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Haruka sabía muy bien a qué iba a atenerse cuando Koutarou y su padre lo convencieron para aceptar la propuesta de Kouya de acompañarlo a una posada a un par de pueblos no muy lejos de allí. Sae había resultado ganadora de una estadía de un fin de semana, pero eso sumaba dos problemas a la larga lista que ya tenía por ser estar cerca la salida del próximo número de la Gekkan Kyouka. El primero, que era una estadía para dos personas. Y, la segunda, que no tenía a nadie que quisiera que la acompañara. Fue por ese motivo que se le ocurrió la idea de darle el premio a su exesposo a sabiendas de que Haruka sería su acompañante.
El sol ya había caído cuando la pareja llegó a la posada, pero Kouya no tenía el alma para despertar a Haruka. Se veía tan lindo dormido como estaba. Las ganas de tomarle una fotografía se disiparon cuando, desde la posada, salió una familia que, al hacer bullicio, terminó por despertarlo.
—¿Ya llegamos?
—Sí, recién.
—No me di cuenta… —Mientras se restregaba uno de sus ojos, Haruka reparó en la sonrisa estúpida en el rostro de Kouya—. ¿Qué pasa?
—Nada. Estuve a punto de sacarte una foto, pero te despertaste.
—Tienes que hacerte ver ese problema —Suspiró el muchacho—. Entre algunos más…
Kouya lanzó una carcajada antes de mostrarse sonriente frente a Haruka.
—¿Entramos? —Ambos descendieron del vehículo estacionado y entraron a la posada. A diferencia suya, que era la primera vez que salía de su ciudad natal, Kouya parecía desenvolverse bien en la conversación que mantenía con la recepcionista del lugar. No era como si Haruka no fuera capaz de entablar una conversación con un desconocido. No había tenido necesidad de hacerlo en la escuela, mucho menos en su trabajo de medio tiempo repartiendo periódicos ya que no tenía tiempo de hablar demasiado y, durante las clasificaciones y las carreras, hablaba con los Komaki y, ahora con Kouya. Sin embargo, ninguno de los primeros intercambios de palabras habían sido propiciados por él—. ¿Haruka-kun? —El aludido se sorprendió al oír la voz de su pareja—. ¿Sigues dormido?
—Un poco, creo.
El hombre enredó los cabellos del corredor, que no se inmutó por el gesto salvo porque le molestaba. Siguió a Kouya y a la recepcionista a la habitación asignada a ambos donde la mujer le dio un par de indicaciones al mayor y los dejó solos.
—¿Quieres que pida la cena? ¿Haruka-kun? —Kouya siguió a su acompañante con la mirada. Lo encontró observando la enorme luna llena a través de una de las ventanas. Él se sorprendió cuando lo sintió tan cerca suyo, por lo que se alejó—. Podemos ir a las aguas termales si así lo prefieres.
—Sí. —Haruka desvió la mirada y se aferró a la correa del bolso que llevaba mientras se dirigía a otro sector separado por un biombo donde había un par de futones—. Las aguas termales está bien.
Desde donde estaba, Kouya podía ver las orejas rojas del muchacho. Se aguantó las ganas de estrecharlo entre sus brazos. Se dio cuenta que estaba nervioso, y eso era lo último que había querido al haberle propuesto que lo acompañara. Hasta que él se sintiera cómodo con su presencia, Kouya no avanzaría hacia él.
—Iré a preparar todo. Te espero allá, ¿de acuerdo?
El aludido lo miró y asintió con la cabeza. Kouya sonrió un poco al darse cuenta que el agarre sobre la correa había desaparecido.
Haruka tardó apenas unos instantes en arrepentirse por haber elegido ir a las aguas termales junto a Kouya. Una cena hubiera tenido menos contacto físico. Pensar en una carrera no le ayudaba. Por el contrario, cuanto más aceleraba en su cabeza, sentado en su automóvil, parecía que su cuerpo más se calentaba. Podía oír a la lejanía los comentarios estúpidos de parte de Kouya, tratando de llamar su atención, pero Haruka estaba centrado en el roce de sus manos sobre su cuero cabelludo, sobre su espalda, queriendo acariciar hasta el último rincón de su cuerpo. De repente, al darse cuenta que sucumbiría ante un sentimiento desconocido, Haruka se puso de pie, sorprendiendo al fotógrafo.
—Ya es suficiente. Voy a entrar.
—Ah- ¿Haruka-kun? Es- ¡Espérame! —El muchacho lo ignoró mientras entraba a las aguas termales e intentaba calmar los latidos de su corazón. Por lo menos hasta que Kouya le hiciera compañía—. ¡Qué bien se siente! —Haruka lo miró de reojo. Sentía celos de las gotas que se deslizaban por sus facciones y acariciaban su cuello para desaparecer rápidamente sobre su pecho. Sus curiosos ojos café interrumpieron de pronto su paisaje—. ¿No lo crees?
—Mhh… Sí.
—La luna es hermosa, ¿no lo crees? —Kouya se preocupó cuando no obtuvo respuesta de parte de su pareja. Cuando lo miró, su rostro estaba rojo—. ¿Haruka-kun? ¿Te encuentras bien?
El hombre se le acercó para tocarle la frente, pero Haruka se alejó de él.
—¡No me toques!
—¿Haruka-kun? ¿Qué sucede?
La expresión en el rostro de Kouya sumado a su propio nerviosismo, hicieron que el muchacho saliera del lugar de la misma manera en que entró. Su acompañante se dio prisa en seguirlo, encontrándose con un hombre que se dirigía en sentido contrario de la mano de un niño pequeño.
—Los niños se hoy en día ya no quieren pasar tiempo con sus padres, ¿eh?
—¿Eh?
—También tengo un hijo adolescente que prefiere quedarse todo el día en su habitación con el teléfono a pasar tiempo con su familia.
—¿Hijo? Ah, no. Él no… —Kouya negó con las manos y la cabeza—. Lo siento. Debo irme.
El fotógrafo llegó con paso rápido a la habitación donde encontró a su pareja acostado en una de las camas—. ¿Haruka-kun? —Kouya se sentó a su lado con cuidado de no despertarlo. Él le estaba dando la espalda, así que tuvo que asomarse para verle el rostro—. ¿Estás dormido? —El fotógrafo recibió por respuesta la respiración tranquila de Haruka—. Supongo que sí, ¿eh? —Después de correrle un mechón de cabello que le impedía ver su rostro, le dio un suave beso—. Que descanses.
Cuando Kouya salió de la habitación para dejarlo solo, Haruka se despertó y se cubrió el rostro con ambas manos.
—Idiota…
La luna que iluminaba el pueblo desde lo alto se encontraba llena. Durante la cena, Haruka le había dicho a Kouya que quería salir. El aludido dudó un poco, había oído que las puertas se cerraban antes de la medianoche, pero también alcanzó a oír cómo podía escabullirse por la parte trasera del lugar. Sabía que si se negaba a alguna petición de parte de Haruka, él terminaría escabulléndose por la ventana. El escape fue complicado con el calzado que tenían. Debieron detenerse algunas veces debido a lo empinado del camino. Sin embargo, la vista del pueblo desde la cima de la colina fue algo que les quitó el aliento y les hizo un poco más ameno el descenso. Ambos llegaron a una tienda de conveniencia en la que Kouya compró vendas para los pies. Haruka quiso helado, así que compro uno para cada uno. Cuando llegó a la caja registradora, pagó ambos y le extendió uno a Kouya, al llegar.
—Oh. Gracias. Tenía dinero para pagarlo, ¿sabes?
—No te preocupes. No me molesta.
—Aproveche que su hijo le paga algo. —El hombre al otro lado del mostrador fue pasando los artículos que Kouya había agarrado para cobrárselos. Él, por su parte, miró de reojo la expresión de enfado en el rostro de Haruka—. Los chicos de hoy en día-
—No es mi padre.
El hombre fue interrumpido por la aclaración hecha por Haruka.
—¿Eh?
—Que él no es mi padre. Él es-
—¡Ah! ¡Eso es todo, ¿no es así?! —Kouya impidió que Haruka siguiera hablando mientras se apresuraba en guardar lo que había comprado y le extendía el dinero al hombre—. ¡Muchas gracias! ¡Y quédese con el cambio! Vamos, Haruka-kun. Vamos.
Kouya empujó a Haruka hasta llegar a un banco a unos pocos pasos de la tienda. El muchacho se sentó y Kouya atendió sus pies.
—No tienes que hacer eso.
—El bienestar de los pies también es importante para un corredor.
—Pensé que lo hacías porque te importaba…
—¿Eh?
Las vendas que Kouya tenía en las manos cayeron al suelo ante las palabras de Haruka, que seguía jugando con el palito donde había todavía un poco de helado.
—No quieres decirle a nadie que estamos saliendo, ¿no?
Haruka no solía ser honesto con Kouya. Por eso, cuando lo era, él atesoraba todos y cada uno de esos momentos. Sin embargo, en esta ocasión, no entendía el por qué de esa pregunta.
—¿Qué? No. Yo no he dicho nada de eso.
—Entonces, ¿por qué no me dejaste aclarar lo que somos en realidad?
Kouya agarró el rostro de Haruka con ambas manos y apoyó su frente sobre la suya.
—Por supuesto que quiero gritar lo que tenemos. Pero, tengo miedo de que los demás te digan cosas hirientes.
—¿Por qué lo harían? —Haruka agarró las manos de Kouya y se separó para que él pudiera mirarlo a los ojos—. Y si es así, ¿qué nos importa?
El aludido no sabía cómo responder a su pregunta. La mayoría de las veces, Haruka parecía ser el adulto en aquella relación. Kouya se dio cuenta de lo rojas que se pusieron sus mejillas y de lo suave que se sentían sus labios sobre los suyos.
—¿Haruka-kun…?
—Podemos ir regresando si quieres.
—Pensaba que podíamos recorrer el mar.
—No. Tengo frío. Y tu helado se va a derretir. —Haruka le extendió el pote sin abrir sin siquiera girarse a mirarlo—. Una vez me dijiste que la vainilla era tu sabor favorito, ¿no?
Kouya agarró el objeto y, después, la mano vacía de Haruka que había quedado extendida.
—Lo es. Gracias, Haruka-kun.
—¿Vamos a regresar tomados de la mano?
—¿Te molesta?
—No. Sólo preguntaba. Si quieres besarme en el camino, tampoco va a molestarme…
—Lo tendré en cuenta.
La luna al otro lado de la ventana de la habitación seguía brillando. Para Kouya, sin embargo, el rostro sonrojado de Haruka era mucho más hermoso. Su pecho subía y bajaba a causa del helado que caía sobre su piel. La sensación parecía darle escalofríos.
—Kouya…
La manera en que su nombre sonaba con un tono de voz suplicante lo hacía sentir una dicha que nunca antes había experimentado.
—¿Está frío?
—No. Pero me siento raro…
—¿Dónde te sientes raro, Haruka-kun?
—Por todo el cuerpo…
—Eres tan lindo… —Kouya se inclinó hacia él mientras se deshacía de su yukata—. Como la primera vez que te vi. Supe que quería tenerte solo para mí. —Una de sus manos acarició con ternura la mejilla de Haruka—. Ah. ¿Vas a llorar?
La respuesta que esperaba quedó atrapada en un beso, al cual le siguió un segundo, un tercero, y hasta diez más.
—Estoy feliz. ¿Es raro llorar por eso?
—No lo es. Es normal. Es lo más normal del mundo. —Con una fuerza física que Haruka no sabía que poseía, Kouya lo agarró para sentarlo encima suyo y abrazarlo con fuerza—. Quiero que llores de felicidad. Quiero que cada una de las lágrimas que derrames sean de felicidad. —El hombre se alejó un poco para sonreírle—. No seré el mejor novio del mundo, quizás me comporte como un niño algunas veces, pero, Haruka-kun, quiero que sepas que lo único que quiero en esta vida es hacerte feliz.
—Eres un idiota. Dices todas esas cursilerías porque te excitas viéndome llorar, ¿no es así?
—¿De dónde sacas esas palabras?
—Oye. Yo sé algunas cosas.
—¿Ah, sí? ¿Por qué no me demuestras cuáles?
—Para eso querías que te acompañara en este viaje, ¿no? —Haruka apretó con fuerza las mejillas de Kouya, que trataba de zafarse del agarre—. Pervertido…
—¡Ay! ¡Eso duele, Haruka-kun!
—¿Quedó helado?
—¿Eh? Sí. —Kouya estiró la mano para extenderle el pote a Haruka que lo derramó entre ambos—. Ah. ¿Ahora qué harás para limpiar todo esto?
Haruka tenía razón en que Kouya sentía algo cuando veía su rostro lleno de lágrimas. Sin embargo, su rostro sonrojado a causa de la excitación, quizás terminará quitándole el primer lugar.