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He’s the girl

Summary:

Cuando Draco Malfoy regresa a Londres después de dos años fuera, lo primero que hace es correr con su hermana y ponerse al día. Porque sí, son gemelos, y después de separarlos por dos años, es cuestión de tiempo para que organicen su próxima travesura.

Y es que este verano Draco regresó con el cabello largo, y no se habían parecido tanto al otro desde que ambos eran unos bebés. Para Darcy es la ocasión perfecta para proponerle un plan:

Fingir ser el otro y asistir a la escuela de su gemelo. Al final, son el dúo perfecto y en sus 16 años de vida jamás han sido descubiertos en sus travesuras.

Nada saldría mal, excepto por el hecho de que Darcy olvidó mencionarle a su hermano que asiste a la escuela con Harry Potter, quien es "su peor enemigo" y Draco al no saberlo, coquetea descaradamente con el moreno desde el primer día.

Notes:

Es mi primera vez publicando en AO3 así que PACIENCIA POR FAVOR!!

•Medio inspirado en la película de "she's the man" pero la trama NO es la misma.

•Harco: Harry Top! Draco Bottom!

•Mundo Muggle

•No sé si aún se haga esto pero, ya se la saben: los personajes pertenecen a Jk Rowling (excepto Darcy).

Chapter Text

Draco solo quería un verano tranquilo después de estar lejos de casa por dos años. Quería ambientarse y restablecerse en la ciudad que gran parte de su vida le había dado felicidad pero que por una búsqueda personal, había dejado atrás por un largo tiempo, y que ahora, le daba la bienvenida como una vieja madre a su hijo perdido. 

Extrañaba muchísimo a sus padres y desde luego, a su hermana. Verán, los primeros dos meses en Francia le habían resultado casi insoportables, desde que había pisado el país ya se encontraba arrepentido. Esa misma noche había llamado a Darcy, su hermanita, y sollozó fuertemente por teléfono, alegando querer regresar a casa. Se había quedado con su tía Bella, pero ella era una mujer de lo más fría y casi nunca estaba, así que Draco pronto comenzó a extrañar la compañía, el ruido en su hogar, las pláticas cara a cara y ser mimado por su gemela y su madre. En Francia ya no tenía nada de eso, y descubrió que se sentía solo. 

Sin embargo, al llegar el tercer mes, mientras caminaba con aire melancólico por Louvre y un helado a medio derretir en su mano, se topó con quien sería su salvación por el resto de su estancia. Un joven de tez oscura y sonrisa encantadora se acercó y lo invitó, hablando el francés más horrendo que Draco había escuchado nunca, a acompañarlo a una función que su banda tendría esa misma noche. Y como no tenía nada mejor que hacer, ni ese, ni los siguientes días de su vida, al entrar la noche, decidió aventurarse a la dirección y acompañarlo al pequeño bar que marcaba el panfleto.

Fue la mejor decisión que tomó en meses. La música que tocaban era increíble y aunque Draco trató de pasar desaparecido, no pudo evitar saltar y vitorear cuando la función terminó. El mismo chico que había visto esa mañana, se acercó y le regaló otra sonrisa, feliz de descubrir que había asistido. Era italiano, por eso tenía un acento tan marcado, y su nombre era Blaise Zabini. Al ser ambos menores de edad, Draco le invitó un refresco mientras platicaban sobre sus planes en Paris. Resultó que la banda solo estaba de paso, estarían un par de meses y después se irían; la mayoría rondaba entre los catorce y diecisiete y venían acompañados por los padres de la chica a cargo del bajo. La mención de padres le recordó a Draco lo lejos que estaba de su familia, y por poco comenzó a llorar, pero cuando Blaise lo notó, lo jaló del brazo y se lo llevó a bailar. 

Esa noche, Draco regresó a la casa con el corazón tranquilo. No estaba solo, había encontrado un amigo. 

La banda se fue cuando se hizo un año desde que Draco había llegado a Francia, pero para entonces, después de que ellos se hicieran muy amigos suyo, y que fueran y vinieran por todo Paris, bromeando, cantando y descubriendo nuevos lugares en los cuales tocar su música y divertirse, Draco se quedó tranquilo cuando descubrió que, al irse ellos, Paris seguía teniendo su encanto. Se había enamorado del lugar y ahora solo podía sonreír cuando caminaba por las mañanas en Louvre y, a diferencia de lo que pensaba meses atrás, esta vez no se sentía solo.

Pero después de maravillarse por varios meses más, al mirar su calendario y ver que la fecha en la cual había dejado Londres se acercaba por segunda vez consecutiva, no dudó en llamar a su madre y avisarle que regresaría. Dos años fuera habían sido más que suficientes y ahora era tiempo de volver a casa. 

♦︎♦︎♦︎

—Buen día, disculpe, a mi me dijeron que mi maleta estaría en la banda número dos, pero lleva dando vueltas desde hace una hora y mi maleta no ha salido, ¿sabe usted qué ha pasado? -le preguntó a un hombre uniformado, alto y fornido, que estaba esperando junto a uno de los postes de la sala del aeropuerto, pero este no le contestó- ¿Hola? ¿Qué no me escucha? 

El hombre lo miró de reojo y negó irritado- eres la tercera persona que se me acerca pensando que trabajo aquí. No tengo idea de lo que me estés hablando, niña.

—Primero que nada, soy un chico; y segundo, si no quiere ser confundido con el de seguridad, entonces no use ese uniforme -señaló con obviedad-

—Lo mismo diría de ti, si no quieres ser confundido con una niña, deberías cortarte el cabello, mocoso. 

Draco gruñó ofendido cuando lo vio sonreírle burlón, pero se tragó sus palabras y mejor se dio la vuelta, decidiendo por no discutir. 

Se dirigió a una cabina donde una sonriente mujer lo esperaba. Miró su uniforme y asegurándose de que esta vez sí trabajara ahí, la llamó por el nombre que marcaba su gafete. 

—Buen día, Bernice, ¿podría apoyarme? Vengo del vuelo 607 y mi maleta debería estar en la banda dos, pero llevo esperando mucho rato y no aparece, ¿sabe qué ocurre? -exprimió su paciencia y amabilidad sonriéndole a la señorita, que tecleó rápidamente en su computadora y con ojos expertos comenzó a buscar en su base de datos. Duró apenas unos segundos, pero cuando terminó, su mirada estaba cargada de pena- 

—Lo siento, hubo una confusión, su maleta está en realidad en la banda nueve, pero dudo que la encuentre, para esta hora ya la deben de estar embarcando al avión con conexión a Suiza -sus ojos verdes brillaban con verdadera pena y Draco se contuvo de no gritarle, porque al final, no era culpa de ella que le hubieran dado el número mal- 

—¿Dónde está la banda nueve? 

—Subiendo las escaleras y hasta el fondo del pasillo -indicó rápidamente- si no la consigue, vuelva aquí y yo lo ayudaré con el procedimiento. 

Draco no terminó de escuchar a la señorita porque ya había salido corriendo a las escaleras, y luego al pasillo, a toda velocidad. Esquivó a varias personas, empujó a dos chicos, y probablemente saltó por encima de un bebé que gateaba sin ningún cuidado, pero nada lo paró, terminando por rechinar las suelas en el piso al frenar delante de la banda nueve. 

Miró expectante, su corazón latiendo con rapidez, tanto del miedo por no encontrar la maleta, como del terrible esfuerzo físico que había hecho para cruzar desde el otro lado del aeropuerto en apenas unos segundos.

Cuando el color amarillo tan bien conocido para él se hizo ver sobre la banda, Draco se abalanzó para atraparla, pero era tan pesada que, sumado a lo cansado que se hallaba, le fue muy difícil moverla. 

Hasta que un brazo fuerte se cruzó frente a su rostro y tomó la maleta por la agarradera, bajándola de la banda con una habilidad que hizo que Draco por poco se meara en los pantalones. Con el corazón agradecido y ya más calmado, se giró sonriente al chico que le había hecho el favor de ayudarlo. 

—Gracias -subió la mirada y se encontró con un chico alto y moreno, más o menos de su edad, que estaba seguro debía ser un modelo porque era increíblemente atractivo. Se le fue el aire cuando se cruzó con sus ojos, de un color verde hermoso- Hola, ¡wow! ¡Gracias! Hmm este... Bueno, ¡esto es genial!, creí que...

Pero el más alto no se quedó a escuchar su balbuceo, porque tomó la maleta amarilla y se alejó arrastrándola, con los hombros caídos y la mirada perdida. Draco escuchó el sonido de las llantas de su maleta girar contra el piso por varios segundos, antes de reaccionar y correr tras ella. 

—¡Eeeh! ¡Esa es mi maleta! ¡¿Qué crees que haces?! -alcanzó al chico y lo tomó fuertemente del hombro, sobresaltándolo y haciéndolo parar. Fue ahí cuando notó que traía puestos unos grandes audífonos en los que no había reparado antes. Se enojó mucho más- maldito, ¡ni siquiera me escuchas!

El moreno por fin se quitó sus cascos y alejándose de su toque en el hombro, lo miró con irritación. 

—¿Ahora qué mierda quieres, Malfoy?

Draco parpadeó repetidamente porque no creyó lo que estaba escuchando- ¿te conozco? 

—Que idiota, ahora finges que no me conoces -rió melodiosamente, y fue un sonido que en cualquier otra situación hubiera disfrutado muy bien, si en ese momento no se encontrara tan enojado con quien lo emitía- acabo de llegar a Inglaterra y ya me estás jodiendo el verano. 

—¡¿Perdón?! No soy yo quien está robándole la maleta al otro.

—¿Tuya? ¡Claramente me pertenece a mí!

—¡Entonces revisa la etiqueta de identificación y verás!

A regañadientes, el joven se agachó y volteó la etiqueta, leyendo la información del pasajero. Su ceño se frunció con real enojo cuando leyó la primera palabra, y no le faltó nada más para levantar la mirada y gruñirle al contrario. 

—Tú siempre ganas, ¿no es cierto, Malfoy? -tomó la maleta de la agarradera y la estampó contra el pecho de Draco, para después dedicarle su mirada más enojada y alejarse, dejándolo sólo- 

Draco no tenía idea de a qué se refería, pues ni siquiera lo conocía, pero estuvo muy de acuerdo con sus palabras. Él siempre ganaba. 

Así que después de recuperar su maleta, caminó apresuradamente, porque se negaba a volver a correr, hasta la salida de la zona de recogida de equipaje, viendo detrás de la puerta de cristal a sus padres esperándolo con un gran cartel. No pudo ocultar su sonrisa, y resignado, terminó por ignorar el cansancio de sus piernas y correr los últimos metros hasta alcanzarlos, siendo inmediatamente hundido en un gran abrazo que duró mínimo, cinco minutos. Para cuando fue liberado de sus brazos, sentía que la energía y buen humor habían regresado a su cuerpo. Su padre tomó su maleta y ambos lo acompañaron de camino al auto. 

—¿Y Darcy? -de pronto se sintió súper abatido ¿Por qué su gemela no estaba? ¿Acaso no quería verlo después de dos años? Su corazón se hundió en su pecho- 

—Oh, cariño, tu hermana se quedó en el auto. Está algo imposibilitada... -contestó su madre acariciando su hombro, buscando reconfortarlo- ya la verás.

Las alertas se activaron en su cabeza, ¿Darcy estaba mal? No... había hablado con ella por la noche, e intercambiaron mensajes antes de que él se subiera al avión, era imposible que ella no se lo hubiera comentado, su gemela siempre le contaba todo ¿Por qué no lo había hecho? ¿Acaso ya no le tenía la misma confianza porque se había ido al extranjero y se sintió abandonada?

Sin poder esperar, se adelantó a sus padres y llegó apresurado al auto, tocando con fuerza la ventana de este para llamar la atención de su hermana. 

—¡Abre el auto, Dars! 

Su gemela brincó emocionada, sus ojos grisáceos brillaban y su sonrisa casi le cubría medio rostro. Quitó el seguro con rapidez y Draco entró enseguida al auto. 

—¡¿Qué te pasó?! ¡¿Estás bien?! -comenzó a revisarle el rostro, buscando palidez (más de la habitual), pero no encontró nada, así que siguió con el resto de su cuerpo- 

—¡Me doblé el tobillo mientras bailaba! -parecía muy feliz- ¿cómo lo supiste?, ¿fue tu intuición de gemelo? 

—No digas tonterías, mamá me lo dijo -la empujó por el hombro, enfadado- ¿por qué no me dijiste?, ¿ya no me tienes confianza? 

Darcy negó, apretando los labios para esconder su dulce sonrisa- no es eso, es solo que quería saber si podías adivinarlo, ya sabes, con la intuición. 

Rodó los ojos con fingida molestia- sabes que no funciona así, Dars -ella solo se encogió de hombros, olvidándolo por completo, y ambos se relajaron en sus asientos hasta que sus padres llegaron y pusieron en marcha el auto-

Aunque quiso dormir las primeras horas de camino a casa, sus padres y su hermana no lo dejaron, lo acribillaron una y otra vez con preguntas sobre el vuelo, Paris, su experiencia, y una que otra amenaza de Darcy sobre lo que le haría si la abandonaba de nuevo. Draco se sintió acogido al escuchar y ver a su familia tan de cerca después de todo ese tiempo. Había extrañado tanto recibir de su atención que comenzó a llorar en silencio, cuidando que no lo notaran.  

Obviamente su hermana se dio cuenta, así que tomó con cuidado la cabeza de Draco y la inclinó hasta que estuviera recargada en su hombro. No mencionó el tema, pero fue su manera de apoyarlo. 

Para cuando llegaron a casa, después de horas de viaje, él ya estaba cómodamente dormido sobre el regazo de su hermana, que se la había pasado todo el camino acariciando y enrollando entre sus dedos el cabello de su gemelo. Al notar que habían llegado, lo despertó con una cachetada, que pretendía ser suave, y lo jaló del brazo con mucha insistencia hasta su habitación. Cojeó todo el camino y Draco tuvo que ayudarla, pero eso no impidió que lo mirara y sonriera con malicia cuando le puso seguro a la puerta de su habitación y los dejó encerrados a ambos.

—¿Y ahora? -retrocedió, tropezándose y cayendo sentado en la cama cuando Darcy se acercó sonriéndole de manera sospechosa- ¿Qué traes?

Ella se sentó con extremo cuidado a lado de su hermano, como si temiera asustarlo, después lo tomó de las manos y las entrelazó con las suyas, en símbolo de apoyo. Lo miró con dulzura, acariciándole el cabello, y con un tono melancólico, se atrevió a hablar.

—Draco, ¿puedes ser sincero conmigo? 

—Okay... me estás asustando.

—¿Puedes serlo? -sus orbes grisáceos brillaron expectantes al observar a su hermano- 

—Sí, sí, obvio, ¿qué sucede? 

Ella tomó una gran bocanada de aire antes de soltar la pregunta que había estado reteniendo en su garganta desde que lo vio entrar al auto. 

—¿Estás atravesando una crisis de identidad? -apretó con fuerza las manos de su hermano y lo miró con seriedad- sabes que puedes confiar en mí.

—¡¿Qué?! ¡No! Dios, no... ¿qué te hace pensar eso? -y la mirada de Darcy completamente enfocada en su cabello, le hizo entender enseguida a qué se refería- ¡¿Es enserio?! ¡¿Tú también?! 

—Draquito, ¡es que pareciera que buscaras lucir igual que yo! -le acarició el hombro pero él se alejó fastidiado- solo estoy preocupada, ¡no puedes culparme! -trató de tranquilizarlo- igual sabes que no tendría problema si de pronto me dices que prefieres que seamos las gemelas Malfoy. 

—¡Darcy, no puedes estar hablando enserio! -gritó, sin creer lo que su hermana le estaba sugiriendo- no soy el primer hombre que ves con cabello largo, ¡ahí está papá! Y nunca le has preguntado si tiene una relación lésbica con mi madre. 

—¡No, pero...! -se sonrojó, completamente avergonzada- bueno, adivinarás que fue una total sorpresa que, después de dos años sin verte, cuando regresaras al país la primera impresión que tuviera es de que ¡eres una copia exacta de mi! 

—Que egocéntrica, ni siquiera nos parecemos tanto. En todo caso, yo sería tu versión mejorada -bromeó y Darcy se unió a él con una fuerte carcajada- 

—Igual no me molesta tu cabello, mirarte es como mirarme en el espejo y eso me sube el ego. 

—Mirarte en el espejo con filtros de belleza querrás decir -recibió un fuerte puñetazo en el hombro y se quejó adolorido- ¡¿y eso por qué?! 

Draco estaba a punto de regresarle el golpe, pero el grito de su madre desde la planta baja pidiéndoles que dejaran de pelear, lo detuvo. 

Los gemelos se miraron y la chica tuvo un ataque de cariño porque tomó el brazo más cercano de su hermano y se prensó a él, abrazándolo y mordiéndolo. 

—Oye, oye, ¡cuidado con la camisa! La compré en una boutique muy fina en mi visita a Paris.

La rubia bufó, pero hizo oídos sordos y siguió aferrada a su brazo. Draco se molestó y se sacudió hasta sacársela de encima. 

—Enserio Dars, estás actuando muy raro hoy, ¿estás bien? 

Sus ojos se humedecieron, pero se apresuró a secárselos, asintiendo con una pequeña sonrisa asomándose entre sus finos labios, y sus mejillas adquirieron un bonito color rosado.

—Sí, es solo que... no sé, te extrañaba, y no me di cuenta de la magnitud en la que lo hacía hasta que te vi llegar hoy y entendí por qué me sentí tan incompleta durante estos dos años. 

Y así era Darcy, a veces podía discutir con él, pegarle y sacarlo de sus casillas, pero al minuto siguiente ya estaba diciendo palabras dulces y llenándolo de abrazos. Dios, ¿cómo es que pudo soportar tanto tiempo lejos de su hermanita? 

Draco chasqueó la lengua y tomó de los hombros a su gemela, jalándola y hundiéndola en un apretado abrazo. Sorbió su nariz y desvió la mirada para ocultar sus lágrimas. Draco no se considera especialmente tierno y creía ser pésimo en expresar sus sentimientos, pero aún así hizo el esfuerzo de regresarle el comentario.

—Yo me siento igual

Y los pálidos dedos de Darcy se hundieron con mayor fuerza entorno a Draco, tratando de aferrarse a él y profundizar el abrazo. 

Las horas que restaron del día se la pasaron acostados en la cama, mirando el techo y compartiendo anécdotas, hasta que las estrellas ahí pegadas comenzaron a brillar, anunciando que la noche había llegado. 

—¿Recuerdas cuando éramos pequeños y mamá nos cargó para que alcanzáramos a pegar todas esas estrellas? 

—Sí, y nunca perdonaré que ella haya formado una "Constelación Draco" en tu lado de la habitación y que para mí no haya hecho nada. 

—Pensé que ya lo habíamos discutido Darcy. Todos sabemos que yo soy el favorito de mamá. 

Iba a comentar que de hecho, el mural frente a su cama lo habían pintando entre todos como regalo para ella, pero se abstuvo cuando la escuchó gruñir y maldecir. Le parecía divertido hacerla enojar. 

—¿Te das cuenta de que solo nos veremos esta semana antes de que tengamos que asistir al colegio? -era un pensamiento que había estado incrustado en su cabeza desde hace tiempo. Asistían a internados diferentes y aunque en el pasado no había supuesto un problema, ahora la idea de separarse lo hacía entristecer- no te veré, salvo los fines de semana. 

Un fuerte suspiro se hizo escuchar y después la voz melancólica de su hermana llenó la habitación.

—Lo sé... 

—Deberíamos hacer algo este verano.

—¿Algo como qué? -preguntó desinteresada- 

—Ya sabes, alguna travesura -Draco sonrió y aunque la habitación estaba a oscuras, pobremente iluminada por las estrellas de su techo, supo que Darcy sonreía maliciosamente igual que él- 

—Te escucho -se giró en su lugar y lo animó a continuar, ahora visiblemente interesada- 

—Cuando éramos niños, nos aprovechábamos mucho de nuestra condición de gemelos y gastábamos bromas, ¿cierto? -se giró también y su mirada se cruzó con la contraria. Los ojos de ambos destellaron en complicidad- podríamos recuperar la costumbre y hacer alguna travesura. Acabo de regresar de mi viaje de dos años, hay que celebrarlo, ya sabes, como en los viejos tiempos. 

—¡Draco, eso es genial!

El mencionado solo sonrío con suficiencia, feliz de recibir la aprobación de su cómplice. 

—Aunque, ¿qué podríamos hacer? Ahora mismo no se me ocurre nada. 

Se miraron en silencio por un largo rato mientras sus mentes maquinaban. Tenía que ser algo grande o no valdría la pena. 

La oscuridad los arrulló y Draco fue el primero en rendirse al sueño, para cuando Darcy lo notó, ya eran las dos de la mañana, así que alargando un pesado bostezo, se levantó de la cama de su hermano y se dirigió a la suya, buscando imitarlo y dormir también.

Al día siguiente a primera hora, Darcy se levantó ya con un plan en mente. Ahora solo faltaba la aprobación de su gemelo, aunque bueno, ¿cuándo este le había negado algo?

Chapter 2: Chapter 2

Summary:

Ahora sí comienza todo!!!
Preparación de los gemelos Malfoy para su cambio de look y hacerse pasar por el otro en sus escuelas.

Empieza lo bueno, con el nuevo encuentro de Draco y Harry en el colegio.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

 

El sonido de las ruedas rotas de su maleta cesó cuando llegó al frente de su habitación, dejándola al lado izquierdo de sus piernas y abriendo el cierre de su cangurera para buscar sus llaves, soltando un fuerte suspiro en el proceso.

Estaba exhausto, había desperdiciado varias horas en el aeropuerto porque su maleta estaba supuestamente "extraviada", y el personal ineficiente no había podido ingresar rápido el puto formulario de búsqueda para agilizarle el proceso, sugiriéndole que regresara hasta el día siguiente, pues era casi seguro que se hubiera embarcado en alguna conexión. Harry al escuchar eso, muy probablemente les haya gritado enojado a varios encargados por hacerlo esperar tanto, aunque al final todo su drama resultó ser en vano, pues terminaron descubriendo que la problemática maleta amarilla siempre estuvo atrapada en la cinta transportadora de equipaje. 

Y él bien sabe que pudo llevarse la mañana más tranquila, sin estresarse o enojarse. Ya estaba en Londres, en su tierra, y esperar un poco más por un simple problema de logística no lo agobiaba demasiado. Claro, hubiera sido de ese modo de no ser por su reciente encuentro con la Malfoy, con la que evidentemente no había podido evitar discutir, siendo eso suficiente para arruinarle todo el día y ponerlo irritable.

De solo recordarlo, ya sentía sus tripas crujir con ira. Bueno, por eso y porque no había comido.

Paró su búsqueda al encontrar la llave indicada para abrir el cerrojo y trató de ingresarla, aunque sin éxito, pues las llaves se resbalaron de entre sus dedos. Se tomó unos segundos para tranquilizar su respiración y sus impulsos de patear la maleta, y entonces, se agachó con la más forzada tranquilidad para recoger las llaves, no fijándose que en ese momento se había abierto la puerta y su compañero de habitación lo buscaba en su campo de visión más alto, claramente no viéndolo y terminando por golpear sus cabezas cuando Harry se reincorporó del suelo.

—¡Bruto tenías que ser, Ron Weasley! -se quejaba Harry mientras ambos se sobaban el área afectada por el golpe- 

—¡Yo solo me asomé a ver, no es mi culpa que estuvieras agachado!

Harry solo chasqueó la lengua en molestia y empujó a su amigo del pecho, haciéndolo a un lado para poder pasar a la habitación con sus maletas. 

—Creí que llegarías más temprano. Son casi las tres -dijo Ron mientras daba un vistazo a su reloj-

—Mi maleta se perdió -respondió, apretando la mandíbula con enojo al volver a recordar su gran travesía de la mañana- me tuvieron esperando ahí hasta encontrarla. 

—¡Que burrada! -Exclamó Weasley, acercándose para apretarle el hombro, tratando de relajarlo- pero al menos ya estás aquí. 

Ante el comentario, Harry aflojó su mandíbula y se permitió sonreír, despojándose de su backpack, tirándola descuidadamente a la silla giratoria frente al escritorio y después lanzándose contento sobre su cama. 

—Seh... -encontró una posición cómoda y se cubrió los ojos con el antebrazo, aún sonriéndole a su amigo- fue un viaje muy pesado.

—Ya lo imagino -con confianza, Ron se aventó también a la cama de Harry y lo empujó toscamente para que le hiciera espacio, terminando por juntar sus cabezas en la superficie de la almohada- ¿alguna novedad? 

Harry crujió los dientes cuando cierta cabellera rubia le llegó a la mente.

—¿Adivina a quién vi en el aeropuerto? -apenas dejó un par de segundos de suspenso para que Ron le contestara, pero al ver que no lo haría, se limitó a responderse él solo- a la insulsa de Darcy Malfoy.

Weasley rió con fuerza y luego acomodó su codo en la cama, para poder apoyarse sobre su puño y mirar a Harry fijamente desde arriba- ¿y cómo se veía?, ¿bonita? 

Harry rodó los ojos por el comentario, realmente disgustado por tener que evocar la imagen mental del vergonzoso encuentro.

—¡Cómo crees! Si estaba igual de rubia y tonta que siempre -rió secamente antes de agregar- No, ¿sabes qué?, ahora que lo pienso, no -sonrió burlesco- para sorpresa de nadie, ¡regresó todavía más tonta!

Ronald lo miró divertido y Harry le regresó la misma mirada. 

—¿Hablaron? 

—Para mi desgracia

—¿Y...? 

Harry bufó con molestia, recordando lo chismoso que era su amigo por naturaleza, sabiendo que no se libraría de él hasta que le contara todos los detalles.

—¿Qué quieres que te diga? Discutimos, para variar -comentó con voz cansina- así resumidito, a la tonta se le ocurrió tener una maleta igual a la mía; yo la tomé pensando que me pertenecía y cuando ella me vio, corrió a gritarme por "robársela" -exhaló pesadamente- No es exactamente el tipo de bienvenida que buscaba.

Ron reaccionó con una mueca graciosa, frunciendo la nariz y la boca en una exageración de desagrado ante lo relatado por su amigo.

—¡Qué insoportable! Y pensar que nos aguarda otro largo año en el mismo colegio que ella... 

—Y que lo digas... 

Ronald sonrió con pena y le dio una palmada en la cabeza, disculpándose porque aunque deseaba seguir hablando con él, ya se tenía que ir, desapareciendo del campo visual de Harry en segundos, apenas dejando atrás el sonido sordo de la puerta de entrada al ser cerrada cuando salió de la habitación. 

Harry se quedó ahí acostado, aún cubriéndose los ojos con el antebrazo para evitar que los rayos de sol entrantes por la ventana le molestaran, en cuestión de minutos relajando completamente su cuerpo, con su mente todavía cansada danzando vagamente y terminando por quedarse dormido cuando el difuso pensamiento de una mancha rubia se clavó entre sueños.

 

♦︎♦︎♦︎

 

Comenzó como una pequeña travesura entre hermanos. 

—Recuérdame por qué estoy haciéndote caso

Dejó la maleta abierta sobre su cama, dando un paso hacia atrás para ver mejor la organización de sus aditamentos. Se pasó un mechón de cabello detrás de la oreja y soltó una exhalación temblorosa cuando vio a su hermana girarse sonriéndole, con el cabello corto y luciendo espantosamente igual a él. 

—¡Porque es divertido! -Darcy se acomodó mejor su peluca de cabello rubio y corto, rascándose violentamente la cabeza en el proceso- ¡ay, pero me pica!

Draco se balanceó inseguro sobre sus propios pies, comenzando a arrepentirse de su decisión y picándole las manos por correr y vaciar la maleta recién hecha, donde llevaba bien doblada toda la ropa de su hermana. 

—No lo sé Darcy, aún estamos a tiempo de echarnos para atrás y prevenirnos de cometer una estupidez.

—Pffff ¡Aburrido! -su gemelo la miró con los ojos estrechados y ella solo le contestó con una sonrisa inocente- tú fuiste quien sugirió gastar una broma en primer lugar, así que no te quejes -apuntó con su índice- ¡solo gózalo!

Draco asintió, cambiando su mirada de su hermana a la maleta sobre su cama, acercándose lentamente a esta para comenzar a cerrarla. 

—¡Espera! -lo asaltó el pánico y sus ojos brillaron- ¡¿Qué hay si nos descubren?! ¡Podrían expulsarnos! -recargó su peso en la orilla de la cama cuando sintió que comenzaba a marearse- ¡Ni siquiera está bien planeado! Yo digo que hay pensarlo bien Darcy...

—Tranquilo Dracs -restó importancia meneando su muñeca en el aire- ya cubrí todos los puntos, ¡si no soy tonta! -Draco quiso poner en duda su última afirmación, pero ella lo interrumpió al ver sus intenciones- mira, mejor deja de ser tan paranoico que ningún bien te hace, y ven aquí, tengo algo que mostrarte. 

Cuando su hermano la alcanzó frente a su tocador, donde ya estaba parada, Darcy sacó de uno de los cajones una libreta morada y opaca, que le mostró con una gran sonrisa en el rostro, invitándolo a abrirla. 

—¡Ahí está todo! Sabía que aceptarías mi idea, así que me adelanté anoche y escribí una lista de todo lo que tienes que saber sobre mi escuela y compañeros, para que nada te agarre desprevenido y puedas interpretar el mejor papel de mí -terminó su explicación inflando el pecho, mientras se daba unas leves palmadas en el centro, haciéndose la importante-

Draco la juzgó con la mirada mientras le daba vuelta al montón de páginas de la libreta, poniéndolo nervioso la gran cantidad de notas que contenía. 

—¿Por qué son tantas?, ¿conoces a tanta gente? 

Ella solo estiró una sonrisa presumida- obviamente, si no soy cualquier cosa, me he ganado mi nombre en Hogwarts estos últimos años, a diferencia de ti que te desapareciste del panorama. 

Rodó los ojos con hastío, pero asintió y guardó la libreta bajo su brazo, logrando que su gemela saltara sobre él para abrazarlo. 

—¿Entonces eso es un sí? ¿Haremos nuestra broma? -chilló feliz y Draco resopló antes de volver a asentir- ¡increíble! 

Durante toda la tarde y parte de la noche, ambos se pusieron manos a la obra, repasando el plan de pies a cabeza y trabajando en pulir detalles para poder interpretar mejor el papel de su gemelo. El plan consistía básicamente en que por una semana, suplantarían la identidad del otro en sus colegios, vistiendo y actuando como su gemelo y relacionándose con sus compañeros sin ser descubiertos. Era arriesgado, y mucho, pues podrían estarse jugando una expulsión, pero Darcy aseguraba que sería divertido; y Draco, aunque quejándose, no podía ocultar que también le emocionaba la idea.

—No funcionará -dijo el chico mientras se miraba de perfil frente al espejo de cuerpo entero, sin poder evitar levantar sus manos para apretar sus nuevos pechos- Nadie creerá que te crecieron tanto las tetas en el verano. 

—¿Crees que me pasé con el relleno? 

Draco bajó su mirada y miró su propio pecho, luego miró el de su hermana, sonriendo con malicia

—Ahora soy más tetón que tú

Darcy le dio un manotazo y Draco se desternilló de risa.

—¡Dame acá! -sin previo aviso metió las manos dentro del sostén de su hermano y le sacó tres pilas de relleno de cada lado- ¡ya estamos iguales! 

Draco volvió a subir sus manos y jaloneó su sostén para tratar de acomodarlo. Era muy incómodo y daba calor. 

—Te equivocas, para que estemos iguales te falta algo -corrió hasta la otra punta de la habitación y se arrodilló frente a su cajón, desordenándolo un poco en lo que buscaba algo. Dió con su objetivo rápidamente, girando su torso y lanzando con fuerza el objeto en dirección a la cara de su hermana- ¡piensa rápido! 

Darcy, que estaba distraída, apenas le dio tiempo de reaccionar cuando ya había sido golpeada en toda la cara- ¡idiota! -recogió el objeto del suelo, donde había caído, y lo miró con confusión- ¡¿Es enserio?! ¡¿Un protector de entrepierna?! 

—Es lo justo. Yo tengo las tetas, tú el pene.

Quiso refutar, pero sabía que su hermano tenía razón. Hizo un puchero y dejó el protector sobre sus cosas, para guardarlo después en su maleta. 

—Bien -juntó ambas manos frente a su rostro y sonrió complacida- Ahora el siguiente paso y mi favorito: clases para aprender a actuar como el otro. ¡Saldrás de aquí comportándote como toda una señorita!

Draco sudó frío al saber lo que le esperaba. Una cosa era cuando jugaba a remedar a su hermana en tono de burla, imitando sus acciones, y otra muy diferente era meterse en el papel y tener que actuar enteramente igual a ella. Lo único que lo consolaba era saber que él podría obligarla a hacer lo mismo.

—Pues ya si no me queda de otra...

Se paró del suelo, arrastrando sus pies por todo el camino hasta llegar a su hermana, que ya lo veía con una sonrisa malvada. Supo inmediatamente que terminaría arrepentido.

 

♦︎♦︎♦︎

 

—¡Harry! 

El mencionado se encontraba secándose el sudor de la frente cuando una bonita y menuda muchacha corrió a abalanzarse sobre él, abrazándolo de medio lado y haciéndolo trastabillar sobre la cancha de basquetbol. 

—¡Hermione! -se giró para corresponderle el abrazo como saludo, sonriéndole entusiasmado- te extrañé mucho, ¡es bueno verte!

—Digo lo mismo -la chica se separó tímidamente del cuerpo de Harry cuando comenzó a percibir que este desprendía un fuerte olor a sudor, fruto de sus largas horas jugando bajo el sol- ¿qué haces aquí tan temprano?, ¿desde cuándo llegaste? 

—Desde la semana pasada. Ron y yo hemos estado utilizando lo que nos queda de vacaciones para divertirnos en el colegio, ahora que no hay muchos alumnos. 

La sonrisa de Hermione tembló levemente al escucharlo. 

—¿Ronald también está aquí? 

—Sí... -le sonrió con incomodidad- estaba sudado, así que se adelantó y fue a darse un baño a nuestra habitación.

Hermione asintió con las mejillas coloreadas- eso es bueno, la ceremonia de bienvenida comenzará en dos horas y no querrán estar sucios para recibir el nuevo ciclo. 

—Oh, sí, y mucho menos Ron -molestó sonriéndole con malicia- Está emocionadísimo, y con eso de que te negaste a verlo todas las vacaciones, está que se muere por volver a verte -habló mientras le picaba las costillas a forma de juego, avergonzando a su amiga-

Hermione logró escapar de Harry, con la cara más roja que antes y balanceándose sobre las puntas de sus pies con timidez. Era raro verla comportarse así, ella siempre tan seria y centrada, excepto cuando se trataba de su novio, donde la castaña no podía evitar comportarse como justo lo que era, una colegiala.

Después de que Harry la picara un poco más con el tema de Ron, conversaron para ponerse al día, contándose todas las aventuras que habían surgido en el verano y lo mucho que estaban ansiando empezar el sexto grado. Luego de un rato, ambos coincidieron con que era mejor retirarse, pues al menos Hermione todavía tenía que instalarse en los dormitorios de chicas, y Harry tenía que volver al suyo para darse una ducha y arreglarse con su uniforme. Se despidieron con un fuerte abrazo y prometieron encontrarse en el comedor antes de la ceremonia. 

♦︎♦︎♦︎

 

Draco hizo un ejercicio de respiración, a la par que abría y cerraba sus puños en una secuencia para tratar de bajarse los nervios. Estaba frente al dichoso colegio Hogwarts, y aunque todavía no entraba por sus puertas, ya un grupo de chicas lo había saludado, muy felices de verlo de vuelta. Al inicio Draco estaba confundido, pues no las conocía, pero pronto recordó que se suponía que él era Darcy, así que las saludó de vuelta, obteniendo varias sonrisas animadas en respuesta.

Recuerda Draco, es solo una semana. Después de esto, todo volverá a la normalidad -se repitió mentalmente como su mantra, buscando comfort en sus palabras, para así poder lidiar con lo que se venía-

Cerrando los ojos una última vez y tomando una lenta respiración, comenzó a mover sus pies por el camino empedrado que dirigía a la gran entrada de Hogwarts. Había estado una vez allí dos años atrás, cuando antes de que tomara la decisión de irse de viaje a Francia, sus padres habían insistido en inscribirlo con su hermana. 

Y todo habría sido miel sobre hojuelas de no ser porque un grupito de idiotas se habían querido meter con él, no sabiendo que el Draco de catorce años no se caracterizaba exactamente por ser tranquilo. Tanto él como los chicos, no obtuvieron de su confrontamiento más que un par de moretones y un pase directo a la expulsión. 

Como sea, nunca pensó que esa semana que pasó ahí le serviría para algo, hasta ahora que recorría los pasillos y suspiraba aliviado al descubrir que no le parecían tan ajenos.

Sonrió con animosidad cuando distinguió varios rostros conocidos, si es que se le podía decir así a reconocerlos por las fotos tamaño infantil que guardaba de cada uno en su libreta, junto a una pequeña descripción general de lo que debía saber sobre ellos y su relación con Darcy. Le hacía gracia sentirse como un infiltrado. 

De pronto, un tumulto de cabezas comenzó a movilizarse desordenadamente hacia el comedor, y él, sin saber muy bien qué hacer, los siguió, aunque a una distancia prudente, para evitar chocarse con ellos y su salvajismo. 

Sin aviso, una mano se ciñó entorno a su muñeca y lo hizo detener sus pasos, sacándole un susto y llevándolo a levantar lo cabeza, encontrándose con una bonita pecosa sonriéndole con burla.

—Pasaste a mi lado y ni "hola" me dijiste. ¡Así que ya no saludas, eh, perra!

Él sonrió tensamente, no estando muy seguro de cómo debería reaccionar, ¿acababa de ser insultado? No estaba seguro de haber leído sobre alguna enemiga que tuviera Darcy en el colegio.

—¿Darcy? -la sonrisa de la chica se quebró y frunció el ceño en preocupación, acercándose para acunar el rostro de Draco entre sus pálidas manos, mirándolo de cerca, y al inclinarse, dejando que algunos de sus rebeldes cabellos rojos se le soltaran y le cubrieran el rostro- ¿estás bien, cariño? Te noto rara... 

La revelación llegó como un estallido a la mente de Draco. Claro, pecosa y pelirroja, esa era indudablemente Ginny Weasley, la mejor amiga de Darcy. 

—¡Ginny! -la rodeó con sus brazos en un impulso, acariciándole la espalda con un inmenso cariño que no sentía- ¡qué guapa estás!, ¡por poco no te reconozco!

—¡Lo mismo digo de ti! Te ves... -se detuvo a analizar a "su amiga"  de pies a cabeza, con una mueca confundida- ¡diferente!

Draco echó la cabeza levemente hacia atrás y peinó su cabello vanidosamente. 

—¡Lo sé, estoy fantástica! -Ginny le sonrió torcidamente, y Draco, aún temblando de los nervios por sentirse cerca de ser descubierto, se acercó a entrelazar su brazo con el de su amiga- ¿por qué no vamos al comedor? Creo que ya va a empezar esto de la...

—La ceremonia de bienvenida -completó Ginny por él- 

—Sí, eso. La ceremonia de bienvenida.

Anduvieron unos cuentos pasos hasta que Draco notó que su amiga no paraba de mirarlo en sospecha. Se tensó de nuevo por el escrutinio de la chica, sintiéndose más que expuesto. 

—¿Qué pasa, Ginny?, ¿tengo algo mal? 

Ginny siguió caminando a su lado por un rato, aún con los ojos entrecerrados y mirándolo analíticamente, antes de volver a hablar.

—¿Segura que estás bien?

Draco asintió con lentitud, riendo nerviosamente- claro, ¿por qué no lo estaría? 

Le tomó un par de segundos, pero por fin Ginny pudo recomponerse, meneando la cabeza y sonriéndole de nuevo con gran amplitud, pasándole un brazo por los hombros y fundiéndolos en un abrazo del que no lo dejó escaparse, incluso mientras marchaban sincronizadamente hasta el gran comedor.

—Por nada. Me alegro que estés devuelta. 

Tranquilizó con una sonrisa, y con la misma, ambos se adentraron al comedor.

 

♦︎♦︎♦︎

 

Todos estallaron en vítores cuando el director terminó su discurso, dando por iniciado el nuevo ciclo. Apenas les dieron permiso, rápidamente corrieron a servirse del maravilloso banquete de bienvenida que les habían preparado, llenando de bullicio la gran sala cuando varios alumnos se saludaron en el camino, muy contentos de volver a compartir otro año con sus compañeros.

Por varios minutos todo eran pláticas y el sonido de los tenedores chocando contra la loza, haciendo del ambiente algo muy familiar y acogedor para Harry, que no podía dejar de sonreír mientras compartía una animada conversación con sus amigos. Aunque no duró mucho, pues al cabo de un rato, los alumnos comenzaron a dispersarse y el comedor se fue viendo más vacío, mas las pláticas siguieron, solo que se habían trasladado al pasillo. 

El grupito de amigos conformado por Ron, Hermione y Harry, no tardaron demasiado en terminar su desayuno también, decidiéndose  por ir al pasillo igual que el resto, ansiosos de aprovechar la hora que les quedaba antes de su primera clase.

Harry ni siquiera se había puesto en ello, él solo estaba platicando con sus compañeras de curso cuando entonces, sin buscarla, divisó una cabellera rubia que conocía muy bien, no pudiendo aguantarse las ganas y girando su cuerpo por instinto, entonces encontrándose de frente con la persona que, sabía bien, iniciaría la mañana molestando para su propia diversión.

Caminó con los hombros relajados, sus manos dentro de sus bolsillos, tratando de verse casual, aunque su rostro decía lo contrario, pues la sonrisa que extendía no podía significar más que malicia.

—¡Pero miren a quién tenemos aquí! 

Saltó y la tomó de los hombros sin previo aviso, logrando que gritara del susto, eso dejándolo muy satisfecho.

Cuando la joven se giró, lo miró con ojos de acero, enmarcados por fuertes cejas rubias que acentuaban su enojo, aunque este sentimiento no le duró mucho, siendo sustituido rápidamente por una radiante sonrisa, la cual descolocó a Harry, quien trató de descifrar las intenciones ocultas tras ella. 

La chica se le acercó con lentitud, enrollando un mechón de su cabello en su dedo índice, dándole un aire bastante coqueto.

—Hola lindo... ¿te conozco? 

¿Había escuchado bien? ¿Acaso Darcy Malfoy lo acababa de llamar lindo? Hoy tenía que ser el día opuesto aseguró Harry, porque aquella respuesta había sido totalmente lo contrario a lo que estaba acostumbrado a obtener de ella. 

¿Y qué con esa sonrisa coqueta que le regalaba?, ¿acaso había perdido la razón? Harry tembló levemente y retrocedió unos dos pasos. 

—¿...Qué? 

No podía negar que se había sonrojado, y tampoco que por más que intentaba, la voz se le quedaba atorada en la garganta. Carraspeó levemente antes de volver a hablar.

 —¡No te hagas la tonta, claro que me conoces!

La bonita rubia ladeó la cabeza pensativa, aún sonriéndole con coquetería, y se animó a acortar los dos pasos que Harry había usado para alejarse. 

—Mmm, no lo creo... yo jamás olvidaría a alguien con una cara como la tuya -extendió su brazo y por poco le toca la barbilla con la punta de los dedos, pero Harry reaccionó antes y se alejó alarmado-

—¡¿Qué crees que haces?!, ¡¿te volviste loca?! 

Era gracioso, Harry cubría su barbilla con ambas manos y se alejaba todavía más como si ella fuera a quemarle. Por si fuera poco, todos en el pasillo estaban viendo la escena igual de impresionados. 

—¿Qué? No, yo...

Pero ni siquiera pudo terminar. Un grito ahogado se oyó, y luego, al igual que más temprano, la mano fuerte de Ginny Weasley se enroscó en su muñeca y lo arrastró a una sección oscura del pasillo, no dándole ni siquiera tiempo de reaccionar.

Entonces, cuando Draco vio la cara de horror con la que su amiga lo miraba, supo que la había cagado.

Notes:

Muchas gracias por leer, espero que lo hayan disfrutado.

Chapter 3

Summary:

Draco se da cuenta de que la cagó y le grita un poco a su hermana por teléfono. Harry se siente muy humillado.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

 

 

Ginny jaló del brazo a Draco con presteza y lo sacó del corredor principal, haciéndolo tropezar con sus propios pies y esforzarse por mantener el equilibrio. 

Él le dio una mirada confundida a la chica, y luego, regresó su vista a la escena que dejaban atrás, donde el atractivo chico de ojos verdes se había quedado paralizado en su sitio y los veía alejarse con lo que parecía furia en su rostro. 

Se preguntó por qué parecía tan enojado; desconcertado porque no era normal para él recibir tan malas reacciones al coquetear con chicos. La reacción más cercana a lo habitual era la timidez o la coquetería; nunca nadie se había mostrado tan ofendido al recibir los encantos de Draco Malfoy.

Notó que entre más distancia ponían del corredor, las voces de los estudiantes murmurantes se volvían ininteligibles, como un zumbido que se perdía en la lejanía. Sus figuras bien uniformadas también convirtiéndose en imágenes difusas, perdiéndose por completo cuando Ginny lo hizo girar en un pasillo oscuro y lo arrinconó contra la pared, mirándolo en una mezcla de severidad y desaprobación, sus bonitas facciones enmarcando un montón de preguntas retenidas que parecían tenerla al borde de explotar.

—¡¿Qué fue eso?! -la pregunta se le escapó de entre los labios en un suspiro entrecortado- 

La confusión lo inundó con mayor fuerza cuando los azules ojos de su nueva amiga se clavaron en los suyos, sus largos dedos decorados con uñas de colores también, enterrándose en sus hombros cuando lo sujetó con fuerza y comenzó a sacudirlo. 

—¡Darcy!

Escuchar ese nombre debió servir como un activador de corriente, porque seguido de eso, y como un relámpago, el recuerdo de que se suponía que estaba fingiendo ser su hermana, se clavó en su mente y lo hizo retroceder. 

Carajo. 

La había cagado, ¿verdad? 

Los ojos de Draco se abrieron en sorpresa y se atragantó con su propia saliva en su tarea de buscar las palabras correctas para salvar la situación. 

Finge demencia. Fue la única salida que se empequeñecido cerebro pudo sugerirle.

—¿Qué pasó? -se aventuró a preguntar, teniendo la decencia de parecer confundido- 

—¡¿Que qué pasó?! ¡Tú dime eso a mí! -Ginny gritó, rápidamente llamando la atención de un par de estudiantes que se acercaban entre pláticas por el pasillo. Bajó la voz y optó por jalarlo a un lugar todavía más oscuro para evitar ser vistos- ¿Enserio, coquetear con Harry Potter? ¿Te volviste loca? 

—¿Harry Potter? -hizo un recuento mental de la lista de nombres que su hermana le había entregado en su libreta. Y no, definitivamente ahí no había ningún Harry Potter- ¿él y yo...? 

—¡Son enemigos! -Ginny lo zarandeó por los hombros, buscando que espabilara- 

—¿E-enemigos? -sintió que se le desinflaba el pecho de la pura desilusión. Ginny lo miró confundida por su reacción y Draco tuvo que recomponer su ánimo rápidamente para volver a su papel- ¡Digo, claro que sí, los peores enemigos de la existencia! ¡Yo... lo odio tanto!

—¿Entonces por qué hiciste eso? -la voz de Ginny parecía levemente más relajada, pero sus hombros y puños seguían tensos- ¿por qué lo llamaste lindo y fingiste que no lo conocías? 

—¿No es obvio? -levantó su palma y la puso sobre el hombro de su nueva amiga- solo me estaba burlando de él. Buscaba avergonzarlo, ¡y vaya que lo conseguí!, ¿viste cómo se sonrojó? El muy idiota... 

Entonces Ginny se permitió carcajear y Draco la siguió con una risa bastante tensa. Ella le pasó el brazo sobre los hombros y juntó sus cabezas en camaradería. 

—Oh, Dios. Por un minuto pensé que estaba perdiendo a mi mejor amiga entre las sucias garras del "encanto Harry Potteresco". Menos mal, así podemos continuar odiándolo juntas.

—¡Pero claro! Como siempre ha sido y siempre será. 

No tengo idea de lo que está pasando. ¿Por qué lo odiamos? ¿Qué nos hizo? ¡Ginny deja de reírte! ¡Necesito más contexto! Pensó Draco, que ya se estaba muriendo de la intriga y comenzando a hartarse de fingir tan miserablemente ser su hermana.

 Oh, y definitivamente voy a matar a Darcy por hacerme pasar este momento tan vergonzoso; ya estaba armando la lista mental de todos los insultos que le soltaría a su hermana en un solo golpe de voz cuando la llamara al teléfono. Eso antes de que ella le gritara unos cuantos más para defenderse y luego le colgara la llamada. 

Devolvió la mirada a donde estaba Ginny, dándose cuenta de que esta movía los labios, probablemente diciendo algo, algo de jugosa información que él claramente se estaba perdiendo por vivir dentro de sus pensamientos. Prestó atención finalmente a las palabras de su amiga. 

—Pero Harry siempre ha sido así y por eso es que lo odiamos tanto. ¿Recuerdas cuando te tiró pintura azul el año pasado? -Ginny ahogó una carcajada en el fondo de su garganta y continuó con su relato- pusiste el grito en el cielo y estuvimos toda la noche en las regaderas tratando de retirarte el azul del cabello. La pintura se fue por completo al tercer día, pero Harry Potter pelón fue la sensación en el colegio por meses, hasta que logró un largo aceptable y dejó de usar gorra. 

¿Su hermana había hecho eso? Wow, podía decir que estaba bastante impresionado. Sabía que Darcy era una diablilla, pero no esperaba que se llevara tan pesado con el tal Harry; aunque no la culparía, si alguien se atreviera a dañarle su bonita cabellera, él mismo se encargaría de convertir esa en una escena del crimen, al cortarle los testículos en una sola tajada, aún antes de que el bromista pudiera soltar su primera carcajada. 

Y si el tal Harry Potter era capaz de hacer tales bromas contra su hermana gemela, entonces automáticamente Draco ya no lo quería. Si pensaba que sería tan blando como lo fue Darcy con él en el pasado al responder a sus bromas, entonces no sabía con qué gemelo Malfoy se había metido.

—Y dime, Ginny, ¿hay algo que se te ocurra podamos hacer para darle una buena y calurosa bienvenida a nuestro amigo Harry Potter? -su voz destilaba malicia- 

—Oh, cariño, estaba esperando que preguntaras -y la pelirroja entrelazó sus brazos juntos y lo haló con ella para poder salir de la oscuridad del pasillo escondido, buscando perderlos en el nuevo tumulto de estudiantes que los esperaba en el corredor principal- tengo un par de ideas que estoy segura, te gustarán mucho. 

Ambos se sonrieron con complicidad y Draco supo de inmediato que acababa de encontrar su nueva forma de entretenerse en los días que le restaban en el colegio. 

Ahora solo esperaba que no lo descubrieran y expulsaran antes de poder gastarle por lo menos una broma al idiota, aunque atractivo, Harry Potter. 



♦︎♦︎♦︎

 

 

Lo había humillado. 

Harry debió saberlo. Debió saber que no era seguro acercarse a una serpiente como Malfoy y esperar que ella no tuviera ya un plan de ataque preparado.

Creyó que sería divertido darle la bienvenida al nuevo ciclo escolar con una broma inocente, algo sencillo e inofensivo que la hiciera enojar un poco y que le recordara ese acuerdo mutuo que tenían de atacarse cada año. 

Harry no odiaba a Darcy, o al menos no lo hacía al inicio. Ella le parecía, de hecho, muy divertida y ingeniosa. 

Hace un par de años, él la había visto deambular por los pasillos como un pobre cachorrito perdido; así que, sirviendo a su inmadurez y sed de gastar bromas, Harry la tomó como el blanco más fácil para molestar. Fue entonces una grata sorpresa cuando, la que veía como una "pobre e indefensa niñita", le aseguró que era justo lo contrario, devolviéndole sus ataques y con más fuerza. 

Encontró entretenida su dinámica y fue cuestión de poco tiempo para que se declararan enemigos mutuos, gastándose bromas con regularidad. Todo el mundo lo sabía y todo el mundo lo esperaba de ellos. 

Pero esto ya era demasiado. 

Estaban bien los ataques verbales y las bromas infantiles. Ya saben, las de te jalo el cabello, te robo tu mochila y la cuelgo en un árbol, te escondo tus cosas y te digo un par de cosas hirientes para que tú me respondas con algo peor. 

Todo eso, menos lo que acababa de pasar. Esto ya era un nuevo nivel que nunca se habían atrevido a sobrepasar. 

Al menos media comunidad estudiantil estaba ahí cuando pasó, y después de diez minutos del acontecimiento, la mayoría lo seguía viendo con burla y lástima por su reciente humillación, reconociendo como ganadora del enfrentamiento a Darcy, quien ni siquiera lo había dejado reaccionar porque un par de palabras le bastaron para destruirlo.

Malfoy se había atrevido a fingir que le coqueteaba ¡A él! ¡A su enemigo pactado! Y Harry había sido el más tonto del mundo al pensar, por un minuto, que ella hablaba enserio. Que le coqueteaba con intención. 

Incluso se había sentido mal por ella, pensando en formas de rechazarla amablemente, porque aunque era su enemiga, no quería hacerla sentir mal. Ahora se daba cuenta de lo idiota que fue. 

—¿Estás bien, compañero? -Ron se acercó y lo tomó por el hombro, sacudiéndolo y buscando llamar su atención- te quedaste pasmado.

Harry se giró a mirarlo y le dolió notar que su amigo también cargaba cara de pena.

—¿Tú también viste lo que pasó? -Harry preguntó con voz boba, aún saliendo de su estado de shock- 

—Todos lo vimos -se rascó la parte posterior del cuello con incomodidad- será mejor que nos vayamos de aquí, ya hay muchas miradas indeseadas sobre ti. 

Harry asintió con inseguridad y se dejó guiar por su amigo, pronto alcanzando a Hermione y caminando los tres juntos a pasos rápidos, buscando alejarse de la muchedumbre. El pobre todavía lucía perdido, pero su mente estaba maquinando a gran velocidad, buscando soluciones a sus preguntas e ideando planes de ataque para su siguiente encuentro con la Malfoy. 

Detuvo sus pasos cuando la susodicha salió del pasillo donde anteriormente había sido arrastrada, ahora caminando alegremente con el brazo entrelazado al de Ginny, ambas muy entretenidas en una conversación. 

Harry rechinó los dientes en disgusto. Por las sonrisas maliciosas que llevaban pudo adivinar que estaban tramando algo. Esperó a que sus miradas se cruzaran para gruñirles. 

Solo Malfoy volteó a verlo, pero Harry no perdió la oportunidad de dedicarle una mirada y gruñido furioso.

Darcy lo miró confundida, arqueando la ceja, antes de reírse y sacarle la lengua, descaradamente ignorando el intento de Harry por lucir intimidante. Iban a lados opuestos del pasillo, así que el contacto visual duró apenas un par de segundos antes de que cada quien se perdiera en sus propios asuntos. 

Harry se propuso olvidarlo, pero no iba a mentir; por más que trató, en toda la tarde no le fue posible desechar el recuerdo de la vergüenza pasada esa mañana.

 

 

♦︎♦︎♦︎

 

 

Draco y Ginny llegaron a su habitación compartida y desempacaron rápidamente sus cosas, acomodando solo lo esencial en los mueblecitos de ropa y dejando lo demás guardado en la maleta, con la excusa de "irlo sacando poco a poco conforme lo necesitaran". 

El chico sacó discretamente la libreta de información que le dio su hermana, escondiéndola entre su pecho y sus brazos para leerla sin que su compañera lo notara. Buscó con agilidad entre las páginas para comprobar si se hacía mención del famoso Harry Potter. 

Se le cortó la respiración cuando llegó al apartado de: "Los Weasley", en donde figuraban un montón de pelirrojos, cada uno con una breve descripción debajo de su fotografía y donde fue fácil identificar que en la mayoría se hacía mención del tal Harry.

 

"Ronald Weasley (Ron): 16 años. Hermano de Ginny; novio de Hermione Granger; mejor amigo de Harry Potter. Nos agrada, pero no podemos fraternizar con el amigo del enemigo" 

Abajo de esa, en una sola fotografía, salían dos sonrientes y atractivos pelirrojos abrazados.

"Fred y George Weasley: 18 años. Son gemelos (como puedes notar). MUY DIVERTIDOS. Son hermanos de Ron y Ginny (en realidad todo pelirrojo que veas en Hogwarts es un Weasley, así que no puedes perderte)" anotó su hermana en una caligrafía descuidada y apresurada "son amigos de Potter, pero también me ayudan a gastarle buenas bromas. Juegan para ambos bandos (en más de un sentido, tú sabes *guiño*)" 

Draco no pudo evitar carcajear ante la sugerencia. 

Y por último, aparecía Ginny, con una sonrisa hermosa y las mejillas salpicadas de pecas. Draco se giró a mirarla de reojo, encontrándola sentada en su cama doblando su uniforme. Comparó la imagen con la de la libreta, notando que seguramente debía ser una foto vieja, pues sus facciones eran definitivamente más afiladas ahora que las redondas y tiernas que salían en la impresión. 

"Ginevra Molly Weasley (Ginny): 15 años. ¡NUESTRA MEJOR AMIGA Y ALIADA! Compartimos habitación con ella desde hace dos años, pero nos hicimos mejores amigas después de que terminó su relación con Harry (maldito) Potter, por quien ambas compartimos odio" 

Un segundo, ¿Ginny salió con Potter en el pasado? Draco tragó saliva pesadamente, arrepintiéndose por no haber prestado atención antes a esa información. 

¿Fue por eso que se mostró tan enojada conmigo cuando le coqueteé al chico en cuestión...? Ahora todo cobraba más sentido. 

Siguió rebuscando entre las páginas, paseando el dedo por los bordes y delineando cada frase, buscando un título que dijera "Harry Potter". 

No lo encontró.

Cerró la libreta en un sonido seco y la volvió a guardar en su maleta, apretando la mandíbula de frustración. Nada de nada. Había información de los amigos del chico, donde era mencionado escuetamente, pero nada sobre él en particular. 

¡Gracias Darcy, eso fue de mucha ayuda!  

Se levantó y caminó hasta la mesita de noche en un vaivén violento, acercándose a desconectar su teléfono para tomarlo y marcarle a su hermana. 

—¿Qué te sucede? -Ginny recostó un codo en su colchón y se inclinó para mirarle la cara a Draco desde abajo, con una mueca preocupada- 

Malfoy frunció el ceño y presionó los labios para no gritar- Voy a hacer una llamada, ¡no me tardo! -fue todo lo que le dijo, antes de darse la vuelta y caminar hacia la puerta, azotándola al salir con mayor fuerza de la que esperaba- 

Buscó entonces un lugar cercano y tranquilo, donde pudiera llamar al teléfono de su gemela y gritarle un par de cosas sin llamar la atención o ser molestado. 

No tardó mucho en encontrar un cuartito de limpieza abandonado al final del corredor. Se metió y cerró la puerta cuando comprobó que no había nadie cerca, ya teniendo la llamada en curso y solo esperando a que fuera respondida. 

—¡Draco! -gritó su hermana con voz emocionada- ¿por qué llamas tan temprano? Ni siquiera ha empezado el primer periodo de clases. ¿Sucedió algo? 

—¡Darcy Alyssa Malfoy, te voy a matar! -terminó de gritar y rechinó los dientes- 

La línea se quedó en silencio un par de segundos, antes de que la voz dudosa de Darcy volviera a llenarla. 

—Hmmm, ¿y cuál es el motivo de tan espléndida celebración?

—¡Harry Potter! -estando seguro de que su hermana ya se había alejado un par de centímetros el teléfono de la oreja, tomó aire rápidamente, proponiéndose entonces gritar con más fuerza para taladrarle los oídos- ¡se te olvidó agregar el pequeño detalle de que son enemigos, y ahora me he humillado frente a él!

Un sonido ahogado y asustado se hizo escuchar del otro lado de la línea, y luego, Darcy contestó entre gritos y regaños. 

—¡¿Qué demonios hiciste?! ¡Te dije que tenía una reputación que cuidar! 

Su sangre hirvió y la mecha terminó por encenderse- ¡Cállate, yo te dije que era mala idea, pero no quisiste escuchar! ¡Eres siempre demasiado obstinada!

—¡¿Qué fue lo que hiciste?! -chilló ella y Draco tuvo el impulso de colgarle, entre enojado y avergonzado por contestar la pregunta- 

—¿Y-yo? ¡¿Qué te importa?!, ¡estamos hablando de tu descuido, no del mío! 

—No me jodas... -habló en un susurro asustado. Draco pudo imaginar sus ojos grises agrandarse del miedo- ¡No me jodas con que le coqueteaste a ese imbécil! 

—¡¿Qué?! Eh... ¡¿Eso qué importa?!, ¡se supone que te estoy regañando, no tú a mí!, ¡no me la voltees!

—¡Qué puto asco! -sonó completamente disgustada y las mejillas de Draco se colorearon de vergüenza- ¡Se supone que fingieras ser yo! No puedo creer lo rápido que se te olvidó, ¡arruinaste mi reputación, yo jamás haría algo así! -fingió una arcada y el chico apretó el teléfono en su mano con furia- 

—¡No habría pasado si me hubieras hecho el grandísimo favor de escribir en tu tonta libretita ese pequeño dato! -Darcy le contestó entre chillidos, pero él la ignoró, apretándose la sien del dolor que le ocasionaba escucharla- 

—¡Estoy acabada! 

—No... no lo estás -masajeó un poco más su cabeza mientras contestaba- Lo logré solucionar. Hice que pareciera una broma y el humillado terminó siendo él. 

—Oh... bueno, eso es... ¡Draco, ese es un gran trabajo! 

Él desestimó el comentario y fue directo a hablar del otro punto que tenía muchas ganas de tocar. 

—¿Por qué no me dijiste que te molestaban? -sonó dolido- tal vez pude haberte ayudado... 

Su hermana se quedó callada y Draco casi que pudo sentir como su tono de voz iba dulcificándose antes de que esta hablara. 

—No hablemos de eso ahora. No me parece una conversación adecuada para tener en un cuarto de limpieza -se rió con humor y Draco la siguió, aunque tenso-

—¿Cómo sabes que estoy en el cuarto de limpieza? 

—¿Oh?, ¿lo estás? Hablaba por mí misma. Me encerré aquí apenas recibí tu llamada.

Draco sonrió sin pensarlo. 

—Estamos igual 

Ambos se quedaron en un silencio tranquilo por varios segundos, esperando a que el otro agregara algo más. 

—¿Prometes que hablarás conmigo de esto después? 

Darcy suspiró por la línea telefónica, aparentemente agotada aún antes de hablar del tema. 

—Lo haré. Pero solo si prometes que no arruinarás más mi reputación. 

Draco carcajeó- Jódete

—¡Hablo enserio! ¡Por lo que más quieras, deja de coquetear con Potter! 

—¡A ese ni quién lo mire! 

—Draco... 

—Es guapo

—Por favor, no seas gay en esto. 

—¡Soy gay en todo, Darcy, no me pidas milagros! 

—¡¿Ya dije que tus gustos son una mierda?! 

—Sip. Desde que te dije por primera vez que me gustan los hombres -habló con orgullo- 

—¡Los grados de homofobia que me causas no son normales! 

Draco otra vez rió- Podré vivir con eso, querida. 

—Hablo enserio, no coquetees con él, ¡recuerda que eres yo! 

—Tranquila, Dars. Tengo ojos y puedo mirarlo, pero después de lo que me enteré que te ha hecho, las ganas de acercarme se han ido.

—Bueno, confío en ti.

—Enserio, no te preocupes. Lo haré sufrir en tu lugar.

—¡Te quiero! -gritó emocionada- 

—Sí... -Draco volvió a quedarse en silencio y quiso colgar, pero se sintió mal por no responder- También te quiero, Dars. Hablamos luego, ¿te parece? Por ahora enfoquémonos en ir a clases y no arruinarle la vida al otro en lo que resta de la semana. 

Darcy rió melodiosamente y mencionó estar de acuerdo. 

Cuando la llamada fue finalizada, el rostro de Potter volvió a la mente de Draco y este quiso gritar de la frustración. Bien, si lo que tenía era una semana para arruinar al idiota bully de su hermana, entonces que contaran con ello, porque se encargaría.

 

 

Notes:

Perdón por desaparecer

Chapter 4

Summary:

Harry prueba con hacerle una broma inocente a Draco

Chapter Text

Bueno, ser una chica estaba resultando más incómodo de lo esperado. 

¿Era normal que le sudara tanto el pecho? Las varias capas de relleno en su sostén comenzaban a darle calor y, ¿eso era varillas? Porque la forma anormal en la que se encajaban en sus costados no podía ser otra cosa que una especie de tortura medieval. 

¿Cómo sobrevivía Darcy con eso puesto todo el día? ¿No podía simplemente liberar sus pechos y cubrirlos con la camisa del uniforme al igual que los hombres? ¡No había forma de que las chicas usaran eso por gusto! 

Qué suerte que era solo aparentar, porque si hubieran cambiado de cuerpos o algo así, después de todas las quejas que escuchó de su hermana cuando entró a la adolescencia, sobre su ciclo menstrual y lo mucho que le dolía, Draco no se creía capaz de soportar un evento así de traumático en su lugar.

Mientras caminaba por el pasillo para dirigirse a su primera clase del día, le dio un rápido vistazo a sus piernas debajo de la falda. No lo había pensado bien esa mañana pero, ¿debía acaso rasurarse? Estaba seguro de que su hermana lo hacía aunque, ¿era realmente necesario? Esperaba que no, porque sería una verdadera molestia rasparse toda la extensión de la piel con el rastrillo; a parte, creía que sus pálidos vellos eran lo suficientemente discretos para no notarse a menos que te acercaras a mirarlos con detenimiento. Si alguien le preguntaba, siempre podía decir que era una chica moderna que había decidido rebelarse contra los estereotipos. 

Detuvo su caminar por un momento para inclinarse a subir sus calcetas, que no paraban de resbalársele por las piernas. Maldijo discretamente a su gemela por tener pantorrillas más gruesas que él y no sufrir ese problema. Terminó su tarea y se alisó la falda con un suspiro, después retomando su marcha por el pasillo.

Le asaltó la sensación de que tal vez estaba un poco —bastante— perdido. Había confiado en que Ginevra estaría ahí para orientarlo al menos el primer día, pero la chica lo había abandonado unos minutos atrás para asistir a sus propias clases, ya que ella era de un curso menor. Ante eso, a Draco solo le quedó sonreírle, darse la vuelta y enfrentar el corredor principal mientras fingía patéticamente que sabía lo que hacía. 

Por eso ahora se encontraba solo, a la deriva en una marea de estudiantes, sin conocer a ninguno de ellos, y en un colegio tan grande como un castillo, en el cual sentía una amenazante seguridad por apostar que al menos dos terceras partes eran simples salones abandonados; lo que, justo como ahora, resultaba un enorme problema si ibas tarde y no podías hallar tu aula.

Sacó su horario de la bolsa de su camisa y lo desdobló nuevamente para verificar a dónde debía dirigirse "Química: 8:30 am. Aula 38H, suroeste. En la Mazmorra Cinco" leyó el papel, hundiendo el ceño en verdadera confusión "¿Y dónde carajo queda eso?" Lo arrugó entre sus dedos, y hecho bolita, lo volvió a meter en su bolsillo. Tal vez debería considerar pedir ayuda. 

Miró a su alrededor, buscando a alguien que luciera amigable, con el fin de acercarse a preguntar por instrucciones para llegar a su destino. Tardó un poco, pero pronto vio a un chico pequeño y pecoso caminar torpemente entre la multitud, así que, decidiendo que lucía lo suficientemente inofensivo, comenzó a caminar en su dirección. Apenas pudo dar un par de pasos cuando sintió dos pesos recargarse en cada uno de sus hombros. Giró la cabeza doblemente para descubrir qué sucedía y encontró a dos chicos altos sonreírle con complicidad, mientras pasaban sus brazos sobre él, haciéndolo acelerar la marcha. 

—¡Hola Malfoy, tiempo sin verte! -saludaron con entusiasmo al mismo tiempo, asustándolo. Alternó la mirada entre ambos y descubrió con sorpresa que eran exactamente iguales- ¿cómo está nuestra chica favorita? -el de la izquierda acercó su rostro a una distancia poco prudente del suyo y le guiñó el ojo. Draco se sonrojó y rehuyó la mirada-.

—Hola, chicos -carraspeó e intentó recomponerse, zafándose de sus agarres y poniendo un poco de distancia. Ellos lo alcanzaron y adelantaron rápidamente, poniéndose frente a él y caminando de espaldas con excelente coordinación, mientras le sonreían deslumbrantes. Ya viéndolos de frente, Draco no tardó en deducir con agilidad que se trataba de los gemelos Weasley; Fred y George, según había leído en la libreta de Darcy. La visión de ambos chicos llenó su pecho con un sentimiento de familiaridad, pues podía identificarse al ser él igual un gemelo. No pudo retenerse y les devolvió la sonrisa-.

—¿A dónde vas ahora? -habló cualquiera de los dos- ¿comienzas clases tan temprano? -siguió el otro-.

—Así es. Tengo clase de química a las ocho y media, pero voy... ligeramente tarde -dijo nervioso después de verificar su reloj de mano, notando que marcaba cinco minutos para el inicio de su clase-.

—¡No vas a llegar! -los gemelos negaron algo preocupados al inicio, luego viéndose entre ellos y leyéndose mutuamente la mirada. Debieron encontrar algo, porque sus rostros no tardaron en iluminarse con sabiduría, para después volver a abordarlo, agarrándolo de los brazos y entrelazándolos con los suyos- aunque... tenemos una idea, pero puedes negarte si quieres -habló Fred o George, ya no iba a tratar de adivinar-. 

"¿Por qué Darcy no me dijo que tenía a dos pelirrojos tan lindos girando en su órbita?" -Draco hizo la nota mental de pregúntale después. Por ahora, solo disfrutaría de la agradable compañía- ¿qué clase de idea? -habló sugerente y los gemelos se echaron ambos a reír-. 

—¡Podemos escoltarte a tus clases!

Draco asintió apenas los escuchó terminar. Esa era una excelente idea- Se los agradecería -contestó con timidez-.

Los chicos le guiñaron el ojo y comenzaron a caminar a paso veloz por el pasillo, sorteándose entre los alumnos y ayudándolo a pasar con frases como: "Niña Malfoy en camino. Emergencia, muévanse todos, estamos transportando material valioso". Draco se rió y se dejó llevar por ellos. 

—Entonces... ¿qué con Harry hace rato? -preguntó uno con picardía-. 

—Así es, nos dejaste confundidos. No supimos interpretar si tus palabras significaban una bandera de paz, o si renovaremos nuestro contrato contigo para seguir jugándole bromas pesadas a Harry este año.

Los labios de Draco su curvaron en las esquinas y tuvo que retener la risa- desde luego que continuaremos con nuestras bromas -al terminar, escuchó como ambos celebraban-. 

—Debes tener cuidado hoy, Darcy, Harry querrá vengarse después de lo que le hiciste hace un rato -advirtió el que Draco había decidido llamar Fred, dándole una palmada amigable en el hombro-. 

—Sabes que también somos sus amigos, así que sabemos lo vengativo y dramático que puede llegar a ser -contestó el que por defecto nombró George- te recomendamos que te cuides la espalda y estés lista para cualquier eventualidad -Fred asintió ante las palabras de su hermano. 

—No se preocupen tanto por mi. Soy más listo... lista que él -se corrigió con vergüenza por su desliz, aún sin acostumbrarse a cambiar sus pronombres al hablar- decidí que este año le haré pagar todas las acumuladas que le tengo -su mirada de determinación lo dijo todo-.

—¡Esa es la Darcy que nos gusta! -dijeron los gemelos y luego lo soltaron de los brazos, comenzando a girar para alejarse por unas escaleras- aquí nos despedimos, ¡nos vemos cuando nos llame el viento! 

Draco se quedó parado frente a una gran puerta con un letrero que marcaba "Aula 38H"  y sintió que todo pasó muy rápido. Los gemelos eran realmente acelerados, lo cual hizo que le agradaran casi en automático. 

Revisó su reloj y notó que apenas llegó dos minutos tarde. Suspiró con nerviosismo, esperando que el profesor no hubiera arrivado todavía y se acomodó el uniforme una última vez, volviendo a alzarse las calcetas, antes de empujar la puerta y entrar al aula de química. 

Todas las miradas se posaron en él, por lo que se quedó quieto "tranquilo, Draco, actúa cool" dijo en sus adentros y luego sonrió de medio lado antes de pasar, adoptando una pose relajada mientras cruzaba el pasillo del medio y buscaba con agilidad alguna silla vacía que pudiera ocupar. Las miradas de los chicos y chicas eran interesadas, por lo que se atrevió a regalarles guiños a ambos grupos sin distinción, haciéndolos enrojecer. Le alegró mucho el buen recibimiento y eso lo hizo tomar más confianza, acrecentando su sonrisa. 

Se topó por fin con una silla desocupada a lado de uno de los chicos. Recargó su cadera sobre la mesa y se inclinó sobre él para preguntarle con coquetería. 

—Hola, guapo, ¿te levantarás para que pueda cruzar al otro lado y sentarme, o tengo que pasar sobre tu regazo para hacerlo? -le guiñó el ojo y el chico se sonrojó furiosamente, levantándose al instante y dejándolo pasar sobre su silla para que cruzara- gracias -sonrió y el otro le devolvió la sonrisa con timidez, volviendo a sentarse en su lugar apenas Draco se terminó de acomodar en el suyo.

Le encantaba coquetear, ¿ya lo había dicho? Estaba consciente de que poseía un encanto natural, así que siempre le sacaba provecho para conseguir facilitarse la vida. Siempre le había funcionado maravillosamente y estaba agradecido con los genes que le regalaron sus adorables padres. 

Escuchó que alguien siseaba detrás de él, y luego, un dedo le pinchó la espalda. Se giró para descubrir qué sucedía. 

—Hola, Malfoy -la sonrisa traviesa de Potter lo agarró con la guardia baja- nos volvemos a ver.

Draco se recompuso y sonrió de regreso, dejando ver tintes de coquetería en la forma en que lo miraba. 

—¿Me extrañaste o qué? -Harry le mostró el dedo corazón con explícito desagrado y Draco se echó a reír- ¿qué quieres, Potter?

Este se encogió de hombros con ligereza, aún sonriendo. 

—Nada

Draco arqueó la ceja, interrogante, pero decidió ignorarlo y volvió a su postura inicial, dándole la espalda. No duró ni tres segundos y de nuevo sintió un dedo pinchándole la espalda. 

—No molestes -tuvo el efecto contrario, porque volvió a pincharle pero ahora más veces y con más fuerza. Resopló- qué infantil eres.

Lo escuchó reprimir una risa y por alguna extraña razón eso le causó ternura. ¿Ese era el Harry del que los gemelos Weasley le sugirieron que se cuidara? ¡Debió ser un chiste! Porque era imposible que pensaran que aquel que actuaba como niñito fuera otra cosa que inofensivo. Draco sintió pena por haber planeado ya tantas bromas en su contra. El toque molesto se detuvo cuando el profesor entró al aula dando un portazo. Alzó la mirada para observarlo y se sorprendió de ver al hombre vestido todo de negro, incluso usando un saco tan largo que casi le arrastraba por el suelo. Cuando comenzó a dar indicaciones sobre su materia con una voz oscura, no perdió el tiempo y siguió sus palabras.

Draco era excelente en química, pero sabía que Darcy era terrible. Se cuestionó qué debería hacer en esa situación, ¿levantaría sospechas si de pronto resultaba ser un as en el área?, ¿o debería ignorar eso y ayudar a su hermana a subir sus calificaciones mientras pudiera? 

El profesor, que Draco tuvo que esperar a que alguien lo nombrara para descubrir que se llamaba Snape, comenzó a hacer una demostración de una reacción química sobre su mesa de trabajo. Draco lo miró todo con ojos interesados y anotó cada paso del procedimiento, no pudiendo ocultar su fascinación por el espectáculo químico que se iba desarrollando frente a él, y que por desgracia, el resto de sus compañeros no parecía apreciar al mismo nivel que él, soltando grandes bostezos y cuchicheando entre grupos. 

—Espero... -habló arrastrando las palabras- que estén prestando atención -la reacción química llegó a su fin y Snape dejó todos sus instrumentos cuidadosamente acomodados sobre la mesa- porque van a redactar, en al menos dos cuartillas... -repasó la mirada por todo el salón y la terminó posando sobre Draco, quien sin saber qué más hacer, le sonrió incómodamente. El profesor hundió su expresión y refunfuñó disgustado- cada uno de los pasos de la reacción.

El movimiento del grupo no se hizo esperar, y todos, muy desesperados, comenzaron a sacar sus libretas y lapiceros para realizar su redacción. Draco ya estaba trabajando en eso con gran enfoque, cuando sintió un pequeño tirón en el cabello y quiso girar la cabeza para mirar al responsable de tal falta de respeto. 

—¿Potter? -notó que entre más trataba de girar la cabeza, más le dolía, como si le jalaran el cuero cabelludo- ¿qué me hiciste?

—¿Yo? Nada -pero el sonido de la risa aireada que trataba de reprimir señalaba lo contrario- ¡qué graciosa te ves!

Draco subió su mano y la pasó por su cabello, buscando el problema. Cuando sintió una trenza y luego cómo los mechones de esta rodeaban el metal del respaldo de su silla, soltó una risa incrédula. 

—Sé lindo y desátame, ¿quieres?

—No gracias 

Draco reprimió un grito de frustración, teniendo que morderse el labio inferior. 

—Espera, espera, no te muevas tanto -pensó que lo iba a desatar, pero luego escuchó el flash de una cámara y su furia aumentó- una más a mi material de extorsión.

—Repito de nuevo: eres un infantil -sonrió tensamente aunque Harry no pudo verlo- ¡quítame esta maldita mierda ahora!

—¡Malfoy! -el profesor Snape lo miró con reproche- no grite en mi clase ¿Ya terminó su trabajo? Seguramente no, así que deje el escándalo y póngase a trabajar que ya se va a acabar mi hora.

—¡Pero profesor! -el hombre lo calló con una mirada despreciativa, ordenando silencio- Potter, quítame esto -susurró tan audible para que este lo escuchara-.

—Oh

—¿Qué?

—Es que... creo que olvidé cómo desatar las trenzas. Ya sabes, como no soy niña, no las uso, entonces no tengo ninguna práctica -ni quisiera se esforzó por sonar culpable-

—¡Pero tú lo trenzaste, no te hagas el desentendido!

Otra mirada de reproche del profesor y Draco tuvo que callar de nuevo. Volvió a tocar su cabello y trató de llegar a las puntas donde probablemente terminaba la trenza en un amarre firme, pero el ángulo en que estaba sentado dificultaba enormemente a sus brazos contorsionarse para alcanzar a desatarla.

—Sí, pero ya se me olvidó. Creo que tenías razón antes, soy tonto e infantil, así que olvidé cómo se hace, ¡pero hey, tengo tijeras! -el sonido del metal de las tijeras abriéndose y cerrándose le erizó los vellos- ¿quieres que las use? Eso sí recuerdo cómo hacerlo -habló con fingida emoción, comenzado a tomar su cabello entre sus dedos-. 

—¡No! -gritó lo más bajo que pudo, completamente aterrorizado- le pediré ayuda a alguien más.

Giró su cabeza levemente hacia la derecha para mirar a su compañero de banca, que parecía ajeno a la discusión que se desarrollaba a su lado. 

—Oye, lindo, ayúdame a deshacer esa trenza, porfa -cuando el chico lo miró, Draco le guiñó el ojo y con su pulgar hizo una seña para mostrarle a qué se refería. Cuando este lo captó, agrandó los ojos en sorpresa, después miró a Harry y se encogió, regresando su vista a su libreta para escribir apresuradamente- ¿Qué?, ¿qué pasa?

—Ow, ¡lástima! Tu novio no te va a ayudar -estuvo seguro de que si hubiera podido voltear la cabeza para verlo a la cara, habría visto el sarcasmo gotear como líquido desde la boca de Potter- y es una lástima, porque ya acabó la clase y nadie estará aquí para ti.

Escuchó la silla rechinar atrás de él, y luego, cómo empezaba a guardar sus cosas, al igual que los demás que ya se estaban retirando.

—¡Hey! -la risa nerviosa lo delató- Hablo enserio, quítame esto, yo no alcanzo.

—Uhum. Ese es el chiste -sintió que le palmeaba la cabeza y luego vio por el rabillo del ojo cómo abandonaba el aula. Draco giró la cabeza rápidamente, recibiendo otra punzada de dolor en el cuero cabelludo. Buscó a los alumnos que quedaban ahí y les gritó que lo ayudaran; la reacción fue la misma: lo miraron, después a la dirección donde se había ido Harry, y luego se retiraron sin intervenir. Draco quiso llorar cuando se quedó solo en el salón-. 

 

 

 

♦︎♦︎♦︎ 

 

 

 

Harry no paraba de reírse. Había sido una buena broma. 

Y sí, Malfoy tenía razón; no podía negar que había actuado completamente infantil, pero al final el objetivo lo justificaba. Su rostro suplicante por ayuda lo valía. 

Se dio una palmadita mental en el hombro, felicitándose por su logro. Había aprovechado la distracción —la extraña atención— de Malfoy en la clase de química para actuar; siendo cauteloso y trenzando su cabello sin que ella lo notara, pues no fue hasta que movió la cabeza y sintió el tirón, que se dio cuenta al fin que había sido víctima de su revancha. Si la tonta niñita pensó que él se quedaría de brazos cruzados después de lo ocurrido en el corredor, entonces no lo conocía nada.

Se recostó sobre el duro tronco de un árbol a la orilla del lago negro, sintiendo la frescura natural de este impregnarse en la espalda de su camisa. Sus zapatos estaban olvidados a un par de metros y sus calcetines, anteriormente blancos, mojados y sucios por el pasto enlodado. Hermione, quien estaba sentada en flor de loto frente a él, lo miraba inquisitivamente detrás de las páginas de su libro. 

—¿Ahora qué le hiciste a la chica? -en sus ojos se notaba la resignación, mostrando lo acostumbrada que estaba a la actitud de su amigo- 

Harry amplió su sonrisa y se pasó las manos detrás de su nuca, estirándose con agrado. 

—Solo una bromita inocente

Hermione rodó los ojos y resopló; al mismo tiempo, Ronald, como un cachorro emocionado, se tiraba sobre Harry, recostando su cabeza sobre su regazo y aleteando las pestañas en busca de atención. 

—¿Eso quiere decir que será otro año de diversión? -estaba entusiasmado- 

Harry le revolvió el cabello a Ron, compartiendo su emoción. Los ojos de ambos brillaron con travesura. 

—¡Claro que sí, siempre y cuando me acompañes! 

El libro de Hermione se cerró abruptamente, asustándolos. 

—No lo metas en esto, Harry -sus gruesas cejas escondieron sus ojos enojados con ayuda de su flequillo y torció la boca en una mueca disconforme- 

—P-Pero... ¡necesitaré aliados! 

—¡Exactamente! Harry no puede hacerlo solo -lo secundó Ron-

—¡Oye, sí puedo! -se erizó ofendido- es solo que ayuda extra no me vendría mal.

Hermione negó con la cabeza, desaprobando sus comentarios.

—Pídeselo a los gemelos, entonces 

—¡¿A esos traidores?! ¡Jamás!, están de su lado y siempre levantan apuestas en nuestros enfrentamientos.

Hermione se encogió de hombros, restándole importancia. 

—Tienes muchos amigos, Harry. Pregúntale a quien quieras, menos a Ron. 

—¡No eres su mamá! 

—¡Sí, no eres mi mamá! -chilló Ronald en reclamo, pero la mirada fría de la chica lo acalló- p-pero eres mi novia, así que está bien -sonrió nervioso- 

Hermione suspiró y se acercó gateando hasta ellos, dejando caer los hombros en resignación. 

—Contigo, Harry, ya acepté que es caso perdido tratar de convencerte, pero siempre te he dicho que me disgustan las mañas que se traen Malfoy y tú -tomó sus manos y las acarició en el dorso con el pulgar- pero al menos déjame evitar que termines arrastrando a Ron en esto y lo metas en problemas. 

Harry bajó la mirada de las manos unidas con Hermione, a los ojos de Ron en su regazo. No fue difícil encontrar la respuesta; él ya no iba a ayudarlo. Tuvo que apretar los ojos al rendirse, luego levantando la vista a Hermione para asentir a sus palabras. 

—Bueno, supongo que me las tendré que arreglar yo solo. 

Hermione lo miró con culpabilidad, pero siguió firme a la sugerencia, volviendo a erguirse en su lugar y acariciando la cabeza de Ron, antes de regresar a su sitio a lado del grueso libro escogido y retomar la lectura. 

Harry cerró los ojos para relajarse y pensar con tranquilidad. Sus piernas estaban un poco adormecidas por el peso de la cabeza de Ronald sobre ellas, pero ignoró la sensación y subió la mano para jalarle el cabello en un gesto molestoso. El chico se quejó y le pegó para apartarlo. 

Después de un par de risas más, sus párpados comenzaron a pesar y el sonido del viento azotando las hojas del árbol que se erguía tras él, consiguió arrullarlo. Sus pestañas ya estaban tocando sus mejillas con suavidad, cuando fue sorprendido por un golpe fuerte en la cabeza, seguido de una disculpa escondida detrás de una risilla. 

Harry se sobó la cabeza, sintiéndose destartalado, levantando la mirada para encontrarse con un sonriente y culpable Seamus Finnigan. El chico se rascó la cabeza con vergüenza y luego se agachó para recoger una pelota, objeto con el que al parecer lo había golpeado. 

—¡¿Qué fue eso?! -le gritó con enojo, tocándose con cuidado el punto que le palpitaba en la cabeza. Ron, que al parecer también había recibido parte del golpe —por rebote quizás— se levantó de su cómoda posición y también lucía enojado-. 

—¡Lo siento, chicos! -Seamus se pasaba nerviosamente la pelota de una mano a otra- se me resbaló. 

—¡No se te pudo resbalar, no mientas! -Ronald ya se encontraba levantándose con agilidad del pasto- ¿por qué nos golpeaste?

—¡No pensé que les dolería tanto!

—Oh, ¿entonces querías que nos doliera? -preguntó Harry, hundiendo más el ceño. Su amigo secundó su enojo cuando comenzó a tronarse los nudillos de las manos y mirar mal a Seamus-.

—¡Claro que no! -se defendió-. 

—¿Te mandó Malfoy? -Harry entornó los ojos y Seamus enrojeció- ¿eso es un sí? Porque entonces ve y dile a esa tramposa que...

—¡No me mandó nadie! -suspiró con cansancio y sus mejillas ya estaban muy arreboladas de la pena- Ay, chicos, lo lamento mucho. Yo solo quería invitarlos a jugar voley conmigo.

—¿Y para eso debías golpearnos? -ya lejos del enojo, Ron lucía confundido-. 

—No me di cuenta de que estaban dormidos... -torció la boca y mordió su labio con timidez- no creí haberla aventado con tanta fuerza -miró sus manos como si no pudiera creer la fuerza que poseía-.

—¿Entonces ya comenzó la temporada de voleibol? -Harry, olvidándose rápidamente del incidente, preguntó con interés brillando en sus ojos-. 

Seamus se tranquilizó por la respuesta, sonriéndoles mientras recargaba su hombro contra el tronco en un gesto casual. 

—Aún no, pero queremos calentar un poco antes de que al entrenador se le ocurra ponernos a prueba y termine echándonos del equipo por habernos descuidado físicamente en vacaciones.

Harry le sonrió y comenzó a levantarse, poniéndole una mano en el hombro amistosamente- Me gustaría ir -se giró a mirar a Ron- ¿vienes conmigo? -preguntó por mera cortesía, aunque sabía que era obvio que su amigo lo seguiría. Dicho y hecho, cuando se fue alejando del patio, escuchó cómo este se despedía de Hermione, y luego, sus pasos acelerados para alcanzarlos. 

 

 

 

♦︎♦︎♦︎

 

 

 

Nunca hay que bajar la guardia.

—Oh, cariño, no me digas que olvidaste el acuerdo implícito de "no intervención" -en el rostro y tono de voz de Ginny era notable la lástima que sentía por la situación que le había relatado Draco- ya sabes que aunque quisieran, ningún alumno puede ayudarlos cuando se enfrentan; eso es algo solo de ustedes dos. 

Draco resopló con un sentimiento amargo clavado en el pecho. La vergüenza que sentía era casi palpable en sus mejillas, y Ginny, que le cepillaba el cabello dejando masajes en su cabeza para relajarlo, lo podía comprobar. 

—Solo quedaste en ridículo cuando pediste ayuda -lo abrazó un poco por la espalda- debiste esperar a que todos se marcharan.

—¡Eso hice, te llamé para que me rescataras! 

—Sí, y te lo agradezco, pero ahora todos saben que gritaste por ayuda en el salón como una desesperada -volvió a hundir sus dedos en el cabello de Draco y lo cepilló así con movimientos suaves- tendrás suerte si Potter no se agarra de eso para burlarse más de ti. 

Draco dio un manotazo suave a Ginny, fastidiado por sentirse regañado, separándose de su toque para darse la vuelta y mirarla de frente- ¡más le vale a ese inútil no burlarse de mí! 

—Lo mejor que puedes hacer por ahora idear un plan para regresársela -dijo con una comisura de la boca curvándosele para arriba traviesamente-

Draco se cruzó de brazos, haciendo un puchero y viendo al techo de la habitación- ya pensaré en algo.

Ginny terminó de cepillarle el cabello con los dedos y se recostó en la cama, juntando sus cabezas cuando Draco la imitó- Potter es un idiota. 

Al ver el tono neutro con que estaba pintado el techo de su habitación, las escenas de lo sucedido volvieron a clavársele en la mente y reproducirse frente a sus ojos como una proyección. Draco apretó los dientes con enojo. 

—¡No puedo creer que se atreviera a tocar mi cabello! -subió su mano y acarició las finas hebras doradas entre sus dedos- estaba tan distraído que ni siquiera lo sentí.

Ginny tomó su mano más cercana y entrelazó sus dedos, dándole un poco de calidez cuando los palmeó. Draco, quien no estaba acostumbrado al contacto físico, se sintió un poco incómodo y rompió el enlace con la excusa de buscar su teléfono. 

—¿Cambiaste tu funda? -Ginny se reincorporó en el colchón y dio un vistazo al reverso del teléfono que sostenía Draco- ¿desde cuándo te gusta el anime? -señaló el dibujo que lo decoraba- 

Reteniendo el impulso de contestar como él mismo quería, tuvo que responder lo que diría Darcy en esa situación. 

—Desde... ¿nunca? -le mandó un mensaje a su hermana y apagó el celular, volviendo a guardarlo- me la regalaron. 

—Pues que no la vea Potter. 

Draco resopló con irritación. 

—Adivinaré, odia el anime.

Ginny se quedó mirándolo fijamente por largos segundos, antes de volver a parpadear y recostarse.

—Al revés, de hecho. Lo ama, ¿qué ya no te acuerdas? Nos hemos burlado de él por años. 

Un latido fuerte explotó en su pecho y el sentimiento cálido de identidad por hallar a alguien que compartiera sus gustos lo cubrió por un momento. Se sacudió rápidamente para quitárselo. 

—Cierto -se obligó a reírse con malicia- perdón, mi mente sigue trabajando lentamente, aún no me acostumbro al regreso a clases. 

Ginny le sonrió cálidamente y siguieron mirando el techo juntos. Draco se aburrió y tuvo que llenar el vacío hablando. 

—¿Y... cómo te fue en clases? 

Entonces Weasley comenzó a contarle con voz extasiada- Oh, Dios, ¿recuerdas al chico del que te hablé en vacaciones? -Draco se vio obligado a negar- ¡el pelinegro de ojos lindos y sonrisa encantadora! -comentó para ayudarlo a recordar, pero como una mala jugada, la única imagen que se le vino a la mente que reuniera esas características, fue la de cierto chico molesto de ojos verdes y gafas. Draco dudó mucho que hablara de él, así que siguió negando- Bueno, como sea. Está en mi clase de danza y descubrí que se llama Theodore Nott. 

Draco se levantó de su lugar en un latido- ¡¿Theodore Nott, dices?!

Ginny hizo una mueca pronunciada y confundida- ¿Hmm, sí? Eso fue lo que dije. 

El corazón de Malfoy bombeó rápidamente y las palmas de sus manos hormiguearon y sudaron. Theo. Dios, si estaban hablando del mismo chico, entonces sería un gran problema. 

—¿Lo conoces? 

Vio el rostro ligeramente emocionado de Ginny y su pecho se apretó un poco. Se veía ilusionada, ¿debería decirle que el chico era gay? Le daba algo de lástima tener que ser él quien rompiera su corazón. 

—Algo así... 

—¿Saliste con él? 

"Algo así" quiso decir, pero solo lo pensó. 

—No, no te preocupes. Es más como un viejo amigo, creo...

Los ojos de la chica brillaron emocionados. 

—¿Entonces?, ¿crees que tengo oportunidad? 

Al final se decidió por ser sincero, ya que no encontraba caso en ocultarlo. 

—Theo es gay, Ginny -apretó los labios en una fina línea, incómodo- 

Solo vio como ella levantó sus manos y se cubrió el rostro, antes de pasarlas por su cabello y peinárselo para atrás con frustración. Le pareció escuchar un quejido antes de que volviera a hablar. 

—¡¿Por qué todos los chicos que me gustan son gays?! -preguntó más para sí misma- 

Draco se rió, pensando en que ojalá tuviera la misma suerte que ella y todos los chicos a los que les echara el ojo fueran tan gays como él. 

—¿Qué? Vamos Ginny, seguro hay mejores opciones. No te desanimes. 

La observó quejarse un poco más y revolverse en la cama, antes de escuchar como ponía una playlist de desamor y le subía volumen a la bocina, mientras se tapaba con la colcha de —cabe aclarar— la cama de Draco. Él aguantó la escena por al menos media hora, recostándose en el colchón de su amiga por un rato, antes de decidir que perdía el tiempo tratando de dormir con semejante escándalo, y decidiendo por levantarse para salir a vaguear por los pasillos. 

Genial, simplemente genial. Su amigo Theodore al parecer también había entrado a estudiar en Hogwarts ese año, lo cual realmente no debería suponer un problema, claro; si no fuera porque era obvio que este lo iba a reconocer y Draco corría el grave riesgo de que su mentira se fuera a la mierda. Con eso en mente, y aprovechando que Ginny lo había dejado solo, se dispuso a buscarlo antes de poder ocasionar un mayor problema. 

Bueno, si todo salía bien, al menos tendría un aliado. Casi pudo sentir cómo sus pulmones se descomprimían y le era más fácil respirar con la simple idea de poder compartir su secreto con un amigo. 

 

♦︎♦︎♦︎



El sonido del repiqueteo y rechinido de los tenis de sus compañeros al correr por toda la cancha para atrapar y lanzar la pelota de voley, brindó a Harry un inmenso júbilo, al jugar, después de tanto tiempo, su deporte favorito con sus amigos. 

Cuando la pelota se acercó en picada cerca de la red, él aprovechó la ventaja que le otorgaba su posición de central y se reclinó sobre su pierna, quedando casi arrodillado sobre la duela de madera, extendiendo los brazos frente a él en espera de realizar el golpe perfecto y regresar el ataque al equipo contrario. 

Cuando ya estaba a punto de verter toda su fuerza en su movimiento, vio de reojo cómo la puerta principal de la cancha se abría con descuido, dando paso a un par de personas. Antes de perder la pelota, la golpeó certeramente,  mandándola a volar a algún punto que sus oponentes no pudieran proteger. El silbato del entrenador sonó y anunció que había marcado un punto. 

Una sonrisa satisfecha se extendió entre sus labios y jadeó mientras retomaba su posición inicial.

—¡Bien! -Ron, que estaba a su lado, lo felicitó, levantando su palma en alto, a lo cual Harry correspondió chocándola con la propia. Duró apenas un instante, antes de que recuperara su atención en la cancha, donde, ya de nuevo con la pelota en mano, dio un saque para reanudar la partida, entornando los ojos para no perderla de vista.

Seamus Finnigan, quien jugaba como contrincante, defendió con fuerza, mandando la bola vibrando en el aire, lo cual dificultó la recepción del libero del equipo de Harry. A pesar de ello, este logró salir victorioso cuando limpiamente lanzó un pase a Ron, quien sin perder el ritmo, acomodó la bola para Harry, permitiéndose así mantener la fluidez en la partida. El central del equipo contrario, muy hábilmente, la bloqueó, lanzándola devuelta al otro extremo de la red donde, afortunadamente, estaba Fred como banda y logró mandar una bola rápida que terminó por marcar otro punto. 

Era apenas una práctica, pero el corazón de su equipo estaba rebosante de alegría por la ventaja recibida. El silbato volvió a sonar y Harry pudo sentir cada una de sus articulaciones moverse con él en una oleada de adrenalina. Cuando estaba a nada de volver a sacar, su atención fue eclipsada por la visión de Malfoy entrando al lugar tomada del brazo con Ginny. Harry frunció el ceño, haciendo uso del sentimiento desagradable que le provocaba aquello, para golpear la pelota con fuerza en un saque flotado que devolvió vida al juego. 

Aunque quiso recuperar en su totalidad la atención a la partida, no pudo. Este era un evento raro, Malfoy nunca antes había asistido a alguna práctica de voleibol, siempre demostrando su nula destreza para los deportes. El sentimiento tenso que le provocó en el pecho, no le permitió jugar bien cuando la bola regresó a su lado y golpeó su cabeza, casi llegando a perderla de no haber sido por ayuda de Fred, quien salvó el punto y la regresó con agiliza a los contrincantes. Una fuerte carcajada se escuchó mientras Harry se sobaba la cabeza, redirigiendo su atención a la burlona mirada de Malfoy que se reía de él por su torpe accidente. 

—¡Atención acá, Potter. Deje a las chicas para después! -el entrenador le gritó en un regaño, aplaudiendo en el acto. Harry se recuperó en un pestañeo, volviendo a la jugada con un poco de vergüenza- 

Aún si trató de jugar tan bien como antes, el sentimiento nervioso y desagradable de ser observado por su enemiga, no lo dejó imprimir tan bien como habría querido sus habilidades en el partido, manteniéndose todavía desconcentrado. Cuando pasaron los minutos y el entrenador seguía llamándole la atención con reproche, Harry sintió que estaba a punto de explotar de frustración y simplemente salirse del juego en una rabieta. Se aguantó y siguió jugando, contrario a los deseos de sus compañeros que, conscientes de que estaba distraído, querían que se saliera y entrara alguien a reemplazarlo.

La práctica de voleibol terminó cuando el agudo pitido del silbato del entrenador se hizo escuchar rápido y cortado por toda la cancha. Harry soltó un fuerte suspiro agotado, tomando la pelota por última vez entre sus manos y voleándola por sobre la red, cayendo accidentalmente directo a la cabeza de un distraído Seamus que iba pasando. 

El chico se quejó audiblemente, pero al ver que se trataba de Harry, se limitó a refunfuñar, retirándose del lugar no sin antes tomar su maleta deportiva. Ronald al ver la escena, se rió con diversión y corrió a abrazar amistosa y sudorosamente a Harry. 

—¿Pequeña venganza por lo de hace rato? -dijo mientras destapaba su propio termo y le daba un trago, para después ofrecérselo a Harry, quien se bebió el agua con desesperación- ¡oye, no te la acabes! 

Dándole un último trago vigoroso, agotó el agua y le devolvió el frasco metálico vacío a su amigo, golpeándole el pecho con este. Ron se enojó por la acción y lo empujó, zafándolo de su abrazo. 

—¡¿Qué te pasa?! 

Harry lo ignoró y se acercó a las gradas, tomando su mochila en un movimiento furioso, sin despegar aún su mirada de Malfoy, que lo veía con una ceja arqueada y no dejaba de sonreírle burlona. Harry apretó la mandíbula, dándose vuelta para partir de la cancha y dejar atrás a la molestosa muchacha. 

Aunque esta no lo dejó escapar, siguiéndolo hasta el pasillo, maliciosamente, alcanzándolo al poco tiempo y acorralándolo en una orilla.

—Bonito partido -comentó sardónicamente, chasqueando la lengua- Aunque esperaba más de tí. Apestas, honestamente -mordió su labio, pero ni así logró esconder la sonrisa que se le asomó- 

—¡Tú no podrías haberlo hecho mejor! -rebatió Harry, enojado- A parte, nunca vienes a las prácticas, ¡es claro que llegaste solo para distraerme! 

Los potentes ojos grises de Malfoy pasaron de burlones a sorprendidos. Sus pálidas cejas se levantaron arqueadas, y por un segundo, su sonrisa se desestabilizó con duda. Se recompuso rápidamente, sus facciones siendo bañadas por una pronta y extraña seguridad. 

—¿Así que te distraigo, eh? -preguntó, aparentemente encantada con el descubrimiento- no te culpo, es fácil sentirse así en mi presencia, pero creo que deberías esforzarte en ser más profesional. No puedes comportarte así cada vez que aparezco en el panorama, ¿sabes? Sería vergonzoso para ti. 

Harry rodó los ojos con exasperación, sintiendo un hirviente enojo formarse en su estómago. 

—¡Como si fuera eso! -dio un paso al frente, quedando más cerca de Malfoy, quien en lugar de intimidarse, sonrió- ¡me distraes porque no confío en ti!

—No te preocupes por eso -restó importancia al menear su muñeca- Te aseguro que puedes confiar en mi autocontrol. Por más sexy que me parezcas en ropa deportiva, no voy a saltar sobre ti en medio de un partido, ¿por quién me tomas? 

Ante esto, Harry retrocedió, tomado por sorpresa y sonrojándose en las orejas. Carraspeó con incomodidad, afianzando su agarre en el asa de su mochila. 

—Qué graciosa -habló secamente- 

Se quedaron mirando unos segundos, Malfoy con burla centelleando en sus ojos, y Harry intentando profesarle su desagrado por los suyos. Iba a girarse para abandonar la escena, cuando entonces, ella lo tomó del hombro y evitó su partida. 

—¡Espera! 

Harry retrocedió, huyendo disgustado de su toque. 

—¿Qué quieres? -su actitud grosera solo la hizo sonreír- 

—¿Hay lugar para mí en el equipo? 

Su pregunta fue casi tímida y Harry brotó en risas ante la tonta idea de Malfoy jugando voleibol. 

—¿Eres idiota, niña? -siguió riéndose en su cara, ganándose una patada en la espinilla, que lo hizo retorcerse un poco, pero no impidió que siguiera divirtiéndose con la idea- ¡como si pudieras pegarle a una pelota sin resbalar! 

—¡Habla por ti! -contestó enojada- ¡yo no fui el loser a quien golpearon en la cabeza como niñito de preescolar!

—¡Ya te dije que estaba distraído! -respondió con ardor en su voz- ¿pero tú? Ni siquiera podrías golpear un globo antes de que toque el suelo. ¡El semestre pasado, incluso el entrenador pidió a la directora que te dieran de baja de deportes porque eras terrible!

El pálido cuello de Malfoy se encendió con furia, mientras hacía puños de sus manos. 

—Sí, bueno, ¡pues he mejorado! Y estoy seguro de que podría vencerte. 

Tan rápido salieron sus palabras que Harry tuvo que aguardar unos segundos para entenderle. Cuando lo hizo, le devolvió una sonrisa burlona, cruzándose de brazos, optando por una posición más cómoda en la discusión, creyéndose que tenía las de ganar. 

—Para empezar, nuestro equipo no admite niñas -le informó, inflándose contento- y el entrenador no va a hacer una excepción por una demostración lamentable de tus pobres habilidades en el voley. 

—¡No me has visto jugar, no puedes decir eso! 

—No hace falta, te conozco lo suficiente. 

Malfoy negó lentamente, sin despegar la mirada de Harry, recuperando un poco su confianza. 

—Eso es lo que tú crees, pero te aseguro que no conoces mis verdaderas habilidades -se acercó a su rostro, hablándole al oído, poniendo su palma sobre su hombro- y vaya que tengo muchas... te sorprenderías. 

Harry tembló "¡¿Qué demonios se supone que significa eso?!"

—Bien. Pues el viernes se harán las pruebas para entrar al equipo. Te esperaré ahí y veremos qué tan buena eres. 

Malfoy le sonrió de medio lado, o eso pudo percibir Harry con la corta distancia que separaba sus rostros. Ella dio un asentimiento y se retiró, dejándolo solo otra vez en el pasillo. 

¿Acaso se haría hábito dejarlo ahí plantado y desconcertado después de cada discusión? Porque a Harry comenzaba a irritarle que esa fuera la segunda vez que ocurría en el mismo día.

Chapter 5: Chapter 5

Summary:

Draco finalmente habla con Theo. Mientras, Harry y Draco se juegan unas cuentas bromas.

Notes:

A partir de aquí los capitulos serán más largos.

Chapter Text

Después de un largo e intenso primer día, Draco se sentía muy frustrado. Su rostro estaba deformado en una agria mueca, con los labios en un puchero apretado y las cejas hundidas sobre su limpia frente. Había estado buscando señales de Theodore Nott durante todo el día, y hasta entonces, que ya era pasada la hora de la cena, el chico seguía sin hacer aparición. 

Estaba desesperado e irritado. Ginevra se la pasó toda la tarde quejándose de lo lamentable que resultó enterarse de que el chico que le gustaba fuera gay, enlistando todas las posibles razones por las que antes había creído que tenía oportunidad con él. Draco solo la escuchó y rodó los ojos hasta el cansancio. 

Necesitaba encontrar al chico antes de que este lo encontrara a él, esto era completamente imperativo. Para eso, también debía deshacerse de la Weasley, quien parecía determinada a no abandonar su hombro y seguir lloriqueando contra su prístino y hermoso cabello rubio. Debía encontrar a Theo a solas y acorralarlo, antes de que este pudiera, accidentalmente, arruinarle todo el plan al llamarlo por su verdadero nombre.

Sintió su teléfono vibrar contra el bolsillo izquierdo de su falda, por lo que rápidamente lo sacó para revisar las notificaciones. 

Era un mensaje nuevo de su hermana. 

DarSis: ¿Terminaste de cenar? 

Draco se quedó mirando la pantalla iluminada por largos segundos, tratando descifrar la intención detrás del mensaje. Contestó finalmente, escribiendo una respuesta sin ver a la pantalla, pues en ese momento se encontraba bajando un par de escaleras y no podía arriesgarse a perder de vista sus pasos. 

Draco: Sí que qu iered!

Draco: qué quieres? 

Los puntos suspensivos aparecieron del lado de Darcy y dos segundos después recibió un nuevo mensaje. 

DarSis: ¿Estás libre para hablar ahora? 

Él se apuró a contestar con una mano, ignorando la voz chillona de Ginny, quien lo jalaba del otro brazo mientras seguía quejándose.

Draco: No

Draco: Espérame

Draco: A que llegue

Draco: A mi habitación

Su respuesta tardó un par de segundos en llegar.

DarSis: Ok 

DarSis: Idiota 

Si Draco hubiera tenido que detenerse a pensarlo, es probable que hubiera categorizado aquel primer día de clases como un rotundo éxito. Siguiendo las bases del plan, todos parecieron tragarse su mentira sin siquiera cuestionarlo, hablándole normalmente, y en el caso de los profesores, ignorándolo como a cualquier otro alumno. Aunque, si bien es cierto que tuvo uno que otro altercado con ese chico Potter —donde cabe aclarar que sufrió una gran vergüenza—, descubrir que eran en realidad enemigos y que podía vengarse de él, le cayó como anillo al dedo, comenzando ya a planear posibles bromas pesadas para jugarle al chico.

Eran casi las ocho y media de la noche y la temperatura ya estaba descendiendo, comenzando a helarle las piernas descubiertas a Draco, quien, junto a Ginevra, caminaba con pasos huecos en el extenso corredor de los dormitorios de chicas. De pronto, Ginevra se detuvo abruptamente frente a una puerta de habitación que no era la suya.

—¿Qué pasa? —Draco preguntó confundido.

Ella tocó a la puerta siguiendo un ritmo que parecía una canción, siendo casi inmediatamente imitado con un par de golpes que provinieron del otro lado de la puerta como respuesta, antes de que esta finalmente se abriera y revelara a un par de chicas que les sonrieron a ambos con emoción. 

—¡Llegaron! —chillaron ambas y se abalanzaron sobre ellos, aprisionándolos en un abrazo. 

—Creímos que Darcy no iba a venir. —comentó una de ellas, quien Draco no habría reconocido aunque lo intentara, pues llevaba el rostro cubierto con una mascarilla de dudosa procedencia y su largo cabello castaño claro enroscado en tubos rizadores. 

—¿Venir a qué? —preguntó Draco sin poder evitarlo, asomándose ligeramente dentro de la habitación para conseguir una pista de lo que sucedía allí.

—¡Noche de chicas! —respondió la otra, quien era robusta y tenía todo su cabello oscuro repleto de montones de moños y broches de colores— ¡Vamos a chismear sobre lo nuevo que ocurrió durante las vacaciones y a hacernos rituales de belleza! 

Ah... —Draco dio un paso hacia atrás con temor, tratando de escapar discretamente. 

—¿No recibiste el mensaje? —Esta vez la pregunta surgió de Ginevra— Hacemos esto desde hace años, cada que regresamos de vacaciones... ¿no te recuerdas?

Draco se quedó estático y tres pares de ojos se posaron sobre su rostro, analizándolo detenidamente. Entonces se dio cuenta de que ese estúpido plan sería mucho más complicado e injusto para él que para su gemela, considerando que él estaba rodeado de puras mujeres, las cuales siempre serían más inteligentes y observadoras que un hombre. Se permitió un par de segundos para maldecir mentalmente a Darcy por convencerlo de involucrarse en esa situación.

Dando una apretada inhalación, cerró los ojos brevemente, mentalizándose de que, al menos si iba a continuar con esto, lo iba a hacer bien. Al abrir los ojos, otra vez estaba listo para jugar el papel de su hermana.

—¡Ya recuerdo! Perdón, lindas, se me había borrado de la memoria que tenía cita con ustedes —Batió las pestañas con dulzura, aunque sus labios se curvaron imitando la sonrisa burlona característica de su gemela— Pero no me vendría mal compartir con ustedes unos jugosos chismes y un buen skin care. ¡Las he extrañado mucho! —chilló su mentira en el mismo tono que había chillado todo el camino Ginny sobre su hombro. Les dio un pequeño apretón cariñoso a cada una en las manos y después entró a la habitación con libertad y confianza, sin esperar una respuesta. Ya que estuvo sentado en una de las camas rosadas, revisó con naturalidad las revistas y maquillaje esparcidos sobre el colchón, poniéndose cómodo y sonriéndoles simpáticamente a sus amigas que aún lo miraban desde la distancia. 

Las chicas le sonrieron levemente, pero después desviaron la mirada y comenzaron a mirarse entre ellas tres, teniendo una conversación profunda y acalorada sin palabras, que solo las mujeres podían entender. Draco se sintió ligeramente excluido, pero trató que aquello no se mostrara en su semblante seguro. Cuando las tres terminaron su conversación silenciosa, se giraron a mirarlo, acercándose con expresiones preocupadas. 

—¿Qué te ocurre, cielo? —preguntó dulcemente la chica de cabello oscuro, acercándose a él y rodeándolo por los hombros— Esa carita tuya me dice que algo tienes... 

Ginny tarareó afirmativamente, parándose frente a Draco y tocando con sus finas manos las hebras rubias de este en un gesto cariñoso. 

—Yo también la he notado rara, pero por más que la observo, aún no lo descifro. 

—Ya saben cómo es nuestra Darcy, tan dura con sus sentimientos... —agregó la que tenía una mascarilla viscosa en el rostro— ¡Pero no te preocupes, mi niña! ¡Una sesión con nosotras y estarás renovada!

¡Alguien sáqueme de aquí, por favor!, pensó Draco mientras Ginny lo recostaba en el colchón, poniéndole una banda con diseño de rana en cabeza, despejándole la frente y rostro de cabellos intrusos. La chica pelinegra trajo rápidamente un recipiente plástico y comenzó a remojar sus manos allí, sacando una generosa cantidad del líquido radiactivo que fungía como mascarilla facial, comenzando a aplicársela. Draco cerró los ojos, aguantándose las ganas de fruncir la nariz y dar una arcada. 

—¿Vieron a Ronald en la ceremonia de bienvenida?, ¡Dios!, ¿soy solo yo o se puso más guapo desde que terminamos? —Draco abrió un ojo y observó que la que hablaba era la castaña— Es una lástima que esté con Granger... 

—Primero que nada... ¡Que asco! —Ginny, que ya estaba pintándole las uñas a Draco con un bonito color carmín, regañó a su amiga en tono disgustado— Supera al tonto de mi hermano, Lavender. Es un idiota que no vale la pena, a parte yo lo sigo viendo igual de horrible que siempre.

—¡¿Perdón?! Ginny, entiendo que sea tu hermano, pero el chico creció este verano, ¡y creció mucho! —Lavender gritó ofendida, aunque se le escuchaba divertida— ¡Vamos, Milli, ¿estás conmigo, verdad?!

Milli, quien después de ponerle la mascarilla a Draco, se estaba divirtiendo al trazar figuras con su dedo sobre masa espesa en su rostro, contestó desinteresada. 

—Soy lesbiana, nena, ¿qué quieres que te diga? 

Draco no pudo retener la risa corta y graciosa que brotó de sus labios, abriendo los ojos para ver a las chicas, que lo miraban interesadas. 

—¡Vamos, Darcy, dile a Lavender que Ronald es feo! —Lo animó Ginny. 

Él se lo pensó por varios segundos. Bien, no tenía idea de cuál era la respuesta correcta desde el punto de vista de su hermana; probablemente lo más indicado sería darle la razón a Ginevra, ¡pero vamos, siempre era divertido llevar la contraria! Y negar que el Weasley era atractivo sería una falta a sus principios éticos de gay.

—El chico es sexy —soltó con una sonrisa traviesa abriéndose camino en la mitad de su rostro. 

—¡Eso es traición! ¡Una deshonra! —Ginny le lanzó una almohada que aterrizó justo sobre su mascarilla. 

—¡Oye! —gritó en protesta, aunque igual se estaba riendo.

—¡Deshonor! ¡Deshonor sobre toda tu familia! ¡Deshonrada tú! ¡Deshonrada tu vaca!

Lavender se carcajeó con enorme fuerza, lanzándose a proteger a Draco de las ofensas de Ginevra. 

—Por eso Darcy es mi favorita, ¡mira que siempre está de mi lado! —Y la chica lo abrazó, sin importarle que sus mejillas se juntaran y ambas mascarillas se mezclaran. 

De pronto, como una señal del destino para recordarle que no debía dejarse consumir tanto por el momento divertido y cómodo que estaba teniendo con las tres chicas desconocidas, un mensaje le llegó al celular. Draco lo revisó rápidamente, desconectándose de la conversación graciosa que seguía transcurriendo en la habitación. 

DarSis: ¿Ya estás en mi habitación? 

DarSis: Te llevo esperando para hacer llamada hacer HORAAAAS

DarSis: ¡Contéstame, imbécil!

Haciendo malabares para que las chicas no revisaran los mensajes sobre sus hombros, contestó algo rápido y corto a Darcy. 

Draco: Ya voy

Se inclinó levemente sobre su torso para poder sentarse, llamando la atención de las chicas, quienes detuvieron la conversación para preguntarle a dónde iba. 

—Mis padres. —dijo meneando su teléfono en el aire, sonando casi culpable— Quieren llamarme para preguntar cómo me fue hoy. 

Ellas le sonrieron amablemente y después lo dejaron ir. Draco aprovechó que el baño estaba desocupado y se encerró allí, poniéndole seguro a la puerta, para después desabrocharse la camisa del uniforme y sacársela de encima, con la misma, también desabrochándose el sostén pesado por los rellenos que usó todo el día y tirándolos al aire. 

—¡Dios, esa cosa me estaba matando! —expresó en voz alta, mirándose en el espejo y notando que tenía marcas de varillas en el pecho y la espalda— Sí, definitivamente me prefiero sin senos. 

Se sentó sobre la tapa del inodoro cerrado, desbloqueando rápidamente su teléfono para marcar el número de su gemela. Existieron tres pitidos y luego esta contestó. 

—Vaya, hasta que te dignas a llam...

—Eres un fastidio, ¿lo sabías?

—Ok, ok... andamos agresivos al parecer. —respondió ella entre risas.

—No estoy agresivo, solo que me molesta un poco que me mandes tantos mensajes. Con uno es más que suficiente. 

—¡Oh, vaya...! ¿Así que interrumpí algo? ¿Estabas coqueteando con algún chico lindo? —preguntó Darcy con cierto reproche— ¡Recuerda que te dije que no coquetees con ninguno de mis compañeros mientras estés en mi cuerpo!

Draco se sintió ligeramente ofendido al oír sus palabras. 

—A ver, para empezar, ¡este sigue siendo mi cuerpo, no el tuyo! ¿Y quién te crees que soy? tampoco es como que vaya por ahí coqueteando con cualquier hombre que se me aparece, ¡tengo dignidad! —Quiso gritarle, pero recordó que las chicas estaban solo a unos metros fuera del baño y que probablemente lo escucharían si alzaba la voz— Y sí interrumpiste algo. ¡Una noche de chicas! Algo que al parecer, también se te olvidó comentarme que sucedería. 

—Mierda... —maldijo Darcy al otro lado de la línea, y se escuchó un movimiento, como si estuviera poniéndose cómoda sobre una cama— ¿No se dieron cuenta, o sí? Mis amigas suelen ser bastante observadoras. 

—Nah, lo logré cubrir perfectamente. No sospecharon que les habían cambiado a su amiga. ¡Es más, hasta me felicitaron, diciéndome que este verano me puse más bella! —Lo cual era totalmente falso, pero Draco adoraba molestar a su gemela. Un chillido horrorizado fue la respuesta que lo hizo sonreír. 

—¿Cómo te atreves? ¡Eso no es cierto! ¡Ellas no dirían algo así! 

—Hmmm —Draco tarareó contento— Sus palabras, no las mías. —Cuando la línea quedó en silencio, supo que su hermana realmente se la había creído. Una sonrisa traviesa se plasmó en sus labios y puso los ojos en blanco— Es broma, mocosa, no te enojes. —Darcy tardó un par de segundos en contestar, tal vez recomponiéndose, porque cuando finalmente habló, su voz se escuchaba de lo más natural. 

—Bien, no importa. —Agregó con aparente desinterés— Mejor dime qué ocurrió hoy en tu primer día oficial. 

—Nada interesante. Muy normal todo.

—¿"Muy normal todo"? ¡Esa no es una respuesta, Draco!

—¿Pues qué quieres que te diga, Dars? Clases, maestros, corredores llenos, en fin, nada relevante. 

—¿Qué hay con Potter?, ¿no te lo volviste a topar? 

—Ah... —La duda era evidente en su voz, por lo que se aclaró la garganta para disimular— Pues lo normal, en clase y todo eso. 

Existió un silencio de nuevo. ¡Dios, Darcy siempre se empeña en crear estos silencios dramáticos! Pensó Draco.

—¿Qué te hizo? 

—¡Nada!

La respuesta al parecer fue totalmente equivocada; tal vez muy rápida o entonada con demasiada fuerza, pues sólo alentó a Darcy a seguir indagando, segura de que Draco ocultaba algo. 

—¿Crees que vas a engañarme? ¿A mí, que soy tu gemela? Más vale que me digas lo que sucedió... 

Draco se lo pensó un momento, pero finalmente no le vio caso a seguir ocultándolo. 

—Me hizo una broma de niños, ¿bien? Amarró mi cabello a la silla con una trenza y no me podía parar —apretó los ojos y dientes mientras lo decía, aún avergonzado del suceso. 

—¡Qué tonto! ¿Y no te diste cuenta? —Draco la escuchó reírse, lo que solo lo hizo enojar. 

—¡Gracias por tu apoyo, hermana! 

—¡Lo siento!, ¡es que es... absurdo! —La chica seguía riéndose, aunque cada vez más controlado. 

—¡Mis vergüenzas son las tuyas, recuérdalo! Cuando me vaya de esta escuela, nadie me recordará a mí, pero a ti sí. Podría arruinar tu reputación si quisiera, ¿sabías eso?

—¡Uy, qué amenazas!

Draco volvió a girar los ojos con hartazgo.

—Como sea, igual me voy a vengar de Potter.

—¿Ah, sí? ¿Ya tienes algo preparado? —Su voz sonaba bastante interesada ahora.

—Aún no... ¡Pero se las verá conmigo! Hoy lo vi practicando con su equipillo de voleibol. Son unos tarados todos, no saben jugar. —Una sonrisa perversa comenzó a hacerse lugar en su rostro— Por eso voy a aplicar para el equipo y lo humillaré, ¡¿Que no sé jugar dice?! ¡Ja! Pues no contaba con que la babosa de Darcy tiene un hermano gemelo genial que sí sabe jugar, ¡y muy bien, al voleibol! —dijo triunfante, inflando el pecho— ¡Lo dejaré frito!

Otro silencio se extendió entre ambos gemelos. Draco volteó a mirar su teléfono, confundido y pensando que su hermana le había cortado la llamada. 

—Uhmm, ¿Darcy? ¿...sigues ahí? 

—¡Draco Malfoy, ni se te ocurra hacer eso! —Le gritó escandalosa, por lo que él tuvo que alejarse la bocina de la oreja— ¡No me puedes meter a un equipo deportivo, me condenarás de por vida! 

—¡Oh, vamos, no puede ser tan malo! —animó débilmente— Solo es por esta ocasión, mientras yo estoy aquí, y una vez que me vaya, puedes renunciar. 

Darcy se quejó audiblemente, diciendo un par de palabras que resultaron inteligibles para la pobre señal del celular. Draco no necesitó mirarla para saber que ella estaba apretándose con fuerza el puente de su nariz mientras la fruncía, cerrando los ojos y pasándose una mano para masajearse la frente, pues era exactamente el mismo gesto que él hacía cuando estaba frustrado. Un cariño familiar brilló tenuemente en los ojos de Draco mientras esperaba la respuesta de su gemela.

—No lo sé, Draco... no me parece la mejor idea. 

—¡Es una idea maravillosa! 

—No confío mucho... ¡Míranos ahora! ¡Estamos metidos en este embrollo por una supuesta "idea maravillosa" que tuvimos! Creo que deberíamos comenzar a reconsiderar qué tan inteligentes son en realidad nuestras ideas... 

—¡La idea de hacerse pasar por el otro fue tuya, no me metas en eso! ¡Tú eres la rubia oxigenada y estúpida de los dos!

—¡Oye, no me insultes! ¡A parte, tú aprobaste la idea, eres igual de estúpido que yo! —gritó ella en un intento pobre de defenderse de su gemelo— Y no parecías quejarte de mi plan antes, ¿ahora resulta que yo soy la de malas ideas?

—Yo ni siquiera te estaba molestando en primer lugar, tú fuiste la que comenzó diciendo que mi idea de meterme al equipo de voleibol era una mierda... 

—No dije que lo fuera, solo que no me parecía la mejor idea. —rebatió Darcy, tratando de hacer un punto— Pero haz lo que quieras. Ya sé que lo vas a hacer de todos modos, con o sin mi permiso, pero prefiero pensar que al menos fui yo quien lo autorizó. 

—Bien. Te juro que solo será por unos días, solo para quitarme las ganas de reventarle a Potter esa perfecta cara suya con unos buenos balonazos. 

—Sí, sí, como sea —intervino ella con voz de flojera— Solo no olvides romperle la nariz. 

—¡Será el primer sitio al que apuntaré! —contestó él alegremente, imaginándose ya el gesto de dolor que haría Potter cuando sus estúpidos ojos miopes no vieran venir el balón y este lo golpeara de lleno en el rostro— ¡Te mantendré informada! 

Darcy contestó afirmativamente, recuperando un poco su emoción inicial cuando finalmente lograron cambiar de tema.

—Bueno, ya que parece que eres un hermano despreocupado al que no le importa nada su hermanita, ¡te contaré yo solita cómo me fue en mi primer día aunque no me lo hayas preguntado! —Draco la escuchó y suspiró derrotado, con el trasero ligeramente entumido por estar sentado durante tanto rato en la tapa dura del retrete. Se paró para estirar las piernas, aún sosteniendo el teléfono entre su oreja y su hombro, mirando fijamente el retrete y analizando si sería buena idea bajarse los pantalones y aprovechar que la conversación iba a alargarse para hacer sus necesidades— Antes de comenzar debo decirte que tus materias optativas son un asco. ¿Bioquímica? ¿Historia Universal?Cariño, solo un nerd como tú escoge materias tan aburridas. 

—¡Mira quién lo dice!, hoy tuve que desempolvar mis conocimientos algebraicos porque alguien escogió Matemáticas avanzadas. Creo que si de nerds hablamos, seríamos ambos. 

—Sí, sí, como sea. —dijo Darcy con desinterés— En otras noticias, te conseguí un par de amigas nuevas, aunque tengo el presentimiento de que me hablaron porque piensan que soy gay... 

—¡Te dije que no actuaras tan femenina! —gimoteó descontento— ¡No puede ser, Darcy!

—¿Por qué te enojas? —rebatió ella con extrañeza— No es como que sea mentira que eres gay.

—Sí, pero no me gusta que todos se enteren desde el primer día. Hay que dejar un poco de misterio siempre en eso, para que los chicos se interesen y busquen adivinar mi sexualidad, o si no pensarán que solo soy un rubio fácil que quiere llamar la atención. 

—¿Y no lo eres? 

—¡Darcy! —gritó en regaño, luego cubriéndose la boca al notar que su grito había salido más fuerte de lo esperado— ¡No seas babosa, obvio no! —Su tono fue de reprimenda pero casi en un murmullo. 

—¡Es broma! —Una carcajada plena y dulce brotó de los labios de la chica, ocasionando que Draco gruñera molesto, aunque el sonido fue rápidamente interrumpido cuando de fondo se escuchó una puerta azotarse. 

—¿Qué fue eso? —preguntó Draco en tono preocupado. 

—Mierda, creo que ya llegó mi compañero de habitación, te tengo que dejar. —murmuró ella con prisa. 

—¿Qué? ¡Oye! Eh... Ten mucho cuidado, ¿sí?, no me encanta la idea de que compartas habitación con un chico. 

—Sí, sí, sí. ¡No te preocupes, yo me cuido! —Su voz sonó nerviosa y murmurante— Nos hablamos luego. ¡Besos! —Al segundo siguiente la llamada fue cortada y el pitido final fue lo único que se dejó escuchar. 

Draco se levantó torpemente del retrete —Sí, ya había hecho sus necesidades— y se paró frente al espejo, viendo su cabello pálido revuelto y su torso desnudo. Subió sus manos para peinarse con los dedos, tratando de componerlo, así como su camisa y sostén, que yacían en el suelo botados, que tuvo que recoger para volver a vestirse. Una vez que se sintió presentable, dio una pequeña inhalación, armándose de valor para abrir la puerta y volver a enfrentarse al mundo de las chicas. 

♦︎♦︎♦︎ 

 

El martes, apenas el segundo día de clases, Harry estaba caminando tranquilamente por el corredor principal mientras usaba sus audífonos, tarareando suavemente una canción que escuchaba. Llevaba sus manos con pereza a sus bolsillos y pestañeaba lentamente al observar a sus compañeros, que se dirigían con igual flojera que la suya hacia el Gran Comedor para desayunar. Sacó su teléfono de su bolsillo derecho, miró la pantalla y le dio skip tres veces a su playlist, buscando poner una canción más alegre que lograra despertarlo, pues el día anterior se había desvelado con sus amigos jugando varios juegos de mesa y conversando trivialidades. Cuando estaba a punto de dar la vuelta para entrar por la puerta del comedor, vio a una muy conocida rubiecita acercarse hacia él a pasos rápidos, con el ceño fruncido y los ojos intensos como dagas clavados en su rostro. No le dio tiempo ni de reaccionar antes de sentir cómo la rodilla de la chica se encajaba detrás del pliegue de cada una de las suyas, haciéndolo doblarse.

—¡Agh! —gritó Harry, tambaleándose con las rodillas dobladas, ahora mucho más despierto que antes— ¡¿Por qué hiciste eso?! 

La chica solo lo miró con desprecio, levantando la barbilla en alto, acomodando y sacudiéndose la falda del uniforme, como si darle unos cuantos rodillazos a Harry hubiera supuesto un gran esfuerzo del cual debería recuperarse y limpiarse. 

—Te lo merecías, ladrón. —contestó con frialdad, girándose para entrar al comedor— Y no seas ridículo, ya levántate, ¿quieres? —Le dijo al ver que aún seguía con rodillas dobladas, casi tocando el piso. Harry no perdió el tiempo, y un poco avergonzado, se levantó con dificultad, sintiendo sus piernas débiles. 

—¡Me pegaste en el pliegue de las rodillas! 

La chica no se quedó para contestarle, muy ocupada en hacer una entrada dramática e importante al comedor, desprendiendo miradas de todo el mundo y saludando a varias personas con cada paso seguro que daba en el pasillo céntrico, antes de sentarse con una gran sonrisa en una mesa larga junto a sus amigas. 

Harry solo se quedó parado allí en la entrada, observándolo todo, mientras pensaba en lo rara que había comenzado su mañana. 

 

♦︎♦︎♦︎ 

 

A su mente solo le tomó un par de audífonos y un tarareo para finalmente recordar por qué el día anterior le había parecido un poco conocido el tal Harry Potter. 

¡Pues claro, si era el mismo chico que le había robado su maleta cuando llegó al aeropuerto! Aunque eso había sucedido hace poco más de una semana, y solo lo había visto tal vez uno o dos minutos, que fue lo que duró su discusión, así que era justo darle algo de crédito al pobre Draco por olvidarse de su rostro. 

Si ya le caía mal, ahora le caía peor, porque no conforme con ser solo fastidioso, ahora también era un ratero. Draco se preguntó cómo había sido tan tonto para fijarse en el mismo hombre, no una, sino dos veces, y que en ambas terminara descubriendo patéticamente que este era un imbécil. Al parecer tenía pésimo gusto, aunque eso Darcy ya se lo había hecho saber. 

Es por eso que ahora estaba allí, sentado frente al chico que odiaba, dándole una mirada ferozmente furiosa mientras le salpicaba accidentalmente con su tenedor, puré y varios chícharos en la cara. Punto extra si lograba asestarlos dentro de su camisa. Era gratificante observar la mueca de asco en el rostro de Potter cada que una plasta de puré grumoso le golpeaba la mejilla o que un chícharo se colaba entre la abertura de su camisa, deslizándose lentamente por sus clavículas y— 

Ok, tal vez Draco disfrutaba más de lo que le gustaría admitir la vista que tenía al asestar los chícharos, pues cada que lo hacía, Potter se desabotonaba la camisa y metía la mano para sacarse el pequeño alimento. Ahora, por ejemplo, tenía al menos tres botones desabrochados, visiblemente harto del jueguito que se traía Draco y negándose a volver a abotonarse. De igual modo, aún disgustado, Potter no parecía querer moverse de su lugar en la mesa, probablemente negándose a perder la pequeña batalla contra el rubio. 

Suspiró agotado, alargando la mano en la mesa para tomar su vaso de limonada con hielos y menearlo con una pajilla. Esto era ridículo, el chico a penas y reaccionaba a su hostigo, conviviendo con naturalidad con sus amigos, ¡e incluso riéndose con ellos! Draco ya estaba harto y desgraciadamente su comida se había terminado, así que no tenía nada más que lanzar. Giró la cabeza y decidió entretenerse prestándole atención a la conversación que mantenían cómodamente sus nuevas amigas.

—Les dije que no lo hicieran, pero ya sabes cómo son mi hermanos; George le puso pegamento industrial a la almohada de Neville, mientras Fred cortaba las patas de su cama. Honestamente, no sé cómo no los han suspendido. —comentó Ginevra con voz de agotada, aunque por la curvatura de sus labios y cejas, la situación le resultaba internamente divertida. 

—¿¡Y cómo no se dio cuenta Neville!? —preguntó asombrada Millicent, metiéndose una cucharada de avena a la boca, masticándola con concentración y observando a sus amigas con interés. 

—El pobrecito estaba dormido... —Ginevra se lamentó con tristeza que parecía genuina. Draco se preguntó con curiosidad quién sería el tal Neville, aunque desafortunadamente no podía preguntarlo sin verse sospechoso. 

—Le vi el rostro esta mañana ¡y aún tiene un trozo de tela blanca pegada a la mejilla! —agregó Lavender. 

Draco escaneó las grandes mesas de los chicos de su grado, buscando entre ellos al susodicho. No fue muy difícil encontrarlo, pues se sentaba en la orilla, alejado de la multitud, siendo un patético niño regordete y pecoso, y el único con un pedazo de tela pegado a su mejilla, la cual rascaba con vergüenza mientras agachaba la cabeza. Draco desvió la mirada antes de sentir demasiada pena por él. 

—Es un pobre chico, demasiado noble, por eso siempre se burlan de él. —dijo Ginny ahora, mirando al mismo tiempo que las demás chicas al niño sentado en la lejanía.

—¿Qué no Dean comparte habitación con él? ¡Seguro que él fue quien dejó a los gemelos entrar! —acusó Milli. 

—¿Qué? ¡Claro que no! —Ginny defendió.

Oh, cierto. Dean, el novio de Ginevra Weasley. Ahora Draco entendía por qué la chica lo defendía. 

Ya algo cansado de esta conversación, que aunque interesante, un poco banal, él se levantó de su asiento, ganándose las miradas de sus amigas y también de, espera esto... ¡Potter! Sus ojos verdes se clavaron como estacas sobre él por al menos un instante, o eso fue lo que Draco quiso creer, porque tan rápido como llegó la mirada, esta lo abandonó y volvió a posarse en su amiga Hermione, quien parecía estarle explicando con gran determinación algún tema de clase, que se notaba a leguas, al chico no podía importarle menos. Draco rodeó lentamente la mesa, con la mirada distraída en su vaso de limonada que aún meneaba en su mano, los hielos a medio derretir bailando dentro de la bebida sudorosa. No fue hasta que llegó a pararse detrás de donde se encontraba sentado Potter que una maravillosa idea asaltó su mente. 

Solo sabe que su mano se movió antes de que él pudiera detenerse a siquiera meditarlo, volcando el vaso de limonada sobre la cabeza del chico, mojándole todo el cabello, que chorreó sobre su rostro y nuca. Draco se detuvo en el último cuarto de su bebida, asegurándose de que los hielos que se quedaron al fondo resbalaran por dentro de la molesta camisa blanca de Potter, justo contra su espalda. Y hasta que este último no respingó y le gritó furibundo, Draco no se sintió completamente satisfecho. 

—¡¿Qué demonios te sucede?! —Su rostro estaba sonrojado y sus ojos irradiaban ira, siendo enmarcados por algunos mechones mojados que resbalaban con gotas gruesas sobre sus cejas. Se sacó la camisa mal abotonada y fajada del pantalón, sacudiéndose rápidamente los hielos intrusos que le molestaban, para después recuperar la compostura y hacerle frente al rubio. 

Todos los miraban con interés, impacientes por ver el siguiente gran enfrentamiento entre ambos alumnos, como un pequeño show televisivo que se renovaba cada año en una nueva temporada. Y bueno, a Draco no le gustaba decepcionar. 

—Fue una bromita leve, ya relájate —Draco desestimó con vaguedad— Ayer no nos dimos bien la bienvenida, así que hoy me pareció lo justo. 

Los dientes de Potter rechinaban y,  oh, el maldito gusano estaba usando sus dedos para peinarse el cabello mojado hacia atrás. Ok, esto no está saliendo como lo planeé, pensó atontado Draco, aunque en realidad no había planeado nada y solo se dejó llevar por aquel deseo inconsciente de mojar la delgada camisa de P— ¡Bueno!, pero eso ya no importaba ahora. Lo único que importaba era que el cabello de Potter sin duda lucía más despeinado que nunca y que parecía tiritar levemente, aunque nadie podía estar seguro de si era por los hielos que le habían recorrido la espalda momentos atrás o por la furia que brillaba en sus ojos al mirar a Draco.

Ver a Potter enojado, extrañamente le complacía, y aunque no sabía exactamente a qué se debía, sospechaba que tenía mucho que ver con su necesidad de captar, aunque fuera solo por un segundo, aquellos ojos verdes posados exclusivamente en él; aunque este último pensamiento le parecía molesto, porque se suponía que lo odiaba y su atracción por él ya debería haber pasado a un segundo o tercer plano.

—¡Eres...! —Sus puños estaban apretados y dió un pequeño paso al frente, acercándose a Draco— ¡Bien! Si así quieres jugar, jugaremos. —Terminó, levantando ambos brazos teatralmente como cediendo a su destino— Solo que luego no andes llorando. 

Esto desencadenó un coro colectivo en la multitud, que se divirtió gritando un "¡oooh!" entre risas, atentos a la discusión que sostenían ambos chicos. Draco rodó los ojos aunque le resultó gracioso.

—¿Yo?, ¿llorando? Es un asunto de dos, Potter, y el que se lleva se aguanta. —Se acercó a su rostro lentamente con una sonrisa malvada, un suspiro apenas separándolos— Yo estoy dispuesto a jugar. 

De ser posible, la mirada de Potter se endureció aún más, frunciendo las cejas y mirándolo directamente a los ojos, mientras un sentimiento extraño bailaba entre ambos. Después elevó las manos, poniéndolas sobre los hombros de Draco, quien por un instante fue demasiado consciente del latir de su corazón; sin embargo, fue empujado toscamente por los hombros cuando Potter lo sacó de su camino para irse del comedor, dejando a todos intrigados por su siguiente movimiento y a sus amigos recogiendo apresuradamente sus pertenencias para ir tras él.

 

♦︎♦︎♦︎ 

 

Fue inadvertido y definitivamente se sintió como una mala película de Hollywood cuando Draco, al salir del comedor, chocó distraídamente contra el pecho fuerte de un alto chico que caminaba por el pasillo. Al principio, el par de libretas que llevaba cargadas —porque se había negado a tomar una mochila para solo dos útiles escolares— se tambaleó sobre sus brazos, junto al panecillo envuelto en una servilleta que había robado de la cocina como un pequeño aperitivo; sin embargo, al ver que sus cosas no se cayeron, decidió fingir que sí, tirándolas y esperando completar la absurda escena romántica para que el chico lo ayudara a recogerlas.

Cuando se agachó, dejó un par de segundos para que el otro lo imitara, pero al ver que eso no sucedería, Draco comenzó a murmurar maldiciones y a reflexionar lo estúpido que había sido su razonamiento. Estaba terminando de recoger sus útiles cuando el chico —que no se había movido para nada y seguramente tenía una visión genial de Draco de rodillas frente a él— finalmente habló.

—¿Draco?

La voz le resultó más que conocida. Cuando levantó la mirada, un fuerte sonrojo lo cubrió al encontrarse con unos lindos y sorprendidos ojos avellana, junto a una sonrisa traviesa y aireada curvándole los labios. Draco se puso de pie en un instante, sacudiéndose el polvo de la falda en un gesto desinteresado.

—Ah... Hola, Nott.

El rostro del mencionado se pintó de diversión y soltó una carcajada.

—¿En serio, Malfoy? —recalcó su apellido con sorna—. Sabes, te vi hace un momento armar una gran escena en el comedor, pero no estaba totalmente seguro de que fueras tú... —Recargó su hombro contra el muro a su costado, cruzándose de brazos y mirándolo con travesura de arriba a abajo—. ¿Y bien? ¿Más de un año sin vernos y no vas a saludarme? —Su sonrisa era burlona, pero el sonrojo en sus mejillas delataba su gusto por verlo—. Esperaba un reencuentro más... efusivo.

El rubio rodó los ojos con una sonrisa pícara, alargando el brazo para tomarlo de la muñeca.

—¿Ah, sí? ¿Alguna idea, Theo? Tal vez aún puedo darte una buena bienvenida.

Nott sonrió, meciéndose más cerca de Draco.

—Se me ocurren algunas ideas con esa bonita falda... —chifló, recorriéndolo apreciativamente con la mirada y bajando su mano por su cintura. Draco no puso oposición, acercándose más a él, pero de pronto, sus dedos se encajaron maliciosos en las costillas de Theo. Lo último que este sintió fue cómo era pellizcado fuertemente por los hábiles dedos del rubio, lo que le arrancó un aullido de la garganta.

—¡Ay! —Nott se cubrió la zona afectada, sobándose con cuidado y dolor—. Sigues teniendo la mano fuerte...

Y sin aviso, fue jalado del brazo por el rubio, quien lo llevó a paso rápido hacia los patios del colegio.

—¿Ahora sí me vas a dar una buena bienvenida? Yo imaginaba algo más íntimo, pero si a ti no te molesta mostrarle al mundo, a mí tampoco —comentó pícaro.

Se detuvieron detrás de un gran árbol, escondido por una alta columna rocosa en los muros exteriores del colegio, donde Draco lo acorraló. Antes de que Theo pudiera reaccionar y tomarlo por las mejillas para besarlo, Malfoy ya había hundido su cabeza en la curvatura del cuello de su amigo, abrazándolo con fuerza.

—¿Un abrazo...? Ok, eso es tierno —agregó el chico, ligeramente confundido, apenas dudando antes de corresponderle y apretarle la cintura.

Antes de que se soltaran, Draco le susurró al oído con una voz que desprendía amenaza:

—No me vuelvas a decir Draco Malfoy. A partir de ahora, mi nombre será Darcy. —Su aliento cálido rozó el lóbulo de la oreja de su amigo al murmurarle mordaz—. O puedes decirme solo Malfoy si quieres.

Cuando se separó, el chico lo miraba con ojos grandes y sorprendidos, sus mejillas completamente sonrojadas. Theo soltó una risa y se talló la nuca con nerviosismo, respirando agitado.

—Wow, eso fue... caliente —Draco rodó los ojos, disgustado por el comportamiento estúpido de Theo—. Aunque, ¿por qué Darcy? ¿Hiciste algún cambio en tu identidad que yo no sepa...? —Se acercó con sonrisa cómplice, tomándolo de los hombros—. ¿Eres un espía encubierto? Cuéntamelo todo, lindo... ¿o linda? —guiñó el ojo mientras le tocaba la barbilla con la punta del índice—. Soy homosexual y todo, pero yo no perdono cuando se trata de ti...

—No seas ridículo, Theo —Draco lo empujó por el pecho—. ¡Y deja de estar de encimoso, me molestas!

—¡Ouch! ¿Dónde quedó ese loco amor que me juraste? —bromeó, fingiendo estar herido, manteniendo la sonrisa mientras se recargaba en el árbol y se ponía una mano en el pecho, sobre su corazón—. Creí que yo era tu only one y todo eso...

—No empieces con tus tonterías —dijo con breve molestia, cruzándose de brazos.

—Que ahora te hagas llamar Darcy no te exime de tus promesas... —canturreó entretenido—. De todos modos, ¿qué con ese nombre? ¿No así se llama tu...?

—Mi hermana gemela, sí.

—Oh... —Theo se enderezó interesado, alejándose del tronco donde se recostaba.

—Es una larga historia —le advirtió, ya agotado con la idea de contarle todo, conociendo perfectamente a su amigo y sabiendo que le iba a hacer mil preguntas.

—Tengo tiempo —dijo, acercándose a Draco y pasándole el brazo por encima de los hombros. El rubio rodó los ojos, exhalando y preparándose para caminar con el otro por todo el patio mientras le contaba cada detalle.

 

♦︎♦︎♦︎ 

 

Recién terminado un partido amistoso con sus compañeros, Harry fue directo a tomar un baño fresco —y muy necesario— en las duchas compartidas del equipo. Aprovechó su valioso tiempo bajo el glorioso chorro de agua que caía sobre su espalda para pensar en la próxima broma que le haría a Malfoy, con la intención de vengarse de ella.

Desgraciadamente, últimamente se sentía poco ingenioso. Después de varios años seguidos jugándose bromas pesadas mutuamente, todas las buenas ideas parecían haberse agotado. Aunque su cabeza maquinaba a toda prisa, todavía no lograba generar algo nuevo. Y lo peor era que ni siquiera podía pedir ayuda a sus amigos: al menos Ron ya había sido amenazado por su novia para no involucrarse, y los demás estaban comprados por la rubia —especialmente los gemelos traicioneros, que mostraban una extraña fascinación por ella y además eran sus amigos—. Así que se había quedado sin aliados, completamente solo en esto.

Cerró la llave de agua frente a él y recargó la cabeza contra el mosaico de la regadera con un suave golpe. Apretó los ojos, cerrándolos por un momento, tratando de concentrarse para ver si alguna idea llegaba a su mente. Estaba desesperado y quería vengarse de inmediato.

Intentó pensar, primero, en aquellas cosas que —según él— les disgustaban a las chicas. Sabía muy poco de ellas, pero en su corta experiencia de noviazgo con Ginny había notado que las mujeres estaban obsesionadas con la belleza, la higiene y el buen olor. Siempre procuraban su aspecto y se bañaban en loción para dejar un rastro de aroma con cada paso que daban. Y bueno... también sabía que algunas coleccionaban objetos extraños o tenían uno que otro hobby considerado raro, pero eso era todo. Igual, no creía que esos últimos datos fueran de mucha ayuda... Aunque, si se enfocaba en los de cuidado personal, bueno... tal vez ya se le ocurriría algo.

Con una ligera sonrisa, sacó su pie húmedo de la regadera, chapoteando levemente en el charco que se había formado frente a él sobre el piso. Estiró la mano y tomó su toalla, envolviéndosela en la cintura y comenzando a tararear una canción vaga mientras el plan iba tomando forma poco a poco en su mente.

Sí, funcionaría. Ahora solo debía apurarse antes de que cerraran la cocina del colegio.

Harry se vistió con prisa, saltando torpemente sobre un pie mientras intentaba ponerse los calzoncillos y jeans. Luego tomó una camisa arrugada de cuadros que había sacado del fondo de su clóset esa misma mañana, como reemplazo para la que Malfoy le había mojado con limonada en el desayuno. Salió corriendo por el pasillo, con el cabello aún húmedo y varios botones desabrochados, luchando por acomodarse la ropa mientras se ganaba unas cuantas miradas confundidas de otros estudiantes, que regresaban a sus habitaciones después de un largo día de clases.

Cuando finalmente llegó a las puertas de la cocina, frenó su carrera en seco con la suela de sus tenis. Se asomó por el borde del muro junto a la entrada, revisando si las cocineras estaban cerca. Al comprobar que no había moros en la costa, se apuró a entrar, desplazándose de puntillas, sin hacer ruido, rumbo al basurero.

Una vez frente a este, el desagradable hedor desprendido por frutas podridas golpeó de lleno contra sus fosas nasales. Harry hizo una mueca de repugnancia mientras acercaba las manos para recoger una de las bolsas de desechos y robársela, largándose lo antes posible antes de que alguna cocinera pudiera notarlo. Aunque, siendo sinceros, no creía que lo reprendieran muy fuerte. ¿A quién podía importarle si se robaba los desechos de los últimos días?

Afortunadamente, la tarde ya caía y era justo la hora en que la mayoría de los alumnos regresaban a sus dormitorios, así que los corredores estaban casi vacíos, por lo que podría desplazarse libremente cargando la bolsa sin levantar demasiadas sospechas.

Harry la acarreaba de modo gracioso, caminando al menos dos pasos tras ella, la cual mantenía lejos de su nariz, tomándola con uno de sus brazos extendidos frente a él, justo por la orilla superior, apenas atreviéndose a tocarla con un par de dedos. No era tan pesada, lo cual era bueno, porque no creía poder soportar mucho más tiempo en esa posición. Tenía que apresurarse a encontrar a Malfoy para poder completar su plan, y luego, ya tendría tiempo de correr a lavarse las manos vigorosamente. 

Al pasar diez minutos y aún no haber encontrado a la chica, Harry comenzó a creer que todo esto había sido una pésima idea. ¡El colegio era inmenso! Y aunque ya había visitado cada uno de los lugares donde salía verla, ninguno dio resultado.

Decidió ir al patio, ya resignado, con un nuevo objetivo: encontrar el basurero principal y tirar la bolsa de una vez por todas. El olor era infernal y ya había dejado una estela espantosa a su paso. Caminaba con determinación, hasta que algo cómico ocurrió. Al pasar bajo un árbol alto, medio escondido entre los muros del colegio, escuchó un ronquido murmurado entre las ramas.

Harry detuvo sus pasos al instante, confundido por lo que captaron sus oídos. Al principio levantó la mirada con ojos flojos y titubeantes, pero rápidamente los entrecerró cuando creyó divisar entre las ramas altas del árbol a una figura recostada despreocupadamente.

Su confusión se transformó gradualmente en sorpresa, y luego, en malicia, cuando notó que la persona en el árbol era Darcy Malfoy. 

—¡Dios, esto es perfecto! —pensó, deshaciendo el nudo de la bolsa sin apartar la vista de la rubia, que dormía plácidamente con las piernas estiradas y los brazos cruzados sobre el pecho.

Aunque un sentimiento extraño se plasmó en su pecho. Era la primera vez que la veía en ese estado y era... desconcertante.

Desconcertante como se siente ver a tu mayor enemiga en su momento más vulnerable. Desconcertante como verla montada en un árbol, cuando sabía perfectamente que la chica siempre había sido demasiado cuidadosa como para de pronto verla hacer algo considerado tan... salvaje ¡Su camisa del uniforme incluso estaba tenuemente levantada, dejando entrever una fracción de cintura! Esto era inaudito. ¡Esto era raro! 

Harry se apuró a desviar la vista, completamente incómodo con la dirección que estaban tomando sus pensamientos, agitando la cabeza para aliviarla de todas sus ideas estúpidas. 

Mejor prefirió abrir la bolsa, dándole un rápido vistazo al interior, encontrándose con algunas cáscaras de frutas y naranjas podridas. Esto le imprimió una sonrisa completamente malintencionada en su rostro, mientras seleccionaba analíticamente qué de todo aquello le serviría mejor a su plan.

¡Todo se ajustaba magníficamente! Malfoy en el árbol, la comida podrida... Una idea excepcional y bien cimentada resplandeció al fin en su cabeza. 

Cuidando de no volver a mirar a la chica durmiente —porque tenía un poco de miedo de lo que podría hacer su pensamiento—, tomó las cáscaras y frutas podridas entre sus manos, y reteniendo sus ganas de vomitar, las comenzó a embarrar por toda la extensión del tronco, con una mueca malvada pintada majestuosa sobre sus labios.

¡Genial! ¡ ¡Simplemente genial! Una vez que terminó, se alejó para apreciar las consecuencias de su trabajo. Un brillo malicioso decoró sus ojos cuando su mente adelantó un escenario falso para imaginar cómo sería la reacción de la chica cuando esta se despertara, y al querer bajar del árbol, se encontrara rodeada de restos putrefactos. 

Emocionado por lo inminente, salió corriendo entre saltos hasta el lavadero más cercano, buscando limpiarse para desprenderse del hedor y regresar lo antes posible al patio para esperar a que la chica se despertara y poder presenciar en vivo su gratificante reacción. 

 

♦︎♦︎♦︎ 

 

Cuando lo que estimaba fuera sólo un corto tiempo de espera, se convirtió en media hora, Harry comenzó a desesperarse. 

Después de regresar de lavarse las manos al menos cinco veces —y que el olor siguiera impregnado en su piel—, se fue a sentar en una de las bancas del jardín, cerca de donde se encontraba el árbol, para tener a Malfoy en su línea de visión y poder presenciar la reacción que tendría cuando despertara de su siesta. 

Creía que sería rápido, pero desgraciadamente, la siesta se había extendido más de la cuenta. 

Harry no lograba entenderlo. ¿Cómo Malfoy podía dormir más de cinco minutos sobre un árbol? ¡Ni que fuera pájaro! Estaba seguro que las ramas no debían ser muy cómodas contra la espalda... ¡No era normal dormir así! 

Cuestionó la sanidad mental de la chica, mientras se distraía observando en la lejanía a algunos alumnos de grados inferiores jugar a salpicarse agua del lago. Unos cuantos estaban dentro, nadando en la orilla y riéndose, mientras que otros conservaban sus prendas, limitándose a platicar mientras comían alegremente algunas frutas y sándwiches de un picnic que tenían preparado frente a ellos. 

Harry deseó poder unírseles, o hacer cualquier otra cosa que pudiera distraerlo de lo tedioso que resultaba revisar como un tonto a la mujer dormida sobre el árbol. ¡Ya quería irse. Estaba harto y ni siquiera había traído su celular para jugar! 

Pasaron otros cinco minutos, entre suspiros desganados y miradas aburridas, hasta que finalmente hubo una señal. 

Un chico alto y pelinegro se acercó distraído al árbol de la Malfoy, revisando su teléfono con el ceño fruncido, por poco chocándose contra el tronco, excepto porque al último segundo se dio la vuelta y recargó su espalda contra este. Harry apenas alcanzo a contar exactamente dos segundos, y luego, el chico se despegó del árbol en un brinco, deformando su rostro en una mueca de desagrado al mismo tiempo que se daba palmadas en la espalda para tratar de desaparecer la mugre de frutas podridas que se adhirió a su camisa. 

Harry sonrió tenuemente, divertido porque alguien ya hubiera caído en su broma. Luego, el chico que aún estaba allí batallando con su disgusto, alzó la mirada, apenas dudando un corto segundo antes de gritar con fuerza el nombre de Malfoy. 

Si la chica no se despertaba con ese chillido, Harry la daría por muerta, porque no creía que algo más pudiera hacerlo. Incluso los alumnos que bromeaban junto al lago voltearon con curiosidad hacia el árbol.

Él se levantó de su banca en un santiamén, acercándose con precaución, con pasos lentos y escondiéndose para no ser notado. Cuando estuvo a lado de ellos, logró escuchar muy interesado la conversación que mantenía el chico con Malfoy. 

—¡¿Qué?! ¡¿A qué te refieres con que el tronco está manchado?! —La voz de la chica salió extremadamente chillona y alarmada. 

—¡Sí! —Él contestó con entusiasmo, inclinando la cabeza hacia arriba para hablar con Malfoy— Me recargué en el tronco y me manché la camisa, creo que alguien embarró frutas podridas alrededor de todo el tronco... 

—¡¿Y por qué harían algo como eso?!

Harry dio un pequeño vistazo a Malfoy y descubrió que cargaba una gran mueca consternada y asqueada, su postura ahora mucho más recta que antes, acuclillada incómodamente y aferrándose con fuerza a las ramas de su alrededor para no caerse, sus piernas dobladas frente a su pecho, casi pareciendo a la defensiva. 

—No lo sé... tal vez querían, eh, ¿cómo se le dice...? ¡Fertilizar! 

—No lo creo, habrían notado que estoy aquí...

—Tal vez estaban distraídos.

El rostro de Malfoy se deformó con incredulidad, abriendo la boca levemente, mirando al chico con intensidad y sin pronunciar palabra alguna. Después, comenzó a gritar, su rostro usualmente pálido tornándose de un fuerte color rojizo.

—Bueno, no me voy a quedar a descubrirlo, ¿o sí, Nott? ¡Apúrate a traerme algo para bajar de aquí! —ordenó con severidad, ocasionando que su amigo retrocediera un par de pasos—. ¡Y rápido porque me estoy comenzando a entumir!

La respuesta verbal no llegó, pero Nott salió corriendo por el jardín, algo perdido y sin saber exactamente dónde o qué buscar. Harry no perdió el tiempo tampoco, saliendo de su escondite apenas se quedaron solos, con una gran sonrisa victoriosa en el rostro. 

—¡Vaya, vaya! ¡Miren a esa damisela en apuros! Al parecer se quedó atrapada en este sucio árbol. —Comenzó con tono burlón, quedando justo frente a ella y cruzándose de brazos para acentuar su posición—. ¿Necesitas ayuda, niña? 

Malfoy, que tenía algunos segundos encogiéndose en su propio sitio y dando miradas nerviosas alrededor, lo miró con sorpresa cuando apareció. Sus facciones se endurecieron apenas identificó de quién se trataba.

—Tú... —Soltó una de las ramas a las que se aferraba, extendiendo su brazo para señalar a Harry a modo acusatorio— ¡Tú hiciste esto!, ¡¿no es verdad?! —Desprendía enojo, sus palabras saliendo con un efecto casi escupido desde su boca.  

—Vaya, adivinaste, así que no eres tan lenta. 

Harry se acercó un poco a la chica, alzando los brazos para sostenerse de algunas ramas, posando su cabeza entre estas para verse más burlón todavía. Malfoy reaccionó inmediatamente, levantando el pie para patearle el rostro, aprovechando la cercanía. Harry no pudo reaccionar a tiempo, su nariz rebotando contra la suela del zapato de la chica y alejándose un poco avergonzado, soltando un quejido de dolor.

—¿Te dolió, cielo? —Esta vez fue turno de ella para burlarse con una crueldad encantadora, relajando levemente su postura, balanceándose hacia el frente para mirar la nariz de Harry—. Qué patético. 

—No me dolió —masculló miserablemente, aunque su nariz palpitaba bajo el toque de su mano, haciéndolo sisear levemente—. Y la patética eres tú, ¡yo no soy quien está montado sobre un árbol apestoso!

Malfoy rodó los ojos, fastidiada. 

—Aunque veo que llamaste a tu dulce caballero. —dijo con maldad, mirando cómo el chico alto de hace un rato se acercaba corriendo, cargando el mantel de picnic de los chicos junto al lago— ¿No lo podías resolver tú solita? 

Harry fue ignorado cuando el chico llegó al árbol, jadeando levemente por correr, y mostrándole con una gran sonrisa el mantel a la rubia. 

—Bien hecho, Theo —Lo felicitó, sonriéndole con algo parecido al afecto— Sé lindo y extiéndelo contra el tronco. Voy a bajar. 

El chico, que por cierto Harry nunca había visto en su vida, se apresuró a seguir las órdenes de la chica, extendiendo el mantel y ofreciéndole la mano para ayudarla a bajar con cuidado. Harry rodó los ojos con fastidio durante todo el proceso, desviando la mirada incómodamente para no toparse con la escena ni tampoco ver las maniobras que hacía Malfoy para bajar con esa falda corta suya. 

Cuando volvió a mirar, se encontró con dos pares de ojos: los primeros, de Theo, que lo observaba con intensa curiosidad; y los segundos, de Malfoy, que todavía parecía muy enojada, tal vez con un par de golpes pendientes que darle, aunque estaba siendo retenida por la firme mano con la que el primer chico la rodeaba por la cintura.

Eso confundió a Harry. ¿Acaso la tonta se había conseguido un novio y él no se había enterado?

Comenzando a sentirse incómodo, optó por largarse de ahí antes de que pudiera pagar las consecuencias de sus actos. 

 

♦︎♦︎♦︎ 

 

—¿Así que ese es el famoso Harry Potter del que me hablaste?

—Lo voy a matar —declaró Draco mordazmente y con total determinación.

Theo soltó una risita tonta y graciosa, acercándose más a Draco para tomarlo de la cintura.

—¿Qué? —Draco lo empujó levemente, deshaciendo el agarre que ejercía el chico sobre él—. ¿Por qué te ríes como estúpido?

Theo siguió riendo, sin importarle la actitud cortante de su amigo.

—Nada, eres lindo cuando amenazas de muerte a alguien. ¿Esa mirada que le diste al chico Potter hace rato? —Theo gimió, avergonzado—. Yo ya me hubiera rendido ante ti.

Draco pestañeó lentamente, desconcertado, solo para luego comenzar a reírse, con un brillo divertido bailando en sus ojos.

—Eres un baboso —contestó burlón, aunque su voz iba cargada de cariño—. No eras así cuando nos conocimos en París.

Theo tarareó, contento de haber hecho reír a Draco, dando pasos suaves y alegres sobre el pasto verde del patio, mirando con atención la sombra que proyectaban ambos al caminar.

—Tal vez me arrepentí de irme tan pronto. Debí quedarme contigo.

Un sentimiento amargo se instaló en el pecho de Draco al escuchar a su amigo.

—No inventes, tenías a la banda y sueños por cumplir. Es obvio que no podías quedarte por mí —murmuró con un poco de pesadez—. Ni siquiera estábamos saliendo...

—Draco —llamó con seriedad, parándose al lado de un tronco caído que se extendía cerca de la entrada a la cancha de fútbol—, ¿podemos hablar de esto?

Y la verdad es que Draco no quería hacerlo. Dios, de todas las personas que conoció en su viaje a París, la última con la que quería reencontrarse ahora era Theodore Nott. De todos sus amigos, hubiera preferido mil veces a Zabini o a Parkinson.

Theo era un asunto complejo con el que no quería lidiar por ahora.

Tratando de hacerse el tonto y no contestar la pregunta que le hizo, buscó rápidamente cualquier distracción para evadir el tema, pasando la vista por toda la extensión de pasto que tenía cerca, queriendo sacar conversación del tema que fuera. Su vista se posó sobre el tronco caído al lado de Nott, más específicamente en los insectos que subían sobre este.

—¿Esas son hormigas? —Se acercó con cierto recelo, agachándose para mirarlas de cerca—. ¡Sí lo son!

—¿Qué? —Theo se dio la vuelta y lo miró, un poco frustrado—. Pues sí, ¿acaso nunca habías visto hormigas?

Draco decidió ignorarlo, siguiendo con la vista el camino que recorrían los insectos, tratando de descubrir de dónde salían.

—¿Podemos hablar de lo que importa? —insistió Theo—. ¿Por favor?

Draco lo volteó a ver, analizando su expresión por cortos segundos, incómodo por la insistencia.

—¿Tienes una caja?

Theo soltó un gruñido de frustración, tirando su cabeza para atrás, girándose para darle la espalda a Draco.

—¡¿Por qué carajo tendría yo una maldita caja, Malfoy?! —Volteó de nuevo a verlo—. ¿Parezco alguien que cargaría una caja a todos lados? ¿Ves una caja por aquí?

Draco suspiró, cambiando su semblante a uno más amable para tratar a su amigo enojado.

—Encontré un hormiguero. Creo que me servirá para regresarle la broma a Potter —dijo suavemente.

Theo gimió con incredulidad, mirándolo a los ojos por breves segundos, luego acercándose a su lado y agachándose junto a él.

—¿Siquiera te importa? —Estaban cerca, a la misma altura, y los ojos de Theo manifestaban cierta angustia—. Lo que te quiero decir.

—Theo, no quiero hablar de eso ahora, ¿bien? Nos acabamos de reencontrar hoy, no nos apresuremos.

El chico siguió mirándolo directamente, reteniendo el aire en sus pulmones un momento, luego soltándolo con derrota.

—Está bien. Queda pendiente —le señaló con una pequeña sonrisa, a lo que Draco asintió, regresándole el gesto. Después Theo se volteó, buscando rápidamente algo en su mochila—. No tengo una caja, pero tengo esto. —Sacó una pequeña bolsa plástica autosellable—. ¿Te sirve?

Draco se la arrebató, agradeciéndole vagamente, y pronto comenzó a idear cómo podría hacer que las hormigas entraran a la bolsa sin terminar con múltiples piquetes. Theodore se ofreció a ayudarle, y así, ambos comenzaron a poner en marcha el plan.

 

♦︎♦︎♦︎ 

 

Un foco cálido, perteneciente a un bello y viejo candelabro, parpadeaba desgastado desde el alto techo del conocimiento. La biblioteca se sentía fría, aun con la deteriorada calefacción que hacía esfuerzo por cubrir con su manto cálido a los estudiantes que se esmeraban por nutrirse del saber en aquella gélida noche.

O al menos eso último trataba de hacer Hermione, porque tanto Ron como Harry, que la acompañaban, solo estaban aplastados en sus sillas, con la vista fija en las páginas de sus libros, pero sin leer algo realmente. Ambos se encontraban agotados; apenas era el segundo día y su amiga ya los tenía por las orejas, obligándolos a repasar las lecciones vistas en las últimas clases.

—Hermione, ¿realmente tenemos que hacer esto ahora? Aún tenemos mucho tiempo para prepararnos —Harry hizo el intento de abogar—. Me gustaría mucho estar ahora acostado en mi cama o jugando algo con los chicos.

Ron hizo el amago de apoyar su idea, abriendo la boca levemente, pero cerrándola cuando Hermione contestó.

—Estamos adelantándonos al futuro —habló ella con seguridad—. Si nos ponemos a repasar desde ahora, cuando vengan los exámenes todo será mucho menos estresante.

—¡Pero para eso falta muchísimo! —Harry trató de nuevo, queriendo demostrar su punto—. Acabamos de entrar a clases.

Ella solo meneó la cabeza lentamente, sin despegar la vista de su libro.

—Me lo agradecerán. Ambos.

Ron, que había escuchado todo en silencio, le dio una mirada suplicante de ayuda a su amigo. Harry le contestó con un ceño fruncido y palabras mudas, diciéndole que si quería defenderse, enfrentara él a su novia, en lugar de mandarlo a él.

Ninguno dijo nada más por los diez minutos que precedieron; en el caso de Hermione, porque estaba leyendo sus libros, y en el de ellos, porque vagueaban en su mente mientras trataban de fingir que leían.

De pronto, ella se levantó, cerrando su libro y moviendo su banca con cuidado para no hacer demasiado ruido.

—¿A dónde vas? —preguntó Ron con emoción, esperando recibir la buena noticia de que era tiempo de irse.

—A buscar otros libros.

No hizo falta decir más, pues Ron se levantó de sopetón, cerrando su libro también y tomando el brazo de su novia.

—Voy contigo.

Dijo visiblemente emocionado, y al no haber objeción, ambos se fueron a uno de los pasillos del fondo, donde las estanterías más viejas los esperaban.

Cuando desaparecieron de su vista, Harry soltó un fuerte resoplido agotado y recargó su nariz sobre su libro abierto, cerrando los ojos suavemente.

Sabía que Ronald se había comportado así de sumiso todo el día con su novia porque quería que esta le prestara atención, y así poder calmar sus impulsos sexuales; pero Hermione, tan obsesionada con el estudio como siempre, se había perdido entre libros y no había notado las miradas que le daba Ron. No fue ninguna sorpresa entonces que, a la mínima oportunidad que vio el chico de estar a solas con ella tras las estanterías, la siguiera como un cachorrito.

Era patético, Harry quería vomitar. Pero más que eso, quería dormir.

Con los ojos aún cerrados, cambió la posición de su cabeza, recargando ahora su mejilla sobre la página del libro, frotándose un poco ahí en lo que se acomodaba para relajarse y dormir hasta que sus amigos estuvieran de vuelta.

Eran las ocho y media de la noche, y el viento que se coló por la gran ventana de la biblioteca, corriendo y chiflando al raspar las paredes del pasillo principal, le provocó un desagradable escalofrío. Esto debería haberlo interpretado como una señal, porque siempre que se estremecía, era porque algo malo estaba a punto de suceder.

Sin embargo, Harry era muy malo para interpretar señales, así que siguió acostado sobre su libro, cada vez cayendo más y más en la relajación.

Mientras, un par de estanterías hacia el fondo, lo suficientemente escondido para que Harry no lo viera desde su mesa, estaba Draco Malfoy, quien lo había estado observando por exactamente cuarenta y tres minutos, esperando el momento perfecto para poner en marcha su plan.

Harry se había quedado solo después de su aburridísima sesión de estudio con sus amigos, de la que Draco, después de verlo divagar por un buen rato, sospechaba que el chico no había aprendido nada.

Este parecía finalmente el momento perfecto.

Draco desvió la vista hacia sus manos. En la izquierda tenía la bolsa cerrada con las hormigas; y en la derecha, un pedazo de papel higiénico bañado en miel. Si seguía cada uno de los pasos, esto pintaba que saldría a la perfección.

Aprovechando que no había nadie más que ellos en la biblioteca —porque, seamos honestos, ¿quién estaría en la biblioteca un martes en la noche, siendo el segundo día de clases?—, Draco se acercó hasta el chico, que entonces seguía recostado sobre su libro.

Se detuvo por un instante tras él. Vaya, qué curioso, ¡está dormido!, pensó Draco con irritación. Justo tan dormido como yo lo estaba hace un rato en el árbol.

No lo pudo evitar más. Una fuerza que quería venganza se apoderó de su cuerpo, llevándolo a abrir la bolsa de hormigas, las cuales corrieron felices y se montaron en el papel cubierto de miel cuando Draco se los presentó tan amablemente.

Luego, con un montón de hormigas compradas por un poco de miel y dispuestas a trabajar para él, Draco ubicó su objetivo: el cuello de Harry.

Lo observó apreciativamente, notando, para su infarto, que al estar inclinado hacia el frente, Harry había dejado al descubierto, por el borde del cuello de su camisa, un atractivo lunar en su nuca. Draco tuvo que inhalar con fuerza, rechinando los dientes, aún sin poder quitar los ojos de esa porción de piel.

No supo por cuánto tiempo se quedó congelado ahí, pero cuando finalmente recobró sus sentidos, se dio cuenta de que las hormigas ya le estaban picando la mano, así que, enojado por todo lo que había sucedido en el día y buscando sacarse ese feo sentimiento que le oprimió, tomó con timidez el borde de la camisa de Harry, haciendo espacio para meterle el pedazo de papel lleno de miel y hormigas por el cuello, buscando desquitar su furia especialmente con aquel molesto lunar que parecía no dejar de verle.

No tuvo que esperar mucho. Probablemente Harry se había despertado desde que sintió el tirón en su camisa, cuando Draco hizo espacio, pero el chico era un poco estúpido, y no fue hasta que sintió montones de pequeños cosquilleos, junto a un líquido pegajoso bajándole por la espalda, que finalmente reaccionó, levantándose con la menor muestra de sutileza que un ser humano podría manejar.

Cuando se encontraron cara a cara, la sonrisa de Draco era tan grande que le cubría una tercera parte del rostro, mientras que Harry, mirándolo aún adormilado y atónito, comenzó a sacudirse la espalda, maniobrando con su camisa, retorciéndola, subiéndola por su cuerpo y, finalmente, desabrochándosela.

Draco dejó de creer que esa fuera una buena idea en el momento en que vio la morena piel de Harry frente a él, bajo la luz parpadeante y pobre de la biblioteca.

El hechizo se rompió cuando Harry comenzó a gritar.

—¡Quítamelas, quítamelas! —Comenzó a dar vueltas en su lugar, mientras torcía su brazo para alcanzarse la espalda—. ¿¡Malfoy, qué me metiste!?

—Qué exagerado, solo son un par de hormigas inofensivas —habló con la voz un tanto entrecortada—. No seas exhibicionista, Potter, ponte tu camisa —dijo, agachándose a recogerla y aventándosela en la cara—. Estamos en la biblioteca, nadie quiere verte semidesnudo.

Una vez que Harry se aseguró de que ya no tenía nada, comenzó a ponerse la camisa de nuevo. Tenía las mejillas sonrojadas, notándose su vergüenza, y si se daba vuelta, su espalda estaba igual de roja, llena de marcas por tanto rascarse.

—¿Por qué tienes tanta fijación por meterme cosas debajo de la camisa? —preguntó Potter, entre enojado y curioso.

Minutos atrás, Draco habría dicho que no sabía, pero ahora, después de lo que vio, estaba completamente seguro de a qué se debía esa fijación, aunque nunca fuera a admitirlo abiertamente.

—Eran hormigas de jardín, no sé por qué tanto escándalo —Draco rodó los ojos, arqueando una ceja y mirándolo con burla—. Eres un poco llorón.

—¡Esta es la cuarta que me haces en el día!

—Aww, ¡qué tierno! —ironizó—. Llevas el marcador y todo.

Harry ignoró su burla, comenzando a contar con los dedos frente a él.

—Primero me tiraste comida en el desayuno —alzó el dedo meñique—, luego me tiraste limonada con hielos en la cabeza —levantó el siguiente dedo—, después me pateaste en la nariz...

—¡Esa fue porque le pusiste frutas podridas al tronco del árbol en el que estaba! —se defendió—. Yo solo te la regresé.

—¡Ajá, y ahora otra vez! Me vienes a poner hormigas y miel en la camisa —levantó un cuarto dedo—. Me parece que no estamos siendo muy justos —debatió, poniéndose las manos en la cadera y mirándolo con desprecio—. Yo solo te he hecho una.

—¡Dos! La del cabello en la silla también cuenta.

Harry chistó, negando con la cabeza y el dedo.

—Esa es de ayer, ya se venció, y aun así, sigue sin ser justo.

Draco apretó los puños a sus costados, impotente por todo lo que le estaba haciendo ver.

—No es mi culpa que seas un aburrido al que no se le ocurre nada para bromear.

Harry carcajeó, tirando la cabeza para atrás, aún con las manos en la cadera.

—Me las debes, ¿lo sabes, no?

—¿Qué?

—Me debes como tres bromas sin que te quejes o respondas, para que estemos equilibrados —le aclaró.

—Pero...

—Son las reglas —se burló Harry, sonriéndole.

Draco tardó en contestar, conteniéndose las ganas de seguir discutiendo, aunque sabía que lo que Harry decía tenía sentido. Después de casi un minuto de estarse viendo mutuamente, finalmente habló.

—¡Bien! —Terminó cediendo—. Pero solo por esta ocasión; a la próxima, no quiero que llevemos ningún marcador. Un verdadero bromista no utiliza esa clase de estupideces.

Harry levantó una ceja, cuestionando sus palabras.

—Que a partir de ahora, las bromas, ya sean pequeñas o grandes, las vamos a hacer cuando nos plazcan. No me gusta que contemos, le quita todo lo divertido.

Harry se enderezó en su lugar, mirándolo sorprendido por la propuesta.

—¿Y si no acepto?

—¡Oh, vamos! Las bromas que te he hecho hasta ahora son simples tonterías, nada muy elaborado —Draco se acercó lentamente al chico, sonriéndole muy cerca del rostro—. ¿En serio estás aterrado por estas bromas de niños? Pensé que habíamos dicho en la mañana que íbamos a jugar este juego y que nos íbamos a aguantar todo.

Harry tragó saliva, manteniendo el contacto visual con Draco a escasos centímetros uno del otro.

—¿O tienes miedo, grandulón?

—Claro que no —Harry respondió de inmediato, apretando la mandíbula y sintiendo el cuello tensionado al no querer moverse de su posición para evitar chocar narices con el rubio—. Pero ya deja de acercarte tanto a mi rostro, es... raro.

Draco soltó una risa nasal al escucharlo.

—¿Qué? —Sus pálidas cejas estaban curveadas y por un instante bajó su mirada para observar los rosados labios de Harry—. ¿Te intimida tanto mi presencia?

—Por favor —Harry pidió, no atreviéndose a respirar el mismo aire que el otro.

—Bueno... si lo pides tan amablemente.

Draco se alejó, y el suspiro que los separaba volvió a convertirse en una distancia apropiada. Harry volvió a respirar con normalidad.

—¿Entonces? —preguntó Draco.

—¿Entonces qué? —respondió Harry, de pronto sintiéndose malhumorado—. Agh, ¿sabes qué? Está bien, acepto tus condiciones.

Draco recuperó su sonrisa.

—Bien, así me gusta —contestó, aflojando su postura y comenzando a caminar a la salida. Cuando pasó al lado de Harry, le dio una última mirada apreciativa—. Quién diría que eras tan cooperativo.

Y después de eso se fue. Harry se quedó en la biblioteca por un rato más, tratando de leer su libro para distraer su mente, incluso cuando Hermione y Ron regresaron un poco despeinados del fondo de la biblioteca, avisándole que ya se iban a dormir. Harry los despidió vagamente, y cuando estos volvieron a desaparecer, él agarró el libro y, aún abierto, lo estampó contra su rostro, tratando de sofocar el gemido de frustración que soltó después de todo lo que vivió esa noche.

Chapter Text

 

Es realmente usual que todo aquel que conozca por primera vez a los gemelos Malfoy, siempre tenga la impresión de que son exactamente iguales. De pequeños era más obvio, pues usaban el mismo peinado y ropa que Narcissa tan cuidadosamente les elegía, haciéndolos lucir como dos pequeños angelitos de tres años sonrosados y elegantes, haciéndola regodearse de encanto cada vez que sus bebés eran halagados por su belleza.

Pero como es obvio e inevitable, ambos crecieron y, aunque de pequeños habían compartido una inmensa lista de cualidades que los hacía casi idénticos, las experiencias que obtuvieron al crecer y los caminos que tomaron, terminaron por darle lugar a su primera diferencia. Sus personalidades.

Al inicio no parecía tan notorio porque, ¿qué tanto podía diferir la personalidad de dos gemelos criados en el mismo ambiente y con los mismos padres? Pues genéticamente, no mucho, pero una vez que entraron a la pubertad, fue básicamente imposible seguirles la pista.

Cumplir once años, entrar a un nuevo colegio, no quedar en el mismo salón que su hermana y conocer a un chico lindo que le generó una enorme crisis de identidad gay, fue lo que le tomó a Draco darse cuenta de que tal vez él y su gemela no eran tan parecidos.

Porque mientras Darcy todavía estaba luchando por dejar atrás su etapa de jugar con muñecas y saltando la cuerda con sus amigas, Draco, por otro lado, ya había conseguido a su primer novio, y mientras ella huía de la clase de deportes, él ya había vencido en cada uno de ellos.

A primera vista Darcy aparentaba ser tierna e inocente —no lo era—, y Draco, astuto y arrogante. Sus intereses y personalidades chocaron varias veces a lo largo de su crecimiento, pero a pesar de eso, aún había tres cosas que compartían y los mantenía unidos: su físico, sus travesuras y su gusto por los chicos.

Porque si desde pequeños ya se les notaba una chispa traviesa brillando en sus ojos, de adolescentes no había poder que los detuviera de unir fuerzas cuando de gastar una broma se trataba. Sus padres fueron las principales víctimas de sus fechorías por años, aunque claro que después de criarlos por dieciséis años, Narcissa y Lucius Malfoy ya habían dominado el arte de desenmascarar a sus hijos, anticipando sus movimientos y reprendiéndolos antes de que pudieran prenderle fuego a la casa a favor de sus bromas "inofensivas".

Por eso ahora resultaba tan conveniente que sus padres no estuvieran enterados de esta extensa broma/travesura que llevaban a cabo en sus colegios, porque, de ser así, recibirían más que un jalón de orejas. Suficiente había tenido Draco con que sus padres lo enviaran a París para reflexionar, después de que lo expulsaran del colegio hace dos años —mismo donde ahora se había infiltrado, cabe aclarar.

Pero regresando a los gemelos: sí, ambos eran auténticos bromistas, pero cada uno tenía su estilo. El de Darcy, por ejemplo, constaba más que nada de bromas verbales espontáneas disfrazadas de falsa inocencia y uno que otro impulso vengativo con repercusiones físicas, que casi siempre lograba hacer pasar como coincidencias desafortunadas, consiguiendo así salir ilesa y triunfadora de sus enfrentamientos. Draco, en cambio, era casi todo lo contrario; porque, aunque sí compartía con su hermana lo sigiloso y medido, también resultaba ser extremadamente burlón y desinhibido luego de gastar una broma, sin temor alguno a ser descubierto como el responsable, aunque siempre cuidando que, al menos durante la ejecución, la broma fuera limpia y discreta, para no ser captado con las manos en la masa hasta que el daño ya estuviera hecho y no se pudiera revertir. Ahí era cuando, finalmente, se levantaba a alardear sobre su increíble ingenio, disfrutando de la molestia en el rostro de su víctima.

Y después estaba Harry, quien, al parecer, nunca incluyó la palabra "discreto" en su vocabulario. Draco no sabía en qué tipo de bromista clasificarlo, pero le resultaba exasperante lo ruidoso que era el chico, porque no solo era ruidoso cuando ejecutaba sus bromas, sino también justo antes de hacerlas. Era como si buscara anunciarlo a todo el mundo. Para Draco, esto sin duda era una muestra de falta de talento, y es por eso que, después de la quinta vez en que Harry se acercó a gastarle una broma en el día, Draco finalmente tuvo lástima de él y permitió que sucediera. Luego, tan lento y burlón como pudo, comenzó a aplaudirle.

—Felicidades, Potter —le dirigió una mirada inexpresiva, todavía sin dejar de aplaudir—. ¿Pero es todo lo que tienes? He visto más grandes.

En ese momento, el resto de alumnos guardó silencio, atentos al intercambio entre ambos chicos al fondo del aula.

—¡Es una pitón! —Harry gritó frustrado y confundido, acercándose a tomar la gran serpiente de plástico que había dejado caer sobre Draco—. ¡Se suponía que gritaras!

Draco se encogió de hombros, fingiendo un lento bostezo burlón, lo que le ganó un par de risas de sus compañeros.

—Practicaré mi grito para la próxima, tal vez para el día en que tus patéticas bromas logren sorprenderme... —Se inclinó hacia atrás en su asiento, acercándose a Harry—. Y, Potter, sé que huelo bien, pero no hacía falta que me respiraras en la nuca por tres minutos seguidos antes de tirarme tu tonta serpiente. Un consejo: si quieres jugarme una broma, al menos sé discreto.

Harry frunció el ceño y apretó un puño sobre su mesa, viendo cómo el rubio le guiñaba un ojo y volvía su atención al frente de la clase. Cuando el profesor regresó, Harry comenzó a tomar notas furiosamente, rompiendo con presión la punta de su lápiz.

¡Definitivamente (no) lo había olfateado!

♦︎♦︎♦︎

Tan solo un par de horas más tarde, cuando el sol terminaba por elevarse hasta su punto más alto en el cielo, Draco decidió deslizarse con un ritmo calmado por los jardines del colegio, cargando en su hombro su bolso de estudiante y buscando con la mirada a Ginny o a cualquier otro amigo que pudiera hacerle compañía esa tarde antes de tomar sus últimas clases del día. Se acercó con pasos inseguros por un camino rocoso, decorado con pequeñas flores regadas en su superficie, admirando con curiosidad las pequeñas muestras de bondad y belleza de Hogwarts. El camino era corto, así que al poco tiempo terminó topándose frente a una plataforma de concreto de baja altura, y, cuando levantó la vista, notó a lo lejos a tres chicos pelirrojos corriendo y riendo mientras lanzaban una pelota sobre una red de voleibol. Sonrió con suficiencia y se animó a acercarse para saludarlos.

Los tres chicos se giraron a mirarlo, y solo dos de ellos, los idénticos, le sonrieron con alegría.

—¡Darcy! —Fred, quien sostenía la pelota, la dejó caer sin interés, apresurándose hacia Draco, seguido de su hermano George, quien los alcanzó rápidamente y así ambos lograron pasarle sus brazos sobre los hombros en camaradería. Draco hizo una mueca de disgusto al sentir el sudor de los gemelos, y Ron resopló a lo lejos, mirándolos con, ahora, el balón entre las manos.

—¿A qué debemos este placer? —preguntó George con una sonrisa ladina, utilizando su mano libre para peinarse el cabello sudado hacia atrás.

—Nunca vienes por acá, ¿acaso se te perdió algo? —complementó Fred, haciéndolos caminar hasta alcanzar a Ron, quien les fruncía el ceño a los tres con desconfianza—. Tal vez podamos ayudarte a encontrarlo.

—No, no se me perdió nada, solo estaba vagando por ahí —contestó un poco incómodo, no sabiendo si encontrar agradable o desagradable el calor de los cuerpos sudados de los gemelos contra el suyo—. Aunque... bueno, ahora que lo mencionan, tal vez sí necesite ayuda en algo —terminó, desprendiéndose de los brazos que lo sostenían y caminó un poco, posicionándose a la vista de los tres hermanos, mostrándoles una sonrisa lenta y peligrosa.

—¡Lo que quieras! —exclamaron emocionados los gemelos. Ron, mientras tanto, dio un paso atrás con inseguridad.

—¿Esto tiene algo que ver con Harry? —Los ojos de Ron parecieron expandirse con incertidumbre.

Draco hizo una pequeña pausa, confundido, y los gemelos comenzaron a reír mirándose entre ellos.

—Eh... sí, algo así —dijo con poca seguridad, y apenas escuchando, Ron se apresuró a abandonar la cancha con una torpe excusa y aún más torpes pies. Draco se giró levemente para observarlo marcharse y luego miró a los dos chicos a su lado con una ceja arqueada—. ¿Y a este qué le ocurre?

—¡Oh, miren a ese pobre tonto! —se burló Fred entre risas, siendo acompañado por su gemelo, que se dobló hacia el frente—. Es un poco cobarde, ¿no lo crees, Georgie?

George asintió tosiendo, sin poder dejar de reír, y Draco se sintió exasperado, poniéndose las manos en la cintura y exigiéndoles respuestas con la mirada. Los gemelos se calmaron y levantaron las manos, rendidos.

—Sí, eso. Lamentamos informarte que hemos perdido a un aliado —respondió George, poniéndole una mano en el hombro, compadeciéndolo con sorna—. Ronniekins ha sido domado y amenazado por su novia para no interceder en los asuntos de Harry y tuyos.

—¡Es un miedoso! —añadió Fred.

—¡Sí, es Hermione! A Ronnie le da mucho miedo.

—Oh... —contestó Draco, dando un último vistazo en la dirección en que había huido el chico. Sonrió con burla contenida y volvió a mirar a sus amigos—. Bueno, ustedes bastarán.

Fred y George arquearon una ceja cada uno y se miraron entre ellos con sonrisas cómicas. Cuando volvieron sus ojos ámbar hacia él, la travesura podía verse reflejada en ellos.

—¡Necesito que me ayuden a entrar al equipo de voleibol! —declaró con exigencia.

En sus rostros podía notarse que estaban a punto de volver a estallar en risas, pero una mirada glacial y enojada de Draco bastó para calmarlos.

Fred se rascó la cabeza y miró a su hermano buscando ayuda. George se encogió y tosió un poco en su puño para esconder una risa que se le escapaba.

—¿Quieres que hagamos trampa? —preguntó Fred.

—Somos jueces en el comité de selección. No sería ético —agregó George lentamente.

Luego, los dos se giraron a mirarse entre ellos, primero con incertidumbre y después con complicidad creciente y malas intenciones.

—Aunque... —complementaron cantarines al mismo tiempo, con una sonrisa traviesa curvándoles ya los labios—, nunca nos hemos considerado éticos, ¡así que si quieres que hagamos trampa por ti, estaremos complacidos!

Draco, quien no había tenido oportunidad de explicarse y accidentalmente había dejado volar la imaginación de los gemelos, se quedó sin palabras un instante al escucharlos. Alternó la mirada entre ambos rostros, aunque era como ver lo mismo dos veces al girar el cuello. Finalmente, tragó saliva y después habló.

—¿Hablan en serio?

Los chicos asintieron felices y Draco tuvo que sacudir la cabeza rápidamente para no caer en la tentación de la oferta.

—No, esperen, chicos. No me están entendiendo, ¡yo sé jugar voleibol! Solo necesito que me ayuden a practicar.

—¿Tú...?

—¿...sabes?

Preguntaron los dos con incredulidad, y Draco asintió con fuerza, después acercándose a  tomar el balón tirado en el piso.

—Sí, es increíble lo que uno puede aprender al aburrirse en el verano —Aventó el balón al aire y luego realizó un saque limpio directo hacia el otro lado de la red. Los gemelos miraron el balón elevarse y sonrieron con admiración—. ¿Entonces qué?, ¿me ayudarán a practicar? Prometí hacer papilla a Potter en las pruebas del equipo y pienso cumplirlo.

Los gemelos asintieron en sincronía y sonrieron deslumbrantes al correr cada uno a su posición detrás de la red para comenzar un improvisado —y muy pobre— partido, al contar con solo tres jugadores. Draco les respondió con una sonrisa de suficiencia y entornó los ojos, acomodándose también en su lugar y amarrándose el cabello en un moño alto detrás de la cabeza, preparado para recibir la pelota.

Y así fue como el plan de avergonzar y aplastar a Potter en su deporte favorito comenzó a tomar forma.

♦︎♦︎♦︎

DarSis: "Draco, he ligado"

Fue el primer mensaje que recibió Draco de su hermana aquel día y automáticamente comenzó a dolerle la cabeza.

DarSis: "¿En una escala del 1 al 10, qué tanto te molestaría que me haya besado con un chico?"

Leyó el mensaje en la barra de notificaciones. "¡Dime que me estás jodiendo...!". Desbloqueó rápidamente su celular y entró directamente al chat con su gemela.

Draco: "Un 11"

DarSis: "No sabía que fueras un hermano celoso..."

DarSis: "Igual cabe aclarar que el chico piensa que soy hombre (que soy tú)".

DarSis: "¿Crees que se decepcione mucho si se entera que tengo vagina? :("

Draco: "¡¿?!"

Draco: "¡¿VAGINA?!"

Draco sintió que se le bajaba la presión y tuvo que recargarse rápidamente en un muro del pasillo.

DarSis: "Eh... ¿sí? JAJAJAJJAJA Dracs, o sea, yo sé que somos gemelos y todo, pero SUPONGO que no has olvidado el pequeño detalle de que no tengo pene al igual que tú... CIERTO??? JAJAJAJAJA".

Draco: "Yo SÍ lo sé, pero cómo sabría ÉL que tú tienes vagina. ¡NO SE LA ENSEÑES Y YA!"

DarSis: "JAJAJAJAJAJAA eso sonó tan gracioso!!!"

Draco tomó una profunda respiración, enderezándose de su posición contra el muro y retomando su caminar, escribiendo velozmente una respuesta.

Draco: "Solo... deja de coquetear con chicos en mi cuerpo".

DarSis: "¡Y tú deja de coquetear con Potter!"

Draco: "¡¿Qué?! ¡Yo no coqueteo con él!"

DarSis: "Como si no te conociera... ¡no trates de engañarme!"

"Mierda". Pensó Draco, apagando su celular por un instante para pensar. "¿Pelearte con tu enemigo, insultarse y jugarse bromas pesadas contaba como coqueteo?" ¡No lo creía! Aunque bueno..., si contaba los guiños y las palabras que le dirigía para ponerlo nervioso. Ok, tal vez sí estaba coqueteándole un poquito.

¡Pero el chico era heterosexual, así que qué importaba!

Draco: "Somos enemigos mortales".

Puntualizó con gravedad.

DarSis: "Sí claro, y a nosotros no nos gusta leer novelas enemies to lovers".

Draco: "..."

DarSis: "Estoy siendo sarcástica por si no lo entendiste".

Draco: "Solo cállate"

♦︎♦︎♦︎

El cuerpo de Harry estaba extendido con flojera en uno de los niveles de gradas rojas desteñidas que rodeaban la pequeña cancha de atletismo. Tenía una mano sobre los ojos, tapándose del sol que le picaba la piel, y con la otra abrazaba su mochila de tela contra el pecho.

Había salido media hora más temprano de su clase de historia gracias a que Fred y George —como broma de despedida a su profesora—, habían desajustado el reloj de su aula para que marcara media hora de adelanto. Por eso, cada vez que Miss Margaret llegaba a dar clase, terminaba yéndose media hora antes, sorprendida y extasiada porque, según ella, "el tiempo se va volando cuando se adquiere conocimiento". Los gemelos insistían ante cualquiera que preguntara que lo habían hecho como un regalo para los alumnos de grados inferiores, asegurando que nadie podría resistir una hora entera de clase con Miss Margaret como profesora —porque, de acuerdo con sus palabras: "ella es más aburrida que ver un moco pegado en la pared".

Por eso estaba allí ahora, bajo el sol del mediodía, quemando el tiempo antes de su próxima clase, mientras repasaba mentalmente lo que había fallado en su plan de la serpiente asesina. Harry levantó la cabeza y miró dicha serpiente entre sus manos, frunciendo el ceño gravemente mientras la rodeaba con fuerza y enojo cerca del cuello para "asfixiarla".

No lo entendía. ¿Por qué Malfoy no se había asustado? Finalmente, la serpiente sí lucía bastante realista.

¡Y se había esforzado mucho! Aunque probablemente nadie lo creería si se los dijera, porque después de la reacción de Malfoy, seguramente todos pensaban que Harry era un chico tonto que coleccionaba serpientes de plástico para asustar a sus enemigos...

"Bromas de niños", había dicho Malfoy el día anterior mientras discutían en la biblioteca, burlándose de Harry. Y ahí iba él a cometer el mismo error otra vez.

Tal vez ella tenía razón. Tal vez Harry de verdad no tenía mucho ingenio.

"Aparte, eso de respirar su perfume, Harry...", se reprendió mentalmente, "mala idea, colega".

Porque no podía negarlo: Malfoy olía bien.

Claro que nunca antes se había interesado en olerla, pero esta vez fue inevitable y casi accidental. Solo bastó con que Malfoy se sentara frente a él en clases para que el fuerte olor de su fragancia lo atrajera. Se distrajo tanto que se olvidó de su plan para lanzarle la serpiente, y cuando por fin lo hizo, ya era demasiado tarde, porque ella lo había descubierto.

—Seguro lo hizo a propósito —se dijo a sí mismo entre dientes—, para distraerme —concluyó, encontrando más sencillo echarle la culpa a su compañera en lugar de aceptar que él había sido un tonto muy fácil de distraer.

Luego se quedó mirando fijamente una de las nubes que se movían por el cielo, tratando de dispersar su mente y pensar en cualquier otra cosa menos en Malfoy y lo confusa que le parecía su situación con ella últimamente. Pasaron los minutos y, cuando finalmente se había levantado de las gradas y caminaba para volver dentro del colegio, Ron apareció corriendo de la nada frente a él, distraído, agitado y con el rostro sonrojado. Se miraron, y Harry se mostró confundido por la actitud de su amigo.

—¿Qué hacías? —preguntó, arqueando una ceja.

Ron se quedó quieto, pestañeando rápidamente y mirando con desconcierto a sus pies, luego al camino a sus espaldas, como si hubiera olvidado de dónde venía y por qué parecía estar huyendo.

—¿Yo? Uh... ¡nada! —dijo con extrema prisa, encogiéndose de hombros. La ceja inquisitiva de Harry se curvó aún más alto.

—¿Y por qué estás tan agitado?

—¡Estaba calentando! ¡Ya sabes, ejercitándome para las pruebas del viernes! —La risa nerviosa que soltó lo delataba, aunque Harry no podía estar seguro de qué exactamente, pero mantuvo un ojo puesto sobre su amigo.

—¡Oh, es verdad! Tenemos pruebas el viernes. ¿Escuchaste los rumores? Dicen que tendremos una nueva entrenadora.

El rostro de Ron se contrajo en una mueca de sufrimiento y lamento, mientras asentía lentamente, caminando al paso de Harry.

—¡Los gemelos acaban de decírmelo! Dicen que ya la vieron y que parece una mujer letal.

—Sin duda hará polvo a la estúpida reinita Malfoy en las pruebas —Harry soltó una corta carcajada burlona, ya imaginándose con enorme placer la humillación que sufriría la rubia.

A su lado, escuchó cómo Ron se atragantaba con su propia saliva, y para cuando giró a verlo, sus pasos se habían detenido y su rostro pecoso había enrojecido considerablemente.

—¿Qué? —preguntó con cansancio.

—¡¿Malfoy va a aplicar al equipo?! —preguntó en tono alarmado y agudo.

—¿Eh... sí? ¿No te lo dije?

Ron dio dos pasos al frente y lo tomó por los hombros, agitándolo repetidamente, con terror brillando en sus ojos.

—¡Nos fuimos a la mierda, hermano!

Harry no entendía nada, así que lo empujó por el pecho y se alejó de él, frunciendo el ceño con molestia.

—¿De qué hablas? —Ron se quedó callado frente a él, pero parecía muy intranquilo—. ¿Ron?

El aludido dudó un par de segundos antes de finalmente proporcionarle una respuesta.

—¡Me encontré a Darcy Malfoy hace rato y creo que está planeando algo! Fui a jugar voleibol con mis hermanos y ella se apareció de la nada para pedirnos ayuda sobre alguna cosa. ¿Yo? Obviamente corrí lejos, porque tenía miedo de que Hermione estuviera cerca y me acusara de algo. —Harry rodó los ojos y siguió escuchando— Pero antes de irme, escuché que le pedía ayuda a los gemelos para practicar voleibol.

Harry luchó por no soltar un fuerte "¡¿Y?!" exasperado ante la inútil información proporcionada por su amigo.

—¿Y eso nos afecta porque...?

—No puedo decirlo —respondió, y Harry lo miró inquisitivo, haciendo que Ron se sintiera incómodo y presionado—. Solo digo que debemos andar con cuidado el viernes.

—Pues yo creo que estás haciendo una tormenta en un vaso de agua. Tú y yo sabemos que Malfoy es malísima en cualquier actividad que involucre sudar o despeinarse, así que no te preocupes por eso —restó importancia, haciendo un vago gesto con la mano en el aire, que terminó colocando amigablemente sobre el hombro de Ron, dando dos palmadas como invitación para abandonar el tema y seguirle el paso dentro del colegio. Ron lo siguió con pasos nerviosos y manos inquietas.

—¡Es que no la viste, Harry! ¡Era buena! —gritó con fuerza, aunque luego encogió la cabeza entre los hombros y bajó la voz al notar que los alumnos que pasaban se le quedaban viendo—. Apenas pude ver un poco de su práctica, pero la Malfoy que vi hoy haciendo saques perfectos y riendo con mis hermanos no es la misma con dos pies izquierdos que conocíamos hasta hace un par de meses.

Harry se giró para enfrentarlo, con los latidos de su corazón aumentando gradualmente mientras la idea se asentaba en su cabeza.

—¿Estás sugiriendo que aprendió a jugar voleibol en dos meses?

Ron asintió con energía, aunque Harry no necesitó verlo para creerle fielmente. La situación con Malfoy le resultaba extraña últimamente y sus cambios súbitos de personalidad no dejaban de resonar en su cabeza con extrañeza desde el inicio de la semana. Harry creía que era obvio que Malfoy ocultaba algo, y la expectativa de poder ser él quien lograra desenmascararla no podía ponerlo más contento.

Con una pequeña sonrisa y un sentimiento de anticipación burbujeando en su estómago, entró a su siguiente clase compartida con la rubia.

♦︎♦︎♦︎

Largas filas de mesas llenaban la extensión del aula de cómputo, con al menos treinta estudiantes sentados y el sonido constante de los teclados, presionados por dedos vacilantes que se esforzaban por copiar los comandos y códigos que el profesor escribía en la pizarra. O al menos eso hacían los de las primeras filas, porque Harry, por su parte, no podía estar menos interesado en la clase, prefiriendo jugar videojuegos online a modo de travesura.

Ron estaba a su lado izquierdo, y Neville, al derecho, riendo torpemente —sin ser muy discretos sobre ello— de la tonta pizza que había horneado Harry, y cómo los clientes virtuales corrían desesperados en la pantalla de su computadora mientras la pizzería ardía en llamas. Neville cubrió su boca y parte de su nariz para ahogar una risa, justo cuando su padre —el profesor Frank Longbottom— les dirigió una mirada enojada y los mandó a callar.

—Espero que hayan copiado el código que les dicté, porque no pienso repetirlo —dijo el hombre sin molestarse en mirarlos, enfocado en anotar las instrucciones de la actividad.

Los tres amigos palidecieron en sus asientos y sus sonrisas se desvanecieron al instante.

Malfoy se rió de ellos desde un par de asientos más lejos, dirigiéndole especialmente a Harry una mirada burlona, que fue respondida con un resoplido de su parte.

—¿Copiaste el código? —preguntó Harry a Ron, quien contestó escurriéndose en su asiento con aire derrotado y meneando suavemente la cabeza. Estaba a punto de preguntarle a Neville también, pero cuando lo vio, se dio cuenta de que no era buena idea, considerando que el chico parecía perdido y avergonzado al ser reprendido por su padre.

Repentinamente, una notificación se mostró en la pantalla de su computadora:

[email protected] ha enviado un correo:
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De nada ;)"

El mensaje fue leído al mismo tiempo por Ron, quien, muy complacido por la ayuda de su novia, empujó a Harry por el hombro y se hizo espacio en el teclado, comenzando a escribir una respuesta corta y llena de corazones para agradecerle. Harry sonrió, rodando los ojos cariñosamente e inclinándose hacia atrás.

Mientras esperaba a que su amigo desocupara el teclado, aprovechó para mirar al resto de sus compañeros, descubriendo que algunos ya estaban adelantados en la tarea, mientras que otros cuchicheaban y reían nerviosos al sentirse perdidos. Su mirada fue sin duda robada, y su ceño se frunció involuntariamente cuando encontró a Malfoy.

La chica rubia mantenía la cabeza inclinada hacia su izquierda, casi sobre el espacio personal de su compañero de trabajo, ambos riendo con las mejillas rojas, mientras en sus pantallas se mostraba abierta una aplicación de dibujo con pequeños garabatos sosos, que claramente eran un pobre intento de dibujarse mutuamente. Harry resopló, cruzándose de brazos y desviando la mirada con disgusto.

Ron finalmente liberó su computadora y entonces los tres se pusieron en marcha para copiar el código, asegurándose de seguir cada una de las instrucciones marcadas en la pizarra. Durante el proceso, Harry no pudo evitar mirar furtivamente a Malfoy de vez en cuando, afianzando su enojo cada vez que la descubría bromeando con el chico nuevo. Y fue solo después de quince minutos de escucharla zumbarle el oído con su absurda risa, que no pudo soportarlo más y levantó la mano para pedir la palabra.

El profesor Frank volteó a mirarlo y asintió cortamente, animándolo a hablar.

—Malfoy me está molestando.

El profesor miró con curiosidad a la rubia, quien, ofendida, se apresuró a negar la acusación.

—¡Claro que no, ni siquiera le he hablado!

—Su risa me molesta, profesor. Se la ha pasado bromeando y jugando con la computadora y no ha hecho el trabajo.

—¡Eso no es verdad! —Se defendió, volteando su silla para encararlo, y Harry no pudo evitar sonreír al verla rabiar—. ¡Eres un chismoso, yo ya hice mi trabajo!

—No discutan —pidió con calma el profesor—. Potter, enfócate en tu trabajo en lugar de estar pendiente de tu compañera.

Malfoy le sacó la lengua burlonamente y Harry no pudo evitar resoplar una risa por lo ridícula que se veía.

—Pasaré dentro de quince minutos a sus lugares a revisar su avance —informó Frank, y todos los alumnos se apresuraron a terminar.

Cuando estaba a punto de concluir el código, una nueva notificación apareció en su pantalla, sorprendiéndolo levemente:

[email protected] ha enviado un correo:
"[Archivo de imagen jpg]

—D"

Con cierta incertidumbre y una enorme curiosidad, Harry descargó el archivo y abrió la imagen. Soltó una carcajada tan fuerte que tuvo que disfrazarla de un ataque de tos cuando vio lo que Malfoy le había enviado.

Su monitor fue cubierto por un enorme dibujo que, a juzgar por las gafas y el cabello revuelto, se trataba de él. Era un muñeco cabezón —tan cabezón que su cabeza parecía un enorme globo que lo elevaba por los cielos— y con un cuerpo tan pequeño que la pelota de voleibol con la que jugaba era más grande que su torso. En el dibujo, él parecía mover los pies y chillar, mientras era observado por una chica rubia mucho más pequeña y bonita, que se burlaba de él sosteniendo al menos tres trofeos y un par de medallas en el pecho. Harry se sorprendió por el nivel de detalle, considerando que Malfoy seguramente lo había hecho a toda prisa.

Se reclinó de nuevo hacia atrás para mirarla, y, para su deleite, ella ya lo estaba observando. Harry sonrió sin poder evitarlo, lo que le ganó una sonrisa traviesa de vuelta.

No dispuesto a dejarse vencer —y rezando que sus manos mágicamente se volvieran las de un artista—, abrió rápidamente la aplicación de dibujo y comenzó a crear una ilustración burlona para Malfoy.

—¿Qué es eso? Parece un elote —comentó Ron al ver su dibujo de Malfoy. Harry no pudo evitar carcajear y nuevamente el profesor Frank le pidió comportarse.

Dio clic en enviar y, sin poder evitarlo, su mirada volvió a caer sobre Malfoy, esperando impacientemente su reacción. Tres segundos después, la vio mirar su pantalla y sonreír con enorme diversión, lo que lo hizo sonreír a él también, con el corazón acelerado cuando ella giró para mirarlo y le mostró el dedo medio. Por supuesto que él le devolvió el gesto.

Los siguientes diez minutos de clase pasaron amenamente entre varios correos llenos de dibujos ridículos que ambos se esforzaron por hacer para burlarse y hacerse reír mutuamente.

Harry estaba mirando sorprendido un dibujo de un gran —y muy detallado— pene que Malfoy había enviado, cuando sintió que alguien le tocaba el hombro y, acto seguido, la inconfundible voz del profesor:

—Veo que se está divirtiendo, joven Potter —mencionó con reproche—. ¿Le molestaría compartir su dibujo con el resto de la clase?

Harry enrojeció y se encogió en su lugar, tratando de cerrar la aplicación. El profesor Longbottom se lo impidió, insistiendo en que lo mostrara al grupo.

—Señor, el dibujo no es mío —dijo entre dientes.

—¡No le pregunté de quién era! —regañó—. Desde hace rato ha demostrado poco interés en mi clase, así que si dibujar obscenidades le parece más divertido, le ruego que lo comparta con los demás para que también puedan divertirse.

Con todos los ojos de sus compañeros puestos sobre él, Harry estaba ardiendo en vergüenza. En su intento de no establecer contacto visual con su profesor, desvió la mirada hacia su costado, posándola sobre Malfoy casi instintivamente. Su sangre hirvió en sus venas cuando vio que el diablo hecho persona, lejos de lucir culpable o arrepentida, le sonreía diabólicamente mientras hacía un par de gestos con su boca y su mano para simular un pene, burlándose de él.

Harry quiso gritarle a todos que voltearan a mirarla, solo para que se dieran cuenta de lo que ella era en realidad. Una maldita víbora.

En cambio, luchando con todas sus fuerzas, decidió no hacer el problema más grande —por ahora— y optó por un camino más sencillo.

—Me disculpo con usted, profesor. Reconozco que no debí hacer eso y estoy profundamente arrepentido. —Se sintió como un tonto, pero esa fue la disculpa más sincera y elocuente que logró formular.

—¡Sí, es verdad, Harry lo siente mucho! —Quiso apoyarlo Ron—. ¡A parte, ¿qué tiene nada de malo que dibuje penes?! Yo también lo hago a veces.

A lo lejos se escuchó como alguien se daba una fuerte palmada en la frente. Todos se quedaron en silencio por un momento y después se escucharon algunas risas, que fueron rápidamente acalladas por el profesor, quien miraba con una mezcla de diversión y confusión a Ron, antes de aclararse la garganta y contestar.

—Bien, acepto las disculpas. —Harry sintió que podía respirar de nuevo—. Y aunque no favorezco la idea de que los jóvenes dibujen tal tipo de vulgaridades, respeto los gustos y orientación sexual de cada uno de mis estudiantes.

Harry sintió como la respiración volvía a atacársele y la vergüenza lo volvió a cubrir. El profesor prosiguió cada vez más complacido.

—Quiero que sepa, joven Potter, que yo no tengo ningún problema si a usted le gustan los hombres. —Una oleada de risas llenó el aula y él de verdad creyó estar a punto de morir—. Aunque le agradecería que no se distrajera dibujando penes en mi clase.

Con la cabeza baja, Potter apenas pudo asentir, luego sintió una palmada en su hombro y después escuchó al profesor regresar lentamente a su escritorio.

—Perdón. —Oyó a Ron decirle suavemente. Harry le asestó un fuerte puñetazo en el hombro como respuesta.

—¡No me vayas a ayudar mucho, eh! Ahora todos se van a burlar de mí.

Si Ron volvió a decir algo, él no lo escuchó, porque su mente estaba entretenida imaginando todos los escenarios donde sus compañeros le recordarían cada día las palabras de su profesor.

—Todo por culpa de Malfoy —se quejó entre dientes. Después levantó la mirada, posándola sobre la pantalla de su computadora y, al ver el dibujo que aún se mostraba ahí, otra ráfaga de enojo lo cubrió por completo, llevándolo a reincorporarse velozmente en su asiento y, con una nueva idea en mente, a apresurarse a teclear en la computadora.

Asegurándose de que nadie lo viera, copió y pegó un enlace de internet en un nuevo correo vacío, y con el corazón latiendo fuerte en su pecho y apenas un murmullo silencioso en su mente que le incitaba a arrepentirse, presionó "enviar" antes de perder el valor. Seguido, cerró y borró cualquier pista que pudiera incriminarlo, y finalmente, se sentó, cerrando los ojos y tratando de regular su respiración agitada mientras esperaba a escuchar la reacción de su víctima.

No tuvo que esperar mucho. Al final, todas las víboras caen.

El salón se llenó rápidamente de fuertes gemidos y sonidos pervertidos, lo que le dejó la sangre helada a más de uno. Todos voltearon a la fuente del sonido, que se encontraba a una esquina de la fila trasera.

Harry nunca había experimentado tanto deleite en su vida, y fue sin duda un maldito reto ocultar su gran sonrisa al ver a Malfoy arder en pena, levantándose desesperada rápidamente de su asiento y tratando de desconectar la computadora.

Hubiera dado lo que fuera por tener la oportunidad de levantarse también y poder gritar "¡Ja! ¡Maldita rata, te atrapé! No eres tan lista como creías, ¿o sí?". Aunque claro que eso hubiera sido completamente estúpido y Harry no era ningún estúpido como para delatarse así de fácil.

—¡Malfoy! —El profesor Frank marchó furiosamente hasta alcanzar a la rubia—. ¡¿Me explica qué es esto?!

Se sintió renovado al ver el terror y vergüenza brillar tan intensamente en aquel par de ojos plateados. Eso y su sonrojo eran la mejor vista que había tenido nunca.

—Y-yo, no... no lo sé. —Pestañeaba rápidamente, y sus largos dedos pálidos jugueteaban entre ellos con nerviosismo—. Solo abrí un enlace y...

—¡Salga de mi clase ahora mismo! No la quiero ver. —El hombre apuntó con firmeza a la puerta—. ¡Y vaya a la dirección, se ha ganado un reporte!

Los ojos de Malfoy se agrandaron con un horror tan genuino que, tal vez solo por un pequeño instante, Harry casi sintió que se arrepentía de su acto. Casi.

La chica salió del aula sin mayor queja, con la cabeza gacha y sus largos cabellos rubios cubriéndole las mejillas como una cortina. Harry se aclaró la garganta rápidamente y se acomodó en su lugar, tratando de no lucir sospechoso.

—Lamento mucho este inconveniente, jóvenes —dijo Frank, visiblemente incómodo, mientras se acomodaba el saco con nerviosismo—. Parece ser que ya no hay respeto por mi clase. —Suspiró con lástima y tristeza—. Por favor, continúen con sus asignaciones... Ya no importa si no terminan hoy, pero tráiganlo para la próxima clase.

Desde luego, nadie continuó con su trabajo, prefiriendo centrar su atención en el reciente acontecimiento y cuchicheando entre ellos con sorpresa y diversión.

"Bueno, al menos ahora se olvidarán de los rumores de que soy gay...", pensó Harry débilmente.

De pronto, percibió una fuerte mirada clavársele en la mejilla. Cuando volteó a ver, se encontró con el chico nuevo dedicándole la mirada más asesina que había visto nunca.

No tuvo oportunidad de preguntar nada, porque rápidamente este tomó su mochila y se levantó de su asiento. Harry tembló levemente al pensar que iría contra él, pero en cambio, solo se dio la media vuelta y salió del aula con furia apenas contenida.

Todo indicaba que había ganado un nuevo enemigo.

Se encogió de hombros sin darle mayor importancia. "Ya lidiaré con ese pobre estúpido después", pensó, volviendo su atención a la computadora.

—¡Pst, pst!

Harry emitió un leve "hmm" para hacerle saber a Ron que lo estaba escuchando.

—¿Fuiste tú, cierto? —murmuró.

—No.

—¡¿Qué?! —Harry estampó su mano sobre la boca de su amigo para hacerlo callar.

—¿Emsherio? —Su voz sonó amortiguada. Harry rodó los ojos.

—Agh, claro que fui yo, tonto, pero obviamente no debes ir por ahí diciéndolo. —Le sonrió, arqueando una ceja con diversión, y para cuando destapó la boca de Ron, este también le sonreía con complicidad.

—Genial.

La conversación se detuvo ahí, y los últimos veinte minutos de clase pasaron con extrema lentitud. Harry ya estaba tomando sus cosas para apresurarse a la salida, cuando fue detenido por el profesor Frank, que se apareció frente a él de la nada.

—Harry, ¿podemos hablar? —Su tono de voz era muy suave y amable, y Harry tuvo que recordarse que Frank, fuera de los acontecimientos de ese día, era de hecho su profesor preferido. Terminó dándole un pequeño asentimiento y deslizando la mochila por su hombro para volver a ponerla sobre el asiento.

—Primero, quisiera decir que tu comportamiento el día de hoy dejó mucho que desear. —Harry sintió la vergüenza cubrirlo de nuevo y asintió cortamente—. Pero sé que eres un buen muchacho y que lo que ocurrió hoy no te define como estudiante.

—Gracias.

—Respecto a... —Se aclaró la garganta con incomodidad, y Harry ya supo lo que se venía—, respecto a tu dibujo del pene. Quisiera disculparme por haber reaccionado así. Tu amigo tiene razón, eso es normal entre los jóvenes de su edad.

Harry no encontró otro modo más que asentir.

—Igualmente... —Frank sacó una pequeña tarjeta de su bolsillo y se la extendió a Harry—, quisiera sugerirte que acudas con la psicóloga del colegio. Tal vez puedas hablarlo con ella, sobre tus gustos...

—¿Qué?

—Como dije, Harry, yo te apoyo enteramente. Pero sé que para algunos jóvenes puede ser una etapa difícil, y aún más si apenas acaban de descubrirse.

—¡¿Descubrirme?!

Su grito logró descolocar al profesor, pues este lo vio con los ojos bien abiertos por la sorpresa.

—Oh, muchacho, ¿no lo sabías? —Miró su mano extendida con la pequeña tarjeta que aún no había sido tomada, acercándola más a Harry, incitándolo a aceptarla—. Con más razón insisto en que deberías asistir.

La única reacción que recibió fue a Harry tomándola finalmente y guardándola con un asentimiento casi automático. El profesor Frank sonrió amablemente.

—Piénsalo. —Se retiró del lugar, no sin antes darle otra buena palmada en el hombro.

Cuando Harry logró salir del estupor, se dio cuenta de que se había quedado solo, por lo que se apresuró a salir antes de que sus amigos se fueran sin él. Cuando puso un pie fuera del aula, casi como si se tratara de una mala broma, se tropezó sobre sus propios pasos al ser sorprendido —y disgustado— por la vista que lo recibió.

Sobre la banca que estaba frente a él, se encontraba Malfoy, tumbada en el modo más caprichoso y mimado que solo ella podía conseguir, mientras su cabeza reposaba sobre el regazo de su amiguito, el nuevo. Quedó estático, y se le revolvió el estómago al observarlos hablarse con los rostros tan de cerca y con tanta complicidad. Bufó fuertemente y se dio la vuelta para partir.

—¡Idiota! —llamó ella, sin molestarse en abandonar su cómoda posición—. Me metieron un maldito reporte por tu culpa. ¡Ni creas que te librarás de esta!

Harry decidió que no valía la pena voltearse a mirarla, así que, con los dientes crujiendo de enojo, le respondió aún dándole la espalda:

—No me importan tus amenazas. —Se encogió de hombros, despreocupado—. Yo no soy la sucia serpiente que hace promesas y al día siguiente las rompe.

—¡Hey! —Escuchó al amigo de Malfoy levantarse de la banca, y Harry no pudo resistirse a mirarlo con enojo—. ¡No le hables así!

—¿Desde cuándo tienes un perrito que te defienda, Malfoy? —Sonrió falsamente al chico, con los ojos llenos de irritación—. Pensé que podías hacerlo sola.

—Y claro que puedo. No le hagas caso a Theo, siempre se está metiendo en lo que no le importa —dijo ella, suspirando mientras se levantaba de la banca con un quejido y se acercaba. Harry se sintió aún más irritado al no poder resistir la tentación de mirarla, a pesar de que estaba seguro de no querer hacerlo.

—¡Oye! —reclamó ese chico, Theo—. Sí me importa.

Malfoy le sonrió a su amigo con forzada ternura, apretándole la mano y dándole palmadas tranquilizadoras. Luego le susurró al oído un par de palabras dulces —o al menos eso le parecieron a Harry—, aunque no pudo escucharlas, y eso lo frustró enormemente.

—Como sea. —Rodó los ojos y se giró, esta vez decidido a irse e ignorar a ese par.

—Oye, ¿pero entonces es verdad eso de que te gustan los penes? —escuchó la irritante voz de Malfoy preguntarle, toda falsa inocencia mal disimulada y con un ligero tono burlón.

—Vete a la mierda, Malfoy —escupió con desagrado, haciendo puños la correa de su mochila sobre sus hombros y dando pasos acelerados para escapar de ahí antes de caer nuevamente en provocaciones.

Soportó escuchar sus carcajadas hasta que finalmente logró perderlas al dar vuelta en el corredor.

♦︎♦︎♦︎

Draco pensó que tal vez todo esto sí era un poco su culpa.

Porque, okay, le había prometido a Potter que le permitiría vengarse de él hasta quedar a mano con las bromas, y rompió dicha promesa en la primera oportunidad que se le presentó, pero igual no consideraba que fuera para tanto.

Aparte, gran parte de la culpa era de él, por tener esa cara de estúpido que encendía su instinto de querer molestarlo. Draco era solo un hombre primitivo que cedía a sus impulsos, y fastidiar a Potter era uno de ellos.

Era gracioso hacerlo enojar, y era aún más gracioso cuando ambos se reían juntos al molestarse amistosamente, como pasó en clase al mandarse dibujos divertidos. Lo que sí no era gracioso era que Potter se vengara de él tan vilmente, y esta vez se había pasado de la raya.

Debía reconocer que fue una increíble broma. Poco planeada, eso sí, pero bien hecha. Lo tomó por sorpresa, y Draco lo hubiera felicitado sinceramente, tal vez incluso le habría dado una buena palmada en el hombro, si no fuera por la humillación que dicha broma le hizo pasar y el reporte que se ganó.

O bueno... que casi se ganó, porque no fue a dirección como su profesor le ordenó y mejor se quedó platicando con Theo fuera del salón.

"Uy, qué rebelde", le había dicho su amigo sarcásticamente cuando le contó.

Pero en fin, el punto era que estaba muy enojado con Potter, y Theo le estaba dando papas fritas en la boca para tratar de remediarlo.

—¿Te puedo contar algo que estoy segurísimo que te pondrá contento de nuevo?

Draco, que tenía la cabeza sobre el regazo de su amigo, frunció el ceño.

—¿Por fin se hizo canon mi ship favorito?

—¿Qué?, eh... ¿no?

—Ah, entonces dudo mucho que me sirva —habló sin interés y cerró los ojos.

—¡Draco, es aún mejor! ¡La banda viene a Londres y vamos a tocar en un pequeño pub este fin de semana!

"Bueno, al parecer sí existen algunas cosas que me ponen casi tan feliz como la confirmación de mi ship favorito", pensó Draco mientras levantaba la cabeza del regazo de su amigo y lo miraba con una gran sonrisa.

—¿¡Todos!?

—¡Todos! ¡Blaise, Pansy, Luna, Daphne y yo!

Draco tomó a Theo por los hombros y le dio un fuerte y corto abrazo. Ambos se rieron contentos cuando se separaron.

—¿Por qué no me lo habían dicho?

—Era una sorpresa. Se supone que yo debía llevarte al pub sin que te dieras cuenta —comentó con un poco de pena—, pero soy malo para inventar excusas y tú demasiado listo como para no atraparme.

Draco rió alegremente y le pasó un brazo por los hombros a su amigo. Estuvieron así por un rato, hasta que Ginny apareció frente a ellos en el pasillo y se les quedó viendo con enojo, bufando y después yéndose del lugar con pasos veloces.

—¿Qué le pasa a tu amiga? —preguntó Theo con curiosidad, terminando de comer sus papas fritas.

—Carajo, debo ir a buscarla. —Draco se levantó de la banca rápidamente y comenzó a caminar tras ella—. Ahora vuelvo.

Theo se encogió de hombros con indiferencia y Draco se apresuró para alcanzar a Ginny. Logró acorralarla cuando ella estaba bajando las escaleras que daban al patio.

—¡Ginny, espera! —Le tocó el hombro y ella se volteó a mirarlo con expresión furibunda—. ¿Estás enojada?

—¡Eres una traicionera! ¡Dijiste que Nott era gay solo para quedarte con él!

—¡Pero sí es gay!

Ginny rió secamente, girando la cabeza para no mirar a Draco hablar.

—Claro, eso dices ahora, pero yo vi cómo te miraba. Ese chico no es gay, ¡a él le gustas!

—¡No es verdad! —Sí era verdad—. Y de todos modos a mí no me gusta, así que no importa. —Eso también era verdad.

—¿Entonces por qué... por qué se abrazaron así? —Ginny estaba indignada y su voz lo hacía evidente. Draco se contuvo de rodar los ojos.

—Porque somos buenos amigos —explicó con apenas algo de paciencia—. Y porque me dijo algo que me puso muy feliz.

—¿Qué te dijo? —quiso saber Ginny. Él se preguntó si ella siempre era así de entrometida.

—Algo bueno.

—¿Qué cosa? —preguntó con irritación.

—Me invitó a un pub a ver a su banda tocar.

—¿¡Tiene una banda!? —Draco asintió incómodamente al ver cómo los ojos de la chica se iluminaron con emoción.

—Así es. —Y él realmente no quería invitarla, pero en ese momento supo que si no lo hacía, Ginny estaría enojada de por vida, lo cual, en consecuencia, haría que Darcy también se enojara con él. Draco ya no quería más dramas—. ¿Quieres ir conmigo?

Ginny asintió feliz sin siquiera pensarlo, como si ya estuviera esperando la pregunta, y Draco tuvo que contenerse de resoplar angustiado al pensar en el montón de explicaciones que tendría que darle a sus amigos para cuando lo vieran vestido de chica y el montón de burlas que tendría que soportar.

Draco se retiró a su dormitorio de la mano con Ginny, anhelando que el fin de semana llegara más rápido para finalmente poder dejar atrás esa tontería de disfrazarse como chica y regresar a su vida normal.

♦︎♦︎♦︎

Harry no se consideraba del tipo observador, pero nunca antes le había prestado tanta atención a alguien como lo hizo con Malfoy aquella primera semana de clases.

Era de noche y su mente no paraba de dar vueltas, insistiéndole una y otra vez con la misma idea. ¡Estaba seguro! Algo debió haberle ocurrido a Malfoy ese verano para que, de repente, actuara de forma tan extraña.

Volteó a mirar con molestia a sus amigos, a quienes ya les había compartido sus inquietudes. Les había dicho que creía que la chica había cambiado de manera repentina durante las vacaciones, esperando que ambos coincidieran con él, que también lo hubieran notado y le dieran la razón, para que así Harry, finalmente, pudiera sentirse un poco menos loco. Sin embargo, aunque estos lo escucharon, realmente ninguno le dio la importancia que él esperaba. Desecharon sus preocupaciones con un "estás sobrepensándolo, Haz" y se fueron a jugar a la mamá y el papá, tal como hacían cada vez que creían que Harry estaba fuera de sí.

Por ejemplo ahora, que Hermione estaba recostada en uno de los sillones del área común, mientras Ron tenía la cabeza en su regazo, fingiendo escuchar lo que ella leía en voz alta, al tiempo que disfrutaba de los cariños que su novia le hacía en el cabello. Harry tuvo que hacer un esfuerzo para no rodar los ojos ante la escena, porque aunque amaba a sus amigos, odiaba que, mientras él se moría internamente de frustración, ellos solo se dedicaran a acurrucarse el uno con el otro. ¡No era nada justo! Harry también quería que lo consolaran, ¡no solo mirar!

Aparte, todo era demasiado extraño. Por ejemplo, ahora Malfoy le mandaba dibujos de penes en clase y le hacía bromas en doble sentido, algo que la Malfoy mustia de meses atrás jamás hubiera hecho. Él trataba de negarlo, de convencerse de que cada uno de los hostigamientos de Malfoy no se sentían como coqueteos, que no significaban nada... ¡pero era muy difícil si la chica siempre le guiñaba el ojo y se burlaba de él estando a escasos dos centímetros de sus labios! Dios, Harry era un chico en crisis cada vez que eso pasaba.

A él no le gustaba Malfoy. ¡Primero muerto! Jamás se fijaría en una chica como ella. Siempre había sido la típica que molestaba y luego se hacía la inocente, la que tiraba la piedra y escondía la mano. Pero esta vez parecía diferente. ¡Y vaya que lo era! Porque Darcy Malfoy había perdido todo pudor y ya no le importaba mostrarle al mundo que era ella quien orquestaba sus ridículas bromas, incluso en el comedor, ahí, frente a todos los profesores y alumnos. La Malfoy de hace un par de meses jamás habría sido tan descuidada.

Era... interesante. Le causaba curiosidad. Muchísima. Porque ahora, cada vez que estaba frente a ella, Harry sentía que estaba en territorio desconocido, sin la capacidad de predecir sus movimientos. Como si ya no la conociera. Como si ya no fuera la niñita tonta que había estado molestando durante tres años seguidos.

Y... bueno, nunca se había fijado realmente en su rostro, demasiado concentrado en lo irritante que era su voz —que, dicho sea de paso, también se había convertido en otro tema a discutir, porque sonaba extrañamente distinta ahora—. Pero volviendo al asunto de su rostro, en los últimos dos días Harry finalmente se dio a la tarea de analizarlo de cerca, aprovechando cada vez que la chica se le acercaba con su horrenda sonrisa para burlarse de él.

Entonces, llegó a tres conclusiones: la primera, el rostro de la Malfoy era extremadamente puntiagudo. La segunda, sus ojos eran grises, con pequeños reflejos en azul pálido. Y la tercera, la cual le irritaba más que cualquier otra, es que Darcy Malfoy tenía tres pequeñas marcas que, si se unieran, formarían un perfecto triángulo justo debajo de su ojo derecho.

No hacía falta mencionar que Harry no estaba nada feliz con sus nuevos descubrimientos, y que de hecho le molestaban bastante, haciéndole doler la sien.

—Deja de pensar en eso, Harry, si sigues calentándote la cabeza comenzarás a sacar humo. —Se burló Dean, dejando de teclear por un momento en su teléfono para poder sonreírle malicioso a su amigo—. Tu cabeza no está hecha para pensar tanto.

Harry le mostró su dedo medio con molestia, ganándose una sonrisa entusiasta y desvergonzada del chico, quien bromeó diciendo que quería chuparle el dedo.

—¡No seas asqueroso, compañero! —gritó Ron desde su posición en el regazo de Hermione, acariciando suavemente el brazo de su novia, quien ahora sostenía el libro a la altura de ambos para que pudieran leer en conjunto.

Dean levantó los brazos rendido, aún con una sonrisa juguetona bailando en sus labios al ver a Harry, quien le regresó la mirada con fastidio.

No demoró mucho ahí de todos modos, yéndose pronto a su habitación, ya harto del parloteo interminable de sus amigos y sintiéndose incomprendido por todos ellos, quienes lo único que le decían era que estaba dándole demasiadas vueltas a un asunto que no valía la pena. Harry, desde luego, no podía pensar más diferente a ellos.

Cuando llegó, se aventó a su cama con desánimo, soltando un resoplido amortiguado por la almohada frente a su rostro. Cuando respiró la tela de su funda, el olor masculino de su shampoo le recordó —extrañamente— al aroma que desprendía Malfoy como una estela al caminar. Respiró de nuevo y se preguntó si usarían el mismo.

Soltando un gruñido frustrado, tomó la almohada y la aventó lejos de él, tal como quien quiere alejar sus pensamientos intrusivos.

Nada de esto era justo. No era justo que Malfoy sí pudiera mantener el aroma del shampoo en su cabello y él no, no era justo que oliera mejor que él, no era justo que de pronto, aparentemente, fuera buena en voleibol, no era justo que de un día para otro fuera experta en química, no era justo que su personalidad atrevida y sus sonrisas traviesas parecieran no querer abandonar su mente y no lo dejaran dormir por las noches.

Y definitivamente no era justo que de pronto la chica comenzara a parecerle divertida —no cuando se suponía que la odiaba— y que ahora, en lugar de irritarle, le agradara un poco y lo hiciera sentir tan impaciente por ver cuál sería su siguiente broma ingeniosa.

Y nada de eso estaba bien.

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