Chapter 1: Parte I - I
Chapter Text
El que dijo que la guerra acabaría con la muerte de Voldemort era un puto idiota. Su muerte solo marcó el fin de una etapa y el inicio de otra aún peor. Harika había sido muy ingenua pensando que todo mejoraría, pero lo cierto es que no fue así.
En cuanto Voldemort se convirtió en cenizas y lograron capturar a varios mortífagos con vida para ser llevados ante la justicia, lo único que pudo hacer, debido a que no tenía nada más que hacer, fue volverse a observar el castillo. Su primer hogar, destruido. Contempló las columnas de humo negro, los muros y paredes destrozados, la gente herida llorando de dolor y alegría. No estaba especialmente feliz, a pesar de haber matado al asesino de sus padres. En cuanto entró en el Gran Salón y vio la ristra de cadáveres puestos uno contra otro, esperando ser atendidos, se le revolvió el estómago y se le hizo un nudo en la garganta. Por un segundo lo había olvidado.
Anduvo despacio hasta donde estaban estirados Fred, Remus y Tonks, pero, por el camino, vio los cadáveres de otros amigos y conocidos suyos que antes no había visto. Como Colin o Lavander. Se quedó allí de pie, como una estatua, mientras se le partía el corazón de nuevo. Tuvo que darse la vuelta para no vomitar o echarse a llorar. Vio a la señora Weasley llorar silenciosamente al lado de Fred, cogiendo su mano fría en la suya propia mientras le acariciaba el cabello. Y George… Nunca olvidaría su expresión vacante, como si no estuviera allí presente, como si él también hubiera muerto.
Harika había tenido la suerte, y la desgracia, de haber perdido a sus padres muy joven, de no tener hermanos y de haber conocido relativamente poco a Sirius. No podía imaginarse lo que hubiera sido perder a alguno de ellos de haberlos conocido desde el día en que nació. Era, simplemente, impensable. Se sintió como una extraña por primera vez, rodeada de la familia Weasley. Al contrario que ella, Hermione parecía no sentirse fuera de lugar, abrazada a Ron fuertemente, mientras Harika estaba parada de pie justo detrás de la desconsolada familia. Tragó fuertemente, se dio la vuelta, y buscó un lavado lo más intacto posible.
Solo cuando se encerró en un cubículo algo roto, tras una barrera silenciadora, rompió a llorar. Estaba sobrepasada. Lloró por la manipulación y la traición de Dumbledore, por los niños muertos que habían dado la vida en lugar de haber sido rescatados por los adultos, por Fred que nunca más volvería a hacerla reír, por Remus y Tonks que habían dejado atrás a su hijo recién nacido… Lloró destrozada al recordar su muerte y cómo había creído de verdad que iba a morir.
Días después de ese fatídico día empezaron los funerales de los muertos. Harika los atendió todos junto a los demás, a pesar de que seguía emocionalmente exhausta. Cuando enterraron finalmente a Fred, se dio cuenta de que tenía que dejar que la familia lo llorara a solas así que tanto Hermione como ella desaparecieron unos días para darles espacio. Se fueron a Grimmauld Place, a pesar de no apetecerles demasiado, debido a que era el único sitio disponible.
—Prefiero esto a tener que dormir una noche más en la tienda de campaña —le dijo a Hermione—. Como tenga que volver a pisar esa tienda me volveré loca.
—Lo sé. Yo también. Deberíamos volver a limpiar todo esto —señaló Hermione la casa de los Black con un suspiro—. No me gustaría encontrarme alguna sorpresa.
Así fue como empezaron a limpiarlo todo, esta vez con magia, para distraerse. Ambas sabían que solo era algo temporal puesto que Grimmauld Place no era tan grande. Hermione, más callada de lo normal, pasaba los ratos muertos pensando para sus adentros mientras que ella intentaba no pensar en nada, pero, lo cierto era que tenía que pensar en algunas cosas.
A las pocas semanas le llegó una carta de Gringotts. Tuvo que reclutar la ayuda de Andrómeda y de Kingsley Shacklebolt para enfrentarse a ellos. Como esperaba, no estaban muy contentos.
—Como comprenderá, señorita Potter, esperamos como mínimo una explicación después de que nos robara un dragón y nos destruyera medio banco —siseó un duende al que no había visto jamás—. ¡Exigimos una compensación por los destrozos!
—No habría sido necesario a no ser que Griphook no nos hubiera traicionado —explicó ella, más calmada de lo que hubiera esperado. Después del año y medio que había tenido… el enfado de un duende era lo de menos—. Le di la espada de Gryffindor a cambio de que nos diera una copa que se encontraba en la bóveda de los Lestrange. Él no cumplió su parte al completo así que tuvimos que hacer lo que creímos necesario.
El duende, en silencio, la contempló por encima de sus gafitas de cristal. Parecía muy irritado, y enfadado, pero también se mostró algo curioso al escuchar su explicación. Alzó una ceja antes de volver a abrir la boca. Andrómeda y Kingsley simplemente se mantuvieron callados, dispuestos solo a intervenir de ser necesario.
—… ¿Por qué quería dicha copa?
—Era un horrocrux de Voldemort.
Andrómeda jadeó de la sorpresa mientras que el duende se echó para atrás con expresión asqueada. Kingsley, mientras tanto, parecía no saber de qué estaba hablando. Su ignorancia le dio algo de envidia, para qué mentir.
—Ya veo.
—Espero que, sabiendo esto, Gringotts sea más… comprensivo —dijo Andrómeda con indignación y voz airada—. Después de todo, si saliera a la luz lo que Gringotts ha estado guardando todo este tiempo el banco no quedaría muy bien parado.
Y así fue como Harika se libró por los pelos. Estaba claro que Gringotts no quería que se supiera lo que habían protegido allí tanto tiempo sin darse cuenta, pero, a su vez, tampoco podían dejar que lo que pasó se quedara impune así que, después de varios minutos de discusión, llegaron al acuerdo de que Harika retiraría todo lo que le pertenecía en menos de una semana. A ella no le importó. El oro en Gringotts no era invertido en nada así que no estaba generando ingresos. Le daba igual dejarlo en Gringotts o llevárselo.
Hizo que el 90% de su fortuna, la que le dejaron sus padres y Sirius, la convirtieran en lingotes de oro y plata para poder moverla más fácilmente. Retiró también de la cámara que le dejó Sirius todos los libros y demás cosas que no había podido examinar todavía, a pesar de que habían pasado años desde su muerte. Compró, a recomendación de sus acompañantes, un bolso sin fondo estilo bandolera y un monedero. Ambos con todos los hechizos y encantamientos posibles, algunos ilegales por consejo de Andrómeda. Después de todo, llevaba consigo toda su fortuna. Lo último que quería era que se la robaran.
Esa no fue la última vez que volvió a Gringotts. Mucha gente, sumamente agradecida por haber matado a Voldemort, le regaló bastante dinero e incluso otros objetos de valor. Cada pocos días recibía una carta de Gringotts para que aceptara los regalos o las herencias en el plazo límite de una semana que habían acordado. Dio bastante dinero del que le habían regalado a Andrómeda, para Teddy, y a Hogwarts para que pudieran reparar el castillo cuando antes, pero lo que no era dinero se lo quedó. Cuando McGonagall dejó de aceptar sus donaciones, se quedó con el oro. Con la herencia de sus padres y su padrino no tendría que trabajar en toda la vida, ni en la siguiente, si gastaba el dinero con algo de cabeza.
Aun así, cuando zanjó lo de Gringotts, solo le quedó volver a la tensa monotonía en Grimmauld Place. Llegó junio y, con él, la noticia de que la reparación completa de Hogwarts estaba prevista para finales de agosto y que, si quería, podía regresar al castillo para retomar sus estudios. Hermione sonrió, recordándole a su amiga de antes de la guerra, mientras leía la carta.
—Me alegro de que Hogwarts vuelva a estar en pie en tan poco tiempo.
—Ya…
—¿Harika? ¿Qué te pasa?
—No sé si puedo volver a pisar Hogwarts, Hermione —reconoció ella, tragando las lágrimas que se le atoraron en la garganta—. No después de todo lo que pasó allí.
Hermione no dijo nada. Simplemente, asintió. Su amiga había luchado a su lado y había perdido a amigos también, pero no había muerto en los terrenos de Hogwarts. No había visto la memoria de Dumbledore hablando de su muerte como si fuera un mero trámite y no algo que planeó durante años. No había caminado por el bosque teniendo la certeza de que nunca más volvería a ver a sus seres queridos. No se había despertado sintiéndose rota porque no había muerto. A veces envidiaba la determinación de Hermione. Incluso ahora, ambas sabían que ella sí regresaría a Hogwarts para estudiar el último curso como es debido.
—Vas a volver a Hogwarts, ¿verdad?
—Sí, pero antes quiero encontrar a mis padres —confesó Hermione—. Quizás me lleve un tiempo.
—¿Quieres que te ayude?
—…Ron se ha ofrecido —dijo Hermione con expresión algo culpable.
Harika pestañeó al comprender que Hermione quería ir con Ron, pero no con ella. No le extrañaba. Después de tantos años por fin habían dado el siguiente paso en su relación. Entendía la necesidad de estar juntos, a solas, más aún después del año de mierda que tuvieron dentro de una tienda de campaña mágica. Aun así, eso no significaba que no le doliera un poco escucharlo. El silencio se alargó demasiado. Hermione pareció entender que no estaba muy contenta con lo que acababa de escuchar porque empezó a escusarse, pero Harika no quería que la invitara por lástima.
—Puedes venir si quieres. Solo pensé que nos vendría bien un poco de distancia después de-
—Hermione —la calló ella, con voz más autoritaria, y seca, de lo que pretendía—. Está bien.
Hermione parecía querer decir algo más, mordiéndose el labio, pero en cuanto vio su expresión decidida, desistió. A los 3 días Hermione, y Ron, se fueron en dirección a Australia después de prometerle que contactarían con ella si pasaba algo, o si necesitaban ayuda. A ella, después de sumirse en un sopor depresivo, le dio absolutamente igual. En esos 3 días se dio cuenta de que la vida avanzaba y que Hermione y Ron ahora tenían una vida juntos donde ella no cabía. No estaba celosa por ello porque los quería a ambos como sus mejores amigos, pero se sentía… sola. Sentía un agujero en su interior que no podía, ni sabía cómo, llenar.
Se pasaba el día limpiando la casa hasta que quedaba impecable. Hacía arreglos con su magia, ordenaba los cuartos… pero, de vez en cuando, tenía que parar para llorar. Era un bucle depresivo del cual no parecía poder salir hasta que un día Ginny apareció y se la llevó a rastras a la Madriguera.
—No es bueno que estés tanto rato sola allí dentro —dijo la señora Weasley.
Una parte de ella se enfadó porque alguien pensara que tenía autoridad sobre ella para decirle que debía hacer. Otra parte se alegró de que fuera lo suficientemente importante para los Weasley como para acercarse a ver cómo estaba. El ambiente en la casa de los Weasley era sombrío, triste, melancólico… Justo lo que necesitaba para sentirse peor. Curiosamente, quien se dio cuenta de lo mal que se encontraba realmente fue Fleur. La apartó después de la comida para hablar con ella a solas.
—Harika —llamó con mucho menos acento que hacía años—. ¿Estás bien?
—Supongo. Dentro de lo que cabe —sonrió sarcásticamente ella, sin muchas ganas—. ¿Por qué lo preguntas?
—Creo que deberías ver a un sanador mental.
—¿A un qué?
—Es como un psicólogo, pero del mundo mágico.
—No, gracias. Eso es lo que menos quiero. Contarle mis cosas a alguien para que luego se entere todo el mundo.
Fleur masculló por lo bajo en francés algo que no entendió. Luego suspiró fuertemente.
—Puedo recomendarte a alguien muy bueno. Mi hermana Gabrielle y yo usamos sus servicios el año del torneo. Es un mago nacido de muggles, sanador mental y psicólogo, y usa contratos de confidencialidad… al contrario que la mayoría de idiotas de este país —puntualizó con retintín.
Harika se sorprendió bastante al escuchar lo del contrato de confidencialidad. Esa era una de sus máximas preocupaciones, considerando que siempre parecía estar en la portada de un periódico.
—¿Me lo puedo pensar?
—Oui. Te daré su dirección y el portal floo más cercano para que puedas ir a verlo, si quieres.
—Gracias, Fleur.
Ese día volvió a Grimmauld Place con la excusa de que no había suficientes camas en la Madriguera. Estuvo pensando durante varios días lo del psicólogo, pero cuando se puso a llorar por enésima vez después de acordarse de alguna tontería, supo que necesitaba ayuda. No quería seguir sintiéndose así el resto de su vida, y sabía que tenía problemas que no tenían nada que ver con la guerra. Le costó armarse de valor, pero tenía que hacerlo porque quería sentirse mejor y, aunque no sabía si funcionaría, estaba dispuesta a intentarlo. Así de desesperada estaba.
Así fue como empezó sus sesiones de terapia con Armand al día siguiente. Fuera lo que fuera que viera en esa primera consulta fue suficiente para decirle que tenía que hacer terapia 2 veces por semana, cuando lo normal era acudir al psicólogo semanal o quincenalmente. Sabía que no estaba bien, pero le dolía pensar que su situación era peor de lo que esperaba. Le dio una poción rebajada para que pudiera dormir más fácilmente, sin pesadillas, y le recomendó encarecidamente que acudiera a un hospital para tratar cualquier problema de salud que tuviera.
Necesitó un par de sesiones para convencerla de que fuera a hacerse un chequeo porque una parte de ella pensaba que hasta que no le pasara algo grave no tenía derecho a buscar ayuda médica. Harika, que no había pisado un hospital en su vida, salvo a la enfermería de Hogwarts, acabó visitando una clínica médica mágica, privada, donde se tomaban muy en serio la salud de los clientes y, sobre todo, su privacidad. Por supuesto, como fue una recomendación de su nuevo psicólogo, no estaba en Reino Unido.
—¿Cómo es posible? —preguntó la doctora en cuanto acabó de examinarla—. ¡Esto es…! ¿Cómo nadie vio en Hogwarts que sufría malnutrición? ¿Cómo es posible que no le hayan administrado ningún tipo de vacuna? ¡Esto es una aberración!
Escuchó con el estómago revuelto cómo hablaba de sus heridas, cicatrices, sus gafas de graduación incorrecta… Incluso su menstruación, que pensaba que se había retrasado como hacía algunas veces, sufría irregularidades. Al parecer, el estrés era más peligroso de lo que pensaba. Resultó que su periodo no era irregular de forma normal sino como consecuencia de todo el estrés que llevaba encima desde que empezó a tener la regla. Salió de allí con una caja de pociones, instrucciones sobre cómo y cuándo tomárselas, varias pomadas para sus cicatrices y una poción para corregir sus defectos visuales que, por lo visto, era algo común en todo el puñetero mundo mágico, pero que a nadie se le había ocurrido comentárselo. Ahora que lo pensaba, ¿cuándo fue la última vez que vio a alguien con gafas en el mundo mágico, a parte de ella?
Estuvo una semana deprimida al darse cuenta de lo mucho que tenía que corregir tanto físicamente como mentalmente. Armand, no obstante, parecía complacido.
—Es un paso en la buena dirección, Harika. Estás demostrando tener la voluntad de cambiar para mejor y, aunque cueste un tiempo, al final es lo que necesitas.
—Lo sé, pero no me gusta pensar en todo lo que tengo que hacer. Preferiría olvidarlo.
—Y lo entiendo, pero ambos sabemos que no es posible.
—Lo sé —reiteró con un suspiro.
Tardó pocos días en ver los efectos de las cremas sobre sus cicatrices. Las cicatrices muggles desaparecieron en un día y las mágicas fueron borrándose poco a poco, a medida que usaba las pomadas. Su visión también mejoró cada día, pero sabía que tardaría unas semanas más en deshacerse de las gafas. Lo que menos le gustaba eran las pociones para combatir los efectos de su malnutrición. Se le revolvía tanto el estómago durante horas que la dejaban encamada y sentía cosquilleos en las extremidades.
—Es normal. Está recuperando muchos nutrientes esenciales de forma mágica, en muy poco tiempo. Tiene que recuperarse de muchos déficits, anemia e incluso de daños nerviosos debido a maldiciones de tortura.
—¿Cuánto durará este tratamiento? —preguntó ella, cansada de él y algo mareada.
—Me temo que tiene un largo camino por delante. Sufre malnutrición desde casi su segundo año de vida… Por no hablar de todo lo demás.
—Pero, ¿no tiene una fecha estimada?
—Le estoy dando la dosis más alta posible. Viendo su nueva analítica y comparándola con la anterior… diría que, al menos, medio año.
Harika bufó una risa irónica. Unos 6 meses de pociones diarias. Aun así, aunque lo odiara, no quería dejar que su salud se resintiera así que aceptó la derrota y siguió tomándose todo lo que le mandaron. Habló también con Armand de su terapia y, según él, también tenía un largo camino por delante para arreglar todo lo que estaba mal de su vida, que no era moco de pavo.
—Sufres estrés post traumático, síndrome del superviviente y, sinceramente, algunas cosas más… —admitió su psicólogo. Procedió a explicarle qué era todo eso—. Es normal, después de todo lo que ha pasado en tu vida. Es tratable, por supuesto, pero no será un camino fácil.
—Ya.
Sabía que no iba a serlo. ¿Había algo fácil en su vida? Aun así, Armand era un buen psicólogo. Le explicaba las cosas de forma concisa y entendible, y no era condescendiente. Fue él quien le hizo pensar en por qué seguía viviendo en Grimmauld Place a pesar de poder vender la casa y comprarse otra, y el que le hizo replantearse si sabía tanto del mundo mágico como creía que sabía después de 7 años. Le recomendó contratar a un buen bufete de abogados para que se encargaran de sus asuntos legales, como por ejemplo para evitar que apareciera en portada de periódicos en noticias difamatorias o que otra gente se llenase los bolsillos de dinero usando su imagen o su nombre públicamente sin su permiso.
De hecho, eso es lo que tendría que haberle recomendado Dumbledore hacía años. Harika empezaba a comprender que Dumbledore no había sido la persona más competente del mundo, a pesar de que lo había tenido en muy alta estima durante años. ¿Quizás no le había hablado de nada de esto porque pensaba que iba a morir en pocos años? Quién sabe, pero cada vez que pensaba en el director se sentía más y más enfadada.
—Me preguntaba cuándo buscarías a un buen abogado —dijo Andrómeda cuando fue a visitarla, y a Teddy—. Pensé que estabas esperando a recibir tu herencia con tu mayoría de edad.
—No. Ni siquiera se me pasó por la cabeza, pero necesito a uno bueno.
—Puedo pasarte varios nombres, si quieres.
—¿En serio? Me harías un favor. No sé ni por dónde empezar —suspiró ella.
—¿Estás bien?
—No. Me estoy dando cuenta de que no tengo ni puñetera idea de lo que estoy haciendo —confesó ella sintiéndose sobrepasada—. Cada vez que doy un paso hacia delante, al día siguiente doy dos atrás.
—¿Por qué lo dices? —preguntó Andrómeda con rostro consolador.
Le explicó por encima las pociones que tomaba para mejorar su estado de salud, los problemas psicológicos que tenía, sus crecientes ganas de irse de Grimmauld Place ahora que Armand le había plantado la idea en la mente, el hecho de que no hubiera acabado su educación mágica, ni muggle, cómo no sabía todavía muchas cosas del mundo mágico que eran normales y corrientes para los demás… Acabó llorando del estrés. Andrómeda la abrazó durante un rato largo.
—Todo esto tiene solución. Simplemente ahora estás demasiado estresada y desbordada para verlo, pero la tiene. Para empezar, si no quieres vivir en Grimmauld Place, véndelo y cómprate algo nuevo que te guste. Podemos buscar una inmobiliaria para que se encargue de todo el proceso de venta y, mientras tanto, puedes quedarte aquí hasta que encuentres una nueva casa. En cuanto a tu educación mágica, puedes presentarte a los exámenes en el ministerio el año que viene sin tener que cursar las clases en Hogwarts. Es lo que hace mucha gente que estudia en casa, ¿sabes?
—¿En serio? No lo sabía —dijo ella, sorprendida.
Aunque, ahora que lo pensaba, tenía mucho sentido. Teniendo en cuenta el tamaño y la cantidad de espacio del castillo era obvio que estaba pensado para mucha más gente.
—En serio. Y puedes examinarte de más asignaturas. Puedes enviar una carta al departamento de educación preguntando sobre qué asignaturas puedes examinarte, cuáles son los horarios de los exámenes, etc. Respecto a tu conocimiento del mundo mágico, puedes pedir el pack de libros para nacidos de muggles en la librería. Deberían haberte hecho comprar uno, aunque tus padres fueran magos.
Harika se fue de casa de Andrómeda sintiéndose extrañamente más ligera.
Para cuando llegó julio, con la ayuda de Andrómeda, fue capaz de contratar a un abogado para poder denunciar al Diario Profético, a Witch Weekly, a los autores que habían usado su nombre para escribir libros de fantasía y a la gente que había usado su imagen para vender sus productos. Según su equipo de abogados, era un caso sencillo ya que nadie les había dado permiso, y menos aun siendo ella menor hasta hacía poco. Grimmauld Place fue vaciada, después de que comprara un baúl mágico donde cupiera todo lo que tenía, y fue puesta en venta.
Para su sorpresa, la vendió por una ingente cantidad de oro. No solamente las barreras mágicas que tenía puesta valían un quintal, sino que era una casa en pleno Londres. Además, sus numerosas plantas junto al hecho de que hubiera pertenecido a los Black, y a ella, había aumentado su valor exponencialmente. Le pagaron por ella el triple de oro de lo que tenía la cámara de los Potter en Gringotts la primera vez que la abrió con 11 años.
La casa mágica que se compró en Unapool, en Escocia, solo tenía 2 plantas, pero tenía un grandioso jardín trasero y delantero, 4 habitaciones, 3 baños y unas magníficas vistas a un lago que tenía a 10 minutos andando. Por no hablar de que no tenía vecinos en muchos kilómetros. Además, estaba lejos de las ciudades y de las zonas más concurridas, en una zona boscosa y montañosa. Le costó bastante poco en comparación con lo que había recibido por vender Grimmauld Place. No necesitó contratar a un equipo para poner barreras mágicas ya que lo primero que hizo con la ayuda de Kingsley fue ponerla bajo el fidelus, siendo ella la guardadora del secreto.
—Me alegra escucharlo —sonrió Armand—. Las decisiones que has tomado últimamente son muy valientes y se nota lo mucho que has mejorado.
—Lo cierto es que salir de Grimmauld Place ha sido como quitarme un peso de encima. Al igual que contratar a esos abogados. Ahora me siento más protegida.
—Es normal. Te sientes protegida ya que antes no tenías ningún tipo de protección legal.
—También he decidido tomarme un año sabático para estudiar en mi casa y presentarme a los exámenes en el ministerio el año que viene.
—¡Eso es genial, Harika!
Estuvieron charlando algo más. Cuando salió de la consulta se dio cuenta de que la terapia funcionaba. Incluso las pociones que se tomaba para revertir la malnutrición y todos sus déficits habían dejado de marearla tanto. Ahora ya no necesitaba gafas y sus cicatrices mágicas eran prácticamente invisibles al ojo humano. Las más tozudas, las antiguas, como la cicatriz de la maldición mortal o el agujero del colmillo de basilisco, todavía tenían que ser tratadas con pomada, pero le aseguraron que desaparecerían en unas semanas. Era increíble pensar todo lo que podía conseguir con dinero, y magia. Nadie le había hablado de estas pomadas porque eran algo caras, pero le jodía pensar que existían y que nadie se había molestado en, al menos, preguntarle por qué no las usaba.
Las pesadillas, aunque menos constantes, eran recurrentes. Fue, nuevamente, Andrómeda la que le dio una idea extra para combatirlas.
—¿Oclumancia? —gimió ella con desgana—. ¡Soy nefasta!
—No eres nefasta. Tuviste a un tutor pésimo y a Voldemort en tu cabeza. Cualquiera tendría problemas para mantener unas barreras mentales ante tanto estrés —dijo firmemente Andrómeda—. Yo puedo enseñarte, si quieres.
—¿Tú sabes oclumancia? —pestañeó ella.
—¡Pues claro! Puede ser que me desheredaran, pero sigo siendo una Black y me enseñaron todo tipo de cosas.
—Está bien.
Así fue como empezó a tomar clases particulares de oclumancia con Andrómeda, quien enfureció cuando le explicó cómo le enseñaba Snape a alzar sus barreras mentales. Básicamente, Snape lo único que hacía era “probar” sus barreras para ver si resistían un ataque, pero, como no le había explicado cómo alzar una barrera, era imposible que frenara ninguna intrusión mental ya que sus barreras eran inexistentes.
—¡Bastardo! De no estar muerto lo mataría yo misma —siseó Andrómeda con una mueca violenta en el rostro que nunca antes había visto—. No pudo ser más inútil e incompetente.
A Harika no le pareció raro enterarse de que Snape no estaba enseñándole oclumancia como es debido. Después de todo, también era un profesor de pociones pésimo, a pesar de ser un pocionero muy bueno. Una cosa era hacer pociones y otra cosa era enseñar cómo hacerlas. Andrómeda, en cambio, era muy paciente y sabía de lo que hablaba. Le enseñó varios trucos para meditar hasta que se dio cuenta de que el silencio no le iba nada bien. Le dio un casete con sonidos de la naturaleza para que pudiera centrarse en ellos y entrar en un estado meditativo. Tuvo que intentarlo durante días, pero cuando llegó agosto, después de un décimo octavo cumpleaños fugaz en casa de los Weasley, logró adentrarse en su mente.
Como era de esperar, aquello era una pocilga sin ningún tipo de defensa. Por suerte, si tenía algo en abundancia era tiempo.
—La idea es que construyas un palacio mental con todo tipo de defensas. Cuantas más tengas y más creativas sean, mejor. Cada vez que cojas una memoria será como adentrarte en ella —le avisó Andrómeda—. Por eso la oclumancia es tan dura de aprender porque debes enfrentarte a todo lo que has vivido. Lo bueno y lo malo.
—Tardaré mucho tiempo en poner todo en orden —gimió ella con un suspiro cansado.
—Cuanto más trabajes en tus barreras, menos tiempo tardarás. Por eso normalmente se enseña lo antes posible a los niños, para que no cueste tanto que tengan estas protecciones mentales, y para que puedan controlar sus emociones más fácilmente.
—Huh. ¿Por eso tantos hijos de sangre pura parecen… adultos metidos en cuerpos de niños?
—Sí —rio Andrómeda—. Cuando se llega a adulto no se nota, pero es fácilmente reconocible en la adolescencia. Aun así, la oclumancia sirve para muchas cosas como para memorizar más rápido y para recordar de forma impecable todo lo que vivimos, proteger la mente de intrusiones, ejercitar la magia de forma constante, regular los cambios de humor para evitar comportamientos… irracionales. Entre otras muchas cosas.
Rodó los ojos al darse cuenta de que, una vez más, mucha gente del mundo mágico tenía ciertas ventajas de las que no hablaban por miedo a perder el status quo. Con la oclumancia los exámenes debían ser mucho más fácil para los sangre pura considerando que podían recordar más fácilmente lo que estudiaban. Ojalá alguien se lo hubiera dicho antes de quinto curso. Por suerte, había empezado a aprender a proteger su mente así que meditaría cada noche para trabajar en sus barreras mentales. Lo último que quería era que alguien pudiera meterse en su cabeza después de lo que sufrió a manos de Voldemort y Snape.
Cuando volvieron Hermione y Ron de Australia, a mediados de agosto, tuvo otra cita con su doctora.
—Ya estás libre de cicatrices. Enhorabuena —confirmó con una sonrisa la doctora Baume, con quien ya se tuteaba después de tantas visitas—. Puedes dejar de usar la pomada.
—¿Y las pociones contra la malnutrición?
—Has mejorado muchísimo, pero todavía no puedes dejar de tomártelas —evitó un suspiro al ver su rostro compasivo—, pero ya no te dan nauseas, ¿no es así?
—Solo de vez en cuando. Ahora solo tengo picazón en el cuerpo.
—Es normal. Por todo lo demás… —miró sus documentos—. Has aumentado de peso tal y como queríamos y veo que has crecido 3 centímetros.
Harika sonrió ampliamente cuando lo escuchó. ¡Ya no medía 1’59 sino que había llegado al 1’62! ¡Increíble!
—¿Cree que creceré algo más?
—Seguramente. Cuando acabe el tratamiento tendrás que renovarte el armario para que no se te vean los tobillos —se rio la doctora, mirando la piel que asomaba sobre sus deportivas.
Sonrió de nuevo al comprobar que era cierto. ¡Había crecido!
Notes:
¡Hola a tod@s!
Aquí tenéis la historia que os comenté. La escribo de tanto en tanto para desconectar de la historia principal así que no actualizaré una vez por semana, ya que la musa es más lenta, pero quizás cada 3 semanas. Así podré darme un tiempo para escribir tranquilamente entre actualizaciones. A su vez, también la voy a colgar en inglés para los lectores que prefiráis la versión inglesa.
Tal y como votasteis este ship será fem!Harry/Shikamaru. No va a tratar una reencarnación sino algo distinto. El formato, como os dije, será diferente y más centrado en el romance así que espero que os guste.
😉
Chapter 2: Parte I - II
Chapter Text
Su reencuentro con Ron y Hermione fue menos incómodo de lo esperado. Con todo lo que había hecho mientras ellos no estaban casi ni se acordó de su ausencia. Recibió la lechuza en casa de Andrómeda así que fue a visitarlos ese mismo día, a finales de agosto, en la Madriguera.
—¡Harika! —exclamó Hermione con una sonrisa—. ¿Dónde están tus gafas?
—Ya no las necesito —sonrió ella.
—Ya era hora, tía —le dio un codazo Ron—. ¿Has crecido o son imaginaciones mías?
—He ido al médico y estoy yendo al psicólogo.
Hermione pareció sorprendida, pero encantada, de escucharlo. Les estuvo explicando por encima lo que había hecho. Como contrató a sus abogados, quienes estaban a punto de entrar en juicio debido a sus denuncias, como vendió Grimmauld Place porque no podía soportarlo y se compró una casa alejada de todos, cómo estaba mejorando su salud mental y psíquica con ayuda profesional y como pensaba presentarse a los exámenes de séptimo curso en el ministerio.
—Vaya. Estoy impresionada —dijo su amiga, bastante asombrada—. Ha cambiado todo mucho desde que nos fuimos, pero me alegro de que estés mejor.
—Yo también me alegro, Harika. Aunque siempre serás la enana del grupo.
—¡Hey! ¡Que ahora mido 1’63! ¡Me he medido esta misma mañana!
Ron se partió de risa al escucharla mientras que Hermione no pudo ocultar su sonrisa.
—¿Y qué hay de tus padres?
—…—Hermione suspiró pesadamente—. He logrado revertir el hechizo, pero han decidido quedarse allí. Al parecer, les gusta más que Reino Unido.
—Por no hablar del cabreo que pillaron cuando lo recordaron todo —susurró cómplice Ron, como si su novia no pudiera escucharlo. Hermione le propinó un puñetazo en el brazo—. ¡Ow! ¡Hermione!
Harika sacudió la cabeza al verlos. No le extrañaba que estuvieran enfadados, pero se alegraba de que al menos pudieran recordar a su amiga. Estuvieron hablando de lo que habían visitado estando en Australia y de sus planes para volver a Hogwarts y apuntarse en la academia de aurores.
—¿Y tú cuándo vas a apuntarte a la academia? —preguntó Ron, comiéndose una grajea de todos los sabores—. ¿Vas a esperar a tener los resultados de los exámenes el año que viene?
—Eh… Lo cierto es que ni me acordaba de eso —suspiró ella.
—¿En serio? Creí que querías ser auror.
Harika frunció el ceño. Había creído que ese era su sueño, pero ahora no lo tenía tan claro. Ni si quiera se había acordado de la oferta de Kingsley. Sabía, porque se conocía, que eso significaba que, en realidad, no era tan importante para ella como creía. Entonces, ¿por qué había querido durante tanto tiempo ser auror estando en Hogwarts cuando ahora ni siquiera era capaz de imaginarse trabajando para el ministerio? Al final, decidió consultarlo con Armand.
Tardó exactamente una sesión en darse cuenta del motivo de porqué había querido ser auror. Tanto su padre como su padrino lo habían sido y durante toda su estancia en Hogwarts cazar a los “malos” era prácticamente su trabajo extraoficial en el castillo. Había tomado ese papel durante tanto tiempo, debido a que ningún adulto competente hacía su trabajo, que pensaba que era lo que tenía que hacer. Ahora, después de la guerra, se encontraba con un mundo lleno de posibilidades y se había dado cuenta de que no quería arriesgar su cuello trabajando como auror el resto de su vida. No había sobrevivido a los Dursley, a Hogwarts y a una guerra mágica solo para morir siendo auror y trabajar para un ministerio que era corrupto con o sin guerra.
De solo pensarlo, ahora que sabía todo lo que sabía, se le revolvía el estómago pensar en trabajar bajo el mando de gente de esa calaña. De hecho, se dio cuenta al salir de su sesión de terapia que no quería tener nada que ver con el ministerio. El problema de eso es que no sabía qué hacer con su vida. Armand le aconsejó salir de casa de vez en cuando, tener un hobby además de estudiar. Cuando la doctora Baume le recomendó empezar a hacer ejercicio moderado supo que tenía que apuntarse al gimnasio o algo parecido. Así mataría dos pájaros de un tiro. El hobby, no obstante, brillaba por su ausencia.
—¿Por qué no miras algo de arte? —dijo Andrómeda, una tarde que quedaron para tomar el té.
—¿Cómo pintar? Soy malísima.
—O hacer escultura, o fotografía, o música. Lo que sea. Lo importante es desconectar un rato de la rutina diaria.
Lo meditó un poco, pero se dio cuenta de que sus talentos artísticos eran más bien nulos. No sabía dibujar ni tocaba ningún instrumento, ni cantaba a no ser que desafinar como una banshee se considerara cantar. Aun así, lo de la fotografía le hizo gracia. Acabó apuntándose a un cursillo de fotografía muggle y comprando una cámara también muggle bastante cara que el dependiente le aseguró era una maravilla. Tardó unos días en acostumbrarse a usar lo que le habían enseñado en su cursillo de una semana. Lo que más la ayudó a mejorar tomando fotografías era justamente tomar fotografías y juguetear con la configuración de la cámara.
Le costó un poco restructurar su vida ya que estaba acostumbrada a tener la persistente ayuda de Hermione, pero logró establecer una rutina ella sola. Para empezar, se despertaba a las 7 de la mañana cada día y desayunaba tranquilamente durante una hora. Después, se aparecía en Aberdeen, la ciudad grande más próxima a donde vivía y donde se había apuntado al gimnasio. Se pasaba allí un par de horas. Una aprendiendo a nadar y otra usando las máquinas. A las 10 regresaba a casa y estudiaba unas 3 horas lo que le tocara según su horario realizado con la ayuda de Andrómeda y Hermione. Luego comía, descansaba un rato, volvía a estudiar otras 2 horas y cuando se daban las 5 de la tarde finalizaba su rutina estudiantil para dar paso a su nuevo hobby.
Cogía su cámara y salía de casa. A veces regresaba rápido cuando hacía demasiado frío o se ponía a llover torrencialmente, pero otras veces perdía la noción del tiempo. Estaba rodeada de naturaleza y en Unapool solo había 57 vecinos repartidos a lo largo de toda la gran región así que nunca se encontraba con nadie. Era extraño pensar que ahora se encontraba totalmente sola en algún punto de los Highlands de Escocia y, sin embargo, era lo más en paz consigo misma que nunca antes se había sentido.
De hecho, cuanto más lo pensaba más se daba cuenta de que siempre había estado rodeada de gente que, en menor o mayor medida, querían algo de ella o que simplemente no la apreciaba. Los Dursley la despreciaban al igual que mucha gente del mundo mágico simplemente porque “mató” a Voldemort cuando era un bebé o porque no lo mató más “rápido” la segunda vez. Otra gente, aunque no la odiaba, quería usarla para su propio provecho. Por no hablar de la poca, o nula, privacidad que había tenido cuando vivía en Hogwarts. Muchas veces se había sentido como una hormiga debajo de una lupa. Indefensa, desprotegida y totalmente expuesta. Ni siquiera cuando era verano y residía con los Weasley había sentido la paz que sentía ahora porque siempre había alguien con ella. Era… asfixiante. Adoraba a los Weasley, pero quería solamente un poco de aire para respirar hondo y dejar de sentirse como el muñeco de todos. Después de todo, la soledad había sido su mejor amiga en casa de los Dursley y en Privet Drive.
—Espero que no estés encerrada en casa todo el día —comentó Ron, un día de setiembre que quedaron para tomar algo en el mundo muggle—. Ya sabes lo que diría Hermione.
—En realidad, cada día salgo de casa varias veces.
—¿En serio? —preguntó sorprendido Ron—. Bien por ti.
—Sí. Estuve mucho tiempo encerrada en casa de los Dursley así que ahora que puedo hacer lo que me dé la gana estoy aprovechándolo al máximo.
—No me extraña… —masculló algo incomprensible Ron, hablando de sus “tíos”.
—¿Y cómo llevas tú el entrenamiento?
—Bien. Me está costando más de lo que creía. Hay más protocolo del que parece.
Estuvieron hablando un rato largo. Le explicó como Ginny había decidido ser jugadora de quidditch profesional, como Percy volvió a su antigua plaza en el ministerio, como Bill y Fleur empezaron otra vez a trabajar en Gringotts, como Charlie seguía en Romania con sus dragones…
—¿Y George? —preguntó finalmente. Ron suspiró con expresión triste—. ¿Está bien?
—Está-… Está. Hemos conseguido que salga de su cuarto más a menudo, pero a veces por la noche sigue llorando y pudo escucharlo. Sinceramente, Harika, no sé en qué puedo ayudarlo. Mi madre no quiere que vuelva al piso que compartió con Fred y la tienda que fundaron ambos está cerrada. No sé qué va a pasar con todo esto.
Harika se sobresaltó al darse cuenta de que George, en casa de sus padres, debía estar residiendo en su antigua habitación. La misma que compartía con Fred. Se le revolvió el estómago por enésima vez de solo pensarlo. Visto así, era obvio porqué George no mejoraba. Todo le recordaba a su difunto hermano gemelo. Incluso su empleo había sido compartido con Fred. Entonces, tuvo una gran idea.
—¿Por qué no se viene a vivir conmigo, Ron?
—¿Qué? ¿Quién? ¿George? —Ron pareció algo estupefacto al escucharlo, pero luego pensó en ello seriamente—. En realidad… puede ser lo que necesita. Salir de casa lejos de los recuerdos de Fred, pero tener la compañía de un amigo.
—¿Por qué no te vienes tú también? Estás viviendo en casa de tus padres, ¿no? —dijo ella—. Podéis mudaros temporalmente conmigo. Pensaba ofrecéroslo en navidad, viendo que los padres de Hermione siguen en Australia y yo tengo 4 habitaciones, pero visto lo visto…
—¿De verdad no te importaría que viviéramos contigo?
—No. La casa está totalmente pagada y no tengo gastos de facturas ya que es una casa mágica. Los únicos gastos son la comida, que podemos partir entre todos —dijo ella, antes de que Ron pudiera decirle algo sobre “caridad” —. De esa forma, tú podrías ahorrar algo más del poco dinero que te pagan como recluta, Hermione tendría un lugar a donde ir sin el estrés de tener que vivir en tu casa rodeada de toda tu familia, sin ofender, y George podría recuperarse sin que todo le recuerde a Fred.
—Tengo que hablar con Hermione, pero estoy 99% seguro de que dirá que sí. De hecho, lo estuvimos hablando este verano. Mudarnos juntos, me refiero, pero ella no trabajará hasta dentro de un tiempo y yo no cobro tanto como para poder permitirnos comprar o alquilar un piso.
Acabaron la charla poco después de eso. Ron parecía mucho más aliviado que antes. Sobre todo, después de que le asegurara que no le importaba vivir con ellos. La casa estaba totalmente reformada y tenía muchísimo espacio. Tenía un comedor separado de la cocina, 2 salones de estar, uno de ellos con chimenea y otro con paredes totalmente acristaladas que había convertido en su estudio. En la planta baja había una habitación, de matrimonio como las demás, un baño completo, una habitación oficina que no usaba y una pequeña lavandería donde habrían dormido los elfos domésticos. En la parte de arriba había 2 habitaciones con baños privados completos y una pequeña biblioteca con una pequeña terraza exterior que daba al lago. Una terraza idéntica tenía en su habitación. Además, extra a la casa, también había un cobertizo de buen tamaño que ahora estaba vacío. Tenía espacio más que de sobra.
—Estoy seguro de que a George cambiar de aires le sentará genial. Ha sido una gran idea —la apremió Armand—, aunque quizás también necesite ayuda psicológica. No ha sido una muerte natural sino fruto de la guerra.
—Se lo comentaré a Ron, a ver qué piensa. Quizás podemos convencerlo de que, al menos, le dé una oportunidad a la terapia y luego decida qué hacer.
Cuando llegó octubre, una semana después de su cita con Ron en el mundo muggle, Harika se acercó a Hogsmeade para quedar con Hermione, y Ron. Como eran mayores de edad podían salir del castillo y hacer lo que quisieran siempre y cuando regresaran antes del toque de queda por la noche, extendido hasta las 11 para los de octavo curso.
—Ron me lo comentó por carta, pero quería hablar contigo cara a cara —dijo Hermione, cuando se sentaron en las Tres Escobas. No era una salida oficial a Hogsmeade así que había varias mesas vacías—. ¿De verdad no te importa?
—Claro que no —rodó los ojos ella—. Literalmente tengo 3 habitaciones vacías. También tengo un cobertizo que está cogiendo polvo. Si George se anima, dentro de un tiempo, puede usarlo para seguir haciendo sus inventos lejos de la casa. ¿Queréis ir a verla?
—¿Ahora? —preguntó Hermione. Ron se encogió de hombros.
—No es como si tuviéramos nada que hacer —se encogió de hombros ella también.
—Está bien.
Cualquier duda que Hermione hubiera tenido sobre si mudarse con ellos se le desvaneció cuando vio la casa y las vistas al lago rodeado de montañas y bosque. En cuanto vio la pequeña biblioteca, con una terraza propia con esas prodigiosas vistas, casi se echó a llorar.
—¿Cuál sería nuestra habitación?
—Esta de aquí —les dijo, enseñándoles la amplia habitación en el segundo piso, al lado de la biblioteca—. Tiene baño privado completo y Hermione puede poner un escritorio bajo la ventana para ver el lago mientras estudia.
—Es impresionante.
—La habitación de abajo será de George. No tiene baño privado, pero creo que podemos hacer un esfuerzo para que el baño que tiene justo al lado sea solo suyo.
—Por supuesto.
—¿Cuándo quieres que hablemos con George? —preguntó a Ron, sabiendo que todavía no le había comentado nada.
—Podemos ir ahora, si quieres.
—Está bien.
—¿Tienes conectada la chimenea?
—No.
—Entonces nos vemos allí.
La charla con George fue corta. En cuanto le presentaron la idea se quedó quieto en su asiento y dijo que tenía que pensárselo. Se esfumó a su habitación y se quedaron a solas en el antiguo cuarto de Ron. La señora Weasley, en cuanto supo que Ron, Hermione y posiblemente George iban a mudarse de su casa en pocos días casi se echó a llorar. Después de todo, ya no había nadie más en la Madriguera a excepción de Ginny y Arthur.
—No nos vamos a la otra punta del mundo, solo a Escocia —rodó los ojos Ron—. Además, ya es hora de que me vaya independizando, aunque sea con la ayuda de Harika.
—Pero, ¿seguro que vais a estar bien?
—Si hemos podido estar un año en la intemperie con una tienda de campaña creo que podremos sobrevivir solos en una casa —suspiró Ron con exasperación.
Poco después, Molly Weasley recapituló. A la única a quien no parecía gustarle mucho la idea de quedarse sola con sus padres era a Ginny, pero, siendo honestos, Harika no tenía ganas de abrir su casa a 50 personas. George solo necesitaba un empujón, y terapia, para recuperar la normalidad. Luego volvería a su antiguo piso, de eso estaba segura. Por otro lado, Ron y Hermione solo tenían que ahorrar algo de dinero entre ambos durante 9 meses para poder alquilar después de Hogwarts un piso. Para ese entonces, Ron cobraría algo más si pasaba el curso de los aurores, y ya no tendrían que seguir ahorrando quedándose en su casa. Además, Hermione seguía viviendo en Hogwarts salvo por las vacaciones, así que, en realidad, solo viviría con 2 personas más, una de ellas con un empleo que lo mantenía 8 horas lejos de casa.
George, un par de días después, aceptó su oferta de vivir con ella, y los demás, una temporada. Cogió sus cosas, dejando las cosas de Fred en su antiguo cuarto, y se asentó rápidamente en la habitación que ella le dio. Ron, con la ayuda de Hermione el siguiente fin de semana, modificó la habitación a gusto de ambos y guardó sus cosas en los armarios.
—No puedo creer lo diferente que es vivir lejos de mis padres —respiró hondo Ron a los pocos días de haberse mudado permanentemente con ella—. Los quiero, pero mi madre es, a veces, estresante.
George, Ron y ella estaban sentados en la mesa de picnic en el jardín trasero, mirando el atardecer sobre el lago. No se escuchaba un alma, salvo ellos y los animales que los rodeaban.
—Creo que iré a ese psicólogo del que me hablaste —dijo inesperadamente George, con expresión melancólica y algo desencajada—. He visto cómo has mejorado para bien y yo… no quiero seguir sintiéndome así mucho tiempo. Al menos, quiero que me enseñen a llevar mi pérdida.
Ron no dijo nada por miedo de cagarla y que George se echara para atrás, pero Harika vio su rostro lleno de esperanza y alegría al comprender que su hermano quería curarse. Así fue como George empezó terapia con Armand una vez por semana y a ella le redujeron las sesiones semanales a una. Hermione, quien estaba en Hogwarts de forma permanente, le siguió enviando apuntes y deberes para que ella pudiera estudiar a la par desde casa. Andrómeda, una vez por semana, la ponía aprueba para ver si estaba adquiriendo el conocimiento que debía y, a su vez, aprovechaba para visitar a Teddy.
Poco a poco, Ron y George se acostumbraron a su rutina. George incluso se apuntó con ella al gimnasio y la acompañaba cada mañana. Todos sabían que era una distracción, pero como parecía estar ayudándole a mejorar tanto física como mentalmente, no dijeron nada al respecto. La vida no era perfecta, ni mucho menos, pero iba mejorando poco a poco.
Notes:
¡Aquí tenéis el nuevo capítulo! El próximo lo actualizaré para inicios de febrero.
Chapter 3: Parte I - III
Chapter Text
Cuando llegó noviembre, George parecía haber mejorado bastante gracias a terapia. Ya no se escondía tanto en su habitación ni se quedaba horas sentado en el jardín mirando a la lejanía. Empezó a usar el cobertizo para crear vete tú a saber qué. Ron casi se echó a llorar cuando escucharon la primera explosión en meses.
—Te juro que creí que iba a tardar años en recuperarse.
—Sin ayuda, quizás.
—Aunque suene feo, menos mal que mi madre no sabe dónde estamos ni puede visitarnos. De haberlo sabido, estaría aquí cada dos por tres y sé que a George le estresa tenerla encima constantemente.
—Por eso mismo no dije nada —sonrió ella, traviesa.
Por eso, y porque no quería que su nueva y flamante casa privada se convirtiera en la recepción de un hotel. Una parte de ella hubiera preferido estar sola, a pesar de que eso habría supuesto que Ron y George estuvieran viviendo con sus padres todavía. Solo les había ofrecido su casa porque eran sus amigos y sabía que estaban sufriendo de verdad. Aun así, se resentía de volver a tener que compartir su espacio.
—Te habías acostumbrado a tener un espacio, un refugio, para ti sola y ahora está siendo invadido otra vez —asintió Armand—. Creo que tú misma te has dado cuenta de que te pesa menos que antes debido a que fuiste tú quien ofreciste tu casa. Nadie se ha presentado en tu casa sin que tú lo quisieras, pisoteando tus límites.
—Tienes razón. Además, sé que solo es temporal, pero esto me ha hecho darme cuenta de una cosa… Necesito una temporada a solas conmigo misma. Uno, o quizás un par de años, donde mi espacio sea solo mío.
—Y lo tendrás. Solo es cuestión de que decidas estar sola. Nadie puede obligarte a vivir con alguien o meterse en tu casa sin tu permiso.
De solo escucharlo se relajó. Tenía razón. Ella había abierto las puertas de su casa y también podía echarlos cuando quisiera. No iba a hacerlo, obviamente, pero sabía que una vez que todos estuvieran bien no volvería a compartir su casa hasta encontrar a alguien especial con quien quisiera compartirla.
La doctora, en su cita quincenal de costumbre, volvió a examinarla.
—Estás avanzando más rápido de lo esperado con el tratamiento. Se nota que el ejercicio físico y un tiempo de relax te ha hecho bien —sonrió la doctora Baume—. Tu anemia ha desaparecido, tu déficit de vitamina D también, has superado la malnutrición e incluso has crecido 8 centímetros desde que empezaste el tratamiento. ¿Cómo te sientes?
—Muchísimo mejor. Noto que tengo mucha más resistencia y flexibilidad. Incluso mi cabello parece bastante menos encrespado.
—El estrés puede afectar al cuero cabelludo y al cabello, ¿lo sabías? De cualquier modo, las pociones para combatir tu malnutrición y contra la descalcificación puedes dejar de tomártelas. Lo único que queda por tratar son tus nervios. ¿Sientes cómo te tiemblan las manos a veces o sientes hormigueo en los dedos o extremidades?
—A veces. Sobre todo, hormigueo en la punta de los dedos.
—Era de esperar. La maldición cruciatus no es imperdonable por nada. Aun así, imagino que en un mes o quizás mes y medio estarás completamente curada.
—¿De todo?
—De todo.
Harika tuvo que contener las lágrimas de alivio y felicidad. Después de tanto tiempo… por fin estaba a punto de recuperarse. Había sido vacunada, había recuperado su ciclo menstrual mensual, había tratado su visión y se había deshecho de las cicatrices y de la malnutrición, y todos los efectos colaterales de ésta. Había aumentado tanto de peso como musculatura yendo al gimnasio e incluso ahora medía 1’67 centímetros. No podía creerlo. Durante años los Dursley habían intentado matarla pasivamente. No lo habían conseguido, pero su salud no había sido comparable con la de Hermione o cualquier otra persona. Le daba placer y regocijo pensar que, a pesar de todo, había sido capaz de revertir el daño físico y mental a manos de los Durlsey, a quienes no pensaba ver jamás.
La primera persona en enterarse de que estaba en la recta final de su tratamiento fue Andrómeda.
—¡Enhorabuena, Harika! Sabía que lo lograrías —sonrió Andrómeda, dándole un fuerte abrazo—. Me alegro de que pronto dejes todo esto atrás.
—Y yo. No sabes cuanto —contestó ella, tragándose el nudo de su garganta—. Cada vez que pienso en el pasado es como si fuera otra vida.
—Tú vida ha cambiado muchísimo desde hace 5 meses. Han sido cambios radicales así que no me extraña que te sientes algo extraña. ¿Quién te iba a decir hace 6 meses que ahora medirías casi 1’70 o que has aprendido a nadar o que tienes un hobby totalmente muggle?
—Lo sé. Es de locos.
—Y eso que decías que no se te dan bien las artes —sonrió Andrómeda, cogiendo una de las primeras fotografías que echó cerca de su casa, en las Highlands escocesas.
—¿Sabes que me he comprado unos libros para mejorar mis fotografías? He estado probando algunos trucos. Me gustaría ver más sitios para fotografiar cosas nuevas.
—¿Y por qué no lo haces? No es como si alguien te lo impidiera —se encogió de hombros Andrómeda—. Tienes tiempo, eres joven y sabes protegerte solita. Puedes viajar por Europa, si quieres.
—¿No crees que sería peligroso? No todos los mortífagos han sido capturados.
—Lo sé, pero, ¿qué te impide retocar un poco tu apariencia para que no sepan que eres tú? De hecho, es algo que pensaba que estabas haciendo para evitar que te persiguieran tus fans.
—¿Fans? —preguntó ella con horror—. ¿A qué te refieres?
—¿No has leído las cartas de la gente que te llegan aquí? —preguntó Andrómeda, extrañada.
—¡Sí, pero pensé que se pasaría!
Lo cierto es que Harika no había estado respondiendo a ninguna carta. La gente que le hacía donaciones lo hacía directamente mediante Gringotts así que ella no sabía quiénes eran. Mucha gente prefería mantener su anonimato por distintos motivos. Las cartas de gente que le agradecían lo que había hecho simplemente las leyó, pero no contestó. No tenía ganas, ni tiempo, de ponerse a escribir respuestas a mano a cada persona. Y ni siquiera tenía una lechuza. Las cartas de gente que le deseó mal o que le enviaba correos malditos las entregaba a sus abogados para que se ocuparan de ello, denunciando a esa gente. Incluso tuvo un par de propuestas de matrimonio que prendió fuego, por si acaso.
Después del juicio a principios de setiembre, donde mucha gente tuvo que ofrecerle disculpas públicamente, retractarse de publicaciones, dejar de fabricar productos con su imagen, quitar de las tiendas los libros con su nombre y pagarle unas cuantiosas multas, poca gente se atrevía a atentar contra ella. Ahora que tenía un equipo de abogados trabajando para protegerla… los idiotas se lo pensaban un par de veces. Sobre todo, cuando sus abogados contrataron a un equipo de investigadores para seguir el rastro de los criminales que le enviaban correo maldito. Decir que estaba encantada de haber contratado a un bufete de abogados competente sería un eufemismo.
Lo gracioso era que mucha gente se había quedado en la banca rota por haber usado su nombre durante años sin permiso. A ella, sinceramente, le daba igual. Podrían habérselo pensado hacía años o haber contactado con ella en cuanto puso un pie en Hogwarts. De haberlo sabido, quizás ella habría aceptado que usaran su imagen a cambio de un porcentaje. Todo el oro que le devolvieron, que cuadruplicó su actual fortuna, fue convertido en lingotes de oro guardados bajo todo tipo de protecciones en su baúl mágico que solo podía abrir ella con una contraseña en lengua pársel, una gota de sangre y un toque con su magia. Sí, se había vuelto muy paranoica.
—Supongo que tanto tiempo en el bosque, siendo perseguida por los idiotas de Voldemort, tenía que pasar factura —sonrió George, bromeando con aspecto cansado cuando vio que todo lo que sacó de Gringotts o sus pertenencias, incluso el cofre con su fortuna, estaban siempre guardados en su mochila sin fondo que había aprendido a invocar sin su varita después de incontables intentos.
—Teniendo en cuenta que me he pasado años sin casa propia y los últimos meses corriendo de arriba abajo con lo puesto, no quiero que me pille desprevenida.
—¿El qué te puede pillar desprevenida?
—Cualquier cosa —se encogió de hombros.
—Podrías cambiar parte de tu fortuna a dinero muggle —dijo George.
—El dinero muggle es papel. No tiene valor como el oro.
Estaba claro que eso era lo último que pensaba hacer. Andrómeda era la que le cambiaba de vez en cuando algo de su oro a dinero muggle ya que todos sabían que, de presentarse ella en el banco, le darían mucho menos de lo que valía su oro por ser quien era. Sí, estaba “arreglado”, pero los duendes no iban a olvidar lo que hizo en toda su vida.
Para cuando llegó noviembre decidió abrir un poco sus alas y empezar a viajar a lugares nuevos. En cuanto se lo comentó a sus amigos y a Andrómeda, todos pusieron el grito en el cielo cuando vieron que no tenía un plan sólido.
—Pero, ¿dónde vas a hospedarte mientras hagas fotografías en plena naturaleza?
—¿Y cómo vas a viajar? ¿Tienes tu identificación muggle? —preguntó Hermione.
—Además, puedo verte tus tobillos con esos pantalones. Se te han quedado pequeños —le dijo Andrómeda—. Vas a tener que renovar todo tu armario antes de que ir a cualquier sitio.
Harika gimió al darse cuenta de que iba a arrastrarla tienda por tienda, como había hecho Petunia con Dudley mientras ella observaba en silencio, comprando demasiadas cosas. Efectivamente, así fue. Primero la llevó al mundo muggle donde, acompañada por Hermione, le compraron todo lo que una persona pudiera necesitar para verano, invierno o entre tiempo. Desde ropa de casa, ropa para salir, ropa casual, ropa de deporte, etc, etc. Se gastó muchísimo más de lo esperado. Por si fuera poco, después la arrastraron al mundo mágico, en París, para que pasara desapercibida mientras compraba.
Ella, que no había pisado la parte mágica de Francia, se quedó maravillada con lo que estaba viendo. Era tan diferente y tan grandioso en comparación a Reino Unido que el Callejón Diagón le pareció hasta mediocre.
—Y de este color —dijo Andrómeda a la costurera—. ¿Qué te parece, Harika?
Observó la tela de distintos colores que le mostraba Andrómeda. Ella asintió. No era un desastre, pero tampoco era la persona más coordinada en cuanto a la moda. Le pareció bien los distintos zapatos mágicos que le cogió, las chaquetas y algún que otro vestido y túnica. Sinceramente, se preguntaba cuándo usaría todo eso. Tuvo que convencer a Andrómeda de que no necesitaba tantos gorros de bruja. No se había puesto su gorro de Hogwarts en 8 años, no iba a empezar ahora. A pesar de todo, iba a regresar a casa con tanta ropa que tendría que agrandar mágicamente su armario.
—¿Cuándo fue la última vez que te cortaste el cabello? —le preguntó Hermione, quien ojeaba las tiendas que tenían por delante—. Allí hay una peluquería. No me importaría pasar y cortarme el pelo yo también.
—Ahora que lo dices, Hermione, a mí tampoco me importaría —dijo Andrómeda, tocándose su larga melena—. Hace casi un año que no me corto el cabello.
Harika no dijo nada cuando se dio cuenta de porqué. Lo cierto es que no estaría mal cortarse el cabello a manos de una profesional. La última vez que se lo cortó, hacía años, había sido sin querer a manos de Petunia. Obviamente, no funcionó ya que su cabello volvió a crecer, pero el trauma se le quedó durante un tiempo. En Hogwarts, se había acostumbrado a llevar el cabello en una coleta o en distintas trenzas para no tener que peinárselo. No solo se le encrespaba a menudo cuando se lo peinaba, sino que se le hacían enredos y estaba siempre alborotado. De hecho, no se acordaba de ningún día en la escuela donde hubiera tenido el cabello suelto.
En cuanto se lo explicó a la peluquera empezó a sacudir la cabeza con horror.
—El cabello rizado no puede peinarse como el cabello liso. ¡Nunca! —la regañó—. Si te lo peinas con un peine normal lo único que harás será encresparlo.
—¿Y qué debo hacer? —preguntó ella. No tenía ni idea de todo eso, pero si realmente era cierto explicaba algunas cosas.
—Para empezar, sanearemos tu melena con un corte de cabello que favorezca tus facciones y tu cabello rizado.
—La última vez que me cortaron el cabello me creció de nuevo de la noche a la mañana —avisó ella—. No sé si será muy buena idea.
—¿En serio? —preguntó Hermione. Andrómeda alzó la cabeza de su revista mágica para mirarla con asombro.
—A lo mejor has heredado una pizca de la metamorfomagia de los Black —musitó Andrómeda—. Ahora que lo dices… Siempre estás igual de pálida, aunque estés horas en el sol.
—Y nunca te he visto con el pelo más o menos largo —reconoció Hermione—. Siempre lo tienes por tu cintura.
—Igualmente —intercedió la peluquera—. Te lo cortaré para darte ligereza y para favorecer tus facciones. ¿Qué te parece si te lo dejo igual de largo?
—Está bien.
La peluquera primero le hizo un tratamiento hidratante y anti encrespante. Después, empezó a cortar el cabello de aquí para allá. No sabía qué estaba haciendo porque la longitud era la misma, salvo por las puntas abiertas que le cortó. Cuando acabó, un rato después, su cabello ya no parecía una cortina a lado y lado de su rostro, sino que tenía mechones más cortos, perfilando su rostro y su pelo parecía tener más volumen. Inclusos sus facciones parecían menos alargadas, dejando ver su rostro ovalado. Por no hablar de que tenía algo de flequillo, unos mechones más cortos a lado y lado de su cara que le quedaban de muerte. Ni siquiera sabía que podía tener rizos, y vaya si los tenía.
—¡Me encanta! —dijo después de analizarse en el espejo.
—Si quieres puedes comprar nuestros productos para lavar y acondicionar tu cabello. Son los que he usado hoy.
Harika salió de allí con un peinado nuevo y bastantes productos para el cabello. Hasta las compras de después no le bajaron el ánimo.
—Mira —señaló Hermione con un ademán de cabeza—. Quizás deberías comprarte una propia.
Se giró a mirar. Evitó gemir de disgusto. —¿Una tienda de campaña mágica, Hermione? Estoy harta de tiendas mágicas.
—Lo sé, pero si vas a viajar a varios sitios y vas a fotografiar la naturaleza no esperes que haya un hotel o algún sitio donde poder dormir cómodamente —avisó su amiga con su habitual lógica aplastante—. A no ser que prefieras una tienda de campaña muggle y un lavabo portátil.
—Ugh. ¿Por qué siempre tienes que tener razón? —suspiró Harika.
—Además, puedes comprarte una tienda más grande. A tu gusto —la consoló Andrómeda—. Será más cara, pero duran toda la vida. Piénsalo como una inversión.
Lo que más la convenció fue darse cuenta de que había tiendas de campaña del tamaño de su casa. Era increíble lo que podía hacer la magia. Dentro de una de esas no se sentía tan claustrofóbica como se había sentido en el pasado. Gastó 1000G en una tienda de campaña de 2 plantas con 3 habitaciones con baño propio, un estudio/biblioteca en la planta superior y, en la planta inferior, un baño independiente, una cocina-comedor con despensa, un salón mediano y una pequeña lavandería. Era literalmente como su casa, pero más pequeña.
—Esto sí que es acampar con estilo —le dijo a Hermione, quien casi tuvo un infarto al ver el precio.
—Por lo menos así no tendrás que gastar el dinero en hoteles mientras viajas.
Al poco rato volvieron a casa, exhaustas, pero felices por todo lo que habían comprado. Los papeles de identificación muggle se los tuvo que pedir a sus abogados ya que no tenía ningún tipo de identificación debido a los Dursley. Tardó una semana en hacerse de nuevo con el certificado de nacimiento, su carnet identificativo, su nuevo pasaporte, etc. No es que fuera a usar transporte muggle, pero nunca estaba demás tenerlo todo en regla.
—Deberías abrirte una cuenta de banco internacional muggle y pedir una tarjeta de débito —recomendó Hermione—. Así no tendrías que llevar tanto dinero encima y podrías pagar más fácilmente en diferentes países.
—¿Eso era lo que hacían tus padres?
—Claro, y lo que hice cuando fui a Australia.
La primera vez que viajó fuera del país fue el primer fin de semana de noviembre. Su idea era visitar las capitales de los países europeos cada fin de semana, cuando le apeteciera, tomar fotografías de todo lo que le llamara la atención y dormir en la tienda de campaña en alguno de los parques nacionales. En cuanto pisó Dublín por primera vez, usando un traslador que compró en una tienda de viajes mágicos, no pudo evitar sonreír. Se pasó los dos días de arriba abajo investigando y tomando fotos. Estar sola, visitando otro país, era algo que nunca habría imaginado y, sin embargo, le encantó.
Se sentía nerviosa, excitada, feliz… Era un acúmulo de emociones que no acostumbraba a sentir con tanta frecuencia. Sus visitas al psicólogo le hicieron darse cuenta de que una parte de ella siempre pensaba que las cosas iban a torcerse porque ese era su precedente. Siempre había sido así. Hasta ahora. No sabía cómo, ni cuándo, pero había empezado a aprender a defenderse a sí misma, cosa que no había hecho nunca antes. En Hogwarts y con los Dursley había dejado que la pisotearan por ignorancia y porque no quería desestabilizar su precaria situación. ¿Qué habría sucedido si, alguna vez, en lugar de cerrar la boca hubiera dicho a la gente lo que pensaba de verdad algunas veces? ¿Qué habría pasado si se hubiera quejado o hubiera denunciado los malos tratos que recibía a manos de los Dursley? ¿Si se hubiera ido de Privet Drive en lugar de agachar la cabeza y asentir cuando Dumbledore le dijo que tenía que vivir con los Dursley durante un tiempo cada verano?
Ahora, echando la vista atrás, no podía imaginarse a sí misma aceptando ese trato de nadie. Ni siquiera de sus propios amigos. La terapia la había ayudado a descubrir su propia valía y no iba a dejar que volvieran a abusar de ella. Pensaba defenderse, así como sus intereses, por todos los medios. Por eso un simple viaje a otro país, aunque fueran solo 2 días, había supuesto un punto y aparte. Mucha gente esperaba que trabajara en el ministerio, o que volviera a Hogwarts, o que no saliera del país, o que no se quejara de que publicaran cosas de ella en el diario. Había tardado 18 años en darse cuenta de que ella podía mandarlos a tomar por el culo porque ahora ya no tenían ningún tipo de autoridad sobre ella. Lo había conseguido. Era libre.
Llegar a esa conclusión la hizo llorar. Lloró de rabia porque había tardado tanto en ser libre, lloró de resentimiento porque nadie la ayudó a serlo, lloró de alivio porque ahora ya nadie podía tratarla como a una marioneta y lloró de felicidad porque tenía toda su vida por delante para vivirla a su gusto.
—Te estás dando cuenta de muchas cosas en las que antes no pensabas, o no querías pensar, y eso remueve algunos traumas —dijo Armand, en otra de sus sesiones—. Es normal. ¿Sigues practicando la oclumancia?
—Cada noche.
—Sigue así. Te está ayudando muchísimo a regular tu estado emocional.
Harika asintió. Lo cierto es que la oclumancia era un arte muy dura de aprender. No solo porque era complicado meditar teniendo en cuenta el estrés que sentían las personas en una sociedad moderna por encajar sino porque forzaba a revivir cada memoria. Empezó a acordarse de cosas que creía haber olvidado, y la mayoría eran experiencias no muy buenas. Sobre todo, a manos de los Dursley. Aun así, su antigua pocilga mental había desaparecido. Había creado una réplica de su casa en su mente, donde fue guardando poco a poco sus recuerdos, escondiéndolos en armarios y cajones. Todavía tenía muchísimos recuerdos que ordenar, pero al menos su casa mental estaba protegida por todos los tipos de barreras muggle y mágicas que conocía.
Para cuando llegó diciembre, la doctora Baume le dio el alta definitivamente, proclamándola totalmente tratada de todas sus dolencias. Para celebrarlo, Andrómeda la invitó a casa y preparó un pastel con té. Teddy, tumbado en su canasto a su lado, estaba despierto, pero se divertía con los juguetes musicales mágicos que le habían comprado.
—Quién iba a decir lo mucho que has cambiado en tan poco tiempo, ¿verdad? —suspiró Andrómeda, algo melancólica, observando su ropa moderna de estilo muggle combinada con sus botas mágicas de piel de dragón negras con cordones y su melena rizada sedosa y brillante—. Si Sirius pudiera verte… Estaría muy feliz por lo que has conseguido.
—Lo sé. Eso hace que me esfuerce más en lograrlo —reconoció ella.
—¿Cómo vas con tus estudios?
—Me va bien. Hermione me ayuda mucho. Como sigo su ritmo, sé que no me estoy quedando atrás.
—Es una buena idea.
—Por cierto, me ha dicho Hermione que a partir de enero empezarán un cursillo extra curricular para convertirse en animagos, si quieren.
—Lo sé. McGonagall lleva ofreciéndolo años a los alumnos de último curso—sonrió Andrómeda—. ¿Te interesa?
—Lo cierto es que sí. Tanto Sirius como mi padre eran animagos así que me gustaría intentarlo.
—Entonces, yo de ti empezaría ya a preparar la poción. Los alumnos de Hogwarts que intentan convertirse en animago normalmente aprovechan todo diciembre para que fermente antes de empezar con la etapa de la transformación.
—¿Existe algún libro sobre el proceso?
—Sí. En los libros que sacaste de Grimmauld Place, o de las pertenecías de Sirius, deberías encontrar un libro llamado La Guía de un Animago. Creo que fue ese el que usó, o eso le dijo a Nymphadora.
Así que, ¿qué hizo durante horas cuando llegó a casa? Buscar ese maldito libro. Estuvo leyéndose los pasos con atención, dándose cuenta de que todo el proceso era largo y tedioso. Para empezar, necesitaba una hoja de mandrágora que debía ponérsela en la boca durante un mes entero, de luna llena a luna llena. La próxima luna llena era en 6 días así que decidió intentarlo. Por suerte, los otros ingredientes, la crisálida de polilla y el agua de rocío, podía comprarlos en el apotecario ya que no requerían que fuera ella quien los recogiera.
Aun así, si se le escapaba o se tragaba la hoja de mandrágora de la boca tendría que volver a empezar. El libro de su padre y su padrino, no obstante, había sido una mina de oro. En los márgenes había decenas de notas para facilitar el proceso, como poner un hechizo permanente para pegar la hoja a su paladar para poder despreocuparse de ella, o hacer la poción en algún lugar del norte donde las tormentas eléctricas eran frecuentes, como en su casa.
—¿En serio vas a hacerlo? —preguntó Ron, después de escucharla hablar de todo lo que iba a necesitar.
—¿Por qué no? Puede ser que no lo logre a la primera, pero imagina que lo logro.
—Ugh. Yo creo que paso, tía. Con mi suerte me convertiré en algo estúpido como un salmón o un oso hormiguero.
Harika, y George, bufaron una risa al escucharlo. George tampoco parecía muy interesado por probarlo, aunque una parte de ella pensaba que, de haber estado allí con ellos Fred, habrían sido los primeros en ofrecerse voluntarios.
—Voy a volver a abrir la tienda —dijo de improvisto George. Ron y ella se quedaron callados—. Lo he estado pensando… y creo que es lo que querría Fred. Además, no quiero que todo nuestro esfuerzo se eche a perder, ¿sabéis?
—Has estado pagando el alquiler del local todo este tiempo, ¿no?
—Sí. Ya es hora de que regrese.
Harika no le preguntó sobre el piso que compartió con Fred, pero Ron, cuando George se fue a dormir, le dijo que sus padres habían cogido todas las cosas del piso y las habían guardado provisionalmente en una de sus habitaciones vacías.
—Al parecer dejó de pagar el piso hace un par de meses —dijo Ron en voz baja—. No se atrevía a regresar y ver las cosas de Fred allí.
—En realidad, quizás es mejor que cambie de piso…
Después de navidad, George reabrió por completo la tienda de bromas y encontró un piso cerca del Caldero Chorreante donde mudarse. Por lo que supo, gracias a Ron y Ginny, siguió visitando a Armand, a pesar de haber recuperado un poco el control de su vida. Harika se alegraba sinceramente de que estuviera mejor.
Notes:
La próxima actualización será a mediados de febrero. Mañana actualizaré el capítulo en inglés.
Chapter Text
Para su sorpresa, y la de Ron, consiguió realizar a la primera la etapa inicial del proceso de animago a finales de enero.
—Sinceramente, pensé que no podrías acabar la poción —dijo Ron, con poco tacto. Le propinó una colleja—. ¡Hey! ¡Solo soy sincero!
—No es como si las tormentas eléctricas fueran muy poco comunes aquí en el norte de Escocia.
—No, si no lo decía por la tormenta, lo decía porque has hecho bien la poción.
Harika le propinó otro puñetazo. ¡Había mejorado muchísimo en pociones sin Snape! Tenía que bebérsela cuanto antes así que, con Ron de testigo, se tragó la asquerosa poción de color sangre. Sacó su varita y se apuntó al corazón, como llevaba haciendo desde que inició el proceso.
—Amato animo animato animagus.
Sintió un fuerte pinchazo en el pecho que se convirtió en un dolor agudo al mismo tiempo que volvió a notar los dobles latidos en su interior. Eran tan fuertes que pensó que tenía dos corazones. Dio un chillido de dolor que se transformó en un graznido agudo. Poco a poco fue perdiendo altura. Su cuerpo se fue transformando bajo la atenta, sorprendida y algo temerosa mirada de Ron. Cuando acabó de transformarse se dio cuenta de que su forma no era tan pequeña como imaginaba. Miró abajo y se dio cuenta, con estupefacción y felicidad, que tenía plumas mayoritariamente blancas, algunas gris muy oscuro y otras negras. Vio las grandiosas garras negras en unas patas naranjas de aspecto fuerte y robusto.
—Eh… ¿Harika? ¿Estás ahí? —preguntó Ron, sobresaltándola—. Esto te va a encantar. Espera que vaya a por tu cámara.
Ron se adentró corriendo a la casa. Le hizo un par de fotografías sin tener ni idea de lo que estaba haciendo, pero se lo agradeció con otro graznido. Conjuró un espejo delante de ella para que se viera. Se sobresaltó de nuevo al ver su aspecto. Era un ave muy grande que nunca antes había visto. Su color predominante era el blanco, luego el gris oscuro y finalmente el negro. Sus ojos, obviamente, eran verdes, y sus patas anaranjadas con garras afiladas negras que eran más grandes que la mano de Ron. Su pico, curvado, le hizo pensar que era algún tipo de águila. Las plumas de su cabeza, algo levantadas como si fueran un collarín, a excepción de un par que se levantaban en vertical como si estuvieran desordenadas, eran de color gris más claro. Para ser honestos, se asustó un poco de su apariencia algo violenta.
—Merlín… ¡Eres enorme! Nunca había visto un pájaro muggle tan grande. ¿Qué es lo que debes ser? Ojalá estuviera aquí Hermione —habló en voz alta—. ¿Puedes volar?
Harika lo intentó, pero estaba totalmente descoordinada después del cambio. Probó a caminar un poco, algo fácil, y a aletear sus alas. Era muy extraño ya que no funcionaban como sus extremidades humanas. Tardó en acostumbrarse a ellas un largo rato, para la diversión de Ron. Su primer vuelo fue algo patético. Solo pudo elevarse un poco antes de caer estrepitosamente sobre el banco de la mesa de picnic. Ron se partía de risa mientras veía como intentaba volar, pero Harika estaba decidida. ¡Podía volar sin escoba! ¡Era increíble!
—¡WOOOOOOOOO! —gritó cuando, por fin, pudo volar encima del lago sin caerse.
Observó su reflejo sobre el agua con excitación y felicidad. Vio como algunos pájaros salían despavoridos, lejos de su alcance, al escuchar su chillido agudo y cristalino. Se sentía como la reina del cielo. Contempló a Ron desde muy lejos, al otro lado del lago, como si tuviera unos prismáticos por ojos. Era increíble.
—No me puedo creer que te haya salido a la primera —dijo Hermione, cuando los visitó ese fin de semana y Ron le enseñó las fotografías—. Yo todavía estoy esperando a que llegue una tormenta eléctrica.
—¿Qué crees que es? —preguntó Ron—. Parece un tipo de águila.
—Creo que es un águila harpía. Déjamelo mirar.
Ron bufó una risa al escucharlo mientras que Harika solo rodó los ojos. Hermione regresó con una enciclopedia muggle de animales. Solo necesitó 3 minutos para cerciorarse de que tenía razón. Le enseñó la fotografía pequeña que había impresa y le dejó leer las características del águila. Se quedó impresionada cuando descubrió que sus garras eran igual de grandes que las de un oso, midiendo 15 centímetros.
—Lo cierto es que no vas a pasar muy desapercibida —comentó Hermione—. No son comunes en Europa.
—Me da igual. ¡Puedo volar, Hermione! ¡Volar!
—Sabía que eso era lo único que te interesaría —se rio su amiga—. Deberás registrarte en el ministerio.
—Ugh. ¿En serio?
—Sí, si no quieres ir a la cárcel.
—No sé si debería. En cuanto me apunte todo el mundo sabrá cuál es mi forma.
—Deberías hablarlo con tus abogados para que el ministerio respete tu privacidad con algún contrato de confidencialidad.
Cuando llegó marzo sus abogados consiguieron apuntarla en el registro sin armar un revuelo, usando contratos de confidencialidad tal y como había sugerido Hermione. Había visitado ya París, Madrid y Lisboa, pero como se acercaban sus exámenes finales decidió relajar la máquina de los viajes durante un tiempo. Se había leído, también, esos libros de introducción al mundo mágico que nunca leyó, sintiéndose como una idiota por no habérselos pedido a Hermione. Lo cierto es que ahora entendía bastante más cosas que antes. Empezó a leer en sus ratos libres algunos libros sobre metamorfomagia, pero no tenía del todo claro si tenía una pizca del don o si simplemente era algo raro de su magia.
Cuando llegó abril, Teddy cumplió un año de vida y Hermione regresó a casa durante las vacaciones de primavera.
—¡Por fin lo he conseguido! —les dijo con una gran sonrisa—. ¡Me he transformado!
—¿En serio? —sonrió Ron—. ¿Y qué eres?
—No te lo vas a creer… Soy una nutria.
—¿Cómo tu patronus? —preguntó ella con algo de sorpresa—. ¿Podemos verte?
Hermione se transformó después de unos segundos de rigor. En cuanto la vio, tan adorable, tuvo que suprimir un chillido antes de cogerla en brazos. Escuchó los chirridos agudos de su amiga mientras le acariciaba, junto a Ron, la cabeza.
—¿No es adorable?
—Mucho más que tú, seguro —comentó Ron.
—¡Hey!
—¿Qué? ¡Es verdad! ¡Cada vez que te transformas y me miras parece que quieras comerme!
—¡Así es mi cara, bobo!
Hermione se convirtió en humana de nuevo, con una enorme sonrisa. Poco después de eso, empezó la recta final para los exámenes. Siguió yendo al gimnasio para evitar perder la cabeza, pero visitaba bastante menos a Andrómeda y salía con menos frecuencia de excursión con su cámara, la cual había actualizado con todo tipo de cachivaches muggles y mágicos. El único que no parecía estar perdiendo la cabeza por los estudios fue Ron, quien seguía su adiestramiento como auror con buen pie.
Cuando llegó el momento de los exámenes, después de encerrarse en casa a repasar y a practicar pociones y hechizos, se presentó en el ministerio junto a mucha más gente de la esperada. La mayoría de ellos eran Slytherins de su edad a quienes evitó. Suficiente tenía con aprobar los exámenes sin tener que mirar a la cara a la imbécil de Pansy Parkinson. Durante una semana estuvo realizando examen tras examen hasta que creyó que se le derretiría el cerebro de tanto escribir y pensar.
—¡Pero ya has acabado! —dijo Ron, cuando llegó el viernes y la recibió con una enorme sonrisa—. ¡Esto hay que celebrarlo!
—Quizás mañana. Estoy agotada.
Se reunieron con Hermione y los demás en Hogsmeade. No era la primera vez que quedaban para hablar en la aldea, pero sí la primera vez que estaban todos juntos. Miró el castillo a lo lejos con mucha menos tristeza que hacía un año. Quizás porque estaba de nuevo intacto, o tal vez porque se había recuperado lo suficiente como para no echarse a llorar.
—¿Y qué vais a hacer ahora? —preguntó Seamus, interrumpiendo sus pensamientos.
—La profesora Sprout me ha ofrecido realizar una maestría con ella en Hogwarts —dijo Neville, sonrojándose ante las felicidades de sus amigos.
—Yo voy a entrar en algún club de quidditch.
Estuvo escuchando como cada uno exponía sus planes de futuro sin tener ni idea de lo que quería hacer. Para su sorpresa, Luna tenía una propuesta para ella.
—El señor Scamander ha aceptado mi petición para enseñarme magizoología —empezó Luna—. Tiene los recursos para una nueva investigación a nivel mundial, pero necesita un fotógrafo para plasmar los nuevos descubrimientos. Le enseñé algunas de tus fotografías y le gustaron muchísimo. Quiere ofrecerte el puesto, si quieres.
—¿En serio? —preguntó ella con atónito—. Pero, ¿cuánto tiempo duraría este… tour?
—Un año, como mínimo. Quizás año y medio.
Harika pestañeó. Lo cierto es que le había pillado por sorpresa. No sabía qué decir. Hasta que Hermione sonrió y dijo:
—Bueno, por suerte ya tienes una tienda de campaña, ¿no?
—¡Es verdad! —rio Ron—. ¡Y esta no tiene nada que ver con la otra!
Escuchar como sus amigos daban por sentado que aceptaría le hizo plantearse por qué no iba a aceptar. No es que tuviera algo mejor que hacer, considerando que no quería trabajar en el ministerio ni como profesional de quidditch. Por lo menos, cobraría un dinero mientras viajaba por el mundo, algo que había querido hacer igualmente, y podría plantearse qué hacer con su vida cuando acabara la maestría de Luna. Cuanto más lo pensaba, más excitada estaba por aceptar esa oferta.
Por supuesto, acabó aceptando. Hermione fue aceptada también en el ministerio debido a sus cualificaciones impecables. Ella sacó también muy buenas notas, pero nada como su amiga. Así pues, cuando llegó julio, Hermione y Ron se mudaron de su casa a un piso muggle lejos de la capital que podían pagar tranquilamente con ambos sueldos. La expedición, que empezaría en agosto, partiría de Londres. Harika ya había conocido a sus acompañantes. Newton Scamander y su mujer, Tina, y también sus ayudantes, Alfred y Lenora, así como el nieto de los Scamanders, Rolf, quien, como Luna, también estaba cursando una maestría bajo la tutela de su abuelo.
—¡Empecemos esta aventura, señoras y señores! —sonrió ampliamente Newt mientras brindaban la noche anterior a su partida.
Harika, y Luna, ya se había despedido de todos sus amigos. También había cerrado a cal y canto su casa en Unapool, había convertido algo de oro en dinero muggle y había recogido consigo todas sus pertenencias para llevarlas con ella en su mochila sin fondo. Lo último que quería era dejar su fortuna cogiendo polvo en su casa, o todos los libros mágicos antiguos y muy valiosos que heredó de los Black y los que compró con su dinero. Seguro que podría usarlos en sus ratos libres para ver si encontraba algo que le llamara la atención. Después de todo, cuando acabara este empleo, algo tendría que hacer, ¿no?
—No estaría mal que compraras ingredientes para pociones. Nunca se sabe cuándo vas a necesitar una poción —recomendó Hermione, poniendo ingredientes en la cesta de la compra como si no hubiera un mañana—. Más siendo tú.
—¡Hey! —se quejó ella, algo indignada. Hermione la ignoró.
—Y, sobre todo, teniendo en cuenta que vas a ir en busca de animales mágicos peligrosos.
—Lo he captado.
Así fue como compró un apotecario portátil con runas y hechizos para preservar multitud de ingredientes. Harika no creía que los fuera a necesitar, pero si Hermione, Andrómeda y Molly se quedaban más tranquilas sabiendo que lo llevaba consigo, ¿quién era ella para llevarles la contraria? Obviamente, a parte de las pociones ya hechas, y los ingredientes por si se quedaba sin pociones, también llevaba una cantidad ingente de ropa, libros y material mágico nuevo.
—En realidad, tú amiga tiene toda la razón. Es justamente lo que llevamos nosotros, ¿sabes? —dijo Lenora una de las primeras noches, cuando la escuchó hablando de eso con Luna—. Nunca se sabe lo que puedes encontrarte en la intemperie.
—Muy cierto. Deberías darles un repaso a los libros de barreras mágicas, para proteger tu tienda mientras duermes.
Alfred le entregó una copia de un libro bastante usado que acabó ojeando esa semana. Después de escuchar a los expertos, decidió hacerles caso y empezar a estudiar algunas cosas… por su propia seguridad. Luna, quien tenía su propia tienda, ya tenía cierta experiencia debido a sus viajes con su padre, así que le aconsejó que se leyera un par de libros más de supervivencia y hechizos que cualquier viajante mágico necesitaba, como un hechizo traductor o un encantamiento para saber si una planta muggle era comestible o no.
—No sabes cuántas veces he usado con papá este tipo de hechizos. Incluso más que las barreras mágicas.
Harika, quién ni siquiera se había planteado que quizás viajarían a un lugar donde no hablaban inglés, se sintió bastante avergonzada de no haber pensado en ello. Como empezaron su viaje en China, decidió empezar a practicar los hechizos traductores. Había unos cuantos. El más simple le permitía escuchar en su idioma la traducción de lo que estaba escuchando, pero no le permitía hablarlo ni leerlo. Otro hechizo, más complejo, le permitiría asimilar el idioma y aprenderlo siempre y cuando le hablaran en chino repetidamente. Al principio no entendería nada, pero a las pocas semanas habría aprendido el idioma a costa de un dolor de cabeza diario. Esos hechizos, no obstante, no servían para que pudiera leer texto en otro idioma.
—Hay un encantamiento en desuso que sirve para aprender el idioma escrito —le chivó Rolf, guiñándole un ojo—. Es algo ilegal en Reino Unido, pero no en todos los países.
—¿Y dónde puedo encontrar dicho encantamiento?
—Yo de ti probaría con este libro.
Rolf les pasó a Luna y a ella una copia de un libro de encantamientos ilegales. En seguida comprendió porqué era ilegal. Para empezar, si se realizaba incorrectamente podía provocar un derrame cerebral a quien lo usaba y, en segundo lugar, de poder usar el hechizo cualquier mindundi las academias de idiomas dejarían de existir así que habían abogado por ilegalizar el hechizo con la excusa de que era sumamente peligroso.
¿Era peligroso? Sí. ¿Iba a probarlo? También. Compró una enciclopedia en chino y usó el hechizo. En seguida se dio cuenta de porqué poca gente lo usaba. El chino, para empezar, no era una lengua pobre en vocabulario. Si encima le sumaba el hecho de que era totalmente distinto al inglés… La migraña que tuvo ese sábado la dejó en la cama sin poder levantarse de las náuseas y dolor de cabeza. Por suerte, nadie parecía haberse dado cuenta de su error garrafal y, cuando se levantó al día siguiente, el tercer domingo desde que iniciaron la expedición, se dio cuenta de que podía leer la enciclopedia y entenderla a la perfección. Una semana más escuchando chino, mientras fotografiaba a los re’em, acabó por aprender el idioma escrito y hablado. Se prometió que no aprendería otro idioma tan complejo hasta dentro de mucho tiempo.
Por suerte, pasaron unas semanas en China así que fue practicando su nuevo idioma en los mercados, mientras compraba bastantes ingredientes de pociones que no existían en el Callejón Diagon y regalos para sus amigos que envió mediante un servicio de lechucería privado.
Cuando acabaron de China pasaron por Rusia. Estuvieron un mes entero recorriendo el extenso país así que volvió a usar el hechizo ilegal para aprender el idioma. La migraña que tuvo no se la deseó a nadie, pero se recuperó mucho más rápido. ¿Qué era un día en la cama deseando morir a cambio de aprender un idioma que tardaría años en aprender?
—¿Estudias oclumancia? —preguntó Tina, cuando salió de su tienda y la escuchó decirle a Luna que se encontraba mucho mejor que la otra vez.
—Sí, ¿por qué?
—Porque la oclumancia facilita muchísimo aprender idiomas con este hechizo —confesó—. Mi hermana es una legilemens natural así que durante años estuve aprendiendo oclumancia para tener un semblante de privacidad cada vez que estaba cerca de ella. En cuanto empecé a hacer estos tours con Newt y usé los hechizos me di cuenta de que, una vez que la mente sabe dónde guardar el conocimiento gracias a la oclumancia, se vuelve más fácil aprender nuevas lenguas.
Harika lo meditó en silencio. Tenía bastante sentido, para qué mentir. Se hechizó contra el sol abrasador mientras miraba como su amiga y los demás estaban espiando a una criatura agazapados tras unos arbustos. Era el último día estudiando a ese animal así que ya había hecho todas las fotografías habidas y por haber. Tina, a su lado, no le interesaba la magizoología tanto como a su marido así que después de un par de días observando a los animales se notaba algo aburrida.
—No me malinterpretes, quiero muchísimo a mi marido, pero no me interesa pasarme 10 horas estudiando las defecaciones de una u otra criatura —dijo Tina con la honestidad brutal de las personas mayores. Harika bufó una risa—, y creo que a ti tampoco.
—Lo cierto es que no. No me interesa mucho, pero quería viajar y este trabajo me permite tener mucho tiempo libre para estudiar y… para buscar algo que me llame la atención.
—¿Oh? ¿No sabes lo que quieres hacer con tu vida? Normal. Mucha gente joven se encuentra en tu misma tesitura.
—El caso es que no me lo parece… Creo que soy la única entre mis amigos que no sabe qué hacer con su vida.
Tina la observó de reojo con rostro contemplativo. Parecía estar meditando algo, quizás sus próximas palabras.
—Quizás porque sois una generación marcada por la guerra. Cuando uno se da cuenta de lo rápido que puede acabarse todo es como si le entrara la prisa por decidir qué hacer y cómo vivir.
Y fue en ese preciso instante en el que Harika se dio cuenta porqué a ella le costaba tanto decidirse. Harika ya había muerto. Sabía mejor que nadie lo fácil que era perder la vida. Una gran parte de ella se encontraba despreocupada por tener que elegir un trabajo en el futuro porque ya había perdido toda esa prisa de la que hablaba Tina. La terapia y sus últimas experiencias le habían hecho darse cuenta de que lo que quería realmente era ser libre, y no estar atada a un puñetero trabajo en el ministerio como Hermione. ¿Por qué tenía que elegir un trabajo a su vuelta a Reino Unido? Con el dinero que tenía podría vivir sin trabajar el resto de su vida.
Empezó a sonreír al notar como se había quitado un peso de encima. No tenía por qué hacer nada si no quería. Le importaba una mierda lo que pensaran los demás. Iba a tirarse los próximos años estudiando por su cuenta lo que le apeteciese y viajando por el mundo con su confiable cámara.
—¡Ah! Me gusta mucho más esa expresión —sonrió Tina—. ¿Puedo preguntar a qué se debe?
—Me acabo de dar cuenta de algo muy importante… —dijo ella, y procedió a explicarle todo lo que acababa de pensar.
—No es un mal plan. Si tienes dinero, ¿por qué no? Ya le has dado mucho a tu país. Aun así, pensaría una forma de seguir ingresando dinero. Uno nunca sabe cuándo puede girarse todo.
—¿Cómo cuál? —frunció el ceño, dándose cuenta de que, en parte, tenía razón.
—Mmm… Lo que hace normalmente la gente con una fortuna es comprar y alquilar. Vivir de la renta, literalmente. O, quizás, comprar alguna empresa o acciones.
—No es un mal plan… Podría generar ingresos sin tener que ocuparme físicamente de ello.
—¡Exacto! Y mientras tanto, podrías hacer lo que se te antojara. Como estudiar encantamientos.
—¿Qué? —Harika pestañeó al ver la sonrisa traviesa de Tina—. ¿Por qué lo dices?
—¿No es eso lo que has estado haciendo desde que llegamos a China? Vi como Rolf os daba ese libro. Sé que además del encantamiento traductor has estado practicando algunos otros. Además, por lo que he escuchado de Luna, aprendiste en el encantamiento patronus con solo 13 años.
Estaba claro que a Tina no se le escapaba una.
—¿Crees que podría alcanzar la maestría en encantamientos?
—¿Por qué no? —se encogió de hombros Tina—. ¿Por qué no hacemos una cosa? Mientras Newt enseña a Rolf y a Luna, yo podría enseñarte a ti encantamientos y defensa contra las artes oscuras.
—¿¡En serio!? —preguntó Harika con algo de estupefacción—. ¡Sería increíble!
Y así fue como, casi sin quererlo, empezó una doble maestría con Tina, y en menor medida, Newt Scamander. Las semanas pasaron más rápido si cabe. Fueron recorriendo Asia hasta llegar a África, donde Harika vio cosas increíbles que le abrieron la mente. Nunca había pensado que ella fuera especialmente intolerante, pero se dio cuenta que viajar y ver el mundo desde otra perspectiva era precisamente lo que mucha gente necesitaba en su país. De no haber salido de Reino Unido nunca habría visto criaturas que casi nadie conocía, ni habría aprendido ya 5 idiomas, aunque de forma ilegal, ni habría mejorado su fotografía hasta el punto de que empezaba a darse cuenta de que se estaba convirtiendo en una profesional.
Tampoco habría conocido a Sofiane ni a Amari en Kenya cuando coincidieron ambos grupos de viaje en busca de una extraña y misteriosa criatura de Newt, ni le habrían hablado de la escuela mágica en Uganda a la que la mayoría de africanos asistían.
—En Uagadou no usamos varita en los cursos superiores —dijo, para su estupefacción, Sofiane—. Nuestros ancestros practicaban la magia sin varita. Fue durante el colonialismo cuando empezaron a introducirse en África, aunque muchos continuaban recelando de un instrumento creado en occidente.
—Al final, se decidió aprender a usar una varita, pero sin perder la facultad de usar la magia sin ella.
—Uno de los mayores retos de la educación en Uagadou es la transformación en animago —habló Newt, quien estaba escuchando en silencio, asintiendo, y apuntando algo en un diario—. Aquí la mayoría creen que un verdadero mago es aquel que se transforma sin varita.
—Eso es por la tradición de algunas tribus de considerar a alguien adulto solo cuando es capaz de transformarse —explicó Amari, con una sonrisa blanca en su rostro de facciones marcadas y pómulos altos. Era tan alto como negro, y tremendamente esbelto—. Es por eso que la mayoría de maestros de transformaciones han surgido en África.
—¿Maestro de transformaciones?
—Para ser maestro de transformaciones, uno debe ser animago. No hay nada más difícil en transformaciones que transformarse a uno mismo sin varita y volver a transformarse a humano, sin perder la mente humana ante el animal. Obviamente, no es lo único que estudia un maestro en transformaciones, pero llegado a ese punto, la mayoría de conjuraciones y transformaciones deberían ser pan comido.
—Huh. Nunca se me habría ocurrido… Entonces, ¿podría pedir que me examinara un maestro de transformaciones para ver si puedo optar a una maestría?
—¿Tú puedes transformarte? —preguntó Newt levantando la cabeza de su diario con una curiosidad infantil.
—Sí, y mi amiga Hermione y seguro que más alumnos de mi antigua clase en Hogwarts.
—En realidad no, Hari —cortó Luna—. Las únicas personas que pudieron lograrlo fueron Hermione y Padma, y tú. Yo lo intenté, pero sabía que era inútil. Todavía no estoy preparada para descubrir mi forma animal.
—¿En serio? No lo sabía. Hermione no me dijo nada.
Lo cierto es que, una vez más, había dado por sentado que, como la mayoría se había apuntado a esa clase extra de transformaciones, todos ellos lo habían conseguido. Estaba bastante sorprendida de darse cuenta de que ella lo había conseguido cuando la tasa de transformaciones era tan sumamente baja. Aunque… ¿quizás lo había logrado porque pensaba que no era tan difícil transformarse? De haber sabido que solo una o un par de personas lograban transformarse cada año tenía claro que se habría autosaboteado. Quizás por eso no le dijo nada Hermione.
Durante el tiempo que duró los 2 meses y medio en África, a Harika la pusieron en contacto con una maestra de transformaciones que examinó su conocimiento. No le dio la maestría de buenas a primeras, pero le aseguró que estaría preparada antes de salir del continente si dedicaba todos sus ratos libres a estudiar y practicar transformaciones. Tina y Newt, viendo la gran oportunidad que se le había presentado, decidieron ayudarla enseñándole todo tipo de trucos y poniéndola a prueba día tras día.
El penúltimo día antes de partir de Sudáfrica, Harika se presentó frente al panel de jueces de origen africano. Mostró todo tipo de transformaciones, conjuró y desvaneció objetos, pasó las pruebas orales sobre conocimiento teórico y, finalmente, se transformó en su forma de águila harpía. Después de casi 5 horas de examinación, el jurado le dio el veredicto.
—Felicidades, maestra de transformaciones Harika Potter. Has logrado alcanzar un entendimiento de las transformaciones que poca gente consigue.
Harika no podía creerlo. Ella. Maestra de transformaciones.
Notes:
La traducción al inglés la tendréis mañana colgada. ¡Hasta final de mes!
Chapter 5: Parte I - V
Chapter Text
Cuando se lo comunicó a Hermione, su amiga se mostró entre celosa, divertida y arrogante.
—No creerías que el temario que yo te mandaba era lo mínimo imprescindible, ¿verdad? —dijo su amiga, sonriendo a través del espejo—. Ya sabes que yo siempre estudio por adelantado.
—… ¿Me estás diciendo que me has tenido un año entero estudiando de más? —preguntó ella con estupefacción y un leve atisbo de irritación—. ¡Hermione!
—¿Qué? ¿En serio vas a quejarte Harika? ¡En solo 2 meses has acabado una maestría de transformaciones! De no haber sido porque has estudiado lo mismo que yo durante un año entero no habrías podido.
—Ugh… Supongo que te debo una.
—¡Y no lo olvides!
Continuaron hablando un rato de sus experiencias y del trabajo de Hermione en el ministerio. Maldita Hermione… Como no había asistido a las clases no sabía qué temario les habían dado. Harika había pensado que lo que le enviaba su amiga era lo que se tenía que estudiar, pero nunca cayó en la cuenta de que era lo que Hermione estaba estudiando. Cuando cortó la conexión del espejo tuvo que sonreír, sacudiendo la cabeza al ver como su amiga se había quedado con ella sin que se hubiera dado cuenta. Para que luego dijera la gente que Hermione era un ángel. ¡Ja!
Era ya diciembre y el tour seguía la ruta prevista. Habían empezado en China debido a una criatura que solo aparecía en julio así que durante el mes entero habían explorado el país y su inmensa diversidad tanto de criaturas como de vegetación. En agosto y setiembre habían visitado India y habían recorrido progresivamente el terreno hacia el oeste, pasando por Pakistán, Irán, Irak… hasta que llegaron al continente africano, el cual estuvieron explorando los meses de octubre y noviembre.
Ahora se encontraban en Sudamérica y la idea sería pasar 2 meses más en el hemisferio sur de las américas para luego pasar otros 2 meses en la zona norte. Por suerte, solo había tenido que aprender español una vez para defenderse verbalmente en la mayoría de países del sur. Lo mejor de todo, además de lo mucho que estaba aprendiendo, eran los paisajes. Desde los bosques tropicales frondosos, cálidos y húmedos con sus ríos llenos y preciosas cataratas hasta los desiertos de hielo y roca, el océano oscuro y gigantesco que se extendía de punta a punta en el horizonte. El mundo era inmenso y, a la vez, una mota de polvo en el universo. Era la dosis de humildad que mucha gente necesitaba para darse cuenta de que no eran una ni siquiera un grano de arena en comparación con todo lo que les rodeaba.
—Hola, Hari —llamó Luna apareciendo por su espalda.
—Luna. ¿Ya has acabado de tu sesión?
—Sí.
—¿Cómo te ha ido?
—Bien. Mejor de lo esperado —su amiga sonrió de forma tan genuina que hasta le alegró el día a ella—. ¡Mira toda la información que hemos recabado!
Harika observó los apuntes de su amiga, devolviéndole la sonrisa, a la vez que dejaba sus propios apuntes de encantamientos a un lado. Tina era todo lo contrario a Newt Scamander: era exigente, calculadora y cabezota. Estaba dispuesta a enseñarle otras 2 maestrías antes de que se acabara el tour y había jurado que lo conseguiría. Ella, medio encantada y medio temerosa, había asentido al ver el brillo excitado en los ojos de su maestra. Aunque eso significaba que cuando no estaba haciendo su trabajo como fotógrafa se pasaba el rato leyendo, practicando magia y tomando sus propios apuntes.
—Sé que a veces se aburre acompañándome en estos viajes —confesó una noche el marido de su maestra en voz baja—. Tener algo que hacer, algo que le gusta, le ha dado un nuevo cometido. Estoy seguro que lograrás esa maestría. ¡Ya sabes lo tozuda que es!
—¡Te estoy escuchando Newton Artemis Scamander!
Newt hizo una mueca, encogiéndose en el tronco en el que estaba sentado con una sonrisa culpable. Luego le guiñó el ojo y le dio a escondidas un diario, pequeño pero grueso, escrito a mano lleno de encantamientos y trucos defensivos que había desarrollado a lo largo de toda su carrera. Harika casi babeó al ver la cantidad de información secreta que le estaba regalando sin pedir nada a cambio. Se juró que se lo aprendería todo. No creía que le costara mucho esfuerzo ya que estaba deseando practicar esos hechizos. ¿Así era como se sentía Hermione? No le extrañaba que siempre tuviera la cabeza metida en uno de sus libros.
Se dio cuenta rápidamente que la mayoría de hechizos que había desarrollado Newt eran de índole médica, de caza y captura y defensivos. No le extrañaba. En su vida se habría encontrado incontables animales heridos y también seguramente le habrían herido a él. Por no hablar de las veces que cazaba a criaturas para curarlas y las otras veces que tenía que huir de bandas criminales que se empeñaban en deshacerse de él para evitar que Newt salvara a los animales que tenían cautivos y que les aportaban mucho oro sucio.
Fuera como fuera, estaba aprendiendo tantos hechizos médicos que empezó a plantearse convertirse en una sanadora. Nunca se le había pasado por la cabeza, pero, ¿por qué no? Se le daban bien los encantamientos y también las transformaciones y, aunque no lo parecía, no era mediocre en pociones. Sus notas daban fe de ello. Sin Snape respirando sobre su cogote y con tanto tiempo libre había podido estudiar a su ritmo con la ayuda de Andrómeda.
Aun así, no se veía ejerciendo en Saint Mungo el resto de su vida.
—Podrías crear tu propia clínica —se encogió de hombros Luna—. Solo necesitarías un lugar para asentar tu negocio y empleados. Las clínicas deben tener una licencia del ministerio para poder ejercer, pero una vez tienes la licencia una parte de tu negocio será subvencionada por el ministerio.
—Mmm… No sé si quiero que el ministerio tenga algo que ver con mi supuesta clínica.
—Otra opción sería convertirte en una sanadora privada —intercedió Rolf, cenando al otro lado de Luna—. Trabajarías para unas pocas familias o incluso para una familia en exclusivo. Es algo muy lucrativo, aunque cuesta que una familia te elija de entre tantos sanadores privados.
—Siendo quien es no creo que le cueste mucho —bufó una risa Tina—. Más aun con las 2 maestrías que piensa acabar en menos de 2 años.
—Aunque si tuvieras una maestría en pociones seguro que despuntarías sin ser Harika Potter.
—Ya… —musitó ella, frunciendo el ceño—. No sé si quiero otra maestría, y menos en pociones.
—Yo de ti me miraría unos cuantos libros antes de decidir nada —Luna se encogió de hombros después de su consejo y siguió cenando.
Ella pestañeó. Luna nunca la había llevado por mal camino. Una parte de ella pensaba que tenía ciertos poderes adivinatorios, por mucho que Hermione pensara que simplemente era una persona excéntrica. Así pues, resignándose a investigar qué libros de pociones tenía ya en su colección y a comprarse unos cuantos más actualizados, evitó suspirar al darse cuenta de que tenía mucho trabajo por delante. No es que no le gustaran las pociones, pero siempre que pensaba en ellas se le venía en mente Snape y ese sótano sucio y lúgubre del castillo donde tantas veces había sido humillada y regañada.
Fue Tina la que vio su expresión contrariada, y le preguntó sin tapujos por ello. Harika le contó todo lo que pensaba y sentía en relación a las pociones. Algo que nunca podría haber hecho sin haber asistido a terapia durante meses. Antes simplemente hubiera negado que le pasara algo.
—Estás dejando que una sola persona te ensucie la imagen de algo que puede mejorar tu vida. Tu misma me has dicho que tienes buenas notas en pociones así que sabes que las notas que sacaste bajo la tutela de este hombre no tienen nada que ver con que seas “estúpida” —dijo firmemente, sin cortarse un pelo, Tina—. ¿Qué hay de ese tal Slughorn? Él creía que eras un prodigio en pociones.
—Porque estaba usando un libro con instrucciones mejoradas.
—¿Y? ¿No se trata de eso la vida? Si algo no funciona, se mejora. ¿Por qué tendríamos que conformarnos con algo mediocre simplemente porque es lo convencional? Además, si hubieras sido mediocre o estúpida como decía ese tal Snape, ni una receta de poción mejorada habría sido suficiente para crear una poción perfecta. Tu seguiste los pasos, como todo el mundo, y creaste algo que tu profesor de pociones, un maestro de más de 50 años, dijo que era perfecto.
—Y créeme, Slughorn puede ser muchas cosas, pero nunca mentiría a alguien diciendo que es bueno en pociones cuando realmente no lo es —dijo Newt asintiendo a las palabras de su mujer—. Y lo digo por experiencia propia. Yo lo tuve de profesor durante años.
Harika estuvo rumiando las palabras de los Scamander durante días. Sinceramente, durante sus clases con Slughorn había empezado a creer que quizás era mejor de lo que Snape le había dicho en pociones, pero fue Hermione la que se encargó de hacerle creer lo contrario. No sabía si lo había hecho a propósito por celos o sin darse cuenta, pero esa parte de ella que había empezado a darse cuenta de su valía se había hecho trizas en el momento en que escondió ese libro a órdenes de su amiga. Ahora que lo pensaba fríamente, y que gente objetiva le decían lo que creían respecto al tema, ¿qué más daba el libro y sus instrucciones? Lo que verdaderamente importaba era que ella había seguido las instrucciones y había creado algo extraordinario. No solo porque la receta estuviera mejorada, sino porque había demostrado que podía crear una poción ella sola sin cagarla.
Se quitó un pequeño peso de encima al darse cuenta de que no importaba lo que dijera Snape o Hermione. No era mala pocionera. De ahí a crear una poción de la nada, una que no existiera, tal como uno inventa un hechizo… Eso era más difícil, pero no era imposible. Era justamente lo que estaba estudiando con Tina para su maestría de encantamientos: la creación de hechizos. Era el requisito final de la maestría, tal y como lo fue la transformación de animago en su maestría de transformaciones.
Se dio cuenta de todo eso en mitad de una parada en California. Pestañeó tras su lente de cristal y sonrió mientras disparaba su cámara. Era febrero y habían empezado el tour por norte América. Estaban el octavo mes del tour así que ya habían pasado la mitad del viaje casi sin darse cuenta. Se ajustó el gorro y los guantes, a pesar de estar bajo varios encantamientos climáticos, y luego siguió a los dugbogs con su cámara.
Era la primera vez que los veía en persona: una criatura que parecía un tronco muerto cuando se queda quieta. Había tenido que aguantar una risa cuando lo vio moverse, arrastrándose por todo el pantano Madrona. Se imaginó a un muggle sentándose en uno para luego ponerse a gritar de terror cuando viera el tronco cojeando fuera de su alcance. Aun así, cuando salía totalmente fuera de tierra o del agua, su aspecto era más parecido a un sapo gigante.
—Oh, mira como devora a las mandrágoras —susurró a su lado Luna, observando con ojos brillantes al enorme dugbog zamparse una mandrágora chillona.
—Fascinante —dijo ella casi sarcásticamente. Le gustaban las criaturas, pero no para dedicar toda su vida a ellas.
Vio la cara risueña de Tina, al lado de su marido quien los estaba ignorando felizmente mientras contemplaba como un niño, como Luna o su nieto, el animal.
En las siguientes semanas recorrieron más estados de Estados Unidos y luego pasaron a Canadá donde ayudaron a Newt y a sus ayudantes a rescatar a un grupo de graphorns que había sido introducido ilegalmente desde el norte de Europa. Harika no podía contener una sonrisa ante la adrenalina del momento, mientras se batía en duelo con un hombre encapuchado.
—¡Estate atenta! —gritó Tina, aunque no supo si lo decía por ella.
Harika ni desvió la mirada. Encadenó una serie de hechizos, maldiciones y transformaciones que acabaron por dejar inconsciente a su enemigo.
—¡Retirada!
—¡Oh, de eso nada! —se dijo para sí misma y procedió a alzar rápidamente una barrera contra apariciones y trasladores que dejó a más de uno varado en pleno bosque.
Escuchó los gritos de unos pocos que habían sido apresados en mitad del salto y vio como a más de uno le faltaba alguna que otra extremidad. Rolf y Luna rápidamente los dejaron inconscientes mientras que Tina y ella se deshacían de los otros que quedaron vivos e intactos. Vio de reojo a Newt y a sus 2 ayudantes sacar a los animales de sus precarias jaulas, usando hechizos para curarles unas cuantas heridas. El bello de la nuca se le puso en punta así que saltó hacia un lado y vio como pasaba ante ella una maldición desconocida de aspecto grisáceo.
—¡Lumos solem! ¡Stupefy! —lanzó los hechizos silenciosamente. Alguien gritó de dolor al enfrentarse a su luz extrema y acto seguido fue dejado inconsciente.
Se hizo el silencio mientras todos ataban y apresaban a la banda criminal con la que se habían topado en mitad de la nada.
—¿Estáis bien? —preguntó Tina, apresurándose al lado de su nieto.
—Estamos bien, nana.
Luego la miró a ella, inspeccionándola de arriba abajo con poca sorpresa al ver que no estaba herida. Finalmente, se acercó a su marido. Harika levitó junto a Luna y a Rolf los cuerpos dormidos, siguiendo las indicaciones de Tina.
—Los meteremos en la maleta y los entregaremos a las autoridades.
—Tendré que devolver a estos graphorn a su lugar de origen —frunció el ceño Newt—. Por desgracia parece que están en plena época de cría.
Harika los escuchó cavilar en voz alta mientras aseguraba el perímetro con barreras y encantamientos. Esa noche, después de que lograran meter a las criaturas mágicas en la fantástica maleta de Newt, acamparon bastante más lejos. No sabían si los habían capturado a todos y no querían que los sorprendieran cerca del lugar de los hechos mientras dormían.
—Tendremos que pasar unos días aquí. Más de lo esperado —le comentó Tina unas horas después—. Este tema deberá resolverse con MACUSA antes de que podamos seguir adelante.
—No creo que nos pase nada por unos días más.
—Eso mismo dije yo. Puedes tomarte este tiempo de descanso mientras yo acompaño a Newt.
—Creo que visitaré el Callejón Central. Así se llama, ¿no? —preguntó ella, haciendo referencia al Callejón Diagón equivalente en Nueva York. Tina asintió—. Quiero comprar unas cuantas cosas.
De hecho, quería comprar libros de pociones y pasear tranquilamente por las tiendas comprando lo que se le viniera en gana. Era lo que había hecho en Brasil, Argentina y Perú, donde literalmente compró casi 200 libros relacionados con herbología, maldiciones, encantamientos climáticos, sobre todo contra el calor, y otros más que le llamaron la atención. También compró allí varias pociones ilegales en Reino Unido e ingredientes de pociones que sabía que le costarían un ojo de la cara en Europa.
Cuando pisó el callejón de Nueva York se quedó estupefacta. Como todo en Estados Unidos, era enorme, y relativamente nuevo. Había las típicas tiendas que podía encontrar en cualquier parte, como la tienda de varitas, la modista, el apotecario, la librería… pero también había otras tiendas que no había visto en Reino Unido, como un salón inmenso de estética, una joyería de 2 plantas o una tienda que, de buenas a primeras, parecía vender productos muggle mágicos.
—¡Adelante, adelante! —saludó con una gran sonrisa una mujer algo mayor que ella. Vestía con ropa muggle a excepción de las botas y una túnica sencilla y corta, de color violeta, que llevaba encima de su ropa—. En un momento estoy contigo.
Harika asintió distraídamente. Miró todo tipo de cachivaches: desde televisiones, coches en miniatura, radios, herramientas de bricolaje, peluches, marcos de fotos… No sabía dónde se había metido, pero estaba encantada con lo que estaba viendo.
—Impresionante, ¿verdad?
—Sí. ¿Cómo es posible? ¡Creí que la magia destruía todos los aparatos muggle!
—Sí, y no —dijo la voz. Harika se giró a mirar a la chica—. Seguro que alguna vez en tu vida has visto una radio mágica, ¿no?
—Pues… sí. Ahora que lo pienso.
—Ya. Lo cierto es que en algunas partes del mundo no está muy bien visto todo lo no mag y, a juzgar por el uso de la palabra, “muggle” debes ser de Reino Unido, ¿o me equivoco? —ella asintió. La chica rodó los ojos con hastío—. El ministerio británico adora limitar según qué tecnología, pero aquí es diferente. Oh, por cierto, mi nombre es Eve.
—Encantada. Yo soy Harika.
Eve pestañeó, y sus ojos irremediablemente fueron a parar a la cicatriz casi desaparecida. No dijo nada más, pero supo que sabía quién era. Le hizo una seña para que la siguiera.
—Si te parece increíble lo de la radio, esto te va a encantar —le enseñó una televisión cuadrada que no parecía tan grande como las televisiones que había visto. Era más bien… plana, ancha como una o dos enciclopedias.
—¡No! —dijo ella, comprendiendo lo que le estaba mostrando.
—¡Sí! ¡Y con miles de películas disponibles!
Harika se quedó estupefacta mientras observaba la televisión de prueba reproducir una película más o menos reciente llamada el Indomable Will Hunting. La televisión estaba conectada en el lateral a una pequeña caja negra del tamaño de una caja de bombones donde supuestamente habían quedado registrados cientos de películas. No podía creerlo. A Hermione le daría un ataque cuando se lo contara.
Acabó su día de libertad reponiendo las pocas pociones que se había tomado, comprando más ingredientes, libros e incluso ropa mágica de aspecto muggle que no podía encontrar en Reino Unido. Incluso se permitió pasar por la peluquería, donde adquirió unas cuantas botellas de enseres mágicos que juraban dejarle una cabellera lustrosa y sedosa. Antes de irse atisbó de reojo lo que parecía ser una tienda de baúles. Titubeó delante de la puerta sobre si entrar o no, pero acabó entrando. Su mochila isn fondo era genial, pero si pensaba juguetear con las pociones iba a necesitar plantas y material de herbología.
—¡Bienvenidos a baúles Smith! ¿En qué podemos ayudarla?
—Hola. Estaba buscando un baúl muy resistente con encantamientos de protección y demás.
—De eso tenemos bastante —rio el dependiente.
Le mostró un montón de baúles. Algunos eran extremadamente lujosos, otros eran simples, otros estaban ya pensados para circunstancias especiales como ese baúl librería mientras que otros eran prácticamente una casa en su interior.
—Este tipo de baúles suelen comprarlos los aurores —le comentó, dando unas palmaditas en el baúl casa—. Al contrario que una tienda de campaña mágica, los baúles ocupan mucho menos espacio y no hace falta montarlos. Simplemente con abrir y cerrar la maleta, después de dejarla en alguna superficie plana, se pueden usar fácilmente.
—Ya veo… supongo que, si tienes que irte rápidamente, o esconderte, es bastante mejor que una tienda.
—Exacto. Justamente lo que más me han pedido los aurores cuando me han encargado una de estas preciosidades.
Harika pensó sobre si comprarse algo así, pero teniendo en su posesión el fantástico diario de Newt sabía que podía crear lo que le viniera en gana allí adentro. Teniendo esto en mente prefirió gastarse dinero en un baúl mágico sin compartimentos, pero con todo tipo de hechizos, encantamientos y runas de protección y ocultación. Se gastó casi 20 galeones por la maleta de cuero negro con hechizos de camuflaje, pero sabía que era una buena inversión.
—Mirad lo que he comprado —dijo con una sonrisa mientras le enseñaba el baúl a los demás.
—¡Oh! ¡Está llenito de encantamientos de protección!
Harika asintió ante las palabras de Tina. Les explicó su idea sobre crear una maleta parecida a la de Newt donde poder crear una casa a su medida, así como un invernadero. Su idea era poder hacer crecer sus propias plantas para no tener que estar comprando los ingredientes cada dos por tres mientras intentaba aprender pociones por su cuenta.
—¡Eso es una gran idea! —aseguró Newt—. No sabes cuántas veces mi maleta me ha salvado la vida en mitad de la nada: con solo abrirla podía protegerme de la nieve o del calor abrasador del desierto y echar una cabezada.
—Entonces, ¿me ayudarás con mi proyecto cuando puedas?
—Por supuesto, aunque Tina sabe perfectamente los hechizos que he usado a lo largo de los años.
Y así fue como Tina, Newt, y curiosamente Luna, empezaron a ayudarla con su nuevo proyecto de herbología y pociones. Lo primero que hizo fue poner esos hechizos de expansión que agrandaron el espacio dentro de su nueva maleta, luego construyó una escalera de madera y conjuró unas luces temporales que tendría que reemplazar más tarde por luces mágicas de verdad.
—Estaría bien crear un pasillo desde la entrada, en las escaleras, que conectara con tu casa y luego con los invernaderos.
—Me gustaría, además de mi propia casa, construir una zona de pociones alejada, por si acaso.
—Con tanto espacio puedes hacer literalmente lo que quieras —rio Tina, abriendo los brazos como si pudiera albergarlo todo entre sus manos.
El tiempo pasó volando entre fotografías en pleno Canadá nevado, estudios de encantamientos y magia ofensiva y su construcción lenta pero inexorable de su nueva casa maleta. Lo más fácil de todo fue construir la estructura, considerando que material en la intemperie no le faltaba. Alzó paredes y puso suelos de madera, creó estancias y amuebló su nueva casa con más muebles mágicos. La nueva casa tenía 4 habitaciones, un gran salón-comedor, una cocina con alacena, una lavandería y una librería a la cual conectaba un estudio privado.
A lo lejos construyó el laboratorio de pociones con una enorme alacena llena de pociones e ingredientes y, conectado a este, unos gigantescos invernaderos con particiones que era, sin duda alguna, la estructura más grande dentro de la maleta, y la estructura que no podía meter dentro de su tienda de campaña mágica.
—No todas las plantas tienen los mismos requerimientos —le recordó Lenora, quien era la maestra de pociones del equipo y sabía muchísimo de plantas—, pero, por suerte, con la magia podemos arreglarlo fácilmente. ¿Cuántas plantas quieres crecer?
—Todas las posibles, obviamente.
Lenora la miró con una sonrisa enorme antes de sacudir la cabeza. A su lado Tina bufó una risa.
—Eso es justamente lo que diría mi marido.
Marzo pasó sin más, metida de lleno en su proyecto de reformas. Mientras tanto, Newt, Luna y Rolf seguían estudiando las extrañas, pero fantásticas, criaturas que se iban encontrando por doquier. Cada día que pasaba estaba más convencida de que algún día encontrarían un wrackspurt o quizás un gulping plimpie de esos que hablaba Luna.
—Es preciosa, Harika —felicitó Newt cuando vio su última fotografía de un yeti. Sí, un yeti—. Nuestro último libro quedará espectacular con semejantes imágenes.
—Todos los niños querrán ser magizoólogos —rio Alfred, peinándose su barba con un diminuto peine.
Cerró el álbum donde estaba guardando su copia de las fotografías de máxima calidad, unas que imprimía al momento de forma mágica, con una sonrisa encantada en los labios. ¿Quién lo iba a decir? Se imaginaba a su yo de hacía años, encerrada en la diminuta alacena de los Dursley, y se dio cuenta de que nunca hubiera tan si quiera imaginado que podría hacer algo así. Algo tan interesante y fascinante como viajar por el mundo haciendo fotografías, siendo pagada por algo que a sus tíos les hubiera parecido una tontería. Y, sin embargo, ¿quién era la que había recorrido ya decenas de países, gratis, alojándose cómodamente en su lujosa tienda mágica? Oh, ojalá pudiera verla su tía Petunia para que se le revolviera el estómago de la envidia y los celos.
No quería saber nada de ellos. No porque tuvieran autoridad sobre ella o porque pudieran volver a hacerle daño, sino porque le eran totalmente indiferentes. Cuando se despidió de su primo, el único que parecía haber reflexionado algo en su corta vida, sabía que no volvería a verlos jamás. Lo único que deseaba para ellos era que Dudley siguiera convirtiéndose en una mejor persona.
—¡Bueno, vamos allá!
—Coged todos la bota, chicos y chicas.
Harika cogió un cordón raído del traslador y dejó que se la llevara a su nuevo destino, viendo como Alaska desaparecía en un remolino blanco y gris a sus espaldas. La costa de Australia se fue aproximando bajo sus pies. El contraste fue tan grande que la dejó sin aliento. No solamente hacía calor, sino que el sol quemaba sobre sus cabezas y la brisa llevaba consigo el aroma del océano. Vio el brillo de las olas desde lejos y el sonido del mar llegó a sus oídos, cada vez más cerca. Cayeron sobre una playa de aguas cristalinas y arena blanca.
—Wow. Es precioso.
Harika solo atinó a asentir ante las palabras de Luna. Se quitó de un movimiento silencioso de varita la ropa de abrigo y se puso otro hechizo protector contra el sol.
—No me puedo creer que estemos a punto de ver a un bunjil —escuchó decir a Rolf, con la misma euforia que como si estuviera hablando de abrir los juguetes de navidad.
—Es la segunda vez en mi vida que veré a un bunjil en libertad.
Harika sacudió la cabeza con una sonrisa, escuchando como los magizoólogos y sus aprendices hablaban con entusiasmo de la nueva criatura por ver; el bunjil, un ave mágica parecida a un águila marrón. A diferencia del ave muggle, el bunjil era bastante más grande y tenía mayoritariamente plumas doradas en sus zonas internas. Además, también era capaz de controlar el viento y, según contaba la leyenda de los aborígenes, una que Newt les había explicado esa misma mañana, también podía dar vida a formas de arcilla.
—En nuestra lista de animales por ver también tenemos anotados el barramundi, el currikee, el coonerang y el bogai —informó Alfred, limpiando un cachivache que era capaz de seguir rastros ínfimos de magia, algo muy útil para rastrear a animales en mitad de la nada.
Harika no tenía ni idea de la mitad de los animales de los que hablaban, considerando que algunos no habían salido en el libro de Newt salvo en el anexo por falta de imágenes. El nuevo libro iba a ser mucho más completo y útil para los estudios, de eso estaba segura. Repentinamente, se dio cuenta de que ella iba a ayudar a los siguientes magos y brujas a estudiar mejor y se alegró de su trabajo.
—¿Cómo llevas el invernadero? —preguntó Lenora, sacándola de sus cavilaciones.
—He plantado las primeras semillas y esquejes.
—Luego si quieres puedo echarle un vistazo.
—¡Genial! He puesto las runas que me dijiste, pero no estaría mal que me las repasaras.
No había estudiado runas hasta hacía poco así que era bastante novata. Por suerte, tenía todo tipo de libros de los Black y de su librería personal así que había empezado a leer en sus ratos libres. Las runas iban a ser esenciales para su invernadero considerando que con ellas podría proporcionar a cada especie de planta las condiciones climáticas, nutricionales e hídricas que necesitaba. Cada día se sorprendía más con lo que podía hacer con la magia. Sentía que solo había rascado la superficie con la punta de los dedos, y eso le encantaba.
Chapter 6: Parte I - VI
Chapter Text
La idea era pasar parte de abril en Australia y finalizar el mes en Indonesia, pero Australia era un país más grande y basto de lo que Newt había calculado. Sobre todo, porque se paraban cada dos por tres a investigar cualquier tontería o rastro que les hacía gracia. Más de una vez vio a Tina rodar los ojos con exasperación cargada de afecto, antes de conjurar una hamaca y tumbarse a esperar con un suspiro. Harika, después de hacer las pertinentes fotografías, la acompañaba con sus libros de encantamientos y defensa.
—Intentaremos ver Indonesia cuando acabemos la parada en Japón —suspiró Newt cuando estaban recogiendo las cosas para dejar Australia—. Tengo un compromiso en Tokio que no puedo saltarme.
A los demás les daba igual ver antes o después Indonesia así que nadie se quejó. La estancia en Japón iba a durar supuestamente 3 semanas y luego partirían a Rusia. Lo que más la excitó fue darse cuenta de que tenía los primeros 6 días libres mientras Newt, Alfred y Lenora se encargaban de un asunto de criaturas mágicas con el ministerio japonés. Tina, así como Rolf y Luna, también iban a estar muy liados esa semana acompañando a Newt a dar unas clases y lecturas en la universidad mágica de Osaka así que prácticamente la dejaron a solas.
Se encontró paseando por los lugares más famosos del mundo muggle, fotografiando todo con su confiable cámara. Paró a probar la deliciosa comida japonesa, mucho más rica y variada que la comida inglesa a la que estaba acostumbrada, y también compró regalos. Lo más interesante de todo era la diferencia entre Londres, donde ella había residido casi toda su vida, en comparación a Tokio. A pesar de que Tokio era una metrópolis tenía algo especial… antiguo. Quizás eran las tradiciones arraigadas en su pueblo, quizás eran los edificios antiguos que se colaban entre los pisos altos y modernos que se mecían de tanto en tanto con los frecuentes terremotos de Japón. No sabía lo que era, pero algo de todo aquello la dejó sin aliento.
—Aquí nadie te mira dos veces mientras haces tu vida —se encogió de hombros Luna cuando le comentó asombrada sus indagaciones.
—Tampoco me decían nada en Canadá.
—Porque no te conocían. Aquí algunos sabrán quién eres, y aun así no te incordiarán.
Se dio cuenta de que Luna tenía razón. Meditando esa noche sobre ello se dio cuenta de que la diferencia entre su país natal y Japón era el respeto. En Reino Unido la habían tratado como un objeto muchas veces; la prensa o incluso el Ministerio. Aquí… la cosa no podía ser más distinta. Se sentía como en su casa en Escocia, pero la diferencia es que no había tenido que huir de la gente para ser respetada, para que la dejaran en paz. Sintió exasperación y un atisbo de rabia al darse cuenta de que su propio pueblo la había llevado a vivir en el culo del mundo solo para poder respirar. Incluso había sentido la necesidad de esconder su dirección porque, de lo contrario, sabía que habrían intentado entrar en su casa o hacerle fotos por las ventanas mientras se duchaba o comía. Era tan… patético. Eso era. El Reino Unido era patético en comparación con muchos otros países, y lo más gracioso es que sus compatriotas creían que era justo lo contrario. Y pensar que se creían mejores cuando otras culturas eran superiores en muchas cosas…
—Voy al callejón mágico de Tokio —le dijo a su amiga—. ¿Necesitas algo?
—No, gracias, Hari. Aunque, yo de ti recorrería concienzudamente el callejón. Seguro que encuentras algo interesante que no existe en casa…
Harika alzó una ceja, mirando la espalda danzante de Luna, quien se estaba yendo sin mediar más palabras. Luna nunca le había dado un mal consejo así que decidió hacerle caso.
El callejón en Tokio estaba escondido tras un templo muy poco frecuentado. Para entrar se tenía que tocar una campana los muggles no veían, y entonces aparecía la entrada del callejón bajo un tori rojo. Era igual de magnífico que el resto de Tokio. Había gente de todas partes, incluso criaturas humanoides que nunca antes había visto. Japón, a pesar de ser estricto, también era tolerante con los seres mágicos. O, al menos, lo era el Japón mágico.
De solo ver lo grande que era el callejón, el cual se bifurcaba en dos otros callejones, supo que necesitaría un par de días para entrar en cada una de las tiendas. Aun así, compró nuevos ingredientes de pociones, nuevas semillas y plantas, un telescopio mucho más moderno y completo que prometía dejarle ver hasta el sol, rollos de tela por doquier que quizás usaría algún día y que no había podido resistir comprar, ropa moderna de corte muggle con todo tipo de protecciones y encantamientos, incluso compró 5 kimonos que le costaron un ojo de la cara pero que eran la pieza de artesanía más majestuosa que jamás había visto.
Lo que más la sorprendió fueron la tienda de cosméticos, que era igual de grande que la tienda de George en Inglaterra, y una especie de tienda de varitas que no vendía varitas.
—Bienvenida a Artilugios Suzuki —hizo una reverencia la dependienta, vestida con un yukata profesional de color oscuro y repeinada como si estuviera en un desfile de modelos—. Mi nombre es Akane Suzuki, ¿en qué puedo ayudarla?
—¿Qué es lo que venden aquí? —preguntó ella, totalmente confusa al ver que parecía una joyería y, sin embargo, el escaparate rezaba “artilugios”.
—Nuestro negocio se especializa en artilugios para usar la magia. Usa una varita, ¿verdad?
—Sí.
—En Japón, así como en otros países asiáticos, hace siglos estaba mal visto que las mujeres empuñaran una varita. Se creía que un objeto así, según algunos un objeto con connotaciones fálicas, ensuciaba a las mujeres nobles, lo cual suponía una mancha en el honor de su familia. Una excusa, obviamente, para controlar a las mujeres, igual de poderosas que un hombre —le explicó Akane. Harika sintió una punzada de rencor martillearle la cabeza al pensar que un hombre le negara usar la magia a una mujer por un motivo tan estúpido. Akane pareció darse cuenta de su indignación porque sonrió—. Por supuesto, las mujeres de antaño no iban a permitir que un hombre les prohibiera usar la magia, pero nunca ha sido costumbre en la sociedad japonesa que una mujer se alzara en rebeldía contra su familia o marido.
—¿Y qué pasó?
—Como supondrá, las mujeres tenían ciertos… trucos para seguir usando la magia sin que los hombres se dieran cuenta. Se cree que fue Rika Ootori la que creó el primer artilugio. Hablamos de un invento capaz de ser usado como conductor mágico lo que, esencialmente, equivalía a una varita —Harika dio un vistazo a todos los artilugios puestos en venta y se dio cuenta de que todos eran mayoritariamente objetos vestidos por mujeres como anillos, brazaletes, pulseras, pinzas del cabello o incluso abanicos—. Como ve, la joyería era algo habitual y no llamaba demasiado la atención. Rika se dio cuenta de esto y fabricó un par de anillos, los cuales hoy en día están expuestos en el museo de la mujer en Himeji, uno para ella y otro para su primogénita, como regalo de bodas.
—Wow… Eso sí es un buen regalo de bodas.
—Era un regalo, y una tabla de salvación. El marido de su hija… no era un buen marido.
Harika no pudo evitar fruncir el ceño cuando entendió porque esa mujer de hace tanto tiempo creó algo de la nada para su hija. El amor de una madre era la cosa más increíble del mundo. Y pensar que ahora muchas personas, hombres y mujeres, eran capaces de usar la magia con un anillo cuando esa mujer solo creó algo así para proteger a su hija de un matrimonio lleno de abusos…
—¿Y cómo funcionan?
—Primero realizamos un estudio de compatibilidad y luego usamos magia de sangre para enlazar el artilugio con el comprador. De esta forma nadie puede usarlo así que robarlo sería inútil.
—Creo que me llevaré más de uno, si es posible. Uno nunca sabe cuándo va a necesitar un repuesto.
—Por supuesto. ¿Qué tipo de joyería u objeto prefiere?
—Me gustaría algo que siempre tuviera puesto, tipo un anillo. No me gustaría tener que estar buscando un abanico en un momento de necesidad.
—Ya veo. Bien pensado. Entonces, le interesará también una pulsera o brazalete.
Salió de la tienda de Artilugios Suzuki un par de horas después. Al contrario que una varita, que costaba de media 7 galeones, cada pieza de joyería le costó 10 veces más. Aun así, pagar casi 100 galeones por pieza le pareció una buena inversión, y solo era calderilla para ella. Compró un par de anillos, un brazalete y una pulsera. Miró el anillo de zafiro azul con aguamarina y diminutos diamantes engarzados en una banda de oro blanco fina, puesto en su dedo índice de su mano derecha, y sonrió como una villana con un juguete nuevo.
El resto del día lo pasó dando más paseos por el callejón, comprando de todo un poco. Se gastó tanto dinero que a Hermione, y a Ron, le habría dado un infarto. Ya tenía tanta ropa que su armario se había transformado en una habitación de 16 metros cuadrados donde casi no tenía espacio para todas sus túnicas, vestidos, jerséis, pantalones, faldas, kimonos, zapatones, tacones, deportivas y demás. Por no hablar del armario que tuvo que comprar para sus múltiples cremas, lociones, champús, geles, sales y bombas de baño, aceites esenciales, peines y tijeras encantadas, perfumes, exfoliantes, etc. Sí, gracias a Andrómeda y Fleur se había aficionado a según qué lujos que ahora no contemplaba dejar atrás.
Le encantaba la confianza que le daba su nueva ropa y su cuidado personal. En su periodo de Hogwarts su rutina había sido lavarse la cabeza con champú muggle, vestir la ropa de la caridad, o la de su primo de cuando era niño y mucho menos corpulento, y peinarse el cabello en una trenza o coleta para que no le metiera el pelo en los ojos. No podía creer lo poco que se había cuidado, pero claro, si nadie le había enseñado cómo hacerlo, ¿cómo iba a saberlo? Quizás sí que tendría que haberse interesado por buscar hechizos de higiene o embellecedores pero su tía Petunia le había minado tanto la autoestima que ni se lo había planteado.
Se detuvo en una cafetería japonesa medio vacía en el lado muggle. Sonrió mientras se comía su pastelillo y se bebía uno de los tés japoneses más populares. Hizo un par de fotografías a través del cristal, observando a la gente pasar con más o menos prisa, notando esa sensación de excitación que la inundaba siempre que quería salir a explorar. Pagó su cuenta y salió a la calle con la cámara colgada del cuello y cogida en las manos. No pensaba dejar escapar una buena foto esa tarde.
Tokio era tan grande que caminó y caminó y caminó y parecía no tener fin. El callejón no estaba en el centro de Tokio así que su caminata la llevó a las afueras, donde los rascacielos eran solo una sombra a lo lejos y las casas residenciales predominaban. Pasó un puente encima del rio, parándose un rato para captar el brillo del sol en el agua y un par de gatos jóvenes que jugaban en la orilla verde del río. Al otro lado del puente, hizo fotografías a varias casas abandonadas que le sorprendieron gratamente por lo bien conservadas que estaban. Caminó calle abajo, tomando más fotografías de otra casa abandonada cuando se dio cuenta de algo. Parecía que la calle entera estaba abandonada. Se dio cuenta en ese preciso instante de que no había nadie en la calle, a pesar de que las casas estaban en buen estado, aunque vacías, y los suelos limpios.
Miró a lado y lado con creciente curiosidad. ¿Por qué no había nadie? ¿Sería un barrio abandonado a favor del centro de Tokio? Las casas estaban casi todas recubiertas de vegetación así que supuso que había pasado un largo tiempo desde que alguien viviera en una de esas. Cuanto más se adentraba en el barrio más raro le parecía todo aquello.
—¿Un templo? —preguntó en voz alta para sí misma, viendo un pequeño templo, otro de tantos, en lo alto de unas escaleras.
Estaba escondido al final de una callejuela entre dos edificios de pisos de apenas 3 o 4 plantas. Alzó su cámara, tomando otra fotografía del trozo de templo, rodeado por árboles salvo en la parte frontal, que pudo ver entre los pisos vacíos. Mirando a través de su lente le pareció ver una luz dorada, como si hubieran saltado chispas de un interruptor. Alzó la cabeza para mirar con sus propios ojos, pero no vio nada. Algo le dio mala espina de aquello, considerando el barrio vacío y desocupado, así que se dispuso a darse la vuelta y marcharse cuando lo escuchó.
Se giró de golpe, mirando de nuevo el diminuto templo de color marrón con toris rojos desgastados. Juraría que había escuchado el sonido una campana, tan débil que casi creyó haberlo soñado, provenir del templo. Volvió a escuchar el tintineo agudo de una campana pequeña cuyo sonido llegó hasta sus oídos por la brisa. Titubeó varias veces, sabiendo que aquello podía ser peligroso, pero la curiosidad era más grande que sus ganas de darse la vuelta y huir. Nunca había podido soportar dejar un misterio a medias, y ahora no iba a ser distinto.
Caminó hacia el templo con la varita escondida en su manga, pero no pasó nada. Esquivó alguna que otra piedra rota de las escaleras mientras miraba fijamente el templo cada vez más cerca. En cuanto estuvo frente a la puerta se dio cuenta de que estaba medio abierta, como si lo hubieran abandonado corriendo. Abrió la puerta con su magia, observando desde fuera el interior oscuro. Envió un par de lumos al interior para poder ver lo que contenía sin exponerse, pero no había nada, ni nadie, raro. Solo era un pasillo corto hasta una habitación vacía cuyas paredes parecían estar tapizadas de papel pintado.
Usó unos cuantos hechizos más para comprobar que no había nada peligroso antes de entrar. Vio una campana encima de su cabeza y otro pasillo a mano izquierda, pero primero quiso mirar la habitación frente a ella. El suelo no era de tatami sino de madera, cuyos tablones crujieron estrepitosamente bajo sus pies. Evitó pisar la madera rota para no hacerse daño pero, curiosamente, el templo se conservaba en buen estado. Sobre todo, si consideraba que parecía que el barrio entero había sido abandonado hacía décadas.
Caminó hasta el centro de la habitación, notando como temblaba alguna que otra tabla de madera bajo sus pies, hasta que se detuvo delante de un cuadro de tamaño mediano que le llamó la atención. Le hizo una fotografía antes de examinarlo con sus propios ojos.
Era un cuadro horizontal que parecía estar dividido en dos escenas, conectadas curiosamente por lo que parecía ser un pozo de piedra en mitad de la hierba. En la parte izquierda de la pintura, donde atardecía, había un prado de flores amarillas con un ciervo comiendo a los pies de unos árboles y una persona volando de espaldas al pozo y al resto de la pintura, con las manos en elevadas y estiradas, como si estuviera a punto de hacer una voltereta en el aire. En el otro lado del pozo, donde parecía ser plena mañana, había otro prado de flores, esta vez violetas, más árboles, aunque sin el ciervo, y la misma persona con la misma ropa dibujada esta vez como si se estuviera tirando de cabeza a la tierra, con las manos estiradas frente a su cuerpo como un nadador.
Lo observó largo rato, interesada porque hubieran colgado algo tan extraño en un sitio sagrado, cuando se dio cuenta de que la pared tras el cuadro tenía rozaduras. Las siguió con el dedo hasta llegar al marco. ¿Habría algo detrás? Justo cuando iba a mover la pintura y acercarse para mirar detrás el marco se cayó solo con el peso de su dedo, quedando colgado de la pared, pero inclinándose estrepitosamente. Se dio cuenta de dónde venían las marcas al escuchar la rozadura del marco contra la pared. Sorprendida, le dio la vuelta al cuadro, tal y como parecían haber hecho incontables personas antes, hasta que quedó totalmente girado. El pozo estaba arriba y las escenas habían intercambiado el lugar; ahora el atardecer estaba a mano derecha y la mañana a mano izquierda.
Lo más curioso de todo aquello era que visto de esta forma parecía como si la persona de la izquierda se estuviera tirando al pozo y hubiera salido por el otro lado, otra vez. Tuvo una idea alocada, pero su intuición le decía que lo probara así que cogió el marco con fuerza y lo impulsó. Esperó que se cayera al suelo al instante, pero el marco rodó unas cuantas veces sobre el tornillo que lo mantenía collado a la pared. El dibujo, ahora que la pintura estaba en movimiento, tenía más sentido. La persona estaba-
¡Ding!
Harika se giró de golpe, con el corazón desbocado, cuando escuchó la campana detrás de sí. Con su varita en mano comprobó que seguía estando sola, pero aquello ya no le hacía tanta gracia. Entonces, mientras estaba echando un vistazo más profundo a los alrededores, se dio cuenta de que la habitación no tenía papel pintado, al contrario de lo que había creído, sino que estaba recubierta de miles de caracteres japoneses. Kanjis. Parecían ser rezos de protección y ocultación. Se le puso la piel de gallina así que decidió salir lo antes posible. Caminó rápido, dispuesta a marcharse de allí, cuando la madera crujió fuertemente bajo sus pies y se derrumbó bajo ella.
Dio un chillido aterrorizado, cayendo por un agujero bajo la madera y perdiendo su varita cuando abrió las manos inconscientemente pare frenar su caída. Intentó cogerse a la piedra cuando el agujero parecía no tener fin bajo sus pies, pero no pudo. Lo único que sirvió fue usar sus pies para frenar su caída. ¡Estaba funcionando! Lo que no tuvo en cuenta fue la cámara que había estado volando sobre su cabeza, colgada de su cuello. Miró arriba mientras frenaba justo cuando la cámara descendía a toda velocidad sobre su cara, dándole un golpetazo en la frente que la dejó inconsciente. Sintió su cuerpo caer sin fuerzas antes de perder la consciencia…
…Cuando regresó en sí era de noche y tenía una migraña tremenda. Se quedó en el suelo, tumbada, mientras recuperaba el aliento para pensar. Se tocó el cuerpo, dándose cuenta de que más o menos estaba bien, y luego sacó como pudo el kit de pociones médicas que tenía preparado. Un vial después y la migraña desapareció. En cuanto pudo pensar un poco más claramente notó el dolor de sus heridas: podía sentir el ardor en la palma de sus manos al haber intentado aferrarse a la piedra, el latido de su corazón en su frente, el dolor punzante en un par de dedos de las manos y de los pies. En cuanto se miró la mano derecha vio como le faltaba una uña y tuvo que contener una arcada.
Apartó la mirada mientras pensaba en el hechizo médico necesario. Le tembló el pulso cuando volvió a mirar para apuntar con su varita. Ahí fue cuando se dio cuenta de que no la tenía. Buscó por todos lados, tanteando el terreno con desesperación hasta que se acordó de su anillo mágico en el dedo.
—Accio varita.
Su varita regresó a ella después de un par de intentos en los que creyó que la había perdido o roto en su caída. En cuanto tuvo la varita en mano se curó la uña y el dedo roto del pie. Usó una poción desinfectante en las palmas de sus manos, viendo como salía humo de sus heridas cuando el líquido violeta tocó su piel encarnada. Después de eso usó esencia de díctamo para hacer crecer su piel. Repitió el proceso en un par de arañazos su cabeza, viendo como la herida de su frente se cerraba con un escozor punzante. Se levantó exhausta pero totalmente curada, usando su varita para limpiarse la sangre, la tierra y la hierba que se había pegado a su ropa. Aun así, su ropa mágica no se ensució gracias a los encantamientos protectores.
Se tocó el bolso de cuero que llevaba siempre colgando en su cadera, suspirando con alivio, y reparó la cámara cuando vio que estaba llena de arañazos y polvo. La guardó en su bolso mientras miraba alrededor, pareciendo totalmente fuera de lugar con su ropa de aspecto lujoso en mitad del bosque.
—¿Dónde demonios estoy?
Nadie le contestó, como era obvio, pero se sintió mejor expresando su descontento en voz alta. Al menos, se dijo, estaba sana y tenía sus pertenencias consigo. Con la varita en mano intentó buscar el camino más recto a Tokio, pero su varita no paraba de dar vueltas sobre su mano. Se quedó helada al darse cuenta de que eso solo podía significa un par de cosas: o Tokio había dejado de existir o se encontraba en un lugar donde Tokio no existía. Probó con Londres o París, pero nada. Definitivamente ya no estaba en Kansas.
Escuchó a lo lejos a un lobo y se dio cuenta de que no podía quedarse como una idiota en mitad de la nada en plena noche. Usó un par de hechizos para cerciorarse de que estaba sola, que lo estaba, antes de transformarse en su forma de águila harpía. Sobrevoló los árboles que la rodeaban para ver dónde se encontraba, pero solo pudo ver bosque y más bosque. Ni siquiera vio una luz a lo lejos que la guiara hasta una ciudad o pueblo. Lo único que había alrededor era un bosque grandioso, un par de montañas y un arroyo. Miró al cielo y solo cuando vio las constelaciones y estrellas de siempre suspiró un graznido de alivio. No sabía dónde estaba, pero de algún modo estaba en la Tierra. Se dio cuenta, con algo de alegría, que sus estudios estaban dando sus frutos; de no haber estudiado de nuevo astronomía no lo hubiera sabido y se habría encontrado más perdida si cabe.
Buscó algún sitio escondido, en alto, para poner su nueva maleta. Podría usar su tienda de campaña, pero llamaría más la atención y necesitaría más espacio. Puso unas cuantas barreras sutiles y se metió en su casa móvil. Lo único que pudo hacer, tan cansada como estaba, fue ducharse, cenar e irse a dormir. Quizás viera las cosas más claras con la luz del día…
…
Por desgracia, no lo vio nada claro. Estuvo volando río arriba en busca de alguna ciudad, pero por más que volaba no había nada. Comió algo de comida, dando gracias al cielo por haber llenado su alacena hacía semanas, y meditó. Lo último que recordaba era haber caído por un agujero circular que, gracias a sus memorias preservadas con legeremancia, pudo ver que era un pozo. Irremediablemente se acordó de la pintura que había estado estudiando. ¿Sería posible que hacer rodar el cuadro hubiera accionado algún tipo de mecanismo o portal? La campana había sonado justo después. ¿Coincidencia? Aunque claro… ¿no había sido una campana lo que le había llamado la atención al templo para empezar? Quizás estaba buscando 3 pies al gato sin necesidad alguna.
La cuestión era que no parecía estar en su… dimensión, por así decirlo, pero sí que seguía estando en el mismo planeta. Lo que significaba que, en algún lugar, había un portal que podía hacerla regresar a casa.
—¡El lugar donde caí! —se dijo, recogiendo todas sus cosas.
Se transformó de nuevo en águila, pero todo le pareció igual. Árboles y más árboles. Por suerte el arroyo podía conducirla camino abajo, de vuelta al lugar donde apareció. Tardó horas en llegar a la zona donde creía que había aparecido, y luego más horas a pie recorriendo la tierra en busca de manchas de sangre o de tierra removida por su peso. La magia no le servía de mucho si no tenía un objetivo al que buscar así que tuvo que hacerlo a la vieja usanza. Buscó algo que pudiera parecer un pozo o una puerta, un arco… ¡lo que fuera! Pero no había nada. ¡Nada!
—¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAH! —gritó con desesperación, descargando su ira contra el mundo—. ¿¡PORQUÉ SIEMPRE ME PASA TODO A MÍ!? ¡JODEEEEER!
Jadeó apoyándose en sus rodillas, sintiéndome mejor después de un buen grito. Estuvo respirando un par de minutos, intentando aclarar su mente para no pensar en nada, cuando notó una mirada en el cogote. Se quedó quieta, haciendo ver que no había percibido nada, pensando en qué hacer. Su varita bajó a su mano discretamente justo al mismo tiempo que se giraba enviando un hechizo explosivo tras su espalda. Vio una sombra moverse por los árboles a una rapidez que la mareó. Escuchó un aliento sobre su espalda, girándose de nuevo con su varita en mano cuando, por segunda vez en menos de un día, volvió a quedar inconsciente.
Se despertó un rato más tarde, esta vez sin dolor de cabeza, y supo en seguida que estaba encima del hombro de alguien a juzgar por su cuerpo doblado encima de algo duro pero caliente que se movía. Notó que no tenía la varita en su funda, aunque tampoco la podría haber usado considerando que tenía las manos maniatadas y rodeadas de cuerda desde la muñeca hasta la punta de los dedos. Por suerte para ella, tenía su anillo invisible.
—¡Stupefy!
El hechizo salió disparado. Tenía la mano cerca del cuerpo de su secuestrador así que ni lo vio venir. Cayeron rodando al suelo, chocando contra un árbol y luego contra la tierra. Sintió un chasquido y luego dolor. No era la primera vez que sentía ese dolor así que supo que se había roto algún hueso al impactar a tanta velocidad contra la madera. Se mordió la lengua para no gritar y alertar a nadie más. Desvaneció las ataduras de sus manos y sus piernas y se examinó. En cuanto intentó mover el brazo derecho vio las estrellas y supo que tenía el húmero roto, como mínimo. No pudo evitar las lágrimas de dolor cuando tuvo que mover su bolso en busca de su kit de pociones médicas. Otra vez. Se tomó el skelegroo con manos temblorosas.
De poder apuntarse a sí misma al brazo con la mano derecha habría intentado usar brackium emendo pero considerando que no podía mover la extremidad sin sentir una punzada de dolor pensó que era mejor no intentarlo. La poción le hizo efecto casi al instante. Sintió un cosquilleo doloroso en el hueso que requirió que mordiera la cinta de cuero de su bolso para no gritar. Aun así, a los pocos minutos el dolor fue disminuyendo exponencialmente hasta que se volvió soportable. Le dolía, pero no para chillar.
En cuanto logró dejar de pensar en su brazo se secó las lágrimas con la manga y miró al hombre que había dejado inconsciente. Tenía heridas, como ella, de la caída, pero parecía más resistente que una bruja desplazada entre dimensiones. Era un hombre alto, fornido, vestido con lo que parecía ser un uniforme militar a juzgar por las armas y el chaleco grisáceo. Tenía en la frente una especie de banda plateada con 4 marcas en forma de barra diagonal, 2 arriba y 2 abajo. Lo ató con su magia después de quitarle la ropa. Vio que no llevaba nada extraño en su cuerpo así que supo que debía haber guardado su varita en la mochila, si es que no la había tirado.
—Accio varita.
Con un suspiro de alivio la varita salió disparada de la mochila, tal y como había pensado. Seguía intacta así que se la metió en la funda de su antebrazo derecho como pudo, usando su mano no dominante. Cogió la mochila por la base, dejando caer todo lo que había dentro al suelo del bosque. Vio una especie de cuchillos plateados con forma triangular, vendas, un pequeño kit médico, cuerdas, alambres, unas cuantas agujas, una pequeña cantimplora, un rollo de papel que parecía pergamino, una pluma y tinta, algo de comida envuelta en una tela y lo que parecían ser algún tipo de pastillas marrones.
Se levantó, mirando alrededor para intentar saber dónde estaba, pero seguía igual de perdida. Aun así, le pareció escuchar el sonido del agua cerca así que quizás habían seguido el río abajo, o arriba. No lo sabía todavía. Entonces se dio cuenta de su buena fortuna. A pesar de que habían intentado secuestrarla ahora mismo tenía a alguien a quien poder interrogar. Este hombre, no obstante, tenía algún tipo de poder porque había sido capaz de desplazarse a una velocidad increíble entre los árboles sin que pudiera seguirlo con los ojos. Necesitaba prepararse para interrogarlo. No quería cometer otro error. Sabía que la única razón por la cual no le había quitado el anillo o el bolso era porque estaban hechizados contra muggles lo cual significaba que este hombre era un muggle que, de alguna forma, poseía poderes.
Esta aventura era cada vez más interesante.
Chapter Text
Tardó un rato en quedarse a gusto, pero consiguió lo que quería. El hombre, totalmente desnudo, fue atado de pies a cabeza con cadenas de metal creadas por su magia. También lo ató a un árbol para que no pudiera saltar o moverse, a pesar de que creía que era prácticamente imposible que hiciera semejante cosa. Le puso una venda alrededor de los ojos y desvaneció sus pertenencias a lo lejos temporalmente, por si pudiera invocarlas de alguna forma. Solo entonces lo revivió.
—Ennervate.
El hombre se movió un poco antes de quedarse quieto. Cualquiera hubiera creído que seguía inconsciente a no ser que lo hubieran estado mirando, como ella, o supieran con exactitud cuándo se iba a despertar, cosa que ella sabía. Intentó engañarla como un bellaco, pero ahora él tenía las de perder. Viendo que había sido desplazada en Japón a esta nueva dimensión decidió hablarle en su nuevecito y flamante japonés recién aprendido.
—¿Quién eres?
—…
El hombre no contestó así que ella le pegó una patada con su bota de cuero negra de piel de dragón. El hombre no se inmutó a pesar de que no había sido nada cuidadosa.
—Sé que estás despierto considerando que yo te he despertado. Habla, o tendré que pensar en otra estrategia para hacerte hablar… ¿Quién eres? ¿Por qué has intentado secuestrarme? ¿Hacia dónde te dirigías?
El hombre bufó una risa, pero no dijo nada. Harika rodó los ojos, alzando su varita. Podría usar veritaserum, pero tenía reservas limitadas que prefería usar cuando no pudiera emplear otros…métodos. No había nadie alrededor para poner el grito al cielo ante lo que pensaba hacer, y ella ya tenía pocos escrúpulos después de todo lo que había visto y hecho en la guerra, así que no se cortó.
—Imperio. Responde a mis preguntas con total sinceridad —ordenó verbalmente, viendo como su casi secuestrador se relajaba en sus cadenas—. ¿Cómo te llamas?
—Mamoru Homura.
—¿Qué eres? ¿Cómo has sido capaz de moverte tan rápido?
—Soy un ninja. La velocidad extrema es una cualidad habitual en cualquier ninja, conseguida mediante el uso del chakra a través de las extremidades inferiores.
Harika pestañeó sorprendida. ¿Un ninja? Le picó la curiosidad saber qué era un ninja y cómo conseguían usar ese chakra del que hablaba. Aun así, tenía más preguntas importantes que hacerle antes de saciar su interés por el nuevo misterio.
—¿Por qué me has secuestrado y hacia dónde te dirigías conmigo?
—Te he secuestrado porque con tus poderes puedes ser un buen activo para los rebeldes de Kiri. Me dirigía hacia nuestro escondite, en el país del Mar.
—¿Rebeldes de Kiri?
—Los rebeldes de Kiri son ninjas exiliados voluntaria e involuntariamente del país del Agua, cuya capital ninja es Kiri. Trabajan clandestinamente para acabar con el legado de Yagura, el Mizukage del país del Agua.
Harika lo interrogó duramente durante bastante tiempo ya que con cada respuesta tenía 5 preguntas más. Al final, descubrió que existían 5 grandes países ninja y que cada uno tenía una capital ninja y una capital civil donde residían los Kages, los líderes ninjas, y los daimyo respectivamente. En ese preciso momento se encontraban al sur del país del Fuego, casi rozando la frontera con el país del Mar.
Al parecer, también existían países ninja más pequeños, pero a gran escala no tenían mucho poder en comparación con las otras naciones. Sobre todo, porque las guerras ninja entre los grandes países solían producirse en territorio “neutral”, es decir, en países pequeños que no podían defenderse y que cada cierto tiempo se veían diezmados por las guerras de las grandes naciones. Debido a esto a pesar de que los países pequeños intentasen recuperarse y mejorar económicamente nunca lograban alcanzar a los grandes países, cosa que a éstos les venía como anillo al dedo para tener menos enemigos y competidores en sus fronteras.
—El mismo país del Fuego, en el centro del mapa, se ha encargado de estar rodeado de países sin influencia —le contó con voz monótona Mamoru—. Lo rodean 8 países menores, cubriendo la totalidad de sus fronteras de forma estratégica.
Mamoru también le habló largo y tendido de los países y las aldeas ninja y civiles de cada nación. Según él era jonin, un ninja de alto rango, así que tenía mucha información relevante que podía serle útil.
Le habló de Kumo, el país más aislado y el más militar de todos, lleno de ninjas que deseaban hacer la guerra para que la maquinaria económica del país siguiera funcionando. O de Iwa, un país donde usaban grupos terroristas mercenarios para tapar sus trapos sucios. Los únicos que parecían tener algún valor para ella eran el país del Viento y del Fuego, considerando que el país del Agua estaba ahora sumido en una guerra civil silenciosa y encubierta.
Cuando ya no se le ocurrió qué más preguntarle sobre este nuevo mundo ninja y sus habitantes, le preguntó algo totalmente distinto:
—Si fueras un civil con poderes como yo… ¿qué harías?
—Escondería mis poderes, pero usaría las habilidades necesarias de forma sutil para sobrevivir. Lo más eficiente sería vivir en un gran país, en una zona alejada de la capital ninja. De este modo solo tendría que preocuparme por los ninjas del país donde resido ya que sus enemigos no deberían poder traspasar sus fronteras, lo que me conferiría bastante protección; una que un país pequeño no sería capaz de ofrecerme. A su vez, intentaría acercarme al daimyo siendo de utilidad con mis poderes, lo cual implicaría una barrera más de defensa contra los ninjas del país.
—Es decir… ¿que el daimyo tiene más peso que el Kage?
—En ciertas situaciones, sí. Los daimyo tienen una guardia de ninjas que han jurado protegerlos, también son los dueños de la mayoría de negocios civiles que sustentan a su país y poseen un ejército de civiles. Atacar a alguien con tanto poder económico está muy mal visto entre los nobles civiles así que los Kage suelen consultar eventos mayores con sus daimyo, a pesar de que militarmente los Kage son la potencia indiscutible del país.
—Mmm… Ya veo —musitó en voz alta. El ninja no se inmutó ante sus palabras ya que no eran una orden—. ¿Cuál es el lugar más cercano donde poder encontrar un mapa actualizado del mundo, así como provisiones para viaje?
—El país del Mar.
—¿Dónde se encuentra?
—Hace el sur.
—¿Está muy lejos? ¿Tiene ninjas que puedan descubrirme?
—No está lejos. El país del Mar no tiene ninjas propios, pero puede haber ninjas de otros países.
—Genial. Obliviate. Stupefy.
Lo dejó de nuevo inconsciente después de borrar sus memorias y le invocó la ropa de nuevo en cuerpo. Metió las cosas en la mochila tal y como habían estado guardadas con otro hechizo y luego le quitó las cadenas. Se transformó de nuevo en águila, sintiendo una de sus alas algo resentida a pesar de que habían pasado horas desde que tomó la poción, y voló en dirección sur. Vio a lo lejos el mar acercarse con una sensación de triunfo que llevaba horas, días, sin sentir. Por fin algo estaba saliendo bien.
Tardó casi una hora en alcanzar la primera- el primer pueblo. Estaba claro que una ciudad no era. A penas había 50 calles, pero sí que gozaban de un gran puerto y un amplio mercado cuyo producto estrella era el pescado. Estuvo observando a los aldeanos con atención, en silencio, dándose cuenta de que habría cantado como una almeja de haber aparecido con sus ropas mágicas de terciopelo, seda y cuero. Iba a tener que cambiarse de ropa, como mínimo, para no llamar mucho la atención. Usaría también un par de hechizos para desviar las posibles miradas y transformaría unas cuantas hojas en dinero muggle. No quería destacar por encima de nadie sacando sus monedas de oro y plata cuando estaba ante lo que parecía ser un pueblo humilde lleno de pescadores y mercaderes ambulantes.
Transformó sus ropas a un yukata oscuro y se cambió las botas por unas sandalias de cuero marrón. Invocó un poco de dinero, examinándolo sin que nadie se diera cuenta desde la línea de árboles, y luego transformó unas cuantas hojas en billetes. Se adentró entre el gentío como si nada. Nadie pareció mirarla o hacerle más caso de lo habitual gracias a sus hechizos así que paseó por el mercado comiéndose un helado y mirando escaparates y tenderetes.
—Hola, perdone —llamó a un mercader que vendía joyería—. ¿Dónde puedo encontrar una tienda de mapas?
—¿Mapas? En la oficina del pueblo. Está en el puerto.
—¿Y cómo puedo encontrarla?
—La encontrará en seguida considerando que es el único edificio gubernamental de la aldea.
Harika no insistió viendo que parecía más dispuesto a seguir vendiendo y ganando dinero que a contestar a sus preguntas. Caminó hacia el puerto cuando vio de reojo lo que parecía ser otro ninja, pero este con aspecto distinto a Mamoru Homura. Su chaleco era verde y su pantalón y jersey eran azul marino casi negro. Además, llevaba una banda con otro símbolo ninja que vio desde lejos gracias a su mejorada visión. Era una especie de remolino acabado en punta que parecía bastante una hoja así que supo que, por la descripción que había recibido de su interrogado, debía ser de Konoha.
—¡Sensei! —llamó la voz de una niña—. ¡Lo hemos encontrado!
—¿Oh? Solo habéis tardado 2 horas —dijo el hombre sarcásticamente, pero le revolvió el cabello a una niña que, con horror, se dio cuenta de que también llevaba una banda ninja.
Solo podía tener 12 o 13 años, como mucho, y sin embargo… ¿ya era ninja? Mamoru le había hablado de la academia y de las misiones, pero no sabía por qué había pensado que los genin no realizaban misiones fuera de su aldea. Según Mamoru las misiones de rango D consistían en pintar paredes y cortar césped, u otras cosas igual de banales… ¿Qué demonios hacía un equipo de novatos tan lejos de su hogar? El país del Mar no tenía ninjas propios así que, por lógica, debían estar de misión. Sacudió la cabeza mirando hacia otro lado. Lo último que quería era que la percibieran observándolos desde lejos e intentaran interrogarla.
Todavía no podía creer la cantidad de habilidades normales que tenía un ninja: velocidad extrema, fuerza bruta, reflejos supernaturales, capacidad para manipular los elementos… incluso algunos tenían dones familiares como la familia Yuki, exiliada de Kiri, de la que le había hablado Mamoru. Sinceramente… ¿podría ganarlos en combate? Mamoru la había cogido y dejado inconsciente sin esfuerzo alguno. Es más, ni siquiera se había escondido mientras la acechaba porque creía que era una civil. Quizás, a los ojos de un ninja sí que lo era…
Le sentó bastante mal darse cuenta de que un muggle era capaz de inutilizarla a pesar de ser ella una bruja poderosa. Por suerte, parecía que no eran inmunes a la magia ni podían traspasar sus barreras mágicas. Eso le sería de gran ayuda para sobrevivir en este mundo de locos mientras intentaba averiguar cómo regresar a casa.
El ding de la campanilla de la oficina del pueblo le provocó un escalofrío. Le recordó a la maldita campana que la condujo a aquel templo. Oh, cómo odiaba haber puesto un pie en ese templo. Parecía que habían pasado semanas desde que cayó por ese pozo mágico cuando solo pasó ayer por el medio día. De no ser porque había tenido el anillo no-. Paró en seco en mitad de la calle. El anillo. ¿Por qué presentía que el anillo era justamente de lo que hablaba Luna cuando le aconsejó que recorriera de pies a cabeza el callejón mágico japonés? De no tener el anillo no habría escapado a su secuestrador y de no ser por el consejo de Luna no habría entrado en la tienda de artilugios y no se habría comprado el anillo.
Cada vez estaba más convencida de que Luna, si no era vidente, tenía un atisbo de dicho don. ¿Quería eso decir que Luna sabía lo que iba a pasar y había dejado que pasara por algún motivo en lugar de avisarla del peligro? ¿O, simplemente había sabido que algo iba a pasar, pero no el qué? Fuera como fuera dio gracias a Luna silenciosamente puesto que el anillo, a pesar de que no lo controlaba del todo todavía, le había salvado la vida.
—Bienvenida a Gin no Umi. ¿En qué puedo ayudarla?
—Me han comentado que aquí podía comprar un mapa.
—Los mapas son gratuitos —corrigió el chico, de aspecto jovial, sentado tras un escritorio—. ¿Quiere uno de la zona o quizás uno más completo?
—Todos los mapas que tenga.
El chico ni pestañeó ante su petición. Se preguntó si los civiles estaban insensibilizados a cualquier cosa más o menos extraña considerando que cualquiera podía controlar los elementos con su chakra y un poco de entrenamiento. Cogió los mapas, examinándolos con detenimiento, y vio que Mamoru no le había mentido. El país de donde venía era el del Fuego y ahora se encontraba en el país del Mar. Más al sureste estaba el país del Agua y 8 países pequeños rodeaban el país del Fuego; uno de ellos con un nombre tan absurdo como el país del Sonido. Había mucho ruido allí o qué, se preguntó mentalmente con incredulidad, risa y una pizca de locura.
No podía estar pasando… Realmente ya no estaba en Tokio. No estaba en Japón. No estaba su puñetera dimensión o realidad o lo que fuera. ¿Dónde estaba? ¿Cómo iba a volver? Empezó a desesperarse cuando se admitió, por primera vez en horas, estar perdida. No sabía ni por dónde empezar a investigar. El único lugar donde había tenido sentido buscar fue donde cayó del cielo y, sin embargo, allí no había nada interesante y, para más inri, había sido secuestrada en ese trozo de bosque.
Se sentó en la arena de la playa, viendo a lo lejos unos niños jugar y a unos pescadores arreglar sus redes sentados en sus botes, y miró al horizonte blanco. No tenía a dónde ir, no sabía por dónde empezar a investigar, no tenía forma de contactar con sus amigos, no sabía prácticamente nada de este mundo… estaba sola. Totalmente sola. Ya no podía depender de Hermione, o de Luna o de Andrómeda. ¿Qué iba a hacer?
—¿Estás bien? —preguntó un niño con curiosidad infantil, cogiendo la pelota que había caído cerca de ella.
—Sí.
—¿Segura, segura? —preguntó de nuevo, acercándose a ella con ojos grandes y brillantes—. Mi mama dice a veces que está bien, pero no lo está.
—… Eres muy listo. ¿Cómo te llamas?
—Enzo.
—Encantada de conocerte, Enzo. Soy Harika. Y no, no estoy bien. Me he perdido y no sé cómo regresar a casa. No sé ni siquiera si puedo —confesó ella. Era la verdad, después de todo.
—Ya…
Enzo pareció meditar sus palabras, pero no supo cómo consolarla. Botó su pelota en la arena un par de veces mientras pensaba, pero Harika cortó de raíz la conversación.
—No te preocupes. Cuando se cierra una puerta, se abre una ventana.
—¿Huh?
—Quiere decir que, las cosas malas también traen consigo cosas buenas —consoló ella al niño. Si tan solo pudiera creerse sus propias palabras…—. Hasta la próxima, Enzo.
Se levantó de allí, queriendo estar sola. El niño no la siguió, sino que volvió corriendo hasta sus amigos después de quedarse mirando su espalda un par de segundos. Caminó playa arriba, dejando atrás a la gente, mientras pensaba.
—Las cosas malas también traen consigo cosas buenas… —repitió, calmándose un poco—. ¿Qué hay de bueno en esto?
En seguida se dio cuenta de que su mayor ventaja era que aquí nadie la conocía, ni sabía de sus poderes. Eso significaba que, si era lista, iba a pasar totalmente desapercibida ante los ojos de todos. Después de todo, ella no tenía chakra así que ante un ninja solo era un civil más. Débil y, por lo tanto, insignificante. No iban a fijarse mucho en ella si no presumía de fortuna o algo que la hiciera destacar por encima de la media. Si se acercaba al daimyo como le había aconsejado su secuestrador estaría poniéndose en el punto de mira de mucha gente. Se dio cuenta en ese momento de que el plan de Mamoru era un buen plan para un civil con poderes porque estaba pensado desde la perspectiva de un ninja. Mamoru no sabía de lo que ella era capaz así que solo la había aconsejado pensando que tenía poderes, pero no que podía usarlos de forma tan diversa. Aunque creyera lo contraria, ella no era técnicamente civil, ni ninja. Era una bruja.
Sonrió al darse cuenta de que tenía el inicio de un plan: no ir a una aldea ninja ni a una capital civil. Si evitaba esos lugares estaría desprotegida ante los civiles o ninjas que pudiera encontrarse por el camino, sí, pero también estaría lejos del punto de mira de un montón de ninjas o de la nobleza civil de esta dimensión. Eso le dejaría más tiempo para investigar lo que le había pasado sin que nadie se diera cuenta. Con lo cual, ya tenía el primer paso de su plan, que consistía en vivir dentro de su maleta el tiempo que hiciera falta.
Volvió de nuevo al mercado, parándose a comprar un montón de comida y a buscar un hostal donde poder pasar desapercibida. Podría adentrarse de nuevo en el bosque con su maleta, pero sabiendo que había ninjas cerca prefería comportarse como lo haría un civil. Por suerte, encontró lo que buscaba con relativa facilidad, aunque, acostumbrada al lujo como estaba ahora, su habitación sin baño le pareció un zulo. Puso unas cuantas barreras para ahuyentar la atención de ninjas y civiles por igual y conjuró un sofá en mitad de la habitación con suelos de tatami de aspecto algo raído.
—Increíble —suspiró, mirando al techo con ojos en blanco—. Un mundo lleno de ninjas y niños soldado.
A los pocos días, cuando descansó lo suficiente y se autocompadeció más de lo que hubiera preferido, empezó a recoger sus cosas para salir del hostal y regresar al país del Fuego. Su investigación no se iba a realizar sola y, visto lo visto, tenía mucho camino por delante que recorrer hasta encontrar la primera pista para regresar a casa.
Como no quería cruzarse con más ninjas decidió usar su forma animal para sobrevolar el bosque. Su primera parada era, como no, el lugar donde cayó. Si bien la otra vez no había encontrado nada quizás era porque no había mirado con suficiente detalle. Buscaría en un diámetro de unos pocos kilómetros, a ver si encontraba alguna cosa interesante. Llegados a este punto cualquier cosa era mejor que nada. Además, ahora que tenía mapas podía marcar los lugares donde había buscado para evitar repetirlos en el futuro.
Mientras volaba se preguntó qué más podría hacer para investigar su problema. En cuanto pensó en qué haría Hermione le vino a la cabeza la imagen de su amiga en la biblioteca y se dijo que quizás Hermione no iría tan mal desencaminada. Tal vez podría encontrar algo importante en alguna biblioteca de este mundo. Después de todo, si ella había usado ese portal para cruzar de una dimensión a otra seguramente otra persona antes que ella había hecho lo mismo. Se anotó mentalmente examinar la fotografía que había sacado de la pintura. No esperaba que sirviera de mucho todavía, pero prefería investigar a fondo el objeto que la había llevado hasta aquí. Se sintió mejor al tener un plan sólido con el que empezar a buscar, por muy cogido con pinzas que estuviera.
Tardó un tiempo en llegar al lugar exacto, pero por suerte se acordaba más o menos gracias al río.
—Y pensar que aquí me secuestraron —susurró, sintiéndose extraña de estar hablando sola, mientras miraba los rastros de su caída y el impacto de su hechizo contra un árbol.
Gracias a la luz del día pudo observar fácilmente todo lo que rodeaba el pequeño claro donde se despertó hacía ya un par de días. No era especialmente espacioso ni había marcas, salvo las que dejaron en la tierra, ni tampoco parecía nada del otro mundo. Era un sitio más en mitad del bosque y, sin embargo, estaba claro que algo especial tenía solo que todavía no sabía qué era. Lo marcó en el mapa, siendo lo más precisa posible, y luego fue rodeando en círculos el lugar.
Usó su magia para camuflarse, para evitar que la percibieran más ninjas, y también para ayudarse a buscar pistas, pero no encontró nada. Una parte de ella sabía que iba a pasar así que no se desanimó tanto como el otro día. Ya no estaba tan desesperada, a pesar de que quería volver, porque una voz en su interior le decía que tarde o temprano encontraría la forma de regresar a casa. No es que extrañara mucho el mundo mágico salvo quizás sus comodidades, pero sí que echaba de menos a su familia. De hecho, de no ser porque tenía amigos y seres queridos en el otro lado quizás incluso le hubiera tentado asentarse en un lugar donde nadie la conocía. Más, teniendo todas sus cosas en su mochila sin fondo.
—Eso quiere decir que debo tranquilizarme —se recordó a sí misma—. Solo es cuestión de tiempo que encuentre algo.
El tiempo pasó volando mientras daba vueltas cada vez más grandes en torno al punto donde cayó. No había marcas ni un templo, pero tampoco esperaba que lo hubiera. Comió, en la orilla del río, uno de los bentos que había comprado antes de salir de la aldea del país del Mar, con la mirada perdida en las aguas cristalinas. Si algo tenía que admitir es que el aire de esta dimensión era puro y fresco. La contaminación de las grandes ciudades parecía brillar por su ausencia así que se preguntó qué tipo de sociedad tenían los ninjas y civiles. ¿Estarían muy avanzados o quizás vivían como antaño? No había visto un solo coche, pero sí que divisó barcos, aunque parecían más del medievo que de la época moderna.
Mientras acababa de comer sacó el mapa del país del Fuego. Lo más sensato era buscar un lugar que contuviera archivos antiguos así que, por lógica, tendría que ir a alguna ciudad algo más grande para poder encontrar dicho lugar o, al menos, a alguien a quien poder interrogar sobre dichos asuntos. Ya había decidido no acercarse a Konoha o a la capital civil así que probaría con otra ciudad grande, pero, si no encontraba ninguna pista tendría que replantearse visitar las capitales, a pesar de que no quería.
La ciudad más grande marcada en el mapa que no era Konoha ni Keishi – esta última la capital civil o también llamada Hi no Kuni Shuto, por lo visto. Mirando el mapa se dio cuenta de que había otra ciudad importante hacia el oeste llamada Mukambe. Al norte de Mukambe estaba Keishi así que tendría que tener cuidado por esa zona considerando que parecía haber todo tipo de ninjas rondando el territorio del país del Fuego.
Decidió ir volando hacia la ciudad más próxima. Según sus cálculos tardaría unas cuantas horas en salir de los alrededores de Joryoku, aldea que no había visitado, hasta llegar a su nuevo destino así que se puso en marcha cuanto antes. A pesar de su vista de águila, literalmente hablando, no vio nada hasta pasado el mediodía. Sorprendida, le pareció ver a lo lejos la estructura de unos ferrocarriles, cosa que la dejó totalmente sorprendida. Voló siguiendo los raíles, sabiendo que tendría que llegar a algún sitio, y en relativamente poco tiempo encontró la ciudad. La había visto de muy lejos, pero sabía que tardaría una hora más en llegar volando, y ya estaba cansada.
Se paró a las afueras, en pleno bosque, para descansar un rato. Se hechizó lo más que pudo para que nadie la percibiera mientras se acercaba lentamente al perímetro de la ciudad. Tenía a la gente tan cerca que casi podía tocarlos. Venían casi todos desde la dirección del ferrocarril así que imaginaba que la parada estaba cerca. La gente reía y charlaba tranquilamente mientras se adentraban por las calles de la ciudad. Curiosamente no había ninjas ni guardias, ni oficina de registro ni nada parecido. ¿Quería decir eso que la gente iba y venía sin más? Le parecía algo extraño, y poco seguro, considerando que estaban en un país ninja… aun así, mejor para ella.
Lo primero que tenía que hacer era cerciorarse de que las identidades o pasaportes no existían y, de existir, falsificar una. Con un poco de magia podría crearse una identidad falsa así que eso no la preocupaba. Le preocupaba más destacar con sus ropas o su dinero. Tenía dos opciones: o adquiría de alguna forma dinero real o usaba dinero conjurado en pequeñas cantidades para nadie pudiera seguir el rastro. El dinero conjurado desaparecería en unos pocos días así que todos pensarían que había sido robado o perdido; si no gastaba mucho dinero de golpe nadie sería capaz de seguir el rastro hasta ella. Además, ahora que lo pensaba, quizás sería más seguro transformarse las facciones de ciudad en ciudad para que nadie pudiera reconocerla.
Unos minutos más tarde, una mujer joven, de altura normal, con ojos castaños a juego con su cabello liso y corto entró en la ciudad sin llamar la atención de nadie. Harika actuó como si nada, con confianza. Sabía que la forma más habitual de llamar la atención era comportarse con nerviosismo. Miró las tiendas y a la gente como una turista más. Después de todo, si dejaba de lado el tema de su investigación, realmente sí que era una turista.
Intentó buscar una biblioteca, pero solo encontró un pequeño edificio con libros a la venta. No fue sino hasta que le preguntó a un aldeano que este le indicó otro edificio, uno gubernamental, donde supuestamente se encontraba la biblioteca de la ciudad.
—El cuidado de los libros corre a cargo del gobierno así que se encuentran en el mismo edificio del alcalde.
—¿Podría indicarme dónde está ese edificio?
—Por supuesto. Es ese edificio de ladrillos rojos —señaló con un dedo a uno de los pocos edificios que no estaba construido íntegramente con madera.
—Muchas gracias.
—Ni te molestes. Que tengas un buen día.
—Igualmente.
Nadie le impidió revisar los libros que había archivados en la biblioteca de una planta de Mukambe así que se pasó el resto de la tarde mirando libros y pergaminos, diarios e incluso examinando fotografías en blanco y negro y recortes de diario. Era muy interesante. Solo con los diarios pudo comprender muchísimo más sobre dónde y cuándo se encontraba en comparación con su dimensión de origen. Este mundo ninja era una mezcla entre lo antiguo y lo moderno; existían los cines, las televisiones, las radios, los trenes y aparatos médicos y, sin embargo, no existían los aviones ni gigantescos barcos de crucero, ni coches ni impresoras. No acababa de entender por qué algunas cosas sí existían y otras no, pero suponía que algún motivo económico debía tener. Después de todo, si fabricar coches fuera beneficioso económicamente hablando estaba segura de que se fabricarían.
Por supuesto, como no tenía una pizca de suerte, los ordenadores e internet no existían. Hubiera sido demasiado pedir. Por suerte para ella, a pesar de que se cansó de solo pensarlo, estaba acostumbrada a llevar a cabo sus investigaciones con pluma y pergamino. Tardaría mucho más, pero no iba a dejarse amedrentar por las condiciones adversas. Sobre todo, ahora que tenía un objetivo en mente.
Notes:
¿Cuántos capítulos creéis que faltan hasta que Harika y Shikamaru se conozcan? Os leo.
Chapter Text
Su camino por el país del Fuego en busca de bibliotecas, archivos secretos o librerías fue lento. Mukambe le sirvió para aprender más del mundo, pero no para encontrar una sola pista sobre su misterioso desplazamiento dimensional. Tampoco encontró nada en la siguiente ciudad, ni en las pequeñas aldeas que fue descubriendo entre ciudades mientras sobrevolaba los gigantescos bosques, montañas y ríos.
Los días fueron pasando. Luego pasó una semana y luego otra… el tiempo volaba y no notaba que estuviera más cerca de regresar a casa. Si bien no se sentía tan desesperada por estar sola en un lugar desconocido ya que ahora tenía información para pasar desapercibida, eso no significaba que quisiera quedarse mucho más tiempo.
Pasó noches en vela preguntándose si Luna, Tina y los demás estarían buscándola por las calles de Tokio. Si habrían encontrado algo, un rastro, o lo que fuera que los condujera hacia el maldito templo abandonado que contenía el portal a lo desconocido. Se preguntaba si Hermione, Ron y Andrómeda sabían ya que había desaparecido, si lo habrían dejado todo en Reino Unido para unirse a su búsqueda. No sabía qué era lo que peor le sentaba… si pensar que estaba haciendo sufrir a sus amigos con su desaparición o pensar que quizás, si no regresaba en meses, la darían por muerta y volverían a sus vidas como si nada.
Ese pensamiento la impulsaba a quedarse hasta bien entrada en la madrugada mirando las copias de documentos y libros que había hecho a escondidas en busca de algo que hubiera pasado por alto, algo que no hubiera apuntado en su diario de páginas infinitas donde estaba recopilando toda la información que creía que era importante o que podría servirle de algo.
—Al menos no tengo que preocuparme por tener un lugar dónde vivir… —suspiró y comentó para sí misma en voz alta, mirando los invernaderos que había instalado hacía semanas.
Cuando compró la tienda de campaña y su maleta-casa nunca pensó el gran alivio que le proporcionarían. Las había comprado para vivir en la intemperie, durante el tour de magizoología de los Scamander, pero ahora que se encontraba en un lugar donde no tenía ni dinero muggle era increíble lo reconfortante que era tener su propia casa.
—Necesito dinero —se dijo para sí misma—. Me pregunto cuánto me darán por un galeón de oro.
Al día siguiente volvió a salir del bosque para entrar en Shukuba. Se había estado quedando en los alrededores, prefiriendo no tener que transformar más dinero muggle, pero ya era hora de convivir entre los aldeanos. Cada vez encontraba a más ninjas así que no podía permitirse que notaran como cada día salía del bosque y paseaba por la ciudad; cualquiera se preguntaría por qué no se hospedaba en la ciudad como cualquier turista y eso podría generarle preguntas incómodas.
Shukuba era una ciudad con gran cantidad de locales, los que más abundaban eran los bares y casinos. Debido a esto también había varias tiendas de empeño y de compra venta de oro, cosa que le venía como anillo al dedo. Entró en una de ellas, viendo como había más de una persona ojeando joyería de oro y vendiendo pendientes en busca de dinero fácil que gastar en las máquinas tragaperras.
—Bienvenida a compra-venta de oro del distrito sur. ¿En qué podemos ayudarla?
—Me gustaría cambiar este medallón de oro.
La moneda de oro de Gringotts había sido ligeramente modificada. Sabía gracias a sus viajes y lecturas de libros y periódicos que las monedas de oro no existían en este mundo. Le resultó algo extraño, teniendo en cuenta que esta dimensión parecía tener características similares a un Japón de la época Edo. Al parecer, usaban bronce, cobre y, en ocasiones especiales, plata. Por lo tanto, un galeón como moneda iba a llamar la atención en seguida. El oro de Gringotts se podía transformar, pero nadie lo hacía ya que, por un lado, estaba penado usar el oro en tiendas muggle y, por otro lado, ¿qué sentido tenía transformar una moneda para gastarlo en un comercio mágico? Gracias a este resquicio legal Hermione había podido encantar un galeón para el Ejército de Dumbledore, y ahora ella haría algo parecido para poder cambiar su oro por moneda muggle.
El dependiente miró el medallón, con agujero incluido para cadena y todo, y silbó. Le dio un par de vueltas entre sus dedos con ojo crítico antes de pesarlo.
—Unos 31 gramos de oro de 24 kilates… Una buena joya —alzó los ojos el hombre, luego levantó una ceja—. ¿Está segura de que quiere deshacerse de esto?
—Totalmente segura.
—Muy bien entonces. Veamos… Un gramo de oro de esta calidad son 400 ryo así que por este medallón obtendrá… Unos 124.000 ryo. ¿Qué le parece?
—Genial.
La transacción duró bien poco. Se sorprendió al ver que no le pedían identificación ni nada parecido. No es que tuviera un pasaporte o carnet, pero sí que se había preparado para confundirlo con un hechizo. Salió de allí con unos cuantos fajos de billetes que guardó en su monedero mágico. Había comido un plato de ramen en Mukambe por 5 ryo así que sabía que el dinero que tenía le duraría bastante tiempo. Intentaría no comerse las provisiones de su maleta comiendo en restaurantes y pasaría más desapercibida hospedándose en las ciudades.
Shukuba, como no, no tenía documentos importantes que pudieran serle de ayuda. Una parte de ella ya se había hecho a la idea de que así sería así que solo suspiró con un atisbo de decepción y entró en un onsen para relajarse un poco. La gente pasó de ella, a excepción de alguna que otra mirada en su dirección. Era refrescante ser un don nadie. Lo único que le impedía tomarse su caída como unas vacaciones era saber que no podía contactar con sus seres queridos para decirles que estaba buscando el camino de vuelta. Era como una espina clavada en el costado que le dificultaba respirar a veces.
—¿Estás bien?
La voz de una anciana la sacó de sus ensoñaciones. La observó, a unos metros de distancia, y asintió.
—No lo parece, muchacha. ¿Problemas de amores?
—No —rio un poco al escucharlo—. No puedo volver a casa.
—Seguro que tarde o temprano se arreglará. Todas las cosas terminan arreglándose.
—… ¿Y si no se arregla?
—Entonces, ¿qué sentido tiene preocuparse de algo que no puedes cambiar?
—Ya. Supongo que es cierto —contestó de mala gana. Podía ser cierto, pero eso no significaba que le gustase reconocerlo—. Gracias.
La anciana y aquel niño querían ayudarla de buena fe, pero sus palabras no le servían de mucho. Lo que necesitaba no estaba al alcance de la mayoría de personas. Ni siquiera del suyo, y eso que tenía poderes sobrenaturales.
…
Los días pasaron lentamente mientras peinaba las bibliotecas y librerías de las aldeas más cercanas mientras caminaba hacia el norte. No encontró nada interesante, pero sí que gastó un poco del oro que había convertido en dinero muggle. Pensar en el galeón de oro de Hermione le hizo darse cuenta de que quizás podría enviarle un mensaje a su amiga, y eso intentó, pero sin éxito. Era decepcionante darse cuenta de que Hermione no parecía estar recibiendo su mensaje, pero ya se había imaginado que iba a ser difícil o casi imposible. De algún modo, parecía como si esta dimensión estuviera totalmente cerrada a su dimensión de origen.
No pudo usar hechizos de localización, ni pudo enviar un mensaje con el galeón. Ni siquiera su mensaje en Patronus surtió efecto. Fuera como fuera, parecía que solo podía desplazarse ella físicamente a través de un portal. Uno que había desaparecido. Había pasado casi un mes desde que había desaparecido de Tokio para aparecer aquí, y seguía igual de perdida en lo que respectaba a cómo volver. Aun así, aunque estaba ansiosa por volver, no había perdido ni una pizca de esperanza. De algún modo, sabía que regresaría solo que todavía no sabía cómo.
Su camino desde Shukuba la llevó más al norte, a Naga, otra ciudad de provincia del país del Fuego. Había esperado que todo fuera como hasta ahora: camino y más camino, charla con algún que otro viajero, exploración de la ciudad y de su biblioteca, decepción por no encontrar nada y luego un día de consuelo para recuperar los ánimos. De hecho, esto último era lo que más dinero le había consumido a lo largo del mes ya que los onsen, casinos y spas no eran gratis. Aun así, el coste de vida era tan barato que no había gastado los ryo que ganó con ese único galeón a pesar de que no había sido prudente al comprar comida y servicios.
El caso era que las cosas no se dieron como ella esperaba ya que en cuanto se fue acercando a Naga, pasando por alguna pequeña aldea primero, empezó a escuchar estruendos y gritos en pleno bosque. Miró a todos lados, pero no había nadie cerca. No le extrañó ya que solía adentrarse por el bosque, aunque relativamente cerca de los caminos, cuando necesitaba estar sola. Aun así, esta era la primera vez que percibía la presencia de alguien más adentro si cabe en el bosque. No creía que fueran civiles así que seguramente serían ninjas. Sobre todo, teniendo en cuenta los gritos de dolor.
Dudó sobre qué hacer, pero una vez más su curiosidad fue demasiado grande como para dejarlo estar. Se encontró volando hacia el lugar de los hechos, escuchando más y más cerca los gritos entre la maleza, hasta que se topó con lo que parecía ser una pelea entre ninjas rivales. Después de pocos segundos de observación, comprendió la gravedad de la situación al ver en el suelo lo que parecían ser 4 cadáveres de ninjas, cubiertos de sangre y agujeros en el torso. Le revolvió el estómago ver, después de un segundo vistazo, el agujero en la cara de uno de ellos; lo habían apuñalado en el ojo.
Los únicos vivos eran otros dos hombres, y lo decía de forma generosa ya que uno de ellos parecía más bien un adolescente o un joven adulto que un hombre con barba como su enemigo. No pudo verlos muy bien ya que con su velocidad superior apenas paraban quietos un segundo antes de volver a desaparecer. Lo que sí que escuchó fue el sonido metálico de los kunais ninja chocar y le pareció escuchar la respiración profunda y cansada de ambos. Entonces, vio un tronco volar de la nada siendo arrastrado por lo que parecía ser una tela negra traslucida. El tronco impactó contra uno de los ninjas y, acto seguido, la pelea terminó abruptamente.
Desde la rama de su árbol, escondida entre las hojas, vio a ambos ninjas. El mayor, un tipo de aspecto agresivo y desaliñado, con una mueca terrorífica en la cara, estaba tendido en el suelo. Tenía el tronco que lo había derribado sobre las piernas, como si no pudiera levantarse por su peso. A juzgar por lo que sabía de los ninjas dudó que realmente no pudiera deshacerse del tronco, y se preguntó qué estaba pasando que no estaba viendo.
El otro ninja, un chico que seguramente debía tener la mitad de la edad del otro, jadeó un par de veces, pero rápidamente recuperó el aliento. No podía verle la cara ya que estaba de espaldas, pero sin duda alguna le debía sacar una cabeza de altura a ella. Tenía el cabello castaño recogido en una coleta pequeña, y vio como llevaba un pendiente plateado en una de las orejas. Vestía con el mismo uniforme que el ninja de Konoha, aquel que había visto en el país del Mar, así que dedujo que era también de Konoha. Lo único que podía ver de él, además de su espalda, era su cogote perlado de sudor.
—Ninjas de Konoha siempre metiéndoos donde no os llaman —espetó el ninja todavía tirado en el suelo.
Harika pestañeó al darse cuenta que, mientras observaba al chico joven, el mayor no había movido un músculo. Seguía en la misma postura en la que fue derrumbado así que eso le picó más aun la curiosidad. El chico joven suspiró profundamente, no de cansancio por la pelea, si no por exasperación. Todo en su postura gritaba lo aburrido que estaba y lo muy poco que parecía querer estar allí. Dio un vistazo por encima de su hombro, observando a los cadáveres, y volvió a suspirar, aunque esta vez le pareció que lo hacía por tristeza.
—Ninjas exiliados como tú nos dais una mala reputación a todos —comentó el chico joven, avanzando hasta su enemigo caído en el suelo a paso confiado—. De todas las cosas que podrías hacer, ¿en serio te pareció buena idea secuestrar a civiles para traficar con ellos?
—¡Já! ¡Cómo si te importara! Solo estás aquí porque te lo han ordenado, y te pagan por ello. De lo contrario me gustaría ver si hubieras movido un dedo para ayudar a esos civiles.
—No tiene sentido seguir hablando contigo. Sea como sea, ahora eres mi prisionero —contestó con voz cada vez más monótona y aburrida—. En la cárcel pagarás la muerte de mis compañeros, tenlo por seguro.
El otro ninja, un exiliado al parecer, no dijo nada. Harika lo observó todo desde su rama, en silencio, sintiendo rabia porque ese hombre tendido en el suelo hubiera usado a gente indefensa para traficarlos, y un atisbo gratitud porque el otro chico los hubiera salvado. Se dio cuenta de que, a pesar de que no le gustaba del todo los ninjas debido a sus morales… flexibles, algunos de ellos parecían tener principios. Una diminuta voz en su mente, una que se parecía ridículamente a la de Hermione, se preguntó si realmente los había salvado por compasión o si lo que había forzado su mano había sido el dinero. En ese mismo momento no quiso pensarlo con más detenimiento, pero no iba a olvidarlo.
El chico joven se acercó a su enemigo caído con lo que parecía ser un kunai en la mano y unas esposas grandes y robustas que contenían kanjis japoneses que pudo leer desde lejos. Los ninjas eran fuertes así que dudaba que algo de metal, tan endeble como esas esposas, fueran de mucha ayuda. A no ser que estuvieran hechizadas, o como lo quisieran llamar aquí, para retener a su enemigo de alguna forma.
El ninja de Konoha no dijo nada mientras se acercaba a paso confiado hasta su enemigo, todavía tendido en el suelo. El ninja exiliado lo miró con desdén, pero siguió aguardando su destino en silencio. Solo cuando el chico joven alargó una mano, muy cerca ya de su cuerpo, sonrió con ojos brillantes y le escupió algo que no logró ver. En menos de 5 segundos pasó una serie de sucesos que tardó en comprender: el chico joven ahogó una respiración mientras se llevaba una mano al cuello y se arrancaba lo que parecía ser una diminuta aguja, la tela negra que sujetaba al ninja exiliado se deshizo y éste saltó del suelo mientras blandía un kunai en dirección al chico.
Harika solo pudo ver como se lo clavaba en el costado sin que le diera tiempo a reaccionar. El chico joven, a pesar de haber sido atacado un par de veces en menos de un minuto, consiguió contraatacar y le clavó lo que parecía ser una especie de sombra o tela, no lo tenía claro, en el cuello de su enemigo. Ambos cayeron al suelo: el mayor muerto y el joven al borde de la muerte. En cuanto escuchó el sonido de ambos cuerpos caer al suelo pestañeó, salió de su shock y se transformó en humana después de planear los pocos metros que la separaban del suelo.
El exiliado solo pudo contemplarla un par de segundos con ojos nublados antes de morir, sangrando copiosamente por su herida profunda en la garganta. El otro chico… ni siquiera estaba consciente.
Allí mismo, en el suelo, le tapó la herida con su magia y sacó corriendo de su maletín de pociones una poción regeneradora de sangre. En pocos minutos la herida dejó de sangrar copiosamente y recuperó algo de color en su previamente rostro pálido. Aun así, no tenía ni idea de cómo curarle la herida del costado.
—Será mejor que me vaya de aquí cuanto antes —se dijo a sí misma, viendo los cadáveres esparcidos entre la maleza.
Cogió todos los cuerpos, empequeñeciéndolos, y levitó a su paciente medio muerto. Desapareció a un lugar cercano, pero más remoto, donde se había quedado a dormir esa noche en la intemperie. Allí sacó su tienda de campaña, una que ya no usaba y que le importaba menos romper en caso de que el ninja se despertara antes de lo previsto, y entró con el cuerpo levitando tras de sí. Lo depositó en una camilla transformada a partir de su mesa de comedor.
—Demonios, ¿¡otra vez!? —exclamó cuando vio que había vuelto a palidecer y que su herida seguía sangrando lentamente.
Entonces, se percató de la herida pequeña, pero de color liliácea que tenía en su cuello. Tenía que ser eso que le clavó aquel tipo. Seguro que era una aguja o algo parecido. No tenía tiempo de buscar el hechizo diagnóstico así que le hizo tragar con su magia un bezoar por si se tratara de algún tipo de veneno. Seguidamente, le dio otra poción regeneradora de sangre, le quitó la ropa dejándolo en ropa interior y luego lo limpió mágicamente. No quería que muriera de una infección después de usar tantas pociones valiosas en él.
Cuando lo tuvo más o menos estable supo que tenía que darse prisa en buscar esos libros de medicina. No tenía ni idea de qué le pasaba ni qué tenía que hacer para ayudarlo a no morir, pero teniendo en cuenta de que se encontraban al oeste del país del Fuego muy lejos de ciudades grandes o de la aldea ninja estaba claro que la mejor esperanza para sobrevivir que tenía este ninja era ella. Casi rio en voz alta al darse cuenta de ello.
—Veamos…. Hechizo diagnóstico, hechizo diagnóstico —murmuró una y otra vez mientras miraba el índice del libro de sanación. Era un gran compendio así que esperaba encontrar algo rápido—. ¡Ahá! Diagnosio.
El hechizo invocó un pergamino que se fue llenando poco a poco. En seguida se dio cuenta de que era un historial clínico desde su nacimiento, cosa que ahora mismo no le interesaba. Esperó un minuto hasta que finalmente alcanzó el final del pergamino y leyó las palabras técnicas que describían una puñalada en el costado. Lo que más la preocupó, después de descifrar la jerga médica, fue que parecía tener el bazo afectado y una ligera hemorragia interna. Por suerte, el hechizo diagnóstico también señaló que esta última parecía estar remitiendo, o al menos, estable. Seguro que eran las dos pociones que le había dado. Además, tal y como había pensado, había sido envenenado con un veneno de efecto anticoagulante.
De no haber estado ella allí la puñalada habría sido suficiente para matarlo de forma lenta. Por suerte para el ninja de Konoha, el destino lo había puesto en su camino.
…
Su rescate improvisado sufrió modificaciones a medida que pasaron las horas y se dio cuenta de lo que había hecho.
Por un lado, el ninja tarde o temprano despertaría. Harika había jurado no mezclarse con los ninjas y evitar que descubrieran sus poderes así que, a no ser que quisiera tirar sus planes por la ventana, no podía dejar que viera su tienda mágica. No le quedó otra acercarse a la aldea más cercana, una pequeña llamada Zanjo que apenas tenía 2000 habitantes, y buscar una cabaña o algo parecido de alquiler. Por suerte, el dinero siempre abre muchas puertas y apenas le costó unos cuantos pocos miles de ryo hacerse con una cabaña de madera a las afueras; una que habían usado como refugio los guardabosques y que ahora estaba destartalada.
Por otro lado, dejó los cuerpos muertos de los ninjas donde los había encontrado, aunque cubiertos con una sábana. Podía mantenerlos transformados y empequeñecidos, pero eso generaría muchas preguntas. Sería mejor decirle a su paciente que lo había encontrado malherido y que los cuerpos los había movido para que no se los comiera un animal o algo parecido mientras él no despertaba.
En cuanto a la sanación en sí… cuanto menos se hable de ella, mejor. Estaba claro que si quería ser sanadora en el mundo mágico iba a necesitar mucha práctica y estudio. Afortunadamente, tenía muchos libros y pociones, y una persona herida con la que practicar. Tardó un rato largo, pero al final su hechizo diagnóstico le había asegurado que su paciente viviría.
Lo malo es que no despertaba. No sabía si era por el veneno o si simplemente estaba exhausto, pero llevaba un día durmiendo y todavía no había abierto los ojos. De no ser porque tenía su magia para alimentarlo y desvanecer la orina… No quería ni pensar cómo sería sondarlo sin ningún conocimiento médico. Se estremeció de solo imaginarlo.
Le limpió las ropas, pero no se las reparó. Preparó una cama para ella, otra individual, puesta paralelamente a la cama de su paciente, y se tumbó. Las barreras mágicas la alertarían de cualquier cosa así que se relajó en su cama transformada a partir de un par de maderas podridas. No tenía sueño, ni podía hacer nada más por el ninja, así que se dedicó a mirar al techo con la mirada perdida mientras pensaba en todo lo que había pasado en menos de 24 horas. En ese preciso instante se dio cuenta de que había pasado todo ese tiempo sin pensar ni una sola vez en su regreso a casa, y aunque ahora estaba pensando en ello al recordarlo, extrañamente se sentía menos triste. Irónicamente, el hecho de sentirse menos triste por no haber pensado en su desaparición la hizo sentirse culpable. Si Armand pudiera leerle la mente ahora mismo le apuntaría otra sesión de terapia.
Suspiró calladamente, poniéndose de lado para descansar su dolida espalda, y se fijó de inmediato en el hombre tumbado a escaso metro y medio. No se había percatado mucho de él teniendo en cuenta que lo habían apuñalado casi mortalmente, pero ahora que estaba fuera de peligro y que no tenía nada que hacer se encontró observándolo con mucha curiosidad. Era el primer ninja, que no quería matarla sin conocerla, que veía tan de cerca.
Debía admitir que era apuesto. No tenía el típico rostro de un modelo de pasarela, pero algo en él era extrañamente atractivo. Nunca se había fijado en hombres de cabello largo y, sin embargo, aquí estaba mirando a un hombre inconsciente semidesnudo, tapado solo con una sábana y una manta fina. Tenía que reconocer que su cabello castaño, rozando libre sus hombros musculados y marcados por el entrenamiento, sus facciones finas pero masculinas y su cuerpo esbelto, pero cuidado eran un regalo para los ojos.
Nadie podía negar que el físico de los ninjas era impresionante, y eso que este ninja debía ser un adulto muy joven. Como ella. No podía imaginarse a Draco Malfoy entrenando su cuerpo día sí y día también hasta parecer un atleta olímpico como el chico que tenía delante de sí.
—¿Qué demonios estás haciendo, Harika? —se preguntó mentalmente, dejando de observar a su paciente para volver a mirar al techo.
Se estaba comportando como una colegiala. Justo mientras se estaba recriminando su comportamiento extraño, las barreras la alertaron de que estaba despertando. Sin pararse a pensarlo un par de veces, giró el rostro y lo miró. Se quedó sin aire cuando sus ojos verdes chocaron de frente con unos ojos color avellana. Se observaron mutuamente sin decir nada. Aunque hubiera querido no podría haber apartado su mirada. Era como si esos ojos casi felinos la tuvieran presa. Vio en su mirada casi la misma sorpresa que ella estaba sintiendo. Ni siquiera pestañeó mientras la observaba como si-… no sabía cómo, ni qué vislumbró en sus ojos, pero algo había sucedido.
Entonces, le pareció ver un atisbo de dolor en su rostro y supo que las pociones debían de haber dejado de hacer efecto. Se levantó de un salto, siendo observada por él en todo momento. Remeneó entre su maletín de pociones y le tendió el vial de poción correspondiente, pero no lo cogió.
—No voy a envenenarte. Mira —dijo ella, tomando un sorbo de la poción—. ¿Ves?
Durante unos segundos nadie dijo nada hasta que él se intentó incorporar para tomarse la poción. Antes de que pudiera hacerse más daño, considerando que la puñalada se la dieron en el costado, se encontró a su lado sentándose en la cama y aupando su torso con delicadeza. Era la primera vez que lo tocaba estando él despierto, y sin que su tacto estuviera destinado a curarlo. Le pasó el brazo por los hombros para ayudarlo a levantarse, cogiendo su hombro izquierdo para empujarlo. En cuanto lo tocó sintió un cosquilleo recorrerle la piel y sus miradas volvieron a encontrarse. Esta vez… a escasos centímetros.
Evitó tragar nerviosamente. Estiró el vial para que él lo cogiera, preguntándose si lo aceptaría o si intentaría examinarlo antes. Para su sorpresa, se lo cogió con delicadeza y se lo tragó sin hacer una sola mueca. Estaba claro que los ninjas estaban hechos de otra pasta; a ella le había costado casi 8 años acostumbrarse al sabor nauseabundo de las pociones.
En cuanto se lo tomó, suspiró. Su expresión se relajó mínimamente y ella lo vio, y supo que debía haber estado sintiendo dolor todo este rato sin que ella lo supiera. Quizás frunció el ceño más de lo normal o sus ojos la delataron porque se dio cuenta, con algo de estupefacción, que él había deducido lo que acababa de comprender hasta tal punto en que la consoló con apenas dos palabras.
—Estoy mejor.
Harika no se sobresaltó, aunque mentiría si dijera que su corazón no había latido un par de veces antes de calmarse al escuchar su voz tan de cerca. Curiosamente, se tumbó con lentitud hasta quedar de cara al techo como antes, pero con su brazo derecho rozando sus rodillas sobre la cama. Le tapó con la sábana y luego con la manta, arreglando las cobijas a lado y lado para que no le diera frío. En cuanto alzó la vista se dio cuenta de que la había estado observando con ojos cada vez más pesados, pero brillantes, como si estuviera pensando en algo. Ella sonrió con diversión al darse cuenta de que estaba luchando contra el sueño.
—Duerme —susurró—. Yo cuidaré de ti. Te lo prometo.
Sus párpados se fueron cerrando sobre esos ojos que la miraban fijamente hasta que, por fin, se durmió de nuevo. Harika se dio cuenta de que estaba sentada en su cama, a su lado, velando a este extraño como si fuera un amigo de toda la vida y volvió a darse cuenta de que se había olvidado, otra vez, de su pequeño gran problema. De no haber cerrado sus ojos, de no haberla liberado de su embrujo, ¿se acordaría de nuevo de que aquí era una extraña? Se tumbó en su cama mirando al techo, preguntándose qué estaba pasando con ella…
Notes:
¿Sorprendidos? Esta historia no es tan slow burn como la otra, amig@s. No voy a desvelar nada sobre las edades ni el contexto en el mundo ninja ya que forma parte de mi plan. Espero que os guste. Estoy deseando que llegue la siguiente actualización. Creo que os sorprenderá.
¿Qué pensáis que ha pensado Shikamaru al ver por primera vez a Harika? ¿Sorpresa, interés o, quizás,... algo más? Os leo.
😚
Chapter 9: Parte I - IX
Chapter Text
El hombre resultó llamarse Shikamaru. Fue lo primero que le dijo cuando despertó a la mañana siguiente, mucho mejor que el día anterior, aunque todavía resentido de sus heridas. Harika volvió a darle una poción y él la bebió sin contemplaciones, ante su ceja alzada.
—Si hubieras querido matarme, ya lo habrías hecho, y si necesitases algo de mí, no me matarías.
—Hmmm… —musitó ella, sorprendida ante su aplomo. Estaba totalmente confiado de su deducción—. Eres listo.
El labio superior de su invitado se estiró en una pequeña sonrisa que lo hizo ver aún más atractivo si cabe. No había nada más intrigante que un hombre confiado de sus capacidades.
—Me lo dicen a menudo.
—¿También te dicen que eres humilde?
Shikamaru se rio en voz alta un segundo. Luego paró de reír abruptamente, como si no pudiera creer que estuviera riendo. Aun así, sus labios temblaron un instante como si estuviera conteniendo la risa. Los ojos avellana de Shikamaru parecían mucho más brillantes cuando reía y ella, que no podía evitar observar todas las pequeñas diferencias y nimiedades en él, se lo dijo.
—Deberías reír más.
Él pestañeó, meditando sus palabras honestas. Estuvo rumiando unos minutos algo. No sabía qué era lo que le había movido tanto de su declaración, pero parecía estar cavilando algo fuertemente. Finalmente, suspiró. Era el mismo suspiro que había escuchado en el claro, cuando batallaba con ese otro ninja rodeado de los cuerpos de sus compañeros de equipo. Entonces, como si le costara admitirlo, habló en voz baja mientras miraba por la ventana abierta de la cabaña.
—A menudo no tengo nada de lo que reír.
—¿Por qué lo dices? —preguntó ella, con curiosidad y sorpresa.
—Por nada.
La expresión un tanto agria de Shikamaru la sorprendió aún más. Parecía verdaderamente hastiado por algo, algo que no quería contarle. No le extrañaba puesto que eran desconocidos, pero aun así quiso distraerlo para que lo olvidara.
—Mi nombre es Harika.
—… Harika —susurró Shikamaru, para sus adentros, luego la miró fijamente—. Gracias por haberme rescatado. Y por haberme curado.
—De nada. Te dije que cuidaría de ti.
Shikamaru la observó de nuevo con detenimiento. Entonces, intentó sentarse de nuevo y ella volvió a ayudarlo. Abrió la boca un segundo, y luego la cerró. Harika tenía el extraño presentimiento que iba a negarse a aceptar su ayuda, pero finalmente dejó que lo aupara por los hombros mientras observaba su herida rojiza en el costado. Cuando levantó los ojos de la herida se topó de frente con los ojos avellana de Shikamaru, quien la miraba otra vez con expresión inescrutable. Solo entonces se dio cuenta de que seguía medio desnudo y carraspeó la garganta para hablar. Esta vez se recompuso mucho más rápido que el día anterior.
—Te he lavado la ropa. Solo hay agua fría, pero puedo calentarte agua para que laves un poco.
—Gracias.
Ella asintió. Se levantó de la cama para darse la vuelta, cuando una mano cogió la suya al vuelo. Se giró para mirarlo por encima del hombro, sorprendida, y vio su rostro serio.
—Me has salvado la vida, pero te pusiste en peligro. ¿Por qué?
—¿Crees que podría dejar a alguien morir si puedo hacer algo al respecto?
—Podrías haberle ayudado a él. Ambos somos, éramos, ninjas.
—Él traficó con seres humanos —siseó ella al recordarlo. Shikamaru pareció entenderlo todo con esa mísera frase.
—¿Y quién te dice que yo no haría lo mismo si me pagaran y me lo ordenaran?
—¿Lo harías? —preguntó ella, dándose la vuelta al completo y mirándolo con toda su atención.
—…No.
—Son nuestras elecciones las que demuestran como somos, más que nuestras habilidades.
Shikamaru pestañeó, sorprendido, y le soltó la mano. Harika odiaba a veces a Dumbledore, pero alguna de su sabiduría era innegable. Shikamaru y el otro ninja eran ninjas, pero claramente de moral distinta. Lo había visto en su semblante cuando observó con tristeza los cadáveres de sus compañeros, o cuando sus palabras rezumaban determinación cuando habló de que el criminal soportara la justicia de la cárcel, y no su venganza. No conocía a Shikamaru, pero los actos hablaban mucho más de una persona que las palabras. Podría haber asesinado a ese hombre cuando lo tenía en el suelo sometido con sus poderes, pero no lo hizo porque Shikamaru era justo.
Lo dejó lavándose mientras terminaba la comida. Sabía que tardaría un tiempo en recuperarse de las heridas, sobre todo porque ella no lo había sanado del todo. Iba a ser difícil de explicar que una puñalada se hubiera curado de la noche a la mañana así que había tenido que usar un hechizo de costura para hacer ver que era civil. Podía caerle bien y parecerle atractivo, pero Shikamaru seguía siendo un extraño.
—¿Qué ha pasado con mis compañeros? ¿Con el otro ninja?
—Los dejé en el claro, cubiertos. Imagino que siguen allí.
Shikamaru asintió con expresión seria, vistiendo una vez más su uniforme y sus armas, salvo el chaleco rígido de color verde. Seguramente no le había sentado nada bien a su herida una prenda tan dura como esa. Una parte de sí se decepcionó al ver su cabello en una coleta, pero debía reconocer que el jersey de cuello alto, negro, ajustado era igual de atractivo en él. Es más, ahora que lo veía vestido como el ninja que era comprendió lo apuesto que era como si la hubiera abofeteado.
Suspiró, recomponiéndose de sus pensamientos extraños, y se sentó frente a Shikamaru, en su propia cama. Le entregó la bandeja con la comida, teniendo ella también otra bandeja, y se pusieron a comer. Se preguntó qué pasaría ahora, qué había sucedido para que llegaran a una confrontación mortal, qué había pasado con los humanos que habían sido traficados… Ardía en deseos de preguntarle, pero sabía lo irritante que era que la cuestionaran y metieran narices ajenas en sus asuntos, así que se mordió la lengua para no hablar.
Lo miró con intriga, pero en silencio. Aun así, eso pareció ser suficiente para Shikamaru porque alzó la mirada de su comida como si supiera que lo estaba observando y clavó sus ojos en los suyos. Luego sonrió una diminuta sonrisa y bufó una risa.
—Te va a salir humo de las orejas a este paso.
—¡No es verdad!
—Lo que tú digas… —bufó otra risa, comiendo otro trozo de pollo y arroz—. Sé que te mueres de curiosidad.
—Cualquiera sentiría curiosidad.
—Te aseguro que la mayoría de civiles huirían despavoridos antes que preguntarme cómo acabé con una puñalada en el costado.
—La mayoría de civiles —asintió ella, encogiéndose de brazos. Ella era una bruja—. Yo no.
Shikamaru la observó en silencio un par de segundos, y asintió también.
—Sí. Me ha quedado claro que no eres como los demás. Ningún civil se habría preocupado, molestado… o hubiera sido tan estúpido como para espiar mi combate y luego cargar con mi cuerpo moribundo cientos de metros a través del bosque.
—¡Hey! A ver quién te cura tu siguiente puñalada.
—¿Quién dice que estarás ahí para curarme la siguiente puñalada? —sonrió Shikamaru, divertido ante sus palabras.
—¿Quién dice que no sé usar los cuchillos de la cocina? —replicó ella con desdén, y más diversión—. No sé si te has dado cuenta, pero sé dónde duermes.
Shikamaru rio de nuevo otra carcajada corta. Al contrario que antes, esta vez no se recompuso al instante, sorprendido de sí mismo por haberse reído, sino que siguió riendo por lo bajo. La observó con algo en los ojos que no supo descifrar antes de apartar la mirada a su plato.
Se acabaron la comida en un silencio cómodo, sin nada más que decir. Harika cogió las bandejas y se levantó con la intención de llevarlas a la diminuta cocina de madera. Antes de que pudiera dar un solo paso lejos de la cama, una mano se precipitó sobre su hombro y otra la cogió de la cadera. Ahogó un pequeño grito cuando notó como estaba siendo manipulada hasta caer de espaldas en su cama. Comprendió al instante lo que había pasado cuando vio el rostro de Shikamaru a escasos centímetros del suyo, con ambos brazos a lado y lado de su cabeza.
—Yo también sé dónde duermes —la retó, sin pestañear—. Deberías tener más cuidado.
Harika no gritó ni se movió, estupefacta. Habían estado bromeando, pero esto… Shikamaru la estaba advirtiendo- No. La estaba tentando, como un depredador. La estaba subestimando. Tragó una sonrisa. Alzó su mano izquierda, rozando con la punta de sus dedos el torso cubierto de Shikamaru, observando como sus ojos se entrecerraban casi imperceptiblemente al notar su tacto, hasta que le acunó el rostro. Durante unos segundos se miraron fijamente, sin decir nada. Shikamaru no se apartó de su mano, ni recostó su rostro en ella. Simplemente… aceptó su tacto. Su otra mano…
Alzó su cabeza lentamente. Sus rostros estaban cada vez más cerca, tan cerca que su nariz rozó la suya antes de que sus labios quedaran pegados al lado de su oreja derecha.
—No te tengo miedo —susurró.
Sintió la inspiración errática de Shikamaru, una que habría pasado desapercibida de no ser porque sus labios estaban a escasos centímetros de su oído. Le hubiera gustado seguir jugando con él, pero iba a castigarlo por su osadía. Su otra mano pellizcó la carne cerca de su herida en el costado. El efecto fue instantáneo. Shikamaru dio un pequeño grito de dolor antes de desaparecer de encima suyo. Lo vio tumbarse en su cama con expresión de dolor. Después de todo, no había sido nada cuidadosa.
Se lo quedó mirando, todavía tumbada en su cama, con una pequeña sonrisa. Finalmente, Shikamaru recuperó el aliento y se giró a observarla. Solo entonces se levantó y cogió las bandejas que habían caído al suelo.
—Puede ser que sea estúpida por haberte salvado la vida siendo… civil —sonrió aguantando una risa mientras lo pensaba—, pero veo que no soy la única idiota de por aquí.
Lavó los platos y salió de la cabaña. No estaba enfadada, ni preocupada, pero necesitaba alejarse un rato para recomponerse. En cuanto pensó en porqué sentía la necesidad de distanciarse temporalmente se dio cuenta de que era porque estaba excitada. No tardó mucho en darse cuenta cuando podía sentir como le temblaban las piernas, o como tenía la boca seca, el corazón desbocado y la piel erizada.
Realmente no estaba bien de la cabeza. ¿Quién iba a excitarse cuando la cogían de improvisto de esa forma? ¿Cuándo no había sido precisamente jugando sino más bien como una demostración de peligro? Pensó en un civil cualquiera, uno de tantos que había conocido en sus últimos viajes, y se imaginó pasando la noche con ellos. Y se dio cuenta de que no sentía excitación alguna. ¿La excitaba Shikamaru porque era peligroso o porque era él? Una voz en su mente contestó al instante… ambos.
Se sentó en la hierba, apoyada contra la fachada de madera de la cabaña y miró el cielo cada vez más oscurecido. Pronto podría ver las estrellas en el firmamento y sería noche cerrada, pero, mientras tanto, meditó contemplando las nubes. Al menos lo intentó hasta que la puerta se abrió a pocos metros. No se giró a mirar a Shikamaru, pero sí que escuchó sus pasos lentos.
Entonces, sorprendentemente, se sentó a su lado a escasos centímetros. Lo miró de reojo, pero él también estaba mirando las nubes con expresión contemplativa y ojos distraídos. Como no le devolvió la mirada solo pudo volver su cabeza hacia el cielo para seguir con su meditación. Extrañamente, a pesar de lo que había pasado, no se sentía preocupada por estar a su lado. Incluso sabiendo lo rápido que podía moverse, y hacerle daño, aun estando herido. En silencio ambos observaron la puesta de sol el uno al lado del otro durante un largo rato.
—Sobre lo de antes… —admitió Shikamaru, al rato, sin mirarla—. Quizás sí que soy idiota. Lo siento.
—Está bien mientras no lo vuelvas a hacer.
—Entendido.
Harika giró la cabeza para mirarlo mejor, viendo como estaba reprimiendo una sonrisa cuando, de repente, le llegó el olor característico de la sangre.
—¿Estás sangrando? —preguntó ella, alarmada.
—… Solo un poco.
—Déjame ver la herida.
Shikamaru suspiró con cansancio, pero se giró hasta quedar sentado delante de ella y luego subió su jersey azul enseñándole la herida sangrante. Vio que había cambiado la gasa que ella le había puesto por otra, seguramente cuando se había quedado solo en la cabaña. Le quitó la gasa y vio que había desecho uno de los puntos de sutura al pellizcarle el costado. Al comprender que ella lo había herido, a pesar de haberse defendido de él, se sintió tremendamente culpable.
—Hey. No es culpa tuya —dijo Shikamaru, encogiéndose de hombros—. Me lo merecía.
Harika le miró a los ojos fijamente, sacudiendo la cabeza, pero dándose cuenta de que Shikamaru había esperado el dolor.
—Si hubiera querido hacerte daño no te habría curado.
—…
Notó la mirada contemplativa de Shikamaru en el rostro mientras ella arreglaba el destrozo que había causado. Por suerte, solo fue un punto. Le desinfectó la herida y se la vendó de nuevo, limpiándole el costado de sangre seca. Shikamaru la dejó hacer sin decir nada, pero sin perder detalle. La paranoia debía ser una cualidad intrínseca en un ninja porque se sentía extrañamente estudiada.
—Quítate el jersey. Te lo volveré a lavar. Mientras tanto te dejaré una de mis sudaderas más grandes.
Y así fue como Shikamaru se desnudó él mismo delante de ella, o al menos lo intentó. En cuanto vio la imperceptible mueca de dolor al estirar los brazos, Harika se apresuró a ayudarle a quitarse el jersey. Él se dejó sin decir nada así que intentó no sonrojarse al ver su torso desnudo. Otra vez. Aunque esta vez con él despierto.
—Tengo que ir a por los cadáveres —dijo Shikamaru de improvisto.
Harika suspiró, sabiendo que era verdad.
—Imagino que recuerdas donde te recogí —él asintió con una diminuta sonrisa—. Por supuesto que sí…
—Volveré. No estoy en forma para regresar a Konoha con esa herida. Me gustaría quedarme unos días… si no es molestia.
—Claro que no.
Evitó decirle que la cabaña la había comprado expresamente para poder cuidar de él. No sabía cómo se lo tomaría y si le preguntaría porqué había hecho semejante cosa cuando Shikamaru era un desconocido. No tenía ganas de ser interrogada así que cerró el pico y entró de nuevo en la cabaña. Rebuscó uno de suéteres y, discretamente, lo agrandó un poco para que Shikamaru pudiera ponérselo. No tenía ropa de hombre a mano así que tendría que conformarse con eso.
En cuanto se giró, dio un pequeño bote al verlo detrás de sí, parado como una estatua. La estaba mirando fijamente, estudiándola con semblante neutral pero ojos intensos. Tragó sin poder evitarlo al darse cuenta de que iba a necesitar ayuda para ponerse el jersey. Se lo puso por la cabeza y él mismo metió el brazo bueno y luego se dejó ayudar para meter el brazo de su costado dolido. Sin querer rozó con sus dedos su costado y notó como se le erizaba la piel al instante.
Se dio la vuelta para que no la viera tragar de nuevo, recogiendo las bandejas que antes no había lavado en su huida táctica fuera de la cabaña.
—Luego vuelvo —dijo Shikamaru detrás de ella.
Lo escuchó salir de la cabaña y perderse en el bosque. Miró de reojo el chaleco que no se había puesto y vio también su banda ninja. ¿Habría salido así al bosque para pasar desapercibido? Mientras pensaba en todo lo que había pasado ese día, respirando profundamente con las manos apoyadas en la encimera de madera maciza y ojos fijos en el grifo metálico, se dio cuenta de que no parecía ser la única que sentía esa extraña atracción. Estaba claro por como la había mirado un par de veces, aunque había dudado sobre si ella le… gustaba o sobre si la estaba estudiando detenidamente al ser una desconocida. Cuando notó hace pocos minutos su piel erizada bajo sus dedos, solo un segundo, supo que se había estado engañando.
—Perfecto… —murmuró para sí misma en su lengua materna—. El primer tío que no es uno de mis fans al que le parece que le atraigo y el que me atrae y resulta que no es ni de mi puñetera dimensión. ¡Ugh!
Se tiró en su cama aguantando un chillido. ¿Por qué estaba pensando en esto? ¿Por qué estaba tan siquiera preguntándose si se atraían si su principal objetivo era salir de aquí? Definitivamente estaba mal de la cabeza. Y, aun así… volvió a pensar en lo normal y reconfortante que había sido estar sentada al lado de Shikamaru mientras contemplaban en silencio el atardecer el uno al lado del otro. Casi se sonrojó al recordarlo y acto seguido se sintió culpable de estar disfrutando cuando tendría que estar investigando sobre su regreso a casa.
¿En qué demonios estaba pensando? No podía haber nada con Shikamaru porque tenía que regresar. No podía dejar a sus seres queridos pensar que había desaparecido o muerto para el resto de su vida. No quería dejar para siempre a su familia en otra dimensión. No quería pasar el resto de sus días en este mundo sin saber qué sería de ellos.
Además, acababa de conocer a Shikamaru. Por no hablar de que él representaba todo lo que había estado evitando: era un ninja, habitante de una gran nación y, por lo que había visto, era lo suficientemente inteligente como para descubrir que ella no era del todo civil. Estaba jodida. De solo pensar en que pasarían unos pocos días juntos mientras él se recuperaba…
Sus barreras la alertaron antes de que pudiera escucharlo.
—¿Ya has acabado? —preguntó, una vez se sentó en la cama con las piernas cruzadas, sin tener nada que hacer.
Shikamaru asintió con un suspiro. Se preguntó cómo había… arreglado la situación teniendo en cuenta que no parecía haberse traído los cadáveres o sus pertenencias. Su curiosidad debió ser fácil de ver porque Shikamaru se tumbó con pereza en su cama, delicadamente, y miró al techo.
—Los he enviado dentro de unos pergaminos ninja.
—… ¿Quieres decir que puedes meter todo tipo de cosas, incluidos cadáveres, dentro de unos pergaminos? —preguntó ella con atónito.
Eran muggles pero, de alguna forma, habían usado el chakra para crear algo que ella consideraba mágico. Wow. De haberlo sabido Voldemort o Lucius Malfoy, o alguno de los catetos que se creían mejor que los muggles por ser sangre pura mágicos, seguro que echarían espuma por la boca de la rabia. De solo pensarlo empezó a reír y una vez empezó no pudo parar. Se rio a carcajadas, llorando, de solo imaginarlo.
—¿Qué te hace tanta gracia? —preguntó Shikamaru, con una pequeña sonrisa, apoyando su cabeza en uno de sus brazos para poder ver cómo reía como una lunática.
—N-nada, nada… Solo me acabo de acordar de algo.
Shikamaru bufó una risa y ella se serenó. Se secó las lágrimas de risa, dándose cuenta de que hacía mucho tiempo que no reía tanto. Volvió a mirar a Shikamaru, quien estaba mirándola con un brillo peculiar en los ojos y una pequeña sonrisa de labios cerrados, y carraspeó la garganta.
—Siento mucho lo de tus compañeros.
—Gracias. Ser ninja es peligroso, pero aun así… Siempre duele cuando muere un camarada.
—¿Por qué elegiste ser ninja?
—… —Shikamaru miró al techo, apartando la mirada y pareció pensarlo detenidamente—. Mi clan lo es. Nunca me he planteado ser otra cosa.
—Las expectativas son una mierda.
Se miraron un segundo, comprendiéndose mutuamente, y luego Shikamaru suspiró.
—Lo son.
—Yo he tardado mucho tiempo en poder hacer lo que yo quiero —confesó, tumbándose ella también en su propia cama—. Durante un tiempo casi no sabía qué hacer con mi nueva libertad.
—¿Y ahora?
—Ahora quizás no sé exactamente qué hacer con mi vida, pero al menos, decida lo que decida, será elección mía —sonrió Harika mirando el techo de madera.
Estuvieron un rato largo en silencio. El sol se puso del todo, pero la luz de la luna entraba por las ventanas abiertas. Le daba pereza levantarse y encender las lámparas así que no se levantó. No es como si tuvieran nada qué hacer. Shikamaru debió pensar lo mismo porque se quedó meditando en su cama con los ojos cerrados. Sabía que no estaba durmiendo por su respiración. Por eso, y por la barrera que tenía puesta alrededor de su cama. No era del todo idiota.
—¿Y qué harías si no pudieras decidir lo que hacer con tu vida? ¿Qué harías si prácticamente todo de tu vida pareciese estar escrito a fuego y tú solo fueras capaz de seguir lo que otro ha escrito para ti?
La pregunta de Shikamaru la tomó desprevenida. Solo pudo ver su contorno gracias a la tenue luz. No sabía si su rostro era serio o inexpresivo, pero su voz sonaba… cansada. Derrotada. Le recordó a ella hacia años, pero en lugar de cansada, ella se había sentido rabiosa y frustrada. Shikamaru, al contrario que ella, parecía haber tirado la toalla de alguna forma. No sabía cómo ni porqué le daba esa sensación, pero recordó por la mañana como se rio de una tontería que ella dijo y luego procedió a sorprenderse de haber reído.
¿Estaría Shikamaru cansado de vivir como lo hacía? Si su clan estaba formado por ninjas entendía porqué había sentido la necesidad de ser ninja, aunque él no había dicho explícitamente que odiara ser ninja. Sería como si ella, que era una bruja e hija de una familia mágica decidiera quemar su carta de Hogwarts para estudiar en Smeltings. Impensable. Aun así, creía que no podía comparar la situación de Shikamaru con la suya: para ella Hogwarts había sido un escape de los Dursley. Si la familia de Shikamaru le quería seguramente Shikamaru querría parecerse a su familia, y eso significaba ser ninja.
Por otro lado, ¿estaría hablando Shikamaru de el hecho de ser ninja… o hablaba de otra cosa que ella no intuía?
—¿Hablas de las expectativas de tu clan de que seas ninja? ¿O hay algo más que impide que seas feliz?
—… Buena elección de palabras —dijo Shikamaru, sin contestar a su pregunta, con voz calculadamente neutral—. Creo que voy a intentar dormir.
—Buenas noches, Shikamaru.
—Buenas noches, Harika.
Increíblemente, Shikamaru se durmió. Harika lo observó unos segundos antes de mirar por la ventana. Algo de sus palabras había dolido a Shikamaru, o eso creía. No lo había hecho de mala fe, pero estaba claro que Shikamaru tenía algún que otro problema que solo él podía resolver. Aunque fuera pidiendo ayuda. Lo que la reconfortaba era que, de alguna forma, él era consciente de sus problemas. De lo contrario, ¿por qué preguntarle algo así a una desconocida?
Antes de dormirse ella también, se prometió intentar ayudarlo el poco tiempo que tuvieran juntos. No es que pudieran hacer gran cosa salvo hablar, leer o jugar a cartas mientras él se recuperaba antes de partir a Konoha. Quizás la presencia de Shikamaru le serviría a ella también para aprender algo de este mundo, algo que solo supiera un ninja, que le ayudara a volver a casa. Porque, de un modo u otro, iba a regresar a su dimensión, y Shikamaru a su casa. Por mucho que de solo pensarlo se sintiera curiosamente triste.
Chapter 10: Parte I - X
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Era el segundo día de recuperación de Shikamaru y no había tardado ni 5 minutos en comunicarle corporalmente lo aburrido que estaba, a juzgar por su quinto suspiro.
—Podría comprar algo para que te entretengas —rodó los ojos, en broma, en cuanto lo escuchó suspirar—. La aldea está a nada de aquí.
—Te acompañaré.
Y así fue como se encontró caminando tranquilamente al lado de Shikamaru en dirección a la aldea. Vestía la única ropa que tenía, su uniforme ninja, pero había dejado la banda atrás para pasar más desapercibido. Lo miró de reojo, sacudiendo la cabeza con una sonrisa al ver lo despreocupado que parecía.
—Si puedes caminar tú solo, ¿cómo es que no has regresado ya a tu aldea?
—Que pueda caminar no significa que no me pueda ver en un aprieto si me encuentro con más enemigos. Ahora mismo estoy solo, y no estoy en plena condición física como para regresar a casa así sin más.
—¿Crees que más tipos como esos podrían atacarte?
—Podría ser.
—Supongo que entonces tiene sentido que te recuperes antes de irte.
—¿Tan rápido quieres echarme? —la miró Shikamaru de reojo, con una pequeña sonrisa.
—No digas tonterías, Shikamaru.
—¿Y tú? ¿De dónde eres?
—¿Por qué crees que no vivo por aquí?
Shikamaru la observó más directamente, sin decir nada, y supo que la estaba analizando. A juzgar por lo poco que sabía de él debía haber visto un sinfín de cosas que la delataban. No le extrañaba. Incluso ella misma se sentía una extraña entre todos los aldeanos. La ropa y la lengua hacían mucho, la camuflaban ante ojos inexpertos, pero no era suficiente para engañar a alguien superdotado. Si Shikamaru no era un genio se comería una de sus botas. Solo había pasado un par de días con él, la mayor parte del tiempo en silencio por un motivo u otro, pero estaba claro que Shikamaru era Listo con mayúsculas.
A ratos Shikamaru le recordaba a Hermione, pero al contrario de la más que demostrada inteligencia de su amiga, Shikamaru no necesitaba leer 50 libros para probar que era más inteligente que la media. Todo lo que él hacía rezumaba su aptitud intelectual sin tan quisiera pretenderlo. Quizás esa era la mayor diferencia en lo que respectaba a Hermione: su amiga siempre había sentido la necesidad de probarse a sí misma hasta límites insospechados. Recordaba a la Hermione de primer curso al borde de las lágrimas porque no se acordaba si había escrito mal un nombre en el examen de historia, y supo que nunca vería a Shikamaru comportarse de la misma forma. Estaba claro que Shikamaru tenía otras prioridades y no eran precisamente ser el número 1 académica o militarmente hablando.
Que fuera tan listo, no obstante, no era demasiado bueno para ella estando en la situación en la que estaba. Shikamaru esperó pacientemente, sin decir nada, a que ella contestase a su pregunta.
—Está bien. No vivo por aquí.
—Ya. Eso ya me lo había figurado.
—Soy de muy lejos. No conoces el lugar del cual provengo.
—Hmmm… No mientes. Es curioso.
Harika suspiró mientras miraba los tenderetes y otras paraditas que vendían todo tipo de cosas, desde comida a juguetes. Vio de reojo como Shikamaru, manos metidas en los bolsillos, examinaba con una sonrisa algo melancólica un tablero que parecía ser de ajedrez, pero que claramente no lo era. No hizo ademán de cogerlo ni de comprarlo, pero estaba claro que aquello le había llamado la atención. Miró por encima las tazas de porcelana hechas y decoradas a mano hasta que vio una taza blanca de aspecto ondulante con decoraciones recargadas de lilas y geranios. Le recordó tanto a Luna con sus colores chillones y su aspecto extravagante que sintió un nudo en la garganta.
—¿Te gusta? —preguntó Shikamaru entre extrañado y curioso.
—Me recuerda a algo que compraría una de mis amigas. Me lo llevaré.
No dijeron nada más mientras ella guardaba con delicadeza su nueva taza en la mochila. Entonces, vio como miraba una tienda de ropa un poco más allá.
—Creo que compraré algo de ropa. Solo tengo esta muda intacta.
—Está bien. Te espero aquí mientras tanto.
Shikamaru asintió y echó a andar calle abajo. Ella continuó mirando las mesas llenas de productos hasta que su mirada chocó de nuevo con la tienda al aire libre llena de objetos tallados de madera. El hombre mayor, con manos expertas llenas de callos y semblante afable, sonrió cuando la vio examinar el tablero que antes había estado ojeando Shikamaru.
—Sabía que este tablero se vendería hoy —comentó el anciano—. ¿Es un regalo para tu hombre?
—No es mi- Solo estaba mirando. No había visto un tablero igual.
—Es una pieza de coleccionista. Cualquier persona que trabaje con la madera lo sabe. Un tablero como este es el típico que pasa de padres a hijos. Créeme.
—Me lo llevo.
Ni siquiera negoció el precio. No es como si le faltara el dinero. No sabía por qué lo había comprado, pero recordó la sonrisa de Shikamaru y sus palabras de la otra noche. Qué haría si no pudiera decidir lo que hacer con su vida, eso le había preguntado Shikamaru. No lo había dicho directamente, pero Shikamaru, con sus preguntas, le había dado a entender lo que sentía.
—¿Y qué harías si no pudieras decidir lo que hacer con tu vida? ¿Qué harías si prácticamente todo de tu vida pareciese estar escrito a fuego y tú solo fueras capaz de seguir lo que otro ha escrito para ti?
Esas palabras habían retumbado por su cabeza más de una vez desde que las escuchó porque, de algún modo, Shikamaru le recordaba a ella misma antes de que ella pudiera cortar con sus ataduras y volar libre. No le había dicho explícitamente que se sentía esclavizado a su vida, pero tampoco había tenido que hacerlo. Algo de la vida de Shikamaru no le gustaba y estaba claro que él no sabía qué hacer para remediarlo. Harika se dio cuenta de que incluso podía ser que Shikamaru no pudiera hacer nada para cambiar a pesar de saber lo que le estaba amargando la existencia.
Harika no había sabido como abordar del todo su pregunta tan profunda. Le había preguntado sobre si eran las expectativas de su clan lo que lo retenía o si había algo más que le impedía ser feliz. Había sido una pregunta genuina, aunque ingenua, que había herido a Shikamaru hasta tal punto en que cortó con su conversación de forma brusca. No porque sus palabras le hubieran herido sino porque Shikamaru se había dado cuenta de que ella creía que él se sentía infeliz. Había tardado horas en darse cuenta de qué era lo que ella había dicho que le había molestado, y finalmente lo había descubierto.
Harika no había dicho directamente que veía su infelicidad, pero poco le había faltado. Y si ella, quien era una total desconocida, lo había visto seguramente fuera porque Shikamaru se sentía más infeliz de lo que él mismo pensaba. Siendo él un genio seguro que no había tardado en darse cuenta de todo esto en menos de un minuto. Y pensar que ella había necesitado horas, rumiando y pensando en cada palabra, para descubrir qué había hecho mal…
Se guardó el tablero en la mochila, dándose cuenta de que sentía la necesidad de levantarle el ánimo aunque fuera con un juego de mesa. Quizás porque eso era lo único que podía hacer. No sabía nada de Shikamaru, ni de su vida, ni de sus gustos… No sabía cómo ayudarlo tal como la habían ayudado a ella con su propia depresión. Lo que sí que podía era estar ahí para él, mientras estuvieran juntos, e intentar distraerlo.
Lo vio salir de la tienda, con una bolsa de tela seguramente llena de más ropa, y se preguntó por qué estaba haciendo tanto por él. Sí, le daba rabia dejar a una persona sufrir como la habían dejado tirada a ella, pero Shikamaru era un desconocido. Demonios, ¿estaba haciendo todo esto porque le gustaba? No, se dijo, simplemente quería ayudarlo mientras pudiera. Eso era todo. Se intentó autoconvencer de sus actos mientras regresaban a la cabaña, en un silencio reconfortante.
Shikamaru se cambió de ropa, dejando para otro día su única muda de uniforme. Ella pestañeó al verlo vestido con unos pantalones negros a juego un jersey igualmente arrapado con cuello alto. Madre mía… Miró para otro lado regañándose a sí misma. A este paso Shikamaru iba a darse cuenta de la atracción que sentía. Si no lo había hecho ya… Sintió como su cara se calentaba y supo que se estaba poniendo roja como un tomate. Maldijo para sus adentros, repentinamente nerviosa, y preparó unos aperitivos mientras le daba la espalda a su invitado.
Por suerte, se calmó lo suficiente como para poder palidecer mientras la tetera hervía el agua.
—¿Té?
—Sí, gracias.
Notó los ojos punzantes de Shikamaru en su rostro mientras ella preparaba su taza de té. Evitó mirarlo antes de lo necesario, evitando que le temblara el pulso vergonzosamente. Le entregó la taza sin levantar la mirada. Justo cuando le fue a acercar el plato con los pastelitos, él tuvo la misma idea y sus dedos chocaron. Levantó sin quererlo la cabeza, encontrándose de golpe con los ojos despiertos de Shikamaru, que ya la estaban mirando.
—Perdona —se disculpó fácilmente él, sin decir nada más, poniendo el plato entre ambos.
Ella asintió, sin decir nada al respecto. Era mejor no echar leña al fuego, se dijo. Entonces recordó el tablero que había comprado. Vio como Shikamaru alzaba la taza a sus labios, ahora más distraído, así que se aclaró la garganta.
—He comprado algo para que no te aburras —sonrió ella, en cuanto él la volvió a mirar.
Se levantó hasta la cama, donde había dejado su bolso, y tapó con su espalda el momento en que sacó el tablero de la mochila. Sabía que era una tontería intentar esconder algo así, pero esperaba que Shikamaru estuviera lo suficientemente distraído como para evitar preguntarle sobre las cosas inusuales que hacía a diario.
Le entregó la caja de madera que contenía el tablero y las fichas, viendo como Shikamaru pestañeaba claramente un poco sorprendido. En cuanto alzó la capa y vio lo que era sus ojos se dirigieron a ella con algo en ellos que no supo identificar. ¿Sorpresa? ¿Curiosidad? Vio como sacaba una ficha perfectamente tallada en madera de cerezo, haciéndola rodar entre los dedos con una pequeña sonrisa en los labios.
—¿Un tablero de shogi?
—¿Eso es lo que es?
—¿No sabes lo que es? —preguntó repentinamente Shikamaru, haciéndola pestañear, observando su rostro con atención y algo que no supo describir, otra vez. Entonces se aclaró la garganta—. Entonces, no has jugado nunca, ¿no?
—No, aunque, si es lo que creo, he jugado a algo similar.
—Si quieres… podría enseñarte —ofreció Shikamaru, mirándola fijamente con una pequeña sonrisa en los labios.
—¡Claro! ¡Estoy deseando darte una paliza!
Shikamaru no pudo evitar una risotada, ahora sí sorprendido, antes de sacudir la cabeza. Y así fue como se encontró escuchando a Shikamaru, más entusiasmado y energético que antes, mientras le explicaba las reglas del juego y le hablaba de las veces que había puesto en práctica esta o aquella estrategia contra su padre. Harika solo podía asentir, como si le estuviera entendiendo del todo, mientras intentaba que su sonrisa no fuera demasiado grande al ver lo contento que estaba.
—¡No puedes hacer ese movimiento! —se partió de risa Shikamaru, sentado delante de ella al otro lado del tablero.
—¿Y eso quién lo dice?
—Lo dice literalmente las reglas del juego.
Harika bufó una risa, tirando su ficha al tablero. Estaba claro que el shogi era más difícil que el ajedrez, o quizás simplemente era pésima jugando al shogi. Estuvieron jugando horas mientras hablaban de todo un poco.
Shikamaru le habló primero de su padre, el que le introdujo a los juegos de shogi, y después de su maestro Asuma con quien también jugaba a menudo. Le habló de su equipo de compañeros ninjas, Chouji e Ino, y de sus amigos de la academia. Le habló de Konoha e incluso le explicó con alguna que otra risa un par de misiones que tuvo de niño que ahora le producían diversión al pensar en ellas.
Harika lo escuchó con atención, sonriendo sin quererlo cuando él sonreía, o riendo a su lado cuando se imaginaba a ese Shikamaru de 11 años sufriendo aventuras en sus misiones ninja.
—A mi padre le encantará este tablero… —reconoció finalmente, moviendo una pieza—. Gracias por el regalo.
—De nada.
—¿Por qué lo compraste?
Harika alzó la cabeza, mirándolo a él y contemplando qué decirle de sus motivos hasta que finalmente se dio cuenta de que no había nada vergonzoso en decirle la verdad. Estaba harta de mentiras y de medias verdades.
—El otro día me preguntaste algo… He estado dándole vueltas a nuestra conversación y me he dado cuenta de que yo a penas puedo hacer nada para ayudarte. No te conozco, quizás ahora sí un poco, pero no conozco lo que de verdad sientes en el interior… Lo único que puedo hacer con lo que tengo es animarte y distraerte.
Shikamaru abrió la boca, la cerró, la volvió a abrir. Estaba claro que estaba luchando por decir algo, frunciendo el ceño. Se quedó un rato mirando el tablero con ojos desenfocados y una pieza en la mano hasta que, finalmente, habló.
—Estoy aburrido de mi vida —dijo con sequedad— y a la vez… no. Desde que nací mi camino fue convertirme en ninja. Soy el heredero del clan, ¿qué iba a ser si no? Lo gracioso es que, aunque me gusta ser ninja, también odio la mayor parte del tiempo no haber sido yo quien eligiera convertirme en esto. Cuando nos graduamos en la academia, Ino se pasó un día entero nerviosa y excitada por saber qué equipo le tocaría, pero yo no. ¿Sabes por qué?
—Porque ya lo sabías…
—Exacto. Siento como si mi vida estuviera predestinada. Me gusta lo que sucede en ella la mayor parte del tiempo, pero no he elegido nada de lo que ha sucedido. Me convertí en chunin porque mi equipo se presentó a los exámenes porque los otros equipos de mi promoción se presentaron. Me descalifiqué a mi mismo de mi combate y aun así me ascendieron, ¿y sabes por qué? Porque era obvio que iba a ascender en un futuro, y qué más da que fuera antes a pesar de no haber acabado mi combate, ¿no? Me siento atrapado y a la vez culpable. ¿Tiene algún tipo de sentido? Me gusta mi vida, pero no me gusta no ser yo quien decida lo que pasa en ella, y a la vez me siento culpable de sentirme mal cuando mi vida me gusta.
—…
Shikamaru sacudió la cabeza, inspirando fuertemente, mientras ella lo escuchaba en silencio.
—El otro día me preguntaste si había algo que impide ser feliz. Yo también estuve pensando en ello y he deducido que soy yo. Estoy acostumbrado a seguir la corriente de los demás, a dejar que me lleve donde sea necesario sin tomar decisiones mayores. Mi padre lo hace con mi madre en casa y lo entiendo, entiendo por qué lo hace. Mi padre gasta sus energías en mantener a salvo la aldea así que cuando llega a casa prefiere que sea mi madre la que decida por él porque está cansado. Durante toda mi vida he seguido su ejemplo, dejándome llevar por los demás, pero en todo, y eso es lo que me ha traído hasta aquí.
—Pero, eso es bueno, ¿no? Ahora te has dado cuenta de lo que sucede y puedes cambiarlo. Puede ser que te haya costado un tiempo, pero finalmente sabes lo que tienes que hacer.
Shikamaru miró por la ventana unos minutos hasta que volvió a mirarla, esta vez con una sonrisa en los labios mucho más tranquila que sus otras sonrisas.
—Va a ser problemático… pero sí. Tendré que meditar más a fondo sobre esto, pero curiosamente ya no me siento como hace 2 días —dijo él. Vio lo cansado que parecía, a pesar de haber llegado a un entendimiento, y supo lo que tenía que hacer.
—¿Sabes lo que necesitas?
—¿El qué?
Harika se levantó de su sitio, al otro lado del tablero, y llegó hasta su lado. Shikamaru la observó con curiosidad hasta que ella lo cogió en un abrazo. Se quedó de piedra entre sus brazos, claramente atónito, hasta que finalmente se relajó. Sus brazos la envolvieron, primero débilmente, como si no supiera qué hacer con ellos, y luego con fuerza, apretándola contra él. Dejó que enterrara su rostro en su garganta, escondiéndose del mundo unos minutos. Le acarició el cabello, abrazándolo ella también contra su cuerpo con fuerza.
No supo cuánto tiempo estuvieron abrazados, pero sí que se dio cuenta de que, a pesar de que había creído que era lo que Shikamaru necesitaba, ella también se sentía mejor con cada segundo que pasaba. Quizás estuviera lejos de su hogar, pero no estaba sola y ahora mismo agradecía la compañía de Shikamaru.
Lo único que la levantó de mala gana del suelo fue el dolor que empezó a sentir en sus rodillas. Shikamaru no parecía sentirse incómodo, pero ella no era ninja.
—No es que quiera dejar de abrazarte, pero me duelen las rodillas —confesó en un susurro.
Shikamaru bufó una risa contra su cuello. No dijo nada unos segundos, a pesar de que la había escuchado, hasta que finalmente suspiró de mala gana y levantó su cabeza. Se quedaron mirando el uno al otro unos segundos, a escasos centímetros. Evitó tragar fuertemente al darse cuenta de que, por un escaso instante, parecían apunto de besarse. No era ninja, pero había visto los ojos de Shikamaru posarse en sus labios mientras examinaba su rostro. El momento, no obstante, pasó sin más. Notó una mano en su mejilla al mismo tiempo que Shikamaru le besaba el otro pómulo.
—Gracias, Harika. Era justo lo que necesitaba.
La ayudó a levantarse del suelo y luego guardaron el tablero.
Esa noche se fue a dormir con el corazón a mil. No la había besado, pero había visto la ternura en sus ojos cuando la miró. Suponía que eso debía serle suficiente. Una pequeña parte de ella, al contrario, deseó que la hubiera besado…
Los siguientes días fueron una cuenta atrás antes de que Shikamaru tuviera que dejarla. Él parecía haber mejorado con su depresión y sentir curiosidad sobre ella porque no paró de preguntarle cosas.
—Y dices que no eres de aquí.
—No.
—¿Eres de algún país pequeño?
—Eh… no. Más bien soy de un lujar lejano. Extremadamente lejano.
—¿Lejano por agua?
—No. No lo sé —dijo finalmente, frunciendo el ceño. Shikamaru alzó una ceja y casi pudo ver su cerebro trabajar a mil por hora—. El caso es que me he perdido.
—Estás buscando como regresar a casa —afirmó con total contundencia él. Ella asintió—. ¿Has tenido suerte?
—No. Llevo unas semanas buscando el camino de regreso, pero nada…
—Seguro que lo logras.
—¿Qué te hace pensar eso?
—Si has llegado hasta aquí por un camino de ida, eso significa que hay un camino de vuelta.
Harika paró en seco. Era algo que ya había pensado antes ella misma, pero el hecho de que Shikamaru, aun sin saber de qué se trataba, pudiera deducir lo mismo… la inspiraba de más confianza. Sonrió a su nuevo amigo, dándole las gracias silenciosamente por darle esperanzas.
—Eres un genio Shikamaru —sorprendentemente, vio como las mejillas de Shikamaru se volvían ligeramente rosas.
Se pasó los siguientes días contándole lo que podía de su vida. Le habló de sus amigos, de sus enemigos, le habló de Tom… Estaba tergiversando las palabras para evitar mencionar la magia, pero poca falta le hacía para hablarle del asesino de sus padres.
—Finalmente, lo maté. Fue casi un accidente —confesó ella—, pero me alegro de que esté muerto. Ese hombre arruinó la vida de mucha gente, la mía incluida. Ojalá se pudra en el infierno.
—Pero, ¿por qué motivo perseguiría a una niña?
—Por una profecía.
—¿Qué? —preguntó Shikamaru, dejando de cortar las zanahorias repentinamente—. ¿Una profecía?
—Sí. Yo no creo mucho en ellas, pero él si creía. Más bien, estaba aterrado porque cualquier cosa o persona pudiera matarlo hasta tal punto en que quiso matarme antes de que yo pudiera ser un peligro.
—Ya veo… Actuó preventivamente. Lo curioso es que, si ato bien los cabos con lo que me has contado, actuar preventivamente acabó finalmente en su muerte, ¿no es así?
—¿Por qué lo dices?
—Si no hubiera matado a tus padres ni hubiera intentado asesinarte durante años, ¿qué motivos tendrías tú para acabar con él? Hubieras sido una adolescente más entre adolescentes. Quizás le hubiera matado un soldado o alguien entrenado para ello, pero no tú. Aquello que intentó prevenir acabó sucediendo —bufó una risa irónica Shikamaru—. Irónico.
Casi una semana después, Shikamaru le dijo lo que menos quería escuchar.
—Ya estoy prácticamente curado.
—…
—Vas a regresar hoy a Konoha —afirmó ella, sabiendo que sería así. Él asintió—. Entonces, déjame que te prepare comida para el camino.
—Harika… ¿Por qué no vienes conmigo?
La pregunta de Shikamaru se quedó en el aire. Harika no se había hecho a la idea de que la abandonaría, pero tampoco que ella pudiera marcharse con él a Konoha. Aquel ninja que la secuestró lo hizo por sus poderes… ¿Qué iba a pasar con ella si se metía en la boca del lobo? ¿Podría entrar y salir a su antojo para llevar a cabo su investigación? ¿Alguien descubriría sus poderes? ¿Qué pasaría con ella si… cuando… metiera la pata y un ninja con ojos de halcón la descubriera?
Cuanto más pensaba en ello, menos ganas tenía de viajar a Konoha. Estaba preocupada por el hecho de que físicamente ella era más débil en comparación a un ninja. Todavía no tenía una estrategia para defenderse y hasta ese entonces sabía que era muy mala idea aceptar la petición de Shikamaru, a pesar de que quería hacerlo. Shikamaru pareció entenderlo gracias a su silencio puesto que suspiró, pareciendo más triste que antes pero totalmente resignado.
—Sabía que no ibas a decir que sí.
—Lo siento. Quiero, pero…
—No puedes.
—Todavía no.
—Todavía…
La conversación se apagó mientras Shikamaru recogía sus cosas con lentitud, como si no quisiera irse. Harika lo ayudó con la comida y el agua. Le pasó la cantimplora una vez más llena y sus dedos chocaron como hacía días. Sus ojos se encontraron y esta vez Shikamaru no disimuló mientras recorría su rostro con ojos atentos hasta posar su mirada en sus labios. Ella no hizo ni dijo nada, como si fuera su presa, quita y helada, a la espera de que la devoraran, pero él no lo hizo. Tragó visiblemente y luego aceptó la cantimplora. Harika se mantuvo en silencio, aunque sintió una punzada de decepción y tristeza que la sorprendió.
—Hazme un favor y no salgas del país del Fuego —pidió Shikamaru, un rato más tarde, cuando se había vestido al completo con su uniforme y había puesto en su espalda su mochila.
—Lo haré.
—¿Me lo prometes?
—Te lo prometo, Shikamaru.
—Volveremos a vernos —prometió él, alzando una mano y acariciándole la mejilla—. Te lo juro.
Entonces, antes de que pudiera darse cuenta, la abrazó con delicadeza, pero firmemente, como si no quisiera dejarla ir. El abrazo fue breve pero intenso. Ni siquiera le dio tiempo a saborear estar en sus brazos que Shikamaru la soltó y se marchó, dándole la espalda rápidamente y alzando una mano sobre su cabeza. Harika lo vio marchar con ojos llenos de lágrimas y se preguntó por qué estaba llorando por un hombre que solo conocía de hace 7 días.
Notes:
Y hasta aquí el POV de Harika. Para los que habéis pedido varias veces el POV de Shikamaru... el próximo capítulo inicia la segunda parte de la historia, íntegramente en el POV de Shikamaru. Esta historia va a ser contada por partes, cada parte con varios capítulos que serán descritos desde el POV de Harika o Shikamaru. Estoy deseando mostraros los pensamientos de Shikamaru; curiosamente se me hace mucho más fácil ponerse en su piel que en el de Harika.
Estoy deseando saber qué pensáis de la perspectiva de Shikamaru ;)
Chapter 11: Parte II - I
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Su regreso a casa fue muy anticlimático. Había enviado hacía días el pergamino con los cadáveres de su escuadrón muerto así que se había perdido los funerales mientras se “recuperaba”. Era la primera vez que mentía acerca de su estado médico y lo había hecho para poder quedarse con ella más tiempo. También era la primera vez que una mujer le intrigaba.
Su camino por el bosque fue lento y tedioso. Casi estaba arrastrando los pies. Paró en seco cuando se dio cuenta de que era porque no tenía ganas de alejarse de la cabaña en mitad del bosque. Miró atrás, a pesar de que ya no podía verla, y pensó en ella. Solo habían sido 7 días, pero todo había cambiado. Se sentía extraño, renovado… despierto. Era como si hasta en ese preciso momento no hubiera sido consciente de su vida y ahora se encontraba con las riendas en la mano, sin saber qué hacer con ellas. Sabía por qué se sentía así.
Tal y como le había confesado a Harika, siempre había preferido dejarse llevar por las decisiones de los demás, emulando a su padre. Su padre era su ídolo así que entendía por qué había usado su imagen como su guía, pero una parte de él no había comprendido que vivir su vida de esta forma, aunque le era fácil y cómodo, también le limitaba. Su vida era un calco de la de su padre o, al menos, se estaba pareciendo peligrosamente a ella. ¿Por qué estaba tan amargado cuando estaba imitando las decisiones de alguien a quien respetaba y admiraba? Ahora sabía la respuesta y era porque Shikamaru, al contrario que su padre, no quería conformarse. Y eso era justo lo que había estado haciendo durante años.
No se había dado cuenta de lo inconformista que era él realmente. De hecho, todavía estaba sorprendido por haber encontrado en sí mismo semejante rasgo de carácter. Siempre había pensado que era un vago y alguien fácilmente satisfecho, pero no podía estar más equivocado. Había estado deambulando por la vida ya que no sabía qué quería de ella, pero ahora lo sabía.
Volvió a recordar esos ojos esmeraldas encastrados en un rostro pálido y delicado, suave como la seda. En tan solo 7 días había memorizado todo lo que había podido de ella, deduciendo correctamente que tendrían que despedirse, durante un tiempo al menos, en pocos días. Había estudiado su cabello negro, lustroso y rizado, había contemplado su forma elegante y femenina bajo la sábana cuando dormía, la curva de sus labios carnosos, las largas pestañas dibujando sombras en sus pómulos elevados…
Había abierto los ojos aquella noche y había quedado prendado al instante de sus ojos gentiles y curiosos. Harika no sabría nunca lo mucho que había batallado contra el sueño, la primera vez que la vio, deseoso de poder seguir contemplándola. Se sintió sorprendido al darse cuenta de que una mujer civil, una desconocida, se había preocupado por él hasta tal punto de arriesgar su vida y abrir la puerta de su casa. Su preocupación por él era tan evidente, tan verdadera, que no pudo evitar consolarla con un par de palabras antes de caer rendido. Era la primera vez que sentía la necesidad de consolar a alguien.
Recordó su promesa con una sonrisa, sabiendo ahora que Harika lo decía en serio cuando le dijo que cuidaría de él. Recordó también como la empujó contra la cama, apresándola entre sus brazos durante unos intensos segundos… Había querido demostrarle que no podía ser tan ingenua, que debía protegerse, y, sin embargo, ella no había ni pestañeado cuando sus ojos chocaron violentamente. Su intención había sido avisarla del peligro, pero en cuanto la tuvo bajo su cuerpo, con sus manos a lado y lado de su rostro, olvidó por completo lo que había estado pensando. Él, un genio, con la mente en blanco.
Casi pudo sentir esos labios fantasmales rozar su mejilla hasta llegar a su oído.
—No te tengo miedo.
Se le volvió a erizar el bello del cuerpo al acordarse de la electricidad que sintió en ese momento. De no ser porque ella le pellizcó la herida a modo de reprimenda la habría besado. No. Habría devorado sus labios como había querido hacer desde el primer instante. Sintió un peso en su pecho y se dio cuenta de que estaba sintiendo necesidad. Casi dio la vuelta y rehízo sus pasos. Solo cuando inspiró profundamente un par de veces, cerrando los ojos y dejando de pensar en ese momento agridulce, pudo controlar sus ganas de correr en dirección opuesta a Konoha.
Harika le había ayudado a darse cuenta de lo que quería, y de lo que no quería en su vida, algo que hasta ahora no había sido capaz de descubrir. No quería alguien que mandara su vida, como si él fuera un títere, no quería a alguien tozudo y dominante, no quería que su vida personal fuera una batalla continua por su independencia, no quería gritos ni dolores de cabeza. Eso era justamente lo que su madre representaba, para su padre y para él en menor medida, y era justamente lo que él había pensado que tendría en un futuro. Era lo que había esperado. Y había esperado semejante cosa porque había estado emulando a su padre. El círculo se cerraba por fin. Finalmente veía todo con claridad. Nunca antes había vista la luz al final del túnel, pero ahora sí.
Quería a alguien con quien reír, alguien con quien observar las estrellas y dormir bajo las nubes, quería a alguien con quien no tuviera que luchar por su espacio personal, alguien que lograra acelerarle el pulso con una mirada y aliviar sus penas con una sonrisa. Quería a alguien genuino, alguien con quien poder hablar de todo y nada, alguien a quien pudiera contarle todos sus secretos, alguien que lo entendiera… Quería a alguien que fuera capaz de zarandear su mundo con un abrazo.
Harika había comprado un tablero de shogi sin saber qué estaba comprando. Simplemente porque había intuido que ese tablero era importante, de un modo u otro, para él. En ese preciso instante conectó otra pieza del puzle, una que le dejó deducir mucho más de ella de lo que ya sabía: Harika era el tipo de persona que arriesgaba el cuello por desconocidos porque odiaba verlos sufrir, la clase de persona que compraba una taza extravagante solo porque le recordaba a una amiga o tableros de shogi para animar la depresión de un extraño.
Comprender qué tipo de persona era ella, la mujer de la que estaba totalmente prendado, le había impulsado a confesarle sus sentimientos de amargura y su culpabilidad. Ella, tal y como había deducido, lo escuchó sin juzgarlo. Le abrazó para darle fuerzas. Era justo lo que necesitaba. Recordó con una sonrisa la euforia que había sentido al tenerla entre sus brazos, al sentir la piel suave de su cuello contra sus labios y su mejilla. Recordó el olor floral y algo especiado, el aroma tremendamente delicado de su perfume, llenarle las fosas nasales. Deseó poder haberla abrazado el resto de la noche y justo cuando lo pensó… quiso algo mejor, deseó poder dormir abrazado a ella.
Se durmió esa noche imaginado cómo sería regresar cada noche a su casa, a ella, hablar con una copa de vino o tal vez un té antes de refugiarse en su cama lo que restaba hasta la siguiente alba. Casi sin quererlo, su mente fantaseó con ese escenario. Se imaginó a los dos cenando mientras charlaban de todo y nada, tomando esa copa de vino con ella en su regazo, robándole algún que otro beso cuando no pudiera contenerse… se imaginó como la llevaba en brazos hasta su cama de matrimonio, desnudándola, contemplando su cuerpo esbelto sobre sus sábanas blancas antes de hacerle el amor. Aquel día dio gracias porque estuviera dormida, puesto que su erección fue imposible de esconder.
Shikamaru suspiró con respiración entrecortada. Eran los sentimientos más intensos que había sentido jamás. Se compadecía de su yo del pasado, aquel que había mirado el techo de su cuarto incontables veces, muerto de aburrimiento y cada día más amargado. Ahora que era libre nunca más volvería a sentirse entumecido.
…
Su vuelta a casa trajo consigo un montón de papeleo, un interrogatorio y el regreso de Naruto a Konoha. Shikamaru casi había olvidado que Naruto iba a regresar. Casi.
—¡Shikamaru! —gritó Naruto, moviendo el brazo de lado a lado con demasiada energía.
Curiosamente, la exuberancia de su amigo, una que siempre lo había exasperado un poco y cansado de igual forma, ahora le pareció hasta reconfortante. Naruto no había cambiado nada.
—Hey, Naruto. ¿Has regresado hoy de tu viaje?
—¡Sí! Eres al primero al que veo, de hecho.
—Ha sido suerte. Yo he regresado también esta mañana de una misión.
—¿Cómo están los demás? ¿Están en la aldea? ¿Me han echado de menos? —preguntó Naruto, sonrojándose un poco mientras lo avasallaba a preguntas.
—¿Por qué no quedamos esta tarde y lo averiguas tú mismo?
Naruto pestañeó con ojos bien abiertos al escucharlo. Shikamaru sonrió. Hasta hacia pocos días nunca habría propuesto él mismo quedar con sus amigos, a pesar de que los apreciaba profundamente, pero las cosas habían cambiado. No quería seguir siendo el mismo de siempre, siguiendo los mismos patrones, así que para que las cosas cambiasen lógicamente tenía que hacer las cosas de forma distinta. Empezando con sus amigos.
Había estado pensando en ello, mientras charlaba con Harika sobre sus respectivos amigos, y se dio cuenta de que no había sido el mejor amigo del mundo. Siempre que quedaba con sus amigos era porque Ino, o Chouji, lo arrastraban con ellos a algún restaurante o al onsen. Su padre tenía 2 mejores amigos, Inoichi y Chouza, que encima eran sus compañeros de equipo así que encontrarse con ellos no requería ningún esfuerzo de su parte. Como Shikamaru no quería seguir imitando ciegamente a Shikaku Nara eso significaba que debía poner algo de su parte para mantener sus amistades.
Esa misma tarde, mientras iba al restaurante de Chouji para reencontrarse con Naruto y sus amigos, pensó en lo que iba a tener que hacer a corto plazo para cambiar. Su primer pensamiento, como no, lo llevó directamente a pensar en Harika. Increíblemente se había convertido en algo que tenía en mente, en primer o segundo plano, todo el rato. Le resultaba hasta divertido darse cuenta de que nunca antes algo o alguien le había preocupado o, mejor dicho, ocupado tanto espacio mental.
Harika le había prometido que no saldría del país del Fuego, pero Shikamaru sabía que eso no significaba mucho a gran escala ya que no había prometido no moverse de la cabaña. La misma cabaña que Harika había comprado sospechosamente el mismo día en que lo encontró envenenado e inconsciente, según el dependiente de ropa al que interrogó cuando se separó 10 minutos de ella. Estaba claro que la cabaña no era el hogar de Harika. Si había comprado ese lugar era porque ella, muy lógicamente, no se fiaba de llevarlo a su casa. Estaba claro que Harika había tomado más precauciones de las que creyó inicialmente.
A juzgar por su ropa y sus pertenecías de calidad era fácil deducir que tenía dinero, y creía que bastante. No le importaba demasiado salvo por el hecho de que respiraba más tranquilo en Konoha sabiendo que ella tenía dinero para cuidarse a sí misma sin problema. Aun así, el hecho de que tuviera dinero era un inconveniente para él porque sabía que se movería más fácilmente por el mapa en busca de pistas sobre cómo volver a casa.
Y ahí venía su verdadera preocupación. ¿Dónde estaba su casa? ¿De dónde provenía Harika? No era ninja, pero su comportamiento, sus acciones y sus gestos corporales le demostraban que no era civil tampoco. Ante el peligro que él suponía no había reaccionado de forma nerviosa, ni había mostrado miedo. No, es más, había sonreído mientras escondía una risa cuando la llamó civil. Estaba claro que a ella le divertía que él pensara que era civil.
Después estaban las pequeñas y misteriosas incongruencias que había anotado mentalmente en su lista de enigmas. Como el suéter de mujer que claramente era de Harika pero que curiosamente tenía en talla de hombre, o el tablero de shogi que había comprado en la aldea que había aparecido espontáneamente de nuevo en la cabaña. ¿Dónde había guardado esa caja de ese tamaño mientras regresaban de la aldea? Lo único que había llevado consigo era un bolso de cuero, mucho más pequeño, pero sabía que o bien había cargado con la caja invisible o lo había guardado ahí, o quizás había empequeñecido el paquete. Sabía que no había regresado a la aldea a comprar el tablero ya que se lo dio en cuanto llegaron.
El misterio que suponía Harika era la cosa más interesante que había descubierto en años. Estaba claro que ella tenía algún tipo de poder o conocimiento ninja. Su chakra estaba presente pero no lo usó cuando estuvieron juntos. Al menos, él no lo detectó. Eso quería decir que o bien no usaba chakra o realmente su conocimiento de chakra era mayor del que él creía inicialmente. Se decantaba más por lo primero, a juzgar por su interés cuando él le habló de su vida como ninja.
Por no hablar de lo más interesante de todo. ¿Cómo había podido Harika espiar su pelea aquel día sin que ninguno de los ninjas allí presente se diera cuenta? Shikamaru sabía qué tipo de veneno usaba esa gente así que debería haber muerto desangrado en apenas 15 minutos teniendo en cuenta que tenía una puñalada en el costado producida en el mismo momento de su envenenamiento. Eso quería decir que o bien él había tenido la suerte de su vida y Harika lo había encontrado en el momento preciso en el lugar exacto para rescatarlo de una muerte segura o bien Harika ya estaba ahí viendo como sucedía todo.
No creía en las casualidades. Es más, si pensaba en las probabilidades de que Harika hubiera pasado por allí de forma aleatoria estaba claro que eran bastante reducidas, tirando a 0. No. Estaba claro que ella los había espiado. Y también estaba claro que ellos no la habían sentido. ¿Cómo, entonces, lo había hecho? Todo apuntaba a que Harika tenía poderes capaces de truncar la percepción de un ninja. No era del todo extraño, considerando que mucha gente tenía poderes distintos, pero todos se basaban en el chakra, que él supiera.
Iba a tener que guardar el secreto de lo que sabía porque lo último que quería era ponerla en peligro. Sobre todo, cuando su intención era todo lo contrario. Quería protegerla. Tal y como ella le prometió a él. Fuera como fuera, el hecho de que ella tenía poderes aliviaba más aun sus preocupaciones y, un tanto irónicamente, todo lo contrario. Mientras Harika pasara desapercibida todo iría bien, pero necesitaba comprobar que estaba bien él mismo.
Eso quería decir que, de alguna forma, tenía que volver a encontrarla. Lo que lo llevaba a su parte inicial del plan. Necesitaba volver a salir de la aldea para poder buscarla. Necesitaba una misión en solitario. En cuanto fuera enviado a una se aseguraría de realizar lo más rápido posible su misión para poder tener tiempo suficiente antes de tener que regresar a Konoha.
Lo que lo llevaba a su segunda parte del plan… Ayudarla a regresar a casa. Era obvio que la mayor preocupación de Harika era volver a casa. Ese era uno de los motivos principales por el cual no había regresado a Konoha con él. Aun así, Shikamaru creía que si ella hubiera podido ir y venir libremente habría aceptado su propuesta. Eso significaba que hasta que ella no pudiera volver a ver a su familia y descubrir la forma de regresar a casa, no iba a poder entregarse realmente a nadie. A él tampoco.
Sin embargo, Shikamaru no iba a rendirse. No le gustaba fiarse de presentimientos, prefiriendo la lógica, pero algo en su corazón le decía que ella merecía la pena. Tenía la extraña sensación de que se arrepentiría el resto de su vida si no hacía nada por intentarlo. Confiaba en la lógica, pero también quería confiar en su corazón. Ya era hora de hacerse caso a sí mismo.
Aun así, Shikamaru no era de la clase de personas que toma decisiones espontaneas o se salía del tiesto. Eso era más propio de Naruto o Ino. Se dio cuenta, mientras escuchaba como llevaban sus amigos al restaurante, que quizás Naruto o Ino eran mucho más valientes que él. Por primera vez en su vida iba a saltarse las normas, o quizás… doblarlas un poco, para llevar a cabo un deseo egoísta y estaba hasta nervioso. Pero, incluso nervioso, no podía esperar a empezar su nuevo plan.
El sonido de la puerta de papel lo sacó de sus pensamientos.
—¡Vaya! Has llegado el primero —exclamó Ino, bastante sorprendida al verlo ya sentado al lado en la gran mesa, esperando a Chouji—. Creí que tendría que pasar a buscarte.
—Dirás a arrastrarme.
—¡No tendría que arrastrarte si movieras tú mismo el culo!
—¿Acaso no es lo que he hecho? —suspiró él, con una sonrisa que dejó a Ino en shock.
—Pues… sí. Ahora que lo dices. No te estarás muriendo, ¿no?
Shikamaru bufó una risa. —Todavía no.
La sala se fue llenando poco a poco hasta que no cabía nadie más en la mesa. Si las cosas hubieran sucedido de otra forma, ahora mismo Sasuke hubiera estado sentado entre Sakura y Naruto. Por desgracia, las cosas a veces no salían bien.
—¿Cómo ha ido el viaje, Naruto?
—¿Has aprendido mucho de Jiraiya-sama?
—¡Seguro que se ha pasado el viaje haciendo vago!
—¡HEY! ¡Eso es mentira! ¿Por qué no vamos luego al campo de entrenamiento y te lo enseño? —sonrió Naruto, apuntando con el dedo a Kiba.
Shikamaru bufó otra risa mientras observaba como sus amigos charlaban con el recién llegado. La comida se pasó rápido. Había muchas cosas de las que hablar, cosas que rememorar, otras cosas que no mencionar… Habían pasado casi 3 años desde que Naruto se marchó y, para bien o para mal, la vida había continuado.
Él se había convertido en jonin, junto a Neji, hacía más de medio año. Los demás habían superado los exámenes de chunin hacía ya un año. Gaara se había convertido en el Kazekage. Y pensar que hacía 3 años habían intentado invadirlos….
—Cómo ha cambiado todo… —sonrió con melancolía Naruto.
—Han pasado años.
—Pero ahora estás aquí —habló él, llevándose repentinamente toda la atención sin quererlo—. La vida ha continuado, pero no te hemos olvidado.
—¡Es verdad!
—Gracias, gente.
—¡Propongo una comida mensual! —dijo Ino, con su exuberancia habitual—. Así podemos mantenerlos al día.
Shikamaru asintió. Horas después, cuando todo el mundo tenía algo que hacer, se despidieron en la puerta del restaurante. Él iba a encontrar un lugar donde meditar sus planes cuando Naruto se le acercó.
—Hey, Shikamaru. Gracias por la comida de hoy.
—Solo lo propuse. Ha sido todo cosa de Ino.
Naruto sonrió, como si sus palabras le divirtieran. No dijo nada para llevarle la contraria, sino que lo miró unos segundos, como si Naruto estuviera contemplando algo seriamente.
—Nunca creí que al regresar habrías cambiado tanto.
—Lo mío es reciente —confesó él, con una risa, echando a andar calle abajo sin rumbo alguno.
—¿Oh? ¿Ya te has cansado de comportarte como un vago? —rio Naruto. Luego pestañeó, dándole un codazo a modo de broma—. No será… hay una chica, ¿verdad? ¡Tiene que ser eso!
—…
—¡Un momento! ¡No me jodas! ¡Tengo razón! ¿¡A que sí!?
Naruto se paró en mitad de la calle cuando comprendió que no estaba refutando sus palabras. Su rostro desencajado, marcado por una sorpresa total, le hizo reír. Estaba claro que Naruto había estado bromeando y que, aunque fuera verdad, había esperado que él lo negara rotundamente. Como habría hecho antes. Casi podía ver a su yo de antes chasquear la lengua, murmurar con cansancio o exasperación, antes de quitarle hierro al asunto.
La cuestión era que no podía quitarle hierro al asunto ya que su cambio había sido radical. No solamente de forma superficial, sino que lo había movido en el interior. Shikamaru no había cambiado de vestimenta sino de sentimientos. Sus objetivos de vida habían cambiado, por lo tanto, Shikamaru ya no era el mismo que hacía una semana. Era por eso que era fácil de distinguir a su yo de antes con su nuevo yo. Era por eso que no iba a negar lo que le había pasado, y todo era gracias a Harika.
Shikamaru cogió a Naruto del brazo, tirando de él hacia un lugar más alejado, cuando vio como abría la boca para gritar de nuevo.
—Shh… No tan alto, hombre.
—P-pero, ¿tengo razón?
—… Sí.
—¿La conozco?
—No.
—¿Qué? Pero-
—No la conoces, Naruto.
Llegaron hasta un cruce de puente, sobre el pequeño riachuelo, y se pararon allí. Más bien, Shikamaru dejó de arrastrar a Naruto y paró a sentarse en un banco de piedra. Naruto se quedó de pie, contemplándolo con expresión confundida, hasta que finalmente sacudió sus pensamientos invisibles con un movimiento de cabeza. Se guardó las manos en los bolsillos y se recostó contra la barandilla roja, pintada hacía poco a juzgar por su aspecto reluciente.
—¿Es de la aldea?
—No.
—¿Cómo se llama? ¿Cómo la conociste? ¿Desde cuándo…? Ya sabes.
Shikamaru sonrió automáticamente. Ni siquiera había pensado en ello, pero solo recordar todo lo que pasó estos últimos días, al recordarla a ella… Era imposible que sus labios no se estiraran solos en una sonrisa. De repente, sintió la necesidad de hablar de ello. Era la primera vez en la vida que sentía las ganas de compartir lo que sentía con otra persona. Su padre le sacaba siempre lo que pensaba con unas cuantas partidas de shogi, y luego Asuma hizo lo mismo aunque con más dificultad. A día de hoy, ellos dos, y Chouji, eran los únicos que conocían algo más de lo que él mostraba a los demás.
—Su nombre es Harika, y la conocí hace solo 8 días. Me salvó la vida en mi última misión y… supongo que me tomó por sorpresa.
—Vaya… Entonces, ¿te gusta?
—Sabes, Naruto —dijo él, mirándolo fijamente con expresión seria—. Creo que ella puede ser el amor de mi vida.
Naruto volvió a mostrarse sorprendido ante sus palabras. Una parte de él también estaba sorprendido de sí mismo, pero al saber cómo se sentía después de 7 míseros días y de haber reflexionado profundamente esta última semana… Estaba convencido de que así era. Nunca había creído en el amor a primera vista, pero la química y la complicidad, y lo bien que se sentía con ella era algo que nunca antes había sentido. Y no quería dejarlo escapar.
Si ella le correspondía, y creía que era muy posible, y los dos luchaban por algo serio, ¿por qué no iba a funcionar el resto de su vida a pesar de solo conocerse de una semana? Era una locura, pero por primera vez quería hacer algo que le viniera del corazón. ¿Podía doler? Sí. Pero, ¿y si tenía razón?
—Si ella no vive en la aldea, ¿qué piensas hacer? —preguntó de improvisto Naruto, sacándolo de sus pensamientos.
—Esa es la cuestión…
—Un momento. Estás planeando algo, ¿verdad?
La sonrisa traviesa de Naruto se impuso ante su semblante serio hasta que le recordó a ese niño de la academia que vestía de naranja fluorescente y llevaba anteojos en la frente que no usaba salvo para esconderse del mundo cuando éste era especialmente cruel. Olvidó a Shikamaru el jonin durante unos minutos, sonriendo de forma traviesa él también.
—Por supuesto —miró alrededor, comprobando que estaban solos—. Harika está recorriendo el país del Fuego así que mi mejor baza es intentar buscarla cada vez que salga de misión en solitario.
—¿Y tú objetivo?
—Ella está intentando buscar la forma de regresar a casa —confesó él—. No sé de dónde proviene ni por qué no puede volver, pero está claro que no es de aquí…. Lo lógico, si quiero que esto funcione, es ayudarla a regresar y encontrar una forma de que ella pueda viajar entre su casa y aquí.
—… ¿Y si no es posible?
—Ahora mismo no tiene sentido pensar a tan largo plazo. Para empezar, debo encontrarla de nuevo. Solo nos conocemos de una semana. Necesito saber si lo que sentí estos últimos días vale de algo. En caso de que no me haya imaginado todo esto entonces podré pensar en el siguiente paso del plan.
—Ayudarla a regresar.
—Exacto. Para eso necesitaré información más detallada sobre su problema y creo que voy a necesitar un tiempo en ganarme ese tipo de confianza.
—¿Por qué lo dices? —preguntó Naruto con curiosidad después de escucharle atentamente.
—Porque ella no es una civil, ni un ninja. Es algo más. Tiene poderes. De eso sí que estoy seguro. Le ofrecí volver conmigo a Konoha, pero lo rechazó.
—¿Crees que tiene miedo a que descubran sus poderes?
—Sí. Y, sinceramente, creo que hace bien siendo tan precavida. Por eso digo que tengo que ganarme su confianza.
—Está bien. ¡Yo te ayudaré! —dijo Naruto, sonriente. Alzó el dedo pulgar, recordándole a Lee, y luego se apuntó al pecho—. ¡Te lo prometo!
Shikamaru suspiró entre exasperado, cansado y reconfortado. Naruto no había cambiado ni una pizca a pesar del tiempo que había pasado.
—Naruto, algún día darás la mano y te cogerán el brazo —regañó él—. Debes cuidar más de ti mismo.
—Eres mi amigo, Shikamaru, y no voy a dejar que se te escape el amor de tu vida.
Curiosamente, estuvieron hablando más que nunca antes. Era la primera vez que tenía una charla profunda con Naruto sin que esta acabara en un entrenamiento, una misión o una pelea. Nunca había pensado que Naruto, el payaso Naruto, estuviera reconfortándolo después de hablarle de su alocada idea. Aunque… ahora que lo pensaba, ¿quién mejor que Naruto para hablar de locuras?
Aun así, hablarle de Harika supuso contarle también su cambio de personalidad. Uno que él mismo había notado en seguida. Shikamaru no había imaginado que la primera persona con la que hablaría de lo que estaba pasando en su vida personal y familiar iba a ser Naruto. Había creído que acabaría contándoselo a Chouji. Tal vez, muy sorprendentemente, se lo hubiera confesado a Ino. Pero, ¿a Naruto? Y, sin embargo, una vez que había abierto la boca no pudo parar.
Le explicó las conclusiones a las que había llegado estos últimos días. Le habló de su familia, de sus padres e incluso de su carrera como ninja.
—Naruto… Siempre ha querido decirte esto —carraspeó la garganta él, sintiéndose algo extraño y sensible por lo que iba a decir—. En la academia siempre quise ayudarte. Me hubiera gustado ser amigo tuyo antes.
—Fuimos amigos en la academia, Shikamaru. No tienes por qué preocuparte.
—Pero me refiero a antes. Te veía solo y no hice ni dije nada. Fui un cobarde. Quería acercarme a ti, pero no lo hice. Siempre me quedará esa espina clavada. Lo que quería decir es que siento no haber reaccionado antes. Siento haberte dejado solo cuando no lo merecías.
—…
Vio como Naruto tragaba, con el rostro serio y ojos brillantes, y de repente le vino a la mente la voz de Harika.
¿Sabes lo que necesitas?
Shikamaru suspiró al recordarlo, algo exasperado. —Por el amor de-. Lo que me hace hacer esta mujer…
Avergonzado, casi se abalanzó sobre Naruto para darle un abrazo. Uno que tendría que haberle dado hace tiempo. Naruto se quedó de piedra unos segundos antes de aceptar su abrazo. No supo qué hacer con el abrazo así que solo le dio unas palmadas casi robóticas en la espalda. Naruto rio en cuanto lo sintió.
—Eres muy listo pero lo tuyo no es dar abrazos.
Ambos hicieron ver que no estaban tan afectados como parecía. Shikamaru miró para otro lado, rascándose la cabeza, cuando Naruto alzó su mano para limpiar la esquina de su ojo.
—Bueno, ¿cuándo empezamos a buscarla?
—¿A buscar a quién?
Shikamaru se quedó de piedra al escuchar esa voz. Notó como palidecía al instante. Lo había olvidado por completo. Se dio la vuelta casi sin quererlo. Allí estaba ella, mirándolo con una ceja alzada y brazos cruzados. La última persona a la que quería ver.
Temari… Su novia.
Notes:
*Se esconde detrás de una silla*
No me matéis. Todo tiene una explicación. Pero os dejo con la intriga hasta la próxima entrega. HAHAHA 😈
Dejando Temari de lado... ¿Qué os ha parecido el POV de Shikamaru? Literalmente está listo para lanzarse de cabeza a la piscina. ¿Le servirá de algo o acabará con un corazón roto?
Chapter 12: Parte II - II
Chapter Text
Shikamaru suspiró. Naruto, a su lado, titubeó, pero no dijo nada. No le extrañaba. Le había asegurado que estaba casi enamorado de una mujer que resultó no ser su novia. Lo verdad es que sí que se había olvidado de Temari desde que volvió a pisar Konoha, pero sí que se acordó de ella cuando estuvo con Harika. Le dio vergüenza pensar que Temari solo fue un breve destello en su mente y que solo se acordó de ella cuando estuvo a punto de besar a otra mujer. Era una de las razones por las cuales no la besó.
Lo cierto es que sabía qué tenía que hacer. Lo había sabido antes incluso de conocer a Harika. Tenía que cortar con Temari.
—¿Podemos hablar, Temari?
Ella frunció el ceño al escuchar esas nefastas palabras. Shikamaru asintió en dirección a Naruto y éste los dejó solos después de mirarlo fijamente unos segundos.
—Hablamos en otro momento, Naruto —aseguró él, para que supiera que lo que habían hablado no iba en broma.
—Está bien. Nos vemos.
Temari y él esperaron en silencio a que Naruto se fuera, a que se marchara más lejos de lo que sus oídos ninja le permitían espiar. Miró el banco de piedra, pensando sobre si sentarse o no, pero decidió que lo que tenía que decir no iba a ser para tanto. Temari, irónicamente, se sentó. Parecía pensar que iban a tener una charla intensa. No podía estar más equivocada.
—¿Y bien? ¿De qué quieres hablar?
—Quiero dejarlo.
—¿Dejarlo…? —dijo ella, inclinándose abruptamente hacia atrás como si la hubiera abofeteado. Su rostro serio mostró sorpresa y un atisbo de dolor—. Te refieres… ¿a lo nuestro?
—Temari… —suspiró él con pesadez—. Solo llevamos saliendo poco más de un mes. Nos hemos visto 3 veces en lo que va de noviazgo, si es que se puede describir así.
—¿¡Y cómo lo vas a describir si no!?
—Hemos tenido 3 citas. Unas 3 citas no significan que seamos novios de verdad… Solo nos estábamos conociendo como pareja.
—Pero me dijiste que sí cuando te lo propuse.
—No. Me planteaste una relación y yo te dije que no estaba seguro de querer una —le recordó él, con voz firme—. Me pediste que te diera una oportunidad para descubrir a dónde podíamos llegar. Hemos tenido 3 citas desde que accedí a empezar una relación, una de la que no estaba seguro, y ahora te digo que quiero parar.
—¿Tan poca cosa ha sido lo nuestro?
—¿Qué nuestro, Temari? Todavía no hemos dado ni un solo paso.
—¡Pero íbamos en buen camino! ¡Todos los comienzos de relación son iguales! ¿¡O es que esperas que me abra de piernas a la primera de cambio!?
—No pongas en mi boca palabras que no he dicho —siseó él con frialdad, enfadándose al instante—. Ya sabes que yo nunca haría algo así.
Temari se desinfló al instante, mirando al suelo. Se hizo un silencio incómodo, tenso, en el que ambos aprovecharon para recuperar la calma. Vio como ella inspiraba un par de veces de forma profunda, claramente intentando tranquilizarse, antes de que levantara de nuevo la mirada.
—Lo siento. Sé que tú nunca me presionarías.
—Creo que ya sabes a lo que me refiero, ¿verdad? —suspiró él, repentinamente cansado—. Nuestra relación no ha cambiado desde que empezamos a salir. Seguimos siendo amigos que han tenido unas cuantas citas. A eso me refiero cuando digo que no hemos dado ni un solo paso.
—Pero, ¿por qué no quieres seguir intentándolo? Un mes es poco tiempo para saber si podemos ser una pareja de verdad. ¿Cómo sabes que no hacemos buena pareja? ¿Por qué no eres capaz de esperar, de darnos un tiempo? ¿De descubrir a dónde nos lleva esto?
—Esta es la misma conversación que tuvimos cuando me lo planteaste aquel día.
—¡Y me prometiste que me darías tiempo! ¡Claro que solo hemos tenido 3 citas! ¡Vivimos en países distintos! ¡Pero he estado haciendo un esfuerzo cada vez que vengo!
—Lo sé, pero yo no te lo he pedido —le recordó Shikamaru con suavidad. Sabía que tenía que ser más claro, a pesar de que no quería hacerle daño así que tomó aire—. Temari… Solo me gustas como amiga. No estoy enamorado de ti y no voy a estarlo en el futuro por mucho que tengamos 50 citas y llevemos un año saliendo. No quiero descubrir dónde nos lleva esto porque sé que no nos va a llevar a ningún lado. No quiero hacerte perder el tiempo, ni perder el tiempo yo. Mereces a alguien que te quiera como tú le quieras, pero no soy yo. Por favor… entiéndelo. Hemos acabado.
Temari asintió, mirando de nuevo al suelo. Shikamaru suspiró de nuevo. Se sentía triste por lo que acababa de pasar, pero a la vez aliviado. Solo por eso supo que había tomado la decisión correcta. Independientemente de que en un futuro saliera o no con Harika, Temari no le gustaba de forma romántica. Quizás si hubiera cedido y hubiera aceptado salir con ella durante uno o dos años habría empezado a gustarle Temari o, por lo menos, la idea de ella. La cuestión es que Shikamaru no quería ese tipo de relación. No cuando Harika le había hecho sentir muchísimo más en solo 7 días.
Imaginó su hipotética relación de 2 años con Temari y la comparó con una posible relación de solo 3 meses con Harika, y supo que no había comparación.
—Está bien —dijo de repente Temari, levantándose y dándose la vuelta—. Ya hablaremos.
Shikamaru no dijo nada mientras la veía marcharse a paso rápido, aunque algo le decía que había sido demasiado fácil... Finalmente, se sentó en el banco de piedra él solo intentando zafarse del mal presentimiento. No tenía ganas de volver a casa. Necesitaba estar solo.
…
La primera vez que conoció a Temari, con solo 12 años, le pareció alguien arrogante, demasiado confiada en sí misma. Quizás arrogante no era la mejor palabra para describir a Temari, sino prepotente. Llegó a Konoha dispuesta a invadirlos y no se escondió al mirarlos por encima del hombro de tanto en tanto de forma discreta. Shikamaru era perezoso, pero observador.
Aquella vez que luchó contra ella se rindió por 3 motivos: porque se estaba quedando sin chakra, por aburrimiento y porque Temari lo irritaba en sobre manera. Lo que sucedió después confirmó su pensamiento precipitado de que Temari era idiota. ¿En serio creía que iban a poder invadirlos con genins, chunins y los profesores jonin de la comitiva de Suna? Luego lo meditó, cuando todo acabó, y se dio cuenta de que Temari no era igual de inteligente que él, pero eso no significaba que fuese del todo idiota. Simplemente… era una niña. Una niña prepotente.
Por fortuna, Temari pareció cambiar en poco tiempo, y para mejor. Él no vio su recorrido en primera fila, pero las pocas veces que se vieron en los posteriores años Temari dejó de parecerle tan irritante y arrogante. Quizás porque maduró. Todos lo hicieron, al fin y al cabo. Aun así, no podía negar que ella lo exasperaba la mayor parte del tiempo.
Una vez, años después de que sucediera la invasión de Suna, Temari volvió a pisar Konoha por primera vez en años. Para su mala fortuna, se cruzó con ella cuando entró por las grandes puertas.
—Vaya, vaya. Nos reencontramos otra vez, Nara —sonrió ella, cruzándose de brazos y caminando hasta quedar a su lado—. Ha pasado mucho tiempo.
—Temari —saludó él, aguantándose un suspiro.
—¿Por qué no me enseñas la aldea? La otra vez no la vi bien y ahora tengo tiempo.
—… Problemático —suspiró finalmente, para sus adentros.
Se tragó las palabras que habían estado bailando en la punta de su lengua. ¿Por qué no me enseñas la aldea? Quizás porque no quiero.
—¡Hey! ¡Deja de decir que todo es problemático! ¡No seas así!
Echó a caminar con las manos en los bolsillos, haciendo caso omiso de las palabras de broma de Temari, pensando que sí que era problemático. El problema no era enseñarle la aldea, el problema era lo que pasaría si se negaba a hacerlo. Sintió una punzada de irritación extrema al ver que Temari, una vez más, estaba poniendo sus deseos por encima de los de los demás. Las palabras a veces delataban a las personas sin que estas se dieran cuenta. ¿Qué había dicho Temari? Que ella ahora tenía tiempo. ¿Había contemplado si él tenía tiempo que perder en su ridícula petición? No. ¿Por qué? Porque Temari, en su fuero interno, seguía siendo un poco prepotente. No tanto como hacía años, gracias a dios.
El caso era que a Temari le importaba lo que le importaba a Temari así que se tragó su irritación e hizo lo que su padre habría hecho con su madre. Suspiró y recapituló. Eso sucedió un par de veces más, las veces que él se la encontró en la aldea cuando ella estaba de misión diplomática. Rápidamente se dio cuenta de que era Temari la que lo estaba buscando ya que era difícil que lo encontrara al azar en Konoha cuando la aldea era laberíntica y él nunca pasaba por las mismas calles, siguiendo la misma ruta, para evitar patrones.
Intentó ignorarla, pero ella era persistente, y él no quería tener que estar escondiéndose dentro de su propia aldea. Finalmente, se encontró pasando tiempo con ella comiendo o paseando por Konoha. No porque él la buscara, sino porque ella se le unía cada vez que podía. Shikamaru no era idiota así que sabía que Temari quería algo. No fue sino hasta que su padre, su padre, se lo comentó en una de sus partidas que lo entendió.
—¿Estás saliendo con esa chica? —preguntó de improvisto su padre.
—¿Qué ch- No te referirás a Temari?
—¿A quién me iba a referir si no?
Shikamaru no dijo nada. Temari siempre se comportaba igual. No había mostrado ni una pizca de cariño hacia él, a parte de ser persistente en lo que respectaba pasar tiempo juntos cuando ella visitaba Konoha. No había imaginado que era esa situación. En cuanto pensó en Temari siendo su novia se sintió exasperado y aprensivo.
—Temari me cansa.
—Entonces se parece mucho a tu madre —bufó una risa su padre, bromeando.
Esa charla se quedó grabada en su cerebro. No sabía por qué en ese momento, pero era porque había pensado que su padre le había dado el visto bueno a su manera. Si Temari se parecía a su madre, y su padre quería a su madre, eso significaba que indirectamente Temari debía parecerle un buen partido a su padre.
Sí. Se dio cuenta de lo mucho que había malinterpretado las cosas durante tanto tiempo. Aquello no fue una bendición de su padre si no una simple charla. ¿Y él? Él, a veces, era más idiota de lo que creía. Estaba tan inmerso en seguir la estela de su padre que incluso se planteó tragarse su aprensividad y pedirle salir a Temari hasta que recordó lo mucho que le irritaba y descartó rápidamente esa tonta idea que apenas había durado 2 segundos. El destino, no obstante, tenía otros planes.
Fue la misma Temari la que le propuso de salir solo un par de semanas después, cuando regresó a Konoha en su misión diplomática.
—Shikamaru… ¿Te has planteado alguna vez empezar una relación a distancia?
—¿Relación? —dijo él, haciéndose el loco—. No.
Su contestación había sido rotunda, pero Temari no parecía afectada por su negativa fría y estoica. Solo se encogió de hombros y siguió hablando. Quizás habría admirado su determinación si se tratara de cualquier otra cosa, pero se trataba de su consentimiento. Aquí estaba él diciéndole que no tajantemente y Temari solo se encogió de hombros, como si su opinión no valiera la pena o como si, en su fuero interno, estuviera decidida a hacerle cambiar de parecer simplemente porque ella quería. Otra vez se encontró irritado en sobre manera.
Sabía que Temari no era mala persona, pero no significaba que su forma de ser no le encrespara el ánimo cada vez que pasaba más de 30 minutos en su compañía. Tal y como había deducido, ella volvió a intentarlo un rato después.
—Shikamaru, quiero decirte algo y quiero que me escuches atentamente antes de decir nada.
—…Está bien —acabó suspirando él, derrotado—. Qué quieres decirme.
—Mira, sé que eres listo y que te habrás olido algo así que simplemente iré al grano. Me gustas. Creo que podríamos hacer una gran pareja si nos damos una oportunidad.
—No estoy muy seguro de eso.
—Pero yo sí —afirmó ella, totalmente segura de sí misma. Él se tragó un chasquido de lengua, totalmente irascible—. Solo quiero que nos demos un tiempo para descubrir si funciona o no.
—No estoy seguro de querer tener una relación ahora mismo, Temari.
—Vamos, Shikamaru. ¿Qué puedes perder? ¿Te imaginas que nos damos una oportunidad y descubres que somos tal para cual?
Shikamaru suspiró con pesadez. Miró al cielo pidiendo paciencia mientras Temari esperaba pacientemente, con ojos brillantes y una sonrisa triunfal en los labios como si ya supiera que iba a ceder. Ambos sabían que iba a hacerlo simplemente porque ambos sabían lo persistente que podía llegar a ser Temari. Al final, como simplemente quería que lo dejara estar, accedió a la propuesta de Temari.
—Está bien —alzó una mano antes de que pudiera gritar triunfalmente—. Pero si cambio de opinión en unos meses no me vengas llorando.
—¡No te arrepentirás, Shikamaru! Solo dame tiempo y te lo demostraré.
Y eso fue todo.
Las 3 citas que habían tenido eran más bien comidas de amigos que otra cosa, considerando que ni se habían besado ni él había mostrado ningún afecto por ella. Temari le cogió del brazo un par de veces, pero ella no era muy afectuosa así que eso fue todo. Más de una vez vio como los ojos de Temari recorrían su rostro hasta posarse en sus labios, pero él hizo ver que no vio nada.
Visto desde este punto de vista, su relación de novios con Temari era más bien escasa. De hecho, a penas la consideraba su novia salvo por el hecho de que, de algún modo, estaba saliendo con ella de una forma que no salía con nadie más. ¿Era comprensible que hubiera olvidado a Temari tan fácilmente cuando conoció a alguien como Harika? Quizás sí. ¿Era justo para Temari? Definitivamente no. Era por eso que había cortado de raíz nada más la vio. Era lo mínimo que podía hacer para no meter la pata hasta el fondo.
Temari estaba dolida, como era obvio, pero se recuperaría. Le consolaba pensar que lo suyo había sido tremendamente fugaz, que ella no estaba enamorada de él después de años de relación. Cuanto más lo pensaba, más aliviado estaba por sí mismo y por Temari. Como le había dicho a ella, se merecía alguien que la quisiera de verdad. Alguien que aceptara todos sus defectos y virtudes, alguien con quien su personalidad dominante encajara perfectamente. Pero ese alguien… no era él.
…
Días más tarde, parecía que el destino se alineó a su favor. O eso había creído.
—Te dije que te ayudaría, Shikamaru — Naruto le golpeó con el codo en un costado, sonriente.
Shikamaru lo miró con algo de atónito. Miró a lado y lado y vio que estaban solos.
—¿Me estás diciendo que has sido tú el que ha conseguido esta misión?
—¿Y quién si no?
Se quedó mirando a su amigo con estupefacción. Aun así, aceptó de buena gana el favor de Naruto. Estaba claro que su conexión con la Hokage había sido de gran ayuda. Si él hubiera intentado lo mismo seguro que no lo hubiera conseguido tan rápido. Sacudió esos pensamientos con vehemencia. Lo más importante era salir de la aldea para encontrar a Harika de nuevo cuanto antes. Habían pasado casi 5 días desde que la dejó y cada día que pasaba estaba más intranquilo y preocupado.
Miró la documentación de la misión. Era una misión de escolta en solitario así que tendría el tiempo que necesitaba para poder buscar a Harika una vez dejara a su cliente en su casa. Calculó que necesitaría 4 días a paso de civil para llegar a su destino así que aprovecharía el tiempo para enviar un clon a por pistas. Eso le liberaría de tener que hacerlo él mismo después de dejar a su cliente en casa, con lo cual ganaría tiempo. Una vez supiera qué dirección había cogido Harika y finalizara su misión podría salir en su búsqueda él mismo.
—¿Minamoto-san? —preguntó él, llamando a su cliente. Este se dio la vuelta—. Soy Shikamaru Nara, su escolta en esta misión.
—Un placer conocerle, Nara-san.
Shikamaru asintió con algo de impaciencia. Al parecer, el hombre era un comerciante que vivía cerca del país de los Ríos y que poseía una granja de vacas. Su negocio cárnico estaba empezando a eclipsar el de sus competidores hasta tal punto que había recibido amenazas de muerte. Por suerte para Minamoto, parecía que eran simples amenazas y no planes de futuro. Para estar más seguro simplemente había pedido una escolta ninja.
—Me gustaría llegar cuanto antes posible —le pidió el cliente—. Me he retrasado más de lo esperado en Konoha y querría llegar a tiempo al cumpleaños de mi hija dentro de 2 días.
—El camino a paso civil son 4 días… Si quiere llegar a tiempo tendremos que hacer paradas muy cortas y caminar durante horas. ¿Cree que podrá hacerlo?
—Por supuesto.
Shikamaru no dijo nada más, pero por dentro estaba sonriendo. Eso significaba que tendría 2 días totalmente libres en los que supuestamente debía estar protegiendo al cliente que podría usar para buscar a Harika. Eso le dejaba con unos 4 días libres, considerando que la vuelta a Konoha podía estirarla hasta 2 días…
El primer día pasó muy rápido, considerando que su cliente estaba descansado y preparado para el viaje así que recorrieron más de la mitad del camino. En cuanto se fueron acercando a la zona donde había visto por última vez a Harika creó un clon para empezar a investigar. Su primer objetivo era volver a la cabaña donde la dejó. No esperaba encontrarla, pero quizás habría alguna pista sobre su paradero.
Su clon se deshizo por la noche, horas más tarde, aportándole toda la información posible. A su lado, el cliente dormía mientras él sonreía en mitad de la noche. Harika le había dejado un mapa. No estaba marcado con su destino, pero sí con los lugares donde había estado. Viendo su ruta era obvio que se dirigía hacia el norte y luego seguramente peinaría el este, yendo hasta las aldeas más cercanas. Si calculaba de forma aproximada el paso de Harika, considerando que habían pasado ya unos 7 días desde que la vio por última vez…
—Ahí —musitó para sí mismo, mirando el mapa y redondeando una aldea en concreto.
Al alba siguiente, Shikamaru despertó con ganas al cliente. Habían quedado que llegarían a su casa esa misma mañana, y él estaba deseando empezar su primera parte del plan.
—¿Cuánto falta para llegar a Iwaki?
—Unas dos horas andando —reconoció él, algo irritado por estar perdiendo el tiempo andando a paso civil.
—Perfecto.
Anduvieron en silencio durante bastante tiempo. Shikamaru hizo pasar el tiempo pensando en lo que tenía que hacer y afilando sus sentidos para evitar ser sorprendido por bandidos o ninjas enemigos. No creía que las amenazas hacia el cliente fueran un peligro en potencia sino más bien un grito de ira de un civil enfadado. Aun así, a pesar de sus planes, seguía estando de misión así que se lo tomó en serio. El aburrimiento, no obstante, era cada vez mayor, así como sus ganas de finalizar la misión.
Cuando por fin vio Iwaki a lo lejos tuvo que contener un gran suspiro de alivio. El cliente, a su lado, sonrió y aceleró la marcha.
—¡Por fin llegamos! ¡Creía que iba a perderme la fiesta!
—Llegaremos en 15 minutos a este ritmo.
Llegaron en 10. Shikamaru aceptó el agradecimiento de su cliente con impaciencia, asintiendo políticamente.
—Ha sido un placer escoltarle. Puede contactar con Konoha si tiene algún otro problema.
—Lo tendré en cuenta. Gracias, Nara-san.
Se dio la vuelta y se marchó. Salió de la aldea a pasos agigantados y una vez sobrepasó las puertas echó a correr. Por primera vez en días se encontraba sintiéndose vivo de nuevo, con una amplia sonrisa en el rostro. Se sorprendió de nuevo por sentirse así cuando hacía solo dos semanas nunca habría imaginado correr de vuelta a Konoha, deseoso de volver a casa. Las ganas que lo impulsaban por estar de nuevo a su lado eran grandes. Nunca antes había sentido algo igual. Quizás le sorprendía tanto lo que sentía por Harika, cuando apenas se conocían, porque su anterior yo apenas estaba subsistiendo y eso quería decir que la diferencia entre ambas versiones de él, la de ahora y la de hacía un mes, eran abismales.
El camino por el país del Fuego en busca del posible amor de su vida se le hizo hasta corto. Mandó un clon a visitar las aldeas por las cuales creía que ya había pasado por si acaso, pero él corrió en dirección al objetivo que calculó la noche anterior. Por desgracia, Harika no estaba allí. Fue en busca de la siguiente aldea con el corazón encogido. ¿Y si lo había calculado mal? ¿Y si se había alejado de las aldeas, al contrario de lo que su mapa sugería? ¿Y si le había pasado algo durante el trayecto? ¿Y si la habían-
Shikamaru paró en seco cuando sintió su presencia en Deiri, la aldea más próxima a Suiro, donde él había calculado que la encontraría. Recuperó el aliento en escasos segundos, sintiéndose extraño y excitado por volver a verla después de una semana.
Allí estaba ella, vestida con ropa discreta, pero con un sombrero blanco en la cabeza que tapaba los rayos de sol. La observó mientras ella ojeaba, con una pequeña sonrisa en labios, unos libros en un tenderete ambulante. Entonces, como si lo hubiera sentido, Harika levantó despacio la cabeza de su libro hasta que sus miradas chocaron casi como si fueran imanes. Vio la sorpresa en su rostro mientras comprendía que estaba allí, postrado en una farola observándola con los brazos cruzados mientras mordía las ganas de cogerla en volandas para llevársela lejos. La sorpresa, no obstante, se convirtió rápidamente en una sonrisa. Dejó el libro de nuevo junto a los otros libros y caminó hasta él. Primero despacio, luego un poco más rápido y finalmente, con una risa, echó a correr los pocos metros que los separaban.
Shikamaru ni lo pensó, y cortó la distancia entre ambos con un par de zancadas. La cogió en sus brazos, riendo él también, y la aferró contra su cuerpo. Hizo caso omiso de las miradas y sonrisas mientras la abrazaba fuertemente a Harika. Usó su chakra para desvanecerse rápidamente, apareciendo en un parque cercano que había divisado por el rabillo del ojo hacía media hora. Reaparecieron bajo la sombra de un árbol, escuchando de repente a los niños gritar a pocos metros, ignorantes de que ahora había allí alguien más.
—No puedo creer que estés aquí —susurró Harika, labios rozando la piel de su garganta provocándole un escalofrío.
—¿Dónde iba a estar si no?
Harika alzó la cabeza para mirarlo a los ojos. Su rostro, a escasos centímetros, era lo más bello que había visto antes. Se perdió en esos ojos verdes, refulgentes y brillantes, durante unos escasos segundos antes de que su mirada bajara lentamente hasta donde más quería… A sus labios.
—Harika… Voy a decir una locura, pero…. No puedo dejar de pensar en ti. Desde que te conocí fue como si algo cambiara dentro de mí, y ahora que ha cambiado y soy consciente de ello no quiero regresar atrás. No quiero ser el que fui hace solo 10 días —confesó en voz baja, nervioso, pero a la vez lleno de fuerza por primera vez en la vida. Harika lo observó en silencio, escuchándole atentamente con ojos tiernos—. Si pudieras encontrar la forma de regresar a casa, y de volver aquí…, ¿regresarías a mí? O… ¿Solo yo estoy sintiendo esto?
—…—Harika lo pensó unos segundos que se le hicieron eternos, contemplando cada milímetro de su rostro hasta que finalmente sus ojos se encontraron de nuevo y ella sonrió—. Si pudiera, regresaría a ti.
Shikamaru no pudo evitar suspirar con el corazón a mil. Sentía como si el corazón le fuera a explotar en el pecho al saber, de su propia boca, que volvería con él. Era la primera vez que arriesgaba algo importante, y, por suerte para él, le había salido bien. La mujer a la que estaba empezando a querer le quería a él también. Era el sentimiento más maravilloso del mundo. Entendió en ese instante porque todo el mundo hablaba del amor y se arriesgaba una y otra vez, exponiéndose a algo o alguien que podía herirlos.
Harika alzó una mano, acunándole el rostro con tanto cariño que sus ojos se entrecerraron sin que pudiera evitarlo del placer.
—Si no quieres que te bese, será mejor que lo digas ahora —susurró, inclinándose sobre ella con pulso tembloroso.
—¿A qué demonios esperas? —bromeó ella, en un susurro, riendo.
Sus labios se encontraron allí mismo. Sintió una mano de Harika posarse en su mandíbula y la otra cogerle la espalda, apretándola contra ella. Él no pudo evitar enterrar una mano en su larga melena, sintiendo lo suave y sedosa que era. Deseó sentir ese cabello, algún día, en su cuerpo desnudo, pero ahora se conformó con estrecharla también contra él.
Sus labios, mullidos y aterciopelados, se abrieron bajo sus propios labios. Se los besó una y otra vez, incapaz de dejarla ir, atesorando la idea de que ella parecía igual de sedienta por él que él por ella. Pasó su lengua por su labio, suplicando algo más, cualquier cosa. Sintió su lengua rozar la suya, y en cuanto hicieron contacto fue como si lo hubieran electrocutado. Un escalofrío le recorrió el cuerpo, mientras que la piel femenina bajo su mano se erizó, correspondiéndole.
De repente, ya no se encontraban besándose. Sintió esa necesidad de devorarla e, incapaz de parar, sucumbió a sus deseos. Harika le besó con el mismo frenesí, devorándole y siendo devorada al mismo tiempo. Era como si fueran uno, sus lenguas jugando la una contra la otra, su respiración una sola. Besó su rostro, sus labios, su cuello… sintiendo como temblaba bajo su tacto, llena de deseo.
—Shikamaru…
Tuvo que tragar, con el pulso tembloroso, al notar como se estaba excitando inevitablemente. Enterró su rostro en su cuello, suspirando, adorando la mano que se había mezclado entre su cabello.
—Mereces algo más que esto —dijo él, reconociendo la verdad. Le gustaría hacerle el amor, pero no así.
—Lo sé… Pero me estás torturando.
—¿Yo? —rio antes de morderle suavemente el cuello, escuchando su gemido femenino que lo excitó de nuevo—. Tu eres la que no para de tentarme.
—¿Qué tal si aceptamos que nos tentamos el uno al otro?
Shikamaru se despegó de ella sin quererlo. Posó su frente sobre la suya, sintiendo de nuevo esa conexión que había sentido con ella desde el principio. Harika le besó los labios una, dos, tres veces, haciéndole sonreír. Shikamaru acunó su mejilla, iniciando otro beso suave, antes de separarse definitivamente.
—Cuanto antes vuelvas a casa, antes podrás regresar a mí.
—¿Me ayudarás?
—Por supuesto. Sé que no vivirías tranquila a mi lado, a pesar de… de quererme, si no eres capaz de ver a tu familia. Soy codicioso, avaricioso… egoísta incluso, pero te quiero a mi lado. Y quiero que desees con todo tu corazón estar a mi lado. No me conformo con un poco, quiero que puedas entregarte a mí al completo sin ninguna duda —confesó, viendo el deseo creciente en sus ojos esmeraldas—. Quiero que seas mía en todos los sentidos, quiero que me elijas a mí. ¿Crees que puedes soportar semejante necesidad, Harika?
Harika sonrió, respirando entrecortadamente, con las pupilas dilatadas. Shikamaru apretó los puños para evitar devorarla de nuevo.
—¿Te entregarás a mí de la misma forma que esperas que yo me entregue a ti?
—¿Acaso no te has dado cuenta de que ya soy tuyo? Sí.
—Entonces… ¿cuándo empezamos a investigar?
Shikamaru sonrió, triunfal. —Ahora.
Chapter 13: Parte II - III
Chapter Text
El inicio de su investigación al lado de Harika iba a durar relativamente poco, considerando que debía regresar a la aldea, y así se lo dijo.
—Solo tenemos 4 días antes de que tenga que volver —admitió él de mala gana. Harika asintió, sin mostrarse sorprendida—. Pero antes… Tengo que hacerte unas cuantas preguntas.
—Ya me lo imaginaba.
Se habían sentado bajo el árbol que escondió su primer beso. Los niños estaban ya en sus casas, comiendo con sus familias, así que se encontraban solos. La energía caótica y frenética que lo había impulsado a correr por el bosque se había calmado en cuanto la tuvo en brazos. Tanto que tuvo que sentarse para recuperar fuerzas. Estaba claro que él no estaba acostumbrado a semejantes vaivenes emocionales. En cuanto su espalda tocó el tronco, no pudo evitar cogerle la mano a Harika y tirar de ella. Rio mientras caía en sus brazos, otra vez.
—Si sientes que me excedo, dímelo —avisó él, dándole un beso en la mejilla—. De lo contrario, soy incapaz de dejar que te alejes.
—Shikamaru, es posible que no te hayas dado cuenta todavía, pero yo también soy codiciosa y avariciosa. Durante mucho tiempo me inculcaron que no podía ser egoísta, que todo lo mío no era solo mío… —confesó Harika, sentada entre sus piernas y recostada en su pecho, mirándolo a través de sus pestañas largas—. Al menos, hasta que pude enviarlos a la mierda.
—¿Y ahora?
—Ahora quiero ser egoísta.
Shikamaru observó la expresión decidida de Harika, sintiendo una sonrisa estirar sus labios cuando entendió al vuelo que Harika quería ser egoísta en lo que a él respectaba. Le excitó pensar que Harika pudiera sentirse posesiva con él. Era lo que él quería, después de todo. Quería a alguien que lo quisiera con el mismo fervor que él sentía.
—Me parece bien —contestó en voz baja, inclinándose los escasos centímetros para besar esos labios rojos de nuevo—. Me parece perfecto.
Se besaron durante unos segundos que le parecieron escasos. Demonios, si así era estar enamorado entendía perfectamente porque alguna gente se volvía loca. Era como si la mitad de su cerebro desconectara en cuanto esos labios rozaban los suyos. Interesantemente, desconectar de esa forma era hasta reconfortante.
—¿Qué preguntas tienes que hacerme?
—Tienes poderes, ¿verdad?
—… —Harika lo observó, suspirando sin mostrar sorpresa, otra vez—. Como no… Sí, tengo poderes.
—¿Esos poderes están relacionados con el hecho de que no puedas volver a casa?
—Lo que voy a explicarte te va a parecer una locura, pero es la verdad.
Shikamaru asintió, viendo que lo decía totalmente en serio. Podía notar el latido de su corazón bajo sus dedos, estable, que aseguraba que no estaba mintiendo. Por no hablar de su expresión facial seria y severa, y sus ojos genuinos. Sí, sin duda alguna lo que iba a contarle era la verdad. No dijo nada mientras ella pensaba para sus adentros cómo enfocar su historia para explicárselo todo. Se mantuvo callado y le acarició una mano, incapaz de no tocarla para reconfortarla.
—Este último año he trabajado de fotógrafa en una expedición a lo largo del mundo. En una de nuestras paradas los investigadores tuvieron que ausentarse del tour así que me quedé sola explorando la ciudad unos días. En uno de mis paseos me adentré sin saberlo en una zona abandonada donde encontré un templo. No lo habría visto de no ser porque sonó una campana —suspiró Harika, volviendo su mirada en su dirección—. Me entró la curiosidad y…
—Y fuiste a explorar.
—Sí. Era un templo abandonado. No había nadie. Lo comprobé con mis poderes —aseguró ella cuando vio como él alzaba una ceja—. El caso es que había un cuadro. De hecho-
Vio como Harika rebuscaba en su bolso de cuero y como sacaba una cámara que debía ocupar medio bolso. Estaba claro que su bolso tenía algún tipo de sello espacial, como el que contenían los pergaminos. No dijo nada mientras apuntaba ese dato en su lista mental relacionada con Harika. Cogió la cámara que ella le tendía. Vio como había una pequeña pantalla que mostraba lo que parecía ser una de sus fotografías. Era el templo del que ella hablaba, perdido entre lo que parecían ser dos grandes edificios. Harika apretó un botón, pasando a la siguiente imagen. Shikamaru lo observó todo prestándole su máxima atención.
—Ese es el cuadro del que te hablo.
El cuadro en sí era más rectangular que cuadrado. Estaba partido en 2 ambientes con un punto central, un pozo. Una persona salía del pozo en un lado y entraba en éste por el otro lado. Si Harika estaba mencionando este cuadro era porque tenía alguna importancia, y si consideraba que lo que sucedía en el cuadro como una advertencia en lugar de una pintura cualquiera… solo había que sumar dos más dos. Ahora bien, ¿el pozo existía y era un portal o el portal era otra cosa menos literal? Miró a Harika.
—¿Caíste por un portal?
—… Sí. El pozo era real. Estaba escondido bajo el suelo de madera podrido. Se venció bajo mis pies y caí en él.
—Ya veo.
—Me golpeé con la cámara mientras caía y quedé inconsciente así que no puedo decirte qué pasó. Me desperté por la noche, en mitad de un bosque —sacó un mapa, entregándoselo—. Aquí. Peiné toda la zona de forma concéntrica, pero nada. Al menos, nada que yo haya visto.
—Y supongo que probaste también con tus poderes… —musitó él, dándolo por hecho, mientras estudiaba el mapa—. Compraste este mapa en el país del Mar.
—Sí. Compré todos los mapas. Sobre todo, porque me di cuenta en seguida de que no estaba en-
Shikamaru alzó la mirada del mapa cuando escuchó como se atragantaba con sus palabras, como si le costara admitir la verdad. Harika tragó. Dejó el mapa a un lado para abrazarla contra él, queriendo protegerla incluso de algo de lo que no podía. Harika se escondió en su cuello, cogiéndole el chaleco con fuerza.
—Me di cuenta de que no estaba en mi propia dimensión —susurró.
No dijo nada mientras asimilaba esas palabras. No sabía qué había imaginado cuando pensaba sobre el lugar donde ella provenía, pero esto… ¿Dimensión? ¿A qué se refería? ¿Por qué creía que venía de una dimensión distinta?
—¿Cómo sabes que no es la misma dimensión?
—Mismas estrellas y posicionamiento, pero incapacidad de encontrar las ciudades de mi dimensión.
El informe de Harika era casi militar. A pesar de necesitar un abrazo, no había llorado ni gritado ni titubeado. Estaba claro que no era civil. Quizás había un rango intermedio en su… dimensión que explicaría porqué sentía que no era civil, pero tampoco ninja. Es más, ¿existían los ninjas en esa dimensión? O, por el contrario, ¿existía solo gente con poderes que no eran civiles, pero tampoco militares? Se le amontaban las preguntas.
—El caso es que sentí esa campana de la que te hablé sonar otra vez antes de caer en el pozo. La sentí luego de que cogiera ese cuadro y le diera la vuelta como una idiota.
—Podría ser que fuera el accionamiento del mecanismo. Pero escuchaste una campana antes, ¿no es así?
—Sí. He llegado a la conclusión de que o bien hay algo más que no sé respecto a la campana o bien el portal fue usado minutos antes de que yo lo usara. No vi a nadie entrar en el templo, pero quien sabe.
Shikamaru pensó en todo lo que había aprendido, mente a mil por hora, atando cabos y resolviendo ecuaciones mentales mientras miraba a un punto distante con ojos desenfocados. Por más vueltas que le daba, siempre llegaba a la misma conclusión con la poca información que tenían.
—¿Y bien? ¿Qué ha deducido ese cerebro de genio? —sonrió Harika, dándole un beso en la mejilla que lo revitalizó y le hizo sonreír.
—Pues creo que puede ser posible que el portal se usara… pero en dirección contraria.
—¿Qué? ¿Te refieres a que el portal se usó desde aquí hacia allí? —preguntó Harika con sorpresa.
—Dijiste que el pozo, que básicamente se comporta como un portal, no estaba cuando despertaste, ¿verdad?
—Sí.
—Parece ser que el portal se esconde una vez se usa. Quizás necesite un tiempo de recarga… No creo que viajar entre dimensiones sea precisamente fácil, energéticamente hablando. Sin embargo, tú encontraste un acceso en el templo. Si alguien lo usó hacia tu dimensión, creo que también habría desaparecido. Tengo 2 hipótesis. La primera es que el lugar donde caíste tenía 2 portales: uno en dirección a tu dimensión, que fue usando con anterioridad a tu viaje y que, por lo tanto, desapareció, y otro portal en dirección a esta dimensión, el cual desapareció cuanto tú lo usaste.
—¿Y la segunda hipótesis?
—Que solo exista un portal pero que éste solo pueda hacer un viaje en cada dirección antes de desaparecer para recargarse. Si alguien usó el portal antes que tú, en dirección opuesta, significa que tu “gastaste” el último viaje, y por eso el portal en esta dimensión no estaba: alguien lo usó antes que tú.
—Es decir, que como yo usé el portal para venir aquí… el pozo del templo debería haber desaparecido también, ¿no?
—Exacto.
—Pero, ¿por qué no había nada donde caí? Si hubiera habido un templo lo habría entendido, o una marca, cualquier cosa.
—Quizás los portales para viajar están en templos, pero su salida es aleatoria. Eso tendría más sentido que encontrar otro portal en mitad de la nada. O, tal vez, nos falta información necesaria para saber el motivo de las coordenadas donde caíste.
—Sea como sea, he estado peinando el terreno en busca de documentación o alguna pista, pero nada. Tengo copias de todo —admitió ella, sonriendo de forma traviesa al confesar su robo—, por si necesitase volver a investigar algo.
—Ya veo… Ha sido una buena idea, pero creo que encontrarás algo más en localizaciones clave tipo aldeas, la capital o incluso templos.
—Ya, pero es justamente lo que quería evitar —suspiró Harika, reconociendo lo que ambos ya sabían.
—Me lo imaginaba, pero lo cierto es que las aldeas y villas pequeñas no van a tener nada importante. Sería un peligro potencial que tuvieran documentación clave que pudiera afectar a un país ninja, y viajar entre dimensiones es definitivamente algo grave.
—Mmm… Entonces, ¿por dónde empezamos?
—Sinceramente, yo usaría estos días para formular un plan para cuando no estemos juntos. Para empezar, necesitamos una forma de comunicarnos. Luego me centraría en lo que puedes hacer sola y en lo que puedo hacer yo estando en Konoha. Viendo que ya has peinado una zona del país del Fuego seguiría tu recorrido para ver si encuentras algo importante. No creo que encuentres nada, pero no podemos descartarlo hasta que no hayas buscado en todas las aldeas —reconoció él de mala gana—. Si tuvieras un límite de tiempo no te recomendaría seguir con este plan.
—Lo cierto es que me gustaría regresar cuanto antes, pero he estado buscando en cada aldea por lo mismo. ¿Y si me paso una y resulta que tenía lo que busco?
—Lo sé, pero también tienes que contemplar el tiempo que gastas.
—Lo sé… —suspiró Harika, frunciendo el ceño.
Shikamaru le levantó el mentón con un dedo.
—Hey, vamos a conseguirlo, ¿vale?
Pasaron las siguientes horas revisando documentación, aunque sin éxito alguno. No sabían exactamente qué estaban buscando, pero todas las copias de Harika no parecían contener ni una sola pista, tal y como ella había afirmado. A pesar de su búsqueda no solo se limitaron a investigar sino que también estuvieron hablando de todo un poco, con menos filtro que hacía apenas una semana ahora que él había reconocido saber que ella tenía poderes y había demostrado que no la iba a traicionar.
—Entonces, ¿no usas chakra?
—No. No tengo ni idea de lo que es, o no la tenía hasta que llegué aquí.
—¿Y cómo es que tienes poderes si no es chakra? ¿Qué energía es? ¿Nace dentro de ti o de la naturaleza? ¿Cómo funciona? —preguntó él. No podía negar que aquel misterio lo había tenido en vilo algunas noches y de hecho le producía mucha curiosidad.
—En mi dimensión, que yo sepa, solo hay civiles sin poderes y personas con magia. La magia nace dentro de nosotros así que cada persona tiene un potencial distinto: unos son más poderosos y otros prácticamente son “muggles”, que es como llamamos a la gente sin poderes. Como la fuente mágica dentro de nosotros es limitada eso quiere decir que solo podemos realizar un número limitado de encantamientos, entre otros, antes de desfallecer. Pero con la comida y el descanso nos recuperamos rápidamente.
—Como el chakra entonces… Magia, ¿eh? Interesante. Según lo que he deducido puedes hacer con tu magia algunas cosas que nosotros podemos hacer con el chakra así que es posible que te tomen por un ninja.
—Ni que lo digas. De hecho, el primer día que llegué aquí me secuestraron.
—¿Qué? —preguntó Shikamaru, de golpe sintiéndose helado. Debía haberlo imaginado, pero el solo hecho de pensar que le hubiera pasado algo cuando él no había estado allí…—. ¿Quién fue? ¿Cómo?
—Bueno —rio ella, sonrojándose—. El caso es que me puse a gritar de la frustración en mitad del bosque y un ninja de Kirigakure me escuchó. Antes de que pudiera protegerme me dejó inconsciente y me llevó a cuestas durante un rato. Afortunadamente, me desperté a tiempo y lo incapacité. En cuanto lo tuve incapacitado lo interrogué. Fue un golpe de suerte, la verdad, porque con su conocimiento pude descubrir dónde estaba. Después de eso, compré los mapas para situarme y entonces empecé a investigar cómo volver a casa.
—¿Qué pasó con el ninja? ¿Lo mataste?
—…Borré sus recuerdos —confesó después de un segundo intenso donde Harika lo observó con expresión preocupada.
Shikamaru, no obstante, no puso el grito en el cielo como ella parecía haber esperado. Es más, si hubiera matado a ese ninja no le hubiera parecido monstruoso. Era justo lo que él habría hecho en su lugar. Se relajó cuando comprendió que Harika había actuado como debía, pero con más piedad de la que él habría empleado. Pudiendo matarlo había preferido borrarle las memorias. Esta mujer… Era más buena de lo que él sería jamás. Aun así, el hecho de que pudiera borrar memorias era interesante, y preocupante. No quería ni imaginar lo que haría una aldea ninja si supiera que tenía dichos poderes.
—Será mejor que no le digas a nadie más lo que puedes hacer.
—Lo sé. De algún modo sé que puedo confiar en ti.
—Si no sintiera lo mismo que tú te diría que estás loca —bufó una risa él—, pero extrañamente yo también sé que puedo confiar en ti.
Quizás era una mezcla de lo que había deducido y de lo que sentía irracionalmente por ella, pero sabía que Harika no le quería hacer ningún daño. Si hubiera querido ya se lo habría hecho. Estaba claro que podían tener una relación increíble si ambos se empeñaban en ello. La conexión que sentían ambos era sorprendente, más de lo que él había sentido nunca, y no quería dejarla escapar sin haberlo intentado. Lo había intentado, había dado el primer paso y ahora sabía que ella le correspondía. Eso quería decir que tenía que hacer todo lo posible para no cagarla de aquí en adelante así que no le quedaba más remedio que contarle a Harika algo que quería olvidar. Tenía que hablarle de Temari.
No es que quisiera hablar de ella, pero estaba claro que si lo dejaba para luego o si no le decía la verdad tarde o temprano sería contraproducente ya que se enteraría de igual forma. También sabía que cuanto más tardara en contárselo más podría desconfiar Harika de él, y no quería darle motivos para no poder apoyarse en él. Quería poder contarle cualquier cosa y quería que ella sintiera que podía hacer lo mismo con él. Comunicación. Era algo que nunca había empleado demasiado con su entorno, pero Harika le importaba de verdad, y no quería perderla.
Se dio cuenta de que era la primera vez que él estaba trabajando activamente por algo. Hasta hace poco siempre había dejado que otros cargaran con el peso de sus relaciones o amistades, pero una relación sentimental era muy distinta. Si quería que lo suyo con Harika durara en el tiempo necesitaba poner de su parte, sobre todo porque Harika no iba a ser alguien a quien viera un par de veces por semana como a sus amigos sino que, si las cosas progresaban tal y como él quería, sería su mujer. Conviviría con ella cada día durante el resto de su vida. Quizás de ellos dependerían uno o dos hijos. No. Estaba claro que tenía que esforzarse mucho más de lo que se había esforzado hasta ahora. Lo que le sorprendía y, curiosamente, le hacía feliz era darse cuenta de que quería esforzarse. Estaba deseando hacerlo, de hecho.
—Harika, tengo que contarte una cosa que no te va a hacer gracia. Cuando acabe puedes preguntarme lo que quieras, pero solo… déjame que te lo cuente primero —ella asintió, sin decir nada—. Hasta hace poco estaba saliendo con alguien. Se llama Temari y es una ninja del país del Viento. No estoy enamorado de ella, ni lo he estado nunca. Te lo digo antes de que puedas pensar cualquier cosa. Solo llevábamos un mes saliendo y fue porque ella me pidió una oportunidad. Al principio me negué, pero Temari no es de las que acepta un no por respuesta… En cuanto te conocí y descubrí lo que es sentirse atraído por alguien de verdad… Bueno, supe que no podía seguir con ella porque no le estaba haciendo ningún favor. Ni a ella ni a mí.
—Así que… ¿cuándo nos conocimos tenías novia?
—Si puedes llamar “novia” a alguien a quien solo vi 3 veces durante el mes que salimos, sí. En cuanto regresé a Konoha y nos encontramos por casualidad corté con ella. Te lo juro.
Harika observó su rostro con expresión neutral. No parecía triste ni enfadada, pero tampoco contenta. Él tampoco lo estaría, de estar en su lugar. Era por eso que no se había andado por las ramas. Tenía que decirle en seguida que no estaba enamorado de Temari ni lo había estado nunca, que solo llevaban un mes juntos y que en cuanto había podido lo había dejado. Se sintió nervioso mientras ella pensaba para sus adentros, sus ojos relucientes, pero no distantes. Finalmente, ella asintió.
—¿Qué ibas a saber que nos íbamos a conocer? —se encogió de hombros, suspirando—. Pero me alegra que me lo hayas dicho tan rápido. No me gusta, obviamente, pero sé que es irracional sentirme así por algo que pasó cuando no nos conocíamos. El hecho de que hayas sido sincero me alivia bastante, para qué mentir.
Shikamaru suspiró, relajándose contra el tronco. Joder. Ni se había dado cuenta de lo tenso que estaba hasta que Harika demostró no estar enfadada. Harika, al verlo recostarse contra el árbol como si fuera un trapo sin vida, se rio. La abrazó contra él saboreando el hecho de que no la había cagado el primer día de relación.
—¿Cómo iba a enfadarme por algo fuera de tu control? —susurró contra su garganta, como si le leyera la mente—. Me hubiera enfadado si siguieras con ella o si hubieras escondido tu antigua relación durante semanas.
—Nunca he salido con alguien de verdad así que estoy aprendiendo, pero estaba claro que si no quería hacerte daño tenía que decírtelo cuanto antes.
—Y me alegro, Shikamaru. Me alegro de que hayas sido sincero, aunque no quisieras hacerme daño o a pesar de que no quisieras hablar de ello porque te resulta incómodo… o un incordio.
—¿Estás segura de que no me estás leyendo la mente?
—¿Quién sabe? —dijo Harika, sonriendo traviesamente contra su piel a la vez que le acariciaba la mano con la punta de sus dedos.
Shikamaru saboreó ese momento de paz, sintiendo como se había sacado un peso de encima, y observó el atardecer a lo lejos. Tenía otro par de días con ella, pero aun así le iban a saber a poco. Ya podía imaginarse preocupado de nuevo en Konoha, preguntándose si estaba bien o no, si habría encontrado algo, si alguien la habría descubierto… se estaba adelantando a los hechos, pero no podía negar su preocupación.
—No pienses en ello, Shikamaru —cortó sus pensamientos Harika, apretándole una mano—. Todo se arreglará, ya lo verás.
—¿Cómo lo sabes?
—¿Vas a dejar que no sea así?
Harika alzó su rostro, mirándolo a los ojos, y solo con esas míseras palabras logró frenar su preocupación en seco. Harika se había salvado ella misma de un ataque antes así que sabía que podía volver a hacerlo, y también tenía razón al decir que si él quería acabaría encontrando una solución a todo esto. Así pues, ¿qué sentido tenía preocuparse?
Entonces, como si le hubieran golpeado, se dio cuenta de algo más profundo. Harika, a pesar de no haberlo dicho directamente, le estaba dejando saber lo mucho que confiaba en él. Sabía que la respuesta a su pregunta era “no” y también estaba dando a entender que sabía que él iba a encontrar una forma de arreglar todo esto, y lo sabía porque confiaba en él. Tragó fuertemente cuando lo entendió. Harika, al contrario que sus amigos y aliados ninja, no tenía ni idea de sus cualidades ni habilidades, pero confiaba en él por instinto. Porque, de alguna forma, habían conectado íntimamente hacía días como nunca antes había conectado con nadie.
—Tienes razón.
Harika seguiría su recorrido por el país del Fuego mientras él buscaba pistas en Konoha, y tarde o temprano encontrarían algo de valor. Pero, antes de poder dejarla, iba a necesitar un plan para poder seguir en contacto.
—Déjamelo a mí, Shikamaru —sonrió traviesa, inspeccionando una moneda de oro con ojos despiertos—. Tengo una idea.
—Entonces, busquemos un sitio para dormir y poder hablar —dijo él, sintiendo que podía confiar en ella. Se levantó del suelo, tendiéndole una mano para ayudarla—. ¿Qué te parece que vayamos a cenar?
—¿Una cita? No pierdes el tiempo, ¿eh?
—No quiero perder ni un segundo.
El semblante femenino de Harika se suavizó, más tierno que travieso, y se alzó de puntillas para darle un beso en la mejilla. Luego otro en la comisura de sus labios, que se estiraron involuntariamente, y luego en sus labios. Shikamaru no pudo evitarlo. Rozó sus labios con la lengua, mordisqueando su labio inferior, y la besó profundamente, entrelazando sus lenguas una y otra vez.
Aprovecharía cada segundo que tenían juntos antes de que tuvieran que separarse. Después de todo, no sabía cuándo se volverían a ver.
Chapter 14: Parte II - IV
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Pasaron su primera cita en un restaurante diminuto, con mesas en una terraza interior llena de plantas y enredaderas, hablando. Shikamaru no había prestado tanto interés en una conversación en su vida. Se estaba dando cuenta que con Harika parecía tener muchas primeras experiencias. Extrañamente, no estaba preocupado de meter la pata o de no estar a la altura porque cuando estaba con ella todo era fácil. Nunca había encontrado a alguien con quien simplemente existir fuera sencillo como respirar. Quizás su padre, cuando no estaba en uno de sus humores inquisidores.
Se encontró hablando por los codos, mucho más que nunca antes. Hablaron de sus hobbies, de sus gustos culinarios, de lo que les apetecía escuchar cuando estaban alegres o triste, de los lugares que habían visitado por trabajo o por placer… incluso hablaron de sus metas de futuro, algo que era de sumo interés para él, y del pasado.
—Entonces, ¿querías ser fotógrafa?
—Qué va. Mi amiga Luna me lo propuso. Era un tour de un año y medio así que dije que sí mientras pensaba qué hacer con mi vida. La fotografía es mi hobby y además me estaban pagando por ello así que fue una idea genial.
—¿Y ya sabes qué hacer?
—Sé lo que no quiero hacer, cosa que me he dado cuenta que es igual de importante —reconoció Harika, tomando su postre helado—. No quiero seguir luchando. Ya he tenido bastante con una guerra.
—¿Guerra?
—Bueno, no fue una guerra como tal. No sé cómo lo definiría, pero claramente había 2 bandos y mucha gente muerta.
—Y el cabecilla del otro bando… ¿Era ese hombre al que mataste? —preguntó Shikamaru, viendo por sus facciones que así era. Harika asintió, sin decir nada—. Ya veo.
—La magia es maravillosa, pero también puede ser terrible. Imagino que si el chakra es parecido ya debes saber de lo que hablo. He visto a gente curarse del borde la muerte… pero también he visto a gente morir y convertirse en “zombi”, o renacer como un monstruo a partir de los huesos de gente muerta. Supongo que es por eso que la magia asusta a alguna gente.
Harika miró los dibujos del mantel como si estuviera contemplando lo que acababa de decir. Estaba claro que alguna gente cercana a ella había reaccionado mal al enterarse de que era una bruja, a juzgar por su comportamiento corporal. A él eso le ponía de muy mal humor. ¿Cómo se atrevía la gente a juzgar a otros simplemente por sus habilidades? Algunos civiles miraban así a los ninjas por lo mismo, no era la primera vez que sucedería, pero seguía irritándolo pensar que existía gente tan… prejuiciosa e hipócrita. Y lo último que quería era que Harika sintiera que esa gente podía o tenía la capacidad de herirla por algo con lo que había nacido.
—Todo poder depende de cómo lo usemos. Mira este cuchillo —dijo él, alzando su cuchillo de la cena—. Lo he usado para comer, pero también podría matar a todas las personas de este restaurante con él. ¿Es el cuchillo “malo”? No. Las personas lo son, si deciden serlo. El cuchillo solo es una herramienta, como el chakra o como tu magia. No tienes que sentirte mal por tener un don.
—…No son nuestras habilidades lo que demuestra cómo somos, sino nuestras elecciones.
—Exacto.
Harika miró por la ventana de cristal, con la vista perdida, pensando en esas palabras. Finalmente, volvió su mirada a él y en sus ojos había una mezcla de rabia contenida y tristeza.
—Eso me dijo el director de mi escuela hace ya años. Ahora está muerto. A veces desearía haberlo matado yo misma y otras veces… desearía saber por qué hizo lo que hizo conmigo —explicó en voz baja, como si le costara hablar de ello. Él solo estiró su brazo y cogió su mano, apretándosela—. Nunca he tenido que contar mi historia porque todo el mundo ya la sabía, pero, aun así, hay cosas que la gente no sabe. Cosas que pasaron hace poco… Quiero contártelas, si tú quieres escucharme.
—Claro que quiero. Quiero saberlo todo de ti.
—Entonces, será mejor que encontremos un lugar para esta noche. No va a ser corto.
Shikamaru pagó la cena de ambos. Sabía que ella tenía dinero, pero quería pagar su primera cita él mismo. Si quería, ella podía pagar la siguiente. Harika le dejó hacer, esperando a su lado, y luego aceptó su mano tendida. Caminaron mano en mano en busca de un hostal, que fue relativamente fácil de encontrar. Por suerte era temporada baja así que tenían varias habitaciones disponibles.
—¿Una o dos habitaciones?
—Una —dijo Harika, antes de que pudiera abrir la boca. Le guiñó un ojo.
—¿Está segura de que quiere una solo, señorita? —preguntó la recepcionista, una vieja con rostro amargado, con un atisbo de desdén en la voz.
Shikamaru sintió que le hervía la sangre al ver como miraba a Harika, pero antes de que pudiera defenderla verbalmente, o clavarle un kunai en la garganta, ella habló.
—Vaya. No sabía que tenía que pedir permiso para compartir una habitación con mi marido.
El rostro de la mujer tras el mostrador se puso rojo de golpe, como si no hubiera contemplado que pudieran estar casados. Miró sus dedos entrelazados y Shikamaru supo que había pensado que porque no llevaban anillos quería decir que no estaban casados. A él le dio igual lo que pensara una civil cualquiera en mitad de una aldea perdida en la nada, pero escuchar a Harika poner a esa mujer en su lugar sin levantar la voz, segura en su autoridad, y a la vez llamarlo “marido” con ese tono de voz posesivo le volvió loco.
Sintió un cosquilleo en el pecho, el estómago encogido del deseo y una punzada de excitación en la ingle. Ahí iba otra primera vez. Y como no pudo resistirse…
—Ah, y antes de que pregunte si queremos una o dos camas… Una cama, por favor —intercedió él, aguantando una risa con una sonrisa—. Queremos tener un hijo, o dos, no sé si me entiende.
Harika se rio en voz alta, dándole igual el rostro ahora color granate de la mujer. Shikamaru la abrazó contra su pecho, posesivo, y ella abrazó su costado, poniendo su rostro sobre su pecho y su mano en su estómago de forma tan sugerente que casi le salió humo de las orejas a la recepcionista. Un hombre salió de la trastienda rápidamente. Parecía haber escuchado parte de su conversación porque lanzó una mirada punzante a la mujer tras el mostrador y les cobró el dinero de forma amable, entregándoles una llave sin decir nada al respecto.
Shikamaru la cogió en volandas, riendo él también, y escuchó el grito ahogado de Harika debido a la sorpresa. Caminó a grandes zancadas escaleras arriba, ignorando la mirada en su cogote y las palabras de reprimenda susurradas a su espalda por una voz masculina.
—¡Shikamaru!
—¿Qué? ¿No decías que querías compartir una habitación con tu marido?
Harika se ruborizó, a pesar de que ahora estaban solos, y escondió su rostro momentáneamente en su cuello, pero él supo que no iba a darse por vencida. Vio como apartaba ligeramente su cabeza de su pecho para poder mirarlo a través de sus largas pestañas rizadas. De solo ver esos ojos seductores se le secó la boca de golpe.
—Bueno, supuestamente estamos buscando un niño… deberíamos compartir cama para eso, ¿no? —susurró, mordiéndose el labio.
Cerró la puerta detrás de sí sin tan siquiera dejar a Harika en el suelo. La habría abierto y cerrado con una pierna de ser necesario, pero no iba a dejarla en el suelo mientras pudiera. Irónicamente, la habitación no tenía cama como tal sino un futón grande, para dos, plegado en una esquina. En cuanto la puerta se cerró con un ‘clic’ detrás de ellos Harika pareció leerle la mente y se movió entre sus brazos, quedando sus piernas alrededor de sus caderas en el mismo instante en que él enterraba su mano en su cabello y juntaba sus bocas en un beso profundo.
Buscó de memoria el futón, con los ojos cerrados, y se arrodilló en él con ella entre sus brazos. No supo cuánto tiempo estuvieron besándose desenfrenadamente, sus cuerpos pegados el uno al otro, ella sentada en su regazo mientras estaba postrado de rodillas sobre el futón mullido. Sintió como le quitaba la coleta, enterrando ella también una mano en su cabello. Mordisqueó sus labios, entrelazó sus lenguas, besó sus labios mientras ahogaba sus gemidos femeninos en su boca.
Cuanto sintió una punzada de deseo y una creciente erección supo que tenían que parar. Acarició su espalda, sabiendo que no estaban preparados para dar el siguiente paso en un lugar como este después de haber iniciado una relación el día anterior. Es más, ni siquiera habían acabado de hablar. Ni siquiera le había pedido formalmente que fuera su novia. Aun así, era difícil despegarse de esos labios que lo volvían loco. Suspiró contra su boca, dándole un beso tras otro, sujetando su mandíbula suavemente.
—Deberíamos hablar.
—Lo sé —susurró Harika contra sus labios, frente contra frente.
—Quiero escuchar lo que tenías que decir, todo lo que querías decirme.
Se quedaron callados unos minutos, respirando el uno contra el otro todavía abrazados firmemente. Shikamaru acarició su brazo, sintiendo como ella hacía lo mismo y le tocaba suavemente el brazo izquierdo de arriba abajo. Se sentó más cómodamente en el suelo, dejando que ella se recostara un poco para atrás para poder verlo mejor, y escuchó todo lo que tenía que decir.
Le explicó la muerte de sus padres, el abuso que sufrió en casa de sus tíos, lo que sucedía año tras año en Hogwarts hasta que finalmente se vio obligada a huir, y a acabar con el asesino de sus padres. Le contó sobre los horrocrux y sobre Dumbledore, y sobre su repentina muerte y regreso a la vida. Y de como luego tuvo que lidiar para recuperarse de todo lo que había sufrido.
Harika lloró recordando algunos momentos, pero Shikamaru pudo ver que, a pesar de ser doloroso, aquello no la atormentaba silenciosamente. Podía hablar de ello sin titubear de un modo que conocía bien. Harika estaba sanando. Lo había visto en otros ninjas después de misiones traumáticas. Era el único motivo por el cual no estaba más enfurecido, si cabe, de lo que ya estaba. Lo único que podía hacer, siendo imposible luchar contra el pasado, era abrazarla y escucharla. No le gustaba, obviamente, pero sabía que no podía arreglar lo que le había pasado con un jutsu. Ojalá fuera tan fácil como apuñalar a alguien.
—Siento mucho por lo que has pasado. No te lo merecías —dijo él finalmente—. Si algún día necesitas volver a hablarlo… te escucharé.
—Hablar de todo contigo me ha ayudado, Shikamaru. Gracias.
—De nada.
Viendo lo cansaba que parecía, abrió el futón y dejó que se tumbara frente a él. Se quitó las armas y el chaleco, acomodándose y la observó atentamente, incapaz de desviar la mirada. Estuvieron un rato hablando de temas más livianos, dejando de lado lo más oscuro, hasta que Harika recuperó totalmente la luz de los ojos y él dejó de sentirse tan mal. Le sorprendió lo mucho que le había afectado a él el hecho de que ella estuviera tan triste. Era la primera vez que le sucedía, la primera vez que empatizaba tanto con alguien. La primera vez que quería poder cargar con ese dolor en el lugar del otro.
Le acarició el cabello lentamente, dándole un beso en la frente, mientras ella hablaba en voz baja contra su pecho, con los ojos cerrados, de lo que había visto en su viaje fotográfico. Shikamaru la escuchó con atención, pero también pensó en lo que estaba experimentando en ese preciso momento. Pensó en lo increíble que era estar con ella de ese modo: hablando, besándose, en silencio… Ni siquiera estaba decepcionado de no haber tenido sexo con Harika puesto que, aunque le hubiera encantado, también le satisfacía plenamente hablar con ella. Era… extraño y sorprendente.
Se dio cuenta en ese preciso momento que había hecho bien en dejar a Temari. Es más, su problema había sido no rechazarla la primera vez. Cada vez que salió con Temari se sintió agotado, e incómodo, incluso antes de reunirse con ella, y cuando estaba con ella al cabo del poco tiempo estaba deseando poder irse a su casa. La última cita que tuvieron, la tercera y última antes de cortar, Shikamaru había rezado silenciosamente porque apareciera un genin y le dijera que tenía una misión.
Y, sin embargo, aquí estaba con Harika. Estaban juntos y ya estaba deseando volver a estar juntos. No acababa de entender por qué se sentía así, ni qué sentido tenía. Era irracional, pero la cosa más intensa que hubiera sentido jamás.
—Harika —susurró él, cuando vio que estaba disfrutando del momento con los ojos cerrados sin decir nada más—. Tengo que preguntarte una cosa antes de que te duermas.
—Mhmm…
—¿Quieres ser mi novia?
Shikamaru observó como abría los ojos, como si fuera necesario mirarlo de frente en lugar de susurrar que sí contra su pecho. Harika alzó una mano, posándola en su rostro, y le acarició los labios.
—Sí quiero.
Sonrió sin poder evitarlo. Inclinándose para darle un beso.
…
—¿Y cómo funciona esto? —preguntó él, dándole vueltas a la moneda de oro. Oro de verdad. Sabía que ella tenía dinero, pero esto… Estaba claro que su fortuna era mucho mayor a la de su clan.
—Básicamente he conectado estas dos monedas para poder comunicarnos. Quiero comprobar si puedes usar tu chakra para interactuar con la magia de esta moneda, de forma que puedas usarla. Si no funciona probaré otra cosa. Tengo varias ideas.
Shikamaru inspeccionó la moneda mágica, llena de encantamientos, que Harika le había dado. Tenía el dibujo de un dragón en la parte trasera y el rostro de un mago con sombrero en la parte delantera. Las letras grabadas rezaban “Gringotts Bank” por un lado y “Unum Galleon” por el otro. Si se concentraba lo suficiente podía percibir una especie de cosquilleo, pero era tan imperceptible que de no ser porque sabía que la moneda estaba encantada no se habría dado cuenta.
Vio como Harika cogía su moneda, usando sus poderes delante de él. De nuevo, notó esa sensación cosquilleante que estaba empezando a asociar con su magia. Era como sentir una pluma rozar su piel desnuda. Observó como las letras de su moneda cambiaban, formando otras palabras.
—Lo he captado —dijo él, leyendo la pregunta en la moneda—. Voy a probar de enviarte algo.
Le daba curiosidad saber si podía interactuar con la magia de Harika usando su chakra. De hecho, estaba deseando probarlo porque de ser posible eso significaba que Harika podía usar también su chakra, por muy incipiente que fuera. Respecto al chakra, Harika tenía unas reservas poco más grandes que un civil medio. No le extrañaba puesto que ella no usaba chakra para nada, prefiriendo usar su otra energía. Aun así, si pudiera usar chakra por lo menos para mejorar su condición física sabía que eso sería una gran ventaja para ella. Shikamaru se conformaba con que pudiera huir, en lugar de luchar cuerpo a cuerpo.
Tardó unos minutos en saber cómo conectar su chakra a la magia, pero se dio cuenta de que la magia se parecía muchísimo a la energía shizen o, como la conocía algunos, al sen chakra. No estaba acostumbrado a usar esa energía, pero sí que la podía percibir así que después de unos cuantos intentos pudo conectar con la magia. Sintió como una especie de clic, como si ambas energías se hubieran fusionado. No estaba usando un jutsu como tal, pero parecía que la magia de alguna forma sabía sus intenciones porque se dejó transformar por su chakra, cambiando las palabras de la moneda.
Se sintió maravillado al descubrir que, de algún modo u otro, estaba haciendo magia. No estaba usando su chakra de forma metódica como hacía siempre que iba a usar un jutsu. La magia era casi instintiva, como si tuviera mente propia. ¿Era así como se sentía Harika cuando usaba su poder? ¿Sentía que tenía una verdadera fuerza de la naturaleza bajo la piel, deseando ser usada con un chasquido de dedos y un pensamiento? Sinceramente, no le extrañaba que no usara chakra teniendo un poder como este dentro de ella. Shikamaru solo había usado la magia que ella había dejado en la moneda, pero solo con poder modificar ese poco con su chakra y su pensamiento… era hasta eufórico no tener que usar jutsus sino la imaginación.
—Quiero enseñarte a usar tu chakra —dijo él de repente. Harika alzó una ceja, esperando saber sus motivos—. Ese hombre que te capturó… Quizás si hubieras sabido como usar tu chakra para mejorar tu condición física nunca te habría secuestrado.
—¿Te refieres a mejorar mi velocidad, resistencia, fuerza y demás?
—Exacto. Incluso puedes aumentar tus sentidos temporalmente: la audición, la vista, el gusto…
—… ¿Y el tacto? —preguntó ella con una sonrisa traviesa, haciendo que tragara saliva al comprender lo que estaba preguntando.
Sintió como le temblaba el pulso y le daba un vuelco el estómago. —…También.
—Entonces quiero aprender.
Shikamaru bufó una risa, pero no pudo negar que él también estaba interesado. Nunca había usado sus habilidades en la cama. Nunca le había interesado acostarse con alguien. Quizás porque no había estado enamorado o porque no había encontrado a alguien que lo excitara físicamente. Le habían recomendado perder la virginidad con alguien de confianza, o algún civil de la aldea, pero él había pasado de ello por pereza.
Cuando empezó a salir con Temari supo que si aceptaba continuar con la relación tarde o temprano perdería su virginidad con ella. No era algo que le excitara o disgustara, simplemente… iba a ser como tachar algo más de su lista. Adiós a su primer diente, adiós a su primer asesinato, adiós a su virginidad. Un día sería virgen y al otro no, así de sencillo. Incluso las veces que se había masturbado, pensando en fantasías en lugar de personas reales, fueron bastante… aburridas. Se había desfogado físicamente, pero no le había aportado nada.
Ahora la cosa había cambiado 1800. Para empezar, se estaba enamorando y Harika le encendía la sangre como nadie antes. Irónico pensar que hacía menos de un mes había pensado en su virginidad como algo cotidiano y hasta aburrido y ahora no estaba pensando en perder la virginidad sino en hacerle el amor a la mujer de la que se había enamorado. También era irónico que él, quien casi nunca tenía erecciones espontaneas porque todo le parecía un martirio, ahora estuviera conteniéndose cada dos por tres porque parecía que su pene había adquirido consciencia propia de un día para otro. Lo más gracioso es que parecía que sus sentimientos románticos tenían una conexión directa a su pene, cosa que lo divertía y sorprendía en partes iguales, y era a veces algo inoportuno.
Se imaginó usando su chakra para hacerle el amor a Harika. Oh, las cosas que quería probar. Cómo quería hacerla gritar, suplicarle, llamar su nombre, desearle… Tuvo que contenerse, sintiendo de nuevo esa inoportuna erección de la que hablaba, inspirando profundamente para mantener el control. Harika pareció verlo puesto que le guiñó un ojo, sus labios rojos estirándose malévolamente como una villana. No supo por qué, pero no pudo evitar contestar a su travesura. Si Harika quería jugar con él, él jugaría con ella…
La cogió de improvisto, usando su velocidad de ninja para tenerla en sus brazos al instante, su espalda femenina contra su pecho cubierto por su jersey de cuello alto negro azulado y sus caderas pegadas la una contra la otra. Posó una mano en su estómago y sus labios sobre su cuello, viendo cómo se le había puesto el bello de punta al sentir su boca sobre ella. Le lamió lentamente la piel hasta llegar a su oreja, usando su mano libre para cogerla del pelo suavemente y tirar su cabeza hacia atrás. Escuchó el jadeo de sorpresa y deseo surgir de sus labios, sintiéndola temblar entre sus brazos. En cuanto tuvo su boca sobre su oído le susurró mucho menos de lo que quería decirle.
—Como sigas provocándome así… al final no podré contenerme.
—Quizás no quiero que te contengas —confesó ella, en voz baja, descansando su cabeza contra su omoplato, dejando su cuello al descubierto.
Al escuchar como ella lo deseaba no pudo evitar sentir de nuevo la erección que había estado batallando. Sabía que ella debía estar notándola porque tenía su pelvis pegada a sus caderas, aguantando su peso. Tragó fuerte mientras se debatía si hacer caso a la lógica o dejarse llevar, pero en cuanto Harika posó su mano tras ella, en sus caderas, atrayéndolo más hacia su cuerpo y desvió su cabeza en busca de sus labios… todo pensamiento se esfumó.
Sus labios se encontraron como si fueran imanes en un beso profundo y para nada inocente. Sintió una punzada de euforia cuando sus caderas femeninas se rozaron contra su erección, masajeándolo mientras él la consumía con sus labios, entrelazando sus lenguas una y otra vez. Su mano subió casi inconscientemente, acariciándole el torso hasta que se dio cuenta de que tenía su pecho derecho en la palma de su mano. Harika se arqueó contra él, gimiendo, y Shikamaru no pudo aguantar corresponderle.
Era demasiado después de tan poco. La tenía allí, entre sus brazos, dándole placer y buscando placer de tal forma que Shikamaru tenía la mente en blanco. Lo único que podía hacer era devorarla y aceptar su rendición. La cogió de nuevo, dándole la vuelta después de separar sus labios un mísero segundo que le pareció una eternidad. Harika parecía estar esperándolo porque puso sus piernas a lado y lado de sus caderas y plantó su sexo caliente encima de su erección al mismo tiempo que unía sus bocas en un beso frenético y salvaje de nuevo.
Ella lo cogió del pelo, enterrando su mano en su cabello sin resistencia alguna. Como si él tuviera el mínimo deseo de alejarse… Se mecieron el uno contra el otro, buscando el orgasmo, durante unos minutos que le parecieron a poco. Le besó los labios, la cara, el cuello...
Buscó sus ojos verdes, viendo como los tenía entrecerrados del placer mientras movía sus caderas contra su polla, y preguntó silenciosamente mientras besaba su pecho. Vio como asentía con la cabeza, empujando su torso contra su boca. Shikamaru abrió los botones de su camisa de un tirón violento, haciéndolos volar por todos lados. Contempló un segundo su pecho recubierto en delicado encaje que debía haber costado un riñón y luego deshizo el sujetador con una mano mientras que con la otra apretó uno de sus glúteos. En cuanto vio esos pezones delicados, rosados, rodeados de piel pálida y perfecta se le hizo la boca agua.
Se los besó, lamió y succionó como si estuviera poseído, escuchando a medias los gemidos de Harika a escasos centímetros de sus oídos cuando mordisqueó su pezón. De repente, sintió el aire fresco rozar su piel ahora desnuda y las manos de Harika acariciar y arañar su espalda, luego sus brazos y su cabeza.
—¡S-Shikamaru! —lloró ella, al borde del abismo—. ¡Más, por favor!
Le dio justo lo que quería. La apoyó contra el tatami, recubierto todavía por el futón doble, y frotó sus caderas con fuerza, arrancándole más gemidos hasta que, finalmente, gritó su nombre. Shikamaru la contempló, aferrándose al placer hasta que no pudo más y le mordió el cuello, gruñendo, corriéndose en su ropa interior. Jadeó unos segundos, recuperándose del orgasmo más fuerte de su puta vida. Buscó su boca abierta, jadeante, con ojos nublados. Sintió como le cogía del pelo, llevándolo hasta ella. Se besaron durante un largo rato, suavemente, con ternura, como si no pudieran evitar perderse el uno en el otro una vez más.
Hasta que empezó a sentir una incómoda sensación mojada en sus pantalones. Se levantó, contemplando su torso desnudo, su cabello totalmente alborotado, la marca en su pecho de sus labios, el moratón en su cuello y sus labios hinchados. Sintió otra punzada en la entrepierna y supo que tenía que levantarse de una vez por todas o no lo haría jamás. Harika lo observó a él también, tumbada en el suelo con los pechos al aire, como si quisiera grabar su imagen a fuego en sus retinas. La sensación que sentía en ese preciso instante, sabiendo que ella lo deseaba tanto como él a ella, no tenía precio.
—Mierda, te he roto la camisa —dijo él, cuando fue a abotonarle la camisa de nuevo después de cerrarle el sujetador por delante.
—No pasa nada.
Alzó una ceja cuando los botones volaron de todas direcciones y se cosieron solos. Harika se abotonó ella misma su camisa bajo su mirada atenta. Luego alzó una mano en su dirección y, de repente, estuvo limpio por completo. Alzó la otra ceja, impresionado.
—Muy útil.
—Si eso te parece útil… —rio por lo bajo ella, con ojos tentadores.
—Como sigamos así no saldremos de esta habitación.
—Me parece bien.
—Harika… —suspiró él, con una sonrisa que no engañó a nadie—. Estoy a “esto” de tirarte sobre mi hombro y llevarte a mi casa así que a menos que quieras que te lleve conmigo será mejor que salgamos de aquí.
Harika rio, levantándose y haciéndole caso. Se puso de nuevo el jersey, dejando de lado su chaleco ninja para no llamar la atención, y salieron a dar una vuelta por la diminuta aldea.
—Ahora que tenemos un plan para comunicarnos y que sabemos qué hacer por separado, será mejor que aprovechemos el tiempo que nos queda para que aprendas a usar tu chakra. Intentaré volver a pedir otra misión en solitario para volver a vernos, pero no sé cuándo podré escaparme de nuevo.
Ella asintió. No quería tener que hablar de su despedida, pero apenas le quedaba un día y medio con ella, y tenían que hablar de todo lo que iba a suceder. La moneda les permitiría comunicarse, pero no hablar. Por lo que había visto Harika estaba intentando encantar un par de espejos, sin mucho éxito todavía, para poder comunicarse más fácilmente, pero quien sabe cuándo podría tenerlo listo. No tenía ni la menor idea de lo que significaban esos símbolos y cálculos, pero estaba claro que no era algo sencillo.
—¿Qué es lo primero que se hace para entrenar el chakra?
—Bueno, primero debería explicarte la teoría del chakra un poco más, para que sepas de qué partimos.
Shikamaru y Harika se sentaron en unos troncos a las afueras, donde nadie podría molestarlos, y allí fue donde empezó a explicarle todo lo que sabía del chakra tal y como le habían enseñado en la academia. Harika tomó notas en un diario de cuero negro con una pluma de cristal claramente hechizada, puesto que no la había mojado ni una sola vez. Al rato, cuando ya le había enseñado todo lo pertinente y ella le preguntó todo lo que se le ocurrió, se pusieron de pie para practicar algo.
—¿Por qué no pruebas a percibir tu chakra? Creo que te será muy fácil ya que ya usas una energía a diario.
—¿Podrías intentar tocarme con tu chakra?
—Claro.
Shikamaru cogió su mano, usando cualquier excusa para tocarla, y empujó algo de su chakra hacia ella. Harika lo notó al instante, inspirando con sorpresa. Observó en silencio como cerraba los ojos e intentaba concentrarse en su propio chakra, sintiéndolo despierto debido a la conexión entre ambos. Shikamaru notó un par de tirones provenientes de ella, dándose cuenta con alegría que lo estaba consiguiendo. No quiso decir nada para no distraerla de su meditación, pero apretó su mano sin poderlo evitar.
—Creo que lo tengo —musitó Harika—. Es extraño, pero ahora que sé que está ahí es como si fuera imposible obviar que está ahí. No sé si me explico.
—Más o menos. ¿Por qué no pruebas a enviar tu chakra a tus oídos?
Harika estuvo probando durante horas. Shikamaru la observaba con atención, dejándola hacer a ella sola mientras él contemplaba a ratos las nubes, apoyado en un tronco. Al contrario que las otras veces, no hablaron de nada, pero lo curioso era que no hacía falta. Solo sentir su chakra y su presencia era igual de reconfortante que un abrazo. Casi quería cerrar los ojos y dormitar, pero sabía que el tiempo que tenían era limitado y siempre podría dormir de regreso a la aldea.
Aun así, no pudo evitar que se le entrecerraran los ojos del confort mientras veía como su novia jugaba por primera vez con su chakra, riendo como una niña pequeña en navidad. Shikamaru sonrió sin poder evitarlo al recordarlo.
Su novia.
Notes:
Esta es la última actualización antes de mis vacaciones. Nos vemos a mediados de agosto.
¡Buen verano!
Chapter 15: Parte II - V
Chapter Text
La vuelta a Konoha fue inevitable y dolorosa. Shikamaru no quería irse, y ella no quería que se fuera. Era como si le estuvieran partiendo en dos el corazón. Por una parte, tenía que regresar porque allí estaba su hogar, pero, por otro lado, quería quedarse con ella porque Harika se estaba convirtiendo en algo igual de importante que la aldea para él. La única razón por la cual sabía que iba a regresar a Konoha era porque allí quizás podía encontrar información sobre su peculiar caso. Eso, y porque sabía que volverían a verse tarde o temprano. El hecho de que ahora pudiera comunicarse con ella le había quitado un peso de encima.
A pesar de todo, o quizás justamente por eso, se pasaron el último día juntos pegados el uno al otro. A ratos literalmente. La abrazó como a un peluche, necesitando su dosis antes de partir, y Harika hizo lo mismo. Se refugió en su cuello como si no quisiera enfrentarse a la realidad, y él hizo lo que pudo, que era bastante poco en comparación a todo lo que le gustaría hacer.
—Tengo que irme —reconoció, sabiendo que no podía esperar más.
—Lo sé.
—Te prometo que nos volveremos a ver lo antes posible —prometió. Harika asintió contra su pecho, melancólica, y él cogió su rostro en sus manos para poder mirarla a los ojos—. Hey. Te lo prometo, ¿vale?
De repente, sintió esas dos palabras en la punta de la lengua. Aparecieron de la nada tan fuertemente que se sorprendió. Aun así, algo le impidió decirle que la quería y en cuanto pensó un poco en ello se dio cuenta de que lo que había acallado su lengua era su cerebro. Hasta ahora había estado gobernado más por su corazón que por su mente en lo que a Harika respecta, pero ahora una parte de él se estaba rebelando. Su mente le urgía a proteger su corazón un poco más. Era demasiado pronto para decirle que la quería, decía su cerebro, y él suspiró, pero se hizo caso. Aun así… él no era idiota, y sabía que las palabras a veces no eran necesarias para demostrar afecto y amor.
Puso en su beso de despedida todo el amor que sentía, tomando sus labios con una devoción que todavía no podía profesarle en voz alta por miedo. Acarició su mentón con el dedo pulgar, saboreando su beso delicado y tan diferente a los que se dieron la noche anterior, pero igualmente increíble.
—Me lo has prometido, Shikamaru. Nos vemos pronto.
—Nos vemos pronto —aceptó él, asintiendo y girándose.
Echó a correr bosque adentro, sin mirar atrás. No llegaba ni 1000 metros recorridos que ya sentía ese nudo en la garganta al haberla dejado. Mientras corría en dirección a Konoha lo más rápido posible, intentando autoconvencerse de no dar media vuelta, se dio cuenta de que una de las cosas que lo preocupaba de dejarla era su desprotección. Si ella hubiera residiendo estado en Konoha y él fuera el que se marchara lejos de la aldea de misión sabía que no estaría tan preocupado porque la aldea le ofrecería una protección que ahora mismo ella no tenía.
Era por eso que necesitaba allanar el camino para que ella se mudara con él de la forma menos problemática posible. Quizás, a unas malas, podía convencerla de regresar con él a Konoha en una de sus siguientes visitas mientras seguían investigando su regreso a casa. Distraído con nuevos planes, el camino se le hizo más ameno mientras pensaba en lo que tenía que hacer de regreso a Konoha. Porque tenía que hacer muchas cosas.
Su regreso a casa fue silencioso. Era de noche y todos estaban durmiendo. Mientras caminaba por la casa de buen tamaño que ocupaba su familia se dio cuenta de algo muy importante. Necesitaba mudarse. Hasta ahora no le había importado vivir con sus padres porque tenía privacidad en su habitación cuando estaba en la aldea, y tampoco es que tuviera una relación o alguien a quien quisiera meter en su casa. Ahora, no obstante, las cosas habían cambiado.
Harika, tarde o temprano, se mudaría a Konoha. Tanto si lo hacía en un futuro más lejano de forma definitiva o si lo hacía dentro de unas semanas de forma más temporal antes de volver a su hogar, y luego regresar, necesitaría una casa para él solo. Quizás Harika prefería alquilar o comprar algo en la aldea de forma independiente antes de aceptar vivir con él, cosa que entendería, y le parecía hasta lógico debido a que su relación era muy, muy nueva, pero eso no significaba que no pudiera visitarlo a él cuando quisiera.
No quería tener que lanzarla contra los lobos de buenas a primeras y tampoco quería dar explicaciones a sus padres cada vez que ella lo visitara. No. Necesitaba su propio espacio, aunque fuera pequeño, para que ella pudiera sentirse cómoda sin tener que aparentar nada delante de sus padres a quienes no conocía.
Al día siguiente, en lugar de holgazanear y dejarlo para luego como habría hecho hacía semanas, se encontró hablando con su padre en el desayuno. Ni siquiera había salido el sol así que su madre todavía estaba dormida, cosa que le venía como anillo al dedo para hablar con su padre a solas.
—Quiero mudarme —dijo sin tapujos, haciendo que su padre se atragantara con su primer café del día. Ambos sabían que quería algo, pero estaba claro que eso no era lo que Shikaku Nara esperaba—. Quería saber si hay alguna casa del clan que pueda ocupar.
—¿A qué viene esto?
—Por privacidad, obviamente.
Su padre lo observó fijamente, sin decir nada, con ojos calculadores. Shikamaru sabía que estaba contemplando las razones por las cuales pediría algo así y sabía que llegaría a una conclusión parcialmente errónea. Su padre no sabía que había cortado con Temari, a no ser que Naruto, o la misma Temari, hubiera hablado sobre lo que pasó. Así pues, debía estar pensando correctamente que quería una casa para invitar a su novia, aunque seguramente estaba pensando erróneamente que su novia era Temari. Nadie sabía que Harika existía, salvo Naruto, así que la posibilidad de que su padre pensara que había conocido a una mujer que le gustaba en una misión al azar era prácticamente nula.
Él no hizo nada para corregir su información, sabiendo que si lo hacía empezaría una ronda de preguntas que quería ahorrarse a las 5 de la mañana. Aun así, sabía que tenía que decir a sus amigos y aliados que había cortado con Temari puesto que no quería que pensaran que era desleal e infiel, que Harika era “la otra” o algo similar. Además, quería controlar la narrativa por si a Temari se le ocurría hacer… algo al respecto. Solo habían pasado 6 días desde que cortó con ella así que sus amigos no se alarmarían porque hubiera esperado unos días en contarles la verdad, sobre todo teniendo en cuenta de que se marchó de misión entre medias.
—Está bien. Haré que te busquen una casa cerca del bosque, al otro lado de la propiedad, ¿te parece bien?
—Genial.
Un problema menos. A unas malas, si no podía acceder a los recursos del clan, alquilaría una casa él mismo. No le preocupaba gastarse el dinero, teniendo los ahorros y el sueldo que tenía, pero prefería la seguridad del clan antes que un piso cualquiera de la aldea.
—¿Vas a salir? —le preguntó su padre cuando vio cómo se levantaba de su asiento y lavaba su taza.
—Sí, tengo que hablar con Ino y Chouji. Hasta luego.
Salió de su casa en dirección al campo de entrenamiento. Aprovecharía para entrenar algo en soledad antes de enfrentarse a la bestia. No quería ni imaginar lo que diría Ino, las preguntas que le haría, sus gritos… Ugh. De solo pensarlo se cansaba.
Estuvo un rato largo entrenando su cuerpo, pensando en nada para variar, cuando escuchó los pasos característicos de sus amigos y compañeros de equipo. Nada más verlo, haciendo repeticiones de katas con pesos en las piernas, se pararon en seco.
—¿Quién eres tú y qué has hecho con Shikamaru Nara? —preguntó Ino, cruzándose de brazos de improvisto—. Lo digo en serio. Ahora esto y el otro día te presentaste el primero en el restaurante. ¡Sin que yo te arrastrara!
Shikamaru suspiró, con cansancio físico y mental, antes de secarse el sudor de la frente con el dorso de su mano. Se quitó las pesas, dándose tiempo a responder, y luego se sentó encima de un tronco caído.
—De eso quería hablaros… He dejado a Temari.
—¿En serio?
—¿¡Qué!? —gritó Ino, atónita—. P-pero sí… ¡Te juro que creía que acabarías casándote con ella!
—¿Por qué?
—Pues… porque… Pues ahora que lo dices, no lo sé.
—Yo sí lo sé —cortó él—. Es porque te recuerda a lo que tienen mis padres, ¿verdad?
Ino meditó sobre ello, frunciendo el ceño, hasta que su rostro volvió a formar sorpresa al darse cuenta de que tenía razón. Chouji le ofreció comida, reconfortándolo, antes de hablar mucho más calmado que Ino.
—Siempre me pregunté por qué aceptaste salir con ella. Estaba claro que la mitad del tiempo, cuando estáis juntos, solo la soportas. La última vez que os vi en una cita parecías estar rezando que se acabara.
—Acepté salir con ella porque fue muy insistente y ya sabéis que siempre he emulado a mi padre, pero en esto no. Temari me cae bien, de eso no hay duda, pero no estoy enamorado de ella y es verdad que las veces que he salido con ella… Estaba deseando volver a casa.
—Entonces, has hecho bien en cortar con ella —asintió Ino—. No está bien ni para ella ni para ti seguir así.
—Lo sé.
—¿Y cómo se lo tomó?
—Sospechosamente neutral… Está claro que no le sentó nada bien, pero… No lo sé. Aceptó demasiado rápido mi decisión cuando ella siempre ha sido muy persistente, incluso cuando la rechacé la primera vez. Sea como sea, mi relación con Temari es agua pasada.
—¿Vas a decírselo a los demás? —preguntó Ino, viéndole suspirar—. ¿O prefieres que deje caer lo que ha pasado?
—¿Me harías ese favor?
—Por supuesto. Ya sabes que me gusta el cotilleo. Déjamelo a mí.
…
Los días siguientes fueron más caóticos de lo habitual. Su madre había puesto el grito en el cielo cuando le informó que iba a mudarse a otra casa del clan, pero en cuanto vio que no cedía y que su padre no estaba tomando partido con ninguno de los dos, simplemente recapituló y aceptó su decisión. No es que le quedara otra opción, considerando que era la primera vez que él se ponía igual de tozudo que su madre. Estaba claro que su padre estaba pensando algo al respecto, a juzgar por las miradas curiosas e interesadas, pero no dijo nada cuando vio a su hijo negarse a ceder ante su más que determinada esposa.
La casa que su padre le había dado era pequeña. Tenía una sola planta, un baño, cocina, salón y un par de habitaciones. Lo más interesante de la casa, y creía que era la razón por la cual su padre le había dado esa casa en concreto, era el gran jardín trasero que tenía, rodeado de cedros y álamos, y la pérgola de madera llena de enredaderas frondosas de color lavanda que separaba el porche trasero del jardín. Necesitaba unos muebles de exterior en los que poder sentarse al aire libre para cenar o charlar, pero ya podía imaginarse allí con Harika, solos y alejados del mundo.
Tenía pocas cosas que traspasar a su nueva casa así que en menos de un día acabó de llevar todo lo necesario, que básicamente consistía en ropa y poca cosa más. Tuvo que comprar utensilios y algunos muebles, pero con un pergamino ninja y unos cuantos clones acabó de montarlo todo en menos de un par de horas. Incluso se compró varios libros de cocina para empezar a cocinar él solo, ahora que vivía lejos de su madre. No le apetecía tener que pasarse cada día a comer a menos que quisiera morirse de hambre.
Lo que más le apetecía hacer, en realidad, era buscar a Naruto. Como tenía tiempo libre eso fue lo que hizo. Tuvo que dar un par de vueltas a la aldea, pero finalmente lo encontró acompañado de Sakura en Ichiraku.
—¡Shikamaru! —exclamó su amigo nada más verlo aparecer—. ¿Pudiste verla?
—De eso quería hablar contigo, Naruto.
Sakura alzó una ceja, curiosa, pero no dijo nada mientras Naruto sorbía rápidamente los fideos y se levantaba del taburete. Dejó un pequeño fajo de billetes al lado de su plato y se despidió de su amiga, quien los miraba totalmente extrañada.
—Nos vemos luego, Sakura-chan.
Salieron del restaurante de pared en dirección indefinida. Él no dijo nada mientras esperaba que Naruto perdiera la poca paciencia que tenía, que calculó que sería en 3…2…1…
—¿Qué coño fue lo del otro día? —preguntó Naruto, arrancándole una risa al ver lo predecible que era. Naruto frunció el ceño en su dirección.
—Aquí no. Necesito un lugar privado para contarte lo que pasó.
—Vamos a mi piso, entonces, no hay nadie.
Shikamaru sintió una punzada de compasión al escucharlo. Naruto no lo había dicho de esa forma, pero el hecho de que no sintiera nada cuando decía alegremente que no había nadie que pudiera molestarlos o alguien que pudiera estar esperándolo… Sinceramente, a él sí que le dolía que Naruto no tuviera a nadie en su vida, y como Harika se estaba convirtiendo en su compás moral, justo al lado de la figura de su padre, supo lo que ella haría.
—Sabes, Naruto… Me he mudado. Mi nueva casa está en los terrenos de mi clan, pero solo vivo yo y tengo una habitación de invitados. Si quieres pasarte de tanto en tanto… Estaría bien.
Naruto paró en seco en mitad de la calle, a pocos metros de la entrada a su edificio. Se giró a mirarlo, justo como hizo el otro día, y se quedaron mirándose fijamente el uno al otro. Finalmente, Naruto asintió con una sonrisa y unas palabras de broma que escondían más de lo que él había pensado. Le volvió a doler darse cuenta de lo solo que se sentía su amigo. Teniendo tantos amigos como tenía Naruto, no había necesidad de que él se sintiera así todo el tiempo. Estaba claro que estaban fallando como amigos.
El apartamento de Naruto era pequeño, pero estaba limpio y bien cuidado. Ya había estado allí un par de veces, pero se dijo que lo visitaría más a menudo. Se sentaron en unas sillas de la mesa redonda, pequeña, que ocupaba un espacio entre la cocina en L y el sofá.
—¿Y bien? ¿Por qué pusiste esa cara cuando apareció Temari? Parecías hombre muerto.
—Temari era mi novia. Ese mismo día corté con ella. Solo salí un mes con Temari y porque ella me convenció. El caso es que conocí a Harika en una misión. Me hirieron y ella me curó. Estuve con ella unos cuantos días y bueno…
—¿Te gustó? —sonrió medio en broma y medio en serio Naruto.
—Gustar es quedarse corto —rio él abruptamente—. Estando con ella me di cuenta de muchas cosas. Una de ellas que no podía seguir con Temari porque no la quiero.
—Ya veo… Ahora tiene sentido todo.
—¿El qué?
—Me dijo Sakura, que le dijo Ino que le dijiste tú que habías cortado con Temari. Algo de que no estabas enamorado de ella y que no querías imitar a tus padres.
—Es cierto —afirmó él, dándose cuenta de que Ino había entendido más de lo que él había dicho—. Sabiendo como me siento en relación a Harika era obvio que no podía seguir con Temari.
—¿Y cómo es ella?
Ver a Naruto observarlo con atención, realmente interesado por lo que tenía que decir, pudo con su fuerza de voluntad. Se encontró recitando todo lo que había conocido de ella, lo que le gustaba, lo que le divertía, lo que le excitaba. Habló de cómo habían pasado los últimos días juntos gracias a su ayuda, de cómo se habían convertido en novios sin dudarlo, de cómo habían hablado de regresar a Konoha y de porqué se había mudado.
Cada minuto que pasaba, las cejas de Naruto estaban más arriba en su rostro mientras que claramente estaba suprimiendo una risa, sonriente.
—Joder, Shikamaru. Sí que estás pillado. Realmente tenías razón cuando dijiste que podía ser el amor de tu vida. Si ya te sientes así… no puedo imaginar dentro de unos años.
—Yo tampoco puedo, pero estoy deseando descubrirlo.
—Y este trasplante de personalidad tuyo, ¿también es cosa suya?
—¿A qué te refieres?
—A que antes nunca me habrías ofrecido visitar tu casa —admitió Naruto—. Quizás no te habría importado si lo hubiera hecho, pero nunca habría salido de ti invitarme. No porque no quisieras verme, sino por pereza. Antes no tenías tanta… iniciativa, digámoslo así.
—… Siento haber tardado tanto en ofrecértelo, Naruto. De veras… Sabes que somos amigos, ¿no? Eres uno de mis mejores amigos, como Chouji e Ino, como los otros. Siento que haya tenido que aparecer alguien como Harika para hacérmelo ver.
—Entonces, el trasplante de personalidad sí es cosa suya —rio Naruto, con ojos brillantes por las lágrimas que no cayeron. Shikamaru no dijo nada al escuchar su voz cogida de la emoción.
—Supongo que ahora es distinto, sí. Ahora cada vez que estoy en una encrucijada pienso en ella, y en lo que haría. Es tan distinta a mí en ciertas cosas, pero me importa tanto, que me ayuda a pensar de forma diferente. Mi padre siempre ha sido mi ejemplo, pero él y yo somos parecidos así que es obvio que tengo propensión a cometer los mismos errores porque pensamos de forma similar.
—Sea como sea, me alegro. Antes parecías más distante, y ahora pareces estar viviendo de verdad tu vida.
—Es verdad.
—Bueno, ¿y cuál es la siguiente parte de tu plan? Dijiste que querías saber si te correspondía, y lo hace. ¿Y ahora qué?
—Ahora tengo que investigar cómo devolverla a su casa, y también la forma de que regrese —admitió con un suspiro.
Sabía que si quería ayuda necesitaba confesar una pieza clave, pero Harika no le había dado permiso para ello… El caso es que Naruto tenía influencia en la Hokage así que iba a necesitarlo para tener acceso a documentos confidenciales y también para que intentara modificar sus misiones para poder ver a Harika. Además, Naruto era su amigo y sabía que podía confiar en él. Visto así, esperaba que Harika entendiera que tenía que decirle la verdad a Naruto si quería avanzar en su plan de volver a casa.
—Lo que te voy a contar es un secreto —dijo él, con toda la severidad posible. Naruto alzó una ceja, poniéndose recto—. No se lo puedes decir a nadie, ¿me oyes?
—Lo prometo.
—Está bien. El caso es que Harika no es de por aquí, que digamos…
Procedió a contarle lo necesario para que entendiera el contexto de todo. Naruto no lo llamó loco, más bien parecía curioso y divertido por lo que estaba escuchando. Finalmente, asintió cuando le contó lo que Harika había estado haciendo estos últimos días para encontrar una pista sobre cómo volver a casa.
—Es decir, que tú vas a investigar aquí en Konoha y ella ahí afuera, ¿no?
—Sí.
—Tiene sentido —asintió de nuevo. Segundos más tarde, no pudo evitar una sonrisa traviesa atravesarle el rostro—. Así que… ¿cuándo voy a poder conocerla?
Shikamaru miró a su amigo con exasperación. Sabía que iba a preguntarle algo así. Naruto era demasiado curioso como para no intentarlo después de todo lo que le había hablado de ella.
—Como comprenderás, no puedo salir de la aldea así como así.
—Tú déjamelo a mí. Yo me encargo de conseguir una misión y mientras tú busca alguna pista en la biblioteca y archivos de Konoha. Con un poco de suerte, encontrarás algo útil.
—Si no encuentro nada necesitaré acceso a los documentos restringidos —advirtió él, sabiendo que iba a necesitar ayuda de su amigo para eso—. No quiero tener que pedirle ayuda a mi padre.
Lo último que quería era la mirada punzante de su padre siguiéndole a todos lados dentro de la aldea. Era una de las razones por las cuales no le había comentado porqué quería realmente su nueva casa. Sabía que era inevitable que escuchara el rumor de que había dejado a Temari, con lo cual se daría cuenta de que no tenía motivos reales para mudarse. Era obvio que solamente por eso su padre iba a estar más pendiente de él de lo que ya estaba normalmente, pero si podía evitarlo, aunque fuera unos días, mejor.
—Yo me encargo.
…
Apenas unos días más tarde se encontró de nuevo en el despacho de la Hokage. En cuanto vio la sonrisa ladina de Naruto, quien curiosamente había llegado el primero a la oficina, y observó allí presentes a Sakura y a Sai supo que Naruto lo había logrado de nuevo. Tuvo que contener su excitación al deducir el motivo de su visita a la torre de la Hokage.
—Ya estamos todos presentes. Shizune, la documentación —indicó Tsunade-sama.
—Aquí tienes, Shikamaru-san.
Shikamaru leyó la documentación pertinente, ignorando a Naruto fisgoneando a su lado, y meditó lo que podía hacer para llevar a cabo su misión y volver a ver a su novia. Estaba claro que iba a necesitar la ayuda de Naruto, pero sabía que no iba a ser impedimento. Después de todo, Naruto había conseguido esta misión para poder conocer él mismo a Harika. El problema serían Sakura y Sai. Por fortuna, ahora podía comunicarse con Harika así que podía quedar con ella en unas coordenadas en concreto sin tener que salir en su búsqueda. Cuanto menos tiempo pasara alejado de su equipo, menos sospecharían de él.
No es que quisiera mantener a su novia como un secreto, pero… Una parte de él le preocupaba desbordarla al presentarle sus no tan normales amigos, y otra parte de él quería aferrarse a ella un poco más. ¿Qué? Sí, era más posesivo de lo esperado.
—¿Vamos a ir directos a las coordenadas del ataque? —preguntó Sakura, sacándolo de sus pensamientos.
—Sí. Me gustaría investigar la zona. Seguramente tengan una base relativamente cerca.
La misión era del tipo rescate y captura. Ninjas renegados, ahora comportándose como bandidos, habían atacado varias aldeas del país del Fuego, al norte. Finalmente habían secuestrado a civiles y asaltado armerías, con lo cual la alarma había llegado hasta Konoha. Estaba seguro de que esperarían un ataque, y seguro que Tsunade-sama había pensado lo mismo, así que tenía sentido que mandaran a un equipo como el suyo. Naruto era genin en papel, pero tenía las habilidades de un jonin, y Sai había sido entrenado desde sus inicios como anbu. Por no hablar de Sakura, la médico del equipo; esperaba no tener que usar sus habilidades.
El camino se hizo relativamente corto. En parte porque estaban frescos, recién salidos de la aldea, y en parte porque estaba cada vez más cerca de Harika. Ya le había enviado un mensaje escueto con la moneda. Sabía a dónde se dirigía así que esperaba que ella pudiera acercarse lo máximo posible sin ponerse en peligro. También la había alertado de que se protegiera lo máximo posible, considerando que por la zona rondaba esa banda de bandidos. Aun así, algo le decía que ella podía protegerse fácilmente. Todavía no la había visto usar sus habilidades más allá de fabricar la moneda o transformar una piedra en un pájaro, pero estaba deseando saber qué más podía hacer.
Cuando llegaron al lugar ya era medio día así que se tomaron un descanso para comer y hablar.
—¿Cómo vamos a proceder?
—Vamos a separarnos en dos grupos: Sakura, tú irás con Sai, y Naruto vendrá conmigo. Me gustaría investigar la zona donde se produjo el último asalto y la zona del secuestro. Aunque no lo creo probable, si os encontráis con el enemigo evitad entrar en combate sin que estemos todos presentes —dijo él. Los demás asintieron sin rechistar—. Con un poco de suerte encontraremos una pista o incluso algún rastro que podamos seguir.
—Me gustaría investigar la zona del secuestro. Quizás pueda deducir el estado de los civiles secuestrados y prepararme para cualquier eventualidad.
Shikamaru asintió, aceptando el razonamiento de Sakura. Dudaba mucho que cualquier cosa que pudiera encontrar en el punto de secuestro fuera a ayudarle a deducir el estado de sus potenciales pacientes, pero nunca estaba de más intentar adelantarse a los acontecimientos. Poco después de su comida improvisada, se separaron en medio del bosque.
Cuando se encontró a solas con Naruto, vio como éste empezaba a sonreír de oreja a oreja.
—Seguro que ya has hablado con ella.
—Sí.
—¿Está por aquí?
—Le daré las coordenadas de la aldea que asaltaron la última vez. Así podré verla y a la vez investigar la escena del crimen —contestó él, intentando ser lo más profesional, y serio, posible aun considerando que estaba haciendo algo que no debía.
Le envió las coordenadas a Harika mientras empezaban a correr en dirección a la aldea. Llegaron en muy poco tiempo así que no perdieron ni un instante y se pusieron a buscar pistas y hablar con la gente. Casi se olvidó de que estaba esperándola, casi, cuando sintió su presencia acariciar sus sentidos. Shikamaru se giró levemente, asintiendo ante la información que le estaba proporcionando el dueño de la armería, pero miró a Harika posarse bajo la sombra de un árbol a lo lejos. Tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para no dejar al hombre hablando solo. Lo único que quería era correr hasta ella y darle un beso. Demonios, ¿quién le iba a decir que estar enamorado era sentirse así?
Vio aparecer a Naruto, manteniendo a su novia firmemente en su periferia visual mientras hablaba con su informador, y observó como se le acercaba a ella.
—Perdone, ¿es vecina de este barrio? —le preguntó, pensando que era otra civil más de la aldea.
Harika, todavía sonriente, miró a Naruto. En cuanto vio su banda ninja supo que había deducido que era parte de su equipo. No, Shikamaru tenía la certeza de que su novia sabía quién era Naruto simplemente por sus descripciones de sus amigos. Cuando ella le sonrió, supo que estaba en lo correcto.
—Tú debes de ser Naruto, ¿verdad?
—¿Eh? Pero- ¡Un momento! —Naruto se giró rápidamente a mirarle a él, cada vez más sonriente, y luego se volvió con la velocidad de un niño excitado a mirar a Harika—. ¡Tú debes ser Harika, dattebayo!
—Así es.
—No me lo puedo creer. Shikamaru estaba diciendo la verdad.
Harika se echó a reír, y por un momento Shikamaru no pudo concentrarse en nada más que en su novia de ojos brillantes y sonrisa preciosa.
—Un placer conocerte finalmente, Naruto. Shikamaru me ha contado que gracias a ti pudimos vernos la otra vez —dijo Harika. Naruto, al ver su claro agradecimiento, se sonrojó.
—No ha sido nada. Shikamaru es mi amigo.
—Entonces, espero que podamos ser amigos nosotros también.
—¡Por supuesto!
Shikamaru sacudió la cabeza con una sonrisa, viendo lo rápido que habían conectado Naruto y Harika. De no ser porque sabía que Harika le quería a él, incluso podría sentirse celoso…
Chapter 16: Parte III - I
Chapter Text
Naruto era tal y como lo había descrito Shikamaru, y a la vez, diferente; o quizás las descripciones de Shikamaru carecían de esos pequeños matices que parecían una “tontería” que luego resultaban ser el punto final para entender algo o a alguien. Fuera como fuera, Naruto le cayó bien desde el minuto uno. Le recordaba a una mezcla de los gemelos Weasley, Neville y Hermione: parecía ser risueño y bromista, como los gemelos, y algo tímido e inseguro en algunas cosas, como Neville, pero con la misma determinación y fuerza de voluntad inquebrantable de Hermione.
Era una pena que Shikamaru estuviera medianamente distraído interrogando a alguien, pero, al menos, gracias a eso pudo darle su total atención a Naruto. El primer amigo que conocía de su nuevo y flamante novio. Todavía le salía la sonrisita excitada cada vez que recordaba que Shikamaru era su novio. No podía acabar de creerlo. Quién iba a imaginar que su primer novio, no solo un rollo sino novio, iba a ser un “muggle” que tenía poderes especiales que harían llorar a muchos sangres pura.
Había pasado estos últimos días pensando seriamente en ello, motivo por el cual le había podido dar una respuesta a Shikamaru en su segundo encuentro. Lo cierto es que había sentido una conexión con él desde que se vieron la primera vez así que cuando él se fue durante esos tristes días lo único que podía hacer ella era pensar. Pensó en él, en su conexión, en su anterior mundo, en este nuevo mundo… pero todo acababa llevándola a pensar en lo siguiente: ¿podría dejar el mundo mágico para quedarse con Shikamaru en este mundo ninja? La respuesta era sí.
Debatió consigo misma los pros y los contras, aun sin saber si Shikamaru regresaría a buscarla, dándose cuenta de que se estaba adelantando a los acontecimientos porque él realmente le gustaba como nadie nunca antes. El hecho de que pudiera verse, imaginarse, con Shikamaru le hizo pensar en lo que iba a dejar atrás si resultaba que estaba en lo cierto y ella también le gustaba a él.
¿Y qué iba a dejar? El mundo mágico, el mundo muggle y su familia. Echaría de menos el confort del mundo mágico con sus viajes instantáneos y sus casas mágicas, las invenciones mágicas que le volaban la mente… y del mundo muggle quizás echaría en falta visitar nuevas culturas, pero, esencialmente, no había nada en el mundo muggle que la hubiera encandilado por encima del mundo mágico. Lo más importante de todo, obviamente, era su familia. Ellos eran irreemplazables. La cuestión era, ¿si pudiera viajar entre dimensiones fácilmente elegiría vivir con Shikamaru? La respuesta nuevamente era fácil de descubrir: sí. Si pudiera viajar entre dimensiones sería como tener a su familia en Inglaterra y vivir en otro país. Los echaría de menos a diario, pero siempre tendría la seguridad de poder viajar a verlos cuando quisiera.
Pero… ¿y si no podía regresar a su casa? O, por el contrario, ¿y si, luego de conseguir volver a su dimensión, no pudiera volver a esta dimensión donde residía Shikamaru? Esa era la pregunta que la tenía en vilo algunas noches. Si no pudiera viajar entre dimensiones eso querría decir que efectivamente ya había perdido algo importante: o a su familia o a Shikamaru. No quería plantearse qué iba a pasar o a elegir porque una gran parte de ella estaba cuestionándose su cordura. ¿Cómo podía tan siquiera pensar en quedarse con Shikamaru, a quien había conocido hacia semanas, en lugar de con su familia, gente que había luchado a su lado durante años? Y, sin embargo, sabía que dejar a Shikamaru atrás le rompería algo. ¿El qué? No lo sabía.
Por fortuna, algo le decía que existía un modo de conseguirlo, y sabía que con el intelecto de Shikamaru y su suerte a veces diabólica acabarían lográndolo.
—¿Te importa que cree unos clones para que vayan haciendo mi faena? —preguntó Naruto, interrumpiendo sus pensamientos profundos.
—Para nada.
Harika observó fascinada como creaba 5 clones idénticos, todos ellos saludándola antes de desaparecer en un alarde de velocidad. El original, Naruto, se quedó con ella para poder seguir hablando.
—Así que tú eres la novia de Shikamaru… Debes estar un poco loca —sonrió de forma traviesa Naruto, arrancándole una risa—. No, en serio… Shikamaru me ha hablado mucho de ti. Quizás porque soy el único que conoce la verdad.
—Debes ser bastante especial, Naruto. Todavía estoy conociendo a Shikamaru, pero sé que es alguien bastante reservado. Seguro que no le contaría a cualquiera todo esto así como así.
Naruto se sonrojó, rascándose la cabeza como si estuviera desacostumbrado a recibir cumplidos, y rio. Harika observó como Shikamaru asentía a lo lejos, viendo como sus miradas se reencontraban de nuevo, antes de que se marchara finalmente, dejando atrás al civil al que estaba interrogando.
—¿Y qué te ha contado Shikamaru de mí?
—Me ha dicho que eres la mujer más hermosa que ha visto nunca —dijo Naruto, sorprendiéndola y haciendo que se ruborizada. ¿Eso decía Shikamaru? —. Y que le salvaste la vida, y que le cuidaste durante días como a un inválido.
—¡No estaba inválido, Naruto!
Shikamaru bufó exasperado, lanzándole una mirada de reproche a su amigo que le recordó a las discusiones estúpidas entre Ron y sus hermanos, y luego la observó a ella. Como si su mirada no pudiera evitar desviarse en su dirección, atraída por su presencia. Sin poder evitarlo, el rostro de Shikamaru se relajó y una pequeña sonrisa se asomó en la comisura de sus labios ante la evidente sorpresa de Naruto.
—Harika.
—Shikamaru —evitó reír ella, viendo en sus ojos como dudaba sobre si darle un beso o no hasta que ella alzó una ceja, casi retándolo, y Shikamaru empujó a un lado a Naruto antes de cogerla en brazos.
Notó su mano en el cabello un segundo antes de que sus labios se reencontraran. No pudo evitar sonreír mientras era besaba, abrazando su cuello y apoyando su pecho firmemente sobre el suyo. Fue como si se quitara un peso de encima al estar en sus brazos. Antes de que pudieran hacer nada más, una tos forzada los separó.
Harika suprimió otra risa, escondiendo su rostro en el cuello masculino de Shikamaru, pero no pasó desapercibido como, a pesar de estar siendo estudiados por uno de sus amigos, Shikamaru no la soltó.
—Tenéis poco tiempo antes de que aparezcan Sakura-chan y Sai así que os dejaré a solas mientras sigo a mis clones.
—Un placer conocerte, Naruto —sonrió ella, alzando lo mínimo la cabeza para poder mirar a Naruto a los ojos.
—Lo mismo digo.
Observó la espalda de Naruto perderse entre el gentío, y luego sintió el suspiro de Shikamaru en la coronilla de su cabeza.
—Te he echado de menos.
—Y yo a ti.
—Ven. Tengo que contarte rápidamente lo que ha pasado estos días.
Harika siguió a Shikamaru hasta que estuvieron resguardados de las miradas ajenas. Bajo la sombre de un árbol, lejos del camino principal, escuchó lo poco que había podido hacer Shikamaru desde que se despidieron la última vez.
—Lo primero que hice fue mudarme —le dijo, poniéndole un mechón de cabello tras la oreja—. Por varios motivos, pero, principalmente, para investigar con privacidad tu… tema y por si algún día te mudaras a Konoha poder vernos más fácilmente sin la presencia de mis padres. Con la ayuda de Naruto voy a poder acceder a documentos más confidenciales. Seguramente ahí encuentre algo.
—Pues yo he estado investigando, siguiendo nuestro plan, y nada… He estado pensando que quizás no vale la pena seguir investigando aldeas pequeñas. Tal vez es mejor ir a un templo y ahorrarnos el tiempo. Si ahí no tienen nada relacionado con esto… No creo que una aldea pequeña pueda ser de ayuda.
—Es una buena idea. Templos grandes hay pocos en el país del Fuego. Te será mucho más fácil descartar si tienen o no alguna pista en comparación a tener que ir recorriendo pueblo por pueblo. A unas malas, si no encuentras nada en un templo, siempre puedes volver al plan inicial.
Estuvieron hablando un rato, todo lo posible, sabiendo que pronto Shikamaru tendría que irse. Estaba en mitad de una misión y no había venido solo, por lo que había escuchado. Cuando se le agotó la paciencia, viendo que él no estaba captando sus indirectas, simplemente suspiró con una sonrisa y se alzó sobre los dedos de sus pies. Shikamaru ni se inmutó, callando de golpe, captando la indirecta, y se dejó besar.
Notó la lengua de su novio acariciar sus labios, pidiendo permiso, y ella abrió la boca. La mano de Shikamaru, sobre su mejilla, acunó su rostro suavemente mientras se fusionaban en un beso profundo. Sintió como su mano cogía fuertemente su chaleco, incapaz de dejarlo ir, mientras se le nublaba la mente como siempre sucedía cuando los labios de Shikamaru se posaban sobre los suyos. Era como perder la noción del tiempo y el espacio. Era increíble… y peligroso. ¿Qué le estaba haciendo este hombre?
Hasta hacia bien poco no había pensado en un hombre con la misma seriedad con la que pensaba en Shikamaru. Nunca se había planteado un futuro con nadie, nunca había planeado tener ese futuro con nadie. Quizás porque una parte de ella no creía que iba a sobrevivir la guerra, quizás porque nunca nadie la había hechizado como Shikamaru. Y pensar que solo había tenido que cruzar dimensiones para encontrar un hombre que le pusiera el bello de punta y le erizara la piel con una mirada.
Sintió la nariz de Shikamaru rozar con su mejilla mientras la besaba como si no se hubieran visto en semanas en lugar de 5 días. Se separaron escasos centímetros, respirando entrecortadamente, mirándose a los ojos el uno al otro. Le besó los labios castamente, un solo roce, antes de acariciar su mejilla con su dedo pulgar. Harika solo pudo cerrar los ojos mientras su novio le besaba el rostro con devoción. No lo había dicho en voz alta, pero podía notarlo en sus besos… Shikamaru sentía algo profundo por ella. Algo que todavía no sabía si osaba describir como amor.
Abrió los ojos para mirarlo a él, estudiando, grabando su cara para los tiempos oscuros. Tenía claro que iba a volver a irse. Justo cuando lo pensó… apareció Naruto y Shikamaru desvió los ojos para mirar a su colega, suspirando con resignación.
—Tienes que irte —susurró ella, con un nudo en la garganta. Él asintió, posando su frente en la suya.
—No quiero irme.
—Lo sé… pero tienes que hacerlo.
Shikamaru asintió. No dijeron nada mientras respiraban el mismo aire. Finalmente, cogiendo fuerzas de no sabía dónde, Harika dio un pequeño paso atrás. Shikamaru la dejó ir, apretando los puños a lado y lado de su cuerpo. Casi le vio vibrar de la angustia así que solo alzó la mano, posándola sobre su mejilla afeitada, y asintió.
—Nos vemos pronto.
—Prometido.
—Ve.
Harika le vio partir con Naruto, sintiendo nuevamente esa tristeza que sentía cada vez que veía marchar a su novio sin saber cuándo iba a poder verlo de nuevo. Antes de que pudiera adentrarse en la aldea y pedir una habitación por un par de días, apareció Naruto.
—¿Naruto? Creí que te habías ido.
—Mi original se ha ido. Yo soy un clon —Harika alzó una ceja con curiosidad y él sonrió—. Solo quería decirte que podemos intentar mantener el contacto a través de mis invocaciones. Si tu quieres, claro…
—¡Claro que sí!
Cualquier contacto era mejor que nada. Se sorprendió que Naruto intentara entablar con ella comunicaciones cuando acababan de conocerse.
—¿Lo sabe Shikamaru?
—No. No sé si va a funcionar. Lo más fácil sería que tú pudieras invocar a mis sapos, pero como no es posible voy a tener que probar a enviarlos a un lugar más cercano. Si tardamos demasiado en contactar no tiene sentido seguir intentándolo.
—Ya veo —musitó ella, pensativa. Entonces, se le ocurrió una idea y en cuanto lo pensó tuvo que evitar darse un cabezazo contra un árbol—. ¡Ya lo tengo!
—¿El qué?
—Un traslador.
—¿Un qué?
—Es un objeto encantado que permite transportarse instantáneamente de un lugar a otro mediante unas coordenadas fijas. Podría darte un traslador para tus sapos. Aunque cada vez que me mueva de lugar tendría que entregarte otro traslador nuevo. ¡Podría habérselo dado a Shikamaru! Ugh.
—En realidad, mejor que no. Deja que mis sapos lo prueben primero.
—Claro, claro. Voy a estar aquí unos días y luego voy a moverme al templo más cercano. Te daré un par de trasladores por si acaso.
—¡Genial!
Naruto se esfumó corriendo, tan rápido que no lo vio, con los dos trasladores que había creado con coordenadas distintas. Esta vez sí, sola, se marchó en dirección al centro de la aldea. Miró como anochecía por la ventana del hostal que había pagado, sintiéndose más sola pero esperanzada que antes.
…
La primera carta de Naruto fue larga y tan genuina que la hizo sonreír.
—Querida Harika,
¡Es la primera vez que escribo una carta! A pesar de que tengo algunos amigos lejos de Konoha nunca se me ocurrió escribir correspondencia, pero siempre hay una primera vez.
No sé qué te habrá dicho Shikamaru sobre mí, pero dudo que te lo haya contado todo. He estado pensando estos últimos días acerca de lo que podía escribir aquí, pensando también en si era prudencial escribir según qué cosas, cuando me di cuenta de que vas a convertirte en una parte integral de mí. Shikamaru es uno de mis mejores amigos y tú eres ahora gran parte de su vida, y lo serás en el futuro. ¿No es lógico que nos conozcamos? Shikamaru confía en ti, y yo confío en Shikamaru así que me gustaría que nos conociéramos de verdad. Al principio no sabía qué decirte, pero luego comprendí que simplemente tengo que empezar por el principio.
Harika leyó las sinceras palabras de su nuevo amigo, resguardada en su habitación pequeña sin grandes lujos, aprovechando la débil luz de la lámpara. Casi escuchó la voz de Naruto recitar en su mente lo que estaba leyendo: la identidad desconocida de sus padres, su infancia solitaria y oscura, el descubrimiento del Kyubi en su interior, su viaje como ninja, la pérdida de Sasuke a manos de Orochimaru y sus amistades en Konoha, en especial, con Shikamaru.
Las 5 páginas que Naruto le había escrito eran como un diario a su mente y a su corazón y le encogía el estómago darse cuenta del dolor que rezumaban las primeras páginas hasta que Naruto no encontró el equipo 7. Mientras leía se dio cuenta de lo similares que eran él y ella. Ella también había perdido a sus padres aunque, por fortuna, sabía quiénes eran. No podía ni imaginar lo que estaba sintiendo Naruto al desconocer quienes eran los padres que, por un motivo u otro, lo abandonaron a su suerte el día de su nacimiento. No quería imaginar lo que sería que todos hubieran sabido que ella era un horrocrux y que la hubieran martirizado por algo que no había sido culpa suya.
Vio como le temblaba la carta en la mano mientras comprendía demasiado bien el dolor de Naruto puesto que ella había sentido algo similar. Y, a pesar del dolor y el sufrimiento, Naruto era mucho más fuerte que ella. Había tomado la vida por los cuernos, riéndose de todos, incapaz de dejar que sus enemigos lo abatieran. Se sintió esperanzada cuando leyó las últimas frases y se dio cuenta de que Shikamaru parecía haber comprendido él también lo solo que se sentía Naruto y lo mucho que podía mejorar como amigo.
—…No sé cómo lo has hecho, pero gracias. Ahora Shikamaru parece estar viviendo la vida que quiere. Ya no parece agotado de existir sino deseoso de empezar a vivir contigo. Gracias.
Harika se secó las lágrimas cuando vio que, a pesar de todo, Naruto estaba agradecido con ella. Joder. Había pensado que los ninjas eran la mayoría mercenarios sin consciencia y aquí estaban Shikamaru y Naruto rompiéndole los esquemas. Quizás el ninja de Kiri no era la norma sino la excepción.
Tuvo que esperar unas horas a serenarse antes de poder empezar a escribir su propia carta. No era la carta que había pensado en escribir cuando el clon de Naruto se lo propuso, pero algo en la sinceridad de su nuevo amigo la había hecho sentir segura de poder confiar en él. Naruto se lo había contado todo, y ella haría lo mismo.
Le escribió sobre sus padres y su muerte, sobre su “familia” y su infancia, sobre el descubrimiento de Hogwarts y sus nuevas amistades, sobre sus aventuras año tras año y su huida como criminal buscada por el gobierno corrupto de Voldemort. Le habló sobre su muerte y la manipulación de Dumbledore. Le habló de su regreso a la vida, y del dolor que había sentido. Le contó sobre su recuperación y su viaje.
Hablar por carta era hasta catártico. Sabía que Naruto comprendería su dolor, tal y como lo había entendido Shikamaru. Aun así, hechizó las páginas para que no pudieran ser leídas por nadie más que por él. Estaba confiando en Naruto, pero no era idiota.
Mientras esperaba la contestación de Naruto, dejó la aldea para encaminarse volando hasta el templo más cercano. En los ratos libres pensaba en Shikamaru, en su familia y recordaba su dolor y el de Naruto. Volaba hasta que le dolían las alas, evitando ser vista por el día, y se atormentaba pensando en qué pasaría si-… No. No podía perder la esperanza. Tal y como le había dicho a Shikamaru sabía que él no iba a dejarlo estar. Ella no iba a rendirse. Miró la moneda que usaba para comunicarse con él y anotó mentalmente pedirle a Naruto que le entregara una carta para su novio.
Las siguientes cartas, no obstante, fueron distintas. Menos traumáticas e intensas. Su carta para Shikamaru fue entregada pero según Naruto había salido de misión con un escuadrón, lejos de Konoha. No sabía cuánto tardaría en volver, pero Naruto tenía claro que tardaría en hacerlo puesto que, según lo que tenía entendido, la misión tenía lugar en el país del Viento.
—Es una lástima que no hayas encontrado nada. Me sorprende. Creí que el templo tendría alguna respuesta —había escrito Naruto en su tercera carta—. ¿Vas a probar con otro templo? Te recomiendo el Templo del Fuego. Es el más grande del país del Fuego. ¡Incluso cuenta con monjes ninja! Quizás tengan alguna pista.
Harika sacó su mapa del país del Fuego, fijándose con atención en todos los detalles mientras buscaba el famoso templo. Lo encontró mucho más al este, en una zona llamada Renzu, relativamente cerca de otra gran ciudad llamada Otafuku Gai. Iba a tardar días en llegar allí, menos si no hacía muchas paradas y dormía en su maleta, pero lo conseguiría.
Cuando llegó, días más tarde, observó el templo desde su forma animal. Estaba mirándolos desde tan lejos que nadie parecía haberse dado cuenta de su presencia. No obstante, no osó acercarse por miedo a ser descubierta. No sabía si iban a detectar su presencia humana aun estando en su forma animal, pero el hecho de que Naruto la hubiera avisado de que los monjes eran además ninjas era una clara advertencia.
Los observó llevar a cabo sus tareas con una precisión militar. Entrenaban duro y trabajaban igual de duro. Casi le hicieron sentir más con su ética de trabajo tan… rígida. Uno de ellos, no obstante, estaba claramente necesitado de terapia. Era un chico de cabello gris que parecía furioso con el mundo. Los monjes lo miraban con recelo y algunos con odio brillando en sus ojos. Si ella era capaz de verlo desde tan lejos… No quería ni imaginar qué sería ser él ahora mismo.
Estudió la rutina de los guardias durante un par de días hasta que por fin se decidió a adentrarse de noche en la biblioteca que divisó anteriormente. Estaba apunto de transformarse en humana, usando la oscuridad como su aliada para poder emplear sus manos, cuando escuchó los pasos de un par de monjes caminar con determinación pasillo abajo. Se quedó muy quieta mientras los escuchaba hablar en susurros.
—Esta es la tercera tumba que ha sido profanada —susurró un hombre con voz algo anciana—. Debemos hacer algo, Chiriku.
—Tiene razón, Bansai-sama, pero no podemos olvidarnos de nuestra tarea en el templo. Ahora más que nunca es necesario.
—Lo sé. Sora me preocupa. Su ira crece cada día que pasa. Es como un vaso a punto de ser colmado por una gota y pronto nos salpicará a todos.
—Encargaré una misión a Konoha. Con un poco de suerte, atraparán rápidamente a los maleantes.
—Bien pensado, Chiriku.
Harika los escuchó marcharse, pensando a mil por hora en lo que acababa de escuchar. Si tuviera que apostar una mano juraría que Sora era el chico despreciado que había visto horas antes. Pero, ¿quién profanaría una tumba de un monje? Por lo que había podido ver no vivían entre riquezas sino más bien lo contrario. Dudaba mucho que las tumbas tuvieran algo de valor, así que, ¿por qué hacerlo? Sintió curiosidad por descubrir la verdad, pero, finalmente, sacudió la cabeza y se transformó.
Estuvo parte de la noche copiando archivos sin cesar. De nada servía leerlos en mitad de la noche. Lo último que quería era crear una luz y que la pillaran distraída. No. Era mejor copiar ese material y revisarlo dentro de su maleta, a escondidas y segura.
La próxima carta a Naruto incluyó lo que había escuchado en el templo. No quería entrometerse, pero quizás le servía de algo.
—¿¡Naruto!? —exclamó un par de días más tarde, cuando lo vio aparecer con su traslador en lugar del sapo—. ¿Qué haces aquí?
—Soy un clon. Solo quería ver cómo estabas. He recibido tu carta ahora mismo y al leerlo sabía que corres peligro.
—¿Y cómo lo sabes?
—Mi equipo ha sido elegido para llevar a cabo esta misión —sonrió Naruto con expresión traviesa—. Por suerte no he tenido que hacer nada para convencer a la vieja. ¡Debe ser el destino! Tengo algo más de información que tú así que sé que a Shikamaru no le haría gracia que estuvieras por aquí en estos momentos.
Harika alzó una ceja, pero evitó indignarse. Shikamaru, y Naruto, no querían que le hicieran daño. De haber estado en su lugar, habría dicho y pensado lo mismo. Era por eso que se calmó y pensó fríamente. Estaba claro que si estaban enviado tan rápido a un equipo ninja era porque el asunto debía ser más grave de lo que había creído. No quería involucrarse y que la volvieran a secuestrar así que asintió, de mala gana, y le aseguró de que se alejaría el tiempo que fuera necesario.
—Además, tengo material suficiente como para estar entretenida días leyendo…
—Me alivia saberlo, aunque más me aliviaría saber que estas en Konoha. A salvo. Lejos del peligro.
—¡Podría caerme por las escaleras de mi casa y partirme el cuello! —dijo ella, exasperada, rodando los ojos.
—Ya, y a mí podría caerme un rayo ahora mismo y fulminarme, pero es obvio que si estuvieras en Konoha morir de un “ataque ninja” sería mucho menos probable —bufó una risa Naruto, rodando él también los ojos.
—¿Cómo está Shikamaru? ¿Ya le has dado la carta?
—Todavía no ha vuelto, pero tengo entendido que pronto debería estar por aquí. Ves, si estuvieras en Konoha serías la primera en enterarte de que tu novio ha regresado sano y salvo.
—¡Las manipulaciones tan obscenas como esta no me afectan, Naruto!
La risa de Naruto fue lo último que escuchó antes de que el clon explotara en una nube de humo. El caso es que Naruto no mentía, pero ella sí. La manipulación de Naruto era más poderosa de lo que quería admitir.
…
A pesar de haber prometido que se mantendría al margen, la curiosidad pudo más que ella. Se encontró durante días observando al equipo de Naruto luchar contra criminales y lidiar con Sora. Cualquiera que la hubiera visto, en su forma de águila con el pico y los ojos abiertos como platos de la estupefacción, se habría partido de risa. ¿Qué clase de poder era ese? Era malicioso y… ¿de verdad sería el Kyubi un demonio? No podía imaginar a ese ser dentro de Naruto.
Estaba tan interesada con lo que estaba pasando que ni siquiera abrió un pergamino de los que copió. La moneda hechizada, no obstante, le dejó saber que Shikamaru estaba bien.
—Vlvndo-a-csa. T-echo-d--—leyó, con una sonrisa en labios.
—Y-yo. Tn-cuidado.
Harika miró a Naruto, el que bromeaba con su equipo mientras se alistaba para regresar a Konoha, y luego observó el templo. Tenía las coordenadas así que podía regresar cuando quisiera con un traslador, pero… ¿cómo iba a poder entrar en Konoha? Ni siquiera sabía qué tenía que hacer. Cuando más lo pensaba, más convencida estaba de que mudarse aunque fuera temporalmente a Konoha era lo mejor. Podía salir de la aldea sin que nadie se diera cuenta mientras tuviera las coordenadas de los lugares que quería visitar, y Naruto estaba en lo cierto recordándole que la aldea era mucho más segura para cualquier persona, civil o ninja, que los bosques del país del Fuego. Además… Estaría Shikamaru.
Cuanto más lo pensaba, más se daba cuenta de que no tenía sentido seguir vagando por el país. ¿De qué le había servido? De nada. Estaba preocupada porque descubrieran sus poderes en Konoha, pero si no hacía nada que pudiera delatarla, ¿quién iba a saberlo? Podía comportarse como una muggle civil de ser necesario y escabullirse cuando lo necesitara en busca de más pistas. Sí. Lo había decidido. Iba a mudarse a Konoha.
—Querido Naruto,
Me has convencido. He decidido que lo mejor es mudarme a Konoha. Mudarme a la aldea no implica que vaya a dejar mi investigación, pero si puedo proseguir con esta de la forma más segura posible… Sería una tontería seguir viviendo en la intemperie.
Necesito tu ayuda para mudarme a Konoha. Necesito papeles y un sitio que alquilar. Se lo pediría a Shikamaru, pero me gustaría darle una sorpresa. ¿Puedo contar contigo?
Tu amiga,
Harika.
Pages Navigation
SkyOlympe on Chapter 1 Mon 06 Jan 2025 07:41PM UTC
Comment Actions
HermitFlower on Chapter 1 Mon 06 Jan 2025 07:44PM UTC
Comment Actions
Shrony on Chapter 1 Mon 06 Jan 2025 07:55PM UTC
Comment Actions
LadaHathaway on Chapter 1 Mon 06 Jan 2025 09:26PM UTC
Comment Actions
Laura102 on Chapter 1 Mon 06 Jan 2025 09:41PM UTC
Comment Actions
Catradora05 on Chapter 1 Tue 07 Jan 2025 01:50AM UTC
Comment Actions
22Marimar11 on Chapter 1 Wed 08 Jan 2025 12:16AM UTC
Comment Actions
LunaryBSilverMoon on Chapter 1 Sun 12 Jan 2025 04:21PM UTC
Comment Actions
Xiu9 on Chapter 1 Mon 13 Jan 2025 06:03AM UTC
Comment Actions
Nine (Guest) on Chapter 1 Mon 31 Mar 2025 12:06AM UTC
Comment Actions
Esly6 on Chapter 1 Mon 31 Mar 2025 02:07AM UTC
Comment Actions
Piruchita02 on Chapter 1 Sat 07 Jun 2025 03:47AM UTC
Comment Actions
Jexns on Chapter 2 Sun 19 Jan 2025 12:51AM UTC
Comment Actions
Catradora05 on Chapter 2 Sun 19 Jan 2025 08:09AM UTC
Comment Actions
Anairam_96 on Chapter 2 Sun 19 Jan 2025 07:51PM UTC
Comment Actions
Shrony on Chapter 2 Sun 19 Jan 2025 10:06PM UTC
Comment Actions
BeanOnLine on Chapter 2 Sun 26 Jan 2025 12:37AM UTC
Comment Actions
Esly6 on Chapter 2 Mon 31 Mar 2025 02:11AM UTC
Comment Actions
Piruchita02 on Chapter 2 Sat 07 Jun 2025 04:06AM UTC
Comment Actions
Jexns on Chapter 3 Sat 01 Feb 2025 02:16AM UTC
Comment Actions
Pages Navigation