanguinario tenga algo de gusto. Suele ser tan vulgar el planeta Freezer- expresó ella, para Kalen bufar, junto con Pew, porque era verdad. - ¿No estarás tú dándole consejos? -le preguntó a su primo, tumbado en el sofá.

-Le agrado a Freezer y le agrado a su joven sirviente Zarbon, pero no, prima mía, he estado pendiente de mi familia y del vago que tenemos como rey- afirmó, venenoso. 

Sarin se irritó. No le gustaba que le recordaran que su hijo era un fracaso como monarca.

-Prácticamente el gobierno está en mis manos. No sé de qué te quejas- protestó. 

-Que un día el bebé grande se cansará de sus juguetes. Y querrá los tuyos. Quién sabe- le advirtió. Ella suspiró. Sabía que eso era verdad, en el fondo.

-Sí, bueno. Ya nos prepararemos para eso- afirmó. -Vamos a comprar nuestros atuendos.

Scafar tenía los servicios más exclusivos para toda raza que pudiera pagarlos. La dama Afni, beneficiada indirecta con el esclavo tsufuru Koi, miraban fascinados cómo las larguísimas coforianas peinaban a la reina saiyajin, a la que dejaron maquillándose. El duque estaba igual. Ambos tsufuru siguieron a las coforianas, porque espías antes que tontos. 

-Es tan bella. Es una lástima que esa fea cola sea lo único horroroso de esa raza.

-Es parte de su poder, ¿lo sabías? Una vez estuve con un saiyajin y le toqué la cola. Es fuerte, pero lo puedes doblegar y hasta seducir. Se la chupé por una hora mientras enroscaba su cola. Les gusta- afirmó, pícara.

-Dicen que su esposo amaba esos trucos. Bueno, con las cortesanas que pagaba antes que lo expulsaran del planeta por lo que le hizo a la última…- dijo, espantada. La otra se estremeció.

-Sí, vi eso. La reina dice que no tuvo nada que ver, pero se cuenta que a una de ellas la dejó morir en un planeta de basura. 

-Siempre son bellas. Y crueles, todas ellas- afirmó, viendo a la otra sala. Una de las coforianas sirvió una bebida y le escupió, para la otra reírse y llevarla. Pero un puñal la detuvo. Era Afni.

-Tómatelo o le diré a la reina ahora.

La coforiana derramó el agua al piso. Afni fue a donde su ama, pero ella se interpuso.

-De acuerdo, ¿qué quiere? No tiene pruebas- insistió, pero el joven Koi, con un pequeño muestrario, se acercó, sonriendo malignamente.

-Yo creo que sí. No les cobrarán nada a los amos- dijo, para ir a donde el duque, que poco después estaba al frente con  su bata de seda. Tomó con la cola el muestrario. Sonrió. Le susurró a Koi. La dueña, una coforiana enjoyada, solo se disculpaba con varias reverencias. Sarin, ya enterada y vestida, suspiró.

-Mamoi, siempre te hemos pagado lo justo. Lo haremos, pero solamente con una condición. 

-Lo que usted quiera, reina Sarin- afirmó la dueña, temerosa. Pew le susurró.

-Que ambas lamban y se tomen toda esa agua del piso- afirmó, levantando las cejas, y señalándolas, para luego mostrar el charco. 

La dueña las miró seria. Ambas se miraron y lo hicieron. Afni sonrió, y el duque también. La reina ni siquiera lo miró, para pasar por encima de ellas, y el duque también hizo lo mismo. Ya en el gran palacete de Cold, el más ostentoso de Scafar, venían reyes de todas las razas. Pew y la reina Sarin entraron de gancho, asistidos por Kalen, Afni y Koi, también vestidos para la ocasión. La reina tenía un peinado alto, con un vestido que tenía un escote largo, y una cola expandida en la parte de los pies. Su capa era también bordada con los símbolos de la familia real. Tenía pendientes de la cara de la madre Sadala. El duque, por su parte, iba de plata, con cuello cerrado, y con la capa también con los símbolos de la familia real. Su medallón destacaba en el centro. Ambos tenían máscaras en los ojos. 

-Vaya, esos son los saiyajines- afirmó un hombre rosado. Otra mujer de cabello morado le susurró a una con piel verde. 

-Qué suerte tiene. Es viuda- afirmó otra rubia de piel gris a una igual a ella. Cold, recibiendo a sus súbditos, miró a la reina saiyajin.

-Espléndida. Quién diría que perdiste a tu marido. Mejor así- le dijo, sin ambages, para el duque mirar a su prima, que sonrió. Freezer le dio la mano a Pew.

-Eres más que bienvenido.

-Oh, gracias.

-Además, necesito a alguien con quien ser… yo mismo. Tienes esa extraña cualidad a pesar de ser un saiyajin- lo insultó, para Pew reírse. 

-Las lenguas afiladas son tan interesantes como las colas movedizas- afirmó, para Freezer reírse. Ambos se fueron, para Pew hablar con Freezer, que se volvió a reír.  Sarin sonrió. Le parecía extraña aquella relación, pero Pew mantenía al joven heredero de Cold a raya. Su afinidad intelectual y malicia eran idénticas. Ella tomó una copa. Entonces vio a un hombre alto, de nariz aguileña, y de traje azul. Tenía buena apostura. Este se acercó.

-Es una de las más bellas de la fiesta- le dijo, directo. Ella lo miró altiva.

-Mentiroso. Están las pleyadianas- afirmó, viendo a varias mujeres rubias y altas, con etéreos vestidos. Y bellos cabellos infinitos. 

-Y está usted. Saiyajin, por lo que veo. 

-Es usted un genio-le dijo, para él reírse. -Y también es apuesto. Uno de “los más apuestos de la fiesta”. Este se volvió a reír. 

-No fue brillante, pero le aseguro que puedo tener temas más interesantes de conversación- objetó.

-¿Ah, sí? Bueno, aunque cualquiera, para los estándares que tenía con mi marido, sería como Forgusso, el médico más sabio de la Galaxia del Sur. Arcediano. Ojalá me diera el tiempo para viajar y aprender de su ciencia médica.

-Soy médico- afirmó este. Ella le sonrió, sorprendida. Lo retó.

-Bien, médico. Estaba tratando de restituir un tejido dañado del brazo de un soldado caído en batalla con un nanochip. Dicen que sería una cura temporal, pero quiero una cura definitiva- planteó. El hombre puso una mano en su barbilla.

-No basta el nanochip, sino la reconducción de energía. Se tendrían que complementar varios tratamientos para tratar la parte del cuerpo a curar. Sirve, pero se podría hallar un cerramiento que los moronianos han intentado.

-Oh, qué interesante- le sonrió. -Cuénteme de eso. 

Este le sonrió. Pew veía a Sarin y al joven, que reconoció de inmediato, pero no dijo nada. Freezer se dio cuenta.

-Ya era hora de que fuera feliz. Debes reconocer que tu raza es espantosa en muchas cosas, pero más tratando a sus mujeres- objetó.

-Sí, es cierto. Pero lo divertido es verlas vengarse. Aunque mi primera esposa…

-¿Es cierto que tu madre la puso en una almena, y la mataron corrompiéndose al lado de un cadáver podrido? 

-Ajá- le dijo Pew con naturalidad a Freezer, que tomó otra bebida.

-Qué creativo- comentó.

-Eso fue mamá. Te lo digo, las mujeres son más imaginativas en la crueldad que los hombres. Tenían que serlo.- dijo, levantando las cejas. Freezer suspiró, divertido.

-Sí, he oído las historias de Sarin. Aquí entre nos, no me repongo todavía de lo del planeta de basura. Qué horror- dijo, divertido. Pew le sonrió malignamente.

-Te encanta- adivinó. Freezer sonrió, descubierto.

-Por supuesto. Yo elimino a las sabandijas y ya. Pero tu prima y tú…- negó con la cabeza, para reírse. -Es fascinante.

-Un día te invitaré a nuestro pobre planeta de bastardos malolientes. Te gustará. Podrías vernos en vivo. Generalmente los días de ejecuciones y procesos o lo que sea estamos de suerte. Te llamaré - ironizó, para Freezer reírse.

-Pero sí y solo sí me quedo en el palacio de la reina o el tuyo. Debes tener el mejor gusto de todo el planeta. Los tsufuru debieron enseñarte varias cosas.

-No, querido. Yo les enseñé a ellos- afirmó, pedante, para Freezer volverse a reír y seguirlo. Pew miró de reojo. La reina se reía. 

-No puedo creer que conozcas también la biblioteca de Furmus, en el cinturón de estrellas del Sur. Ay, fui una vez, quedaba de paso de una de las conquistas. Me tomé unos días. Mi esposo creyó que era otro capricho. Quería vivir allí- suspiró.

-Ahora puedes hacerlo- le dijo el hombre. Ella bajó los ojos.

-Gobierno a los saiyajines. Mi hijo no puede hacerlo solo. Es como… todos los reyes anteriores. Y sabes, hago tantas cosas…

-Puedo entender eso. 

Fueron interrumpidos por Dunalena, la reina del planeta Parathos. Esta le iba a echar encima una copa a la reina saiyajin. Pero el hombre se interpuso.

-¡Asesina! ¡Asesina! ¡Destruiste el planeta de mi hermana! ¡No deberías estar aqui, asesina! 

Sarin no sabía qué hacer, pero el hombre la protegió. Eso le gustó. 

-Cualquier cosa, las órdenes no las tenía ella. Cálmate… por favor. -le dijo serio. Ella le escupió, pero fue eliminada ante todos por Cold. Su cohorte gritó. Él hizo una señal y los sacaron a todos.

-Que prosiga la fiesta.

Pew volteó los ojos, para Freezer reírse otra vez, por su cinismo. Todos tenían miedo, en el fondo. Cold se los recordaba.

-Yo… no debería estar aquí. Sé cómo nos miran- dijo Sarin, apenada.

-Quédate. Hago esta fiesta para mis mejores servidores. Eres una de ellas. Además, una de las más bellas- la halagó, para esta sonreír.

-De acuerdo. Voy a tomar aire- afirmó, sonriendo. El hombre se ofreció a acompañarla.

-Iré con ella.

-Vayan, vayan. Les gustará todo lo que he preparado. 

Ella salió, colocándose su capa. Él la cubrió con la suya. Ella sonrió.

-Ella tenía razón. Hemos hecho muchas cosas. Muy malas. Y me temo que las seguiremos haciendo- afirmó, desolada. 

-Toda esta gente ha hecho cosas iguales o peores. Solo que ustedes son los más fuertes- le dijo, bondadosamente.

-Es verdad- afirmó ella, con un leve consuelo. -Gracias por protegerme. Jamás alguien me había protegido a excepción de mi familia o mis hijos.

Este asintió. Tomó su rostro y la besó. Ella lo besó también. Se escabulleron silenciosamente hacia una pared oscura. Él le subió la falda, y ella escuchó cómo cayó su pantalón. Entró en ella, y la tenía contra la pared. Esta gimió silenciosamente, y luego se besó hasta casi arrancarse la boca con su amante. Volvió a gemir, dejándose llevar, hasta que él incrementó su velocidad. Ella, por primera vez en tres años, sintió ese placer furtivo de una aventura nueva, que no tenía desde los tiempos en los que su marido vivía.

-Vamonos a mis aposentos- le dijo ella, excitada, y tomando su mano. Este asintió. La volvió a tomar en la nave - litera. Se bajaron rápidamente. Ella, con el vestido ya a medio poner, y su labial corrido, así como su maquillaje. Su peinado, deshecho. Él, sudoroso. Ella lo tiró hacia su lecho y se desnudó.

-Te apuesto que jamás lo hiciste con una saiyajin- le dijo, sugerente. Él la miró a los ojos, y la volteó, para perderse entre sus piernas y ella comenzar a gemir. Luego trepó sobre ella, besando sus pechos, y la penetró sin más, para ella ahora sí gritar. Poco después, encima de él, meciéndose, solamente sintió sus dedos sobre su rostro. Al llegar Pew, ella estaba solo con su túnica, y su cabello desarreglado. Estaba con el cabello mojado. El joven adivinó.

-No quería arruinar tu momento especial, pero tu nuevo amante es el príncipe Dirs, el heredero de los tsufuru. Hijo de tu amiga querida, la rubia reina Sphira.

Ella cerró los ojos. Suspiró. No podía ser.

-Maldición.

-Y se va a casar en unas semanas, con otra rubia noble tsufuru, para tener hermosos hijos tsufuru. Seguro Skank, ese bruto, ya debe estar limpiándose el culo con el bello papel de plumas de cofiu, el ave más valiosa de este Universo, con el que envolvieron la invitación- bromeó. La reina se tumbó en el diván.

-Acabo de acostarme con alguien de la edad de mi hijo mayor. Más mayor que mi hijo mayor, pero perfectamente mi hijo. Soy una idiota- se reprochó.

-No es cierto, lo disfrutaste. Además es una boda política- afirmó Pew. -Pero espero que no sea como con el otro- le advirtió a la reina, que negó con la cabeza. Ambos pensaron en Fern.

-Bueno, solo será una vez. Qué hombre más bello- afirmó ella, satisfecha. - El rey no le llegaba ni a los talones. 

-Ni uno de los nuestros le llega a los tsufuru a la punta de los pies, querida, si hablamos de belleza física. Bueno, exceptuándonos, y tal vez a la perra exiliada de On- bromeó. -Por cierto, Freezer me invitó a pasar el día y sé que ambos volverán a coger. No seas tonta y sé discreta. Ay, qué emoción - afirmó, graciosamente. -  ¡Me quiere mostrar sus vinos especiales! Por Sadala, espero que no sea una trampa. Cualquier cosa, estás en mi testamento- afirmó, para ella negar con la cabeza, divertida, y él enviarle un beso. 

Pew era adivino de lo predecible. La reina se encontró con el príncipe tsufuru en una habitación especial preparada por la dama Kuni, hermana de la famosa dama Puni, y regenta de la “franquicia” de casa de cortesanas que por demás tenían en sociedad con Pew. Ella se desnudó frente a él.

-Soy una mujer mayor, madre de cuatro hijos, madre de un rey. Vas a tener una esposa mucho más bella y joven que yo. 

Este no dijo nada. Solo se acercó y se arrodilló, para comenzar a besar sus piernas. Luego subió a su cintura, y luego a sus pechos. Metió la mano entre sus piernas, para ella abrir la boca y exhalar. Comenzó a mover sus dedos. Luego comenzó a besarla.

-Me gustas, Sarin. Y aprovecharé todo este día para ser tu esclavo.

Ella lo volvió a besar y él se desnudó. Ella lo miró extasiada. Era tan musculoso como los saiyajines. Alto. Ella bajó y apretó sus nalgas, para el cerrar los ojos, con placer. Momentos después, él se descargaba sobre ella, que tenía su pelo sobre su rostro y lo apretó más fuerte, con violencia animal. Él dio sus últimos movimientos, y se retiró de ella, extenuado.

-No te preocupes. Tomo los contraconceptivos de los arcedianos- le dijo ella, para él sonreír. 

-Los mejores. Eres la mujer más bella con la que he estado- dijo, admirándola. - El infeliz de tu marido no sabía lo que tenía- afirmó, para besar su pecho derecho. Ella volvió a besarlo.

-Si tu madre se enterase me mataría. Y la estimo demasiado- afirmó ella, preocupada, para este volver a besarla. 

-No tiene por qué. Nadie tiene por qué. Solo somos tu y yo haciendo lo que más nos gusta. Y hablar de químicos y medicina. Y de artistas. Y de medicina- afirmó, para esta sonreír. 

-Ojalá en un universo alternativo hubieses sido mayor y se hubiesen propiciado los matrimonios entre noblezas del planeta. Habría sido muy feliz. 

-Ahora lo somos- le dijo él, mirándola a los ojos, y ella lo besó y lo abrazó.

-Por ahora. Esto debe quedarse aquí- le advirtió.

Lo cierto es que, luego de la boda del príncipe heredero tsufuru, donde Sarin y Pew fueron invitados al lado de la princesa Straw, este brindaba con todo el salón con los vinos especiales que le había dado Freezer como obsequio, escandalizando al Universo entero: le había dado toda su cava. Straw no quería preguntarle a Pew cómo se había ganado semejante regalo, sentía que había algo oscuro y humillante en ello. La joven princesa Imil, rubia y bella, era halagada por el duque saiyajin. Mientras tanto, en una oscura habitación, el novio empotraba a la reina saiyajin, con sus pechos afuera y su vestido subido. Esta le tapaba la boca a su amante y este a ella. Al terminar, los dos se veían desafiantes, y extenuados.

-Te daré algo que quizás ella no quiera darte.

Ya en la propia habitación donde sería consumado el enlace, según las leyes, el príncipe Dirs tomaba por detrás a la reina Sarin, que apretaba los dientes, y exhalaba de placer.

-Despacio. Despacio. Eso. Oh, por Sadala. Toma mi cabello.

Él lo hizo fuertemente, y ella comenzó a apretar los dientes, para sonreír por su victoria. Porque sí: en su fuero interno le “ganaba” a una insípida princesa tsufuru. Semanas después, ambos se encontraron en una isla en medio del gran Agua Morada, donde él llegó en una nave. Entró al pequeño palacete, donde ella lo esperaba desnuda y él la estrujó desesperadamente, para tumbarla y ella reírse y comenzar a gemir. 

-Te extrañé- le dijo, suavemente, para gritar a gusto. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes, días después

Sarin recorría el palacio satisfecha. Si el maldito planeta se enterara de que el heredero tsufuru y la reina madre saiyajin cogían cada que podían. Se rió para sus adentros. Pero ninguno de los dos era tan tonto: lo harían solo en viajes donde coincidieran. Además, él tenía que cumplir con su deber. Se tendría que acabar, pero la reina tenía fuerzas renovadas. Se sentía deseada, consentida, como nunca lo pudo vivir con su esposo. Ciertamente el príncipe era una peligrosa distracción, y ella era lo mismo para él. Acordaron no verse sino en viajes donde coincidieran, ya que algún soplón de ambas razas podría delatarlos. No imaginaba a Skank arrancándole la cabeza y armando una guerra por eso. Ah, estúpido Skank. Siempre cogiendo, bebiendo o en misiones. Era igual a su padre. Se sentó en el trono del Salón del Trono, ya que su hijo estaba en otra misión de conquista, como rey debía dar el ejemplo.

Cerró los ojos. Se vio a sí misma de niña. Vio a su hermana mayor, Ameriba, que era como el resto de las cinco más que tenía: bellísima, de ojos violetas, así como su madre, Dandanis, casada con el coronel Praken, duque de la provincia sur. Amériba iba a ser la esposa del príncipe Vejito IX. Su matrimonio estaba concertado. Pero ese joven de cabello rojizo vio con desdén a su hermana, que generaba risas por sus comentarios. Vio entonces al rey Vegeta II, cuya esposa, la reina Ditten, susurraba a su lado, sospechosamente. Pero este vio la mirada que siempre vería en los hombres de su raza: el deseo. 

Esa noche fue atroz. Ameriba parecía un fantasma, ensangrentada y golpeada. Entró llorando. El rey la había tomado, ayudado por la reina. Por supuesto, su padre se declaró en franca rebelión contra el rey Vegeta II. No casarían a Ameriba. Lo que le habían hecho era deshonroso. Así, la provincia sur se declaró en franca rebelión. Una que no duró. Las fuerzas del rey destruyeron su palacio, mataron a su padre y se las llevaron a todas prisioneras. Recordó a su palacio en llamas. A casi todos sus sirvientes, tsufuru, muertos. El rey Vujite II las tomaría de lección. Las aprisionaron a todas y su cohorte abusó de ellas. Incluso de ella, siendo una niña. Aún recordaba los gritos de su madre, rogando por ella. Los suyos propios. Así pasaron varias noches. Hasta que entró Marani, principal dama de compañía de su madre. Había logrado dormir a los guardias. Solo podía rescatarla a ella. No pudo gritar. Su madre le dijo, por últimas palabras: "Vénganos. Consigue la Corona. Vénganos". 

No pudo gritar, ni llorar. Pero si vio, ya a lo lejos, en las pantallas, cómo se replicaba la ejecución pública de su madre y hermanas.  Cómo las atravesaron con flashes, hasta desintegrarlas. Sus gritos. Ahí juró para siempre vengarse. Lo hizo jurar ante su maestra tsufuru, que la entrenó lo suficiente para llegar a donde Madame Puni y luego encantar al violador del rey, que la tomó como la más joven de sus concubinas. Y a quien enlazó con su hijo para guardar las apariencias, pero este también estaba encantado con ella, para pena de su primera esposa. Luego, su familia se enteró de su paradero y el abuelo de Pew la usó para sus propios intereses políticos. Así comenzó su carrera criminal: descubrió que no quería destruir la Corona, la quería para sí. Era la venganza perfecta por su familia. Y por fin había triunfado. 

Lastimosamente, no tuvo tiempo para disfrutar su victoria: pensaba, en medio de los ordenamientos de misiones, las ganancias y esclavos, en cómo había planeado el ascenso de Skank, que por otro lado solamente veía como un instrumento. Año tras año, desde el nacimiento del príncipe Vegeta, o no, mucho antes, deseaba la muerte de su esposo y hacía pequeñas cosas para matarlo lentamente. Desarrollar pociones con Afni, aprender de su madre. Desarrollarlas sola. Ir a Scafar y aprender de incógnita, en viajes secretos que hacía pasar como distractores mientras su marido destruía planetas o se acostaba con rameras. Ir perfeccionando venenos y pociones adictivas sin rastros, con antídotos que solo conocía ella. Y así, cuando hubiese visto al rey a punto de manifestar sus síntomas, matarlo en una misión oficial. Ir sola con el rey Dairimibi. Por supuesto, fue arriesgado, pero no fue en su planeta. Fue en un lugar desierto que concretó con él. Dormir con los traidores necesarios. Desagradable, absolutamente todo. Pero jamás borraría lo que su marido le hizo. Jamás olvidaría cómo la encerró. Cómo la tomó contra su voluntad por meses enteros. No había perdón. Y quizás... y se horrorizaba en pensarlo, no amó a su hijastro lo suficiente, sino que sus encuentros provenían más del ánimo de venganza que de un aprecio real por él. No por nada también organizó su muerte. O quizás lo hizo por celos. Como no quería confundirse, era mejor dejarlo donde estaba: muerto.

Hasta que algo interrumpió sus pensamientos. No era su hija, Bitter, que le entregaba pequeñas cápsulas de información a través de su rastreador. Era Straw, furiosa, y agitada, que abrió la puerta de un empujón.

-¿Es cierto que ordenaste matar a bebés en su cuna? ¿Es cierto? - le gritó, alterada. Su madre siguió trabajando. Bitter suspiró. No de nuevo Straw llorando por algún idiota que jamás conocería. Y más por la misión que sus mujeres hicieron tan bien. 

-¡Contéstame!-desplegó su ki, furiosa, destruyendo todos los muebles alrededor y tumbando otros.  Bitter, que ya había vivido episodios similares, y era la que contenía a su familia, apareció rápidamente ante su hermana y le dio un puño en el estómago. Straw comenzó a toser. Su hermana mayor hizo una señal. Los aterrorizados sirvientes, esclavos plantenianos, junto con tres robots, pusieron todo en su lugar. Sarin seguía trabajando. Straw dejó de toser.

-Puedes sentarte- le dijo su madre, levantando una ceja. Esta lo hizo con dolor. Lo hizo, mirando con ira a su madre y hermana. 

-No te pediré disculpas por eso- le dijo Bitter a su hermana, que la seguía mirando iracunda.

-Sé que no. Porque seguramente, como siempre, habrás tenido algo que ver- la acusó. Su hermana era imperturbable.  Suspiró, fastidiada. Cuándo dejaría Straw de negar su naturaleza. A los dioses les gustaba ser crueles y tenían un humor de mierda.

Sarin se quitó el rastreador. Bitter el suyo. Puso parsimoniosamente su pluma flotante y Kalen entró, con una reverencia, para tomar su pantalla. 

-Y firmas ahora con el sello. Estás en la dicha- observó su hija, temblando de rabia. - El sello de papá…-observó, mirándola espantada y furiosa. Había oído las habladurías en el Palacio y el pueblo.

Ella lo tomó. Era robótico. Lo puso a flotar, para luego tomarlo entre sus manos.

-Firmo con el sello de tu padre desde hace veinticinco años, por si no lo habías notado- le expresó, fríamente. Hizo una señal. Todos se retiraron, incluyendo los robots. 

-Contéstame- insistió Straw.  -Ahora. 

Ella suspiró. La miró con serenidad. 

-Sí. Lo hice, Straw. Era necesario- le confesó. Bitter estaba tensa. Straw solo incrementaba su furia. Temía que todo saliera mal.

Esta suspiró, cerrando los ojos, indignada. Esa era siempre la excusa de su madre.  ¿Hasta dónde llegaría la familia? Pero se sorprendió al ver a su madre y a su hermana con la misma expresión. 

-Habrá que revelarte por fin qué hizo tu adorado padre - se levantó ella, que no tenía armadura, pero sí un corsé y los hombros descubiertos, con un vestido de puños cerrados, en negro. El corsé era de amalitha, uno de los materiales más resistentes y livianos del universo. Tenía su tradicional peinado a media cola hacia atrás en trenzas y un moño en cascada, con un collar del símbolo de la familia real. Ambas hermanas, en cambio, usaban sus armaduras. Bitter, en cambio, iba forrada de negro, con grandes hombreras y capa igual. Su hermana también. La familia andaba de luto por la muerte del rey Vejito IX. La reina miró hacia la ventana. 

-Tu padre Vejito, aparte de tus hermanos y Vegeta, dejó a 17 hermanos tuyos regados por todo el Universo. Fue tan descuidado que dejó a cinco aquí.  Dieciocho, si contamos el que iba a tener con Vani, que pobrecilla… se suicidó al saber de la muerte del rey- dijo, con pesar, bajando sus ojos. Sus hijas ya conocían sus trucos, como la actriz consumada que era. Así fingía tristeza.

Straw la miró duramente. No creía que esa muerte hubiese sido un suicidio. La repentina partida de una de las mujeres que más acceso tenía a ella. Y morir de esa forma tan horrible. Terminar ensangrentada en una calle. Había visto las fotos, que circularon desde Scafar hasta todo el Universo. 

-No me digas, madre. ¿Qué hiciste? ¿Los envenenaste? - preguntó burlona, Straw. 

Ella la miró sin perturbarse.

-No sé a qué te refieres. Solamente di las órdenes. ¿Qué fue lo que hiciste, Bitter? -le preguntó a su primera hija, que suspiró. No quería involucrarse. Maldición.

-Cuando te enviamos de misión al planeta Frinke, que tardaste dos meses en conquistar al lado del duque Pulen, revisamos el componente genético de toda la población. Fuimos descartando a los más cercanos a través de nuestra red. Reconstruimos los pasos de papá en sus últimos meses: aparte de Vani tenía a otras tres mujeres. Una cortesana de madame Puni, más joven que tú. Una planteniana a quien tenía escondida en las provincias del occidente, y otra prostituta en la casa del duque Puen. Fue arreglar aquí y allá. Sus hijos fueron ejecutados junto a ellas, sin dilación- dijo, sin crisparse.

-¿Y el bebé?- preguntó Straw, horrorizada por la frialdad de su hermana, que no le hacía ascos a ese tipo de acciones.

Bitter la miró levantando una ceja.

-¿En verdad quieres saber? 

Su hermana temblaba, sin saber si la respuesta la terminaría de destrozar.

-Una daga. Los cuerpos ordené carbonizarlos en el acto- le dijo Bitter, cruzándose de brazos. Straw se tapó la boca, horrorizada. Su familia siempre podía sorprenderla- y para mal- en caer más bajo. 

-No puedo… no puedo creerlo…- dijo ella, con lágrimas en los ojos. -No puedo creerlo… esta familia es asquerosa. Es asquerosa… no puedo creerlo… no puedo… 

Sarin se irritó. ¿Por qué Straw, su segunda hija, si bien era poderosa, era tan débil de mente y espíritu? ¿Por qué había tenido una hija que parecía de raza inferior, una llorona bobalicona? Perdió la paciencia. No tenía tiempo para esas estupideces.

-Como vuelvas a desplegar tus poderes, no solo recibirás de Bitter un golpe - la amenazó su madre.

-No puedo… no puedo…- sollozó, y toda la habitación comenzó a temblar. Su madre dio tres rápidos pasos y la abofeteó. Bitter bajó la mirada, respirando, crispada. La princesa apenas se tocó la mejilla enrojecida, mirando con los ojos aguados a su madre.

-Es hora de que despiertes a la realidad. Tu amado padre ya no puede escamotéartela más. De no hacer eso, se presentarían diecisiete, dieciocho bastardos que reclamarían el trono y anegarían a este planeta en sangre. Lo desgarrarían. Y te aseguro que pondrían tu cabeza en una pica- la señaló, severa. -O te usarían como bestia de cría, ¿eso es lo que quieres?- le gritó.  

Ella comenzó a llorar, aterrada por la maldad de su familia. Sarin se irritó.

-Por todos los dioses, qué estaré pagando yo para tener hija más estúpida- maldijo. 

-Madre...- insistió Bitter, pero sabía que ya no la escucharían, ninguna de las dos. Sarin arrastró la silla y tomó a su hija de los hombros.

-Deja de hacer el papel de la “honorable” princesa. Sé que me ves como un monstruo. ¡Pero este monstruo es el que te mantiene viva!- le reclamó su madre, iracunda por su debilidad. Ella la miraba lastimada.

-No quiero vivir en esto… lo odio… no puedo… todos son horribles…- sollozó. -Tú eres horrible…

Sarin recibió el insulto con estoicismo. ¿Quién era ella para juzgar? 

-Y tu padre también lo fue. Lo sabes de sobra. No hubiera durado cinco minutos en ese maldito trono a no ser por mí. Y no es esto- dijo, creando una esfera de energía y luego tragándosela - Sino esto-dijo, señalando su cabeza - lo que cuenta. 

Straw se molestó. Que le mencionara a Fern de una forma tan irrespetuosa hizo que pasara del horror a la furia en segundos. Se atrevió a contestarle a su madre.

-Y todo para subir al trono un degenerado imbécil que se la pasa en misiones o como ahora, ahogado en sus excesos. ¿Es eso la gran raza saiyajin?- protestó ella. - ¿Es eso? No puedo creerlo- negó con la cabeza, desencantada.

Sarin la miró con desprecio.

-Es eso o que te estrangulen al dormir. Y te aseguro que con Fern habría pasado. Él era igual de estúpido a ti- la señaló. Straw dejó de llorar. Su madre ahora traspasaba su crueldad hacia ella. Miró a su hermana, que no sabía si tenía que intervenir, golpearlas a ambas o a una sola.

-Tú, ¿no le dirás nada? 

Ella suspiró y miró trémula a su hermana.

-¿Qué quieres que le diga? Es hora de que despiertes, Straw. Somos lo que somos. No es la familia. Es nuestra raza. -argumentó, prácticamente.

Ella se levantó, furiosa. 

-Somos mejores que esto. Tenemos que serlo. Tenemos que serlo. Debemos serlo- insistió, mirando indignada a su madre y su hermana. Sarin se burló de ella, pletórica de furia. Bitter la había visto así pocas veces en su vida.

-Sí, bueno. Mientras consigues redención para nosotros procuraré mantenerte viva con tu hermano sentado en el trono.- le respondió, mirándola arriba abajo. Straw se le puso en frente. 

-Dirás tú en el trono. Es lo que siempre quisiste, madre- la recriminó. Sarin la miró temblando y decidió desplegar lo peor de ella: su crueldad hiriente con sus palabras.

-¿De verdad crees que he hecho todo esto solo porque amé a tu padre?- le preguntó, burlona. - ¿De verdad? 

Bitter se aferró a la silla. Estaba preparada para actuar en cualquier momento. Sobre todo al Straw acercársele y mirarla arriba abajo. Leerla como era.

-No amabas a mi padre. No nos amas a nosotros. No amas a nadie que no sea a ti misma- le reprochó ella, mirándola a los ojos, como su juez. Sarin aguantó el otro golpe, pero no dejaría de luchar. 

-Claro, no cuenta el hecho de que propuse casarte con lo mejor que pude encontrar. De otra madre cruel te habría emparejado con un duque grande que te haría pedazos las entrañas apenas te la metiera y te dejaría encerrada mientras tienes a sus hijos. Pero no… Straw. Pudiste elegir. No como yo- la acusó. Pero su hija era inflexible.

-Sí, lo hice porque pudiste deshacerte de Gurdock, a quien odiabas. ¡Estaba todo planeado!- la acusó.

Bitter se levantó. La discusión se iba tornando peor. Estaba preparada para lo que sucediera.  Sarin miró con ojos terroríficos a su hija, asintiendo. La señaló.

-¿Acaso yo le ordené meter la verga en tu hermana? ¿Fui yo? ¿Crees que puedo comprar a una basura como esa cuando simplemente la pude aplastar como a un maldito insecto?  Porque eso es con lo que querías tener crías. Un maldito insecto. Una sabandija- insistió, refiriéndose al primer amor de su hija, que ya no razonaba.

-Mamá, eso no es necesario…- trató de intervenir Bitter, pero no fue escuchada. 

-Escúchate…- le recriminó su hija, apretando los dientes. - “Basura”. “Maldito insecto”. “Sabandija”.  Así llamas a tu propio pueblo, cuando luchan para que tú puedas presumir tus crímenes…

Sarin había tenido suficiente. Algo más y se abalanzarían la una a la otra. Bitter se acercó poco a poco.

-No aceptaré más tus ínfulas de superioridad moral, niña. Te reto a duelo de desagravio- la señaló, dándole su más amenazante mirada. Straw hizo lo mismo.

-Mamá, no…- dijo Bitter, horrorizada. Todas sabían lo que significaba. Pelear a muerte. Con todo. Así se arreglaban las cosas generalmente, cuando ya no había otra salida. Y para los saiyajines, generalmente, era la única. 

La reina tomó su collar y pisó su joya, para escupirle. Era la señal saiyajin de retar a otro, a muerte. Straw sonrió y escupió.  Le enseñaría a su madre que no podía hacer lo que quería.

-Hecho. Ahora, madre- la retó. 

-Cuando quieras- le respondió ella, dándole la espalda.

-Maldición- dijo Bitter, sobrepasada.

El palacio se revolucionó. Bitter siguió a su hermana, desesperada. Iba a cambiarse, con su mejor armadura. Haría pedazos a su madre. Trató de interceptarla.

-¡Estás loca de la cabeza! ¡Olvida que pasó esto y sigue con tu maldita vida!- le gritó, tomando su brazo, pero Straw forcejeó con ella.

-¡No! ¡Le daré una lección! ¡No puede tomar vidas así como así! - le respondió a su hermana, fuera de sí. 

-¡Idiota! ¡Es lo que hacemos para vivir, es con lo que nacemos!- la recriminó. 

-No así- dijo ella insistente. Bitter suspiró. Straw era imposible. Pew se atravesó, con Koi y sus soldados. 

-Straw, siempre he considerado que eres idiota. Pero no creí que hicieras méritos de manera tan insistente- afirmó, para los demás concurrentes de aquella ala reírse, y otros sorprenderse. 

-Quítate. 

-¿Para que mates a tu madre o ella a ti? De una idiota como tú podríamos prescindir, pero el pueblo te quiere. Hay que darles ese consuelo. Pero imagina dejarnos sin la verdadera gobernante. ¿Tus lágrimas administrarán este reino? 

Ella se volteó, furiosa. Pew volteó los ojos. Se encontró con Bitter y ambos se miraron significativamente. Kratos los guió hacia donde estaba el rey. Abrieron la puerta. Pew volteó los ojos.  Ahí estaba Skank, penetrando a una cortesana por detrás. Era tsufuru. Gemía. Bitter también se irritó. Típico. No había hecho otra cosa que su antecesor: irse a misiones, comer y coger. Pero al menos su padre fingía interesarse. Skank, en cambio, había delegado todo el gobierno en su madre y se dedicaba a coger, más que todo. Lo miró moverse con rapidez. Los pechos de la tsufuru se bamboleaban.

-Straw y mamá se enfrentarán ahora en duelo de desagravio. Tu hermana, nuestra hermana, está furiosa porque tuvimos que matar a nuestros hermanos bastardos- le informó.

-¿Qué?- preguntó este, sin parar. Bitter no era impresionable. Había visto cosas peores.  Además, ambos compartían mujeres. Bitter vio alrededor a mujeres de varias razas tocándose entre sí. 

-Que básicamente lo que estás haciendo y que papá hizo al igual que tú con tanta asiduidad tiene a Straw a punto de matar a mamá o viceversa. Tienes que ir. Parar esta puta locura. Eres el Rey- insistió, cruzando los brazos.

-Maldición- dijo, para acelerar. La tsufuru gimió, y él terminó.  Se descargó con un gruñido.

-Mierda- respiró, fuertemente.

-¿No se supone que tengo a mi madre para poder hacer lo que realmente me importa? - dijo, mientras Nappa le ponía su armadura. 

Bitter se fastidió. Skank era tan básico. En verdad era un idiota, como repetía su madre, desde niños. 

-Sí, pero ahora tu hermana la quiere matar- dijo Pew, mirando todo con asco. 

El Rey se fastidió. Sin Sarin, tendría que ocuparse de todo y no tenía la más puta idea. Y Bitter y Pew lo harían pedazos entre ambos. 

-Maldición. Pondré fin a esta puta locura. Y juro que si mamá no mata a Straw la mataré yo. ¡Veinte días en mi última misión y no me dejan divertirme!- maldijo. -¡Eso es imperdonable! 

Bitter le dio una moneda de oro. El rostro de su padre.

-Todavía no han terminado de diseñar tu cabeza de huevo-se excusó.  ¿A quién le vas? - le preguntó. Este bufó. Bitter, como siempre, aprovechándose de todo.

-A mamá. 

Esta suspiró, sonriendo. Era lo obvio. 

-Eso no es justo. Está bien. Si gana mamá, me dejas compartir a tus mujeres. Y si no… me llevo solo una. La que yo quiera- le exigió. 

-Hecho- dijo este, mirándola con su sonrisa torva.

-Y tú…

-No hay nada que puedas darme que no tenga ya- le dijo Pew odiosamente al rey, que bufó. Los tres  llegaron hacia la Gran Cámara de Entrenamiento. Básicamente un coliseo, con sillas alrededor de una enorme arena que tenía una pared que daba con ventanas hacia el paisaje árido.  El príncipe Vegeta estaba al lado de Straw, que hablaba con él.  La aconsejaba.

-Dale una lección. Por mí. ¿Puedes?  Y no te vayas a morir…-le rogó.

-Ninguna va a morir. Espero- dijo, sombría, hasta que apareció la reina, con toda su armadura negra y una trenza a su lado.  Su hijo se intimidó, al verla con su mirada fría de siempre.

-Vete, Vegeta- le dijo su madre al joven, que tomó la mano de Straw. Ella se vengaría. Por Fern, pues había oído cosas de su extraña muerte. Por su padre. La pérdida que le había dolido más. Por Gurdock, que seguramente también era víctima de su madre. Por Vani. 

El chisme se había regado en toda la ciudad y luego en todo el reino. Eso se lo informó Kratos al rey, que ordenó a Nappa transmitir el duelo, junto con Kalen en los canales oficiales. La madre de Gine, con su estrella negra, suspiró, mirando a la reina, cuyos pómulos sobresalían con esa trenza recogida.

-Qué tonta es la princesa Straw- dijo, duramente. Su hija se escandalizó.

-Mamá. ¡Es la más querida por nosotros! 

-Es una cabeza de chorlito. Todo lo que se esfuerza su madre por mantenerlos en el trono y le paga así. Es una tonta, una tonta y una idiota- afirmó, con vehemencia. 

-Mamá…

“Si supiera esa tonta todo lo que nosotras tuvimos que hacer para que ningún bastardo le quite su lugar. ¡Debería estar besándole los pies a su madre!”, pensó, furiosa. Por su parte, en el lado tsufuru, el príncipe Dirs no expresó nada al su esposa y su madre avisarle. Siguió trabajando. 

“Espero esa mocosa no arruine mi viaje del próximo mes”, pensó, para seguir escribiendo. No miraría el duelo. Su esposa, embarazada, tomó su mano.

-Vamos. Va a ser interesante.

-Hay que trabajar. Ya me enteraré- le dijo, con una sonrisa cordial. Ella besó su cabeza y se fue. Maldita princesa Straw, pensó. La envenenaría si mataba a su madre, eso era seguro. Le iba a quitar uno de sus más grandes placeres. Y a una de las pocas personas interesantes con quien podía hablar. 

 Claro, alguna señal se filtró fuera de Plant. Freezer corrió a donde su padre, que lo miró extrañado.

-Dos simios hembra, ¡agarrándose de los cabellos!- dijo, muerto de la risa, para Zarbon y Dodoria hacer lo mismo.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cámara de Entrenamiento de la Familia Real 

Pew seguía bebiendo, indiferente. Apenas entró Straw, no dudó en desmoralizarla.

-¡Tonta, tonta, tonta!- le gritó, pero el príncipe Vegeta lo pisó. Este apretó los dientes.

-Lo siento, primo. Fue accidental- le dijo, para este echarle la bebida encima. El joven Vegeta se enfureció, pero Skank intervino, muerto de risa.

-Él tiene razón. El robot, Bitter- dijo, para esta comenzar a apretar botones. Todos los nobles comenzaron a apretarlos también. Pew apretó otro . Ya en medio de la gran cámara (para resolución de conflictos habían al menos veinte en toda la ciudad, así eran de conflictivos los saiyajines)  Straw atacó con varios flashes, pero la reina desapareció, y la pateó. Ella contestó con un codazo, y la reina con otro golpe. Comenzaron a elevarse y a pelear. El príncipe Vegeta gruñó. 

-Es indigno apostar. Esto es una penosa disputa familiar. 

-Algo se le tiene que sacar a la estupidez de tu hermana- afirmó Pew, que alzó otra copa en señal de amenaza. Bitter suspiró.

Esta vez es dinero, no tierras, esclavos o mujeres. Sería muy engorroso- respondió, pendiente de los ataques de Straw, que no le daba respiro a su madre.

El joven frunció el ceño. No podía creer que sus hermanos mayores hicieran de una penosa disputa familiar un espectáculo.

-Eso es repugnante - juzgó. Bitter le lanzó una sonrisa de desprecio.

-Nuestra hermana te ha contagiado su estupidez, no hay caso- dijo ella, detallándose en los movimientos de su madre, que respondió con una esfera de energía a Straw, que desapareció, y mandó varios flashes más, para desplegar toda su energía. El recinto tembló y hubo mucho viento. Kalen sostuvo al robot. Straw se adelantó, para estrellar a su madre contra la pared.

-Supongo que ya han hecho esto antes- adivinó el príncipe Vegeta, viendo a su madre desaparecer, para golpear a Straw en el estómago. Su hija le respondió con un golpe en su cara, que la hizo sangrar. Bitter sonrió.

-Ese por mí- le dijo a su hermana, silenciosamente. En el fondo, disfrutaba que alguien que no fuera su padre le diera a su madre la paliza que se merecía.  El joven príncipe también pensaba como su hermana.

-¡Madre! ¡Acaba con ella!- gritó Skank, mientras animaba a sus partidarios a hacer hurras. Su hermana compitió al instante.

-¡Straw! ¡No bajes el ritmo!- gritó Bitter, para animar a los otros partidarios. 

-¡Straw, eres una tonta! ¡Tonta, tonta, tonta!- gritó, para Bitter darle un pellizco y este quejarse cómica y teatralmente. El príncipe Vegeta se rió.

-¡Tonta, tonta!- dijo, para recibir otro golpe en la cabeza de Bitter y quejarse riéndose, con otros nobles.

-Demonios- observó el príncipe Vegeta. - Los duelos debieron ser jodidos- le dijo a su hermana Bitter.

-Sí, claro. Papá casi mata a Skank y a tu hermana y a mi. Nuestra tatarabuela Kerle tuvo la gran idea de que para no estropear más el palacio cada vez que nos enojábamos entre nosotros, usar el centro de batalla principal como cámara de entrenamiento en caso de duelos de desagravio. En todos los casos apostamos. Papá ganó más de mil hombres cuando yo le di a Skank una paliza. Luego él tuvo su revancha. Y luego Straw me dio una paliza y yo tuve mi revancha. Y así y así y así…- suspiró Bitter.

-Quiero apostar- dijo Vegeta, determinado. 

-¿Seguro? 

-Por Straw- dijo, viendo a su hermana darle varios golpes a su madre, pero esta la tomó del pelo y la arrastró por toda la pared, rompiendo la parte inferior. 

-¡Eso madre!- dijo Skank, pletórico y sediento de sangre, al verla despachar a su hija con una bola de energía, pero Straw la esquivó. El rey y el duque brindaron. Straw gritó otra vez, demostrando todo su poder, mientras todos medían con sus rastreadores. Hizo retumbar el suelo y creó una tormenta, mientras todas las rocas caían contra su madre. Luego mandó otra esfera de energía.

-Me lleva el carajo. Ocho mil - dijo Bitter, sobre su hermana. El príncipe Vegeta la miraba orgulloso.  Skank se levantó, apretando los dientes.  El duque estaba preocupado. Skank lo miró, igual. Su hermana era realmente poderosa, pero ya no sentía a su madre.

“Dale una lección. Vamos”- insistió. 

-No siento el ki de mi madre- dijo Skank, parándose asustado. Todos comenzaron a hablar, asustados. Bitter se paró, también.  Pew estaba alerta. Straw estaba cansada, hasta que su madre apareció por detrás.

-¡Big Bang Flash!- gritó, para desplegar todo su poder, y destruir la parte trasera del gran coliseo, con toda su energía. Straw gritó, y todos lo hicieron. 

-Carajo. La matará- dijo Bitter, que apareció en medio del campo de batalla y retiró a su hermana, que sintió cómo su hombro izquierdo era rozado por la gran energía y destruyó toda su armadura. La energía de la esfera hizo temblar todo el espacio y Bitter quedó sobre su hermana, a lo lejos, cubriéndola con su capa. Skank sonrió, plenamente satisfecho, para el duque aplaudir.

-¡Sí carajo! ¡Sí! ¡Sí! ¡Maldita sea! ¡Páguenme, bastardos!- gritó. -¡Páguenme! ¡Soy rico, malditos! ¡Sí! - gritaba. Pew también recibía su pago, arrogantemente.

Protestas y habladurías. El poder de la reina madre era mayor del que ella aparentaba tener. Varios de los que apostaron por ella la halagaban y otros la miraban horrorizados.  La reina miró a su hijo menor, el príncipe Vegeta, quien la miraba aterrado. Esta solo salió volando, hacia donde había quedado su hija. Bitter todavía estaba encima de ella. Todos los que estaban allí llegaron en naves, o volando por ellos mismos. Vegeta corrió hacia donde su hermana.

-¡Straw, Straw! ¡Hermanita!- gritó aterrado. Ella estaba muy magullada. Su madre la miró sin decirle nada y la cargó entre sus brazos. 

-Doctor Fura.- dijo. Este puso su máquina. El resultado: seguía viva. 

-¡Sigue viva! ¡Celebración esta noche por cuenta del Rey!- gritó Skank, para todos vitorearlo. - ¡Y viandas gratis y licor para el pueblo también! 

Bitter y Vegeta miraron sorprendidos a su madre, que era limpiada por Afni y Kalen. Ella los miró odiosamente fría y suspiró, como siempre.

-Llévenla a la cámara de recuperación. Creo que esto ha sido saldado- le dijo a su hijo, que besó su mano.

-Pues espero que aprenda. ¡Te amo, madre! - dijo, para echarse a reír. Bitter y Vegeta se miraron. El poder de su madre… era aterrador.  Pew solo sonrió maliciosamente y se retiró.

-Debo seguir trabajando. No puedo perder más el tiempo en estas estupideces- le dijo su madre, que se retiró con su séquito hacia el Palacio. Vegeta miraba preocupado a su hermana, que estaba inconsciente.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cámara de Recuperación de la Familia Real- Palacio de los Reyes

Bitter entró. Había algarabía en todos lados. Skank prometió juerga general: tenía cualquier motivo para hacerlo, de todos modos.  Encontró a Vegeta mirando a su hermana. 

-Estará bien. En un día o dos. No fue tan grave. - le dijo a su hermano. 

Bitter recordaba la gran esfera de energía de su madre. 

-No sabía que mamá tenía tal poder- dijo el chico, desconcertado.

-Nadie lo sabía- respondió ella, recordando el ataque. -Mamá lo tenía bien guardado. Fern la dejó bien entrenada antes de morir- explicó.

-Y por supuesto, Pew lo sabía- dijo Vegeta, irritado. Bitter alzó los hombros.

-Lo sabe todo. 

-¿Crees que nos llegue a matar a ti y a mi?- preguntó Vegeta, viendo ansiosamente a Bitter.

Ella no lo sabía, pero era mejor tranquilizar a su hermano.

-No. Hace lo que hace para que tú y yo estemos vivos, eso es seguro.- dijo, poniendo una mano en su hombro. 

-¿Por qué ante papá no mostró tal poder? 

-No lo sé…- dijo Bitter, atando cabos, cuando la encontraron gritando sobre su marido muerto y el rey Otmamum hecho pedazos. - No lo sé…

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Frontera de la Gran Agua Morada, una hora después

Varios gritos retumbaban en la pequeña casa. El príncipe Dirs, gruñía apretando los dientes, mientras la reina estaba bajo él, con su trenza deshecha, fuera de sí. Gritó más agudamente. Su compañero volvió a arremeter, apretando su seno izquierdo, para comenzar a gritar y a exhalar ruidosamente sobre ella, que respiraba fuertemente.

-Lo siento, no podía aguantar hasta el próximo mes…-le dijo, sudoroso. - No al ver que tu hija podía matarte…

-Es el mejor regalo de victoria que me han dado- afirmó ella, sonriendo. Él sonrió también y le dio un gran beso.

-¿Cómo llamarás a tu hijo? - le preguntó ella, cuyo sudor parecía aceite sobre todo su cuerpo. 

-Mirs. Papá es Pirs, yo Dirs. Es una tradición- afirmó, quitándose sus mechones castaños sudados. 

-Le mandaré un regalo. Uno hermoso- afirmó ella, acariciando su rostro. Este le sonrió y la volvió a besar. 

-No habría soportado la idea de perderte- le dijo. Ella no le creyó. No podía, luego de lo de Fern, era imposible amar para ella. Más a la persona que tenía al frente. Volvió a besarlo.

-Última ronda. Debo ir a ver a mi hija- le dijo, para este sonreír y voltearla. Ella solo se echó a reír.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes- aposentos de la princesa Straw, horas después

Straw despertó. Su madre estaba al frente, aún con su trenza, sin armadura. Solo con su vestido morado oscuro, cruzado. Hizo una señal al robot, que le pasó un pañuelo con una pócima. Le ardió.

-Auch. ¿Qué diablos es esto? -preguntó, irritada. Su madre seguía con pequeños toquecitos.

-Alcáfara, del planeta Spaar. Mortal si lo tomas, pero te cierra las heridas en minutos. La tenías profunda- le explicó, mirándola a los ojos. Esta se fastidió. La mujer a quien pretendía aleccionar la había humillado.

-¿Viniste a enorgullecerte de tu obra? - le preguntó, amargamente. 

Sarin levantó sus cejas, para luego seguir limpiando.

-¿Crees que sería feliz matando a mis propios hijos? Seré lo que sea y sí, a tu concepto una madre terrible. Pero no tengo tantos alcances- le explicó, con un gesto inquisidor. Straw recordó el ataque. Su madre había sido despiadada.

-¿Por qué lo hiciste, entonces? 

Ella suspiró. Realmente estaba fuera de sí.

-No sé. Supongo que olvidé que combatía contra mi hija, no contra un enemigo. Sigo siendo un saiyajin- dijo, mirándola a los ojos. Straw los cerró, por el dolor. El príncipe Vegeta, en los agujeros de la habitación, oía la conversación.

-Y estaba muy furiosa contigo en ese momento. Aún lo estoy- le insistió, levantando sus cejas, para que el robot le alcanzara otra poción. Olía muy bien. La calmó. Straw trató de rebajar la tensión. Era estúpido seguir peleando con su madre.

-Ay, esa es deliciosa- observó, simpáticamente.

-Elquenfer, el antídoto. Curativo y te lo aplicas luego de la batalla- le explicó su madre. Straw sonrió, confortada.

-Así que eso es…- dijo ella, revolviéndose. - Es delicioso.

-Lo sé. Como es tan caro traerlo, ya lo producimos nosotros- acotó Sarin. Straw la miró sorprendida.

-No lo sabía. 

-Pues ya ves- dijo su madre, levantando su brazo, para hacer lo mismo. 

Straw reconoció su derrota. En verdad no estaba hecha para ser despiadada. Carecía de ese instinto asesino de sus hermanos. Y de sus padres.

-Lo siento… creo que no estoy hecha para esto, madre- le dijo, mirándola a los ojos. -No soy como tú, Pew, Skank o Bitter. Creo que tienes razón- bajó su mirada. Su madre no se conmovió.

-Tendrás que aprender. 

-¿Y si dejase de ser una princesa real? ¿Y si solamente fuera mercenaria? 

Ella la siguió limpiando. La miró escéptica.

-Sigues siendo Straw, hija de Vejito IX, y no sabes cuántos imbéciles andarían detrás de ti para que les diésemos incluso este planeta si pueden hacerte daño- razonó, aplastantemente. Ah, su madre, siempre destruyendo todo. Hasta los sueños.

-¡Entrenaría! ¡Los haría pedazos!- insistió, enérgica.

-No a todos. Y allá afuera hay tantos que harían lo que yo te hice: atacarte a traición. Y de peor forma. O usarte. No puedes escapar a lo que eres- le enfatizó, mientras limpiaba su cuello.

-Eso es horrible- reflexionó ella, desencantada.

-Sí, pero esa es la vida. Para todo debes pagar un precio. Yo he pagado muchos- le dijo, mirándola a los ojos. Ella entendía. Su padre. Sus golpes. Sus torturas.

-Lo sé, mamá. Pero debe haber alguna manera. ¡Cómo quisiera ser uno de esos niños saiyajines que mandas hacia algún planeta, que su nave se estrellara y no recordasen nada! ¿Te imaginas? ¡Tener otra vida! - dijo, con una pequeña risa, abriendo sus manos. Su madre la miró divertida y conmovida. - Como un extraño niño con cola de mono sin saber de nada de esto, que luchara contra gente espantosa…

-¿Y que fuese entrenado por un viejo barbado? - le preguntó su madre, burlándose con tierna lástima de la imaginación de su hija, que se entusiasmó.

-¡Sí! Con un amiguito débil, pero fiel. -añadió. 

-Y el viejo sería un pervertido. Siempre lo son- apuntó ella. Ambas se rieron.  Straw continuó, animada por ese gesto emocional de su madre.

-Y supongo que al crecer… tendría una familia con alguna nativa… y viviríamos en una casa humilde. 

La reina suspiró.

-Y ella estaría enojada contigo porque no sabrías hacer nada más que pelear, y tendrías que aguantar sus gritos y tú solo querrías pelear y comida mientras ella sufre porque se acaba el dinero.  ¿Ves? Nada es completo- le dijo. Straw asintió, desinflada.

-Supongo que tienes razón. Pero algo debe cambiar, madre. No puedo aceptar lo que han tenido que hacer para mantenernos aquí. Odio el sistema. Algo debe cambiar- insistió, desesperada.

La reina suspiró. Su pobre hija. Tan ingenua. ¿Qué harían con ella? 

-Querida. Mientras hallas la fórmula, y si no quieres tener más pensamientos oscuros, cierra tus ojos y tus oídos. O podrías irte a las misiones, mientras trato de retener un poco a tu hermano y enseñarle a reinar, para variar- se irritó. Straw entendió perfectamente ese último gesto de su madre. Skank no tenía remedio.

-Eso será imposible, madre. Como el niño de la historia, mi hermano solo piensa en guerrear y no en comer, sino en fornicar. Sabes como es- dijo, con repugnancia. 

-Tu padre no era diferente, por más que te amase- expresó ella, terminándola de limpiar. - Lo sabes. 

Straw entendió. Su madre no era así. Por eso se aprovechaba de eso a sus anchas. Si ella o Bitter hubiesen sido reinas, habrían sabido apartarla del poder. Pero eso no pasaba con los saiyajines que reinaban, peleaban y fornicaban desde el palacio hasta las viviendas de clase baja: la contención. Ordenar. Ellos estaban para tomar y destruir. 

-Es por eso que estás aquí. Para ser, con tu hermana, un muro de contención. ¿Puedes aceptarlo? No te preocupes. El trabajo sucio seguirá siendo asunto mío- le dijo, mirándola a los ojos. Ella suspiró.

-Puede ser-reflexionó. La reina bajó sus mangas y le dio las toallas sucias al robot.

-No lo pienses mucho. No quiero tener otro duelo de desagravio. Otro incidente como este- dijo, retirándose. Ella seguía pensando. En ese poder. Ese ataque. Hasta que Bitter entró. 

-Ya, Vegeta. Sal de ahí, soplón- le dijo a su hermano, que salió, en falta. Siempre lo descubría. Se sentó, bufando, fastidiado. Bitter los miró a ambos burlona.

-Caramba. Qué malos conspiradores son, ambos- les dijo ella. Straw le sonrió levemente. Ambas hermanas se miraron. Crecieron juntas. Eran cómplices en travesuras y en batallas. Se entendían y se complementaban a la perfección. Una sabía lo que pensaba la otra.

-Gracias por salvarme la vida- le dijo apenada. Bitter no se conmovió.

-Siempre tengo que salvarte a tí misma de tu propia imbecilidad- le dijo, dura. Vegeta se enojó.

-¡Oye! 

-Es la verdad. Y tú también vas para allá.- le advirtió, indiferente de su protesta. 

Straw suspiró. Tranquilizó a Vegeta, tomándolo de la mano. Bitter le preguntó, con las cejas levantadas, qué pretendía hacer.

-¿Qué pretendías ganar? ¿Con todo esto? 

Ella negó con la cabeza, derrotada.

-Darle una lección. Mostrarle que había quién la refrenase en el reino. Pero ahora… ese poder… todo concuerda. He tenido tiempo para pensar- expresó, determinada. Eso no le gustó a Bitter: a su criterio, Straw pensaba demasiado. Eso la hacía problemática. Los que pensaban demasiado terminaban muertos. Tanto en misiones, como en la vida.

-Esas palabras en ti nunca me han gustado- se contrarió. Straw se frustró, pero continuó, mirando a Vegeta.

-Viste cómo me atacó. Viste lo que hizo. Fern no le pudo enseñar eso en unos meses-analizó.

-Bitter suspiró, mirando a Vegeta, que le había planteado lo mismo.

-No, eso no se lo pudo enseñar tan rápido. Nadie lo logra en ese tiempo, a menos de que tenga un poder como el nuestro. Habría podido matar a papá si…

-Exacto- se levantó Straw, mirándola a los ojos. Bitter se crispó. Straw no había aprendido nada, pero ella también tenía la misma sospecha. El príncipe Vegeta se sorprendió. Bitter suspiró irritada.

-Ni una puta palabra- le advirtió a su hermano menor, con un gesto de silencio. Este la miró arriba abajo. Odiaba que lo subestimara.

-No soy tan idiota como crees. Continúa, hermana- le dijo a Straw. Esta abrió las manos, en franqueza.

-Bitter, todo alrededor de la muerte de nuestro padre y Fern estuvo muy raro. Fern murió atravesado por rayos de energía, vi el reporte. No por esas heridas que le hicieron los dairimibi. Y mamá, mamá derrotó sola a su rey, más poderoso que todos…- le dijo, mirando a su hermana, que razonaba a toda velocidad.

-La versión oficial es que papá y él se enfrascaron en una batalla a muerte porque el rey la tenía como carnada…

El príncipe Vegeta también saccaba sus propias conclusiones.

-Sí, pero entonces, ¿por qué se dejó vencer tan fácilmente? ¿Por qué papá casi la golpeaba hasta matarla? ¿Por qué no usó su poder para acabar con él? - le preguntó Straw a su hermana, que sospechaba lo peor.

-Quizás es como cuando una bestia aprende a hablar, ¿no crees ?- respondió Bitter, dando tontamente el beneficio de la duda.

Straw negó con la cabeza.

-Si le tiene nombre a una técnica tan poderosa, imagina el poder que tiene. - le dijo. Vegeta pensaba lo mismo.

Bitter la miró sopechosa.

-¿Qué insinúas? 

-Que…. dioses, no puedo decirlo. No- se negó Straw, irónica. - No. Bitter fue inflexible.

-Vamos. Ya llegamos hasta aquí- insistió su hermana.

-Que quizás ella los haya matado a los dos- dedujo Straw. Vegeta no podía asimilarlo. Pero apretó la mano de su hermana.

Bitter suspiró. Eso podría ser una gran posibilidad, dado que había visto a su madre en acción.

-¿Qué harás con esa información? 

Straw bufó, con tristeza, negando con la cabeza. 

-¿Crees que puedo hacer algo? Ninguno de los cuerpos existe ya. Y estoy segura que en estos momentos los informes habrán desaparecido. ¿Crees que Skank hará algo, cuando estoy casi segura de que como siempre, le habrá colaborado a mamá para obtener el trono y que Pew entorpecerá todo? Dioses. Quiero irme- dijo, frustrada. - Si hago algo, la próxima en morir seré yo, ya verás.

-Straw- le rogó el príncipe Vegeta. Ella le sonrió para tranquilizarlo.

-Perdona. No quise asustarte.

Bitter y Vegeta se miraron. Era impensable. Era lo peor que podía pasarles. A ellos y al reino.

-No digas eso ni en broma- la advirtió Bitter, igual de asustada. -Vegeta te necesita. Yo también.- dijo, mirando a su hermano.

-¿En serio? -preguntó ella, de forma irónica. Bitter asintió.

-Mamá hará lo que sea para retenerte, ya verás. Pero… si comienzas a estorbarle, muchos de los que aprecias morirán-la advirtió.

-¿Por qué lo dices? 

Bitter se contrarió. No era posible tanta ingenuidad en tantos años siendo de la realeza. Pero se calmó.

-Te hemos protegido bastante. Eso es lo que ha pasado. Sé perfectamente que finges ignorar lo que Skank y yo hemos hecho para acabar con todos nuestros enemigos- le dijo. Straw sonrió, paciente. Asintió. Admitió su duro despertar.

-Sí, finjo ignorarlo. Y es exactamente el mismo consejo que me dio mamá. Irónico, ¿no?- preguntó inteligentemente. Pero Bitter no se arredró.

-¿Qué crees que hubiera pasado si alguno de los favoritos de papá, hombre o mujer, hubiera impuesto una nueva reina y un nuevo heredero? ¿No crees que su familia no comenzaría a inventar cargos imaginarios para hacernos arrestar, ejecutar o hacer morir como daños colaterales? 

-Yo…

-Así es como funciona, Straw- insistió Bitter, sin ahorrarle nada a su hermana y a su hermano, de paso. - Siempre ha sido así. Ni Fern ni tú hubieran durado cinco minutos en ese trono, porque nuestra raza no es así. No es natural ser compasivo, no es natural ser bondadoso. No es natural ser como tú- le dijo, al fin. - Si hubieras querido tener una larga vida al lado de tu hermano rey, habrías necesitado de alguien como mamá, Pew o yo para hacer lo que nadie quiere hacer. Y sabes lo que es.-le dijo, mirándola a ella y luego a su hermano menor, que reflexionaba con el ceño fruncido.

Straw suspiró, sobrepasada.

-Yo quería romper eso. Quería cambiarlo todo. Yo quería…

Bitter no le dio respiro.

-Si quieres cambiarlo, sabes que solo aquí lo conseguirás bajo fuego y sangre, como cada uno de nuestros antepasados. Como quisiste hacerlo con mamá, que te atacó a traición y por tu estupidez te estaríamos llorando- la reprochó. Straw cerró los ojos. Estaba tan harta.

-Yo…no quiero eso- dijo ella. - No quiero eso, yo…

-Basta- su hermana la tomó entre sus hombros. - Basta. ¿Quieres conservar tu cabeza sobre tus hombros? Deja de ser una estúpida. Por el bien de todos. Vuélvete más fuerte, si eso sosiega tu pesar y el dolor de tu despertar. Vuélvete una guerrera jodidamente extraordinaria. Y ya deja de llorar por niños que no conoces. O te aseguro que no vivirás en menos de un año- la advirtió.

Straw suspiró. La miró a los ojos. Su hermana. Tan dura. Una máquina. Tan práctica, desde niña.

-¿Cómo lo haces? - le preguntó, mirando sus ojos violeta. Los suyos eran oscuros.

-¿Qué? 

-¿Ser como tú? 

Bitter se apartó de ella. Cruzó los brazos. 

-Soy saiyaijn, hermana. Y de haber nacido hombre, te aseguro que sería el siguiente rey- le dijo, para irse de la habitación, sin mirar a sus hermanos. Vegeta la miró a los ojos.

-¿Estás bien? 

-Sí. Solo que Bitter tiene razón. He sido una tonta- afirmó, viéndose con rabia. - Una estúpida. 

-No lo eres. Muchos te queremos. Y más ahora, cuando hay tantos que quieren “consolarte”- dijo, con asco. Ella sonrió, triste, pues ya tenía varias ofertas de pretendientes. Abrazó a su hermano.

-Gracias por verme. Siempre. 

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Días después- provincia de Tarotiba, reino tsufuru, frontera con el reino saiyajin

El duque Pew analizaba la estrategia del juego de fichas negras y blancas que se movían robóticamente frente al príncipe Dirs. Se comió dos, pero el príncipe contraatacó con tres.

-Siempre me ganas.

-Eres impulsivo. Eres saiyajin- le dijo, con una leve sonrisa. Ambos jugaban dentro de un gran salón de uno de los palacios de la familia real. Por supuesto, lleno de figuras y esculturas modernas y cuadros de los reyes tsufuru.

-Sí, pero últimamente tú también. Me preocupa lo que haces con la reina- le confesó. - Ninguno de los dos puede enamorarse. Eso pondría en peligro ambos tronos. Lo sabes. 

Dirs bajó sus hermosos ojos. Claro que sabía que Pew tenía razón.

-Viendo tu extraordinario físico, no la culpo- bromeó Pew, para este sonreír levemente. - Nuestro pobre difunto rey ante tí rompería todos los espejos - prosiguió. Dirs volvió a sonreír. - Merecía algo así. Pero da la infortunada casualidad de que eres el heredero de nuestro único país vecino. Y si bien nosotros somos más abiertos al respecto, no creo que la nobleza tsufuru esté complacida en que su heredero, su brillante y enérgico futuro rey se coja a una saiyajin.

-La más hermosa, inteligente e interesante- objetó este.

-Saiyajin- insistió Pew, levantando las cejas. 

-Vamos. Hemos intercambiado gente por siglos. ¿Y eso qué? 

-¿Nos ves muy unidos compartiendo fiestas y nobleza? Hasta donde yo sé, son raras las muestras de nuestra amistad. Es más, ustedes nos ven como bestias salvajes, nosotros a ustedes como seres débiles y quejumbrosos. Nos necesitamos, negociamos, pero no nos mezclamos, no de manera oficial. ¿Sabes lo que te haría Skank si se entera que te coges a su madre? Es más idiota que su padre- dijo, despectivo. - Tendríamos una guerra desastrosa. Sé que lo has pensado- le reprochó. Dirs suspiró, molesto.

-Debe haber alguna forma.

-Nunca hay salidas para esposas humilladas. A tu princesa la quieren. Y Sarin ya es suficientemente odiada aquí y allá para ganarse más enemigos. Y más si va a ser la malvada destruyehogares saiyajin, ¿no crees? 

-No, no lo digo por mí- insistió Dirs. -Y qué tal si… propiciamos la unión de ambas razas con un primer enlace oficial…

El duque Pew levantó las cejas.

-Tampoco se vale jóvenes princesas divorciadas por una reina madre mayor- siguió objetando. Dirs se rió por la rapidez mental de su amigo.

-No, no nosotros. Otra. Un piloto. Un experimento. Algo nuevo. Además, piénsalo. Impulsarían la política integracionista de tu prima. Sería un éxito. Y de mi parte… bueno, si algo llegase a pasar…

-No pensarás en matar a tu esposa- le dijo Pew, escandalizado. Dirs negó con la cabeza riéndose.

-Eso se los dejamos a ustedes. No… pero. -Pero si algún día nos descubren, y espero que no sea así…

-Porque no seguirán- insistió Pew.

-Verán que no es tan extraño. 

Este analizó. Llegó al Palacio, donde Skank estaba en el estanque con Nappa y sus amigos.

-¡Pew! ¡Ven! ¡No se te va a ensuciar el peinado! 

-¡Seguro se le ensucia la armadura!- se burló Nappa, pero esquivó una esfera de energía lanzada por el duque, que chamuscó al duque Pareps, y lo lanzó contra una columna. Todos se rieron. Este quedo confuso, y quemado.

-Tengo que trabajar. Ya sabes, alguien tiene que hacerlo- afirmó venenoso, para Skank reírse.

-Eso, ve a trabajar por tu rey. Jajajaja mira cómo quedaste, idiota. Te dejó bien quemado- le dijo a su compañero. Pew, ya retirándose, oyó más risas. Pasó por la Cámara de Entrenamiento. Ahí estaba Straw, peleando contra Bitter. Esta era más fuerte y más despiadada. La tomó del cabello y la estrelló.

-Demonios- le dijo, fastidiada. Straw se levantó, aturdida. Bitter miró burlona a su primo. Este miró a la hija menor del rey Vejito como siempre, despectivo.

-Qué, ¿triste por el resultado? - le preguntó sarcástica, la princesa. Este la miró igual. 

-Ya tenemos a un rey idiota. Con él nos basta en esta familia. Tu, querida, no puedes darte ese lujo. La próxima vez no será tu madre, sino alguien más.

-Tú. O un agente mandado por ti. Quién sabe si sea un daño “colateral”- lo señaló, insinuando que había tenido algo que ver con la muerte de Fern. Pero Pew sonrió. 

-Podría ser el rey, pero él está concentrado en mirar su propio pito y eres alguien insignificante para él. 

-Entonces, si soy tan insignificante- replicó Straw. - ¿Porqué estás aquí? 

-Porque para el pueblo no lo eres, y eso es un jodido problema. Eres un jodido problema. Otra pataleta tuya nos podría costar no solo a un miembro valioso de la familia real. Sino la unidad de la familia. Quienes se opongan al vernos aquí, podrían usarte. Pero supongo que eso ya lo sabes. -le reprochó Pew. Pero Straw se adelantó hacia él. 

-Me opongo a todo lo que somos aquí- le dijo ella, voluntariosa. Pew sonrió con lástima.

-Por favor síguelo diciendo. Quizás no te mate… yo, sino los otros nobles que amarían traerle a Skank tu cabeza en una pica. Y tu madre no podrá protegerte. Tampoco tu hermana.

-¿Por qué siempre me amenazas? -preguntó ella, contrariada. 

-No, solo te muestro la realidad. Tu madre te dio un bocado. Pero la vida no es tan benevolente- dijo, para retirarse. Straw se quedó contrariada. Ya al frente de la reina, el duque le entregó una carta del príncipe Dirs. Ella se contuvo y suspiró.

-Sí, es mejor. No podría avanzar, es muy peligroso. Pero su propuesta es más interesante. Y que incluyas a los nobles que más se oponen, todo el plan, estará bien. 

-De acuerdo- dijo este, levantándose. Iré a revisar los ducados del sur, con las provincias centrales y las nuevas carreteras y centros. Dormiré allí. ¿Estás bien? 

La reina asintió. Apenas su primo se fue, cerró los ojos, con lágrimas cayendo sobre la mesa. 

-”Querida Sarin. Siempre te amaré, pero es muy peligroso para ambos. Espero que nos volvamos a encontrar. Eres la gran pasión de mi vida. Pero te quiero ver triunfante y reinando sobre tus enemigos, que muerta por mi culpa. Te amo. Dirs”, - leyó, para sollozar. Afni le pasó un pañuelo, conmovida por ella. Esta solo se puso las manos sobre el rostro y se acostó sobre la moderna mesa por un momento.

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Casa de la Dama Puni, meses después

La reina madre, desnuda, con un saiyajin muy parecido a Fern encima suyo, que la embestía salvajemente. Ahora ella podía hacer lo que nunca pudo con el original: gritar hasta el paroxismo. Agarró sus sábanas, mientras sentía que su cuerpo era mecido y sintió un líquido blanco, entre sus muslos. Respiró fuertemente.

-Agua- ordenó. Afni se la pasó. Una vieja esclava planteniana la limpió, convenientemente. 

-Majestad- dijo el joven, incómodo, observando su falta de privacidad. -¿Es necesario que ellas estén aquí? 

-Sí- dijo ella, fríamente. No eres de mi familia, no te conozco y podrías hacerme daño- le respondió, cortante.

-Bueno, no creo que sea el caso… todos vimos lo que usted…

-Estás aquí para cogerme y no hacer preguntas- lo interrumpió ella, odiosamente. Este se calló. -No sabré tu nombre jamás. ¿Sigues cansado? 

-No, majestad…- afirmó este, mirándola torvo. Ella le sonrió. Sabía que estaba molesto. Tenía ese don particular: ofender a los hombres en su fragilidad. Eso los encendía o hacía que quisieran matarla. Y era más excitante cuando combinaban los dos.

-Sé que me debes odiar en este momento. Bien, desquítate- le dijo, volteándose, y poniéndose de rodillas. -En el mismo orificio. No en el otro- indicó.

Sintió sus manos en sus caderas. Exhaló, cerrando sus ojos. Comenzó a gruñir. Recordó al príncipe tsufuru y se excitó aún más.

-Más fuerte- le ordenó. Este tomó su cabello y bajó su cara, violentamente. Ella solo sonrió.

Ya al terminar, la dama Puni la miraba en su estanque personal, siendo lavada por dos plantenianas. 

-Qué hermoso cuerpo, majestad. Con razón nuestro joven amigo no hizo ascos para el trabajo- la halagó.

Si la dama podía permitirse ver y hablar así con la reina, es porque era otra de las favorecidas con sus políticas. Y también una de sus primeras trabajadoras. Había comenzado muy jovencita, hasta que el padre del difunto rey, encandilado, la metió a palacio y a sus sábanas, y luego fue usada así po su familia paterna. 

-Lo sé. Pero a la próxima vez no quiero que hable, o córtale la lengua. Tiene buen tamaño, por cierto, para ser un esclavo. ¿Cómo es que alguien de tan buena planta no terminó siendo guerrero?- preguntó, con interés. 

-Oh, fue criado en otro planeta. Es el descendiente más débil de uno de los soldados que conquistó el planeta Kar hace veinte años. Me lo vendieron desde pequeño. Sabe lo necesario- explicó Puni.

-Interesante. Lo quiero para mi exclusividad- ordenó, mientras salía del estanque y era cubierta por Afni. Te pagaré el triple- le dijo.  La dama se sintió en el Paraíso: la reina sería una gran clienta, luego de su difunto esposo.

-Majestad… es un regalo de la casa. Usted nos ha favorecido bien. 

-Así es. Afni, ve a probarlo- le ordenó a su dama. Esta la miró sorprendida.

-Majestad…

-Me gusta compartir. No lo he dejado cansado. - le dijo, sonriendo significativa. - Siempre dedicas tu tiempo a mí y es hora de que pruebes algo mejor que los soldados, ¿no crees? Los demás, largo- ordenó. Todos se retiraron. Ella comenzó a oír los gemidos de Afni, en la parte de atrás. La dama Puni la miró sonriente.

La reina le sirvió vino. Ambas bebieron.

-Sé que Palen, primo de la esposa del duque Pew, era uno de los amigos de Fern. Y él está formando alrededor de su antiguo séquito y probablemente, de mi hija Straw , un partido para llevar a juicio al conde Naren, quien sobrevivió en esa batalla contra los dairimibi y muy pocos, junto con mi hijo, el rey Skank. También sé que Palen no es tan “santo” como aparenta. Frecuenta a la única cortesana independiente de la capital, Ameris. Tsufuru, claro- explicó la reina.

La dama Puni entendió. La reina se había informado bien, pero había decidido lanzar la información con los cabos que pudiera atar. Y por supuesto, Pew la tenía de intermediaria porque los secretos eran los que más se daban en su establecimiento.

-¿Qué desea saber, majestad? Ameris es incomprable. 

-Todos tienen un precio- insistió esta. 

-Esta no- negó con la cabeza Puni. - Parece realmente enamorada del joven. A pesar de ser ella tsufuru y él saiyajin. Dicen por ahí que ya viven prácticamente como compañero y compañera. Solo que bueno, los nobles saiyajines, no sé por qué, no aceptan que todavía nos crucemos, cuando hay tantos bastardos y gente de lado y lado por ahí… que…

-Sí, entiendo- expresó la reina, levantando las cejas. Por supuesto, no eran los guerreros: eran de la parte operativa y de la industria. Solo los saiyajines puros eran guerreros. Pero era imposible que en tanta fogosidad de los saiyajines no se hubiesen dado frutos mixtos, que por supuesto no peleaban. Podían comerciar, ser cocineros, servir, cortar carne, construir, pero no guerrear. Y la reina sabía que debía hacer un conteo - y pronto- de todos ellos. 

-Se imaginará la oposición de su padre. Han tenido que ir a su propia cámara de entrenamiento a discutirlo- dijo esta, significativamente. Es decir, casi pelear a muerte. Una solución muy saiyajin que no destruía ninguna vivienda. 

La reina meditaba. Seguía oyendo los gritos de su dama de compañía. Se complació.

-Puni, ¿acaso alguna de tus cortesanas no ha soñado con acceder a ser lo que somos nosotros? 

-Solo las saiyajines. Las de otras razas no serían tan estúpidas, como dicen ellas mismas, para parir hijos de hombres y bebés que les destruirían las entrañas, si me entiende. Aunque eso es un mito, usted lo sabe. Pero ellas saben que los saiyajines no son buenos compañeros- afirmó. La reina suspiró, recordando su historia.

-Deben pensar en mí cuando lo razonan. Hacen bien- bromeó, oscuramente. Puni bufó, asintiendo.

-Sí, lamento decirlo, majestad. Aunque bueno… si surge algún sentimiento, como son algunos casos… y si va acompañado de riquezas… jovencitas tontas- bufó, negando con la cabeza. Ah, el amor era para los tontos.

-¿Qué hacen las que se retiran, si nosotros no las cobijamos?- preguntó interesada la reina.

-Bueno, se van, se casan… y si se quedan aquí fundan sus pequeñas casas, para soldados con menos posibilidades. Por eso le digo: saiyajines puros. Bah- se burló. Ella sonrió otra vez. 

-Así que pocas hacen del sexo una vocación. Extraño. Sería una profesión que se me da de maravilla-analizó ella, mirándose las uñas. La vieja tsufuru se rió por las ocurrencias de la reina. Porque eran verdad.

-No lo dudo, majestad. Lo he visto - recordó.

Ambas oyeron cómo se desvanecían ambos gemidos. La reina pegó una palmada. Vinieron otra vez todos sus servidores.

-Interesante charla y música de fondo. Pagaré por lo que consumió Afni, en el precio acordado- afirmó, mientras le ponían otra túnica encima.

La vieja Puni sonrió.

-De acuerdo, majestad. 

Qué gran continuidad de una larga, larga amistad.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Días después, aposentos del Rey- Palacio de l os Reyes

La reina, frente a Skank, le mostró un video holográfico. El coronel Palen, alrededor de otros jóvenes saiyajines.

-¡La muerte del amado príncipe Fern está llena de encubrimientos! ¡Paragues, Pew y Naren traicionaron al príncipe, se aliaron con los dairimibi y sirvieron para este oscuro trono que mata niños! 

Maldiciones y más comentarios. El rey bufó. Malditos estúpidos. ¿De cuándo acá tenían arranques de moralidad de razas inferiores? 

-Cuando conquistamos planetas también matamos niños, malditos idiotas - espetó.

Volvió a escuchar las arengas. 

-¡Habremos de saber la verdad, y hallar justicia por su muerte! ¡Todos lo clamamos! 

Más gritos. “Justicia, justicia, justicia” 

El rey apagó el video. Miró reclamante a Sarin. Y preocupado.

-Creí que se destruyeron todas las pruebas.- le dijo Skank a su madre. -Todos los rastreadores. 

-En esto estoy, pero señalan a Naren, y me ha escrito que tiene todas las cartas que le escribimos tú y yo sobre las instrucciones. Y por supuesto, tiene copias digitales- le dijo ella, mirándolo a los ojos. Eso implicaba que podría incriminarlos a ambos. Skank se irritó. ¿Cómo había dejado ella, la más inteligente del reino, la más tonta, que pasara esto? 

-Entonces, madre, ¿qué hago? ¿Matarlo? ¿Convocarlo a una cena y matarlo a traición? -preguntó, desesperado.

-Y confirmarías lo que ellos sospechan, y si los matas causarás una guerra civil- le advirtió su madre. SKank se fastidió. No estaba para pensar en esas cosas.

-Mandarlo a misión. Que lo maten allí- resolvió. Ambos se quedaron en silencio, hasta que ella suspiró.

-No, no…- pensó ella. -Eso también sería bastante obvio. Skank, hijo ¿estás enamorado? - le preguntó, mirándolo a los ojos. Este se echó a reír. Qué clase de pregunta era esa. Lo conocía. 

-¿Tanto, como para no acordarme a quién le meto qué, en donde? Vamos, madre- se burló. 

-Sí- suspiró ella, algo incómoda. - Tenemos que hablar de eso. No queremos hacer con tus probables hijos lo que hicimos con los de tu padre…

-No te preocupes. Son las de la dama Puni. Y alguna que otra servidora…

Sarin comenzó a preocuparse. Skank era de una ligereza alarmante para un asunto tan serio.

-Servidoras no- lo interrumpió ella. - Son muy peligrosas, Skank. Un aborto es sangriento. Escandaloso- dijo, con molestia. -Traumático - recordó, cuando se vio ensangrentada abortando el único hijo del hombre que amó, Fern.

-Como si no hubiera pasado antes -protestó este, vanamente.

-No- dijo ella. - Pero ese no es el tema. Si te enamoraras, cosa que dudo…porque eres un saiyajin más saiyajin incluso que tu padre… ¿lucharías contra todos para que eso prevaleciera? 

Skank se confundió aún más.

-Madre, tú más que nadie dices que es estúpido esperar amor. ¿Cuál es tu punto?- la increpó.

Ella estaba perdida en sus recuerdos. Dolorosos recuerdos: “Sí que lo es”, recordó a Fern, besándola, o poseyéndola en medio de las rocas. “Sí que lo es para nosotros”. 

-Supongamos que te enamoras de una tsufuru.

El rey se echó a reír otra vez. Su madre sí que era imaginativa.  Pero seguiría el juego.

-Está bien. Adelante- dijo, para reírse otra vez, recostándose sobre el trono de su padre. -Suponiendo que cuento con que no la envenenarás…

-Ese es el punto. Suponiendo que nadie que se oponga a la primera unión entre un saiyajin noble y una tsufuru, preferiblemente cortesana, cosa que no veo probable…lo haga…

El rey y su madre se miraron a los ojos. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Salón del Trono, Palacio de los Reyes, semanas después

Skank estaba sentado, apoyado hacia un lado, con su capa roja y su armadura negra y verde oscura. Ya tenía su barba, la que tendría en los retratos y hasta el final de su vida.

-Majestad- dijo el joven Palen, arrodillado ante él. Sé que usted, siguiendo la honorabilidad de la raza saiyajin nos permitirá esclarecer la muerte de su hermanastro, el príncipe Fern - expresó, trémulo. Sarin lo observó. Era tan parecido a Fern. Solo que con los cabellos más cortos. Esa misma determinación honorable. Estúpida. Tan nívea en rostro tan bello.

-Así es, Palen. Por lo que he decidido que irás al ducado de Puén, cuñado de nuestro primo Pew, y departirás con el conde Naren.  Espero tu informe. Y para que veas mi buena voluntad…- sonrió este. Se abrieron las puertas. Entró Amari, la cortesana tsufuru, temerosa. Envuelta en sedas, con su cabello violeta oscuro, que encendía en secreto a más de uno.. Palen se sorprendió. Straw miró sospechosa a su hermano,  y a su madre, inmóvil y rígida, con su elaborado y alto peinado, en una silla al lado del trono. Bitter y Vegeta levantaron sus cejas, sorprendidos. Todos comenzaron a hablar. Pew no parecía impresionado. 

-Vamos - le dijo amable Kouri a Straw. - Te he pedido como mi acompañante. Mi marido también será interrogado, pero no estoy ofendida contigo. 

Straw la miró avergonzada. 

-Yo…

-Mi marido es inocente y no haría daño a nadie de su familia- dijo Kouri, voluntariosa. Por eso sé que todo será de rutina. Y tú cumplías con tu labor.

Straw le sonrió, levemente.

-Gracias por eso.

-De qué. Somos amigas- afirmó, con una sonrisa. Volvieron a escuchar al rey Skank.

-La política de apertura, bien sugerida por mi madre, no solo debe integrarse en funciones subordinadas. Es hora de ampliar más nuestras relaciones. Se comenta mucho en todas las capas de nuestra sociedad sobre su relación, por lo que he decidido, como rey, permitir tu matrimonio con la dama Amari. Hemos visto casos increíbles donde el poder viene de los lugares menos impensados y te llevas, por lo que sé, un buen premio. Ven, Amari. Vengan ambos- dijo este, mientras escuchaban muchos comentarios de sorpresa y otros de indignación. Straw miraba todo muy sorprendida. Su hermano unió las manos de ambos.

-Se toman, se acompañan, se disfrutan. Compañeros para siempre- pronunció los votos. Los había casado. El séquito de Palen aplaudió. Bitter se fijó en el rostro de ira del duque Pulen, que no podía irse. Habría sido una afrenta contra el rey. Viejo racista, pensó. Pero así eran la mayoría de saiyajines.

-¡Aplaudan, mierdas!- ordenó el rey, desplegando su fuerza, para horror de los contrayentes. Pero volvió a sonreír, abrazándolos. 

-Quién más que yo el interesado para que se aclare absolutamente todo y mi reinado comience sin manchas. Saben cuánto queríamos a mi hermano Fern. Y no te preocupes… querida. Los saiyajines sabemos ser cuidadosos. Aunque ya lo sabes- dijo morbosamente , para volver al trono. Luego de superar la incomodidad producida por Skank, Palen miró a su esposa y se besaron, para el rey aplaudir, y todos seguirlo.

-Y para que veas que no tengo mala voluntad, mi hermana Straw los acompañará. Quizás se interese en alguno de tu séquito. ¡Venga! ¿Quién no querría hacer parte de la familia real?- bromeó, para todos comenzar a hablar de la princesa, a quien pretendían emocionados. Esta bajó su rostro, ruborizada, para Kouri sonreírse. Pew miró a la reina. Habían obtenido su éxito con dos cobayos. 

Ya luego de la ceremonia, Amari se acercó amable a Straw, en las galerías cerca al trono central. La princesa observó que la tsufuru era todo lo que decían de ella. Delicada, con sus ojos rasgados y violetas. Su pelo, igual. Su piel de cristal. Pequeña. Sus modos. Nada guerreros, como los suyos.

-Con usted me siento algo menos nerviosa, y menos sola. De verdad será bueno tenerla a nuestro lado.- le dijo, cautelosa. - La verdad es que al entrar, vi a su madre y me dio mucho, mucho miedo…

La reina hablaba altiva con el duque Puén, al lado de Pew, su esposa, Kalen y el doctor Fura. Bitter se empujaba con el séquito de Palen, amistosamente. Habían crecido juntos. Bromeaban. Vegeta miraba divertido cómo se pegaban, y recibía otro golpe, para él golpear igual. Straw la vio tan bella, como una flor entre espinas, que quería sacarla de ahí y enviarla lejos.

-Solo quiero decirte que… tengas cuidado - la advirtió Straw. Mi hermano y madre no son tan buenos como crees. Menos mi primo- se burló, al ver a Pew, sonriendo. -  No aceptarían una unión tan polémica así como así- dijo, suspicaz.

-Lo sé- dijo la bella cortesana, bajando los ojos. -Por eso confío en que usted nos protegerá a ambos. Sé lo que dicen de su madre, alteza real. Cosas horribles. Llegó a mi la historia de cómo mataron a espada al bebé de esa joven cortesana. Y luego a ella.  Encontraron su cabeza saliendo de la cloaca. 

Straw asintió, mirando hacia abajo. Suspiró, recordando esa historia de horror.

-Pienso que soy una fachada. Pero haré lo que pueda.- le prometió. 

-Gracias- le dijo ella, tomando su mano. La princesa se sorprendió, pues los saiyajines no solían ser así de familiares con ella. Le sonrió levemente. Vio a su madre y hermanos, pero no al rey. 

Este, claro, ya debía estar con sus rameras. Se había ido a sus aposentos apenas tuvo la oportunidad. La verdad es que estaba entrenando a solas, en su cámara privada. Recordando el poder de su madre. Desplegó su energía, y aplastó las cabezas de tres saibaimans. Nappa lo miraba aterrorizado, por su poder.

-Mierda. ¿Cuánto? 

-Siete mil.- registró este.

Este se sentó, frustrado.

-Se acabaron las rameras, Nappa.

-¿Majestad ?

-Al menos en las mañanas - le dijo, con una sonrisa cansada. Se miró en el vidrio. ¿Y si su madre lo llegase a matar para tomar ella sola el trono? ¿O la tonta justiciera de Straw? No podía permitirlo. Menos luego de lo que vio en ambas.

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Semanas después, día de la partida 

El duque Pew fue con la excusa de “inspeccionar” a los soldados de clase baja, a la cantera de la Cohorte doce. Fue con su esposa. Allí, esta vio a Bardock entrenar duramente. 

-Quiero que al volver del viaje sirva en nuestra casa, Pew. Lo quiero conmigo. No quiero darle más largas. Quiero que sea mi guardia- insistió. El duque asintió.

-Como digas. 

Ella le sonrió amablemente. Estaba conmovida.

-¿Qué le diremos a la reina cuando sepa que lo encontramos? 

-Nada. Para cuando le digamos ya será parte de la familia. Tendremos, eso sí, que educarlo como un noble. Pero mira, es inteligente- afirmó, viéndolo chocar a tres soldados más para escabullirse. - Y fiero. Obstinado. Creo que en eso se parecen- afirmó, para su esposa agarrarlo del brazo. Ya abajo, luego de la inspección, Bardock miraba extrañado a los duques.

-Oh, es que mi esposa se acordó de ti. Le diste muy buena impresión, muchacho.

-Hola- le dijo esta, emocionada, tomando sus manos. Te hemos dejado algunas cosas. 

-Gracias… en verdad no lo merezco, excelencia.

-Kouri- insistió ella. Este lo hizo. Ella tomó ambas manos suyas.

-Cuídate mucho y por favor no te mueras. ¿Me lo prometes? -le preguntó, insistentemente.

-Sí, excelencia.

Ella lo abrazó, impulsivamente.

-Buen chico. Perdón. Soy muy expresiva para ser una saiyajin- afirmó, alzando los brazos. Este se quedó confundido. El duque dio dos palmadas en su hombro.

-Suerte. 

-Nos volveremos a ver, espero- dijo Kouri, que salió llorando. Al llegar a la gran plataforma, ya estaba compuesta por su esposo. Amari le sonrió.

-¿Está bien, dama Kouri? 

-Sí. Tonterías de madre. Me despedía de mis hijas. Ya lo entenderás. Vamos a divertirnos mucho, ya verás. Tenemos a Straw con nosotras- dijo, para la princesa sonreírle. El joven Vegeta tomó ambas manos suyas.

-Cuídate. Sobre todo de la comida. Vas a un nido de ratas. 

-Lo sé. Te escribiré. Todos los días.

-Y a mí, nada- se burló Bitter.

-Para eso está Pew. Será prolijo en sus burlas- dijo, para este voltear los ojos y Bitter bufar.

-Sí, así es. Cuidaremos todo aquí. Al menos Skank ya no tiene rameras en las mañanas.

-Freezer va a venir a arrodillarse ante la madre Sadala- bromeó el príncipe Vegeta, para todos reírse, por lo improbable de la situación.

-Bueno, eso pasa cuando uno muestra su verdadero poder- le insinuó Bitter a su hermana, dándole un beso en la mejilla. Pew la miró y esta a él, entendiéndose. Así, partieron a un verdadero nido de serpientes. La reina veía todo desde la ventana, satisfecha. Solo así Straw aprendería de la realidad. No le tenía compasión por ello.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Dos meses después, ducado de Puen

La cortesana Amari se sentía bien, rodeada por la princesa Straw, que tenía un peinado a media coleta, con el cabello domado, y por la hermana del duque, Kouri. Eran un trío infalible. Por supuesto, el conjunto era incómodo. Puén tenía una nueva esposa, Nok, que era tan bella y odiosa como todas las nobles saiyajines. Tampoco estaba muy a gusto con la joven que les recordaba la vergüenza familiar. Y con el que probablemente había matado al duque anterior, el duque Pew, ese maldito guardián de la puta de la reina. También estaba el conde Naren, solitario, que comía sin alterarse. Y estaba Palen, al lado de Pew mismo, que hizo un brindis.

-Brindo por nosotros. Qué horroroso conjunto somos- bromeó, para el conde Kuren reírse. Interrogadores e interrogados compartiendo la mesa. Pero todo sea por la unión de ambas razas- le dijo amablemente a Amari. Nok también brindó, maliciosa.

-Todo el Universo habla de cómo Freezer te dio toda su cava de vinos especiales. ¿Qué rayos hiciste? Que yo sepa esas alimañas se reproducen asexualmente- afirmó, audaz, para provocar a Pew.

-Bueno, por más que Freezer guste de mí, soy un saiyajin, querida. Y que él al no serlo no tiene la única cosa que me puede importar- bromeó, para todos reírse socarronamente. Straw también lo hizo. -Hay dos cosas, no, más, que compartimos. Uno, el coleccionar obras de artistas. Dos, destruir planetas. Tres, la agudeza intelectual, cosa que ninguno de los presentes tiene aquí a excepción de mi adorable esposa- dijo, moviendo la copa para esta sonreír, oronda - Y cuatro, la inagotable creatividad para la crueldad. No me la dio por recitar bien las poesías de Fungo el coforiano- afirmó, ambiguo.

-Qué te… qué te tocó hacer… -preguntó Straw, sorprendida. 

-Se preguntó qué pasaría si cruzaba a un simio con un lagarto. Obligó a Zarbon a transformarse delante de mí. Tuve que seducir a esa cosa, pero igual no duró demasiado la transformación. Nos fue bien en el arreglo. Yo fui el premio- afirmó. - Freezer se quedó enojado, así que puse a bailar a sus hombrecitos una ridícula canción, los más bajos, mientras disparábamos a sus pies. Le fascinó. Ama la humillación. Por supuesto, todos murieron- suspiró. Straw se estremeció. Había tenido razón.

- Vaya. ¿No son los tsufuru más hábiles para esas cosas? - firmó Nok, para Amari mirarse con Kouri y Straw. Pew sonrió por la barata provocación.

-Sí, y el duque las aprendió bien de nosotros - expresó la cortesana, ingeniosamente. Palen solo se rió por el ingenio de su esposa. Straw miraba furiosa a aquella mujer y a su esposo. Había una historia turbia que circulaba: Bitter torturó a la madre del duque Puén, quién sabe por qué. Algo le habían hecho a Kouri. 

-Todos tus intentos, querida, de insultar a la bella huésped son tan baratos como esos pendientes de carrútida que llevas puestos- señaló, para Straw sonreír. 

-Te recuerdo que soy la que los hospeda, Pew- afirmó esta, con odio, para su esposo tomar su mano.

-No tienes que recordármelo. Estamos aqui para ser interrogados por la muerte del príncipe Fern. Esto luce como una prisión barata. Puén, cuando quieras… mi esposa le dará clases a la tuya.

-Creí que las dabas tú- se burló este. Kouri miró furiosa a su hermano. 

-Sí, así es. Por eso Freezer no me ve como una alimaña a la que deberían encerrar en una jaula. Cogerse una lagartija para tener los mejores vinos del Universo ha sido mejor arreglo que cogerse a tu esposa, por ejemplo.

Straw se rió, y se tapó la boca. Al final de la cena, se acercó a Pew.

-Sé que me desprecias, pero solamente te diré que eres bastante talentoso. Esto es un nido de serpientes. Sé que Palen jamás tendrá éxito. Mi hermano y mi madre nos tendieron una trampa- le dijo, mirándolo a los ojos. Este sonrió, descubriéndose.

-Tenías que aprender.

-¿Bitter lo consintió? 

Este asintió con la cabeza.

-No puede protegerte siempre, Straw. Fuiste afortunada al tener a mi esposa a tu lado. Han hecho un buen tercio con la cortesana tsufuru. Pero no, no tendrás éxito. Hay personas mucho más inteligentes que tú en todo este reino. No todo se hace de determinación.

Straw lo miró frustrada.

-Yo esperaba que sí- le dijo, con una sonrisa triste. -Entrenar para superar nuestros límites, para luchar con un propósito. No me juzgues. Solo que no quiero que esto sea todo lo que tenemos- le dijo, desolada. Pew suspiró.

-Te entiendo. Pero si por un momento dejásemos de conquistar planetas o eliminar razas enteras… harían lo mismo con todos nosotros. Es como si a una bestia le quitaras sus dientes más filosos. Vendrían todas las demás criaturas y la harían pedazos- razonó. Straw se apoyó contra la pared.

-Lo sé de sobra. Pero algo ha estado rondando en mi cabeza. Espero no te rías de mí, como siempre - le planteó, molesta. Este la miró burlón.

-No puedo prometer eso.

-No importa. Sé que a veces otros monarcas de otros planetas nos contratan para destruir una raza a la que no pueden eliminar ellos mismos.

-Así es- respondió Pew, interesado.

-¿Qué pasaría si nos contratasen para solucionar sus problemas y ayudarlos a ser libres, no sé, de otras razas, o ayudarlos con lo que tengan que buscar para mejorar sus soles, cosechas o producción de líquidos vitales? 

-¿Te refieres a ser como una especie de guerreros honorables que viajan por todo el espacio ayudando a las demás razas? - le dijo, burlón e incrédulo. Straw asintió. Se sorprendió al ver a su primo suspirar.

-Es una buena idea. Pero sabes que…tendrás que ensuciarte las manos también, ¿no? 

-Pero no morirían inocentes, Pew. Y quizás y no nos detesten.

El duque puso una mano en la barbilla. Se sorprendió de la idea de su prima, a quien consideraba tonta.

-A ninguno de nosotros nos importa eso, pero en términos comerciales… podría funcionar. Por supuesto, nuestra raza entera, sin ofender, no podría vivir de la piedad. Pero podrías intentarlo, como cosa tuya. Quizás nos calles la boca, ¿no crees? 

-Es lo que más espero- le dijo. Pew suspiró.

-Y para que veas que no soy un cretino contigo, te daré la suficiente financiación para escoger a la gente que quieras, así como las naves. Con la única condición de ser socio en un veinte por ciento. 

Straw se echó a reír, negando con la cabeza. Le dio la mano.

-Acepto. Nunca dejas de sacar tajada, ¿verdad? 

-Somos vulgares piratas interplanetarios. Hay que cumplir con lo que se espera de nosotros- se burló Pew. - Kouri te enviará los documentos. 

-De acuerdo- dijo, para irse canturreando por el palacio. Pew suspiró.

“Vaya. No es tan tonta como pensaba”, se dijo. 

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Dos meses después, Palacio de los Reyes

La reina estaba en un dintel, leyendo una carta con su rastreador. Eran los aposentos del rey, antes del príncipe Skank, que tenía a una mujer entre sus piernas. 

-Léeme, madre- le dijo, mientras se recostaba. 

-Te dije que iba a ser efectivo. ¿Es sorda, tal y como lo solicité? -le preguntó, refiriéndose a la mujer, una pelirroja. Este sonrió, mirándola con satisfacción. Ella lo miró a los ojos y eso le encantó.

-Sí, madre. 

-¿Sí podrás prestar atención a lo que te digo? -preguntó ella, a través de la puerta.

-Madre, puedo combinar bien el trabajo y el placer- dijo, para tirarla al lecho y comenzar a penetrarla.

Sarin levantó la ceja, irritada. Pero nadie en su raza era muy diferente. Muy pocos eran más privados con algo tan natural. Ella, menos que nadie. Su esclavo, frente a la vieja Mori, planteniana, y Afni, o con Afni, le daba placer tres veces a la semana. Comenzó a leer.

“Querida madre. Por supuesto, sé que nos has metido en un callejón sin salida, aunque quiero establecer que he cumplido con mi deber. Ha sido meterse en un nido de serpientes, y Palen no ha podido sacar nada ni de Pew o el duque Kuren. Yo tampoco, por supuesto. Nuestra frustración es evidente. Han ganado. Lo único que me consuela es tener a Kouri y a Amari conmigo. Ella es la que sufre más: los saiyajines la desprecian y hablan a sus espaldas, teniéndome como única amiga. A veces hasta hemos ido a comer con mis soldados de clase baja, es lo único que la anima. Todo es tan lóbrego, aquí. Peor que en palacio. El duque Pue y el conde Naren no se soportan, pero parece que se han unido en odiar a esa pobre mujer, a quien ven más bella que esa serpiente de la espantosa Nokk. ¡Horrible mujer! Y lamento decir que tendrá que pasar ahí al menos ocho meses más: se encuentra embarazada y tener a un hijo medio saiyajin la está consumiendo. ¿No podrías ir tú de visita y solucionar todo esto de una buena vez, o al menos llevar a casa a la pobre dama Amari? Sé del afecto que le tenías a Fern…”

Ella cerró los ojos, recordando cómo lloró ante su cadáver y besó su mano. Puso una mano en su pecho.

“Palen ha encontrado malos manejos en la gestión del conde Naren, a su vez. Piensa presentarlos al rey. Quedo al tanto de tu respuesta. Afecta, Straw”

Se abrió la puerta eléctrica. El rey, envuelto en una túnica abajo de sus caderas, ya con la joven sin su presencia, miraba hacia la ciudad. 

-¿Cuál es el siguiente paso, entonces? 

-Sacar a tu hermana de ahí, por supuesto. A menos que quiera ver más cosas horribles- dijo. No olía a nada. Idea de su degenerado padre, que quién sabe con cuantas se acostaba y había instalado un dispositivo para perder su olor y así pretender engañarla.

-¿Qué tan horribles? 

-Una tsufuru viuda y embarazada- le dijo la reina, significativamente. Skank suspiró, irritado. Hasta a él le resultaban horribles, algunas veces, los métodos por su madre para deshacerse de sus enemigos. Pobre linda chica. Y ni siquiera pudo disfrutarla todo lo que quiso.

-Casarnos con tsufurus. No se podía llegar tan lejos- afirmó, para entrar a su baño. Allí le esperaba la misma mujer, desnuda. Él la cargó, para agarrarla del cabello y empotrarla. La reina salió de la habitación de su hijo. Comenzó a ver más documentos en sus aposentos. Simplemente, esperó.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Dos meses después- Palacio del duque Puén

Straw y Pew afinaban detalles de su sociedad, en medio de la noche. Cuántos hombres tendría, con quiénes se irá, cómo gestionarían los permisos ante Skank. Hasta que oyeron pasos y gemidos. Lo que vieron los horrorizó y los hizo levantarse de inmediato. Era Kouri, con sangre en su nariz y boca, también en sus manos, con lágrimas en los ojos.

-Pew…- dijo, para desplomarse. Pew gritó y Straw llamó a la guardia. El médico arcediano del duque vino de inmediato, mientras Pew, nada saiyajin, le daba un antídoto a su esposa. Pero esta botó más sangre.

-¡No te mueras, no te mueras, Kouri! ¡No te mueras, no te mueras!- le rogó lloroso. Ella comenzó a delirar.

-Prométeme que lo cuidarás, Pew. Prométemelo. Prométemelo- le rogó.

-Sí, claro que sí. 

-Prométeme que lo cuidarás, prométemelo, prométemelo…

Straw se miró desesperada con los médicos.

-¡Por favor, hagan algo! 

-Es un veneno muy potente. La joven tsufuru no aguantó.

A la princesa se le llenaron los ojos de lágrimas. Oía los gritos de Palen. También los ruegos de Pew. Vio cómo se fue la luz de los ojos de la pequeña Kouri. El duque lloró. La dejó en el suelo. Gritó, desplegando todo su poder, para terror del duque Puén y su esposa, que estaban en ropa de dormir. Straw seguía llorando y los miró furiosa, al darse cuenta del terror de ambos. 

-¡Contrólenlo! ¡Destruirá todo el palacio!- gritó Puén, pero Pew eliminó al primer guardia que se le acercó. Straw escapó y fue a la habitación de la pobre Amari, a la que apartó de Palen. La cargó ella misma fuera del palacio, que comenzaba a temblar por el poder de Pew. Lloró, protegiéndola y dejándola en un lugar seguro. Todos los ocupantes huían desesperados. Palen siguió llorando a su esposa y a su hijo muerto, para ver sorprendido a Straw, quien entró, con su vestido lleno de sangre de la tsufuru y de Kouri, para sorpresa también del duque y su esposa.

-¡Está loca! ¡Morirá!- gritó Nok, refugiándose con su esposo. 

Straw esquivó todos los objetos que salían a volar por el inmenso poder de su primo. Lo miró a los ojos, determinada. Solamente lo abrazó. Este se tranquilizó, y se derrumbó sobre ella, llorando a gritos. La apartó y Straw tomó a Kouri en su regazo, para él abrazarla. 

-¡Tú no! ¡Tú eras inocente! ¡Tú eras inocente! ¡Tú no!- sollozó.

-Cuñado, no es digno llorar así,no es propio de un saiyajin-objetó el duque Puén. Straw lo miró con rabia y le envió un rayo de energía. Lo tumbó al instante.

-¡Maldita perra!- gritó Nok, pero Straw se levantó digna, y altiva, sorprendiendo incluso al propio Pew. Creó una enorme esfera de energía. 

-Pagarán los que hayan hecho esto. Yo misma haré justicia- afirmó, viendo la sangre en sus manos, y desvaneciendo la esfera. 

-Lo que haré ahora- dijo Straw, frente a los duques - Será llevarme los tres cuerpos. A menos, primo, que quieras hacerlo ahora mismo.

-No. Quiero que todos vean lo que le han hecho- afirmó este, dejando delicadamente a Kouri. -Quiero que vean lo que me han hecho, porque no tendré piedad- afirmó, mirando amenazante a Puén y a Nok, así como al duque Kuren. 

-Así será. En cuanto a Amari, yo misma entregaré sus cenizas a sus padres. Pero primero iré a la capital. Lo que espero de ambos es que cuiden de Palen. Es lo que ordeno- afirmó ella, con una magnificencia tan repentina, que Pew no pudo sino respetarla. 

-Así se hará, majestad- dijo este, mirándola con miedo.

El Camino de la Princesa Sangrante, se llamó de ahí en adelante la ruta que estableció Straw, que recorrió junto a Pew, también ensangrentado, todo el camino de la provincia sureste a la capital, mostrando a todos los destacamentos y pueblos, lo que le habían hecho a la pobre cortesana Amari, a su hijo y a la pobre duquesa Kouri. Ya toda la ciudad, en silencio, la esperaba, junto con el duque mientras tiraban flores. Ella, sucia de polvo y sangre, caminaba con los ojos vacíos, lo mismo que Pew. 

-Esa joven princesa debió ser la reina- afirmó Gine, viendo con su madre la transmisión. Gune suspiró.

-Pienso lo mismo. Qué gran lección le está dando al rey que tenemos. Y a su madre- expresó, dura.  Caminar tantos días y kilómetros, con hambre y sed, para darle a sus amigas la dignidad que no tuvieron para con ellas en vida. Eso solo lo hacían los reyes de antaño. Como en las leyendas. 

-Madre, la princesa va descalza- observó Gine. Con la misma ropa.

-Lo hace a propósito, querida, así como el duque Pew. Su ira será temible ante quienes hayan perpetrado el crimen.

-Está sangrando- dijo la joven, conmovida. Gune la miró con tristeza.

-Eso también es a propósito. 

Para cuando el desfile llegó al barrio de las cortesanas, todas lloraban. La más bella y la mejor de ellas había tenido ese horrible final. Ella vio al balcón. Puni miraba con pesar. Había criado a esa joven desde que era una niña, y ahora flotaba en medio de flores, con su hijo envuelto. Ambas se miraron. Ella le tiró una flor, que la princesa recogió. La puso encima del féretro. Puni no pudo evitar llorar. Apenas pasó el espantoso cortejo, miró hacia adentro en su habitación, a todas sus trabajadoras, con una triste advertencia.

-Eso es lo que les  puede pasar si aspiran a amarlos- les dijo a sus cortesanas, que asintieron, mientras lloraban.

Ya la familia real, esperaba a ambos afuera. Bitter fue la primera en abrazar a Pew, conmovida. Luego a su hermana. Vegeta hizo lo mismo con Straw. Le dio dos palmadas en el hombro a Pew. Purin, con un velo negro, y con los ojos hinchados, abrazó a su hijo. El duque Kuren se quedó inmóvil, atrás. Sarin abrazó a su primo y a su hija. Se sentía culpable.

-Te juro que no debía terminar así.

-Pero terminó así- le dijo Straw, y su madre la vio como si hubiese en ella una grandeza que no podía explicar. Una dureza, la que quería que consiguiera. Pero no a costa de lo que había pasado. El rey Skank abrazó a su primo y a su hermana, que lo miró dura.

-. Solo tengo una pregunta- les dijo, con un brillo en los ojos que Bitter y Vegeta también reconocieron. Sarin entendió que su hija ya no era la misma.

-Adelante- le respondió el rey, prevenido.

-Quiero saber si fueron ustedes- preguntó, temible y ensangrentada. Skank miró a su madre, que se adelantó. La miró a los ojos, sin intimidarse.

-No. No fuimos nosotros. Fue una tragedia. Jamás debió pasar -le explicó. Ambas pupilas, violetas y oscuras, lucharon intensamente. Por primera vez Sarin se descubrió bajando las suyas. No sabía por qué.

-Si llego a descubrir que fueron ustedes, alzaré al pueblo en contra suya. Y todo arderá- amenazó, como una flama temible. Y esta vez no era una rabieta. Sarin lo sabía. Lo sentía. Algo había pasado con su hija. 

-Y yo la apoyaré con todo lo que tengo- afirmó Pew, mirando con furia al rey, que se enfureció. Pero su madre lo detuvo. No, su hija ya no era esa tonta. La muerte de su amiga la había quebrado. Y como se comprobaba siempre, con su raza, había un episodio que lo cambiaba todo. Que despertaba a un nuevo saiyajin. Incluso al supersaiyajin legendario. Y no era poder físico. Lo era todo.

-No harás tal cosa, porque no hemos sido nosotros- insistió ella, por fin, mirando a su hija con respeto. - De eso puedes estar segura. Y menos cuando he luchado por años contra gente como el duque Puén para preservar nuestra integración. Contra tantos nobles que destestan que nos mezclemos. Con tantos que detestan que coman lo que comamos, que respiren nuestro aire. Que tengan a nuestros hijos, sí, porque sabrás que no es el primero. El de la nobleza sí, pero no el primero. Hay muchos por ahí que no podríamos ni contar. En todos lados. Y habrán más, si seguimos enviando más de los nuestros afuera. Siendo así, ¿por qué me interesaría que una mujer de nuestro pueblo aliado muriera? ¿Crees que me gustaría disgustar al rey Pirs y a su esposa Sphira, que ya saben de la noticia y están más que consternados? ¿Sabes lo que tendré que hacer para calmar los ánimos? -le preguntó su madre, determinada. Straw cerró los ojos. Se había desarmado. Su madre puso una mano en su hombro. 

-Les daremos a todos un funeral de Estado. Investigaremos las causas. Y tú y yo iremos personalmente a dar la cara a los reyes tsufuru, que querrán venganza. Tú tendrás la tuya, Pew- le dijo, certera. Este asintió, duro. 

- Recuerda que hay muchos de los nuestros al otro lado, que si bien no son nobles, sí aprenden de ellos. Ahora quítate ese vestido ensangrentado. Cura tus heridas. Tenemos trabajo- le dijo la reina a su hija. 

-Sí, madre- le dijo, con una extraña mirada que ninguna de las dos sabía interpretar. Skank sí. Era bastante peligrosa. Miraba todo con distancia.

-Sé tan bien como tú qué es ver morir a un amigo. Aunque no lo creas- añadió su madre, para retirarse.

En sus aposentos, ella miraba desconcertada a su hermano, el príncipe Vegeta, que con el robot médico, curaba sus heridas personalmente. 

-No entiendo por qué no puedo llorar más - dijo, mirando sus manos. -No entiendo qué me ha pasado- le preguntó, desconcertada.

-Tienes un poder de pelea nuevo, hermana. Eso es lo que pasa. Ahora tienes que aprovecharlo- le dijo el joven, tomando su mano. Ella solamente tomó la suya, determinada. Bitter entró, al lado de Pew, que estaba con sus ropajes negros de siempre.

-Pew quiere pedirte un favor- le dijo esta, frotando sus manos en sus hombros, como una caricia. -Vegeta, ¿podrías? ….

-De acuerdo. Aunque jamás pensé ver esto- afirmó, sorprendido. Aunque tenía sentido: la muerte de un ser amado podía destrozar la más grande de las soberbias. Pobre Kouri. Le agradaba. Y se notaba que su primo, raro y todo, la quería de verdad.

-Kouri… fue violada desde niña por su padre, a quien eliminé en una misión por lo que había hecho- le dijo este, con lágrimas en los ojos. Straw miró consternada a su hermana, que asintió, grave. -Dio a luz a un niño cuando tenía solo once años, de una manera muy cruel. 

-Pew encontró al niño. Pero no quiere que maten probablemente al último recuerdo de su esposa. No como la mataron a ella.

-Es decir que… ella te hizo prometer cuidarlo…- recordó. Los ruegos de Kouri. "Prométemelo, prométemelo".

-Sí- dijo este, llorando. Straw, generosa, tomó su mano. Pew se sorprendió. Bitter se alegró de ver que por fin sus dos personas favoritas eran aliadas.

-Fue criado como un soldado de clase baja. Y quiero que se quede ahí. Que se haga fuerte, para que algún día… pueda tomar lo que le pertenece. A su debido tiempo. Quiero protegerlo de esta carnicería, este “nido de serpientes”, como le dices.

-De acuerdo…

-Su nombre es Bardock. Quiero que esté en tus huestes. Quiero que te lo lleves para nuestro proyecto. Quiero que por favor… -lo protejas- afirmó, para echarse a llorar. Bitter tomó su mano. Straw le sonrió, con lágrimas en los ojos. Se levantó. Lo abrazó, y él se sorprendió.

-Lo haré. Te lo prometo. 

-Tú tienes honor. Yo no- le dijo, con una sonrisa triste. La princesa lo volvió a abrazar. 

-Lo sé. Y por mi honor, así será, mientras viva. 

Bitter sonrió, viendo orgullosa a su hermana. Era lo único bueno de esta terrible tragedia: su hermana por fin era la princesa que ella veía en ella. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Aposentos del Rey- Palacio de los Reyes, días después

 La reina, preparándolo todo, fue interceptada por su hijo. Ambos cenaron silenciosamente ya en las habitaciones privadas del rey. Este todavía recordaba a Straw, la tonta Straw, la llorona Straw, con ese temible poder de pelea. No podía flaquear. Su hermana pronto se daría cuenta de lo que tenía consigo. Y lo usaría. No podía permitirlo. Así que el primer paso era enfrentar la verdad.

-Ya, dímelo. ¿Fuiste tú? -le preguntó, comiendo su carne con cubiertos. Extraños artefactos para estorbar, pero se supone que eso lo hacían las razas civilizadas.

Ella negó con la cabeza. Aunque Skank no lo sabía, estaba pensando exactamente en lo mismo: en esa figura fantasmal salida de los infiernos que amenazaba con destronarlos si no se hacía justicia. Su hija. Y para completar, apoyada por Pew.

-No. Pensaba atender la petición de Straw. La tsufuru vendría y tendría a su hijo. Luego se iría protegida a su nación. Palen sería el único que moriría. Y luego de que el medio saiyajin creciera, sucedería a su padre y abuelo. Sería el perfecto ejemplo de lo que he querido hacer. Maldición- espetó, furiosa. Todo se había dañado, y también con un terrible daño colateral: la pobre Kouri. La ira de Pew sería grande. Y ahora era el aliado inesperado de su hija.

-Quien haya sido, aprovechó para matar dos bestias de un solo toque. Alguien que nos odiara, odiara a Pew y de paso quisiera joder el proyecto. Pero te diré algo: esta me las van a pagar- amenazó- destruyendo la copa que tenía en las manos, llena de ira.  Comenzó a sangrar. Skank hizo una señal. Una esclava verde comenzó a curar a la reina, a la que sirvieron más vino en otra copa. 

Skank no evitó, entonces, hablar del elefante en la habitación.

-Straw es un problema. Un enorme problema. Se veía determinada a matarme ahí mismo. Y lo peor es que… creo que algún día hará su amenaza realidad.- le dijo a su madre, significativo. 

Ella suspiró, admitiéndolo por primera vez. Se levantó. 

-Llama a Vegeta- le dijo a la mujer, que asintió. Este entró furioso.

-¿Cómo sigue tu hermana? -preguntó su madre.

-Feliz y contenta porque sus amigas murieron jaja- dijo, sarcástico. Skank le tiró su copa.

-¡Púdrete!- le respondió el muchacho, que tomó la de su madre y se la tiró en la cabeza. Este se limpió y estaba a punto de destruir la mesa, pero Sarin intervino.

-¡Basta los dos!- gritó la reina. - Solo es una pregunta fácil de responder, Vegeta-insistió ella, en su tono odioso de siempre.

-Mal. Ella juró protegerla. ¿Qué esperabas? Es fuerte y todo eso. Pero odia no haber cumplido su juramento- insistió el muchacho. La reina tomó la copa de Skank y la tiró hacia la pared, rompiéndola. Respiró fuertemente. Qué se creían esos malditos nobles bastardos, que quizás tenían más sangre de tsufuru que cualquiera de ellos. Ellos, que estaban ahí por su misericordia, porque eran tan estrechos de culo y de mente, que querían engordar, sin entrenar, en sus provincias, casándose entre ellos como animales para parir imbéciles. Ah, no. Esta se la pagarían. Como fuera.

-Y lo vamos a cumplir- dijo, poniendo su mano en la pared, para mirar furiosa a sus dos hijos varones. Parecía un fantasma salido del infierno, como decía ella, con su abundante cabello suelto y sus ojos centelleantes, y su vestido negro, como túnica fantasmal, envolviendo sus curvas.

-Si creen que con esas muertes nos asustarán para evitar esta integración, están muy equivocados- dijo la reina, determinada. -Mañana, en el funeral. Tú darás tu primer discurso. Ay de que te equivoques- señaló al príncipe Vegeta. Lo vio más alto. Pensó en la profecía por un momento, pero se le salió de la cabeza - Los tsufuru harán parte de nuestras fuerzas, les guste o no. Serán parte de nuestra familia, les guste o no. Y pondremos en la legalidad a los hijos de madres saiyajines o padres saiyajines, les guste o no- dijo, enérgica. 

Vegeta miró torvo a su madre, pero le dio la razón.

-¿Lo tengo que decir así? 

-¡Por supuesto que no!- le gritó, para este gruñir. -  ¡Ya lo escribiré yo! Ahora dejen de pelear. Hay un funeral que organizar. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los reyes - aposentos de la  princesa Straw

Vegeta, en la habitación de su hermana, le comunicó lo que había dicho su madre. Ella lo miró determinada. Ahí entendió tanto a su madre como a su hermano: su Straw ya no era la misma.

-Tiene razón. Por primera vez estamos de acuerdo en algo- dijo, levantándose y poniéndose su armadura. -No voy a dejarme intimidar. La muerte de mis amigas antes me motivará a honrar su memoria- afirmó, apretando los labios.

El príncipe Vegeta vio con orgullo a su hermana. Y sobre todo, a Pew y a Bitter reuniéndose con ella. Ella debió ser la reina. Con ambos consejeros tan inteligentes, sería invencible. Esa idea se comenzó a fraguar en su cabeza, y sabía que tanto Pew como Bitter también la tenían. 

Poco después, este no se equivocó, ni tembló, al pronunciar el discurso. A la cortesana Amari, con sus colegas y amigas en primera fila, se le dio funeral de Estado, al igual que a la joven duquesa Kouri. La dama Purin, afligida, tenía a sus dos nietas abrazadas, así como al heredero, Pawna, igual a su padre, duro y serio. El duque solo miraba la máscara de Kouri, con furia, y miró a Straw. Ambos se miraron determinados. 

El rey ordenó los decretos de su madre, para descontento de los nobles y ciertos sectores del pueblo, días después.  Pew, Sarin y Straw, junto con Vegeta, que visitaba por primera vez el lado tsufuru (más refinado que el suyo: lo único que había visto así era el palacio de su madre), hacían reverencia a los reyes. El rey Pirs recibió las cenizas y la reina y la princesa hicieron una reverencia a los padres de la cortesana, dos bellos y ancianos seres, muy apenados. Straw miró a Vegeta, que la hizo muy a su pesar, ya que los tsufuru no le agradaban. Sobre todo al príncipe Dirs, que abrazó a Pew.

-Amigo mío. Lo lamento.

Volvieron a abrazarse. Muy afectuosos para su gusto. El príncipe heredero le hizo una reverencia a la reina, y esta a él. 

-La muerte de su hija y su nieto no será en vano- anunció Straw. -Esto solo es el comienzo. -Sé que ustedes, en su inmensidad y visión han puesto a los nuestros en igualdad de condiciones. Era grosero no hacer lo mismo. Mi madre ha ordenado que esto cambie. Y los tsufuru en el lado saiyajin seguirán siendo  tan bien tratados y protegidos como cualquier otro ciudadano- les garantizó.

La mujer, de ojos violetas, se acercó a la princesa, que tenía el cabello suelto. Rojizo, como el de su padre. La abrazó. Esta se sorprendió, pero también lo hizo.

-Nunca lo aceptarán, querida. Nunca.-le dijo tomando sus manos, con sinceridad. Straw le sonrió, sin flaquear.

-No mientras yo viva- le respondió ella, determinada. -Mi madre y mi hermano me apoyan. Se lo prometo. 

Sarin sintió un nudo en la garganta al ver a su hija siendo abrazada por los padres que perdieron a su hija. Eso jamás había pasado con ella. Miró al rey Pirs, que estaba igual.

-Esto jamás lo olvidaremos, Sarin. Cuentan con todo nuestro apoyo- le dijo, conmovido.

-Es gracias a ella. Es la fuerza más grande del reino con la que podemos contar- dijo, viendo por primera vez el poder real de su hija. La reina Sphira tomó su mano.

-También date algo de crédito. La has educado bien- le dijo, amablemente. Esta sonrió levemente. A pesar de que sabía todo lo que era, porque claro, las noticias volaban, la reina tsufuru siempre la miraba con ojos de bondad. Ay, si supiera lo que hacía con el príncipe heredero…

-Siempre has sido tan amable conmigo- le dijo, bajando la guardia.

-Bueno, veo cosas en ti que son buenas. No te olvides que a pesar de lo que creas… has salvado muchas vidas. Eres buena persona a pesar de tu reino. Y a pesar de lo que tú creas- le dijo, mirándola a los ojos. Sarin le sonrió, conmovida. La reina tsufuru también tenía su misma complexión. Parecían hermanas. Pero esta tenía los ojos aguamarinas. Se abrazaron. Dos cuerpos idénticos. Dos destinos tan distintos.

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Corporación Cápsula, actualidad

-"No te olvides que eres buena persona, a pesar de tu reino. Y a pesar de lo que tú creas"- le leyó Bulma a su esposo, a su lado, sonriéndole. 

-A pesar de todo, yo lo creo de ella- le respondió, con una sonrisa triste.

-Y a pesar de todo, yo lo creo de ti, así no me creas. Pero la reina tsufuru no puede estar equivocada.

Vegeta abrazó a su esposa, que se acunó sobre su pecho. Este miró al techo.

"Espero que tú lo sigas creyendo, abuela. Donde quiera que estés", le dijo.

Una mujer, a millones de kilómetros de distancia, puso su mano en el pecho. Cerró los ojos, pensando en la bella reina tsufuru. 

-Tal vez lo creo- dijo con su serenidad trágica. -Tal vez lo creo.

Chapter 7: Un poco de justicia

Summary:

La princesa Straw investiga la muerte de sus amigas en un controversial juicio, ayudada por su hermano menor, Vegeta III y su inesperado aliado, el duque Pew.

Chapter Text

 

Corporación Cápsula, actualidad

Tarble veía a su hermano frente a frente, desconcertado por la narración de su abuela. Vegeta lo miraba con distancia, pero también, grave. Ambas esposas estaban lado a lado.

-Yo tampoco hubiera servido para vivir en el planeta Vegeta, hermano- confesó Tarble. -Menos en nuestra familia.

Vegeta, por supuesto, no le dio un consuelo vano. Así lo habían criado.

-Sí, es un hecho. Estarías muerto. Tenías que ser despiadado y ambicioso para sobrevivir. Nuestra abuela pasó encima incluso de su familia para mantenernos vivos. Pero hay que reconocer que sus hijos, incluido nuestro padre, también heredaron su naturaleza.

-La tía Straw no. Fue la princesa más querida en todo el Universo 7.  ¿Es cierto que la gente lloraba, soldados bravos, por ella, aún recordándola? ¿En cada aniversario, en las calles? 

Vegeta suspiró. Veía los lamentos y gemidos. Su abuela siempre se ausentaba en esos días del año.

-Sí. Ella tenía el corazón de Kakarotto, pero no era tan estúpida como él. Es como lo que hubiera sido Kakarotto... pero sin ingenuidad- explicó Vegeta, con una leve sonrisa. Y de no haberle pasado lo que pasó seguramente... yo no habría sido soldado de Freezer, y tú y yo nos hubiésemos conocido más antes- suspiró. 

-Incluso habríamos sido hijos de la misma madre- insinuó este, para sorpresa de Trunks.

-Esperen, ¿ustedes tienen diferentes mamás?- preguntó, sorprendido. Vegeta suspiró, cerrando los ojos.

-Sí. Mi madre fue la reina Echalotte. Jamás la conocí: murió dándome a luz, ya que era muy joven. Tu abuela murió con cinco años apenas más que tú. Su cuerpo no soportó mi poder-expresó, para Trunks sorprenderse con tristeza y Bulma puso una mano en su hombro. - La madre de Tarble era mi madrastra, Cab. Él tampoco pudo conocerla. 

-¿Por qué? 

-Te lo explicaré en un mejor momento- interrumpió Bulma , oportunamente. Veamos- dijo, mirando otra memoria, que le pasó a Table. Este la reprodujo. Varios videos de la princesa Straw, que había pasado de peinarse con coleta, a tener el mismo peinado de su madre. Incluso una trenza con varias trenzas que la envolvían. Un discurso en saiyano.

-¿Quién es ella? - miró Trunks, fascinado. La princesa tenía los ojos inflamados y una presencia fuera de este mundo. Además, su armadura saiyajin era enteramente roja. -¿Qué dice? 

-Tu tía abuela Straw- dijo Bulma, fascinada. -Ay, perdón- oprimió un botón.

"¡Queridos soldados, mis hermanos del planeta Plant! ¡Seamos más fuertes, seamos honorables, creemos un nuevo planeta, una nueva realidad! ¡La fuerza nos hará invencibles, pero más nuestro espíritu! ¡Podemos quitarnos nuestra opresión, podemos ser uno solo! ¿Me acompañarán en esta misión?"

Gritos. Cantos de guerra. Tarble se incorporó al ver que alguien le pasaba una daga. Ella se cortaba el antebrazo.

"¡Mi sangre es suya, hermanos y compañeros! ¡Mi corazón es suyo! ¡Mi alma es suya! ¡Hasta la muerte!"

Más gritos enfebrecidos. Otro video, de ella, sonriendo, en Scafar, mientras se arremolinaban a su alrededor. Recibía flores de una niña con antenas, a la que le dio un beso. Tocaba varias manos. 

Otro, de ella, desplegando su enorme poder de pelea, y enfrentándose a una bestia, a la que atravesó.  La cargaba a sus hombros, mientras la aplaudían y ella daba saludos y sonreía.

Se apagó la proyección.

-Entonces... para la abuela, para la familia, para nuestro pueblo...- concluyó Tarble- Lo que le pasó fue una terrible tragedia. 

Vegeta suspiró.

-Para todo el Universo. Pero sí. Eso comenzó a acabar con nuestra familia. Y eso implicó, a la larga, el ascenso de nuestro padre.- recordó, amargo. Bulma miró a Tarble y a Gure con tristeza, mientras Trunks veía la imagen suspendida de su tía abuela, mirando al infinito.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Guarida de Bills

Whiss tomó de la mano a la reina Sarin, que dejó caer ambas lágrimas, mirando hacia la nada. 

-No puedo dejar de hablar de ella sin llorar. De todo esto... sin poder hacerlo. 

Bills suspiró.

-Entonces sí querías a tus hijos. Así fuese a tu modo.

-¡Pero no pude evitar su destino!- se lamentó ella, con un hilo de voz. -¡Yo creé los monstruos que...! 

Whiss limpió su rostro, conmocionado.

-Dele un espacio, señor Bills- le dijo a su jefe. Este solo gruñó, envuelto en sus pensamientos. 

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Reinado de Vegeta III- Planeta Vegeta, años antes 

Bitter, de armadura y capa negra, miraba la estatua de su hermana, Straw, liderando una cohorte de saiyajines, tsufurus y guerreros de otras razas. Se sentó desolada al frente de ella. Sacó de su protección interna su medallón.  Sintió a su hermano, el rey, que miraba la estatua, compungido. Cerró los ojos, recordándole sonriéndole, o entrenando con él. Cómo los inspiraba a todos.

-Yo la amaba, Bitter. Tanto como a Echalotte. Lo sabes- le confesó, tocando la mano de la estatua. -Fue la única mujer que he amado, de verdad, en toda mi vida. 

Bitter suspiró. Sí, su hermano de ahí en adelante establecería crueles parámetros de comparación. Que terminaron mal, a la postre.

-La pobre Echalotte. Pobre niña. No hubo tiempo para ella- expresó Bitter, desolada, sobre la joven esposa del rey que murió al dar a luz a su sobrino. 

-Lo sé. Se habrían llevado bien. Creo. Eran iguales- sonrió con amargura el rey. Bitter sonrió igual, recordándolas a ambas.

-Y Cab... debes admitirlo. Luchó por igualarlas. Pero nunca estuviste- le dijo, mirando a su hermano menor de reojo, que endureció su expresión.

-No hables de ella- le dijo, lúgubre. Pero Bitter insistió.

- Lo intentó, al menos. Y todo terminó de forma horrible. Era una ramera, pero quizás todo habría cambiado si le hubieses dado una oportunidad- le dijo. Este negó con la cabeza.

-Jamás la quise, Bitter. Solamente fue la reina de recambio que tenía que conseguir luego de Echalotte. Y por supuesto, ella no tuvo suficiente tiempo para devolverme lo que era.  Sabes que desde que me arrebataron a Straw,  murió gran parte de mí. Que murió todo de mí- admitió el rey. -Echalotte fue una cruel broma de los dioses. Un breve destello de esperanza. Y sabes que lo intenté. Yo también. Aún lo intento- insistió.

-¿Aris es otra pálida copia? -le preguntó Bitter, viendo a su hermana, con su fiera energía y sonrisa, ya en dorado, negro y concreto, siempre brillante. 

El rey Vegeta bufó.

-Por supuesto. No creas que ella influye en mi juicio, porque no es así. La muerte de Straw mató cualquier otra capacidad de amabilidad, afecto o amor real que tuviese hacia cualquier mujer que se me acerque.  Con desastrosos resultados, como sabrás- afirmó, pensando en su malograda esposa. 

-¿Habría sido lo mismo con Echalotte? 

-No, por supuesto. Eran iguales- afirmó con una honda tristeza que ocultaba bajo una adusta expresión.

Bitter quería darle algo de esperanza. Pensó en darle una noticia que consideraba habladurías, pero que hasta ahora recordaba.

-Escuché de algo, al regresar del norte- dijo ella, juntándose con su hermano. Este no respondió.

-Hay un planeta de unos hombres verdes llamado Namek. Está muy lejos de aquí. Tardaríamos años en llegar, a menos de que desarrollásemos naves más veloces. Dicen que hay unas esferas y que si las reunes... sale un dios dragón que te concede cualquier deseo. Incluso revivir a los muertos- le sugirió. El rey Vegeta bufó. No esperaba esas habladurías, y menos por parte de su hermana.

-¿No lo habrás escuchado de un borracho en un bar de Scafar? 

-Era real, Vegeta- insistió ella. - Me lo contó un ex asesor de comercio que solía viajar mucho por la zona, en Scafar, luego de negociar el planeta Burger. No estaba borracho.- aclaró, levantando sus cejas.

Este volvió a mirar la estatua de su hermana. Si tan solo fuera posible... tocarla otra vez. Abrazarla. Besarla.

-Ella estaría horrorizada de mí- dijo, con dolor. 

Bitter le tenía compasión a su hermano. Sí, Straw significó todo para él. Para ella también, aunque en menor grado. Su muerte lo destruyó todo. Pero sobre todo a él.

-No digas eso. Estaría feliz de que el rey seas tú, como tanto quería- le respondió, para palmotear su espalda, y retirarse. 

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Días después, Consejo del Rey - Palacio de los Reyes

La reina Sarin, de negro, comandaba. A su lado estaba el duque Pew. A su otro lado estaba el príncipe Vegeta. El rey Vegeta se había ido de misión de conquista, seguramente para olvidar sus días de luto. Se había ido con una cohorte de 100 de sus soldados de clase alta hacia el planeta Vorgagen 7, que quería vender en el mejor precio posible. Ella, con peinado a media coleta y trenzas, y una túnica cruzada y cerrada, con dos hombreras pequeñas  y un corsé de armazones cruzados, leía los informes proyectados. Varias fotos. Jóvenes parecidas a ella. Hasta que vio la foto de la general Aris. Lo que hacían era una farsa: ver candidatas potenciales para el rey, que por demás ya tenía de amante a la hija del duque Pew, Orin. Pero tocaba mantener contento al resto del Consejo.

-Majestad, ella sería una grandiosa reina- le dijo el nuevo estandarte y heraldo del rey, Keros. - Y a pesar de que usted pueda pensar en mi favoritismo hacia ella, es lo suficientemente robusta para dar al reino los herederos restantes que necesita. También está en la edad necesaria- dijo, mientras Sarin miraba a aquella saiyajin de coleta hacia atrás y ojos pardos. Y que tan poco afecta era hacia ella. El mayordomo Kalen, el de la reina, bufó por ella. También Kratos, que miró a Pew.

-Aunque el rey le dispense sus atenciones, una saiyajin más joven sería lo ideal. Además su presencia ya causa tensiones dentro de la familia real- dijo Kalen, con desprecio. Keros lo miró con desprecio. Qué se creía ese maldito enano arribista, favorecido por esa maldita bruja que aún se empeñaba en gobernar.

-La princesa Bitter entenderá que por el bien del reino deberá dejar de lado los favoritismos- insistió Keros.

-¿Y por qué habría de hacerlo? -lo interrumpió una altanera y poderosa voz. Era Bitter, que en ausencia de su hermano comandaba la parte guerrera, mientras su madre, co- regente, la parte administrativa. Se sentó, al lado de su madre, con gran confianza, mientras el príncipe Vegeta se sentaba al otro lado, imitando su actitud, con una sonrisa desdeñosa. Tomó la mano de su abuela. 

-Su alteza...

-Vamos a ser claros. Cualquier reina que le pongan a mi hermano será de recambio. Y ya saben lo que pasó la última vez- expresó, sin ambages. El príncipe Vegeta miró a su abuela, que le hizo un breve gesto de que luego le explicaría. 

-La general Aris es afecta a su majestad, alteza- insistió Keros. -Sabemos que usted no tolera su presencia, pero...

-Pero sabemos que también está de parte de su familia, mayordomo Keros- insistió Sarin, fríamente. - Conozco bien a mi hijo. Se ha ido al planeta más lejano posible para no tener que lidiar con estos asuntos, sobre todo cuando honra las muertes de mi amada hija Straw y la amadísima reina Echalotte, madre de mi nieto- dijo, señalándolo con la mirada. El niño miró hostil al mayordomo Keros. -No ha cambiado en los años en los que la general Aris ha estado de su lado. Que no le faltan encantos, claro. Pero si mi hijo ya quisiese desposarse con ella lo habría hecho.

-Es como las otras- se burló Bitter, con sonrisa maligna. El príncipe Vegeta sonrió por el malvado apunte de su tía: él estaba enormemente disgustado con el hecho de reemplazar a su madre. Otra vez. Y menos, que tuviese precedencia sobre su abuela, para él la única reina legítima del planeta Vegeta.

-Entonces, su majestad, ¿qué propone? Sabe que el rey necesita otros herederos dignos a la corona. En caso de que algo le sucediese al príncipe- insistió Daros, otro representante noble de la provincia del Sur.

-No me sucederá nada. Seré el más fuerte- afirmó el niño Vegeta, arrogante. Bitter sonrió a su vez, mirando su confianza. Ah, compartían la misma sangre, eso era seguro. Sarin posó su mano sobre su hombro.

-Duque Pew, es extraño que usted no haya impulsado la candidatura de su hija- insistió Keros. Este lo miró cómicamente indiferente.

-Veamos… Aris es la amante de recambio, y mi hija también. Eso lo sabemos todos en esta mesa. Pero a diferencia de Aris, no deseamos con tanta desesperación aquel puesto. 

-¿O no será que ya el puesto está comprado? - sugirió Purunk.

-Si yo hubiera comprado ese puesto, mi hija ya tendría una corona en la cabeza. ¿Ves alguna por ahí? - se burló Pew, para Bitter sonreír despreciativa. Sarin suspiró. 

-Habrán los días suficientes para que el rey vuelva de su misión y decida entre las candidatas. No auguro un buen resultado, sin embargo. La última experiencia nos lo demostró con creces- afirmó ella, recordando a la última malograda reina.

-Pero majestad, a diferencia de la reina Cab, pueden existir mujeres como la general Aris, u otras, que sean honradas y den herederos fuertes al reino- insistió Keros. -Usted lo sabe.

Sarin meditaba, sin respuesta. El príncipe Vegeta, indignado, la observaba. También observaba las miradas de todos esos imbéciles que osaban en proponerle otra esposa a su padre: era seguro que tenían sus propios intereses y si apenas la elegida paría otro guerrero, se creerían con el derecho de estrangularlo mientras dormía para que el maldito bastardito fuera el siguiente Rey. Y eso no lo iba a permitir. Menos su abuela. Además, ella, aparte de ser la más exigente con él en todo, lo había entrenado en intrigas: sabía muy bien lo que decían. El príncipe Vegeta mató a su madre. Y lo repetían hasta la saciedad. Bien, ¿creían que era un monstruo? Para ellos peor, por eso se empeñaba en hacerse temible.

-Y que no mueran en el parto, díganlo ya- insistió Bitter, irritada. ¿Saben lo poco oportuno que es este asunto para la familia? Retírense ahora. Lo discutiremos con la reina y hablaremos con el Rey. Esto se acabó- ordenó. Todos los consejeros se levantaron. Bitter suspiró indignada. Desde hace tiempo ese era el asunto, o uno de tantos, del Consejo. 

-Vegeta- le dijo Sarin, sin mirarlo. - Es ahora cuando puedes hacer lo que te enseñé y acabas de descubrir- dijo, para mirarlo a los ojos. Este la miró a ella.

-No tenías que decírmelo- expresó, desdeñoso.

El niño se quitó la capa, y se retiró, sigiloso. Bitter lo miró burlona y curiosa. 

-¿Es tan horrible como pienso? 

-No si valoran sus vidas- dijo ella, mirando hacia abajo. Bitter suspiró. Miró a su madre. Sabía que no solo pensaba en Straw ni en Echalotte, la pobre, pequeña y partida en dos Echalotte.

-Supongo que si Aris se impone tendrá el apoyo de todos para poner nuestras cabezas en pica, si no nos sometemos- dedujo Bitter, que la odiaba por su honorabilidad y su ambición.

-Probablemente. Quizás te perdone la vida, pero a mí no. - dijo ella, sin mirarla. - Es asquerosamente honorable. Al menos Straw, al final, aprendió a cómo serlo sin arrasar con todo por delante- expresó, con amargura. 

-Vamos, madre. Sabes bien que Vegeta está tan muerto como nosotras en ese aspecto. Es el castigo de los dioses. Nos lo merecemos.- le respondió Bitter, con amargura. Sarin sonrió igual.

-No puedo creer que de todos tú me digas eso- expresó, cínica.

La princesa real suspiró. Con todo lo que les había pasado, lo creía con más fervor que nunca. 

-A veces pienso que esas maldiciones sí tienen efecto. Míranos- le dijo, suspirando. -No deberías preocuparte. Vegeta jamás volverá a tener a una reina. No hay joven noble en este planeta que tenga la paciencia y la humildad como para soportar tu dominio y someterse a mi hermano, a menos que sea por una corona que sabe que tendrá que luchar. Además sabe que jamás llegará a ser como su gran hermana. Y como la niña de cabellos largos como centella y ojos turquesa cuya corona y capa eran más grandes que ella y que murió de formas horribles dando a luz a mi sobrino- se burló. -Sufriría mucho.

La reina miró con cierto alivio la lógica de su hija.

-Puede que alguna no sea tan estúpida como la anterior y llegue a revivir el corazón de tu hermano, ¿no crees?- le preguntó, divertida, dentro de su tristeza. Pero Bitter miró fijamente a su madre.

-Sabes que ninguno de nosotros somos así- sentenció, para que la reina tuviese un horroroso alivio. Era verdad. No podían contra el destino. 

-Entonces, ¿eso cómo deja a tu hija? 

-Si se embaraza de una niña todo estará bien, supongo- dijo Pew, resignado. - El príncipe Vegeta ya tendría con quién casarse.

-Sabía que no la darías por nada.- bufó Bitter, pensando en las estrategias de su marido. Entonces, los tres oyeron gritos y dos estruendos. Wine y Dine entraron de inmediato.

-Majestad, el príncipe Vegeta.- le advirtió Wine, preocupada.

Bitter y ella se miraron, junto con Pew y se pararon rápidamente hacia el salón del trono, donde el príncipe Vegeta había matado a Keros con un flash y malherido a Daros, que temblaba. Nappa, su esclavo personal, no hacía nada. Sonreía malevolamente.

-Majestad, ¡perdóneme! ¡Majestad!

-Repítelo. ¿Mi madre se partió como una piedra? ¿Habría crecido como las rameras de mi familia? ¿Mi padre es un degenerado asqueroso? ¿Buscan a alguien que no se triture?- gritó, furioso. 

-¡Majestad!

El niño acabó con ambos en el acto, para horror de todos los demás. Simplemente miró a su abuela y tía y les entregó su rastreador.

-Hice lo que tenía que hacer. Era alta traición- afirmó, para irse, secundado de Napa. Bitter miró con satisfacción los cadáveres y se retiró. Pew volteó lso ojos.

-Hasta cuándo tendremos que asesinar a idiotas en este salón. En fin…- dijo, afectadamente, para irse.  Sarin, ya escuchando en el aposento de la Reina Madre, solamente esbozó una amarga sonrisa y cerró los ojos.

-Kalen- le dijo a su mayordomo, que hizo una reverencia.

-Majestad.

-Dile a la dama Puni que traiga a dos de sus mejores cortesanas y saiyajines entrenadas a este palacio.

-Majestad.

Ella lo miró a los ojos.

-Aris tendrá competencia. Y el rey probará otras, para no cansarse tan rápido de mi prima. Que sean estériles. La única que puede tener fruto es Orin- indicó, para este hacerle una reverencia.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio Sur, días después- Palacio de la Reina Madre

El príncipe Vegeta veía a su abuela como siempre, en aquellos días del año, lejos de su máscara de indiferencia y desdén. El palacio tenía un ambiente lúgubre. Cabbage y Pumpkin peinaban a la reina en un complicado entramado. Tenía una túnica negra y un velo negro, colgado de su corona. Una armadura negra. Miró con altiva tristeza a su nieto. Suspiró.

-Creo que es hora. 

Este asintió. De camino hacia la capital, veían muchos retratos de la princesa Straw. Vegeta veía que tiraban flores. Mujeres lloraban. Tiraban monedas.

-¡Mi reina! ¡La pobre princesa Straw! ¡La eternidad salve a la princesa! - decían. Ella no se atrevía a mirar al lado. Al aterrizar en las escaleras del palacio, una niña saiyajin, peinada como ella, le dio el símbolo de la familia real. A la reina se le humedecieron los ojos, y le sonrió levemente.

-Para que la recuerde en la eternidad, majestad. 

El niño miró de reojo a la niña. Jamás había conocido a su tía. Pero por lo que le contaban su padre, su tía y su abuela, había sido una princesa extraordinaria. De esas que se daban en veinte generaciones.

Ya a las afueras del palacio, ante su estatua, tanto la reina madre, como el rey Vegeta y su hermana Bitter, así como su marido Pew, se reunieron frente a esta.  Ella no miró a sus hijos. Tenía en sus manos el regalo. 

-Ella habría sido una buena reina para ti, Vegeta- le dijo a su hijo, sin mirarlo. - Ella debió... ser la madre de tus hijos- asintió, tapando su boca, y cerrando los ojos, esforzándose por no llorar.

-Lo intentamos, madre. No te culpes- le dijo este, mirándola de reojo. Ella le ofreció su mano. Comenzaron los cantos y tedéums al llegar al trono. El príncipe Vegeta veía consternado a su familia, llorar por la princesa ausente, a su modo. Bitter tenía una dura expresión. Pew estaba absorto en sus pensamientos.

-¿Está bien la abuela, doctor Fura?- le preguntó  el príncipe Vegeta al planteniano, que suspiró. 

-Recordarás el camino de tu tía.... el Camino de la Princesa Sangrante, que conmovió a todo el pueblo cuando buscó públicamente justicia por la dama tsufuru Amari y la duquesa Kouri-le explicó.

El niño asintió. 

El doctor Fura suspiró, entristecido.

-Tu abuela hizo el mismo penoso recorrido en la capital en el funeral de tu tía. Un funeral sin cuerpo, claro. Aún se habla, en las calles, y puedes averiguarlo, de la pobre reina Sarin caminando como un fantasma en pena, sin ningún adorno y su cabello centelleante, hecha casi un cadáver, de la pena que le causó lo que sucedió. Bitter, la princesa, y tu tío, el duque Pew, tuvieron que arrastrarla todo el camino. Ellos apenas sí podían caminar- recordó, compungido. -Ahí el pueblo entendió... que esa incomprendida reina era madre. 

El príncipe Vegeta se sentó, perdido en los cantos luctuosos. No imaginaba a la altiva mujer a su lado, como una estatua, que se clavaba dagas para no reaccionar, caminar devastada ante todo su pueblo. El ujier anunció el cese de los cantos. 

-Ahora, los tributos de un grupo los sobrevivientes de aquel día, al rey Vegeta, el sobreviviente principal- anunció. Todos los asistentes abrieron paso. Era un escuadrón de soldados de clase baja.

Un hombre de peinado particular, de armadura verde, pasó con un escuadrón. Un hombre gordo, uno alto. Dos mujeres. Un gigantón. Todos hicieron una reverencia. Traían un cofre. Una mujer menuda. Tropezó, y se cayó el botín, para indignación y habladurías de todo el salón. Pero la reina la reconoció. Bajó de su trono, para sorpresa de todos. Ayudó a levantarla.

-Gine- le dijo, mirándola a los ojos, y se le iluminaron los suyos. Esta sonrió, levemente.

-Majestad...

-¡Sigue el protocolo, mujer!- señaló el ujier. Esta hizo reverencia, aterrorizada.

-Majestad... perdón...

-Nosotos diremos cuándo se sigue el protocolo- intercedió Bitter en voz alta, avegonzando al ujier, que se puso firme. El hombre de uniforme verde ayudaba a recoger piedras. Piedras de Tulen.

-Basta. Háganlo por él- ordenó la reina Sarin. - Bardock- le dijo, reconociéndolo, con nostalgia y cariño. Todos se sorprendieron. Su odiosa reina madre no era así. Este sonrió, levemente, para hacerle reverencia. Ella miró esos ojos negros. Esa mirada torva. 

-Y tú tú debes ser Pumbukin, y tú, Toteppo. Tooma- señaló a los hombres, que se arrodillaron. - Los conozco a todos. Se hacían matar por mi hija, como tantos de los suyos. 

-Ahora lo hacemos por la princesa Bitter, majestad- dijo la mujer de cabello corto, orgullosa, mirando a la princesa, que la miró con una sonrisa grave. Esta miró a su marido. 

-Tú te llamas Celipa- observó ella. La mujer le sonrió, complacida.

-Así es, majestad. Gracias por ayudar a mi madre- le dijo, significativa. Ella le sonrió levemente.  Sabía a lo que se refería. Todo el escuadrón se arrodilló.

-Gracias por venir a honrar a mi hijo... y a mi hija en este día- agradeció, mirando al rey, que hizo un gesto de aprobación. -Gracias- dijo la reina, mirando hacia abajo, tomando las manos, para sorpresa de todos, incluso del escuadrón, de Bardock y Gine- dijo, mirándolos con una dulzura que no le conocía nadie. El duque bajó también, y Bardock le hizo una reverencia. Lo miró orgulloso. Lo palmoteó en ambos brazos.

-Te has vuelto fuerte, me ha dicho Bitter- le dijo, amable. Este lo miró torvo, pero bajó la cabeza.

-Sí, Alteza Real.

-He enviado unos regalos a la aldea de tu suegra, la más próxima a mi palacio. Volveré en unos meses, de paso. Espero verte a ti, a tu compañera y a tu suegra en mi palacio. Pasaremos el día.

-Alteza real…- afirmó Gine, sonrojada. Este les sonrió, para devolverse. El príncipe Vegeta no entendía la deferencia con la que el duque trataba a dos simples soldados. Sarin tampoco, pero no quiso decir nada.

Luego de que terminó la ceremonia, el príncipe Vegeta se sorprendió. Su padre se recluyó sin querer ver a nadie. Lo mismo que su abuela. Él miraba el atardecer junto a su tía Bitter.

-¿Tan terrible fue lo que pasó? 

-Eso nos destruyó, Vegeta- le respondió ella, perdida en su propia melancolía.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio Sur- Palacio de la Reina, horas después

En el Palacio Sur, la dama Purin entró a la habitación de la reina, que miraba el mismo atardecer, con una copa de vino y sus ojos aguados.

-Aún no entiendo el dolor de perder un hijo. No hay nada que pueda decirte- le dijo, detrás. Wine y Dine la miraban también con tristeza.

-No podría desearlo, y sin embargo, todo lo que he hecho lo he causado. Quizás sea mi castigo- afirmó, mirando hacia la nada. - Es el castigo de los dioses por lo que he hecho...

-No digas eso- insistió su amiga. - Hay seres más infelices, como el rey Cold, y mierdas como Freezer están bien. - ejemplificó, levantando las cejas. Pero Sarin, cada vez que recordaba a su hija, estaba hundida en un pozo de oscuridad.

-Hemos hecho las mismas cosas...- reflexionó ella, con dolor, mirando hacia abajo. - Los dioses no podían dejar de pasar tanta infamia. Tantas cosas terribles que he tenido que hacer...- cerró sus ojos, llenos de lágrimas. Comenzó a sollozar por fin, cosa que no pudo permitirse todo el día.

La dama Purin suspiró. No la dejaría hundirse. No cuando pasó. No ahora. Podía ser infame, pero era una buena amiga. Se posó al frente.

-Sarin. Mujeres buenas y mujeres infames pierden a sus hijos todos los días. No solo gracias a ti. Los pierden cuando salen inertes entre sus piernas o como asquerosos huevos podridos. Los pierden cuando van a batalla, sean del maldito planeta que sean. Los pierden cuando se ahogan en ríos, o cascadas. Los pierden cuando enferman. Los pierden las santas, los pierden las prostitutas. Los perdemos nosotras- afirmó, compungida. - Deja eso, por favor- le rogó.

Ella se echó a llorar. Su amiga la abrazó, mientras sus damas lloraban, mientras Wine y Dine la miraban compungidas.

-Ayúdenme - insistió la aristócrata. La limpiaron otra vez. Ella cerró los ojos, tratando de tranquilizarse.

-Te traje lo que me pediste- le indicó. Al frente estaban Bardock y Gine, al lado de Pew. Habían presenciado la escena. Ambos hicieron reverencias.

-No. Acérquense. Por favor- les rogó. Ellos se miraron, e hicieron reverencia, pero ella no los dejó, sorprendiendo a toda la habitación. Se notaba que tenían pasado. Ambos besaron sus manos.

Ya en otro salón, la reina les ofreció asiento. Purin les hizo una señal. Ambos, maravillados con toda la riqueza, se sentaron.

-Desearía que me contaran... un poco más sobre ella.  Lo que no supe jamás, cuando estuvo con ustedes. Por favor- rogó. Bardock, también compungido, suspiró. 

-Usted sabe, majestad:  ella era todo lo que nuestro reino necesitaba, majestad- le dijo con franqueza. Gine tomó su mano.

-Ella fue el príncipe, o la princesa que pedimos por años. Que reavivó nuestra fe en las leyendas- dijo, con una leve sonrisa de tristeza. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Reinado de Skank I- Años antes, Planeta Plant- Frontera de la Gran Agua Morada

La reina, sentada y vestida solo con una túnica transparente y sugerente, veía los informes rápidamente en un dispositivo. Recibió un beso en el hombro. Era el príncipe Dirs.

-Se supone que habíamos terminado- le dijo ella, mirándolo a los ojos. Este volvió a besarla.

-No fue lo que entendí hace un mes en Scafar. Pero no podía evitarlo. Quería arrancarte ese vestido rojo saiyajin- afirmó, para besar su cuello. Ella exhaló.

-Lo hiciste. Y ahora la excusa es que tenías la investigación sobre la muerte de Amari y Kouri. Supongo que Pew ya también la tiene en sus manos.

Este asintió. Ella lo tumbó, y volvieron a besarse.

-Pew acertó en no confiar en las autoridades del reino, sino en nosotros. Por cierto, ¿cómo está? 

-Deprimido- afirmó la reina, con tristeza. - A pesar de gustar de los hombres, amaba mucho a su esposa. Eran buenos amigos.

-Lamento lo que le pasó a su hijo. Murió en misión, ¿verdad? 

-Sí, esa era la tristeza de Kouri, jamás pudo volver a verlo.- afirmó esta, con tristeza. - Le sugerí a Pew visitarte por unos meses, tú podrías animarlo mejor. Pero está decidido a no descansar hasta vengar a su esposa. Esto nos ayuda mucho. Ambas tomaron agua envenenada. Ahora están revisando el palacio del duque Puén hasta los cimientos.  Por supuesto, con tus agentes. Straw también está al mando del caso. 

-Bueno, era una ciudadana de mi reino, la pobre Amari. Hay que obtener justicia. Así sea un poco- afirmó este, para explayarse. La reina miró su torso, tan perfecto. 

-Tienes a una princesa joven, amada, perfectamente fértil con la que ya has tenido a tu primer hijo. Esperas un segundo. ¿Por qué yo? Podrías conseguir a la cortesana más bella de Scafar si quisieras. 

-¿Por qué crees? Ese cabello- dijo, besando su nuca. - Esos ojos violetas. Esa piel, blanca…- afirmó, para tumbarse encima de ella, que abrió las piernas enseguida. -Y esa inteligencia proverbial… dijo, para acomodarse sobre ella, que exhaló, satisfecha. Se mordió su labio. Este comenzó a moverse despacio, exhalando también. Se besaron salvajemente. Él volvió a moverse y ella gimió.

-Nos acoplamos muy bien en esto. Más que bien…- le dijo ella, para gemir agudamente, y sonreír, al él seguirse moviendo.

-Eso lo sabemos en todo este planeta. Es una lástima que lo tengamos que negar- afirmó, para tomar su mano y besarla. Ella tomó su rostro.

-Algún día tendrá que parar. Lo sabes..- afirmó, para cerrar los ojos. Este se siguió moviendo.

-No nos vemos tan seguido, como antes. Solamente en Scafar. Y hoy quería mostrarte cómo avanzaba el caso… maldición…- afirmó, para gemir. -Por tus dioses, que eres hermosa- le dijo, y ella sonrió. 

-Eres el mejor amante que he tenido- le dijo, para sonreír y gemir sensualmente. Él gruñó, y mezcló su lengua con la de ella.

-Digo lo mismo. 

-Bien, tsufuru, entonces no te contengas- le ordenó ella, para él moverse más fuerte y ella cerrar los ojos, sonriendo. Qué mas daba, eran amantes furtivos. Así era su nuevo trato. Y ahora que ambos reinos estaban interesados en resolver su peor tragedia reciente, se verían más seguido. Algo a lo que ella no le haría ascos.

--------------------------------------------------------------------------------------

Horas después, Palacio de los Reyes

La reina llegó de su encuentro furtivo: Puni, en la nave, la había dejado como si nada hubiese pasado. Bitter, el príncipe Vegeta, Straw y Pew la recibieron serios. Su hija mayor puso su mano en su hombro.

-Palen se suicidó, madre. O eso dicen los duques- dijo, mirando a Pew, que estaba lúgubre.

-Lo hallaron muerto, degollado. Pero no creo que haya sido un suicidio. Los peritos tsufuru tampoco lo creen. Y el veneno era Marodonsis, del Planeta Ug 5. Pero eso ya debes saberlo. ¿Cómo está Dirs? 

-Preocupado por ti. Y muy interesado en resolver el caso. Quiere que los envenenadores de la joven Ameris sean ejecutados en público en el lado tsufuru. Le daremos al menos uno.

-Si es que damos con ellos- afirmó Bitter, frustrada. Porque claramente había ordenado el arresto de todos los involucrados aquel día. Por supuesto, el ducado ahora estaba en manos del segundo de los hermanos de Kouri, y ya estaban en aras de rebelión. 

El rey Skank, práctico, y por consejo de su madre, negoció: no publicarían la cosa horrible de la que todos ellos habían sido cómplices, lo suficiente para que el pueblo se encolerizara y los pasara por la espada. Por lo que ese era un bozal que usarían momentáneamente. El problema: el conde Naren, cómplice tanto del duque viudo como del mismo rey en el asesinato de Fern, también, por protocolo, había sido detenido. Y no se podía ir contra las leyes. El duque Pew lo sabía, tanto como la reina y el rey actual. Pero ya estaba embarcado, de todos modos, en hallar justicia. ¿Cómo, si él mismo podría enlodarse? Así que el caso estaba más enredado de lo que se suponía. Pew sospechaba, así como toda la familia, que Puén había envenenado a su propia hermana. Lo que no sabía era cómo y por qué. Y esas eran las pruebas que debía hallar para el juicio. Menos mal a ambos cuerpos se les había hecho autopsia por parte de los agentes tsufuru que mandó el príncipe Dirs. Era contundente: aquella tarde, la cortesana tsufuru tomó agua del jarrón, y seguramente le compartió a la duquesa heredera de la misma. Sarin solo se estremeció: así habían matado a la esposa de Carn, el segundo heredero del rey Vejito. Con el mismo método. El veneno tuvo efecto inmediato en ella, por ser más débil. La tsufuru murió esa misma noche, ahogada en su sangre, y Kouri, de constitución más robusta, solo alcanzó a llegar a pedirle auxilio a su marido antes de desplomarse. Lo peor de todo es que Kouri solo había sido un daño colateral, porque pensaban era eliminar a la tsufuru. Esto era lo que Pew y la reina le explicaban a Skank.

-Supongo- les dijo a Straw y a su primo- Que ustedes comandarán la parte acusadora.

-Lo haré yo. Sabes por ley que una víctima no puede comandar la parte acusadora- insistió Straw. - Lo sabes, ¿no? 

-Sí… claro- afirmó este, irritado. Era claro que no lo sabía. Skank nunca pudo aprobar las clases de leyes saiyanas.

-Bien, yo no puedo intervenir. Soy el rey. Supongo que alguien tendría que ser la parte neutra del juicio y es designada por mí. Bitter- dijo, señalándola. Esta bufó.

-¿No se verá como lo que claramente es, nepotismo puro? 

-Sí, pero soy el más interesado en resolver este caso. No creas que por tu amiga tsufuru- le dijo a Straw. - Ni solamente por Kouri, que descanse en paz. Se burlaron en mi puta cara, y si creen que se saldrán con la suya, los haré pagar. Así que sí, aunque tu teatro fue impresionante con tus pies ensangrentados… habremos de estar de acuerdo. No soy tan estúpido- le dijo a Straw, que lo miró duramente.

-Lo sé. Vegeta, ven. Ayúdame. Hay que reunir más pruebas.

-De acuerdo, hermana- afirmó este, mirando duro a su hermano. Bitter suspiró.

-No siendo más, iré a ver los comandos de las guardias reales- afirmó, para mirar de reojo a su madre. 

-¿Qué hacemos si Naren canta? Tiene muchos documentos comprometedores, que ha tomado su esposa Duli. El duque Puén va a querer zafarse hasta el final. Siendo este opuesto a la integración es un blanco perfecto- razonó Skank. Pew suspiró.

-A menos que nosotros consigamos a la envenenadora o envenenador primero. Ese trabajo no lo hace un noble saiyajin inexperto. Y tenemos que hacerlo ahora, antes de que los tsufuru también se aprovechen- reflexionó. Skank lo miró extrañado.

-Pew, pero si conseguimos a la envenenadora…

-Hablará primero con nosotros. La única prueba que tienen Puén y Nok es que Naren es el culpable de todo. Si se le presiona más, los tres nos veremos comprometidos en el asesinato de Fern. Straw investigará. Sí, quiero justicia por mi esposa, pero mi cabeza sobre mis hombros- afirmó, molesto. Sarin suspiró.

-Entonces me veré en la horrible tarea de entorpecer la labor de Straw. Será la única manera. Sé que tenías buenas intenciones, y hallaremos a los asesinos de tu esposa. Pero entiendes las consecuencias de que Naren llegue a testificar en contra de los tres, ¿verdad? - le dijo a Pew, que estaba desolado. Asintió, sin embargo.

-Por tu lado, aunque sé que lo sabes- continuó Skank - Sería necesario presionar a los dos herederos restantes de tu suegro- le dijo a Pew. U ofrecerles algo para traicionar a su hermano. 

-No me creerían. A ninguno de aquí. A menos que… claro, se haga una misión gris “” donde a ellos se les ofreciesen todas las ganancias. Una misión secreta.

Sarin suspiró. Las misiones “grises” generalmente se hacían sin el conocimiento de Freezer o Cold. Eran secretas. Iban los mejores guerreros saiyajines a otros planetas que captaban con su rastreo secreto y tomaban todo de allí.

-¿Valdrá la pena algo así por dos sujetos deplorables?- preguntó el rey. Sarin analizó.

-No, no lo vale. Pero creo que para Cold podría valerlo. No quiere involucrarse en nuestros sucios asuntos. Pero siempre querría un planeta más- afirmó Sarin. - Y a esos dos les daríamos el honor que no te ha dado ni a ti- dijo, mirando a Pew. - Servirlo directamente. Claro, todo será “idea” de Cold.

-Genial. Freezer debe estar muerto de risa con la muerte de mi esposa- afirmó Pew, molesto.

-Sí, pero tendremos visita comercial a Scafar en dos semanas.  Lo podrás hacer reír más con todo esto. Aunque quiera humillarte, le simpatizas.

-Bueno, todo está hecho- afirmó Skank, desperezándose. -Aunque para mí sería mejor matar a Naren antes.

-Y todas las miradas irían a los tres, Skank. Sobre todo a ti y a mi- objetó Sarin. -Además su familia tiene todas las pruebas incriminatorias. A excepción de la envenenadora, o envenenador.

-Extraño los tiempos cuando los reyes ejecutaban familias enteras sin razón- bramó, para Pew y Sarin mirarse, porque había sido tan estúpido: así había muerto la familia de la reina. No le dijeron nada más.

------------------------------------------------------------------------------------

 

Capital Vejita- parte oriental, semanas después

El conde Muren, padre del asesinado Palen y  la princesa Straw recorrían la ciudad encapuchados. Ella vestía como un soldado de la guardia. Era custodiada por dos tsufurus y dos soldados de clase baja. Estaban en los barrios de los esclavos y los migrantes, atraídos por la pujanza del planeta Plant. El duque miraba todo con asco. 

-Debe saber que esta política me parece una broma.  Y que muchos de nosotros no estamos de acuerdo en lo que consideramos un desafío de Skank hacia la nobleza para escupir en nuestras tradiciones.-expresó este, indignado. Straw estaba furiosa. Su hijo había muerto, de la peor manera, y eso era lo único que podía argumentar. Pero decidió enfocarse.

-Lo hecho, hecho está, conde Muren. Ahora importa esclarecer las muertes de su nuera, su nieto y su hijo, así como la de mi amiga Kouri. Mis soldados, comandados por mi hermano el príncipe Vegeta, encontraron a una envenenadora…

-Tsufuru- insistió este. Straw se contrarió. 

-Saiyajin, al norte.- clarificó. - Hemos de ponerla lejos de los palacios y el alcance de los agentes de Puén. Los testigos dicen que se vio muchas veces por la casa del conde Naren- insistió. El duque Muren volteó los ojos. La joven ya había hecho media investigación.

Era una habitación pequeña. La princesa Straw le pagó al arrendador, y Vegeta entró con la mujer. Estaba vestido humildemente.

-¿Estaré segura aquí? 

-Sí. Su vida será respetada, como le dijo el soldado- le respondió Straw. -Pronto testificará y la exiliaremos del planeta- afirmó, mirándola. Era pequeña. Quizás de clase baja. Era claro que no servía para pelear.

-Eso espero…- dijo, temerosa. 

Vegeta y su hermana se miraron. Estaban seguros que con su testimonio tendrían justicia. 

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes, ala oriental, dos noches después

Mientras tanto, el conde Naren estaba reunido con el rey Skank, en un pasadizo secreto poco usado por la realeza en el palacio. Este lo miraba con desprecio, sentado en una oscura habitación.

-Bien. De la batalla sobrevivimos los tres, con Pew. Y sé que tienes copias digitales de las cartas en todas partes. La cosa será así. Destrúyelas todas y habrá un siguiente conde para sucederte. El Consejo de Nobles y Ciudadanos ha ratificado a mi hermana como tu acusadora, por lo que no tienes escapatoria. El último Consejo, sabes bien, se reunió hace cuatrocientos años para ejecutar a mi tío tatara tatara… tatarabuelo. Por traición. El único rey ejecutado en toda nuestra historia. -recordó, diciéndoles entre líneas "me salvaré antes que ustedes, bastardos".

La dama Muli, de cabello oscuro en varias trenzas, tomó la mano de su esposo, altiva, entendiendo perfectamente.

-Nosotros solo cumplimos con nuestro deber, como todos. Es vergonzoso que tengamos que hacer esto- dijo, orgullosa.

El conde lo miró igual.

-Mi esposa tiene razón. No podría expresarlo mejor. 

El rey suspiró. Par de intrigantes de mierda. Ni siquiera habían podido hacer bien el trabajo. ¿Y ahora él tendría que pagarlo? 

-Bien, Naren. Te acusarán de envenenamiento. Hasta de traición- le dijo este, fastidiado. ¿Por qué no le daba las malditas copias? ¿Tendría que reducir su estado a cenizas? y para su furia máxima, este solamente se hacía el digno.

-¿Traición? ¡Yo solamente hice lo correcto por la Corona! 

Muli se adelantó, indignada.

-Gracias a mi esposo usted es el rey- afirmó, para crispar a Skank. Pero fingió no enojarse: decidió seguir el consejo de su madre.

-Y le tengo que agradecer- respondió Skank, mirándola con odio. Nappa entró. Hizo el saludo saiyajin. Le susurró a Skank, que se tomó el rostro. Otro puto problema. ¡Cómo odiaba que su madre no estuviera ahí para resolverlo y que lo dejaran de joder!

-¿Quién es la envenenadora Gurt? ¿La conocen, acaso?- les preguntó, amenazante. Maldita sea. ¿Por qué su maldita madre no le dejaba acabar con ellos de una vez? ¡Tan fácil que era eliminarlos a todos y mostrarles quién mandaba! 

Y lo peor: confirmó que si la conocían, cuando la pareja de esposos se miró.

-La hemos visto de vista, en la provincia- se levantó la dama Muli. 

-¿Seguros? - les preguntó Skank.

-Seguros- insistió este, aterrorizado. Skank se levantó. Podía mandarlos a torturar y se acabó. Pero seguramente ese bastardo, tal y como le había dicho su madre, haría circular las cartas. 

-Me dicen que está llegando a la capital, escondida en algún lado- insistió, levantando las cejas.

-Qui… quizás la tengan escondida, y le obliguen a decir locuras, sí- intervino afectada, la dama Muli. 

-Bien, es todo. Nos veremos mañana- les dijo fríamente. Ambos se miraron, espantados. Sabían de la crueldad de Skank. Sabía lo que hacía con los mentirosos y traidores.  Él mismo los torturaba.

-Solo hemos cumplido con nuestro deber, querida- le dijo el saiyajin a su esposa, que respiró espantada.

-Sí. Pero nosotros no envenenamos a la tsufuru, ni a la esposa de Pew- respondió ella, nerviosa. - Estoy casi segura de que fue idea de Puén. Ahora estamos incriminados, cuando por solamente el ascenso de esa bestia debimos ser recompensados.-protestó ella ,confundida. - La reina Sarin es mi amiga, y hará lo que pueda, pero...

El conde no creía en la reina Sarin, que era tan traicionera como todos los de su clase. Tomó sus manos.

-Esperemos hasta mañana. Son nuestro seguro de vida- afirmó. 

La reina, en esa semana, vio varios libelos, recorriendo la ciudad en litera. “Justicia”, se veía, con la cara del joven Palen y su esposa. Dibujaban de la peor manera al conde Naren y al rey Skank, como un monstruo devorador. Era seguida de Afni, que le dio un afiche grande. La princesa Straw, como guerrera justiciera, aplastando a su hermano, a su zorra madre y con la corona.

“Reina justiciera” 

Ella lo apretó. La situación era más complicada de lo que ella creía. Por ahora tenía que encontrar a los autores y darles muertes horrendas que asustaran a los que lo intentaran. 

El primer cadáver apareció dos días después, empalado, con el líbelo de la princesa Straw en su boca, en pleno barrio suroriente. Apenas se enteró la princesa, apretó los labios, furiosa. Mandó a Vegeta a conseguir a todos los testigos posibles en las provincias. Esta no se la ganarían. Ni su madre ni Skank. Era una carrera contra el tiempo. 

--------------------------------------------------------------------------------------

Scafar, días después- Casa de Cortesanas de la dama Kuni

Pew no podía dejar de sorprenderse con Freezer: su astucia era grande, pero sus perversiones más. Este oía a dos cortesanas y a un coforiano copular como lo hacían los saiyajines. Suspiró, y le sirvieron más vino. 

-Con razón te va tan bien. Debo reconocer que sabes darme lo que quiero- le dijo este, sonriendo malignamente.

-Es mi especialidad, Freezer- le dijo, sentándose, desconcertado. La lagartija era creativa en su monstruosa curiosidad. Le sonrió y le sirvió Oruro.

-Sabes, es una lástima que seas saiyajin. Has llegado a caerme bien. Lamento lo de tu esposa, por cierto. Era pequeña y voluntariosa. Pero volverás a casarte. En un planeta como este, con quien quisieras. Pero tu raza es tan primitiva. Qué pena- se burló, para seguir oyendo.

-Lo sé. Pero así es la vida. 

-Y ya que… eres el único que me entiende y que sabe lo que quiero, y jamás se queja, incluso cuando has hecho cosas tan espantosas para mí… bueno, pídeme lo que quieras. Un planeta para tí solo, hecho. Otro burdel, hecho. Estoy de buen humor- le dijo, sonriente. Pew también sonrió.

-¿Quieres divertirte con algo que inventé? 

-Oh, malvado- se entusiasmó Freezer. - ¿Qué ha ideado esa vil cabecita hermosa tuya? 

Pew le susurró. Freezer lo miró sorprendido, para reírse. Volvió a susurrarle. 

-De acuerdo. Me gusta. ¡Qué extraña manera de matar! Y me das un planeta. 

-Solo guarda el secreto. O se arruina la diversión.

Freezer se puso los dedos en los labios, divertido. 

-Ven, vamos al concierto de la diva Morine y sus tres bocas. Palco. Yo invito- le dijo, para Pew sonreírle otra vez. Lo que tenía que hacer por la justicia y no quemarse en el proceso. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Casa de la Dama Puni, días después

El barrio del placer, tan agitado como siempre. Los guerreros saiyajines y trabajadores de todas las razas podían venir a divertirse si quisieran, con quien quisieran y como quisieran. El palacio de la dama Puni, claro, tenía una entrada para los clientes de siempre y otras... para la gente realmente importante. Cada habitación tenía agujeros. Un ojo violeta miraba a una joven, casi niña, montarse sobre un cuerpo viejo. Este solo gozaba.

-Es una lástima que... luego de guerrear tanto y desplegar tanto poder durante toda su vida , su cuerpo vaya decayendo, como el de tantas razas...

La dama Puni le susurró a la reina, que no se quitaba su capucha. Iba cubierta con un velo negro sobre su rostro. Observaba el acto con repugnancia.

-Así es. Luego de nuestros ochenta años, todo es cuesta abajo. Por lo general nos suicidamos. No soportamos vernos de ese modo. Los hombres, porque ya no le sirven a nadie, a menos que sean administradores. Cada vez hay más, ya que no quieren que las otras razas tomen sus puestos. Pero los guerreros no tienen remedio. No son útiles para otro oficio y ha costado hacerles ver que podrían integrar las fábricas. Pero por lo general buscan una muerte rápida. Y como quieren una muerte digna, Bitter intentó ese escabroso modelo de mandarlos primero a morir. Así mueren honrados. Claro, no son todos los casos- explicó la reina Sarin.

-¿Y qué pasa con las mujeres? 

-Bueno, ellas y los que son demasiado débiles para pelear...son cuidados, claro. Tres reinas antes que yo, la reina Parule decidió crear un recinto para ellos en el Oeste. Otros son recibidos por tu raza, como buenos operativos. Pero no duran. Generalmente prefieren la muerte- pensó ella, mirando sus manos. Haría todo lo posible para retrasar ese momento. 

-Pocos soportan ver la crueldad del tiempo, majestad. ¿Qué edad tenía usted cuando se casó con el rey Vejito? 

-Quince años- se estremeció, al recordar lo joven que había sido iniciada. Siendo una niña. Acostándose con un rey cincuenta años mayor. Pero así eran de pervertidos en su raza. Recordó ese horrible momento. Lo que tuvo que hacer. 

-Le quedan cuatro décadas más de existencia. Aunque una mujer lista como usted sabrá retrasarlo- insinuó Puni. Ella la miró a los ojos. Tenía razón. Todas las curas, todos los retrasamientos era lo que estaba buscando en el universo. Generalmente llegaban a Scafar.  Y parte de su riqueza personal se iba en ello. Pero no había hallado lo principal: la inmortalidad. Prefería morir antes de verse marchita. 

-¿Y no ha sido posible que con las mismas células S se pueda hacer algo? -se interesó Puni. La reina suspiró. Claro que había sido la primera en buscarlo. Incluso cuando su marido estaba vivo. Pero no habían logrado nada. Ni siquiera con la tecnología que comerciaba directamente con los Comerciantes Interplanetarios. Una de sus tantas empresas fallidas. Y por eso tenía que vivir mucho más. 

-Bien, creo que ha sido suficiente. Entraré ahora- le dijo a Puni. La habitación se apagó y el cliente exclamó sorprendido. Una voz en la oscuridad.

-La dama Puni siempre ha dicho que...lo que es repugnante para unos, es la mayor fantasía para otros. Aunque sea repugnante a los ojos de muchos. Y así, inteligentemente, ha procurado, en las sombras, aprovecharse de esta debilidad... universal. El hombre se revolvió, tapándose, mientras la joven/niña se esfumaba. 

-Majes... majestad...

Esta apareció al frente. 

-Sabiendo que el mayor dignatario religioso de esta raza de bárbaros es más degenerado que todos los demás... a los ojos universales... ¿qué impediría que desmiembren a ese anciano inservible cuando los bravos guerreros mueren en otros planetas para que una niña, una de sus niñas...pueda chuparle la verga ?- preguntó, sentándose, al frente. Este la miró, temblando, indignado.

-¡Pues yo diré a todos, sobre todo a su hija, que usted robó el testamento de su marido donde cambiaba la sucesión! ¡Él dejaba de herederas conjuntas a las princesas Bitter y Straw! ¡No a ese infeliz del rey que tenemos ahora!- protestó. La reina no se alteró.

-Bueno, el joven y bien dispuesto sacerdote Turenk estaría dichoso en saber que al pobre sacerdote Turunk lo encontraron con la verga cortada en las cloacas...- dijo, mientras se aproximaban varias sombras.  El sacerdote Turunk se asustó -Estaría dichoso de saber que por fin podrá ejercer su piadoso servicio sin mancha, cuando se sepa, antes de lo del testamento, claro, que el sacerdote Turunk abusaba de niñas hijas de soldados de clase baja...

-¡Maldita mujer! ¡No haría eso!-tembló.

-Y que sus pequeños esclavos susurradores... llenarán de sangre todas las callejuelas en esta noche. 

Este se resignó.

-¿Qué desea? 

-Oh, bueno- dijo ella, chasqueando los dedos. Probó el vino en la punta de la lengua. No tenía veneno. Le sirvieron otra copa al sacerdote, que tembló al verla. Ella se rió.

-No me tomaría el trabajo ni siquiera de ver lo que haces si quisiera matarte como yo quisiera- se rió, malignamente. - Adelante, es un buen vino... de Scafar.

El sacerdote lo tomó, tembloroso. 

-Bien, bien... esos pequeños esclavos susurradores que tiene a su servicio... tendrán que hacerme un favor especial- insinuó. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Salón del Trono -Palacio de los Reyes, días después

Afuera, el pueblo, tanto saiyajines como emigrados, guerreros, aldeanos y todos, esperaban el resultado. Fingían ocuparse en sus actividades, sí, pero estaban congregados fuera del Palacio. Básicamente: querían al conde Naren muerto. Y confiaban en que si la princesa Straw buscaba justicia, la encontraría.  Skank estaba sentado en el trono, mientras a su alrededor estaban sentados los nobles, entre ellos Pew. Bitter inició el juicio.

-Se presenta la parte acusadora- manifestó. Straw, con su trenza hacia atrás envuelta al menos en cuatro partes. Tenía su armadura roja y su capa roja, como princesa saiyajin en pleno derecho. Ya no tenía ese peinado salvaje e infantil. Se veía imponente. MIró directamente al conde, con toda su nobleza. Este se crispó.

-Se te acusa, Naren, de estar en la conjura que terminó en la traición y muerte de mi futuro esposo, el príncipe Fern. También del envenenamiento de la joven duquesa Kouri y la cortesana Amari.  Estuvimos casi por un año tratando de negociar contigo y presentar las pruebas, pero fuiste lo suficientemente hábil para ocultarlas. Y se sabe bien, como hablarán mis testigos, de que estuviste en tu estado cuando se halló muerto a Palen- afirmó. - El pueblo demanda justicia- dijo, mirando a los ojos a su hermano, que la miraba impasible y desafiante. - Y la tendrá. El pueblo ha hablado.

-Habla la parte defendida- expresó Bitter. La dama Muli estaba atrás, con su abogado defensor, un planteniano calvo.

-¡Yo estaba en mi provincia cuando esto sucedió!- protestó el conde, testificando. - ¡Además el joven caía en la locura desde la muerte de su esposa tsufuru! Apenas la joven se hizo cenizas, él siguió con sus rameras y excesos. ¿Qué podía hacer yo? Además, el hecho de permitir esa unión indigna bastó que hiciera enemigos en todo este planeta. ¡No pueden probarlo! ¡Además, tengo cartas que prueban que recibí instrucciones!- gritó, agitado. Todos los nobles y ciudadanos, guerreros de clase media y el representante de los guerreros de clase baja, Tare, hablaban entre sí.

-Abra esas cartas, conde Naren- insistió Bitter. - Aunque solo el rey puede permitir que se vea su contenido- dijo, mirando a los ojos a su hermana. El conde Skank no cambió su gesto.

-Petición denegada- dijo Skank, para sorpresa y furia de su hermana. - No se ha visto un precedente así en ningún reinado- expresó, sagazmente. 

Afuera, en una habitación, el príncipe Vegeta miraba sospechoso a su madre. 

-Quiero que sepas que para mí esta es una farsa. Y no perdonaré si hacen quedar en ridículo a Straw- amenazó. Ella lo miró con una sonrisa despreciativa. 

-¿Y qué vas a hacer? ¿Exiliarte? ¿Atacarme? Me encantaría que lo intentaras- le respondió, odiosamente. Este gruñó. Desplegó su poder, pero su madre no se inmutó. 

-En vez de hacer remilgos y antes de que se te ocurra siquiera convocarme a duelo de desagravio, piensa en que esta no es una batalla donde se usan los puños. Si ella lo está aprendiendo con dolor, no veo por qué tú no-le respondió. Este se enfureció.

-¿Lo disfrutarías? 

-En tu caso, sí- le confesó. - Sobre todo si amenazas así a tu madre- le dijo. Este bufó, para sentarse y mirarla con odio. Ambos oyeron las protestas. La voz de Straw se impuso, alejándose del salón del trono.

-¡Exigimos justicia! ¡Exigimos justicia de la Corona y la tendremos! ¡Lo clama tu pueblo, Skank!- le gritó su hermana, y Bitter dio una señal, mientras todos se abarrotaban. -¡La justicia llegará! 

La gente comenzó a revolverse. Straw miró desafiante a su hermano, que la miró amenazante. La gente comenzó a revolverse y los guardias cercaron todo el palacio, por orden de Bitter. 

-¡Sea por una vía o por otra, la justicia llegará! ¡Hemos hablado!- gritó, para Skank oir a su pueblo ovacionar a su hermana. Esta vio trémula al conde Naren, a quien escoltaban y comenzaban a tirarle porquería. Hasta una esfera de energía, que desviaron. El pueblo se tornaba más rabioso, apenas salió el rey Skank. Comenzaron a insultarlo, hasta que una piedra cayó por accidente sobre Straw. Bitter dio la orden. 

-¡A la princesa! ¡Al rey! ¡Límpienlo todo!- comandó a la Guardia Real. Vegeta bajó corriendo y rodeó a su hermana, que vio sangre en su cabeza y comenzó a gritar, porque pronto comenzó una verdadera masacre. Vio aterrorizada a Skank, que la vio sonriente, diciéndole con su gesto que eso era lo que estaba causando. Los escudos de energía de la Guardia Real protegieron al rey, que se devolvió al Palacio, de inmediato. Bitter y los guardias comenzaron a matar a todos los revoltosos y pronto no se sabía quién que mataba a quién. Ella arrancó la cabeza de un soldado de clase baja, y los guardias, soldados de clase superior, aplastaron a otra mujer contra las columnas. Pew mató a otro con una esfera de energía y sus propios hombres lo sacaron a su alrededor, también de negro.

-¡Skank! ¡Skank!- gritó Straw, horrorizada. - ¡Esto no se quedará así! - le gritó. Su hermano, furioso, salió de la escolta y la abofeteó. Vegeta se le abalanzó, explayando su poder de pelea, para tumbarlo. Este apretó los dientes, y lo estrelló contra la pared. Straw se paró, feroz. Ambos hermanos activaron su poder de pelea, hasta que vino la reina madre. Se interpuso entre ambos, luego de recoger a su hijo.  Pew se detuvo, asombrado.

-¡Esto es lo que has causado!- reprendió a su hija. -La sangre que corre en las calles es absolutamente tu culpa. ¡Sí, tienes de tu lado a la mayor fuerza de este reino, pero no la sabes controlar! Tú arreglarás este desastre- le dijo ella, a Straw, que la miró compungida. Se levantó, entristecida. Miró a Vegeta, inconsciente. Skank la miró severo.

-Y avísame... de una vez si serás traidora a la Corona. Si crees que viste lo peor afuera, puedo hacer más que eso. No queremos llegar ahí, ¿verdad? -amenazó, con su sonrisa malvada.

Ella se levantó desafiante, mirando a su hermano y a su madre como sus verdaderos enemigos.

-No. Y claro que lo arreglaré. Lo arreglaré como no te imaginas. - dijo, levantándose. Apenas dejó a Vegeta en la Cámara de Recuperación, salió herida hacia el palacio. Muchos cadáveres.  Personas llorando y buscando a sus seres queridos. Straw, ensangrentada, en la mitad, mirando con furia a su hermana, que tenía su armadura blanca ensangrentada por matar a inocentes para restablecer el orden público. Esta solo bajó las escaleras y se puso de rodillas. Bittter suspiró y puso una mano sobre su cabeza. Varias personas se acercaron. La ayudaron a levantarse. Bitter se crispó. Pero comenzaron a tocar su pelo, y a ordenarlo. A arroparla.  A limpiarla. Hasta le dieron una moneda. 

-Gracias por querer hacer justicia, alteza real- dijo una mujer.

-Alteza real- dijo otro tsufuru. 

-Alteza real, gracias por ocuparse de esto.

Fue rodeada, y comenzó a dar apretones de manos, y a ver a niños. Comenzó a sonreír, entre las lágrimas. Bitter la miraba conmovida y asustada, porque ahora era el principal peligro para la Corona, pero se lo calló. Skank la miraba peligrosamente desde la almena más alta. Sintió a su madre. 

-Puede ser tu hija. Pero está buscando que yo la quiera muerta- amenazó. Sarin se horrorizó, pero fingió no reaccionar, como siempre. 

-No digas estupideces. Ven conmigo. Te tengo una sorpresa.

El rey la miró de reojo. Se tranquilizó al ver el gesto victorioso de su madre.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio Sur- Palacio de la Reina, esa misma noche

En el Palacio Sur, Skank veía entre agujeros a su madre comer con Gurt, la envenenadora. Sarin, en medio de la revuelta, había aprovechado, con los niños que servían de espías al sacerdote Turunk, para distraer a los guardias, drogarlos con un gas y sacar a la mujer en medio del caos, con sus hombres camuflados. Ellos habían dado con la ubicación de la mujer, con la red de sacerdotes extranjeros (un saiyajin, a menos de que fuera antinatural, no dejaría de copular hasta envejecer) que pasarían su vida en celibato y oración a los Tres Dioses Crueles.

-Así que vienes del oeste. Son buenos carniceros allí- dijo ella, comiendo a su lado. La envenenadora estaba honrada de que la misma reina la salvase de todo ese embrollo. Y veía por primera vez en su vida habitaciones tan lujosas.

-Sí. Mi madre fue una de las primeras Estrellas Negras, majestad- le dijo significativamente. - Ella me enseñó todo con respecto al veneno. 

La reina Sarin sonrió. Una ayuda a una mujer, y las otras, con lo brutos que eran sus compañeros saiyajines, comenzaron a requerirlo. Ahora se habían extendido por todo el reino. No podía estar más orgullosa.

-Vaya. ¿Prefieres los lentos, o los rápidos? -le preguntó, con interés profesional. La mujer comía profusamente, como cualquier saiyajin. Sarin, que había tratado de negar ese instinto al máximo, la miró con aprensión.

-Depende del cliente. Es cierto que los nobles usan últimamente este método. Dicen que alentados por su ejemplo- se rió.  La reina bufó. -Aunque ya se hacía antes. Dicen que usted es buena con los lentos-afirmó ella. Era honroso que en el gremio se conociera su trabajo.

-Sí, es verdad. No dejan rastros- respondió ella, cortando su carne. 

-¿Los prepara usted misma? -preguntó, interesada.

-Algunos. Pero si son de acción rápida, prefiero el Escarófulo. En buenas dosis no deja marcas. En mala aplicación, deja el cuerpo con gránulos rojos- explicó Sarin, para Gurt asentir. Sí que sabía de venenos.

-Eso es verdad. Vaya, majestad. Diría que es mejor que una profesional- la halagó. 

-Ciertamente, querida- dijo ella, orgullosa, recordando a la madre de Afni. -Tienes mucha suerte de que te haya encontrado. De depender de mi hija, tu cabeza estaría en una pica en dos días. Es muy poco probable que condenen a Muli si no te encuentran- le dijo, para servirle vino. La mujer la miró temerosa.

-Gracias, majestad…

-Ahora bien, a cambio de tu protección…- dijo ella, levantando sus cejas. - Cuéntamelo todo. ¿Fue Muli la que envenenó a la joven tsufuru y a la esposa de mi primo, verdad? 

La envenenadora negó con la cabeza.

-No, ese fue el duque Puén. Con su esposa. Odiaban que usted los usara de cobayos para su política integracionista. La joven Kouri también era incómoda para ellos: les recordaba lo que hicieron y se querían vengar del duque por lo que hizo con sus padres. - confesó. La reina la miró compungida, pero recobró su compostura. Gurt ni se inmutó. Sacó carne de sus dientes, para agarrar otra presa. La reina la miró espantada. Cómo comía esa mujer. Bueno, como todos en el planeta, a excepción de los tsufuru.

-¿Y quién mató a Palen? -preguntó, sobreponiéndose.

-La dama Muli. Ya el chico estaba loco. No le servía a nadie. Era un remedo de sí mismo. Lo adelantamos y un trago de vino acabó con su vida- aclaró. 

La reina la miró sonriendo levemente. La mujer, de repente, comenzó a tomarse el estómago, aterrorizada. Había oido las historias. "La reina Sarin mató a sus hijastros", "La reina Sarin envenenó a tal amante de su marido", "La reina Sarin hizo abortar en un charco de sangre a esta otra amante de su marido", "La reina Sarin mató a su suegra"

Ella suspiró. La mujer se tomó el estómago.

-Qué…

La reina la miró a los ojos, sin alterarse.

-No creerás que te mataría personalmente. No cuando haces un gran favor a la Corona- expresó, fríamente. 

La mujer la miró asustada. Ella miró a su hijo a los ojos. Este sonrió confiado. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Planeta Freezer, semanas después

Pew aterrizó, en su nave, y salió arrogantemente. Varios soldados comenzaron a hablar, pero este ni los determinó. Freezer lo recibió personalmente. 

-¿Y bien? 

-Cantaron una hermosa canción, amigo mío. ¡Qué divertido es fingir ser amigo de gente a la que luego vas a destruir! ¡Fascinante!- se rió la lagartija, para Pew sonreírle incómodo: básicamente su relación era igual. Pero él le estaba sacando provecho. Todos le hacían reverencia al hijo del rey Cold, y no entendían por qué ese asqueroso saiyajin estaba a su lado. Llegaron a las mejores habitaciones. Ahí estaban Puel y Kuel, los dos hermanos del duque Puén. Drogados hasta el paroxismo. Estaban riéndose. 

-Chicos. Cuéntenme otra vez todo lo que me dijeron.

-¡Envenenamos a la tsufuru! ¡Y a esa vergüenza!- se rió Puel. - ¡Solamente fue poner veneno en su agua! ¡En su agua! 

-¡Ya por fin nadie sabrá lo que le hizo papá! ¡Lo que vimos hacerle! - dijo el otro, agitado. Ambos se siguieron riendo. Pew los miró furioso, pero no dijo nada. Recibió la confesión de la envenenadora por parte de la reina.

-Puén y su esposa… ¿qué hicieron? 

-Ordenaron absolutamente todo. Nosotros nos encargamos del plan. Sí… señor Freezer…- dijo este, para la lagartija reírse. Pew también lo hizo. 

-Voy a pedirte otro favor. Si tengo que ejecutar a más inocentes lo haré - le dijo este, con la misma sonrisa. Freezer adivinó de inmediato.

-Claro, puedes llevártelos. Supongo que todo será horrible, brutal y sangriento. Me dejarás verlo- le dijo, sonriente. Pew asintió.

-Ven conmigo. Ah, arréstenlos y amárrenlos- ordenó la lagartija a sus soldados. - Vamos a beber algo antes de que te vayas. 

--------------------------------------------------------------------------------------

Palacio Sur, esa misma noche

Poco después, la dama Muli entró por el oscuro pasadizo por el que entró alguna vez Fern. Miró nerviosa a la reina, que la miró serena. Se abrazaron.

-Oh, Sarin. Ha sido tan espantoso. Siento que nos van a condenar en cualquier momento. Quizás tu hija tenga a Gurt en su poder y será el final… nuestras tierras, nuestros ejércitos. ¡Ejecutarán a nuestros hijos!- le rogó. -Te lo suplico....

La reina le ofreció asiento. Muli no hablaba por su familia: hablaba por sí misma. Habían tenido un camino similar, pero ella y el conde Naren eran unidos en la ambición. Y este era tan insignificante, que sus infidelidades eran prácticamente inexistentes, ya que dominaba su mujer. Tanto en el Gobierno de sus territorios, como en la crianza de sus hijos. Sarin pensó que le sería bueno, así como para todos los involucrados en este estorboso asunto, que se librase de su marido.

-Asegúrate de que tu marido no tenga ninguna otra copia- le dijo, mirándola a los ojos.  Purin la miró espantada. Claro que la tenía.

-Pero…

La reina se levantó, gracil. Tenía un vestido malva, de Scafar. Su cabello recogido. Miró de frente a su amiga.

-Pide juicio para ti sola. Verás: tengo en mi poder a la envenenadora Gurt. -reveló. - Sin su testimonio es probable que te condenen. Pero si tu marido sale con alguna otra sorpresa, o si esto se alarga…me veré obligada a presentarla- la amenazó. -Está en tus manos. Puedes librarte del castigo y conservarlo todo, solo si…

Ella miró a sus ojos. Se conocían bien desde niñas.

-Si lo mato, ¿no es así? 

La reina la siguió mirando significativa. 

-Envíame un mensaje cuando esté hecho- le dijo, fijamente. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Ducado Norte - Palacio del duque Kuren

Dos días después, Straw y Pew, así como Bitter, miraban a los dos hermanos del duque Puén, golpeados y arrodillados. La dama Purin y su esposo miraban distantes.

-¿Cuánto veneno fue? -preguntó la dama.

-Dos cargas. Suficientes para matar a todos los recién nacidos del paritorio central- expresó Pew. Straw negó con la cabeza. Bitter suspiró.

-Eso explica toda la sangre que perdieron, Pew- afirmó, con los brazos cruzados.

-Lo sé. Pero ya con sus confesiones, se hará justicia. Puén será ejecutado, así como su esposa. Ellos dos serán entregados a los tsufuru.

-De hecho- dijo Bitter, tomando el rostro de Puel, que se quejaba por todos los golpes - El príncipe Dirs dice que nos deja la justicia a nosotros. Afirma que somos peores para las torturas, y que la sola ejecución no sería suficiente. 

-Maldita mujer- dijo Purin, negando con la cabeza. - Deberías dejármela a mí- le dijo a su hijo. - La pobre Kouri. La forma horrible en la que murió. Las niñas perdieron a su madre.

-Straw. Tú decides.

-Puén será ejecutado, con sus hermanos. El ducado pasaría a tus herederos, Pew. Considéralo una compensación.

-No hay nada que lo compense. Pero te propongo algo mejor. Podría ser base para nuestro proyecto en conjunto. 

“Además, tengo que vigilar a Bardock. Ese muchacho no puede morir. Le prometí a su madre cuidarlo y qué mejor en las tierras que por legitimidad le pertenecerán”, pensó, para sí mismo. “Algún día”.

-Que se sepa por los pregoneros. Que se sepa por mí. Tenemos a los culpables. Y ellos recorrerán el mismo camino hasta la capital- afirmó Straw, decidida. Bitter y Pew se miraron, orgullosos. El duque Kuren miró frío a su hijo, que lo miró igual. 

Fue una noche agitada, en ese tercer año de reinado del rey Skank. Este estaba con varias mujeres, más seguro de su victoria que nunca. En la isla del gran Agua Morada, la reina solamente gemía, encima del príncipe Dirs, que se volteó, y la tomó del cabello violentamente, para ella gruñir, y gemir. Él se seguía moviendo ferozmente. La noticia de los asesinos ya había corrido por todo el reino y serían exhibidos para ser torturados, aún más, a la rabia del pueblo.

En la casa donde estaba apostado el conde Naren, este tenía los ojos abiertos y su expresión atónita, cuando su mujer le clavó su daga en la garganta, mientras dormía. Esta, ensangrentada, respiraba tranquila. Podría gobernar, por sí misma, luego de treinta tortuosos años y deshacerse de un compañero raramente afectuoso y tan ambicioso como ella, sí, pero un estorbo en todo lo demás. 

Los gritos, al enterarse la ciudad, mientras despertaba, aumentaban. Bitter iba detrás de su hermana, que comandaba la procesión. La gente de las aldeas comenzó a maldecirlos y a insultarlos. Gune les escupió a ambos, para Gine ver sorprendida a su madre. El duque Pew iba en una gran nave flotante, mientras le tiraban flores. Este también tiraba monedas. La reina, ya en su palacio, veía a Gurt, estrangulada, ser trasladada por varios soldados bajo órdenes de Kalen en sus sótanos. Había una serpiente negra, enorme, en un estanque, que abrió sus fauces y su doble dentadura. El estanque se tornó rojo. 

-Cámbienle el agua. No quiero que esto huela a mierda- afirmó ella, despectiva.

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Semanas después- Escaleras del Palacio de los Reyes

-Se les acusa del envenenamiento de la cortesana tsufuru Amari y de la muerte de la amada duquesa Kouri. ¿Cómo se declaran?- preguntó el rey Skank, pero Bitter le susurró.

-Skank, a todos cuatro les cortamos la lengua ayer y les cosimos las bocas- señaló. Straw los miraba impasible. El príncipe miraba a su hermana, que tenía una voluntad extraña. La reina Sarin, con un peinado de varias trenzas en cascada, sentada con su túnica morada oscura, y sus enormes pendientes dorados, miraba todo sin piedad. El duque Pew, parado al lado de Straw, los miraba con odio. 

-Bueno, son culpables- se rió el rey, para recibir risas. Bitter lo miró con las cejas levantadas. - Y en honor a mi primo… recibirán el peor castigo. El del pueblo- sonrió.

Straw levantó las cadenas. Los cuatro acusados comenzaron a caminar, amarrados de manos y pies. La población comenzó a insultarlos. A tirarles flashes, que comenzaron a quemarlos. Otros comenzaron a tirarles piedras. La esposa de Puén, tenía lágrimas en los ojos. Se cayó. Le llovieron más piedras. Los soldados volvieron a tomarlas. Straw seguía caminando por toda la capital, impasible. La multitud los siguió. La reina, y el resto de la familia real tomaron sus lugares. Había una plataforma enorme de ejecución.

-¿Qué con Muli? 

-Bueno, sus hijos nos dieron todos los documentos, que ya eliminé. Ellos mismos se encargarán de su madre- afirmó Pew, significativo.

-¿Será como con tu esposa? 

-No, no dejará rastros. Narditz, el heredero, quiere tomar posesión lo más antes posible. Su hermana, su esposa, igual. 

La reina tomó su mano.

-Lo siento. Ella era buena. No era como nosotros. Y lamento que jamás haya encontrado a su hijo.

-Lo sé- afirmó este, pesaroso. 

-¿Qué quieres a cambio por todo lo que has hecho, querido? Debemos compensar de alguna manera lo que te pasó.

-Lo he pensado- suspiró Pew. - Quiero asumir mi título de una vez por todas. Créeme, mi madre no se opondrá a lo que quieras darme - le insinuó, para la reina entender. Asintió. 

-Dile que la alconforina aplicada en pequeñas dosis lo debilitará para que sea fácil de matar en batalla. Los robots no pueden registrarla- le dijo, sin mirarlo. Pew sonrió. Tomó la mano de su prima.

-Gracias, prima mía. 

Straw tomó la espada real que le dio su hermano. Miró impasible a los criminales.

-Amari, la hermosa Amari y su hijo, de nuestra sangre, reclaman su justicia. También Kouri, que deja a mi primo en el más absoluto desconsuelo- dijo seria, para cortar cada cabeza, de un tajo. El pueblo gritó. Ella tomó sus cabellos, mientras otro soldado le pasaba una pica. Miró las cabezas. No sentía satisfacción. Pero al menos Amari había sido vengada. Kouri también.

La reina suspiró, mientras veía al pueblo corear el nombre de Straw, y halagarla. Ella y Bitter tomaron sus manos para alzarlas, junto con el príncipe Vegeta. Straw había hecho justicia. Straw se había impuesto. Skank se estiró, insatisfecho. Había sido una victoria agridulce. Y más que eso: su hermana seguía arrasando en popularidad.

-¿Y? ¿Les vamos a seguir dando lo que piden? 

Su madre no respondió. Quería evitar esos pensamientos que la asaltaban, diciéndole que había cometido un error al ascender al trono a su hijo mayor. 

-Creo que he tenido ganas de ir a rezar a nuestros dioses... por nuestras almas- le dijo a su hijo, levantando las cejas.  Al su madre retirarse, este miró desafiante a Straw. Y esta a él. 

Poco después, la reina prendió las pequeñas velas, en sus aposentos. Estaba arrodillada ante Sadala, su vengativa diosa, madre de los Cinco Dioses Crueles. Hasta se parecía a ella. Miró hacia la ventana. El sacerdote Turunk iba escoltado hacia el Templo, a calles del Palacio Real. Pero el sacerdote comenzó a preocuparse. Su litera comenzó a tomar un camino extraño.

-¡Por acá no es el camino, idiotas!- les dijo. Bajó electrónicamente su vidrio, y se vio aún entrando en los barrios de los soldados de clase baja. Pidió parar.

-¿Pero qué clase de?...

Salieron varios de ellos. Los otros sacerdotes, en sus vehículos, habían desaparecido. Este se bajó, tembloroso. 

-Hijo de puta- gruñó uno, con bigote.

-¿Cómo te atreves, maldita sabandija de clase baja? 

El más grande le tiró una memoria. Lo que había hecho en casa de la dama Puni. Otro le tiró un líbelo. Un dibujo de un sacerdote en una horrible posición con un niño.

-Eso...

Más personas comenzaron a salir. Mujeres. Carniceros. Comerciantes. Rodearon al sacerdote, que gritó, mientras escupía sangre y le quitaban los intestinos. Un brazo.

La reina miró a través de las velas. Un joven de piel azulada le hizo una reverencia, al lado de la dama Afni.

-Sacerdote Turenk- dijo ella, sin mirarlo. - Creo que será un buen candidato para reemplazar a su antecesor. Agradezco personalmente su ayuda- dijo ella, volteándose. Este la miró con sus ojos rosados significativamente. Le entregó uno de los líbelos. 

-Creo que la Corona y la Fe de los Tres Dioses Crueles estarán más unidas que nunca- expresó este, significativamente.

-Oh, así es. Y para comenzar con su reinado, la dama Purin, expiando sus pecados, ha dado doscientas mil monedas de oro. Yo he dado trescientos mil, la reina debe mantener la moral de su pueblo- le expresó. El sacerdote sonrió. 

-Donativos que serán más que bienvenidos, majestad. Y le aseguro recordaré- dijo, para hacerle una reverencia. Le dio una caja. Todos los testamentos digitales del rey Vegeta. El último. Su marido, grabándose.  Al lado, el documento, que la reina sacó de tres cajas, con una llave.

"Yo, el rey Vejito IX, declaro que si mi heredero Fern no llegase al trono, mis hijas Bitter y Straw serán co- herederas y se dividirán el reino por su bien. Así lo he estipulado y así desearé que se cambie la ley. Esto lo determinaré en un año. Mis hijas mujeres, en un acto histórico sin precedentes, me sucederán"...

Ella tiró la grabación al fuego, viendo la imagen de su marido distorsionarse. Al igual que el documento. Y todo lo demás. El rostro de su marido era cada vez más fantasmagórico.

"Imbécil. Eso nos hubiera hecho pedazos", pensó, para darse la vuelta y ver la imagen desvanecerse. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de Paragos, semanas después

Bitter cenaba frente a su hermana y primo. Ahora que era viuda, vivía a sus anchas. Y ya no tenía que estar sometida a la vigilancia del Palacio Real. El príncipe Vegeta, en el lado opuesto, comía con profusión, escuchando la conversación entre sus hermanas.

-Gracias por no odiarme esta vez al causar esa revuelta. Supe que fueron cincuenta muertos- expresó ella, con pesar.

-Ochenta- dijo esta, tomando más rápido una presa que Vegeta. Este gruñó y se la arrebató. Ella bufó. 

-Jamás me lo perdonaré- dijo ella, afectada. 

-Te lo perdonaron - dijo ella, sin conmoverse por su hermana. - Te perdonaron todo.  Te perdonarían todo- enfatizó, levantando sus cejas. - Te perdonarían incluso que te acostaras con siete hombres en una noche y bajaras la cabeza. O que caminaras desnuda en la calle. Creo que ante eso no te perdonarían, te pedirían hacerlo de nuevo- se burló ella. Su hermana se echó a reír. El príncipe Vegeta alzó los hombros, sonriendo levemente, para mirarla y su hermana a él. 

-¡Bitter! - la reprendió. 

-Ya deja de fingir que no lo sabes- le expresó su hermana, mirándola a los ojos. - Por fin quería ver lo que podías hacer en verdad. 

Esta suspiró, dubitativa.

-¿Dejar que mamá y Skank se saliesen con la suya otra vez? -preguntó, frustrada.

-Puén y Naren están muertos. El pueblo está contento y a un grito tuyo harían lo que fuera por ti. Tuviste un poco de justicia, sí. Pero ganaste una inmensidad en poder. El pueblo es tuyo, Staw. Y debes aprovecharlo- la aconsejó Bitter, reveladoramente. 

Esta la miró perspicaz. Su hermana parecía decirle algo que no era usual en ella. Vegeta también miraba, ahora sí muy interesado, la conversación entre sus hermanas. Pew miró a Bitter, sonriendo. No necesitaban hablar de ello: entendían perfectamente el potencial de Straw.

-Bitter, eso es traición- le expresó ella, temerosa.

-No hablo de traición. No tienes madera para reinar. Yo sí- le dijo, directa. Straw la miró con una sonrisa contrariada. Su hermana era impredecible. Ahí radicaba parte de su fuerza.

-¿Quieres tomar el trono, Bitter? 

Esta volteó los ojos. Se sirvió más vino. Bebió.

-No, tarada. No quiero una guerra civil y mi cabeza y la tuya en una pica o la de Skank, por más que esa idea les suene atractivas a ambos en este momento- expresó con recriminación, para Vegeta bufar, burlón e irritado a la vez- Sabes que amo el orden. Me gusta imponerlo. Estoy de parte de la Corona-le aclaró, seria. 

-¿Entonces? ¿Yo? 

-Esa mierda ya la intentó papá. Fern terminó muerto- dijo, para comerse otro bocado. Vegeta analizó.

-¿Irse de la Familia Real?- preguntó.  Bitter suspiró. Siguió comiendo. Su hermana pensaba rápidamente en la silla. Pero estaba realmente sorprendida. Bitter la miró otra vez con gesto reclamante.

-Straw, siempre dices que quieres cambiar este sistema y toda esa mierda. Bla, bla, bla...

Straw bufó, risueña. Bitter era tan realista, que una patada en el estómago a su lado era una caricia. 

-Así es.

-Pew me habló de tu proyecto. Y estoy de acuerdo. También quiero ser socia- le dijo, reveladoramente. El duque sonrió. 

-Pero…

-Siempre dices que quieres cambiar esto y callarnos a todos. Bien, hazlo. Demuéstranos que tienes otro camino. Te apoyamos. Yo tendré el cinco por ciento, y daré algunos hombres para tu misión. 

Straw miró a su hermana y primo sorprendida.

-Yo no puedo creer que… ustedes que antes me consideraban una tonta… ahora quieran invertir en mí. Esto es lo más conmovedor…

-No llores- le dijo Bitter, burlona y amarga, para Pew bufar. -Ambos vimos a la Straw que siempre quisimos ver. A esa princesa magnifica, a esa con más aire real como las reinas antiguas que gobernaron esta raza de bastardos- afirmó, orgullosa. El príncipe Vegeta sonrió. 

-Te has ganado nuestro respeto, Straw- dijo Pew. -Y confiamos en ti. 

Ella les sonrió a ambos, que poco después veían al príncipe Vegeta ver a los demás soldados, con varias naves en la gran plataforma del palacio ducal del ducado de Oriente. Straw le daba la mano al joven Bardock, amable. Este hizo una reverencia, pero ella lo paró, para golpear su espalda. También al resto del equipo nuevo que tenía, de soldados de clase baja. Pew se sonrió.

-¿Cuándo piensas darle lo que le pertenece? 

-Tiene que sobrevivir y hacerse fuerte, Bitter. No quiero que el único recuerdo de mi esposa, lo único por lo que luchó, termine envenenado o pasado por la espada.

-Sabes que en misiones así podría terminar de ese modo.

-Sí, pero no por nuestra mano. No por lo que somos- le dijo, trémulo. 

La princesa reflexionó. Tenía sentido una muerte saiyajin a la indignidad de su propio sistema.

-Así que le das la posibilidad de una muerte gloriosa para que tenga una vida gloriosa. Es un gran gesto- le dijo, recostándose sobre él.

-Gracias. Debo cumplir esa promesa a mi esposa mientras viva- le dijo, mirando a Bardock bromear con un soldado redondo y ancho y otro alto. Todos comenzaron a subirse a las naves. Straw y el principe Vegeta se despidieron de ellos con adioses en la mano, para partir. Bitter y Pew les hicieron el saludo saiyajin, simplemente.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes, un año después

La princesa Straw, con su trenza y su capa,  y con su armadura roja, era vitoreada y aclamada, al entrar con su hermano, el rey Vegeta, un barbudo joven apuesto, detrás de ella. 

-Mató a los coforianos que robaban mercancías en la ruta Sur-murmuraron unos arcedianos.

-Restableció la ruta dos para los Comerciantes Interplanetarios- murmuraron otros nobles.

-Mató a la Gran Bestia que tenía asolados a los Puki- dijo una mujer, que se apartó al ver a la princesa, poderosa y determinada. 

-Eso sí es realeza- dijo un tsufuru.

Un joven Bardock iba detrás de ella, con Totepo, Tooma, Selypar, y Pumbukin, entre otros soldados de otras razas. Bitter y sus hombres la esperaban al frente. Ambas se miraron con una sonrisa retadora. Se hicieron reverencia. Hasta que Straw suspiró. La abrazó. Esta a ella. Todo el pasillo aplaudió.

-Excelente trabajo, socia. Nos ha ido bien- la halagó. - Todo el Universo sabe que has ganado una gran fortuna solucionando problemas de planetas y razas ajenas. - le dijo. -Nuestra empresa está dando frutos, y Pew está contento. Dice que podría funcionar más que los burdeles.

Straw se sonrió.

-¿Te parece muy raro que no destruya planetas? 

-Un poco, pero estoy orgullosa de ti- le dijo. Straw la volvió a abrazar. 

-¿Cómo ha estado todo por aquí? ¿Más asesinatos sangrientos, masacres y conjuras? 

-Algunos, sí. No mucho, en verdad. Mamá sigue gobernando. Se nos hace extraño que hayas vuelto. Vaya, Vegeta. Te has puesto...- lo observó, burlona. Era increíblemente alto. Y daba trazos de lo robusto que sería. Y de pensar que aquel niño débil producto de una violación había salido guerrero tan portentoso, pensó su hermana mayor.

-Ya, pervertida- le dijo este, fastidiado. Bitter palmoteó su brazo.

-Igual te haré pedazos- le respondió, con el gesto más cariñoso que podía darle.

-No sueñes. Te daré una paliza en Cámara de Entrenamiento- dijo, para adelantarse. Straw lo miró con una sonrisa de confianza.

-Es mi mano derecha. Lo he entrenado. Tiene un poder de pelea sorprendente- lo halagó.

Pew se la encontró, con su séquito, todos soldados de armadura negra. La abrazó, para sorpresa de todos los demás. 

-Supongo que Skank odia que seamos socios y aliados.

-No me importa lo que piense, si es que piensa algo. Pero se ha hecho más fuerte - le informó Pew, viendo a Vegeta.

-Como él…

-Basta- se sonrojó este, para Bitter bufar. 

-Destruyó un planeta pequeño con solo una esfera de energía- le dijo, preocupado, mientras caminaban por el gran pasillo hacia el Salón del Trono. Ella sonreía, haciendo reverencias.

-Y destruyó la mitad del planeta con 36 billones de pobladores en dos días- apuntó Bitter. Straw suspiró seria, y se plantó ante sus dos socios 

-No vengo a tomar el trono si es a eso lo que te refieres. No vengo a que lo tomen por mí, Bitter- le aclaró ella, mirándola a los ojos. Esta se dejó de tensionar. Miró a Pew.

-No. No quiero que lo hagan- les advirtió a ambos. Pew suspiró, frustrado. Bitter de alivio.

-Bueno, ya nos ahorramos el cincuenta por ciento de la horrible conversación que te espera- le respondió, mientras doblaban por varios pasadizos. Vegeta decidió irse a ver a los demás soldados de clase baja, y se separó de sus hermanas y primo. Los tres llegaron a los aposentos de la Reina, el lugar donde prácticamente su madre gobernaba. Skank estaba sentado al frente suyo, con sus largas piernas extendidas.

-Así que eres una heroína. ¿Qué sigue? ¿Cortarte la cola?- le preguntó, por toda bienvenida. Ella no se intimidó ni se dejó provocar, como antes.

-Quizás si me llegue a estorbar en las misiones.- le dijo, sentándose. Bitter se quedó parada, y Pew se sentó en el diván. 

-Eres más rica que cualquier noble de este reino, hija mía- observó la reina.- Te felicito. Creo que has encontrado un espacio... acorde con tus necesidades y capacidades.- expresó ella, muy aliviada, de verla apartada de la familia, para no causar más problemas políticos. - Entendiendo eso... quisiéramos saber la razón de tu regreso- le dijo su madre. Straw los miró desafiante, a ambos. Vaya cariñosa bienvenida.

-Pew me ha cedido el territorio y los hombres de Puen, que le pertenecen, para mi ciudad y colonia de soldados. Nuestro proyecto crece, como sabrán. Yo los entrenaré y aprenderé a administrar esas tierras, Pew me asistirá en eso. Y todo aquel que esté desamparado será acogido. Mis esclavos serán bien tratados. Quizás hasta los libere- planteó. Skank se contrarió. Se comenzó a reír. 

-¿Pew, en verdad…? 

- Soy heredero, haré lo que yo quiera. Pero como sé que la Corona puede poner trabas, Straw puede comprarme la tierra. Y una parte a la Corona, también como beneficiada- planteó el duque. 

Sarin miró sorprendida a su hija, y a Pew, que la secundaba en todo. La vio con un respeto inusitado. Como a una igual, por primera vez. 

-Podrías comprar un planeta para ti sola- objetó.

-No quiero cometer errores. Quiero ensayar aquí. Y quiero darte la tranquilidad, Skank, de que no vengo por tu trono- le dijo, levantando las cejas. Pero este no le creyó una sola palabra, al ver el rostro ambiguo de Pew. Bufó.

-Pues gracias por la consideración. 

-Eso no me interesa- le dijo a su madre, que suspiró. Analizaba sus palabras.

-¿Qué quieres probar, querida? 

-Que podemos acabar con todo el horror. Eso quiero- dijo, determinada. -Y me llevaré a Vegeta. Estaremos aquí si somos requeridos. Mis socios y yo- dijo señalando a Pew, y a Bitter, que sonreía orgullosa - Son los únicos a los que rendiré cuentas en estos temas. Y por lo que ven, como muestran las cuentas que les pueden presentar, este es un camino válido.

Bitter miraba orgullosa a su hermana. Por fin la veía ser en la princesa que debía convertirse. Y escupir en ese sistema de horror que había creado la Corona Saiyajin. Pero Skank se echó a reír, otra vez. Straw se endureció. Pew lo miró con desprecio.

-¿Una sociedad de fantasía, utópica? -preguntó, burlón.

-Si así lo consideras. Tengo a la mejor asesora- le dijo a su madre, que suspiró. Vaya embrollo en el que la estaba metiendo, si quería mantenerla leal.

-Querida… es mucho trabajo…-objetó. Straw no se arredró.

-Lo sé. Tenemos pantallas y tendrás tiempo para conocer más tus territorios. Además tendré ayuda de Pew- afirmó, para este sonreírle desafiante al rey. 

Skank no podía sino admirar la astucia de su hermana. Su fuerza. Era su rival más peligrosa. Pero su madre le había enseñado que hasta a la bestia más peligrosa se le contentaba con un pedazo de carne. 

-Cuando quieras, querida. Pero... solo te ayudaré con una condición- le dijo Sarin a su hija. Esta suspiró, apretando sus manos a los barandales.

-Matar niños, no -le dijo, asustada. Su madre suspiró, sonriendo elegantemente.

-Como principal acusadora - y muy exitosa- del duque Puén y pilar moral del reinado de tu hermano, anunciaremos que tú le has rogado por el regreso de la princesa On- le dijo su madre. Bitter levantó las cejas. Siempre era algo desagradable. No esa zorra. Straw los miró desafiante. No podía ser. ¿Por qué? 

-Ni a mí me simpatiza. ¿Cuál es el verdadero motivo para esto? 

-Que será mi esposa, eso- suspiró resignado Skank. - Siguiendo tu ejemplo moral, perdonaré a mi hermanastra por sus pecados. Y tendremos herederos- afirmó, resignado. Su hermana no le tuvo un poco de compasión.

-Pobrecitos- se burló Straw. 

-Para ocuparse de ellos, está mi hermana. Mi ejemplo- insistió el rey, irónico. Las tres mujeres en la habitación entendieron la ironía. -Ella nos guiará- dijo, abriendo sus manos. Straw lo miró con desprecio.

-¿En serio, los guiaré? -preguntó, levantando las cejas. Bitter miraba todo complacida. Straw ya no era tan tonta. En lo absoluto. Miró a su hermano desafiante. Pew miraba todo con escepticismo. Entendía la jugada: Skank necesitaba mejorar su imagen y qué mejor que perdonar a la zorra de On. Pero sabía que esa unión fracasaría. Sería perniciosa para la Corona. Tendría que lidiar con que solo lo fuera para Skank. Porque sí, no cabía duda: Straw sería una reina mejor. Pero habría que convencerla.

-Si eso quieres... pero que no se me acerque. Ni siquiera al territorio. O no responderemos, Skank - la advirtió. Este extendió su mano y sellaron el pacto. Sarin suspiró aliviada.

-Ahora permítanme. Tengo mucho qué organizar- afirmó, para girar sobre sus talones. Bitter se levantó, mirando burlona a su hermano y a su madre.

-¿Qué? - le preguntó Skank, irritado, con la misma sonrisa. No entendía qué acababa de negociar.

-Son tan inteligentes que subestimaron a la más inteligente de nosotros. Esto para mí dan motivos hasta de conquistar otro planeta. Estoy feliz. Permiso- les dijo, insolentemente. Su madre miró de reojo a Skank, que la miró sombrío. Pew se levantó teatralmente, haciendo una reverencia.

-Lo sé. Yo tampoco lo imaginaba hace dos años- expresó, burlón, para girar sobre sus talones y comenzar a cantar una canción de una cantante de Scafar desafinadamente. 

-¿Hasta cuándo la controlaremos, madre? ¿Hasta cuándo pensará que no es buena idea intentar tomar mi trono? -le preguntó, molesto.

-Hasta que vea tu poder. Y hasta que choque con la realidad- dijo ella, prendiendo su pantalla otra vez. 

-¿A qué te refieres? 

-A que somos lo que somos, a pesar de ella. Y eso incluye entrenar para volvernos más fuertes- le dijo, mirándolo a los ojos. Él comprendió. Suspiró.

-Te espero en la Cámara de Entrenamiento.

-Iré enseguida- le dijo, mirándolo irse. Su otra hija había sacado las garras. Y era la nueva amenaza para el reino, a pesar de sus promesas. Ahora tendría que apaciguarla, antes de que ella o su hermano se mataran entre sí. Y más con los aliados que esta última tenía, quién lo pensara. Straw se había ganado el respeto de las dos personas más inteligentes del reino luego de ella. Algo había cambiado. Y le temía, pero lo respetaba al mismo tiempo.

 

Chapter 8: Auge

Summary:

La princesa Straw es la saiyajin más popular del Universo, pero su hermano Skank quiere sabotearla al intentar matarla junto al príncipe Vegeta.

Chapter Text

Corporación Cápsula, actualidad 

Ya en la noche, al todos dormir, Bulma se ponía su ropa de dormir al lado de Vegeta, que leía y releía el documento. Esta lo abrazó por detrás. Este gruñó.

-Si tus tías lo hacían, no veo por qué yo no- justificó. Este suspiró, con una sonrisa. 

-Si crees que con eso me venciste pues… sí - suspiró, resignado. Bulma cerró sus ojos, feliz. 

-Quiero preguntarte algo…¿por qué no era tabú para ustedes amarse entre hermanos? - preguntó Bulma, curiosa. - Tu padre amó a tu tía Straw. No pudo amar tanto a tu madre (lo lamento) como lo hizo con ella. 

El príncipe suspiró. 

-Sencillamente… no existían las barreras que hay aquí. Es cultural. Hubo sujetos que se casaban con sus tías. Oí de sujetos que lo hacían con sus madres- suspiró. 

-Ay- se estremeció Bulma, imaginando a Vegeta con Bitter, como pequeñas caricaturas vestidas de novios. - ¿En serio? 

-Sí, pero no te preocupes, mujer. A Bitter probablemente le gustarías más tú - bromeó. Ella sonrió, halagada. 

-Lo sé. Tu familia tiene buen gusto- presumió, para irritación de su marido, que vio su cuerpo en su vestido lencero, y tuvo que admitirlo. 

-Y habríamos tenido que competir a muerte por ti. Como ves, era una mujer voraz- dijo, abalanzándose sobre ella, que lo besó. Comenzaron a acariciarse y él bajó hacia su entrepierna, metiendo y moviendo sus dedos de inmediato.  Ella gimió, hasta que Bra lloró. 

-Ay, no puede ser. Yo voy- dijo, para levantarse, y dejarlo frustrado. La niña no se calmaba. 

-¿Voy yo?- preguntó irritado. - ¡Sabes que puedo hacerlo en cinco minutos, mujer! - gruñó, fastidiado, más que todo porque ya estaba tan excitado que odiaba que lo hubiesen dejado así.

-¿En verdad?- dijo ella,  con Bra cargada, dándole un biberón. Ambos la acunaron en su cama. Vegeta la cuadró con cuidado. 

-¿No te duele un poco que tu padre hubiese deseado que tu tía hubiese sido tu madre? Vaya, eso soñó muy extraño- dijo Bulma, contrariada, por el enrevesado y retorcido parentesco de la familia de su marido. Este se quedó un rato en silencio.

-Conoces la historia de mi madre. También es muy triste, y creo que mi padre alcanzó a quererla- suspiró. - Quizás si mi tía Straw lo hubiese sido… yo ni estaría aquí. Sería rey, a estas alturas- teorizó.

-¿Por qué lo dices? 

-Porque Straw, y ni mi tía ni mi abuela lo pusieron en duda, habría sido la reina perfecta para mi padre. Le habría dado seguridad. Le habría dado apoyo en lo que requiriera. Lo hubiera hecho…feliz. Y mi madre, simplemente no tuvo tiempo- afirmó, con amarga certeza.

Bulma lo miró con triste resignación. 

-Y contrario a todos los que… antes que él- dijo, mirando dulcemente a Bra- Estaría aquí, como yo. Hoy. 

Su esposa lo besó y este a ella. Acomodó rápidamente las almohadas para acostar a su esposa con su hija. Ella lo miró gentil.

-Gracias, Vegeta. No quisiera ahondar más en el dolor que debes sentir ahora, recordando todo esto, pero…no puedo evitar pensar en tu pobre tía. Y en el dolor de tu abuela- afirmó, compasiva. 

 Este suspiró, para recostarse sobre su hombro, cerrando sus ojos. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Guarida de Bills, actualidad

-Es que… sabía que no duraría. Sabía en el fondo de mi corazón que todos, el pueblo, yo misma, todos… sabían que Straw era mucho mejor candidata para el trono. No había ni punto de comparación- bufó Sarin, negando con la cabeza - Pero yo temí que todo eso diera al traste con nuestra familia. Skank no se iría del poder, no. Y yo había criado y creado a un monstruo. No quise verlo, ni aceptarlo. Y no lo vi a tiempo. Y eso… le costó la vida- expresó, cerrando sus ojos, con un dolor insondable. Wiss le dio agua, consternado.

-Lo peor no es haber sobrevivido y recordarlo todo. Lo peor no es haber visto todo lo que construí explotar gracias a Freezer. Es recordar lo que hice y no pude hacer. Lo que hice, pero tarde. Lo que debí hacer y no hice. Sé que ahora Freezer está en los infiernos, sí- asintió. -Pero este es el mío- confesó, mirando a Bills  a los ojos, con voz quebrada. Este estaba imperturbable. -Es mi culpa que mi hijo, el rey Vegeta, esté muerto. Pero eso no me duele tanto como la culpa de que mi hija, la mejor de los cuatro… también lo esté. Pienso en ella todos los días. Es por eso que con mi nieto Vegeta me prometí, me esforcé por no cometer ningún error. Para que esta vez si saliese bien- confesó, con dolor y un hilo de voz. - Para que la Corona no lo matara y yo pudiera… ser la madre que nunca fui con ninguno de mis hijos- admitió compungida.

Whiss la miró con tristeza.

-No funcionó…-expresó, para tapar su rostro.

Whiss, compasivo, miró a Bills. El dios gruñó.

-Está bien. Muéstrale ya- afirmó, sobrepasado él también. Whiss hizo una luz en su báculo. Vegeta, su nieto, cargando a una niña. Al lado de una mujer de cabello aguamarina. La reina Sarin se levantó, temblando. Sus labios temblaban. Todo su cuerpo. Extendió su mano. 

-Es…

-Así es, reina Sarin. Es tu nieto. Y ella es Bulma, su esposa. Y Bra, su adorable hija. Yo ayudé a traerla al mundo. Ah, y Bulma nos da deliciosos bocadillos- dijo, amable. Ella se levantó. Comenzó a caminar, sin poder creerlo. Temblando. Respiró fuertemente. Se tapó la boca. 

-Majestad, ¿está ...?- preguntó el ángel, preocupado.

Sarin comenzó a soltar, con la boca tapada, varios sollozos que trataba de contener. 

-No se habrá atorado, o algo…-observó Bills, extrañado. Ella se dobló sobre sí misma, hasta arrodillarse en el suelo. Whiss acudió a socorrerla. 

-No, señor Bills. Creo que ha sido un shock para ella ver que su nieto está vivo.

-Oh, vaya…- respondió el dios, al verla llorar. 

-Ya, ya- dijo este, limpiando sus lágrimas. -Que me hará llorar también a mí, majestad- dijo este, secándose rápidamente una pequeña lágrima y ayudándola a levantarse.

Ella, visiblemente compungida y asombrada, con una mano en su corazón, se acercaba temblando a la imagen.

-¿Pero cómo? ¿Cómo? ¿Cuándo?- preguntó, tapándose la boca, y sollozando. - ¿Cómo? - preguntó, maravillada, viendo la imagen.

Bills le explicó.

-Tu nieto se volvió un terrícola hace años. Tiene dos hijos, la bebé es la menor. Su esposa es una científica millonaria que por cierto, es tan irritante como tú- se quejó. La reina se sorprendió de la familiaridad con la que se refería a su nieto. Dedujo que tenían trato muy cercano.

-El señor Bills es algo ingrato-observó Whiss, con un rostro feliz. - La señora Bulma nos da deliciosos bocadillos y nos atiende bastante bien.

Bills volvió a irritarse. 

-¡Oye!- protestó el dios. -No negarás que seguramente se basó en ella- señaló a la reina- Para escogerla. Sarin reaccionó por impulso, como siempre, con su afilada lengua.

-¿También complota contra sus enemigos, escoge la violencia y envenena a la gente? - le preguntó, sin pensar, con su característico humor negro.

-Solo cuando cocina- apuntó Whiss, con un sonriente rostro amable. La reina lo miró sorprendida. 

-Y sí y sí- insistió Bills, gruñendo.

La reina sonrió, entre lágrimas, divertida por la comparación de Bills y su irritación.

-Entonces ya me cae bien- observó. Whiss le pasó un bocadillo, que ella le recibió, sonriendo.

-Se llevarán de maravilla. Y para sus estándares, majestad, ¡es más que perfecta!- apuntó ella, para sonreír, de nuevo. - Oh, qué bueno, ya cambió su cara.

Ella asintió, limpiándose. Whiss le pasó su mano por el rostro.

-¡Como nueva!- gritó, amable. Bills se levantó y fue hacia ellos.

-Bueno, al menos ya tienes un avance. Será la primera mujer que no seas tú misma o tus hijas o la pobre reina Echalotte, que no quieras matar- se burló . Sarin lo miró burlona. Bills sabía ser cruel, como ella.  Por eso sabía lidiar con él.

-Lo peor es que… tienes razón- le respondió ella, para seguir mirando la imagen de su nieto, que ahora arrullaba a Bra, en su cuna.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Reinado de Vegeta III, años antes

Planeta Vegetasei

El príncipe Vegeta miraba, parado atrás de la silla de su abuela, al soldado Bardock y a su esposa Gine hablar de las aventuras de la princesa Straw. Un video que el niño vería muchos años después: ella, con una trenza, enfrentando sola a una bestia de mil cabezas. Comenzó a lanzarles flashes. Pero volvían a crecer. La envolvieron. Desplegó su poder, y la desintegró.

-Comimos eso por veinte días- recordó Gine, sonriendo. - Yo partía los pedazos y me volví incluso la cocinera en su ducado. De haber prosperado eso o… bueno, ya sabe, ella pensaba crear puestos de comida con mi nombre. ¡Qué locura!- pensó. -¡Carne de bestia Gine! Su mente iba más rápido que nosotros- apreció.

-Eso es verdad- rememoró Bardock. Tenía muchas ideas para todos nosotros. Incluso para ya sabe, evitar que nos suicidáramos al envejecer. Pensaba hacerme a mí agricultor. ¡Vaya cosa!- bufó el soldado, extrañado. 

-Esa idea se la robé yo- dijo la reina, con atención. -Y esa otra también. Quería que todos ustedes prosperaran más allá del sistema, como ella. Más rápido de lo que yo podía ofrecerles.  Y por eso la amaban tanto- les dijo, con gratitud.

-Así es, majestad- dijo Gine, sonriendo.  Pero Sarin suspiró, herida. La joven se sobresaltó.

-Majestad, ¿está bien? 

Purin tomó su mano, a su lado. Bardock miró a la mujer, que asintió. Se acercó hacia ella.

-Majestad, en verdad, nadie la culpa por esto. Todos le tienen compasión- insistió Bardock. -Usted hizo lo que pudo.

Ella lo miró a los ojos, desolada.

-No lo suficiente- le confesó ella, al soldado de mirada torva.

Todos quedaron en silencio. Pero ella volvió a mirar al soldado, que había sido tan adepto a su hija. Pew lo miró también, cauteloso.

-Vamos, ya podemos dejar de fingir- les dijo a ambos. - La comparación no tenía lugar. Ustedes la querían a ella en el trono- afirmó. Gine miró a Purin, que miró a Kalen. Este miró al doctor Fura. 

Bardock suspiró, cauteloso. Pew lo miró, haciéndole una seña de tranquilidad.

-¿Lo que pueda responder… implicará poner mi cabeza en una pica? 

El príncipe Vegeta gruñó. ¿Cómo se atrevía a ser tan insolente, aquel soldado? Pero se extraño. Su abuela sonrió. Este a ella. Purin quiso saber cómo era que tenían tanta familiaridad. Y el niño también.

-No, Bardock. Sabes que no- le dijo, mirándolo a los ojos. Este asintió. Gine sabía que su esposo había ayudado a la reina en una ocasión, en el reinado de su primer hijo, Skank. Que dio clase a todo tipo de habladurías de mal gusto, pero ella las ignoraba contundentemente.

-Sí, sí la queríamos en el trono. Todos nosotros. Su hijo mayor, majestad…- dijo, mirando con confianza a Gine, que estaba muerta de miedo.

-Bardock…

-Era todo lo que odiábamos del sistema. Sí, un gran guerrero, sí, tan cruel como todos, sí, despiadado. Pero la princesa Straw… nos mostraba otras cosas. Creo que no había punto de comparación- dijo, con miedo, pero sin arrepentirse. -Además sabe cómo era- insistió.

-Vaya. Qué insolencia- dijo la dama Purin, indignada de su sinceridad. Pero la reina Sarin alzó la mano.

-Déjalo. El pueblo no es tonto. Nunca lo ha sido. Y es claro que cuando hemos ido en contra de sus deseos, lo hemos lamentado-dijo, mirando a su nieto. Él entendió de inmediato que era otra lección.

-Gracias por eso, majestad- le dijo Bardock. Gine tomó su mano, para medir sus palabras. 

-A ambos. Por mantener viva a mi hija. Así sea en sus memorias- dijo esta, con tristeza. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Poco después, mientras Gine era entrevistada por Pew, la dama Purin y por Kalen, que le pedían saber más sobre la princesa Straw, Bardock se acercó a la reina.

-Es la primera vez que vuelve a hablar conmigo, majestad… en mucho tiempo le dijo, dándole una piedra tulena. Ella miraba desolada el cielo violeta y naranja de su planeta. Lo miró con una sonrisa triste.

-Sabía que en lo que me convertiría después te espantaría. Era mejor dejarlo así- afirmó ella, con despecho. - Al fin y al cabo… tú, luego tu compañera y todos los demás eran lo único que me quedaba de Straw.  Y sabes que luego siguió un periodo perverso. Terrible- admitió. -Estarías muerto. Y sé que te habrías horrorizado- le dijo, mirándolo a los ojos. Él miró los suyos. Violetas. Hermosos. 

-Claro que no. Quiero que sepa que lo sabíamos todo. Lo sabemos- le confesó. Ella lo miró contrariada. Pero recordó sus palabras. "El pueblo no es tonto".

-¿Cuántos? ¿Quiénes? 

-Todos- admitió él, trémulo. 

Ella suspiró, desconcertada.

-Entonces… ¿no me veían como un monstruo, el que hizo tantas cosas sin nombre? -le preguntó. -Vamos. Siempre has sido franco conmigo- le rogó.

-Usted amaba a su hija, majestad. Eso es lo que se sabe en todo el reino. Es lo que yo sabía. Lo que Gine sabía. Lo que siempre supimos- dijo él, mirándola a los ojos. Ella lo miró consternada, con lágrimas en los ojos.

-Gracias por decírmelo…- afirmó, apoyada al barandal. 

-No tiene por qué. Eso que es tan raro en nosotros, lo entendimos de inmediato por ser Straw. 

Ella lo miró con los labios temblorosos.

-Y yo siempre lo entendí, por ser usted- le confesó, apretando sus labios.

A ella se le derramaron dos lágrimas otra vez. Se las llevó el viento, mientras este comenzaba a ondear. Su cabello, suelto, se explayaba en el aire. Abrazó su chal. Se trató de escapar, pero Bardock lo tomó. Lo puso suavemente sobre sus hombros. Ella le sonrió.

-Háblame de tu hijo, Raditz. Sé que entrena a veces con mi hija Bitter.

-De acuerdo- le dijo este, con amabilidad. Ambos entraron hacia adentro.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Días después- Cámara de Entrenamiento- Palacio Sur

-Vamos, abuela- la instó el príncipe Vegeta, con su traje de batalla azul . - Me lo prometiste.

Ella sonrió. Esos eran los esfuerzos que hacía el niño, a su manera, para animarla. Tenía su trenza y su armadura. 

-¿La has practicado tal cuál te la enseñé?- preguntó, apostada frente a él. Este sonrió.

-¡Ataque Big Bang!- gritó, para ella esquivarlo rápidamente. Le lanzó otro ataque igual ella misma.

-¡Creo que suena mejor Big Bang Flash! - le gritó ella, y el niño esquivó el otro ataque. Se abalanzó contra ella y comenzaron a pelear. Él le pegó una patada en el abdomen, pero ella un puño en la cara. Cayeron lado a lado. Su abuela se deslizó, y este la jaló de su capa, pero ella lo envolvió, para lanzarle otra bola de energía. Este desapareció y la pateó. Ella no se rindió. Comenzaron a intercambiar golpes, hasta que él la tomó de la trenza y la estrelló contra el vidrio. Ella desplegó su poder, rompiendo su liga y liberando su cabello. Esto tumbó a su nieto, que hizo lo mismo. Ambos desaparecieron y se quedaron al frente, apuntándose. Ambos se sonrieron.

-¿Ahora sí te hice mejor estos días horribles?- le preguntó, limpiándose la sangre. Ella lo miró sonriendo, aún más.

-Gracias. Lo necesitaba- le respondió, viendo su guante roto. Este la miró con la misma sonrisa. No tenían que decirse nada. 

-Siempre lo necesitamos. Ahora concéntrate- le ordenó el niño. - No tendré piedad esta vez. 

Ella le envió una enorme esfera de energía. Y por un momento olvidó qué fue lo que condujo, la cadena de acontecimientos para llegar a uno de los peores sucesos de su vida. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Años antes- Reinado del Rey Skank I- Tres años después

Planeta Gumta

La princesa Straw volaba a toda velocidad, sin su capa, pero sí con su armadura roja, al frente de todos sus saiyajines. Una joven princesa, de cabello azul, en su torre de marfil, estaba asustada y llorosa, mientras un montón de tentáculos negros asolaban el paisaje y salían del suelo. Sus súbditos, de cabello azul, ya estaban refugiados en otro lugar, protegidos por Celippa. De los tentáculos comenzaron a salir insectos, y Straw creó un gran campo de energía que achicharró a decenas. El príncipe Vegeta, protegiendo a su hermana, era el que cubría su espalda, junto con otro guerrero. Más abajo, Bardock y su escuadrón cubrían el flanco izquierdo. Straw aterrizó en la torre de marfil. La joven princesa la vio fascinada: aquella saiyajin, con su cola rojiza amarrada, su cabello trenzado y ojos oscuros, la miró magnánima. Uno de sus mechones rebeldes, en el lado izquierdo de su cara, revelaban su raza. 

-Es hora de irnos de aquí, princesa Toffee.

-¡Yo debo quedarme a proteger a mi población!- afirmó, llorando.

-Ya están resguardados por nosotros. Su hermano nos ha pedido expresamente su vida.

-¡Oh, por Daura! ¡Nos hemos quedado sin planeta!- lloró. Straw se agachó, compasivamente. 

-No se preocupe. Acabaremos con esa cosa. Pero yo debo salvarla.

La princesita se apeó de la saiyajin, que salió volando. Ambas vieron como la enorme cosa con tentáculos se apoderaba de la torre. Esta solo sollozaba. Ella mandó una orden hacia Bardock con el rastreador. Este vino de inmediato.

-Llévala con Celippa.

Este asintió, y se llevó a la princesa, que solo gritó. Straw miró a su hermano, y ambos se miraron. Ambos desplegaron toda su energía y fueron al centro de la bestia, para terminar destrozándola. El príncipe Vegeta vio pletórico, con los dientes apretados, a su hermana. Ella gritaba, enviando un enorme poder que destruyó al enorme monstruo. Los demás soldados, Bardock incluido, terminaron de destruirlo y rebanarlo. Straw gritó, en el idioma saiyajin, para todos los demás gritar victoriosos. Hasta que Vegeta recibió un mensaje. Este le susurró a Straw. Lo miró contrariada.

-¿Qué? -le preguntó, al enterarse. 

-Como lo oyes. Pew investigó muy bien el asunto- le dijo este, grave. 

-¿Y? 

-Tenemos que quedarnos aquí, hasta que Pew, madre y Bitter lo resuelvan.

-¿Resuelvan? 

Tooma miró a Bardock. Todos los demás soldados bajaron, cuando la princesa bajó a tierra. Los tsufuru que apoyaban abajo, entre otras razas, se miraron. Las misiones, en su mayoría, terminaban alegremente. Este no era el caso.

-Vegeta, yo decido eso.

-Bueno, hazlo ya- dijo este, poniendo una mano en su hombro. La princesa estaba contrariada. 

-No voy a destruir al resto de su gente porque su hermano quería matarla- protestó, para que la oyeran todos. La princesa y sus consejeros se aterraron. Vegeta la miró espantado, y ella miró a todo el mundo afligida. Bardock y Toooma se miraron furiosos. 

-¿Qué? 

-Traigan a la princesa y a su gente aquí- ordenó Straw, sin dilación.

-Vamos- les dijo Celippa a sus compañeros. Varios saiyajines y otras razas transportaron a los habitantes. La princesa la miró llorosa. Pero Straw estaba impasible. Proyectó a través de su rastreador el mensaje de Pew.

“Querida Straw: hemos descubierto con pruebas que el rey Gaijin, hermano de la princesa Toffee, es el causante de plantar aquel monstruo en el corazón del reino”, afirmó. Varias fotografías, y varias pruebas. La princesa y los demás habitantes estaban aterrorizados. “Su idea al pagarnos esto, era luego apoderarse del planeta para venderlo directamente a Freezer y a Cold y desentenderse. Prácticamente nos ha usado”, afirmó este, serio. “Ya que eres la jefe de esta compañía, quisiera primero oír tu decisión”, afirmó el duque, sentado, esperando su respuesta.

Straw pensó, furiosa. Por qué siempre en todos lados todo tenía que ser tan rastrero, y falto de honor. Suspiró.

-No soy quien para decidir sobre el destino de otros pueblos. No es esa nuestra naturaleza. Que decida la princesa Toffee sobre lo que es conveniente para su raza- afirmó. Bardock miró a Celippa y a Tooma, impresionado. El príncipe Vegeta miró orgulloso a su hermana. Era una verdadera reina. 

-Princesa- afirmó la pequeña, con una voz aguda. - Deseo que intervengan allí sus hombres, les pagaré el precio justo por los inconvenientes. Y que capturen a mi hermano. Que el resto de mi gente se vaya a nuestro otro planeta, que gobernaré con derecho propio- afirmó decidida, sorprendiendo a los saiyajines.

-Sea entonces- afirmó Straw, dándole la mano. En eso, llegó otra nave. Era Kalen, firmando el nuevo contrato. Straw y Vegeta se vieron: su madre estaba pendiente, había sido precavida. Ambas lo firmaron. 

Todo, semanas después, resultó más dramático de lo que se pensaba. El rey Gaijin aparecía asesinado en los barrios de placer de Scafar. La princesa Toffee terminó vendiendo su planeta maltrecho a Freezer, que lo haría chatarra móvil. Y la princesa Straw, molesta, ya en el bar del planeta Durum, un planeta de casas de baños y placer, miraba hacia el espacio exterior. Bardock puso una mano en su hombro, cuando ella reposaba en la terraza.

-Hola, Bardock- le dijo, con una sonrisa triste. 

-Sigues molesta por aquel planeta, ¿verdad? 

-Sí. A veces me pregunto si somos los malos en verdad de todo esto, cuando hay razas peores que la nuestra. ¿Qué clase de rey pensaba matar la mitad de su población…? Pero qué estoy diciendo- se burló, amarga. - Así son varios. 

Bardock bufó. Por desgracia, él no creía tanto en la gente, como la princesa Straw. Ella le estaba enseñando.

-Así es. Sé que alguien como yo no piensa mucho, pero… ¿no crees que nuestra naturaleza no se guía entre absolutos? 

Ella le sonrió sorprendida. Se solía decir que los saiyajines eran tontos. Pero también era cierto que se decían muchas cosas de ellos para desprestigiarlos. Ahora bien, en el imaginario del planeta mismo, se solía pensar en los soldados de clase baja como unos imbéciles brutos que solo servían para destruir. Cosa que su madre, claro, había desafiado, con otros monarcas. Straw no creía eso, por supuesto: sobre todo porque Skank, al ser el rey ahora, era el más idiota y malvado de todos. En cambio, Bardock, estaba ahí, haciéndola pensar.

-¿Cómo llegaste a esa conclusión? 

El joven soldado suspiró. 

-Haciendo esto, supongo. He matado más imbéciles de los que recuerdo, pero he salvado a más gente de la que recuerdo. No somos mechas que están programados para matar, ¿sabes? Tenemos carne y sangre- reflexionó.

Straw lo miró con deferencia y orgullo. Pobre Kouri. Estaría tan orgullosa. Era una lástima que jamás pudo estar al lado de su hijo. Pero al menos tendría el recuerdo de ella en el palacio de Pew, con quien había acordado que heredaría el ducado apenas adquiriera más años de experiencia. Pew sufría cada vez que el joven iba a misión, pero tenía que guardar las apariencias, so pena de que alguien como On o Skank descubriesen todo, y Bardock terminara igual que su madre. Ni pensarlo. 

-¿Qué harás apenas termine todo lo que tenemos que hacer? 

-Volver a la aldea Puw. Quisiera comer carne con hongos. Gine y su madre, Gune, me están esperando- recordó, con famiilaridad. Straw le snorió. 

-Gune prácticamente se encargó de ti, ¿no es así? 

Este asintió. Ella le volvió a sonreír.

-Y solo quiero que sepas algo. Lo que hiciste allá es lo que ya oyen de ti en toda la galaxia. Pero tengo una pregunta: ¿qué pasa si Freezer manda a su majestad a invadirlos? -preguntó, con curiosidad. La princesa suspiró, determinada.

-Te garantizo que eso no pasará, Bardock. Me aseguré de eso- le dijo, certera, poniendo una mano en su hombro. - Dile a Tooma y a los demás que ya voy. 

-Seguro- le dijo, orgulloso, para retirarse. Un rato después, ella sintió la presencia de su hermano. Ya era alto y robusto. Más alto que ella. Más grande. De pensar que cuando era niña había rogado por su vida. Pero esa mole de cabello rojizo, como el suyo, se hacía notar. 

-Sabes que recibirás otro regaño de mamá, Bitter y Pew por dar otra esfera negra de tu fortuna personal para que Freezer no toque ese planeta. Cuántas llevas, ¿treinta? - le preguntó, con los brazos cruzados.

-Treinta y cinco- le respondió ella, sin mirarlo. Este bufó. A Straw no le importaba tener pérdidas por honor. Le parecía estúpido, pero eso era lo que más le encantaba de ella.

-¿De cuántas saben ellos? 

-Veinte.

-Straw… no puedes seguir así…- la reprochó, tomándola de los hombros. Ella lo miró con culpabilidad. Le quitó un polvo de la cara. Ya era todo un hombre. Y no sabía por qué se sentía inferior físicamente a él.

-Vegeta, no tendría ningún sentido salvar razas que luego mi hermano va a destruir - le dijo, determinada. Este protestó.

-¡Son pérdidas para el negocio, para ti!

-Eso no me importa- replicó ella, con arrojo. Suspiró. - Quién fue el que mató al rey Gaijin, ¿mamá, o Pew? -preguntó. Porque era obvio que eso había sido obra de sus socios.

El príncipe Vegeta suspiró. Tomó su mentón, con su barba rojiza. Bufó sarcástico. 

-Diría que por la manera en cómo lo encontraron, Pew. No suele usar venenos. Y no cobraron cargo extra- se burló. Straw bufó por la broma amarga. 

-Para Pew, mamá y Bitter eso es como respirar. Claro que no cobrarían cargo extra. 

-O a menos que la princesa Toffee haya accedido- dijo este, con cizaña. Straw suspiró, irritada.

-Vamos. ¿No ves lo desválida que se veía? ¡Vegeta!- protestó. Pero su hermano ya era más cínico que ella. Quitó el cabello de su rostro y esta tomó su mano. 

-¿Qué quieres perder? - le preguntó, provocador.

-Nada- afirmó, sin poder creerlo.

-Vamos.

-Nada- insistió esta. El príncipe la miró malvadamente.

-Si al llegar a Plant, descubrimos que Toffee era inocente, no perderás nada- la retó este. Ella lo miró con una sonrisa burlona, negando con la cabeza.

-¿Y si sí? 

-Me das un beso - le dijo, mirándola a los ojos. Ella le sonrió, tentada.

-Está bien- afirmó. 

En eso, oían risas de los soldados. Aparecieron dos mujeres con pieles doradas y cabellos dorados. Tomaron de gancho al príncipe. Hicieron reverencia a la princesa, para luego entusiasmarse.

-¡Oh, pero sí es ella! 

-¡Es ella!- gritó la otra. 

-¡Te admiramos, eres la heroína del Universo!- le dijo la primera. Ambas se hicieron a su lado, mientras Straw sonreía, apabullada, y el príncipe Vegeta tomaba la fotografía. Luego lo tomaron de gancho, para comenzar a coquetearle.

-Ya te lo devolvemos.

-¡En un rato! ¡Se va a divertir!- dijo la rubia de voz chillona, para llevarlo. Este alzó los hombros. Straw les sonrió falsamente, para luego mirarlas furiosa. Bardock llegó con una cerveza azul para ella.

-Hola. ¿Estás bien, alteza real? 

Ella suspiró, para beberse la cerveza rápidamente.

-Creo que quiero descansar. Mañana habremos de ir al planeta PugPug, para rescatar a su viejo rey del monstruo negro. No beban demasiado, saben o sabemos lo horrendo que es combatir con resaca- le advirtió a Bardock, que bufó. 

-Tenemos las pildoras de acrominis que importó tu madre. Estaremos bien- dijo, mostrándoselas. Straw suspiró, haciendo la tonta.

-Si, lo recuerdo. Qué tonta. Diviértanse- afirmó. Caminó entre las habitaciones. Y oyó los gemidos. Era su hermano. Las risas de las rubias. Se crispó de rabia. 

"Por Sadala, qué estoy haciendo. Qué estoy haciendo, se trata de mi hermano", afirmó, pero siguió oyendo los gruñidos de su hermano. Se tapó la boca. Temblaba de furia. Entró rápidamente a su habitación y bebió agua, luego de testearla con el robot. 

"Voy a concentrarme en el trabajo, en las ganancias y olvidaré esto, es absurdo", se reprochó. Se comenzó a desvestir, y una dama de la casa de baños comenzó a atenderla. Solto su cabello. Entró a la bañera. Miró de reojo. Sintió la energía de su hermano. Se crispó y no se hizo caso. 

El príncipe Vegeta, con la armadura a medio poner, dio más monedas a la joven sirvienta verde y volvió a ver a su hermana bañarse por la rendija. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Consejo Privado, una semana después- Palacio de los Reyes

Skank veía la noticia a través del canal universal: Straw había salvado al rey PugoPugo al combatir con furia. Sonreía en las fotos al lado de los PogsPogs, la raza de hombrecitos con cara de anfibio y pieles moradas. Apagó el dispositivo. Miró fastidiado a su consejo.  A su lado, su madre, con el cabello trenzado y en cascada hacia atrás. Vestida de azul oscuro y negro. A su otro lado, su primo, el duque Pew, ya con la titularidad, ya que había envenenado a su padre el año anterior. Al lado de él, estaba Bitter, su hermana siguiente, de armadura blanca, como siempre, y hosca expresión. Luego le seguía el conde Pareps. También estaba el duque Yartek, de occidente, y Tero, conde de aquella provincia. El senescal Doro, encargado de los ejércitos del rey, junto con el general Peril, joven, enorme y uno de los más crueles. También estaba el doctor Fura, encargado de la sanidad, y el mayordomo Kalen, pregonero y encargado de asuntos diplomáticos junto con el duque Pew, entre otros.

-Ya deberías casarla- insistió Pareps, barbudo y vano. - Una joven soltera por ahí es un peligro. Más si es princesa.

-Por supuesto, Skank, porque cualquier vagina sin dueño es tan peligrosa como Freezer- apuntó rápidamente Pew, para causar varias risas. El rey Skank gruñó, sonriendo, por la broma de su primo.

-Es cierto. Pero esta empresa suya parece más popular que nuestro sistema de vida. Por eso es que habíamos pensado, con algunos miembros del Consejo Privado, que nos rindieran cuentas.

-Las tienes todas, Skank. Otra cosa es que no hayas  leído los informes de los últimos tres meses- apuntó Bitter. - O algún informe- apuntó, venenosamente, para Pew bufar. El general Peril la miró con odio y este a ella: en las últimas misiones, incluso ella había tenido que refrenarle la crueldad que su hermano le dejaba hacer en misiones. Además, la princesa no seguía sus órdenes, a pesar de que Skank siempre lo favorecía. 

-Es verdad. Pero madre, no negarás que algún día la Asociación de Comerciantes y las demás nos pedirán cuentas. Aparte de que es poco saiyajin lo que se hace, ¿por qué debemos ser salvadores y a costa de qué, cuando ganamos más vendiendo planetas todavía?- preguntó Skank, molesto. No solo por eso, sino por la popularidad de Straw.

-Sí, es cierto. Además quieren negar nuestra esencia- protestó el duque Yartek. - Nosotros estamos hechos para la guerra y la destrucción. ¿Hasta cuándo sostendremos esta patraña de la princesa Straw? 

-Es una estupidez- apuntó Peril. - Solamente para que sonría y se crea mejor que todos nosotros.

-Es cierto- apoyaron Tero y Doro. Pew y Bitter miraron a toda aquella facción: claramente eran la cuadrilla de un rey al que no le negaban nada. Y eso comenzaba a generar tensiones dentro del Consejo. Y también, de poder. 

-Les recuerdo que aquella empresa se financia de nuestros recursos personales- insistió Pew. -Siendo así, ¿por qué debería ser su asunto?

-Porque alguien, y como ya lo he dicho- insistió Tero, de peinado rapado hacia los lados - Debe controlar y centralizar las actividades de cada noble.

-Eso me parece buena idea- afirmó SKank, viendo sospechosamente a su primo, que sonrió malignamente.

-¿Y acaso de los presentes, aparte de las damas, Kalen, Fura o yo sabría contar más allá de los dedos de sus manos o pies?- apuntó, malvadamente, para que todos lo miraran con odio. Bitter sonrió y Sarin los miraba con desprecio.

-Sé que me odian por ser el noble más rico y poderoso de todos ustedes. Pero eso no se logra comprando planetas, o esferas negras- afirmó este, altivo. - Se logra usando la cabeza. Ahora, si su majestad- insistió, en el tono más despreciable que pudo, y Skank, lo miró con odio - Desea, podría enviar a coforianos a enseñarles a contar.

-Bastardo- se rió Pareps, por la arrogancia del duque, negando con la cabeza.

-Ya, Pew. Gracias por alardearnos tus dotes, otra vez- afirmó Skank, suspirando. - Madre. Apenas venga Straw, dile que irá a audiencia conmigo. Sola.

-Sí, Skank- afirmó ella. Este suspiró.

-Y encárgate de las demás tonterías. Enséñales a mis leales a contar. Aprenden rápido. ¡Nappa!- le gritó a su sirviente, que apareció, con una reverencia. Este lo siguió y se alejó de las estancias. La reina miró a todos los demás, levantando una ceja.

-Díganos, su majestad, que volverán a abrir los burdeles. La reina On influye en su juicio- insistió Tero. Ella suspiró. Gracias a la religiosidad de su nueva nuera, y por arruinar los negocios de Pew, ella convenció a Skank de cerrarlos por seis meses.

-¿Abrir? Pero si el de Pew sigue abierto - se burló Pareps. Este lo miró con desprecio. - Compró a Turenk no se sabe cómo. Maldito sacerdote pervertido. Admítelo: no querías competencia- le dijo al duque. 

-De hecho, todos siguen abiertos, Pareps. Yo también di algún dinero para que eso pasara- insistió la reina. Bitter bufó, burlona, al ver la expresión del noble. 

-¿Qué?

-Pero si todos lo sabíamos- afirmó Yartek. - ¿Tú no? 

-Maldición. ¿Por qué nadie me dijo nada? 

-El punto es que, y en eso sí estamos de acuerdo, la reina On ha impuesto un nivel de religiosidad que es peligroso- insistió Doro. - ¡Ahora nos ha impuesto rezar a los Cinco Dioses Crueles cada tarde! ¡Y ahora asistiremos a su farsa de ceremonia por su fertilidad! 

-Además, inexistente. Pero fue la idea de la reina madre que regresara- reclamó Peril. Bitter miró de reojo a su madre, que no se crispó. Le estaban reclamando por un grave error, que para su juicio, era cierto. Pero no dijo nada.

-Sé que aquí más de uno espera su caída para poner a su hija, hermana, o no sé, madre- afirmó punzante- En su lugar. Y sé que más de una ya ha estado con el rey- afirmó, sin molestarse. -Conminaria a que sigan intentando, pero saben lo que acarrea el puesto- insinuó ella. Peor con Skank, que era más terrible que el rey anterior. 

-Por supuesto. Para eso hemos entrenado a nuestras parientes. La tienen a usted de ejemplo- insinuó Peril, con desprecio. La reina sonrió.

-Entonces les irá muy bien. No siendo más- afirmó, para levantarse. Se disolvió la sesión. Pew y Bitter secundaron a la reina.

-Esos imbéciles le meten cada vez más tonterías en la cabeza. Todo lo que hemos tenido que hacer- se quejó Pew - Para sus inspecciones y saboteos. Sarin, él se está saliendo de control. Te lo advertí. Y a ti- le dijo a Bitter, que suspiró, no queriendo reconocer su error.

-No podemos matarlos a todos. No podemos causar otra guerra civil. Las provincias se fragmentarían- suspiró aquella. - Maldito Peril- gruñó, pues tenía un nivel de pelea elevado, y ella apenas sí podía contenerlo para que no causara masacres de la nada. Su crueldad era peor que la suya. 

-Algún día nos expulsará a los tres del Consejo Privado- insistió Pew, hablándoles en código a las dos. - Lo hará, poco a poco. ¿Quieres eso? - presionó a la reina, que se agitó.

-Entonces, ¿qué pretendes? 

-Protegernos, Sarin.

-¿Y cómo? 

-Tenemos más que nunca que apoyar la empresa, nuestra empresa, con Straw. Y buscar aliados.

-¿Aliados? Pew, somos saiyajines. Todos nos odian- objetó Bitter. Este se irritó. Volteó los ojos.

-No todos, lo sabes. Es hora de cambiar la narrativa. Si nos ven como basura, las razas que nos rodean y que ayudamos son mil veces peor- insistió. La reina lo miró a los ojos, preocupada. 

-Pew, no podemos delatar a las razas que ayudamos, es secreto profesional. ¡Les hemos cobrado por el trabajo sucio! - protestó. Pero el duque insistió. 

-Sabes bien que podemos cruzar la información. Que una sepa, por interés, lo que quiere hundir de la otra. Soltarles la lengua. Y pues pedirán que los silenciemos- afirmó, mientras la reina analizaba, junto con su hija mayor.

-Sería prácticamente, eliminar a una raza o a un rey inconveniente por pedido de otro...

-O de su misma raza. Y para eso enviarías a...- dedujo Bitter, mirando a Pew.

-Agentes coforianos y arcedianos que ya son nuestros aliados. No a otros más, si envías tsufuru estamos fritos- le djo a Pew, que sonrió, e hizo una reverencia. Se puso en marcha. Ambas, madre e hija, lo vieron irse con su séquito de soldados de negro. 

-Accediste demasiado rápido. Sabes que él tiene razón. Sé que él tiene razón- afirmó Bitter, preocupada. Ambas entraron hacia otra habitación. La reina examinó las rendijas. Había puesto en ambos accesos dos trampas. Pobre aquel sirviente fisgón que examinara: se envenenaría a las entradas con solo pisarla. 

-Sí. Skank no puede arruinar esto- admitió para sí misma.

-Ni la Corona, para variar- le dijo Bitter trémula, a su madre, a la que ya le resonaba para sus adentros, con más fuerza, la voz de que su hijo nunca debió acceder al trono. 

-Sí- admitió, derrotada. 

-Straw también nos lo advirtió. Pew lo advirtió- expresó Bitter, preocupada.

-Sí, hubieras ascendido tú. Nos lo habrías hecho más fácil- admitió, contra su propio orgullo. Su hija no le tuvo compasión. 

-Pero no me controlarías, y por eso fue que impulsaste a Skank desde el comienzo- le reclamó esta. Sarin la miró, asintiendo, arrepentida. Bitter suspiró, con los brazos cruzados.

-Reclamarte será una pérdida de tiempo. Straw, Vegeta, Pew y tu misma conciencia te atormentarán por el resto de tu vida- la sentenció, para Sarin mirarla sorprendida: su hija tenía una dureza y una lucidez que la sobrepasaban. Ella debió ser el rey. Vejito siempre tuvo razón. 

-¿Y por qué no lo hiciste? Pew te apoyaba. Straw y Vegeta se hubieran unido a ti- le preguntó a su hija. 

-Porque fui una tonta y no quería el poder. No quería una guerra, otra, por mi culpa. Y porque pensé que SKank era más tonto de lo que parecía- admitió, pensando en su error de cálculo. - Lo controlaríamos entre todos y todo estaría bien.

La reina bufó, negando con la cabeza.

-Bitter, siempre has sido lista. ¿Por qué insistir en la negación?- le preguntó su madre, lúcidamente.

-Lo sé. Pero no creo que tú hubieses estado de mi lado, ¿verdad? Yo habría podido exiliarte en el primer momento. Sabes que soy como Vegeta II, puedo serlo- le reclamó, duramente. -  Pero no habría hecho tal cosa, te habría dejado en los asuntos que también me concernían. Pero querías el poder- le dijo. Sarin volteó los ojos.

-¿No que no me reprocharías otra vez? 

Su hija la miró burlona.

-Lo siento, madre. Creo que aprovecharé mi oportunidad- se burló. Sarin la miró, admitiéndolo. 

-Bien, hazlo. Me merezco esa crueldad- afirmó, con la garganta quebrada, pues su hija era su propio verdugo, y eso le desgarraba el corazón. -El punto es que no quisiste la Corona y ahora es demasiado tarde. No tienes los apoyos suficientes.

-No, no me interesaban. Y creo que por eso tampoco lo intenté- afirmó Bitter, admitiendo su realidad. - Pero hay alguien que sí los tiene, y de todo el Universo- insinuó.

La reina entendió. 

-Bitter...

-¿Te has preguntado a quién escogería Cold? ¿Si a un rey problemático, o a alguien que genere confianza en inversiones?- preguntó su hija. Sarin se crispó. La miró a los ojos.

-A Skank. Mientras pueda ver a los saiyajines sometidos a él, sin duda elegiría a tu hermano una y otra vez- la informó. Bitter sonrió, retadora. 

-Lo sé. Pero si ve que el modelo de Straw, con Straw misma, es más exitoso, y no hay nadie más para replicarlo... ¿no crees que querría unirse? 

Sarin negó con la cabeza. Sería imposible cambiarlo todo así como así.

-Bitter, sabes bien que el sustento de nuestra raza y el de su imperio se deben a la venta de planetas. A menos que, claro, nos dedicásemos a eso en secreto. Pero ¿cómo ocultar el hecho de destruir razas enteras? 

-¿Y si te dijera que se destruirían entre ellas primero, y nosotros llegaríamos a conquistarlas como mediadores? La estrategia de Pew podría perfeccionarse- insistió Bitter. Sarin suspiró. Sí, sin duda Bitter debió ser el monarca. Era visionaria y audaz, tanto como Vegeta II o Vejito VIII. O la primera reina Straw. Incluso como la reina Teeth. Pero los dioses estaban en los detalles. Y en eso ella era una maestra.

-Bien. Supongamos que seguimos el plan. Pero, ¿no crees que debemos hacer que el modelo de negocio nos pueda uno, liberar de Cold, dos, blindar a tu hermana, tres, qué haríamos con Skank?

-Sabes lo que hay que hacer con Skank- le dijo ella, mirándola a los ojos. Sarin la miró consternada. Su hermana hablaba fríamente de su propio hermano. Y de su hijo mayor. 

-Por ahora... ¿podríamos concentrarnos en Straw y en la estrategia de Pew? ¿Y en hacer sobrevivir esta empresa? - afirmó, sobrepasada. Bitter entendió por lo que pasaba su madre. Al fin y al cabo era su hermano mayor. Y el hijo de ella. 

-Sí. Y no te preocupes. Lo demás déjanoslo a nosotros.

-¿Serías capaz? - le preguntó Sarin, horrorizada. Bitter la miró dura. Sarin no vio dilación en ella. Como no la veía en Skank. Solo en Straw y Vegeta, pero aquel menos que su hija menor. 

-Ya hemos sido capaces antes- le recordó, al insinuarle la ejecución de Carn frente a ella. Esta se revolvió en la silla. Esa era su naturaleza.

-Pero él... no era de nuestra sangre, Bitter- le reclamó, con un hilo de voz, mirándola aterrada, porque no quería admitirlo. Ni quería pensarlo.

-Lo sé, madre. Pero no te horrorices. Pew y otros más podrán hacerlo. No es que SKank precisamente tenga muchos amigos- afirmó, para Kalen y Afni entrar repentinamente. 

-Majestad, la buscan los gororones, están aquí para presentarle su propuesta- afirmó Afni.

-¿Venta o ayuda?

-Venta- afirmó Kalen. La reina miró a Bitter, y ambos servidores le hicieron una reverencia. Bitter suspiró. Sabía que a pesar de que su madre fuese despiadada, se trataba de sus hijos y en eso era como cualquier otra madre, a pesar de que no lo demostrara. Y sí, se trataba de Skank. Pero desde que le habían colocado esa corona, se había desdibujado como el niño con el que creció. Ahora era un monstruo vicioso que quería afirmar su poder de las formas más insensatas posibles. Y el reino, ni ella misma, se podían dar el lujo de hacerle pagar a su madre su ansía de poder.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Una semana después, Palacio Sur

En plena noche, la reina, visitada por Pew y Straw, los miraba preocupada, rodeada por Kalen, Kratos y Afni, que le tomó la mano. 

-¿Skank sabe? 

-Es claro que es obra suya. El planeta Boron era el más cercano al nuestro en cuanto a carga de combustible y arreglo de naves. Llegaron todas las naves menos la de nuestros hermanos- advirtió Bitter, preocupada y furiosa. Y es que el curso de las naves de Straw y Vegeta se había desviado, con rumbo desconocido. Ninguno de los dos respondía a los mensajes. El Universo y el pueblo estaban consternados. 

-Pew- afirmó la reina, angustiada. Este suspiró.

-Investigaciones por parte de mis espías y los tuyos, Sarin. Por supuesto, Skank no podría hacerlo solo- afirmó, furioso.

-¿Por qué lo culpan? - preguntó ella, espantada. Bitter y Pew se miraron.

-La última vez que matamos a uno de los bastardos de papá, fue el truco que usamos- objetó Bitter.

-O cuando matamos a Dorine, una de sus amantes, a la que mandamos a Nobora 456p. Ese horrible planeta yermo- insistió Pew. -Por supuesto que sabía el truco. 

La reina tomó su pecho, para Afni asistirla. Bitter y Pew tenían razón. Skank sí que era capaz de matar a sus hermanos. Así que así serían las cosas.

-Pew, pon una pantalla. Y quiero que lo transmitas a la red universal- afirmó esta, respirando fuertemente. Bitter mandó a los sirvientes. Apenas pusieron una cámara, ella se soltó a llorar. 

-Mi hija... mi hijo... ella era la esperanza del Universo...ella que quería cambiar nuestra naturaleza... ella que quería hacernos mejor de lo que éramos... una raza que respetara la vida... cómo fueron capaces de asesinarla así... a quienes haya salvado... ayúdennos con los responsables- sollozó, para abrazarse. Apenas se acabó la toma, Bitter le hizo una señal a su primo, que fue a abrazarla. Ambos se miraron. Skank, al día siguiente, mirando las pantallas, apretó la copa y señaló a su esposa.

-Si sale mal, te culparé- la señaló. 

La reina On no dijo nada. Solamente quería demostrarle a su esposo que ella valía y era leal. No le perdonaría a la reina Sarin haber incitado a los nobles a meter a sus hijas en el lecho de su marido, para socavar su posición. Ahí había encontrado a Durta, la sobrina de Tero, en pleno acto con el rey. Esta solo se rió en su cara. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio Sur, horas después

La reina Sarin estaba frente al escuadrón de Bardock. Estaba de negro, presentable, pero no ostentosa. Había colapsado después de aquello: se trataba al fin y al cabo, de sus dos hijos menores. El rey la solicitó en el palacio, y Kalen alegó su estado mental. Y al solicitar a Pew, este no estaba en el planeta. Bitter tampoco. Era claro que se habían tomado acciones. Pero ante los sollozos de su madre, y ante los mensajes e incluso ante el divertimento (aunque indignación y presión) del rey Cold por hallar al activo más poderoso del Universo, había puesto al resto de su Consejo en problemas, porque alguien tendría que ir a aplacar al emperador del Universo, y toda aquella cuadrilla de bárbaros se orinaba, literalmente, ante la presencia de la lagartija. Así que el rey se preparaba para ir, e hizo un testamento donde dejaba a Pareps, como heredero. Por supuesto, este se tendría que casar con On, que ahora estaba como regente. Lo que no sabía, apenas partió, es que los espías de Pew se movían más rápido y con ayuda de Kratos, ese testamento fue robado. Los otros espías del rey fueron envenenados y las de la reina apuñaladas por el esclavo Koi. En medio de ese movimiento, Gune había traído, acompañada de Gine, a Bardock y su escuadrón. La reina se fijó en la joven, todavía una niña, tendría a lo sumo quince años. El muchacho ya tendría al menos veintiún años. Le pareció peculiar. Solo lo miraba a él y su expresión torva. Le recordaba a alguien, pero no sabía a quién.

-Y apenas partimos, tratamos de comunicarnos, sin respuesta. Como pudo atestiguar en las grabaciones. Tratamos de devolvernos, pero arreglaron de tal forma las naves, que no pudimos devolvernos. El curso llegó a Plant.

-Insistimos e insistimos- suspiró Tooma. - En verdad lo sentimos mucho. 

La reina asintió, desgarrada. Skank era capaz de matar a sus hermanos. Era capaz de hacerlo. Ya no tenía dudas. Ya no sabría cómo detenerlo, ahora tendría que luchar contra él. 

-Quiero que vayan... al ducado de Pew, allá serán protegidos por Kroto, su mayordomo. Yo misma iré al ducado de Straw, pero dispersaré a sus soldados para evitar ataques.- afirmó ella, levantándose, lúgubre.

-Majestad, permítame- insistió Bardock. Ella lo miró sorprendida. Este no se arredraba ante su presencia.

-Si vamos todos al ducado de la princesa, podríamos hacer frente. Y la protegeríamos a usted- insistió. 

-Es buena idea- afirmó Kalen, mirando sorprendido al joven soldado de clase baja. - Si vienen los otros nobles a hacerle algún daño o a la gente de Straw, estaríamos unidos. También refugiaríamos a los hijos del duque.

-Sí, sí. Hazlo- le dijo la reina, debilitada, a su mayordomo. -Y por favor, si no es molestia. Trasladen los tesoros hacia su palacio- le dijo a Tooma, que asintió. Así, los soldados de la princesa, de todas las razas, comenzaron a trasladar en naves lo demás. Un joven de cabello plateado, tsufuru, gritó.

-¡Los soldados de la regente!- afirmó, mirando hacia el oriente. Varios saiyajines venían con el lema de la familia real. Gine miró a su madre, preocupada, pero Bardock se interpuso al frente de ellas y la reina, que sin embargo se levantó. Gune trató de detenerla.

-No, majestad - le rogó.

-Huyan por los sótanos. Afni les mostrará. Que todos los demás sirvientes se vayan por ahí.

-¡Majestad!- insistió Gine, aterrada, pero ella tomó su rostro.

-Es una orden- afirmó, para esta asentir y Gune mirarla aterrada. Afni las tomó de la mano a ambas. Bardock y su escuadrón, así como el tsufuru y otras razas, se quedaron al lado de la reina. El comandante de los soldados se paró al frente de ella, que no tenía armadura.

-Maldición- afirmó Bardock, pero el tsufuru lo contuvo. Sin embargo, si le tocaban un pelo, habría una masacre.

-La reina regente On conmina a su querida madre Sarin a refugiar su dolor en el Palacio de los Reyes. Le extiende su invitación- afirmó, mostrando así su sentencia de captura. Ella sonrió con desprecio.

-Dígale a su majestad que me encuentro bien refugiada en mi palacio- afirmó ella, sin alterarse.

-La reina regente insiste. ¿Desobedecerá órdenes de la autoridad del rey mismo? - afirmó el comandante, con desprecio.  Ella sonrió.

-Dile a tu reina regente- afirmó con burla - Que de acá me tendrán que sacar calcinada.

El comandante se echó a reír. Apuntó contra ella, pero esta lo apuñaló, para luego desintegrarlo con una esfera de energía. Bardock fue el primero en defenderla, al enviar más flashes. El soldado tsufuru y el coforiano comenzaron a apuntar hacia sus colas, y la reina comenzó a luchar, elevándose. Vio cómo al joven se lo repartían entre dos.

-¡Escoria de mierda de clase baja!

La reina gritó, y se abalanzó contra los dos, a los que desintegró. Sintió a otro desintegrado por el joven, tras de sí. 

-Gracias.

-Majestad- afirmó, para golpear a otro más grande, que lo golpeó a él. Ella gritó.

-¡Big Bang Flash!- gritó, y acabó con otros cuatro. Vio que venían más. Todos se agruparon. 

-¡Atrás! ¡Atrás! - les gritó, para entrar en el palacio. Los demás entraron tras ella. Bardock vio cómo ponía unos códigos en su computadora central. De los lados de los sótanos y de la tierra comenzaron a salir grandes serpientes negras, que comenzaron a escupir chorros enormes de ácido. Los soldados no podían creerlo. La reina solamente oía los gritos y olía la carne chamuscada. Totteppo vio con horror cómo dos serpientes partían en dos a un soldado, y al comandante lo devoraba una serpiente. Pumbukin confirmaba todo lo que se decía de la reina. Eso se contaría por generaciones. Celippa estaba fascinada. Bardock solo veía a la reina, pero gritó, al estar herido en el costado. Esta lo socorrió.

-Tú- le djo al tsufuru.

-Sapphire, señora.

-Sostenlo- ordenó.

Entre varios le quitaron la armadura. Ella sacó un arcón electrónico de combinaciones. Puso su rastreador. Todos los soldados de Straw vieron cómo al palacio lo recubría una pantalla azul. Ya no veían más la matanza.

-Así que no era una leyenda- afirmó Tooma, maravillado. - El difusor de atmósferas existe- dijo, mirando a la reina, que le sonrió. Ella tomó su poción, junto con un pequeño robot araña, que la aplicó en el costado de Bardock. A este se le cerró la herida. Ella le dio otra.

-Ten- le dijo. Este la miró con aprensión. Ella suspiró. El soldado sabía de lo que ella hacía.

-Hazlo, o tardarás más- le dijo, y él la tomó. Se levantó, de inmediato.

-Eso es lo que ponen en la Cámara de Recuperación, pero pura es más directa. Es hora de irnos.

Todos los soldados se fueron con la reina por los pasadizos del palacio. Esta se alivió: Kalen y Afni habían destruido todo (o se lo habían llevado) y vendado al resto de los refugiados. Claramente, los soldados notaban que la reina tenía un laboratorio secreto del que ya no tendrían evidencias, más que las serpientes, que seguían chillando y matando al resto de los soldados. ¿Cuántos secretos guardaba esa mujer?, pensaban. Bardock pensaba igual. Pero volaba por los túneles con ellos, determinada. Ahora sabían que los ducados y el palacio tenían pasadizos secretos. Luego de dos horas, llegaron al palacio de Straw, donde en su plataforma secreta ya los esperaba Kalen.

Cuando la reina On llegó en persona, vio un montón de serpientes enormes, negras, muertas, quemadas y partidas en dos.

Y una llanura inmensa de cadáveres. Lo peor: Peril le informó que el rey Skank era prisionero de Cold, porque Straw era la que tenía en su poder el pago por la ayuda del planeta Mediolanus: una esfera tornasolada, la más valiosa del universo. La que se repartirían como forma de integrarlo en el negocio. Ella no podía reaccionar. Y apenas uno de sus soldados trató de recoger un cadáver, fue desintegrado. El ácido de las serpientes estaba expandiéndose.

-¡Saquen a la reina de aquí! ¡Saquen a la reina! 

Por supuesto, los espías del duque Pew regaron la noticia por todo el reino, de tal manera en que la reina On comenzaba a ser ridiculizada y condenada por sus acciones. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Planeta Donbass

Straw y Vegeta habían aterrizado allí ya habiendo perdido la cuenta de los días. Lo que sí sabían es que se podían alimentar de lagartijas fosforecentes en aquel bosque donde todo refulgía, lleno de hongos de diferentes y brillantes colores. Se habían dado cuenta de que sus poderes eran inútiles en un planeta que claramente, estaba encantado. No podían volar. Ni siquiera usar su energía, aunque todo lo que comían los llenaba de otro tipo de poder. El que les permitía seguir vivos. Y sin conciencia de nada. Al menos, para pensar sin preocupaciones en todo lo que se gestaba por su desaparición.

-Crees que... 

-Fue Skank, te lo dije- afirmó él, alegremente, ya cargando su armadura con su capa, como ella, que estaba despeinada. - No podía ser otra persona. El truco para matar lo usaron antes en un bastardo y en una amante. 

-Por Sadala. Pobre mamá, pobre Bitter. Pew- afirmó ella, sin alterarse. - ¿Y qué haremos? ¿Cómo saldremos de aquí? 

-Ese es el punto, hermana. Las naves tardarán mucho tiempo en cargar. Y la montaña morada es nuestro refugio.

Ella suspiró, sonriendo, para tomar su mano. La subieron, hasta que llegaron a una cueva. Comenzaron a entrar. Ella y Vegeta prendieron sus rastreadores. Siguieron sin saber lo que hacían. Ni notaron que la cueva se cerró tras ellos. Hasta que comenzaron a oír susurros. No se asustaron. Solamente se sonrieron.

"No es su tiempo", "No son ustedes" "No son ustedes" "No es el tiempo", susurraban las vocecitas de niños. 

Al príncipe Vegeta lo atravesó un rayo. Despertó. Vio a Straw en el trono saiyajin, con su armadura roja y su trenza. Sonrió. Él estaba a su lado. Habían tres niños. Uno de cabello rojizo, otra de cabello negro, y otro pequeño de cabello picudo. Sus hijos. Bitter estaba a su lado susurrándole a su hermana. Su madre alzaba a los niños, cariñosa. Pew se arrodillaba, con sus hijos.

"Salve a la reina Straw. Nuestra grandiosa reina, la salvadora del Universo", gritaba.

"Salve", decían todos. Ella tomaba su mano. 

"Por la gracia de Sadala el Universo es nuestro. Repararemos lo que haya que reparar", afirmaba, digna. 

Volvió. Sonrió, plácido. Miró a Straw, que también sonreía. Ella abrió los ojos. Ahí estaba su hermano, tomando su mano. Él era el rey Vegeta III. Ella tenía un vestido rojo. Se vio en un muro, era mayor. Apareció un joven de cabello picudo y mirada torva. Otra joven de cabello rojizo.

"Pero tú no eres mi hijo... ¿ o sí?", preguntó, dubitativa. Este la miró extrañado.

"Mamá, soy el príncipe Vegeta IV y somos tus hijos"

"Pero esto no debería estar pasando... ", objetó. Entonces vio a una joven de cabello negro, saiyajin, con la corona de reina, sonriéndole. Tenía los ojos verdes. La miró con una enorme bondad.

-¿Quién eres? 

Ella le dio una caricia. Luego volvió a abrir los ojos. Ese mismo joven, con el cabello azul, ya un hombre. Con enorme poder. La miró orgulloso. Otro joven, de cabello morado, con una espada, que tornaba sus cabellos dorados. La miró igual. Ella se sentía bien. Volvió a la visión. Otra vez era la reina. Aquel príncipe.

"Madre. Adelante"

"No puedo ser tu..."

Volvió a la cueva. Lo miró dubitativa.

-Vegeta, ¿es nuestro destino?- le preguntó, totalmente ida. Este la miró igual.

-Lo viste, ¿verdad? 

Ambos se miraron a los ojos. Ella tiró su atado. 

-Pero somos hermanos...

-Y aún así, te amo- le confesó él, sin dudas. - Siempre te he amado.

-Vegeta... dijo ella, para él besarla, y ella besarlo también. Sobre el atado, ella, ya desnuda, seguía besándolo. Él besó su cuello, y todo su cuerpo. Y ella lo devoró, para él comenzar a moverse sobre ella, que gimió fuertemente. Al terminar, se quedaron extasiados, uno al lado del otro. Ambos se rieron. Ella volvió a besarlo y se subió sobre él.

-Te amo.

-Y yo a ti. 

Así se quedaron, amándose en el delirio. Sin saber de nada más, o de los confictos que generaba su desaparición.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Guarida de Bills, días después

Bitter llegó magullada, y herida, aterrizando con su sucia armadura blanca y rota, al lado del gran lago. Whiss fue el primero en aparecerse. Miró a la joven princesa saiyajin de cabellos castaños oscuros y ojos violeta, como los de su madre, alarmado. Tenía el peinado deshecho. 

-Pero cómo...

Ella gritó, adolorida, para dejar caer un cubo flotante que se fragmentó en varias pepitas. Whiss entendió. Granos de dorongta, el polvo más exquisito del Universo. Podían causar el mayor de los placeres inimaginables a quien los probara.

-Y supongo que pagaste un alto precio por ello y por encontrarnos.

La princesa  asintió. Whiss puso su báculo sobre ella, que volvió a la normalidad. Se miró impresionada. Se levantó. Su armadura y peinado seguían sin mácula.

-Tuve que pelear contra el rey Dios Yakta para sacarle el secreto y huir de los lanzazos de energía de sus súbditos. Tenga piedad, han sido semanas para dar con su paradero. Mi madre me dio unas coordenadas, pero sé que ustedes tienen el don de reinar sobre lo invisible- le rogó. Whiss se admiró de su persistencia.

-Y debes estar muy desesperada para venir aquí. Y para ofrecer eso. Y seguro Sarin también.

Ella volvió a arrodillarse.

-Por favor. Sé que Bills nos desprecia. Pero seguramente tendrá piedad ante un ruego desesperado. No solo de la reina. Por eso he traído esto- afirmó Bitter, que se arrodilló, temerosa, al sentir la presencia del Dios de la Destrucción. Trataba de contenerse: jamás lo había visto en persona. Lo miró con todo el terror que podía sentir. Ya entendía lo que decían sus padres, lo que decía su madre. Este solamente tomó el obsequio.

-Eres la más lista de todos tus hermanos. Tu único error fue no tomar el trono a tiempo, lo que les costará mucho a todos ustedes. Para lo único en que no debías tener escrúpulos, y fallas. Pero acá estamos- afirmó, tomando el polvo. Se crispó. Le compartió a Whiss, que gritó afeminadamente. 

-Seguro esto fue idea de Pew. Él sabe cuánto nos gusta la Dorongta. ¡Oh!. Pero seguramente él y tu madre no darían algo tan valioso por solo información...

-No- afirmó Bitter, aún arrodillada, con la cara al suelo. - Lo sabe bien.

-¿Y Pew porqué ha accedido a torturar a los prisioneros de Freezer y a matar de maneras horrendas a seres inocentes solo para su diversión? ¿Solo para seguir presionando a la Corona a ceder, porque desde hace rato él y tu madre habrían podido liberar a Skank?- preguntó Bills, descubriendo todo el plan de los tres. Bittr lo miró a los ojos, sin pararse. Asintió con la cabeza.

-Y para cerrar las bisagras diplomáticas de los clientes de Straw y nuestros.

-Así que es él el que ha causado conflictos y habladurías entre las razas. Vaya- se burló Bills. -Y supongo que es para ganar tiempo mientras tú traes a tus hermanos de vuelta- dedujo.

-No hay pensamiento que escape ante usted, gran dios- afirmó Bitter, arrodillándose otra vez. Este sonrió.

-Ahora entiendes claramente que la reina debiste ser tú, así como Sarin. Pero ves en aquella idealista de tu hermana y en su hermano... una posibilidad. Sí, yo también. Ahora, siendo la lista de la familia, habrás pensado cómo contener a Skank luego de esta humillación, ¿verdad? Todo se recrudecerá- le advirtió.

-No con la fuerza, a menos que nos hagamos más fuertes, claro. Pero al menos con los recursos- analizó Bitter. Bills se echó a reír. Vaya que la reina Sarin y sus aliados tenían inventiva.

-Yo de ti... haría de tu hermano lo que era tu padre. Así fue como consiguieron que muriera- le dijo, agachándose, y levantándola. Bitter estaba estoica, aunque aterrorizada.

-Y... ¿cómo fue eso...?- preguntó, respirando fuertemente.

-Vamos, tú y tus hermanos fingieron que eran más débiles que él. Dejaron a Sarin hacer- dijo este, insidioso. Bitter confirmaba, de ese modo, que su madre había matado a su padre. Pero ella también. Y lo querían muerto hace mucho. 

-No... no sé cómo engañaríamos a Skank luego de esto... puede que se vuelva loco...

-Y lo hará. Pero tú eres la lista de la familia, junto con ese vanidoso Pew. Y junto con tu madre. Vaya, niña. Qué osadía venir hasta aquí. Y qué valentía- dijo, para situarla sobre sus pies. Esta bajó la cabeza. -Ojalá algún rey saiyajin hubiera tenido tu cabeza. Habría sido menos divertido, pero más digno, sí - se lamentó el dios. Ahora... te daré lo que quieres. 

Bitter miró, sin expresión, a Bills. Suspiró, para comenzar a hablarle.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Scafar, aposentos del duque Pew

Pew estaba desnudo, en su estanque, con tres esferas tornasoladas. Su cola se movía agitadamente. Su asistente, el tsufuriano Koi, terminaba de lavar su cabello.

-Fue espantoso. Era la raza de seres más bellos que había visto- afirmó desolado. - Me pidió hacerlo con las manos. Me tocó partir en dos a aquella bella princesa- dijo, con la voz quebrada, recordando los gritos de una princesa rosada con el cabello magenta, mientras este la descuartizaba con sus propias manos, mientras Freezer se reía descojonado. Este lo miraba aterrado, pero siguió.

-Excelencia, no debería someterse a más torturas de Freezer. ¿Vale tanto el riesgo? 

-¿Pero quien puede controlar a ese monstruo? ¿Mantenerlo a raya?  Ya es suficiente que nos quiera someter, gracias a las barbaridades que me pone a hacer, gracias a Sarin, no se sienta en el trono saiyajin. Y podría- afirmó, amargo. -Yo soy su diversión- afirmó con la voz quebrada. 

-Pero esta vez lo hace para torturar a Skank. Sabe que no se quedará así. 

-No. Por eso he puesto los tesoros del ducado en un planeta de mi uso personal. Y mi familia vivirá allí. Solo irán a Scafar. Lo que se viene será terrible- vaticinó. - Y eso también me lo dio Freezer al... verme desnudo, cogiendo con su soldado más fuerte. Sabes que fue horrible- afirmó, recordando las risas de la lagartija y los aplausos de Zarbon y Dodoria. 

-¿Sabe alguien más aparte de la princesa Bitter y de la reina Sarin? 

-Si lo supiera la cohorte del maldito Skank tendrían todas las excusas para hacer propaganda en mi contra. Pero si se llega a filtrar, sabes bien lo que hay que hacer- le advirtió, significativo.

-Sí, alteza. 

Ya en una bata de seda, recibió al principe Dirs, heredero de los tsufuru. Este vio las tres esferas tornasoladas. Bufó.

-¿No ha rogado Sarin por la liberación de su hijo querido? - expresó, sentándose. El duque suspiró. 

-No mientras la imbécil de On no dé garantías para su seguridad. Y como es tan tonta, comienza a crear fricciones con la cohorte de Skank- le dijo, mirándolo a los ojos. Koi le sirvió un vino. 

-Y ese es el plan, supongo. ¿Qué te mandó a hacer Freezer para torturar y mantener prisionero a Skank? 

-Lo peor- expresó este, amargo. Dirs suspiró. Tomó su mano.

-¿Y cómo está ella? -preguntó por Sarin. 

-Clamando por sus hijos- le dijo este, entre líneas. El tsufuru entendió, sonriendo. Sarin hacía el papel de la madre afligida, pero pensaba darle un duro castigo a su hijo. Y así de paso recuperaba el control del reino. 

-Bueno, el reino tsufuru... apoya a Sarin en su reclamo. Al igual que todas las razas. No sabía que la reina Toffee mandó a matar a su hermano aquí. Me lo contó la reina Caramel el otro día- afirmó, insinuándole que sabía lo que hacía. Pew suspiró.

-¿Y qué con eso? 

-Que la reina Caramel era amante del hermano de la reina Toffee, que ahora acusa a la reina Caramel de apoderarse de su reino y para eso piden la mediación de la pobre princesa Straw. Y los reyes tarotle también piden su liberación porque un "monstruo" asola de nuevo su planeta...

Pew pensó en lo que había mandado a hacer unas semanas atrás. Una semilla negra bien plantada desde fuera, de esas que Sarin guardaba y traspasaban espacios aéreos. Dirs lo miró sonriendo.

-¿Y cómo vas tú con esas cortesanas tuyas?- le preguntó, punzante, cambiando de tema. El príncipe se echó a reír.

-Bien, las odian tanto como a mí por engañar a mi amada esposa- se burló. -Es por eso que hago negociaciones aquí. Qué afortunado pueblo- expresó, con socarrón desprecio, pues no eran tan conflictivos como los saiyajines ni tenían sus graves problemas de poder - Solamente centran su atención en por qué no amo a mi extraordinaria princesa. Mi madre está furiosa, claro.

Pew entendió. Se levantó y le sirvió Oruro. Luego se sirvió una copa.

-Así que quieres desviar la atención de tus devaneos ayudándonos. ¿En qué podrías servirnos...? - pensó, hasta que sonrió.

-Dilo. No puedo ir a matar a On, si a eso te refieres- se burló.

-Se me ocurría... oh, qué casualidad- dijo oportuna y fingidamente, al sonarle su dispositivo y rastreador. Era Bitter.

-Egh, vístete- afirmó, espantada. Estaba en el planeta de Bills. Whiss le sonrió.

-Hola, Pew. Gusto verte- afirmó, ambiguo. Dirs se rió.

-Y al príncipe tsufuru. 

-Como sea. Tengo la información. El punto es que cualquier nave grande que salga del ducado de Straw o la tuya On la volverá pedazos. 

-Pensaba en naves de otro espacio aéreo- apuntó Pew, mirando al príncipe tsufuru, que entendió. Alzó los hombros. Todo por desviar la atención de sus escándalos personales.

-¿Cuántas necesitas, Bitter? -le preguntó, levantando las cejas.

-Un crucero de guerra. Hay otros aliados que se te unirán, ya que mamá acaba de hacer otro llamado al Universo y a los que aman a Straw.

-¿No irá al menos una nave saiyajin?- preguntó Dirs burlón. Porque sabía que eso dejaría más en ridículo a Skank.

-Estamos en eso- le dijo Pew, significativo. El príncipe tsufuru entendió. Él mismo habló en su idioma, y mandó su propio crucero real a unirse con las demás naves desde Scafar. Pew miró a Dirs con una sonrisa ambigua y burlona. El príncipe tsufuru tomó la esfera tornasolada.

-¿Y cuándo liberarán al rey Skank? 

-Cuando a su esposa, querido, se le dé la gana- dijo este, con otra sonrisa. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Ducado de Straw, días después

La reina Sarin, con todo el escuadrón de Bardock, Sapphire y otros soldados, más sus servidores, veían a la reina regente On, en pantalla, que estaba rodeada por el Consejo Privado.

-Esto es ridículo, Sarin. Sé muy bien que tienes cómo liberar a tu hijo. ¡Es una vergüenza! ¡Tú eres la que no lo ha querido liberar! -la acusó.

La reina Sarin suspiró. Llevaban así al menos un mes. On no se había atrevido, ni el resto de las provincias, a atacar la provincia de Straw o de Pew: seguramente Cold ejecutaría a Skank si eso pasaba. 

-Mientras no dé con el paradero de su hermana, no habrá manera de que Cold libere a nuestro rey. Él fue muy claro. Todos mis ruegos han sido infructuosos. Además, querida hija, no he podido ir a su planeta, so pena de que mi integridad sea afectada.

-Sarin...

-Ya basta- intervino Tarek, haciéndola a un lado. -Sarin, dinos todo lo que necesitas. Skank debe ser liberado, cuanto antes. Si quieres te acompañamos para rogarle a Cold. Contigo, él no nos dirá que no.

Sarin negó con la cabeza, triste. 

-Pero ¿cómo podría yo llegar con las manos vacías? ¿Y si nos captura, también? No, no. Mientras no se solucione lo de Straw, no puedo conseguir algo así, nos costaría demasiado. No podemos dejar de alimentar a los soldados- dijo, mirando a Bardock, que se sonrió internamente. La reina era bastante hábil. Había mantenido los ataques y emboscadas a raya con sus triquiñuelas.

-Sarin, te prometemos que hoy mismo daremos con los responsables. 

-¿Me darán sus nombres y me dirán dónde están mis hijos?- preguntó, juntando sus manos. 

-Hoy mismo. Y apenas traigamos a Straw, vamos y le rogamos a Cold. ¿De acuerdo? 

Ella se echó a llorar. Afni y Kalen la socorrieron. Gine veía una lección de la reina madre en primera fila. Qué monstruo tan inteligente era. También veía a su madre, sonriente. Algo se traían que no quería saber. Gune le sirvió una poción a la reina. Esta se tranquilizó. Apartó a sus servidores. 

-Hazlo, Tarek, por bien de este reino. Te lo suplico- afirmó, llorosa, para apagar las comunicaciones. El escuadrón notó que apenas apagó la transmisión, se limpió las lágrimas. 

-Voy a descansar. Apenas me traigan los nombres, les diré qué es lo que vamos a hacer y qué será lo que pediremos a cambio- afirmó, para irse a solas. apoyada en Afni y el doctor Fura. Gine miró a Bardock, impresionada.

-Yo no podría. En serio- afirmó, burlona, y sorprendida. Gune bufó. 

-Por supuesto que no. Eres demasiado buena, hija. 

-La princesa Straw también lo es. ¿Crees que me podría unir a ustedes?- le preguntó a Bardock, que la miró con una sonrisa despreciativa.

-No durarías ni cinco minutos. Además eres muy joven- afirmó, para irse. Gine miró furiosa a su madre.

-¡Pero qué cretino! ¡Me las pagará!- protestó. Sin embargo, Gune suspiró, sentándose.

-Pero tiene razón- afirmó. Gine se enrojeció.

-¡Madre, cómo es posible que digas eso!- gritó.

Su madre no se alteró. Su hija siempre había sido impulsiva y voluntariosa.

-Pero siempre son los más fuertes, querida, a quienes subestiman.

Ella sonrió, confiada. 

-Voy a ir a ayudar en lo que pueda- afirmó, para salir corriendo. Gune suspiró. Entró por otro pasadizo a la habitación de la reina madre. Esta estaba perfectamente, mientras escribía más mensajes por una señal secreta.

-Uno de los soldados te escoltará a Ciudad Vejita de nuevo. Como eres la mejor de nosotras, te tengo una tarea especial- le dijo a Gune, que la miró a los ojos.

-Señora, es usted la mejor de nosotros - la alabó. 

-Sin ti me habría sido imposible encontrar a Gurt en el juicio que hizo Straw y por ende, no habría tenido las cartas ganadoras- le reconoció. - Y por lo que te daré, si vives, serás millonaria. Podrías irte con tu hija a Scafar y comenzar con una nueva vida, ¿no crees? Nunca entendí por qué a pesar de nuestras recompensas o  las atenciones que te da mi primo... sigues viviendo igual -observó. 

La mujer no se inmutó. 

-Señora, si llamo la atención, ¿no cree que mi vida correría peligro?

Sarin sonrió. Por eso era una de las mujeres más letales del reino. 

-Ves por qué te necesito. En fin. Envíame en la mano el comprobante de que está hecho. 

Esta hizo una reverencia. Salió, y habló con Bardock.

-Gune, ¿no estará usted metida en algo raro? - dijo, sospechoso. Ella lo miró sin alterarse.

-Eso no te incumbe. La reina me ha enviado a negociar por su parte con la princesa On. Quiere a fin de cuentas, mantener la paz. 

-¿A usted? 

-Y algo que le daré- insistió ella. Gine, que había escuchado todo, miró aterrada a su madre.

-Mamá...

-Basta, los dos. Regresaré. Y cuiden a la reina- les ordenó, sin siquiera despedirse. Gine juntó sus manos. Bardock la miró indignado. Ah, no. Que no metieran a su gente en esos juegos de poder. 

-Quédate aquí- le indicó a Gine. Fue a buscar a la reina y le diría sus dos cosas, no importaba si Bitter y Pew lo mataban a palos. Hasta que la encontró sola, con un vestido transparente de tirantes, que se quitó de inmediato frente a un gran estanque.  Se soltó el cabello. Un cuerpo blanco, con sus pezones medianos y parados. Su curva de la espalda. Su cintura. Sus nalgas. Entró al agua y se refrescó. Comenzó a desenredarse el cabello. El soldado la siguió viendo. Hasta que ella fijó su mirada en él. Se echó a reír. 

-¿Cuánto apostaste para hacer esto?- le preguntó, sin mirarlo, mientras seguía disfrutando del agua. No hubo respuesta. Ella volvió a levantarse. Se siguió desenredando el cabello.

-¿Te gusta lo que ves? 

Bardock estaba aterrorizado. Volvió a ver. La reina se sonrió. 

-¿Acaso no habías visto jamás a una saiyajin desnuda? ¿No a la reina madre? ¿Soy todo lo que dicen que soy? - le preguntó, curiosa y sonriente, para seguir divirtiéndose con su terror y lascivia.

-No, no es todo lo que dicen que es- dijo este, desde el árbol. Ella sonrió. Volvió a echarse de espaldas al agua.

-Oh, qué lindo. Supongo que ahora soy la reina de la paz y la bondad- ironizó.

-No, no hablaba de eso- respondió Bardock, para volverla a ver. Ella se puso al borde de la baranda de piedra, para seguir ordenando su largo cabello y mirarlo.

-Vamos, ahora que comenzaste con esto, no tendrás la cobardía de dejarlo así- lo incitó.

-Dicen que usted es una prostituta y envenenadora- afirmó este, aclarando su garganta, para mirarla de nuevo. Ella lo reconoció. Era Bardock. Sonrió.

-Ajá, ¿y algo más? ¿Verme desnuda cambia esa percepción? - dijo ella, juntando sus muslos hacia sus pechos.

-No lo sé, majestad. Lo que sí sé es que también entiendo por qué hacen todos los dibujos que hacen de usted.  

-¿Tú los harías? - preguntó ella, para entrar al agua y preguntarle apoyada a la baranda de piedra, burlona e interesada.

-Soy bueno matando, no dibujando. 

Sarin se rió. Apoyó su nuca contra el estanque.

-Sé exactamente lo que querrías hacerme. ¿Qué te impide hacerlo? 

-Vaya pregunta idiota- le respondió Bardock. Sarin gritó, sorprendida, para reírse. Lo volvió a mirar. Este ya no se ocultaba. 

-¿Y si yo te lo permitiera? -le preguntó, para provocarlo.

-¿Eso cambiaría el hecho de que soy solo una diversión, de que podría usarme como quisiera, así como a la señora Gune?- dijo él, acercándose. Ella se sonrió. Era de los valientes.

-No me tienes miedo, ¿verdad? 

-No- afirmó este, duro. - Responda.

-Y aún así...- observó ella, con su cabello mojado hacia atrás, - Viniste sabiendo que por eso podrían matarte.

-Me iría satisfecho.- le dijo. Ella sonrió, impresionada. 

-¿Por qué, por decirle las verdades al monstruo o verlo desnudo? 

-Ambas- le dijo, insolentemente. Ella lo miró interesada. 

-¿Y cuál crees que te daría mayor satisfacción ahora? - le preguntó, mirándolo a los ojos. Este no se crispó.

-Depende de usted.

Ella le sonrió, con respeto y con intriga. Se levantó, y se acomodó, como uno de esos demonios legendarios, frente al soldado. Este la miró arriba abajo. Ella se acercó. 

-No entiendes mi relación con Gune. Y no te la explicaré. Si le preguntas, yo le debo mi vida y ella me debe la suya. Por eso me sirve de maneras que no querrías entender. Soy un monstruo, ¿recuerdas? No tienes ni idea de cómo es sobrevivir... aquí- le dijo, duramente.

-La tengo. Sé lo que...

-Lo que dicen de mí, las serpientes que saqué de mi sótano, los horrores que seguramente he hecho. Sé lo incomprendida que soy. Sé lo infame que soy. Pero créeme, no lastimaría a más inocentes de los que me puedo permitir. No si quiero que esto perviva.

-¿Qué quiere que perviva?

-Todos nosotros- afirmó trémula, para Afni correr y envolverla. La llevó con ella, pero esta se devolvió ante Bardock, que estaba sin poder asimilar lo que había pasado. 

-No volveré a hacerlo.- le dijo, adusto.

-¿Por qué? Nunca te cohíbas de decirme las cosas. Y si no hubieras tenido tanto miedo... quién sabe- le dijo, para sonreírle significativa. Afni lo miró furiosa. Bardock se devolvió, lívido. Sus compañeros lo recibieron. Gine lo recibió con una bebida.

-¿Estás bien? Parece que hubieras visto a la misma Sadala- le dijo, intrigada. 

-Creo que la vi- afirmó este. Tosió.

-¿En serio?- le preguntó Celippa.

-No, no es nada- se recompuso este. - Ya déjenme en paz- afirmó, para espantarlos a todos., que volvieron a sus asuntos. Gine se sentó a su lado.

-¿Hablaste con la reina?

-No, está en sus aposentos- gruñó. Sin embargo, Gine notó que algo había cambiado.

-Oye...

-Voy a vigilar- afirmó este, para dejarla. Gine lo miró extrañada. Ya no era el mismo. Este no se podía sacar de la cabeza lo que había hecho y visto. Lo que tantos querían ver.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes, días después

Otra mujer de capa negra, en los alrededores del Palacio, le entregaba a Gune una estrella negra. Esta se cubrió con su capa negra y se perdió en las sombras. En la almena izquierda, On lloraba, mientras veía las fotos suyas con uno de los soldados de la guardia. Claramente, no se acordaba. Alguien se las había mandado al Consejo Privado. El punto era que todos aquellos tampoco se acordaban mucho después de la bacanal que hicieron hacía dos semanas antes. No se acordaban bien de lo que hacían esos días. Pero a cada uno les llegaron fotos de haberse repartido a la reina consorte. Era obra de Pew o de Sarin, no lo sabían. Ya todos, en el salón del Consejo, se miraban con culpa. Todo había comenzado con una botella de Oromon 45 que había traído Pareps. On miraba las fotos. No era lo peor que había hecho, no más de lo que hacía en el pasado.

-Fue obra de Sarin- espetó, furiosa.

-Igual hicimos lo que hicimos. Debimos ceder rápido a sus demandas. Ya sabe que fuiste tú, que tú enviaste a aquellas gentes a cambiar el curso de la nave de la princesa Straw junto con anuencia de Skank y la nuestra. Te vamos a entregar- afirmó Tarek, molesto.

-Ah no- se levantó la reina On. -Si hacen algo esto se sabe en todo el Universo. Y mi marido, si es liberado, nos mata a todos- afirmó. - No me hundiré sola. 

-Bien, como no nos hundiremos, hay que darle- dijo Pareps. - La regencia a Sarin otra vez. Y todas las garantías de que no la atacaremos, o repartirá la información.

-¡Pero nos drogó!- protestó Peril. -¡A todos!

-¿Y cómo vamos a probarlo?- insistió Tarek. -A la mínima acusación hará circular esto. Y ella puede hacernos matar y poner a Bitter en el trono. ¿Quieren eso? 

Ninguno de ellos respondió. Sí, Skank era su amigo y rey. Pero con la droga que quién sabe qué enviado de Sarin les había puesto, lo que menos importaba era eso, sino cómo afloraban sus verdaderas intenciones.

-Bien, aceptaremos todo si se compromete a borrar todas las copias- insistió On. - Le garantizaremos su seguridad- expresó, derrotada.

La reina entró, vitoreada por todos, al estar con los soldados de Straw, en gran caravana, por la ciudad. Ella misma envió el mejor crucero de guerra que tenía, a por su hija, a Scafar, para unirse con el tsufuru y otros de otras razas, que ya tenían el curso para rescatar a Straw. Ya en medio del Consejo Privado, todos la miraban con odio y extrañeza. Seguramente tenía más secretos con qué amarrarlos. Volvió a abrir su palacio y abrió los ducados que se protegían. Y firmó un decreto, con anuencia del Consejo, de ningún ataque de un ducado a otro en ausencia del soberano. Ya arreglaría lo más pronto posible con Cold la liberación de su hijo, por lo que se preparó para viajar, mientras volviera Straw. On, recluida, solo esperaba que Sarin no la mandara a ejecutar, o que Skank no lo hiciera. Decidió volver a su papel de mujer piadosa. Y se vengaría. Gune, abrazando a su hija en la aldea Puw, la miró satisfecha.

-Te lo dije, la reina y la reina consorte se han reconciliado. 

-Eres muy buena, mamá- la admiró Gine. 

-¿Y Bardock?- preguntó esta, extrañada, al no verlo en la aldea.

-Oh, se fue a la capital Vejita. Allá están acuartelados los soldados de Straw mientras esta vuelve- le informó. 

-Entiendo- dijo Gune, para seguir haciendo sus quehaceres. Gine, sin embargo, pensó en Bardock y su cambio de actitud. Se entristeció.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Tres noches después, Cohorte especial- ducado de la princesa Straw- nororiente Capital Vejita

Afni y la reina iban entre las sombras. Esta pasó por varias de las principales cápsulas donde estaban alojados los soldados de su hija. Abrió. Ahí estaba Bardock, de brazos cruzados.

-Yo vigilo- dijo la tsufuru. La reina se quitó la capa. 

-Debe ser extraño para usted que alguien le diga "no"- dijo Bardock, sin temerle. Ella lo miró furiosa. Se sentó.

-Soy la persona más poderosa del reino y sin embargo yo debo venir hacia ti- le reclamó. - Aún sabiendo todo lo que podría hacerte- lo amenazó. Este no se inmutó. 

-Hágalo- la retó.

-Claro, y Straw me mataría- protestó, con voz baja. -Yo me mataría- afirmó, mirándolo a los ojos, furiosa. -Por Sadala, ¿qué estoy haciendo aquí? Soldados como tú mueren todos los días.

-Bueno, váyase- dijo este, cruzado de brazos. Ella lo miró sorprendida.

-De verdad no me temes. Y no te importa quién soy- dedujo, para él seguir siendo impenetrable.

-¿Qué, eso le atrae? ¿Eso me hace "interesante"? - preguntó este, sentándose. Ella lo miró estupefacta. Se rió.

-Sí- admitió. Pero este la miró furioso.

-No soy una diversión. No soy un juguete. Y me niego a ser lo que sé que somos para mujeres como usted- le advirtió. Ella se volvió a ofender.

-¿Qué es ser una "mujer como yo"?

-Una mujer noble, que nos mira como basura y se divierte con nosotros. Luego terminamos en una cloaca o muertos en una misión. Paso- le dijo, enfrentándose a ella, que lo miró desarmándose. Al final, suspiró.

-Tienes razón- admitió ella. Este se sorprendió. 

-¿Acaso la reina, la que me podría dar mil horribles muertes, se está disculpando? - le preguntó, burlón. - ¿Por eso me deja ser insolente? 

-No lo arruines, Bardock- le rogó ella, suspirando. Reconociendo lo que había hecho siempre. Ver a muchos como capricho. Él se quedó callado.

-No, no persistiré en esta tontería- afirmó, herida y confundida, levantándose. - No cuando tengo tantos problemas ahora. Podrías ser mi hijo- dijo mirándolo y señalándolo. - Lo siento. Olvida que esto pasó. Jamás volveremos a vernos.

-Majestad, siéntese- le dijo él, con más suavidad. Ella lo miró sorprendida. Él le sirvió una bebida. Él se sirvió la suya y le sirvió un pocillo a Afni, afuera. Ella lo miró extrañada, con una sonrisa leve. 

-No la odio. Al contrario. Me aterra su mundo y lo que usted hace. Pero no la desprecio. Usted hace lo que hace por el reino y sus hijos. Al menos por los que valen la pena- afirmó, duro. Ella sonrió tristemente, tomando su bebida. Se quemó. Hizo una mueca. Este sonrió.

-Lo siento, no mido aún cómo cocinar. ¿Quiere agua?

-Por favor- dijo ella. Él se volvió a sentar.

-Me siento avergonzada- le confesó, mirando su sencilla cápsula. - No debí hacer eso. Y no sé qué me estaba pasando cuando fui tan... explícita- le confesó. Él le sonrió otra vez. 

-Yo sé, pero... preferiría tener a una aliada, ¿no le parece? Y usted a un buen servidor. O al menos, a un amigo, ¿no cree? 

La reina se echó a reír.

-¿Y cómo podríamos ser amigos tú y yo?-preguntó, sin creerlo.

-Tenemos algo en común. Straw- se sinceró.

Ella le sonrió, agradecida.

-Tenía miedo de no encontrarla. De que todo por lo que hemos querido hacer esto se fuera al demonio. Yo la... la quiero, y la admiro, ¿sabes?

Bardock le sonrió levemente.

-Lo sé. Por eso hace todo por ella. Hizo todo esto. Pero sé que también lo hace porque algún día esto será insostenible, ¿no es así?

La reina asintió, suavemente.

-Me temo que para cuando yo tenga nietos o tú...-pero este bufó.

-Vamos, moriré en cualquier lado- replicó. La reina se rió. 

-No digas eso. Para cuando llegue ese momento, todo será insostenible. No habrán planetas. Straw propone hacer otras cosas. Y quizás nos libraríamos de Cold, para siempre. ¿Sabes lo que significaría eso? 

-Que ustedes serían los dueños del universo- dedujo Bardock. Ella negó con la cabeza.

-No solo eso. Que tus hijos o tus nietos tendrían la posibilidad de ser más que guerreros. ¿No se te ha pasado por la cabeza? 

Bardock le sonrió. La admiraba: era tan visionaria como decían. Imaginaba cosas que otros no.

-Por eso lo hace, ¿verdad? -le preguntó.

-¿Qué?

-Los complots, todo. Para... proteger lo que usted ve- dedujo. Ella asintió, para volver a tomar su bebida.

-Y a los que ama.

Ella lo miró a los ojos y le volvió a sonreír, para beber. Ambos se miraron. Afni entró en ese momento.

-Majestad. ¡La princesa Bitter encontró a la princesa Straw y al príncipe Vegeta!- gritó llorosa.  -¡Bendita sea Sadala!

La reina exclamó, para abrazar a Bardock. Lo retiró.

-Lo siento- le dijo, aterrada. Este la miró igual.

-No hay problema, majestad.

Ella se abrazó a Afni y salió, mientras oía los gritos, y todos los soldados y pobladores comenzaron a salir, mientras la rodeaban, abrazándola. Afni miró a Bardock, y ambos la observaban felicitándola.

-Es una madre, a fin de cuentas- le dijo, para ir a asistirla. Se oían varios gritos en todos lados, de jolgorio. La reina miró sonriente a Bardock, mientras era devorada por la multitud, que se conglomeraba a su alrededor.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Planeta Freezer, días después

Pew abrazaba al rey Skank, al que habían curado luego de tres meses de maltratos y torturas, compradas expresamente por él. El duque le entregó la esfera tornasolada al rey Cold.

-Espero que no vuelvan a existir tremendos malentendidos. Y nuestra soberanía sea respetada. Majestad- dijo, arrodillándose ante el calvo, que miró con odio a Freezer y a Cold. Se abrazó con Pew.

-Jamás se los perdonaré- le susurró a su primo, que sonrió y lo volvió a abrazar.

-Si ellos morían, Bitter estaría en el trono, imagina cómo estoy yo- le dijo, para sonreírle. Freezer hizo un teatral "aww". Skank solo quería matar a On y a todo su consejo privado. Y su maldita madre, que prefirió presionar antes de perder el poder. Pero si hacía algo, se sometería a la popularidad de esa maldita perra y su hermano. Ya se vengaría, por Vej que lo haría. Nadie le quitaría su maldita corona. Ya era suficiente humillación. En la nave, seguía siendo revisado por los doctores. Pew miraba con desprecio a ese maldito rey, al que habría de cortarle la cabeza lo antes posible. Debía poner a Bitter o a Straw en el trono, antes de que enloqueciera por lo que Cold le había hecho. Y a costillas de su tortura. No le importaba: era él, el reino, o ese malnacido loco que ni una conspiración sabía hacer. Pero le sonrió a su primo, ya llegando a Plant.

-Disfruta por ahora de tu victoria, Pew. Los haré pedazos- le dijo, con una mirada maligna. Pero su primo se puso al frente de él. 

-¿Quieres que te diga algo, primo? 

-Hazlo, degenerado de mierda. Invertido falso de porquería- le espetó. Pew se volvió a reír. Sus insultos no le llegaban.

-Siempre tuvimos las esferas tornasoladas. Encuentra algo con qué comprar a Cold. Pero no creo que tengas las agallas. O el estómago- le dijo, para este apuntarle. Pew dobló su dedo.

-¿En serio? ¿En nuestra nave espacial? - afirmó, para retirarse. Skank juró que lo primero que haría sería reventar a la maldita On a palos. O lo que fuera. ¿Lo creían loco? Bien, sería mil veces peor. Pero no volvería a ser el estúpido del que todos se burlaban.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Crucero de Guerra- reina Sphira

Bitter miraba, al frente, a su hermana, que estaba despeinada y la miraba igual. Ella estaba en su habitación.

-Bitter, tú nos encontraste drogados y cogiendo. ¿Cuánto tiempo sobrevivimos así? 

La princesa suspiró, estremecida. Recordaba aún cuando encontró a Vegeta sobre su hermana, que disfrutaba como nunca. Esperó a que durmieran, vestida con un traje especial, para mandar a vestirlos ella misma, con otros tsufuru, y con ayuda de Kratos, y cuando despertaron, ella seguía recordando todo. Pero ya estaba totalmente consciente.

-El planeta Donbass es un planeta encantado que dispara una sustancia que te hace tener alucinaciones. A medida que te drogas puedes vivir años, siglos, en el delirio. Depende de la raza, nunca mueres. Bills nos dio las indicaciones. Pagamos un precio muy alto por eso. 

Ella la miró preocupada. 

-Bitter...

-Y según sus explicaciones, libera lo que hay en el interior de cada ser. Sin restricciones. 

Ella la miró confundida. Su hermana se acercó a ella, seria.

-Straw, ¿en verdad amas a Vegeta? 

Su hermana la miró con miedo.

-Yo...

-Straw, sería lo mejor que nos podría pasar- insistió. Pero Straw la miró furiosa.

-¿En serio solo piensas en política en este momento? 

-¡Todo esto fue político! - le gritó Bitter, rabiosa - ¡No tienes ni idea de lo que mamá, Pew y yo tuvimos que hacer para poder traerlos aquí! ¡Y tú todavía juegas a ser inocente en todo esto, ya despierta, maldición!- le gritó, para irse. Straw la miró confundida. En eso, entró el mayordomo Kratos. Ella lo miró aterrada.

-Kratos... quiero que me expliques qué fue lo que pasó.

El bondadoso mayordomo le sonrió, para sentarse. Mientras tanto, Bitter estaba en la otra habitación, contándole todo a su hermano, el príncipe Vegeta. 

-No me arrepiento de lo que pasó. Y agradezco lo que hicieron para salvarnos- le dijo. 

-Al menos tú nos das algo de crédito. Pero no es suficiente- le respondió su hermana, con los brazos cruzados. El príncipe levantó las cejas.

-Vamos. Pídanlo. No sé cómo podríamos pagarles por esto-insistió. Bitter se le acercó.

-No te tengo que explicar lo que es una guerra de asedio, ¿o sí? -preguntó.

-No. 

-Piensa en Straw como una ciudad. Tú como el invasor- le dijo, dura. Este sonrió torvamente.

-¿En serio no te estremece? 

-Todo lo que hicimos es para que esta maldita locura nos permita ser sostenibles y libres de Cold. Straw es el centro, pero tú eres su pilar. Y quién sabe. Por qué no: el trono o... una alternativa si Skank termina de enloquecer, o muere sin hijos. 

-Bitter, yo la amo de verdad- insistió él. -Más allá de eso. Siempre la he amado- confesó. Su hermana puso una mano en su hombro, sonriéndole con compasión y apoyo. Lo sabía desde siempre. 

-Lo sé. Se te nota. Pero ella es el principal obstáculo y los que Skank u otro imbécil que se le acerquen, pongan por el camino. ¿Entiendes que solo ustedes podrían continuar nuestro linaje? 

-Ni modo preguntar por ti- se burló el príncipe Vegeta. Bitter bufó.

-Si coger con mujeres dejara embarazos, cogería con hombres- expresó, cruda. -Pero. Siendo serios. Sí. Apoyo esto. Y si tengo que eliminar a todos tus rivales del camino, lo hago. - le dijo, determinada.

-Te abrazaría, pero lo odiarías - expresó el príncipe, sonriente. Ella le sonrió igual. De todas formas, lo hizo. Luego, le dio un puño en el estómago. Este se rió, para escupir sangre.

-Espabila- le advirtió, para ir al centro de mando. En el pasillo se encontró con Straw, ya con armadura. Ella la miró furiosa, y se trató de interponer, pero Straw la detuvo. La abrazó. Bitter se crispó. También la abrazó, irritada.

-Es mi hermano- objetó. - Lo tuve en mis brazos.

-¿Y qué? ¿Quieres que te mande un audio de mi madre explicándonos nuestra historia? 

Straw negó con la cabeza.

-Bitter, no es tan fácil, no quiero meter a Vegeta en algo peligroso...

Bitter alzó la mano, para silenciarla.

-Vegeta está en peligro desde el día en que decidiste que viviera, Straw- le dijo, mirándola a los ojos. Esta negó con la cabeza.

-¡Podría librarse de mi destino, podría!

Bitter la miró irritada.

-Somos lo que somos y si nos enlazamos eso tiene consecuencias en todo el Universo. ¿Ya se te olvidó, eres idiota, o te haces? 

Straw se recompuso.

-No. 

-Para mí está resuelto. No sigas siendo estúpida, que en verdad no quiero que me hagas enojar más- le dijo, irritada. Pero Straw le tomó la mano.

-Qué- le gruñó Bitter.

-Gracias. A los tres.

-Vete al carajo. Sabes lo que tienes que hacer- le dijo, para soltarse y comenzar a dar órdenes.  Straw entró a la habitación de su hermano.

-No debió pasar- le dijo. Este la miró a los ojos y se acercó. No tenía su camisa.

-Pero pasó- objetó el príncipe. Straw lo vio fuera de sí. Desvalida. No sabía qué hacer.

-Eres mi hermano. Sé que entre nosotros nos hemos casado y eso, pero...

Este la besó. Ella no se resistió. Lo apartó.

-No puedo. En serio. Tengo miedo por esto- le dijo. Pero él puso sus dedos en sus labios.

-Fui el saiyajin más feliz del Universo en ese planeta. Junto a ti- le confesó. Ella lo volvió a besar, y él la desvistió, para tumbarla en el lecho y ella bajar sus pantalones.

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Palacio de los Reyes- semanas después

La reina quemó otro mensaje de Dirs, muy personal, donde le decía que la extrañaba. Tenía mejores cosas que hacer, además de saber que se había salvado por su ayuda prestada para el rescate de la princesa Straw. El rey entró al comedor y toda su familia se paró. On no estaba presente.

-Ay, creí que vería la moda "zorra barata luna 82" en este comedor- expresó Pew, para todos los demás reírse. Skank se sentó, y le sirvieron vino.

-Si la reina On muere ya sabremos de quién es la culpa- miró a su madre, furioso. No había querido reclamarle, y fingía que todo seguía igual. 

-¿Volviste a darle otra paliza? - preguntó Bitter, sin crisparse. Straw lo miró furiosa. 

-Algo. Mi hermosa familia. Tanto que me ama- ironizó el rey Skank. Pew alzó las copas. 

-Por la familia real- afirmó. Todos lo secundaron. Momentos después, en una de las rendijas, Pew veía al lado de Kalen lo que Bitter había enviado a confirmarle: a la princesa Straw y al príncipe Vegeta en pleno acto. Sus colas unidas. Pew oía los gemidos. El príncipe Vegeta era bastante fuerte, comparado con su hermana, que lo atraía más hacia sí. Este suspiró. Pero sabía que Bitter lo hacía por alguna razón.

-El rey tendría más razones para quererlos muertos- le explicó Kalen, cruzado de brazos.

-Sí, a todos nos quiere muertos últimamente. Pero tienes razón, serían las principales amenazas para la corona… o quizás no habíamos pensado en ambos como una posibilidad- le dijo al mayordomo, que lo miró trémulo.

-Creí que pensaba en la princesa Bitter- arguyó.

Pew suspiró, incómodo.

-Si ella hubiese querido el trono ya lo habría tomado, Kalen. Pero si pensamos en Straw y Vegeta, hablamos de la saiyajin más querida y popular del universo. Pero no solo eso. Hablo del linaje.  Y Bitter lo sabe- expresó, significativo. 

-Está la reina On- arguyó el mayordomo.

-Es un caso perdido. Se ha restregado los penes de medio reino y ni aún así concibe un hijo, ¿no crees? - explicó, crudamente, para el mayordomo sonreir por la malvada broma. 

-Lo que me da a entender que ella morirá.

-De cualquier forma. 

-¿Pero no cree que nos estamos apresurando? 

-Kalen, te digo yo, que soy un visionario: nunca hay que dejar de perder las posibilidades- afirmó, determinado. Ambos volvieron a oír a los príncipes, que no se contenían.  Pew solo dio dos palmadas en el hombro al mayordomo.

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

A la mañana siguiente, el desayuno estaba tenso. La reina madre adivinaba, pero no lo lograba. Bitter miraba a su primo, que fingía normalidad. Pero Straw no dejaba de mirar a Vegeta. Cómo había hecho aquello. Aunque su hermano ya no era su hermanito: era un robusto príncipe al que se le ofrecían las nativas de los planetas que salvaba. Y eso la ponía celosa. Pero era su hermano. Y no sabía qué sentir. No quería confundirlo. Tenía miedo de amarlo, porque quizás era mejor que él se casara con alguien que no muriera a su lado, para variar. 

“Lo tuve entre mis brazos, qué he hecho”, afirmó. Pero no lograba concebir esa imagen con la del hombre que tenía al frente. Comió, amarga. Bitter la miró de reojo. 

-Por las tetas de Dandala, madre, ¿qué acaso envenenaste a alguien frente a nuestra hermana? 

-No lo sé, pero también coincido en que su actitud no está bien. Vamos, ambos, ¿qué se traen? -regañó Sarin a sus hijos. El príncipe Vegeta suspiró, satisfecho.

-Yo estoy perfectamente bien. Tanto, que no tengo apetito- dijo, para levantarse y palmotear el hombro de Pew. 

-Yo tampoco creo que tengo apetito- afirmó Straw. Una hora después, el príncipe Vegeta gruñía sobre ella. Esta lo miró respirando fuertemente.

-Esto no está bien- le dijo, preocupada. 

-¿Por qué? ¿No me amas? 

-Sí, pero… ¡pero eres mi hermano! - arguyó ella, espantada. - ¡Te tuve en mis brazos!

-Y yo te amo- afirmó este, desconcertado. - Siempre te he amado. Desde hace mucho tiempo. Desde muchas noches, soy la criatura más feliz del Universo- le confesó. Ella lo miró temerosa, y tomó su rostro.

-Y yo, pero… pero no está bien.

-¿Por qué? Nos hemos casado entre nosotros por siglos, Straw. 

Ella se tomó el rostro con las manos.

-Necesito pensar. No quiero que Skank te mate. No quiero que…

-Puedo cuidarme solo. Has visto mi poder- le dijo este, ofendido. - ¿Qué es lo que te pasa? 

-Que esto no debió pasar- le dijo ella, desconcertada. -Yo… Vegeta, yo…

Este se levantó, indignado. La miró furioso.

-Siempre te amaré. Y así me tarde en convencerte, lo sabrás. Espero que no sea demasiado tarde para los dos- afirmó, poniéndose su armadura. Ella lo miró desconcertada.

-Vegeta…

-Me iré, no al ducado. Quiero estar solo- afirmó, furioso. Salió apresurado, y fue a donde su madre. Esta lo miró extrañada.

-No estás bien, pero no quieres que lo sepa- adivinó. - ¿A dónde irás? 

-No quiero estar aquí. No en Plant- gruñó. 

-¿Peleaste con Straw? 

-No- afirmó, mirando hacia otro lado. Ella adivinó, pero no dijo nada. Tomó su rostro.

-Bien. Te daré unas coordenadas. Le diré a tu hermano que estás haciendo trabajo de exploración. A pesar de que tu hermana esté en nuestra empresa de caridad, y que creamos en ella, hasta que no sea un negocio sostenible, debemos seguir ganándose la vida- afirmó.

-Así que destruiremos esos lugares. 

-Bueno… depende de tu informe si lo hacemos- le dijo, entre líneas. - Tómate esos días. 

El príncipe tomó la mano de su madre, entendiendo.

-Gracias- dijo, para darle un beso en la mejilla. 

-Y piensa bien las cosas- insistió ella, que ya miraba acusadora a Straw.

-Acabo de darle a nuestra mano derecha unos días valiosos que habrían servido para instruirlo en cómo instruir tu ducado. Se los merece, claro, pero no hallo el motivo. ¿Podrías explicarme? 

-Madre, no pasó nada…

-Sigue mintiéndome- afirmó ella, dura. - De un modo u otro, lo sabré. 

Straw suspiró. 

-Está bien. Iré a mis tierras, si no te importa. Di unos días a mis hombres. Ya hablaremos- afirmó, para irse. En la plataforma de aterrizaje de las naves, Pew se encontró con ella. 

-Te citaré pronto a ti y a Bitter. Debemos ajustar cuentas. 

-Sí, claro.- le dijo este, significativo. Straw lo miró sospechosa.

-Suerte.

-Sí… un consejo- le dijo este, poniendo amistosamente una mano sobre su hombro. 

-No seas tonta- le dijo, para irse. La reina los miró a ambos. Ya frente a Pew, sorprendida, pero impactada, reflexionaba para sí misma.

-¿Te sorprende? 

-No. Lo veía venir. No me digas que ya estás planeando algo. - le dijo esta a su primo, que sonrió. Ella suspiró. 

-Esto puede salir bien, o terriblemente mal. No hagas nada- insistió la reina.

-Solo te diré que si no hacemos nada, el destino decidirá por todos nosotros- replicó este, levantando las cejas.

-Lo sé- afirmó la reina. - Pero en estos momentos, es mejor tenerlo en secreto. Algo así lo usaría On… o incluso Skank. Y no quiero una excusa para que mis hijos se maten entre sí- afirmó, temerosa. Pew la miró a los ojos. - Por favor.

Por supuesto, él no le haría ningún caso. Menos cuando su hijo, su gran debilidad, era el gran peligro para el reino y su raza.

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Tres semanas después, Planeta Plant - Aldea Puw

Gune y Gine veían a Bardock. Una orgullosa, otra temerosa. El duque convocaba, en alianza con la duquesa Straw, a los hombres que irían a las competencias oficiales del mejor guerrero, que se hacían cada diez años. Básicamente una enorme carnicería de soldados donde el que vivía elegía dónde servir. Aparte de su premio monetario. Cada noble, claro, también competía por su honor. Y el duque, al ser tan vanidoso, claramente no se quedaría atrás. Pero no solo era pomposidad: así se evaluaba el estado de los guerreros luego de avances tecnológicos y médicos. Gine le daba, en su alforja, varias cosas de comer más. Y más recomendaciones.

-Vamos, Gine…

-Cállate- afirmó esta, gazmoña. -Tienes que volver. 

Este se rascó la cabeza. La hija de su vecina era realmente insistente. A diferencia de ella. 

-Dale esto en persona a la reina Sarin- afirmó, poniéndole un saco negro. Gine la miró sospechosa y Bardock también, pero no dijeron nada.

-Madre…

-Es algo entre la reina y yo- afirmó esta, cuadrando la armadura de Bardock - Y tú no te mueras. Te veremos por las pantallas. No serás tan idiota. 

-¡Madre! -protestó Gine.

-Gracias por lo que me toca, señora Gune- se burló Bardock.

-Sí, sí- afirmó esta. - Demuéstrale a este pueblo de tontos que a pesar de llegar de la nada, eres mejor que ellos. 

-Está bien. Adiós- dijo, para lanzarles una despedida con la mano sobre su cabeza. Gine levantó su mano, preocupada. Su madre la abrazó. Ambas fueron a ver el gran desfile de salida. El duque Pew, de armadura negra, estaba acompañado de su heredero, madre e hijas. El año pasado, y en una misión, había muerto repentinamente su padre, quedando él como el titular. Su esclavo tsufuru le susurró al oído, y otro consejero, de negro, también. Este asentía, mirando a los soldados. Hasta que se topó con Bardock.

-No te vayas a morir, ¿no? - le dijo a Bardock, que no lo miró.

-El duque te está hablando, soldado - le dijo el consejero, también de negro, Korioto.

-No, alteza. 

-Digamos que al ser de clase baja no es que se espere mucho de ti… pero se pueden dar algunas sorpresas. Quizás tú nos sorprendas. Eso es lo que realmente me satisfacería- afirmó, para ponerse delante de toda la cohorte, y desplegar su poder.

-Ese premio será para el gran ducado del norte. ¡Venceremos!- gritó, para todos hacer lo mismo y salir volando con él. Gine miró a su madre, Gune, extrañada.

-Madre, ¿por qué el duque Pew siempre te distingue a ti y a Bardock? Ese tipo es un pedante, y más vanidoso que una mujer. ¿Acaso piensa usar a Bardock como…?

Su madre la miró de tal manera, que la joven se calló. Pero ella volvió a insistir ya en su casa.

-El duque Pew, a pesar de lo que parezca, es un buen tipo- suspiró. Gine se sorprendió.

-¿En serio? ¿No tiene malas intenciones con Bardock?

Gune la miró significativa.

-Al contrario, querida. Por eso te lo digo: es un buen tipo. 

-¿Y por qué…?

-Muchas preguntas, querida- le dijo su madre, dándole a entender que no diría nada más. Gine la miró sospechosa, pero por la paz, lo dejó. Algún día lo sabría. 

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Reino de los Demonios, a millones de kilómetros

Bitter aterrizó con su nave, y creó una capa protectora. Varios demonios se abalanzaron, pero ella sacó un cuadrado aguamarina. Todos ellos lo miraron hipnotizados. Ella lo fijó y avanzó. Ahí estaba su hermano menor, con el torso desnudo, incrementando su poder. Le apuntó a Bitter, que no se inmutó. 

-Straw es una tonta- afirmó, con los brazos cruzados. - Pero eso ya lo sabíamos- afirmó, mirando a su hermano arriba abajo. Este la miró furioso.

-¿Quiénes lo saben? 

-Mamá.

-Maldición- objetó este. -¿Y qué piensa hacer madre al respecto? 

-Nada. Así nos lo ha ordenado a Pew y a mí- afirmó esta, sentándose cómodamente sobre una piedra. El príncipe Vegeta lanzó otro poder que destruyó varias rocas.

-No pienso volver- gruñó.  Bitter estaba fastidiada. ¿Por qué el puto destino del reino recaía sobre los dos reyes del drama más barato en todo el planeta? Sadala se estaría riendo de esto. 

-Bueno, no solo fastidia el trabajo de Straw y danos más trabajo al resto, sino que puedes ser el maldito tonto útil de Skank. ¿Quieres eso? - le preguntó, furiosa. Pero el príncipe iba en sus treces.

-Ni siquiera volveré por esa oferta. Dame algo mejor.

-No tengo nada mejor. Vegeta, ya de por sí es jodidamente raro que haya pasado lo que pasó. Ella prácticamente te crió. Es retorcido en mil niveles distintos. Aún así, es lo mejor que nos puede pasar- le dijo su hermana, preocupada. Él bajó la guardia.

-Ella no me quiere allí.

-Ese no es asunto suyo, pero sí el nuestro. Ante Skank siguen siendo una unidad- replicó ella. El príncipe la miró duro y fijamente.

-¿Mamá te envió ante esto? ¿Es por nuestra compañía? 

-Vine sola- le dijo Bitter, altiva. El príncipe se sorprendió.

-¿Por qué?

-Porque si falta un engranaje, se nos jode todo. Tú eres fundamental. 

-Qué iluso- se lamentó el príncipe. - Creí que ella te había enviado- afirmó, con tristeza. Bitter suspiró, compasivamente, por su hermano. Le sucedía, más bien poco.

-Vegeta- le dijo Bitter, suspirando. - ¿En verdad la amas? 

Este asintió con la cabeza, mirando hacia el suelo.

-¿Te has mirado en un espejo? 

Este gruñó. 

-Vegeta, Pew y yo sabemos cómo hablan de ti en el planeta. Puedes derrotar a cualquier rival, no me refiero solo a la fuerza. Straw puede ser tonta, tú no- le expresó, mirándolo a los ojos. 

-Bitter…

-Los saiyajines nunca nos rendimos, Vegeta. Y menos en esta familia. Eso es para las razas débiles- le dijo, significativa. El príncipe entendió. 

-¿Por qué haces esto? 

-Porque soy una imbécil- afirmó, gazmoña. El príncipe sonrió. Era su manera de demostrar afecto. 

-Lo sé.

-Viste ese viril trasero tuyo. Es hora de volver a casa- le dijo. Este le sonrió torvamente. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Días después- Gran Centro de Entrenamiento- Ciudad Vejita 

Cada cinco años, en las competencia oficiales, el mejor guerrero de clase media y baja podía ser ascendido a la Guardia Real, compuesta por cinco mil hombres, e incluso a la del círculo de la familia real. Los cincuenta mejores. Pero el mejor inmediatamente sería transferido a donde este desease. Claro, también era otra manera de depurar a los inservibles y bajar el ritmo de la población: los saiyajines crecían en número. Pero también era para evaluar el estado de los guerreros.

Ahora bien, las mujeres eran fértiles. Cosa que la reina On, ahora reina consorte en pleno derecho, no era, o eso decían en todo el reino, gracias a los rumores maliciosos que expandía el duque Pew. Ella, devuelta del exilio y mucho más contenida, y ahora casada con su hermanastro, el rey Skank, sabía que eso había sido obra de su mayor rival: la reina madre, que seguía teniendo precedencia sobre ella. Esta leía varios documentos. Su rostro estaba lívido, frente a Pew, que la miraba reclamante.

-Así que la nueva amante oficial no soy yo- afirmó, viendo al príncipe Dirs, con una cortesana famosa en Scafar, Maenia. Extrañamente parecida a ella. 

-Le paga sus aposentos. Una zona opulenta.  No me digas que te ilusionaste- le reprochó el duque. 

-No- mintió. - ¿Cómo podría? Es joven, necesita divertirse, y bueno, últimamente no teníamos tiempo para vernos. Entre Straw, tu sociedad, el reino, no doy abasto. Soy mucho mayor que él. Y ya lo había olvidado- expresó, con desprecio.

-Le llevas trece años.

-Exacto. Solo fue una aventura, Pew. Estaré bien- le dijo, fastidiada.

-Sarin, no te diré que te lo advertí, pero lo de ustedes no tenía futuro. Lo sabías- suspiró. -Haz como yo, como todos en realidad: disfruta de tus servidores, de los soldados. Acá hay buen material. Sí, Dirs es un manjar, pero sigue las reglas que ambos establecieron. Además, si se supiera, sabes lo que te pasaría. Y no puedo envenenar a todos los dueños de los medios de todos los planetas aunque quisiera. 

-Tienes razón. Es mejor dejarlo así. Y yo tengo que conseguir un nuevo amante. Alguien que me adore, para variar- pensó, mientras recordaba a Bardock. Aunque él estaba lejos de eso. Ah, que ironía que fuera inalcanzable.

-Para variar. ¿No es por eso que accediste? Puedes escoger al próximo soldado con que te acostarás. Bravo, salvaje y valiente. ¿Hace cuánto no pruebas a un saiyajin? 

-Cuatro años, en realidad…- dijo ella, para este gritar exageradamente. Pero ella solo pensaba cuando se le insinuó en el estanque. 

-Qué vergüenza- afirmó escandalizado. - Tendré que reconducirte a las buenas costumbres- le dijo, para ella cerrar su dispositivo y ver de nuevo las fotos. Las quemó, despechada. Kalen tomó su dispositivo y su primo la llevaba de gancho hacia donde estaban las demás nobles. Ellas  se sentarían primero que sus esposos. La reina On organizaba todo, fingiendo una imagen de pureza máxima, luego de “expiar sus pecados en el exilio”. Era la que más se consagraba a los Cinco Dioses Crueles, la que más abogaba por la pureza del reino (sabía que existían muchos saiyajines descontentos con la integración que procuraba la reina y su hija, la popular princesa Straw), y a las tradiciones. Sus rezos diarios, luego de una vida de impiedad, y de reafirmar la moral eran una farsa para muchos, pero para otros crédulos, era ver como un milagro. 

-Señoras…- organizó ella, suavemente, antes de salir al palco principal -¿Estamos listas? 

Tocaron las trompetas. Kalen, el mayordomo de Sarin, la anunció.

-¡La reina madre se presenta! 

Esta llegó, sin mirar a nadie, con su cabello trenzado hacia atrás, mientras todos la reverenciaban, de gancho con Pew. Miró arriba abajo a su hijastra.

-Voy primero- le dijo, mientras Afni daba los últimos toques a su velo y su armadura azul oscura. La reina On la miró sonriendo, contrariada. Trató de apaciguarla. Pew le sonrió horriblemente. 

-Como reina consorte…y puede consultar a los sacerdotes y al rey, la reina consorte va primero- afirmó esta, con una sonrisa leve. 

Sarin la miró con desdén.

-Me importan una mierda los sacerdotes. Voy primero- insistió. Pew la volvió a tomar de gancho.

On suspiró, sonriéndole a su odiada madrastra. Aquella que la había hecho exiliar. Y más con lo que había pasado con el Consejo Privado. No quería importunarla, pero...

-No tengo ofensa, pero el Rey…

-Conmigo no funcionará tu fachada de reina piadosa- le dijo Sarin, odiosamente. - Siempre he sabido que eres una zorra y una bestia no deja de ser una bestia por más que le pongas un lazo en el cuello o una corona en la cabeza. Veo a través de ti. Voy primero-insistió. Pew bufó, fingiendo no entrar en la conversación. On suspiró, encarando como buenamente podía, el golpe..

-Está bien, madre. Como digas- le respondió. Todas las nobles se miraron, aterradas. Sarin subió, junto con Pew y se acomodó al lado de On.

-Me han dicho… en las calles, que desean que los tsufurus no ganen esta competencia. Y veo que no tienen posibilidad…la gente está complacida de que sean saiyajins puros los que compitan.

-¿En serio? ¿Qué gente? La que ves en tus alucinaciones de nueva santurrona? - preguntó Pew, para beber. La reina On bebió también, mirándolo furiosa.

Sarin no le contestó. Ahora se arrepentía de no haber matado a esa pequeña puta. Se había vuelto un modelo de contención y santidad y comenzaba a influir en Skank, que había puesto todo tipo de trabas al ducado de Straw. Inspecciones de sorpresa. Visitas. Espías, que ella misma había tenido que enseñarle a su hija cómo eliminar, o que Pew se encargaba de controlar.  Problemas creados a propósito: cosechas envenenadas. Inundaciones. Comida podrida.  Incluso forajidos extranjeros que los saiyajines tenían que matar. Sarin sabía que eso lo había hecho ella, influenciando a Skank, que perdía el juicio con esa ramera encima. Y esto era guerra. Claro, la de ella. La de Straw era la que tenía contra su hermano, y sabía que él había hecho eso, a pesar de que quisiera descargar su culpa en otros nobles envidiosos y menos prósperos. Claro, la venganza por su humillación al ser prisionero de Cold. 

-Sería una estupidez que los tsufuru compitieran, cuando contra nosotros no tienen posibilidad alguna. ¿Qué acaso eres tan estúpida? - le respondió ella, hiriente. Bitter, que estaba detrás, parada, como principal general de su hermano, sonreía. Vio a Pew, que sonreía también, bebiendo. El príncipe Vegeta, ya un hombre deseado por varias mujeres en el planeta, llegó. Por órdenes de Skank y para atormentarlo, lo había enviado a la casa de la dama Puni: salió mal. Tanta fama fue la que dejó, que las cortesanas ni siquiera le cobraron y Pew le dio carta abierta para gozar con quien quisiera.  Y eso le dio una confianza inusitada en su virilidad. Bitter lo situó silenciosamente a su lado.

-Oh, no, madre- insistió la reina consorte, para irritar a Sarin. - Pero, según lo que usted ha querido promulgar y en eso ha estado de acuerdo mi compañero, mi rey, es que estos soldados podrían ser más que soldados. O eso ha hecho la princesa Straw…entonces…- reflexionó. - ¿Cuál es el sentido de mantener la tradición por las apariencias? 

-Que somos una raza guerrera y tú eres una estúpida que me busca la lengua- dijo ella, bebiendo. - Ya a tu edad tenía tres hijos. ¿Cuándo es que quedarás embarazada? -le preguntó, punzante. 

-A menos que tantos penes te hayan quitado la habilidad de concebir. Vi que eso le pasó a una mamakiana, lo leí en el portal RedRed- insistió Pew. Bitter le dio un codazo, muerta de risa.

-Esa es una publicación amarillista, primo mío. Creí que leías cosas más respetadas- insistió On, con dignidad. 

-Soy dueño del burdel donde deja el semen tu marido, con siete franquicias en todo el universo. No pretenderás que lea poesías cursis sobre la madre Sadala- expresó, para Sarin sonreír. Bitter lo estaba disfrutando. 

-Bueno, yo hablaba con madre. El heredero vendrá pronto- afirmó ella, encarando el golpe. 

-Sí, cuando la madre Sadala deje de tener las tetas paradas - insistió Sarin, para sus hijos y primo reírse. Pew tomó un bocadillo, que registró y olió, y Koi lo probó. Lo lanzó y lo atrapó con la boca. El príncipe Vegeta se sonrió. Odiaba a su madre cuando hacía eso contra él, o Straw, pero al ellos haberse ido de los deberes de la Familia Real, o no del todo, ya no recibían sus ataques. Ahora, On se lo merecía, por lo que le hizo a su hermana con Gurdock.  Así que se miró con su hermana y primo. Los tres se rieron en silencio por la pelea, de solo palabras, más épica que la conquista del planeta Sadala.

-Estoy en eso, majestad… pero es una pena que se hable tan mal de mí, cuando hago todo lo posible para cumplir con mi deber…-afirmó esta, lastimera.

-Sí, eres muy buena, según sé. ¿No fue por eso que te condenamos y te exiliamos? -replicó Sarin, mirándola con su sonrisa humillativa. On, de no estar nadie, se le habría abalanzado. Solamente fingió no escucharla y miró  a sus hermanos sonriendo. Pero estos se reían. Igual que Pew, que la miraba con crueldad.

-Pero fui perdonada por su inmensa bondad.

-No, fue porque nadie con cerebro se metería con Skank, pero qué más da- insistió Pew. On vio a Bitter riéndose, con el movimiento de sus hombros. El príncipe Vegeta comió también, burlón. Trató de ser amistosa.

-¡Hermanos míos! ¡Vengan conmigo! ¡No los he visto desde hace tiempo! ¡Vegeta!- le dijo al joven. -Te extrañé en nuestro enlace.- le recriminó. El mensaje fue humillante: todos los hermanos pidieron misión con antelación. La reina excusó una negociación en el planeta 3030xp. Pew quería ver a sus hijos. Así que ella se casó frente a todo el pueblo, pero sin la familia. Skank no se molestó: sabía que el arreglo era de conveniencia, por lo que no le prestaba atención a lo que pudiera sentir.

-Estábamos matando a los bichos carnívoros del planeta Corn- explicó este, frío. -A mi hermana le pagaron muy bien y con eso mejoramos los tubos de regulación de las aguas y los robots que los manejan, además de potencializar los cultivos del ducado. -Acaba de darle a mamá una parte de las patentes, para compartir. -Ensayaremos nuevos injertos.

-Mi Straw ha resultado muy lista- afirmó Sarin, orgullosa. Bitter, Pew y Vegeta se miraron sorprendidos. 

-¿Y esto lo sabe Skank? - preguntó On, sonriéndole a su suegra.

-Claro que sí, lo discutimos en el Consejo anteayer- dijo ella, insinuando que jamás discutiría asuntos de Estado con ella.

-Es una lástima que te lo hayas perdido. Pero seguramente excedería tu comprensión- se burló Pew, para Bitter casi llorar de lo que estaba disfrutando tremenda paliza.

-Creo que mi intelecto es decente, querido primo. Como la reina consorte- insistió. -Ahora debo cultivarme.

Pew miró a Bitter, que estaba a punto de estallar de risa.

-No- le advirtió. Pero este se estiró, indolentemente. 

-Entonces el siguiente príncipe será una canasta de frutos huecos. Vegeta, ¿cuándo llegará nuestra socia, digo tu hermana? Todo el planeta está aquí por ella.

-Sobre todo nosotros- dijo Sarin, emocionada. 

Este suspiró, pero disimuló ante Bitter.

-Pronto, madre. 

On carraspeó.

-Supe, querida madre, que pronto se irá de viaje con los príncipes y el duque a Scafar a negociar con la Asociación de Comerciantes Interplanetarios del Norte. Espero que su empresa sea provechosa- afirmó, amistosa. Pero Sarin la miró con el mismo desdén.

-Eso no es asunto tuyo - dijo la reina, mirándose las uñas. -Tu asunto debería ser salir preñada lo más pronto posible de un príncipe poderoso, como lo hice yo. Seguramente el exilio te hizo olvidar algunas cosas, querida. Más vale que las recuerdes, los hombres se aburren rápido- le insinuó malignamente. On suspiró, sin responderle. Y hubo un silencio enormemente incómodo.  Pew seguía tomando vino, para mirar maligno a sus primos. Bitter se reía en silencio. Vegeta, sentado al lado de su madre, hizo lo mismo. Este le susurró a su hermana.

-Si este es el preámbulo, ya no quiero el espectáculo- le dijo burlón. Ella bufó. 

-Deberíamos ponerlas en la arena. Freezer y Cold no nos pedirían planetas en diez años- insinuó, para el príncipe Vegeta bufar y reírse en silencio. 

-Yo en el segundo round- se burló Pew, para los tres reírse. On seguía sola, en el trono, tratando de seguir con su dignidad.

-Iré por Skank- dijo Bitter, mirando de igual forma a On, que estaba inmóvil, con su sonrisa serena. Sabía que su madre había sido su gran maestra, pero su peor error había sido ser su enemiga desde que comenzó a influir en Skank y este comenzar a dudar de sus decisiones. “¿Es necesario, madre, que hayan tantos tsufurus en el reino?” “¿No crees que Straw toma decisiones locas que pueden desestabilizarnos?” “Pew tiene muchos negocios, aquí y allá” “Haré los juegos para reafirmar la tradición: sólo participan saiyajines” 

Además, ya había discutido varias órdenes. Había comenzado a enviar a destacamentos sin consultarla. Solo le informaba hasta que lo hacía. Y una misión salió tan terriblemente mal, que Bitter tuvo que ir con refuerzos de inmediato. Skank gritó y maldijo. Pero su madre sabía que era más por él que por los hombres que había perdido, y por reafirmar su poder. Y por supuesto, Pew no dejaba de hacer circular todos los errores del rey y las infamias de la reina On donde pudiera. Sabía que Skank era un tonto, y los tontos no merecían ni su ayuda. Debía proteger sus propios intereses: el ducado de Straw, y sí que se había desgastado en ello. Su proyecto con ella. Sus tierras. Y hacer que todo funcionara, ayudando a la reina. Pero lo primero le interesaba más. Qué sabía ese estúpido rey de construir algo.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

En tanto, Bitter recorrió los pasillos del Gran Centro de Entrenamiento. Dos guardias, apostados. Nappa, afuera. Lo miró con una ceja levantada.

-El rey dijo que no lo interrumpieran - dijo este, temeroso. Bitter lo podía hacer pedazos con una mano. Esta lo empujó. Encontró a su hermano, con la armadura y la capa puesta, penetrando a una cortesana tsufuru, irónicamente. Gruñía a todo volumen. Bitter sonrió. Estúpida On- pensó. 

-¿A tu esposa no le molesta? 

Este seguía gruñendo bestialmente. Bitter pudo mirarlo con patetismo, a él y a todos los hombres de su especie y otras que tenían que moverse así para fornicar. Su vulnerabilidad. Pensar que tenían que enfocar toda su fuerza en un órgano tan frágil. Y tan horrendo como un gusano grueso de un planeta inferior. Lo peor: ya había visto a sus dos hermanos en eso. Le parecía patético.

-Es muy… comprensiva…dice que…mientras no preñe a nadie…ella entiende…-gemía su hermano, apretando los dientes. La mujer hacía lo mismo.

-Ajá- respondió ella, no muy segura de esa respuesta. Seguramente así lo manipulaba. 

-En fin. Sube a los juegos que pagaste tú para mostrar la pureza de nuestra raza- se burló. Este sonrió, sin dejar de moverse. La mujer gemía. 

-La gente está molesta… debo complacerla. Mierda- gimió. 

-¿Y qué pasa si preñas a alguien? -preguntó, como retorcida hipótesis. 

-Jamás ha pasado con nadie le dijo, orondo, bajando el ritmo. Ella levantó las cejas. 

-Más te vale que no con On.  Espero afuera- suspiró. Su hermano jamás cambiaría. Y claro que eso le serviría a su madre. 

El rey se presentó, mientras todos lo ovacionaban. Pero más gente se levantó al entrar la princesa Straw, escoltada de un tsufuru de cabello plateado y ojos violetas, muy apuesto y atrás, un guerrero de mirada torva. Se notaba de clase baja, al que el duque reconoció como Bardock. Había crecido bastante. Pew había integrado sus huestes con las de Straw, prueba de que eran aliados fuertes. Bitter y Pew se miraron, así como Sarin. 

Vegeta ardía en cólera por el tsufuru. El que ya estaba ahí, pero algo era diferente. Straw estaba como siempre:  tenía su trenza detrás, y su armadura era roja, el color más sagrado para los saiyajines. Skank miró de reojo a su esposa, que lo miró igual. Su madre miró a ambos, perspicaz. Vegeta miraba duro a su hermana, al igual que Bitter. Esta se arrodilló ante su hermano.

-¡Majestad! ¡Yo la duquesa Straw presento a mis combatientes a tu servicio! ¡Vivirán o morirán en tu gloria!

Estos se agacharon, elevando su poder de pelea, como ella. Skank miró altivo a su hermana. Igual el suyo era elevado. La odiaba. Odiaba que por culpa de toda su maldita familia se la tuviera que pasar entrenando. Apenas tenía tiempo para algo. Lo de aquella joven tsufuru ya no era una constante, era ocasional. Ahora tenía que reinar, ya que no le creía a su hermana menor ni media palabra, ni a ese maldito doble de Pew, ni a nadie. Sabía además que su madre también lo hacía, pero no en el planeta, como le había informado su esposa. On no había resultado tan mal, luego de todo. Sabía cuál era su papel y eso le gustaba. Y Vegeta… ya mostraba modos. Maldito infeliz. Todos parecían traicionarlo, pero él no sabía cuándo. Pero esa maldita ramera, con sus sonrisas y sus locuras. Y todos la amaban. ¡Que Sadala se la llevara al infierno! 

-¡Adelante, Straw! ¡Muéstranos a todos lo que has logrado!- la alentó Skank. Ella se sentó al lado de su familia, sonriendo. Miró aprensiva a Vegeta, y este a ella. Pero sin embargo, le sonrió. Este la miró a los ojos. 

-Vamos a ganar. Estoy segura- le dijo, determinada.

-¿Por qué metiste a Bardock como principal contendor?- se molestó el príncipe. La reina lo observó. Este a ella, que sonrió. Vio a su hija animándolo, junto a Pew. Ambos volvieron a mirarse. On notó el gesto.

-Creía que solo tenías ojos para tus hijos, madre- apuntó sibilinamente. Sarin bufó, despreciativa.

-A diferencia tuya, yo no solo observo la belleza que hay delante de mi espejo. Si no fuera por mi, seguirías durmiendo en un cuchitril con vidrios lóbregos- le respondió. Straw sonrió, tapándose la boca. Su madre era tan mortífera con todos sus métodos, pero sobre todo con su lengua. 

Pero la batalla en el palco real no terminaba. Bitter miró a sus hermanos, igual de burlona. Los tres lo gozaban al máximo. Si la perra de On insultaba al soldado de nuevo, el que se metería a la arena sería Pew.

-Belleza, claro. Es un soldado como todos los demás. Tosco. No vale nada- afirmó ella, venenosamente, para Straw crisparse. Pero Bitter puso una mano en su hombro. Pew sonrió.

-¿Sabes de quién más decían eso, majestad? 

-Ya sé, Pew. De mí. Qué predecible eres- se burló la reina consorte.

-Oh no, lo iba a decir de tu virginidad- le dijo, sonriente, para Straw sonreír. La reina Sarin también lo hizo, y le tomó la mano, en señal de agradecimiento. El príncipe Vegeta estaba contentísimo. También se reía en silencio. On suspiró. Volvió a la carga.

-Gracias por construir esos aposentos para mí, madre. Pero duermo con mi marido religiosamente. Es raro, porque los saiyajines dormimos separados. Así como lo hacía mi padre con usted, ¿verdad?- le recordó, aludiendo a las infidelidades de su esposo y a su rudeza con ella. 

-¿No se pedorrea mucho, el rey? - preguntó Pew, para Bitter tomarse la nariz, burlona. Straw se tapó la boca, mientras el príncipe Vegeta se reía en silencio. Sarin le dio un golpe en la pierna al duque, que bebió y comió, para echarse su negro cabello hacia atrás, con un gesto femenino.

-No mucho, Pew. Pero gracias por preguntar- respondió Skank, burlón, para comenzar a arengar a sus favoritos y comenzar a gritar por sangre. Pero On siguió insistiendo. No se dejaría burlar así de fácil de esa familia de bastardos.

-Debería viajar con usted a Scafar, para aprender de su apreciación de la belleza- dijo, y miró a Straw, que no tenía la vista fija en el combate múltiple, donde Bardock ya había herido seriamente a dos soldados de clase media. Era al joven tsufuru de cabello plateado. Este a ella. Pew lo notó, pero estaba concentrado en el hijo de su esposa.

-Eso lo tienes contigo, o no. En esos asuntos, es como ponerle a un Ozaru un vestido de seda- apuntó Sarin, mirando a Vegeta, que la miró con una sonrisa de complicidad. Incluso Straw se volvió a reír, mirando a su hermanastra malignamente. Se lo merecía. Ella había conducido a su primer amor a la ejecución. Esta la miró dura, para sonreír de nuevo.

-Además- dijo, interrumpiéndola (Vegeta y Straw, así como Bitter, atrás, que disfrutaban más la pelea del palco que la de sus soldados, estaban sedientos de sangre, pero la de la reina consorte y Pew solo remataba oportunamente)- Tú tienes que ocuparte en darme un nieto. Ese es todo tu trabajo- le dijo, sonriente. On le sonrió también, para borrar su sonrisa apenas miró a Skank.

-Esposo…

-¡Cierra la boca, mujer! - gritó este. - ¡Vamos, mueran, sabandijas! - gritó, deleitado cuando vio a un combatiente arrancarle la cabeza a otro. Se pasó la lengua por los dientes, deleitado por la sangre. La multitud gritó. Straw se crispó, y apretó la mano de su hermano, que apretó la suya. 

-¿Estás bien? 

-Sí, perdona. Hace rato que no veía esto frente a mí. Menos mal no era nuestro. Ay, no, Peril. No..- afirmó, viendo a uno de sus soldados caer atravesado por una esfera de energía. 

-¡Vamos, Bardock, no te rindas!- gritó Pew, parándose, y animando al joven. -¡Vamos!

-Qué raro, primo. ¿Lo animas porque lo tomarás de amante? Creí que te gustaban delicados- se burló On.

-Querida, incluso me cogería a tu esposo y ni siquiera te darías cuenta. Lo haría mejor que tú- dijo, para seguir gritando, e hizo una mueca de horror cuando un soldado partió a otro en dos.

-Bueno… en realidad yo lo habría partido mejor- afirmó, pues era de todos sabido cómo asesinaba al duque a sus enemigos.

Era una carnicería. Ya habían cuerpos partidos en dos, otro soldado con los intestinos afuera y otro hecho pedazos. Los pedazos de lo que eran otro, desintegrado. Quedaban muchos más. Bardock, para ser de clase baja, se abalanzaba con arrojo, al lado de su compañero tsufuru, que lo cubrió con un campo de energía. Ambos lucharon espalda a espalda, mandando flashes y luego estrellando (y desintegrando) a dos soldados más. 

El pobre Meril escupió sangre. 

-¡Meril!- gritó Bardock, que se vengó, atravesando al otro soldado. Otro se le abalanzó, para estrellarlo contra el concreto, para exclamaciones del público. 

-¡Háganlo trizas!- gritó el rey, para irritar a Straw. Esta apretó la mano de su hermano con dureza. Y este la de ella. 

-Con razón las mujeres de clase baja tienen tantos hijos- observó On, con media sonrisa. - Si son los primeros que mueren. 

Straw la miró furiosa. On sonrió, sabiendo que había conseguido lo que quería. Sarin se dio cuenta. Se levantó, pasando odiosamente en frente de su nuera. Se puso al frente de su hijo. 

-Skank, te apuesto diez mil monedas y una piedra magnitiana por ese soldado- le dijo su madre. Este se echó a reír. 

-¡Mamá, es una sabandija! ¡Morirá pronto! 

Ella se quedó al frente. 

-¿Las quieres, o no? 

Este abrió las manos. Toda riqueza siempre era recibida. Sobre todo si venía de la fortuna personal de su madre. Siempre se habia negado a decirle cómo la conseguía y dónde guardaba sus tesoros. La odiaba por eso: porque ella tenía lo que Freezer quería desde el primer día. Y prefirió a Straw.

-Algo deberás querer a cambio- le dijo, suspicaz. 

-Dile al sacerdote Turenk  que deje en paz a las casas de placer o le cortarás tu mismo la verga. Los que sobrevivan -y lo sabes- no tendrán suficiente con sus compañeras. Es mejor que los esperen piernas abiertas y gratis antes de ver a pobres niñas preñadas por ahí.

On la miró con ira. Le había dicho a Skank que eso de mantener casas de placer no era muy piadoso y tambien para molestar a Pew. Pero el rey no le había hecho caso: era su cliente más frecuente. On insistió en que esas mujeres “debían tener trabajos dignos y era un crimen explotarlas”. Además eran casas de pecado. La reina la retó: dejó que ordenara cerrarlas por seis meses. Las pobres tuvieron que irse del planeta, por lo que menos extranjeros llegaron y se multiplicaron las violaciones. Skank, desesperado, tuvo que volver a abrirlas. Pero On no cesaba en su cruzada.

-Y quiero que sea frente a la reina- afirmó, maligna. Esta la miró con furia, temblando.

-Esposo, yo…

Skank se abrazó con su madre. 

-Hagamos algo. Si vive también te lo doy para tu uso personal. Ya debes estar aburrida con el esclavo que tienes- le insinuó, pervertidamente.

-No sé de qué me hablas- dijo, mirando significativamente a su nuera. Ambos sellaron el trato. Straw sonrió. Tomó de la mano a su madre.

-Gracias.

-Al diablo- dijo ella, para mirar a Bardock levantarse y poner de escudo al soldado rival.  Pew miró a Straw, alarmado. Bardock atravéso a su rival. Mandó a otro contra otros tres. Comenzó a pelear contra cuatro más y desplegó su poder. Los otros también. Ya estaban veinte cadáveres en el piso. Straw volvió a gritar.

-¡Vamos, Bardock! ¡Bardock, Bardock, Bardock!- gritó, para el duque levantarse y comenzar a arengar a la multitud.

-¡Bardock, Bardock, Bardock! 

Todo el recinto coreó su nombre. Este miró a todos confundido, y sonrió torvamente, para desplegar su poder y atravesar a uno de sus rivales, y luego patear a otro. Al final, él y otros diez heridos, tambaleantes, quedaron con vida, incluido su compañero tsufuru, más herido que él. 

-¡El campeón es, el soldado Bardock! - anunció el ujier. -¿Desea ahora servir al rey? 

-Majestad- dijo este, arrodillándose. - Perdone usted, pero estoy contento sirviendo a la princesa Straw- afirmó,  para el duque sonreírle a su socia. Bitter también sonrió, orgullosa. 

Muchos gritaron al oír su nombre. Esta saludó, sonriendo, entusiasmada. 

-Está bien. ¿Qué dicen los demás? 

-Lo mismo, sí… -afirmaron. Skank se crispó. Maldita fuera su hermana. Él, que había estado en las peores misiones, aguantando los golpes de su padre, mientras ella, la niña linda, la favorita de ese maldito degenerado que lo había traído al mundo, solo con sonreír lo tenía todo. Mocosa de mierda.

-Bueno… como sea. Tengo más- bromeó, para todos reírse. - Vayan, les esperan mujeres, dinero y bebida. A mi cuenta, por si cambian de opinión- guiñó el ojo. Todos rieron. Straw bajó, a abrazar a Bardock y este a ella. Todos le hicieron una reverencia y se acercaron, para ella tomar sus manos y alzarlas. Todos se volvieron locos.  Straw fue a donde el tsufuru.  Ella lo miró a los ojos y este a ella. Sarin notó eso. Vio a Vegeta furioso por el gesto. Bitter también. Ambas se miraron. Pew también, pero no dijo nada:  le dio unas palmadas en el hombro a Bardock. Luego, Straw y todos los Mercenarios Interplanetarios alzaron los brazos. Eran absolutamente populares y lo mejor: eran oriundos del planeta Plant. 

-Igual lo que te prometí es tuyo, querido- le dijo Sarin a su hijo, para tranquilizarlo y bajar los ánimos. 

-Gracias, madre. Cenaremos. Y te daré tu regalo- afirmó, maligno. On se fue detrás de su marido. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes- Aposento del Rey

El rey tenía a su esposa acostada, penetrándola, fieramente. Ella lo miraba, con los codos apoyados, mientras este sostenía sus piernas. Pero la tiró de repente. 

-¿Esposo? - se sobresaltó ella. Este rebufó, furioso. Hastiado. 

-Me aburro. No es lo mismo cogerte cuando eras una zorra- dijo, recordándole sus tiempos de ninfómana.

On lo miró con furia, pero se lo calló. Se levantó.

-Esposo…¿qué deseas hacer? 

Este rompió la mesa con una mano. Ella se sobresaltó. Sabía que estaba furioso. Lo jaló, desnuda, hacia el lecho y se puso encima. Comenzó a mecerse suavemente.

-Es tu hermana… aquella adoradora de tsufurus. Dice que no quiere quitarte el trono, pero ¿quién te lo garantiza, tu madre? ¿La serpiente de tu primo? Esposo…

Este comenzó a gemir, dejándose llevar. 

-On. Carajo. Ya te acuerdas... -dijo este, gimiendo inaudiblemente. Exhaló.

-Tú eres el rey… tú decides sobre nosotros… alza tu voz… puedes contenerla…- insistió ella. 

-¿Cómo mierda? 

-Ella tiene que cumplir con su deber… con más deber por ser la … mejor… con todo…

A Skank se le iluminaron los ojos. Gruñó, y alzó a su esposa, para ponerla contra la pared.  Esta gritó. Comenzó a estrangularla, ferozmente. Ella trataba de librarse, pero se seguía moviendo.

-Skank…

Este desplegó su poder, para ella gritar. Él la tomó del rostro, para hacerlo más fuerte. Hasta que se descargó en ella y la dejó magullada y despeinada. 

-Y pensé que no servías para nada- dijo, sin mirarla. Ella apenas pudo moverse. Sus damas la encontraron hecha un guiñapo, horrorizadas, y la llevaron a la cámara de recuperación de la Familia Real.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Momentos después - Aposentos de la Familia Real

Aunque la tensión entre Straw y Vegeta era evidente, ambos hablaban sobre los detalles del combate. Sarin, Bitter y Pew los escuchaban, entusiasmados.  

-Y cómo se levantó. Ese Bardock a pesar de ser un soldado sabe lo que hace. Me gustó cuando atravesó al otro-afirmó Vegeta,  para tomar vino.

-Ni lo digas- le dijo Straw. - Le hizo así- lo señaló, para luego subir el dedo. Este se echó a reír, y le hizo lo mismo. Comenzaron a hacer lo mismo, hasta que llegó Skank, de negro y verde oscuro, como siempre. Todos se pararon e hicieron la reverencia. Se sentaron. 

-¿Y tu esposa? -preguntó Bitter.

-¿Qué? ¿La extrañas? ¿Para mirarle las tetas? - le preguntó Skank, burlón. Straw se contrarió. Su hermano podía ser tan asqueroso.

-Todo el reino le ha visto las tetas, por si no lo recuerdas- le respondió Bitter, ácidamente. Este bufó. Tenía razón. 

-Bueno, ahora que solo se las veo yo, digamos que las he “usado” tanto que la dejé para la cámara de recuperación.- se mofó.  Al oír esto, sus hermanos se estremecieron y miraron a su madre, pensando en lo que le hacía su padre, pero esta ni se inmutó.  Seguía comiendo como si nada.- Y tú, ¿vas a joder a más cortesanas? Vas a arruinar a tu primo- se burló de Vegeta, que lo miró fríamente.

-Es asunto mío. No tuyo- le respondió, secamente. 

-Sí es asunto mío. Verás, eres algo llamado príncipe y el príncipe debe dar herederos al reino. No puedes pasarte toda la vida con cortesanas. Te encontraré una buena mujer, porque, ¿qué pensarán de nosotros? Para raritos ya está Bitter - señaló a su hermana, que lo miró con una sonrisa de desprecio. -Y su gusto por los coños parece darle la fuerza-  afirmó. - Ni qué decir de Pew. 

Orgulloso de su ingenio, se echó a reír. 

-Seguro porque me lo agradecen más que a ti- le replicó Bitter, devolviéndole el golpe. Straw y Vegeta se miraron. Adoraban a su hermana dándole su merecido. Pew sonrió. 

Skank suspiró. 

-Sí, como sea. Ya el puesto está tomado. ¿Qué harás? ¿Y cuándo comenzarás a conquistar planetas para mi? ¿Te la vas a pasar entrenando con soldados todo el tiempo? Pero bueno, con tu cara…

Straw no se aguantó más. 

-¡Ya basta, Skank! - intervino Straw, molesta. - ¡Déjalo en paz! ¿Qué quieres lograr? 

Sarin dejó sus cubiertos. Ah, no. No como siempre. No otra vez.  Bitter se volvió a crispar.  Skank se echó a reír. Pew miraba todo alertado.

-¡Es una plática de hombre a hombre, hermano a hermano, mujer! ¡De rey a su… súbdito!- justificó, burlonamente. Vegeta apretó los puños.  Pero Straw no cesó en su defensa.

-No, quieres avergonzarlo y hacerlo sentir mal, como siempre lo has tratado de hacer con todos para validarte- insistió ella. - No te lo consentiré- le dijo, mirándolo a los ojos, y apretando los dientes.  A cambio, Skank la miró con burlón desprecio. Sarin miró a Bitter. Estaban a punto de intervenir. Pew se comenzó a levantar.

-¿No crees que ya con pelo en sus bolas podría defenderse solo? ¿O serás siempre la mascota de mi hermana? 

-¡Vete a la mierda! - se abalanzó Vegeta, para golpearlo, pero Skank lo estrelló contra la pared, abriendo un cráter. Bitter se levantó, pero Straw apareció en medio. 

-Si haces algo más, no respondo- lo amenazó. 

-Vamos. He esperado esto por mucho tiempo- la retó, relamiéndose. Pero Bitter apareció en medio de los dos, e hizo otro despliegue de su poder saiyajin. La mesa se terminó de destruir. Sarin estaba parada, protegida por Pew.

-Paren. Ya. - advirtió ella, furiosa.

Ninguno de los dos parecía ceder. Hasta que Sarin fue rápidamente y abofeteó a ambos. Skank la miró furioso. Pew y los demás hermanos se miraron sorprendidos.

-¡Madre! ¡Sabes que atacar al rey implica la pena de muerte! ¡Es traición!- rugió. -¡No vuelvas a hacerlo! 

Esto enfureció más a Sarin, que le dio otra, para sorpresa de sus hermanos y primo. Skank la miró furioso, pero igual de sorprendido. 

-¡Lo haré así eso me ponga la cabeza en una pica!- le gritó. - ¡Y tú! ¡Recoge a tu hermano y deja de hacer amenazas de las que puedas arrepentirte!- le gritó a Straw, que la miró desconcertada, para alzar a su hermano, que miraba con odio a Skank. - Ya le daré yo a Vegeta una mujer de su gusto, ¿de qué otra minucia tienes qué preocuparte? 

-Un buen rey se preocupa por su familia- dijo este, mirando victorioso y humillativo a sus hermanos. Bitter bufó, mirándolo con la misma sonrisa de desprecio. Maldito cretino. 

-Pues si tu generosidad se extiende por lo que consumimos en esta familia,  envíame a la tsufuru que te cogiste hoy en la Arena- lo delató. Skank sonrió, respetando a su hermana por dar un golpe oportunista . Maldita Bitter. Era tan conveniente, tanto en la vida como en la batalla.

-No me sorprende- dijo Straw, llevando a su hermano apoyado. Sarin suspiró, fastidiada. 

-Coge con quien quieras, pero más con la otra. Y procura no enviarla tanto a la cámara de recuperación. ¿Cómo diablos podrá darte hijos? - le expresó. Este suspiró. Había terminado golpeado y regañado por su madre, como si tuviera otra vez 5 años.

-Bueno, me da inspiración. Creo que comeré… solo- masculló, irritado. - Y si quieres a tu tsufuru, búscate la tuya, bocona- le dijo a Bitter haciéndole un gesto obsceno, que lo miró con una sonrisa torva. 

Tanto madre como hija se quedaron viendo los daños del comedor. También el duque.  Ya recogían los objetos dañados.

-Imbéciles. Ahora tendré que ver en el próximo saqueo o en Scafar algo decente- se quejó. Bitter vio ominosamente el símbolo de la familia real, en el comedor, dividido en dos.

-Madre, esto se saldrá de control- le advirtió a Sarin, que odiaba admitirlo. 

-Menos mal viajamos a Scafar para calmar en algo las cosas. Bitter negó con la cabeza. 

-Esa perra de On le está dando ideas. Y estoy segura de que la mayoría son que piense en que Straw le va a arrancar la garganta- le advirtió a su madre. Sarin suspiró. Pew levantó las cejas.

-Sí, no te escuché. Sé lo que me vas a decir.

Pew asintió, levantando las cejas, para darle más vino. 

-Tu hijo se vuelve cada vez más paranóico. ¿En serio iremos a Scafar cuando puede tomar otra medida estúpida que nos arruine? - le preguntó, punzante. Sarin suspiró. Miró a su hija Bitter.

-Quédate- le ordenó. - Incita a su hermano a cultivar su depravación. Es probable que tengamos a esa imbécil quemada con una pira al ritmo que van, que yo tenga un nieto- expresó, oscuramente. Bitter se estremeció un poco. Su madre había sufrido lo mismo con su padre, pero ella no tenía nada de compasión por la que sufría lo mismo que ella. 

-¿Crees que eso bastará? 

-Te necesito aquí- tomó su hombro. - No sabemos qué puedan hacer.  Y tú puedes frenarlo, de cierto modo. Aún no quiere matarte- le dijo, muy preocupada.

Esta suspiró, cruzada de brazos. Asintió.

-Cuenta conmigo. Straw es mi socia y mi hermana- le dijo, trémula, mirando a Pew. Y pensaba cumplirlo por encima de todo. Sarin comenzaba a contemplar, aunque no quería, la terrible tragedia sobre sus espaldas: sus hijos no tardarían en matarse entre sí. Lo que no sabía era cómo.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Ya al salir, Vegeta se desasió de Straw.

-Vegeta, yo…

-Como socio mayoritario, permaneceré, Straw. Pero te diré algo: no soy un niño para que me defiendas más. Puedo solo- le advirtió.

Ella lo miró incrédula.

-Vegeta… 

Este se iba a ir, pero ella lo detuvo, dolida.

-¿No sería para ti, mejor, conseguirte a alguien que no fuera yo? ¿Y si muero? Tienes que tener familia, tú…

Él la jaló, para ella respirar fuertemente.

-Si te mueres, me muero- le dijo, para besarla. Ella volvió a responderle, para luego apartarlo.

-No…

Este tomó su rostro, para luego irse. Ella lo siguió al gran pasillo, donde una de las sobrinas de Pareps, duque de Oriente, comenzó a hablarle, con otras nobles. Él se fue de gancho con ambas. La princesa lo miró molesta, y se fue furiosa hacia el otro lado.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Aposentos de la reina madre- Palacio de los Reyes, momentos después

Por otro lado, la reina llegó irritada a sus aposentos. No quiso que nadie la atendiera. Hasta que sintió unos movimientos al lado de la habitación de su lecho. Un gesto de confusión. Era el soldado ganador: Bardock. Estaba mareado. Ella fue a atenderlo. Miró a su dama de compañía, y le dio un mensaje. Ella sacó varias trampas. Apuñaló a otra sombra. Salió llena de sangre. 

-Vigila. Llama a Kalen.

Ella asintió. 

-Creo que me robaron. Bebí con unos hombres. Y...

-Y te trajeron aquí como una broma de mal gusto dedujo ella, irritada, pensando en On. Así querían provocarla ella y el Consejo Privado. Ay de que lo siguieran haciendo, pensó. - ¿Quieres ver algo? -le preguntó.

Este se levantó. La reina tiró una esfera por las rendijas. Las cerró, con un botón. Gorjeos, y maldiciones. Bardock se sorprendió. Eran espías.

-Soy un imbécil- afirmó. -Robaron mi premio- expresó, furioso. 

-Lo recuperarás- afirmó esta, sacando su arco de pociones. Le dio a beber una, que lo recompuso de inmediato. Este se levantó y se arrodilló.

-Perdón, majestad. Lamento mucho lo sucedido- afirmó, avergonzado. Ella le dio la mano. Él la tomó. Lo vio bondadosamente.

-Saldrás al amanecer. Es en unas horas. Es cuando hay menos servidores. Descansa- dijo ella, sentándose al lado de la cama. Este se sentó. Se hundió.

-Es cómoda.

La reina le sonrió, para pensar en todo lo que estaba pasando. Su hijo mataría a su hija, ella a él, o ambos al tiempo. Era claro lo que tenía que hacer. Pero estaba sobrepasada. Más encima, Vegeta enamorado de su hermana. Y seguir con todo, hasta que los aceptaran.

-No podría ni imaginar pensar en todas esas batallas- dedujo él, viéndola. Ella le volvió a sonreír, triste. 

-Aprovecha para dormir. Y me cuentas: podríamos poner estas camas para los soldados- le dijo, abrazada a sus piernas.

-Entonces nos quedaríamos aquí y no lucharíamos nunca- se burló él. Ella se echó a reír por la broma. Él la volvió a observar. No aparentaba la edad que tenía. El cabello, cayendo en cascada, leonino. Su piel blanca. Pero su rostro siempre preocupado y triste. Su cola siempre enrollada.

-¿Alguna vez... ha sido feliz?- le preguntó, viendo el hermoso techo, con imágenes de la madre Sadala como reina de las estrellas. Ella lo volvió a ver con una sonrisa triste.

-No- le confesó, sinceramente, para sorprenderlo. - ¿Pero eso existe para nosotros? 

-Quizás. En algún otro universo. O posibilidad- reflexionó.

-Eres muy soñador para ser un soldado- respondió amarga, la reina. -Eso es malo. Y bueno- dijo, sin mirarlo viendo hacia la ventana. 

-Eso supongo es lo que me hace ser feliz- expresó. La reina lo miró burlona.

-Tú.

-Cuando bebo con mi escuadrón, cuando vemos un nuevo gran planeta que no destruiremos. ¿Sabía que una vez, de recompensa, Straw nos llevó a un planeta con mares extraordinarios? 

-No- le respondió ella, sonriendo, interesada.

-Ahí... ahí entendí que son esos momentos. Pequeños. No siempre estaremos felices, pero quizás la felicidad es eso. Fracciones de tiempo- entendió Bardock.

-Debiste ser filósofo, como los coforianos. Aún podrías- observó ella.

-No me interesa. Se me da mejor luchar- afirmó, tumbándose sobre la almohada. - Vaya- apreció. - Si durmiera acá dormiría todo el día.

Ella se volvió a reír.

-¿Eres siempre así de lúcido? -le preguntó, interesada.

-¿Qué es lúcido?-preguntó él, confundido. Ella volvió a sonreír por su simpleza.

-Una persona que ve más allá de las cosas. Que es más sabia de lo que aparenta- le explicó. Él suspiró.

-Soy. Solo eso- le respondió, sencillamente, confirmando sus inquietudes. Era tan fácil, todo, con él. Lo envidiaba enormemente.

-Nunca ha sido fácil para mí. Hay mucho en juego. Mucho qué perder- afirmó, con desolación. 

-Supongo que por eso se me insinuó aquel día. Quería una distracción- le dijo Bardock. Ella suspiró y se levantó. Se recostó a su lado, vestida, admitiéndolo. Este se crispó, pero no hizo nada.

-Sí, Y quería asustarte. Me divertí más jugando contigo que asustándote. No me temías. Había alguien que no se impresionaba ante mí. Me pareció interesante.- confesó. 

-Hasta que le dije que yo iba en serio- expresó. Ella suspiró, para voltearse. 

-Sí- dijo, mirándolo a los ojos. Este la miró duro. Tomó su mano. 

-No voy a terminar en una cloaca o envenenado. No soy una diversión, no soy un juego. Y estás loca si crees que no me impresionaste- afirmó, para besarla. Ella lo besó a él.

-¿Y si solo lo dejamos en que te deseo desde que te vi? 

Este sonrió, y la volvió a besar, tomando sus manos. Ella lo levantó y él se quitó su armadura. 

-Debería bañarme- expresó, pero ella besó su cuello y su torso. Él rompió su vestido y todo lo demás. Ella tomó su rostro, y él se deshacía de sus pantalones. Ella se puso encima, y este abrió los ojos y la boca, gimiendo, para ella comenzar a moverse. Él puso las manos en sus pechos, y los besó. Sus colas se entrelazaron. Ella gimió aún más, para él ponerse encima y ella dejarse ir, mientras él besaba sus pechos. Él tomó su rostro, y ella lo estrujó, para devorar su boca otra vez. Momentos después, él, sudoroso, se descargaba sobre ella, a sus espaldas. Ella tenía todo el cabello sobre su rostro. También estaba sudorosa.

-Es de madrugada- le susurró. Ella se retiro, mirándolo con la respiración agitada. Lo abrazó, para besarlo otra vez.

-¿Quieres seguir con esto? -le preguntó ella, recostada como una diosa. Él besó su cadera y se posó encima.

-Bajo mis reglas- le advirtió él. Ella volvió a besarlo y él volvió a acomodarse. Una hora después, Afni salía con él, por los pasadizos del palacio.

-Mucho cuidado, joven. Cuídese. Y cuídela- le advirtió, para este mirarla torvo, sin despedirse. Sonrió, victorioso. La reina, por su parte, ahora entendía lo que él quería decir con la "felicidad".

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de Paragos- Cámara de Entrenamiento, tres noches después

-Vaya, Rey de las Cortesanas-  afirmó Bitter, entrenando sola en su cámara de entrenamiento. - Ya andas mejor- dijo, lanzando varios flashes contra una esfera, que apareció en frente de ella, para patearla. 

Vegeta gruñó.

-Jódete- le respondió indignado.

-Me resulta más placentero joderme las que tú te jodiste, pero creo que te prefieren a ti-  observó, para la esfera estrellarla contra la pared. Ella escupió sangre, levantándose burlona. 

-Maldita perra- espetó. Voló hacia el dispositivo central. Apagó todo. 

-Vamos. Me estaba divirtiendo. Creí que iba a verte con tres mujeres o algo- afirmó. Ella levantó una ceja. 

-Día equivocado. Fue ayer- le explicó. Este sonrió, quitándose su capa. También los guantes.

-No quieres tomar esa pésima decisión. Me han configurado a esta zorra traidora como la del ducado de Straw - señaló a la esfera. -Una vez dejé solo a un saibaiman en lo que bebía algo y redecoró esta linda habitación- bromeó. Vegeta bufó, riéndose, ante la horrorosa explicación de su hermana. Volvió a ponerse los guantes.  La esfera no le dio respiro, al lanzarle varios flashes, y él se abalanzó frente a ella, que aparecía y desaparecía. Bitter le lanzó otro flash, y la esfera desapareció, para que Vegeta lo desviara contra la pared.

-¡Pero qué maldita!- ¡Es peor que la nuestra!- observó, satisfecho.

-Te lo dije- afirmó ella, para ser estrellada hacia el suelo, pero Vegeta le dio otro ataque. Esta le lanzó varias esferas que lo golpearon. Bitter esquivó otra, y ambos hermanos la atacaron al tiempo, pero esta los atacó igual. Hasta que se unieron y la destruyeron al tiempo.

-Vaya. Los que dicen que ese entrenamiento es pura mierda en las tierras de Straw están equivocados. Mira cómo te has vuelto - apreció Bitter. El príncipe Vegeta sonrió.

-¡Pero no seas tan confiado!- lo golpeó Straw, en el abdomen. Este escupió. Tosió. Comenzó a reírse, con los dientes ensangrentados.

-Perra- la insultó, entre risas.

-Mi nombre para la posteridad- afirmó su hermana, para ayudarlo a levantarse. Ambos cenaban profusamente.

-¿Dónde está Straw? No la veo desde que me golpeé con el imbécil de Skank- gruñó. Bitter notó el gesto de su hermano.

-En verdad lo odias, ¿no? 

-Sí, qué puedo decirte. Ha sido un hermano de mierda- dijo, comiendo rápidamente. - Y ahora que sabe que ya no soy un niño, no creo que me vea como un lindo paje, ¿no crees? 

Bitter bufó. Vegeta se había vuelto listo, también.

-No, querrá aplastarte el cráneo, porque él es así y además está influenciado por esa ramera de nuestra hermanastra - observó Bitter, molesta, recordando la pelea.  Se pondría peor, conociendo a Skank. 

-Fue un error hacerla volver- insistió este. 

-Así es, pero necesitaban convencer a los millones de crédulos que somos una familia normal. Por favor- se burló. Este también se echó a reír. ¿En qué universo eso era posible? 

-¿Y bien? - le preguntó por Straw.

-Salió con tu escuadrón. Ya debe haber vuelto. Lávate y duerme. Tienen un viaje qué preparar- le avisó. -Y por favor… trata de arreglar las putas cosas- le aconsejó.

Ya con Bitter, la dueña del palacio ,en sus habitaciones, este le pagó a una de sus doncellas, una planteniana anciana que no juzgaba a su ama ni le hacía preguntas. Antes, le conseguía las mujeres. 

-¿Dónde está? - dijo el príncipe. Ella le hizo una señal. El palacio ya estaba oscuro. Apenas abrió los agujeros de la habitación, vio a su hermana ser poseída, con su largo cabello desperdigado, por Sapphire , aquel maldito tsufuru que había ascendido en sus filas. Oía sus gritos. Veía cómo besaba sus pechos. Cómo lo abrazaba y tomaba su cuello. Cómo él la penetraba más fuerte. Su grito. Cuando tembló.

-Te amo- le dijo este. Ella le sonrió y lo besó.

-Yo a ti. 

-Sabes que no me puedo quedar, o despertaría sospechas- se levantó desnudo. Te amo- dijo, para ella agarrarlo del cuello y tomar su largo cabello. Su hermana se levantó, desnuda, sonriendo para sí misma. Vegeta la miró temblando, furioso. Con lágrimas de ira. Cerró los agujeros, y apretó los puños. Lo iba a matar. Lo iba a matar ahí mismo. Hasta que sintió a Bitter al lado de la criada.

-Saria es totalmente leal. ¿Creías que no sabía lo que hacía? 

Este las miró furioso a ambas.

-Lo voy a matar. Lo voy a matar- afirmó, rugiendo, y respirando fuertemente.

-Si lo haces, tendremos un problema con los tsufuru, el príncipe Dirs y ella te odiará- le dijo, preocupada.

-Lo voy a matar- insistió. Bitter, rápidamente, lo tomó de la mano y lo llevó al jardín.

-Si me destruyes el jardín el que se muere eres tú- le dijo, cruzada de brazos. Estaba con el pelo suelto y ropa de dormir. Vegeta golpeó el pasto.

-Entonces, ¿qué hago? ¿Dejo que se la coja? ¿Qué hago? 

-Vegeta, entre Pew y yo podríamos matarlo, o algo. Pero antagonizando con él solo vas a joder las cosas.

-Ella tiene razón- suspiró este, amargo. - Debería pensar en alguien más. Dejaría de joder las cosas. Porque supongo que Pew y tú apoyan esto porque nos haría fuertes contra Skank- dedujo. Ella le hizo una seña a Saria. La criada se fue.

-¿Y por qué no? Igual quiere a Straw muerta. Pero contigo, ella es invencible. Y mamá se dará cuenta tarde o temprano que tenemos opciones. Te lo dije afirmó, dura.

El príncipe Vegeta la miró desconcertado.

-E… en serio… ¿crees que?

Bitter se sentó a su lado, acurrucada.

-Si Skank llega a morir, o a enloquecer, o si pasase algo… y espero que no, tendríamos a dos príncipes herederos con hijos perfectamente capaces de refundar nuestra dinastía. Claro, mamá Pew y yo seguiríamos matando despiadadamente a sus enemigos. Pero seríamos invencibles, ¿no crees? No escuchas- le reprochó.

El príncipe Vegeta le sonrió a su hermana. Se admiró de su visión a largo plazo.

-Si hubieras nacido hombre. O al menos si hubieras nacido primero- se admiró. Ella no se conmovió. 

-Juntos o separados, Straw y tú son un jodido problema. Ella más que tú. Todos lo sabemos. Pero tú ya eres fuerte, ya te respetan. Y sé que tú no dejarías que le tocase un pelo.

-Entonces, ¿seré testigo de sus amoríos? 

-No, tonto. Te lo dije en el Reino de los Demonios. Los saiyajines no nos rendimos. Déjanos a Pew y a mí el resto.

-¿Y mamá? 

-Al demonio con ella- afirmó, para este sonreírle y esta a él. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de Paragos, semanas después

Pew miraba las bellas y extrañas flores de tallo violeta que Bitter tenía en su jardín. La miró de reojo. Ella también las olió.

-Eran de la madre de mi difunto marido. Tenía gusto. Yo no- afirmó, burlona.

-Lo sé. 

-Vamos, sé de qué quieres hablarme. No pensarás envenenar a Skank en la cena. Sé que las historias horrendas sobre los reyes son obra tuya.

-No es que no sean una mentira- afirmó este, observando otras plantas.

-No, pero ya Skank nos teme lo suficiente al estar unidos a Straw. Podría enloquecer aún más. On podría seguir metiéndole ideas que nos saboteen. Y el proyecto… puede tener futuro- razonó Bitter. - Quizás Straw abre un camino que no hemos visto. Y ya no tendríamos que hacer cosas horrendas, jamás.

El duque suspiró.

-No me preocupa el proyecto. Parece sostenerse solo si hablamos de Straw. Me preocupa es lo que debemos hacer para que Skank no lo arruine todo. 

-Entonces, qué, ¿lo quieres muerto? 

-Lo he querido muerto desde hace años, porque quería que la reina fueses tú - le confesó, sin dudarlo. - Pero tu sentido de lealtad es más raro de lo que suponía- le reprochó.

-Pew, no quiero el poder- objetó Bitter.

-Eso te hace perfecta para ejercerlo- replicó Pew, sonriendo tristemente. -Pero tu hermana… tu hermana nos puede dar esa posibilidad. Y sabes de lo que estoy hablando- insinuó. Porque los dos sabían de lo de Vegeta y ella. 

Bitter suspiró, asintiendo.

-Ella no querría la corona, de todos modos- afirmó. Pew se irritó. ¡Qué tercos eran los de la familia real! Saiyajines, al fin y al cabo.

-Skank nos destruirá a todos al paso que va. No solo a la familia, sino a algo a lo que tu hermana le ha puesto esfuerzo. Y nosotros también. Tu hermana tiene algo que los saiyajines perdimos hace mucho tiempo. Honor. Generosidad. Y fuerza. Mira cómo está el hijo de mi esposa a su lado. Dentro de todo, es un gran guerrero y un buen sujeto. No es un inútil estúpido, ni vicioso. Mira lo que puede hacer por nosotros- afirmó, complacido.

Bitter lo miró agradablemente sorprendida.

-Pew, no sabía que pensaras eso de Straw.

-Ni yo. Pero tú lo ves, Bitter. Nosotros lo vemos todo. Mira cuántos soldados quieren irse con ella ahora. Mira cómo la admiran a pesar de nosotros, Bitter. Antes nosotros generábamos repudio. Ahora harán un desfile en su honor, en Scafar. Ya no nos escupirán en las bebidas allí, al menos. Ya no nos mirarán como basura, no tanto, al menos - objetó.

Bitter reflexionó sobre lo que dijo su primo.

-Es por eso que mamá… está tan orgullosa de ella. Puede que tengamos otro camino y nos libremos de Cold.

Pew asintió, mirando el cielo morado del atardecer. 

-Es por eso que la apoya, porque… porque dio resultado, porque ella también la respeta. Y está orgullosa de ella- dedujo.

-Siendo así, ¿no valdría la pena apostar por el futuro? 

-Lo dices como si matar a mi hermano fuera algo fácil- le respondió ella, turbada. Pew negó con la cabeza.

-Esa caída se dará tarde o temprano, y espero que no paguemos un alto precio. No. Hay que darle tiempo a Straw. Y comprarnos tiempo antes de que a tu hermano se le ocurra algo más. 

Bitter lo miró trémula. Todo se tornaba tan luminoso, y oscuro a la vez. Lo peor es que Pew tenía razón.

-Entonces, ¿qué sugieres? 

-Darle a Vegeta el camino libre. Ambos lo sabemos. Sarin lo sabe, pero no quiere hacer nada. Tenemos que hacerlo nosotros- insistió Pew, levantando las cejas.

Bitter suspiró.

-¿Sabes cómo asesinar a un tsufuru en Scafar que sabe al menos diez formas de envenenar y está protegido por ser del grupo de mi hermana? 

Este sonrió malignamente.

-Déjamelo a mí.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Planeta Scafar- Semanas después 

Straw, con su trenza y armadura roja, saludaba a varios dignatarios en el gran edificio central. Atrás, la acompañaba su madre, la reina Sarin, que tenía un sensual vestido azul oscuro, con varias cintas y una capa terciada. Su cabello caía en cascada. Kalen, Afni, el príncipe Vegeta y Pew estaban atrás de ella, en la delegación. Hasta que se encontró con el rey Cold.

-Jovencita. Mi fontanera- se burló, para todos echar risas. - Hay varias bestias fastidiando los tres planetas Puru Puro que tengo para venta. ¿Me ayudarías con eso? Te pagaré como a cualquier otro cliente.

-Majestad, el primer servicio es gratis- dijo ella, para este reírse.

-Qué lista eres. Por ti estamos aquí. Con la más brillante de todos los hijos de Sarin- afirmó, para esta sonreír levemente. -Y tú eres…

-El príncipe Vegeta, majestad- dijo este, arrodillándose.

-Enorme. Cómo de una mujer tan delicada ha salido tamaño muchacho- se burló. - Vamos, disfruten la fiesta. Esto se hace en honor a una de mis súbditas más queridas y populares. ¡Las ganancias que nos da con su imagen, querido Pew!- dijo, para estrujar al duque, que casi se le va la respiración. 

-Lo sé- afirmó, para toser, apenas el rey Cold le dio la espalda. Vegeta le palmoteó la espalda.

-Si eso es un abrazo, no imagino su poder- se quejó. -Ay, no- dijo, al ver a Straw dándole las manos al príncipe Dirs. 

-¿Qué pasa?- preguntó el príncipe Vegeta.

-Nada- sonrió Pew. - Ven, vamos por unas bebidas. Estoy seguro de que no les escupirán esta vez- bromeó. El príncipe miró sospechoso a su madre, que estaba sonriendo ante el príncipe Dirs.

-Bueno… solo soy la socia mayoritaria, tendría que hablar con mis socios. Mamá es nuevo ingreso- afirmó, para tomar la mano de su madre. - Con el cinco por ciento. - Podríamos hacer campo para los tsufuru, claro.

-Sería encantador. ¿Cómo te ha ido con mis soldados?

-Maravillosamente. La integración es perfecta. Gracias- le dijo al príncipe. -Perdona, debo ir a saludar a más gente- le dijo, para este mirar a la reina.

-¿Me odias? 

Esta suspiró.

-Eres hombre. Supongo que eso hacen los hombres. Nunca dijimos que era exclusivo- argumentó ella, para irse.

-No. ¿Has tenido a alguien más?

-No-mintió, pensando en Bardock. 

-Aún te deseo, Sarin- le dijo en clave tsufuru. Ella lo miró seria.

-Lástima. Seamos amigos- le dijo, amable, para ella darle la mano y este mirarla ofendido y extrañado. Tomó una copa, y se integró con Pew, que lo llamó con una mano. En otra habitación, la reina se reía, mientras le tapaba la boca a Bardock. Este le quitó la mano. Ambos estaban con la parte de arriba de sus ropajes. Ella lo miró riéndose.

-Estás loco- le dijo, para él recostarse sobre ella. 

-No. Te quería ahí mismo. 

-Tus reglas son las de un demente- protestó ella. Este la besó otra vez.

-Tú ideaste esto.- gruñó.

-Sí, pero tú querías ya- objetó ella. Él acarició su rostro. Sus ojos parecían piedras preciosas. Qué belleza. Y era suya.

-Eres tan hermosa. Mi reina- observó. Ella bufó. Odiaba que él la siguiera viendo así.

-Deja de decirme así. ¿Qué haces?- gritó, para él hacerle cosquillas, y ella taparse la boca, mientras unían sus colas.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Dirs seguía hablando con Straw, que atendía sonriente su conversación, al lado de Sapphire. El príncipe Vegeta los observaba lúgubre en un rincón. Pew entendió.

-Imagínate verte como tú y perder ante un tsufuru raquítico. La deshonra para toda la raza- observó, maligno.  El príncipe Vegeta lo miró furioso, y lo llevó hacia un pasadizo.

-Tu también- adivinó. Pew suspiró. 

-No hay secretos en nuestro reino- le dijo, con una sonrisa falsa, arreglando su armadura y medallón. Vegeta le dio un manotazo.

-Basta.

-Ojalá así fueras de agresivo para asediar a tu hermana. Ese idiota no tiene nada qué hacer contra ti. Por el amor de Sadala, eres todo un maldito príncipe saiyajin y pareces una cortesana desarmada- lo reprendió. 

El príncipe miró a su primo indignado. 

-¿Tú que sabes? Te gustan los hombres- protestó. Pew cruzó los brazos y se apoyó sobre la pared.

-Esto es lo que sé. He tenido hijos con dos mujeres distintas y la última era tan encantadora, que yo permitía que metiera a sus amantes a mi cama y compartíamos.

-Qué horror - dijo Vegeta para sí.

-Lo siento, así funcionan los arreglos. Era una gran amiga, compañera, era todo para mí. Pero yo mostré ser solícito, la escuchaba y …

-Básicamente no ser un saiyajin. Y eso qué. Anda con ese tsufuru - protestó el príncipe Vegeta. - Y ella me ve como su hermanito menor. A pesar de lo que pasamos- djo, furioso.

Pew lo miró arriba abajo. Corpulento, barbudo. Se echó a reír, ruidosamente. 

-Ni tú te crees eso. Vamos. ¿Te has visto? Hasta yo te cogería. Eres el prototipo de saiyajin que las mujeres quieren. ¡Mira cómo dejaste a mis cortesanas! ¡Siempre que vienes ellas piden más!- se burló. 

-No entenderías esto. Es más complejo- le dijo oscuramente, el príncipe. 

-Lo que sé es que los saiyajines eliminamos a los sujetos que son obstáculos. Hay formas. No queremos enojar a Dirs, que tanto nos ha ayudado- señaló al príncipe tsufuru, que miraba a ver si Sarin salía. - Pero hay formas.

El príncipe Vegeta entendió. Sonrió. Puso una mano en su hombro.

-Sería más fácil para todos conseguirme otra.

-Sí, eso creo. Pero también fácil para tu hermano- le dijo, certero. El príncipe entendió. Asintió.

-Gracias, Pew.

-Ve a mi establecimiento hoy, sabes que para ti es gratis- le dijo, para despedirse. Este oyó unos ruidos extraños más al fondo del pasillo. Pensó a quién atraparía, para saber cómo usar esa información. Vio por la rendija, y vio a la reina bajo el soldado Bardock. Casi se desmaya, pensando en Kouri y su promesa. Cerró los ojos, preocupado. Por la madre Sadala. Ahora qué haría.

Bebiendo, se encontró con la reina poco después, ya con el peinado recompuesto. Ella le dio una copa.

-Mañana será histórico. Un desfile en honor a nuestra raza. Y todo gracias a Straw. ¿No crees que este es un gran paso?- preguntó Sarin, entusiasmada. Pew volvió a beber. Sonrió.

-Por supuesto. 

La reina palmoteó su espalda.

-No te preocupes. Todo saldrá bien- le dijo con certeza, mientras este suspiraba, pensando en que los conflictos del reino y de la raza con el Universo no solo eran de política, sino también de sábanas. Y en última todo era lo mismo, conociendo una naturaleza que por más buenas intenciones que tuviera Straw, seguía siendo la misma en el fondo.

Volvió a tomar otra copa, sin remedio.

 

 

Chapter 9: Te picarán los ojos

Summary:

El rey Skank se vuelve cada vez más cruel y ebrio de poder y una directa amenaza a su hermana, la princesa Straw, a quien su madre y hermanos, así como Cold y los tsufuru, quieren impulsar para tomar el trono.

Chapter Text

Corporación Cápsula, actualidad

-Tu abuela fue muy discreta con el nombre de su último amante. Incluso cualquiera de los programas no puede descifrarlo. Tiene una inicial y un código incluso desconocido para ti.- observó Bulma, viendo una palabra inicial imposible de descifrar. Vegeta gruñó. Aparte de parecerle indigno que ella hubiese tenido de amante a un soldado de clase baja, con el que no se ahorró nada, se tomó mucho trabajo para protegerle. A él y a la que luego se convirtió en su compañera.

-Quien quiera que haya sido el tipo, él y yo fuimos los únicos que contábamos para ella. Ninguno de los dos estuvimos involucrados en sus guerras políticas. Bueno, yo sí. Al final. Pero no tomé parte. Me mantuvo alejado de todo hasta que vi su desesperación- musitó, amargamente.

Recordó su abrazo. Y que no recordó nada más. 

Bulma trató de darle algo de esperanza.

-Bueno, lo que me demuestra ella es una cosa: los saiyajines incluso dentro de su cultura sí expresaban su amor. Pero en su posición era algo terriblemente complicado. Supongo que ella te diría algo al respecto- insinuó ella. Este bufó. Ya no tenía caso, cuando su abuela abría su corazón así, no tenía sentido fingir.

-Bueno, ya estamos aquí- expresó, resignado.  Qué más da. Ella no se ahorra nada. Sí, simplemente me dijo esto: “si demuestras que amas a alguien, otros lucharán para arrebatártelo. Amar te hace vulnerable. No querrán tu cabeza. Querrán tu corazón. Querrán arrancarte lo que más amas para destruirte. Pero… aún así lo único que harán será despertar tu ira. Y debes temer la ira de un saiyajin cuando destruyen a los que más ama. Porque nosotros nunca vamos a medias. Tus enemigos son los más estúpidos si se atreven a intentarlo”.

Recordó cuando se lo dijo. Bulma sonrió levemente.

-Debí haber entendido eso antes. Hace tiempo. Desde el primer día- suspiró. 

Vegeta gruñó. 

-No sabías de ella. Me costó mucho mostrártelo. 

-Pero..- se sentó ella al frente, cargando a Bra . - Ella admite que tuvo quince años de dar la imagen de nuevo de la reina terrible y despiadada que todos conocieron- dijo, mientras el robot le alcanzaba el libro. Porque solo hasta que llegaste tú… vio un propósito de nuevo-analizó ella.

-Le arrebataron todo. O bueno, no todo. Pero trataron de hacerlo. Me viste con Trunks, cuando Cell despertó de nuevo. Ella hizo lo mismo. Pero en su caso… fue más terrible. Ella no solo con acabó con sus enemigos. Aterrorizó a todos porque ese soldado, cuyo nombre jamás conoceremos, ya no estaba en su vida. Y luego… mi tía.- admitió, con pesar.

Luego de un rato, ellos dos y Tarble examinaban los demás tesoros. Tarble le señaló a Vegeta la estatua de una mujer terrible, con sus cabellos centelleantes, ojos azules, boca roja y colmillos, con una gran cola sobre la que estaba sentada. Dos haces de luz en sus manos. Al lado, un hombre de cabello picudo, también con colmillos y ojos rojos, y otro de cabello salvaje.

-Sadala…- la reconoció. -La fundadora de nuestro planeta. Zakkar, su esposo. Vej, su hijo. Me pregunto si en el Universo seis ella es tan terrible. Quizás sea una madre benevolente- dijo Vegeta, sardónico. La diosa fundadora del planeta y la raza saiyajin, según los mitos. 

-Se parece a ella -señaló Tarble. Gure sonrió.

-¡Es cierto! 

-¿Vegeta? -preguntó Bulma, mirando la estatua. En verdad tenían mucho parecido. Este la miró sombrío.

-Por ese parecido mataron a toda su familia. Aunque no lo creyeras, en esa época los saiyajines eran bastante supersticiosos. Y ella lo aprovechó para aterrorizarlos a todos. 

-¿Por qué querría hacer eso? 

-Porque siento que… lo único que tenían en común el pueblo y ella fue mi tía Straw. Me habría gustado conocerla- admitió.  -No fue posible gracias a lo que le hicieron. 

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Ya en la habitación de Bra, Bulma le mostró entusiasta una sorpresa. Era el retrato de la princesa Straw. Al otro lado estaba la princesa Bitter. Ambas con sonrisas confiadas. Otra foto de ambas, oficialmente. Este gruñó. Ella se sorprendió.

-Ay. ¿Hice algo mal? -preguntó, sintiéndose mal al respecto.

Él tocó el cuadro de Straw, aquella princesa saiyajin legendaria con su gesto imponente y su cabello trenzado. 

-Habría sido una buena reina. Mi tía Bitter también. De haber sido hombre sería probable que yo ni hubiese nacido- se burló. -Éramos muy parecidos- recordó. 

-Lo sé. Creo que ella, aparte de mí, era la única que te podía llamar “idiota”, sin que perdiera su cabeza- observó Bulma. Vegeta bufó por ese detalle: era verdad. Le agradaba mucho su tía, por lo que eran iguales en carácter. Al frente, otro cuadro, de su abuela, con el cabello suelto y de blanco.

-Ahí parecía un ángel - observó Bulma. -Cuando quería dar la impresión de todo lo contrario. Como toda la familia- le dijo, dándole la indirecta a su esposo. Este la miró orgulloso.

-Fue un demonio, sí. Pero cuando le importabas era la mejor persona que habías conocido.  Y eso pasaba con muy pocos- la describió, con orgullo.

"Como tú", pensó ella, mirándolo benevolente.

-Algún día, si vive… me gustaría hablar con ella-le dijo Bulma, amablemente, abrazándolo. Este se retiró. Se quedó con su mano tomada.

-Y sé que también... tenías la idea de derrotar a Freezer, gobernar el Universo y sobre todo, buscarla, ¿no es así? 

Este la miró serio. Por supuesto que sí: no solo para vengarse, o gobernar o ser el más fuerte. También para encontrarla haciendo uso de todo su poder, incluso con las Esferas del Dragón.

Meditó unos minutos sobre aquello. Se le iluminaron los ojos, de repente.

-Tengo una idea. 

Bulma lo miró intrigada.

-Bills la conoció, ella era la única que podía aplacarlo. Qué tonto fui. ¡Claro!- dijo, para sí mismo. Supongo que era porque no quería hablar de ello…- le confesó a su esposa, que estaba sorprendida. 

-¿Te refieres a buscarla… y traerla aquí? 

-¿Te molestaría? 

Bulma estaba sorprendida era de que eso no se le había pasado por la cabeza.

-Yo…

-Sí, bueno, sería una mujer inmortal de más de cien años, pero quizás entendería lo que ha pasado, ¿no crees? Eso, si está viva… y esa tsufuru no me mintió. No, no mentiría con una cosa así. O si yo no…

Se sentó, aterrorizado. Tomó su cabeza entre sus manos. Bulma entendió. Tomó su pierna.

-Si hubieras destruido algún planeta en el que estuviera, habrías sentido su ki, ¿no crees? Freezer la buscó por años, incluso te envió a buscarla. Jamás la encontraron- lo tranquilizó. Pero Vegeta estaba lejos de estar bien.

-¿Y si solo es un consuelo que tengo porque no tengo opción? ¿Qué tal si la he matado sin saberlo? - se preguntó, atormentado.

Bulma ya había lidiado con aquello antes. Con esas dudas. Con ese terror cuando hablaba de ella. De haberla asesinado.

-¿No crees que ella te habría sentido y volado a tu encuentro? 

-¿Y si no? ¿Y si tenía que esconderse y morir para dejarme vivir? -preguntó, aterrorizado. 

Bulma tomó su mano.

-Podemos hablar con Bills. O con Sheng Long…ellos nos pueden ayudar. Tenemos muchas opciones. Y podrás dejar de hacerte esas preguntas. 

Bulma ya sintió a su esposo menos tensionado.

-Buena idea- le dijo, su marido, algo más aliviado. Ella lo miró a los ojos. 

-Sé que esta viva- insistió.

Este volteó el rostro. No quería ilusionarse.

-No hagas esto para tranquilizarme, mujer- gruñó Vegeta. Bulma ya no se intimidaba ante las respuestas del extraterrestre con el que había estado quince años, muy a su pesar.

-Si no te conociera diría ese tipo de cosas, ¿no crees? Pero… lo siento. Lo sé- dijo ella, con certeza.

Vegeta trajo rápidamente las Esferas del Dragón, junto con Trunks y Tarble. Apenas el Dios apareció, le preguntaron por la antigua reina Sarin, la soberana madre de todos los saiyajines.

-Quiero saber si ella… vive o está muerta- le preguntó Vegeta, aterrorizado. Trunks lo notaba.

Los ojos del dragón se iluminaron.

-La reina madre de los saiyajines con trágico final nunca perdió la vida a pesar de su caída. Ha vagado por años en el Universo cuidando sus pasos y los tuyos. Aún te busca…

Vegeta estaba temblando. Respiró fuertemente. Tarble y Gure también estaban impactados. Bulma sonrió, porque sabía que tenía razón. Y estaba feliz por su esposo.

-¿Podrías traérnosla aquí, Sheng Long? 

-Imposible. No puedo traer a alguien quien ha roto todas las reglas. De hecho ha destrozado cada una de las leyes de los universos y su castigo no ha cesado-respondió este.

Vegeta suspiró, frustrado. Y sorprendido. Supuso que tenía algo que ver con su inmortalidad.  Le susurró a Trunks.

-¿En serio, papá? 

-¡Ahora! -le gritó a su hijo. Bulma lo miró sorprendida. Trunks comenzó a moverse, por toda la Corporación Cápsula. Vegeta se quitó su armadura.

-Quítate la tuya, Tarble- le ordenó. Este asintió, sorprendido. Trunks reunió varias cosas. Una foto familiar. Otra de él con Bulma, en su boda. Su armadura. Se tomó una foto con una cámara instantánea, sacando la lengua. Luego otra a su madre y a Bra. También tenía el nombre de Bra. Y por último, Vegeta le dio el libro. El original. Trunks le tomó una foto. También le trajo rápidamente tinta y papel. Vegeta escribió un mensaje en idioma saiyajin. Trunks estaba cansado. Bulma asistió a su hijo, preguntándose qué hacía.

-Vegeta, que…

-Envíale esto a mi abuela, donde quiera que esté. Iré por ella, así tenga que recorrer todos los Universos- le dijo, determinado. 

Sheng Long solamente encendió sus ojos y todo desapareció.

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Castillo de Bills, poco después

El delgado dios miraba a la reina, inconsciente, con su cabello negro, largo y centelleante desperdigado, al igual que su vestido, extendido majestuosamente sobre el suelo.  Whis la miró con compasión. Atrás de ella, las armaduras de sus nietos. Fotos de Bulma, Bra, del mismo Trunks, sacando la lengua. De Gure y de Tarble. Los de los señores Briefs. El libro. Un libro viejo, ya casi hecho pedazos. 

-¿Pero qué ha pasado? ¿Por qué hay cosas de Vegeta aquí?- preguntó Bills, extrañado.

Whis le dio un mensaje. Bills gruñó.

-No entiendo saiyajin- protestó. 

-Ella lo leyó y la encontré en el suelo. “Abuela: sé, luego de muchos años, que estás viva. Hace mucho tiempo solo oí rumores, incluso de una de tus mejores servidoras. Los descarté. Pero ahora que no me duele hablar de ti, quiero que sepas que mi familia conoce de tu existencia y de todo nuestro pasado y no estaré dispuesto a perderte otra vez. Te presento a mi familia. Queremos que vengas, incluido Tarble. Estos somos todos. Quiero que vengas a mí, estoy en un planeta llamado Tierra. O yo vendré por ti, no me importa cuánto me tome. Respóndeme. Y no tardes, por favor. Tu nieto, Vegeta”. 

-Sin duda ya no nos necesita, pero no la dejaré ir hasta cumplir su promesa- suspiró Bills, mientras Whis la elevaba y la cargaba entre sus brazos.

-Sabe que el señor Vegeta preguntará aquí de primeras. Y no se rendirá. 

Bills suspiró. 

-Dejémoslos que busquen algo más. Luego irás y les dirás que la llevaremos en persona. Prepárate una habitación a la pobre- la señaló. Whis sonrió. Bills ya no era tan duro con ella.

-Le tiene compasión.-señaló.

-Interactuar con los humanos me ha ablandado, pero quizás sea así. Imagina no saber nada de la persona que más amas en el mundo y que ella te escriba de la nada. Y haberla buscado durante tantos años...

Whis solo acostó a la reina Sarin en medio de una burbuja rosada, en un amplio lecho. Notó que tenía en sus manos una foto: la de su nieto, cruzado de brazos. No la pudo arrancar de su mano y se la dejó con las manos cruzadas, sonriendo.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Reinado de Vegeta III, años antes- Planeta Vegeta

Palacio de los Reyes - Cámara Real de Entrenamiento

Bitter y el mismo Rey Vegeta veían los niveles de poder del príncipe Vegeta, que luchaba reciamente contra su abuela, que aparecía y desaparecía, pero él hizo lo mismo. Chocaron, y él la quiso cegar y ella desapareció otra vez, para jalarlo del pelo y estrellarlo contra el piso. Este sonrió, con la boca ensangrentada. 

-Amo cuando peleas sucio. ¡Ya verás!- le gritó, enviándole otra esfera de energía, que ella esquivó, pero que destruyó el techo. Todos los demás espectadores la miraban aterrorizados. El rey Vegeta estaba satisfecho, así como su hermana.

-¿Y qué? 

-Es sorprendente- dijo, orgulloso. Eso, a pesar de que temía que pudiese destronarlo y su madre se aprovechara de ello.  Ya lo había hecho en dos ocasiones. Pero su hermana podía leer su rostro. Vegeta no era muy bueno engañando, así como tampoco lo había sido Straw. 

-No pareces el padre saiyajin más orgulloso del mundo. ¿Ahora qué?- le preguntó ella en voz baja. El rey Vegeta gruñó.

-Ninguno de nosotros tenía su fuerza a su edad-observó. Su madre envió contra la pared a su hijo, y este, con todo su poder, comenzó a pelear otra vez.

-Te quedó bien hecho- se burló Bitter. El rey Vegeta bufó. Su hermana sabía cómo cortar los sentimentalismos con su lengua filosa. 

-Vamos. Sabes de lo que estoy hablando- insistió.

-Ah, ya- dijo esta, sardónica. -Crees que será un monstruito que te arrancará la cabeza por órdenes de mamá. Por favor- se burló esta. Vegeta se irritó. 

-Es una posibilidad- replicó. Su hermana suspiró. Se había resignado ser ya, la voz de aquel hermano que nunca quiso ser rey.

-Muy remota, Vegeta.

-Sabes lo que tuve que hacer con el hijo de Paragus- le recordó sombrío. Era un niño de alto poder de pelea. Más grande que el de su hijo. Ella asintio, recordando.

-Sí, yo me encargué de eso, recuerda. Conociendo a la familia de mi primer marido, no habrían dudado en usarlo para acabar con nosotros- expresó, amarga. Un niño con un inmenso poder de pelea.

-El último insulto a su familia. Tuvimos que eliminarlos a todos- dijo Vegeta, sombrío, recordando a su mejor coronel. 

-Y de una manera en que no se enojaran los demás nobles. Y adivina qué: 

Vegeta entendió: tuvo que encargarse su madre. 

-Sí, sí, ella tuvo que hacer el trabajo sucio- gruñó el rey Vegeta. -Pero de solo pensar que mi hijo tenga que hacerlo…

-Vegeta, lo hará. Recuerda que nuestra última maldita esperanza de ser distintos murió con Straw- le dijo Bitter a su hermano, el rey. -La de todos- suspiró.

El rey Vegeta, entre las sombras, miraba ya a su hijo y a su madre terminar de combatir. Esta, erguida, lo recriminaba. Con su robot, comenzaba a darle tareas.

-No serás un rey bestia. No, no, no. No te lo permitiré- dijo, mientras Cabbage extendía su brazo para limpiarla.

-¡Pero si no me sirve de nada aprender números! ¡Negociaciones! ¡Eso es aburrido!- gritó, molesto. Pero su abuela no reaccionó.

-Vegeta, encuentro desagradable tu testarudez- le dijo esta, levantando una ceja. El niño se apocó. Ella tomó su rostro.

-¿Qué harás cuando yo falte? - le preguntó, altiva.

-No me faltarás, abuela.

Ella arregló su capa y su armadura. 

-Igual, no podré acompañarte a negociar solo y no puedes depender de tus colaboradores. Los reyes tontos sí lo hacen- enfatizó. El niño entendió el ataque. Su hijo gruñó: claro que ese ataque iba para él.

-No soy un tonto- gruñó este.

-Siempre te lo he dicho: eres el príncipe Vegeta, hijo de la familia real de la raza guerrera más poderosa del mundo. Si no eres el mejor, es preferible que no seas nada. Y eso no incluye solamente tus poderes, que crecerán infinitamente si sigues perfeccionándote. Esto- señaló su mente. -Es muy importante. - Sin ella no puedes pelear, no sabrás cómo derrotar a tu enemigo en una forma apropiada. No puedes ser como tus antecesores. Tienes que ser un rey guerrero y erudito. El primero. Así sabrás si quieren envenenarte, si quieren traicionarte, y cómo negociar un planeta. Y mucho más. Piensa, querido, que es otro tipo de combate. 

-Entonces se me hará divertido. Porque sabes cómo combato- le dijo este, con una sonrisa de arrogancia. Ella le sonrió igual.

-Lo sé. Y por eso eres mi persona favorita en el Universo- le dijo ella, mientras sus dos damas la limpiaban y peinaban.  Este sonrió malignamente. 

-Y tú la mía. 

-Para que no te sea agobiante… ¿querrías acompañarme en tu día de descanso? 

-Siempre quiero acompañarte- dijo él, extendiendo su mano. Ella la tomó. 

-Ahora cuéntame de tu misión a ese planeta horrendo. ¡Tú solo contra cien millones de cucarachas estelares!

-Un asco, abuela-gruñó el niño.

-¿Te imaginas si fuese de gusanos? 

-No te voy a dar ideas- gruñó. Ella se echó a reír. También había castigado al niño de esa manera horrible. Y al verlos, ambos hermanos, rey y generala, los veían con ciertos celos: con ellos jamás fue así de niños. 

-Ya sabes lo que dicen : mala madre, buena abuela- refraneó Bitter, con una oscura sonrisa. 

-¿Qué siga ahora, que le enseñe a mi hijo a envenenar gente? - preguntó el rey Vegeta, indignado.

-Probablemente. Ha hecho cosas peores, como todos aquí- dijo ella, caminando con él. Tenía su armadura blanca ensangrentada: sangre morada, seguro de algunas criaturas de su última misión. Vegeta suspiró. Su hermana lo notó.

-Vamos. No llores. ¿Estás celoso de tu propio hijo? No puedo creerlo- se burló.

-Es fácil para ti. Eras la favorita de papá- gruñó. 

-Que yo recuerde esa era Straw, que era la favorita de todos. Y ahora que no me duele hablar de ella… ya no tanto, ser la favorita fue lo que… ya sabes- dijo, mirando hacia abajo.

-Vamos, Straw… -se burló el rey, negando con la cabeza. Su hermana lo miró levantando una ceja.

-¡Sí, perdona si se trataba no solo de nuestra hermana, sino de tu primera esposa! Créeme. Yo también la extraño. Pero si tan solo ella hubiera aprendido y tú también, a su tiempo, lo que mamá le está enseñando a tu hijo…

-Lo sé. Fue tarde. Muy tarde. - recordó, contrariado. 

Aris los interrumpió con una reverencia. Ya en la noche, luego de tomar a una de las concubinas, el rey miraba hacia el cielo. Suspiró, mientras los soldados en la penumbra le hacían reverencias. Vio un cuadro. Una joven reina saiyajin, casi una niña, con los cabellos larguísimos, domados, y la corona del símbolo de la familia real. Los ojos turquesa y su vestido armadura. Echalotte. 

-Madre- dijo, notando su presencia. Ella estaba detrás, con una túnica violeta oscuro. Lo que ninguno de los dos sabía es que el príncipe Vegeta, sin poder dormir, los espiaba a ambos.

-Qué gran reina habría sido. Pero no habrías dejado de imponerle nunca la pesada tarea de ser como tu hermana. Aunque fue muy inteligente como para hacértela olvidar un rato- observó ella.

-Yo la maté. Es lo que siempre me dices- expresó este, sombrío.  El príncipe Vegeta, escuchando la conversación, se sorprendió horriblemente. Porque la versión oficial era que él la había matado al nacer.

Su madre se acercó.

-No te mentiré para darte un consuelo vano. No somos así. Era una niña. Debiste esperar al menos cinco años- le recriminó. El rey se irritó.

-Si esperaba más... habría sido la carga más pesada para ella. Y quizás no la hubieran enlazado conmigo. Pero yo quería hacerlo. Y su familia quería a toda costa, el poder. Lo sabes. No quisieron escucharte. Ni yo. Tenía tu edad cuando te casaste con mi padre. Eso fue suficiente para mí. Y que mostraba arrojo en batalla. Pero yo la maté- suspiró, tocando su retrato. 

La reina Sarin suspiró y bajó los ojos. Aclaró su garganta. Se posó al lado de su hijo. 

-Vegeta, a tu hijo no le ha faltado una madre. Esa soy yo. Y creo, al menos, haberlo hecho mejor que con todos ustedes.- admitió, para el rey Vegeta reírse, amargamente, y asintiendo.

-Así es. Si no hubieras criado al maldito de Skank de la manera en que lo criaste... quizás Straw estaría viva- le dijo, hirientemente. Ella suspiró, bajando los ojos. Sí, era absolutamente su culpa.

-Lo sé. Pero si hubiera sido como la pobre Echalotte ninguno de nosotros estaría vivo- le expresó, trémula. Este no le dijo nada, y la vio retirarse. El príncipe Vegeta grabó en fuego la conversación. 

Al día siguiente, tenían que ir a la Guarida de Bills a ofrendarle los tesoros hábilmente escogidos por la reina madre. Bitter se había quedado como regente. Y si bien insistió a su hermano no llevar a su sobrino, no podían desafiar al dios más poderoso del Universo. Lo había querido ver. Así que la tensión era palpable: el pequeño príncipe, estaba furioso con ambos por todo lo que revelaron de su madre, quizás una inocente víctima de los dos. El rey Vegeta estaba preocupado por la petición de Bills. También su madre. Apenas los tres llegaron a la guarida, por un pasadizo cuántico, Whis los recibió con amabilidad.

-Majestad. Está esperándolos dispuesto. Reina Sarin- dijo, besando su mano. - Bellísima, como siempre - la alabó.

Ella le sonrió perspicazmente. Le dio un cofre que le entregó Wine. Este lo abrió. Era un bocadillo azul. Se emocionó, para taparse la boca, apenas lo probó.

-¿Scafar? 

-No soy tan vulgar- le dijo arrogantemente, para los tres entrar, mientras Whis le sonreía igual de pérfido. El rey Vegeta estaba furioso. Ese maldito engendro bastardo, que había humillado a todos sus antecesores. Y que por cierto, siempre había convocado en ciertos encuentros a los que inevitablemente le sucederían. Así sucedió con su padre y luego Skank. Y luego Skank, y él mismo... no podía ser. ¿Le estaba diciendo que avalaba su pronta muerte para el ascenso de su hijo a través de su madre? 

-Bien, Sarin. Siéntate- le dijo a la reina, sin siquiera mirarlos. Ella se sentó de primeras. Wine y Dine ofrecieron en la mesa las ofrendas, en silencio. El príncipe Vegeta también miraba con extrañeza y furia a aquel dios. 

-¿Trajiste para mí la trenza de la princesa Straw? 

Ella bajó los ojos. Hizo una señal. Wine abrió la caja. El rey estaba furioso. ¿Por qué pediría eso? 

-¿Qué? ¿Pero cómo...? 

-¡¡NO TE HE DICHO QUE HABLES!- le gritó el Dios, para ensordecerlos a todos y tumbar al pequeño príncipe Vegeta, que iba a ser ayudado por Nappa y Kalen, pero este los apartó. 

-¡Hablaré!- le gritó el rey, para Sarin crisparse. - De todas las cosas del Universo, ¿se mete con algo tan sagrado para nosotros? ¿Qué pretende? Mi madre siempre se esfuerza por darle lo que quiere. ¿Qué desea? 

-Vegeta, cállate- le dijo Sarin, mirando al frente. Este volteó malignamente. Apareció rápidamente frente al príncipe, que lo miró con igual furia. Abrió sus ojos y dilató sus pupilas. Entró en su mente. Este vio a una joven de cabellos oscuros desperdigados en una cama, envuelta en sangre, gritando. Era su madre, la reina del retrato. Gritaba agónicamente, llorando.

"El primer asesinato de tu vida"

Él mismo. Como un bebé. Llorando, destruyéndolo todo. Su madre, muerta, con la mano colgando en su lecho. Sus ojos entrecerrados, al igual que su boca. El príncipe Vegeta comenzó a respirar agitadamente y comenzó a gritar, para Bills reírse. El rey Vegeta se interpuso, tratando de proteger a su hijo, pero una ráfaga de poder lo echó contra una columna.

-¡Basta Bills! Lo que pienses hacer con él hazlo en mí- le dijo Sarin, inmóvil. El dios sonrió, malévolamente, y se fue rápidamente hacia ella. Quemó la trenza de su hija, mientras ella cerraba los ojos.

-Malnacido...- objetó el rey, levantándose con ferocidad. 

-La reina Sarin. La criminal, bella y despiadada reina de los saiyajines. La que a pesar de la muerte de su hija tiene grandes planes, aún. Tantos cadáveres bajo tu pies...- le coqueteó. Ella lo miró de reojo. Eso no le importaba.

-Y sí, no te arrepientes de nada. Pero para todo pobre rey en mi Universo hay un pago. ¿Cuál será el de los saiyajin? 

-Hazlo en mí- insistió. El príncipe Vegeta se abalanzó con un grito.

-¡Abuela!- gritó, para ser repelido otra vez. Su padre lo recibió, y el niño quedó debilitado.

-Padre, haz algo...- le insistió, débil. 

-¡Basta, los dos!- les gritó la reina, perdiendo la compostura. -¡Estúpidos insensatos!

El rey Vegeta se levantó, junto a su hijo. Entendió. Vio por primera vez la posibilidad de perder a su madre, pero en realidad ella era la que estaba ofreciéndose para lo que Bills quisiera hacer. Así también lo entendió el príncipe, pero él moriría por ella, eso era seguro.

-Oh, ya sé. Siempre que te veo desde la comodidad de mi trono, tan elegante en Scafar, tan altiva. Pienso, como piensa todo el mundo: la reina Sarin, la que trata de refinar a su estúpida raza de simios bárbaros...

-Maldito- espetó el príncipe Vegeta, con furia. El rey Vegeta estaba igual.

-¿Te dolió, pequeño príncipe? No te preocupes. No eres el único que mató a su madre al nacer- le dijo Bills, burlón. Este apretó los dientes, pero Sarin lo volvió a mirar con una advertencia. Este tornó su odio en docilidad. Y desconcierto.

-Abuela...

-Como iba diciendo, la reina Sarin, tan esforzada en su elegancia, pero con esa horrible cola. Esa asquerosa cola que opaca todo lo que ella planea conseguir en su vida. Sí, claro, les ha ganado algunas batallas, muchas... pero...

Ambos Vegetas, por el resto de su vida, vieron en cámara lenta lo que pasó. Bills desintegró la silla de la reina. Luego, con su fuerza, la aplastó al piso. Pero ambos se concentraron en la mirada de la reina, estoica y dura. Sus ojos violetas rebosantes de fuerza, cristalizados, casi. Su cabeza estaba de lado, sus brazos lado y lado de su rostro. Sus piernas abiertas. Entonces vieron cómo este gruñó, y comenzó a quemar su cola. Ambos gritaron y trataron de acercarse, pero Whis los detuvo. Persistieron, claro. Eran saiyajines. Pero se quedaron desconcertados al ver el mismo gesto de la reina, a la que también se le desintegró el vestido, en una luz cegadora. Whis, con su magia, se lo devolvió. Ella seguía igual. 

-A Cold y a Freezer, claro está, les cobré más caro. A ti te hice un favor. Eres una de mis favoritas y lo sabes, aunque siempre quiero, algo a cambio. Ahora tú, rey bueno para nada, y niñito, ayúdenla. Largo de mi vista- afirmó, para desaparecer. 

Whis la levantó, para ella seguir absorta de la realidad. Entre ambos, príncipe y rey, padre e hijo, y luego con Wine y Dine y el médico Fura, la llevaron de vuelta hacia la nave. Todos la miraban con espanto y la historia no tardaría en regarse por el Universo: el rey Bills había humillado a la única reina de los saiyajines quitándole su principal poder de pelea. Cabbage y Patch, sus damas, se apresuraron a darle una bebida especial que recuperaba del trance a los guerreros. Esta, preparada por el doctor Fura. En la nave de regreso, padre e hijo la miraban preocupados.

-Abuela. Abuela. Abuela.- insistía el pequeño príncipe Vegeta. Esta se levantó como si nada. El rey Vegeta recordó cuando su padre le dio aquella paliza. Había sido igual. 

-No se quedará así. No esta vez- insistió furioso, el Rey. La reina lo miró con cinismo burlón.

-Gracias por tu gesto, hijo, pero si queremos tener planeta seguiremos adelante, para variar.

-¿Hasta cuándo toleraremos a esa maldita criatura? 

-¿Te refieres a él, a Freezer, a Cold?- preguntó ella, en la misma tónica. 

-Abuela- dijo el príncipe, y ella lo abrazó. - ¡Quedaste a merced de tus enemigos! 

-No la he necesitado jamás para lo que he hecho. Y tenía razón. Era un estorbo. Algún día lo será, para todos nosotros. Es un punto débil, era lo que insistía Straw- señaló con naturalidad.

El rey, furioso por la humillación y la reacción de su madre, tan poco saiyajin, no toleraba que hablaran así de ella.

-Qué mujer monstruosa eres. Nos acaban de humillar de la manera más grande y lo tomas como un favor. ¡Como si despreciaras tu raza, a nosotros, tú sangre!- le gritó, golpeando una mesa, que se rompió al instante.

Ella miró a todos los presentes.

-Déjennnos- ordenó. Así lo hicieron. Ella se acercó, como si fuera otra (cosa que tenía desconcertado también a su nieto), hacia su hijo. 

-No sé qué será de ti si llego a morir- le dijo mirándolo a los ojos con desprecio. 

-¡No digas eso! - intercedió el príncipe, sin saber qué hacer entre su abuela y su padre.

El rey Vegeta sonrió.  La miró igual. 

-Le daré su merecido a ese maldito. Y a Freezer. Y a Cold. Gracias por tu "sacrificio", madre, pero no sirvió de nada.

-Lo sé- le dijo ella con más desprecio. - Se ha hecho y perdido mucho para subirte al trono y mantenerte ahí, pero eres tan estúpido como tu hermano y como tu padre. Sobre todo como tu padre. No durarás ni siquiera un año. Eso puedo garantizarlo - le dijo, clavando sus furiosos ojos violeta sobre él. 

El rey Vegeta se enfureció. Su madre, aún en su peor estado, le recordaba su propia pequeñez.

-Vamos. Bills solo quería al niño porque quería mostrarme mi destino, así como lo hizo con SKank y mi padre. Y hay un factor común denominador: tú- la señaló. Ella se echó a reír. 

-¡Tú también querías muerto a Skank! - le gritó, negando con la cabeza. - ¡Por lo que nos hizo a todos! ¡Por lo que te hizo a ti! ¡Si no hubiera sido por mí jamás habrías tenido el valor de hacer nada!- lo señaló.

-¡Claro que lo he tenido, destruí a tus amados tsufuru, claro que lo tendré! ¡Y ya verás lo que haré contigo! - le gritó.

-¡Vamos! ¡Exíliame! ¡Todo se caerá a pedazos!- lo señaló ella, como una serpiente, con voz ronca y oscura. El príncipe Vegeta, otra vez aterrado, con las imágenes de su madre en su cabeza, comenzó a respirar fuertemente y gritó, desplegando su inmenso poder de pelea.

-¡YA BASTAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!

El príncipe tumbó a su abuela y a su padre, y esta le quitó el rastreador, que explotó en mil pedazos, como todos los muebles. Eso pasó con todo el resto de la nave. Los infortunados que no lo hicieron fueron heridos, causando caos y horror, mientras la nave comenzaba a moverse terriblemente. Nadie podía entrar a la habitación, sin embargo, porque el poder del niño era tan grande, que bloqueaba todo lo demás. Sarin y su hijo, volviendo a la realidad, se dieron cuenta de que la nave podría explotar o estrellarse. Estaban en problemas. Oyeron las alarmas de emergencia. Se levantaron con mucho esfuerzo, ayudándose entre los dos. La reina miró a su hijo, que asintió.

-Vegeta... pequeño... ven con tu abuela... - le rogó esta, con una suave voz, y su cabello suelto, mientras se movía con esfuerzo por ya no tener cola. -Vamos...- se acercó, con más riesgo. Este la miró, y de inmediato cesó su poder. Ella lo abrazó.

-Por favor, no vuelvan a pelear. Por favor- le rogó. Ella miró recriminatoriamente a su hijo, mientras refugiaba a su nieto en sus brazos.

-No lo haremos, hijo. Te lo prometo. Ahora hay que estabilizarlo todo- respondió el rey Vegeta , para irse, mientras abuela y nieto eran rodeados. Ya en el lecho de ella, poco después, lado a lado, él jugaba con una esfera de energía creada por ella. Era inofensiva. Se la pasaban mutuamente, acostados.

-Abuela, ¿papá mató a mamá? 

-No. Él la amaba. Era diez años mayor que tú cuando se desposó con él. Él le doblaba la edad. Horrible, a mi concepto, pero conmigo pasó igual. Con muchas de nosotras, hasta que gracias a eso abolí ese recurso- recordó, horrorizada. -  Su familia vio una oportunidad de acceder al trono y la empujaron a ese enlace. Tu padre no era nada saiyajin con ella- le dijo, con una afable sonrisa. 

-¿Por qué murió así? Tú fuiste madre a su edad, ¿no es así? 

-Sí, así es. Pero yo era fuerte. Supongo que por mi crianza. Echalotte parecía fuerte en combate, era muy astuta. Eso me gustaba de ella. A todos. Pero creo que en últimas instancias le iba mejor como administradora, así como lo fui con tu abuelo. Pero cuando se trata de dar a luz... es aterrador. No siempre nuestros cuerpos responden de igual manera- le dijo, con una sonrisa triste.

-¿Yo la maté? 

-No. Ella decidió que tú vivieras- lo señaló, recostada a su lado, abrazándolo. -Tu padre la quería salvar. Ella quiso salvarte a ti. E hicimos todo lo posible para guardar su vida. Pero los dioses son crueles. Lo viste con tus propios ojos.  Ella era inocente. Tu padre la amaba, sí, pero también fue víctima de la ambición de su familia. No te culpes por ello- insistió. 

Ambos se quedaron en silencio. Hasta que él se volteó.

-Abuela. ¿Por qué tú y mi padre querían muerto a mi tío Skank? 

Ella lo miró a los ojos. Suspiró, recordando con amargura.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Reinado del Rey Skank I, años antes- Guarida de Bills

El dios alargado solo tomó el pelo de la reina On. Esta lo miraba con miedo y orgullo, como toda saiyajin noble. Sus damas seguían con la cabeza gacha, ofreciéndole regalos. Skank miraba con satisfacción a Bills.

-¿Y bien? Supongo que un dios como tú no se coge a mujeres como mi esposa. También podría ofrecértela- afirmó, burlón. Whis solo volteó los ojos. Qué rey degenerado y vulgar tenían ahora los saiyajines. Como otros tantos. Extrañaba a Sarin.

El dios de la destrucción ni se inmutó. Tomó del rostro a la reina consorte.

-¿En verdad? Solamente es una pálida copia de tu madre, Skank. Es todo lo que quiere ser, pero nunca será. Sé que lo han intentado todo, todo, sí, para concebir un heredero. Pero quizás esa asquerosa costumbre que tienen de casarse entre hermanos es lo que al parecer ya no está funcionando. Además- dijo, tomando la caja, para deshacerla, y On miró aterrorizada a su marido. - No es lo que pedí- afirmó, para deshacer la otra. -¿Qué acaso no tienen a Sarin para ello? 

Skank miró sombrío a su esposa. Esta miraba hacia abajo, desesperada. 

-Yo...

-Por lo que entiendo, la reina madre dejó a la reina consorte que se ahogara sola con este mandado, a pesar de querer aconsejarla. Quizás eso pasa cuando se quieren usurpar funciones para las que no se está preparado- expresó Whis, malvadamente. Skank miró a su esposa con odio.

Mientras tanto, en el planeta Vegeta, descolgaban varias cabezas de esclavos, generalmente niños, de las picas: Skank había organizado un pequeño torneo con la mayoría de la nobleza, que había dispuesto de sus esclavos más vulnerables, para matarse entre sí. Al final nadie ganaba: todo terminó en una gran matanza por gusto en los recién estrenados bosques de la parte sur, donde los habían cazado como animales. El pueblo clamaba justicia, ya que varios de los suyos habían sido raptados y más esclavos llegaban al ducado de la princesa Straw, o hacia la nueva provincia suroriental al mando de la princesa Bitter. Pero sobre todo ante quien decían ya, que era la verdadera reina, la que debía ser. La reina Sarin supervisaba todo, mientras oía los gritos, por justicia. Y los insultos. "¡Madre monstruosa!" "¡Ramera!" "¡Justicia!". Era claro lo que no había querido ver: Skank estaba incontrolable. Varios soldados la rodeaban. Tenía un velo negro. Kalen llegó, escoltado. Le susurró algo. Ella suspiró.

-Entonces, ¿está muerta? 

-Casi. No hagamos de ella una mártir. Podemos hacer circular el rumor de que ella fue la que escogió a esos pobres esclavos. Casi incitó al rey a hacer esa fiesta- insistió Kalen.  Pero Sarin no estaba convencida.

-No. La responsabilidad es del rey. Quiero que lo sea- le dijo a su mayordomo, que la miró sorprendido. 

-Pero majestad...

Llegó con Fura y el hombrecito de pelo azul al Consejo. Se sentó. Su hijo, al lado de sus nobles, todavía bromeaba por la matanza.

-¡Madre! ¿A qué se debió ese arranque de piedad? 

-Quizás si se les da un entierro digno no clamarían por tu cabeza- le dijo, mirándolo a los ojos. Pareps, uno de los nobles, la miró con desprecio. Enorme y barbudo, era tan cruel como su hijo. La historia de su familia había sido terrible: su padre mató a su madre a golpes. Lo que habría sido de ella a no ser por sus hijos, pero Pareps vio conveniente acabar con su padre y heredarlo todo de una buena vez.

-Majestad, fue diversión. ¿A quién le importan esos esclavos? Conseguiremos otros, al fin y al cabo.

-Es un sistema que a la larga será insostenible. Es por eso que tu hermana está en la galaxia Axxos solucionando un problema con su luna. Esto no nos ayuda- le recriminó a su hijo, que posó sus largas piernas sobre la mesa. 

-Yo creo que sí, madre. Aligera la población. No necesitamos tantos inútiles que quisiste conservar luego de las conquistas de papá. Así lo verán en toda la galaxia. Straw puede hacer el trabajo limpio, yo el sucio y ya está. Como si ni un solo rey lo hiciera - se burló, para otros nobles participantes reírse. Pareps, Yartek, Tero, entre otros, duques como su hija. El mayordomo Liprenks sonreía malvadamente: era un hombrecillo de otra raza que en últimas asistía al rey en todas sus trapacerías y que había ascendido gradualmente en el orden del Palacio. Kalen y el doctor Fura lo miraron con desprecio.

-Ahora bien...¿qué pidió Bills? -le dijo ella, como si nada.

-Oh, no mucho. Tendrás que llevarle una lista que te dará Liprenks- afirmó, para el servidor dársela. Ella la vio en su rastreador.

-Skank, ¡será casi imposible conseguir todo esto en un año!- protestó. Existían cosas por las que tendría que viajar muy lejos- protestó. Pero su hijo seguía con su sonrisa indolente.

-Bueno, te extraña. Es un milagro que nos dejara vivos, pero dijo que tú y solo tú podrías ir. Fuiste nuestra garantía, una vez más, madre. 

Ella lo miró significativa: sabía que luego de aquello, Bills solo le pidió una cosa a Skank. Había sido lastimar lo que más apreciaba. Y como no apreciaba nada, culpó a On, quien había recibido una paliza de muerte. Las esclavas, damas, cocineros, todos, hablaban de cómo sus gritos resonaron por el camino. Y por el Palacio.

-No puedes inutilizar a la reina así- le advirtió.

-Lo sé. Por eso he decidido que elegiré y probaré a mis próximas concubinas. Quizás ellas puedan cumplir su tarea y dejaremos por un tiempo, a mi infortunada esposa descansar- afirmó. - En fin. Me aburro. Mañana tienes que verte con Cold y Freezer, ¿no es así? Encárgate- le dijo, para retirarse, y darle un beso en la mejilla. Ella comenzaba a ver el efecto de sus acciones: había criado un monstruo. Un degenerado monstruo. Pero quizás era tan saiyajin como su padre. Aunque no, los saiyajines no eran así. Bitter, Bardock, Straw. Incluso su hijo, Vegeta. Todos fuera.  Y ella lidiando cada vez con un rey más ebrio de poder, que cada día se desligaba más de ella. Así, mandó en código, cada uno muy diferente (y a cada hijo le había enseñado uno, que cambiaba según su conveniencia), mensajes a sus dos hijas. Al aterrizar en Scafar, en el complejo del Rey Cold, se sorprendió. Lo veía serio.

-Bien, Cold. Comencemos- le dijo ella, abriendo su computadora. Pero él la cerró. Ella se extrañó.

-Sarin, no sé si lo sabes aún, porque me extrañaría que si lo supieras no hicieras nada- le dijo serio. Les sirvieron vino a ambos. Afni probó el suyo. Asintió. Se retiró. El catador de Cold también. Este suspiró. Sarin se sorprendió. Quería familiarizarse con ella. Notó también una extraña flor violeta en un cristal. Debía ser de un planeta exótico. ¿Por qué alguien como Cold tendría aquello ahí? 

-Mira, tú y yo hemos hecho cosas horribles. Eso lo sé. Tú lo sabes. Somos del tipo de gente que puede dormir luego de mandar a apuñalar, freír, desintegrar a alguien frente a nuestros ojos. Por eso somos lo que somos. Pero lo que hizo tu hijo...

Ella miró extrañada a Cold. No lo había visto ni medianamente perturbado. Jamás. Irónico, para alguien que destruía millones de vidas. Miles de millones de vidas. Y como negocio. El rey mutante entendió todo eso bajo la mirada de la reina.

-Lo sé- confesó. - Es extraño para mí también. Cuando tú y yo destruimos planetas, cuando ustedes los destruyen, para mí no nos interesan las vidas. No diferenciamos una criatura de otra. Se van bajo un chasquido. Bajo un rayo de energía. No hay rostros. Pero este caso, Sarin...mira- dijo, tomándose el rostro con las manos. Ella lo miró extrañada. Le pasaron un rastreador.

-Tú estabas aquí, asegurando las ganancias de tu hija y del planeta. Estuviste ausente toda esa semana. Fue la misión del planeta Parentz. El resto de tus hijos estaban en misión. 

-Sí... lo recuerdo bien. Fue hace cinco meses- expresó ella, mirando a Cold con desconfianza.

-Todo el Universo lo sabe. Mira.

Era una hermosa civilización. Castillos transparentes. Seres etéreos, relucientes, pero fieros. Cortaron muchas colas y expelían un polvo venenoso para los saiyajines biológicamente. Skank iba con máscaras, luchaban cuerpo a cuerpo, porque les destruyeron todas las lunas. Hasta que afuera de la capital la reina Plinkin, una hermosa criatura de cabello rosa, se plantó con todas sus nobles y el pueblo. Evitarían el sitio.

"-Rey Skank de los saiyajin. Dile al rey Cold que negociaremos. Estoy dispuesta a esto. No quiero más derramamiento de sangre- le dijo con su suave, pero digna voz.

"Así, los saiyajines fueron huéspedes. Se instalaron en la ciudad. Vieron su excelsa civilización. Sus refinadas costumbres.

"-¡Mi madre amará tanto este planeta! ¡Deberíamos exiliarla acá!- bromeó Skank, para su cohorte reírse. Se orinaban en los estanques. Bebían. Gritaban. Hasta que en una cena, viendo bailar a otra de esas criaturas, se dio cuenta de que uno de sus soldados no despertó. Ni otro.

"-¡Emboscada!- gritó. Se armó una matanza ahí mismo. Pero Skank fue rápido. Tomó a la reina de sus cabellos, en sus habitaciones, y fue volando al Sagrado Pilar Eterno de Energía, una flor perlada con una cascada. La tiró.

"-Si me matas...- amenazó ella, furiosa. Pero Skank sonrió malvadamente.

"-No te voy a matar."

Sarin vio con horror cómo la tumbó y la golpeó. Rasgó sus vestidos. La violó dolorosamente, para ella gritar. Pero luego fue rodeada por los demás saiyajines, cubiertos de sangre. Skank la seguía golpeando, y escupiendo, mientras a la joven se le apagaban los ojos. Todo el planeta se turbó. Los animales chillaban. El viento comenzó a ulular. Apenas se descargó, se limpió la sangre. Había mordido su labio hasta hacerla sangrar.

"-¿Ya todos muertos?

"-Todos. Fue fácil- dijo Pareps, sonriendo. 

"-Bueno, pues sírvanse."

Sarin vio la flor. Comenzaron, de repente, a caérsele los pétalos rápidamente, mientras veía las vejaciones y torturas a aquella pobre reina. Sus ojos vidriosos. Su rostro ensangrentado. Hasta que tiró sangre por la boca, y la escupió sobre Yartek, que la pateó, para romperle el cuello. Skank se irritó.

"-Yartek, maldición. Se supone que... en fin, qué carajos- dijo, mientras oían chillidos de dolor, aullidos, graznidos y la flor se iba pudriendo, así como todo el planeta. -Cold ya lo arreglará con mi madre. Maldita perra- dijo, para patearla otra vez. 

"Luego, los saiyajines aprovechaban a todos los animales muertos, mientras Skank, en su trono de cuerpos, bebía con su horrenda taza: la cabeza de la pobre reina Plinkin".

El último pétalo se cayó. Sarin tenía los ojos aguados. Los ojos vidriosos de aquella princesa jamás se le olvidarían. 

-Lo sé- suspiró Cold. -A veces creo que ustedes son más creativos para la crueldad que nosotros. Quizás por eso también los despreciamos. Pero... aunque no lo creas, Sarin, a ti te respeto- dijo, mirándola a los ojos. Esta se limpió las lágrimas, para seguir con la misma compostura. -En medio de eso tratas de hacer algo. Lo de la Asociación de Comerciantes, lo respeto- afirmó, convencido. - Pero no pienses solo en ese horror, sé que piensas como yo. Pensaba traer aquí a la reina Plinkin. Sería rehén de por vida, los mejores lujos, comodidades. Viviría bien con su gente. Tenían con qué hacerlo. Si ella vivía, el pilar se mantenía, y yo habría obtenido esa energía, te habría dado una parte, habríamos vendido las otras. Todo habría estado bien. Habrías podido hacer tus cosas, yo las mías. No tendríamos esta terrible historia que seguro dará al traste con todos los esfuerzos de Straw. Lo sabes.

-Yo...- suspiró ella, tratando de recuperar su centro. - Cuánto te debemos...- preguntó, tratando de poner su rostro adusto otra vez. Cold sonrió. Iba al grano. Eso le gustaba.

-Buena chica. Siempre fuiste más lista que tu marido, ¿sabes? Él no sabía ni contar dos naves espaciales si las tuviera al lado. En fin, lo que te pediré hacer... es lo más difícil que tendrás que hacer. Pero como van las cosas, y tú lo sabes muy en el fondo, lo sabes porque apoyas a tu hija Straw, no tendrás más remedio.

Ella lo miró trémula. Sabía a lo que se refería.

-Piénsalo así: si yo fuera comerciante de cualquier lugar, y tuviera que elegir entre un rey como Skank o una reina como Straw, sería obvio a quién escogería- le dijo, levantando las cejas. - Y sí. Será horrible. Yo también me preocupo por mis hijos. Freezer no es muy diferente a Skank. Pero jamás le dejaría hacer algo como eso. Al menos personalmente.- le dijo, con todo su cinismo. 

Ella estaba con la misma expresión levemente aterrorizada. Había salido de ella, cuando solo había sido una joven reina. Un bebé grande y poderoso que amamantó. Luego un niño travieso al que quiso querer. Luego un niño cruel al que tuvo que aterrorizar, luego un adolescente vano, que se iba con su padre. Al que abofeteó y castigó muchas veces, pero al que luego, por odio a su padre, convirtió en un instrumento que se le estaba saliendo de las manos. Pero cosa extraña: lo quería. Había salido de ella. De alguna manera. Aunque con esto que acababa de pasar, lo dudaba aún más. Le repugnaba haberlo incluso parido.

Cold tomó su mano.

-Tienes todo nuestro apoyo. Entiéndelo. 

Ella miró su mano y volvió a mirarlo.

-Arréglalo. O lo arreglamos nosotros- la advirtió, para retirarse y dejarla sola y aún sin poder asimilar nada.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

En la noche, frente a su espejo, ella enfrentaba las horribles consecuencias de sus actos. Cuando le dijo a su hijo que no tocara los higos: sabía que había envenenado a su padre. Que la delatara si se iba en su contra era lo de menos, podrían destruirse mutuamente. Pero la guerra empezaría. Muchos morirían. Y claramente no soportarían eso otra vez. O quizás quisieran, como muchos, deshacerse de ambos y poner a Straw. Lo que ella jamás quiso. Por eso hizo que ese monstruo matara a sus hermanos mayores. Y a su hijastro, amante, Fern. Todo para que él ascendiera al poder y ella a través de él. Él, que al menos la quiso para defenderla de su padre, otro monstruo. Una raza de monstruos.

Pero Bardock no era así. Tampoco Straw. Bitter, aunque cruel y dura, no llegaría a esos niveles de terror, haría lo que se le ordenaba, sencillamente. Bitter era cruel solo cuando tenía que serlo, como ella. Como Vegeta mismo, ahora su títere. Del que se enteró que destruyó dos planetas enteros mientras grababa los gritos para su hermano. De eso se enteró durmiendo al lado de ese soldado de clase baja, quizás el único hombre al que hubiera podido amar. Al que había alejado de todo ese horror. También se enteró de esa cohorte, de cómo comenzaban a desaparecer niñas de las aldeas que luego eran encontradas muertas. Puni mandaba cortesanas bajo amenaza, dejó de enviarlas, pero tenía que hacerlo. Había llegado el miedo. Y la perversión absoluta a un nivel que ella no podía entender. Pero que sí permitió. 

Por eso, tomó la daga. Sería su primer castigo. La clavó sola, en su mano, con fuerza y lentitud, para mayor dolor, llorando, mirándose al espejo por lo que tendría que hacer. Pero era la única manera de que sobrevivieran. La Corona buscaba siempre la cabeza correcta, aunque eso a veces no era verdad.  El resto de su familia dependía de ello, incluso su propia continuidad. Porque sabía que ya no habrían límites. Cada vez eran más difusos. Terminó de manar la sangre, mientras ella sollozaba. Pero miró su rostro ante el espejo y vio sus propios ojos, rabiosos y violetas, en medio de su cabello sobre su rostro.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de la princesa Straw, dos días después

La popular princesa, de armadura con visos rojos, solo miraba toda la terrible escena con lágrimas en los ojos. Pronto comenzó a derramarlas. A sollozar. Vegeta, a su lado, apagó la grabación. Tomó su mano, con culpa: había sido otro general de su hermano y ambos tenían el mismo propósito, hacerle daño. Pero había ido al llamado de su madre. Bitter solo suspiró, asqueada. Tomó el hombro de su hermana.

-Madre, nos mostraste esto por alguna razón-le dijo, dura. Ella, extrañamente con su cabello sin peinar, largo y abundante hasta su cintura, solo miró determinada a sus hijos.

-Tú ya lo sabías- le dijo a Bitter, que bajó los ojos. Straw y Vegeta la miraron sorprendidos.

-Bitter...

-Es de lo que se habla en todo el Universo. Pensaba llegar a contarles.-se excusó. - Madre, ¿ha pasado algo en Scafar? 

-Cold está tratando de suavizar los daños. Habrá un castigo hacia nosotros. Aún no sé cuál- afirmó, amarga.

-¿Es eso lo único que te preocupa? - le preguntó Straw, indignada. -¡Plinkin era mi amiga! ¡Él lo hizo por ello, él lo sabía! ¿Y en serio hablas de "los daños"? 

-Sí, hablo de los daños. Esto puede arruinarte para siempre- le respondió su madre, indignada. - Y tampoco olvidaré sus ojos. Jamás- afirmó, con desolación, para Bitter y Vegeta mirarse extrañados. Su madre era otra. -Yo nunca había... dimensionado...lo que hacíamos. No hasta que vi aquello. Y entendí que... tenías razón. Nunca fuiste débil- admitió ante Straw, que la miró enojada y con desconfianza.

-Madre- insistió Bitter.

-Skank no puede seguir en el trono. Al paso que vamos nos matará a todos- dijo ella, temblando. Bitter, Straw y Vegeta se miraron, sorprendidos.

-Madre- dijo este, desconcertado. 

-Y tú no puedes seguir siendo su idiota útil, a menos que lo seas para derrocarlo- insistió la reina. Este la miró grave. Ya no era un muchacho. Era un hombre. Miró a Straw. Bitter analizaba.

-No por un escándalo...

-¡Esto no es un escándalo, se trata de nuestro futuro!- gritó ella. - ¿Qué no lo entienden? Hemos tenido la peor fama del universo, podíamos vivir con ello. Straw encontró otra salida. ¡Deshacernos de Cold! ¡Tener nuestros propios planetas si este se arruina o algún imbécil más fuerte quiere arruinarnos! 

Bitter la miró sin alterarse, analizándola con perspicacia.

-Es decir que se trata de negocios. Cold te ordenó hacerlo- adivinó. Sarin solo se sentó, asintiendo con la cabeza.

-¿Quieres que Skank siga aterrorizándonos a todos y arruinando todo lo que tu hermana ha construido? 

-O tenerla en el trono y sería lo mejor para todos- continuó Bitter, mirando a su hermana, que estaba horrorizada. Negó con la cabeza.

-Sabes que a Cold no le convendría jamás que yo estuviera, porque reformaría todo de inmediato de tal manera que jamás dependiésemos de él otra vez. Y por otro lado, madre, ¡sería guerra civil! ¿Acaso piensas matar a tu propio hijo? Sabes que Skank no aceptaría exiliarse. 

-Skank nos mataría primero a todos. No es que igual no lo haya querido hacer antes- intervino Vegeta. - Yo soy claramente una amenaza. Pero tú lo eres más- le dijo a Straw. - Y sabes que no se quedará quieto hasta exiliarte de aquí. O matarte.

-Soy la princesa más popular del Universo. No podría hacerlo- insistió Straw. Su madre se burló.

-Plinkin era la más bella, igual a ti y la hizo pedazos. Con su sangre será peor, porque tú eres la amenaza directa al trono. Eres joven, bella, a ti te aman. Tu padre te amaba. Skank...- interrumpió su frase. Su padre lo despreciaba. Y ella, solo lo usaba.

-Solo era un instrumento tuyo que se te salió de control- dijo Vegeta, para ella mirarlo con ira, pero vio a sus hijas en la misma hostilidad. Bitter la miró recriminatoriamente. Straw también.

-Vengaré a Plinkin. Me desligaré de Skank. Lo desafiaré. Pero no lo derrocaré. No quiero una guerra civil. Morirían muchos inocentes.

-Están muriendo ya, Straw. Los esclavos van a tu territorio, el único protegido por ti. Y algún día no lo será más- le insistió Sarin, pero su hija negó con la cabeza.

-¡Me estás pidiendo que mate a mi hermano! ¿En verdad enloqueciste? 

La reina Sarin estaba furiosa. No podía entender porqué Straw y sus reparos morales le impedían ver su verdadera situación. ¡Y eso que es vez estaba de su lado! 

-Por esa tsufuru hiciste todo un teatro caminando por todo el maldito planeta con su féretro podrido atrás, ¿y ahora me dices que no harás nada por un crimen que él sí cometió? 

Straw se enfureció. Se paró ante su madre, desafiante.

-Entonces tú dime primero quién envenenó a Amari, a su esposo. Dime la verdad. Porque no te creo por un minuto que estés de mi lado en esos términos.

Sarin se indignó.

-¡Vaya! Con que no te parece suficiente todo el apoyo que te he dado. Increíble- negó con la cabeza.

-¡Solo por negocios! Porque sabes que Plinkin no te hubiera importado tanto si la hubieran destruido con un chasquido. ¡Esa es la verdad, madre! ¡Ahora que lo ves con tus propios ojos tienes un arranque de conciencia que llega demasiado tarde! 

Sarin miró a sus hijos, acorralada. A los otros dos. Claramente estaban por fin disfrutando decirle sus verdades a su madre. Y no dejarían de unirse al festín.

-Un arranque de conciencia que vale decir, solo te importa porque aquel a quien creías controlar se te salió de las manos.  Pero nunca hiciste nada cuando éramos niños. Al menos no conmigo. Entonces, ¿porqué tendría que apoyarte?- insistió Vegeta. Bitter bufó, levantando las cejas. Sarin vio la realidad de cómo la veían sus hijos. Como el monstruo que ella veía en Skank. Y ese fue otro enorme golpe que se había negado a asimilar.

-Porque amas y deseas a tu hermana, por esa maldita razón. Por eso te fuiste con esas malditas putas en Scafar, para poder olvidarla y olvidar el hecho de que se coge a un tsufuru que no le llega a la punta de los talones- expresó, dando doble golpe, porque Straw miró sorprendida a su hermano y este miró iracundo a su madre. Bitter aplaudió, echándose a reír.

-No pasaba una noche tan interesante en meses. Continúen, por favor. Straw la miró furiosa.

-Cállate, Bitter. Supongo que eso también lo sabías. Siempre actúas a tu conveniencia, aunque digas que es la Corona- le espetó. Pero su hermana mayor tenía un extraordinario control ante cualquier tipo de presión. Por eso era tan buena general.

-Espera, espera. Yo no soy la candidata al trono aquí. 

-Te lo regalo, entonces.

-Lo siento, pequeño dinosaurito. Me gusta coger con mujeres, no soy tan bella y tengo el carisma de un tronco seco. Si fuera hombre hace rato la cabeza de Skank estaría en una pica, pero no es el caso- le dijo, burlona. Straw suspiró, irritada. Sarin también. Abrió sus manos.

-El punto es...que me equivoqué, lo admito. Sí, he sido una madre horrible con ustedes.

-Gracias- admitió Bitter, para beber de su copa. Vegeta brindó con ella y bebió también, mirándola furioso por delatarlo. Straw miraba desconcertada y furiosa a su madre. 

-Tú naciste de la peor forma. No fue tu culpa. Pero jamás pude asimilarlo. Me recuerdas en todo a tu padre- le admitió a Vegeta, que suspiró.

-Bueno, gracias de nuevo- brindó con Bitter.

-Y tú siempre te cuidaste sola. No me necesitabas- le dijo a su segunda hija, que asintió.

-Bueno, sí. Aunque me sorprende tu creatividad para el mal, mamá. La respeto, sin embargo- admitió esta.

-Y en cuanto a ti, Straw... tú debiste ser el rey- admitió, derrotada. - Ahora lo sé. Tu padre lo vio antes que yo, siempre lo vio. Yo... te vi débil, pero no vi lo poderosa que eras...

-Basta. Hay mucho que no podré perdonarte jamás- le dijo ella, directa. - Gurdock, por ejemplo- le recordó. 

-Él se lo merecía, Straw- intervino Vegeta. -Dormía con On.

-Ella nos separó - señaló a su madre.

-Pero dormía con On - insistió Bitter. Straw se levantó, furiosa.

-Esto es increíble. No voy a tomar el trono de mi hermano solamente para seguir perpetuando los horrores de esta familia. No son diferentes a él- afirmó, para irse indignada. Vegeta se levantó. 

-Estoy de acuerdo contigo, madre. Pero Straw tiene razón, también. Y supongo que te lo mereces- afirmó, para irse, mirándola recriminatoriamente. Ella cerró los ojos. Otro error. Bitter se quedó al frente.

-¿Y tú? ¿Le informarás a tu hermano? 

-No- le dijo seria. - Y tú sabes por qué.

Ella la miró significativamente.

-¿Qué harás, entonces con ese asunto? 

-No sé aún. Resistir, supongo. Pero mantenme informada. Ya convenceré a Straw. Y sabes que no será fácil- le dijo, trémula.

Ella miró a los ojos a su segunda hija.

-¿Entonces estarías dispuesta a...? 

-Straw es lo mejor para todos. Tú lo sabes. - le dijo, sin revelarle nada más, para también retirarse. La reina, derrotada y acongojada, salió volando del palacio, y se puso a caminar en los rápidos bosques de hongos que se habían sembrado en los alrededores. Conocía el terreno. Habían hongos luminiscentes. Llegó la noche y ella se posó sobre una roca, para mirar al infinito. Cerró sus ojos. Solo recordaba los ojos de la pobre reina Plinkin. Reconocía cómo su alma se había ido de su cuerpo. Es lo que le había pasado a ella también al ser violada por su esposo, maltratada y golpeada por dos meses. Pensó en Skank. EL joven Skank, gritándole para hacerla volver a la realidad. El que la ayudaba con sus damas a bañarla, a darle de comer. Ya no estaba segura si quería verla morir. Skank fue el que más que todo se encargó de que ella estuviera bien. Pero lo que hizo... era su culpa. Nunca había querido tenerlo. Solo fue su instrumento para que ninguna ramera quisiera justificar su asesinato si no le daba un heredero a su esposo. Luego las otras dos niñas. Hermosas, las amamantó, las tuvo en sus brazos. Pero prefería ir a un Consejo y trabajar que mecer sus cunas. Y Vegeta. No estuvo ahí ni siquiera cuando lo dio a luz. No quiso tocarlo. No quiso tocarlo nunca. Straw se encargó de eso. Ahora pagaba por todo. Y de repente, oyó un ruido. Volteó con una esfera de energía.

Era Bardock. Ella suspiró.

-No tú.

-Estás en mi territorio. Eres buena escondiendo tu ki, pero huelo a tu perfume- observó. Ella le sonrió, amargamente.

-Debo cambiarlo, entonces.

-Me gusta así. 

Ella lo vio preocupada y agotada. Él se sentó a su lado. 

-Esta es una desafortunada coincidencia. Te alejé porque no quiero que pongan tu cabeza en una pica. Es muy peligroso en estos momentos relacionarse conmigo- le advirtió.

-No hay guardias aquí. No conocen este bosque. Yo sí.- le respondió, ignorándola. Ella suspiró. 

-Nunca tengas hijos. Si los tienes, será una batalla en la que siempre perderás- le dijo, amarga. - Creo que te lo expresé alguna vez. 

-Sí. Y te dije que no los conocería jamás- le dijo, con una sonrisa sencilla. Sarin se crispó. Era cierto. Su clase jamás tendría el placer de la quietud. Simplemente iban y morían. Y sus hijos también. O casi siempre no paraban en casa. Y los casos de violencia... era muy raro el padre afectuoso.

-Bardock... acaso... ¿sabes lo que se dice del Rey? - le preguntó ella, temerosa. Él la miró serio. Se puso más a su lado. Tomó su mano. Asintió.

-Mató de formas horribles a la reina Plinkin. Las imágenes las transmitió alguien en todo el Universo. Lo siento.

"Cold", pensó ella. Porque jamás creyó en sus intenciones.

-Sé que somos crueles, pero al estar al lado de Straw quizás he aprendido que no todos merecen morir, ¿sabes? También lo aprendí un poco de ti. Por eso creo que lo que hicieron estuvo horrible, incluso para mí. Y seguramente se regodeará diciendo que somos los más fuertes.. yo ya no sé. Yo no lo haría- le dijo, turbado. Ella tomó su mano.

-Sé que no. ¿Qué más se dice? 

-Lo odian, Sarin. Lo quieren muerto por lo que está haciendo con los esclavos y las niñas. Ahora mismo, y sé que lo sabes, está en su cuarta noche prostituyendo a las nobles. Muchos nos preguntamos por qué debemos pelear por él- expresó, con indignación.

-¿Cuántos? 

-Al menos sé que en nuestra clase somos bastantes- le dijo, mirándola a los ojos. Ella suspiró. Se puso las manos en su rostro.

-Sabes, él... era el primero que se preocupaba por mí cuando su padre me golpeaba. El que siempre me llevaba a la cámara de recuperación. Se quedaba días enteros ahí. Y cuando su padre... me encerró y me torturó y me violó, él lideró la ofensiva contra él. Fue el que se preocupó por hacerme volver. Siempre me hacía sentir especial. Pero se perdió. Era lo único redimible en él. Sigue siéndolo. Y ahora... ahora debo hacer la cosa más horrible del mundo y...- quebró su voz, para que salieran sus lágrimas. - No sé por qué fui tan ciega. Fui una pésima madre- admitió, sollozando. - Solamente lo quería para seguir gobernando a través de él y nunca lo vi como lo que era, era mi extensión y...

Bardock la abrazó. Ella siguió llorando. Él limpió sus lágrimas. 

-Pero Sarin. Él va a matarte- le dijo, con una lucidez aterradora que la sorprendió. 

-Tú... tú... ¿por qué lo dices? 

-Ya sobrepasó todo límite. Y está más harto de ti. Eso es lo que yo veo. Lo que oigo. Lo que decimos. Tú ya no gobiernas el reino. Lo hace él. Podría exiliarte, pero quizás en uno de sus arranques...

Ella lo abrazó, temerosa. Ya lo había tratado de hacer con sus hermanos. Y tampoco lo vio. Se sintió terrible, pero él tomó su rostro. La besó. Ella le correspondió. 

-No quiero ver a mis hijos. No aún. 

En su pequeña casa, apartada, comenzó a besarla y ella se quitó el vestido. Luego él se quitó la armadura. Comenzaron a besarse otra vez y ella lo jaló lentamente hacia ella, para comenzar a retozar. Buscó su boca y comenzó a gemir. Ahogó otro gemido, de un embate más grande, en su hombro. Él gimió también, y la volvió a besar.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de la princesa Straw- esa misma noche

Straw miraba los campamentos, y hacía guardia por el castillo. Estaba en una de las almenaras más altas. Aún no podía quitar la vista de los ojos vidriosos de la pobre Plinkin. De la condena que tendrían. Ya había mandado su mensaje a Scafar: condenaba lo que hacía su hermano y exigía justicia. De nuevo. Pensaba irse incluso otra vez de la familia real. 

-Pero todos los que he salvado aquí morirán- se dijo, dubitativa. Hasta que sintió a Vegeta, su hermano menor, con los brazos cruzados.

-Tú.

-¿Qué? ¿Ahora me mirarás con asco por el resto de tu vida? - le preguntó, mirándola a los ojos. Ella lo miró desconcertada, pero con una sonrisa triste.

-No. Pero es raro. Te crié, prácticamente. Soy tu hermana. Y está Sapphire- le recordó, pensando en su amante tsufuru.

-Lo sé. Pensé en matarlo. Pero te rompería el corazón, al igual que mamá. Y prefiero estar cerca de ti toda mi vida que me odies- le dijo, mirándola a los ojos. Ella notó que tenía una confianza y energía inusitadas. Era un desconocido. Un hombre. Un rey, quizás.

-¿Entonces? 

-Ya lo sabes, era muy evidente. Entonces nada. Pero aunque por más que nuestra madre nos haya hecho pedazos, ella tiene razón. Tú lo sabes- insistió.

-Podrías ser tú el Rey. Si lo eres, yo me iría y...

Este tomó sus manos. 

-A mí no me seguirían como a ti, Straw. Tú eres el alma de este reino. Y este reino reclama justicia. Ya basta de ocuparnos de los otros planetas, páusalo por un momento. Tienes una fortuna que superaría las mil vidas de un mutante del planeta Coco- .le dijo, ingeniosamente. Ella le sonrió.

-Y tú.

El príncipe Vegeta negó con la cabeza.

-Yo no importo. Importas tú. A ti te siguen. Todos se matan por tí. Yo mataría por ti- admitió. - Todos esperan que tú los salves. Todos, incluso nuestra madre. Creo que es lo más horrible que tendrá que hacer en su vida, para todos también. Pero ella lo dio a luz. Supongo que eso es algo importante para las mujeres. 

Straw se estremeció. Era matar a su hermano mayor. Ella, ascender al trono. Con todo lo que eso traía. 

-¿Qué hay de On? ¿Qué pasa si hay un niño? No seríamos distintos a ellos- arguyó.  Vegeta la miró serio.

-ON no vale nada.

-Pero su posible hijo sí. Y no quiero matar niños- insistió ella. Oyeron otro suspiro.

-Skank ha matado en estos meses más niños de los que llegamos a matar entre los tres en misiones, Straw- intervino Bitter. - Están apareciendo muertos en todo el planeta, y solo dos provincias, la de la dama Purin, irónicamente, y la tuya, son las únicas que se han preocupado por ellos. Sabes lo que pasa ahora en palacio. Hay una orgía con todas las perras que aspiran a reemplazar a On y que las ofrecen sus esposos. 

-Eso no implica que yo mate a un niño.

-Bien, lo haré por ti- se interpuso Bitter. -No tendrás que ensuciarte las manos. Haré lo que sea, junto a mamá y Vegeta, para protegerte. ¿Qué más? 

Straw miró contrariada a su hermana. No entendía su cambio de actitud.

-No te entiendo. Por mucho tiempo permaneciste indiferente hacia Skank. ¿Por qué ahora ese cambio de lealtad? ¿Qué te pasó en estos meses luego de que volvimos de Scafar? Apenas sí diste señales. 

Bitter suspiró, negando con la cabeza. Sus hermanos se dieron cuenta de que algo no andaba bien. Se sentó sobre la columna.

-Generalmente, soy dura. Jamás me han importado los seres de los planetas que conquistamos. O lo que tengamos que hacer. Pero ahora tengo de superior a uno de los horribles amigos de Skank, el general Berul. Lo hace para humillarme. Sus idioteces las puedo pasar. Pero lo que hizo en Tarastos...

-La luna satélite de Scafar que es otra ciudad más pequeña, pero ciudad, sí- explicó Vegeta. - Continúa.

-Celebramos allí toda la buena racha de conquistas. Ya saben, lo usual. Pero Berul estaba furioso, porque no matamos casi a nadie. De hecho en tres planetas sus reyes prefirieron ser rehenes y los escoltamos hasta Cold y otro porcentaje de la población se quedó para trabajar para él y para nosotros, y otros tuvieron que irse para que mamá los examinara. Fue una semana que la pasamos en el burdel más grande y exclusivo de allá. Ya saben. Baños, todas esas cosas. Como soy la de mayor rango, me dejaron en paz. Un montón de chicas, masajes, comida, y baños para mí sola. Hasta que oí un grito. Era una chica. 

"Bitter salió, con el cabello suelto, y en su bata. Seguían los gritos. La madama, una pequeña mujer verde, se arrodilló ante ella.

"-Señora, por favor, sálvela. Ya ha matado a cinco de nuestros trabajadores. Y sigue ensañado con la pobre muchacha.

"Bitter adivinó en seguida que era Berul. Fue a la habitación del sótano, en medio del terror de todos los demás asistentes y trabajadores. Los cadáveres estaban regados. Ahí estaban todos los demás soldados riéndose. Y Berul... introduciendo un hielo en las partes privadas de una mujer. Una pica de hielo. Esta solo gritaba. Bitter envió una enorme bola de energía que lo tumbó. Ya habían tres trabajadoras muertas. Otra agonizaba.

"-¡Maldita perra! ¡Le diré a tu hermano!- escupió este, que era una bestia gigantesca. Todos la miraron furiosos y comenzaron a cuchichear. 

"-Yo también.

"Todos se echaron a reír. 

"-¿Qué hará la pequeña perra rara? 

"-¿Qué hará la maldita cogemujeres?

"Bitter, sin mirarlos, hizo un flash, y los partió en dos. Los otros atacaron, y ella los atravesó. Estaba harta de los cuchicheos, las burlas y de que la ignoraran. Berul sonrió.

"-Así que eso querías, maldita malparida. ¡Te voy a dar tu merecido!- le gritó, para aparecerse y golpearla rápidamente, pero ella le respondió con una bola de energía. Este le respondió con otra, que Bitter desvaneció. Todos gritaban en el burdel. Bitter ya tenía su traje de dos piezas. Este la miró con lascivia.

"-Te pediré a tu hermano. Y te la meteré. Así se te quitará lo rara. Y dejarás de ser una perra- dijo, para tomar a la pobre joven que había torturado, y atravesarla. Bitter gritó.

"-¿Por qué hiciste eso? ¡Hijo de puta! 

"Este la desintegró. Lo peor era que seguía viva. 

"-¡Ella no te estaba haciendo nada! - le gritó Bitter, horrorizada. -¡Ella era inocente!

"Este se acomodó su media melena. La miró burlón.

"-No tú, mataniños. Vamos, lo sé. - le dijo, recordándole cómo ella se encargó de matar a los bastardos de su padre. Bitter igual no se crispó.

"-¡Ella no te estaba haciendo nada, maldito psicópata de mierda!- le gritó Bitter. Vio a la otra joven sobreviviente, la jaló rápidamente, y cerró la puerta. 

"Este le mandó otra bola de energía que ella rebotó, y salió volando por el techo. Ella se quedó controlando los daños y pagó todo, incluso los funerales, de su fortuna personal. Skank la llamó por su rastreador.

"-¿Te volviste acaso una estúpida, o qué? ¿Te dio un arranque de conciencia? ¡Eran solo putas, estúpida! ¡Berul solo se divertía!

"-Tenemos un concepto de diversión diferente. Jódete- le expresó, furiosa. 

"-¡Soy tu puto rey!- le gritó Skank. -¡Tu puto rey! ¡Ahora le pagarás a Berul parte de tu comisión en las misiones, lo obedecerás en todo! ¡Y a mí me las pagarás cuando vuelvas, zorra rara insolente!- le gritó, para colgarle. Ella se crispó. Desde ahí deseó que a su hermano le pasara lo peor".

Straw y Vegeta miraron aterrorizados a su hermana.

-Por supuesto te ayudaré. 

-No, no...

-Yo pagaré- insistió Straw. No le darás el gusto, no serás su esclava. Es muy raro verte haciendo lo correcto, para variar. Pero para incentivarte, pagaré- le dijo, burlona. Bitter la miró con una leve sonrisa. Su hermana intuyó que había algo peor.

-Vamos- le dijo, poniendo una mano en su hombro. -Dímelo ya.

-Apenas llegué...a mi palacio... Saria estaba decapitada.

Straw se tapó la boca, horrorizada.

-Tu esclava- afirmó Vegeta, aterrado. -No puede ser.

-Mataron a mis soldados, se llevaron mis posesiones de valor. Y la cabeza de la madame, de la chica sobreviviente... y la de Saria estaban juntas. Era un mensaje. Por eso contacté a mamá, ella se encargó de todo, también de la investigación, ahora mismo. Y por eso nos convocó a los tres- afirmó, mirándolos a los ojos. Ahora estoy más que segura. Y que pase lo que deba pasar- les dijo, determinada. Sus dos hermanos la miraron espantados, pero asintieron.

-El punto es, cómo lo lograremos sin causar una nueva guerra civil. Esto nos destruiría-afirmó Straw, preocupada, e indignada. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Casa de Bardock, esa misma noche

El soldado le ofreció una bebida. Ella sirvió los platos. Ambos comían en su pequeño comedor. La reina hizo un gesto raro.

-Son horribles- se rió, para él hacer lo mismo. Se sirvió otro buen bocado.

-Lo sé. Pero te acostumbras- le dijo, sencillamente. Ella siguió comiendo.

-Puede que tengas razón- le respondió, para suspirar. Él tomó su mano. 

-Déjame recapitular. Lo que hizo tu hijo fue un ataque directo contra su hermana. No puede ser más claro. Straw debe ser la nueva reina. Pero muchos de nosotros moriríamos- expresó sombrío. 

-No sé qué hacer. Enfrentarlo no serviría de nada. Podría hacer algo peor, lo conozco- expresó con terror, pensando en Bitter. Este la miró simplemente. Ella sonrió.

-¿Qué? Acabaste de lamerlos, morderlos, chuparlos- dijo, mirando sus pechos, y levantando sus cejas. Este se echó a reír.

-Lo sé. Pero pensaba en que... eres buena para ese tipo de guerra que aborrezco. Pero soy soldado y sé de estrategia, así como tú sabes de la tuya. Verás, cuando tenemos un enemigo difícil, sería estúpido ir como Ozaru, ¿entiendes? Muchos destruyen la luna, y quedamos medio lelos.

-Es cierto- le dijo ella, interesada. No esperaba que Bardock razonara así, pero sabía que lo que menos podía hacer con él era subestimarlo.

-Entonces... nos camuflamos. Nos escondemos, borramos todo poder de pelea, cubrimos nuestras armaduras... entramos sigilosamente, matamos al rey y paf, ataque desde adentro. Es difícil, pero se logra. Puedes hacer lo mismo. No antagonizar, y torcer todo a tu favor. Lo has hecho antes- le sugirió. Ella le sonrió, sorprendida.

-Si no fuera tan difícil, te pediría que te casaras conmigo- le dijo. Este sonrió, negando con la cabeza.

-Te aburrirías. Eres así. 

Ella sonrió, asintiendo.

-Además la única feliz sería Straw -apuntó.

-¡La reina!  Por Sadala, suena espantoso- suspiró ella, abatida, otra vez.

-Oye. Hazlo- le insistió Bardock. - No importa el costo. Lo sabes.

Ella lo miró con gratitud y se levantó, para darle un beso y abrazarlo. Al menos pudo dormir con él, levemente, en paz, por una noche en años. Y solo sonrió cuando él se posó encima de ella, en la oscuridad y ella lo recibió como jamás recibió a su esposo.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

A la mañana siguiente, Sarin sintió pasos. Era Gine, que iba con un vestido que no le había conocido jamás. Uno elegante. Tenía un pedazo de carne. Y su cabello domado. Ella movió a Bardock. Este la miró adormecido.

-¡Viene una joven!

-Mierda- dijo él.

Ella se vistió rápidamente, y lo veía a él cambiarse. Ella se metió en su armario. Este la vio sorprendido. Como si le hubiera dado un golpe. Ella lo miró oronda.

-¿Te gusta? 

-¿Y tú que haces vestida así? 

-Pues hace un mes dijiste que no servía para nada en las misiones ni a la princesa Straw, así que decidí buscar otro tipo de trabajo y resulta que en Palacio buscan damas para el séquito de la reina consorte y sus amigas. Y pues como dijiste que no te importaba mi destino, te cuento que me haré un destino mejor que el tuyo-afirmó, orgullosa, para darle su pedazo de carne.

-Y ya no soy carnicera.

Bardock se crispó, al igual que la reina, que los observaba escondida. Pobre niña, quizás la maldita On los estaba espiando, o su hijo, y había dado con él, y con ella, o seguramente quería joder a Straw aún más. Este la miró asustado y tomó sus hombros.

-No, no vayas Gine. Por favor. Quédate aquí- le rogó. Pero ella retiró sus manos.

-Iré a la Capital. Me casaré con un noble. Y tú morirás, o algo. Espero que no- le dijo con tristeza. - Pero quizás mi destino es mejor que esto- afirmó, para irse, fastidiada. Pero Bardock se interpuso. La reina lo notó con dolor: sí sentía algo por ella. Algo que él no reconocía.

-Gine. Ahora el Palacio es un burdel, nuestro rey es un maldito degenerado. ¡Van a devorarte!

-Sé cuidarme. Y perdona, pero ahora me tengo que ir con mis compañeras. Me espera una mejor vida. Quizás nos veamos. ¿Como una noble y tú mi soldado? - le dijo, para mandarle un beso y salir. Bardock se quedó desconcertado. Se sentó, aturdido. Sarin salió del armario. Tomó su rostro.

-No digas nada.

-No. Pero sé lo que sientes. Y era lo que esperaba- le dijo mirándolo a los ojos, con una sonrisa triste.

-Cómo dices eso...

-Yo la pedí para tu escuadrón, Bardock. Era la única manera de olvidarme de ti- le confesó. Pero él tomó su mano.

-No te he olvidado. Sigues aquí- expresó él, abrazándola ya por la cintura. Ella suspiró.

-Pero también sientes algo por ella, ¿no es así? 

Este suspiró. La abrazó. 

-Nunca te he pedido nada. Pero por favor, protégela. Te lo imploro- le rogó. Ella, conmovida, solo lo besó, tomando su rostro con ambas manos.

-Haría lo que fuera por ti. Claro que sí- le dijo, para volverlo a besar. Él la besó en la puerta y se despidió de un saludo de mano. Ella caminó con su capa. Se encontró con la madre de Gine. Estaba sombría. Le sonrió.

-Así que de todos los rumores posibles, el que más podría lastimar a mi hija es cierto- expresó, con cansancio.

La reina suspiró. No iba a fingir ante ella.

-Estarán juntos. Amarme es demasiado peligroso, se lo aseguro- le expresó. La mujer asintió, sonriendo tristemente y levantando las cejas.

-Lo sé. Sé también que usted la pidió para el escuadrón. Pero están atrayendo a todas las jóvenes de todas las provincias con una vida como la suya. Y ella quiso ir a probar, a pesar de mis argumentos. No las raptan: las seducen. Y Gine... estaba harta de los desplantes de Bardock. Ahora entiendo qué los causaba- le dijo, con desolación.

-La traeré de vuelta. Pero me será muy difícil si me ve como una enemiga.- le advirtió. La mujer entendía lo que quería decir: no podría informarle de su romance con el sujeto de su afecto.

-Nunca será una enemiga para nosotras, majestad. Pero solo tráigamela de vuelta- le rogó. Ella asintió, para abrazarla. Salió volando.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes, catorce noches después

El rey cenaba con su camarilla. Sus tres hermanos estaban sorprendidos: su madre hablaba familiarmente con ese asqueroso duque Pareps, barbudo y alto. Hasta se reía de lo que le decía. Vieron cómo tocó su pecho.

-En fin- dijo ella, sonriente, para él ofrecerle la silla. Straw la miró furiosa. Bitter la miró fríamente y Vegeta también la miró furioso. 

-Así debería ser mi familia, siguiendo el ejemplo de su madre. Hacer lo que se le dice. Mi madre pronto será la esposa de mi mejor amigo y su heredero será el duque del Norte. Pronto lo anunciaremos.

Straw lo miró con una sonrisa burlona. Pero Bitter la había advertido: su madre no era de las que cambiaba de parecer rápidamente. Tenía un plan. Y ellos debían seguir el suyo. 

-Bien, hermano. Sé que tienes planes para nosotros. Supongo que de matrimonio, de misiones ya nos habríamos enterado por nuestra madre- expresó Straw, con ánimo desafiante. Skank le sonrió desagradablemente. Le sirvieron el vino. Tomó la mano de la joven. Era Gine. Straw la reconoció, asustada, pero Vegeta apretó su mano, para que disimulara. La reina también la reconoció, pero siguió comiendo y sonriéndole al mejor amigo de su hijo. Este le dio un bocado y ella lo aceptó. 

-Vaya. Carne nueva. Al menos haces algo bien, On. Aparte de coger, claro- le dijo a la reina consorte, que le sonrió, y levantó el vino. Sus amigos se rieron, así como el mayordomo Prinklen. -Habrá que probarla. Me encantará ver cómo sus huesos crujen cuando la tome - le dijo, sin soltarla. Gine lo miraba asustada. Y Straw sabía que lo hacía para mortificarla. 

-Haz lo que quieras- dijo, para fingir seguir comiendo. Bitter volvió a beber vino. Skank la soltó y le dio una palmada en las nalgas, para luego reírse. Gine le sirvió a su reina, pero esta le apartó groseramente la mano. 

-Así no, estúpida. Ya te dije cómo- le indicó. - Ella asintió, y la reina la miró, pero esta la miró molesta. Le sirvió rápidamente. 

-Supongo que nos reuniste aquí para anunciarnos nuestros propios matrimonios- le expresó Bitter, mirándolo a los ojos. - Y sé que Berul será mi nuevo esposo- dijo, mirando al odiado general, que sonrió malvadamente. -Y no hay una maldita cosa que pueda hacer al respecto, porque nos despojarás de todo.

Skank asintió, levantando la copa.

-Actúan bien tus informantes, hermana. Creo que Berul podrá reconducirte por la buena senda y tú a él. ¿Qué fue lo que le hiciste, Berul, a tu última esposa? 

-La ramera me fue infiel, majestad- dijo el gigantón. - Le arranqué el corazón- dijo, limpiándose las comisuras. Bitter no se crispó.

-Ya sabía esa historia. Ella era una estúpida- expresó la general, desdeñosa. Skank se rió.

-Y como tú no, sé que se llevarán bien. Mis mejores generales ahora son esposos. Es lo natural. En cuanto a ti, Vegeta... aún pienso quién podría ser bueno para ti. Y Straw...sé que no puedo casar a la fuerza a la princesa más popular del Universo. Pero a tus hermanos sí. Eres libre de casarte con ese tsufuru que te coges.

Straw lo miró fijamente. 

-Gracias por lo que me toca, y por tu comunicado de disculpas sobre Plinkin, hermano- le dijo irónicamente, pues el rey había aludido a las condiciones del sitio como excusa para su comportamiento. 

-Bueno, otras razas son peores, el maldito Universo lo sabe- dijo Skank, sin mosquearse. -Hasta Cold lo aceptó. Gracias, madre por ese trabajo. Como siempre. 

-Lo sé- dijo ella, sonriendo falsamente. 

-Mira, On. Ella es una reina útil. Hace lo que se le dice. Tiene cerebro- insistió, para la reina tirarle su propia copa de vino e irse. Skank solo se echó a reír.

-Ay, zorra. Me las pagará. Creo que será ahora. Bien. Me encanta mi linda familia. Me encanta que estemos en paz y armonía. Y pronto celebraremos tres bodas. ¡Salud!- brindó, con la botella, para todos subir las copas. La reina Sarin se levantó fríamente, sin despedirse de sus hijos. No les hablaba desde aquella fallida reunión. Su prometido, Pareps, la tomó de la mano. 

-Ven conmigo- le rogó. Ella sonrió, y en su habitación, luego de gritar, al unísono, ella lo estrujó. Este gritó como si lo hubieran golpeado en el estómago.

-Maldición. Eres la mejor. El rey Vejito era un maldito suertudo. Maldici...

Ella lo besó, y este cayó inconsciente. Recordó que luego de separarse de Bardock, el duque comenzó a asediarla con regalos. Skank le explicó, tajante: "Madre, quiere contigo. Podríamos tener una alianza matrimonial. Me gustaría mucho", insinuó. 

"¿No estaría yo muy vieja?", le preguntó, desdeñosa. Este se echó a reír.

"Aún puedes concebir criaturas. Sería nuestro heredero del norte", expresó.

Ella sonrió. Claro que sí. Pareps la forzaría hasta embarazarse y sucedería lo mismo de Vegeta. Luego podría matarla. Y si ella lo mataba primero, igual ella heredaría el ducado del norte. Se quedaría bajo Skank, al final. Qué listo. Y supondría que Pareps buscaría el enlace para ser cuñado del rey y luego, con el hijo que tuvieran, tener derechos al trono. Bien, aceptaría a aquel maldito criminal bastardo violador, jamás olvidó lo que él le hizo a la pobre reina Plinkin. Él fue uno de ellos. Así que lo invitó a cenar a su palacio esa noche y por despecho y porque habría dado todo porque fuera Bardock, dejó que la tomara. No estaba mal. Era tan salvaje como los hombres de su raza, tan dominante como le podía gustar. Pero era fácil de controlar. Sobre todo en ese aspecto. Y ella obtenía un triste placer por consuelo al perder a quien amaba en verdad.

Tenía que amarrarlo: tenía que visitar el ducado de Pareps. Enterarse de todo. Kalen y Afni ya estaban en la tarea. Así que recorrió los pasadizos que ya conocía, cubierta por un velo. Miraba a las mujeres que limpiaban: unas eran informantes de la consorte, otras de Prinklen, otros eran suyos, otros del Rey. Varios se dispersaron apenas ella pasó, comenzando a mover información. Hasta que llegó al ala de la reina consorte. Una bofetada.

-¡Zorra! ¡Ve y entrégate entonces a mi marido, a ver si tú le das el heredero! 

-Señora...

-¡Tú y tú! ¡Agárrenla! ¡Rómpanle ese vestido! 

Era la voz de On. Varias burlas. Unos gritos. Era Gine. Ella se comunicó con Kalen y Afni. Este vino de inmediato. 

-¡La reina madre! - la anunció.

Abrieron la puerta electrónica. Ella entró, muy digna. Gine ya no estaba. On estaba recostada, con su largo cabello suelto, y en una bata ligera. 

-¿Cómo va todo? Sé que estás reclutando pobres aldeanas en todo el planeta para tu servicio. Supongo también para que tu marido se divierta y las golpee a ellas en vez de a ti, ¿no es así? 

On la miró con una sonrisa desdeñosa. Sarin vio en sus ojos algo raro.

-¿A tí qué te importa? Debo defenderme.

-Y darle más posibilidades a mugrosas desconocidas de quitarte tu puesto. Bravo, On- aplaudió. - Eres tan inteligente. Bravo- insistió. 

-Eso no pasará. Apenas den a luz sabes lo que puedo hacer con ellas.

-Bueno, yo pensaba lo mismo- se sentó la reina. Afni ya no estaba con ella. -Acabé con la última que trató de hacer lo mismo, claro, antes de que naciera Vegeta. Y sabes lo que pasó.

On se rió, para que le sirvieran más vino.

-Te lo merecías. Vamos, díselo al Rey. Me da igual. - expresó, parándose. Otra dama le pasó un polvo, con el que se compuso. -Te lo diré así: si viniste a espiar, puedes irte a la mierda. Y si viniste a recriminarme, puedes irte a la mierda. Solo espero que Pareps te de una buena cogida y te lleve a Scafar y no vuelvas a joder nunca más. 

-Claro- dijo Sarin, mirándola como basura. - Tú has hecho un excelente trabajo. Bills, por ejemplo- le sonrió, recordándole su fracaso. Ella le tiró una copa, pero Kalen se interpuso. Solo le salpicó el vestido a la reina. 

-¡Vete a la mierda! ¡Estoy harta de ti! ¡Cásate con ese degenerado de Pareps, y déjame en paz! 

La reina se levantó, sonriendo cordialmente.

-Querida nuera. Te deseo lo mejor, pero recuerdo que tengo cosas que hacer. Ten buena noche- le dijo, para irse. On le tiró otra copa, que la golpeó en la espalda y manchó su vestido. Lo hacía para provocarla. Ella la miró de reojo y se fue. 

Poco después, en otras habitaciones, Gine estaba temblando. Le habían tapado la boca y conducido por varios pasadizos que no conocía: temía lo peor: había oído gritos de mujeres por todo el palacio. Sus compañeras desaparecían. Poco después, la reina entró. Afni la miraba severamente. 

-Así que eres tú. Mírate. Te estaban rompiendo el vestido.

Ella la miró furiosa y hacia el otro lado. Sarin entendió que sabía lo de Bardock.

-Vigilen fuera- le dijo a su séquito. La reina se sentó a su lado. Trató de tocarla, pero ella se apartó. Tenía dos golpes.

-No, no- la rechazó. -Si viene a acabar conmigo, hágalo de una vez- afirmó, sin mirarla. La reina suspiró.

-Sabes que tengo infinito poder de pelea, superior a ti en todos los sentidos y podría reducirte como una mosca.- le dijo, mirando sus manos, también magulladas. Gine la miró con odio y lágrimas en los ojos.

-Sí, es superior en todo lo demás. Por eso Bardock la ama- le dijo, mientras sus lágrimas corrían por sus mejillas. 

-Así es. Pero está preocupado por ti. 

-¿Qué? Él me dijo que no importaba, que estaba harto de salvarme, que era un estorbo. Que jamás sería usted- expresó, llorando. La reina la miró conmovida.

-¿Te dijo eso? - le preguntó, extrañada. Bardock no era así. Gine negó con la cabeza.

-No, me lo dio a entender. Lo último, al menos. Yo sabía que había cambiado algo luego de que volvió de Scafar. Hablaba de usted como lo mejor del Universo- expresó, con tristeza.

Ella sonrió, y se acercó suavemente. Tomó su mano. Gine la volvió a retirar.

-¿Qué quiere? 

-Sacarte de aquí. Bardock me lo pidió- le confesó. - Y haría cualquier cosa por él. 

-Yo..-negó con la cabeza. - Yo... usted lo ama- descubrió ella. -Lo ama en verdad- adivinó. Ella sonrió, asintiendo tristemente. 

-¡Pero si usted se va a casar con ese horrible duque Pareps! ¿Cómo? 

-Es un juego político muy peligroso. No sé cómo pueda salir victoriosa, pero lo intentaré. Y sí, amo a Bardock. Pero amarme en mi posición es peligroso. Amar es peligroso. Amar te hace vulnerable. Hace que tus enemigos sepan cómo lastimarte si tocan a quienes quieres. 

-Bardock no se dejaría de ningún idiota, por muy duque que sea- dijo, gazmoña. La reina se echó a reír, asintiendo. Ella también. Lo conocían. 

-Es cierto. Por eso me gusta tanto. Pero no quiero que pierda eso. Bardock merece algo mejor que yo. 

-Pero majestad... - expresó Gine, señalándola. Ella negó con la cabeza, con tristeza. Tomó sus manos. También tenía lágrimas en los ojos.

-Bardock no merece perder quién es. Aún si no existieran obstáculos y estuviera a mi lado, solo sería mi extensión. No sería el saiyajin libre que a pesar de todo, es. Tendría que estar a mi lado, siendo mi escudo, mi defensor, pero perdería esa lucidez maravillosa que pocos seres tienen en este Universo. Tú sabes a qué me refiero- le dijo, para Gine asentir, también, y llorar. - El poder y los lujos hacen eso. Muchos los quieren y se pierden en ellos. Bardock no lo haría, pero tendría que luchar bastante. Además, sería un blanco. Se cuidaría solo, pero jamás volvería a ser él mismo. Marece un destino más grande, más puro que estar a mi lado.

-Majestad... sería recordado- le dijo ella, con tristeza. La reina enjugó una lágrima.

-¿Y de qué sirve eso si no puede ser feliz? 

-Pero él podría tener una oportunidad con usted. Por eso me fui- le confesó ella. - Yo quería que fuese más que un soldado de clase baja, quería verlo triunfar a su lado. Que fuera su escudo y espada. Que pudiera tener... una oportunidad- expresó, con tristeza. La reina la abrazó. Entendió que su amor era igual de grande. 

-¿Y qué habría sido de ti, mi niña, si lo vieses junto a mí? - le preguntó, dulcemente.

-No lo sé. Me habría ido a Scafar, con lo que ganara y aprendiera aquí, supongo- afirmó, amarga. La reina limpió su rostro, con su velo. 

-Y matarías tu alma. Ese espíritu que han tratado de quebrantarte, ¿no es así? Ese que él ve en ti. Ese que lo ha impulsado a salvarte, a pesar de que te diga cosas tan estúpidas- expresó, negando con la cabeza. No entendía porqué con ella era tan claro como un río puro, pero con la mujer que en verdad amaba era el más torpe del mundo. -Él lo ve. Y solo me ha pedido protegerte. Y se lo daré, porque lo amo. Y porque sé que amar es... que sea feliz- admitió, dolorosamente. - Aún sin mí. 

Gine la volvió a abrazar. Ella salió y susurró a Afni. Poco después le traían su arcón de pociones.

-Mi madre la adora. Ahora entiendo por qué. Usted no es lo que dicen que es- expresó, viendo sorprendida al espejo cómo se borraban sus heridas. La reina la limpiaba en silencio. Gine veía cómo volvía a ser la misma, como si nada. Le sonrió.

-Tiene talento para curar a los demás, majestad. Es muy buena en ello- observó.

Ella le sonrió, levemente.

-Pero también para dañarlos. 

Gine negó con la cabeza. Tomó sus manos. Ambas se miraron a los ojos. La alta reina y la pequeña joven.

-Jamás olvidaré lo que ha hecho por mí. Jamás- le juró. 

-Ahora solo te pediré dos cosas. La primera, quiero que me cuentes todo lo que viste al lado de On. La segunda... es más sencilla. Cuídalo mucho- le dijo, para ella asentir. Se abrazaron otra vez. 

Dos días de camino después, Kalen, envuelto en una capa, apareció al lado de un soldado de Straw, mientras Bardock y la madre de Gine hablaban preocupados, sentados alrededor de la mesa. El soldado golpeó y Bardock fue a proteger a la mujer. Pero Kalen apareció. Le hizo una seña. Era Gine, con su armadura de siempre y una capa. Este corrió a abrazarla, y esta a él. Se miraron y él la besó. La madre de Gine veía al mayordomo, conmovida. Este le dio una memoria, con el sello de la reina. Y una carta, con una Estrella Negra. Esta se adelantó. 

-Dígale a su majestad que no nos ha fallado. Y que moriremos por ella. Somos su ejército. 

Este asintió, entendiendo. Gine la miró extrañada. Bardock suponía de qué se trataba, pero no quiso ahondar en ello.

-¿Madre? 

-Nada, querida- le sonrió esta, satisfecha. Solo mi agradecimiento. Sabes que la reina vino a nuestra casa cuando eras una niña. 

-Me retiro entonces -afirmó Kalen, subiendo a su moto voladora, junto con el soldado. Bardock y Gine los vieron perderse entre el bosque de hongos. 

-Le debo la vida- dijo este, aliviado, abrazándola.

-Le debemos todo, Bardock. Y de alguna forma habremos de devolvérselo-le dijo, para mirarlo. Se besaron otra vez.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Salón del Trono, un mes después

Los tres hermanos del rey y su madre estaban arrodillados frente a él. Este estaba al lado de la reina On, que los miraba burlona. 

-Levántate, general Bitter. Te desposo con el general Berul -dijo, para este ir hacia la espigada princesa, que lo miró seria. - Mis dos mejores generales ampliarán la Dinastía. -Se toman, se disfrutan, por siempre- dijo, para bajar y unirlos. Berul tomó duramente del brazo a Bitter, que estaba inmóvil.

-Muy agradecido con su majestad por esta unión- afirmó. Jaló a Bitter, que no reaccionó. Esto extrañó a Skank, que pensaba divertidamente en las palizas que Berul le daría. Su madre se levantó, altiva. Tenía su vestido negro, de siempre. El duque Pareps tomó su mano. Ella lo miró con una leve sonrisa.

-Madre. Me encanta hacer esto. Cuida a mi mejor amigo. Pareps, sabes qué hacer. Se toman y se disfrutan. Por siempre- los unió. Sus hijos la miraron tensionados, pero ella los miró altiva, y tomó a Pareps del brazo. Este se rió, sorprendido.

-¡Querida!

-Ya quiero tomar lo que es mío- afirmó, para toda la corte reírse.

-¡No hay duda de que soy su hijo!- se rió Skank. Toda la corte volvió a reírse. 

-Ve, ve, madre. Pero no me lo dejes sin energía para el banquete esta noche- se rió. Ella lo jaló, burlona, y se fue con él. Skank hizo una señal de silencio y oyó un grito de placer de Pareps, y se echó a reír. 

-¡Por Sadala! en fin. Vegeta, príncipe. Como heredero de nuestro padre, te casaré con Adrimla, hija de mi adorado Berul. Es decir que tu suegro será tu cuñado. No importa. Muchacha- ordenó. 

Una joven de ojos alargados y rojos, y cabello domado, apareció. Vegeta la miró aprensivo. Y con razón: como On y tantas jóvenes de su clase, era intrigante y caprichosa. Pero este aceptó los votos. Straw, a quien vitorearon, apareció con Sapphire.

-Como muestra de la integración, y porque soy magnánimo, te casarás con quien amas. 

Este sonrió. Straw estaba inmóvil. Lo hizo, levantando la mano de su amante y mirando a sus hemanos. Ya en el banquete, opíparo y decadente, como a Skank le gustaban, parte la familia estaba en reclinatorios. La reina estaba sin su marido. Skank solo podía reírse.

-Al menos mi padre te daba el ancho. ¡Con razón tuviste tantos hijos!- se burló. Ella solo miraba todo con desdén. 

-Es muy divertido estar con él, querido mío. Vegeta, no veo a tus hermanas- señaló a su hijo, que estaba ensimismado. 

-Deben estar, querida madre- afirmó Adrimla, cumpliendo con el deber de sus esposos - le dijo, significativa.

Entró una bailarina azul, espigada y con tentáculos expansivos. Tenía un traje de dos piezas. Skank gritó, para On taparse los oídos. Comenzó a vitorearla y la bailarina comenzó a contonearse. Mientras tanto, en el palacio de Bitter, Berul la estrellaba contra una columna, pero ella le lanzaba una bola de energía. Varias. Le dio a una, y este furioso, apareció por detrás, para ella patearlo. Pero luego apareció por delante. Le clavó una jeringa. Bitter lo miró aterrorizada.

-Hijo de puta.

Comenzó a ver doble. Berul la sometió, poniéndole un pie sobre la cabeza. Sintió cómo se rompía su armadura.

-Maldita sea... maldita sea...

Sintió cómo la golpeaba una y otra vez, hasta ahorcarla. Luego lo sintió, parar él moverse mientras la ahorcaba quemándola y ella solo gritó de dolor. Hasta que vio su puñal, pero Berul lo tiró fuera. La volteó y la estrelló contra el piso. Ella se arrastró, sin saber a dónde moverse.

-No seré una maldita víctima... - gritó, para que Berul le rompiera un brazo. Ella gritó otra vez, y se tambaleó, para moverse en dirección a su pared de armas. Berul la estrelló hacia allí. La jaló de una pierna y se posó encima de ella.

-¡Perra prostituta! 

Ella se movió rápidamente y con su espada le cortó todo el miembro, para él comenzar a gritar. Ella estaba ensangrentada. Le rasgó su capa y se la puso en la boca. Tomó el intercomunicador.

-Straw ven. Creo que lo jodí- le dijo. 

Straw llegó una hora después, junto con Sapphire. Bitter los vio raros, pero no dijo nada. Ella se abalanzó a socorrer a su hermana, mientras Berul seguía gritando. 

-Hay que llamar a mamá. Dios, mira lo que te hizo... Bitter...

-Sé lo que me hizo- le dijo, retirando su mano, aterrorizada y asqueada. - Era parte del maldito plan, pero el tipo quería matarme. No previmos eso. 

-¿Plan? - preguntó Sapphire. -¿Pero qué...? 

-Llama a mamá, que vengan sus agentes- le insistió Bitter. -Maldición, ahora. 

La reina vino en la madrugada. El doctor Fura había adormecido al general Berul y sus susurradores se encargaban del desastre. El príncipe Vegeta había dejado dormida a la desconocida con quien se había casado y lo suficientemente satisfecha como para que no lo molestara. Bitter aún seguía con el cabello suelto, ensangrentada. Straw limpiaba sus heridas, pero su madre se ocupó. 

-Hubieran hablado conmigo. Básicamente tuvimos la misma idea. ¿Porqué aceptaron esos matrimonios? Al menos tú y tú - señaló a su segunda y último hijo.

-Tenemos que aliarnos de sus aliados. Pero Berul me odia. Odia a las mujeres. Creí que podría soportarlo, como lo hiciste con papá- dijo Bitter, suspirando. - Y mamá, no pude- le dijo, quebrada, con sus ojos humedecidos. - No sé cómo diablos pudiste hacerlo por más de veinte años, no sé cómo diablos lo hiciste. No sé cómo...- dijo, respirando agitadamente. Su madre tomó su rostro y la abrazó.

-Pudiste. Bueno, Berul no es un rey al que yo le pudiera hacer eso. Pero pudiste. Estoy orgullosa de ti. - le dijo con una sonrisa compasiva.

Bitter la abrazó, aún traumatizada. Straw y Vegeta se miraron, conmovidos. Bitter solo dejó caer un sollozo, para seguir respirando fuertemente.

-Está bien. Estarás bien. Te enfrentaste y sobreviviste. Ahora tendrás que mantener la farsa, y Berul no podrá lastimarte, ya no. Y tú...- le dijo a su hijo menor.

-Mi esposa es amante del tuyo. Tú lo sabes. Ambos son informantes de Skank. Pero al parecer es más adepto a ti.

-No creas. Ella es joven- le dijo a su hijo, mientras seguía curando a su hija. -Seguramente pensará en deshacerte de ti con un buen veneno y también de mí. Ella podrá darle el heredero que yo no pienso darle. 

-Lo sé. Pero sabré lidiar con ella, madre- expresó, sombrío, mirando a Straw. -Ella es la única que sale bien librada de este arreglo.

La princesa de cabello rojizo se contrarió.

-Yo...

Sapphire apareció, con una reverencia. Tomó la mano de Straw.

-Esposa. Madre. Ya todo está arreglado. Berul se irá a Scafar y Bitter, lo lamento, tendrás que acompañarlo. Le diremos al rey que en su pasión, bueno, los dos fueron escaldados. Sus agentes, madre, supongo que cuidarán de él.

-Supones bien, hijo- dijo la reina. -Gracias.

-Bien. Straw- dijo, para tomarla de la mano. -Debemos ir a tu ducado. Quiero enterarme de todo, ahora que somos esposos- le dijo. Ella lo miró con una leve sonrisa y miró a Vegeta, que la miró furioso. Bitter se levantó.

-Quiero descansar. Avísame cuando esté limpio todo esto- le dijo. Su madre asintió. Miró a Vegeta seriamente.

-No puedo invitarte a mi palacio Sur. Allá está mi nuevo esposo. 

-¿ Te desharás de él? 

-¿Tú de la tuya? - le preguntó ella, mirándolo a los ojos. Este se contrarió.

-Solo cumplo con mi deber. Es tan vana y detestable como On.- afirmó, amargo.

-Lo sé. Pero si lo haces notar mucho, se dará cuenta. 

-Qué, madre - afirmó este, desolado. Odiaba la política. Odiaba sus juegos. 

-No has movido un maldito solo dedo para conquistar a tu hermana. Vegeta, ya no eres un niño. Eres un hombre. Y a ella es a quien amas en verdad. Este gruñó. 

-¡Se casó con su maldito tsufuru! ¿No ves cómo lo hizo, tan fácil? 

-Lo hizo por política, como todos nosotros- replicó su madre, levantando las cejas. El príncipe se contrarió.

-Se aman. Lo ama. 

Ella negó con la cabeza. Se levantó. Caminaron hacia los jardines, increíblemente intactos luego del saqueo y la batalla campal de Bitter con su esposo. Ella le ofreció su gancho. Él se extrañó. Jamás lo había hecho.

-¿No te parece algo raro que Skank haya aceptado tan fácilmente ese matrimonio? ¿Y que él mismo haya sugerido al tsufuru como candidato? 

El príncipe razonaba a toda velocidad.

-Madre... no sugerirás que él también... ¡pero él ama a Straw! -afirmó, desconcertado.

-Pero no puede controlarla. Un hombre, querido, puede estar celoso de una mujer por muchos motivos, aún así la ame. Porque ella es más fuerte, más poderosa, más querida. Eso al final puede más con su orgullo. 

-No lo había pensado así... Straw dijo que tenía sus planes, y pensé que sería oponerse a mi hermano. Pero al final Bitter... Bitter lo sabía... pero Sapphire la amaba, madre. Yo lo veía, yo...

Ella suspiró. 

-Sapphire estuvo en el lado tsufuru hace unos meses. Estuvo bebiendo con sus amigos y algunos miembros de su familia. Dijo que tendría el premio mayor de todo el Universo, tu hermana. Y sabes... aunque parezcan ser más refinados que nosotros... siguen siendo hombres. Le preguntaron si sería su carga capas. Él dijo, y lo tengo grabado: "La someteré a mí y será la primera vez que los tsufuru gobiernen sobre los saiyajin como debió ser siempre".

Este se soltó.

-Malditos. Te lo dije. Muchos creemos eso, pero te niegas a escuchar- le dijo, furioso. Ella lo miró reclamante.

-Esta información me la dio el príncipe Dirs. Es el sucesor de su padre. Su madre es amiga mía. Los tsufuru tienen sus propios intereses, y los que menos tienen es antagonizarnos, Vegeta. De eso se está encargando él. No quieren ser conquistados, solo quieren vivir en paz, y seguir compartiendo con nosotros lo que ganamos y lo que ellos desarrollan. Cabe decir que aprendió, de su madre y por supuesto, de mí. Tiene informantes. No quieren que por Sapphire se comprometa todo su pueblo. 

-¿Entonces? 

-¿No es obvio? -le susurró. - Tienes que arrebatarle a tu hermana. Es el único camino posible.

-Madre, lo dices como si fuera fácil. Estamos casados. Ambos. 

-Yo puedo arreglarlo. Pero Straw comienza a dudar, a dudar más de lo que te imaginas, por eso aceptó ese enlace. No lo dudes, Vegeta. Tienes que hacer tu parte.

-Mi parte. Casarme con ella.

-Sí. No me importa si ambos me exilian a Scafar. Lo que me importa es que nuestra sangre perviva. Y que nuestro Planeta, también. Serías la mejor pareja para ella. Porque sé que a diferencia de Sapphire no ansías controlarla, ni poseerla. Querrías reinar a su lado. 

Vegeta la vio sorprendido. Prácticamente le daba su bendición. 

-Madre... ¿hablas en serio? 

-Ambos son la única salida- le dijo, trémula. Este la abrazó. Ella le correspondió. 

-Escríbele. En código. Sabes qué hacer- le dijo.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes- dos semanas después

Un hombre altísimo, de elegante apostura, de cabello castaño y peinado hacia atrás, con ropajes azules, de nariz aguileña y ojos alargados, se bajó de una refinada nave. Iba atrás de su padre, un pequeño hombrecillo de cabellos castaños, casi como una esfera. 

-Mira, madre- se burló Skank, con sus ropajes negros oficiales y su rastreador. - Una bola y un palo.

El esposo de la reina madre y toda su comitiva se echaron a reír. La reina madre salió al paso, vestida con sus ropajes y capa negra, y con su cabello trenzado. Ambos sujetos le hicieron una reverencia.

-Rey Pirs, príncipe Dirs. Bienvenidos sean, tsufurus. El rey besó la mano de la reina madre y el príncipe también.

-Extraño no ver a su madre, alteza- le dijo esta al príncipe tsufuru, que sonrió levemente.

-Ella está como regente, majestad. Es tan inteligente como usted- la alabó. La reina sonrió. Ah, frente a aquel príncipe tsufuru, toda la nobleza saiyajin era en comparación un montón de bárbaros asquerosos. Incluido su marido.

-Mi marido, majestad. El duque Pareps- dijo. Este miró con desprecio al príncipe, y le apretó fuertemente la mano. Este siguió sonriendo. 

Todos pasaron. Sapphire hizo reverencia a sus reyes. Era el principal arquitecto de la negociación: ahora en conjunto, atacarían a algunos planetas. Los tsufuru serían la parte operativa. Skank solo bebía, mientras mandaba mensajes por su intercomunicador, burlándose, claro, del aspecto del rey tsufuru. La reina era la que hablaba en su nombre, mientras que el príncipe lo hacía en nombre de su padre. Todos oyeron unos bufidos. La reina miró a su esposo.

-Perdona, mi amor. Pero tengo una pregunta: príncipe Dirs... es usted muy alto.

Los demás nobles saiyajines comenzaron a codearse. Skank se tapó la boca, riéndose en silencio. La reina los miró con furia. Sapphire suspiró, porque no sabía dónde meterse. El príncipe Vegeta los miraba serio. Quería aprender de su madre, pero esos idiotas no lo dejaban. 

-Sapphire, acompáñame a llevar a nuestros amigos a las estancias de diversión- le dijo, parándose. La reina le agradeció con la mirada.

El príncipe se levantó. Puso las manos en los hombros de su padre. 

-Es gracias a mi madre. Eso responde su pregunta, supongo. 

-¿Y cómo...? -preguntó Prinklen.

-Gracias- insistió la reina, furiosa, haciéndole una señal a su hijo y a Sapphire. Todos se retiraron. Skank se quedó.

-Perdone a mis muchachos. Son un poco... ya sabe.

-Lo sé. Solo que pensé que mi altura no era un tema importante. Nunca lo ha sido con el rey Cold- afirmó, para concentrarse en sus documentos. Miró a la reina y esta a él, que le sonrió, con complicidad.

-Así es- dijo el rey Pirs. - Su abuelo materno era alto como un rolbol- dijo, refiriéndose a los altos árboles del lado tsufuru. - Él lo heredó. 

Skank se aburrió. Se servía vino, mientras el príncipe solo lo veía con odio, al volver de ese grupo donde estaba integrado, y quienes hacían bromas a su costa, pero precisamente estaba ahí por más información. Maldito degenerado estúpido. Su madre prácticamente seguía manteniéndolo todo en sus manos, mientras él disponía de sus vidas como quería. Y miren al heredero tsufuru, claro. Skank, aún siendo alto y fuerte, no le llegaba ni a los talones. Flaco favor hizo el Universo con los herederos de Plant. Y a él: Straw se negaba a engañar a su esposo, Straw lo trataba con distancia. Straw estaba angustiada, porque no quería creerlo. 

La reina, por su parte, al terminar las negociaciones, a las que Skank no les puso ningún caso, caminaba al lado del príncipe, mientras el rey Pirs hablaba con el príncipe Vegeta, caminando a pequeños pasitos. Skank ya se había retirado, claro. 

-Es bueno hablar con alguien que tenga la edad mental de un adulto, para variar- le dijo la reina al príncipe, que se rió.

-No me ofende. No son los únicos en el Universo que hablan de eso. Sé lo que dicen. Cómo alguien como mi padre conquistó a mi madre, cómo hicieron para concebirme a mí y a mi hermana, todo eso.

-Lo siento. Es vulgar- afirmó ella, molesta. -Tenía que agradecerte tu ayuda de alguna manera. Por eso fui suave con el trato. 

-Lo sé- afirmó este, suspicaz. De pronto, se enredó con sus papeles. La reina los recogió con su cola. Lo miró desconcertada.

-Perdona. Ella tiene vida propia. 

-Lo sé- le dijo, para tomarlos. 

-Sé que también debes vernos como unos simios espantosos. Bueno, frente a ti no hay mucho qué hacer, pero..

Este se rió con la observación.

-Para nada. Mira a mi padre. Aún así está casado con la otra reina más bella del planeta.

Ella lo miró con una sonrisa mohína, fingiendo no aceptar el halago.

-Basta.

-No es un halago. Es cierto. Lo sabes- afirmó. Ella asintió.

-Sí, creo. Sí- afirmó, para este sonreírle.

-¿Tu esposo no se pondrá celoso si nos ve hablar? 

-Tiene amantes- le dijo ella, altiva. Dirs suspiró.

-Sí, se sabe en todo Plant. Pero es increíble que teniéndote a ti busque mujeres inferiores- le dijo, mirándola de reojo. Ella no sabía dónde meterse. Suspiró.

-Bueno, así también era el rey anterior. Así suelen ser algunos hombres. De todas las razas.

-Algunos no- le dijo. Ella lo miró escéptica. 

-Si quieres encontrar una noble saiyajin para casarte, quizás... puedo ayudarte. O a alguien más. Quizás busques eso o...

-No quiero. Aún no- afirmó este, arrogante. -No me interesa. 

La reina lo miró extrañada y desafiante.

-Ya no eres un niño. Eres mayor que mi hijo mayor. Supongo que te lo repite tu madre todo el tiempo- se burló. Este levantó las cejas.

-Lo sé. Pero no veo a nadie ser lo suficientemente hábil e inteligente para lo que requiero. Y menos para seguirme el paso. Mi madre dice que soy exigente. Puedo serlo. De mí depende la continuidad del reino-afirmó, determinado. La reina Sarin sonrió. Sabía exactamente cuál era su papel. Qué diferencia con Skank, pensó, amargada.

-Bueno, podrías tener a una reina para tus herederos y a una amante elocuente- solucionó ella. Este suspiró. 

-Tal vez- dijo, mirándola arriba abajo. 

Poco después, mientras Afni la arreglaba, ella pensó en ese príncipe. ¿Todavía era deseable? Por supuesto. Pensó en Bardock, con tristeza. Tan honesto, tan... puro, tan suyo en su deseo por ella. Pero diablos, en qué estaba pensando. Podría ser su madre, tenía trece años más que él. Hasta que oyó gemidos. Se paró, y fue con Afni detrás. Abrieron los huecos de la pared. La esposa de su hijo menor cabalgaba a su marido. Este le tapó la boca.

-¡No hagas ruido! ¡Mi esposa se arregla para el banquete! 

- Y qué. A ti no te dice nada. El mío a mí tampoco. Apenas me monta como un animal de carga. No hablamos sobre nada. ¡Algo están tramando! ¡Hay que decirle a la reina, o al rey! 

-Pues mejor así. Sarin no da problemas. Me complace, me consiente, administra todo. No tengo que hacer nada, sino joderte. Y me estoy cansando de eso- afirmó, retirándose, molesto. -No sé porqué el rey Vegeta la trataba tan mal. ¡Es perfecta! Es elegante. 

Ella le tiró un jarrón.

-Púdrete- dijo, para irse hacia otro lado. El duque se relajó. Su esposa entró intempestivamente.

-Sarin.

-Vístete. Iremos al banquete. 

-Oh Sarin- dijo este, mirándola tontamente. Vamos...- dijo, rodeándola. Ella se arrodilló.

-No me arruinarás el vestido. Capa- le dijo a Afni, que se la puso. Este se echó a reír.

-Mujer...

-Te la chupo, y te alistas- le ordenó. Este se echó a reír, mientras Afni cerraba la puerta y caminaba entre los pasadizos. Maldito degenerado. Menos mal ella tenía a su Pargas. De hecho, él fue el que le dio un papel.

-Lo mandó un mensajero del príncipe- afirmó este. Ella lo abrió. Sonrió reivindicativamente.

-¿Pasa algo? 

-Nada. La reina merece cosas buenas- afirmó, deferente. 

Ya en el banquete, la reina On estaba en el centro. Se reía con Skank de la fisonomía del rey tsufuru.

-¿Esa cosita es la que los gobierna? Podríamos invadirlos- se echó a reír, pero Skank la calló. 

-Pero mira la cosota que lo sucede- señaló al príncipe, que vino peinado hacia atrás, con una armadura negra y capa terciada del mismo color. Todas las damas hablaban entre sí.

-Está muy guapo- apreció On. Skank se rió, amargo.

-Eso dicen todas aquí. Están locas por él. Pero sé que es un tipo arrogante, dedicado a estudiar, y ha comenzado a representar a su padre ante Cold y en Scafar. 

-Yo quiero saludarlo- afirmó la reina, que miró con desprecio a Skank. Este seguía bebiendo. El príncipe le hizo una reverencia y la reina lo miró con lascivia.

-Gran futuro, tienen los tsufuru- insinuó. 

-Gracias- dijo este, mirándola fríamente. Hasta que la reina madre apareció al lado de su marido, que se soltó de ella de inmediato y se fue con sus amigos. La reina On volteó los ojos.

-Ahí va esa ramera- afirmó, para devolverse al trono. El príncipe la miró extasiado. Ella tenía su peinado hacia atrás, y su vestido rojo oscuro tenía un collar scafariano, a lo largo de sus pechos. Esta miró a todos altivamente. Straw apareció, con un vestido más discreto, y sus trenzas usuales, hacia atrás. Y el príncipe Vegeta al lado de su esposa, inmóvil. Comenzó el banquete. Los tsufuru, de su lado, que colindaban con el príncipe sentado al lado de la reina madre, veían con desagrado las risas, los chistes, la comida desaforada y las burlas. El príncipe Vegeta apenas sí tocaba nada. Straw también. La reina adivinó que algo había pasado. Sapphire departía con el grupo de los nobles, algo que el príncipe y el rey veían con aprensión. 

-Apenas sí los he enseñado a comer, pero será muy difícil cambiarlo- afirmó la reina, que tampoco comía nada.

-Deberías probar algo. Todo está delicioso. 

-No. No me gusta hacerlo en frente de los demás. No aquí- expresó, viendo a la reina On, que solo tomaba vino. Se levantó, de pronto, tambaleante.

-Ting Ting. ¡Silencio! ¡Su reina habla! Dijo, para reírse y acariciar a Skank, que sonrió.

-El rey Skank tendrá pronto un heredero. ¡Un heredero! ¡Por fin! 

El príncipe Dirs vio que todos vitoreaban y gritaban, menos el príncipe Vegeta, la princesa Straw, y su madre. Vio a su padre, que lo vio igual: podrían tratarlo mal por su físico, pero no era tan estúpido. 

-¿Straw? ¿Por qué no te alegras? ¿Creías que podrías suceder a mi marido? ¡Lo siento, pequeña! ¡Ahora será su hijo! Y mamá, ¡alégrate!

-Estoy alegre, querida- afirmó la reina, fríamente.

-Pues no parece- dijo el mayordomo Priklenk. Dile algo a tu esposa, Pareps.

-Algo. ¡Alégrate, maldición!- le ordenó, en broma, para reírse al lado de Sapphire y los demás. 

-Te felicito, hijo. Por fin se ha cumplido nuestro sueño.

-Vaya. Sí te alegras. Ya no soy un niño- afirmó, para On darle más vino. - Un niño. Un maldito niño.

-Skank-intervino Vegeta.

-Tú cállate. Usa la maldita verga como dicen que la usas. ¡Tienes a tu esposa y no le das un hijo!

La joven Adrimla lo miró sonriente, y victoriosa, para este mirarla furioso. 

-Skank, ¡basta, tenemos invitados! - le gritó su madre, y este explotó, tirando toda la mesa.

-¡NO me vas a decir cuándo callarme!- le gritó, para desplegar su poder. Vio a todos furibundo. Todos gritaron. Straw y Vegeta estaban al frente. Se apartaron. Su madre detrás, abrazada al príncipe tsufuru, que también cubría a su padre. 

-Abusamos bastante de su hospitalidad, majestad- le dijo este, altivo. Nos iremos en la mañana. 

El rey se retiró, junto con su esposa. El duque miró a su esposa, indiferente, para seguir bebiendo, y Sapphire le echó más licor. Comenzaron a cantar. Vegeta y Straw se miraron. Miraron a su madre.

-Madre...

-Nosotros la acompañamos - insistió el príncipe tsufuru. Ella los miró, asintiendo. Se fueron al Palacio Sur, con todo el séquito. 

-Lo siento mucho- les dijo ella al rey y al príncipe. Esto es lo que...

-Ni tiene que decírnoslo- le dijo el rey Pirs. - Mire. Sé que soy blanco de burlas en todo el Universo por cómo me veo. Eso yo lo sé. Pero no soy tonto. Sé lo que están sufriendo bajo Skank. Sé de sus desmanes. Y sé lo que intenta hacer.

-Yo...

-Mi mujer me cuenta todo, señora Sarin- le dijo con una sonrisa de naturalidad. Ella le sonrió, tristemente. - Son amigas. De las pocas que tiene aquí. ¿Qué es lo que necesita? 

Ella miró a Dirs, que le sirvió agua.

-No quiero.

-Tómala- le insistió. Ella asintió. Este le dio su capa. Miró temerosa al padre y al hijo. 

-Yo... quiero saber... si en caso de que... mi hija Straw llegue al trono... o quisiera ponerla en el trono al lado de su hermano... ustedes...- expresó, aterrada. Bardock tenía razón: podía matarla. Ya no era su hijo. 

El hombrecito tsufuru le puso su mano encima.

-Cuente con eso- le dijo trémulo. 

Sarin no pudo dormir, pensando en el ataque de su hijo. Habría podido matarla. Hasta que se abrió la puerta. Ella produjo una esfera de energía. Era Dirs.Ella entendió.

-Tu madre es mi amiga-objetó. 

-Pero yo te quiero a ti. Y tú me quieres a mí. Tu dama de compañía me trajo aquí- dijo, quitándose su capa. 

Ella lo miró desconcertada y temblando. Ante él, que le gustaba y lo deseaba con todas las fibras de su ser. Este tomó uno de sus cabellos y luego su rostro. Ella tembló. Él la besó y ella a él, desesperadamente. Él se quitó su camisa negra y la desvistió suavemente, para seguirla besando y luego a sus pechos. Luego su vientre. Luego ella se acomodó y él entró en ella, exhalando.

-Quise hacerte esto desde que te vi- le confesó él. 

-Y yo a ti- dijo ella, para gemir aún más, y abrazarlo.

-Eres una diosa...- dijo, para moverse fuertemente sobre ella y esta abrazar sus cabellos. Se dejó llevar entre sus gemidos y los suyos.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Al amanecer, ella lo miraba desde su lecho. Estaba desnudo. Lo admiraba en toda su belleza. Alto, musculoso, pero no tanto como los saiyajines.

-Eres perfecto- apreció. Este le sonrió. 

-Y tú. 

-Supongo que ganaste más que un trato. Yo también- afirmó ella, levantándose, desnuda. Él besó su cuello. 

-Quiero volver a verte. 

-No seas ridículo-le respondió ella, escéptica. -Estuvo bien para los dos. Ha sido lo mejor que me ha pasado en meses. Déjalo así.

Él la volteó de los hombros.

-Hablo en serio. 

-Estoy casada- objetó ella.

-Eliminaré yo mismo a tu marido. Te lo juro- le dijo, dura y determinadamente. Ella lo miró extrañada. Sí, él haría eso. Y hasta más.

-No hagas esto por una mujer que te cansarás de poseer. Es pueril.-le advirtió, seria. Pero este seguía igual.

-No me conoces bien. Te escribiré - dijo, para besarla. Ella se sorprendió. Era el tipo de hombre que conseguía lo que quería. Y estaba dispuesto a inmiscuirse en la guerra que se aproximaba. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes

En la mañana, la reina Sarin fue abordada por Kalen y Pars. Este le dio un mensaje. Ella apretó la mano. Vegeta estaba en la cámara de recuperación, mientras Straw estaba llorando. El rey apareció, detrás.

-Sabía que éramos incestuosos, pero no tanto como para cogernos a nuestras propias hermanas al menos en esta generación. 

-¡Cierra la boca! 

-Al menos fuera por un planeta, pero por ti. Ojalá se hubiera conformado con las prostitutas que se te parecen. Era tan fácil - se burló. 

Sarin se dio cuenta de la tensionante situación. Skank etstaba rodeado de soldados. Bitter de los suyos, incluido Bardock. Comenzaban a rodearlos. Ambos grupos se miraban a punto de matarse. Bardock miraba con furia a Nappa y a Prinklenk, el sádico protector del Rey. Hasta que Berul apareció, de nuevo, con una debida protección donde Bitter lo había herido. Y ella también. Había entrenado por su cuenta en un lugar secreto. Habían regresado luego de difundir la historia de que ambos casi se matan en su luna de miel.

-¿Qué fue lo que pasó?- preguntó Sarin.

-Vegeta se peleó con Sapphire por mí. No quise acompañarlo a la misión que lo envió el Rey. Casi lo mata, y lo impedí y Skank casi lo mata a él- señaló al príncipe. 

-Nadie pelea frente a mí. A menos que quiera.

-Malnacido- espetó ella, furiosa. Pero  Skank se apareció frente a su hermana, y la golpeó. Esta desplegó su enorme poder de pelea. Los grupos comenzaban a enfrentarse. Ella le mandó un flash, y este otro. 

-¡Madre!- gritó Bitter. A Sarin la llevaron hacia atrás sus hombres. Berul, entonces, golpeó a otro soldado, y Bardock se interpuso, para golpearlo en el rostro.

-Puto soldado de clase baja…- dijo, para estrellarlo hacia la pared, pero Bardock detuvo el impacto a tiempo.

-¡Vegeta! ¡Tomen a Vegeta!- gritó Sarin, que burló a los guardias y a su séquito, golpeando a soldados de un lado u otro.  Ella tomó el cuerpo de su hijo, con otros dos soldados, hasta que un flash le dio en la espalda. 

-¡Madre!- gritó Bitter. Esta cayó, tosiendo sangre. Bardock se dio cuenta, y derribó a un soldado y luego a otro.  La tomó y la cargó al hombro, al igual que al príncipe Bitter gritó, y desplegó todo su poder, haciendo temblar el palacio. Straw se dio cuenta. Skank también paró. 

-¡BASTAAAA!- gritó esta, aterrorizándolos a todos. Su poder había soltado su pelo. De su ki salían rayos. Skank la miraba sorprendido. Berul la miraba con odio. Apenas lo dejó en el hospital, a su suerte y sin nadie, se había ido a otro lado del Universo a entrenar. Sobrevivió de milagro tres intentos de envenenamiento. Sus soldados le decían que eran mujeres con estrellas negras. 

-Bardock. Lleva a mi hermano y madre a la cámara de recuperación - dijo Straw, mirando con furia a su hermano. 

-Pero tú primero serás juzgada por traición- señaló Skank a su hermana. Bitter desplegó su poder otra vez. 

-Nadie será juzgado. Tú empezaste- le dijo, caminando. -¿Quieren que nos volemos a todos? Bien, porque estoy dispuesta- le dijo, amenazante. 

-Cálmate.- le dijo Skank, furioso porque su hermana se había salido con la suya una vez más. - Tienes razón. ¡Hombres- gritó. Straw fue rodeada por los suyos. Cada grupo se miró con odio. 

Poco después, Straw miraba a su hermana y a su madre en la cámara de recuperación. Bitter la miró aún con el pelo suelto.

-Vaya poder el que tienes ahora-la señaló Straw.

-Esta vez mataré a Berul- le dijo, determinada, para mirarla furiosa.Y luego abofetearla. 

-Bitter…

-Los tsufuru te apoyan, Cold te apoya, el pueblo te apoya, y sigues cobrando vidas con tu maldita indecisión. Sí, tu esposo es el maldito soplón de Skank, pero ya es hora, maldita sea. No entrené para esto. No entrené solamente para matar a mi esposo. Entrené para ayudarte a tomar tu maldito trono. 

-Yo...

-Eres patética- le dijo su hermana, para dejarla. 

-Vegeta, por favor despierta. Perdóname. Mamá, perdóname- sollozó, para arrodillarse. Bardock entró, de repente. Junto a Gine, que no dejaba de agradecerle de reintegrarla a su escuadrón. Ambos la miraron desde lejos.

-Pobre princesa Straw. 

-Sí, así es - dijo este, sombrío. Pero solo en ella está el destino de todos nosotros- le dijo, decidido. Gine no lo detuvo. 

-Straw.

-Bardock- le dijo, sorprendida.

-Tu hermana tiene razón. Tienes que tomar las riendas. Y nosotros debemos organizarnos. La ha intentado matar dos veces, debes dejar de llorar- señaló a Sarin. Nos tienes a todos. Es hora. 

Ella miró a Vegeta y miró a su madre. Lo miró a él, asintiendo. 

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Aposentos del Rey- Palacio de los Reyes

Skank se remordía de culpa por lo que le había hecho a su madre. Sabía que conspiraba contra él. Que haberla casado con ese inútil de Pareps no servía de nada: andaba en misión y seguramente con rameras ya en Scafar. Y que se unía con el resto de sus hermanos para poner su cabeza en una pica.

-¡Es traición! ¡Tienes que juzgarla por traición! ¡Se rebela contra su rey!- insistió On, tomando su vientre, aún no abultado.

-¡Basta! ¡Cállate! ¡Cierra la puta boca, y no me confundas más!- le gritó su marido. Esta lo miró indignada.

-¡Tú le tienes miedo a tu familia, y por eso nunca serás un rey de verdad! ¡Ya has llegado demasiado lejos y ahora tienes miedo!- le gritó la reina. 

Este la abofeteó. Ella gritó. 

-¡Tengo a tu hijo! ¡Tengo a tu hijo!- le gritó. Este, horrorizado por todo, salió, gritando, para irse a volar. Solo quería coger. Solo quería que Straw dejara de joderlo. SOlo quería hacer lo de siempre. ¡Malditos sean todos! Hasta su maldita madre.

-Claro- dijo, suspendido en el cielo. - Dama Puni. Dama Puni…- dijo, sonriendo. - Dama… Puni- afirmó, para ssupirar. Se sentía terriblemente solo. Hastiado. Pero no por eso listo para olvidarlo. Que se fueran todos a la mierda.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Aposentos del Príncipe Vegeta, días después 

La reina le entregó a su hija, ya en pie, una información a su rastreador. Esta la miró. Eran los tsufuru. Estarían dispuestos a contener a los hombres de Skank en las provincias colindantes. La dama Puni uniría esfuerzos a ellos.

-¿Y qué hay de tu ducado? 

-Le dije a mi marido que enviaría a sus soldados a la capital. No es cierto. Llegaron unos pocos. Dije que llegarían los próximos días. Poco a poco. Los otros se fueron hacia las fronteras.

-¿Qué pasará con la camarilla de mi hermano? 

Ella suspiró. 

-El príncipe Dirs nos ha ayudado con esto. Les ha puesto amantes tsufuru que me reportan todo a mí. Han concentrado a los Ejércitos en la capital, por lo que le haremos creer a Skank que no tenemos el nuestro. Los hemos separado, pero siguen marchando. Tu hermano estará ocupado con los distractores que le he puesto. Tu ducado. Por supuesto, mandé a tu gente al de mi marido. La que no sirve para pelear.

-Bien.

Vegeta despertó, con dolor. Sarin se apresuró y le dio una bebida. Este se recompuso. 

-Bien. No tengo que decirles lo que tienen que hacer.

-Aún está mi esposa, madre- dijo este, serio. 

Ella lo miró significativa, y se retiró.

-Nos casaremos- le djio Straw a su hermano. Este sonrió tristemente.

-Por política.

Ella negó con la cabeza.

-Porque quiero.

Este se levantó sorprendido. Ella tomó su mano.

-Eres el mejor guerrero y hombre que conozco. Un hombre honorable. Me amas, darías tu vida por mí sin dudarlo. Fui una estúpida- le sonrió, tristemente. - No te vi. Jamás te vi, hasta que me casé con el que creí que era el amor de mi vida. Un hombre vanidoso, que solo quería un trofeo: yo. Pero me sentí tan vacía. Me sentí que no era yo. Sentí que me hacía falta algo.

-Straw...- dijo él, tomando su rostro, con el corazón latiéndole rápidamente. 

-Cuando peleaste por mí, así. Cuando siempre lo hacías... yo..

-Siempre te he amado- dijo él, tomándola de los hombros. - Y no me digas que no te conozco, porque te conozco. Sé que te gustan las driblas del Planeta X4356. Y sé que no te gusta usar todo tu poder porque en el fondo, siempre tienes compasión de los enemigos, aunque cuando te demuestran ser unos malditos imbéciles, los destruyes sin piedad. Con una patada, generalmente. Y que te gusta el rojo. Tu color favorito. 

Él la besó. Ella no lo rechazó. Su madre miraba todo desde otro agujero de la habitación. 

-Soy un hombre- le dijo, decidido.

-Eso lo sé- le djio ella, con una leve sonrisa, para besarlo otra vez. Él se acomodó encima de ella, y ella solo siguió besándolo. Poco más tarde, su madre, afuera, escuchaba sus gemidos. 

-¿Majestad? - dijo Afni, que también oyó los gemidos. 

-Dile a Bitter que vaya a visitarme a mi Palacio. Creo que por ahora no tengo nada más que hacer aquí- le dijo. Ella entendió. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio Sur- semanas después 

La reina, con Bitter, y sus hombres. Afni, Kalen y el doctor Fura, entraron en una emboscada. Mataron a todos los guardias de Pareps. A todos sus sirvientes. Hasta que esta entró a su propia habitación. Este estaba con la esposa de su hijo, el rey Vegeta. Este se levantó, asustado.

-Te juro que...- se tapó. Pero no lo hizo. Ella le entregó una carta.

-Estás libre- le dijo a la joven Adrimla, que la miró extrañada. -Hice anular con el sacerdote Turenk tu matrimonio. Por adulterio- dijo, mientras Afni les tiraba las fotos, victoriosa. -Lo mismo el mío, querido. Nos divertimos.

Este la miró furioso.

-Estás durmiendo con alguien, más, ¿zorra? 

-Si supieras- le dijo, con una sonrisa de satisfacción. Este ató cabos. Se abalanzó, pero lo aprisionaron.

-Al fin y al cabo, querido, te necesito vivo- le dijo ella, para este ser vendado y esposado.  Adrimla gritó, y los soldados  la atravesaron varias veces. Simultáneamente, la cohorte de Skank era toda asesinada. Priklenk moría ahogado por dos tsufuru. Sentía que se le salían los ojos. Diás después, moría Yartek, ahogado en sangre, en la noche. Y luego Tero era degollado mientras comía. El rey estaba incomunicado. Esto, porque Priklenk había sido emboscado por Bardock y su equipo. Entre todos lo habían asesinado y tirado su cadáver al río Vej, el que atravesaba la capital y su lado del planeta. 

Por su parte, en el lado tsufuru, Sapphire miraba furioso al príncipe Dirs , que estaba con una capa azul. Sus largas piernas estaban desperdigadas sobre el barandal.

-Tracionas a tu pueblo. ¡Bastardo! ¿Eres acaso idiota útil de esa reina puta? ¡Le entregarás a nuestra sangre en bandeja! 

Este suspiró con desdén. Lo miró con la cabeza ladeada.

-Yo creo que será al revés. Aunque... sí. Ella me agrada mucho. Es la mujer que siempre he querido para mí. Es perfecta. Es lo que me merezco- dijo, con satisfacción. 

Sapphire se echó a reír.

-Estás jodido. Ella es una ramera. Tomará todo de ti y te escupirá. Sigue así y nos matarás a todos, imbécil.

-No. A pesar de ser saiyajin, es justo como la deseo. Y lo mejor, ella a mí. Le daré tu cabeza como regalo.

-Maldito vendido. ¡Ellos nos matarán a todos!- le gritó. - ¡Qué no lo ves!

El príncipe se miró las uñas. 

-Sapphire... no es que tu patetismo me interese, aunque solo un poco. ¿Qué te lleva a traicionar a la princesa más amada del Universo? Eras muy afortunado, amigo mío- le dijo, levantando sus cejas. El joven de cabello platinado lo miró sombrío.

-Ella jamás me amó en verdad. Ella ama a su hermano, el príncipe Vegeta. Ella...

-Ella era mejor que tú, más amada y más popular. Odiabas andar a su sombra. Y con su hermano viste una oportunidad de resarcir tu masculinidad. Es patético- le dijo, levantándose. -¿Por qué no te esforzaste, al menos? 

-Porque ya era demasiado trabajo estar a su lado- dijo, triste. -Por eso lo hice.

El príncipe suspiró. Hizo una señal. Comenzaron a torturarlo. Este lo veía sin inmutarse, serio. Con ese mismo gesto, al sur, se reunió con la princesa Straw. Habían muchos ejércitos. Bardock y su escuadrón estaban tras ella. Esta le dio la mano. Este la hizo una reverencia.

-Majestad- le dijo, dándole su nuevo título. Esta marchó a su lado, en las naves.Era hora de comenzar a conquistar las provincias restantes.

 

Chapter 10: Larga vida a la reina

Summary:

El desarrollo de la guerra civil de la princesa Straw y su esposo, Vegeta III, contra su hermano, el rey Skank, y sus trágicas consecuencias.

Chapter Text

Corporación Cápsula- Actualidad

Bulma analizaba los tesoros y el libro. Esto, mientras Vegeta andaba impaciente. Debió pedirle a Sheng Long una respuesta. Maldita sea. 

-Pues deberíamos convocar a Bills y ya está. Él puede ayudarnos. No podemos vivir en la incertidumbre. Los invitaré a él y a Whis y nos dirán de su paradero. 

-Hazlo- le dijo este, inquieto. Luego de un momento, Tarble observaba el documento en el laboratorio de Bulma y su padre. 

-Esta fue nuestra penúltima guerra civil, ¿verdad? El derrocamiento del tío Skank. Una guerra que le costó mucho a nuestra familia- le dijo a Gure, que lo miró con tristeza, para luego darle un beso. Este se rió tímidamente. 

-Fue horrible- dijo Gure, estremecida. Bulma suspiró, mirando el documento. Miró a Vegeta, que entró, ansioso.

-Y es una palabra que se queda corta. Ah, Vegeta. Whis te manda esto: dijo, sacando una esfera de energía. 

Esta se turbó, y apareció el ángel, con su elegante expresión sosegada de siempre.

-Señor Vegeta, mucho gusto. Su querida abuela Sarin se encuentra aquí con nosotros. Recibió lo que su familia le ha enviado. Reposa inconsciente por el impacto- dijo, para mostrársela. Era ella. Vegeta se paró rápidamente. Seguía igual. Tarble y Bulma se dieron cuenta de que no había cambiado en nada. Se sentó, devastado.

-Vegeta…- expresó Bulma. Había sido un golpe aterrador. Era tal cual las pinturas. Era tal cual, ella. Reparó en que tenía su retrato en la mano. Esto le dolía aún más.

-Quiero verla. Quiero verla ahora. Iré a verla ahora…- dijo, fuera de sí .

-Señor Vegeta… veo su reacción. Lastimosamente, aún no podrá encontrarse con usted. Hay infracción de varias leyes universales que su abuela cometió al final de su vida mortal. Nos han encomendado tenerla aquí con nosotros, y luego ella irá a su encuentro.

A Vegeta no le importó nada de eso.

-¡Quiero verla!- gritó este, desesperado. -¡Quiero verla! 

-Sé que estará desesperado por verla luego de muchos años. Pero yo le informaré de su paradero. Por ahora quédese tranquilo, está en nuestras manos. Cuidamos bien de ella.

Vegeta golpeó la mesa, para romperla, y todos los demás sorprenderse. La esfera se desvaneció. Bulma apartó a todos, incluso a Trunks, que la miró con tristeza. Este se levantó y se fue volando. 

-Entiéndanlo. Es lo más terrible que le ha pasado. Es la historia de su familia. Revivirla no es fácil.

Tarble lo miró con tristeza. Poco después, con ayuda del mismo y Trunks, localizaban a Vegeta. Bulma aterrizó en un desierto. Este estaba mirando hacia el infinito.

-No debiste venir. 

-Lo sé. Pero me quedaré aquí- dijo, pacientemente. -Chicos, ¡ya pueden irse!- gritó entusiasta, para Trunks conducir la nave de vuelta, sin preocuparse. Sabía que ella lo haría entrar en razón. Ella se sentó en la roca, junto a él. 

-A veces pienso que es crueldad de Bills. La tengo tan cerca. ¡Y tan lejos, a la vez, de mí! ¡Tanto que añoré que estuviera viva, como cuando su dama tsufuru me lo dijo! Y…

Bulma tomó su mano. Él se sorprendió.

-Vegeta. Esperaste toda tu vida. Ahora puedes esperar un poco más- le dijo ella, sabiamente. Él la miró de reojo. Se agachó, destrozado.

-Sé lo terrible que ha sido revivir todo, incluso cosas que pasaron antes de tu nacimiento- continuó Bulma, amorosamente. - Pero si no lo aclaras, y todo se olvida, ella no habrá cumplido su propósito. Por eso siempre tomó decisiones difíciles, así fuese contra sus propios hijos- le expresó. -Ella lo hizo para que tú no lo hicieras.

Este exhaló.

-Tienes razón. 

-Siempre la tengo- afirmó ella, con ternura y suficiencia, dándole una sonrisa. Este la miró cerrando los ojos y sonriendo.

-Es lo que ella solía decir. Seguro te lo dirá, aunque creo que ha cambiado bastante. Jamás vistió de blanco cuando era reina.

Bulma se acurrucó a su lado. 

-Ella sacrificó todo, al igual que tu familia, para que estés aquí. Y sé que cuando la veas se lo agradecerás. Y si eso incluyen leyes que rompió, ya lo arreglaremos. No nos quedaremos de brazos cruzados. Tendrán que explicártelo, ¿de acuerdo? Haremos lo imposible por ella.

Vegeta le sonrió a su esposa, torvamente.

-Dijiste “lo imposible”. 

-Ella lo hizo por ti. Y tú lo hiciste por ella. Y podemos lograrlo.- le dijo, determinada.

Él la miró tan orgulloso, que solo la agarró de la nuca y la besó. Ella le correspondió. Se quedaron abrazados, mirando el atardecer, en silencio.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Reinado de Vegeta III, años antes

La princesa Bitter, aún de negro, miraba con reproche a su hermano. Su madre y su hijo se habían quedado en el palacio de ella. Ya se sabía que le habían cortado la cola, la noticia había volado por todo el Universo. 

-Vamos, dilo- se irritó este.

-No la necesita, Vegeta. Y tiene razón: en algún punto, si no es que lo han notado ya, pueden cortárnosla para jodernos. Ha pasado muchas veces. Necesitamos deshacernos de todo lo que puedan aprovechar. Tú lo ves como la máxima humillación a nuestra raza, a nosotros. Bills nos dio una oportunidad. 

-Qué cinismo, por Sadala- expresó este sirviéndose un licor fuerte. Y otro a ella. - Siempre has sido igual.

-Eso es mentira y lo sabes- le dijo ella, levantando las cejas. Olió el licor.

-¿Qué mierda? 

-Ámbar de Fortrung 44043. Fuerte. 350 grados. Pensé que te gustaría. 

-Sí, me gusta. Pero lo que no me gusta- dijo, bebiendo - Es que volviste a pelear con mamá y Vegeta casi los vuela a todos. ¿Es en serio? -le reclamó.

-Bueno, me dijo que sin mí no duraría un año, que mi cabeza estaría en una pica y que gracias a ella obtuve el trono. Fue Straw, de hecho.

-Sí, fue Straw, pero ella obtuvo a Cold y a los tsufuru. Lo sabes. Ellos nos ayudaron a derrocar a Skank. Sin ellos habría sido más difícil, Vegeta. Habría durado años - le dijo, bebiendo otro poco más. Este la miró burlón.

-Te encanta.

-Vete a la mierda- le respondió. - ¿Quieres otra guerra civil? ¿Peor de la que tuvimos? ¿En serio quieres eso? 

-Quiero vivir, Bitter. Y mi madre ha posado las garras sobre mi hijo. Es obvio lo que trama, es obvio lo que planea- dijo, inquieto. Ella lo miró escéptica.

-Por supuesto que no. Eres mejor que papá, eres mejor que Skank. Diez a uno. No hay queja sobre ti. Al menos no matas de maneras creativas, como Skank. No eres creativo. Eso es lo que la Corona necesita. 

-No creo que ella piense así. Mira la guerra que comandé.

-A pesar de ella. Y qué. También lo hiciste por su causa. Todos lo vimos.Y también sufrí, pero no es el punto. No puedes apartarla, siempre estará. 

-¿Hasta cuándo? Ya no hay otro príncipe Dirs que pueda apartarla de esa posibilidad.

Ella volteó los ojos.

-No hablemos de él, ¿sí? Lo que te estoy diciendo es que también es tu deber como rey mantenerlo todo. No puedes permitirte otra guerra civil. El reino no lo puede permitir, fueron malditos quince años desde la última. Si siguen así nos matarán a todos. Casi pasa la última vez.

-No me hables de eso- le insistió él, imitándola. Ella suspiró. Se levantó.

-Es mi trabajo, Vegeta. Siempre ha sido mi trabajo- dijo, para retirarse.

Ya en cama con la general Aris, este se retiró dentro de ella, inquieto. Ella se sorprendió.

-Esto jamás te había pasado- le señaló. Este se volteó.

-No son días fáciles. Estamos de luto por Straw.

-Majestad… sé que siempre vivirá en ti. Pero nos tienes contigo- dijo ella, insistente.

Este se levantó, apartándola.

-Bitter tiene razón- afirmó, para irse. La general Aris lo miró con rabia. La maldita hermana del Rey seguía teniendo precedencia sobre él. Que ya no quería estar tanto con ella. Si no era la viva, era la muerta. O al revés.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio Sur- Palacio de la Reina madre- al día siguiente

El príncipe Vegeta se sorprendió al ver a su padre afuera. Bajó volando. Este le acarició el pelo.

-Hola, hijo. ¿Cómo sigue tu abuela? 

Este levantó las cejas. Bitter apareció detrás, con su armadura blanca de siempre, y su moño recogido. 

-Hola, idiota. Supe que ayer casi vuelas a tu abuela y a tu padre. Felicidades- se burló. 

-Gracias.- le dijo este, sin fastidiarse. Así se trataban. - No sabía que tenía ese poder… hasta ahora. 

-Hablaremos de eso después. ¿Tu abuela? 

Ella salió a las puertas del palacio circular, con varios jardines y niveles de seguridad. El edificio más lujoso de todo el planeta Vegeta. Este la miró preocupado. Ella estaba como si nada.

-¿Tienes hambre? - le preguntó, como si nada. Como toda madre. Este asintió. Ya cenando toda la familia real que quedaba, el Rey se disculpó.

-No debí decirte esas cosas, madre. 

Ella no le creyó, pero no tenía opción.

-Lo sé. Ni yo. 

Bitter los miró a ambos irritada, pero sabía que era lo máximo que conseguiría. Sorpresivamente, poco después, reina madre e hijo entrenaban en la cámara, con todo lo que tenían, con toda su ferocidad. Allá, en medio de los golpes, y codazos, expresaban todo lo que sentían. Ella lo jaló de la capa y lo estrelló contra la pared.

-Deberías dejar de usar esa tontería. ¡Te pueden atacar a traición!

-¡Es ropaje real!- le gritó, para mandarle varios flashes de energía. Bitter bostezó. El príncipe Vegeta se sorprendió.

-¿Qué tienes? 

-Los he visto hacerse eso toda la vida con palabras y con golpes. No llegarán a nada. La última vez que uno de nosotros lo intentó con mamá, perdió la cabeza.

El príncipe Vegeta adivinó.

-Mi tío Skank. Oye… sé que es muy grave para ustedes y todo eso, ¿pero qué fue exactamente lo que hizo? ¿Qué pasó? 

-Nada más y nada menos que la guerra- le dijo Bitter, trémula. - La guerra. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio de los Reyes - Salón del Trono, reinado de Skank I

-¡Ustedes, ustedes ambas lo sabían! ¡Por una vez On tenía razón! - les gritó Skank a su madre y a su hermana Bitter, que solo se miraban. -¡Todos quieren traicionarme! ¡Hasta tú!- le dijo a su madre, pero Bitter se interpuso.

-Skank, era obvio que te odiaban. Lo que hicieron fue lo que Vegeta quiso hace años: casarse con Straw. Mi madre no puede controlarlos. 

El rey comenzó a reírse. Se sentó en el trono. Se había enterado de lo que no creía que pasaría: sus hermanos menores se habían casado entre ellos.

-Debería ejecutarlas a ambas. Al menos eso dará más bajas para esa maldita traidora. Madre, ¿dónde está tu esposo? 

-En su ducado, querido. Te manda esto- dijo. El rey le arrebató la carta. Se tranquilizó.

-Bueno. Sus tropas ya vienen al completo. Al menos está de mi parte. No recibo ninguna comunicación de las demás provincias, nadie contesta. He mandado relevos. ¡Nadie contesta! - dijo, para posarse al frente de su madre. La tomó del vestido. 

-Dímelo ya. Dímelo… dímelo te juro que te mato aquí mismo…

-Sobre mi cadáver, Skank- intercedió Bitter. Este sonrió. 

-Me creen estúpido ambas, ¿no es así? Bitter, sé lo que le hiciste a tu marido. Sé lo que trataron de hacerle tus agentes, madre. Sé lo que tratas de hacer ahora. Derrocarme- la empujó. -Vamos. Dímelo- la gritó. -¡VAMOS, MALDITA SEA! 

Sonó el rastreador de Bitter. Ella reprodujo el mensaje. Era el príncipe Dirs, de los tsufuru. 

-Rey Skank.

-¿Qué mierda quieres? 

Este sonrió, despectivamente. 

-Quiero que dejes en paz a tu madre. Si le tocas un pelo, las consecuencias serán peores para ti. -lo amenazó, serenamente.

Skank estaba en el paroxismo de su paranoia. Ese maldito galancito de mierda. Ese principito debilucho. Ese maldito tsufuru apestoso. 

-Qué…¿quién te crees que eres para hablarme así, principito de mierda? -le preguntó, con odio. Este le sonrió.

-Te lo diré: el principal aliado de la nueva reina- dijo, para mostrarle a Straw, al lado de Vegeta. Ella lo miró fríamente.

-Te lo advierto, Skank.

Este gritó, con furia, y deshizo el rastreador de Bitter, que apartó a su madre, enfrentándolo. Pero ella se puso en frente de él. 

-¿Por qué? ¡Solo quiero saber por qué!- le gritó. -¡Soy tu hijo, maldición! ¡Tu hijo! 

Ella lo miró compungida.

-Eres… eres un monstruo… Skank… Skank, mira lo que has hecho. Mira lo que le estás haciendo a tu propio pueblo. La gente está harta de ti…y por ende de nosotros… Straw puede arreglarlo.

Este la tomó del cabello, y Bitter se abalanzó, pero él la mandó contra la pared, para atravesar una columna y el vidrio. 

-¡No me importa lo que diga ese maldito principito tsufuru! ¡Te lo estás cogiendo, ramera, así como jodiste a mi padre, pero no me joderás a mí! ¡Todos sabrán lo que hiciste! 

Ella trataba de librarse, gritando, y tratando de lanzarle flashes, pero su hijo los rebotaba. Era más fuerte.

-¡Suéltame, Skank! ¡Suéltame!- le gritaba. -¡Suéltame!

Bitter le dio un flash de energía, pero él le dio otros más, mientras su madre trataba de defenderse. Le dio otro que lo cegó, pero él le dio uno más por la espalda, y le rompió el brazo, para ella gritar.  La puso en las puertas de Palacio, aprisionándola del cuello.

-¡Miren todos! ¡Soy su rey, y esta es la ramera traidora que me dio a luz! ¡Ella mató a mi padre, lo envenenó! ¡Fue ell..! 

Bitter se abalanzó contra su hermano, dándole varios ataques al tiempo, y rescató a su madre, para irse volando, y tumbarlo. Las naves la perseguían, al igual que otros soldados, al otro lado del planeta. Pero pronto se alzaron otras y otros guerreros: eran las provincias aliadas. Bitter esquivaba rápidamente los embates. Uno le dio en la capa, y se la quitó, desintegrándola con el dedo, mientras se le soltaba el cabello. Llegaron al campamento y al castillo de la dama Purin, que gritó al ver a su amiga. Su hija la cargaba entre sus brazos. Straw, Vegeta, Yortek, hijo del Yartek asesinado (y que odiaba a su padre) y Dirs y sus consejeros se aterrorizaron, al ver a Purin, que tenía a su hijo y heredero, al conde Pew, en el Consejo.

-¡Madre!- gritó Straw. Bitter la descargó en brazos del príncipe tsufuru, que la recibió solícito. 

-Aterrorizará a la capital, es seguro. El horror comienza hoy- anunció.

Straw miró a Vegeta. 

-Habrá que prepararnos para esta noche. Enviará la ofensiva con las provincias que le queden. Nuestro escuadrón irá primero. 

-No seas estúpida. No podemos sacrificar a la reina- insistió Bitter. Pero su hermana fue inflexible.

-La reina irá. Como siempre. 

-Y su esposo irá a su lado- dijo Vegeta, tomando su mano. Bitter suspiró.

-Si los matan a los dos, todo esto se irá a la mierda.

Straw se le acercó significativa.

-Así es. Es por eso que te hemos designado tercera en la línea de sucesión. Y en nuestra ausencia serás nuestra regente. Bueno, luego de mamá. Pero sé que cumplirás con tu deber- dijo, poniéndole la mano en el hombro. Bitter suspiró, para abrazarla.

-Estúpida suicida- le dijo. Ella le sonrió, con gran magnanimidad. Bitter respetó eso. Vio en ella esa grandeza que tampoco vio en su padre. Straw se acercó, preocupada, hacia el alto príncipe tsufuru. Dirs le mostró a su madre, herida. 

-La curaremos. Por fortuna tenemos a muchas Afni con nosotros. Y ella está con el resto de las gentes vulnerables de las  provincias, en nuestro territorio. Al menos las que pudimos evacuar. 

En otra tienda, los príncipes saiyajin veían al príncipe tsufuru usar toda su ciencia. Su preparación química de pociones. Lo asistía el doctor Fura. 

-Es usted un experto, alteza- lo admiró.

-Lo aprendí de mi madre, Fura- le dijo, para aplicar suavemente una tela electrónica en su brazo. Luego otra. Compuso su hueso de inmediato. El dolor la despertó.

-Skank…

Abrió los ojos. Era él. Le sonrió. 

-Atacarán mi Palacio…

-Afni preveía eso, junto con Kalen. Sacaron todos los objetos de valor hacia uno de mis palacios. No te preocupes- la tranquilizó, para apartarse. Sus hijos la miraron preocupados. Straw la abrazó. Pero ella la apartó. Le hizo la reverencia.

-Madre…

-Eres la reina ahora. Al menos la mía - le dijo, mirándola a los ojos. -La de todos. La de tus hermanos. Mira lo que acaba de hacer Bitter- dijo, tomando su mano, para esta mirarla igual. Se abalanzó con todo su poder ante su hermano para salvarme. Y está Vegeta. Tu esposo. También se lo debes. Así como a tu padre, hija mía.

Ella asintió. Le hizo una reverencia al príncipe Dirs.

-Gracias por curarla, alteza.

Este no dijo nada. La reina le pidió su rastreador. Él se lo dio inmediatamente. Ella buscó una frecuencia desconocida. Se activó un botón violeta. Uno que se activó en todos los habitantes del planeta. Straw se sorprendió. Incluso el príncipe tsufuru. 

-Las estrellas negras ensombrecen la Capital…- susurró. Esto se escuchó en todos los rincones. En las casas nobles, donde las pocas neutrales al conflicto que se iniciaba, señoras y criadas se interesaron. Aquellas soldados de clase baja. Aquellas carniceras, prostitutas, mercaderas. La dama Puni, con la suya, hizo una señal. Los soldados, que comenzaban a aterrorizar los barrios de migrantes, pronto comenzaron a toser. Las saiyajines y alienígenas más viejas comenzaban a esparcirles polvo a través de sus viejas máquinas. Otros comenzaban a sangrar. Skank, con su Consejo, estaba atónito. Entonces, se oyó un grito de mujer. Él salió, mientras veía a varios hombres y mujeres caer muertos. 

-Pero qué carajos- afirmó, mientras Berul iba a su lado, y pateaba a una mujer. Hasta que encontró a On, tosiendo, ensangrentada en boca y nariz. Respiraba fuertemente.

-Skank…

-¡Un doctor, maldita sea! ¡La reina se muere, mi hijo se muere! 

Este salió, mientras atendían a la reina. La calle estaba plagada de estrellas negras, mientras los soldados seguían atacando a quienes creían leales a Straw, y ejecutándolos. Llevó a más inocentes para mostrarle a Straw que los mataría a todos antes que tomase el trono.

-¡Adelante! ¡Los mataré a todos!- le gritó, para que todo el reino lo oyera. - ¡No te tengo miedo, envenenadora de mierda, acabaré con todo lo que amas! 

Ella miró oscuramente a sus hijos. Volvió a activar la señal.

-Cada noche entonces, será más oscura…- le susurró, para su hija mirarla seria. 

-Madre.

Gine vio a su madre salir precipitadamente de las casas que los tsufuru construyeron para los refugiados saiyajines que venían por la guerra que se precipitaba. Fue con otras mujeres de capas negras. Gine vio a otra salir volando. La vio aterrorizada. Esta le sonrió.

-Hemos pagado tu deuda, hija mía- le dijo, misteriosamente. 

Skank, en medio de su delirio, gritos y explosiones, bebía solo. El médico se le acercó, temeroso. Él estaba solo, en medio del Salón del Trono. Vio la estatua de la madre Sadala. Se parecía a su madre. Iracunda, con sus cabellos de centella. Su lengua saliente y sus colmillos. La tiró, furioso. 

-¿Qué? 

-La reina perdió al heredero, majestad. Era un varón. 

Este gritó. Gritó de furia. En las sombras se vio cómo atravesó al médico y lo hizo pedazos, para gritar aún más y cubrirse con su sangre. Su última esperanza estaba horadada. O no.  Entró a la habitación de la reina y espantó a sus damas. Nuevas. Temerosas. Las otras la había ejecutado todas por sospecha de envenenamiento, aunque en realidad nunca supo qué fue lo que bebió la reina. Aún estaba en investigación. 

-¿Dónde está? -le gritó a una. Esta señaló un recipiente. Un pequeño niño. En pedazos. 

-Es tu puta culpa- le dijo a On. - Te dije que te cuidaras.

Esta se echó a llorar. Ya era suficiente. Él caería. Huiría, sí. Se rendiría ante Straw, con su clemencia podría vivir exiliada por el resto de su vida. Estaba harta de interpretar un papel que solo había arruinado más su vida. Habría preferido no volver al planeta, pero su maldita ambición, sus malditos deseos de venganza. Siempre lo había odiado. A toda su maldita familia. Pero Straw al menos tendría la corona y ella no era como su maldita madre ni sus hermanos. Se levantó. Envió un mensaje por su rastreador, a una frecuencia desconocida, en código. Lo escribió rápidamente. Se levantó con dolor. Vio a su hijo muerto, y se echó a llorar. Había sido su abuela, la asesina. De eso no cabía duda. 

-Una capa- dijo.

-Pero señora…

-Una capa- insistió. 

Salió cuando todo parecía calmarse, en la madrugada. Veía cadáveres en las calles, saqueos. Mujeres y niños llorando por sus caídos. Aunque no era cierto. Apenas atravesó los peores barrios, como recuerdo de otros días, comenzaron a reconocerla. 

-¡Es ella! ¡Es ella, la reina ramera de Skank!- señaló una anciana saiyajin. 

-¡Sí, es ella! -señaló, otra, que era de otro planeta, quizás ya establecida luego de las invasiones de su padre. Ella echó a correr, para que se corriera la voz. Comenzaron a señalarla, y comenzaron a tirarle frutas, porquería y hasta un cuchillo. Le comenzaron a rasgar la ropa.

-¡Perra! ¡Puta ambiciosa! ¡Maldita ramera! ¡Reina de mierda! 

Ella gritaba, sin poder ni querer defenderse, y la hirió una piedra en la cara, y otra en el brazo. Ella cayó, y habría muerto ahí mismo, hasta que intervinieron los soldados del Templo de la Madre Sadala, y la liberaron. Ella llegó, entre lágrimas, hecha un fiambre. Se arrodilló ante el sacerdote Turenk. Este no parecía muy piadoso, sin embargo. 

-Por favor, entréguenme a Straw- rogó. - Por favor. Me iré a donde diga. Por favor- lloró. 

-¿Y qué me ofrecerías por ello, reina On? ¿Algo que ya le has dado a todo el reino?- preguntó el sacerdote Turenk, burlón. Ella lo miró aterrada y asqueada. 

-Se supone que eres el representante de nuestra fe. Se supone que das refugio a los más pobres. Se supone…

-Que hago las cosas que tú no hiciste jamás. Ni una sola obra de caridad, ni un solo consuelo. Eras terrible con tus damas, y supongo que cómplice en eso de desaparecerlas- se agachó él, tomando su rostro, pero ella lo empujó, furiosa. 

-Tú eres cómplice de Sarin. De todos sus engaños. Hasta sabes que ella envenenó a mi padre. Acá ambos somos culpables. Solo pido refugio. Quiero irme con Straw. Ella te dará lo que quieras- insistió.

Este la miró burlón.

-Bien, acomódate. Supongo que ya no tendrás los lujos de antes. Pero podría negociar con la nueva reina qué es lo que vales en realidad.

Así, ella entró a una habitación lóbrega, fría y humilde. Seguían gritando por ella, afuera. Abrazó sus piernas y se echó a llorar. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Provincia suroccidente- Castillo del antiguo duque Yartek

-Ejecútala- le dijo Bitter, con la armadura ensangrentada y su pelo despeinado. Había sido una batalla terrible. Miles de muertos para defender a un duque envenenado por una tsufuru contratada por Dirs. Una que resultó en la toma del castillo. Aún estaban quemando a sus muertos. Straw miraba de nuevo el mensaje de On. De todos los pasadizos secretos de la capital. De todas las cuentas de Straw que Cold podría tomar. Riquezas escondidas. 

-No haré eso. Es nuestra hermana- insistió ella, molesta. - No sería diferente a Skank.

-Lo haré por tí, entonces. O los agentes de madre, tan efectivos- se burló de la reina Sarin, que levantó una ceja. - Quién supiera que tenía una red de brujas envenenadoras organizadas por todo el reino.- expresó, pues ella les había revelado al fin el origen de las Estrellas Negras: una red de mujeres que envenenaban a sus maridos violentos, y que comenzaron a aprender pociones y curas para convertirse en un verdadero poder en la sombra.

-Pero efectiva- insistió ella. -Oh, qué frío. Maldito Yartek, qué tacaño era. Y qué mal gusto- se quejó, viendo el rústico castillo. Desprovisto de nada. Frío. Helado.

El príncipe Vegeta hizo fuego, con una mano. El príncipe Dirs le dio una capa a la reina madre. Straw suspiró.

-Es rehén ahora del sacerdote Turenk, lo que habla mucho de su piedad.No comenzaré así mi reinado. Ni lo quiero a él como sacerdote- afirmó, determinada.

-Hija, primero consigue el trono y luego te preocupas de esas pequeñeces. On es insignificante, ahora. Da igual si vive o si muere. Mira, casi la lincha el pueblo- insistió la reina madre. 

-Supongo que podría irse. Perdió a su hijo. ¿No te remuerde la conciencia? Era tu nieto- le reclamó Straw. -Lo hizo por mi causa. Es lo mínimo que puedo darle. 

-Querida, ella habría sido peor madre que yo y lo sabes. Pero ese no es el punto. Es un distractor. ¡Mira lo que pasó con Gurdock! ¿Se te olvidó? Además, ella no es inocente, nadie lo es.

Straw se quedó en silencio. Miró hacia la ventana.

-Kalen, dile a Turenk que acepto- dijo ella, sin escuchar a su madre y hermana. Vegeta la miró orgulloso. Sarin se irritó, al igual que Bitter.

-Te traicionará de nuevo, hija- replicó Sarin, pero Straw siguió en sus trece.

-No si es mi prisionera. Y pagará lo que haya de pagar. Pero no con su vida- afirmó Straw, para retirarse. -Vegeta- le dijo a su esposo, que los miró a todos trémulo. Bitter suspiró.

-En fin ,es mi turno de guardia. Dirs, no te demores. Luego te toca a ti- le dijo al príncipe, sabedora de lo que ya todos sabían: que la reina madre era amante del príncipe tsufuru. 

-Lo cambio. No quiero despertar a la mitad de la noche. Te daré lo próximo de valor que encontremos.

Bitter lo miró burlón, pero vio a su madre con las cejas levantadas. Suspiró.

-Maldición. El amor vuelve estúpida a la gente. Eso y una visita al mejor burdel de tu lado. Toda paga. Una semana- le exigió. Dirs suspiró. Vaya hijos los de la reina Sarin.

-Hecho- le dijo este, sonriente.  Ambos caminaban ya entre los campamentos, que eran una especie de casa construible ovoide. Les hacían reverencias. Dirs y ella curaban a los heridos, pues pronto la reina madre se unió a la retaguardia, cuando no estaba viendo todo lo que le llegaba de la capital, asolada hasta con cincuenta ejecutados al azar por día. Sería peor: habían cortado la cadena de suministros, de tal manera que las provisiones no llegarían o tardarían muchísimo en llegar. Hasta que vieron a una curiosa pareja jugar con sus manos.

-¡Perdiste otra vez! 

-¡Que no! ¡Tú eres una tramposa, siempre haces trampa! 

-¡Tú haces trampa!- le gritó la joven, gazmoña. 

-Son lindos - observó el príncipe tsufuru.

-Los conozco. Ven- dijo ella, tomándolo de la mano. Ambos hicieron reverencias.

-Bardock. Gine. ¡Gine! ¡Tú no deberías estar aquí! - la reprendió la reina. 

-Eso le dije yo, majestad. Pero como es tan buena carnicera, pues…

-Es buena en curaciones. La hemos visto. Asiste muy bien a nuestros médicos. Y a mí- afirmó el príncipe Dirs. Ella se sonrojó.

-Perdón, no podía quedarme esperando. Quería ser útil, majestad. Sin noticias de Bardock enloquecería. 

-Está bien. Pero quédate conmigo. Te prometo que la cuidaré.

-Lo sé- le dijo este, amable. Dirs se sentó a ver los pedazos de carne con curiosidad.

-¡Vaya! ¿Esto es lo que haces? 

-Sí… alteza- dijo ella, cohibida. -Soy carnicera… como mi mamá.

-Buenos cortes. Enséñamelos.- dijo este. Bardock miró a la reina, complacido.

-Es bueno para ti- le dijo, mirando al príncipe tsufuru.

-Tiene que casarse y tener herederos. Mi suerte es para reírse, ¿no crees? Aunque no he recibido una sola carta de su madre. Debe estar odiándome- afirmó amarga. 

-Bueno, quizás deje el trono por ti- afirmó Bardock. Ella se echó a reír.

-No es de esos. Está consciente de lo que quiere hacer con su lado de Plant. Tendrá que terminar. Él tendrá que casarse con alguien que le dé dos hermosos niños mientras yo seré su amante elocuente. Aunque reconozco que no está mal, para mí- se consoló.

-¿Segura? - le preguntó Bardock.

-Segura. No arriesgamos nada ninguno de los dos. No te preocupes. Tráeme a Gine en la mañana- le dijo, para tomar su mano. 

“Solo el corazón”, pensó Bardock, mientras veía a esa reina que alguna vez amó, irse con alguien que debía ser digno de ella. Porque era perfecto para ella en todo sentido. Y tan parecido a lo que consideraba que podía equiparársele. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Straw estaba de cabello suelto hablando con su hermanastra. Gracias a la red de su madre por fin había salido de la capital. Estaba en lo más profundo de los bosques. Se comunicó con un viejo identificador de señal, imperceptible gracias a la tecnología tsufuru.

-Creo que eso es todo- dijo, mientras Vegeta grababa la conversación. - Puedes acceder a eso también. Solamente quiero rendirme e irme -le dijo, derrotada. Straw la miró a los ojos, a través de la pantalla. Se veía enflaquecida, ya con su cabello sin domar. Antes era sedoso, y negro. La envidia y orgullo del reino. Sobre todo de sus mujeres. Dedicaba horas a él. Ahora lo tenía a media coleta. 

-Está bien. Te será concedido. Estarás bien- le dijo.

Ella miró con los ojos aguados a su hermana.

-Siento todo lo que hice. Siento todo lo que te hice. Quería vengarme de tu madre. Pero ella me quitó lo que más quería. Y sé que piensan que habría usado a mi hijo. Quizás habría huido. Estoy cansada- expresó, nerviosa y estresada. - Estoy cansada. Lo siento.

-Está bien. Descansa. Envié a mis soldados a traerte. 

On agradeció y se despidió. Straw miró a Vegeta, que la miraba con el ceño fruncido.

-No le creo. No le tengo una pizca de compasión. Por ella mataron a tu primer amor. Parece que se te olvidó- la recriminó. Pero Straw suspiró. Le tenía compasión.

-Creo que hasta ahora se está dando cuenta de todo. Y merece una oportunidad. Ya la han despojado del poder que tiene, de todo el amor que tiene, de todo lo que la hacía creer ser alguien. Y eso es lo peor que puede pasarte. Jamás lo olvides. Nunca- le dijo, para este besarla. Ambos compartieron el lecho y ella lo volvió a besar. 

-Orgullo saiyajin- dijo él. Ella le sonrió.

-Yo creo que no lo tengo.

-Lo tienes. Ya lo verás- dijo él, para volverla a besar. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

En otra cápsula, el príncipe tsufuru compartía un baño con la reina madre.

-Yo habría seguido el consejo de tu hija. Fue enemiga de ambas toda su vida. Ni siquiera merecería ser una prisionera. 

-Eres despiadado- dijo ella, mientras él desenredaba su cabello. Ella le echó agua con la cola, y él la tomó. 

-Es sensible, supongo. Pero fuerte. 

-Lo sé. ¿Qué castigo habrías sugerido entonces? - le preguntó, con curiosidad.

Él tomó su rostro. La besó.

-¿Cuánto la odias? -le preguntó, mirándola a los ojos. Ella se delató con su mirada. Mucho. Demasiado. Desde pequeña había sido una bestezuela. Y tenía razón: ella había eliminado a su madre.

-¿Tanto como para darle una muerte a lo reina Plinkin? -recordó ella, horrorizada.

-Hay castigos peores que la muerte, se me ocurren- le susurró, con su envolvente voz, tomando su mano. Ella sonrió. Era igual a ella en ese sentido.

-Dime qué habrías hecho con ella.

-La habría encerrado…- expresó, para besar su cuello. - En una caja de cristal. Las luces nunca se apagan. Ella jamás podrá cerrar los ojos. 

-Karadul- adivinó ella: un veneno químico, con microchips que impedía el parpadeo en especies como la suya. Este asintió, para darle otro beso. 

-Muy bien, médico Sarin.- la felicitó él, burlón.

-No soy…médico, no soy como tú- refunfuñó.

-Quiero que lo seas- le dijo, mientras ella detallaba sus cejas y lo besaba otra vez.

-Quieres- lo retó ella, pensando en su dominancia. Que igual le gustaba.

-Quiero. En fin. Jamás parpadearía. Los ojos se pondrían rojos, pero la alimentaría por vía intravenosa. 

-Enloquecería- pensó Sarin, e imaginó el horrible castigo.

-Ese es el punto. Imagina vivir con tus propios pensamientos, jamás teniendo un momento de paz y oscuridad, porque le pondría sonidos rechinantes, jamás al punto de dejarla morir. 

Ella lo miró agradablemente sorprendida. Algo aterrorizada por su impiedad. Sería un gran rey Tsufuru. Él levantó las cejas. Ella se le puso encima, determinada.

-Quiero hacer eso con alguien, para terminar de conseguir exactamente lo que quiero- le dijo, y este la agarró fuertemente, besando sus pechos, y luego a ella. 

-Lo que quieras. Pero como siempre, ¿qué ganaré? -le preguntó, mirándola arriba abajo. Ella sonrió. Ay, él era él. Ella habría hecho lo mismo.

-Parte de lo que hay allí- le dijo, y lo volvió a besar. Pero él tomó su rostro.

-Bromeaba. Quiero darte eso como mi primer obsequio. Diosa. Sadala.- la elogió, con deseo. 

-No soy Sadala, no seas blasfemo- dijo, para él volverla a besar, y atraparla como si fuera suya. 

-Sadala- repitió, y siguieron besándose y  abrazándose intensamente.

Así, días después, para cuando entraron al ducado norte, no había resistencia: las tropas las tenía Sarin, las otras de la capital estaban en las provincias conquistadas, para luego unirse a la reina Straw. Dirs dio la orden. Los soldados saiyajines entraron. Ataron al duque Pareps, en la habitación. Este, con solo un pantalón por todo vestido, miró a su sucesor, al menos en la cama de su mujer: nada más que un príncipe tsufuru. Sonrió.

-Sí que sabes moverte, Sarin- apreció. El príncipe tsufuru solo miró a su rival con desprecio.

-Eso le he dicho constantemente- afirmó, para provocarlo. Pero el duque sonrió.

-Yo también se lo decía, amigo mío. ¿Sí sabes que te casas con una puta? ¿Una puta quinceañera a la que su suegro no mató, pero mató a su familia de putas en ejecución pública? ¿Una puta que mató a su suegro, a su esposo, a su suegra, a la primera esposa de su esposo y a todos sus malditos hijos? ¡Esa puta! ¡Esa, que comenzó en el burdel de la dama Puni, una de las de tu raza! -señaló, con ira. Malnacida. Pensaba aprisionarla y ahora el prisionero era él. 

El príncipe le sonrió, y con su bastón lo golpeó en el rostro. Le cayó un chorro de sangre. La reina Sarin abrió la boca. Encontró que le excitó de repente ese golpe tan sangriento. A ella también le salpicó. El príncipe tsufuru la vio y ella le sonrió. Este dio las órdenes, a sus tsufurus. Lo encerraron en la caja de cristal. Le aplicaron una inyección y le pusieron unos audífonos, amarrados con varios cables estratégicos. Este comenzó a liberar su poder, pero de todo lo que le aplicaron (le cortaron previamente la cola) , liberarlo le dolía. La agonía venía de todos lados. 

-Puede parar- le dijo ella, tomando la mano del príncipe - Si haces exactamente lo que te digo. O podemos prolongarla para siempre. Ahora soy la duquesa oficial. El castillo, tus tierras, son míos. Mi hija me los acaba de dar. La reina- insistió, levantando las cejas.

-Paren- ordenó el príncipe. El duque se echó a reír.

-Jamás te diré nada, maldita perra loca. ¡Nada! ¡Skank ganará, y haré que los metan a ambos cuando invadamos a los tsufuru! ¡Perra!

El príncipe hizo otra vez su señal. Aumentaron la energía. Este no podía ni gritar, de lo paralizado que estaba. Todos sus fluidos por el dolor se drenaban. No podía ni gritar, al tener una sonda en su garganta. 

-No tengas un minuto de piedad- le dijo Sarin, mirándolo con desprecio, mientras él la tomaba de su perfecta espalda. -Él torturó de maneras horribles a la reina Plinkin. Y a quién sabe cuántos esclavos y esclavas, y a gente inocente. Las han enterrado aquí, es seguro. Straw ya ha mandado a buscar todos los cadáveres, para darles un funeral digno. No quiero fantasmas en mi casa- afirmó, sombría. Él tomó su rostro.

-No tienes que justificar tu crueldad hacia un tipo como él- le dijo, serio. Ella lo miró a los ojos y lo besó. Por fin alguien que la entendía en toda su complejidad. Incluso en su peor lado.

-Quiero tomar posesión de mi castillo de la única manera que sé- le dijo, significativa. Él sonrió, para seguirla. 

Straw miraba las piras, seguida de Bardock, Vegeta y su hermana. De repente, llegó rápidamente Tooma, aterrorizado. Hizo una reverencia. Trasladó su imagen a todos los rastreadores. La reina miraba todo aterrorizada, como todos los demás. 

-¡Bastardo! - gritó, enfurecida. - ¡Bastardo! 

El rey Vegeta apretó sus puños. Bardock y todos los demás soldados, estaban también furiosos. Bitter seguía indemne. 

-Es su fin- expresó.

Porque, ni en sus peores sueños de venganza, Sarin habría imaginado el terrible final de la reina On. Sencillamente, el sacerdote Turenk, al que le había prometido Skank la posición de primer consejero, la había traicionado. Así, a dos leguas, la atraparon los soldados en su refugio, y la llevaron encadenada por los últimos reductos fieles del Rey, donde le tiraron piedras y la insultaron. Al llegar, Skank simplemente la mandó a amarrar, frente al Templo de la Madre Sadala. Este comenzó a leer sus crímenes, terminándola de delatar como la famosa prostituta que se cogía sin parar a veinte hombres por noche, como aquella drogadicta que no quería darle hijos al rey, como aquella envenenadora de niños, como aquella raptadora de niñas, como aquella tirana, como aquella prostituta. Y el pueblo, que lo odiaba a él, pero sabía que podía matarlos a todos, comenzó a tirarle piedras a ella, que solamente miraba hacia el cielo, mientras la sangre ya le nublaba la vista. Grandes, enormes rocas. Las cadenas no la permitían liberarse. Sarin recordó a Plinkin. La flor. No sabía porqué ahora le tenía compasión a la que fue por muchos años una de sus peores enemigas, sino que la peor. No habría querido que muriera así. Ni siquiera tal vez habría querido que muriera, solo que se alejara de su familia. Se vio aterrorizada. Dirs solo tomó su mano, sin expresar nada, así como Bitter. El rey paró, entonces. Le quitó su venda de la boca. La jaló del cabello.

-¿Qué tienes que decir, puta traidora? 

Ella lo miró con desprecio. Le sonrió torvamente.

-Que viva la reina Straw. -le dijo con desprecio, apretando los dientes, para luego gritarle a la multitud. - ¡Qué viva la reina Straw, muerte al tirano! ¡Qué viva la reina Straw!- gritó, con todas sus fuerzas, desgarradoramente, antes de ser decapitada por uno de los soldados. La gente comenzó a alterarse. Varios saiyajines de clase baja comenzaron a matarlos. A los sacerdotes presentes en la ejecución, la chusma los jaló y los hizo pedazos. El grito se repetía constantemente, y ya comenzaban a maldecir al rey, que salió apresudradamente al castillo. La gente entró al templo, y comenzó a destruirlo todo. Varios encontraron al sacerdote Turenk, sabiendo que él la había traicionado. Lo jalaron, y lo mataron con varias puñaladas. Comenzaron a quemar el templo, y lo hicieron arder. Hubo más revueltas en la ciudad, que Skank aplacó sangrientamente. La ciudad era un polvorín. 

-Madre- le dijo Straw a la reina. Esta la miró, espantada.

-Dime, hija. 

-Dile a Cold que mande a su Ejército si me quiere en el trono. Iremos directo a la Capital. Mataré a Skank yo misma. Dirs.

-Majestad- dijo este, igual de aterrorizado. Era cruel, pero lo que había visto era monstruoso, hasta para sus estándares.

-Replica la transmisión en todo el planeta, con ayuda de tu padre. No, en todo el Universo- le indicó, para este asentir.

Straw se sentó en el trono del duque anterior, en su salón principal, mientras Bitter comenzó a transmitirla con el rastreador, al igual que Vegeta y Dirs. 

-Saiyajines. Universo Siete. Asociación de Comerciantes Interplanetarios. Como la reina legítima de la raza saiyajin, enfrento una amenaza real no solo para nuestra raza, sino para todo el Universo. Mi hermano Skank ha usurpado mi trono legítimo, ha atacado a inocentes de todas las razas, incluido el horrible crimen de la reina Plinkin, y es un peligro para todos nuestros planetas. Únanse a mi Ejército. Ustedes me conocen, no les haremos daño. Soy el futuro. Haremos negocios. Hoy quiero que vean lo que le acaba de hacer a su esposa y sobre todo, a los sacerdotes que representan la fe Universal. Nuestro templo ha sido reducido a cenizas por su causa. Es hora de acabar con esta amenaza. Bajo mi mando no habrán más invasiones, no más genocidios, no más violencia. La vida es el futuro: Skank representa la muerte y la crueldad que como raza, dejaremos atrás. Acá estamos. Y acá los esperamos. Cortaremos el mal de raíz.

Muchos de los habitantes de varios planetas, azules, anfibios, peces, de cinco ojos, salieron con sus naves a ayudar a la princesa que los había ayudado. A aquella que los había salvado. Mientras tanto, en Scafar, el sacerdote principal del Templo de los 33 millones de destinos, le hizo reverencia a Cold, que terminaba de ver el mensaje y leer el de Sarin.

-Skank hizo que destruyeran uno de nuestros centros de mayores ingresos. ¡La monarquía era la principal donadora, por eso se ganaron el privilegio de entrar!

Este se paró. Freezer lo miró extrañado.

-Pero padre, es una pelea entre saiyajines tontos, ¿qué más da quién gane? 

-No digas tonterías. Al fin y al cabo se trata de negocios, como dice bien el sacerdote. La reina Straw es la más popular en el Universo. La prefiero de aliada a ella que a ese imbécil de Skank. Irás. Pero solo al final, cuando veamos quién gana. 

-Podríamos aniquilarlo, y ya.

Este le sonrió malignamente a su hijo.

-¿Y acaso no te parece más divertido que se maten entre ellos? 

Freezer sonrió de la misma manera. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Apenas Straw terminó su discurso, su esposo se arrodilló. Bitter también, orgullosa de ella. Ya era una reina. Su madre, orgullosa, también hizo lo mismo. Dirs, que estaba en igualdad de condiciones, le hizo una reverencia. Bardock también se arrodilló, así como todo su escuadrón. Al fin era la reina que su padre siempre había visualizado. La que había soñado que fuera. Todos se arrodillaron ante ella. 

-¡Larga vida a la reina! - gritó Bardock. Todos comenzaron a hacerlo. Ella los miró con majestuosidad, mientras veía cómo más naves comenzaban a llegar, unas más rápidas que otras. Veía más luces. Todos la vitoreaban. Ya en su habitación, Afni deshacía sus trenzas.

-Muy complicadas, majestad. Pero aprendí- le dijo, orgullosa. Ella le sonrió.

-Gracias. Ve a atender a mi madre, por favor- le dijo, con el cabello suelto. Ella le hizo una reverencia, sonriente. 

-Y de nuevo, felicitaciones.

-No le cuentes a mi madre. Deja que yo lo haga- le indicó. 

La dama tsufuru asintió, mientras el príncipe Vegeta entraba orgulloso de ella.

-Eres mi reina. Eres la reina- dijo, besando su mano. Ella puso una mano en su vientre.

-Las cortesanas tenían razón- le dijo, mirándolo significativo. Él se intrigó. Se burló, porque amaba su rostro de placer. Besarla cuando se perdía en él.

-Bueno, me alegra que digas mucho eso de mí, pero…

-Estoy embarazada- le anunció. - Fura me lo dijo esta mañana, antes de los funerales. 

Vegeta la miró pletórico de felicidad. Solo se rió, para abrazarla y besarla. 

-¡Seré padre! ¡Seré padre! ¡Seré padre! - dijo, para alzarla y abrazarla. 

-Tengo mucho miedo- le confesó ella. - Debo protegerlo. No quiero perderlo. - le dijo. Él tomó sus manos.

-Te haremos una armadura más fuerte. Yo…

Ella tomó su mano.

-Debo entrenar mucho más, Vegeta. Acá nos jugamos la vida. No puedo darme el lujo de que se me trate de forma especial. Si… derroto a Skank, podrás ponerme todas las almohadas del Universo y llevarme así a los Consejos con nuestra madre. Pero- dijo, levantándose, y poniéndose su armadura. Este negó con la cabeza, sonriendo. Él hizo lo mismo. - Antes no.

Así, entrenaron arduamente en el bosque, junto a Bitter, que era implacable, y la mandó contra los árboles. Vegeta le dio un puño.

-¡Idiota! ¡No tan duro! -protestó.

-¿Skank tendrá esa consideración?- le preguntó Bitter, con las manos en la cintura. Vegeta le susurró. 

-¿Qué? - gritó agudamente la princesa, con un gran gesto de alegría. -¿Qué? 

Straw llegó suspirando, negando con la cabeza. Sabía lo que le había dicho.

-¡Vegeta! ¡Se supone que lo contaría mañana!- protestó, pero se sorprendió al ver siempre a su dura hermana abrazarla con todas sus fuerzas, y darle un beso en la mejilla.

-¡Tendré un sobrino! ¡Tendré un sobrino!- gritó, para alzarla y bailar con ella, y esta reírse, al ver a su hermana tan cómica. Esa noche nadie durmió. Bitter se puso a gritarlo a los cuatro vientos. Sarin, ya despierta, besó a su hija en la frente. La abrazó. 

-Dirs dice que puede hacerte una armadura más resistente, sobre todo en las partes más comprometidas. Ambos lo haremos, con sus científicos. 

La reina los abrazó a ambos. Afuera, luego de la inmensa tristeza de los funerales, oía los cantos, y los brindis. Bardock miraba a Straw, abrazado con Gine, hablar con varios de sus soldados, que la abrazaban y felicitaban. También le daban felicitaciones al príncipe Vegeta.

-Hay esperanza. Siempre la hay. De alguna manera la hay- le dijo, esperanzado por su victoria. Ella le sonrió. 

-Y nosotros, ¿para cuándo?- le preguntó, levantando las cejas. Este se rascó la cabeza.

-Bueno…- dijo, desconcertado, sin saber qué responder.

-¡Sólo bromeaba! ¡Come!- le gritó, para embutir una pata, que él masticó, mientras protestaba. Fue una única noche feliz de tantas. La reina entrenaba con sus hermanos, mbajo la mirada de su madre y del príncipe tsufuru. Un gran ejército comenzaba a rodear la capital, una semana después. La reina Straw, iba en su gran nave, obra de los tsufuru, al lado de su madre, sus hermanos y el príncipe Dirs, que comandaba atrás su gran armada tsufuru. Los saiyajines y guerreros de otros planetas iban entremezclados. Apenas vieron el gran Palacio de los Reyes detrás, activaron los escudos protectores, ya que comenzaron a llover esferas mortíferas de energía. 

-¡Escuadrón de Straw, guerreros míos y salvados! ¡A mí! - gritó la reina, y Vegeta fue el primero en abalanzarse, junto con su hermana Bitter, hacia el Palacio, activando los escudos protectores que les habían prodigado los tsufuru. Los secundaban Bardock, su escuadrón, los guerreros de otros planetas y las provincias conquistadas, que comenzaron a pelear contra los soldados del Rey. Straw, Vegeta y el escuadrón principal volaron hacia el Palacio, destruyendo con sus esferas de energía el fuego antiaéreo. La reina madre y Dirs miraban en la retaguardia, mientras ella enviaba las tropas a luchar edificio por edificio, incluidos los tsufuru. Dirs se bajó de la nave.

-¿Qué haces? -le preguntó Sarin, aterrada.

-No pensarás que no lucharé con mis hombres- le dijo, sacando su gran lanza de color hielo de punta y punta, y su escudo, más su rastreador. Tenía su pistola en el cinto. Ella también bajó.

-Está bien. Yo también pelearé por mi hija- le dijo, para este sonreírle, y ella comenzar a abalanzarse, con su armadura, contra otros soldados, a los que atravesó. Dirs jaló de la cola a uno, para atravesarlo.

-Ahora entiendo porqué la estudiabas- le dijo ella suspicaz, enrollando la suya. Este le sonrió, y destripó a otro soldado con furia, para ella sonreír y hacer lo mismo, gritando. 

Mientras tanto, en palacio, Skank miraba todo en una computadora. Se derrumbó. Su nuevo mayordomo, Porenk, lo miraba aterrorizado. Este le tiró el artefacto, que esquivó. 

-El idiota marido de mi madre al final soltó todo, gracias a la crueldad de aquel tsufuru. El Ejército que supuestamente compré en Scafar no vendrá. Ella ha congelado todos mis activos, absolutamente todos. Nunca hubo tal. No vendrán- afirmó, mientras veía cómo el Palacio comenzaba a temblar, bajo los efectos de la batalla. - Bueno, es el fin. Pero tú sabes lo que significa- le dijo a Berul, que estaba a su lado.

-Mataré a esa perra yo mismo, majestad.

-Inténtalo- afirmó, para beber vino. Cómo había pasado de defender a su madre, de defenderla de su padre, a esto. A que ella le diera la peor de las traiciones. No le importaban sus hermanos, tampoco On, merecía su muerte. Pero ella. ¿No que el amor de las madres era incondicional? No el de Sarin, para nadie. Ni siquiera para ese ambicioso príncipe tsufuru que sabía que también la traicionaría. Ella no sabía amar así. Jamás amaría así. No al menos a nadie que conociera. 

Suspiró. Bien, que todo se fuera a la mierda. Hasta ella. Ya no imaginaba cómo matarla, aunque ella muchas veces sí, como su maldito padre. No había servido de nada revelar la verdad: ella puso a circular también todos sus crímenes. ¿Qué pensaría Straw? Seguramente se lo había tragado, convencida por esa víbora de Bitter, y por el malnacido de Vegeta. Se tragaría mucho más, porque así existiera, y reinara, con sus hijitos horribles, porque estaba preñada, el sistema no cambiaría. Él lo sabía, su madre también. Bitter y ella harían las cosas que ella no se atrevería a hacer, para que no la estrangularan mientras durmiese. 

-Me asesinó lentamente. Una madre no mata a sus hijos- afirmó, amargo. Así que recorrió el Palacio donde creció. En unos minutos tendría que salir. Pero mandaría todo al infierno. Lo juró por su sangre.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Berul se atravesó ante la reina y Vegeta, que le apuntaron. Pero Bitter, con su armadura blanca, los apartó.

-Esto es personal- dijo, recordando su violación y tortura.

Ellos asintieron, y siguieron volando. Berul sonrió, y la recibió con un golpe, que ella esquivó. Le dio otra patada, que él detuvo. Así, comenzaron a pelear. Él la jaló de su capa, pero ella la quemó, para quemarlo a él, que gritó y rebotó su poder. Miró su mano quemada, furioso. Ella se echó a reír. 

-Te dejé sin bolas y casi sin mano. Uno y medio... a cero- le dijo, burlona.

Este gritó de ira, para mandarla contra un edificio. Pero ella se limpió la sangre, e hizo desaparecer a la familia que allí vivía, para tirarlos a lo lejos. Muchos corrían aterrorizados, pero otros se unían a las fuerzas de la reina, saboteando a los soldados con piedras, o con aspersiones de veneno. Dirs, peleando contra uno, encontró que un niño saltó y lo degolló, sin más. Él y la reina se miraron sorprendidos. Tan furioso estaba el pueblo, que comenzaba a ayudarle al ejército invasor. Mientras tanto, Straw y Vegeta iban peleando de forma aérea, derrotando a todos los que les enviaban esferas de energía. Bardock se dio cuenta. 

-¡Escuadrón de Straw! ¡Escudos de la reina!- gritó, para este y sus amigos volar, junto con otros saiyajines y guerreros de otros planetas, para liberarle el camino. Ella sonrió.

-¡Gracias, Bardock! ¡Te lo recompensaré!- le gritó. Ambos aterrizaron frente a Skank. Este se abalanzó, y los tres comenzaron a pelear en el cielo. Sarin veía con angustia los combates de cada uno de sus hijos. Un soldado se abalanzó a matarla, pero varios niños jalaron su capa y comenzaron a apuñalarlos. La miraron salvajemente, para luego hacerle una reverencia. Una de las niñas le señaló la dirección del templo. Ella vio a lo lejos: de todo lo que se había quemado, solo había quedado la estatua de la madre Sadala. Feroz, con su cabello centelleante y su lengua afuera.  Ella sintió algo funesto dentro de sí, pero no se atrevió a decírselo a su amante, que luchaba con boato, mientras la tomaba de la mano y avanzaba con sus tropas. Vio a Bitter ser golpeada en el estómago por ese monstruo de Berul, pero ella descoyunturó una de sus articulaciones, rápidamente. Este gritó, para mandarla lejos, y ella limpiarse la sangre, sonriendo. Vio a su hija y a su hijo, ser estrellados una y otra vez por Skank, pero Straw no se rendía. Otros soldados fueron en su ayuda, pero Skank partió a uno en dos, y al otro le torció el cuello. Fueron más, y ella los apartó.

-Esto es entre los tres- afirmó, para Vegeta aparecer, y desplegar su poder de pelea, mientras lo mandaba contra una de las almenas, que se derrumbó y cayó sobre combatientes y civiles.

Se dio cuenta de que los niños ya no estaban. Sintió lo peor. Culpa. Venganza. Quizás de Vejito. 

"Esto fue lo que él nunca quiso. Yo lo propicié. ¡Es mi culpa!", pensaba. Pero no tuvo tiempo de nada más. Algo explotó, y la mandó lejos. Dirs la cubrió con su escudo protector. Le tiró agua, mientras a ella le pitaban los oídos. Él le gritaba. Movió su rostro. Ella despertó.

-Sarin. Sarin. Sarin. Sarin- la abrazó. Ella lo miró angustiada.

-Debo ayudar a mis hijos. Debo ayudar a mis hijos- le dijo agitada y desesperadamente, pero él la tranquilizó. 

-Sarin. No puedes- le insistió, mirándola fijamente con sus hermosos ojos azules. Ella lo miró desesperada, quebrándose, mientras veía a Bitter estrellar a Berul contra otro edificio, y Skank pateaba a Straw, para Vegeta luego enviarle otra patada en el cuello. Este sangró. 

-¿ Y si mueren los cuatro? ¿Y si mueren...? -se preguntó, pensando lo peor por primera vez en su vida.

Él la abrazó. Le dio un beso en la cabeza.

-Todo saldrá bien. Confía en ellos. Tiene que salir bien- insistió este, con determinación.

Ella sintió con horror que la intuición, que no le fallaba, le decía lo contrario. Pero no tenía más opción que creerle a su amante. 

-Lo que podemos hacer es entrar a Palacio y aprovechar la ciudad. Crear distractores. Un grupo a un lado, conmigo. Otro, contigo. 

Ella asintió. Dirs gritó en su idioma, dando instrucciones. Los tsufuru se repartieron, a la entrada, mientras el escuadrón de los más fuertes seguía disparando.

-Repártanse. Todos saben disparar. Berul y Skank son su blanco. Ahora, ¡ahora! 

Dirs se repartió la zona donde Berul enfrentaba a Bitter, que estaba ensangrentada. Llena de su sangre, con su armadura rota, y la de él. Berul recibió el primer disparo: era el del príncipe tsufuru. Recibió otro. Bitter aprovechó para gritar, y descuadrarle la quijada. Este gritó de dolor. Le seguían disparando, sin saber de dónde venía. Bitter se fijó en Dirs, que le picó el ojo. Ella sonrió, y se soltó el cabello. El gigantón seguía gritando de dolor. Mientras tanto, Sarin disparaba con los demás (y se le unieron saiyajines) al rey, que disparaba indiscriminadamente, para ambos hermanos patearlo y hundirlo. Este explotó su poder, mientras disparaba hacia varios lados, pero Vegeta le pegó un puño y Straw una patada, y luego un codazo, que lo estrellaron al suelo. Antes de rematarlo, él se retiró, pero algo le disparó por su espalda, para tumbarlo. Era su madre. Este la miró furioso, pero Vegeta lo tomó de la capa, y Straw lo estrelló de nuevo, para rematarlo con otra esfera de energía. Pero no móría, poruqe la tomó del cuello y la estrelló contra la pared. Seguía recibiendo disparos.

-¡Bastaa!- gritó, furioso. Pero no cesaban. Vegeta ayudó a levantar a su esposa, que tenía las trenzas ensombrecidas del polvo, y se limpió la sangre. Mientras tanto, Bitter veía a Berul ser cercado, como un pobre granjero ante una nube de mosquitos. Este gritó, e hizo explotar un edificio. Bitter lo miró aterrada, pero vio a Dirs mandarle una señal. Estaba vivo. Suspiró de alivio. Más disparos. Era ahora o nunca. Recordó su dolor. Sus fracturas. Su entrenamiento en el reino de los demonios. Se abalanzó, y encegueció a Berul, que gritó, y luego ella volvió, y le arrancó el corazón. Como había hecho con la pobre muchacha. Este abrió los ojos y lo último que vio fue a Bitter reírse, y apretarlo, aún latiendo, para caer con los ojos vidriosos. Sarin y Dirs gritaron de alegría, así como muchos ahí abajo. Había vengado al pueblo. Ella tiró el corazón, y fue volando hacia donde su hermano, a quien tacleó. Este estaba furioso, y rodeado. Sonrió, al ver a sus tres hermanos a punto de matarlo. 

-Luna- ordenó. 

-Oh, no- dijo Sarin, que salió de repente, entendiendo la última medida desesperada de su hijo. -¡No miren al cielo!- gritó. -¡No miren al cielo!

Emergió una gran esfera luminosa. Los que no obedecieron las órdenes se convirtieron. Tanto del uno como del otro bando, y comenzaron a pelear, a nivel más destructivo. Comenzaron a derrumbar edificios.

-¡Las colas! ¡Córtenles las colas!- gritaba Sarin, mientras veía a montones ser aplastados, y otros edificios explotaban. -¡Las colas!- gritó, para expandir la orden. Dirs la miró y ella a él. De repente, uno de los Ozaru, muertos, cayó sobre el Palacio. Dirs gritó, y vio a Sarin salir volando, para jalarlo. Ambos se veían sin escapatoria. Él usó su lanza, y le cortó la cola a otro. Así, varios con mucho esfuerzo y sangre se desconvertían, pero otros se volvían a convertir. Skank se reía. Bitter y Straw dispararon, junto con Vegeta, a la luna artificial. No se destruyó.

-No creerían que me iría de aquí sin mandarlos al infierno. Y eso no es nada. Bajo la ciudad hay montones de pluoteno. Como saben, el peor material explosivo del Universo. La haré volar. Los volaré a todos. Nos volaré a todos- afirmó, levantándose, determinado. - No hay trono, Straw. Mátame y nos iremos todos al infierno- la amenazó.

Sarin llegó, apoyada en Dirs y este en ella. Estaban cubiertos de polvo y sangre. Vio a lo lejos la nave de Freezer. Skank también. Mandó hacia abajo una bola de energía. 

-No, Skank. No. No- le rogó Sarin. - No.

-Cállate, maldita traidora. Ahora sí, madre, ¿contenta de comprobar que diste a luz a un monstruo? 

Ella miraba todo como si estuviera en el infierno. 

Bardock luchaba por no mirar hacia arriba, y se dio cuenta del arma que le dio Gine: su cuchillo de carnicería. Le sonrió.

-Bendita seas. 

Así, arregló con su escuadrón distraer a uno de los soldados, y resultó cortándole la cola, así como a Tooma. La ciudad era cenizas. Ardía. La peor pesadilla de Sarin a punto de hacerse realidad. Bitter tampoco sabía qué hacer. Straw veía la destrucción. Los gritos. A lo lejos, Bardock y su escuadrón luchando por cortar más colas. Otro Ozaru desplegando su energía contra otro. Un tsufuru aplastado. Otro guerrero de otra raza, muerto. Eso no era lo que ella tampoco quería: gobernar sobre las cenizas. Así que se adelantó. Se quitó el símbolo de la familia real.

-¿Te rindes? 

Se lo dio a Vegeta en el pecho. Le dio un beso.

-Siempre te amaré. Serás un gran Rey- le dijo. - Y tú, hermana. Cuídalo. Y a nuestra madre- le dijo a Bitter, que comprobó con horror lo que pensaba hacer.

-¡Straw! ¡No, Straw!- le gritó aterrorizada, pero ella le sonrió, para desplegar toda su energía, y arrastrar a su hermano hacia arriba, y este no pudo safarse, mientras ella lo apretaba con todas sus fuerzas. Sarin comenzó a gritar de dolor y horror, arrodillada, para Dirs sostenerla entre sus brazos. Vegeta también gritaba, y trató de volar, pero su hermana desplegó todo su poder, apretando a su hermano, hacia arriba, y todo explotó. Freezer lo vio levantando una ceja, desde su nave.

-Qué final increíble- aplaudió. - Bravo. Grande hasta el final- afirmó, para luego reírse, desconcertado.

-¿Celebramos, señor? - le preguntó Zarbon.

-Qué te pasa. Es un final más bien triste. No habrá otra como ella en el futuro. Y menos mal- se dijo, sin saber cómo reaccionar.

Vegeta veía, en el cielo, cómo el amor de su vida simplemente había volado en pedazos, mientras las lágrimas recorrían su rostro. Sarin seguía gritando, mientras Dirs, con lágrimas en los ojos, la sostenía entre sus brazos. Bitter estaba llorando, arrodillada, mientras Bardock hacía lo mismo, con rabia. Su escuadrón hacía lo mismo. Gine lloraba en los brazos de su madre, que hacía lo mismo, mientras veían todo en las pantallas. Los tsufuru hacían lo mismo. En Scafar se regó la noticia, y muchas personas comenzaron a llorar ante las pantallas, y a exclamar. Mientras tanto, el ahora rey Vegeta III, solo veía su último gesto. Su último beso. Sus manos. Su hijo. Su hijo.

Desplegó su poder, exclamando de ira y dolor, mientras Bitter seguía llorando y Sarin lloraba a gritos, consolada por Dirs, que miraba la grandeza trágica del poder de los saiyajines. Todos lo miraban entre lágrimas, con el corazón destrozado. Este bajó, quebrado. Bitter, aún con lágrimas en los ojos, y sollozando, lo miró y se arrodilló. 

-Larga vida al rey Vegeta Tercero. ¡Larga vida al Rey! 

Todos hicieron lo mismo, entre lágrimas. Gritaron, mientras se oían más lamentos, y Sarin no dejaba de llorar, pensando en la tragedia que pudo haber evitado para ella y su pueblo. Para su Straw. La mejor de todos sus hijos. La estrella más reluciente que apagó su esperanza de torcer su destino para siempre.

 

Chapter 11: La ceguera

Summary:

La familia real saiyajin y todo su pueblo deben lidiar con las consecuencias de la trágica muerte de la reina Straw, mientras sus enemigos urden un complot contra ellos para esclavizarlos definitivamente.

Chapter Text

Corporación Cápsula - Actualidad

Whis se sorprendió al ver que Vegeta lo abordó sin miedo o reverencia. Se trataba de su abuela. Y que habían traído algo mucho más especial para él: esferitas  de pastel de oro azul. Sabía de que se trataba de Sarin, o no habrían unido esfuerzos.

-Quiero verla. Tengo lo prometido- le dijo al ángel, que se sorprendió de la eficiencia de marido y mujer. Bulma ya le tenía preparada una mesa.

-En realidad queremos ir todos. Supongo que esto cubre el trato. Pero tienes que explicarnos primero, ¿qué tan grave fue lo que hizo? ¿Mató ella sola a millones de personas? Freezer lo hizo e igual fue revivido. ¿En verdad merece un juicio? 

-Explícate- le exigió Vegeta. - ¿Por qué ella está siendo castigada? 

Whiss ignoró las repentinas reclamaciones se sentó y se comió las esferas. Dio un elegante grito de placer. También ignoró, claro, la ansía de esos mortales a los que les pasaba esos modales solo porque le simpatizaban bastante.

-Oh, bueno… verán. Ella consiguió la inmortalidad de otras formas. Fue a un lugar no permitido, con criaturas no permitidas. Hizo a cambio un rito que…

-Sí, ¡está explicado en el documento!- le gritó Vegeta.  -¿Por qué eso la hace culpable? ¡Ella quería morir, sus sirvientes no lo permitieron! ¡Quiero que la liberen ahora mismo! - gritó. Bulma no intercedió en la furia de su marido. Whis, por su parte, se limpió con parsimonia. Suspiró.

-Sé que es muy duro para usted, señor Vegeta. Habrá que revisar las reglas. Y...

Ambos notaron la presencia de Gokú. Saludó al ángel.

-¡Hola, señor Whiss! ¡Noté su presencia y pasaba por aquí! Además tengo curiosidad- dijo, con graciosa cara de extrañeza - De saber cuáles son los tesoros que Trunks dijo que encontraron de tu abuela, la reina- le dijo a Vegeta. Este se indignó.

-¡Eso no te incumbe, Kakarotto! ¡Trato de liberarla, no estorbes! 

Pero Gokú, lejos de amilanarse, se sorprendió. Comenzó a darle vuelos a su imaginación.

-¿Está viva? ¡Vaya! ¡Debe ser toda una ancianita ahora! ¿Cómo se verán las ancianitas saiyajin?- se preguntó, pensando en una apacible viejita con armadura y expresión cruel. 

Vegeta estalló.

-¡No es una anciana! ¡Se ve tan joven como tú o como yo! ¡Por eso Bills la tiene presa y no quieren dejarme verla! Y ahora que lo pienso, ya que eres amigo de Zenosama, quizás él pueda explicarnos qué es lo que ha hecho. Porque óyeme bien, Whiss: haré lo que sea para liberarla. Lo que sea- dijo este, apretando el puño.

El ángel suspiró. La terquedad del príncipe de los saiyajines era infinita. Le tuvo compasión, sin embargo, por su historia.

-Bien, pueden ir. Todos. Pero tienen solo pocos momentos.

-¡Perfecto! - dijo Bulma, y se sorprendió al ver que Gokú se acercaba.

-Bueno, jamás he conocido una reina-se excusó.

-¡Kakarotto!- gruñó Vegeta. 

Apenas llegaron a la guarida de Bills, la encontraron dormida. El alto dios los miró a todos con desdén.

-Vienen a perder el tiempo. El impacto que le produjeron tus cosas la tiene en…

Vegeta lo apartó. Comenzó a gritar y a golpear su domo de protección.

-¡Abuela! ¡Abuela! ¡Despierta! - le gritó. -¡Abuela! - le gritó de nuevo. Ella no lo hizo. Bills suspiró, irritado por los gritos de Vegeta.

-Cualquier esfuerzo es inútil, idiota terc…

Vegeta se convirtió en supersaiyajin Blue. Sarin abrió los ojos. Se levantó, tirando la foto.

-¡Vegeta! ¡Vegeta! - comenzó a gritarle. - ¡Vegeta! ¡Vegeta! - insistió, para golpear el domo y tratar de salir, en vano.

Bulma lo miraba todo con tristeza. Goku con triste sorpresa también.

Vegeta lanzó una esfera de energía con todo su poder, para derribar la burbuja de energía. Volvió a intentarlo. Ella lanzó otra. No podían. Vegeta volvió a intentarlo una vez más.

-Pero vaya que eres tonto. - insistió Bills.

-¡Oiga!- lo regañó Bulma, que veía a su marido tristemente, insistir con todas sus fuerzas, al igual que su abuela. Volvió a gritar, y a lanzar otra esfera. Y ella también, para volver a golpear el domo.

Gokú, al ver el esfuerzo de Vegeta, también se convirtió y trató de ayudarlo. En vano.

-Maldición. Es imposible.

La reina Sarin comenzó a llorar, golpeando el domo. Bulma la miraba con tristeza. Vegeta volvió a intentarlo, ya cansado, hasta que ella negó con la cabeza. Miró sorprendida a Gokú. Lo señaló.

-Bard… Bardock…

-¿Qué dijiste? - preguntó Gokú, confundido.

-Bardock… Bardock…

-Bardock- dijo Vegeta. - Abuela…

Ella volvió a hacerle señas. Comenzó a hablarle con lenguaje de señas. 

-Por supuesto que lo recuerdo- dijo, juntando las manos. - Abuela… te sacaré de aquí. Haré lo imposible. Ahora que sé que estás viva- dijo, poniendo la mano sobre el domo. Ella puso la suya. Bulma se tapó la boca, con lágrimas en los ojos. Tarble se acercó. Ella le sonrió, con lágrimas en los ojos, señalándolo.

-Tarble- le dijo. Este asintió. Ella también puso su mano con la suya, llorando. Tarble miró resignado a su hermano, y sonriente.

-Te sacaré de aquí. Estarás conmigo- le dijo con señas. -Así sea  lo último que haga. 

Ella lo miró llorando y se puso la mano en el corazón.

-Te amo- le dijo. Este recibió el gesto en su pecho.

-Y yo a ti.

El domo desvaneció su vista, mientras Gokú miraba serio y sorprendido a Bills. Vegeta solo miraba el domo. Bulma entendía: esto lo había devastado. Pero lo había al mismo tiempo llenado de energía y determinación. 

-Quiero una explicación- dijo, con toda su furia contenida.

-Se quedará conmigo hasta el día de su juicio. Quizás con lo que haya acumulado en el Universo pueda pagar el haber roto las reglas. Ningún mortal, a excepción de métodos como el de Sheng Long consigue así la inmortalidad. -explicó el Dios de la Destrucción. 

-Ella quería morir. Ella pudo hacerlo. Les daremos lo que quieran- señaló Vegeta a Bills. - Pero quiero que sepas que estaré dispuesto a luchar por ella. Ahora que está viva, nos reuniremos en esta vida-aseguró, determinado. Bills respetó eso.

-Sí. Sabía que lo dirías. Ella tiene que aclararme las cosas, las mismas que ustedes tienen en el documento. Yo mismo la defenderé en juicio- anunció. Bulma se sorprendió alegremente.

-¿Es en serio? 

-Se lo debo. Más luego de lo que le hice a su planeta. Y supongo que eso nos garantizará una provisión eterna de manjares deliciosos en la Tierra- negoció Bills. Bulma sonrió.

-¡Perfecto! 

Pero Vegeta no se veía tan convencido.

-Sé que quieres algo a cambio y no es precisamente ver a mi abuela confesando sus pecados. ¿Qué es lo que deseas? ¿Cuál es el precio? 

Bills suspiró, sonriendo.

-Cómo se nota que te enseñó bien. Así es. En el planeta Furong 45 ella dejó uno de sus tesoros ocultos. Está en uno de los anexos del código del documento. Sería la primera parte del pago. 

Gokú lo miró confundido.

-¿Por qué querrías algo así? 

-Cuando lo halles, te darás cuenta. Es lo que pido- le dijo a Vegeta, pero también miró a Gokú. - Y tú lo ayudarás. Aunque ella mencionó el nombre de ‘Bardock’, tu padre. Creo que releyendo el código y el documento se darán cuenta de muchas cosas. Supongo que es todo. Whiss- dijo. Este les sonrió.

-No se preocupen. Todo saldrá bien. Consigan lo que les pide y verán que él la defenderá. Ya les explicaré cómo funciona el tribunal y por qué su abuela puede ser juzgada. Pero quiero que entiendan que hizo muchas cosas para obtener la inmortalidad y antes de su caída… bueno…

Ya en la Corporación Cápsula, poco después, Gokú se rascaba la cabeza.

-Vaya. Impresionante- dijo, mirando el retrato de Vegeta con su abuela.- Qué gran señora- apreció. - Vegeta. Te ayudaré en esa tarea. Sé que es importante para ti. 

-No necesito tu ayuda- dijo este, aún impactado por ver a su abuela y su mano, con la suya. Bulma sonrió.

-Sí lo hará. Bueno, ya los viste. Ahora quisiéramos saber cómo encaja el nombre de tu padre en todo esto y por qué te llamó así. Ya te llamaré y salúdame a Milk.

-¡Por supuesto! ¡Le diré que tienen increíbles tesoros! ¡Adiós Tarble! -le dijo, amablemente, para este despedirse. Vegeta estaba silencioso.

-Hermano… ¿cuál es ese lenguaje? ¿El que hablaban ustedes dos? -preguntó el joven saiyajin, confundido, al ver sus señas.

-Lo inventamos. Cuando no podíamos decirnos nada en los Consejos o en las audiencias, nos lo decíamos de ese modo. Ella inventó un lenguaje para mis tías, otro para mi padre y por supuesto, uno para mí. 

-Inventar todo un lenguaje. Qué brillante- observó Bulma. - Pero, ¿por qué habrá llamado a Gokú de ese modo? 

-No lo sé. Pero releeré el documento. Quiero sacarla lo más antes posible- afirmó este.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Bulma, en la noche, hacía varias combinaciones. Se preguntaba qué tenía que ver Gokú en esa historia. O su padre. Hasta que comenzó a abrir el código. Releyó el relato del torneo, y de Scafar. Recordaba el rostro sorprendido de la mujer. Una mirada que solo le había dado a su nieto. Hasta que todo encajó.

-Ay no. No puede ser- lo descubrió. -No puede… no…puede ser…

Ya en la mañana, Vegeta tenía a Bra en la terraza. Bulma lo miraba preocupada por su descubrimiento. Creyó que haría todo un escándalo. Pero Vegeta era impredecible.

-Lo sabía.

-¿En serio? 

-Lo intuía. Siempre trató a los padres de Kakarotto con enorme deferencia, con enorme familiaridad. Incluso él fue su último guardia personal. Aparte de mí, ellos dos le importaban. Mucho. Sobre todo él. Yo creía que era por la cercanía con mi tía Straw- dijo Vegeta, mirando hacia el horizonte.

-Vaya- observó Bulma. - Creí que reaccionarías peor al hecho de que el padre de Gokú fue el amante de tu abuela. Y que fue uno de los hombres que amó de verdad. Sino el que más amó.

Vegeta se sentó, recordándola poniendo la mano junto a la suya. Golpeando el domo.

-No. Ese siempre he sido yo- dijo, desolado. -Habrá podido ver en el rostro de Kakarotto a su padre. Pero…

Ella, haciéndole lenguaje de señas. Su mirada. Sus lágrimas en los ojos. Bulma tomó su mano.

-Entiendo. Estoy a un paso de averiguar las coordenadas, Vegeta. Gokú podrá llevarnos hasta allá.- le informó a su esposo. 

Este bufó, con una sonrisa burlona.

-Quizás estará complacida de que Bardock aún la siga ayudando. Siempre lo hizo. Tanto así la quería.

Bulma puso sus manos en sus hombros y este solamente posó la suya. Solamente recordaba a su abuela diciéndole “Te amo”. Y cómo no tuvo miedo de corresponderle. Ella tardó años, pero esa mujer lo consiguió en un santiamén. Igual no los podía juzgar. Fue la única persona a la que Vegeta más quiso por años. Y le fue arrebatada.

-Pero siempre, siempre te querrá más a ti. Eres lo único que tiene ahora, junto con Tarble- le dijo Bulma, sentándose a  su lado. Este negó con la cabeza.

-También te tiene a ti- dijo, tomando su mano. Ella le sonrió levemente por el reconocimiento. 

-Bueno, si todo esto sale bien quizás le pregunte por su secreto- bromeó ella. Este bufó. 

-Supongo que no hablas del veneno.

-De esos también. Por lo que deduzco, es una química y farmacéutica experta. ¿Tú sabes algo de eso? 

Vegeta se renovó, y su hija se sorprendió al verlo entusiasmado. Tocó su rostro.

-¿Que si sé? Por supuesto que sí. No sabré cocinar un huevo, pero te apuesto que puedo envenenar una mesa repleta de nobles- dijo este con orgullo. Bulma lo miraba con curiosidad. 

-¿Me contarías? 

-Claro. Te enseñaré lo poco que sé. Lo poco que ella alcanzó a enseñarme- dijo, con orgullo, pensando en ella. “Abuela, te sacaré de ahí.. Si tengo que envenenar a una mesa repleta de dioses, te lo juro que lo haré. Te lo juro”, expresó, determinado. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Guarida de Bills

-No quiero que chantajees a mi nieto. Si he de quedarme aquí para siempre y eso evita que le pongas mayores penurias, lo haré- afirmó Sarin, digna, a Bills. Whiss se sentó a su lado y le dio pastel.

-Majestad, él no dudaría en dar hasta su vida si la vuelve a abrazar así sea por un momento. Está decidido- dijo él, probando el pastel. - Ahora que sabe que está viva no la volverá a dejar ir. Ya no es un niño. Y quiere que usted haga parte de su vida. 

La reina Sarin miró recriminatoria a Bills.

-Ponernos esa barrera fue una absoluta crueldad. ¿Hace parte de mi castigo? Pues bien. Tortúrenme con latigazos, como deseen. Pero no vuelvan a hacernos esto. Prefiero ser un pellejo reseco, pero sentir a mi nieto una vez más, por encima de cualquier cosa- afirmó ella, indignada.

-Justamente ese era el punto, Sarin. Castigarte donde más te duele. Lo siento. No fijo las reglas- dijo Bills, sin alterarse. Ella lo miró furiosa.

-A ese cerdo de Freezer le conceden el perdón por participar en un estúpido torneo hecho por los caprichos de todos ustedes, y ha vuelto a esclavizar a todo el mundo, mostrando que no ha aprendido una sola maldita cosa. Yo, que desde mi caída no he hecho más que curar y ayudar a miles en todo el maldito Universo y me hacen una cosa tan cruel. ¿Qué acaso no valen tampoco los sacrificios de mi nieto, todo lo que ha hecho por ti? 

-Tiene un punto- insistió Whiss, tomando té. Le pasó el de ella. Bills suspiró.

-Sarin, en verdad lo que quieren es preguntarte por todos los tesoros que escondiste en la galaxia. Robaste muchas cosas importantes. Y sí, Vegeta habría insistido también en no ir por ellos. Pero te quiere a ti. Por eso los conseguirá para mi.

-¿Para ti o para Zeno? ¿Qué clase de trato han hecho? -se levantó ella. Este la miró arriba abajo.

-Digamos que queremos saber qué hiciste con tantas cosas y si puedes devolverlas. Y se arreglará lo demás. Sabes lo que hiciste. Y no puedes rehusarte esta vez: Vegeta está dispuesto a dejar el orgullo a un lado. Y sé que tú también. Así como lo dejaste por tu planeta y por alzar a tu hijo en el trono.

Ella se sentó, derrotada y meditabunda.

-Calma, majestad. Todo saldrá bien- le dijo Whiss, amablemente.  - Pronto verá a su nieto. Por ahora, nos gustaría saber cómo fue que hizo para sobreponerse al dolor. Y sobrevivir.

-En eso soy una experta- les dijo, con tristeza. -Pero me costó mucho salir de ahí. Y definitivamente no sabía que tenía a mis enemigos durmiendo a mi lado. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Años antes, reinado de Vegeta III 

Aposentos del Rey- Palacio Real

El rey Vegeta terminaba de retozar sobre su general, Aris, que gemía al unísono con él. Este se retiró, agotado. 

-Espero uses contraceptivos- le dijo, levantándose, para tomar vino. Ella lo miró provocadora.

-¿Y si no? 

-Hablo en serio - la señaló este, mientras lo limpiaban y le ponían su armadura. Ella lo miró intrigada.

-Vegeta, estás muy raro. Si quieres olvida el tema de una nueva consorte, no me interesa ser una nueva consorte- insistió ella, frustrada. El Rey era una muralla.

-Sí, así es. Serías mi sexta esposa. Se vería mal- afirmó este, indiferente. Ella se echó a reír.

-Sí, lo sé. No hay para ti mujeres mejores que la reina Straw y la reina Echalotte. Me lo repites todo el tiempo. Pero no quiero hablarte de eso- dijo ella, mostrándole su contraceptivo. -Quiero hablarte de que estoy de acuerdo con las protestas del general Prank. Tu hijo mató a dos miembros del Consejo en el palacio real y sospecha que tu madre ha estado ocultando tesoros en todo el Universo. ¡Mira lo que le entregó a Cold para no entregarle tanta comisión por el último planeta! Además la muerte del general Perl el año pasado sigue siendo altamente sospechosa.

-El príncipe encontró a esos dos miembros hablando gráficamente de su nacimiento y la posterior muerte de su madre. Tenía derecho a enojarse. En cuanto al general Perl, fue un accidente- dijo él, restándole importancia a sus alegatos.

-¿Como el de tu padre? Tengo dos testigos, como me lo pediste. A menos que me digas algo más, ¿tantos favores le debes a tu madre? ¿Tanto así? 

-No quiero hablar de eso- insistió este.

-Vegeta…

-NO QUIERO HABLAR DE ESO- le insistió, temible. Ella lo miró asustada. Eso era un sí. No entendía cómo es que el mismo rey le pedía justicia tenía tras de sí algo realmente turbio.  Eso comentaba poco después con Echlot, el padre de la difunta reina Echalotte y del general Lotte. Era invitada a sus cenas regulares.

-Sarin es quien sigue haciendo el trabajo sucio, no lo dudes ni por un minuto- dijo el noble, con desprecio. -Ella grita a todo el que quiera escucharla que nosotros matamos a nuestra pobre niña al desposarla con un hombre casi treinta años mayor que ella. ¡Tonterías! Quizás quería a un recambio fácil de controlar. Y la pobre Echalotte, de haber tenido tiempo, la habría expulsado y saneado la Corona- dijo este, convencido.

-Era pequeña, pero habría podido influir sobre él - insistió Lotte, su altísimo hermano, viendo una foto de la fallecida reina, con larguísimos cabellos oscuros y ojos turquesa.

-Nadie puede- replicó Aris. - No he podido. Ni se le puede mencionar el tema de una nueva reina- se molestó.

-Es el peor cargo del reino, créeme. Perdimos a nuestra niña ahí. Sabes lo que le pasó a la infortunada Cab. ¡A todas, en general, incluso a Straw!  ¿En verdad quieres meterte ahí, a enfrentar directamente a esa coge tsufurus, esa ramera de Sarin? - dijo Echlot. ¡Apenas sí conozco a mi nieto! - se quejó, pues era de sobra conocido que la reina se había encargado del príncipe desde su nacimiento y controlaba toda su vida.

-Pues deberías proponerle una reunión. Ustedes son la familia de su madre. ¡Podrías librarlo de sus garras! Y darle la reprimenda que su padre no. El príncipe es un pequeño asesino que puede actuar con impunidad.¡Todo se lo permite ella! - se quejó la general. 

El noble y su hijo se miraron. Ya en la Sala del Trono, el rey Vegeta tenía varias audiencias. Su madre estaba sentada a su lado, junto con el príncipe Vegeta. Ella tenía un elaboradísimo peinado alto, y  estaba vestida de verde oscuro, con un traje cruzado y una pequeña hombrera. . Bitter estaba a su derecha, parada. Una delegación del planeta turquesa PoroPoro se arrodilló ante él. Aris los presentó, junto con el general Prank. Eran anfibioides color morado de tres ojos.

-Majestad. La delegación que nos envió a conseguir. Podremos intercambiar con ellos la tecnología para las próximas invasiones. - dijo Prank. Sarin se levantó.

-Queremos que el REY los salude personalmente- insistió el general. Sarin no le hizo caso. Comenzó a hablar en su idioma. Aris y Prank se miraron. La reina comenzó a hacer su teatro: el de mujer encantadora. Le besaron su mano y ella comenzó a señalar a su familia. Bitter miró con satisfacción a Aris y a Prank. También eran sus rivales. El príncipe Vegeta estaba igual. 

-¡Oh, querido! Acabamos de acordar una cena en mi Palacio en dos semanas. ¡Sean nuestros huéspedes! - les dijo a los anfibioides púrpura -¡Les encantará! 

-Sí, madre. Que los atienda Kalen- afirmó el rey indiferente. La reina los llevó con su mayordomo, mirando arrogante a Prank. El príncipe sonrió. Estos se arrodillaron.

-Majestad… también está aquí el padre de la difunta reina Echalotte- afirmó Prank. -Viene con una invitación oficial. 

El hombre, de barba y bigote cortos, se acercó con su hijo. Hicieron una reverencia.

-Como abuelo del príncipe, majestad, quisiera tener una reunión con él. A solas. Si la reina Sarin lo permite, claro. Pero quisiera que el príncipe conociera un poco más de su herencia materna. De su madre, si se lo permite.

-Por supuesto- dijo este, mirando desafiante a su madre. - Es hora de que lo haga. Quiero que él tenga otras influencias aparte de las de mi familia.

Este sonrió. Sarin estaba inexpresiva. Ya luego de las audiencias, Sarin hablaba con los PoroPoro, mirando de reojo al príncipe, que veía con hostilidad a su abuelo y tío. Estaba al lado de Bitter.

-Muchacho, se habla en todo el reino de cómo eliminaste a dos miembros del Consejo Privado. ¿No fue excesivo? 

-Hablaban mal de mi madre, abuelo. Dijeron que yo la “partí en dos” porque era muy pequeña y muy débil para mi poder. ¿Te habría complacido escuchar eso? 

-Bueno…¿pero era necesario que les hicieras eso? - preguntó su tío. El príncipe lo miró con desprecio.

-Sí, así es. Es alta traición. Legalmente presenté las pruebas. No soy estúpido, mi abuela me enseña lo que hay que saber.

-Incluso cómo entrenar- insistió Bitter, que vio a Aris hablando con Prank. Se acercó en medio del salón. La abrazó.

-Querida hermana - le dijo, para estrujarla. Le susurró.

-Estás buscando problemas, y los encontrarás. ¿Quieres que te adore el Rey? Ábrele las piernas. Pero si buscas algo más, te repudiará. Te lo adverti- le dijo, para sonreírle. Aris le sonrió igual. 

-Busco justicia. Y que el rey se libere del hado de su familia. Que sea lo que dijo su hermana que era. Solamente eso- le dijo mirándola a los ojos.

-¿Entonces crees que no lo es? Qué interesante- le preguntó Bitter. Vio a su madre acercarse.

-Madre. Hablábamos del gran papel e influencia que tiene Aris sobre el rey. ¿Te la imaginas como posible reina? - le preguntó Bitter, irónica. Aris la miró con superioridad y odio a la vez.

-Una terminó explotando en los cielos, la otra ejecutada por nosotros, la otra partida en dos por su propio hijo y la última fue ejecutada por la justicia. Quién sabe qué hagamos contigo- dijo, para abrazarla, darle dos besos, y sonreírle. Bitter la miró igual. Madre e hija se retiraron y Aris las miró retadora. Luego miró al Rey, que hablaba con Kalen, Prank y otros miembros del Consejo. Este la miró con marcada indiferencia. Ya en la noche, fue a visitarlo, pero oyó ruidos. Vio al Rey con sus dos concubinas y sintió sus ojos llenos de lágrimas. Este besaba a una, mientras otra besaba su cuerpo y él la montó de inmediato. 

-Quizás no vale la pena salvarlo. Quizás…

Miró el retrato de Straw y su cabello rojizo llameante y su trenza. Luego el de la niña Echalotte, con sus grandes ojos tristes y turquesa. Se fue, con ansías de venganza.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio Sur

La reina miraba al príncipe Vegeta volarle la cabeza a un saibaiman. Luego destrozar a otro. Tenían compañía: estaban varios nobles y los PoroPoro, que habían sido invitados por la reina saiyajin para mirar el poder del príncipe heredero. 

-Paren. No es interesante- dijo, con desdén -  Tú y tú- señaló un niño y a un adulto. - Tú, el de pelo largo. ¿Cómo te llamas? 

-Raditz, majestad- dijo el pequeño, haciéndole una reverencia. Ella lo miró con un gesto altivo. 

-¿Tu padre es? 

-Bardock, majestad- insistió este, mirándola a los ojos. Ella sonrió. 

-¿Sirves bajo mi hija Bitter? 

-Eso espero, majestad.

-Bien, hoy entrenarás con mi nieto. Y tú, ¿cómo te llamas? 

-Dooro, su majestad- le dijo al adulto. 

-Bien. Vegeta- dijo ella, levantándose, con su cabello negro largo, suelto y abundante. - Si matas al adulto te daré la lección que tanto me pides. Por supuesto, si matas al niño quizás te deje ir a ese planeta horroroso al que quieres ir de misión. Si ustedes dos viven, por supuesto- señaló al hombre y al niño, que la miraba retador - les daré una gran recompensa.

-Espero que no sean condescendientes por mi padre, majestad- dijo este, duro. Ella lo miró con desprecio.

-Preferiría que Bardock escupiera sobre mí antes que darle la vergüenza de ver cómo tenemos piedad con su hijo- afirmó, para sorpresa de los demás nobles, soldados y los PoroPoro. -Adelante. Tenemos invitados. Y tengo que verme apropiada para ellos- afirmó, levantando las cejas.

El combate comenzó. Raditz no tenía un espacio para el príncipe, ni tampoco el pobre Dooro. Vegeta le dio un codazo y una patada que lo estrelló contra la pared. La reina miraba todo con indiferencia. Raditz le mandó varias ráfagas, que Vegeta esquivó, para luego patearlo contra la pared. Pero el niño hizo una cabriola. Dooro se lanzó contra el príncipe, que lo tomó de la cola y lo estrelló contra las gradas, de donde lo volvieron a rebotar. La reina miraba sus documentos, los que le pasaba Kalen, y firmaba. Wine y Dine veían sonrientes la pelea. Hasta que Vegeta se atravesó, con todo y cabeza, en el estómago de Dooro, a quien le sacó las tripas.

-¡Pero qué creatividad!- se sorprendió la reina,  levantándose, mientras oía los gritos de horror y sorpresa. El pobre soldado escupió sangre, para caer muerto. Raditz lo miraba aterrado, para atacar, pero Vegeta lo atacó con varios flashes. Raditz, sin embargo, apareció tras él, y lo golpeó, pero el príncipe lo mandó contra la pared. Este quedó inconsciente. Miró a su abuela victorioso y amenazante. Ella comenzó a aplaudir, y los demás aplaudieron. Estaba ensangrentado. Ya terminándolo de limpiar, ella lo veía con la misma cara de orgullo. Se tapó la boca.

-Qué asco. Pero eres un genio.- lo halagó. 

-Lo sé. Pero quiero ser un genio en otras cosas. Sabes cuáles.- le insinuó. Ella sabía a lo que se refería. Sus "otras" habilidades.

-¿Estás seguro de esto? 

-Sí, abuela. Quiero que me enseñes tu forma de matar. Tengo que practicarla si quiero ser un rey íntegro.

Ella lo miró orgullosa. Sonrió levemente.

-Vamos. Me miras como si hubiera matado al rey Cold. Y sabes que lo haré algún día- afirmó este, mientras Cabbage le ponía su medallón. Ella extendió su mano. Caminaron por varios pasadizos secretos, junto con Afni, Wine y Dine. El niño no estaba sorprendido. Hasta que bajaron por un ascensor a un sótano. Al temible y legendario sótano donde se decía que ella había torturado y desaparecido a sus rivales. Vio a la serpiente negra, durmiendo. A varios animales. A varios cadáveres disecados. Hasta un bebé en un frasco.

-Abuela, ¿eres una bruja? -preguntó, algo aterrado.

-No creerás tú también en esas tonterías- le dijo, levantando una ceja. Este sonrió torvamente.

-Sabes que no son tonterías.

-Bueno, entonces sí. Te convertiré en Ozaru en arte de magia, por supuesto que no, déjale eso a las saiyajines viejas y tontas de los campamentos de clase baja- lo reprochó. - Dicen que soy Sadala, incluso. 

-Se parecen. Eres Sadala- insistió él. Ella sonrió.

-Querido, los dioses buenos como ella no existen. Existen dioses como Bills. En fin- dijo, llegando a un gran hormiguero, lleno de bichos azules. Este los miró con desagrado.

-Al menos no son gusanos- insistió. Este bufó.

Ella vio a su robot. Le pasó varias esferas plateadas.

-Vas a entrar y antes de que te piquen o devoren, serás lo suficientemente rápido para esparcirlas. No te quites los guantes- le dijo. -Quiero que sea aquí, aquí, y aquí. 

Él lo hizo. Antes de que los millares de insectos se fueran encima, repartió las bolitas. Comenzaron a derretirse y a morirse. Otros se agolpaban y se apelmazaban. Vegeta los veía morir fascinado.

-Plata de Pacasadanc combinada con Kefir y un poco de archidona de Mer. Matarías a un bebé saiyajin de clase baja con eso. Para los saiyajines de clase alta se necesitan otro tipo de venenos, claro- afirmó, indiferente. Vegeta veía fascinado la masacre.

-¿Cuál es el punto de esto? 

-Que a los dioses no les importamos. Podríamos ser como esas hormigas por el resto de nuestras vidas y aún así vendrían a matarnos al azar. Dos, que siempre debes saber cómo buscar terror. Ellas no tienen la posibilidad de agruparse. Y tres, la crueldad solo es buena cuando es necesaria.

El príncipe bufó. Entendió lo que ella quería decir.

-¿Vas a regañarme, tú también, como el abuelo, por matar a esos dos bastardos del consejo? ¡No he vuelto a matar a mis tutores, como me lo pediste! 

-No, querido. Eso estuvo bien. Aunque torpe y apresurado. Te mandé a espiarlos, para luego encargarnos de ellos, como lo haremos con el general Prank. 

-¿Vas a matar en la cena a tu peor enemigo? -preguntó el niño emocionado.

Ella lo miró frente a frente.

-A toda su familia- le confesó. - Todos me odian, y no puedo seguir integrando fuerza de trabajo si ellos creen que el planeta solo debe ser para los saiyajines. ¡Hay gente que debe operar cosas! Si mato solo a uno, los otros buscarán venganza. Como pasa con los insectos.

-¿Y qué harás? 

-Haremos. Te irás de misión con él. Lo envenenarás poco a poco, eso sí, lávate muy bien los guantes. Esta noche no tomarás vino, solo lo hará él. Y bueno, yo ya me he encargado de lo demás. Pero tienes que aprenderlo.

-¿No es algo cobarde matar así a la gente? No es nada saiyajin, como dice papá- observó este, meditativo. Ella lo miró escéptica.

-¿Crees que a alguien como Cold le importa eso, Vegeta? Lo importante es ganar. Como rey no podrás matar a todos tus enemigos, vas a tener que ordenar asesinatos.  Pero vas a tener que ser lo suficientemente inteligente para usar la crueldad de manera que sea necesaria. No querrás ser como tu tío Skank, que Sadala maldiga su nombre- espetó ella, con desprecio. 

Vegeta la miró sorprendido.

-Abuela, ¿papá te ha ordenado matar a alguien? - le preguntó, intrigado. Ella le sonrió, para ayudarlo a sentarse, mientras sacaba su arcón y le iba mostrando venenos y antídotos.

-No. Solo he hecho el trabajo por él. Y casi olvidé cómo hacerlo- recordó, con tristeza.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Reinado de Vegeta III, años antes

En la Capital, o lo que quedaba de ella, la reina Sarin arrastraba los pies, sostenida de su hijo, el rey Vegeta y su hija, la princesa Bitter. Solo veía con los ojos borrosos las flores, monedas y piedras que tiraban. Se sentía mareada. Se sentía sin fuerzas. Solo cerró los ojos, rogando porque todo acabara. Vio el rostro de su hijo, con la cara pintada de rojo y vestido de negro, en señal de luto, quemando una pira con una de las armaduras de Straw, mientras la gente tiraba más cosas como armaduras, y muebles. Bitter estaba igual. El príncipe Dirs miraba, de negro, con su madre Sphira y su hermana Fera, así como  el rey tsufuru, a la reina. Con gran pesar. El rey Cold y Freezer miraban sorprendidos, los gritos y los lamentos de los saiyajines. La ciudad estaba comenzando a reconstruirse. Freezer vio a lo lejos una estatua decapitada de Skank, ahora infame y borrado de la historia para siempre. Luego vio a Sarin, que parecía muerta en vida. Tenía el cabello largo y un velo negro. El rostro seco en lágrimas.

Poco después, ya en la ventana, que también se estaba reconstruyendo, Dirs veía a Freezer al frente. 

-¿No es un poco torpe enviar a dos príncipes a negociar por separado en un palacio que no es el suyo? - le preguntó el tsufuru. Freezer sonrió. Tomó vino. El príncipe tomó el suyo.

-No. Simplemente estamos preocupados por el estado de la reina Sarin, quien era su negociadora. Dicen que va todos los días, como una mendiga, a rogarle a su diosa por piedad. Y ha perdido todo su esplendor. 

-Créeme que no, Freezer- dijo este, con suficiencia. La lagartija se sonrió. El príncipe reafirmaba los rumores de que era amante de la reina. Y este se levantó. Vaya que era alto, pensó este. 

-Pueden tener de nuestra parte, los tsufuru, algo de tranquilidad. Hemos decidido ocuparnos de la reina Sarin para que su hijo haga la transición en paz. Personalmente me la llevaré a Scafar por una temporada. Allí se recuperará y volverá a ser la devota madre para la nación.

Freezer sonrió. Vaya que los tsufuru sabían aprovechar la debilidad de sus antes amenazantes vecinos. 

-También sabemos que...- dijo este, tomando vino - Piensan cimentar su alianza casando a tu hermana con el rey Vegeta. Aún no termina de llorar a su esposa. 

El príncipe lo miró arrogantemente.

-Con Fera cualquiera puede olvidar sus penas. Créame. Lo tenemos bajo control.

Poco después, tanto el mismo Freezer como el príncipe tsufuru y el rey estaban en la mesa del Consejo. El rey Vegeta aún veía el humo de la pira. Bitter estaba a su lado.

-Tu pobre madre. Supongo que no quiere ver a nadie. Solo quería decirte que supongo que al no estar Straw, y sé que es muy pronto… volveríamos al sistema de antes, ¿verdad? No tienen cómo financiar el nuevo modelo, más cuando su rostro ha muerto y están reconstruyendo con sus ganancias su reino.

-De hecho lo hacen con nuestra ayuda, rey Cold- insistió el rey Pirs. Freezer miró con sorna al pequeño rey tsufuru, pero el príncipe lo miró sonriente.

-Lo hacemos porque les tenemos una gran estima- afirmó, para esto crispar a Bitter.

-Supongo que así es- dijo la princesa real.  Pero tenemos aún una pequeña porción de participación con los Comerciantes Interplanetarios. Eso nos podría dar un camino que por obvias razones no hemos analizado aún.

Cold sonrió. Bitter entendió que tenía algo bajo la manga.

-Oh, no lo saben aún. La Asociación decidió cobrar multa a los reyes de Plant por haber dañado el templo sagrado y por los daños infligidos económicamente a sus relaciones. Quizás sea más que el monto por el que estaban comenzando a participar. Por otro lado… podríamos negociar…

-Mi esposa está muerta- insistió el rey Vegeta, sin ponerles atención. 

-Sí, lo sabemos…

-Mi esposa está muerta y ya quieren más sangre de nosotros. ¡Mi esposa está muerta! - le gritó a Cold y a Freezer, para irse hacia sus aposentos. Estos lo miraron burlones, pero Bitter no estaba de humor. Dirs tampoco.

-Como interesados daremos una respuesta y le diremos lo que haremos- insistió el príncipe Dirs. Pro creo que este no es el momento. Fijaremos una nueva reunión en un mes, en Scafar. La princesa Bitter y yo iremos como representantes de nuestras coronas.

-Entiendo. Qué lástima. La princesa Straw era única. Representaba su única esperanza- dijo Cold, con afectada voz, que enfureció a Bitter. - Mi sentido… pésame.

Freezer les hizo una reverencia. El tsfuru y Bitter los vieron partir. Ella suspiró. Los nobles victoriosos estaban en la mesa.

-Tiene razón. Lo que ganó Straw se está usando en la reconstrucción, y en la reintegración de la gente. Ustedes están ahora ocupados con las provincias, y no queremos ser una carga- le dijo a Pirs, que negó con la cabeza. - Les deberemos mucho dinero por muchos años. Perdieron a muchos por nuestra guerra. Esto está mal. Tendremos que volver a hacer pillaje, a someternos otra vez. Con Straw murió tener una posibilidad- admitió Bitter, con pesar.

-Entonces, ¿qué harán ?

-Volver a ser nosotros. Sin duda debemos conseguir recursos. Y organizar esto para lo que pretendan prometernos esos bastardos- gruñó. Dirs suspiró.

-Estaré aquí. Iré a ver a tu madre. 

Esta asintió. El príncipe Pirs suspiró.

-Es bueno que cuenten con usted, princesa Bitter. Porque vendrán días más difíciles. Sabe que tiene que deshacerse de los últimos partidarios de Skank. Y mis informantes me dicen que por fin encontraron el cuerpo de la reina On. Lo colgaron en uno de los castillos, para corromperse. Con todo y cabeza- explicó, aterrorizado.

Bitter se sentó en la cabecera, e hizo una señal. Ya en el salón del trono, la vio. La cabeza ya estaba verde, cadavérica. Sin un ojo, corrompida. La recordó vana y hermosa. Ahora estaba siendo devorada por alimañas. Gusanos. Se horrorizó, apartándola de sí.

-Quémenla. Le daremos honras dignas- afirmó, para irse al lado de los demás nobles. Salió afuera de la capital, que estaba siendo reconstruida. Encontró al escuadrón de Bardock, que consolaba a Gine, que seguía llorando, así como muchos, sobre la pira. Apenas la vieron, todos hicieron reverencia. Vio a muchas más personas, tratando de en vano quedarse con algo. Imbéciles. Straw era ahora polvo espacial. 

-Princesa Bitter- dijeron varios que la vieron. Ella tenía que poner orden de inmediato.

-Créanme que estaría igual que ustedes- dijo, para posarse encima de la gran pira. Yo, tanto como mi hermano y mi madre. Pero tenemos un planeta, un reino que reconstruir. Straw será honrada con una estatua, con un lugar especial donde podremos recordarla para siempre. He ordenado a los soldados que se lleven todo esto- afirmó, mientras venía otra cohorte. Muchas mujeres comenzaron a llorar y a protestar. Otras personas del pueblo. Comenzaron a rodear la pira, para la gente comenzar a alborotarse.

-¡SILENCIO!  ¡NO DESOIRÁN LAS ÓRDENES DEL REY VEGETA! ¡HE DICHO!- gritó. Gine se abrazó a Bardock llorando. Ella bajó y posó su mano en su hombro, mientras oía las protestas y los gritos de la gente, siendo calmada por los soldados del Rey.

-Necesito su ayuda- dijo, seria. Bardock y Gine se miraron. Entraron por el palacio, reconstruyéndose. En los aposentos de la reina, afuera, estaba el príncipe Dirs, pesaroso.

-Ha estado igual por tres semanas. No sé si esto ayude- dijo él, mirando a ambos saiyajines. Bardock lo miró serio.

-Lo intentaremos. 

-Gracias- les dijo, apacible. Vieron a la reina de negro, con su cabello suelto, arrodillada ante la estatua de la madre Sadala quemada del templo. Se echaba ceniza sobre su cabeza. La dama Purin, al frente, les hizo una señal. Afni otra. 

-Majestad…

-No quiero ver a nadie- insistió esta, con la voz ronca.

-Maj

-¡A nadie! - gritó, para ver a Bardock y a Gine, que la veía con mucha tristeza detrás.  Dirs estaba al lado de la pequeña saiyajin.

-Váyanse…-les dijo, desconsolada. - Váyanse…

-No- insistió Bardock. 

-Madre- le dijo Bitter, sin moverse.

-¡Váyanse!- gritó, desplegando su poder. Dirs protegió a Gine, pero Bardock y Bitter no se movieron. Ella volvió a gritar, repetidamente, desplegando una gran ráfaga de energía, Pero Bardock no se movió. 

-No.

Ella se echó a llorar sobre sus rodillas, y Bardock y Gine se apresuraron a abrazarla. Ella se deshizo, en las rodillas de aquel soldado, llorando a gritos. Bitter la veía conmovida, y Dirs con tristeza. Poco después, Gine le daba la comida a cucharadas. Ella le sonrió levemente.

-Mi condición, Dirs, para que ella se vaya a Scafar, es que Bardock y Gine irán con ella- dijo, inflexible.

El príncipe miró perspicazmente a la princesa Bitter. Ella era la que gobernaba, de facto, a los saiyajines en esos momentos. 

-Bien. Lo que sea necesario- explicó él. Bardock lo miró sospechosamente, pero Gine tomó la mano de la reina. 

-Bardock- le dijo Bitter, llevándolo aparte. 

-Necesito que vigiles al príncipe- le dijo, por su rastreador, en saiyano coloquial. Este la miró a los ojos.

-Sí, alteza.

-Creo que les hemos concedido más de lo necesario por su ayuda en esta guerra. Pero algo me huele muy mal- le dijo ella, mirándolo a los ojos. Este suspiró altivo.

-Pienso igual, alteza.

-Quiero que Kalen y tú hagan lo necesario. Me reportan a mí y solo a mí.

Este asintió. Entró de nuevo a la habitación. Gine y Afni recogían las cenizas. Dirs acariciaba a Sarin, sobre sus largas piernas.

-Me gritaron que yo la maté. Que por mi culpa mis dos hijos se enfrentaron. Viste los dibujos que están haciendo. Los rumores. Lo peor es que... tienen razón.

-Pero majestad, son algunas personas inescrupulosas. Quizás partidarios de Skank- intervino Gine. Dirs le sonrió tristemente. 

-A la reina casi la linchan ayer, Gine. No puede volver a salir. Debe salir de aquí.

-Lo sabemos- dijo Bardock, mirándose con Kalen significativamente. 

-Es mi culpa. Es mi culpa. Todo fue mi maldita culpa- sollozó ella, para este darle un beso y llevarla a su habitación.

-Me quedaré con ella- dijo, para cerrarla. Afni, Kalen, Bardock y Gine se miraron. La tsufuru hizo una señal a Kalen, que se llevó a Bardock.

-Llama a tu amigo, el alto- le ordenó, levantando las cejas.

-Tooma- le susurró Bardock. Kalen asintió.

-Se reunirán con mis espías en Scafar y en el lado tsufuru. 

-¿Tampoco confía usted en el príncipe?- preguntó Bardock, sorprendido. Este le sonrió, escéptico.

-Es el hombre, por ahora, más peligroso de este planeta.

Bardock pensó exactamente igual. Y se preocupó por la reina.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Ya al atardecer, el rey Vegeta veía desde la ventana cómo se llevaban el resto de la pira. La gente llorando y llevándose recuerdos. Las calles apagadas y reconstruidas. Sintió a Bitter.

-Gracias por encargarte.- le dijo, pesaroso.

-No me digas eso. Debes hacerlo tú - insistió Bitter, sirviéndole agua. Este se tapó con una manta, mirando su medallón. El que le dio Straw. 

-¿No hay acaso un tiempo de luto estipulado? 

Bitter lo miró inmóvil.

-No, Vegeta. No para ti. No para nosotros. Sé que debes llorar a tu esposa. Yo a mi hermana. Pero tu trono no está seguro. Hay partidarios de Skank que sabes que huyeron por todo el universo y también están escondidos en el planeta. Y no creo que los tsufuru sigan de aliados solo porque Dirs es amante de mi madre. Sin contar qué puedan hacernos de fuera.

Este suspiró, espantado.

-Yo no quería esto. Lo quería para Straw. No quiero ser el rey, deberías ser tú. No quiero…

Ella suspiró. Lo abofeteó. Lo tomó de los hombros.

-Eres el esposo y heredero de nuestra reina. No eres regente, no eres príncipe, eres el Rey ahora. Y tendrás que ser coronado.

Este cerró los ojos, abatido. Se puso el medallón. Se miró en el espejo. Tenía lágrimas en los ojos. Bitter se puso tras él. 

-Straw pagó muy caras nuestras vidas, Vegeta. Tienes que devolver el favor. Lo sabes.- insistió ella, con dureza. Este se miró al espejo. Solamente vio su determinación, así estuviera destrozado. 

-¿Tenemos información de los partidarios de Skank? 

Bitter asintió, significativa.

-Los quiero vivos.

-Por otro lado, ¿en verdad vas a aceptar casarte con la princesa tsufuru, Vegeta? ¿Sabes el espacio que les estamos dando? Son aliados, no les debemos más que eso. No vamos a entregarles al reino solo porque nos ayudaron en esta guerra - cuestionó Bitter. 

-Lo sé- dijo este, desolado. -Pero su adorada princesa será nuestro rehén. 

-¡Estás consintiendo para que nuestra madre sea rehén de su hermano! - le recriminó ella, en voz baja. 

-Él la ama, Bitter.

La princesa negó con la cabeza, riéndose por la ingenuidad de su hermano, el Rey. 

-Quiere alejarla de nosotros justamente cuando la necesitamos para que la puta maldita Asociación te ratifique como Rey. Sin contar que Skank no tenía los recursos para poner pluoteno bajo toda la maldita ciudad. 

El rey la miró, descubriendo algo horroroso.

-¿Qué? 

Bitter lo miró a los ojos.

-¿No se te hace extraño que luego de que comenzamos a tomar las provincias aún Skank tuviera los suficientes partidarios para poner pluoteno, siendo tan caro, aún cuando congelamos sus cuentas de Scafar? 

-E...¿estás sugiriendo que fueron ellos? ¿Qué intereses tendrían? 

-Los tsufuru nos odian porque siempre hemos sido más fuertes, pero más incivilizados, aunque esa barrera se estaba superando bajo lo que hacía mi madre, y usamos todo lo que Straw y tú ganaron para volver a ese nivel. Más su ayuda en dinero. ¿No crees que necesiten de nosotros en otros sentidos? 

El rey Vegeta se levantó, preocupado.

-Bitter...

-¿En el sentido de que quizás no solamente seamos vasallos de Freezer sino los suyos propios? 

-Entonces no debería dejar ir a mi madre con el príncipe- dijo este, respirando fuertemente. Bitter se paró también.

-Mi madre, como está ahora, no le sirve a nadie. Y no te preocupes: puse a Bardock y a Gine con ella. Kalen no es estúpido, ve lo mismo que yo. Pero necesito que despiertes. Straw no murió para ver cómo nos lo arrebatan todo, Vegeta - le dijo, duramente.

Este sonrió de nuevo, con tristeza. Amaba el sentido práctico de su hermana. Su dureza.

-Debiste ser el Rey- la halagó.

-Sí, debí serlo, incluso antes que Skank. Nos habríamos evitado esto y tú estarías felizmente casado con mi hermana haciendo sus malditas labores de caridad por todo el Universo, con dinosaurios de mascota y siete niños, pero ¡despierta! Nos lo quieren arrebatar todo. Basta. En serio, despierta, maldición- le insistió. 

-Supongo entonces- suspiró este- Que ya tienes un plan.

-Fingiremos que dejamos ir a mamá con el príncipe. Ella tendrá que despertar a la realidad, si es que hallamos algo más y mi corazón me dice que sí. Fingiremos que dejamos que la aísle. Y tú te casarás. Rehén por rehén. Pero solo aceptaremos a la tsufuru con tu coronación. 

-¿Y qué haría con ella? 

-El rey no entregaría a lo que más quiere solo porque sí, Vegeta. Te exigirá una dote. Se la daremos de lo que quede del remanente de Straw. Yo cubriré eso con lo que tengo- analizó ella. Pero a cambio de esa dote, que es más de lo que podría merecer, exigiremos unas cláusulas. Ella no volverá jamás a su lado. Jamás. Y créeme. Con lo que le daremos aceptará.

-No le alcanzará, de todos modos- analizó el Rey. -¿Entonces? 

-Pues hemos de traicionar a Straw- suspiró ella. - Volveremos a las misiones. Aceptarás enviarme a los planetas que alguna vez saneaste, hermano. 

Este cerró los ojos. Era destruir todo el legado del amor de su vida. Volvió a sonreír, amargo.

-Y supongo que Freezer quiere que yo lo haga personalmente. En su crueldad.

Bitter suspiró.

-Eso, o no tienes corona. Yo haré otras. Como cosa mía- dijo esta, mirándolo sombría. Él tocó el retrato de Straw. 

-No pensé que todo lo que ella construyó muriera tan rápido.

-Nuestra esperanza murió con ella, Vegeta. Pero la Corona aún no- le dijo, para poner una mano en su hombro. Este cerró los ojos. 

-Que traigan a la tsufuru. Aprenderá lo que es estar aquí- le dijo, con una mirada sombría. Su hermana lo miró igual, asintiendo. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Palacio Sur

En la noche, ya en el Palacio Sur, Gine y Bardock dormían a las afueras de la habitación de la reina. Ella estaba abrazada a su amante, el príncipe tsufuru Dirs.

-No te culpes más- le rogó este. -Straw hizo lo que tenía que hacer. 

Era tan fácil decirlo, pensó la reina. Era tan fácil. Por su culpa se destruyó el reino. Si tan solo le hubiera hecho caso a su marido. O si...

-Si yo hubiera matado a Skank con los métodos habituales…. yo…-negó ella con la cabeza. Él tomó su rostro.

-No lo hiciste porque era tu hijo. 

Ella lo abrazó, de nuevo. 

-Dirs, algún día tendrás que volver a tu reino y casarte. No soy estúpida. Pero…

Él se puso encima de ella.

-No digas que agradeces mi compañía en esto. No lo aceptaré. Te amo por quien eres, no por compadecerte- le dijo, tomando su mano. 

Ella lo miró conmovida. Lo besó.

-Pero tienes que casarte. Es lo que obedece ser el heredero. No puedes inmiscuirse más en nuestros problemas.

-Skank era un tirano y una  amenaza para todo el planeta- dijo, abriendo sus piernas y entrando de nuevo en ella, que sonrió, satisfecha. Este comenzó a besarla. -También nos concernía a los tsufuru. Y yo te amo… te he amado desde la primera vez que te vi. Tu primer esposo y el segundo, ambos estúpidos- dijo, para besar su cuello. Ella le sonrió.

-A propósito, ¿qué harás con mi esposo? 

-Se lo entregaré públicamente al rey Vegeta. Te dije que yo lo eliminaría. Volveré, atenderé nuestros asuntos con mi padre y estaré aquí.

-Pero es peligroso, Dirs. Si comienzan a criticarte por tu amante saiyajin…-negó con la cabeza, y gimió. Él la tomó del rostro.

-Ese es absolutamente asunto mío- dijo, para moverse con más brío y ella gemir más agudamente. Él también lo hacía con fuerza.

-Yo te amo. Entiéndelo- le dijo, determinado. Ella le sonrió, para abrazarlo otra vez. Por fn lo había encontrado. Luego de la tragedia de su hijastro, la violencia de su esposo. El amor imposible de Bardock. Ahí estaba. Era su único consuelo ante la pérdida de su hija. Eso no le había lacerado completamente el alma. 

Así, miraba con orgullo a ese alto y bello príncipe, que llegaba con su exmarido, encadenado, el día de la coronación y matrimonio de su hijo. El rey Pirs lo entregaba como otro regalo a los saiyajin. La reina Sphira, rubia, abrazó a Sarin, que la miró prevenida.

-Lamento lo de tu hija- le dijo por todo saludo. Ella la miró conmovida. Se volvieron a abrazar. Atrás estaba la princesa Fera, rubia, una aparición. Recordaba a la reina Plinkin. Tenía la piel blanca y sus cabellos dorados. Ya tenía una corona con el símbolo de la familia real saiyajin. Los reyes tsufuru y el príncipe se quedaron atrás de ella y se impresionaron con los cantos de los saiyajines. El rey venía, con la corona negra, símbolo de la familia real, resguardada en los sótanos del palacio. Atrás iba su hermana, Bitter, de negro. Todos le hacían reverencias. Kalen y otros nobles le quitaron la capa al rey, y luego la armadura. Su madre, con sus cabellos largos, aún en su luto, lo ungió con sangre, mientras él se arrodillaba. Bitter hizo lo mismo.

-¡Larga vida al rey Vegeta III!- gritó Bitter, en saiyano, para todos los demás hacer lo mismo, incluido Bardock y su escuadrón. Este miraba fieramente al príncipe Dirs que lo miraba con aprensión. Todos los saiyajines comenzaron a gritar el nombre de su rey. Este, como una aparición, se acercó a los tsufuru. El príncipe entregó a su hermana, rubia y hermosa, con piel blanquísima. 

-Te tomo, te disfruto. Compañera- le dijo en el idioma. Ella lo miró a los ojos, repitiéndole lo mismo. El pueblo murmuraba, claro.  Primera vez en toda su historia que su linaje no sería puro. Pero era necesario para la reconstrucción del planeta luego de la guerra civil. 

-Es hora de que veas, reina mía, cómo aplicamos justicia- dijo, sentándola a su lado. La nueva reina consorte lo miró con aprensión. Llegaron varios encadenados a la gran plaza. También el exmarido de la reina madre. Estaban rodeados por las cohortes. La reina Sarin estaba impasible, así como Bitter. La reina Sphira y el rey Pirs disimulaban su horror: ¡no habrían querido entregar a su hija así! Pero claramente lo hacían a propósito. No estaban muertos. Ni débiles. Ese era el mensaje que querían darles. 

-Muera el legado de Skank. Muera su recuerdo. Muera su traición. Muera el daño que nos hizo a tsufurus y saiyajines. Así comienzo mi reinado- anunció, mientras los soldados se preparaban para dispararles. El duque Pareps, amarrado, vio con odio al rey. Comenzó a reírse.

-En buena hora matamos a tu ramera. A esa hija de zorra. ¡Jamás volverás a amar a nadie, rey Vegeta! ¡Tú, y tu familia sean malditos, porque jamás serán! 

El príncipe Dirs bajó y le cortó la cabeza, para sorpresa del populacho. Lo hizo sin ninguna piedad. La reina Fera pasó saliva. Bitter la miró intrigada.

-Podemos llevarla a descansar, majestad.

-No. Quiero presenciar la crueldad de mi hermano- le dijo, para sorprenderla. El rey Vegeta la miró de reojo.

-Te tendrás que acostumbrar si vas a ser la reina consorte aquí- le dijo, secamente. 

-Ya estoy acostumbrada- le respondió esta. Él ni siquiera la miró. Se levantó y gritó.

-¡Justicia! ¡Justicia! ¡Justicia! ¡Justicia! 

Todos los saiyajines gritaron al unísono. La cabeza de Pareps se puso en una pica afuera del Palacio Real, así como la de los traidores. Luego, el rey mismo despediría a su madre para su viaje a Scafar. 

-Prometo que cuidaremos de ella- dijo el príncipe mirando a su madre, que tenía de gancho a la reina Sarin. Esta abrazó a su hijo.

-Volveré. Te lo prometo- le dijo, como una vaga promesa.

-Es una promesa entonces que debe ser cumplida, madre- le dijo, mirándola a los ojos. Ella lo miró igual, con tristeza. Luego Bitter la abrazó.

-Despierta, madre. Mantén alerta tu conciencia. Estamos a merced de nuestros enemigos- le dijo, en el idioma que había inventado con ella. Esta la miró sorprendida.

-Bitter...

-Cuídate- le advirtió, significativamente. Bardock y Gine, subieron a la gran nave junto a Kalen y Afni. Bitter miró a Bardock y a Gine. Los tres entendían. Kalen también.

"Cuídenla mucho, por favor", rogó.

La reina madre ahora estaría completamente aislada.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

En la noche, el rey seguía oyendo las fiestas y celebraciones por la ejecución, la coronación y la boda. No podía dormir. Hasta que su nueva esposa apareció, en una bata transparente.

-Vete. Hoy no- dijo este, secamente. Pero ella simplemente se sentó al frente. En verdad era hermosa. No se veía intimidada.

-No temo a los saiyajines. 

Este se echó a reír.

-Has vivido en una burbuja. Somos una raza cruel. Tu padre te ha ofrecido a las bestias. Vas a llorar todos los días por lo que tendrás que ver. Por lo que tendré que hacer. Por lo que tendrás que hacer. Y quizás te desgarres cuando des a luz a nuestro primer hijo. Y te odien por ser tsufuru y débil. Incluidos ellos- la asustó. Pero ella no parecía impresionada. Simplemente se levantó y se soltó el rubio cabello. Se desnudó. El rey se echó a reír. Pero la miró arriba abajo. 

-No podrás reemplazar jamás a Straw. Lo entiendes, ¿verdad? 

Ella lo miró con el mismo gesto. 

-Lo sé. Por eso solamente te pediré dos cosas.

-No estás en condiciones de pedirme nada- le dijo, arrogantemente, quitándose sus pantalones. - Soy tu dueño.

-Lo sé. Pero quiero hacer más favorable nuestro arreglo- dijo, mientras él la ponía en posición de cuatro patas. Escupió y metió sus dedos, para ella resoplar.

-Depende de cómo te comportes esta noche- dijo, para entrar en ella y esta aguantar el dolor. Este puso la cabeza de ella sobre el lecho y se movía cada vez más duro. Ella solo aguantaba y se quejó. Sintió cómo se descargó, y la tiró simplemente. 

-Es porque no soy ella, ¿verdad? - le dijo, sin mirarlo. Él se volteó. 

-Sí. Aunque pareces algo mejor que un orificio- dijo, para gruñir y besar todo su cuerpo.   Poco después, estaba dentro de ella, que gritaba, abandonándose, y él tomó su rostro, para morder su cuello. Ella gritó y lo estrujó. Él devoró uno de sus blancos pezones y comenzó a asfixiarla, para luego voltearla y jalarla de los brazos. Le pegó en una nalga. Ya con ella arriba, él se dejó llevar, pero solo la tomó de las caderas y se movió hasta que la hizo gritar agudamente. Este la agarró y se descargó dentro, mientras ella miraba sus golpes y moretones. Sus rojeces. Este se retiró, cansado. 

-Bien. Pide cosas razonables, si es lo único que obtendré de este arreglo. Claro, hasta que me canse de ti- le dijo, sin mirarla.

-Quiero que no me lastimes- le dijo ella, mirando al techo.

-Imposible. 

-Sé que con Straw no lo hacías de ese modo.

-Straw era fuerte y le gustaba así. Te lo dije, eres tsufuru y eres débil. Acostúmbrate.- le dijo duramente.

-Bien, pero no me dejes inservible.

-Es razonable. ¿Qué más? 

-Déjame amar a quien yo quiera. Te prometo que no serás humillado. 

El rey bufó por tamaña propuesta. 

-¿Y si quedas embarazada? Eres una estúpida- le dijo duramente. Ella lo miró fijamente.

-Créeme. No lo haré- le dijo, para retirarse a su habitación. Bitter estaba afuera, con otros nobles.

-Ya, lárguense. Ya se cumplió el ritual de consumación- dijo, para la reina oír risas, despeinada y envuelta en sábanas, mientras sus damas la cubrían. La reina los miró con odio: entendió que ese ritual, tan horrible y anacrónico, abolido ya en el lado tsufuru, era otra de las atracciones en las bodas. 

-Y ustedes, largo. Yo la llevaré. Hablaré con ella a solas. 

Ya en la habitación de la reina consorte, Bitter miraba todas sus heridas y marcas. Su hermano había sido especialmente cruel. Y sabía que sería peor, más sabiendo lo que ya intuía de su familia. 

-Somos unos animales- le dijo, organizando su pelo. - Lo saben. ¿Por qué aceptaste esto? Habrías sido feliz con un tipo como tu hermano. A menos que cojas con tu hermano, claro. Como lo hacemos aquí- le explicó Bitter.

Ella sonrió, mientras sacaba su arcón y comenzaba a curarse. Bitter la miró con curiosidad. 

-No. No somos así. Mi hermano es lo que toda mujer en este Universo desearía. Pero es más parecido a ustedes que a nosotros. Por eso le temen en toda la galaxia.  Y mi padre aprueba sus métodos, porque cree que por fin estamos consiguiendo el respeto que merecíamos. Y no dudó en venderme a ustedes- explicó, con resentimiento.

-¿Y porqué sacrificar a su bella hermana, cuando pudo haberla casado con un rey mejor? 

-No lo sé- dijo ella, con tristeza. - Mi madre se opuso, fue la única. Pero Dirs se impuso, nadie en nuestro reino le lleva la contraria.

-Pudiste escapar- le dijo Bitter, reclinada sobre su cama.

-No, no puedo. Siempre he estado vigilada toda mi vida. No creas. El pueblo se indignó mucho al saber que me llevarían con él. Supongo que en la galaxia no hablan sino de eso. Pero supongo que ya sabes de las intenciones de Dirs. Y más que una consorte soy un rehén- dedujo. Bitter suspiró.

-Sí, no te lo negaré. Necesitamos saber qué es lo que tu hermano realmente quiere. 

Esta suspiró.

-Eso fue lo que dijo mi madre. Ya no le habla. Aún los despreciamos, y mucho. Pero Dirs no piensa en eso. Quiere algo más. Quiere ser como Cold algún día- se burló. Bitter bufó. 

-Y supongo que cree que puede serlo sin poder de pelea, o algo.

Ella asintió. Bitter organizó su pelo.

-Serás infeliz aquí. Verás el peor lado de mi hermano, porque precisamente no eres Straw. Tienes que encontrar lo mejor de este arreglo. 

La reina la miró a los ojos. Bitter se dio cuenta de que eran azules oscuros. Qué preciosidad de mujer. Era una lástima.

-Lo sé. Gracias por evitarme otra gran humillación- le dijo, mirándola a los ojos. Bitter suspiró. 

-Descansa. Tendrás días peores mañana- le dijo.

Y no se equivocó: Tooma y el resto del escuadrón de Bardock, ahora a su servicio personal, le señalaron por los pasillos. Eran gritos. Todo se rompía. El rey gruñía, y se oían más gemidos lastimeros. Era ella. A Bitter le hirvió la sangre, recordando lo que le hacía su padre a su madre. Miró a Pew, otro de sus aliados en la guerra, que como todos los sirvientes, atestiguaba lo que le hacían a la nueva consorte tsufuru. 

-Todo llegará a su lado, Bitter. Lo sabes. A menos de que Dirs quiera que eso le pase. No le costaría usar a su hermana otra vez para señalar al Rey. 

-No le importa su hermana. Solamente importará lo que digan de su hermana, o no la habría casado con Vegeta - analizó ella. Takko, otro de los nobles herederos de las provincias, la miró preocupado.

-Entonces, ¿qué haremos? 

-Traigan a sus damas. Y díganle a madame Puni que necesito a una maestra y a tres de sus mejores cortesanas. 

-Podríamos decirle a su madre. Ella puede volver, poner orden- insistió Takko. Bitter negó con la cabeza.

-No hasta tener evidencias sobre Dirs. Sé que perdemos tiempo valioso, pero ella no entenderá. 

-Vaya- dijo un coronel, Meragues. - Y creiámos que por primera vez un tsufuru amaba a uno de los nuestros sinceramente. Al menos de la realeza- se burló. Bitter bufó. 

-Los tsufuru nunca amarán a los saiyajines, Meragues. Ahora. Vamos a nuestras labores. Y saben lo que tienen que hacer- les dijo. Y no había acabado de decirlo, cuando la reina salió ensangrentada y sus damas se aproximaron. Los nobles también se sorprendieron.

-Váyanse. Yo me encargo- dijo Bitter, que tocó su rostro. Ella estaba temblando.

-Llévenla a la Cámara de Recuperación.

-Espera... no le digas...

-Vas a la Cámara de Recuperación. Ya hablaremos- le dijo, y ella le tomó la mano. Bitter entró furiosa a la habitación. El rey se alistaba, con su armadura y capa de misión. Todos recogían todo lo demás. Había sangre en el piso.

-Vegeta, es tenerla de esposa y rehén, no casi matarla. ¡Eres como Skank y nuestro padre! ¿Qué demonios te pasa? ¿Sabes lo que harán los tsufuru? ¿Sabes lo que hará Dirs? Justificará haberse llevado a mi madre. Sabes lo que hará- lo reprochó. Este cerró los ojos.

-No es Straw.

-¡No es Straw y ella te hubiera arrancado las entrañas por eso! 

-Me iré a misión- dijo este, sin querer hablar con ella. El rey se va de misión a destruir todo lo que su hermana alguna vez dejó. Déjame en paz. Te reportaré. Ya le daré algo a la tsufuru para compensarlo.

-Se llama Fera, Vegeta.

Este la tomó de las solapas, pero Bitter lo empujó. El rey la señaló.

-No te entiendo. ¿Aún debemos idolatrarlos cuando lo que quieren es quitarnos nuestro reino? Y no me digas que esa mujer es inocente, ella aceptó a qué venía. Quién sabe qué malditos planes tiene con su hermano, o si se acuestan. No te dejes engañar.

Bitter suspiró. Su hermano era tan saiyajin, tan impaciente e idiota como su padre y malogrado hermano mayor.

-Ella no tiene la culpa, Vegeta. Y debes tratarla bien, o peor para nosotros. Debemos mantener esta farsa hasta descubrir sus intenciones. Ella no te ha hecho nada, su único pecado es no ser tu esposa muerta- lo reprochó. Este abrió las manos, negando con la cabeza.

-Me largo. Ocúpate de ella. Y de todo aquí. Traeré dinero para dejar de depender de esos malditos. 

Bitter no se despidió. Entró a las habitaciones de la reina, las que fueron de su madre. Ahí estaba la reina, magullada. Sus damas tsufuru la vieron con desprecio.

-Largo- dijo. Ellas miraron a la reina, que asintió. Se fueron.

-¿Qué pasó? 

-Estaba... desayunando y me tomó sobre la mesa, sin más- afirmó ella, mirando hacia otro lado. -Y reaccioné y luego... aplicó su fuerza y...

-Carajo- le dijo Bitter, que tomó la poción y su mano para seguirla curando. 

-Yo no tengo la culpa de no ser Straw. No tengo la culpa de las decisiones de mi hermano. Y sé que todos ustedes me ven como el enemigo, porque sé que no son estúpidos. Mi padre- comenzó a sollozar. - ¿Cómo pudo? ¿Cómo pudo aceptarlo, cómo acepta lo que hace Dirs? ¿Cómo pudo aceptar que yo fuera su rehén?- sollozó.

-Eres solo una ficha. Lo sabes- dijo Bitter, tomando su rostro. Ella cerró los ojos, asintiendo.

-Sé que saben que Dirs quiere todo Plant bajo su mando. Eso también lo sabe mi esposo, ¿verdad? 

-Sí, lo lamento. Somos desconfiados por naturaleza.  Y sabes que en este tipo de cosas nadie ayuda a nadie por nada- le dijo Bitter, duramente. 

-Pero él sí ama a tu madre. De verdad.

Bitter bufó. Ella tomó su mano.

-El día en que anunció que me vendería mi madre le reprochó el por qué era amante de una mujer de su edad. Él dijo que era asunto suyo y que ya tendría tiempo para tener herederos. Que lo importante era conseguir los míos. Yo protesté, ella protestó. Nos aislaron a nuestras habitaciones. Solo nos vimos en la boda.  Y no volvimos a hablar. Ojalá pudiera escribirle. Pero sé que las cláusulas que tú impusiste... me impiden volver, o comunicarme.

Bitter retiró su mano. 

-Eso fue lo que tu hermano aceptó- afirmó ella, duramente. -Lo leyó todo ese día y no puso ningún pero.

Ella sonrió, llorando y negando con la cabeza.

-Y ahora, ¿qué? ¿Los crueles saiyajines, así tratan a sus aliados? ¿Es lo que dirá? 

-Probablemente. Y lo usará para manipular incluso a mi madre. 

-¿Crees que se deje? 

-Es la que más afectada quedó con la partida de Straw. Por supuesto. 

Oyeron ruidos. Murmullos de los soldados y gritos. Bitter se crispó. Vio en su rastreador. Era la reina Sphira, en persona. Trataban de detenerla, pero los soldados tsufuru ya se enfrentaban con los saiyajines. Pew entró rápido a las habitaciones.

-Bitter.

-Mierda. 

La reina fue detrás de su cuñada.

-¡Fera! ¡Fera, hija mía! ¡Fera! ¡Fera! 

-¡Madre!- gritó la reina. Pero Bitter ordenó que la detuvieran. 

-¡Madre! ¡Madre!- gritaba ella. Bitter salió en persona, y vio a la rubia reina tsufuru llorar, gritando en el suelo. 

-¡Por favor, déjenme llevármela! ¡Nos iremos! ¡Nos iremos y que no nos encuentren! ¡Mira lo que le hicieron! ¡Por favor! ¡Por favor! 

-Llévenla adentro- ordenó Bitter. Ya más calmada, ella veía llorando a su hija y acariciaba su rostro. Bitter trataba de no conmoverse.

-No hay nada que podamos hacer ante lo que su hijo firmó, majestad- dijo esta, duramente. -Nada.

-A Dirs no le cuesta nada, porque solamente se divierte con tu madre. Pero mi hija- sollozó, al ver su rostro, y esta también lloraba. -Mi hija. Él la va a matar, usted lo sabe. No se diferencia de su padre y hermano.

Bitter cerró los ojos. Recordaba las palizas de su madre. Las de On. A su madre en brazos de sus damas yendo a la Cámara de Recuperación.

-No puedo hacer nada.

-Sí, si puede- insistió ella. -Sí puede. Bitter, todo Plant sabe que si usted fuese hombre habría sido el rey, por encima de sus hermanos. Yo sé que usted no se quedó de brazos cruzados viendo cómo mi hijo se llevaba a su madre. Sé que usted lo ve todo, Bitter. Así su madre haya perdido sus facultades, usted lo ve todo. Usted puede hallar una salida. 

Bitter suspiró. La reina consorte vio en ella esa apostura natural de un rey, la que apenas sí tenía su marido. 

-Protegeré a su hija. Pero sí y solo sí me cuenta todo lo que sabe de su hijo. Quiero saberlo todo. Quiero saber quién es. Quiero saber de sus intenciones. Y usted trabajará para mí. Y le prometo que su hija estará bien. 

Ella se secó las lágrimas, mirándola seria.

-Júremelo. Por lo más sagrado, aunque sé que los saiyajines adoran a tres dioses crueles. Pero usted debe creer en algo- insistió ella.

-Se lo juro por el alma y la memoria de Straw. Ella es lo más sagrado para mí- dijo, mirándola a los ojos. 

Ambas se dieron la mano. Poco después, la reina Sphira se iba con su comitiva, luego de abrazar a su hija. Bitter miraba desde la ventana, dura. 

-Sé que no la volveré a ver. Aún así, gracias- le dijo la reina consorte. Bitter no la miró. 

-Ahora tendremos que ver qué es lo que tu hermano hará con eso y con mi madre- le dijo, adusta. Pero la reina tomó su rostro. Bitter no la apartó. 

-Cuando le dije al Rey que me dejara amar a quien quisiera, le dije que no había ni el mayor riesgo de quedar embarazada. 

Bitter la siguió mirando igual. 

-Y Dirs también me vendió por algo que quería ocultar a toda costa a nuestro pueblo- dijo ella, respirando fuertemente. Bitter entendió. La besó inmediatamente.

-No podemos hacer esto más complicado, Fera. El amor jode a la gente- le advirtió ella. Pero esta la volvió a besar.

-Sé que me tratarás mejor que tu hermano- le dijo y tomó a la princesa de la mano, hacia su habitación. Bitter la comenzó a besar y esta a ella. Le quitó su armadura y Bitter la tomó de su cuello y la besó, para luego acariciarla.

-Lo sabía- dijo ella, volviéndola a besar, y viendo cómo la princesa se perdía en su cuerpo y sus pechos. Un buen rato después, ella ayudaba a vestirla. 

-Ahora sí tengo razones para continuar- le dijo. Bitter bufó.

-Podríamos reducirlo a otros encuentros. Pero Vegeta se volverá loco si se sabe. Todos se volverán locos. -le advirtió, asustada.

Ella volvió a besarla.

-Eres mejor que tu hermano- le confesó en el oído. Bitter sonrió, halagada.

-Lo sé. Pero este tipo de cosas no dominan mi voluntad. Lo sabes- le dijo, tomando su mano. Fera volvió a besarla. Esta a ella. 

-¿Me protegerás? 

Bitter asintió.

-Tendrás que aprender de alguien para no dejarte golpear ni lastimar de mi hermano. Te contraté a alguien de madame Puni -le informó.

Ella la miró con una sonrisa triste.

-Gracias.

-No hay de qué. Descansa- le dijo, para volverla a besar. Se quedaron un buen rato abrazadas.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Planeta Scafar

La reina Sarin seguía riéndose ante las bailarinas contratadas por Dirs. Tenía una rica túnica gris, con bordeados de oro. Volvió a aplaudir.

-¡Gine! ¡Más vino!- gritó, embebida. Bardock le susurró. Afni le sirvió agua. La reina la probó. Se derrumbó.

-Por Sadala. Sabe raro. 

Eructó. Le comenzó a doler la cabeza.

-Dios. Bardock, ¿sabes algo de Dirs? Hoy dijo que atendería sus negocios.

-Sí, majestad- dijo este, serio y adusto. Volverá pronto. Majestad- dijo, al verla en tal estado lamentable, pues siempre estaba embebida, o divirtiéndose, o indiferente. - Majestad...

Kalen miró a Gine, que le tomó el brazo a su compañero. 

-No- le advirtió. Le sonrió a la reina.

-Eres tan pequeña. Y tan linda. Soy feliz, sí. Soy feliz- afirmó, con una sonrisa amarga. Vio una foto de ella y Dirs. - Mi hombre vendrá a leerme poesía. Straw... a Straw le gustaba la poesía...

-No es así, majestad. Era más de chistes vulgares, lo sabe- insistió Bardock. Hasta que Dirs entró, serio.

-Largo- les dijo a todos. Bardock lo miró con furia, pero Gine lo tomó del brazo. El príncipe tsufuru lo miró indiferente. 

-¿Y bien? ¿No que íbamos a salir esta noche al restaurante de moda? Ya quiero probarme ese vestido nuevo que me compraste el otro día- le dijo, cruzada de piernas. Dirs le tiró una memoria, que reprodujo. Eran las imágenes de su madre y hermana. Su madre gritando. Su hermana con morados en la cara. Sarin lo miró sorprendida.

-Pero qué...

-El cerdo de tu hijo salió como el cerdo de tu hijo mayor y el cerdo de tu ex marido. Eso es. ¡Mi madre se puso como una loca, fue con su nave y si no es por Bitter habría pasado una tragedia! 

-Dirs...

-¡Dirs nada! ¡Confiamos en ustedes! ¡Les hemos dado nuestro apoyo irrestricto, he estado aquí para ti, desde el día uno! ¡Mira cómo la trata, a la más bella princesa de la galaxia! 

-No sé por qué Vegeta hizo eso. Él no era así. No con Adrimla, no con Straw- se dijo desconcertada.

-¡Straw, Straw, Straw, Straw! ¡Straw es la maldita excusa! ¡Straw! ¡Ya basta con Straw! ¡Está muerta, hecha cenizas! ¡Si no lo entiende el psicópata de tu hijo, habrá que darle el trono a la única sensata de todos los que pudiste parir!

Sarin, herida en lo vivo, le dio una bofetada, pero él le dio otra, que la tumbó. Bardock irrumpió, con una esfera de energía, que Dirs esquivó.

-¿Pero quién demonios te crees? ¿Quién demonios...? 

Sarin se levantó, ayudada por Afni, que miraba furiosa a Dirs. También ayudada por Gine. 

-Claro. Tenía que ser. Los putos espías que puso Bitter- bufó.

-A la que tú misma quieres coronar, idiota- le dijo Sarin, mirando su herida. -Y no son espías. Son mi gente. Los conozco antes que a ti.

-Sí, seguramente a él sí. Dicen que te lo cogías por todo Scafar- señaló a Bardock, pero Kalen lo detuvo. La reina lo miró con una sonrisa, para luego escupirle en la boca. Dirs gruñó.

-Sí, así es. 

-Anda. Dilo. Era mejor que yo.

-Es mejor que tú en muchas cosas.

-Y acá está, con tu insignificante dama de compañía. Es tan débil que no puede ser una saiyajin de verdad.

-¡Ya basta!- explotó Bardock. Pero Afni lo detuvo. 

-No tengo porqué estar aquí- dijo Dirs, para irse en su nave. La reina cerró los ojos. Volvió a abrirlos, poniendo una mano en su rostro. Sacó su máquina, su gran computadora proyectada en el aire. Pidió comunicarse con su hijo. Este la recibió en su nave, yendo de regreso. Se veía herido.

-Estás vivo. Supongo que ganaste. Otra vez.

-Y tú, madre...¿cómo estás? ¿Gastando el dinero del príncipe tsufuru? - le preguntó secamente. Ella se echó a reír, negando con la cabeza.

-Sí - admitió. 

-Bitter es la que se ha encargado de todo aquí. Incluso de mi esposa, por lo que sé. En realidad solo me importa de ella una cosa.

-¿Qué? ¿Golpearla hasta matarla? Ya lo sabe todo el Universo, Vegeta. ¿Qué sigue? ¿Violarla por dos meses, encerrarla y que salga un nuevo tú tal y como lo hizo conmigo tu padre?

Gine miró aterrada a Bardock, que asintió. Ella no sabía la historia. Kalen y Afni asintieron. 

-Madre. No me dirás cómo tratar a mi esposa. Tú no. Tú no, que no tienes ni idea de qué ha pasado en el maldito reino. Te la pasas ebria, con grandes vestidos y en grandes fiestas, así como en orgías, no me digas que no. Lo sé todo y no por ellos, si es que quieres cortarles la cabeza. Te han visto. Déjanos trabajar a los que sí tenemos un maldito reino qué cuidar- dijo, para colgarle. Ella se quedó anonadada. Se sentó.

-Tiene razón- se dijo, para sí misma. -¿Cuánto llevo aquí? ¿Meses? ¿Qué...? 

Bardock miró a Kalen, que se acercó.

-Casi un año, majestad.

-Por Sadala- se tapó ella la boca. Volvió a verse. Estaba con ojeras. Su cabello era pajizo. Se tomó el rostro.

-Sé que han descubierto algo más. Lo sé. ¿Qué pasó con la Asociación...? 

-El príncipe Dirs dilató la ratificación, majestad. También la multa. Eso es lo que no ha admitido al rey Vegeta como legítimo ante los demás. Pero lo que no ha logrado conseguir de usted, y se lo insiste todas las noches, es la clave para los tesoros que tiene guardados en el resto de la galaxia.

-Y por eso- dijo Gine, mirando a Afni- la ha estado embriagando y drogando casi todos los días- afirmó, seria. Afni la invitó a ver uno de los arcones, con una clave que descifró el rastreador de Bardock.

-¿Cómo hicieron eso? 

-Kalen me ayudó, majestad. Entre los dos descubrimos nuevas funciones- le dijo. Ella se sorprendió. Varias pociones que ella jamás había visto o estudiado. 

-Pero qué...

-Por estos meses el príncipe ha insistido en que él tomará posesión del Palacio Sur para llevarla de vuelta. No nos hemos ocupado de eso, creyendo que lo que quiere de usted...

-Son mis tesoros ahí también, pero ¿por qué los necesita? ¡Los tsufuru son más ricos que nosotros! ¡Tiene que haber una explicación! ¿Dí mi consentimiento para algo sin saberlo? 

Bardock suspiró. Kalen tomó su mano.

-Para muchas cosas, majestad. Hay cinco tesoros de los que él ya se ha apoderado. Creemos que es para pagar la multa por sí mismo, pero bajo la condición de que...

Ella miró espantada a Gine y a Bardock. Gine miró a su compañero. Este tomó su mano. 

-Seamos vasallos. Es lo que hemos descubierto con los informantes de Kalen.

Ella se levantó, tomándose el rostro. No podía creerlo. No podía ser. Se le llenaron los ojos de lágrimas. Cómo la cuidaba. Cómo la consolaba. Cómo la protegía. Cómo...

Vio a Bardock, reportarse ante Bitter. Esta no parecía sorprendida.

-Hija...

-Dirs cerró todas las comunicaciones, madre, pero tu personal fue hábil para reportarme. Irás a la guarida de Bills. Allí nos veremos con Vegeta. 

-¡Pero siempre hay que llevarle algo! 

-Ya me encargué de eso. 

La reina Sarin se vio al espejo otra vez y lo quebró. Se echó a llorar, y fue asistida por su gente. Tenía el corazón roto. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Guarida de Bills- día siguiente

Sarin entró, con sus ojos hinchados. Estaba sostenida por Bardock y Kalen mismo. Gine y Afni estaban detrás, determinadas. Bitter llegó, con Pew. Y el rey Vegeta, solo. Los tres se sentaron mucho después de no verse. Bitter hizo una señal. Entraron con diez esferas negras flotantes. Sarin las reconoció.

-¿No son acaso las esferas de Pasanc que yo tenía escondidas en el planeta Murel? 

-Casi. Entre la reina Sphira y yo las conseguimos. 

-¿Qué?- preguntó Vegeta, desconcertado.

-Sí, Vegeta. Ella y yo tenemos un trato. Y eso incluye mantener viva a su hija, como verás- le dijo a su hermano. Este suspiró, irritado. 

-Lo sé. Y sé que también te acuestas con ella. Me da igual. Acepté el trato por la ayuda de los tsufuru- le confesó. Sarin se sorprendió, pero su hija ignoró el gesto. 

-Esta vez también nos están ayudando, Vegeta. Y por eso estamos aquí, para unir las piezas- dijo, mirando a Bills, que entró flotando. Todos le hicieron reverencia.

-¿Cincuenta muertos de cada lado, Bitter? La reina Sphira debe estar desesperada porque su hija viva- dijo, mirando a Vegeta, que suspiró. 

-Así es.

-Bien- dijo, probando la primera esfera, que absorbió. -Deliciosa. - ¿Qué puedo hacer por ustedes en esta pequeña reunión familiar? 

-Quiero toda la verdad- dijo Bitter, decidida. 

-Te ayudaré. Pero a mi manera- dijo, infiriendo que no le importaría si era cruel. -Sarin, Sarin. La bella Sarin. Creíste que tenías una oportunidad, la única, de ser amada. En verdad lo único que quería tu príncipe tsufuru desde el primer encuentro era aprovecharse de uno de sus eslabones más fuertes, ¿o débiles? para conseguir lo único que quiere: someter a la raza saiyajin.

El rey Vegeta suspiró. Su madre estaba destrozada.

-Así, no dudó en apoyarte en el Comercio Interplanetario. Darte atenciones. Siempre apareciendo de "por casualidad"- dijo, recordándole cuando la vio por primera vez en Scafar, o hablando con ella. Aconsejándola. Tomando su túnica. -¿Qué podía perder cuando de toda la raza que en realidad detesta tú eras la más cercana a su nivel? Es por eso que comenzó a inferir la posibilidad- dijo, mostrándolo al lado de su padre y en el consejo tsufuru - De que podrías ser su llave para acercarse y por supuesto, inferir que Skank era realmente peligroso. Y lo era. Peor que tu esposo, claro. Pero comenzó a repetirlo en toda la galaxia- dijo, mostrándolo hablando con Freezer y Cold, que comenzaron a analizar sus posibilidades.

-Él ya veía grietas. Veía a Straw alzarse. Veía las grandes ventajas que representaría para los tsufuru tener una reina carismática, fuerte, sí, pero no tan inteligente como su hermana- dijo, mirando a Bitter, que suspiró, crispada. Y para Freezer y Cold, con los que negoció aparte. Si todos ustedes morían, el planeta sería de los tsufuru, solamente, con enormes ganancias. Los sobrevivientes serían esclavizados directamente por Freezer.

Sarin vio temblando a Dirs negociando con Freezer y Cold. Luego a él, frente a su hijo Skank. Las cartas que le escribía. Todo para impulsar la guerra. 

-Pero Dirs y su padre se dieron cuenta, al aliarse con Straw, que ella no sería tan tonta. Había aprendido, claramente. Era fuerte y no se dejaba manipular- expresó Bills, viendo a Vegeta, que la vio a su lado y ella tomando decisiones con su sello. -¿Qué mejor entonces, para el lado tsufuru, que apostar a cualquiera de los dos contendores? 

-¿A qué te refieres?- preguntó Vegeta, tan aterrorizado como su madre y su hermana.

Bills les mostró a Dirs enviando a negociadores con Skank. Él les dio los recursos para que ellos luego fueran en naves a traer el pluoteno. Bardock y Gine miraban, así como todos los demás presentes, con horror y con furia lo que estaba pasando: ¡por su culpa había muerto Straw!  ¡Por su maldita culpa! 

-El pluoteno que claro, Skank puso bajo toda la ciudad. 

-Pero... ¡pero Dirs estaba conmigo! ¡Habría volado él también! - protestó Sarin. 

Bills suspiró. Hizo una señal. Whis sacó un arma tsufuru. La activó. 

-Majestad- le dijo al rey Vegeta. - Intente atacarme. 

Este le lanzó una esfera de energía. Rebotó. Este exhaló, furioso. Bitter también. La reina Sarin igual.

-Pero estaba conmigo...

-Claramente, te tendría de rehén hasta que le dieras todos y cada uno de tus tesoros. Ya te tenía de rehén, Sarin. Pero gracias a los buenos oficios de tus sacrificados servidores- dijo mirando a Bardock, a Gine, a Afni y a Kalen- y a los buenos oficios de tu hija, estás aquí. 

Ella miró, con lágrimas en los ojos a Bitter, que respiró duramente. 

-Es mi trabajo, Bills- dijo, mirando a Vegeta, que la observó con respeto. 

-Pero no le importó, al final, que Straw muriera. Ese era su fin último. A él solo le importa dominarlos a ustedes. Y no es que me caigan particularmente bien, pero... gracias a ti, Sarin, les he tomado cariño. Y Bitter ha demostrado ser bastante competente. ¿No querrías su Corona?- bromeó Bills, señalando a Vegeta. - Podría arreglarse.

-Es el legado de Straw. Ya lo hemos traicionado lo suficiente, todos nosotros- afirmó Bitter, pesarosa. 

-Lo sé. Aunque sería bueno que los presentes supieran lo que negociaste con la reina Sphira.

Ella apretó su rastreador, con lágrimas en los ojos. Eran de rabia. Su madre estaba igual. El rey Vegeta estaba con uan enorme furia. 

-Dirs es el azote de su pueblo. Él torturó y mató a Sapphire, él ha torturado y matado a todos sus enemigos políticos. El día en que decidió junto a su padre en vendernos a Fera, encerró a su madre en una torre. La tiene encerrada de nuevo. Tiene dominado a su padre. Y sé que lo matará: quiere la corona muy pronto. 

-Por eso... Fera ya sabía de la crueldad de su hermano. Malditos bastardos- gruñó el rey Vegeta. - ¡Los mataremos a todos! ¡A todos! 

Sarin se levantó, llorando hondamente y negando con la cabeza. Sollozó.

-Mi pobre Straw. Mi niña- se lamentó. - Mi niña.

-Madre. No fuiste tú. Puedes liberarte de esa culpa para siempre - le dijo Bitter, con lágrimas en los ojos. 

-Yo...- dijo Sarin, acercándose a Bills y mirando a sus hijos - Lo quiero muerto. Pero sé que la muerte no bastará. Quiero que todo lo que él ama se destruya ante sus ojos. Quiero que muera gritando. Quiero que se desmorone poco a poco. Quiero que... quiero que... se destruya todo lo que alguna vez amó y apreció en su vida. Y luego, lo quiero muerto.

-Aún tenemos a mi reina- dijo Vegeta.

-Ella no importa. Ella y su madre serán lo único rescatable de toda esa basura. Lo quiero muerto, Vegeta. 

-Entonces, madre, ¿los invadiremos? 

-No. Los destruiremos- le dijo ella trémula. Bitter la miró igual. - Vengaremos a tu hermana. Y habrá fuego y sangre. Y destrucción. 

Bills sonrió. Sarin había vuelto. Bardock también la miró sonriendo. Gine también la miró determinada. El conde Pew estaba igual. 

-¿Entiendes que con esto terminarán de destruir lo que dejó Straw en esta vida? - le preguntó Bills, altivo. Bitter se puso al lado de su madre. El rey Vegeta tomó también su mano. 

-Sí. Lo entendemos. Pero ella nos hubiera querido vivos. Y por mi sangre que Plant será solo nuestro. Y será tan doloroso y destructivo que ni su sangre se secará sobre la Tierra. 

Bills sonrió. Por lo general despreciaba esas insignificantes peleas de mortales en los planetas que destruía. Pero esta era lo suficientemnte interesante como para no tomar partido. Y sí que lo había tomado. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Scafar

Dirs llegó, luego de tres semanas, arrepentido. Sarin estaba con su peinado de siempre. Gine y Afni estaban a su lado, mientras Kalen y Bardock estaban parados.

-¿Y bien? 

-Creí que te habías devuelto a Plant, amor mío. 

-Estuve en Parkon, tontito- dijo ella, mostrándole el montón de flores que había conseguido en una rápida misión con Gine y Afni, mostrando que estaba en el planeta que era enteramente un jardín -Quería relajarme. Peleamos la última vez- dijo, para besarlo. Este sonrió.

-Déjame tomarte ahora mismo- dijo. La entró a la habitación. Ya, exhalando de placer a su lado, su rastreador sonó. Leyó el mensaje. Miró raramente a Sarin.

-¿Tu hijo fue ratificado como rey legítimo de los saiyajines y pagaste la multa de ambos reinos? ¿Cómo hiciste eso? 

-Oh, fue fácil. Usé uno de mis tesoros- explicó ella, levantándose. -¿Acaso es difícil? 

Dirs la miró extrañado.

-Estás rara. 

-Para nada. Déjame ver ese hermoso pene tuyo- dijo ella, para ponerse encima. -Sabes que tengo que ayudar a mis hijos. Ya he pasado mucho tiempo aquí. Mientras tanto...

Ella posó sus labios sobre su miembro, y él se dejó llevar, sin pensar en nada más, aunque la sentía extraña. Ella, ya en la noche, despierta a su lado, recordó sus órdenes. Kalen chantajeó a Gremt, con sus fotos divirtiéndose con espécimenes machos en los burdeles de Scafar. Bardock le cortó el cuello al que les dijo simios alguna vez. Y Gine vigiló a Afni, que puso veneno en una de las cocinas. Eso mató a toda la familia de otro, sin rastros. Así que votaron cinco, debidamente sobornados por ella y sus tesoros, debidamente conseguidos por Bardock. Que los mataría al final de la semana, ya entablando conversaciones con otros miembros más afines a ella. Así no entrarían, pero no los subestimarían en negociaciones futuras.

-Es cierto que...¿han vuelto a conquistar planetas, Sarin? Dicen que tu hijo arrasó con crueldad con los Circonites. Al igual que Bitter. 

-Oh, sí. Hemos atrapado a su reina. Mi hijo quiere hacer un desfile por la victoria de nuestra última gran venta. Iremos. Y verás a tu hermana. Está bellísima. Hablé seriamente con Vegeta, tal y como me dijiste. Ahora me informan que es un devoto esposo. 

-Entiendo- dijo este, para volverse a acostar, haciendo sus propias conjeturas. 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Meses después, Capital Vejita

En la gran tribuna real, el príncipe estaba al lado de la reina Sarin, que estaba de negro, con su peinado alto y su velo. Miraba al rey Vegeta sobre una gran nave parecida a la de Straw en la guerra. También era una celebración por la reconstrucción rápida de la capital, y por tener de nuevo, un rey poderoso, que estaba con el rostro rojo, circundado por Bitter, que iba con la sangre, a propósito, de sus enemigos. Sangre negra, roja y azul. Los saiyajines la vitoreaban. Atrás, estaba la bella reina, alta, azul oscura, encadenada con sus hijos, a la que la chusma le tiraba de todo. La reina consorte vio a su hermano, implacable. Este miraba todo evidentemente desafiado. Y vio a Sarin sonreír complacida. Ella le tomó la mano. 

-¿No lo disfrutas? 

-Mucho- dijo este, totalmente incómodo, para ella tomar su mano otra vez. Bardock y su escuadrón, así como el de otros, iban desfilando, orgullosos. Gine miraba todo desde la barrera, con otras mujeres, gritando orgullosa.

En ese mismo momento, en el palacio tsufuru, una dama gritó de horror y espanto. La reina Sphira estaba tumbada sobre su escritorio, con sangre negra saliendo de su boca. El frasco de veneno estaba a su lado y había una nota. La revisó. Estaba muerta. Cuando miró lo demás, vio una pequeña estrella negra de tela, pero antes de examinarla bien como lo que era, una cola negra le tapó la boca y la degollaron en el acto. Le pusieron un cuchillo a su lado. Vino otra, que también fue degollada. Las manitos eran pequeñas. 

-Qué asco, Dine. Botarás sangre mientras volemos de regreso al palacio de la reina- dijo una vocecita de niña. Esta se quitó la máscara. Era una niña. La otra también. Tenían trenzas. Ambas eran gemelas.

-Lo sé. Ahora escapemos. El trabajo de la reina está hecho.

-¿No se te olvida algo? -preguntó la otra niña. Su hermana volteó los ojos. Suspiró. 

-Ah sí. Que fuera un incendio, dijo la reina. 

Ambas enviaron varias esferas de energía. El palacio tsufuru comenzó a arder. Las niñas se escaparon entre los callejones, en medio de los gritos, enrollando sus colas en las cintura, para luego salir a la frontera y volar hacia el lado saiyajin. 

Mientras tanto, el rey se sentó al lado de su esposa, que estaba con la mirada vidriosa y miró a Bitter significativa. Esta a ella. Luego miró a la reina, que simplemente sonrió con satisfacción. Había vuelto.