Chapter 1: La cueva
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Los pedazos de madera se desprendieron uno a uno, consumidos en fuego verde claro y luminoso. El sonido de las flamas rompiendo la cáscara, la estructura de la carcasa de cristal y madera.
Todos los recuerdos que construyeron juntas, cada reliquia sagrada, cada gema, fue consumida por el fuego de los celos.
Esa flama estaba en el medio de las arenosas playas del anillo de la Envidia.
La reina sostenía con fuerza la mano de la mujer que más había adorado desde que ella fue creada junto a sus pares. No obstante, la esponjosa claridad del pelaje rosado se acercó al cuerpo de la otra mujer y le regaló su último abrazo. Que se estuviera alejando, no significaba que no le tuviera un especial cariño.
Ella le enseñó a vivir en el infierno, llegaron al mismo tiempo.
Un nudo en la garganta se formó en mitad del cuello de la cabeza de dragón acuático, y el otro rostro femenino cerró sus ojos y largó lágrimas tan brillantes y esmeraldas como el color del océano de su tierra.
Invadida, desbordada. Muriéndose de dolor, entre recuerdos y melancolía.
La reina Belphegor soltó a Leviathan, se alejó de su cuerpo, no sin antes acariciar su mejilla por última vez. La observó con culpa, y la abandonó en medio de esa playa.
Leviathan, reina del anillo de la Envidia, fue rodeada poco a poco por los colores verdes y blancos de su propia magia. Los ojos de ambas cabezas siguieron la figura animal de Belphegor, su trayectoria, hasta llegar al final. En la orilla del mar en esa noche fría, uno de los reyes le sostuvo la mano a la reina del pecado de la Pereza. No miraron atrás. El rey Asmodeus se llevó a Belphegor con él, y ambos desaparecieron dentro del fuego azul de la poderosa ave.
Leviathan dejó caer más lágrimas amargas, dejándose arrastrar por la infamia de su pecado. Se abrazó a si misma, sus dos partes se unieron en un mismo corazón y en un mismo pecaminoso y triste sentimiento.
Su corazón se rompió.
"¿Qué es lo que harás cuándo no puedas tapar la nostalgia con placer?"
Chapter 2: Génesis
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Las esferas de luz se alinearon en la extensión del cielo del anillo de la Lujuria. Se trataba de un día resplandeciente, los astros iluminaban la arena de la playa y causaban que el cielo se tornara de un color más claro e inusual.
Algunas estrellas estaban parpadeando al mismo tiempo que reflejaban esos destellos en las tranquilas olas del mar que llegaban a la orilla. Las porciones de arena limpia y caliente se expandían a kilómetros de distancia, ya que se trataba de la playa privada del rey Asmodeus después de todo.
Aquel imp de grandes cuernos duros reposaba por debajo de su sombrilla. Sentía la brisa cálida sobre su piel, el relajante sonido de las olas del mar rompiéndose al llegar a la costa, también a los pajarós demoníacos marchar de un lado a otro por los cielos.
Blitz acomodó sus lentes negros y se desabrochó su camisa, para luego cerrar sus ojos y suspirar con una sonrisa relajada. Estar allí por primera vez le resultaba una experiencia inesperadamente agradable. Y la razón no solo era la lujosa playa privada a la cual había sido invitado, sino que también, estaba bien acompañado.
Suaves pasos revolvieron la arena. Las garras del ave se enterraron a cada centímetro que se aproximaba. Una fina seda larga y transparente de color oscuro envolvía las caderas del príncipe, la cual se mecía ante la brisa. Cubrió su pecho con un sujetador que portaba joyeria de alta gama y colocó algunos brazaletes de oro alrededor de sus brazos. Más brillantes cadenas adornaron el largo de su cuello, haciéndolo lucir una figura grácil y majestuosa.
El perfume de Stolas llegó a Blitz. El búho abrió sus luminosos ojos rojos y se inclinó hacia la figura de su novio, para sonreír amablemente y lucir la forma en como sus suaves plumas se deslizaban al compás del viento.
Blitz levantó sus gafas, sus ojos dorados se cruzaron con los rubíes de su hombre. Se quedó en silencio por segundos enteros ante la belleza deslumbrante y exótica que le regalaba su pareja en ese preciso instante.
En momentos como esos, le era casi imposible creer que alguien tan hermoso y perfecto pudiera estar al costado de Blitz como su hombre. Cada detalle en Stolas era elegante e hipnótico, sus largas extremidades, sus movimientos lentos y su forma de mirarlo, como si lo estuviera seduciendo con solo existir.
—Stolas... —murmuró el imp, en medio de un suspiro pausado. Estaba cautivado por la magia que lo envolvía, ese hombre le robaba el aliento.
—¿Hay espacio para mí a tu lado, cariño? —le preguntó el príncipe con una sonrisa traviesa y tranquila, ya que sabía que iba a atrapar a Blitz luego de haberse preparado especialmente para él.
El búho abrió los ojos atónito al sentir como su pareja lo tomaba de la cintura y lo arrojaba contra las telas que estaban sobre la arena. Blitz se colocó por arriba de su cuerpo, enrendó una de sus manos contra la de Stolas y entrelazó sus dedos con los de él.
Lo miró como si se tratara de una obra de arte, apreció su rostro cautivador y la respiración agitada de su hombre. Dulce, tierno, apetitoso. Blitz se dejó inundar por sus pensamientos, bajó su rostro y le encajó un beso desmedido. De inmediato, Stolas sostuvo el rostro de su novio con su mano libre y correspondió con su desesperación, casi como si quisieran devorarse.
La forma en la que se amaban no podía ser comprendida por cualquiera. Y a veces solo se miraban y eran tan cautivados el uno por el otro que no podían controlar el fuego de su pasión.
Al separarse, Stolas trató de recuperar aire con jadeos suaves. Blitz se quedó sobre su cuerpo, sin dejar de apreciar con ojos brillantes la preciosidad que tenía por debajo de él.
—Que beso tan apasionado, Blitz —Stolas no dejaba de mirar los labios de su hombre, mientras reía un poco ante la vista de su novio.
—Es solo que te ves tan hermoso, bebé —respondió el contrario—. Cada parte de piel... quiero besarla y morderla —Blitz se ocultó en el plumaje del pecho de Stolas y disfrutó de su suavidad y calidez.
—Y me encantaría que así fuera —Stolas rio nervioso—. Pero tenemos que hablar sobre algo muy importante, ¿lo recuerdas? No nos queda tanto tiempo.
Stolas odiaba ser el que debía cortar ese ambiente paradisíaco entre ambos. Había muchos temas importantes que debía tratar con Blitz y nunca lograban hacerlo porque siempre terminaban siendo presas de la pasión que aún envolvía sus cuerpos a la hora de estar juntos. No obstante, ya no podía dejarlo atrás. Se trataba de retomar sus predicamentos con su familia.
—¿Sobre qué cosa? —Blitz tomó asiento sobre la arena y se cruzó de piernas. Observó a Stolas extrañado, porque necesitaba escucharlo.
El propio príncipe recuperó la compostura y se enderezó, para mirar a Blitz con cierta preocupación.
—Se aproximan las reuniónes sociales de los altos mandos, he sido notificado —le advirtió—. Faltan unos cuantos meses, sin embargo, es hora de comenzar a prepararnos.
El tema era tan delicado de tratar que todavía no sabía cómo asumirlo. Después de todo, los movimientos que debía hacer a continuación para poder recuperar a su hija serían decisivos.
—Sé que es incómodo para ti, pero tal vez si les mostramos nuestra mejor versión, podré acceder a más charlas con el juez que dictaminó mi destino con Octavia y... —Stolas frenó, tratando de ser optimista en sus suposiciones—... podría tener una segunda chance más pronto, apelar a la sentencia y volver a verla.
El plan siempre fue acudir a esas reuniones sociales en dónde siempre asistían los jueces más reconocidos en cuanto estatus, mostrarles lo que querían ver y decirles lo que querían oír, todo para llegar a una apelación y abrir un nuevo juicio en la causa de la custodia de Octavia.
Tal vez Stolas estaba siendo muy positivo, pero sabía que si había una mínima chance, era esa, ya que su reputación mejoró luego del juicio de los pecados capitales en el pasado. Blitz arrugó su rostro, sin querer romper la ilusión de su pareja, pero pensando en las posibilidades más catastróficas sin poder evitarlo.
—Esos tipos aborrecen a las clases bajas —le respondió con cierto repudio.
Quería aceptar cualquier cosa que Stolas le pidiera. Pero, para ser sincero, no estaba muy seguro de que su presencia o su comportamiento fuera a lograr un cambio de opinión en los jueces o en alguien de la realeza.
—¿Podemos dejarlo para otro día? Es decir, hablar sobre el asunto —trató de correr la charla incómoda, porque no sabía muy bien cómo debía afrontar la conversación—. Aún falta mucho para que llegue la fecha en el calendario de todas formas, ¿verdad? Dijiste que serían largos meses.
El círculo de reuniones privadas y sociales eran destinadas al final o al principio del ciclo anual. Stolas estuvo evadiendo algunas reuniones en las cuales fue invitado solo por la inevitable presencia de su ex esposa.
Sin embargo, aquellas reuniones serían diferentes. Concurrirían más personas y todos estarían más atentos a sus movimientos si asistía. Eran tan importantes que todavía se seguían organizando las listas de invitados y demás preparativos y, por ese motivo, aún faltaban meses para que la invitación y la confirmación definitiva le llegara al príncipe.
—He estado ausente en las reuniones protocolares de este año porque Stella no me quiere ahí. Pero ahora es diferente, ella ya no se mueve en mis mismos círculos desde el juicio de Asmodeus y todo lo que sucedió allí —le comentó a Blitz, atento a los movimientos de su ex esposa—. Y... Blitz, sé que aún faltan meses, pero siempre sucede lo mismo... Siempre hay que hablar sobre esto y nunca lo hacemos.
El tiempo se estaba acabando y cuando estaban juntos, la pasaban tan bien que los meses se extinguían como si fueran semanas o días.
De cualquier manera, Stolas siempre tenía grabada en la cabeza la memoria de Octavia. No había día que no pensara en ella y en la mínima credibilidad que le había otorgado el juicio que defendió con uñas y dientes, en ese poder que obtuvo para volver a integrarse en la realeza y hacer algo al respecto para persuadir a los jueces.
—Falta menos de un año para la primera reunión en la que Stella no estará y en dónde asistirá el juez que me separó de Via —le dijo con mucha preocupación—. Debo aprovechar el tiempo en el que ella se ausente de esas fiestas. Tenemos que planear al menos cómo avanzar, porque sé que necesitan conocerte para aprobarme, quieren saber si Octavia estará segura si eres mi pareja.
Ese era el verdadero inconveniente. Blitz fue el imp que rompió el matrimonio de Stolas desde un principio y debía ser presentado formalmente frente a toda esa casta de privilegiados de sangre azul para ganarse la aprobación de esa porción de la sociedad. Si de verdad se convirtiría en la pareja pública del Goetia, debía ser óptimo para acercarse a la heredera que Stolas procreó y no representar un peligro para la niña.
A pesar de que todo fue un escándalo y que, en un principio, Stolas había quedado como un villano al engañar a su esposa, las personas empezaron a calibrar su mirada luego del juicio.
Un hombre tan criterioso debía tener sus razones para haberse separado de Stella, independientemente del engaño y de la raza en cuestión, que en ese caso fue un imp. Ella tenía una reputación impecable, pero muchos semejantes también creían que su carácter era desequilibrado a simple vista.
Blitz sostuvo las manos de su novio, asintió luego de escucharlo y volvió a mirarlo a los ojos.
—Tienes razón, cariño. Esto sucederá tarde o temprano —le respondió para calmarlo ante su creciente ansiedad—. Me irrita que crean que soy lo peor del mundo solo por mi raza, eso es lo que más me molesta. Pero entiendo el punto, comenzar a invadir el campo de batalla apenas la zorra de Stella ya no esté sobre nosotros.
Stolas le sonrió un poco más tranquilo y con gran sensibilidad, apretando las manos de Blitz con fuerza para obtener su protección. El imp se acercó a él para besar su mejilla y darle el ánimo que necesitaba. Quería sostener esa esperanza y que Stolas pudiera ser feliz.
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Cerró sus ojos bañados en glitter azul y plateado y recostó su mejilla sobre el pecho firme y cálido de su pareja. Su larga cola se enredó alrededor del brazo del rey de la Lujuria, mientras este acariciaba la pequeña espalda de su imp con el largo de sus garras.
Ambos, debajo de una enorme sombrilla playera, reposaban en la misma frecuencia, pero a distantes metros de la pareja de Stolas y Blitz. Acordaron hacer un día de playa juntos, pero se separaron para tener intimidad por lo menos un tiempo desde que llegaron. Fizzarolli le ronroneaba en el pecho, disfrutaba de las caricias de Ozzie, quien reposaba sobre las mantas sedosas en la arena y rodeaba la cintura de su novio con una sola mano.
Estaban disfrutando de la presencia del contrario. Ozzie, en secreto, agudizaba su oído y escuchaba la frecuencia de los latidos del corazón de Fizz porque eso lo hacía relajarse. Era como escuchar la música más relajante y tierna del mundo. Escuchar esos latidos se había convertido en su cosa favorita.
Deslizó su mano sobre su piel, acarició con su pulgar los omoplatos de Fizzarolli y delineó el resto de su figura. Llevaba solo un traje de baño de dos piezas, femenino y entallado, mostrando su vientre y su precioso trasero solo para él. Olfateó el perfume del imp y su propio fuego se elevó, aquel fuego azul que componía su plumaje alrededor de su cuello.
Cálido, tan cálido y familiar. Amaba a Fizzarolli todo el tiempo, lo amaba un poquito más a cada segundo que pasaba.
El imp serpenteó su cola y la desprendió del brazo de Ozzie. Sonrió con sus ojos cerrados y colocó sus manos sobre el pecho de su hombre, para levantarse y erguirse. Permaneció sentado sobre sus pectorales con sus piernas a sus lados, abrió sus ojos y sonrió con picardía hacia Asmodeus.
—A esto me refería con vacaciones —le dijo sin borrar su sonrisa—. Necesitaba un día libre luego de la adaptación en el trabajo.
Asmodeus subió su mano y rodeó las caderas de Fizz, acarició su vientre marcado y los huesos de su cintura. Fizzarolli tembló un poco, ya que era sensible.
—Ese empleo te tiene más ocupado de lo usual —pensó Ozz en voz alta —. ¿Cómo lo estás haciendo?
—Es muy divertido —respondió Fizzarolli, estiró un brazo y detuvo los movimientos traviesos de la mano de Asmodeus—. A veces es peligroso, pero nada que no pueda manejar —siguió sonriendo de una forma encantadora, gesto que Ozzie amaba—. Es un completo privilegio a comparación de trabajar con-
Antes de decir ese nombre maldito...
Un portal de colores amarillentos y anaranjados se abrió a metros de distancia de la pareja. El brillo cubría grandes dimensiones y mostraba un patrón de panal de abejas. Dos figuras emergieron de los hilos del resplandor de ese portal antes de deshacerse por completo.
Tanto Asmodeus como Fizzarolli giraron hacia el destello de aquel portal, alarmados ante la repentina intromisión.
—¿Beelzebub? Oh, no viene sola —Fizz se apartó del cuerpo de Ozzie y se puso de pie al contemplar el brillo rosado al costado de la reina. El rostro del imp mostró antipatía de inmediato—. Reconocería ese brillo en cualquier parte.
La reina Bee se desprendió del portal que ella misma creó, tomó de la mano a su camarada y amiga y la guió fuera del círculo en forma de panal de abejas antes de que se disolviera enteramente. Allí, en presencia de todos, se encontraba también la reina del anillo de la Pereza, Belphegor en todo su esplendor.
Asmodeus se puso de pie y se extrañó, no fue notificado por ninguna de ellas sobre ese encuentro. Bajó la mirada para cruzar sus ojos con los de Fizz, quien le indicó con un solo gesto que avanzara para poder enfrentar esa situación.
—Hey, chicas. No las esperaba —Ozz comenzó a caminar hacia ellas, seguidas de Fizzarolli, quien miraba con algo de desconfianza a las reinas—. ¿Qué hacen aquí? ¿Cómo sabían que estaría aquí?
Chapter 3: Lágrimas en la lluvia
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Beelzebub saludó con una gran sonrisa a Asmodeus, había pasado un tiempo desde que no se veían.
—Lamentamos interrumpir un día de vacaciones tan hermoso aquí en Lujuria, Ozzie. Oh, y nunca me olvidaría de tí, Fizz —la reina se inclinó hacia él y lo saludó con la misma efusividad—. Perdón por llegar repentinamente.
Fizzarolli no tenía ninguna clase de problema con Bee, ya que era la única amiga cercana que tenía Ozz en la actualidad, la única que había permanecido junto a él incondicionalmente luego de todo el ajetreo desagradable con Mammon.
Sin embargo, no podía decir lo mismo de la reina al costado de la Gula. Ozzie correspondió la sonrisa de Beelzebub, y luego se enfocó en la mujer con rasgos animales similares a las de una oveja demoníaca.
—Bel, ¿cómo has estado? Ha pasado un tiempo, ¿no es así? —la saludó Asmodeus tratando de ser igual de amable y cordial que con su otra amiga.
Belphegor era un pecado singular, ella solía tener grandes períodos de sueño y podía llegar a dormir décadas, dejando a sus legiones proteger su territorio y a sus mandos por debajo para cuidar sus centros de salud. No obstante, a pesar de que había estado despierta ese último tramo de años, no había sido vista en público. Se podría decir que era un pecado bastante misterioso y de bajo perfíl.
—Si, bastante tiempo —la tranquila reina sonrió adormilada, dejando que los ojos que adornaban el largo de su cuello su abrieran y analizaran su alrededor—. También me disculpo por llegar así y arruinar sus vacaciones.
Ella era distraída por naturaleza, dejando que la mayoría de las cosas fueran olvidadas y enterradas dentro de su somnolencia, más bien, las cosas que no sentía que tuvieran importancia o relevancia. Bel dejó que el ojo brillante en el medio de su cuello se enfocara en Fizzarolli y parpadeara con ingenuidad ante el imp, al cual tuvo la dicha de conocer apropiadamente hacía una década atrás.
—Asmodeus, se te ve saludable y eso es realmente importante —le sonrió con suavidad al pecado de la Lujuria—. Aunque tienes que ser precavido, sigues con esa costumbre extraña de vacacionar con tus mascotas sexuales y pasearlas bien de cerca.
Era normal que esa clase de comentarios cayera pesado. La mayoría de los sangre azul fueron criados desde el principio para no respetar a las razas más bajas en el eslabón de poder en el infierno. Fizz frunció el ceño ante la perra con cara de oveja, pero antes de que dijera algo, Beelzebub intervino con una sonrisa nerviosa y tomó el brazo de Bel.
—No, no. Belphegor, has estado durmiendo como por media década. Es normal que no lo entiendas. Ozzie ya no sigue en esa frecuencia, ahora se ha unido a mi equipo, se podría decir —quiso cubrir un poco la falta de tacto de la Pereza, pero Ozz no se la dejó pasar.
—Ella lo sabe bien, Bee. También me mandó textos al conocer las revelaciones del juicio contra Mammon y Satán —Asmodeus no se la hizo fácil, observó un poco molesto a la reina y esforzó su vista hacia ella—. Duerme y olvida cosas, pero sé que este no es el caso.
Belphegor solo enfocó sus ojos profundos y rosaseos en los verdosos de Asmodeus. Si, estaba al tanto de lo sucedido. Pero jamás pensó que todo eso había sido tan en serio porque la idea de que un imp fuera tan importante como para luchar por él y salir herido en el proceso. Era impactante y surreal.
—Solo no le faltes el respeto, ¿Ok? —le advirtió Ozzie sin dejar de analizarla con un rostro serio—. Es Fizzarolli, mi pareja.
Fizz seguía enfadado ante la sola presencia de Belphegor, porque no le gustaba toda esa mierda que se había traído con Asmodeus hacía siglos atrás. Los momentos de libertinaje entre los pecados fueron muchos y en distintos tramos de tiempo, cosa que no debería sorprenderle, pero que siempre lo dejaba en un estado muy tenso cuando se trataba de ella especialmente. Quizá para Ozz, Belphegor nunca significó nada, pero no estaba seguro de si eso se aplicaba igual desde el otro lado.
—No me gusta incomodarte, Asmodeus. Lo lamento —la reina Bel resongó un poco y entrecerró sus grandes ojos—. En todo el tiempo que han salido, siempre pensé que era uno como todos los otros.
—Pues ya ves que no, Belphegor —la interrumpió Fizzarolli—. Lo que sea, al menos con esta confirmación del propio Asmodeus, espero haberme ganado el ser digno de que me mires a la cara al hablar sobre mi.
Fizzarolli ya no era un cachorro de imp débil y sumiso. Tal vez la reina lo seguía contemplando de esa forma, pero su maduración y su experiencia de vida lo forjó para portar una personalidad jodida y un valor que pocos imps tenían para enfrentar a los miembros de la realeza. No iba a quedarse callado ante ella, no ahora que era alguien sin ataduras.
—Por el contrario de lo que piensen, no vinimos aquí a pelear —Bee interrumpió el cruce y quiso dejar ese asunto en pausa—. Queremos hablar con Asmodeus sobre algo importante, Fizz.
Tanto Fizzarolli como Asmodeus se enfocaron en las palabras de Beelzebub, porque si habían llegado allí sin previo aviso, de verdad había un asunto importante que tratar.
—¡Oh, reinas! ¡Ha pasado un tiempo!
Desde lo lejos, Stolas notó la presencia de las reinas. Caminaba junto con Blitz para aproximarse al grupo.
—Es un gusto, no esperaba verlas aquí hoy —el príncipe las saludó de una forma muy cordial, ya que ellas eran de los pocos pecados con los que aún podía tener un lazo amable y desinteresado.
—Príncipe Stolas, es un placer verlo —Bel le sonrió al búho y luego parpadeó con curiosidad—. No sabía que era cercano a Asmodeus, nunca los había visto juntos hasta enterarme de lo sucedido en el juicio con Mam. Es bueno verlo también aquí, de hecho es muy oportuno —bajó su mirada y sintió su lana alborotarse al ver a otro imp en esa playa privada—. Oh, ¿Ese es el imp del que todos hablan? ¿En especial Stella?
—Debe hablar maravillas sobre mi —dijo Blitz con un tono sarcástico y molesto—. Ya me lo imaginé todo.
Stolas sonrió algo nervioso al traer a Stella a la conversación y terminó asintiendo con mucho pesar. Su ex esposa debía estar moviendo sus propios hilos para mantener la conversación sobre Blitz en boca de todos y referirse a él de una forma nada apropiada.
—Es una larga historia. Pero si, es él. Sé lo que dicen, simplemente no les hago caso —Stolas se dio cuenta de que quizá estaba por entrometerse en un asunto demoníaco que no le correspondía al ver allí a los altos mandos reunidos—. No quiero interrumpir su charla, un asunto de pecados debe ser importante.
Blitz jaló el brazo de Stolas para obligarlo a inclinarse un poco. Entonces, se acercó a su oído sin disimular demasiado.
—¿De dónde la conoces? —le susurró con desconfianza, ya que la oveja parecía saber mucho de la maldita de Stella.
—Es amiga de la familia —el príncipe lo quiso tranquilizar—. Es un buen pecado, es de los buenos.
—Si es de los buenos, ¿por qué nos mira a Fizz y a mi como si fuésemos los seres más inferiores del jodido universo? —le reclamó en voz baja, porque la oveja no disimulaba su manera de actuar frente a ellos dos—. No me gusta esa clase de mirada en las perras privilegiadas como ella.
—Blitz, no empieces, por favor —le suplicó. Lo último que quería Stolas era que Blitz armara una escena. Para el imp era difícil resistir la presión y a veces no había manera de controlarlo.
Belphegor volvió a tomar el centro de la conversación, se enfocó nuevamente en Ozzie y, al mismo tiempo, todos sus ojos se abrieron y lo observaron con preocupación.
—Asmodeus, debemos tener un tiempo a solas entre los tres. Sé que es repentino y lamento interrumpir tu momento de descanso. Pero esta conversación no puede esperar. Por favor —se lo pidió de forma amable. Ella tenía un vínculo más cercano con Bee y Ozz, los consideraba amigos y era en los únicos que podía confiar en momentos delicados.
—¿Por qué tiene que ser a solas? —le cuestionó Fizzarolli con un rostro fastidiado y hostil— ¿Se supone que hay algo que no debo oír?
—Tranquilo, Fizz —Bee se acercó a él y quiso poner un freno a su desconfianza—. Lamento que hayamos venido de esta forma y lamento que Bel haya sido grosera en el pasado, pero en serio tenemos que hablar de un asunto. Te regreso a Ozzie pronto, ¿si? Solo serán unos minutos.
—Debe ser importante, cariño —Asmodeus se inclinó hacia Fizzarolli y posó una mano en su hombro para que dejara de mostrarse a la defensiva—. Vuelvo en seguida. No te preocupes por nada.
Fizzarolli alzó su mirada hacia su pareja, se ablandó solo porque él se lo pedía y asintió sin muchos ánimos. Lo dejó irse con sus pares, a pesar de que no tenía un buen presentimiento al respecto.
—Oh, príncipe Stolas, puede venir también —Belphegor invitó al Goetia a ser partícipe de su pequeña charla—. Su opinión puede influir en nuestras decisiones, su acto en el tribunal ha sido sobresaliente por todo lo que me han dicho.
Stolas amplió sus ojos hacia la reina. No estaba muy seguro de si intervenir en esa reunión sería algo indispensable para ellos. Bajó su rostro para cruzar su mirada dubitativa hacia Blitz, solo para que en esa ocasión lo guiara en su decisión.
—Ve con ellos —le indicó Blitz sin dudarlo—. Hazme caso, Stolas.
Quería saber qué se traían entre manos y tener esa información por parte de Stolas podría ser beneficioso. El príncipe asintió ante su orden. Se alejó de Blitz y se marchó junto a los pecados, solo para sumergirse en las lejanías de las playas privadas de Lujuria.
Entonces, Blitz se aproximó a Fizzarolli y permaneció a su lado. Percibió su vibra oscura y la manera rencorosa en la que veía como se marchaban junto con Asmodeus.
—¿Por qué miras así a la oveja gigante? ¿La conoces? —le preguntó Blitz—. Suéltalo.
Fizz solo miró de reojo a su amigo y terminó suspirando con pesadez. Se sentó sobre la arena y el largo de su cola comenzó a serpentear de un lado a otro, llena de insatisfacción. Blitz tomó asiento a su lado, atento a él.
—La soporto, Ozzie la respeta —le comentó de mala gana—. He tenido trato con todos los pecados de algún que otro modo por estar con Asmodeus, así que sé como son. Al menos, Belphegor no es una explotadora como Mammon ni una corrupta imbécil como Satán.
Blitz extendió sus piernas, posó sus manos a sus lados y alzó la vista al cielo. Lo que tuvo que sufrir Fizzarolli por tantos años, le tocaría a Blitz por comenzar a relacionarse con el entorno de Stolas.
—Ahora que lo pienso, siempre has tenido que lidiar con todos los pecados y con cada uno de los hijos de puta de la realeza —formó una mueca desagro—. Ni siquiera quiero imaginar lo agotador que debe ser hablar constantemente con tipos que piensan que mirarnos a los ojos es rebajarse demasiado.
—Los conozco, si —le afirmó Fizzarolli con voz aburrida—. En todos estos años, pude entender como interactuar con los sangre azul sin que se vuelvan una amenaza para mí o para Ozzie —volteó a Blitz para comenzar a advertirle sobre ese ambiente—. Puede que algunos sean más amables que otros, pero tienen muy en claro que somos una raza inferior. Y a veces no pueden evitar tratarnos así.
—Stolas jamás me ha tratado así —Blitz recordaba la forma única en la que el búho lo respetó desde el principio. Era una contada excepción.
—Ozzie tampoco lo ha hecho, ellos son el trigo limpio de la realeza —le explicó el contrario—. Sin embargo, el resto fue educado de esa forma, ellos crecen y les meten esas ideas, al igual que a nosotros nos dicen que la mayoría son unos imbéciles privilegiados.
Porque lo eran, o al menos eso pensó Blitz. Pero esa discriminación venía de ambas partes, únicamente que el lado con más poder solía abusar de su posición.
—Honestamente, Belphegor no me la ha hecho fácil —Fizzarolli quiso abrirse un poco y contarle a Blitz porque había un especial resentimiento hacía ella—. Cuando empecé a vivir con Ozzie, luego de que me dieran el alta en mi rehabilitación, sus cercanos tardaron en aceptarlo.
Recordar esos tiempos era algo doloroso para Fizzarolli. Porque estaba muy expuesto ante todas las cosas que le sucedían al mismo tiempo y por eso la tuvo muy difícil. Acostumbrarse a esa clase de nuevo lugar, más allá de que era algo que agradecer por sus nuevos privilegios, fue pesado a la hora de ser juzgado por los que sabían que ellos convivían de forma permanente.
—Yo era muy débil en ese entonces, fue difícil para mí adaptarme y soportar ese estilo de vida con alguien como ella y Leviathan en el círculo de Asmodeus —se amargó al recordar esas épocas en las que todavía era muy joven—. A pesar de que solo era un sugar baby para el exterior, ellos odiaban que Asmodeus tuviera a alguien fijo en su vida. Que alguien le robara la atención de esa forma.
Fizzarolli no tardó mucho en darse cuenta de que solo había celos y envidia en ese ambiente. Celos hacia él porque un imp apareció en la vida de Asmodeus y fuera por sexo o amor, él seguía siendo una persona permanente e irrevocable.
—La mayoría no toleraba siquiera que yo fuera una cogida para él, se preguntaban qué clase de fetiche raro tenía Ozzie conmigo como para tenerme en su cama. No es agradable escuchar esas mierdas una y otra vez detras de las puertas —Fizzarolli se encogió de hombros y rodó los ojos con indiferencia—. Sin mencionar que todos decían que solo era un placer momentáneo y que me dejaría cuando se aburriera.
—Es extraño que Stolas diga que es un buen pecado. Se siente como si fuera una zorra clasista —respondió Blitz con sinceridad absoluta al reconocer que Belphegor no parecía alguien diferente al resto de la realeza.
—Es lo mejor entre lo peor, se podría decir —mencionó su amigo—. Belphegor se acostaba con Ozzie cuando tenían como mil años cada uno, eran muy jóvenes. Tal vez solo fue una idiota conmigo porque Ozzie vio algo en mi y no en ella.
Blitz lanzó una carcajada maliciosa. A veces olvidaba que Asmodeus era la Lujuria y que probablemente había tenido sexo con cada uno de los miembros de los altos mandos sin excepción, era parte de su naturaleza divina.
—Se habrá vuelto loca al saber sobre el juicio y todo lo que sucedió —se rio al considerarlo—. Ustedes están juntos hace años, pero es público hace muy poco.
—Me preocupa que meta a Ozzie en algo —se sinceró Fizz, mordiéndose el labio inferior—. Ella duerme y olvida mierdas, por eso desaparece por años. Y que venga así, lúcida y presente, es extraño.
Fizzarolli se quedó en silencio, algo afectado ante lo que en realidad estaba pasando bajo sus sospechas. Dejó de sentir que quería fulminarla, y pasó a sentir que en realidad la que tenía algo especial era ella como para que Ozzie aún la considerara una mejor amiga.
—No entiendo por qué Ozzie la aprecia... —susurró despacio, mirando hacia el mar que estiraba sus olas hacia la orilla y mojaba la arena de esa playa paradisíaca.
—¿Por qué la querría luego de que te trató tan mal? —preguntó Blitz, ya que a su parecer eso no tendría sentido.
—Nunca le dije lo mal que me sentía en esos años, intentaba... No sé, tragármelo —Fizz abrazó sus rodillas y entrecerró sus ojos, sin dejar de posar su vista en el mar—. No quería que perdiera una amiga. No quiero aislarlo de las personas de la realeza, no quiero alejar a todos solo porque sale conmigo y no me quieren por mi raza.
Aunque esa era la triste realidad, Fizzarolli era muy consciente de que necesitaba hacer más por Asmodeus. Darle todo de él y sacrificar cualquier cosa solo para que estuviera bien. Estaba seguro de que Ozz haría lo mismo, porque había arriesgado su vida sin dudarlo con tal de que él pudiera ganar su libertad.
—A veces resisto las cosas porque quiero que siga siendo parte de la comunidad, es su gente después de todo —habló de forma sensata, pero con angustia en su voz. Aunque fuera doloroso, era lo mínimo que podía hacer para seguir apoyando a Asmodeus tanto en las buenas como en las malas.
—Pero no te hace bien —le recriminó Blitz, preocupado ante esa forma de pensar—. Soportar tanta mierda fue lo que te llevó a instancias graves con Mammon desde un comienzo. Sucedió porque no le dijiste a Ozzie sobre los maltratos ya que no querías preocuparlo y querías protegerlo. Ocultarle las cosas... te lastima.
A pesar de que Fizzarolli estaba escuchando el tono preocupado en Blitz, él no podía aceptarlo fácilmente. Le desvió la mirada con un rostro acongojado y se sintió miserable por actuar siempre de la misma manera.
—Tal vez solo estoy exagerando...
—No, sé que no lo estás haciendo porque siempre haces esto, Fizz —Blitz le llamó la atención porque sabía como era—. Incluso en el circo lo hacías. Interpones tu bienestar por otros. Y si me lo estás diciendo, es porque son pensamientos que siempre estuvieron ahí. Nunca exageras con este tipo de cosas y tampoco es de extrañar que te hayan tratado así.
Fizz solo se sintió aún más afligido. Los recuerdos de como Asmodeus era brutalmente herido por Mammon en el juicio seguían grabados en su cabeza. Y era tan duro de recordar, se asustó tanto al ver como le destrozaban el ojo y como su sangre se derramaba por todas partes. Por nada en el mundo podría dejar que la vida de Ozz volviera a peligrar así por su culpa, jamás se lo perdonaría.
—Tengo que cuidarlo. Ya se lastimó mucho cuando peleó contra Mammon —le contestó a Blitz con una voz temblorosa—. No puedo permitir que algo así vuelva a sucederle... Nunca.
—¿A costa de tu propio bienestar? —le preguntó el contrario, igual de afectado y angustiado al escucharlo hablar así, como si Fizzarolli no sintiera que su propia vida tuviera algún valor.
—Por supuesto que si, ¿qué clase de pregunta es esa? —Fizz sonrió irónicamente, como si la sola pregunta fuera ridícula—. A costa de cualquier cosa que me pase.
Ambos permanecieron en silencio. Cuando Blitz lo escuchaba hablar así, sabía que lo decía porque era impulsado por ese amor tan intenso hacía Asmodeus. Pero... Ozzie no estaría feliz al escucharlo hablar como si la vida de Fizzarolli no tuviera valor. Como si no se sintiera digno de estar con él y que por eso mismo, le importara tan poco su propia vida.
Luego de esa charla, escucharon las voces del grupo de la realeza. Se estaban acercando a paso lento hacia ellos, ya que al parecer la plática había terminado.
—¿Ozzie? —Fizz se puso de pie, seguido de Blitz. Ambos contemplaron confundidos las expresiones de cada uno de ellos al volver de su conversación.
Chapter 4: Venus
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Cuando el grupo de los pecados se acercó nuevamente a los imps, tanto Belphegor como Beelzebub se quedaron atrás. La reina de la Pereza observó a Ozzie por última vez, con una sonrisa triste. Bee solo colocó una mano en su hombro y trató de apaciguar esas emociones.
—Fue un placer hablar con ustedes —se despidió Beelzebub—, espero verlos pronto otra vez.
Bee dibujó un portal de colores anaranjados, sostuvo el brazo de su compañera y ambas atravesaron las luces destellantes en forma de óvalos de panal de abejas. Y cuando todo ese escenario desapareció en medio de la playa, tanto Ozz como Stolas se giraron para volver a sus respectivos lugares.
A Fizzarolli no le gustaba esa expresión en Asmodeus, como si se sintiera intranquilo. Caminó hacia él y dejó atrás a Blitz, quien fue acompañado por Stolas en segundos.
—Blitz, ven aquí —el príncipe sabía que era un momento delicado entre el pecado de la Lujuria y su pareja, lo mejor era no intervenir directamente. Tomó la mano de su novio y se lo llevó a la dirección contraria a ellos—. Lo mejor es que lo hablemos en casa.
Blitz sostuvo su mano y entrelazó sus dedos con los de Stolas. Él se veía ciertamente apagado. Quizá era un asunto sobre pecados y no lo involucraba, pero Asmodeus se había vuelto cercano a ellos y era imposible pretender que la situación no los afectaría. El imp volteó un poco preocupado hacia atrás, solo para mirar a Fizzarolli y a Ozzie alejarse a su ritmo. De verdad esperaba que las cosas planteadas no fueran graves.
Por su parte, Fizz dejó de caminar para sostener las manos de Ozz y frenarlo. Lo obligó a mirarlo a los ojos, aún estaba irritado y no sabía muy bien como manejar esa situación.
—¿Belphegor te dijo dónde estuvo metida estos años? No soy estúpido, ella se ausenta por largos períodos y cuando vuelve, no viene a llorarte —le dijo sin reprimir su manera de referirse a la reina—. Hasta es extraño que te haya escrito durante el juicio. Debió pedirte algo importante.
Asmodeus inhaló y exhaló largo y tendido. Su semblante se mostraba preocupado, tal vez más afectado de lo que quisiera creer. Y esa clase de gesto solo perturbó más a Fizz, quien requería respuestas de inmediato.
—Necesitaba estar escondida un tiempo. Y tienes razón, ella me pidió un favor —le contestó. Se arrodilló ante Fizz para estar a su altura y sostuvo sus manos con firmeza—. Escucha, sé que ella no te agrada, pero entre pecados, debemos ayudarnos. No cuento con Mammon o Satán y Lucifer y Leviathan siempre están al margen.
Su pareja se le quedó mirando con la misma amargura que invadía a Asmodeus. A pesar de que sabía que no se lo estaba recriminando, nada de eso se sentía bien. Ozzie se alejó de aliados y personas fuertes, solo por su culpa. Apretó muy fuerte las manos de Asmodeus con un rostro afectado y serio.
—Necesito ayudarla —afirmó Ozzie con determinación—. Tal vez algún día me podría prestar una mano.
—¿No le es suficiente con Bee? —preguntó el contrario, sabiendo bien la respuesta a esa interrogante. Una rotunda negativa.
—No sé si ellas dos puedan hacerlo solas —respondió el pecado en un tono desolado.
Fizzarolli comenzó a pensar en la gravedad del asunto. ¿Que era lo suficientemente jodido como para que el poder de dos pecados capitales no fuera suficiente? Un sentimiento desagradable se instaló en su pecho, tenía miedo de que Asmodeus se involucrara en algo demasiado peligroso.
—Fizz, vamos a hablarlo en casa —Ozzie intentó sonreír a pesar del mal trago. Abrazó a Fizz, quien abrió sus ojos sorprendido y sintió su propio cuerpo temblar—. Quiero... Quiero disfrutar de este día contigo, ¿podemos?
Fizzarolli no tuvo el valor de corresponder el abrazo. Quedó shockeado e inmóvil mirando a la nada, porque no importaba la forma en la que lo analizara, esas palabras sonaban como si Asmodeus fuera alejarse de él muy pronto.
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En su habitación, el ambiente era tan tenso que se cortaba con el filo de una navaja.
Fizz estaba tratando de quitarse sus prendas y, en cada paso, observaba los trozos de tela entre sus manos de metal negro. Quedó expuesto y desnudo frente a su ventanal, observando sus manos y tratando de no ser brutalmente carcomido por sus malos pensamientos.
Cada persona de la realeza se había comportado como un monstruo con él. Y aunque fuera protegido, seguía sintiéndose indigno de estar donde estaba. De tener esa vida privilegiada. Se sentía culpable de alejar a Asmodeus de los demás, a pesar de que era consciente de que ninguno merecía gozar de la amabilidad de la Lujuria porque era diferente al resto.
Se preguntó con pesar si era egoísta quererlo para él solo.
Asmodeus lo abrazó desde atrás, sus cálidas flamas envolvieron el pequeño cuerpo de Fizzarolli, quien apretó sus labios y no se movió.
—¿Ya vas a decirme? —cuestionó el imp sin demostrar emociones en su voz.
—Vamos a darnos un baño, juntos —le pidió Ozzie con una voz suave. No estaba siendo brusco o pensando mucho en la frialdad de Fizz, porque lo conocía tan bien que era consciente de que estaba intuyendo una noticia desagradable.
Las aguas cristalinas llenaron por completo la tina de baño. Aguas cálidas impregnadas de un perfume exótico y sobrenatural, probablemente exclusivo del anillo de la Lujuria.
Asmodeus se sumergió con su cuerpo grande, fuerte y robusto. Atrapó a Fizzarolli entre sus brazos y lo mantuvo apegado a su pecho, tomando porciones de agua con una mano y limpiando su espalda con finos hilos de líquido sanador. Acarició con lentitud, mojó cada sector de piel para hacer que Fizz sintiera comodidad y placer. Sin embargo, Fizzarolli estaba aferrado a su pecho y se acurrucaba con fuerza contra sus pectorales marcados. Sabía que algo malo estaba por venir, simplemente lo sabía.
—Lo que diré no te va a gustar. Pero ya acordé ayudar a Belphegor —esas fueron las primeras palabras de Asmodeus desde que ingresaron a la enorme bañera.
—¿De qué hablas? —susurró el imp para que explicara su punto.
Entonces, Ozzie detuvo sus movimientos y dejó de acariciar a su pareja. Sus plumas húmedas, parte de su melena, se acoplaron ante sus sentimientos de preocupación.
—Alguien le arrebató sus poderes.
Fizzarolli lo escuchó fuerte y claro. Ató algunos cabos, recordó el portal que abrió Bee y su brillante magia rodeando su alrededor. Sin embargo, Belphegor se veía apagada en magia. Su pelaje no emitía brillo, sus ojos eran opacos y su estructuras lucía frágil a comparación de otras veces. Lo atribuyó a su somnolencia, pero al parecer de verdad había algo más jodido detrás.
—No tenemos mucha información sobre esto, pero existe una forma de recuperarlo sin crear un escándalo, eso es lo que estuvimos ideando —continuó explicando Ozz—. Es por eso que debo acompañarla a las afueras de los anillos, a los límites del infierno, el único rastro que tenemos del demonio que le hizo esto se encuentra cerca a esos páramos. Bee vendrá con nosotros, no podemos contar con nadie más. Y no voy a involucrar a Stolas en esto, es demasiado peligroso incluso para él.
El corazón de Fizzarolli comenzó a palpitar rápido y fuerte, colapsado ante la adrenalina y el miedo. Separarse de Asmodeus de esa manera, que él sufriera cualquier clase de destino, que tantas cosas pasaran al mismo tiempo. Fizz enterró sus uñas en la piel de Ozzie, con un rostro atónito.
—Ella perdió a sus legiones de demonios al quedarse sin poderes. Está indefensa y es claro que alguien quiere hacerle daño, alguien quiere quitarle todo lo que tiene. Los territorios fuera del infierno son inmensos e incluso con nuestros poderes, sería difícil abarcar tantas tierras de forma rápida —Asmodeus le estaba siendo franco y directo, por eso soltó la mayoría de la información de una sola vez—. Debemos ayudarla con nuestro propio poder, somos los únicos que podemos protegerla, solo nos tiene a Bee y a mi y no puede permitirse confiar en nadie más hasta saber quién está detrás de esto. Mañana a primera hora nosotros-
—Asmodeus.
Fizzarolli se separó de su cuerpo bruscamente, contempló sus ojos color esmeralda brillante y tembló repleto de indignación, furia y nervios ante la puta locura que le estaba vomitando como si nada.
—¿No ibas a consultarme antes de tomar esta decisión? ¿Estás jodidamente loco?! —se puso a gritar sin medirse porque toda esa mierda que le estaba largado era ridícula, porque jamás creyó que Ozz sería capaz de aceptar algo así de importante sin decirle primero.
—Al parecer mi puta opinión no vale un carajo en este tipo de situaciones. ¡Quiero y necesito saber los detalles de todo esto, porque por donde lo vea, tu propia vida puede correr peligro! —se llenó de desesperación y de los peores pensamientos posibles— ¡Ni siquiera saben a quién se están enfrentando! Si alguien tiene la capacidad de arrebatarle los poderes a un pecado, ¿qué garantiza que no puedan hacerte lo mismo?!
Se levantó de la bañera bajo la mirada atónita de su pareja, quien no se atrevió a abrir la boca ante el descargo de Fizz. Lo que más le indignada al imp era que hubiera aceptado acceder a todo eso sin considerar sus sentimientos ni un poco.
—¿Cuánto tiempo te irás?! —le preguntó histérico a más no poder.
Asmodeus volvió a causar un silencio incómodo y lleno de tensión. Por más que Fizzarolli estuviera armando esa escena, era esperable. No le iba a pedir que se calmara o que no se enojara, porque tenía todas las razones para hacerlo. Pero la verdad era que Fizz no entendía muchas cosas sobre su rango, su posición y los sacrificios que debía hacer para sostener su jerarquía.
En ese punto de las cosas, a Asmodeus le habían dado la espalda gran parte de los demonios más fuertes que en algún momento fueron camaradas excelentes. Necesitaba mantener un vínculo cercano con al menos algunos pecados para tener la seguridad de que podía contar con ellos en casos extremos o en cualquier clase de altercado. Incluso para seguir protegiendo a Fizzarolli de cualquier amenaza que se interpusiera contra ellos.
—Podrían ser unos seis meses.
Asmodeus le respondió con la verdad, sin una gran certeza para medir el tiempo. Era consciente de que era una franja grande para razas pequeñas, pero ese tiempo no significaba mucho para los inmortales.
Toda tierra fuera de los anillos era inhóspita e infinita, se necesitaría tiempo para recorrer cada kilómetro y cerciorarse de que el responsable de robar la magia de Belphegor estuviera allí. Una búsqueda que requeriría años para sus legiones, podría ser reducida a meses por pecados fuertes que podrían abarcar más espacios mediante portales y magia.
Fizzarolli quedó desencajado ante el periodo de tiempo que largó Asmodeus. El impacto fue tal que no dudó en salir de la bañera y darle la espalda, tomar una toalla y envolver su torso, solo para huir de ahí al borde de un ataque de nervios. No sabía cómo manejarlo, no sabía cómo lidiar con lo que le estaba diciendo... Ni siquiera habría forma de comunicarse con él en un lugar tan lejano y desconocido.
Era demasiado para él.
Asmodeus salió de la bañera e imitó sus movimientos, corrió hacia Fizzarolli para tomar su muñeca desde atrás y detenerlo con su mismo grado de ansiedad.
—Fizz, espera, lo siento, no tienes que-
El mencionado se soltó del agarre y se dio la vuelta solo para enfrentar a Asmodeus con una expresión repleta de sufrimiento y de total confusión.
—No puedes pretender que no me perturbe si me dices algo así... —respiró agitado, sosteniendo su pecho fuertemente— ¿Cómo pudiste aceptar sin consultarme? ¿Qué mierda te pasa? ¿Cómo que seis putos meses?
Ozzie se arrodilló ante Fizzarolli, porque sabía que no podía comprenderlo. Sabía que era una decisión egoísta bajo su punto de vista y que no habría forma de hacerlo cambiar de opinión. Sin embargo, quería al menos explicar los motivos por los cuales había aceptado ayudar a Belphegor antes de que siguiera pensando en cosas terribles.
—Quiero ayudarla a recuperar su poder —le indicó con una voz dolida—. No tienes idea de lo que es para nosotros no tenerlo, nos vuelve vulnerables ante todas las amenazas. Como pecados, necesitamos ese poder más que cualquier otro tipo de demonios de jerarquía alta.
Sujetó las manos de Fizz entre las suyas y las sostuvo con firmeza, observó los ojos acuosos de su pareja quien aún no podía tolerar siquiera haber recibido esa devastadora noticia.
—Fizz... Ella ha estado a mi lado por muchas décadas, fue una gran amiga para mi. Es obvio que acudiría a mi y lo entiendo —le dijo Ozzie, rogando que lo escuchara al menos un poco—. También entiendo que no pueda ver a otras razas de la misma manera que yo lo hago, porque probablemente solo Bee y yo somos los únicos que nos abrimos a eso. Quiero entender ambas partes, porque sé que es doloroso para los dos.
Fizz estaba sufriendo en ese mismo instante. Dejó de pensar en la irresponsable decisión que tomó Ozzie sin decirle, en los peligros o en el miedo que sentía. Se enfocó en sus profundos ojos de fuego esmeralda, preocupado y aterrado ante un futuro completamente incierto entre los dos.
—... Ese no es el problema —le reveló el imp con mucho dolor, bajando su mirada lentamente.
—Lamento no haberte consultado antes sobre mi decisión, es mi culpa —admitió Asmodeus ante él, sin excusarse de ninguna forma—. Fui desconsiderado ante ti, fui egoísta y quizá solo me dejé convencer porque no quisiera estar en ese lugar. Tener un problema grave y que ninguno de los pecados me extendiera una mano para ayudarme —se afligió ante esa clase de posición—. Voy a escucharte, y si es necesario... Le diré que no puedo acompañarla.
Fizzarolli tuvo la posibilidad de decidir, tenía esa decisión entre sus manos. Podía tener a Asmodeus para él solo, podía quedárselo y alejarlo de los demás. Podía hacer que se negara a ayudar a Belphegor y que retractara el hecho de haberle brindado una mano.
Él tenía ese poder sobre Asmodeus. Y si lo utilizaba o no, era igual, porque no se sentiría bien poder manejarlo a su antojo solo porque era amado por Ozzie.
—Ozz, yo... —repleto de vergüenza, Fizzarolli se mordió los labios y clavó sus ojos en el suelo sin soltar las manos de su pareja— Tengo muchos... tengo graves problemas con la soledad.
—Fizz... —se angustió el contrario al oírlo.
—Tengo muchos problemas cuando no estás conmigo —le planteó de forma absolutamente franca—. Y no es por el hecho de que puedas llegar a irte seis meses, sino porque te irás y podrías ponerte en peligro a ti mismo. No sé que pueda pasarte, me asusta pensar que algo pueda pasarte, ¿lo entiendes? No sé si pueda vivir con esa incertidumbre por tanto tiempo.
Levantó su rostro angustiado y chocó con esa misma clase de expresión en Ozz.
—Seis meses es una maldita locura, Asmodeus —odiaba decírselo, pero Fizzarolli quería ser sincero y mostrar incluso su peor parte.
Esa parte que era conformada por un niño que estaba muriendo dentro del fuego, rogando ser ayudado, extendiendo su mano para ser salvado por alguien que se fue para siempre, lo abandonó y lo sumergió en soledad.
—Voy a quedarme si te lastima que me vaya —se apresuró a sentenciar Asmodeus con seguridad. Posó una mano en su pecho y mantuvo una postura firme—. Si de verdad te hace mucho daño que vaya, me quedaré. Yo... Debí consultarte. Es cierto —entrecerró sus ojos y le desvió un poco la mirada—. Pensé... Pensé que...
—¿Qué pensaste? —preguntó Fizz al escucharlo titubear.
Ambos solo se miraron con sentimientos desafortunados. Estaban lastimados por diferentes razones.
—Pensé que éramos muy sólidos y que seis meses no iban a afectarnos. Pero no es... —Ozz decidió dejar de hablar para no entrar en una discusión. Aceptó la voluntad de Fizzarolli, leyó sus miedos y no quiso herirlo más—. Bueno, simplemente me quedaré. Está bien. Perdóname por esto, por toda esta horrible situación que generé entre nosotros... Lo siento.
Asmodeus se levantó y lo soltó. También era doloroso para él abandonar a una amiga que estuvo para él antes de que Fizzarolli llegara a su vida. Pero si tenía que hacerle caso a alguien, si debía de escuchar a alguien y respetar sus deseos, ese alguien siempre sería Fizz, incluso anteponiendo su propia voluntad. No era algo que pudiera discutir, porque jamás querría hacer algo que lo lastimase profundamente.
—¿Ozzie...? —Fizzarolli quedó por detrás, aún muy afectado por la conversación que estaban teniendo. Era como si sintiera que lo había herido de una forma involuntaria, como si algo se hubiera roto entre ellos dos.
—Hablaré con Belphegor —dijo el pecado mientras se dirigía a las puertas de su habitación—. Me quedaré contigo. No te preocupes.
Y aunque Fizzarolli obtuvo lo que quería, se quedó de pie frente al pasillo con su corazón estrujándose al ver la forma en como Asmodeus se marchaba.
Chapter 5: La última vez
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A pesar de que Fizzarolli estaba tratando de conciliar el sueño, apenas pudo dormitar algunos minutos. Cuando despertó en la medianoche, notó inmediatamente que Asmodeus no estaba recostado a su lado. Tomó asiento, observó su costado y se aferró a las sábanas con sus manos. Fizz entrecerró sus ojos aún con el mal trago pasando por su garganta, luego de todo lo que hablaron en la tarde. Ellos no volvieron a hablar, y todo se sentía muy frío por parte de ambos lados.
Fizz seguía afligido. Su decisión lo hizo sentir pésimo, tanto así que no sabía como cuidar a Ozzie luego de haberlo lastimado. Se levantó de su lugar en la cama y notó a lo lejos que la luz del baño estaba encendida, con la puerta cerrada. Asmodeus estaba allí dentro, podía escuchar su voz mientras hablaba con alguien. Entonces, Fizzarolli decidió escuchar la conversación desde el otro lado de la puerta aunque eso estuviera mal.
El celular estaba en alta voz. El corazón de Fizzarolli palpitó de forma súbita al escuchar la voz de Belphegor del otro lado de la línea, se asustó tanto que amplió sus ojos a más no poder. Ozzie hablaba con ella, y la reina parecía llorar con una voz rota al intentar comunicarse con su pareja.
"Van a matarme... Asmodeus... ¿Qué debo hacer?"
Fizzarolli quedó petrificado. Él estaba molesto con Belphegor, pero no la odiaba, no quería que algo malo le sucediera. Se sostuvo el pecho con ambas manos, siendo consciente de que aventurarse sola dependiendo solo del poder de Beelzebub, era un acto suicida.
—Tranquila. Tal vez Levi... —la voz de Ozz sonó igual de afectada. No había mucho que pudiera hacer, ya no tenía posibilidades de hacer algo.
"Ella jamás haría esto por mi, no luego de todo lo que sucedió entre nosotras. Bee ya tiene suficiente con la separación de sus tierras, con pelear con los desgraciados de siempre y romperse la cabeza día tras día para ganarse una migaja de respeto entre los altos mandos y ahora también la estoy involucrando en esto. Debería ir sola."
—No hagas algo así, no te atrevas a hacer algo así —se apresuró a decirle Asmodeus para detenerla—. Irán tras de ti, no hay leyes en los límites. No hay nada que pueda protegerte si vas sola.
"¿Qué me queda de todas formas?..."
Silencio. Ya no hubo nada más que decir o agregar ante esa conversación. Fizzarolli arrastró su espalda contra la madera hasta caer sentado al piso, se cubrió los oídos con sus manos y ya no quiso seguir mortificándose al escuchar esa forma de llorar tan desconsolada y temerosa.
Que un pecado tuviera miedo de ser asesinado era algo que indicaba que el peligro era real e inevitable, y que era jodidamente alto. Cerró sus ojos con fuerza, porque Fizzarolli también tenía corazón y bondad en su alma.
Tomar a Asmodeus para él solo y alejarlo de todos era el peor camino que podía elegir. Incluso si lo apartaba de los que le hicieron daño se sentiría mal, porque era horrible permitir que otros fueran heridos o asesinados por su egoísta forma de pensar. Quería proteger a Ozzie, pero si nadie estuviera para Asmodeus y él sufriera esa clase de desesperación, también colapsaría y se sentirá terrible al no tener a nadie que le extendiera la mano en una situación de vida o muerte.
—Lo lamento tanto... —fue lo último que le dijo Asmodeus a Belphegor, bajando su voz abrumada cada vez más.
Cuando salió del cuarto de baño, caminó nuevamente hacia su enorme cama matrimonial con una expresión devastada y agotada. Encontró a Fizzarolli recostado allí, aparentemente durmiendo. Suspiró muy cansado, se acostó junto a su pareja y abrazó a Fizz desde atrás. Quería sentir el confort que le brindaba su cuerpo para calmar su propia ansiedad y preocupación.
—Necesito dormir un poco —le susurró detrás de su nuca—. Fue un día difícil.
Fizzarolli demostró estar despierto al momento que sujetó las enormes manos de Ozzie, las cuales lo sostenían de la cintura y acariciaban su vientre. El imp entre abrió sus ojos resignados y abatidos, porque había tomado una decisión.
—¿Solo serán seis meses?
Cuando Asmodeus lo escuchó, se estremeció de pies a cabeza. Su sorpresa fue tal que no pudo articular palabras de inmediato. Y su primera reacción fue preocuparse mucho, enterró su rostro en el cuello de Fizzarolli y cerró sus ojos. Sabía que su pareja estaba sufriendo, odiaba sentirlo sufrir, le dolía.
—No tienes que... Fizz...
—Voy a resistirlo. Por ti —su pareja giró su cuerpo para tener frente a frente a Ozzie y poder tomar su rostro entre sus manos. Le sonrió con mucha tristeza y ternura, porque había tomado esa decisión con mucho pesar, pero sabiendo que era lo correcto—. Te esperaré.
Fue entonces que Asmodeus entendió el peso del abandono que aún portaba Fizzarolli dentro de su corazón. Lo que significaba para él que alguien que amaba se fuera y le prometiera lealtad, solo para jamás volver. Ozzie quiso llorar, porque no entendía tantas cosas sobre ellos dos y sobre como funcionaba el amor. Le negó, porque aunque quisiera a Belphegor, Fizzarolli era lo más importante para él y nunca habría dudas sobre ello.
—No iré. Ya lo decidí —quiso negarse, pero cuando Fizzarolli le acarició las mejillas con sus pulgares y lo sostuvo con tanto cuidado y amor, se le quedó mirando rompiéndose a pedazos.
Fizzarolli estaba decidiendo lo mejor para los dos y no había marcha atrás.
—Belphegor fue muy cruel conmigo cuando yo estaba en mi peor momento, cuando apenas y podía conmigo mismo. Pero... —comenzó a explicarle a la Lujuria—. Entiendo que debes ayudar a tus aliados, a las personas que podrían estar de tu lado si algo horrible pasa, como lo fue la batalla en el tribunal.
Entonces, Fizz unió su frente contra la de Asmodeus, ambos cerraron sus ojos y sintieron los latidos de sus corazones sincronizarse. Ese eterno e invaluable amor que se tenían el uno al otro, era fuerte e inquebrantable. Y aunque Fizzarolli tuviera que esperar una vez más, aunque tuviera que poner a prueba sus miedos más profundos y reales, él estaba dispuesto a hacerlo por Asmodeus. Luego de todo lo que Ozz hizo por él, era lo mínimo que le podía brindar: confianza y la capacidad de esperar por él todo el tiempo del mundo.
—Ya te alejé de Mammon y de Satán, dejaste de hablar con muchos y otros te dieron la espalda cuando se enteraron de lo nuestro —susurró despacio mientras entre abría sus ojos—. No quiero que te aisles porque se volverán en tu contra y te harán daño.
Asmodeus estaba afectado, empezó a llorar en silencio y sin darse cuenta. Que alguien tan pequeño fuera tan importante y tuviera el valor de brindarle fuerza en un momento que debería ser al revés, era sin duda admirable. Qué Fizzarolli fuera mucho más fuerte y resiliente que él, demostraba todas las cosas horribles que tuvo que atravesar para sobrevivir en ese oscuro y cruel infierno.
Fizz acunó el rostro de su amado, abrazó su cabeza y la atrajo contra su pecho en signo de protección. Asmodeus abrazó el cuerpo de Fizzarolli sin emitir palabras sintiendo como poco a poco, su pareja le secaba las lágrimas con sus nudillos.
—Ozzie. Mañana te irás temprano y esta será nuestra última noche juntos en todo el tiempo que debo esperar —le dijo Fizz en un tono dulce—. Solo deseo tu calor y espero que vuelvas incluso antes.
Asmodeus necesitaba grabarse su voz, sus abrazos y el particular calor de su cuerpo. Se separó de Fizzarolli solo para acomodarlo por debajo de su cuerpo, arrinconarlo contra el colchón y mirarlo de una forma nostalgica y repleta de sueños y esperanza.
El pequeño lo observó con ojos cristalinos y temblorosos, teniendo el mismo deseo de grabarse la forma brutal y dominante en la que sostenía su cuerpo, se enterraba en su carne y lo hacía perderse y llorar del más puro placer.
—También te extrañaré. No dudes de eso ni por un segundo —Ozz bajó una mano para acariciar la suave mejilla de su pareja, quien no dejó de contemplar su hermoso cuerpo marcado por la luz de la luna—. Eres todo para mi y te amo con todo mi corazón.
Sujetó las muñecas de Fizzarolli para subirlas sobre su cabeza, deslizó su otra mano hacia las caderas de su pequeño, levantó su pijama y corrió su ropa interior para dejarlo expuesto ante él. Fizz cerró sus ojos, jadeando acalorado sin poder evitar sentirse muy abrumado por el momento.
Aprisionado por la Lujuria, por la añoranza y resistiendo sus ganas de llorar. Solo por una vez, quería dejar de pensar y ser absolutamente consumido por las llamas del placer. Asmodeus bajó su rostro y ambos se besaron con hambre, desesperación y temor. No tenían la certeza de cuando sería la próxima vez.
Chapter 6: 4am
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Corrió las cortinas de su habitación y observó el exterior, los cielos de Lujuria y las luces de los letreros de una ciudad que nunca dormía. Apenas había pasado un mes, no era mucho tiempo sin Ozzie teniendo en cuenta que hubo períodos similares en dónde el se ausentaba por viajes de negocios o cosas por el estilo.
No obstante, Asmodeus se fue y no había forma de comunicarse con él porque la señal de celular no llegaba fuera de las tierras de los anillos y tampoco su magia. No había forma de comunicarse con él en aquellos lugares tan inhóspitos y lo único que le quedaba era esperar.
Eran sólidos como pareja, ese no era el problema. Fizzarolli confiaba en Asmodeus, confiaba en sus palabras y en su amor, en su lealtad y en todo lo que le decía. Cerró las cortinas con un rostro taciturno y helado porque, poco a poco, la vida dejaba de tener color, y comenzó a vestirse para dirigirse al club de Ozzie y controlar que todo estuviera en orden.
Viajó en limusina hasta allí, ya que toda la servidumbre de Asmodeus lo trataba como el jefe al mando porque esas fueron sus indicaciones. Y cuando llegó a Ozzie's aquel fin de semana, empezó a trabajar en su labor administrativa. Fizzarolli seguía manteniendo a raya el trabajo de su pareja, manejando los contactos y haciendo que el bar se concentrara en seguir manteniendo un público prestigioso que anhelaba tener un momento de placer en las noches.
Pasaron tres meses.
Fizzarolli había decidido no dar espectáculos en ese período de tiempo porque tal vez podía manejar y cuidar del club, al igual que su trabajo administrativo en IMP y en las supervisiones básicas en las grandes fábricas de Lujuria. Pero no podía fingir que su corazón estaba perdiendo color y que su carisma estaba muerto. Dejaba de pensar en Ozz cuando trabajaba porque se obligaba a sí mismo a dejar de pensar, pero cuando llegaba a casa...
Volvió a entrar a su habitación uno de esos días y observó la inmensidad de su cama. ¿Siempre fue así de grande? ¿Siempre fue tan solitaria? Estaba vacía. No escuchaba la voz verdadera de Ozzie desde hacía tres meses y contando. Y si escuchaba sus audios en su celular o miraba sus fotos, era como flagelarse a si mismo. Empezó a evitarlo, porque no quería sentirse peor de lo que ya se sentía.
Se recostó luego de ponerse su pijama y se sintió pequeño en esa cama gigante. Observó las afueras del ventanal, los brillos que llegaban desde el exterior. No estaba nada bien depender de Ozzie de esa forma, todo lo que hacía estaba mal.
Pensaba y pensaba... En los pequeños momentos que nunca valoró. Y recordó que Ozzie siempre estuvo en sus peores momentos, casi como si no pudiera recordar su vida antes de conocerlo.
A Fizzarolli no le gustaba estar solo porque, en cada noche, pensaba de más.
Cuando estaba comenzando el cuarto mes, Fizz se dio cuenta de que estaba enfrentando el trabajo y sus ocupaciones en piloto automático. Lo mejor que podía hacer para no volverse jodidamente loco, era disociar la mayoría del tiempo y ser una máquina. Trabajaba, iba al club, trabajaba, iba al club, y trataba de sumergir sus pensamientos tristes y ocultarlos. Su vida se volvió gris en esos meses, esa fue su forma de no sentirse solo. Y pensó que nadie notaría que ahora era básicamente un ente sin alma que se había prohibido tener emociones con tal de sobrevivir, pero no fue así.
—Ya puedes irte, el horario terminó.
Cuando Fizzarolli escuchó a Blitz en la oficina de IMP, despertó de su trance ya que estaba totalmente sumergido en la pantalla de la computadora. Todos se habían ido y solo su jefe estaba allí, del otro lado del escritorio y con una expresión preocupada. Fizz levantó su rostro demacrado, sus ojos marcados con ojeras negras lo miraron por un par de segundos y allí reaccionó, casi como un muerto en vida.
—Ah... si —se levantó de su lugar y comenzó a cerrar los programas y a apagar la computadora.
Entonces, Blitz siguió sus movimientos con la mirada y contempló lo perjudicado que se veía Fizzarolli a esa altura de las cosas. Casi literalmente muerto en vida, sin luz o brillo, totalmente opaco y sin emociones. Blitz sabía los detalles gracias a Stolas, y no sabía cómo ayudar a Fizz en una situación que lo estaba sobrepasando así.
—¿Quieres hablar al respecto? —se atrevió a preguntarle.
El contrario detuvo sus movimientos y volvió a mirar a Blitz, estoico y frío.
—¿Tan jodido me veo? —le cuestionó, ya que Blitz no querría hacer una intervención directa si no fuera por eso.
—Muy jodido —el imp suspiró sin poder disimular su preocupación.
Ambos salieron, se escondieron en el callejón de la calle al costado de la oficina. Prendieron un cigarro y se quedaron callados por unos minutos. Ambos apoyaron sus espaldas contra la pared de ladrillos de mala muerte y se refugiaron en la sombras de la callejuela, escuchando los autos ir y venir y el ajetreo de la ciudad. El humo de los cigarrillos se extendieron como hilos grises hacia el cielo rojo de Orgullo.
—No puedo creer que hayas aceptado —comentó Blitz en el aire, sabiendo por lo que estaba pasando Fizzarolli.
Él era una persona diferente. Poco le hubiera importado que el resto de los pecados o de la realeza se muriera o sufriera. Él nunca hubiera soltado a Stolas y aunque Stolas lo odiara por eso, jamás le permitiría marcharse a un lugar peligroso y sin él. Si algo le pasaba, nunca se lo perdonaría. Pero ese era solo Blitz y sus pensamientos posesivos y erróneos, porque ser así de protector no era sensato.
Fizzarolli se agachó, abrazó sus rodillas y ocultó su rostro entre sus brazos. Se mortificó, se torturó sin decir ni una sola palabra. Él tampoco quería soltar a Ozzie, él tampoco quería que sufriera o se lastimara. Pero sabía que era lo que debía hacer y simplemente lo hizo aunque se estuviera rompiendo por dentro a cada día que pasaba.
—... No quería ser egoísta.
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Levantarse todos los días y no tenerlo a su lado, era duro. Fue bastante ingenuo al pensar que iba a acostumbrarse y que todo podría llegar a acoplarse a su normalidad, que luego de al menos un par de meses, no sería tan duro. No lo extrañaría tanto o simplemente no lo sentiría.
Pero cada día... lo extrañaba más. Y ese sentir estaba empezando a afectarle. Fizzarolli no era tan fuerte después de todo, no se sentía fuerte sin Ozzie. El quinto mes estaba llegando, el único alivio que sentía era que no faltaba mucho para volver a verlo.
Esa noche, ya no pudo resistir ser una perra dramática y dependiente. Cuando se recostó sobre su cama, abrazó uno de los abrigos de Ozzie que permanecía guardado en su armario. Empezó a dormir sujetado a sus prendas de ropa, solo para sentir su perfume y su aroma familiar.
Ese lugar inmenso era un hogar cuando Asmodeus estaba allí, cuando podía sentirlo. Sin él, era un penthouse solitario, gigante y frío, muy frío. Dormir abrazado a su ropa le era un cable a tierra, a sentir que no estaba solo y que seguía conectado a Ozzie en dónde quiera que él estuviese.
Lo maldijo, ¿cómo no le advirtió... que extrañarlo sería tan duro?
No sé estaba acostumbrando. Los días dolían mucho, en especial las noches. Las noches y dormir sin él, lo estaban lastimando.
Vivir de una manera que no fuera tan dolorosa, vivir en piloto automático, también comenzó a presentar dificultades para él. Debía desactivar todo lo que le hiciera pensar, pero a esas alturas, era difícil no pensar. Iba a trabajar, mantenía el club, volvía a casa. Iba a trabajar, mantenía el club, volvía a casa.
Se cumplió entonces el aclamado sexto mes.
Sin embargo, el alivio de Fizzarolli duró muy poco. Pensó que Asmodeus llegaría pronto, pero... Ozzie nunca llegó.
Cuando el séptimo mes comenzó, el primer día, lavó su rostro con agua fría y se miró en el espejo de su baño, temblando de la ansiedad. Su rostro estaba hecho mierda al igual que él, sus ojeras negras eran imposibles de disimular al igual que su pérdida de peso y lo opaco de sus ojos y de su piel. Estaba bien, todo estaba bien, no había por qué alarmarse. Resistió cosas peores, una estúpida espera no era nada a comparación.
No había problema. Tal vez podría demorar más de la cuenta. Esperaría un poco más, ya que podía soportar la tortura un tiempo más después de todo lo que soportó hasta ese instante.
Fizzarolli sintió una puntada de dolor en su estómago, se arrodilló en el suelo del baño y se acercó al inodoro a vomitar, porque había días que la ansiedad lo hacía largar sin poder evitarlo. Tosió dolorosamente, jadeó muy rápido al separarse del inodoro y comenzó a sudar frío. Podía romperse en la seguridad de su hogar, estaba bien. Todo estaba controlado. Se recostó contra la pared de mosaicos blancos y miró hacia arriba con sus ojos llorosos ante el sobre esfuerzo que tuvo que atravesar su delgado cuerpo.
Jadeó intentando calmarse, levantó un brazo y lo estiró hacia la estantería de un lado del baño, solo para sujetar el pequeño relicario en forma de corazón con un espejo dentro, que le había obsequiado Ozzie y que Fizzarolli siempre utilizaba cada noche para sostenerlo y calmarse. Lo abrazó contra su pecho y se recostó en el suelo, aferrándose a lo poco que tenía.
Siete meses pasaron, el octavo mes llegó.
Y entonces, Fizzarolli comenzó a pensar más de la cuenta. A pensar en lo obvio, en que algo malo había sucedido, en que algo sucedió. Suposiciones y pensamientos normales, preocupaciones que le estaban afectando tanto que no era consciente de que su alrededor lo notaría. Estaba concentrado en si mismo y en sus miedos, tanto así que dejó de captar su alrededor ante lo jodidamente disociado que estaba como método de defensa.
—Tómate el día libre.
Fizzarolli se alteró y sufrió un espasmo involuntario en su lugar. Con su rostro agobiado y destruido, levantó su mirada y observó a Blitz, nuevamente ambos solos allí dentro de su oficina.
—¿Qué?
—Hazme caso. Sal temprano.
Si Blitz le decía eso, debía verse como un pedazo de mierda o un puto zombie sin alma. Y nada de eso estaba alejado de la realidad.
Fizzarolli se angustió, porque no quería dejar de trabajar ya que eran las únicas horas en que no pensaba tanto. Estar solo y ser presa de sus pensamientos pesimistas era una tortura. No podía controlar su ansiedad, no podía comer o dormir normalmente y trataba de beber alcohol y fumar para aliviar un poco esa angustia que se acumulaba en su pecho y no lo dejaba respirar.
De todas formas, al salir de la oficina, Blitz lo siguió.
Fizzarolli no llamó a su limusina de inmediato, caminó por el largo y desolado tramo de las calles contrarias al centro de la ciudad. Era tarde, la última misión ocupó mucho tiempo. Necesitaba un respiro, necesitaba aire fresco para calmar sus nervios. Blitz llegó a su lado, estaba muy preocupado por como se comportaba y se mostraba su amigo ante él luego de que el tiempo estimado de la vuelta de Asmodeus había pasado el límite.
—Le pregunté a Stolas si existía alguna forma de comunicarnos, alguna alternativa o algo que podamos hacer —le comentó Blitz con una voz suave—. Todo el asunto se siente muy extraño. Sé que es difícil hablar de esto... —se frotó un brazo y quiso llegar a Fizzarolli de alguna forma porque estaba preocupado por él—. Te ves terrible... Y lo entiendo porque si Stolas estuviera implicado en una situación parecida, tambien estaría así.
Fizzarolli se abrazó a si mismo, su semblante se llenó de amargura. Estaba evitando hablar del tema con cualquiera porque no podía hacerlo, si emitía un par de palabras, se quebraría. Quería ser fuerte, quería dejar de extrañarlo así, no era sano.
Estaba bien, todo iba a estar bien, solo debía evadirlo como siempre y enterrarlo como hizo todos esos meses. Si podía sostenerlo y extrañarlo en silencio, él estaría bien.
—Es solo que tal vez pueda saber dónde está si busca con los hechizos adecuados. Entiendo que es un lugar tan lejano que la magia difícilmente puede llegar hasta allí, pero tal vez...
Blitz dejó de hablar al sentir como, desde el cielo gris, la lluvia comenzó a caer torrencialmente sin una mínima pausa. Dio algunos pasos hacia adelante y sobrepasó a Fizz en cuestión de segundos para intentar visualizar algún refugio o techo para poder evitar un poco la lluvia a cántaros.
Sin embargo, Fizz tembló ante el frío helado del agua empapando sus piezas metálicas. Quiso proteger el relicario de la lluvia, siempre lo llevaba dentro de sus ropas al costado de su pecho. Y cuando lo quitó, sus movimientos erráticos causaron que se resbalara por el agua y el objeto cayera de lleno al piso desde esa distancia.
El relicario cayó al suelo, se abrió por la mitad y el espejo se quebró en mil pedazos.
Cuando Fizzarolli lo vio romperse de esa manera, amplió sus ojos en shock y toda la realidad le cayó encima como un balde de agua fría. Todos esos sentimientos que reprimió, todo el dolor que escondía cada día, todas las noches que fingió que estaba bien y cada hora que trabajó duro para demostrar que era funcional y estaba bien con esa ausencia. Todo eso se derrumbó, toda esa farsa se desmoronó y se destrozó junto a los cristales del espejo.
Un solo recuerdo. Asmodeus lo llevaba de la mano el día de alta en la clínica, se arrodillaba ante él y le entregaba el relicario con una sonrisa que transmitía el más genuino amor. Le dijo en palabras simples y suaves, que ese era su corazón, que le pertenecía solo a Fizzarolli, y que lo mantuviera entre sus manos y lo protegiera cuando él no estuviera cerca. La sonrisa de Ozzie se veía tan frágil al exponer sus emociones, al entregarle su alma y al confesarle que era todo para él.
—No...
Fizz, en esa dolorosa realidad, se arrodilló en el suelo y, con sus ojos inundados en lágrimas, trató de tomar los cristales y de sujetar el relicario en forma de corazón. El agua de la lluvia solo transformaba todo aquello en un escenario de terror para él, porque estaba roto y era su vínculo más preciado con Asmodeus. Un Asmodeus que no estaba, que se marchó y que no sabía con certeza en que momento regresaría.
—No, no... Mierda, no... ¡NO!
Los cristales se inundaron de agua de lluvia, el sonido aturdió a Fizzarolli y todo resultó un caos inminente porque no había manera de recogerlos. De inmediato, Blitz llegó a él y se arrodilló a su altura, colocó una mano en su hombro y se asustó al ver la crisis que estaba atravesando su amigo a flor de piel.
—Fizz, hey... tranquilo, puede repararse, podemos-
—¡NO PUEDE REPARARSE!
Fizzarolli ya no podía más. Gritó con todas sus fuerzas, se quebró la voz y empezó a respirar agitado en medio de su crisis nerviosa. Entonces, cerró sus ojos absolutamente devastado y se cubrió el rostro entre sus manos temblando bruscamente y sin poder controlar su crisis de pánico, de incertidumbre y de horror.
—Está roto... y no puede repararse... No tiene arreglo... Y es mi culpa...
Todo lo que decía... Todo lo que Fizzarolli sentía en ese instante era culpa. Porque debió ser egoísta, debió ser un egoísta hijo de puta y no permitir que las cosas sucedieran. Y si algo le había sucedido a Asmodeus era su culpa por no tener el carácter suficiente de detenerlo y plantarse ante él. El miedo lo invadió al igual que la incertidumbre ante lo desconocido. Se dejó agobiar por esas emoción y no supo cómo salir de esa crisis nerviosa, ya no podía seguir el ritmo de esa situación, fue desbordado y se rindió.
Lo extrañaba. Extraba a Asmodeus con la vida y no sabía cómo vivir o cómo funcionar sin él.
—Fizz... ven —Blitz lo protegió en su momento más bajo. Y luego de guardar los restos del relicario, lo abrazó fuerte.
Fizzarolli lloraba desconsolado, asustado y roto. Lloraba por todos esos meses en los que resistió y fue fuerte, lloró y se hirió la garganta ante esa angustia que necesitaba largar de alguna manera, sollozó contra las ropas de Blitz y se escondió en él. Ya no podía pretender o fingir que estaba bien, porque nunca estuvo bien. Y sus malos presentimientos se estaban cumpliendo.
Asmodeus no iba a regresar.
—Él te ama, tienes que recordar eso. No puedes desmoronarte así cuando no está, tienes que ser fuerte hasta que encontremos respuestas, ¿está bien? —aunque estaban debajo de la lluvia, Blitz lo cubrió con su abrigo y lo mantuvo abrazado allí para sostener su cuerpo tan desprotegido y frágil—. Vamos a solucionarlo y voy a ayudarte, lo prometo.
En todos esos meses, Fizzarolli le aseguraba que estaba bien. Y aunque era evidente que no era del todo cierto, Blitz no quiso intervenir directamente porque sabía que Fizz era fuerte y que podía soportar y renacer en base a la ausencia de Ozzie. Todo hubiera sido efectivo si aquella ausencia no se hubiera prolongado de esa manera, haciéndolo pensar que algo malo había pasado.
Blitz también tenía ese mismo mal presentimiento, porque Asmodeus nunca faltaría a su palabra si no fuera porque algo grave había sucedido.
En el viaje de regreso, Blitz acompañó a Fizzarolli porque no podía dejarlo solo en ese momento. Estaba muy herido, estaba desolado y estaba solo. Cuando descendieron del vehículo, Fizzarolli fue ayudado por Blitz a sostenerse. Y cuando estuvieron de pie frente a las altas rejas goticas que rodeaban el penthouse, Blitz observó el rostro de su amigo.
No solo se veía abatido y devastado, ni siquiera se veía en su eje. Fizzarolli mantenía su mirada gris clavada en el piso, sin tener la capacidad de hablar.
Blitz, quien no estuvo en su peor momento, se acercó para tomar su mano y quiso remediar sus propios pecados. Lo miró a los ojos a pesar de no recibir una respuesta. En ese estado, Fizzarolli no podía cuidar de sí mismo. Y en ese último mes, tampoco lo había hecho adecuadamente.
—Puedo quedarme, si así lo quieres.
Fizzarolli lo escuchó. Apretó la mano de Blitz. Sus labios temblaron, jamás volvería a ignorar sus propios deseos y necesidades porque pretender ser fuerte fue lo que lo llevó a estar en esa terrible situación. Asintió cerrando sus ojos con fuerza, porque ya no podía soportar dormir solo ni una noche más.
Su niño interior corrió hacia el niño que fue Blitz alguna vez y lo abrazó con todas sus fuerzas mientras lloraba luego de una pesadilla. Era realmente duro volver a estar solo.
Chapter 7: Totalmente solo
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Se miró en el espejo, intentó tragar esa apariencia que debía portar por Stolas y contagiarse de al menos un grado de su optimismo. Era difícil, considerando como se manejaban los altos mandos con cualquiera que estuviera fuera de su círculo. Blitz acomodó su camisa y entrecerró sus ojos con pesar, porque no quería que esa noche se volviera una decepción a pesar de todo pronóstico. Necesitaba que saliera bien para que la salud de Stolas estuviera intacta.
Su pareja se acercó y abrazó sus hombros por detrás. Ambos estaban listos para partir.
—Entonces, es el gran día —sonrió con calma, para tranquilizar las inseguridades de Blitz—. Una oportunidad única.
La racha de fiestas había comenzado hacía un par de meses, pero se ausentaron ya que Stella estaba asistiendo, para su desgracia, y lo mejor era evitar una escena.
Esa era la primera noche en la que ella no estaría allí, porque quería evadir a Stolas de la misma forma y sabía que sería inevitable verlo en algún momento. En esa época del año, el juez que lo sentenció en su caso se regodeaba en su círculo social. Y esa noche llegaría, para pasar un buen rato y para cruzar a Stolas.
—Si esto sale bien, podré ver a Via otra vez —Stolas se tenía que convencer de que había una esperanza, y lucharía ante cada pequeña chance otorgada—. Podría volver a tener parte de la custodia y quizá más tiempo si las personas siguen teniendo buenas referencias mías.
Volteó a Blitz, se arrodilló ante él y le sonrió fantaseando con el mejor de los escenarios. Stolas, en el fondo, quería ser feliz junto a su hija y al lado de su hombre. Formar una familia sin ocasionar problemas, tener una vida pacífica y no volver a estar solo. Su sueño se sentía cercano junto a Blitz desde que fue correspondido, pero la porción más grande de felicidad que involucraba a su hija, era la que verdaderamente le faltaba para volver a sentir alegría y plenitud.
—Y tal vez hasta les agradas, Blitz —acarició la mejilla del imp, quien solo lo miraba preocupado—. Si perciben que eres auténtico y firme, no tendrán miedo de que te comportes como un padre negligente.
Si tan solo supieran como era Blitz, si tan solo vieran lo bueno que podía ser para Octavia y el buen padre que era con Loona, ninguno de ellos dudaría en entregarle la custodia de su hija a Stolas. Tal vez cometía errores, pero se esforzaba en ser mejor y en dar todo por las personas que amaba. Él era un imp, y era una buena persona. Era alguien amado.
Stolas no podía pensar mal de Blitz, pensaba tan bien de él, lo tenía en tan alta estima que a veces, le era muy difícil entender que sus semejantes de sangre azul no pudiesen ver su misma perspectiva.
Y Blitz lo sabía. Esa realidad inminente lo hacía angustiarse. Stolas aún llevaba unas vendas que nublaban su vista, sus sentimientos y su percepción. Esa luna de miel, ese período de enamoramiento nato, lo hacía percibirlo mejor de lo que era. Blitz tenía miedo de que cuando se diera cuenta de lo que realmente era, aquella realidad resultase demasiado dura para él.
—Lamento no ser tan optimista en esto —Blitz tomó sus manos y agachó su mirada preocupada.
Los sangre azul aborrecían a los imps. Nada podría revertir algo así, un hecho que fue preservado por generaciones en el infierno con tal de respetar los rangos entre las razas.
—Es solo que quiero aferrarme a algo —la mirada de Stolas también se oscureció—. Han pasado largos meses desde la última vez que la vi. Y si no tengo esta esperanza sosteniéndome, yo...
No tuvo el valor de seguir hablando. Para Stolas, la ausencia de la niña que había criado desde que llegó a su vida era algo que lo estaba torturando todos los días. El príncipe estuvo para ella incluso en los momentos y tiempos que su madre debía y que solía brillar por su ausencia.
Él era un buen padre, él sabía que era un buen padre aunque Stella dijera lo contrario e intentara llenarle la cabeza a todos sus camaradas de la realeza. Implicarse con Blitz no tenía nada que ver con sus capacidades de paternar. Y si tan solo todos supieran todo el amor que podían brindar ellos dos al mismo tiempo como cuidadores, no dudarían ni por un segundo otorgarle parte de su correspondiente custodia.
—La extraño mucho —murmuró el búho con una voz grave y dañada—. Es mi hija.
Stolas quería llorar cuando pensaba en lo injusto que era que se la quitaran. Y aunque fueran cuatro años y menos, estaba asustado ante la posibilidad de que Stella pudiera torcer aún más esa sentencia. Después de todo, Stolas decidió vivir con Blitz, todos sabían que estaba con un imp y que no quería ceder ante las presiones de su ex esposa, fuera abusiva o no. En ese mundo hipócrita, Stella tenía más credibilidad y prestigio solo por tener sangre azul, y con los contactos adecuados, podía llegar a quitarle a Via para siempre.
Una puñalada de dolor se acumuló en su corazón, tembló avasallado ante ese destino. Y cuando Blitz se dio cuenta de que estaba pensando de más, sujetó el rostro agobiado de Stolas y lo miró a los ojos para que pudiera tranquilizarse. Sus orbes rojos perdían brillo y su sangre se helaba cuando se dejaba inundar por los peores pensamientos.
—Hagamos nuestro mejor esfuerzo —Blitz lo besó, y fue correspondido con fuego y un abrazo desesperado.
Stolas solo tenía a Blitz en ese instante. Toda su familia le dio la espalda y era repudiado por estar en la boca de Stella y hablar mierda de ambos. Sin embargo, al igual que con su esperanza de lograr un cambio, se sostenía de Blitz. Él estuvo en sus peores momentos y lo protegió cuando más lo necesitaba, también lo acompañó y amó como nadie nunca hizo. Era su luz.
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En la entrada del salón se podían apreciar grandes columnas de fino material que rodeaban cada una de las esquinas de la estructura. Era un espacio amplio de gran altura, las luces se desprendían como fugaces chispas desde el interior de la fiesta de alta clase, también por los ventanales de cristales de colores y los balcones. La música clásica se escuchaba desde afuera, proporcionada por músicos que la ejecutaban en directo. Una gran cantidad de limusinas rodeaban el perímetro, y varias parejas de aves y otras especies entraban luego de que el guardia de seguridad corroboraba las invitaciones.
Blitz empezó a sentir rabia al darse cuenta de como lo miraban esos hijos de puta al pasar a su lado. Sostuvo fuerte la mano de Stolas y cerró la boca con todo su poder de voluntad. No iba a hablar, iba a callarse y a reprimir cualquier cosa que pudiera contestar porque sabía que en ese preciso momento tenía que resistir esa presión. Lo estaba haciendo por Stolas, si debía soportar sus burlas y sus susurros de desprecio, lo haría con tal de que Stolas pudiera seguir portando esperanza.
El príncipe detuvo su caminar a metros de la entrada y también escuchó los malos comentarios y la forma despectiva en la que veían a Blitz. Su rostro reflejó incomodidad porque sabía que sería una noche complicada, pero no podía bajar los brazos, no luego de llegar tan lejos.
—Sé que será difícil —admitió ante Blitz en voz alta, sin soltar su mano—. Solo compórtate, cariño. Serán un par de horas.
Blitz asintió con una mirada oscura e igual de incómoda. Estaban en el juego, tenían que ceder un poco y chuparle el culo a algunos de esos ricos bastardos, con eso era suficiente.
Ingresaron al salón y todos reconocieron al Goetia. No obstante, al caminar hacia el centro y pasar al costado de las familias y las parejas reales, los ojos amenazantes de distintos colores se enfocaron en el imp, el único que se distinguía del resto por su altura, porte y apariencia. No pertenecía a ese lugar aunque se esforzara por encajar.
—Oh, no soy bienvenido, vaya sorpresa... —se cruzó de brazos con marcada ironía y miró con hostilidad a su alrededor.
Blitz estaba desarmado, no podía llevar ninguna clase de defensa, lo hizo por Stolas. Entonces, estaba allí sintiéndose inevitablemente débil ante todos los tipos irrespetuosos de gran poder que podrían arrancarle la cabeza con facilidad. No había mucho que pudiese hacer, porque ni siquiera podía hablar... Cualquier cosa que dijera sería tomado en su contra y en contra de Stolas.
El príncipe se quedó a su lado, escuchando las preguntas de su alrededor, las cuales no eran directas pero se referían a su presencia y a la manera en la que se atrevió a traer a Blitz a ese espacio exclusivo.
Frunció el rostro con su incomodidad y amargura creciendo cada vez más, porque sabía que no la iban a tener nada fácil, no la primera vez al menos. Blitz estaba muy desprotegido y no dejaban de faltarle el respeto con sus miradas, sus muecas y sus risas indiscretas. Era normal que no se sintiera digno de estar allí.
—Siempre son así, no hay nada diferente en esto todos los años —empezó a calmar a Blitz, porque de seguro su sangre hervía de la rabia. De pronto, fue interrumpido por voces familiares.
—¡Stolas, al fin vienes! —un ave de plumas largas y blancas, traje negro y ojos dorados lo interceptó junto a su grupo—. El juez estará impaciente por conocer a tu pequeño esclavo sexual —se rio animado ignorando por completo la presencia de Blitz y lo señaló con descaro—. ¡El escándalo que montaste con tu divorcio se conoce hasta en el más recóndito rincón del infierno! ¿En qué pensabas?! ¡Sigues siendo el tema del momento sin duda alguna!
Los pájaros de elegantes trajes y vestidos se rieron entre sí mientras bebían algo de champagne caro en sus copas de oro.
Stolas no podía escapar de la interacciones sociales porque a eso había ido, sonrió de forma muy nerviosa y apática, porque conocía al grupo de toda la vida. Blitz solo se quedó detrás de él con un rostro cargado de malos sentimientos, odio y asco mientras apretaba sus puños con todas sus fuerzas.
—Si, no jodas Stolas, ¿ya lo educaste bien? —otro pájaro de color azul y grandes cuernos señaló a Blitz como si se tratara de una rata sin razonamiento y capacidad de escucharlos—. De seguro te demoraste en venir a las primeras fiestas porque tardó en aprender modales básicos. Los esclavos del anillo de la Ira necesitan mucha disciplina. Son granjeros sin cerebro que solo piensan en reproducirse.
Blitz se estaba muriendo por abrir la boca y responder, también por llegar al tipo y partirle la cara a puñetazos. Pero si lo hacía, demostraría que era exactamente el animal violento que todos creían que era. Era muy difícil soportar que estuvieran siendo tan desgraciados a centímetros de distancia. Sin embargo, allí no tenía el control... Solo tenía a Stolas. Y muy en el fondo, Blitz quería que los pusiera en su lugar.
—No es mi esclavo, Gerald —habló el príncipe Goetia con repentina seriedad—. Es mi pareja.
—No, en serio, ya sabíamos que pateabas para el otro lado —le respondió otra mujer pájaro de vestido rojo y sonrisa burlona—. No era necesario demostrarlo revolcándote con un campesino ignorante. Hay muchos príncipes que querrían pedirte la mano en matrimonio.
—Si, sabemos sobre la fachada. Y Stella ha hecho un escándalo mundial, pero... —otra mujer joven con plumaje de colores amarillentos y enorme pico se rio en su cara—. Aquí entre nos, vamos, puedes ser honesto. Estas cosas inmundas nunca podrían darte lo que necesitas.
Todo el grupo comenzó a reírse fuerte, con una crueldad tan tajante que podrían lastimar hasta al más fuerte. Stolas no solo se sintió agredido y también muy angustiado ante la manera en como se dirigían a Blitz, sino que también se sintió acorralado, contra la pared y a punto de ser ejecutado en un fusilamiento.
Toda su vida fue molestado y ridiculizado por esas personas, por esa clase de gente y por todos los amigos de Stella. Y nunca podía responder, al principio por respeto a su matrimonio, por respeto a su hija, y ahora porque si contestaba, todo mancharía aún más su nombre y su reputación ante los jueces.
Blitz dio un paso adelante y ya no pudo resistir la forma en como estaban siendo tratados.
—Señora. Estoy escuchando todo —la amenazó con una voz de asesino serial que estaba a punto de cometer una locura sin miedo a nada—. Creo que la única puta vieja decrépita que no tiene un carajo de tacto aquí es usted.
Todo el salón se quedó en silencio.
De la nada, Stolas y Blitz se volvieron el centro de atención absoluto y todo por culpa del imp. Blitz se alteró y se arrepintió de inmediato, porque había sobrepasado el límite, esa delgada línea que solo durante esa noche no debía sobrepasar.
Todas esas miradas furtivas que al principio eran sinónimo de burla, ahora lo veían de forma escandalizada, indignadas y críticas. Era un ser violento... Empezaron a hablar entre si, criticando el hecho de que una criatura violeta y mal hablada no debería estar allí y que era un inminente peligro meterlo y mezclarlo con los que eran una raza refinada.
—¡Oh, por LUCIFER! ¿Vas a dejar que tu sirviente sexual me hable así, Stolas?! —dramatizó la mujer que había sido agredida por Blitz— ¡Regrésalo a su jaula o algo! ¡Al menos arrástralo con un collar, puede estar rabioso o ser violento!
Stolas frunció el ceño y se hartó ante la ridícula situación que querían montar con la sola excusa de dejar mal parado a Blitz luego de que todos fueran jodidamente groseros con él.
—Escuchen, de verdad él no es mi... No voy a...
Quería que dejaran de ver a Blitz como un maldito fetiche o un capricho momentáneo. A nadie le entraba en la cabeza que de verdad eran pareja y eso le parecía una locura, porque si seguían en ese plan, nadie los tomaría en serio.
Stolas iba a intentar explicarse, pero Blitz también se cansó de escuchar como medio mundo lo juzgaba solo por contestar lo que esa arpía de mierda se merecía. Se dio la vuelta y comenzó a caminar en sentido contrario al centro, marcó su paso hacia el balcón y mantuvo su rostro cargado con furia criminal en todo su caminar.
—Blitz... —Stolas ya no le prestó atención a su alrededor. Siguió a su pareja, llegó al balcón junto a él y se preocupó terriblemente luego de la crítica situación que le tocó atravesar.
El búho observó la forma en que Blitz se aferró al barandal del balcón y mantuvo la compostura a la fuerza. Respiró hondo, habían pasado tan solo diez minutos desde que habían ingresado a ese asqueroso nido de serpientes y ya quería dispararles a todos.
—Necesito un respiro. No sé manejar la presión, discúlpame —dijo Blitz con tanta rabia acumulada que se estaba ahogando en su propio veneno—. Son muy jodidos y me estoy esforzando en mantener la boca cerrada ante todo.
Stolas colocó una mano sobre su espalda y lo frotó de arriba a abajo para calmar su enojo. Era muy duro, pero era mucho peor para Blitz, porque era el centro del escándalo que ambos habían cometido.
—No te preocupes, si lo resistes, las próximas reuniones no serán tan malas —Stolas de verdad quería apaciguarlo—. Ellos...
—¿A cuántas de estas mierdas tengo que venir para que piensen que soy digno de ti y de tu familia? —Blitz volteó para enfrentarlo, porque no había garantía de que algo fuera a cambiar— ¿O para que piensen que soy seguro para Octavia? ¿Siquiera hay manera de que ellos piensen eso?
—Hay una posibilidad, Blitz. Ayúdame en esto —le rogó el príncipe auténticamente dolido por la forma en que estaban tratando de lidiar con eso—. No lo hagas peor de lo que ya es.
Blitz entonces suavizó su rostro hostil y se sintió culpable. No era culpa de Stolas, nada de eso era su culpa, él solo era una víctima de esa injusta sociedad.
Quiso acercar su mano hacia él para tomarla, pero el búho amplió sus ojos al oír cierto tipo de alboroto y alabanzas por detrás de él. Se dio la vuelta y dio pasos hacia adelante, porque esa clase de persecución significaba solo una cosa. Incluso la orquesta empezó a tocar música más dramática.
—Tenemos que volver. El juez acaba de llegar —le indicó el príncipe a su pareja. Se adelantó hacia el interior del salón, seguido por un Blitz que lejos de sentir alivio, sintió nerviosismo en su estado más puro.
El juez que dictaminó el destino de Octavia era un amigo cercano a Stella, un ave de rapiña descendiente de carnívoros. Un híbrido de gran altura muy respetado en la comunidad por sus contactos, su renombre y el prestigio que cargaba desde hacía milenios. Y mientras el sujeto observaba con sus ojos rojos en forma de diamantes a sus camaradas y se reía en medio de la fiesta, Stolas llegó a él seguido de Blitz.
De repente, Blitz hizo contacto visual con el pájaro gigante y sudó frío. Una escena de un estúpido documental llegó a su memoria, porque se veía exactamente así. Un ave rapaz, después de todo, era un ser que cazaba presas para alimentarse, utilizando su pico y sus garras afiladas. Las garras y pico de ese imbécil eran grandes, potentes y adaptadas para desgarrar y perforar carne.
Stolas se quedó frente a su pareja y antes de abrir la boca para saludar cordialmente, el juez se le adelantó y sonrió con falsedad hacia el búho.
—Oh, ¿este es el pequeño, Stolas? —casi con hambre de devorar carne de rata, el enorme pájaro rodeó al imp y no despegó su mirada de depredador sobre él—. Debe ser una broma.
Eso dejó de parecer una fiesta, empezó a parecer una ejecución. Blitz se sintió aún más vulnerable que antes, porque el tipo era gigante y de verdad lo estaba mirando como si quisiera tragárselo y romperle los huesos con sus garras. Todas sus señales de alerta empezaron a sonar, pero decidió quedarse allí, de pie y petrificado con tal de no armar una escena más grande.
El juez, sonriendo y adaptando la forma genuina de un águila rapaz de ojos de diamante, largó una carcajada siniestra, la cual fue acompañada por la del resto de los invitados.
—Hay tantas razas buenas, incluso hay íncubos que serían buenos machos en la cama, ¿pero elegiste a este ejemplar de mierda? HAHAHA —empezó a reírse más fuerte ante Stolas, quien a pesar de tener una buena altura, era sobrepasado por el águila por al menos el doble de su tamaño y musculatura.
El sujeto señaló al imp, lo degradó un poco más y lo invitó a retirarse.
—Hazme un favor, imp. Tráeme una cerveza. Rápido —lo señaló y luego también le indicó con la mirada que se dirigiera a donde se encontraba el resto de la servidumbre—. Sirve para lo que fuiste hecho, pequeña basura.
Blitz se quedó callado, bajó su rostro y su mirada se oscureció enteramente. Todo el panorama permaneció envuelto en un silencio sepulcral. Apretó su mandíbula con fuerza, sometido y derrotado en una guerra que era imposible comenzar. Entonces, siguió el juego y lo hizo por Stolas. Se humilló porque valía la pena hacerlo por Stolas, aunque le doliera ser bastardeado sin poder objetar de ninguna forma.
Blitz se retiró e hizo caso omiso. El resto de los invitados empezó a hablar, a reírse y a señalar al condenado como si se tratara de una escena humillante pero graciosa. Stolas se apresuró a intervenir, se colocó delante del juez y le habló con desesperación ante la locura que estaba cometiendo con tal de marcar los roles en ese lugar.
—Señor, él no es un sirviente. Blitz no es una propiedad —necesitaba pedir clemencia porque no podía discutir o ser grosero en su delicada situación con su hija—. Sé que Stella ha hablado demasiado con usted y le ha dicho cosas terribles, pero le aseguro que no son ciertas. Nosotros en verdad-
—¿Oh? ¿Me estás faltando el respeto y desafiando mi perspectiva del escenario que estás planteando frente a toda la fiesta? —el ave rapaz agudizó su vista privilegiada ante el búho y lo miró de arriba hacia abajo—. Al parecer, soy el único que vela por la seguridad de tu hija, el único juez coherente que puede entender a simple vista que un Goetia y un imp juntos es una broma de pésimo gusto —llevó una de sus garras al pecho de Stolas y lo tocó una sola vez—. Engañaste a tu esposa con ese imp y quedaste en pésimos términos con el rey Paimon. Estás en un lío muy gordo y será realmente un milagro que yo pueda cambiar de opinión con respecto a los hechos de los que hablan todos los residentes del infierno.
No era así, Stolas necesitaba convencerlo de que esa era la realidad que Stella le había relatado pero que solo se adaptaba al discurso que ella necesitaba. No había razones para dejar de ver a su hija, y sus conflictos con su padre y con su ex esposa eran ajenos al desempeño que podría demostrar Blitz como una segunda figura paterna.
—Ademas, es igual al resto de la servidumbre —el demonio águila se encogió de hombros—. Que aprenda a moverse en este ambiente, aquí será tratado como lo que es. Un jodido imp desgraciado y pobre. No vamos a ser como tú, no le debemos nada a tal calaña inferior —le marcó una sonrisa arrogante y ladeó su rostro ante Stolas—. Que respete los rangos, nuestra sociedad no cambiará solo porque osaste desafiar el destino que selló tu padre para ti desde el principio.
Stolas se quedó sin aliento, era como si no pudiera respirar ante la amenaza que se presentaba frente a él por su presencia violenta y su forma de dirigirse a ellos dos. A pesar de que estaba congelado en su lugar, Blitz apareció a su lado con su misma expresión lúgubre y alzó su bandeja con una elegante botella cargada de un líquido negro y espumoso. Tal y como la servidumbre debía comportarse. Tal y como los imps debían ser. Sumisos, obedientes y sin dignidad.
El juez sujetó la botella, la destapó con la fuerza de su grueso pico filoso y sintió la temperatura con el tacto de sus dedos en forma de garras. Nunca dejó de sonreír de forma maliciosa, diabólica y asquerosa.
—Ew. Esta caliente, pruébala.
Desde esa distancia, extendió la botella y la volteó por completo. Volcó todo el líquido negro, amargo y espeso sobre la cabeza de Blitz y este comenzó a empaparse poco a poco. Los hilos negros de alcohol lo cubrieron, se colaron entre sus ojos, entre su piel y entre sus cuernos. La escena fue tan grotesca pero satisfactoria para el resto del público de la monarquía del infierno, que empezaron a reír poco a poco.
Hasta que todos estallaron en carcajadas ante lo que ese despiadado juez le estaba haciendo a un imp solo para que jamás vuelva a atreverse a faltarle el respeto a nadie con su presencia.
—Tú... —Stolas fue cubierto por sombras negras y rojas como la sangre humana, dio pasos desesperados hacia adelante, perdiendo el control por una fracción de segundo— ¡No te atrevas a seguir!
—¿O qué es lo que harás? Goetia —el juez soltó la botella, la cual cayó sobre la cabeza de Blitz y le rajó una pequeña porción de piel. El vidrio cayó y se rompió y él comenzó a sangrar.
Stolas iba a desplegar su manto de poder, pero cuando miró a los ojos al juez, detuvo sus movimientos. Él marcó un nombre con sus labios.
Octavia.
El príncipe difuminó cada rastro de su magia destructiva. Retrocedió asustado, porque el tipo estaba actuando mucho peor que la última vez que lo vio, totalmente envenenado por lo que Stella fue capaz de decirle.
Blitz estaba quieto, inerte y resistiendo el hecho de que fue humillado, herido y jodido por toda esa puta fiesta. Pero lo que más le molestó, fue el hecho de que se quedó callado no porque debía hacerlo, sino porque tenía miedo.
Estaba temblando por furia y por terror. Estaba absolutamente vulnerable ante todos ellos, sin poder defenderse de ningún modo. Y cuando buscó un mínimo refugio o consuelo al mirar a su lado y al tratar de encontrarse con la mirada de Stolas, no la encontró.
Stolas estaba encadenado en ese lugar, sometido ante todo el manto de la realeza. Y no había manera en el mundo en que pudiera protegerlo a pesar de lo terriblemente asustado y desamparado que se encontraba.
Blitz se abrazó a sí mismo, salió del salón a paso rápido y fue seguido por más risas y personas que lo perseguían con la mirada. Él jamás podría borrarse esos ojos luminosos y mortíferos de su ser, lo perseguirían hasta en sus pesadillas.
Su pareja jadeó consternado al ver como Blitz salía por las puertas principales. Estaba por salir detrás de él, pero antes de hacerlo, recibió un ultimátum por parte del juez.
—Te seré honesto, Stolas —le dijo con su voz grave y hablando en nombre de todos—. Mientras sigas con ese saco de mierda, será algo difícil que alguien te tome en serio y puedas volver a tener a tu hija. Tienes que considera dejarlo, es por tu bien.
Stolas ya no quiso escucharlo. Ya no podía seguir allí dentro. Salió corriendo del salón, necesitaba liberarse de todo lo malo y dejar de respirar ese veneno que tanto lo estaba dañando. Necesitaba abrazar a Blitz, amarlo, disculparse por no ser suficiente, necesitaba a Blitz con todas sus fuerzas.
Llegó a las afueras del salón de fiestas a todo lo que le daban las piernas. Y cuando vio a la lejanía a Blitz, lo tomó del brazo desde atrás y lo detuvo, respirando agitado y con los ojos llenos de lágrimas.
—Blitz... Espera... —quería decir cualquier cosa, aún lo veía empapado en alcohol y herido. No podía permitir que se marchara así, no podía dejar que las cosas terminaran así entre ellos.
Sabía que le había fallado. Blitz lo cuidó en tantas ocasiones y él no fue capaz de protegerlo en un lugar donde todos lo vulneraron por su raza. Lo denigraron y sobrepasaron su integridad física y mental. Y estaba seguro de que Blitz jamás hubiera permitido que fuera al revés.
Blitz se soltó de su agarre y volteó para mirarlo con un rostro dolido, sufriendo luego de todo lo que acababa de suceder.
—Soy consciente de que solo debo resistirlo y es lo que me dijiste desde un principio. Pero, ¿sabes que? —le dijo con una voz quebrada e iracunda—. No soy bueno resistiendo, Stolas. Me largo.
Estaba ofendido y lastimado. Stolas entró en pánico, volvió a tomar su muñeca porque no quería que se fuera así.
—V-Voy contigo. Lo siento...
Se volvieron a mirar a los ojos. El búho pasó una mano por el rostro de Blitz y limpió la sangre, su pareja aún temblaba de los nervios y apenas y podía controlar su temperamento. Lentamente, el semblante de Blitz mostró preocupación porque Stolas se veía igual de destruido y angustiado que él, como si estuviera conteniendo sus ganas de llorar. Incluso temblaba al acariciar su herida y tratar de sanarlo.
—¿Por qué te disculpas? No hiciste nada —Blitz murmuró la pregunta, bajando su rostro y clavando su mirada en el suelo.
—Ese es el problema —respondió su pareja aún con la adrenalina a flor de piel—. Me paralicé y no supe cómo reaccionar. Hay tanto en juego y... perdóname.
Cuando el juez articuló el nombre de su hija como una ferviente amenaza, Stolas se perdió en dolor y dejó de respirar por completo. Cuando aquel hombre le dijo que dejara a Blitz para ser tomado en serio, se sintió con un puñetazo en el estómago. No podía hacer eso, no podía elegir entre su hija y Blitz. Y aunque era una persona horrible por pensar así, por querer ser egoísta y tenerlos a ambos, no podía evitarlo.
—¿Hoy... vienes conmigo?
Stolas necesitaba a Blitz. Lo necesitaba esa noche, más que nunca en toda su vida.
Sin embargo, el imp soltó su agarre y no pudo corresponder. No podía aceptar a Stolas esa noche, no podía pretender que todo estaba bien y que todo saldría mejor la próxima vez.
Stolas dejó de sentirse un lugar seguro. Y aunque estaba bien, aunque las cosas debían ser así, necesitaba tiempo para asumir que él lo amaba más que Stolas a él.
—Necesito estar solo —le respondió apartándolo de su lado.
Stolas recibió esa negativa como si fuera un balazo de hierro angelical directo en su corazón. Fue un dolor tan contundente que permaneció en shock, sin poder emitir palabras.
No supo el tiempo que pasó luego de que Blitz se marchó. Se encontró a si mismo en medio de la oscuridad de la noche, solo. Estaba sumergido y abrumado en soledad.
Y cuando reaccionó, recordó a Octavia. Al huevo que protegió hasta nacer.
Se arrodilló en el suelo y cubrió su rostro entre sus manos y lloró por su hija. Lloró por lo doloroso que se sentía pelear por su hija y sentir a cada momento que tenía que elegir entre ella y el único hombre que lo hacía feliz. Se sentía un monstruo por no poder escoger fácilmente, a pesar de que era mucho más difícil y complejo de lo que parecía. Sollozó dolorosamente cubriendo su rostro, porque extrañaba a Octavia y la necesitaba como todo padre necesitaría a su hija.
Chapter 8: El profeta
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Stolas hizo lo que no debía hacer, rompió su propia regla fundamental, algo que estableció hacia si mismo para no quedar como un ser patético frente a las personas que no debían darse cuenta de lo miserable que se sentía.
Esa noche, le arrebató una botella de champagne ardiente a un mesero y tomó asiento en una de las sillas vacías de una mesa huérfana. Se bebió casi toda la botella de un trago y luego enterró su rostro contra la madera de la mesa porque se sentía desahuciado y deprimido. Indicó con una seña y sin levantar su rostro que le trajeran otra botella.
Su única regla era no embriagarse como un ave depresiva y era exactamente lo que planeaba hacer en esa solitaria noche en la que no dejaba de escuchar que todos hablaban mal de él a sus espaldas en esa estúpida fiesta de alta gama.
—Ese rufián ha dejado de venir desde que lo ubicamos en su lugar, ¿ah? Hahaha, ¿qué se cree ese sucio imp?
Las zorras en forma de pájaros de alta sociedad estaban en ronda a dos metros de Stolas sin importarles que él escuchara lo mal que hablaban de Blitz, aprovechando su ausencia.
Stolas no solo estaba triste porque tenía que soportar esa mierda como por tercera vez estando solo ya que su pareja dejó de acompañarlo luego de lo que sucedió en su primer encuentro, él también estaba angustiado porque debía estar soportando esas fiestas sin tener el poder de responderles a cada una de esas malditas porque irían a lloriquearle al juez y eso lo expondría peligrosamente.
Estaba haciendo su correspondiente acto de presencia sin Blitz y tratando de persuadir al tipo de la corte cada vez que lo veía. Sin embargo, había ocasiones como esa noche en la que no asistía y él debía intentar integrarse y no ser un paria social como todos lo querían hacer ver.
De todas formas, luego de intentarlo tanto, se dio cuenta de que las cosas no iban a cambiar. Todos estaban del lado de Stella y él era solo un desgraciado que engañó a su esposa, alguien que era brutalmente aislado por eso.
Sucumbir ante el alcohol se veía tentador cada solitaria noche y decidió caer en eso porque ya no quería que doliera tanto la ausencia de Blitz y sus indiferentes mensajes de texto.
—¿Cómo hace Stolas para cogerse a ese asqueroso mandril? Ew —exclamó una señorita con ojos gatunos y dorados como los de un dientes de sable— ¿Y así planea recuperar a su hija?
—Stella ya la tiene asegurada. El juez es un supervisor íntimo del caso —le respondió un demonio pingüino de baja altura y vestido de etiqueta—. Y si el imp ya no viene, nunca podrá ser evaluado o ser considerado óptimo para ser parte de la rama familiar de los Goetia o siquiera un padrastro simbólico de la heredera Octavia. Es solo protocolar, pero es un buen filtro para que sucias ratas de las bajas clases no se aprovechen de infelices como Stolas.
—¿Escuchaste los rumores? —habló un cuervo de plumaje gris oscuro y ojos azules—. Stella está jugando sus cartas para que Stolas no vuelva ver a esa polluela. Y no la culpo, jamás querría que una hija mía tenga contacto con alguien que podría ponerla en peligro por tener fetiches enfermizos.
Stolas levantó su cabeza luego de sentir ese golpe directo a su corazón. Ignoró las risas y las burlas. Se encogió en su lugar y se volvió lúcido en cuestión de segundos. ¿Stella seguía moviendo sus hilos? ¿De verdad quería arruinar su vida al punto de que no fueran solo años? El búho se sostuvo el pecho entre sus manos, porque aunque fuera impredecible, su cabeza empezó a presentarle las peores jugadas.
Si un príncipe Goetia ponía en peligro a su propia progenitora, sería reemplazado por esta. Octavia era su reemplazo. ¡Pero era lo que menos le importaba! Ser reemplazado por ser indigno del título daba igual. Lo que le arrancaría el corazón era el hecho de ser alejado de Octavia solo por no ser apto para mantener ese vínculo, por ponerla en peligro según todos los que lo estaban juzgando.
Estuvo mal desde el principio, todas sus decisiones estuvieron mal desde el primer momento. La gravedad de la situación le carcomió la carne. Y no sabía si era porque bebió ese champagne importado y había tomado como medio frasco de pastillas antes de llegar allí, pero...
Empezó a sentir remordimiento. ¿Qué pretendía? ¿Qué joder a Stella y engañarla sería gratuito y más con el imbécil de su hermano guiándola únicamente para arruinarle la vida?
Stella no quería a su hija, ni siquiera le interesaba de verdad. Lo que ella quería era hacerlo sufrir por la humillación que le hizo pasar frente a toda la comunidad que tanto apreciaba por su status y por como Blitz le arruinó las apariencias frente a las personas importantes en la corte. Ella dejaría de luchar cuando él perdiera el total contacto con Octavia, porque lo único que quería era mortificarlo. No se iba a detener hasta dejarlo sin lo único de verdad le importaba.
Stolas dejó de sentir remordimiento, sintió que la situación se le escapaba de las manos y fue invadido por la desesperación. No podía hablar o intervenir porque el rastro de amargura en su pecho se instaló en su garganta. Quería irse, quería desaparecer. Se abrazó a si mismo y bajó su cabeza cerrando sus ojos con todas sus fuerzas, sintiendo su sangre helarse por la bruma de sus emociones.
Blitz no estaba allí para protegerlo y debía dejar de pensar que él lo cuidaría. Blitz ya no iba a estar allí en esas fiestas y tenía que comenzar a pensar que debía enfrentar ese destino, solo.
—Damas, por favor.
Unas plumas brillantes, rojas y preciosas se desplegaron en el medio del salón. Era como si las estrellas estuvieran revoloteando alrededor de su figura, porque desprendía luz demoníaca con solo dar pasos al frente.
El grupo de mujeres emitió un jadeo general de sorpresa, porque su venenosa conversación fue interrumpida por el galán de la noche por excelencia. Con un porte elegante y una sonrisa educada, el pájaro de brillos dorados desplegó su bella magia y dejó deslumbradas a todas las mujeres allí presentes.
—Vassago...
Stolas también quedó sorprendido ante su imponente presencia de caballero de brillante armadura. El hombre acomodó sus lentes de cristal costoso y se les quedó mirando al grupo de señoritas de alta sociedad.
—Es una decepción para mí escucharlas hablar así. No pensé que podrían alcanzar tal grado de vulgaridad —les dijo con un tono decepcionado y tal vez algo dramático—. Stolas en cambio, se ha comportado como un caballero y no les ha respondido como cualquier otro haría en su lugar. Ustedes se aprovechan de su posición complicada y eso es cruel. Es injusto.
El mencionado se puso de pie y miró hacia los lados, se dio cuenta de que volvía a ser el centro de atención como en cada noche. Si no era por las burlas, era por los escándalos. Retrocedió inseguro al no comprender las intenciones de Vassago, se estaba ganando todas las miradas de las personas porque nadie entendía como alguien de semejante prestigio y popularidad se tomaría el tiempo o la molestia de proteger a un paria como Stolas.
Sin embargo, el escarmiento de Vassago funcionó como para que las mujeres mostraran rastros de vergüenza ante su inadecuado comportamiento. Al parecer, si alguien con la credibilidad de Vassago les llamaba la atención, ellas de verdad se sentirían humilladas frente a todos los presentes.
—Preservar la calma en una situación de desventaja tan grande es una gran virtud —Vassago admiró en voz alta la forma en como Stolas manejaba su comportamiento, porque no era un irrespetuoso de ninguna forma, sino lo contrario—. Y eso solo habla verdaderamente bien del príncipe.
A pesar de que todos los presentes se quedaron anonadados ante la defensa de Vassago hacia Stolas, la mayoría se dispersó bastante rápido.
Vassago era reconocido por ser un hombre que pregonaba la justicia y condenaba la corrupción en todo lo que pudiera intervenir. Su más grande cualidad y la razón por la cual poseía un status alto era por el don que se le regaló al nacer. Era descendiente de una rama familiar exclusiva, el único heredero vivo que era considerado un profeta en su campo. En pocas palabras, Vassago contaba con el poder de ver el futuro de las personas.
—Vamos, conozco un lugar más tranquilo.
Con una sonrisa confiada y una actitud un poco irresponsable y fugaz, Vassago tomó la mano de Stolas y quiso alejarlo del centro de la fiesta. El búho no salió de su sorpresa, pero lo siguió a pesar de que estaba siendo básicamente arrastrado por él. Fue cautivado por su brillo, por toda esa energía explosiva que irradiaba y su espontaneidad.
Vassago se lo llevó a otro de los salones de la fiesta, uno menos concurrido y ciertamente más tranquilo. Se ocultaron en una esquina y, luego de pasar ese momento tenso, el pájaro de color rojo escarlata le sonrió ampliamente como si estuvieran comentiendo una travesura.
—¿Ha pasado un tiempo, ah? —lo saludó de esa manera, porque a pesar de que nunca fue muy cercano a Stolas, ambos se conocían precisamente por sus contactos y porque asintió a la boda del búho por el protocolo real.
Stolas recobró la compostura. Se puso nervioso, pero le terminó sonriendo de forma tímida y muy agradecida al ser el único que se fijó en él y se atrevió a compadecerse de su situación.
—Gracias por... por sacarme de ahí. Es incómodo estar solo dentro de ese nido de serpientes —cerró los ojos y suspiró agotado. No hubiera podido tolerar la situación si el contrario no se hubiese aparecido así.
—¿Por qué estás solo en primer lugar? ¿Tu hombre no pudo venir? —le preguntó Vassago arqueando una ceja con extrañeza—. He escuchado "maravillas" de Blitz.
Incluso lo enfatizó, sin embargo Stolas sabía exactamente todo lo que se decía y no era diferente a lo que le escupían en la cara cada noche en esas veladas.
—Vassago. Probablemente eres el único que lo ha llamado por su nombre en este lugar —le contestó Stolas con resignación y melancolía—. Todos han sido horribles con Blitz, lo desprecian y lo aborrecen solo por su raza y por nuestras circunstancias —le desvió la mirada y se sintió avergonzado por no poder revertir esa clase de situación—. Es normal que ya no quiera venir, yo tampoco querría.
El pájaro pelirrojo se cruzó de brazos y arqueó una ceja con condescendencia. Aunque le hicieran la vida imposible al imp, él seguía siendo la pareja de Stolas. Y bajo su punta de vista, debía estar para él si en verdad le importaba su bienestar.
—No es agradable para un imp, pero sigue siendo tu hombre, debería resguardarte y ser fuerte por ti ahora mismo —razonó con sentido común—. ¿No es tu hija la que está en juego? ¿No es por eso que vienes y siempre preguntas por ese desagradable juez de pacotilla?
—Es muy difícil para nosotros sostener esto —Stolas no le explicó lo que vivieron la última vez que estuvieron allí juntos, de seguro alguna persona se lo habría comentado—. Todos lo están rebajando constantemente y no puede abrir la boca sin ser juzgado o agredido, ni siquiera puede defenderse como quiere aquí dentro.
Se sintió en una situación tan vulnerable que no quiso seguir hablando. Entrecerró sus ojos, los cuales perdían el brillo rubí que los caracterizaban y ya no quiso mirarlo directamente.
—Entiendo su postura y entiendo que ya no quiera intentarlo por más tiempo —justificó a Blitz de la manera que siempre hacía ante todas sus actitudes. Podía entender su molestia y sus razones, por eso no le insistía a pesar de que era muy importante para el búho.
—Tú lo entiendes a él y es comprensible, pero, ¿quién intenta comprenderte a ti, Stolas? —se alborotó Vassago ante el poco valor que se tenía a si mismo para justificar a Blitz en una situación que solo lo estaba perjudicando—. Tu posición y lo terrible que es perder a alguien de tu familia.
Vassago se oía consternado porque sabía que si Stolas se mantenía en esa posición, no iba a conseguir su objetivo. Era triste de ver, no quería que una persona noble como lo era él sufriera esa clase de destino porque definitivamente no lo merecía. Suspiró largamente y se sintió molesto consigo mismo por haber hablado de esa forma en un tema que no era de su incumbencia, no quería que el contrario lo tomara como un entrometido.
—Lo lamento, no soy nadie para venir de la nada luego de años y brindarte consejos —se disculpó de forma sincera y lo observó con un semblante preocupado—. No me gusta verte así, estabas indefenso y te estaban pisoteando —le explicó. Vassago no tenía malas intenciones, odiaba presenciar ese tipo de injusticias y por eso no dudó en proteger a Stolas—. Sé que vivimos en este ambiente sin escrúpulos y debemos pretender que nos agrada, pero definitivamente no me agrada callarme y no intervenir al verte tan mal. Eres de los pocos que no es una basura.
A pesar de que el ave solo estaba mostrando un poco de cortesía, Stolas tomó esas amables palabras como señal de que podía bajar la guardia.
Que alguien hubiera aparecido y le hubiera mostrado simpatía y protección, fue un gesto tierno. Le sonrió de forma sincera porque realmente no pensaba que volvería a correr la misma suerte y que fue cosa de una vez. Nadie más se tomaría esas molestias por él en ese tipo de situaciones en las que cualquiera podría quedar expuesto frente a otros miembros importantes de la comunidad.
—Fuiste el único de aquí que hizo algo por mi, de verdad te lo agradezco —Stolas lo miró a los ojos y se inclinó para mostrar su agradecimiento. Lo valoraba, porque también fue el único que se acercó a escucharlo y a extenderle una mano para ayudar.
Vassago se le quedó mirando, hasta terminar sonriendo con un rostro comprensivo y calmado, radiante de luz. Stolas leyó la seguridad en su postura y la sinceridad en cada gesto, le contagió un poco de la estabilidad que necesitaba sin darse cuenta.
—Sé lo duro que debe ser luchar por Octavia sin un respaldo —le dijo Vassago con esa misma voz tranquila y suave que hacía que el búho se sintiera seguro.
Stolas no lo sabía con exactitud, pero dentro de toda la oscuridad de la noche y de la lúgubre fiesta, una ligera luz de confort empezó a reflejarse sobre él. No había razones exactas, tal vez simplemente estaba sucediendo porque se sentía solo y porque no tenía ningún tipo de pilar en el cual sostenerse. Lo vio en el contrario, percibió su esencia, su fortaleza y lo que necesitaba, una luz que lo guiara en la oscuridad.
—Te diré qué. Voy a estar de tu lado porque desde el principio siempre supe que Stella sería una esposa terrible y una bruja de madre —Vassago lo dispersó de sus pensamientos, le relató su idea con mucho entusiasmo y con una sonrisa contagiosa, dejando a Stolas asombrado—. Y porque esa niña no merece una crianza tan cruel, es muy joven y necesita un padre que la proteja.
Aunque la oferta era tentadora, Stolas se sintió confundido y no pudo evitar volver a subir sus defensas. Se atormentó ante pensamientos pesimistas y la desconfianza hacia todo y todos, costumbre que probablemente había adquirido de Blitz. Frotó su brazo con ansiedad y lentitud y bajó la cabeza en señal de que no quería verlo a los ojos.
—¿Por qué harías algo así? —susurró esa pregunta con algo de miedo—. Todos te odiarán si te quedas de mi lado y todo esto podría estropear tu reputación.
No sabía que era lo que obtendría Vassago como beneficio a cambio de ayudarlo. No había nada que pudiera darle realmente, de hecho solo saldría perdiendo si permanecía a su lado. Stolas no podía ver con claridad sus intenciones y aquello lo hacia sentir muy nervioso y en estado de alerta.
—No lo haré gratis —Vassago sonrió perspicaz y solemne—. Acepta quedarte conmigo hasta el final de la noche, hablando de cualquier cosa en la barra de bebidas. Ese será mi pago.
Stolas parpadeó confundido y volvió a enfocarse en el brillo sincero de sus ojos. Lo que le pedía a cambio de tenerlo, era su compañía. Alguien genial, carismático y querido quería gastar su tiempo y pasarlo junto a él, quien honestamente era aburrido, triste y opaco cuando no estaba ebrio. El único que disfrutaba de como era su personalidad, era Blitz.
Pero Blitz no estaba... y Vassago si.
—Quiero que pases esta noche aquí, gastando tu tiempo conmigo y contándome lo que has hecho estos años en los que no nos hemos visto —lo volvió a animar el pájaro rojo sin desdibujar su sonrisa relajada y sus intenciones amistosas y transparentes.
Se estaba mostrando tal cual era y sabía que Stolas era bueno para leer a las personas. Vassago, en definitiva, estaba siendo franco y no tenía intenciones maliciosas. Quería que su vínculo con el príncipe fuera más cercano y por eso quería conocerlo más.
Stolas se sintió un poquito feliz, pero eso era un secreto. No tenía amigos ni cercanos en la comunidad de pájaros reales. Y que Vassago se interesara en él, en establecer un vínculo cordial y respetuoso y que quisiera escucharlo hablar y abrirse ante él, que le quisiese prestar atención y se interesara, era algo que lo hacía sentir calidez. Quería conservar ese sentimiento, al menos un poco.
—... Acepto.
Chapter Text
El invierno entró como estación y la nieve fue la primera señal de que una helada contundente caería sobre las torres de Lujuria. Las calles acumulaban hielo y los habitantes bebían café caliente dentro de los negocios, sin pasear demasiado por las avenidas. En realidad, era un anillo que gozaba del calor de los climas cálidos y a sus residentes no les agradaba el frío de forma natural. Entonces, el invierno causaba que la ciudad se tornara solitaria y se apagara un poco.
La voz grave del rey volvió a sus oídos, era muy lejana. Su visión era borrosa y apenas podía distinguir el azul oscuro de su plumaje. Un rostro cansado que no lo veía directamente contempló la lejanía de sus propias tierras y se dirigió a Blitz.
"Cuídalo mucho cuando se sienta solo."
El imp despertó en el interior de su camioneta bastante alborotado, revolvió su cola hacia todos lados y regó las botellas y latas vacías que estaban por todas partes. Se quedó dormido a un par de calles del hogar de Fizzarolli luego de estacionar para revisar las noticias en su teléfono. Él solo quería descansar los ojos luego de dormir pésimo los últimos meses, pero...
Llamó por celular a Fizz por semanas enteras y nunca le respondió. Luego, llamó a su personal y corroboró que no se había colgado por la depresión. No estaba muerto, genial, solo estaba siendo un idiota que no quería responderle. Por eso iba a visitarlo personalmente, porque estaba preocupado.
Blitz se pasó una mano por la cara y volvió a enterrar su rostro contra el volante, tiritando de frío por las bajas temperaturas y estirando una mano para encender la calefacción.
No había día en la que el estrés no estuviera martillando su cabeza como si fuera un arma de hierro que quisiera procesarle los sesos.
No dejaba de pensar en Stolas. De hecho, cuando el pensamiento volvió a invadir su mente, quitó su celular de su bolsillo y volvió a corroborar las noticias de los periódicos. Habían pasado al menos dos meses desde que Blitz dejó de asistir a las veladas de la realeza y, en ese tiempo, los medios amarillistas no tardaron en torcer la realidad en sus titulares. Lo único que había en los medios de todos los anillos, eran fotos borrosas y rumores sobre Stolas.
El príncipe en el interior de cada fiesta, sonriendo hacia un hombre que no era él. Riendo y conversando con un bastardo de plumaje rojo y traje elegante que lo hacía reír. O retirándose todas las noches desde las puertas traseras con ese jodido imbécil, mientras el sujeto lo protegía de las cámaras y persuadía a algunos curiosos periodistas que empezaban a acercarse ante los rumores.
Ese pajarraco con portes de príncipe azul estaba haciendo reír a Stolas.
Blitz estaba muy jodido. No tenía ningún derecho a reclamar nada porque él fue quien dejó de acompañar a Stolas y era normal que alguien estuviera allí para él, porque Stolas era encantador, interesante y tan precioso.
Era muy normal que cualquiera quisiera robarle a Stolas, porque era el pájaro más hermoso que habitaba todo el infierno, tierno y gentil, suave y sensible. Tan dulce cuando lo miraba a los ojos, le hablaba de poesía, reía junto a él y cuando sostenía sus manos. Tan caliente cuando estaba sobre su cuerpo embistiendo y besando cada parte de su cuerpo. Cualquiera caería ante él, incluso los demonios de la realeza que eran infinitamente mejores que Blitz.
El imp se llenó de odio y el más horrible de los rencores y su furia lo hizo agarrar el celular y arrojarlo contra el piso de la camioneta con todas sus fuerzas. Rompió la pantalla y empezó a pisotearla una y otra vez si parar en un ataque de rabia porque nada de eso era justo.
Al final, se detuvo y se sujetó la cabeza entre sus manos con lágrimas de impotencia en sus ojos, apretando sus dientes y sus puños con fuerza. Se lo merecía, por supuesto que se lo merecía. Pero eso no significaba que doliera menos.
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Fizzarolli abrió la puerta de su habitación y se encontró con uno de los empleados de la fábrica de Asmodeus, un íncubo quien le sonrió tímidamente y le entregó el relicario que había reparado. La madera estaba intacta, solo cambió el espejo y lustró el interior. La reliquia era muy valiosa y había quedado como nueva.
—Gracias.
Fizz sujetó el objeto de gran valor emocional y le sonrió en respuesta al tipo por dedicarle tiempo a una reparación que no era de su incumbencia. Aún con esa mirada decaída y sus ánimos por los suelos, Fizzarolli guardó el relicario y se mordió el labio inferior al contemplar al íncubo, generando un poco de tensión caliente entre los dos.
Normalmente los empleados de Ozzie no estarían nerviosos ante su presencia, pero como era el jefe al mando desde que el rey no estaba, le tenían un poco más de respeto.
Levantó su mirada observó a los ojos al íncubo, quien era al menos dos cabezas más alto, muy fornido y fuerte. Fizzarolli entrecerró sus ojos apagados, retrocedió fingiendo una actitud sumisa y entre abrió la puerta de su habitación. Luego, serpenteó su cola con deseo y le esbozó una sonrisa tímida pero efectiva, la cual lo estaba invitando a probar algo prohibido.
—Hey... ¿Quieres pasar un rato?
El empleado escuchó los rumores y por eso estaba tenso. No obstante, al parecer era cierto. El imp del rey Asmodeus estaba llevando a algunos empleados al cuarto para satisfacerse y era normal luego de la ausencia de casi un año de su rey. El chico asintió muy animado y caliente, porque esa clase de oportunidades no se presentaba dos veces. Era un espécimen de imp muy hermoso y femenino, no había manera de que no quisiera probarlo.
Se encerraron. El imp dejó de sonreír y realizó el acto casi de manera mecánica, se quitó la ropa sin un gramo de timidez, decidió tomar las riendas y hacer que el acto no durara más de quince minutos. No necesitaba más.
Para ser honesto, Fizzarolli estaba acostumbrado a recibir cosas enormes y grandiosas en el sexo porque siempre recibía cosas enormes y grandiosas y jamás quedaba insatisfecho cuando era Ozz. Sus expectativas estaban por las nubes luego de estar con la Lujuria y era muy difícil satisfacer sus necesidades.
Pudo mantener la abstinencia los primeros seis meses, pero luego no lo pudo sostener. El tiempo pasó y masturbarse tristemente pensando en Asmodeus dejó de ser suficiente.
En general, cuando él estaba con Ozzie y se acostaban con otros, hacían tríos o estaban en orgías donde siempre podían echarse un ojo. Era extraño que al menos Fizzarolli tuviera apetito de otras personas independientemente de Asmodeus. Pero estaban abiertos, porque atar a la Lujuria no era físicamente posible. Antes de irse, Asmodeus le dijo lo de siempre: Lo único que consideraba infidelidad era acostarse con alguien si había sentimientos de por medio.
Bajo esa regla, ninguno de los dos fue infiel en toda su relación. Los términos eran claros y las necesidades físicas era un asunto aparte. De esa forma, ambos pudieron estar en paz durante tanto tiempo, siempre bajo ese acuerdo.
Cuando el íncubo salió de su habitación con un sonrojo ardiente en sus mejillas, cerró la puerta y casi se marchó a las corridas.
Fizzarolli se quedó sobre la cama con el abrigo del íncubo sobre sus hombros y totalmente desnudo y manchado de sus fluidos por debajo de las telas. Se sentó sobre su lugar y colocó un cigarro entre sus labios, lo encendió y contempló la nieve caer sobre el cristal de su habitación.
Sus ojos se volvieron grises al poco tiempo, porque todo dejaba de tener brillo a su alrededor. No se sentía sucio por estar con hombres que ni siquiera podían hacerlo venirse y que no le llegaban a los talones a Ozz, se sentía vacío porque no había nada en el mundo que lo hiciera olvidar a Asmodeus incluso en segundos que no debería pensar en él.
¿Jamás volvería a sentir placer o felicidad? ¿Asmodeus era el único que podía brindarle fuerza y color a su vida? Estaba enojado consigo mismo, estaba dolido porque por más que lo intentaba, no podía disfrutar de las cosas y su mente no podía dejar de pensar en él.
Se levantó de la cama y, con un rostro amargado, caminó hacia la ducha de su baño. Encendió el agua caliente, comenzó a frotar su piel con jabón quizá con demasiada fuerza y no se percató de que comenzó a llorar de la más pura frustración. Ahogó un grito de rabia y golpeó la pared con un puñetazo, sintiéndose culpable de no poder sentir nada. Y esa estúpida rabieta tampoco lo hacía sentir mejor.
Entonces, comprendió que no era su culpa. Fizzarolli no podía sentir porque estaba muy deprimido, era simplemente eso y no era algo que pudiera controlar. Le sucedió en la clínica de Ozzie, al menos el primer año. Estaba disociado y era incapaz de procesar emociones porque el dolor era demasiado, y esa depresión también le afectó el cuerpo y la cabeza.
Debajo de la lluvia caliente de la ducha, se abrazó a sí mismo y cerró sus ojos para intentar calmarse.
Pensó erróneamente que si tenía sexo con otros, podría sentir placer o al menos dejar de pensar. Pero cada vez que sucedía, se sentía peor después del acto y solo se reafirmaban sus creencias de que nadie lo podía hacer sentir bien, únicamente Asmodeus. Todo era incomparable cuando pensaba en Asmodeus, el sexo y el amor. Nadie era suficiente, nada parecía suficiente. Nada lo llenaba y nada tenía sentido.
Si, estaba deprimido como el carajo desde que él se fue. Y no sabía cómo manejarlo.
Alguien tocó el timbre de entrada de su habitación. Nadie hacía eso, todos golpeaban la puerta. A Fizzarolli le pareció raro, solo para recordar que le dijo a Blitz que hiciera eso para no confundirlo con alguno de sus encuentros casuales. Sintió vergüenza, le daba pena que Blitz supiera la triste forma en la que intentaba lidiar con su soledad. Y era aún más vergonzoso porque ni siquiera le funcionaba.
Salió de la ducha y trató de secar el agua caliente sobre su piel con algunas toallas. Se apresuró y lo único que logró colocarse fue ropa interior, uno de sus gorros de color negro para cubrir sus cuernos y una camisa grande y desprendida, de las que llevaba Ozzie cuando estaba en sus apariencias más pequeñas y discretas y que de todas formas le iban enormes a Fizz.
Sabía que tenía una apariencia desalineada, sus mejillas que todavía seguían ardiendo y las mordidas y moretones sobre su piel blanca y tersa gritaban por todas partes que acababa de coger con un hombre que ni conocía. Pero que Blitz estuviera tocando el timbre con tanta insistencia le daba a entender que no podía ignorarlo por más tiempo.
Abrió la puerta y se encontró con Blitz, llevaba una cara rabiosa que se notaba a kilómetros y parecía estar lidiando con la irritación más grande de toda su vida. Ni siquiera lo saludó, entró y empezó a armar una escena.
—¿Por qué mierda no respondes mis putas llamadas?!
Fizzarolli sabía que vendrían reclamos. Se distrajo por semanas y dejó de responder porque estaba efectivamente pasando las noches y los días con algunos de los empleados de la fábrica de dildos de abajo.
Y además, Blitz no tenía que estar ahí. Estaba al tanto de su complicada situación, de lo que decían los medios sobre su príncipe y como la presión debía estar consternando sus nervios y su ritmo de vida. Fizzarolli no debía ser una prioridad ni una preocupación, simplemente no debía ocupar ese espacio, no quería ser una carga. Ya tenía bastante con Stolas como para seguir sumando más problemas.
—¡Porque yo no importo! ¡Centra tu energía en Stolas ahora mismo, imbécil! ¡No seas un puto cobarde con él! —le respondió de la misma manera agresiva e irresponsable. Tomó asiento sobre un sofá en la esquina luego de cerrar la puerta y se cruzó de brazos mientras fruncía el ceño con su mismo grado de indignación.
Blitz iba a responder, pero cerró su boca al contemplar la habitación. Le costó procesar lo que estaba viendo, las colillas de cigarros en los rincones, las botellas de ron vacías, las botellas de lubricante y los dildos y juguetes varios de tamaños muy grandes sobre la alfombra.
Se giró lentamente hacia Fizz, con una mirada que lo juzgó de arriba a abajo. Pensó que tenía encuentros casuales de vez en cuando para descomprimir sus pensamientos, pero a juzgar por lo que estaba viendo...
—Esto es un cogedero.
Fizzarolli se indignó y se levantó furioso, solo para ocultar lo avergonzado que se sentía ante Blitz luego de que estuviera criticando con la mirada el desastre que ocasionaba en sus noches solitarias.
—¡No me dejas trabajar porque me saturo y me sobrecargo para no pensar! ¡Pues bien! ¡Voy a manejarlo como se me pegue la PUTA gana y no eres nadie para-
Blitz solo lo jaló del brazo para abrazarlo. Y lo sostuvo tan fuerte que no lo dejó protestar o ponerse violento. Fizz quiso separarse por instinto, pero sintió que Blitz necesitaba ese abrazo más que él, como si buscara alivio o un respiro. Blitz notó su cuerpo húmedo, su temperatura y su esencia, era obvio que había intimado pocas horas atrás. Se estaba volviendo un desastre con tal de sostener su realidad y tratar que las cosas no se derrumbaran a su alrededor.
No era agradable verlo así. Y sabía que para Fizz era muy difícil lidiar con su dolor sin implicar el sexo para lastimarse.
—No contestas, no me hablas, no me llamas —murmuró Blitz en su oído—. Estoy preocupado, ¿no lo entiendes?
La voz de Blitz se rompió. En ese mundo, Fizzarolli era su cable a tierra y si perdía eso, se moriría de la angustia. Y cuando el contrario comprendió lo vulnerable que estaba Blitz, se arrepintió de su forma de contestar y de ponerse a la defensiva. Estaba frustrado y molesto consigo mismo, no con él. No tenía porqué descargarse con él.
—Lo lamento... —Fizzarolli lo abrazó de la misma manera, con necesidad y afecto sincero. Lo acarició con un semblante preocupado y enterró su rostro en su cuello. No quería agobiarlo con sus problemas, pero comprendió que también necesitaba a alguien con quién compartir su dolor. Fue egoísta en alejarse y asumir que no lo necesitaba.
Luego de un par de horas, ambos salieron al balcón a fumar y a contemplar los altos edificios de la ciudad de Lujuria.
—Es duro, pero las cosas no cambiarán, solo tienes que resistirlo.
Luego de cada cosa vivida, no podía ser tan malo. Fizzarolli era el que más entendía a Blitz, él pasó mierdas similares desde que empezó a vivir con Ozzie.
Era la gran estrella de Mammon y tenía renombre y prestigio. No obstante, era solo una zorra oportunista por dormir con Asmodeus y quedarse en su hogar. Un imp solo podía escalar así, según lo que todos creían. Por supuesto que fue humillado y avergonzado, era el único que podía comprender a Blitz en ese tipo de situaciones que solo los colocaba en un lugar vulnerable y jodido únicamente para que sus parejas no perdieran el respeto ante su noble comunidad de ricos privilegiados.
—No puedes evadirlo. Habla con él sobre esto, tienen que solucionarlo —le dijo mientras largaba humo de cigarro y posaba sus brazos en la barandilla de metal de la azotea.
Su rostro estaba demacrado y sin vida, su cuerpo no se sentía diferente. A pesar de que las manchas oscuras por debajo de sus ojos parecían no querer desaparecer por lo poco que dormía, Fizzarolli quiso permanecer lúcido y coherente ante Blitz. Él necesitaba un apoyo y a un amigo cercano para intentar lidiar con una situación en la que solo él podía empatizar.
—Aguantar esas mierdas no es el problema —Blitz largó humo negro de su cigarro y perdió su mirada sobre la ciudad—. Tengo miedo de que Stolas pierda a Octavia para siempre, solo porque está con alguien como yo. Con alguien que nunca van a aceptar.
Nadie se atrevió a decir nada más. Fizzarolli lo observó de reojo con su misma preocupación. Blitz estaba llegando a esa clase de conclusiones porque no le estaban dando esperanza.
Efectivamente, nada iba a cambiar. Aunque intentaran hacerse valer, incluso aunque Stolas hubiera marcado un precedente en el juicio contra los pecados y esa fuera la primera vez que un imp hubiera sido salvado de las garras de Mammon, eso no significaba que la realeza fuera a ser justa.
No, claro que no, ellos solo se volvieron más vengativos y más reacios a respetar a los seres que consideraban inferiores.
Blitz se cruzó de brazos sobre el barandal y cerró los ojos derrotado y sin encontrar una salida. Stolas iba a progresar y a conseguir sus objetivos cuando se alejara de él.
—Y sé que cuando entienda que yo no lo valgo, va a irse. No sé cómo voy a sostenerme... cuando eso suceda.
Le dio la espalda a la ciudad y se sentó sobre el piso, apoyó su espalda contra las rejas y reflejó esa angustia y resignación en su rostro. Él se enamoró de Stolas, pensando ingenuamente que todo podría estar bien si permanecían juntos. Cayó por él, totalmente. Y ya no podía imaginar un mundo en el que pudiera ser feliz sin él.
Se cubrió el rostro y luego miró sus manos con un sufrimiento que jamás pensó que volvería a experimentar.
—Siempre es lo mismo, ¿sabes? No importa cuánto lo intente, yo nunca puedo marcar una diferencia positiva en la vida de las personas —se lamentó en voz alta—. Si desde el principio, yo no hubiera llegado, él aún estaría con Octavia y sería feliz y...
No pudo seguir. Fizzarolli se arrodilló a su altura y colocó una mano sobre su hombro, sacudiendo su cuerpo para que pudiera despejarse de ese mar de mierda negativa que le estaba invadiendo el razonamiento.
—Marcas la diferencia en la vida de las personas, haces cosas increíbles por los que amas. Claro que lo haces, en la mía lo haces —llevó una mano a su propio pecho y cubrió su corazón—. Me sostienes cuando ya no puedo seguir.
Fizzarolli le devolvió el rumbo, como tantas veces hizo Blitz por él. Se quedó sentado a su lado, enroscó sus brazos contra el brazo de Blitz y reposó su cabeza sobre su hombro, ambos apoyándose el uno al otro en situaciones diferentes que no parecían tener solución.
Al final, Blitz sonrió de lado y sostuvo la mano de Fizzarolli, entrelazando sus dedos con los de él con mucho cariño.
—Estoy aquí porque Asmodeus me dijo que te cuidara —hizo una breve pausa, solo para mirar de reojo a Fizz y sentirse afortunado de tenerlo—. Se lo prometí. De todas formas, lo hubiera hecho aunque no me lo hubiera pedido.
Fizz sintió su labio inferior temblar. Apretó más fuerte la mano de Blitz y decidió ocultar su rostro contra su pecho y sostenerse de él, resistiendo las ganas de llorar con todas sus fuerzas. Ya no quería seguir llorando, ya no quería que doliera. Tampoco soportaba seguir esperando, no sabía cuánto tiempo podría seguir haciéndolo sin perder la razón. Pero Blitz seguía ahí después de todo ese tiempo, y eso era muy valioso para él. Era la razón por la cual lo quería tanto, porque era un amigo que estaría allí de forma incondicional.
Notes:
Estoy actualizando en otra plataforma día a día y cuando puedo vengo y vuelco todos los capítulos aquí. Por eso no se sorprensan si vengo y subo diez capítulos de la nada jaja.
Chapter 10: Profecía de hielo
Chapter Text
"¿Podrías venir? Solo por hoy."
"Blitz, hoy de verdad es importante. En serio, por favor, tienes que venir."
"Blitz. Por favor..."
A pesar de que Stolas estuvo mandando mensajes durante todo el día, no recibía respuesta de Blitz. Sujetó el celular entre sus manos y lo apretó con mucha fuerza, con desesperación y muchísima angustia.
El tiempo estaba corriendo, no había más alternativas o esperanzas, ese día era su ultimátum. Estaba allí, sentado junto a Vassago en la limusina de este último. Cerró sus ojos y aún con el celular encendido, siguió rogando internamente por una respuesta.
Sin embargo, ya no podía seguir esperando. Vassago colocó una mano sobre su hombro y lo observó preocupado por el horario. No quedaba mucho para que la fiesta diera su final y ambos debían entrar para hablar directamente con el juez al menos una última vez. Ambos se miraron con sentimientos desafortunados, porque ya no podían esperar o pretender que Blitz llegaría.
El ambiente no se veía fácil, los cimientos de la estructura lujosa estaban cubiertos de hielo, al igual que las puntas del edificio de gala y las decoraciones goticas talladas en agua petrificada. El hielo solo representaba al anfitrión de esa última reunión, el que más aportó dinero y presencia y el que tenía más contactos cercanos y cordiales con los nobles.
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Algunas miradas indiscretas se dirigieron directamente a él. Stolas escuchaba con regularidad esa clase de rumores solo porque estaba con Vassago en cada una de esas noches, pero de igual manera, todos eran títulos engañosos y sin sentido. Ninguno le prestó atención, los de la realeza se dedicaban a decir mentiras cuando los veían juntos. Vassago solo era un caballero y el único que lo había cuidado como lo merecía, no había nada más detrás de todo eso según Stolas.
Cuando la imponente presencia del demonio águila se interpuso en su camino, Vassago entrecerró sus ojos sin ninguna clase de objetividad e iluminó con color fuego sus pupilas. El juez no le agradaba por estar de parte de Stella y su familia, era una persona corrupta e injusta y no podía soportarlo. Stolas se quedó de pie frente a él mientras el ave de plumaje rojizo se mantenía firme a su lado.
—¡Oh, que maravilloso encontrarte aquí, Vassago! No te habíamos visto en estas reuniones desde hacía mucho tiempo —vociferó el renombrado juez sonriendo con verdadero entusiasmo—. Aunque es normal considerando tu trabajo por fuera de los centros, debes estar muy ocupado. Es un gran honor tenerte aquí.
A pesar de que él no era el organizador, el demonio águila que impartía justicia siempre era el centro de las fiestas y todos se le acercaban para llenarlo de halagos y servicios únicamente por su posición. El juez, alto y fornido, sacudió sus plumas oscuras e iluminó sus ojos hacia Vassago y Stolas, quienes lo miraban como si fuera una amenaza.
—Te has alejado mucho y es bueno volver a verte en contacto con los nobles señores que siempre asisten —el águila era cordial y respetuosa porque Vassago poseía una jerarquía muy alta en su rama de los Goetia, no podía faltarle el respeto. No obstante, miró hacia sus lados y arqueó una ceja con dudas—. Um, esto es extraño, ¿dónde está el imp en cuestión?
Esa era la última reunión en la que el noble juez asistiría ya que poseía una larga agenda apretada en otros círculos y debía viajar por un tiempo indeterminado. Stolas se afligió al no saber cómo revertir la situación o como excusar las ausencias de Blitz a esa altura de las cosas.
—Señor, él no...
—No vendrá. No luego del trato que tuvo con él, señor —Vassago contestó ante la inseguridad de Stolas, lo protegió en ese aprieto y manejó la situación—. Perdóneme por tener que decírselo, pero usted fue muy grosero y duro tanto con Stolas como con ese imp.
El juez suspiró y recogió una copa de champagne brillante por parte de un sirviente. Los observó de reojo antes de beber el alcohol y no le dio mucha importancia al comentario.
—Pues el imp es bastante blando si se ofendió ante un par de bromas.
Stolas apretó sus dientes con todas sus fuerzas y se llenó del más puro resentimiento. Ese hijo de puta lastimó a Blitz, lo hizo sentir la peor basura del mundo y lo humilló de una forma cruel sin tener razones. Era imposible perdonarlo o no despreciarlo, porque todos sus actos fueron detestables y su soberbia sobrepasaba los límites.
—Es una lástima. Al parecer, nunca nos tomó en serio y, el proceso judicial de tu hija, lo es —se enfocó en el búho luego de beber su copa de champagne de un solo trago—. Lo lamento por ti, Stolas. Pero debo decir que no me sorprende su irresponsabilidad viniendo de alguien de clase baja.
No había nada más que hacer. El sujeto los dejó con una sensación terriblemente amarga en sus pechos.
—Me apena decir que esto es solo el comienzo. El rey está colaborando con tu ex esposa en un acto realmente noble —le informó refiriéndose al rey Paimon—, la justicia está de su lado, Octavia te suplantará en pocos años. Sabes lo que significa, estoy siendo considerado al advertirte —observó al búho con seriedad por primera vez—. Si mi querida Stella lo logra, tu hija ya no tendrá ninguna necesidad de tener contacto contigo nunca más, Stolas.
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Unas horas pasaron. Stolas estaba perdido en sus pensamientos y en el agujero de oscuridad que se expandía en el interior de su pecho, se sentía devastado. Permanecía sentado en la barra de bebidas junto a Vassago, pero no tenía ánimos de beber ni un poco. Quería llorar, pero estaba resistiendo. Mantuvo su cabeza baja y sus ojos perdidos y grises en algún punto indefinido de su copa de vino, porque estaba intentando calmarse y no estaba dando resultado.
Esos pensamientos que nunca quiso llegar a tener, estaban allí. Su corazón estaba tan roto, tan vacío y solo, ya no podía seguir cubriendo lo que le sucedía o evadir las dudas que lo estaban corrompiendo.
Stolas, por primera vez, comenzó a replantearse si estar con Blitz lo valía. Y estaba teniendo esa clase de cuestionamientos porque no solo no se presentó en la noche más importante de su vida y no contestó ni un solo mensaje. Stolas se sintió y abandonado, siempre justificando sus ausencias y tapando el sol con un dedo.
Octavia era lo más importante para él. Y Stolas creía que Blitz lo tenía en cuenta y que como lo amaba, estaría dispuesto a sacrificar lo mismo que él. Estaba equivocado. A Blitz no le importaba de la misma manera, pensó aquello como una realidad y quiso dejar de justificar a Blitz. Aunque su presencia no hiciera un cambio, lo había necesitado todas las noches allí junto él. Aunque no hiciera la diferencia, necesitaba de su compañía y de su contención, del amor que tanto le daba cuando estaban solos. Y no estuvo para él, Blitz le falló y eso era tan doloroso que apenas podía respirar sin largar lágrimas.
Stolas sujetó el brazo de Vassago y apoyó su cabeza de lado contra su hombro, entrecerró sus ojos y sintió su propio cuerpo débil y quebradizo. Había tomado una decisión muy viseral y contundente. Pero estaba lleno de dolor y ya no podía seguir, no luego de saber que no volvería a ver a su hija en años y que probablemente la decisión podría ser permanente si su padre así lo quería, porque la voluntad del rey era más fuerte que la de cualquier juez en el mundo.
—Gracias, Vassago. Por todo —susurró con una voz apenas audible—. Creo que ya no tiene sentido seguir viniendo. De todas maneras, te agradezco de corazón lo que has hecho por mi —Stolas sentía un nudo en la garganta, pero quiso al menos agradecerle sin romper su voz—. No fue tan malo porque estuviste cada noche aquí, a mí lado. Eres un buen amigo.
Vassago pasó una mano por la espalda de Stolas y lo frotó con ternura, solo para aliviar un poco el frío de su cuerpo. El búho solía emanar tanto brillo propio cuando sentía alegría o le sonreía, le destrozaba ver como su felicidad se apagaba por completo y como todos parecían empeñados en arruinarle la vida. Stolas no era una mala persona y tampoco era un mal padre. Que lo condenaran así solo por estar con alguien de una raza diferente era la peor de las injusticias.
—Podemos seguir hablando fuera de todo este ambiente pesado —le sugirió Vassago al sentirlo así de próximo—. Esta no tiene que ser la última vez.
Cuando Stolas lo escuchó, un poco de alivio llenó su pecho. No quería que fuera la última vez, de ninguna forma. Quería a esa clase de compañía incondicional, a un amigo que de verdad lo quisiera y lo acompañara. Sobre todas las cosas, a alguien que lo comprendiera y se quedara.
Vassago y él tenían muchas cosas en común, más allá de pertenecer a diferentes ramas lejanas de los Goetia. Sus gustos eran similares, conocían a las mismas personas, leían los mismos libros y escuchaban la misma música. A ambos les interesaban las mismas cosas y jamás se sintió juzgado por Vassago, como solía suceder con otros hombres de la realeza. Se sentía cómodo con su compañía, sentía calidez y nunca había sentido algo así con otro hombre que no fuera Blitz.
—Vernos de vez en cuando... sería agradable —aceptó Stolas con una pequeña sonrisa tímida. Ambos se miraron a los ojos con ese pequeño ápice de felicidad, era como si los ojos rojos de los dos pudieran brillar en sincronía a sus sentimientos.
Una brisa helada llegó hacia ambos y los estremeció inevitablemente.
—Oh, cuando escuché que estaban aquí, pensé que era solo una broma de mal gusto.
Vassago y Stolas voltearon al reconocer esa voz altanera y soberbia. Andrealphus era el anfitrión de la fiesta y el más reconocido por codearse con los hombres más adinerados de todos los círculos sociales, además de su hermana. El ave de hielo avanzó con un paso elegante hacia la pareja y no borró su sonrisa cruel y sarcástica hacia los dos, quienes no dudaron en observarlo de una forma hostil.
—¿Ustedes dos juntos, ah? —no pudo evitar reírse al ver una escena así de ridícula—. Nunca creí ver algo tan asqueroso y vulgar creándose en mis aposentos.
—Te alegra mucho encontrarte conmigo luego de tanto tiempo, ¿verdad, Andy? —respondió Vassago con hartazgo al contemplar la forma en como Andre desprendía humo helado desde el largo de sus ropas—. También es muy desagradable volver a verte para mí. Lárgate y déjanos en paz esta noche, ya tuvimos más que suficiente.
Stolas estaba comenzando a incomodarse porque cualquier situación que involucrara a Andrealphus se tornaba peor que cuando estaba Stella presente. Ella era venenosa, pero su hermano era un creído y un imbécil sin consideración.
Andrealphus dejó de sonreír. No miró a Stolas directamente ni una sola vez desde que llegó hacia ambos y se enfocó en Vassago, porque iría al grano para poder resolver los rumores que medio infierno estaba divulgando.
—¿Por qué proteges a Stolas? —agudizó su mirada azul hacia Vassago mientras fragmentos de hielo rodeaban sus pies—. Es un paria ahora mismo.
—¿Por qué te importa lo que haga o deje de hacer? ¿Desde cuándo te importa? —le retrucó el ave de plumas rojizas frunciendo el ceño con su mismo nivel de hostilidad.
—¿Estás a su lado porque te da lástima su futuro? ¿Ya le arruinaste la vida también? —Andy se carcajeó de forma creída y ladeó su rostro abriendo bien sus ojos con un aura siniestra rodeándolo—. Lo único que haces es destruir a todas las personas con las que te involucras.
—Si te deja tranquilo y hace que te largues de aquí, te lo diré —le contestó el contrario con un semblante serio—. No he visto su futuro y no planeo hacerlo.
—Tú no ves el futuro, Vassago —Andrealphus dio un par de pasos al frente dejando un rastro de hielo ramificado y llegó a un par de centímetros de distancia de él—. No eres un amable profeta que otorga esperanza a los necesitados.
Stolas empezó a preocuparse por alguna razón. Quiso tomar el brazo de Vassago, hacer que se levantaran y se marcharan de allí antes de que la situación escalara de una forma incontrolable. Sin embargo, Vassago se puso de pie y enfrentó cara a cara a Andre, lo desafió con la mirada y apretó sus puños fuerte ante su pedante y engreída actitud.
—Tú eres el que escribe el destino de los hombres —se burló Andrealphus con una sonrisa perversa y sin un rastro de pena al exponerlo—. Los condenas a sufrir las peores calamidades, sellas sus caminos y los vuelves completamente irrevocables.
—¡CIERRA LA PUTA BOCA!
Vassago le gritó tan fuerte que todas las personas de la fiesta giraron hacia el escándalo que se estaba formando. Perdió el control porque lo que le estaba diciendo Andre le estaba afectando a tal punto que no había manera de poder controlarlo. Stolas notó eso y su nivel de alteración, la forma en como miraba a Andrealphus como si quisiera romperle la cara y la manera en como desprendía fuego rojo carmesí desde sus puños. Era como si su rencor no se debiese solo a su comentario, sino a algo que solo conocían ellos dos.
—Vassago, vámonos —le pidió Stolas en voz baja, volviendo a tomar su brazo con sus manos y tratando de tranquilizarlo—. Él siempre hace esto, no tiene caso.
El pájaro de plumaje rojo extinguió todo el fuego escarlata de sus puños. Su poder se había distendido, bajó la guardia solo un segundo ante la suavidad de Stolas y su noble intención de ayudarlo. Sin embargo, Andrealphus se sintió enfermo al ver como el búho quería apartar a Vassago de la situación y la forma tan natural y dulce en la que podía calmarlo.
—Si viste mi mierda, también verás la de él. No te la voy a dejar fácil, traidor hijo de puta.
Andy no temió armar una escena en su propia fiesta, porque era su lugar y nadie le diría qué era lo que podía hacer o lo que no. De un movimiento rápido, extendió la palma de su mano y arrancó los lentes dorados de Vassago, para enterrar sus garras contra estos, desprenderlos de su rostro y cristalizarlos en hielo en cuestión de dos segundos.
Vassago amplío sus orbes luminosos de forma atónita. Retrocedió y cerró sus ojos de inmediato, por simple reflejo se cubrió los ojos con ambas manos y se arrodilló en el suelo ante los fríos cristales de hielo que rozaron su piel. La caótica situación prosiguió, ya que Andrealphus soltó los lentes y estos cayeron al suelo, destrozándose en miles de pedazos luego de ser congelados.
—¡Andrealphus, ya vete! —le gritó Stolas con toda intención de proteger a Vassago luego de ese ataque directo. Se colocó por delante de su cuerpo y se enfrentó a Andre, quien arqueó una ceja con desdén y no borró su sonrisa descarada de su rostro.
El pájaro de hielo no pronunció ni una sola palabra más. Se marchó dando media vuelta luego de poner en vergüenza a ambos Goetia.
La persecución quedó en segundo plano ya que la mayoría de los invitados de la fiesta se centraron en Andrealphus y en como se volvía a integrar a los círculos sociales. No obstante, poco le importaba a Stolas la presencia de la perra de hielo en ese momento. Se arrodilló ante Vassago y colocó una mano en su hombro al notar con preocupación como cubría sus ojos. Por supuesto, sujetó los pedazos de lente en el suelo y supo que no había ningún tipo de forma de repararlos.
—Están rotos, Vassago —le dijo a su amigo en esas circunstancias—. ¿Estás bien?
Vassago asintió, no estaba herido a pesar de sentir la proximidad de ese hielo danino en su rostro. Apartó sus manos y mantuvo los ojos cerrados, ya que esos lentes especiales lo ayudaban a regular su poder, la magia y el don que le fue otorgado desde que nació.
Stolas notó el pesar en su rostro, ya que Vassago no quería verlo porque no quería violar su intimidad al predecir lo que le podría suceder. El búho no sabía cómo funcionaba exactamente su poder, pero eso era lo que sucedía bajo su punto de vista y según sus suposiciones. Jamás le preguntó demasiado sobre su don, el cual consideraba milagroso.
—No me molesta que veas mi futuro. Puedes ver lo que quieras, no es impertinente para mi —frotó su hombro y sonrió de forma dulce—. Y no te preocupes, no creo en ninguna de todas las mierdas que dijo Andrealphus, siempre inventa cualquier tipo de mentira para hacer quedar mal a los que odia.
Vassago bajó su rostro sin abrir sus ojos. Sabía que Stolas estaba tratando de tranquilizarlo y ese gesto resultó valioso para él. Aún en una situación y en un lugar donde el búho había resultado herido, estaba allí para él. Era sin duda un acto de bondad invaluable.
—¿Puedes... guiarme fuera del salón? —levantó un poco su mano para intentar encontrar a Stolas al ser incapaz de ver—. Debo tener un respaldo en mi limusina.
Stolas le tomó la mano y lo ayudó a levantarse. Lo sostuvo fuerte y quiso protegerlo, ya que era lo mínimo que podía hacer por un amigo como él.
—Claro, te voy a llevar. Lo encontraré y cuidaré de ti —dicho esto, el príncipe guió de la mano al contrario y ambos se retiraron del salón por las puertas traseras.
Por alguna razón, Vassago no quería ver a Stolas y por eso se negaba a abrir sus ojos sin la protección de sus lentes especiales. Stolas respetó aquello a pesar de que no le importaba que viera su futuro.
Ambos llegaron a la limusina de Vassago y, con el permiso del chófer, Stolas pudo entrar y revisar los compartimientos que estaban en los asientos de atrás. Efectivamente, encontró un repuesto y salió del vehículo, para luego cerrar la puerta y entregarle aquellos valiosos lentes protectores a su amigo.
Vassago sonrió agradecido y se colocó la protección adecuada sobre sus ojos nuevamente. Los abrió y observó a Stolas, para quedarse unos segundos en silencio y tratar de explicar lo que había sucedido allí dentro. Su manera de perder el control al solo ver a Andrealphus no era común, no había muchas personas que pudieran hacerlo sentir así.
—Andy tiene razón.
Se sintió algo avergonzado de admitirlo. Suspiró y caminó hacia un lado de Stolas, se apoyó contra la compuerta de la limusina y alzó su rostro para ver el cielo estrellado de esa fría noche. Todo bajo la atenta mirada de Stolas.
—Cuando veo el futuro de determinadas personas, no puedo controlar lo que veo. Hay tantas cosas que suceden y siempre termino enfocándome en los desenlances malos —le explicó un poco la forma en cómo trabajaba su poder, algo que pocos sabían—. Antes creía que el futuro podía cambiarse. Que si me esforzaba, podía revertir esos caminos terribles y esos finales realmente malos.
Stolas notó la voz triste en Vassago. Probablemente tuvo que pasar cosas verdaderamente duras como para decir algo así. Stolas tenía un poder similar cuando se trataba de las estrellas y las profecías, pero no era así de concreto y sólido. Vassago, literalmente, podía presenciar en visiones lo que le sucedería a los otros si se enfocaba en ello. Podía visualizar escenarios concretos.
—Pero descubrí que no puede cambiarse —admitió con angustia—. Está sellado y no importa cuánto lo intente. Si veo algo, siempre termina así.
Vassago se cruzó de brazos y se sintió un poco ansioso al hablar sobre su debilidad. Temía ver a Stolas a los ojos porque se sentía inseguro y avergonzado.
—No quiero ver algo horrible en tu futuro y sentir que no puedo intervenir ni hacer la diferencia —volteó hacia el búho, quien lo veía con su mismo tipo de preocupación—. No soy un profeta, soy alguien que trae mala suerte y desdicha. Y Andy debe estar bastante furioso porque ví el suyo... Indagué tanto que no fui capaz de decirle todo lo que ví. Porque no era nada bueno.
Stolas notó el sufrimiento en su voz, era mucho más complejo y difícil de lo que creía. No sabía que clase de historia tuvo con Andrealphus o de qué manera sus caminos pudieron chocarse, sin embargo lo que si sabía era que el sujeto era un especialista en hacer sentir una basura a cualquiera que tuviese como objetivo.
El príncipe tomó las manos de Vassago y se acercó a él para darle seguridad y fuerza, para transmitirle que no creía ninguna de esas palabras que sonaban en su cabeza como si fueran un fatalismo del destino.
—No traes mala suerte, yo no creo nada de eso —le dijo con gentileza y cuidado, mirándolo directo a los ojos—. Si algo así vuelve a suceder, sé que serás capaz de controlar tus visiones. Tu trabajo consiste en ver más allá y no es como si siempre perdieras el control. Eres muy fuerte.
Vassago sostuvo sus manos de la misma forma y se le quedó mirando aún consternado por lo que había sucedido en el salón. Se dejó llevar por la protección que le otorgaba, creyendo ciegamente que Stolas nunca sería capaz de hacer algo para lastimarlo.
—No, Stolas. No puedo controlar mi poder o el rango de lo que veo con las personas que me gustan.
Cuando Stolas escuchó esa confesión, dejó de sonreír abruptamente. Se sonrojó, toda la realidad le cayó encima de forma escandalosa y todo cobró sentido de un momento a otro. El shock inundó cada centímetro de su ser y, cuando Vassago reaccionó ante sus propias declaraciones, soltó sus manos y se sonrojó de la misma forma que Stolas.
—Ah, si, debo irme. ¿Háblame luego, si? —le dijo de forma muy apresurada y nerviosa—. Siempre estaré al pendiente.
Vassago se subió a su limusina de forma torpe y descuidada. El vehículo arrancó pocos segundos después, dejando a Stolas frente a las puertas traseras del salón y aún con una expresión atónita, sin poder salir de su asombro.
Chapter 11: La paz de estar solo
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
El frío del llamativo salón de fiestas se impregnaba a sus alrededores, tanto como los ligeros brotes de hielo que rodeaban en forma de nieve traslúcida las calles, al menos cada punto que era parte del territorio de Andrealphus.
Stolas permaneció envuelto en esa ligera nieve, mientras observaba como la limusina de Vassago se marchaba a su propio ritmo. Él también tenía que marcharse a casa en esa triste y noche de cielo oscuro y estrellas color diamante.
Con la amargura emergiendo de su alma y brotando por cada fibra de su ser, Stolas marchó por el lado contrario. Estaba dispuesto a abrir un portal para llegar directamente a sus aposentos y evitar cualquier viaje largo en limusina que solo lo haría pensar por mucho más tiempo sobre lo sucedido esa noche.
Ahora no solo sentía preocupación por su familia, por Octavia, la verdadera luz de su vida. Stolas había tomado una decisión muy dolorosa, cegado tal vez por todo ese sufrimiento en su pecho y por todo lo mal que se sentía en cada noche solitaria. Y sabía que no había marcha atrás, no había forma de que hubiera marcha atrás, al igual que tampoco lo había con su hija.
Una camioneta se estacionó bruscamente a metros del cuerpo de Stolas, quien retrocedió espantado y con lo ojos bien abiertos ante el escandaloso ruido del motor de semejante vehículo. Todos sus pensamientos se desmoronaron al reconocer la camioneta, sus ojos temblaron al ver la forma en como Blitz estaba descendiendo de su vehículo de forma apresurada y nerviosa.
Cuando cerró la puerta, se volteó y sus ojos preocupados se cruzaron con los de Stolas, quien se abrazó a si mismo casi como si se estuviera protegiendo de lo que sucedería. Se miraron el uno al otro, ambos con sentimientos muy fuertes y con tanto que decir.
—Si, eh, llegué tarde, muy tarde, lo siento por eso, es solo que... —Blitz estaba hecho un manojo de ansiedad y se sintió aún peor ante la forma en la que estaba observándolo Stolas, con la mayor de las decepciones—. Mira, sé que estás molesto por lo de la reunión. Yo... De hecho, quisiera conversar sobre esto. Y... sobre mis ausencias.
El búho apretó sus uñas contra sus propias ropas. Bajó su mirada y reconoció su propio cuerpo temblar de la rabia, de la impotencia y del dolor. No sabía cómo controlarse, porque nunca se había sentido tan decepcionado y herido ante el hombre que más amaba en el mundo. No era simplemente tener el corazón roto, era algo más allá de eso. Era como si no tuviera la capacidad de escuchar a Blitz o de volver a otorgarle su confianza.
—Es tarde, es muy tarde, en todo sentido —susurró el imp con mucha culpa y sufrimiento en su voz, ya que era perfectamente consciente de que la había cagado en grande—. Pero...
—Ya no tengo que venir —lo interrumpió Stolas con una voz oscura, pero firme—. No van a cambiar de opinión sobre mi o sobre nosotros.
Blitz cerró la boca y ambos se quedaron en silencio por largos segundos, ya que aquella respuesta dejó desencajado al imp. Stolas no se mostraba dolido, se mostraba evidentemente frío y distante.
—¿Qué? —trató de preguntar Blitz, ya que no sabía que era lo que había sucedido esa noche.
—No soy apto para tenerla —le respondió el príncipe, casi sin luz en sus ojos—. Mi padre... Él ya no me quiere en la familia y quiere que Octavia se convierta en mi reemplazo permanente, lo será en cuestión de años —le informó con voz quebradiza—. Ella ya no tendrá contacto conmigo porque él no lo quiere así y nadie puede interferir contra la voluntad de mi padre.
—No, espera, eso no tiene sentido —Blitz trató de entenderlo, pero no podía aceptarlo, no quería aceptar que ya no había ninguna forma de pelear por Via—, no pueden hacerte esto. Es ridículo.
—Se cansaron de mi —le aclaró el contrario con aún más impotencia en su tono de voz—. No han visto nada prometedor en mi nuevo estilo de vida y en las decisiones que he tomado.
Entonces, Stolas dejó salir esa frustración y todo lo que siempre se guardó muy en el fondo de su alma. Cada pequeña cosa que en algún momento creyó que podía ser diferente o sanar con amor, empezó a verse manchada.
Las faltas de Blitz, los errores, y los actos fuertes e imperdonables. Stolas contempló a su hombre sin ese manto de amor y protección que siempre le regalaba, nublado por sus peores pensamientos y por el dolor de tener a su hija lejos. Y fue capaz de ver más allá, porque el amor ya no era suficiente para él.
—Sé que es una mierda soportarlos, los he soportado toda mi vida. Pero solo era hoy, tenías que estar aquí para demostrar que esto te importaba —ya no sabía cómo comunicarle todo lo que le dolía y para que empatizara con su situación. De todas formas, era tarde—. Te rogué que vinieras. De verdad te necesitaba conmigo.
Blitz estaba petrificado ante el frío y el temor, lo miraba atónito porque lo conocía tanto que sabía que todo lo que le decía era a través de su dolor. Y fue culpa de Blitz, era enteramente su culpa que su pareja estuviera sufriendo de esa manera. Era por ser un egoísta, por tener miedo y por jamás creerse suficiente como para generar un cambio.
Stolas, en realidad, solo lo necesitaba a su lado. Y Blitz no estuvo para él cuando más lo requería.
—Yo hubiera hecho esto por ti.
Se lamentó el príncipe. Porque hubiera bajado todos los planetas y las galaxias por él, porque hubiera luchado sin importarle morir por él, porque lo hubiera dado todo sin importarle quedarse sin absolutamente nada. Así de ciego de amor se encontraba o, al menos, eso era lo que había sentido.
Sin embargo, el entender que esa clase de compromiso no era recíproco, le había destrozado el corazón en pedazos. Y de verdad sentía que no había nada que hacer para repararlo.
—Stolas... —pronunció Blitz con una punzada de pánico en su pecho—... no quise, lamento no poder-
—Estoy cansado de seguir justificándote todo el tiempo, ante todos y ante mi mismo —el príncipe se lo dijo, harto de tener que escuchar disculpas o excusas.
Blitz no podía aceptarlo con facilidad. Era como si no pudiera entrar en su cabeza. A pesar de que sabía lo que estaba sucediendo, no había manera en la que pudiera aceptarlo y tranquilizarse. Ese miedo súbito en su corazón no hacía más que aumentar.
—¿Qué mierda significa eso? —no quería oírlo, Blitz no quería oírlo. Se indignó, se llenó de rabia para cubrir su temor de volver al punto en el que estaba antes de conocer a Stolas.
Entonces, el príncipe lo miró a los ojos, buscando ese algo que antes lo estremecía y lo hacía apiadarse. No lo encontró, porque estaba vacío por dentro, casi como si su capacidad de amar se hubiera estropeado por culpa de ese hombre. Todo lo que había creído que era amor, apoyo incondicional y piedad, todo lo que siempre deseó en una relación y que siempre soñó junto a Blitz, se había roto. Y esa era la realidad, era algo que lo había decepcionado profundamente.
—Tal vez... nosotros necesitamos respirar un poco el uno del otro por un tiempo.
Fue muy tarde. Stolas fue el que decidió dar el paso y decirlo, tomando un valor que jamás creyó tener. Era como condenarse a volver a estar solo para siempre. Era muy inexperto en tener una relación emocional real y no se daba cuenta de que estaba tomando decisiones crudas porque estaba inundado de dolor y resentimiento por lo que había sucedido con Octavia y el juez que le advirtió sobre su separación permanente.
Blitz dejó de respirar, era como si su corazón se hubiera detenido repentinamente. ¿Estaba sucediendo de verdad? ¿Era Stolas el que lo estaba alejando de esa forma? ¿El mismo Stolas que le juró que jamás lo abandonaría?
—No puedes ir en serio... —el imp se agitó, sostuvo su pecho y sintió sus pulsaciones más frenéticas que nunca, como si estuviera por sufrir un ataque de pánico— ¿Por qué ahora? ¿Por qué no antes? He hecho cosas horribles y he cometido errores imperdonables un millón de veces, ¿POR QUÉ CARAJO ME ESTÁS DEJANDO AHORA?!
—Cuando se trata de Octavia, no puedo perdonarlo.
Stolas le respondió sin tener la fuerza para gritarle, y sin poder creer que Blitz tuviera el descaro de enfadarse. Trató de ponerse a su altura, a pesar de que le era difícil resistir una discusión en su estado.
—¡Carajo, Blitz! ¡Escucha mis palabras! ¡No te estoy dejando! —le aclaró con su misma desesperación—. Solo necesito un poco de tiempo. Quiero ordenar mi cabeza, quiero pensar en lo que tenemos y que ambos podamos acomodar esto. Y es evidente que tú también necesitas pensarlo.
—¿A quién carajo te estás cogiendo en todas estas putas juntas de pájaros de mierda?! —con lágrimas en los ojos, Blitz lo acorraló con una pregunta fuera de lugar ya que estaba totalmente desbordado por la situación— ¿Crees que no lo noté? ¿Crees que no ví todas las noticias en las que sales sonriendo en cada jodida foto?! ¿En estos ridículos salones junto a ese pajarraco de mierda que no deja de comerte con la mirada?!
Stolas se estremeció al ver a Blitz resistiendo las lágrimas, apretando los dientes y gritándole sin medir su forma de lastimarlo. Se quedó en blanco, escuchando la manera en como hablaba de Vassago y como solo había prestado atención a lo que sucedía con él esas noches, únicamente enfocándose en lo que ellos dos hacían.
El búho solo se cargó de más decepción, porque si a Blitz de verdad le hubiera importado, tendría que haber estado allí en vez de Vassago desde un primer instante.
—Y le sonríes de esa manera, como si lo miraras y entendieras que es mejor que yo —le expresó el imp con una voz que solo cargaba aborrecimiento hacia todo lo que tuvo que presenciar desde lejos—. Pues claro que sería mejor, él es parte de todo este puto ambiente hipócrita, con gente poderosa que tiene todo lo que quieres y necesitas.
Blitz rodó los ojos con una sonrisa sarcástica y cruel, viviendo el peor infierno dentro de su pecho y sin temor de largar toda la mierda que llevaba dentro, su peor versión, la que siempre quería ocultar y la que no quería que Stolas conociera. La que era celosa, tóxica y era manejada desde el dolor.
—Y tú aquí, dejándote ligar por un imbécil que aprovechó la ocasión al verte solo y desconsolado —le dijo con más aborrecimiento y asco que otra cosa—, ¿acaso no ves que solo quiere acostarse contigo?! ¿cómo puedes caer en algo así?!
—¡Tal vez porque al menos estuvo conmigo, se interesó en mi y en la custodia de mi hija! —Stolas se hartó de escucharlo y se defendió de una vez, al igual que defendió a Vassago— ¡Y a pesar de que no tenía ningún tipo de obligación, se quedó a mi lado hasta el último minuto de cada noche, peleó por mi, se preocupó por mi y no dudó en arriesgar su reputación y todo lo que tiene por alguien como yo!
Se cubrió los ojos con una mano, angustiado y absolutamente nervioso. Y ese frío descomunal que estaba atrapando y lastimando su cuerpo le fue contagiado inmediatamente a Blitz, quien aflojó su dura postura inquebrantable y volvió a contemplar como todo su mundo, su familia, todo lo que más quería cuidar... Se alejaba de él. Como todo se derrumbaba a su alrededor y como todas sus creencias sobre si mismo se confirmaban.
Al ver ese dolor creciente en Stolas, al volver a verlo sufrir por su culpa y al comprender que él era el origen de todo ese dolor, supo que volvió a arruinarlo, destruyó y rompió a la única persona que había amado sin temor a ser traicionado o abandonado. Y el precio que pagaría sería alto.
—Ya no me agradas —reconoció el búho al apartar sus manos de su rostro y al clavar su mirada sobre el suelo—. No me agrada que pienses que las personas no puedan ver nada bueno en mi, nada que no sea sexo. Esto se trata de que alguien se interese en mi, al menos un poco. Quiero ser escuchado cuando estoy suplicando que me acompañen en algo que de verdad es importante —su tonalidad bajó, porque perdió fuerzas. Estaba muy agotado y débil, ya que discutir con su pareja era algo que en serio le drenaba cada gota de energía vital y lo hacía perderse en sufrimiento—. No entiendo que sucedió, yo antes no te veía de esta forma. Tú eras mi todo y ahora ya no puedo ver nada de brillo en ti, Blitz.
El imp rodeó su propia extensión de su larga cola alrededor de sus piernas, sus ojos se volvieron opacos por las lágrimas que ni siquiera podía controlar y entrecerró sus ojos con las pocas fuerzas que todavía conservaba. Tenía la respuesta a cada una de sus dudas, porque era el patrón que tuvo que enfrentar durante mucho tiempo.
—Te diré lo que te sucedió —se enfrentó al búho y le explicó con crudeza la realidad—. Te enamoraste de mi, sin conocerme de verdad. Y ahora, me conoces. Y todas esas malditas vendas que cubrían tus ojos ya no están y al fin puedes verme. Ya no me idealizas. Puedes ver con precisión la persona que soy, y esa persona evidentemente no te gusta.
Se sintió ridículo por haber caído con tanta facilidad, por haber bajado sus defensas y creer que con Stolas sería diferente. No lo sería, no lo era. Blitz no era bueno para las personas y Stolas se tardó mucho en verlo como en realidad era.
—Es mi culpa porque me la creí desde el principio. Te creí cuando me decías que no me ibas a dejar y que solo querías estar conmigo.
Stolas se sostuvo el pecho, el cual sintió oprimido al instante por todo lo que le estaba diciendo. Estaba por abrir la boca y responder, porque ver a Blitz por lo que era no era sinónimo de que era el peor hombre existente. Aunque ellos hubieran llegado a un punto caótico y destructivo, no tenía que ser el fin. ¿Por qué Blitz quería rendirse tan fácilmente? ¿Era más fácil rendirse que cambiar para mejorar?
—¿Él te confunde?
Cuando Blitz preguntó aquello, volvió a elevar su mirada hacia Stolas, quien se sintió acorralado contra la pared una vez más. Era como si Blitz quisiera echarle la culpa, como si quisiera hacerlo sentir en falta y hacerlo pensar que él era el que había arruinado todo entre los dos.
—Solo dímelo, ¿él te confunde? —le exigió una respuesta de forma forzada, porque ya no podía soportar todo eso ni un segundo más. Estuvo formando un millón de situaciones en las que era engañado y tenía que al menos sacarse esas putas dudas de la cabeza de una vez.
El príncipe Goetia ni siquiera lo había pensado con detenimiento, porque todo había sido tan repentino. Blitz se empecinaba en abrir las heridas y hacerlo sentir peor, por eso mismo ya no tuvo la fortaleza de hacer algo más por ambos a esas alturas.
—Si, me confunde —susurró con vergüenza de decirle la verdad. Sabía que Blitz lo iba a malinterpretar, pero no tenía caso mentirle. Esa era la realidad después de todo con respecto a Vassago.
Esa declaración cegó a Blitz y lo volvió un animal rabioso, le hizo perder el control por completo. Cada pieza en su desquiciada y paranoica cabeza encajó y ya no pudo controlarse, porque si estaba siendo abandonado era por culpa de que ese desgraciado apareció y empezó a confundir a Stolas.
—¿Quieres un tiempo para pensar, dejar que te coja y luego venir y abandonarme? ¡PUES JÓDETE! —Blitz ya no estaba gritando, estaba ladrando sus respuestas sin medir que todo lo que decía solo podía causar un daño imperdonable— ¡No voy a esperar a que lo hagas, te haré un gran favor y seré yo el que se irá para siempre! ¡No te necesito! —lo señaló con tanto odio, sus ojos rojos cargados de furia y aversión se dirigieron únicamente a Stolas— ¡No necesito de tus mentiras, ni tu compañía ni tus palabras vacías! ¡Estaba bien sin ti antes y ESTARÉ PERFECTAMENTE BIEN SIN TI AHORA!
Stolas abrió sus ojos y empezó a largar lágrimas del más puro dolor. Blitz le estaba gritando demasiado duro y lo estaba hiriendo adrede con cada una de sus inseguridades y miedos. El búho sollozó dolorosamente cubriendo sus oídos y le dio la espalda para comenzar a caminar por el lado contrario con la sola intención de no seguir escuchando y escapar de él, porque no quería oír nada de eso proviniendo de alguien que amaba tanto.
—¡VETE A LA PUTA MIERDA Y DÉJAME SOLO! ¡NUNCA VUELVAS!
Exclamó Blitz a todo lo que le daba la garganta, de una forma atemorizante y monstruosa. Jadeó adolorido e intentando regular su respiración. Y cuando reaccionó ante la manera en como Stolas se marchaba por el lado contrario y sollozaba destruído sin poder dejar de llorar ante el miedo que sentía hacia Blitz, el imp entendió todo lo que había pasado.
—No, espera... —Blitz lloró de la misma forma, caminó detrás de Stolas a metros de distancia y no dudó en seguirlo— ¿de verdad estamos terminando para siempre? ¿Stolas?
Pero el mencionado solo caminaba sin querer mirar atrás ni una sola vez, sin querer escuchar a Blitz y con mucho miedo de él porque no quería volverlo a escuchar explotar como un monstruo cruel contra él nunca más. Lloró sin poder controlarse, porque ya no quería ver a Blitz nunca más.
—¿Esta pelea no es algo que se solucionará en la mañana? ¿No podré llamarte y disculparme por ser un gran imbécil? —las preguntas de Blitz en medio de su propio llanto fueron como súplicas, Stolas se alejaba de él y no podía hacer nada para salvar lo que tenían— ¿No es algo que podremos hablar? ¿De verdad me estás dejando? ¿De verdad ya no me quieres contigo?
Verlo cada día, escuchar su risa o apreciar su tierna sonrisa. Sentir la suavidad de sus plumas, de su dulce voz, sus manos entrelazadas, el amor que había en sus abrazos y en la manera tierna que pronunciaba su nombre en las noches, cuando se abrazaban hasta dormir.
Todo eso desaparició ante sus ojos.
—¡STOLAS!
Blitz cayó de rodillas al suelo al ver como el búho formaba un portal de magia y se sumergía en esa oscuridad para huir de él y desaparecer. Nunca podría borrarse la imagen de Stolas llorando con temor de escucharlo decir atrocidades y de ser herido por él. Blitz se cubrió el rostro con sus manos y colapsó en llanto al quedarse solo, luego de que el portal se difuminó en medio de la nada y Stolas decidió dejarlo.
Notes:
Aquí se termina el primer arco de la historia (serán tres arcos largos). Es la primera vez que publico un libro en emisión en esta plataforma y debo decir que me gusta bastante la comodidad de A03!
Chapter 12: Flor salvaje
Chapter Text
Las enormes gotas de lluvia golpeaban el cristal del ventanal, sonaban como golpes secos en el interior de la lujosa habitación. Lujuria poseía un cielo oscuro permanente, era como una noche eterna del mundo de los vivos. Sin embargo, a pesar de que esa oscuridad solía otorgarle un aspecto festivo y jovial a las calles gracias al matiz de las estrellas luminosas en contraste al cielo azul oscuro, los inviernos lluviosos en aquellas tierras se sentían aterradores. Las gotas eran grandes y voluminosas y los truenos rugían como bestias feroces. Y ese día, en particular, se sentía igual de frío y apagado que el exterior.
Contra el rincón de aquella enorme cama, Blitz se acurrucó contra el acolchado perfumado y se hundió contra las sábanas con todas las intenciones de desaparecer. Apenas y se lograban asomar sus grandes cuernos porque se encargó de esconderse en totalidad en aquel rincón, envuelto en mantas y suprimiendo sus sollozos de tristeza.
Una mano se posó por arriba del acolchado y lo acarició, ya que Fizzarolli se había sentado cerca solo para acompañarlo de forma incondicional. Miró hacia el bulto que formaba Blitz en ese momento con su propio cuerpo debajo de las mantas y se comprometió mentalmente en seguir a su lado a cualquier costo. Fizz frotó ese bulto y se sintió afectado al escucharlo sollozar, porque no había nada que pudiera hacer para calmarlo. Tenía que atravesar ese duelo y no existía chance de que no fuera doloroso.
Stolas y Blitz ya no estaban juntos.
—Deberías tomarte un tiempo del trabajo —le sugirió Fizz, ya que sabía que sus compañeros lo entenderían— Vamos, Blitz. Ven aquí. No estás solo.
Apartó un poco las mantas solo para enterrarse en esa porción de cama y llegar a Blitz. El contrario, al sentir como Fizz se le apegaba y le hablaba en un tono dulce y compasivo, se atrevió a aferrarse a él, a abrazar su cintura y sostenerse de su cuerpo mientras se acurrucaba en su regazo con el largo de su propia cola enredando sus piernas como si se tratara de un cachorro asustado.
Blitz lloró con vergüenza y dolor, sin poder contener el sufrimiento de un corazón roto. Era consciente de que podía mostrar esa parte de él frente a Fizzarolli, quien no lo juzgaría. No obstante, el hecho no dejaba de sentirse vergonzoso.
Stolas dejó a Blitz porque Blitz se comportó como una maldita perra egoísta y no se preocupó lo suficiente por el tesoro más grande para el búho: su hija. Era como si no pudiera dejar de cagarla con las personas que más amaba y aquel sentimiento tan desesperanzador solo lo hacía sumergirse en la más profunda de las miserias.
—... Soy un imbécil —murmuró contra el regazo de Fizz, apretando con fuerza su cintura y llorando como un niño pequeño en la falda de su madre.
—Si, lo eres. Un imbécil muy grande —le respondió Fizzarolli con bastante naturalidad mientras acariciaba la cabeza de su amigo por arriba del acolchado que lo envolvía—. Pero no me importa, estaré aquí para ti.
Fizzarolli era muy bueno para consolar a Blitz y lo sabía. Rozó suavemente esos largos y firmes cuernos con mucha calma, sonrió con la misma tristeza que acompañaba el alma de Blitz y trazó de inmediato un camino en su mente.
Debía hacer que dejara de llorar, al menos un poco en esos días o en todo el tiempo que quisiera quedarse allí. No podía curar ese dolor y también era muy pronto para olvidar cualquier cosa. Fizzarolli supo que su única manera de hacer que Blitz comenzara a despejarse, era recuperando un poco el tiempo perdido entre ellos.
—Vamos a bañarnos juntos —lo envolvió entre sus brazos de metal extensibles y levantó el bulto de mantas que tenían como centro a Blitz—. Siempre te hace sentir mejor.
El tiempo comenzó a pasar, efectivamente. Y aunque Blitz parecía un muerto en vida la mayoría del tiempo, con su mirada depresiva clavada en el piso y su rostro amargado y triste a todo momento, acompañado de una apariencia deplorable y un rostro echo mierda, Fizzarolli no se estaba rindiendo con él. Al contrario, a medida que los días continuaban avanzando, lo obligaba a hacer más cosas con toda la intención de que pudiera concentrarse en algo que no fuera Stolas.
—Te compraré tu ice coffee favorito.
Fizzarolli sirvió una docena de cafés helados alrededor de la mesa, mientras Blitz miraba como un zombie cada una de las bebidas.
—Dormir con mis bebés te hará feliz.
Otro día, Fizz le arrojó una docena de pequeños perros moscas y confió en que eliminarían su rostro de sufrimiento perpetuo al menos por cinco minutos.
Al final de cada día, aunque sus intentos no fueran exitosos, sonreía como si fuera una victoria. Tal vez solo era una victoria para sí mismo. Se esforzaba tanto en hacer que Blitz se sintiera mejor, que olvidaba un poco su propios problemas, miedos e inseguridades.
Fizz cuidaba de Blitz, lo obligaba a comer y a dormir, y tomaban largos y cómodos baños juntos, tal como cuando eran jóvenes. Cuando estaba tan centrado en Blitz y en idear todo lo que quería hacer para protegerlo, al menos dejaba de recordar a Ozzie por unos minutos.
Fizzarolli, luego de esas semanas, miró su reflejo en el espejo del baño después de mucho tiempo. Era como si hubiera perdido su brillo.
Se sujetó la cabeza entre sus manos y cerró sus ojos, totalmente atormentado. No se sentía bien, todo lo que hacía o trataba de hacer era insuficiente o inútil. No quería que Blitz atravesara lo que él estaba pasando. A pesar de que eran situaciones muy diferentes y difíciles, ambos estaban solos y tenían el mismo eterno miedo de quedarse solos, de morir solos.
Y cuando Blitz abrazaba a Fizzarolli en las noches y volvía a llorar contra su pecho, sabía que no era porque lo quería o porque apreciaba su compañía, siendo un perfecto hombro para llorar. Era solo porque necesitaba una contención, podía ser él o podía ser cualquier otro. Siempre se quedaba dormido, abrazándolo fuerte y susurrando el nombre de Stolas. Blitz solo necesitaba a Stolas, no había forma de que pudiera pensar en otra cosa y su mente jamás se movió de ese lugar.
Nada de lo que hiciera Fizzarolli era suficiente para Blitz. Nada lo llenaría, porque él no era suficiente.
¿Acaso nunca volvería a ser suficientemente bueno para nadie?
Fizz salió del cuarto para llegar a la cocina al costado de su habitación. Se sirvió un poco de agua en un vaso, bebió un sorbo y luego observó el interior del cristal mientras el agua cristalina se movía un poco. Eran las tres de la mañana y aquel sábado nocturno se oía como una grandiosa fiesta en el exterior de la penthouse, ya que los clubes estaban en su máximo esplendor en ese horario.
Se amargó terriblemente... porque él solo disfrutaba del club de Ozzie cuando Asmodeus estaba junto a él. Sin Ozzie, ese lugar solo era un castillo construido de recuerdos y nostalgia. Dejó el vaso sobre la mesa y, en medio de la cocina oscura, se cubrió el rostro entre sus manos y al costado del ventanal principal.
"Ozzie... Solo ruego que estés bien. Te sigo esperando."
Abrió sus ojos consternado al escuchar una risa, una carcajada maliciosa y enfermiza que solo sonaba en su cabeza y en ninguna otra parte. Empezó a sudar frío y trató de retroceder, los nervios y el pánico comenzaron a carcomer sus músculos y cada centímetro de su cuerpo, tanto así que jadeó intentando calmarse y deshacerse de esos sentimientos intrusivos que solían lastimarlo cuando todo marchaba mal.
La figura de Mammon se manifestó detrás de él, jalándolo con sus dos manos bajas desde sus pequeñas caderas y aprisionando su delgado cuerpo contra la mesada de la cocina. Fizzarolli, horrorizado y en shock, escuchó la voz gruesa y asquerosa de su fantasma mayor, de su pesadilla más grande, la cual siempre tomaba la misma forma y de la cual no podía deshacerse con facilidad luego de más de diez años de martirio sufriendo junto al gran pecado.
Como si fuera un tormento eterno, aquellas memorias se sintieron reales para él. El espectro en su cabeza jugó con sus propias emociones y las vulneró, diciendo todo lo que sabía y afirmando todas las creencias que imaginaba, pero que no eran ciertas. Él solo aparecía para torturarlo y confirmar todos sus miedos.
"Asmodeus no volverá."
Encajó sus enormes garras en los muslos de Fizzarolli y mostró la sonrisa más enfermiza y caótica, la cual le solía mostrar a Fizz cuando estaban totalmente a solas. El imp mantuvo sus ojos bien abiertos, pasmado y sin dejar de temblar del pánico.
"Y cuando menos lo esperes, serás mío una vez más, Fizzy."
Le murmuró muy cerca del oído a medida que estrujaba con más fuerza su cintura y lo apretaba de forma desvergonzada. Ese aliento caliente y sofocante le hizo sacudirse del miedo y estremecerse de pies a cabeza. Ese era uno de sus terrores más frecuentes luego de la idea de que Asmodeus no volvería: la simple posibilidad de que Mammon quisiera vengarse, enjaularlo, arruinarle la mente y destruirle el cuerpo de las maneras más aberrantes posibles, como ya lo hizo antes.
Fizzarolli despertó de su trance, cayendo de rodillas al suelo y encontrándose solo en la cocina, una habitación oscura y solitaria. Jadeó con demasiada desesperación al borde de hiperventilarse y se cubrió los ojos con ambas manos luego de sentir como las frías gotas de sudor caían desde su rostro.
—Fizz... ¿estás bien?
Sintió las manos de Blitz, lo escuchó correr hacia él y contener su cuerpo en su crisis nerviosa. No supo en qué momento apareció o cómo pudo saber que estaba allí, tal vez simplemente despertó y no lo encontró a su lado en la cama y aquello lo hizo preocuparse.
De cualquier forma, Fizzarolli agradeció tanto su presencia. No estaba solo después de todo, Blitz siempre velaba por su seguridad y agradecía tanto que fuera así. Apretó una de las manos de Blitz y lo miró a los ojos aún con los nervios emergiendo de su ser, sintiendo de cualquier forma que estaba siendo protegido por su presencia.
—Si, si, yo... Estoy bien —le aseguró con una sonrisa triste y opaca. Fizzarolli no se sentía solo desde que Blitz estaba allí, en ese lugar inmenso y vacío que ya no era un hogar desde que Ozzie se marchó.
Sin embargo, Blitz estaba pasando por una situación muy difícil y él manejaba sus mierdas de una forma muy destructiva, quizá aún más destructiva que Fizzarolli. De hecho, Fizzarolli no tenía idea de que la oscuridad de su alma lo hacía convertirse en un hombre horrible y sin escrúpulos, en su peor versión, en aquella que fue durante años y que Fizzarolli tuvo la suerte de no conocer.
Mientras Fizz se sumergió en desconfianza hacia el mundo y odio hacia Blitz por más de una década, Blitz tuvo una forma más ruda, brutal y explícita de lidiar con el abandono y la soledad. Él no tuvo la suerte de conocer a un salvador que le hiciera el camino más fácil, él enfrentó la vida solo y encontró gente rota e infeliz que potenció sus peores sentimientos y cualidades. No conocía otra manera de olvidar o anestesiar su dolor, haría lo único que sabía hacer para dejar de pensar o de sentir.
—Voy a salir, necesito drogarme fuerte y probablemente coger con desconocidos toda la noche —le avisó con un rostro estoico e indiferente, como si ni siquiera estuviera pensando en las consecuencias de sus actos—. Ya sabes, cosas que se hacen después de que te boten al tacho de basura.
Blitz nunca había sido abandonado antes. En realidad, él era el que huía antes de que las cosas se pusieran profundas, sentimentales o tediosas. Por eso cortaba vínculos, abandonaba personas valiosas, destrozaba corazones y nunca luchaba por nada o nadie. Ese era el verdadero secreto para no romperse otra vez, no formar lazos estrechos y cercanos nuevamente y alejarse ante el más mínimo indicio de que una situación así de personal estuviera sucediendo.
Rompió esa regla fundamental con Stolas porque pensó que sería diferente y porque toda esa cursilería barata del amor de verdad le llegó al alma. En definitiva, fue un completo estúpido al creerlo. Un ingenuo que se dejó destrozar una vez más.
Fizzarolli le tomó el brazo y lo apretó fuerte, lo observó a los ojos con genuina preocupación y quiso detener la idiotez que estaba por cometer con tal de lastimarse y frenar un poco su sufrimiento.
—Si haces eso en tu estado, harás cosas de las que podrías arrepentirte.
—¿Arrepentirme? —Blitz lo miró de forma cruel y con una sonrisa irónica y desalmada— Me dejaron y es obvio que Stolas me aborrece. Ya no tengo una razón por la cual tener límites o cuidarme o lo que mierda sea —hizo una pausa solo para correr su mirada de Fizzarolli y volver a apretar fuertemente sus dientes con disgusto—. Honestamente... da igual si muero de una sobredosis o me hago daño, solo quiero cogerme a por lo menos una docena de putas en algún club de mala muerte y reventarme con todo hasta olvidar mi propio nombre.
Fizz le negó desesperado, porque no podía enojarse al escucharlo hablar de esa forma irresponsable y dolida. Se preocupó, él solo estaba preocupado por Blitz, no podía permitir que nada le sucediera. Blitz era lo único que tenía en todo el mundo y quería protegerlo, sanar su corazón roto que no hacía más que desmoronarse en pedazos a cada día que pasada. Fizzarolli enredó con más énfasis sus brazos contra el brazo de Blitz y se sintió desesperado por no saber cómo llegar a él y persuadirlo, porque el contrario no parecía querer cambiar de opinión.
—Sé que te sientes muy mal por todo lo que sucedió, pero... Blitz, no debes ir. Quiero cuidarte, es en serio —dejó todo su orgullo de lado, como siempre hacía con su amigo ya que Blitz sacaba su mejor versión y también la peor—. No estás bien para salir, ninguno de los dos. Quédate conmigo. No te vayas...
Fizzarolli lo estaba intentando tan fuerte, estaba por suplicar como un jodido mediocre sin dignidad porque estaba asustado. Era mucho para él, tenía que lidiar con la ausencia de Asmodeus, con todos esos horribles fantasmas de Mammon torturando su cabeza en sus momentos de debilidad y también debía evitar que Blitz cometiera alguna estupidez. Solo quería compasión y paciencia, porque él tampoco estaba bien y ya no sabía de dónde sostenerse para no derrumbarse ante tantos golpes.
Sin embargo, Blitz se soltó de su agarre y los brazos de Fizzarolli volvieron a su lugar, deslizándose hacia abajo y retrocediendo ante la brusca forma en la que Blitz se apartaba y lo miraba de una forma verdaderamente hostil.
—Estás haciendo esto otra vez, me estás usando para no pensar en Ozzie —aquel acto lo ofendía. Blitz no era Asmodeus, él no iba a actuar como Ozzie solo porque Fizz lo necesitaba, Blitz estaba en otra frecuencia totalmente diferente y pensando de forma egoísta, en su propio dolor personal. Carajo, acababa de ser cortado y abandonado por el hombre que más amaba en todo el mundo y tenía el derecho de reventarse y herirse y nadie lo haría cambiar de parecer.
Ya nada le importaba, no iba a cambiar. Ni aunque le suplicaran de rodillas, ni aunque fuera Fizzarolli, no tenía caso. No iba a volver a ceder ante nadie, estaba harto de pensar en los demás ya que hacer eso fue lo que lo llevó a ese lamentable estado desde un principio.
—¡Claro que no! ¡Solo quiero ayudarte! —exclamó Fizzarolli al escucharlo confundir todas las cosas—. Blitz, estuviste conmigo de la misma manera. No quiero que salgas, que hagas toda esa mierda y te destruyas —sin siquiera pensarlo, Fizzarolli lo estaba tratando de salvar del método que él mismo utilizaba para sentirse mejor en su propia soledad—. Ese no puede ser tu modo de aliviarte, no puedes flagelarte con sexo y consumo... no puedes...
—¡Es exactamente lo que haces todo el tiempo! ¡No seas una perra hipócrita! ¡Y sigues eligiendo esa clase de escape sin importarte lo doloroso que es para mí verte de esa forma! —Blitz le gritó aquello de una violentamente, nunca se lo había dicho de esa manera porque no quería ser invasivo o entrometido. Pero estaba harto de reprimir sus emociones, ya no podía hacerlo.
Fizzarolli solo cerró la boca y bajó la mirada abrazándose a si mismo. No sentía que tuviera valor, pero Blitz si tenía valor para él. Fizz ya no era la prioridad de nadie, él ya no era amado y, de un momento a otro, se quedó solo. Sin embargo, no era lo mismo para Blitz, aunque el mismo Blitz no lo supiera. Fizz lo quería, le otorgaba el valor que poseía, lo veía valioso y era importante para él. Para Fizzarolli, la vida de Blitz era importante e irremplazable, aunque él no se sintiera así.
Pero su propia vida... la vida de Fizzarolli no se sentía valiosa o irremplazable, él no se sentía valioso, no sentía que valiera nada sin un propósito o sin poseer a la única persona que siempre estuvo allí para él. Asmodeus era el único que creía aquello, pero ya no estaba con él y, si no volvía, jamás habría alguien en todo el mundo que pudiera amarlo así nuevamente.
Entonces, Fizz solo tenía como objetivo aferrarse con uñas y dientes al único amigo que le regalaba confort. Aunque fuera un motivo egoísta, aunque fuera cruel, tener a Blitz con él era lo único que lo hacía sentir que valía la pena no rendirse.
Y ese sentir era un arma de doble filo porque adoraba a Blitz, pero aquel hombre que estaba allí no era la versión de su amigo que lo cuidaba y lo quería. Blitz era un manojo de ira, egoísmo y toxicidad, y eso era porque estaba roto. Fizzarolli no era consciente de lo herido que saldría de eso si continuaba aferrándose a la peor versión de Blitz.
—Fizz, escúchame —el contrario fue directo y dejó de intentar decir las cosas de manera suave ya que no poseía la paciencia—. Sé que te estoy dando un motivo para despejarte y estoy agradecido de que me cuides y me brindes este lugar. Y sé que también te estoy brindando lo que necesitas.
Blitz, en un acto de frialdad y apatía, ni siquiera se molestó en contemplar el rostro abrumado y angustiado de su amigo. Era como si no le tuviera afecto, era como si se hubiera convertido en un monstruo insensible... Era realmente como si Stolas le hubiera arrebatado y destrozado aquellas emociones que alguna vez lo hicieron sentir empatía y cariño hacia sus cercanos. Todo eso murió el día que Stolas lo dejó.
—Pero... tú, en este momento, no puedes darme lo que necesito.
Blitz sentenció aquello sin medir su brutalidad y su egoísmo. Quería escapar porque era lo más cómodo, lo que siempre resultaba fácil. No obstante, cuando se dio la vuelta y abrió un portal con la piedra Asmodeana que siempre llevaba consigo, Fizzarolli corrió hacia él con un semblante desconsolado y lo abrazó desde atrás con demasiada fuerza, porque odiaba la idea de rendirse con él. El rostro de Blitz siguió pertrificado en indiferencia y frialdad.
—Por favor, quédate... Hazlo por mi, Blitz. Por mi —Fizz enterró su mejilla en su espalda, escuchó el corazón de Blitz y tembló al aferrarse a él. No quería dormir solo otra vez, no quería sentir el vacío del abandono. Por eso se lo pidió, por eso se humilló a sí mismo y le rogó de esa forma.
Sin embargo, Blitz se soltó de su agarre y no miró hacia atrás ni una sola vez. Cruzó el portal. La forma en como empujó a Fizzarolli a un lado y simplemente se deshizo de él como si fuera insignificante fue un acto que causó que el propio Fizz se quedara sin habla y con los ojos bien abiertos por largos segundos, ya que nunca creyó que Blitz se atrevería darle la espalda de esa forma. Sus actos lo dejaron shockeado.
Blitz se desintegró al momento que atravesó el portal y este se cerró por detrás de él, dejando a Fizzarolli en la oscuridad de la cocina y sumergido en un silencio que reflejaba a la perfección el vacío en su corazón.
Blitz le dijo que él no podía darle lo que necesitaba, lo que quería. Blitz le dijo en simples palabras que no era suficiente para él, y aquella revelación lo destrozó.
Fizzarolli se cubrió el rostro entre sus manos y cayó en cuenta de lo verdaderamente solo que se encontraba, ya que Blitz no era ese amigo incondicional que alguna vez creyó. Los amigos no eran así, los amigos no lastimaban de esa manera. O al menos, el amor que Blitz le tenía no poseía la misma magnitud, su cariño no era igual de fuerte o leal que el de Fizzarolli hacia él.
Tal vez, al igual que Stolas, Fizzarolli había idealizado a Blitz al dejarse envolver por la dulzura y la fortaleza de su mejor versión.
Chapter 13: Una rosa en el jardín del demonio
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Los truenos fueron tan intensos que los cristales del ventanal azulado retumbaron. Una tormenta de invierno, de las que sacudían todos los anillos del infierno por igual. Una helada lluvia que caía con brutalidad sobre los vidrios de aquella mansión elegante rodeada de flores exóticas.
Stolas estiró sus delgadas piernas y caminó hacia el ventanal, su figura desnuda era estilizada y grácil con solo realizar movimientos simples. Colocó su palma sobre el frío cristal y se mantuvo callado, sus ojos rojos resaltaron en la oscuridad de su propio cuarto.
—Hasta no hace mucho tiempo, Via corría hacia mi habitación y lloraba en días así —Stolas le habló con la nostalgia invadiendo su corazón—. Quería que detuviera las tormentas. No podía comprender la idea de que soy incapaz de controlarlas... Ella pensaba que los astros, el clima y las estaciones eran lo mismo.
A simple vista, el escenario era fácil de leer. El plumaje de Stolas estaba desalineado y húmedo y, aún así, su silueta era perfectamente delineada por la luz que provenía del exterior en ese día lluvioso. Se veía hermoso a pesar de que el tiempo había pasado y su rostro solo expresaba malestar y un evidente estado depresivo.
Su cuerpo delicado, su figura frágil y femenina y sus largas piernas que se ajustaban bien a su delgada cintura. Todo eso lo hacía verse bello e inalcanzable, como el hombre más apetitoso en el infierno.
—Creo que solo tengo la habilidad de hacer que las tormentas empeoren con el tiempo —sintió unas manos fuertes rodear sus caderas desde atrás y aprisionarlo—. Realmente no puedo detenerlas.
El príncipe jadeó cuando Vassago lo aprisionó contra el cristal, estampó su cuerpo desnudo y vulnerable contra el ventanal y empezó a besar su hombro. Deslizó ágilmente su mano sobre la pelvis de su hombre, abrió los labios de su entrada con solo dos dedos y, desde allí, los hilos de semen se escurrieron entre sus largas piernas temblorosas. Lo habían hecho toda la noche, sin parar.
—Estás repleto de heridas, Stolas.
Vassago lo hizo gemir fuerte cuando sumergió sus dedos hacia dentro, los hundió hasta el fondo, revolvió y empezó a hacerlo sentir bien. Stolas formó puños con sus manos contra el cristal, pero no sé resistió. Él quería eso. La forma en como los fuertes brazos de Vassago le atrapaban las caderas y como dominaba su cuerpo... Era encantador y caliente. El cuerpo de Stolas estaba a su merced, porque le otorgaba exactamente lo que necesita: placer para olvidarse de todo.
—Permíteme sanarte.
Acarició sus nalgas con su mano libre, paseó el dorso de su mano por sus glúteos redondos y empezó a apretar y masajear al mismo tiempo que mordía su hombro desde atrás y metía y sacaba sus dedos de esa cloaca empapada. Stolas cerraba sus ojos y gemía desesperado, embistiendo su pelvis contra esos dedos que lo estaban corrompiendo, que estaban por hacerle tener un orgasmo potente.
Vassago lo quería tanto que aceptó ser su refugio mientras olvidaba al imp. Y aunque siguiera pensando en él, aceptó seguir sus órdenes y hacerlo olvidar. Aceptó quedarse porque no quería rendirse con él, y lo esperaría todo el tiempo que fuera necesario para que finalmente fuera elegido y amado por Stolas.
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Entró al club con la peor reputación de todo Lujuria. Era inmenso, al menos tres pisos llenos de luces y música estridente y electrónica. Blitz cerró el portal y con su mejor cara de pocos amigos, ingresó por las puertas que ni siquiera contaban con la seguridad correspondiente de cualquier club.
El lugar era como una zona libre en Lujuria, uno de los pocos lugares en los que realmente sucedían cosas malas. Sin Asmodeus protegiendo las tierras, esos pequeños agujeros de pecado tóxico y venenoso no hacían más que aumentar. El consentimiento o las drogas inofensivas no existían en esos antros.
Blitz tuvo ese episodio fuerte contra Fizzarolli. Y mentiría si dijera que la discusión no lo afectó. Estaba malherido por lo de Stolas y ahora también estaba preocupado por Fizz. Okey, dejaría de pensar. Tomó asiento en la barra de bebidas y cuando estaba por pedir algo fuerte, alguien en las lejanías lo reconoció.
—¡Hey! ¿Eres Blitzo?! —le gritó un íncubo de cuernos negros— ¡JODER, VEN AQUÍ, AÚN TE RECUERDO!
Blitz volteó, su rostro jodido por la miseria se iluminó al reconocer a un viejo, muy viejo camarada que se cogía con regularidad en Lujuria cuando apenas comenzaba su vida adulta. No solo era un revolcón, él le hizo conocer la vida nocturna y los vicios en los peores lugares del anillo, luego de lo que había sucedido en el circo.
El chico se le acercó para saludar. Sin embargo, Blitz se levantó y lo jaló del brazo para esconderse con él en un rincón donde pudiesen hablar y no ser aturdidos por la escandalosa música de fiesta.
—Mira, Nathan, estoy apurado —Blitz quería ir al grano sin pretender nada—, me harías un gran favor si tienes lo mismo que vendías hace tiempo.
—Woah whoa whoa. Despacio, galán —el chico agitó sus alas negras y se cruzó de brazos con desconfianza hacia el imp—. Ahora sales con un príncipe adinerado, ¿cómo sé que tus nuevos amigos de sangre azul no me condenarán a muerte si te vendo algo peligroso? —el incúbo no iba a arriesgarse por un sujeto que no veía hacía años—. La última vez casi pasas al doble infierno y no creo que ese búho esté feliz si algo así te vuelve a suceder.
Si, bueno, Blitz era un ex adicto. Y cuando estaba en el ruedo al principio de sus veinte, esa situación sucedía al menos una vez por año. Blitz consumía tanto sin ningún tipo de cuidado o precaución, que varias veces estuvo al borde de no regresar después de una sobredosis.
Recordó entonces, algunos accidentes, no todo era simplemente llegar quebrado y vomitar. No, Blitz terminó hospitalizado al menos diez veces porque su corazón no era de hierro. Y las sobredosis eran algo, por desgracia, recurrente.
En ese preciso momento, quizá eso era lo que necesitaba. Distraerse un poco, solo un poco. Además, Blitz aprendió. Ahora conocía sus límites.¿Los conocía, verdad? Bueno, solo había una forma de averiguarlo.
Reguló sus emociones y se enfocó en el íncubo, ya que necesitaba persuadirlo para acceder a la droga característica de Lujuria y reventarse como tanto quería.
—Yo ya no estoy... Da igual, solo dame esa mierda —le exigió—. Nadie lo sabrá.
El sujeto amplió sus ojos con asombro y comprendió la indirecta. No iba a mentir, estaba algo ebrio y no podía evitar la reacción exagerada al ser el primero en enterarse de las buenas nuevas.
—¿Blitzo soltero?! ¡NO JODAS! —gritó fuerte y claro. Señaló al imp y empezó a crear un escándalo en el rincón ya que más de uno en ese antro conocía al sujetó que se acostó con medio mundo en esa porción de Lujuria—. ¿Escucharon?! ¡Blitzo está soltero! ¡Ya no está con ese príncipe Goetia!
Algunas súcubos voltearon, varios grupos de hellhounds y hombres tiburón también lo hicieron. Y lo reconocieron. Blitz estuvo recorriendo muchos lugares luego del incidente y antes de volver a recontrarse con Stolas. Todo eso sucedió durante su largo noviazgo serio y sus orgías recurrentes junto a...
—¡AH, CARAJO! ¡CÁLLATE! —Blitz le tapó la boca porque no era necesario que todo el mundo lo supiera— ¡La O es SILENCIOSA, PEDAZO DE MIERDA! ¡Y NO TIENEN QUE HACER TODO ESTE TEATRO AL RESPECTO! —le gritó a él y luego miró al resto. Era simplemente incómodo y no quería hablar de eso porque precisamente llegó allí para olvidarlo.
Nathan entendió, se lo sacó de encima y quiso hablar sin pelear. Conocía el temperamento de Blitzo, de Blitz, más bien. Sacó de su bolsillo una bolsa de polvo azul y se la entregó en la palma de su mano con una sonrisa confiada.
—Es tu día de suerte, campeón. Esas zorritas de allá vienen de Envidia —el íncubo rodeó el cuello de Blitz con su brazo y señaló con la mirada a dos mujeres hermosas que reposaban en la barra de bebidas de la otra esquina de la pista—. Y están muy interesadas en probar esto y tener a alguien que les enseñe lo que es bueno.
Blitz sujetó la bolsa del polvo y enfocó su vista en las mujeres. No quería decirle que ya las conocía, pero así era. Tuvo algunas aventuras con esas bellezas, eran peligrosas. Él siempre estaba acompañado de su ex cuando se acostaban entre los cuatro y siempre la pasaban genial. No le parecía mala idea acercarse y volver a divertirse con las chicas.
—¡Suerte con esas bellezas, cabrón! —el íncubo lo empujó. Y Blitz atravesó la pista de baile algo desorientado. Entonces, lo pensó con detenimiento. Llegó a la barra y las miró de arriba a abajo, ambas señoritas de vestidos cortos y pieles azuladas lo miraron al mismo tiempo.
Lo reconocieron. Era imposible no reconocer a Blitz luego de todo lo que se divirtieron en el sexo y las giras de excesos que llegaban a durar semanas. Eran buenos tiempos, quizá los mejores. Blitz era un animal brutal en la cama, hacia que todas las mujeres y hombres cayeran a sus pies sin importar las razas.
No obstante, tenía un magnetismo particular con las hembras. Lo veían fuerte y varonil, un imp salvaje que sabía bien lo que hacía cuando estaba colocado hasta la médula. Cada persona que se acostaba con él, siempre quería repetir tarde o temprano.
—Aww, recuerdo al pequeñito rebelde —una de las mujeres estiró sus escamas y meneó su larga cola de anfibio al acercarse al imp sobre la mesada—. Ha pasado un tiempo, ¿verdad?
Blitz les sonrió, pero como estaba sobrio, pudo reconocer sus propias emociones. Él ya no era la misma persona que era cuando estaba en sus veinte. No porque no fuera un estúpido inmaduro adicto al sexo, eso seguía igual. Lo que no era lo mismo era el resto de su vida, la cual no encajaba muy bien con destruirse.
Se sintió incómodo cuando ambas chicas lo rodearon, ¡Él todavía no articulaba palabras y las dos ya estaban una a cada lado de su cuerpo!
Él se aproximó, pero la idea de morirse de una sobredosis dejó de ser divertida porque recordó la última vez. Él vomitando y ahogándose con su propio vómito mientras unas manos gentiles y femeninas lo sostenían y aquellos ojos dorados y dilatados por las drogas no dejaban de mirarlo con los nervios de punta. Blitz, en esas ocasiones, no estaba solo del todo, siempre era ayudado con mucha preocupación por...
—¿Por qué no nos entregas algo de polvo azul? —una de las chicas notó lo que Blitz sostenía en su mano—. No sabemos fumar, lindo.
—Esa es una mezcla que me encanta —dijo la otra con un tono seductor, ronroneando al costado del hombro de Blitz—. Es peligrosa y suele matar a demonios débiles.
—Pense que no sabías fumar, Jessica —Blitz habló a la defensiva solo para enfrentar a la mujer que quería quitarle la droga. Ese polvo podía esnifarse, pero las chicas de su raza no poseían fosas nasales y solo podían fumarlo.
—Vamos, vamos, solo vamos a divertirnos —la mujer que habló al principio abrazó a Blitz y aplastó sus pechos contra el rostro del imp con una sonrisa soberbia—. Es hora de terminar en una orgía de íncubos, como en los viejos tiempos.
Blitz la apartó, volvió a mirarlas con incomodidad. Estaba titubeando. En menos de cinco segundos, se recriminó por estar dudando tanto. ¿No estaba allí para eso? ¿Para romperse todo lo posible y olvidarse de Stolas? ¿Por qué estaba siendo un imbécil emocional luego de ser abandonado? ¿Por qué tenía tanto miedo de dar el paso y coger con otros, drogarse con otros y hacer orgías con otros? Ese siempre fue él, era su naturaleza. Y lo fue más que nunca antes de encontrar un propósito.
Quería permitirse hacerlo una vez más. Aunque eso implicara ser egoísta y dañar a los que aún lo querían.
"Es verdad... En este momento..."
Frunció el ceño, jaló a una de las chicas y besó sus labios. La mujer jadeó sorprendida y extasiada porque era hora de que el viejo Blitz volviera al ruedo, entonces comenzaron a entrelazar sus lenguas de forma libidinosa, sin impunidad. La chica contraria le arrebató la bolsa de polvo azul, bajó su brazo para abrirle el cierre de los pantalones al imp e introdujo su mano sin escrúpulo alguno.
"No tengo nada que perder o razones por las cuales cuidar mi vida."
En realidad, ambas chicas no querían pedir prestado un poco de la droga. Ellas querían llevarse toda la droga y dejar al desgraciado ahí.
No había otra manera, la chica de piel verdosa abrió la bolsa con sus garras, lamió un poco del polvo y lo convirtió en toxinas que se acumularon junto al veneno de sus colmillos. Entonces, si le inyectaba la sustancia a Blitz directo en las venas, podría deshacerse de él y huir con su compañera.
Probablemente el polvo azul era la droga más fuerte y costosa del mercado, una leve dosis no mataría el imp, pero inyectarlo era otra cosa. No les importaba, necesitaban huir rápido antes de que el cadáver se enfriara.
Se acercó al cuello de Blitz, lo envolvió entre sus brazos mientras su amiga lo besaba y cuando abrió la boca y acercó sus colmillos goteantes de brea color azul oscuro...
—¿QUÉ MIERDA ESTÁS HACIENDO, PEDAZO DE ANIMAL?! ¡Y USTEDES!
Blitz abrió los ojos, observó a la mujer a su lado a punto de incrustarle los colmillos y a la amiga de la susodicha apartándose del beso luego de que Verosika la arrastrara de su larga cabellera y la arrojara al piso. La contraria se alteró, se levantó y retrocedió con cara de asco al ver a la súcubo comportarse como una violeta psicópata contra su amiga.
Blitz se apartó medio segundo antes de ser mordido y no se alteró por la forma en la que le robaron el polvo, a diferencia de lo que ellas pensaban, era lo que menos le importaba.
—¡Esa cosa mata incluso a los más imparables imps si se los inyectas! —Verosika miró de reojo a Blitz, quien arqueó una ceja sin poder comprender el motivo por el cual lo defendía—. ¿Qué carajo pretenden?!
—¡Oye! ¡Tú lo quieres ver muerto cada vez que hablas de él! —acusó la chica que fue arrojada al piso, se levantó y la señaló con sus ojos encendidos en furia— ¿Desde cuándo te importa?!
—¡Zorra estúpida, no te entrometas! —le gritó la contraria con el veneno escurriéndose entre sus labios— ¡Queremos el polvo azul!
—Solo quítense de mi camino, ush.
Verosika rodó los ojos con hartazgo. Sujetó bruscamente el brazo de Blitz y lo arrastró fuera de la escena, la cual pasó bastante desapercibida por la enorme cantidad de personas en el club. Las luces, la música que rompía los tímpanos y la droga y alcohol en el ambiente causaron que el circo montado no se hubiese convertido en un escándalo.
Blitz se soltó del brazo de Verosika cuando estuvieron lejos. Encontrarla ahí no era extraño, porque lo más seguro era que estuviera vagando por Lujuria con su grupo de amigos cercanos de lunes a viernes. Lo extraño era que hubiera evitado que esas mujeres lo lastimaran. Si tenía en cuenta todo lo que ella lo odiaba, y todo lo que lo quería ver caer, sus actos no tenían sentido. Blitz observó con sospechas y desconfianza como ella tomó asiento en la barra, pidió dos vasos de jugo con hielo, literalmente jugo, y le ofreció el sobrante.
Si, algo estaba muy raro allí. Dudó tanto que tomó asiento y revisó el vaso de todas las maneras posibles. Quizá ese de verdad tenía veneno. Verosika volvió a poner los ojos en blanco al observar como Blitz estaba tratando de encontrar el truco o la trampa en eso, pero la verdad no había truco.
Y cuando se aseguró de que ella no tenía dobles intenciones, Blitz se incomodó demasiado. ¿Qué era esa situación? ¿Por qué Verosika lo ayudaría o le ofrecería un JUGO en un antro en el que lo mínimo que podía suceder era terminar con todas las enfermedades venereas existentes?
—¿Esa cosa de verdad mata imps cuando te la inyectan? —le preguntó intentando no sonar abrumado por su propia confusión—. Solo recuerdo fumarla y era genial.
Era incómodo romper el hielo, pero era más incómodo estar ahí involucrado con alguien que ni siquiera querría recibir un "gracias".
Si lo recordaba con detenimiento, Verosika y Blitz nunca hablaron como personas adultas ni coherentes nuevamente luego de cortar. Cada vez que se cruzaban por alguna horrible casualidad solo había insultos, degradaciones y humillaciones por ambas partes. Nunca hablaron de lo que pasó, tal vez porque era doloroso o porque no tenía caso rememorar cosas que no tenían arreglo.
—Eso no es lo más preocupante, Blitzo —le aseguró Verosika luego de echar un largo chorro de whisky, el cual siempre llevaba consigo en un envase pequeño, a su propio jugo—. Mierda, ¿qué haces aquí? Este club es para coger, drogarse y principalmente para personas desoladas y sin pareja —volteó hacia él y tomó asiento a su lado con una expresión fastidiada—. Estás con el príncipe y medio infierno lo sabe. ¿De verdad quieres faltarle el respeto de esta forma?
Al parecer, Verosika estaba protegiendo a Stolas. Tal vez esa era la razón por la cual lo salvó de esa peligrosa situación. Blitz nunca se preguntó cuánto habrían socializado durante el juicio de Fizzarolli contra los pecados, qué era lo que habían hablado o cómo accedió a ayudar a Fizz.
¿Qué tanto le habría contado sobre lo que fueron ellos? Estaba seguro de que Vero tuvo que mencionar el asunto, porque Stolas era su actual pareja cuando todo eso sucedió.
Era muy doloroso recordarlo. Pensar en Stolas en tiempo pasado y no presente lo llenó de dolor instantáneamente.
—Ya no estoy con él, así que encajo en esa absurda descripción —le comentó al desviarle la mirada con una expresión irritada, sin disimular todo lo que le dolía que eso fuera así.
—Oh... te abandonó —respondió Verosika, antes de dar un largo sorbo a la bebida en su vaso.
—¿Y tú cómo...? —Blitz fue abandonado pero no recordaba habérselo dicho a nadie. El estúpido de Nathan apenas y se había enterado ese día.
—Cualquiera te abandonaría si te conociera de verdad —le respondió de forma evidente la súcubo, mientras se encogía de hombros como si fuera algo muy obvio—. Hasta era raro que te haya elegido, ¿por qué te elegiría? Bueno, al fin abrió los ojos. Se tardó bastante.
Cada palabra dolió tanto, como si le hubiera clavado un millón de flechazos en el alma con tal de hacerlo derrumbarse y luego pisotearlo en el piso. Blitz se estremeció de la rabia y del sufrimiento, formando puños con las manos y temblando contra la barra de bebidas.
—¿Por qué carajo me salvaste después de todo?! —le preguntó gritando sin poder evitar quebrar su voz porque se estaba aguantando las lágrimas—. Hubiera preferido morir o terminar en una orgía antes de seguir escuchando tu mierda o siquiera toparme contigo —Blitz enterró su rostro entre sus manos y apoyó sus codos sobre la barra—. O morir en una orgía, lo que sea.
Verosika amplió un poco sus ojos luminosos y volteó hacia Blitz, bastante desencajada al notar que no era broma, que de verdad estaba sufriendo por el búho. Blitz había sufrido mucho a lo largo de su vida y ella lo acogió cuando le mostraba su peor versión. Y por eso podía reconocer que estaba sumergido dentro un pozo de oscuridad, tal como siempre lo estuvo cuando salían juntos.
—Creo que reconozco ese rostro lleno de depresión. Siempre tenías ese rostro lleno de depresión antes —le dijo, arrugando su rostro con cierto tipo de indiferencia—. Bueno... Tal vez esa molly me puso algo sentimental, pero...
—Por supuesto —habló Blitz, apartando sus manos de su rostro lloroso—, era imposible que me salves estando sobria.
Verosika lo ignoró, solo quería hablar de forma sensata con Blitz. Al menos una vez, al menos luego de todos esos años que pasaron y jamás volvieron a hablar profundamente ni mencionar que era lo que había sucedido entre ellos.
—Stolas siempre habló de bien de ti en las conversaciones dentro del juicio de Fizzarolli e incluso ese mismo día, antes de ingresar al estrado —le dijo entrecerrando sus ojos con tristeza, apreciando el interior brillante de su vaso—. Y no podía asimilarlo, no podía comprender porque te quería.
Cuando Verosika aceptó atestiguar contra Mammon, nunca pensó que el abogado sería el aclamado Stolas Goetia. El nuevo hombre de Blitz, el tipo que se estaba tomando a Blitz en serio. Lo primero que pensó era que se trataba de un vínculo sexual, de los únicos que podía mantener Blitz por temor a herirse. Pero no era así. Verosika, a pesar de lo venenosa y grosera que fue al hablar con Stolas, nunca fue herida o rebajada por él, a pesar de que era un sangre azul.
Las conversaciones que tuvo con Stolas, incluso al tocar el tema de Blitz, fueron amenas y respetuosas por parte del príncipe. Y eso le indicó que el sujeto no era una mala persona. Cosa que hizo que Verosika se preguntara con desesperación porque alguien tan noble y de buen corazón amaría a alguien tan roto como Blitz. No tenía sentido.
La respuesta fue simple hacia ella. Stolas le dijo que Blitz podía ser un hombre lleno de errores, pero que era una buena persona, alguien que lo protegía y lo amaba. Era especial para él, y por eso lo adoraba.
—Él solo te protegió a pesar de saber que eres un imbécil y a pesar de también haber sufrido por ti —Vero sonrió con tristeza y sin tener fuerzas para seguir peleando—. ¿Y sabes qué? Me hizo entender que tal vez... Si todos vimos algo en ti, incluso Fizzarolli... Hay algo en ti, debe haber algo en ti, en realidad.
Verosika se mostró tan sensible al respecto. Ella le contó a Stolas lo jodido que fue Blitz con ella y a pesar de eso, él siguió diciendo que lo quería. Había personas que amaban a Blitz aunque fuera un desastre, y no pudo contra eso, porque ella también lo amó cuando estaba roto y desamparado.
—Que estupidez —respondió Blitz con un semblante cada vez más oscuro y dolido—. No hay nada en mi. Él me abandonó porque siempre tuviste razón, siempre fue mi culpa, siempre lastimo a las personas y siempre me alejo cuando las cosas se tornan un poco difíciles. Es por eso que él me dejó.
Blitz quería llorar cuando lo recordaba, pero antes de quebrarse, Verosika lo tomó del brazo con más suavidad y lo obligó a mirarlo a los ojos. Se veía muy severa luego de haberlo escuchado decir esas cosas terribles.
—No, estoy segura de que pelearon y tú dijiste cosas crueles y estúpidas y no volvieron a hablar —le recriminó como si las acciones de Blitz fueran de manual—. Así pasó entre nosotros. Y te fuiste y me dejaste en un estúpido mensaje de texto después de meses, un mensaje que de verdad me lastimó —ella se mostró vulnerable ante él, revelando lo que le hizo sentir. No fue odio, no fue rencor, fue sensibilidad—. No supiste afrontarlo de otra manera porque eras un cabrón egoísta y cobarde.
Ella sabía que era muy tarde y que habían pasado muchos años, pero quería decirle todo lo que dolió, porque ella lo había amado y nunca volvió a amar de esa manera. Él la conoció y amó el desastre horrible que era, y jamás conseguiría a otra persona que pudiera aceptar su dolor. Se mostró herida y abochornada por sentir tanto, pero quería decirlo para cerrar el asunto y seguir adelante.
—Carajo, solo hazlo diferente esta vez. Sé mejor que esa versión tuya —le pidió para que no arruinara todo con Stolas como lo hizo con ella, y que no dejara pasar años con la sola intención de huir—. Tal vez te salvé porque no quería ver cómo le eras infiel a un hombre que es amable y dulce. Pero ahora pienso que quizá hice la diferencia.
Blitz jadeó ante la conmoción de verla así, ya que nunca la había escuchado ser tan sincera y mostrarse tan vulnerable. Tal vez había crecido y ya no solo era un manojo de odio hacia él. O tal vez solo estaba drogada y sensible por eso, pero le era indistinto.
Aunque le explicara que que estuvo en la cárcel y que tuvo que distanciarse a la fuerza, a pesar de que ya planeaba dejarla, no haría la diferencia. Blitz se sintió culpable, porque Verosika nunca mereció ser abandonada de esa forma fría y distante, luego de lo importante que fueron el uno para el otro por tantos años.
—Como sea. Suerte con tu mierda, Blitz —ella se levantó luego de terminar su bebida y lo llamó por el nombre que él tanto quería—. No quiero volver a verte por aquí.
—Verosika...
La súcubo se estaba marchando, sin querer mirar atrás y querer olvidarse de esa conversación. Se detuvo cuando Blitz la llamó por última vez.
—Lo siento mucho... —Blitz, acongojado e incluso avergonzado por haber actuado tan mal y también siendo consciente de que era tarde, se disculpó por todo lo que pasaron, por su grotesca forma de terminar y por lo imbécil que fue al alejarse y no volver a tener la intención de acercarse para hablar al respecto.
Vero se le quedó mirando, aún vulnerable y triste por lo que significaba esa conversación. Sonrió y bajó la mirada, riendo un poco ante esa charla que fue inesperada y sorprendentemente triste. Ella también se comportó mal, ella también cometió muchos errores y fue desconsiderada y cruel. Quizá solo fueron demasiado jóvenes como para admitirlo en su momento.
—También lo lamento por todo, Blitz.
Chapter 14: Los ecos del silencio
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El portal se abrió lo suficiente como para alumbrar la habitación de dorado por escasos segundos. La enorme sala principal del penthouse quedó sumergida en oscuridad cuando Blitz cerró el portal y dio algunos pasos hacia adelante.
Fue una madrugada muy dura, dijo cosas muy hirientes de las que se arrepentía. No podía volver a dejar sus problemas enterrados y salir corriendo otra vez, tenía que encontrar a Fizzarolli para hablar con él luego de haberlo lastimado de esa forma.
En efecto, pudo vislumbrar a lo lejos el fuego azul de la chimenea prendido. Había grandes muebles, sofás de terciopelo rojo alrededor de la chimenea. Cuando Blitz se acercó al fuego, bastante nervioso por lo que se encontraría, pudo situar su mente y enfocarse. Fizzarolli estaba sentado en el suelo, reposando su espalda contra el largo del sofá y mirando ese fuego azul consumirse.
Blitz frunció el ceño con inseguridad y cierto temor. Fizzarolli estaba con una botella casi vacía de alguna sustancia que apestaba a alcohol fuerte. Le dio un sorbo largo y ardiente cuando escuchó a Blitz acercarse, luego volteó hacia él con su delineado negro corrido y desprolijo y unos ojos irritados que irradiaban un rencor desmedido el cual brotaba por cada uno de sus poros.
—Woah, volviste muy temprano, ¿qué carajo pasó? ¿no te quisieron coger por la grandísima cara de desgraciado que tienes? —le escupió verdades sin compasión, con una voz ronca y con ganas de moler a golpes al imbécil que estaba frente a él. En respuesta, Blitz no se sintió mal por los insultos, se sintió muy culpable por ver todo el daño que le causó.
—Escucha, Fizz, yo...
—No. No quiero escucharte —lo frenó el contrario, enfocó su mirada en su botella y revolvió un poco el líquido en su interior—. Ni siquiera quiero verte.
—¿Estás ebrio? —cuestionó Blitz con nervios y precaución, temiendo volver a ser mandado al demonio.
—Tal vez —Fizz bebió nuevamente un gran chorro de licor ardiente. Era como si ya no tuviera la voluntad de seguir sacrificando tiempo en Blitz, quien se comportó como un cabrón hijo de puta de todos modos y no valía su tiempo.
—... ¿Estás llorando?
—Estuve llorando.
Blitz se quedó callado y se sintió terrible. Nunca debió ser así de cruel y desalmado, no con el único que aguantaba toda su mierda y sus enfermas maneras de lidiar con su propio proceso, con el único que toleraba su tristeza y su duelo en su separación.
Se acercó y se arrojó al piso al lado de Fizz, tomó asiento a su lado y ambos se quedaron mirando el fuego de la chimenea, el cual emitía algunas chispas mientras la madera se quebraba por el calor.
—No bebí ni consumí nada, estoy lucido... —le aclaró Blitz en voz baja, intranquilo—. No vengo a llorarte como un ebrio en crisis... Sé que no debí dejarte, que fue lo peor que pude hacer. Y... —volteó solo un poco hacia Fizz, quien seguía observando el fuego con indiferencia—. Y creo que rompí algo entre los dos.
Fizzarolli tuvo suficiente de escucharlo. Se levantó y dejó las botellas a un lado, porque no era la primera de la noche. Cuando se puso de pie, Blitz analizó su apariencia con más atención. No estaba precisamente en pijama para dormir, de hecho lo contrario. Estaba llevando un conjunto de cuero apretado, unas botas largas y un sujetador tan ajustado que le marcaba una figura digna de un modelo de pasarela.
Pasó al costado de Blitz, sacó su celular del bolsillo de su muy ligero abrigo de tela transparente y se dirigió directo a la puerta del cuarto. Se detuvo en seco cuando sintió la manera en como Blitz lo detenía desde atrás, le sujetaba la muñeca y lo retenía antes de que fuera demasiado tarde.
—¿A dónde vas? —Blitz sabía que eran pasadas las cuatro de la mañana y no tenía sentido que Fizzarolli saliera a las calles o a dónde fuera a esas horas.
Apenas sintió su mano, se soltó bruscamente y no le dirigió la mirada a Blitz. No quería interactuar con él, de verdad estaba enojado y no podía actuar como si nada estuviera sucediendo. Apretó sus puños, bajó la cabeza y se mantuvo fuerte y firme en su lugar, sin girar su cuerpo hacia el contrario.
—Arreglé algo con alguien, ya que me dejaste atrás y no te importé ni un poco —le aclaró de mala gana—. Haré lo mismo a partir de ahora.
Blitz sabía exactamente la clase de cosas que hacía cuando se volvía un necio, únicamente guiado por emociones negativas y mucho rencor. Volvió a agarrar su muñeca y quiso jalarlo para evitar que se marchara.
—Espera...
—¡NO ME TOQUES! —Fizzarolli se hartó y volteó hacia él con una rabia que podría rajar la tierra. El odio en su mirada era tan grande, como si quisiera partirle una botella en la cabeza. Blitz retrocedió ante su grito, aturdido ante el rencor que podía leer en el rostro de su amigo.
—Te perdoné porque pensé que eras otro tipo de persona, que eras mejor. Y por mucho tiempo es lo que me mostraste, pero ahora me doy cuenta de que no conocí tu peor parte. Y es esta —le dijo con mucha claridad.
Fizzarolli necesitaba a alguien con una estabilidad que al menos le perdurara con el tiempo, necesitaba que Blitz estuviera y no se volviera loco y se fuera, alguien que pudiera conservar la coherencia dos semanas seguidas sin enloquecer y abandonarlo. Blitz le estaba demostrando todo lo que no quería tener en una amistad, porque todos esos actos lo lastimaban.
—Creí que eras diferente y por eso te dí una oportunidad, pensé que podríamos reconstruir un vínculo aquí, entre nosotros. Pero eres una mierda y odio lidiar con una mierda como tú —Fizarolli se lo dijo porque ya no quería guardarse nada, ya no tenía caso. Estaba resignado, estaba agotado.
Blitz se acongojó tanto ante esas palabras que ni siquiera supo que decir. Eran las palabras de Verosika, era lo que ella dijo. Cualquiera lo querría dejar si conociera lo errático o jodido que era. Estaba en lo cierto. Pero no quería que Fizzarolli lo odiara o se rindiera. Y sabía que solo podría demostrar lo arrepentido que estaba con actos, no solo palabras.
El contrario suspiró larga y pesadamente, volvió a darle la espalda a Blitz y ya no quiso seguir hablando, porque estaba demasiado molesto y lo sentía una causa perdida. Ya que no quería seguir escuchando disculpas o discursos.
—Déjame solo, lárgate, haz lo que siempre haces —le dijo con fastidio por última vez. Estaba por tomar el picaporte, pero volvió a sentir que Blitz le sujetaba el brazo con ambas manos desde atrás, de forma persistente y tenaz.
—No voy a irme —le declaró el contrario. Cuando Fizzarolli se dio la vuelta e hizo contacto visual con él, se soltó con violencia y se enfureció por completo, esa fue la gota que derramó el vaso de su paciencia.
—¡YA TE FUISTE HACE DOS PUTAS HORAS Y ME DEJASTE AQUÍ, LLORANDO! ¡ES IGUAL! —le gritó como ladridos totalmente fuera de control.
—¡YA TE DIJE QUE VOY A QUEDARME! —exclamó Blitz en respuesta porque la única forma de hacerlo cambiar de opinión y hacer que ellos se separaran era matándolo.
Fizzarolli apretó sus dientes con tanta ira acumulada que sintió que podría romper sus prótesis de sus manos ante la potencia con la que formaba sus puños. Ese testarudo de mierda no se rendía y lo quería fuera solo porque se sentía demasiado enojado como para pelear.
Era obvio, el que quería huir en ese instante era Fizzarolli porque no quería quebrarse ante él. No quería que lo viera siendo tan vulnerable por su culpa. Blitz lo hizo sentir así, como si su compañía y sus cuidados no le valieran nada. Como si todo lo que hizo por él nunca hubiera significado algo. De verdad lo hizo sentirse insuficiente.
Pero Blitz no podía dejar que se fuera así, jodido y con el corazón roto. Él tuvo la suerte de encontrarse a Verosika porque en realidad, si eso no sucedía, algo horrible pudo haberle pasado. Por eso mismo, Blitz quería salvarlo de cualquier cosa aberrante que quisiera hacer en su estado, porque no había manera de que tomara buenas decisiones estando así de alterado y herido.
—Lamento irme, lamento no saber cómo controlar lo que me pasa. Yo tampoco sé que hacer... —le explicó con dificultad a Fizz, casi rogando por su comprensión—. No sé cómo lidiar conmigo mismo luego de esto.
Fizzarolli estaba tratando de contener sus emociones. Pero, al escucharlo, sus labios temblaron y agachó su cabeza casi sin poder respirar por los nervios y la angustia que le generaba Blitz hablándole de esa manera.
—Y sé que eres el único en todo el infierno que sabe lo que se siente y que puede entenderme...
La posición que ambos tenían, por alguna razón, era similar y el destino hizo que ambos se enlazaran con hombres poderosos. Hombres que no estaban, hombres que se fueron. Nadie podría comprender esa soledad, todo lo que implicaba ser un imp y estar en esa posición, o lo difícil que era intentar persuadir a la realeza, solo ellos dos.
Blitz estaba desesperado, destruido ante la idea de que las personas podrían volver a irse. Y si se trataba de Fizzarolli, era mucho peor. Era como si le volvieran a arrancar un pedazo de corazón. Lo quería, ese cariño era desmedido. Y jamás lo hubiera herido si no fuera por la situación que atravesaba, la cual lo volvía aún más inconsciente.
Fizz estaba tan decepcionado y molesto que no tuvo las fuerzas de discutir por más tiempo con Blitz. Solo lo veía ahí, sin intenciones de irse. Y podría dejarlo allí, podría marcharse sin importarle lo que sintiera Blitz. Pero él no era así.
Fizzarolli era muy diferente, tal vez más estúpido y sentimental. Llevó tanto rencor en su corazón por tantos años, que cuando lo dejó ir, comprendió que vivir sin ese odio era liberador. Aunque Blitz no mereciera nada, no podía volver a resentirlo de la misma forma.
Estiró un brazo velozmente al costado de Blitz, sujetó algo del fondo de la habitación y cuando retrajo su brazo, le encanjó el objeto en el pecho a su amigo, aún con sus ojos clavados en el piso y una expresión ofendida y enojada.
—Cállate y no digas nada —Fizz lo empujó y enterró la botella llena de alcohol contra el pecho de Blitz, quien retrocedió pasmado ante su acción—. Embriágate conmigo. Le voy a cancelar a daddy Johny.
Muy malhumorado, Fizz pasó al costado de Blitz luego de chocar su hombro y frunció el ceño sin borrar su cara de fastidio. Era como si no quisiera dar el brazo a torcer, solo que aquel rostro triste y miserable hacía que le tuviera lástima como si se tratara de un perro sarnoso bajo la lluvia. Se quitó el abrigo y lo arrojó al piso, dejando desconcertado a Blitz con todas esas acciones repentinas.
—... ¿Daddy Jonhy? —preguntó sin entender. Lo comprendió dos segundos después de cuestionarlo. Sujetó la botella de líquido negro y se acercó a Fizzarolli, se dejó caer a su lado y tomó asiento en el suelo.
—Un incúbo gigante que me coge bastante bien a veces... —Fizz le contestó mientras mandaba algunos mensajes desde su celular—. Aunque sigue sin ser suficiente y eso es tan frustrante que prefiero quedarme y embriagarme aquí, con una asquerosa basura como tú.
Blitz rodó los ojos hacia un lado. Se merecía los "halagos". Y estaba agradecido como nunca antes de que hubiera optado por quedarse. Blitz ya no podía comportarse como un adolescente estúpido, como alguien perdido y sin rumbo. Stolas lo dejó porque vio lo que era, pero eso no significaba que debía arrojar el resto de su vida edificada a la basura.
Y parte de las únicas cosas buenas que logró, fue recuperar a Fizz. Jamás se perdonaría perderlo otra vez, era por eso que se prometió no volver a dejarse invadir por toda su mierda interna.
Fizzarolli encendió un cigarro desde la cajetilla que guardaba en los almohadones del sofá. Arrojó la caja a Blitz y luego el encendedor de hierro, que casi le parte la cara si no fuera por sus reflejos. Fizz serpenteó la cola, aún bastante disgustado, y escupió humo oscuro por su alrededor, nuevamente enfocándose en el fuego azul y caliente de la chimenea.
—A diferencia de tu pájaro, yo sé que eres un animal insensible la mayoría del tiempo y te puedo soportar —le dijo con el cigarro entre sus dedos y una expresión muy irritada—. Porque creo que es lo único bueno que sé hacer, soportar imbéciles.
Fizzarolli ya estaba lo suficientemente mareado por haber bebido demasiado por su cuenta, estaba aturdido por la forma en como todo siempre se volvía una montaña rusas de emociones dolorosas cuando estaba con Blitz. No estaba acostumbrado a eso.
Cuando estaba con Asmodeus, las cosas eran tranquilas y él nunca lo sometía a ese torbellino de inseguridades e inestabilidad. Stolas era un mártir para haber soportado tanto de esa parte de Blitz.
—¿Cómo pudiste joderla tanto con alguien que te amaba a pesar de todas las cagadas que siempre haces? —volvió a pensar en voz alta—. ¿Stolas también tuvo que aguantarte así? ¿Siendo un cobarde evasivo que huye de sus problemas? ¿Siendo alguien que nunca sabe resolver nada sin escapar y siendo un desgraciado pedante y cruel?
Blitz suspiró al recibir cada descripción de su persona. No podía siquiera enojarse, porque solo estaba diciendo la verdad y merecía ese tipo de escarmiento. Solo podía permitirle a Fizzarolli ser así de honesto.
—Supongo que merezco escuchar todo eso —le dijo mientras observaba con aburrimiento la botella de alcohol en su mano, antes de comenzar beberla—. Así que puedes seguir toda la noche, no es nada que no sepa.
Sin embargo, Fizzarolli no tenía exactamente la intención de hacerlo sentir mal. Lo único que quería era que supiera que se estaba perdiendo algo demasiado grande por no pelear por volver a conseguirlo. Fizz sabía que solo necesitaban tiempo y que su separación fue algo que sucedió por el calor de la discusión. Y cuando eso desapareciera, Blitz podría volver a acercarse. No podía dejar ir a Stolas, era ridículo.
—Eres muy afortunado... —susurró Fizz, exhaló humo de cigarro y vio como los hilos de humo desaparecían en las alturas—. Sabes que está bien, sabes que te quiere aunque esta situación sea difícil. Él está aquí, a pesar de que se separaron.
Recordarlo le hacía mal. Fizzarolli sentía una puntada de miedo en el pecho cuando lo recordaba. Se sentía tan mal, tan profundamente herido cuando recordaba a Asmodeus. Dejó caer el costado de su cabeza sobre el hombro de Blitz y quiso sentirse acompañado por él. Tal vez no quiso seguir discutiendo porque no tenía sentido. Él le prometió que se quedaría, y aunque fuera mentira, quería creerle para no sentirse solo.
—Hay una distancia enorme que nos separa... y nos seguimos alejando —le respondió Blitz al referirse a Stolas—. Me asusta no verlo otra vez. Y me asusta que ese pájaro de mierda se esté aprovechando de lo frágil que se encuentra ahora mismo luego de perder a su hija.
Fizzarolli escuchó esa rabia, detectó esa envidia y esos celos. Se acomodó mejor y sostuvo el brazo de Blitz mientras sostenía su mano y la apretaba con firmeza al entrazar sus dedos.
—No sé porqué dudas tanto de él, Blitz —le dijo con franqueza—. Aunque se coja a media realeza, tú eres al único a quien ama de verdad.
Él tenía razón, pero Blitz estaba muy inseguro y preocupado como para verlo. Muy en el fondo, creía que cuando Stolas le dijo que ya no le agradaba, eso significaba que ya no lo podía volver a ver con amor, que ya no podía quererlo. Y que, eventualmente, ese amor que tenían se exitguiría por completo. El problema era que Blitz estaba totalmente enamorado de Stolas, no se podía olvidar ni un poco de él, jamás dejó de pensar en él, ni de arrepentirse por alejarse o por no haber hecho más.
No había manera en el mundo en la que pudiera dejar de amarlo. Se preguntaba si Stolas había sentido eso con él en algún momento, a pesar de que en ese presente el príncipe despertó y era consciente de que había una infinita cantidad de personas que eran mejores que Blitz. Y que no le harían el daño que Blitz le hizo desde el principio.
Pasaron algunas horas donde ambos imps bebieron y fumaron con tranquilidad cerca de la cálida chimenea, hasta que las primeras luces del amanecer se colaron por los ventanales de todo el penthouse.
Se estremeció por instinto, sentía su cuerpo frío. Había unos brazos que lo llevaban, lo cargaban como a una princesa. El cuerpo de Blitz era cálido, se sentía bien estar entre sus brazos. Tan acogedor, tan suave y cuidadoso.
Blitz estaba cargando a Fizzarolli, se había dormido luego de beber tanto y ya no pudo resistir mucho.
Lo cubrió con algunas mantas que estaban en el sofá para que no tuviera frío y decidió llevarlo a su cuarto para recostarlo en su cama gigante y para que estuviera más cómodo y no enfermara con el frío de la madrugada. Tenía que cuidarlo. Había perdido el rumbo, lo lastimó y huyó. No podía permitirse fallar nuevamente, tenía que enmendar sus errores y por eso no podía volver a descuidar a Fizz en su soledad.
Cuando despertó entre los brazos de Blitz y comprendió su patética situación, Fizzarolli se avergonzó. Era un adulto que se dejaba consumir con facilidad por la soledad y se doblegaba ante el cariño más mínimo de las personas que de verdad quería. Y aunque Blitz fuera un estúpido, que lo cuidara le hacía derretir el corazón.
—... Ozzie jamás sería tan cruel como tú lo eres —lloró en su pecho, porque le parecía injusto. Solo estaba seguro de que Asmodeus nunca le haría eso, porque él era un sostén firme y totalmente seguro. Y nunca dudaría o se pondría a titubear.
—No me compares con Ozzie... —le reclamó Blitz con una sonrisa triste sin dejar de caminar por el pasillo con Fizz entre sus brazos—. Por supuesto que es mejor que yo.
Chapter 15: Las premoniciones de la luna
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Los barrotes de las jaulas estaban constituídos de una mezcla de materiales sobrenaturales. Por un lado, el corazón de cada fría extensión estaba forjado con hierro brillante y resplandeciente, proveniente del Paraíso. El metal bendito más puro, el que más hacía daño a cualquier tipo de demonio. El revestimiento de cada barrote era protegido con hielo demoníaco, un hielo mágico que, con su intensidad y su imposibilidad de derretirse gracias a la alianza con el hierro sagrado, era imposible de destruir o penetrar por la mayoría de los fuegos provenientes de demonios.
Las enormes jaulas estaban una al lado de otra, en medio de una tormenta de nieve. Las gigantescas montañas de hielo rodeaban la zona y, desde lo lejos, un trono que estaba forjado con múltiples grabados malditos mantenía un objeto palpitante de color rojo fuego. Cada pequeño copo de nieve se derretía ante el contacto con objeto ovalado que poseía vida en su interior. En efecto, un huevo de tamaño colosal que brillaba con el color de la lava hirviendo residía sobre el trono, como si un rey estuviera a punto de nacer en poco tiempo.
Un rey que se nutría de la energía y magia del resto de los pecados para poder renacer más fuerte que nunca.
—... ¿Me escuchas? Bee.
La voz grave de Asmodeus se pronunció por dentro de una de las jaulas.
Un año pasó, un año que se sintió como si fuera un siglo. La jaula de Belphegor estaba en el otro extremo, siendo Beelzebub la que mediaba entre la jaula de sus dos compañeros. El pecado de la Gula abrió sus ojos cansados, su pelaje era opaco y sus extremidades ya no emitían brillo alguno.
Su poder era drenado por las cadenas, y en cuanto a Bel, le estaban arrebatando poco a poco su propia fuerza vital. Bee trató de sacudir su lomo cubierto de nieve, estaba aprisionada, con sus muñecas rodeadas de cadenas benditas y un collar grueso y pesado del mismo material, el cual poseía grabado símbolos en color rojo.
—Lucifer tiene que hacer algo con esto —le habló a Asmodeus, alzando un poco la voz debido al fuerte ruido de la tormenta de nieve que sucedía a su alrededor. Bee contempló con pena la forma en como Belphegor se acurrucaba en el suelo de su jaula para mantener su calor, con todas las cadenas y el collar succionando su energía de pecado.
—Lo tienen cubierto —Asmodeus ya no brillaba, el plumaje en su cuello estaba apagado y sus ojos estaban mucho más oscuros—. Pero tienen que dejarnos tarde o temprano. No pueden matarnos, no se arriesgarían a eso.
El ave azulada poseía el collar más enorme sobre su delgado cuello, sus muñecas ajustadas con grilletes medievales de hierro sagrado y su torso encadenado con largos tramos de material bendito.
Asmodeus bajó su mirada preocupada para observar sus propias manos, las marcas de sus brazos y demás cicatrices. Intentó forcejear y escapar por tanto tiempo que poseía largos y profundos cortes cicatrizados en porciones de su piel y de sus palmas. Por más que intentaran huir, era imposible por su propia cuenta.
—A estás alturas... ¿de verdad piensas que van a dejarnos ir en poco tiempo? —le cuestionó Beelzebub sin fuerzas de seguir luchando por liberarse, ya que cada herida contra los barrotes de material bendito dolía de una forma indescriptible y no cicatrizaba con facilidad, no cuando los tres estaban tan bajos de energía al ser robada constantemente.
—... No lo sé —admitó Asmodeus con resignación y una sensación de impotencia gigante, porque no tenían manera de liberarse y la incertidumbre era el pan de cada día.
El huevo que emitía el brillo rojo del magma de los volcanes de Ira no dejaba de latir bajo la tormenta de nieve.
Beelzebub esforzó su mirada demacrada y exhausta hacia Asmodeus, quien la contempló con su misma debilidad. Ella volvió a insistir con el método que falló innumerables veces, pero no había más opciones y el tiempo se seguía escurriendo entre las manos de ambos.
—Ozz, tenemos que volver a intentar comunicarnos con Stolas.
El Grimorio de Stolas seguía siendo un portal a mundos y a comunicaciones infinitas. Solo necesitaban reunir el poder suficiente, la magia suficiente, para que su llamado llegara.
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La nieve brotaba por los aires, las nubes blancas cubrían todo el cielo y la despiadada tormenta de hielo cubría todo ese abundante bosque de hectáreas enteras. Kilómetros y kilómetros de nieve que caía a su alrededor, mezclado con una ventisca violenta y un frío atroz.
Lo abrazaba contra su cuerpo, apretando los dientes con todas sus fuerzas y dejando que las lágrimas se escurrieran por sus mejillas debido al brote de desesperación y desesperanza. Lo tenía entre sus brazos, pero su cuerpo estaba helado... Había sangre negra por todas partes. Su cuerpo estaba tan herido, sus huesos estaban rotos y su rostro estaba muy lastimado, brotaban hilos de sangre de su nariz y su boca.
Lo rogó a Lucifer que no fuera cierto, se mantuvo escondido detrás de esa maleza borrosa y suplicó entre gritos, rogó que no fuera verdad, le pidió a todos los demonios del mundo que se lo devolvieran. Blitz abrazaba el cuerpo del imp, empapado por la sangre de sus propias heridas. Sollozaba destruído al darse cuenta de que no respiraba y no escuchaba su corazón.
Todo esa escena fantasmal, fue cubierta por la tormenta de nieve en medio de ese bosque repleto de tempanos de hielo y árboles forjados con cristales de agua sólida. El peor escenario, el peor destino y el peor final.
Entonces, Blitz despertó.
Era un sueño, fue una pesadilla.
Se sintió tan real. Recobró la consciencia en la cama de Fizzarolli, dónde dormía para acompañarlo en esa noche. Giró su cabeza desesperadamente y lo encontró allí, durmiendo como si nada estuviera pasado. Entonces, de verdad fue un sueño. Pero Blitz estaba sudando frío, muy afectado, horrorizado por lo que vio. Fue tan real... Fue como una visión.
No podía volverse loco por un sueño, pero se sintió peculiar y brutalmente realista, nunca soñó algo así, algo que podía palpar con sus propias manos, como si de verdad hubiese sucedido.
Se levantó de la cama y salió a paso rápido de la habitación. Tenía que relajarse, pero ningún pequeño detalle se escapaba de su memoria como en cualquier sueño regular. Llegó a la cocina, porque al menos quería servirse un vaso de agua y tratar de dejar de sentir la taquicardia por el miedo que no abandonaba su cuerpo.
Sin embargo, cuando estaba por abrir el grifo, la imagen de Fizzarolli entre sus brazos, sangrando y con su cuerpo helado como la nieve entre sus brazos le atravesó el pecho.
Eso fue suficiente para que Blitz se quebrara enteramente y no pudiera seguir conteniendo sus emociones. Se largó a llorar desconsolado y se cubrió la boca con una mano para ahogar sus lamentos. Su cuerpo tembló ante las imágenes, ante esas memorias que parecían una visión.
¿Acaso algo de ese poder que tenía Stolas le fue otorgado por compartir y mezclar sus cuerpos por mucho tiempo? Él podía llegar a profetizar hechos debido a las estrellas y a las constelaciones. Sin embargo, lo que vio Blitz se sintió como un sueño muy lúcido y concreto. Era el tipo de profecías de las que le hablaba Stolas a veces. Sueños que eran reales.
Aquello fue algo que lo aterrorizó, su sueño lo estaba haciendo llorar por lo doloroso y contundente que se sintió tener la sangre caliente entre sus manos y percibir la piel helada y sin vida de Fizzarolli. Una pesadilla, no tenía sentido, pero... A pesar de que solo era una pesadilla muy real, se desplomó en la mesada colocando ambas manos sobre la madera y dejó que las lágrimas cayeran por su terrible angustia, la cual hacía que se le formara un nudo en el pecho.
—¿Blitz?...
La voz de Fizzarolli se asomó tímidamente por la entrada de la cocina. Dio unos pasos precavidos. Escuchó como estaba llorando luego de irse de la cama y se preocupó por él, fue por eso que lo siguió.
—Tuve... Tuve una pesadilla... Terrible... —Blitz lo escuchó venir, se secó las lágrimas con violencia entre sus manos y fijó su rostro destruido y consternado sobre el suelo.
—¿Fue sobre Stolas? Puedes contarme —su amigo se acercó a él con un poco más de confianza, se quedó al lado de Blitz y posó una mano sobre su hombro, con una mirada genuinamente preocupada.
—Era sobre ti —le confesó el contrario, mordiéndose los labios—. No sobrevivías —Blitz enterró su rostro entre sus manos y volvió a derramar lágrimas de la más profunda desesperación—. ¿Qué es lo que se siente morir, Fizz? Tú lo sentiste...
—No pienses en eso —Fizz no quería causarse más dolor, sintió una profunda lástima por Blitz y por el colapso de sus emociones ante su pesadilla. Frotó su hombro y se le quedó mirando muy afectado por esas dudas que estaba sintiendo.
—Quiero que vivas todo lo que sea posible —su amigo volteó a verlo con los ojos llorosos y la voz quebrada—. No mueras, Fizz.
Su amigo lo abrazó, conmovido y afligido ante esas súplicas tan dolorosas. Fue correspondido con mucha fuerza por los brazos de Blitz, quien no quería soltarlo por nada en el mundo, casi con terror de que el contrario se pudiera desvanecer.
—Si... Creo que ciertamente morí ese día —le susurró en su oído—. Me estaba consumiendo en fuego y mi corazón debió detenerse. Todo se volvió oscuro y dolía tanto... —se separó del abrazo y miró a Blitz a los ojos con algo de tristeza—. En realidad, fue tanto para mí cuerpo que supongo que reprimí gran parte de lo que sucedió. Pero estoy aquí, sano y salvo. No me perderás.
Fizzarolli le aseguró aquello, como si fuera una promesa. Pero Blitz bajó su rostro y se abrazó a si mismo en señal de que había perdido la confianza ciega en cualquier persona, porque todos se terminaban yendo a pesar de las promesas o juramentos de amor eterno.
—Stolas también decía eso.
—Yo no soy Stolas —lo corrigió con seguridad. Fizz lo observó de forma directa y contempló su mirada rota y llorosa con gran determinación y seriedad—. Nuestro vínculo es diferente. Por eso, sé que no me iré.
Fizzarolli le sonrió con una dulzura preciosa, le estaba entregando lo que Blitz más necesitaba. Un sustento, alguien que de verdad no se fuera a ir. Blitz se sintió culpable por no haber sido capaz de otorgarle lo mismo a su amigo, ya que también necesitaba esa clase de contención. Sin embargo, Fizzarolli estaba acostumbrado a recibir esa clase de firmeza y por eso era una de las personas más aptas para entregar lo mismo, estaba predicando el ejemplo que Asmodeus siempre le enseñó y le hizo vivir.
—Puedes confiar en mi, ciegamente. De cualquier forma, también confiaré en tí sin importar lo estúpido y mentiroso que seas —se rio un poco al ver el rostro avergonzado y tímido de Blitz cuando le señaló sus defectos—. O aunque seas cruel y egoísta. No importa lo que pase, voy a confiar en ti.
Blitz le desvió la mirada con suavidad y apretó sus puños a sus lados. Después de lo insensible e hijo de puta que fue con Fizzarolli, él lo estaba protegiendo con todas sus fuerzas. Y eso era algo tan valioso para él que no sentía que tuviera las palabras necesarias como para agradecer su infinita bondad. Poseía un corazón de oro.
—También confiaré en tí —giró hacia él rápidamente y lo miró directo a los ojos luego de dejar de llorar—. No importa lo que hagas. No importa cuánto me desprecies o lo enojado que estés. Aunque nos alejemos, sé que de alguna forma, todo va a estar bien si se trata de ti.
Fizz permaneció en silencio, pasmado ante esas palabras que tocaron una fibra muy sensible de su ser. Sus ojos temblaron, al igual que su alma, era como si estuviera acariciando todas sus fibras sensibles. Aquel Blitz que le abría su corazón y se mostraba herido, desolado y frágil, era el Blitz que más lo conmovía.
Blitz, en su faceta más sincera y rota y teniendo el valor para jurarle ese tipo de lealtad y cariño... Era algo que lo envolvía. Y no quería dejar pasar ese momento, se conmovió a tal grado ante la verdadera pureza de su corazón que dejó que todos sus impulsos se adueñaran de su razón.
Acercó su mano hacia la camisa de Blitz, lo jaló hacia su propio cuerpo y le encajó un salvaje y apasionado beso en los labios.
Fizzarolli cerró sus ojos, estaba temblando de la ansiedad y de los nervios como si se tratara de su primera vez, pero quería hacerlo. La adrenalina y su timidez, todo eso se sentía como la primera vez que lo había besado hacía ya tantos años. Quería proteger a Blitz, quería brindarle un manto de alivio y hacerlo sentirse pleno. Necesitaba que ese calor se consumiera, que esa necesidad y fantasía se volviera realidad de una vez.
Para su sorpresa, Blitz correspondió el beso con su misma pasión, con la emoción de la primera vez recorriendo sus venas. Volvió aquello un intercambio caliente y salvaje entre sus cuerpos, porque le estaba otorgando el consentimiento para seguir.
Empezó a envolver sus lenguas, la saliva se escurría por los labios de ambos. Fizzarolli abrazó los hombros del contrario y se sostuvo de él porque sentía sus propias rodillas temblar ante la adrenalina, y Blitz lo sujetó de la cintura, deslizando sus manos por su espalda y luego apretando y frotando sus caderas para apegarlas a las suyas.
Fuego. Una tensión sexual que siempre estaba ahí y que nunca podían dejar que escapara. Pero allí estaban, no iban a detenerse, estaban en la misma página y tenían que quitarse esa necesidad de poseerse sin control y sin pensar en las consecuencias. La forma en como rozaban sus pieles ardientes, como se mordían y jadeaban en mitad del beso y sus respiraciones se agitaban cada vez más.
Blitz mordió el labio inferior de Fizz, lo hizo gemir fuerte y con desesperación, lo hacía jadear rápido por la falta de aire y el ritmo rudo del beso. La forma en como Blitz le comía la boca solo podía hacerlo gemir ante cada reacción de su cuerpo. Su rostro sonrojado y su mirada lasciva se dirigió a Blitz, entrecerró sus ojos y guío las manos de su amigo hacia sus nalgas, para abrirle paso a los puntos más sensibles y suaves de su cuerpo.
—Puedes tocarme —le sonrió con deseo—. Te quiero.
Blitz, igual de agitado y ansioso, incrustó sus garras en las nalgas blancas de su amigo por debajo de su pijama que simulaba ser un pequeño vestido negro para poder masajear y estrujar su carne.
Volvieron a besarse, cada vez más fuerte y brusco, eso los excitaba a ambos por igual. Fizzarolli gemía al sentir como Blitz le estrujaba el trasero con esas manos tan dominantes que lo volvían loco, hasta que en un momento sintió como Blitz lo estampó contra la pared y bajó una mano contra su pelvis para darse cuenta de lo duro que estaba. Acarició de arriba hacia abajo sobre la tela, podía sentir la dolorosa erección.
Fizzarolli gimió al momento que su amigo le masajeó los muslos y le sujetó su miembro por arriba de su ropa interior, sin frenar los besos y la forma en como lo tocaba por todas partes y le regalaba el placer más caliente y erótico que había dejado de sentir desde hacía meses.
Estuvo acostándose con tantos íncubos sin sentir esa clase de placer, estuvo perdiendo el tiempo con tantos nombres.
Blitz era diferente. No sabía si era por su experiencia o por las emociones entre ambos. Pero algo era seguro. Ningún íncubo lo hacía mojarse así. El pre semen de Fizzarolli se escurría entre sus suaves muslos internos, debido a que la idea de que Blitz lo cogiera duro, profundo y parejo desde atrás haciéndole morder la almohada lo estaba enloqueciendo de placer.
Blitz lo miró con ojos brillantes, al igual que Fizzarolli a él mientras se mordían los labios. Empezaron a frotarse el uno contra el otro. Sus pieles húmedas por el sudor se rozaban y sus largas colas se estrelazaban a más no poder.
Llegaron a la cama, donde ambos se dejaron caer y Blitz tomó la iniciativa de gatear sobre el cuerpo de su amigo, aprisionar sus muñecas una en cada lado de su cabeza y encajarle un beso salvaje, mojado y obsceno. Los gemidos de Fizz eran tan suaves y hermosos, sus mejillas ardiendo por lo caliente de la situación era algo que no apreciaba hacía mucho tiempo, años. Cerraban sus ojos y se dejaban llevar por la experiencia sensorial de volver a mezclar sus cuerpos, actos que no realizaban desde hacía más de quince años.
Blitz se separó del beso dejando que un delgado hilo de saliva separara los labios de ambos. Fizzarolli mantuvo sus ojos cerrados con su respiración agitada, sus mejillas ardiendo y su pecho subiendo y bajando ante sus jadeos.
Una lágrima cayó sobre su mejilla, desde arriba.
Sus ojos exhaustos se abrieron al sentir el agua salada. Tembloroso y asustado, abrió sus ojos con incertidumbre al ver como Blitz estaba llorando por arriba de su cuerpo.
—No puedo hacerlo —le admitió con un pesar que le estaba partiendo el corazón al medio—. No quiero... no quiero acostarme con alguien que no sea Stolas.
Se apartó de su cuerpo, se cubrió el rostro entre sus manos y sollozó como la mierda patética que era. Por ser una decepción para Stolas, para Fizzarolli y para él mismo.
—Yo... aún lo amo.
Fizz actuó rápido, porque no había manera en la que pudiera enfadarse ya que todo lo que sucedió fue veloz, inesperado y precipitado hasta la médula. Abrazó a Blitz sobre la cama y lo enterró contra su pecho, luego de escucharlo quebrarse y sollozar contra su cuerpo.
—Esta bien, todo está bien. No debí apresurarme, lo siento —besó los cuernos de Blitz, maltratados y sin ningún tipo de cuidado.
Fue su contención, se convirtió en el hombre que le daría el valor para seguir y ser resiliente. Al menos esa noche, se convertiría en su pilar más valioso.
Chapter 16: A sangre fría
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Luego de cumplir los veinte años, el destino de su familia le fue entregado en sus manos. Los reyes y demás duques asignaron la función que cumpliría cada miembro joven, ya que los años avanzaban y los niños comenzaban a convertirse en adultos, tanto en su familia como en el resto del entorno de la alta clase. El destino de su hermana Stella fue sellado desde que era una niña, ella se convertiría en la honorable esposa de un príncipe Goetia de pura raza, uno de los hijos directos del rey Paimon.
En cuanto a él, se encargaría de organizar y comandar su correspondiente legión de demonios de alto rango. Se convertiría en un duque privilegiado de su rama en la especie Goetia, la cual se distribuía por la inmensidad de los siete anillos. Su raza seguía siendo la de un ave real, pero su sangre estaba desteñida y todos los demás clanes incluído el suyo estaba apartado de los familiares del rey Paimon.
El rey destinó y concretó algunos tratos para que sus padres enlazaran a su hermana a Stolas, un niño de su edad que cargaría con la responsabilidad de dirigir demonios y convertirse en un guardián de los astros guiado por su Grimorio.
Andrealphus poseía una responsabilidad más burocrática. Lo pensó un millón de veces. Si tuviera las mismas conexiones que el rey Paimon y sus hijos, él definitivamente sabría como gobernar y administrar esa magnitud de riquezas. Él sería mejor que cualquiera, sería mejor que su hermana e incluso que Stolas.
El único don que le fue otorgado a Andrealphus al nacer, fue el de poseer un control del hielo sobresaliente. No era como el resto de herederos de su clan, él era poderoso. Y sus familiares lo percibieron con atención, tanto así que se propusieron explotar y manipular ese don. Con el correcto uso de su catastrófico poder en batalla, podría ser un guerrero de élite y encabezar guerras.
Ese día, encerrado entre cuatro paredes congeladas y repletas de dagas de hielo en cada uno de los rincones, Andrealphus cayó de rodillas al suelo y cerró sus ojos adolorido, dejando que extensiones de hielo filoso se formaran alrededor de su cuerpo, de menor a mayor.
Obligado a entrenar y a drenar todo ese poder que no creía tener límite, él estaba a punto perfeccionarlo en totalidad.
Sin embargo, Andrealphus observó sus manos heridas y su cuerpo colapsado. Su propia anatomía parecía entumecerse ante la baja temperatura que lo consumía al abusar de su poder. Sus extremidades dolían, su sangre parecía querer dejar de circular. Él sabía que si exigía un poco más su límite, su corazón podría detenerse, sus músculos podrían congelarse.
Se enfureció al reconocer que eso era una debilidad. Y no había chance de que pudiera permitir que su cuerpo fuera débil, no había manera de tolerar una falla después de perder tanto tiempo en lo mismo. Chocó sus puños contra el suelo y más olas de hielo se desprendieron de su cuerpo, de sus manos y de su aura. Su poder subió desmedidamente y fue tanto para él que su propia mente le jugó en contra, haciendo que todo su frío alrededor se apagara de un segundo a otro.
Dejó de percibir sus manos congeladas o su cuerpo herido por el propio hielo que producía sin parar. Se sumergió en una oscuridad que transcurrió como simples segundos en su estado de inconsciencia.
Cuando Andrealphus abrió los ojos con mucha lentitud y dificultad, se encontró en una escenario muy diferente al que recordaba. Su cuerpo seguía doliendo, aún estaba adolorido ante su sobreesfuerzo y las heridas que se provocó sin premeditarlo en sus extremidades.
Entonces, lo vio. Era fuego. Al menos, era el rojo más intenso que había visto alguna vez, flameando contra la brisa de aquel bosque cálido.
Vassago era un joven que pasaba los veinte años, la misma edad de Andrealphus. Se mantuvo sentado a su lado, se asomó por arriba de él con una sonrisa maliciosa al verlo dormir, recostado bajo la sombra del árbol de ese bosque de hojas naranjas.
—Woah, eres una amenaza —reconoció ante el pájaro de hielo—. Te vi allí dentro, das miedo cuando pierdes el control de tu poder.
En efecto, Vassago presenciaba el monstruoso entrenamiento masoquista de Andrealphus desde la ventana exterior de la cámara de hielo, la cual se concentraba en aquel bosque lejano. Lo había captado un par de veces someterse a esa clase de exigencias y, esa vez, no pudo quedarse quieto al verlo perder la consciencia. Lo sacó de allí y lo hizo llegar al bosque, para que el calor natural del día pudiera sanar sus extremidades y el resto de sus músculos heridos.
Andre tomó asiento en su lugar precipitadamente. Se sostuvo la cabeza con una mano y trató de reconstruir los hechos en su mente. Luego, como era de esperarse, le clavó una mirada de desprecio y odio a Vassago, a quien no conocía de nada.
—¿Y tú quién carajo eres? —preguntó de una forma hostil y venenosa, haciendo que sus ojos azules brillaran con la intensidad de mil demonios.
—El que te sacó de esa tumba de hielo —respondió Vassago, arqueando una ceja ante su ingratitud—. De nada.
El contrario no tenía tiempo que perder, mucho menos con ese idiota que acababa de encontrarse. Debía salir de ese bosque, volver a la base de los entrenamientos o al menos salir de allí para volver con su gente. Se puso de pie, esforzó su mirada hacia la lejanía del bosque con tintes otoñales y se dio cuenta de que estaba en lo profundo, un lugar desconocido para él.
—Si, sé que no tienes idea de dónde estás. Sígueme y te sacaré de aquí —Vassago se le adelantó y emprendió su camino por delante del hombre de hielo.
Cuando Andrealphus lo vio pasar, suspiró fastidiado y no tuvo otra opción que seguirlo. Sus ropajes elegantes y el brillo intenso de sus ojos le indicaba que era parte de la realeza, pero era la primera vez que veía a alguien cerca del centro donde entrenaba con su poder. Entonces, Andre abrió sus ojos algo sorprendido al reconocer el color de su plumaje, ese rojo intenso como la sangre humana y ese porte elegante en los emblemas dorados de su traje.
—Ya sé quién eres —suspiró al reconocer al sujeto—. Tu rama de los Goetia no está en buenos términos con la mía.
—Lo sé —canturreó Vassago sin darle mucha importancia al comentario—. Pero te veo sufrir en ese lugar casi todos los días y quise sacarte de ahí y mostrarte algo más que ese aburrido centro de tortura. Lo que pasa entre nuestras familias no me importa mucho.
Lo irreverente y despreocupado del comentario alteró en mal plan a Andrealphus. ¿Qué le pasaba al tipo? ¿Desde cuándo un heredero de un clan importante era tan inmaduro e indiferente ante sus obligaciones familiares? Ni siquiera tenía sentido que lo hubiera ayudado.
Las familias de ambos habían tenido disputas terribles durante siglos, nunca llegaban a marcar una tregua. El conflicto de interés siempre era el mismo, disputarse tierras y poder. Tal vez no eran la raíz del asunto, pero interactuar a la luz del día y que otros miembros de la comunidad los encontraran hablando se vería pésimo ante los ojos de cualquiera. Mucho más en la comunidad de la oligarquía, la cual era un nido de pajarracos chismosos por naturaleza.
—¿Qué es lo suficientemente interesante para arriesgarte a sacarme de ahí y que te vean hablando conmigo? —cuestionó Andrealphus, rogando que el camino que seguía por detrás de Vassago fuera concreto y veloz y no alguna clase de truco o emboscada para herirlo.
Pero Vassago se detuvo en medio de la inmensidad de árboles de hojas negras y expandió el poder de sus manos alrededor de ambos.
—¡Las estrellas y el futuro!
El brillo inundó las hojas negras, volviendo dorada cada porción de los árboles. La brisa cálida de su poder hizo retroceder de la impresión a Andre, quien contempló detenidamente los destellos que se fusionaban con el ambiente.
Creyó que iba a herirlo, que iba a atacarlo o a engañarlo. Sin embargo, la sensación caliente de aquellas tranquilas ráfagas doradas cubrió la oscuridad de las hojas de los árboles y revoloteó por su alrededor.
El poder armónico de Vassago causó que el dolor en sus dedos entumecidos se disipara y que su cuerpo se sintiera cálido, aliviado. Andrealphus no captó ninguna señal de ataque, no captó hostilidad o malicia. Y eso se sintió extraño, el acto lo llenó de preguntas.
Si era el heredero más joven de su familia, era aquel que podía ver el futuro de las personas, profetizar los caminos de cada ser que el quisiera. Tenía un manejo claro de su poder. Se preguntaba que otras habilidades poseía para la batalla, lo cual era esencial bajo su punto de vista ya que todo ese teatro de brillos no le serviría de mucho por más hermoso que se viera.
Entonces, Andrealphus reconoció que el poder de Vassago era hermoso.
—¿Eso debe funcionarte con muchas mujeres, no es así? —disipó las estrellas doradas con una ráfaga de viento helado y entrecerró sus ojos con molestia hacia el contrario—. Mostrarte como un ridículo galán y endulzar los oídos de las hembras con ese estúpido acento, ese porte atrevido y-
—Lo que funciona es mostrarles el camino para que escojan las mejores decisiones para sus vidas —le sonrió el ave rojiza al acercarse a pasos lentos hacia Andre—, enseñarles las maneras de llegar a forjar un hermoso destino.
Vassago desplegó magia con solo pasar su brazo por el cielo, y pudo reflejar una sola imagen. La forma en como una joven Stella llevaba a una adolescente de la mano, una niña con el color del plumaje de Stolas. El reflejo era difuso, pero podían reconocer las siluetas. Esa sería Octavia cuando cumpliera unos quince años de edad.
Andrealphus borró la visión delante de él, como si se tratara de un molesto humo que solo lo fastidiaba. Se cruzó de brazos frente a Vassago y arqueó una ceja con escepticismo, ya que no le estaba mostrando nada novedoso, ese era el futuro arreglado para su hermana de todas formas.
—Eres bastante aburrido y predecible —Andre rodó los ojos y se mantuvo en una posición obstinada—. Con todo este circo que estás montando no pareces más que un embustero. O un hechicero de bajo costo.
De pronto, Vassago acorraló al ave de hielo. Lo hizo retroceder, lo estampó contra un tronco grueso en ese bosque y aquel precipitado movimiento dejó en shock a Andrealphus, quien amplió sus ojos azules y apretó sus puños a sus lados.
Alterado, comenzó a formar un aura helada alrededor de su cuerpo porque estaba seguro que iba a hacer algo violento o impredecible, iba a aprovechar su estado y lo agotado y herido que estaba, Vassago podía hacerle cualquier cosa, estaban solos allí en ese maldito bosque y no había nada que pudiera...
Bajó la guardia por reflejo cuando el mismo Vassago estampó una mano contra el tronco al costado de su cabeza y acercó su rostro al de él. Formó una sonrisa confiada y le clavó una mirada que podría atravesarle hasta el alma y acabar con ella. Y aquellos ojos profundos e intensos penetraron a Andrealphus, quien le mantuvo la mirada y trató de lucir igual de desafiante y fuerte, a pesar de la intensidad que manejaba la situación.
—¿Por qué me estás besando con tanta insistencia durante los próximos meses si te caigo tan mal?
Vassago se alejó un poco de sus labios y, por primera vez, Andrealphus tembló al escuchar su voz. Era por eso que lo veía de esa forma tan profunda, estaba leyendo su futuro. Pero eso era lo de menos, Andre quedó petrificado como un témpano de hielo y ya no tuvo la capacidad de responder con sarcasmo ante la estupidez que dijo.
Inmerso en los ojos de Vassago, en su manera de desarmarlo con unas simples palabras y habiéndose perdido en esa sonrisa tranquila y segura, Andrealphus no pudo decir ni una sola palabra.
El contrario retrocedió, extendió una mano hacia el fondo de aquellos árboles oscuros y limpió la maleza con una sola ráfaga de un fuego escarlata que brotaba por sus dedos como si se tratara de unas calientes llamaradas del mundo de los vivos. El camino estaba marcado y el conjunto de casas de campo estaba a largo metros de la lejanía del bosque.
—No te preocupes, lograrás controlar tu poder en menos de dos meses con tu entrenamiento actual —le aseguró Vassago con una sonrisa juguetona y un tono dulce, como un auténtico príncipe—. Así que no te sobreesfuerces, dulzura.
Andrealphus bajó un poco su rostro y no dejó de mirarlo con ojos desconfiados y siniestros, porque nada de lo que le dijo el ave de plumaje rojo lo hacía sentir tranquilidad. Sino todo lo contrario, no tenía ninguna razón para confiar en él o creerle. Eso pensó por largo tiempo.
—Adiós, Andy —le sonrió el ave de fuego—. Nos vemos pronto.
Vassago se adelantó, para que precisamente los demás miembros de la familia de Andrealphus no los vieran juntos porque a él le importaba su reputación. El ave roja no pudo verlo todo, pero quiso creer que había contemplado la mejor parte. Ellos estaban predestinados. Ese mismo encuentro, estaba predestinado.
Chapter 17: Invierno eterno
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Siete años después.
Andrealphus mantenía su vista carente de emociones sobre el público de aquella velada real. Estaba ubicado en las alturas de uno de los palcos del salón, apartado del resto de los invitados, gozando de la privacidad que necesitaba. Sus finos ojos azules analizaban a los grupos de la realeza, las luces doradas que reflejaban las costosas arañas de oro sobre el enorme salón, también escuchaba la música clásica y las risas de las mujeres adineradas.
Se acostumbró a eso. Él estaba haciendo el trabajo de construir las conexiones más sólidas para su familia, las realizaba con otras especies e incluso con los pecados capitales. Su hermana no tenía que hacer nada, solo mantener apariencias mientras su esposo criaba a una heredera que era la fuente de sus conexiones con el rey Paimon. Ella tenía la vida arreglada.
Recordó algo, al menos una memoria de cuando era más joven y creía que podía ser feliz.
Fundió el metal plateado junto a su poderoso hielo, formó un anillo y lo colocó en uno de los dedos de Vassago. Lo miró a los ojos y le sonrió con calma, porque de verdad lo quería. Andrealphus no quería a nadie ni deseaba nada con fervor, todo lo que hacía era para beneficiar a su familia y fue traído al mundo con ese único propósito, nunca pensó en si mismo o en el significado de sus emociones.
Cuando era más joven, creyó que podía luchar contra ese sistema. Pero no podía. No al ver lo sucio del ambiente, y ser parte de eso. No podía destruir nada ni edificar nada. Él solo podía seguir su camino, sin salirse del molde. Tal como lo hizo su hermana.
En esa fiesta, Vassago se presentó en ese palco por detrás de Andrealphus. No lo sorprendió, solían verse a escondidas en esa clase de lugares. A Vassago no le importaba el costo de sus acciones, porque era un hombre que decidió vivir con mayor libertad. Andre envidiaba esa manera de existir que se debía a la crianza flexible que tuvo. Pero por desgracia, ya no tenía la capacidad o la paciencia de seguir jugando a lo mismo.
—Tenemos que dejar de vernos.
Le comentó a Vassago, quien no cambió su expresión taciturna y tampoco se perturbó cuando Andrealphus giró hacia él y caminó hasta donde se encontraba.
—Somos adultos, esto ya no es un juego —le explicó Andre sin mayores problemas para expresarse. Era algo que sucedería tarde o temprano, porque los años habían pasado y no podían tomarse esas libertades absurdas.
Sus familias se odiaban furiosamente, no había manera de reconciliar o restaurar esas diferencias y ellos no marcarían un precedente. Lo correcto era alejarse y mantener las apariencias, no eran los primeros ni los últimos en realizar esas acciones únicamente para que no hubiera disturbios jodidos entre clanes.
Vassago se acercó a su cuerpo, acercó su mano al rostro de Andre y sujetó su mejilla. El aura helada del contrario bajaba drásticamente cuando él estaba presente y eso era porque no quería hacerle daño. El pájaro pelirrojo conocía tanto a Andrealphus, que sabía que seguía bajando la guardia cuando estaban juntos.
—Jamás me ha importado lo que diga mi familia —cuando Vassago dijo aquello, se acercó lo suficiente y selló los labios de Andre con un beso.
Andrealphus cerró sus ojos, angustiado. Aunque no podía evadir ese torbellino, la situación era cruel. Vassago deslizó sus manos por su cintura y ambos se besaron con tanta necesidad de pertenecerse. El ave de hielo posó sus manos sobre el pecho de Vassago, como si ambos no pudieran separarse cuando establecían esa conexión. Aquel impertinente fuego escarlata que incendiaba todo a su alrededor, derritiendo todo el hielo, volviéndolo nada, no dejaba de invadirlo.
Sin embargo, para Vassago también era algo que lo lastimaba. Porque había visto las decisiones que tomaba Andrealphus en su destino, y era por eso que se estaba esforzando por cambiarlo o persuadirlo.
Era lamentable, pero Andrealphus no lo escogía a él por sobre su familia en ninguna clase de futuro.
Cuando Andre se separó del beso, le sujetó el rostro con ambas manos de manera atenta y quiso que se enfocara únicamente en él. Ya no quería que se dejaran mezclar por la pasión, que se dejaran cegar por los sentimientos, eso no podía seguir siendo algo aceptable. Sencillamente no estaba bien.
—Mi legado familiar siempre ha sido mi prioridad y eres muy consciente de eso —le reiteró debido a que frecuentaron esa conversación varias veces—. Nunca consideré abandonarlo todo, jamás dejaría todo lo que tengo. Creen en mi, tengo que proteger lo que me pertenece. El matrimonio de mi hermana se está cayendo a pedazos y cuando se rompa, seré el único que...
Andrealphus sería el único eslabón joven de su familia que podría sacarla adelante mediante prestigio, respeto, conexiones y estatus. Era el único que tenía las capacitaciones de hacerlo, el único que estudió y se esforzó. Su hermana no era astuta o inteligente y él tuvo que adquirir toda la mejor parte y esforzarse para poder cubrir sus errores. No podía dejar su vida atrás por decisiones cuestionables, por una aventura sin futuro.
Vassago se le quedó mirando sin comprenderlo del todo. Como bien pensaba Andy, su familia no fue especialmente estricto con él y nunca fue condenado socialmente por sus actos. No estaba bajo la mirada de nadie, no temía perderlo todo. Andrealphus y él se amaban, ¿era muy ingenuo pensar que podían dejar que ese cariño fluyera y que podían pelear por eso? Andre no era feliz siguiendo el legado de su familia, jamás fue feliz con esa vida que le fue destinada y no eligió. ¿Cuándo se daría cuenta de eso?
—¡Deja de mirarme así! —le gritó Andrealphus, dio un paso hacia atrás y se mantuvo muy alterado ante los ojos preocupados y nerviosos de Vassago— ¡Deja de mirarme como si solo fuera un monstruo egoísta! ¡Sabes por qué hago esto! ¡Ya deja de tratar de leerme! —se cubrió el rostro entre sus manos, ya no quería seguir en ese lugar con él.
Vassago no lo estaba leyendo. Él solo... estaba muy afectado por ese futuro que había visto hacía tiempo. Él estaba convencido de que podía cambiar el destino de las personas con mucho esfuerzo y perseverancia. Por eso no quería rendirse y, muy en el fondo, sabía que Andrealphus tampoco quería hacerlo.
Se acercó con cuidado, con mucha cautela hacia el cuerpo de Andre y le quitó las manos de su rostro. Cuando Andy sintió sus manos suaves y tibias tomar las suyas, volvió a estremecerse ante lo gentil y cariñoso que podía ser Vassago con solo tomarlo. Lo odiaba... Lo detestaba. Era su debilidad, lo hacía débil y no quería permitirlo.
Vassago volvió a besarlo y Andrealphus no tuvo la voluntad suficiente como para apartarlo. Quería probarlo una última vez, quería sentir que le pertenecía, que tenía algo que era propio y que había algo más allá de las leyes y los mandatos.
Sus cuerpos volvieron a mezclarse, la imagen que más recordaba Andre era la de tener esos precioso rubíes angelados sobre su cuerpo. Explorando su piel, desnudando cada porción de su alma. Todo el frío se esfumaba y el calor no se sentía tan mal. Ambos en la cama, respirando fuerte y regulando los latidos de sus corazones.
Ese era el único lugar en donde Andrealphus podía ser honesto en cuanto a sus emociones por Vassago. No podía hablar, no lo decía, nunca lo dijo. Pero lo demostraba al dejarse tomar una y otra vez y al besarlo con tanta necesidad y lujuria. El hielo que rodeaba su corazón como un escudo impenetrable se quebraba y caía a pedazos cuando estaban juntos.
—Cuando me viste por primera vez, ¿viste cómo terminaría todo esto?
Vassago escuchó la pregunta de Andre, un susurro en medio de la madrugada en su habitación. Lo mantuvo abrazado desde atrás, sosteniendo su pequeña cintura, mientras ocultaba su rostro sobre las plumas blancas de su hombro.
Cerró sus ojos con pesar. No quería soltarlo, pero... Las plumas de Andrealphus estaban retomando su frío característico. Él lo quería fuera de ese lugar, fuera de su vida. El amor no era suficiente, nada de lo que vivieron era suficiente. Y todos esos recuerdos que formó con él, no servían para conmoverlo. Andrealphus era una persona de sangre fría.
—Si... —se apartó de su cuerpo, retrocedió y lo soltó con una angustia contundente que lo estaba partiendo al medio—. Termina de esta forma.
Ese era el límite que vio. Ya no quiso ver más. Hasta ese momento, era irreversible. Pero quería creer que se podía cambiar. Vassago se marchó esa madrugada y lo dejó solo, como él quería. Sin embargo, esa no fue la última vez que se vieron.
Estaba siendo terco, un pájaro obstinado e incoherente, y todo eso era porque no quería aceptarlo y estaba desesperado. No podía tolerar la idea de que no podía cambiar su propio destino.
—Vassago, basta... Vete.
Si realizaba el acto más radical, si podía mover las riendas del futuro y del destino que estaba escrito, podría marcar una diferencia. Extendió una delgada cadena con el anillo que le regaló Andrealphus cuando eran más jóvenes.
En medio de la velada real, los grupos establecidos de la realeza comenzaron a murmurar entre si ante la primera interacción pública que estaban presenciando entre Vassago y Andrealphus.
—Te estoy devolviendo lo que es tuyo —Vassago ya no iba a intervenir si volvía a recibir un rechazo directo. Tenía que hacer esa clase de actos, moverlo todo y causar un cambio.
Sin embargo, Andrealphus rompió la templanza que lo caracterizaba en público. Vassago hizo un cambio, claro que lo afectó y alborotó el tablero del destino. Pero Andre sucumbió en el peor de los sentidos, observó su alrededor, sus pupilas captaron a las personas hablando entre si y teorizando lo que estaba ocurriendo entre ambos.
Andrealphus fue presa de un pánico que no podía demostrar. Vassago lo estaba presionando en público de la peor forma y no pudo hacer nada más que escuchar los susurros entre la multitud y explotar.
Gruñó fuera de sí, unas fuertes cuchillas de hielo rodearon su cuerpo, se formaron desde el suelo hasta el techo y sus largas plumas de su cola se alzaron como si se tratara de un pavo real en posición de ataque. Hizo crecer una enorme estaca de hielo frente a Vassago, quien soltó la cadena y la hizo caer sobre el hielo. Retrocedió con un rostro repleto de asombro y nerviosismo y se dejó llevar por las intenciones que reflejaba Andrealphus con su frenética mirada.
—No te atrevas a volver a hablarme o acercarte a mi. Tú sola existencia es repugnante —le sentenció Andrealphus con una voz de ultratumba, haciendo que todos los miembros de la comunidad retrocedieran ante el despliegue de su poder en su estado más puro—. Nosotros no tenemos nada que aclarar. Y no sé que es esa basura que quieres devolverme por qué jamás la había visto en mi vida —quería cortarle la garganta ahí mismo, pero resistió el impulso y apretó sus labios—. Me largo.
Andre no podía bajar la intensidad del hielo que estaba edificando a su alrededor, porque sus emociones lo estaban corrompiendo. La humillación, la vergüenza, todo lo que podrían especular. Cada cosa en su medida estaba rebasando el vaso de su paciencia, excediendo sus límites.
—Andy... —Vassago quiso avanzar y extender su mano para llegar a él, quería calmar su ira como solía hacer cuando estaban juntos, en momentos en los que creía que tenían una conexión.
—¡ME LARGO! —exclamó el contrario, al mismo que tiempo que hacía crecer las dagas de hielo contra Vassago, a centímetros de herirlo.
El hielo destruyó los suelos, se ramificó por toda la extensión del salón y rompió las mesas de los centros. El lugar quedó en silencio, y cuando Andrealphus se volteó para marcharse y mostró el ostentoso plumaje de su enorme cola. Se detuvo abruptamente al escuchar una voz por última vez.
—... Yo me iré, Andrealphus —susurró Vassago a sus espaldas, haciendo caso a sus deseos con tal de tranquilizarlo. Supo que fue un error exponerlo, porque él nunca estaría dispuesto a pelear por él—. Está más que claro lo que acabas de romper aquí y no hay vuelta atrás.
Pensó que podía cambiar el destino. Pero no podía... No era capaz de causar un cambio y eso se sentía terrible. Y toda su ilusión se rompió, perdió su propio control al ver la apariencia de Andrealphus desde atrás, porque nuevas imágenes se estaban acercando a su mente como si se trataran de veloces rayos de luz confundiendo su cordura.
Vassago retrocedió espantado, sus ojos se llenaron de lágrimas y no pudo seguir allí, salió corriendo y huyó del salón porque no podía controlar la manera en como se estaba manifestando su visión en su interior. Era la primera vez que su poder se salía de control de esa forma, y era por el trauma que acababa de forjarse dentro de su corazón.
—No quiero verlo... No quiero.
Cuando Vassago escapó de su realidad, cayó de rodillas al piso sobre el césped del patio y se cubrió los costados de su cabeza con ambas manos tratando de detener sus visiones. Sin embargo, su nivel de estrés, de angustia y su debilidad no le permitió volver a recobrar el control. Estaba viendo mucho, los flashes de imágenes llegaban uno tras otro como rayos de luz en el interior de su cabeza. Visualizó el destino de Andrealphus, caminos que no le correspondía saber.
Hasta que Vassago rompió en llanto y se abrazó a si mismo al ser incapaz de controlarse. Jadeó consternado ante la visión más potente y horrorosa. Pudo ver nieve... hielo. Tormentas de nieve, un bosque de hielo. Sangre oscura, sangre negra brotando de Andrealphus. Él entre sus brazos, en el medio de esa zona inhóspita y desolada, dónde alguna vez ese hielo lo cubrió todo. Andre moría en sus manos, malherido y sin dejar de mirarlo a los ojos hasta el último momento de su vida.
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Entrelazaron sus piernas sobre la cama, mientras se besaban bajo las sábanas y tomaban lo que podían del otro. Cuando el búho se sentó sobre su regazo, estiró una mano hacia el rostro del contrario. El encantador perfume de Vassago envolvía a Stolas, al igual que su voz seductora y el inigualable color de su plumaje.
Estaba por llegar a su rostro, pero la mano de Vassago le tomó la muñeca y lo detuvo. Stolas se quedó quieto, permaneció en silencio sin dejar de contemplar el rostro helado del contrario en esa noche oscura y misteriosa.
Vassago leyó sus movimientos desde que se acostaron y comenzaron a besarse, Stolas quiso correr sus gafas protectoras para que él pudiera ver de más. Aquello era lo único que lo hacía sentir intranquilidad, porque ver el futuro de Stolas le causaba un temor profundo. No quería ver algo terrible, no quería que las personas desaparecieran y lo dejaran solo.
—Lo siento... —se disculpó Stolas por haber creado una situación incómoda innecesaria—. ¿Podríamos solo abrazarnos esta noche?
El príncipe no desconfiaba de Vassago. Su alrededor era difícil de leer, se sentía confundido la mayoría del tiempo. Pensó que su dolor podría frenarse, que podría curarse un poco o al menos dejar de pensar constantemente que había arruinado todo y que todas las decisiones que tomó habían perjudicado su vida.
Pero nada de eso sucedía. Y su melancolía no hacía más que crecer al extrañar a Octavia y al recordar y anhelar a Blitz a su lado.
—No tienes que disculparte —Vassago le sonrió con su misma melancolía. Lo abrazó y lo mantuvo a su lado, acomodando las plumas rebeldes de su cuerpo.
De a poco dejó de sonreír, porque había piezas que aún le faltaban para reconstruir su corazón. Se preguntaba si algún día podría volver a ser feliz luego de haber sentido la cúspide de sus más puros sentimientos con Andrealphus.
Chapter 18: Envidia
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Desde la ruptura, Stolas se encargó de bloquear a Blitz de su celular. No necesitaba sus mensajes, llamados o intentos de explicarse. Sin embargo, no borró sus mensajes pasados. Aquel día de neblina y oscuridad fría, se acurrucó en la enorme cama de su habitación y leyó esos mensajes con pésima ortografía y sin prolijidad. Algo que le entregó una nostalgia terrible, una estúpida necesidad de querer verlo.
"Ese rostro... tan resentido y arrepentido."
Cuando Stolas estaba solo, cuando Vassago se marchaba luego de días y noches enteras, el vacío en su corazón se hacía más grande. Siempre se encontraba en la misma triste y deprimente situación. Entonces, recordó a Blitz. Recordó la forma en como le gritaba y le decía cosas terribles e hirientes, cosas que lo lastimaron y lo hicieron llorar y huir de él.
Sin embargo, cuando el imp le empezó a rogar y cuando gritó su nombre con la intención de que no huyera de él, Blitz mostró preocupación y su verdadero ser, su arrepentimiento por haber exclamado mierdas impulsivas.
"Estoy solo otra vez."
Stolas se abrazó a si mismo luego de dejar su celular arrojado a un lado. El frío de la angustia y el terror de morir solo lo invadió. Se confabularon para quitarle a su hija y también dejó a Blitz porque fue presa de sus impulsos. Estaba herido y aún sangraba, no se hubiera comportado de esa forma si no hubiera sido dominado por sus emociones.
Quería a Vassago, lo quería de una forma que nunca había querido a otro hombre dentro de su muy reducido círculo de conocidos cercanos. No obstante, el fuego y las quemaduras que dejó Blitz en su alma no habían desaparecido ni un poco.
Sus pensamientos fueron interrumpidos al escuchar la forma en como un libro caía al piso. Stolas abrió sus ojos brillantes y llorosos, se sentó rápidamente sobre su lugar y observó a lo lejos, en el escritorio de su habitación, la forma en como su Grimorio acababa de desplomarse sobre la alfombra. El libro se abrió, empezó a brillar con polvos violáceos y azules y a pasar las páginas frenéticamente.
El príncipe no comprendió el motivo de la activación del Grimorio por su propia cuenta. Pero, cuando reconoció la forma en como flamas azules, verdes y rojas se combinaban entre si al fluir desde las hojas, se levantó de la cama con su pijama puesto y corrió hacia el escritorio al reconocer la esencia de la magia del circulo de la Lujuria.
—¿Asmodeus?! —el búho se arrodilló ante el libro, quiso aproximar sus manos pero el fuego se volvió intenso y si se acercaba, se quemaría.
El fuego empezó a disminuir, débil ante la incapacidad de sostenerse por su cuenta. De repente, una voz entrecortada fluyó desde el interior de las páginas del encantamiento.
—¿Me escuchas?! ¿Stolas?!
La voz de Asmodeus era imposible de no reconocer. Stolas quedó totalmente asombrado al oírlo, habían pasado meses desde su desaparición junto a los pecados y nadie sabía sobre ellos. El príncipe extendió una ráfaga de su propio poder, empezó a sustraer la energía espiritual del contrario solo para formar un mapa mental y localizar sus coordenadas.
—¡Te escucho! ¿Dónde estás?! ¡He tratado de localizarte pero no he podido hasta ahora! —exclamó con la esperanza de que Asmodeus pudiera escuchar sus palabras. Maldijo en voz baja, porque el poder de Ozzie estaba disminuyendo al pasar los segundos debido a la distancia—. Mierda, la señal se corta.
Asmodeus sabía que tenía poco tiempo para establecer esa comunicación, la cual pudo lograr reuniendo el poco poder que aún conservaba junto a Belphegor y Beelzebub. Tenía que aprovechar el tiempo.
—Necesito que uses tu poder para sostener mi voz y la comunicación, al menos por unos minutos —le pidió a Stolas para que pudieran hablar.
El príncipe hizo caso omiso. Se entregó, sumergió sus manos en el fuego que emergía de las páginas del Grimorio y aunque aquel fuego era potente y lastimaba, protegió sus dedos y palmas con su propia magia. Los ojos del búho brillaron intensamente, gimió ante el dolor y realizó el esfuerzo necesario para proporcionar la intensidad de su magia y hacer que Asmodeus pudiera emitir palabras entendibles.
—Mi magia apenas llega, estás muy lejos. No puedo extender esto por mucho tiempo —le dijo Stolas demasiado preocupado, mientras en paralelo seguía localizando las tierras donde se encontraba Ozzie con su magia.
—... Venir fue una trampa. Escúchame, Leviathan me encerró cuando quise protegerlas. Ellas están... Ella...
La señal de su voz se estaba cortando. Aunque Stolas estaba aplicando gran parte de su poder, la distancia era tan grande que no podía hacer mucho más que eso. Estaba fuera de los límites de los círculos, lugares desérticos y primitivos en los cuales casi ningún demonio podía subsistir.
—Ella está aliada con Satán y con Mammon, hasta el fondo. Te estoy diciendo esto porque confío en ti, Stolas. Hay demonios primigenios rodeando todo el lugar, son muy peligrosos para nosotros.
Stolas estaba escuchando la información atentamente, aprovechaba esos minutos para seguir localizando las coordenadas porque no pensaba abandonar a Ozzie a su suerte en ese lugar junto a las reinas.
—¿Por qué la reina Leviathan está aliada con Mammon y Satán?
Por más que trataba de unir la información o encontrarle un sentido, lo que le decía Ozz era inconcebible. Leviathan, reina del anillo de la Envidia, era un demonio que regia sus tierras con justicia. Nunca se mezclaría con seres asquerosos como lo eran Satán o Mammon, aquello no tenía sentido.
Ella solía huir de los conflictos y nunca tomar partido en las luchas internas entre pecados o altos mandos, solo porque odiaba las guerras. Al mismo tiempo, Ozzie jamás le mentiría en un asunto así de serio, no luego de haber desaparecido por más de un año, ¿qué era lo que sucedía realmente como para que ella quisiera hacerles daño?
—¿Asmodeus?...
Desde el otro lado... El rey Asmodeus, gobernante de Lujuria, deslizó su mirada desde su celda y observó a Beelzebub, quien trataba de mantener sus manos unidas a las suyas para concentrar el poder de la comunicación. Desde la otra punta, Belphegor entrecerró sus ojos sin brillo y se mostró angustiada y afectada por la pregunta, tanto así que la flama de su frente bajó y casi se extinguió. Bee agachó sus orejas y observó el rostro de Ozzie con su misma debilidad y tristeza.
Asmodeus sostuvo con más fuerza las manos de Beelzebub, entrecerró sus ojos con la culpabilidad más grande de todas y supo que, de cierta manera, lo que sucedía era su culpa. Fueron largos milenios desde que ellos nacieron en las tierras de Lucifer, milenios en los que Ozzie no fue siempre un ser bondadoso y respetuoso.
Al principio, los seis eran monstruos despiadados. Y lo fueron por mucho tiempo.
—Yo... le hice algo imperdonable. Le hice daño... hace mucho tiempo atrás —le relató a Stolas en medio de la comunicación—. Es normal que me odie, después de tanto. Y ahora, ellos tres no buscan nada que no sea destruirme. Hay mucho... hay demasiado que las personas no saben sobre nosotros seis.
Stolas mantuvo la comunicación hasta ese preciso instante, el fuego se apagó y el libro se elevó solo para cerrarse frente a sus ojos y volver a caer bruscamente al suelo.
El príncipe colocó sus manos sobre el piso, jadeó adolorido y trató de recomponerse luego de haber probado mantener la comunicación por todo el tiempo posible. Incluso su magia tenía límites en esos terrenos. Al final, extendió sus manos a sus lados, sus ojos se volvieron de color negro y utilizó todo lo que le quedaba de fuerza para abrir su libro e invocar la información que recopiló.
—Lo localicé.
Sonrió aliviado. La historia que Asmodeus y los demás pecados escondían era un misterio que ocultaba algo realmente oscuro por detrás, algo que tendría que enfrentar y conocer cuando volviera a encontrarse con Asmodeus. No conocía los motivos de Leviathan, pero si los de Mammon y Satán: resentimiento y venganza. Ellos debieron contaminar a la reina de la Envidia, más allá de sus propios motivos personales contra Asmodeus.
Stolas tiñó sus ojos de rojo escarlata nuevamente cuando reconoció una pista más dentro de las coordenadas que poseía y estaba analizando gracias a la magia de su Grimorio.
—Andrealphus... Esa es su energía espiritual.
Tierras lejanas en las afueras de los anillos, envueltas por el terrorífico poder de Andrealphus. Maleza y naturaleza muerta, bosques congelados y tormentas que eran similares a vórtices, los cuales distorsionaban la realidad. Y demonios primigenios enloquecidos de rabia, cegados por la magia del duque de hielo.
Stolas tenía esa información sensible en sus manos. Cerró el libro y esfumó su magia en totalidad, apretó sus labios y supo que tenía mucho que hacer al ser el único que conocía el paradero de Asmodeus.
—Tengo que ver a Fizzarolli.
Chapter 19: Sin dirección
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Extendió un pergamino sobre la mesada de su salón principal, indicó puntos críticos sobre el papel con la punta de sus dedos y marcó un camino fuera del mapa establecido. Las líneas emitieron destellos morados y rojos, los centros de cada anillo gobernados por pecados brillaron en un tono plateado y el mapa comenzó a extenderse más allá. Tuvo que dibujar por fuera, guiándose solo por la débil esencia de Asmodeus que pudo localizar fuera de los terrenos conocidos.
—¿Qué sabes sobre esto? —Stolas, luego de dibujar una gran cantidad de líneas con su poderosa magia, alzó su mirada hacia Vassago, quien observaba todos sus movimientos impresionado ante la gran cantidad de información que recopiló en tan poco tiempo.
—Sé que conoces a Andrealphus. Sigues sus movimientos, probablemente él sigue los tuyos también —el príncipe fue al grano, ya que no conocía a alguien con un vínculo tan arraigado como el de Vassago con Andre. Su poder de hielo estaba impregnado en las tierras donde se encontraba Asmodeus, algo extraño y sucio lo estaba involucrado—. ¿Vassago?
El mencionado no respondió de inmediato. Contempló de forma dolida y culpable a Stolas, como si él fuera el autor de las aberraciones que Andrealphus cometía a cada paso que daba. Lo cierto era que Stolas dio en el blanco en casi todo, ya que Vassago seguía los movimientos de Andre y viceversa luego de una impúdica ruptura que había sucedido hacía años atrás.
—Estaba involucrándose bastante en los negocios de la reina Leviathan —no iba a cubrir a Andrealphus, mucho menos ante Stolas, quien era importante para él—. Desconozco los motivos por los cuales está trabajando con los pecados o con ella en concreto. Lo que sé, es que no ayuda a otros de forma gratuita. Siempre cobra sus favores. Él debe necesitar algo de ellos.
Stolas solo tenía esa información, no podía deducir mucho con tan poco. Andrealphus necesitaba algo de Leviathan o de los pecados, pero no sabía qué.
—Está interviniendo con ella y también con los reyes Mammon y Satán —le comunicó a Vassago, para que tuviera la intención de armar ese rompecabezas junto a él. Sin embargo, Vassago se preocupó ante la dirección de los acontecimientos.
—Stolas, quiero que me hables honestamente sobre tu relación con los pecados desaparecidos —le pidió el contrario al darse cuenta de que todo ese asunto tenía un sabor amargo—. En este último tiempo, te has involucrado mucho con el rey Asmodeus. Y él está bajo la mira del rey Satán luego de su lucha en el tribunal —Vassago no era el único que estaba al tanto, toda la realeza conocía la situación de su familia—. ¿En qué te estás metiendo, Stolas? Puede ser muy peligroso.
A pesar del riesgo del cual era consciente, Stolas no iba a abandonar su postura. Asmodeus era una buena persona, fue gentil y protector cuando lo necesitaba y era de los pocos hombres de la nobleza que lo trató de forma digna. Él era su amigo y, si el pecado se comunicó con el búho, era porque confiaba profundamente en sus capacidades. No había forma de que lo pudiera dejar abandonado luego de haber sido atrapado de forma sucia por sus enemigos.
—Me comuniqué con Asmodeus, tengo sus coordenadas. Iré a buscarlo y a liberarlo, él se encuentra con las reinas Beelzebub y Belphegor. Fueron emboscados —Stolas se lo dijo sin tapujos, decidió que emprendería ese viaje desde el momento en que supo que podía ayudar a la Lujuria—. La energía espiritual de Andrealphus cubre todo ese bosque de hielo en esas tierras, transformó un lugar inhóspito e inhabitable en su territorio. Percibo la magia de todos los pecados, todos están allí.
El príncipe guardó el mapa y reservó su poder luego de contemplar las zonas oscuras y lejanas fuera de los círculos, los lugares que no eran conocidos y eran tierras de nadie. Si allí no regían leyes, Asmodeus o las reinas podrían sufrir cualquier tipo de destino a largo plazo.
—Tengo un mal presentimiento con todo esto. La reina Leviathan nunca se mezclaría con Satán, ella es una mujer honesta —comentó Stolas en voz alta, pensativo y sin entender muchas de las cuestiones que sucedían.
La reina Leviathan, gobernante del anillo de la Envidia, nunca sería capaz de hacerle ese daño a los demás pecados. Sus poderes eran sobrenaturales, puramente psíquicos y basados en la magia más antigua y poderosa. Asmodeus le hizo algo, un hecho que desconocía por completo.
Si tenerlos como prisioneros era un gesto de venganza, ¿cuál era el verdadero sentido? Tarde o temprano, ellos tendrían que ser liberados para que Lucifer no tomara cartas en el asunto. ¿Para qué tenerlos en cautiverio por tiempo indefinido? ¿Cuál era la razón?
—Si, esto es desquiciado —respondió Vassago al leer la situación—. La reina Leviathan nunca le haría daño a la reina Belphegor, estaban en una relación hace algunos siglos atrás y le tiene demasiado aprecio. Es extraño que-
—¿Qué? —Stolas no pasó el comentario desapercibido.
El viaje de Asmodeus, Beelzebub y Belphegor comenzó desde un principio porque alguien le arrebató los poderes a Bel. ¿Leviathan tuvo que ver con eso desde el inicio? ¿Era algo delicado en una relación pasada de amantes?
—Si, es lo que todos saben —le indicó Vassago—. Pero eso no explica porque la reina Leviathan querría hacerles daño.
—... Asmodeus me dijo que le hizo daño a Leviathan hace mucho tiempo. Ella se lo está cobrando —al decir esto, Stolas no quiso pensar mal de Ozzie. Pero la realidad era que todo parecía fruto de sus malas acciones, pecados de hacía siglos atrás.
Y todo lo que se sabía del Asmodeus antiguo, el primigenio, no era nada bueno. Stolas pensó en las palabras de Ozzie. Él le hizo un daño irreparable a Leviathan, ella necesitaba llevarlo a aquellas tierras para cobrarse esa venganza y le quitó los poderes a Belphegor, usándola como señuelo para alejarlos de los terrenos de la ley y mantenerlos indefensos fuera de los anillos. Leviathan era una de las pocas que podría tener la destreza de arrancarle los poderes a otro pecado, ella poseía un don tan fino que no sería una tarea difícil.
—Vassago, ¿viste el futuro de Andrealphus, verdad? —como última instancia, Stolas quiso saber si el contrario podía confiarle esa información sensible para poder relacionarlo con todo el asunto—. ¿Tiene que ver con algo de esto? ¿Viste algo de su trabajo con los pecados?
Por supuesto que lo había visto. Al recordarlo como si se tratara de una cicatriz abierta en su espíritu, Vassago se mostró corrompido ante el dolor de ese presagio que lo acompañó por noches enteras. El día que ellos discutieron y rompieron lazos, él pudo ver una muerte explícita y violenta, un terreno helado y también sentir una amplia gama de poderes espirituales de distintos tipos.
—Vi su final, lo he pensado por mucho tiempo y encaja con este panorama —le confesó con pesar en su voz—. Unas llamas estaban consumiendo todo su ser, su hielo era incapaz de protegerlo. En nuestro alrededor, había mucha nieve y naturaleza muerta —describió lo más importante que pudo reconocer de su visión—. Esas llamas son muy parecidas a las del rey Satán.
—¿Él... es asesinado? —Stolas se alborotó ante esa contundente confesión—. ¿Acaso lo sabe?
—No, nunca se lo dije —le negó el contrario—. De todas formas, no es algo que se pueda revertir. Además, no sé quién es el que lo ejecuta realmente, no profundicé mi visión porque no quise seguir viendo.
El destino era irrevocable. No se podía torcer y lo sabía por su propia experiencia. Cuando pensaba en Andrealphus, siempre se repetía lo mismo y pensaba en sus palabras, ya que por más que se esforzó en cambiar el final de ellos como pareja, no hubo forma de romper ese destino.
—Ese fuego... también es del mismo color de mis flamas.
Vassago vivía torturándose con la visión de la muerte de Andre. En alguna ruta y por azares del destino, quizá él era el que terminaba con la vida de Andrealphus. El solo pensamiento lo mataba por dentro, lo destruía de dolor. No sabía en concreto cuáles serían las razones, pero no podía negar ese destino si de verdad eran sus flamas y no las de Satán. Aquello no se podía revertir.
Ante su inminente angustia, Stolas se acercó a Vassago y lo tomó del rostro con ambas manos con mucha preocupación. Sabía que Andrealphus significaba algo para él, que tuvieron una historia y que seguía muy herido. Esa visión era una condena, odiaba ver como se moría de sufrimiento por tener que cargar con ese peso.
—Tú nunca harías algo así, Vassago —quiso sanarlo, lo abrazó con fuerza porque lo necesitaba. El ave de plumas rojizas correspondió, porque su unión no era solo carnal. Ambos se sanaban el uno al otro, aprendieron a como sostenerse y a enfrentar sus errores y penas.
—Necesito que me ayudes con algo, es importante —Stolas se separó un poco de él y le sostuvo la mejilla, sin dejar de mirarlo a los ojos—. Tengo que abrir un portal y necesito tu poder. Si me acompañas, tal vez podamos hacer algo con respecto a Andrealphus.
Le estaba ofreciendo la posibilidad de salvarlo, de cambiar el destino. Stolas no tenía la certeza de poder cambiar los caminos de las personas, no poseía las respuestas de todos sus cuestionamientos y tampoco podía asegurarle que podrían ser exitosos en su búsqueda. Sin embargo, el confiaba en la protección de los astros, en las profecías de la luna y en la magia de las estrellas. Sus poderes combinados podrían causar milagros.
—Él siempre ha tenido un enorme resentimiento hacia mi y se ha esforzando por arruinarme la vida cada vez que puede. Pero yo... no lo odio —le dijo con absoluta sinceridad a Vassago—. Él también es víctima de su familia y puedo entender que tomó estas decisiones debido a su herencia.
Vassago se conmovió ante la amabilidad y la comprensión cálida que siempre le ofrecía Stolas cada vez que se sentía abrumado y desorientado. Sostuvo la mano que acariciaba su mejilla y le asintió una sola vez con la cabeza.
—Haré todo lo que pueda para ayudarte.
Chapter 20: Esmeralda perdida
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Se escabulleron entre la maleza de los jardines traseros. Buscaron la manera de saltar las rejas, evadir a los guardias de su propia raza y, de esa forma, lograron colarse al terreno. A diferencia de la mansión de Stolas, la lujosa residencia de Stella estaba custodiada por una gran cantidad de protección, hellhounds vestidos de traje que merodeaban por los jardines de un lado a otro y protegían la entrada.
Ambos distinguieron el cuarto que estaban buscando gracias a las decoraciones de una de las ventanas, la cual se mostraba al exterior de la mansión y poseía una vista al patio trasero. Todos los ventanales eran prolijos, pero aquel estaba decorado con plumas de color negro y algunos símbolos de estrellas. Era la habitación de Octavia sin duda alguna. Estaba a varios metros de altura, debían escalar para poder ingresar a la habitación.
—¿Es esto una buena idea? —Tex bajó sus orejas y observó sigilosamente su alrededor con su vista amenazante, respaldando la seguridad de su amiga. No podían hacer mucho ruido, los guardias podrían encontrarlos.
—Necesito saber qué fue lo que sucedió y tal vez pueda hablarme si la veo en persona —Loona estaba a su lado, sumergida en los arbustos y analizando la altura que los alejaba de la ventana del cuarto—. Es simplemente raro, ¿sabes? Eramos amigas y eramos cercanas.
Loona y Vortex pudieron burlar la seguridad gracias a los trucos de Tex, él estaba metido en el mundo de la custodia pública. La razón por la cual su amiga quería hablar y encontrar a Octavia, hija del príncipe Stolas, era porque habían pasado un período de tiempo incomunicadas.
Loona descubrió que Via eliminó todo rastro de sus perfiles en internet y sus números de teléfono, se había borrado del mapa y no encontró ninguna manera de poder mantener comunicación con ella. Aquello era sin duda extraño, necesitaba corroborar que estuviera bien. Desde que fue alejada de su padre, su vida había sido un martirio al tener que sobrevivir a su progenitora y a su tío.
—Quizá su madre la dejó incomunicada cuando supo que hablaba contigo —Tex estaba al tanto de la situación y del drama familiar. Había algo que parecía envenenado en todo el asunto.
—Es más que eso —le comentó Loona—. Ella siempre encontraba la manera. Algo sucedió.
Estaba profundamente preocupada. Sus últimos mensajes no destacaban de lo común, pero el tiempo en el que no hablaron se prolongó demasiado. Cuando dejaban de mensajearse, Loona esperaba con paciencia a que Octavia volviera a crearse perfiles falsos o consiguiera un nuevo número para contactarla. Si no había vuelto a llamar, algo grave debió suceder. Pensaba en tantos escenarios malos, ninguno de ellos la dejaba dormir en paz.
—Perdona, sé que estás muy cargado con lo de Bee —la chica se sintió culpable por involucrar a su amigo en esa caótica situación, lo observó con ojos tristes ya que Vortex estaba lidiando con sus propios problemas—. El bufón está igual. Es una situación muy difícil para todos, apenas y puedo lidiar con lo que sucedió con Blitz.
Tex suspiró, porque él no podía hacer mucho y la impotencia y la incertidumbre lo estaban matando desde hacía más de un año. Al igual que Fizzarolli, él estaba esperando a Beelzebub y no tenía ninguna noticia o pista de su paradero. Cada uno lo estaba llevando a su modo, Loona presenciaba la realidad de cada uno y también sumaba la separación de Blitz como una más de las desdichas en la familia.
—Descuida, esto al menos me despeja la cabeza —el hellhound colocó una mano en el hombro de Loona y sonrió tristemente—. Es bueno ayudar a una amiga.
Ambos trataron de brindarse fuerza. Entonces, establecieron el objetivo. Vortex levantó a Loona sobre sus hombros, ella se apoyó del paredón construido de ladrillos azulados y, con solo ser empujada hacia arriba, fue lanzada por Tex hacia el borde de madera de la ventana.
Los movimientos fueron precisos, la chica se sujetó y utilizó toda su fuerza física para escalar contra los ladrillos. Sus patas traseras lograron el impulso y, de ese modo, pudo mantener el equilibrio y colgarse del barandal de madera. Quedó de cuclillas, extendió sus manos y empujó el vidrio para abrir la ventana. Con esos rápidos movimientos, dio un salto hacia el interior de la habitación y cayó de rodillas al suelo aterciopelado de aquel cuarto.
Era inmenso, la decoración azulada y violácea invadía cada mueble, el sitio podría ser tranquilamente un apartamento de un ambiente. El perfume a flores frescas invadió las fosas nasales de Loona, ella caminó con mucha lentitud hacia adelante y bajó sus orejas con absoluta discreción. Se dio cuenta de que a medida que la extensión del cuarto avanzaba, todo se volvía más oscuro, frío y tétrico.
Unas lámparas de prendieron al final de la habitación, las cuales se ubicaban a cada lado de un escritorio. La preciosa figura de la princesa búho se levantó de su asiento, el cual rodeaba el escritorio.
Ella se veía diferente, opuesta a lo que gritaba su esencia hacía tiempo atrás. Llevaba un largó vestido azul claro como el agua del mar humano, su cuello estaba cubierto de collares de oro y, por sobre su cabeza, poseía una corona de plata de grandes puntas filosas.
—¿Octavia?...
Loona no podía creer lo que veía, ya que la Via que conocía odiaba esa clase de apariencia clásica que poseían los nobles de la antigua sociedad aristócrata. Estaba llevando esas prendas lujosas que tanto rechazaba, esos adornos y esos collares lujosos que tanto odiaba y criticaba por apegarse tanto al sistema de la realeza que le había jodido la vida desde el principio.
Octavia enfocó sus ojos color verde esmeralda en Loona, pasmada y mostrando miedo ante su presencia. En ese momento, la hellhound notó el espantoso cambio en el color de sus escleroticas, las cuales se mostraban opacas y carentes del brillo de la vida.
—¡Via! —Loona la llamó al verla irreconocible, se asustó ante lo que estaba viendo.
—¿Quién eres tú? —Octavia retrocedió temblando de los nervios al reconocer a aquella hellhound intrusa en su habitación—. ¿Cómo entraste?
Cuando Loona la escuchó, quedó en shock. No podía entender nada de lo que estaba sucediendo o las razones por las cuales Via parecía no reconocerla en lo absoluto, como si fuera la primera vez que la veía en toda su vida.
La joven búho estaba asustada por ver a un invasor del exterior, un intruso que se había escabullido en su cuarto para hacerle quién sabe qué cosas. Frunció el ceño, reemplazó su temor por furia solo para intentar verse amenazante y que la contraria no percibiera su debilidad. No quería convertirse en un blanco fácil para demonios del exterior.
—¡Guardias! ¡Sáquenla de aqui! —Octavia gritó aquella orden, sus ojos se encendieron en fuego divino y verdoso y las puertas de su habitación se abrieron. Era como si su voz se hubiera escuchado por toda la mansión, en la frecuencia precisa en la que sus guardias hellhounds podían oírla en todo lugar.
La habitación fue invadida por sus guardaespaldas, quienes ingresaron corriendo por fuera de las compuertas. Loona comenzó a retroceder aún atónita ante la secuencia que estaba viviendo. Si saltaba por la ventana, Tex la atraparía y podrían huir a las corridas de ahí. No obstante, lo que le estaba sucediendo era una situación que no sabía cómo afrontar o manejar. De todos los escenarios que imaginó, ninguno fue semejante a ese.
—¿Qué estás diciendo?! ¡Soy yo, Loona! —ella trató de hablarle, presa de la desesperación. Sin embargo, Octavia le dio la espalda y ni siquiera quiso oírla—. ¿Qué te hicieron?! ¡VIA!
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Despertó con la sensación de haber bebido demasiado vodka durante toda la noche. Quizá porque si bebió demasiado hasta la madrugada, hasta no recordar nada de lo que estaba hablando. Fizzarolli tomó asiento en su cama y se frotó los ojos con sus puños para despabilarse. Su cuerpo se sentía tan cansado, como si hubiera corrido una maratón con una mochila de concreto encima.
Entre abrió sus ojos, estiró su brazo de metal hacia su mesita de luz y tomó su celular. Cuando lo acercó a su rostro, gruñó fastidiado al ver que pasaban de las cinco de la tarde. Definitivamente bebió demasiado. Dejó su celular a un lado y, cuando estaba por levantarse con toda la intención de beber al menos diez botellas de agua, un cuerpo por detrás lo capturó. Por supuesto, Blitz envolvió su cintura entre sus brazos desde atrás y lo apegó a su propio pecho.
Fizzarolli suspiró agotado, estampó su mano contra la cara de zombie moribundo de Blitz y lo apartó de un empujón, haciendo que se desplomara en la cama. Si tan solo hubieran cogido o algo, no se sentiría tan frustrante. Pero Blitz no quería nada de eso, por eso bebían hasta tarde y hablaban hasta quedarse dormidos.
Era como recuperar el tiempo perdido. Rememorando cosas y también contando cada anécdota estúpida que tenían en una prolongada ausencia de quince años. Fizzarolli, entonces, se arrepintió de sus pensamientos iniciales. Si solo fuera sexo triste, no tendrían esa clase de vinculación. Su lazo se volvió más fuerte que nunca por esas noches que recuperaban y no había manera en la que no pudiera considerarlas valiosas.
Su celular comenzó a sonar escandalosamente. Fizzarolli volvió a suspirar agotado y lo sujetó, atendió sin revisar y se llevó el aparato al oído. Se volvió lúcido y coherente al escuchar la voz del Goetia del otro lado de la línea.
—¿Stolas?
Cuando Blitz lo escuchó, también despejó todo su sueño y su resaca. Se incorporó en su lugar y gateó hacia el cuerpo de Fizz, con su corazón bombeando con suma desesperación y ansiedad.
—¿Stolas te está llamando? —le cuestionó muy afectado.
Sin embargo, Fizzarolli estaba escuchando las palabras del búho con muchísima atención. Finalizaron la comunicación con mucha rapidez. Entonces, Fizz se levantó y se estiró velozmente hacia la entrada de su cuarto, había un comunicador que daba con el lado externo del penthouse. Lo encendió con el botón del timbre y habló directamente con la servidumbre que custodiaba las rejas de entrada.
—Déjenlo pasar —les ordenó de forma inmediata.
Blitz se volvió frenético pero, al misma tiempo, se llenó de un millón de preguntas. Stolas estaba allí, quería ver a Fizzarolli. No había visto a Stolas en semanas, ¿habían pasado meses incluso? ¿perdió la noción del tiempo de esa descomunal manera?
Sentía que su ruptura había pasado hacía días, porque lo extrañaba como si hubiera sido el día anterior. La culpa seguía allí, como el primer día. Quería disculparse, quería hablar con él. Stolas lo bloqueó de su celular y respetó su espacio. Pero luego del tiempo que pasó, tenía miedo de conocer su reacción al verlo en persona de esa forma sorpresiva.
—¿Quieres verlo? —Fizz se volteó hacia su cama y se sintió inseguro al notar la ansiedad de Blitz—. No tienes que-
—¡Claro que quiero verlo! —le respondió el contrario sin cuestionárselo ni un segundo.
El único problema real era que no sabían si Stolas quería verlo a él. Todo era inesperado e inoportuno, pero, en ese punto de las cosas, Blitz pensaba que cualquier situación lo sería después de haber cortado de una manera tan dolorosa y abrupta.
Desde la sala principal, Stolas esperaba paciente. Él llegó con información sensible, no quería ocultarle detalles a Fizzarolli porque era la pareja de Asmodeus y más que nadie querría saber sobre su paradero.
Necesitaba hablarle de Ozzie, y al mismo tiempo intentar calmarlo y cuidarlo luego de una ausencia tan grande y fuerte por parte del pecado. Stolas no se esperó que, por el final del pasillo, Fizzarolli llegara al centro de la habitación a paso rápido, junto con Blitz.
Lo vio luego de tanto tiempo. Los ojos brillantes de Stolas se enfocaron en los del imp, quien también se le quedó mirando como si acabara de descubrir que había perdido al tesoro más valioso del infierno.
Por alguna razón, el búho quedó sin aliento. La presencia de Blitz no solo era inesperada, era algo que acababa de atravesarle los sentidos. No se dio cuenta de todo lo que realmente lo extrañaba hasta volver a verlo en persona, y apreciar esos ojos dorados devorándolo con una mirada intensa y ardiente como el fuego.
Recobró la compostura y retrocedió totalmente abochornado por sentir aquello. No era dueño de sus reacciones, no tenía nada en control cuando Blitz aparecía. Era por eso que no quería tener contacto con él, porque sabía que perdería la batalla luego de que todo el calor de la discusión y de la ruptura hubiera disminuído.
—Perdón por venir así. No pensé que estarías aquí, pero... —miró de reojo a Blitz y luego volteó hacia su amigo—. Bueno, debí suponerlo. Vine para hablar con Fizzarolli, en realidad. Es sobre Asmodeus. Tengo noticias sobre él.
Fizzarolli abrió sus ojos totalmente atónito al escuchar las palabras de Stolas, las cuales lo llenaron de una profunda esperanza e ilusión. Su cuerpo se estremeció de pies a cabeza ante la contundente noticia que estaba escuchando, porque era en lo único en que pensaba día y noche.
—¿Cómo...? —su alma se emocionó, Fizzarolli incluso sentía que podría largar lágrimas de alivio en ese momento—. ¿Él está bien?! ¿Dónde está?!
Blitz también se sorprendió ante las buenas noticias. Hablar con Stolas en ese instante era impertinente, sabía que en ese momento lo más importante era atender a Fizzarolli y desarmar el asunto en cuestión. Él decidió guardar silencio y tomar asiento frente a las sillas contrarias a Stolas, trayendo a su amigo para que se sentara su lado.
—Por ahora, sigue bien. Me contactó a través de mi Grimorio —respondió Stolas con seriedad—. Algo muy grande está sucediendo. Quiero explicarles las circunstancias y brindarles la información que recopilé en estas últimas horas. También estoy recibiendo ayuda cercana, todo lo que digo es confiable.
El alivio de Fizzarolli solo duró escasos segundos. En realidad, si tenía que analizar un poco el panorama, era evidente que algo muy malo había ocurrido para que Asmodeus no pudiera volver a su hogar en más de un año. Stolas tenía esa información clave y probablemente la llave para hacer que el rey de la Lujuria pudiera regresar sano y salvo.
—Satán, Mammon y Leviathan le tendieron una trampa. Asmodeus está capturado en las lejanías junto a las reinas. No sé que planean hacer con él —el búho les blanqueó la información, todo lo que estaba confirmado hasta ese momento de primera mano por el propio Ozzie—. Al mismo tiempo, el hermano de mi ex esposa, Andrealphus, se involucró con los pecados y colaboró con ellos para mantenerlos alejados e incomunicados en una zona de hielo. Aquellas tierras se encuentran fuera de toda comunicación, señal o tecnología. Incluso es muy difícil sostener la magia entre tanta distancia.
Aunque todo era cierto, Fizzarolli empezó a sentir la preocupación y la ansiedad a flor de piel. Su corazón estaba latiendo demasiado rápido y fuerte ante la adrenalina y el miedo al conocer esa perturbadora información nueva. Memorias traumáticas y terribles de lo que fue su encuentro en el tribunal volvieron a su cabeza, la manera en como Mammon dañaba de muerte a Ozzie y como Satán se volvía una bestia incontrolable con tal de asesinarlo tanto a él como a Stolas.
Era algo horroroso, escenas que cubrieron sus pesadillas por meses enteros. Lo que lo hacía peor era conocer que la reina Leviathan se involucró del lado de Satán, acción que era increíblemente extraña. Por lo que sabían los demonios de baja categoría, las tierras de Envidia eran bastante tranquilas para ser el infierno y no eran características por tener una reina tirana o destructiva. Leviathan era un pecado que impartía justicia y calma junto a sus dos fieles compañeras.
—¿Por qué Leviathan está metida en esto? Ella no es como el resto —cuestionó Fizzarolli sin poder comprenderlo en lo absoluto—. Era cercana a Bee y a Belphegor.
Esa era la parte difícil del relato. Stolas se cruzó de brazos y formó una expresión tensa en su rostro, porque lo más probable era que Fizz no pudiera asumir bien aquella parte de la historia si no estaba al tanto de los hechos. Y a juzgar por su pregunta, no sabía exactamente que era lo que había ocurrido.
—Asmodeus le hizo daño, él me lo dijo en los pocos minutos que pudimos hablar a través de mi Grimorio —Stolas observó conflictuado al imp—. Pensé que tú sabrías lo que sucedió, Fizzarolli.
Sin embargo, Fizz no conocía esa historia. Conocía a Asmodeus, su comportamiento y sus reacciones, confiaba en cada cosa que le relató en todos sus años de relación. Pero Fizzarolli nunca indagó demasiado en sus relaciones interpersonales.
En realidad, nunca preguntó mucho sobre la calidad de los vínculos duraderos que tuvo cuando se trataban de algo un poco más serio que sexo casual. Fizz comprendió que quizá nunca preguntó mucho sobre aquello porque le resultaría doloroso. Él se sentía incómodo cuando Asmodeus hablaba de Bel o Satán en esos términos, tal vez Ozzie también dejó de mencionarlos porque notaba esa clase de dolor.
—No, él... él solo me dijo que estuvo con Belphegor en el pasado —incluso decirlo hacía que se le revolviera el estómago de la amargura—. Pero Ozz nunca le haría daño a un camarada de forma gratuita, no al grado de que alguien quisiera cobrarle una venganza de este estilo, él no es así. No sería capaz.
Fizz solo conoció el lado más noble y gentil de Asmodeus, su lado rectificado y reciente, el cual era su versión sana a comparación de lo que era su pecado en bruto al nacer junto al resto.
—El Asmodeus que conocemos no sería capaz de hacer esa clase de daño —le dijo Stolas—. Pero hace milenios, él era un demonio diferente.
¿Qué tanto conocía Fizzarolli a Ozzie si solo lo conoció un poco más de diez años? Ese tiempo era insignificante para un pecado. ¿Qué clase de demonio era Asmodeus en sus orígenes? Fizzarolli se negaba a pensar que era alguien desalmado y horrible como Mammon o alguien que siempre abusó de su poder como Satán. Fizz, en su negación absoluta, no podía siquiera concebir la idea de que Ozz podría haber tenido una faceta tan oscura o cruel en su vida.
—Stolas —Blitz lo llamó al darse cuenta de lo afectado que se sentía Fizz luego de escucharlo, quería darle tiempo de procesar esa información—, ¿sabes dónde está Ozzie?
—Si, lo sé —le afirmó el príncipe con seguridad—. Voy a traerlo de vuelta.
Blitz volvió a quedar perturbado y anonadado ante la decisión que estaba tomando, o que ya había tomado. Fizz se le quedó mirando igual de shockeado, porque estaba asumiendo un riesgo increíble al tomar la responsabilidad de viajar a una tierra desconocida y enfrentarse a peligros que podrían costarle la vida.
—Espera, espera —su ex lo detuvo, sintiendo que su corazón estaba por detenerse debido al nivel de preocupación que estaba manejando—, ¿irás solo a quién sabe dónde a buscarlo?!
—No iré solo —lo corrigió Stolas—. Vassago vendrá conmigo.
—... ¿Quién carajo es Vassago? —preguntó el contrario al desconocer al sujeto en cuestión.
El silencio incómodo que ocasionó Stolas ante esa tajante pregunta, su evidente nerviosismo y el sencillo hecho de que agachó la cabeza sin tener el valor de ver a Blitz a los ojos, causó que el imp entendiera todo en menos de diez segundos. La situación se volvió tan ridícula a su parecer que no pudo controlar el terremoto de emociones que lo golpeó, ninguna de ellas buena.
—Oh... Ya entiendo —formó una sonrisa irónica y penetró a Stolas con una mirada que destilaba el más puro veneno—. Es el bastardo que te coge actualmente —Blitz carcajeó ante la creciente incomodidad de Stolas—. ¿Quieren dar un pequeño paseo de luna de miel en el fin del mundo, no es así?
El príncipe apretó sus labios con rabia y vergüenza. Estaba muy molesto con Blitz, esa molestia seguía allí a pesar de su inevitable añoranza por él. Que se comportara como una perra celosa no hacía que las cosas se volvieran más sencillas, y definitivamente no estaba de humor para cargar con sus burlas o humillaciones. Stolas iba a responderle con la sola intención de defenderse, pero Fizzarolli codeó a Blitz con mucha fuerza, haciendo que largara una queja de dolor.
—No es momento para su mierda ahora mismo —le recriminó por su actitud de niñato inmaduro. Lo que sucedía con Ozzie era mucho más importante que su drama, porque su vida podría estar en peligro.
—¿Belphegor está con ellos, verdad? —le preguntó al Goetia—. ¿Ella no emboscó a Ozzie para que fuera encerrado? ¿Cómo sabes que ella no es parte de todo esto?
El búho volvió a retomar el asunto en cuestión, subiendo sus ojos rojizos para contemplar la preocupación de Fizz y tratar de resolver sus inquietudes.
—No, desde el principio fue una trampa para ella también. Ella y Leviathan tenían una historia —Stolas estaba bastante afuera de los círculos de la realeza, no estaba al tanto de las relaciones o ex relaciones que hubo entre autoridades. Si no fuera por Vassago, quizá nunca hubiera conocido esa clase de información.
A juzgar por el rostro desconcertado de Fizz, él tampoco conocía mucho sobre los pecados en profundidad. Y estaba seguro de que Asmodeus jamás le dijo nada solo para protegerlo, no había forma de culparlo por querer ocultarle algunas cosas.
—Fizzarolli, creo que Asmodeus le arrebató a Belphegor —Stolas estaba diciendo una verdad difícil de digerir. Robarle la hembra a cualquiera sería un acto moralmente cuestionable. Pero hacerlo entre pecados y por razones desconocidas, era mucho más complicado de asumir—. Jugó sucio y usó su poder, la envenenó con lujuria y Leviathan nunca fue capaz de perdonar eso a pesar de que ya pasaron miles de años —junto a Vassago pudieron unir esas piezas, era la única respuesta—. Algo muy jodido se arruinó allí y se las quiere cobrar a Asmodeus. Satán y Mammon solo están aprovechando lo que sucede.
Dar por hecho que el Asmodeus que conocían era totalmente opuesto al del pasado era doloroso, más no improbable. Ellos tres no tenían más de cuarenta años, jamás tuvieron la oportunidad de convivir o conocer a los reyes en su estado primigenio en dónde lo que más los dominaba era su propio pecado.
Escuchar aquello fue un motivo de discordia. Blitz conocía al Asmodeus del presente, pero no se le hacía una completa locura que hubiera tenido que atravesar miles de experiencias y evolucionar como persona para poder llegar a ese estado. Había otros que se estancaron en la esencia de su pecado, como lo eran Mammon o Satán. No obstante, Ozzie de seguro cambió para mejor. No era difícil de creer, mucho menos teniendo en cuenta que su pecado era uno de los más primitivos, ligado al instinto del sexo.
Sin embargo, para Fizzarolli era algo inconcebible. Él no razonó, se llenó de sufrimiento al solo considerar que no conocía todos los aspectos de Asmodeus y que le había ocultado cosas. Ellos eran muy unidos, confiaban mucho el uno al otro, Asmodeus le enseñó mucho sobre la vida en general y también sobre principios y valores. No podía tragarse con facilidad lo que Stolas le decía, no quería entender que había una versión aborrecible de Ozz en algún punto de la historia.
—¡Asmodeus nunca forzaría la lujuria! —Fizz se abrazó a si mismo y cerró sus ojos al sentir como se llenaban de lágrimas—. ¡Él me lo hubiera dicho, incluso sus peores acciones y sus mayores secretos! ¿Por qué no confiaría en mi?! —jadeó agitado y se cubrió el rostro entre sus manos—. ¿Por qué no me diría todo esto antes de irse con Belphegor?!
Si Asmodeus en verdad había sido esa clase de monstruo, no quería saberlo. ¿Cuánto conocía sobre Asmodeus en realidad? ¿De verdad conocía todos sus aspectos? ¿Más de diez años de relación no eran suficientes para conocerlo? ¿Por qué nunca le dijo las cosas terribles que hizo desde el principio de los tiempos?
—A veces no queremos mostrar nuestra peor versión, hasta que es demasiado tarde —Stolas le dijo esa respuesta, con todo el dolor brotando de su corazón. Por supuesto que observó a Blitz, porque él reconocía la tristeza en su voz. Después de todo, ellos llegaron a esa conclusión y su separación les hizo entender que amarse no era suficiente para que las cosas funcionaran.
De cualquier manera, el búho sabía que todas las acciones de Asmodeus en la actualidad tenían una justificación. Él solo quería cuidar a Fizz. Ya no era el mismo de antes, no creyó necesario que Fizzarolli conociera su peor versión. Ocultó aquello, sin medir sus acciones, sin darse cuenta de que podría lastimar a su pareja si se llegaba a enterar de lo que le hizo a Leviathan y a Belphegor.
Incluso en la actualidad, hacía pocos años y antes del escandaloso evento del tribunal, Asmodeus se encargó de mantener una relación cordial con los pecados, solo teniendo roces con Mammon. Lo más seguro era que Ozzie se hubiera referido a muchos de los secretos entre él y sus camaradas cuando le dijo al propio Stolas que había demasiadas cosas que nadie sabía sobre ellos.
Fizzarolli intentó forzarse en no caer ante sus peores pensamientos. No podía dejarse abrumar por todo lo que sabía, no podía derrumbarse en un momento como ese ahora que había posibilidades de hacer que Asmodeus regresara. Podría cuestionarle todo eso o incluso reprocharle si lo volvía a ver, pero para eso, Asmodeus tenía que volver del lugar en el que estaba capturado. El imp volvió a confrontar a Stolas y se armó de determinación.
—Quiero ir por Ozzie —no le importaba absolutamente nada, únicamente hacer que Asmodeus regresara a sus brazos—. No puedo quedarme aquí, esperando.
—No, es demasiado peligroso —le advirtió Stolas bastante escandalizado—. En ese territorio, hay legiones de demonios primitivos que asesinarían muy fácilmente a cualquier imp.
—Estás loco si piensas que voy a quedarme aquí —le contestó Fizz sin medir las consecuencias de sus actos.
No obstante, Stolas se puso de pie solo para llegar al lugar de Fizzarolli, arrodillarse ante él y tomarle las manos. Los imps no podían pisar ese lugar, era una muerte segura. Que él quisiera viajar en base a la información que le brindó nunca fue el propósito de esa visita.
—Escúchame, por favor —bajo la atenta mirada afectada de Fizzarolli y Blitz, Stolas quiso hacerlo entrar en razón—. Asmodeus te adora tanto, el querría que te proteja de todo esto y se moriría si alguien te lastima —tal vez sus palabras no tendrían gran alcance, por eso mismo corrió su mirada y se enfocó en su ex pareja con un gesto suplicante—. Y tú, Blitz. Te lo pido por el bien de ambos, no intenten nada. Nosotros traeremos a Asmodeus.
Chapter 21: Almas caídas
Chapter Text
Fizzarolli contempló la preocupación de Stolas, a sus pies. La angustia creció en su pecho al vislumbrar esos ojos brillantes y repletos del poder que corría como sangre entre sus venas. Su mirada era similar a la de Asmodeus, podía recordar y ver a Asmodeus en el búho, porque lo protegía de la misma manera que el pecado, con absoluta fuerza y convicción. Sin embargo, el imp apretó sus manos y se mordió los labios al no poder prometer que se quedaría quieto en su lugar, esperando como lo había hecho hasta ese instante.
—Fizz, déjanos un rato a solas —Blitz le dirigió una indicación. Era la primera vez que se dignaba a intervenir. Además, su amigo necesitaba pensar mucho sobre el asunto en cuestión, necesitaba tiempo para procesarlo.
Fizzarolli volvió a la realidad, luego de estar inmerso en sus recuerdos y pensamientos. Con mucho pesar, asintió con la cabeza una sola vez. Se levantó de su lugar y supo que ya no había más que agregar, estaba abrumado y necesitaba recuperar el aliento. Stolas lo comprendió, pero empezó a sentir presión y nerviosismo cuando decidió marcharse del salón, dejándolo a él junto a Blitz, totalmente solos.
—¿Qué carajo pretendes? —le preguntó el imp al príncipe cuando Fizzarolli se retiró del lugar—. Por supuesto que quiere ir contigo. Sé ha estado muriendo de la preocupación en todos estos meses, esta es la primera señal que tiene de Ozzie y no va a dejarla ir.
A pesar de la acusación y la brusquedad, Stolas suspiró agotado y no quiso entrar en una discusión. Tomó asiento en el mismo lugar en donde estaba, frente a Blitz, y se concentró en no caer en sus provocaciones e ignorar la tensión que sentía cuando estaban solos.
—Lo que pretendo es que le hagas entender que ir a esas tierras es una locura —le contestó—. Necesito que lo cuides y te quedes con él, justo aquí.
—¿De verdad vas a ir con ese imbécil? —Blitz no esperó y volvió a preguntar, al momento que se cruzaba de brazos con un semblante irritado—. ¿Estás loco?
Stolas, en ese punto de las cosas, no sabía porqué se seguía quedando. No sabía la razón por la cual Blitz le estaba armando una escena, si era por Vassago o por su preocupación, o sus celos. Blitz era obstinado, jodido y caprichoso. Y no sabía si quería lidiar con todo eso en un momento tan crítico. Lo estresaba y lo aturdía en todas las formas posibles.
—Su linaje es muy fuerte, es uno de los más fuertes dentro de todas las especies de aves en el infierno. Es lo ideal —respondió de forma lógica. Vassago era la persona perfecta cuando se trataba de fuerza, magia y estrategia. Podría incluso superar su nivel si se lo proponía.
Blitz no quería oír esa mierda. Estaba dolido. Estaba tan jodidamente dolido y arrepentido y ver a Stolas y escucharlo hablar de otro no lo hacía sentir mejor. Era como recordar lo incompetente, inútil e insuficiente que era para él. Lo imperfecto que era a comparación de cualquier otro que podría darle todo lo que más necesitaba y requería. Blitz tenía que ocultar todo esa impotencia, no ser un idiota por una vez, enfriar su mente y no ser guiado por sus emociones, las cuales le clamaban con insistencia ir a matar a Vassago por acostarse con su hombre.
Blitz apretó sus dientes con mucha fuerza, quería llorar. Para él, Stolas era su hombre, aún lo quería como si fuera su pareja. Y aquello no iba a borrarse de su mente y de su corazón con facilidad.
—Sabes que también puedo ir contigo —le dijo, revelando lo que en verdad pensaba—, que haría esto por Fizz y que puedo ser muy bueno en este tipo de misiones porque tengo mucha experiencia.
Stolas no respondió de inmediato. Empezó a sentirse igualmente acorralado y angustiado. No era fácil para él lidiar con esa separación, mucho menos aún amando a Blitz. Sabía que debía tomar distancia para poder enfriar sus sentimientos, pero era muy difícil estar allí e ignorar que su alma vibraba por él y que solo estaba limitando su necesidad debido a su parte más racional.
—Sé que eres fuerte, Blitz —le dijo con suavidad—. Aunque seas un imp, sé que no tendrías problemas en desenvolverte en cualquier campo porque siempre encuentras la manera. Pero... necesito que te quedes con Fizzarolli —le pidió con preocupación—. Eres el único que puede protegerlo y mantenerlo en calma. Es mucha mierda que soportar y no puede hacerlo solo.
Blitz estaba cargando con el mismo peso que Stolas en ese instante. Le era difícil mantener el control, le era difícil resistir esos sentimientos tan avasallantes. Estuvo destruido por tanto tiempo, sin saber cómo lidiar con esa ruptura y juntando los pedazos de corazón que se desmoronaron al separarse. No podía tolerar que hubiera sido reemplazado tan fácilmente, tan rápido. ¿Tan poco valía lo que pasaron juntos? ¿Las promesas y ese futuro que proyectaron sin miedo a lo que vendría?
—Quiero que seas honesto conmigo —le preguntó con la voz quebrada de la angustia, ya que era un hombre que sentía que ya no era nada ni valía nada luego de haber perdido a la persona que era todo su mundo—. ¿El sujeto te gusta? ¿O solo...? O solo es...
Lo que más quería escuchar era que no era en serio. Que no lo amaba ni un poco, que solo se acostaba con él porque se sentía triste, solo y despechado. Blitz necesitaba creerlo, porque no sabría cómo levantarse cada día con la noticia de que Stolas ya no lo amaba.
El imp pudo haber causado las peores consecuencias y pudo haberse comportado como el mayor idiota sobre el infierno. Pero aún así... Quería tener la esperanza de que aun había una pequeña parte en Stolas que lo amaba incluso luego de conocer su peor versión.
Stolas bajó su mirada nerviosa, porque no podía contestar. No sabía cómo contestar y ser honesto. Cuando él pensaba en ambos, sus emociones eran tan diferentes. Era comparar la calma con la tormenta. No obstante, durante décadas de solo limitarse a resistir abusos con la intención de no romper con la calma rutinaria, las tormentas se sentían bien. Las tormentas le regalaron emociones que jamás creyó que tenía, y lo hicieron sentir vivo por primera vez.
—No pienses que soy estúpido... —Stolas evadió la pregunta, frunció el ceño y le clavó una mirada indignada a Blitz—. No estás aquí durmiendo sin hacer nada con Fizzarolli.
Aunque Stolas no tenía esa certeza, Blitz siempre se dejaba llevar por sus caóticas emociones. Al separarse, debió llenarse de dolor y ceder ante sus instintos. Conocía su peor parte, ahora podía conocerla.
Cuando Blitz se llenaba de esa clase de dolor, cometía cualquier tipo de acto sin medir el daño que podría hacer. Lo conocía... Por desgracia, conocía todo eso, porque le hizo daño por bastante tiempo y lo justificó porque lo amaba. Ya no quería volver a caer ante eso, nunca más.
—Y está bien, no estamos juntos —agregó Stolas, sintiendo que su voz temblaba—. Puedes hacer lo que quieras con todos los que quieras —no se dio cuenta de todo lo que estaba sufriendo al decir eso. Aunque fuera un hipócrita porque él estuvo con Vassago, le dolía pensar que Blitz se alejaba y lo olvidaba para siempre. Eso dolía tanto que podría largarse a llorar allí mismo.
Stolas se levantó, estaba por romperse y no quería que Blitz lo viera así, tan vulnerable, tan débil ante sus sentimientos por él. Necesitaba huir de ahí antes de desmoronarse por completo.
—Ni siquiera es momento para hablar de esto, no es adecuado —le dio la espalda y trató de marcharse—. Debería irme, nunca quise verte. Esto es solo una pésima coincidencia.
Rápidamente, Blitz lo tomó de la muñeca desde atrás y lo detuvo. Notó la forma en como Stolas temblaba, ni siquiera tenía la energía suficiente para soltarse. El búho jadeó consternado y se agitó, resistiendo sus lágrimas con todas sus fuerzas.
—No puedo acostarme con Fizz ni con nadie, porque solo pienso en ti —confesó Blitz al sostenerlo, con un rostro arrepentido y roto—. En todo lo que te extraño y te deseo...
Stolas cerró sus ojos y sus lágrimas cayeron. No podía ser fuerte y eso era tan frustrante. Era tan frágil ante Blitz, ante todo lo que significaba para él, ante su fuerza y su valor. Se volteó y el imp, con un lento y suave movimiento, lo empujó contra el sofá donde estaba sentado y se acomodó a su lado, serpenteado su larga cola a su alrededor.
—¿Acaso no me extrañas ni un poco? —Blitz le sujetó el rostro con una mano y lo sintió temblar más que nunca, Stolas estaba muy inestable y esa cercanía lo hacía estremecerse sin parar. El rostro del imp reflejó su preocupación, su arrepentimiento y su culpa.
—N-No hagas esto más difícil —el príncipe lo miró a los ojos, con sus mejillas ardiendo y sus ojos emitiendo un brillo cálido y profundo—. Fuiste muy cruel, fuiste horrible. Estoy muy molesto contigo, estoy herido y decepcionado y ya no quiero... No quiero...
Stolas dejó sus párpados vencerse. Las caricias de Blitz, su esencia varonil tan cercana, su perfume y su calor. Todo eso lo embriagaba de una forma indescriptible. Era injusto, era jugar sucio, porque Blitz era su debilidad más grande. El imp acarició su mejilla sonrojada con su pulgar, secó sus lágrimas y disfrutó de la suavidad de sus plumas y su fragilidad.
Sostuvo su cintura, lo apretó fuerte y lo atrajo hacia su cadera. Cada movimiento hizo jadear a Stolas, porque no tenía idea de todo lo que extrañaba que lo sostuviera de esa manera. Blitz, por su parte, necesitaba que dejara de temblar tan abrumado ante sus confusas emociones de fuego. Entrecerró sus ojos ante la belleza natural de aquel búho, el hombre más hermoso que conocía y al que amaba con cada gota de sangre caliente de su cuerpo.
—Respóndeme.
Stolas abrió sus ojos, sin poder dejar de temblar. Volvió a llorar sin darse cuenta, era inevitable, era luchar contra el viento o contra la marea de los océanos, era ir contra la corriente de sus propios instintos y deseos.
—Te extraño... —admitió, casi ronroneando de la pena ante lo tímido y quebradizo que se sentía ante las gentiles caricias de Blitz—. Cuando me acuesto con Vassago... Pienso en ti.
Aquella terrible y condescendiente confesión hizo que cualquier indicio de razonamiento o autocontrol en Blitz se muriera al instante. Tomó de la nuca a Stolas y lo acercó a su rostro salvajemente, le encajó un beso y enterró su cuerpo contra el sofá sin importarle absolutamente nada más. Lo que había ahí, entre ellos, no era más que el fuego del amor y la lujuria haciéndose cada vez más intenso y más fuerte. No se podía extinguir con facilidad.
No, iba más allá del deseo o de la necesidad. La verdad se asomaba sin lugar a dudas, porque no podían dejar de amarse por más que se separaran y quisieran privarse de sentir lo que era inevitable.
Stolas envolvió sus largos brazos sobre el cuello de Blitz, entrelazó su lengua con la de él y suspiró con alivio al sentir sus labios contra los suyos. Ambos se besaban con tanta fuerza y calor, aliviados de poder satisfacer la tensión sexual que existía cuando estaban juntos. Blitz mordió sus labios, se inclinó contra su pecho y enterró sus garras en las caderas de Stolas. El búho gimió estremecido, vibrando ante las sensaciones que lo envolvían desde la última vez que se besaron así. Era magnetismo, sus pieles eran compatibles y no se podía luchar contra esa naturaleza.
—Te amo tanto, Stolas... —le susurró Blitz contra sus labios. Aprisionó una muñeca del príncipe contra el terciopelo, lo hizo contraerse por instinto y cerrar sus ojos rubíes.
Si se dejaba llevar un poco más, si se dejaba invadir y se perdía en Blitz, se arrepentiría. Recuperó un gramo de cordura y sentido común, Stolas jadeó un par de veces, muy sonrojado y acalorado, apartó a Blitz colocando sus manos contra su pecho y nunca dejó de temblar al mantener un contacto tan directo e íntimo contra su cuerpo.
Blitz le dijo que lo amaba... y aquello lo conmovió y lo golpeó mucho más fuerte que cualquier beso o caricia.
Sin embargo, no estaba listo. No era tan fácil. Nada iba a cambiar con solo la pasión del momento. Por más bueno que fuera, no era lo que necesitaba de Blitz. No luego de todo lo que pasaron. Y aceptarlo como si nada, solo sería retroceder y volver al punto de partida. Sabía que iban a hablar sobre eso, pero aún era pronto.
—Me voy... —Stolas lo apartó con suavidad y se levantó del sofá, avergonzado por lo que había sucedido—. Buenas noches, Blitz.
Sin embargo, el imp no reflejó decepción o rabia en su mirada. No lo detuvo, lo dejó irse. Probar sus labios era mucho más que suficiente para él, era como sentirse bendecido. Blitz se sostuvo el pecho y reconoció la forma en como su propio corazón estaba desencajado, bombeando rápido y acelerado.
Su amor por Stolas, su respeto y admiración, todo creció y se potenció exponencialmente. Sonrió de forma inconsciente, porque al besarlo, sintió que no todo estaba perdido, que había una mínima posibilidad de recuperarlo y de ser mejor para él. No, no solo por y para Stolas, sino para él mismo. Y el primer paso era ese, contar con la paciencia suficiente y no dejar que esa ilusión muriera.
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Podía verse en el reflejo del cristal de la ventana, en aquella noche fría en Lujuria. Los copos de nieve cayeron sobre el vidrio, se derritieron como gotas y mancharon el brillo del elemento. Fizzarolli abrazó sus rodillas y ocultó la mitad de su rostro sobre estas, apreciando la forma en como la nieve se derretía a poca distancia. Aún sobre la enorme cama de su habitación, apreciaba el exterior del ventanal azulado que lo conducía a las afueras de las tierras de Asmodeus.
Una mezcla de melancolía y nostalgia se formaba en su pecho. Allí, en el infierno, nadie podía salvarse de cada terrible cosa que sucedía. Fizzarolli había sido un ingenuo por bastante tiempo, casi desde el principio de su relación con Ozzie. Quiso mirar hacia otro lado y no creer en cualquier historia antigua que involucrara lo peor de su pecado. Pero Asmodeus era eso, era un pecado y también era un rey, lo cual lo protegía de muchas cosas y lo hacía impune incluso entre sus pares.
A veces olvidaba que Asmodeus era parte de la realeza, porque era diferente al resto. Le demostró con actos que era diferente y que había otros que eran diferentes, que podían ser buenos. Nunca quiso indagar en su pasado, porque lo que tenía en el presente le bastaba para ser feliz. Jamás quiso preguntar, porque su situación con Mammon en ese entonces ya lo tenía bastante atormentado como para sumar más mierda en su cabeza.
Fizzarolli decidió entonces que quería conocer esa historia, pero quería conocerla por parte del propio testimonio de Asmodeus. Quería verlo, quería llegar a él de cualquier manera y a costa de cualquier cosa.
Abrieron la puerta de su habitación. Blitz entró con una expresión afectada y bastante incómoda. Se despejó al ver a su amigo en la cama, contemplando con tristeza la manera en como la nieve se impregnaba contra los cristales de la ventana.
—Fizz —lo llamó en voz baja, porque no sabía cómo era su estado emocional en ese instante.
—Conseguiré la manera de ir —le dijo a Blitz con una seguridad inquebrantable, lo había decidido—. No hay nadie en el mundo que pueda impedirmelo.
Al oírlo hablar con ese dolor y con tanto pesar en su espíritu, Blitz se llevó una mano al pecho y bajó su cabeza con cierto tipo de arrepentimiento. Era porque iba a desobedecer a Stolas en sus peticiones y mandatos, porque estaba del lado de Fizzarolli y nunca dejaría que algo malo pudiera pasarle. Debía protegerlo y debía apoyarlo. Blitz entendía su desesperación y sus miedos, porque si Stolas estuviera lejos por tanto tiempo, él estaría exactamente igual.
—No voy a dejarte ir solo —fuera de juzgarlo, él le entregó su lealtad y su protección. Fizzarolli era su mejor amigo, estaba muy herido y se sentía abandonado y solo. Él quería aliviar ese dolor y lo haría a toda costa.
Cuando Fizzarolli lo escuchó, alzó su rostro atónito y volteó hacia Blitz, sin poder creer que no iba a detenerlo. Aquel apoyo lo conmovió al instante, porque Blitz le estaba demostrando que en verdad comprendía su dolor y su soledad. Se levantó y corrió hacia Blitz, solo para abrazarlo con todas sus fuerzas y enterrar su rostro contra su hombro. Nunca conseguiría a otra persona tan leal, protectora y preciada como Blitz en toda su vida.
El contrario lo abrazó con su misma fuerza, porque Fizzarolli era su familia también. No podía abandonarlo, nunca iba a dejarlo atrás otra vez. Ambos se querían de la misma forma.
Los días pasaron. Días y tiempo valioso, en los que empezaron a elaborar el plan más arriesgado de la historia.
Frente a la luz de la madrugada, a metros del enorme ventanal azulado, Fizzarolli sujetó la pequeña botella de cristal con su mano y la colocó en la palma de Blitz. Cerró su mano con las suyas, la volvió un puño y la protegió contra su pecho.
—Solo tengo una de estas —le indicó, tomando responsabilidad de sus actos—. Es importante que la tengas.
La forma en como el líquido en el interior de esa minúscula botella fluía no podía ser normal. Su color era azul fosforescente, parecía una poción muy valiosa que no era de uso comercial.
—¿Qué es esto? —Blitz acercó la pócima a su rostro, observó con detenimiento el líquido con bastante curiosidad. Nunca había visto algo así, ese color era sobrenatural y estaba cargado de magia.
—Ozzie la creó para mí cuando estaba hospitalizado, es una larga historia —le relató Fizzarolli al recordar una parte amarga de su pasado—. Funciona para curarnos y solo es eficaz para nuestra raza. Es algo muy agresivo para nuestros cuerpos, pero puede salvarnos si se nos detiene el corazón o si estamos malheridos.
Fizzarolli estuvo a punto de morir en una de sus últimas intervenciones quirúrgicas, en una de sus tantas adaptaciones a sus prótesis de metal. Asmodeus aplicó una pócima que solo podía ser utilizada en emergencias para que su corazón volviera a latir. Sin embargo, lo que le estaba dando a Blitz era una versión alterna de ese mismo brebaje, el cual fue creado por Asmodeus por si una situación crítica volviese a sucederle. Esa versión de la poción era valiosa y única, era una verdadera manera de protegerse en el peor de los casos.
—No soy un inconsciente, sé que lo que vamos a hacer es demasiado peligroso —habló Fizzarolli entre preocupado y ansioso—. Pero cuento contigo, Blitz. Que me acompañes es muy importante para mí.
Se mordió los labios. Tenía malos presentimientos. Tenía miedo y era normal. Pero necesitaba salvar a Ozzie, necesitaba verlo y traerlo a casa. Ese sentimiento era más fuerte que cualquier tipo de temor.
—Quiero que tú la lleves —Fizzarolli quería entregarle la pócima a Blitz porque él siempre iba más allá del peligro y, en esa ocasión, hacerlo podría traerle consecuencias graves. Quería protegerlo de la misma manera que él haría.
Blitz le sonrió de lado y lo miró a los ojos, sintiendo ternura por Fizz. Por su valor y por la manera en como quería cuidarlo. Levantó su mano para tomar su rostro y acariciar su mejilla con mucha suavidad.
—Estoy haciendo esto porque sé lo que significa Asmodeus para ti —le sonrió con calma—. Todo va a salir bien, confía en mí.
Fizzarolli asintió sin dudarlo. Si tuviera que dejar su vida en manos de Blitz, confiaría en él. Su vínculo era así de valioso, forjado en acero. Estaban por enfrentarse al mayor desafío de sus vidas, algo que ningún imp podría lograr hasta ese momento.
De pronto, el celular de Blitz comenzó a sonar en su bolsillo. El imp se apartó de la escena y se alarmó al ver el contacto de Loona sobre la pantalla. Atendió en segundos y caminó fuera del cuarto bajo la mirada preocupada de Fizzarolli.
"¡Blitz!"
Desde el otro lado de la línea, Loona se encontraba en su habitación en el apartamento. Ella estaba nerviosa e irritada porque era al menos la quinta vez que trató de volver a inmiscuirse en la propiedad de Stella y tratar con Octavia, pero su intento fue frustrado una vez más por la seguridad de la zona. Loona quiso recolectar información antes de llegar a Blitz, pero al parecer no iba a poder hacerlo luego de tantos intentos fallidos.
"Tienes que saber esto. Fui a ver a Via... Lo intenté en muchas ocasiones, pero solo pude hablar con ella la primera vez y..."
—¿Fuiste a verla? —le preguntó Blitz muy preocupado y sobresaltado—. Loona, pudo ser muy peligroso, ¿por qué tú...?
"Es importante que sepas esto. Intenté hablarle, pero ella no me recuerda. Y actuaba de una forma diferente, ella era diferente a la persona que conocimos."
La información que estaba recibiendo Blitz abrió otro panorama distinto en su cabeza. Lo inundó de incertidumbre y de miles de preguntas, se preocupó por Stolas y por cualquier cosa que la perra de su ex esposa le estuviera haciendo a esa pobre niña.
"Es como si no recordara nada, como si nunca me hubiera visto. Algo sucedió con su memoria, esto es jodidamente perturbador."
La voz de Loona se escuchaba afligida y agitada, porque ya no podía lidiar con la situación por su cuenta. Blitz la conocía y también podía entender el vínculo cercano que forjó con Octavia, era como si fuera su hermana de sangre.
—Tranquila. Averiguaré lo que sucede —la calmó—. Gracias por decirme esto, Loona.
Blitz no sabía con qué clase de fuerzas estaba lidiando en la actualidad, con qué tipo de magia o poder. Empezó a creer que todo era más terrible de lo que lucía. Y en efecto, era mucho peor que cualquier tipo de cosa que hubiera imaginado hasta ese preciso momento.
Loona era consciente de que él iba a emprender ese viaje. Blitz era tan impertinente que se burlaba de la muerte, no le asustaba. Y ella no solo apoyaba sus decisiones, Loona sabía que iba a volver, estaba aferrada a esa esperanza.
En algún pasado, tal vez no le hubiera importado porque Blitz no era su padre y ella ya era mayor de edad. Incluso llegó a pensar que no le debía nada. Pero luego de entender mucho, madurar y darse cuenta de lo invaluable que era tenerlo y tener una familia, ya no podía pensar de esa forma.
Su manera de demostrarle todo el afecto que le tenía era confiando en él y teniendo la seguridad de que volvería a ella y estaría para ella, como siempre prometió.
"Vuelve sano y salvo, papá."
Chapter 22: El sonido de la nieve
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
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Stolas ingresó a la sala de su propia mansión con un porte elegante y seguro. Recibió a la visita por sorpresa, tenía que escuchar lo que quería tratar y de esa forma conocer que tanto sabía de su situación actual. Lidiar con él era problemático desde que eran jóvenes, estar a solas siempre se volvía peor.
Andrealphus se levantó del sofá donde esperaba a Stolas, lo recibió con una sonrisa áspera y confiada, a lo que el búho no pudo evitar colocarse a la defensiva ante esa presencia indudablemente amenazante. El frío de su alrededor era palpable, el clima de todo ambiente que invadía se volvía helado y denso en cuestión de minutos.
—Vengo a verte, ya que no nos encontramos en la primera junta de tu familia este año —lo recibió Andy con una visible sonrisa astuta—. Nunca quieres acercarte a los nuestros. Supongo que esta es la única manera en la que puedo contar con el honor de tener una charla privada con el príncipe.
—¿Qué es lo que quieres? —Stolas ya no contaba con la paciencia que lo caracterizaba cuando estaba casado con Stella. Les tenía un profundo resentimiento a ambos, tanto a Andrealphus como a su hermana. Después de todo, se comportaron de una forma detestable con él durante muchos años.
Andre agudizó su mirada azulada hacia el príncipe. Caminó a su lado y esparció parte de sus polvos de nieve en el rastro de su caminar.
—Eres un malagradecido, ¿lo sabes? —le dijo, alzando su voz cada vez más—. Le das la espalda a tu familia todo el tiempo. Estás abusando de todos los privilegios que tienes, lo haces por motivos egoístas y francamente absurdos.
Andrealphus no se inmutó ante el rostro serio y estoico de Stolas, volteó hacia él y entrecerró sus ojos mientras borraba la sonrisa de su rostro.
—Estuve revisando un poco tu historial en estos años —le reveló sin pena ni gloria—. Cuando las autoridades se enteren de que le prestaste tu Grimorio a un imp, te van a quitar el libro sin lugar a dudas.
En ese momento, Stolas reaccionó de forma abrupta. Sintió a la perfección la manera en como su corazón se agitaba y como Andrealphus se regocijaba en su sufrimiento, porque lo tenía arrinconado y en dónde lo quería. Stolas nunca fue muy precavido con lo del Grimorio. Pero de todas las personas que podrían conocer la verdad, Andre era definitivamente el peor.
—Hasta ahora, soy el único que lo sabe. De verdad lo arruinaste todo, ¿no lo crees? —Andy se rio de forma burlona, ridiculizando la manera estúpida en como Stolas siempre cavaba su propia tumba—. Te cagaste la vida por ese imp. Nadie haría algo tan estúpido y vienes tú y lo haces.
—¿Solo viniste a recordarme la mierda que dicen todos ustedes de mi todo el tiempo?! —Stolas estaba harto de escucharlo, siempre creyéndose superior y siempre buscando la manera de aplastarlo debido a sus propios complejos de inferioridad. No iba a agachar la cabeza, se juró nunca volver a hacerlo ante ellos.
Andrealphus se molestó al no percibir terror en el búho que siempre se mostró como un perdedor cobarde ante él y su hermana. Su frustró un poco porque aquello no era divertido, se plantó ante él y no quiso alargar mucho más el asunto.
—Mira, vas a perderlo todo cuando sepan lo del Grimorio. Deberías analizar la opción de regresar con Stella y llegar a un acuerdo. Si lo haces, volverás a tener acceso a Via —le recomendó sin un mínimo rastro de empatía—. Todo en tu vida mejorará y tendrás la garantía de que jamás voy a revelar tus movimientos ilegales con el Grimorio.
Stolas no podía creer que quisiera llegar a un acuerdo de esa manera. Era totalmente bajo, incluso para alguien como él. Luego de como todo terminó y todas las cosas que sucedieron, luego de como Stella lo arruinó, no había forma de que quisiera volver a verla.
—Que me extorsiones con Octavia es lo más bajo que has hecho —susurró el búho con la angustia golpeando cada lugar en su corazón.
El contrario, fingiendo genuina indignación, colocó una mano en su pecho y quiso dramatizar esa desconfianza en Stolas.
—Me preocupo por Via. Merece tenerte... —le dijo en un falso tono herido—. Y esta es la única forma en la que puedes estar con ella. De seguro lo has pensado, todo empezó a salir mal desde que ese imp llegó a tu vida.
—Solo quieres obtener un beneficio en esto, a costa de mi. Eso es repugnante —el príncipe no iba a aceptar sus condiciones porque siempre había algo sucio detrás cuando se hablaba con Andre. No era de fiar de ninguna manera.
—¿No crees que estoy siendo demasiado considerado contigo? —le cuestionó el contrario—. Stolas, tú escogiste al imp sobre las necesidades y cuidados de tu hija. La corte fue coherente.
—¡Eso es lo que ustedes están instalando en el sistema, pero jamás fue así! —estaba perdiendo la paciencia con él. Si quería plantarse desde ese lugar, nunca comprendió ni un poco la manera en como toda la justicia real actuaba a favor de la realeza y detestaba a las clases marginales.
—Estoy intentando negociar una gran oportunidad para ti, creo que no estás comprendiendo lo que hago —Andrealphus quiso hacer que el búho entrara en razón y conociera su lugar. También comenzó a hartarse de que no pudiera ver sus conveniencias—. Volverás a tener a tu hija y no te quedarás en la calle, siempre y cuando jamás hable sobre la estupidez que hiciste con tu Grimorio —torció una sonrisa forzada hacia él—. Debes alejarte del imp y evidentemente dejar de involucrar a Vassago en tus problemas.
Stolas frunció el ceño al escucharlo hablar. Le clavó una mirada agresiva, la cual Andre recibió con gusto. Tenía que revolver un poco ese lugar y dejarlo al descubierto. Tal vez esa visita tenía ese objetivo, marcar el lugar de cada quien.
—Estás ensuciando a Vassago con toda tu mierda. No me agrada que lo hagas —Andy le mostró la sonrisa más tranquila y calculadora.
Para Stolas, era solo un psicópata midiendo a su presa. Su aura se volvió gélida, como si cada muestra de su poder fuera guiada por emociones oscuras y contundentes. El búho sintió escalofríos, se abrazó a si mismo al sentir esa clase de amenaza tan cerca. Era un depredador que estaba en su territorio, mostrando su veneno corrosivo con una sonrisa siniestra que fingía tener el control.
—Debí suponerlo... —susurró Stolas, esforzando su mirada furtiva hacia Andre—. Te importa Vassago.
Stolas abrió sus ojos en shock cuando una larga extensión de hielo se edificó frente a él, creció a la velocidad de la luz y le atrapó la garganta. Las extensiones de hielo le capturaron las muñecas y las piernas, lo estamparon violentamente contra la pared y lo dejaron con la imposibilidad de moverse. Trató de forcejear, sin embargo, el hielo seguía creciendo y presionaba su garganta con mucha fuerza. Las demás partes empezaron a cortar su respiración al rodear sus costillas, el aire ya no podía ingresar con facilidad.
—Tengo muchas ganas de arrancarte la cabeza por lo que estás haciendo, por todos tus errores y por todas las oportunidades que estás desperdiciando —Andrealphus dejó de sonreír y mostró todo el odio que le tenía, la cólera más atroz que pudo mostrar alguna vez—. Estoy siendo excesivamente benevolente contigo, hijo de puta. Acepta esto si no quieres que te arruine la vida.
Andre torció los pedazos de hielo con un solo movimiento de su mano, estos apretaron la caja torácica de Stolas y le dejaron los segundos contados. Estaba a punto de romperle los huesos. Stolas cerró sus ojos porque el dolor lo estaba nublando, todos sus músculos estaban entumecidos y no podía moverse, solo tratar de jadear con todas sus fuerzas.
—Vassago me pertenece, es mío, ¿lo entiendes? —Andre se acercó a su rostro de forma peligrosa, porque aunque no podía matarlo necesitaba que entendiera al menos una cosa en esa visita—. Aléjate de él.
—No... —respondió Stolas, tosiendo y gimoteando al borde de perder la consciencia—. Claro que no. Te detesta.
La determinación con la que jugaba el príncipe hizo reír a carcajadas a Andrealphus, quien estaba gozando como un loco el verlo sufrir con tanta plenitud. Borrarlo del mapa no era una opción, porque tendría consecuencias y no quería estar manchado de por vida a diferencia de él. Pero podía hacerlo agonizar, al menos podía torturarlo por mero placer personal.
—Te va a ir muy mal si sigues así. Te voy a destruír más rápido de lo que crees, ya he empezado —le comentó sin impunidad—. Pero lo que de verdad hará que pierda los estribos es que lo involucres en tu mierda con los pecados y tu imp.
Stolas estaba a punto de desmayarse por la falta de aire. Con las pocas fuerzas que le quedaban, se dirigió a él. No iba darle el gusto, no dejaría que hiciera lo que siempre hacía cuando aún estaba casado con Stella.
—No voy a acceder a ningún trato que provenga de ti... Nunca —le contestó con la voz entrecortada.
Esa manera de desafiarlo incluso en su más crítica situación, hizo que Andrealphus supiera que Stolas no tenía ningún mínimo aprecio por su seguridad personal. Aquello fue triste para él, quien suspiró falsamente atormentado y, con un solo chasquido, apartó todas las ramas de hielo alrededor del cuerpo del príncipe. La advertencia ya fue otorgada. Stolas sabía lo que tenía que hacer y conocía su destino: la próxima vez que volvieran a verse, sería la última.
El cuerpo del búho se desplomó en el piso. Se acurrucó en su lugar, tosiendo y sosteniendo su vientre y su pecho. Esas filosas extensiones se clavaron al costado de sus costillas, estaba sangrando y las heridas dolían más a medida que la sangre negra se escurría entre sus dedos.
—Vas a arrepentirte de esto —Andre se despidió de él con esa frase. Caminó a su lado sin importarle haberlo dejado malherido y abandonó el salón a su propio ritmo.
Stolas trató de levantarse luego de que Andrealphus por fin se marchó. Se arrastró al sillón y sujetó su celular, hizo el esfuerzo de marcar y de tomar asiento en el suelo, apenas controlando su respiración. Su cuerpo podía regenerarse con el tiempo, pero sus heridas eran profundas y causadas por ese hielo empapado en magia. Sería un poco más complicado, tardaría más, y Stolas no contaba con ese beneficio.
—Vassago... —lo llamó cuando el susodicho atendió el celular—. No tenemos tiempo que perder.
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—Entonces... Le robaste las coordenadas.
Fizzarolli asumió al instante lo que sucedió, con un rostro lleno de sospechas. No iba a preguntarle, suponía que situaciones extremas requerían medidas extremas.
—Bueeeno... Robar es una palabra muy fuerte —le respondió Blitz al terminar de ajustar algunas cosas en su mochila—. Tengo las contraseñas de algunas de sus cosas. No sabe usar internet, es pésimo en eso.
Ambos estaban en el cuarto de Fizz, acomodando los objetos necesarios de supervivencia que llevarían al viaje. Técnicamente, Fizzarolli estaba haciendo lo mismo. El bufón caminó cargando una gran cantidad de reliquias malditas entre sus brazos, las apiló en el medio del cuarto y consideró que eran las suficientes.
—Pienso que con estos cristales Asmodeanos, tendremos la magia suficiente para partir —se dirigió hacia Blitz y caminó hasta su lugar.
Contaban con el suficiente poder. Leyó las coordenadas en su celular y, aunque estaban fuera de cualquier mapa conocido, la información de Stolas le indicaba que era un sitio helado invadido por demonios territoriales y antiguos.
—La princesa de hielo abarca toda la zona —le comentó a Fizz—. La localización quizá no es precisa, vamos a tener que recorrer el territorio. Allí no hay señal, no podemos separarnos.
—Cualquier cosa puede pasar —Fizz pensó que aunque estuvieran juntos, el peligro era inminente e inevitable. Tenía que barajar todas las posibilidades posibles, y depender de sus propias habilidades para sobrevivir para no hacer que Blitz corriera un peligro constante por solo tener que protegerlo.
—En el peor de los casos, si nos separamos, tienes un arma y una navaja —le indicó antes de abrir el portal—. Defiéndete como sabes hacerlo, ataca como sabes hacerlo. Y no dudes en huir.
Blitz se acercó a las piedras Asmodeanas, calibró la suya en su muñeca y guió el flujo de su poder hacia el conjunto. En cuestión de segundos, el poder rebotó de una hacia otra innumerables veces. La conexión entre todas las piedras se marcó. La entrada del portal brillante se abrió, desde adentro podía verse el color del cielo y el blanco de la nieve, también el flujo del feroz viento que era comparable al de una tormenta.
Fizzarolli se acercó a Blitz y le sostuvo el brazo, le llamó la atención ante sus últimas palabras.
—Aunque suceda, te buscaré —se refirió a la posibilidad de separarse—. No volveré sin ti, ni sin Ozzie.
Blitz le sonrió en respuesta, porque estaba seguro de que mantendría su palabra. Él tenía una prioridad además de guiarlo y sobrevivir el viaje, se prometió hacerlo llegar con vida a casa. Fizzarolli volvería a casa, eso era seguro.
—Allá vamos, Fizz.
Notes:
La próxima semana empiezo clases así que quizá solo pueda actualizar una vez por semana, los fines de semana. Me alegra haber podido avanzar bastante en la historia de todas maneras, logré mi objetivo de al menos poder subir la mitad. Hubiera podido hacer más pero tuve muchas visitas en vacaciones y eso me robaba tiempo;;;; gracias por seguir el fic y gracias a los que me dejaron comentarios amables y lindos porque me impulsan a seguir. Es la primera vez que me gustan tanto las parejas canon de una serie, es lindo no flashearla en cuanto a los ships al menos. Nuevamente gracias por leer❤️.
Chapter 23: Renacimiento
Chapter Text
En los confines del infierno.
La ventisca helada revoloteó en forma de círculos y formó grandes nubes de nieve alrededor del ser vivo que estaba palpitando en el interior del colosal huevo, el cual reposaba sobre los mantos malditos en ese trono de hierro. Los pedazos de hielo se derritieron a sus costados, porque las temperaturas que estaban alcanzando las pulsaciones en su interior se elevaban como ecos e irradiaban una energía espiritual potente y maligna.
Desde las jaulas de cada uno de los pecados capitales, los tres demonios de alto poder se acurrucaron en sus lugares y se retorcieron de dolor al sufrir la forma en como las cadenas que alzaban sus prisiones succionaban el poder de cada uno.
El drenaje de energía demoníaca los colocó en una situación de agonía por última vez, las cataratas de magia viajaron por las cadenas y por cada grillete que envolvía a los reyes.
El cascarón escarlata se quebró al recibir las últimas gotas de poder que necesitaba. Se rompió desde dentro y, desde allí mismo, unos brotes de luminiscencia dorada emanaron y formaron destellos de fuego. Las pulsaciones del corazón en su interior se escucharon más fuertes que nunca, causando que todo ese poder petrificara por unos minutos la tormenta de nieve. Toda la vegetación empezó a morir por los alrededores ante la inevitable resurrección.
Desde los escalones más bajos y alejados del centro del ritual, Andrealphus alzaba la mirada con un semblante estoico y contemplaba aquel renacimiento.
Entonces, la sombra de Mammon rodeó a la distancia al huevo. El rey del anillo de la Codicia se encontraba sonriendo de lado a lado. Su apariencia era la misma, sin embargo, no contaba con uno de sus brazos inferiores debido a que Blitz le disparó con balas sagradas en su último encuentro y nunca pudo regenerarse. En su forma de demonio, al menos cuatro de sus patas de insecto nunca pudieron recuperarse. En esa ocasión, Mammon se veía sediento de venganza, sin una pizca de culpa por lo que estaba haciendo.
De repente, una hermosa mujer de dos cabezas se presentó ante sus camaradas, ante los pecados que no veía hacía un tiempo. Leviathan, reina del anillo de la Envidia, se presentó ante las tres jaulas donde eran aprisionados los otros pecados. Ella caminó por el costado de Mammon, mientras su cabeza en forma de dragón acuático contemplaba con atención la manera en como Satán rompía el cascarón y empezaba a renacer en su figura original.
Cuando el drenaje de energía finalizó, Asmodeus se inclinó hacia los barrotes de su jaula y reconoció a Leviathan a lo lejos. Con su cuerpo adolorido y agotado, se agitó resistiendo todo ese dolor y golpeó su jaula con fuerza solo para causar ruido. Sus dos compañeras se alborotaron ante su reacción, guiaron su atención al frente y se shockearon al ver a Leviathan cerca, sin una pizca de piedad en su alma al contemplarlos en esas deplorables condiciones.
—¡LEVI! —exclamó Asmodeus desde su lugar—. ¡Escúchame!
—No va a escucharte, pajarraco de cuarta —se burló Mammon al costado de su compañera, cuidando cualquier tipo de interacción inadecuada entre ellos.
Leviathan ignoró las exclamaciones de los pecados. Los brazos de Satán rompieron parte del cascarón, sus garras y sus cuernos destrozaron el escudo de energía que lo protegía y su aterradora magia se encargó de destruír cada parte que faltaba.
—Ha llegado el momento —susurró Leviathan con una expresión fría, sin emociones—. Es mucho más fuerte que antes... Es su forma original.
Las grandes alas de dragón rompieron por completo el cascarón que protegía al rey Satanás. Él buscó volver a su antigua forma, buscó regenerarse por completo y volver con más poder, debido a que en su último enfrentamiento con Asmodeus y Stolas, Blitz le reventó la cabeza y parte de su cuerno con balas sagradas. Incluso se dejó consumir por la Ira, causando que tuviera un enfrentamiento con Mammon.
Su rencor era tan grande a todos los que le faltaron el respeto, que decidió que su venganza sería la peor de todas. Regresar a sus inicios, a su forma primigenia de dragón de enormes cuernos y alas carmesí, le devolvería la misma fuerza que poseía al gobernar el infierno desde sus inicios. Y esa recuperación y resurrección fue posible gracias al poder que fue drenado de los demás pecados por más de un año entero.
El rey y amo de la Ira, Satanás, extendió sus alevosas alas de dragón y desencadenó olas de fuego alrededor de su propio cuerpo. Sus cuatro ojos del color del magma se abrieron, sus cuernos filosos y contorneados emitieron un destello cegador. Su tamaño exuberante, como si se tratara de una gigantesca bestia antigua, fue enseñado hacia sus compañeros. Bajo la sonrisa de Mammon y los ojos verdosos de Leviathan, Satán dio pasos al frente y abandonó su trono regado de cascaras rotas.
—Fueron unos buenos meses de descanso... —pronunció el pecado más fuerte—. Todo se los debo a ustedes, mis queridos camaradas —extendió su mano hacia aquellos que eran como unos hermanos para él—. Fueron una gran ayuda para mí.
Tanto Beelzebub como Ozzie tomaron las barras de las celdas entre sus manos con una impotencia que no podían manejar, Belphegor se mantuvo atrás en su jaula absolutamente acongojada por la situación actual.
—Asmodeus, esto no termina aquí —se burló Mammon al aproximarse a él con una sonrisa altanera—. Si Lucifer no se atrevió a castigarte por pasarte por los huevos la naturaleza de tu pecado, creo que lo mejor sería que nosotros te regalemos un pequeño escarmiento.
El rey de la Lujuria no tuvo la fuerza para prender en llamas sus propias plumas, su poder estaba limitado dentro de esa prisión. Contempló a Mammon y a Satán con el odio más profundo de todos.
—Lo lamento, Ozz. No puedo perdonar la vergüenza que me hiciste pasar en el tribunal. No será tan sencillo —habló Satán con una voz grave, la cual retumbó a sus alrededores—. De cualquier forma, ¿no crees que era mucho mejor seguir con Belphegor antes de mezclarte con otras razas? Eres un ridículo —se cruzó de brazos y sonrió confiado, sin miedo de destruir la moral del pecado.
Asmodeus nunca se dejó corromper por su debilidad o por su posición de desventaja, no le tenía miedo a ninguno de los pecados que estaban afuera a pesar de que eran indudablemente más fuertes que él.
—Ustedes son los ridículos, haciendo todo esto porque no soportan la idea de haber perdido —Asmodeus no dijo nada que no fuera una verdad. Y la realidad lastimaba el orgullo de todos aquellos que querían verlo muerto.
—¡CÁLLATE! ¡NOSOTROS FUIMOS SORPRENDIDOS Y EMBAUCADOS POR UN PUTO IMP! ¡MI IMP! —exclamó Mammon muy colérico ante la forma de contestar de Ozzie—. ¡TÚ SOLO AVALAS A ESOS TIPOS QUE NO VALEN NADA PORQUE TE COGES A UNO DE ELLOS!
—No te comportarías igual si no te revolcaras con el imp —complementó Satán con mucha más tranquilidad—. Antes de él, eras como nosotros. No, eras peor que nosotros.
Antes de seguir bastardeando al rey de la Lujuria, Leviathan se adelantó con pasos elegantes hacia las tres jaulas. Belphegor jadeó al verla, abrumada ante su presencia y ante todo lo que le dolía verla allí, departe de los pecados más crueles.
—Leviathan... —susurró su nombre de forma suplicante, como si le rogara que detuviera todo aquello.
—¿Por qué los ayudas? Levi... —le preguntó Bee mientras temblaba débilmente desde el espacio de su celda.
La reina de dos cabezas concentró su atención en la Lujuria, jamás creyó que ese momento en la historia llegaría. Poseía la posición de poder que requería para hacerse valer y cobrarse todo el injusto dolor que nunca pudo superar.
—Asmodeus solo obtiene lo que merece después de siglos... —su cabeza de rostro femenino habló, convencida del todo—. Faltarle el respeto a tus camaradas tiene un costo, esto le sucedería tarde o temprano. No es justo que no pague por nada de lo que hizo, ni siquiera tiene sentido que haya cambiado de un milenio a otro.
El tiempo era tan relativo y abismal entre los demonios inmortales, que un cambio en personalidad o actitud que provenía de solo algunas décadas o años atrás era incoherente para ellos, era como fingir ser otra persona en cuestión de días o semanas, aunque fueran siglos o más. Un rencor y un resentimiento que provenía desde hacía siglos, tal vez resultaba ser un par de años para alguien como Leviathan.
—Levi, escúchame —la llamó Bee con una voz preocupada y perdida—. No escuches a esos dos, ellos te usan porque eres muy fuerte. No te aprecian como nosotros, nunca estuvieron para ti.
—Oh... ¿Y ustedes si? —cuestionó la cabeza en forma de reptil de la reina de la Envidia. Los pecados que eran prisioneros se quedaron callados ante el modo venenoso en el que hablaba su lado más animal.
—Usaste un veneno de amor con Belphegor, me la quitaste y cuando te diste cuenta que eres incapaz de amar, la arrojaste a la basura —su cabeza contraria volteó a Asmodeus y retomó la palabra con una voz quebrada y rencorosa—. Hiciste eso porque sentías envidia al vernos.
La mujer pudo observar el arrepentimiento y la culpa en el rostro de Asmodeus, a pesar de que era muy tarde para sentir todo eso.
—Sentías envidia porque nosotras podíamos amarnos y tú jamás pudiste tener algo parecido. No puedes amar a nadie porque solo eres lujuria y eso es triste, es algo que te deja vacío y que te hace sentir miserable —frunció el ceño con asco hacia él—. Eres el pecado mas débil y miserable de todos nosotros por eso mismo.
Ozzie no podía cambiar el pasado de ninguna manera. Tampoco podía convencer a otros de que ya no era la misma persona, porque aprendió de sus vivencias y del camino espiritual que tuvo que recorrer con mera necesidad de evolucionar. El hecho era que estaba arrepentido y por eso quiso enderezar un poco su desastrosa vida en las últimas décadas.
—Leviathan, lo que hice fue imperdonable y sé que nunca debí herirte de esa manera —le contestó Asmodeus en voz baja, muy angustiado—. Puedes hacerme lo que quieras, pero no puedes hacer que Bee y Belphegor paguen por esto.
—¡Levi! Estás equivocada... —Belphegor necesitaba conectar con Levi porque también fue un proceso duro para ella—. Asmodeus fue consumido por su pecado al nacer, como todos. Él no es el mismo luego de tantos años, tienes que creerme —le suplicó—. Pudimos superar lo que sucedió, sé que ha cambiado. Él es mi amigo, y por mucho que duela... tienes que entenderlo y superarlo, Levi...
—¡NO VAN A DECIRME LO QUE ES JUSTO O NO PARA NADIE! —ambas cabezas hablaron al mismo tiempo, las voces retumbaron e hicieron temblar la tierra. Los tempanos de hielo en las lejanías temblaron a causa de la onda psíquica que brotaba por los poros de Leviathan al extender su poder mágico, mediante sus caóticas emociones.
Trató de calmarse, se enfocó en ellos tres bajo las sonrisas de complicidad que se dedicaron el uno al otro Mammon y Satanás.
—Me he estado tragando todo este veneno por milenios y no voy a retroceder, no ahora —les remarcó con un odio inaudito al mismo tiempo que sus ojos se volvieron verde fosforescente—. Ellas te perdonan por la clase de persona que eres, yo no voy a hacerlo y no voy a creer que eres otro tipo de demonio. Tú no cambiaste, actúas como alguien que no eres para sentirte mejor contigo mismo luego de desechar y herir a miles de hombres y mujeres por tantos años. Me molesta lo hipócrita que te has vuelto, fingiendo ser algo que jamás serás.
Ella no podía creerle a ninguno de los tres, ella jamás conoció ni se tomó la molestia de conocer a una nueva versión de Asmodeus que debía ser falsa y manipuladora.
—Eres el peor de todos nosotros. Y cuando ese imp que tienes se muera, volverás a ser el mismo de siempre —sentenció aquello porque los imps tenían vidas cortas y frágiles, ni siquiera creía que su amor fuera genuino hacia alguien con una vida tan volátil e insignificante.
—Rompiste el corazón sensible de Belphegor, destruiste su relación con Leviathan, dejaste de acostarte con Satán e incluso cortaste lazos comerciales conmigo. Hiciste todo eso por Fizzarolli, que absurdo —le recordó Mammon deambulando de un lado a otro cerca de la jaula de Asmodeus, riendo con total burla hacia el desgraciado que al fin pagaba por sus acciones.
—¿Eres consciente de todos los errores que cometiste, Asmodeus? —le preguntó Satán desde las alturas, luego de tomar asiento en su trono y cruzarse de brazos ante sus compañeros—. Tal vez Lucifer te aprecia y por eso no te condena, pero yo no seré tan blando. Mereces un mayor escarmiento que únicamente drenar tu energía.
Asmodeus no se sentía afectado por el ataque directo de cada uno, porque sus convicciones estaban bien forjadas. Desde que conoció a Fizzarolli siempre supo que tendría que enfrentar ese grado de intolerancia en la nobleza, incluso entre sus propios camaradas.
Tarde o temprano sería hostigado y condenado por ello, a pesar de que nunca quiso herir a nadie por lo que sentía. Si tuvo que proceder ante Mammon y Satán, fue porque ellos hirieron a Fizzarolli, no había otra razón.
—Pueden decir lo que quieran, pero nunca me arrepentiré de protegerlo y de elegirlo —les gruñó el pecado de la Lujuria con su corazón ardiendo, muriendo en su ley—. No había nada bueno en mi vida antes de él. Quizá nunca me crean, pero no hay mentiras en esto. Él me hizo cambiar.
Satán se hartó de escucharlo, al igual que Mammon y Leviathan. Ya tenía más que suficiente, no quería seguir oyendo todas esas ridiculeces e impertinencias. Desplegó sus grandes alas y rodeó el perímetro con un aro de fuego anaranjado, muestra de su creciente furia.
—Esos errores van a costarte muy caro, Asmodeus —entrecerró sus ojos ante su compañero, con grandes ánimos de torturarlo hasta terminar con su existencia—. Es una pena.
Asmodeus agachó su cabeza al darse cuenta de que los aros de fuego se acercaban cada vez más a las jaulas de ellos tres. Antes de que pudieran reaccionar, y mientras escuchaban las escandalosas risas de Mammon, unas flamas de casi el mismo rojo que las del rey Satán se interpusieron en el camino entre las jaulas. Las flamas fueron rodeadas de anillos de color negro y morado resplandeciente, causando que chocaran contra el inminente poder de Satán.
El portal se abrió por arriba de los pecados, dejando en jaque a Satanás y alertando a Mammon y a Leviathan.
—Sorpresa, rey... —Vassago atravesó el portal, viajó por los aires sobre una enorme estrella dorada y tomó desprevenido a Satán, le arrojó una ráfaga de destellos cegadores los cuales lo hicieron retroceder por instinto.
El portal se volvió grande, el poder de las flamas y la magia oscura lo contuvieron. Los aros de luz hicieron que tanto Leviathan como Mammon no pudieran ver quien era el autor de semejante ataque directo. Sin embargo, Andrealphus desde su posición de guardián y a lo lejos, pudo reconocer con malicia la extensión de poder del hombre que acababa de chocar contra el camino de los pecados.
—¿Qué carajo haces aquí, Vassago?!
Chapter 24: Espíritu animal
Notes:
Recuerden que a lo mucho voy a actualizar una vez por semana los fines de semana si me es posible. Gracias por leer!
Chapter Text
El portal emitió un brillo cegador, el cual se desplegó como intensos rayos luz blanca, los cuales fueron dirigidos a los rostros de cada uno de los pecados enemigos. Andrealphus conocía las destrezas de Vassago, alzó su mano para crear una enorme y gruesa daga de hielo frente a él con la sola intención de bloquear su haz de luz.
Mientras los pecados intentaban retroceder y se quejaban ante la intensidad del ataque, Andre se adelantó al territorio de batalla y se elevó sobre sus veloces extensiones de hielo. Entonces, vislumbró con dificultad a Vassago manifestado su don desde el poderoso portal de magia.
El pájaro pelirrojo borró su estrella por donde se transportaba, cayó al suelo cubierto de nieve y se plantó con sus pies sobre la superficie, guiando su mirada estoica a su nuevo enemigo.
—Te pregunto lo mismo, Andy —Vassago extendió sus brazos a sus lados y sonrió de lado con soberbia—. ¿Desde cuándo te mezclas con los pecados más nefastos del infierno?
El fuego que dispersó hacia sus lados fue abundante y brutalmente poderoso, derritió el hielo de sus alrededores y causó que Andrealphus retrocediera afectado ante ese despliegue de magia que era igual o más intensa que la suya.
El fuego de Vassago era dañino y naturalmente creado para derretir cualquier tipo de hielo, en especial el de la familia de Andrealphus. Eran contrarios opuestos, motivo por el cual las batallas entre clanes eran generalmente ganadas por la familia del ave rojiza.
—¡ESE DESGRACIADO ENTROMETIDO! —Satán se levantó de su asiento, desplegó sus enormes alas de dragón y aleteó sus extensiones con tal de esfumar el brillo cegador del portal y todo ese escandaloso y molesto fuego mágico—. ¡Andrealphus, encárgate de esa perra!
Las órdenes de Satán eran claras como el agua. Tanto Mammon como Leviathan intentaban con todas sus fuerzas recuperar la visión en sus ojos y, por eso mismo, nadie pudo preveer el último movimiento. Stolas salió disparado volando en su forma demoníaca desde el portal que estaba a segundos de cerrarse por completo.
El Goetia voló dejando un camino de llamaradas rojas y negras en su camino, aterrizó sobre la jaula de Asmodeus y recuperó su forma de demonio. Allí mismo, Stolas sujetó el techo de la celda con sus garras y empezó a presionar la superficie plana con toda la magia ofensiva que portaba en su ser. Los hilos de oscuridad fluyeron con una violencia inaudita, destruyendo poco a poco la prisión de cadenas en la jaula del rey de la Lujuria.
—¡NO TE METAS EN ESTO! —le gritó Andrealphus a Vassago al darse cuenta de que no estaba cediendo el poder de sus flamas para bloquear la visión de los pecados y derretir todo su poder— ¡NO ME OBLIGUES A ASESINARTE!
—¿Asesinarme? —se rio el contrario ante esa ridícula amenaza—. Nunca te atreverías a ir tan lejos.
Andrealphus no iba a rendirse y humillarse frente a los pecados capitales. Se arrodilló en el suelo para clavar sus uñas contra la tierra y, con toda la fuerza que conllevaba, gruñó como una fiera y causó que grandes bloques afilados de hielo comenzaran a partir las tierras y a rodear todo el perímetro en donde se encontraban ambos. Su hielo se volvió impenetrable como el hierro, su magia potenció sus habilidades y se concentró a tal punto que el fuego dejó de surtir efecto.
Sin embargo, cuando pudo recuperar la visión parcial de lo que estaba sucediendo y despegar las flamas, Andrealphus se dio cuenta de que Vassago no era más que una distracción de lo que estaba sucediendo en realidad.
Vassago dio pasos hacia atrás al sentir el temblor de los suelos mientras los bloques de hielo partían cada centímetro de tierra firme. Fue en ese momento que Satán extendió su mano hacia él y formó un feroz puño repleto de ira, sus cuatro ojos dorados brillaron como nunca y aquello provocó el despliegue de su furia.
La cantidad de fuego rojo oscuro que se levantó por debajo de las placas de roca por debajo de ellos fue incalculable, su potencia era infinita. Vassago trató de huir, saltó y montó su estrella edificada de su propia magia para esquivar las furiosas llamaradas, pero estas resultaron ser cada vez más colosales.
—No me subestimes, pájaro escarlata —murmuró Satán con una sonrisa siniestra—. Tu fuego jamás será suficiente contra nosotros.
Asmodeus, al presenciar la espantosa escena frente a él, fijó su vista hacia arriba terriblemente preocupado y nervioso ante los esfuerzos de Stolas por liberarlo.
—¡Stolas! ¡Tienen que huir! —le advirtió Ozzie porque el tiempo se estaba extinguiendo y el poder de Satanás era demasiado fuerte para poder ser confrontado.
—Lo planeamos así... —susurró Stolas al sentir la superficie de la jaula quebrándose entre sus dedos—. Sabíamos que no tendríamos el tiempo y la fuerza para liberarlos a los tres, solo puedo intentarlo contigo.
Las cadenas empezaron a ceder, a romperse ante el venenoso fuego de Stolas que no hacía más que crecer. Su flujo fue tan bestial que los barrotes temblaron y se mostraron débiles, derritiéndose cada vez más ante la magia destructiva que aplicaba el príncipe.
No obstante, desde lo lejos, Leviathan fue la única que presenció la acción. Bajo la mirada horrorizada de Belphegor y Beelzebub, la reina de dos cabezas apuntó con un solo dedo la cabeza de Stolas y amplió sus grandes ojos verdosos y fosforescentes hacia su presa. Sus cabellos se elevaron y serpentearon y unas ondas de poder psíquico se concentraron alrededor de su brazo extendido.
—Adiós, Goetia —ella disparó la concentración de solo una pequeña muestra de su poder directo al cráneo del búho para perforarlo y acabar con su vida.
—¡STOLAS! —exclamó Asmodeus con todas sus fuerzas para poder advertirle.
Sin embargo, en ese preciso segundo, Stolas cortó por completo las cadenas. Toda la fuerza maldita alrededor de estas y de la jaula se extinguió. Las extensiones dejaron de estar impregnadas en magia, esta ya no cubrió los barrotes de la jaula ni cada rincón del material.
Stolas evadió el ataque gracias a que la enorme celda cayó contra el suelo, el impulso de las ondas psíquicas empujaron la prisión hasta el barranco que estaba a solo unos metros de distancia. Ninguno de los dos pudo evitar caer al vacío de oscuridad que parecía no tener fin.
Con esa simple acción, Stolas y Ozz se sumergieron por el fondo de la incalculable extensión del bosque de hielo y cayeron en medio de las sombras, recorriendo kilómetros de una caída que nadie recorrió jamás. Aquel era un territorio inhóspito, jamás explorado por ningún otro demonio inteligente. Se perdieron en aquel vacío infinito y ya no pudieron ser vistos nuevamente.
Satán y Mammon avanzaron a paso apresurado hacia el abismo y, luego de contemplar su nuevo destino, comprendieron que Asmodeus escapó debido a la emboscada liderada por Stolas. El rey la Ira apretó sus colmillos goteantes en sangre negra y largó un alarido del más profundo y estrepitoso odio, impotente ante lo que acababa de suceder frente a sus narices.
Vassago cayó al suelo luego de evadir las flamas de Satán, y cuando quiso recomponerse, fue demasiado tarde. Andrealphus lo observó con ojos asesinos, absolutamente fríos y sin rastro de emociones. Lo envolvió entre sus ramificaciones de hielo y lo capturó, aprovechando lo débil que se encontraba luego de tratar de eludir el poder del pecado mas fuerte y de aplicar toda su magia para realizar la distracción. Andy cubrió su boca con un bozal de hielo y rodeó su cintura y sus muñecas. Era su nuevo prisionero.
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Luego de atravesar el portal, caminaron por largas horas contra el desventurado clima que los atormentaba. Estaban sacando conclusiones a medida que pasaban las horas, analizando el terreno y comprendiendo cada vez más el extraño ambiente de esas tierras desoladas. Había mucha vegetación muerta y árboles congelados por doquier, como si se tratara de un bosque de hielo sin final. El cielo era gris, las rocas parecían de hielo y había tanta nieve y árboles a su alrededor que sería difícil mantenerse en eje y no perderse.
Sabían que ese era el lugar, pero las coordenadas indicaban que debían avanzar hacia el norte.
—Me estoy muriendo de frío —Blitz tiritó mientras caminaba y se abrazaba a si mismo—. No siento mis manos.
—Deberiamos parar —a pesar de que Fizz no sufría el frío de la misma manera porque sus extremidades eran de metal, el panorama silencioso le daba un mal presentimiento—. Está anocheciendo.
El cielo se estaba volviendo más oscuro a diferencia de cuando llegaron al bosque. Y las temperaturas serían más bajas, situación que sería complicada para ellos quienes al ser imps, estaban naturalmente acostumbrados a un clima cálido. Estaban abrigados, pero en cualquier lugar que fuera semejante a la Antártida humana, la temperatura descendería de forma mortal en las noches. Debían buscar un refugio, había muchas cuevas de hielo o de tierra para poder frenar a su alrededor.
Entonces, Blitz jadeó y se detuvo precipitadamente cuando escuchó las claras pisadas de algún tipo de animal, rompiendo vegetación seca a su paso.
—Silencio —detuvo el paso de Fizzarolli al tomarlo del brazo, quien se alarmó al escucharlo.
Entonces, ambos lo notaron. No era solamente una presencia, eran muchas. Los pasos se acercaron con cuidado, hasta ser audibles y rodearlos a metros de distancia. Por el rabillo de su ojo, Blitz visualizó al primero y fue suficiente para darse cuenta con lo que estaban lidiando. En forma de jauría, unos intimidantes monstruos de cuatro patas con forma de lobos de pelaje negro se estaban acercando a ellos.
Los gruñidos se oían cada vez más cerca, al igual que la manera en como la saliva se escurría por sus colmillos y como sus enormes ojos dorados brillaban enfocándose en sus presas. Aquellas bestias emanaban un manto de oscuridad a cada paso, sus pelajes eran sucios y maltratados y, desde sus cabezas y lomos, brotaban enormes cuernos filosos de colores oscuros. Sus alturas variabas pero la mayoría de ellos eran al menos cinco veces más grandes que los de un imp y debían pesar una tonelada cada uno.
—Corre... —le indicó Blitz cuando la cabecilla del grupo hizo contacto visual con él—. ¡Debemos correr!
Fizzarolli asintió a medida que los gruñidos y ladridos de las bestias lobo se acercaban peligrosamente. Blitz emprendió la maratón y Fizz lo siguió a paso firme. Fue entonces que la jauría entera compuesta por al menos diez monstruos los descubrió y comenzó a trotar por detrás de ellos como si fueran depredadores por naturaleza. Aquellas eras las bestias salvajes y primigenias de las que fueron advertidos.
—¿Por qué no les disparas?! —exclamó Fizz, sin perder a su amigo de vista. Ambos se ocultaron por atrás de unos gruesos troncos de árboles secos y dejaron que toda la jauría de lobos corrieran por delante y los perdieran de vista.
Ambos jadeando totalmente nerviosos y consternados ante ese peligro, se derrumbaron contra la madera y trataron de recuperar el aliento. Estaban seguros de que si eran atrapados por esas criaturas, no habría manera de salir con vida de ese lugar.
—No quiero desperdiciar balas en todas esas mierdas. Las vamos a necesitar —le indicó Blitz a Fizzarolli. Habría demasiadas de esas bestias en ese bosque y el viaje apenas había comenzado. No podían darse el lujo de terminarse la munición tan rápido.
Fizzarolli solo contempló en silencio el cielo gris oscuro. Había algo que se sentía mal y se veía mal en ese lugar. No podía precisar lo que era, pero su sexto sentido le aseguraba que el viaje de búsqueda sería mucho más largo y agobiante de lo que se hubieran podido imaginar.
Chapter 25: La verdadera naturaleza de la Lujuria
Notes:
Buenas! Esta historia sigue en pie, pero estoy estudiando y cursando por eso le hice pausa en el año. En vacaciones voy a actualizar con más fluidez. En general empiezo y termino fanfics largos en vacaciones porque sé que puedo ser más fluida en las actualizaciones, sin embargo en esta ocasión solo pude llegar a la mitad de la historia desde diciembre hasta marzo. Creo que es porque es la mas larga de la trilogía, y la final. Gracias por esperar! En vacaciones vuelvo!
Chapter Text
La noche del infierno no tenía estrellas, pero el cielo escarlata sobre el anillo del Orgullo ardía como una joya maldita. En lo alto del salón de mármol negro, colgaban candelabros flotantes, alimentados por fuego azul extraído de almas en pena. Todo brillaba. Todo era exceso.
La gran reunión de los señores del infierno tenía lugar cada siglo, y ese milenio no era la excepción. Reyes, reinas, príncipes, emperadores y duques infernales paseaban entre columnas de obsidiana y cortinas de terciopelo, todos ataviados con lo mejor de sus dominios: coronas de hueso, capas hechas con piel de criaturas extintas, trajes cosidos con lamentos.
Y entre ellos, los más poderosos, los más antiguos: Los pecados capitales.
Sentado en un sofá largo de terciopelo carmesí, apartado del bullicio diplomático, estaba Asmodeus. Imponente, espléndido, y sin embargo... solo.
A su alrededor, mujeres demonio de cuerpos esculpidos, miradas peligrosas y sonrisas vacías lo acompañaban como adornos vivientes. Algunas reían por cualquier cosa que él dijera. Otras simplemente se inclinaban para que él las tocara con obscenidad, como si su piel fuera un premio.
Eran su séquito. Su harem. Su círculo íntimo de amantes de turno. No recordaba todos sus nombres. Quizás nunca los había sabido.
Y sin embargo, mientras sus ojos verdes y brillantes recorrían el salón, algo dentro de él se agitaba con incomodidad.
Muchos reyes estaban con sus esposas, mujeres u hombres, y muchos parecían pasar un buen momento. Traían incluso grupos enteros de concubinos, pero incluso esos reyes de categoría baja tenían una jerarquía sentimental, una estructura.
Todos tenían a alguien.
Él tenía cuerpos.
Y eso lo inquietaba. Lo molestaba. Como si algo lo arañara desde dentro.
"Soy la Lujuria. No necesito nada más que deseo. No necesito a nadie."
Pero entonces la vio.
Desde el otro extremo del salón, cruzando entre los demonios de más alto linaje, avanzaba una figura que no calzaba con el resto. No caminaba con arrogancia. No parecía tener prisa. Su paso era sereno, como si flotara entre la música de cuerdas y el murmullo de los brindis eternos.
Era Belphegor, la reina del anillo de la Pereza.
Una demonio de piel rosada, suave como el algodón más dulce. Cabello ondulado que caía como una nube a sus hombros. Ojos pesados en su rostro y cuello, pero no por sueño: por una calma que casi parecía celestial.
La más callada entre los Pecados, la más escurridiza. Algunos decían que podía dormir durante décadas enteras, otros juraban que era tan brillante como cualquier estratega del Orgullo. Pero esa noche no parecía somnolienta. Emanaba calor. Un calor tibio. Viviente.
Y cuando se detuvo frente a él, Asmodeus sintió algo extraño. Algo completamente ajeno a su naturaleza. No fue deseo. Fue... pausa.
—¿Asmodeus? —dijo ella, su voz era suave, melódica—. No sabía que tú te alejabas del centro de atención.
Él la miró, como si no supiera qué responderle por primera vez en siglos.
—Lo hago cuando quiero evitar que me adoren sin sentido —respondió con su tono usual, arrogante, pero sin fuerza real detrás—. Aunque a veces ni así se logra paz.
Belphegor sonrió, pero no como una reina. Sonrió como alguien que entendía algo que él no.
—Pensé que la paz no era algo que tú buscaras.
—No lo es —replicó, automático con cierta arrogancia—. Yo no... necesito paz.
Pero al decirlo, sintió el hueco nuevamente. Como si su propia mentira pesara demasiado.
Ella no dijo nada por un instante. Solo se sentó a su lado, sin preguntar, sin invadir. Como si hubiera estado invitada desde siempre. Y por un segundo, él no sintió la presión de ser tocado, ni la necesidad de fingir poder, ni el impulso de impresionar.
Sintió... calor.
Y no lo entendió.
Y eso, en el fondo, lo asustó.
Pasaron las horas, dónde la plática entre ellos dos se hizo más casual y dónde ambos bajaron las defensas.
—Claro que van a separarse —soltó Asmodeus, con esa sonrisa torcida que se sentía como una máscara que había llevado por siglos. Su voz, afilada como un cuchillo, cortaba el aire entre las risas de los nobles—. Dan vueltas como si el amor fuera una joya eterna... pero ya verás. En unos siglos estarán firmando acuerdos de separación y repartiéndose infiernos como si fueran cubos de carne podrida.
Su tono era burlón, seguro, incluso encantador a ojos ajenos. Pero por dentro, era ácido. Envenenado. Lleno de algo que no sabía cómo nombrar.
Asmodeus estaba roto y vacío por dentro, pero se esforzaba en jamás salirse de esa línea de apariencia. No podía dejar que todos vieran algo así en un pecado.
Belphegor, que estaba junto a él, soltó una risa suave, discreta, tan ligera como el sonido del viento entre las cortinas pesadas del salón. No era una risa fingida. Era real. Y eso lo desconcertó.
—¿Siempre tan optimista? —preguntó con una calidez que desarmaba, sin ironía, sin juicio.
Él la miró de reojo, como si calculara cuánto podía dejarse afectar por esa dulzura sin que se notara. No estaba acostumbrado a que alguien le hablara sin esperar algo a cambio. Ella no lo deseaba. No lo codiciaba. Solo... estaba ahí.
—Soy un realista —replicó él, dándole un trago lento a su copa de cristal negro. El licor le ardió en la garganta, como si quisiera borrar las palabras que no se atrevía a decir—. El amor es una mentira útil. Nada más que un mecanismo evolutivo para que los demonios se acostumbren a tener con quién gritarse por la eternidad.
Ella volvió a reír, esta vez más abierta. Sus hombros temblaron con suavidad y la calidez que desprendía parecía expandirse hasta tocar incluso a él, que no quería admitir que eso le gustaba. Que algo dentro de su pecho hueco se movía cuando ella reía.
—Me alegra verte bien, Ozzie —dijo entonces, con esa voz sincera que no exigía nada. Que simplemente lo reconocía como un ser y no como un pecado.
Ozzie. Lo dijo con dulzura. Como si su nombre no estuviera lleno de lujuria, sino de historia. Como si él fuera alguien más que el rey de la Lujuria. Como si importara.
Él no respondió. Solo la miró, con esa expresión impasible que había perfeccionado durante siglos. Pero en el fondo, una parte de él gritaba, deseando que ella se quedara. Que no lo dejara solo con sus pensamientos.
Desde el otro lado del salón, una voz la llamó.
—Belphe... ven aquí, amor. Están por servir los vinos del lago estancado.
Era Leviathan.
Una figura imponente. Majestuosa. Su cuerpo ondulaba como si flotara sobre el mármol oscuro, y su forma híbrida brillaba con escamas resplandecientes. Una cabeza femenina, de belleza brutal, ojos verdes centelleantes, y otra, la de una bestia marina, de hocico largo y fauces descomunales. Ambas sonreían. Ambas la amaban.
Y Belphegor caminó hacia ella.
Asmodeus no pudo apartar la vista. Sus ojos la siguieron como si algo vital se le escapara entre los dedos. No era deseo. No era celos carnales. Era algo más oscuro, más primitivo. Una necesidad dolorosa. Una herida abierta que jamás había sanado porque nunca nadie la había tocado con ternura.
Vio cómo Leviathan la rodeaba con sus brazos escamosos, cómo Belphegor le acomodaba con cariño un mechón de cabello, cómo se reían entre sí. Rieron como si el mundo no existiera. Como si todo lo demás fuera ruido.
Se amaban. Con una verdad que ardía. Y él... él jamás había sentido eso.
Lo invadió una punzada en el pecho. Seca, áspera. Como una navaja apretándole las costillas desde dentro. No era rabia, no era frustración. Era envidia. Y eso era lo más humillante.
No debía sentir eso. Él no era la Envidia. Él era la Lujuria. Y sin embargo, ahí estaba. Encadenado a una emoción ajena. Indigna. Ardiente.
Todos aman. Todos se aman.
Menos yo.
Nunca nadie va a tocarme así.
Nunca nadie va a nombrarme con ternura.
Nunca nadie va a elegir quedarse conmigo cuando no esté desnudo.
Sintió el veneno recorrerle la garganta como una lágrima invertida. Era un abismo en forma de pensamiento. Y si él no podía tener ese amor... nadie debía tenerlo. Que el mundo se hiciera trizas. Que todos se arrastraran en soledad como él.
La noche continuó. Las luces del salón se atenuaron hasta volverse sombras doradas. El ambiente se volvió más íntimo, más cerrado, más perverso. El aroma del pecado flotaba en el aire como incienso espeso. Las máscaras sociales se despegaban. El infierno mostraba sus verdaderos colmillos.
Y entonces, la vio. De nuevo. Belphegor estaba sola en la terraza, contemplando los ríos ardientes que serpenteaban a lo lejos como serpientes dormidas.
Asmodeus caminó hacia ella. Cada paso suyo era una decisión silenciosa, cada movimiento cargado de un propósito que ni él se atrevía a nombrar. Llevaba dos copas. El licor era negro, espeso como tinta oscura. En una de ellas, había deslizado unas gotas de algo prohibido. Un extracto que no dañaba el cuerpo, pero corrompía la mente. No era veneno. Era humo embotellado. Caos líquido.
No quería hacerle daño. Solo... distorsionar el reflejo. Romper la armonía. Empañar la luz que lo había desnudado con solo reírse de una de sus frases.
—¿Un brindis? —ofreció, con una sonrisa tan bien practicada que ya no sabía si era suya.
Belphegor lo miró con una ceja levemente alzada. No con desconfianza, sino con esa dulce cautela de quien sabe que todo lo que brilla puede herir. Dudó por un instante. Y tomó la copa.
—¿Por... qué brindamos?
Él la miró de frente. Y por una vez, su voz fue baja, íntima. Casi honesta.
—Por la eternidad —susurró—. Por el amor... y por cómo siempre termina.
Y bebieron...
Asmodeus sonrió.
Pero no fue una sonrisa cálida, ni encantadora, ni siquiera sensual, como muchos esperaban siempre de él. Fue una mueca torcida, una grieta oscura que se dibujó en su rostro mientras sus ojos se perdían en la figura de Belphegor. Una sonrisa enferma, como la de un animal herido que, al no poder sanar, decide contagiar su dolor al mundo.
Esa era la expresión de alguien que jamás había sentido amor, pero que había aprendido a fingirlo con tanta perfección que el mismo infierno se doblegaba a sus pies.
Belphegor bebió de la copa sin temor. La levantó con la gracia que la caracterizaba, como si en su interior no existiera espacio para la desconfianza. Bebió con fe ciega, con la pureza de alguien que veía en Asmodeus a un colega, a un aliado, a un amigo. Él era su igual, un pecado, un dios infernal como ella, y creía que en su oscuridad podían encontrar una suerte de entendimiento, de compañía honesta.
Pero se equivocaba. Porque Asmodeus no buscaba comprensión. No buscaba vínculos ni paz. Solo buscaba poseer.
La magia fue sutil, como un perfume espeso que se deslizaba por la piel sin dejar rastro aparente. No hubo luz, ni humo, ni signos evidentes del hechizo. Solo una sensación que se anidó en el cuerpo de Belphegor, como un calor repentino que le erizó el vello de la nuca.
Era la Lujuria, disfrazada de deseo, serpenteando bajo su carne para apoderarse de cada mirada, cada pensamiento, cada impulso. Estaba siendo hechizada. Y no por un enemigo, sino por alguien en quien confiaba. Alguien que no la tocaba con las manos, pero la invadía con una violencia mágica imperceptible.
En sus ojos, antes claros y serenos como un amanecer pálido, nació una chispa ajena. Miró a Asmodeus con un brillo nuevo, ardiente, lleno de deseo. Pero era un deseo hueco, forzado, artificial. Y él lo supo. Lo supo desde el primer segundo en que esa mirada se clavó en él. Lo reconoció como suyo, como una obra perfecta de su poder, de su desesperación camuflada.
Belphegor ya no podía mirar a nadie más.
Y eso... eso era exactamente lo que Asmodeus anhelaba.
Porque si el amor era algo que él jamás conocería, entonces nadie más debía disfrutarlo. Si su alma era una jaula sin salida, vacía de afecto verdadero, entonces que todos los demás también vivieran en esa misma prisión de soledad, aunque fuera disfrazada de placer.
El palacio al que la llevó era un laberinto de columnas talladas con cuerpos entrelazados, espejos de bordes dorados que deformaban la figura y hacían que incluso el reflejo más puro pareciera perverso.
El aire olía a a vino derramado. Las cortinas de terciopelo caían desde el techo como lenguas rojas que murmuraban secretos al viento, y en cada rincón ardían llamas que no quemaban, solo decoraban. Era un templo dedicado a la pasión sin alma. Un altar construído para que la lujuria reinara sin que el corazón interviniera jamás.
Poco después, la noticia estalló en los círculos de poder como una tormenta de susurros: Belphegor había roto con Leviathan.
Nadie entendía el porqué. Nadie lo había anticipado. Durante quinientos años habían sido inseparables. Reinas de dos anillos diferentes, unidas por algo que ni siquiera los pecados más oscuros podían corromper. Se amaban con sinceridad. Con ternura. Se protegían la una a la otra, como si el infierno entero pudiera romperse con solo una palabra mal dicha.
Pero ahora, ese vínculo estaba roto. Y Leviathan… se quedó sola.
En su trono sumergido, en lo más profundo del anillo de la Envidia, la reina de escamas y piel blanca se mantuvo en silencio. No lloró ante sus legiones de demonios. Pero sus ojos, siempre orgullosos, se apagaron.
Su voz se volvió sorda, y sus aguas se tiñeron de un verde más oscuro, más denso. Su otra cabeza, la del dragón marino, aullaba en las noches como si sintiera el vacío de una criatura a la que le arrancaron el corazón con manos invisibles.
Nunca hizo nada para merecerlo.
Nunca traicionó.
Solo amó.
Pero Belphegor, bajo la influencia de la magia, ya no lo recordaba así. Lo sentía como un amor pasado, distante. Como un perfume que alguna vez la conmovió y ahora le resultaba ajeno. Y Asmodeus… se conformó con eso. Con una versión alterada, modificada de Belphegor. Con una mujer que ya no era del todo ella, sino una ilusión envuelta en terciopelo y deseo. Una mentira perfecta.
Y aún sabiendo que cada palabra que Belphegor le decía no nacía de su alma, sino del hechizo que le impuso, Asmodeus aceptó ese reflejo como si fuera real. Porque no sabía amar. No sabía recibir amor. Y si no podía tenerlo, prefería construir una farsa antes que soportar la verdad.
Él no tendría amor. Nunca. Y el mundo, bajo sus ojos, tampoco debía tenerlo.
En lo más alto de su palacio, entre el eco de los gemidos falsos y la luz de los candelabros encantados, Asmodeus abrazó una mentira.
Y la mentira lo miró con los ojos de Belphegor.
Y él sonrió. No porque fuera feliz. Sino porque ya no quedaba nada más dentro de él que no fuera vacío.
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