Chapter Text
Los desgarradores llantos de la pequeña niña resonaban en el hogar, rompiendo la calma de la noche. El padre se levantó apresurado, su corazón palpitando con fuerza al escuchar el sufrimiento de su hija. Luffy entró rápidamente en la habitación y la encontró encogida entre las sábanas, con su cuerpecito estremecido por el miedo.
—Momo...—susurró, tratando de contener la angustia que le ahogaba el pecho.
La niña, de cabello dorado y mejillas enrojecidas por el llanto, alzó la vista hacia él, sus ojos grandes y llenos de lágrimas reflejaban un miedo incontrolable. Su rostro compungido era una daga directa al corazón de Luffy. Se acercó con cuidado, su voz suave, pero cargada de preocupación.
—Tranquila, pequeña. Papá está aquí, no pasa nada... Estoy contigo, Momo
Se sentó en la cama y la envolvió en sus brazos con ternura, como si pudiera protegerla de todo el dolor del mundo. Momo se aferró a su cuello con desesperación, escondiendo su carita húmeda entre los pliegues de su camisa. Luffy la meció lentamente, siguiendo el ritmo de sus sollozos.
—No llores más, mi niña. Papá está contigo. Nadie te hará daño, te lo prometo.—Le susurraba al oído mientras depositaba un beso en su coronilla.
La pequeña continuaba temblando, su cuerpo frágil luchando contra el peso de las pesadillas que la atormentaban. Luffy acarició su cabello, deslizando los dedos con una delicadeza infinita, intentando transmitirle calma. El corazón del hombre se encogía con cada gemido de dolor, deseando poder entrar en su mente y borrar las sombras que la perseguían.
El tiempo pareció detenerse. Los sollozos de Momo comenzaron a menguar, aunque todavía sentía sus pequeños espasmos contra su pecho. Luffy miró por la ventana, hacia el cielo estrellado, preguntándose cuántas noches más tendría que verla sufrir así.
—Lo superaremos, pequeña—murmuró con una determinación rota por la tristeza—. Estoy aquí contigo, siempre
Mientras la acunaba, sintió cómo los temblores se calmaban poco a poco, aunque el peso de la impotencia seguía hundiéndolo. Apretó a su hija contra su pecho, como si el calor de su abrazo pudiera ser suficiente para reparar su pequeño mundo hecho pedazos.
Luffy permaneció junto a Momo hasta que sus respiraciones se sincronizaron. Su cuerpecito, finalmente agotado por el llanto, se relajó en sus brazos. Aun así, no se movió de su lado. La acostó con cuidado en la cama, asegurándose de que estuviera cómoda, y se tendió junto a ella, envolviéndola con su calor protector.
La noche avanzó lentamente, y aunque el cansancio le pesaba, Luffy apenas cerró los ojos. Su mente vagaba entre preocupaciones y recuerdos, intentando entender cómo proteger a su hija de aquellos monstruos invisibles que solo ella podía ver. A cada pequeño movimiento que hacía Momo en sueños, él se despertaba, listo para consolarla.
Cuando los primeros rayos del sol comenzaron a filtrarse por la ventana, Luffy se incorporó con cuidado, procurando no despertarla. Preparó el desayuno y luego volvió a su lado, despertándola con suavidad.
—Buenos días, pequeñita—dijo con una sonrisa, acariciándole la frente.
Momo abrió los ojos lentamente, aún un poco hinchados, pero con una expresión más tranquila. Él la ayudó a levantarse, la vistió con su vestido favorito, uno azul con pequeños girasoles que siempre lograba animarla. Peinó su cabello dorado con esmero, colocando una cinta que ella misma había elegido.
Mientras se alistaban para salir, Luffy hizo todo lo posible por mantener una conversación alegre. Habló de las margaritas que habían florecido en el jardín y de los insectos que seguramente encontrarían allí. Aunque Momo estaba callada, una pequeña sonrisa se asomó en sus labios cuando él le contó una historia sobre un caracol valiente que había visto el día anterior.
Al llegar a la puerta del jardín, Luffy se agachó para estar a su altura.
—Hoy será un buen día, ¿Sí?—le dijo con una voz suave, mientras apartaba un mechón de su rostro.
Momo asintió tímidamente, y Luffy le dio un beso en la mejilla, cálido y lleno de amor.
—Diviértete, pequeña. Papá estará aquí cuando regreses
La vio cruzar la puerta del jardín, su pequeña figura avanzando con pasos cautelosos. Aunque su sonrisa no desapareció, el nudo en su pecho se mantuvo firme. Luffy permaneció allí un momento más, observando cómo Momo se adentraba en el jardín, esperando que ese lugar, lleno de luz y flores, pudiera traerle algo de paz.
Cuando finalmente cerró la puerta, soltó un suspiro profundo, cargado de preocupación. Una nueva jornada había comenzado, y con ella, la lucha constante por devolverle a su hija la tranquilidad que tanto merecía.
El aula del primer año estaba llena de murmullos y risitas. Los niños charlaban emocionados mientras esperaban al nuevo maestro. Momo, sentada cerca de la ventana, observaba distraída cómo las hojas del árbol más cercano se mecían con el viento. Aunque estaba rodeada de compañeros, su mente seguía atrapada en los ecos de la pesadilla de la noche anterior.
Cuando la puerta se abrió, el bullicio se detuvo de inmediato. Un hombre alto, de cabello oscuro y ojos serenos pero intensos, entró en la clase. Vestía con un estilo sobrio y profesional, pero llevaba un aire inconfundible de alguien que sabía cómo manejarse en cualquier situación.
—Buenos días, niños—dijo con voz firme pero amable, dejando su maletín sobre el escritorio—. Soy Trafalgar Law, su nuevo maestro. Espero que podamos aprender mucho juntos este año
Las miradas de los niños se llenaron de curiosidad. Algunos cuchichearon entre ellos sobre lo serio que parecía, pero su actitud tranquila no tardó en ganarse la atención de todos.
—Bien, vamos a empezar con algo sencillo—continuó, escribiendo su nombre en la pizarra con una caligrafía pulcra—. Quiero que cada uno me diga su nombre y algo que les guste
Momo observó a Law con atención mientras los demás hablaban. Había algo en él que le resultaba... extraño. Su olor era diferente, una mezcla entre frescura y algo ligeramente medicinal, como el aroma de las hierbas que su papá usaba en casa. Aunque no podía explicarlo, esa fragancia despertaba en ella una extraña sensación de calma.
Cuando llegó su turno, Momo se levantó con timidez, sus manos jugando con la orilla de su vestido.
—Soy Momo... y me gustan las flores—murmuró, su voz apenas un susurro.
Law asintió con una sonrisa leve, lo suficiente para hacerla sentir vista sin presionarla.
Durante el resto de la clase, el profesor les puso actividades simples: colorear, escribir unas pocas palabras sobre algo que les hacía felices. Los niños trabajaban en silencio, intercalado con risas ocasionales, mientras Law caminaba entre las mesas, supervisando su progreso. Cuando llegó al escritorio de Momo, ella bajó la cabeza, fingiendo estar concentrada en su dibujo.
—Es un hermoso girasol—comentó él, señalando el dibujo de Momo. Su voz tenía un tono suave, casi tranquilizador.
Ella asintió, pero no respondió. Algo en su pecho quería hablar, pero las palabras parecían quedar atrapadas.
Al final de la clase, mientras los niños se preparaban para salir al recreo, Momo no se movió de su lugar. Permanecía sentada, con las manos apretadas en su regazo y la mirada perdida. Law lo notó y se acercó con cuidado.
—¿Está todo bien, Momo?—preguntó, inclinándose para quedar a su altura.
Ella negó con la cabeza y, de repente, levantó los brazos hacia él, como un gesto silencioso pero cargado de necesidad. Law dudó un momento, sorprendido, pero luego se inclinó más para darle el abrazo que pedía.
El pequeño cuerpo de Momo se acurrucó contra él, temblando ligeramente. Sus manitas se aferraron a su camisa, y aunque no dijo una palabra, el peso de su angustia era evidente.
—Tranquila—le acarició suavemente la espalda—. Estoy aquí. No tienes que decir nada si no quieres
Los segundos se alargaron, y Law sintió cómo los temblores de Momo se calmaban poco a poco. Aunque la situación era inusual, entendió que ese simple gesto significaba más de lo que las palabras podían expresar.
Cuando finalmente Momo se separó, sus ojos estaban ligeramente húmedos, pero había en ellos una chispa de alivio.
—Gracias—susurró ella, su voz apenas audible.
Law asintió con una pequeña sonrisa, su corazón apretándose un poco al imaginar qué clase de pesadillas podía estar cargando una niña tan pequeña.
—Siempre puedes pedirme ayuda cuando lo necesites, Momo. Para eso estoy aquí
Momo asintió con timidez, sintiendo que, por primera vez en mucho tiempo, tenía a alguien más a quien podía acudir.
Durante el resto de la jornada, Momo se mantuvo más tranquila. Se concentró en sus actividades, dibujando más girasoles y escribiendo palabras simples con una caligrafía infantil pero cuidadosa. Sin embargo, lo que realmente la ayudaba era la presencia cercana de Law. Su olor, una mezcla de miel dulce y girasoles bajo el sol, la envolvía como un abrazo invisible, calmando los ecos de su pesadilla.
Law, aunque reservado, no podía evitar fijarse en cómo Momo parecía más cómoda a medida que pasaban las horas. Cada vez que la veía relajarse un poco más, sentía que había logrado algo significativo.
Cuando la jornada llegó a su fin, los niños recogieron sus cosas y salieron en tropel hacia la puerta. Law se despidió de cada uno con una sonrisa ligera, asegurándose de que todos estuvieran acompañados. Momo fue la última en quedarse, esperando a su padre junto a la puerta.
—¿Estás bien, Momo?—preguntó Law, acercándose con la misma amabilidad de antes.
Ella asintió lentamente, sosteniendo su mochila con ambas manos.
—Papá siempre viene por mí. No tarda mucho
Law asintió, pero justo cuando estaba a punto de responder, la puerta principal se abrió. Lo que vio lo dejó momentáneamente sorprendido.
Un hombre alto, de cabello negro desordenado pero con un aire carismático, entró al aula con pasos seguros. Vestía un traje impecable de tonos oscuros, ajustado a la perfección, y llevaba un reloj de diseño discreto pero elegante. Su sonrisa era cálida, y aunque su apariencia exudaba profesionalismo, había algo en él que irradiaba energía y confianza desenfadada.
—¡Momo!—llamó con entusiasmo, abriendo los brazos.
La niña corrió hacia él, aferrándose a su pierna antes de ser levantada en un abrazo lleno de cariño.
—Papá, este es el nuevo maestro, Law sensei—dijo Momo, señalándolo con timidez.
Luffy miró al maestro y, por un instante, pareció quedarse sin palabras. Sus ojos recorrieron la figura de Law, y aunque no lo mostraba abiertamente, se sintió impresionado por la presencia del hombre.
—Un gusto conocerte, maestro—le extendió la mano con una sonrisa deslumbrante—. Soy Monkey D. Luffy, el padre de Momo
Law tomó su mano, su expresión serena pero profesional.
—El gusto es mío, señor Monkey
—Luffy, por favor—corrigió con una risa ligera.
Law asintió, pero su mirada pronto se volvió seria.
—Luffy, me gustaría hablar con usted sobre Momo, si tiene un momento
Luffy notó el cambio en el tono y asintió rápidamente, bajando a Momo para que jugara cerca mientras ellos hablaban.
—Claro, ¿Qué sucede?
Law cruzó los brazos, adoptando una postura más formal.
—He notado que Momo es una niña muy reservada. Hoy tuvo un momento en el que buscó consuelo físico y me pidió un abrazo después de lo que parecía ser una mañana difícil. No pretendo ser invasivo, pero creo que es importante entender si hay algo que pueda estar afectándola
Luffy suspiró, pasando una mano por su cabello con gesto preocupado.
—Lo entiendo, y agradezco que me lo mencione.—Hizo una pausa, mirando de reojo a Momo, que jugaba con unas hojas de papel en una mesa cercana—. La verdad es que Momo ha pasado por mucho. Mi exesposo... No fue muy bueno que digamos
Law mantuvo su mirada fija en Luffy, dándole espacio para continuar.
—Descuidaba a Momo. La dejaba sola por largas horas, y cuando estaba con ella, no era precisamente amable. Hubo momentos en que Momo sufrió cosas que no deberían pasarle a ningún niño. Abandono, gritos... incluso indiferencia total
La voz de Luffy se quebró ligeramente, pero rápidamente recuperó la compostura.
—Cuando me enteré, me aseguré de sacarla de esa situación. Ahora su padre está desaparecido, y estoy haciendo todo lo posible para que Momo se recupere. La llevo a terapia, y trato de estar ahí para ella en cada paso del camino
Law asintió, procesando las palabras con atención.
—Lo siento mucho por lo que han pasado. Me alegra saber que está tomando medidas para ayudarla. Si puedo apoyarla en algo más desde aquí, no dude en decírmelo
Luffy, agradecido, sacó una tarjeta de presentación de su bolsillo y se la extendió.
—Aquí está mi número personal y el de mi trabajo. Si hay algo que necesite o si Momo tiene algún problema, no dude en llamarme
Law tomó la tarjeta con una inclinación de cabeza.
Luffy observó a Law durante unos momentos mientras hablaba. A pesar de la seriedad con la que el maestro abordaba la situación, había algo en su actitud que no pasó desapercibido para Luffy: Una presencia calmada, pero firme, que de alguna manera le transmitía una sensación de seguridad. Mientras intercambiaban palabras, hubo un instante, un pequeño destello, cuando sus miradas se cruzaron y una chispa inexplicable saltó entre ellos.
Luffy lo notó al instante. Aunque su mente intentaba no dar demasiada importancia a ese pequeño momento, algo dentro de él no podía ignorarlo. La forma en que sus ojos se encontraron por un segundo más largo de lo necesario, el silencio breve pero pesado que siguió. Algo estaba sucediendo, aunque no estaba del todo claro qué.
Law, por su parte, también sintió esa conexión fugaz. Fue casi imperceptible, un destello en su pecho que lo hizo sentirse... Diferente. Un cosquilleo bajo su piel que lo hizo detenerse un instante antes de continuar la conversación. No era una emoción que había experimentado a menudo, sobre todo no en un contexto tan serio, pero ahí estaba: Un retazo de algo que se tejía silenciosamente entre ambos.
Luffy se aclaró la garganta, sonriendo de nuevo mientras veía a Momo jugar. No quería que esa chispa que había sentido entre él y Law se interpusiera en lo que realmente importaba: su hija.
—Gracias a usted, maestro. Parece que Momo se siente cómoda con usted—dijo con una sonrisa genuina, su tono algo más suave ahora
Law asintió, un leve suspiro escapando de sus labios mientras veía a Momo sonreír de nuevo. Aunque su rostro seguía siendo serio, algo en su postura se suavizó, como si la conversación fuera más cómoda de lo que inicialmente había anticipado.
—Gracias a usted, Luffy. Haré todo lo posible para que Momo se sienta segura aquí
El momento entre ambos permaneció suspendido en el aire unos segundos más. A pesar de que las palabras siguieron fluyendo con naturalidad, algo había cambiado. Algo en el aire había sido impregnado por una conexión silenciosa, una chispa que, aunque tenue, creaba una nueva sensación que ninguno de los dos podía desestimar completamente.
Chapter Text
Momo estaba siendo arropada por Luffy. Con una mirada llena de ternura, le pidió silenciosamente que se quedara a su lado. Una vez envueltos ambos en las cobijas, Momo se acomodó en el cuello de su padre, respirando su aroma familiar. Las feromonas de Luffy siempre lograban calmarla, y a ella le encantaba el olor de su padre alfa. Así, acurrucados, ambos descansaron.
Aquella noche, Momo no tuvo pesadillas y pudo dormir tranquila por primera vez en mucho tiempo.
Al amanecer, Luffy se enfrentaba a un desafío inesperado: Peinarla en dos coletas y colocarle unos broches con forma de estrellas de colores. Tras varios intentos y mucha paciencia, lo logró. Momo, emocionada, lo abrazó con fuerza, luciendo un conjunto de mezclilla mientras esperaba la llegada del uniforme escolar con los ajustes correctos al día siguiente.
Durante el desayuno, Luffy le sirvió unos pancakes con forma de Mickey Mouse junto con un vaso de jugo de naranja. Entre risas y una conversación animada, Momo rompió el silencio con una pregunta inesperada:
—Papi, ¿Tú crees que Law sensei es un omega?—preguntó con curiosidad mientras lo miraba con sus grandes ojos marrones—. ¿Sabías que tiene dibujitos en las manos?
Luffy la miró con sorpresa, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. ¿Dibujitos?
—Mmm... Bueno, Momo, eso no es algo importante, ¿Sabes?—respondió tras unos segundos, con una sonrisa tranquila—. Omega o no, lo importante es que es un gran sensei y se preocupa por ti. No necesitamos indagar en esas cosas, pequeña
Luffy se inclinó para besarle la mejilla.
—Y tampoco le hagas esa pregunta, ¿De acuerdo? No es educado preguntar sobre cosas privadas de las personas
—Está bien, papi—respondió Momo, asintiendo mientras volvía a centrarse en su desayuno.
Después del desayuno, Luffy ayudó a Momo a ponerse su mochila, asegurándose de que llevaba todo lo necesario. Ella estaba emocionada, saltando ligeramente mientras caminaban hacia la escuela.
Al llegar, Luffy vio a Law esperándolos en la entrada. Su presencia destacaba entre el bullicio de padres y niños, con su postura tranquila y el sombrero que lo hacía inconfundible.
—¡Sensei!—saludó Momo con entusiasmo, corriendo hacia él.
Law le sonrió con suavidad, inclinándose ligeramente para recibirla.
—Hola, Momo. ¿Lista para otro gran día?
—¡Sí!—respondió ella, enseñándole los broches de estrellas en su cabello—. Mira, papi me peinó. ¿Te gustan?
Law asintió, admirando los detalles.
—Te ves muy bien. Buen trabajo, Luffy-ya—añadió con una leve sonrisa, dirigiendo la mirada hacia Luffy.
Luffy rió, rascándose la nuca.
—Fue más difícil que cualquier batalla, pero lo logré
Ambos intercambiaron una mirada que parecía cargar más peso del que ninguno admitía en voz alta. Había algo en la forma en que sus ojos se encontraban, una electricidad sutil, casi imperceptible, que les hacía sentir esa conexión especial.
Luffy respiró hondo y se acercó un poco más a Law.
—Te encargo mucho a Momo, ¿Sí? Si algo pasa o necesita algo, llámame de inmediato
—No te preocupes. Estará bien conmigo, vete tranquilo
Luffy asintió, aliviado, pero antes de marcharse, colocó una mano en el hombro de Law.
—Gracias, de verdad
Law lo miró por un momento, sintiendo ese extraño pero cálido hormigueo donde Luffy lo tocó. No dijo nada, solo asintió en respuesta.
Momo, ajena a la tensión entre los adultos, tiró de la manga de Law para mostrarle un dibujo que había hecho.
—¡Sensei! Mira, es un gato, pero tiene tu sombrero
Law dejó escapar una risa ligera mientras la seguía al interior de la escuela, dejando a Luffy observándolos desde la distancia.
Mientras caminaba de regreso, Luffy no pudo evitar pensar en esa chispa que sentía cada vez que estaba cerca de Law. Había algo ahí, algo que lo desconcertaba y lo atraía a partes iguales.
...
Luffy estaba sentado en la sala de profesores, frente a su escritorio, revisando algunos papeles. A pesar de que intentaba concentrarse, su atención se desvió hacia su teléfono. Lo tomó y desbloqueó la pantalla. Ahí estaba esa foto que siempre le traía una mezcla de nostalgia y orgullo: Momo, con tan solo tres meses de vida, envuelta en una mantita amarilla, con una sonrisa diminuta y ojos brillantes.
Acarició la pantalla con una ternura que rara vez mostraba abiertamente, mientras una sonrisa se formaba en sus labios.
—Has crecido tanto, mi pequeña cachorra—murmuró para sí mismo, sintiendo un leve nudo en la garganta.
Antes de que pudiera sumergirse completamente en sus pensamientos, un golpeteo en la puerta lo sacó de su ensimismamiento.
—¡Luffy! ¿Puedo pasar?—La voz inconfundible de Usopp resonó al otro lado.
—¡Adelante!—respondió, dejando el teléfono boca abajo sobre el escritorio.
Usopp entró con su habitual energía, llevando una pila de papeles en una mano y una taza de café en la otra.
—¿Otra vez mirando esa foto?—preguntó con una sonrisa mientras se dejaba caer en la silla frente a Luffy.
Luffy soltó una risa nerviosa, cruzando los brazos detrás de la cabeza.
—¿Y qué si sí? Es mi hija, Usopp. ¿No te pasa lo mismo con los tuyos?
—¡Por supuesto que sí! Pero no me paso todo el día viéndolas como si fueran a desaparecer.—Usopp tomó un sorbo de café antes de continuar—. Aunque, bueno, entiendo. Los niños crecen rápido, y luego te preguntas en qué momento pasó todo
Luffy asintió, mirándolo con algo de seriedad.
—Es que, ¿sabes? A veces siento que no estoy haciendo lo suficiente por ella. Quiero darle todo lo que pueda, pero siempre me queda esa duda... ¿Lo estoy haciendo bien?
Usopp lo observó con sorpresa por la honestidad de su amigo, pero luego su expresión se suavizó.
—Luffy, eres el mejor padre que esa niña podría tener. Siempre estás ahí para ella, y se nota que te adora. Créeme, estás haciendo más que bien
Luffy sonrió, agradecido por las palabras de su amigo.
—Gracias, Usopp. A veces necesito escuchar eso—Luffy rió, pero antes de que pudiera decir algo más, su teléfono vibró en la mesa.
Sin pensarlo mucho, lo tomó para revisar el mensaje. Sin embargo, al ver que era de un número desconocido, frunció el ceño.
Sé cuánto amas a Momo. Disfruta mientras puedas, porque no siempre podrás protegerla.
Luffy sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Su sonrisa se desvaneció al instante, y su mandíbula se tensó. Usopp, que había notado el cambio en su expresión, se inclinó hacia adelante.
—¿Qué pasa, Luffy?
—Es... Nada—respondió rápidamente, bloqueando la pantalla y dejando el teléfono de nuevo sobre el escritorio.
Usopp no parecía convencido.
—Esa cara no es de “Nada” ¿Seguro que todo está bien?
Luffy respiró hondo, tratando de calmarse, pero su mente ya estaba corriendo a mil por hora. ¿Quién podría haber enviado eso? ¿Era una broma de mal gusto? ¿O algo peor?
—Todo está bien—se levantó abruptamente, agarrando su chaqueta—. Necesito hacer una llamada. ¿Puedes cubrirme un momento?
Usopp lo miró con preocupación, pero asintió.
—Claro, ve. Si necesitas algo, avísame
Su corazón latía con fuerza mientras intentaba procesar lo que acababa de leer. Sin perder tiempo, tomó el teléfono y marcó directamente el número de la escuela de Momo.
La recepcionista respondió al segundo timbre.
—Escuela Primaria East Blue, buenos días
—¡Hola! Soy Monkey D. Luffy, el papá de Momo. Necesito saber si está bien. ¿Podrían confirmar si todo está en orden?
La recepcionista pareció desconcertada por la urgencia en su voz, pero mantuvo la calma.
—Por supuesto, señor. Déjeme verificar. Espere un momento
Luffy respiraba con dificultad mientras esperaba. Tras unos tensos segundos, escuchó otra voz al otro lado de la línea. Era Law.
—Luffy-ya, soy yo. ¿Qué pasa?
—Sensei... Necesito saber si Momo está bien. ¿Está contigo?
—Está bien, tranquila en su clase. No ha pasado nada fuera de lo normal. ¿Por qué?—Law sonaba serio, pero también preocupado por el tono del padre de la niña.
El alfa apretó el teléfono con fuerza, mirando de reojo el mensaje que aún estaba en la pantalla.
—Recibí un mensaje. Una amenaza. Dicen que van a llevársela, no se quién sea pero no dejes que nadie se la lleve
Hubo un breve silencio antes de que Law hablara de nuevo, con una calma fría pero firme.
—Escucha, estoy aquí, y no voy a apartar la vista de ella. Nadie va a tocar a Momo mientras esté bajo mi cuidado
Las palabras de Law dieron a Luffy un poco de alivio, pero la preocupación seguía ahí, clavada en su pecho.
—Gracias. Si notas algo raro, cualquier cosa, llámame de inmediato
—Lo haré. No te preocupes
—Yo... Muchas gracias
Luffy colgó el teléfono, pero la preocupación seguía pesando sobre él como una nube oscura. Intentó enfocarse en su trabajo, pero su mente regresaba una y otra vez a Momo. Cada vez que pensaba en el mensaje, sentía un nudo en el estómago y un calor en el pecho que lo llenaba de ira. ¿Podría ser que su exesposo lo este buscando?
Mientras tanto, en la escuela, Law no apartaba la vista de Momo. Durante el recreo, se aseguró de mantenerse cerca, caminando por el patio y observando cuidadosamente a todos los adultos y desconocidos que estuvieran cerca. Su mirada analítica detectaba hasta el más mínimo detalle fuera de lugar.
Cuando los niños regresaron a clase, Law seguía pendiente de ella. Cada tanto, sus ojos se desviaban hacia Momo, quien dibujaba concentrada en su cuaderno. Aunque intentaba no mostrarse intranquilo, su instinto de protector estaba al máximo.
Al llegar la hora de salida, Law tomó una decisión. No permitiría que Momo saliera sola al encuentro de los padres como el resto de los niños. En lugar de eso, la acompañó hasta la entrada, asegurándose de que nadie extraño estuviera cerca.
Cuando Luffy llegó, lo vio esperándolo con Momo de pie a su lado. La niña estaba tranquila, sosteniendo su mochila y charlando animadamente con Law, ajena a la tensión en el ambiente.
—¡Papi!—Momo corrió hacia él con una sonrisa enorme, extendiendo los brazos.
Luffy se agachó y la cargó rápidamente, abrazándola con fuerza como si fuera a desaparecer en cualquier momento. Hundió el rostro en su cabello, respirando su aroma familiar. Sólo entonces pudo calmarse un poco.
—Estás bien, cachorra. Eso es lo único que importa—murmuró, más para sí mismo que para ella.
Momo, confundida por el gesto, le devolvió el abrazo, dándole una palmadita en la espalda.
—Estoy bien, papi. ¿Por qué me estas apretando?
Luffy sonrió ligeramente, aflojando un poco el abrazo pero sin soltarla.
—Nada, Momo. Sólo tenía ganas de abrazarte mucho hoy
Law, que observaba desde la distancia, se acercó con las manos en los bolsillos.
—Luffy-ya, todo estuvo tranquilo aquí. No vi nada ya sabes, raro
Luffy levantó la mirada hacia él, agradecido.
—Gracias, Law. No sé qué habría hecho sin ti hoy
Law inclinó ligeramente la cabeza, restándole importancia.
—Es mi trabajo cuidar de los niños, especialmente de Momo
—Muchas gracias—respondió Luffy, ajustando a Momo en sus brazos mientras ella jugueteaba con los broches de estrellas en su cabello—. De verdad
Law lo miró con seriedad, percibiendo la determinación en sus palabras.
—Tranquilo, ella esta seguro
Esa noche, después de que Momo finalmente se quedara dormida, Luffy se quedó sentado en el sofá, con el teléfono en la mano. Las palabras del mensaje seguían resonando en su mente, y aunque Law había sido un apoyo invaluable, sentía que necesitaba hablar con alguien más cercano, alguien que conociera su historia y pudiera darle un poco más de claridad.
Sin pensarlo mucho, buscó el contacto de su hermano mayor, Ace, y marcó.
—¿Luffy? ¿Qué haces llamando tan tarde?—La voz de Ace sonaba un poco cansada, pero al instante detectó la tensión en el silencio de su hermano—. ¿Pasó algo?
—Ace... Necesito tu ayuda—dijo Luffy finalmente, con la voz ligeramente temblorosa.
Ace inmediatamente se enderezó, dejando a un lado cualquier rastro de sueño.
—Dime qué pasa
—Recibí un mensaje. Una amenaza. Dicen que van a llevarse a Momo
El silencio al otro lado de la línea fue breve pero pesado.
—¿Qué? ¿Cuándo pasó eso?
—Hoy. Mientras estaba en el trabajo. No sé quién fue, ni de dónde viene, pero... No puedo sacármelo de la cabeza
Ace respiró hondo, tratando de mantener la calma para no asustar aún más a Luffy.
—Primero que nada, escúchame, Luffy. Momo está contigo ahora, está a salvo. Nada ha pasado, y no vamos a dejar que pase nada. ¿Entendido?
Luffy asintió, aunque sabía que Ace no podía verlo.
—Sí...
—Bien. Ahora, ¿Puedes enviarme una captura del mensaje? Quiero analizarlo. Tal vez podamos rastrear el número o encontrar algo que nos dé una pista
—Está bien, lo haré
—¿Le dijiste a alguien más?
—Sí, hablé con Law, el sensei de Momo. Se encargó de vigilarla todo el día. Pero necesitaba hablar contigo, Ace. Necesito saber que puedo manejar esto
Ace sonrió suavemente, aunque su tono seguía firme.
—Por supuesto que puedes manejarlo. Siempre has sido más fuerte de lo que crees, Luffy. Pero no tienes que hacerlo solo. Yo estoy aquí, Sabo está ahí, y vamos a asegurarnos de que nadie toque a mi niña
Luffy respiró profundamente, dejando que las palabras de su hermano lo calmaran un poco.
—Gracias, Ace. De verdad
—No me agradezcas, es lo que hacemos. Ahora, quiero que intentes descansar, ¿Sí? Mañana hablaré con algunos compañeros para ver si podemos rastrear ese mensaje. Y si necesitas algo antes, llámame
—Está bien
Ace esperó un momento antes de agregar:
—Y, Luffy... No te preocupes. Nadie le hará daño a nuestro retoño. No mientras yo esté aquí
Luffy sonrió ligeramente al colgar. Aunque la preocupación seguía en su pecho, saber que Ace estaba de su lado le dio un poco más de fuerza para enfrentar lo que viniera.
Esa tarde, después de dejar a Momo con su padre, Law se encontró en casa, sentado en su sofá mientras observaba el techo, sumido en sus pensamientos. Había algo en Momo, algo en su inocencia y su alegría que siempre lo tocaba, pero también había algo más que no podía dejar de pensar: Luffy.
Había pasado mucho tiempo desde que Law había sentido esa conexión tan intensa con alguien, esa sensación de cercanía que era difícil de describir. Y no solo era la personalidad de Luffy la que lo atraía; había algo más, algo que Law había percibido de manera sutil, casi imperceptible, pero que había estado presente durante su última interacción.
Mientras conversaban, había notado algo extraño, una energía que emanaba de Luffy. A medida que se acercaba a él, como un instinto natural, su cuerpo había reaccionado a la presencia del otro. Lo primero que lo sorprendió fue el aroma. Era una mezcla de feromonas tan sutil que casi pasó desapercibida, pero tan intensa que Law no pudo evitar notar cómo su propio cuerpo respondía a ella.
Era algo que asociaba con los alfas, esa fragancia natural que exudaba seguridad, fuerza y una presencia que no se podía ignorar. Luffy no había hecho nada en particular, pero aún así, Law había sentido esa presión, esa cercanía que le hacía recordar su propio instinto protector.
Es un alfa, pensó, sin poder evitarlo, mientras su mente vagaba. No era solo su aroma lo que lo delataba, sino la forma en que interactuaba con Momo, la forma en que se preocupaba por ella, como si nada más importara. Y más allá de su energía como padre, había algo genuinamente amoroso en él, un amor incondicional y una bondad que rara vez encontraba en los demás.
Era algo que Law no había esperado, y aunque por un momento se sintió desconcertado, también se sintió... Atraído. No solo por la fragancia, sino por la forma en que Luffy se entregaba a su hija, por su protección feroz, por su pasión.
No, esto es ridículo, se reprendió a sí mismo. No debo pensar en eso. Es el padre de mi alumna...
Pero el pensamiento seguía rondando su mente. Cada vez que recordaba cómo Luffy abrazaba a Momo, cómo la cuidaba, cómo se preocupaba incluso por lo más pequeño, no podía evitar sentir que había algo entre ellos que se estaba desarrollando más allá de lo que él quería aceptar.
La forma en que Luffy lo miraba, como si confiara completamente en él... Era como si un lazo invisible estuviera formándose. Law cerró los ojos, sintiendo esa calidez extraña en su pecho, esa conexión que no podía negar.
No te distraigas, se dijo a sí mismo, sabiendo que Momo necesitaba su protección y que Luffy tenía sus propias preocupaciones.
De repente, su concentración fue interrumpida por un sonido que cortó el aire de la habitación. El llanto de un bebé. El sonido, inesperado, lo hizo tensarse. La calma de su casa, que había sido su refugio hasta ese momento, se rompió de golpe. El llanto era fuerte, doloroso, y resonaba con una intensidad que le hizo fruncir el ceño.
Se levantó rápidamente del sofá, buscando el origen del llanto. Caminó hacia la habitación contigua, donde una cuna se encontraba en un rincón, oculta parcialmente por una cortina. A medida que se acercaba, el llanto se hacía más claro y más fuerte. Law no pudo evitar un suspiro, un sentimiento agridulce que se instaló en su pecho mientras se asomaba a la habitación.
Allí, en la cuna, un bebé pequeño y frágil lloraba con desesperación. Law se acercó rápidamente, levantando al bebé con una destreza que parecía automática. El niño, al sentirse levantado, se calmó parcialmente, pero aún sollozaba, su rostro enrojecido por las lágrimas. Law lo acunó en sus brazos, buscando consuelo para el pequeño mientras lo mecía suavemente de un lado a otro.
Era un niño que no parecía tener más de seis meses, y en ese momento, Law se sintió abrumado por una mezcla de emociones. El bebé siguió llorando suavemente, y Law lo abrazó con más fuerza, murmurándole palabras tranquilizadoras mientras lo mantenía cerca de su pecho.
...
Las semanas habían pasado tranquilamente desde el incidente del mensaje amenazante. Luffy había logrado mantener una vida relativamente normal, a pesar de la sombra que el miedo seguía proyectando sobre él. Las amenazas contra Momo no habían vuelto a ser concretas, pero Luffy sabía que no podía bajar la guardia. Solo compartía saludos discretos y breves conversaciones con Law, y aunque algo se sentía en el aire, no quería dejar que esas tensiones afectaran la relación que ambos habían cultivado por el bienestar de Momo.
Momo, por su parte, seguía siendo su pequeña alegre y llena de vida. Había algo que siempre lograba sacar una sonrisa de Luffy: su hija le llevaba flores frescas de su jardín, pequeñas maravillas de colores que se encargaba de recolectar con sus manitas. Esos pequeños gestos de amor incondicional siempre le recordaban lo afortunado que era de tenerla en su vida.
Ese fin de semana, Luffy dejó a Momo en la casa de Zoro y Sanji, sabiendo que su hija se llevaba muy bien con Alice, la hija de Zoro y Sanji. Ambas niñas disfrutaban de horas de juegos, risas y complicidad. La despedida entre padre e hija fue breve pero llena de cariño, y Momo, con su típica sonrisa brillante, corrió hacia Sanji mientras le entregaba un ramo de flores.
Luffy sonrió y saludó a su amigo antes de entrar en su coche para regresar a su casa. Sin embargo, antes de que pudiera arrancar, Zoro se apoyó en la ventana del coche, mirando a Luffy con una expresión seria, como si estuviera tratando de medir su respuesta.
—Entonces, ¿Has contratado los servicios de esas casas de omegas para el celo?—preguntó Zoro sin rodeos, con su tono habitual directo, pero con un toque de preocupación.
Luffy lo miró por el retrovisor antes de girar la cabeza hacia él, suspirando mientras dejaba escapar una pequeña risa nerviosa.
—No, Zoro, esta vez lo pasaré solo—respondió Luffy, con una seriedad que sorprendió a su amigo. Se pasó una mano por el cabello, como si tratara de ordenar sus pensamientos. Luego, añadió, sin mirar directamente a Zoro:— No quiero pasar el celo con otro omega. No estoy listo para eso, no después de... Ya sabes, todo lo que pasó con mi divorcio y la eliminación del lazo
Zoro lo miró en silencio, comprendiendo que su amigo no estaba hablando solo de un simple ciclo natural. La mención del divorcio y la ruptura del lazo con su expareja indicaba que las cosas no eran tan sencillas para Luffy.
—No es que los odie—continuó Luffy, como si estuviera tratando de aclarar algo más en su mente que en su conversación—. Es solo que su olor, la intensidad de sus feromonas, me abruma... Lo que es peor, me hace sentir enojado y no lo toleró
Zoro asintió, entendiendo finalmente lo que Luffy quería decir. Sabía que el hecho de ser un alfa dominante venía con retos emocionales y físicos que no todos podían manejar con facilidad, especialmente después de una experiencia tan traumática.
—Lo entiendo, Lu, pero si necesitas algo, no dudes en llamarme, ¿Está bien?—Zoro dijo en un tono más suave, sabiendo que su amigo estaba pasando por algo complicado.
Luffy sonrió levemente, agradeciendo la preocupación, aunque no pudiera evitar la sensación de que estaba tomando una decisión solitaria. Sabía que no debía seguir cargando todo solo, pero en este momento, el control sobre su propio cuerpo, sus emociones, y su instinto era lo único que realmente podía manejar.
—Lo sé, Zoro. Gracias, pero por ahora, lo manejaré a mi manera.—Luffy comenzó a poner en marcha el coche, mirando una última vez a su amigo.—Mantenme informado sobre Momo ¿Sí? Sabes que me tranquiliza saber que están bien
Zoro asintió y se apartó del coche, dejando a Luffy continuar su camino mientras las niñas se quedaban a jugar. La mirada preocupada de Zoro siguió a Luffy por un momento, pero finalmente se giró hacia la casa, sabiendo que, a pesar de todo, Luffy era fuerte y encontraría su propio camino.
Chapter Text
Luffy miraba las fotografías que Sanji le había enviado, donde Momo, con sus manitas llenas de harina, formaba estrellas torpes pero encantadoras con la masa de galletas. Una sonrisa melancólica se dibujó en su rostro mientras acariciaba su frente húmeda, sintiendo cómo el sudor empezaba a acumularse. Las pastillas de inhibidores no estaban funcionando, no esta vez. El calor que ardía en su interior parecía no tener fin, y el cosquilleo en su vientre lo abrumaba como un río desbordado. Apenas había llegado a casa cuando el golpe de los síntomas de su celo lo hizo tambalearse. Con dedos temblorosos, envió un mensaje rápido a sus amigos: "Por si esto se alarga, cuiden de Momo."
Era tan raro estar solo, daba vueltas en la cama, intentando dormir un poco. No podía mitigar esa sensación de querer estar con alguien, ya se había masturbado, ya había intentando todo pero eso no aliviaba su lívido.
No le gustaba sentir esta vulnerabilidad, este descontrol absoluto sobre su cuerpo. Intentaba mantenerse ocupado, distraerse, pero todo era en vano. Estaba atrapado en el círculo de su propia necesidad, un deseo abrasador que lo dejaba al borde de la desesperación. Había intentado salir con alguien después de su divorcio, claro que sí. Algunas citas habían sido agradables, otras incómodas, pero todas terminaban igual: Vacías. Nada se sentía real, nada llenaba el vacío que lo consumía en las noches solitarias.
De vez en cuando, cuando Ace o Sabo se llevaban a Momo para pasar un día o un fin de semana con ella, Luffy se permitía salidas casuales, momentos fugaces de intimidad que no dejaban más que un sabor amargo en su boca. Sus hermanos, en cambio, parecían tenerlo todo. Ace tenía al pequeño Roger, un bebé lleno de vida, mientras Sabo lidiaba con la montaña rusa de emociones de sus gemelos preadolescentes, Alice y Arlo. Familias completas, hogares llenos de risas, mientras él apenas sobrevivía a la rutina.
Un lazo roto casi lo mata. Literalmente. El divorció, la separación, el dolor y la depresión que siguió... Había sido un camino largo para llegar hasta aquí, sabía que ese capítulo estaba cerrado. Había logrado levantarse por Momo, por su hija, y eso era lo único que lo mantenía de pie. Pero ahora había algo más, algo que lo descolocaba de maneras que no entendía del todo.
Law. El maestro de Momo. No era nada más que un conocido, alguien con quien intercambiaba breves conversaciones al recoger a su hija. Pero últimamente, había comenzado a notar cosas que antes no veía. Como su voz grave, que parecía envolverlo en cada palabra, o la intensidad en esos ojos que siempre parecían analizarlo. Y peor aún, su cuerpo reaccionaba al sutil olor que emanaba de Law, un aroma embriagador que describiría como miel y girasol (En palabras de su hija) y que despertaba una tormenta en su interior.
Momo hablaba de él todo el tiempo. "Papi, ¿Sabes que el sensei huele bonito? Su olor me hace sentir tranquila." Luffy quería ignorarlo, quería fingir que no escuchaba el entusiasmo de su hija, pero era imposible. Cada palabra se quedaba grabada en su mente, alimentando un deseo que no sabía cómo contener.
Esa noche, mientras el calor seguía creciendo en su cuerpo como un fuego incontrolable, Luffy se abrazó a sí mismo en la cama, intentando apaciguar la tormenta que rugía en su interior. Pero cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Law aparecía en su mente: Su postura relajada pero dominante, el ligero aroma que parecía invadir todo cuando estaba cerca. Su piel hormigueaba ante la idea de estar cerca de él, de sentirlo más de lo que jamás admitiría.
Había algo peligroso en lo que sentía, algo que sabía que no podía permitirse. Pero el deseo, ese deseo voraz, no iba a dejarlo en paz tan fácilmente. Sus colmillos picaban.
...
El fin de semana había transcurrido como una tormenta silenciosa para el alfa, un constante peso en el pecho que no lograba disipar. A pesar de todo, se aferraba a la única verdad que lo mantenía en pie: Su hija estaba bien, y eso bastaba para calmar su inquietud, aunque no lo liberara por completo del fuego y lívido que lo poseía.
Había intentado todo. Cada juguete que poseía, cada distracción posible, había sido utilizado en su esfuerzo por mantener el control y no sucumbir al fuego que lo consumía desde adentro. No era como antes, cuando en los celos más intensos recurría a esos lugares, buscando apagar la necesidad a cualquier precio. Esta vez era diferente. Había dolor, sí, pero también algo nuevo: Una especie de aceptación que, aunque amarga, lo hacía sentir menos solo.
Sin embargo, la sensación de vacío seguía ahí, como un eco sordo en el alma. Luffy exhaló un suspiro largo y cargado de frustración, dejando caer la cabeza contra el respaldo del sofá mientras contemplaba su teléfono. Detestaba pedir ayuda. Detestaba depender de otros. Pero en ese momento sabía que no tenía otra opción.
Con una mezcla de resignación y orgullo herido, tomó el dispositivo con manos tensas y marcó el número que había evitado todo el día. Cada tono que resonaba al otro lado de la línea hacía que su mandíbula se apretara un poco más, como si el peso de esa llamada fuera insoportable.
Zoro contestó al tercer tono, su voz profunda y calmada contrastando con el caos interno de Luffy.
—¿Qué pasa?
—Necesito que cuiden a Momo un poco más de tiempo—dijo Luffy, intentando mantener su tono firme, aunque había un ligero temblor en su voz que delataba su estado.
Zoro guardó silencio unos segundos antes de responder.
—¿Tu celo no terminó?
Luffy apretó los dientes.
—Se alargó. Pasen por sus cosas por favor
—Está bien. No te preocupes, ella está bien con nosotros. Descansa y ocúpate de ti mismo. Iremos para allá—respondió Zoro, su voz calmada, aunque directa.
Luffy asintió para sí mismo, sintiendo una ligera oleada de alivio. Sabía que podía confiar en Zoro para cuidar a su hija. Pero cuando la llamada terminó, el alivio fue rápidamente reemplazado por el mismo deseo ardiente que había estado intentando contener todo el fin de semana.
Al colgar, Luffy dejó caer el teléfono sobre la mesa, pasándose una mano por el cabello en un gesto nervioso. La habitación, aunque cálida, le parecía de repente demasiado grande, demasiado vacía. Y mientras esperaba, no podía evitar sentir que con cada minuto que pasaba, el peso en su pecho se hacía más insoportable.
El aire en la casa estaba cargado de tensión, como si el ambiente pudiera romperse en cualquier momento. Luffy, recostado en la cama con el cabello húmedo después de una ducha que no había logrado calmar el fuego en su cuerpo, escuchó pasos rápidos acercándose. Se tensó de inmediato, sus instintos de alfa alertándose al sentir a alguien más dentro de su espacio personal.
La puerta de su habitación se abrió de golpe, y Sanji apareció, llevando una ligera expresión de disgusto. Pasó de largo, sin siquiera dirigirle una palabra, y se dirigió directamente a la habitación de Momo.
—Sanji...—gruñó Luffy, su voz grave y cargada de autoridad. Pero Sanji no se detuvo.
—Zoro me pidió que recogiera las cosas de Momo, me iré pronto—respondió con tono apurado, mientras revisaba la pequeña mochila de la niña. Sabía perfectamente lo territorial que podía ser un alfa como Luffy, especialmente en un momento tan delicado, pero no podía detenerse ahora. Si algo salía mal con Momo, nunca se lo perdonaría.
Luffy bufó desde la cama, su cuerpo tenso mientras lo observaba. No le gustaba que alguien más invadiera su territorio, ni siquiera un amigo cercano como Sanji. Pero estaba demasiado agotado y distraído por su propio caos interno para discutir más. Además, sabía que Momo estaba bien con ellos. Sanji terminó rápido, recogiendo los libros y el uniforme de la niña antes de salir apresurado. Apenas cruzó la puerta, cerró con cuidado, dejando a Luffy en el silencio una vez más.
Law estaba parado junto a la entrada de la escuela, su figura alta y seria destacando entre los padres que dejaban a sus hijos. Su mirada era fija y atenta, claramente esperando a alguien. Cuando vio a Zoro llegar con Momo de la mano, su ceño se frunció ligeramente. Reconocía a la niña de haberla visto con Luffy en alguna ocasión, pero no tenía idea de quién era el hombre que la acompañaba.
Zoro notó a Law de inmediato y, aunque no lo conocía personalmente, supo de quién se trataba por la descripción que Momo le había dado en el camino. Hizo un gesto para que Momo siguiera adelante hacia la entrada, agachándose para hablar con ella antes de enfrentar al hombre que lo observaba con una mezcla de confusión y preocupación.
—Anda, Momo, entra a clase. Tu papá estará mejor pronto, no te preocupes
—¿De verdad?—preguntó la niña, su voz llena de inocencia.
Zoro le sonrió y asintió.
—Claro que sí. Ahora ve, no hagas esperar a tus amigos
Momo le dio una sonrisa agradecida y corrió hacia la escuela, dejando a Zoro frente a Law, que ahora daba un paso hacia él.
—¿Quién eres tú?—preguntó Law, su tono neutral pero con un leve filo que delataba su incomodidad.
Zoro se cruzó de brazos, directo como siempre.
—Soy Zoro. Amigo de Luffy
Law lo estudió por un momento, todavía con ese aire de desconfianza.
—¿Dónde está Luffy?—preguntó finalmente, su voz más baja, casi como si no quisiera que la pregunta fuera escuchada.
Zoro suspiró, sabiendo que no podía evitar la explicación. Se inclinó ligeramente hacia él, manteniendo su tono en un susurro.
—Está en celo
La reacción de Law fue sutil, pero Zoro pudo notar cómo sus ojos se estrechaban y su mandíbula se tensaba levemente. Había algo más detrás de esa fachada de calma, una chispa de preocupación que no podía ocultar del todo.
—¿Y Momo?—preguntó Law, desviando la mirada hacia la escuela.
—Está bien. Le dije que su papá está enfermo. No quería asustarla, así que nos aseguramos mi esposo y yo de que creyera que solo necesita descansar unos días
Law asintió, aunque parecía distraído. Su mirada regresó a Zoro, claramente procesando lo que acababa de escuchar.
—Entiendo...
Zoro soltó una risa baja.
—Porque no es tan fácil estar cerca de un alfa en celo, y menos uno como Luffy. Créeme, necesita estar solo hasta que esto pase, más cuando su hija es tan pequeña para entenderlo, igual si tienes una duda sobre mí, puedes preguntar en dirección, estoy en la lista de a quién llamar en caso de que Luffy no responda
Law guardó silencio, pero su mente parecía estar trabajando a toda velocidad. Algo en su postura indicaba que no estaba completamente convencido. Zoro lo notó y palmeo su hombro.
Zoro lo observó por un momento más, intentando medir sus intenciones, antes de encogerse de hombros y regresar a su moto.
—Nos vemos, sensei
El timbre del receso resonó por los pasillos, y los niños salieron corriendo hacia el patio con risas despreocupadas. Pero Momo no se unió a ellos. En lugar de eso, se quedó en la puerta del aula, mirando con ojos llenos de lágrimas a la figura de Law, que revisaba unos papeles cerca de su escritorio.
Con pasos inseguros, la niña se acercó a él, apretando los puñitos contra su pecho. Cuando Law levantó la mirada, lo único que encontró fue el rostro empapado de lágrimas de Momo, su labio temblando mientras trataba de contener un sollozo.
—Sensei...—murmuró, su voz quebrada.
Law dejó los papeles a un lado y se inclinó para estar a su altura.
—¿Qué pasa, Momo? ¿Estás bien?
La niña no respondió de inmediato. En cambio, se lanzó hacia él, rodeándolo con sus pequeños brazos y aferrándose a su suéter como si su vida dependiera de ello. Law sintió cómo su pequeña figura temblaba contra él, y la abrazó instintivamente, sus manos descansando con cuidado en su espalda.
—No quiero ser mala...—susurró Momo entre sollozos, escondiendo su rostro en su pecho.
Law parpadeó, desconcertado.
—¿Mala? Momo, tú no eres mala. ¿Por qué piensas eso?
La niña sollozó más fuerte, aferrándose aún más a él.
—Porque... Porque por mi culpa... Papi nini se fue ¡Yo no quería que me dejara!—gritó, su voz quebrándose al final.
El corazón de Law se encogió ante sus palabras. Sintió una mezcla de impotencia y tristeza al escuchar el dolor de la pequeña.
—Momo, escucha—empezó a decir, su voz más suave de lo que nunca había sido, mientras acariciaba su cabello en un intento de calmarla—. Tu papá no se fue porque hicieras algo malo. Él te quiere más que nada en el mundo
—¡No es verdad!—gritó Momo, negando con la cabeza mientras más lágrimas corrían por sus mejillas—. Si me quisiera, no se habría ido. Siempre estoy haciendo cosas malas... ¡Siempre lo arruino todo!
Law apretó la mandíbula, luchando por mantener la compostura. La angustia de la niña lo atravesaba como un cuchillo.
—Momo, escucha—dijo, tomando su carita entre sus manos para obligarla a mirarlo—. Tu papá está pasando por algo difícil ahora mismo, pero eso no tiene nada que ver contigo. Él te ama con todo su corazón, y te prometo que nunca te dejaría.
Los ojos de Momo se llenaron de más lágrimas mientras miraba a Law, buscando desesperadamente la verdad en sus palabras.
—¿Entonces... él volverá? ¿De verdad?—preguntó, su voz apenas un susurro.
Law asintió, acariciando suavemente su mejilla.
—Sí, volverá. Y cuando lo haga, estará más fuerte y feliz que nunca. Pero ahora mismo necesita tiempo para ponerse bien, ¿De acuerdo?
Momo sollozó una última vez antes de lanzarse nuevamente a sus brazos, aferrándose a él como si temiera que también pudiera desaparecer.
—No quiero que me deje—susurró, su voz apenas audible.
—No lo hará, Momo. Nunca lo hará—respondió Law, abrazándola con firmeza, permitiendo que la niña descargara toda su tristeza contra su pecho mientras él intentaba ser el pilar que ella necesitaba en ese momento.
El abrazo de Law fue un refugio para Momo, y mientras la pequeña se acurrucaba en su pecho, las suaves y tranquilizadoras palabras del maestro y el efecto de sus feromonas comenzaron a hacer efecto. Poco a poco, los sollozos de Momo se apagaron, dejando en su lugar un suave suspiro. La niña seguía aferrada a él, pero su respiración se volvió más tranquila, y su cuerpo dejó de temblar.
—Gracias, sensei...—murmuró con voz somnolienta, apoyando su cabecita contra su hombro.
—Todo estará bien, Momo—respondió Law, acariciando su cabello una última vez antes de ayudarla a incorporarse—. Tu papá te quiere mucho, y él estará bien. Confía en mí
El día continuó con una calma tensa, y cuando llegó la hora de salida, Law acompañó a Momo hasta la entrada de la escuela. Su mirada se mantuvo alerta, esperando ver a Zoro que la recogería. Sin embargo, lo que vio lo dejó confundido.
Cerca del portón, Luffy estaba de pie junto a un hombre rubio, ambos destacando entre el grupo de padres. Law reconoció al alfa de inmediato, pero su atención fue capturada por el hombre que lo acompañaba. Era inconfundible: Luffy. Sin embargo, no se parecía al Luffy que recordaba. Su piel estaba más pálida de lo habitual, y aunque su postura seguía siendo firme, había un cansancio evidente en sus ojos oscuros.
Cuando Momo vio a su padre, soltó un grito ahogado y corrió hacia él con todas sus fuerzas.
—¡Papá! ¡Papá!—gritó, abrazándolo con fuerza alrededor de las piernas, como si temiera que pudiera desaparecer otra vez. Las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos mientras sollozaba contra él.
Luffy, a pesar de su evidente debilidad, se inclinó para abrazarla con fuerza, envolviéndola en sus brazos protectores.
—Shh, tranquila, Momo—susurró, su voz grave y cargada de afecto—. No pasa nada, aquí estoy. Estoy bien, solo un poco enfermo
La niña sollozó, aferrándose aún más a él.
—¿De verdad? ¿No me dejarás otra vez?
Luffy negó con la cabeza, besando su cabello.
—Claro que no, nunca te dejaré. Pero mis feromonas son demasiado fuertes para ti ahora mismo. Necesito un poco más de tiempo para estar bien, pero mañana estaremos juntos, te lo prometo
Mientras observaba la escena, Law sintió un nudo formarse en su pecho. No solo por la ternura del momento, sino por algo mucho más visceral. Sin darse cuenta, había comenzado a sentir el peso de las feromonas de Luffy, que se desbordaban sin control.
El aroma dulce y embriagador llenó el aire, invadiendo sus sentidos como una tormenta invisible. Su cuerpo reaccionó casi de inmediato: Un leve rubor cubrió sus mejillas, y un calor inquietante comenzó a recorrerlo desde el pecho hasta el vientre. Law apretó los labios, luchando por mantener la compostura, pero era imposible ignorar lo evidente.
Luffy estaba en celo.
Intentó apartar la mirada, pero su cuerpo lo traicionaba, atrapado por el aura dominante de Luffy. La intensidad de su presencia lo descolocaba, y no pudo evitar sentir cómo su propia piel se erizaba, como si sus instintos más profundos respondieran al llamado inconsciente del alfa.
Sanji notó la reacción de Law y dio un paso hacia adelante, colocándose ligeramente entre ambos como si quisiera protegerlo del impacto.
—Luffy, baja un poco las feromonas
Luffy lo miró de reojo y pareció entender la situación. Cerró los ojos por un momento y exhaló lentamente, como si estuviera esforzándose por contener el caos que sus feromonas estaban causando.
—Lo siento—dijo finalmente, su tono sincero pero cargado de agotamiento. Miró a Law directamente, sus ojos oscuros y profundos clavándose en los del maestro—. Gracias por cuidar a Momo hoy
Law, todavía intentando recuperar el control de su propio cuerpo, asintió brevemente, evitando su mirada directa.
—No es nada. Ella es una niña increíble—respondió con voz tensa, intentando sonar profesional, aunque su corazón latía con fuerza en su pecho.
Luffy le dedicó una pequeña sonrisa antes de inclinarse para cargar a Momo en brazos, acomodándola contra su pecho.
—Nos veremos pronto, sensei.—Momo se despidió de Law con una gran sonrisa.
Sanji recibió a Momo en brazos con la delicadeza que solo él parecía tener, pero su mirada se entrecerró ligeramente cuando Luffy le susurró algo al oído. Aunque no dijo nada, el rubio asintió y besó la frente de la pequeña con una sonrisa tranquilizadora antes de guiñarle un ojo, calmándola casi de inmediato. Luego se marchó con Momo, dejándolos solos.
El silencio que quedó fue opresivo, cargado de algo que parecía moverse en el aire, pesado y difícil de ignorar. Luffy suspiró profundamente, pasando una mano por su nuca mientras su mirada regresaba, casi como un imán, al hombre que tenía delante.
—Gracias por cuidar de Momo, de verdad...—Su tono parecía demasiado íntimo, demasiado cercano, como si hablara de algo más que gratitud.
Luffy dio un paso al frente, como si no pudiera evitarlo, y al hacerlo, su nariz se dilató ligeramente, oliendo el aire con intensidad. Soltó un gruñido bajo, casi inaudible, pero lo suficientemente fuerte como para que Law lo sintiera reverberar en su pecho. Sus ojos oscuros, ahora encendidos con una intensidad feroz, se clavaron en el cuello de Law, como si fuera el único punto en la habitación que podía ver.
—Hueles bien...—susurró, pero su voz sonaba más a un ronroneo, cargada de algo que hizo que el estómago de Law se contrajera de forma traicionera.
El omega sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral, pero no era de frío. El aroma de las feromonas de Luffy lo envolvía, quemándole los pulmones con cada respiración, y su cuerpo comenzó a reaccionar antes de que su mente pudiera detenerlo. El calor subió rápidamente por su abdomen bajo, haciéndolo temblar, y la sensación inconfundible del lubricante humedeciéndolo lo hizo contener la respiración, rezando para que Luffy no se diera cuenta.
—Señor Luffy...—murmuró con voz entrecortada, tratando de sonar firme, pero el temblor en su tono lo traicionó. Sus ojos se encontraron por un breve momento, y Law sintió que su corazón se detenía—. Por favor, baje el tono—Ordenó, su voz más un ruego que una verdadera demanda.
Luffy apretó los labios, sus pupilas dilatadas como las de un depredador al borde de lanzarse, pero agachó la cabeza, sus puños cerrándose con tanta fuerza que los nudillos se volvieron blancos. Sus hombros subían y bajaban con cada respiración pesada, como si estuviera peleando contra algo más grande que él mismo.
—Lo siento...—murmuró finalmente, su voz ronca y cargada de frustración, aunque no estaba claro si esa disculpa iba dirigida a Law o a sí mismo—. No sabía que...—Se detuvo, cerrando los ojos con fuerza antes de hablar de nuevo—. Me iré. Gracias por estar pendiente de mi hija
Sus palabras eran educadas, incluso corteses, pero su voz estaba cargada de una tensión que parecía llenar cada rincón del salón. Luffy dio un paso atrás, su mirada clavada en el suelo, pero justo antes de girarse por completo.
Cuando finalmente se fue, con un porte cabizbajo y retraído que no hacía nada para disminuir su aura arrolladora, Law soltó un suspiro que no sabía que estaba conteniendo. El aire seguía impregnado con su aroma, y su cuerpo, traidor, no dejaba de reaccionar al vacío que Luffy había dejado atrás.
El alfa llegó a casa con pasos rápidos y desordenados, su respiración agitada como si hubiera corrido kilómetros. Sanji lo recibió en la entrada, tomando a Momo en brazos con un gesto preocupado.
—¿Todo bien?—preguntó Sanji, frunciendo el ceño cuando notó la expresión en el rostro de Luffy.
—Sí, está bien. Solo... Encárgate de ella, por favor—respondió Luffy rápidamente, su tono más cortante de lo normal. Sanji, aunque desconfiado, asintió sin decir nada más y se llevó a Momo a su habitación.
Luffy apenas esperó a que desaparecieran antes de subir corriendo las escaleras hacia su habitación. Cerró la puerta tras de sí con un golpe, apoyándose contra ella mientras exhalaba con fuerza. Su pecho subía y bajaba de forma errática, y su cabeza golpeó suavemente la madera mientras su mente se llenaba de imágenes del maestro.
Law. Su aroma. Ese aroma que no podía borrar de su cabeza.
Gruñó entre dientes, apretando los puños con fuerza. Había sido tan tentador, tan... Embriagador. Luffy podía sentirlo todavía, como si su esencia hubiera quedado atrapada en su piel. Estaba consternado... No puede ser... No puede ser...
—Maldición...—gruñó, golpeando suavemente la puerta con la cabeza mientras pasaba una mano por su rostro, su cuerpo todavía tenso, aún ardiendo de necesidad.
Intentó calmarse, pero cada vez que cerraba los ojos, todo lo que veía era a Law: Sus labios entreabiertos, su mirada temblorosa, y la forma en que su cuerpo había reaccionado. El recuerdo lo consumía, lo quemaba, y por más que intentaba ignorarlo, sabía que debía terminarlo ahí.
Chapter Text
Después de días atareado y mareado por el celo, Luffy finalmente había logrado calmarse y retomar su rutina. Ahora podía estar cerca de su hija, sin que sus feromonas fueran un problema. Había pasado suficiente tiempo para que el ambiente volviera a la normalidad, y Momo ya no temía que aquellas emanaciones le causaran pánico o malos recuerdos. Sin embargo, los días recientes no habían sido del todo tranquilos; aún había muchas cosas pendientes. Ace había seguido investigando tras recibir aquel mensaje inquietante, pero solo encontraron un almacén vacío en la dirección proporcionada. Nada. Ni una pista clara. Y aunque Luffy intentaba concentrarse en su hija y en la paz de su hogar, la búsqueda de su exesposo seguía siendo un peso constante.
Las últimas noticias que tuvo indicaban que había estado en un centro de rehabilitación por abuso de drogas. No había contacto, pero al menos los padres de su ex eran buenos con Momo, algo que él agradecía. La niña los quería, y él no tenía intención de interrumpir esa relación. A pesar de ello, los padres de su ex nunca habían aceptado a Luffy; lo despreciaban abiertamente, considerándolo una mala influencia y un perdedor. Sin embargo, al menos con Momo mostraban un trato cálido y atento, lo cual era suficiente para que Luffy se mantuviera al margen y no interfiriera en la relación.
—Papá, la abuela Dai me regaló pegatinas de gatitos, ¡Mira qué bonitas!—exclamó Momo con una sonrisa amplia mientras le mostraba las pequeñas ilustraciones adorables que brillaban con detalles dorados.
Law acarició su cabello con ternura y le devolvió una sonrisa ligera.
—Eso es genial, linda. ¿Qué más hiciste con los abuelos?—preguntó, intentando que su tono se mantuviera neutral, aunque por dentro estaba atento a cada palabra.
—Hicimos mochis y dangos de carne, y la abuela también me preparó galletas. ¡Estaban deliciosas!—respondió con entusiasmo, balanceando los pies mientras hablaba.
Luffy, quien estaba sentado cerca, dejó escapar un suspiro apenas perceptible. Al menos parecía que todo había transcurrido con normalidad, sin señales de preguntas incómodas o situaciones extrañas. Lo habría notado de inmediato en el estado de ánimo de su hija si algo hubiese ido mal.
—Eso me alegra, tesoro. ¿Y en la escuela? ¿Cómo te fue hoy?—intervino Luffy, acariciando suavemente la cabeza de Momo mientras ella coloreaba distraídamente.
—¡Muy bien! Law-sensei nos enseñó los números y las estaciones del año. Hicimos muchas planas, aunque algunas me quedaron chuecas—se rio y luego lo miró con ojos brillantes—. ¡Sensei lucía bonito hoy! Traía un gran suéter que le quedaba suelto... Ah, y llevó un bebé. Era súper lindo, papá
La crayola en las manos de Momo se deslizó por el papel mientras hablaba, pero Luffy se quedó completamente inmóvil. La sonrisa que adornaba su rostro se congeló en cuanto escuchó las últimas palabras. Un bebé.
—¿Un bebé?—repitió con un tono que sonaba casual en la superficie, pero cargado de una intensidad que no pasó desapercibida para Luffy.
Momo levantó la mirada de su dibujo, inclinando la cabeza como si no entendiera la reacción de su padre. Dejó la crayola sobre la mesa y asintió con la cabeza.
—Sip. Es pequeñito y tenía los ojos grandes. Después vino un hombre por él—explicó con inocencia mientras recogía otra crayola.
El aire en la habitación se tensó, aunque Momo parecía ajena al cambio. Luffy, sin embargo, se quedó pensativo, las palabras de su hija repitiéndose en su mente como un eco interminable. La idea de Law cargando a un bebé.
—¿Llevó a un bebé?—murmuró, más para sí mismo que para alguien más.
El silencio que siguió se vio interrumpido por la risa despreocupada de Momo, quien comenzó a hablar de otra cosa, pero Luffy ya no estaba escuchando. Su mente estaba atrapada en una maraña de pensamientos que oscilaban entre el desconcierto y una curiosidad insaciable. Law, un bebé, un hombre desconocido...
...
A la mañana siguiente, Luffy se despertó antes de que sonara su alarma. Aunque tenía muchas cosas en la cabeza, no podía permitirse llegar tarde a la junta de padres, que casi había olvidado por completo. Con cuidado, se levantó, revisó su agenda y rápidamente avisó en el trabajo que llegaría tarde, cancelando su primera clase del día. Después, se dirigió a la habitación de Momo para ayudarla a alistarse.
Momo llevaba un uniforme escolar encantador, compuesto por un abrigo azul marino con botones grandes y un cuello blanco que resaltaba por su limpieza y elegancia. La falda a juego caía justo por encima de las rodillas, y unas calcetas blancas le daban un aire dulce e infantil. Su cabello estaba recogido en dos coletas bajas, adornadas con pequeñas cintas claras. Además, llevaba una boina roja, ligeramente inclinada hacia un lado, que añadía un toque de alegría y color al conjunto.
Tras vestirla, Luffy la llevó a la cocina, donde ambos disfrutaron de un desayuno tranquilo: tostadas con mermelada, un vaso de leche para Momo, y un café cargado para él.
Al llegar a la escuela, el ambiente era bullicioso, con padres entrando y saliendo mientras los niños corrían en todas direcciones. Luffy tomó la mano de Momo y juntos caminaron hacia el aula.
Y allí estaba él.
Law estaba de pie junto al escritorio principal, con una postura relajada y una sonrisa ligera mientras hablaba con otro padre. Llevaba un pantalón negro que terminaba justo por encima de los tobillos, dejando ver un par de calcetines discretos y unos mocasines impecables. Lo que más llamó la atención de Luffy, sin embargo, fue el suéter rosa que traía puesto. Era grande, con un tejido suave que parecía acogedor, y se ajustaba de manera casual pero favorecedora a su figura.
Luffy apretó la mano de Momo casi sin darse cuenta, mientras su mente se llenaba de pensamientos contradictorios. «Se ve lindo», pensó antes de que una voz interna lo regañara por dejarse llevar.
Law levantó la mirada en ese momento y sus ojos se encontraron. Luffy intentó apartar la vista rápidamente, pero no lo logró a tiempo. Una sonrisa pequeña y algo traviesa apareció en el rostro de Law, como si supiera exactamente lo que pasaba por la cabeza de Luffy.
—Buenos días, señor Monkey—saludó Law con ese tono neutral que, de alguna manera, siempre lograba descolocar a Luffy.
—B-Buenos días, sensei.—Aclaró su garganta y soltando la mano de Momo, quien corrió a reunirse con sus amigos.
El ambiente se volvió tenso para Luffy, aunque Law parecía completamente tranquilo. Se acomodó el suéter mientras revisaba algunas hojas sobre su escritorio, y Luffy tuvo que luchar contra el impulso de mirarlo demasiado.
—¿Lista para la junta?
—Sí... Claro, siempre listo
La reunión había comenzado hacía unos minutos, pero para Luffy, cada segundo se sentía eterno. Sentado en uno de los pupitres diminutos, intentaba concentrarse en las palabras de Law, que resonaban en el fondo con una cadencia calmada y profesional. Sin embargo, su atención estaba dividida. Podía sentir las miradas de varios padres y madres posándose sobre él, algunas llenas de curiosidad, otras de juicio apenas disimulado.
Luffy entrelazó los dedos sobre la mesa, esforzándose por mantener una expresión neutral. «Solo ignóralo», se repetía, pero cada risa contenida, cada susurro al otro lado del aula, lo hacía encogerse un poco más en su asiento. Los recuerdos de su ex y todo el escándalo que lo rodeaba parecían seguirlo como una sombra interminable, y en momentos como ese, resultaba insoportablemente evidente.
Mientras los niños jugaban afuera, la atmósfera dentro del aula era tensa para él. Cada tanto levantaba la mirada, pero en lugar de encontrarse con rostros amables, veía expresiones curiosas, como si él fuera una especie de espectáculo. La única excepción era Law, quien seguía hablando frente a la pizarra con una seguridad inquebrantable, explicando los avances de los niños y los planes académicos. Su voz, suave y pausada, le daba un respiro temporal, pero no lo suficiente como para distraerlo del peso de las miradas.
Antes de que la junta terminara, Law tomó un par de papeles que estaban sobre su escritorio y los levantó, atrayendo la atención de los padres.
—Antes de que se vayan, hay algo más que necesito discutir con ustedes. Este trimestre tendremos nuestro festival escolar, y será la próxima semana. Como saben, este evento es importante para los niños, y también es una oportunidad para que las familias participen en las actividades de la escuela—explicó con calma mientras repartía hojas con información.
Luffy tomó uno de los papeles, mirando rápidamente los detalles: El festival tenía una temática de superhéroes, y los padres debían acudir disfrazados junto con sus hijos. Además, cada clase debía organizar un stand con actividades o alimentos para recaudar fondos para la escuela.
—Para nuestra clase, nos corresponde organizar un stand de alimentos. Pensamos en algo simple, como dulces, bebidas y algunos bocadillos fáciles de preparar. Voy a necesitar voluntarios para ayudar con la decoración, la preparación y la atención durante el festival—continuó Law, cruzando los brazos sobre el pecho mientras esperaba las respuestas.
Algunos padres levantaron la mano de inmediato, mostrándose entusiasmados con la idea. Luffy, sin embargo, sintió un ligero nudo en el estómago. No solo tendría que disfrazarse, algo que no hacía desde hacía años, sino que también tendría que interactuar más con otros padres. Aunque quería evitarlo, sabía que no podía dejar toda la responsabilidad a los demás, especialmente si eso significaba que Momo podría sentirse decepcionada si él no participaba.
—Yo puedo ayudar con la decoración—dijo una madre con una sonrisa amplia, mientras otra ofrecía encargarse de los dulces.
—Y yo puedo ayudar a coordinar la lista de alimentos—agregó alguien más.
Law asintió, agradeciendo a cada uno con calma. Luego miró hacia Luffy, que estaba distraído mirando el papel en sus manos.
—¿Y usted, señor Monkey?—preguntó Law, atrayendo de inmediato su atención.
Luffy se enderezó en su asiento, sintiéndose observado por todos. Se rascó la nuca, un gesto nervioso que hacía cuando no sabía cómo reaccionar.
—Ehm... Bueno, puedo ayudar con el stand. No sé, atenderlo o lo que haga falta...
Law esbozó una ligera sonrisa, aunque no era burlona, sino más bien satisfecha.
—Perfecto. Entonces lo apuntaré para la atención del stand. También necesitaré que envíen sugerencias para sus disfraces. Recuerden que los niños estarán emocionados de ver a sus padres participando
Luffy tragó saliva. Disfrazarse. No podía evitar imaginarse a sí mismo vistiendo algún traje ajustado y ridículo, mientras todos lo miraban. Sin embargo, cuando bajó la vista y vio a Momo, que estaba radiante con la idea del festival, supo que no tenía elección. Haría lo que fuera por verla feliz, incluso si eso significaba caminar vestido de superhéroe por toda la escuela.
Mientras los padres comenzaban a salir del aula, Luffy se quedó unos segundos más para asegurarse de que había entendido todos los detalles. Law, que estaba guardando algunos papeles, notó su presencia.
—¿Alguna duda?—preguntó, mirándolo por encima de los lentes que había puesto para leer los apuntes.
—No... Solo quería asegurarme de que puedo traer lo que haga falta para el stand. Puedo conseguir algunas bebidas o bocadillos—respondió, intentando sonar práctico.
Law asintió, y su sonrisa se amplió ligeramente.
—Eso sería muy útil. Gracias por ofrecerte, Luffy
El uso de su nombre, sin el "señor Monkey" formal, lo tomó por sorpresa. Por un segundo, sintió que se quedaba sin palabras. Solo asintió torpemente antes de despedirse, llevando a Momo de la mano hacia la salida.
A medida que se alejaban, Luffy no podía dejar de pensar en cómo enfrentaría aquel festival. Pero había algo más que le inquietaba: la forma en que Law lo miraba, con una mezcla de tranquilidad y algo más que no podía descifrar. Una cosa era segura: Ese festival iba a ser mucho más complicado de lo que parecía.
...
La festividad en la escuela estaba en pleno apogeo, y el aula vibraba con risas y conversaciones animadas. Momo corría de un lado a otro con sus amigos, sus coletas rebotando mientras se movía con alegría. Mika, su amiga cercana, estaba disfrazada de mujer maravilla, con una capa roja que casi la hacía tropezar al correr. Por otro lado, Lyle había optado por un traje de Thor, con un pequeño martillo de juguete que agitaba con orgullo mientras jugaba.
Luffy, todavía ajustándose el incómodo traje de Batman, observaba a su hija con una mezcla de ternura y satisfacción. Aunque no podía negar lo ajustado que estaba el traje—y cómo resaltaba más de lo que le gustaba—se sentía feliz de haber hecho este esfuerzo por Momo. Los bocadillos que había encargado a Sanji estaban siendo un éxito, y todos parecían disfrutar del evento.
Mientras acomodaba las decoraciones del stand y ayudaba a cargar algunas cajas, Luffy se percató de que varias madres lo miraban de reojo, murmurando entre risas. Sentía sus miradas recorrerlo, y aunque trataba de ignorarlas, el calor en su rostro era innegable.
—Gracias por ayudarme con esto—Agradeció una de las madres mientras él colocaba una pesada bandeja en la mesa.
—No es nada—respondió con una sonrisa algo incómoda, rascándose la nuca.
De repente, un murmullo más fuerte entre los padres llamó su atención, y al girarse hacia la puerta, Luffy sintió como si el aire se hubiera detenido en sus pulmones.
Ahí estaba Law.
El maestro había llegado vestido como Spiderman, con un traje ajustado que se pegaba demasiado a su cuerpo. La máscara estaba corrida hacia arriba, revelando su rostro para que los padres lo reconocieran, pero eso no hacía menos impactante su apariencia. El rojo y azul del traje delineaban su figura con precisión, y Luffy, sin quererlo, tragó saliva.
«No puede ser real», pensó, desviando rápidamente la mirada y enfocándose en arreglar las decoraciones del stand como si fuera la tarea más importante del mundo. Pero no podía evitarlo. Cada vez que movía los ojos hacia donde estaba Law, sentía que su disfraz de Batman se volvía aún más incómodo.
Law, por su parte, parecía completamente tranquilo. Caminaba con una confianza natural, saludando a los padres con una ligera inclinación de cabeza y una sonrisa apenas perceptible.
Cuando sus miradas se cruzaron, Luffy sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Law levantó una mano en un saludo casual y caminó hacia él, deteniéndose a pocos pasos de distancia.
—Un Batman muy trabajador—comentó Law con ese tono neutral que siempre lograba descolocar a Luffy.
Luffy soltó un suspiro, tratando de no dejarse llevar por el nerviosismo que le provocaba tener a Law tan cerca y con ese traje tan ajustado.
—Y tú, Spiderman, ¿Planeas atrapar villanos o solo caminar por ahí?—respondió, intentando sonar casual, aunque su voz tembló ligeramente al final.
Law levantó una ceja, y la esquina de su boca se curvó en una pequeña sonrisa.
—Depende. ¿Tienes algo que confesar, Batman?—preguntó en un tono bajo que hizo que Luffy apretara los labios, demasiado consciente de las miradas de otros padres alrededor.
—Nada que sea de su incumbencia, hombre araña—murmuró antes de darse la vuelta rápidamente para continuar con su trabajo en el stand.
Aun así, no pudo evitar mirar de reojo cuando Law se unió a los niños, ayudándolos a organizar sus juegos. Spiderman con Momo, la mujer maravilla y Thor. La escena debería haber sido divertida y despreocupada, pero para Luffy, había algo en esa combinación que lo dejaba inquieto... E inesperadamente nervioso.
Luffy estaba atendiendo el stand en el patio del preescolar, sirviendo los bocadillos que había traído mientras trataba de mantener su disfraz de Batman en orden. Aunque el traje le quedaba un poco ajustado, hacía su mejor esfuerzo para ignorar las miradas curiosas y los comentarios casuales de los padres que pasaban. De vez en cuando, lanzaba una mirada hacia Law, quien estaba supervisando a los niños con una calma sorprendente. Su traje de Spiderman era un imán para las risas de los pequeños, pero a Luffy le resultaba difícil concentrarse cada vez que veía cómo el tejido ajustado marcaba los movimientos de Law.
Mientras servía unos dangos, escuchó un alboroto en la entrada del patio. Al levantar la mirada, se quedó inmóvil por un momento al reconocer a las figuras que se acercaban. Usopp, con su habitual aire despreocupado, llevaba una mochila que parecía más pesada que él. Franky estaba detrás, con una chaqueta brillante decorada con estrellas que no parecía tener nada que ver con Halloween, pero que, como todo en él, era super. Jinbei caminaba tranquilo a su lado, con una sonrisa serena en el rostro, mientras que Nami y Robin cerraban el grupo.
Nami llevaba un elegante disfraz de la Mujer Maravilla, con su tiara dorada y una capa roja que ondeaba ligeramente con el viento. Robin, por otro lado, había optado por un traje más discreto pero igualmente llamativo: El de Robin, el fiel compañero de Batman.
—¿Qué están haciendo aquí?—preguntó Luffy, dejando el plato que estaba sirviendo en la mesa mientras sus amigos se acercaban.
—¿Cómo que qué hacemos aquí?—respondió Usopp con una sonrisa amplia—. ¿De verdad pensaste que íbamos a dejarte solo en esto?
—Además, queríamos ver cómo te las arreglas en un lugar lleno de niños—añadió Nami, cruzándose de brazos mientras examinaba el disfraz de Luffy con una mirada crítica.
—Te ves bien, aunque el traje te queda un poco ajustado, ¿No crees?—comentó Robin con su típica calma, aunque había un brillo travieso en sus ojos.
Luffy se apresuró a cruzarse de brazos, sintiendo que su rostro se ponía rojo mientras sus amigos se reían entre dientes.
—¡No es para tanto! ¡Estoy trabajando!—protestó, tratando de cambiar el tema mientras tomaba otro plato de bocadillos para colocarlo en el mostrador.
Franky, por su parte, dio un vistazo al stand y asintió con aprobación.
—¡Esto está super! Hiciste un gran trabajo, Luffy
Jinbei simplemente sonrió, observando cómo los niños corrían por el patio mientras Law los supervisaba desde un lado.
—¿Y quién es ese?—preguntó Nami, señalando a Law con un movimiento sutil de la cabeza.
Luffy, que estaba colocando un recipiente de onigiris, casi lo deja caer al escuchar la pregunta.
—Es el maestro de Momo—respondió rápidamente, evitando el tono casual que Nami había utilizado.
Momo apareció corriendo desde el grupo de niños. La pequeña se acercó a Luffy y tiró de su capa para llamar su atención.
—¡Mis tíos vinieron!—exclamó con una sonrisa amplia, para luego voltear hacia Law, que había comenzado a acercarse al grupo.
—¡Sensei, venga!—llamó Momo, agitando una mano.
Law se acercó con calma. Luffy tragó saliva al verlo tan cerca con ese traje.
—Sensei, estos son mis tíos. ¡Son los mejores!—Señaló a cada uno mientras los presentaba.
Law inclinó ligeramente la cabeza en saludo, manteniendo una expresión neutral pero cortés.
—Un gusto conocerlos. Momo habla mucho de ustedes—comentó, con su voz tranquila pero lo suficientemente firme como para captar la atención del grupo.
De repente, Momo se giró hacia Robin, como si hubiera recordado algo importante.
—¿Law sensei, verdad que mi papá se ve guapo como Batman?
El silencio que siguió fue corto pero cargado de significado. Robin levantó una ceja, claramente sorprendida por la pregunta, mientras que Nami y Usopp estallaban en carcajadas. Franky y Jinbei se limitaron a sonreír, aunque no hicieron nada por ocultar su diversión.
Luffy, por otro lado, sentía que la tierra podía tragárselo en ese mismo instante.
—¡Momo! ¿Qué estás diciendo?—protestó, cubriéndose el rostro con las manos mientras todos reían a su alrededor.
Incluso Law, a quien normalmente le costaba mostrar emociones en público, dejó escapar una pequeña risa mientras miraba a Luffy con una expresión divertida.
—Creo que sí—murmuró, lo suficientemente bajo como para que solo Luffy lo escuchara.
...
Luffy caminó rápidamente por el pasillo, el bullicio del evento sonando en la distancia. Necesitaba un respiro antes de regresar al caos del patio. Al abrir la puerta del aula, esperaba encontrarse con las cajas de refrescos que necesitaba. Pero lo que encontró fue mucho más que eso: Law, apoyado despreocupadamente contra una mesa, sosteniendo una botella de agua. El traje de Spiderman que llevaba parecía más una segunda piel que un disfraz, ajustado a cada línea de su cuerpo. La máscara estaba subida sobre su cabeza, revelando un rostro que, aunque intentaba parecer relajado, delataba un leve cansancio.
Luffy se quedó parado, observando. No esperaba encontrar a Law allí, pero menos esperaba lo que sucedió después. Law, al no notar su presencia, seguía entretenido mirando el agua girar en la botella, sumido en sus propios pensamientos.
—¿Vas a quedarte ahí parado o me vas a ayudar con las cajas?—preguntó de repente Law, su tono bajo y tranquilo, pero con algo en su voz que hizo que Luffy sintiera un nudo en el estómago.
Luffy sacudió la cabeza, tratando de centrarse. No podía evitar cómo el traje ajustado de Law marcaba cada músculo de su cuerpo, ni cómo una parte de él se sentía atraído sin remedio. El aire se sentía denso, cargado de algo que ambos parecían ignorar, pero que flotaba en el ambiente.
—Yo... Vine por las bebidas—murmuró, sintiendo su voz sonar un poco más débil de lo normal.
—Perfecto. Están aquí—dijo Law, señalando el rincón del aula con un pequeño desorden de cajas y bolsas. Dejó la botella a un lado y caminó hacia allá, moviéndose con una gracia natural que hacía que Luffy tuviera problemas para apartar la mirada.
Al llegar al rincón, Law se inclinó hacia adelante, intentando mover una caja atascada. Se sintió atrapado por la imagen que tenía frente a él.
—¿Te vas a quedar mirando o vas a ayudar?—No volteó, pero su tono llevaba esa mezcla de diversión y desafío que Luffy sabía reconocer.
Luffy sintió su rostro arder, y rápidamente se inclinó para ayudar. Sus manos se rozaron con las de Law al intentar mover la caja, y en ese breve contacto, algo se disparó en su pecho. El roce fue tan pequeño, pero tan electrizante que lo dejó sin palabras. Ambos se quedaron allí un segundo, conscientes de lo que acababa de suceder, pero incapaces de actuar.
—Cuidado con la fuerza
—No soy tan torpe como crees—Luffy intentó recuperar el control de la situación, aunque su voz temblaba levemente.
Finalmente, lograron mover la caja. Pero al hacerlo, Luffy tropezó con una silla y perdió el equilibrio, empujando a Law hacia atrás. En un abrir y cerrar de ojos, ambos se encontraron atrapados entre la mesa y el cuerpo de Luffy. La proximidad fue inmediata, tan intensa que no pudieron evitar sentir la presión de los cuerpos del otro. El aire se volvió espeso y cargado de una tensión palpable.
Durante un largo momento, ninguno de los dos dijo nada. Los ojos de Luffy se encontraron con los de Law, y aunque ambos parecían avergonzados por la situación, no podían evitar sentir cómo las feromonas del otro llenaban el espacio, haciendo la atmósfera más densa. Era como si el aire mismo hubiera cambiado, tan cargado de deseo reprimido que casi podía saborearse.
—Vaya, eres más torpe de lo que pensaba—La voz suave pero cargada de un tono burlón, aunque su mirada también era más intensa de lo que Luffy había esperado.
Luffy intentó disculparse, pero su voz se apagó cuando la mano de Law se posó firmemente en su pecho, empujándolo ligeramente hacia atrás. Era un toque suave, pero con la suficiente presión como para dejarle claro que no podía irse tan fácilmente.
—¿Entonces qué intención tenías?—preguntó Law, su ceja levantada en desafío, y esa pequeña sonrisa en su rostro hizo que Luffy sintiera que no podía escapar de la situación.
Luffy no sabía qué responder. Estaba demasiado cerca, podía oler la colonia de Law, sentir el calor de su cuerpo contra el suyo, y la sensación lo estaba volviendo loco. Sus palabras no salían, atrapadas en la creciente tensión.
En un suspiro, Law se despegó ligeramente de él, pero no se fue. La proximidad seguía allí, como si ninguno de los dos quisiera dar el primer paso. Con un movimiento, Law tomó la botella de agua de la mesa y se giró para caminar hacia la puerta. Pero antes de salir, se detuvo y miró a Luffy por encima del hombro.
—Trata de no dejar caer nada más... O a nadie más...
Luffy se quedó allí, sin saber qué hacer. El aire parecía estar más denso, y el calor de su cuerpo no se disipaba. El encuentro había dejado algo en el aire, algo que ambos sabían, pero ninguno de los dos estaba listo para admitir.
El torbellino de sensaciones que lo invadía parecía más intenso con cada segundo que pasaba. La duda de cuánto tiempo podría resistir este juego flotaba en su mente, mientras sus pensamientos y su cuerpo seguían atrapados en ese momento.
...
El aula estaba casi vacía, los ecos del evento apenas quedaban en el aire. Law permanecía de pie junto a una mesa, observando la escena frente a él, una que parecía sacada de una vida que nunca podría ser la suya. Robin, con una sonrisa maternal, sostenía a Momo dormida, envolviéndola con cuidado en una manta para protegerla del frío de la noche. Sus movimientos eran tan suaves, tan naturales, que por un instante Law sintió un nudo en el pecho.
Luffy estaba junto a ella, cargando la pequeña mochila de Momo junto con otras cosas que parecían pertenecer a la niña. Sus hombros anchos, aún cubiertos por el traje de Batman, parecían cargar el peso del mundo con una facilidad desconcertante. Mientras caminaba hacia Robin, le entregó un juego de llaves con una sonrisa tranquila, diciéndole algo que Law no pudo escuchar pero que hizo que ella asintiera con la misma calma.
La escena tenía un aire de complicidad tan íntima que, sin querer, Law sintió una punzada de algo desconocido en el pecho. Era como si estuviera mirando a una pareja perfecta: Robin, con su gracia maternal, y Luffy, con esa presencia cálida y protectora que hacía que cualquiera quisiera confiar en él.
Law se apartó ligeramente, tratando de enfocar su atención en cualquier otra cosa, pero sus ojos siempre volvían a ellos. Había algo en la imagen que no podía ignorar, algo que lo hacía sentir fuera de lugar, como si estuviera viendo algo a lo que nunca podría pertenecer.
Cuando Luffy terminó de hablar con Robin y ella salió con Momo en brazos, el silencio en el aula se hizo más intenso. Luffy se giró hacia él, aún con la máscara del traje colgando descuidadamente de su cuello, y lo miró con esa familiar mezcla de curiosidad y despreocupación.
—¿Y tú?—preguntó, acercándose con pasos seguros—. ¿Cómo vas a regresar a casa?
Law se encogió de hombros, tratando de sonar indiferente.
—Mi auto está averiado. Probablemente tome un taxi
Luffy negó con la cabeza, frunciendo ligeramente el ceño.
—No hay problema, hace frío. Te llevo
—No es necesario—intentó protestar Law, pero la firmeza en los ojos de Luffy lo detuvo.
—No voy a dejarte solo. Vamos
Law suspiró, sin ánimos de discutir. Luffy siempre tenía esa manera de tomar el control de las situaciones sin parecer autoritario, y aunque normalmente eso lo molestaría, esta vez no encontró fuerzas para resistirse.
El trayecto hacia la casa de Robin transcurrió en silencio, con Momo dormida en el asiento trasero, acurrucada en una manta. El ambiente dentro del auto era tenso, cargado de una energía que ninguno de los tres se atrevió a mencionar, pero que parecía envolverlos. Luffy, manejando con una concentración inusual, sentía la mirada de Law sobre él, y la sensación de la cercanía de su hija sólo añadía más complicidad a la escena.
Cuando finalmente llegaron a la puerta del edificio, Luffy estacionó el auto con facilidad. Se bajó rápidamente y abrió la puerta trasera para ayudar a Robin.
Robin se acercó a Luffy antes de entrar al edificio y le dio un beso en la mejilla, agradeciéndole por el aventón. Luego, con una sonrisa breve, se giró hacia Law, despidiéndose con una mirada que parecía decir mucho más de lo que sus palabras podían expresar.
Luffy volvió al auto, respirando profundo antes de volver a encender el motor. El aire dentro del vehículo se había vuelto más pesado, la tensión palpable entre él y Law. Momo, en el asiento trasero, seguía dormida, ajena a lo que estaba ocurriendo entre los adultos. Luffy no podía dejar de sentir los ojos de Law sobre él, como si la presencia del hombre se hubiera intensificado en el espacio cerrado del auto.
—¿Frío?—preguntó Luffy, su voz grave rompiendo el silencio que se había instalado entre ellos.
Law negó, aunque su cuerpo estaba tensado, las manos frías contra su regazo. Luffy echó un vistazo hacia él antes de volver su mirada al camino.
—No está mal
El viaje continuó en silencio, solo interrumpido por el suave sonido de la radio. Pero mientras la ciudad pasaba a su alrededor, Law no podía dejar de sentir la cercanía de Luffy, cómo su presencia lo envolvía incluso en el espacio reducido del auto. Y el traje de Batman... lo hacía ver tan imponente, tan... Atractivo.
Finalmente, llegaron frente al edificio de Law. Luffy estacionó el auto, pero ninguno de los dos hizo el primer movimiento para romper el silencio.
—Aquí estamos.—Su voz más suave de lo habitual, con algo de vacilación.
Law asintió y abrió la puerta del auto, pero antes de salir, Luffy, en un impulso, se inclinó hacia él, buscando un gesto simple de despedida. Pero cuando sus labios se iban a rozar en un beso en la mejilla, Law giró la cabeza, haciéndolo inevitable.
El beso fue breve, fugaz, pero tan intenso que pareció alterar el tiempo mismo. Law sintió cómo su cuerpo reaccionaba antes de que su mente pudiera procesarlo. El roce de sus labios fue un choque de electricidad que lo dejó sin aliento. No fue un beso planeado, ni siquiera deseado conscientemente en ese momento, pero fue inevitable. La tensión había estado acumulándose durante todo el trayecto, y ese simple toque pareció liberar algo dentro de él.
El corazón de Law latió con fuerza, un pulso acelerado que se extendió por su pecho. El aroma de Luffy, la cercanía de su cuerpo, las feromonas, todo se fusionó en un instante que hizo que Law perdiera el control de sus propios impulsos. Sin pensarlo, sus labios se movieron con urgencia, besando a Luffy de nuevo, esta vez con fuerza, más necesidad, como si todo su cuerpo exigiera ese contacto.
Luffy, sorprendido, se quedó atónito, los ojos abiertos de par en par, incapaz de reaccionar ante la rapidez del gesto. Sentía sus propios latidos acelerándose, su corazón retumbando en su pecho mientras, sin quererlo, se sumergía en el torrente de sensaciones que provocaba la cercanía de Law.
Luffy se quedó mirándolo por un momento, la confusión y la desesperación en sus ojos. Algo en él no podía soportar la cercanía, no podía manejar la energía entre ellos, así que, sin pensarlo más, salió corriendo del auto.
Luffy, aún atónito, no pudo reaccionar de inmediato. Sus dedos temblaban mientras tocaba sus labios, como si intentara capturar la esencia del beso, pero todo lo que encontraba era la sensación de vacío. El calor que había sentido antes ahora parecía irse, reemplazado por la incertidumbre, la sorpresa y la ansiedad.
Chapter Text
Luffy estacionó el auto y bajó con cuidado a Momo, sintiendo el peso ligero de su hija en brazos. El recuerdo del beso con Law aún quemaba en su mente, y aunque intentaba convencerse de que había sido solo un error, no podía evitar revivirlo en su cabeza.
Al llegar a casa, dejó las llaves y las bolsas en el sofá, caminando hacia la habitación donde Momo dormía tranquila. La despertó con suavidad, la bañó, y le dio algo ligero de comer antes de acostarla. Mientras le secaba el cabello, no podía evitar notar lo mucho que Momo era un reflejo de ambos, con su sonrisa idéntica a la de Luffy, pero con dos pequeños hoyuelos que la hacían aún más adorable.
Después de arroparla y darle un beso en la frente, Luffy se giró para salir, pero sintió el tirón de su muñeca.
—¿Qué pasa, linda?—preguntó suavemente, mirando los ojos tristes de Momo.
—¿Crees que papi volverá?...—su voz tembló, y el corazón de Luffy se hundió—se fue por mi culpa
—No, mi amor, no es tu culpa—respondió rápidamente, tomando su manita con firmeza—. Papi solo necesita... Tiempo, eso es todo. Eres una niña maravillosa, Momo, nunca lo olvides
Pero Momo no parecía convencida. Con un sollozo, se levantó y lo abrazó con fuerza, su pequeño cuerpo temblando en sus brazos. Luffy cerró los ojos, conteniendo las lágrimas. Acarició su cabello, repitiendo palabras de consuelo que sonaban vacías, pero lo único que podía hacer era sostenerla, aferrándose a ella como si su amor pudiera llenar el vacío de su corazón.
Finalmente, Momo se quedó dormida entre sus brazos, y Luffy la recostó con cuidado, besando su frente una vez más antes de apagar la luz. Con el corazón pesado, salió de la habitación y se dejó caer en su cama, agotado. Pero entonces, los recuerdos comenzaron a llegar.
—¿Otra vez con esto?
—¡Sí, otra vez!—gritó Luffy, furioso—. No puedo seguir justificando lo que estás haciendo
Sobre la mesa, vio el frasco de pastillas, algunas dispersas.
—¿Desde cuándo?—preguntó, el miedo creciendo en su pecho.
Respondió con indiferencia, dejando caer una risa amarga.—No es tu problema. ¿Qué vas a hacer, darme un sermón?
Luffy golpeó la mesa con ambas manos, su rabia a punto de estallar.
—¡Tienes una hija! No puedes seguir así
Pero se burló, cruel.
—Eres un fracaso. No eres capaz de mantenerme, ni a Momo. ¿De verdad crees que solo con amor se cría a un hijo?
Las palabras resuaban en su mente como puñales, y antes de que pudiera reaccionar, la imagen se desvaneció.
Luffy despertó agitado, su pecho oprimido. Había sido solo un sueño, pero las palabras seguían como cicatrices en su mente. Al mirar el reloj, vio que aún era temprano. Respiró hondo y tomó su teléfono, llamando a Yamato.
—¡Luffy-san!—respondió con su voz animada.
—Buenos días...—murmuró, intentando sonreír—. Momo no tiene clases hoy, y yo tengo que ir a trabajar. ¿Podrías pasar a cuidar de ella?
—¡Claro que sí!—respondió Yamato, entusiasta—. Nos vemos en un rato
Luffy colgó y se levantó, caminando hasta la habitación de Momo. La niña dormía tranquila, pero él sentía el peso de su responsabilidad. Se acercó a la cocina a preparar café, aunque no tenía hambre. El sabor amargo solo le dejó una sensación desagradable.
El timbre sonó poco después de las siete. Luffy abrió la puerta y vio a Yamato con una sonrisa fresca. Ella saludó alegremente, y él intentó sonreír, aunque no lo logró del todo.
—¿Está todo bien?—preguntó Yamato, notando su agotamiento.
Luffy sonrió ligeramente.
—No dormí bien... Pesadillas
Yamato asintió, comprensiva.
—Si necesitas hablar, estoy aquí
Luffy agradeció el gesto con una sonrisa cansada. Después de asegurarse de que Momo estaba bien, salió hacia su trabajo.
A lo largo del día, su mente seguía atrapada en el recuerdo del beso con Law. La imagen del hombre, el calor de sus labios, no dejaba de rondar en su cabeza. Negó con la cabeza, intentando concentrarse, pero sus pensamientos regresaban a esa escena.
Cuando finalmente terminó su jornada, salió del aula y encontró a Usopp esperándolo.
—¡Luffy! Te ves mal
Luffy soltó un suspiro.
—Gracias por notarlo
—Vamos a comer algo, te hará bien.
Aunque no tenía hambre, aceptó. Tal vez una distracción ayudaría. Se sentaron en un restaurante cercano, y Usopp comenzó a hablar de cualquier cosa. Pero de repente, Luffy notó algo que lo hizo tensarse. A unas mesas de distancia estaba Law, acompañado de un hombre de cabello castaño, sosteniendo un bebé en brazos.
Luffy se quedó inmóvil, mirando fijamente. No entendía por qué, pero esa imagen lo descolocó. Intentó apartar la mirada, pero cuando levantó la vista, sus ojos se encontraron con los de Law. El mundo pareció detenerse un segundo. Su corazón dio un vuelco.
Law se veía sorprendido, quizás confundido, pero Luffy no pudo descifrarlo. El silencio se extendió entre ellos.
Mientras tanto, Law no planeaba terminar en ese restaurante, pero estaba allí, con Shachi y el bebé en brazos. Había ido a ayudar a su amigo, agotado, pero la vista de Luffy lo descolocó. Intentó apartar la mirada, pero no pudo evitarlo. Los ojos de ambos se encontraron y, por un instante, todo a su alrededor desapareció.
Shachi notó la tensión y bromeó, pero Law solo intentó calmarse.
—¿Por qué estas tan nervioso?
—No estoy nervioso
—¿Te gusta ese tipo?—preguntó Shachi con una sonrisa burlona.
Law lo miró con incredulidad.
—Cállate
Pero no pudo evitar pensar en Luffy. Su mirada, la conexión que había entre ellos, aunque fugaz, seguía presente. Al final, después de una comida incómoda, Shachi se despidió, y Luffy se acercó.
—Asi qué... Este es el bebé del que Momo hablaba—Luffy miró al pequeño en brazos de Law.
Law asintió, tratando de mantener la compostura.
—No, no es mío. Es de un amigo
Luffy lo observó en silencio, notando la incomodidad. El ambiente era pesado, como si algo no dicho flotara en el aire entre ellos.
—Está pasando por un momento difícil
—Entiendo...—Luffy suspiró con un deje de resignación y desvió la mirada hacia Usopp, que en la caja registradora terminaba de pagar la cuenta
Dio un par de pasos hasta él y le palmeó el hombro, forzando una sonrisa despreocupada.
—Hora de irnos
Luego giró hacia Law, como si recién lo notara.
—Oh, hola, Law-sensei. No te había visto, es un gusto
Law no respondió de inmediato. Se limitó a observarlo en silencio, con el ceño apenas fruncido, como si analizara cada matiz de su expresión. Usopp, por su parte, le sonrió con naturalidad antes de retirarse, pero cuando sus ojos se posaron en el bebé en brazos de Law, su sonrisa se tornó más prudente. No dijo nada, solo alzó la mano en un gesto de despedida y salió primero.
Luffy se limitó a hacer lo mismo, alzando la mano con despreocupación, pero antes de que pudiera alejarse, sintió una presión firme en su muñeca.
Law lo había detenido.
—¿Podemos hablar de lo que pasó? Yo...
Luffy sintió el peso de su mirada, la insistencia en su voz. Algo en su pecho se tensó.
—No hay nada de qué preocuparse—respondió con ligereza, sin molestarse en mirarlo—. Seguro fue un impulso, no hay necesidad de aclarar nada. Solo fue eso, así que no...
—¡No es así!—La voz de Law se quebró apenas, pero la fuerza con la que aún lo sostenía hablaba más que sus palabras.
Luffy cerró los ojos un instante, conteniendo un suspiro. Su expresión se endureció al volver a mirarlo.
—Hablaremos después. Debo irme
Se soltó con un leve tirón y, sin más, dio media vuelta y se marchó, dejando a Law con la mano vacía y la frustración escrita en el rostro.
...
La noche cayó con su manto de sombras, y Luffy exhaló con cansancio al cerrar la puerta de la habitación de Momo. La niña ya dormía profundamente, abrazada a su peluche favorito.
Se frotó el rostro, tratando de disipar la inquietud que lo invadía desde hacía horas. Todo iba bien... O al menos eso quería creer. Sin embargo, cuando su teléfono vibró sobre la mesa, un escalofrío le recorrió la espalda.
Tomó el dispositivo y vio la notificación. Un número desconocido.
“Deberías estar más atento.”
Luffy sintió cómo la sangre le palpitaba en las sienes. Su mandíbula se tensó, y sus dedos se aferraron al teléfono con fuerza. No era la primera vez. No después de todo lo que había pasado.
Su instinto de alfa se despertó al instante.
Momo.
Dio media vuelta y se dirigió a su habitación, asegurándose de que la ventana estuviera cerrada y la puerta bien trabada. Se quedó allí, de pie junto a su cama, observando su respiración tranquila.
“Volvieron.”
A la mañana siguiente, Luffy llegó a la escuela con el alma en un hilo. Apenas vio a Law, se dirigió a él con urgencia, sus ojos oscuros reflejando una preocupación contenida.
—Necesito que cuides de Momo
Law lo miró con una mezcla de sorpresa y alerta.
—¿Qué pasó?
—De nuevo volvieron las amenazas
No hubo necesidad de más explicaciones. La expresión de Law se endureció, y su mirada se volvió gélida. Asintió con seriedad.
—La mantendré segura
El día transcurrió con una tensa normalidad. O al menos eso fue lo que Law intentó decirse a sí mismo. Momo, en cambio, estaba radiante.
Desde la mañana, su rostro se iluminaba con una sonrisa inquebrantable, y cada tanto, sus deditos acariciaban el collar que colgaba de su cuello. Era un collar de gatitos, con pequeños dijes dorados que tintineaban suavemente cuando se movía.
—¿Te gusta?—le había preguntado Law en algún momento del día, notando lo mucho que lo miraba.
—¡Sí!—Momo se irguió con orgullo, tocando la pequeña figura de un gato dormido—. Mi papá me lo compró. Dijo que me parecía a los gatitos porque soy chiquita y tierna
Law no pudo evitar sonreír.
—Tiene razón
Momo sonrió aún más.
A lo largo del día, la pequeña no dejó de mostrárselo a sus compañeros, presumiéndolo con una alegría infantil que parecía contagiar a quienes la rodeaban. Pero lo que más llamó la atención de Law fue la forma en que lo miraba.
Había confianza en sus ojos.
Durante la comida, mientras sus compañeros corrían y jugaban, Momo se quedó sentada junto a él en el banco, moviendo las piernas en el aire.
—Sensei, ¿Me da un abrazo?
La pregunta lo tomó por sorpresa.
—¿Un abrazo?
—Sí—dijo ella, con total seguridad—. Huele rico, como las abejitas, miel...
Law parpadeó, sintiendo una repentina calidez en su pecho. Se inclinó un poco y le dio un suave abrazo.
Momo suspiró contenta, acurrucándose en sus brazos.
—Sabe—dijo de pronto—. Quiero que ayudes a mi papá
Law ladeó la cabeza.
—¿A-ayudarlo?
Momo lo miró con ojos grandes y serios.
—A que sea feliz
El peso de sus palabras lo dejó en silencio por un instante.
—Momo...
—Si tú eres su amigo, y a mí me caes bien... ¿Puedes ser mi nuevo papi?
Law sintió que el aire se le atascaba en los pulmones.
Momo no titubeó ni un poco. Su expresión era de genuina esperanza, como si estuviera planteando la idea más lógica del mundo.
—Así los tres seríamos felices—continuó, con su vocecita suave—. Y podríamos ver la televisión juntos los domingos
Law no supo qué decir.
Momo lo miraba con tanta sinceridad que por un instante, casi creyó que esa era una posibilidad real.
La campana sonó, cortando el momento.
—¡Hora de volver!—dijo la pequeña, saltando del banco sin dejar de sonreír—. Vamos, sensei...
Law la siguió en silencio, sintiendo un extraño calor en su pecho.
El día siguió su curso hasta que la campana anunció el final de las clases. Momo salió del aula de la mano de otra niña, riendo sin preocupaciones, su collar de gatitos tintineando con cada paso que daba.
Y entonces, el grito rasgó el aire.
Momo se quedó inmóvil y dejó de reír.
Law sintió su propio cuerpo tensarse.
El sonido del grito la paralizó como si su cuerpecito se hubiera quedado sin vida.
—¡Esa es mi hija!
Momo parpadeó, su respiración se volvió errática cuando vio al hombre rubio en medio de la multitud. Su cabello enmarañado, su rostro pálido y ojeroso, su ropa desordenada. Pero sus ojos...
Eran los mismos.
Su corazón latió con fuerza.
—Papi...—susurró, con un nudo atorado en la garganta.
Quiso correr hacia él, decirle que todo estaba bien, que ya no tenía que llorar, que ahora tenía un hogar y no pasaba hambre ni frío...
Pero su maestro se movió antes que ella.
Law se interpuso entre ellos, su cuerpo rígido como una pared.
—Atrás—le dijo con voz grave, y sin darse cuenta, Momo retrocedió un paso.
No entendía qué pasaba.
No entendía por qué su maestro, que siempre le hablaba con calma, tenía el rostro tenso y el ceño fruncido de esa manera.
¿Por qué no dejaba que se acercara a su papi?
—Aléjate—le advirtió Law al hombre, su tono bajo, pero cortante.
El hombre forcejeó con desesperación, tratando de empujar a Law, pero él no cedió. Momo sintió que el aire en sus pulmones se hacía pesado. Entonces, escuchó el sonido de unos pasos apresurados.
Luffy apareció.
Momo sintió un alivio inmediato.
Todo estaría bien.
Pero entonces, Luffy se quedó completamente quieto.
Su rostro perdió todo color.
—...Gino
Momo no entendió la forma en que lo dijo. No era enojo ni miedo, tampoco alivio. Era algo más profundo, como si ese nombre lo hubiera golpeado en el pecho.
Gino parpadeó un instante, como si la voz de Luffy hubiera rasgado la bruma en su cabeza.
Pero su mirada volvió a llenarse de ira.
—¡Tú...!
—Gino, escúchame—Luffy levantó las manos, tratando de calmarlo—. Nadie quiere hacerte daño, basta
—¡No te creo!
El hombre intentó abalanzarse sobre Luffy, pero él lo sostuvo antes de que pudiera hacer algo más.
Se abrazaron en un forcejeo caótico, cuerpos tensos chocando, la desesperación y la ira luchando en un mismo espacio.
Momo jadeó, sintiéndose pequeña en medio del torbellino.
Quería gritarles que se detuvieran, pero su voz no salía.
Law tampoco se movió de inmediato.
Sus ojos ámbar estaban clavados en la escena, y Momo sintió la forma en que su agarre temblaba ligeramente.
Él dudaba.
Lo sentía.
Law no quería alterarla, pero tampoco podía quedarse quieto. Su mente trabajaba rápido, sus pensamientos chocaban entre sí mientras su mano se deslizó a su bolsillo y sacó su teléfono.
Marcó el número de emergencias sin apartar la vista de Luffy y Gino.
Sus dedos temblaban.
—Necesito una ambulancia y a la policía en la escuela primaria East Blue ahora mismo—su voz sonó más dura de lo que esperaba, aunque en su interior todo estaba a punto de romperse.
Pero en ese instante, algo cambió.
Un destello.
El brillo metálico de una hoja al moverse en el aire.
Law abrió la boca, pero no tuvo tiempo de reaccionar.
El sonido fue sordo.
El jadeo entrecortado de Luffy perforó el silencio.
Momo no vio lo que pasó.
Porque en el momento en que Law lo comprendió, instintivamente cubrió sus ojos con su mano.
—No mires—su voz era baja, casi un ruego.
Pero Momo lo sintió.
Escuchó los murmullos horrorizados de los padres, los pasos apresurados de la gente retrocediendo, el sonido de algo caliente resbalando en el suelo.
—¡Dios, está sangrando!
—¡Llamen a la policía! ¡Una ambulancia!
El pánico explotó en el ambiente.
Law bajó la mano de los ojos de Momo solo por un instante y vio lo peor.
Luffy estaba de rodillas, con los labios entreabiertos en un jadeo mudo, una de sus manos presionando su costado donde la sangre oscura empapaba su ropa.
Gino tenía la navaja en la mano.
Momo sintió un grito atorado en su pecho, pero lo único que salió fue un sollozo.
—¡Papi!
Intentó correr hacia él, pero Law la sostuvo con fuerza.
No podía permitir que viera más.
No podía permitir que ese recuerdo se quedara con ella.
Los ojos de Luffy se encontraron con los de Momo.
Y con su última fuerza, esbozó una débil sonrisa.
—Momo...
Kiku (Guest) on Chapter 3 Mon 27 Jan 2025 08:49PM UTC
Comment Actions
Xmnunya on Chapter 4 Fri 14 Feb 2025 09:42AM UTC
Comment Actions
Xmnunya on Chapter 5 Fri 21 Mar 2025 07:36AM UTC
Comment Actions