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My Brother´s Keeper. Éxodo (II)

Summary:

Tras ser testigo de un terrible evento, el Arcángel Michael huye junto a la única persona que puede ayudarle pero se halla en el lugar más peligroso de todo el universo...

Notes:

Segunda parte. Leer previamente My Brother´s Keeper. Génesis (I)

A partir de aquí SPOILERS

Chapter 1: Ángeles en el Infierno

Chapter Text

La fiesta sigue y la música continúa sonando pero las risas se han apagado y nadie quiere continuar bailando.

Originalmente, Charlie y Alastor iban a callarse el tema de que el Arcángel Michael acababa de entrar por la puerta del hotel. El demonio carmesí pudo mantener la boca cerrada. A la princesa le bastó una sola mirada de preocupación de su pareja para soltarlo delante del mundo entero antes de coger la bebida que tenía Angel en la mano y beberla del tirón.

Charlie lo intentó, de verdad que lo hizo, pero no sentía justo que todos estuvieran tan tranquilos cuando algo más grande estaba pasando delante de sus narices. Además, estaba ese murmullo en su cabeza. Esas preguntas que quería hacer y la primera impresión que tuvo de su tío. Sí, sabía de la existencia del arcángel y de la relación de parentesco que había entre ambos, pero siempre había sido un tema que sus padres desechaban, excusándose en el hecho de que nunca se puso del lado de Lucifer y que no merecía la pena pensar en él. Durante su etapa de rebeldía adolescente, Charlie usó la segunda fuente de información más viable para esclarecer cómo era esa persona que su dulce aunque distante padre tanto despreciaba: sus tíos y tías.

Belphegor y Asmodeo le contaron mucho, probablemente más de lo que debían. También le advirtieron de que nunca mencionara su nombre con Satanás presente, pues entonces descubriría por qué era el Pecado de la Ira. Según ellos, Michael era la antítesis de Lucifer: correcto, centrado e inflexible. Lo único que los distinguía como hermanos era su parecido físico. Recordando sus conversaciones secretas, intentaba hallar similitudes entre la persona que se presentó ante ellos y la que le dibujaron, pero no encontraba rasgos comunes. Todos le habían advertido que, si llegaba a verla, no recibiría de él más que desprecio e indiferencia y, sin embargo, parecía más que encantado por conocerla.

Tarde o temprano alguien, ya fuera Vaggie, Angel Dust o la propia Keekee, se percataría de que su mente vagaba por otra parte. Podría haberlo hecho en otro momento, elegir una situación más tranquila, pero el daño ya estaba hecho. Nadie celebraba más y solo Husk y Angel bebían para pasar mejor el incomprensible momento.

Unos pasos agitados bajando las escaleras alertan a todos. Lucifer reapareció con el rostro serio y claros signos de incomodidad al recibir tanta atención por su llegada. Curiosamente no llevaba su destacada chaqueta blanca. Llama a Charlie para que se acerque y esta accede, abandonando las manos de Vaggie, que habían sido su refugio emocional.

— Cariño, — le empezó a susurrar sin dejar de mirar en dirección a los demás, esperando que no los oyera — siento tener que pedirte esto, pero ¿podrías dejar que tu tío se quedara en el hotel?
— Ah, claro. No veo el problema ¿Le pasa algo? ¿De qué habéis hablado? ¿Estamos a malas con el Cielo?
— ¡No, no! No pasa nada, amorcito. Solo necesita descansar. Sí, descansar. Un mal viaje, en plan volar, la parte mala de tener alas. — había indecisión en sus palabras, como si no lo llegara a creerse del todo — Me encantaría quedarme y seguir festejando pero tengo nuevos asuntos que resolver ¡Nada grave! Son solo unos detalles que tengo que finalizar antes de poder quedarme contigo. En cuanto a Michael, dale un buen té y una cama calentita. No es muy tiquismiquis, se conforma con cualquier cosa. Volveré pronto. — le da un beso en la mejilla — Me encargaré de él cuando vuelva, ¿ok? — comienza a caminar hacia el exterior pero se gira y se vuelve a Charlie — Por cierto, tesorito. — insta a su hija a volver a acercarse y le susurra antes de retomar su rumbo — Que quede entre nosotros y tus amigos que Michael está aquí ¿ok? Algunos Pecados no estarían muy contentos de saber que le tenemos de invitado.

Charlie asiente, no muy convencida de la historia que le acaba de soltar su padre e intrigado sobre por qué mantener en secreto la visita de su tío. Lucifer se va al exterior y el inconfundible sonido del batir de sus alas avisa de que ha alzado el vuelo.

La princesa respira profundamente antes de volver con sus amigos y acercarse a la sirvienta del hotel.

— Niffty, siento tener que pedirte esto en mitad de la celebración ¿Podrías preparar la suite de la segunda planta?
— ¡¿LIMPIAR?! ¡Ahora me pongo a ello!

Niffty se retira y se va corriendo a una velocidad anormalmente elevada para su pequeño tamaño. Charlie observa al resto de los asistentes, que esperan expectantes alguna explicación de su parte.

— Voy a la cocina, os diré en un rato.

Angel Dust se lleva las manos a la cabeza ante la impaciencia y Husk rellena las bebidas de ambos. Alastor hace amago de seguir a Charlie pero Vaggie se lo impide y va ella en su lugar. El Demonio Supremo no se queja y vuelve a sentarse en su sillón pacientemente.

En la cocina, Vaggie observa a Charlie en su modo automático haciendo una bebida caliente. Cuando se percata de su presencia se asusta, pero al ver que es ella se tranquiliza un poco. La ex exorcista (valga la redundancia) se pone a su lado acompañándola en el proceso.

— Hey, Char.
— Hey, Vaggie.
— ¿Qué haces?
— Un té.
— ¿Para ti?
— No, es para Michael.
— Oh, ya veo. — sus palabras están llenas de extrañeza pero le sigue el juego.
— Mi padre volverá pronto, pero nos vamos a tener que encargar de mi tío mientras tanto.
— ¡¿Cómo?!
— Dice que solo necesita “descansar”. Algo de un ¿mal viaje en plan volar? ¿Eso existe? ¿Os mareáis al volar?
— A veces, pero — calla antes de seguir hablando — es Michael.
— Es raro que mi padre quiera que se quede, ¿verdad?...
— El Arcángel Michael. — remarca Vaggie.
— … Porque antes parecía que lo iba a echar a los sabuesos infernales…
— El Capitán de las Huestes Celestiales. — continúa Vaggie.
— … Y se ha ido sin darme más indicaciones que darle un té y dejarlo descansar en el hotel ¿te lo puedes creer?
— Charlie, escúchame. — le coge de los hombros para que la mire directamente — Este tío podría no ser trigo limpio.
— ¿De qué hablas?
— A todos los Exorcistas nos cuentan siempre la misma historia durante nuestra formación: que el legendario Arcángel Michael no solo fue decisivo en la resolución de la Guerra Celestial, sino que también fue uno de los promotores de los Exterminios.
— ¡¿Él?!
— Sí, ÉL. No sé qué hace aquí pero yo que tú tendría mucho cuidado. Voy a preguntarle a Husk si tiene algún tipo de alcohol que le haga hablar como Angel cuando le damos tequila rosa.
— ¡No, Vaggie, ni se te ocurra! — le ordena enfadada — No sé nada de mi tío y claramente nunca habías hablado con él en el Cielo ¿me equivoco?
— No, pero-
— Y ahora está en el hotel y, por lo que sea, es un residente. Si de verdad ha hecho cosas terribles en este sitio le trataremos como a cualquier Pecador que ocupe una de las habitaciones.
— ¿Y si te equivocas? Es un celestial primigenio. Existió antes que el mismísimo Tiempo, Charlie.
— No lo sabremos hasta que le demos una oportunidad. — toma el té ya preparado entre sus manos — Y, si pasa algo malo, lo enfrentaremos juntas — le da un beso en la frente— como siempre.
— Está bien, — le respondió un poco más convencida de la positividad de su novia —intentaré tranquilizar al personal.
— Gracias, eres la mejor ♥
— ¿Seguro que no quieres que te acompañe?
— No, si fuese verdaderamente peligroso para mí papá no me habría encomendado la tarea de agasajarlo.

Sin más aclaraciones, Charlie deja a Vaggie y sube las escaleras hacia el lugar en el que le espera ese familiar tan peculiar y que tanta curiosidad le despierta.

Por otro lado, Vaggie va con los demás, quienes la esperaban con impaciencia que les comentara de qué iba todo aquello. Angel Dust, el más nervioso de todos, es el primero en hablar.

— ¿Y bien? ¿Vamos a morir todos o qué?
— Parece ser que el Arcángel Michael se quedará con nosotros una temporada.
— Oh, — exclama Alastor — menudo giro más interesante de los acontecimientos. — la sonrisa del demonio se ensancha.
— ¿Seguro que es un ángel? — continúa preguntando Angel — No sé, parecía ordinario.
— Los Arcángeles pueden ocultar su aura y bajar su presencia a voluntad. — le responde Vaggie.
— ¿Y son peligrosos? — esta vez es Husk quien pregunta.
— Mucho más que Adam y los Exorcistas. —admite seria — Pero por ahora debemos tratarlo como si fuera un residente más y dejarle tranquilo, parece que se está echando una siesta.
— O sea que cuando despierte será todo nuestro. — Alastor aprieta el puño y su sonrisa se vuelve más siniestra.
— ¡Ah, no! ¡Quieto ahí! ¡Yo seré quien lo interrogue!
— ¿Estás segura? No te conviene ir en contra de quien tiene un trato con tu novia. Podría usarlo en cualquier momento.
— Cabronazo.
— Pero bueno, si la Princesa y el mismísimo Rey del Infierno no quieren que le molesten, — se echa tranquilamente sobre el sillón — tendré que portarme bien.

Vaggie refunfuña y se aleja de Alastor para comenzar a dar vueltas por la sala esperando a Charlie.

Husk sabe que lo ha dicho solo para molestarla, pero también sabía que había parte de verdad en las palabras del demonio. Angel le lanza una mirada de preocupación, Husk le niega con la cabeza y el joven Pecador le sonríe levemente antes de volver con su bebida. Ya es muy común verlos expresarse de manera no verbal de forma tan frecuente. Es como si tuvieran un lenguaje secreto que nadie más conociera. Lo que ninguno de los dos dice ni expresa, es el temor de que, ahora que la redención parecía ser algo más real, también lo fuera la posible venganza del Cielo.

 

Mientras decidía si llamar a la puerta o entrar, la princesa se acuerda de que debería haber traído azúcar o miel para acompañar el té. Y tal vez algunas pastas.

Ahora era demasiado tarde para echarse atrás. El té se estaba enfriando y ella se encontraba frente a la puerta. Esperó que su padre tuviera razón y que su tío no tuviera una preferencia especial con las bebidas.

Decidió entrar sin llamar, por si estaba dormido como le habían sugerido.

La sala estaba ligeramente a oscuras debido a que habían echado las cortinas. No era una sala muy grande, pero era buena para tener intimidad si se deseaba. Además, se hallaba lejos del resto de las habitaciones de la misma planta por ese mismo motivo. Había formado parte de los planes iniciales de Charlie tener lugares donde los Pecadores pudieran estar solos, charlar entre ellos o con ella. Su padre la animó a mantener dichas salas en el nuevo hotel con la sugerencia de hacer más libre su uso. Ésta precisamente había sido adornada en el estilo de su padre, siendo sus colores predominantes el blanco hueso y el dorado. En el centro había dos sofás y una mesa de café, además de unas cuantas estanterías y un estante con algunos de los patos que había creado Lucifer. Si se quitaban las cortinas, las vistas daban al faro que se hallaba casi a las afueras del Círculo del Orgullo.

Encontró a su tío echado sobre uno de los sofás, tapado por la chaqueta de su padre. Dormía profundamente, pero a veces se agitaba. Charlie se preguntaba si de verdad eran tan malos los mareos por volar.

Fijándose de cerca, vio rasgos similares a los de su progenitor, pero más suavizados. Una versión más simple de su padre, pero no por ello carente de belleza y esplendor. El cabello más oscuro, las pecas rosadas, el ligero vello facial del color trigo. Le recordaba a los humanos que veía en sus libros, sobre todo en los llamados “héroes”, quienes, aún teniendo un aspecto más mundano, no por ello dejaban de ser hermosos. Agachada entre el sofá y la mesa de café, no pudo evitar retirarle lentamente un mechón que le cubría el rostro para verle mejor. Inesperadamente, su tío abrió los ojos para proceder a agarrar con fuerza su muñeca. Aquello asustó a Charlie, a quien se le cayó la taza en el suelo, quebrándose en el proceso.
El sonido de la porcelana rompiéndose pareció sacar de su trance a Michael, quien, al percatarse de lo que estaba haciendo, soltó el brazo de Charlie.

— Oh, dios mío, Charlotte. Lo siento muchísimo. No pretendía asustarte. — se disculpó lleno de arrepentimiento, mientras se incorporaba para acabar sentado frente a ella.

Charlie sí se había asustado, pero no quería hacer sentir peor a Michael. Era increíble como en un segundo había tenido casi la misma mirada que su padre cuando peleaba contra Adam y al otro la que puso cuando quiso alertarla sobre el Cielo.

— No pasa, es solo una taza. Ahora lo recojo. — se disponía a arreglar todo el desastre hasta que su tío la interrumpe.
— Espera, quédate quieta un segundo.

La princesa obedeció algo confusa. Michael empezó a hacer círculos con el dedo índice en sentido contrario de las agujas del reloj. De repente, una luz naranja pastel salió del final del extremo y la taza y su contenido volaron hacía la posición en la que estaban antes de que se escapara de las manos de Charlie, quien la tomó entre sus manos, fascinada de que no había ningún rasguño ni desperdicio sobre la blanca alfombra.

— Guau. — exclamó sumamente impresionada.
— Un pequeño truco. — le explicó encantado por su reacción.
— No sabía que los ángeles podían hacer esto.
— Solo los Arcángeles podemos.
— ¿Puede mi padre?
— No, perdió el don al caer. Y solo podemos avanzar o darle la vuelta al tiempo de los objetos y seres no humanos. — señala la taza — ¿Eso es para mí?
— Sí, espero que te guste.
— Seguro que está perfecto, Charlotte ¿O prefieres Charlie?
— Charlie. — sus dedos se bailan nerviosos sobre sus pantalones antes de hacer la siguiente pregunta— ¿Cómo debería llamarte a ti?
— Puedes llamarme Michael. — toma un sorbo de la taza.
— ¿No debería ser Arcángel Michael?
— No, no quiero marcar una distancia tan grande entre nosotros. Si te parece bien. — le aclara inseguro.
— Me parece bien si a ti te parece bien. — le responde nerviosa.
— Entonces nos parece bien a los dos. —concluye sonrientemente antes de empezar a soplar la bebida.

Charlie se alegra ante lo bien que está yendo la interacción con su tío. Michael no era para nada como lo había dibujado Vaggie. Si bien el primer encuentro no fue muy fluido y su reacción al despertarlo sin querer la había impresionado por la fiereza de su semblante, el resto había ido como la seda, como volver a ver a un viejo amigo. Aún estaba la pregunta sobre el motivo tras su venida al Infierno, pero los ojos cansados de su tío le alertaban de que no estaba todavía en condiciones de hablar largo y tendido del asunto.

— ¿Quieres ver tu habitación?

Chapter 2: La confianza da asco

Notes:

Debido a cosas del adulting se subirán los capítulos cada dos semanas.

Chapter Text

Mientras tanto, una muy nerviosa Vaggie esperaba ver bajar a su novia de una sola pieza.

Contra todo pronóstico, no todos se pusieron de su parte cuando propuso ir a espiar a Charlie. La excusa general había sido lo bien que la princesa había domado a Adam antes si quiera de que llegase su padre. Además, añadían, que su gran rey no les dejaría solos con un enemigo tan terrible como decía ella.

Y, aunque en el fondo, el corazón de la ángel quería creerlos, no se le quitaba ese escozor que le angustiaba y creaba escenarios nada agradables, así como rememorar recuerdos de cuando creyó que iba a perder al amor de su vida.

— Está tardando mucho.
— ¿Podemos ir ya a por el ángel?— pregunta Niffty con un cuchillo en la mano y llena de ansias de acuchillar.
— ¿No hemos dicho que esperábamos a Charlie primero? — recuerda Angel Dust, curiosamente el más relajado de todos mientras miraba su móvil.
— Ya está, no aguanto más. Voy a ir. — declara Vaggie.
— Al fin. — exclama Alastor, poniéndose poco a poco en modo demoníaco mientras se levanta.
— Tarde, chicos. Ahí viene la princesa.

Tal y como anuncia Husk, Charlie baja las escaleras tarareando una cancioncita y saltando los escalones de dos en dos con alegría.

— ¡Charlie! —Vaggie no espera a que baje del todo para ir a su lado, ignorando la actitud más que tranquila de su novia, la avasalla a base de preguntas llenas de preocupación. — ¿Cómo ha ido? ¿Qué te ha dicho? ¿Tenemos alguna oportunidad de que nos dé respuestas si lo interrogamos? Angel conoce métodos de la mafia, Alastor está dispuesto a usar su umbrakinesis para acojonarlo y aún tengo un par de armas angelicales sin estrenar.
— Woooooah, para, para ahí. — Charlie se aleja ante la propuesta de Vaggie— Tengo un anuncio que haceros. Por favor, cariño, siéntate.
Vaggie la obedece echándose entre Angel y Niffty con los brazos cruzados. Alastor se mantiene de pie, ya que Charlie no le ha dicho nada.
— Amigos, residentes y empleados. Acabo de hablar con Michael, el Arcángel, y desde ahora, y de manera oficial,… ¡Será un invitado especial del Hotel Hazbin! — una pancarta con el título “INVITADO ESPECIAL” y el dibujito de un par de angelitos y señales de “NO MATAR” y “SEAMOS TODOS AMIGUES” sale detrás de Charlie cuando termina de dar la noticia.

Las reacciones a la noticia son muy variadas: Vaggie no para de quejarse y advertir a Charlie, Niffty está confusa sobre si se puede matar o no a los invitados, Husk se estaba sirviendo un whisky pero cambia de idea y decide irse directo a por la botella, Angel Dust se pregunta en voz alta sobre el contenido bajo los pantalones de Michael y Alastor tamborilea sus dedos sobre el bastón mientras sonríe enigmáticamente.

— Chicos, chicos, por favor. Ay, lo que me obligáis a hacer. — Charlie saca un silbato de su bolsillo y lo pita, rompiendo las acciones de los demás y dejándole espacio para seguir hablando. — Mirad, lo entiendo, es un desconocido y eso puede asustaros pero, mirad a Sir Pentious — señala con sus manos el cuadro condecorado— tampoco era vuestro favorito y ahora es nuestro héroe. Y, por lo que me contó mi padre, no parece que ser un ángel le haya cambiado. Así pues, vamos a tomarnos esto — arrastra hasta su público una tabla nueva con el título “CONFIANZA” — ¡Como un nuevo ejercicio de confianza! — Vaggie se estampa la mano en la cara y Angel gime de pura pereza — Aún no sabemos cómo Sir Pentious llegó a ascender pero tengo la teoría — empieza a señalar con un punzón el tablón, que está lleno de notas, lazos y fotos — de que la clave está en aprender a confiar en las personas que hay a nuestro alrededor y que los vínculos creados sean la base y nuestra mejor baza para lograr — señala la nota central — ¡El Ascenso al Cielo!
— Amor, — interviene Vaggie desesperada — no sé si esto es una buena idea.
— Eso es porque no has hablado aún con él. Creedme, es súper agradable y bueno. Nada que ver con los Exorcistas. Pero por ahora, dejémoslo dormir y ya cuando se despierte podréis entablar una civilizada conversación con él. Ah, se me olvidaba, el ejercicio preliminar de la Operación Confianza — señala de nuevo el tablón — será mantener en secreto la presencia de nuestro invitado. Ya sabéis, porque, ahora mismo, no nos llevamos muy bien con el Cielo y todo eso ¿Alguna pregunta? — ve que Niffty levanta su mano — ¿Sí?
— ¿Acuchillar ángel?— pregunta levantando el cuchillo.
— A éste tampoco.
— Oh — la pequeña demonio se entristece y Alastor le palmea la cabeza en solidaridad.

Tras esta aclaración de la situación actual, Charlie los hace despejar el salón en el que aún quedan restos de la fiesta por la redención de Sir Pentious. Aunque se quejan, todos se ponen a ello y, de vez en cuando, cotillean sobre el Arcángel que tienen en el hotel. Niffty parece haberse olvidado de sus ganas de acuchillar y estaba más que enfocada en hacer del lugar tan impoluto como si no hubiera habido antes una gran celebración, Vaggie y Charlie trabajan por separado, la antigua Exorcista tiene todavía mucho que meditar y no quería distraer a su chica con sus preocupaciones, Alastor usa su umbrakinesis para llevar a la pequeña criada a lugares de difícil acceso y Angel Dust y Husk más que ayudar mueven cosas mientras comentan sus inquietudes.

— Corrígeme si me equivoco, pero ¿en la Biblia no pasaban cosas chungas cada vez que un ángel se presentaba de sorpresa? — preguntaba el más alto.
— No siempre, creo que fue un ángel el que anunció a unos pastores sobre Jesucristo.
— Puede ser la excepción que confirme la regla.
— Bueno, estamos en el Infierno, tal vez eso anule la influencia negativa de la que hablas, Piernacas.
— Si tú lo dices, Bigotes.
Nadie se percata de que les llevan vigilando desde que Michael entró por las puertas del hotel. El espía, oculto tras unos arbustos y observándoles desde la ventana, termina de grabar con su cámara y llama por teléfono a su jefe.
— Sí. Sí, parece que hay alguien nuevo. Entiendo, le mandaré el resto a Velvette. No, Valentino está como una cabra y Vox ya lo ha visto todo en línea. Nos vemos.

Y en lo más alto de la más alta torre del Palacio del Pecado del Orgullo, el Rey del Infierno se arrepiente de no haber organizado su despacho previamente. Otra vez.

La mente de Lucifer siempre había sido un caos desde los Tiempos Remotos, aunque en aquella época la burocracia y los intermediarios no habían sido creados aún y eso le había dado margen para organizarse a su manera. Ahora se arrepentía enormemente de no haber limpiado su desastre con anterioridad.

La daga que le dejó Michael en su última visita debía de estar por alguna parte de aquella acumulación de cartas, documentos, permisos y patitos que creía perdidos hasta el momento. Posiblemente la había dejado por ahí tirada hasta que se acercase la fecha que le había dado a su hermano para dedicarse a ella más adelante. Pero las circunstancias habían cambiado drásticamente.

Todavía sentía la rabia y el dolor de oír por su propia boca lo que les había ocurrido a Gabriel y Rafael. No solo el haberlos perdido le había hecho cambiar de idea, también lo era el hecho de que alguien había atentado contra la vida de su hermano en más de una ocasión. Porque estaba claro que él había sido realmente el objetivo.

Ni siquiera tuvo que decirle nada, ni siquiera había hecho falta tener de nuevo la Percepción Empática. Solo tuvo que abrazarlo para sentir que algo andaba mal y que era la única persona en el mundo que Michael podía confiar. Deseó haberlo retenido más tiempo durante su visita para así evitarle el trauma. Deseó que Lilith estuviera ahí para ayudarle a concentrarse y resolver todo aquello. “No, no, otra vez no” se repite mentalmente y probablemente en voz alta. Si Lilith estuviera allí habría echado a Michael del hotel nada más verle. Apretando su cara y respirando pesadamente, vuelve al presente para seguir con la búsqueda.

En los Tiempos Remotos, había habido días malos y momentos duros en los que Michael había necesitado de su abrazo o de su presencia para calmarse y sobrellevar las cosas, pero nunca había vivido algo igual. Sus puños aún se tensaban cuando recordaba su temblor y la humedad de sus lágrimas. Rememorando el momento en que le vio en la entrada del hotel, sus ojos hinchados y la cara cansada se vuelven más presentes. Odia la ciega rabia que le impidió verlos antes. Odia no haber ido de inmediato a preguntarle qué había pasado. Odia no haber sido la clase de hermano que necesitaba.

Se abofetea con fuerza. No era momento de irse otra vez al rincón de la autocompasión, su hermano lo necesitaba. Solo él podía hacer eso.
Debía recordarse a cada rato que Michael estaba a salvo en el hotel. Que nadie de la cohorte infernal salvo los demonios con los que había batallado contra los Exorcistas sabían de su venida. Aunque tampoco acabó herido en esta ocasión, las heridas emocionales y el daño psicológico que Michael tiene eran más que latentes. Su hermano nunca había sido débil de espíritu ni en fuerza, pero tenía la mala costumbre de mostrarse imbatible ante todos para mantenerlos con la moral alta y la confianza elevada. En el pasado, cuando era Samael, era el único que veía su sufrimiento tras la máscara incluso sin su don de Arcángel. En el pasado, habría dado su vida inmortal a cambio de evitarle todo este dolor actual.

En el corazón de Lucifer Morningstar, todo el resentimiento y el orgullo de no demostrarle que todavía tenía poder sobre él ya no eran transcendentales. Si la persona que te había importado más que nada en el mundo entero volvía de esa manera, había que ser un verdadero cabrón para ignorarlo. Y, por mucho que él lo intentara u otros quisieran mostrarlo de esa forma, Lucifer no tenía el corazón de hielo.

Piensa, piensa, Lucy, se dice a sí mismo. Intenta recordar los últimos momentos con Michael antes de irse al hotel. Recrea con paseos sus pasos. Reconstruye sus líneas de pensamientos (pues siempre tiene varias). Pensó que no debía dejarla por ahí, que podía liarse si algún alma la tocaba. Por eso dio dos pasos atrás, giró a su derecha y vio la antigua caja fuerte del tamaño de una puerta, oculta tras una montaña de ropa y carpetas que aparta sin mirar antes su contenido ¿La contraseña? El cumpleaños de Charlie según el calendario juliano. Pone los números, la compuerta se descomprime de aire y se abre con un sonido similar al de una vieja locomotora.

Entre los objetos se ven armaduras ligeras y armas blancas amontonadas y encima de ellas está la antigua daga. Al tomarla, la nota fría, posiblemente por el mecanismo de la caja aunque tarda en retener su calor.

Resopla con fuerza y da pequeños saltitos de calentamiento mientras estira sus brazos. Hacía tiempo que no analizaba mágicamente un objeto. No era un don como tal, pues todos los celestiales podía desarrollar esta habilidad, pero estaba ya en desuso ya que actualmente había pocos objetos mágicos que no salieran de Infierno.

Cierra los ojos y se concentra. Olvida el pasado, rechaza el futuro, niega el presente. No hay luz ni alma alguna en la sala. Solo existe su propio ser. Con los ojos apagados se abren otros que solo el alma conoce. Y esos ojos devuelven la mirada al abismo de su ser, en el que, al meter las manos, halla su poder y su esencia más pura.

Nadie tiene poder sobre él, ni siquiera él mismo.

El Yo domina su mente

……
………
Y el Todo aparece.

 

Si hubiese alguien a su lado, vería nacer de su ser un aura dorada y temiblemente bella que rompe las sombras que habitan en la sala. En su interior, Lucifer ve la daga. Siente su fuerza y cómo se resiste a su escrutinio. Michael tenía razón, no era una daga normal, es más, es vieja, muy vieja.
Para de golpe y la daga vuela hacia la pared clavándose en el papel pintado.

— ¡Hey! Eso está muy pero que muy feo. — riñe al objeto como si pudiera de verdad escucharle. La saca de la pared antes de declararle sus intenciones — Voy a sacarte todos tus secretos como que me llamo Lucifer Lucero del Alba.

Chapter 3: ¿Sueñan los Ángeles con ovejas aladas?

Summary:

Primer día del Arcángel Michael en el Hazbin Hotel

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Rafael portaba el escudo con su símbolo y alzaba sus alas, imponente y majestuosa, dispuesta a defenderlo. Satanás se intentaba desligar del abrazo de Samael, queriendo vengarse del daño que Michael le había provocado.

— ¡Corre! — le gritaba su compañera.

De repente, ya no portaba su característico escudo, su cabello estaba suelto y descuidado y alzaba una daga sobre su cabeza.

— Corre. — le repitió con voz ronca antes de clavarse el arma.
— ¡No! — quiso detenerla pero su cuerpo no reaccionaba.

 

De repente, estaban en el Juicio de los Siete y Serafina ya estaba dictando la sentencia.
Adquiriendo conciencia de lo que iba a pasar, Michel intentó hablar pero no le salían las palabras. Tocándose la cara, descubrió horrorizado que no tenía boca.

— Al Arcángel Samael, junto al resto de los autodenominados Siete Libertadores, _______, _____, _______, ______ , _____ y ________ . Se les declara culpables bajo los cargos de Rebelión, Corrupción y Traición. Perderán sus nombres, títulos y antiguas asignaciones. A partir de ahora nadie podrá ni recordar ni decir sus nombres, perderéis parte de vuestros dones y los vínculos que tuvisteis con otros Celestiales se destruirán. Seréis conocidos a partir de ahora como los Siete Pecados, siendo los Arcángeles vuestra contraparte: las Siete Virtudes. Este título es dado en honor a la Virtud Ariel, a quien matasteis a pesar de no estar en el campo de batalla. Esa será vuestra Caída.

Entre los acusados, hubo uno que se quejó pero no recuerda muy bien el porqué.

 

De repente, estaba de nuevo en el campamento de los partidarios del Cielo, su espada bañada en dorado delataba su atentado contra Satanás. Gabriel, a su lado, atendía sus heridas y le consolaba.

— Has hecho lo que debías. —le aseguraba — Solo tú podrías derrotarlo. Y solo tú podrías mostrar clemencia.

Por cada palabra que salía de sus labios, más sangre dorada brotaba de su boca, ojos y oídos. Sintió ganas de vomitar.

 

De repente, estaba en los Tiempos Remotos y Samael estaba a su lado. Contemplaban en silencio el primer amanecer en recibir su nombre. Era lo último que hicieron juntos antes de que su hermano se rebelara.

— Michael.

La pregunta que siguió no era la que recordaba.

— ¿Por qué no me detuviste?

 

De repente, era de noche y Uriel estaba sentado a su lado. Miles de estrellas que hoy en día ya no se verían eran las únicas testigos de este encuentro.

— He hablado con Adam y Eva. —le informa Uriel— Están preocupados. Quieren pelear, pero Adam es un insensato y Eva acaba de descubrir que está en estado. No está nada feliz, ese niño no va a poder reemplazar nunca a Abel.
— Ni a Caín. —agrega Michael.

Uriel se levanta y alza sus alas pero solo hay cinco en su espalda y de dónde debería estar la sexta cae sangre dorada como si de un macabro manantial se tratara.

Michael desvía la mirada pero Uriel le sigue hablando, aunque el diálogo tampoco es el que recuerda.

— Todos pagaremos por nuestros pecados, Michael. Tarde o temprano, no lo olvides.

 

La pesadilla finaliza con la sensación de caer desde un vacío eterno. El Arcángel despierta con sudores fríos y el estómago del revés.

Se incorpora lentamente de la cama, pues siente la habitación moverse por cada músculo que despierta. Un dolor de cabeza, que no le es desconocido, se empieza a mitigar a medida que se relaja frotando suavemente sus sienes, párpados y nuca.

— Soy Michael, el Arcángel. Estoy en el Hotel Hazbin. Estoy en el Infierno. Estoy a salvo. — se decía a sí mismo mientras hacía el ritual.

La chaqueta blanca que le dejó su hermano aún estaba con él y sobre sus sábanas. La tomó con fuerza y se abrazó a ella mientras repetía el mantra.
Hacía tiempo que no tenía pesadillas relativas a la Guerra Celestial, pero los últimos acontecimientos habían abierto la veda a nuevas formas en las que su mente castigadora podía torturarle.

Mira a su alrededor. La habitación está a oscuras. Antes de acostarse, cerró a conciencia las cortinas para que la luz no le desvelase. También colgó el cartel de “No Molestar” en su puerta, aunque con pesar, pues le apenaba parecer distante si Charlie decidía ir a verle.

A medida que su cuerpo se relajaba y su dolor mermaba, Michael empezó a salir de la cama y subir las persianas hasta la mitad de la ventana, pero dejando las cortinas desplegadas para que la luz no le diera más problemas.

El lugar que le había preparado Charlie era realmente hermoso. Cualquier pensaría que lo natural sería que un ángel prefiriera los colores cálidos y hasta pastel frente tonos más oscuros y saturados, pero Michael escogía siempre los otros tonos. Tal vez fuera que su visión no humana se sentía más cómoda fijándose en esa gama o simplemente era un gusto personal. No todo tenía por qué tener una explicación profunda y detallada. A veces era una sencilla preferencia. La decoración era más oscura y de tonos más rojizos que la que vio tanto en el castillo de su hermano como en la sala en la que se reunieron, pero se parecía más a como imaginaba que sería la estética del Infierno. Contaba al menos tres alfombras grandes bajo la cama, en la zona de estar y en la de vestir así como espejos y cuadros de estilo gótico y romántico. La habitación era bastante grande, al igual que la cama con dosel y telas traslúcidas de tonos cobrizos. Había un tocador y un armario a la izquierda de la misma, de los que no se había percatado hasta el momento, ya que cuando entró por la puerta estaba bastante cansado. Justo al lado estaba la puerta del baño que le comentó Charlie, que debía de ser espectacular. A la derecha de la cama y pegados a la gran ventana que estaba abriendo Michael para que corriera el aire, estaba una gran televisión, un sofá largo en forma de ele y una mesa de café con decoración floral de tela.

No había nada que le indicase la hora, pero aún no era completamente de noche y debía hablar con Charlie. Debía mantener la historia que su hermano y él habían creado para que no sospechase el verdadero horror que arrastraba.

Abrió la puerta encontrándose un pasillo del mismo estilo que su habitación. Se encontraba en la otra punta del pasillo, alejado del resto de las habitaciones. No recordaba muy bien dónde estaban las escaleras, pero simplemente siguió el camino hasta que las encontró y oyó voces a lo lejos.
Bajó dos pisos y llegó a la planta principal. Siguiendo el sonido de las voces, vio a dos demonios pecadores en lo que parecía ser el bar del hotel. No sabía si preguntarles por su sobrina hasta que noto el aura de afecto mutuo entre ambos. Si era sincero, no esperaba encontrar esa clase de sentimiento ahí abajo, pero le agradó hallarlo. Podría decirse que era un romántico, aunque no en el sentido tradicional de querer sentir amor y ser correspondido, sino el de disfrutar viéndolo desenvolverse entre las almas humanas, como ráfagas de aire entrelazadas entre sí capaces de crear tornados o corrientes de agua creando olas. Decidió dejarlos tranquilos y continuó su búsqueda.

Poco tardó en identificar la voz de Charlie y la de otra persona. Estaban tras la puerta de lo que parecía ser el comedor y cocina del hotel redentor. Abrió lentamente sin apenas hacer ruido. Parecían estar haciendo burritos de desayuno y se lo estaban pasando muy bien. Además, otra vez el aura de amor delataba que no eran solo amigas.

La chica que estaba con ella no parecía una Pecadora casual y la equis en su ojo delataba que era la antigua Exorcista que se había cambiado de bando. Emily le habló de ella con tremenda admiración. Se la veía tan feliz que esperaba que así fuese el caso de su hermano en el Infierno.
Llamó suavemente a la puerta para hacerlas conscientes de su presencia. Charlie fue la primera en percatarse y en recibirle.

— ¡Tío Michael! ¿Cómo has dormido? ¿Te sientes descansado? ¿Tienes hambre? ¿Sed?
— He dormido bien. Sí. No. Y sí.
— Ahora mismo te doy una bebida. Y — agarra a la chica y la deja frente a su tío mientras va a por un vaso de agua — quiero que conozcas a Vaggie. Ella es mi, eh, bueno, mi novia. — el nerviosismo en la voz de Charlie era notorio — ¿Por qué no os vais conociendo mientras tanto?
— ¡Charlie, espera…! — Vaggie intenta que no la deje sola, pero ya es demasiado tarde.
— Es todo un placer conocerte, Vaggie. — le dice sinceramente Michael — Oí hablar sobre ti en el Cielo, me alegra de que alguien tan comprensivo como tú esté del lado de Charlie.
— Gracias, uh, — por inercia pone las manos tras la espalda, como si le estuvieran pasando revista — señor.
— Podemos dejar las formalidades de lado, al fin y cabo, no estamos en el Cielo y tú ya no eres una Exorcistas. Si te parece bien.
— Eh, vale. S- Michael.

Vaggie no imaginaba que su primera interacción con Michael fuese así. Se esperaba a un ser frío e inflexible cuya sola presencia intimidase a todo el mundo, no esa versión menos intensa y más tierna y alta de Lucifer. Estaba empezando a creer que Charlie decía la verdad cuando hablaba maravillas de él, aunque seguía sin fiarse. Por otro lado, Michael sintió de lleno su cautela. Ni siquiera le habría hecho falta usar su don para entender que, aunque había bajado algunas barreras, seguía estando a la defensiva.

— Ten. — Charlie aparece de nuevo y le pasa un vaso de agua a su tío.
— Muchas gracias — Michael lo toma y se lo bebe antes de preguntar — ¿Sabes si ha regresado ya tu padre?
— Todavía no. Oh — una idea le asoma de golpe — ¿Por qué no te presento a los demás?
— ¿Estás segura? No debo ser precisamente una persona muy querida entre tu gente.
— Tranquilo, cuando te conozcan, verás cómo se acaban enamorando de ti. — Charlie le ofrece el brazo como si fuese un caballero escoltando a una dama.
— Si tú lo dices. — Michael se acercó al brazo de Charlie, aceptando su oferta.
— Vaggie, avisa a todo el mundo: vamos a presentarles a nuestro primer Invitado Especial en el Hazbin Hotel. — le indicó a su novia antes de salir de la cocina.

Agarrado del brazo de su sobrina, Michael fue llevado hacia la entrada principal del hotel en donde la conoció. Le ofreció que se sentara junto a ella en el sofá más grande mientras esperaban a los demás. Inesperadamente, Michael sintió que algo se rozaba contra su brazo. Al girarse a ver qué era, vio a un hermoso gatito cíclope frotándose sobre él.

— Oh, Keekee, ¿has venido a saludar a Michael? — Charlie le habla con ternura a la criatura y Michael comienza a acariciarla.
— Hola, Keekee. Soy Michael— se presenta y la gatita se acaba acomodando sobre su regazo para que le continúe acariciando, especialmente al comienzo de la cola.
— ¿Puedo preguntarle algo? — pregunta la princesa con las manos metidas bajo las rodillas.
— Por supuesto, lo que sea. — le responde sin dejar de atender a Keekee.
— Mi padre antes — se pasa un mechón tras la oreja —, es decir, ¿cómo era? Antes de mí y mi madre, quiero decir. Antes de la Caída.
— No muy diferente a quién es ahora. Era todo cabriolas, bromas y malentendidos inocentes sobre buenas intenciones e ideas. Bueno, definitivamente era más inocente, pero nunca fue egoísta, ni siquiera cuando se rebeló.
— Así que tú… ¿no lo odias?
— No, no, para nada ¿Cómo podría? Odiarle a él sería odiar una parte de mí mismo.
— Pero luchaste contra él.
— Hablas de la Guerra Celestial.

Recuerdos reales y parte de las pesadillas se mezclaron en su cabeza. Keekee pareció sentir su tensión, pues empezó a lamerle la mano. Cerró los ojos y se frotó el puente de la nariz para tranquilizarse y no preocupar a Charlie.

— Mi mayor error fue no luchar para evitarla. — confesó sintiendo las palabras del Uriel del sueño más pesadas que nunca — Charlie, siento que estamos tocando un terreno pantanoso y no quiero agobiarte con asuntos que no podemos cambiar. Dejémoslo por ahora, ¿vale?

La princesa aceptó. A pesar de su interés por rellenar esos huecos en la historia de su familia, la reacción de su tío le indicó que estaban tocando un tema delicado.

— Bueno, en ese caso, ¡hablemos de cosas más alegres! ¿Sabías que ya tenemos a nuestro primer residente redimido?
— Sí, el Serafín Sir Pentious. Lo conocí hace poco en el Cielo.
— ¿De verdad? ¿Cómo está? ¿Nos echa de menos? ¿Se está adaptando bien?
— Está bien. La Serafín Emily lo está cuidando, creo que la conoces.
— ¡Sí! Fue todo un encanto cuando visité el Cielo. Por cierto, ¿dónde estuviste cuando fui?
— Estaba en la Tierra.
— ¿T-tú vas a… a la Tierra?
— Sí, me gusta ir de vez en cuando — se pone nervioso al decirlo en voz alta, pues era la primera vez que alguien parecía tan entusiasmado al hablar de ella —. Me gusta bastante.
— ¿Cómo es?
— Oh, — no le salen las palabra, intenta pensar mientras sonríe y lleva su mano sobre sus labios — es tan interesante, Charlie. Cada vida es única y cada entorno es inimitable. La naturaleza allí es sabia, así como un misterio a disfrutar tanto si la investigas como si la contemplas. Nada es solo blanco o negro ni dura para siempre, pero todos luchan por dejar huella.
— Suena tan hermoso.
— Lo es. Ojalá algún día te pueda mostrar algunos de mis lugares favoritos.
— ¿De verdad?
— Claro, te debo muchos regalos de cumpleaños pasados.

Charlie estaba tan emocionada que no se reprimió en lanzarse a abrazarlo con fuerza. Aún impresionado por la fuerza de su sobrina, Michael aceptó el abrazo y le respondió de vuelta. Keekee se quedó en medio de ambos, aprovechándose del calor de su dueña y del nuevo ser que le recordaba al papá de Charlie.

El tierno momento fue interrumpido por tres sonoros aplausos que les hicieron separarse. Por un momento, un sentimiento de peligro inminente activó las alarmas internas de Michael. Era el demonio carmesí que le arrinconó nada más entrar en el hotel.

— Precioso, espectacular, todo un ejemplo de amor familiar. Por favor, continuad, como si yo no estuviera.

El ángel no se dio cuenta antes, pero ahora veía que la voz de ese personaje sonaba distorsionada, como salida de una radio. Aparentemente tenía un aspecto más humano pero en lo alto de su cabeza asomaban unas extensiones que ocultaban unas pequeñas astas negras. También tenía unas largas uñas rojas que sobresalían de lo que suponía eran guantes negros.

— Buenos días, Alastor. — le saludó alegremente Charlie para seguidamente ir a su encuentro.

Al ver la reacción tan tranquila de su sobrina, Michael intentó relajarse. Intentó mentalizarse pensando que era normal que sintiera amenazas por todas partes siendo él un celestial y estando en el Infierno.

— Tío, este es Alastor, el director del hotel y mi socio. — le señala presentándolos — Alastor, te presentó oficialmente a mi tío el Arcángel Michael.
— Bienvenido al Hazbin Hotel, su Santidad. — hace una reverencia ante Michael.
— Encantado. Siento no haberme presentado adecuadamente en nuestro primer encuentro. — quiso levantarse, pero Keekee seguía encima suya y parecía más pesada que antes, como si no quisiera que se acercara a Alastor.
— Oh, no se preocupe. Al menos ya sé de dónde vienen los modales y la dulzura de nuestra querida Charlie.
— ¡EJEM!

El falso carraspeo provenía de la entrada del hotel. El Rey del Infierno había llegado mientras Alastor era presentado a Michael. Claramente, el Demonio de la Radio se dio cuenta y por eso decidió molestar un poco a Lucifer con ese comentario.

— ¡Su Majestad! No nos habíamos fijado en que había regresado.
— Déjame adivinar, ¿por mi altura?
— Sus palabras, no las mías.
— Hijo de-
— ¡Guau, mira, la familia al completo!

Esta vez era Angel Dust el que anunciaba su llegada. Venía junto a Vaggie, Husk y Niffty. Alastor y Lucifer no dejaron de hacer su batalla de miradas mientras los demás iban con Charlie y Michael. Keekee al fin le dejó libre y fue a saludar a Vaggie, que siempre le dejaba retorcerse entre sus piernas. Por algún motivo, a Angel Dust no le gustaba que hiciera eso y con Husk tenía un problema territorial. Michael se levantó a recibirlos también. El ángel sentía la desconfianza y el interés que generaba, por lo que decidió quedarse detrás de su sobrina, aunque esta no paraba de cogerle del brazo mientras lo presentaban.

— Chicos, este es Michael, mi tío. Michael, ellos son: Angel Dust, nuestro huésped, Husk, el encargado del bar y Niffty, del servicio de limpieza. — señala a cada uno de ellos mientras los va nombrando.
— Encantado de conoceros.
— Vaggie nos ha dicho que podemos hacerle preguntas, ¿podemos? — sonríe Angel con malicia y sin vergüenza alguna.

Charlie mira a Vaggie desconcertada. Su novia pone cara de “no sabía qué más hacer para que vinieran”.

— No me importa. — salva Michael la situación.
— N-no tienes por qué responder si te parecen incómodas. — le aclara Charlie, consciente de lo perturbador que puede ser Angel Dust.
— Creo que es una buena manera de hacerles ver que no todos los Celestiales somos como Adam y los Exorcistas. Bueno, la mayoría.

Casi de inmediato, los tres se sentaron en el sofá frente a Michael y Charlie, quienes se dispusieron en el sofá que los enfrentaba. Vaggie se sentó sobre el reposabrazos, al lado de Charlie. Lucifer quería estar al lado de su hermano pero Alastor se le adelantó. Resignado, tuvo que sentarse en un sillón individual, vigilando al Demonio de la Radio.

Curiosamente, Keekee volvió a estar encima de Michael. Charlie se extrañó que su gata estuviera tan apegada a una persona que acababa de conocer. No es que fuera arisca sino más bien selectiva. Por otro lado, Keekee tenía un buen motivo para estar con Michael: sentía que era la persona de la sala que más en peligro estaba. Y si su Charlie y papá Charlie querían a esa persona, Keekee debía cuidarlo.

El motivo por el que Alastor se había posicionado así era para ser testigo de cómo actuaba el misterioso invitado ante las dudas de los demás. Debía conocer bien a quien podría ser un posible enemigo para sus planes, y más si era el ser más poderoso del Cielo.

A Michael no le molestó que se sentara a su lado, percibía interés y curiosidad además del más que justificado estado de alarma que todos tenían hacía su persona. Estaba acostumbrado desde hacía tiempo a esa sensación, pero entre los seres del Infierno eran más que comprensible que entre los celestiales. Las únicas excepciones eran su hermano y Charlie. El primero emanaba rabia hacía Alastor y sobreprotección hacía él. La segunda solo estaba ensimismada ante la idea de que congeniara con sus amigos. Ella es la que rompe el hielo entre ellos.

— Bueno, ¿quién quiere empezar?

A pesar del interés inicial, nadie parece querer levantar la mano, ya fuera por vergüenza o no saber por dónde empezar. La princesa decide dar ejemplo y ser la primera voluntaria.

— ¡Oh, tengo una pregunta buenísima!
— Adelante entonces, Charlie.
— La verdad es un poco obvia pero… ¿por qué has decidido venir al Cielo ahora y no antes? ¿Es por lo de la cancelación del último Exterminio? ¿La redención de Sir Pentious?

Lucifer, quien había invocado una bebida, casi se atraganta por cada pregunta que hacía su hija. Esto no pasó desapercibido por algunos de los presentes. Antes siquiera de que Michael abriera la boca, el Rey del Infierno logró asentar su garganta y llamar la atención de todos.

— Verás, manzanita, eh, um, esto… Cuando no había Exterminios, los Arcángeles eran…
— Éramos los Embajadores del Cielo. — le ayuda Michael — Íbamos aquí abajo y nos reuníamos para fomentar la diplomacia entre ambos bandos.
— ¡Sí, sí! Eso mismo iba a decir. Y-y bueno, como lo de los Exterminios ya parece ser historia pasada, Michael y yo…
— Queremos reiniciar las reuniones entre el Cielo y el Infierno.
— ¡Exacto! — Lucifer mantiene el tipo pero se le ve claramente entre la espada y la pared.
— Ahora que lo pienso, — reflexiona Charlie — ¿por qué dejasteis de reuniros?
— Porque mataron a unos cuantos Arcángeles en el Infierno — quien le responde no es ni Michael ni Lucifer, sino Vaggie.

La respuesta de la antigua Exorcista descoloca al personal.

— Guau, Vags, — exclama Angel Dust — eso no nos lo habías contado, cabrona. Espera, ¿alguien sabía matar Ángeles antes que nosotros?
— Nunca descubrieron quién lo hizo ni cómo. — le responde Vaggie.

Michael se tensa. Otra vez, vivencias y temores se asoman y le desconciertan haciendo que necesite acariciar más efusivamente a Keekee. Respira con pesadez y se concentra en esa respiración para no sentir que miles de ojos le están observando en ese instante. Lucifer lo nota y quiere acercarse a auxiliar a su hermano, pero es su hija quien salva a ambos.

— Papá, — le llama Charlie — si Michael y tú sois hermanos. Significa que eran también familia nuestra ¿no?

Esa realización hace que Vaggie rompa su postura defensiva. Claramente no había caído en ese detalle.

— Sí, eran…

Lucifer intenta encontrar las palabras adecuadas. Tanto los que perdió en la Tragedia como los más recientes fueron importantes para él. A veces, bromeaban junto a Ariel diciendo que ellos eran la verdadera Primera Familia. Y, como toda familia, tenían sus más y sus menos. Uno no podía elegir qué ni con quién estaba era al nacer, ni siquiera los Celestiales, pero sí el cómo actuar y ser con todos esos seres que tampoco habían elegido nacer junto a ti. Esa era una lección que tardó años en aprender y que siempre se arrepintió de no haber desarrollado con ellos.

— Barchiel era el ángel más impulsivo del Cielo pero tenía un gran ojo para ver detalles, sobre todo si eran cotilleos. En cambio Jehudiel era más dada a quedarse horas y horas viendo como cambiaba todo lo que había a su alrededor, pero no era aburrida para nada, siempre nos sacaba alguna sonrisa con sus descubrimientos. Uriel era el más sereno pero el cabrón siempre sabía como tocar las narices, y Sealtiel,-
— Era une vage. — le interrumpe Michael — Sí, lo era. Pero se le daba genial animar a la gente. También era une entrometide y no tenía vergüenza alguna. — se dirige a Charlie y le toma la mano — Te habrían caído genial y seguro que ellos te habrían querido igual.

Charlie sonrió a su tío y apretó con fuerza su mano. Lucifer invocó un abanico para calmar las lágrimas que se estaban formando al ver a su hermano y su hija interactuar.

Husk tosió con su ronquera propia del alcoholismo.

— ¿No se supone que estamos aquí… — se pasa la mano por el puente de la nariz pero también disimuladamente sobre los ojos — para hacerle preguntas al ángel?
— Oh, sí, claro, claro — afirma Charlie — ¿Quién quiere continuar?

Angel Dust y Niffty levantan la mano.

— ¡Primeros voluntarios! — aplaude ante la iniciativa de ambos — Michael, elige. — le pide Charlie.
— Um… — señala a la pequeña cíclope.
— ¡YO! ¡Bien! — sonríe enseñando los dientes malévolamente — ¿Eres un chico malo? Eres demasiado guapo para ser de los buenos.

Oh, esa era una pregunta mucho más complicada de lo que esperaba.

— Pues-
— ¡Niffty, es un ángel! ¿Cómo va a ser de los malos? — le regaña Angel Dust.
— El que maté era un chico malo. — afirma aún sonriente.
— A ver, — se frota la nuca nervioso — diría que al menos soy menos malo que la mayoría pero no me considero del todo un “buen chico”. Supongo que solo soy un “chico” que intenta hacer las cosas bien.

La pequeña llamada Niffty parecía un poco confusa con su respuesta. Michael pensó en resumirla a algo más sencillo hasta que volvió a poner su sonrisa macabra.

— Aún hay margen para que seas un chico malo. — afirma perturbadoramente.
— ¡Ahora yo! ¿Qué tipo de fetiches tenéis ahí arriba? ¿Os gustan los shows de drags?
— Esas son dos preguntas, Angel. — aclara Charlie, haciendo de árbitro.
— Tranquila, Charlie. Esas son fáciles de responder. Además, tú hiciste unas cuantas antes. — le dice Michael, indicando que no le importa — En primer lugar, creo que solo los Dichosos, las almas de los humanos que suben al Cielo, podrían tener fetiches como tales. El resto de nosotros andamos metidos en el llamado espectro asexual y arromántico, en términos humanos, claro. Más que nada porque no nos podemos reproducir entre nosotros. Y, creo que no hay shows de drags en el Cielo como tales, pero he podido disfrutar de unos cuantos en la Tierra que me han encantado.

— ¿Espera qué? — Charlie le interrumpe.
— Sí, hasta fui telonero para un concurso de reinas del drags. Fue muy divertido.
— ¡Dime, por favor, que te vistieron! — le ruega Angel Dust.
— No, solo me maquillaron. Se me da mejor ser acompañante que estrella principal en los espectáculos.
— Alto, alto, tío. — le llama la atención Charlie — ¿Qué es eso de que no podéis tener hijos?
— ¿Qué pasa con eso?
— Que entonces cómo mi padre…
— Oh, verás manzanita — empieza a hablar Lucifer — entre ángeles no es posible tener hijos pero sí si es posible si intimamos con un ser humano vivo. Como tu madre vino al Infierno en vida, tú fuiste posible.

Había algo que no le cuadraba a Michael en la historia.

— Pero no se suponía que Lil-
— ¡Oh, Husker! ¿No tienes alguna pregunta? — el Rey del Infierno le cortó para desviar la atención al callado demonio gatuno mientras miraba a su hermano rogándole que le siguiera el juego.
— Eh, bueno. Tal vez.
— ¡Cuéntanos, Husk! — le animó al princesa.
— A ver, veo muy bien eso de que den libre albedrío y libertad total a la humanidad pero ¿no debería también darles opciones equilibradas para que todos tuviéramos las mismas oportunidades reales? No sé, digo yo. Tampoco es justo juzgar a un pobre desgraciado de igual forma que a otro que lo tiene todo.

La pregunta de Husk abrió todo un debate entre el grupo, desviando la atención que hasta el momento había tenido Michael. Hasta su hermano se había metido en medio para aclarar ciertos puntos y detalles. El arcángel se mantenía en silencio, observándolos hablar con pasión, indignidad, resignación y, a veces, un poco de optimismo. Esa clase de discusiones nunca se daban en el Cielo. Solo en la Tierra había podido ser testigo de este tipo de encuentros, criticando el estatus quo e intercambiando perspectivas y opiniones. Ahí había aprendido que el privilegio cegaba ante las injusticias y que esa podría ser la razón por la que no se cuestionaba el funcionamiento de su hogar natal. Al no ser un humano, no solo no entendía del todo las situaciones de esas personas sino que, además, debía ocultar su verdadera identidad, pero ahí abajo, en el Infierno, esas almas sabían perfectamente quién era y no se sentían obligadas a endiosarle o medir sus palabras en su presencia. Lo que hacía que ese momento no le hiciese sentir aislado o como un intruso. Y era muy agradable.

— Y bien, arcángel, ¿qué opina al respecto?

La persona que le preguntaba era Alastor, quien también había permanecido callado mientras los demás discutían. De repente, los instintos de alerta de Michael se dispararon. Aquel era, definitivamente, el ser más peligroso de la sala. Había conocido, para su desgracia, personas así en la Tierra. Les era más difícil de leer que el resto, pues su lenguaje corporal podía distar mucho de lo que sentían. Lo más complejo de estas personas era el no saber qué querían. Los humanos normales tenían deseos y ambiciones muy variados pero nada descabellados o intrincados, los que eran como Alastor eran todo un misterio. Pensó que tal vez estaba usando sus dones infernales sobre él o tal vez solo quería forzar las tuercas un poco más, esperando una reacción. Le recordaba a cierto personaje del Cielo que siempre le lograba poner a la defensiva. No le cuadraba que alguien así estuviera en el hotel dedicado a la redención. Keekee pareció percibir su preocupación, pues empezó a hacer pequeños bufidos en dirección a Alastor.

— ¿Tío?

Charlie le tira suavemente de la manga, captando su atención.

— Oh, sí perdona. Esto es, un poco más complicado de explicar.
— ¿Porque son humanos?
— Vaggie — le llama la atención Charlie.
— ¿Qué? ¿No decías que era todo un encanto? Seguro que tiene alguna justificación completamente razonable.

Vaggie había estado muy activa durante la charla. Michael no había ignorado la desconfianza que le transmitía desde el inicio y que se había contagiado a los demás. Pero antes de que pudiera empezar a ordenar sus pensamientos, su hermano intervino.

— En realidad, eso es culpa mía.
— Oh, menudo giro tan interesante de los acontecimientos — Alastor jugueteó con sus dedos.
— Sí, bueno, veréis. Antes, los Celestiales estábamos todo el rato yendo y viniendo a la Tierra. La manteníamos cuidada y preparada para cuando la Humanidad llegase. Nuestro deber con la misma era guiar a las personas, enseñarles cosas, lo normal. Pero no teníamos permitido interferir. Estábamos ahí por si nos necesitaban, pero nada más. No podíamos intervenir ni en sus decisiones ni en su destino. Debíamos ser como uno de esos juguetes para aprender a andar: útiles hasta que lo hacían por ellos solos. Pero yo, digamos que dudé de que los humanos pudieran ser los seres justos que tanto nos habían vendido. Solo había que mirar a Adam, uff. — un escalofrío le recorrió todo el cuerpo al recordar como era en Edén — Y como no podía hacerlo cambiar de idea, pensé en darle a su segunda esposa, Eva, la capacidad de ver más allá. Y, bueno, el resto es historia. O mitología. O ambas. Después de la Guerra, — no pudo evitar mirar a Michael pero desvió la cara avergonzado nada más encontrarse con su mirada. — la Humanidad perdió a sus mentores antes de tiempo. Y posiblemente ese sea el origen de todas las desigualdades e injusticias a las que os enfrentasteis en vida.

La confesión de Lucifer dejó al grupo boquiabierto. Michael se había sentido responsable de aquella decisión rotunda ya que, directa o indirectamente, la Sede Celestial le culpaba de no haber detenido a su hermano en sus planes. Estaba dispuesto a relatar de nuevo como había sido partícipe en la actual disposición del mundo, pero su hermano había decidido tomar ese rol por él. Decir que le sorprendió y conmovió sería quedarse corto.

— Eso no tiene nada que ver. — habló de repente Husk — Vale, puede que si se hubiesen quedado más tiempo, la Humanidad no estaría tan jodida pero seamos sinceros: somos unos desastres. Hasta el más santo de todos habrá hecho algo mal en su vida. Y el más malo de todos hizo algo bueno por alguien porque estaba de buenas. — se frotó las sienes intentando hallar el punto al que quería llegar — Lo que quiero decir es que, se supone que es lo bueno de la Humanidad ¿no? No somos buenos ni malos, somos personas. Hey, incluso entre los Pecadores somos distintos, sino todos seríamos cíclopes hiperactivos, arañas glamurosas o esfinges mal hechas. Y, tal vez, ahí esté la gracia.

La conclusión de Husk pareció dejar a todos satisfechos a medias. Keekee por lo menos lo estaba. Ya no percibía tanto peligro sobre el amable ser que decía ser tío de Charlie. Le había gustado desde el primer momento. Era cálido y brillante. Y hacía que todo fuese más cálido y brillante. Se quedó dormida sobre su regazo mientras volvían a hablar de sus tonterías de todos los días. Michael y Charlie no dejaron de darle cariñitos. Ya más adelante jugaría con Tocinete y le hablaría de la nueva persona que acababa de conocer.

Notes:

Muchas gracias a mis betas Llalilag y ashley_pines por ayudarme a sacar las preguntas de los personajes, os kero ^^

Chapter 4: Cómo sobrevivir a tu jefe Supremo

Summary:

Algo está pasando en VoxTech...

Notes:

Si lo estáis releyendo veréis que hay unas pequeñas modificaciones pero nada de la trama ha cambiado, don´t worry.

Chapter Text

Ser Supremo no era fácil, aclararía Vox.
Ser Supremo era estresante, gritaría Velvette.
Ser Supremo era la hostia, vociferaría Valentino.

Si preguntas a cualquiera de sus empleados (en un lugar seguro en el que no les escucharan ni respirar) te dirían que son los peores Supremos de la historia, cada uno a su manera. Vox era un obseso del control, Velvette era perfeccionista en todos los sus aspectos y en el de sus empleados y Valentino, uff, mejor no hablar de Valentino. Más de uno se cambiaría de dueño de su alma, incluso preferirían al Demonio de la Radio, que seguir sirviendo a cualquiera de estos tres. Especialmente en los días en los que se reunían y algo los alteraba al mismo tiempo como si fueran siameses emocionales inestables.

— ¡Nos aseguraste que nadie se uniría al hotel!
— ¡Mira quién fue a hablar! ¡Permitiste que fuese trending toppic #NEWHazbinHotel DURANTE DÍAS!
— ¡Al menos ella no ha recibido una demanda de EL MISMÍSIMO ASMODEO, PECADO DE LA LUJURIA, POR UNA PUÑETERA DROGA!

Bobo, el cíclope espía/periodista que había ido precisamente al Hotel Redentor, no quería llamar la puerta.

Ya desde hacía dos plantas oía a sus jefes gritándose como la familia disfuncional que era. Piggy, el nuevo asistente de Vox – un encanto comparado con los anteriores, ya que siempre traía té helado casero para todos, y el que menos quejas de Vox había recibido hasta el momento –, le avisó de que hoy estaban bastante de malas y aunque les avisó de su llegada, podría tomarse su tiempo preparándose para confrontarlos. Bobo no se sintió intimidado por tener que ver a los tres juntos, pues lo que les traía era canela pura. Solo temía que se lo cargasen antes de darles las últimas noticias.

Como estaba en la planta de Vox, partes de su acuario personal se fundían con las paredes y a veces aparecían sus criaturas. Ninguna de ellas hacía mucho caso a los empleados, excepto Vark, que siempre saludaba muy animado cada vez que veía a alguien tras el cristal. El tiburón martillo recibía lo más cercano al cariño que el Demonio de la Televisión podría manifestar. No sabía sin sorprenderse o compadecerle. Al menos era un animal infernal, a saber lo que pasaría si sintiese algo por otra persona aparte de una obsesión enfermiza.

Cuando parecían haberse calmado un poco (pues las paredes ya no temblaban cada vez que se levantaban la voz), decidió llamar a la puerta. Tenía grandes noticias sobre los sucesos del hotel tras su último informe, nada más ni nada menos que la visita de un Arcángel y, lo mejor de todo, era el mismísimo hermano del Rey del Infierno: el Arcángel Michael. Conocía lo suficientemente bien a las Vs como para saber que podrían manipular esta información a su antojo para sacarle el mayor provecho.

— ¿Qué? — grita Vox desde dentro.
— Novedades jugosas del Hazbin Hotel.
— Más vale que sean buenas. — se abren las puertas, dejándole entrar.

Vox estaba de pie sobre su escritorio, encorvado y con las manos apoyadas en el mismo, Velvette acomodada en el sofá con los brazos cruzados y Valentino les daba a los tres la espalda mientras se fumaba un largo cigarro y observaba las vistas.

— ¿Y bien? — pregunta Vox.
— He descubierto la identidad del nuevo huésped.
— Puff, menudo tostón. Pensaba que tendrías alguna información referente al Demonio de la Radio.
— Créame, jefe, esto es mil veces mejor que cualquier cosa relacionada con él.

El Pecador cíclope sentía que este era su momento. No había sido alguien en vida y ahora que estaba en el Infierno podía usar todos los trucos que sabía para ganarse el favor de los peces gordos sin que le castigaran o recriminaran. Ahora podría demostrarles que no era un simple empleado descartable. Para su desgracia, justo cuando iba a darles las pruebas de la existencia de un Arcángel residiendo en Orgullo, empezó a toser.

Al principio fue una tos suave, nada grave. Luego empezó a sentir la garganta ligeramente más cerrada. Tosió fuertemente para aliviarla, pero de nada servía.

— ¿Y ahora que co-?

Antes de que Bobo pudiera responder a Vox, vomitó en el suelo y cayó de rodillas. Ya no solo era la garganta lo que le apretaba y destrozaba. El pecho y el estómago le dolían cómo si tuviera estacas intentando atravesarle desde dentro a fuera. Aquello no era un dolor normal. Había sido herido de gravedad en el Infierno y conocía como era el dolor de un arma normal, pero aquello era distinto. Le recordaba al último Exterminio que vivió, cuando la lanza de un Exorcista le rozó y le dejó un hueco en el hombro que nunca se curó del todo. Era ese dolor multiplicado por mil. Intentó pensar qué podría habérselo provocado. A unos segundos de desvanecerse para siempre, quiso decirles quién era el responsable de aquello pero había olvidado que su garganta no colaboraba desde hacía tiempo. Su cuerpo cayó con fuerza sobre el charco boca abajo. Se oyó un poderoso crack cuando tocó el suelo.

— Hostia, puta. — maldijo Velvette, quien se había subido encima del sofá completamente al ver lo sucedido.
— Jo-der ¡¿Habéis visto lo que yo he visto?! — Valentino se había puesto tras Vox, usándolo de escudo a pesar de estar armado. — ¡Se ha muerto, joder! ¡¿Cómo coño se ha muerto?!

De los tres, Vox era el que sabía mantener la mente fría en momentos inesperados como este (siempre que Alastor no estuviera involucrado). Se acercó a la macabra escena, apartando sin suavidad a Valentino de su lado, y observó.

El Pecador estaba muerto. Muerto de verdad. No se podía hacer nada. Descartado.

Mira el charco de fluidos gástricos con restos de sangre. Algo hay. Chasquea los dedos para que las persianas del despacho se suban del todo. Vel y Val se quejan ante la exposición inesperada de luz. No les hace caso.

Vox gira hasta que la luz da directamente al vómito. Algo brilla pero no quiere tocarlo. Sospecha lo que es, pero quiere que su laboratorio lo verifique.

— Iros, — les ordena a sus aliados — si os preguntan, Bobo nos traicionó y nos lo cargamos.
— P- — Valentino intenta reclamar.
— IROS. — el tono que Vox usa es el que tiene reservado para mandar a callar y marcar terreno. Velvette obedece y le dice a Val que la siga, que tiene unos modelitos que podría interesarle.

Ya a solas, Vox se agacha ante lo que queda de su antiguo empleado. Aparta su cuerpo bruscamente hasta darle la vuelta. El ojo había estallado al chocar contra el suelo. Menos mal que no tenía el olfato instalado en ese momento. El jefe de VoxTech sospechaba que la información que su espía había conseguido le había llevado a su deceso definitivo. Busca entre su gabardina y encuentra un sobre pero al intentar abrirlo, fuego infernal empieza a formarse.

— ¡Mierda! — maldice mientras lanza el sobre hacia una esquina. El contenido se pierde en las llamas.

Vox gruñe ante su suerte. Sabía perfectamente quien estaba tras todo esto y debían tomar cartas en el asunto.

Antes de volver a ponerse en contacto con Velvette y Valentino, llamó a Limpieza e Investigación. Uno se encargaría de que su despacho quedase de nuevo impoluto y se desharía del cuerpo, el otro cogería muestras del Pecador y del vómito para confirmar sus sospechas.

Saliendo del despacho, llamó a Velvette e instó a que pusiera el altavoz para que Valentino también le escuchara pero nadie más. No hablaron de lo sucedido, sino de un nuevo plan. A medida que les iba relatando lo que harían, notaba como la tensión de sus compañeros disminuía desde el
aparato y la malicia y ambición sustituía cualquier tétrico pensamiento que estuvieran experimentando.

Tal vez fueran los peores jefes y los Supremos más odiados entre la comunidad de los Pecadores, pero la cruda verdad era que su alianza y la combinación de sus capacidades eran un fenómeno nuevo y excitante, destinado a cambiar para siempre los cimientos del Círculo del Orgullo o destruirlos para que ellos pudieran recrearlo bajo su diseño y directrices. Esta era la verdadera visión ególatra que Vox había estado forjando desde que empezó a acumular poder. Hubo errores en el camino pero aprendió de ellos y se sobrepuso. Es verdad que la compañía no era la que hubiera deseado, pero el tiempo le había dado la lección de que en el Infierno era mejor estar rodeado de aquellos con los que compartes defectos a virtudes.

Mientras aguardaba a sus compañeros, les esperaría en su sala privada, donde disfrutaría de su acuario personal y de sus mascotas, sobre todo de su querido Vark, y cantaría en voz baja una canción que siempre le calentaba su frío corazón:

“Welcome home
I'm gonna make you wish that you'd stayed gone…”

Chapter 5: "Hell´s Greatest Brother"

Summary:

Los hermanos necesitan hablar...

Notes:

Lamento la tardanza, se me pasó que tenía que haberlo sacado este viernes o sábado (por nada raro, la maldición de los escritores de AO3 todavía no me ha llegado). Pero bueno, aquí está y espero que lo disfrutéis. Además es uno de mis capítulos preferidos ^^

Chapter Text

Y en Diablo y el Arcángel se quedaron solos. Bueno, no del todo, pues un pequeño gatito era el único testigo de este encuentro.

El interés que Michael despertó entre los Pecadores pasó poco a poco. No solo por su transparencia, su presencia pacífica y su carácter observador e introvertido, sino también por el apoyo que Lucifer había manifestado al hablar de su papel en el castigo del Cielo a la Humanidad.

Los amigos de Charlie empezaron a preguntarle sin miedo al ver que no mantenía la guardia alta ante ellos. Ahora tenían curiosidad sobre lo que pensaba sobre vivencias más cotidianas como sus viajes por la Tierra o si había probado alguna comida o bebida humana. También quisieron saber su opinión sobre algunos temas más controvertidos como el racismo, la comunidad queer, el capitalismo y las disputas religiosas. Michael respondió a sus preguntas aclarando que no era un experto en lo que pensaban en el Cielo y que, como era obvio, no había vivido las experiencias que podría sufrir una persona que formase parte de un grupo discriminado. Pero sufría por la gente afectada y le apenaba ver a buenas personas haciendo cosas terribles por simple ignorancia u horribles prejuicios.

Como ángel, no tenía permitido interferir en sus asuntos pero eso no le había impedido aprender a actuar como lo haría un humano. Al principio, le desesperaba el no hacer nada, hasta que se preguntó cómo lo hacían los humanos para solucionar sus disputas con el poder tan bajo que tenían individualmente. Y ahí estaba la clave. En ninguna ley redactada tanto en los Tiempos Remotos como en edades más recientes prohibía actuar como lo haría un humano normal. Así, Michael empezó a ser voluntario en diferentes organizaciones y grupos, firmaba a favor de aboliciones de leyes opresoras y por la creación de nuevas que ayudasen a la inclusión. Si lograba obtener dinero de alguna actuación o trabajo temporal, éste iba a quien o quienes lo necesitasen. Lo bueno de ser inmortal era que podía ver con sus propios ojos lo que entre él y muchos otros conocidos y desconocidos lograrían incluso después de que estos ya no estuvieran caminando sobre la Tierra, así como ayudar a mantenerlo.

No conocía la historia personal de los Pecadores que le acompañaban. Pero bajo sus actitudes y comentarios maliciosos veía algo bueno bajo la superficie. El siempre gruñón Husk había sido el primero en ver que no había malas intenciones en su venida y hasta le sacó un par de sonrisas roncas cuando le habló de la vez que estuvo haciendo bolos en un casino que parecía estar ligado a su vida pasada. Angel Dust dejó de insinuársele y solo quería saber sobre sus experiencias junto a otros artistas de su época y de lo que había actualmente. La ilusión que había en sus ojos al oír sobre el Mes del Orgullo y las manifestaciones que se hacían alrededor del mundo logró que toda la incomodidad anterior mereciera la pena. Niffty era caótica pero tierna. Cuando empezó a verle la gracia a su macabro sentido del humor y personalidad logró ver a una chica alegre, tierna y energética que tenía detalles raros pero sin oscuros designios. Y en Alastor, quien en un principio percibió como una amenaza, llegaba a sentir retazos de cariño genuino por la pequeña. En ocasiones hasta percibía el disfrute de interactuar a través de sus piques y chistes de humor negro. Estos chistes hicieron reír en más de una ocasión a Michael, quien con el tiempo entre humanos se había acostumbrado a ellos. Sin embargo no podía evitar sentirse un poco avergonzado por que le hiciera reír y acababa siempre tapándose la boca en un tonto intento por reprimirse. Lo que hacía que todos acabasen burlándose su “pésimo sentido del humor”.

Poco a poco volvieron a recordar que tenían cosas que hacer (ya fuesen por trabajo o disfrute) y se fueron diseminando por las habitaciones y salas del enorme hotel. Antes de que se fueran, Lucifer les dio un par de advertencias.

— ¡Recordad que el que mi hermano esté aquí es UN SECRETO! ¡Y ni se os ocurra molestarlo, que os conozco, por algo soy vuestro rey! ¡Ni un pelo le tenéis que tocar!

Antes de irse, Alastor sopló sobre la cabeza de Michael delante de Lucifer. Al girarse al sentir ese aire inesperado, Alastor miraba hacia una ventana y les habló de la corriente que estaba entrando por ella. Lucifer se puso rojo como el traje del Demonio de la Radio pero se contuvo, posiblemente por la presencia de Michael.

Solo Lucifer y Michael quedaron en el lugar. Y, por las caras que pusieron y el silencio que se creó, ninguno de los dos tenía planeado aquel momento.

— Bueeeeno, — intenta romper el hielo el Rey del Infierno — al menos ninguno intentará matarte esta noche.
— Son agradables. No muy distintos a los humanos con los que me relacionaba.
— Qué raro me resulta pensar que tienes amigos humanos. — le confiesa Lucifer antes de caer en que podría aprovechar el momento para terminar un asunto — Tenemos que hablar.
— Uhm, vale, pero — señala con la cabeza a Keekee, quien está muy a gusto en su regazo.
— ¿En serio?
— Está muy cómoda… ¿cómodo?
— Cómoda. Habrase visto, — Lucifer se levanta y toma a Keekee en sus brazos, que se queja maullándole enfurruñada — el Gran Arcángel Michael derrotado por un gato del Infierno. Toma. — le devuelve a la gata cuando Michael se levanta. — Sígueme.

Michael le obedece. No hablan durante el recorrido que les obliga a usar el ascensor hasta el ático de su hermano. Al llegar a las puertas del lugar, Keekee decidió que se había hartado de los brazos de Michael y se tiró al suelo, cayendo con gracia y dejando solos a los hermanos. Antes de abrir la puerta, Lucifer susurró algo sobre su preferencia por los patitos sobre los gatos.

— ¡Bienvenido a mi nuevo hogar! Pretendo mantenerlo así de organizado todo el tiempo que pueda aunque, ya me conoces. El orden nunca ha sido mi fuerte.

El sitio se parecía al antiguo despacho en el que se vieron por primera vez tras milenios de distanciamiento. El color rojizo seguía predominando pero el dorado también se abría camino. También había más predominio de la estética circense. En las ventanas, cortinas suaves y translucidas de rojo pastel evitaban que la luz fuese agresiva con ellos. La sala principal era un salón muy agradable, casi familiar. Dos sofás estaban enfrentados a una mesita de café en la que había notas y listas con la letra de su hermano. También había mantas sobre los muebles y marcos de fotos con escenas de Lucifer y Charlie cuando esta era más pequeña. La ausencia de imágenes de Lilith le inquietó pero no creía que fuese apropiado hablar de ella en ese momento.

Michael sintió una punzada en la barriga. Al ser los Ángeles seres prácticamente incorpóreos, sus conflictos y problemas solían manifestarse a través de un daño similar a una enfermedad. A algunos humanos les pasaba igual, que su dolor interno se volviese un dolor físico. Era normal que, con todo lo pasado, su cuerpo espiritual se viera afectado.

Lucifer se dio cuenta de su malestar y se sintió mal por no haber pensado en las consecuencias de los últimos momentos que su hermano había vivido. Inmediatamente invocó una taza de camomila para calmarlo.

— Toma.
— ¿Qué? No, estoy bien, no hace falta. Será el hambre, todavía no he desayunado.
— ¡¿CÓMO QUE NO HAS DESAYUNADO EN TODO ESTE TIEMPO?!
— N-no tenía hambre.
— Ay, por los Siete Pecados, ahora mismo te preparo unos pancakes.
— No, no, no me entrarían, de verdad que no.
— Entonces toma la manzanilla.
— Pero…
— Toma-la-manzanilla.
— Vale, vale, ya me la tomo.

Su hermano vigiló que se tomase el contenido de la taza, aunque iba a tardar a pesar de lo bien que le entraba. Sentía el estómago cerrado y al mismo tiempo hueco, como si tuviera un agujero negro en su interior. Hizo su mejor esfuerzo por acabárselo. Cuando terminó le enseñó la taza vacía a su hermano, quien asintió orgulloso y la teletransportó a la cocina, donde Vaggie se extrañaría al ver que todavía había una taza sin lavar cuando pensaba que ya había metido todas en el lavavajillas.

— Michael.

La inesperada seriedad en su voz puso en tensión al arcángel. Extrañaba tener a la gatita Keekee para calmarse.

— ¡Cómo se te ha ocurrido decirle a Charlie esa estupidez de reiniciar las Embajadas! — había desesperación en su voz y sus ojos se estaban aguando — ¡Eran horribles y ABURRIDÍSIMAS! — se agarra a la sudadera de Michael — ¡NO TE IMAGINAS EL ROLLAZO QUE ERAN!
— ¿No te parecen buena idea?

Lucifer gimotea. Sabe que era eso o decir delante de todos el verdadero motivo por el que su hermano, que no veía desde hacía milenios, había ido al Infierno.

— Odio cuando tienes razón. Y odio tener que mentirle a Charlie.
— Simplemente échame la culpa si lo descubre.
— Oh, no, ni se te ocurra hacerte el mártir. — le recrimina Lucifer — Si lo descubre lo asumimos ambos. — se cruza de brazos y dice en voz baja y resentido — A no ser claro que logremos hacer reales las Embajadas.
— Pero si las odiabas.
— Ya, — había queja en su voz — pero es eso o los Exterminios. Y… no es tan mala idea volver a ellas.
— Siempre hemos sido un buen equipo cuando nos unimos.
— Puede.

A pesar de que la palabra que usó indicaba lo contrario, el tono y la expresión fácil de Lucifer le indicaba que estaba en lo cierto. Casi inmediatamente después de compartir ese tierno momento, el rostro de Lucifer se oscureció.

— También había pensado que, ya que vas a pasar mucho tiempo aquí — juega con su bastón mientras le habla — deberías buscarte, no sé, un disfraz o identidad nueva. Porque, a ver, si se corre la voz de que podemos hacer que la gente suba, esto empezará a llenarse. Y, entonces, te verán y algunos me acosaran a preguntas como “¿Qué hace un Ángel aquí?”, “¿Por qué hay un Ángel aquí?”, “¡¿Cómo osas dejar que un Ángel se quede aquí, Lucifer?!” — imitaba voces indefinidas por cada pregunta — Y otros querrán arrancarte el pellejo y las alas. Así que, por ahora, será mejor que uses la Transformación, porque además no creo que vayas a querer estar para siempre en el hotel, por muy acogedor que Charlie y yo lo hayamos dejado.
— Cierto…

Transformar el aspecto y la apariencia era uno de los poderes esenciales de los Arcángeles, pero Michael solo lo usaba para parecer más humano. La habilidad para convertirse en criaturas más atrevidas siempre había sido la especialidad de su hermano. Hasta Rafael y Gabriel, que no habían cambiado demasiado desde los Tiempos Remotos, habían sido mejores que él en ese tema. Recuerda cuando veía a sus compañeros pasar de ser una criatura a otra, inventándose unas y mezclando otras como si no les costara y de un juego se tratara. Él siempre hacía de vigía, de juez en su concurso de transformaciones o simple espectador usando la excusa del cansancio o que tenía cosas que hacer. No quería que se sintieran mal por su falta de imaginación.

— Hey, ¿qué te pasa? ¿No te gusta la idea?
Lucifer temía que tal vez su sugerencia no fuese bien aceptada. No sería la primera vez que su hermano rechazase sus idas de olla.
— No, es que, — estaba temeroso de que le esté dando más problemas que soluciones a su hermano — no se me ocurre en qué podría convertirme.

En el Cielo, el Gran Arcángel era un ser perfecto y extraordinario que no cometía fallos ni errores. El soldado perfecto, el sabio más sabio, el más noble y justo de todos. Mostrar debilidad o carencias no era una opción.

Sera se había hecho cargo de repartir esa propaganda y dejarle claro ese mensaje. Estaba pensando que quedarse oculto en el hotel sería lo mejor para todos.

— Oh, en ese caso — se siente al lado de Michael — necesitarás que el Rey del Infierno te cuente cómo convertirte en un Pecador y pasar desapercibido.
— ¿Vas a ayudarme?
— ¡Pues claro! La verdad es que no recuerdo que te transformaras frecuentemente en el pasado, así que necesitarás la ayuda de — le agarra del cuello y con el brazo libre usa sus poderes para forjar un título dorado y brillante flotando en el aire — ¡”EL MEJOR HERMANO DEL INFIERNO”!
Michael rió ante su extravagancia. Usó sus poderes y cambió la palabra “INFIERNO” por “UNIVERSO”, sorprendiendo a Lucifer.
— ¿De verdad?
— Claro que sí — le aseguró Michael.

Su hermano recordó entonces momentos previos a la Guerra Celestial, cuando eran solo unos ingenuos arcángeles que no sabían el verdadero alcance de sus poderes y la responsabilidad que conllevaban. Y recuerda como, con el paso del tiempo, a pesar de lo traumático que fue descubrir y nombrar actos como la Muerte, la Pérdida, el Dolor y la Miseria, Michael era el que menos cambiaba de todos. Seguía valorando como un tesoro cualquier tontería que le dieran porque simplemente se habían acordado de él, el simple hecho de preguntarle si necesitaba algo seguía siendo suficiente para él, porque significaba que era querido y apreciado, y el deseo de que las cosas no cambiasen para no decir adiós a nada ni nadie se mantenía en su dulce sonrisa aunque sus ojos se llenasen de amarga sabiduría.

Las cosas efectivamente habían cambiado, pero su hermano nunca había dejado de quererle. Aunque ese amor probablemente le hiciese más daño que la peligrosa daga que le dio en su día.

— ¿Samael? ¿Te encuentras bien?
— ¿Qué? Oh — sus ojos empezaron a aguarse — perdona, será el polvo. — la excusa era una tontería, pero esperaba que se la creyese. — He… — no quería decirlo, pero había que abordar el tema cuanto antes, por el bien de todos — He analizado la daga que me diste.

Michael respiró pesado y juntó sus manos frotándolas con fuerza, preparado ante cada detalle que le contaría su hermano a partir de ese momento.

— ¿Qué has encontrado?
— Además de ser una cabrona, que es vieja. La habrán reforjado y todo eso, pero no es nada reciente.
— ¿Cuánto le calculas?

Lucifer no sabía si responder a esa pregunta, pero la urgencia ante ese asunto era grave. No solo estaría en peligro Michael, sino cualquier Celestial o poseedor de sangre celestial, incluido él… y, por supuesto, Charlie. Respiró hondo y exhaló fuerte antes de contestarle.

— Lo suficiente para sospechar que puede ser el arma homicida de la Tragedia.
Michael se sienta en el sofá. Ya no hay pesadillas colándose en su cabeza, sino una calma que solo podía explicarse gracias a que la verdad al fin ha sido hallada.
— Todo este tiempo buscándola. Al fin la tenemos. —su hermano le pone una mano sobre el hombro y él la agarra con fuerza — Podremos hacer justicia.

Lucifer no dudaba de lo que quería lograr Michael, pero sí temía los intereses del Cielo. Michael resopla con pesar. No puede evitar pensar en Gabriel y Rafael, quienes no estaban ahí para ver cómo podrían resolver el misterio de sus seres queridos. Michael aprieta más fuerte la mano de su hermano, es lo único que le sostiene en ese mar al que le arrastra el duelo y el recuerdo de las tragedias vividas y pasadas. Lucifer no necesita leer sus emociones ni sus pensamientos para saber a qué se debe su reacción.

— Lo sé, también buscaremos lo que les pasó. — le asegura Lucifer.

Lucifer, abraza a su hermano, quien se aferra con fuerza y oculta su rostro en su pecho. Lágrimas de arrepentimiento escapan sin control de los ojos del ángel. Su hermano recuerda cuando se le apareció y el destino de su antigua familia le fue revelado. En ese momento, la ira le inundó y no supo realmente cómo ayudar a Michael en el proceso del trauma. Ahora que sus humores se habían equilibrado, podía estar para él.

— Debía haber estado allí… — declara Michael.
— Shh, seguro que hiciste todo lo que pudiste y más. — le acaricia la cabeza para calmarlo.
— No fue un Demonio. Fue un Celestial. — a pesar de que su voz se sentía afectada por el llanto, había firmeza en ella.
— Michael, no estamos seguros. — aunque Lucifer también lo sospechaba, no quería dejarse llevar por sus prejuicios.
— Empezó en el Jardín, Samael ¿Por qué todo lo malo empieza en el origen del mundo que creamos? ¿Acaso estábamos condenados desde el principio?

El ángel antes llamado Samael no sabía qué responderle. Le deja que se relaje entre sus brazos. Tal vez, algún día pudieran saber la verdad, no solo la que rodea el misterio de la desaparición de casi todos los Arcángeles, sino también la razón tras la cual nada salió como debía allá en los Tiempos Remotos.

Chapter 6: Percival y la Araña Blanca

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Antes de irse de vuelta a su habitación, el Rey del Infierno le recordó que debía buscarse un buen disfraz si quería salir algún día del hotel, pues todos en el Infierno querían su cabeza.

“Eso no suena para nada desalentador” pensó Michael.

Aún había tiempo para la hora de comer y ya tenía más o menos asentado el estómago gracias a la manzanilla que le había preparado su hermano y que éste le había obligado a tomar.

Más que la manzanilla, lo que le ayudó fue ver que no iba a quedarse solo. Tener a su hermano realmente preocupado por él y a su sobrina tan encantada de que fuese parte de su vida, fue el mejor remedio para su dañada alma.

Por el camino a su habitación, Keekee volvió a aparecerse ante él pero no venía sola. Un pequeño cerdito infernal iba con ella. Michael no pudo evitar taparse la boca al ver tanta ternura junta.

— Por todos los Cielos, ¿de dónde has salido tú, cosita bonita? — el tono de su voz se volvió más agudo al dirigirse al nuevo animal.
Se agachó hasta estar a la altura de las criaturas. Keekee inmediatamente fue a colarse entre su axila y el cerdito olisqueó su mano antes de chocar su cabeza con ella en seña amistosa. A cambio, Michael empezó a rascarle bajo la barbilla.
— Oh, creo que estoy en el Cielo. Mejor aún, estoy en el Cielo de las Mascotas.

Se alegró de tener dos brazos para poder acariciar a ambos y no dejarlos desatendidos de caricias y cosquillas. No pudo evitar decirles lo encantadores y lindos que eran a cada rato. Había animales en el Cielo como ellos, pero eran almas de seres amados por los humanos. Y, aunque algunos eran avispados, no eran tan inteligentes como esos dos, pues veía que entendían cada palabra que les decía. Las criaturas del Infierno le sorprendieron gratamente.

 

Angel Dust vagaba por el hotel, buscando a Tocinete.

Su pequeño se había escapado de manera inesperada, aprovechando que estaba en el baño y había dejado la puerta de su habitación abierta, aunque creía recordar que la había cerrado nada más entrar.

Gracias a sus patitas cortas no andaría muy lejos. No es que temiera que le pasara algo, pero cuando Vaggie le habló del ciervo putrefacto que desayunaba Alastor se le activó mucho el instinto maternal de sobreprotección. Afortunadamente, lo encontró junto a Michael, quien le estaba dando cariñitos y mimos.

Ya había comprobado que el Arcángel era una persona de fiar en el intento de interrogatorio que se volvió más bien una conversación muy interesante y amena. Ver lo bien que trataba a los animales reconfirmó este hecho.

La escena era tan tierna que no pudo evitar hacerles una foto a escondidas, aunque recordó rápidamente que no debía revelar a nadie la presencia de Michael en el hotel, por lo que no la subió a Sinstagram, pero se la guardó como recuerdo.

Casi al instante, como si se activase su sexto sentido, Tocinete dejó de intentar meterse dentro de la sudadera de Michael y se fue directo a por Angel Dust.

— ¡Hola, mi vida! ¿Te lo estás pasando bien con Keekee y el Señor Buenecito?
Se agachó para recibirlo entre sus cuatro brazos. Michael se quedó observando la escena, enternecido de la forma en la que trataba y hablaba a Tocinete.
— ¿Es tuyo?
— Sí, es mi bebé. Se llama Tociente y yo soy su mami. — le agarra los cachetes con ternura mientras le habla con voz bobalicona. — Gracias por cuidarlo mientras lo buscaba. Últimamente se ha vuelto todo un escapista.
— Tendrá curiosidad por el lugar, es muy grande.
— Debe ser eso. Aunque no me fío de algunos de los que viven aquí.
Angel Dust no era muy listo, pero sabía cuándo la había cagado. Por la expresión de Michael, creía que se refería a él. Lo cual no entendía.
— Hey, ¿a qué viene esa cara? ¿Crees que habría dejado a mi hijo con alguien que creo que le puede hacer daño?
— Oh, perdona, es que… aún no me acostumbro a que almas como tú me traten con tanta naturalidad.
— ¿Almas Pecadoras? — no puedo evitar sonar un poco ofendido.
— Almas humanas, en general. — rectificó al instante de notar sus emociones — Los Pecadores me temen y los Dichosos me veneran como si el mismísimo Dios se les hubiera aparecido ante ellos.
— Joder, menudos extremos. La fama puede ser dura. — hablaba por experiencia propia — Espera ¿qué coño son los Dichosos?
— Los que están — señala al techo, indicando al Cielo.
— Oh, nosotros los llamamos Ganadores. Ya sabes, nosotros somos los Perdedores y ellos, puff, a disfrutar la vida padre. Y encima pueden venir a masacrarnos.
— Siento mucho todo el asunto de los Exterminios.
— Hey, ya sabemos que todo eso fue un cúmulo de cosas que no podíamos controlar, no te obsesiones. Te saldrán arrugas en el entrecejo.

Michael no pudo evitar sonreír ante su comentario. Angel Dust estaba siendo muy agradable y le había caído realmente bien, lamentablemente, y a pesar de su edad y tiempo vivido en la Tierra, no había adquirido una gran habilidad a la hora de empezar a relacionarse con la gente. Y eso que realmente le gustaba tener amigos. Habitualmente eran los demás los que se acercaban a él para que después Michael los correspondiera o rechazara. Aunque también estaba el tema de su inmortalidad. No tenía el privilegio de poder mantener amistades a largo plazo ni aunque lentamente cambiara su aspecto a uno más envejecido. El simple hecho de saber que podría ver morir a sus seres queridos le tiraba muy atrás. La única excepción que tomó le costó bien caro para que aprendiera esa lección.

Quería quedarse más tiempo con Tocinete, Keekee y él, pero aún debía buscarse un disfraz para pasar desapercibido en el Infierno. Su hermano le había dado una clase magistral sobre todos los tipos de seres que lo habitaban y, por dar coherencia a la mentira, para quedarse en el hotel le había dado la idea de ser un Pecador, comentándole que debería intentar parecerse a un animal para no delatar su parentesco con Charlie y él.

— Me alegra de que os hayáis reencontrado. — dijo a manera de despedida levantándose del suelo.
— ¡Oye, espera!
— ¿Sí? — no pudo evitar sonar un poco esperanzado.
— ¿Podrías… enseñarme música actual? Lo que llega al Infierno a veces no está al día y, aunque tenemos grandes artistas como Verosika, tengo curiosidad por algunos de los artistas que comentaste antes.

Michael le asintió entusiasmado pero contenido, frotándose las manos en señal de timidez. A Angel le pareció tierno por cómo le recordaba a Charlie.

— Voy a por unos auriculares. — dijo Angel.

 

Y con la música a todo volumen en sus oídos, el Demonio y el Ángel disfrutaron de una muy buena sesión de pistas, sentados en el suelo de la habitación del primero.

No solo escuchaban música, Michael también le contaba a Angel Dust todas las anécdotas y curiosidades que conocía de cada canción y artista. Muchas veces, sobreexponía con mucho detalle, pero al otro no le molestaba. Se había acostumbrado a las similares maneras que tenía Charlie de hablar de sus temas de interés y estaba claro que Michael no tenía muchas ocasiones de hacer lo mismo.

Las canciones iban un poco entremezcladas y sin una cronología clara, pero se lo estaban pasando de miedo. Además de aumentar su repertorio, Michael le mostró algunos videoclips que tenía descargados y coreografías de sus artistas favoritos. Tomó nota de muchos de ellos, especialmente de las mujeres, que se veían sumamente empoderadas comparadas a cómo eran en su época en vida.

— Tío, estoy loco ¿o suena igual que Lilith? — señaló Angel Dust.
— Yo pensé lo mismo cuando oí por primera vez a Lady Gaga. — añadió Michael, sorprendido ante la coincidencia.
— Joder, a ver si todo este tiempo ha estado en la Tierra siendo una súper estrella.
— Jajaja, — su risa fue interrumpida por un pequeño mordedor — oh, Toci, no, no se comen los cables de mami.
— ¡Qué granujilla está hecho! — lo coge en brazos y lo zarandea, haciéndole reír con gruñiditos — No tienes manera, ¿eh? Debe ser por las compañías con la que te juntas.
— ¿Cómo Keekee? — pregunta mientras aún acaricia a la gatita.
— No, más bien Husk, ese amargado seguro que le ha estado enseñando malas maneras.
— Creerá que es otra figura de apego a la que imitar.
— ¿Por qué dices eso?
— Bueno, eh, — se frota la nuca con nerviosismo — no es muy difícil ver que sois pareja. Pensará que es su nuevo papi.
— ¿Qué?
— ¿Qué de qué?
— ¿Qué de que Husk y yo somos…?
— ¿No sois…?
— No, no, — de repente estaba muy nervioso — ósea, no me cae mal, pero, bueno, está eso y lo otro y… Dime — le mira con curiosidad y un poco de vergüenza — ¿por qué creías que Husk y yo…?
— Lo deduje por cómo os tratabais.

Michael le responde temeroso de haber metido la pata. Tal vez llevaban su relación en secreto y la había fastidiado. Ni siquiera podía pensar que no había algo entre ellos por la intensidad de sus sentimientos.

— ¿Qué hay en la manera en la que nos tratamos?
— No sé, tal vez cuando parece que os leyerais la mente en mitad de una conversación o cómo os miráis cuando el otro está hablando aunque no se percate.

No puede evitar evocar a una experiencia lejana, una que conserva con ternura en su mente, pero también con pesar.

— Manifestáis una clase de comodidad entre vosotros, que solo sería posible si os hubieses mostrado tal y como sois, con vuestras virtudes y defectos, y ambos las hubieseis amado desde el primer momento.

Debería de estar riéndose de las insinuaciones de Michael. Reírse a carcajada viva y luego pedirle que le repitiera la coreo de Vigilante Shit*, esa sería el mejor modo de pasar ese trago. Pero la forma en la que los describía le llevó a esa noche en mitad de la calle, dónde una canción y una matanza los unió de una manera en la que ninguno de ellos había sentido en mucho tiempo.

Y justo, en ese mismo instante, Angel Dust, la estrella del porno más famosa del Círculo del Infierno, se dio cuenta de que estaba teniendo sentimientos por el barman y ex Supremo Husk.

— ¡JOOOOOODER! — maldice mientras se echa sobre el suelo completamente.
— ¡Angel! ¿Estás bien? — pregunta inconsciente del lío mental que tiene en su cabeza.
— No… La he cagado.
— ¿Por qué?

Si fuese otra persona, probablemente no le diría nada, es más, no debería decírselo a nadie, puede que ni siquiera Cherri. Pero Michael había sido lo suficientemente perceptivo para ver algo que ni él había entendido hasta ahora. Y, la verdad sea dicha, necesitaba decírselo a alguien YA.

— La primera vez que vino al hotel, Husk declaró en voz alta que “Había perdido la capacidad de amar hacía ya años” — imita su voz como puede — y yo — suspira pesado —, bueno, lo ibas a adivinar en algún momento pero… soy actor porno.
Se esperaba una reacción más escandalosa o abochornada, pero en vez de eso Michael simplemente dijo:
— Oh, vale.
— ¿“Oh, vale”? ¿En serio? — sonaba ofendido.
— ¿Qué quieres que te diga? — le responde confuso por su reacción.
— No sé, eres un maldito ángel.
— Celestial. — le corrige — Y no estoy en contra del sexo y la intimidad. Tenéis clítoris y próstatas por algo. — señala a su entrepierna.
— B-bueno, pero, ¡el caso es…! — hace una pausa, lo que va a decir a continuación es realmente el verdadero problema — Mi jefe no cree que sea bueno para mi imagen que tenga pareja, que no sea él, claro. Y le he cortado el grifo hace tiempo. Ya me la suda lo que haga conmigo, total, al salir del curro puedo hacer lo que quiera.

Aunque lo contaba como si no fuera muy grave, Michael estaba sintiendo un dolor punzante aparecer en cada palabra que dedicaba a este tipo. Además, su postura cambió de estar tranquilamente sentado a abrazarse las rodillas. Eso no era buena señal.

— Si no tiene control fuera del trabajo ¿por qué no lo intentas aquí afuera?
— ¿No has oído lo que he dicho de Husk?
— Hey, no solo tú le miras como si fuera un pedazo de pastel en la vitrina de una cafetería. — le indica con una sonrisa astuta.
— ¡Míralo, el Señor Buenecito! ¡Va y resulta que sabe sobre ligues y todo!
— Bueno, he vivido mucho tiempo y he tenido la oportunidad de dejarme influir por la Humanidad.
— ¿Pero y si todo se va a la mierda?
— ¿Y si ocurre… algo bueno?
— ¿Cómo cuando quieres salir de marcha pero llueve a mares y tienes que improvisar con tus amigos en casa?
— Mis mejores fiestas han empezado siempre así.
— Joder, ojalá pudiera llevarte de fiesta con Cherri y conmigo. Mi amiga es la caña, te molaría un montón. Lástima que la gente haría fila por joderte, en muchos sentidos.
— Mi hermano, Lucifer, me aconsejó hacerme pasar por un Pecador.
— ¡Qué buena idea!
— Pero… no se me ocurre nada. No tengo tanta imaginación.

Sin darse cuenta, también ha acabado con las rodillas en alto, aunque en vez de abrazarlas se agarraba los tobillos.

Angel le miraba con pena. Para una vez que podía hacer algo por alguien tan agradable, no se le ocurría nada. Molly sí podría ayudarle, sabía mucho sobre los ángeles por su educación como mujer. Ahora que lo piensa, una vez le contó algo sobre los animales y los Arcángeles.

— Un león.
— ¿Qué? — mira a todos lados, pensando que hay uno cerca.
— ¡Se un león! ¡En plan, mitad humano mitad león! Es tu animal asociado. Lo compartes con Uriel.
— ¿Con Uriel?
— Sí, con… Hostia, lo siento. Fue el que murió aquí, ¿no?
— Sí, así es.

La imagen de Uriel en la entrada de la casa de los Arcángeles le persigue, pero enseguida viene la confirmación de su hermano de que tienen en su poder el arma homicida de la Tragedia que lo inició todo. Debe continuar con la farsa y debe hacerlo por todos ellos.

— Angel Dust.

El nombrado le mira, sorprendido de la seriedad de su voz y de que vuelve a estar arrodillado y ante él.

— ¿Me ayudarías con mi disfraz?
— ¿Cómo si fueras mi drag queen bebé? — pregunta con una mano en el pecho y voz maternal.
— Si lo quieres ver así.

El Pecador contuvo un gritito antes de ponerse al tajo.

Notes:

*Se refiere a la versión en el The Eras Tour.

Chapter 7: Una Oferta que no podrás rechazar

Chapter Text

— "♪Tengo, tengo, tengo. Tú no tienes nada. Tengo tres ovejas en una cabaña. Una me da leche, otra me da lana y otra mantequilla toda la semana♫"

El Demonio de la Radio canturreaba la canción infantil, pero no había nada de adorable en su voz. Solo las almas más perturbadas y siniestras podrían quedarse oyéndole sin perder la cabeza.

— Qué bien canta, señor Alastor.
— Oh, querida Niffty, tus halagos enternecen mi oscuro corazón. — le aseguró palmeándole con suavidad su cabeza.
— ¡Bicho!

La pequeña cíclope lo abandonó por una presa mejor y más entretenida. No se sintió ofendido para nada, adoraba a su caótica sirvienta.

El silencio del nuevo hotel le había hecho sentir obligado a ahogarlo con alguna melodía. Se sentía por algún motivo nostálgico, así que optó por una tonadilla infantil, de esas que cantaba a coro con su madre, pues de niño no podía pensar en nadie mejor con quien pasar el rato.

Justo cuando se estaba relajando, unas extrañas pero familiares interferencias hicieron vibrar a su bastón rojo, abriendo mucho su ojo hasta tal punto que le salían venas en la cuenca y lanzaba otras interferencias como mecanismo de defensa.

— Shhh, — calmó a su compañero, aunque no había nada tranquilizador en su susurro. — Tenemos compañía, vamos a darles la bienvenida.

Y casi como si los hubiera invocado, las puertas del hotel se abrieron, dejando pasar a dos figuras muy conocidas en el Círculo del Orgullo. Vox y Valentino entraron muy confiados al lugar, como si fueran dueños del mismo, pero sus sonrisas se apagaron al ver llegar a Alastor y que se les acercara a recibirles.

— Vaya, vaya, V y V, ¿qué os trae por aquí?
— Alastor, qué bien te veo. — la sonrisa falsa y digital de Vox cubría toda su pantalla.

Sabían que el Supremo seguía vivo, pero creían que estaría aún lamiéndose las heridas. Valentino mira a Vox, preguntándole con la mirada si seguían adelante con lo que había planeado. El más bajo le asintió antes de seguir hablando.

— Gracias, — aprovechó el cumplido para pavonearse un poco de su atuendo y buena forma. — la autora no es muy fan del headcanon de que acabé bastante malherido tras la pelea con Adam.
— ¿Quién?
— Perdona, chistes para los tridimensionales. No has venido solo a soltarme halagos como en los viejos tiempos, ¿no?

Ante esa mención al pasado, Vox glitcheó un microsegundo y Valentino miró para el otro lado, conocedor de los detalles de la historia y de que Vox aún seguía obsesionado con Alastor.

— Ejem, verás, hemos venido a ver a la Princesa Charlie Morningstar, ¿está disponible?
— Tal vez, pero no creo que le apetezca veros tras el último encuentro con tu… socio. — dirigió su mirada al Supremo más alto.
— ¡Oye, esa pequeña per-!
— ¡VAL!

El grito distorsionado y grave de Vox lo acalló. Rápidamente, Vox volvió a estar calmado y continuó su charla.

— Valentino solo ha venido a hacerme compañía. Mi intención es hacerle una entrevista a la princesa tras su éxito con la primera redención en su hotel así como al nuevo residente. Me gustaría comparar sus dos puntos de vista para darle una visión más global al tema. — usó sus manos para crear un abanico.
— ¿El nuevo… residente? — preguntó con curiosidad, sin delatar si era por ignorancia, no entender el porqué o solamente para despistar y que le diera más detalles.

— Oh, Alastor, deberías saber que no eres el único que tiene oídos en todas partes. — “O cámaras”, pensó Vox.

Alastor parecía inalterable ante la noticia de que no se había tardado en difundir el rumor del nuevo residente. Su mente manejó varios escenarios y soluciones simultáneamente. En el caos que había dentro de su cabeza, solo una respuesta parecía ser la válida.

— Por favor, sentaos. Yo mismo iré a buscarles.

Vox obedeció y se sentó con los brazos cruzados en el sofá de la sala de estar, pero Valentino no cedía.

— ¡Hey! ¿Y quién nos va a atender? — soltó Valentino, a quien le había ofendido de que les dejara solos.
— Niffty lo hará. Creo que ya la conoces, Valentino. Es la misma que acabó con Adam.

El Supremo más alto tragó fuerte al percatarse de quién se trataba. Vox estaba callado pero en el fondo estaba disfrutando un poco de no ser el único que controlase un poco la bocaza de Valentino, que acabó sentándose muy cerca de él y asustado.

Al irse Alastor por las escaleras, la sirvienta del Hazbin Hotel apareció ante ellos con su característica sonrisa macabra y un cuchillo empalando a su última víctima: una polilla.

— ¿Sois chicos malos?

 

— Ay, mi madre ¿Dónde está Michael?
— Tranquila, cielo, yo iré a buscarlo.
— ¿Y dónde está mi padre?
— Ausente como siempre, querida. Ya deberías estar acostumbrada.

Las palabras del director de su hotel no la animaron nada. Sentía que iba a volver a meterse en la boca del lobo. Solo esperaba que de verdad Valentino no estuviera ahí por Angel Dust. Odiaría volver a meterlo en problemas por sus meteduras de pata. Al menos tendría a Alastor de su lado para hacer frente a quien realmente le preocupaba de los dos. El Supremo Vox le daba… malas vibras. Una vez, su tío Asmodeo le comentó que usaba una especie de control mental basado en las frecuencias de su antena. Tal vez sus instintos demoníacos le avisaban del peligro que su propia ascendencia anulaba.

Ya de vuelta en la entrada del hotel, los dos Supremos hablaban en susurros, observados atentamente por Niffty, que no les quitaba el ojo de encima.

— … mira, en el baño, así uno rápidit- ¡Al fin llegan! — se quejó Valentino.
— ¡Su Alteza Infernal! — Vox se levantó y le hizo una reverencia a Charlie. — Es un honor que nos reciba en su encantador hotel.
— Gracias…
— Espero que Alastor le haya comentado mi oferta de la entrevista.
— Sí, bue-
— Para empezar, le diré que no será como la basura de Katie Killjoy. Le daré todas las preguntas de antemano y — recalcó la palabra nexo — podrá previamente comentar los temas de los que no quiera hablar en la entrevista.
— Suena, bien…

Charlie se apretó el brazo, insegura y, por algún motivo, con un mareo extraño, como si acabase de viajar por tres círculos a la vez. Se sacudió la cabeza, lo que Vox interpretó como un asentimiento a las condiciones que ponía.

En ese momento, Angel Dust y Michael bajaban las escaleras en dirección a la sala de estar de la entrada del hotel. El primero estaba muy emocionado y el segundo muy nervioso. Vaggie les había comentado muy apresurada que necesitaban a Michael disfrazado para ya, sin decirles el motivo, pues aún debía buscar a Lucifer para calmar a Charlie. Angel bajaba con el nuevo Michael para ver la reacción de todos ante su obra maestra.

— Esto no va a salir bien. — aseguró el Arcángel.
— Venga, ya, va a salir de lujo. Tal vez si te pusieras más melena como te sugerí…
— No, el objetivo es pasar desapercibido. — le recuerda.
— Tch, con lo guapo que estabas antes.
— Hey, — chocó amigablemente un hombro con su brazo — no lo habría logrado sin ti, gracias, Angel.
— Por favor, Michael, no vas a lograr que te la chupe gratis solo con cumplidos.

El ángel se reía ante sus palabras. Antes de que salieran al pasillo, oyeron la conversación que tenían los Supremos con Alastor y Charlie. Y Angel Dust reconoció la voz de Vox.

— Perfecto, concertaremos la entrevista para dentro de dos semanas — aclaró Vox, seguro de su victoria — ¿Vendrá el nuevo residente? Todos tienen interés por ver si será él o Angel Dust el siguiente en redimirse.
— ¡Ja! Esa putilla de Angel Dust no subiría al Cielo ni aunque le comiera la polla al mismísimo Dios.
Angel se paralizó en ese momento. Michael le observó y percibió las mismas emociones que emanó cuando le hablaba de su jefe.
— Ese es…
— Valentino. El muy… capullo. — casi no le sale el insulto. Se le notaba afectado.
— No tienes que enfrentarlo ahora si no quieres.
— Da igual, tal vez tiene razón.
— No, no la tiene.
— Tú que sabrás.
— Aunque lleve ahora un disfraz muy convincente, gracias a ti, sigo siendo un Celestial y te puedo asegurar que lo que dice no es cierto. — se puso muy serio — Angel Dust, mírame.

El nombrado se asombró del tono usado. Sentía, tal vez por su pasado, que iba a recibir una reprimenda, pero vio la cara de Michael, llena de entendimiento y aprecio genuino.

— Nada de lo que dice es verdad. Los tipos como él — señaló con la cabeza en dirección a las voces — no saben una mierda de nada, ni del Cielo ni de la redención ni mucho menos de ti.

Angel deseaba replicarle y enfadarse por lo que decía. Soltarle todo lo que había pasado con Valentino y darle razones por las que su afirmación no era cierta. Él solo le conocía de menos de un día. Pero Husk tampoco necesitó mucho tiempo para ver tras la máscara. A lo mejor estaba perdiendo facultades actorales o a lo mejor simplemente había tenido la suerte de hallar al fin personas que le veían de verdad.

— Hoy no lo enfrentaré. — decidió el Pecador — Pero tampoco quiero que lo hagas tú, se supone que vas de Pecador inofensivo.
— ¿Estás seguro? Puedo dejarlo un poco tonto sin siquiera tocarle.
— Oh, no, le dejarías frito. Mucho cuerpo pero poco cerebro tras esa calva.

Ambos rieron ante la ocurrencia.

— ¿Seguro que estarás bien? — Michael quería asegurarse de que podía dejarlo solo.
— Sí, aún tengo tiempo para concienciarme de que me tocará curro con él pronto.
— Bien, Lady Gaga estará para ti si la necesitas.

Michael bajó las escaleras y dejó a Angel, quien subió hasta su cuarto, necesitado de achuchar a Tocinete para calmarse. En el camino a donde ocurría la charla, Michael sentía una especie de ondas que podrían provocar migrañas y mareos a quienes se hallasen en su frecuencia. Una táctica muy parecida a una que en su día usaron en la Guerra Celestial, pero sabía cómo contrarrestarla. Usando su aura de celestial a baja frecuencia, anuló poco a poco las ondas sin que el que las generaba se percatase de que le estaban interfiriendo.

— E-en realidad nuestro residente...
— ¿Me llamabas, Charlie?

La mencionada sintió que el dolor de cabeza se le había esfumado. Al girarse, a pesar de que era la misma voz, no vio a su tío Michael, sino a un Pecador que llevaba su misma ropa y se le parecía en base, pero no en todo lo demás. Era de aspecto humano pero, en vez de piel humana, poseía un pelaje blanco amarillento, su cabello era lacio y de un tono rubio sucio y sus ojos eran grises. Además, una cola acabada en pelaje en forma de trébol se asomaba por detrás.

— Vaggie me dijo que me necesitabas. — señaló detrás de él antes de fijarse en los nuevos invitados — Hola, soy Percival, pero todos me llaman Percy — se presentó amigablemente a la vez que se acercaba a ellos y le ofrecía la mano a Vox.

Alastor esperaba que Vox se ofendiera por la familiaridad con la que “Percy” se presentaba a los Supremos, pero, en vez de eso, el cuerpo del Demonio de la Televisión se alejó unos pasos de él. No vio temor per se, pero sí una necesidad de distanciarse, como si percibiera a un depredador en su presencia. Un depredador más bajito que él y que no delataba en ningún momento que pudiera evaporarlo si continuaba acosando a su sobrina. El Demonio de la Radio hizo su mejor esfuerzo para sonreír sin delatar lo mucho que estaba empezando a disfrutar de tener a Michael en el hotel.

— Percy, — Charlie se acercó a él y le cogió de la mano para que no se la diera al Supremo. — Este es el Supremo Vox, quiere hacernos una entrevista sobre el Hotel y el proceso hacia la redención.
— Oh, qué interesante.
— Sí, verás- — intentó explicarle Vox, saliendo del extraño trance previo.
— Podría ser una buena oportunidad para promocionar el hotel. — le interrumpió “Percy” dirigiéndose a Charlie como si acabase de tener una epifanía — Además, — volvió a Vox — en cierta manera estaría ayudando a redimirse, justo lo que tú querías. A no ser claro, — regresó a Charlie — que no te parezca lo más apropiado teniendo a Alastor como director del hotel. — esto último lo hizo mirando al mencionado.

— Oh, querido Percival, — Alastor usó un tono lleno de cariño que parecía casi genuino al referirse a él — qué considerado eres siempre hasta con un alma tan corrupta como la mía.

Le puso una mano en el hombro al “Pecador”, logrando poner rojo a Vox y hacerlo glitchear un poco. Valentino observó desde el sofá que varias chispas salían desde su nuca y se mordió el labio al ver el porqué estaba así.

— Pero eso sería jugar con ventaja — añadió Alastor —, si vais con Vox — señaló al Pecador — la gente vería un debate interesante e igualado.
Una oportunidad para conocer tanto a nuestra encantadora Charlie — señaló a la chica — como a nuestro dulce Percival — le revolvió el pelo en un gesto cariñoso.

— ¡Alastor! — se quejó con una sonrisa Percival, en parte sorprendido por el trato.

Quienes no los conocieran ni supieran la trampa tras el acto, podría pensar que estaban muy unidos y que el demonio más alto sentía afecto por el joven león, que aceptó el gesto con una dulce timidez. Y eso era justo lo que veía Vox, quien no podía soportar la escena. Apretó sus manos con furia. Valentino no supo si retirarse o dejar que se muriera de celos ahí mismo. Observó detalladamente a Percival. Había visto Pecadores felinos más tonificados y de mejor aspecto. Éste le parecía demasiado tontorrón e inocente. Tal vez así le gustaban a Alastor, que fueran fáciles de controlar. Y tal vez por eso no le hacía caso a Vox, porque lo que quería era tener el control de todo.

— Señor Vox, ¿podemos darle una respuesta en dos días? Aún tenemos que ver qué opina mi padre de esto. — preguntó Charlie.
— ¿Q-qué? — su pantalla volvió a estar más o menos normal — S-sí, sí. — recuperó su tono habitual de voz. — En dos días espero su respuesta… Su Alteza. — le hizo una reverencia para despedirse. — Hasta otra, Alastor.

Le sonrió un segundo antes de mirar sin emoción alguna a Percival y no despedirse de él. Valentino, quien había estado callado hasta el momento, se queja:

— ¡Hey! ¡Dijiste que podía ver a Angel!
— Nos vamos.
— ¡Pe-!
— NOS VAMOS.

Valentino obedeció enfurruñado, mirando la escalera por la que había venido Percival, como si esperase que Angel bajara a recibirle, pero nadie vino a buscarlo.

Cuando se fueron los dos, Charlie deseaba abrazar a su tío y saltar de euforia pero Alastor la paró. Con un chasquido, varias sombras tentaculares brotaron y destruyeron mini artilugios electrónicos que había esparcido Vox en el camino de ida al sofá.

— Ya estamos a salvo, querida.
— ¡Tío, estás increíble! — lo abrazó fuertemente y Michael correspondió el abrazo con igual fuerza. — ¡Me encanta Percival! ¡Y la cola es chulísima!
— Sí, Angel me ayudó con el diseño y los detalles. La cola es un detalle guay y — enseñó las palmas de sus manos en forma de garras — también están aquí — sus almohadillas tenían forma de trébol.
— ¡QUÉ CUQUI!

Alastor observó cómo Charlie apretaba con delicadeza las garras de Michael. Ahora ya nadie podría pensar que albergaban a otra cosa que no fueran Pecadores en el hotel, con la excepción de la antigua Exorcista. La propuesta de Vox quedaba en el aire. Ahora les tocaba a ellos mover ficha. Mientras, el Demonio de la Radio, volvería a su torre, dónde contemplaría el nuevo escenario presentado y se preguntaría qué papel interpretaría más adelante en las siguientes funciones, así como el que desempeñarían tanto “Michael” como “Percy”.

Chapter 8: El Diablo y yo

Notes:

Hola, gente. Lamento haber tardado en volver a esta historia. No tengo una gran excusa tipo hospitalización o arresto como suele ser habitual en esta plataforma ^^U solo que a veces, aunque tengas todo perfectamente planeado, no tienes las ganas de volver a hacer lo que te gusta, como volver a enseñaros los capítulos de esta historia.

Sospecho que muchos ya habréis visto "Sinsmas" así que vuelvo a aclarar que este fanfic ocurre en una hipotética segunda temporada de Hazbin Hotel y en medio de los acontecimientos de la segunda de Helluva Boss.

Con esta última aclaración, espero que disfrutéis este nuevo capítulo de My Brother´s Keeper. Un besazo ^^

Chapter Text

Blitzø podría dar anécdotas muy exageradas sobre la clase de clientes que había tenido, pero ninguna superaría a la vez en la que el mismísimo Rey del Infierno se presentó en la puerta de su negocio.
El diablillo jefe estaba solo ante el soberano.

Sus secuaces se habían quedado en la sala de reuniones, por órdenes de Lucifer. Nadie había sido capaz de rechistar. Blitzø estaba sentado en su silla, que le hacía más alto para poder estar a la altura de cualquier cliente, ya fuese diablillo o no, pero se sentía muy pequeño teniendo al Lucero del Alba en frente. Le recordaba a cuando era pequeño y su padre, de nuevo, se decepcionaba con él. Nunca había habido tanto silencio en el despacho de Blitzø, que estaba temeroso de abrir la boca. Fue Lucifer quien rompió el hielo.

— Supongo que sabrás porque estoy aquí.

“Oh, mierda, nos pillaron” sabía que este día llegaría a pesar de las (pocas) precauciones que había tomado para que su negocio ilegal no saliera a la luz. Aunque ahora contaban con el cristal de Asmodeo, llevaban años saltando a la Tierra con el libro de Stolas de forma clandestina. No podía contar con él para ayudarle por los últimos acontecimientos vividos en su relación, así que solo veía una salida a todo esto.

— Bien, lo admito: he ido a la Tierra a cometer asesinatos humanos por dinero. Pero ha sido todo cosa mía, mis empleados creían que esto era legal y el Goetia que me ayudó tampoco sabía nada, así que — se levantó y juntó sus muñecas enseñando las palmas — arrésteme, haga un ejemplo de mí y toda esa mierda.

Que fuera rápido y sin discusiones innecesarias, ya era hora de que pagase por todo lo malo que les había hecho a sus seres queridos. Si estos hubieran estado presentes, se hubieran sorprendido de que no intentase engañar a Lucifer o intentara salvarse el pellejo. Posiblemente, lo hubiese hecho de tener público, pero en la intimidad no necesitaba interpretar el papel del alivio cómico sin control que todos habían asimilado que era.
Mejor así, nadie tenía que hacerse el héroe, menos aún en el Infierno.

— Uhm, ¿qué haces?

El rostro serio y autoritario que le había mostrado Lucifer hasta el momento, se cayó ante la inesperada acción de Blitzø.

— ¿Entregándome? — respondió dubitativo.
— Eh, no. No vas a entregarte. — le negó altanero.
— ¿Qué?
— No he venido a arrestarte. Pero gracias por darme un motivo por el que vas a colaborar sí o sí. — admitió con malicia y sonriente.
— ¿Qué?
— Verás, solo iba a usar mi título para que cantases todo lo que sabes de cierto asunto que tiene que ver con tu “empleo”. Y, por cierto, ni me interesa lo ilegal que sea, esas leyes sobre los “Privilegios de Salto” las puse para que los Von Eldricht y los Goetia se calmasen un poco con sus “privilegios mágicos”.
— ¿Qué?
— Que vas a decirme todos los detalles de la persona que te contrató para matar con ESTA daga.

Lucifer le mostró un arma que Blitzø reconoció al instante.

— No he visto esa arma en mi vida, Señoría — dijo su mentira muy rápidamente.
— ¿Quieres que llame a mi hermano para que identifique a todos los implicados? — señaló a Blitzø y a la puerta que da a dónde estaba el resto de la tropa.
— ¡Mierda! Vale, fuimos nosotros, pero, ¡no le hicimos nada! ¡Por favor, — se arrodilló y le suplicó — no nos venda al Cielo para que nos aniquilen! ¡Yo fui el cabeza de toda la operación!
— Tranquilo, ya me contó todo, pero… necesito saber quién os contrató. — pidió como si fuera un favorcito de nada. — ¿Puedes recordarlo?

Blitzø tenía (según él) muchas virtudes, pero la memoria no era una de ellas.

— A ver… — Blitzø se puso muy nervioso, hasta tal punto que habló muy rápido mientras sudaba — debería de tener una copia del contrato pero, no lo tengo aquí, o sea, aquí en el despacho, pero aquí en la oficina sí, tenemos tantos encargos, ja ja ja, que locura, la mayoría del trabajo es en realidad papeleo ¿sabe,…Su Majestad?
— Su Alteza. — se levantó de la silla — Espero todos los datos del caso en mis manos en el Hazbin Hotel en dos días. Ni uno más.
— Por supuesto, por supuesto.
— Y — remarcó esta palabra — que no salga de aquí, ¿entendido?
— Entendido, entendido.
— No hace falta que me acompañes, conozco la salida.

Lucifer se convierte en un pajarito muy digno y sale volando por la ventana.

Al verlo alejarse a la distancia, Blitzø cayó de rodillas al suelo, acojonado y a punto de llorar por el estrés vivido. Su gente debió ver al Rey irse o estar escuchando a escondidas, porque la puerta de la sala de reuniones en la que habían estado hasta el momento se abrió de un portazo.

— ¡Blitzø! ¿Estás bien?
— ¿Qué ha pasado, jefe?
— ¿Van a cerrarnos?

Las tres voces sonaron casi a la vez, alertando a Blitzø, quien se frotó los ojos, temeroso de que se le hayan escapado algunas lágrimas.

— ¡Nada, no ha pasado nada!

Intenta tranquilizarlos, pero él está igualmente alterado.

— ¡Rápido, buscad el contrato de asesinato del ángel Michael!

Volvió a tener su carácter de líder y su sonrisa de maniático dictador. Toda la baja energía se había ido, ahora debía mantenerla en alto un rato más antes de ir a casa y lanzarse al sofá y no levantarse durante al menos tres horas.

— ¿El del Arcángel? ¿para qué lo quiere? — le preguntó Moxxie.
— ¡Ni lo sé ni me importa, Mox! ¡Pero si no lo encontramos en menos de dos días probablemente nos enfrentemos a un problemón con el Infierno y el Cielo! ¡Así que marchando!

Entre quejas e insultos, el equipo empezó a movilizarse. Blitzø aprovechó la ocasión para irse al pasillo a tranquilizarse. Cogió su móvil, instintivamente buscó el número de Stolas pero en “Mensajes” dejaba bien claro que su número había sido bloqueado. Llevaba así casi tres días, que recuerde. No quería intentar comunicarse con él, solo esperaba que el Rey del Infierno no le diera problemas por su culpa.

— ¡Blitzø! ¡Deja de vaguear y ayúdanos, pedazo de perro!
— ¡Voy, Looney!

Con gran dolor, hizo lo que debería haber hecho desde que fue a la fiesta de sus exes.

Opciones, borrar contacto, pregunta, vacilación, determinación, aceptar.

 

Cuando el Diablo regresó a casa, todo parecía extrañamente silencioso.

— ¿Hola? ¿Charlie?

Caminó hasta la sala de estar principal, dónde encontró a casi todos reunidos. Estaban haciendo un círculo casi completo entre ellos. Charlie estaba riendo con Vaggie y otro Pecador que no reconocía. Al verlo llegar, su adorada hija fue a recibirle.

— Papá, ya has vuelto ¿Dónde has estado?
— Oh, nada, por ahí, tenía una reunión pendiente.
— Buenas tardes, Alteza.

Alastor le dio la bienvenida sin su habitual toque sarcástico y no añadió nada más insultante. Eso extrañó a Lucifer, sobre todo cuando todos parecían haber oído un chiste muy bueno hacía poco.

— Oye, papá. — le habló su hija con su alegría habitual — ¿Conoces a… Percival?

Charlie trajo a su lado al Pecador desconocido.

— Uhm, ¿no?

Lucifer no tenía una gran memoria con las caras. A lo mejor era un amigo de Charlie que conoció previamente.

— ¿No te resulta… familiar?

Su hija estaba sonriendo mucho. Decidió mirar más de cerca al desconocido. Había algo, pero no sabía el qué.

— ¿Nos hemos visto antes?
— Háblale ahora, ahora. — Charlie daba saltitos entusiasmada mientras le hablaba a Percival.
— Hola, hermano.
— ¡Hostia puta! ¡¿MICHAEL?!

De la sorpresa da un salto hacia atrás. No lo hubiese adivinado en mucho tiempo.

— Jojojo, ¡menudo estilo! — rodeó a su hermano para ver todo el disfraz que se ha creado — ¡Sabía que lo lograrías! ¡Y tienes cola, como yo! — elevó su cola para mostrarla al hallar algo en común en ambos.
— Angel Dust me ayudó con la estética. — admitió Michael.
— Sigo diciendo que el pelo más largo te sentaría de lujo. — añadió el mencionado sin levantarse del sofá.
— Lo tendremos en cuenta cuando no necesite estar escondido. — levantó los pulgares aceptando su crítica y guiñándole un ojo — Bueno, ¿te parece bien para cuando tengamos visita o salga?
— Totalmente. Da todo el pego.
— Por cierto, papá, — le vuelve a hablar Charlie — vino a vernos el Demonio de la Televisión mientras no estuviste.
— Oh, ¿va a querer entrar en el hotel? Porque redimir un Supremo sí que es un caso difícil.
— ¡Já! Si Vox consigue redimirse yo soy un Santo. — admitió Alastor.
— Quiere hacernos una entrevista a mí y a “Percy”
— ¿Quién es Percy?
— Yo soy Percy.
— No, eres Michael.
— Percy de Percival.
— Papá, ese es su nombre de Pecador.
— Ah, vale, vale… — al entender lo del mote, de repente cae en lo que le acababan de decir y se asustó — Espera, ¿quiere hacerte una entrevista?
— Sí… — admitió Michael, consciente de que no es una gran idea.

Entre los hermanos hay un intercambio de miradas preocupantes y no saben si irse a hablarlo a solas o seguir la conversación con Charlie como si en realidad no intentasen mantenerlo oculto porque hay un asesino de ángeles suelto.

— ¿Nos negamos?

Michael da esa opción a su hermano. Podrían dar miles de excusas que evitarían que el hotel se viera afectado por su negativa, lo último que quería era seguir dando problemas, sobre todo al maravilloso proyecto que estaba creando su sobrina. Pero Samael, su hermano, no está de acuerdo con que sea él el que se sacrifique.

— N-no, sí rechazamos la oferta podrían sospechar de que ocultamos la forma de redimir Pecadores.

Charlie tragó saliva, acababa de caer en que realmente no sabían cómo ocurrió la redención de Sir Pentious. Tal vez debía preguntarle a su tío al respecto, no por nada era uno de los seres que nació al principio de, bueno, de Todo.

— Ya se me ocurrirá algo, — les aseguró Lucifer a ambos — no os preocupéis.
— Pero hermano…
— No, no, no, cero pucheritos. — le puso las manos sobre los hombros para tener toda la atención de su mellizo— Eres el invitado de honor del Hazbin Hotel y debes de disfrutar de tu estancia con nosotros ¿ok?

Claramente no era solo para mantener las apariencias, sino también para seguir adelante con la verdadera razón por la que su hermano se hallaba en el Infierno. Michael lo entendió enseguida, aunque se sentía mal de estar de nuevo legando responsabilidades suyas a otros, pero era eso o enfrentarse solo a un mundo que sería hostil con él de saber su verdadera identidad.

— Ok. — aceptó poniendo una mano sobre la suya.

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