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Café, Chocolate y Dulce de Leche

Summary:

Donde el nuevo piloto de Williams es un Omega que no pasa desapercibido por los pilotos de McLaren

¿Dos alfas pueden hacer una relación estable? ¿O su unión siempre estará condenada al fracaso?

Notes:

(See the end of the work for notes.)

Chapter 1: Capitulo Uno

Chapter Text

Las cortinas estaban firmemente cerradas, el ligero zumbido del aire acondicionado, las respiraciones acompasadas y el cerrojo en el picaporte que señalaba "No Molestar" eran los únicos indicativos de presencia humana para quien transitara por los pasillos a tan altas horas de la madrugada. Ni un atisbo de luz crepuscular se filtraba en la desordenada habitación de hotel, los huéspedes acertadamente celosos de su intimidad no deseaban ni el más mínimo contacto del exterior en su pequeño recoveco de comodidad donde los aromas de café y chocolate amargo se amalgamaban en armonía.

 

Lando se despertó un poco antes de que su alarma empezará a sonar, somnoliento y ligeramente aturdido por el cansancio y las pocas horas de sueño con Oscar plácidamente acurrucado a su lado izquierdo aparentemente ajeno al ruido o las responsabilidades arrancando de los labios del inglés un bufido que intentaba ser una risa, lo envidiaba un poco.

 

-Arriba dormilón, hoy toca trabajar.

 

-Mmm-Oscar escondió su rostro en el hombro contrario, emitiendo un sonido entre un gruñido y un bostezo-No quiero trabajar.

 

-Osc siendo caprichoso, quien lo diría.

 

Ante la mención de ese tonto e íntimo apodo el chico australiano frotó su rostro contra el cuello de Lando, ocultando inútilmente la sonrisa que podía percibir contra su piel, el aroma a café se hizo presente con intensidad en sus fosas nasales mientras su orgullo de alfa se inflaba como el pecho de un cisne a punto de emprender vuelo por el hecho de contentar a su compañero. Podía percibir ligeras notas en el aire que denotaban su humor. Felicidad, comodidad, seguridad.

 

Amor

 

Su respiración se volvió acelerada ante esta última palabra, el tan solo darle forma en el plano empírico de sus pensamientos le costaba un esfuerzo que catalogaría como tortuoso.

 

Nunca habían hablado de amor, o de emociones o conexiones profundas tal siquiera cuando comezaron a "tontear" el uno con el otro. Se habían conocido siendo jóvenes y se hicieron amigos mucho antes de ser compañeros de escudería. Oscar se presentó como alfa a una edad tardía y Landó fue quien estuvo para él ayudandolo a comprender y a asimilar todos los cambios que la casta alfa conllevaba. Comenzó como una forma de darle contención a un compañero recién presentado a la vez que era una manera de apaciguar las urgencias más básicas del alfa en Lando, la de proteger y ser un ancla firme en la cual los demás podían apoyarse con seguridad. Con la cercanía y la complicidad llegaron las necesidades de la carne y desde ese punto su relación progreso casi de forma automática.

 

Era normal que compañeros de equipo buscarán comfort en el otro, tampoco era algo nusual que dichos compañeros ya fueran alfas, betas o omegas necesitaran de afecto o contacto físico para sobrellevar la presión que suponía ser corredor de fórmula 1. Era de hecho un suceso generalmente aceptado del cual ya habían casos anteriores, pero Lando y Oscar se sentían distintos a otros compañeros que conocían.

 

Pero era impensable el decírselo al otro en voz alta, e incluso dificultoso aceptarlo en la solitud de sus propios pensamientos. Había sido mucho más fácil colarse debajo de sus pantalones, y mucho más divertido.

 

Por eso permanecían como hasta ahora, cercanos, íntimos, unidos con una ligera capa de distancia que los protegía de aquello tan difícil de aceptar.

 

Lando busco los labios de Oscar como un gesto de buenos días a lo que fue gustosamente correspondido, su aroma emanando en oleadas cada vez más intensas. Se incorporó de la cama antes de que la urgencia de nunca querer levantarse le carcomiera la voluntad como corriente electrostática.

 

Desnudo y con una ligera molestia en la espalda baja se apresuró al baño a despojarse del hedor a sexo y alfa australiano. Regreso a la habitación al cabo de unos minutos algo más cubierto con ropa interior y una toalla con la que secaba su cabello para encontrar a Oscar en la misma posición en la que lo había dejado, mucho más despierto y con el celular en las manos.

 

-Ya deja los edits de TikTok un rato-resoplo juguetón mientras buscaba un cambio de ropa.

 

-Cinco minutos más, soy mucho más rápido que tú en la ducha.

 

-Si nos reprenden que sepas que voy a echarte la culpa.

 

El Alfa más joven lo miro por sobre su celular y le saco la lengua, imperturbable ante sus amenazas vacías. El mayor negó con la cabeza mientras tomaba asiento para calzarse sus zapatillas hasta que el zumbido de su celular volvió a llamar su atención. Le hecho una rápida mirada a la pantalla y termino por vestirse.

 

-El chico nuevo de Williams llegará hoy.

 

-¿El que reemplaza a Logan?

 

-Si, le escribí para darle la bienvenida y desearle una buena temporada, o bueno, lo que queda de temporada.

 

-Meter a un rookie a F1 sin siquiera haber terminado la temporada de F2... Uff, podría acabar con su carrera.

 

-Ojala no, por lo poco que ví de él parece un tipo con talento.

 

-Leí que es un Omega dominante.

 

-¿Y dónde leiste eso?-pregunto curioso el inglés mientras se perfumaba, Oscar hizo una seña con el teléfono antes de arrojarlo a la cama y estirarse en la misma como un minino-Ah, Twitter tu fuente de confianza.

 

-Claro-río finalmente levantándose de la cama para comenzar a buscar su ropa desperdigada en el suelo-Nunca había conocido a un Omega dominante, ¿Y tú?

 

-Creo que una vez cuando era niño.

 

-Me pregunto cómo será, dicen que los omegas dominantes son como alfas.

 

-Como te decía no tengo idea, supongo que hoy cuando lo conozcamos lo sabremos.

 

-Por sus fotos se ve como un Omega cualquiera, quiero decir es lindo, en nada a algo como un alfa.

 

-Oh, por supuesto que tú lo sabrías señor "los medios y las redes creyeron que era Omega hasta que me presenté como alfa"

 

Oscar río mientras se apresuraba a ponerse los pantalones con sus zapatos y camisa colgando en un brazo, tenían suerte de que los hubieran puesto en dos habitaciones contiguas así que no sería un gran escándalo si corría descalzo y semidesnudo por el hotel, solo esperaba que nadie estuviera prestando particular atención a la cámara de seguridad de su piso.

 

Si el australiano llego al lobby del hotel con el cabello mojado, la ropa limpia algo desarreglada y un Lando muy sonriente a su lado, nadie del equipo hizo comentarios al respecto.

 

§§§§§

 

Esa mañana de verano en Italia encontró a Franco Colapinto en el sector de los medios aún vacío, su representante hablaba con James Vowles (o más bien lo distraía un poco) mientras el argentino trataba de recuperar los pedazos de sí mismo que sentía desperdigados y lejos de su alcance. Sus nervios y emoción eran potentes, sentía la piel vibrar con el mínimo estímulo en cada terminal nerviosa que poseía, extremadamente sensible, reactiva. Y como si fuera poco, apestaba cualquier espacio en el que pusiera un pie.

 

Bueno, apestar no sería el adjetivo más amable, la gente que lo conocía decía que su aroma dulce era agradable y no resultaba excesivamente molesto cuando sus emociones o su ser Omega se alteraban.

 

"Es como estar parada en la cocina de una pastelería, dulce es todo lo que puedes oler, es agradable" le supo decir una novia de su adolescencia.

 

Pero Franco era demasiado consciente de su aroma y las feromonas que de este se desprendían, prefería que su primer carrera en formula 1 fuera la mejor posible y evitarse cualquier tipo de percance, lo último que necesitaba es que le prohibieran continuar por causar un alboroto. Bastante había tenido con probarse a sí mismo en cada competición en la que participó como para llegar a ligas mayores y arruinarlo cual Omega recién presentado que no puede mantener sus feromonas al margen.

 

Busco calmarse con ejercicios de respiración fáciles, repaso en su memoria carreras anteriores, pruebas y obstáculos pasados que había logrado superar a base de su trabajo y la confianza que la gente que lo apoyaba tenía en él. Recordó a su familia en Argentina, su casa que hacía tantos años dejara de habitar, los patrocinadores que contaban en él, amig...

 

-Estoy cansado.

 

-Te dije que lo mejor era dormir, pero no me hiciste caso.

 

Los ojos verdes de Franco apuntaron hacía las desconocidas voces que hablaban en inglés, inconscientemente se encorvo sobre sí mismo en un intento por de más fallido de pasar desapercibido para terminar encontrarse de frente con los corredores de McLaren charlando a una distancia de hombro con hombro. Sintió su corazón reptar a través de su garganta, el oxígeno momentáneamente abandonando su cuerpo.

 

Ningún insulto alcanzaba a describir el nivel de odio y vergüenza que estaba sintiendo consigo mismo, solo él podía conocer a dos de los pilotos que más admiraba mientras se ahogaba en sus nervios, emanando su perfume natural de forma casi escandalosa.

 

Si se sentía así con solo cruzarse con Norris y Piastri, ¿Cómo iba a actuar cuando tuviera al mismísimo Lewis Hamilton de frente? Quería cavar un hoyo en el suelo y meter la cabeza hasta el fin de los tiempos.

 

Los chicos mayores detuvieron su conversación en seco, alejándose ligeramente el uno del otro. Franco fue el primero en hablar, el peso del silencio siendo mucho más insoportable que la vergüenza que sentía.

 

-Hola, mucho gusto-dijo de forma un poco torpe, casi temblorosa.

 

-Hey Franco, mucho gusto.

 

Respondió Lando Norris acercándose a él con Oscar Piastri ligeramente detrás suyo, las comisuras de sus labios estiradas en una pequeña sonrisa.

 

-Hola-dijo el chico australiano, y cuando estuvieron a un brazo de distancia, sus pupilas comenzaron a dilatarse y Franco sintió como el aire se escapa de sus pulmones a una velocidad difícil de procesar. El monstruo de la culpa quiso reptar a través de él pero antes de que pudiera siquiera disculparse por su estado el mayor de los tres volvió a hablar.

 

-¿Qué haces aquí solo? Debes ser el primer piloto que conozco con ganas de empezar la rueda de prensa.

 

-Ni en pedo-expreso en español-Es que quería estar solo un momento, estoy algo nervioso.

 

El inglés le dedicó un ligero asentimiento de cabeza intentando disimular el hecho de que el aroma a dulce le resultaba aplastante a la vez que una punzada de culpa lo atravesaba, esperaba que su respiración agitada no fuera perceptible. La esencia del chico ondulaba sus fosas nasales como seda, aromática, atrayente. Forzandolo a resistir la urgencia de buscar la mano de Oscar.

 

-Si necesitas ayuda con lo que sea, un consejo o hablar, tienes mí número.

 

-Muchas gracias, Sacha me dijo que eras re... ¿Cómo se decía? ¿Copado? ¿Sympathetic?

 

Lando río ligeramente.

 

-Quizas friendly es más fácil de recordar. No sé que te habrá dicho Sacha de mí, pero que sepas que miente, y mucho.

 

Ante eso Franco no pudo evitar reír también mostrando la fila superior de sus dientes perlados, Oscar y Lando descubrieron sus colmillos y el tirón invisible parecía presionarlos incluso más.

 

-Es cordobés, me preocuparía si no mintiera.

 

El argentino pudo sentir como el control sobre su ser Omega volvía y sus nervios se calmaban, no conseguía oler a los alfas que tenía en frente por sus parches bloqueadores pero podía notar que su aroma los afectaba. En otras circunstancias esto lo pondría peor, odiaba ser el causante de problemas para otros pero Lando había sido tan amable con él mientras Oscar mantenía una respetuosa distancia y su expresión, aunque controlada seguía serena y amistosa brindandole una seguridad que tanto le hiciera falta.

 

-Creo que mejor me voy antes de que alguien venga a arrastrarme al paddock, gracias por la amabilidad Lando y un gusto conocerte Oscar, nos estaremos viendo.

 

-Un gusto... Franco.

 

El australiano se sorprendió de encontrar su voz entre la constricción interna que sentía, Lando se despidió con un asentimiento y rápidamente se encontraron solos, tenían como mucho quince minutos hasta que los periodistas comenzarán a llegar y quizás unos diez hasta que su equipo los buscará.

 

-Oscar...

 

No fue consciente de inmediato ni supo cómo sus manos terminaron rodeando las muñecas de Oscar que le aprisionaba entre su cuerpo y la pared, su espalda chocando con tal fuerza que el ruido seco del golpe retumbó en sus timpanos. Casi podía vislumbrar el dolor de lumbares que le acompañaría por el resto del día.

 

El australiano lo tenía firmemente sujetado del cuello de la camiseta mientras sus ojos de un color negro imposible se clavaban en los suyos buscando someterlo, el gesto en su rostro duro, inescrutable.

 

Había una lucha interna entre su mente y su instinto que el inglés supo leer al instante. Un Omega se encontraba alterado. Su alfa tenía la necesidad de proteger a ese ser que identificaba como vulnerable. Y veía en el alfa de Lando una amenaza, un reto.

 

Si Lando sintió una punzada de dolor no la dejo penetrar en la máscara de seguridad que se forzaba a portar cuando estás cosas pasaban.

 

Porque no había sido la primera, dudaba mucho que fuera la última.

 

Un gruñido primitivo reverberó en el pecho del chico más alto mientras el otro dirigía una mano hasta su cuello y quitaba el parche que bloqueaba su aroma. Ladeó ligeramente la cabeza, sometiendose al alfa frente a él a la vez que su aroma a chocolate oscuro se diseminaba entre ellos.

 

Los instintos de Oscar reconocieron el acto de sumisión para seguidamente enterrar la nariz en las glándulas odoríferas de Lando, tomando para sí mismo todo el aroma que el alfa liberaba buscando alguna ínfima señal de miedo o amenaza, lo más mínimo que fuera a indicarle que la persona frente a él representaba un peligro, pero solo percibió serenidad y alerta.

 

Amor. Y un poco de tristeza.

 

Después de minutos que parecieron tortuosos las manos del australiano abandonaron la ropa del inglés para descansar contra sus hombros, inhalando y exhalando profundamente, embriagandose con el perfume natural de su compañero. Apoyó la mejilla contra la clavícula ajena y se dejó acunar como un cachorro, arrepentido y avergonzado.

 

-¿Te hice daño?

 

-Nunca me has hecho daño Osc.

 

-Perdoname, no me pude controlar... Yo...

 

-Shh-las grandes manos de Lando acariciaron el cabello castaño claro con una delicadeza que Oscar sentía incapaz de merecer-No es tu culpa, es solo biología, molesta pero biología al fin, cuando crezcas podrás manejarla mejor.

 

-Tienes solo un año más que yo.

 

Landó quiso reírse de esa respuesta. Oscar podía haber crecido mucho físicamente desde que ingreso a McLaren pero seguía siendo un cachorro de alfa en muchos otros aspectos, su necesidad de protegerlo parecía ir solo en incremento.

 

-Pero yo llevo más años que tú como alfa.

 

Oscar se separó de él con pesadez, como si físicamente le costará alejarse de la piel dorada y caliente de su compañero que tanto comfort le proporcionaba. Los ojos azul verdoso de Lando y su sonrisa en forma de corazón fueron lo primero y segundo que captaron sus ojos. A veces le impresionaba lo mucho que Lando podía estimular sus sentidos, como cada parte de su cuerpo y de su ser encontraban en el contrario pequeños detalles que lo embelesaban cada vez más.

 

Como si estuviera hecho para él.

 

-Ese es el Oscar que me gusta.

 

El australiano poso sus labios contra los contrarios, presionando en el contacto con suavidad, esperando autorización para continuar. Lando le correspondió gustoso marcando un ritmo lento a la vez que sus dedos se entrelazaban, sintiendose extrañamente cómodo en la vulnerabilidad del entorno. Podría entrar alguien en cualquier momento y descubrirlos, causar un desastre público que bien tenía el potencial de arruinarlos. Pero no le importaba. Porque estaba con Oscar, y con él a su lado todo era más fácil.

 

-Todavia puedo olerlo-murmuro el más alto entre suspiros.

 

-Su aroma es fuerte, más que el de un alfa.

 

-Por un momento sentí...

 

-¿Cómo si fueras capaz de destrozarme para que solo te viera a tí?

 

Oscar no pudo ocultar la sorpresa en su mirada, Lando estaba seguro que de no ser por los parches en su cuello su aroma a café se tornaría agrio por la culpa.

 

-Hubo un momento donde yo sentí lo mismo.

 

-Me dio miedo.

 

El sonido de pasos a la distancia los alertó al instante, alejandose como si el contacto entre sus cuerpos quemara a la vez que llevaban la mirada hacia el origen del sonido, el mismo pasillo donde Franco desapareciera minutos antes. El perfume a dulce se ausentó al instante, dejando solo el controlado aroma de Lando y la pesadez del silencio.

Chapter 2: Capitulo Dos

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

 

 

Franco se quedó mirando fijamente el celular por enésima vez en la noche esperando que el aparato de alguna forma mágica le pudiera dar una respuesta rápida al desastre que era su cabeza. Navego un rato en sus redes, contesto mensajes (que no eran pocos) y se entretuvo mirando las entrevistas del día. Cuando se sintió harto de mirar la pantalla la incomodidad en su cuerpo volvió no encontró mejor solución que darse una ducha, otra vez.

 

 

Después de haber tenido una tarde más o menos tranquila y a la espectativa de lo que le esperaba al día siguiente se terminó escabullendo del paddock ocultándose un poco bajo la figura amistosa de Alex, de cierta forma usándolo de escudo para evitar el contacto con alguno de los pilotos de McLaren.

 

 

Pensar en ellos le provocaba sensaciones con las que no quería lidiar. Una incomodidad recalcitrante que se enraizaba en sus complejos más profundos, en pensamientos que no conseguía ordenar y en impulsos que solo podía racionalizar como la parte más primitiva de su naturaleza dominante. 

 

 

Franco nunca había querido espiarlos, pero cuando escucho el ruido seco de un golpe y recordó que su aroma aún flotaba en ese cuarto cerrado donde los dos alfas se habían quedado genuinamente temió lo peor. Aún tenía presente la ocasión en su adolescencia donde dos chicos alfas comenzaron a pelear por su atención y él, en un intento de parar con todo aquello huyó en su cuatrimoto para terminar chocando con un auto estacionado. Esa fue una de las visitas más incómodas al hospital y de sus primeras experiencias como Omega.

 

 

Fue consciente desde muy joven que al ser Omega no estaba seguro y a su vez los demás no estaban seguros con él. Su naturaleza dominante no se subyugaba ni ante Alfas que le doblaban la edad o le triplicaban en tamaño, aún si fuera por su propia voz o por su perfume natural su presencia traía consigo el poder de cernirse sobre aquellos con el deseo de tenerlo, porque la realidad era que su Omega en su esencia más animal era un líder, un emperador, una entidad que no reconocía otra posición que no fuera la de más alto poder y control. Él era la abeja reina y los demás jugaban el papel de zánganos sin una utilidad más haya de atender sus necesidades.

 

 

Así se lo habían explicado aquella tarde en el hospital con sus padres colericos a ambos lados de su cuerpo y con la cara manchada de sangre seca. Su presencia siempre causaría conflicto por el simple hecho de ser él mismo, los betas lo verían como alguien a quien proveer y proteger y los alfas por su parte como el objeto más deseado a obtener, sus naturalezas dominantes siendo avasalladas por sus feromonas que podían doblegar hasta el espíritu más firme porque sencillamente no había alguien con una voz de comando más fuerte que la suya propia.

 

 

Odió lo que era siendo un niño y lo encontró más una molestia que una bendición mientras iniciaba su carrera en el automovilismo. Necesito de terapias especiales para saber cómo conducirse entre multitudes y ámbitos sociales para impedir que se cerrará al mundo, demasiado frustrado consigo mismo y con los que simplemente se dejaban arrastrar por los instintos. Pero tan solo le basto un pequeño momento de debilidad y ya estaba provocando la pelea de dos Alfas, tenía el corazón latiendole en los oídos cuando regreso sobre sus pasos listo para usar su voz y parar lo que fuera que estuviera pasando.

 

 

En lugar de dos alfas peleándose a puños o tratando de lastimarse con sus colmillos encontró a los dos chicos de McLaren casi pegados el uno con el otro, Lando estaba contra la pared con el cuello expuesto en señal de sumisión mientras Oscar se frotaba contra la piel aceitunada desde la mandíbula hasta la clavícula, impregnadose de su perfume. Franco jamás había visto algo así por lo que se quedó congelado en el lugar incapaz de moverse, jurando para sus adentros que sentía como si le arañaran el alma para exponer una capa mucho más profunda.

 

 

Sus feromonas seguían invadiendo el ambiente pero ya no tan aplastante como antes y su ser Omega por primera vez en quizás toda su vida se hallaba en un mutismo apacible, sin la constante necesidad de subyugar su raciocinio. Con respiraciones profundas y las piernas firmemente clavadas en el suelo presencio el beso de los dos alfas mientras el aroma a chocolate amargo brotaba poco a poco del chico más bajo.

 

 

Franco había escuchado que estás cosas no eran inusuales entre compañeros de escudería pero era una cosa completamente distinta el verlo y sentirse perturbado en su naturaleza. El aroma fuerte de Lando le capturo ni bien floto hacía él, arrullandolo como una canción de cuna, obligándolo a contenerse para no empezar a ronronear ahí mismo.

 

 

Se pregunto que aroma tendria Oscar, imaginaba que olía tan bien como Lando y el deseo de acercarse y quitar su parche bloqueador paso a ser todo lo que deseaba hacer. Las manos le picaban con la necesidad de arrancar ese pedazo de papel y tela para poder fundirse en los perfumes de los chicos mayores frente a él, pero la simple frase que brotó de los labios del australiano le devolvió a su realidad, tan cruda e injusta.

 

 

"Me dio miedo"

 

 

Como deseaba poder dejar ir esas tres palabras de la misma forma que el agua que corría por su cuerpo y se perdía en el desagüe. 

 

 

¿Hacía cuanto que no escuchaba esas palabras dirigidas hacia él?

 

 

Quizás desde sus días en la F4 cuando experimento por primera vez la hostilidad de los europeos y el vacío de su soledad fue tangible en los ojos de los adolescentes y adultos que lo miraban por encima del hombro. A Franco todavía le dolía recordar las noches en las que lloraba por un abrazo.

 

 

Abandono el baño con una sensación pesada en el estómago y la piel fría por el agua, considero llamar a su sicólogo aunque fuera por unos minutos. Lo único que le faltaba era causar un alboroto más grande en su segundo día de carrera.

 

 

Se vistió rápido con su pijama que consistía en unos pantalones cortos y una camiseta de Boca para tirarse en la cama y buscar el teléfono donde lo había dejado olvidado. Al desbloquearlo parpadeó ante él la última app que tuvo abierta que era nada más y nada menos que su chat de ig con Lando, y la incomodidad volvió hacia él en la forma de su cara sonrojada. El beso de ambos alfas, el aroma a chocolate de Lando, su Omega anhelando aquello que no podía tener.

 

 

El calor en su cara era tan fuerte que cualquiera pensaría que estaba afiebrado.

 

 

-La puta madre ¿Qué carajo me pasa?

 

 

Se mordió los labios sin dejar de mirar el celular, armandose de valor, y comenzó a escribir.

 

 

§§§§§

 

 

Lando se encontraba solo en su habitación de hotel, su alfa enfurruñado y reclamando la presencia de Oscar.

 

 

El chico más joven le había dicho solamente que quería descansar bien para estar en óptimas condiciones para el sábado. Se sentía intranquilo y prefería buscar la armonía con su alfa, Lando lo respetaba lo suficiente para aceptar sus decisiones pero le conocía tan bien que sabía que no le estaba contando toda la verdad.

 

 

Vió en sus ojos la sombra de la culpa en el momento en que sus sentidos ya no se encontraban intoxicados por el perfume dulce del omega dominante y esa emoción no le abandono durante el resto del día, estando un poco más ensimismado que de costumbre. Lando no le dejo solo en ningún momento, actuando como su escudo social en la mayoría de las entrevistas o el contenido que debían filmar para que Oscar pudiera ser todo lo monosilábico que quisiese.

 

 

Al final del día le había pedido espacio aunque al menos se llevó consigo una prenda de ropa impregnada de su perfume dándole algo de paz al alfa mayor. Oscar aún necesitaba de él y su contención, incluso en la distancia.

 

 

Luego estaba la otra cuestión, la que le llenaba de incertidumbre. 

 

 

¿Cómo no notó que Franco seguía ahí con ellos?

 

 

Su aroma había subyugado pero nunca se ausentó como cuando huyó, Lando ponía la culpa enteramente en sí mismo, era él el alfa de más experiencia, el primer piloto que veía por su compañero y por el equipo, se suponía que tenía que estar siempre en control.

 

 

Le preocupaba lo que Franco haría con la información adquirida, se sentía responsable de la tristeza de Oscar y no podía dejar de culparse por no ser suficiente, por terminar dando la razón a lo que se decía de él. No era fuerte mentalmente, no era suficientemente habilidoso ni prodigioso, solo era un piloto más, del montón, los que pasarían sin pena ni gloria. Y por sobre todas las cosas un alfa que no podía proteger a quien su corazón anhelaba.

 

 

Un fallo en todos los aspectos.

 

 

Lando llevo los dedos a su cien para tratar de suavizar el dolor que comenzaba a punzarlo, sus emociones estaban a desbordandose al punto que su ser racional y su ser instintivo se alineaban en una de las peores prisiones para él, la inseguridad y la tristeza.

 

 

Quería a Oscar, a su fragancia a café tan revitalizante y adictiva que le hacía olvidar todo, hasta lo mucho que podía llegar a odiarse a sí mismo.

 

 

En ese momento su teléfono vibró en su bolsillo lo cuál no era extraño pero le sirvió para distraerse un poco, le recordaba que tenía responsabilidades que atender y no podía darse el lujo en un fin de semana de carrera de arrastrarse a un rincón oscuro a lamer sus heridas. Empezó con lo más urgente que eran los mails de trabajo, acciones publicitarias y los compromisos pactados por la escudería, en segundo lugar respondió mensajes personales a su familia y amigos para terminar con sus redes sociales donde esperaba distraerse por un par de horas más o al menos hasta que le ganará el sueño.

 

 

En sus dms de instagram encontró la cuenta verificada de una de las personas que no podía sacarse de la cabeza, un poco enterrado entre las notificaciones de reacción y respuestas a sus historias.

 

 

@Francolapinto:

 

Perdón por lo de esta tarde, te juro que no fue mí intención alterarlos a vos o a Oscar de alguna forma. Mis feromonas son algo fuertes y ni los parches me ayudan, generalmente soy bueno para controlarme pero hoy no estaba en mí mejor forma. Lo siento mucho y si hay alguna forma en la que pueda compensartelo no dudes en avisarme, abrazo.

 

 

Lando leyó el mensaje más veces de las necesarias conflictuado sobre que pensar o como abordar una respuesta, le tranquilizaba un poco el poder confirmar que Franco era un hombre decente que no pensaba sacar provecho de la situación en primera instancia. Un dolor de cabeza menos.

 

 

Ahora quedaba lo de sus feromonas, le había despertado la curiosidad. ¿Los parches no le servían? ¿Él realmente iba por la vida como un libro abierto a la disposición de su entorno? Irremediablemente sintió su corazón doler un poco ante esa perspectiva, si ya le costaba en el día a día lidiar con las cosas que se decían de él solo por sus palabras o sus acciones no quería ni pensar en la posibilidad de tener una ventana abierta a cada emoción de su ser a la disposición del mundo.

 

 

Difícilmente una persona que llevaba esa clase de vida sería capaz de chantajear a dos alfas por estarse besuqueando en una habitación vacía, y como si no tuviera suficiente comenzaba a sentirse mal por pensar negativamente del argentino. Ya estaba harto de ser siempre su peor enemigo.

 

 

@landonorris:

 

No hace falta que te disculpes Franco, no es tu culpa. A veces estás cosas suelen pasar, si yo te contara las cosas que he visto...

 

 

@Francolapinto:

 

Un chisme se cuenta completo o no se cuenta 🤭😋

 

 

Lando sonrió a su teléfono ante el mensaje de Franco, se acomodo mejor en la cama y no demoró en contestar.

 

 

@landonorris:

 

Te cambio un chisme por un chisme 

 

 

@FranColapinto:

 

Hoy ví a dos alfas besándose en uno de los sectores de prensa 🤯😖🥵 no vas a creer quienes eran

 

 

Se quedó un par de segundos mirando ese último emoji para seguidamente sentir el ardor característico de sus mejillas enrojecidas. Quizás era un error de tipeo, o Franco quería aligerar la situación y hacerlo reír, pero esa pequeña e ínfima posibilidad de que hubiera alguna intención más le aceleró los latidos.

 

 

@landonorris:

 

🤯🤯🤯

Apuesto la pole de mañana que seguro fueron Kevin y Nico, esos dos tienen una tensión sexual que se corta con cuchillo

 

 

No notó lo ligero que comenzaba a sentirse su ser y lo distendido de su mente, se pasó parte de la noche tranquilamente escribiéndose con el argentino y bromeando sobre cosas tontas. Por esa noche, sus pensamientos más tóxicos se apagaron como una fogata en medio de la lluvia.

 

 

§§§§§

 

 

@Francolapinto:

 

Hola Oscar, quería pedirte perdón por lo que pasó hoy. Nunca fue mí intención provocarte o hacerte hacer algo que no querías, me es difícil controlar mis feromonas cuando estoy desregulado, obviamente no es excusa, pero quiero que sepas que jamás sería mí intención lastimarte o hacer que lastimes a otro

Si estás enojado conmigo o no quieres volver a hablarme lo entiendo totalmente. Espero que tengas una buena noche 

 

 

Oscar se abrazo con fuerza a la camiseta de Lando que tenía hecha un bollo contra su pecho mientras la luz de la pantalla de su celular iluminaba su rostro afeitado y limpio de imperfecciones, la habitación en total oscuridad lanzando sombras oscuras en las bolsas bajo sus ojos dándole un aspecto más cansado del que realmente sentía.

 

 

No entendia el porque, pero no podía siquiera obligarse a sentir aprehensión por Franco, mucho menos odiarlo. Pensar en él solo evocaba sus bonitos ojos, el tono rozado que tenían su nariz y orejas probablemente por la exposición al sol e incluso el ligero acné en su frente que trataba de disimular con sus rizos castaño dorados le parecían encantadores. Recordaba haber visto sus fotos antes de conocerlo, era un chico lindo, muy lindo. La clase de Omega que su Alfa añoraba durante el celo cuando el cuerpo fibroso y firme de Lando no era suficiente para saciarlo o cuando solo se tenía a si mismo para complacerse.

 

 

Su hombría pulso reclamando la atención que Oscar le negaba desde hacía rato, mortificandolo.

 

 

¿Por qué estaba tan caliente?

 

 

La culpa caracterizo su día, no podía mirar a su compañero a los ojos después de notar la dificultad que tuvo para entrar al monoplaza y como al término del día, rodeado de sus técnicos y compartiendo los datos de sus vueltas lo veía sobarse la cintura y las costillas para después flexionar sus hombros tensos. Cualquier otra persona lo atribuiria a los dolores asociados a manejar un monoplaza de fórmula 1 por más de 50 vueltas consecutivas y tendrían razón en la mayoría de las veces sin embargo el australiano conocía bien a Lando, sabía de los límites de su tolerancia al dolor y lo que mostró durante la tarde fue nada más y nada menos la obra de las manos de Oscar.

 

 

Si hubiera sido por él, se habría encerrado en su habitación de hotel hasta la clasificación del día siguiente, lamentablemente no tenía tanta buena suerte y estuvo un buen par de horas de aquí para allá tratando de poner su mejor cara y la mayor de las disposiciones para las cámaras. Agradeció la presencia de Lando que fue como un bálsamo para él, los remanentes de su aroma espeso logrando mantener a su ser instintivo al margen.

 

 

No sé atrevió a compartir su cuarto de hotel con él, si bien él mismo y su ser Alfa deseaban la compañía de Lando y el aura protectora que emanaba aún no podía mirarlo a los ojos sin sentir una ola dolorosa de remordimiento. Con mucha dificultad le pidió la camiseta que uso ese día y se pasó las horas con la nariz enterrada en la prenda, inhalando el perfume de Lando y su aroma a chocolate tan característico matizado por una suave nota dulce que no le pertenecía. 

 

 

Tan suave como el toque de una pluma, las notas denotaban todo lo que estaba bien en un Omega, cálido, dulce, fértil. Y combinaba tan bien con el aroma robusto de Lando al punto que irremediablemente sintió su piel enfebrecerse y la sangre bombear al sur de su cuerpo.

 

 

¿Odiar a Franco?

 

 

Era tan imposible como dejar de sentir deseo por su compañero. Su ser Alfa se regodeo en los aromas ajenos y a su mente llegaron tantos escenarios que lo abrumaron y no le dejaron otra opción más que hundir la mano entre sus piernas para atender las urgencias de su cuerpo de una vez.

 

 

¿Cómo se sentiría enterrar la nariz en el cuello del Omega mientras Lando mordía su nuca posesivamente?

 

 

¿Sus aromas se entrelazarian tan bien como sus cuerpos?

 

 

Se imagino ahogado en las feromonas de los otros chicos mientras su propio aroma a café se impregnaba en sus pieles, marcandolos y reclamandolos para sí mismo.

 

 

¿Cómo se sentiría enterrarse en el calor de Franco mientras Lando lo penetraba? Abrumandolo por la estimulación de sus zonas más erógenas.

 

 

¿El Omega sería capaz de tomarlos a ambos? Uno empujando en su boca y el otro en sus entrañas llenándolo hasta la saciedad.

 

 

Ahogó un gruñido en la camiseta de Lando, tirando de su miembro con algo de fuerza, necesitado de la presión en su nudo que solo un agujero estrecho y húmedo podía proporcionarle.

 

 

Se mordió los labios con fuerza y no dejo de masturbarse hasta que hizo de las sábanas debajo de él un desastre. Su Alfa, siempre tan receloso, demandante, exigía dos cuerpos para sí, la firmeza de otro Alfa y la suavidad de un Omega. Quería sentirse ahogado en sus aromas y que el suyo propio se adhiera a cada capa de sus pieles como si siempre hubiera pertenecido allí, marcandolos como su propiedad.

 

 

Difícilmente Oscar podía negarse a los deseos de su naturaleza.

 

 

Notes:

Perdón por la demora en actualizar, me cope escribiendo otra cosa y después me bloqueé un poco con este capítulo jjj, espero no demorarme tanto con el próximo capítulo, muchas gracias por leer y feliz año nuevo!!

Chapter 3: Capitulo Tres

Notes:

FRANQUITO EN ALPINE HERMANAS SE CELEBRA CON ACTU

Chapter Text

 

 

Franco estaba feliz, extasiado podría decirse. Había completado su primer Grand Prix en la fórmula 1 y todos en la escudería estaban conformes con su desempeño, si bien no consiguió quedar dentro de los puntos pudo pasar de p18 a p12 manteniendo un buen ritmo de carrera y principalmente demostrando que podía adaptarse rápidamente al monoplaza y a la presión de una competición. Todas las horas de simulador que acumuló desde que fue anunciado hasta que se subió al avión a Italia probaron rendir sus frutos, y si bien su vena competitiva le azuzaba por haber estado tan cerca de la décima posición no iba a permitirse amargar por eso, no cuando tenía a sus superiores felicitandolo y a su círculo más cercano con él.

 

 

Recibió más abrazos que en el cualquier ocasión festiva en su vida, y de no ser por los benditos parches bloqueadores estaba seguro que apestaria a cada persona que lo estrecho entre sus brazos e incluso enterró el rostro en su cuello aspirando su aroma. Fue una verdadera prueba mantener su ser Omega a raya y dominar sus emociones con la cantidad de peso que cargaba en los hombros, pero lo logro, y consideraba esa otra pequeña gran victoria para sí mismo.

 

 

Había concluido las entrevistas con los reporteros por esa jornada y filmado algo de contenido para las redes de Williams con Alex para finalmente conseguir encerrarse en el vestidor, la habitual incomodidad que sentía ante las capas de ropa humedas por la transpiración haciéndole cosquillear la piel y urgiendole a cambiarse. En su cabeza solo estaba el pensamiento de llegar al hotel y quedarse bajo la lluvia de la ducha hasta deshacerse de la sensación pegajosa cuando su teléfono comenzó a vibrar.

 

 

Alex Albon:

 

📌 Ubicación

Este es el hotel donde será la fiesta post-carrera

Te gustaría que vayamos juntos o te veo allá?

 

 

Llegando al hotel voy a ir a cenar con mí familia, te veo allá! 😁😌

 

 

Alex Albon:

 

Ok, te voy a estar esperando!

 

 

Sonrió ligeramente y procedió a cambiarse. Él no era una persona particularmente dada a salir de fiesta con otros pilotos y las fiestas particularmente en Europa no le resultaban muy divertidas, no negaba que la música era buena, el ambiente medianamente seguro donde no les estarían grabando constantemente y bebidas caras que fluían como fuente, pero si el ambiente era aburrido no existía música que pudiera salvarla, Franco no era tan conocido como para preocuparse por la privacidad y últimadamente tampoco podía beber mucho porque solamente le bastaban un par de tragos para emborracharse, desventajas de haber dedicado toda su adolescencia y juventud al deporte.

 

 

Su primer instinto a la invitación había sido negarse pero Alex tan paciente y encantador como un ángel no le aceptó una negativa por respuesta.

 

 

-Es tu primer Grand Prix, mereces celebrarlo.

 

 

-No se, no soy de salir mucho.

 

 

-Te va a venir bien para conocer a los demás, y prometo que no voy a dejarte solo.

 

 

Franco se hubiera negado una vez más, pero los ojos anhelantes del chico mayor se lo impidieron, ¿Qué le hacía una noche de fiesta? Mientras mantuviera sus copas contadas no creía que habría problema. Y existía la probabilidad de que, si asistían, podría pasar el rato con Lando y Oscar.

 

 

Las conversaciones con ambos habían sido algo escuetas pero amenas, Oscar le tranquilizó el espíritu al asegurarle que no estaba molesto con él y que esperaba poder cruzarselo más seguido por el paddock como fuera de este, Lando por su parte le caló por el costado del humor y la cercanía, lo que aún le dejaba un poco descolocado.

 

 

Quizás era solo idea suya, la imaginación jugándole malas pasadas o su ser Omega queriendo empujarle al peñasco que culminaba en sus instintos, no lo tenía muy claro, pero durante el desfile de pilotos sintió las miradas del team papaya sobre él. Lando estaba a su lado volteado a su dirección mientras ambos charlaban con Alex y Charles a la vez que en la esquina opuesta Oscar se encontraba rodeado por Fernando y Checo, su mirada velada y fija en ellos, tan intensa que Franco podía sentir que lo palpaba.

 

 

Quizás él mismo se quedó muy cerca de Lando, quizás ladeó la cabeza mostrando su cuello desnudo más veces de las necesarias, quizás el controlado aroma dulce que liberaba su cuerpo cargaba notas de alegría y comodidad ante la mirada de los alfas.

 

 

Quizás era un cortejo silencioso, o una invitación decodificada para quien tenía todas las pistas. Quizás era solo un gesto amistoso. Quizás no era nada.

 

 

Pero eso no impidió que en lo que durará la cena su corazón latiera desbocado ante la idea de volver a estar cerca de los pilotos McLaren.

 

 

§§§§§

 

 

El lugar y su ambiente eran exactamente como Franco se había imaginado, buena música, mucha gente borracha o camino a estarlo, alcohol costoso, luces estroboscopicas y pilotos millonarios rodeados de su séquito cercano. Fue a uno de estos grupos donde Alex lo dirigió ni bien se encontraron en el lobby del hotel donde se desarrollaba la fiesta.

 

 

-¡Alex! ¡Franco! Pensé que no vendrían.

 

 

El rostro enrojecido y simpático de Charles Leclerc fue lo primero que vió entre el tumulto de gente. El hombre joven tenía la ropa ligeramente desarreglada y una botella de champagne a medio tomar en una mano cuando se acercó a recibirlos.

 

 

-Acabamos de llegar, ¡Felicidades por tu victoria!

 

 

-Felicitaciones Charles, la rompiste.

 

 

El monegasco les agradeció con un medio abrazo a cada uno, su aliento etílico golpeando de lleno a Franco en la cara haciéndolo sonreír.

 

 

-¡Quédense con nosotros! Mí hermano fue por más champagne.

 

 

Y no hubo forma de negarse realmente porque Charles los rodeo a ambos del cuello, arrastrándolos con él mientras los salpicaba un poco con la botella abierta que cargaba. A Franco le causó entre diversión y ternura lo animado que el alcohol lo ponía y como buscaba recargarse en cualquier persona que llamaba su atención.

 

 

"Borracho cargoso" Cruzo fugazmente por su mente.

 

 

A los minutos se agregaron el menor de los Lecrerc, Carlos Sainz junto a su pareja y un grupo de camareros cargando varias botellas de champagne y sus respectivas copas que el argentino dudaba que fueran a sobrevivir la noche, pero como no los pagaba él no se fijó mucho. George Russell se les apareció a los minutos al costado de Alex y en cuanto el monegasco lo divisó tampoco lo dejo ir, atrapando a ambos por el cuello y haciéndolos bailar con él de forma un poco descoordinada.

 

 

La música fue mutando a un género mas electrónico, animando a la multitud que saltaba y agitaba los brazos en un subidón de energía.

 

 

-LANDOOOOOOOO-grito Carlos mientras señalaba a espaldas de Franco.

 

 

Se giro de forma poco disimulada al lugar donde apuntaba el dedo del español para descubrir a Lando en la cabina del DJ, una de sus manos tocando una parte del mezclador a la vez que el dj a su lado tecleaba en su computadora, generando un sonido más potente que el que sonaba anteriormente. Impulsado por los cuerpos sudorosos que empezaban a empujarlo Franco comenzó a saltar también, moviendo sus extremidades al ritmo de la música y echando miradas furtivas a la cabina que se encontraba en una zona alta de la pista, brindando una vista panorámica del vip. 

 

 

Lando se veía tremendamente guapo, su rostro concentrado en la música, vistiendo una vaporoza camisa negra abierta lo suficiente para exhibir parte de sus clavículas y el centro de su pecho, su piel tostada perlada en sudor que ante el efecto de los flashes de los celulares a su alrededor le resaltaba los ángulos cincelados de su figura, la mandíbula definida, lo alto de sus pómulos, las lineas de su fuerte cuello...

 

 

-¿A qué es bueno el chaval verdad?-escucho a Carlos hablarle con su español característico.

 

 

-Muy capo el chabon.

 

 

Franco se dio la vuelta para mirar al hombre, notando como este le veía con una expresión divertida en el rostro.

 

 

-¿Qué?

 

 

-Limpiate la baba de la cara.

 

 

-Estas flasheando cualquiera.

 

 

Carlos le apretó una mejilla, sonriendo en todo momento.

 

 

-Que te has puesto rojo y todo.

 

 

Franco apretó los labios, como pocas veces sin saber que decir. Cazó la primera copa de champagne que tuvo a la vista y se la zampo de un trago mientras escuchaba la risa de Carlos a la distancia, los oídos zumbadole por la música y los latidos de su corazón.

 

 

¿Tan obvio era?

 

 

Ni bien la sensación picosa abandono su garganta se hizo con una segunda copa pero está vez permitiendose disfrutarla de a sorbos mientras se alejaba un poco del círculo de cuerpos danzantes, hallando asiento en unos de los amplios divanes del vip.

 

 

Desde aquel ángulo ya no podía ver bien al inglés y quizás fue lo mejor porque sintió como su cara dejaba de quemar y su respiración se acompasaba. Olfateó disimuladamente el aire intentando descifrar si algo de su aroma natural lo delataba pero para su fortuna el perfume con fuertes notas a whisky que había comprado hace poco enmascaraba muy bien el regusto dulzon de sus feromonas.

 

 

-¿Te molesta si te hago compañía?

 

 

La voz de Oscar Piastri a su lado izquierdo le hizo sobresaltar, el alto alfa se dejo caer en el cómodo sofa recargando el peso de su espalda en este, un brazo de distancia apenas separándolos. Apretó la copa que tenía en las manos con algo de fuerza y rogando que la sonrisa que quería formarsele no fuera demasiado obvia.

 

 

-Eh Oscar, felicidades por el segundo lugar, hiciste una carrera muy buena.

 

 

-Gracias, vos también hiciste una muy buena carrera, te felicito.

 

 

Oscar le hizo el gesto de chocar sus copas, su sonrisa serena y amistosa. Franco se quedó mirando su nariz de botón por un par de segundos, enrojecida por lo que parecía el alcohol que había tomado.

 

 

-¿Estás solo?

 

 

-Estaba con mí equipo y varios amigos pero Pierre y Yuki querían saludar a Charles.

 

 

-¿Y dónde están?

 

 

-Se me perdieron a mitad de camino.

 

 

-Charles está allá-señalo con la cabeza al grupo de personas más cercano a ellos-Si quieres ir a saludarlo.

 

 

-¿Te digo algo?-Oscar se acercó un poco a él y Franco le imitó-Prefiero quedarme aquí ahora.

 

 

El verde en los ojos del Omega desapareció casi por completo a la vez que su estómago se retorcía en nudos dolorosos, Oscar le guiño el ojo mientras se terminaba su copa y Franco no pudo evitar seguir el contorno de su brazo flexionado y como las mangas de su camiseta se estiraban ante la presión de sus músculosos bíceps.

 

 

Se mordió los labios sintiendo como nuevamente el calor trepaba desde el cuello hacia su cara y las manos le temblaban. No era un hombre tímido ni mucho menos pudoroso, se sabía una persona inherentemente sexual con necesidades que buscaba tener atendidas, pero no podía recordar otra ocasión donde la idea de dos hombres a su disposición le alborotara tanto. Que dos alfas se pelearán por él era la norma, estaba acostumbrado, quizás por eso la tensión con Lando y Oscar solo se acrecentó en el transcurso de pocos días, dos alfas que compartían sus cuerpos dispuestos a desfogarse con él hacían aullar a su ser Omega.

 

 

Representaban eso que nunca tuvo y que no sabía que siempre quiso. La fruta que atrapaba con ambas manos para alimentarse de sus jugos en el calor del atardecer pampeano.

 

 

Franco ladeó la cabeza para observar al australiano como si fuera la última gota de agua en el desierto. Oscar se sintió atrapado, asfixiado en esa mirada intensa tan honesta y transparente que no le hacía falta adivinar las intenciones en ella.

 

 

-Yo preferiría irme-dijo el más joven finalmente.

 

 

-¿Solo?

 

 

-Hoy no tengo ganas de estar solo.

 

 

-Si quisieras algo de compañía Lando y yo tenemos toda la noche y la mañana libre.

 

 

-¿A sí?

 

 

Franco giro el cuerpo en dirección al alfa que se encontraba con el suyo erguido y alerta, cada respiración profunda tirando de la tela blanca que cubría su torso. Oscar solo asintió, sin poder realmente encontrar las palabras adecuadas para dirigir la conversación al terreno en el que su cabeza se hallaba.

 

 

-Su compañía me vendría muy bien, de hecho. ¿Pero estás seguro que Lando querra? Me parecía que la estaba pasando bien allá arriba.

 

 

Oscar carraspeo para aclararse la garganta.

 

 

-Te aseguro que él quiere, ambos queremos.

 

 

Franco atrapó su labio inferior con uno de sus colmillos.

 

 

-¿Su hotel o mí hotel?

 

 

-Este es nuestro hotel.

 

 

-Entonces solo nos queda hablarle a Lando.

 

 

Con una sonrisa apretada Oscar se puso de pie y Franco se permitió admirarlo desde su posición, viéndolo tan imponente como una escultura griega.

 

 

-Él nos verá, ¿Vamos?

 

 

El Omega le regaló una sonrisa brillante, sus ojos entrecerrandos en un gesto por extremo adorable provocando un tirón en el ser Alfa del australiano.

 

 

-Te sigo.

 

 

Oscar comenzó a caminar con Franco casi a la par atravesando la pista de baile hacia la entrada al hotel que estaba al lado de la cabina del DJ. El menor tecleando una rápida disculpa a Alex y asegurandole que lo vería en la mañana mientras el mayor clavaba la vista con la de su compañero alfa, una comunicación casi telepática dándose entre ellos. Ambos podían encontrarse incluso entre el mar de gente y la pobre visibilidad del ambiente, Oscar estaba seguro que Lando contenía un gruñido animal, desesperando a su ser instintivo aún más.

 

 

Abandonaron la fiesta y el cambio a la luz blanca del pasillo de hotel los encandiló brevemente. Franco acompaño su guía en completo silencio, el corto trayecto hasta el ascensor marcado por el sonido de sus pasos y la soledad del lobby.

 

 

Oscar pidió el ascensor y comenzó a sentir que su seguridad se diluía con cada número decreciente que iba parpadeando en la pequeña pantalla. La presencia de Franco ardía, le acobardaba y le llenaba de calor a partes iguales, no sabía que decir y le costaba mantener la mirada fija, sus ojos recorrían cada recoveco e ínfimo detalle del pasillo, todo espacio donde el Omega no fuera la imagen predominante. Se distrajo tanto en una minúscula mancha en la alfombra junto a su pie que no escucho la rítmica alarma que indicaba la llegada del ascensor, no fue hasta que las puertas se abrieron frente a él y su propio rostro ansioso se reflejo en un espejo que lo notó. Entro rápidamente mientras veía a Franco a su espalda imitándolo, su expresión tan relajada como siempre, ilegible.

 

 

Cuando ambos hombres estuvieron dentro, cada uno en una esquina y con la puerta cerrandose en un fluido movimiento el alfa seleccionó el piso dejando la marca húmeda de su dedo sudoroso en el tablero. Ni bien el ascensor comenzó a moverse ya tenía al Omega contra su cuerpo, presionandolo contra la pared.

 

 

Franco llevo una mejilla hacia el pecho de Oscar a la altura de su corazón, frotándose contra esa zona y aspirando su perfume. El australiano podía sentir como el aroma natural del hombre más bajo le golpeaba con fuerza, tan increíblemente dulce que parecía vibrar por lo cargado de sus feromonas. Él chico olía a felicidad, a calor, a humedad y mucha ansiedad. Se admiró al ser consciente de lo mucho que se había contenido y una ola de respeto baño su ser, ese omega pequeño y hermoso tenía una fuerza que Oscar apenas conseguía asimilar.

 

 

-Hueles muy bien-murmuro el chico arrastrando las palabras, sus sentidos aparentemente embriagados-Pero seguro hueles aún mejor sin esto en el cuello.

 

 

Franco arrastró una uña en el parche sobre el cuello de Oscar sin la suficiente presión como para sacárselo.

 

 

-Tu hueles increíble.

 

 

Oscar se agachó tanto como pudo para enterrar la nariz en la coronilla del más bajo, maravillado por la suavidad de sus rizos castaños.

 

 

-¿Puedo besarte?

 

 

La voz del Omega era fina mientras decía aquellas palabras como si tuviera miedo de recibir una negativa, el ser Alfa de Oscar automáticamente crispandose y reclamando acceso al cuerpo menudo que tenía delante. Llevo ambas manos a las mejillas del argentino haciendole mirarlo, acunando su rostro con extrema delicadeza.

 

 

Era lindo, tan lindo. Las fotos que vió de él no le hacían justicia ni podían emular la sensación de su piel tersa adornada de lunares como un cúmulo de pequeñas estrellas, su aliento caliente y pesado, la amalgama de colores en su iris y la presión de su cuerpo de curvas suaves y ángulos fuertes contra el suyo. Quería hundirse en ese Omega y hacer hogar en las partes más reconditas de él.

 

 

Franco irguio el cuello tanto como pudo cuando sintió la presión de los labios de Oscar sobre los suyos, dejó que lo maniobrara a su antojo mientras daba besos cortos en la extensión de su boca, en ambas comisuras, la parte más carnosa de su labio inferior y su arco de cupido, había algo tan íntimo en el roce que el chico más bajo creyó sentir que le temblaban las piernas. Cuando Oscar finalmente abrió la boca y comenzó a moverse contra él no pudo evitar gemir y tuvo que llevar las manos a la cintura opuesta, la voluntad de sostener su propio peso completamente nula.

 

 

Ninguno de los dos supo en qué momento cerraron los ojos, se dejaron arrastrar por los impulsos y la comodidad que se generaba entre sus cuerpos pegados. Franco atrapó el labio inferior de Oscar con uno de sus pequeños colmillos y pudo sentir el momento exacto en que un gruñido retumbaba en el pecho del más alto.

 

 

El australiano se presiono más contra él mientras le invadía la cavidad bucal con la lengua, deleitado con el sabor de su boca y las respiraciones diafragmáticas. Franco por su parte se dedicó a masajear con sus pulgares el pedacito de piel pálida expuesta a los costados de la pelvis dejando que el mayor guiará el beso y acariciándole tímidamente con la lengua, su ser Omega consumido por la urgencia de tener el aroma del alfa a su disposición, necesitaba sentirlo tanto como necesitaba saciar su hambre de contacto.

 

 

Estaban tan enfrascados en sí mismos y la forma en que sus terminales nerviosas eran estimuladas por medio del tacto que no se percataron que ya se encontraban en el piso seleccionado, ni tampoco que, a los pocos minutos, el ascensor enfrente del suyo se abrió también y de él salió un joven vestido completamente de negro, las manos escondidas en los bolsillos de su pantalón y la mirada azul oscura tan turbulenta como una tormenta eléctrica crepuscular.

 

 

Él los observo un buen rato de arriba abajo, disfrutando el espectáculo y mordiéndose el labio ante la curva de la cintura de Franco y la firmeza de los brazos de Oscar. Su ser Alfa no quería moverse alimentado exclusivamente del contacto de los dos cuerpos que deseaba tomar para sí mismo pero su ser racional le urgía buscar un espacio cómodo y seguro. Él nunca fue una persona particularmente generosa en su intimidad, era celoso, muy celoso, no podía permitir que alguien presenciara lo que solo podían apreciar sus ojos.

 

 

Ellos eran para él y para nadie más.

 

 

-Saben... Yo me quedaría aquí sin problema. Pero quizás alguien quiera usar ese ascensor en algún momento.

 

 

Los hombres se separaron con un sonido húmedo, Franco sintiéndose repentinamente agitado mientras Lando delante de él lucía tan imponente y magnífico como cuando lo vió desde abajo en el VIP.

 

 

-Lando...-dijo Oscar entre suspiros.

 

 

-¿Tu habitación o la mía?

 

 

-La tuya.

 

 

Lando sonrió, siempre era su habitación, o su cama. Algún día tendría que preguntarle al australiano porque siempre prefería invadir sus espacios personales. El chico más bajo se alejó dándole espacio a Oscar para salir del ascensor imitando seguidamente la acción mientras su mirada chocaba con la del inglés, un fuego ardiente parecía brillar en ellos.

 

 

-Hola Lando.

 

 

-Hola Franco.

 

 

Sentía que los labios del Omega lo llamaban como si de un encantamiento se tratara, sonrosados e hinchados brillaban por la saliva y Lando solo deseaba poder sentirlos en cada extensión de su cuerpo.

 

 

Cuando los tres se hallaron delante de la puerta Franco volvió a experimentar cierta tensión formandose en la boca del estómago, avasallandole en un cumulo de emociones que desbordaban de su control. Él realmente lo estaba por hacer, iba a tomar a dos alfas, era una locura y esperaba que no tuviera remedio.

 

 

Los dos hombres mayores fueron los primeros en entrar para después girarse en su dirección. El Omega no pudo evitar admirarlos, tan opuestos pero que a la vez parecían complementarse tan bien.

 

 

Entre suspiros entro a la habitación, la puerta cerrandose a sus espaldas por lo que rogaba que fueran muchas, muchas horas. 

 

 

Chapter 4: Capitulo Cuatro

Notes:

Muchas gracias por leer, los kudos, hits y comentarios!! Me animan mucho a seguir <3

Chapter Text

 

 

El ligero clic de la puerta cerrandose sonó mucho más fuerte de lo que era, la exhalación propia parecía demasiado pesada en su pecho y el olor tipico de perfume de hotel captó la atención de su olfato. La sensibilidad de sus sentidos era tan extrema que al momento en que Lando posó sus labios contra los suyos un hormigueo de placer atravesó su cuerpo como un rayo, una mano grande y fuerte se afianzó en el hueco entre su cuello y hombro haciendo que Franco ladeara la cabeza inconscientemente, gimiendo contra la lengua caliente que acariciaba la suya propia con insistencia y el regusto mentolado de su saliva le invadía.

 

 

La respiración de Lando se volvió irregular a la vez que escuchaba un sonido muy distintivo cerca de ambos, el Omega entreabrio los ojos para descubrir a Oscar detrás de Lando dejando marcas húmedas de su boca abierta en la nuca del alfa más bajo con los brazos debajo de sus axilas hábilmente desabotonando la camisa negra. Franco llevo las manos al bajo vientre de Lando, acariciando la piel caliente con las yemas de los dedos y haciendo un camino ascendente hasta sus costillas maravillandose por la sensibilidad en esa zona que se erizaba ante el más suave de los roces y los suspiros desesperados que arrancaba del otro. Oscar por su parte se dedicó a succionar la piel debajo de la oreja del alfa a poco centímetros de distancia del parche que descansaba sobre las glándulas odoríferas, bloqueando el perfume natural que conocía tan bien.

 

 

Anhelando intoxicarse con el aroma a chocolate amargo el alfa más alto retiro el parche para seguidamente enterrar el rostro en esa piel aceitunada, su mano libre afianzandose en la cadera de Lando preparado para sostenerlo si la estimulación era demasiada. El inglés abrió la boca aspirando todo el oxígeno que sus pulmones le permitían, el calor comenzando a construirse en su cuerpo, Franco aprovecho que el agarre de la mano contraria se hallaba flojo en su cuello y le mordió el labio inferior con la fuerza suficiente para dejarle un bonito tono rojizo y procedio a descender al otro lado de su cuello, necesitando para si mismo ese aroma que parecía llamarlo.

 

 

Las piernas de Lando se sentían débiles para aguantar su propio peso, con los ojos cerrados y expresión necesitada hecho la cabeza hacia atrás, el último parche abandonando su cuerpo y Franco aprovechando la accesibilidad brindada comenzó a lamer esa zona con su lengua caliente y rasposa intercalando con sus colmillos que arrastraba contra la glándula provocándole un placentero dolor mientras Oscar se dedicaba a hacerle otro chupón debajo de la quijada.

 

 

-Tu olor por Dios-jadeo pesadamente el argentino quemándole la piel-necesito más.

 

 

En un momento tenía a Franco mordisqueandole el cuello y en lo que parecio un parpadeó ya se encontraba succionando uno de sus pezones oscuros mientras sus manos le desabrochaban ansiosamente el pantalón. Oscar cerró los dedos en un puño sobre su cabello rizado obligándolo a girar la cabeza para chocar sus bocas con fuerza, tan salvaje y necesitando como su ser Alfa joven y volátil. Lando era débil, tan débil ante él, gustoso se sometía a sus besos demandantes, a las caricias que le dejaban marcado por días y a su aroma a café que le envolvía como marca de propiedad.

 

 

Necesitaba ese aroma con urgencia, lo deseaba amalgamado con el dulce del Omega y el propio, quería ahogarse en un mar de feromonas y salir destrozado, renovado, realizado.

 

 

Oscar gruñó sobre sus labios cuando le arranco ambos parches sin ningún tipo de delicadeza y tiro de su pelo con fuerza, arrancándole una suave risa que mutó en un gemido lastimero cuando Franco, ya de rodillas en suelo y habiendo maniobrado sus prendas hasta los muslos hundía la nariz en el vello a la altura del pubis donde su aroma a Alfa era más denso, sus labios carnosos entreabiertos acariciando la base del nudo que comenzaba a formarse. La mano del australiano que se encontraba anteriormente en la cadera de Lando halló su camino hasta los rizos a la altura de la coronilla del Omega en el suelo, encorvandose un poco y apoyando más cómodamente el mentón en el hombro del inglés. Ambos hombres clavando sus miradas ardientes en el más joven que era obligado a levantar la cabeza, la boca ligeramente abierta y la vista completamente velada en excitación, la expresión sumisa, el rostro enrojecido y su aroma dulce cargado de feromonas brotando de él en oleadas. El epítome de su especie.

 

 

-Omega...

 

 

Murmuró Oscar con la garganta rasposa. Como si de una orden se tratara el argentino abrió la boca, la lengua rosada y húmeda descansando sobre el labio inferior, el puño sobre su cabeza le empujó hacia delante y sin perder el contacto visual con los dos alfas Franco tomo en su boca la virilidad de Lando hasta que sus dientes rozaron el inicio del nudo y el glande reposaba en el fondo de su garganta. Luego de un par de segundos comenzó a sentirse mareado por la falta de aire mientras daba inhalaciones nasales cortas, sus ojos llenándose de lágrimas saladas y el miembro en su garganta forzandole a producir más saliva para acomodarlo mejor.

 

 

Cuando las primeras arcadas se hicieron presentes y Lando parecía temblar como una hoja seca Oscar volvió a tirar de su cabeza hacia atrás, privando al otro de ese calor poderoso que prometía consumirlo.

 

 

-Alfa... Tómame Alfa-dijo con la voz ronca.

 

 

Franco miro a ambos mientras hablaba, su Omega desesperado por ser saciado, el olor a lubricante natural indicando lo listo que estaba para que lo montaran. Se incorporó del suelo y rápidamente se hizo hueco entre los dos alfas, deleitándose con sus cuerpos calientes y sus potentes aromas rodeándolo, balanceandose sobre las puntas de sus pies llevó su nariz hacia el cuello de Oscar aspirando el aroma a café con urgencia, Lando se apoyó en su nuca descubierta y succionó la sensible piel pálida provocando que el chico lo recompensará arqueando la espalda contra su erección permitiéndole sentir la marca de humedad que empapaba sus pantalones, el alfa no puedo evitar darle una suave mordida mientras un corto gruñido reververaba en su pecho.

 

 

Las manos de Lando llegaron a posarse sobre la cinturilla de los jeans de Franco cuando el australiano lo rodeo por la cintura presionandole con fuerza contra su cuerpo mientras gruñía hacia el otro Alfa, lo más primitivo en su instinto tirando de él en arranques posesivos. El argentino siseo de dolor ante el movimiento repentino, su aroma crispandose en notas amargas y provocando que el ser Alfa de Lando se nublara con la ideación de un Omega siendo herido, la urgencia de protegerlo atravesó su cuerpo como un golpe, demasiado potente y real para darle tiempo a racionalizar.

 

 

-Sueltalo, Oscar.

 

 

El mencionado le desafío con ojos negros casi vacíos y despojados de raciocinio, le vió abrir la boca con la intención de mostrarle los colmillos pero una mano firme le tomo la quijada, enterrandole las yemas de los dedos con fuerza. El aroma que supo ser suave, incitante y dulce se volvió asfixiante y pesado provocando que a Lando le costara respirar a la vez que su ser Alfa le rogaba que se sometiera, que compensará cualquier falta que hubiera cometido porque no podía tolerar esa presión empírica que alcanzaba hasta su alma.

 

 

-Alfa-dijo Franco con una voz profunda, gutural-Si no me sueltas ahora voy a obligarte a que mires mientras tomo el nudo de tu amante y no te permito acércarte. ¿ Quieres eso?

 

 

Oscar comenzó a pestañear, su pecho visiblemente subiendo y bajando por la velocidad de su respiración, el agarre en su cara tiró de él hacia abajo obligándole a mirarlo. Desde su posición Lando no podía ver qué clase de expresión tenía el Omega pero a juzgar por el rostro dolido en el alfa más joven y como sus pupilas decrecian para dar paso al color marrón chocolate que tan bien conocía no dudaba que fuera algo que jamas había visto.

 

 

"Nunca había conocido a un Omega dominante ¿Y tú?"

 

 

"Creo que una vez cuando era niño."

 

 

Su mente hizo eco de esa conversación que tuvo con Oscar al inicio del fin de semana, ni siquiera podía recordar a esa persona o si realmente llegó a conocerle pero definitivamente la presencia del argentino erradicó cualquier sensación sobre esa experiencia. Franco tomó para si mismo toda la capacidad de asombro disponible en Lando volviendose un punto focal, un encuentro que solo podría describirse como transformativo.

 

 

Quería acercarse, necesitaba tocarlo y comprobar que era real y no una aparición sobrenatural.

 

 

-Lando.

 

 

Se ladeó en su dirección y el mencionado creyó que perdía el aliento. El iris que recordaba era una amalgama entre verde y marrón claro centelleaba en un amarillo casi fosforescente, había algo tan inherentemente amenazante en ellos que Lando se sintió desnudo y a merced de la voluntad del hombre más joven, su ser Alfa sumiso y obediente al Omega con la mirada de un lobo salvaje.

 

 

-Muestrame como hacés que Oscar se comporte.

 

 

Ambos alfas sintieron aquellas palabras como una orden irrechazable e irrecusable. La presión de la gravedad alivianandose en el momento en que Franco les hecho una última mirada del mismo tono del azufre y retrocedió dos pasos siendo Lando quien cortó la distancia entre sus figuras usando la fuerza de su peso para guiar al más alto hacia la cama donde ambos cayeron con un ligero rebote. El hombre mayor se ubicó a horcajadas sobre el cuerpo debajo suyo y le saco la camiseta blanca con brusquedad, Oscar tuvo nulo tiempo de reacción cuando sintió los dientes de Lando cerrarse en su cuello a la altura del músculo trapecio y sus puntiagudos colmillos se hundían en su piel, el olor a sangre tímidamente brotando de la herida abierta.

 

 

El australiano gimió sin pudor alguno ante el dolor en yuxtaposición al placer golpeándole como una ola, su ser Alfa aceptando gustoso la muestra de dominación que dejaría huella en su piel blanquecina marcandolo como la propiedad de Lando, suyo para obrar a su antojo. Fantaseo con la idea de ser reclamado como los alfas reclaman omegas, que todas las mordidas del inglés se le quedarán grabadas para siempre en el cuerpo y el perfume a chocolate se convirtiera en una parte de su ser hasta el fin de sus días.

 

El mayor sintió en su boca como el cuerpo de Oscar se relajaba y permanecía laxo debajo de él, subyugado a su dominio y voluntad, aflojó el agarre de acero que tenía en la carne del alfa menor y procedió a lamer las delgadas gotas de sangre roja, sus pesadas feromonas abriéndose camino entre la bruma que era el aroma natural del Omega, poco a poco su presencia suavizandose y regresando a la dulzura habitual que enfebrecia sus sentidos. Franco observo a los dos alfas moviéndose en una sincronía hermosa, fundiendose en un enredo de extremidades y jadeos donde sus aromas interactuaban y danzaban a la perfección provocando el tirón de su ser Omega que suplicaba unirse a ellos, tuvo que morderse el dedo índice porque sabía que terminaría lastimandose los labios por la fuerza ejercida, estaba tan mojado entre las piernas que no dudaba en que sus pantalones estaban arruinados irremediablemente pero no le importaba, las prendas en su cuerpo se sentían opresoras al igual que la distancia entre él y sus alfas.

 

 

Sus alfas. Suyos.

 

 

De tener control en todos sus sentidos se habría alarmado más por ese pensamiento intrusivo que sabía venía de su ser Omega, ese deseo de posesión no pertenecía a otro que su lado instintivo pero Franco ya estaba más allá de cualquier juicio coherente, sus ojos poco a poco comenzaron a apagarse para regresar a su color natural exhibiendo la falta de necesidad de su voz de comando.

 

 

Comenzó a sacarse la ropa con la respiración agitada y los ojos clavados en la expresión de placer de Oscar provocada por los besos de Lando en su estómago a la vez que le quitaba los pantalones y la ropa interior, los dos puntos rojos en su cuello brillando como pequeñas perlas sanguinolientas. Cuando a las fosas nasales del alfa más joven llegaron las notas de excitación en el aroma del Omega llevó la vista hacia su dirección maravillado por la imagen de ese cuerpo desnudo delante de él tan gracil y bello como un dios, los brazos fuertes y firmes, torso ancho, cintura y caderas delgadas pero tonificadas y piernas ligeramente tostadas por el sol donde el olor lubricante natural se concentraba. Oscar extendió un brazo hacia él, tendiendole la mano y llamándole con ojos suplicantes a los que Franco no dudo en concentir.

 

 

Una vez Lando se hubo despojado de todas sus prendas se unió a ellos en la danza caliente y desordenada de sus lenguas, saboreando feromonas más el sabor metálico de la sangre de Oscar quien, enfebrecido y al borde de la desesperación se incorporó de la cama apoyando su peso en los brazos.

 

 

-Los quiero... Los quiero a ambos, por favor.

 

 

-¿Cómo nos quieres?-indagó Lando.

 

 

Franco tomó el rostro de Oscar con una mano haciéndole apoyarse en sus rodillas para quedar frente a él, su otra mano libre capturando la de Lando y atrayendolo para aprisionar al australiano entre sus cuerpos.

 

 

-¿Así nos quieres?

 

 

El alfa asintió sobre los labios del Omega y dedicándole una pequeña sonrisa corto los escasos centímetros que separaban sus bocas, el mayor de los tres enterrando la nariz en el sedoso cabello lacio. Franco llevo una mano al sur de su cuerpo donde su entrada palpitaba por lo vacío que se encontraba y hundió allí tres dedos, sudando y atravesado por espasmos arrastró sus falanges de dentro hacia afuera empapandose de lubricante natural a la vez que estimulaba sus paredes internas que se contraían con fuerza, de cierta forma buscando prolongar la invasión en su interior. Cuando el tamaño se le hizo insuficiente y comenzó a sentirse frustrado e insatisfecho dejo de penetrarse y procedió a guiar su mano entre las piernas de Oscar.

 

 

El australiano hipo e hiperventilo en los labios opuestos cuando sintió los primeros roces circulares en su apretado anillo de carne. Sin dejar de acariciar sus suaves hebras castañas y envolverlo con su aroma Lando se hizo camino hacia el miembro de Oscar estimulando inmediatamente la rosada punta a producir más líquido preseminal que uso para bombearlo.

 

 

Un dedo medio procedió a penetrarlo lentamente, obligándolo a cortar el beso debido a la sobre estimulación de sus zonas más sensibles. Franco detuvo su movimiento mientras liberaba feromonas con la intención de aminorar cualquier incomodidad.

 

 

-¿Te duele?

 

 

Oscar negó con la cabeza.

 

 

-Si quieres tomarte un minuto, o si es mucho, puedes decirnos-agrego Lando deteniendo él también sus movimientos pero sin deshacer el agarre en su hombría.

 

 

-Yo... Es que...-las mejillas de Oscar se enrojecieron y su cara parecía arder de repente-Estoy muy al límite, no quiero terminar tan rápido.

 

 

-Sos muy lindo-dijo Franco de repente dedicándole una sonrisa de ojos entrecerrados.

 

 

Lando se movió de tal modo que sus labios quedaron a la altura del oído izquierdo de Oscar.

 

 

-Cuando sientas que estás cerca nos avisas y paramos, ¿Te parece?

 

 

El aludido asintió, deleitado por ser sostenido por los dos hombres llenándole de besos y roces suaves. El primero en moverse fue Franco, le penetró con la delicadeza de quién maniobra un objeto frágil buscando en todo momento cualquier expresión de dolor o incomodidad y al cabo de unos segundos sumo el anular al vaiven, la mano aceitunada que sostenía su hombría volvió a moverse también recorriendo desde la base de su nudo a toda la extensión del tronco evitando a conciencia el sensible glande.

 

 

Oscar trato de mantener en todo momento el autocontrol y no dejarse llevar por el placer que lo estimulaba a alcanzar su culminación y la neblina espesa que eran sus aromas entreverados, tuvo que apoyarse en los hombros de Franco cuando esté le invadió finalmente con tres dedos acercándose a los límites que su cuerpo podía tolerar. El inglés detuvo sus caricias temiendo provocarle la eyaculación, prefirió en su lugar retroceder un poco y admirar el espectáculo que era esa mano de nudillos rosados perdiéndose entre las nalgas de su alfa en medio de sonidos húmedos debido al lubricante del propio Omega con el cual lo preparaba para él, la conciencia de la unión de sus fluidos en el cuerpo del australiano era suficiente para provocarle una combustión espontánea. Lando ya no podía aguantar más.

 

 

-Que buen Alfa-dijo Franco de repente repartiendo besos cortos en la mandíbula de Oscar-tan obediente y dispuesto. ¿No crees lo mismo Lando?

 

 

El Omega le vio con ojos coquetos, desafiantes. Lando no pudo evitar morderse el labio ante la provocación.

 

 

-Si, él es el mejor.

 

 

El aludido emitió un sonido muy similar a un ronquido señalando lo mucho que le gustaba lo que le decían, Franco le dio un último beso corto en los labios mientras retiraba los dedos de su interior dejándolo repentinamente vacío y ansioso.

 

 

-Tomame Oscar, hazme tuyo.

 

 

En un movimiento deliberadamente lento y fluido le dió la espalda recostando su torso en la cama, balanceando su peso en sus rodillas para arquear la columna de tal forma que su trasero turgente y pálido quedará completamente expuesto a los alfas bombeando feromonas sin control. Oscar capturó los muslos del Omega en un agarre brusco, palpando con los pulgares la caliente piel humeda y arrancando jadeos desesperados del hombre más joven, sus manos ascendieron hasta llegar a sus glúteos que apretó y separó a conciencia provocando que la apretada entrada se contrajera en la nada y liberara más lubricante.

 

 

-¡Ahhh! Por favor... No puedo más.

 

 

Franco ladeó la cabeza para mirarlo con ojos suplicantes, rebosantes de lágrimas sin derramar. Lando tuvo que apretar los puños y aguantar la necesidad de satisfacer al Omega él mismo, su instinto tirando de sí en zarpazos dolorosos porque no había nada peor para un Alfa que estar en presencia de un Omega emanando el empalagoso perfume de la fertilidad y no hacer otra cosa más que verlo llorar y suplicar. Se sentía tan mal, tan incorrecto. ¿Por qué Oscar se tomaba tanto tiempo? Fue el olor de la sangre lo que detuvo el tumulto de pensamientos negativos que llegaban a su cabeza, temía que si al acercarse el ser Alfa del más joven lo percibiera como una amenaza pero estaba seguro que se había hecho daño.

 

 

Oscar no se dio cuenta que su quijada temblaba y que sus dientes crujían hasta que el dolor en la parte interna de la mejilla le hizo zumbar los tímpanos, tenía incluso saliva corriéndole por el mentón. Erradicando de su mente cualquier atisbo de cordura se apoderó de la cintura del argentino en un agarre férreo y se hundió en él con abandono, empujando su cuerpo más pequeño casi hasta el borde de la cama logrando que expulsara todo el aire en sus pulmones y que su expresión mutara a una de asombro, un grito sordo escapando de sus labios hinchados. Los gruñidos se hicieron presentes de forma involuntaria a la vez que se movía con la precisión de un pistón en el interior cálido y aterciopelado que lo envolvía al entrar para después estrujarlo al salir haciendo sus movimientos cada vez más desesperados.

 

 

-¡Oscar! ¡Alfa!

 

 

Franco no pudo evitar gritar esas dos palabras constantemente como un mantra, la fuerza con la que lo sostenía en el lugar era tanta y las embestidas contra su trasero dolorosas pero el gozo que estaba experimentando suprimia cualquier otra clase de sensación, sus manos tiraban de las sábanas con fuerza hasta terminar rompiendolas mientras el sonido eufónico de sus pieles húmedas chocando hacían eco en las paredes de la habitación.

 

 

El inglés observo el vaivén entre los amantes como hipnotizado, los músculos en la espalda de Oscar flexionados de tal manera que lucían duros y bien definidos, la transpiración dándole ese aspecto brillante que le hacía ver como salido de una revista de culturismo en contraposición con las piernas torneadas de Franco que maltrataba con cada penetración, pero lo que más le satisfacía y le inflaba el pecho de orgullo era escuchar la variedad de sonidos que emitía el chico de cabello rizado, el placer que su Alfa le proporcionaba era tanto que no podía evitar vocalizarlo en palabras monosilábicas y jadeos que bordeaban en gritos desesperados. Tenía la absoluta certeza que si la cama en la que se encontraban fuera de madera o no estuviera clavada al suelo Oscar ya la habría destrozado en los primeros minutos, así de poderoso y salvaje era.

 

 

Se sintió hinchado y dolorosamente duro en el momento en que Oscar dejo de apoyarse en el Omega para llevar sus manos a la cama quedando en cuatro sobre el cuerpo del menor de los tres, moviéndose de forma más lenta y profunda para prolongar el encuentro. Sin pensarselo mucho Lando arrastró las uñas por la espalda del alfa desde los omóplatos hasta el inicio de la curva sacra disfrutando como las líneas rosas resaltaban en la piel lechosa.

 

 

-Lando...

 

 

-Necesito hacerte mío-murmuro a la vez que sus dedos acariciaban superficialmente la piel entre sus glúteos.

 

 

-Soy tuyo, haz lo que quieras conmigo.

 

 

Un sonido estrangulado reverberó en su pecho ante esas palabras. Lando se ciñó de la cintura del alfa más joven para mantenerlo en posición mientras una gota generosa de saliva caía en su hombría para después ser repartida en toda su extensión, Franco por su lado separó más las piernas y arqueo la espalda hasta el punto del dolor, ansioso por experimentar la fuerza y el control de Lando a través de Oscar.

 

 

El australiano cerró los ojos para concentrarse en como su alfa invadía su cuerpo, el ardor inicial tan característico en sus encuentros haciendole aguantar la respiración unos segundos para después emitir un suspiro largo cuando ya lo tenía completamente dentro de él. Su ser Alfa se regodeo en la culminación de sus deseos más profundos, en ser envuelto por los dos cuerpos que más anhelaba a la vez que le proporcionaban el éxtasis de penetrar y ser penetrado, de poseer ambas formas de placer mientras sus aromas se impregnaban en cada pequeño rincón de piel, creía que podría llegar a derretirse por tanta sobre estimulación.

 

 

El Alfa mayor salió casi por completo de él para después empujar sus caderas con potencia hacia adelante arrancando jadeos del alfa más joven y gemidos lastimeros del Omega completamente rendido a sus instintos, sentir el peso de dos alfas sobre él y como era penetrado con tanta fuerza que lo arruinaba para cualquier otro que quisiera tocarlo. Su ser instintivo quería esto, lo deseaba como nunca hubo deseado otra cosa y Franco solo podía cerrar los puños en las sábanas destrozadas y llorar, el miedo y la promesa de éxtasis revolviendose en su estómago.

 

 

-¡Más alfa! ¡Por favor más!

 

 

Ahora sí Lando pudo cumplir los mandatos de su ser Alfa como deseaba y proporcionarle a sus amantes todo el gozo que quisieran, embistiendo en el cuerpo alto y musculoso con fuerza y precisión, ocasionalmente ondulando sus caderas de tal forma que su glande se molia contra la próstata de Oscar enloqueciendolo como bien sabía y provocando a su vez que este enterrara el nudo casi en su totalidad dentro del Omega cuyo olor se volvía tan espeso que podía paladearse con una sola respiración.

 

 

Oscar busco a tientas las manos de Franco para entrelazarlas con las suyas, ambos a merced del alfa mayor que marcaba el ritmo y los sacudía con el vigor de la juventud logrando los ángulos precisos para que los tres pudieran deleitarse en cada rol del primer encuentro, deseando que no fuera el único. El argentino apretó los dientes cuando sintió su límite demasiado cerca, cada vello de su piel erizandose y las paredes internas cerrandose alrededor del miembro ajeno para estimular la anudación, provocando que el moverse dentro y fuera de él se convirtiera en una tarea más ardua.

 

 

-Omega...

 

 

El Alfa de piel clara quiso sonar amenazante pero cada pequeña contracción le hacía agonizar de placer, las estocadas de Lando se volvían poco a poco más rápidas y contrastaban tan bien con las uñas que se clavaban en sus hombros y ocasionalmente se arrastraban por su espalda desnuda.

 

 

Su Alfa lo estaba marcando, buscaba a conciencia dejar mella en cada extensión de su figura para que no hubiera ni el más mínimo atisbo de duda que Oscar le pertenecía.

 

 

-Lando... ¡Alfa!

 

 

No pudo evitar gritar cuando el nudo del mencionado besaba su entrada forzando apenas unos milímetros dentro, nunca habían podido anudarse pero la fantasía de lograrlo siempre estaba presente. Quizás, algún día...

 

 

El cuerpo debajo suyo comenzó a sacudirse en espasmos violentos seguido de un jadeo largo y gutural, supo en ese instante que el Omega había llegado al orgasmo y haciendo uso de la fuerza de su pelvis se empujó al completo dentro de él, el nudo hinchandose y los músculos internos cerrándose alrededor de él para impedir que pudieran separarse inmediatamente. Vacío cada gota de su semilla en Franco atiborrando el espacio disponible e inundandolo con su aroma a café, incluso después de una ducha estaba seguro que seguiría oliendo a él por horas.

 

 

-Argg mierda.

 

 

Lando se mordió el labio y presiono los hombros de Oscar con fuerza en cuanto el grito de satisfacción del Omega penetró sus timpanos, las feromonas cargadas de notas de regocijo y felicidad intoxicandolo y obligándole a perseguir su propia culminación. Dió unas últimas embestidas rápidas y profundas haciendo temblar a Oscar para finalmente salir de él y llevar una mano a estimular su miembro, la otra cerrándose en un puño sobre su nudo a fin de darle la sensación de presión que tanto necesitaba para poder eyacular, solo le basto un par de sacudidas y culminó pintando de blanco la espalda y la hendidura entre los glúteos del Alfa, marcandolo con su olor y sus feromonas.

 

 

Jadeante y exhausto observo su trabajo orgulloso, cada fibra de su ser aullando con suficiencia ante la imagen de sus amantes estremeciendose en los últimos ramalazos orgásmicos. Siendo el único de los tres que no se encontraba físicamente impedido les ayudo a recostarse de lado, acariciando suavemente el bajo vientre de Franco en el proceso empapado de una mezcla de sus propios remanentes y sudor, quemandole la mano de una forma placentera. Terminó por ubicarse en la espalda de Oscar, rodeándole con una mano que acunó su pectoral izquierdo por costumbre y se dejó arrullar por los ronroneos del Omega, cayendo lentamente en un sueño bien merecido.

 

 

§§§§§

 

 

Lando se despertó sobresaltado y con la idea de haberse quedado dormido, ansiosamente busco alguna fuente que le diera noción del tiempo para terminar descubriendo un pequeño reloj en la mesa de luz junto a la cama y suspiró aliviado, aún era de madrugada, apenas había pasado una hora desde que se encerraron en la habitación y tenía un par de horas más de sueño hasta que sus alarmas sonarán y tuviera que emprender el vuelo a su hogar en Mónaco.

 

 

Se frotó los ojos aún somnoliento y el aroma a café y dulce le golpearon las fosas nasales, llevó la nariz a sus muñecas y aspiro su perfume natural ayornado del aroma fuerte de su Alfa y el dulzón de su Omega.

 

 

Suprimió una sonrisa, ¿Por qué se sentía así? Como... ¿Feliz?

 

 

Había algo dentro de si que parecía bullir en experiencias demasiado infantiles que se suponía ya había dejado en el pasado. Sentía un cosquilleo en el estómago que no experimentaba desde el día que compartió el primero de muchos besos con Oscar, ambos escondidos como dos adolescentes en la privacidad de un vestidor. Su ser Alfa estaba empecinado en considerar como suyos los hombres que dormitaban a su lado. La posesividad que sentía con el australiano era una realidad que aún le costaba asimilar pero sumar ahora un chico que apenas conocía y había probado tener la capacidad suficiente de dominarlo y subyugarlo le sobrepasaba. Era desconcertante, incoherente, inmaduro. Pero no podía evitarlo.

 

 

-Basta ya-murmuro para sí mismo.

 

 

Se incorporó de la cama para dirigirse al baño, las luces del cuarto lo suficientemente bajas como para no encandilarlo pero permitiéndole ubicarse en el espacio sin chocar con algún mueble. Necesitaba una buena ducha y toallas húmedas para Franco y Oscar incluso si la idea de enjuagar las marcas físicas de su encuentro le provocaban rechazo.

 

 

Se quedó de frente a la puerta que guiaba al baño cuando una mano cálida le rodeo la muñeca derecha.

 

 

-¿Por qué te vas?-dijo Franco. Lo identifico al segundo incluso si su voz sonaba ronca y pastosa.

 

 

-No me voy a ningún lado, solo voy a limpiarme.

 

 

-No quiero.

 

 

El menor le rodeo con los brazos a la altura del pecho y apoyo una mejilla contra su nuca provocando que una pequeña sonrisa tirará de los musculos faciales de Lando, había olvidado lo caprichosos y demandantes que los omegas podían ser algunas veces.

 

 

-Solo será un momento, y después puedes bañarte si quieres, ¿No te gustaría?

 

 

Franco negó con la cabeza frotándose contra la piel sensible de su cuello, Lando se giró sin soltarse de su abrazo para quedar enfrentados, sus manos buscando instintivamente la cintura delgada para apoyarse. Descubrió ese bonito rostro cansado, de ojos entrecerrados y labios que se apretaban en un puchero, no se negó a sí mismo el honor de plantar un beso en ese adorable gesto.

 

 

-No quiero estar limpio.

 

 

-Estas cansado, anda a la cama.

 

 

El menor volvió a negar, se acerco para rozar su nariz contra la del Alfa aspirando las exhalaciones ajenas cargadas de ese aroma a chocolate amargo y hombre que le volvían loco.

 

 

-Quiero que me ensucies.

 

 

La distancia entre sus bocas fue cerrada por el Omega dominante y Lando no demoró en corresponderle, acariciándose mutuamente con una inocencia que podría despistar de todo lo que habían hecho momentos atras.

 

 

-Te quiero Lando-dijo Franco sin dejar de besarlo-Te quiero ahora.

 

 

Los brazos que lo tenían ceñido con fuerza desde el pecho se aflojaron y procedieron a ubicarse en sus hombros mientras enterraba los dedos en sus rizos oscuros.

 

 

-Franco...

 

 

-Estoy lleno de Oscar, y quiero que me llenes vos también.

 

 

Esas palabras parecieron tener un efecto afrodisíaco en él, su hombría comenzó a despertarse y sus manos presionaron el cuerpo del más joven contra el suyo para sentirlo en toda su caliente extensión.

 

 

-¿Eso es lo que quieres?

 

 

Franco asintió mientras empujaba sus bocas con fuerza tratando de fundirse en esa piel aceitunada, no necesitaba oír más. Lando lo levanto desde los glúteos obligando al menor a rodearle la cintura y lo maniobró para dejar su espalda apoyada contra la pared, arrancándole un jadeo necesitado que le obligó a cortar el beso.

 

 

-Si, así...

 

 

-Quiero cogerte desde el primer día que te ví.

 

 

El Alfa enterró el rostro en el cuello del Omega atacando el punto donde su aroma emanaba con su lengua y sus dientes. Franco apretó los muslos fuertemente en las caderas que lo apoyaban.

 

 

-Hacelo... Hacelo ahora. Acabame adentro y haceme tres pibes.

 

 

El inglés no supo que significaba eso último pero no evito que lo enfebreciera de pasión. Apretando el cuerpo suave y caliente de Franco lo tomó desde el hueco entre los muslos y las piernas haciendo que sus rodillas descansarán a la altura de sus costillas, abierto y accesible para él. Lo invadió de una sola estocada y la sensación de ese interior mojado y caliente le hizo morderse los labios para tratar de contener un largo gemido en contraposición a Franco que gimió sin vergüenza en su oído, su aroma agudizandose.

 

 

Penetró en él de forma salvaje y de cierta forma desconsiderada, concentrado únicamente en su placer y la forma en que su nudo se sentía contra la entrada suave, gustosa de recibirlo. Franco por su lado tampoco se quejaba, experimentaba cierto gozo al ser usado sin contemplación como un objeto y que el placer se ubicara en equilibrio con el dolor, le fascinaba y enloquecía a partes iguales.

 

 

Enterró las uñas en los hombros que lo maniobraban como una muñeca de trapo.

 

 

-Tu nudo, dame tu nudo Alfa. Lo quiero ahora.

 

 

El aludido gruñó contra su cuello y le dio una embestida particularmente fuerte que le hizo gritar.

 

 

-Es todo tuyo Omega... se mío y te lo daré cuando quieras.

 

 

Franco no pudo evitar rasguñar toda la extensión de su espalda, su ser Omega ronroneando sumiso por ser reclamado. 

 

 

-¡Si, si! ¡Soy tuyo Alfa! ¡Solo tuyo!

 

 

El ser Alfa de Lando aulló con suficiencia envuelto por completo en ese dulce perfume como una seda, sus colmillos buscaron cualquier pedazo de carne para marcar y se contentaron con la piel de su hombro cerca de una cicatriz que le recorria toda la clavícula. Se movió erráticamente dentro y fuera de Franco hasta que su nudo consiguió penetrarlo y los músculos internos se cerraron a su alrededor, su mordida se apretó aún más con el sonido del llanto del Omega montando un orgasmo devastador. Eyaculó tanto en lo profundo de esa cavidad que sintió sus extremidades iguales a la gelatina, débiles y temblorosas.

 

 

-Mío, mí Alfa-escucho al Omega dominante susurrar a través de suaves ronroneos.

 

 

 

 

Chapter 5: Capitulo Cinco

Notes:

Holisss perdón por la demora, estoy de vacaciones y me estoy dedicando a pasear y ver películas JajajjAj disfruten del cap y como siempre gracias por leer, comentar y dejar kudos <3

Chapter Text

 

 

Franco estaba molesto. Sus cejas en línea recta enmarcaban una mirada penetrante e imperdonable, todo su cuerpo se encontraba cruzado contra sí mismo a la defensiva, las piernas y brazos cubriendole el frente mientras su espalda descansaba contra una pared impidiendo cualquier tipo de invasión a su espacio personal. La voluntad para controlarse era tan escasa que cualquiera que pasará por su lado podía percibir las notas agrias en su aroma y su expresión de una seriedad antinatural para él.

 

 

El clima no ayudaba en lo más mínimo, la primavera y la humedad en Brasil se presentaban en una combinación caótica y las lluvias azotaban con fuerza por lo que el golpeteo de las pesadas gotas eran un repiqueteo constante en el paddock, tentando los nervios sensibles del argentino.

 

 

Su personalidad era animada e hiperactiva de la misma forma que podía ser relajada y aparentemente despreocupada pero eso era apenas la superficie de su persona, el mal humor y su carácter más complicado se los reservaba para las competencias o cuando algún tema o suceso lo empujaba al límite de su paciencia. Lo cuál parecía varias personas habían estado buscando activamente.

 

 

Los primeros en señalarlo y en menor medida para su molestia fueron María y Jaimie. No esperaba librarse de cuestionamientos cuando se los encontró regresando a su habitación de hotel bien temprano en la mañana después del gp de Monza, de cierta forma agradecía que fueran ellos los primeros en descubrirlo y no sus padres o los amigos que habían ido a verlo en su debut. Sus managers estaban más acostumbrados a lidiar con sus salidas nocturnas y sus escapadas furtivas.

 

 

-Miren a quien tenemos aquí, ya despierto desde tan temprano-vocifero el hombre ni bien cruzaron miradas, su voz cargada de diversión.

 

 

Franco solo pudo reír con los labios apretados, el ardor en su cara manifestándose en el enrojecimiento de sus mejillas.

 

 

-Buenos días.

 

 

-Muy buenos para ti también-comento mordazmente María. 

 

 

Ella lo tomó de la barbilla para ladear su cabeza donde unas nubes rojizas decoraban su cuello. Jaimie dejo escapar un bufido que pretendía disimular una risa mientras su esposa era un poco más exitosa en disimular su diversión. Agradecía que la mayoría de las marcas que los alfas habían dejado en su cuerpo podían ocultarse debajo de la ropa.

 

 

-¿No quieres maquillaje para eso?

 

 

-¿Importa?

 

 

-A nosotros no, a tus padres creo que tampoco. Pero quizás a la prensa si le importe, ya hablamos de esto, ¿Recuerdas?

 

 

Franco hizo un gesto de molestia. Era cierto, varias de las reuniones que tuvo con la escudería, los sponsors y sus representantes giraban alrededor de seguir ciertos lineamientos y mantener una buena imagen. Era el primer argentino en poco más de veinte años en participar en la máxima categoría del automovilismo, uno de los cuatro pilotos omegas y el más joven de la parrilla actual, el escrutinio para lo bueno y para lo malo estuvo sobre él desde que fue anunciado así que lo mínimo que se esperaba era permanecer libre de escándalos. Ante la mención de sus responsabilidades se movió incómodo en el lugar, sintiendose repentinamente como un niño castigado por una travesura.

 

 

-Duchate y cambiate la ropa, te vemos abajo-añadio el hombre rubio, conciliador- el avión sale en menos de dos horas.

 

 

Maria saco de su bolso un pequeño compacto negro y se lo guardo en el bolsillo del pantalón, el argentino aguantando la respiración durante toda la acción.

 

 

-Las canas que me van a salir por tu culpa chaval.

 

 

-Naa, si estás hermosa.

 

 

Le dio un corto beso en la mejilla y se apresuró a refugiarse en su habitación, agradecido que fuera solo para él y no tuviera que compartirla con Alex como ya le habían anticipado que tendría que ser para algunos países. 

 

 

Ni bien estuvo solo y seguro de miradas curiosas se sacó la camisa negra que llevaba escondida debajo de la camiseta blanca que le iba algo larga y ancha. Obviamente ninguna de las prendas le pertenecía pero ahora que estaban en su poder no habría cielo ni infierno lo suficientemente fuerte para quitárselos, los aromas a café y chocolate tan presenten e irresistibles como la noche anterior combinadando perfectamente con su aroma a dulce de leche, su instinto le urgía hundir el rostro en las telas pero su raciocinio fue más fuerte y terminó por esconderlas en su valija. La realidad es que se había duchado ni bien abrió los ojos pero una segunda ducha con sus propios productos y perfumes sería lo más inteligente de hacer, sus representantes eran betas y ellos no podían distinguir aromas pero cualquier otro podría percibir a kilómetros las feromonas alfas impregnadas en su cuerpo por lo que se apresuró a desnudarse e ir directo al baño.

 

 

No sabía si fue por omisión o simple ignorancia pero agradecía que Jaimie y María no le cuestionaran que apareciera con otras ropas que no eran las mismas con las que lo vieron irse a la fiesta la noche anterior. No tenía ganas ni motivos para explicar algo que ni siquiera había explicado a Lando y Oscar, solo vio la ropa ahí a mano, su Omega la quiso y se la llevo consigo sin más. Fin de la historia. No era algo grave, ¿Verdad?

 

 

Carlos, el segundo en llenar la copa de sus nervios hasta casi desbordarla fue particularmente puntilloso con él, su mirada conocedora buscándolo cada vez que los pilotos de McLaren estaban demasiado cerca de él o se los encontraba charlando durante los media day o el desfile de pilotos, una sonrisa ladina precediendo algún comentario bochornoso.

 

 

-Lando, mí padre pregunta que cuando vendrás a cenar con nosotros una noche.

 

 

El mencionado se quitó la gorra para arrastrar los dedos por su cabello, un gesto que Franco había descubierto manifestaba cuando se sentía ansioso.

 

 

-Dile que el sábado después de la Qualy, lo prometo.

 

 

-Perfecto, luego me disculpare con Franco y Oscar por robarte un ratito.

 

 

El rostro de Franco ardió en rojo al instante llamando la atención de Checo y Fernando que se encontraban charlando con él. Frente suyo Carlos y Charles se regocijaban en la risa nerviosa del inglés y a lo lejos, completamente absorto de todo se encontraba Oscar amenamente intercambiando anécdotas de vacaciones con Alex y Zhou.

 

 

-Carlos-sentencio con autoridad el mayor de grupo.

 

 

-Solo estoy jugando con los cachorros.

 

 

Checo estuvo por decir algo pero el argentino lo corto con un gesto consolador.

 

 

-Deja Checo, me está cargando nada más.

 

 

El gesto del mexicano mostraba una inequívoca molestia que le hacía a Franco preguntarse si lograría ser captado por la cámaras. Lo último que necesitaba era ser el detonante de alguna nota tendenciosa que señalará fricción entre los pilotos hispanos incluso si ese no fuera el caso.

 

 

-Pero luego a él no le gusta que le preguntén cuando va a formar una familia.

 

 

El argentino solo apoyo la mejilla en su hombro, restándole importancia. No creía que Carlos tuviera malas intenciones además de que sabía que tenía una amistad cercana con Lando, pero eso no evitaba que la sensación extraña siguiera creciendo en su pecho. Algo que no podía ubicar bien y que bordeaba entre la incomodidad y la molestia, su ser Omega en disonancia con su raciocinio.

 

 

Finalmente pudo ubicar el motivo de su malestar cuando Fernando lo interceptó al final de ese mismo día mientras abandonaba el paddock, lejos de la atención de la gente de Netflix y los encargados de llevar las redes de sus respectivas escuderías.

 

 

-¿Puedo ser honesto contigo Franco?

 

 

El mencionado lo observo por un par de segundos antes de asentir, la piel en su nuca erizandose.

 

 

-Te conozco desde que eras un crío y sabes que siempre quise lo mejor para tí incluso cuando ya no formabas parte de mí equipo en fórmula 4.

 

 

-Siempre te voy a estar agradecido por eso.

 

 

El asturiano le dedicó una sonrisa apretada mientras sus manos encontraban refugio en los bolsillos de sus pantalones.

 

 

-No me lo agradezcas.

 

 

Franco no necesitó de su olfato para descifrar los sentimientos conflictivos del hombre mayor.

 

 

-Te digo esto para que no creas que quiero inmiscuirme en tu vida o algo de ese estilo. Me agradas y me preocupo por ti.

 

 

-¿Qué es lo que...?

 

 

-Lo tuyo con los McLaren no va a terminar bien.

 

 

Franco se paró en seco obligando a Fernando a hacer lo mismo.

 

 

-No hay nada entre ellos y yo-Fernando arqueo una ceja-digo... Obvio que nada nada no, nos vemos a veces pero eso es todo.

 

 

-Incluso si fuera así eso no impide que la gente hablé, especule.

 

 

-Mientras haga mí trabajo no debería importar lo que los medios hablen. Soy argentino Fernando, estoy curado de espanto.

 

 

El menor intentó disimuladamente aligerar el ambiente pero el hombre mayor estaba plantado en una resolución férrea que no le concedió ni siquiera una mueca.

 

 

-Lo de Lando y Oscar tiene un buen tiempo, y no es solo algo del momento.

 

 

Franco asintió, la garganta tan seca como un desierto.

 

 

-No me gustaría que resultases herido por terminar involucrado en una relación de dos personas que ni siquiera son conscientes que están en una relación.

 

 

-¿Por qué tendría que ser yo el herido? ¿Por ser Omega?

 

 

-Si, incluso si tú no sientes nada por ellos, la presión de toda la situación recaera sobre tí.

 

 

El Omega español le dió un apretón en el hombro.

 

 

-Para el mundo ellos son alfas y tienen la libertad de hacer y deshacer a placer, pero la gente como tu y yo no tiene ese privilegio.

 

 

Franco podía escuchar el palpitar de su corazón como si retumbara en sus oídos, se mordió los labios pensando en sus siguientes palabras pero Fernando volvió a interrumpirlo, tan chocante como solo una bofetada de realidad podía ser.

 

 

-Se que no somos iguales, eres dominante y yo no. Pero dime, ¿Alguna vez eso ha hecho una diferencia en tu vida? ¿O te han tratado siempre como tratan a otros Omegas?

 

 

-Soy libre de hacer lo que quiera, nadie es mí dueño.

 

 

El argentino inflo el pecho de orgullo, la tensión en sus hombros cada vez más visible mientras su respiración se aceleraba.

 

 

-Y nadie que yo no quiera puede ponerme una mano encima.

 

 

-Soy el primero en aplaudirte por eso-la mirada oscura de Fernando se volvió cálida, casi parental-Pero ahora es distinto, ya no eres solo Franco, el chico que se escapaba entre carreras para ir a comer un McDonald's. Ahora eres un corredor de fórmula 1 mundialmente conocido y sujeto a la presión no solo de hacer tu trabajo sino de tener que tolerar que cada aspecto de tu vida este a disposición de las críticas.

 

 

El tiempo pareció detenerse a la vez que la presencia de Fernando se agigantaba ante él. Se sintió tan pequeño de repente, tan vulnerable que odio al asturiano con una intensidad excesivamente volátil como espontánea, odiaba que tuvieran que decirle lo que tenía que hacer, odiaba que viera solo de él a quien metía entre sus piernas y no lo que hacía en la totalidad de sus días, el trabajo que realizaba y los límites que empujaba para luchar por su sueño. Odiaba que su sacrificio fuera opacado por cuestiones tan mundanas y que fuera precisamente otra persona quien se lo hiciera saber.

 

 

-Y eres Omega, se espera de ti cosas que no se esperan de los demás.

 

 

No quería pensar en los demás ni en lo que se creía de él. Pero su ser Omega rabiaba y se retorcía buscando destrozar su control, hacerse con el dominio sobre su parte humana y borrar de cualquiera la idea de que él era inferior, menos que otros y condenado a la sumisión.

 

 

Él no era propiedad de nadie. No estaba hecho para bajar la cabeza. Él tomaba. Él decidía. Él era libre en toda medida.

 

 

-Ellos pueden desentenderse de ti y seguir su camino, pero a tí no se te permitirá ese privilegio. Solo... Ten cuidado, por favor.

 

 

La conversación se repetía en su mente una y otra vez, arrastrándolo en una espiral de emociones demasiado oscuras como para permitirle algún pensamiento racional. Austin fue la última vez que compartió la intimidad con Lando y Oscar antes de que la conversación con Fernando tuviera lugar, desde entonces había mantenido sus interacciones al mínimo posible, cortos saludos, charlas cuando solamente se encontraban rodeados de otras personas y excusas o silencios a sus mensajes.

 

 

No quería volcarse a lo que su instinto deseaba ni tampoco quería lidiar con el estrés en su mente, solo quería correr. No necesitaba más que subirse al monoplaza y olvidarse de todo, hasta sus problemas. Sentirse uno el rugido de las máquinas y que su aroma quedará enterrado por sobre el olor a combustible y caucho quemado.

 

 

Pero con una hora de retraso y el azote de la lluvia acentuando el calor asfixiante su humor terminaba por hundirse cada vez más junto a la paciencia de mantener a raya su ser Omega.

 

 

§§§§§

 

 

El retraso de la Qualy por la mala condición climática tenía a todos en la escudería naranja a la espectativa y Lando tampoco podía negar que se sentía intranquilo. Si no podían correr el sábado las únicas dos opciónes que les quedaban era salir al día siguiente ya sea en la posición en que terminaron en la última práctica libre o en orden alfabético, cualquiera fuera la desición de los comisarios.

 

 

No tenía los mejores recuerdos de Brasil por lo que la posibilidad de reducir sus probabilidades de conseguir un podio o incluso de llegar a los puntos se asentaban en él como una burla del destino. No creía realmente tener una oportunidad de pelear el campeonato de pilotos a pesar de ser una posibilidad matemática para él que implicaba también que Max obtuviera malos resultados, algo de lo cual Lando no tenía ninguna esperanza.

 

 

Sin embargo la presión sobre él se intensificaba y la cantidad de ojos atentos a cada movimiento que daba o sus declaraciones se hacían difíciles de ignorar, sumado a que la distancia del Omega dominante seguía siendo una intriga para él y su compañero por lo que en cuanto ambos pudieron conseguir un momento de privacidad en el cuarto destinado a sus cambios de ropa no dudaron ni un segundo en desaparecer de la atenta mirada de las cámaras apuntando al garage.

 

 

-Oscar... Para...

 

 

Lando suprimió un gemido en cuanto los labios del Alfa succionaron con fuerza en la piel entre su hombro y cuello, procurando mantener una altura dentro de los límites de su ropa. No quería volver a ser tan descuidado como en Italia donde termino con el cuello tan marcado que parecía un juguete masticado.

 

 

Con pesadez Oscar abandono su lugar predilecto en el cuerpo de su compañero para reclamar su boca en un beso por demás lento, arrastrando sus labios sobre los contrarios permitiendose sentir la suavidad de su tersa y fina piel. Las respiraciones calientes se combinaban de la misma forma que el sabor de sus lenguas finalmente encontrandose e invadiendose mutuamente.

 

 

El hombre más bajo enredo los dedos en el sedoso cabello lacio que con la luz adecuada brillaba del mismo color que un campo de trigo.

 

 

-Mi celo se acerca.

 

 

-¿Cuánto crees que falte?

 

 

-Un par de días, una semana quizás-el australiano se alejó apenas unos centímetros para mirarlo a los ojos, sus brazos envolviendo al hombre más bajo-Es casi el mismo tiempo que el año pasado, quizás finalmente tendré ciclos regulares.

 

 

La sonrisa en el rostro de Oscar era tan tierna que Lando no pudo evitar presionar su cuerpo con fuerza buscando transmitirle en un abrazo la felicidad que sentía por él. 

 

 

-Van a tener que dejar de llamarte cachorro alfa ahora.

 

 

-Tu puedes seguir llamándome así si quieres.

 

 

-Tonto.

 

 

Oscar apoyó su frente contra la del otro hombre y se permitió existir en la intimidad del momento, compartiendo la cercanía y la calidez como el refugio que supieron construir juntos desde el momento que se conocieron.

 

 

-Quisiera... que tú y Franco pasarán el celo conmigo.

 

 

Lando suspiro mientras analizaba el rostro tranquilo de Oscar, buscando en su mente las palabras correctas.

 

 

-No hay nada que me gustaría más pero...

 

 

-Sería peligroso, lo sé.

 

 

El chico menor acaricio la nariz de su compañero con la suya propia.

 

 

-Pero creo que ahora es distinto, Franco está con nosotros.

 

 

-Franco casi no nos habla, y lleva días sin escribir.

 

 

-Creo que algo le pasa-Oscar llevó una mano a la frente de Lando para acariciar sus rizos oscuros-Pienso que... Quizás cree que esto de los tres es algo pasajero, del momento.

 

 

Lando se recargo contra la mano de Oscar, disfrutando de las caricias en su cuero cabelludo mientras su mente dibujaba la imagen del Omega dominante, animado y sonriente frente al público y las cámaras pero taciturno ni bien huía del foco de los mismos.

 

 

-¿Y no lo es?

 

 

-¿Para tí lo es?

 

 

-Tramposo, yo pregunté primero.

 

 

El australiano río en voz baja, el sonido estridente de la lluvia reduciéndose poco a poco sobre sus cabezas.

 

 

-Franco me agrada, me siento muy bien con él y mí Alfa lo anhela. Desde aquella vez en Italia no ha vuelto a dominarme, y cada vez me siento menos posesivo sobre tí, sobre ambos.

 

 

Lando sintió su cara quemarle ante la poco sutil declaración, había un brillo particular en los ojos marrones de Oscar, como un secreto que se esforzaba por salir a la luz, algo que muy en el fondo sentía que podría cambiar todo entre ellos. Una ola de pánico comenzó a reptar por sus extremidades y no dudo en expulsar lo primero que pasará por su cerebro evitando así que continuara consumiendole el cuerpo.

 

 

-Me pasa igual, es como si algo me tirará hacia él. No sé si es porque es dominante o porque me atrae, pero no quiero dejar de verlo.

 

 

-Yo tampoco.

 

 

-Entonces lo que nos queda es preguntarle a él que le pasa con nosotros.

 

 

-Y... Saber si le gustaría pasar el receso en Mónaco o Australia, donde te sientas más cómodo.

 

 

El rostro del Alfa más joven fue atravesado por una amplia sonrisa, esas que solo reservaba para sus momentos de mayor felicidad.

 

 

-Mientras estés conmigo, cualquier lugar se siente como un hogar.

 

 

Sellaron con un beso la incipiente y tan fragil llama de la esperanza.

 

 

Chapter 6: Capitulo Seis

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

 

 

Con la noticia de la clasificación del sabado cancelada y la decisión de trasladarla para el día siguiente el ánimo de la escudería McLaren estaba mermado por la incómoda presencia de la incertidumbre, asentándose en Oscar como un escalofrío que le crispaba el vello de la nuca.

 

 

Su ser Alfa con el cual se sentía cada vez más en sintonía no lograba conciliar la paz, estrangulando gruñidos que se transmitían en gorgojos lastimeros. Su instinto reaccionaba al clima inestable de Brasil con una de las emociones más viscerales y de cierta forma foráneas para él. El miedo.

 

 

Todos sus sentidos se encontraban en un constante estado de alerta, la imagen de las nubes oscuras y el calor penetrante azotando su piel no hacían otra cosa más que exacerbar una intranquilidad que no encontraba origen o motivos. Terminó por calzarse sus ropas de forma apresurada no queriendo conceder a ese día un segundo más del necesario, tanto su cerebro como su cuerpo comenzaban a resentir los cambios de horario, los viajes, el agotamiento generalizado despues de cada carrera por lo que cada momento de somnolencia representaba un bálsamo para su fatiga. Contaba las horas ansioso para el receso de tres semanas donde solo planeaba encerrarse en su casa y dormir hasta acomodar su horario destrozado o hasta que el celo le llegara.

 

 

El australiano hecho una mirada rápida a su teléfono, buscando una notificación que no llegaba. Su ser Alfa aturdiendolo momentáneamente con su pena.

 

 

La indiferencia de Franco pesaba tanto como un rechazo y lastimaba en su lado más primitivo como un zarpaso, la compañía de Lando reconfortaba pero en su ausencia era preso nuevamente del anhelo por el Omega y los cuestionamientos que sucitaban. ¿Le había pasado algo? ¿Lo habían disgustado de alguna forma? O simplemente ¿Perdió el interés?

 

 

Oscar paso saliva por su garganta seca sintiendo el pesado arrastre de su nuez de Adán por toda la extensión, sus pies moviéndose de forma casi automática hacia los amenities de la escudería donde le esperaba una última reunión con su equipo para finalmente emprender el camino al hotel. La última pregunta retumbaba en su mente como el eco de una montaña, perturbandolo por todo lo que implicaba.

 

 

Estaba seguro de las palabras que compartiera momentos antes con su compañero, creía realmente que una charla honesta podía aclarar las cosas entre los tres pero la perspectiva del Omega dominante simplemente alejándose de sus vidas le llenaba de terror. Apenas si lo conocía, podía contar con los dedos de una mano las ocasiones en las que se encontraron en la solitud de sus momentos libres para distenderse de las mutuas obligaciones. No tenía ningún tipo de justificación para estar tan involucrado con alguien que era virtualmente un desconocido, sin embargo así estaba, rumiando en la convivencia con su ser instintivo, rememorando lo suave que se sentía el cabello del argentino entre sus dedos o la forma en que las líneas alrededor de sus ojos se profundizaban cuando reía luego de una broma, satisfecho consigo mismo por haber provocado la felicidad en el otro. 

 

 

Cerró los ojos apenas unos segundos, el bullicio del paddock apagándose para ser reemplazado con la melodía de las risas de Franco y Lando en aquella madrugada gloriosa en Austin. ¿Por qué reían? Ya no lo recordaba, pero si recordaba los roces de ambos hombres en su cuerpo y su necesidad innata de complacer. De proveer. De cumplir aquello para lo que estaba hecho.

 

 

Cuando abrió los ojos notó como no solo no se encontraba en los amenities de McLaren sino que se había dirigido hasta el final del paddock, a muy pocos metros del hospitality de Williams.

 

 

Su respiración se hizo profunda y acompasada, no sabía si culpar a su ser Alfa o a su propia mente que daba vueltas sobre el hombre de aroma dulce, pero si ya había llegado hasta ahí, ¿Qué le costaba resolver el problema desde la raíz?

 

 

Como si arrancara la venda de una herida sanguinolienta se arrojó a cortar los pocos metros que lo distanciaban de la estructura color azul. No demoró mucho en encontrar una cabeza de rulos salvajes que le daban la espalda, su equipo de ingenieros y mecánicos rodeándolo en un círculo humano acomodados como podían en las pequeñas mesas.

 

 

Se sintió intimidado por una fracción de segundo, Franco nunca estaba solo, o eran sus representantes o algún miembro de su familia quienes siempre le acompañaban y actuaban muchas veces de obstáculo para llegar a él o al menos esa fue la impresión que le dió tras las pocas veces en las que intentó acercarse. La ausencia de todas esas personas le envalentonaba un poco más y le traía cierta sensación de sosiego, quizás porque se percibía menos expuesto.

 

 

-Franco...

 

 

La atención del mundo pareció voltearse en su dirección, la conversación amena murió en los labios de los presentes mientras el mencionado se giraba a verlo, Oscar no podía descifrar si sus pupilas estaban dilatadas por encontrarlo ahí o el halo oscuro que los bordeaba era lo que le daba esa apariencia a sus ojos. El argentino abrió y cerró los labios antes de hablar.

 

 

-Hey Osc, ¿Qué haces por acá?

 

 

El australiano irguió su postura, negado a perder el tiempo en una conversación casual sin sentido.

 

 

-¿Podemos hablar?

 

 

Franco arrugó las cejas pero no le respondió ni se negó, se excusó con su equipo y se puso de pie con cierta pesadez, incluso reticencia. El hombre mayor poso su mirada en el suelo a los pies del argentino, no quería sobrepensar algo que quizás estaba en su cabeza.

 

 

Se dirigieron a la parte trasera del hospitality a un sector pequeño y vacío rodeado por las estructuras de los demás equipos, completamente desprovisto de cámaras y ojos ajenos salvo por una puerta de salida de emergencia que esperaba no fuera abierta. El sonido de sus pisadas en el suelo de concreto era absoluto, los ojos marrones del Alfa siguieron el camino de colillas aplastadas hasta las piernas delgadas del Omega dominante cuando esté se detuvo en una esquina alejada donde el bullicio externo se hallaba más amortiguado. La lluvia había decidido detenerse hacía un par de minutos pero la sensación de humedad no parecía tener intenciones de mermar.

 

 

Franco se cruzo de brazos ni bien se giro para enfrentarlo, sus mirada avellana no se lucía por la clara intención de rehuirlo, reacio a iniciar la conversación por lo que Oscar fue el primero en hablar.

 

 

-Lando y yo no sabemos de ti desde hace días.

 

 

-Ha sido un triple header complicado.

 

 

-Hasta Austin parecía estar todo bien.

 

 

-Y todo sigue bien-espeto el argentino con un inequívoco tono de molestia.

 

 

La hostilidad comenzaba a brotar en la forma de un regusto agrio en la esencia dulce del hombre más joven, el alfa cruzo los brazos enfrente de su pecho, ocultando sus puños apretados que denotaban la intranquilidad de su ser instintivo. Arqueo una ceja sin poder disimular la ironía.

 

 

-¿Por eso escapas cada vez que intento hablarte? ¿O ignoras mis mensajes? ¿Por qué todo está bien?

 

 

-Quizas tengo mis propios problemas y no puedo estar disponible cada vez que tengas ganas de anudar un Omega.

 

 

El vello en la nuca de Oscar se crispo al instante, Franco seguía negado a mirarlo pero mordía sus labios ansiosamente, lastimandolos.

 

 

-No es justo que digas eso.

 

 

-¿Acaso no es por eso que nos acostamos? Yo quería pasarla bien y ustedes querían un Omega para poder descargarse de vez en cuando.

 

 

Una ligera llovizna se desató en el momento en que Franco se atrevió a mirarlo, desafiante. Gotas tan pequeñas como las motas de polen de una acacia se asentaron en las largas pestañas y en su cabello ondulado que por la falta de sol exhibía un tono más oscuro que de costumbre, desestabilizando a Oscar entre sentirse ofendido por la acusación o maravillado por la belleza de esa criatura tan delicada y a la vez feroz. Su ser Alfa susurraba desde lo más profundo de su mente. Compañero; Omega; Mio; Hacerlo mío.

 

 

Se acercó a él, apenas dos pasos sirvieron para estar separados por un dedo de distancia. Franco dejo en paz sus maltratados labios en cuanto el calor corporal del Alfa entro en contacto con su espacio personal, la impostada postura defensiva mermando de a poco.

 

 

-No hueles como si no te importará.

 

 

El argentino maldijo para sus adentros sintiéndose traicionado una vez más por su cuerpo y su ser Omega. Oscar, envalentonado, inspiro profundamente el perfume natural a dulce de leche tan adictivo y transparente que sentía poder disecciónarlo con las manos.

 

 

-Estas ansioso e intranquilo conmigo aquí, los dos solos-Franco quería cruzarle el rostro de una cachetada-Y estás molesto, ¿Por qué?

 

 

-No es tu asunto.

 

 

-Quizas tengas razón, pero me interesas lo suficiente como para no querer alejarme.

 

 

La respiración del Omega dominante se hizo más pronunciada a la vez que su nariz tomaba un tono rosado al igual que la punta de sus dedos. Oscar apoyó las manos en la pared a ambos lados de su cabeza, encerrandolo con su cuerpo más grande y firme, sus ojos fijos en el rostro opuesto como un ancla.

 

 

-Yo se que estás mintiendo. Y se que sabes que para mí no eres alguien para pasar el rato.

 

 

El alfa arqueo los labios en una pequeña sonrisa.

 

 

-No se enmascarar mí aroma tan bien como tú o Lando.

 

 

Franco se quedó como hipnotizado por el gesto tan sincero de Oscar, no percibía maldad en su expresión y el sutil aroma a café impregnado en sus ropas era limpio, casi puro. El aliento a menta le golpeó en el bozo y labio superior haciendo vibrar su cuerpo, trayendolo a la vida con un remolino de fuego que iniciaba, ardiente e insoportable, en la boca del estómago. No necesitaba un espejo para confirmar que su cara era un crisol donde distintos tonos rojizos y rosados se fundían. Llevo el puño cerrado hacia la remera que traía puesta, apretando la tela con la misma fuerza que sentía ejercer para dominar su cuerpo y su parte más salvaje. 

 

 

No lo quería cerca; quería cortar la distancia entre ellos; no deseaba verlo; deseaba su piel y su aroma marcando cada parte de su cuerpo; no podía querer nada serio con alguien cuyo corazón ya estaba tomado; quería su marca en el cuello...

 

 

Una distancia fue destruida en cientos de pedazos filosos.

 

 

-¿Es por eso que aún no te diste cuenta que Lando te ama y te lo oculta?

 

 

Oscar arrugó la frente de manera profusa, los surcos de piel dándole a su joven rostro una apariencia mayor e incluso cansada.

 

 

-¿Qué?

 

 

-Lo se desde el día que los vi besándose, cuando lo golpeaste-Franco se sorprendió a si mismo por el veneno en su voz-el apesta a amor, y tu también. Es hasta patético, lo mucho que se anhelan pero no se atreven a ser algo más.

 

 

El australiano se alejó prácticamente eyectado de donde estaba, el calor se había tornado en un aura fría con notas de desdén que ponían a su ser Alfa en alerta. Franco emitió un largo suspiro que denotaba un cansancio más mental que físico, su mano cubriendo parte de su rostro mientras procedía a masajear sus cejas.

 

 

-Nano tenía razón la puta madre.

 

 

-No te entiendo.

 

 

-Yo no tendría que haberme metido en lo que sea que ustedes tienen, si me hubiera concentrado solamente en correr y no...

 

 

Al alfa arrugó los labios, el desconcierto plasmado en su gesto.

 

 

-Franco pará de hablar. ¿De dónde viene todo esto?

 

 

-¡Se supone que esto no era nada! Solo diversión, y ahora lo complicas todo con esa basura de los sentimientos y hablas como si supieras algo de mí. ¡Ni siquiera sabes lo que Lando quiere!

 

 

-¿Por qué de repente pareces tener un problema con Lando? ¿Acaso tu sabes algo de él? Apenas lo conoces.

 

 

En cierto punto el tono de sus voces se elevó por decibeles más allá de los normales para una conversación cordial, aún no llegaban al punto de gritarse pero sabían que apenas unos metros bastaban para ser descubiertos solo por la agresividad de su intercambio. Sin embargo, ninguno de los dos se sentía con la voluntad de detener la verborragia, el Omega en Franco presionando al Alfa en Oscar con su aversión, con su aroma que parecía físicamente rechazarlo y alejarlo cada vez más.

 

 

-Quizas no lo conozca hace tantos años como tú, pero al menos sé que su alfa sufre por alguien más.

 

 

-No tienes idea de lo que dices.

 

 

El olor similar al café quemado comenzó a brotar de Oscar, los parches en su cuello perdiendo efecto después de varias horas de uso lo cual llevó al ser Omega del argentino a proyectar su propio aroma con más fuerza, estableciendo dominancia entre ambos y buscando someter al hombre mayor.

 

 

-No puedo ser de nadie que anhela a otro Omega que no sea yo.

 

 

-No hay otro Omega para nosotros.

 

 

-¿Quién hablo de ti?

 

 

La parte más cruel en Franco quería usar su voz de comando, forzar a Oscar a descubrir lo que él sabía, alejarlo de sí y tal vez, romperle un poco el corazón, solo por el gusto de poder hacerlo, por quererlo lejos.

 

 

-Quizas el motivo por el cual Lando aún no se entrega a ti tiene que ver con el anillo de mujer que guarda.

 

 

Su voz fue controlada, tranquila y desprovista de la fuerza de su ser Omega que identificaba sus emociones turbulentas y arañaba en su interior por el control. Pero Franco no se encontraba dispuesto a ceder, estaba decidido a arrancar de sí mismo lo que sea que estuviera germinando.

 

 

-Lan... Lando no tiene ningún anillo de mujer-murmuro el más alto sin una real convicción.

 

 

-Tu tienes tu instinto, yo tengo el mío.

 

 

Esta vez fue el más bajo quien invadió el espacio personal contrario con su aroma agrio y pesado rodeándolo, en esa distancia Oscar pudo apreciar las heridas que se formaban en los labios voluminosos.

 

 

-Sentí el aroma de otro Omega entre las pertenencias de Lando y mí Omega se puso frenético. Hurgue entre sus cosas una noche mientras ustedes dormían y encontre un anillo de mujer.

 

 

Oscar negó con la cabeza, inseguro si negaba las palabras del chico de ojos verdes o se negaba a sí mismo una realidad donde el alfa mayor le ocultara cosas.

 

 

-Esta dentro de una caja de terciopelo que huele a él para enmascarar el aroma a lavanda que esconde.

 

 

-Estas mintiendo solo para ser cruel conmigo.

 

 

El labio inferior del Omega dominante tembló ligeramente al escucharlo, sus ojos brillaban por la humedad contenida.

 

 

-Quizas estoy siendo cruel, pero no miento. Es muy fácil confirmar lo que digo.

 

 

Oscar no quería dudar de Lando y su ser Alfa afirmaba constantemente su posesión sobre el inglés. Todos esos besos, esas sonrisas cómplices, las noches compartidas en las que se volvían uno, la forma tan particular en la que se miraban mutuamente delante de las cámaras, los desconocidos y los cercanos, como si compartieran un secreto que nadie más sabía, solo ellos y sus bestias internas.

 

 

Le penetro el pecho como un puñal la desconfianza que el Omega dominante plantó en él, se detesto profundamente en ese mismo instante. Estaba traicionando a su compañero, a su vínculo que no requería palabras, a esa normalidad tan particular en la que se habían permitido anidar.

 

 

-Si te sirve de consuelo, eres amado por Lando y por su alfa. Y estás en donde esa mujer dejó un vacío, tendras que aprender a vivir con su fantasma.

 

 

-¿Y que hay de ti?

 

 

Los ojos de Franco escanearon el rostro compungido del hombre ante él.

 

 

-No hay nada conmigo, no soy amado ni estoy atado, soy dueño de mí mismo.

 

 

-¿Cómo estás tan seguro de eso?-incluso si fue por un corto momento Oscar sintió el resurgir de su seguridad y agradeció tener la suficiente firmeza en la voz para hablar-¿Cómo sabes que no eres amado?

 

 

Franco abrió los ojos tan grandes como sus párpados le permitían, captando inmediatamente el mensaje velado en los cuestionamientos del australiano. No supo como reaccionar más haya de dejarse llevar por el pánico.

 

 

-Esta conversación termina aquí.

 

 

Y huyó de él como un alma atormentada, dejándole vacío y destrozado.

 

 

§§§§§

 

 

En otras circunstancias o probablemente en otro momento Lando consideraría una bendición que el hotel donde se alojarán su escudería y la escudería Williams en Interlagos fuera el mismo sin embargo el motor que lo impulsaba distaba mucho de alguna emoción bondadosa. Estaba completamente enceguecido, su mente desprovista de cualquier lógica y su ser Alfa era un amasijo tan volátil como inestable, ofendido y agraviado personalmente incluso sin tener algún tipo de conocimiento.

 

 

Solo le basto una corta mirada a su compañero en cuanto apareció a la ya avanzada reunión que tenían planeada con Stella y sus ingenieros de estrategia para captar que algo estaba muy, muy mal. El fuerte aroma a perfume embotellado y los parches bloqueadores torpemente adheridos a la piel pálida de Oscar poco hicieron para ocultar del ser Alfa de Lando la profunda tristeza que se asentaba con pesadez en sus hombros.

 

 

Debajo del almizcle y el olor artificial a cuero podía distinguir su esencia en su forma más oscura y negativa, en el lenguaje del aroma natural del Alfa australiano traducido como el hedor del café quemado, chispeando a su alrededor y provocando que la sensible nariz de Lando se arrugara en disgusto.

 

 

Su Alfa estaba herido, alguien se atrevió a herir a su Alfa en su ausencia y la naturaleza salvaje dentro de sí solo deseaba violencia, retribución.

 

 

El más joven le rehuyo la mirada en todo momento, sus palabras fueron cortas y dirigidas únicamente al equipo a la vez que buscaba activamente distanciarse físicamente del inglés. Cuando fueron libres de retirarse Lando busco la mano de su compañero solo para ser enfrentado con un rápido movimiento que alejo de él la extremidad. Oscar nunca había rechazado su contacto y muchas veces era quien lo iniciaba porque decía le transmitía paz o hasta por simple capricho pero no era capaz de pasar un día sin tocarlo.

 

 

Lo sintió como una cachetada.

 

 

Y de la misma forma en que llegó se fue, solo y completamente en silencio. La parte más racional de su mente urgía a Lando a buscar a su compañero, a consolar el dolor que estaba atravesando cualquiera fuera el grado o motivo mientras que su ser instintivo gruñía y aullaba reclamando culpables. 

 

 

¿Su única pista? El aroma agrio de un Omega que conocía muy bien y estaba impregnado, muy sutilmente, en la ropa de Oscar.

 

 

No fue difícil para alguien de su equipo averiguar el piso donde los pilotos de Williams se estaban hospedando, lo que si represento un reto fue descubrir el número específico de habitación de la persona que buscaba. Lando estaba colérico pero no lo suficiente como para ser irracional e ir golpeando cada puerta hasta dar con la correcta.

 

 

En cuanto obtuvo un número pero ninguna certeza de que realmente fuera la habitación de Franco se dirigió tan rápido como pudo, arrastrado por su alfa alterado y su mente desconcertada. Tuvo la consciencia de haber corrido solamente por el ardor de sus pulmones y los pequeños destellos de calambres azotando sus pantorrillas, se sorprendió a si mismo por lo enceguecido, lo inestable que se encontraba.

 

 

Y era todo culpa del hombre tras esa puerta.

 

 

Golpeó en la superficie de madera una vez, corto pero firme. Silencio.

 

 

Golpeó una segunda vez con más insistencia concediendo al otro la posibilidad de no haberlo escuchado. Segundos tan largos como horas volvieron a retornarle el silencio.

 

 

¿Se podía ser tan cobarde?

 

 

Lando no iba a permitirle ignorarlo una vez más.

 

 

-Franco, soy yo. No voy a irme hasta que me abras.

 

 

Esperó.

 

 

No pasó mas de diez segundos hasta que escuchó el clic del seguro, cruzo los brazos esperando encontrarse con el argentino de rulos solo para ser recibido por los ansiosos ojos azules de su representante.

 

 

-Lando... Ahora no es buen momento.

 

 

-Con todo respeto Jaimie, no vine hasta aquí para hablar contigo o darme la vuelta. Déjame pasar.

 

 

El hombre beta uso su cuerpo para bloquear el espacio entre el marco y la puerta mientras Lando se ponía frente a él para que le dejara pasar.

 

 

-Por favor no me hagas llamar a seguridad.

 

 

Lando le gruño, incapaz de apaciguar a su ser Alfa. La sutil amenaza fue suficiente para que la voluntad del hombre mayor flaqueara y descuidara su costado dándole una apertura para escabullirse ágilmente. En cuanto el inglés puso un pie dentro del espacio fue recibido por el velo intenso del dolor, tan absoluto y penetrante que sus pulmones se llenaban de ese aroma cargándolo con una angustia casi personal, haciendola suya.

 

 

Hubo dos sonidos que pudo identificar claramente a su izquierda. Uno era succión repentina de oxígeno muy seguramente debido al hecho de que se encontraba él ahí, invadiendo el cuarto ajeno sin permiso. El segundo fue un gemido húmedo, lastimero. Esa clase de sonidos que una persona solo emite cuando no puede parar de llorar.

 

 

Solo se atrevió a mover la cabeza ladeandola en dirección a la cama amplia y desordenada donde una mujer mayor rodeaba protectoramente al hombre joven con sus brazos, sus manos pequeñas intentaban infructuosamente cubrir el rostro enrojecido surcado por lágrimas profusas, oprimido en un gesto desconsolado. El primer instinto de Lando fue empujar cualquier emoción de molestia de su ser y reemplazarlo con la preocupación, la urgencia en su bestia interna de proteger a quien identificaba como suyo se apoderó al completo de él. Y dispuesto a escuchar a sus instintos quiso acercarse solo para ser retornado a la realidad por un tirón en su brazo.

 

 

-Tienes que irte, ahora.

 

 

El beta inglés le increpó sin un atisbo de amabilidad o tacto que anteriormente exhibiera. Lando no quería hacerle caso, no deseaba abandonar a su Omega mientras se encontraba vulnerable y sufriendo, sin embargo la realización de que los hombres que tanto anhelaba sufrían y eran infelices cuando su ser Alfa solo quería resguardarlos para si mismo le entumecio, fue arrastrado sin mucha oposición al pasillo vacío, la puerta frente a él cerrada y asegurada.

 

 

No había protegido a nadie, fue inútil para deducir que algo no estaba bien. No era un buen Alfa, no era un compañero apto para nadie. Una vez más, había fallado.

 

 

Y solo porque el destino lo odiaba y deseaba sumirlo aún más en la míseria, en su teléfono le esperaba un mensaje que terminaría por destrozarlo.

 

 

"No creo que sea buena idea buscar a Franco está noche, amigo. Su abuelo acaba de fallecer, está filtrado por todos lados." 

 

 

Notes:

Se agradecen sus quejas aquí abajo 👇

Chapter 7: Capitulo Siete

Notes:

Gracias por sus kudos, hits y comentarios!

Chapter Text

 

 

Austin, Texas

 

 

El eco de las risas contenidas era ahogado por el murmullo usual del transitado lobby del hotel, si bien ya era tarde en la noche muchas personas llenaban de vida la recepción, algunos regresando de cenas, otros emprendiendo el camino a alguna de las típicas fiestas que eran organizadas después de una carrera o quienes esperaban el transporte para emprender el viaje hacia su siguiente destino, México.

 

 

Tanto Lando como Oscar no cargaban con el mejor humor para festejar considerando los resultados de la carrera principal y sus ambiciones de aspirar al podio pero la energía contagiosa del piloto de Williams y la felicidad que prácticamente parecía burbujear de sus poros les hacía imposible no sentirse influenciados por su buen ánimo.

 

 

-... Y James se puso re pesado, que tengo que descansar bien nada de trasnochar ni de emborracharme-explicaba en el tono más comedido posible el argentino pero gesticulando con sus manos de forma vehemente-No se que se piensa que es mi papá o qué.

 

 

-Yo te dije que sentía que me miraba mal-acotó el inglés.

 

 

Los tres se detuvieron junto a un ascensor que indicaba venír en descenso.

 

 

-Capaz que le caes mal, a mí siempre saluda cuando me lo cruzo.

 

 

-Es que le caes bien a todo el mundo Osc, hasta a Marko.

 

 

Franco frunció los labios con disgusto aguantandose las ganas de blanquear los ojos, Lando no pudo evitar reírse ante la muy notoria aversión del Omega a la mención de ese nombre.

 

 

-Ese viejo amargo no es referente de nada, si sos europeo y alfa ya lo tenes comprado.

 

 

-Pero yo soy australiano.

 

 

-Europeo, australiano es todo lo mismo.

 

 

Los dos hombres mayores sonrieron sin poder disimular la diversión, el sonido del movimiento del ascensor volviéndose audible para indicar lo cerca que se encontraba. Franco se encogió de hombros mientras sacaba el celular de sus bolsillos dándole una rápida hojeada, Lando imitandole segundos después. Oscar por su parte escaneo el lobby, la mayoría de las personas que circulaban y a quienes creía recordar de haber visto por el paddock no parecían estarles prestando atención, enfrascados cada cual en su propio mundo sin embargo no podía quitarse de encima esa molesta sensación de sentirse observado. No era algo en lo que le gustara indagar pero sabía muy bien que la gente hablaba, susurraban cosas a sus espaldas y de un momento a otro la constante exposición a la que ya estaba habituado mutaba hacia un terreno mucho más personal, invasivo.

 

 

Oscar no estaba seguro si fue igual cuando Lando y él se mostraban en algunas ocasiones portando el aroma del otro o que, en cada pieza de medio audiovisual donde ellos fueran protagonistas siempre terminaban mirandose más de la cuenta, dejando entrever una atención que distaba mucho de la de otros equipos de compañeros Alfa y que se encuadraba más bien en la interacción de dos personas que sienten atracción mutua. ¿Pero ahora? El australiano creía que cada camara, cada celular y periodista se volteaba en su dirección si Franco se encontraba siquiera a 100 metros de ellos, ni hablar cuando se los pescaba hablando con uno u otro o los dos, tanto el interés como la invasión eran ineludibles.

 

 

Soltó un suspiro al momento que sintió su ser Alfa comenzar a crisparse, identificando la incomodidad como amenaza hacia sus parejas y él.

 

 

-... Y Alex, un capo, me cubrió para que no se dieran cuenta que me escape, pero igual voy a tener que volver temprano.

 

 

-¿En serio?-Las comisuras de los labios de Lando descendieron desdibujando su habitual sonrisa, expresando descontento-Que pena, yo que quería que te quedarás a desayunar, el menú de este lugar es increíble.

 

 

-Ahh no me digas eso, encima seguramente voy a terminar desayunando un sándwich con café quemado del avión.

 

 

Cayendo en cuenta de su humor taciturno el más joven de los Alfas busco de forma disimulada apaciguar a su bestia interna.

 

 

-Nos terminarán odiando todos. Dejamos ir al piloto favorito del paddock sin comer.

 

 

Franco se giro en su dirección, apretando los labios para disimular una sonrisa, Oscar experimento cierto orgullo ante el ligero sonrojo en el rostro ajeno.

 

 

-No exageres.

 

 

El ascensor se abrió finalmente expulsando a un grupo de personas desconocidas, uno que otro par de ojos se les quedaron mirando mientras ellos se adentraban al habitáculo esquivando cualquier tipo de contacto ajeno, el australiano contuvo a duras penas el impulso de gruñir.

 

 

Una vez dentro Franco se encontró flanqueado por los Alfas con las manos escondidas en sus bolsillos, su pie derecho tamborileando rítmicamente contra el piso y la mirada perdida espectante por si alguien más les terminaría acompañandolos en el trayecto de subida. Para su buena fortuna una vez que Lando presionó su piso en el tablero y los cortos segundos pasaron hasta que la puerta se cerrará completamente no hubo nadie más a bordo.

 

 

El Omega dominante se mordió los labios conteniendo una sonrisa juguetona, y no fue para nada decepcionado cuando sintió el torso del hombre más alto pegarse a su espalda empujándolo contra Lando y consecuentemente contra la pared, aprisionandolo entre sus cuerpos que con cada encuentro llegaba a conocer mejor. Jadeo sin vergüenza ante el trato tan bruto, a las manos que le apretaban con fuerza los costados a la altura de sus costillas mientras un par de rodillas le separaban las piernas. Lando reclamo sus labios, ahogandolo con su lengua grande y pesada que acariciaba con experiencia la suya propia mientras Oscar tiraba del cuello de su camiseta para enterrarse en una de sus glandulas, empapandole de saliva y succionando su piel con la fuerza suficiente para dejarle una bonita marca rojiza.

 

 

Rápidamente el calor se apoderó de los tres, Franco arqueó la espalda contra la entrepierna del alfa más joven mientras su pecho empujaba en el contrario, sus pezones endurecidos transparentandose en la tela fina. Y cuando Oscar le devolvió el gesto embistiendo contra su trasero tuvo que separarse de la boca de Lando para poder regular su respiración desbocada, los Alfas no desperdiciaron ni un segundo chocando sus labios con fuerza, compartiendo el sabor dulce de las feromonas del Omega, gruñendo y mordiéndose de vez en cuando haciendo que a Franco le temblaran las piernas, volviendo todo entre ellas húmedo y caliente.

 

 

-¿Estas mojado ya, amor?-murmuro el hombre en su espalda volviendo a empujar contra su zona baja, desarmandolo.

 

 

El de oscuros ojos azules hundió las manos debajo de su ropa, apretando su cintura pequeña hasta marcarle los dedos. Cuando se aventuro más al sur, al borde de sus pantalones Franco soltó un hipido.

 

 

-Aqui no.

 

 

Lando le dedico una mirada hambrienta mientras procedía a bajarle los pantalones y la ropa interior.

 

 

-Faltan como veinte pisos para llegar al nuestro. 

 

 

El argentino quiso discutir pero en el momento en que escuchó a Oscar hincarse de rodillas y las manos grandes de Lando se ubicaron en sus glúteos, amasando la carne con rudeza y exponiendo su entrada no tuvo más remedio que entregarse al placer, al shot de adrenalina que toda la situación le generaba.

 

 

Estaba en el cielo

 

 

(.)

 

 

Si por Franco fuera se quedaría bajo la lluvia de agua caliente toda la noche, sus músculos liberandose de la tensión y aminorando una que otra zona dolorida debido al demandante ejercicio. Aún así sonrió para si mismo, satisfecho y por demás complacido, no recordaba haber experimentado tan buen sexo en años aunque tampoco podía compararlo con experiencias previas puesto que era la primera vez que tenía más de un amante. Realmente se había perdido de mucho.

 

 

Enjuagando los últimos rastros de jabón perfumado de su cuerpo cerro la llave de agua y con pesadez abandono la amplia ducha. Una verdadera apena, pensó, no poder disfrutarla con sus Alfas.

 

 

-Como me cagaste la noche James, la concha de tu hermana.

 

 

Empapado y goteando se paseo por el baño buscando la ropa que había dejado ahí en un intento de evitar que se impregnara (mucho) de los aromas a café y chocolate tan conocidos para todos a su alrededor. A estás alturas era un esfuerzo inútil el querer ocultar la cercanía que tenía con los pilotos de McLaren pero si podía ahorrarse algunas miradas (conocedoras, inquisitivas, acusadoras) valía el intento. 

 

 

Se froto el cuerpo con una toalla tan blanca como un hueso hasta que se sintió lo suficientemente seco para calzarse sus prendas inferiores, estuvo a punto de deslizarse dentro de su remera cuando fue consciente de las gotas que se desprendían de su pelo en dirección a su frente y su cuello. Suspiro cansado, el sueño comenzando a tironear de él pero aún así se dispuso a secarse el cabello con la secadora, dudaba que James o sus representantes estarían contentos si lo encontraban al otro día estornudando o con el peligro de haber pescado un resfriado.

 

 

El zumbido de la máquina y la calidez que generaba contra su cuero cabelludo de alguna forma lograban arrullarlo, obligándolo a pestañear un par de veces y haciéndole perder la firmeza en su cabeza en otras preso del cansancio de un día tan largo, lo único que pedía era un par de horas de sueño y el reposo de su cuerpo en una cama ilegalmente comoda, y acompañado de preferencia.

 

 

Paseo su mirada aletargada por la figura que le reflejaba el espejo, las ojeras oscuras indisimulables en la luz blanca otorgandole a su rostro cierta dureza que contrastaba con su naturaleza de la misma forma en que los moretones y las marcas de mordidas en sus hombros y pecho contrastaban con su piel lechosa. Estaba seguro que si cualquier desconocido se lo encontraba así se encargaría urgentemente de curarlo y protegerlo creyéndolo herido pero nada podía ser más lejos de la realidad, rio en complicidad con sus propios pensamientos vergonzosos y recuperando así un poco de la vitalidad tan común en él.

 

 

Paseo la mano libre por una particularmente oscura marca morada en su pezón izquierdo con la seguridad de que esa zona le dolería cuando tuviera la ropa ignífuga puesta, su ser Omega disfrutando de todas las muestras que le hacían sentir deseado, necesitado. Se apoyó en ese esporádico momento de sincronía con su parte instintiva, las memorias de la noche vivida tan claras como imágenes en el reflejo del agua repitiéndose en su memoria.

 

 

Quizás fue el cansancio o que sencillamente era una persona distraída pero cuando ladeó la cabeza para poder secar los costados de su cabello ondulado se sorprendió de descubrir un estuche negro en la punta del lavamanos de mármol. Un estuche que conocia muy bien y que le mortificaba verlo incluso cerrado.

 

 

Su ser Omega inmediatamente alterado parecía vibrar dentro de él quemandole en olas de furia como bilis. Le golpeaba la urgencia de actuar por puro instinto, el hurgar ese estuche con collares y demás joyería que siempre estaba en contacto con el aroma del Alfa inglés para poder ocultar la cajita de terciopelo de cualquiera con un buen sentido del olfato, pero Franco no tenia un sentido del olfato regular, era más bien tan afilado que pudo dilucidar ese ligero perfume a flores desde el momento en que las pertenencias de Lando estuvieron a su alcance de ser inspeccionadas.

 

 

¿Se arrepentía de lo que hizo?

 

 

No, en el fondo no se arrepentía. Ni él ni su ser Omega.

 

 

De hecho en su momento luego de procesar el descubrimiento lo agradeció. Lando tenia su corazón, su mente y su instinto vinculado a otra Omega. Estaba bien por él, porque ellos no eran nada salvó un trío de personas que encontraban alivio físico entre sí con la buena fortuna que sus bestias internas también se aceptaban. Se aferró a la lógica de existir por fuera de una situación que no le involucraba, que existía un triángulo con todas sus puntas ocupadas y él era excento a ello.

 

 

Y si bien se forzo a creer ello, a tenerlo muy claro en su mente y en la forma en la que se movilizaba en su día a día no podía controlar a su ser Omega, nunca lo lograría subyugar pues era la mitad de si mismo, y esa mitad estaba aferrada a Lando y Oscar como si fueran de su propiedad a lo que cualquier amenaza a su dominio sobre ellos le instaba a recurrir a la violencia deseando eliminar por el medio necesario todo aquello que identificaba como una competencia, un peligro.

 

 

Lo único que quería hacer era tomar ese anillo y desaparecerlo, largarlo por el inodoro y que se perdiera para siempre en las cañerias, o abrir una ventana y tirarlo tan lejos como le diera la fuerza del brazo, si pudiera incluso lo destruiría con sus propias manos hasta reducirlo a un bollo de metal retorcido. Lo odiaba tanto que le recorría las venas como un veneno.

 

 

Odiaba ese objeto tan pequeño y delicado destinado a manos pequeñas y delicadas. El solo pensar que ese olor tan corriente a lavanda le gustaba más a Lando que el suyo propio solo acrecentaba su desdén por esa mujer desconocida. La odiaba. Él la odiaba.

 

 

El dolor en el interior de su mejilla controló sus impulsos más primitivos de volver a tener contacto con ese estuche. Todo el mundo le reprochaba la mala costumbre de morderse los labios pero era en gran medida ese acto de reflejo lo que llegaba a aplacarlo, montó el dolor y el sabor de su propia sangre con solemnidad consiguiendo así regularse y aminorar sus feromonas que habían estado bombeando sin control de sus poros.

 

 

-Sos muy pelotudo, Franco.

 

 

Con su cabello ya seco se vio en la tediosa tarea de volver a enjabonar su cuello y sus muñecas, era muy probable que los Alfas siguieran durmiendo pero nunca estaba de más tener ciertas precauciones, si no era por ellos que fuera por las personas con las que podía encontrarse. Ya le había irritado la primera nota tendenciosa que encontró en internet hablando de como un Omega tan joven como él podía ser bien visto en el paddock portando más de un aroma a Alfa, solo le faltaba que escribirieran un artículo sobre su aroma ensombrecido y la pesadez de sus feromonas.

 

 

Ya medio vestido y más tranquilo salió del baño, su remera colgando floja en su hombro.

 

 

-¿No deberías estar dormido ya?-cuestiono Franco con cierto humor en su voz.

 

 

El mayor de los Alfas se giro en su dirección regalandole una sonrisa somnolienta de ojos entrecerrados, Oscar se había quedado dormido a su lado y tenia el rostro escondido en el hueco entre el cuello y el hombro mientras usaba el bicep de Lando como almohada, dedos aceitunados acariciaban el desordenado cabello castaño de una forma tan delicada que de tan solo verlo generaba sueño por el aura de tranquilidad que transmitía. Franco le devolvió la sonrisa enternecido, cerrando la puerta del baño y abandonando allí toda su oscuridad y entregándose a la simpleza, a la comodidad, a todas las intensas pero agradables sensaciones que se arremolinaban en su pecho cuando los aromas a café y chocolate penetraban sus fosas nasales.

 

 

-¿Puedes venir un segundo?

 

 

El argentino frunció los labios, cuestionandose las pretensiones de Lando pero aún así le hizo caso. Se acercó a la cama hasta llegar al borde y en el momento en que estuvo a su alcance el ingles tironeo de las trabillas de su pantalón para impulsarlo hacia la cama sobre su cuerpo recostado, provocando que el Omega dominante trastabillara un poco y tuviera que clavar las rodillas en el colchón para evitar apoyar todo su peso.

 

 

-¡Lando!-dijo con algo de urgencia en la voz pero sin deshacer la sonrisa de sus labios-Me acabo de bañar.

 

 

-Te puedes dar otro baño después.

 

 

Y así sin más Lando uso la palma de su brazo libre para ejercer presión en la curva de su espalda baja, forzando a Franco a recostarse sobre él. Estuvo a punto de volver a protestar pero en cuanto el hombre mayor encontró la glandula aromatica en el costado de su cuello y comenzó a frotar su mejilla contra él impregnandose de su perfume natural Franco no pudo hacer otra cosa más que rendirse, recostando su torso contra el opuesto mientras enterraba su nariz en los rizos oscuros de Lando, inundando sus pulmones con el olor a shampoo y su aroma corporal.

 

 

-No quiero que te vayas.

 

 

Selló sus palabras con un pequeño beso que le provocó cosquillas.

 

 

-Yo tampoco quiero, pero tampoco quiero problemas con James. Tengo que hacer buena letra.

 

 

Lando masculló una respuesta ininteligible para Franco mientras sus dedos le acariciaban la columna vertebral en toda su extensión, erizandole la piel y forzandolo a pestañear varias veces en un intento de alejar el sueño. Lo que no pudo controlar fue el suave ronroneo que brotó de su garganta y le pintó las mejillas de rosa.

 

 

-Me gusta cuando haces eso.

 

 

Besos tan suaves como la caricia de una pluma fueron repartidos en las extensión del cuello y el hombro de Franco, cada uno dejando a su paso una sensación similar a energía electrostática. El argentino se dejó hacer mientras aspiraba profundamente en el cabello de Lando, disfrutando de la suavidad de sus rulos contra su rostro afeitado. Oscar, incluso en sueños, no fue inmune a la armonía de sus aromas interactuando y entrelazandose por lo que se apretó aún más contra el cuerpo bronceado, buscando su calor y recibiendo como recompensa que el brazo donde reposaba se envolviera alrededor de su cabeza protectoramente.

 

 

Para Lando y para su ser Alfa esto era lo más cercano al cielo. Así, el Alfa y el Omega con él, ni un centímetro librado a la distancia porque cada sentido que poseía estaba obnuvilado por los dos hombres jóvenes. Podría vivir una eternidad o un segundo, solo en este momento.

 

 

-Hueles muy rico.

 

 

-¿Sí?-cuestiono con su boca aún contra la piel pálida del Omega dominante.

 

 

-Aja-respondio Franco mientras reía en voz baja-El amor le sienta muy bien a tu aroma.

 

 

Amor...

 

 

Una palabra tan corta, tan insignificante, pero que pesaba como un yunque. Tanto su implicación como todo a lo que estaba atado, los recuerdos, las sensaciones, los aromas que alguna vez considero su hogar, los instintos de su bestia interna que nunca llegó a cumplir.

 

 

Y lo que el amor le hizo después, el destrozo que dejó atrás. Lo que hizo de él y su cabeza, como lo dejó sintiendose angustiado y vacío porque creía que su corazón había abandonado su pecho y nunca más volvería a él.

 

 

Como ella fue...

 

 

-¿Dije algo malo?

 

 

Franco se incorporó de la posición en que se encontraba usando sus codos para poder mirar al alfa a la cara. El gesto de preocupación tan marcado en sus facciones que hizo a Lando querer golpearse a si mismo.

 

 

-No, no. No hiciste nada mal, soy yo.

 

 

-¿Me querés contar?

 

 

Abrió la boca con la intención de responderle pero ningún sonido fue emitido, su mirada se volvió ansiosa paseando entre los ojos color avellana del Omega y el techo sobre sus cabezas. Queria encontrar una respuesta, incluso si era una mentira o algo tonto, pero en su cerebro solo retumbaba el silencio mientras su ser alfa se enrollaba en sí mismo, volviéndose tan ínfimo que podría jurar que no lo sentía. 

 

 

El aroma a dulce de leche dejo entrever notas de tristeza y melancolía lo que puso a Lando aún más ansioso por querer hablar. Franco llevó una mano a su rostro, acariciandole el pómulo derecho mientras le dedicaba una sonrisa que no parecía alcanzar sus ojos.

 

 

-Esta bien, no hace falta que hablemos de nada-las caricias del Omega descendieron hasta su quijada, los nudillos recorriendo el hueso de su mandibula-No le voy a contar a Oscar que estás enamorado de él, puede ser nuestro secreto.

 

 

-Yo... Es...

 

 

-¿Es largo y complicado de explicar?-le ayudo completando la oración, el Alfa asintió.

 

 

La siguiente sonrisa que Franco le regaló pareció mucho más genuina que la anterior.

 

 

-Tienes suerte de que Oscar se haya presentado muy tarde en su vida, debe ser la única persona que no se da cuenta que estas loquito por él.

 

 

Lando sintió como su cara comenzó a arder y dejó escapar una risa nerviosa para seguidamente girarse con miedo hacia el hombre australiano, temiendo despertarlo. Gracias a dios Oscar tenía el sueño pesado.

 

 

-¿Tan obvio soy?

 

 

-Muy obvio-dijo Franco en un tono más juguetón.

 

 

El argentino le observo fijamente por unos segundos cortos pero intensos y termino por cerrar la distancia entre sus rostros con un pequeño beso.

 

 

-Cuando se vuelvan pareja y quieran ser padres yo les puedo hacer de vientre subrogante.

 

 

Si el inglés creyó que su rostro quemaba anteriormente ahora se podría decir que había entrado en combustión espontánea, hasta experimento un ligero mareo por lo rápido que la sangre bombeo a su cabeza. Franco fue menos considerado que él con la persona que dormía al lado de ambos y dejó escapar una risa entre dientes para nada disimulada.

 

 

-¡Tu cara por Dios! Si te vieras.

 

 

Lando llevo la mano que descansaba en la espalda del Omega hacia su rostro en un intento infructuoso por cubrir su bochorno lo que hizo a Franco reírse aún más de él.

 

 

-Estoy jugando, tonto. No soy incubadora de nadie.

 

 

Franco apoyó su peso en sus palmas y rodillas, finalmente separandose de Lando para disponer a retirarse.

 

 

-El día que tenga cachorros serán míos y solo míos-fue lo siguiente que le escucho decir.

 

 

§§§§§

 

 

No es que Lando no quisiera comer, es que sencillamente no podía hacerlo. Tenía el estómago cerrado y la garganta tan seca como un desierto que no podría pasar ningún solido incluso si lo intentara, se quedó mirando la bandeja con una taza de té acompañado de algunas galletas que le habían dejado en el cuarto, aún intacto y frio después de tantas horas de ser ignorado.

 

 

Su carrera había sido un desastre, todo su fin de semana fue un desastre. Cualquier aspiración que hubiera tenido por el campeonato de pilotos fluyó fuera de sus manos como el agua.

 

 

¿Y lo peor de todo?

 

 

Es que ni siquiera quería estar en esa lucha contra Max, no creyó realmente que podría ganarle con tan pocos márgenes de error que jugaban en su contra y la opinión pública prácticamente dandolo por perdido. Y era difícil, muy difícil no sentirse afectado por cada palabra dicha en su contra, cada nota redactada con veneno, esas miradas de sorna y los susurros sobre como no tenía el carácter para obtener algo más allá de unos podios y un par de victorias.

 

 

Era difícil no creer en todas las cosas horribles que se decían de él cuando le carcomian los remordimientos, todos los hubiera y arrepentimientos, las cosas que podría haber hecho de otra forma. 

 

 

Solo quería volar a su casa y ocultarse del mundo a relamerse las heridas.

 

 

Un ligero golpe resonó con el eco de una campana en el silencioso cuarto oscuro. Lando no movió un solo musculo, sentado hecho un ovillo en el suelo con los brazos rodeando sus piernas contra su pecho espero a que la persona captara su humor y le dejará tranquilo.

 

 

Ocultó el rostro en sus rodillas, deseando que la oscuridad lo tragara. La puerta volvió a sonar.

 

 

-Lando, soy yo. Por favor, abrí.

 

 

Se ladeó en dirección a la voz, reconociendola al instante. Su ser Alfa le araño el pecho urgiendolo a buscar consuelo en el hombre que le llamaba con gentileza. La respiración se le hizo dificultosa y sus ojos le picaban, no se creía capaz de llorar pero todo su ser dolía y no había un apice en él que no estuviera consumido por el derrotismo.

 

 

Quizás en su estado actual no le convenía ver ni hablar con nadie pero tampoco se sentía con el corazón de dejarlo golpeando su puerta. Se incorporó con pesadez y sin preocuparse mucho por su apariencia o su aroma agrio recibió al hombre que le esperaba en el pasillo.

 

 

Chapter 8: Capitulo Ocho

Notes:

Me pasó la vida entera para escribir este capítulo 😭 perdón si resulta corto, voy a tratar de tener el próximo más rápido de lo que me tomo este jjj como siempre gracias por leer, comentar y dejar sus kudos!

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-Gracias por no dejarme esperando en el pasillo.

 

 

Los ojos azules de Lando analizaron el rostro pálido de Franco a conciencia, buscando en su expresión cansada o en las marcadas ojeras oscuras respuestas a preguntas que ni siquiera se habían formulado. Existía en el centro de su pecho un entumecimiento que lo distanciaba de sus emociones en cuanto el aroma agrio del Omega lo alcanzó.

 

 

Su Alfa lo quería, necesitaba su cercanía y el bálsamo de su compañía de la misma forma en que un barco necesita un ancla en el océano inclemente pero a su vez la parte humana de su ser, tan racional y orgullosa, le urgía a cerrarse en sí mismo haciendo uso de la desconfianza y la reticencia para protegerse de cualquier factor externo.

 

 

-¿Por qué estás aquí?-susurro dándole lugar al argentino para adentrarse a su habitación.

 

 

El aludido ya de por si encorvado en si mismo hundió aún más los hombros, todo en él emanando cansancio y tristeza.

 

 

-Mi Omega no me dejaba tranquilo.

 

 

Ambos se quedaron de pie el uno frente al otro, echándose miradas furtivas de vez en cuando y una patente incomodidad ahogandolos.

 

 

-Franco...

 

 

-¿Te acordás que yo te hice una promesa?

 

 

Lando frunció las cejas tratando de ubicar dicho recuerdo pero al momento en que la realización llego a él su mirada se clavo como dos puñales en el Omega dominante.

 

 

-Rompí esa promesa.

 

 

-¿Cómo exactamente rompiste esa promesa?

 

 

Franco suspiro y su aroma pareció ensombrecerse, provocando al Alfa en Lando a someterse para contentarlo.

 

 

Aún no podía entender el efecto que el Omega dominante tenía en él, como conseguía la sumisión de su ser instintivo sin siquiera exigirlo cuando, en comparación, luchaba por el dominio con el Alfa de Oscar hasta el límite.

 

 

No pudo evitar liberar feromonas incluso si aún deseaba conservar una distancia prudencial con el hombre más joven. Franco lo captó todo al instante con la agudeza tan característica de sus sentidos y relajo un poco su postura.

 

 

-Estaba enojado... Y le dije a Oscar cosas que no debí decirle.

 

 

Un músculo tembló en la mandíbula del Alfa, ansioso.

 

 

-¿Qué cosas?

 

 

Franco camino y le paso por al lado en dirección al ventanal completamente cubierto donde las gotas de lluvia repiqueteaban acompasadamente en el cristal. Se cruzo de brazos, sin mirarlo mientras contestaba.

 

 

-Que estás tan enamorado de él como él lo está de vos.

 

 

-No era algo que te correspondía decir, con o sin promesa de por medio.

 

 

-Ya se... Pero estaba molesto y simplemente no lo quería cerca, no con todas lo que estaba diciéndome.

 

 

Lando arqueo una ceja.

 

 

-¿Qué estaba diciéndote?

 

 

El Alfa olisqueo el ambiente, el aroma del Omega dio la impresión de comenzar a crisparse casi como un gato al que se le erizan los vellos de la columna ante el peligro.

 

 

-Cosas sin sentido, mentiras.

 

 

Lando encontró sus piernas cuando estás siguieron al argentino donde él se encontraba enfrentado a las cortinas del mismo color de la pared, la mirada ausente y sumida en sus cavilaciones.

 

 

-Oscar no miente.

 

 

-Entonces se miente a sí mismo si cree que siente algo por mí.

 

 

El mayor de los dos contuvo la respiración mientras el más joven apoyaba la frente en la superficie fría del ventanal cubierto, ocultando su rostro del escrutinio ajeno pero aún así incapaz de ocultar el perfil de su rostro compungido y sus ojos cerrados, ligeramente hundidos. El Alfa en Lando quería tocarlo, rodearlo con sus brazos y sentir su cuerpo menudo encajar contra el suyo como dos piezas de un rompecabezas, dónde pertenecía. Recordó la noche anterior, su rostro precioso bañado en lagrimas, el dolor crudo en su perfume natural y lo mucho que su alfa bramó por él.

 

 

Franco se veía tan triste, tan solo. Pero a su vez portando una silenciosa fuerza que parecía querer mantenerlo lejos, Lando lo anhelaba y aún así no podía dejar de estar alerta.

 

 

-Conozco a Oscar y si hay algo en lo que él es transparente es en sus sentimientos, nunca se pondría a sí mismo en una posición donde no quisiera estar.

 

 

Franco no pudo evitar bufar ante sus palabras.

 

 

-Hablas como él, como si todo esto fuera una novela romántica. Ustedes solo querían cogerme como cualquier otro puto alfa en un metro cuadrado.

 

 

Ahí estaba otra vez, de forma mucho más directa y explícita, esa agresividad, la urgencia de mantenerlo lejos.

 

 

-Y a mí no me molesta porque es lo que yo también quería pero no me mientan con que hay algo más allá que solo sexo, porque se que no lo hay.

 

 

-Franco... Mírame.

 

 

El mencionado no le hizo caso inmediatamente, Lando mantuvo su distancia para no alterarlo más de la cuenta esperando por largos segundos en los que el Omega dominante despego su frente de la pared, concediendole una mirada de lado.

 

 

-¿Por que te cuesta creer que él te quiere? Que ambos... Te queremos.

 

 

Las manos de Franco apretaron con fuerza sus propios antebrazos al punto que podía dilucidarse el blanco de los nudillos por la fuerza en que sus dedos se hundían en la piel. El inglés estaba seguro que estaba haciéndose daño.

 

 

-Él puede creer que me quiere, pero se que es mentira. Su Alfa reacciona a mí Omega de la misma forma en que mí Omega reacciona a ustedes.

 

 

Lando dio un paso en su dirección, calculado, medido.

 

 

-¿Y cómo reacciona tu Omega a nosotros?

 

 

-Quiere poseerlos... hacerlos mios-Franco dio una mirada fugaz a sus labios-Pero no es nada más que una cosa de instinto.

 

 

-¿Y por qué si es instinto tiene que ser una mentira? Creo... Que no hay nada más honesto que nuestro instinto.

 

 

El aroma a chocolate se hizo presente entre ellos, proyectado tangente y potente para suavizar el filo en la postura del argentino. Sus respiraciones suaves eran la única señal de vida en sus cuerpos inmóviles.

 

 

-¿Tu instinto tiene algo que ver con el anillo de mujer que siempre cargas encima?

 

 

El gruñido que burbujeo desde la garganta de Lando lo tomó por sorpresa hasta a él mismo, su pecho hinchandose por el oxígeno que llenaba los pulmones para subsecuentemente ser expulsado en un vaho ardiente. Podía sentir a su ser Alfa surgir a la vida en aullidos dolorosos, desesperados, vulnerado en aquella herida se suponía era solo suya. Un secreto. Una historia del pasado qué ocultaba de todos.

 

 

Los ojos azules eran una amalgama entre la sorpresa y la confusión. Franco continuo hablando, un tinte casi acusador en su voz.

 

 

-La Omega que huele a lavanda, siguiendo tu lógica es por instinto que la quieres a ella además de a Oscar.

 

 

-Franco... ¿Por qué sabes eso?

 

 

Lando no se dio cuenta que su respiración se había acelerado hasta que las palabras salieron como un susurro aereado de sus labios. Franco era como una montaña, inflexible, inamovible.

 

 

-Esa fue otra cosa que le dije a Oscar.

 

 

El alfa inglés creyó experimentar la fuerza de un puño impactando su estómago, entumeciendolo y dejando en su lugar un hoyo negro que poco a poco lo hundía en la oscuridad. Dolió, todo en él dolió. El chocolate que se respiraba en el ambiente muto a una cosa agria, enferma e intoxicada mientras que el dulce tan natural en Franco era apenas un apice de un aroma envejecido, aferrado a las telas de la ropa por el uso y la costumbre.

 

 

-No solamente husmeaste entre mis cosas sino que le dijiste a mi compañero algo sobre lo que no tienes ni idea.

 

 

Franco arqueó una ceja luciendo medianamente aburrido.

 

 

-¿Ahora le dices solo "mi compañero"? Me parece que van a tener que agradecerme por hacer que su relación avance y no estén dando vueltas como adolescentes.

 

 

-¿Para vos todo es un juego?

 

 

Franco seguía con su postura desinteresada cuando Lando se paró delante de él en dos pasos ruidosos, la cara enrojecida y las fosas nasales dilatadas impostando una agresividad que no le movió un solo cabello porque el argentino sabía muy bien que esa molestia y pretendida aura amenazante nacían de un lugar muy vulnerable, en el fondo el Alfa de Lando temblaba como una hoja y Franco no necesitaba nada más que palabras para tenerlo donde lo quería.

 

 

-¿Ves como todo es una gran mentira? Si me quisieras no estarías aferrado al recuerdo de otra omega... Y si realmente amaras tanto a Oscar no le esconderias cosas.

 

 

-¿Qué es lo que sabes vos?-el inglés escupió las palabras -¿Qué sabes sobre amar a alguien y que te rompan el corazón? ¿Qué sabes sobre tener miedo de volver a confiar? No sabes otra cosa más que saltar de una cama a la otra.

 

 

Una punzada de sorpresa atravesó a Franco pero se repuso rápidamente, un músculo en la mandíbula de Lando se movía incesantemente, resaltando sobre su rostro ensombrecido.

 

 

-¿Y eso que quiere decir? ¿Qué sos mejor que yo? Porque hasta donde se vos tampoco tenes la mejor reputación, party boy.

 

 

No lo pensó mucho cuando cerró el puño en un manojo de rizos oscuros del alfa, cerca de la sensible piel en su nuca donde una marca de dientes estaría de encontrarse Lando vinculado a alguien. Clavaron sus miradas la una a la otra en una silenciosa batalla, midiendose el uno al otro como animales agazapados que esperan el momento oportuno para atacar.

 

 

-Yo soy honesto con lo que quiero... Si quiero tontear por ahí con alguien a quien no voy a volver a ver en mi vida voy y lo hago.

 

 

Los ojos de Lando descendieron a sus labios, tan oscuros que se volvían indescifrables. La proximidad quemaba tanto como los escasos milímetros de distancia que separaban sus cuerpos.

 

 

-Si quiero a dos alfas voy a tenerlos justo dónde deben estar, abajo mío.

 

 

Franco jadeo cuando la mano de Lando se cerró en su garganta sin cortarle la respiración pero con la suficiente fuerza para dificultar el movimiento de su nuez de Adán.

 

 

-Y si digo que quiero algo, voy y lo tomo. No me miento a mí mismo ni le miento a nadie.

 

 

Una idea brillo desde el fondo de la mente de Lando.

 

 

-¿Estás celoso, Franco?

 

 

Cuando la mano firme y pálida del mencionado lo soltó en un veloz movimiento supo que se encontraba en el terreno de la honestidad, la verdadera. No la que solo se expresa de la boca para fuera.

 

 

-Estas celoso-volvio a repetir en un tono acusatorio. Su mano seguía aferrada al cuello ajeno-Celoso de una Omega que ni siquiera conoces.

 

 

-Soltame.

 

 

-¿Todo esto que hiciste fue solo por un anillo? Alejarnos, lastimar a Oscar, ¿Fue por mí?

 

 

-No te creas la gran cosa-jadeo Franco con los labios arrugados en un gesto de disgusto, sus manos estaban alrededor de la muñeca de Lando, aún en su cuello-Soy dominante. Y quiero siempre ser el único, ¿Cómo crees que mi Omega iba a reaccionar a un Alfa que anhela a otro Omega que no soy yo?

 

 

El Alfa lo atrajó hacia él haciéndolo chocar contra su torso, las puntas de sus narices tocándose, sus labios peligrosamente cerca. Lando creyó sentir el cuerpo de Franco temblar y estaba muy seguro que no era de miedo.

 

 

-Dijiste que esto entre nosotros era solo sexo ¿O sos vos el que se miente a sí mismo?

 

 

Apenas esas palabras abandonaron su boca el iris del hombre más joven se contrajo contra la oscura pupila, los minúsculos destellos dorados centelleando en un amarillo casi fluorescente, similar al que una vez vio tantas noches atrás. Lando se quedó inmóvil, expectante e invitablemente asustado de lo que sería de él bajo el control de las feromonas de un Franco impredecible, para su buena fortuna esa ondulación de colores se detuvo en apenas dos parpadeos, el verde y el marrón retornando a sus lugares habituales. Exhaló el aire que no sabía que estaba conteniendo mientras su mano suavizaba el agarre en el musculoso y suave cuello, liberandolo finalmente.

 

 

-Yo solo venía a disculparme-murmuro Franco solemnemente-Y si puedes, decile a Oscar que también me disculpo con él.

 

 

La lluvia había dejado de golpear para cuando Franco se alejo de él a una distancia en dónde no podía alcanzarlo ni con los brazos extendidos. La habitación guardaba un olor desagradable prueba de la interacción hostil de sus naturalezas lo que hacia insoportable seguir ahí encerrados, Lando observo al argentino dirigiéndose a la puerta, llevando consigo el mundo de tribulaciones que lo empujaban lejos.

 

 

-Lo lamento mucho... Por tu perdida.

 

 

No se detuvo a mirarlo, creyó escuchar un estrangulado "gracias" para finalmente abandonar su habitación. Lando se mordió los labios ¿Era este el fin?

 

 

§§§§§

 

 

Lando:

 

 

Hey Osc

 

Han pasado un par de días desde que volvimos de Brasil

 

Calculo que para este momento estarás terminando de pasar por tu celo

 

Quiero que hablemos

 

Avísame si estás en Mónaco, puedo ir a tu casa, lo que quieras

 

Por favor, no me abandones vos también

 

Chapter 9: Capitulo Nueve

Notes:

Capitulo con mucho exceso de landoscar y quizás el próximo también porque es necesario para la trama

Chapter Text

 

 

Oscar recuperó la conciencia al tercer día del celo más espantoso que había experimentado en su vida. Agotado, dolorido físicamente y deshidratado permaneció quieto en posición fetal mientras el mundo poco a poco se reordenaba a su alrededor, el primer sentido en aclararsele fue el olfato e inconscientemente arrugó la nariz ante su propio aroma ácido, las feromonas que aún quedaban en el ambiente y en sus sábanas relataban la historia de su sufrimiento, aullando al vacío por dos personas que nunca le oirían. Pensar en ellos le rememoró con amargura el gp de Brasil y la forma en la que había puesto una distancia con Lando que le heria en carne viva.

 

 

No estaba enojado, ni celoso, ni decepcionado. Solo triste. Profundamente triste.

 

 

Porque Franco le hizo ser conciente de lo escandalosamente enamorado que estaba de un Alfa al que nunca podría complementar.

 

 

¿Por qué otro motivo arrastraría con él el recuerdo de otra persona?

 

 

Y todo el peso balanceado en una cuerda muy fina cayó sobre él, ahogandolo. Las ocasiones en las que Lando nunca le invitaba a su casa o ni siquiera sugería reunirse, las veces donde se habían visto fuera de sus agendas era siempre en la casa de Oscar en Mónaco o en el departamento que tenia en Inglaterra cerca de la fábrica de McLaren, fuera de la temporada Lando y su privacidad seguían siendo un misterio para él.

 

 

Sintió sus ojos escozer y pestañeo un par de veces para alejar la humedad excesiva que amenazaba con desbordar de sus cuencas.

 

 

¿Cuántas cosas más ocultaria de él?

 

 

¿El amor que aparentemente sentía no era lo suficientemente fuerte para merecer su confianza?

 

 

Poco a poco su cabeza se llenó de pensamientos oscuros, cada uno más fatalista que el otro. No dudaba que era él quien no era suficiente y se cuestionó por un largo rato si alguna vez la luz que brillaba en los ojos del alfa inglés cada vez que lo miraba era por el recuerdo de otra persona, o si los sentimientos de Lando siempre se encontrarían invadidos por el aroma a lavanda y la remembranza de viejas épocas en las que Oscar no era participe.

 

 

Cuando una lágrima finalmente se escapó por el rabillo de uno de sus ojos se sintió automáticamente agradecido de haber decidido pasar su celo en soledad y no haber recurrido a algún Omega de confianza para ayudarle. No creía tener energías ni capacidad mental para lidiar con otra persona que no fuera él mismo.

 

 

Aunque aquella decisión implicó que su celo se extendiera hasta el doble del tiempo y con todos sus sentidos intensificados sumado al anhelo de su ser Alfa la experiencia fue más que nada una tortura que exprimió sus límites hasta la última gota, no creía volver a resistir otro celo de la misma forma. Gracias al cielo tenía más o menos un año para resolver como lidiar con ello.

 

 

Las lágrimas fueron pocas, solitarias y silenciosas. Ya habia berreado en el punto más álgido de su sufrimiento por lo que el resentimiento en los músculos de su cara y párpados lo detuvieron de hiperventilar o caer en un bucle de angustia. Permaneció como estaba, dejando que lo último del celo abandonará su cuerpo cuál veneno para volver a caer dormido.

 

 

No supo cuando despertó ni la hora o el día exactos debido a las cortinas firmemente cerradas y la ausencia de cualquier aparato tecnológico en el cuarto pero después de lo que pareció una eternidad de confinamiento finalmente volvió a sentirse como él mismo. Suspiro agradecido y se dispuso a arreglar el desastre que lo rodeaba y combinaba tan bien con el desastre que era su vida.

 

 

Se ducho hasta que se sintió limpio del olor a celo y tristeza, dejó las sábanas y su ropa sucia en la lavadora para, una vez vestido con una camiseta sencilla y unos shorts holgados, retornar al mundo con todo lo que este le esperaba.

 

 

Lo primero que hizo fue abrir las ventanas de toda la casa, incluso en lugares donde no había pasado más de un par de horas desde su llegada como lo era la sala de estar porque aún podía sentir el ligero regusto a café agrio que trajo consigo desde Sudamérica. La brisa marina y la luz de la media mañana llenaron su espacio mientras el sonido de vida en la calle le recibió como un saludo de parte de la ciudad en la que permaneció oculto. Circulo alrededor de su teléfono por un par de segundos, aún inseguro de lo que encontraría y tras el gruñido de su estómago decidió primero desayunar.

 

 

Prendió su teléfono con la cafetera a su lado murmurando suavemente mientras preparaba su taza y el sabor dulce de la pieza de mango que se llevó a la boca le hacia suspirar de placer. El aparato empezó a vibrar casi en seguida, lo más sensato sería ver primero los mensajes de su familia, de sus representantes o de su equipo, pero dudaba que abrir el chat de Lando fuera de alguna forma inteligente.

 

 

Lando:

 

Hey Osc

 

Han pasado un par de días desde que volvimos de Brasil

 

Calculo que para este momento estarás terminando de pasar por tu celo

 

Quiero que hablemos

 

Avísame si estás en Mónaco, puedo ir a tu casa, lo que quieras

 

Por favor, no me abandones vos también

 

 

Oscar arrugó las cejas a la vez que se llevaba la taza a los labios y prácticamente aspiraba la mitad del café quemándose la laringe y esparciendo calor por todo su estómago y extremidades en el proceso. Sus ojos marrones repitieron cada línea letra por letra, transmitiendole la intención de darle un golpe bajo.

 

 

Y dolía.

 

 

Dolía pensar que Lando quería manipularlo. Quizás porque lo quería. Quizás porque Franco se había alejado y solo le quedaba él para aferrarse. Quizás sencillamente porque no quería sentirse solo.

 

 

Cuando la retahíla de ideas negativas volvió una vez más para atormentarlo se froto la cara con intensidad, y con una determinación que le sorprendió a si mismo contesto:

 

 

Oscar Piastri:

 

Estoy en Mónaco 

 

Si quieres que hablemos, preferiría que fuera en tu casa

 

 

Lando:

 

Gracias por contestarme

 

Te escribí hace más de un día, comencé a preocuparme 

 

Estaba a punto de hablarle a tu hermana o a Mark

 

 

Oscar:

 

No hacía falta que te preocuparas, estoy bien

 

Algo debil, pero bien

 

 

Mentira, se sentía como si hubiera chocado contra un muro de contención a trescientos kilómetros por hora.

 

 

Lando:

 

No me pidas que no me preocupe

 

Me importas, y mucho

 

 

Oscar Piastri:

 

Si quieres que hablemos, que sea en tu casa 

 

 

La culpa comenzó a reptar en su mente ante la forma tan cortante en que le contestó sin embargo tampoco quería que sus propios sentimientos y un par de mensajes bonitos le ablandaran, no quería nuevamente sentirse doblegado por la influencia que el inglés tenía sobre él. Ya no era un cachorro por más que su Alfa fuera joven e inexperto.

 

 

La respuesta tardo en llegar y Oscar mentiría si no dijera que observaba con ansiedad el icono de los tres puntos suspensivos que indicaban que del otro lado estaban escribiendo. Se terminó su plato de fruta y el último trago de café humeaba delante suyo cuando el sonido de mensaje entrante se robó toda su atención.

 

 

Lando:

 

[Ubicación 📍]

 

Avísame cuando estés viniendo

 

Te espero

 

 

Con el pecho elevándose y hundiéndose por la profundidad de su respiración tecleó casi al instante sin importarle si parecía muy ansioso o desesperado. Estaba cansado de vivir con la incomodidad constante del estado de su relación y si alguna vez serían algo, prefería arrancarse el anhelo del corazón por más que le destrozara que tolerar un día más de esa incertidumbre que torturaba a su ser Alfa y ensombrecia su mente.

 

 

Oscar Piastri:

 

Voy ahora

 

 

§§§§§

 

 

Lando se encontraba tirando bolsas con restos de comida chatarra de la última visita de sus amigos un par de noches atras y aspirando las migas de sus sillones cuando el timbre de la entrada sonó. Escaneo la casa con una mirada rápida encontrandola lo suficientemente decente para recibir invitados, mientras Oscar no quisiera servirse algo de la heladera donde guardaba latas de energizante y uno que otro plato con comida caducada o le echara una mirada al cuarto de invitados donde había escondido lo que parecían toneladas de ropa sucia estaría bien.

 

 

Paso una mano por su cabello desordeandolo un poco y hechando mano del poco coraje que creía tener camino hacia la entrada mientras repasaba mil y un formas de recibir al australiano. Quería actuar normal pero también quería abrazarlo, decirle que lo había extrañado y que necesitaba su aroma en cada parte del cuerpo. Dudaba que Oscar aceptaría ese tipo de gestos después de sus escuetos mensajes por lo que las manos le temblaban ligeramente cuando cerró los dedos en el picaporte y tiró de la puerta hacia dentro, la figura alta y amplia de Oscar ocupando todo su campo de visión.

 

 

Incluso a pesar de las profundas ojeras, la expresion cansada y el subtono amarillento de su piel pálida Lando seguía viendolo igual de guapo como el primer día. Cualquier frase que hubiera ensayado previamente se enredo en la punta de su lengua así que solo atino a abrir y cerrar la boca, mirar hacia el suelo y darle paso al Alfa menor hacia el interior de su hogar.

 

 

Oscar tampoco dijo nada, camino en silencio con los hombros ligeramente caídos hacia la sala tenuemente iluminada por algunas lámparas mientras la luz natural del mediodía penetraba en otros espacios de la casa dando el contraste entre luces y sombras. Lando lo siguió desde atrás, mirando su ancha y musculosa espalda mientras intentaba ordenar el caos que era su cerebro.

 

 

-Toma asiento, ¿Querés algo de tomar?-dijo, las palabras algo apresuradas.

 

 

El otro negó con la cabeza aún sin mirarlo y se dejó caer sobre el suave sofá con desgano, sus manos firmemente entrelazadas entre ellas sobre su regazo. Lando sintió que la garganta se le cerraba, imaginando lo peor. Su respiración se hizo ruidosa, el corazón prácticamente latiendole en los oídos e imágenes del pasado flasheaban inconexas delante de sus ojos provocando que su aroma ya alterado se volviera ácido y viciado de miedo, no podía controlarse ni regularse cuando su ser Alfa se encontraba tan o más perturbado que él. Estaba aún de pie cuando los ojos de Oscar lo escanearon de abajo a arriba.

 

 

-Oscar...

 

 

-Lando yo...

 

 

El inglés se mordió los labios, Oscar hizo un gesto con las cejas y los dos terminaron unidos en una risa floja, simpática y familiar. Para el alfa en Lando fue como una muy necesitada caricia en su cuerpo, las notas de tristeza en su perfume natural comenzando a debilitarse para dar paso a un sentimiento cómodo que aflojaba la constricción que sentía en la garganta y los cientos de nudos en su estómago.

 

 

Tomó asiento finalmente junto al Alfa menor, una distancia prudencial para respetar su espacio personal los separaba pero si lo necesitaba podia tranquilamente extender el brazo y rozar las rodillas desnudas de Oscar con la punta de sus dedos. Alejados pero a un simple movimiento del contacto.

 

 

-¿Qué tal estuvo tu celo?

 

 

Oscar respiro por la nariz y Lando notó enseguida la rigidez de sus músculos. Intento usar su olfato pero el aroma del australiano se encontraba bloqueado por los parches y la ropa que traía puesta solo olía a jabón y a nuevo. Sus ojos azules reflejaron en seguida una preocupación que no pasó desapercibida por el contrario.

 

 

Consideró decir una mentira pero ultimadamente si lo que quería era honestidad de parte de Lando debía ser honesto también, incluso si dolía e incomodaba.

 

 

-Horrible-murmuro-¿Qué tal estuvo tu cumpleaños?

 

 

-Bien, mis amigos me visitaron de sorpresa. Despues de Brasil no podía dormir así que tener gente alrededor me ayudo a descansar-los ojos de Lando lo observaban de forma ansiosa por un par de segundos antes de volver a hablar-¿Estuviste solo?

 

 

Oscar asintió un poco incómodo, la expresión de Lando se torno triste.

 

 

-¿Por qué?

 

 

-No me sentía cómodo con la idea de estar con algún Omega solo por mi celo. Mi Alfa... Simplemente lo rechazaba.

 

 

El silencio los cubrió como un pesado manto. Era usual tanto para ellos como para muchos Alfas sin pareja tener la compañía de un Omega de confianza durante el celo que les ayudará no solo con la urgencia biológica de aparearse sino para reducir su agresividad y acortar la duración de la experiencia, un celo de Alfa duraba apenas un día acompañando mientras que en soledad llegaba a extenderse hasta los tres días, los que Oscar había padecido. 

 

 

A ciencia cierta nadie sabía el motivo del fenómeno, algunos científicos creían que la presencia de feromonas Omega provocaban una reacción química en el Alfa indicándole que el apareamiento, aquel que era el conductor para la concepción y piedra fundacional de los celos de ambas castas era viable. Por su parte filósofos y eruditos mucho más románticos teorizaban que la naturaleza Alfa anhelaba de una pareja, una conexión emocional y espiritual lo suficientemente fuerte para tomar la marca del vínculo. Un celo extendido era, en ciertas condiciones, la respuesta a la necesidad de un vínculo o el rechazo a otro ser que no fuera él anhelado por el Alfa.

 

 

Lando sabía todas estas cuestiones.

 

 

Oscar estaba bastante aturdido para pensar en ello, pero su urgencia de querer a Franco y Lando con él antes de la pelea le hacía intuir las necesidades de su ser Alfa.

 

 

-Querías a Franco.

 

 

La certeza en la voz del hombre mayor fue contundente. Oscar asintió una vez más, la tristeza arañando su mente pero la mano aceitunada y fuerte de Lando que se apoyó en una de sus rodillas dándole un suave apretón puso una sonrisa en su rostro.

 

 

-Queria a los dos, en lo único que podía pensar era en la falta que me hacían.

 

 

-Yo habría hecho lo que sea que me pidas-la presión en su rodilla se volvió más intensa, los ojos azules de Lando buscaban los castaños de Oscar, anhelantes-Cualquier cosa con tal de que no la pasarás mal.

 

 

Su ser Alfa percibía las palabras de Lando como un arrullo que le acariciaba con delicadeza, haciéndole desear perseguir su cercanía y contacto. Una de sus manos encontró el camino hasta la del Alfa mayor en contacto con su piel y sus dedos se entrelazaron de forma casi automática. La tensión en la figura del hombre mas alto pareció suavizarse mientras que el más bajo deseaba con todas sus fuerzas poder aspirar el perfume natural contrario que tanta falta le había hecho.

 

 

-¿Cómo es eso de que "no podías dormir"?

 

 

El cambio de tema le tomó por sorpresa pero el inglés trato de disimularlo con el arma que mejor se le daba. El humor.

 

 

-Nada grave, estuve como dos días sin dormir. Mi cabeza era como ¡Ffff!

 

 

Para ejemplificar su particular expresión llevó la extremidad superior libre hacia su cabeza haciendo ademanes en el aire a su alrededor. Oscar río, suave y contenido.

 

 

-Si tuve algo que ver con eso, perdón.

 

 

El australiano acunó la mano de Lando con las propias, acariciando sus nudillos con ternura provocando en el otro un ligero sonrojo que nació desde la punta de su nariz y se extendió hasta sus mejillas. Evitó mirar sus labios porque la tentación de besarlo sería demasiado fuerte para resistirla.

 

 

-No te disculpes, fue... Todo. La carrera, Franco, nosotros-Lando se mordió los labios en un ademán pensativo- lo ví después de la carrera, se disculpo conmigo, y me pidió que te dijera que también se disculpa con vos.

 

 

-Así que por eso fue a buscarme-murmuro Oscar para si mismo.

 

 

-No creo que quiera volver a saber de nosotros otra vez.

 

 

-Estuvo raro las últimas semanas del triple header, y después enojado. Sigo sin saber bien porque.

 

 

Lando pasó una mano por sus rizos oscuros, despeinandolos.

 

 

-Quizas yo tengo la culpa de eso.

 

 

Oscar dió un par de respiraciones profundas mientras analizaba el rostro aparentemente sereno de Lando, su piel tersa desprovista de vello facial hacia resaltar sus lunares y el tono rozado de su boca y parpados.

 

 

-El anillo y el aroma a Omega-dijo en un hilo de voz pero con una certeza aplastante.

 

 

-Te amo, Oscar-la mirada de Lando fue brillosa y sincera mientras hablaba-No quiero que dudes de eso.

 

 

-Y yo a vos. Pero...-pestañeo un par de veces, eligiendo las palabras o queriendo alejar las lágrimas, no estaba seguro-¿Por qué recibo de vos una confesión cuando me entero que guardas algo de otra persona entre tus cosas? ¿Qué me ocultas tu pasado?

 

 

El aroma de Lando se volvió triste e invasivo. Le recordó al olor a tierra mojada después de una fuerte tormenta.

 

 

-Me amas... Pero me alejas de tu vida.

 

 

-Bebé, eso no es así.

 

 

-¿Por qué está es la primera vez estoy en tu casa?

 

 

El cuerpo de Oscar era firme y erguido delante del de Lando, encorvado contra sí mismo de cierta forma buscando protegerse de lo que el otro hombre representaba. Todos sus silencios, las palabras no dichas, las confesiones tardías, la honestidad que aún luchaba por poder controlar...

 

 

Los reproches de Franco que pesaban sobre las heridas de su pasado.

 

 

Y los sentimientos de Oscar, que había herido en el proceso.

 

 

Todo estaba frente a él, reflejándolo y enfrentándolo a sus faltas.

 

 

-Porque...

 

 

Lando paso de mirar la cara de Oscar a sus manos entrelazadas, buscando en el contraste de sus pieles las palabras correctas, peleando contra su propia lengua para poder vocalizar correctamente.

 

 

-Porque tenía vergüenza.

 

 

-¿Vergüenza de qué?

 

 

El espacio parecía reducido a solo sus presencias como forma de vida, no había otro sonido aparte del de sus respiraciones parsimoniosas y el constante ondular del calor corporal que ambos emanaban.

 

 

- Vergüenza de mí, de decepcionarte. Que terminaría arruinandolo todo otra vez y...-la voz se le cortó cuando las primeras lágrimas surcaron sus mejillas por lo que carraspeó, obligándose a si mismo a continuar- Que me dejaras, como ella me dejó.

 

 

Chapter 10: Capitulo Diez

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

 

 

-Se llamaba Luisa... Y creía que era el amor de mi vida.

 

 

Con la timidez centelleando en su aroma a chocolate amargo Lando analizó el rostro de Oscar momentáneamente impasivo, casi lejano. Y continúo.

 

 

-Iba a hacerla mi compañera una vez que... Una vez que fuera mi mujer.

 

 

-Por eso el anillo... Ibas a casarte con ella-dijo Oscar en un tono de voz bajo, demasiado medido y calculado para sonar natural.

 

 

Lando asintió mientras aflojaba el agarre que tenía en la mano de Oscar y se rodeaba a sí mismo viéndose imposiblemente diminuto, casi desamparado. Sus ojos lucían una preciosa tonalidad verde cuando se fijaron en un punto inexistente en el suelo y permanecieron allí cuando volvió a hablar. 

 

 

-Yo lo quería todo con ella.

 

 

-¿Y qué pasó?

 

 

El mayor de los alfas dió una exhalación profunda y acompasada a la vez que se humedecia los labios frotandolos entre sí, una historia desconocida e ilegible para Oscar surcaba en la expresión de Lando y la manera sutil en que sus pupilas se dilataban.

 

 

-Para ella fue mucho. La atención de la prensa, de los fanáticos, las noticias falsas, la toxicidad. Al final decidió que no quería seguir soportando todo el circo que venía conmigo.

 

 

El ser Alfa en el australiano aullaba por recuperar el contacto con la piel de Lando, consolarlo y aminorar el dolor que emanaba de él a través de su aroma, enterrar la nariz en el hueco entre su cuello y hombro para aspirar directamente de la fuente ese perfume natural tan adictivo. Sin embargo la parte racional en él no podía evitar sentirse traicionado, incluso si nunca pusieron en palabras lo que sentían el uno por el otro o jamás establecieron algun tipo de título a su relación Oscar experimentaba la incomoda sensación de vergüenza que se apoderaba de su mente, saberse como el más involucrado y quién habia puesto más de sí mismo mientras del otro lado no le esperaba la misma reciprocidad.

 

 

Porque él podía quererlo, incluso decir amarlo pero nunca con la magnitud en la que Oscar lo amaba. Durante mucho tiempo fue el único para él, incluso si en el pasado necesitó el alivio de un aroma dulce y un cuerpo sumiso para mantener bajo control a su Alfa inestable Lando siempre había sido el dueño de su corazón, de sus pensamientos, de cada uno de los suspiros y anhelos que solo podía exteriorizar en la intimidad. Lando era a quién siempre anhelaba y adónde más quería volver.

 

 

Hasta que un Omega de ojos intensos y acento pesado irrumpió en su vida sin permiso, con su encanto casi magnético e irreverente personalidad movilizó a Oscar de formas confusas de explicar. Cambiandolo todo, removiendo y hurgando en su ser para hacerse un hueco en el mismo lugar en que Lando habitaba con absolutismo.

 

 

Un lugar que evidentemente él no ocupaba para el Alfa inglés.

 

 

Con el alma pesada y la mirada caída despegó su cuerpo del amplio sofá con el sonido de la respiración acelerada del contrario llegando a sus oídos débilmente. No hubo palabras ni un reconocimiento, mucho menos una despedida, Oscar no confiaba que su boca pudiera emitir otra cosa que no fuera un sollozo. Se giro y le dió la espalda a todo lo que pretendía dejar atrás, dispuesto a abandonar sus sentimientos no correspondidos con su indiscutible dueño.

 

 

Sin embargo fueron apenas dos pasos los que pudo realizar antes de sentir el cuerpo macizo y tembloroso de Lando apoyarse contra su espalda. Sus brazos músculosos y a la vez estilizados le rodearon con una debilidad que rozaba el temor, envolviendolo en su calor como si fuera algo preciado. No pudo eludir la tensión en sus hombros cuando una humedad calida se impregnó en su ropa e identificó una mejilla suave frotándose contra sí.

 

 

Lando no lloraba, él mismo se lo decía. Y Oscar jamás lo vio dejar caer una lágrima ni en sus momentos más vulnerables. Pero ahí estaba. Empañandole la remera y estrujandole el corazón con su llanto silencioso.

 

 

-Te amo Oscar, lo juro por todo lo que soy.

 

 

El mencionado sujeto las muñecas contrarias con toda la intención de terminar el contacto entre sus cuerpos pero Lando cerro los puños en la tela de su ropa, prendido a él con desespero. Y Oscar no tuvo valor para ejercer presión sobre él por lo que permanecieron aún más unidos y enredados en un desorden de melancolía y anhelo.

 

 

-Quisiera creerte...

 

 

-Creeme-puntualizo con urgencia el hombre más bajo-Porque es la verdad.

 

 

Cerro los ojos buscando los pocos racimos de voluntad que habitaban en su persona para alejarse del inglés e intentar no caer en la tentación de sus feromonas que le llamaban insistentemente.

 

 

Amame. Se mío. Te necesito. Te amo. Soy tuyo.

 

 

El pesado perfume natural a chocolate tan profundo y denso que caracterizaba a Lando lo envolvió en una burbuja invisible donde cada respiración que daba estaba invadida de ese aroma y el llamado del ser Alfa que creeía sentir en su alma clamar por su propia bestia interna. Sus dedos se hundieron en la piel de las muñecas ajenas presionando la zona con fuerza para arrancar un quejido débil por parte de Lando pero no lo suficiente como para hacerlo separarse, Oscar tampoco sabía si lo quería lejos o lo quería ahí, cerca de él, invadiendo cada poro de su piel, fusionados hasta el punto de ser indistintos el uno del otro.

 

 

-Sos mi Alfa, el único Alfa para mí.

 

 

El más alto dejo caer la cabeza a un lado, la voz suave de Lando y sus palabras pausadas peleando contra la reticencia en Oscar.

 

 

-El único que tiene permitido marcarme. Al único Alfa que le dejo tocarme.

 

 

-Lando...

 

 

-Mi aroma no miente. ¿Puedes percibirlo? ¿La forma en que mi Alfa te necesita?

 

 

Oscar podía sentirlo, prácticamente podía paladearlo en la lengua, lo sobrecogedor de su sabor tan único y las feromonas arrojadas sin medida en su dirección. Aturdiendolo. Las emociones de Lando eran tan fuertes como la espesura de su perfume natural seduciendolo, barriendo con fuerza cualquier registro de tristeza en el ambiente, abriéndose en canal para él y permitiendo que Oscar tuviera acceso privilegiado a los recovecos intrínsecos dónde su alma y su cuerpo comulgaban. Su ser interno e incorporeo enraizado en la naturaleza animal manifestándose al mundo sensible que el australiano podía alcanzar aún con toda su juventud y dificultad para habitar en armonía con la esencia propia.

 

 

El amor en Lando era real. Profundo y amasijado con mucho dolor y amargura, salpicado de dudas, cientos de ellas, ensombreciendo sus emociones y la suave esencia ajena a sí mismo.

 

 

Aquella que cargaba en él y lo identificaba como marcado.

 

 

Una marca que no era física para borrarse con el paso del tiempo ni tampoco un vínculo como el de Alfas y Omegas donde dos almas se conectaban para convertirse en un todo.

 

 

Era una marca que reflejaba un deseo, una promesa. Lo señalaba como elegido por alguien, alguien que le amaba, le necesitaba y atesoraba.

 

 

Café.

 

 

La suave esencia ajena era café.

 

 

-Estoy imprimado a vos-murmuro Oscar, un tinte de incredulidad en sus palabras.

 

 

-Hace bastante ya.

 

 

El más alto creyó sentir la forma de una sonrisa delineada en su ropa y sus piernas siendo más rápidas que su lógica lo voltearon en dirección a la mirada necesitada de Lando, a su rostro tan transparente como el mar en las playas italianas. Tenerlo frente a él pareció calmar al inglés lo suficiente para permitirse soltarlo, dejando en Oscar la sensación fantasma de su calor corporal.

 

 

-¿Por qué no dijiste nada?

 

 

-Cuando te presentaste no podías controlar tu aroma o los impulsos de tu Alfa. Creí que, con el tiempo, lo resolverías solo. Mencionarlo me parecía innecesario.

 

 

-Pero no pasó-Lando asintió.

 

 

-Permaneciste no se cuánto tiempo con mi marca de imprimación, conciente de mis sentimientos... Y aun así elegiste ocultarme cosas. Hacerme sentir que lo nuestro no llegaría a nada.

 

 

La expresión de Lando decayó una vez más, sus labios temblando mientras su lengua rosada se asomaba por los bordes en un gesto que Oscar podía identificar como intranquilidad.

 

 

-Cuando... Me separé... no sabía ni cómo lidiar conmigo mismo. Pero más tiempo compartíamos juntos, en las carreras y fuera de ellas, todo se volvia más fácil. Vos hacías todo más fácil.

 

 

Se limpio una lágrima que comenzaba a correr por sus ya humedas mejillas, exhibiendo una vulnerabilidad que Oscar no recordaba haber presenciado alguna vez. Sabía cómo se veía Lando frustrado después de una mala carrera, decaído tras un resultado decepcionante. Feliz por un podio, feliz por los éxitos de sus seres queridos, rebozante de ilusión luego de cada victoria. Atravesado por el éxtasis compartido de la unión de sus cuerpos y la calma que sucedia al post orgasmo.

 

 

¿Pero esto?

 

 

Era desconocido, nuevo, y de cierta forma fascinante. Descubrir el delgado velo de la distancia que les dividía para sacar a relucir una faceta nueva del hombre al que llamaba compañero en más de una forma.

 

 

-Lo que siento por vos es diferente, lo ha sido desde el primer día. No quería hacerte cargar una mochila que no te corresponde.

 

 

El Alfa australiano analizaba el rostro de Lando como si fuera la primera vez que lo viera. Ese chico tan alegre pero también calmo y asertivo que sabía muchas veces lo que tenía que hacer incluso si le costara explicarlo. El que le había cuidado y guiado cuando su casta finalmente se manifestó, quien lo sostenía en la intimidad sin dejar de respetarlo como colega y rival.

 

 

-Pero quizás....guardarme las cosas me hizo aferrarme más a mi pasado.

 

 

Ninguno supo el momento en que sus dedos se entrelazaron. Oscar aspiro aire con fuerza cuando la piel de Lando estuvo una vez más en contacto con la suya y la presión de sus manos fuertes lo anclaba a ese momento.

 

 

-Cuando mi presente está aquí, justo frente a mí.

 

 

-Yo...

 

 

Lando observo en silencio mientras la frente de Oscar se arrugaba en una fina linea y contuvo el aliento cuando se apoyó contra su propia frente, sus narices rozandose entre sí y los labios apenas separados por un par de milímetros.

 

 

-No quiero ser tu consolación, ni que me elijas solo por descarte.

 

 

-No sos nada de esas cosas para mí-puntualizó sus palabras haciendo que sus narices se acariciaran-No hice las cosas de la mejor manera y me odio por haberte lastimado, pero si me dejas voy a mostrarte que soy sincero cuando digo que te amo.

 

 

-¿Incluso si yo siento cosas por otra persona?

 

 

Un ligero temblor sacudió el cuerpo de Lando.

 

 

-Incluso si eligieras a Franco y me abandonaras, seguiría amándote.

 

 

Oscar contuvo un bufido que pretendía ser una risa seca por el humor que encontró en su respuesta.

 

 

-Dudo que eso llegue a pasar.

 

 

-Porque ya no nos quiere.

 

 

-No-Oscar lo observo con intensidad-Es justamente porque nos quiere a ambos. Y creo... Que eso le da miedo.

 

 

-Él me odia, la última vez que lo ví no terminó de la mejor manera.

 

 

Los brazos del más alto encontraron su lugar en la espalda de Lando, las palmas que anteriormente fueran sujetadas con anhelo ahora descansaban en la curva de la cintura ajena, la figura ligeramente más grande de Oscar cubriendo el cuerpo de Lando en un abrazo necesitado por ambos. Está cercanía, la conexión mutua, contención, era lo que más necesitaban.

 

 

-¿Sabes algo? Cuando compartía mi celo con un Omega era casi como una obligación. Algo que tenía que hacer para no descontrolarme más de la cuenta. Y por todo el tiempo que durara solo podía pensar en lo mucho que quería volver con vos.

 

 

Las mejillas de Oscar resplandecieron de un precioso tono carmín el cual el alfa inglés no se privó de adorar con el tacto de sus yemas.

 

 

-Entonces apareció Franco... Y es como si aquí-la mano que le acariciaba la cara fue guiada hacia el centro del amplio pecho-Todo hubiera crecido. Mi Alfa paso de necesitar a una persona a necesitar dos, cualquier otro Alfa me provoca rechazo y ningún Omega se puede comparar a lo que el aroma de Franco le hace a mi cuerpo.

 

 

Lando se mordió el labio inferior mientras asentía, sus ojos azules incapaces de abandonar el rostro enrojecido y devastadoramente transparente de Oscar.

 

 

-Me pongo en su lugar y puedo entender de cierta forma lo que le pasa. No sé que haría si supiera que amas o amaste a otro Alfa que no soy yo. Quizás enloqueceria.

 

 

Lando escondió su rostro en el cuello de Oscar, permitiendose presionar esa figura alta contra sí como tanto había anhelado, percibiendo las muy suaves notas de café en la piel blanquecina. La acción tomó por sorpresa al hombre más joven que tras un leve trastabillar por la fuerza con la que Lando lo abrazaba le correspondío de la misma manera, hundiendo la nariz en los rizos castaños oscuros que olían a una amalgama tan perfecta como recordaba. Esa mixtura a shampoo, su perfume favorito y el irrepetible chocolate penetrando sus fosas nasales con cada inhalación profunda.

 

 

-Desde ese día, cuando lo conocimos, mi Alfa lo desea-murmuro en voz baja.

 

 

Oscar asintió a la vez que acariciaba su espalda baja, invitandolo a continuar.

 

 

-Ama... amaba a Luisa, se que lo hacía. Pero jamás experimente con ella las cosas que me pasaron ahora, mi Alfa es capaz de someterse en un segundo si Franco me lo pide. Solo para hacerlo feliz.

 

 

El celular de Lando vibró en ese momento, ignorado en algun pliegue del sofá porque nada podía ser más importante que brindarle a su compañero cada onza de honestidad que le debía.

 

 

-Lo quiero, y es tan fuerte que me asusta. Quiero marcarlo y reclamarlos a ambos como míos. Que huelas a mí a cualquier lugar al que vayas y hacer que Franco se ponga redondo con mis cachorros. Que nadie se atreva ni siquiera a mirarlos porque ambos me pertenecen... Dios, ¿Soy un enfermo por querer eso?

 

 

Oscar se alejó ligeramente y le sonrió, sus ojos pequeños centelleando.

 

 

-Entonces somos dos enfermos.

 

 

Lando se encontró devolviendo el gesto.

 

 

-¿Crees que Franco me querrá de nuevo?

 

 

-Creo que hay muchas cosas que él no nos ha dicho. Y me gustaría que pudiera abrirse para compartirlo.

 

 

-¿Y si igual me... Nos rechaza?-susurro Lando en un hilo de voz. Oscar podía identificar el miedo resurgiendo en él.

 

 

-Al menos lo habremos intentado.

 

 

Lando se paró en puntillas de pie, tirando de la nuca de Oscar en dirección a su rostro.

 

 

-Quiero intentarlo. Con él; con vos. Si me dejas.

 

 

Oscar respondió a su suplica no con palabras sino con un beso que sabía a retribución y a esperanza. A la promesa de un futuro sin secretos, caminando de la mano libres de incertidumbres y con la voluntad de superar cualquier prueba o azar del destino porque mientras estuvieran juntos eran imparables. El Alfa en Lando aulló de gozo, una risa estridente y ruidosa burbujeando en su garganta que no podía liberarse porque Oscar se ocupaba de tomar todo en él, sus labios ligeramente resecos, sus suspiros, su respiración agitada, el sabor de su saliva que se mezclaba con la suya cada vez que sus lenguas se rozaban o sus dientes chocaban torpemente entre sí. No era un beso bonito ni una relación de película, pero era su historia, y como tal era perfecta.

 

 

-Haceme el amor, Oscar.

 

 

El alfa mayor succionó la lengua del contrario cuando esté lo sostuvo por la cintura para recostarlo en el sofá a pocos metros de distancia, el peso de sus cuerpos combinados hundiendo los almohadones y enmarcando el contorno de sus figuras. Las manos de Lando recorrieron con hambre toda la extensión de la espalda de su compañero desde sus omóplatos pasando por su columna vertebral hasta finalizar en su culo, moliendolo contra su cadera para generar fricción en sus crecientes erecciones, arrancandose varios jadeos.

 

 

Oscar se coló entre esas piernas bronceadas con la facilidad que trae la experiencia y no dejo de empujar contra los labios de Lando, demandante. Ansioso de devorarlo como un animal hambriento a su presa. Arrancó los parches en su cuello de un solo tirón y se deleito con la mordida de su compañero en sus labios dándole un regusto metálico a su unión.

 

 

-Alfa... Alfa-recitó Lando cuál mantra a la vez que besaba sus mejillas y la fuerte mandíbula, extasiado y estimulado por el perfume natural que le volvía loco.

 

 

El australiano gimió alto y agudo cuando la lengua rasposa de Lando cubrió sus glándulas odoríferas, repitiendo una y otra vez la acción hasta dejarle la piel enrojecida y sensible. Y cuando cerró la boca en la zona y chupó con fuerza Oscar gruño desesperado usando su peso para aplastar a Lando aún más contra los almohadones y permitirle sentir cada parte de su cuerpo enfrebecido y palpitante por él.

 

 

Se fueron despojando de la ropa entre besos necesitados y manos ansiosas, abarcando cada milímetro de piel que podían ahuecar con las palmas, sus alientos calientes y sus feromonas de Alfa potentes en el ambiente, impregnando cada objeto en el cuarto y entre ellos con posesividad. Oscar no planeaba abandonar ese lugar hasta que cada centímetro oliera a él. Hasta que Lando no pudiera recordar otra cosa que no fuera él, las aventuras mutuas y que su cerebro consumido por el deseo no tuviera otro registro más que el día que se conocieron. Quería acunar su corazón y limpiarlo de su pasado en un plumazo. Solo importaba el hoy, este día juntos, y la voluntad de alcanzar un mañana gobernados con gusto por el perfume a dulce de leche.

 

 

-Lando... Mi Alfa-dijo Oscar mientras le mordisqueaba la oreja, su aliento ardiente chocando en esa zona tan sensible haciendo al inglés temblar desde la punta de sus dedos hasta las hebras oscuras en su cabeza.

 

 

Oscar tenia un brazo rodeando el torso de su amante pegandolo contra su pecho y acariciando perezosamente un pezón marrón mientras su otra mano empapada de saliva acariciaba su apretado agujero, haciendo que poco a poco se relajara y contrajera para él. Lando empujó contra el dígito cuando lo sintió ejercer presión tímidamente, persiguiendo la invasión y aceptando el inicial destello de ardor que le acompañó. Siseo para seguidamente ser recompensado con pequeños picos en su cuello y caricias en sus costillas; Oscar bombeando feromonas para él, marcandolo, envolviendolo en su aroma natural sin otro pensamiento en mente salvó disfrutar del cuerpo de su Alfa, haciéndose a la idea de que este calor, está unión, era suya. Suya para presumir y desfilar como era debido, como su propia bestia interna lo deseaba. Ese cuerpo le pertenecía. Ese hombre era suyo.

 

 

El segundo dedo fue menos incómodo para Lando pero se pasó mucho más tiempo estirandolo que en ocasiones anteriores, quizás porque llevaba semanas sin ser penetrado o quizás porque le faltaba la presencia adictiva a la vez que ominosa de Franco y su Omega que le demandaba someterse, no lo tenía muy claro.

 

 

-¡Ah! ¡Ahí!

 

 

Y Oscar, atento dentro de los límites de su paciencia, se lo dio dónde quería. Estímulo su próstata con presiones intermitentes intercaladas con movimientos de tijera y embestidas rápidas, destrozando la cordura de Lando que solo podía ser el dichoso receptor del placer que su compañero administraba a su antojo.

 

 

Llevó una mano sudorosa a bombear sobre su olvidada erección dónde la base del nudo comenzaba a hincharse deseoso de una presión resbaladiza que hoy no tendría. Lando se imaginó las paredes calientes de Franco engullendolo mientras se masturbaba con fuerza y Oscar lo abría con diligencia. Dios... No podría vivir sin esto un día mas.

 

 

El hombre más joven capturó entre los dientes la piel del cuello del mayor dónde una vena bombeaba furiosa y mordió duro cuando reemplazo las atenciones de su mano con su pene rosado e hinchado, goteando líquido preseminal como lágrimas de alegría.

 

 

Lando gritó y no se contuvo al hacerlo. No pensó en sus vecinos, no pensó en los posibles acosadores que solían rondar en las cercanías y mucho menos pensó en las habladurías de la gente de internet. Se permitió sentir a Oscar y gozar de su empuje parsimonioso hasta el fondo como un Omega en celo, el único objetivo en su mente y en su ser el complacer a su compañero, ser lo que el otro necesitaba que fuera.

 

 

-Cogeme... Cogeme fuerte Alfa. Solo soy un agujero-se giro para mirarlo y sus ojos azules captaron el momento en que algo animal y primitivo se reflejo en los marrones-Hace lo que quieras conmigo.

 

 

El Alfa australiano salió de su interior para seguidamente penetrarlo con tanta fuerza que bien podría haberlo atravesado. Lando creyó sentirlo tocar el lugar detrás de su ombligo y si grito el nombre su compañero y sus ojos se llenaron de lágrimas fue del más puro gozo. El dolor podía esperar para el otro día.

 

 

Él estaba hecho para esto.

 

 

Oscar tomó una de sus piernas y la levantó en el aire cual asta sin dejar de embestirlo, las nalgas redondas y carnosas palmeando sonoramente contra la cadera maciza de músculos que no parecía perder ese ritmo fuerte e incesante.

 

 

-Mío... Sos mío-dijo Oscar en un gruñido. Hundió la mano en el cabello de Lando y tiró de él hacia atrás para poder hundir la lengua en su boca abierta.

 

 

Cerrando los ojos y sin dejar de masturbarse Lando se dejó guiar por el resto de sus sentidos. Aceptando, recibiendo gustoso todo lo que Oscar quisiera darle; su lengua invasora conquistando su boca, sus manos que lo maniobraban con total autoridad a la vez que se lo cogía como si quisiera reacomodarle las entrañas, haciendo a su cuerpo sumiso y entregado retumbar al compás de las embestidas.

 

 

El orgasmo llegó a Lando de un momento a otro, sin advertencia. Apenas si había comenzado a estimular su nudo cuando ya estaba derramándose en su mano y estómago con un jadeo mudo. El olor a semen y a satisfacción en las feromonas del más bajo orilló a Oscar a perseguir su propia culminación, empujando en ese calor apretado con rapidez y haciendo que su nudo besara el anillo de músculos pero sin llegar a hundirse completamente. Las cejas de Lando se arrugaron en un gesto de dolor y un gruñido ronco se escapó de él, Oscar le gruño en respuesta y antes de que ambos pudieran llegar al terreno peligroso donde sus alfas dejaban de verse como amantes para pasar a medirse como rivales Oscar cerró el puño en su nudo hundiéndose por última vez para llenar el interior de Lando de su semilla, su cuerpo sacudiendose en cortos espasmos.

 

 

La pierna entumecida del ingles aterrizó sobre la de su compañero quien le rodeo por la espalda en un abrazo, repartiendo besos en su nuca y ahogándose del perfume a chocolate que se proyectaba más potente con cada atención recibida. Lando hizo que sus dedos se entrelazaran, una sonrisa cansada iluminandole la cara húmeda de lágrimas y transpiración.

 

 

-¿Quieres quedarte?-susurro con la voz ronca-Me gustaría que me ayudes a deshacerme de unas cosas.

 

 

Oscar dejó un pequeño chupón en el hueso de su nuca antes de responder.

 

 

-Soy todo tuyo después de una buena siesta.

 

 

-Trato-respondió Lando apretujandose aún más contra él, dejando que su mente se apagará poco a poco con el sonido de la respiración de Oscar como un canto de cuna.

 

 

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Chapter 11: Capitulo Once

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

 

 

-¿Cómo has estado estos días, Franco?

 

 

El mencionado abandonó la profunda contemplación de las ondulaciones de la lámpara de lava que siempre lo enganchaban cada vez que llegaba a ese consultorio para mirar a su ginecóloga de rostro amable y finos anteojos, una sonrisa cómplice dibujada en su rostro salpicado en lunares. Franco le dió un último sorbo a su mate para evitar soltar un suspiro y le sonrió con practicada dulzura.

 

 

-Bien, me la paso entrenando y comiendo sano, como siempre. ¿Cómo está tu mamá?

 

 

-Mejor de la cirugía, ella y tu mamá ya están planeando su próximo viaje a Mar del Plata con las chicas.

 

 

-Ahh que bueno, me alegro por ella-dijo con una sonrisa, está vez genuina.

 

 

Josefina, así se llamaba su doctora más antigua, hojeo una vez más sus últimos estudios de sangre que Franco ni siquiera se esforzó en leer porque apenas si entendía una o dos palabras de las interminables tablas de valores que tampoco sabía interpretar, así que para él esos papeles eran iguales a los cientos de papeles que involucraban sus controles médicos de rutina. La diferencia ahora era la mujer frente a él escudriñando la carpeta con un marcado interés, lo que le hizo replantearse su propio desinterés.

 

 

-¿Está todo bien Jo?

 

 

-Y mira Fran...-ella se puso seria de repente, Franco contuvo el aliento-¡Esta todo bien!

 

 

Su risa fue tan estruendosa que el Omega dominante se preguntó si sus otros pacientes y la asistente afuera del consultorio podrían escucharla, él le dedicó una mala mirada.

 

 

-Que boluda que sos me cagué entero.

 

 

-Ayyy vos, ¿Por qué tan perseguido? No me digas que te andas portando mal.

 

 

Bueno... Quizás despues de volver de Interlagos estuvo zampandose una cantidad insana de alfajores congelados y muy probablemente ese pedazo de matambre a la pizza que había comido unos días atrás estaban fuera de su dieta programada pero eran los gustitos que podía darse cuando tenía días libres de carreras, nada tenían que ver los sentimientos de ansiedad y melancolía que había estado experimentando, por supuesto que no. Además Franco no tomaba alcohol, rara vez trasnochaba por pasársela en alguna fiesta o tonteando con alguien por ahí, así que se sentía más que justificado si estaba un par de kilos excedido en su peso ideal. Nuevamente dudaba que eso tuviera algo que ver con, de todos los profesionales que lo atendían, su ginecóloga e hija de una de las mejores amigas de su madre.

 

 

-Ya veo, soy re buenito yo. Transpiro agua bendita.

 

 

Ella rodó los ojos, dejando de lado el humor y retornando a su máscara profesional.

 

 

-Tus estudios están todos bien, no vas a tener problema cuando lleves todo esto a Argentina para tu carnet nuevo, por ese lado quédate tranquilo.

 

 

Franco no se quedó tranquilo, la miró expectante mientras se cebaba otro mate y el regusto amargo de la yerba mantenía su cerebro hiperactivo en alerta.

 

 

-Pero son estos estudios-ella dispuso dos hojas en medio de los dos-Los que me llaman la atención, me gustaría que una endocrinóloga los mire.

 

 

-¿Por?

 

 

-Acá-una uña negra y corta señalo las letras chiquitas en el papel-Hay ciertos valores hormonales que son muy distintos de los del año pasado.

 

 

-Ay no me digas que voy a tener que andar de un lado a otro por mis feromonas otra vez.

 

 

Quizas una de las partes más complicadas de su adolescencia además de haber tenido que aprender a ser independiente, a manejarse por la vida como un Omega solo y a competir en un deporte mayoritariamente dominado por Alfas fue todo el proceso de descubrir que era un dominante y que como tal, el mundo moderno se había construido ajeno a él y sus necesidades.

 

 

¿Pastillas anticonceptivas? No tenían efecto en él. Había sido una bendición que se crearán los anticonceptivos subdérmicos que le permitieran tener una vida sexual plena sin consecuencias muy dañinas a largo plazo, además odiaba los condones y nunca conseguía llegar al orgasmo si no era con un nudo dentro.

 

 

¿Parches bloqueadores de aroma? Ni siquiera las marcas más caras podían subyugar su perfume natural, podía llenarse el cuello de parches que aún así cualquier Alfa u Omega a menos de un metro de distancia podía identificarlo.

 

 

Y todo el tema de sus ciclos de celo era un caso de estudio por sí mismo. Los primeros meses siendo un mocoso recién presentado que aún tenía dientes de leche por perder fueron un calvario; los celos eran cortos, de un par de horas hasta medio día, pero constantes al punto que habían llegado a contar uno por semana contrario a los omegas normales que tenían uno cada mes.

 

 

-Es de hecho lo opuesto.

 

 

-¿Qué?

 

 

-Te explico-agarro un lápiz del escritorio y empezó a señalar en el papel-Tu implante solo bloquea tu capacidad de embarazarte, por eso tus niveles de testosterona, estrógenos y progesterona son algo bajos. Pero no afecta en nada a tus feromonas.

 

 

Franco asintió con seguridad, eso sí recordaba que se lo habían explicado cuando se puso el implante por primera vez. Era un dispositivo formulado originalmente para mujeres Betas, en su presentación inicial estaban contraindicados para Omegas porque tendía a alterar los ciclos de celo, la producción de feromonas y en casos más extremos producir esterilidad. Sin embargo, estudios posteriores demostraron que eran eficaces con Omegas dominantes ya que ellos tenían una alta tolerancia a ciertos químicos debido a la excesiva cantidad de feromonas que producían.

 

 

-Según este estudio tu producción de feromonas ha disminuido, y hay presencia mínima de prolactina y hCG en tu sangre.

 

 

-¿Eso es algo malo?

 

 

-Pues... Depende a lo que catalogues como malo. Por eso quería saber de vos, sacando lo deportivo de lado, ¿Cómo estás? ¿Estás conociendo a alguien o...?

 

 

Sus ojos se entrecerraron mientras le sonreía, el gesto muy similar al de un perro pequeño a punto de hacer una travesura. Franco no necesitó ser muy listo ni muy despierto para captar la indirecta.

 

 

-¿Qué estás insinuando Josefina?

 

 

-¿Yo? Nada. Solamente que... Quizás mi mamá me comentó algo que le contó tu mamá y eso me ayudó a desarrollar una hipótesis para este temita tuyo.

 

 

Franco se frotó el rostro. Tendría que hablar con su madre y su tendencia de comentar cosas sobre él con sus amigas, pero a su vez tampoco podía sentirse muy irritado, últimamente los periodistas parecían hacerse un festín con él por la cantidad de notas que aparecían con su nombre. Había pasado de ser medianamente conocido a literalmente tener segmentos televisivos dedicados a él y que la fórmula 1 se hiciera eco de su meteorica popularidad tanto en su propio país como en el resto del mundo.

 

 

-¿Hace falta que yo lo diga? Parece que vos ya lo sabes todo-contesto irritado.

 

 

-Prefiero escuchar tu versión y no la versión de la versión. Dejando el descanso de lado, esto lo hago como una profesional. Vos me conoces Fran, yo no jodo con estas cosas.

 

 

Franco quiso discutirle solo por la terquedad de llevarle la contraria pero eso implicaba alargar el interrogatorio y considerando que en la noche tenía un evento al que asistir prefería ocupar su día en otras cosas.

 

 

-Para hacerla corta. Andaba en algo con dos Alfas pero ya no más.

 

 

-Vos siempre fuiste un picaflor. ¿Pero no fue jodido? Los pibes alfas suelen ser territoriales con los omegas que cortejan o incluso que frecuentan.

 

 

-No había mucho drama en ese aspecto-se removio incómodo en la silla, inseguro si decir algo más que pudiera comprometer a Lando y Oscar-Ellos... Ellos eran pareja.

 

 

-Mira vos...

 

 

Permaneció callada unos minutos, su mirada distraída en los estudios, Franco se preguntó si ella tendría algún prejuicio con ese tipo de parejas. Las relaciones entre Alfas con Alfas y Omegas con Omegas ya no era el taboo que alguna vez fueron pero seguían siendo mal vistos por algunas sociedades o sectores conservadores, los mismos que también habían puesto el grito en el cielo con Franco y sus "aventuras".

 

 

-Estos últimos valores son nuevos. Y comparandolos con los resultados de otros pacientes son muy similares a los de un Omega vínculado.

 

 

La doctora se dedicó a reunir las hojas, acomodarlas en el orden original y guardarlas en la carpeta mientras él la miraba como si le hubieran crecido dos cabezas.

 

 

-Yo no estoy vinculado-contesto rápidamente más como un reflejo de defensa que como un hecho.

 

 

-Lo se Franquito, por eso quería tener la segunda opinión de un colega. No creo que experimentes efectos adversos, pero quiero estar segura.

 

 

-¿Es el implante? Porque si es eso me lo saco ahora del brazo con una cuchara.

 

 

-Tarado.

 

 

La incertidumbre retumbó en su mente a la vez que Josefina sacaba de los cajones de su escritorio unos cartones cuadrados. No supo que eran hasta que ella se los dejó junto a sus estudios y pudo leer las letras pequeñitas. Eran parches bloqueadores para alfas.

 

 

-Creo... Que tu Omega tomó a uno de tus Alfas como compañero, por eso tienes estás alteraciones químicas. Y si mi teoría es correcta, es muy probable que tú aroma pueda ser controlado con parches.

 

 

Franco experimentó la perdida del calor corporal de la misma forma que si un balde de agua helada le hubiese caído encima, estaba demasiado entumecido para poder procesar siquiera un cuarto de las ideas que se materializaban en su cabeza por segundo. La mitad de su vida tuvo que pasársela aprendiendo a controlar su aroma, a enmascarar su corazón y sus emociones para no entregarse en bandeja de plata a las personas que solo lo veían como una cucaracha a la cual aplastar en un deporte tan elitista como el automovilismo. Tuvo que acostumbrarse a las miradas desagradables de Alfas que solo lo tomaban como un pedazo de carne en exposición o un Omega caprichoso que retrasaba la inminente llegada de un compañero que le haría tomar su marca y lo relegaria a ser solo una cosa bonita de presumir.

 

 

Había luchado toda su vida con esa percepción de necesitar un compañero por el simple hecho de ser Omega. ¡Él era dominante! No necesitaba de ningún compañero, toda su identidad la construyó alrededor de su trabajo, su sacrificio, sus sueños y todo lo que sufrió para conseguirlos. Pensar que Josefina tenía razón solo podía significar que ninguna de esas cosas importaron realmente porque al final del día implicaría que las personas que lo odiaban y le negaron oportunidades solo por su casta tenían razón. Y él prefería arrancarse la piel a aceptar algo así.

 

 

-¿Vos me estás queriendo decir que la mierda que vengo arrastrando desde que soy pendejo se arreglaba enamorandome?

 

 

-No quiero ponerlo así pero...-Sus ojos oscuros se clavaron en sus manos, el labio ligeramente arrugado a un lado -No perdemos nada con probar, es solo una hipótesis.

 

 

-Una hipótesis que espero sea equivocada. Jo, yo ya no me veo con esos chabones.

 

 

Esa era una gran mentira, pero ella tampoco tenía porque saberlo.

 

 

-Ay Fran...

 

 

La expresión de Josefina se volvió preocupada y Franco odio el tono de voz con el que le hablaba. Como si... Como si sintiera lastima de él.

 

 

-Antes de que penses otra cosa: Yo fui quien los dejó, no ellos a mí.

 

 

-Pero... Vos sentís cosas, y bastante fuertes si tú omega tomó a alguno como compañero.

 

 

Franco se mordió los labios con tanta fuerza que bien podría haberlos lastimado, su ser Omega se arremolinaba en el más encarnizado odio cada vez que ella hablaba de "solo uno" de sus Alfas. Lo sentía incorrecto, una ofensa, un irrespeto a él y su dominio. Ambos eran suyos, unidos por la misma correa y respondían únicamente a su guía.

 

 

Lando y Oscar eran de Franco. No uno o el otro, los dos. Y de nadie más.

 

 

La doctora siguió hablando, pero él ya no le prestó atención.

 

 

-...Y para Diciembre ya tenes fecha para cambiarte el implante, no te olvides que ni bien te lo cambies vas a tener de cinco a siete días de celo, lo recomendable es nada de sexo en ese tiempo, o al menos, no sin protección.

 

 

-...

 

 

-¿Franco?

 

 

-¿Ah?

 

 

-¿Te colgaste otra vez?-le dedicó una mirada irritada, la misma que una hermana mayor le da a un hermano menor molesto. Franco sintió sus mejillas quemar.

 

 

-No no. Implante. Una semana. Sin globito no hay fiestita. ¿Así era?

 

 

-Y que pruebes los parches. Yo soy beta así que no sirvo para confirmar ni negar nada, pero úsalos estos días y avísame. Yo después veo con algún colega de confianza como avanzar.

 

 

El Omega dominante asintió a la vez que reunía sus papeles y los parches de la mesa. Se dieron las correspondiente

s despedidas con Franco prometiendole que saldrían un día de estos a desayunar o quizás salir a andar en bicicleta antes de que las responsabilidades del más joven lo llevarán fuera de España una vez más.

 

 

§§§§§

 

 

El salón del evento benéfico era enorme, quizás uno de los mas grandes en los que Franco había estado. Remotamente le recordaba a las ceremonias de fin de año de la FIA con la diferencia de que aquí difícilmente encontraría muchos rostros conocidos salvo Maria quien le acompañaba como su invitada. Uno de sus nuevos sponsors le había regalado la invitación como forma de iniciar su relación comercial y para permitirle la oportunidad de conocer a más posibles sponsors o inversores para su carrera.

 

 

No esperaba librarse de este tipo de situaciones solo por haber llegado a la Fórmula 1, un deporte altamente transaccional y con una fuerte presencia comercial pero no dejaba de ser algo raro para él, se sentía muy fuera de lugar incluso si estuviera vestido idealmente para la ocasión con un perfecto traje negro, un rebelde moño chueco que no quería permanecer en el lugar por más que lo acomodara cada cinco minutos y su cabello algo largo arreglado (cortesía de María) para enmarcar de manera grácil su rostro recientemente afeitado.

 

 

-Me ajusta la camisa Mari-se quejo él, remarcando su incomodidad al tirar ligeramente del cuello de su camisa que ya le marcaba una línea rosada.

 

 

-Hoy te tocará aguantar Fran, ya no nos dió el tiempo de comprar ropa nueva-la mujer se giro en su dirección para volver a acomodar el molesto moño y sacudir una pelusa invisible de sus hombros-Estas creciendo un barbaridad.

 

 

-Si, ponele.

 

 

Para Franco no pasó desapercibido el tono cariñoso con el que su representante le hablaba y la forma en que sus labios casi siempre tendían a estirarse en una pequeña sonrisa cada vez que le miraba, cosa que se repetia mucho recientemente. Una sensación cálida se instaló en su pecho, sabía perfectamente lo mucho que ella y Jaimie se habían jugado por él tratando de conseguir sponsors, enviándolo a cuanta competición pudiera participar para seguir adquiriendo experiencia y notoriedad y en cierto punto poniendo de su propio bolsillo para que él pudiera seguir corriendo. Encontrarse ahora ambos de esta manera, en un lujoso salón elegantemente vestidos y rodeados de empresarios y diversos millonarios era una recompensa no solo del trabajo de Franco, sino del de ellos también. Y si él podía replicar esa felicidad y sensación de retribución a cada uno de sus afectos podía darse por bien servido.

 

 

Este amor era lo único que necesitaba. El afecto comodo, familiar de su entorno. Otro tipo de amor en su vida no merecía la pena. No cuando implicaba tanta perdida para él y que nunca negociaria con el destino por un futuro incierto. Él no se permitiría estar en una posición vulnerable, no lo hizo en 20 años, no iba a empezar ahora.

 

 

-Tú estás distraído.

 

 

-¿Qué?

 

 

María le acaricio el frente de la mano para después tomarlo del brazo y guiarlos a ambos a su correspondiente mesa. Era circular, grande y con varios cubiertos pero no tantos como para intimidarlo.

 

 

-Te estuve dando tu tiempo hasta que quisieras contarme, pero creo que ya va siendo hora que tengamos una conversación sobre ya sabes que...

 

 

Inevitablemente Franco se sonrojo y trato de forma infructuosa ocultar su cara agachando la mirada, él realmente no quería tener que hablar de sus problemas amorosos con ella. 

 

 

-De momento, te voy a dar una noche de gracia-la mujer Beta le tomo de la barbilla haciendo que la mirara-¿Trato?

 

 

-Trato.

 

 

Fueron los primeros en tomar asiento sin embargo rápidamente la mesa se fue llenando de personas mayormente desconocidas para el argentino. Por lo que sabía las ubicaciones estaban dispuestas en parte de forma aleatoria reuniendo a empresarios, accionistas, deportistas, científicos y demás profesionales que buscaban apoyo como él, algunas celebridades y uno que otro político. Se detuvo en cada una de las caras que se iban acercando, saludando y presentándose silenciosamente hasta que una voz almibarada le llamó a su lado desde el asiento vacío.

 

 

-Disculpa, ¿Es esta la mesa Rouge?

 

 

Franco la recorrió de arriba a abajo sin pudor, seguro de que sus pupilas estarían dilatadas por la tentadora visión delante de él. Ella era perfecta, como si hubieran tomado todos sus gustos y los hubieran materializado en una persona; alta, de cuerpo delgado pero con curvas pronunciadas en todos los lugares importantes, su cabello lacio y largo estaba recogido en una tirante cola de caballo dandole a su mirada un aspecto seductor y penetrante. Alfa, lo supo en un segundo sin tener que hacer uso de su olfato por su presencia imponente y la seguridad con la que deslizaba su mano en dirección a su brazo, presionando sutilmente su bíceps. Y mayor, mucho mayor que él. Fácil unos diez o doce años mayor. Era exactamente como a él le gustaban las mujeres.

 

 

Se mordió el labio cuando sus miradas se cruzaron. Era obvio que la mesa era Rouge, los estilizados carteles eran altos y visibles entre la decoración de centro de mesa. La mujer solo buscaba una excusa para hablarle y Franco no planeaba ponersela muy difícil.

 

 

-Si, está es la mesa. Un placer señorita...

 

 

-Azar-respondio ella, sentándose a su lado sin quitarle los ojos de encima. Aún quedaban un par de lugares vacíos así que el dueño del asiento a su lado no tendría problemas para ubicarse-¿Y el suyo? Si se puede saber.

 

 

-Franco Colapinto.

 

 

-El placer es todo mío, Franco.

 

 

Estrecharon las manos por varios minutos, sus dedos rozandose más de la cuenta. Franco podía lejanamente sentir la mirada de Maria en su espalda pero optó por ignorarla de momento. Ella le dijo que está era su noche de gracia, además su objetivo era conocer personas importantes y encantarlas lo suficiente para conseguir un contrato. Y era justo lo que se disponía a hacer.

 

 

Supo que la mujer se llamaba Fátima y era heredera de un magnate del petróleo, venía en representación de su padre y planeaba tomar un rol activo en los negocios familiares una vez concluyera sus estudios de grado en España. Franco la escuchaba con atención y cada tanto le hacía una que otra pregunta para que siguiera hablando, fascinado con su belleza. Para ser un hombre que amaba hablar y ser escuchado la presencia de la mujer a su lado solo lo hacía querer permanecer callado y escucharla, ocasionalmente provocándola girando su cabeza de lado para exhibir su cuello pálido y musculoso, sin marca y con dos pequeños parches a los lados. Y a juzgar por el brillo de sus ojos oscuros su avance era más que bienvenido.

 

 

Franco le contó muy vagamente que era argentino viviendo en España, que recorría el mundo como piloto de fórmula uno con la intención de permanecer en la categoría el año siguiente y por todos los que pudiera.

 

 

-Eres demasiado hermoso para tener constantemente el rostro cubierto con un casco.

 

 

Un dedo aceitunado y largo le recorrió desde la cien hasta la mandíbula, dejando como rastro de su toque la suave caricia de su nudillo en la piel sensible debajo de su quijada. Franco tuvo que contenerse físicamente para no ronronear en el momento o inclinarse hacia ella. Era debil, tan débil a los halagos. Hasta su ser Omega que se había pasado los últimos días ensombrecido y hasta entumecido en el fondo de su mente zozobraba incapaz de permanecer imperturbable ante las atenciones descaradas de la Alfa, cosa que antes no pasaba cuando algún otro Alfa insistente o Beta educado se le acercaba con intenciones de hacerle compañía.

 

 

Los días posteriores a Brasil habían sido raros, e incluso antes del triple header en America. Franco no era particularmente conocido por ser un Omega que disfrutaba de las atenciones de la misma persona por mucho tiempo, y tampoco era tímido al reconocer lo mucho que disfrutaba del sexo cuando podía permitírselo entre tantos viajes y obligaciones. Entonces ellos llegaron... Y en su cabeza todo se hizo un lío, su corazón estaba confuso y su Omega prefería arder en agua hirviendo que dejarse envolver por aromas desconocidos.

 

 

Agradecido. Se sintió agradecido. Solo hacia falta la atención de una mujer bella y la posibilidad de coronar la velada para disipar cualquier idea tonta, ya sea de su Omega o de su doctora. Él no estaba enamorado, no había sentimientos reales ahí. Eran solo dos Alfas que su Omega encontraba agradables. 

 

 

Franco seguia en control. De su mente, de su bestia interna, hasta de su cuerpo y su perfume natural. Todo estaba tal y como debía estar.

 

 

-Desearia poder olerte-susurro en su oído, en algún punto ella había logrado acercarse tanto y él no lo había notado-Estoy segura que hueles tan dulce como te ves.

 

 

El suspiro que escapó de sus pulmones cargado de feromonas lo habria delatado al instante con ella, pero no lo hizo. De haber podido percibir su aroma ella habría descubierto la desolación en él, la impresión, la confusión sin embargo en su lugar permanecía el mismo interés frontal y desvergonzado que el Omega anteriormente correspondía. La mano que disimuladamente se posaba en su rodilla se habría alejado de haber ella podido percibir el rechazo en su perfume natural. Pero no podía; los parches de Alfa estaban funcionando. Su aroma estaba controlado.

 

 

-Siempre me ví a misma casada con un Omega precioso, y creo que sos el Omega más precioso que he visto en este país.

 

 

Se le erizo la piel cuando su aliento caliente golpeó la piel detrás de su oído pero no de la manera en que le gustaba, no le hacía temblar de anticipación o querer frotar las piernas entre sí por el calor que comenzaba a construirse. Temblaba de incomodidad, de rechazo, de la misma forma en que su ser Omega se crispaba y quería empujarla lejos. Ella no era a quién quería. No era esa la Alfa que deseaba y por la que refrenaba sus habituales conductas.

 

 

Él quería cuerpos más grandes de angulos afilados y músculos firmes, voces graves y pieles ásperas contra la suya. Su Omega deseaba el aroma y las feromonas a las que se había acostumbrado en muy pocos meses con una necesidad casi patética.

 

 

Tragó el nudo en su garganta y poniendo la más mínima y cortez distancia con ella, le sonrió encantadoramente e hizo lo que mejor le salía estos días. Pretender que todo estaba bien.

 

 

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Chapter 12: Capitulo Doce

Notes:

No estoy pasando por un buen momento personal pero escribir me distrae un montón así que gracias por disfrutar de esta historia <3

Chapter Text

 

 

Franco era una persona supersticiosa igual que su madre, su padre, sus hermanas y casi toda su familia. Creció creyendo en lo esoterico; en los signos, las galletitas de la fortuna, el horóscopo chino y las estrellas, además era deportista de alto rendimiento y aunque muchos de ellos lo negaran todos tenían cierta cuota cabalística. Los rituales de preparación antes de una competición, los hábitos repetitivos, la aversión a objetos que implicaran una amenaza a la buena suerte que pudiera haber ese día y las señales de que algo podría salir mal. Franco se formó en ese ambiente y desarrollo sus propias supersticiones y sistemas de creencias por lo que, lejanamente consciente de su dolor y en el medio del shock por el golpe tan inesperado que le sacudió el cuerpo desde los huesos, supo que debía haber escuchado a esa voz en su mente que decía que algo no andaba bien.

 

 

Las Vegas se sentía particularmente oscura y densa. La ciudad era una perla hueca, vacía y brillante rodeada de desierto árido y un espeluznante cielo nocturno negro, quizás de día sería más agradable pero Franco no la había experimentado lo suficiente como para extraer algún tipo de gracia de ella, estaba bien para pasar un día o quizás dos pero la sola idea de extender su estadía ya le provocaba estrés. Sumado a eso iba a tener muchos ojos expectantes sobre su cabeza este fin de semana y el olor a marihuana que parecía ser una constante en el paddock le provocaba dolor de cabeza. A su juicio esa variedad de redflags se traducían en una combinación era desastrosa, y él había preferido ignorarla como había ignorado muchas cosas estos días, pretendiendo que si las ignoraba lo suficiente desaparecerían por cansancio.

 

 

Pretendío ignorar a Liam cuando, entre las idas y venidas en el corral de los medios le había sonreído, conciliador pero algo engreído como era su costumbre estos días, antes de ofrecerle una salida a comer.

 

 

-Vamos, una disculpa por los puntos de la superlicencia que te hice perder en Mexico. Te lo mereces.

 

 

-Gracias Liam, pero me estoy cuidando-tapandose la boca, se acerco a susurrarle-Comí como perro estas semanas, tengo que perder un kilo para mañana.

 

 

-¿Te digo algo? Yo igual-le respondió el rubio y los dos no pudieron contener las risas, los fotógrafos captando el intercambio mientras las cámaras los tomaban en el fondo de las entrevistas a otros pilotos.

 

 

-¿Entonces que dices de juntarnos a hacer algo de cardio? En tu hotel o en el mío. Salir en la bicicleta en este círcuito no me dan muchas ganas.

 

 

El argentino opinaba lo mismo, desde que puso un pie en ese desierto helado de luces ininterrumpidas donde el peligro más grande que enfrentaban eran las tapas del alcantarillado ya quería irse hacia su próximo destino. Distraerse y de pasada cumplir con su cuota de ejercicios parecía la mejor opción, pero era particularmente con el Alfa neozelandés que el plan le provocaba dudas.

 

 

-No suena mal pero...

 

 

-Mi novia no viene hasta el Domingo-se apresuró a responder, la urgencia pintando sus mejillas de un sutil rojo.

 

 

Ellos tenían historia. Una historia que se remontaba hasta 2019 cuando se conocieron en la Euroformula siendo unos adolescentes desgarbados de voz chillona, continúo cuando volvieron a coincidir en la Toyota Racing Series y siguió por varios años hasta ser quizás uno de los vínculos más recurrentes en la vida de Franco. No eran amigos, tampoco se veían como amantes, le gustaba pensar que era más bien una cosa transaccional entre los dos, ambos tenían ritmos ajetreados de vida, poco tiempo para dedicar atención y cuidado a vínculos románticos como estos merecían y principalmente eran dos chicos que se encontraron solos buscando un poco de contención.

 

 

Liam tenía novia desde hacía varios años y Franco tuvo una que otra relación medianamente formal entre medio pero cuando se encontraban en el mismo país, caminando el mismo paddock y la ocasión se prestaba nada les impedía pasar el rato juntos. Quizás a Liam lo refrenó un poco el que Franco estuviera siempre flanqueado por los pilotos hispanos con los que parecía tener pasión por encontrarse en la pista, u oliendo a los Alfas de McLaren cada vez que intentaba acercarse y ahora que lo encontraba solo con su jefa de prensa a pocos metros de distancia tenía el valor de buscarlo con toda la urgencia que brillaba en sus ojos inquietos, paseando de un lado a otro de la cara del Omega. Y él mentiría si dijera que no le gustaba sentirse deseado, de hecho lo amaba, era dominante pero a su vez seguía siendo un Omega por lo que disfrutaba estar rodeado de atención, sentirse perseguido como una presa difícil de cazar.

 

 

Si otras fueran las circunstancias quizás se dejaría convencer con la insistencia del Alfa rubio después de hacerlo trabajar un poco por ganarse su interés. Pero después de Brasil este fin de semana era crucial para él y su continuidad en la parrilla del año siguiente, Liam no le atraía lo suficiente como para distraerse de sus objetivos y el trabajo que aún le quedaba por hacer. Y quizás... Solo quizás... Ahora cualquier Alfa que se le acercaba con esas intenciones le provocaba rechazo.

 

 

-Entonces que tenga un buen viaje hasta aquí.

 

 

-Dale Franco.

 

 

Franco dejo de cubrirse la boca al mismo tiempo que Liam se acercaba para tomarle de la mano, el rubio peino su cabello lacio hacia atrás disimulando el gesto de rechazo mientras continuaba sonriendo, las líneas de su entrecejo profundizandose.

 

 

-¿Sos de uso exclusivo ahora?

 

 

Hubo muchas cosas que Franco quiso hacer en ese momento; primeramente golpear esa cara estúpida hasta hacerla sangrar y en segundo lugar decir que no, la palabra le danzaba en la punta de la lengua al igual que la molestia al percatarse que había hablado sin cubrirse los labios, dando la posibilidad de interpretar sus palabras a cualquiera que estuviera capturando su charla. Abrió la boca para hablar y no reconoció los sonidos que salieron de ella.

 

 

-Lo que yo haga no es de tu interés.

 

 

Apenas pudo distinguir el rostro del Alfa a punto de responderle cuando un destello de color naranja pasó entre medio de los dos, chocando el hombro de Liam con el propio. Franco no necesito mirar su rostro para saber que la figura alta y de espalda ancha era el menor de los pilotos de McLaren quien tenía los ojos clavados como dagas en Liam, midiendose mutuamente de forma que la amenaza de desafío era palpable entre los dos incluso en la ausencia de sus aromas. Hubo algo allí, en esa simple acción, un palpitar que pulsaba desde dentro y le calentaba hasta los poros. Ese era el Alfa de Franco, defendiendolo, usando su cuerpo como una barrera que lo escudaba de quien le generaba aversión y con toda la disposición de usar la fuerza bruta por él. Solo por él.

 

 

Las piernas le temblaban, su ser Omega aullaba. Quería tocar a ese hombre fuerte y a la vez tan dócil por él, hincarse de rodillas allí delante de todos y premiarlo por su valor, montarlo como un animal en celo hasta dejarlo seco.

 

 

-¿Piastri y Lawson se están desafiando?

 

 

-¡Allí! ¡Filmalos!

 

 

-¿Qué hace Colapinto en el medio?

 

 

El trance del que se encontraba prendado se esfumó en cuanto pudo escuchar claramente todos los murmullos a su alrededor, como la gente trasladaba su atención de los pilotos que estaban entrevistando a la pequeña escena en el fondo provocandole unos sentimientos de vergüenza horrorosos, en un espacio público y tan ampliamente difundido Franco era una vez más el eje de un conflicto, quería que la que la tierra que se lo tragara en ese momento.

 

 

Siendo mucho más rápida que él mismo Rebecca lo tomó de la mano y lo saco fuera del área de las entrevistas, dando por terminada su jornada de prensa.

 

 

-Nos vamos al hospitality, JV tiene que saber de esto.

 

 

-Rebe no-comenzo a protestar como un niño.

 

 

-Nos tenemos que anticipar a las primeras versiones que empiecen a salir. James va a saber que hacer, quédate tranquilo.

 

 

Franco quiso creerle con todas sus fuerzas, pero la cordura en él le indicaba que no se guiará de la gentileza de Rebecca para tratar de animarlo, sabía que James no estaría contento y aunque con él siempre fuera una figura de autoridad cercana y comprensiva tenia muy en claro que nunca debía caer de su gracia, Logan era un perfecto ejemplo de ello.

 

 

No vió a nadie más de la prensa esa tarde aunque para su fortuna ya había cumplido con la mayoría de sus entrevistas pactadas por lo que el material existente sobre él se centró en hablar del fatídico Interlagos, lo que hizo en las semanas de receso y como pensaba afrontar las últimas tres fechas del año, fechas que serían a su vez sus últimas arriba de un monoplaza de fórmula 1. Las especulaciones sobre RedBull no demoraron en llegar, impulsadas con el fugaz pero intenso intercambio que se vió entre el piloto de Williams y el de VCARB y como el McLaren había salido en su defensa por lo que parecía un encontronazo de dos pilotos que se disputaban la misma butaca. O al menos esa fue la versión que James hizo circular a los medios amigos para acallar las versiones más sensacionalistas y crueles contra el Omega.

 

 

Franco le agradeció y James con la firmeza que le caracterizaba solo le pidió dos cosas: prudencia en estos tiempos donde todos buscaban la mejor resolución para él y la máxima concentración para exprimir todo el potencial del auto. Internamente rodó los ojos, algunas cosas eran mucho más fáciles de decir que de hacer.

 

 

Una vez finalizada la reunión de control de daños fue libre para retirarse a su hotel con una muy silenciosa Maria absorta en su celular. Franco le tenía un poco de miedo cuando estaba tan callada y concentrada en una sola tarea específica, usualmente significaba problemas.

 

 

-¿Estás enojada conmigo?

 

 

Ella se giro a mirarlo con una expresión sorprendida, como si apenas notara que estaba a su lado. El camino hacia el exterior del paddock donde su vehículo particular los esperaba era solitario, solo los rezagados de algunos equipos y un par de periodistas continuaban en el lugar.

 

 

-¿Tengo motivo para estar enojada?

 

 

-Espero que no... ¡Lo de antes no fue mi culpa!-dijo muy rápido, de forma atropellada-Lawson estaba siendo denso, y Piastri...

 

 

-¿Tuvo un pequeño momento Alfa posesivo?

 

 

Franco se mordió el interior de la mejilla, la cara tornandosele roja casi al instante por lo que prefirió pensar bien su respuesta mientras abría la puerta del auto para María. Era una de esas camionetas gigantes, negra y de vidrios oscuros para que nadie pudiera ver por dentro, el espacio entre el conductor y los acompañantes estaba incluso dividida por un panel haciéndole sentir como algún tipo de celebridad que buscaba pasar desapercibido. Y en su caso, quizás lo era.

 

 

-Yo... No sé que pasó.

 

 

Se trepó al asiento en silencio, mirando su regazo en todo momento a la vez que recorría el diccionario mental de palabras en busca de las apropiadas para explicar lo que había pasado horas atrás, días atrás, semanas atrás. Amaba a María y Jaimie con todas sus fuerzas pero a veces era tan difícil para Franco expresarse con ellos, no le gustaba pensar que el motivo se debía a que ellos eran Betas y nunca entenderían las dificultades por las que pasaban las castas más primitivas como la suya, sin embargo era una realidad adyacente desde el día uno en que los conoció y quizás por eso también no eran tan excesivamente protectores con él, brindándole cierta libertad dónde en el pasado hubieron reglas y prohibiciones. Él no quería guardar secretos con ellos, ¿Pero como podía explicar que su Omega estaba encaprichado de dos Alfas a los que apenas conocía y anhelaba un vínculo de por vida con ellos?

 

 

Era... Tan embarazoso de explicar.

 

 

Franco se dirigió a quien consideraba como una segunda mamá con cierta inseguridad, y lo que vio en su expresión le hizo arrugar las cejas. Ella no lo miraba a él sino a un punto fijo más allá de Franco y del auto, como si tuviera un fantasma a su espalda que para cuando el argentino se giro en su eje se materializó en la forma de Lando Norris parado delante de él, su pecho subiendo y bajando agitado mientras su cara sonrojada jadeaba con fuerza.

 

 

-Lando...-murmuro el Omega de forma anhelante, como si hubieran pasado años sin verse en lugar de un par de semanas.

 

 

Alguien a lo lejos llamo su nombre también y en un acto que solo podía clasificarse de puro impulso se metió dentro del vehículo, encerrando a Franco entre los dos cuerpos. El motor surgió a la vida y el auto comenzó a moverse, ninguno de los presentes emitiendo algún sonido salvó el batir acelerado de sus pestañas. Como la adulta que era María fue la primera en recomponerse del estupor, dirigiéndose al mayor de los dos chicos con una voz vehemente.

 

 

-¿Se puede saber que estás haciendo?

 

 

Pero Lando no la miraba a ella, miraba a Franco con una intensidad que parecía atravesarlo y doblarlo por dentro. Había miedo en sus ojos azules que ahora se veían casi grises por la tenue luz amarillenta que provenía del techo, pero a su vez brillaba ahí una fuerte determinación, una urgencia. Algo que Franco tenía mucho miedo de corresponder.

 

 

-Queria verte-Respondio Lando, tanto al cuestionamiento de la mujer como al chico a su lado en una firme declaración de intenciones.

 

 

Franco estaba seguro que le ardían hasta las orejas, su cara un poema de gestos que luchaban entre sí para manifestarse. Miro hacia María y hacía Lando una vez más, desconcertado.

 

 

-Que karma estaré pagando dios mio-Maria se apretó el entrecejo con los dedos. Claramente exasperada-Tienen hasta que lleguemos al hotel, y al primer ruido raro que escuché te saco afuera del auto en medio de la calle Norris.

 

 

Maria golpeó la ventana del conductor y en un intercambio silencioso y fugaz ella ya se encontraba adelante junto a él, Franco finalmente libre de la presión de su cuerpo y con la libertad de alejarse del Alfa inglés pero seguía ahí, con su pierna cosquilleando ante el rose de la de Lando como un adolescente alborotado.

 

 

-¿Dónde está Oscar?

 

 

Lando bajo la cabeza para rascarse disimuladamente la nuca, abandonando finalmente el cruce de miradas con el argentino. Las luces de neon que se filtraban por los cristales polarizados enmarcaban su figura a la perfección, resaltando lo ancho de su cuello, la firmeza en su mandíbula y el largo de sus pestañas naturalmente arqueadas. Franco estaba seguro que más de una mujer tendría envidia de esas pestañas, y de esos ojos tan bonitos, y de la forma en que sus labios parecían un corazón cuando sonreía, y...

 

 

-Se quedó en el paddock en una reunión con su equipo, al parecer ellos tampoco están contentos con lo que pasó en el área de las entrevistas. No me dejaron quedarme.

 

 

Un retorcijón se asentó en el estómago de Franco, crudo y visceral. Encontró la voluntad para alejarse de Lando, abandonando su calor para envolverse en el frío del ambiente tan pesado que podría cortarlo y se abrazó a sí mismo ante las miradas furtivas del otro hombre.

 

 

-No fue mi culpa.

 

 

-Estoy seguro que no, pero... Me gustaría saber que paso.

 

 

-Ni yo lo entiendo...-el auto se detuvo en un semáforo rojo, una de las piernas de Franco comenzó a tamborilear contra el suelo-Liam y yo estábamos hablando y...

 

 

-¿Solo hablando?-cuestiono Lando. Franco creyó escuchar cierta molestia en su tono de voz acompañado de la dilatación de sus fosas nasales al respirar profundamente.

 

 

Sus glandulas estaban bloqueadas pero Franco estaba seguro que de poder hacerlo le pegaría su aroma a Alfa posesivo en todo el cuerpo y la ropa.

 

 

-Yo estaba hablando solamente. Si Liam buscaba otra cosa no iba a encontrarla conmigo.

 

 

Su parte más rebelde le resentía por darle explicaciones a un hombre que no era nada suyo pero fácilmente aplastó esa sensación ante la repentina calma que sus palabras trajeron a Lando. A su alrededor la ciudad se movía a un ritmo acompasado, las distancias volviéndose un tanto difusas entre tanta contaminación lumínica y auditiva.

 

 

-Es muy probable que hubiera querido algo más, y por eso Oscar actuó como actuó.

 

 

El Omega dominante no le respondió, se limitó a asentir con la cabeza. Lando estiró un brazo en el respaldo del asiento, abarcando mucho más espacio con los dedos amenazando con rozar la nuca de Franco. Volvió a mirarlo de forma intensa y penetrante, como si fuera una incógnita a la que él estaba dispuesto a develar.

 

 

-Fue bueno que no estuviera yo entonces, habríamos hecho un desastre.

 

 

La risa que broto de los labios de Franco fue tímida y contenida pero aún así genuina. Un calor agradable se arremolinaba en su estómago reemplazando los nudos que anteriormente le aquejaran. Observo a Lando por el rabillo del ojo, la forma en que le miraba y se mordía los labios haciendo que el ardor en sus mejillas aumentara.

 

 

-Quiero... Nosotros queríamos... Oscar y yo queríamos...

 

 

-¿Ustedes querían?-lo instó a continuar.

 

 

-Hablar... Que hablemos los tres, solo hablar.

 

 

Franco agradeció traer los parches puestos para no tener que morirse de la vergüenza por el aroma exageradamente dulce que hubiera emitido ante esas palabras, hasta el corazón le golpeaba fuerte en el pecho, ingrato y rebelde ante los deseos de su portador de mantener la calma.

 

 

-Yo... No creo que haya mucho de que hablar ya.

 

 

-Nosotros creemos que sí-sentencio Lando con firmeza, girando su cuerpo en dirección al de Franco, acercandose disimuladamente a él.

 

 

-¿Están juntos? Ustedes dos, ¿Cómo pareja?

 

 

Lando asintió lentamente, mordiendose una sonrisa que quería recorrerle toda la cara. Franco lo vio tan tierno en ese momento, y a su vez tan lejano.

 

 

-Me alegro por los dos.

 

 

Franco se rascó la quijada en un acto nervioso, reprochandose que su voz no hubiera sonado tan indiferente como le habría gustado.

 

 

-Franco... ¿Por qué...?

 

 

Lando se acerco a él tan rápido que apenas si pudo procesarlo. De un momento a otro paso de tenerlo a una distancia decente a tenerlo invadiendo su espacio personal, sus ojos dilatados, casi primitivos se fijaron en su cuello cubierto por una chaqueta.

 

 

-¿Qué haces?-susurro el Omega dominante.

 

 

El Alfa inspiro profundamente justo a la altura de su esternón. Franco creyó que sus ojos se veían totalmente negros.

 

 

-¿Por qué no puedo olerte?

 

 

No supo que responder, preso de un pánico sin sentido. Se pegó a la puerta contraria como si la cercanía con Lando le quemara. ¿Qué podía decirle?

 

 

¿Qué estaba enamorado? ¿Qué su ser Omega quería para sí a la pareja de Alfas?

 

 

Su mente se nublo de dudas e inseguridades, recordando con demasiado detalle el porqué no deseaba esta situación. Lando amaba a otra Omega, Oscar solo estaba confundido por los impulsos de su ser Alfa, él mismo no quería atarse a un vínculo que lo subyugaria. Aún así no pudo detener la humedad en sus ojos y la lágrima que rodó por su mejilla, frágil y vulnerable. Él no quería esto, pero le desgarraba el alma no poder tenerlo.

 

 

La expresión en Lando fue dolorosa, vulnerable, casi suplicante. Franco quería acercarse pero tenía miedo de lo que haría si volvía a entrar en contacto con su calida piel aceitunada, solo atinó a limpiarse la cara con los nudillos ejerciendo más presión de la necesaria en sus ojos, haciéndolos escocer y humedecerse una vez más.

 

 

Quizás el destino le tuvo lástima en ese momento porque no pasó mucho hasta que el vehículo se detuvo y Maria le apuro a bajarse mientras le indicaba al conductor que llevará al otro chico al hotel donde se alojaba su escudería. Franco no se animó a mirarlo, no tenía las fuerzas suficientes para afrontarlo y permaneció toda esa noche perseguido por la imagen de los ojos heridos de Lando.

 

 

En retrospectiva, tendría que haber dicho algo. Tendría que haber aceptado hablar con ellos, incluso si era para cortar cualquier vínculo.

 

 

-¿Franco? ¿Te encuentras bien?-la voz extrañamente ansiosa de Jego le ancló a la realidad-¿Puedes salir por vos mismo?

 

 

-Si-contestó, su voz monótona y ahogada por la presión del casco-Perdón.

 

 

Se obligó a ponerse de pie incluso si cada músculoso en su cuerpo se tensó como las cuerdas de una guitarra, sabía que todos lo estarían mirando mientras abandonaba el amasijo de metal retorcido y fibra de carbono que era su auto por lo que, con todo el orgullo y dignidad que pudo reunir mantuvo la compostura y se dirigió por sus propios medios hasta el auto de seguridad que ya lo esperaba, la cabeza dándole vueltas y ese olor asqueroso a marihuana obligandole a reprimir arcadas. Un comisario llegó hasta él para guiarlo rápidamente hacia el interior del vehículo verde, Franco le hecho una última mirada a su desvendijado monoplaza, un poco de su esperanza e ilusión quedandose con él.

 

 

Notes:

Llevo años sin escribir y publicar una historia y nunca había subido algo en esta plataforma pero el frando me saco del bloqueo de escritor, que la inspiración me acompañe hasta que pueda terminar esta historia aaa

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