Actions

Work Header

Catarsis

Summary:

Cuando Enzo te miró al entrar en el estudio; algo se quebró. Un hombre que creía las relaciones humanas por perdidas no pudo evitar sentir un cosquilleo, una chispa que afinaba sus sentidos, un palpitante corazón dentro de sí. Tú, despreocupada y atareada, apareciste como la blanca paloma que desciende, su santo grial.
Solo un buen artista reconoce que el amor, tan complejo y revoltoso, puede presentarse de infinitas maneras.

Chapter 1: capítulo 1

Notes:

Por temas de narración la lectora, que son ustedes, tiene un nombre y apariencia que puede no ser la de ustedes, piensen que es más un OC que los representan dentro del fic. No quiero tener que estar escribiendo t/n

Chapter Text

Este debería ser un día especial para mí. Estoy cumpliendo mis treinta años un veintidós de marzo en la oficina donde trabajo; la gente me conoce, ríen y se burlan entre el alboroto del evento, aun cuando hay una cara desconocida. La cara que me mantiene alejado de pensar en que me trajeron un pastel merengue y tres leches siendo yo un hombre vegano. La misma que me sostiene de salir bajo el mínimo descuido de mi propio festejo. ¿De dónde vienes? Estás usando una camisa negra que te cuelga más abajo de la cintura, no quieres que la gente vea tu figura y tampoco a ti; te complace estar en la esquina sosteniendo el vaso barato de plástico que te sirvieron.
Tus jeans acampanados y arrugados me hacen pensar que estas aquí por compromiso (igual que yo), y que si pudieras te largaras a tomar algo por tu cuenta; no un vaso de refresco sin gas en una habitación de gente ruidosa. Estás jugando a pasar desapercibida (igual que yo) mirando a todas las direcciones menos la mía; soy el centro de atención en este día tan especial y por ello soy al único al que desearías no acercarte, hubiera sido mejor si nos conociéramos en un café por la tarde mientras platicamos de maneras para evitar a las personas, te pediría un café moca y yo tomaría un expreso y nos reiríamos en voz baja.
Tienes un tic nervioso con acomodar tus lentes aun cuando no se están resbalando por esa nariz respingada tuya; tus pestañas chocan con el cristal grueso y los bajas con un ligero cabezazo hacía adelante para repetir el ciclo de empujar y remover. Me gustaría conocer a la persona que te invitó, el regalo es esplendido y no se compara con todas las cosas innecesarias que me obsequiaron. Perdona, pero ¿quién en su sano juicio regala un libro de Anna Todd? es en sí una falta de respeto.
La cosa es que no quiero hacer apología al estereotipo de chica tímida de lentes que lee libros porque no es como las demás; sin embargo, te ves cómo alguien que disfruta la lectura, podríamos comprar un libro de Mario Puzo y anotar cuántas veces se habla de Italia o del cine hollywoodense; sería ideal y romántico, me mirarías con una sonrisa cálida mientras acomodas tus lentes de nueva cuenta y yo te los quitaría para que no nos estorbasen. Pero entonces desapareces de la esquina y no sé dónde estás, ¿te habrás ido como deseabas? me muevo entre la multitud buscando un nuevo ángulo, a lo mejor estás tras alguna decoración o escabulléndote fuera. Camino entre las felicitaciones, aparto a las personas como quién aparta las cortinas y sigo sin verte, ¿dónde estás? no veo tu cabello oscuro o tu camiseta negra. Esto debe ser parte de algún juego, me quieres llevar lejos del centro; donde podremos hablar tranquilos y conocernos y estar lejos de las personas, del ruido, de los refrescos sin gas y de la atención. Solo la nuestra. Pero no puedo ser más afortunado que cuando chocamos entre la multitud y tu bebida cae sobre tu linda camisa y me miras con esos ojos, tan negros que es imposible no querer mirarlos un poco más. Me castigas mirando a otro lado mientras bajas la cabeza.

—Ay, perdone— dices al pasar tu mano por tu pecho empapado, salpicando lo que queda en el suelo. —Que desastre, perdone.

—Déjame ayudarte.- respondo

—No hace falta, en serio.

—Vas a estar empapada toda la fiesta.

Me miras un poco, casi por encima de tus grandes gafas; por una fracción de segundo puedo divisar el tamaño real de tus ojos.

—No me molesta, en serio.

Grandes, tus ojos son tan grandes y redondos

—Podría darte un cambio de ropa

Alzas la cabeza y miras detrás de mí y también a ambos lados, titubeas y respondes.
–¿No sería mucha molestía?

Eres modesta, no quieres causarme problemas y no quieres meterte en uno, pero estás tan equivocada. Puedo mostrarte que todo saldrá bien

— tengo uno— digo. Quiero sacarte de aquí, llevarte a mi cubículo y cambiarte la ropa mientras sostengo tus muñecas sobre tu cabeza y es seguro que tu barriga sabe a azúcar derramada. —Puedo dártelo

—¿De verdad?

No soy estúpido, estás buscando razones para no estar aquí, pero cuando veas que soy igual entenderás que no hace falta huir; quiero seguir hablando y eso es raro ¿es acaso porque tu shampoo huele tan bien?

—Ahora mismo voy, está en mi oficina, acompáñame.

Dejas salir un sonido dulce de aprobación. Tu voz es tan linda cuando sé que me sigues fuera de aquí. Cuando salimos de la sala de reuniones y cuando puedo escuchar tu respiración.

—¿cuál es tu nombre?

—Abigail— titubeas y yo me estremezco— Abigail Da Silva.

—Enzo— hago una pausa imitándote— Enzo Vogrincic.

Hoy, un veintidós de marzo, naciste en mi mundo, Abi. Tu nombre suena tan bien cuando lo diseccionamos de esa forma. A-bi-ga-il, incluso mejor cuando los labios se cierran en el bi y la lengua se separa en el il final. te dejo pasar adentro y tú me sigues obediente.

—¿Vienes con alguien? —Dios, sueno como un depredador—Digo, nunca te había visto en la oficina.

—Un amigo me invitó.

Suspiras y escucho con atención porque la palabra amigo me suena más fuerte que todo lo que dices.

—Quiere que haga una buena primera impresión, con suerte entraré a trabajar la semana que viene gracias a su recomendación
.
Estoy seguro de que en mi vida pasada sufrí todos los males habidos y por haber; vendrás a trabajar conmigo todos los días a partir de una semana. Una semana, una semana y estarás caminando por los mismos pasillos que veo todos los días, te veré en la sala de descanso y podré hacerlo diario, escucharte diario, olerte diario, saboreare diario. Estarás con un uniforme y yo seré tu mentor en tu semana de prueba y podremos estar a solas mucho más tiempo en mi oficina y tengo que restringirme de soñar despierto antes de tener una erección frente a ti.

—¿Vas a trabajar aquí? ¿te gusta el teatro acaso?

—Es muy bonito, pero le tengo miedo al escenario — tocas tus labios y desearía poder hacer lo mismo— Solo entraré como asistente.

—Ya veo. Te gustará, el lugar es lindo y la gente acogedora —me agacho y tomo una camisa que tenía guardada para el verano, es color azul marino y te quedará algo larga— ¿sabes? los viernes por la tarde salimos a comer a un bar de cerca. A veces incluso nos quedamos hasta después, espero verte ahí alguna vez.

Eres distraída. Cuando me levanto y te entrego el cambio de ropa; pareces más interesada en la decoración de mi escritorio que lo que sale por mi boca. Te encoges de hombros y asientes a lo que sea que estaba diciendo. Esto es nuevo. Quiero escucharte, aunque no hables de mis intereses y quiero verte, aunque no estes presentando nada. Quiero conocerte, Abi. Y estoy seguro de que tú quieres lo mismo; eres una chica lo suficiente inteligente como para saber que no se sigue a cualquier hombre fuera de una fiesta y, sobre todo, directo a un lugar privado. Uno donde te cambiarás de ropa y usarás la mía en cambio. Tu cuerpo desnudo, en el que estuvo el mío.

—¿Hay algún baño cerca?

Asiento a tu petición y te llevo al que queda, de hecho, más lejos, pero aún no conoces la oficina para entender hasta donde está y para cuando lo hagas Enzo del futuro tendrá alguna excusa brillante que no puedo formular del todo ahora, algo como "No sé, estaba cansado ese día, realmente no lo pensé mucho" o "Es que los demás podrían haber estado llenos, había una fiesta ese día ¿no?". Sea lo que sea, estás aquí, tras la delgada puerta de baño; cualquier degenerado hubiera entrado contigo y simplemente tomarte contra la pared mugrosa de uno de los compartimientos, arrancarte esa camisa negra preciosa mientras lloras hasta quedarte sin voz y hacer lo suyo. Por eso estoy aquí contra la pared de afuera, cuidándote de cualquier degenerado. Eres afortunada, Abi. Me tienes esperándote afuera, pendiente de los sonidos que haces adentro. El movimiento de tu piel entre la tela, el chillido de tus zapatos y el pestillo de la puerta abriéndose.

—Muchas gracias, de nuevo.

—No, ni lo digas, odio saber que alguien está incómodo en alguna situación

me da vergüenza ser un mentiroso tan temprano en nuestra relación, pero lo cierto es que no me interesa, de todas formas, si quiero que tú estés cómoda hoy; así que es más como una verdad a medias
—Igual, no es como si te la estuviera regalando, cuando entres me la de vuelves ¿trato?
—Trato.

Nos damos un apretón de manos; sonríes y tu mano es suave, pequeña, frágil. La mía la cubre por completo y duele cuando la deslizas fuera. Ya habrá tiempo de tomarnos de la mano en otra ocasión. Caminamos despacio porque no conoces el camino de vuelta y yo soy lento de repente, como si no odiara llegar tarde a los eventos, pero puedo hacerlo por ti. No hablas mucho y esta actitud es mala. Estudios hablan de que las relaciones que fallan más seguido son las que no tienen buena comunicación; así que no quiero que empecemos de esta forma, en la que la conversación se consume en preguntas estúpidas y respuestas obvias "¿cómo estuvo tu día?" "Muy bien ¿y el tuyo?" No, Abi. Yo no seré el que te aburre con cosas que no te importa contar e idioteces que son mejor no decir.

—Oye, dijiste que venías con un amigo ¿no? puede ser que lo conozca.

—Sí. Esteban , algo pálido y es —tomas una pausa— muy alto —que hagas énfasis en el muy me da a entender que lo es más que yo; es algo tierno que no lo quieras decir de manera directa. Es extraño que un hombre como Esteban pudo hacerse amigo tuyo, Abi. No me malinterpretes, pero el muchacho solo sabe hablar de los libros que colecciona y su perro gran danés que no puede controlar porque es demasiado grande. Dios mío, hay veces que quisiera hacer un bingo de frases típicas de este sujeto (como ese capítulo de The office de día lluvioso) y, sobre todo, ¿lo has visto en el escenario? trabaja tan duro por nada. Siempre termina obteniendo un papel secundario en las obras por las que apunta por uno principal. Así que sí, lo conozco bien; más de lo que me gustaría y no, no nos llevamos bien; quiero decir, yo tampoco me tomaría bien tener una amistad con el que si le dan los principales (la mayor parte de las veces, claro).

—Abi —todavía no tengo esa confianza— Abigail —corrijo— claro que conozco a Esteban, es un hombre talentoso y uno muy importante en el equipo — mentira— No me imaginé que fuera tu amigo —verdad— ¿no adoras cuando habla de perros y libros? —ugh. Decir eso me duele un poco y no puedo creer lo falso que estoy siendo; ya no tengo edad para estas cosas.

—oh! No tenía idea que lo conocieras tan bien —ríes y es música para mis oídos— a veces puede ser impulsivo, pero parece entusiasmado por este trabajo. Siempre que habla de ello me dice lo divertido que puede ser y que debería entrar a trabajar junto con él— sí, deberías entrar a trabajar, pero no con él; y me aseguraré de ello. Debes tener mejores relaciones que Esteban, alguien que te cuide y que esté para ti en todo momento, alguien que no te aburra y que quiera lo mejor para tu bienestar. Te verías mejor con un gato que con un gran danés. Te verías mejor conmigo.

— Estoy segura de que debe estar buscándome ahora mismo, debería apresurarme y no dejarlo esperando más de la cuenta.
—¿tú y el tienen algo?
—¿perdona?

Mierda. Se me escapó. No quise decirlo en voz alta. Seguro sueno como un idiota. ¿Cómo arreglo esto? piensa Enzo, piensa con tu cerebro de actor. ¿Qué se hace después de echarlo a perder? actúa normal, está bien; no tiene por qué ser un alboroto, solo eres alguien curioso, le pasa a cualquiera.

—Lo siento, no quise entrometerme. Es solo que hablas de él con mucho cariño y no estaba seguro de si Esteban está en una relación ahora mismo, me refiero, te está consiguiendo un trabajo en un lugar que le gusta. Podría ser una señal— me miras, te apartas un poco y siento que estoy cavando mi propia tumba— Olvídalo, perdona.

—No, no lo sientas, yo también hubiera preguntado en tu situación. todos somos curiosos—
okay, no estás enojada y eso es algo. Por otro lado, me asusta que no me estes aclarando las cosas y sé que no estoy en posición de preguntar de nuevo
—¿Te molesta si caminamos un poco más rápido? tengo unas cosas de las que encargarme.

—No, para nada.
Para cuando llegamos; Esteban, tu maravilloso amigo, está esperándote en la puerta y me da cierta mirada. Te da un abrazo, como si fueras su hija saliendo de primaria tras haber tenido fiebre, y tú se lo devuelves, como si fuera tu maldito padre por el cual lloraste toda la tarde. Tomo todo lo que hay en mi para sonreírle cálidamente cuando te lleva lejos. Mucho más adentro de la multitud de lo que espero.
Parece que no tendremos tiempo para hablar afuera. Tomo un cigarro y lo bautizo a tu nombre tras escabullirme de mi cumpleaños. te enciendo y el humo me llena y me quema la garganta con ligereza, te consumo con cuidado y estallo una perla de menta que mi aliento procesa con dulzura. cuando por fin te libero; lo hago con lentitud y termino ahumando mis ojos; lagrimean con una sensación de escozor frío. Frío como la nieve de la ladera en el dorso del empaque que, estrujado dentro de mi bolsillo, emana un intenso hedor a tabaco. Tomo otra calada y engullo el humo de Abigail hasta el fondo; lo dejo en mis mejillas un rato antes de liberarlo y continuar así por otro rato más. Me da pena tirarte al suelo y aplastarte; así que te guardo junto a la cajetilla arrugada y me acompañas toda la noche, incluso a casa, en donde te quedaras hasta que vacíe mis bolsillos al día siguiente, y a los días siguientes, y los días después de esos, porque te guarde en el cajón junto a la cama.

Chapter 2: Capítulo 2

Chapter Text

Fue difícil encontrarte al inicio, nunca me había esmerado por buscar otra cosa que no fuera el papel de una obra o los ingredientes para las comidas que otros llaman exóticas. Pareciera que querías desaparecer de mi vista antes de siquiera pudiera buscarte. La tecnología no es algo de lo que pueda hacer mucho uso con mi vago conocimiento. Pero lo intenté. Busqué tu nombre y otras variables, ni siquiera una cuenta de Instagram, Reddit o Tumblr se presentó. Únicamente una publicación de hace tres meses de una cafetería que te felicitó por ser una cliente frecuente después de un año de consumo y te obsequiaron con, ni más ni menos que, café además de una taza simple, fea y sosa; incluso de plástico diría, que nunca usarás. En la imagen te ves sonriendo y apretando tu camisa mientras sostienes los obsequios y posas sin mucha elegancia, estas un poco encorvada y casi pareciera que no querías que te tomaran la foto; pero accediste por mero compromiso. Imprimí la foto, la doblé bajo mi almohada y decidí que hacer al día siguiente.

Cuando entraste y la campana de la puerta tintineó, las cuatro horas en que tomé café insípido se sintieron abruptamente efímeras, me hubiera encantado acercarme a tener una charla mientras pedías para llevar y entregabas el dinero que me hubiera gustado ahorrarte. Pero justo hoy tengo algo más que hacer. Por nosotros. Te seguí a casa desde tan lejos que pensaba que podría perderte de vista si doblabas muy rápido dos calles seguidas. Caminas despacio y con los audífonos puestos sería capaz de estar un poco más cerca, aunque evito arriesgarme por el momento. Tu departamento es pequeño y sencillo. Y con esas pequeñas escaleras cubiertas por paredes antes de llegar a la puerta pareciera un club nocturno. la pequeña reja que salté cuando ya no te encontrabas en casa. La inútil cerradura que logré abrir con tres videos YouTube de respaldo. Y el interior de tu morada es un deleite mayor al que tenía esperado. Créeme cuando te digo que nunca había allanado en propiedad privada. En primer lugar, nunca necesité cometer algún delito mayor para avanzar en mi vida como artista; bien dicen que los que nos dedicamos a las artes visuales tendemos a cometer tres actos ilícitos, suicidarnos, drogarnos o robar. Si bien no te quiero quitar ningún bien monetario en esta espléndida visita; sí deseo encontrar con algo que grite "¡agárrame Enzo, quiero ser guardado bajo la cama!". Tu cocina, baño y cuarto son más o menos uno mismo, es increíble que vivas en este espacio tan reducido sin desesperarte. ¿Es acaso posible que disfrutes esto? el lugar es limpio, por cierto, y me alegra que no tengas mayor problema con el orden, primordialmente porque no soportaría ver mis camisas ordenadas en colores mixtos o una cocina con los contenedores del azúcar y la sal intercalados. hubiese podido ser el inicio de muchas de nuestras discusiones. Punto para nosotros.

Resulta que encontré algo interesante Abi, dentro de tu ropa sucia está la preciosa camiseta negra que usaste cuando nos conocimos, todavía tiene el refresco sin gas caramelizado en la superficie de la tela. La envuelvo como un burrito y trato de guardarla dentro de mi bolsillo, apenas entra y pareciera que tengo un bulto en el muslo, pero da igual, de todas formas, nadie preguntará por ella. Pensarás que solo es otra prenda más que se pierde de tanto en tanto cuando se lava la ropa en tandas, del mismo modo que no te preguntas dónde está el par de un calcetín arrugado al fondo de la lavadora.
Todo tu departamento huele a ti, tu cama es suave y las sábanas ligeras, a las almohadas les falta relleno y la mesa de noche se despinta en pequeños trozos que has barrido mil veces. Tu cocina es disfuncional y hace falta llamar para que te repongan el gas, pero eso es tu trabajo, por mucho que quisiera ayudarte; estoy atado de manos ahora, viendo todo lo que podría hacer para que tu vida fuera más sencilla pero que debo limitarme. La regadera ah goteado desde que entré y es como la misma tortura china que después de tantos años vuelve a funcionar. Lo entiendo, lo entiendo por completo, necesitas de alguien que haga todos estos trabajos que has aplazado por tanto tiempo, diciendo "mañana lo hago" o "en algún momento dejará de ser molesto" pero continuas sin mover un dedo para que sean resueltos. Lo entiendo, en serio que lo hago, aquí estoy para arreglar todos tus males. Empezando por el más cancerígeno de todos, nuestro querido amigo en común.

2

¿Sabes? hace dos días encontré tu twitter entre búsqueda y búsqueda; no es que quisiera directamente buscarte a ti, lo que pasa es que a las cuatro de la mañana tras investigar acerca de cuentas privadas, contraseñas seguras y cómo pasar desapercibido; me terminé topando con una cuenta titulada “DSilva @ADS “ que curiosamente consume en el mismo sitio en el que lo haces tan seguido. Hace dos horas subiste un tweet.

“En búsqueda de una nueva camiseta favorita. Manché y perdí la última”

No puedo decir que me siento culpable, aunque es lindo que tengamos un objeto en común ahora. Tu camisa lleva acomodada sobre mi cama desde que la salvé de tu cesto y no puedo dejar de recostarme sobre ella. La pongo lo más plana que puedo y trato de colocarme encima para comparar el tamaño que podría tener tu abdomen bajo mi pecho. Me da algo de pena ahora que huele más a mi que a ti y creo que dentro de poco tendré que lavarla o soportar el olor ácido de caramelo y semen seco que expulsa. Parezco un puberto encandilado cuando reviso tu cuenta hasta la publicación más antigua que tengas y no encuentro nada más que imágenes de gatos y de lo que parece un gran danés algo joven, que, curiosamente, se parece bastante al que Esteban tiene y no deja de comentar. Si hablara la mitad del tiempo de ti, es posible que entonces sería capaz de escucharlo dos segundos más de lo que ya lo escucho en la oficina. ¿Es en serio Abi? ¿publicas a su maldito perro antes de hablar del hombre que conociste en la fiesta de hace cuatro días? ¿Es que acaso no significó nada que intercambiáramos camisas en la primera noche de conocernos? El tweet que publicaste aquella noche fué el siguiente:

“Kuku siempre sabe a qué grupo pertenezco #Nuncamásaunafiesta”

¿Nunca más a una fiesta? ¿acaso te malinterpreté? por que la cuestión es que en realidad estoy leyendo “Nunca más a la fiesta del estúpido vegano que se apellida Vogrincic, en serio ¿quién se apellida así? seguro que ni sus amigos lo pronuncian bien, maldito degenerado. Siempre besando y acostándome con el pordiosero de Kuku mientras su Gran danés observa #AlamierdaEnzo”.

Dios, Abi. ¿Qué estoy haciendo observando tu feed mientras me imagino que para ti no soy nadie? Es posible que tu twitter sea un lugar público en tu vida, seguramente no quisieras ventilar la relación reciente entre el hombre de la fiesta y tu. Solo nos hemos visto esa vez y en realidad sería raro hablar de mi con tus seguidores a quienes les parecerías una desquiciada total. Hoy por la mañana pasé por tu casa y parecías tranquila, tras las cortinas que no cierras, mientras dormías. Y la cosa es que en tu cama no duerme nadie más que tú; así que me alivia que todo pueda ser un malentendido. Esteban Kukuriczka no es tu novio, es tu amigo. Solo tu amigo.

Hago una llamada impulsiva al director de la oficina, con quien me llevo mejor de lo debería estar permitido antes de parecer nepotismo.

Chapter 3: Capítulo 3

Notes:

Tardé en entregar este capítulo por lo extenso que se volvió, posiblemente las siguientes entregas sean también extensas. Espero puedan disfrutar.
Contiene: Bebidas adulteradas, beso no consensuado, masturbación, stalking. etc

Chapter Text

Durante el transcurso de algunos meses, mucho antes de conocernos, había estado circulando por bares sencillos que hicieran tocadas con bandas nacientes o en estado ambiguos. Lugares que dan un ápice de iniciativa para sentirte como un total artista en formación. Divertido en parte, humillante y poco creativo en otra. Me gustaba, en realidad lo hacía; tiene un no se qué que termina por atraerme como por magnetismo inspiracional hacía otros con las mismas intenciones que las mías. Terminaba orbitando entre delirios de grandeza y gente con visiones poco realistas que se divisaban en hoteles caros inhalando cocaína tras una tocada sensacional. Abi, esto no pasa en la vida real y me da gusto que no nos conociéramos en un lugar como este, no creo que hubiera volteado a ver siquiera tu camiseta negra o tus lentes desaliñados entre la cantidad de gente asquerosa y el hedor incesante a cigarro y a whisky pretendiente. Me duele tener que volver aquí para encontrarme con una cara conocida.
La mesa en la que espero está pegajosa y la bebida que pido se aguada sin probarla siquiera.; la banda toca un pobre cover de Afuera de Caifanes mientras hago figuras con el agua que destila el vaso de vidrio y cuando terminan continúan con uno incluso peor en honor a los bunkers. Reviso mi celular esperando encontrar algún mensaje que se lastime por la tardanza pero conozco lo suficientemente bien al bastardo como para saber que cuando llegue ni las gracias me daría por pedir de antemano un trago para él. Para cuando por fin me lo encuentro lleva una vestimenta lamentable y no puedo evitar disgustarme por los skinny jeans que lleva puestos mientras me da la mano y la estrujo con firmeza.
—¡Enzo! chico listo, este lugar es perfecto—dice mientras asentaba las llaves en la mesa y yo desdibujabas mis figuritas de agua con el borde de mi chaqueta—¿Ya pediste algo de tomar?
—Hace tiempo.
—¿Y para mi?
—Les dije que esperaran que llegara mi compañía, en un rato te lo traen.
Rafael sonríe y saca un cigarro del bolsillo de su horripilante campera azul y ,no solo no me invita uno sino que me pregunta por si tengo un encendedor conmigo que pueda tomar prestado. Asiento y le entrego el que compré en la tienda de conveniencia antes de entrar; hace tres horas.
—Eficiente como siempre, Enzo.
Trata de halagarme mientras me suelta el humo de su cigarro recién encendido.
—Eso dicen.
—Te traje lo que pediste.
—¿Todos?
—Todos.
Rafa extiende al rededor de doce documentos sobre la mesa redonda y reducida. Tomo la pila entre mis manos y la asiento en lo que considero mi sección de la mesa y ojeo los primeros tres en cuanto levanto la cubierta algunas veces.
—Es curioso que pidas asistencia—Dice mientras toma otra calada y observa a la banda tocar tras de mí—Nunca me pareciste ocupado en la oficina.
—Ahora sí
—¿Antes no?
—No, antes no tanto—Suspiro por que no puedo leer nada bajo la luz neón que cambia con dramatismo al sonar de la música que empieza a taladrar mi cabeza—Estamos ocupados todos en realidad, me es curioso que nadie te pida un asistente.
El sonríe y yo se la devuelvo con hipocresía, este muchacho no ha hecho nada más que arruinar mi carrera con papeles asquerosos y obras que el público general está dispuesto a ver, nada de su criterio me es alentador y todo lo que sale de su boca podría usarse en su contra.
—No, nada de eso.
—¿En que sentido?
—En que si que me han pedido.
Traen la bebida que le pedí hace dos horas cuando volvieron a preguntarme si quería consumir algo; estando yo muy seguro de que si me negaba me acompañarían a la salida, terminé pidiendo un dry martini para luego y, una hora después, un Black Russian que se sigue deshaciendo a un costado.
—¿En serio?
Continuo abriendo y cerrando la pila de documentos con el pulgar y el índice, busco tu cara entre las demás solicitudes de trabajo.
—Totalmente, hombre—Toma un sorbo del vaso de cristal sosteniendo aún el cigarro entre el borde y el dedo—Por lo mismo no pude traerte los que ya están aceptados.
Me detengo entre las últimas dos hojas en donde aún no puedo encontrarte y creo estar de vuelta en mi cumpleaños perdiéndote entre tantas personas que estaban en donde no debían.
—Ya…entonces—deslizo mis manos fuera de las páginas y jugueteo dibujando círculos en el borde de mi bebida—¿Quienes más pidieron asistente?
—¿Ninguno te gustó?
—No puedo ni alcanzar a leerlos.
—Puedes llevártelos si quieres, solo devuélvemelos para el lunes
—Ya pero… tengo curiosidad, Rafa.
Titubea y toma un largo trago del martini que terminaré pagando por él. La banda comienza a despedirse a gritos exhaustos.
—¡Gracias a toda la audiencia que está aquí!—Aspira una bocanada de aire y prosigue mientras el baterista juega con sus baquetas—¡Nosotros somos Insignia y esperamos volver a ser invitados!—Grita tan alto que olvida que lleva un micrófono y que ensordece, el muy imbécil, a todos. El grupo indie se despide con una última canción tras los aplausos y los chiflidos múltiples del público. El inicio de “Eres” de Café Tacvba me revienta el mal ánimo; ahora tocan tan fuerte que soy incapaz de reconocer lo que Rafael trata de decirme.
—¡¿Qué?!
Hago el ademán de ponerse la palma flexionada tras la oreja para escuchar mejor pero él solo se ríe y continua su vaivén entre tomar y fumar mientras intento captar lo que digo. Lo veo mover los labios pero dudo que esté tratando de decirme algo, me inclino para reconocer alguna palabra pero no entiendo la mayoría y para rematar el vocalista es tan malo que suena más desesperado que despechado. Me acomodo el cabello y paso la mano por la frente. Hojeo las últimas páginas y no estás, definitivamente no estás en estas solicitudes. Y si no estás aquí; estas en algún otro lado o en ninguno en realidad ¿A caso ni siquiera te dieron el trabajo?
Cuando por fin me acerco lo suficiente para oír resulta ser que solo estaba cantando partes variadas del lyrics. Me cuesta creer que sea, entre muchas comillas, mi jefe.
Parece ser que hice una facción tal que Rafael responde con encogerse de hombros como sin saber que hizo mal. Me reincorporo con paciencia y procedo a buscar por un cigarrillo en la parte baja de la chaqueta que comienza a darme calor, lo pongo sobre mis labios y le pido de vuelta el encendedor que le presté hace rato; Rafa me lo devuelve como quien no quiere la cosa y en el proceso prende mi cigarro. Asiento mientras tomo la primera calada y exhalo el humo mentolado. Me pregunto si estas en casa ahora mismo tomando café o chocolate caliente, viendo una película o leyendo un libro ¿Pensando en Enzo, acaso? mi esperanza permanece. No creo que exista fuerza mayor que la de un artista de mi calibre. De chico la pintura me interesó, lo hizo de tal manera que no dormí por días y no descansé por tal de dominarla hasta quedarme satisfecho. El teatro y la actuación fueron más de los mismo. No concibo pasión igual a la de estar parado en medio del escenario con la luz frente al rostro y las caras ajenas al contrario. No hubo día libre en mi búsqueda desenfrenada por tomar papeles fugaces con tal de pararme ahí una vez más. Si no te veo en el trabajo terminaré viéndote en el café o en la esquina de cada calle o en la puerta delantera de tu departamento o dormida pasible sobre tu cama y tu cabello olerá tan bien como cuando chocaste conmigo.
—Esteban.
—¿Perdón?
No me había dado siquiera cuenta que la ruidosa banda había terminado su presentación y que ahora estaban recogiendo los instrumentos y desconectando sus cables.
—Te estaba diciendo que Esteban fue quien pidió asistencia.
Escupo el humo como un niño primerizo y comienzo a toser como desquiciado, Rafael se ríe abiertamente y apaga el suyo.
—Hace como dos semanas que me habla de esta muchacha que sería buena para el trabajo— habla como tranquilo, despreocupado y ambiguo—La acepté por deber pero si me preguntas; es algo extraña—Alarga las oraciones, menea el vaso medio vació en mano, sin saber qué saldrá por su boca después—No te lo vas a creer, parece un topo de lo ciega que es.
La boca se me llena de un amargo sabor, mucho más que el tabaco, saliva y creo que debo pararme y moverme si no quiero entrar en ebullición.
—Un momento.
Cubro mi boca con una mano y con la otra apachurro el cigarro contra el cenicero de cristal en cualquier mesa de camino al baño. Da igual, Tenía sentido desde el inicio. Me abalanzo en el primer cubículo que encuentro y vomito lo único que había tenido horas atrás. Son un dúo patético ¿escuchas? patéticos en verdad. Los ojos se me cristalizan y no puedo evitar cuando lo hago por segunda vez. Me haces mal, mucho peor que eso, me estás consumiendo. Un hombre que no conozco me pregunta si estoy bien y yo lo mando al carajo con la voz más ahogada que he tenido en mucho tiempo. Limpio lo que queda en la mejilla con el dorso áspero de mi mano. No tiene nada de especial, Abigail, solo estás con él por que lo conociste antes y no me conoces aún. Enjuago mi rostro con abundante agua esperando que el drenaje se lleve tu ignorancia de paso. Eres capaz de tener esos ojos bien abiertos y mirarme con ellos.

Capítulo 3

Es viernes por la noche y no sé cómo reaccionar con lo que estoy por hacer. Entrar a tu casa es algo que nunca termina de molestarme, de por sí es diminuta y alejada y tu cerradura es tan cómicamente sencilla de abrir que casi que me siento invitado a entrar. En los últimos días he perfeccionado la técnica; doblar, forzar, girar. ¿Pero esto? esto me sobrepasa. Puede ser que solo no somos el uno para el otro. Desde este lunes que entraste no haz echo nada por presentarte de nuevo, por voltear o por saludar. ¿Es que no quieres verte mal? O solamente eres así de engreída. Hemos cruzado miradas algunas veces, en especial cuando me encuentras mirando fijamente, pero terminas esquivando mis pupilas o sonriendo ligeramente y creo que podría continuar viendo si consigo otra de esas. No sabes lo mucho que soñaba que supieras de mi como yo de ti. Que estemos en el mismo sitio y que con eso estés de acuerdo; no tengo que esconderme bajo tu cama o detrás de tu ropa por que llegaste temprano a casa. Tengo todo el derecho de pasearme por delante y apoyarme en tu cubículo mientras trabajas. “Solo superviso” es curioso porque podría supervisarte todo el día y a toda hora; pero soy consciente de lo mal que me verías si hiciera eso. No soy ningún demente, ni mucho menos un chiflado. Tienes suerte de tenerme tan cerca para cuidarte y sé que cuando tengamos la oportunidad agradecerás mis esfuerzos y entenderás por qué fui tan duro contigo.
En la oficina de descanso, este lugar tranquilo en donde hay café instantáneo, tazas y un microondas algo desgastado; y el refrigerador en donde nunca guardas nada que pueda ojear. Esteban me entregó la camiseta que te presté. La extendió hacía mi con ligereza y sin mucha importancia, con una mano dentro del bolsillo.
—Abigail me pidió que te la devolviera.
Me invadió un miedo ilógico, un escalofrío punzante que recorrió mi cuerpo de punta a punta como un relámpago. Ni siquiera tuviste el descaro de entregarla tu misma, tuviste que llamar al zángano de tu parásito para dármela. Estás rechazándome.
—Creí que ella me la daría.
—Es mejor así, créeme.
Me preparé un café con ademanes tranquilos, como si no quisiera reventar cada taza del estante en su cabeza maltrecha y deforme para después ensartarlo dentro del microondas hasta que perdiera toda facción.
—¿A qué se debe?
—Le cuesta mucho hablar con gente que no conoce
—Nos conocimos en la fiesta ¿Acaso no te contó?
—Sí, pero, le cuesta ¿sabes?
Me gustaría saber en realidad por qué, pero lo que sí sé es que solo me tomaría de cuarenta a treinta segundos en ahogar a este cretino en el lavamanos detrás de mí. Asiento mientras le doy vueltas a la cuchara en el interior del vaso. ¿que tanto pelearía?¿cuantas patadas daría? Acaso ¿suplicaría por su vida? Me reincorporo con cautela mientras sorbo el café caliente con cuidado, evitando quemarme.
—Oye, de todas formas, gracias por prestarle la camiseta- Sonríe tontamente mientras desliza los dedos por su cabello desordenado—La dejo sola un rato y le pasa de todo.
—Debes estar muy pendiente de ella.
—Lo estoy.

Así que eme aquí, un viernes por la noche, abriendo el sobre que preparé con una dosis precisa para dejarte durmiendo como un tronco. En parte con miedo, en otra con dedicación. No es fácil contactar a un conocido que te entregue Quetiapina sin preguntar por qué no la compraste en una farmacia con una receta que no tienes. Viniste solo por que es tu primera semana y los brindis van a tu nombre y sé que prefieres mil veces estar en casa durmiendo hasta la tarde del sábado que aquí siendo el centro de atención en un bar cerca del estudio. La misma razón por la que te escondiste en la esquina tan sola durante mi cumpleaños. ¿Pero sabes qué es lo mejor? Te saqué, por fin, a ese depravado de encima, lo envié directo a casa, resulta que no soporta un poco de nuez en la cena ¿sabías que es alérgico? está para reírse un buen rato. No es difícil enterarse cuando siempre que pedimos a domicilio en la oficina nos lo recuerda. Patético y afortunado para mi, no tengo que buscar un laxante para meter en su bebida o un somnífero que pedir en un lugar de mala muerte. Si me lo preguntas, el destino está de nuestro lado.
Tomé el lugar a tu lado y nos saludamos brevemente, un pequeño hola de mi parte y tu voz se dirige a mi al fin, arrastras un hola con un sonido ligero y rápido, bajas la cabeza como una chica modesta y te apena ser buena. Me derrito por completo, el cuerpo se me deshace contigo a un lado y mi pierna rosa con tu camisa oversize, que ya olfatee dentro de tu clóset, bajo la mesa y creo que me caliento en menos de lo que llega el menú a la mesa. Puedo observarte respirar atrabancada y cómo tu cálida saliva pasa por tu garganta cuando la tragas y me imagino que otras cosas podrías tragar con esa boca tuya reluciente y jadeante. Creo perder la respiración, recuperarla y volverla a perder en cada movimiento mínimamente cercano a mi humeante existencia. Qué, sin rodeos, exhala tu súbito carácter de nínfula. Hago un enorme trabajo mental para no imaginarme tus dos muslos carnosos reposados en la banca, como ellos se deben de estar esparciendo en cada inclinación o incorporación que tienes a mi lado. El mío y de nadie más. Por que haría falta una pistola en mi cabeza como para siquiera considerar ceder este lugar que el destino nos proporcionó tan generosamente. Todo en el lugar correcto; como canta Thom York en una canción titulada de la misma manera. Y yo, Abi, estoy en el lugar no solo correcto, sino que exacto.
—¿Qué vas a pedir?
Me diriges esos ojos empalagosos y azucarados que parecen decir todo en un lenguaje que no conozco. Dejas entre abierto los labios y luego lo piensas por un momento más antes de soltar una exhalada más prominente que las diez últimas.
—No estoy segura—tus dedos rascan el costado de tu misteriosa nuca—creo que una cerveza.
—¿No bebes seguido?
Niegas con la cabecita.
—¿te gustaría escuchar una recomendación?
—No estaría mal.
—Puedes pedirte un Spritzer o una margarita—apunto a ambas en el menú de bebidas mientras sigues mis dedos con la mirada y escuchas mis argumentos— No son muy llamativas ni muy pesadas, es algo pasajero y sencillo.
Juegas explorando la textura del menú entre sus hojas y dobleces. Haces una muy buena actuación al pensarlo e imitar a los demás que siguen haciéndose los muy interesantes leyendo un par de plantillas que leen todos los viernes. Ambos sabemos que esta gente solo pide cerveza y una botella para la mesa. Usan cualquier excusa para tomar y llegan a casa vomitando.
—podría ser.
Y no vuelves a decir nada. Matas todas mis ganas de entrometerme entre tu atención cuando te callas y acechas conversaciones ajenas para corroborar que nadie te quiere aquí . Solo quieren un motivo absurdo para ponerse hasta los zapatos de borrachos y tu no vales nada ante sus ojos. Nada nunca nada. En serio no puedo creer como puedes llegar a ser tan ingenua con tu mentalidad fantasiosa de encontrar amistad en la sociedad. No existe motivo real para hacerlo y nunca lo encontrarás por que cuando lo intentas no hay si quiera un atisbo de satisfacción en los demás que te diga que debes de continuar. Y por siquiera tratar no descubres que tu único y verdadero amor está sentado a tu lado tratando inútilmente de llamar tu atención. Haces esto más difícil de lo que debería ser y no puedo esperar a que, por una vez en tu miserable vida, escuches lo que tu instinto dice y me hables como tanto debes estar deseando. ¿No es así, Abi? estas asustada por que no sabes como puedo reaccionar y tu primera impresión debe ser buena ¿no? no quieres ignorarme pero tampoco dar el primer paso y entiendo, no es nada atractivo una mujer que se regala en la primera plática y, aunque no es nuestra primera sino que segunda, estas construyendo una imagen decente para mi. Debería solo llevarte y dejar de jugar tonterías como estas.
Terminas por pedir una piña colada y continuas haciéndome a un lado con tus gestos escondidos. No dirigirme la palabra, no prestarme atención, no mover tus piernas hacía las mías para que tengamos un pequeño pero íntimo choque de rodillas para después llevarte a casa y hundir tus uñas en mi espalda, esas uñas que muerdes cuando te cansas de masticar el interior de tus cachetes, besarme con tu ardiente y sedienta boca en cuanto yo te-
—¿Enzo?
El corazón me vuelca enseguida, un crispado y destellante escalofrío se aloja entre mis piernas cuando tu dulce voz pronuncia mi nombre con tanta cautela, con tanto cariño. Enzo, Enzo, Enzo. Lo dijiste honestamente. Dijiste mi nombre Abigail.
—¿eh?
—Preguntan que si ya pediste algo.
Asiento con cuidado y aprovecho para contar los cuatro lunares que se esparcen por tu suave rostro ¿Me dejarías besarlos todos y cada uno de ellos? me pregunto cuantos más se acuñan a largo de tu cuerpo cubierto.
—solo una cerveza.
Haces un pequeño zumbido sin palabras como aceptando mi respuesta que luego trasmites a la persona que está haciendo el pedido por todos. Y yo estoy jodidamente caliente. Escondo lo que puedo de mi erección entre el cardigan que estrujo en mi regazo antes de apresurarme al baño, en donde me guardo con seguro.
Jadeo y retomo mi ritmo mientras desabrocho mi cinturón bajando el cierre con tu imagen plagada en mi mente. Aspiro, suspiro, aspiro y suspiro mientras mi mano recorre mi abdomen hasta infiltrarse por debajo de la tela y trazar la figura caliente y palpitante de un miembro erecto y listo. Estas aquí, hincada ante mi; con los ojos bien abiertos y las mejillas tintadas de un rojo húmedo. Esperando impaciente a que destroce tu garganta.
—¿Puedo?
consultas con un tono seductor como si negarme fuera siquiera una opción y yo tiro de esa linda cara contra mi entrepierna en espera. ronroneo cual gato mientras la saco y la dejo reposar sobre tu frente tibia y tu sonríes con malicia. Tu lengua hace un recorrido por esos labios rosados y yo solo quiero follar tu rostro como un maldito animal. Ahogo un gemido cuando me recorres con tu cálida lengua de arriba hacía abajo y sorbes de mí como si quisieras beber de mi sudor. Que puto calor hace dentro de este cubo en donde solo quepo yo y un inodoro sin tapa; no importa si el sonido de mi saliva contra la mano con la que me estoy masturbando traspase la puerta barata de madera corriente. Estoy disfrutando de tus servicios y solo eso. Cuando te ahogas con mi pene y lo tomas como la buena chica que eres no puedo evitar morderme para que ningún sonido salga de mí. Desearía estar en casa para babear y lagrimear tu camiseta tanto como pueda antes de que comience a apestar del cúmulo de fluidos que reside en ella. Apoyo mi frente en las baldosas frías y escurro la mezcla pegajosa de saliva con liquido preseminal por el suelo. gotitas transparentes con cúmulos de burbujas están por ahí esparcidas mientras que abres grande para mi y tu candente aliento me electrifica. Juegas con la punta y yo me cubro con la otra mano los labios en cuanto siento la necesidad de llamar tu nombre entre quejas y gemidos a medias. Saco la lengua jugueteando los surcos y espacios entre cada dedos imaginándote contra la pared en un beso caluroso y abarrotado. Quisiera que estuvieras aquí para mí, tan entregada como tanto anhelo y no mi mano fingiendo ser tu cavidad. No me interesa si metes dientes, si abres más de lo que debes, si la baba se te escapa por la nariz o si vomitas por accidente. Te quiero a ti, mierda. Te necesito Abi. Más que nada. Más que a mi profesión, más que mi carrera. Creo que estoy ardiendo o solo me acerco al orgasmo más intenso que he tenido en mucho tiempo. Estas sentada en una mesa no muy lejos de mí y tu sola presencia me prende como nunca nada lo ha hecho. Estoy a nada de venirme en tu boca para cuando golpean la puerta.
—Ocupado.
Suelto en un tono cortante y rápido; tratando de evitar sonar más exaltado de lo que debería estarlo. Con las manos aún trabajando.
—Uh…perdone.
Oh, mierda, Eres tu Abi. ¿Acaso sentiste mi ardiente ser llamándote con cada fibra de mi cuerpo? Me pego a la puerta lo más que puedo; sé que estas a menos de tres o cuatro pasos de mi pene erecto que palpita por ti. ¿Lo sientes? ¿Sientes como estoy a nada de eyacular sobre esos cuatro lunares? Estoy convencido de que tragarías cada gota. No dejarías rastro ¿No es así? Me estremezco y agito enseguida mientras apuro el ritmo y tu me pides de rodillas que te lo dé, que lo necesitas. que no dejarías caer nada. Y claro que no lo harías, te obligaría a lamer el piso de lo contrario. Gimoteo lo más callado que puedo entre espasmos placenteros y tortuosos. Solo quiero venirme en ti, en tu pecho desnudo, esparcir mis fluidos sobre ella y que lo saborees como parte de ti. Oh, Abi. cuando por fin lo hago me encojo como un drogadicto jadeante y tremendamente caliente que busca su dosis. La cabeza me da vueltas en un éxtasis superior, mi liquido se esparce por la madera y lo demás se aloja en la palma de mi mano.
Trato de recuperarme como puedo entre saltos de músculos involuntarios y piernas tan flácidas como mi polla usada por ti. Respiro hondo y me siento momentáneamente en la esquina del inodoro mientras observo el encuentro entre dos paredes y limpio lo que puedo, sin mirar siquiera lo que estoy haciendo. Un poco en trance un poco en espera de que no hayas notado que tengo fantasías recurrentes contigo. No creo que esté mal, es solo que no es el momento indicado. A veces me encuentras sobre la cama y me montas como una muchacha inexperta, otras, solo te aprieto contra mi e imagino que te desvisto con cuidado mientras gimes mi nombre nerviosa. Las mejores siempre son las más culpables, Abi. Aquellas en donde te someto contra las almohadas mientras chillas como un pajarito indefenso. Compré un fleshlight que coloco entre una grieta del colchón y con el que paso gran parte del día. ¿Acaso no es jodidamente atrayente lo mucho que te deseo?
Me doy un momento para respirar como un ser humano común y corriente que solo pasó al baño y va de salida con tranquilidad, ya sabes, temiendole a nada por que no tiene absolutamente nada en que preocuparse. Ni siquiera en el olor que no ha podido sacarse de encima por que el lavabo está afuera, junto a la puerta en la que estás en acecha por mi. En definitiva sin sudar o ponerse nervioso. Por que tiene todo bajo control.
Al abrir, la madera agrietada hace un sonido casi caricaturesco e incomodo. un chirrido como la risa de una pequeña bruja entre la bisagra que debería volar lejos. agachas la cabeza para disculparte por tocar y me pasa por el costado. La diminuta brisa que dejas me da un atisbo del perfume que usas y no hay momento como el de ahora, en donde comprendo tanto las acciones de Grenouille al encontrarse con la fragancia de la muchacha pelirroja durante el primer acto. Quisiera obrar igual. Encontrarte de espaldas y comenzar a oler cada parte de tu jugoso cuerpo colorado. Desde la punta de los pies hasta el último cabello oscuro de tu deliciosa nuca; comenzando desde la palma por entre los dedos y recorriendo por el ombligo hacia abajo.
Al lavarme las manos una capa viscosa las recubre; solo me cuesta remojarlas y enjabonar con cuidado para deshacerme de ella, junto a la pequeña mota de culpa que pudiera estar cerca. Y entonces sucede algo. Es tu voz, dulce y tiernamente quebradiza.
—Ya te dije, en cuanto pueda me voy a casa. No, no vengas— Tomas un espacio escuchando al otro lado de la línea— Lo tengo en mente. Sí, siempre—espacio—No sigas con eso.
Si alguien me viera apachurrando la oreja contra la pared de la manera en que estoy quedaría como un perfecto fisgón. Pero necesito saber si es Esteban quien te tiene tan pegada al celular o por qué suenas asustada en rebeldía. Abigail ¿Hay algo con lo que debería ayudarte?
—¿Me vas a regañar si no lo hago?—tragas saliva o por lo menos un sonido parecido — Solo déjame termino lo que ya pedí y voy directo ¿mejor?
No me doy el lujo de terminar la conversación para cuando ya estoy de vuelta en la mesa abriendo con la mano izquierda en el bolsillo la pequeña capsula de pastilla molida que no tardo en esparcir por la piña colada que ordenaste. Siento la maquinaria en mi pecho retumbar con estruendo y pasión cuando vuelves a mi lado. Próximamente lejos del de los demás presentes. Creo y No lo creo que haya sido capaz de adulterar tu consumo, Abi. Pero sé que comprendes que lo hago por tu bien, por un bien mayor que debe ser tratado a priori. Si Esteban te atosiga tras bambalinas ¿serías capaz de juzgarme por querer intervenir? Pasas el contenido por la pajilla hasta tu paladar honesto. Uno, dos, tres. Tomas sin mucha precaución por que quieres irte tan rápido como puedas y no sabes lo mucho que quisiera entender tus motivos. Si tuvieras la confianza de contarme no estaría recurriendo a estas medidas, Abigail. Pero aveces como de costumbre me dejas de manos atadas. Verás cuando sea mi turno de atar las tuyas.
Tus cejas se fruncen lo suficiente como para que me parezca que sabes todo lo que planeo. El traqueteo intenso de mi cuerpo sudoroso que implora una ducha de agua fría parece querer delatarme. Y no puedo dejar de pensar el ese maldito cuento escrito por Edgar Allan Poe del idiota que deja que su sentimiento de culpa termine por dominarlo. Me llevo las manos al cabello, asegurándome de que está en perfecta posición. Te llevas las manos a esa frente iluminada por la luz azul del celular que sostienes bajo la mesa como si tu vida dependiera de ello. ¿Estás avisando que tu bebida tenía un sabor curioso esta vez? o tal vez solo estas tratando de mantener la cabeza despierta dentro del balbuceo interno que cargas. Debo admitir que te ves preciosa luchando contra los efectos de un tranquilizante que sobrepasa la dosis que una muchacha como tu debería tomar. No es fácil saber cuanto pesas fuera de las imágenes mentales que tengo de cuanta presión aplicas sobre mis piernas en ciertas noches. Todas las noches.
Tambaleas y cabeceas. Te disuelves tal pastilla burbujeante al fondo de un vaso. escupes unas palabras que ignoro, dijiste “la cuenta, quiero pedir la cuenta” pero el sonido de tu voz es tan delgado que nadie más pudo escucharte. El teléfono se te resbala entre las piernas y hace un sonido hueco al caer en la madera de la silla. No te inmutas. Sostienes tu mandíbula con el brazo en un intento triste de quedarte despierta.
—¿Estás bien?
Pregunto porque me interesa genuinamente tu bienestar físico. Pero fuera de eso, estar atento para ti en una situación como esta puede abrirte a muchas posibilidades. Puede que me mires con otros ojos después de cuidarte y ser un caballero ahora en cuanto más lo necesitas. Niegas con la cabeza, aún sin mirarme.
—¿Quieres que pida la cuenta?
Asientes y entrecierras los ojos. Quiero pensar que por lo menos puedes discernir que soy yo quien te ayuda. Nadie de estos inútiles siquiera se ha dado cuenta de tu estado actual, y aunque me beneficia en gran manera, solo confirma el hecho de que soy a la única persona en quien puedes confiar de esta bola de simios.
Alzo la mano y hago un ademán rápido de escritura sobre el aire hacia uno de los camareros que asiente y se desliza. Alguien en la mesa pregunta si ya me voy y respondo con sumo cuidado.
— Debo llevarla a casa, parece que algo le hizo mal.
Coloco mi mano sobre tu espalda; puedo apreciar el calor que tu cuerpo emana sobre cada uno de mis dedos y quisiera, con todo mi ser, acariciarte con dulzura. Deslizar por la superficie suave de tu piel la punta del índice y bajar con el meñique hasta tu espalda baja. Me estremezco cuando te ayudo a levantarte por que tus manos se apoyan en mi brazo al dirigirnos al auto que renté para la ocasión. Te introduzco con cariño en el asiento del copiloto y no soporto lo linda que luces semi acostada a mi lado al conducir. Tu cabecita cae hacia atrás y abres tan solo un poco la boca, tu demás cuerpo se amolda en donde se posa con tus manos hacia arriba entre ambas piernas. Mi ser entero palpita de excitación con el simple hecho de llevarte a casa conmigo. ¿Puedes imaginar cuando esto se vuelva lo normal? de todas formas no creo ser nunca normal al respecto. Manejo con cuidado, hace tiempo que no lo hago así que prefiero hacerlo lento y seguro. Además me da tiempo el cual pasar contigo.
Me orillo unas cuadras antes de llegar a tu casa para admirarte unos segundos; ahora mismo no hay cosa ni persona que te levante de este sueño profundo. Al mirar tu rostro aún no puedo creer como pudiste cautivarme con tanta sencillez. Esa cara bonita tuya me mantiene despierto en madrugada y no desaparece hasta que haga algo al respecto. Quisiera apretarte entre mis palmas pero solo alcanzo a tocar con sutileza tu carnosa mejilla. me tomo un momento para contar cada una de tus pestañas y recorrer con el pulgar toda la superficie de tus labios pálidos. me inclino hacia tu rostro. Huelo tu ropa y cabello, tiene la tímida fragancia que sueltan tus almohadas. Al acercarme más puedo tocarte con la punta de la nariz que, curiosa, respira tu aliento húmedo. me emborracho de ti tanto como puedo y creo que te necesito. Con total seguridad puedo decirlo, te necesito.
—Abigail
El aire que produzco al musitarte se extiende sobre tu barbilla y solo puedo mirar esa boca entre abierta que me suplica que la llene de afecto. respiro con dificultad mientras te busco con mis labios. mi lengua inunda y se pasea por tu interior saboreando tu preciada saliva dejando escapar la mía por los costados. Sostengo tu labio inferior entre mis dientes y lo retengo hasta haber sentido cada fina arruga con mi desesperada lengua. la misma que se posa por tus dientes frontales y posteriores, hasta donde llega mi alcance, apreciando lo lizos y limpios que son. Estoy tan duro que creo que podría eyacular de solo acariciarme un poco. Suelto un pequeño gemido entre cada empujón que doy por imitar lo que sería si besaras de vuelta. Y por un momento creo que lo haces, pero solo eres tu removiendo te para quitarme mientras continuas completamente dormida. Te sostengo por la mandíbula cubriéndola con la mano. Te planto firme en su lugar y prosigo con mi trabajo. Sorbo, suspiro y me deshago. Escupo en tu garganta y tratas de moverte nuevamente, te sostengo y ejerzo fuerza para cerrarte la boca. terminas por tragarte mis fluidos y frunces el ceño. Tengo unas ganas tremendas de abofetearte por negarme otra vez pero solo puedo pensar en lo mucho que quiero llegar a tu departamento, dedicarte un rapidín y liberarme en la leche deslactosada que tomas con el café de la mañana. Te suelto solo para tomar el volante y manejar las ultimas cuadras hasta tu puerta.
Te cargo sobre mi espalda y tomo tus llaves para abrirme paso dentro de tu vida. Tu enorme llavero tintinea y tardo un poco antes de encontrar la correcta. Resulta inútil para cuando desde adentro abre la persona que menos necesito ver ahora mismo.
Parado de brazos cruzados Esteban me juzga con sus ojos tranquilos y casi sonrisa. Te observa con tanto detenimiento que quiero sacarle los ojos con una cuchara antes de que mire de nuevo.
—Creí que estabas en el hospital
Asiente y sonríe, casi complacido con mi comentario, extiende los brazos hacía ti y dice en un tono que solo puedo describir como caballero protector.
—Ya puedes bajarla
—Está ebria, no creo que pueda pararse
—Me da completamente igual, la bajas o la bajo.
Esta vez su rostro tiene una mueca asquerosa de irritación que me sorprende ver. Nos miramos en un ambiente claramente tenso y termino por ceder. No tengo porqué negarme a que tu mejor amigo lo quiera tomar desde aquí.
—No sé que tengan ustedes dos, pero solo la traje porque me lo pidió
Te bajo y terminas en sus brazos. No lo soporto y creo que vomitaré si continuo cerca de esta escoria o le romperé la cabeza a pedazos. Me da una última mirada condescendiente antes de cerrar la puerta en mi cara. Me quedo ahí por un rato. Ya te tenía. Eras tan mía. Tenías que existir esta complicación. Es cosa de un rato, no lo volveremos a ver. Eso es todo y no hay más. Nadie puede quitarte de mi lado. Nadie, ni siquiera tu. Mis nudillos se aclaran y me siento efervescente. Tengo la mente tan clara como puedo y creo que es momento de planear una ida a la ferretería. ¿Con que objeto sería mejor? tal vez un martillo. Me gustaría aplastarlo cual insecto. ¿Un hacha? tal vez hacerlo picadillo de una maldita vez por todas. Ya verá, ya lo verás mi amor.