Chapter Text
93 D,C, Fortaleza Roja.
En las penumbras del gran castillo, los guardias saltaron de su lugar cuando las puertas del salón del trono se habrían de la nada y con fuerza, del salón salio una muchacha de cabellos negros con mechones platinados y con la ira filtrándose por todo su ser.
Se fue caminando lo más rápido posible mientras lanzaba maldiciones contra su abuelo, El Rey Jaehaerys Targaryen, sin darse cuenta de un hombre que le seguía el paso.
—¡Rhaenys espera! —El hombre se acercó corriendo, se apoyó contra sus rodillas recuperando el aire. —Caminas muy rápidas.
—¿Eso es todo lo que tienes para decir papá? ¿¡Tu sabías sobre eso!? —Rhaenys se dio vuelta encarando a su padre, Aemon Targaryen, el príncipe heredero.
—No lo sabía, de haberlo sabido lo hubiera evitado.
—¿Por qué? ¿Que tiene el contra mí? Primero la disputa por ser tu heredera y ahora quiere quitarme a... —Se quedó callada y suspiro.
Aemma, su prima, su amiga... Su Omega y su abuelo querían casarla con el estúpido y mujeriego de su primo Viserys, un Beta. A veces piensa que fue el mal que hicieron sus tíos para tenerlo como hijo.
—Creeme hija, se lo que sientes, tu abuelo quería casarme con una de mis hermanas y no con tu madre Jocelyn, al final ella y yo nos casamos en secreto y el ya no pudo oponerse. —Aemon puso sus manos en los hombros de su hija y la miro. —Se lo que significa ella para ti, se nota en sus miradas y por eso te ayudaré a que ese matrimonio no ocurra.
—¿Y cómo? —Rhaenys observó con una ceja alzada a su padre quien sonrió de oreja a oreja.
—Creo que es momento de que la historia de tu padre y madre se repita.
Rhaenys observó a su padre un rato sin entender hasta que su mente se iluminó. La pelinegra abrió su boca sorprendida, Aemon no pudo evitar reírse.
—Ahora, tu habla con Aemma y yo me encargo de los preparativos, Meleys estará esperando ya lista para su viaje a Rocadragon.
Rhaenys sonríe, abrazo a su padre y le agradeció, después lo soltó y comenzó a buscar a su prima.
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Aemma estaba bordando junto a su abuela Alysanne y la septa, aunque no le gustaba mucho se mantenía tranquila por qué sabía que si hacía algo indebido frente a la septa le decía a su abuela Alysanne que ella no estaba preparada para ser princesa.
—Aemma querida, ¿Qué ocurre? —Le pregunto cuándo ve que su nieta menor no está bordeando como se le indica.
Aemma miró a su abuela a los ojos que eran idénticos a los de su prima Rhaenys, esos ojos que la enamoraron desde que llegó a la Fortaleza Roja y la recibieron con el mismo amor que su familia Arryn.
—Estoy bien abuela... —Dudo si decirle o no sobre su enamoramiento sobre su prima Rhaenys, pero decidió que mejor sería dejarlo para ella misma. —Es solo que he estado un poco cansada con todo esto del reino.
—Yo también estaba como tu cuando mi madre Alyssa me dijo que tenía que ser reina. —La mira. —Sabes que puede que llegues a ser reina un día. —Le dijo cambiando el tema y terminando su bordado. —Creo que existe la posibilidad de que sea la reina consorte de Rhaenys cuando ella sea reina.
La peli plateada se sonrojo mucho al pensar en tener de reina a Rhaenys. Sabía de antemano que Rhaenys desde que nació siempre fue fuerte, inteligente, astuta, buena con la espada, una digna jinete de dragón y una heredera Alfa.
—Eso no es posible abuela, ella debe tener a alguien digno, que sea una Omega de su misma forma y fuerte... No débil como yo que le tengo miedo a los dragones. —Susurro lo último dejando demostrar su miedo a esas majestuosas bestias.
—Vamos querida, eso no es verdad. —Le toma la mano levantándose del asiento para levantar a su nieta. —Vamos a dar un paseo por el jardín para que se te olvide todo eso.
Aemma miró a la septa quien estaba ocupada en algo más, así que salió de esa sala junto a su abuela.
Alysanne estaba guiando a su nieta menor por los pasillos al jardín donde se encontraron con su hermana/yerna Jocelyn Baratheon, quien estaba sentada en una manta en el suelo viendo las flores.
—¡Tía! —Aemma corrió hacia ella soltando la mano de Alysanne haciendo que está riera por su entusiasmo.
Jocelyn al verla, no tuvo tiempo de levantarse por qué fue envuelta en un par de brazos, emocionando abrazando a su pequeña sobrina.
—¿Cómo les fue con la septa? —Pregunto al ver a su hermana llegar a su lado.
—Fue aburrida como siempre, pero al menos pude conversar un poco con Aemma.
La nombrada se separó de los brazos de su tía sentándose en la manta a su lado mirando las flores.
—Lo imagino, he estado pensando en que Daemon pronto huyó de sus clases para irse a entrenar con su padre y tío. —Rie.
—Solo espero que no se vuelva tan rebelde. —Se sento al lado de su hermana conversando de cosas al azar.
Aemma se volvió ajena a la conversación mirando las flores color lila que siempre cuidaba su tía Jocelyn, sabía que esas flores las cuidaba su madre Daella cuando vivía en la Fortaleza Roja. Su madre la persona más importante de su vida y nunca la conoció, solo había visto retratos de ella.
—¡Mamá!
Aemma frunció el ceño al reconocer esa voz, venía del pasillo que había recorrido junto a su abuela momentos antes.
—Llegó la pequeña dragona. —Escucho a su tía abuela Alysanne hablar.
—¡Mamá tengo algo importante que decirte! —Rhaenys salió del pasillo con una sonrisa en el rostro, pero al ver a su abuela Alysanne, junto a su madre se detuvo de inmediato borrando su sonrisa. —A-abuela.
—¿Qué pasa mi pequeña tormenta? ¿Por qué corrías tan emocionada? —Jocelyn se levantó de la manta sacudiéndose el vestido siendo seguida de Alysanne.
Rhaenys miró a Aemma quien la miraba un poco avergonzada y sonrojada por la posición en la que se encontraba sentada en el suelo, pensando que no era nada digno de una princesa.
—Bueno yo... —Miro a su abuela un momento y luego a su madre. —Yo quería pedir tu permiso abuela para llevar a mi prima Aemma a Rocadragón.
Jocelyn levantó una ceja con una pregunta en su mente, pero su hija la miró suplicándole que no dijera nada hasta que ella misma se lo contara. Al contrario de Alysanne, quien se sorprendió por la repentina petición de su nieta mayor, sabe que hay veces donde Rhaenys puede ser valiente pero hay otras donde no se puede controlar y más por su instinto de Alfa. Pero Aemma estaba confundida pensando en por qué su prima mayor quería que fuera con ella a Rocadragon.
—Hermana ¿Puedes llevarte a Aemma un momento? Quisiera hablar con Rhaenys si no te molesta. —Alysanne la mira de reojo. —Por favor.
Jocelyn asiente con una sonrisa mirando a su hija unos segundos para luego pedirle a Aemma que la acompañará, cosa que la nombrada hizo, no sin antes darle una última mirada a su prima Rhaenys.
—Ven mi pequeña reina, siéntate junto a mi y me dirás por qué te quieres llevar a Aemma a Rocadragon. —Se sienta dónde estaba anteriormente junto a su hermana.
Rhaenys hizo un puchero mirando a su abuela Alysanne pero hizo lo que pidió, sentándose a su lado juntando sus manos en señal de nerviosismo.
—El abuelo piensa en casar a Aemma con el idiota de Viserys. —Murmuro diciéndole a su abuela la verdad.
—¡Rhaenys, que he dicho de los insultos! —La reprendió pero después suspiro de frustración porque sabía que tenía que ser paciente con su nieta. —Por que lo dices así, ¿Como si estuvieras enojada con el?
—¡Por qué es verdad abuela, Aemma es mi Omega y no la pueden alejar de mi, ella debe estar conmigo, pero sobre todo por qué se que ambas estamos destinadas a estar juntas! —Le dijo sintiendo como su vista empezaba a volverse borrosa. —Solo quiero que ella sea feliz conmigo, ambas gobernaremos los 7 reinos juntas, además si algo le pasará yo misma daría mi vida por ella. —Susurro bajando la mirada.
Alysanne la abrazo tomándola por sorpresa, haciendo que Rhaenys ronroneara por el afecto.
—Mi niña, lo sé, se que ella te gusta y creeme que me gustaría ayudarte pero eso es casi imposible, tu abuelo hará lo que sea para que Viserys se case con Aemma. —Mientras hablaba le daba masajes en la espalda.
—Papá me dijo que la llevaría a Rocadragon para casarnos en una boda valyria, como la del y mi madre. —Se separó del abrazo y miro con determinación a su abuela. —Por favor abuela, dame tu bendición para que podamos ser felices.
Alysanne suspiro con una pequeña sonrisa.
—Esta bien pequeña pero... —Dice cuando su nieta sonríe. —Aemma todavía es muy joven para acostarse contigo.
—Lo se abuela, pero se que si mi padre muere y después mi abuelo no me deja ser la heredera, dejara que Viserys sea su heredero para después hacer sufrir a Aemma con embarazos y abortos estando todavía muy joven. —Se cruzó de brazos enojada.
—Esta bien mi niña, se que la cuidarás con tu vida. —Le acaricia el cabello oscuro con mechones platinados. —Ahora, ¿Dime cómo piensas llevarla a Rocadragón?
Rhaenys sonríe mostrando sus colmillos.
—La llevaré a lomos de Meleys junto a mi. —Se emociona. —Dejare que Meleys conozca a mi Omega.
Alysanne se rio al escucharla.
—Está bien. —Se levanta de la manta, limpiando el vestido. —Ve y dile tanto a tu madre como a Aemma de esta idea mi pequeña reina.
—¡Gracias abuela! —Se levanta rápidamente para abrazarla y luego irse por el pasillo donde su madre y Aemma se habían ido.
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—¿Cariño, por qué estás tan callada? —Le habla Jocelyn a Aemma mientras ambas caminan por el pasillo.
Aemma dudo un momento en hablar.
—Es solo que... La abuela me dijo que Rhaenys sería reina un día y que necesitaría a una Omega como reina consorte. —Habla mirando a su tía.
Jocelyn la miro con una ceja alzada.
—Es verdad, pero tomará tiempo para ella y no es posible que se caso con alguien que no tenga rasgos valyrios. —Se detiene tomándola de ambos brazos con suavidad. —Ahora por qué dices eso, ¿Es por qué tú no quieres que se case con otra persona?
—No, no, es solo que... La abuela me dijo que podría ser su reina consorte cuando llegue el momento. —Niega primero por la cabeza, para verla con un poco de temor al decir las últimas palabras. —Pero... ¿Y si Rhaenys no me quiere como su consorte?
—Esa es una verdad que no podemos negar, pero eso no cambia el hecho de que ella no te quiera como su consorte. —Le da un beso en el cabello. —Yo misma he visto como mi hija a cambiado mucho desde que llegaste a su vida.
—¡Mamá!
Rhaenys se acercó a ambas con una sonrisa en el rostro.
—¿Qué sucede mi pequeña tormenta? —Le pregunta al verla más emocionada antes de que caminara junto a Aemma.
—¡Mi padre me dijo que podría casarme con Aemma en Rocadragón en una boda valyria! —Habla completamente emocionada sin dejar hablar a ambas. —Aemma necesito que te prepares, está noche nos iremos a Rocadragón.
—Cariño, espera un momento por favor. —Le coloca ambas manos en los hombros a su hija con una sonrisa. —Primero, ¿Qué es eso de casarte con Aemma en Rocadragón? y segundo, ¿Como la llevarás?
—¡Por qué el idiota de mi abuelo la quiere casar con Viserys, y yo no lo puedo permitir! —Se cruza de brazos mirando a su madre con ojo. —Ademas llegaremos bien, Meleys nos llevará a ambas.
—¡Rhaenys que te he dicho de los insultos! —La reprende mirándola seriamente.
Aemma quien estaba a un lado de su tía escuchando todo, no pudo evitar sonreír un poco al saber que Rhaenys la quería llevar con ella a Rocadragon, pero también le daba temor subirse a un dragón.
—Es verdad madre, mi abuelo siempre me ha menospreciado por ser la heredera mujer de mi padre, pero eso cambiará cuando me case con Aemma por qué juntas no nos podrán separar, nosotras seremos las reinas de Westeros. —La mira dándole la misma mirada.
—Mi pequeña tormenta. —Le acaricia el cabello escuchando como su hija ronronea. —Eso lo sé, pero debes prometer que no te acostaras con ella todavía. —La mira a los ojos.
—Lo prometo mamá. —Sonrie mostrando sus colmillos de su Casta como Alfa, mira a un lado donde esta su prima menor. —Aemma... ¿Que dices? ¿Si o... No?
Aemma la miro sin decir una palabra.
—Bueno.... Y-yo no yo... —Miro como a Rhaenys se le borraba la sonrisa. —No me quiero casar con Viserys. —Sonrie un poco al ver cómo Rhaenys recupera su sonrisa mirando a su madre.
—Esta decidido madre, ambas nos casaremos está noche bajo la bendición de los 14 dioses antiguos.
Jocelyn sonríe al ver que su hija estaba siguiendo los pasos de su padre, nego con la cabeza pero sonriendo de felicidad.
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Aemma se estaba preparando para irse con Rhaenys a Pozo Dragón, estaba pensando si era una buena idea o no, sabiendo muy bien que cuando su abuelo se enterará buscara la manera de separarlas.
—¿Aemma estás lista?
La nombrada se asustó cuando la llamaron, se dió cuenta de que estaba sola en sus aposentos hasta que vio un movimiento en las paredes. Se dió cuenta de que era Rhaenys quien la estaba llamando a través de los pasadizos secretos cuando salió con su traje de vuelo y una capucha para pasar desapercibida.
—S-si... Solo tengo que colocarme las botas. —Se sento en unos de los asientos y se colocó ambas botas rápidamente. Rhaenys quien estaba cerca de la pared, se acerco a ella agarrándole sus manos suavemente para apartarlas de las botas viendo que Aemma se había equivocado en un amarre, decidió ayudarla en eso y después de unos minutos termino. —G-gracias. —Sin pensarlo, le dió un beso en la mejilla.
Rhaenys al recibir tal gesto, se sonrojo. Se levantó sonriendo
—Bien, ¿Estás lista? —Le tiende la mano.
Aemma se acercó tomando su propia capucha. Cuando tomo su mano, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo pero lo dejo pasar cuando Rhaenys estaba guiando el camino por los pasadizos secretos, se sonrojo cuando pasaban algunos más estrechos, teniendo que estar muy cerca de ella, y en algunos tropezando teniendo que parar, cosa que a Rhaenys no le molestaba. Cuando llegaron a un altar con unas velas Aemma tropezó con algo en el suelo, se preparo para el impacto pero nunca sintió el golpe en el rostro, se dió cuenta de que Rhaenys la había sostenido de su cadera con ambas manos.
—L-lo s-siento, n-no... —Intento disculparse pero Rhaenys la interrumpe.
—Nada de eso. —La mira con una sonrisa. —Sigamos ya casi estamos llegando a dónde está el caballo.
Aemma la siguió de cerca, cuando ambas llegaron a unas escaleras pudo ver la ciudad de King's Landing iluminada con las antorchas en algunos lugares. Bajo las escaleras todavía sosteniendo la mano de Rhaenys, se detuvieron cuando vieron a un guardia real junto a un caballo.
—Mis princesas, su corcel está listo. —Hace una reverencia al verlas.
—Gracias. —Habla Rhaenys tomando las riendas del caballo. —Te ayudó a subir Aemma.
Aemma se subió al caballo con un poco de dificultad ya que nunca antes de había subido a uno sola, pero Rhaenys le sostuvo la cintura para darle más impulso, al revisar que Aemma está lista se subió ella misma quedando detrás de Aemma, agarro las riendas, haciendo que el caballo empezará a correr. Ninguna hablo en todo el recorrido a Pozo Dragón, sentían que si una de las dos hablaba no sabrían que decir.
Aemma logro ver la entrada a Pozo Dragón a lo lejos, dónde la silueta de Meleys se lograba ver. Sintió a Rhaenys agitar las tiendas y el caballo aceleró.
Aemma respiro profundo calmando su ansiedad y mirando de vez en cuando hacia atrás para ver si las Capas Blancas las seguían. Sin darme cuenta ya habían llegado, al volver la vista vio a Meleys dando rugidos y bastante inquieta, teniendo a los cuidadores alerta pero también un poco asustados.
Cuando el caballo se detuvo, Rhaenys bajo rápidamente para luego ayudar a Aemma a bajar.
—Está impaciente. —Aemma bajo del caballo con su ayuda y se acomodo la ropa, Rhaenys volteo a ver a su Dragona.
—Supongo que ya está ansiosa. —Sus ojos amatistas, aunque teniendo un tono más claro, vieron a Aemma quien miraba a Meleys.
—Es hermosa. —Solto Aemma viendo todavía fijamente a Meleys.
Rhaenys sonrió para si misma y se acerco a su prometida, agarro sus manos suavemente y les deposito un beso en ellas, Aemma salió de sus pensamientos y se rio.
—Entonces, ¿Estás lista?
—Contigo, siempre. —Sonríe mirándola a los ojos.
Rhaenys se acerca a Meleys tomando la mano de Aemma y le acarició desde el cuello hasta el hocico, dando elogios en Alto Valyrio como siempre, sonriendo al escuchar sus ronroneos por las caricias y los elogios.
—Creo que Meleys eligió una gran Jinete. —Se le escuchó comentar a Aemma, la cual estaba unos metros detrás de la Princesa, llamando la atención de la susodicha y de la dragona, la cual al reconocerla movió su cola contra el suelo, levantando un poco el polvo, provocando que la prometida de su Jinete sonriera y se comenzara a acercar cuando Rhaenys le tendió la mano con una radiante sonrisa en sus labios.
—Si, pero creo que más tiempo pasa junto a mi, más mimada se vuelve. —Señaló con un tono entre alegre y divertido, tomando con delicadeza la mano de su amada y acercándola al hocico de Meleys, la cual al instante en que sintió el toque de Aemma se puso a ronronear, apoyándose con cuidado en su toque, provocando una risita en ambas princesas.
—¿Quién no quisiera mimarla cuando se pone así? —Cuestionó la menor mientras miraba por sobre su hombro a la Targaryen, quien ahora estaba detrás de ella con una mano apoyada en su cintura mientras con la otra seguía acariciando a su fiel dragona, asintiendo de acuerdo con las palabras de su prometida.
Mientras miraba a la gran criatura, rascando las escamas de la mandíbula con cuidado de no lastimarse las manos, Aemma recibió un pequeño bramido a modo de afirmación por parte de Meleys, lo cual la hizo sonreír.
—Ahora seremos más cuidadosas, no queremos ser regañadas por ti o por alguien más, si algo te llega a pasar. Lo cual es gracioso teniendo en cuenta que Meleys es un dragón, ambas tenemos sangre de dragón y muchos me tienen miedo, mientras tú eres apenas un poco más baja que yo, así de mal nos tienes Aemma Arryn. —Comenzó con tono serio y sincero, soltando una pequeña risita cuando Meleys soltó un bufido ante lo que había dicho, tanto dragona como jinete amaban la velocidad, tomar riesgos y la adrenalina durante los vuelos, pero ahora junto a Aemma deben tener el máximo cuidado. .
La Targaryen continuó hablando un poco divertida por la ironía de aquello, una gran criatura y su jinete teniendo miedo de Aemma pero a la susodicha no le molestaba aquello porque ella era importante y más ahora que se casaría con Rhaenys, y así mismo lo dijo la pelinegra, dejando un pequeño beso en su mejilla y susurrándole aquel último al oído.
—Bueno... Alguien tiene que ponerle orden a ustedes dos. —Declaró con tono un poco "serio" luego de haber carraspeado un poco, el beso y el susurro de la Princesa la habían puesto nervioso y muy seguramente sus mejillas la delataban pero al final terminó sonriendo y le dió unas caricias a la dragona roja.
No mucho después las dos ya estaban arriba de Meleys, escuchando unos segundos después de que Rhaenys dijera « Sovēs, Meleys », la dragona se movió un poco, asustando a Aemma quien se sujetaba de la cintura de Rhaenys cuando empezó a correr, batió sus alas. y alzó el vuelo junto a su jinete y prometida.
—Vamos a Rocadragon Meleys.
Notes:
Puede haber errores gramaticales o de ortografía. Los corregiré si me los indican.
Un mundo Alternativo, Todos los derechos reservados por HBO/WB, GRRM, Simon & Schuster y la gente que gana más dinero que yo. Solo estoy pidiendo prestada a Rhaenys, Aemma, a Daemon y compañía para que puedan ser felices y ya sabes, para que Aemma pueda vivir más de dos escenas en las que Sian me arranca el corazón... y tal vez para que Meleys pueda tener a Viserys como aperitivo.
Espero al menos que lo disfruten, los personajes de HOTD no son míos, aunque hay algunos que si pero todavía no apareceran, hasta cierto capítulo.
Chapter 2: Debes Protegerla.
Summary:
La boda!!!
Al maldito viejo le dará un ataque al corazón al enterarse de ellas dos 🤣🤣🤣🤣
Notes:
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Chapter Text
93 D,C, RocaDragon.
Aemma se sujetó fuertemente a Rhaenys cuando Meleys comenzó a volar, cerro los ojos asustada escondiendo su cara en la espalda de Rhaenys, estaba segura que si miraba a ambos lados de la dragona se caería sin pensarlo. Rhaenys al sentir los brazos en su cintura miro por encima de su hombro izquierdo donde puedo ver el cabello de Aemma moverse con el viento.
—¿Estás bien? —Le acaricia una mano sintiendo lo fría que estaba.
—Lo siento. —Murmuro bajo. —Es que pensé que no me daría tanto miedo estar encima de un Dragon.
Rhaenys rio bajo al sentir que los brazos se cerraban más alrededor de su cintura cuando Meleys se movió un poco, escuchando como Aemma soltaba un grito.
—Lykirī Meleys. —Acaricio a Meleys mientras hablaba en Alto Valyrio.
La Reina Roja soltó un gruñido bajo por las acaricias, Rhaenys sintió que los brazos alrededor de su cintura se deslizaban a los lados.
—Meleys es hermosa. —Aemma murmuró las palabras quedándose dormida poco a poco en la espalda de Rhaenys.
—Gevie Meleys. —Susurro a su dragona, escuchando como la respiración de Aemma se vuelve pesada dándole a entender que estaba dormida. —Es hermosa, ¿Tú qué piensas Meleys? —Le pregunta a su fiel dragona quien suelta un ronroneo a la pregunta. —Lo se, pero sabes que Viserys no se la merece a ella como esposa, el hará cualquier cosa con tal de tener un heredero, sin pensar en las consecuencias que eso atrae. —Meleys gruño al igual que sus jinete. —Por eso ella se casará conmigo está noche en RocaDragon, y quien sabe si en unos años tengamos hijos, para que puedan conocerte a ti.
Meleys quien estaba acostumbrada a volar rápido tuvo que volar lento y suave para que Aemma no se despertara asustará, mientras su jinete le cantaba una canción en Alto Valyrio ella misma sentía a través de su vínculo que su jinete estaba ansiosa y emocionada por la boda, pero también estaba un poco enojada con su primo Viserys, pensando en como alguien como el un Beta podría tener hijos con una Omega.
Pasaron unas horas más hasta que Aemma se despertó por el suave movimiento de Meleys, parpadeo varias veces intentando enfocar su vista sintiendo la fresca brisa del mar, al ver la luna en lo más alto sonrió un poco. Desde pequeña siempre le gusto la luna pero en el Nido de Aguilas nunca la logro ver ya sea por qué estaba siempre oscuro o su padre siempre la encontraba a mitad de camino, soltó un suspiro haciendole saber a Rhaenys que había despertado.
—¿Descansaste? —Le pregunta sin voltear a verla.
—Si, y disculpa no pude evitar dormirme al salir de Pozo Dragón. —Susurra cerca de su oído.
—Tranquila, eres la primera que se queda dormida en un vuelo con Meleys. —Escucha como su dragona gruñe al escucharla. —Creo que se ofendió un poco al saber que te quedaste dormida.
—Lo siento Meleys. —Le acaricia las escamas. —Prometo no dormirme en el siguiente vuelo. —Al decir lo último escucha como Meleys le responde con un gruñido suave.
Rhaenys sonríe al ver a Aemma interactuar con un dragón, recuerda lo que le dijo su abuela cuando su prima había llegado a la Fortaleza Roja sobre que era asustadiza con los dragones, siendo parecida a su difunta tía Daella.
—Se le pasará el mal humor después de llegar a Rocadragon, y cuando le den sus cabras. —Sonrie mirándola por sobre el hombro. —Confia en mi, dura muy poco tiempo ofendida.
Aemma rio al escucharla, Rhaenys sonrió más al escucharla reír, quería escuchar esa melodía toda su vida y ser ella la razón de las sonrisas en la mañana.
—¿Que pasara con el abuelo cuando se entere de nuestra boda? ¿Nos desterrara o... Nos matara a ambas?
Rhaenys soltó una risa suave, aunque en su interior sentía un pequeño nudo de preocupación. La idea de cómo reaccionaría su abuelo, el rey, a la noticia de su boda con Aemma era inquietante, pero no podía permitir que eso apagara su alegría.
—No creo que nos mate. —Comenzó, intentando sonar más optimista de lo que realmente se sentía. —Tal vez se enfade, pero al final, él siempre ha valorado la familia. Y tú eres parte de ella ahora.
Aemma frunció el ceño, recordando las historias que había oído sobre su abuelo el rey Jaehaerys, su temperamento y su deseo de mantener la tradición.
—Pero es una unión poco convencional. No solo por ser primas, sino por el hecho de que... —Se detuvo, sintiendo el peso de las palabras. —Se dice que los Targaryen deben casarse con alguien que fortalezca la sangre, y nuestra unión es más bien... Inusual.
—Inusual, sí. —Asintió Rhaenys, dándole un ligero apretón en la mano. —Pero también es hermosa. El amor no sigue reglas, Aemma. Y si el abuelo no puede ver eso, entonces está ciego a lo que realmente importa.
Aemma se sintió reconfortada por la determinación de Rhaenys. Había algo en su voz que la llenaba de valor, un fuego que encendía su propia esperanza.
—¿Y si tomamos la iniciativa? —Propuso Aemma, mirando a Rhaenys con entusiasmo. —Podríamos hablar con él juntas. Mostrarle que nuestra unión no es solo una cuestión de sangre, sino de amor y lealtad.
—Esa es la actitud. —Respondió Rhaenys, sintiéndose más segura. —Si lo hacemos juntas, tal vez podamos convencerlo. Después de todo, somos Targaryen. Estamos hechas de fuego y dragón.
Meleys emitió un suave gruñido, como si estuviera de acuerdo con la valentía de su jinete. La luna seguía brillando en el cielo, y Aemma sintió que, a pesar de las dificultades que podían enfrentar, había algo poderoso en su amor, algo que podría desafiar incluso a la tradición más arraigada.
—Entonces, haremos que el abuelo escuche nuestra historia. —Declaró Aemma, su voz resonando con una nueva confianza. —Juntas.
Rhaenys sonrió, sabiendo que, pase lo que pase, tendrían el apoyo incondicional de su familia y la fuerza para enfrentar los desafíos que se avecinan.
Al llegar a la isla ambas escucharon un silbido proveniente de Caraxes el Dragon del principe Aemon quien había anunciado la llegada de Meleys a la isla, Meleys respondió con un rugido antes de descender lentamente a la entrada de la cueva donde se acerco a donde estaban los guardianes esperando por ambas. Rhaenys se bajó de la silla con agilidad dándole la mano a Aemma para que bajara cuando escucho a los guardianes hablar en Alto Valyrio, Aemma bajo lentamente sujetándose de las cuerdas, Meleys se movió un poco haciendo que Aemma se tambalee hacia atrás siendo sostenida por Rhaenys.
—¿Estás bien? —La sostiene por la cintura cuando le pregunta.
—S-si, lo siento, n-no quería-
Rhaenys nego con la cabeza negando.
—No te preocupes por eso, Meleys puede ser algo mimada.
—Si, puedo verlo. —Rio.
—Vamos mis padres nos están esperando.
Rhaenys agarro la mano de Aemma para llevarla a sus aposentos donde su madre Jocelyn estaba esperando y preparando todo para la boda, mientras caminaban hablaban entre ellas sobre su vuelo juntas con Meleys. Aemma por primera vez en su vida se sentía libre de toda la vida en la corte de su abuelo Jaehaerys. Al llegar a la puerta de los aposentos Rhaenys se despidió de Aemma con un beso en sus manos, haciendo que se sonrojara por tal gesto, Aemma también le dió un beso en la mejilla adentrándose a los aposentos con una sonrisa dejando a una aturdida Rhaenys en medio del pasillo, hasta que sacudió la cabeza para irse a preparar.
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En RocaDragón, la atmósfera estaba impregnada de emoción y nerviosismo. La boda Valyria de Aemma y Rhaenys, era un evento que prometía ser grandioso y lleno de significado. Mientras los preparativos avanzaban, Aemon y Jocelyn, los orgullosos padres de Rhaenys, se dispusieron a cumplir con sus deberes familiares.
Aemon, con su figura imponente y su mirada profunda, tomó la mano de Rhaenys y la condujo a un rincón apartado del castillo, donde el viento marino susurraba entre las rocas. La luz de la luna se filtraba a través de las nubes, creando un ambiente casi mágico. Una vez a solas, Aemon se volvió hacia su hija, su expresión seria pero llena de amor.
—Rhaenys. —Comenzó. —Hoy es un día de celebración, pero también un recordatorio de nuestras responsabilidades. Debes cuidar de Aemma. Ella es una parte importante de nuestra familia ahora, y su bienestar dependerá en gran medida de ti. Debes protegerla.
Rhaenys, joven pero con una sabiduría que superaba sus años, asintió con comprensión.
—Lo sé, padre. Aemma es especial para mi, y quiero que esta boda sea un momento feliz para ella.
—Entonces, prométeme que estarás a su lado, no solo en este día, sino en todos los momentos difíciles que puedan venir. —Aemon insistió, su voz grave resonando en el aire. —La vida en la corte puede ser un lugar complicado y, a veces, peligroso. Necesitará una amiga en quien confiar.
La joven respiró hondo, sintiendo el peso de la responsabilidad, pero también la calidez del amor familiar.
—Lo prometo, padre. Siempre estaré ahí para Aemma.
Mientras tanto, en otro rincón del castillo, Jocelyn se ocupaba de los últimos detalles en la preparación de Aemma. La joven estaba rodeada de telas brillantes y joyas que relucían a la luz de las velas, mientras su tía quien sería su suegra está misma noche ajustaba un delicado tocado en su cabello. Jocelyn sonreía, llena de orgullo y esperanza.
—Rhaenys y tú serán un gran apoyo la una para la otra. —Le dijo Jocelyn a Aemma mientras le colocaba un collar de plata. —Hoy comienzas un nuevo capítulo, y aunque habrá desafíos, tienes una familia que te quiere y te protegerá.
Aemma sonrió tímidamente, sintiendo que el amor y la unión de su familia materna la envolvían.
—Gracias, tía. Estoy lista para este nuevo comienzo... —La miro a través del espejo con una pequeña sonrisa. —¿De verdad crees que Rhaenys me ama tía?
Jocelyn le tomo ambos hombros mirándola a través del espejo con una sonrisa.
—Cariño, Rhaenys tiene un temperamento heredado de mi, es testaruda pero también es decidida con lo que quiere como su padre. —La mira a los ojos. —Pero Rhaenys te ama, más que a nada en el mundo, Meleys puede ser su dragona pero tú eres su tesoro más preciado que tiene y si te apartaran de ella , juro por los dioses Antiguos que ella quemaría todo por ti si es posible.
Aemma sonrió tomando las manos de su tía mirándola a través del espejo. Jocelyn apretó suavemente la mano de Aemma, deseándole lo mejor en su matrimonio y recordándole que siempre tendría su apoyo. Así, mientras la ceremonia se acercaba, el destino de ambas princesas y sus lazos se entrelazaba en ese día especial, lleno de promesas y esperanzas.
Notes:
Rhaenyra en la recepción: Escucha idiota necesito nacer por qué sere su hija me entiendes!!
El recepcionista: Pero todavía-
Rhaenyra: No me importa!!
Chapter 3: Te Amó.
Notes:
Se que me odiaran al final pero es por el bien de la trama, así que lo siento mucho.
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RocaDragón.
Después de pasar un poco más de la mañana juntas dándose mimos y besos, ambas decidieron irse a cambiar para poder tener un día juntas sin que las molestaran. Aunque la pelinegra durmió siendo acompañada por su amada esposa, no hicieron nada, simplemente se prepararon para la noche y durmieron juntas y abrazadas en la gran cama, Aemma quería pasar todo el tiempo posible con su amada antes de que volvieran a Desembarco del Rey a hablar con su abuelo.
—Te amo Aemma. —Le dijo la pelinegra dándole un beso en los labios cuando las sirvientas habían traído el desayuno.
—Yo también.
La joven peliplateada se sonrojo y con un poco de valentía tomó de las mejillas a la pelinegra, acercándola más a su cuerpo y uniendo nuevamente sus labios en un beso, ambas queriendo hacerle saber a la otra cuánto la amaba, se besaron un poco más hasta que el estómago de la más alta hizo acto de presencia, provocando que se separaran y rieran un poco, Rhaenys algo avergonzada y Aemma mirándola con ternura y diversión. Antes de que la mayor se lanzara a comer el desayuno, Aemma la arrastró al baño privado y la ayudó a asearse como debería hacerlo desde ese día ahora que era su esposa, pensaron que ahora que sabían que el amor que sentían por la otra era correspondido, ese tipo de cosas serían incómodas pero ya no por qué ambas estaban casadas, salvo por los besos que ahora Rhaenys se atrevía a robarle sin miedo al rechazo, ya que eran más que bienvenidos y correspondidos por Aemma.
Después de que Rhaenys terminara de asearse salió del baño para que Aemma se aseara en privado sabiendo que su esposa era más reservada y tímida en ese aspecto, lo cual la pelinegra siempre ha respetado mucho y le da su espacio sin dudarlo. Pasaron unos minutos cuando la peliplateada salió del baño completamente vestida y preparada para el día con un hermoso vestido azul con bordados negros en las manos Rhaenys por su parte se había puesto su ropa de montar y esperaba a su esposa sentada en la cama, terminando de colocarse las botas cuando sintió la presencia de la Omega, la Alfa levantó la mirada y enseguida se puso de pie, admirando lo hermosa que se veía en aquel vestido que había mandado a hacer para ella con las mejores telas del reino, se lo había dado como regalo para su onomástico número dieciséis y rápidamente se había convertido en uno de los favoritos de la peliplateada.
Luego de que la mayor dijera lo hermosa que se veía y le besara sus nudillos con delicadeza, ambas se dispusieron a tomar su desayuno tranquilamente, el de Rhaenys era algo más ligero pero igual seguía siendo un poco más que el de Aemma, después de todo como una jinete de dragón quemaba mucha más energía, además del entrenamiento que llevaba con Ser Harry y su padre Aemon cuando tenía tiempo suficiente para ella sin estar atado en el Consejo Real, sus comidas siempre procuraban ser bien resueltas para mantenerla saludable pero cuando debía volar tomaba algo ligero para evitar mareos o vomitar, cosa que hasta ahora no ha pasado pero igual tomaba precauciones.
En cuanto terminaron de comer todo, Aemma se sonrojo al sentir la mirada intensa de Rhaenys, sonrió y se acercó a ella para darle un beso en la mejilla. Rhaenys sonrió mostrando sus colmillos de su Casta como Alfa y abrazo por la cintura a Aemma.
—¿Que quieres hacer el día de hoy?
—Diría que fueramos con Meleys pero la abuela nos querrá ver, al igual que tus padres. —Aemma sonrió cuando Rhaenys acaricio su mejilla.
—Mmm... ¿Y si nos escapamos?
—¡Rhaenys! No vamos a hacer eso, vamos a ir a verlos y después... —Aemma suspiro, se iba a arrepentir de esto más tarde. —Dejaré que me lleves con Meleys a cualquier lado, pero siempre y cuando esté en lo razonable. —Aclaro cuando vio el comienzo de una sonrisa asomarse por los labios de la Alfa.
Rhaenys alzó los brazos y puso su mejor cara de inocente.
—Como mi esposa deseé, vamos.
Las dos salieron de la habitación con Rhaenys dándole el brazo a Aemma y está abrazándose a el.
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En los aposentos de los futuros reyes estaba la reina Alysanne hablando con ellos sobre sus nietas hasta que su hijo le hizo una pregunta.
—¿Crees que el rey se enteré muy pronto? —Pregunto el príncipe heredero a su madre la reina.
Alysanne levanto la vista de la taza de te que estaba bebiendo mientras su hermana miraba a su esposo con una ceja alzada.
—No lo sé con certeza, pero si se algo... —Dejo la taza en la pequeña mesa. —Y es que cuando se entere de que se casaron a escondidas hará lo que sea para poder disolver ese matrimonio... —Lo mira a los ojos. —Y posiblemente lo logre al descubrir que no consumieron el matrimonio como se debe, así que intentará hacer lo mismo que hizo nuestro padrastro Rogar Baratheon cuando nosotros nos casamos.
Jocelyn dejó el bordado a un lado suspirando.
—¿No podemos hacer algo? —Miro a ambos con tristeza. —Y si... ¿Si decide mandar a Rhaenys al Muro?
—Sobre mi vida, no dejaré que envié a mi heredera al Muro por algo que su corazón le dictó. —Se levantó con enojó mirando el fuego en la chimenea. —Desde que mi hija nació, la ha menospreciado solo por ser mujer y Alfa, cuando el es solo un Beta.
La reina suspiro mirando a su hijo.
—Hijo por más que me duela, tu esposa tiene razón. —Ve como sus hombros tiemblan. —Ambas niñas no estarán a salvo en la corte cuando se enteren de su boda, y es muy probable que intente alejarlas para que Aemma se case con Viserys.
Aemon miro las llamas que consumían el trozo de madera, luego miro a su esposa y madre frunciendo el ceño.
—¿Porque mi padre siempre decide lo que es mejor para el, sin pensar en la felicidad de los demás? —Habia fuego en sus ojos al decir dichas palabras.
—Aemma es una niña todavía, si ha florecido, pero no es justo que sea encamada solo por orden de alguien que es el rey. —Recordo los momentos con su pequeña Daella antes de que El Desconocido se la quitará. —El sabe muy bien que un Beta y una Omega no pueden encamarse, por qué los embarazos seran peligrosos para la Omega hasta de matarla.
—¿Por eso tu nos apoyaste en nuestra boda, no? —Su hermana la miro. —Por que ambos éramos Alfa y Omega, también cómo Alyssa y Baelon, y como Rhaenys y Aemma.
—Si, pero más que todo es por qué yo misma me ví en todos ustedes, tener una vida feliz pero no poder quererla como deseaba.
Jocelyn miro a la reina con extrañeza.
—¿Que quieres decir con eso? —Alysanne le sonrió a su hermana menor y miro hacia sus manos.
—Esa es una historia que no está destinada a contarse, por el momento no ahora.
—Bueno... Cuando estés lista, estaré aquí para escucharla. —Jocelyn miro a su hermana mayor con una sonrisa.
—Gracias. —Mira a su hijo quien estaba caminando al balcón. —¿Porque no vas con Aemon? Seguro quiere estar contigo a solas.
—¿Segura mi Reina? No quiero que-
Alysanne la interrumpió levantando la mano.
—Tonterías, solo los 14 saben que ustedes dos no han tenido un momento a solas, más con la boda de las pequeñas. —Jocelyn hizo un ruido confirmandolo.
—Está bien, nos veremos más tarde hermana. —Se levanta al igual que su hermana mayor.
Alysanne sonrió cuando Jocelyn se fue a donde estaba su esposo, la reina salio de los aposentos cerrando la puerta detrás, camino por los pasillos pero se detuvo en una ventana observando el paisaje que le ofrecía Rocadragon, a lo lejos escucho un gruñido seguido por la silueta de Meleys volando sobre la isla y detrás de ella estaban Caraxes y Silverwing volando a su lado.
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Las ahora esposas estaban caminando por los pasillos de RocaDragon, hablando de lo que les gusta hacer en su tiempo libre.
—¿Entonces la mayoría del tiempo estas volando con Meleys?
—Si, es divertido estar con ella, y también por qué sabe que es lo que me pasa. —Le sonríe sonrojada confesando su pequeño secreto. —Desde que nos vinculamos, Meleys siempre me ha estado dando animos a seguir lo que mi corazon me dice, aunque no pueda hablar, se que me lo dice con su mirada. —Rie.
Aemma sonrió al escucharla reír, su risa era como una risa de bebé.
“Quiero escuchar esa risa toda mi vida.” Penso
—Eso suena adorable, puedo imaginarme a Meleys siendo una dragona sobreprotectora contigo. —Rie.
Rhaenys le dió la mirada más amorosa que jamás haya visto, ni siquiera su propia abuela Alysanne la miraba de esa manera a pesar de que la amaba mucho pero ninguna mirada era igual a la que Rhaenys le estaba dando en este momento, la nombrada le tomo la mano que tenía en su brazo para darle besos en cada uno de los nudillos mirandola atentamente. Aemma contuvo el aliento por un momento mirando esos hermosos ojos lilas que la miraban con adoración y amor, cuando su mano de alejo de los labios de Rhaenys, Aemma tuvo que respirar profundamente para calmar su corazón, no queriendo lanzarse a los labios de su esposa como una Omega en Celo, y tampoco quería alertar a los guardias.
—¡Aemma! ¡Rhaenys!
Ambas salieron de su burbuja de amor al escuchar sus nombres. Rhaenys volteo a ver a su abuela Alysanne quien estaba caminando hacia ellas.
—¡Abuela! —Aemma le sonrió. —Justo estábamos llendo a verte a ti y a mis tíos.
—Es verdad, pensábamos que los tres deseaban hablar con nosotras. —Rhaenys se acerco junto a Aemma.
—Estaba junto a ellos pero decidí dejarlos a solas, necesitan un tiempo para ellos mismos en este momento, ya que no es nada fácil planear una boda todo un día. —Se cruza de brazos mirándolas con los ojos entrecerrados. —Casi se me olvida decirles pero es muy importante que lo sepan... Cuando una de ustedes tenga su Celo deben estar lo más lejos posible una de la otra, y más tu Aemma, no puedes estar al lado de Rhaenys cuando comience su Celo, por qué al oler su aroma tu Omega interior comenzará a soltar unas feromonas sin que te des cuenta y por instinto querrá acercarse a Rhaenys, y lo mismo para ti. —Mira a Rhaenys. —No te puedes acercar a ella cuando comience su Celo y cuando tú Alfa interior huela su olor querrá estar con ella, saben que las amo pero es mejor esperar el momento adecuado para estar juntas, por eso tienen que tener cuidado.
El Omega dentro de Aemma se retorcía al escuchar eso, pero su abuela tenía razón, no era momento de quedar embarazada, sería muy riesgoso para ella y el feto, y conociendo a Rhaenys no se perdonaría si algo así le pasará a ella o al bebé.
Hablando de la última, la Omega desvio su mirada a su esposa, parecía que tenía los mismos conflictos que ella, era de esperarse.
—Tranquila abuela lo sabemos, de lo único que estoy preocupada es por la seguridad de Aemma. —Rhaenys miro a Aemma y le sonrió dándole un apretón a su mano.
A Aemma se le cortó la respiración, otra vez, viendo esa mirada y sonrisa, miro para otro lado aún con el rostro sonrojado. Alysanne se rio un poco al ver esto.
—Lo se, yo igual, por eso elegí a unos cuantos guardias reales que son Betas, que no seran afectados por sus hormonas cuando entren en Celo, falta que decidan quienes serán. —Miro a Rhaenys quien asintio.
—Bien, si mi Esposa quiere y permite, ¿Vamos a ver cuáles guardias seran para su mayor seguridad?
Aemma la mira aún con un sonrojo y asintió.
“Será complicado no besarla si me sigue mirando a cada rato con esos ojos.” Penso Aemma mientras seguían a Alysanne a dónde estaban los guardias.
Rhaenys no estaba mejor que ella, cuando su abuela les dijo lo del Celo, su Alfa gruño queriendo morder a la Omega a su lado en el cuello para dejarle la marca de apareamiento, pero Rhaenys se contuvo. Cuando llegaron a donde estaban los guardias Betas se mantuvo a una lado de su esposa, porque su instinto de Alfa se lo decía.
—Hay muchos guardias. —Dijo Rhaenys cuando fijo su vista en la multitud de Betas.
—Los suficientes para que estén protegidas. —Alysanne miro a los guardias quienes al verlas hicieron una reverencia.
Aemma miro a cada guardia buscando al indicado que sería su protector desde ese día, miro a cada uno mientras decían su nombre y casa a la cual pertenecían, uno a uno fue pasando pero ninguno le demostraba que podría protegerla.
—Harrold Westerling de la casa Westerling. —Al escuchar el nombre Aemma volteo a ver al hombre. —He servido a muchas casas en lo corto de mi vida majestad.
Aemma vio al hombre no mayor de 35 onomásticos enfrente de ella, mientras Sir Harrold estaba explicando sus experiencias en batalla a la reina, Rhaenys fruncio el ceño al ver a un joven detrás de Sir Harrold, su rostro se le hacía familiar.
—Abuela. —Aemma se acerco a Alysanne. —Si no te molesta, quisiera que Sir Harrold sea mi guardia real.
Alysanne la miro confundida.
—¿Estás segura, cariño?
—Lo estoy abuela, y se que Sir Harrold será un excelente guardia. —Mira a Sir Harrold. —¿Claro, si usted acepta señor Westerling?
—Para mi sería un gran honor majestad. —Hizo una reverencia hacia ambas mujeres.
Rhaenys quien estaba detrás de ambas, sonrió al ver que su esposa estaba dejando de ser tímida poco a poco, después de unos minutos decidió elegir a su guardia real.
—Tu. —Señala al joven detrás de Sir Harrold.—Camina hacia delante por favor. —Vio como el hombre caminaba para colocarse al lado de Sir Harrold. —¿Como te llamas?
—Me llamo Sir Erryk Cargyll, soy el hermano gemelo de Arryk Cargyll majestad. —Hace una reverencia a las tres mujeres.
—¿Gemelo? —Lo miro confundida. —¿Tu hermano no es el guardia de... Viserys? —Hizo una pequeña mueca de disgusto al pronunciar el nombre del Beta de su primo.
—Si majestad. —La mira. —Mi hermano fue elegido como guardia del príncipe hace unos dos años.
—Entiendo. —Al escuchar las palabras del hombre, le recordó como su abuelo tenía mas preferencia con su primo Viserys, que con ella que era la mayor y la siguiente heredera al trono. —Esta bien, entonces serás mi guardia real desde este momento.
El hombre la miro sorprendido.
—¿De v-verdad m-majestad? —Mira a las tres mujeres enfrente de el. —Pero no tengo tanta experiencia con las guerras majestad.
—Eso no es necesario, Sir Harrold podra entrenarte en eso, ¿Si no es mucha molestia Sir? —Mira al otro hombre.
—No es ninguna majestad.
Rhaenys sonríe mirando a su esposa y abuela quienes la miraron con una ceja alzada.
—Bien, los demás serán los caballeros de RocaDragon, cuidarán y defenderán este lugar con su vida de ser posible. —Termino de decir la reina para después ver cómo todos hacían reverencia antes de irse.
Aemma sonrió cuando Rhaenys sin voltear a verla le tomo la mano acariciando sus nudillos, se armó de valentía y se acerco a su oído y le susurro.
—Meleys nos está esperando cariño. —Sonrío cuando sintió el apretón en su mano. —No querrás hacerla esperar. —Le dió un beso en la mejilla cerca de sus labios.
Rhaenys sentia que su Alfa quería salir, respiro profundamente encontrando el olor de Aemma, eso solo hizo que su Alfa gruñera más.
—¿Rhaenys te sientes bien? —Pregunto su abuela mirándola preocupada.
—S-si estoy bien, solo... Estaba pensando en algo abuela.
Aemma la miro confundida pero lo dejo pasar, no queriendo preguntarle en este momento a su esposa.
—Esta bien.
Rhaenys asintió para después llevar de la mano a su esposa a Pozo Dragón donde las estaba esperando Meleys ya lista para volar.
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Fortaleza Roja.
En la Fortaleza Roja se encontraba Otto Hightower caminando hacia los aposentos del Rey con una carta en mano, dicha carta decía que las princesas Rhaenys y Aemma se habían casado en secreto en RocaDragon. Otto estaba furioso, el había escuchado que el Rey casaría a el príncipe Viserys con la princesa Aemma, eso le daba más oportunidades de deshacerse de ella más rápido cuando estuviera embarazada de el, y mandara al Maestre Mellos a envenenarla a ella y el bebé para que luego murieran ambos, pero no contó con que la princesa Rhaenys se casará con ella y mas que ambas eran la Casta de parejas más fuertes de todo Poniente Alfa y Omega.
—¡Maldición! Así no tendré oportunidad de deshacerme de todos estos malditos Targaryen y sus dragones. —Susurro para el mismo cuando vio las puertas de los aposentos del Rey. —Debo informarle de esto, debe tener alguna solución. —Miro la carta que le había enviado su espía que se mantenía en secreto en RocaDragon, el cual le contaba todo lo sucedido con los futuros Reyes y su heredera.
Siguió caminando intentando idear un plan para deshacerse de ambas princesas, y si le decía al mismo Rey de la boda buscará la manera de separarlas. Al llegar a las puertas tocó como siempre lo hacía y espero respuesta del otro lado.
—Adelante.
Otto entro haciendo una reverencia hacia el Rey Jaehaerys quien estaba mirando el reino desde su balcón.
—Majestad, ha llegado una carta de RocaDragon. —Se la muestra.
—¿Que es lo que dice? —Le pregunta el Rey sin voltear.
Otto sonrió para si mismo.
—En la carta dice que las princesas Rhaenys y Aemma se casaron anoche en RocaDragon en una boda Valyria. —Espero impaciente la reacción del Rey pero al no tener respuestas decidió hablar. —Majestad si me permite hablar, yo había pensado que usted pensaba casar a la princesa Aemma con el príncipe Viserys. —Hablo como siempre lo hacía para darle ideas al rey.
—Y así era, no pense que Rhaenys haría lo mismo que su padre hizo hace años. —Miro hacia abajo. —¿Sabes si ya consumieron el matrimonio?
—No lo sé con certeza majestad, pero si no lo han hecho, ¿Todavía se puede evitar ese matrimonio, no majestad? —Queria saber si había alguna posibilidad de que se anulará el matrimonio.
—Hay una poca posibilidad de que se pueda anular el matrimonio si ambas no lo han consumido, pero una boda Valyria es más fuerte que una boda común.
Otto estaba por decir algo pero llegó el maestre Mellos con una expresión de tristeza.
—Majestad. —Hizo una reverencia hacia el Rey.
—¿Que sucede maestre? —Hablo aún sin volverse hacia ellos.
El maestre dudo si decirle o no, pero la mirada penetrante de la Mano lo hizo hablar.
—El príncipe Baelon el... El... —Bajo la mirada para no encontrarse con la del Rey. —El está muerto majestad.
Notes:
Lo siento!!! pero es por el bien de la trama.
Están son las edades para que entiendan mejor, cambie la de Aemma por qué no quiero que (el puerco) de Viserys se aprovechara de Aemma como en el libro/serie.
74 d.C. (Rhaenys).
En la original nació en el 82 pero en mi historia nacerá en el 78 d.C. (Aemma) por lo que deben de saber cómo irán los nacimientos de todos los hijos de Alysanne.
Nacido en 77 d.C. (El puerco de Viserys).
Nacido en 81 d.C. (Daemon).También Aemon no morirá (ya que está vivo) pero si lo hará en unos años más.
Y Alicent será de la misma edad que Viserys.
Chapter Text
Fortaleza Roja 93 d.C.
El calor de las llamas que envuelven la pira funeraria de su hermano y la presencia de tantos dragones hace que muchos se excusen para retirarse antes de tiempo, manteniéndose presente solo el tiempo necesario para no ofender a la Reina, a su pobre madre que no ha parado de llorar aun cuando sostiene a su nieto más joven en sus brazos mientras despedía a uno de sus hijos.
Aemon respeto los deseos de su hermano menor y fue él quien ordenó a Caraxes prenderle fuego a la pira, Baelon era un dragón, y la prueba de ello estaba en que quisiera un funeral como el que tendrían sus demás familiares cuando llegara su hora.
El mundo había sido muy cruel con Baelon y no puede evitar sentir que no hizo lo suficiente para cuidarlo cuando murió su hermana Alyssa.
Le lanzó una mirada de reojo a su padre el Rey, quien lucía miserable y terriblemente molesto, lo único que pudo sacar al inútil de su letargo depresivo fue la segunda discusión entre él y la Reina, que era sobre sus dos nietas, ambas jóvenes no deberían estar casadas. Y más por qué el ya tenía planeado casar a la Omega menor con Viserys.
Miro a su lado donde estaba su esposa e hija, Jocelyn le sostuvo la mano dándole una sonrisa triste pero amorosa, ella más que todos sabía que se sentía perder a un hermano o hermana.
—Estamos aquí para ti cariño. —Susurro a su lado. —No te dejaremos solo.
—Gracias. —Le apretó la mano mirando a su hija, su cachorra, quien no estaba mejor que el.
Rhaenys estaba con la mirada baja pero en su rostro se le podían ver las lágrimas que estaba dejando caer, ella siempre quiso mas a su tío Baelon, no solo por qué era su primera sobrina, si no por qué era quien la llevaba de paseo a caballo o le daba dulces a escondidas pero sobre todo fue quien la apoyo primero cuando reclamo a Meleys, y no dejó que Daemon le reprochará o se enojara sobre ello. Miro hacía dónde estaba su abuela junto a su primo Daemon quien estaba llorando al lado de ella, luego le dió una mirada a su primo Viserys quien estaba delante de ella pero el la estaba mirando con furia y desprecio en los ojos.
Aemma quien estaba un poco alejada de Rhaenys pudo ver cómo Viserys miraba a su esposa con furia, se sorprendió al ver tal muestra de desprecio en sus ojos a su propia sangre y familia, pero su Omega no estaba como ella, al contrario, estaba enojada con el por esa muestra hacia alguien de su manada.
Cuando sus abuelos y padres se retiraron dejando a sus nietos solos diciendo que necesitaban descansar un poco por todo lo sucedido, el resto de las personas se fueron alejando al igual que los reyes, después de que todos desaparecieron de la vista de los adolescentes fue en ese momento en que Viserys se acercó a Rhaenys todavía mirándola con furia.
—Primo, lo sien-
—¡Todo esto es tu culpa! —Grito apretando las manos a sus costados. —¡Mi padre seguiría vivo si tú no me hubieras arrebatado a mi esposa! —Mira a Aemma. —Tu esposa es una desgracia para está familia.
—¡Ya basta Viserys! —Grito Daemon acercandose, mirándolo enojado. —Debes respetar a tu familia.
—Vise-
—¡Cállate! ¡Solo eres un estorbo en esta familia, si no hubieras nacido todavía tendría a mi madre y a mis tías, y Aemma sería mi esposa no la tuya, tu solo serás un estorbo para tus padres! —Al decir lo último recibido un golpe de su hermano.
—¡No te atrevas a decir tales palabras frente a mi prima mayor, ella es por mucho mejor persona que tú! —Grito. —Que seas su familia no te da derecho a desgastar tu odio con Rhaenys. —Gruño mostrando sus colmillos de Alfa.
Aemma se acercó a su esposa viendo como Rhaenys tenía la mirada baja, pero también estaba temblando intentando controlar a su Alfa quien estaba gruñendo por dentro queriendo salir y golpear a muerte ha su primo por las palabras que le dijo.
—¿Rhaenys, estás bien? —Susurro su esposa a su lado, soltando sus feromonas para calmarla pero hicieron muy poco para calmar a su Alfa. —¿Estás temblando? ¿Que sucede?
Rhaenys apretó sus manos en puños a sus costados, sin saberlo comenzó a gruñir sintiendo como sus colmillos crecían un poco más de lo normal.
—¡Por que la defienden! ¡Ella no es como nosotros, es una ladrona! —Se sostuvo su mejilla derecha mientras empujaba a Daemon a un lado haciendo que callera al suelo. —¡Tu no deberías ser una Targaryen, eres más Baratheon por tu madre que por mi tío!
—¿Rhaenys? ¿Por favor puedes mirarme? —Le agarra el brazo sintiendola temblar. —¿Por favor?
Viserys se acerco a ambas, Rhaenys solo pudo ver el puño acercarse a su rostro sin poder detenerlo, haciendo que cayera y rodará por el suelo agarrándose la mejilla golpeada. Aemma y Daemon gritaron cuando Rhaenys se arrodilló sujetándose el rostro.
—¡Viserys detente! —Daemon le agarró el brazo intentando alejarlo pero Viserys lo empujó de nuevo. —¡Deja a nuestra prima!
Aemma se colocó delante de Rhaenys mirando a Viserys.
—¡Basta no te atrevas a lastimarla más! —Grito mirando como Daemon se levanta detrás de Viserys. —¡Lo que le pasó al tío Baelon no fue su culpa!
—¡Claro que sí, mi madre seguiría viva si ella no hubiera nacido! —Se acerca a ella agarrando su brazo con fuerza, haciendola llorar. —¡Cuando el abuelo disuelva su matrimonio tu te casarás conmigo! —Le apretó con más fuerza el brazo.
Aemma estaba llorando por el dolor, su Omega estaba desesperada por querer salir pero también estaba lastimada por la fuerza en que Viserys la tenía agarrada, Daemon intento hacer que la soltará pero Viserys solo lo empujaba más.
—¡Deja de lastimarla! —Rhaenys grito empujándolo, dejando que Aemma cayera al suelo. —¡Nunca te atrevas a lastimar a mi esposa de nuevo Viserys! —Gruño mostrando sus colmillos.
Aemma estaba llorando y sobándose el lugar donde Viserys la había lastimado, se sostuvo su brazo cerca de su pecho pero cuando olfateo el olor de Rhaenys algo en el le llamo la atención, no era como el que había estado oliendo desde que se casaron, era más fuerte.
—¡Aemma debes ir a buscar al tío Aemon! —Daemon le grito cuando vio que Viserys se había levantado. —¡Solo el es capaz de calmar a Rhaenys! ¡Ve y tráelo, ahora!
Aemma se levanto con dificultad oliendo más y más el olor de su esposa, caminó por dónde se habían ido sus abuelos y tíos hace unos momentos cuando logro ver a Sir Harrold y a Sir Erryk esperándolas.
Aemma, aún temblando por el dolor y la confusión, se acercó a los caballeros con una mezcla de determinación y miedo. El olor de Rhaenys la envolvía, un aroma que evocaba tanto amor como peligro. Sabía que debía actuar rápido; su esposa necesitaba ayuda y su tío Aemon era su única esperanza.
—¡Sir Harrold! —Llamó, tratando de mantener la voz firme a pesar de las lágrimas que aún resbalaban por sus mejillas. —Necesito que llames a mi tío Aemon. Rhaenys… Ella está en peligro.
Sir Harrold asintió rápidamente, comprendiendo la urgencia en su tono.
—¡Está bien majestad!
—¡Sir Erryk por favor sígame!
Mientras Sir Harrold buscaba a su tío, Aemma no podía evitar mirar hacia atrás, preocupada por lo que podría suceder entre Viserys y Rhaenys. La tensión en el aire era palpable, y cada paso que daba volviendo a caminar hacia donde estaban sus primos junto a su guardia parecía más pesado que el anterior. Sin embargo, el olor de Rhaenys seguía llamandola.
Cuando volvió al lugar se asusto mucho al ver que su esposa y primo se estaban peleando, mientras Daemon yace a un lado en el suelo.
—Rhaenys… Viserys… —Las palabras se le atascaban en la garganta. —¡Detenganse!
La tensión en el aire era palpable, y cada vez que Aemma pensaba en Rhaenys, su corazón se aceleraba. Sabía que su esposa estaba sufriendo, y la idea de que Viserys pudiera hacerle daño la llenaba de terror.
Aemma dió unos cuantos pasos pero se detuvo en seco al ver a su esposa. Rhaenys estaba en el suelo, temblando y con los ojos llenos de lágrimas, Rhaenys se sobó la mejilla, su mirada llena de furia y dolor.
—¡Basta Viserys! —Exclamó, levantándose con dificultad. —¡Esto no es lo que mi tío querría!
—¡Majestad detengase! —Sir Erryk se interpuso entre las dos esposas y el principe Viserys. —Majestad debe tranquilizar-
Viserys agarró una roca y se la lanzo en la cabeza golpeándolo y dejandolo inconsciente.
—¡No lastimes a las personas que nos cuidan! —Daemon se acerco a el guardia revisando su pulso, entendiendo que estaba bien pero también estaba lastimado.
—¡No son nada comparados con nosotros que somos de la realeza! ¡Son solo personas sin nada que ofrecer!
—¡Eso no es verdad hermano, papa queria que respetaramos a las demás personas por igual! —Lo mira suplicándole pero también había una chispa de furia en su mirada. Viserys estaba cerca, su postura en señal de desafío y también amenazante.
—¡Rhaenys! —Gritó Aemma, corriendo hacia ella. —Estoy aquí.
Rhaenys levantó la vista y, por un momento, pareció perderse en los ojos de Aemma. La rabia y el dolor comenzaron a desvanecerse lentamente al sentir la presencia reconfortante de su Omega.
—¡Todos ustedes son unos inútiles! —Les grito acercándose. —¡Son una vergüenza para la familia!
Daemon se acercó intentando detener a su hermano pero fue lanzado hacia atrás golpeándose en la espalda, fue entonces cuando Viserys agarro del cuello a Rhaenys escuchando como Aemma le pedía que parara, pero el no le prestó atención, la empujo hacia el suelo y empezó a golpear a Rhaenys en el rostro sin detenerse. Rhaenys quien intentaba cubrirse de los golpes no quiso golpearlo, no por qué no quisiera y fuera débil, si no por qué su padre le enseño a respetar a su familia y su propia sangre, sabía que debía controlarse por su instinto de Alfa que poco a poco se estaba volviendo más difícil de controlar con cada golpe que su primo le daba.
—¡Viserys detente! —Suplico agarrandole el brazo con el que estaba golpeando a su esposa. —¡Por favor! —Miro como Rhaenys estaba sangrando por la nariz, la ceja derecha y su labio inferior.
—¿¡De verdad crees que lo haré después de que ella te haya alejado de mi!? —La empujó con más fuerza haciendo que Aemma cayera al suelo y se golpeara la cabeza empezando a sangrar. —¡Eres solo una Omega que sirve para dar herederos y nada mas!
Rhaenys al ver a Aemma herida, no pudo sentir nada mas que irá. Sintió cómo la ira burbujeaba dentro de ella, un fuego que había estado controlando durante tanto tiempo. La imagen de Aemma en el suelo, herida y vulnerable, fue el catalizador que necesitaba. Con un grito que resonó en el aire, se lanzó hacia Viserys, empujándolo con toda su fuerza.
—¡Basta! —Gritó, su voz llena de determinación.
Viserys, sorprendido por la repentina resistencia de su prima, tropezó hacia atrás, permitiendo que Rhaenys se interpusiera entre él y Aemma. La mirada de Rhaenys era feroz, y aunque su cuerpo temblaba de rabia, su mente estaba clara.
—No permitiré que sigas lastimando a quienes amo. —Declaró, su voz firme.
Aemma, aún en el suelo, se levantó lentamente, tocándose la cabeza y sintiendo la calidez de la sangre. Miró a Rhaenys con gratitud, pero también con preocupación. Sabía que la situación podía escalar aún más.
—Rhaenys, no... —Susurró Aemma, intentando calmarla, cuando Rhaenys dió un paso acercándose a Viserys.
Rhaenys se detuvo por un instante, sintiendo la preocupación en la voz de Aemma. Se volvió hacia ella, sus ojos llenos de determinación, pero también de una profunda vulnerabilidad.
—Aemma, no puedo quedarme de brazos cruzados mientras él te lastima. —Respondió, su voz temblando ligeramente.
Viserys, recuperándose de la sorpresa, se rió con desdén.
—¿Y qué piensas hacer? ¿Detenerme? Eres solo una mujer, no tienes poder aquí.
Rhaenys, en un arrebato de frustración y dolor, ignoró las palabras de Aemma y, con una rapidez inesperada, lanzó su mano hacia Viserys, golpeándolo con fuerza en la mejilla. El sonido del impacto resonó en sus oídos. La tensión en el aire era palpable. Rhaenys, impulsada por la rabia y la necesidad de proteger a Aemma, no se detuvo después del primer golpe. Con cada puñetazo, liberaba la frustración acumulada, la injusticia que había sentido durante tanto tiempo. Viserys, sorprendido y herido, intentó retroceder, pero la furia de Rhaenys era imparable.
—¡Basta! —Gritó Aemma, desesperada, intentando intervenir, pero sus palabras se perdieron en el caos soltando sus feromonas para que Rhaenys se tranquilizara.
La Alfa de Rhaenys había tomado control de su instinto dejando que Rhaenys no pudiera controlarse, ni siquiera la Omega de Aemma quien estaba pidiendo que se detuviera a través de las feromonas.
Finalmente, el sonido de pasos apresurados resonó a lo lejos. Aemon, su tío, llegó justo a tiempo, seguido por Sir Harrold. La mirada de Aemon se oscureció al ver la escena: su hija golpeando a Viserys, quien se sostenía la cara con una mezcla de incredulidad y desprecio.
—¡Rhaenys! —Exclamó Aemon, su voz firme y autoritaria dando a entender su estado de Alfa, haciendo que ella se detuviera en seco.
La mirada de su padre era una mezcla de preocupación y desaprobación, y en ese instante, Rhaenys sintió que el peso de sus acciones caía sobre ella.
Viserys, recuperando un poco de su compostura, se dirigió a Aemon con una sonrisa burlona.
—¿Lo ves ahora tío? Tu hija no sabe su lugar.
Aemon, sin perder la calma, se acercó a Rhaenys y suavemente la tomó del brazo, mirándola a los ojos.
—No es así como se resuelven las cosas, hija.
Rhaenys, aún temblando de rabia, sintió que las lágrimas amenazaban con brotar.
—Pero él... El... La-lastimo a A-Aemma. N-no puedo quedarme ca-callada.
Daemon se levanto con dificultad del suelo, agarrándose el lado derecho de su abdomen, vio como Aemma estaba de pie pero tenía una mano en su cabeza pensando que era por un golpe pero después de ver la sangre en sus dedos se enfureció con su hermano. Miro como su prima Rhaenys estaba llorando junto a su tío Aemon hablando pero también viendo como su hermano se estaba riendo de ella.
—¡Eres un idiota Viserys! —Grito acercándose a su tío y primas. —¡Padre nos dijo que nos teníamos que cuidar entre nosotros y a nuestra familia! —Lo miro a los ojos. —¡Ambos se lo prometimos pero tú rompiste esa promesa! —Gruño llevándose por su instinto de Alfa.
Viserys se levanto cuando vio a su hermano gritar y correr hacia el, logro cubrirse el rostro pero aún así fue empujado hacia atrás cayendo al suelo. Daemon estaba por golpearlo pero fue sostenido por Sir Erryk quien se había despertado y levantado.
—¡Basta, lleven al los príncipes y a las princesas a los aposentos de los reyes! —Ordeno Aemon cuando Sir Harrold sostuvo a su sobrino Viserys. —Yo llamare a mis padres para poder resolver este problema.
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Jocelyn Baratheon entró a los aposentos al ver a sus sobrinos todos golpeados, miro a Aemma y a Rhaenys quienes estaban siendo atendidas por el maestre Gerardys, se acercó a su hija y nuera quienes tenían una venda en la cabeza y ungüentos en los lugares golpeados.
—¿¡Rhaenys mi pequeña tormenta, que sucedió!? —Le agarro la mano a su hija pero Rhaenys se estremeció al sentir su toque. —¿Cariño que sucedió, dime por favor? —Le toca la mejilla derecha suavemente sin tocar el moretón en ella.
—M-muña... —Susurro temblando conteniendo las ganas de llorar. —Lo siento... —Se lanzo a abrazar a su madre con fuerza.
Jocelyn y Aemma se sorprendieron al oler el aroma de Rhaenys volverse amargo y triste, Aemma sabía que su esposa se estaba culpando por no haber podido protegerla de Viserys, y la entendía pero no quería que se sintiera culpable por eso. Jocelyn le dió masajes en la espalda a su hija escuchando como sollozaba en su hombro, sabe que su pequeña hija solo estaba cuidando y protegiendo a los que ama, tal como su esposo y ella le enseñaron.
—Rhaenys no te culpes por lo que pasó. —Aemma le tocó el hombro sintiendo como el cuerpo de Rhaenys se estremece con su toque. —Por favor, deja de estar molesta contigo misma. —Se le quebró la voz.
Alysanne y Jaehaerys entraron a sus aposentos siendo seguidos por su hijo Aemon quien fue en dirección a su familia.
—¿¡Que sucedió!? —El rey ladro mirando a cada uno de sus nietos mientras se sentaba en una silla.
—¿Aemma y Daemon por favor, díganme que paso entre todos? —Alysanne se quedó a un lado de Daemon mientras le acariciaba el cabello.
—Viserys comenzó todo. —Solto Daemon mirando a su hermano mayor con odió mientras el estaba siendo atendido por el maestre Mellos. —El insultó a Rhaenys después de que ustedes se fueran.
—¡Eso no es verdad Daemon! —Grito Viserys al voltear a verlo. —¡Rhaenys fue quien comenzó la pelea, yo solo me defendí de ella!
El rey estaba enojado al escuchar a su nieto menor.
—¡Eres un mentiroso Viserys! —Aemma se levantó de dónde estaba sentada. —¡Tu mismo comenzaste la pelea, solo querías lastimar a Rhaenys! —Hablo con odio. —Incluso Daemon te pidió que te detuvieras pero tú solo nos lastimaste a ambos.
—¡Pero yo también salí lastimado por tu esposa! —Señala su rostro todo golpeado. —¡Ella me golpeó a mi!
Rhaenys se separó del abrazo de su madre mirando a Viserys con el rostro enrojecido por las lágrimas.
—¡Tu fuiste quien me golpeó a mi primero, yo no te quería golpear por qué eres mi familia pero al ver que tú lastimaste a mi esposa y a Daemon, no pude controlar me enojo y por eso te ataque! —Gruñe. —¡Por eso mismo yo te golpee, por qué tú lastimaste a los que amo!
Jocelyn abrazo a su hija de nuevo sintiendo como su cuerpo temblaba, le canto una canción en voz baja para que se fuera calmando poco a poco.
—¡Aemon deberás controlar a Rhaenys a partir de ahora, ella no puede atacar a su familia! —El rey miro a su único hijo con enojo. —¡Debes llevarla a la septa para que tenga disciplina!
—¡No lo haré, Rhaenys es mi hija y mi heredera, no dejaré que alguien que no sea yo la envié a otro lugar! —Aemon miro a su padre. —Mi hija solo se estaba defendiendo.
Ambos hombres comenzaron a discutir sobre lo ocurrido, mientras Alysanne intentaba detenerlos Daemon estaba molesto con su hermano, Jocelyn al ver que su esposo estaba discutiendo con su padre intento hacer que se calmara.
—¿Estás bien? —Aemma susurro al lado de Rhaenys tomando su mano entre las suyas.
—N-no... No lo sé. —Responde con la voz temblorosa. —No quiero estar aquí... —Susurro apretando el agarre en sus manos.
—Podemos irnos a Rocadragon, está misma noche. —Miro como le temblaba el labio inferior a su esposa por el temor de lo que pudiera suceder.
Rhaenys estaba por decir algo pero su padre grito.
—¡Suficiente padre! —Ladro mirandolo con odio.
—¡Rhaenys debe irse a RocaDragon, no puede permanecer aquí! —Miro a su nieta mayor. —¡Además, Aemma deberia de haberse casado con Viserys, no con ella!
—¡Ellas se aman al igual que mi esposa y yo! —Dio un paso hacia adelante. —¡Ellas se casaron y Rhaenys ese mismo día encamo a Aemma! —Mintio. —¡Ambas junto a Daemon se irán conmigo a Rocadragon!
Rhaenys miro con los ojos tristes a su abuela quien estaba entre enojada y triste, Jocelyn tomó el brazo de su esposo logrando calmarlo.
—Bien. —Hablo el rey caminando hacia las puertas. —Si así es como lo desea el principe... —Miro por encima de su hombro a su hijo. —Entonces lo felicito majestad.
Notes:
No me odien, pero es que me quiero desquitar con Viserys el de la serie/libro.
El siguiente capítulo será un poco más romántico 😏😏😏
Chapter 5: Pasión y amor.
Summary:
Ya saben, leerlo bajo su responsabilidad jajajaja 😏😏😏
Notes:
@V3NUS3 gracias por la idea 🥰🥰🥰🥰🥰 y también a una amiga muy quería que me ha estado ayudando desde que comencé la historia jejejeje pero no sé si tenga una cuenta.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
3 Lunas después, RocaDragon D,C.
Rhaenys estaba regresando de un vuelo con su fiel compañera Meleys después de que Aemma le dijera que fuera a volar para relajarse. Todavía recordaba lo que sucedió en el funeral de su tío Baelon, sabía que cuando volvieran a Desembarco del Rey, Viserys todavía estaría enojado con ella.
—Que piensas Meleys, ¿Volvemos? —Le pregunta a su dragona quien gruñe bajo haciéndola reír. —Tomare eso como un si.
Rhaenys entusiasmada mientras guiaba a Meleys hacia RocaDragon, sintiendo la emoción burbujear dentro de ella. La idea que Aemma había mencionado sobre volar la había mantenido relajada. Acaricio el lomo de su dragona, que parecía compartir su entusiasmo con un suave rugido. Recordó que Daemon le había pedido un vuelo junto a ella y Meleys pero su padre insistió en que después lo haría porque primero tenía que enfocarse en los entrenamientos de espada.
Al aterrizar en Pozo Dragón y esperar que Meleys la dejara dónde la esperaban los guardianes de dragones, Rhaenys se desabrochó el cinturón de su montura y se deslizó hacia el suelo, pisando firme bajo sus pies. Miró a su alrededor, buscando a Aemma.
—¿Dónde estás, amor? —Llamó, su voz resonando en el aire.
La anticipación la envolvía, y no podía evitar imaginar todas las posibilidades.
Mientras caminaba a sus aposentos, Rhaenys se sintió agradecida por esos momentos de conexión y aventura que compartía con Meleys y Aemma. La vida en RocaDragon siempre estaba llena de sorpresas, y estaba lista para disfrutar de lo que su esposa y ella harían hoy.
Rhaenys camino por los pasillos de RocaDragon, saludando a los que pasaban con una sonrisa. Al llegar a sus aposentos su sonrisa de agrando. Aemma estaba sentada, al lado de la ventana tarareando una canción mientras bordaba una flor, La pelinegra entró con cuidado y sin hacer ruido se acercó a Aemma por detrás.
—¡Ah! ¡Rhaenys! —Aemma se sobresalto soltando el bordado al ser abrazada por detrás, miro a su esposa y sintió sus labios estrellándose contra los suyos.
—Te amo. —Le susurro su esposa cerca de sus labios.
Rhaenys la levanto con cuidado y la abrazo, Aemma se rio solo para reanudar el beso. En algún momento la pelinegra la acerco más a ella y Aemma intensificó el beso, está vez levantando sus manos, acariciando su rostro y bajando hasta sus hombros, Rhaenys gruño llevándola hacia las cama después las dos se miraron un momento antes de que Sir Harrold las separara junto a Sir Erryk.
—¡Ah! —Aemma cayó en la cama siendo empujada por Sir Harrold quien tenía sujetada a Rhaenys, pero un dolor agudo la golpe en el estómago, su visión pareció nublarse y un ruido blanco pasó por sus oídos. Ella gimió, agarrándose la cabeza para mantenerse firme, sintiendo en ese momento que su mundo quería caerse.
—¡¡Suéltame!! —La Alfa lanzó un rugido que el guardia ignoró y empezó a llevarla hasta la puerta.
—¡La señorita Aemma está entrando en Celo, Ninguna de las dos piensa con claridad!
Aemma se recompuso del shock y su Omega de retorció, Salto de la cama con su brazo extendido hacia Rhaenys, pero Sir Erryk la detuvo.
—¡Alfa! —Gruñó de dolor, escuchando más ruidos a su alrededor, luciendo un desastre mientras sus sentidos se confundían.
—Discúlpeme mi princesa. —Contesto Sir Harrold antes de que Sir Erryk cerrara la puerta llevándose a Rhaenys lejos de allí.
Tal vez el tiempo se perdió en algún momento, Rhaenys sintió las manos de las sirvientas y los guardias Betas escoltándola hasta otros aposentos privados, donde pronto todo el ala tendría que estar cerrada para que los dos únicos Alfas que estaban en RocaDragon no pudieran acercarse.
Aemma aulló cuando sintió una nueva ola entrar en su vientre, todo su útero se contrajo y protestó con furia total, aumentando su deseo infernal, alguien que escuchara su doloroso llamado, alguien que pudiera ayudarla ante tanto dolor sola, alguien que le quitara todo el dolor emocional y físico que la hacía tan frágil en su Celo. Se fue sola a dar vueltas y retorcerse ante todo el dolor, sin nadie a su lado.
Acostada frente a su cama, intentó respirar más profundamente, un poco de lucidez recorriendo su mente, anhelando a alguien, anhelando que su Alfa viniera en su ayuda, anhelando llenar todo su útero mental de cachorros, deseando que Rhaenys la amara y la abrazara contra su piel hasta que nada más pudiera arrancarle. Su cuerpo terminó moviéndose por sí solo ante la fiebre, gimiendo y gimiendo por algo que no tendría, se quitó el vestido poco a poco quedando en camisón.
Se acurrucó contra el gran y frío nido que arrastró hasta su cama, intentando aprovechar los pocos rayos cálidos que entraban por su ventana mientras el sol comenzaba a ocultarse, intentando inútilmente calentarse ante su sudor frío, aunque todo su cuerpo ardía de fiebre delirante, las dulces feromonas saliendo en espesas oleadas por el aire, perfumando todo el ambiente, sin nada ácido ni amaderado para mezclar y calmar sus pulmones apretados y jadeantes en busca de algún aroma más dulce.
Su cabeza empezó a querer alucinar como las otras veces, sola hasta la mañana siguiente, donde una criada le traería una bandeja de comida para el resto de su día, porque era una tontería estar cerca de un Alfa o una Omega en Celo, como entrar en Celo en territorio de algún animal salvaje. Puso los ojos en blanco mientras gemía de dolor, su cuerpo demasiado débil para intentar aliviarse, sabiendo que solo sería más frustración. No había mucho que hacer más que soportar todo el dolor durante unos largos y tortuosos días.
—Aemma. —Una voz llegó al fondo de su mente y abrió los ojos débilmente, queriendo creer que no era algo dentro de su cabeza.
—Rhaenys… —Llamó sorprendida ante la imagen de su esposa, no viendo una alucinación de fiebre, si no a alguien de carne y hueso, y mucho calor en su piel, el olor a cenizas solo excitaba aún más su cuerpo. — ¿Qué estás haciendo aquí?
—Vine a verte. —Murmuró Rhaenys con indiferencia, el olor a dragón persistía en su ropa que todavía traía puesta, acercándose sigilosamente.
—¡Estoy en Celo, no deberías estar aquí! —Gruñó débilmente en un intento de empujar a su esposa, gimiendo cuando su acción no tuvo efecto en ella.
—Ya te lo dije antes, te cuidare, Aemma. —No había vacilación ni debilidad en su voz, entonces Rhaenys agarró la mano que la empujaba, besando su muñeca y perfumándola mientras la frotaba en su cuello, mezclando los aromas. —Prometo cuidar de ti.
Palabras tan dulces y tentadoras de aceptar, solo para dejar que el dragón la tomara por completo, una Alfa lo suficientemente fuerte para protegerla, una devoción que nunca podría volver a encontrar en otra persona, y alguien que podría traerle cualquier cosa, desde la muerte hasta el deseo.
—Estoy en Celo, Rhaenys. —Intentó luchar con sus últimas fuerzas, queriendo negar el fuego que parecía querer encenderse en su pecho al oler el aroma de su Alfa cerca.
—No me importa. —Se acercó más y sus labios se rozaron ligeramente, una pequeña chispa que encendió las llamas. —Me llamaste, eso es todo lo que importa.
Rhaenys se acerca a su cama con suavidad, lo que hizo que Aemma retrocediera sorprendida y apoyara la cabeza contra la cabecera. Rhaenys levanta su mano izquierda y la acerca lentamente al cuello de Aemma. Ella no se aparta, permitiendo que la tocara. Su esposa le pasa la yema de los dedos por el hombro, tirando hacia abajo del tirante, dejando al desnudo su hombro y parte de sus pechos generosos. Ella no aparta la mirada de los ojos lilas de Aemma mientras su mano avanza. Aemma se lame los labios, repentinamente resecos, y a Rhaenys le cuesta un enorme esfuerzo contenerse. Si se dejaba llevar ahora, no se detendría. Pero no por eso deja de provocarla y sabe que si su Omega la necesita no se contendrá.
Su mano desliza el segundo tirante del camisón y sólo el hecho de que Aemma mantuviera las manos firmemente apretadas contra su cuerpo impidió que el camisón se le resbalara hacia abajo.
—¿Por qué haces esto? —Susurra ella, apartando la mirada.
—¿Porque quiero esto? —Le responde ella con una pregunta, sin dejar de acariciar su calida piel. —Por que deseo hacerte sentir satisfecha cariño.
La lucha se refleja un segundo en el rostro de Aemma, que relaja los brazos con un profundo suspiro, permitiendo que el camisón dejara al descubierto su torso.
—¡Mierda! —Rhaenys resopla un gemido, mirando sus perfectos pechos y sus claros pezones. —Eres una belleza.
—Pero no es verdad. —Aemma no se deja distraer, continuando con su insistencia.
—¿Es por eso que creés que estoy sentada aquí contigo, apenas conteniéndome de arrancarte la ropa y para hacerte gemir más fuerte que una recién casada? —Rhaenys gruñe suavemente mostrando sus colmillos de Alfa mientras mueve su mano que se cierra de manera suave sobre uno de los pechos de Aemma mientras la mira con ojos ardientes, como si deseara devorarla por completo.
La respiración de Rhaenys es irregular y el corazón de Aemma late a un ritmo acelerado, haciendo que su pecho suba y baje con rapidez. Aemma puede sentir el calor que emana de ella, como si fuera una llama que amenaza con quemarla. Rhaenys la mira fijamente, y ella siente que se tensa bajo la intensidad de su mirada de Alfa. Ella sabe que debería estar asustada, pero en su lugar, se siente seducida por su furia incontrolable. Aemma no sabe exactamente qué piensa Rhaenys en este momento, pero lo que sí sabe es que su lenguaje corporal revela una tormenta interna que está a punto de estallar. Su semblante parece decir “No voy a aguantar más”, y Aemma siente que su corazón late más fuerte ante esa perspectiva de su esposa.
Anhelando la pasión que sabe que está a punto de desatarse, Aemma espera en silencio a que Rhaenys tome la iniciativa y la lleve a donde ella quiera. Seguidamente, Aemma no contiene el gemido ante la nueva caricia de su esposa en su cuerpo, y Rhaenys se lanza a besarla, bajando el camisón de Aemma. Este beso no fue suave y tierno, no, Rhaenys aplastó y mordió sus suaves labios, reclamando su derecho a su dueña. Cuando ella sintió las manos de Aemma en los botones de su camisa, las apartó, llevándolas detrás de su cabeza.
—No, mi reina, no voy a tomarte hasta que se que no te lastimare. —Le susurró en el cuello, mordiéndola sobre el lugar donde se encuentra una vena palpitante.
—Entonces, ¿Para qué es todo esto? —Jadea Aemma.
—Puedo darte placer de otras maneras.
Rhaenys se separa de los labios de Aemma y se sienta sobre la cama, apoyándose en el cabecero. Coloca a Aemma frente a ella de modo que su espalda descanse contra su pecho y sus labios puedan posarse cómodamente en su cuello. Le excitaba enormemente el hecho de que ella estuviera completamente vestida y Aemma desnuda. Su erección le aprieta dolorosamente contra el pantalón, pero Rhaenys la ignora y se concentra en complacer a Aemma.
Con un movimiento audaz y decidido, Rhaenys separa las piernas de Aemma. Un suspiro anticipado escapa de los labios de Aemma, inhalando el aire cargado de tensión. Rhaenys inclina la cabeza ligeramente, girando la suya hacia ella mientras ambas buscan ansiosamente el encuentro de sus labios. El beso que Rhaenys le ofrece es voraz, lleno de una pasión incontrolable. La lengua de Rhaenys juega con la de Aemma, explorando cada rincón de su boca. Mientras sus labios se funden en una danza apasionada, la mano izquierda de Rhaenys acaricia con dulzura los pechos de Aemma, palpando suavemente cada curva y provocando una explosión de sensaciones en su cuerpo.
Pero la mano derecha de Rhaenys no se queda atrás en su búsqueda de placer. Con una delicadeza casi torturante, recorre con sus dedos el contorno del cuerpo de Aemma hasta llegar a ese punto de éxtasis que emana calor y humedad. Un gemido escapa sin control alguno de los labios de Aemma, dejando en claro su deseo palpable. La evidencia de ello no pasa desapercibida para Rhaenys, quien siente cómo su miembro reacciona de manera instantánea y dolorosa, oprimido por la estrechez de sus pantalones. Un gruñido gutural escapa de su garganta, revelando el nivel de excitación que la consume. Sin poder resistirse a la tentación, hunde sus dedos aún más en el cálido abrazo del interior de Aemma, sintiendo la respuesta de su cuerpo retorciéndose de placer alrededor de ellos.
—Dioses, concedánme paciencia —Casi suplica Rhaenys, luchando contra el impulso de arrancarse la ropa molesta y entrar en el húmedo interior de Aemma, lista para su invasión y llenarla de cachorros.
Ella se entretiene un largo rato con los pechos de Aemma, pellizcándole los pezones, lamiéndole el cuello, mordiéndole los labios y con sus dedos buscando el ritmo justo para llevarla al orgasmo. La Omega de Aemma se entrega con una locura desenfrenada, ansiosa por cada caricia de Rhaenys, y esa respuesta no hace más que avivar la llama ardiente dentro de ella. La mente de Rhaenys vuela, imaginándose sus futuras noches llenas de pasión, cuando ya no haya necesidad de contenerse.
En un acto valiente, Aemma decide tomar el control, cubriendo la palma de la mano de Rhaenys con la suya, guiándola con delicadeza hacia donde desea ser tocada. Este atrevimiento desata un torrente de excitación en ambas, sumergiéndolas aún más en el laberinto erótico que están explorando juntas. El tacto suave de la mano de Aemma entrelazada con la de Rhaenys crea una conexión intensa, cargada de anticipación y deseo. Los dedos de Rhaenys se deslizan siguiendo las indicaciones silenciosas de Aemma, acariciando con exquisita precisión cada centímetro de su nudo de sensibilidad, despertando cada terminación nerviosa y arrancando gemidos de placer de sus labios.
En este juego de lujuria, lo físico se fusiona con lo emocional, creando una sinfonía donde cada movimiento lleva consigo un significado profundo. Aemma se siente empoderada al guiar a Rhaenys hacia su propio orgasmo, mientras ella se deleita en el poder de complacerla y llevarla a nuevas alturas de goce. En esta seductora danza de dragones, sus manos se convierten en cómplices, comunicándose sin palabras y explorando los rincones secretos de sus deseos más profundos. Cada roce, cada caricia, se convierte en una muestra de conexión íntima y complicidad compartida, intensificando la conexión carnal y emocional entre ellas.
—¿Con qué frecuencia recibes placer con los dedos? —Siseó ella en su oreja, mordiéndola.
—Las mujeres no pueden permitirse el lujo de satisfacer sus deseos yendo al Lecho de Pulgas. —Replica Aemma en cambio. —Y más una que ya está casada. —Sonrie ronroneando.
—¿Me imaginaras a menudo ahora mientras llegarás al clímax hasta que te sientas preparada para tener a nuestros cachorros? —Insiste Rhaenys, acelerando sus caricias.
—¿Me imaginabas tú haciéndome el amor? —Aemma tampoco estaba dispuesta a ceder.
—Casi todas las noches desde el día en que nos casamos. —Responde Rhaenys con sinceridad.
—Qué casualidad, yo también empecé a pensar en ti desde aquel día. —Admite Aemma con la misma sinceridad.
Rhaenys casi gruñe de placer al oír la confesión de Aemma.
Ella reclama nuevamente la dulce boca de Aemma y trabaja con destreza sus dedos. Con una mano acaricia los suaves pechos de su esposa mientras con la otra la toca entre sus piernas. Al percatarse de cómo se aceleran los latidos y la respiración de Aemma, Rhaenys se apresura aún más, aferrándose a sus labios con mayor intensidad. Después de unos breves instantes, un gemido escapa de los labios de Aemma durante el beso, y Rhaenys no cesa en el movimiento de sus dedos hasta que la joven se estremece entre sus brazos. Separándose de esos labios adictivos, Rhaenys muerde suavemente la piel del cuello de Aemma, dejándole una marcada huella de su pasión compartida. Agotada, Aemma se derrumba en los brazos de Rhaenys, descansando su cabeza en su hombro.
—Bueno, supongo que tendré que encontrar las palabras adecuadas para evitar que mi padre me arranque la cabeza en cuanto se enteré que estuve contigo. —Rhaenys sonrió. —Aunque no tendría tiempo para eso, porque mi madre lo hará antes.
Aemma se libera suavemente de los confines de sus brazos y, con determinacion se gira para que ambas queden cara a cara. Sus mechones plateados, como hilos de seda, caen con gracia sobre sus hombros, cubriendo coquetamente sus senos y dotándola de un aura semejante a la de una hermosa sirena. Rhaenys, asombrada ante tanta belleza, no puede apartar la mirada de ella.
—Eso no será necesario amor. —Habla soltando un jadeo. —Podemos seguir haciéndolo... —Se acerca a sus labios. —Como dijiste antes, hasta que me sienta preparada... —Susurra cerca de sus labios. —Pero eso no detiene que nos conozcamos el cuerpo de la otra lo mejor posible.
Aemma toma las mejillas de Rhaenys, antes de inclinarse y besarla. Enrosca sus brazos alrededor del cuello de Rhaenys y a su vez su esposa coloca sus manos en la parte baja de su espalda mientras profundizan el beso. Una de las manos de Rhaenys se mueve hacia las caderas de Aemma, rompe el beso y mira a los ojos a su esposa.
—¿Deberíamos detenernos? —Olfatea el olor de su esposa.
Aemma niega con la cabeza gruñendo.
—No, quiero seguir.
Rhaenys sonríe y deposita varios besos en el rostro de Aemma.
—Si es demasiado, solo dime qué pare y lo haré.
Aemma anhelaba el toque de Rhaenys. Ella quiere estar a merced de su Alfa. Las manos experimentadas de Rhaenys comienzan a moverse por su cuerpo para quitarle el camisón.
—Déjame ayudarte. —Susurró seductoramente contra sus labios sonriendo y se encargó de desatar los cordones de los pantalones de Rhaenys.
Cuando quita los pantalones de su esposa el miembro de esta sale disparado, Aemma siente una ráfaga de calor que se abre camino hasta su centro y haciendo que su coño se apriete, su Omega está despierta y ya se encuentra desesperada por la atención de Rhaenys después de haberse relajado hace un momento, pero sabía que no podían ir tan lejos aún. Rhaenys toma su mano, besándole los nudillos. Aemma se sienta al borde de la cama y observa cómo Rhaenys se levanta y se quita rápidamente la camisa. Aemma sonríe.
“Rhaenys es deslumbrante.“ Penso Aemma al ver a su esposa desnuda ante ella.
Su vientre ligeramente marcado, sus brazos tonificados, cada centímetro de su cuerpo es perfecto. Rhaenys empuja suavemente a Aemma sobre el colchón. Aemma no duda y separa sus piernas para para que su esposa pueda colocarse entre ellas. Rhaenys volvió a besar a Aemma con un fervor renovado. Los dedos de Rhaenys se movieron hacia su centro, provocándola.
Aemma sintió como uno de los dedos de Rhaenys empezaba a acariciar aquella zona que minutos atrás rogaba por su atención antes de que la tocará, quiso sentir más fricción con aquellos largos dedos y como si Rhaenys pudiera leer su mente, con cuidado metió un segundo dedo en el interior de su esposa. Mientras que Rhaenys mantuvo el movimiento lento de sus dedos acercó su rostro al oído de Aemma.
—Vamos mi dulce Omega, quiero oírte gemir para mí y solo para mí.
Aemma apenas pudo susurrar una respuesta.
—Si mi Alfa.
Los gemidos fueron incrementando conforme los movimientos de Rhaenys seguían. El movimiento era lento y pausado para que Aemma pudiera acostumbrarse. Rhaenys trazo con su pulgar el clítoris de su esposa, presionándolo ligeramente y Aemma se retorció, se sentía tan bien cada vez que Rhaenys lo rozaba con un poco de fuerza. Aemma deslizó una de sus manos a través del cuerpo de Rhaenys, ella también quería complacer a su Alfa, con cuidado tomo su miembro comenzando a hacer movimientos de arriba hacia abajo sacándole un gemido a su esposa.
—Siete infiernos. —Gimió, moviendo sus caderas contra la mano de Aemma.
Aemma continúo bombeando la carne palpitante, haciendo que los ojos de Rhaenys se cerraran. Pero Rhaenys no se quedó atrás y reanudo el movimiento de sus dedos en el centro de Aemma mientras miraba las expresiones lascivas de su esposa.
Después de un rato Aemma, aceleró los movimientos de su mano. Rhaenys tenía que admitirlo, la mano de su esposa se sentía mucho mejor que la suya. Rhaenys movió aun más rápido sus dedos curbandolos en el proceso logrando sacarle un fuerte grito a su Omega. Rhaenys se inclino y beso a Aemma con un hambre voraz al que su esposa correspondió.
Con cada estocada de los dedos de la Alfa, sentía que se volvía loca, se sentía tan bien estar así con ella, y con el pasar de los segundos sentío que su orgasmo estaba cerca. Rhaenys se separó del beso, mientras frotaba el clítoris de su esposa. Las paredes de Aemma se apretaron con fuerza alrededor de sus dedos y el orgasmo de Aemma la siguió unos segundos después.
Aemma se permite disfrutar del resplandor de su orgasmo por unos momentos, envolviendo la polla de su esposa en un agarre más fuerte, bombeo tan rápido y fuerte como su mano se lo permitió. Rhaenys inclinó su cabeza hacia atrás, con la boca abierta mientras lanzaba cuerdas de semen sobre el estómago de su Omega.
Rhaenys se derrumba sobre las suaves almohadas, agotada por su orgasmo, Aemma se recuesta en la cama junto a Rhaenys. La Alfa la acerca, abrazándola por la cintura. Rhaenys besa la parte superior de su cabeza.
—Buenas noches mi amor.
—Buenas noches mi Alfa. —Dijo y antes de que el sueño se apoderara de ella, la Omega toma una de las manos de su esposa de su cintura y entrelaza sus dedos.
Notes:
Si les gusto comenten, y ya saben estoy abierta a ideas en mi Tik Tok jejeje.
Rhaenyra en recepción: señora tengo 3 lunas sin nacer necesito nacer ya!!
Diosa Syrax: Haber pequeña, cuando tú madre Aemma decida sentirse lista, te irás ahora toma un número y espera en la fila.
Nyra tomando un ticket y sentándose en la sala sola: esto tarda mucho.
Chapter 6: Rumores.
Summary:
El cumpleaños de maldito viejo, Aemma en un burdel y problemas familiares 😅😅😅
Gracias a @V3NUS3 por la idea y también a mi querida amiga Mor por ayudarme!!
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
93 D,C, Fortaleza Roja.
Había gritos, aplausos, copas chocando y personas riendo en el Onomástico del Rey Jaehaerys, todos los presentes estaban festejando alrededor de la mesa de la familia real, en el extremo izquierdo estaba Daemon quien a su lado estaba Aemma, luego Rhaenys, Jocelyn a un lado de su esposo Aemon quien estaba al lado de su madre junto al rey y por último estaba Viserys junto a Alicent y su padre Otto Hightower en el otro extremo.
Todos estaban conversando tranquilamente, Daemon a veces con su poca edad de 11 Onomástico se burlaba de su ahora futura cuñada a escondidas de las miradas de Otto. Por otro lado Alicent estaba desesperada por querer ir al lado de Rhaenys pero al saber que Aemma estaba con ella desde que habían llegado solo la hizo enojar, Alicent le había dicho a su padre que deseaba desesperadamente ser la consorte de la heredera pero sus planes se fueron al fuego al saber que Aemma Arryn se había casado con Rhaenys.
Pero Otto solo estaba mirando disimuladamente a las dos jóvenes que estaban sonriendose entre si como si estuvieran ocultando algo más. Su informante en RocaDragon le había estado informando de todo lo que hacían pero también le dijo que por lo que ha escuchado de otros sirvientes las jóvenes no habían logrado encamarse todavía, eso le dejo una idea a Otto, el deseaba deshacerse de ambas a como diera lugar para que el príncipe Aemon eligiera a Viserys como su sucesor, para poder tener su sangre en el trono y así poder deshacerse de los Targaryen para siempre. Pero el problema que tenía era que si Rhaenys tuviera hijos y más que estos fueran Alfas y Omegas, serían la clave para ascender al trono sin ningún problema.
Otto decidió que era hora de actuar. Comenzó a acercarse a Alicent.
—Alicent, querida. —Dijo con un tono suave. —He notado que te sientes un poco fuera de lugar. Quizás deberíamos hablar sobre cómo podrías acercarte a Rhaenys. Después de todo, una buena estrategia puede cambiar el rumbo de los acontecimientos.
Alicent, intrigada pero cautelosa, lo miró con desconfianza.
—¿Y qué propones, padre? No puedo simplemente desplazar a Aemma de su lado.
—Ah, pero hay maneras sutiles de influir en las decisiones de los demás. —Respondió Otto, con una sonrisa calculadora. —Si logramos que Rhaenys se distraiga con alguien, podremos llevar a Aemma lejos de ella.
—¿Y a dónde la llevaré? —Susurró, su voz cargada de incertidumbre.
Otto se inclinó hacia ella, su sonrisa se tornó más maliciosa.
—¿Qué tal si... La llevas a un burdel? —Sugirió, dejando que la idea flotara en el aire como un perfume embriagador.
Alicent se quedó en silencio, contemplando la propuesta. La idea de llevar a Aemma a un lugar así le parecía arriesgada, pero también sabía que en el juego del poder, a veces había que arriesgarse para ganar. Otto, con su experiencia, había visto cómo las distracciones podían cambiar el rumbo de una conversación, o incluso de un destino.
Alicent sintió un torbellino de emociones. La propuesta de su padre era audaz, incluso peligrosa, pero en el mundo de la corte, donde las alianzas se forjaban y se rompían con la misma facilidad que se levantaban las copas, sabía que debía considerar cada opción.
—¿Y si Rhaenys se entera? —Preguntó, su voz apenas un susurro. La idea de que su plan pudiera volverse en su contra la inquietaba.
Otto se encogió de hombros, su expresión era la de un hombre que había jugado muchas partidas de ajedrez y sabía que a veces había que sacrificar una pieza para ganar la partida.
—La clave está en la discreción. Si Aemma se siente atraída por la idea de una noche de diversión, no habrá razón para que Rhaenys sospeche. Además, podrías hacer que parezca que es una invitación amistosa, una forma de fortalecer lazos entre las casas.
Alicent se mordió el labio, considerando las palabras de su padre. La idea de acercarse a Rhaenys, de tenerla a su lado, era tentadora. Pero también sabía que Aemma era una mujer fuerte y decidida, y que no sería fácil deshacerse de ella.
—¿Y si Aemma se niega a ir? —Preguntó, su voz llena de dudas.
—Ah, querida, ahí es donde entra tu ingenio. Puedes hacer que parezca que es una oportunidad única, algo que no puede rechazar. Tal vez podrías insinuar que es un lugar donde podría encontrar algo que le falta en su vida.
Alicent sintió que la idea comenzaba a tomar forma en su mente. Si lograba que Aemma se alejara de Rhaenys, podría acercarse a la heredera y, tal vez, ganarse su favor.
—Está bien, padre. Lo intentaré. —Dijo finalmente, con una determinación renovada.
Otto sonrió, satisfecho. Sabía que había plantado la semilla de la ambición en su hija, y que, con un poco de suerte, podría cosechar los frutos de su estrategia.
Mientras tanto, en el otro extremo de la mesa, Daemon seguía burlándose junto a Aemma de las historias graciosas de Rhaenys, quien reía a carcajadas, ajena a los planes que se estaban gestando a su alrededor. Rhaenys, por su parte, disfrutaba de la compañía de su esposa, sin sospechar que la tranquilidad de la noche podría verse interrumpida por las maquinaciones de Otto Hightower.
La celebración continuó, con risas y brindis, pero en las sombras, el juego del poder ya había comenzado. Alicent se preparaba para actuar, y Otto estaba listo para ver cómo se desarrollaba su plan. En el mundo de los Targaryen, la lealtad y la traición eran dos caras de la misma moneda, y esta noche, el destino de muchos podría cambiar con un solo movimiento.
Alicent se levantó de su asiento, decidida a llevar a cabo su plan. Mientras se acercaba a Aemma, su corazón latía con fuerza. Sabía que estaba a punto de entrar en un juego peligroso, pero en la corte, a veces había que arriesgarse para ganar.
—Aemma, querida, ¿Te gustaría acompañarme a un lugar especial? —Preguntó, tratando de sonar casual.
Aemma la miró con curiosidad, sin saber que su vida estaba a punto de dar un giro inesperado.
—¿A dónde? —Inquirió, intrigada.
Alicent sonrió, sintiendo que el juego había comenzado.
—A un lugar donde podrías disfrutar de una noche diferente, algo alejado de toda esta formalidad. —Respondió Alicent, intentando mantener un tono despreocupado, aunque su corazón latía con fuerza por la tensión de la situación.
Aemma frunció el ceño, notando que había algo en la voz de Alicent que no le sonaba del todo bien. Sin embargo, su curiosidad fue más fuerte que su instinto de desconfianza.
—¿Un lugar diferente? —Preguntó Aemma, levantando una ceja. —¿Te refieres a un lugar para divertirse o...?
—Algo así. —Interrumpió Alicent, sonriendo de manera enigmática. —Un sitio donde podrías relajarte y disfrutar de la compañía de otras personas. He oído que hay un nuevo lugar en la ciudad que es bastante popular.
Aemma miró hacia donde estaba Rhaenys, quien aún se reía con Daemon. La idea de dejarla sola la incomodaba, pero la propuesta de Alicent parecía tentadora. Después de todo, nadie había dicho que no podía tomarse un respiro.
—No sé, Alicent... No quiero que Rhaenys se sienta sola. —Dijo Aemma, un poco dudosa.
—Oh, no te preocupes. Estoy segura de que Rhaenys se divertirá por sí misma. Además, ¿No sería agradable tener una noche solo para nosotras? —Insistió Alicent, viendo que su plan estaba tomando forma.
Finalmente, la sonrisa de Alicent pareció convencer a Aemma. El deseo de escapar de la rigidez de la corte y disfrutar de una noche de libertad era atractivo.
—Está bien, acepto. —Dijo Aemma, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo.
Alicent sintió que la victoria estaba cerca, pero sabía que no podía bajar la guardia. Era crucial que su plan siguiera en marcha.
—Perfecto, entonces. Te prometo que será una noche inolvidable. —Respondió Alicent, tratando de ocultar su satisfacción.
En el otro extremo de la mesa, Rhaenys notó la mirada de Aemma y Alicent, y aunque no podía escuchar lo que estaban diciendo, su instinto le decía que algo estaba sucediendo. Sin embargo, la música y el ambiente festivo la envolvían, y decidió dejar que su esposa disfrutara de la compañía de la Hightower.
—¿Todo bien, querida? —Preguntó Rhaenys cuando se acerco a su esposa, sonriendo mientras miraba a Daemon con complicidad.
—Todo está bien. —Respondió Aemma, aunque una pequeña parte de ella se sentía culpable por dejar a Rhaenys sola.
Mientras tanto, Otto observaba desde la distancia, satisfecho al ver que su plan comenzaba a tomar forma. El juego estaba en marcha, y en su mente, ya comenzaba a visualizar cómo los hilos del poder se entrelazaban a su favor.
La noche continuó, llena de risas y brindis, pero en el aire se percibía una tensión latente, como una tormenta que se avecina. Alicent y Aemma abandonaron la celebración, sin saber que, a sus espaldas, el destino de sus vidas estaba siendo decidido en la oscuridad de las intrigas familiares.
A medida que se alejaban, Alicent no podía evitar sentir una mezcla de nerviosismo y emoción. Sabía que estaba al borde de un juego peligroso; si todo salía como había planeado, podría acercarse a Rhaenys y, con suerte, desestabilizar la dinámica entre ella y Aemma. Pero la inquietud de que su plan pudiera salir mal siempre acechaba en su mente.
—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —preguntó Aemma, su voz apenas un susurro mientras se detenían en un pequeño pasillo iluminado por antorchas.
—Claro que sí. Será divertido. Solo será una noche para relajarnos, sin presiones. No tienes que preocuparte por Rhaenys. Ella estará bien, confía en mí. —Respondió Alicent, intentando transmitir seguridad aunque su corazón latía con fuerza.
Mientras avanzaban hacia la salida, Aemma sintió una punzada de culpa. A pesar de que quería disfrutar, no podía evitar pensar en cómo Rhaenys podría sentirse al ser dejada de lado. La lealtad hacia su esposa competía con la tentación de la aventura.
Al llegar a la puerta del castillo, Alicent se volvió hacia Aemma, su mirada fijada en la oscuridad que se extendía más allá de las torres de la fortaleza.
—Prometo que no te arrepentirás. Solo piensa en lo que nos espera. —Dijo, mientras una sonrisa persuasiva se dibujaba en su rostro.
Aemma respiró hondo y asintió, aunque una pequeña voz en su interior advertía sobre las posibles consecuencias de sus acciones. Pero no había vuelta atrás; ya estaban en el punto de no retorno.
La noche se extendía ante ellas, llena de posibilidades y peligros ocultos. Mientras caminaban hacia la ciudad, Alicent comenzó a relatar historias sobre el lugar al que se dirigían, enfatizando su ambiente festivo y la libertad que podrían encontrar allí.
—Es un lugar donde los problemas quedan atrás, donde puedes ser quien realmente eres. —Dijo Alicent, su tono lleno de promesas.
Y así, mientras la luna se alzaba en el cielo y las estrellas parpadeaban como testigos silenciosos de sus decisiones, Aemma sintió que la culpa comenzaba a eclipsar su emoción. Alicent había logrado encender una chispa de curiosidad en su corazón pero fue poco ya que Aemma se sintió culpable por haber dejado a su esposa sola.
Al llegar al burdel, el ambiente era completamente diferente al que habían dejado atrás en el castillo. Las risas, la música y el bullicio de la gente creaban una atmósfera vibrante. Aemma, un poco asustada, miró a su alrededor, sintiendo que se encontraba en un mundo completamente nuevo.
—¿No es emocionante? —Preguntó Alicent, su voz llena de entusiasmo.
Aemma se sintió un poco perdida entre la multitud. La música sonaba más fuerte, y los colores eran más vivos. Sin embargo, no pudo evitar pensar en Rhaenys, que seguramente estaría preguntándose dónde estaba.
—Vamos a divertirnos, Aemma. Solo esta noche. —Insistió Alicent, guiándola hacia una habitación donde estaban diferentes personas teniendo relaciones, Aemma se ruborizo al escuchar a una mujer gemir cuando otra la toco en su parte íntima. Aemma estaba desesperada por querer salir de ese lugar pero Alicent la tenía agarrada de la mano fuertemente.
A medida que Alicent la adentraba más y más en el burdel en el ambiente, Alicent comenzó a mezclar su ingenio y estrategia, tratando de mantener a Aemma distraída y alejada de sus pensamientos sobre Rhaenys. Pero era lo poco que estaba haciendo por qué la Omega de Aemma estaba asustada y empezó a llamar a su Alfa.
Mientras tanto, en el castillo, Rhaenys notó la ausencia de Aemma y su mirada se tornó preocupada. Aunque estaba ocupada con Daemon y sus risas, un pequeño nudo se formó en su estómago. Algo no le parecía bien.
—¿Dónde estará Aemma? —Preguntó, con una ceja levantada, mientras observaba a su alrededor.
Daemon se encogió de hombros, sin entender la inquietud de su hermana.
—Probablemente solo está disfrutando de la fiesta, Rhaenys. No te preocupes tanto. —Replicó, tratando de tranquilizarla.
Sin embargo, el corazón de Rhaenys no se sentía ligero. Con cada risa ajena que escuchaba, una sombra de duda se asentaba en su mente. Se preguntaba si Aemma estaba realmente bien y qué podría estar haciendo en su ausencia.
Alicent cansada decide llevar a Aemma a una habitación apartada dentro del burdel, donde las intrigas y los peligros son palpables. Al entrar, Aemma se siente incómoda, ya que hay un aire inquietante en el ambiente. Alicent mintiendo de que necesitaba hablar con una persona, la dejo sola en la habitacion. De repente, se ve rodeada por un hombre de aspecto amenazante que intenta aprovecharse de ella, sus intenciones son claras y malvadas.
—Que linda eres. —Le hablo el hombre desnudo frente a ella.
—P-por favor, n-no s-se acerque. —Aemma temblo de miedo al verlo.
—¿Segura? ¿Dime tú esposo sabe que estás aquí para buscar placer en alguien mejor? —Dijo relamiéndose los labios al mirarla de arriba a abajo.
Aemma se asustó más cuando el hombre se acercó más a ella, cerro los ojos asustada pidiéndole a los dioses que la salvarán.
Justo en el momento más crítico, cuando la situación parece desesperada, Sir Harrold Westerling, su guardia Real, irrumpe en la habitación empujando al hombre al suelo colocándose delante de Aemma.
—Majestad necesitamos salir de aquí, póngase esto. —Le pasa una capa con capucha mientras está protegiéndola.
Aemma asustada y temblando de miedo, se coloca la capa encima cubriéndola toda, al indicarle a su guardia real que ya estaba lista, este mismo la llevo agarrada por los hombros protegiéndola de cualquier hombre. Aemma intentaba bajar la mirada de cualquier cosa lujuriosa que viera enfrente de ella, sabía que esto estaba mal, debió irse cuando pudo pero Alicent la convenció para que ella sufriera un abuso en un burdel, ahora no sabía que pensar, si su guardia real no hubiera llegado a tiempo ella habría sido violada y abusada de un hombre cualquiera o aún peor de varios hombres. Se aferró a Sir Harrold llorando mientras salen del burdel caminando de regreso al castillo sin darse cuenta de que alguien la había estado viendo desde que entró a dicho lugar.
Mientras Rhaenys estaba preocupada en la Fortaleza Roja, no pudo evitar salir de la sala del festejo hacia la salida, pensando en dónde estaba Aemma, su esposa nunca se había separado de ella más de lo normal, su Alfa se estaba inquietando al no tener a su Omega a su lado.
—¿Donde estas amor? —Pregunto a la nada, caminando por los pasillos iluminados por las antorchas.
Al llegar a la salida pudo ver dos siluetas encapuchadas, así que se acerco rápidamente.
—¿Quiénes son? —Pregunto manteniendo su mano izquierda en una pequeña daga en su cinturón. Al ver qué no escucho respuesta decidió hablar otra vez pero un olor conocido y un llanto la hicieron bajar la guardia. —¿Aemma? ¿Eres tú?
Aemma se lanzó a sus brazos al escucharla, no le importo la presencia del guardia ni la situación en la que se encontraba. Era como si el mundo a su alrededor se desvaneciera, y todo lo que importaba era el calor y la seguridad que le ofrecía Rhaenys.
—¡Rhaenys! —Exclamó, sollozando mientras se aferraba a su esposa. —Lo siento, lo siento tanto... No debí irme...
Rhaenys la sostuvo con fuerza, su corazón se partía al ver a Aemma tan asustada y vulnerable. La rabia y la preocupación se entremezclaban en su interior.
—¿Qué te ha pasado? —Preguntó, su voz cargada de angustia. —¿Dónde has estado?
Aemma, aún temblando, trató de encontrar las palabras adecuadas. La imagen del hombre amenazante y la atmósfera del burdel volvían a su mente, pero en los brazos de Rhaenys, sentía que podía encontrar la fuerza para contarle todo.
—Alicent me convenció de salir... Dijo que sería divertido, que podríamos relajarnos. Pero luego... Luego... —Las palabras se le atascaban en la garganta mientras las lágrimas caían.
Rhaenys la miró a los ojos, comprendiendo que algo horrible había sucedido. El dolor y la furia ardían dentro de ella.
—¡Alicent! —Gritó, recordando que Alicent había estado involucrada en la decisión de Aemma de salir. —¡No puedo creer que te haya llevado a un lugar así!
Sir Harrold, que había permanecido en silencio, observó la escena con preocupación. Sabía que la situación había sido grave, y su deber era proteger a la esposa de la heredera a toda costa.
—Majestad, debemos regresar al castillo. —Dijo, rompiendo el abrazo entre las dos mujeres, aunque su expresión era de comprensión y respeto. —No es seguro aquí.
Rhaenys asintió, aún sosteniendo la mano de Aemma, quien parecía frágil y perdida. El camino de regreso a sus aposentos fue silencioso, con Aemma y Sir Harrold, quien se aseguraba de que nadie se acercara a ellas.
A medida que se acercaban al pasillo de sus aposentos, Rhaenys no podía evitar pensar en lo que había ocurrido. Su mente giraba en torno a lo que podría suceder mañana. No podía permitir que Aemma sufriera de esa manera, y estaba decidida a proteger a su esposa de cualquier mal que pudiera venir.
Rhaenys llevó a Aemma a sus aposentos. Los aposentos estaban decorados con suaves tonos y velas que le daban un toque de calidez, pero en ese momento, Aemma solo podía sentir el abrumador peso de lo que había pasado.
—Te voy a dar algo de beber, algo que te ayude a calmarte. —Dijo Rhaenys, mientras se movía rápidamente para buscar una jarra de agua y una copa.
Aemma se sentó en el borde de la cama, sintiendo la culpa y el miedo aún presentes. Era un lugar seguro, pero su corazón seguía acelerado, recordando la amenaza que había enfrentado.
—Lo siento, Rhaenys. Debería haber sabido que no debía irme. Te prometo que no volveré a hacer algo así. —Susurró, su voz temblando.
Rhaenys regresó con la bebida y se sentó a su lado. Con cuidado, le pasó la copa llena de agua.
—No es tu culpa, Aemma. Alicent debería haber sabido mejor. —Respondió, tomando su mano. —No puedo creer que haya hecho algo así.
Aemma miró a su esposa, la preocupación en sus ojos era evidente. La idea de que Rhaenys pudiera estar enojada con ella la asustaba.
—Pero fue mi decisión ir con ella. —Dijo, sintiéndose culpable. —Debería haberme quedado contigo.
Rhaenys negó con la cabeza, apretando suavemente su mano.
—No quiero que te sientas así. Estaba tan preocupada. Nunca debiste haber estado en ese lugar. —Sus ojos se llenaron de determinación. —No dejaré que esto vuelva a pasar.
Aemma sintió que el consuelo de Rhaenys comenzaba a calmar su corazón. La calidez de su amor era lo que realmente necesitaba.
—Gracias por protegerme. —Dijo, sus ojos llenos de gratitud.
Ambas se abrazaron, haciéndole entender a la otra que estaba a su lado. Rhaenys se movió un poco a su lado.
—Sera mejor ir a descansar, no quiero que sigas pensando en eso. —Le coloca un mechon de cabello platinado detrás del oído.
Aemma sonrió por tal gesto.
—¿Puedes abrazarme toda la noche? Es que... Me da un poco de miedo. —Le pregunta jugando con sus manos delante de su vestido.
Rhaenys sintió un profundo dolor en su corazón al escuchar la vulnerabilidad en la voz de Aemma. La preocupación por su esposa había crecido como una tormenta, y ahora que estaban a solas, la necesidad de protegerla y consolarla era más fuerte que nunca.
—Por supuesto, amor. —Le dió un beso en el cabello dándole la espalda para que se pudiera cambiar.
Aemma se quitó el vestido rápidamente queriendo eliminar esos momentos en el burdel lo mejor posible, se coloco el camisón para dormir, cuando le aviso a Rhaenys ella misma se cambió, con Aemma dándose la vuelta también, puede que hayan tenido encuentros íntimos pero todavía ninguno sobrepasaba más allá de los toques. Cuando Rhaenys estuvo vestida con su camisón a ambas se metieron en la cama.
—Aquí estarás a salvo. —Respondió Rhaenys, abriendo los brazos para que Aemma se acurrucara contra ella. La abrazó con fuerza, sintiendo cómo el cuerpo de Aemma se relajaba poco a poco en su abrazo.
Aemma se acurrucó contra su pecho, sintiendo el calor y la seguridad que Rhaenys le ofrecía. Cerró los ojos y dejó que las lágrimas fluyeran, liberando el dolor y la angustia de la noche. Rhaenys acarició suavemente su cabello, murmurando palabras de consuelo mientras el tiempo parecía detenerse a su alrededor.
—Estás a salvo, mi amor. Nunca más te dejaré sola. —Susurró Rhaenys, sintiendo que la rabia y la tristeza por lo que Aemma había pasado comenzaban a disiparse en la calidez de su amor.
Después de un rato, cuando las lágrimas de Aemma se calmaron, levantó la vista para encontrar los ojos de Rhaenys. En ellos vio una mezcla de amor, preocupación y una determinación feroz de protegerla.
—¿Qué haremos con Alicent? —Preguntó Aemma, su voz aún temblorosa. —No puedo creer que ella me haya llevado a ese lugar.
Rhaenys frunció el ceño, recordando la implicación de Alicent en toda esta situación. La ira burbujeaba en su interior, pero no quería que Aemma se sintiera más ansiosa.
—Hablaremos con ella cuando sea el momento adecuado. Por ahora, lo más importante es que te sientas segura y en paz. No quiero que te preocupes por lo que sucedió. —Dijo Rhaenys, acariciando la mejilla de Aemma con ternura.
A medida que el silencio se asentaba entre ellas, Aemma sintió cómo la calidez del abrazo de Rhaenys la envolvía como una manta. La conexión entre ambas era palpable, y en ese momento, Aemma se sintió más fuerte, más protegida.
—Gracias por estar aquí. No sé qué haría sin ti. —Dijo Aemma, su voz suave y sincera.
—Siempre estaré aquí, Aemma. Eres mi todo. —Rhaenys respondió, sintiendo que su corazón se llenaba de amor por su esposa.
Con el tiempo, el cansancio comenzó a apoderarse de Aemma. La intensidad de la noche había sido abrumadora, y en los brazos de Rhaenys encontró el refugio que necesitaba. Poco a poco, sus parpadeos se hicieron más lentos, y finalmente se quedó dormida, sintiéndose segura y protegida.
Rhaenys la miró dormir, sintiendo una mezcla de amor y preocupación. Sabía que debía hablar con Alicent, pero en ese momento, su prioridad era cuidar de Aemma. La noche había sido una prueba, y estaba decidida a no permitir que nada ni nadie pusiera en peligro a su esposa nuevamente.
Con cuidado, Rhaenys se acomodó junto a Aemma, rodeándola con su brazo en un gesto protector. Miró hacia la ventana, donde la luna brillaba intensamente, y prometió en silencio que haría lo que fuera necesario para proteger a su Omega.
Esa noche, mientras Aemma dormía, Rhaenys planeó cómo enfrentar el desafío que Alicent representaba y cómo asegurarse de que su amor estuviera a salvo en el futuro. Rhaenys estaba dispuesta a luchar por lo que más amaba.
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—¡Aemon puedes explicar cómo es posible que la esposa de tu hija haya estado en un burdel! —Hablo el Rey en el consejo real junto a su mano y su familia.
—Aemma pudo estar en ese lugar pero no hizo nada malo. —Hablo con seguridad defendiendo a su sobrina.
—Disculpe mi principe pero hay rumores de que eso no es verdad y creo que la princesa Aemma hizo algo más. —Dijo hablando cuidadosamente.
Aemon miro furioso a la mano del Rey.
—¡Aemma no podría hacer eso, ella es una doncella no una cualquiera! —Grito en defensa.
Aemma quien estaba al lado de su esposa, tía y abuela se sintió abrumada por la situación, no quería que algo pasara en su familia. Al otro lado estaba Alicent junto a Viserys, ambos hablando en susurros.
—Todo estará bien. —Susurro Rhaenys a su lado sintiendo el nerviosismo de su esposa.
—¡Su hija Alicent la llevo a ese lugar! ¿Que dice usted de eso? —Aemon desafío a Otto.
—Mi hija estaba en sus aposentos descansando majestad. —Habla tranquilamente la Mano.
—No entiendo cómo ha podido suceder esto. —Dijo el Rey, frunciendo el ceño mientras miraba a su consejo. —Alicent, ¿Puedes explicarte?
Alicent, que se encontraba en el otro extremo de la mesa, sintió el peso de las miradas sobre ella. Sabía que la situación se había vuelto tensa y que su papel en todo esto estaba siendo cuestionado. Sin embargo, no estaba dispuesta a ceder tan fácilmente.
—Su majestad, no tengo control sobre las decisiones de Aemma. Ella es una mujer adulta y libre de hacer lo que desee. No es mi culpa que haya elegido salir con-
—¿Con quién exactamente? —Interrumpió Rhaenys, su voz firme y decidida. —¿Con quién creías que estabas jugando, Alicent? Sabías que Aemma estaba en peligro en ese lugar.
Alicent se encogió de hombros, tratando de mantener la calma, aunque su corazón latía con fuerza.
—No sabía lo que iba a suceder. Solo quería que se divirtiera.
—Y al final, resultó en que estuvo a punto de ser agredida, gracias a tu “diversión”. —Replicó Rhaenys, su ira contenida. —¿Qué clase de diversión es esa?
Jocelyn, que había estado observando en silencio, decidió intervenir.
—Alicent, tu imprudencia ha puesto en riesgo a Aemma. No puedes simplemente ignorar las consecuencias de tus acciones. Si algo le hubiera pasado, no solo habrías perdido a una princesa, sino a una parte de nuestra familia.
La tensión en la sala aumentó, y Jaehaerys se llevó una mano a la frente, sintiendo el peso de la situación.
—Lo que importa ahora es deshacernos de esos rumores. Necesitamos asegurarnos de que no vuelva a ocurrir algo así.
Aemon quien estaba enojado con su padre por no castigar a la verdadera culpable hablo.
—¿Y que es lo que pretendes hacer? —Miro a su padre a los ojos.
—Aemma será llevada de nuevo al Valle para que sea mejor educada. —Hablo mirando a su hijo.
—¿¡Que!? ¡No puedes hacer eso, ella está casada conmigo, y es mi esposa! —Rhaenys ladro al escuchar la idea de su abuelo.
—Aemma puede ser tu esposa pero todavía no la has encamado.
—¿Y no recuerdas lo mismo que hicimos nosotros cuando nuestro tío Maegor murió, que nos casamos en secreto? —Hablo Alysanne mirando a su esposo. —Aemma puede que todavía no se haya encamado pero eso no quita el hecho de que las debas separar, ellas están casadas en una boda Valyria.
La sala se volvió un campo de batalla verbal, cada uno defendiendo su posición. Rhaenys, sintiendo que la situación se salía de control, dió un paso hacia adelante, su voz resonando con autoridad.
—No permitiré que separen a Aemma de mí. No importa lo que piensen. Ella es mi esposa, y lucharemos por nuestro amor. —Sus ojos ardían con determinación, y su postura era firme.
Alicent, sintiendo la presión de su propia familia, intentó recuperar el control de la conversación.
—Princesa, no se trata solo de ustedes. La seguridad de la princesa Aemma es lo primero. ¿No ves que la situación en la que estuvo fue peligrosa? Necesitamos ser responsables.
Aemon, aún furioso, intervino.
—¡No puedes simplemente decidir qué es lo mejor para Aemma! Ella tiene derecho a decidir su propio destino, y no aceptaré que la separen de Rhaenys. Si algo le pasara, sería culpa de todos nosotros.
La tensión en la sala era palpable, un campo de batalla donde cada palabra era una espada afilada. Las voces se cruzaban, cada miembro de la familia real defendiendo sus posiciones, mientras Aemma, aún temblando por lo sucedido, se encontraba atrapada en el centro de la tormenta.
Rhaenys, con la mirada decidida y el corazón en llamas, no estaba dispuesta a retroceder. Sabía que el amor que compartía con Aemma era verdadero y que nadie podría arrebatarla de su lado.
—Lo que ocurrió es inaceptable, pero no es una razón para separar a Aemma de mí. —Declaró Rhaenys, su voz resonando con firmeza. —Ella es mi esposa y tengo el deber de protegerla.
—¡Y yo tengo el deber de asegurarme de que nuestra familia esté a salvo! —Respondió Jaehaerys, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. —Alicent tiene razón, esto no puede volver a suceder. Necesitamos una solución.
Otto, viendo que su estrategia se desmoronaba, trató de recuperar el control de la conversación.
—Lo que necesitamos es un poco de distancia. La princesa Aemma debe entender que sus decisiones tienen consecuencias. Quizás un tiempo en el Valle le ayudará a ver lo que realmente significa ser parte de la familia real.
Aemma, que había estado callada, sintió cómo la ira comenzaba a burbujear dentro de ella. No podía permitir que la separaran de Rhaenys, no después de lo que habían vivido juntas.
—¿Y qué pasa con mi voluntad? —Preguntó Aemma, levantando la voz por primera vez. —Soy una princesa y tengo derecho a decidir sobre mi vida. No pueden simplemente decidir mi futuro por mí.
Los murmullos llenaron la sala a medida que los miembros de la familia intercambiaban miradas de sorpresa. Rhaenys se sintió orgullosa de Aemma al ver cómo se defendía, la fuerza de su amor irradiando en cada palabra.
—Tienes razón, Aemma. —Dijo Rhaenys, apoyándose en su esposa. —No seré parte de un plan que te quite de mi lado. Hemos construido algo hermoso y no permitiré que nadie lo destruya.
El rey Jaehaerys frunció el ceño, sintiendo la presión de la situación. La lealtad hacia su familia y su deseo de mantener el orden en el reino chocaban entre sí.
—No estoy tratando de destruir nada. Solo quiero lo mejor para todos. —Dijo, intentando mantener la calma. —Pero las decisiones imprudentes tienen repercusiones, y debemos ser responsables.
—¿Responsables? —Replicó Aemon, su voz llena de frustración. —¿Y qué hay de la responsabilidad de Alicent al empujar a Aemma hacia una situación tan peligrosa?
Alicent, sintiéndose acorralada, intentó defenderse.
—No sabía que las cosas terminarían así. Solo quería que se divirtiera. —Dijo, su tono defensivo.
—¿Divertirse? —Preguntó Rhaenys, sintiendo la ira subir por su cuerpo. —¿Divertirse en un burdel donde estuvo a punto de ser violada? Eso no es diversión, Alicent. Eso es irresponsabilidad y peligro.
El silencio se apoderó de la sala mientras todos absorbían las palabras de Rhaenys. La gravedad de la situación se hizo evidente, y el ambiente se tornó sombrío.
—Es mejor irnos a RocaDragon, ellas pueden quedarse a mi lado y el de mi esposa, y no se preocupe majestad. —Hablo con los dientes apretados mientras tomaba suavemente la mano de su esposa para salir del consejo siendo seguido por su madre, hija y sobrina. —Cuando sea el momento yo mismo le informaré cuando ambas hayan logrado encamarse.
Notes:
Pueden matarme si quieren!!! Lo siento es que he estado estudiando para dos proyectos y realmente no se cómo saldré!!! *Huye a otro continente*
Chapter 7: Alianzas, Cuidados y Primera Vez.
Summary:
Un salto en el tiempo para la hermosa parejita jajajajaja
@V3NUS3 y a @constellationtxt por las increíbles ideas 🥰🥰🥰🥰🥰🥰
Y a mi amiga Mor, mi Solecito ☺️☺️☺️
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
97 D,C, RocaDragon.
Rhaenys respiro profundamente sosteniendo su espada en alto, le dolía el cuerpo entero por las caídas al suelo.
—¡Debes enfocarte en tu enemigo hermana! —Escucho a Daemon gritarle desde donde estaba sentado solo para caer de nuevo al suelo.
Miro un momento a Daemon que había crecido mucho desde que ambos decidieron entrenar juntos pero no solo en eso, si no que también se había vuelto más osado, fuerte y apuesto para muchas de las damas Omegas y caballeros Omegas de RocaDragon.
—¡Está distraída Majestad! —Habla Sir Erryk al tenderle la mano. —Debe enfocar su vista en su enemigo.
Rhaenys cerró los ojos por un momento, tratando de ignorar el dolor que la invadía. Sabía que debía concentrarse, que cada segundo contaba en el entrenamiento. Abrió los ojos y miró a su alrededor. La voz de Daemon resonaba en su mente, recordándole que la distracción podría costarle caro algún día.
Con un movimiento decidido, ajustó su agarre en la espada y respiró hondo. La adrenalina comenzó a fluir, dejando solo el latido de su corazón y el sonido de su respiración.
—Gracias, Sir Erryk. —Dijo, tomando la mano que le ofrecía para levantarse. Se sentía un poco más fuerte, un poco más centrada.
—Recuerde, princesa, la mente es tan importante como la espada. —Le recordó Sir Erryk, con una mirada de aliento.
Rhaenys se coloco en posición de defensa al igual que Sir Erryk, respiro hondo para calmar su corazón y se preparó para lo que vendría. La tensión en el aire era palpable, y cada músculo de su cuerpo estaba alerta. Sabía que el entrenamiento no solo era una prueba de fuerza, sino también de estrategia y concentración.
—Ahora, visualiza a tu enemigo. —Le dijo Sir Erryk, su voz firme y tranquilizadora. —No solo lo veas. Anticipa sus movimientos.
Rhaenys asintió, cerrando los ojos nuevamente por un instante. Imaginó a su oponente, cada posible ataque y defensa. La imagen se volvió más clara en su mente, y con cada respiración, su confianza crecía. Abrió los ojos, enfocándose en el espacio frente a ella.
—Estoy lista. —Declaró, su voz resonando con determinación.
Con un gesto, Sir Erryk se movió hacia un lado, dándole espacio para que pudiera practicar. Rhaenys se lanzó hacia adelante, su espada brillando bajo la luz del sol. Cada golpe que daba era más preciso, más controlado. La adrenalina la impulsaba, y el dolor se convertía en un eco lejano.
—¡Eso es! —Gritó Daemon, animándola desde su lugar. —¡Sigue así!
Rhaenys sonrió para sí misma, sintiendo que cada caída, cada momento de duda, la había llevado a este instante. Con cada movimiento, se sentía más fuerte, más capaz. La batalla no solo era contra un enemigo externo, sino también contra sus propios miedos y limitaciones.
Finalmente, tras un intenso ejercicio, se detuvo, respirando con dificultad pero con una sonrisa de satisfacción en su rostro.
—Lo hice. —Murmuró, mirando a Sir Erryk y Daemon. —Lo hice.
—Y lo hará aún mejor la próxima vez. —Respondió Sir Erryk, con orgullo en sus ojo. —Recuerde, cada paso cuenta en el camino hacia la maestría.
Rhaenys asintió, sintiendo que estaba un paso más cerca de convertirse en la guerrera que siempre había querido ser. Aún con la adrenalina corriendo por sus venas, sintió que la energía la envolvía. Se giró hacia Daemon y Sir Erryk, su mirada llena de determinación.
—¿Qué sigue? —Preguntó, ansiosa por continuar su entrenamiento.
Daemon se levantó lentamente, apoyándose en su espada, y sonrió con complicidad.
—Ahora es el momento de poner en práctica lo que has aprendido. Vamos a hacer un ejercicio de combate simulado. Te enfrentarás a mí.
Rhaenys sintió una mezcla de emoción y nerviosismo. Sabía que Daemon era un oponente formidable, pero también era su hermano, y eso le daba una confianza especial.
—¿Estás listo para perder? —Bromeó, levantando su espada con una sonrisa desafiante.
—¡Eso es lo que quiero escuchar! —Respondió Daemon, adoptando una postura de combate.
Sir Erryk se colocó a un lado, observando con atención.
—Recuerde, princesa, no solo se trata de la fuerza. Anticipé sus movimientos y no se deje llevar por la emoción.
Rhaenys asintió, enfocándose en su hermano. Daemon hizo un movimiento rápido hacia ella, y Rhaenys reaccionó instintivamente, bloqueando su ataque con un giro de su espada. La colisión resonó en el aire, y Rhaenys sintió la vibración en sus manos.
—Bien hecho, pero no te detengas ahí. —La animó Daemon, lanzando otro ataque.
Rhaenys se movió con agilidad, esquivando y contraatacando. Cada golpe que intercambiaban era una lección, y Rhaenys se sentía más viva que nunca. La lucha se convirtió en un baile, un intercambio de habilidades y estrategias.
—¡Eso es! —Gritó Sir Erryk. —¡Mantengan la concentración!
Rhaenys se sintió más segura con cada movimiento. La confianza que había ganado en el entrenamiento anterior la impulsaba. Finalmente, encontró una apertura y, con un movimiento rápido, logró desarmar a Daemon, haciendo que su espada se escapara de sus manos.
Ambos se detuvieron, respirando con dificultad, y Rhaenys no pudo evitar sonreír, sintiéndose triunfante.
—¡Lo hice! —Exclamó, su corazón latiendo con fuerza.
Daemon se rió, levantando las manos en señal de rendición.
—Sí, lo hiciste. Pero recuerda, siempre hay más que aprender.
Sir Erryk se acercó, aplaudiendo suavemente.
—Han demostrado un gran progreso, mis príncipes.
Rhaenys y Daemon asintieron, sintiendo que cada paso que daban los acercaba más a su objetivo.
—Gracias, ambos. Estoy lista para seguir adelante. Pero creo que es suficiente por hoy, estoy un poco cansada y quisiera relajarme.
Daemon y Sir Erryk se rieron y asintieron caminando a lados opuestos para enfocarse en otra cosa, Rhaenys por su lado dejo la espada en la mesa y se alejo del lugar caminando lentamente. Sentía dolor por todo el cuerpo pero era algo que valía el esfuerzo, no quería ser una princesa que necesitara ser rescatada por alguien, ella misma quería defenderse sola si era posible. También sentía que su cabello estaba pegado a su cuello y mejillas por el sudor que tenía, deseaba desesperadamente un baño y dormir.
Mientras caminaba por los pasillos del castillo, disfrutando de la brisa fresca que entraba por las ventanas, su mente divagaba en pensamientos sobre el futuro. La idea de forjar alianzas y construir un legado la llenaba de emoción. Sin embargo, en medio de sus reflexiones, un sirviente apareció de repente, interrumpiendo su camino.
—¡Princesa Rhaenys! —Exclamó el joven, con una expresión de urgencia en su rostro. —Tengo un mensaje para usted de parte del Señor Corlys Velaryon.
Rhaenys se detuvo, su corazón latiendo con fuerza. Corlys, la famosa "Serpiente Marina", era un aliado valioso, y su opinión siempre había sido importante para ella. Por esa misma razón le había propuesto un matrimonio entre sus futuros hijos.
—¿Qué dice el mensaje? —Preguntó, sintiendo una mezcla de curiosidad y anticipación.
El sirviente se inclinó ligeramente, extendiendo un pergamino sellado. Rhaenys lo tomó con manos temblorosas y rompió el sello, desplegando el documento. A medida que leía, una sonrisa se dibujó en su rostro, y su corazón se llenó de alegría.
—¡Él acepta! —Exclamó, sin poder contener su emoción. —¡Lord Corlys acepta mi propuesta de casar a nuestros futuros hijos!
El sirviente sonrió, aliviado de ver su reacción positiva. Rhaenys sintió que una ola de felicidad la envolvía. Esta alianza no solo fortalecería su posición, sino que también uniría a dos casas poderosas en un lazo de familia.
—¡Esto es maravilloso! —Dijo, casi sin poder contener su entusiasmo. —Debo compartir esta noticia con mi esposa.
Sin pensarlo dos veces, Rhaenys se dirige a sus aposentos dónde estaba su esposa Aemma. Su mente llena de planes y sueños. La idea de un futuro brillante, lleno de posibilidades y alianzas, la impulsaba hacia adelante.
Mientras se dirigía no podía evitar imaginar cómo sería la vida de sus futuros hijos, creciendo en un mundo donde las casas Velaryon y Targaryen estarían unidas. La emoción la llenaba, y sabía que este era solo el comienzo de algo grandioso.
Al llegar a sus aposentos, la puerta se abrió con un suave crujido, y Rhaenys entró con una energía renovada. Aemma estaba sentada en un sillón, leyendo un libro, pero al notar la llegada de su esposa, levantó la vista con una sonrisa.
—¿Qué te trae tan radiante, mi amor? —Preguntó Aemma, dejando el libro a un lado.
Rhaenys no pudo contener la sonrisa que iluminaba su rostro. Se acercó a Aemma y tomó sus manos con fervor.
—¡Lord Corlys ha aceptado nuestra propuesta! —Exclamó, su voz llena de euforia. —¡Nuestros futuros hijos podrán unirse en matrimonio!
El rostro de Aemma se iluminó de inmediato. Sus ojos brillaron con alegría y sorpresa. Se levantó de un salto, abrazando a Rhaenys con fuerza.
—¡Es una noticia maravillosa! Esto fortalecerá nuestras casas y asegurará un futuro próspero para nuestros hijos. —Dijo Aemma, separándose un poco para mirar a Rhaenys, sus manos aún entrelazadas.
Rhaenys sintió un torrente de emoción. No solo se trataba de una alianza política; era una oportunidad para construir una familia unida y fuerte. La idea de ver a sus hijos crecer juntos, aprendiendo de sus herencias y culturas, era un sueño que había empezado a tomar forma.
—Gracias, Aemma. Me llenas de valor. —Respondió Rhaenys, inclinándose para besarla suavemente.
A medida que se separaban, Rhaenys se sintió más decidida que nunca. Pero el cansancio del entrenamiento se hizo presente en su rostro.
—¿Necesitas un masaje para relajarte? Ven siente en la cama. —Toma de la mano a su esposa para sentarla en el borde de la cama.
Rhaenys se dejó llevar por la suavidad de las manos de Aemma, sintiendo cómo la tensión acumulada en su cuerpo comenzaba a disiparse. Se sentó en el borde de la cama, dejando que su esposa se acercara a ella, lista para ofrecerle el alivio que tanto necesitaba.
—Me encantaría, pero no quiero que te sientas obligada. —Dijo Rhaenys, aunque en su interior anhelaba ese gesto de cariño y cuidado.
Aemma sonrió, sus ojos llenos de amor y complicidad.
—No es una obligación, es un placer. Además, mereces un poco de mimos después de un día de entrenamiento tan intenso. —Con esas palabras, comenzó a masajear suavemente los hombros de Rhaenys, sus dedos presionando con delicadeza en los puntos tensos.
Rhaenys cerró los ojos, disfrutando del contacto y del calor que emanaba de Aemma. La sensación de las manos de su esposa era reconfortante, y cada presión ayudaba a liberar el estrés acumulado. Recordó las lecciones aprendidas en el entrenamiento, la determinación de convertirse en una guerrera fuerte y capaz, pero también se dio cuenta de que era igual de importante encontrar tiempo para cuidar de sí misma.
—¿Te imaginas cómo será nuestra vida cuando tengamos hijos? —Preguntó Rhaenys, dejando que su mente divagara sobre el futuro.
—Lo imagino a menudo. —Respondió Aemma, sus manos continuando su trabajo en los músculos de la espalda de Rhaenys. —Verlos crecer, aprender de nosotros y de la historia de nuestras casas. Será hermoso.
Rhaenys sonrió al pensar en ello, visualizando a sus hijos jugando en los jardines de RocaDragón, aprendiendo a luchar bajo la supervisión de Daemon y Sir Erryk, mientras Aemma les contaba historias sobre sus ancestros.
Después de unos momentos de silencio, Aemma cambió de técnica, sus dedos ahora se movían con más firmeza, trabajando en las tensiones que aún persistían en la espalda de Rhaenys.
—¿Cómo te sientes ahora? —Preguntó Aemma, su voz suave y reconfortante.
—Mucho mejor, gracias. —Rhaenys sonrió, sintiendo que el cansancio se desvanecía poco a poco. —Eres increíble.
Aemma se rió suavemente, complacida por el cumplido.
—Solo estoy haciendo lo que cualquier buena esposa haría. —Dijo, aunque Rhaenys sabía que el cariño detrás de esas palabras era genuino.
Tras unos minutos más de masaje, Rhaenys se sintió renovada. Abrió los ojos y se levantó de la cama y se volvió hacia Aemma, quien la miraba con ternura.
—Gracias por esto. En verdad lo necesitaba. —Dijo Rhaenys, tomando las manos de Aemma entre las suyas.
—Siempre estaré aquí para ti. —Respondió Aemma levantándose de la cama para estar enfrente de ella, apretando suavemente las manos de su esposa. —En cualquier momento necesitas relajarte, eres la siguiente en la línea de sucesión de tu padre, necesitas tener fuerzas cariño.
Rhaenys asintió, recordando que su padre era ahora el rey y su madre la reina consorte desde que su abuelo había fallecido hace 2 vueltas solares de vida, el Desconocido se lo había llevado dejando solo a las pocas personas de su familia. Desde que ocurrió lo del burdel con Aemma, Rhaenys no había vuelto a dirigirle la palabra a Alicent o a Viserys y mucho menos a su abuelo, quien se negaba a que su hijo la dejara como heredera.
Pero ahora sabía que con casi 25 vueltas solares de vida y Aemma con casi 20, ambas podrían tener una familia sin que nadie las acusé de infidelidad.
Rhaenys la miro a los ojos un momento para luego besarla, Aemma coloco ambos brazos detrás de su cuello acercándola más a ella, Rhaenys colocó sus manos en sus caderas, no queriendo separarse del beso.
El beso se alargó, lleno de calidez y afecto, como un refugio en medio de la agitación del mundo exterior. Rhaenys se sintió completamente en paz, como si el tiempo se detuviera solo para ellas. En ese momento, todas las preocupaciones sobre el futuro, las batallas y los entrenamientos se desvanecieron, dejándola solo con la certeza de que tenía a Aemma a su lado.
Cuando finalmente se separaron jadeando por aire, con los ojos dilatados y labios hinchados, respiraron profundamente solo para poder oler el aroma de ambas pero no solo eso si no que también ambas habían empezado su Celo el mismo día.
Rhaenys sintió una oleada de calidez recorrer su cuerpo al darse cuenta de que Aemma y ella compartían el mismo ciclo. La conexión que sentían era profunda, pero ahora parecía intensificarse por el deseo que surgía en ambas, un deseo que era difícil de ignorar.
—¿Sientes eso? —Murmuró Rhaenys, su voz apenas un susurro, mientras su mirada se encontraba con la de Aemma.
—Lo siento. —Respondió Aemma, su rostro tiñéndose de un ligero rubor. —Es... Intenso.
Rhaenys sintió que el aire a su alrededor se volvía más espeso y cargado de tensión. La conexión entre ambas se sentía más que física; era un lazo que las unía en un nivel más profundo, un deseo que apenas comenzaba a brotar y que prometía ser poderoso.
Su corazón latía con fuerza mientras Rhaenys se acercaba un poco más, sintiendo el calor que emanaba de Aemma, como un imán que la atraía. Las palabras se desvanecieron, y en su lugar, el silencio se llenó de una anticipación palpable.
—No deberíamos… —Comenzó Aemma, pero su voz se desvaneció cuando Rhaenys la tomó de la mano, guiándola hacia la cama.
—No quiero pensar en lo que deberíamos hacer. Solo quiero sentir. —Dijo Rhaenys, su mirada fija en los ojos de Aemma, llenos de deseo y vulnerabilidad.
Aemma tragó saliva, y Rhaenys pudo ver cómo luchaba con sus propios pensamientos. Pero había una chispa en su mirada que la decía todo. Rhaenys se inclinó hacia adelante, capturando los labios de Aemma con los suyos una vez más, esta vez con un fervor renovado.
El beso fue cálido y lleno de promesas. Las manos de Aemma se deslizaron por la espalda de Rhaenys, mientras la princesa la acercaba más, sintiendo cada centímetro de su cuerpo contra el suyo. La tensión se convirtió en una llama ardiente, y Rhaenys supo que quería explorar cada rincón de esa conexión.
A medida que se separaban nuevamente, el aliento de ambas era entrecortado, y las sonrisas tímidas se transformaron en miradas llenas de entendimiento y deseo.
—Esto… —Comenzó Aemma, pero Rhaenys la interrumpió.
—No hay motivos para dudar. No estamos haciendo nada malo. —Dijo Rhaenys, su voz segura. —Esto es lo que queremos.
Aemma la miró, la indecisión en su rostro pronto se desvaneció, reemplazada por una expresión de comprensión y deseo. Rhaenys sintió un escalofrío recorrer su espalda al ver cómo su esposa se rendía a la atracción que ambas compartían.
—Tienes razón. —Respondió Aemma, su voz más firme ahora. —No hay nada de malo en esto.
Rhaenys sonrió, sintiéndose aliviada y emocionada a la vez. La tensión entre ellas se convirtió en un torbellino de emociones, y el aire en la habitación estaba impregnado de un deseo palpable. Ambas sabían que este momento era un paso importante en su relación, un momento que sellaría un lazo aún más fuerte entre ellas.
Con un gesto suave, Rhaenys llevo sus manos a sus labios besando sus nudillos mirando a su esposa con una mezcla de ternura y pasión. Aemma la miro, sus ojos brillando con anticipación.
—Quiero que esto sea especial. —Dijo Rhaenys, acariciando la mejilla de Aemma con ternura.
—Lo será. —Respondió Aemma, inclinándose hacia adelante para capturar los labios de Rhaenys en un beso suave, lleno de promesas.
Las manos de Aemma exploraron el cabello de Rhaenys, mientras la princesa respondía al roce de su esposa con un susurro de satisfacción. La conexión entre ellas se sentía intensa, como si cada roce avivara las llamas del deseo que ardían en su interior.
Rhaenys sintió cómo su corazón latía con fuerza, y el mundo exterior desapareció mientras se sumergían en el momento. Cada beso, cada caricia, se sentía como un paso hacia un nuevo nivel de intimidad, una revelación de sus sentimientos más profundos.
—Eres todo lo que he deseado. —Murmuró Rhaenys, mirando a Aemma con una intensidad que revelaba lo que llevaba guardado en su corazón.
—Y tú eres mi todo. —Respondió Aemma, sus ojos llenos de amor y deseo.
Las manos de Rhaenys se deslizaron por la cintura de Aemma, mientras la atrajo hacia ella. La princesa sintió cómo la calidez del cuerpo de su esposa se fusionaba con la suya, creando un calor que la envolvía por completo.
Con cada beso, con cada toque, las dudas se desvanecían. Ambas se adentraban en un territorio desconocido, pero también emocionante, donde la conexión que compartían se solidificaba en un vínculo indestructible.
—Quiero que esto sea nuestro. —Susurró Rhaenys, su voz temblando de emoción.
—Lo será. —Aemma sonrió, sus labios curvándose con dulzura. —Hoy, aquí y ahora, somos solo nosotras.
—He estado esperando este momento. —Susurró, mientras se acercaba un poco más. Aemma sonrió, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. La conexión entre ambas era palpable, un hilo invisible que las unía.
Con delicadeza, Rhaenys comenzó a desabrochar el vestido de Aemma, sus dedos rozando suavemente la piel de su esposa. Cada movimiento era un acto de amor y confianza, y Aemma se sintió vulnerable pero segura en su presencia. Cuando el vestido cayó al suelo, Aemma se quedó en su camisón, sintiendo la frescura del aire en su piel.
—Te ves hermosa. —Dijo Rhaenys, admirando a Aemma con una mirada llena de devoción. Aemma sonrojó, sintiendo una mezcla de timidez y emoción.
—Tú también. —Respondió, su voz apenas un susurro.
Rhaenys se acerca, hundiendo las manos en su cabello, liberándolo de las horquillas y deshaciendo sus trenzas, hasta que después de unos minutos interminablemente largos todo el cabello le cayó a la espalda en sedosas ondas. Aemma se sintió libre, sin domar. Osada.
—Llevo desde el día en que nos casamos soñando con hacer esto. —Rhaenys pasa los dedos entre sus finas hebras. Agarra un mechón y se lo lleva a los labios, besando el plateado de su cabello. —El olor de tu cabello me vuelve loca.
—¿Sólo mi cabello? —Aemma suspira, sintiendo cómo el deseo llena lentamente su cuerpo.
—Eres la mujer más hermosa que ha existido. —Confiesa Rhaenys, alejándose un paso de ella para poder verla completamente.
Se toma su tiempo deslizando la mirada por su rostro, su cuello, sus pechos, su cintura...
Ella apoya sus manos en su pecho y las deja allí, su camisa estaba fría pero podía sentir el latido de su corazón. Tuvo el impulso de quitársela para poder sentir su piel, pero no lo hizo... Aún. Rhaenys la atrajo hacia ella aún más y su mano recorrió su espalda hasta posarse en su cintura causándole escalofríos. Su contacto la estremecía y no había nada que pudiera hacer para controlarlo. Aemma jadea ante tan simple acción, pero no aparta los ojos de Rhaenys.
Haciendo instinto de sus encuentros, la Targaryen mayor le dio un suave beso en la mejilla y le acarició el cabello, acercándoselo a la nariz, oliéndolo, memorizando su aroma, recordando las flores que le traía cuando volaba con Meleys. Bajó de nuevo la cabeza y le lamió apenas tras la oreja, escuchando cómo ella contenía el aliento y quiso gritar de euforia: sabía que con Aemma todo sería perfecto y, esa parte en concreto, excepcional. Si su respuesta era así de apasionada solo con una leve caricia llena de intención, cuando estuviera dentro de ella...
Llenó ella los pulmones varias veces, concentrándose en su cuello, no queriendo precipitar su primera vez, deseando que todas las veces, aquella incluida, fueran perfectas.
Volvieron los dedos a su melena y con una mano tomó varios mechones de la nuca, acariciándosela, mientras volvía a su cuello, que besó con sensualidad hasta que fue Aemma quien bajó la cabeza, reclamando su boca. Rhaenys se dejó llevar unos instantes por la pasión desbocada de ella, llena de persuasiva inocencia, antes de tomar el control de nuevo y rodearle las mejillas con las manos para rebajar la presión.
—Tú me vuelves completamente loca, mi princesa. —Susurra ella, acariciando su mejilla con el pulgar. —Tu suave cuerpo, tu dulce aroma y tu increíble dulzura. Y hoy me he convertido en la mujer más feliz del mundo, porque ahora seras mía.
—Y tú también eres mia. —Responde Aemma, atrayéndola hacia ella para darle otro beso.
Rhaenys aprieta los labios contra los de ella con un suave gemido, abriéndolos inmediatamente con la lengua. Las piernas de Aemma vuelven a flaquear ante la caliente intrusión de su lengua. Rhaenys la levantó en los brazos; la falda se le arremolinó alrededor de las piernas y el corpiño se le deslizó hacia abajo quedando el escote sujeto precariamente sobre la parte más elevada de sus pechos. Ella se agarró de sus hombros y aunque se los apretó, le fue imposible hundir los dedos en sus duros músculos; deseó decir algo, cualquier cosa que la hiciera decir algo, cualquier cosa que la hiciera parecer más sofisticada, más mundana de lo que era, pero lo único que logró fue emitir un sorprendido «¡Oh!». Y se sintió en el cielo, como si estuviera flotando, hasta que ella la depositó suavemente en la cama.
Aemma lleva sus manos al dobladillo de su camisa y tira de ella hacia arriba, provocando su risa cuando ella hace el intento de desvestirla. En ese instante, se aparta ligeramente de sus labios y, con cuidado, retira rápidamente la prenda que ya no era necesaria y ella comenzó a explorar su pecho desnudo con la palma de su mano, deslizándola por su piel, palpando los contornos de sus músculos y pechos.
Rhaenys regresa su atención a los labios de Aemma, quien se sumerge en la dulzura de aquel beso, permitiendo que Rhaenys explore y muerda sus labios, acaricie su paladar y mejillas con la lengua. Mientras tanto, Aemma continua en su propia exploración. Jamás la había tocado, comprendió. No así. Bajó la mano por su costado hasta la cadera y siguió con las yemas de los dedos trazando una línea por el borde de sus pantalones. Y sintió la reacción de ella. Le vibraban los músculos donde se los tocaba, y cuando continuó por su vientre, por esa parte que quedaba entre el ombligo y la cinturilla del pantalón, ella retuvo el aliento.
Ella sonrió, sintiéndose poderosa y muy, muy femenina. Y queriendo beber más de sus embriagadoras reacciones, comenzó a descender hacia las lazadas de los pantalones de su esposa.
—¿Estás segura de que puedes con ese nudo? —Pronuncia Rhaenys con burla, viendo lo difícil que le resultaba el asunto.
—Quién diría que no estabas tan dispuesta a perder los pantalones ese día de nuestra boda. —Responde Aemma con irritación.
Rhaenys se ríe a carcajadas y, dejando sus labios, besa más abajo. Ella mordisquea suavemente el lóbulo de su oreja, respirando agitadamente, y Aemma puede sentir la humedad acumulándose entre sus piernas. Rhaenys pasa su lengua caliente desde sus clavículas hasta su cuello, dejando un rastro húmedo sobre su piel, y exhala ligeramente sobre ella, provocando que Aemma ahogue un gemido.
—Qué sensible eres. —Susurra en Alto Valyrio.
Aunque sus temores virginales eran en vano, en aquel momento nada habría podido separarla de Rhaenys, se sentía arder y, aunque no sabía qué necesitaba con exactitud, sabía que solo ella la calmaría. Por lo tanto, es ella misma quien vuelve a librar batalla con los pantalones de Rhaenys hasta que las lazadas ceden finalmente bajo sus dedos inquietos. Rhaenys de un salto se bajó de la cama, y rápidamente se quitó el resto de la ropa, quedando completamente desnuda.
—¡Dioses bend... !
—No te preocupes. —Se apresuró a decir ella, acostándose a su lado. Le buscó la orilla del camisón y se lo bajó hasta quitárselo por los pies. —Nunca. —Continuó, besándole el vientre. —Jamás. —Le besó la cadera. —Te preocupes.
Ella confiaba plenamente en Rhaenys, de eso tenía certeza absoluta, es solo que estaba muy nerviosa, o no, lo había estado.
Ella le había quitado el nerviosismo. Y comprendió que todo iría bien. Tal vez ellas habían tenido sus toques antes. Pero eso no importaba. Rhaenys era la primera para ella, y Aemma la única para ella.
Así que, tomando valor ella baja la mirada hacia su erección y extiende la mano para tocarla. Rhaenys la deja tocar en silencio. Al sentir su toque curioso, un sutil suspiro escapa de la boca de la Targaryen.
—Se siente caliente... Y duro. —Susurra Aemma en su inspección y ante esto, Rhaenys reacciona con un gemido gutural, arrojándose de nuevo sobre las almohadas, cautivada por la inocencia que impregna su voz.
Con una delicadeza reverente, ella se desplaza con los labios y la punta de la nariz por el valle entre sus pechos, explorando cada centímetro de su suave piel. Aemma, sintiendo esa caricia enervante, no puede evitar exhalar un suspiro ronco, sumergiendo las manos en su cabello y tirando de el con ansias. Rhaenys movió la cabeza hasta un pecho, redondo, lleno, y lo lamió para metérselo entero en la boca y chuparlo. El gemido de ella fue directo a su entrepierna, haciendo que su miembro alcanzara su máxima extensión. Nunca se había sentido tan dura. Siguió con un pecho mientras acariciaba el otro, tratando de resistir los toques de las caderas de su esposa, cuya intuición hacía que se frotase contra ella buscando alivio.
Después de desplegar una série de caricias más al cuerpo de Aemma, Rhaenys vuelve a sus adictivos labios y sus dedos encuentran el lugar entre sus piernas. Ella no puede evitar una sonrisa de satisfacción cuando se da cuenta de lo humeda que estaba Aemma.
—Estás tan mojada. —Rhaenys recorre con los dedos sus aterciopelados pliegues, observando cómo Aemma se muerde el labio sin apartar los ojos de ella. Luego, se lleva los húmedos dedos a la boca para lamerlos delante de ella y se prometió que en otro momento le mostraría las maneras qué había leído en los libros de cómo usar su lengua para hacer llegar a una mujer. Prefirió ir despacio e ir despertando su sexualidad poco a poco, aprendiendo juntas a conocer su cuerpo y lo que le gusta. —Y sabes increíblemente dulce.
—¡Haz algo ya antes de que me muera de calentura! —Le ordena Aemma.
—Como ordenes, esposa. —Responde Rhaenys.
Ella le separa las piernas. Aemma arde ante la mirada que Rhaenys lanza sobre su cuerpo desnudo, sintiendo su miembro en su abertura.
—Por mucho que me esfuerce, al principio te dolerá un poco, mi amor. —Le advierte Rhaenys. —Si te resulta demasiado incómodo, dímelo y pararé, ¿Entendido?
Aemma asiente. Rhaenys comienza a entrar lentamente en ella, pero al instante se da cuenta de que está resistiéndose, así que se obliga a sí misma a relajarse.
—Buena chica. —La anima su esposa, superando centímetro a centímetro la resistencia de sus músculos. —Ahora dolerá, pero pasará, te lo prometo.
—¡Ahora, por favor! —Aemma le apremia, incapaz de soportar el implacable calor entre sus piernas.
Rhaenys entró en ella en un momento, sin embargo, el dolor no es tanto como Aemma había anticipado. Aunque, ciertamente, sentía cierta incomodidad, poco a poco se acostumbró a su invasión, a su tamaño, y fue ella la que comenzó a mecerse, como hizo al principio, buscando su propio placer con ella.
—¿Estás bien? —Le preguntó, con su cuerpo apuntalado sobre sus brazos y las frentes unidas. —Cuando te sientas lista, avísame. —Rhaenys le pide dulcemente, depositando besos en su cuello y hombros.
Inmediatamente, Aemma le susurra.
—Estoy lista. —Mientras clava los dedos en la espalda de su esposa.
Rhaenys, casi saliendo por completo de su interior, vuelve a impulsarse hacia abajo, llenándola una vez más. Aemma, consciente de los cambios en su propio cuerpo, se sorprende al darse cuenta de que la incomodidad ha disminuido considerablemente. Empuja a Rhaenys hacia sí misma, intercambiando un beso apasionado, entregándose por completo y permitiéndole hacer lo que desee. Un gemido apenas audible escapa de los labios de Rhaenys, quien se ha dejado llevar por completo por el placer que siente al ella darle rienda suelta. Pero en lugar de aumentar la velocidad, ralentiza el ritmo, haciendo que Aemma sea consciente de cada centímetro de su miembro deslizándose en su interior.
Esta sensación la excita, pero también alimenta su impaciencia. Deseaba liberarse, ansiaba deshacerse de la tensión ardiente que ya la envolvía. Con las piernas envolviendo la cintura de Rhaenys, la insta a acelerar, a intensificar la pasión entre ambas.
—Eres muy impaciente. —Le gruñe al oído, pero ella empezó a moverse y su cuerpo adoptó el ritmo del deseo y la necesidad.
Aemma jadea ante las nuevas sensaciones, abrazándose a Rhaenys para experimentar cada uno de sus movimientos con mayor intensidad. Rhaenys no deja de besarla y, en algún momento, Aemma se sumerge en un estado de éxtasis donde solo existe Rhaenys, su esencia, su aroma, sus labios, su lengua, su cuerpo vigoroso y cálido y su cabello negro al cual ella se aferra con fuerza, incapaz de resistirse al placer que invade cada célula de su ser.
Los sonidos húmedos del encuentro de dos almas fundiéndose y tocando sus cuerpos colman la habitación, acompañados por las melodiosas notas de los gemidos que escapan de los labios de la pareja.
—Rhaenys... Ahora estoy... No sé qué está pasando... —Susurra Aemma sobre sus labios, dejando de sentir su propio cuerpo.
En respuesta, Rhaenys acelera sus movimientos en el interior de Aemma, provocando que un arcoíris de sensaciones comience a pintar su visión. Manchas de colores vibrantes bailan ante sus ojos, cautivándola y transportándola a un estado de deseo. Una ardiente oleada de deseo, como fuego de dragón, se enciende en la parte inferior del vientre de Aemma, sintiéndose envuelta en una sensación decadente y embriagadora, incapaz de resistirse a las atenciones que le ofrece Rhaenys. En medio del frenesí, Rhaenys encuentra la suave colina de su pecho izquierdo con la mano, pellizcando sin demasiada fuerza la punta de su área mas sensible. Mientras sus dientes muerden con delicadeza el lóbulo de la oreja de Aemma, Rhaenys no cesa en sus movimientos, llevándola cada vez más cerca a la cima del placer.
—Rhaenys. —Gimió ella. —¡Oh, Rhaenys!
Y ese gemido fue demasiado. Todo era demasiado, verla, sentir su aroma, y de pronto sintió los estremecimientos que llevaban al orgasmo.
Apretó los dientes. No, todavía no. No hasta que ella llegara primero.
Y entonces, en medio del torbellino de sensaciones, Aemma sucumbe completamente, dejándose caer finalmente en el abismo de placer que Rhaenys le brinda sin contemplaciones. Ella se tensó, se estremeció y entonces ella sintió las contracciones de su orgasmo alrededor del miembro. Aemma pudo sentir como las llamas dentro suyo estallan, extendiéndose por todo su cuerpo, y ella sólo alcanza a exclamar ahogadamente ante esta sensación hasta entonces desconocida, mientras, inconscientemente, dejaba largas líneas rojas sobre la espalda de su esposa con sus uñas. Pero a ella no le importó. Ni las sintió. Solo existía la exquisita dé las contracciones de ella, apretándole el miembro, succionándoselo, hasta que ella, muy literalmente, explotó. Y tuvo que besarla en la boca otra vez, esta vez para apagar sus propios gritos de pasión y placer. Jamás había sido así. Ella no sabía que podía ser así.
Los músculos en la espalda de Rhaenys se contorsionaron debajo de las manos de Aemma mientras ella seguía propinando pequeños empujones sobre su cuerpo y, luego de unos segundos, de sus labios solo salieron jadeos hasta que finalmente se quedó completamente inmóvil. Aemma se estremece al sentir algo caliente derramarse en lo más profundo de su interior. Rhaenys la besa otra vez, cuando ambas habían recuperado ya el aire, pero este beso no fue tan impaciente como los anteriores. Era lento y dulce. La sensación es muy diferente, además, el hecho de que Rhaenys sigue dentro de ella le gusta todavía más.
Las manos de Rhaenys recorren suavemente su cuerpo y Aemma suelta una risita ante las cosquillas que le producen sus besos. Durante un minuto, o tal vez dos, lo único que pudieron hacer fue respirar. Finalmente Rhaenys salió de ella, rodó hacia un lado, y, estrechándola en sus brazos, se acomodó de costado.
—¿No te dolió mucho, cariño? —Pregunta Rhaenys.
—Sólo al principio. Y después fue increíblemente bueno. —Aemma se sorprende del rubor que cubre sus mejillas tras la pregunta de Rhaenys, haciendo que ella suelte una carcajada, y tirando de ella con más fuerza para seguidamente besarle la frente. —Ahora entiendo por qué a las mujeres Betas o Omegas les gusta tanto visitar la Calle de la Seda. —Continúa Aemma, pasando los dedos por el pecho de su esposa. —Si lo pasaste tan bien como yo, entiendo porqué es un placer al que querrían volver una y otra vez.
—No solamente me sentí bien, Aemma. En un instante, incluso temí que no pudiera soportar tanto. —Confiesa Rhaenys mientras delicadamente coloca a Aemma sobre su espalda y se inclina hacia ella. —No pude evitar maravillarme de ti mientras hacíamos el amor. Eres tan sensible, tan receptiva, tan dulce. —Murmura Rhaenys mientras le deja un suave beso en el cuello. —Respondías a cada una de mis caricias con gemidos llenos de ternura, lo cual solo aumentó mi deseo por ti. Además, eres tremendamente apasionada. —Añade mientras deposita una mano sobre la piel de su vientre, provocando que ella suelte un profundo suspiro de labios sellados. —Me da miedo imaginar en lo increíblemente buena que serás en la cama a medida que adquieras más experiencia.
¡Por los Dioses, cómo iba a gozar con esa mujer!
Aemma siente cómo la humedad entre sus piernas se intensifica, y la excitación que había disminuido vuelve a apoderarse de ella. Dirige su mirada hacia los ojos de Rhaenys, oscurecidos por el deseo, y humedece sus labios sedientos.
—¿Qué te parece si empezamos ahora mismo? —Sonríe pícaramente a su esposa.
Ella retuvo el aliento y, rodando rápidamente, se colocó encima de ella, quedando nariz con nariz.
—Como desee mi esposa. —Responde ella.
Rhaenys estampa sus labios sobre los de Aemma y ella se deja llevar una vez más por la calidez de sus besos y caricias. Aemma las hace rodar para que Rhaenys quede debajo de ella.
—Podemos empezar ahora pero no aquí... —Pasa un dedo por los pechos de Rhaenys tocandolos. —Tengo una mejor idea... —Susurra acercándose a sus labios. —¿Que te parece hacerlo en la Mesa? —Le da un beso a su esposa.
Aemma se bajó de encima de Rhaenys, se deslizó suavemente de la cama tomando su camisón del suelo, dejando que la luz tenue de las velas iluminara su figura mientras caminaba hacia el pasadizo secreto. Su mente estaba llena de ideas y sueños, y la emoción de lo que estaba por hacer la impulsaba a moverse con una mezcla de determinación y alegría. Rhaenys, aún envuelta en la calidez del momento, se coloco su propio camisón y la siguió con curiosidad y un destello de complicidad en los ojos.
El pasadizo estaba oscuro, pero Aemma conocía cada sombra. El sonido suave de sus pasos resonaba en las paredes, creando una melodía que solo ellas podían escuchar. Al llegar al final del pasadizo, Aemma empujó una antigua puerta de madera, revelando la Mesa de Dragonstone.
La mesa era una obra maestra, decorada con intrincados grabados que representaban dragones y paisajes de su hogar. Aemma se acercó y acarició la superficie, sintiendo la historia y el poder que emanaba de ella. Se volvió hacia Rhaenys, una chispa de emoción en sus ojos.
—¿Te imaginas lo que podríamos crear aquí? —preguntó Aemma, su voz suave como un susurro.
Rhaenys sonrió, comprendiendo la dirección de su pensamiento. Se acercó y se puso a su lado, observando la mesa y dejando que su imaginación volara.
Rhaenys sintió que su corazón se aceleraba con la idea de un futuro compartido entre ellas. Pero en ese momento, la atracción entre ambas era aún más fuerte. Aemma se acercó a la mesa, apoyando ambas manos sobre su superficie, invitando a Rhaenys a unirse a ella.
—Ahora, hablemos de un nuevo tipo de aventura. —Dijo Aemma, con una sonrisa traviesa.
Rhaenys sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al escuchar el tono de su esposa. Se acercó, colocándose detrás de Aemma, sus manos rodeando su cintura mientras sus labios se posaban suavemente en su cuello.
—¿Y qué aventura tienes en mente, mi amor? —Preguntó Rhaenys, su voz resonando con deseo mientras exploraba la piel de Aemma con suaves besos.
—Quiero que me tomes aquí, en la mesa. —Aemma se volvió ligeramente, sus ojos brillando con desafío. —Quiero sentirte, quiero que me llenes otra vez. —Se acercó a su oído. —Y que pongas a tu futuro hijo en mi.
Rhaenys sintió cómo la adrenalina subía en su interior al escuchar esas palabras. No había nada que deseara más en ese momento que cumplir con la súplica de Aemma. Se apartó un poco, observando cómo la luz de las velas iluminaba su figura, resaltando cada curva y cada ángulo de su cuerpo.
Con movimientos decididos, Rhaenys giró a Aemma, alejándola de la mesa y llevándola a la orilla. La Targaryen mayor tomó la iniciativa, levantando a Aemma y sentándola en la mesa, sus piernas colgando en el aire mientras Rhaenys se colocaba entre ellas.
—Así está mejor. —Dijo Rhaenys con una sonrisa seductora, acariciando las piernas de Aemma con sus manos.
Aemma la miró, sus ojos llenos de deseo y picardía.
—¿Vas a quedarte ahí?
—No, mi amor. —Respondió Rhaenys, inclinándose hacia adelante para besarla con pasión mientras le subía el borde del camisón. Las manos de Aemma se deslizaron a su cabello, atrayéndola más cerca, luego las bajo para quitarle rápidamente el camisón dejando a su esposa desnuda, mientras la princesa sentía cómo el deseo ardía entre ellas.
Rhaenys la penetró suavemente y comenzo a moverse, sus caderas presionando contra las de Aemma mientras sus manos exploraban el cuerpo de su esposa. La mesa las iluminaba bajo su peso, pero ninguna de las dos se preocupaba por eso. El mundo exterior se desvaneció, y todo lo que existía era el calor de sus cuerpos y la electricidad en el aire.
—No puedo creer que estemos haciendo esto. —Susurró Aemma entre besos, sus manos recorriendo la espalda de Rhaenys.
—¿Por qué no? —Preguntó Rhaenys, su voz grave y seductora. —Es nuestro hogar, y somos libres de disfrutarlo como queramos.
A medida que Rhaenys se movía, Aemma se dejó llevar por el momento, sintiendo cómo su cuerpo respondía a cada caricia, cada roce. Las sensaciones eran intensas, y el deseo que había estado acumulándose en su interior se desbordó.
—Eres increíble. —Dijo Aemma, sintiendo cómo su cuerpo ardía de deseo.
Rhaenys sonrió, sintiendo una oleada de orgullo al saber que podía provocar esas reacciones en su esposa. Sin pensarlo, comenzó a levantar la parte superior del camisón de Aemma dejándola desnuda, besando suavemente su piel expuesta.
—Quiero que sientas todo lo que tengo para ofrecerte. —Murmuró Rhaenys, mientras sus labios se deslizaban por la piel suave de Aemma, dejando un rastro de besos por su pecho.
Aemma arqueó la espalda, sintiendo cómo el placer crecía dentro de ella. Rhaenys, sintiendo que había alcanzado un nuevo nivel de conexión, aumentó la velocidad de sus movimientos, sus caderas empujando con fuerza contra las de Aemma mientras la mesa iluminaba su momento con el ritmo de su deseo.
—¡Rhaenys! —Exclamó Aemma, sintiendo cómo su cuerpo respondía a cada embestida, cada toque. El mundo exterior se desvaneció, y todo lo que existía era el calor y la pasión que compartían.
Rhaenys se perdió en el momento, dejándose llevar por el deseo y la conexión que compartían. En ese instante, no había nada más importante que el amor que sentían la una por la otra.
Ambas se entregaron a la pasión, sintiendo cómo sus cuerpos se unían en un hermoso baile de deseo y entrega. La mesa de Dragonstone se convirtió en su refugio, un lugar donde podían celebrar su amor sin reservas.
—Te amo, Aemma. —Susurró Rhaenys, mientras sus movimientos se volvían más intensos, llevándolas a ambas al borde del éxtasis.
—Y yo a ti, Rhaenys. —Respondió Aemma, sintiendo cómo el placer alcanzaba su punto máximo.
Con un último empuje, ambas se dejaron llevar por la ola de sensaciones que las envolvía, sintiendo cómo el mundo a su alrededor se desvanecía mientras alcanzaban el clímax juntas, ambas sintieron como sus colmillos crecían y sin dudar se mordieron en el lugar donde se unía el hombro con el cuello, dejando su marca de apareamiento.
La habitación se llenó de susurros y gemidos, una hermosa sinfonía de amor y deseo. Cuando finalmente la calma regresó, ambas permanecieron unidas en la mesa, entrelazadas y exhaustas, sintiéndose más conectadas que nunca.
—Esto fue... Increíble. —Dijo Aemma, sonriendo mientras acariciaba el rostro de Rhaenys.
—Y solo es el principio. —Respondió Rhaenys, besando suavemente los labios de su esposa. —Nuestro amor es solo el comienzo de una apasionante aventura.
A medida que se recostaban juntas, el futuro parecía brillante y lleno de posibilidades. La conexión que compartían no solo era física, sino también emocional, y sabían que juntas podrían enfrentar cualquier desafío que se les presentara.
—Siempre estaré a tu lado. —Prometió Rhaenys, mientras se acurrucaban juntas en la mesa, disfrutando del calor y la intimidad que habían creado.
Y así, en la mesa de Dragonstone, se selló un nuevo capítulo en su historia, un capítulo lleno de amor, pasión y la promesa de un futuro juntas.
Notes:
Rhaenyra en recepción: Si no bajo a la primera será a la segunda!
Secretaria: Disculpe, tenemos unos retrasos en-
Rhaenyra: *la mira de manera no linda*
Secretaria: Puerta nueve.
Rhaenyra: GRACIAS!
secretaria: ... Me van a despedir.
Syrax en la fila: ¿Y yo que? ¿¡Estoy pintada o que!?
Secretaria: Tus padres todavía no est-
Syrax: ¿¡Quieres que queme tu casa o que!?
Secretaria: Ya vali, puerta nueve ve con la mocosa.
Syrax: Gracias estás a salvó!
Secretaria: bueno al menos sigo viva.
Chapter 8: ¿Sueño, Nauseas, cambios de humor y... Antojos?
Summary:
Los primeros síntomas de que Aemma está embarazada de Nyra (Pero bien que Rhaenys supo embarazarla, pobre no la deja descansar 🤣🤣🤣🤣)
Y también Drama ¿Por qué no?
Gracias a @V3NUS3 @constellationtxt @chizug @Pawi @Carol y a otras 2 personas jejeje
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
2 semanas después, RocaDragon.
Aemma se recuesta en la suavidad de la almohada, dejando escapar un suspiro profundo en un intento por calmar su respiración agitada. El dulce beso que Rhaenys deposita en la parte interna de su muslo provoca un estremecimiento en todo su ser.
—Dame un momento. —Susurra con voz apenas audible, mientras intenta controlar el temblor que recorre sus piernas.
Rhaenys, con su aliento acariciando la zona sensible de su pecho, responde en un tono sugerente.
—¿Y si me niego? Me encanta escucharte gemir descontroladamente con mi lengua dentro de tí.
—Ya no puedo soportarlo más, Rhaenys. —Ruega Aemma, atrayendo a Rhaenys hacia ella en busca de un beso.
Sintió su sabor en los labios de ella, y su vientre se apretó a traición en una nueva oleada de deseo. Rhaenys era una gran amante. Aemma jamás había imaginado que el matrimonio no era simplemente un deber que cumplir con su esposa, como le habían enseñado las severas Septas en el pasado, sino un mar de placer que una pareja enamorada podía brindarse mutuamente. Desde que se habían entregado al deseo hace 2 semanas, Rhaenys la enloquecía cada noche y casi todas las mañanas, excepto cuando tenían prisa por asistir a alguna reunión del consejo en RocaDragon. Parecía como si su esposa conociera cada rincón secreto de su cuerpo y supiera exactamente cómo acariciarlo para llevarla al límite del éxtasis.
Hoy Aemma despertó con la suave caricia de los dedos de Rhaenys deslizándose lentamente sobre su piel, provocando una sensación de cálido deseo en su interior. Rhaenys sabía exactamente cómo estimularla, cómo hacerla temblar de placer con cada roce de sus manos expertas. Su tacto la hacía estremecer, su aliento sobre su piel de gallina aceleraba su corazón.
Después de intensificar su deseo con sus caricias, Rhaenys descendió lentamente por su vientre hasta llegar a su centro, donde su caliente lengua reemplazó a sus dedos, provocando un torrente de sensaciones que hicieron a Aemma gritar de sorpresa y placer. Nunca había imaginado que el orgasmo pudiera alcanzarse de esa manera, pero Rhaenys la sorprendió una y otra vez, llevándola al clímax con solo el toque de su lengua y sus labios.
Cada gemido de Aemma resonaba en la habitación, lo que le pareció a la princesa como si toda la Fortaleza de RocaDragon pudiera escuchar sus gritos. La voracidad de Rhaenys al devorar su boca al terminar solo hacía que la excitación creciera en su interior, deseando más y más de ella. Aemma, con una mano enredada en el cabello revuelto de Rhaenys, busca con la otra su miembro, sintiendo el ansia por fusionarse con ella. Al presionar ligeramente su cabeza, provoca gemidos de placer en Rhaenys, quien responde gimiendo contra sus labios, aumentando la pasión y el deseo que arde entre ellas.
—Yo también quiero darte placer con mis labios y mi lengua. —Susurra Aemma, separándose del beso.
—Lo harás, mi princesa, pero por la noche. No tardaré mucho ahora. —Responde Rhaenys, besándole el cuello donde estaba su marca de apareamiento.
Aemma, perdida en un mar de sensaciones, no puede contener sus gemidos mientras Rhaenys la penetra con una lentitud que la hacen enloquecer. Abriendo las piernas y rodeando la cintura de su amada en un candado, siente cómo se desliza dentro de ella con un movimiento resbaladizo que la hace estremecer. Cada embestida de Rhaenys la hace gritar de placer, apretando su cuerpo contra el de ella en un intento desesperado por sentirla aún más adentro. Rhaenys, imponiendo inmediatamente un ritmo rápido, se separa de sus labios y se inclina sobre ella, rodeando sus pechos con sus pálidas manos. El roce de sus callosas manos contra los tiernos pezones de Aemma la hace arquear la espalda en una mezcla de dolor y placer que la deja aún más desesperada por más.
A través del velo del deseo, Aemma mira a su esposa con ojos llenos de lujuria y emoción, pensando en ese momento que parece una Diosa Valyria. El sudor resbala por su piel, delineando sus pechos y su abdomen tonificado; su cabello negro se encuentra desordenado, como si acabara de salir de una batalla y, su respiración entrecortada y agitada, delata el deseo que le consume; las venas de sus brazos se ven tensas por la fuerza con la que se aferra al cuerpo de Aemma.
El clímax se acerca rápidamente, cada embestida de Rhaenys lleva a Aemma más cerca del abismo del placer, hasta que finalmente las dos se dejan llevar por la explosión de sensaciones que las envuelve. Ella siente que su esposa aumenta la velocidad y comienza a tensar los músculos, lo que significaba que estaba cerca, así que Aemma hace eso de apretarla con sus paredes internas que a ella tanto le gusta para ayudarla.
—¡Dioses! Estás muy apretada. —Jadea Rhaenys, frotándole los pezones entre sus dedos.
—¿Acaso hay algo que no te guste, mi amor? —Susurra Aemma, arqueándose hacia arriba para encontrarse con ella.
En lugar de responder, Rhaenys la penetra con más fuerza, y sólo el choque de sus cuerpos bañados en sudor rompe el silencio de la habitación. Aemma no puede contener los gemidos que surgen de las fuertes embestidas de Rhaenys. Ella comienza a notar que se acerca su orgasmo y atrae con fuerza a Rhaenys para besarla. Su esposa suelta un gemido gutural mientras sus labios se encuentran en un apasionado beso.
Aemma podía sentir su caliente semilla derramándose en su interior, llevándola a un orgasmo indescriptible. Sin embargo, en vez de detenerse, Rhaenys siguió moviéndose en su interior, prolongando aún más su disfrute compartido. La oleada de placer parecía interminable, pero finalmente comenzó a disminuir, dejando a Aemma exhausta y completamente satisfecha. Cuando finalmente la sensación se desvaneció, Aemma tiró de Rhaenys hacia ella, obligándola a recostarse juntas. El peso reconfortante de su cuerpo sobre el suyo la hizo sonreír de felicidad, sintiéndose en ese momento la mujer más afortunada del mundo.
—Me siento como si pudiera pasarme siglos en la cama contigo. —Murmura Rhaenys en su cuello olfateando su aroma a Flores.
—No me importaría, esposa mía. —Le deja un breve beso en el hombro. —Daría nuevo motivo de cotilleo tanto aquí como en la Fortaleza Roja.
—No han parado desde nuestra primera vez. —Rhaenys sonríe, besándole la frente. —Que se mueran de envidia.
Rhaenys se retira de ella, y Aemma apenas reprime un suspiro de decepción al encontrarse con la sensación de vacío. La semilla de Rhaenys le chorrea lentamente por los muslos. Aemma se lleva instintivamente una mano al estómago. Rhaenys sigue su mano con la mirada y cubre la palma de ella con la suya.
—¿Crees que... Pueda quedar embarazada? —Susurra Aemma.
—El Maestre Gerardys dijo que no hay razón para pensar que tendremos problemas para concebir, Aemma. —Responde Rhaenys.
—Necesitamos herederos, Rhaenys. No sólo para el Trono de Hierro, sino también para Marcaderiva. Recuerda que tenemos una alianza con Corlys Velaryon.
—Y los tendremos, mi feroz halcón. —Rhaenys la estrecha y le deja un beso en la cima de su cabeza. —Pero tu valor no radica sólo en ser una mujer que puede engendrar hijos.
—¿Cuál es mi valor entonces? —Pregunta Aemma en voz baja.
—En que eres Aemma. La hija de Daella Targaryen, la futura reina regente de Poniente a futuro. Inteligente, fuerte, indomable. También gentil, amable, cariñosa y la mujer más hermosa del mundo. Eso es suficiente para amarte y valorarte.
Aemma se deshace en lágrimas tras las palabras de Rhaenys. Su humor se ha vuelto demasiado voluble estos últimos días. Hace un momento reía con Rhaenys y ahora llora en sus brazos. Rhaenys le limpia las lágrimas de la cara y le deja un suave beso en los labios. Ella la envuelve entre las mantas, se pone una camisa que le llega a medio muslo y luego se dirige a la puerta.
—Díganles a las doncellas que nos preparen un baño a la princesa y a mí. Que calienten el agua y le añadan menta y manzanilla, por favor. —Dice a los guardias de la puerta para después volver hacia Aemma.
Aemma, en un momento de revelación tardía, comprende que en su reciente vida de casadas, Rhaenys ya ha memorizado a la perfección sus preferencias en cuanto a la temperatura del agua, pero desde que ambas tuvieron relaciones le ha incitando a que esté cercana al punto de ebullición y acompañada de hierbas aromáticas. Al reconocer esta atención tan detallada, un nudo se forma en la garganta de Aemma, sintiendo una oleada de gratitud y emoción. Separándose de las cálidas mantas, ella se abraza con fuerza a Rhaenys, transmitiendo en silencio su agradecimiento a los dioses por haberle otorgado una esposa tan atenta y amorosa.
—Tengo tanta suerte de tenerte. —Susurra en medio de sus pechos, aspirando su olor a cenizas, que ya se había convertido en el suyo propio.
—Y yo tengo aún más suerte de tenerte a ti. —Ríe Rhaenys. Levanta la cara de Aemma por la barbilla para poder verla a los ojos. —Me casé con la mujer más hermosa, cariñosa y apasionada de los Siete Reinos, ¿Podría soñar con algo mejor?
Aemma se acurruca en silencio contra los pechos de Rhaenys, sumergiéndose en la sensación reconfortante de su presencia. Si no fuera por el ir y venir de doncellas llevando enseres de baño y grandes recipientes de agua caliente, probablemente hubieran permanecido en esa posición durante mucho tiempo. Rhaenys despide a la servidumbre y ayuda a Aemma a sumergirse en la relajante calidez de la bañera. Con gentileza, ella cepilla con suavidad sus cabellos plateados, los embadurna con jabón y aceites herbales, y masajea con destreza su espalda y sus piernas. Durante esos preciosos momentos, Aemma se queda dormida, entregándose al confort de las caricias amorosas de Rhaenys.
Despierta solo cuando Rhaenys la envuelve en una gran toalla y la lleva a la cama, prometiéndole con dulzura:
—No tardo, mi amor.
Mientras Rhaenys se retira hacia el baño, Aemma escucha el suave chapoteo del agua a través de su somnolencia, volviendo a dejarse llevar por el sueño por unos instantes. Sin embargo, el susurro de la risa de Rhaenys y un beso tierno en su frente la devuelven a la consciencia.
—Debería dejarte dormir más por la noche. —Susurra Rhaenys con una sonrisa rebosante de afecto, acariciando con ternura el rostro de Aemma. Sus ojos reflejan una mezcla de amor y preocupación mientras observa a su amada descansar. —Ya te duermes de una cabezada.
—Pero a cambio obtengo mucho placer. Creo que es un trato justo. —Objeta Aemma.
—Tienes razón, pero sería un poco incómodo que empezaras a roncar en medio de una reunión del Consejo Privado. —Sonrie la joven.
—¡Yo no ronco!
Aemma, con su rostro lleno de indignación, se siente impulsada a expresar su desacuerdo con el comentario de su esposa. A pesar de querer darle una fuerte palmada en el hombro para demostrar su disgusto, sus manos están firmemente sujetas por la toalla que la envuelve, dejándola sin más opción que dirigir una mirada intensa hacia Rhaenys.
—Roncas mucho. —Rhaenys se ríe abiertamente. —¿Y cómo podría ser de otra manera? ¡Eres un dragón! Y los dragones cuando duermen resoplan tanto que las paredes tiemblan. Pero yo tengo suerte, mi dragona sólo ronca dulcemente.
La sonrisa tierna de Rhaenys hace que Aemma sienta calidez por dentro. Ella misma tira de la toalla y libera los brazos para abrazar a Rhaenys. Su esposa abre los brazos y la estrecha contra su pecho desnudo y cálido. Aemma hunde la nariz en su cuello, aspirando su olor particular.
—Te amo. —Susurra, tomando conciencia de que se expresa sinceramente de esa manera.
Rhaenys la abraza con más fuerza, sintiendo el beso de su esposa en la base de su cuello, lo que le provoca cosquillas y la hace reír.
—Y yo a ti, Aemma. —Responde Rhaenys con naturalidad, sellando así el momento con una respuesta sincera y amorosa.
A pesar de que a Aemma le encantaría pasar todo el día en los brazos de su amada, ambas tenían asuntos que atender. Rhaenys después de vestirse la dejó luego de un rato para dirigirse a Pozo Dragon, donde debía ir a ensillar a Meleys, que se había vuelto muy inquieta después de que un guardian la había ensillado hace 2 semanas atrás.
Así que, tras despedir a Rhaenys, Aemma llamó a las doncellas para que la ayudaran a vestirse y a peinarse. Vestida con un vestido azul del color de los Arryn, Aemma se sentó en una silla y se entregó obedientemente a las manos de la doncella, que comenzó a cepillarle el cabello húmedo.
Tras esperar a que la chica terminara su trabajo, dio las gracias a las doncellas y pidió que la dejaran sola. Aemma sin ser consiente agarro una de las camisas que su esposa utiliza en los entrenamientos, camino alrededor de la habitación buscando un lugar ideal hasta que lo encontró en una esquina, agarró las sábanas de la cama donde ella y Rhaenys habían estado juntas hace unos momentos atrás, tirandola en el suelo junto con la camisa de su esposa. Empezó a darle forma de un circulo con la sábana, también agarro las almohadas de la cama para colocarlas alrededor, intentando buscar más cosas encontro más ropa de Rhaenys y algunas de ella que estaban esparcida por la cama, las llevo al círculo que estaba haciendo colocándolas como almohadas improvisadas.
Aemma empezaba a sentir calor, pero no era uno como el del celo, el que ya había experimentado, era diferente, se sentía alerta, como si debiera cuidar algo, no sabía que, pero sentía que debía protegerlo. La mujer no sabía que la impulsaba a hacer el nido, pero sentía que debía hacerlo, algo dentro de ella la mandaba.
Cuando tenía todo listo le hecho un vistazo a la habitación buscando algo más hasta que vio las capas que usaba Rhaenys cuando hacía mucho frío, las agarro olfateando el olor de su Alfa haciéndola ronronear por su presencia, después las llevo al nido dejándolas en medio de el. Cuando decido que buscaría algo más su estómago gruño por comida, recordando que no había desayunado. Aemma sale de su habitación. En silencio, Sir Harrold la escolta.
—Majestad, si se dirigía a comer, el principe Daemon no se encuentra en el comedor. —Dice el guardia, haciéndola detenerse.
—¿Dónde está, entonces? —Pregunta Aemma.
—Uno de los guardias me ha dicho que se encuentra en sus aposentos desde temprano esta mañana. —Responde Sir Harrold.
Ella se gira en dirección hacia los aposentos de Daemon. Cuando están a punto de llegar al lugar indicado, Aemma tiene una gran idea. Detiene al guardia junto a la puerta y le pide que envíe a alguien de la cocina.
—Es temprano, no creo que haya desayunado aún. Dile a los sirvientes que lleven comida y bebida a los aposentos del principe Daemon.
Sir Harrold se marcha a cumplir sus órdenes, y Aemma entra en los aposentos de Daemon tras llamar a la puerta. Pero se detiene en seco al encontrarse con su primo llorando, y la incomodidad se apodera de ella.
—Oh, lo siento, no pretendía entrometerme. —Se disculpa Aemma y coge el pomo de la puerta. —Volveré más tarde.
—¡No, no, Aemma, quédate!
Daemon se levanta de un salto y toma suavemente a ella por el brazo hasta la cama donde estaba sentado antes, secando suavemente sus ojos llorosos.
—¿Pasa algo? ¿Qué te pasa, Daemon? —Pregunta Aemma nerviosa, desviando la mirada de su primo a su alrededor.
—Son lágrimas de felicidad, Aemma, no te preocupes. —Le asegura Daemon, sonriendo entre lágrimas. —Me cuesta creer que mis padres todavía no están conmigo para saber cuándo me casaré. —Poco a poco se tranquiliza limpiándose los restos de las lágrimas. —Pero se que ambos me cuidan a través de mis tíos.
—Los dragones crecen muy rápido, Daemon. —Dice Aemma en voz baja, apretando la mano de su primo para consolarlo. —Pronto tendrás a un Omega que vivirá en tu propio castillo, donde será el amo y señor absoluto. ¿No es eso algo bueno?
—Mi tío no cree en mí y piensa que yo llevare Harrenhal a la ruina. —Refunfuña Daemon, mirando a su prima con una sonrisa.
—¿Harrenhal? —Interrumpe Aemma.
—El nombre del castillo... Realmente no crees que ire a vivir en un lugar llamado Antigua. —Daemon suelta una carcajada. —Los Targaryen de Antigua. ¡Dioses!
Aemma y Daemon ríen entre dientes ante el absurdo nombre del castillo.
—No he venido aquí por nada. —Menciona la princesa, mientras le sonríe.
En ese momento, la servidumbre trae el desayuno.
—Pensé que aún no habías desayunado, así que les dije que trajeran el desayuno. —Explica Aemma.
Aemma y Daemon le dan las gracias y, despidiendo a los sirvientes, comienzan a comer. Aemma alcanzó sus pasteles de bayas favoritos, pero cuando se llevó el manjar a la boca, arrugó la nariz con disgusto. El pastel huele a algo picante y crudo y, sin atreverse a comerlo, lo deja a un lado.
—Estos son tus pasteles favoritos, Aemma. ¿Por qué no te lo comes? —Pregunta Daemon, dándole un jugoso mordisco a una manzana roja.
—Huelen raro. Tendré que preguntar en la cocina si las bayas se han echado a perder. —Responde Aemma.
Daemon mira a Aemma con extrañeza, pero no dice nada. Ella decide ignorar el comportamiento de su primo y toma en su lugar un trozo de pan tostado. Coloca una gruesa rebanada de queso blanco sobre el pan y le da un mordisco. Siente la boca amarga y Aemma traga la comida con dificultad, bebiendo inmediatamente un té de hierbas caliente.
“¿Qué les pasa hoy a las cocineras? ¡La comida está nauseabunda! Piensa la princesa irritada.”
Justo entonces la puerta de los aposentos se abre de golpe, dejando entrar la cabeza de Sir Westerling.
—Su Majestad, Príncipe Daemon. —Saluda a cada uno por turno. —Perdonen que interrumpa su desayuno, pero la reina Alysanne ha llegado al castillo.
Ambos se miran con sorpresa, diciéndole a Sir Harrold que le dijera que estaban esperándola. Para sorpresa de Aemma, Daemon alcanza el trozo de pan que había dejado a un lado y, cortando una rebanada de queso, se lo lleva a la boca.
—Ojalá no hubieras hecho eso, primo. El queso está muy malo hoy. —Le advierte Aemma.
—Aemma, el queso está maravilloso. Suave, fresco, moderadamente salado. —Daemon coge un pastelito de bayas y le da un mordisco. —Y el pastel también sabe de maravilla.
—Imposible. —Aemma prueba el pastel y arruga la nariz con disgusto. —¡Está agrio!
Daemon vuelve a mirarla en silencio. Lentamente sus ojos bajan hasta detenerse en su estómago. Aemma se lo cubre instintivamente con la mano. En ese momento las puertas de la habitación se abren para dejar ver a su abuela Alysanne, quien llevaba un traje gris de volar.
Aemma, al ver a su abuela Alysanne entrar en la habitación, siente una mezcla de emoción y ansiedad. La reina, con su porte elegante y su mirada sabia, siempre tenía una manera de hacer que Aemma se sintiera tanto en casa como en la corte.
—¡Querida Aemma! —Exclama Alysanne, acercándose y envolviendo a Aemma en un abrazo reconfortante. —He estado deseando verte. ¿Cómo te encuentras?
—Bien, abuela. Solo... Disfrutando de un desayuno con Daemon. —Aemma se esfuerza por sonreír, sintiendo la presión de la mirada de su primo.
Alysanne observa a Daemon, quien parece estar disfrutando del desayuno a pesar de los comentarios de Aemma sobre la comida.
—¿Y cómo va tu futuro hogar, Daemon? —Pregunta la reina, tomando asiento en una silla junto a ellos.
—Bien, abuela. Me estoy acostumbrando a la idea de vivir en Harrenhal. —Daemon responde con una sonrisa, aunque su tono sugiere que todavía está lidiando con sus inseguridades.
—Me alegra oír eso. —Alysanne asiente, pero su mirada se suaviza al ver a Aemma. —Y tú, querida, ¿Hay algo que te preocupe? Te veo un poco… Distinta.
Aemma se siente atrapada entre la necesidad de confesar lo que siente y la incertidumbre de cómo podría reaccionar su abuela. Sin embargo, antes de que pueda responder, el estómago le gruñe, recordándole que no ha comido adecuadamente.
—Quizás solo tengo hambre. —Murmura, intentando restarle importancia.
Alysanne sonríe, pero Daemon la mira con curiosidad.
—Eres una mentirosa no has comido nada desde que trajeron la comida, has disgustado todo, y no me digas que es por qué te sientes mal después de que Rhaenys te haya dejado cansada. —La mira con una sonrisa. —Desde muy temprano he estado escuchando tus gritos de placer.
Aemma se sonroja mucho bajando la mirada sin mirar a su abuela quien se estaba conteniendo para no reírse de ella.
—Eso es normal en ellas Daemon, no te sorprendas cuando tú Omega necesite de su Alfa, Rhaenys espero a que ella estuviera lista y no la apresuró, eso es algo muy lindo en su relación. —Su abuela les sonrió a ambos para después fruncir el ceño. —Ahora que recuerdo, ¿Donde esta Rhaenys?
—Rhaenys fue a ensillar a Meleys, por qué la última vez que la ensillaron estába muy inquieta. —Hablo levantando la mirada.
—Esa debe ser la razón por la que no la vi cuando llegue. —Miro a Daemon. —Termina de desayunar querido porque irás volando conmigo en Silverwing, Aemon quiere hablar con ustedes en el Consejo Real y también con su hija.
Aemma sintió náuseas cuando intento llevarse algo de comer a la boca.
—¿Te sientes bien, Aemma? —pregunta él, inclinándose un poco hacia ella. —A veces, cuando las mujeres están... Ya sabes, pueden sentirse un poco raras.
Aemma se sonroja, sintiéndose expuesta. Sin embargo, la mirada perspicaz de su abuela la anima a ser honesta.
—He estado sintiendo cosas raras últimamente, Daemon. No estoy segura de qué es. Tal vez sea el cansancio, o… —Se detiene, sintiendo el peso de sus palabras.
Daemon la observa atentamente, con una mezcla de comprensión y preocupación. Alysanne vuelve a mirarla en silencio. Lentamente sus ojos bajan hasta detenerse en su estómago. Aemma se lo cubre instintivamente con la mano.
—¿Cuándo fue la última vez que tuviste tu sangrado lunar? —Le pregunta la mujer a su nieta.
Aemma se queda pensativa.
—Tres semanas antes de que... Estuviéramos juntas. —Responde.
—¿Has sentido algo extraño estos últimos días? ¿A menudo te sientes somnolienta, sobre todo al mediodía? ¿Tu estado de ánimo cambia constantemente? ¿Has empezado a llorar mucho sin motivo?
Aemma se sorprende de la precisión con la que su abuela ha descrito todas las cosas extrañas que le han estado ocurriendo durante la última semana. Asiente suavemente, sin saber a qué se refería su abuela. Una sonrisa florece en el rostro de su abuela y sus ojos violetas brillan de alegría. Ella le cubre delicadamente el estómago con la palma de su mano.
—Bueno, mi querida nieta, no soy maestre, pero soy madre de 2 hijos. Y estoy casi segura de pronto nos dirás una buena noticia.
—No se de que hablas abuela. —En ese momento se sintió cansada, por lo que decidió irse a sus aposentos a descansar un poco. —Si no les molesta, iré a descansar un momento, me siento un poco cansada.
—Lo entiendo, querida. —Alysanne le acaricia la mejilla con dulzura. —Ve y descansa por el momento.
—Gracias... —Le agradece Aemma con un suspiro de cansancio.
Despidiéndose de su abuela y su primo, Aemma regresa a sus aposentos siendo seguida por Sir Harrold dispuesta a descansar hasta que Rhaenys la lleve a la Fortaleza Roja.
—¿Cuánto tiempo le tomará darse cuenta? —Habla Daemon cuando las puertas de su habitación se cierran detrás de su prima.
—No mucho, su aroma a flores estaba dejando otro que era de Brasas, supongo que ella o el será muy fuerte. —Sonrie para si misma.
—Ya quiero ver la reacción de mis tíos al enterarse de que serán abuelos.
Al llegar a sus aposentos Aemma quería ir a la cama pero su instinto la llevo al nido que había hecho acostándose sintiendo el suave roce de las sábanas contra su rostro. A pesar de la fatiga que la envolvía, su mente estaba en un torbellino. Las palabras de su abuela resonaban en su cabeza, quería saber por qué su abuela lo decía como si ya supiera.
Decidiendo que no podía conciliar el sueño, se levantó del nido mientras le daba vuelta a las palabras de su abuela, sentía que el pequeño intento de comer un poco del pan con queso se le subía a la garganta, solo tuvo unos pocos segundos para agarrar una jarra de vino vacía antes de devolver lo poco que comió en ella. Mientras se inclinaba sobre la jarra vacía, sintió que su cuerpo se relajaba. La náusea fue solo un breve episodio, un recordatorio de que algo no estaba bien con ella. Se levantó, sintiéndose un poco más ligera, y tomó una profunda respiración, intentando calmar la tempestad que se había desatado en su corazón.
Con un suspiro, Aemma tomo un pequeño pañuelo limpiandose la boca, decidió que necesitaba hablar con Rhaenys. Pero antes de que pudiera caminar hacia la puerta su esposa entro buscándola con la mirada, al verla sonrió pero después la miro con preocupación al verla pálida.
—¿Aemma estás bien? —Se acerca a ella rápidamente tomando su rostro entre sus manos. —¿Dime, por favor?
Aemma no queriendo preocuparla decidió no decirle sobre lo sucedido.
—Estoy bien, solo me asusté por algo pero ya estoy mejor.
—¿Estás segura? Puedo mandarles un cuervo a mis padres de que podemos ir otro día hasta que te sientas mejor. —La mira con preocupación.
—No te preocupes se me pasará, podemos ir después de todo, también tienes que enfocarte en el Consejo Real porque eres la heredera de tu padre.
Rhaenys la miro con preocupación sabía que algo no andaba bien con su esposa, pero no quería pelear con ella, al final termino aceptando.
—Esta bien, pero si te sientes mal, buscare al Maestre para que te atienda, ¿De acuerdo? —La mira seriamente.
Aemma asintió sonriendo, con esa afirmación ambas salieron de la habitación siendo seguidas por sus guardias, Rhaenys la llevaría a la Fortaleza Roja en Meleys, Aemma le pregunto sobre su abuela y Daemon a lo cual Rhaenys le dijo que ambos se habían ido hace mucho.
—¿Meleys sigue inquieta? —Aemma me preguntó cuando escucho el rugido de Meleys más cerca.
—Si, tuve problemas para colocarle la silla, pero no sé que le sucede, ella nunca se ha comportado de esa manera.
Al decir lo último ambas habían llegado a Pozo Dragón, Meleys que había estado esperando a su jinete al final del puente pero al oler su olor se movió hacia el otro lado acercándose rápidamente al ver a su jinete con su pareja. Con paso firme y decidido, Rhaenys lleva a Aemma hacia Meleys, la majestuosa dragona que las recibe con un gruñido de saludo, exhalando su cálido aliento que parecía acariciar sus rostros. La bestia alada se pone a olfatear, explorando el ambiente en busca de familiaridad.
“Probablemente no reconoce el olor de Aemma.” Piensa Rhaenys.
Pero entonces Meleys sorprende a todos al extender su cuello con elegancia y posar su cabeza contra el vientre de Aemma, acariciándola suavemente con su nariz. Este gesto inesperado dejó a Rhaenys petrificada, asombrada por la delicadeza mostrada por el dragón.
—Oye eso se llama traición Meleys. —Rhaenys hace un puchero al ver qué Meleys no se separa de su esposa quien se rie acariciando su nariz.
—Hola Meleys. —Aemma le hablo tocando su nariz, extrañandose cuando Meleys la empujaba por el vientre. —Si, se que tengo el olor de tu jinete pero es algo común entre nosotras.
Ambas se rieron durante un momento hasta que se calmaron, despues de un momento Rhaenys ayudo a su esposa a subir mientras Meleys se quedaba quieta lo mejor que podía para después subir ella, asegurándose de que su esposa estaba segura.
—Vamos a Desembarco del Rey Meleys. —Dijo Rhaenys cuando Meleys estaba saliendo de la cueva para empezar a volar.
Aemma estaba cansada, sus párpados caían cada ves más rápido, no queriendo dormirse se sujeto a su esposa con sus brazos en la cintura colocando su cabeza en su espalda, pero el suave movimiento de Meleys la hacía dormirse poco a poco hasta que se quedó profundamente dormida.
Pozo Dragon.
Rhaenys bajo con cuidado de Meleys sin querer despertar a su esposa, la cargo en sus brazos escuchando como Aemma roncaba suavemente, Meleys la estaba olfateando a casa momento, Rhaenys pensó que solo era el olor de ella en su esposa, al ver qué el carruaje llegó caminó hacia el y entro sentándose, colocando a su esposa en sus piernas, mientras ella estaba dormida. Rhaenys miro a su esposa detenidamente, recordando que hace 2 semanas a tenido mucho cansancio al mediodía, también que ha tenido un apetito sexual muy grande, se dejó llevar por sus pensamientos hasta que sintió a su esposa moverse en sus brazos.
Aemma abrió los ojos todavía con un poco de cansancio, miro a Rhaenys y a su alrededor viendo que no estaban en el cielo.
—¿Ya llegamos? —Pregunto moviéndose un poco dejando que Rhaenys la sentará con delicadeza a su lado.
—Si, en unos momentos llegaremos a la Fortaleza Roja. —Le da un beso en el cabello. —¿Cómo te sientes? —Pregunta acariciando sus mejillas.
Aemma sonrió por lo atenta que era Rhaenys con ella.
—Estoy mejor, aunque un poco cansada pero creo que puedo aprovechar el tiempo para quitar la niebla de sueño en mi cabeza. —Solto una risita.
—Me alegro que estés mejor. —Le da un beso en los labios. —Debes hablar con el Maestre lo más pronto posible para que te examiné, para saber que tienes.
—Lo hare cuando volvamos a RocaDragon. —Abrazo a su esposa sintiendo como el carruaje iba en movimiento.
Aemma miraba a través de las ventanas cubiertas del carruaje, las personas del pueblo se movieron por todos lados, algunos trabajando, otros vendiendo dulces o algo más, el estómago le empezó a gruñir de hambre, tenía que comer algo cuando llegara al castillo, no quería desmayarse en algún lugar, el olor a hedor le llegó a la nariz dandole náuseas, pero se contuvo de vomitar no queriendo preocupar a su esposa.
Rhaenys notó el cambio en la expresión de Aemma y se preocupó de inmediato. Aunque su esposa intentaba disimularlo, no podía esconder las señales de incomodidad.
—¿Estás bien? —Preguntó, inclinándose un poco más cerca para evaluar su rostro.
Aemma hizo un esfuerzo por sonreír, pero su palidez la delataba.
—Solo un poco de mareo, creo que el olor del pueblo me está afectando. —Respondió, tratando de mantener la calma.
Rhaenys se sintió culpable por no haber previsto que el viaje podría ser agotador para Aemma, especialmente después de lo que había estado sintiendo en las últimas semanas.
—¿Quieres que abramos una ventana? —Ofreció, buscando una forma de aliviar la incomodidad de su esposa.
—No, no quiero que entre más aire frío. Solo... Necesito concentrarme. —Aemma cerró los ojos por un momento, respirando hondo. —Creo que solo debo comer algo de inmediato.
Rhaenys asintió, sintiendo que el estómago de Aemma también podía estar enredado con la ansiedad de su estado.
—Cuando lleguemos, pediré algo para tí. —Prometió, acariciándole la mano. —Y si es necesario, te pediré al Maestre que te traiga algo ligero para que puedas tomar de inmediato.
Aemma sonrió débilmente, agradecida por la atención de su esposa.
—Eres demasiado buena conmigo.
—Solo hago lo que cualquier esposa haría por su amada. —Rhaenys le devolvió la sonrisa, pero su corazón latía con preocupación. Sabía que había algo más detrás del cansancio y los cambios de Aemma, y no podía evitar preguntarse si había algo que ella misma no estaba dispuesta a reconocer.
El carruaje siguió rodando, y Aemma se permitió relajarse un poco, apoyando su cabeza contra el hombro de Rhaenys. El movimiento constante era reconfortante, y se aferró a la idea de que pronto estaría en la Fortaleza Roja, donde podría cuidar de su bienestar.
El paisaje exterior comenzó a cambiar, las casas del pueblo dieron paso a los muros imponentes de la fortaleza. Rhaenys sintió una mezcla de alivio y ansiedad. Sabía que la llegada significaba tanto como enfrentarse a las inquietudes que habían atormentado a Aemma hace unos años.
—Nos queda poco. —Dijo Rhaenys, intentando animar el ambiente. —Cuando volvamos a RocaDragon, me aseguraré de que te mimen como mereces.
Aemma sonrió, ese tipo de promesa siempre la hacía sentir mejor.
—Gracias, amor. —Respondió, y aunque todavía había nubes de preocupación en su mente, la calidez del amor de Rhaenys la envolvía.
Finalmente, el carruaje se detuvo frente a la imponente entrada de la Fortaleza Roja. Rhaenys se enderezó, sintiendo que era el momento de actuar. Con cuidado, levantó a Aemma tomándola de las manos y la llevó hacia el interior, decidida a asegurarse de que su esposa estuviera bien.
Ambas bajaron del carruaje, tomadas de la mano, se adentraron en la Fortaleza Roja caminando por los pasillos para llegar al Consejo Real.
En el Consejo Real estaban Jocelyn, Alysanne y Daemon conversando de ellas y esperando a que llegaran Aemon junto a Otto y Corlys, hasta que Alysanne le dice lo que le sucede a Aemma.
—Hay una cosa que debo decirte hermana. —Miro a su hermana menor. —Como ya sabrás, Rhaenys y Aemma han estado juntas desde hace 2 semanas, por lo que te dijieron las doncellas que quitaron las sábanas ese día.
—Si, ellas me dijieron eso, le comenté eso a Aemon, y ambos entendimos que ya no había peligro para que Aemma enfermara o le pasará algo al feto. —Habla con tranquilidad pero después mira a su hermana confundida. —¿Pero eso no es lo que me querías decir, verdad?
—No, no era eso hermana, de hecho es algo mejor. —Mira a su nieto menor quien le sonríe. —Lo que quiero decir es que en 9 Lunas serás abuela de una o un pequeño dragón, por lo que creo que Aemma ha empezado a hacer su nido. —Espera impaciente la reacción de su hermana.
Jocelyn miraba a su hermana confundida hasta que entendió lo que quería decir, se llevó sus manos a sus labios para no llorar de felicidad.
—¿Estás diciendo que Rhaenys y Aemma... Van a ser madres? —Preguntó Jocelyn, su voz temblando de emoción. Sus ojos se iluminaron con un destello de alegría.
—Así es, hermana. —Alysanne sonrió, sintiendo la felicidad que emanaba de Jocelyn. —Estoy casi segura de que Aemma está esperando una o un cachorro.
—¡Esto es maravilloso! —Exclamó Jocelyn, levantándose de donde estaba para ir a abrazar a Alysanne con fuerza. —No puedo creer que finalmente seamos abuelas. ¡Esto es un milagro!
En ese mismo momento entro su esposo Aemon, siendo seguido por Lord Corlys y Otto, Jocelyn se acercó a su esposo emocionada y feliz.
—¿Cariño que sucedió? ¿Por qué estás llorando? —Le tomo el rostro suavemente entre sus manos para limpiar las lágrimas que bajaban.
—No es nada malo mi amor, al contrario es una noticia hermosa. —Le responde con una sonrisa, su esposo todavía sin entender la miraba confundido. —Pronto habra un o una nueva cachorrita corriendo por este Castillo amor.
—Espera... ¿Quieres decir que seremos... Abuelos? —Habla sorprendió al decir las palabras.
—¡Si! ¡Mi amor seremos abuelos! —Le da un beso en los labios para después abrazarlo. —Es una noticia que me ha alegrado mucho.
Aemon estába feliz y emocionado ¡Iba a ser abuelo! Sabía que tendría esa noticia cuando le dijieron en el cuervo que la sábanas de la cama de su hija estaban manchadas con sangre dándole a entender que pronto sería abuelo.
—¡Por los dioses seremos abuelos! ¡Madre escuchaste seremos abuelos de un cachorro! —Corre a abrazar a su madre como fuerza y alegría. —¡Y tú serás bisabuela!
Alysanne rio al ver el humor de su hijo, estaba feliz de que la familia creciera más. Daemon también estaba feliz por sus tíos miro a los otros dos hombres presentes en la sala, Corlys Velaryon estaba dándole las felicitaciones a sus tíos y abuela por el nuevo bebé, mientras que Otto estaba sonriendo falsamente, sabía que era un golpea bajo para el por qué su hija todavía no le había dado un heredero a Viserys.
Otto estaba sonriendo falsamente a la familia real por la noticia pero por dentro estaba enojado sabía que un bebé por parte de la heredera era un obstáculo más para que su sangre se sentara en el Trono, su hija le había dicho que Viserys todavía no tenía necesidad de tener un hijo, ya que no quería bebés llorando, no podía dejar que eso sucediera tenía que hacer algo lo antes posible pero antes de que pudiera pensar en algo más las puertas se abrieron anunciando a la princesa Rhaenys y su esposa Aemma.
Ambas jóvenes miraron a los reyes más felices que de costumbre sin saber que sucedía tomaron asiento a un lado de Daemon cuando Jocelyn abrazo a Aemma de la nada.
—Mi niña me haces tan feliz. —Jocelyn tomo de las manos a Aemma sonriendo.
—¿De que estás hablando tía? —Aemma miro con extrañeza a su tía.
Alysanne decidió intervenir para que Aemma lo descubriera por si misma.
—Hermana no la sofoques tanto, pronto se darán cuenta. —Le hace señas a su hijo para que se quede dónde está sin hablar del embarazo.
Aemma sintió cómo su corazón latía más rápido al ver a su tía tan emocionada. La alegría en los ojos de Jocelyn era contagiosa, pero la confusión también la envolvía.
—¿Qué sucede, tía? —Preguntó Aemma con una sonrisa nerviosa, intentando entender la razón detrás de la efusividad de Jocelyn.
Alysanne, sentada enfrente de ella, le dio una mirada de complicidad antes de hablar.
—Parece que hay buenas noticias en el aire hoy. —Dijo Alysanne, su voz suave pero llena de emoción.
Aemon no hablo más de eso, quería que ambas se enteraran por si solas. Se sentó en la cabeza de la mesa decidiendo hablar sobre un asunto urgente de Los Peldaños De Piedra. En ese momento se anuncio la presencia de su sobrino Viserys y su esposa Alicent quienes de sentaron en las dos sillas disponibles, Alicent al lado de Aemma y y Viserys la lado de su suegro Otto.
Alicent al estar sentada al lado de Aemma pudo oler un aroma a Brasas que empezaba a esparcirse por toda la habitación.
—¿Que es ese aroma? —Pregunto Alicent mirando alrededor de la habitación.
—¿Que aroma? —Le responde Viserys mirándola confundido.
Alysanne sabía que si Alicent decía algo dejaría de ser sopresa para sus nietas, por lo tanto decidió intervenir.
—Es el aroma de Rhaenys y Aemma. —Hablo encontrándose con la mirada de su nieto y su esposa. —Como sabran ambas han estado queriendo bendecir al reino con el siguiente heredero o heredera en la línea de sucesión.
Muchos de los presentes entendieron lo que quiso decir la antigua reina, pero Viserys solo miraba a su prima Rhaenys con veneno en los ojos, pensando que si su prima no se hubiera robado a Aemma ella sería su esposa y el bebé que estaría esperando sería de el.
Aemma se sonroja al escuchar a su abuela hablar de esa manera, pero de nuevo sintió náuseas al olfatear el perfume de Alicent en sus fosas nasales, era muy fuerte para ella y tenía un olor desagradable que la mareaba.
—¿Aemma te sientes bien? —Se preocupo su suegra al verla pálida.
Rhaenys al voltearse pudo ver qué su esposa había perdido el color de su rostro.
—¿Aemma te encuentras bien? —Le pregunta al ver qué se lleva una mano a la boca.
—No, no, lo siento, discúlpenme pero no me siento nada bien en este momento. —Se levantó con dificultad del lado de Alicent. —Oh, no... —Murmuró pero ya era demasiado tarde. Vómito, impactando directamente en el vestido de Alicent.
Alicent se quedó paralizada por un momento, mirando su vestido manchado con incredulidad. La sala, que antes estaba llena de conversaciones, se sumió en un silencio un poco incómodo Aemon y Daemon intentando no reírse de la situación, Jocelyn intentaba no sonreír y Lord Corlys y Alysanne intentaron toser para no reírse mientras que Otto estaba furioso y Viserys miraba con asco. Aemma, con el rostro pálido y los ojos llenos de disculpas, se sintió completamente avergonzada.
—¡Aemma! —Exclamó Alicent enojada, mirando su vestido manchado con incredulidad. —¿¡Que demonios te sucede!? ¡Era un vestido nuevo, y ahora está sucio! —Se levanto de la silla mirando su vestido con asco. —¡Espero que lo disfrutes mucho! —Camino enojada hacia la puerta dejando la Sala del Consejo Real.
Rhaenys, con una mezcla de preocupación y sorpresa, se acercó rápidamente a su esposa sacando un pequeño pañuelo para limpiar su boca.
—Aemma, ¿Estás bien? ¿Necesitas agua o algo más? —Preguntó, su voz llena de ternura.
Aemma, aún sintiéndose mal, asintió con la cabeza.
—Lo siento tanto, no quería... No sé qué me pasó. El perfume... Es muy fuerte para mí.
Alysanne, intentando aliviar la tensión, se rió suavemente.
—Bueno, supongo que este es un recordatorio de que a veces los perfumes pueden ser un poco abrumadores. No te preocupes, querida, esto es solo un pequeño contratiempo.
Rhaenys sonrió, tratando de hacer que Aemma se sintiera más cómoda.
—Vamos, te llevaré a descansar un momento.
Aemma se sintió aliviada al escuchar las palabras de apoyo y la risa de su abuela Alysanne. A pesar de la incomodidad del momento, la calidez de sus seres queridos la reconfortaba. Rhaenys la tomó de la mano con suavidad, guiándola hacia las puertas para llevarla a su habitación pará ayudarla a recuperarse.
A medida que Rhaenys guiaba a Aemma fuera de la Sala del Consejo, el murmullo de las conversaciones que habían en el aire se desvaneció, dejando solo el sonido de sus pasos. Aemma sentía un nudo en el estómago, no solo por las náuseas, sino por la vergüenza que la envolvía. La mirada de todos, especialmente la furia de Alicent, la hacía sentir aún más pequeña.
—Lo siento, Rhaenys. No quería hacer un espectáculo. —Murmuró Aemma, apretando la mano de Rhaenys con fuerza.
—No tienes que disculparte, querida. A veces, incluso las situaciones más incómodas pueden ser solo eso: momentos incómodos. —Respondió Rhaenys, su voz suave y comprensiva.
Cuando llegaron a la habitación de Rhaenys, Aemma se sentó en el borde de la cama, sintiendo que el mareo comenzaba a ceder un poco. Rhaenys se movió rápidamente a la mesa y llenó un vaso con agua fresca.
—Bebe esto, te hará sentir mejor. —Dijo, ofreciéndole el vaso con una sonrisa cálida.
Aemma tomó un sorbo y sintió el agua fresca recorrer su garganta. A medida que la sensación de malestar comenzaba a desvanecerse, su mente regresó al momento incómodo en la sala.
—No se que me está pasando Rhaenys, he devuelto lo poco que comi en RocaDragon. —Dijo mirando a su esposa con preocupación.
Rhaenys frunció el ceño, pensativa.
—Quizás fue el vuelo con Meleys, sabes que a ella le gusta mucho la rapidez aunque te dormiste al volar, puede que necesites un momento para calmarte. Lo importante es que tú estés bien.
Aemma asintió lentamente, sintiéndose un poco más tranquila.
—Solo... Quería que todo fuera bien. El tío Aemon quería que tú estuvieras presente en el Consejo Real pero lo arruiné todo.
—No digas eso. —Le tomo ambas mejillas para luego darle un beso en el cabello. —Tu eres mi esposa por lo cual debo preocuparme más, debo cuidarte mucho y más si un día de estos nos enteramos de que tendremos un cachorro. —Dijo acariciando suavemente la mano de Aemma.
Justo en ese momento, la puerta se abrió y entró su abuela Alysanne, con una sonrisa amable en el rostro.
—¿Cómo te sientes, querida? —Preguntó, con un aire maternal.
—Un poco mejor, gracias. —Respondió Aemma, sonriendo levemente.
Alysanne se acercó y se sentó a su lado en la cama.
—A veces, la vida nos lanza sorpresas inesperadas. Pero lo importante es que estás rodeada de quienes te quieren. No dejes que un pequeño accidente te haga sentir menos.
Aemma sintió una oleada de gratitud por el apoyo de su familia.
—Gracias abuela, gracias Rhaenys. Me siento afortunada de tenerlas a mi lado. —Dijo, con la voz un poco más firme.
Rhaenys sonrió.
—Y nosotras nos sentimos afortunadas de tenerte a ti. Ahora, ¿Quieres que te traiga algo más o prefieres descansar un poco?
—Quisiera que el Maestre Mellos venga a verme. —Respondió Aemma, sintiéndose más tranquila. — La abuela puede quedarse conmigo, no te preocupes si algo me pasa ella irá a decirte. —Habla antes de que su esposa proteste.
—Pero si te sient-
—Estara conmigo o piensas que no la cuidare. —La interrumpió su abuela sacándola de la habitación. —Ahora ve al Consejo Real para que escuches lo que tiene que decirte tu padre.
—Pero abuela aem-
—Nada de Aemma. —La interrumpe cerrando las puertas en su cara.
Rhaenys soltó un suspiro caminando hacia el Consejo Real, mientras que su abuela miraba a su nieta menor.
—Aemma mi querida niña. —Se sienta a su lado tomando sus manos entre las suyas. —¿Te sientes mal o es otra cosa?
Aemma miro a su abuela a los ojos.
—No lo sé abuela, desde hace días me siento cansada, también he estado llorando sin motivos y hoy más que nada he disgustado la comida, y yo nunca hago eso. —Mira sus manos. —¿Que me esta pasando abuela?
Alysanne tomo su rostro en sus manos sonriéndole.
—No es nada malo mi niña, es solo que tú cuerpo se está adaptando a algo nuevo.
Aemma se sentía confundida ante lo dicho por su abuela.
“¿Algo nuevo? No entiendo que-”
Aemma hizo una mueca cuando un dolor ataco su cabeza antes de que pudiera preguntar algo siquiera.
—¡Ahhh! —Se ergio y agarro su cabeza con ambas manos cerrando los. Alysanne se acercó preocupada.
—¡Aemma! ¿Aemma mírame, quieres agua? ¿Es un dolor de cabeza? ¡ALGUIEN TRAIGA UN MAESTRE AHORA! —Grito la reina viendo a los guardias.
La princesa empezó a escuchar todo alejado, como si estuviera a distancia de la habitación, cuando abrió los ojos vio al Maestre a su lado preparando una infusión,
¿Cuando llegó el maestre? Su abuela a su otro lado se vía preocupada, ¿Que estaba pasando?
Aemma se sentía atrapada entre la confusión y el dolor. La habitación parecía girar a su alrededor, y el murmullo de voces distantes apenas alcanzaba su conciencia. Cada latido de su corazón reverberaba en su cabeza, y no podía evitar sentir que algo inusual estaba ocurriendo dentro de ella.
—Aemma, mírame. —Dijo Alysanne, con voz firme y suave a la vez, intentando anclarla de nuevo a la realidad. —Respira hondo. Estoy aquí contigo.
Aemma trató de concentrarse en la voz de su abuela, y poco a poco la neblina comenzó a disiparse. Pudo ver al Maestre Mellos, con su túnica blanca y su expresión de preocupación, preparándose para atenderla.
—¿Qué me está pasando? —Preguntó Aemma, su voz apenas un susurro.
—Es posible que estés experimentando síntomas de un embarazo temprano. —Respondió el maestre, mientras revolvía las hierbas en un tazón. —Los mareos, la fatiga y las náuseas son comunes en las primeras etapas. Pero no sé preocupen, son solo señales de que su cuerpo se está adaptando a este nuevo estado.
La revelación golpeó a Aemma como un trueno. Su corazón se aceleró y su mente se llenó de preguntas y emociones. Recordó los momentos compartidos con Rhaenys, la intimidad de sus noches juntas y el profundo amor que sentían la una por la otra.
—¿Un bebé? —Murmuró, sintiendo que las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos. —¿Voy a ser madre?
—Es muy probable, querida. —Dijo Alysanne, con una mezcla de alegría y ternura en su mirada. —Pero necesitamos confirmar esto. El maestre te hará un examen y luego podremos saber con certeza.
Aemma se sintió abrumada por la idea. La posibilidad de ser madre era un sueño que nunca se había atrevido a visualizar, pero ahora que estaba ahí, era difícil de asimilar. Su corazón se llenó de amor y miedo a partes iguales.
Las palabras de su abuela resuenan en su mente. Aemma recuerda el nido que había formado en su habitación, la forma en que había sentido la necesidad de proteger algo. ¿Era posible que su instinto estuviera relacionado con un futuro embarazo?
—¿Y Rhaenys? —Preguntó, su voz temblando. —¿Cómo reaccionará ella?
—Tu esposa te ama profundamente, Aemma. Estoy segura de que estará emocionada al saber que están esperando un hijo. —Respondió Alysanne, acariciando su mano con suavidad. —Ahora, relájate y dejemos que el maestre te examine.
Mellos se acercó a Aemma, su expresión profesional pero amable.
—Voy a hacerte algunas preguntas y luego procederé con el examen, ¿De acuerdo? —Dijo, mientras comenzaba a tomar notas en un pergamino.
Aemma asintió, sintiéndose un poco más tranquila al tener a su abuela y al maestre a su lado. Sabía que cualquier resultado que obtuviera cambiaría su vida y la de Rhaenys para siempre, pero también entendía que la familia que estaban formando era un regalo precioso.
El maestre hizo sus preguntas, y Aemma respondió con sinceridad, compartiendo los síntomas que había estado experimentando. Después de unos momentos de evaluación, el maestre se preparó para realizar un examen físico.
—Esto puede ser un poco incómodo, pero es necesario para determinar con precisión su estado. —Dijo Mellos, mientras Alysanne le sujetaba la mano a Aemma en un gesto de apoyo.
Presionó suavemente sus manos en el vientre de Aemma sintiendo el cambio en su cuerpo, el maestre se retiró para preparar un tónico que ayudaría a aliviar los síntomas de Aemma. Mientras tanto, Alysanne permaneció a su lado, sosteniendo su mano con ternura.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Alysanne, observando su rostro.
—Me siento... Emocionada y asustada al mismo tiempo. —Confesó Aemma, sintiendo que la ansiedad comenzaba a desvanecerse un poco. —No puedo creer que esto esté sucediendo.
—Es natural sentirse así. La maternidad es una aventura llena de altibajos, pero recuerda que no estás sola. Tienes a Rhaenys y a toda tu familia para apoyarte. —Dijo Alysanne, sonriendo con afecto. —Y estamos aquí para ayudarte en cada paso del camino.
El maestre regresó entonces, llevando consigo un pequeño frasco de cristal con un líquido de color verdoso.
—Aquí tiene un tónico para ayudarle con las náuseas. También le recomendaré algunos cambios en su dieta para asegurarnos de que tanto usted como el bebé estén sanos. —Dijo, mientras Aemma tomaba el frasco con manos temblorosas.
Aemma lo acerco a sus labios peor un ligero olor amargo lo hizo dejarlo en la mesita de noche. Rápidamente, el maestre le dio algunas recomendaciones sobre alimentos que debía evitar y otros que serían beneficiosos para ella.
Una vez que el maestre terminó y se fue, Alysanne se levantó de su asiento.
—Voy a avisar a Rhaenys. Ella necesita saber la buena noticia. —Dijo, una sonrisa radiante iluminando su rostro.
Aemma asintió, sintiendo un torbellino de emociones en su interior. La idea de compartir la noticia con Rhaenys la llenaba de alegría, pero también de nerviosismo. ¿Cómo reaccionaría su esposa?
Poco después, Alysanne regresó a la habitación junto a Rhaenys, quien entró con una expresión de preocupación marcada en su rostro.
—Aemma, ¿Estás bien? —Preguntó Rhaenys, su voz llena de ansiedad al ver a su esposa sentada en la cama.
Aemma sonrió, sintiendo cómo su corazón latía en su pecho al ver a Rhaenys. La forma en que la miraba, llena de amor y preocupación, la hizo sentir segura.
—Rhaenys, hay algo que necesito contarte... —Empezó Aemma, pero Alysanne la interrumpió.
—Antes de que digas algo, querida, quiero que sepas que lo que está sucediendo es algo hermoso. —La mirada de Alysanne era intensa y llena de emoción.
Aemma le tomo el rostro entre sus manos.
—Estoy esperando un hijo tuyo.
Rhaenys se quedó quieta por un momento, asimilando la información. Luego, su rostro se iluminó con una alegría indescriptible.
—¿Es cierto? —Preguntó, sus ojos brillando con lágrimas de felicidad. —¿Vamos a ser madres?
Aemma asintió, sintiendo que la emoción la abrazaba con fuerza.
—Sí, Rhaenys. Creo que sí.
Rhaenys se acercó rápidamente, envolviendo a Aemma en sus brazos y sosteniéndola con fuerza.
—¡Esto es increíble! —Exclamó, su voz llena de emoción. —No puedo creer que vayamos a tener un bebe. ¡Seremos madres!
Aemma sintió cómo sus ojos se llenaban de lágrimas de felicidad mientras se abrazaban, el mundo alrededor de ellas desapareciendo en ese cálido momento de amor.
—Siempre supe que esto era lo que estaba destinado a suceder. —Rhaenys susurró, acariciando el cabello de Aemma. —Estoy tan emocionada por comenzar esta nueva aventura contigo.
Ambas mujeres se miraron a los ojos, sintiendo el profundo amor que las unía, y en ese instante, Aemma supo que, sin importar lo que sucediera, enfrentarían juntas cada desafío que la maternidad traería a sus vidas.
—Vamos a RocaDragon, quiero que el Maestre Gerardys lo confirme. —Toma de las manos a su esposa. —Abuela podrías por favor decirles a mis padres que iremos a RocaDragon. —Mira a su abuela.
Alysanne asiente.
—Pero el Maestre Mell-
—Se que Mellos te atendió, pero confío más en el Maestre Gerardys por qué fue el quien atendió a mi madre cuando nací. —Miro a su esposa a los ojos.
Aemma asintió dejándose llevar por su esposa, al salir de la habitación su abuela se fue en otra dirección mientras ellas iban de camino a Pozo Dragón.
Torre de la Mano del Rey.
Furioso se encontraba Otto Hightower, dirigiéndose a sus aposentos con apuro, con sus manos cerradas en puños y un ceño fruncido. Al llegar a sus habitaciones, entro y cerro la puerta, se sentó en su escritorio y comenzó a escribir una carta, la letra era desordenada y rápida, definitivamente no se parecía a la que siempre usaba, tranquila y prolija, pero ¿Para quién era la carta? Eso no importaba, en sus ojos se notaba aún el enojo de la noticia del futuro hijo de la heredera que había tenido en la reunión del consejo, iba a hacer algo, se veía en su mirada.
RocaDragon.
Aemma es dejada por su esposa con Sir Harrold y el la acompaña a sus aposentos. Una vez allí se da un baño rápido y se pone la misma ropa que usó la última vez. El maestre llega un tiempo después.
—No creí que me honraría con su presencia tan pronto, Majestad. —Dice el Maestre con una sonrisa mientras entra en los aposentos llevando su alforja de instrumentos.
—Si confirma usted lo que dijo el Maestre Mellos, nuestro reino pronto recibirá buenas noticias. —Responde Aemma, frotándose el borde del camisón con los dedos.
La comprensión relampaguea en los ojos oscuros del maestre. Este se lava las manos a conciencia y se las seca. Aemma se sienta en la cama.
—¿Cuáles son los síntomas? —Pregunta el hombre con tono serio, preparando sus instrumentos.
—Náuseas ligeras por la mañana y por la noche, además de cambios de humor frecuentes... —Empieza a enumerar Aemma.
—¿Llora mucho?
—En los últimos días, sí, siempre tengo los ojos húmedos.
—¿Han cambiado sus paladares, mi princesa?
—Sí, hoy en el desayuno toda la comida me ha parecido asquerosa.
—¿Alguna percepción nueva en su cuerpo?
—Mis pechos están muy sensibles, y de vez en cuando siento un tirón en el bajo vientre.
—Bueno, ya está claro, pero no está de más comprobarlo. Túmbese en la cama, Majestad.
Aemma se tumba obedientemente. Gerardys le presiona el vientre, pidiéndole que se tense y luego se relaje. Luego vuelve a sacar el familiar espejo y le examina el pecho. Una sonrisa aparece en el rostro del hombre.
—Muy bien, mi princesa. Tengo el honor de ser uno de los muchos primeros en felicitarla. Está usted encinta, Majestad. A juzgar por su estado, lo más probable es que usted y la princesa Rhaenys concibieran este bebé hace 2 semanas atrás, si no me equivoco.
Aemma siente que las lágrimas llenan sus ojos. En un arrebato de emoción, se levanta de un salto y abraza al Maestre, susurrándole palabras de agradecimiento. El hombre le da unas torpes palmaditas en la espalda. Ella suelta a Gerardys de su abrazo y se seca las lágrimas.
—Maestre Gerardys, usted es el único en el que confía Rhaenys, no quiero a nadie mas que me atienda en el embarazo. —Dice Aemma resueltamente.
—Pero, majestad, no creo que el Gran Maestre lo aprecie. —Objeta Gerardys.
—La opinión del Maestre Mellos es lo último que tengo en cuenta. —Replica Aemma con rigidez. —Ha sido incapaz de ayudar a mis tias en sus embarazos. Él ha demostrado una incompetencia flagrante, pero de alguna manera nadie, excepto yo y unas pocas personas sensatas, están dispuestos darse cuenta. —Aemma clava una sentida mirada en la del hombre. —Mi esposa sobrevivió gracias a sus cuidados. Por lo tanto, Rhaenys y yo sólo podemos confiar a usted la vida de nuestro futuro bebe. Por favor, no rechace está petición que le hace su princesa.
—Esta bien majestad, lo haré. —Asiente con una sonrisa.
Kings Landing.
Al caer la noche, en uno de los callejones más peligrosos de Kings Landing, se encontraba un hombre completamente opuesto al callejón, bien vestido y arreglado, mientras tenía agarrado a un hombre del cuello de su camisa, estaba golpeado.
—Le llegó esto. —Dijo uno de sus secuaces, entregándole una carta, no tenía el remitente, nada, pero la letra era inconfundible, tenía que trabajar.
—Era cuestión de tiempo para que me volvieras a escribir, viejo amigo. —Soltó al hombre, dejándolo malherido en el suelo, luego, camino dentro de un edificio, mientras sonreía con malicia, leyendo la carta mientras caminaba por los ostentosos pasillos, hasta llegar a una oficina.
RocaDragon.
Aemma volvió a entrar a su habitación, con más prendas que añadir a su creación, cuando la vio a ella, a su querida esposa, Rhaenys, desarmando el nido que con mucho esmero había hecho. Estaba destrozado, Aemma sintió molestia, rabia al ver como su esposa destruía algo que con mucho esfuerzo había hecho.
La mujer se acerco rápidamente, pisando fuerte, y de un tirón, aparto a la otra.
—¿¡Que crees que haces Rhaenys!? —Gruño protegiendo el nido medio desarmado. —¡No te atrevas a tocarlo de nuevo. —Mostro sus dientes a su esposa.
Rhaenys quien estaba tirada en el suelo miro con confusión a su esposa.
—Aemma solo estaba buscando mi camisa. —Intento calmar a su esposa pero el olor de ella se estaba volviendo más amargó.
—¡No me importa! ¡Si lo tocas de nuevo haré que te saquen de la habitación!
—Pero Aemma yo solo estaba buscando mi camisa de entrenamiento. —Intento acercarse a su esposa pero Aemma se apartó.
—¡Vas a dormir con Meleys está noche!
En ese momento entro Alysanne preocupada por los gritos cuando vió a sus nietas discutiendo, al bajar un poco la mirada pudo ver qué Aemma estaba protegiendo el nido que estaba desarmado.
—Mis niñas cálmense ahora. —Se acerco un poco a ellas. —Aemma cálmate eso no le hará nada bien al bebé. —Continuo su abuela, tratando de mantener la paz en la habitación.
Aemma respiró hondo, sintiendo la tensión en su cuerpo. Volteó a mirar a su abuela, quien se acercaba con un aire de autoridad, y luego volvió a centrar su atención en Rhaenys, cuya expresión mostraba confusión y preocupación.
—Lo siento, Rhaenys. —Aemma se suavizó, su voz más tranquila. —Es solo que... Esto es importante para mí. Hice ese nido porque sentí que... Era lo que debía hacer.
—Lo entiendo, pero no quería dañarlo. —Rhaenys dijo suavemente, acercándose otra vez, esta vez con más cautela. —Solo estaba buscando mi camisa de entrenamiento para ponerme algo cómodo mientras estoy entrenando.
Alysanne, sintiendo la necesidad de intervenir, dijo con una voz suave y maternal:
—Queridas, esto es un momento especial. Aemma, el nido que has hecho es hermoso, y es una expresión de tus instintos maternales. Rhaenys, quizás deberías ayudar a Aemma a reforzarlo en lugar de desarmarlo.
Rhaenys asintió, su rostro iluminándose con una sonrisa.
—Claro, amor. Puedo ayudarte a reforzarlo. Solo si me lo permites. —Mira a su esposa. —Mi madre me ha contado que una mujer Omega tiende a ser muy sobreprotectora con el nido. —Recuerda las palabras de su madre. —Me aseguraré de que no estes incómoda.
Aemma sintió que su corazón se ablandaba al ver la sinceridad en los ojos de Rhaenys.
—Está bien, podemos trabajar juntas. —Dijo, sintiéndose un poco avergonzada por su reacción anterior.
Ambas comenzaron a recoger las sábanas y almohadas, creando un nido aún más acogedor que antes. A medida que trabajaban juntas, la tensión en la habitación se disipó, y las risas comenzaron a fluir entre ellas.
—Este lugar será perfecto para cuando tengamos a nuestro pequeño dragón. —Dijo Rhaenys, mientras acomodaba una almohada en el centro del nido.
—O pequeña dragona. —Aemma respondió, sonriendo. —No importa el género, lo que importa es que será amado.
Alysanne observó con satisfacción cómo las dos se unían en esta nueva etapa de sus vidas, y no pudo evitar sentirse emocionada por la llegada de su nuevo nieto o nieta.
—Me alegra verlas así, unidas en este momento tan especial. —Dijo su abuela, mientras se sentaba en el borde de la cama.
Aemma miró a su abuela, sintiéndose agradecida por su apoyo.
—Gracias, abuela. No podría estar más emocionada, pero también un poco asustada.
—Es normal sentirse así, querida. La maternidad es un viaje lleno de incertidumbres, pero también de mucho amor. Tienes a Rhaenys a tu lado, y eso es lo más importante.
Rhaenys tomó la mano de Aemma, mirándola a los ojos.
—Siempre estaré a tu lado, Aemma. —Prometió, su voz llena de sinceridad. —Juntas enfrentaremos cualquier desafío que venga.
Aemma se sintió reconfortada por las palabras de Rhaenys y sonrió, sintiéndose más fuerte al pensar en el futuro que les esperaba.
—Te amo, Rhaenys. —Dijo, sintiendo que su corazón se llenaba de amor.
—Y yo a ti, mi feroz halcón. —Respondió Rhaenys, inclinándose para darle un suave beso.
Alysanne sonrió al ver la conexión entre ambas, sintiendo que la familia se fortalecía.
—Ahora, ¿Qué tal si celebramos esta buena noticia con una comida especial? —Sugirió, deseando crear un momento memorable para sus nietas.
Ambas mujeres asintieron con entusiasmo, dejando de lado la preocupación y sumergiéndose en la alegría del momento.
—¡Sí, por favor! —Exclamó Aemma, sintiendo que su energía regresaba. —¡Muero de hambre!
Las mayores rieron por el entusiasmado de Aemma por la comida.
Más tarde mientras el sol se ocultaba en el horizonte, preparándose para dar paso a una nueva noche, Aemma y Rhaenys compartieron risas y sueños sobre el bebé que pronto llegaría a sus vidas, llenando su hogar de amor y alegría.
Notes:
Rhaenyra en la panza: Que cómodo es esto... ¡Ahora tengo hambre!
Su madre hablando con Daemon: ¡Ese si será un buen tío!
Escucha la voz de sus abuelos: ¡Si mis abuelitos están más emocionados!
Escucha como Alicent le grita a su mamá: ¡Eso te lo buscar por meterte con mis mamás!
Chapter 9: La Herencia de Fuego y Sangre.
Summary:
Los meses de las madres esperando por su pequeña bebé y también drama ¿Por qué? Por qué si, me gusta y se que también les gusta JAJAJAJAJA
Gracias a @V3NUS3 @constellationtxt @chizug @Pawi @Carol y a otras 2 personas jejeje
Chapter Text
1 Luna RocaDragon.
Las futuras madres estaban sentadas a las afueras de la Fortaleza de RocaDragon. Mientras Aemma está recostada en el pecho de Rhaenys, la mayor le estaba dando acaricias en el vientre.
A medida que Aemma se recostaba en el pecho de Rhaenys, su mente comenzó a divagar en un mar de dudas. A pesar de la calidez del momento, una sombra de inseguridad se cernía sobre ella.
—¿Y si no soy una buena madre? —Pensó, sintiendo un nudo en el estómago. La idea de no estar a la altura de las expectativas la atormentaba.
Recordó historias de madres que habían fallado, de decisiones difíciles y de momentos de debilidad.
—¿Y si mi miedo se convierte en algo real? ¿Y si, sin querer, le hago daño a nuestro bebé? —Le preguntó, sintiendo que la presión de la maternidad se hacía cada vez más pesada.
Rhaenys, sintiendo la tensión en su esposa, la miró con comprensión.
—Aemma, ser madre no significa ser perfecta. Todos tenemos miedos y dudas. Lo importante es el amor que le des a nuestro hijo y la disposición para aprender y crecer junto a él o ella. —Le dijo, acariciando suavemente su cabello.
Aemma sonrió débilmente, sintiendo un poco de consuelo en las palabras de Rhaenys. Quizás, solo quizás, el amor y el apoyo que la rodeaban podrían ayudarla a superar sus temores.
—Tal vez no tengo que ser perfecta. —Pensó, mientras se dejaba llevar por la calidez del amor que le daba Rhaenys y la esperanza de un futuro lleno de amor.
A medida que el el sol comenzaba a ascender en el horizonte, tiñendo el cielo de naranjas y rosas, Aemma se sintió un poco más en paz. La brisa suave acariciaba su rostro, y la calidez del abrazo de Rhaenys la envolvía como una manta reconfortante.
—¿Sabes? —Dijo Aemma, con un susurro. —A veces me pregunto cómo será nuestro cachorro. ¿Tendrá tu fuerza? ¿O quizás mi curiosidad?
Rhaenys sonrió, recordando su propia infancia y el legado que llevaban consigo.
—Lo más probable es que tenga un poco de ambas. Pero lo más importante es que le enseñaremos con amor y respeto. —A medida que hablaba, su voz se llenaba de determinación. —No importa cómo sea, lo que realmente cuenta es el hogar que le brindemos.
Aemma asintió, sintiendo que las palabras de su esposa resonaban en su corazón. La idea de construir un hogar lleno de amor la llenaba de esperanza.
—¿Y si cometo errores? —Preguntó, su voz temblando ligeramente.
—Cometer errores es parte del viaje. —Respondió Rhaenys, con una sonrisa comprensiva. —No hay nada para que nos enseñe a ser madres, y todos aprendemos sobre eso. Lo importante es reconocerlos y aprender de ellos.
Aemma sintió un ligero alivio ante las palabras de Rhaenys. La idea de que los errores no definían su capacidad como madre, sino que eran oportunidades para crecer, le daba un nuevo aire a su perspectiva.
—Gracias por estar aquí conmigo. —Dijo Aemma, girando ligeramente su cabeza para mirar a Rhaenys a los ojos. —No sé qué haría sin ti.
—Siempre estaré aquí. —Prometió Rhaenys, apretando suavemente la mano de Aemma. —Juntas, somos más fuertes. Y recuerda, siempre podrás contar conmigo para guiarte y apoyarte.
La mañana avanzó, y las dos mujeres continuaron hablando sobre sus sueños y esperanzas para el futuro. A medida que compartían sus pensamientos, Aemma comenzó a visualizar un hogar lleno de risas, juegos y amor, un lugar donde sus miedos podrían desvanecerse en la calidez de la familia que estaban creando.
Con cada palabra, la inseguridad que había sentido se desvanecía lentamente. Aemma comprendió que, a pesar de los desafíos que pudieran surgir, el amor que compartían sería su mayor fortaleza.
La luz del sol continuó ascendiendo en el horizonte, y el aire fresco de la mañana parecía llevar consigo los temores de Aemma. Rhaenys, con su presencia firme y cálida, se convirtió en un faro de esperanza y seguridad. A medida que hablaban, Aemma se dio cuenta de que no estaba sola en este viaje; tenía a su lado a alguien que la entendía, que compartía sus inquietudes y sus sueños.
—¿Te imaginas las historias que le contaremos? —Dijo Aemma, dejando que su imaginación volara. —Cuentos de dragones y aventuras, de los conquistadores que desafían las adversidades.
Rhaenys asintió, su rostro iluminado por una sonrisa.
—Sí, y también le enseñaremos sobre la importancia de la valentía y la compasión. Quiero que nuestro hijo o hija se sienta empoderado para enfrentar el mundo, pero también que entienda la belleza de la bondad.
—Eso suena perfecto. —Aemma sintió cómo su corazón se llenaba de emoción. —Quiero que sepa que siempre puede ser quien quiera ser, sin miedo a juzgarse.
—Exactamente. —Rhaenys apretó su mano con cariño. —Y que, pase lo que pase, siempre tendrá un hogar al que regresar.
Las palabras de Rhaenys resonaron profundamente en Aemma, quien no pudo evitar sentirse conmovida. La idea de un hogar, un refugio lleno de amor y aceptación, era justo lo que necesitaba.
—¿Cómo te sientes al respecto? —Preguntó Rhaenys, intentando captar el estado emocional de su esposa.
—Me siento... Más tranquila. —Respondió Aemma, sus ojos brillando con una mezcla de alegría y alivio. —Creo que puedo enfrentar mis miedos, siempre y cuando estemos juntas.
—Y lo estaremos. Siempre. —Rhaenys inclinó la cabeza, mirando a Aemma con intensidad. —No hay nada que no podamos superar si nos apoyamos mutuamente.
A medida que el sol se elevaba, las sombras de la inseguridad se desvanecían, reemplazadas por la luz de la esperanza. Aemma se dio cuenta de que el amor verdadero no solo era un refugio, sino también una fuente de fortaleza que la animaba a enfrentar lo desconocido.
—¿Te gustaría que empezáramos a preparar la habitación del bebé? —Sugirió Aemma, sintiendo un nuevo impulso de emoción.
—¡Por supuesto! —Rhaenys respondió con entusiasmo. —Podemos decorarla con los colores que más nos gustan y llenarla de cosas que le encantarán.
Ambas comenzaron a discutir ideas sobre cómo podrían diseñar el espacio, desde los colores hasta los adornos. La conversación fluyó con naturalidad, cada idea alimentando la ilusión de un futuro compartido.
A medida que el día avanzaba, Aemma comprendió que su maternidad no se trataba solo de cumplir con expectativas, sino de construir un vínculo profundo y auténtico con su hijo o hija, un vínculo que se forjaría en el amor, el respeto y la comprensión.
El viento suave continuaba acariciando sus rostros mientras las risas y las esperanzas llenaban el aire, y Aemma sabía que, sin importar los desafíos que pudieran enfrentar, siempre tendría a Rhaenys a su lado, y juntas, enfrentarían el futuro con valentía y amor.
2 Luna.
Aemma se limpio la boca con un pañuelo que tenía en la mano.
—Odio las náuseas. —Hace una mueca de asco al ver a Daemon.
—¿Enserio? ¿Después de que me vomitas encima, dices eso? —Le pregunta todo cubierto de vómito. —Si no fueras mi prima favorita ya te hubiera lanzado al mar para que te ahogaras.
—No puedes hacer eso o si no mi esposa te daría de comer al dragón de tu madre. —Sonrie. —Ademas no creo que llegues a eso.
Daemon rueda los ojos con frustración pero con un sonrisa en el rostro.
—Es cierto, Meleys podría estar muy interesada en un banquete. —Respondió Daemon, limpiándose el vómito de la camisa con un gesto de desdén. —Pero, Aemma, deberías considerar que ser madre no es solo un paseo. Las náuseas son solo el principio.
Aemma se cruzó de brazos, mirando a su primo con una mezcla de desafío y diversión.
—Oh, no me digas que tú, el gran guerrero, tienes miedo de las náuseas. —Bromeó, intentando quitarle hierro al asunto. —Si eso es lo peor que me espera, creo que puedo manejarlo.
Daemon soltó una risa, pero luego su expresión se volvió más seria.
—Te lo digo en serio. La maternidad puede ser dura. Habrá días en los que te sentirás agotada, y no solo físicamente. Tendrás que lidiar con el llanto, las preocupaciones y todas esas cosas que vienen con criar a un niño.
Aemma suspiró, recordando las conversaciones que había tenido con Rhaenys sobre sus miedos y expectativas.
—Lo sé, Daemon. Pero también hay momentos hermosos. Como cuando ves a tu hijo sonreír por primera vez o cuando te mira con esos ojos curiosos. —Dijo, su voz llenándose de emoción. —Quiero experimentar todo eso.
Daemon asintió, reconociendo la pasión en su voz.
—Es verdad. La maternidad es un viaje lleno de altibajos. Pero con Rhaenys a tu lado, no hay duda de que tendrás a alguien que te apoye en cada paso del camino. —Hizo una pausa, mirando hacia la jarra de agua. —Además, tienes a toda la familia detrás de ti. Nunca estarás sola en esto.
Aemma sonrió, sintiéndose agradecida por el apoyo que la rodeaba.
—Gracias, Daemon. A veces, solo necesito que alguien me recuerde que no estoy sola en esto. —Dijo, su tono más suave.
—De nada, prima. —Respondió él, su voz más cálida. —Y si alguna vez necesitas un respiro, sabes que siempre puedes contar conmigo. Tal vez no soy el mejor cuidador de niños, pero puedo ser un buen tío.
—Eso suena perfecto. —Aemma rió, imaginando a Daemon intentando entretener a un bebé. —Solo asegúrate de no dejar que se te escape, o Rhaenys te matará.
—No te preocupes, tengo un par de trucos bajo la manga. —Dijo Daemon con una sonrisa traviesa. —Puedo hacer que el niño se ría con solo hacer caras ridículas.
Ambos rieron, y por un momento, las preocupaciones de Aemma se desvanecieron. La idea de construir una familia junto a Rhaenys, de tener a alguien como Daemon en sus vidas, la llenaba de esperanza.
—Así que, sobre esas náuseas... —Dijo Daemon, cambiando de tema de manera abrupta. —¿Hay algo que te ayude? O tal vez deberías considerar no comer tanto antes de los paseos por los jardines.
Aemma hizo una mueca, recordando lo que había comido esa mañana.
—Quizás debería empezar a comer cosas menos pesadas. —Respondió, tocándose levemente el estómago un poco abultado. —O simplemente evitar el pescado en la próxima comida.
—Buena idea. —Daemon rió. —Y si todo falla, siempre puedes vomitar sobre mí otra vez. Me gusta pensar que soy el primo más resistente.
Aemma se rió a carcajadas, sintiendo que la ligereza del momento le daba un pequeño respiro.
—Prometo que intentaré no hacerlo. —Dijo mientras se secaba las lágrimas de risa. —Pero no puedo hacer promesas sobre las náuseas.
—No hay problema. Te aseguro que estaré aquí para aguantarlo. —Respondió Daemon, con una sonrisa burlona.
Aemma sintió que, a pesar de los desafíos que se avecinaban, contaba con el apoyo de su familia y su amada Rhaenys. Y eso, más que cualquier otra cosa, la llenaba de fuerza y determinación para enfrentar lo que vendría.
En la noche observando cómo Meleys planea sobre la playa, Daemon decide salir del castillo para encontrarse con Rhaenys y acompañarla en su reunión nocturna con el dragón. Al llegar a la orilla se sorprendió de ver que no era Rhaenys quien estaba con Meleys, Aemma acunaba el hocico de Meleys, disfrutando de la calidez que emanaba de sus escamas.
—¿Decidiste dar un paseo en vuelo antes de ir a la cama? —Pregunta Daemon acercándose con parsimonia.
—Las náuseas me están volviendo loca. Y cuando vuelo a lomos de Meleys, disminuyen lo suficiente como para que pueda conciliar el sueño. —Explica ella volteando a su encuentro.
Daemon observa detenidamente a Aemma mientras ella cubre su vientre con las palmas de las manos, oculto bajo el ajustado traje de cuero negro. El maestre Gerardys había anunciado que aún faltarían al menos siete lunas antes de que la princesa diera a luz, pero si uno se detenía a mirar con atención, ya se podía divisar el leve bulto en el vientre que antes había sido plano.
—Estás llevando a un dragón. No me extraña que en el cielo se calme y deje de atormentar a su madre. —Comenta Daemon.
Aemma suelta una risa ligera y responde:
—Rhaenys piensa igual. Dijo que no le sorprendería ver al bebe montando un dragón antes que yo después del parto. —Rie. —“Después de todo, parece que realmente disfruta del vuelo incluso estando aún en tu vientre”. Es lo que me dice cada vez que me levanto en mitad de la noche y le pido que me lleve a Pozo Dragón.
—Estoy seguro de que este pequeño será un gran jinete de dragón, al igual que su madre, abuelos y su tio. —Asegura Daemon con orgullo.
—Eso espero. —Murmura Aemma acariciando distraídamente el cuello escamoso de Meleys. —La abuela Alysanne dijo que Silverwing ha puesto una nidada, ¿Lo sabías?
—Sí, Rhaenys me informó al respecto. —Responde Daemon con interés.
—Tres huevos. —Continúa Aemma. —Mi abuela dijo que le daría uno a Viserys cuando tenga a su primer hijo, pero Dreamfyre también puso huevos, asi que no se para quienes pasaran los huevos. Y siendo sincera, tampoco deseó que lo hagan.
—¿Pero la abuela también les dió uno a ustedes para el bebé? —Pregunto dudoso.
—Si, pero Rhaenys dijo que mientras el bebé no nazca todavía el huevo puede quedarse con Silverwing.
—¿Qué van a hacer con el huevo? —Pregunta Daemon.
—Pondremos uno en la cuna de nuestro bebé cuando nazca. También le comentamos a la abuela de que si Silverwing dentro de unos años más coloca otra nidada y tú logras tener a tu Omega esos seran para tus cachorros.
Daemon fija su mirada en Aemma, tomando unos segundos para asimilar y comprender sus palabras. Un sentimiento de alegría burbujea en lo más profundo de su ser, inundándolo de un tipo de felicidad distinta a la que había experimentado en los últimos meses. Era la felicidad de la expectación, la anticipación, por su futura paternidad. Claro, todavía no tenía un Omega, pero Daemon estaba dispuesto a rezar a cualquier dios para que les brinde la dicha de casarse con un Omega lo antes posible.
—Gracias, Aemma. —Dice Daemon con voz un poco quebrada.
Aemma ríe feliz y se acerca a él, rodeándole la cintura con el brazo como solía hacer cuando el era tan solo un niño. Daemon le deja un corto beso en la coronilla de su pálida cabeza.
—Gracias, prima Ave. —Daemon esboza una sonrisa cálida, observando el gesto de disgusto en el rostro de Aemma ante el entrañable sobrenombre que solía utilizar para ella desde que era un bebé. —Está haciendo frío. Basta de quedarnos aquí parados a merced del viento. Vamos.
Daemon agarra la mano de Aemma con gentileza y la conduce hacia el imponente castillo, sintiendo cómo ella seguía sus pasos obedientemente. Al llegar a el amplió postigo iluminado por dos antorchas, se encuentran con Rhaenys, quien los recibe debajo del arco con una pequeña sonrisa de labios cerrados.
—Justo estaba por ir a llevar a mi esposa a sus aposentos. —Dice Rhaenys con jovialidad, observando a ambos primos.
—Soy el único de nosotros que ha estado ocioso el día de hoy, así que he pensado en cuidar de Aemma mientras su esposa se asegura de que mi futuro sobrino duerma bien sin contratiempos. —Intercede Daemon con amabilidad, entregando la mano de Aemma a su esposa con un gesto de camaradería.
—Mi madre me arrancaría la cabeza y le ofrecería mi cuerpo a Caraxes si algo no saliera perfecto. —Bromea Rhaenys, rodeando la cintura de Aemma, quien ya mostraba señales de fatiga.
Daemon ve la escena con atención, notando el amor en los ojos de Rhaenys al mirar a Aemma y se da cuenta de que todos han tomado la decisión correcta. Rhaenys era la mejor elección para Aemma. Ella siempre encontraba las palabras para calmar su ira y para hacerla sonreír. Lo mismo esperaba el que su Omega hiciera por él. Y Daemon esperaba que su Omega fuera tan feliz con el.
—Buenas noches a ambas.
—Buenas noches, primo Daemon. —Devuelve Aemma en medio de un bostezo.
—Buenas noches primo. —Rhaenys le sonríe.
—Ya es hora de que alguien se vaya a la cama. —Menciona un risueño Rhaenys con suavidad, alzando a Aemma en brazos y, con una inclinación de cabeza dirigida a Daemon, se encamina hacia las escaleras que llevan a sus aposentos.
3 Luna.
Agarrándose del borde de la mesa y jadeando, estaba Aemma con una Rhaenys debajo de su vestido entre sus piernas.
—¡Oh! —Gime Aemma cuando su esposa adentra más su lengua en ella.
Rhaenys coloco sus piernas en sus hombros sintiendo como su esposa le agarraba su cabello con fuerza, sabía que estaba por llegar al climax, pero antes de que pudiera perderse por completo en el éxtasis, Rhaenys se retiró un poco, provocando una mezcla de sorpresa y frustración en Aemma.
—Rhaenys, no... —Protestó Aemma, su voz un susurro entre jadeos.
Rhaenys sonrió de manera traviesa, disfrutando de la forma en que su esposa se retorcía de deseo.
—Paciencia, amor. —Dijo con un tono juguetón. —Quiero que esto dure un poco más.
Aemma sintió que el deseo ardía dentro de ella, y su cuerpo respondía con una urgencia que la hacía querer más. Rhaenys, con su destreza y habilidades, sabía cómo llevarla al borde sin dejarla caer, y eso la hacía quererla aún más.
—Eres insaciable, ¿Sabes? —Dijo Aemma, tratando de mantener la compostura mientras Rhaenys continuaba jugando con ella.
—Solo estoy disfrutando del momento. —Respondió Rhaenys, con una mirada seductora. —Y me encanta saber que estoy a punto de hacerte sentir cosas maravillosas.
Aemma cerró los ojos y se dejó llevar por las sensaciones. La calidez del cuerpo de Rhaenys, la suavidad de su piel, y la forma en que sus manos recorrían su cuerpo la hacían sentir viva.
—Por favor, Rhaenys... —Murmuró, sintiendo que la presión aumentaba en su interior.
Rhaenys, al escuchar la súplica de su esposa, decidió darle lo que deseaba. Con movimientos precisos y llenos de deseo, volvió a sumergirse entre las piernas de Aemma, haciendo que ella se arquease y se aferrara más a la mesa.
El sonido del deseo y el placer llenó la habitación, mientras Aemma se entregaba por completo a las caricias y al amor que su esposa le estaba brindando. No había nada más en ese momento que el calor entre ellas, la conexión que compartían y la promesa de un futuro juntas.
—Te amo. —Susurró Aemma con la voz entrecortada, dejando escapar una risa entre los gemidos.
—Y yo a ti, mi querida Aemma. —Respondió Rhaenys, intensificando sus caricias y llevándola al clímax que tanto anhelaba.
Aemma sintió cómo el mundo a su alrededor se desvanecía y cómo la oleada de placer la envolvía por completo. Era una explosión de sensaciones, un momento en el que todo lo que importaba era el amor y la conexión que compartían.
Cuando finalmente Aemma cayó en un estado de relajación, Rhaenys emergió, sonriendo satisfecha. Se acomodó junto a su esposa, sus cuerpos todavía entrelazados.
—Sabes, esto es mucho mejor que cualquier náusea. —Dijo Aemma, riendo suavemente mientras recuperaba el aliento.
—Definitivamente. —Rhaenys sonrió, acariciando el vientre de Aemma con ternura. —Y lo mejor es que aún tenemos mucho tiempo para disfrutar así, incluso con el pequeño dragón creciendo dentro de ti.
Aemma sonrió, sintiendo una ola de amor y felicidad al pensar en el futuro que les esperaba.
—No puedo esperar a ver a nuestro cachorro, a compartir con él todo lo que somos y lo que hemos construido. —Dijo Aemma, sintiendo que su corazón se llenaba de esperanza.
Rhaenys la miró con ternura, sabiendo que juntas enfrentarían los desafíos de la maternidad y construirían un hogar lleno de amor.
—Lo haremos, amor. —Prometió Rhaenys, besando suavemente los labios de Aemma. —Siempre estaremos juntas en esto.
—Mm... —Gimio Aemma saboreandose en sus labios. —Quiero probarte también. —Bajo su mano a su entrepierna para sentir un bulto. —El dragón ya está despierto.
Rhaenys la beso guiando a su esposa cuando se escucha la puerta abrirse.
—¿¡Pero que demonios les pasa!? ¿¡Para eso están sus aposentos!?
Ambas se separaron sorprendidas para encontrar a su primo todo rojo de la vergüenza.
—¿¡Y a ti quien te dijo que vinieras!? —Aemma le replicó enojada. —¿¡Si hubieras entrado antes Igual nos hubieras encontrado en una situación comprometedora!?
Rhaenys miro a su esposa sorprendida por como trata a Daemon.
—¡Tu no digas nada que me he aguantado todos tus vomitos!
—¿¡Y que harás!? ¡No puedes tirarme al mar por qué si no mi esposa te da de comer a Meleys!
—Ganso.
—Pescado.
—¡Ganso!
—¡Pescado!
—¡Ganso!
—¡Pescado!
Ambos comenzaron una guerra de palabras sin sentido, mientras Rhaenys estaba riendose de los dos creyendo que su cachorro saldría igual a Daemon.
4 Luna.
Rhaenys sintió que la sacudían despertandola de su sueño.
—Rhaenys despierta. —Escucho la voz de su esposa.
—¿Que sucede amor? —Pregunto soñolienta con los ojos cerrados.
—Tengo hambre. —Hace un puchero.
—Pero todavía es de noche. —Abre un ojo viendo por la ventana la luz de la luna.
—No me importa. —Protestó Aemma, haciendo un pequeño puchero que hizo que Rhaenys sonriera a pesar de su cansancio. —Siento que puedo comerme un dragón entero.
Rhaenys se rió suavemente, sentándose en la cama y frotándose los ojos. La noche había sido tranquila, pero el hambre de Aemma parecía no tener límites.
—Está bien, amor. Vamos a ver qué podemos encontrar. —Dijo Rhaenys, levantándose de la cama y estirándose antes de vestirse rápidamente.
Aemma se sentó en la cama, aun con el cabello desordenado y una sonrisa en el rostro. La imagen de su esposa, aún medio dormida pero dispuesta a complacerla, le llenaba el corazón de alegría.
—Gracias, Rhaenys. —Dijo Aemma, levantándose también y ajustándose la ropa. —No quiero hacerte perder el sueño, pero los antojos realmente están fuera de control.
—No te preocupes, mi amor. —Rhaenys le tomó la mano y la miró con ternura. —Es una parte del viaje. A veces, los antojos son más intensos que otros momentos. Además, siempre es bueno tener un poco de aventura nocturna.
Ambas se dirigieron hacia la puerta, y Rhaenys la abrió con cuidado, asegurándose de que no hubiera nadie en el pasillo. La luna iluminaba el camino mientras caminaban juntas hacia su destino.
—¿Qué te apetece comer? —Preguntó Rhaenys, mientras se adentraban en la cocina, donde los aromas de la comida del día anterior aún flotaban en el aire.
—Quizás un poco de pan fresco y queso. O tal vez... —Aemma se detuvo a pensar. —Sí, un poco de miel. Necesito algo dulce.
Rhaenys sonrió y comenzó a buscar en todos lados. Encontró un frasco de miel y un trozo de pan. Mientras lo hacía, no pudo evitar sentir una profunda admiración por Aemma, quien a pesar de las náuseas y los antojos, aún mantenía ese brillo en sus ojos.
—Aquí tienes. —Dijo Rhaenys, entregándole el pan y el frasco de miel. Aemma tomó un trozo de pan y lo untó con miel, disfrutando de la dulzura.
—Esto es maravilloso. —Exclamó Aemma, con una sonrisa de satisfacción. —Gracias por siempre estar a mi lado.
—Siempre, Aemma. —Rhaenys le acarició la mejilla. —Y recuerda que, aunque haya momentos difíciles, siempre habrá dulzura en nuestras vidas.
Mientras compartían ese pequeño momento de tranquilidad en la cocina, Rhaenys sintió que su amor por Aemma se profundizaba aún más. Había algo mágico en esos instantes simples, en los que podían ser solo ellas dos, sin la presión de la vida diaria, disfrutando de la compañía mutuamente.
A medida que Aemma terminaba su bocadillo, Rhaenys se quedó observándola con una sonrisa.
—¿Y qué haremos después de esto? —Preguntó Rhaenys, curiosa por saber cómo seguiría la noche.
—Podríamos salir al jardín y mirar las estrellas. —Sugirió Aemma, iluminando su rostro con una sonrisa traviesa. —Siempre me ha parecido que son mucho más brillantes cuando estamos juntas.
Rhaenys asintió, sintiendo que esa era una idea perfecta. Así que, después de terminar de comer, ambas se dirigieron hacia el jardín.
La noche estaba serena, y el aire fresco acariciaba sus rostros. Se sentaron en un banco, mirando las estrellas que brillaban con intensidad en el cielo.
—¿Te imaginas a nuestro cachorro mirando todo esto? —Preguntó Aemma, con los ojos iluminados por la emoción.
—Sí. —Rhaenys respondió, tomando la mano de Aemma en la suya. —Quiero que nuestro bebé se sienta tan asombrado por el mundo como lo hacemos nosotras.
A medida que las horas pasaban, las dos mujeres compartieron risas, sueños y esperanzas, sintiendo que cada momento juntas era un regalo precioso. Aemma, sintiendo la calidez del amor de Rhaenys y el crecimiento de su pequeño dragón en su vientre, supo que todo valdría la pena.
—Gracias por ser mi luz en la oscuridad. —Dijo Aemma, volviendo su mirada hacia Rhaenys, quien la miraba con una mezcla de amor y ternura.
—Y gracias a ti por ser mi razón para brillar. —Respondió Rhaenys, inclinándose para besar suavemente los labios de Aemma acariciando suavemente su vientre poco abultado.
Aemma sonrió tomando la mano de su esposa en su vientre sintiendo las caricias que le daba relajándose.
—Estoy completamente segura de que será una niña. —Sonrie dándole a su esposa un beso.
—Yo también deseo eso.
Ambas de quedaron mirando un poco más las estrellas, hasta que Aemma se estabas quedando dormida que Rhaenys la tomo en brazos para llevarla a la cama.
5 Luna.
Aemma se sienta en la cama llorando y gritándole a una Rhaenys nerviosa.
—Estoy gorda por tu culpa, parezco una cabra lista para dársela a los dragones, es todo tu culpa. —Aemma la golpea con una Almohada de plumas. —Pero me gusta tanto acostarme contigo.
—Mi Amor estás hermosa, no estás gorda. —Rhaenys la abraza soltando feromonas calmantes, mientras soba el vientre de su esposa más abultado. —Y tú eras la que pedía ser follada en la mesa una y otra vez.
Aemma la golpea.
—Voy a cortarte y convertirte en eunuco. —Sujeta a su esposa de la cabeza y la besa. —Pero me gustas tanto.
—Sabes que no puedo resistirme a ti. —Rhaenys sonrió, sintiendo cómo el corazón de Aemma se aceleraba bajo su toque. Pero Aemma, entre risas y lágrimas, aún se sentía abrumada por las emociones.
—No es justo, Rhaenys. Cada vez que me miro al espejo, veo a esta extraña que no reconozco. No soy la misma de antes. —Aemma soltó un sollozo, dejando caer la almohada y dejando que su cabeza cayera en el regazo de Rhaenys.
—Eres hermosa, Aemma, y estás creando una vida dentro de ti. —Rhaenys acarició suavemente el cabello de su esposa, dejando que las palabras fluyeran como un bálsamo. —No hay nada de malo en eso. Tu cuerpo está haciendo algo increíble.
—Pero... —Aemma miró a su esposa con ojos llenos de inseguridad. —No quiero que pienses que he cambiado, que ya no soy lo que eras capaz de amar.
—Amor mío, lo que amo de ti no es solo tu apariencia, sino todo lo que eres. Eres fuerte, valiente, y ahora estás mostrando una nueva faceta de ti misma. Estás siendo madre. —Rhaenys se inclinó hacia adelante, tomando las manos de Aemma entre las suyas. —Y eso es algo hermoso.
Aemma suspiró, sintiendo la calidez del amor de Rhaenys envolviéndola. A pesar de sus dudas, las palabras de su esposa resonaban en lo más profundo de su ser.
—Lo sé, pero a veces es difícil. —Aemma se limpió las lágrimas con el dorso de la mano. —A veces, siento la presión de ser perfecta.
—No tienes que ser perfecta. —Rhaenys respondió con firmeza. —Solo tienes que ser tú misma. Y yo estaré aquí, a tu lado, apoyándote en cada paso del camino.
Aemma sonrió débilmente, sintiendo un destello de esperanza en medio de su tormenta emocional.
—Gracias, Rhaenys. Siempre sabes qué decir. —Aemma se acercó, envolviendo sus brazos alrededor de su esposa. —A veces, solo necesito que me recuerdes que estoy en este viaje contigo.
—Siempre estaré aquí, Aemma. —Rhaenys la abrazó con fuerza, sintiendo cómo su amor la envolvía. —Y recuerda, juntas enfrentaremos cualquier cosa que se nos presente.
Ambas se quedaron en silencio por un momento, disfrutando de la calidez de su conexión. Aemma cerró los ojos, dejando que el estrés se desvaneciera poco a poco, mientras el amor de Rhaenys la envolvía.
De repente, Aemma soltó una risita nerviosa.
—¿Qué tal si hacemos un trato? —Sugirió. —Por cada vez que me sienta mal por mi cuerpo, tú me recuerdas lo que realmente importa. Y yo prometo intentar ser más amable conmigo misma.
—Me parece un trato justo. —Rhaenys sonrió, sintiendo que la conversación había aliviado un poco la carga de Aemma. —Y si en algún momento necesitas que te recuerde lo hermosa que eres, solo dímelo.
Aemma asintió, sintiéndose un poco más ligera.
—Gracias, amor. —Dijo, mirándola con gratitud. —Eres mi ancla en este mar de cambios.
—Y tú eres mi sol, Aemma. —Rhaenys respondió, inclinándose para besar suavemente a su esposa. —Juntas, iluminaremos cualquier oscuridad que se presente.
La conversación continuó, y poco a poco, Aemma comenzó a sentirse más segura en su piel, más abierta a aceptar lo que su cuerpo estaba atravesando. Al final de la noche, se sintió agradecida por tener a Rhaenys a su lado, y juntas, se prepararon para enfrentar el futuro con amor y determinación.
—¿Sabes qué? —Dijo Aemma, mirando a Rhaenys con una sonrisa traviesa. —Quizás deberíamos empezar a pensar en nombres para nuestro pequeño dragón.
—Me encantaría eso. —Rhaenys respondió con entusiasmo. —Y creo que tenemos mucho tiempo para soñar en grande.
Ambas rieron, sintiendo que el amor que compartían era la mayor fortaleza con la que podrían contar en este nuevo capítulo de sus vidas.
6 Luna.
Aemma suspiró intentando levantarse de la cama sin éxito.
—¿Sucede algo amor? —Pregunta su esposa.
—No puedo levantarme de la cama. —Rhaenys se burló de ella. —¡No te burles de mi que llevo a tu bebé en mi vientre!
—No me estoy burlando, solo me sorprende lo cómoda que te has vuelto en esta cama. —Rhaenys sonrió mientras acariciaba el cabello de Aemma, disfrutando de la intimidad del momento. —Pero si realmente no puedes levantarte, tal vez sea una señal de que necesitas más descanso.
Aemma hizo una mueca, tratando de encontrar la manera de levantarse, pero su cuerpo parecía estar en desacuerdo.
—Es que he estado sintiéndome un poco pesada últimamente. Cada vez que me muevo, siento como si estuviera cargando una montaña. —Se quejó Aemma, dejando caer su cabeza de nuevo en la almohada. —Y eso que todavía faltan algunas lunas para que nuestro pequeño dragón llegue.
—Es completamente normal, amor. —Rhaenys le sonrió con complicidad. —Tu cuerpo está haciendo un trabajo increíble y, aunque pueda ser incómodo, también es un signo de que nuestro bebé está creciendo fuerte y saludable.
—Lo sé, pero a veces me siento como si estuviera en una batalla constante con mi propio cuerpo. —Aemma suspiró, sintiendo una mezcla de frustración y aceptación. —Y no puedo evitar compararme con otras madres que parecían tan radiantes y felices durante su embarazo.
Rhaenys se inclinó hacia ella, tomando sus manos en las suyas y mirándola a los ojos con seriedad.
—Aemma, cada mujer vive su embarazo de una manera única. No tienes que ser como nadie más. Lo que importa es que estés bien y que nuestro bebé esté bien. Tu belleza no se mide solo por tu apariencia, sino por la fortaleza y el amor que llevas dentro de ti. —Le dijo con ternura.
Aemma sintió que las palabras de su esposa la envolvían como un cálido abrazo.
—Gracias, Rhaenys. A veces olvido que no tengo que ser perfecta. —Sonrió débilmente, sintiéndose un poco más ligera.
—Y recuerda, estoy aquí para ayudarte en cada paso del camino. —Rhaenys le dio un suave beso en la frente. —Ahora, ¿qué te parece si te ayudo a levantarte y vamos a dar un paseo por el jardín? A veces un poco de aire fresco puede hacer maravillas.
Aemma dudó por un momento, pero la idea de salir al jardín y sentir el aire fresco la animó.
—Está bien, creo que un paseo sonaría bien. —Dijo finalmente, sintiendo una chispa de emoción.
Rhaenys se levantó y le tendió la mano a Aemma, ayudándola a incorporarse.
—Vamos, te prometo que será refrescante. —Dijo Rhaenys, sonriendo mientras guiaba a Aemma hacia el jardín.
Una vez que llegaron al jardín, Aemma inhaló profundamente el aire fresco y sintió la brisa suave acariciar su piel. Era un alivio estar fuera de la habitación, rodeada de flores y plantas que parecían cobrar vida bajo la luz del sol.
—Mira lo hermoso que es todo. —Dijo Rhaenys, señalando las flores que florecían en colores vibrantes. —Y todo esto está creciendo y prosperando, al igual que nuestro pequeño.
Aemma sonrió, sintiendo que la belleza del jardín le recordaba que había algo maravilloso en proceso dentro de ella. Mientras caminaban, Rhaenys la llevó a un pequeño banco donde se sentaron a descansar.
—Es un lugar perfecto para relajarse un poco. —Dijo Rhaenys mientras se acomodaban en el banco.
—Definitivamente. —Respondió Aemma, sintiendo cómo la tensión se disolvía poco a poco. —Gracias por llevarme aquí. Necesitaba un cambio de escenario.
—Siempre estaré aquí para ti. —Rhaenys le acarició la mano de manera suave y reconfortante. —Y recuerda, cada día es un paso más cerca de conocer a nuestro pequeño dragón.
Aemma miró a su esposa, sintiendo un profundo amor y gratitud.
—No puedo esperar a verlo. —Dijo Aemma, dejando escapar una sonrisa llena de esperanza. —Y sé que seremos las mejores madres que podamos ser.
—Lo seremos. —Rhaenys afirmó con determinación, mirándola a los ojos. —Juntas, seremos fuertes y amorosas, y nuestro bebé siempre sabrá que es amado.
El sol brillaba sobre ellas, y Aemma se sintió llena de la certeza de que, aunque el camino hacia la maternidad podría ser complicado, nunca estaría sola. Tenía a Rhaenys a su lado, y juntas enfrentarían todo lo que la vida les trajera.
—Gracias por ser mi roca, Rhaenys. —Dijo Aemma, sintiendo el amor que las unía.
—Y gracias a ti por ser mi luz. —Respondió Rhaenys, besando suavemente los labios de Aemma, sellando el momento con un gesto de amor que prometía un futuro brillante y lleno de esperanza.
7 Luna.
Aemma cerró los ojos, sus dedos de los pies se mueven entre la arena y el viento sopla el cabello de su rostro. El sol en todo su esplendor la baña de su calidad y se permite respirar.
El golpeteo constante en su barriga abultada le hacen colocar una mano sobre ella y sobar, esperando calmar al pequeño dragón travieso.
—También te gusta el calor no es así. —Una pequeña patada en su mano es una confirmación y no puede evitar sonreír. —Tu madre estará molesta por perderse de tus patadas.
Aemma no puede evitar reír suavemente, su esposa se encuentra en estos momentos atendiendo algunos asuntos en Kings Landing y no pudo acompañarla en su pequeño paseo. Han sido 7 largos meses entre vomitos, mareos y cambios de humor. Rhaenys la ha ayudado a pasar por una batalla constante día a día durante este periodo de transición.
Hoy es uno de esos momentos donde su pequeño dragón quería salir del opresivo castillo para relajarse con el calor del sol. Su bebé la había molestado toda la noche impidiendo su sueño, ha sufrido de desvelos desde el comienzo de su 7 mes, al parecer su pequeño dragón odia el frío de la noche, y prefiere el calor del día. Su único momento de tranquilidad para dormir es con la entrada del Sol cuando ingresa por las paredes de RocaDragon.
Aemma suspira sosteniendo sus caderas, recientemente están apareciendo dolores en su cuerpo, especialmente en sus senos y espalda. He buscado ayuda del Maestre para estos dolores, Pero el indica que es normal durante la etapa del embarazo y solo me receta un mínimo de leche de amapola para el dolor.
Quiere gritar y exigir la preparación de algo más, pero sabe que está es su lucha y lo único bueno de todo este calvario es su esposa. Su dulce Rhaenys que ha sufrido junto a ella. Puede que a Aemma le dijeran que el parto es la guerra de una mujer pero se niega a dejar a su esposa fuera de todo estos cambios.
—Tu mamá tiene que sufrir con nosotras no es así pequeño dragón, tu eres nuestra creación no mía solamente. —Aemma se ríe fuerte al sentir otra patada de su bebé. —Tu serás una niña de mama ¿Verdad? ¡Oh, claro! —Exclamó Aemma, acariciándose el vientre con ternura. —Una pequeña dragona que volará alto y conquistará el mundo, igual que su madre y su otra madre.
A medida que hablaba, se dejó llevar por su imaginación, visualizando a su hija corriendo por los jardines de RocaDragon, jugando con los dragones y riendo a carcajadas. La imagen la llenaba de alegría y esperanza, disipando momentáneamente los malestares del embarazo.
Mientras el sol brillaba intensamente, Aemma sintió una paz profunda. Había días en que la ansiedad y los miedos la abrumaban, pero en ese instante, rodeada por la calidez del día, todo parecía posible.
—Tu madre volverá pronto, y no puedo esperar a que esté aquí para sentirte moverte. —Dijo Aemma, hablando con su bebé. —Ella estará tan emocionada como yo.
A lo lejos, escuchó el sonido de las olas rompiendo contra la costa. El mar siempre había sido un lugar de consuelo para ella, y ahora, mientras esperaba a su hija, se sentía conectada con la naturaleza de una manera que nunca había experimentado antes.
—¿Te gustaría sentir la brisa del mar? —Preguntó, levantándose lentamente. Caminó hacia la orilla, sintiendo la arena cálida bajo sus pies.
Se acomodó en la arena, dejando que el sonido de las olas la envolviera. Aemma cerró los ojos y respiró hondo, sintiendo cómo el aire salado llenaba sus pulmones. Era un recordatorio de la belleza del mundo que las rodeaba, un mundo que pronto incluiría a su pequeña dragona.
De repente, sintió otra patada, esta vez más fuerte. Sonrió al sentirla, como si el bebé estuviera respondiendo a su amor y alegría.
—¡Vaya! —Exclamó, riendo. —Parece que estás lista para salir y explorar este mundo.
En ese momento, su mente se llenó de pensamientos sobre el futuro. Aemma imaginó a su hija volando sobre RocaDragon, sintiendo el viento entre sus cabellos mientras se aferraba con fuerza al lomo de un dragón, la sonrisa iluminando su rostro.
—Seremos una familia fuerte. —Murmuró, más para sí misma que para el bebé. —Y siempre te enseñaremos a ser valiente y compasiva.
Se quedó allí un momento más, disfrutando de la tranquilidad y la cercanía con su bebé. Sabía que, aunque el camino sería difícil, cada dolor y cada desafío valdrían la pena al final.
A medida que el día avanzaba, Aemma comenzó a sentir que era el momento de regresar al castillo. Aunque disfrutaba de su tiempo a solas, sabía que Rhaenys volvería pronto y quería estar lista para compartir con ella todo lo que había experimentado.
Se levantó, sintiendo una mezcla de nostalgia y emoción. Mientras caminaba de regreso, no pudo evitar pensar en cómo su vida había cambiado en tan poco tiempo.
—Tu llegada cambiará todo, pequeña. —Susurró, acariciando su vientre una vez más mientras ascendía por el camino de regreso al castillo. —Te prometo que siempre te amaré y te protegeré, sin importar lo que pase.
8 mes.
—Que día tan agotador. —Murmuró Aemma con cansancio, mirando a su esposa Rhaenys, cambiándose de ropa.
—Fue cansado para ti por el embarazo, yo no he sudado ni un poco. —Rhaenys se rió, aún sin mirar a Aemma, que hacía un puchero ante el comentario de su mujer.
—¡Oye! Es tu bebé el que estoy cargando, además, cada día siento como si mi vientre pesará más. —Miro a la doncella que estaba recogiendo los platos del desayuno. —Puedes traerme un Té, por favor. —Dijo la joven haciéndole un gesto con la mano a una de sus doncellas, una de las nuevas. Ella era una anciana, que habían contratado por saber cómo tratar con embarazos.
Al recibir la orden, la anciana salió de la habitación, dejando a ambas señoras solas.
Rhaenys se dio la vuelta, finalmente enfrentando a Aemma con una sonrisa traviesa en el rostro.
—¿Y qué quieres que haga? ¿Que cargue yo a nuestro hijo? —Bromeó, acercándose a Aemma y acariciando su abdomen con ternura. —Eres increíble, ¿Sabes? Cada día que pasa me maravillo más de ti.
Aemma sonrió a pesar de su cansancio.
—Gracias, pero eso no quita la incomodidad de llevar a un pequeño dragón dentro de mí. —Sus ojos brillaron al mencionar al bebé, y aunque se quejaba, había un destello de felicidad en su mirada. —A veces me pregunto cómo será, si tendrá tus ojos o mi cabello.
—Yo apuesto a que tendrá la fuerza de un dragón. —Rhaenys respondió con confianza, tomando una de las manos de Aemma y entrelazando sus dedos. —Y cuando llegue, ambos sabremos cómo cuidarlo.
Aemma soltó un suspiro, sintiendo la calidez de la mano de su esposa.
—Solo espero que también tenga un poco de paciencia… No creo que yo tenga mucha durante el parto.
Rhaenys soltó una risa suave, sabiendo que Aemma era más fuerte de lo que ella misma creía.
—Te prometo que estaré a tu lado en todo momento. —Afirmó, mirándola a los ojos con una intensidad que hacía que Aemma se sintiera más tranquila. —Y después de eso, ¡Tendremos todo el tiempo del mundo para descansar!
Mientras que la anciana pedía el Te para la princesa en la parte trasera de la cocina, un nuevo cocinero, aparentemente integrado a la rutina del castillo desde hacía unas semanas, recibió la orden.
Despues de unos cuantos minutos la anciana regresó con una taza de Té humeante, interrumpiendo el momento.
—Gracias. —Dijo Aemma, recibiendo su Té, le dió un sorbo, estaba delicioso, pero extraño, más amargo de lo normal. —¿Qué tiene este Té? —Dijo con apuro, mientras empezaba a sentir dolor en su abdomen bajo.
—Es el Té de siempre mi señora, le pedí a una de las nuevas muchachas que lo prepararán. —Dijo la anciana, preocupada.
Rhaenys al escuchar su relato, corrió al lado de su mujer, diciéndole que vomitara, lo que rápidamente hizo. Varios sirvientes se acercaron, preocupados, otros llamaban al Maestre, corriendo a todos lados. Alguien había intentado envenenar a la esposa de la heredera y al bebé que cargaba dentro.
—¿Cómo se encuentran ambos Maestre Gerardys? —Pregunto Rhaenys viendo al Maestre atender a su esposa.
—Ambos parecen estar estables, pero necesitamos actuar con rapidez. —Respondió el Maestre Gerardys, su rostro serio mientras examinaba a Aemma con atención. —El té que consumió tiene un sabor inusual, y los síntomas que presenta son preocupantes.
Aemma se recostó en la cama, todavía temblando, mientras Rhaenys sostenía su mano con fuerza. Un torrente de emociones la invadía: miedo, ira y desesperación. No podía creer que alguien hubiera intentado hacerle daño a su esposa y a su hijo.
—¿Quién podría haber hecho esto? —Preguntó Rhaenys, su voz temblando ligeramente mientras miraba a los sirvientes que se habían reunido en la habitación. —Nadie en este castillo debería desearles mal.
—Es difícil decirlo, mi señora. —Respondió el Maestre, mientras continuaba con su examen. —Pero debemos investigar de inmediato.
Rhaenys apretó los dientes, su mente corriendo con pensamientos de venganza. No podía permitir que esto quedara impune.
—¿Qué podemos hacer para ayudarla? —Preguntó, volviendo su atención a Aemma que parecía estar débil. —¿Hay algo que necesite?
—Solo necesito... —Aemma respiró hondo, intentando calmarse. —Solo necesito que estés aquí conmigo, Rhaenys. No quiero que te vayas, no ahora.
—No iré a ninguna parte. —Respondió Rhaenys, inclinándose hacia ella y acariciando su cabello. —Estoy aquí, siempre estaré aquí.
La búsqueda había sido rigurosa, habían interrogado a todos, no dejaban escapar a ninguno. Luego de la recuperación de Aemma, incluso se pusieron más cuidadosos con lo que ingería, como si no lo fueran ya, aún así, Aemma cayo otra vez, no se sentía bien, estaba débil, no se podía mover mucho. Revisaron toda la Fortaleza de pies a cabeza, Rhaenys estaba furiosa. A lo lejos, fuera de la vista de todos, alguien sonreía sabiendo que su trabajo estaba funcionando.
—Dile a Otto que ya me estoy encargando de todo, oh, si. Y dale está carta. —Dijo el mismo hombre, el mercenario, entregándole una carta a su lacayo, mientras arreglaba su vestimenta.
Después de todo, tenía que limpiar el polvo venenoso que había puesto en los maquillajes de Aemma. Y así, se fue, caminando hacia el horizonte, esperando recibir más informes de sus infiltrados.
Días después en la mañana Rhaenys se despertó abruptamente, con el cuerpo sudoroso y el corazón latiendo salvajemente. La intensidad del sueño aún resonaba en su mente. Ella estaba de regreso en su habitación, la luz de la mañana comenzaba a invadir su habitación, sin señales del fuego y la sangre de su sueño.
Miro a su esposa a su lado, sonrió mientras le tocaba el vientre y sintió que la vida crecía dentro de Aemma.
—Este sueño fue extraño. —Murmuró poniéndose de pie.
Cuando las doncellas llegaron a sus aposentos, Aemma se había despertado Rhaenys la ayudo a levantarse para llevarla al baño, pero sus doncellas la ayudaron a prepararse para el día.
Casi dos horas después de despertar, ambas se acercaron a la puerta del comedor donde la familia estaba reunida para desayunar. A punto de entrar, se detuvieron al oír risas y voces emocionadas del otro lado. Con curiosidad, se apoyaron contra la pared, mirando a través de la grieta y escuchando la conversación que ya parecía girar en torno al bebé que Aemma llevaba dentro.
—¡Si es niño podría llamarse Valerion! —Sugirió su abuela Alysanne emocionada. –Es un buen nombre, fuerte y valyrio. Dijiste que tenía que ser un nombre valyrio.
—¿Y si es niña? —Intervino rápidamente su madre Jocelyn, con una sonrisa soñadora. —¡Creo que debería llamarse Rhaena, en honor a mi hermana la reina del este y el oeste! Ella es mi favorita.
Daemon dejó escapar una risa leve, su voz profunda y divertida mientras respondía.
—Y eso no tiene nada que ver con el hecho de que ella le robó Fuegoscuro a Maegor. ¿Lo tiene?
Jocelyn ni siquiera apartó la mirada de Daemon.
—¡Ella era una verdadera reina dragón! —Declaró su madre con admiración en sus ojos.
Ambas se sorprendieron al sentir un suave calor calentando su pecho mientras escuchaban a su abuela, madre, tía y a Daemon discutir posibles nombres para el bebé con tanto amor.
Tomándose un último momento para apreciar la escena, las esposas finalmente decidieron entrar al comedor. Al ver a las jóvenes, Alysanne y Jocelyn se miraron, fingiendo inocencia, mientras Daemon les daba una mirada cómplice. Ellas se unieron a ellos, con el corazón ligero y una sonrisa.
Durante el desayuno, la mesa se llenó de risas y conversación, hasta que su madre Jocelyn, en su incesante curiosidad, hizo una pregunta que sorprendió a todos.
—Hija, ¿Cómo se llamará el bebé? —Cuestionó ella.
Rhaenys miró a su madre, una suave sonrisa iluminó su rostro.
—Bueno, tenemos algo en mente. —Admitió Rhaenys, vagamente, tomando a todos por sorpresa mientras tomaba la mano de su esposa.
Jocelyn, no satisfecha con la respuesta, insistió, inclinándose más cerca.
—¡Cuéntanos! ¿Qué nombre eligieron?
Aemma simplemente rió suavemente, desviando sutilmente el tema y manteniendo el misterio.
—Dejémoslo para después, Tia. Todavía tenemos tiempo. —Hablo Aemma tomando un trozo de pan.
—Juro que si le colocan Jaehaerys al bebé, dejaran de ser mis nietas. —Alysanne las apunto con el dedo seriamente.
Daemon se rió mirando a su abuela, Jocelyn por su parte se cubrió su boca intentando miserablemente ocultar su sonrisa. Aemma suelta una carcajada al escuchar el nombre de su difunto abuelo mientras Rhaenys se estaba limpiando las lágrimas que estaban en sus ojos por tanto reírse.
El ambiente en el comedor estaba lleno de calidez y alegría, un contraste marcado con la tensión de los días previos. Rhaenys y Aemma compartieron miradas cómplices, disfrutando de la risa y de la compañía de su familia, aliviadas de poder dejar de lado, aunque fuera un momento, las sombras que habían acechado su hogar.
—¿Qué tal si le ponemos Aemon ll y Jocelyn ll si resultan ser gemelos? —Propuso Rhaenys, sonando deliberadamente entusiasta, mientras acariciaba suavemente el vientre de Aemma. —Así todos estarán contentos.
—Me parece una idea maravillosa. —Respondió Aemma, sonriendo a su esposa con cariño. —Y además, esos nombres tienen un peso histórico que es difícil de ignorar.
La conversación continuó fluyendo, llena de sugerencias y anécdotas sobre los nombres de la familia. Cada comentario venía envuelto en risas, y Aemma, a pesar de su reciente experiencia, se sentía más ligera, casi como si la energía positiva de la mesa pudiera protegerla de cualquier mal que pudiera acechar.
—Pero, ¿Qué pasaría si el bebé no se parece a ninguno de nosotros? —Preguntó Daemon, con un tono juguetón. —Tal vez sea un pequeño dragón con un carácter feroz.
—O una dragona. —Añadió Jocelyn, guiñando un ojo. —¡Imagínate lo que sería eso!
La mesa estalló en risas nuevamente, y Aemma se sintió agradecida por estos momentos de ligereza. Era un alivio poder compartir risas y esperanzas en lugar de preocupaciones. Sin embargo, en el fondo de su mente, una parte de ella seguía alerta, recordando las precauciones que habían tomado desde el intento de envenenarla.
Mientras la conversación continuaba, Aemma sintió una punzada de dolor en su abdomen, una sensación que había aprendido a reconocer. Era un recordatorio de que, aunque el ambiente era alegre, aún debía cuidar de sí misma y de su bebé. Aun así, se esforzó por sonreír y participar en la conversación, deseando que su familia no notara su incomodidad.
—¿Te encuentras bien, Aemma? —Preguntó Rhaenys de repente, su tono lleno de preocupación. La mirada de Rhaenys se volvió intensa, y Aemma sintió que todos los ojos en la mesa se posaban sobre ella.
—Solo un poco de malestar, nada de qué preocuparse. —Respondió Aemma, intentando restar importancia al asunto. Pero la verdad era que el malestar había comenzado a ser más frecuente, y aunque el maestre Gerardys había asegurado que no había razón para alarmarse, la inquietud se había instalado en su corazón.
—¿Estás segura? —Insistió Rhaenys, inclinándose hacia ella con una mirada protectora. —Si necesitas descansar, no dudes en decírmelo.
—Estoy bien, realmente. —Aemma sonrió, aunque su voz tembló ligeramente. La preocupación en los ojos de Rhaenys la hacía sentir más vulnerable, y no quería que su esposa se preocupase más de lo necesario.
La conversación se desvió hacia anécdotas familiares, y Aemma se permitió relajarse un poco más. Pero en su mente, la sombra del peligro seguía acechando, recordándole que la paz era, a veces, solo un espejismo.
Después del desayuno, cuando se retiraron, Rhaenys la miró con intensidad mientras caminaban con pasos silenciosos hacia la biblioteca.
—Aemma, sé que intentas ser fuerte, pero no tienes que hacerlo todo sola. Estoy aquí para ti, en todo momento.
—Lo sé, Rhaenys. —Respondió Aemma, tomando la mano de su esposa. —Solo necesito un poco de tiempo para adaptarme a todo esto. El embarazo es un viaje complicado.
Aemma se apoyo en una estantería cuando entraron, intentando recuperar el equilibrio respiro profundamente, Rhaenys se acercó a ella preocupada.
—¿Estás segura de que estás bien? —Preguntó Rhaenys, su voz suave pero llena de preocupación mientras se acercaba a Aemma, notando cómo su esposa se apoyaba en la estantería.
—Es solo un poco de mareo, creo que he estado de pie demasiado tiempo. —Aemma intentó sonreír, pero la preocupación en los ojos de Rhaenys la hizo sentir aún más vulnerable. —Quizás solo necesito sentarme un momento.
Rhaenys rápidamente la guió hacia un cómodo sillón en una esquina de la biblioteca, donde la luz del sol se filtraba a través de las ventanas, creando un ambiente cálido y acogedor. Aemma se dejó caer en el sillón, sintiendo el alivio al poder descansar por un instante.
—¿Quieres que llame al maestre? —Sugirió Rhaenys, aún con una expresión de inquietud en su rostro.
—No, por favor. —Aemma movió la mano, tratando de calmar a su esposa. —Solo necesito un poco de agua y un momento para recuperar el aliento.
Rhaenys asintió, pero aún parecía indecisa. Se acercó a la mesa cercana y llenó un vaso con agua fresca, llevándoselo a Aemma con cuidado.
—Aquí tienes, amor. Bebe un poco. —Dijo, observando atentamente mientras Aemma tomaba un sorbo.
—Gracias. —Aemma sonrió, sintiendo la frescura del agua en su garganta. —De verdad, estoy bien. Solo… Hay muchas cosas en mi mente.
—Lo entiendo. —Rhaenys se sentó en el borde del sillón, tomando la mano de Aemma en la suya. —Pero quiero que sepas que no tienes que cargar con esto sola. Estoy aquí para todo, incluso para las preocupaciones.
Aemma sintió que su corazón se llenaba de gratitud. Rhaenys siempre había sido su roca, y en esos momentos de vulnerabilidad, era un consuelo saber que su esposa estaba a su lado.
—A veces me asusta pensar en lo que podría pasar. —Admitió Aemma, su voz apenas un susurro. —No solo por mí, sino por el bebé. Lo que ocurrió con el té…
Rhaenys frunció el ceño, su expresión endureciéndose ante el recuerdo.
—No volverá a pasar. He aumentado la seguridad en el castillo y estoy vigilando más de cerca a los sirvientes. No permitiré que nadie se acerque a ti ni a nuestro hijo.
Aemma sintió el calor de la determinación en la voz de Rhaenys. Era un alivio tener a alguien tan fuerte a su lado, pero aún así, una parte de ella se sentía culpable por preocuparla.
—Sé que lo estás haciendo, y aprecio todo lo que haces. —Dijo Aemma, acariciando la mano de Rhaenys. —Solo… A veces me siento impotente.
—No tienes que sentirte así. Tu único trabajo ahora es cuidar de ti y de nuestro pequeño dragón. —Rhaenys sonrió, intentando aligerar el ambiente. —Y yo estaré aquí para asegurarme de que todo lo demás esté bajo control.
Aemma sonrió, sintiendo un poco de esa carga levantarse de sus hombros.
—Tienes razón. Quiero disfrutar de este tiempo, y preocuparme menos. —Dijo, sintiendo que la calidez del sol la envolvía.
Rhaenys inclinó la cabeza hacia un lado, su mirada cómplice iluminándose.
—Hablemos de algo más alegre. ¿Has pensado en los nombres que te gustaría para el bebé?
Aemma se rió suavemente, sintiendo cómo la conversación se deslizaba hacia un lugar más ligero.
—La verdad es que he estado pensando en algunos, pero no estoy segura de cuáles son los más apropiados.
—Cuéntame, estoy segura de que cualquier nombre que elijas será perfecto. —Dijo Rhaenys, animándola a compartir.
—Rhaenyra. —Solto Aemma.
Rhaenys arqueó una ceja, sorprendida y encantada al mismo tiempo.
—¿Rhaenyra? —Repitió, su voz llena de admiración. —Es un nombre hermoso.
Horas después, Aemma todavía se sentía un poco aturdida. Por eso, durante la cena, intentó mantenerse presente, pero sus pensamientos vagaban muy lejos.
Después de la cena Aemma fue con su esposa a sus aposentos, quedando recostada en la cama, al poco tiempo llegaron su abuela y tía, diciendo que Daemon prefiere descansar hasta que nazca el bebé. Conversaron de algunas cosas mientras Rhaenys estaba a su lado.
Sintiéndose cansada, Aemma pidió un té para calentar su cuerpo y aliviar la tensión acumulada. Rhaenys llamó rápidamente a un sirviente, quien fue a la cocina a servir té.
Bajo la apariencia de una expresión neutral, el hombre de cabello color arena preparó el té con meticulosa precisión. Cuando nadie lo veía, añadió discretamente una hierba desconocida para los demás cocineros, una sustancia venenosa, cuidadosamente elegida para no dañar a los niños, pero que tenía el potencial de inducir el parto en Aemma, cuyo embarazo ya estaba avanzado de casi 9 Lunas.
Minutos después, una doncella regresó a la habitación con la bandeja y sirvió el té, haciendo una respetuosa reverencia antes de irse. Aemma sostuvo la copa, saboreando su calor entre sus manos, mientras escuchaba a su familia hablar de que harán cuando el bebé naciera.
Ella tomó un sorbo, sin sospecharlo.
—Las abuelas están emocionadas por conocer al bebé. —Hablo su tía Jocelyn sonriendo.
Aemma sonrió y tomó otro sorbo, sabía que no era una mera coincidencia.
Antes de que pudiera responder, Aemma sintió una ligera punzada en el abdomen. Ignorándolo, pensando que era sólo una molestia pasajera, la princesa respondió:
—Mas que todo por qué será su consentida.
Rhaenys miró a su esposa, boquiabierta ante la nueva información.
Se movió incómoda, tratando de ignorar el dolor que comenzaba a intensificarse en su abdomen. Un fuerte calambre le hizo cerrar los ojos por un momento, y cuando los abrió de nuevo, Rhaenys la observaba con preocupación.
Alysanne llamó la atención sobre lo que había dicho, sin embargo, Aemma sintió que el dolor se intensificaba rápidamente y dejó su taza de té a un lado. La expresión de incomodidad pronto atrajo la atención de los presentes.
—Aemma, ¿Estás bien? —Preguntó Jocelyn preocupada, mientras Aemma apretaba su mano contra su vientre, sintiendo una presión creciente e inesperada.
—Yo... No sé... —Murmuró la princesa jadeando, intentando controlar su respiración mientras el dolor seguía aumentando. —Es sólo... Un poco de dolor, tía. –Aemma intentó tranquilizar a su familia. —No se preocupen.
Pero cuando se movió de nuevo, Aemma sintió que algo cálido le recorría las piernas. Miró hacia abajo y vio sangre manchando su camisón. El pánico se apoderó de ella.
—¡Madre, ve a llamar al maestre! ¡Ahora! —Instruyó Rhaenys, tratando de no dejar que el miedo se notara en su voz.
Aemma intentó hablar, pero las palabras se le atragantaron en la garganta. El dolor era intenso, y la presión en su abdomen se volvía cada vez más insoportable.
Su madre Jocelyn salió corriendo de la habitación, con el corazón palpitando con fuerza, mientras su abuela se arrodillaba junto a su nieta, tomándole la mano.
—Mantén la calma, mi niña. Todo estará bien. —Dijo Alysanne con voz temblorosa mientras intentaba consolarla.
Aemma respiró profundamente, luchando contra el dolor y el miedo que la atormentaban.
—Aemma, necesito que seas fuerte ahora. Todo estará bien, el Maestre llegará pronto. —Insto su esposa a su lado.
Los momentos parecían eternos mientras esperaban al Maestre Gerardys. Finalmente, pasos apresurados resonaron en el pasillo y varias doncellas y la partera entraron corriendo en la habitación, murmurando entre ellas, algunas visiblemente preocupadas. La noticia de que el parto de Aemma había comenzado se difundió rápidamente por todo el castillo.
—Princesa, déjeme ayudarla. –Dijo el Maestre Gerardys acercándose rápidamente a Aemma.
Rhaenys estaba junto a su madre y abuela observando, con el corazón encogido por la preocupación, mientras el Maestre y la partera ayudaban a su Aemma a acostarse en la cama.
La tensión en la habitación era palpable, y el silencio solo era roto por los murmullos tranquilizadores del Maestre y los suaves sonidos de Aemma respirando profundamente hasta que dejó escapar un gruñido.
Las mujeres mayores tragaron saliva con fuerza y se les llenaron los ojos de lágrimas. Rhaenys intentó alcanzar a su esposa, pero antes de que pudiera alcanzarla, el Maestre le dirigió a una de las parteras una mirada significativa.
El Maestre entonces comenzó a examinar a Aemma con una expresión grave, la tensión en su rostro dejaba claro que la situación era crítica.
—Maestre, ¿Cómo está la princesa? —Preguntó la dama oscura.
—Es demasiado pronto para que ella pueda dar a luz de manera segura. –Informó el Maestre. –Quizás tenga que tomar una decisión. —Miro a la heredera a los ojos.
—¡No pondré la vida de ambos en riesgo, debe haber algo maldición! —Tomo del cuello al Maestre mostrando sus colmillos.
Alysanne tomo a Rhaenys por los hombros alejándola del Maestre quien volvió con Aemma.
Aemma comenzó a sentir dolores más intensos y regulares, señalando el inicio del parto. El miedo se apoderó de ella por completo, porque sabía que un nacimiento 1 luna antes de lo esperado significaba pocas posibilidades de supervivencia para el bebé y habiendo tenido una tía, una madre y una abuela derrotadas por la cama de parto, sabía que incluso su vida estaba en riesgo.
—Princesa, haré lo mejor que pueda para salvarla, pero necesito que mantenga la calma y siga mis instrucciones. –Dijo el Maestre sacándola de sus pensamientos.
Aemma respiró profundamente, tratando de encontrar la fuerza interior para afrontar lo que estaba por venir.
Horas más tarde, la oscuridad de la noche comenzó a dar paso a los primeros destellos del amanecer. Dentro de la habitación, la princesa estaba en una mezcla de agonía y dolor, su respiración era pesada e irregular. Incapaz de soportar la presencia del Maestre y las parteras, gritó:
—¡Largo!
—Pero princesa... –Intentó intervenir la anciana.
—¡Dije que largo! —Gritó ella. —¡Ahora!
Nadie hizo ningún movimiento, así que ella se sentó en la cama luchando contra el dolor que sentía como si la estuvieran partiendo por la mitad.
Agarrando la cabecera, se levantó y se apartó los mechones platinados que se le habían pegado a la cara.
—Soy una princesa. ¡Y le ordenó que se larguen! —Dijo Aemma con voz ronca, mirándolos fijamente. –¡Ahora!
Su esposa intentó acercarse a ella pero Aemma le gritó:
—¡Largo! ¡Todos váyanse! —Camino por la habitación agarrándose el vientre por debajo.
Rhaenys quedó inmediatamente impresionada como si esposa le gritó, pero eso no detuvo que la ayudará, se acercó a su esposa quien estaba pálida y jadeante, apoyada en el sillón que daba al balcón.
La habitación estaba impregnada del olor a sangre.
—Aemma. –Dijo suavemente, acercándose a ella.
Ella abrió lentamente los ojos, el cansancio era evidente en su rostro.
—Rhaenys. —Murmuró con voz débil. –Yo... No quería que nadie me viera así.
Rhaenys se sentó a su lado y le tomó la mano.
—No estás sola en esto. –Dijo con firmeza. —Estoy aquí y no me voy a ningún lado.
Aemma intentó sonreír, pero el dolor era abrumador y lo único que pudo hacer fue hacer una mueca.
—No sé si pueda hacerlo, Rhaenys. –Confesó mientras las lágrimas corrían por su rostro.
Ella apretó su mano con más fuerza, su voz llena de determinación.
—Puedes hacerlo, mi amor. Lo lograremos. Y traeremos este bebé al mundo juntas.
Más lágrimas escaparon de los ojos de Aemma.
—Ya no siento al bebe.
—Lo siento. –Dice sin saber si es por la situación en la que se encuentran o simplemente por todo.
—No te disculpes. –Dice ella con voz ronca —Es culpa mía.
—Aemma... –Ella protesta, pero su esposa la interrumpe con un grito.
Rhaenys la miró con agonía mientras ella se agarraba a la maldita silla, gimiendo y gimiendo de dolor. La princesa sintió que su cuerpo era invadido por un profundo dolor, como si cada hueso se estuviera rompiendo y entonces, de repente, Aemma sintió un alivio momentáneo, seguido de una última contracción más fuerte que la hizo aullar de dolor, al mismo tiempo, un rugido sacudió las estructuras del castillo. Entonces, finalmente, la princesa sintió un alivio momentáneo, seguido de una última contracción más fuerte que la hizo gritar y, finalmente, sintió que algo salía entre sus piernas.
La princesa metió la mano bajo su camisón y agarró su cabeza, al mismo tiempo que sentía que su cuerpo expulsaba el feto.
El silencio que siguió fue ensordecedor cuando Aemma levantó a la niña y la acunó contra ella.
—El cordón... –Murmuró sin tener el coraje de mirar a Rhaenys.
Rhaenys tomó la daga de su cinturón y cortó el cordón umbilical con manos temblorosas.
Con un poco esfuerzo, Aemma se sentó contra Rhaenys, sosteniendo a su hija muerta contra ella, como si temiera que se la arrebataran.
Ella no tuvo el coraje de mirarla, por lo que permaneció con los ojos cerrados por un largo tiempo, simplemente llorando suavemente contra su pequeño cuerpo sin vida.
—Ella tiene tu cabello. –Dijo Rhaenys, con su voz ahogada en su oído.
Pero de la nada Aemma sintió que el pequeño cuerpo se movía poco a poco y de repente la bebé empezó a llorar con toda la fuerza que sus pequeños pulmones le permitieron.
—¡Está viva! —Exclamó Rhaenys, sus ojos se iluminaron de sorpresa y alegría mientras miraba a su esposa, quien estaba atónita, sin poder creer lo que sucedía.
Aemma, todavía en estado de shock, abrió lentamente los ojos y miró a su hija. Con lágrimas de felicidad y alivio, vio el pequeño rostro de su bebé, con mechones de cabello platinado y una piel suave como el terciopelo. El llanto de la niña llenó la habitación, y el sonido fue como música para los oídos de ambas.
—Es un milagro… —Murmuró Aemma, sintiendo una mezcla de emociones intensas. La angustia y el dolor de los momentos anteriores se desvanecieron, reemplazados por un amor abrumador.
Rhaenys la abrazó con fuerza, sintiendo cómo la tensión se disipaba entre ellas.
—La has traído al mundo, amor. —Dijo Rhaenys, lágrimas de alegría recorriendo sus mejillas. —Eres increíble.
Aemma sostuvo a su hija con ternura, acariciando su pequeña cabeza con los dedos. Miro por encima del hombro a su abuela y tía con lágrimas de felicidad.
—¡Abuela, tía, quiero que conozcan a la pequeña Rhaenyra!
Ambas mujeres se acercaron y se arrodillaron a su lado para ver a su pequeña nieta moverse y llorar con energía.
—Se parece a ti Aemma. —Su abuela Alysanne acarició los mechones platinados de la pequeña cabecita de Rhaenyra. —Sera una hermosa mujer cuando crezca.
—¡Es hermosa! —Jocelyn beso las mejillas de su nieta sin importar que estuviera manchada de sangre. —Un nombre único.
A medida que la habitación se llenaba de risas y lágrimas de alegría, el ambiente se transformó en una celebración inesperada de vida y amor. La pequeña Rhaenyra, con su llanto vibrante y su belleza delicada, parecía ser la encarnación de la esperanza para todos en RocaDragon.
—Eres una guerrera, Aemma. —Dijo Rhaenys, admirando a su esposa con un brillo especial en sus ojos. —Has enfrentado todo esto con una valentía que nunca dejaré de admirar.
Aemma, aún en estado de asombro, sonrió débilmente mientras sostenía a su hija en sus brazos. La conexión que sentía con Rhaenyra era instantánea, como si cada latido de su corazón resonara en la pequeña.
—Nunca pensé que llegaría este momento. —Dijo Aemma, su voz temblando de emoción. —Pensé que la perdería.
—Nunca lo harías. —Rhaenys la miró con intensidad, como si quisiera transmitir toda la fuerza de su amor a través de sus ojos. —Estamos juntas en esto. Siempre.
A medida que las horas pasaban, Aemma y Rhaenys se sumergieron en la felicidad de ser madres. Alysanne y Jocelyn ayudaron a preparar todo lo necesario para el cuidado de la pequeña Rhaenyra, hablando de sus propias experiencias y compartiendo risas y anécdotas sobre la crianza.
Chapter 10: Una hermosa niña.
Summary:
¡Una sorpresita de último momento!
Notes:
Gracias a: @V3NUS3 @constellationtxt @chizug @Pawi @Carol y a otras 2 personitas más 🥰🥰🥰🥰❤️❤️❤️❤️
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
RocaDragon.
Después del nacimiento de la pequeña Rhaenyra, sus abuelas Jocelyn y Alysanne no la quisieron dejar en todo el día, cargándola y hablándole con ternura y dejando salir sus feromonas para impregnarla con su olor. También dejaron que Aemma descansará un poco después del parto por orden del Maestre Gerardys. El principe Daemon también estaba con ellas después de que le informaran de que Aemma había estado en labor de parto y había dado a luz a una niña.
Al escuchar el relato que su abuela le contó sobre que la pequeña bebé había nacido muerta y después empezó a llorar lo hizo preocuparse más por su prima pero también enojarse ya que sabía que alguien estaba detrás de todo eso.
Rhaenys al verlo le hizo una seña hacia la pequeña bebé.
—¿Quieres cargarla?
Daemon miró a Rhaenys, sintiendo una mezcla de emociones. La pequeña Rhaenyra, tan frágil y hermosa, merecía todo el amor y la protección del mundo. A pesar de la preocupación que lo invadía, la oferta de Rhaenys le trajo un destello de esperanza.
—Sí, me gustaría. —Respondió con una voz suave, acercándose a la pequeña. Con cuidado, tomó a Rhaenyra en sus brazos, sintiendo su calidez y fragilidad. Miró a su prima y sonrió, agradecido por el gesto, soltó sus feromonas que eran un poco ácidas pero a la bebé no le pareció desagradable. —Es una niña fuerte y hermosa.
Mientras la sostenía, Daemon se comprometió a protegerla de cualquier sombra que pudiera amenazar su felicidad. La ternura del momento le recordó que, a pesar de las dificultades, siempre habría luz en medio de la oscuridad.
Rhaenys asintió, con la mirada fija en su pequeña. Aemma mirando a su primo cargar a su hija la hizo sonreir, y quiso decir algo gracioso pero un silbido la dejo confundida.
—Ese debe ser mi hijo. —Hablo Alysanne mirando a la pequeña bebé quien desde que nació no había abierto los ojos. —Junto a Caraxes y el pequeño huevo de está dragoncita. —Al decir esa última palabra la pequeña Rhaenyra abrió los ojos lentamente.
El par de violetas que la miran de manera desenfocada, la hicieron sonreír. Porque lo sabe, esta niña sobrevivirá, Alysanne tiene experiencia con bebés débiles y pequeños, bebés que no estaban destinados a irse con el desconocido, sorprendentemente Rhaenyra no es nada de eso, lo cual la alivia.
—Creo que le debió llegar el cuervo con el mensaje. —Arrullo Jocelyn a su nieta todavía en los brazos de Daemon.
Ambas abuelas pueden sentir como Rhaenyra se relaja entre los brazos de Daemon al sentir sus olores. Los tres no detienen su flujo de feromonas y hacen un recorrido lento en círculos por la habitación mientras arrullan a la bebé hasta que esta finalmente suelta un suspiro cansado y se acurruca completamente contra el pecho de su tio, reconociéndolos como familia y manada.
La escena en la habitación era un hermoso retrato de amor y esperanza. Daemon, con Rhaenyra en brazos, sentía cómo la pequeña se aferraba a él, como si ya supiera que estaba rodeada de quienes la protegerían. Las abuelas, Jocelyn y Alysanne, se movían con gracia, creando un ambiente cálido y seguro, impregnando a la bebé con su amor y su esencia.
—Mira cómo se ha acomodado. —Dijo Alysanne, sonriendo al ver a Rhaenyra descansar plácidamente. —Es un buen signo. Ella sabe que está a salvo
Daemon asintió, sintiendo una mezcla de orgullo y ternura. La pequeña, con sus ojos violetas aún desenfocados, parecía estar en su propio mundo, ajena a las preocupaciones que rodeaban su llegada.
—Es increíble cómo puede traer tanta luz en medio de la tormenta. —Murmuró Daemon, mirando a Rhaenys, quien sonreía con complicidad.
Jocelyn, con su voz suave, continuó arrullando a la bebé.
—Cada día será un nuevo comienzo para ella. Y nosotros estaremos aquí para guiarla.
Cada palabra, cada susurro, parecía envolver a la pequeña en un manto de seguridad.
Rhaenys observaba con atención, sintiendo el vínculo que se formaba entre Daemon y su pequeña bebé recién nacida. Era un momento sagrado, un recordatorio de que la vida siempre encuentra su camino, incluso en medio de la adversidad.
—Ella es especial, Daemon. —Dijo Rhaenys con una sonrisa. —La sangre Targaryen siempre ha sido fuerte.
Daemon asintió, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. La vida de Rhaenyra, aunque frágil, era un símbolo de esperanza para su familia y su legado.
—Prometo protegerla. —Respondió, su voz firme y decidida. —No dejaré que nada la amenace.
Las palabras de Daemon resonaron en el corazón de Aemma, quien, aunque agotada, sintió un profundo alivio al ver a su hija rodeada de amor. Sabía que la fortaleza de su familia era su mayor defensa.
—Es un buen comienzo, Daemon. —Dijo Aemma con una sonrisa, sus ojos brillando de orgullo y amor hacia su hija. —La familia es todo lo que necesitamos para enfrentar cualquier desafío.
Alysanne, con su sabiduría y experiencia, observó el lazo que se estaba formando. Su corazón se llenó de alegría al ver cómo los instintos protectores de Daemon emergían con tanta naturalidad.
—Recuerda, siempre estaremos unidos. —Murmuró Alysanne, su voz suave como la brisa. —Las feromonas que compartimos nos conectan, y esa conexión es lo que nos hace fuertes.
Jocelyn, encantada, se unió a la conversación, acariciando la cabeza de Rhaenyra con ternura.
—Cada uno de nosotros deja una marca en los demás. La tuya, Daemon, será la de un protector.
El tiempo pasó lentamente, y la habitación se llenó de un silencio reconfortante mientras todos contemplaban a la pequeña Rhaenyra, que finalmente había cerrado los ojos, confiando en la calidez de su familia. Con sumo cuidado Daemon la dejo en su cuna para que descansará la cuál estaba detallada con las figuras de dragones alrededor.
La puerta se abrió suavemente y Aemon entró en la habitación, su presencia iluminando el ambiente. En sus brazos, sostenía un hermoso huevo dorado que brillaba con un resplandor cálido. La mirada de todos se centró en él, y un murmullo de sorpresa y curiosidad recorrió la habitación.
—He traído algo especial. —Anunció el rey Aemon con una sonrisa, acercándose a la familia reunida. —Este es un regalo de sus abuelos para nuestra pequeña princesa.
Daemon, aún contemplado a su pequeña sobrina, miró el huevo con asombro. Rhaenys se acercó un poco más, sus ojos brillando de emoción.
—¿Es... El huevo de dragón que la abuela Alysanne nos dió para nuestra bebe? —Preguntó, casi en un susurro.
—Así es. —Respondió Aemon, con un tono de orgullo en su voz. —Tiene un significado especial y, con suerte, será un compañero para Rhaenyra en el futuro.
Jocelyn y Alysanne intercambiaron miradas, sintiendo la importancia del momento. La llegada de un huevo de dragón era un símbolo de poder y conexión con su legado. Rhaenyra, quien permanecía en su cuna abrió sus ojos de nuevo, parecía sentir la energía del huevo, sus ojos violetas fijos en el brillante objeto.
—Es un regalo que representa la fuerza y la valentía que llevas dentro, pequeña. —Dijo Aemon, acercando el huevo a la bebé. —Siempre tendrás a tu familia a tu lado, y este huevo será un recordatorio de que eres parte de algo mucho más grande.
Con cuidado, Aemon colocó el huevo dorado cerca de Rhaenyra, quien, al tocarlo con su manita, pareció sonreír. El ambiente se llenó de una sensación mágica, como si el destino de la pequeña estuviera entrelazado con el futuro del dragón que podría nacer de ese huevo.
—Juntos, formaremos una manada fuerte. —Dijo Alysanne, mirando a su familia con determinación. —Nada podrá separarnos.
Mientras el ambiente se llenaba amor, todos en la habitación sintieron que el futuro de Rhaenyra estaba destinado a ser grandioso. Aemon, con una sonrisa en el rostro, observó cómo su nieta se acercaba al huevo dorado, como si ya supiera que era un símbolo de su herencia y de los dragones que eran parte de su linaje.
Rhaenys, sintiendo la emoción en el aire, se acercó a su primo Daemon y le susurró:
—¿No es increíble? Ella ya tiene un dragón esperando por ella. Es como si el destino estuviera trazando su camino.
Daemon asintió, sintiendo una mezcla de orgullo y responsabilidad. La pequeña Rhaenyra, con su espíritu fuerte y su conexión con el huevo, parecía destinada a ser una figura importante en su familia y en el reino.
—Prometamos que siempre estaremos a su lado —dijo Jocelyn, mirando a todos con determinación—. La familia es nuestra mayor fortaleza, y debemos protegerla a toda costa.
Alysanne, con su sabiduría, agregó:
—Cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar en su vida. Desde ahora, seremos sus guías, sus protectores y su apoyo incondicional.
Mientras todos compartían sus pensamientos, Rhaenyra, aún en su cuna, comenzó a emitir suaves sonidos, como si respondiera a las palabras de amor que la rodeaban. Sus ojos violetas brillaban con curiosidad y alegría.
—Mira cómo reacciona cariño. —Dijo Aemon, sonriéndole a su esposa. —Ella ya siente el amor que le brindamos.
Con el tiempo, la habitación se llenó de risas y anécdotas sobre la infancia de cada uno, compartiendo historias de dragones y aventuras pasadas. La atmósfera se volvió más ligera, y la preocupación que había estado presente se desvaneció, dejando solo amor y esperanza.
A medida que el dia avanzaba, Daemon se acercó a la cuna de Rhaenyra, sintiendo la necesidad de protegerla aún más. Con ternura, acarició su pequeña mano, y la bebé, en un gesto de confianza, cerró sus deditos alrededor de su dedo con fuerza.
—Siempre estaré aquí para ti, pequeña. —Murmuró Daemon, sintiendo que su corazón se llenaba de un amor profundo y sincero. —Creo que serás una gran guerrera cuando crezcas. —Rie al ver qué la pequeña agarra más su dedo son sus pequeños deditos.
—¿Qué nombre le pondremos si llega a salir el dragón? —Preguntó Rhaenys, con sus ojos llenos de emoción.
—Quizás algo que refleje su fuerza y nobleza, como su Apellido. —Sugirió Aemma, sonriendo mientras acariciaba la cabeza de su hija. —O tal vez un nombre que ella misma decida.
Las abuelas, Jocelyn y Alysanne, compartían sonrisas cómplices, sintiendo la calidez del amor familiar que los envolvía.
—Independientemente del nombre, lo más importante es que siempre estará rodeada de amor. —Dijo Jocelyn, su voz suave como siempre. —Ese amor será su mayor fortaleza.
Rhaenyra, con sus ojos violetas brillando, siguió mirando el huevo dorado. Era como si, de alguna manera, la pequeña estuviera comprendiendo la profundidad de su legado.
El tiempo pasó suavemente, mientras la pequeña Rhaenyra se acurrucaba en su cuna, descansando junto al huevo dorado. Todos se alejaron de la cuna dejando a la bebé durmiendo mientras se sentaban en las sillas de la habitación Rhaenys llevo a su esposa a descansar en la cama.
A medida que Aemma se acomodaba en la cama, Rhaenys se sentó a su lado, sonriendo mientras acariciaba su brazo en un gesto de apoyo y cariño. La joven madre, aunque exhausta por el arduo trabajo de dar a luz, sentía un profundo alivio al ver a su hija rodeada de amor y cuidado.
—¿Te sientes bien? —Preguntó Rhaenys, preocupada por su esposa.
—Sí, solo un poco cansada. —Respondió Aemma, con una sonrisa cansada. —Pero ver a Rhaenyra aquí, rodeada de todos ustedes, me llena de felicidad.
—Lo más importante es que ambas estén sanas. —Dijo Rhaenys, con sinceridad. —Estamos aquí para lo que necesites cariño. —Le da un beso en la frente viendo que hace un puchero. —¿Que pasa?
—Pense que me darías el beso en mis labios. —Finge estar enojada.
Rhaenys sonríe dándole otro beso en los labios.
—¿Feliz?
—Mucho más que feliz. —Aemma sonrió, sus ojos brillando con ternura. —Eres mi roca, Rhaenys. No sé qué haría sin ti.
Rhaenys tomó la mano de Aemma entre las suyas, sintiendo la calidez de su piel. Era un momento íntimo, lleno de amor y complicidad, y ambas sabían que, a pesar de los desafíos que pudieran enfrentar, siempre tendrían el apoyo incondicional la una de la otra.
—Siempre estaré aquí para ti y para Rhaenyra. —Aseguró Rhaenys, con firmeza en su voz. —Nada ni nadie podrá interponerse entre nosotras.
Aemma asintió, sintiendo una oleada de gratitud por la familia que habían construido juntas. A pesar de las sombras que acechaban en el exterior, en esa habitación había una luz que parecía inquebrantable.
—La llegada de Rhaenyra ha cambiado todo. —Dijo Aemma, mirando a su hija, que dormía plácidamente en su cuna. —Es un nuevo comienzo para todos nosotros.
—Y para nuestra familia. —Rhaenys respondió, mirando también a la pequeña. —Ella traerá consigo la fuerza de los Targaryen y el amor de quienes la rodean.
Ambas compartieron una sonrisa, sintiendo que la conexión entre ellas y su hija era más profunda que cualquier otra cosa. El tiempo se desvaneció mientras hablaban de cosas que le enseñarían para el futuro a su pequeña Rhaenyra y de los lazos que siempre los han unido.
Después de hablar un poco más Aemma se había quedado dormida en la cama descansando, Alysanne y Jocelyn insistieron en dejarlas a solas llevándose a tío y sobrino arrastrándolos por la camisa, ya que no querían dejar la habitación por Rhaenyra. Rhaenys rio un poco la ver como se llevaban a su padre y primo fuera de la habitación dejándola a solas con su bebé y con su esposo dormida.
—Es increíble cómo una pequeña puede cambiar tanto el ambiente. —Comentó Rhaenys, con una sonrisa nostálgica mientras su mirada se posaba en Rhaenyra. —Estoy muy segura de que serás una niña muy mimada por todos en la familia. —Le da un beso en la frente a su hija.
A medida que las horas pasaron dando paso al anochecer, tanto las madres como la pequeña estaban durmiendo tranquilamente.
Unos minutos antes de la cena, Rhaenyra, como si sintiera el aroma de su familia a su alrededor, emitió un suave gorgoteo, abriendo los ojos de nuevo. Su mirada, aunque aún un poco desenfocada, se dirigió hacia el huevo dorado que reposaba cerca de ella, como si ya comprendiera la importancia de su herencia.
Estiro su pequeña manito con curiosidad hacia el huevo dorado sintiendo con este mismo empezaba a moverse.
Rhaenyra observó el huevo dorado con fascinación, como si una conexión innata la uniera a él. Los suaves gorgoteos que emitía parecían ser un diálogo entre ella y el futuro dragón que podría nacer de esa cáscara brillante. A medida que su manita se acercaba, el huevo comenzó a vibrar ligeramente, como si respondiera a su toque.
La habitación, aún bañada en la luz suave de las velas, parecía cobrar vida. Rhaenys, al escuchar el sonido que hacía su hija, se despertó de su breve siesta y se acercó a la cuna con una sonrisa de asombro.
—¿Qué es eso, pequeña? —Susurró, sosteniendo la respiración por un momento, maravillada ante el espectáculo que se desarrollaba.
El huevo dorado continuó temblando, y un ligero crujido resonó en el aire. Rhaenyra, con sus ojos violetas brillando con curiosidad, estiró aún más su manita, como si estuviera tratando de invitar al dragón que dormía dentro a despertar.
Rhaenys sintió un escalofrío recorrerle la espalda; era una sensación de anticipación pero también era un momento muy especial.
Poco a poco, el crujido se intensificó, y los dos pares de ojos en la habitación se centraron en el huevo. Luego, un pequeño pico comenzó a asomarse, rompiendo la superficie dorada. La habitación se llenó de un aire de expectación y emoción.
El pequeño pico siguió rompiendo el huevo, y pronto, una pequeña dragona de escamas doradas emergió con un suave susurro, como si estuviera despertando de un profundo sueño. Su cuerpo era diminuto, pero ya reflejaba la majestuosidad de los dragones. Las escamas brillaban con la luz de las velas, y sus ojos, de un intenso color verde, se abrieron, mirando a su alrededor con curiosidad.
Rhaenyra, fascinada, extendió su manita hacia la dragona, como si sintiera una conexión instantánea con la criatura recién nacida. La dragona, al ver la pequeña mano de la bebé, se acercó lentamente, como si reconociera en ella a su futura compañera.
Rhaenys no pudo contener el asombro y la alegría que la invaden. Las emociones del momento eran abrumadoras; la unión de su hija con la dragona era un símbolo de su legado.
—¡Mira, Rhaenyra! —Exclamó Rhaenys, su voz llena de emoción. —Tienes una amiga, una compañera para toda la vida.
La dragona, aún temblorosa, se acercó más a Rhaenyra, quien sonreía y emitía suaves ruidos de felicidad. La criatura dorada se acomodó junto a ella, dejando que la pequeña la acariciara con su manita. La escena era hermosa, como si los dioses mismos hubieran bendecido ese momento con la presencia de la dragona.
A medida que la dragona se acurrucaba junto a Rhaenyra, un profundo silencio llenó la habitación. Alysanne y Jocelyn, al escuchar el alboroto, entraron rápidamente, seguidas por Daemon y Aemon, quienes, al ver el espectáculo, quedaron maravillados.
—¡Por los dioses! —Gritó Aemon, sin poder contener su asombro. —Es una dragona.
—Es una dragona dorada. —Alysanne se acercó, su voz llena de admiración. —Es hermosa.
Daemon, con el corazón lleno de orgullo, se acercó a la cuna, observando cómo Rhaenyra y la dragona se unían. Era un momento que quedaría grabado en sus memorias para siempre.
—Esto es asombroso. —Dijo Daemon, sintiendo que su corazón se llenaba de amor por su sobrina. —Ella realmente es especial.
La pequeña dragona, ahora más segura, comenzó a emitir suaves sonidos, como si intentara comunicarse. Rhaenyra, en respuesta, sonrió y gorgoteó, creando una conexión única que parecía ir más allá de las palabras. Jocelyn, con lágrimas de alegría en los ojos, se acercó y acarició la cabeza de la dragona, sintiendo la calidez de su cuerpo.
—Siempre estaremos contigo pequeña dragón.
Rhaenys, mirando a su hija y a la dragona con amor, se sintió profundamente agradecida por ese momento. Era un recordatorio de que, a pesar de las adversidades, la vida siempre encontraba una manera de florecer.
—Unos años más adelante Rhaenyra volará con esa pequeña dragona.
Rhaenyra, al escuchar su nombre, emitió un suave gorgoteo, como si estuviera de acuerdo. La dragona dorada, se acomodó aún más cerca de la bebé, creando una imagen perfecta de unidad y amor. Mientras la familia se reunía alrededor de Rhaenyra y la dragona, la habitación se llenó de risas y palabras de cariño.
Aemon, aún maravillado, se acercó a Rhaenyra y, con un gesto tierno, le ofreció un pequeño juguete de madera en forma de dragón.
—Para que siempre recuerdes lo especial que eres y la amistad que tienes con esta pequeña dragóncita.
Rhaenyra, con sus ojos brillantes, tomó el juguete y lo sostuvo cerca de su corazón. El dragón, al ver la atención, se estiró y le dio un suave toque con su hocico, como si también quisiera compartir ese vínculo especial.
Al momento empezó a llorar chupando su dedito y sacudiéndose.
—Debe de tener hambre hija. —Jocelyn mira a su nieta quien se chupa su dedito. —Debemos dársela a Aemma para que le de el pecho.
Rhaenys asintió tomando a su hija en brazos, todos se sorprendieron cuando la pequeña dragona aleteo en la poca distancia que había de la cuna a el hombro izquierdo de Rhaenys posándose como un halcón.
—No dejara sola a su amiga. —Daemon sonrió mirando como la dragona olfateaba a su compañera.
—Mejor voy a despertar a Aemma para que le dé pecho a la pequeña. —Rhaenys camino a hacia la cama donde Aemma estaba durmiendo plácidamente.
Rhaenys se acercó a la cama, sintiendo la mezcla de alegría y ternura al observar a su esposa durmiendo. Aemma lucía serena, con una expresión de paz en su rostro, pero Rhaenys sabía que sería mejor despertarla suavemente.
—Aemma, amor, es hora de que despiertes. —Susurró Rhaenys, acariciando suavemente el brazo de Aemma. —Rhaenyra necesita de ti.
Aemma se movió un poco, emitiendo un suave quejido antes de abrir los ojos lentamente. Al ver a Rhaenys y la pequeña Rhaenyra en sus brazos, una sonrisa iluminó su rostro.
—¿Ya despertó la pequeña? —Preguntó Aemma, incorporándose lentamente en la cama, su voz aún entrecortada por el sueño.
—Sí, y parece que tiene mucha hambre. —Respondió Rhaenys, mirando a Rhaenyra, quien continuaba chupándose el dedito y mirando con curiosidad a la dragona dorada que reposaba en su hombro. —Además, la dragona decidió hacerle compañía.
Aemma se quedó boquiabierta al ver a la pequeña dragona posándose con confianza en el hombro de Rhaenys. La imagen de su hija junto a ella era, sin duda, un momento único.
—Es hermosa. —Dijo Aemma, extendiendo los brazos hacia Rhaenyra. —Déjame cargarla.
Rhaenys, con cuidado, pasó a Rhaenyra a los brazos de su madre. La bebé, al sentirse en contacto con Aemma, dejó de chuparse el dedo y miró a su madre con esos ojos violetas que brillaban con curiosidad.
La dragona dorada, al notar el cambio, se inclinó hacia adelante, olfateando a la pequeña y emitiendo un suave sonido que parecía un canto. Rhaenyra, en respuesta, rió y extendió su manita hacia la dragona.
—¡Mira cómo se llevan! —Exclamó Aemma, con una sonrisa de felicidad al ver la conexión entre las dos.
Aemma se concentró en su hija mientras su abuela, tíos y primos se marchaban dejándolas a solas, haciéndole callar y meciéndola suavemente. Rhaenyra le acarició el pecho con la nariz y la boca en respuesta: tenía hambre.
Recostándose contra la cabecera antes de acomodar a Rhaenyra y pegarla de su pecho izquierdo.
Aemma acomodó a Rhaenyra en su pecho, sintiendo la conexión profunda que se formaba entre madre e hija. Con ternura, comenzó a amamantarla. Rhaenyra, al sentir la cercanía y el calor de su madre, se aferró a ella con confianza, su pequeño cuerpo relajándose mientras se alimentaba.
Rhaenys, con el corazón lleno de amor, se sentó en la cama junto a Aemma, observando cómo su esposa se ocupaba de su hija.
—Eres una madre increíble. —Dijo Rhaenys, tomando la mano de Aemma entre las suyas. —Rhaenyra tiene mucha suerte de tenerte.
Aemma sonrió, su mirada llena de amor y gratitud.
—Y yo tengo suerte de tenerte a ti a mi lado. No podría hacer esto sin ti.
Rhaenys se inclinó hacia adelante y le dio un suave beso en los labios. En ese momento, el amor que compartían se sentía palpable, como si todo el universo se alineara para celebrar su unión y la llegada de su hija.
Fortaleza Roja.
El ambiente en la Fortaleza Roja estaba cargado de tensión y conspiraciones. Otto Hightower, el astuto y calculador mano del rey, se encontraba en su habitación, rodeado de pergaminos y cartas que parecían contar historias de traiciones y alianzas. Su mente, siempre alerta, reflexionaba sobre los recientes acontecimientos que habían puesto en riesgo sus planes.
La llegada de la pequeña Rhaenyra había sido un golpe inesperado. A pesar de sus esfuerzos por desestabilizar a la familia Targaryen y asegurarse de que la línea de sucesión se mantuviera bajo su control, la vida de la bebé había prevalecido. Otto sabía que la fortaleza de la familia estaba en su unión, y la llegada de un nuevo dragón solo fortalecía su posición.
—¡Maldición! —Exclamó, lanzando un pergamino al suelo con furia. Sus pensamientos se agolpaban en su mente, formando un torbellino de frustración y desdén. —¡No, el rey todavía no se atreve a volver!
Su mente daba vueltas, buscando una solución. Ya había trazado planes para desviar la atención del rey Aemon y debilitar su autoridad. Sin embargo, la aparición de la dragona dorada había cambiado las reglas del juego. Otto sabía que con ella, la pequeña Rhaenyra no solo sería una niña más en l familia, si no que seria la siguiente en la línea de sucesión.
Mientras reflexionaba, un golpe en la puerta interrumpió su cavilación. Era su hija, Alicent, quien entró con una expresión de preocupación.
—Padre, ¿Qué ocurre? —Preguntó, cerrando la puerta tras de sí. —Te he escuchado gritar.
Otto se dio la vuelta, intentando recomponer su expresión. Sabía que su hija era astuta y estaba siempre atenta a las dinámicas de poder dentro de la corte.
—Los Targaryen están más fuertes de lo que imaginé. —Dijo Otto, su voz tensa. —La llegada de la mocosa Rhaenyra y su dragón nos dejan más lejos del Trono.
Alicent frunció el ceño, sintiendo la gravedad de las palabras de su padre.
—¿Qué planeas hacer?
—Debemos actuar con cautela. —Respondió Otto, caminando de un lado a otro, su mente maquinando. —La familia Targaryen se aferra a la idea de que su linaje es indestructible. Pero la historia ha demostrado que incluso los más fuertes pueden caer.
—¿Y si intentamos algo contra ellos? —Sugirió Alicent, pensando en cómo podría jugar un papel en la situación. —Podríamos intentar enviar a la heredera a algún lugar.
Otto se detuvo en seco y la miró. Sabía que su hija tenía una habilidad especial para maniobrar en la corte, pero también entendía que alejar a uno de los Targaryen era un riesgo considerable.
—Es un juego peligroso, Alicent. —Dijo, su voz grave. —No podemos permitir que la familia se sienta segura. Necesitamos crear un ambiente de desconfianza, un entorno en el que puedan dudar de su propia fortaleza.
—Pero, padre, si logramos alejar a uno de ellos, podríamos tener una influencia directa. Podríamos asegurarnos de que nuestra familia esté en una posición de poder. —Alicent argumentó, su voz cargada de determinación.
Otto la observó, admirando su ambición, pero también sintiendo el peso de la responsabilidad que conllevaba.
—Quizás tengas razón. Pero también la alianza puede ser nuestra mejor opción, aunque también debemos tener un plan.
Mientras ambos hablaban, Otto comenzó a trazar un nuevo camino en su mente, una estrategia que podría desestabilizar la confianza de los Targaryen mientras alejaban a la heredera, creando un juego de engaños.
—Necesitaremos información. Alguien que pueda infiltrarse en su círculo cercano. —Dijo, sus ojos brillando con determinación. —Debe ser el príncipe Viserys.
Alicent sintió una mezcla de emoción y nerviosismo. Sabía que el camino que su padre proponía era arriesgado, pero también podría ser la oportunidad que estaban esperando para asegurar su lugar en el trono.
—Haré lo que sea necesario, padre. —Afirmó, su voz firme. —No dejaré que la familia Targaryen nos despoje de nuestro legado.
Otto sonrió, sintiéndose satisfecho. Su hija era una pieza importante en su juego, y juntos podrían manipular las corrientes de poder en la corte. Con la pequeña Rhaenyra y su dragón como piezas clave, el juego apenas comenzaba.
1 Luna después.
—Mira a esta hermosa niña. —Hablo Amanda Arryn sosteniendo a su sobrina en brazos. —Es idéntica a ti hermana. —Le sonrió a la pequeña bebé quien soltó una risita.
Aemma sonrió al bebé a su hija feliz con su hermana. Rhaenyra ya había reconocido a su hermana como parte de su manada, Amanda había llegado hace unos días ya que el viaje del Valle Arryn a RocaDragon no fue fácil tardo casi una Luna, todavía recordó cuando entro a sus aposentos buscando a su sobrina sin saludarla. Ella era su hermana mayor que siempre la quiso más como a su madre Daella.
—Es increíble cómo ha crecido en tan poco tiempo. —Respondió Aemma, observando a su hermana con ternura mientras acariciaba la pequeña cabeza de Rhaenyra, que parecía disfrutar del cariño. —Cada día es un nuevo descubrimiento.
Amanda, con la pequeña Rhaenyra en brazos, no podía evitar sentirse emocionada. La bebé, con sus ojos violetas y su risa contagiosa, iluminaba la habitación. Era como si su presencia trajera consigo una magia especial que envolvía a todos los que estaban cerca.
—¿Te imaginas las aventuras que tendrá con su dragón? —Preguntó Amanda, mirando a Aemma con una mezcla de admiración y añoranza. —La sangre Targaryen es fuerte, y ella está destinada a grandes cosas.
Aemma asintió, sintiendo un profundo orgullo por su hija y el legado que representaba.
—Sí, pero también debemos protegerla. La llegada de un dragón siempre atraerá la atención, y no todos tienen buenas intenciones. —Dijo Aemma, su voz cargada de preocupación.
—Lo sé. Pero también creo que la familia es su mayor fortaleza. —Amanda sonrió, mirando a Rhaenyra. —Con tanto amor a su alrededor, no hay nada que no pueda superar.
Rhaenyra, sintiendo la calidez de las manos de su tía, emitió un pequeño gorgoteo, como si estuviera respondiendo a las palabras de amor que la rodeaban. Amanda sonrió aún más, sintiendo que había un vínculo especial entre ella y la pequeña.
—¿Quieres que te la devuelva? —Preguntó Amanda, viendo cómo Aemma la miraba con amor.
—Sí, por favor. —Respondió Aemma, extendiendo los brazos viendo como su hija empezaba a chuparse su dedito. —Siempre me hace feliz tenerla cerca, pero creo que ahora tiene hambre.
Amanda, con suavidad, le pasó a Rhaenyra a su madre. La pequeña, al estar en los brazos de Aemma, sonrió y comenzó a hacer gestos con sus manitas, como si estuviera emocionada por la compañía. Aemma la acomodo bien para después darle pecho.
—Es un buen día para que la saquemos a pasear. —Dijo Amanda, mirando por la ventana, donde el sol brillaba intensamente. —Podríamos ir al jardín y disfrutar del aire fresco.
Aemma miró a Rhaenyra y luego a su hermana, sintiendo que sería una buena idea. La pequeña estaba creciendo rápidamente y era importante que experimentara el mundo que la rodeaba.
—Me parece perfecto. —Asintió Aemma, sonriendo con entusiasmo. —Ella necesita conocer su hogar y el jardín es el lugar ideal.
Con eso, Aemma y Amanda se prepararon para salir al jardín. Mientras caminaban, la luz del día iluminaba los pasillos de RocaDragon, creando un ambiente cálido y acogedor. Al llegar al jardín, el aire fresco y el aroma de las flores llenaron sus sentidos, y Rhaenyra, al sentir la brisa, comenzó a reír con alegría.
—Mira cómo disfruta. —Dijo Amanda, riendo al ver la reacción de la bebé. —Es como si supiera que está en un lugar especial.
Aemma miró a su hija, sintiendo un profundo amor en su corazón. Rhaenyra, con su risa contagiosa, parecía llenar el jardín de vida.
—Siempre será especial. —Respondió Aemma, sintiéndose agradecida por cada momento que pasaba con su hija. —Ella es la luz de nuestras vidas.
Mientras las horas pasaban, Rhaenyra exploraba el jardín con la mirada curiosa típica de un bebé. Su risa resonaba en el aire, y Aemma y Amanda compartían historias sobre su infancia, riendo y disfrutando del tiempo juntas.
Mientras tanto en el patio de entretenimiento estaban Rhaenys y Daemon entrenando con las espadas.
Rhaenys y Daemon se movían con agilidad en el patio de entrenamiento, el sonido del metal chocando resonaba en el aire mientras intercambiaban golpes con destreza. La luz del sol iluminaba sus figuras, creando sombras alargadas sobre el suelo de piedra. Ambos estaban completamente enfocados, pero también disfrutaban de la compañía mutua, una mezcla de competencia y complicidad.
—¡Más rápido, Daemon! —Gritó Rhaenys, con una sonrisa desafiante en su rostro. —¿Es todo lo que tienes?
Daemon rió, sintiendo la adrenalina recorrer su cuerpo. Se lanzó hacia adelante, su espada brillando mientras buscaba un ángulo para sorprender a su prima. Sin embargo, Rhaenys estaba lista y desvió su ataque con un movimiento ágil.
—Creí que me habías sorprendido, pero parece que subestimas mis reflejos. —Respondió Rhaenys, mientras retrocedía un paso.
—Quizás deberías hacerlo más a menudo. —Dijo Daemon, recuperando el equilibrio y atacando de nuevo, esta vez con movimientos más rápidos y precisos.
Rhaenys se movía con gracia, sus pies danzando sobre el suelo mientras esquivaba los ataques de su primo. La tensión del combate se mezclaba con risas y bromas sobre cómo siempre habían sido adversarios en la práctica, pero aliados en la vida.
—Recuerda, no solo se trata de fuerza, sino de estrategia. —Le aconsejó Rhaenys, mientras giraba y contraatacaba.
Daemon sonrió, disfrutando del desafío. Sabía que Rhaenys ha sido una guerrera formidable, y cada intercambio les hacía mejorar. Sin embargo, su mente no podía evitar volver a Rhaenyra, a la pequeña que estaba creciendo y a la que prometió proteger.
—Hablando de estrategia, ¿Has pensado en cómo vamos a proteger a Rhaenyra de las intrigas de la corte? —Preguntó Daemon entre un golpe y otro, mientras intentaba mantener la conversación.
Rhaenys se detuvo por un momento, bajando su espada. Su expresión se tornó seria.
—Sí, estoy preocupada por lo que pueda pasar. Otto Hightower no se detendrá ante nada para asegurarse de que su familia mantenga el poder. —Su voz se volvió grave, recordando las maquinaciones que habían observado en los últimos viajes que hizo a la Fortaleza Roja.
—No lo permitiré. —Respondió Daemon, su voz firme. —Rhaenyra es parte de nuestra familia, y no dejaré que nada la amenace.
Rhaenys asintió, sintiendo la conexión entre ellos. Sabían que la familia era su mayor fortaleza, y que debían estar unidos para enfrentar cualquier adversidad.
—Debemos asegurarnos de que siempre esté rodeada de amor y protección. —Dijo Rhaenys, recuperando su espada y volviendo a la práctica. —No solo de nosotros, sino de todos los que la rodean.
—Así será. —Respondió Daemon, con determinación en su voz. —La pequeña Rhaenyra será entrenada para ser fuerte y astuta, como su madre, tío y abuelo.
Ambos continuaron entrenando, sintiendo la energía y el compromiso que los unía. Cada golpe, cada paso, era un recordatorio de que estaban listos para enfrentar cualquier sombra que pudiera acechar a su familia.
Mientras tanto, el sonido de las risas de Rhaenyra junto a su madre y tia en el jardín resonaba en el aire, un hermoso contraste con el choque de las espadas.
La escena en el jardín de RocaDragon era un remanso de paz y alegría, un contraste perfecto con la tensión que se vivía en el patio de entrenamiento. Aemma y Amanda, sentadas en una manta sobre el césped, observaban a Rhaenyra jugar con las flores que le daba su tía Amanda y emitir ruiditos de felicidad mientras exploraba su pequeño mundo.
—Es increíble cómo la felicidad de una pequeña puede iluminar todo a su alrededor. —Dijo Amanda, sonriendo al ver la expresión de pura alegría de su sobrina.
—Sí, y pensar que todo esto puede verse empañado por los juegos de poder. —Aemma suspiró, sintiendo un nudo en el estómago al recordar las intenciones de algunas personas.
Amanda asintió, comprendiendo la preocupación de su hermana. Ambas sabían que la llegada de Rhaenyra había traído consigo no solo alegría, sino también una creciente tensión en la corte, especialmente con la figura de Otto Hightower al acecho.
—La familia siempre ha sido nuestra mayor fortaleza. —Dijo Amanda, tomando la mano de Aemma. —Rhaenyra crecerá rodeada de amor, y eso es lo que realmente importa.
Aemma sonrió, sintiendo el apoyo de su hermana. Era un recordatorio de que, a pesar de los desafíos, siempre tendrían a su familia. Mientras Rhaenyra seguía jugando, una pequeña mariposa se posó cerca de ella, y la bebé, fascinada, extendió su manita hacia la criatura.
—¡Mira una mariposa! —Exclamó Aemma, animando a su hija.
Rhaenyra, al escuchar la voz de su madre, giró la cabeza y sonrió, sus ojos violetas brillando con curiosidad. La mariposa, ajena al bullicio del mundo, danzaba alrededor de la pequeña, creando un espectáculo encantador.
—Creo que le gusta el jardín. —Dijo Amanda, riendo. —Es como si supiera que es un lugar especial.
A medida que la mariposa revoloteaba, Rhaenyra intentó atraparla con sus manitas, lo que provocó risas y aplausos de su madre y tía. En ese momento, todo parecía perfecto, como si el mundo exterior no existiera, y solo importaba la felicidad de la pequeña.
Mientras tanto, en el patio de entrenamiento, Daemon y Rhaenys continuaban su práctica, intercambiando golpes y técnicas. Sin embargo, la conversación se tornó más seria a medida que compartían sus preocupaciones sobre la situación política.
—Necesitamos asegurarnos de que Rhaenyra tenga aliados en la corte. —Dijo Rhaenys, esquivando un ataque de Daemon. —No solo las casas Velaryon y Arryn, también las más importantes como los Stark y los Tully.
Daemon asintió, sintiendo la gravedad de sus palabras. Sabía que, aunque la familia era su refugio, Rhaenyra tendría que enfrentarse a un mundo complicado cuando creciera.
—Podríamos hablar con aquellos que son leales a nosotros, y asegurarnos de que estén a su lado. —Sugiere Daemon, atacando de nuevo con un movimiento preciso. —La lealtad es algo clave.
—Exacto. —Rhaenys respondió, contraatacando. —Y debemos estar atentos a los movimientos de Otto. Su astucia es peligrosa, y no dudaría en aprovechar cualquier debilidad.
Con cada golpe, la tensión se disipaba un poco, pero ambos sabían que el verdadero desafío estaba por venir. Mientras tanto, el sonido de las risas de Rhaenyra seguía llenando el aire, un recordatorio constante de lo que estaban protegiendo.
Finalmente, después de una intensa práctica, Rhaenys y Daemon decidieron tomar un descanso. Se dirigieron al jardín, donde el sol brillaba y el aroma de las flores llenaba el aire. Al llegar, se encontraron con la imagen encantadora de Aemma y Amanda jugando con Rhaenyra.
—Mira qué feliz está. —Dijo Daemon, sonriendo al ver a su sobrina riendo mientras intentaba atrapar la mariposa.
—Sí, es un verdadero rayo de sol. —Respondió Rhaenys, sintiendo una oleada de calidez en su corazón. —Y tenemos que asegurarnos de que siempre brille.
Aemma levantó la vista y sonrió al ver a su esposa y a su hermano Daemon acercarse.
—¡Vengan, miren esto! —Exclamó, señalando a Rhaenyra, qué estaba intentando atrapar la mariposa.
Daemon y Rhaenys se unieron a la escena, observando con ternura cómo Rhaenyra se movía con entusiasmo. Era un momento que atesorarían, un recordatorio de que, a pesar de las sombras que acechaban en el horizonte, siempre habría luz en su familia.
—Ella está destinada a grandes cosas. —Dijo Daemon, con un brillo de orgullo en sus ojos. —Y nosotros estaremos aquí para guiarla.
Notes:
Syrax: ¿Quien será mi madre?
Nyra: ¡No importa quien sea, puedes quedarte conmigo toda la vida!
Aemma: ¡No! ¡Syrax debe irse cuando crezca con su madre a Pozo Dragón!
Syrax y Nyra: ¡NOOOO!
Chapter 11: Una Dragoncita Muy Revoltosa.
Summary:
Discúlpenme la tardanza está semana prometo darles otro capitulo!
Gracias a: @V3NUS3 @constellationtxt @chizug @Pawi @Carol y a otras 2 personitas más 🥰🥰🥰🥰❤️❤️❤️❤️
Chapter Text
2 Luna, RocaDragon.
—¡Hoy iremos a volar con Meleys! —Rhaenys levanto en brazos a su pequeña hija de tan solo 2 Lunas. —Tu madre Aemma también nos acompañará en el vuelo.
La pequeña Rhaenyra balbuceo como si respondiera a su madre, Rhaenys la llevo al balcón de la habitación donde el sol del amanecer empezaba a salir y pudo sentir en ese momento un peso en su hombro izquierdo. Rhaenyra intentó aplaudir al ver a su dragona en el hombro de su madre, la pequeña dragoncita se sacudió un poco como si intentará comunicarse.
—¿Tu también estás emocionada dragoncita? —Dijo colocando a Rhaenyra del lado donde estaba la dragona quien al verla se acercó a la cara de Rhaenyra haciéndola reír. —Ustedes dos serán inseparables. —Miro los ojos de su hija sonriendo. —Eres lo mejor que me ha pasado pequeña. Tu y Aemma son lo más importante para mí, nadie las lastimara mientras yo siga respirando en este mundo. —Le da un beso en el cabello plateado. —Desde que diste tu primer respiró te convertiste en mi heredera, serás la siguiente el la línea de sucesión y también lo serán tus hijos.
Rhaenyra miro a su madre con curiosidad, sus ojos grandes reflejando la luz del sol que comenzaba a llenar la habitación. Aunque solo era una bebé, parecía entender el amor y el compromiso que su madre le profesaba. Rhaenys, sintiendo esa conexión especial, acarició la cabeza de su hija y se perdió en sus pensamientos por un momento.
—Hoy volarás con tus dos madres, pequeña. —Dijo en un tono suave, casi como un susurro. —Sentirás el viento en tu rostro y verás el mundo desde las alturas. Quiero que sepas que volar es la libertad y poder. Te enseñaré a amar a Syrax como yo lo hago con Meleys.
Rhaenyra continuó balbuceando, como si estuviera respondiendo a las palabras de su madre. La dragona, que había estado observando atentamente, se acercó aún más, extendiendo sus alas en un gesto de afecto. Rhaenys sonrió al ver la conexión instantánea entre su hija y la dragona.
—Syrax será tu compañera en todas las aventuras que vendrán, mi amor. Siempre estaremos aquí para guiarte, para protegerte. Juntas, ustedes dos serán indomables.
Con un ligero suspiro, Rhaenys se volvió hacia el horizonte, donde el sol ya comenzaba a elevarse, tiñendo el cielo de tonos dorados y naranjas. Había tanto en juego, y la presión del futuro le pesaba en el corazón. Pero en ese momento, con su hija en brazos y su dragona a su lado, se sintió fuerte y decidida.
—Es hora de prepararnos. Aemma debe estar esperándonos. —Rhaenys se dio la vuelta, llevando a Rhaenyra de regreso al interior de la habitación con suavidad. —Hoy, volaras a lomos de la dragona más rápida de todo Poniente.
Mientras se movía, Rhaenyra continuaba balbuceando, como si supiera que una nueva aventura estaba a punto de comenzar. Rhaenys sabía que cada vuelo que compartieran fortalecería los lazos entre madre e hija, y también entre la familia Targaryen y sus dragones. Todo lo que deseaba era que Rhaenyra creciera con la valentía y la sabiduría necesarias para ser una verdadera líder, y que siempre recordara el amor que la rodeaba.
Coloco a la pequeña Rhaenyra en la cuna un momento para buscar una manta que le había dado su tía Amanda como regalo, dicha manta tenía cuatro bordados cada uno con el emblema de las casas Targaryen, Velaryon, Baratheon y Arryn en representación de que Rhaenyra tenía tanto sangre de dragón como sangre Arryn, Velaryon y Baratheon.
Rhaenys sonrió al ver la manta bordada, recordando las conversaciones que había tenido con su cuñada Amanda sobre la importancia de las alianzas y la herencia familiar.
—Es perfecta para ti, pequeña Rhaenyra. —Murmuró, mientras envolvía a su hija con la manta suave y acogedora.
La pequeña emitió un pequeño sonido de satisfacción, como si apreciara el gesto. Rhaenys sintió una oleada de ternura al observar a su hija balbucear de felicidad, envuelta en la calidez de la manta que simbolizaba la unión de las casas.
Una vez que estuvo lista, Rhaenys se dirigió a Pozo Dragón junto a la pequeña Rhaenyra y Syrax en su hombro, donde las esperaba Meleys. La dragona Meleys, con su escamosa y brillante piel roja, esperaba pacientemente, su mirada fija en Rhaenys y Rhaenyra.
—Hoy, volaremos juntas, como una familia. —Dijo Rhaenys, mirando a su dragona y luego a su hija. —Meleys, cuida de ellas en el aire. Sabes lo importante que es esta experiencia para Rhaenyra.
—¿Acaso me piensan dejar sola? —Aemma se acerco a ambas cruzada de brazos riendo. —Nyra no soportara estar sin su mami.
Nyra en el momento en que escucho la voz de Aemma levanto los bracitos para que su mamá la cargará a lo que Aemma hizo con gusto.
—Bueno solo pensaba en que no podrías resistir estar lejos de tu pequeña. —Rhaenys sonrió, disfrutando de la escena.
Aemma, con su amorosa mirada, sostuvo a Rhaenyra con ternura, la pequeña balbuceando emocionada al sentir la calidez de sus brazos.
—Desde luego que no podría. —Respondió Aemma, acariciando la mejilla de su hija con suavidad. —Me alegra que estemos juntas en este vuelo. Es uno de los momentos que atesoro por siempre.
Rhaenys observó cómo Aemma abrazaba a Rhaenyra, y su corazón se llenó de gratitud. La familia que habían formado era fuerte y unida, y cada momento compartido era un ladrillo en la fortaleza que estaban construyendo para el futuro.
—Entonces, ¿Estamos listas? —Preguntó Rhaenys, mirando a Aemma y luego a su dragona Meleys, que parecía ansiosa por elevarse hacia el cielo.
Aemma asintió, haciendo una señal a Meleys para que se acercara. La dragona se inclinó, permitiendo que Aemma junto a Rhaenyra se acomodara en su lomo. Rhaenys se subió detrás de su esposa, asegurándose de que ambas estuvieran cómodas.
—Recuerda, Nyra, siempre estaremos contigo. —Le dijo Aemma a su hija, mientras Meleys comenzaba a salir de Pozo Dragón y a batir sus alas, preparándose para despegar. —Nunca estarás sola.
Rhaenyra miró a su madre, sus ojos brillantes de emoción. La pequeña dragona en el hombro de Rhaenys también se acercó un poco más a Rhaenyra, compartiendo ese momento de unión y complicidad.
—¡Vamos! —Exclamó Rhaenys, sintiendo la energía del vuelo llenarla.
Meleys tomó impulso y, en un movimiento poderoso, se alzó en el aire, dejando atrás los confines de Pozo Dragón.
El viento sopló con fuerza, y Rhaenyra gritó de alegría, dejando escapar un pequeño balbuceo que resonó en el aire. A medida que ascendían, el mar se extendía cada vez más.
—Mira, Nyra, ¡El reino! —Dijo Aemma, señalando hacia el horizonte.
Rhaenyra, maravillada, observó los campos y los ríos que se extendían a sus pies, sintiendo la libertad que solo el vuelo podía ofrecer.
Rhaenys sonrió al sentir la emoción de su hija.
—Esto es solo el comienzo, pequeña. Hay un mundo entero por descubrir, y siempre te tendremos a ti y a Syrax a nuestro lado.
Meleys surcó el cielo con gracia, y Rhaenys sintió que todo su ser vibraba con la energía del momento. La conexión entre ellas tres, madres, hija y dragonas, era inquebrantable.
Mientras volaban, Rhaenys sabía que ese recuerdo quedaría grabado en sus corazones para siempre. Rhaenyra, envuelta en el amor de sus madres y la magnificencia de su dragona, estaba destinada a convertirse en una líder valiente, y Rhaenys estaba decidida a guiarla en ese camino, paso a paso, vuelo a vuelo.
4 Luna Fortaleza Roja.
Rhaenyra miraba a las personas que hacían reverencia a su madre mientras caminaban.
—El abuelo Aemon querrá verte y supongo que tú también lo quieres ver a el. —Rhaenys le dió un beso en la mejilla a Rhaenyra haciendo que la pequeña riera.
Rhaenyra, con su cabello plateado brillante bajo la luz del sol que entraba por las ventanas de la Fortaleza Roja, observaba con curiosidad el bullicio de la corte. La pequeña estaba en brazos de su madre, Rhaenys, quien la sostenía con ternura mientras avanzaban por los pasillos adornados con tapices que contaban la historia de su linaje.
—Mira, pequeña, esos son los nobles de reino. —Le explicó Rhaenys, señalando a un grupo de hombres y mujeres que se inclinaban ante ellas. —Todos ellos vienen desde muy lejos a verte a ti.
Rhaenyra balbuceó, como si intentara comprender la magnitud de lo que veía. Rhaenys sonrió, sintiendo que el futuro de su hija estaba lleno de posibilidades, aunque también cargado de responsabilidades.
—No temas, mi amor. —Dijo Rhaenys, inclinándose para susurrarle al oído. —Pronto aprenderás a ser una verdadera Targaryen. Tendrás a tu lado a Syrax.
Cuando llegaron a la sala del Consejo Real, Rhaenys sintió un ligero nudo en el estómago. Sabía que su padre, el rey Aemon, estaba ansioso por ver a su nieta, pero también era consciente de la presión que venía con ser parte de la familia real.
—Aquí estamos. —Anunció Rhaenys mientras cruzaban el umbral de la sala.
El Consejo estaba lleno de las personas más confiables a la corona, y Aemon, con su cabello plateado y su porte majestuoso, esperó con una sonrisa cálida.
—¡Rhaenyra! —Exclamó el rey, extendiendo los brazos hacia su nieta. —Ven aquí, pequeña dragona.
Rhaenyra miró a su madre, buscando aprobación. Rhaenys asintió, animándola a que se acercara. La pequeña estiró su pequeña manito vacilante, pero pronto se sintió segura al mirar a su abuelo. Aemon se acercó, abriendo los brazos, y Rhaenyra se lanzó a sus brazos, riendo.
—Eres una belleza, como tus madres. —Dijo Aemon, abrazándola con ternura. —¿Sabías que volaste en el cielo no hace mucho? La gente todavía habla de ello.
Rhaenyra miró a su abuelo con sus grandes ojos, como si entendiera cada palabra, y Aemon sonrió, sintiendo una conexión profunda con la pequeña.
—Es un honor tenerte aquí, mi querida. —Continuó el rey, mirando a Rhaenys. —Estoy orgulloso de ti y de Aemma por criar a una niña tan especial.
Rhaenys sonrió, su corazón lleno de amor y gratitud. La relación entre su padre y su hija era algo que siempre había deseado, y verlos juntos era un regalo.
—Gracias, padre. Rhaenyra tiene un futuro brillante por delante, y estoy segura de que será una gran líder.
Aemon asintió, su mirada volviéndose más seria.
—Recuerda, Rhaenyra, ser Targaryen no es solo un título. Es una responsabilidad. Debes ser fuerte y valiente, como lo son nuestros dragones.
Rhaenyra escuchaba atenta, como si cada palabra de su abuelo resonara en su pequeño corazón. Rhaenys sintió una oleada de emoción, deseando que su hija siempre recordara el amor y la fortaleza que la rodeaban.
Después de un rato, Aemon devolvió a Rhaenyra a los brazos de Rhaenys, quien la abrazó con cariño. Algunos de los presentes miraron la escena con ternura pero otros miraban la escena con desprecio, no por la demostración si no hacía ambas herederas al Trono, Otto miraba como el Rey se entretenía con su nieta.
—¿No es una niña hermosa señores? —Pregunto Aemon mirando a Rhaenyra agarrar su dedo con su pequeña manito. —Estoy seguro de que muy pronto dirá si primera palabra. —Le acarició el cabello a Rhaenyra mientras balbucea.
—Es realmente preciosa, su majestad. —Respondió uno de los consejeros, tratando de esconder su desdén.
La tensión en la sala era palpable, y Rhaenys podía sentir las miradas críticas que se cernían sobre ellas.
—Una belleza que no solo heredó el aspecto de sus madres, sino también la sangre de dragón. —Dijo Otto Hightower con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
Rhaenys apretó los labios, sabiendo que el hombre siempre estaba buscando formas de socavar su familia.
—La sangre de dragón es un gran legado. —Replicó Aemon con firmeza. —Y Rhaenyra será una gran Targaryen, eso no hay duda.
Rhaenys sintió un ligero alivio al escuchar la defensa de su padre, pero sabía que los murmullos continuarían. Las alianzas y los celos eran parte de la política en la corte, y la llegada de Rhaenyra solo acentuaba el conflicto entre las casas.
—¿No deberíamos hablar sobre los temas del reino? —Sugirió uno de los consejeros, intentando desviar la atención de la pequeña. Rhaenys sintió que el ambiente se tornaba más tenso.
—¿Qué asuntos son tan urgentes que deben interrumpir este momento familiar? —Preguntó Aemon, mirando fijamente al consejero. Era evidente que valoraba la oportunidad de estar con su nieta.
—Los informes de los Lords de las Tierras de la Corona han llegado. —Dijo Otto, tomando la palabra. Sus ojos se entrecerraron mientras hablaba. —Parece que hay rumores de descontento entre los nobles. Algunos cuestionan la capacidad de otra mujer para sentarse en el trono.
Rhaenys sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Sabía que esos rumores existían, pero escuchar a Otto mencionarlos abiertamente en la sala del Consejo la molestó.
—Las mujeres han gobernado en Poniente como Consortes con sabiduría y fuerza. —Dijo Rhaenys, levantando la cabeza con determinación. —Rhaenyra será una gran reina, y quienes no lo vean están cegados por el miedo y la ignorancia.
Los murmullos crecieron en la sala, y algunos de los consejeros intercambiaron miradas. Aemon, mirando a su hija, asintió con aprobación.
—Rhaenyra tiene el apoyo de sus madres, sus abuelas y de las casas del reino, así como de los dragones. —Dijo Aemon. —No permitiré que se menosprecie su lugar en la línea de sucesión.
Rhaenys sintió el calor de la determinación en su pecho, pero también el peso de la responsabilidad que recaía sobre sus hombros. Sabía que debían proteger a Rhaenyra de las intrigas de la corte mientras la preparaban para el futuro.
—Deberíamos concentrarnos en cómo fortalecer nuestras alianzas. —Sugirió Rhaenys, intentando cambiar la dirección de la conversación. —Quizás un gran torneo podría ser una buena manera de unir a las casas y mostrar la fortaleza de nuestra familia.
—Una excelente idea. —Dijo Aemon, sonriendo por la iniciativa. —Un torneo donde la gente pueda ver a Rhaenyra y a Syrax.
Rhaenyra, que había estado escuchando en silencio, miró a su madre y luego a su abuelo con curiosidad. Rhaenys se inclinó hacia ella.
—Algún día, pequeña, estarás frente a todos, mostrando la grandeza de nuestra casa. Volarás en Syrax y todos verán lo valiente que eres.
Rhaenyra sonrió, como si pudiera sentir la emoción del momento que se avecinaba. Aemon acarició su cabello plateado con ternura.
—Así es, mi pequeña dragona. Con el tiempo, aprenderás a ser fuerte, valiente y justa. Como las verdaderas Targaryen.
Otto, que había estado observando con una mirada calculadora, finalmente intervino:
—Un torneo podría ser beneficioso, pero también podría atraer a aquellos con intenciones dudosas. Debemos estar preparados para cualquier eventualidad.
Rhaenys sintió que el corazón le latía más rápido. Sabía que Otto estaba insinuando que la seguridad de Rhaenyra debía ser una prioridad. Sin embargo, también sabía que no podían vivir con miedo.
—Siempre debemos estar vigilantes, Otto, pero no dejaremos que el miedo dicte nuestras decisiones. La fortaleza de nuestra familia también radica en nuestra capacidad de unir a los pueblos de Poniente.
Aemon asintió, y algunos de los consejeros comenzaron a murmurar en acuerdo. La idea del torneo comenzaba a tomar forma en sus mentes.
—Haremos los preparativos necesarios. —Dijo Aemon, mirando a sus consejeros. —Y asegurémonos de que Rhaenyra esté rodeada de quienes la apoyen.
Rhaenys sintió un leve alivio al ver que su idea había sido bien recibida, al menos en parte. Sabía que el camino por delante sería difícil y lleno de obstáculos, pero también estaba llena de esperanza al pensar en el futuro de su hija.
Mientras la conversación continuaba, Rhaenyra se aferró a su madre, y Rhaenys la abrazó con fuerza, sintiendo que su amor y lealtad eran la base de todo lo que estaban construyendo. El Maestro de la Moneda Lord Lyman Beesbury estaba dando unos consejos al rey Aemon sobre los impuestos del reino cuando Rhaenyra empezó a llorar interrumpiendolo.
—¿Que le pasa a la princesa majestad? —Pregunto de manera gentil mirando preocupado a Rhaenyra quien estaba llorando en el hombro de su madre.
Rhaenys intento calmarla dándole palmaditas en la espalda pero no logro tener éxito.
—Parece que la pequeña Rhaenyra necesita un momento de atención. —Dijo Aemon, su voz llena de ternura mientras observaba a su nieta en los brazos de Rhaenys. —Quizás tenga hambre o simplemente necesite un poco de cariño.
—Disculpe princesa pero no es costumbre de que una bebé interrumpa el Consejo Real de esa manera. —Hablo Sir Otto tratando de no decirlo indiferente, pero por dentro estaba enojado con ambas princesas.
Rhaenys sintió que la tensión en la sala aumentaba con las palabras de Otto, y su instinto maternal se activó aún más al ver a Rhaenyra llorar. La pequeña, con sus ojos grandes y brillantes, parecía completamente ajena a las intrigas de la corte, pero su llanto resonaba en el aire, un recordatorio claro de su vulnerabilidad. Pero también sentia la incomodidad de la situación, miró a su hija y luego a los presentes en la sala del Consejo. Sabía que en momentos como este, lo más importante era la tranquilidad de Rhaenyra.
—Disculpen un momento. —Dijo Rhaenys, intentando mantener la calma mientras se levantaba de su asiento. —Voy a atender a mi hija.
Apenas se retiraron de la Sala del Consejo, Rhaenys se acomodó en un rincón del pasillo, lejos de las miradas críticas de los consejeros. Acarició suavemente la espalda de Rhaenyra, quien seguía sollozando, su pequeño rostro arrugado por la incomodidad.
—Shhh, mi amor, todo estará bien. —Susurró Rhaenys, sosteniendo a su hija con ternura. —Mamá está aquí contigo.
Rhaenyra continuó llorando, y Rhaenys se sintió impotente por no poder calmarla de inmediato. Con un suspiro profundo, decidió que lo mejor sería acercarse a una de las ventanas del pasillo, donde la luz del sol iluminaba suavemente la habitación.
Aemma estaba acercándose a la Sala del Consejo cuando escucho un llanto, siguió el sonido hasta encontrar a Rhaenys en el pasillo, abrazando a Rhaenyra, quien seguía llorando. Al ver la escena, Aemma se acercó con preocupación.
—¿Qué le pasa, mi amor? —Preguntó Aemma, inclinándose para mirar a su hija con ternura. Su voz era suave, como un bálsamo, y Rhaenyra dejó de llorar por un momento para mirar a su madre.
—No sé, parece que necesita un poco de atención. —Respondió Rhaenys, sintiendo el peso de la situación. —Quizás tenga hambre o simplemente quiera estar cerca de nosotras.
Aemma tomó a Rhaenyra de los brazos de Rhaenys y la acunó cerca de su pecho. La pequeña parecía calmarse al sentir el calor y el amor de su madre.
—Shhh, pequeña, estás a salvo. Mamá está aquí. —Aemma murmuró, mientras le acariciaba suavemente la espalda. —¿Qué te parece si buscamos un lugar tranquilo donde podamos estar juntas?
Rhaenys asintió, sintiéndose aliviada al ver que Aemma podía calmar a Rhaenyra con sus feromonas. Juntas, se dirigieron a un pequeño salón cercano, un lugar más privado y acogedor donde podrían relajarse.
Una vez dentro, Aemma se sentó en un sillón cómodo y acomodó a Rhaenyra en su regazo. Rhaenys se sentó en el borde de la silla, observando cómo su esposa y su hija compartían un momento de conexión.
—Aquí estamos, mi amor. —Dijo Aemma, sonriendo a Rhaenyra, quien comenzó a balbucear de nuevo, esta vez con un tono más alegre. —Ves, ya estás más tranquila.
El llanto de Rhaenyra se transformó en risas suaves mientras Aemma le hacía cosquillas en la pancita. Rhaenys no pudo evitar sonreír al ver la alegría en el rostro de ambas. Era un recordatorio de que, a pesar de las tensiones en la corte, había momentos de pura felicidad que valían la pena.
—¿Sabes? —Dijo Rhaenys, mirando a su esposa y luego a su hija. —Cada vez que veo a Rhaenyra, me doy cuenta de lo afortunadas que somos. A pesar de los desafíos, tenemos esto, este amor incondicional.
Aemma levantó la vista hacia Rhaenys, y sus ojos se encontraron. Había una profunda comprensión entre ellas, un vínculo que superaba cualquier adversidad.
—Eres una madre maravillosa, Rhaenys. —Dijo Aemma, su voz llena de admiración. —Y Rhaenyra tiene la suerte de tenerte como guía.
Rhaenys sonrió, sintiendo que el amor de Aemma la fortalecía.
—Y tú eres una madre increíble. Estoy segura de que Rhaenyra crecerá sintiéndose amada y segura, no importa lo que pase.
A medida que el día avanzaba, el pequeño salón se llenó de risas y balbuceos de Rhaenyra, mientras sus madres intercambiaban miradas cómplices. Sabían que cada momento compartido era un ladrillo en la fortaleza familiar que estaban construyendo.
Finalmente, después de un rato, Rhaenyra se quedó dormida en los brazos de Aemma, su pequeño rostro tranquilo y sereno. Rhaenys sintió un profundo amor al observar a su familia, y se sintió agradecida por esos momentos de calma en medio del caos de la corte.
—¿Crees que deberíamos regresar? —Preguntó Rhaenys, rompiendo el silencio confortable. —Aunque no quiero que el Consejo se sienta incómodo por nuestra ausencia.
Aemma sonrió suavemente mientras acomodaba a Rhaenyra en su regazo.
—Podemos esperar un poco más, dejar que la pequeña descanse un poco. No hay prisa, y creo que ambas necesitamos este momento, ¿No crees?
Rhaenys asintió, sintiendo que tenía razón. A veces, era importante tomarse un respiro y disfrutar de la tranquilidad, lejos de las miradas críticas y las tensiones políticas.
Mientras se quedaban ahí, en ese pequeño oasis de amor, Rhaenys no pudo evitar pensar en el futuro de su hija y en cómo las decisiones que tomaran hoy influirían en su vida. Pero en ese momento, todo lo que importaba era la conexión que compartían como familia.
Con el tiempo, cuando Rhaenyra despertara, volverían al Consejo y enfrentarían lo que se viniera. Pero por ahora, solo estaban juntas, disfrutando de la dulce inocencia de su pequeña y del amor que las unía, un amor que, con el tiempo, las haría más fuertes frente a cualquier adversidad.
Chapter 12: Momentos de Union Familiar, Sabios Consejos y Preparativos.
Summary:
Se que me mataran después de un mes sin actualizar pero la universidad me toma todos los días y es agotador, solo les pido paciencia.
Gracias a: @V3NUS3 @constellationtxt @chizug @Pawi @Carol y Fallen_Angel_25 quién me dió algunos consejos de escritura jajaja y también a otras 2 personitas más!! 🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️😘😘😘😘😘
Chapter Text
RocaDragon - 6 Luna.
Aemma tenía sentada a Rhaenyra en sus piernas mientras le daba pecho.
—Estás creciendo mucho, pequeña. —le sonríe acariciando sus mejillas. —. Tu madre Rhaenys me ha dicho que has intentado decir tu primera palabra.
Rhaenyra quien había cumplido su 6 Luna, sostuvo en su manito derecha los dedos de su mamá.
Aemma observó a Rhaenyra con ternura, sintiendo el calor de su pequeño cuerpo contra el suyo. La luz del sol se filtraba a través de la ventana, iluminando el rostro de su hija, y Aemma no pudo evitar sentir una oleada de amor y orgullo.
—¿De verdad, pequeña? —preguntó, inclinándose un poco más hacia ella. —. ¿Quieres decir algo?
Rhaenyra, con sus ojos brillantes y curiosos, se separó de su pecho y soltó un balbuceo que sonó casi como un intento de palabra. Aemma se rió suavemente, animándola.
—¡Eso es, amor! ¡Sigue intentándolo!
Con cada pequeño ruido que hacía, Aemma se sentía más emocionada. Recordaba cómo había sido su propia infancia y se preguntaba qué tipo de persona sería Rhaenyra al crecer.
—Tu madre dice que eres muy lista. Quizás un día serás tan astuta como ella. —dijo al pensar en Rhaenys, quien siempre había tenido una mente aguda y un espíritu indomable.
Rhaenyra, sintiendo el apoyo y la calidez de su madre, sonrió y apretó un poco más los dedos de Aemma. La conexión entre ellas era palpable, un lazo que ninguna adversidad podría romper.
—¿Qué tal si practicamos juntas? —sugirió Aemma, animada. —. Vamos a decir "mamá".
A medida que repetía la palabra, Rhaenyra la observaba atentamente, sus ojos llenos de curiosidad. Aunque aún le quedaba un camino por recorrer para pronunciar palabras completas, Aemma sabía que cada intento era un paso hacia adelante.
La risa de Rhaenyra llenó la habitación cuando, en un momento de pura alegría, logró emitir un sonido que se asemejaba a "ma", y Aemma sintió que su corazón se derretía.
—¡Eso es, pequeña! ¡Lo estás haciendo increíble!
En ese momento, la puerta de la habitación se abrió revelando a su esposa Rhaenys sudada y cansada, pero con una sonrisa en su rostro.
Aemma levantó la vista al escuchar el sonido de la puerta, y su corazón se llenó de alegría al ver a Rhaenys entrar. La imagen de su esposa, con el cabello desordenado y la piel brillante por el esfuerzo, le resultó aún más hermosa en ese instante.
—¿Cómo va el entrenamiento de la pequeña? —preguntó Rhaenys, acercándose con pasos ligeros, como si temiera interrumpir un momento mágico.
Sus ojos se posaron en Rhaenyra, que aún seguía jugando con los dedos de Aemma, y una sonrisa se dibujó en su rostro cansado pero radiante.
—Estábamos practicando con la palabra "mamá". —Respondió Aemma con un brillo en los ojos. —. ¡Y creo que lo ha hecho muy bien!
Rhaenyra, al escuchar la voz de su madre, levantó la vista y la miró con una mezcla de sorpresa y alegría. Su pequeño rostro se iluminó aún más, y con una energía renovada, comenzó a balbucear de nuevo, esta vez en dirección a Rhaenys.
—¿Ves? —dijo Aemma, riendo. —. ¡Está lista para decirlo!
Rhaenys se inclinó hacia su hija, y con un tono suave y alentador, comenzó a repetir la palabra: "mamá". Rhaenyra observó a su madre con atención, como si absorbiera cada sonido, cada matiz de la palabra.
—Vamos, pequeña, ¡Inténtalo! —La animó Rhaenys, casi como si pudiera sentir la emoción que llenaba la habitación.
Con el rostro concentrado, Rhaenyra tomó aire, y en un momento de pura determinación, emitió un sonido que sonaba mucho más parecido a "ma". Aemma y Rhaenys intercambiaron miradas de asombro y felicidad, y la risa brotó de sus labios como un canto de triunfo.
—¡Lo hiciste, amor! —exclamó Aemma, sintiéndose como si el corazón estuviera a punto de estallar de orgullo.
Rhaenys se unió al entusiasmo, acercándose un poco más y abrazando a Aemma y a Rhaenyra en un tierno abrazo familiar. La calidez de su amor se envolvía en un abrazo que parecía contener a todo el mundo.
—¿Te imaginas cuando empiece a hablar de verdad? —dijo Rhaenys, su voz llena de emoción. —. Tendremos que prepararnos para todas las preguntas que vendrán.
Aemma sonrió.
—Lo enfrentaremos juntas, como siempre. —Respondió Aemma, mirando a Rhaenys con amor.
Rhaenyra levantó sus pequeños bracitos hacia su madre Rhaenys.
Rhaenys sonrió, sintiendo cómo su corazón se derretía ante la ternura de su pequeña. Con delicadeza, la tomó en sus brazos, levantándola con suavidad para que pudiera sentir la calidez de su madre. Rhaenyra se acurrucó contra ella, sintiendo el latido del corazón de Rhaenys y el amor que emanaba de su ser.
—¿Ves? —dijo Rhaenys, acariciando la cabeza de su hija con ternura. —. Ya tienes a dos mamás que te miman. Eres una niña muy afortunada.
Aemma observó el momento con una sonrisa, sintiendo que la felicidad envolvía la habitación. Rhaenyra, en su inocencia, parecía entender el amor que la rodeaba. Su pequeño rostro se iluminó aún más al estar en los brazos de Rhaenys, como si supiera que ese era su lugar seguro.
—Y tú también eres afortunada, pequeña. —dijo Aemma, uniéndose al abrazo familiar. —. Tienes a dos mamás que siempre estarán aquí para guiarte y apoyarte.
Rhaenyra, como si comprendiera las palabras de sus madres, emitió un sonido alegre, casi un pequeño grito de felicidad, y extendió sus bracitos hacia Aemma, deseando ser sostenida por ambas.
—Parece que quiere un abrazo familiar. —Rhaenys se rió, acomodando a Rhaenyra entre ambas como si fuera un tesoro.
Las tres se abrazaron, creando un pequeño mundo de amor y calidez. Aemma sintió que cada momento compartido era un hilo que tejía su familia, y no podía evitar preguntarse cómo sería el futuro con Rhaenyra, llena de preguntas y curiosidad.
—¿Qué te gustaría que dijera primero? —preguntó Aemma, mirando a Rhaenys con complicidad.
Rhaenys se rió al pensar en todas las travesuras que podrían venir.
—Tal vez "mamá" sea solo el comienzo. Estoy segura de que pronto comenzará a preguntar sobre todo lo que la rodea. —respondió, mirando a Rhaenyra con amor. —. Y nosotras tendremos que estar listas para responder.
—¿Y si pregunta por los dragones? —sugirió Aemma, riendo. —. Eso sí que será un desafío.
—Podemos contarle sobre sus abuelos. —dijo Rhaenys, emocionada. —. Y sobre la historia de nuestra familia.
Rhaenyra, sintiendo la emoción en las voces de sus madres, miró a ambas con sus grandes ojos curiosos, como si ya estuviera lista para enterarse de los secretos del mundo.
—Un día, pequeña, te contaremos todo. —prometió Aemma, besando la frente de su hija. —. Todo lo que necesitas saber sobre la historia del reino.
Rhaenys asintió, dejando escapar una risa suave.
—Pero por ahora, sigamos practicando esas palabras. ¡Vamos a hacer de ti una experta en "mamá" antes de que te des cuenta!
Rhaenyra soltó un grito de felicidad mirando a ambas aplaudiendo fuerte, miró hacia el suelo buscando su juguete de dragón de madera, cuando lo encontró, intentó inclinarse hacia él, pero Aemma la detuvo.
—¿Qué pasa, bebé? —Aemma ve cómo Rhaenyra hace un puchero estirando su manita hacia dicho juguete.
Rhaenyra empezó a dar patadas intentando soltarse de sus madres para estar en el suelo.
Aemma soltó una risa suave mientras sostenía firmemente a Rhaenyra, sabiendo que su pequeña estaba ansiosa por explorar el mundo que la rodeaba. Era natural en un bebé de 6 Lunas, querer descubrir y jugar, pero Aemma también quería asegurarse de que no se lastimara.
—Parece que tenemos una pequeña aventurera entre manos. —dijo Aemma, mirando a Rhaenys con una sonrisa cómplice. —. Pero creo que es un poco pronto para que se aventure sola, ¿No crees?
Rhaenys se encogió de hombros, sonriendo con ternura al ver la determinación de su hija.
—Quizás un pequeño descanso en el suelo no le haría daño. Solo tenemos que asegurarnos de que esté segura. —Rhaenys se acercó a Aemma y, juntas, decidieron que era momento de dejar que Rhaenyra explorara un poco más, pero bajo su supervisión.
Con cuidado, Aemma colocó a Rhaenyra en el nido que había hecho cuando estaba embarazada de ella, asegurándose de que su pequeño juguete de dragón de madera estuviera al alcance. La emoción en el rostro de Rhaenyra era contagiosa mientras sus ojos brillaban al ver el juguete.
—¡Mira! —dijo Rhaenys, señalando al dragón. —. ¡Es tu amigo!
Rhaenyra, con una sonrisa radiante, se arrastró hacia adelante gateando sobre sus piernas y brazos, cayendo sobre las sábanas del nido; estiró sus pequeñas manos, alcanzando el dragón de madera. Aemma y Rhaenys se sentaron a su lado, observando con admiración cómo su hija exploraba con entusiasmo.
—¿Ves? —dijo Aemma, sintiéndose orgullosa. —. Ya está mostrando su curiosidad.
Rhaenyra tomó el dragón entre sus manos, llevándolo a su boca como si quisiera descubrir su sabor. Aemma rió suavemente al ver esto, sabiendo que era parte del proceso de crecimiento.
—Solo asegúrate de no morderlo demasiado fuerte, pequeña. —le advirtió Aemma, acariciando la cabeza de Rhaenyra mientras ella seguía jugando.
Rhaenys se unió a la diversión, imitando el sonido de un dragón mientras movía los brazos como alas, lo que hizo que Rhaenyra se detuviera y la mirara con curiosidad.
—¡Mira! —dijo Rhaenys, emocionada. —. ¡Soy un dragón volador!
Rhaenyra soltó una pequeña risa, disfrutando del espectáculo que ofrecía su madre. La risa de su hija era música para los oídos de Aemma y Rhaenys, y ambas sintieron que su hogar estaba lleno de una alegría indescriptible.
—¿Y si le enseñamos sobre los dragones? —sugirió Aemma, sintiendo que ese era un buen momento para comenzar a compartir la historia de su familia.
—Sí, me parece bien. —respondió Rhaenys, con una chispa en sus ojos. —. Cuando sea un poco mayor, le enseñaremos todo sobre ellos.
Rhaenyra, al escuchar las voces de sus madres, miró hacia arriba y comenzó a balbucear de nuevo, emitiendo sonidos que sonaban como si intentara unirse a la conversación. Aemma y Rhaenys intercambiaron miradas de complicidad y llenas de amor.
—Mira, está intentando hablar de nuevo. —dijo Aemma, sintiéndose emocionada por cada intento de su hija.
—Sí, y ese será el comienzo de sus propias historias. —Respondió Rhaenys, sintiendo que cada momento era aún más hermoso.
Rhaenyra dejó el juguete de dragón a un lado para gatear hacia su madre Rhaenys, quien estaba un poco lejos de Aemma y, con una determinación notable para su corta edad, se arrastró hacia ella con un brillo de emoción en sus ojos. Aemma observó con una sonrisa, sintiendo una mezcla de orgullo y ternura al ver a su pequeña aventurera moverse con tanta decisión.
—¡Ahí va nuestra exploradora! —exclamó Aemma, aplaudiendo suavemente mientras Rhaenyra se acercaba a Rhaenys, quien la esperaba con los brazos abiertos.
Rhaenys se agachó un poco para facilitar el camino de su hija y, cuando Rhaenyra llegó a ella, la levantó con un gesto suave, acomodándola en su regazo. Rhaenyra soltó una risita, disfrutando del calor y la seguridad que le brindaba su madre.
—¿Ves? —dijo Rhaenys, acariciando la cabeza de Rhaenyra. —Eres una gran exploradora, pero siempre estaré aquí para ayudarte en tu aventura.
Rhaenyra, sintiendo la calidez del abrazo, miró a su madre con esos ojos grandes y curiosos, como si ya estuviera empezando a entender que el amor que la rodeaba era su mayor tesoro. Aemma se unió a ellas, rodeando su pequeño cuerpo con sus brazos y disfrutando del momento.
—¿Y qué tal si te contamos un poco sobre esos dragones que tienes en la cabeza? —sugirió Aemma, buscando aprovechar la curiosidad de Rhaenyra.
Rhaenyra miró a su madre, completamente cautivada, como si supiera que había algo especial en lo que venía. Aemma sonrió y comenzó a relatar historias sobre los grandes dragones de su familia, cómo volaban por los cielos y custodiaban el reino.
—Hay un dragón llamado Balerion, que era tan grande que podía cubrir el sol con sus alas. —dijo Aemma, mientras Rhaenys asentía, sumándose a la narración. —. Y había otra llamada Meraxes, que era muy veloz y siempre estaba lista para la aventura.
Rhaenyra escuchaba atenta, sus ojos brillando con cada palabra que salía de las bocas de sus madres. Aunque aún era muy pequeña para comprender por completo las historias, su inocencia y curiosidad la hacían absorber cada relato como si fueran secretos del mundo.
—Y un día, cuando seas más grande, podrás volar junto a Syrax. —Continuó Rhaenys, con una sonrisa radiante. —. Pero por ahora, tenemos que asegurarnos de que crezcas fuerte y feliz.
A medida que las historias fluían, Rhaenyra comenzó a balbucear emocionada, como si intentara participar en la conversación. Aemma y Rhaenys rieron suavemente, disfrutando de cada intento de su hija por unirse a su mundo lleno de magia y amor.
—Así que, pequeña, ¿Quieres ser como esos dragones? —preguntó Aemma, inclinándose hacia Rhaenyra.
La pequeña, con su característica energía, movió sus brazos como si estuviera volando, y ambas madres soltaron una risa contagiosa.
—¡Claro que sí! —dijo Rhaenys, imitando el sonido de un dragón y haciendo gestos divertidos, lo que hizo que Rhaenyra se riera aún más.
El tiempo pasó volando entre risas, balbuceos y juegos, y Aemma sintió que cada momento compartido tejía un fuerte lazo entre ellas. Era un amor que, aunque a veces podía ser desafiante, siempre encontraba su camino a través de la risa y la alegría.
—¿Sabes, Rhaenyra? —dijo Aemma, mirando a su hija con ternura. —. Siempre estaremos aquí para ti. Así como los dragones protegen a su familia, nosotras siempre te cuidaremos.
Rhaenyra, con un brillo en sus ojos y una sonrisa encantadora, parecía comprender la profundidad de las palabras de su madre. Con un balbuceo que sonaba como una respuesta, levantó sus brazos hacia ambas, pidiendo que la abrazaran nuevamente.
Rhaenys y Aemma se acercaron y, en un tierno abrazo familiar, sintieron que su amor se multiplicaba. En ese pequeño instante, supieron que, sin importar lo que el futuro les deparará, siempre se tendrían la una a la otra y a su pequeña Rhaenyra, el tesoro más grande de sus vidas.
Nido de Águilas - 8 Luna.
Amanda y Aemma estaban hablando en las sillas de la habitación mientras Rhaenys y Rhaenyra estaban en el nido jugando con los dragones de madera. Aemma miró a su esposa quien estaba haciendo reír a su hija de 8 Lunas.
—¿No es lindo verlas jugar? —Aemma sonríe mirando a su hermana Amanda.
Amanda asintió, una sonrisa tierna iluminando su rostro mientras observaba a Rhaenyra y Rhaenys. Los rayos de sol que entraban por la ventana, iluminaban el cabello dorado de su sobrina, quien se retorcía de risa mientras su madre hacía voces divertidas.
—Es hermoso. —Respondió Amanda con calidez. —. Esa risa es como música para mis oídos. No puedo evitar pensar en lo que le deparará el futuro, pero por ahora, me alegra verla disfrutar de su infancia.
Aemma asintió, sintiendo una mezcla de alegría y nostalgia. Se acordaba de los días en que ella y Amanda eran jóvenes, jugando en el jardín bajo la mirada atenta de su padre. La risa de Rhaenyra resonaba en la habitación, y Aemma no podía evitar sentir que el tiempo se había detenido, que esos momentos sencillos eran los que realmente importaban.
Amanda se unió a las risas, sintiéndose feliz de ser parte de esos momentos especiales.
—Definitivamente, tienes un espíritu decidido, pequeña Rhaenyra. —Dijo, disfrutando del cálido ambiente familiar que se había creado en ese pequeño rincón de su hogar.
Rhaenyra mira a cada una con una sonrisa en el rostro para después levantar los brazos y soltar una palabra.
—¡Da'gon! ¡Mu'a Da'gon! ¡Ke'a, da'gon! —soltó en Alto Valyrio Rhaenyra levantando su juguete.
Rhaenys y Aemma sintieron un orgullo enorme al escuchar a su hija decir sus primeras palabras en la lengua ancestral de sus antepasados. La dulzura de su voz resonó en la habitación, llenando el espacio con una magia especial que solo los niños pueden crear.
—¡Mira eso! —exclamó Aemma, su corazón latiendo con alegría. —. Ya está hablando en Alto Valyrio. ¡Es una pequeña prodigio!
Amanda se rió, sintiendo que el amor por su sobrina la envolvía.
—Definitivamente lo es. ¡Pronto estará volando con los dragones! —Bromeó, mientras observaba cómo Rhaenyra agitaba su dragón de madera en el aire como si realmente estuviera surcando los cielos.
Rhaenys, emocionada, se unió a la conversación, sentándose junto a su esposa y cuñada.
—Siempre he soñado con que ella siga nuestros pasos, que se convierta en una gran dragona, como su madre. —dijo con una sonrisa llena de amor, mirando a su hija con ternura. —. Pero también quiero que sea libre de elegir su propio camino.
—Como debe ser. —Respondió Aemma, asintiendo en acuerdo. —. La libertad es un regalo precioso. Y tú, como madre, lo estás haciendo muy bien.
Las risas y los juegos continuaron, y el ambiente se llenó de la calidez de la familia.
Rhaenyra, sintiendo la atención de su familia, se acercó a ellas gateando y levantó su dragón de madera, sonriendo con esa inocencia que solo los niños poseen.
—¡Da'gon! —gritó de nuevo, como si estuviera proclamando su amor por los dragones y su futuro.
El sonido de su risa fue contagioso para las mujeres en la habitación; Rhaenys volvió a sentarse con ella en el nido, pero un poco lejos, haciendo que Rhaenyra hiciera un puchero de molestia.
Aemma y Amanda no pudieron evitar reír al ver la expresión de Rhaenyra. La pequeña, con su rostro redondeado y sus grandes ojos brillantes, parecía tan decidida a mantener la atención de su madre. Rhaenys, con una sonrisa pícara, se acomodó un poco más lejos, disfrutando del juego.
—Oh, no te preocupes, pequeña dragona. —dijo Rhaenys en un tono juguetón. —. Tu madre siempre estará aquí para ti, aunque a veces necesite un pequeño descanso.
Rhaenyra, sin entender del todo, arrugó la nariz y comenzó a gatear hacia su madre, su dragón de madera colgando de su pequeña mano. Cada movimiento estaba lleno de determinación, como si supiera que su objetivo era recuperar la cercanía con Rhaenys.
Aemma se inclinó hacia Amanda, susurrando con complicidad.
—¿Ves? Está decidida a que su madre la mire. Es como si supiera que necesita ser el centro de atención.
Amanda sonrió, contemplando a su sobrina con adoración.
—Es su naturaleza, y eso es lo que la hace especial. —Luego, con una voz más alta, agregó. —. ¡Vamos, Rhaenyra! ¡Vuelve a tu nido!
Rhaenyra, al escuchar su nombre, detuvo su marcha y se giró hacia su tía, levantando su dragón aún más alto, como si fuera un estandarte.
—¡Da'gon! —gritó de nuevo, llenando la habitación con su risa contagiosa.
Rhaenys, sintiendo la energía de su hija, se acercó un poco más, extendiendo los brazos como un refugio.
—Ven aquí, pequeña. —dijo Rhaenys con amor, y al instante, Rhaenyra dejó de gatear y se lanzó hacia su madre, quien la recibió con un cálido abrazo.
—Es tan dulce verlas juntas —comentó Amanda, su voz llena de emoción—. Cada momento cuenta, cada risa, cada palabra. Es un hermoso regalo.
—Sí, lo es. —Respondió Aemma, sintiendo una oleada de ternura al observar a su esposa y su hija. —. Y es un recordatorio de lo que realmente importa en la vida.
Rhaenyra, ahora en los brazos de Rhaenys, miró a su alrededor, sus ojos brillando de curiosidad. Al ver a Amanda, soltó una risita y extendió su mano hacia ella.
—¡Da'gon! —exclamó una vez más, como si estuviera compartiendo un secreto mágico.
Amanda se inclinó hacia adelante, sonriendo.
—Sí, pequeña, ¡Los dragones son maravillosos! —dijo, imitando la voz de Rhaenyra y provocando más risas.
Rhaenys acarició el cabello de su hija, disfrutando del momento mientras las risas llenaban la habitación.
Fortaleza Roja - 10 Luna.
Aemma se encontraba en un extraño momento de tranquilidad y soledad, puesto que tanto su esposa Rhaenys como su amada hija Rhaenyra estaban ausentes en ese momento, debido a que la Alfa había tenido que asistir a una reunión del consejo y se había llevado a su hija con ella para permitir que Aemma descansara un poco, ya que últimamente se le había notado un poco cansada por los cuidados a Rhaenyra; claro que ella no se quejaba, después de todo era su primer cachorro y era madre primeriza, por lo que estaba aprendiendo a cuidar cada día a esa pequeña que había llevado en su vientre y que ahora ya contaba con 10 Lunas de vida, sin embargo, desde que alumbró a Rhaenyra, no se habían separado más que unos breves momentos, pero ahora que la cachorra estaba un poco más grande y le gustaba explorar más que antes, a veces era algo agotador, por lo que Rhaenys tomaba el mando y cuidaba de su hija para que su esposa pudiera descansar al menos algunas veces en el día.
Últimamente, Aemma se encontraba constantemente metida en sus pensamientos y sin bien ella era algo callada, en realidad esos últimos días había sido más callada de lo habitual, en especial cuando estaba con la propia Rhaenys, quien había notado casi al instante el cambio repentino en su esposa, pero al momento de preguntar, Aemma solo murmuraba que estaba bien y apartaba la mirada de Rhaenys en un vago intento por ocultar su sonrojo, pero fallando en el acto, ya que su esposa la conocía muy bien, por lo que en vez de presionar, la dejaba tranquila y solo esperaba a que ella se decidiera a contarle, pero Aemma estaba un tanto avergonzada de verbalizarle lo que tenía en mente.
—Te noto pensativa, querida Aemma ¿Algo que te moleste? —de repente se escuchó la voz de la reina Alysanne no muy lejos de donde se encontraba la princesa, sacándola al instante de su ensoñación.
La Targaryen había visto a su nieta en uno de los jardines, tomando el sol tranquilamente y a solas, pero antes de seguir su camino hacia sus aposentos para leer las cartas que le habían llegado sin ser molestada, decidió acercarse a su nieta al verla tan pensativa nuevamente; quería saber que la tenía tan metida en sus pensamientos.
—¡Abuela! Me has tomado por sorpresa —exclamó completamente sorprendida la omega menor, colocándose una mano en el pecho, sintiendo su corazón latirle rápido por la impresión.
—Has estado muy pensativa, últimamente —señaló con serenidad mientras se sentaba a su lado en el banco, manteniendo las cartas en su regazo, como siempre manteniendo ese porte elegante y sereno.
—Es... No es nada, no te preocupes, abuela —le restó importancia, bajando su mirada a sus propias manos, las cuales estaban jugueteando un poco nerviosamente en sus ropajes.
—Si te tiene tan distraída, claro que tiene que ser algo —señaló con sabiduría la reina, manteniendo toda su atención en la chica, analizando cada una de sus expresiones, queriendo saber lo que pasaba —. ¿Pasó algo con Rhaenys?
Realmente ella no había presenciado ningún tipo de problema o siquiera la mínima discusión entre la joven pareja, siempre estaban tan unidas y amorosas, tanto entre ellas como con Rhaenyra, pero tampoco podía negar que en toda relación había la posibilidad de problemas, así fuera el más pequeño, por lo que sí estaba en sus posibilidades, quería ayudar a sus nietas a estar bien.
—E-es algo íntimo... Pero no le tomes importancia, abuela —murmuró un poco apenada, evitando ver a la mayor sentada a su lado. Por unos segundos se mantuvo en silencio, hasta que volvió a hablar rápidamente mientras se intentaba levantar del banco para irse.
—Alto ahí... Habla conmigo, querida —Alysanne detuvo la huida de Aemma y la hizo volver a sentarse a su lado, tomándola de la mano para que no se fuera, hablándole con suavidad.
Aemma no podía mantenerle la mirada a su abuela, le tenía tanto respeto y admiración, aunque quisiera hablar, no sabía si podía hacerlo. ¿Sería juzgada? ¿Estaría mal que quisiera hacer algo? Tenía tanto en su mente que solo se quedó en silencio mientras la mayor la miraba atenta.
—¿Tiene que ver con su intimidad en la cama? —preguntó después de unos momentos, inclinándose un poco mientras levantaba el mentón de su nieta para poder verla a los ojos.
Alysanne solo quiso ir descartando posibles problemas que podrían estar teniendo tan pensativa a Aemma, y lo primero que se le ocurrió fue ese, teniendo en cuenta que la recuperación luego de un embarazo era un poco delicada y en ocasiones las parejas comenzaban a tener problemas para tener intimidad, así que no se descartaba aquello, y cuando vio entonces como las mejillas de la más joven se teñían de un tono rojizo, supo que había acertado.
La joven omega no pudo evitar el notorio sonrojo que ahora adornaba sus mejillas, lo cual al instante reveló lo que la tenía tan metida en sus pensamientos, pero en lugar de que la mayor la juzgara o algo por el estilo, solo le apretó con suavidad la mano, llamando su atención hacia ella, por lo cual la más baja la volteo a ver por primera vez a los ojos y al ver la pequeña sonrisa comprensiva en el rostro de su abuela, se animó a hablar, así que tomo una profunda bocanada de aire para relajarse.
—Rhaenys siempre es muy atenta conmigo en todos los aspectos, especialmente en la cama, nunca me podría quejar de ella —comenzó a hablar con un tono bajo, volviendo a posar su mirada en sus manos, las cuales aún eran tiernamente sostenidas por la otra; este era un tema que le causaba algo de vergüenza, pero no tenía a nadie más con quien hablar realmente.
—Pero... —Alysanne la animó suavemente a continuar.
—Pero y-yo... Quiero devolverle el favor, pero no sé cómo hacerlo —terminó soltando entonces, a la vez que soltaba un suspiro, sintiendo un pequeño peso quitarse de sus hombros.
A pesar de estar avergonzada por tener que tocar este tema con su abuela de todas las personas, su presencia bondadosa, su mirada atenta y perspicaz la llevaron a continuar, a soltar lo que la tenía tan preocupada.
—Ella siempre es la que toma la iniciativa, siempre sabe qué hacer y cómo hacerlo. En cambio, yo, siempre me pongo tímida cuando intento hacer algo y me termino retractando —le terminó contando por fin, olvidándose de su vergüenza inicial por tal tema, pasando a sentir, en cambio, pena por no poder ser más audaz para su esposa.
Rhaenys la complacía en todo momento, mostrándole su devoción por ella incluso después de dar a luz a su cachorra, pero, en cambio, ella no podía hacerlo, o mejor dicho, no se atrevía, ya que temía hacer algo mal y que Rhaenys perdiera la emoción por el acto, lo cual sería lo peor para ella, puesto que lo que quería era que su esposa se sintiera poderosa y atendida.
—Comprendo lo que dices, querida. ¿Quieres poder demostrarle tu aprecio, de la misma manera que ella te lo demuestra a ti? —Alysanne habló con absoluta comprensión, asintiendo ligeramente, entendiendo a la perfección el problema de su nieta.
—Sí, pero no sé cómo, no quiero quedar como una tonta ante ella en un momento tan íntimo como ese —murmuró apenada, colocando su mano libre en su rostro en un intento por aliviar su vergüenza y malestar.
Había estado pensando en eso últimamente y el escenario de ella, provocando que Rhaenys perdiera emoción y se quedará insatisfecha, ni siquiera la dejaba dormir por las noches, provocando que entonces se sintiera un poco más agotada a pesar de que no estuviera haciendo mayor esfuerzo realmente.
—Bueno, te puedo brindar algún consejo, si quieres —le comentó con un tono suave pero sabio, mirando a su nieta con una pequeña y ladina sonrisa.
—¿Qué tipo de consejo? —preguntó con genuina curiosidad y confusión a la vez.
Su querida hija Alyssa se había ganado una cierta fama por su apasionado matrimonio con Baelon, los susurros de su noche de bodas nunca podrían ser olvidados, debido a los gritos tan pasionales que había dado la esposa ante su primera noche con su amado esposo; sin embargo, Alyssa no era la única Targaryen a la cual le gustaba montar a su dragón y a su pareja y Alysanne también tenía sus propios relatos, aunque nadie que fuera conocido estuviera al tanto de ellos.
—Para que estés un poco más segura y no te pongas tímida, pídele que se vende los ojos y mantenga las manos fuera de ti al comienzo, que se permita sentir —comenzó con tono suave, pero serio, sabiendo que su nieta era recatada, pero también veía que quería salir de su zona de confort, por lo cual, ella intentaría ayudarle lo mejor que podía.
»Provócala poco a poco y sin prisas, bésala en partes que sepas que le gustan, que la hagan suspirar por ti y anhele cada vez más tu toque —continuó, tomándose el tiempo de explicarle lo que podría hacer en ese momento a solas con Rhaenys, tomándose unos momentos para Aemma fuera procesando lo que le iba diciendo —. Entonces, cuando esté dura y lista para ti, súbete a su regazo y mueve tus caderas de adelante hacia atrás sobre ella de forma lenta.
A pesar del silencio de Aemma, Alysanne sabía que estaba escuchando muy atentamente cada palabra que le estaba diciendo, el fuerte sonrojo en sus mejillas se lo decía, pero aun así, ella continuó hablando.
—Puedes dejar que te toque, pero demuéstrale que tú tienes el control de la situación, cuando intente tomarlo de vuelta, le dirás que no sin titubear y detendrás tus movimientos, solo continuarás cuando ella se quede tranquila —tomó una pequeña pausa de unos escasos segundos antes de continuar hablando.
»Entonces, cuando estés preparada, tómala en ti y déjate llevar... Sabrás que hacer después de eso —finalizó entonces, dándole unas suaves palmaditas en las manos a la menor, como muestra de su apoyo.
Aemma solo pudo asentir ligeramente mientras su mente se veía plagada de imágenes de su posible encuentro con Rhaenys, usando los consejos que su abuela le acababa de dar, lo cual solo la hizo sentir avergonzada, pero también decidida; ella había pedido ayuda y la había recibido, ahora solo tenía que llevarlo a cabo.
—Aunque sean dominantes y tengan el control, a los alfas también les gusta que los dominen... Les gusta mucho más de lo que puedas creer —comentó con una voz un poco baja y algo distante, mirando al vacío mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios.
Sin poder evitarlo, la mente de Alysanne la llevó a un momento muy específico e inolvidable; después de todo, las primeras veces nunca se olvidan. ¿No es así? Y sin duda alguna aquella primera vez nunca podrá ser borrada de su mente, aunque pasen mil años.
«A-alysanne... Mi r-reina... A-ahh...» suaves y entrecortados gemidos penetraron la psique de Alysanne, regresándola a ese momento tan maravilloso, donde, por primera vez, demostró que las omegas de su casa tenían el poder de dejar a sus pies y temblando a su pareja, anhelando más de sus caricias y su amor.
Alysanne se obligó a apartar aquellos pensamientos de su mente al sentir cómo su cuerpo comenzaba a calentarse de repente, por lo que se recompuso, rezando a los dioses que su pequeño momento de debilidad no hubiera sido tan notorio, especialmente por su nieta que permanecía a su lado.
—G-gracias, abuela. Tomaré en cuenta tus c-consejos —le agradeció con un ligero tartamudeo en su voz, manteniendo su mirada gacha, completamente sonrojada mientras procesaba lo que su abuela le acababa de decir.
—Me alegra ser de ayuda, querida Aemma —dijo con dulzura, dándole una pequeña y tierna caricia a su nieta en su hermosa cabellera, actuando como si nada hubiera pasado hace unos momentos atrás.
Aunque estuviera un poco cohibida por toda la situación, teniendo en cuenta que acababa de recibir consejos para su vida íntima con su esposa, por parte de su abuela, Aemma no era tonta, ella había captado las palabras de su abuela, había dicho alfa en vez de beta, a pesar de que su esposo había sido un simple beta, además ¿Cómo es que sabía aquello? Si se supone que solo había estado con su rey.
—Abuela... ¿Cómo sabes que les gusta a los Alfas? El abuelo Jaehaerys era un Beta —le cuestionó con genuina curiosidad, aunque manteniendo su tono suave y respetuoso, no queriendo verse intrusiva ni mucho menos como si estuviera acusándola de algo.
—Eso es algo para que yo lo sepa, tú no te preocupes, querida mía —le comentó, acariciándole la mejilla con ternura, para luego dejar un beso en su frente antes de levantarse del banco, manteniendo las cartas bien aseguradas en sus manos.
Aemma miró algo extrañada a su abuela mientras esta se alejaba más de ella.
A medida que la reina Alysanne se alejaba, Aemma permaneció en el banco, su mente llena de pensamientos y emociones que aún debía procesar. La conversación con su abuela había sido inesperada y un poco abrumadora, pero también le había dado una chispa de esperanza y determinación. Sabía que, con paciencia y cuidado, podía aprender a expresar su amor y devoción de la manera que Rhaenys merecía.
Mientras se levantaba lentamente, sus mejillas aún ardían por la intensidad de lo hablado, y una pequeña sonrisa tímida se dibujó en sus labios. La confianza que su abuela le había brindado, le daba un nuevo impulso para explorar esa parte más íntima de su relación, sin miedo y con respeto mutuo.
A lo lejos, la figura de Alysanne se perdía entre los jardines, dejando tras de sí un susurro de sabiduría y cariño. Aemma respiró profundamente, sintiendo cómo el aire fresco llenaba sus pulmones, y decidió que, en su tiempo, daría ese paso con paciencia y amor. Después de todo, su mayor deseo era que Rhaenys se sintiera amada y segura, tanto en los momentos públicos como en los privados, en cada caricia y en cada palabra que compartieran.
Con ese pensamiento en mente, la joven Arryn se encaminó de regreso a sus aposentos, lista para seguir aprendiendo y creciendo junto a la mujer que tanto adoraba, con la esperanza de que su amor fuera cada día más fuerte y auténtico.
Al mismo tiempo en el Consejo Real.
En el Consejo Real, el rey Aemon estaba proponiendo a su consejo un torneo para el onomástico de su nieta Rhaenyra.
El consejo quedó en silencio por un momento, reflexionando sobre la propuesta del rey Aemon. Los nobles y consejeros intercambiaron miradas, algunos asintiendo con entusiasmo, otros levantando cejas en señal de interés o duda. La idea de un torneo para celebrar a Rhaenyra parecía una excelente forma de fortalecer la unión entre las casas y mostrar la alegría del reino.
—Un torneo en honor a Rhaenyra sería una magnífica forma de celebrar —dijo Lord Beesbury, un hombre de edad avanzada con una sonrisa amable—. Podría atraer a caballeros de todas partes y fortalecer la lealtad a la corona.
—Además, sería una oportunidad para que Rhaenyra vea a los caballeros y guerreros que la protegen —agregó Rhaenys, quien se encontraba entre los presentes y sonrió con calidez —. Seguro que le encantará verlos participar, o al menos presenciar la festividad.
—¿Y qué tipo de eventos propone, mi rey? —preguntó Lord Strong, con voz profunda y resonante —. ¿Solo combates a caballo, o también torneos de justas y desafíos?
Aemon asintió un poco pensativo.
—Podemos organizar diferentes categorías: justas, combates cuerpo a cuerpo, y quizás también algún torneo de habilidades con la lanza y el arco. La idea es que todos puedan participar y que sea una celebración de la fuerza y el honor de nuestro reino.
—¿Y qué fecha tiene en mente? —preguntó Otto, que parecía interesado en los detalles logísticos.
—Pensaba en el próximo onomástico de Rhaenyra, en unas lunas. Para que no sea demasiado pronto, pero tampoco muy lejano. Aproximadamente en la primavera, cuando el clima sea más favorable para las actividades al aire libre.
—Perfecto —asintió Rhaenys —. Así, tendremos tiempo para preparar todo y asegurarnos de que sea un evento memorable.
—Entonces, ¿Estamos todos de acuerdo? —preguntó Aemon, mirando a los presentes con una sonrisa satisfecha.
—Disculpe, majestad, pero ¿No será mejor dejar el torneo para otro momento? —intervino Otto Hightower, con una expresión pensativa.
—Quizá sería prudente esperar a que las aguas se calmen después de los recientes conflictos, o asegurarnos de que todos los preparativos estén en orden. Un torneo, aunque festivo, requiere una planificación minuciosa y no conviene precipitarse, especialmente si nos enfrentamos a posibles amenazas externas o internas. —habló intentando hacer que el rey dejara ese estúpido torneo para la mocosa de su nieta.
El consejo quedó en silencio por un momento, los ojos de los presentes se cruzaban, evaluando la propuesta del rey Aemon, pero también considerando las palabras de Otto Hightower. La idea de celebrar un torneo en honor a Rhaenyra parecía una forma magnífica de unir las casas y mostrar la alegría del reino; sin embargo, la cautela y la prudencia también tenían peso en la sala.
Aemon frunció el ceño ligeramente ante la intervención de Otto, pero mantuvo la compostura.
—Es cierto que los tiempos no siempre son favorables para grandes festividades —respondió el rey con tono medido —. Pero también es cierto que la celebración puede fortalecer la moral y la lealtad en estos momentos de incertidumbre. No propondré un torneo apresurado, sino una planificación cuidadosa, con las medidas necesarias para garantizar la seguridad de todos.
Lord Beesbury intervino con tono amable pero firme:
—Majestad, la celebración de Rhaenyra sería una oportunidad para que el reino olvide por un tiempo sus preocupaciones. La alegría y la unidad son también armas poderosas contra las amenazas externas e internas.
Rhaenys asintió con calma y añadió:
—Y, además, si se organiza con calma y previsión, podemos evitar cualquier riesgo y hacer de este evento algo verdaderamente memorable.
—Majestad, también debemos pensar en el presupuesto del torneo, no será algo sencillo de pagar. —habló Otto de nuevo, intentando hacer que el rey dejará de lado lo del torneo. —Teniendo en cuenta de que a muchas de las personas del pueblo no les gustaría el torneo en honor al primer Onomástico de una niña majestad.
Aemon frunció el ceño al escuchar a su Mano.
—Soy el rey de los siete reinos, mi hija Rhaenys será la siguiente en mi línea de sucesión y después de ella mi nieta Rhaenyra será su heredera y los hijos de ella heredarán el trono, así sea una niña o un niño, Alfa u Omega. —miró a cada miembro del Consejo con el ceño fruncido.
—El que no respete la sucesión de mi sangre, no solo está desafiando mi autoridad, sino también el futuro de nuestro reino —declaró Aemon, su voz resonando en la sala. Las palabras caían pesadas como un yugo sobre los nobles presentes. —. La lealtad hacia mi familia debe ser el fundamento de nuestra unidad, especialmente en tiempos inciertos.
Lord Lannister buscó suavizar la tensión que comenzaba a acumularse en el ambiente.
—Nadie cuestiona su autoridad, majestad —aseguró con un gesto conciliador—. Simplemente, se trata de ser cautelosos, tal como su Mano ha señalado. Un celebrado torneo puede ser un mantel bajo el cual ocultamos desafíos que requieren nuestra atención, pero no debemos perder de vista la importancia de esta celebración.
Otto, esbozando una pequeña sonrisa calculadora, añadió:
—Entiendo que la familia real debe ser el faro de esperanza en este reino, pero también debemos garantizar que esa luz no se apague por un malentendido. Quizás podríamos considerar limitar la participación a casas aliadas, organizando un evento más modesto por ahora, como un banquete en su honor, y reservar el torneo para un futuro más propicio.
Rhaenys, visiblemente molesta por las insinuaciones de Otto, replicó con firmeza:
—¿Acaso no es justo para Rhaenyra, destacar su onomástico con un banquete? La nobleza debe comprometerse a honrar a nuestra futura reina. Un torneo representa la fortaleza que esperamos que Rhaenyra manifieste, y puede ser la oportunidad perfecta que tantos caballeros están esperando para demostrar su devoción y lealtad.
Aemon sintió la presión de las diferentes posturas que chocaban alrededor de la mesa. Su rostro se mantuvo impasible, pero en su interior, el deseo de seguir adelante con los planes para Rhaenyra chisporroteaba como un fuego vivo.
—Me parece que estamos produciendo un impulso contrario a nuestros planes. —dijo, con calma, aunque las palabras tenían un toque de firmeza. —. Rhaenyra es mi sangre y la próxima en la línea de sucesión, y la celebración de su primer onomástico se llevará a cabo en todo su esplendor. Evitemos el temor como guía. Este torneo servirá como un recordatorio de que, en estos tiempos difíciles, la unidad y la lealtad son vitales.
El consejo se sumió en un silencio reflexivo. Algunos nobles intercambiaron miradas, mientras que Rhaenys se imaginaba a su hija en el centro de un vibrante torneo, rodeada de alegría y valentía. Aemon, reconociendo la impaciencia en algunos rostros y la determinación en otros, continuó:
—Otto, puedes estar de acuerdo en que la prudencia es importante, pero lo mismo aplica para el orgullo y la tradición. Mantendremos guardias para garantizar la seguridad del evento. Mis tropas estarán alertas y procederemos con la planificación. Confío en la capacidad de todos ustedes para hacer que este evento sea un éxito.
La mesa se llenó de murmullos, pero comenzó a disiparse la resistencia. Lord Beesbury sonrió y asentó con la cabeza, mientras que Rhaenys brillaba con satisfacción. En medio de la disputa, Aemon había tomado una decisión y sabía que, a pesar de los desafíos que ese torneo pudiera traer, era su voluntad la que debía prevalecer.
Otto Hightower, con expresión pensativa, asintió lentamente, reconociendo quizás la valiosa intención de la propuesta, aunque todavía con reservas.
—Muy bien, mi señor rey —dijo finalmente —. Propongamos entonces un plan detallado, que incluya todas las precauciones necesarias.
Aemon asintió, satisfecho con el consenso. La reunión continuó, ahora centrada en los detalles logísticos y en la planificación de un evento que, aunque retrasado, prometía ser una celebración digna de la nobleza y del reino.
RocaDragón - Unos días después.
Daemon y Rhaenys se encontraban entrenando en los patios de la fortaleza desde la mañana, sudando por el esfuerzo y la concentración, pero antes de comenzar, habían conversado con Corlys Velaryon acerca de su hijo Laenor, quien había nacido hacía una luna. Sin embargo, debían esperar a que sus hijos cumplieran diez onomásticos para que su estatus fuera oficial y reconocible. Corlys les prometió que asistiría al torneo en ese día especial, asegurando su presencia y apoyo.
Tras terminar con su primera ronda de entrenamiento, ambos decidieron aprovechar un poco más el día no solo en sus entrenamientos, así que decidieron emprender un vuelo en conjunto a Pentos con Meleys para visitar a algunos amigos y despejar un poco la mente del entrenamiento y el próximo torneo, así como también descansar un poco el cuerpo, aunque ambos contaban con una muy buena condición física. Varias horas después regresaron a RocaDragón para continuar preparándose para el torneo que se acercaba. La promesa de la celebración en honor a Rhaenyra y la expectativa por el evento llenaban el ambiente de emoción y anticipación en todos los rincones de Poniente.
Por otro lado, Aemon y Viserys se encontraban volando a lomos de Caraxes en dirección a RocaDragón, mientras el viento silbaba entre las alas de la bestia alada. Aemon, con una sonrisa determinada, insistía en que Viserys debía participar en el torneo, no solo por la gloria que ello traía, no solo para su casa, sino también para su propio ser, además de que los entrenamientos harían que estuviera en forma para su esposa. Viserys, por su parte, no mostraba mucho entusiasmo, pero Alicent le había recordado que su presencia allí era importante para que el pueblo lo eligiera a él como heredero por sobre Rhaenys, así que finalmente y muy a regañadientes, aceptó, sabiendo que sería mejor para su posición y para mantener la paz en el reino, ya que se supone que quien debe gobernar es un hombre, no una mujer.
Rhaenys y Daemon estaban en el patio de entrenamiento, luchando entre ellos con espadas en mano. La tensión en el aire era palpable, mientras ambos demostraban su destreza y determinación en cada movimiento. Sus golpes resonaban en el espacio abierto, reflejando no solo su habilidad con la espada, sino también la rivalidad y el respeto que compartían. La intensidad de la práctica fortalecía su vínculo y preparaba a ambos para los desafíos que les aguardaban en el reino.
—¿Cómo te sientes respecto al torneo? —preguntó Daemon, mientras ambos chocaban las espadas con firmeza, sus miradas entrelazadas en un intercambio de concentración y desafío.
Rhaenys inclinó ligeramente la cabeza, limpiando el sudor de su frente con el dorso de la mano antes de responder con una sonrisa determinada.
—Estoy lista para lo que venga. El torneo será una oportunidad para demostrar no solo mi habilidad, sino también para honrar a nuestra casa. ¿Y tú? ¿Te sientes preparado para enfrentarte a los demás caballeros?
Daemon asintió, soltando una carcajada baja que resonó en el patio.
—Siempre lo estoy. Pero no subestimes a tus oponentes; algunos tienen trucos que podrían sorprenderte. La competencia será dura, pero eso solo la hace más emocionante.
Mientras continuaban su entrenamiento, el sonido de las espadas chocando y la respiración entrecortada llenaban el aire, creando un ritmo casi como un baile. Ambos sabían que más allá de la destreza en la lucha, lo que realmente importaba era la voluntad y el corazón que ponían en cada golpe. En ese momento, compartían un entendimiento tácito: que, aunque la rivalidad los impulsaba a ser mejores, en el fondo se respetaban profundamente como guerreros y como miembros de la misma familia.
—He escuchado que hay algunos caballeros de casas nunca nombradas. —habló Rhaenys esquivando la espada de Daemon. —. Una de ellas es la casa Cole.
Daemon al escuchar el nombre, solo pudo resoplar.
—Es la casa más estúpida que he escuchado en mi vida. —se inclina hacia un lado esquivando un ataque. —. El hijo del señor de la casa es un idiota que solo vende naranjas en la calle.
—Y ese idiota estará en el torneo. —se mueve hacia atrás para esquivar la punta de la espada. —Se llama Criston Cole.
—Será un pobre tonto si se atreve a enfrentarnos.
—Tal vez, pero eso no nos dice que no podrá ser un Capa Blanca. —dice Rhaenys limpiándose el sudor de su cara.
Mientras la conversación avanzaba, la intensidad de su entrenamiento no disminuía. Rhaenys y Daemon intercambiaban golpes rápidos y precisos, cada uno buscando superar al otro, pero también disfrutando del desafío que representaba la práctica. La rivalidad amistosa entre ellos servía para perfeccionar sus habilidades, y en cada movimiento, se podía percibir el respeto mutuo que se tenían.
—No te confíes, Rhaenys —advirtió Daemon con una sonrisa desafiante —. Aunque te esfuerces en demostrar tu valía, nunca subestimes a un adversario, por más insignificante que parezca. Hasta el más humilde puede sorprenderte en el momento más inesperado.
Ella asintió, respirando con dificultad pero con una mirada llena de determinación.
—Lo sé. La verdadera fuerza no solo proviene de la espada, sino también del espíritu y la estrategia. Por eso entrenamos, para estar preparados para cualquier sorpresa.
De repente, Daemon cambió de postura, lanzándose a un ataque más agresivo. Rhaenys respondió rápidamente, bloqueando su golpe y devolviéndole una estocada que, por poco, logra tocar su pecho. Ambos se detuvieron un momento, respirando con esfuerzo pero con entusiasmo.
—Eso es, hermana —dijo Daemon, soltando una risa —. La competencia nos hace mejores. Solo espero que en el torneo podamos demostrar quién es el más digno de la casa Targaryen.
Rhaenys le devolvió la sonrisa, con los ojos brillando de emoción y confianza.
—Lo haremos. Y que gane el mejor.
En ese momento Viserys estaba ingresando al patio de entrenamiento, vestido con una armadura brillante, al igual que su sonrisa petulante, siendo seguido de su guardia real, Rhaenys al verlo se mantuvo a un lado de Daemon mientras llegaba Viserys, no queriendo ver su cara de idiota; ya habían sido notificados de la llegada del rey Aemon y del príncipe Viserys, pero debido a que se había tardado en llegar, al verlo con la armadura supieron entonces la razón de tal demora.
—¿Te unirás al entrenamiento? —Daemon miró a su hermano acercarse a ellos.
—Algo así, el tío Aemon me pidió que me uniera al torneo para demostrarle a las personas que nuestra casa sigue siendo la mejor. —mira hacia un lado ignorando por completo a Rhaenys.
En ese momento llegó el rey Aemon, siendo seguido de sus Capas Blancas, mirando entre sus sobrinos y su adorada hija.
—Le pedí a Viserys que se uniera, ya que está muy claro que aún tiene mucho por aprender y demostrar en el arte de la caballería. Además, quiero que vea de primera mano cómo entrenan los futuros caballeros de la Casa Targaryen.
Viserys levantó la vista orgulloso, ajustándose la armadura con cierta arrogancia infantil, pero con un brillo de determinación en los ojos. Rhaenys le dedicó una mirada de advertencia, consciente de que el camino hacia convertirse en un caballero no sería fácil, pero también sabía que su primo todavía no tenía el potencial que se requería.
Daemon, con una sonrisa de complicidad, dio unas palmadas en el hombro de Viserys y dijo:
—Vamos, hermano. Demuestra que tienes lo que se necesita para seguir el linaje de nuestros antepasados. La verdadera fuerza viene del corazón, y tú tienes mucho por delante.
El rey Aemon, observando a los jóvenes, asintió con satisfacción. Luego, con una voz firme pero amable, agregó:
—El entrenamiento no solo es para fortalecerse físicamente, sino también para forjar el carácter. Recuerden eso en el torneo.
Rhaenys respiró profundamente, sintiendo la energía del momento. La competencia se acercaba, y con ella, la oportunidad de demostrar su valía no solo en combate, sino también en liderazgo y carácter. Miró a su primo menor con una mezcla de desafío, sabiendo que, pase lo que pase, ella y Daemon seguirían siendo los mejores ejemplos de lo que significa ser un Targaryen.
—¿Por qué no están usando la armadura? —preguntó Aemon al ver cómo es que su hija se acomodaba la malla.
—Intentamos que sea una práctica más dinámica y realista. La armadura puede ser pesada y limitar el movimiento, además de que en un entrenamiento buscamos perfeccionar la agilidad y la rapidez. Sin embargo, en el torneo, sí la usaremos para estar protegidos ante los golpes más fuertes. La clave está en saber cuándo y cómo usarla, y en preparar el cuerpo para enfrentarse a cualquier situación. —explicó Daemon a su tío Aemon.
Rhaenys asintió, entendiendo la lógica detrás de esa decisión. La preparación física y técnica era fundamental, y la práctica sin armadura les permitía concentrarse en la precisión y en la estrategia.
—Me parece una muy buena idea. —mira a Viserys, quien estaba agarrando su espada. —Viserys ¿Por qué no usas solo la malla para entrenar? —le sugirió cuando estaba por acercarse a sus guardias. —Los chicos pueden ayudarte a entrenar mucho más.
Viserys miraba enojado a su hermano y prima, quienes estaban más en forma que él, pero aun así asintió a la petición de su tío.
—Está bien, pero quisiera que uno de ellos fuera mi oponente.
—Dejaré que Rhaenys sea la que te entrene, está llevando el entrenamiento a lo más alto. —habló Daemon mirando a su hermano con una sonrisa burlona. —Los entrenamientos que ha hecho la han dejado en un lugar alto, derrotó a sus guardias reales también.
—Eso demuestra que serás no solo una gran reina, sino también una guerrera feroz y fuerte. —habló Aemon mirando con orgullo a su hija. —. Como Visenya y su hermana Rhaenys.
Rhaenys sintió su corazón latir con fuerza al saber que su padre estaba orgulloso de ella.
—Muy bien, Viserys, quítate la armadura y comiencen el entrenamiento —Aemon instruyó con autoridad, señalando nuevamente hacia el centro del patio.
—Está bien, pero no prometo si la dejó sumamente lastimada, tío. —Viserys miró a Aemon con una sonrisa arrogante pero sin mostrarla completamente, quitándose la armadura con ayuda de Daemon, quedándose solo con la malla.
Rhaenys tomó su espada a su lado para colocarse enfrente de Viserys y colocarse en su posición, al igual que Viserys; por su parte, Aemon y Daemon se alejaron un poco de ellos, al igual que los demás guardias.
Los minutos pasaron sin que ninguno diera el primer golpe, hasta que Viserys se acercó rápidamente a ella para atacar por su costado, pero Rhaenys lo esquivó fácilmente, moviéndose rápido hacia un lado.
Viserys, sorprendido por la agilidad de su prima, intentó recuperar la compostura rápidamente. Con un giro de muñeca, lanzó un nuevo ataque, esta vez intentando enganchar su espada contra la de Rhaenys. Sin embargo, ella estaba lista, bloqueando el golpe con facilidad y contraatacando con una estocada rápida pero controlada.
—¡No está nada mal! —exclamó Daemon desde un costado, evaluando a ambos combatientes —. Necesitas ser más impredecible, Viserys. Cada ataque tiene que ser una sorpresa para tu oponente.
Rhaenys aprovechó el momento de distracción y realizó un avance rápido, empujando a su primo hacia atrás mientras su espada rasguñaba el aire. Viserys, sin embargo, no se rindió y, en lugar de retroceder, giró sobre sus pies y dirigió un golpe hacia ella, intentando tocar alguna parte de su cuerpo con la punta de su espada.
—Eso es, ¡Así se hace! —animó Aemon —. Recuerden, la batalla no es solo un juego de fuerza; es un juego de mentes.
Rhaenys, sintiendo la energía en el aire y la presión de las expectativas, se centró. Utilizó su agilidad para esquivar otro ataque de Viserys, que buscaba alcanzar su lado derecho, pero ella, decidida a demostrar su valía, contraatacó con un golpe rápido de lado.
Viserys, aunque entró en pánico por un instante y estuvo a punto de caer al suelo, logró bloquear el golpe justo a tiempo, pero no sin haber recibido un impacto amortiguado en su costado, provocándole un quejido. Su cara mostró una mezcla de frustración y determinación. Por un momento, se estabilizó y miró a su prima.
—No seas tan rápida, Rhaenys. Deja que me acostumbre a tu ritmo primero. —dijo con cierta frustración en su voz, comenzando a sentirse fatigado por no poder seguirle el paso.
—En una batalla real tu oponente no te dará tiempo a acostumbrarte al ritmo, Viserys. Debes ser rápido al momento de esquivar y atacar, a menos de que quieras morir en poco tiempo —explicó con serenidad, moviendo el peso de su espada en su mano, manteniendo su mirada fija en todo momento en su primo, dándole un momento para que recobrase el aire.
—Ella tiene razón. No puedes pedirle a tu oponente que baje la velocidad solo porque no puedes seguirle el paso —comentó Daemon, cruzándose de brazos mientras veía como su hermano soltaba un gruñido antes de volver a cargar contra Rhaenys.
Rhaenys sonrió ante el movimiento de su primo, nuevamente predecible y movido por la frustración; ella ajustó el agarre en su espada y cuando Viserys levanto la suya, dispuesto a asestar un golpe frontal, ella rápidamente movió sus brazos hacia arriba y bloqueo el ataque con firmeza. Era evidente que su primo se estaba esforzando, pero él carecía de la experiencia que ella había ido cultivando en años de entrenamiento con Daemon y su propio padre.
Con un rápido movimiento, llevó su peso hacia adelante y empujó con su espada a la de Viserys, haciéndolo tropezar, en pocos segundos, giró nuevamente su cuerpo y cambió de dirección, atacando desde un ángulo inesperado, Viserys apenas logró bloquear el golpe, sintiendo la presión del acero de la espada de su prima. La distancia entre ellos se había reducido, y en ese instante, Rhaenys aprovechó una apertura, moviéndose hacia adelante y empujando ligeramente a Viserys hacia atrás otra vez. Él tropezó, tambaleándose un poco, lo que le permitió a Rhaenys seguir presionando con más confianza en sus movimientos.
—¡Eso es! ¡Más agresivo! —gritó Daemon, viendo que la acción se intensificaba, sonriendo con orgullo al ver como Rhaenys mostraba lo que habían aprendido juntos.
Viserys tomó una respiración profunda, intentando canalizar su frustración en determinación. Bregando con el sudor en su frente, se enfocó en su respiración y en las instrucciones que había escuchado de su tío. Se obligó a pensar en lo que quería lograr: demostrar su valía.
Con una energía renovada, lanzó un golpe más firme hacia su prima, utilizando toda la fuerza de sus brazos. Sin embargo, Rhaenys había anticipado aquella jugada, así que utilizando su agilidad, se desvió y, con un movimiento elegante, hizo que la espada de Viserys siguiera su curso, lo cual le abrió una apertura y ella la aprovechó al golpear su espada contra la de él, desarmándolo.
El acero chocó en el patio de entrenamiento, mientras su espada salía despedida de su agarre de una manera que no pudo anticipar, cayendo con un golpe sordo sobre el suelo. Rhaenys, retrocedió unos pasos con la espada aún en guardia, observándolo con una expresión paciente.
—¡Otra vez, Viserys! ¡No descuides tu defensa! ¡Rhaenys te atacó por el flanco, dejaste un hueco enorme! —la voz de Aemon se escuchó en el patio de entrenamiento, como siempre serena, pero llena de autoridad y sabiduría.
—No es justo, ella no me da una oportunidad. Se mueve demasiado rápido — Viserys resopló, con el rostro enrojecido por el esfuerzo y la frustración.
—Daemon y mi padre tampoco me daban ninguna oportunidad cuando yo iniciaba, Viserys. Debes aprender a anticipar, a leer los movimientos de tu oponente. Busca tu propia forma, utiliza tu fuerza a tu favor —su tono era firme pero carente de burla, enfundando su espada con un movimiento fluido. —. Esto es por tu bien. En el campo de batalla no habrá clemencia. No puedes ser blando.
—¡No soy blando! —espetó Viserys con enojo, su voz elevándose con un deje de resentimiento mientras recogía su espada con torpeza. Clavando sus ojos en Rhaenys, no con la concentración de un aprendiz, sino con una intensidad cargada de una rabia apenas contenida—. Siempre me tratas como si fuera un niño.
Aemon frunció el ceño ante el tono de su sobrino, mientras que Daemon, apoyado despreocupadamente contra un pilar cercano, observaba la escena con una sonrisa ligeramente sardónica.
—No debes dejar que tus emociones guíen tus movimientos, Viserys. Ese es tu mayor error. En el momento en que te dejas llevar por la ira o la frustración, pierdes la concentración y te vuelves predecible — Rhaenys suspiró internamente, manteniendo su compostura —. ¿Quieres intentarlo de nuevo? Concéntrate en tu postura, en mantener tu guardia alta.
—Es fácil para ti decirlo, tienes más experiencia en comparación con la mía —Viserys apretó la mandíbula, su mirada aún fija en ella con un brillo hostil. —. Te crees superior a mí.
Aquel comentario cargado de un veneno fuerte y amargo flotó en el aire, tomando por unos breves segundos a Rhaenys por sorpresa, pero lo oculto tras una máscara de calma.
—Tú fuiste el que se negó a recibir entrenamiento de ningún tipo, incluso Daemon inicio a temprana edad, pero tú te negaste —hablo con un tono calmo, sabiendo que ella no tenía la culpa de la inexperiencia de su primo, ya que él mismo había dicho que no quería entrenar cuando Daemon y ella comenzaron, a pesar de sus intentos de animarlo a hacerlo. —. Ahora, ¿estás listo para otro asalto, o prefieres seguir lamentándote?
La tensión en el patio era muy palpable, Aemon observaba a su sobrino con una mirada severa, mientras Daemon se mantenía atento a cualquier movimiento fuera de lugar, dispuesto a detener cualquier enfrentamiento que pudiera haber, sabiendo perfectamente que su hermano era de mecha corta. Viserys dudó por un momento, su ego herido, luchando contra su necesidad de mejorar. Finalmente, con un gruñido bajo, levantó su espada, aunque la sombra de su resentimiento aún oscurecía sus ojos.
—Otra vez —masculló Viserys, poniéndose en guardia con torpeza.
Rhaenys asintió levemente, volviendo a desenvainar su espada con un sonido metálico que rompió el silencio. Su rostro permaneció sereno, sus ojos fijos en los movimientos de su primo, decidida a no dejarse provocar por sus palabras. El entrenamiento debía continuar, a pesar del rencor que burbujeaba bajo la superficie de Viserys.
—Antes de la pelea, quiero que ambos tengan sus escudos, no quiero que se lastimen entre ustedes. —Aemon habló antes de que alguno de los dos decidiera iniciar la pelea.
Ambos fueron a la mesa donde estaban las armas y los escudos, dónde cada uno agarró uno pero Viserys dejó su espada a un lado para agarrar un mangual que tenía púas alrededor, se ajustó su escudo en su brazo izquierdo para sostener el mangual en el derecho.
Mientras Viserys se preparaba con el mangual, su expresión reflejaba una mezcla de determinación y frustración. Rhaenys, por su parte, tomó su escudo y su espada con calma, concentrada en mantenerse firme. La tensión en el aire era palpable, cada uno consciente de que el entrenamiento no solo era para perfeccionar sus habilidades, sino también para aprender a controlar sus emociones y sus impulsos.
Aemon, observando en silencio, dio una señal para iniciar y así ambos comenzaron a moverse con cautela, buscando abrirse paso en una serie de ataques y defensas que ponían a prueba su coordinación y su temple. Viserys, con su mangual, intentaba aprovechar su mayor peso y fuerza bruta, buscando impactar a su prima con golpes amplios y pesados. Rhaenys, por su parte, usaba su agilidad para esquivar y responder con golpes precisos, buscando desestabilizar a su primo sin arriesgarse a un contraataque devastador.
El sonido de los metales chocando y el retumbar de los golpes resonaba en el patio, creando un ritmo frenético que parecía casi un baile violento. Ambos luchaban por mantener la compostura, conscientes de que cualquier error podría costarles caro. Viserys, en su afán de demostrar su fuerza, se dejó llevar por la ira y la frustración, lanzando ataques más agresivos, pero también más predecibles. Rhaenys, con paciencia, aprovechaba esas oportunidades para contrarrestar y presionar con movimientos suaves pero firmes.
—Recuerda, Viserys —decía Rhaenys, manteniendo la voz firme —. No se trata solo de fuerza, sino de estrategia y control. La emoción puede ser tu peor enemigo en combate.
El joven príncipe apretó los dientes, sin calmarse. En un momento, logró bloquear un golpe de Rhaenys, y con un movimiento hábil, intentó empujarla contra su escudo, buscando aprovechar su peso para desequilibrarla. Pero ella reaccionó rápidamente, girando su cuerpo y desviando el impacto, y luego, con un movimiento rápido, lanzó una estocada que casi logra tocar su costado.
—¡Eso es! —exclamó Aemon, satisfecho —. Mantén la calma y usa tu fuerza con inteligencia.
Finalmente, en un movimiento decidido, Viserys logró un golpe que empujó a Rhaenys hacia atrás, abriendo una pequeña brecha en su defensa. Sin embargo, en ese instante, ella aprovechó la oportunidad y, con un movimiento preciso, bloqueó su mangual con su escudo, desviando el ataque y devolviéndole una serie de golpes rápidos en respuesta.
—Muy bien, ambos —dijo Daemon, observando con una sonrisa —. La práctica hace al maestro. Solo recuerden, la verdadera batalla comienza cuando confían en su entrenamiento y en sí mismos, no en la ira o el orgullo.
Sin embargo Viserys no quería perder por lo que golpeó el escudo de Rhaenys con el mangual varias veces.
El ambiente en el patio de entrenamiento se intensificó aún más cuando Viserys, impulsado por su frustración y deseo de demostrar su valía, comenzó a golpear con fuerza el escudo de Rhaenys con el mangual, creando un retumbar metálico que resonaba en todo el espacio. Cada impacto era una expresión de su ira contenida y su ansia de superar sus propias limitaciones, aunque también revelaba su falta de control y experiencia.
Rhaenys, como siempre manteniendo la calma, se mantuvo firme en su posición, resistiendo los golpes con su escudo y sin responder con violencia. Sabía que ceder a la ira solo aumentaría su vulnerabilidad y que debía mantener la compostura para enseñarle a su primo la importancia del control en combate. Sin embargo, no podía evitar sentir una mezcla de preocupación y paciencia, consciente de que este tipo de conductas eran parte del proceso de aprendizaje.
Viserys, jadeando, se detuvo un momento, con los brazos temblando por el esfuerzo, y miró a su prima con ojos llenos de rabia y determinación. Entonces, con un grito de frustración, levantó su mangual y, en un intento desesperado, lanzó un golpe más, apuntando directo a su escudo. La fuerza de ese impacto hizo que el escudo se rompiera en dos partes dejando a Rhaenys vulnerable por lo que Viserys la pateó en el abdomen tirándola al suelo haciendo que soltará su espada, pero aun así eso no lo detuvo en sus ataques.
Rhaenys por su lado estaba intentando detener los golpes con el escudo roto, pero cada vez más le resultaba más difícil detenerlos, cuando una de las púas atravesó el escudo Rhaenys pateó a su primo en una pierna, haciéndolo caer de rodillas al suelo; ella entonces tiró su escudo a un lado para luego agarrar su espada e intentar lastimarlo, pero el grito de su padre la hizo detenerse en seco.
—¡Suficiente! —gritó Aemon al ver cómo ambos estaban. —. Esto no es una guerra entre ustedes, es solo un entrenamiento.
—Es suficiente por hoy —dio por terminado el entrenamiento, mirando a cada uno con cierta severidad.
Viserys entonces tiró el mangual al suelo con furia junto al escudo, levantándose con algo de esfuerzo, caminando hacia otro lado, siendo seguido por su guardia real, mientras Daemon revisaba a Rhaenys, quien al final se había terminado de caer al suelo cuando Viserys se marchó, al parecer el esfuerzo de todo el día le estaba comenzando a pasar factura; Aemon miraba en dirección donde Viserys se había ido pensando que era mejor que se calmara antes de que se iniciara una pelea mayor.
Chapter 13: ¿Nueva Vida? Primer Onomástico, Torneo y Enfrentamientos Mortales.
Summary:
Gracias a @Fallen_Angel_25 por las ideas jajajaja y también a las chicas del grupo!! El desmadre funciona eh jajajajaja
También les vengo a decir que comenten que tal les pareció no importa que sea muy largo el comentario igual lo leeré y lo responderé, y si no lo hacen NO HABRÁ ACTUALIZACIÓN HASTA UN AÑOOOOOO!!
Un mensajito de mi amiga Yanels: Queridos lectores de esta historia, como la autora de la escena de amor principal (Escritora de las dos primeras escenas de este capítulo), les recomiendo comentar, porque si no, se tendrán que abstener de futuras escenas de amor de cualquier índole. Muchas gracias, atte: Fallen.
Chapter Text
Fortaleza Roja:
Era bien entrada la noche ya a pesar de que se supone que ella debería de estar durmiendo como su amada esposa junto a ella, Rhaenys no podía conciliar realmente el sueño, estaba demasiado inquieta e incómoda y no había encontrado manera de poder dormir, ya a pesar de que por sus venas corría sangre de dragón y estaba acostumbrada al calor, en esos momentos se sentía sofocada y como si su piel caliente demasiado para su gusto y estaba bañada en sudor, por lo que no tuvo más remedio que apartar las pieles y sabanas. que se supone, cubrían su cuerpo del frío que debía haber durante la noche, pero que, en cambio, en esos momentos se sintieron como un completo horno y la tenían desesperada.
La Alfa Targaryen tuvo cuidado de no despertar a su amada Omega, la cual afortunadamente, seguía sumergida en un sueño profundo y no noto el cambio en la cama, ni cuando Rhaenys salió tambaleándose un poco de la habitación que compartían, algo desorientada pero con un pensamiento en mente, ir con Meleys ¿Por qué? Ni su confusa mente lo sabía, pero de alguna manera sentía que si iba con su fiel dragona, podría sentirse mejor.
Rhaenys salió sin ser detectada de Desembarco del Rey y sin saber cómo, llegó por fin a Pozo Dragón, aquel lugar donde se encontraban gran parte de los dragones de su familia, un lugar el cual se sentía como un horno viviente, dado que aquellas majestuosas criaturas necesitaban de lugares calientes para regular su temperatura, ya que si bien sus cuerpos albergaban aquel fuego que podía derretir cualquier metal en segundos, la sangre que corría por sus venas era fría y ellos buscaban sitios calientes para una mayor comodidad, por lo que Pozo Dragón debía ser un lugar sumamente caliente, al cual no cualquiera podía entrar, debido a que su cuerpo no lo podría resistir, caso contrario a los Targaryen, quienes si podían resistir elevadas temperaturas al ser señores dragones y Rhaenys no era la excepción a esta regla.
Aun en el estado desorientado en el cual se encontraba, de forma inconsciente y solo guiándose por su olfato e instinto, terminó llegando con su fiel compañera, la cual al ver a su jinete de repente allí, se le quedó viendo con intriga y cierta emoción, quizás al pensar en que saldrían a volar juntas, pero a medida en que la humana se acercaba a ella, la Dragona se dio cuenta de que no estaba en sus cinco sentidos, ya que se tambaleaba y hablaba de una forma inentendible, pero cuando por fin llegó junto a ella y se abrazó al costado de su cuello, la Reina Roja supo que algo andaba mal con su jinete, ya que sentía la temperatura de su cuerpo demasiado caliente a la que estaba acostumbrada y para ese momento ya estaba transpirando mucho.
Mientras Rhaenys se sentaba en el suelo, contra el costado del estómago de Meleys, esta movió su largo cuello para dejar su gran cabeza más cerca de su jinete para poder vigilarla, esperando que lo que fuera que tuviera se le pasara en lugar de empeorar, pero justo cuando hizo aquel movimiento y olfato a su jinete, se dio cuenta de que el aroma que desprendía era muy fuerte, no de una forma desagradable ni nada, sino intenso y un poco pesado, lo que le dio la respuesta a sus dudas, su humana estaba entrando en celo, pero parecía no estar enterada de aquel hecho, ya que en vez de estar posiblemente saciando su necesidad de procrear con su Omega, estaba allí en Pozo Dragón con ella, buscando refugiarse en su calor a pesar de que ella misma estaba hirviendo en temperatura, delirando y balbuceando incoherencias.
Y teniendo en cuenta de que la Targaryen y su Omega eran tan inseparables, Meleys no dudaba de que se daría cuenta de la ausencia de su Alfa y comenzaría a buscarla con desespero, por lo que solo tendría que esperar a que la joven Omega apareciera y ayudara a la delirante Alfa a volver a sus cinco sentidos, pero mientras eso pasaba, ella se aseguraría de que su jinete estuviera a salvo y se quedara allí por su seguridad.
De vuelta en la Fortaleza Roja, Aemma se había movido en sueños en la gran cama que compartía con su esposa, buscando el calor de esta para acurrucarse más y seguir durmiendo, pero cuando extendió la mano para tocar el cálido cuerpo de su Alfa, en su lugar solo sintió las sabanas frías y aquello la hizo despertarse al instante, abriendo sus ojos y sentándose en la cama, mirando con confusión la habitación, pensando que quizás solo se había levantado un momento, pero el frío a su lado le decía que ya llevaba mucho rato fuera de su cama, algo que la extraño mucho, aunque pensó que si estaba ausente a tan altas horas de la noche, quizás estaría en la habitación de su pequeña cachorra, por lo que con aquello en mente, Aemma salió de la cama y se cubrió con el abrigo de pelaje de lobo que su esposa utilizaba de vez en cuando en los momentos en que hacía más frío, aunque más recientemente lo había estado utilizando la propia Aemma, debido a las frías noches que estaban teniendo últimamente y como Rhaenys no quería que tuviera que pasar por tanto frío, le había dado su abrigo para mantenerla caliente.
La Omega salió de su habitación matrimonial, dirigiéndose directamente a la habitación de su pequeña Rhaenyra, pensando en que quizás su esposa había ido a revisarla en el caso de que hubiera llorado en algún momento y ella no se diera cuenta, como en algunas ocasiones ha ocurrido, pero tan pronto como entro en la recámara de su hija, no vio rastro alguno de Rhaenys, solo estaban la pequeña Princesa y la pequeña Syrax, la cual estaba durmiendo cómodamente acurrucada contra la bebé, quien la tenía rodeada con sus bracitos, ambas manteniendo sus frentes cerca, sin duda alguna, una escena encantadora, pero a pesar de lo enternecida que estaba por la misma, necesitaba encontrar a su desaparecida esposa.
Luego de cerciorarse de que su hija y la dragona de esta siguieran durmiendo tranquilamente, Aemma salió de la habitación y se concentró en encontrar el rastro del aroma de su mujer, y cuando lo capto en el aire, al instante comenzó a caminar hacia la fuente, pero a medida que seguía el rastro, se dio cuenta de que Rhaenys no estaba en la Fortaleza y aquello la hizo sentir algo preocupada, ya que no entendía la razón de la Alfa de salir de la Fortaleza a esas horas de la noche.
Aemma salió de la Fortaleza Roja, sintiendo una inquietud repentina por la ausencia sin explicación de Rhaenys, el aroma de su Alfa no estaba por ningún lugar cercano y aquello solo la hizo preocuparse aún más de ser posible, ya que no entendía la razón de que su esposa estuviera fuera de la cama a esas horas de la noche, sola y sin haberle dicho nada al respecto; a pesar de tener los nervios de punta, la Omega se mantuvo lo más serena que pudo y se dirigió hacia los establos más cercanos, tomando a uno de los caballos que se encontraban ensillados, posiblemente por alguna ronda reciente de algún guardia.
La joven Omega montó con agilidad al corcel y sin más salido del lugar, tomando una ruta oculta que conocía perfectamente gracias a sus escapadas con su esposa, no queriendo llamar la atención de nadie innecesariamente, porque a pesar de lo inquieta que estaba, sabía y sentía que su esposa no estaba en peligro, por lo cual no había necesidad de alertar a toda la Fortaleza para buscarla; guio al corcel por la noche estrellada y fría, siguiendo el aroma de su amada en el aire, notando como a medida que se alejaba del castillo, este se iba intensificando, guiándola como un hilo invisible a través de la noche para que pudiera dar con su paradero.
Pozo Dragón:
El olor de la Princesa Heredera llevó a la Omega inesperadamente llevó a la joven Arryn directo a Pozo Dragón, y aquello la extraño, ya que por lo general su esposa no hacía vuelos espontáneos, menos sin decirle con antelación, pero contrario a lo que pensaba, el aroma no se había disipado, muestra de que había tomado vuelo, sino que, en cambio, a medida que se acercaba cada vez más a la imponente entrada del lugar que albergaba a las imponentes criaturas de la casa Targaryen, el aroma de su mujer se mezclaba con el característico hedor sulfuroso del lugar, pero también pudo percibir que el aroma de su Alfa era más fuerte y embriagador que antes, y aquello solo puso en alerta a su Omega, un escalofrío le recorrió la espalda ante la idea de que su Alfa estuviera vulnerable por alguna razón inexplicable.
Con cautela se fue adentrando a la cueva, sus ojos acostumbrándose a la tenue luz, mientras su cuerpo también se iba climatizando al calor que había en el lugar, mismo que afortunadamente podía tolerar aunque si lo sentía algo opresivo; el rastro inconfundible de su mujer la llevo hasta que la imponente figura de Meleys, la cual irguió un poco su cabeza y la giro hacia ella, lo suficiente para que un ojo grande y amarillo la mirase fijamente, posiblemente lista para atacar al intruso que se atrevió a irrumpir en su lugar, pero al ver quien era, soltó un ronroneo y movió su cabeza lo suficiente para que entonces Aemma viera que allí, contra el costado escamoso de la Reina Roja, se encontraba una dormitada Rhaenys, con su perfecta piel brillando húmeda en la escasa luz, una respiración superficial y algo agitada.
Al instante Aemma corrió hacia ella, arrodillándose a su lado y tomando con delicadeza su rostro entre sus manos, apartando con suavidad los mechones oscuros que se pegaban a su frente, sintiendo como es que la piel bajo sus manos ardía como nunca antes, cosa que la asustó de sobremanera, ya que su esposa nunca se enfermaba, siempre gozaba de una perfecta salud y, sin embargo, allí estaba, ardiendo en una fiebre inexplicable.
—Rhaenys, mi amor —murmuró con la voz ligeramente quebrada por la angustia que sentía en esos momentos —. ¿Qué te ha pasado, mi Alfa?
La examinó con detenimiento, recorriendo su cuerpo en busca de heridas visibles, pero afortunadamente no encontró ninguna, sin embargo, aquello no la llenaba de paz, puesto que entonces el malestar que sufría su amada se tenía que deber a alguna otra cosa de la cual ella no estaba enterada y eso la preocupaba aún más, porque entonces no sabría cómo ayudarla y ella no podía permitir que su amada pasara por algo así sin tener su ayuda; Aemma se quitó el gran abrigo que aún llevaba puesto, dejándolo a un lado de ellas, para poder limpiar el sudor de la frente de su amada esposa con mayor facilidad y mientras hacía aquello, se puso a repasar lo que había podido pasar durante el día para que su esposa ahora estuviera en ese estado, pero Rhaenys solo había estado entrenando en RocaDragón, si bien fue algo exhaustivo, no fue algo que su Alfa no pudiera manejar, ya que tenía una resistencia magnífica, además de que no había tenido un rival tan prometedor, después de todo estuvo entrenando contra Viserys y por lo que había escuchado de Daemon, Rhaenys se había contenido mucho al entrenar con su primo.
Justo entonces, al recordar aquel entrenamiento, Aemma recordó que en RocaDragón justo ese día el cielo había estado completamente despejado y había hecho mucho sol, que si bien todos los que estaban en el lugar habían agradecido, el estar tanto tiempo bajo el sol ardiente, mientras entrenaban una y otra vez, al final les iba a afectar y tal parece que eso era lo que le estaba pasando a su esposa, estaba sufriendo de un golpe de calor, lo cual daba la respuesta a la fiebre y la desorientación que tenía Rhaenys, pero también era un poco raro, ya que normalmente ella resistía mucho aquellas cosas, después de todo no era la primera vez que pasaba por ello, y, sin embargo, allí estaba.
En un momento Aemma movió un poco más la camisa que llevaba puesta su esposa, para limpiar el sudor que tenía en el pecho y gracias a la cercanía que ahora tenían, la peliplateada notó que el embriagador aroma de su esposa estaba potenciado diez veces más, y entonces cayó en cuenta de la razón, su esposa estaba entrando en celo y junto con el inevitable golpe de calor que estaba atravesando, todo pasando al mismo tiempo, la habían dejado más sensible y vulnerable.
Su amada Alfa estaba en un estado vulnerable en el que necesitaría su presencia y apoyo más que nunca y ella obviamente estaría allí para ella, tenía que cuidar de su esposa hasta que se recuperara del golpe de calor y su celo, especialmente porque no sabía cómo le estaría afectando lo primero durante su celo, tenía que asegurarse de que superara esto de la mejor manera posible; mientras seguía secando el sudor de la piel de su esposa, esta salió de su inconsciencia, aún algo aturdida, pero cuando a sus fosas nasales llegó el dulce aroma de su esposa, su Alfa la hizo reaccionar al instante, logrando que saliera un poco del letargo que tenía, tomando con suavidad la muñeca izquierda de Aemma con su mano, luego de sentir cómo es que le pasaba una tela por el pecho.
—Aemma —Rhaenys murmuró su nombre un poco más consciente y algo áspera, enfocando sus ojos en el hermoso rostro de su Omega.
—Mi amor, estás despierta —la emoción y el alivio en su tono fueron notorios, sus ojos se suavizaron al instante mientras acariciaba las mejillas de la mayor con delicadeza —. No te preocupes, estoy aquí.
—Tenía mucho calor —comentó mientras se movía un poco, sintiendo una pequeña punzada de incomodidad por la sensación pegajosa en su piel, pero al sentir las suaves manos de su esposa en su rostro, no pudo evitar soltar un pequeño suspiro de alivio.
—Ya veo, pero aun así terminaste en uno de los lugares más calientes de Desembarco del Rey —habló con un cierto toque de humor en su voz, negando ligeramente con su cabeza.
Al escuchar aquello, Rhaenys se fue haciendo más consciente de su entorno, el hedor familiar sulfúrico y metálico la envolvió, y entonces se dio cuenta de donde se encontraba, estaba en Pozo Dragón, recostada contra Meleys, pero ella no recordaba en lo absoluto como es que había llegado allí, sus recuerdos estaban nublados, no entendía como de estar en su cama junto a su esposa, ahora estaba en Pozo Dragón, pero entonces, la voz dulce de Aemma disipó un poco su notoria confusión.
—Tuviste un golpe de calor —le explicó con dulzura, continuando con sus caricias en el rostro de su amada —. Estuviste demasiado tiempo expuesta bajo el sol de RocaDragón mientras entrenabas.
»Además de que... —por unos segundos vaciló, sintiendo cómo es que sus mejillas se calentaban, posiblemente tiñéndose de un tono rojizo —. Estás entrando en celo.
Aquella revelación hizo a Rhaenys caer en cuenta de lo que estaba sintiendo entonces, era la primera vez que sufría de un golpe de calor o al menos de esa magnitud, ya que después de todo, al ser una jinete de dragón y estar en vuelo, la volvía propensa a sufrir una insolación o golpe de calor, especialmente si estaban a grandes alturas, sin embargo, esta era la primera vez que le pegaba de esa manera, era diferente, más intenso; sin embargo, teniendo en cuenta de que Aemma le acababa de decir que además del golpe de calor, estaba pronta a entrar en celo, tenía mucho más sentido: el golpe de calor la había debilitado justo cuando su celo comenzaba a manifestarse tan repentinamente, llevando entonces a que ambas cosas la sumergieran en aquel estado confuso, pero afortunadamente su amada esposa estaba allí, cuidándola y atenta a todo.
Mientras Rhaenys procesaba esta nueva información recibida, comenzó a notar que el dulce aroma de Aemma, el cual era como un suave consuelo para ella, estaba intensificándose poco a poco, llenando el aire alrededor de ambas con una dulzura embriagadora, mezclándose con su propio aroma almizclado y dominante; aquello solo podía ser una cosa, el llamado inconfundible de su Omega entrando en celo, posiblemente afectada por su propio y repentino celo, después de todo, al ser una pareja vinculada y compatible tan perfectamente, no era raro que se sincronizaran o que el celo de una, activara el de la otra.
Por su parte, Aemma, quien estaba concentrada en asegurarse de que su Alfa estuviera cómoda, limpiando su sudor, apartando el cabello húmedo de su frente y desabotonando un poco la camisa que traía ya un poco empapada, repentinamente sintió un escalofrío recorrer su espalda, cuando sus fosas nasales se vieron fuertemente invadidas por las feromonas intensas y seductoras de su esposa, las cuales al instante comenzaron a conectar con su Omega, un llamado que solo ellas conocían a la perfección; un calor incipiente se extendió por su bajo vientre, recorriendo hasta su intimidad, una clara respuesta al llamado silencioso de su Alfa en celo, y sin darse cuenta, provocando entonces que sus manos ahora en la camisa de la mayor, se detuvieran y permanecieran contra su pecho aún cubierto, sintiendo como sus propios instintos comenzaban a despertar.
—Aemma... —la voz profunda y seductora de Rhaenys ahora estaba cargada de una necesidad incipiente, sus ojos violáceos ahora oscurecidos por el deseo al percibir el sutil cambio en el aroma de su joven esposa.
En cuanto los ojos de la menor se encontraron con los ojos de la Princesa Heredera, en ellos vio el mismo anhelo tan profundo que se estaba agitando en su interior, haciendo visible la conexión que había entre ellas, aquel lazo fuerte e inquebrantable que las unía como Alfa y Omega, como esposas profundamente enamoradas, destinadas por los mismos dioses a estar juntas; aquel sentir se intensificaba con cada segundo que iba pasando, sus celos se estaban sincronizando una vez más y el mismo calor sofocante que había en Pozo Dragón no se podía comparar con el torrente de emociones y sensaciones que las envolvía a ambas en esos momentos, ya que sus deseos más bajos estaban saliendo a la superficie y la necesidad de sentirse la una a la otra se hacía más grande.
La Targaryen rodeo la cintura esbelta de Aemma y la acercó más hacia sí, manteniendo sus ojos fijos en los de la otra, hasta que bajó la mirada hacia los labios de su amada, relamiéndose los propios antes de inclinarse hacia adelante y unir sus labios en un lento, pero profundo beso, el cual al instante fue correspondido con fervor; la más baja paso su pierna izquierda por sobre las de su esposa, sentándose en su regazo mientras seguían besándose con amor y una pasión que poco a poco iba en aumento.
El malestar debido al golpe de calor que había tenido se le había pasado por completo y ahora el celo había ganado terreno, provocando que el deseo que Rhaenys sentía por su Omega se intensificara por mil y tuviera la necesidad de tomarla allí mismo sin importar nada, y el hecho de que su amada estuviera muy dispuesta, por cómo la besaba y se movía sobre ella, le daba carta verde para que siguiera adelante con lo que su instinto le gritaba en ese momento; sin embargo, cuando se disponía a cambiar de posición, para poder recostar a su amada sobre el abrigo de lobo que había traído y que estaba a un lado de ambas, Aemma la detuvo al instante, rompiendo el beso y colocando una de sus manos en su pecho.
—No, hoy yo tomaré el control —habló con un tono suave, pero lleno de deseo y firmeza, desabotonando con maestría y sin titubeos la camisa medio abierta de su esposa —. Tú solo quédate allí como buena Alfa y deja que yo me encargue esta vez.
Rhaenys se quedó petrificada en su sitio, mirando completamente embobada a su mujer, aunque también estaba incrédula por este repentino cambio en su actitud por lo general tímida y reservada, pero ella se dejó hacer, manteniendo sus manos quietas y dejando entonces que su Omega tomase el control, curiosa de lo que haría al respecto; Aemma entonces se inclinó sobre su esposa y de forma lenta comenzó a repartir besos húmedos por todo el cuello de la mayor, deslizando la camisa de sus hombros, dejando la piel expuesta para su absoluto deleite; recordando los consejos que le había dado Alysanne, Aemma, comenzó a provocar a Rhaenys con sus besos, movimientos y caricias, mordiendo y chupando aquellos lugares que sabía que a su esposa la volvían loca, acariciando sus pechos sin ninguna vergüenza mientras movía sus caderas de un lado a otro sobre el regazo de su Alfa, sintiendo poco a poco cómo es que el deseo de su mujer se iba exteriorizando a través de una creciente erección que comenzaba a hacerse notoria con cada movimiento que hacía, ya que se iba rozando contra su centro igualmente cubierto, y aquello le provocaba una fricción exquisita.
La joven Omega mantuvo sus provocaciones por varios minutos más, luego de haberle dicho a Rhaenys que mantuviera las manos detrás de su espalda, para que así pudiera evitar que la tocase, ya que la propia Alfa confesó que le era difícil mantener sus manos quietas teniendo a su mayor tentación sobre ella, provocándola de aquella manera; contrario a lo que Aemma había pensado, sobre que Rhaenys se negaría a dejarla tener el control, su esposa se lo cedió completamente y solo se dejó hacer, disfrutando de sus atenciones, soltando un suspiro de alivio cuando luego de un rato de provocaciones, Aemma se movió un poco hacia atrás para poder bajar sus pantalones lo suficiente como para dejar su miembro al descubierto, tomándolo en su mano dominante y comenzando a acariciarlo de forma lenta y constante mientras que con su mano libre, se deshacía de sus ropas pequeñas, dejando su intimidad libre de cualquier barrera y cuando estuvo lista, regreso a su posición inicial sobre el regazo de su mujer, aun con su agarre firme en la dureza de su Alfa.
Aemma con confianza y sin titubear tomó el miembro erecto y listo para la batalla y lo alineó en su centro ya humedecido y listo para recibir a su esposa, la cual mantenía su mirada fija entre las piernas de la bella mujer que se encontraba encima de ella en ese momento, teniendo sus ojos completamente oscurecidos por el deseo que sentía en ese momento debido a todas las atenciones que le había estado dando Aemma desde hacía unos minutos atrás, dejándola rendida a sus caricias y a sus besos, y aunque quería tanto tomar a su mujer y dejarle ver cuánto apreciaba las atenciones que le había dado, Rhaenys le había prometido que mantendría sus manos quietas hasta que ella le diera el visto bueno y que no tomaría el control, dejando que la más baja hiciera lo que quisiera y cómo lo quisiera, mientras que la Targaryen entonces solo se dejaría hacer y disfrutaría de todo lo que estaba sucediendo, queriendo ver y disfrutar de esta nueva faceta de su normalmente tímida y recatada esposa.
Luego de rozar la punta del miembro contra su clítoris, Aemma lo posicionó en su entrada y de forma lenta y pausada lo fue introduciendo, habiendo posicionado sus pies en los muslos de Rhaenys como un mejor apoyo, causando también que la intrusión del miembro de su amada en ella fuera más fácil; cuando poco más de la mitad estuvo en su interior, la Arryn colocó sus manos en los fuertes hombros de su esposa y luego de tomar una profunda respiración se terminó de dejar caer en su regazo, soltando un gemido un poco alto cuando Rhaenys tocó fondo dentro de ella de una manera que hasta ahora no había ocurrido antes, y cuando vio a la mayor echar su cabeza hacia atrás mientras soltaba un gemido, supo que ella también estaba sorprendida y maravillada por aquello.
Pero a pesar de todo eso Rhaenys mantuvo sus manos detrás de su espalda, respetando la petición de su esposa, algo que Aemma valoró mucho y se lo hizo saber al acercarla a ella, tomándola por el mentón con su mano derecha, uniendo sus labios en un beso lleno de amor y pasión en igual medida, pero antes de dejarse llevar por completo en el beso, la de cabello platinado se separó y con el apoyo de sus manos en los hombros de la más alta, comenzó a moverse de forma lenta, pero segura en su regazo, mordiéndose con algo de fuerza el labio inferior al sentir a su Alfa entrar y salir de su interior de aquella forma tan profunda y pausada, dejándola sentir las venas marcadas del miembro en su necesitado centro.
A medida que se fue acostumbrando a la intrusión y a la posición en la que estaban, Aemma comenzó a agarrar más confianza en sí misma y en lo que estaba haciendo, sumándole también el hecho de que sentía su ego crecer con los gemidos y suspiros de completa satisfacción que soltaba la Alfa debajo de ella cada vez que tocaba fondo en su mujer o está la apretaba con su centro, provocando que aquella sensación tan divina casi la hiciera convulsionar, pero como la Alfa fuerte que era, ella no se correría hasta que su Omega no hubiera tenido como mínimo dos orgasmos antes que ella, ya que Rhaenys nunca dejaría insatisfecha a su amada esposa, porque para ella, el placer de Aemma siempre era lo principal.
La menor de la pareja había encontrado el ritmo perfecto en su vaivén de caderas, manteniendo sus manos sujetando los hombros de su esposa para apoyarse, gimiendo sin parar a la par de los gemidos y jadeos de su esposa, la cual se había separado un poco del costado de Meleys, aprovechando la diferencia de estatura que les daba la posición en la que estaban, para poder dejar un rastro de besos húmedos en el pecho de su amada hasta llegar al escote, soltando un pequeño gruñido porque la tela del vestido le impedía acceder a su premio.
La Arryn escuchó claramente el gruñido proveniente de su esposa, pero antes de que siquiera pudiera bajar la mirada para ver el motivo del gruñido, ya que por la neblina del deseo su mente no procesaba que Rhaenys estaba ofendida por la tela que cubría la hermosa piel de su Omega, pero no tuvo que esperar mucho tiempo para descubrir la razón, debido a que la mayor tomó la tela del escote entre sus dientes y con destreza y rapidez, lo bajó lo suficiente para que los grandes pechos de su amada, quedasen libres frente a su cara y sin esperar mucho más tiempo, paso su lengua de forma lenta (Aunque un poco desordenada) por el pezón derecho y luego hizo lo mismo por el izquierdo, debido al movimiento ascendente y descendente del cuerpo de su esposa sobre su regazo, pero sin duda alguna ella no se quejaba en lo absoluto, estaba disfrutando por completo de este nuevo lado de su esposa.
Aemma echó su cabeza hacia atrás por todo el placer que sentía, no solo por tener a su esposa profundamente dentro de ella, sino por las atenciones que le estaba brindando a sus sensibles pechos, el calor que había en el lugar no se podía comparar con el calor que sentían ambas por la pasión y deseo tan fuerte y desinhibido que se tenían la una a la otra; la menor entre ambas por un breve momento pensó que su Alfa no la dejaría tomar el control de la manera en que lo estaba haciendo, pero para su sorpresa, Rhaenys lo estaba disfrutando por completo, en ningún momento tomó el control como siempre, simplemente mantenía sus manos en sus caderas o su espalda y dejaba que Aemma hiciera lo que quisiera y como lo quisiera, ya fue acelerando sus movimientos o aminorándolos, gimiendo sin pudor por lo tan perdida en el deseo que se encontraba por el placer que le causaba tener a su Omega en aquella posición, de aquella manera tan pasional y carnal.
Aunque era una posición distinta a las que normalmente hacían, donde Rhaenys no estaba en su rol "dominante", sino que, en cambio, estaba en el "sumiso", quizás otros jamás dejarían que algo así pasara, pensando que con eso los estaban rebajando, porque se supone que los Alfas, sean hombres o mujeres, deben ser los que dominen y tomen, pero para Rhaenys no era así y nunca lo había sido, era más bien una cuestión del placer de su amada esposa, sin importar que, siempre velaba por el placer de Aemma, que estuviera como y disfrutando, sin dolor alguno más allá del que pudiera pedir la misma Omega o resistir; aquella posición era para que la Omega tuviera el total control de todo, del ritmo, la fuerza, la presión, tanto de su placer como el de Rhaenys misma, y esta no podría pedir que fuera diferente, por lo que sin darse cuenta y tomándola por sorpresa, se encontró muy cerca del primer orgasmo de la noche, más, sin embargo, no se permitió dejarse ir, no sin que su esposa llegase primero.
—Déjame tocarte, mi amor. Quiero que acabes primero, quiero que acabes sobre mí —murmuró entre gemidos roncos y respiraciones agitadas, levantando su mirada ahora más que oscurecida por el placer y por estar en pleno celo.
—Hazme acabar, mi Alfa... Hazme acabar y luego lléname con tu semilla —respondió con su respiración igual, si no más agitada que la de la propia Rhaenys, tomando en su mano dominante la mandíbula de la Princesa Heredera, acercando sus rostros al mismo tiempo en que sentía como dos dedos expertos se colocaban en su zona íntima y comenzaban a formar círculos lentos pero precisos en aquel punto sensible e hinchado.
La pareja casada se fundieron en un beso lleno de una lujuria y pasión desenfrenada, donde la menor entre ambas se encargó de morder y chupar a su antojo los labios de la otra, sin dejar de moverse en su regazo, mientras que su clítoris era estimulado sin parar, pero con la presión y velocidad justas y que la hacía delirar; continuaron así por unos minutos más, durante los cuales los muslos de Aemma comenzaron a temblar cada vez más, mientras que en su bajo vientre, se fue acumulando de forma rápida su orgasmo, lo cual Rhaenys supo, cuando sintió las uñas de su esposa en sus hombros y los espasmos cada vez más intensos en su miembro, por lo que a pesar de la posición un poco incómoda para su mano, acelero un poco más el movimiento de sus dedos en la intimidad de su Omega, y con unas embestidas más, esta terminó llegando al orgasmo sobre ella, soltando un fuerte gemido que resonó en el lugar, mientras se abrazaba a su Alfa en busca de apoyo, pasando las réplicas de aquel intenso orgasmo, temblando sin parar entre los brazos de la Targaryen.
Poco después de su primer orgasmo de la noche, cuando su cuerpo dejo de temblar sin control debido a la intensidad con la que acabo, Aemma se separó lo suficiente para poder ver a los ojos de su esposa, aun con sus cuerpos profundamente conectados, lo que hizo que la Omega sintiera lo dura que aún estaba su Alfa dentro de ella y que además, todavía no había tenido un orgasmo propio; en otro momento su inseguridad la hubiera hecho pensar que no era lo suficientemente atractiva para que su esposa acabara, siendo esta inseguridad la que más la había acompañado después de haber dado a luz, debido a que pensaba que ahora que había tenido un bebe, su esposa no la encontraría lo suficientemente atractiva como para excitarse por completo y tener un orgasmo, pero ahora sabía perfectamente que era debido a que Rhaenys siempre tenía como prioridad el placer de su Omega antes que el suyo propio, y se lo había demostrado una y otra vez, tanto antes del embarazo, durante de este y después del mismo, por lo que ahora no se tenía que carcomer la cabeza al pensar que Rhaenys no se excitaba con ella, porque la dureza y firmeza que tenía el miembro de su Alfa se lo dejaba muy en claro, y ahora que había tenido su orgasmo, quería que su esposa la llenara con uno propio.
—Necesito tocarte, mi amor. Quiero hacerte sentir bien, así como me has hecho sentir bien a mí —el tono de voz de Rhaenys era ronco, cargado no solo de deseo, sino también de amor, devoción y necesidad; le había fascinado la audacia de su Omega y quería hacerle ver cuánto efecto le había hecho, demostrarle que apenas se había podido contener de derramar toda su semilla con solo el primer movimiento que había hecho, y justo por eso es que se había aguantado, para que cuando esta le diera el permiso, pudiera dejarle ver cuánto apreciaba que la hubiera utilizado de aquella manera —. Por favor, déjame tocarte.
—Tómame, mi amor... Reclama lo que es tuyo como solo tú lo haces —dijo en apenas un susurro, su voz algo ronca por los gemidos y el grito que había dado cuando llegó a la cúspide, su respiración seguía aún algo agitada, pero no tanto como unos minutos antes; sus ojos estaban dilatados del deseo y necesidad, y cuando con una expresión algo inocente apretó el miembro erecto de su esposa en su interior, fue suficiente para romper el control de la Alfa.
Tan pronto como Rhaenys escuchó aquellas palabras profesadas de aquella manera tan agitada y necesitada, añadiendo el movimiento audaz y provocativo que había hecho Aemma con su intimidad caliente y húmeda, simplemente no pudo contenerse más y al instante rodeo la espalda de la hermosa mujer que estaba aún sentada en su regazo; ahora que podía tocar y tomar un poco más de control en aquella danza pasional que estaban compartiendo, Rhaenys no perdió tiempo y bajo por completo la parte superior del vestido que llevaba puesto su esposa, dejando por completo al descubierto sus hermosos pechos para su absoluto deleite, y así mismo, también se aseguró de subir un poco más la parte inferior del mismo, para que no les incomodara tanto.
Sin perder más tiempo, colocó sus manos en las redondas y firmes nalgas de su amada y les dio un fuerte apretón, retomando una vez más el vaivén de caderas que había estado haciendo su amada, pero esta vez, ayudándola con su propia fuerza, para que así los movimientos esta vez fueran más profundos y con mayor intensidad, comenzando a mover sus propias caderas al mismo ritmo, habiendo reajustado su posición, moviéndose un poco de donde estaban para poder quedar más acostada y así facilitar sus propios movimientos; tomó uno de los pezones de los grandes pechos frente a ella y lo chupo a su antojo, sintiendo como es que Aemma apretaba su miembro en su interior una vez más, mientras se arqueaba contra ella, gimiendo en voz alta, enredando sus dedos en su cabellera oscura, pidiéndole entre gemidos que siguiera tomándola de aquella manera.
Cuando Rhaenys cambio de pezón luego de dejar el primero completamente erecto y humedecido por su saliva, sintió a su mujer moverse un poco sobre ella, pero sin perder el ritmo de sus movimientos, y cuando se dio cuenta, notó que Aemma había abierto un poco más sus piernas, apoyando la parte frontal de sus pies en los muslos de la mayor, lo que provocó que la penetración se volviera más profunda, haciéndolas gemir a ambas por igual ante el cambio del ángulo, pero Aemma aprovechó aquello para ayudarse un poco más con sus esbeltas y sensuales piernas para tener un mayor impulso mientras montaba con más ganas a su Alfa, quien sin pudor alguno, manoseaba el trasero de su esposa con ganas, apretándolo y dando algunas nalgadas, dejando entonces la zona enrojecida por el pequeño maltrato que estaba recibiendo, pero aquello solo provocaba aún más el deseo de la Omega por su esposa.
—Dame otro cachorro, hazme tener a tu segundo cachorro, mi amor —Aemma, ya consumida tanto por el celo de Rhaenys, como por el suyo propio, prácticamente le suplicó con su voz cargada de deseo y necesidad, inclinándose sobre el cuerpo de su mujer, rozando sus labios por unos segundos antes de pasar a morder el labio inferior de su esposa con algo de fuerza, provocando que soltara un gemido de satisfacción por aquel pequeño maltrato a su labio.
—No voy a parar de llenarte, esposa mía... No lo haré hasta asegurarme por completo de que en tu vientre llevas a nuestro próximo cachorro —habló con absoluto deseo apenas contenido, dejando salir sus instintos más bajos, tomando a su mujer entre sus brazos, dejando que sus cuerpos se quedasen lo más pegados posible y con eso, movió un poco su posición, plantando sus pies con firmeza en el suelo, inmovilizando un poco la parte inferior de su mujer y comenzando a mover sus propias caderas, provocando que el choque de sus pieles húmedas y calientes, se escuchara en el lugar.
Aemma escondió su rostro en el cuello de su Alfa, embriagándose de su aroma, gimiendo de completo deseo contra su piel cada vez que el miembro de su esposa tocaba aquel punto más sensible en su interior, el cual la hacía delirar de puro placer y la hacía temblar entre los fuertes, pero amorosos brazos de su esposa; tan solo fueron necesarias unas fuertes y seguidas embestidas más para que ambas terminaran gimiendo al unísono y un poco alto, sin darse cuenta mordiendo una vez más las marcas de apareamiento que tenían mientras alcanzaban con fuerza el orgasmo al mismo tiempo.
Rhaenys tuvo que apretar con firmeza el cuerpo de Aemma sobre el suyo, debido a que los espasmos que las atravesaban eran intensos, por lo que para evitar que se fuera a caer y rompiera la unión de sus cuerpos, solo la abrazo más a su cuerpo mientras pasaban juntas las réplicas de aquel intenso orgasmo; la Alfa dio unas cuantas estocadas más con sus caderas, asegurándose de haber vaciado hasta el último rastro de su semilla en el interior de su Omega, y cuando sintió su miembro ponerse flácido poco a poco, invirtió la posición en la que estaban, recostando a su amada en el suelo sobre el abrigo de piel de lobo que había sido olvidado hacía mucho debido a su apasionado encuentro, pero que ahora podría usar como había pensado anteriormente antes de que Aemma tomara el control como lo había hecho.
La joven Omega soltó un pequeño suspiro cuando su piel entró en contacto con el abrigo de lobo, el pelaje se sentía muy bien contra su piel caliente, sensible y húmeda por el sudor, pero cuando Rhaenys salió de ella para poder quitarle el camisón que llevaba, Aemma soltó un pequeño gemido de frustración por la pérdida de sentirse llena, pero no protesto por aquello, puesto que tan pronto como Rhaenys la despojo de la última prenda que había estado cubriendo el cuerpo de su esposa, y ella misma se despojó de su propia poca ropa, quedando ambas en igual de condiciones; la Alfa se colocó entre las piernas abiertas de su esposa y su mirada fue atraída directamente hacia su centro necesitado, y al ver cómo es que su semilla apenas comenzaba a salir de la entrada de Aemma, soltó un bajo gruñido y sin esperar más, adentro de forma lenta, pero precisa dos de sus dedos en aquel lugar que había estado recibiéndola sin protestas y muy dispuesta.
—No quiero que ni una sola gota se derrame, quiero que después de esta noche, lleves en tu vientre a nuestro próximo cachorro —dijo con cierto tono posesivo y completamente entregado al deseo y al celo que estaba en pleno esplendor en ella; su mirada regresó al rostro de su amada, mientras sin ningún ápice de vergüenza, tomaba su miembro en su mano libre y comenzaba a acariciarlo de forma lenta al comienzo, solo acelerando un poco cuando vio a su esposa acariciar sus propios pechos mientras mantenía su mirada fija en su mano y miembro, sabiendo que aquella la estimularía más.
Y así fue, porque solo con ver aquella escena y con solo unas pocas estocadas más de su mano, Rhaenys estaba lista para el ruedo una vez más y tan pronto como su miembro estuvo en todo su esplendor erecto, lo posiciono en la entrada de su esposa, sacando de forma lenta sus dedos, adentrándose de la misma forma, provocando un suspiro de satisfacción mutua cuando estuvo completamente dentro de su Omega una vez más; aprovechando la posición en la que estaba, Rhaenys con cuidado levantó la pierna derecha de su mujer y la hizo apoyarla contra su hombro, para luego ella colocar sus manos en las caderas de Aemma, comenzando a mover sus caderas pausadamente, sintiendo las manos de su esposa apoyarse en su abdomen, pasando ligeramente sus uñas por él con cada penetración que le daba.
Tan solo unos momentos después, la Alfa volvió a bajar la pierna de su pareja y cuando esta dejó ambas apoyadas en sus muslos, apretó solo un poco el agarre que había estado teniendo en su cintura, dando unas cuantas y profundas embestidas más, provocando que con cada una, su Omega se arqueara contra el abrigo, aferrándose a sus antebrazos mientras gemía, sintiendo la potencia detrás de cada embestida que le era brindada por su fuerte Alfa, y aquello solo hizo que su bajo vientre temblara ligeramente de completa necesidad, su Omega completamente envuelta en el deseo y el celo en todo su esplendor, llamando a su Alfa para que la llenara con su semilla y la volviera a dejar en cinta.
Después de dar una última y poderosa embestida, Rhaenys apoyo sus manos a cada lado de las costillas de Aemma, arqueando ligeramente su cuerpo, manteniendo su peso equilibrado, para comenzar a mover sus caderas con una mayor velocidad, dejando atrás el vaivén lento y pausado que había estado manejando, cambiándolo por uno más rápido y profundo con cada momento que pasaba, siendo alimentado con mayor fervor con cada gemido alto y necesitado que soltaba su Omega debajo de ella.
El lugar a su alrededor estaba completamente impregnado en feromonas de apareamiento, y si algún otro humano se hubiera acercado, lo más probable es que se hubiera visto afectado por la magnitud de las feromonas que cargaban el lugar, más, sin embargo, no hubieran podido ver nada, gracias a que Meleys había movido su ala y cubrió a la pareja, aprovechando lo cerca que estaban de su cuerpo; y aunque la dragona no se veía afectada por lo que estaba sucediendo justo a su lado, solo con la magnitud de las feromonas en el aire, sentía que de este fogoso encuentro, saldría una nueva concepción, lo que le traería un nuevo jinete a la Casa Targaryen, y cuando este pequeño cachorro llegara a la edad adecuada, tomaría el reclamo de alguno de los otros dragones, así como Rhaenys había hecho con ella cuando era más joven.
La Alfa una vez más, volvió a tomar una posición más erguida, colocando sus manos en las caderas de la menor, aumentando la velocidad e intensidad de sus embestidas, provocando que el cuerpo de Aemma se estremeciera sin control debido a la potencia del choque entre sus cuerpos, pero sus gemidos solo reflejaban el absoluto placer que sentía en esos momentos, ninguno era de dolor, solo placer y completa satisfacción, sintiendo como su próximo orgasmo se iba acercando cada vez más rápido, y sus muslos temblorosos y los espasmos cada vez más notorios de su centro se lo hicieron saber a su esposa, la cual en consecuencia solo mantuvo el ritmo que llevaba manejando, pasando su mano dominante por todo el torso y pecho desnudo de su amada hasta llegar a su cuello, el cual apretó con suavidad, pero firmeza a la vez, sintiendo su propio orgasmo llegar en un subidón, por lo que tan solo con unas cuantas embestidas más profundas, pero lentas, terminaron llegando a la vez, gritando el nombre de la otra en completo éxtasis, y cuando Rhaenys aflojo su agarre en el cuello de su esposa, habiendo dado una última embestida en su centro, la Omega levanto su mano derecha de igual forma al cuello de la Alfa, atrayéndola hacia ella, fundiéndose en un beso apasionado y un poco desordenado debido a la respiración agitada de ambas, y a los espasmos que estaban atravesando debido al orgasmo conjunto que acababan de tener.
Aemma rodeo los hombros de su esposa con sus brazos, queriendo tenerla lo más cerca que fuera posible de su cuerpo, casi como si quisiera que se fundiera en ella y fueran una sola, soltando un pequeño suspiro de satisfacción al momento de que sus pieles calientes y un poco húmedas por sus recientes actividades entraron en contacto y sin ningún tipo de barrera entre ellas; continuaron besándose de forma lenta por un corto tiempo más, hasta que la Targaryen paso a dejar un rastro de besos húmedos a lo largo de la mandíbula de la Arryn y hasta el cuello, el cual pasó a besar, chupar y morder ligeramente a su antojo, escuchando los ligeros gemidos y jadeos que la Omega soltaba cerca de su oído con cada atención que le era brindada, sintiéndose derretir entre los brazos de su atenta y amorosa Alfa.
La pareja felizmente casada y ahora saciada, se quedó en aquella posición por unos minutos más, tanto para disfrutar de ese momento post-orgásmico, como también para que Aemma pudiera volver a sentir sus piernas con normalidad, y no como una gelatina danzante; el calor intenso del celo de ambas había disminuido casi por completo, tan solo dejando como una especie de zumbido suave en ellas, por lo que podrían regresar sin problemas a la Fortaleza Roja, sin temor de que volvieran a tener un subidón de lujuria en el camino, ya que sus cuerpos habían llegado a su cúspide y por esa noche, habían quedado más que satisfechas, en especial Aemma, quien podía sentir su bajo vientre ligeramente hinchado debido a la fértil semilla que su Alfa había vaciado sin parar en su útero, y el solo pensamiento de qué gracias al intenso y pasional encuentro que había pronto pudieran anunciar un nuevo embarazo, hizo que su Omega interior ronroneara con deleite y amor, y cuando sintió una pequeña y tierna caricia en su vientre, proveniente de su esposa, junto con una mirada cargada de adoración y amor, Aemma supo que compartían el mismo pensamiento.
—Deseo que pronto podamos anunciar tu próximo embarazo, esposa mía —dijo con un tono suave y cariñoso, la mejilla de su amada con ternura, antes de inclinarse más sobre ella para poder dejar un beso en su frente y otro en sus labios; podía sentir su Alfa interior prácticamente ronroneando de dicha, como si en ese mismo momento supiera que había cumplido con su deber, pero Rhaenys sabía que era cuestión de tiempo para que pudieran confirmarlo, pero ella no dudaba de su capacidad y mucho menos de su conexión con Aemma, ya que eso también era importante, que su Omega aceptara su semilla y albergara en su vientre a su cachorro.
—Así será, mi amor. Estoy segura de que tu semilla ha vuelto a hacer su cometido y me ha dejado en cinta una vez más, porque eres una Alfa muy fuerte y fértil —Aemma habló con seguridad, dándole una pequeña y cálida sonrisa a la mayor; ella no tenía ninguna pizca de duda de que su Alfa había logrado volver a embarazarla, pero en el caso de que no fuera así, no dejarían de seguir intentando hasta lograrlo, porque ella realmente quería volver a tener un cachorro de su esposa en su vientre, quería que su familia siguiera creciendo, darle tantos hijos como pudiera, no por obligación, sino porque así lo quería.
Poco después de aquello, Rhaenys se separó de su amada esposa, aunque un poco a regañadientes, ya que si hubiera sido por ella, se hubiera quedado así como estaban, pero no iba a dejar a su esposa durmiendo en el piso de Pozo Dragón, ella debía dormir cómodamente en una cama acolchada, así que la llevaría de regreso a la Fortaleza Roja y a sus aposentos matrimoniales, para que pudiera descansar después de su apasionado encuentro; Rhaenys se levantó primero del suelo y con cuidado ayudo a Aemma para que se pusiera de pie, ayudándola también a volver a colocarse el camisón y el abrigo de lobo, el cual afortunadamente no habían ensuciado con sus fluidos, luego se volvió a poner sus propios ropajes, bajo la atenta y profunda mirada de su esposa, la cual se sentía fascinada y muy dichosa de tener a semejante Alfa solo para ella, sabía que muchas otras Omegas querían estar en su posición, pero solo ella tenía el placer y honor de tener a Rhaenys Targaryen como su esposa, madre de su hija y sus próximos hijos, pero sobre todo, como su pareja destinada, porque nadie podía competir contra eso, aquella conexión era la más poderosa y no se podía comparar con ninguna otra.
—Pero... ¿Qué? —se quejó de repente y con absoluta confusión, cuando mientras caminaban tomadas de la mano después de despedirse de Meleys, sintió como algo pegajoso y cálido comenzaba a bajar de forma lenta por el interior de sus muslos, por lo que rápidamente se levantó el camisón que tenía puesto y se inclinó un poco, pasando sus dedos por la zona, soltando un jadeo cuando se dio cuenta de lo que era, sintiendo al instante cómo es que sus mejillas se encendían en calor.
—¿Te encuentras bien, mi amor? —preguntó entre extrañada y preocupada, deteniendo su andar al instante y mirando con preocupación a su amada, temiendo haber sido muy brusca con ella.
—Rhaenys Targaryen, mira el desastre que has ocasionado —se quejó entre avergonzada y mortificada, mirando con cierta indignación a su esposa, señalando y mostrándole cómo es que sus dedos ahora estaban cubiertos por el semen de la Alfa, el cual había comenzado a descender lentamente por sus muslos, lo cual la hacía sentir repentinamente tímida.
—Bueno, en mi defensa, yo no te vi quejándote en el proceso —comentó con cierta diversión y regocijo en su voz, sintiendo su pecho hincharse de cierto orgullo por aquello, soltando una pequeña risita mientras rasgaba la manga derecha de su camisa, arrodillándose frente a ella y entre sus piernas, comenzando a limpiar de forma lenta y cuidadosa los muslos de su Omega; sin embargo, no se pudo contener y en un momento se inclinó y pasó su lengua por el centro sensible y aún algo húmedo por sus fluidos de ambas, gimiendo ligeramente ante el sabor mezclado de ambas, pero se contuvo de hacer algo más, sabiendo perfectamente que su Omega ya no podía por los momentos con una ronda más, así que se separó de ella, saboreando sus labios sin pudor alguno.
—¡Rhaenys! Eres un caso —Aemma exclamó con mortificación, pena y aunque lo quisiera negar, deseo, debido al audaz movimiento que había hecho su mujer, soltándole varios golpes en el hombro y pecho tan pronto como se puso de pie nuevamente, sintiendo su cara arder de vergüenza por aquello, como si tan solo minutos atrás no hubiera estado cabalgándola con abandono, gimiendo por más mientras le arañaba la espalda sin cuidado a su Alfa, y recibiéndola más que gustosa sin ningún tipo de decoro.
—Así me amas, esposa —dijo con una sonrisa ladina en su rostro, rodeando la cintura de Aemma y atrayéndola hacia su cuerpo sin resistencia alguna, deteniendo así el "ataque" tan tierno que le había estado dando y tomando, en cambio, sus labios en un beso profundo, el cual rompió poco después, sonriendo con suficiencia al ver lo agitada que la terminó dejando solo con ese beso, junto con el intenso sonrojo que adornaba sus mejillas por lo acontecido y lo que acababa de hacer.
—Te amo, aunque en ocasiones seas incorregible —murmuró aún furiosamente sonrojada, dándole un pequeño empujón, haciéndose la "molesta", pero no logró mover a Rhaenys de su sitio, y solo hizo que la sostuviera con más firmeza, pero cuidado de la cintura, manteniendo sus cuerpos pegados.
—Pero ¿Sabes qué me dice eso? —le preguntó con una gran sonrisa en su rostro, el cual ahora lucía radiante y no quedaba rastro alguno del malestar con el que la había encontrado su amada más temprano en Pozo Dragón, y aquello se debía a toda la danza pasional que habían tenido.
—¿Q-qué? —cuestionó con un pequeño tartamudeo en su voz, sintiendo contra su cadera el bulto semi erecto de su esposa, quien al parecer se había comenzado a emocionar por haber probado sus esencias juntas en su centro.
—Que no hay forma de que ahora no estés esperando un cachorro mío —respondió sin más con un tono suave y cariñoso, sintiendo cómo su Alfa ronroneaba orgullosa, como si supiera que sus palabras eran más que acertadas; no estaba siendo arrogante, solo era la absoluta alegría que sentía de pensar que su familia pronto seguiría creciendo —. Lo hicimos mucho, así que, oportunidad hay.
—Por todos los Dioses, las cosas que dije —de repente, un vívido recuerdo de lo que acababan de hacer vino a su mente y al instante se sintió desfallecer, completamente ruborizada por su desenvoltura anterior; en realidad ella misma no se había esperado lograrlo y, sin embargo, así fue y lo disfruto mucho, pero ahora que la adrenalina inicial y la neblina del deseo y el celo se habían disipado, toda su timidez regreso de golpe a ella.
—No te avergüences, mi amor. Me dejaste ver todo lo que querías, pediste lo que querías y cómo lo querías, eso me encanta —al instante, Rhaenys le expresó su deleite con la repentina libertad que su amada expresó; queriendo disipar cualquier inseguridad que pudiera tener, tranquilizándola con dulces y sinceras palabras.
—¿No te sentiste inferior porque tomase el control al principio? —Aemma fijó su mirada en la de su esposa al momento de preguntarle aquello, queriendo ver lo que estos reflejaban al momento de responder, temiendo que su audacia fuera una ofensa para ella, ya que cambió su dinámica de Alfa dominante y Omega sumisa al atreverse a hacer tal acto al inicio.
—¿Sentirme inferior por tener a mi esposa sobre mí y tomando su placer a su antojo? ... Mi amor, me sentí como la Alfa más afortunada y dichosa de los siete reinos —al momento de hablar, la Princesa Heredera fue muy enfática y reafirmante, sonriendo con sinceridad, porque a ella no le importaba lo que se supone que se esperaba de sus roles, puesto que a pesar de ser una Alfa, ella siempre se aseguraba de que su Omega estuviera satisfecha y complacida, y esta audacia de su esposa solo era como una dicha absoluta para ella, porque Aemma buscó su propio placer, usando el cuerpo de su Alfa como quiso.
—Quería hacerte sentir bien a ti también, así como tú me haces sentir bien a mí siempre, mi amor —confesó con afecto rodeando el cuello de la mayor con sus brazos, acariciando con ternura los cabellos más cortos que tenía en la zona de su nuca.
—Me sentí de maravilla, te lo aseguro —habló al instante y con completa honestidad, rozando suavemente su nariz con la de su amada.
»Pero tampoco quiero que te sientas presionada de alguna manera para complacerme. Sabes que lo que más me fascina es darte placer, sin importar el mío propio —se separó lo suficiente para poder mirarla a los ojos, hablando con un tono ligeramente serio, dejándole en claro que ella no tenía por qué presionarse solo por querer complacer a Rhaenys, recordándole una vez más que ella disfrutaba mucho de que su Omega disfrutará sus momentos de intimidad.
—No fue por sentirme presionada o algo que hice eso... En realidad lo hice porque así lo quería —Aemma negó ligeramente con su cabeza, brindándole una sonrisa y mirada tranquilizadora, confesando con genuinidad la razón de haber tomado la iniciativa esta vez.
—Me alegra saber eso, esposa. De ahora en adelante, cada vez que quieras algo de esta índole o de cualquier otra, házmelo saber ¿Está bien? —al saber ahora la razón de su esposa, Rhaenys se sintió aliviada porque no fuera por presión o algo por el estilo sino porque simplemente su Omega así lo quería así que la alentó a seguir haciéndolo de ahora en adelante, ya que ella estaba más que dispuesta —. Quiero cumplir todo lo que tú quieras y desees.
—Eres la esposa y la Alfa más maravillosa que puedo tener, me siento tan dichosa de que me hayas elegido como tuya —realmente ella se sentía tan afortunada porque Rhaenys la hubiera tomado como su compañera, esposa y madre de sus hijos por sobre cualquier otra Omega, pero sobre todo, se sentía afortunada de ser la receptora del amor de la Alfa.
—Jamás podría haber elegido a alguien más. Estamos destinadas a estar juntas —habló con una inquebrantable certeza y devoción; su destino era estar juntas, reinar lado a lado y formar una familia llena de amor, eso era lo que los Dioses habían escrito para ellas y al haber luchado contra su abuelo y su primo para poder casarse con Aemma, ella aseguró su destino juntas, y lo haría una y mil veces de ser necesario.
Fortaleza Roja, 12 Luna.
—¿La pequeña dragona está lista para el torneo? —Rhaenys levanto en brazos a Rhaenyra quien estaba estirando sus bracitos a ella con una sonrisa. —Aún eres muy pequeña para los torneos, mi dulce dragón —respondió Rhaenys con una sonrisa dulce mientras besaba la frente de su hija—. Pero sin duda tienes el espíritu de uno. ¿Verdad que sí? —le preguntó a Rhaenyra, quien gorjeaba feliz en sus brazos.
Aemma estaba terminando de acomodar su cabello para luego mirar a su esposa e hija con una sonrisa.
—Tiene tu fuego, Rhaenys —comentó Aemma con cariño mientras se acercaba a ellas—. Y esa curiosidad insaciable que siempre te metió en problemas —dijo con una sonrisa cómplice, recordando seguramente alguna anécdota de la juventud de su esposa.
Rhaenys sonrió ante el comentario de su esposa, sus ojos violeta brillando con afecto.
—Oh, sin duda. Aún recuerdo aquella vez en que... —se detuvo, mirando a Rhaenyra en sus brazos—. Quizás esas historias deban esperar un poco, ¿Verdad, pequeña dragona? No queremos darte ideas demasiado pronto.
Aemma se acercó y suavemente acarició la mejilla de su hija.
—Pero es cierto. siempre tuviste una chispa especial. Una valentía que a veces rozaba la imprudencia —añadió con una risita suave.
Rhaenys hizo un puchero juguetón.
—¡Imprudencia! Yo lo llamaría audacia y determinación. Cualidades que sin duda nuestra hija heredará en abundancia. Mírala, Aemma. ¿No ves esa determinación en sus pequeños ojos? ¡Esta niña está destinada a grandes cosas!
Rhaenyra, ajena a la conversación sobre su futuro, seguía gorjeando y tratando de alcanzar un mechón del cabello de su madre con sus pequeñas manos. Ambas madres intercambiaron una mirada llena de ternura.
—Lo está —concedió Aemma con una sonrisa dulce—. Nuestra pequeña dragona.
Un momento de paz y amor llenaba la estancia, un contraste con las intrigas y los desafíos que sin duda les esperaban en el futuro dentro de los muros de la Fortaleza Roja.
Al momento entro Jocelyn Baratheon interrumpiendo el momento familiar.
—¿Dónde está mi querida nieta Rhaenyra? —Pregunto acercándose a la pequeña familia.
La voz resonante de Jocelyn Baratheon llenó la estancia, rompiendo la burbuja de intimidad que envolvía a Rhaenys, Aemma y la pequeña Rhaenyra. La matriarca Baratheon, con su porte regio y su mirada penetrante, se acercó con una sonrisa cálida pero firme.
—¡Ahí estás, mi florecita de dragón! —exclamó Jocelyn, sus ojos azules centelleando al ver a su nieta en brazos de Rhaenys. Extendió los brazos hacia la niña—. Ven con tu abuela, pequeña aventurera. Seguro que tienes muchas cosas que contarme.
Rhaenys sonrió con afecto hacia su madre y suavemente depositó a Rhaenyra en los brazos extendidos de Jocelyn. La niña, aunque inicialmente sorprendida por la repentina interrupción, pronto se sintió atraída por el brillo de los adornos que llevaba su abuela y comenzó a estirar sus manitas hacia ellos.
—Madre —saludó Rhaenys con respeto.
—Tia —añadió Aemma con una inclinación de cabeza.
—Mis queridas hijas —respondió Jocelyn, sin apartar la mirada de su nieta—. Siempre es un placer verlas, especialmente en momentos tan familiares.
Había un ligero énfasis en la última palabra, un sutil recordatorio de la importancia de la unidad familiar y del linaje, incluso en la privacidad de sus aposentos.
—Rhaenyra está creciendo tan rápido —continuó Jocelyn, acunando a la niña en sus brazos—. Parece que fue ayer cuando la vi por primera vez, un pequeño brote de la antigua Valyria. Ahora, mírala, con esa mirada curiosa que tanto me recuerda a su madre, Rhaenys.
Rhaenys sintió un orgullo cálido ante el cumplido, aunque también percibió la ligera sombra de la comparación implícita. Su madre siempre había sido una figura imponente, con expectativas elevadas para todos los miembros de su familia.
—Tiene tu espíritu, sin duda —comentó Rhaenys, manteniendo un tono ligero—. Y también la terquedad de los Baratheon, me temo.
Jocelyn soltó una carcajada sonora.
—¡Eso es bueno! Una princesa necesita determinación. El mundo no siempre es amable con las mujeres, especialmente con las que llevan sangre de dragón. Debe ser fuerte, astuta y saber defender lo que es suyo.
Miró a Rhaenyra con una intensidad que, por un instante, pareció demasiado para la pequeña.
—Asegúrate de enseñarle eso, Rhaenys. Y tú también, Aemma. En este nido de víboras que es la corte, la inocencia es una debilidad.
Aemma asintió solemnemente.
—Es algo que tenemos muy presente, tía.
—Bien —dijo la matriarca, suavizando su expresión y volviendo a sonreír a su nieta—. Pero por ahora, disfrutemos de esta pequeña maravilla. ¿Qué te parece si damos un paseo por los jardines, mi pequeña dragona? El sol es agradable y las rosas están en plena floración.
Rhaenyra gorjeó feliz en respuesta, y Jocelyn tomó esto como una invitación.
—Madre pronto empezará el torneo. —Rhaenys trato de hacer que su madre deberá a su hija con Aemma.
—No pasara mucho tiempo, su abuela sabe que no debe dejar a la princesa tanto tiempo fuera del torneo. —solto Aemma mirando a su esposa con una risita.
—Aemma tiene razón hija, Rhaenyra puede hacer esperar a las personas en su primer onomástico. —Jocelyn sonrió mirando a su nieta.
—Esta bien madre.
—Las dejo, mis queridas. Tengo una nieta a la que mimar.
Con una última mirada significativa hacia sus hijas, Jocelyn Baratheon se retiró de la estancia, llevando consigo a la pequeña Rhaenyra.
Al mismo tiempo en el palco real.
Otto estaba al lado del Lord Tully quien estaba ansioso por el torneo en honor al primer onomástico de Rhaenyra, sabía que era importante persuadir a los Lores del reino para que apoyen a Viserys sobre Rhaenys cuando el padre de ella, el rey Aemon Targaryen quien gozaba de buena salud falleciera en unos años mas.
—¿Un día espléndido, no Lord Tully? —hablo Otto mirando a ambos lados. —Muchas personas en el onomástico de la primera nieta del rey Aemon.
—Es verdad, no podemos negar que la princesa Rhaenyra es la favorita del rey Aemon, la reina Jocelyn también está encantada con su nieta, las princesas Rhaenys y Aemma la han hecho una digna sucesora al trono.
Otto Hightower sonrió con una falsa modestia, sus ojos recorriendo el bullicioso palco real. La nobleza de los Siete Reinos se había congregado en la Fortaleza Roja, los presentes con sus mejores galas, ansiosos por presenciar los justas y banquetes en honor al primer onomástico de la princesa Rhaenyra.
—Sin duda, Lord Tully —respondió Otto con un tono meloso—. La princesa Rhaenyra es una niña encantadora, y es natural que sus abuelos y sus madres la adoren. Su nacimiento ha traído gran alegría a la corte.
Hizo una pausa estratégica, permitiendo que sus palabras resonaran en el aire antes de continuar con una sutileza calculada.
—Sin embargo, como hombres de experiencia, ambos sabemos que el afecto familiar no siempre dicta los asuntos de estado. La sucesión al Trono de Hierro es un tema de gran importancia, que requiere ponderación y apego a las tradiciones que han mantenido la estabilidad de Poniente durante siglos.
Lord Tully asintió lentamente, su mirada siguiendo a Lady Arryn mientras tomaba asiento en el palco opuesto.
—Las tradiciones son importantes, Lord Hightower. Nadie lo niega. Pero también es cierto que el rey Aemon siempre ha mostrado una gran predilección por su hija Rhaenys. Y ahora, con la princesa Rhaenyra... Algunos podrían verla como una prueba más de que la línea de sucesión podría cambiar para bien.
Otto entrecerró ligeramente los ojos, evaluando la postura de Tully. El Lord del Aguasdulces no era un hombre fácil de persuadir, pero su lealtad era bien conocida.
—La admiración del Rey por su hija es comprensible —concedió Otto—. La princesa Rhaenys es una mujer de gran valía. Pero la historia nos enseña que los reinos prosperan cuando la sucesión es clara e indiscutible. El príncipe Viserys, como sobrino mayor del Rey y varón adulto, representa esa claridad. Su gobierno garantizaría la continuidad y evitaría cualquier facción o disputa que pudiera debilitar el reino.
—La princesa Rhaenys ha demostrado ser una sucesora digna y más que es una Alfa fuerte, no veo el problema en ello. —le hace una seña a un sirviente que lleva copas.
Otto aceptó la copa de vino con una sonrisa tensa. La mención de Rhaenys como una "Alfa fuerte" y una "sucesora digna" era un claro indicio de que Lord Tully no era tan fácilmente influenciable como esperaba. La lealtad del Lord del Aguasdulces a la princesa Rhaenys era más profunda de lo que había anticipado.
—Por supuesto, la princesa Rhaenys posee muchas cualidades admirables —respondió Otto, tomando un sorbo de vino con deliberada lentitud—. Su próxima unión con la Casa Velaryon es innegable. Sin embargo, la fortaleza individual, por admirable que sea, no siempre se traduce directamente en la estabilidad de un reino. La tradición, insisto, juega un papel crucial al ofrecer un camino claro y aceptado por la mayoría.
Otto hizo un gesto con la copa, abarcando con la mirada el bullicio del torneo que comenzaba a tomar forma en el patio inferior.
—Mire a su alrededor, Lord Tully. Vea a los Lores de los Siete Reinos reunidos. Muchos de ellos, si no la mayoría, esperan una sucesión que se alinee con las costumbres ancestrales. Desviar esa línea, por muy justificados que parezcan los motivos a algunos, podría interpretarse como una ofensa a esas tradiciones, sembrando descontento y potencialmente división.
—¿Sugiere que la fortaleza de la princesa Rhaenys podría ser vista como una debilidad? —preguntó Tully, con un tono que denotaba incredulidad.
—No, en absoluto —se apresuró a aclarar Otto—. Su fortaleza es innegable. Pero en el delicado equilibrio del poder, incluso la mayor virtud puede ser percibida de manera diferente por distintas cosas. Algunos podrían ver su fuerte voluntad como inflexibilidad, su determinación como obstinación. El príncipe Viserys, en cambio, goza de una reputación de moderación y consenso, cualidades que a menudo son preferidas por aquellos que buscan estabilidad por encima de todo.
Otto sabía que estaba caminando sobre una cuerda floja. No podía menospreciar abiertamente a la princesa Rhaenys, dada su popularidad y su fuerte posición. Su estrategia era sembrar dudas sutiles, apelar al conservadurismo de la nobleza y explotar el miedo a la incertidumbre.
—Además, Lord Tully —continuó Otto, inclinándose ligeramente—, debemos considerar la opinión de las otras grandes casas. Si bien la princesa Rhaenys cuenta con el apoyo de la Casa Velaryon, otras casas poderosas como los Beesbury, los Stark, los Arryn, los Baratheon, y, me atrevería a decir, incluso su propia Casa Tully, históricamente han favorecido la sucesión masculina. Un cambio drástico en la tradición podría alienar a estos aliados cruciales.
Tully permaneció en silencio por un momento, su mirada fija en los caballeros que se preparaban para el primer lance. La lógica de Otto, aunque fría y calculada, tenía un peso innegable. La estabilidad del reino era una preocupación primordial para cualquier Lord sensato.
—Entiendo sus preocupaciones, Lord Hightower —concedió finalmente Tully—. La paz del reino es lo más importante, pero mi casa y mis hombres le hemos dado nuestra lealtad a la heredera del rey Aemon.
A un lado de ellos estaban Lady Amanda y Lord Corlys Velaryon escuchando su conversación.
—Es un poco imprudente hablar así de la heredera al trono Lord Hightower. —señalo Lady Arryn mirando a la multitud de personas.
En ese instante, Lord Corlys Velaryon se unió a la conversación, su voz grave y autoritaria dominando el breve silencio que había seguido a las palabras de Lady Arryn.
—Lord Hightower —comenzó Corlys, su mirada penetrante fija en el anciano consejero—. Parece que olvida usted un detalle crucial. La princesa Rhaenys no solo cuenta con la lealtad de la Casa Tully y el respeto de la Casa Arryn. Ella y yo tenemos una alianza con el futuro de nuestro hijos. Cualquier ataque a su posición es un ataque directo a la Casa Velaryon.
La amenaza implícita en sus palabras era inconfundible. La Casa Velaryon, con su vasta flota y su riqueza inigualable, era un poder a tener en cuenta en los Siete Reinos. Desafiar a su cabeza era un ataque peligroso.
Lady Arryn asintió, su rostro reflejando una determinación silenciosa.
—La princesa Rhaenys cuenta con el apoyo de las casas más antiguas y nobles de Poniente. Intentar socavar no solo su derecho de nacimiento si no también al de la princesa Rhaenyra solo sembrará discordia y debilitará el reino que usted dice querer proteger, Lord Hightower.
Otto se encontró rodeado por la firme oposición de tres de los Lores más influyentes del reino. Su estrategia de persuasión sutil se había desmoronado ante la lealtad declarada y el poderío de los partidarios de la princesa Rhaenys.
—Mis señores, mi señora —dijo Otto, tratando de mantener la compostura a pesar del creciente nerviosismo—. Quizás mis palabras han sido malinterpretadas. Mi única intención es asegurar una sucesión pacífica y estable. No dudo de la valía de la princesa Rhaenys, pero simplemente…
—Simplemente favorece la tradición por encima de la voluntad del Rey y el derecho de su propia hija —interrumpió Lord Corlys con un tono cortante—. Una tradición que, convenientemente para usted, excluye a las mujeres del poder.
El golpe fue directo y certero. Otto sintió el rubor subirle a las mejillas ante la acusación velada de ambición personal.
—No es así, Lord Velaryon —se defendió Otto—. Valoro profundamente la estabilidad del reino y creo sinceramente que…
—Basta, Lord Hightower —zanjó Lady Arryn con autoridad—. Hemos escuchado sus argumentos. Ahora, permítanos disfrutar del torneo en honor a la princesa Rhaenyra. Sus maquinaciones políticas pueden esperar.
Con estas palabras, Lady Arryn dio por terminada la conversación, volviendo su atención al espectáculo que se desarrollaba en el patio. Lord Tully y Lord Corlys hicieron lo mismo, dejando a Otto solo con sus pensamientos y la amarga idea de que su intento de influir en la sucesión había encontrado una resistencia inesperada y formidable.
En ese momento habían llegado el rey Aemon y su reina Jocelyn con su nieta en brazos y a su lado estaba Aemma, mientras que su hija Alicent Hightower estaba a otro lado.
La llegada del rey Aemon al palco real, con la pequeña Rhaenyra en brazos, generó un palpable cambio en la atmósfera. Su presencia, imponente y serena a la vez, atrajo todas las miradas y silenció las conversaciones previas. La manera en que sostenía a su nieta, con una mezcla de orgullo y ternura, no dejaba lugar a dudas sobre su afecto por ella.
—Perdonen mi tardanza —dijo el rey Aemon con una leve sonrisa, dirigiéndose a los presentes en general—. Quería asegurarme de que la homenajeada estuviera presente para disfrutar de su día.
La reina Jocelyn se acercó a su esposo, colocando una mano en su brazo y ofreciéndole una mirada cómplice.
—Nuestra pequeña dragona se estaba entreteniendo con las rosas del jardín —explicó con una sonrisa dulce—. Parece que ya tiene el espíritu aventurero de su madre.
Aemma, de pie junto a ellos, asintió con una sonrisa orgullosa. Daemon, a su lado, observaba el palco con atención, su mano descansando discretamente en la empuñadura de su espada.
Otto Hightower hizo una reverencia respetuosa al rey, aunque sus ojos se posaron brevemente en Rhaenyra antes de volver a Aemon.
—Majestad, es un honor tenerlo aquí. El torneo está a punto de comenzar, y todos los Lores están ansiosos por presenciar las justas en honor a la princesa Rhaenyra.
—Me alegra escucharlo, Otto —respondió el rey, su mirada recorriendo a los nobles—. Este es un día para celebrar la vida y el futuro de la Casa Targaryen.
Se acercó al borde del palco, sosteniendo a Rhaenyra para que pudiera ver el bullicio del patio. La niña gorjeó con entusiasmo al ver los colores brillantes y el movimiento de los caballeros.
—Mírala, Jocelyn —dijo el rey con una sonrisa a su esposa—. Ya siente la emoción de los torneos.
—Sin duda heredará el amor por las justas de su madre, su tio y su abuelo —respondió la reina con cariño.
Lady Arryn se acercó al rey con una reverencia.
—Majestad, las princesas Aemma y Rhaenys han criado una niña fuerte y saludable. Es una alegría verla.
—Gracias, Lady Arryn —respondió Aemon con amabilidad—. Rhaenys y Aemma han demostrado ser madres ejemplares.
Lord Tully asintió con firmeza.
—El reino se alegra de celebrar este día con ustedes, Majestad. La princesa Rhaenyra es un símbolo de esperanza para el futuro.
Lord Corlys Velaryon se unió a ellos, su presencia imponente.
—Rey Aemon, la Casa Velaryon comparte su alegría en este día. La princesa Rhaenyra lleva la sangre de Valyria, una herencia de orgullo y poder.
Las palabras de los Lores reafirmaban su apoyo a la familia real y, por extensión, a la línea sucesoria a través de Rhaenys y su hija. Otto Hightower escuchaba en silencio, consciente de que la fuerte presencia del rey y el apoyo declarado de los nobles hacían su tarea aún más difícil.
Alicent Hightower permanecía a un lado, observando la escena con una expresión que mezclaba ira y enojo. La clara preferencia del rey por su nieta no pasaba desapercibida para ella.
—Bien —dijo finalmente el rey Aemon, volviendo su atención al patio donde los heraldos anunciaban el inicio del torneo—. Que comiencen el torneo en honor a la princesa Rhaenyra. Que sea un día lleno de honor y celebración.
Con estas palabras, el rey se sentó junto a la reina, aún con Rhaenyra en sus brazos. La atención del palco se dirigió al espectáculo que comenzaba, pero las semillas de la intriga y las tensiones sobre la sucesión seguían latentes bajo la superficie de la celebración.
La partida de Daemon no pasó desapercibida para el astuto Otto. Percibiendo una oportunidad en la ausencia del príncipe canalla, se deslizó con la sutileza de una serpiente hacia donde se encontraba su hija Alicent, procurando no llamar la atención de los demás nobles absortos en el inicio del torneo. Su rostro, antes contenido en una máscara de cortesía, ahora reflejaba una mezcla de frustración e impaciencia.
—Alicent —siseó Otto, acercándose lo suficiente para que sus palabras no fueran escuchadas por otros—. ¿Dónde demonios están Rhaenys y el imbécil de tu esposo?
El tono de Otto, aunque bajo, estaba cargado de un enojo apenas disimulado. La mención de Viserys como "tu esposo" sonaba casi como un reproche, evidenciando su descontento con el matrimonio de su hija y, presumiblemente, con la falta de influencia que Viserys parecía tener en los asuntos de la sucesión. Su pregunta sobre Rhaenys revelaba su constante preocupación por la heredera y sus movimientos.
Alicent apretó los labios, sintiendo la punzada de la humillación ante las palabras de su padre sobre Viserys. Su enojo inicial comenzaba a transformarse en una tristeza resignada. Sabía que para Otto, los sentimientos de su hija eran secundarios a sus ambiciones.
—No lo sé, padre —respondió Alicent, su voz apenas un susurro—. Tal vez Rhaenys esta en sus aposentos. O quizás Viserys fue a ver los preparativos del banquete. No me informa de cada uno de sus movimientos.
Intentó mantener un tono neutral, pero era difícil ocultar la creciente tensión en su interior. La presión constante de su padre la estaba desgastando.
Otto la observó con una mirada penetrante, como si intentara leer sus pensamientos.
—Deberías saberlo, Alicent. Eres su esposa. Debes estar atenta a todo lo que sucede en esta corte. La información es poder, hija. Y no podemos permitirnos ignorar los movimientos de aquellos que se oponen a nuestro futuro. —hizo una breve pausa, suavizando ligeramente su tono. —Solo te pido que estés alerta. Que me informes si escuchas o ves algo relevante. El Rey no vivirá para siempre, y debemos estar preparados para el momento en que la sucesión se convierta en el tema central.
Alicent asintió lentamente, sin mirarlo a los ojos. Se sentía utilizada, un peón en el juego de poder de su padre. Su matrimonio, se estaba convirtiendo en una fuente de conflicto interno.
En ese momento, su atención fue capturada por el espectáculo en el patio. Un caballero con los colores de la Casa Strong había sido derribado de su caballo con un golpe certero. El rugido de la multitud la distrajo momentáneamente de la conversación con su padre.
Otto también dirigió su mirada al torneo, pero su mente seguía trabajando. La firmeza del apoyo hacia Rhaenys lo obligaba a considerar estrategias más sutiles y a largo plazo. Sabía que no podía enfrentarse directamente a la voluntad del Rey y al poder de las casas aliadas a Rhaenys. Necesitaba sembrar dudas, explotar cualquier posible grieta en su apoyo y esperar el momento oportuno.
En otro lado.
Daemon llegó justamente al momento en que les estaban colocando las armaduras a Viserys y Rhaenys.
—Me gusta tu armadura hermana. —Halago Daemon al ver la similitud de la armadura de Rhaenys con Meleys. —Intentas llamar la atención de todos
Viserys se molesto mucho al ver qué su hermanó halagó a su prima en ves de el.
—Se que llamare la atención, pero solo intento llamar la de mi apreciada esposa Aemma y de mi hija Rhaenyra. —Hablo Rhaenys con una sonrisa.
Viserys al escuchar el nombre de Aemma le dió celos el como Rhaenys se había casado con Aemma quien era su esposa Omega destinada a darle hijos, pero en cambio se casó con Rhaenys, Daemon las apoyo en los años de matrimonio.
La tensión en el aire se palpaba, como la calma que precede a la tormenta. Daemon, con una sonrisa ladina, observó el brillo escarlata de la armadura de Rhaenys, cuyas escamas intrincadas evocaban la piel de su dragón.
—Siempre tan resplandeciente, prima. Uno pensaría que buscas eclipsar a todos en el campo de batalla.
Viserys carraspeó, incómodo. El cumplido dirigido a Rhaenys resonó como un reproche silencioso en el espacio.
—Mi armadura es para la batalla, Daemon —respondió Rhaenys con serenidad, sin perder su sonrisa amable—. Y mi atención está donde siempre ha estado: con Aemma y nuestra Rhaenyra.
Las palabras de Rhaenys fueron un dardo directo al corazón de Viserys. El recuerdo de Aemma, su Omega destinada, ahora unida a su prima, lo consumió con una punzada de celos. Sabía del amor profundo que unía a Rhaenys y Aemma, un lazo que Daemon había cultivado y fortalecido con su apoyo incondicional a lo largo de los años.
Daemon, perspicaz como siempre, notó la sombra que cruzó el rostro de su hermano. Sin embargo, eligió no profundizar en la herida. En cambio, se acercó a Viserys, cuya armadura, aunque regia, parecía pesar sobre sus hombros.
—Tu armadura te sienta bien, hermano —dijo Daemon, su tono ahora más mesurado—. Lista para defender los colores de nuestra Casa.
Viserys asintió, aunque sus ojos aún reflejaban un enojo latente. La presencia de Rhaenys y la mención de Aemma habían reabierto una vieja cicatriz. El torneo estaba a punto de comenzar, pero para Viserys, la verdadera batalla ya se libraba cuando derrotará a Rhaenys.
—Gracias, Daemon —respondió Viserys con un tono que intentaba ser casual, pero que no lograba ocultar un matiz de irritación—. Solo espero estar a la altura de las expectativas.
Rhaenys terminó de ajustar los últimos broches de su armadura, su mirada recorriendo a sus primos con una mezcla de afecto y comprensión.
—Ambos lucen formidables —comentó Rhaenys, suavizando la tensión—. Estoy segura de que honrarán el nombre de nuestra Casa en el torneo.
Daemon sonrió con picardía.
—Por supuesto, hermana. Pero no esperes que me contenga solo porque eres familia. La victoria es la victoria.
—Y no esperes cortesía de mi parte, primo —replicó Rhaenys con una sonrisa competitiva—. Saldré a la arena a ganar.
Viserys observó el intercambio con una creciente frustración. La camaradería entre Daemon y Rhaenys, reforzada por su relación con Aemma, era un recordatorio constante de lo que él sentía que había perdido. Su deseo de destacar en el torneo se intensificó, impulsado no solo por el orgullo de su Casa, sino también por la necesidad de demostrar su valía, especialmente frente a Rhaenys.
En ese momento, Ser Erryk Cargyll se acercó, anunciando que todo estaba listo para que los contendientes se dirigieran a la arena.
—Es hora, mis señores y mi señora —dijo Ser Erryk con una reverencia.
Daemon fue el primero en moverse, su armadura oscura brillando con cada paso. Rhaenys le siguió con gracia, su armadura escarlata destacando entre los demás caballeros. Viserys se quedó un instante, ajustando su guantelete, su mente fija en la competencia que estaba por comenzar. Necesitaba demostrar su fuerza, su habilidad y, quizás lo más importante, reclamar un poco de la atención que parecía eludirlo constantemente.
Mientras los tres Targaryen se dirigían a la arena, la multitud comenzaba a congregarse, ansiosa por presenciar el espectáculo. Los vítores y los murmullos llenaban el aire, creando una atmósfera de expectación y emoción. Para Viserys, este no era solo un torneo en honor a su sobrina, sino una oportunidad personal para afirmar su posición y, tal vez, eclipsar aunque solo fuera por un momento, la brillantez de su prima y la sombra de sus propios celos.
Daemon se subió a su caballo colocándose su casco con las alas de dragón a los lados, mientras que Rhaenys tenía su casco debajo de su brazo siendo similar a Meleys quien tenía cuernos puntiagudos alrededor de su cabeza.
Daemon montó a su corcel negro, su armadura oscura reluciendo bajo el sol naciente. El yelmo que se colocó, adornado con estilizadas alas de dragón a los costados, acentuaba su aura de guerrero temible y audaz. Un murmullo de expectación recorrió la multitud al verlo, conscientes de su reputación tanto por su habilidad en la batalla como por su visibilidad.
El heraldo anuncio el primer contrincante de al que se enfrentaría Daemon quiere era el hijo de Otto representando a la casa Hightower.
El heraldo, con voz potente y resonante, se adelantó en el centro de la arena, su tabardo con los colores de la Casa Targaryen ondeando ligeramente con la brisa. Levantó un pergamino con un gesto dramático y comenzó su anuncio:
—¡Que todos escuchen! En este glorioso día, en honor al primer onomástico de la princesa Rhaenyra Targaryen, seremos testigos de la valentía y la destreza de los caballeros de los Siete Reinos. ¡Para el primer lance de este gran torneo, se enfrentarán el príncipe Daemon Targaryen y Ser Gwayne Hightower, hijo de la Mano del Rey!
Un murmullo recorrió la multitud al escuchar el nombre del primer contrincante de Daemon. Ser Gwayne Hightower era conocido por su habilidad marcial, aunque muchos lo consideraban eclipsado por la reputación de su padre y la sombra de su linaje. Enfrentarse al Príncipe Canalla en el primer lance era un desafío formidable, y algunos en la multitud se preguntaban si el joven Hightower estaría a la altura.
Desde el palco real, Otto Hightower observó con una expresión estoica. Por dentro, sin embargo, sentía una mezcla de nerviosismo y esperanza. Una victoria de su hijo contra Daemon al inicio del torneo enviaría un mensaje poderoso, aunque sabía que las probabilidades estaban en contra de Gwayne.
Daemon, sobre su corcel negro, escuchó el anuncio con una sonrisa desdeñosa. Ajustó las riendas con un movimiento fluido, su mirada oscura fija en el extremo opuesto de la arena, donde Ser Gwayne, con los colores verde y blanco de la Casa Hightower, se preparaba.
Rhaenys, aún con su yelmo bajo el brazo, observó a su primo con una ceja ligeramente levantada. Conocía la ferocidad de Daemon en la justa y se preguntaba si Gwayne Hightower poseía la habilidad y la determinación necesarias para enfrentarlo.
Viserys, a un lado de Rhaenys, apretó los puños con anticipación. Una parte de él esperaba ver a Daemon derrotado, aunque otra parte reconocía la destreza de su hermano en la arena.
El heraldo hizo sonar una trompeta, la nota aguda resonando en todo el recinto. Los dos caballeros se prepararon, ajustando sus escudos y empuñando sus lanzas con firmeza. La multitud contuvo el aliento, anticipando el choque inminente.
Con un grito de guerra, Daemon espoleó a su caballo, lanzándose a toda velocidad hacia Ser Gwayne. El joven Hightower respondió con igual determinación, su lanza apuntando firmemente hacia el centro del escudo de Daemon. El destino del primer lance, y quizás la tónica del torneo, pendía del filo de sus lanzas.
El choque fue ensordecedor. Las lanzas impactaron con una fuerza brutal, astillándose y rompiéndose en múltiples fragmentos que volaron por el aire. El sonido resonó en toda la arena, seguido por un grito ahogado y el estruendo de un cuerpo cayendo a la arena.
El caballo de Ser Gwayne Hightower continuó su carrera unos metros más, desbocado y sin jinete. En el centro de la arena, Ser Gwayne yacía inmóvil, su armadura abollada y su cuerpo lastimado pero todavía vivo. La lanza de Daemon, aunque rota, había encontrado su marca con precisión letal.
La multitud celebró la victoria de Daemon, mientras que otros caballeros se llevaban a Gwayne con un Maestre para que lo atendiera. La multitud rugió con una mezcla de alivio y excitación al ver que Ser Gwayne aún respiraba, aunque su cuerpo yacía maltrecho en la arena. Los vítores hacia Daemon se intensificaron, reconociendo la contundencia de su golpe, aunque la visión del joven Hightower herido había atemperado ligeramente la euforia.
—¡Ahora en el siguiente encuentro tendremos a la heredera al trono, la princesa Rhaenys Targaryen enfrentarse a el caballero de la casa Baratheon! —anuncio el heraldo presentando a los siguientes combatientes.
Rhaenys con su armadura y su lanza en mano se dirigió al palco real.
—¡Me gustaría tener el favor de las princesa Aemma Arryn y Rhaenyra Targaryen! —Hablo mirando a su esposa quien tenía en sus brazos a su hija Rhaenyra.
Una ovación aún mayor resonó en la arena cuando Rhaenys, con su armadura escarlata brillando bajo el sol, se dirigió hacia el palco real. Su gesto de solicitar el favor de su esposa e hija era una tradición caballeresca que siempre conmovía al público, especialmente cuando se trataba de la heredera al trono.
Aemma, sosteniendo a la pequeña Rhaenyra en sus brazos, sonrió con calidez al ver a su esposa acercarse. La niña, ajena a la tensión del torneo, agitó sus pequeñas manos al ver a su madre con la brillante armadura.
Con una gracia encantadora, Aemma tomo una de las coronas de flores que estaban en una mesa y se la ofreció a un paje cercano. El joven corrió hacia Rhaenys y le entregó la corona con una reverencia.
Rhaenys recibió la corona de flores con una sonrisa radiante y la prendió con cuidado en su armadura, justo sobre su corazón. Luego, dirigió una mirada llena de amor y determinación hacia Aemma y Rhaenyra.
—Por mi esposa y mi hija —declaró Rhaenys con voz clara y fuerte, para que todos en la arena pudieran escuchar.
La multitud vitoreó con entusiasmo ante este gesto de amor familiar y caballerosidad. El favor de la princesa Aemma y la pequeña Rhaenyra era un símbolo de pureza y afecto, y verla adornar la armadura de la heredera solo aumentaba el apoyo y la admiración hacia ella.
Desde su lugar, el rey Aemon sonrió conmovido por la escena. La unión entre Rhaenys y Aemma, y el amor por su nieta, eran fuentes de gran alegría para él. La reina Jocelyn asintió con una mirada dulce, compartiendo el sentimiento.
Lord Corlys Velaryon sonrió por tal gestó de recibir tal aclamación. Lady Arryn también sonrió, apreciando la conexión entre las dos princesas y su hija.
Otto Hightower observó la escena con una expresión cada vez más sombría. La demostración pública de afecto y el apoyó hacia Rhaenys solo hacían que su tarea de promover a Viserys pareciera aún más desalentadora. La popularidad de la heredera era innegable, y gestos como este solo servían para afianzarla en el corazón del pueblo.
Con el favor de su esposa e hija prendida en su armadura, Rhaenys regresó a su posición en la arena, lista para enfrentarse al caballero Baratheon. La multitud la animó con renovado fervor, impulsada por su habilidad en la justa anterior y este conmovedor tributo a su familia. El siguiente lance prometía ser aún más emocionante.
Rhaenys se enfrentó al corpulento caballero Baratheon. Ambos contendientes se cuadraron, sus lanzas apuntando con determinación. El silencio expectante de la multitud solo era interrumpido por el resuello de los caballos.
Al sonar la trompeta, ambos espolearon a sus monturas, lanzándose uno contra el otro a toda velocidad. El caballero Baratheon, aprendiendo de su anterior encuentro, mantuvo su lanza firme y centrada. Rhaenys, con la agilidad que la caracterizaba, buscó de un ángulo que le diera ventaja.
En el último instante, Rhaenys inclinó ligeramente su cuerpo y su lanza, apuntando a la parte superior del escudo de su oponente, justo donde se unía al hombro. El impacto fue sólido y resonante.
El caballero Baratheon tambaleó, pero logró mantenerse en su silla. Sin embargo, la fuerza del golpe le hizo perder el equilibrio y su lanza se desvió, rozando el escudo de Rhaenys sin derribarla.
Aprovechando la inestabilidad de su oponente, Rhaenys rápidamente preparó su lanza para un segundo ataque. Antes de que el caballero Baratheon pudiera recuperarse por completo, Rhaenys lo embistió de nuevo, esta vez apuntando al centro de su pecho.
El impacto fue devastador. El caballero Baratheon lanzó un grito ahogado y se desplomó hacia atrás en su montura, antes de caer pesadamente a la arena. Su armadura resonó al golpear la tierra, levantando una nube de polvo.
La multitud estalló en vítores aún más fuertes que antes. La rapidez y la precisión de Rhaenys al asestar dos golpes consecutivos habían sido asombrosas. Había derrotado a un guerrero conocido por su fuerza bruta con habilidad y estrategia.
Desde el palco real, el rey Aemon aplaudió con una sonrisa orgullosa. La reina Jocelyn asintió con admiración Aemma soltó un grito de emoción por su esposa mientras la pequeña Rhaenyra aplaudía con sus pequeños bracitos. Lord Corlys Velaryon gritó de emoción, y Lady Arryn sonrió con satisfacción. Incluso Lord Tully, generalmente reservado, dejó escapar una exclamación de sorpresa y aprobación.
Otto Hightower observó la escena con el rostro cada vez más sombrío. La victoria de Rhaenys, adornada con el favor de su familia, era una poderosa declaración de su valía y del apoyo que recibía. Susurró algo a Alicent, quien asintió con una expresión preocupada.
Rhaenys desmontó de su caballo y se acercó a su oponente caído, asegurándose de que recibiera atención médica inmediata. Luego, con una reverencia hacia el palco real, se retiró entre los aplausos ensordecedores de la multitud.
Su actuación en el torneo no solo había sido impresionante, sino que también había reforzado su imagen como una líder fuerte, hábil y querida por el pueblo. Para Otto Hightower, era un problema mayor. La brillantez de Rhaenys en la arena era un obstáculo formidable para sus ambiciones.
El heraldo se adelantó de nuevo, su voz resonando por encima del clamor de la multitud.
—¡Y ahora, damas y caballeros, prepárense para presenciar la habilidad del príncipe Viserys Targaryen! ¡Su oponente será el valiente Ser Harrold Westerling de la Guardia Real!
Un aplauso cortés, aunque menos entusiasta que el dedicado a Rhaenys, recibió el anuncio de la participación de Viserys. El príncipe era conocido por su amor por la historia y las artes, más que por su destreza en la justa. Sin embargo, como miembro de la Casa Real, se esperaba su participación.
Desde el palco real, el rey Aemon observó a su sobrino con una expresión neutra. Sabía que Viserys no era un guerrero de la talla de Daemon o Rhaenys, pero apreciaba su buena voluntad al participar en honor a su nieta.
Otto Hightower, por su parte, sintió una punzada de esperanza. Quizás Viserys podría mostrar algo de valor en la arena, aunque enfrentarse a un miembro experimentado de la Guardia Real como Ser Harrold Westerling era un desafío considerable.
Alicent observó a su esposo con una mezcla de preocupación y anhelo. Deseaba que Viserys pudiera destacar, ganar el favor del público y demostrar su valía.
En la arena, Viserys montaba un corcel blanco, su armadura dorada brillando con el sol. Su rostro mostraba una determinación nerviosa mientras sostenía su lanza.
Al otro extremo, Ser Harrold Westerling, un caballero curtido y respetado de la Guardia Real, se preparaba con una compostura imperturbable. Su armadura blanca inmaculada reflejaba su dedicación al servicio del Rey.
El heraldo hizo sonar la trompeta, y ambos caballeros se lanzaron al ataque. La multitud observaba con una expectación contenida, preguntándose cómo se desenvolvería este desigual encuentro.
Viserys espoleó a su caballo con una determinación visible, su lanza apuntando con concentración hacia el centro del escudo de Ser Harrold. El caballero de la Guardia Real avanzó con una técnica depurada, su postura firme y su lanza igualmente dirigida.
El choque de las lanzas fue limpio y directo. Ambos caballeros impactaron sus escudos con fuerza, el sonido resonando en la arena. Sin embargo, la experiencia y la fuerza de Ser Harrold Westerling se hicieron evidentes.
La lanza de Viserys se desvió ligeramente hacia un lado por el impacto, mientras que la de Ser Harrold permaneció firme. En el siguiente instante, con un movimiento rápido y preciso, Ser Harrold ajustó su puntería y golpeó a Viserys justo en el hombro, donde la armadura ofrecía menos protección.
Viserys dejó escapar un grito de dolor cuando sintió el impacto. El golpe lo desestabilizó en la silla, y su lanza cayó inútilmente a un lado. Aunque intentó mantenerse firme, el dolor y la sorpresa lo vencieron.
Con un estruendo, Viserys cayó de su caballo, su armadura dorada resonando al golpear la arena. Su montura continuó su carrera unos metros antes de ser controlada por un palafrenero.
Un silencio se cernió sobre la multitud, seguido por algunos murmullos de preocupación. La derrota de Viserys había sido rápida y clara.
Desde el palco real, el rey Aemon frunció ligeramente el ceño, aunque su expresión seguía siendo contenida. La reina Jocelyn mostró una leve mueca de preocupación. Alicent se cubrió la boca con una mano, sus ojos llenos de angustia por su esposo. Otto Hightower apretó los labios, su esperanza inicial desvaneciéndose.
Ser Harrold Westerling desmontó de su caballo con cortesía y se acercó a Viserys, ofreciéndole una mano para ayudarlo a levantarse. Viserys aceptó la ayuda con una expresión adolorida y avergonzada.
—Mi príncipe, espero no haberlo lastimado demasiado —dijo Ser Harrold con un tono respetuoso.
—Estoy bien, Ser Harrold —respondió Viserys con dificultad, llevándose una mano al hombro—. Su habilidad es innegable.
Con ayuda, Viserys se retiró de la arena, cojeando ligeramente y con la cabeza gacha. La multitud ofreció algunos aplausos de consuelo, pero la clara derrota del príncipe contrastaba fuertemente con las victorias de Daemon y Rhaenys.
La arena se convirtió en un torbellino de actividad con los siguientes combatientes. Caballos relinchaban y chocaban, lanzas se astillaban y armaduras resonaban con cada impacto. Los caballeros, con sus yelmos y escudos, se lanzaban unos contra otros en una danza caótica de fuerza y habilidad. Algunos caían de sus monturas con estruendo, levantando nubes de polvo, mientras que otros lograban mantenerse en pie, buscando una nueva oportunidad para atacar. El público gritaba y animaba, la emoción del torneo llenando el aire. Era un espectáculo de caos controlado, donde la destreza y la suerte decidían el destino de cada encuentro, incluso algunos buscaban asesinar a su contrincante algo que fue aumentando mientras avanzaba el torneo.
La atmósfera del torneo comenzó a cargarse de una tensión palpable, diferente a la mera excitación de la competencia. A medida que avanzaban los lances, un matiz de brutalidad se insinuaba en los encuentros. Algunos caballeros, impulsados por la ambición o quizás por órdenes discretas, parecían apuntar sus golpes con una ferocidad inusual, más allá de la simple búsqueda de la victoria.
Se vieron lanzas dirigidas a puntos vulnerables con una intención que parecía exceder el espíritu del torneo. Un caballero de las Tierras de los Ríos fue derribado con un golpe tan violento en el yelmo que quedó inconsciente, y los maestres tardaron en reanimarlo. Otro, representando a una casa menor del Dominio, cayó de su caballo con una pierna torcida de forma antinatural tras un impacto aparentemente accidental.
Los murmullos en la multitud se hicieron más frecuentes, teñidos de una creciente incomodidad. Algunos nobles intercambiaban miradas preocupadas, percibiendo la escalada de violencia en la arena. La celebración del onomástico de la princesa Rhaenyra comenzaba a verse empañada por una agresividad inusitada.
Desde el palco real, el rey Aemon observaba los encuentros con una ceja fruncida. La intensidad de algunos golpes le resultaba preocupante, aunque no podía discernir si se trataba de fervor competitivo o de algo más siniestro. La reina Jocelyn apretó su abanico con nerviosismo, mientras que Aemma se aferraba a Rhaenyra con una expresión ligeramente inquieta.
Otto Hightower, aunque su hijo había sido uno de los primeros en caer, parecía observar el desarrollo del torneo con una atención particular. Su rostro era difícil de leer, pero había una intensidad en su mirada que sugería que estaba analizando cada movimiento, cada golpe, cada caída.
Lord Corlys Velaryon y Lady Arryn intercambiaron miradas significativas. La violencia creciente no les pasaba desapercibida, y ambos parecían sospechar que algo más estaba sucediendo bajo la superficie del torneo. Lord Tully, con su pragmatismo habitual, simplemente negó con la cabeza, como si lamentara la pérdida del espíritu caballeresco en la contienda.
En la arena, los maestres trabajaban con diligencia, atendiendo a los caballeros heridos. La frecuencia con la que debían intervenir aumentaba con cada lance, tiñendo la arena de pequeños parches de sangre sobre la tierra. La atmósfera festiva se diluía gradualmente, reemplazada por una tensión palpable y la sensación de que el torneo había tomado un cariz peligroso e inesperado. La búsqueda de la gloria parecía haber degenerado en una lucha más oscura y personal para algunos.
Al momento de llevarse al último caballero caído en combate, el heraldo anuncio el combate de Daemon contra Sir Criston Cole.
La multitud, aún conmocionada por la creciente brutalidad de los lances anteriores, dirigió su atención al centro de la arena cuando el heraldo alzó su voz.
—¡Ahora, presenciemos un encuentro entre dos guerreros! ¡El Príncipe Daemon Targaryen se enfrentará al valiente Ser Criston Cole!
Un murmullo recorrió la multitud al escuchar el nombre de Ser Criston Cole. Su conocimiento había sido meteórico, y su habilidad con la espada y la lanza era bien conocida y respetada. Enfrentarse a Daemon Targaryen, un guerrero temido y admirado a partes iguales, prometía ser un duelo emocionante y quizás más honorable que los encuentros recientes.
Desde el palco real, el rey Aemon observó con renovado interés. Conocía la valía de Ser Criston y la ferocidad de su sobrino. Este encuentro podría ser una verdadera prueba de habilidad marcial. La reina Jocelyn suspiró aliviada, esperando un lance menos violento.
Otto Hightower entrecerró los ojos, analizando la situación. Una victoria de Ser Criston, un miembro de la Guardia Real, podría sutilmente elevar la imagen de la institución y, por extensión, del servicio al Rey, aunque Daemon fuera un príncipe.
Alicent miró con atención, sintiendo una punzada de curiosidad. Había oído hablar de la destreza de Ser Criston y de la reputación de Daemon como guerrero implacable.
En la arena, Daemon montaba su corcel negro, su armadura oscura brillando amenazadoramente. Su rostro, visible bajo el yelmo alado, mostraba una sonrisa confiada, casi depredadora.
Al otro extremo, Ser Criston Cole cabalgaba un caballo castaño, su armadura blanca inmaculada contrastando con la oscuridad de Daemon. Su postura era firme y serena, su lanza empuñada con una calma que denotaba confianza en sus habilidades.
El heraldo hizo sonar la trompeta, y ambos caballeros se lanzaron al ataque. La multitud contuvo el aliento, esperando un duelo que, esperaban, se basaría más en la habilidad que en la brutalidad ciega de los lances anteriores. La confrontación entre el Príncipe Canalla y el Caballero de la casa Cole había comenzado.
El choque entre Daemon y Ser Criston fue diferente a los encuentros anteriores. Ambos caballeros se encontraron en el centro de la arena con una fuerza considerable, pero sus lanzas impactaron sus escudos de manera limpia y directa. La madera se astilló ligeramente, pero ninguno de los dos contendientes perdió el equilibrio.
La multitud dejó escapar un suspiro colectivo, aliviada de presenciar un lance más tradicional y menos violento. Ambos caballeros demostraron control en la silla.
Tras el primer impacto, ambos jinetes giraron sus caballos con rapidez, preparándose para una segunda carga. La tensión en la arena era palpable, ya que este encuentro prometía ser un verdadero duelo de habilidad.
En la segunda embestida, Daemon intentó un golpe más alto, buscando el hombro de Ser Criston. El caballero, anticipando la maniobra, elevó su escudo a tiempo. El choque fue de nuevo potente, pero ambos permanecieron firmes.
La multitud comenzó a animar con más entusiasmo, apreciando la igualdad del encuentro y la demostración de destreza caballeresca. Este era el tipo de justa que esperaban presenciar.
En la tercera carga, Ser Criston tomó la iniciativa, apuntando con precisión al centro del escudo de Daemon. El impacto fue sólido, y por un instante pareció que Daemon se tambaleaba ligeramente. Sin embargo, el príncipe logró mantener su postura.
La cuarta carga fue aún más intensa. Ambos caballeros se lanzaron con una determinación feroz. Sus lanzas chocaron con un estruendo, y esta vez, la lanza de Daemon se rompió en varios pedazos justo al impactar el escudo de Ser Criston.
A pesar de la pérdida de su lanza, Daemon se mantuvo en su montura con una sonrisa desafiante. Ser Criston, aunque victorioso en el lance, mostró una expresión de respeto hacia su oponente.
Según las reglas del torneo, al romperse una lanza sin derribar al oponente, se consideraba un empate en ese lance. La multitud aplaudió el espectáculo de habilidad y la deportividad mostrada por ambos guerreros.
Daemon arrojó los restos de su lanza a un lado con un gesto despreocupado. Estaba claro que el duelo no había terminado. La multitud anticipaba con emoción los siguientes encuentros entre estos dos formidables guerreros, quizás con espadas o mazas, para determinar un vencedor. La tensión brutal de antes había sido reemplazada por la emoción de una competencia justa y honorable.
El heraldo anunció que, dado el empate en los lances de lanza, Daemon Targaryen y Sir Criston Cole se enfrentarían ahora con espadas. Un nuevo murmullo de expectación recorrió la multitud. El manejo de la espada de ambos guerreros era legendario, y este combate cuerpo a cuerpo prometía ser aún más emocionante y decisivo.
Ambos contendientes desmontaron de sus caballos con movimientos ágiles, desenvainando sus espadas. Las hojas oscuras brillaron bajo el sol poniente, reflejando la intensidad de sus miradas. Daemon blandió su espada con una sonrisa confiada, mientras que Ser Criston adoptó una postura firme y alerta.
El sonido del acero chocando resonó en la arena al comenzar el duelo. Ambos guerreros se movieron con una agilidad sorprendente a pesar de sus armaduras. Los golpes llovieron rápidos y furiosos, cada encuentro de las hojas produciendo chispas y un sonido metálico agudo.
Daemon atacó con la ferocidad y la visibilidad que lo caracterizaban, su espada moviéndose en arcos amplios y peligrosos. Ser Criston respondió con una defensa sólida y precisa, bloqueando cada golpe con una calma impresionante y buscando aberturas para contraatacar.
La multitud observaba en silencio, hipnotizada por la danza mortal de los dos guerreros. La habilidad de ambos era innegable. Daemon confiaba en su velocidad y audacia, mientras que Ser Criston se basaba en su técnica impecable y su disciplina.
El duelo se prolongó, con ninguno de los dos contendientes logrando una ventaja clara. La arena se llenó del sonido constante del acero chocando, del resuello de los combatientes y del polvo levantado por sus movimientos rápidos.
En un momento de respiro, ambos guerreros se separaron brevemente, sus pechos agitándose por el esfuerzo. Sus miradas se encontraron, reflejando un respeto mutuo por la habilidad del otro y una determinación inquebrantable por ganar.
La lucha se reanudó con una intensidad renovada. Daemon intentó una finta rápida, buscando desequilibrar a Ser Criston, pero el caballero no se inmutó. Respondió con un golpe bajo y rápido que Daemon apenas logró bloquear.
El clímax llegó cuando Sir Criston, con un movimiento arriesgado, giró sobre sí mismo y lanzó un golpe descendente con toda su fuerza. Daemon levantó su espada para bloquear, pero el impacto fue tan potente que lo hizo retroceder un paso. Aprovechando la oportunidad, Criston lanzó un segundo golpe rápido al costado de Daemon, encontrando una abertura en su armadura.
Daemon dejó escapar un gruñido de dolor y su espada cayó de su mano. Criston apuntó su hoja al pecho de su oponente, poniendo fin al duelo.
Un silencio momentáneo se cernió sobre la arena antes de que la multitud estallara en aplausos y vítores. El duelo había sido espectacular, una verdadera demostración de habilidad y valentía. Criston había ganado, pero Daemon había demostrado ser un adversario formidable.
Criston bajó su espada y ofreció una mano a Daemon para ayudarlo a levantarse. Daemon aparto su mano con enojo.
—Ha sido un gran duelo, Príncipe Daemon —dijo Ser Criston con sinceridad.
—La habilidad de la Guardia Real no tiene festejó, Ser Criston —respondió Daemon con enojo contenido—. Solo espero que Rhaenys te deje inválido.
La tensión en la arena se intensificó tras las palabras de Daemon. El enojo del príncipe era palpable, contrastando con la compostura de Ser Criston. La multitud, aunque había disfrutado del duelo, ahora percibía un matiz de amargura en la derrota de Daemon.
Ser Criston mantuvo su mano extendida por un momento, con una expresión impasible ante el rechazo de Daemon. Luego, retiró su mano lentamente, sin dejar de mirar al príncipe con una calma inquebrantable.
—La princesa Rhaenys es una guerrera formidable, Príncipe Daemon —respondió Ser Criston con un tono neutro—. Será un honor enfrentarla, tal como lo ha sido enfrentarlo a usted.
Daemon se levantó por sí mismo, con un gesto de orgullo herido. Su mirada oscura se clavó en Ser Criston por un instante antes de volverse hacia el palco real, donde el rey Aemon observaba la escena con una expresión ilegible.
La multitud aplaudió con incertidumbre, sin saber cómo interpretar la actitud de Daemon. Algunos murmuraban sobre el orgullo herido del príncipe, mientras que otros elogiaban la cortesía de Ser Criston en la victoria.
En el palco real, Otto Hightower sonrió levemente. La derrota de Daemon y su evidente enojo podrían, sutilmente, dañar la imagen del príncipe ante algunos nobles. Alicent observó la escena con una expresión preocupada, consciente de la volátil naturaleza de su cuñado.
Lord Corlys Velaryon y Lady Arryn intercambiaron miradas significativas. La animosidad de Daemon hacia un miembro de una casa no era algo que pasara desapercibido.
El heraldo se apresuró a anunciar el siguiente y último encuentro del torneo, buscando disipar la tensión que había quedado en el aire.
—¡Y ahora, damas y caballeros, el encuentro final de este glorioso torneo! ¡La heredera al Trono de Hierro, la princesa Rhaenys Targaryen, se enfrentará al vencedor del último duelo, el valiente Ser Criston Cole de la Guardia Real!
Un rugido de anticipación recorrió la arena. El enfrentamiento entre la aclamada heredera y el caballero que había derrotado al Príncipe Canalla prometía ser un final épico para el torneo del onomástico de la princesa Rhaenyra. La multitud estaba ansiosa por ver quién se alzaría con la victoria final.
Cuando Sir Criston se preparaba para ir a su caballo Viserys lo detuvo mientras estaba escondido sin que nadie de la multitud lo viera.
—Mata a Rhaenys. —le entrego una bolsa llena de monedas de oro de dragón. —Si la vences te daré más.
—Pero majestad es la heredera no puedo. —Intento rechazar la petición que le daba Viserys.
—¡Hazlo o nunca dejaré que te integres a la guardia real! —susurro mirándolo con irá.
Ser Criston se detuvo en seco, su mano ya sobre la silla de su caballo. La voz de Viserys, aunque susurrada, resonó con una intensidad helada que lo sorprendió. Se giró lentamente, buscando al príncipe entre la multitud que comenzaba a dispersarse ligeramente tras el anuncio del último duelo.
Viserys, con el rostro sombreado por el ala de su pabellón, le extendió una bolsa de cuero abultada. El brillo dorado que se asomaba entre los bordes no dejaba lugar a dudas sobre su contenido. Los ojos de Viserys, usualmente melancólicos, ahora ardían con una determinación sombría.
Ser Criston sintió un escalofrío recorrer su espalda. La petición era audaz, casi sacrílega. Atentar contra la heredera al Trono de Hierro no solo era traición, sino que desataría una tormenta de consecuencias imprevisibles.
—Su Alteza… —comenzó Ser Criston, su voz apenas un susurro—. No puedo hacer eso. Es la princesa Rhaenys…
Viserys apretó los labios, su mirada cargada de una furia contenida. Se acercó un paso más, asegurándose de que nadie más pudiera escuchar su conversación clandestina.
—No me obligues a repetirlo, Ser Criston —siseó Viserys, la amenaza velada en sus palabras era inconfundible—. Véncela. Un accidente en la justa… Nadie lo cuestionará demasiado después de la brutalidad que ya hemos visto hoy. Y si lo haces… Esta es solo una muestra de mi gratitud. Habrá más. Mucho más.
Los ojos de Viserys brillaron con una mezcla de desesperación y ambición. Para Ser Criston, la oferta era tentadora en términos materiales, pero el precio era demasiado alto. Su honor como caballero de la casa Cole, su sueño de ser guardia real, todo se vería mancillado si accedía a tal petición.
—No puedo, Su Alteza —respondió Ser Criston con firmeza, aunque su corazón latía con fuerza—. No puedo alzar mi lanza contra la heredera.
La ira en el rostro de Viserys se intensificó. Su mano se cerró con fuerza sobre el brazo de Ser Criston.
—¿Alteza? ¿Quieres servir en mi guardia, Ser Criston? —espetó Viserys, su voz apenas audible pero cargada de veneno—. Entonces me obedecerás. Si Rhaenys gana este torneo, su posición se afianzará aún más. ¿No ves lo que esto significa? ¡Mi lugar… El lugar que me corresponde… Se desvanecerá!
La desesperación de Viserys era palpable. Sus celos hacia Rhaenys, alimentados por su dolor por Aemma, lo estaban consumiendo. Ser Criston sintió una punzada de lástima por el príncipe, pero su conciencia no le permitía ceder a tal petición.
—Su Alteza, con todo respeto… No puedo hacer esto —repitió Ser Criston, apartando suavemente la mano de Viserys de su brazo.
Los ojos de Viserys se entrecerraron, inyectados en furia. La bolsa de oro que aún sostenía temblaba ligeramente en su mano.
—Bien —siseó Viserys, su voz ahora fría y amenazante—. Recuerda mis palabras, Ser Criston. Si no haces esto… Nunca ascenderás en la Guardia Real. Me aseguraré personalmente de ello. Tu negativa tendrá consecuencias.
Con una última mirada cargada de rencor, Viserys se giró y se desvaneció entre la multitud, dejando a Ser Criston solo, con el peso de la terrible petición sobre sus hombros. La justa final contra Rhaenys ahora tenía un significado mucho más oscuro y complejo. Su honor y su futuro pendían de un hilo.
Ser Criston se quedó inmóvil por un instante, el eco de las amenazantes palabras de Viserys resonando en su mente. La bolsa de oro que el príncipe le había ofrecido parecía quemarle en la imaginación. La ambición de ascender en la Guardia Real, un sueño que había alimentado durante años, ahora estaba peligrosamente entrelazada con una orden aborrecible.
Un conflicto interno lo desgarraba. Por un lado, estaba su juramento, su honor como caballero, y el respeto que sentía por la princesa Rhaenys, una líder valiente y admirada. Por otro lado, estaba la amenaza velada de Viserys, un príncipe resentido con el poder de frustrar sus aspiraciones.
Con un suspiro pesado, Ser Criston sacudió la cabeza, tratando de disipar la oscuridad que las palabras de Viserys habían sembrado. No podía, simplemente no podía, manchar su honor de esa manera. Su lealtad debía ser hacia el Rey y el reino, no hacia las maquinaciones celosas de un príncipe herido.
Montó a su caballo con una determinación renovada, aunque una sombra de preocupación persistía en su corazón. La justa contra Rhaenys ahora tenía una carga adicional. No solo debía luchar por la victoria, sino también demostrar su integridad y su negativa a ceder a las oscuras peticiones de Viserys.
Mientras se dirigía al extremo opuesto de la arena, donde Rhaenys esperaba sobre su caballo, Ser Criston hizo un juramento silencioso. Lucharía con honor y respeto, sin importar las consecuencias que la ira de Viserys pudiera acarrearle.
Rhaenys, al ver a Ser Criston acercarse, lo saludó con un leve asentimiento de cabeza. Su rostro, oculto tras el yelmo, no revelaba sus pensamientos, pero su postura era la de una guerrera lista para la contienda.
El heraldo alzó su trompeta, anunciando el inicio del último y más esperado duelo del torneo. La multitud rugió con anticipación, ansiosa por ver el enfrentamiento entre la heredera y el caballero que había derrotado a Daemon Targaryen.
Ambos contendientes se cuadraron, sus lanzas apuntando con precisión. La tensión en la arena era palpable, un preludio al choque final que decidiría el campeón del torneo del onomástico de la princesa Rhaenyra.
Al sonar la trompeta, ambos jinetes espolearon a sus monturas. Rhaenys y su caballo se lanzaron con la velocidad y la gracia esperadas de la heredera y su corcel. Ser Criston, sin embargo, cargó con una intensidad diferente a sus justas anteriores. Había una tensión en su postura, una rigidez en su brazo que sostenía la lanza, que no había mostrado antes.
El impacto fue brutal. Ambas lanzas encontraron sus objetivos, pero la de Ser Criston golpeó el escudo de Rhaenys con una fuerza inusitada, haciéndola tambalear en la silla. La multitud jadeó ante la violencia del golpe.
Rhaenys, aunque desestabilizada, demostró su habilidad como jinete y guerrera, logrando mantenerse en su corcel. Sin embargo, el impacto la había tomado por sorpresa.
En la segunda carga, Ser Criston repitió la táctica, embistiendo con una ferocidad que parecía ir más allá de la simple competencia. Su lanza apuntó ligeramente más alto que en el primer lance, buscando el hombro de Rhaenys con una intención que parecía peligrosa.
El escudo de Rhaenys absorbió gran parte del impacto, pero el golpe fue lo suficientemente fuerte como para hacerla soltar momentáneamente las riendas. El corcel, sintiendo la inestabilidad de su jinete, relinchó nerviosamente.
La multitud comenzó a murmurar, notando la agresividad inusual de Ser Criston. Algunos nobles intercambiaron miradas preocupadas. La sombra de la petición de Viserys parecía extenderse sobre la arena.
Rhaenys recuperó las riendas con firmeza, su rostro ahora tenso bajo el yelmo. Estaba claro que Ser Criston no estaba luchando solo por la victoria. Había una intensidad, casi una rabia, en sus ataques.
En la tercera carga, Rhaenys cambió su táctica. En lugar de un choque directo, intentó una maniobra lateral, buscando desequilibrar a Ser Criston al pasar. Sin embargo, el caballero anticipó su movimiento y giró su caballo con rapidez, logrando conectar su lanza con el costado del escudo de Rhaenys una vez más, con una fuerza sorprendente.
El impacto hizo que Rhaenys se inclinara peligrosamente hacia un lado. Por un instante, pareció que iba a caer, pero con un esfuerzo sobrehumano, logró mantenerse en su montura. La multitud gritó, dividida entre la preocupación por la heredera y la sorpresa ante la agresividad de Ser Criston.
Desde el palco real, el rey Aemon observaba con una ceja fruncida. La violencia de los golpes de Ser Criston le parecía excesiva. La reina Jocelyn se cubrió el rostro con las manos, visiblemente angustiada. Aemma se aferraba a Rhaenyra con una expresión de creciente alarma.
Otto Hightower, por su parte, observaba con una atención intensa, su rostro impasible pero sus ojos brillantes con una mezcla de expectación y cálculo.
Daemon, que aún se encontraba cerca de la arena, apretó los puños con furia al ver la brutalidad con la que Ser Criston atacaba a Rhaenys. Sospechaba la influencia de su hermano en esta repentina agresividad.
La justa final se había convertido en algo más que una simple competencia. La sombra de la traición y la ambición oscura se cernía sobre la arena, amenazando con un desenlace peligroso.
En la cuarta carga, Ser Criston espoleó a su caballo con una determinación sombría. Su lanza apuntó con una precisión fría, directamente al centro del escudo de Rhaenys. El impacto fue el más violento hasta el momento.
La fuerza del golpe resonó por toda la arena. El escudo de Rhaenys se astilló y la onda de choque recorrió su brazo, haciéndole perder el agarre de la lanza. El impacto la lanzó hacia atrás, fuera de la silla de su corcel.
Rhaenys cayó con un golpe sordo sobre la arena, su armadura resonando al impactar la tierra. Su caballo relinchó asustado, deteniéndose bruscamente unos metros más adelante. Un silencio tenso se cernió sobre la multitud, interrumpido solo por el jadeo preocupado de algunos espectadores.
Ser Criston detuvo su caballo, observando el cuerpo inmóvil de la heredera por un instante. Parecía haber logrado su objetivo.
Sin embargo, para sorpresa de muchos, Rhaenys comenzó a moverse. Con un esfuerzo visible, se incorporó lentamente, apoyándose en un brazo. Su cuerpo temblaba ligeramente por el impacto, pero su espíritu parecía intacto.
Con manos firmes, comenzó a quitarse el yelmo. Los broches metálicos chirriaron mientras los liberaba. Finalmente, el pesado casco cayó a la arena con un golpe seco, revelando el rostro de Rhaenys.
Su labio sangraba ligeramente y su cabello estaba revuelto, pero su mirada era firme y desafiante. Miró directamente a Ser Criston, sus ojos color lila brillando con una intensidad feroz. La multitud, que había permanecido en silencio, estalló en una mezcla de asombro y vítores ante la tenacidad de la heredera.
Desde el palco real, Aemma dejó escapar un grito ahogado de alivio, mientras sostenía a Rhaenyra con fuerza. El rey Aemon asintió con una expresión seria, admirando la fortaleza de su hija. Daemon sonrió con orgullo, su furia anterior dando paso a la admiración. Otto Hightower apretó los labios, su plan, si es que existía, encontrando una resistencia inesperada.
Rhaenys se puso de pie completamente, tambaleándose solo un poco. Se limpió la sangre del labio con el dorso de la mano y miró a Ser Criston con una determinación inquebrantable.
—El lance ha terminado, Ser Criston —dijo su voz, aunque ligeramente ronca, resonando con autoridad en la arena—. Pero yo no.
La multitud rugió de nuevo, apoyando a su heredera. La justa final no había terminado. Rhaenys Targaryen, aunque derribada, estaba lista para seguir luchando.
Rhaenys mantuvo su mirada firme sobre Ser Criston, su postura desafiante a pesar de haber sido derribada. Extendió una mano hacia uno de los guardias reales que se encontraban al borde de la arena.
—Mi espada —demandó su voz, clara y resonante, cortando el clamor de la multitud.
El guardia, sorprendido pero sin dudarlo, desenvainó la espada de Rhaenys y se la entregó con una reverencia. La hoja de acero valyrio brilló pálidamente al ser desenvainada, capturando la luz del sol poniente.
Rhaenys tomó la espada con una firmeza que desmentía su reciente caída. La empuñó con una gracia natural, la hoja apuntando hacia Ser Criston. La multitud enmudeció una vez más, expectante ante este giro inesperado. Una justa a pie, entre un caballero con lanza y una princesa con espada, era algo inusual.
—Parece que esto aún no ha terminado, Ser Criston —dijo Rhaenys, una leve sonrisa tensa curvando sus labios ensangrentados. La determinación en sus ojos era inquebrantable.
Ser Criston desmontó de su caballo lentamente, su rostro ahora mostrando una mezcla de sorpresa y una nueva cautela. Había logrado derribar a la heredera, pero ella se negaba a rendirse. La intensidad en la mirada de Rhaenys le advertía que el duelo no había concluido, sino que simplemente había tomado una nueva y peligrosa forma.
Dejó caer su lanza a la arena, el sonido seco resonando en el silencio expectante. Desenvainó su propia espada, la hoja de acero reluciendo amenazadoramente.
—Como desee, Princesa —respondió Ser Criston, su voz ahora más grave y tensa. Sabía que enfrentarse a Rhaenys a pie, con espada en mano, era un desafío completamente diferente. Su agilidad y su reputación como guerrera eran bien conocidas.
La arena se preparó para un nuevo enfrentamiento. La multitud observaba con una fascinación contenida, preguntándose quién prevalecería en este duelo inesperado entre la lanza y la espada, entre la furia contenida y la determinación inquebrantable.
El acero chocó contra el acero con un sonido metálico agudo que resonó en la arena silenciosa. Rhaenys se movió con una agilidad sorprendente a pesar de su caída, su espada trazando arcos fluidos y peligrosos. Ser Criston respondió con una defensa sólida, su espada interceptando cada golpe con precisión.
La lucha a pie era una danza tensa y mortal. Rhaenys confiaba en su velocidad y en la versatilidad de su espada, buscando ángulos para superar la defensa de Ser Criston. El caballero, más acostumbrado a la lanza en la justa, se basaba en su fuerza y en la solidez de su guardia, intentando mantener a Rhaenys a distancia.
Chispas saltaron cuando las hojas se encontraron una y otra vez. El sonido constante del choque del acero llenó el aire, acompañado por el resuello de los combatientes y el raspado de sus botas sobre la arena. La multitud observaba en silencio, hipnotizada por el duelo inesperado.
Ser Criston atacó con golpes poderosos, buscando abrumar a Rhaenys con su fuerza bruta. Pero la princesa era esquiva, moviéndose con una gracia felina, bloqueando y desviando los golpes con una habilidad impresionante. Contraatacaba con estocadas rápidas y cortes precisos, obligando a Ser Criston a retroceder en varias ocasiones.
La sangre goteaba del labio de Rhaenys, tiñendo ligeramente su barbilla, pero su mirada permanecía fija y determinada. Cada movimiento, cada golpe, reflejaba una voluntad inquebrantable de no ceder.
Ser Criston comenzó a mostrar signos de frustración. Su agresión inicial no había logrado doblegar a la heredera, y ahora se enfrentaba a una oponente formidable en un terreno diferente al que dominaba. Su respiración se hizo más pesada y sus movimientos menos fluidos.
Rhaenys aprovechó esta ligera vacilación. Con un movimiento rápido y una finta astuta, logró desviar la espada de Ser Criston y lanzó un corte veloz hacia su costado. La hoja encontró una abertura en la armadura del caballero, y una fina línea roja apareció en su gambesón blanco.
Un murmullo recorrió la multitud. La heredera, derribada de su caballo, ahora parecía tener la ventaja en el combate a pie. La tenacidad y la habilidad de Rhaenys eran innegables.
Ser Criston retrocedió un paso, con el rostro tenso por el dolor y la sorpresa. Sabía que la victoria ya no era segura. Se enfrentaba a una guerrera formidable, impulsada por la determinación y el orgullo. El torneo había llegado a un clímax inesperado y emocionante.
Ser Criston, sintiendo la creciente presión y la posible derrota a manos de la princesa, recurrió a una táctica brutal e inesperada. En un instante de confusión, cuando Rhaenys intentó un nuevo ataque, él esquivó su espada con un movimiento rápido y lanzó una patada con toda su fuerza directamente al pecho de la heredera.
El impacto fue contundente. El aire se escapó de los pulmones de Rhaenys con un jadeo ahogado, y sintió un dolor agudo extenderse por su torso. La fuerza de la patada la lanzó hacia atrás, haciéndola perder el equilibrio. Su espada salió volando de su mano y cayó a la arena con un golpe sordo.
Rhaenys se estrelló contra el suelo con un impacto que le sacudió el cuerpo entero. Por un momento, quedó inmóvil, el dolor punzante nublando su visión. La multitud dejó escapar un grito ahogado de sorpresa e indignación ante la acción de Ser Criston, que parecía violar el espíritu caballeresco del duelo.
Ser Criston se quedó observándola desde arriba, su rostro tenso pero con una determinación sombría. Parecía creer que finalmente la había derrotado.
Sin embargo, Rhaenys Targaryen no era una mujer que se rindiera fácilmente. A pesar del dolor y la conmoción, su voluntad permanecía intacta. Con un gruñido de esfuerzo, comenzó a moverse. Sus manos se aferraron a la arena, buscando apoyo.
Lentamente, laboriosamente, Rhaenys se impulsó hacia arriba. Su cuerpo temblaba por el esfuerzo y el dolor, pero su mirada, aunque nublada por el sufrimiento, se fijó en Ser Criston con una intensidad inquebrantable. Se arrodilló por un instante, respirando con dificultad, antes de intentar ponerse de pie nuevamente.
La multitud, que había estado en silencio por la sorpresa, comenzó a animarla con un fervor renovado. Su tenacidad, su negativa a ser derrotada, inspiraba admiración y respeto.
Rhaenys finalmente logró ponerse de pie, aunque su postura era inestable y su respiración entrecortada. Miró a Ser Criston, sus ojos lila llenos de una determinación feroz. Aunque desarmada y herida, no se había dejado vencer.
—Esto… Aún no ha terminado —dijo su voz, apenas un susurro ronco pero cargado de una indomable voluntad. Su espíritu de lucha seguía intacto, desafiando el dolor y la desventaja.
Ser Criston observó la tenacidad de Rhaenys con una mezcla de sorpresa y creciente frustración. Su táctica brutal no había logrado quebrantar su espíritu. La heredera, aunque claramente herida y desarmada, se negaba a ceder.
La multitud la vitoreaba con una intensidad aún mayor, su admiración por su coraje creciendo con cada esfuerzo que hacía para mantenerse en pie. Los gritos de apoyo resonaban en la arena, impulsando a Rhaenys a seguir luchando.
Ser Criston, sintiendo la presión del público y la indomable voluntad de su oponente, apretó con fuerza la empuñadura de su espada. Sabía que debía terminar esto rápidamente, antes de que la determinación de Rhaenys se convirtiera en una nueva ofensiva.
Avanzó hacia ella con cautela, su espada en alto, listo para asestar el golpe final. Rhaenys lo observaba acercarse, sus ojos fijos en la hoja de acero. Aunque desarmada, su mente trabajaba con rapidez, buscando cualquier oportunidad, cualquier resquicio para cambiar el curso del duelo.
Mientras Ser Criston se acercaba, Rhaenys hizo un movimiento inesperado. Con una agilidad sorprendente a pesar de su dolor, se lanzó hacia un lado, evitando por poco la estocada de Ser Criston. Rodó por la arena, levantando una nube de polvo, y se puso de pie con dificultad, manteniendo la distancia entre ella y su oponente armado.
La multitud gritó de sorpresa y admiración ante su maniobra evasiva. Rhaenys, aunque en clara desventaja, seguía luchando con ingenio y valentía.
Ser Criston la siguió de cerca, moviéndose con una determinación sombría. Sabía que no podía permitir que la heredera recuperara su espada o encontrara alguna otra forma de defenderse. Debía aprovechar su ventaja mientras la tuviera.
El duelo había llegado a un punto crítico. La tensión en la arena era casi insoportable. ¿Podría Rhaenys, desarmada y herida, encontrar una manera de vencer a un caballero armado? ¿O prevalecería la fuerza bruta de Ser Criston?
Rhaenys, moviéndose con una mezcla de desesperación y astucia, esperó el momento justo en que Ser Criston lanzaba su siguiente ataque. Cuando la espada del caballero se acercó, ella se agachó rápidamente, esquivando el golpe por escasos centímetros. En el mismo movimiento fluido, se impulsó hacia adelante, usando su cuerpo como ariete y apuntando a la mano que empuñaba la espada de Ser Criston.
El impacto fue directo y doloroso para el caballero. El hueso de su mano chocó contra la armadura de Rhaenys con un crujido sordo. La sorpresa y el dolor lo hicieron aflojar su agarre por una fracción de segundo, el tiempo suficiente para que Rhaenys aprovechara la oportunidad.
Con una rapidez sorprendente, Rhaenys agarró la empuñadura de la espada de Ser Criston con ambas manos. A pesar de su debilidad y el dolor en su pecho, tiró con todas sus fuerzas. Ser Criston intentó resistir, pero el impulso de Rhaenys, combinado con el dolor en su mano, lo desequilibró.
La espada salió volando de la mano de Ser Criston y cayó a la arena con un resonante clang. La multitud gritó de asombro y excitación ante este inesperado giro de los acontecimientos. La heredera, que había estado desarmada y en desventaja, había logrado arrebatarle su arma a su oponente.
Ahora, ambos contendientes estaban desarmados. La tensión en la arena se intensificó aún más. El duelo ya no se libraría con acero, sino con la fuerza bruta de sus cuerpos.
Ser Criston miró sus manos vacías con incredulidad por un instante, antes de fijar sus ojos en Rhaenys con una nueva determinación. Ella se enderezó, su cuerpo aún temblaba ligeramente, pero su mirada era desafiante.
Sin dudarlo, ambos guerreros se lanzaron uno contra el otro. El sonido de sus cuerpos chocando resonó en la arena, reemplazando el sonido del acero. La lucha se había convertido en una pelea cuerpo a cuerpo, una batalla de fuerza, resistencia y pura voluntad.
Los golpes llovieron rápidos y duros. Los puños de Ser Criston, endurecidos por años de entrenamiento militar, impactaron el cuerpo de Rhaenys. Ella respondió con golpes igualmente feroces, utilizando toda la fuerza que le quedaba, impulsada por la adrenalina y su indomable espíritu de lucha.
La multitud observaba en silencio, la emoción del momento casi palpable. La justa final había degenerado en una pelea brutal y personal, donde solo la resistencia y la determinación decidirían al vencedor.
La pelea cuerpo a cuerpo fue feroz y agotadora. Ambos guerreros intercambiaron golpes brutales, la arena levantándose a su alrededor con cada impacto. Rhaenys, a pesar de su dolor y fatiga, luchaba con una tenacidad increíble, impulsada por el apoyo ensordecedor de la multitud.
Ser Criston, aunque más fuerte físicamente, comenzaba a mostrar signos de agotamiento. La determinación inquebrantable de Rhaenys y el inesperado giro de los acontecimientos lo habían desconcertado. Sus golpes se volvieron más lentos y menos precisos.
En un momento crucial, Rhaenys aprovechó una apertura. Esquivó un golpe torpe de Ser Criston y respondió con dos puñetazos rápidos y bien dirigidos: uno al rostro y otro al costado. Ser Criston tambaleó, perdiendo momentáneamente el equilibrio.
Rhaenys no dudó. Con un último esfuerzo, se lanzó contra Ser Criston, usando su peso para derribarlo. El caballero cayó pesadamente a la arena, el aire escapándose de sus pulmones con un gruñido.
Rhaenys se colocó sobre él, inmovilizándolo con su peso. Levantó su puño, lista para asestar el golpe final que sellaría su victoria. La multitud rugió con anticipación, celebrando la increíble resistencia y habilidad de su heredera.
El puño ensangrentado de Rhaenys se estrelló una y otra vez contra el rostro de Ser Criston. Cada golpe era un testimonio de su indomable espíritu y su negativa a ser derrotada. La multitud rugía con cada impacto, un clamor ensordecedor de apoyo a su valiente heredera.
Ser Criston intentó resistir, moviéndose débilmente bajo el peso de Rhaenys, pero sus ojos comenzaban a perder el brillo. La determinación que lo había impulsado a recurrir a tácticas tan brutales se desvanecía con cada golpe.
Finalmente, después de un último y contundente puñetazo, la cabeza de Ser Criston cayó hacia un lado. Sus extremidades se relajaron y sus ojos se cerraron. El caballero de la Guardia Real yacía inconsciente bajo el cuerpo exhausto pero triunfante de la princesa Rhaenys Targaryen.
Un silencio momentáneo se cernió sobre la arena, seguido de una explosión de vítores ensordecedores. La multitud se puso de pie, aclamando a su heredera, cuya valentía y tenacidad habían desafiado toda expectativa. Había sido derribada, desarmada y brutalmente atacada, pero aun así, contra todo pronóstico, había logrado vencer.
Rhaenys, con el rostro cubierto de sangre y el cuerpo tembloroso por el esfuerzo, se incorporó lentamente. Miró el cuerpo inconsciente de Ser Criston y luego levantó la vista hacia el palco real, donde Aemma lloraba de alivio y orgullo, y el rey Aemon asentía con una expresión de profunda admiración.
Con un esfuerzo final, Rhaenys se puso de pie, tambaleándose ligeramente pero con la cabeza en alto. La multitud rugió aún más fuerte, reconociéndola no solo como su heredera, sino como una verdadera guerrera.
A pesar de la brutalidad de la final, Rhaenys Targaryen había ganado el torneo. Su victoria, forjada en la adversidad y manchada por la traición, sería recordada durante años. Pero la sombra del deshonor de Ser Criston y la oscura petición de Viserys se cernían sobre la celebración, presagiando tiempos turbulentos para la Casa Targaryen.
El estruendo de los vítores resonaba en sus oídos, un mar de sonido que celebraba su improbable triunfo. Rhaenys intentó sonreír, levantar una mano en reconocimiento al apoyo abrumador que había recibido. Pero su cuerpo no respondió. Cada músculo gritaba de agotamiento, el dolor punzante de los golpes de Ser Criston la invasión sin piedad.
Su comenzó visión a nublarse, los rostros borrosos de la multitud se fusionaban en manchas de color. Sintió un mareo punzante, como si el suelo debajo de sus pies comenzara a tambalearse. Sus piernas flaquearon, apenas capaces de sostener su peso.
Intentó respirar hondo, llenando sus pulmones de aire, pero la punzada en su pecho, producto de la brutal patada de Ser Criston, se lo impidió. El mundo a su alrededor comenzaba a oscurecerse por los bordes, como si una cortina de sombras se cerrara lentamente.
Los gritos de la multitud parecieron alejarse, volviéndose un murmullo distante. Sintió unos brazos fuertes rodearla, sosteniéndola antes de que cayera. La última imagen que vio antes de que la oscuridad la envolviera por completo fue el rostro angustiado de Aemma con lágrimas en los ojos.
Rhaenys Targaryen, la heredera al trono, la guerrera indomable que había desafiado la derrota hasta el último aliento, finalmente sucumbió al agotamiento y al dolor, desmayándose en los brazos de su hermano Daemon, en medio del clamor de una multitud que celebraba su victoria agridulce. El torneo había terminado, pero las consecuencias de la brutal contienda apenas comenzaron a desplegarse.
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kiwi_2711 on Chapter 1 Fri 22 Nov 2024 05:50AM UTC
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Gioazevedo on Chapter 2 Wed 04 Dec 2024 11:47AM UTC
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constellationtxt on Chapter 2 Wed 04 Dec 2024 09:41PM UTC
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MartinTello15 on Chapter 2 Tue 26 Aug 2025 07:49PM UTC
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M3L_D4Y on Chapter 2 Wed 04 Dec 2024 10:10PM UTC
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Sndn on Chapter 2 Thu 05 Dec 2024 01:09AM UTC
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Karonte_Hell on Chapter 2 Thu 05 Dec 2024 11:01AM UTC
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Aresuser01 on Chapter 2 Thu 05 Dec 2024 01:29PM UTC
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candeemrants on Chapter 2 Fri 06 Dec 2024 08:32AM UTC
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Alexandra (Guest) on Chapter 2 Sat 07 Dec 2024 04:01PM UTC
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MartinTello15 on Chapter 2 Tue 26 Aug 2025 07:49PM UTC
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pclauink on Chapter 3 Sun 22 Dec 2024 01:19AM UTC
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V3NUS3 on Chapter 3 Sun 22 Dec 2024 04:05AM UTC
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lucn89 on Chapter 3 Mon 30 Dec 2024 11:34PM UTC
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lucn89 on Chapter 3 Wed 01 Jan 2025 12:29AM UTC
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