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A veces el destino juega sucio.
Desde que era un niño, Sergio vivía protegido de las intrigas por poder que rodeaba la corte inglesa.
Le gustaba vivir con su abuela. Paseaba por el campo y sus días se iban en jugar con sus amigos o los huéspedes de la casona familiar donde rentaban algunas habitaciones.
Pero si había algo que le fascinaba, eso eran las historias.
Su abuela le leía una cada noche y por las tardes el pequeño hurgaba en la biblioteca familiar para poder encontrar algo que llenara su imaginación de relatos maravillosos sobre héroes increíbles.
Fue entonces cuando se sintió cautivado por la mitología griega y las grandes aventuras que en esta se relataban.
Cuando leyó por primera vez el rapto de perséfone, jamás pensó que él sería protagonista de una historia similar.
Una que cambiaría su vida para siempre, y también el destino de Inglaterra.

Abril, 1543.
Era un dia maravilloso.
La luz del sol llenaba de calidez los hermosos jardines del Palacio de Hampton Court, siendo algo peculiar en las frías tierras inglesas conocidas por su constantes lluvias y cielos nublados.
Torger Wolff, III duque de Norfolk, camina por los jardines acompañado de su sobrino. Denota confianza en su paso, sabe que es un día importante al estar en medio de las celebraciones por el aniversario número treinta y tres desde la coronación del rey Jos Verstappen.
—Tio, este palacio es enorme —Sergio murmura mientras camina a su lado.
A sus diecinueve años nunca había pisado la corte inglesa al haber sido criado en el campo por su abuela, pero de pronto su tío lo mandó a llamar para invitarlo a los once días de celebración del rey.
Si bien esto parecía una invitación inocente, la realidad es que nada pasaba por casualidad en la corte del lobo.
—¿No te gustaría vivir aquí? —El duque suelta esa pregunta prestando total atención al joven, quiere saber qué tan ambicioso puede llegar a ser su sobrino.
—Me gusta vivir con la abuela —Afirma el pecoso mientras continúan su camino.
La respuesta no decepciona a Torger, por el contrario, sabe que será más fácil lo que está por venir.
Caminan hacia donde se encuentra parte de la corte danzando y riendo, saludando a cada cortesano que ven a su paso y disfrutando para el entretenimiento del rey.
Toman asiento en una de las mesas que rodean a su majestad, quien observa a todos con una expresión algo seria. No era un secreto para nadie su temperamento volátil.
Pero este se había incrementado desde la muerte de su última esposa, a quien ordenó ejecutar bajo el cargo de traición; esto por haber mantenido una relación extramatrimonial con un cortesano, quien tambien se encontro con su destino con el verdugo.
Parecia que nada ni nadie podia llenar la expectativas del monarca, pero encontrarle una nueva esposa era un tema de suma importancia y eso Norfolk lo sabía muy bien.
—Mira con quién está bailando el hijo del conde de Essex —Torger tomó ligeramente de la barbilla a su sobrino y guío su mirada hacia una joven rubia y su acompañante —Por ahí.
El pecoso sonrió al reconocer a su prima.
Lady Doriane Wolff danzaba alegremente junto a Sir Liam Horner, hijo de Christian Horner, I conde de Essex.
Ella era la única hija de su tío y de la esposa de esté, la duquesa Susie. Alegre, bella e inteligente, había recibido una exquisita educación por parte de sus padres, aunque también era bastante desafiante y eso era algo que su padre había notado.
Los Wolff gozaban de una buena posición dentro de la corte, pero parecía que eso no era suficiente. Y las constantes diferencias entre el duque de Norfolk y el conde de Essex se habían incrementado en la búsqueda de ser el favorito del rey.
Es por eso que Torger tenía un plan, uno muy arriesgado.
—Deberías bailar con ella —Insistió el duque de Norfolk.
Pronto el joven pelinegro se levantó de su asiento justo a tiempo para cuando iniciaba una nueva pieza musical.
Se acerca a Doriane, quien sonríe al reconocerlo y no duda en aceptar bailar con él
Liam se aparta mientras lo observa bailar, pero también nota un semblante familiar en aquel joven desconocido.
Por su parte, los primos se ponían al día a la par que danzaban.
—Me alegra mucho poder verte fuera de aquella vida campestre —Lady Doriane sonríe mientras disimula su conversación —Deberías vivir con nosotros, eres el heredero de Norfolk.
Sergio niega con la cabeza.
—No soy el heredero de tu padre, y yo nunca me desposaré, sabes bien la razón detrás de eso —Esto último lo dice casi en un susurro y ambos continúan bailando hasta formar una fila con las demás parejas.
—Padre cree que el rey pueda estar interesado en mí —La joven rápidamente cambia la conversación —Aunque parece que el conde de Essex desea que me despose con su hijo.
—Hablan mucho de ese conde, y estabas bailando con su hijo —Señalo el pecoso mientras continuaban bailando.
Una a una las parejas pasaban frente al rey como parte del baile, y este observaba con atención a las jóvenes doncellas como si estuviera escogiendo entre ellas.
—Es el favorito del rey, lo escucha en todo lo que le dice —Murmura para después poner una linda sonrisa en sus labios cuando es su turno de pasar frente a su majestad —Pero eso pronto cambiará. Yo podría ser reina, favoreciendo nuestra casa y sin perder la cabeza en el proceso.
Sergio comprendió que su prima parecía ser tan ambiciosa como Norfolk. Entendiendo que en la corte todos buscaban su propio beneficio. Incluso si eso ponía sus vidas en riesgo.
Pues no era un secreto para nadie que su majestad buscaba la salida más fácil cuando una de sus reinas perdía su favor al no darle herederos, y se ahorraba cualquier levantamiento por parte de la familia caída que buscará desafiarlo en venganza por lo sucedido.
Es así como resolvió que una decapitación era menos costosa.
El rey Jos observó con detenimiento a la joven Wolff, quien había sido coronada reina de la belleza después de una justa y captó la atención de toda la corte con su personalidad avispada y alegre.
Pero en medio del baile, cuando ella le sonrió, fue otra persona quien opaco por completo a la rubia.
—¿Quién es él? Nunca lo había visto —Preguntó el rey hacia donde estaba su mano derecha, el arzobispo y lord canciller Helmut Marko.
Si había alguien que fuera el favorito de su majestad, ese no podía ser nadie más que Marko.
Hijo de un carnicero, supo abrirse paso en la corte gracias a su ambición y astucia. Su influencia sobre el monarca el tan grande como discreta.
Sabía que debía cuidar bien su posición ante una corte hambrienta de poder y control. Pero también con un rey que en cualquier momento podría quitarle su favor y terminar perdiendo la cabeza.
—Lo investigare para usted, mi señor —El lord canciller observa al joven con suma inquietud, sea quien fuera, se convertiría en un problema.
Y pronto sus dudas se aclararán, notando que era un tema más serio del que creía.

Cuando comienza el banquete, todos los invitados toman asiento y conversan entre ellos, ya sea por el cotilleo del día o sobre las tensiones políticas que se estaban gestando a causa de la falta de un heredero al trono.
Doriane y Sergio platican alegremente sobre sus travesuras cuando eran pequeños y la joven Wolff lo iba a visitar al campo con su abuela.
Sus risas llaman la atención del monarca, quien no ha dejado de observarlos desde hacía un buen rato.
—Dile a Norfolk que venga —Ordenó a uno de sus sirvientes, quien rápidamente se acerca al duque para hacerle saber el deseo de su majestad.
Torger le hace una señal a su hija y su sobrino para que se levanten junto a él.
—No digan nada, solo hablen si él les dirige la palabra —Les advirtió mientras caminaban hacia donde se encontraba el rey.
Ambos asintieron a la par, pero solo uno de los dos estaba temeroso.
Sergio había escuchado diversas historias sobre el rey, sus aventuras y tiranía.
Le tenía miedo, de eso no había duda, pero pronto se encontró con un hombre que le sonrió apenas lo vio.
—Majestad —Torger hace una reverencia a la par que los jóvenes —¿En que le puedo servir?
El rey Jos sonríe al comprobar que no había visto mal.
—Solo quería observar más de cerca —La respuesta del monarca hace a la joven sonreír, completamente ignorante de la situación.
—Una disculpa majestad, pero mis acompañantes deseaban acercarse a usted —Norfolk se hace a un lado —Mi hija Doriane, y mi sobrino, Sergio.
Ambos jóvenes hacen una pequeña reverencia, y es la rubia quien se muestra más animada al presentarse, pero es la timidez del pelinegro lo que llama la atención del rey.
Y se ven interrumpidos antes de poder decir palabra.
—Mi señor, el duque de Richmond —Le avisa uno de sus cortesanos.
El rey busca con la mirada al rubio, alegrandose de su asistencia a la corte a pesar de haberse distanciado hacía unos meses.
Max FitzRoy, I duque de Richmond y Somerset, era el único hijo ilegítimo pero reconocido por el rey Verstappen.
A pesar de ser el único hijo que sobrevivió a la infancia, no se le otorgó el título de príncipe de gales como heredero al trono, ya que había nacido fruto de una relación extra matrimonial de su padre con una de las damas de compañía de la antigua reina, a la que el rey convirtió en su amante, Lady Sophie Kumpen, condesa de Lincolnshire.
Pero era todo lo que su padre siempre quiso en un príncipe al cual heredarle la corona.
Y si bien le hubiera gustado legitimarlo, era muy arriesgado ponerlo en la línea de sucesión cuando el reclamo de la casa Verstappen ya era bastante débil y eso podría brindarle la oportunidad a cualquier pretendiente que creyese tener más derecho a la corona.
—Padre —Dijo el joven rubio acercándose a él para hacer una reverencia.
Jos lo abraza orgulloso, y pronto lo invita a sentarse a su lado.
Fue bastante rápido como Norfolk y compañía perdieron el interés del monarca, algo que no le gusto a Wolff.
Pero más cosas pasaron en esa fracción de segundo cuando los jóvenes se reverenciaban para después marcharse.
Cuando Sergio levantó la cabeza y su mirada se encontró con la de FitzRoy, quien le sonrió al encontrarlo bastante bonito.
Y es que esa cualidad resaltaba mucho al pecoso, pero muy bello, con facciones tan finas que podría pasar por una dama de la corte.
—Majestad —El duque de Norfolk se despide con una reverencia para después marcharse con su familia.
Pasando el banquete no hubo más oportunidad de entablar conversación alguna con el rey.
Pero FitzRoy no dejó de observar al joven pecoso que bailaba con la rubia, aunque muchos asumieron que estaba enfocado en la doncella Wolff.
Torger no estaba nada feliz, sentía que la oportunidad se le escapó de las manos tan rápido como llegó.
—Señor, su majestad solicita su presencia en privado.
Esto no solo le tomó por sorpresa, sino que le regresó las esperanzas que creía perdidas.
Discretamente se dirigió al lugar del encuentro, donde el rey ya se encontraba esperándolo.
—Es igual a ella —Fue lo primero que dijo Jos cuando estuvieron solos —¿Como es eso posible?
—Son casualidades de la vida, majestad —Respondió intentando contener su emoción —Pero ciertamente no hay alguien más que se parezca a Lady Sophie.
El rey se acercó a él peligrosamente.-
—Dime todo lo que sepas de ese sobrino tuyo —No podia con su curiosidad.
Quería resolver el misterio de su parecido, quiza algun familiar lejano del que no tenía conocimiento.
Claro que todavía tenía fresco el recuerdo de la mujer que dijo amar, tal vez porque fue la única que le dio el ansiado hijo varón.
—Créame, eso no es lo único que lo hace tan especial, mi señor —Fueron las palabras que Torger uso para sellar el destino de su sobrino.

Al dia siguiente, ante la nueva información en las manos del rey, un importante reunión se llevó acabado de manera privada con el arzobispo Marko.
—Si esto es real, se deberá hacer una investigación, un examen físico para comprobarlo y también para verificar su virtud —Respondió Marko con la tranquilidad que le caracterizaba.
Pero en el fondo estaba molesto, porque sabía que le jugada de Norfolk había salido a la perfección y no pudo hacer nada para evitarlo.
—Si hay alguien que puede conseguir esto, eres tú —Dijo el rey con una seriedad que puso nervioso al lord canciller —Confío en que lo lograrás.
Sabía que se había ganado su favor al lograr divorciarlo de su primera esposa, una princesa extranjera, aunque casi pierde la cabeza por haberse demorado tanto tiempo.
Y ahora enfrentaba un nuevo reto gracias a sus enemigos en la corte que venderian hasta a su propia familia por un poco de poder.
—Como ordene, majestad —Respondió para después hacer una reverencia antes de marcharse.
Caminaba por el pasillo mientras pensaba en como arreglar ese desastre.
—Maldito Norfolk —Susurró sin que nadie más lo escuchara.
Deseaba, muy en el fondo, que Wolff estuviera mintiendo sobre su sobrino. Pero sería tonto querer engañar al rey de esa manera, porque toda su familia caería en desgracia de ser así.
No podía entender que, después de meses intentando meter a Lady Doriane hasta por los ojos al monarca, este simplemente cambiará de estrategia, arriesgándose con un todo o nada que ponía una daga en su garganta.

Nota: Pues jaja la Yadis se sabe la de andar quieta los fines de semana xd
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TW CONTENIDO SENSIBLE.
Cuando Hades vio por primera vez a Perséfone, se encaprichó completamente de ella.
Entonces decidió robarla cuando ella recogía flores, arrancandola de su hogar natural para arrastrarla hasta el inframundo y convertirla en su reina.
Y aunque se disputó el destino de la diosa de la primavera de acuerdo a los intereses de terceros, nadie nunca le preguntó a Perséfone que era lo que ella quería.

Una semana después.
—Es todo lo que sé, padre —El joven Liam Horner le había dado un reporte detallado a su padre sobre lo que ocurrió durante el banquete real.
El conde de Essex no había podido estar presente en el inicio de las celebraciones del aniversario del reinado del rey Verstappen debido a un rápido viaje que tuvo que realizar para intentar acabar con una serie de disputas entre los barones de su condado.
—¿Por qué la hija de Norfolk estuvo tan cerca del rey? Te mande a que la controlaras —Pero Horner no estaba muy contento con el trabajo de su hijo —Daniel me dijo que se mantuvo cerca, e incluso la mandó a llamar.
—Intente acercarme para escuchar, pero no pude lograrlo —Confesó el rubio —Lo lamento mucho, padre.
Christian aprieta los puños estando sumamente molesto. Sabe que en su ausencia perdió mucho terreno.
—Incluso Max estaba ahí, tendremos suerte si Daniel logra hacer que afloje la lengua sobre lo que hablaron —El conde se inclina hacia atrás sobre su asiento —Algo trama.
—Quizá quiera casar a su hija con Max —La respuesta de Liam solo provoco una risa por parte de su padre —Escuche que el rey está buscando legitimarlo.
Pero Horner se muestra reacio ante esta idea.
—Eso es imposible, toda la corte se levantaría en su contra —Afirma mientras su hijo asiente en respuesta —El rey tiene un heredero mientras no vuelva a contraer nupcias. Soy su primo por vía materna, es nuestro derecho y no dejare que ponga a un bastardo en el trono.
Liam se mantuvo en silencio ante la respuesta de su padre, porque si bien era cierto que estaban emparentados, solo eran primos terceros cuyo reclamo era más débil que el de los mismos Verstappen.
Y era esa debilidad lo que hacía tambalear el futuro de la corona.
—Además, Norfolk piensa casar a su hija con el rey, lo ha estado intentando los últimos meses —El conde continuó hablando, quizá en un afán de convencerse a sí mismo de que lo dicho por su hijo era mentira —No pondría tanto esfuerzo para casar a su hija con un bastardo.
Horner sabía bien que algo se le escapaba de las manos, pero no estaba seguro de lo que podía ser.
Y si lo hubiera descubierto con tiempo, quizá las cosas habrían dado un giro diferente.

La tranquilidad que habitaba en el castillo de Arundel, una propiedad perteneciente al duque de Norfolk en sussex occidental, eran tan plácida que Sergio apenas se había despertado de su pesado sueño.
Los Wolff estuvieron al menos cuatro días de celebración en la corte, pero Torger decidió mandar lejos a su sobrino en una de sus residencias para alejarlo de la mirada del rey.
Algunos pensarían que era una tontería de su parte. Una acción imprudente considerando lo mucho que le había costado despertar el interés en su majestad.
Pero él era tan listo como un zorro, y sabía que esto haría que el deseo del monarca fuera más intensa al sentir que el joven se le escapaba de las manos.
Porque para un hombre que lo tiene todo, el que se le prohiba algo lo hará caer en la desesperación.
Y aunque fue un movimiento arriesgado, resultó muy efectivo cuando uno de sus informantes le alertó sobre una acción que solo confirmaría el inicio de su triunfo.
Así que marchó rumbo a sussex, donde se encontró con su familia, pero no les dijo nada al respecto de su presencia sin el permiso del rey, ya que abandonó la corte sin siquiera darle aviso.
Es así como horas después se encontraba observando desde un ventanal a la espera de su destino, o más bien del de su sobrino.
—Estamos cerca de la casa de la abuela —Comenzó el pecoso mientras partía un pedazo de pan —Me gustaría ir a casa.
—Esta tambien es tu casa —Respondió Susie acariciando sus oscuros cabellos —Me alegra poder verte bien, estos días he estado enferma pero tu compañía me resulta reconfortante.
No había duda de que la duquesa sentía un enorme afecto por su sobrino, lo que la hacía lamentar no poder criarlo junto a su hija.
—Quédate con nosotros, por favor —Pidió Doriane tomándolo del brazo —No te vayas, te extrañare demasiado.
Torger sonrió al ver esto, sabía bien que aquel joven no volvería a casa.
Y el fuerte estruendo del galope de diversos caballos cerca de la propiedad fue el anuncio de que su informante no se había equivocado.
—¿Qué es todo eso? —Susie se intenta levantar de su asiento, pero su esposo le hace una señal para que no lo haga —¿Qué está pasando?
Norfolk se levantó de su asiento y se asomó por uno de los ventanales que adornaba el lugar, solo para observar, con una sonrisa, como había logrado su cometido.
—Son hombres del rey —Afirma con una gran sonrisa en sus labios.
—¿El rey viene con ellos? —Doriane rápidamente asume que está relacionado con ella y no duda en intentar arreglar su cabello.
—No es el rey —Responde Torger después de notar la presencia de cierta persona que parecía estar al mando de la visita.
Antes de apresurarse a tomar decisiones importantes, el arzobispo sabía que tenían que verificar que lo dicho por Norfolk era cierto.
De ser así, ya tenía tramado un plan para complacer los deseos de su rey. Pero en el fondo realmente quería que se tratara de una vil mentira hecha en la desesperación por acceder al trono.
Pero no lo creía tan tonto, y eso lo ponía nervioso.
Sin previo aviso, los hombres entraron al castillo, encaminándose hacia donde la familia se encontraba almorzando.
La duquesa tomó del brazo a su hija, a quien la hizo ponerse detrás de ella, y también sostuvo con fuerza la mano de su sobrino.
—Torger, ¿Qué está pasando? —Pregunta Susie más que confundida, asustada.
Sabe bien que algo más está ocurriendo y que su esposo, quien se muestra sereno, tiene conocimiento de esto.
—Padre... —Doriane lo llama intentando captar su atención.
Al principio llegó a pensar que se trataba del cortejo del rey, pero ahora era presa del pánico y del miedo que le provocaba estar en una situación tan incierta.
—Calma —Es lo único que les dice antes de que los hombres lleguen hasta ellos.
Ahí es cuando se topa de frente con uno de sus mayores enemigos, uno que mantiene una relación cordial por beneficio de amos; pero Torger amaría estar en su lugar.
Ese siempre ha sido su plan desde el principio.
—Norfolk —El hombre mayor se acerca a este con cierta cautela —Vengo aquí en nombre de su majestad, el rey.
—Arzobispo —El duque lo saluda y luego ve como Marko da una señal hacia los hombres para que actúen según sus órdenes.
Estos se acercan hacia donde están los Wolff, llenandolos de temor.
La duquesa no está dispuesta a que le quiten a su hija, si es que eso es lo que buscan. Incluso Sergio se pone en medio para evitar que se acerquen a ellas.
El pobre no sabe que él es el verdadero objetivo.
—Tu palabra es una cosa, la verdad es otra —Comenzó el arzobispo —Revisen al joven, desvístanle si es necesario.
El pecoso se sorprende al escuchar esto y no duda en resistirse cuando los hombres lo toman de los brazos. Se mueve bruscamente intentando liberarse de su agarre.
—¡Sueltenme! ¡No me toquen! —No tardó mucho en entrar en pánico debido a las acciones y palabras del arzobispo —¡Quitenme sus manos de encima!
—¡Déjenlo en paz! —La duquesa intervino a la par que su hija corría a los brazos de su padre.
—Papá, diles que lo suelten, por favor —Rogó Doriane sumamente espantada por la escena que estaba presenciando —Pídeles que no lo lastimen.
Sin embargo, Torger ignoró las peticiones de su familia y se dejó cegar por la ambición.
—Sergio, haz lo que te piden —Le ordenó, algo que dejó al joven sin palabras.
A pesar de las órdenes de su tío, Sergio siguió resistiéndose pero finalmente lo arrastraron a una habitación.
Cuando sintió Cómo intentaban desvestirlo, dio fuertes manotazos para alejarlos de él.
—¡No me toquen! ¡Quítenme sus sucias manos de encima! —Gritaba en su desesperación —¡No dejaré que me desvistan! ¡Suéltenme!
—¡Silencio, son órdenes del Rey! —Gritó uno de los hombres para después darle una bofetada que lo tiró al suelo.
Eran demasiados contra uno, así que al final lo terminaron despojando de parte de sus ropajes.
El pelinegro intenta cubrirse con sus manos pero pronto es obligado a ponerse en cuatro frente a una silla mientras una mujer se acerca a él y hace que lo sostengan de las piernas.
No puede evitar llorar ante la humillación e intromisión en sus partes, queriendo cerrar las piernas ante una sensación extraña e incómoda que solo lo lastima.
Gime de dolor a la par que intenta safarse pero con cada movimiento la sensación invasiva se vuelve más molesta, dolorosa y agónica.
Es incapaz de comprender porque esa mujer a introducido dos dedos en su vagina, lastimandolo en todo momento.
Nunca pensó que su mas grande secreto se vería expuesto de una manera tan horripilante como traumática.
Y en ese momento el arzobispo entra a la habitación y observa todo con una expresión molesta en el rostro.
—Ese idiota... —Susurra al confirmar que Norfolk no mentía —No te muevas, deja de hacerlo tan difícil.
Sergio solloza del dolor, y siente un fuerte dolor de cabeza que lo ahoga y hace que sus ojos se pongan rojos. Con sus lágrimas deslizándose por sus mejillas y las piernas temblando por el miedo y el dolor.
Nunca se había sentido tan humillado, expuesto, y usado.
—Está intacta —Afirma la mujer mientras saca sus dedos —Ya puede vestirla.
El pecoso traga en seco al escuchar la forma en cómo se refería a él, y observa a la mujer limpiándose las manos con un trapo para después marcharse.
Los hombres lo sueltan, dejándolo tirado en el suelo mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas.
—¿Por qué lloras? —Pregunta el arzobispo con cierta molestia —Es tu día de suerte, finalmente tu familia tendrá lo que tanto quería.
Marko sale de la habitación mientras el joven sigue sollozando.
Los hombres también salen pero cierran la puerta para evitar su huida y el joven no duda en dar diversos golpes para intentar tirarla. Ya no soporta estar ahí.
No sabe que solo es el inicio de todo lo que está por venir.
—¿Y bien? —Pregunta Torger apenas los ve salir.
—Su majestad dio órdenes claras de comprobarse como verdadero lo dicho aquella noche, así que ahora deberás escucharme sin objeción alguna —El arzobispo afirma intentando mantener el control en su dinámica.
Sabe que debe ponerle un alto a Norfolk para evitar que abuse de su nueva posición o, en otras palabras, termine tomando su lugar.
Los hombres se alejan ante la atenta mirada de ambas mujeres que todavía se sienten confundidas y atemorizadas por el actuar del arzobispo, principalmente porque eran órdenes directas del rey.
Murmuran aquello que se debe hacer, las instrucciones que deben seguir y como actuaran ante cualquier inconveniente. Todo con la finalidad de complacer a su majestad.
Y mientras ellos definen el destino del joven, este último continúa llorando en aquella habitación donde sufrió una de las más grandes humillaciones en su vida.
—Por favor... Déjenme ir... —Solloza mientras se recarga en la puerta.
Está tirado en el suelo, con las rodillas pegadas a su pecho a la par que sus manos sostienen sus piernas con fuerza. Como si quisiera proteger aquello que ya fue maltratado.
No comprende cómo su tío dejo que algo así le pasara.
¿Por qué no intervino? ¿Por qué se quedó callado?
Y es entonces que la puerta se abre, haciendo que el pecoso se levante del suelo y corra hacia una de las esquinas de la habitación intentando refugiarse lejos de aquellos hombres que tanto daño le hicieron.
Pero en su lugar solo aparece Torger, quien suspira pesadamente antes de avanzar hacia él.
—Sergio, ven —Le dice extendiendo su mano y su voz es más suave de lo normal —Necesitamos hablar de lo que pasó.
—Quiero irme a casa, tío —Responde el joven casi en una súplica —Por favor, déjame volver con la abuela.
El pecoso confía en su familia, incluso después de lo que paso, y toma la mano del hombre, quien lo guia para sentarse a su lado en uno de los muebles de la habitación.
—Primero tienes que tranquilizarte —Acaricia su mano con delicadeza y después le acerca una copa llena de un líquido desconocido —Bebe un poco, te ayudará.
Cegado por el lazo familiar que los une, toma de aquella bebida que contenía una mezcla de opio, mandrágora y beleño. Entonces su mundo se tambalea.
Una sensación de pesadez invade su cuerpo, como si no hubiera dormido en días, y sus ojos difícilmente se mantienen abiertos. Buscando de donde sostenerse, se agarra del brazo de Norfolk.
—Tío... —Lo llamó pidiendo su ayuda, pero todo desaparece en un instante.
Torger lo toma en sus brazos para comprobar que esté dormido, y una vez que esto es confirmado, le da luz verde al arzobispo para que sus hombres se lleven al joven.
Y aunque la duquesa y su hija protestaron, Norfolk les aseguro que ellos tambien irian con Sergio, pero que debían escuchar sus ordenes en todo momento.
Para cuando el joven recuperó la consciencia, lo primero que vio fue el techo de una habitación que no era la suya.
Quiso pensar que había tenido una horrible pesadilla pero un dolor se hizo presente apenas iba recuperando sus sentidos. Rápidamente llevo sus manos hacia sus orejas y sintió un objeto extraño colgando de ellas.
Con cuidado se levanto de la cama y vio su reflejo en un espejo, notando como habían perforado sus orejas cuando estaba inconsciente y de estos ahora colgaban unos pendientes de perlas.
Ardia y dolia demasiado que ni siquiera podía tocarlo otra vez sin sollozar.
En ese momento la puerta se abrió y esta vez era su prima, Lady Doriane. Pero no venía sola.
—¿Qué me pasó? —Es lo primero que pregunta el pecoso antes de que su tío cierre la puerta.
—Doriane te ayudará a vestirte apropiadamente, será una de tus damas —Norfolk va directo al grano mientras que la rubia muestra lo que ha traído con ella, un vestido sumamente hermoso que se moriría por usar.
Pero Sergio está confundido y la actitud de su prima lo alerta desde que nota la manera en que lo mira. Era como si lo odiara.
Ni siquiera le dirige la palabra, solo lo mira con cierto desdén y molestia.
—A partir de hoy dejas de ser Sergio para llamarte Sophie, harás todo lo que te diga y no te equivocaras —Le dice como si eso fuera una orden que debe cumplir —El futuro de nuestra familia depende de ti, recuerda que un error tuyo significa la desgracia para todos nosotros. Si nos amas, lo harás bien.
Esta noticia le cayó como un balde de agua fría al joven.
Estaba tan perturbado que ni siquiera pudo reaccionar mientras su prima terminaba de vestirlo, para al final colocar un tocado francés que cubría toda su cabellera excepto la parte de enfrente.
Cualquiera que lo viera pensaría que era otra dama más de la corte.
—Mi lady —Es lo único que le dice Doriane antes de hacerse a un lado para que pueda caminar del brazo de su tío.
—Eres Lady Wolff, hija de mi hermano Jerome y una aristócrata extranjera que murió en el parto, tienes un hermano gemelo llamado Sergio que vive en el campo —Norfolk le explica el rol que deberá interpretar de ahora en adelante —Es todo lo que tienes que decir, no te equivoques. No nos defraudes.
Entonces se detienen frente a una gran puerta custodiada por guardias del rey.
—Tío, por favor, déjame volver con mi abuela —Ruega una vez más, pero es en vano.
—Y modera tu voz, endulzala, no te delates. Recuerda que nuestro destino está en tus manos —Le susurra antes de que la puerta se abra, dejando solo al joven para afrontar el problema.
Sergio quería salir corriendo, quitarse aquel incomodó vestido que le apretaba el pecho, junto aquellas joyas que adornaban su cuello como si quisieran asfixiarlo y podía sentir el líquido carmesí que se deslizaba de su oreja hasta su hombro.
No estaba listo para lo que iba a ocurrir, lo sabía bien, pero nadie mas podria ayudarlo.
Se volvio una pieza más en ese juego de ajedrez mortal.

Notes:
Espero que les vaya gustando la historia porque sí me está costando la verosimilitud en el contexto histórico-cultural🤌
Chapter 3: EL LOBO Y EL CORDERO
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Sin elección alguna, Perséfone, con el consentimiento de su padre Zeus, fue obligada a vivir en el frío inframundo, lejos del cálido sol y sus amadas flores.
Ya no jugaría más en el campo.
No pasaría el tiempo con sus amigos o su amada madre.
Todo su mundo desapareció en un instante.
Y nadie hizo nada.

Sergio temblaba ligeramente mientras aquellas puertas se abrían.
Tenia miedo de dar un simple paso, pues sentía que eso seria como aceptar un destino que no deseaba.
Estaba atemorizado ante la situación en la que su tío lo metio y no sabía cómo librarse de eso.
—Adelante.
Reconoció su voz al instante, sabía que era el rey.
Una idea fugaz paso por su mente, quizá demasiado arriesgada.
Primero tendría que tantear terreno, luego encontraría la oportunidad.
Camino lentamente hacia donde se encontraba Jos, y en ningún momento levantó la vista por lo asustado que estaba.
Se detuvo frente a él, podía ver sus pies delante suyo y su respiración pesada alertandolo de su cercanía.
—Mírame —Pronto el rey colocó una mano en su barbilla y lo obligó a levantar la mirada.
Su rostro, sus ojos, esas pecas. Todo de él le parecía perfecto, y su parecido con Sophie era algo que nunca podría dejar pasar.
El duque de Norfolk sería bien recompensado por su astucia y servicio a su majestad.
—M-mi señor... —Murmuro el pecoso con la voz temblorosa.
No podía esperar más, sentía que entre más atrasara el asunto más difícil sería todo.
—Dime Jos —El rey responde con una voz suave, y le dedica una sonrisa amable —Habla, dime lo que quieras.
En ese momento Sergio pensó que quizá podría entender su situación y le ayudaría a sacarlo de ese embrollo.
Vaya, que equivocado estaba.
—Jos... —Dijo el joven haciendo sonreír al mayor —Yo no debería estar aquí. Ayúdeme.
El rey lo mira con cierta confusión y retira su mano de su rostro.
—¿De qué hablas, Sophie? —Suelta con una naturalidad que pone tenso al pelinegro.
Duda mucho si seguir adelante con todo eso, o debería callarse para evitar cualquier problema.
Sin embargo, ya sea por valentía o desesperación, decide continuar.
—Mi nombre no es Sophie, soy Sergio Wolff —Su respuesta no pareció ser del agrado del rey —Por favor, ayúdeme a volver a casa con mi abuela. Le prometo que tendrá la seguridad de mi silencio y cargaré con la vergüenza de mi familia.
En ese momento el pecoso se arrodilló frente a él y un aroma pestilente atacó su nariz al punto de casi provocarle arcadas.
No tardo en deducir que este aroma provenía del mismo rey.
Pero esa pequeña distracción lo llevo a no percatarse de la reacción del monarca a sus palabras.
No está que sintió su mano en su cuello y lo obligó a levantarse del suelo.
Lo sostenía con fuerza, presionado con sus dedos al punto de sacarle el aire y comenzará a defenderse con sus débiles manos.
El rey era bastante fuerte, así que lo pega a su cuerpo para mirarlo frente a frente.
En sus ojos nota la desesperación del joven, y como sus mejillas se ponían coloradas por la falta de oxígeno.
Sus débiles manotazos que no hacían diferencia alguna al momento de atacarlo.
Y ese día Sergio supo porque al rey lo llamaban “Tirano”.
—Eres Sophie —Dijo Jos mientras lo movía con brusquedad sin dejar de presionar sobre su cuello —Tu nombre es Sophie, ¡Sophie! ¡Repitelo!
El pelinegro estaba aterrorizado.
Jamás había visto a un hombre furioso que actuará con tanta violencia hacia alguien que no le había hecho algo malo.
En la posada de su abuela había presenciado diversas situaciones, como peleas de hombres enojados que no pasaban de una que otra amenaza.
Pero jamás algo así.
Y lo peor, era mismísimo rey quién hacia eso.
Nadie podría detenerlo incluso si lo vieran. Y quizá los guardias de la puerta estaban escuchando tal escándalo, pero no interferirian en eso.
Sabiéndose solo en ese peligroso mundo, no tuvo más opción que ceder ante el deseo de un hombre que más que un rey, parecía un desquiciado.
—Soph... —No podía pronunciar palabra debido a la presión de su cuello —S-s...
Y justo cuando sintió que el aire se le acababa, Jos lo soltó.
—Dilo —Le dijo el mayor con una voz tan firme que lo intimidó en un instante —¡Tu rey te lo ordena!
Con los ojos llorosos y las mejillas ardiendo, Sergio traga en seco y siente un dolor en su garganta, pero no tiene tiempo para quejarse.
Tiene que obedecer a su rey.
—S-sophie... —Murmura con dificultad —Mi nombre... Es... Sophie.
Jos sonríe al escuchar esto y no tarda en quitarse un anillo de sus dedos.
Lo toma bruscamente de la muñeca y, sin preguntar, coloca el anillo en el dedo anular.
—Sophie, mi Sophie... —Susurra el rey con una sonrisa en sus labios y toma de nuevo su barbilla —¿Cuando aprenderás a comportarte?
La mirada de Sergio era deprimente.
El temblor en uno de sus ojos, el estado de alerta al sentirse en peligro y sus manos en su pecho, como su quisiera mantener una distancia entre ambos.
No sabe cómo actuar ante alguien tan volátil.
—Majestad —Responde con temor —No fue mi intención molestarlo.
Puede notar como sus palabras lo calman un poco y se guía de esto para intentar evitar otra reacción violenta.
—No pasará otra vez —Dice el rey con firmeza.
No era una pregunta, sino una advertencia.
El pecoso asiente y baja la mirada, esto es aprovechado por el hombre, quién le da un beso en la frente.
Sergio tiembla con el simple contacto y cierra los ojos con miedo, esperando a que termine y se aleje de él.
—Pero en lo que aprendes a comportarte, te quedarás en tus habitaciones hasta que yo te lo ordene —El rey pronto se alejo —Entonces me servirás.
Jos camina con paso firme hacia la puerta y el pecoso niega con la cabeza repetidas veces.
Él no desea eso.
Pero unos hombres del rey llegan y lo toman de los brazos para llevarlo hacia una habitación más grande que la primera en la que despertó.
Cerrando la puerta con llave, Sergio ahora solo podría observar los árboles desde la ventana de la torre donde lo tenían resguardado.

Su cautiverio fue toda una tortura para alguien acostumbrado a pasar sus días en el campo, rodeado de flores y arboles.
Alguien que amaba el brillo del sol, y la lluvia deslizándose por su cuerpo.
Un espíritu libre atrapado en una habitación donde apenas entraba la luz.
Y su martirio paso de días a semanas, y pronto meses donde no veía a nadie más que a una joven que siempre le llevaba comida y le leía la biblia.
De vez en cuando el arzobispo lo visitaba y le daba consejos de como comportarse.
También recibió una carta de su tío, pero lejos de preguntarle si se encontraba bien o cómo se sentía, Norfolk se enfocó más en exigirle que cediera al rol que se le había impuesto.
Siempre le recalcaba lo duro que todos estaban trabajando para poder conseguir cumplir con los deseos de su majestad.
Y no es como si Sergio tuviera algo en su contra, es solo que él simplemente no quería esa vida.
Ahogado en su soledad, más de una vez pensó en romper aquel espejo para usar sus piezas rotas y liberarse de aquel infierno.
Pero solo pensaba en su abuela y en qué explicación le darían a ella.
Su cabello que antes le llegaba a los hombros, ahora le había crecido lo suficiente para lucir más femenino.
El que fuera completamente lampiño y tener un aspecto delicado lo hacían lucir como toda una dama.
Los vestidos le resultaban pesados al inicio, pero pronto se acostumbro a ellos.
Y eso era lo que más le preocupaba: acostumbrase a eso.
No quería perderse en el camino, ya le habían arrebatado muchas cosas.
—Esta noche te unirás a las celebraciones del cumpleaños del duque de Richmond —Le dijo la joven pelirroja que siempre le traía la cena —Recuerda que ahora eres Lady Sophie Wolff. Su majestad se sentirá feliz si te comportas de la manera esperada.
El pecoso asintió sin muchos ánimos.
Pronto comenzó a prepararse para esa noche, tomando un baño caliente con algunas especias para relajar el cuerpo.
Jos le había obsequiado un vestido hermoso de color azul, y le quedaba perfecto.
Lady Alice Hedworth fungiria como su dama de compañía esa noche. Siendo la que guiaba todos los pasos de la nueva dama.
Cuando llegó al banquete organizado por el rey para el cumpleaños de su hijo ilegítimo, todas las miradas se posaron sobre él.
La corte comenzó a murmurar quien era aquella joven dama que parecía tan distinguida. Mientras que los lobos más viejos reconocieron su parecido con la fallecida favorita del rey.
—Mi amada sobrina —Norfolk no tardo en darle la bienvenida y tomo su mano para darle un beso en el dorso de esta —Bienvenida.
—Tío —Responde el pecoso intentando no mostrarse enfadado con él.
No podía evitarlo, en el fondo se sentía muy resentido por su actuar desconsiderado.
Pero no tenía tiempo para pelear con la única familia que le quedaba.
Por su parte, su prima Lady Doriane se mantuvo detrás del duque y no le dirigió la palabra, incluso parecía querer evitar verle.
El pelinegro fue llevado hasta la mesa del rey, donde tenían un asiento especialmente para él, justo a su lado.
—Majestad —Lo saluda haciendo una reverencia, lo cual provoca una sonrisa en el rey.
—Lady Wolff —Dice el mayor y pronto se voltea hacia su hijo —Ella es la joven de la que te hable.
Max FitzRoy había escuchado sobre una joven de cabellos oscuros y ojos penetrantes.
Una belleza sin igual.
Pero cuando vio de frente a la referida “Lady Wolff”, no tardo en reconocer su rostro.
La duda estaba sembrada.
—Un placer —El pelinegro también reverencia al joven rubio, lo cual hace reír al rey.
—¿No es un encanto? —Jos toma asiento, haciendo que los demás también lo hagan.
Pero Max no puede quitarle la vista de encima a aquella joven que le resultaba tan familiar como para ignorarlo.
El rubio nunca conoció a su madre, ya que ella murió después de darlo a luz, así que la conversación alrededor del parecido de Lady Wolff con esta le resultaban extraños.
Y era aún más raro la forma en cómo está se reía de todo lo que decía el rey. Le seguía el juego para complacerlo, pero en el fondo lucía triste.
FitzRoy no tardo en considerar la idea de que su padre había perdido por completo la razón.
—Deberían bailar —Propuso el rubio a su padre.
—No, hijo, la pierna todavía me duele demasiado —Afirmo el rey antes darle un gran sorbo a su copa de vino —Bailen los dos, diviertanme.
Sergio lo miro con atención, no creía que fuera una buena idea.
—Como ordene, majestad —Dijo Max levantándose de su asiento en intentando ocultar una sonrisa cuando su plan salió a la perfección —Madame.
Pronto extendió su mano hacia Sergio, quién dudo un poco en tomarla pero al final lo hizo.
Ambos caminaron hacia el centro del salón y se posicionaron el uno frente al otro, listos para cuando comenzaran a tocar una canción.
Los pasos eran de sumo conocimiento para toda la corte, pero Sergio llegó a confundirse un poco respecto a su posición.
—No deberías estar nerviosa —Murmuro Max en medio del baile y cuidando que nadie estuviera escuchando —Claro, mientras recuerdes que yo soy el hombre que guía el baile.
Esto lo puso tenso.
—¿Por qué me confundiría? Eso no tiene mucho sentido —El pelinegro sonrió con nerviosismo y luego volteó a ver al rey.
Jos se miraba tranquilo observando el baile.
—Porque es la segunda vez que nos vemos, joven Wolff —Soltó el rubio dejándolo sin palabras —Tus mejillas se siguen sonrojando como la primera vez.
Sergio por un momento detiene su baile, pero rápidamente continúa intentando ignorar lo que dijo.
—Es la primera vez que lo veo, se lo aseguro —Afirmó sin siquiera mirarlo —Tal vez me confunde.
—No, yo no podría olvidar esas lindas pecas —Dice Max para cuando termino el baile y sonrió alejándose de él.
El pecoso sintió sus mejillas arder ante esto. Y pronto volteo a ver hacia el rey, quién le sonrió al pensar en que su elección había sido la correcta.
Ninguno de los tres sabían sobre el enredó en el que se meterían.

Nota: perdón la tardanza :( quedó algo corto pero es mejor que nada jaja
Chapter 4: LA REINA
Notes:
TW CONTENIDO SENSIBLE
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Cuando Sergio se miraba al espejo, a veces se preguntaba si seguía siendo él.
Arrebatado de su mundo, y obligado a servir a un rey que le quitó too, incluso su futuro.
No podía evitar recordar que estaba viviendo el mismo destino que Perséfone.
Ahora la pregunta era, ¿Qué va a hacer al respecto?

Al poco tiempo de que Sophie hizo su debut en la corte, no tardo en ser cortejado por el rey.
Le hacía llamar para acompañarlo en paseos públicos donde los cortesanos murmuraban entre ellos.
Pero nadie se pavoneaba tanto como Norfolk.
Torger Wolff sabía que estaba a punto de tenerlo todo, y no dejaba de restregarselo en la cara a su enemigo natural, el Conde Horner.
Christian estaba más que molesto, no entendía de dónde había perdido tanto terreno.
—¿Quién es esa mujer? ¿De dónde salió? —Se quejó mientras observaba a Lady Wolff caminando tomada del brazo del rey.
—Todos dicen que se parece a la madre de Max —Afirma su hijo para despues beber un poco de vino —El rey está encantando con ella.
El conde hace una mueca de disgusto cuando escucha como el rey sonrie en medio de su conversación con aquella dama.
—No tiene sentido —Murmura mientras finge sonreír hacia donde estaba su majestad, quién lo observa por un segundo —Dicen que es sobrina de Norfolk, pero él no tienen ninguna. Nadie había escuchado de ella hasta que un día apareció de la nada.
Liam voltea a ver a su padre con una sonrisa en los labios.
—¿Crees que estén mintiendo para ganar el favor del rey? —Pregunta pero el conde se mantiene en silencio —Quizá sea una prostituta salida de la clase más baja de Londres.
Horner suspiro pesadamente antes de decir palabra.
—No hables tan alto, modera tu lengua —Esto tensa a su hijo —Con Norfolk no se descarta nada, pero no permitas que alguien más te escuche hablar así.
Dicho esto, el Conde de Essex se acercó a la feliz pareja para conversar con ellos.
Todos apreciaban la belleza de la joven dama, pero Christian la observaba demasiado al punto de incomodar al pelinegro.
—Supongo que ya conoció a mi sobrina —Dijo Torger posicionandose justo a su lado mientras el rey estaba distraído mostrándole algo de Lady Wolff —Su majestad esta encantado con ella.
Horner le sonríe con molestia.
—Otra conquista pasajera, así como con otras damas —Respondió mientras volteaba a ver a Lady Doriane conversando con otras jóvenes, algo que molesto al duque —Me preguntó cuánto durará su encanto.
—Eso lo tengo claro —Afirmó Torger para después comenzar a seguir a la pareja.
El conde se queda atrás observando todo.
La respuesta de su enemigo lo tenso lo suficiente para hacerle saber que había algo más tejiendose en la oscuridad.
Lamentablemente para él, incluso para Sergio, no pudo hacer nada para evitar lo que pasaría a la mañana siguiente.
En una reunión con los nobles, el rey dio a conocer sus intenciones de desposar a la joven Lady Sophie Wolff.
Algo que solo aumento la cólera en Horner.
Incluso si el rey estaba siendo engañado, poco o nada podía hacer al respecto.
Norfolk había ganado... Por ahora.
Once días después, cuando Sergio se miro al espejo sintió que la persona frente suyo no era él.
Portando un precioso vestido rojo, representando la casa de su ahora esposo, la rosa Verstappen.
Recibió de regalo por parte del rey un costoso collar de perlas que adornaban su cuello y le daba un aspecto más angelical.
Sin embargo, si mirabas su rostro con detenimiento, podría notar su semblante entristecido por como su vida había dado un giro tan brusco que terminó en esa posición.
—Listo, ya debemos ir —Afirmó Doriane, quién estaba a ayudándolo a vestirse.
Al menos lo único bueno es que su prima había sido colocada como una de sus damas de compañía.
Eso lo hacía sentir menos solo y abandonado por Norfolk.
—¿Puedo esperar un poco antes de ir? —Pregunta el pecoso visiblemente nervioso.
—No, te están esperando —La rubia se mostró molesta ante el comportamiento de su primo.
Lady Abigail Pulling y Lady Hannah
McMillan también formaban parte de su séquito de damas, y ambas observaron con atención la forma en cómo la joven Wolff le hablaba a la futura reina.
—Necesito solo un momento —Y Sergio se mostraba algo débil ante Doriane.
Algo que no pasó desapercibido para una de sus damas. La primera de todas.
—Salgan, dejen que tenga su momento a solas —La voz de Lady Alice Hedworth era firme.
No le había hecho gracia la forma en cómo los primos se trataban entre ellos
Las demás damas hicieron caso y Lady Pulling hizo una reverencia antes de marcharse, seguía por Hannah.
Recordándole a Doriane la posición que su primo ocupaba frente a ellas.
—Gracias —Murmuro Sergio mientras tomaba asiento y su respiración se mostraba pesada por los nervios.
Alice se acercó a él y tomo su mano con delicadeza.
—Respira, tranquilizate —Responde en el mismo tono —Sé que tienes miedo. Pero en unos momentos saldrás para casarte con el rey, y ese es tu destino lo quieras o no.
El pecoso suelta un sollozo que había intentando retener. Se sentía fatal.
—No puedo...
La pelirroja no sabía que más decirle. Era una situación compleja.
Nadie querría estar en el lugar de aquel joven. Todos sabían lo que pasaba con sus reinas si estás no le daban el ansiado heredero.
Y todas gustaban de tener sus cabezas pegadas en sus cuellos.
—No hay forma de detenerlo, es el deseo de su majestad —Le recordó —Pero tienes que entender una cosa: eres el único que puede controlar que tanto quieres vivir.
Sergio levantó la mirada al escuchar la forma en cómo se refirió a él.
—¿Qué? —Soltó confundido.
—Lady Doriane intenta manejarte, no lo permitas por más que sea tu prima —Señaló la dama —Saldras de esta habitación como Lady Sophie Wolff, pero volverás como la reina de Inglaterra. No lo olvides.
El pecoso asintió y pronto un golpeteo en la puerta llamo la atención de ambos.
Alice camino hacia está y al abrirla se llevó una sorpresa.
—Me gustaría hablar con Lady Sophie —La voz firme de Max FitzRoy tenso al pelinegro. Y se adentro sin permiso alguno —Un regalo para usted, si su dama lo permite.
En ese momento la pelirroja se hace a un lado.
—Mi señor, no ha sido mi intención retenerle pero Lady Sophie debe reunirse con su majestad el rey —Responde todavía sorprendida por la presencia del joven.
Sergio se lavanta y le sonríe con cortesía.
El rubio no puede evitar observarlo de pies a cabeza. Y le guiña cuando sus ojos se encuentran.
Esto hace que las mejillas del pecoso se pongan rojizas.
—Solo quiero entregarle un obsequio de bodas —Afirmó el joven duque entregándole una pequeña caja metálica cuidadosamente atada con un lazo rojo —Espero que le guste —En ese momento acortó la distancia y le susurró —Su abuela me ayudó a escogerlo.
Checo lo miro con atención mientras sus manos temblaban.
Hacia meses que no recibía noticias de su abuela, pero al menos la interrupción de Max le hizo saber que estaba bien.
Entonces el pecoso trago en seco antes de poderle responder.
—Gracias, mi señor —Respondió con una sonrisa amable y el rubio volvió a observarlo antes de marcharse.
—Dios, que imprudente —Susurró Alice.
Por su parte, Sergio abrió aquella pequeña caja y vio un hermoso collar de perlas con una “S” colgando en medio, adornado con tres perlas en forma de lágrimas.
Esto le saco una sonrisa mientras seguía pensando en su amado hogar.
Pero claro que su actuar no pasó desapercibida para Alice.
—Ya es momento —Le recordó despertandolo de su fantasía.
El pecoso asintió resignado y se dispuso a guardar aquel collar. Entonces vio una pequeña nota al fondo.
“Si quieres escapar, búscame antes de reunirte con mi padre”
Esto lo puso nervioso y termino cerrando la cajita rápidamente.
Los dos salieron de aquella habitación, donde a unos metros se encontraban las demás damas de la futura reina.
El pelinegro repaso aquella nota una y otra vez en su mente. Deseaba poder librarse de todo eso, pero no sabía cuáles eran las consecuencias que eso podría traerle.
Así que se arriesgó a preguntar.
—¿Qué pasaría si no me caso con el rey? —Pregunta en un susurro antes de llegar con las demás.
—Si estás pensando en escapar, terminarán ejecutando a toda tu familia por traición —Alice sabía que debía ser honesta aunque no le gustará —El rey hizo todo lo posible por conseguir esto, créeme que sería capaz.
Sergio cerro los ojos con fuerza, sabiendo que no tendría más opciones por más que aquel joven intentará ayudarle.
Él no era capaz de poner en riesgo a su familia, mucho menos a su amada abuela.
Así que ante los ojos de Dios y de los hombres, terminó casándose con Jos Verstappen.
Incluso cuando su voz le tembló y buscaba la forma de convencerse de que todo eso era una pesadilla.
Había llegado al final del camino.
En la celebración de la boda, se decía que el rey no jamás había usado tanto dinero de las arcas reales para celebrar una unión.
Y aunque ahora era la esposa del rey, se decidió por no coronarlo hasta que pudiera asegurar la llegada de un heredero.
Claro que este consejo fue dado por el arzobispo Marko.
No iba a permitir que Norfolk se sirviera con la cuchara grande y se lo restregara en la cara.
Al final del día solo buscaba complacer al rey y cuidar sus propios intereses.
Y sabía bien que si Sergio era coronado y ungido como reina, las cosas se complicarian si se llegará a dar una separación.
Además, no quería que la influencia de los Wolff se hiciera más grande. Ya era suficiente con permitir esa locura del matrimonio.
La falsedad de Sophie también los hacia tambalear.
Lamentablemente para Max, el pecoso no acepto la salida fácil y tuvo que verlo durante las celebraciones al lado de su padre.
El rubio no había podido evitar sentirse tan atraído por aquel joven de cabellos oscuros y hermosos ojos cafés con tintes verdosos.
Normalmente se alejaba de la corte con cada matrimonio de su padre, pero sabía que en esa ocasión sería difícil alejarse.
La belleza de Sergio lo cautivó, y el deseo de su padre por tenerlo lo llenaba de curiosidad.
¿Qué era esa obsesión que lo había llevado a hacerle todo eso a ese podré joven de campo?
—¿Qué tanto piensas? —La voz de su amigo Daniel lo saco de su pequeño trance mental —Te ves aburrido.
El rubio se reclinó en sus silla y fingió un bostezo.
—Estoy cansado —Afirmó —Esta vez me retiraré temprano.
—¿Qué? ¿No irás a la cámara nupcial? —Pregunta Daniel con una sonrisa burlona.
—No, sería muy desagradable de ver —Afirmó Max antes de levantarse para finalmente marcharse.
Observo por última vez a Sergio antes de irse, le daba mucha pena saber de su situación y no poder hacer nada.
Por su parte, el pelinegro se sentía muy incómodo con todo lo que estaba pasando a su alrededor.
Todos bromeaban y festejaban, algunas damas lo miraban con recelo, otras con pena.
Pero fue el momento donde su ahora esposo se levantó, que entonces se puso nervioso.
—Levantate —Murmuró Norfolk tocando su hombro con cierta fuerza.
Sergio obedeció y comenzó a caminar junto al rey mientras eran perseguidos por algunos nobles.
Fue entonces que el pecoso se tensó cuando llegaron al dormitorio real y entendió lo que estaba a punto de pasar.
Al entrar todos se acomodaron a una distancia discreta mientras sus damas comenzaron a desvestirlo.
Las manos del pelinegro temblaban con cada prenda que le quitaban e intento cubrir su cuerpo desnudo al sentirse tan expuesto.
Solo llevaba puesto una ligera bata blanca que dejaba poco a la imaginación.
El rey, por su parte, desprendía un aroma pestilente debido a una úlcera en la pierna que no terminaba de sanar.
Esto provocó que el joven se asqueara, pero fue obligado a acostarse en la misma cama que el rey.
Frente a ellos estaban aquellos nobles elegidos para presenciar la consumación del matrimonio real.
Entre estos se destacaba Norfolk y el arzobispo, quién bendijo la unión antes de iniciar el acto.
Sergio no tenía una idea muy clara de como se hacían los bebés. Solo le dijeron que un hombre tendría que meter su parte dentro suyo, pero le aseguraron que no sería algo doloroso si se hacía con cuidado.
Sin embargo, él pensaba que bastaba con estar en la misma cama desnudos y que no sentiría nada más.
Pero cuando Jos se colocó encima suyo, sintió un miedo que jamás había experimentado en su vida.
Estaba muy tenso y el hombre le hizo abrir las piernas en medio de su shock.
Claro que el pecoso pensó que sería un acto rápido. Pero fue todo lo contrario.
Sosteniéndolo con fuerza de las piernas, y poniendo casi todo su peso encima suyo, el rey no se molestó en asegurarse de que su esposa estuviera preparado para el acto.
Cuando el pecoso lo sintió entrar en él, soltó un quejido de dolor a la par que con sus manos intento alejarlo instintivamente.
Sus piernas buscaban cerrarse para impedirle la entrada, pero el hombre era más fuerte e impuso su deseo sobre él.
Los testigos de la consumación poco a poco fueron abandonando la sala, mientras que escuchaban los gritos del joven sufriendo por lo que estaba viviendo.
Pero a ellos poco les importaba lo que estaba sintiendo.
Chapter 5: VOLÁTIL
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TW CONTENIDO SENSIBLE.
Las madres sufren después de ver a sus hijos en situaciones vulnerables.
Sergio lo entendió bien cuando leyó sobre el mito griego de las estaciones, donde Demeter, madre de Perséfone, se entristecía cada vez que su hija regresaba al inframundo.
Entonces la tierra sufría con ella.
Los árboles no daban frutos, el agua escaseaba y las cosechas no rendían.
Incluso todo se sentía tan frío, con la nevada cubriendo el mundo.
Y por eso, ahora que el pecoso miraba la lluvia a través de la ventana, se preguntaba si era su madre llorando en el cielo por verlo en esa terrible posición.
Porque, lamentablemente, él estaba en un infierno del que no se podría salir con vida.

Después de varios días, la nueva reina no se había dejado ver tanto en la corte.
Muchos decían que había caído enferma y se encontraba reposando en cama. La realidad era que Sergio se había sentido muy perturbado por todo lo ocurrido después de la boda.
No quería comer ni salir de cama, y el rey le complicaba las cosas al visitarlo cada noche.
—Majestad, ya ha pasado mucho tiempo desde que se le vio en público —Comenzó Lady Abigail Pulling mientras le llevaba la comida a la cama —Y tampoco ha estado comiendo bien. Debe de cuidar su salud, ser una reina fuerte.
El pecoso no responde, ni se inmuta ante la comida frente suyo. Parece tan desinteresado como las gotas de lluvia que se deslizan por la ventana.
—Ni siquiera eres capaz de comer por su cuenta, se la pasa acostado en la cama todo el día —Lady Doriane habla con recelo, se nota la molestia en sus palabras y apenas lo mira —Ni siquiera nosotros podemos salir al aire fresco.
—Lady Doriane, cuide sus palabras —En ese momento Lady Alice llegó a la habitación privada de la reina —No olvides tu lugar, estás ante su majestad la reina.
La rubia desvió la mirada sumamente.
—Es mi prima —Señaló.
—Es tu reina —Pero la pelirroja insistió en recordarle su posición.
Sergio levanta la mirada notando la tensión entre las dos mujeres, y con su mano hace una señal para que paren.
—Basta, dejen de discutir —Pidió el pelinegro y Lady Alice hizo una pequeña reverencia mientras asentía.
Doriane no tuvo más opción que hacer lo mismo, pero todos sabían que la ambiciosa hija del duque de Norfolk no estaba para nada contenta con la posición que ocupaba en la corte.
Y cuando todo parecía calmado, pronto un escándalo se hizo presente en la puerta de las habitaciones privadas.
—¡Déjeme ver a la reina! —Gritó Torger sumamente molesto —Te lo ordeno, muévete.
—Lo siento mi señor, pero su majestad no está recibiendo visitas —Respondió Jo, el guardia real juramentado a la nueva reina —Tengo ordenes estrictas de su parte, no puedo dejarlo pasar.
Esto pareció enfurecer más al duque, quién en cualquier momento perdería los estribos contra el guardia.
—Soy su tío, no cualquier otro lacayo de la corte —Señalo mirando el guardia de arriba abajo —Si supieras cuál es tu lugar, te harías a un lado.
Checo escuché esta discusión y no dudó en intervenir. Le parecía que su tío estaba demasiado alterado, y temía que no fuera amable con aquel joven escudero.
Se levantó de la cama con sumo cuidado y fue vestido por su dama de compañía favorita, Lady Alice, quién intentó que se viera lo más presentable posible.
—No debes recibirlo si no quiere —Le recordó casi en un susurro.
Pero el pecoso solo se limito a sonreír con amabilidad para tranquilizarla.
No quería más discusiones ni enfrentamientos; pero no podía permitir que las personas a su servicio fueran maltratadas por nobles de alto rango, solo porque él no quería verlos.
—Deja que pase —Ordeno con algo de pesar, no se encontraba emocionalmente bien para eso.
—Puede pasar —Murmuró Lady Hannah al guardia real y este se hizo a un lado.
—Finalmente te dignas a recibir a alguien —Norfolk estaba hecho una furia —Espero que no le estés haciendo estas escenitas al rey.
En ese momento la pelirroja volteó a ver a la reina, ya que era bastante obvio que el comportamiento de su tío resultaba indeseable.
Checo suspira pesadamente y sabe que necesita estar solo para poder hablar bien con él.
—Retirense, por favor —Ordenó el pecoso sin muchos ánimos.
—Majestad —Lady Alice no se fiaba del temperamento de Norfolk.
—Esperen afuera —Insistió y no tuvieron más opción que obedecer a la reina.
Una vez con las damas de compañía fuera de vista, Torger se acercó a su sobrino y lo tomo de la mano con fuerza.
—¿Qué carajo estás haciendo aquí encerrado? ¿Acaso todavía no comprendes cuál es tu papel en todo esto? —Reclamó sin soltarlo —Deberías estar posicionando a tu familia en buenos puestos y beneficiar a Doriane con un matrimonio ventajoso. Pero en lugar de eso estás aquí encerrado llorando y lamentándote. Yo puse esa Corona en tu cabeza, no lo olvides.
El joven estaba asombrado con la actitud déspota de su tío. Sabía que era ambicioso, pero su forma de actuar contra él era descarada.
—Yo no quería esto —Sergio no dudo en defenderse —Solo quería volver a casa, con mi vida en el campo junto a la abuela. Pusiste esta corona en mi cabeza por un deseo egoísta.
En ese momento el pecoso cerró los ojos con fuerza ante el impacto de la pesada mano de su tío sobre su mejilla.
La bofetada lo hizo tambalear y se sostuvo de la cama para no caer.
—¿Acaso quieres a toda tu familia muerta? —Su pregunta lo tensa —¿Quieres que decapiten a tu abuela, a mi madre, frente a toda la corte?
La simple idea de que su familia se haya lastimada por su culpa lo carcomía por dentro.
Si había llegado tan lejos era justamente para proteger a la persona que más amaba, su abuela.
—N-no, no quiero eso —Balbuceo al responder, lo de que le dio la confianza a su tío para continuar con sus amenazas.
—¿Qué pasa en esa cabecita tuya que no puedes entender que necesitas un hijo para asegurar tu posición? —Norfolk golpea la frente del joven con sus dedos —Eres una reina solo por matrimonio. Tu corona de momento es de papel, y necesitarás a un bebé en tu vientre para convertirla en una de oro.
Sergio baja la mirada a su barriga plana, no había quedado en cinta a pesar de las constantes visitas del rey.
—Cuanto más tardes, más rápido perderás el interés de su majestad —Continuó su tío con una voz seria que lo intimidaba —Y pronto buscará a una nueva reina que te pueda reemplazar. Así que ten cuidado, porque muchos podrían morir por tu culpa.
Dicho esto, Norfolk se retiró de las habitaciones privadas de la reina.
Antes de irse pudo notar como su sobrino intentaba sostener las lágrimas para no llorar frente a él.
Sabía que su conversación daría frutos tarde o temprano.

Durante la cena de esa noche, todos cantaban y festejaban para el rey.
Jos nunca había estado tan contento, pero las constantes ausencias de su nueva esposa iban jugando con su paciencia.
Pero al menos tenía el confort de que su único hijo lo había acompañado más días de lo esperado.
Y por alguna razón nadie se preguntaba cuál era el motivo por el que FitzRoy se había quedado más tiempo.
—Max, mi hijo, siéntate a mi lado —Dijo el rey antes de beber de su copa de vino.
—No tienes que pedirlo, siempre me sentaré a tu lado —Le recuerda el rubio mientras se acomodaba junto a él.
Pronto comienzan a platicar de temas banales, hasta que la corte comienza a murmurar sobre la presencia de una persona.
Sergio se sentía muy mal pero no quería poner a su familia en riesgo. Ya no se trataba solo de Norfolk, sino de su abuela.
Así que decidió hacer una aparición pública para que su tío lo dejara en paz.
Todos se inclinaban ante él respetando su posición como la reina consorte de Inglaterra.
El rey sonríe cuando lo ve llegar y toma su mano para que se siente junto a él. Y el pecoso tiembla un poco antes el simple contacto de sus dedos.
No podía expresar libremente lo asustado que estaba de su esposo.
Era difícil estar a su lado, y mucho peor estar a solas con él.
Se había acostumbrado a guardar silencio sobre lo que sufría en privado, pero las marcas en su cuerpo eran bastante notorias para sus damas que lo vestían.
Pero él todavía no sabía lo mucho que le faltaba descubrir sobre su esposo.
—¿Disfruta la velada? —Pregunto Max volteando a verle e inclinándose un poco hacia adelante para poder apreciar su rostro.
—Todos son muy alegres —Respondió el pecoso con cierta timidez, no podía negar que se sentía un poco intimidado por el joven duque de Richmond.
No el nivel de intimidación que le daba su tío, más bien de otra clase.
Una le podría causar más de un problema.
—Convivan más, me gustaría que si llevaran bien ahora que somos familia —El rey hablo sin siquiera voltearlos a ver, estaba bastante concentrado en su comida —Sería bueno que Max tuvieron la figura femenina que lo guíe.
Sergio sonríe ante esta respuesta.
¿Cómo podría guiarlo él? Era un joven de 19 años que provenía del campo, alejado de la corte y de todas sus intrigas.
Ni siquiera podía defenderse a sí mismo, ¿Cómo podría enseñarle algo a Max?
El duque de Richmond era muy bien parecido sus 25 años, teniendo muchas jóvenes damas detrás de él a pesar de su posición como bastardo.
Pero era difícil que el rey Jos pudiera engendrar a un heredero al trono a sus ya 51 años. Bastante viejo y enfermo, todos sabían que sería difícil lograr su objetivo.
Por eso todos los ojos estaban puestos sobre la nueva reina. Con muchas expectativas, pero también con recelo.
Y aunque nadie quería acercarse al rey y su pestilente pierna putrefacta, sabían que estar cerca de él significaba el poder máximo en Inglaterra.
—Majestad, ¿Me concede el honor de bailar con usted? —El joven Liam Horner se acercó a la reina sin que esté se diera cuenta de su presencia.
Sergio ni siquiera respondió, solo volteó a ver a su esposo esperando su permiso.
Deseaba que dijera que no.
No conocía a aquel joven, además de que el vestido se le hacía muy pesado y le costaba moverse con este.
Y el cambio de rol en los bailes hacía que pareciera que tuviera dos pies izquierdos.
Solo quería estar en la cena tranquilo y sin que nadie lo interrumpiera.
—Baila para mí —Dijo el rey, derribando sus deseos en un instante.
Sergio se muestra incómodo ante la respuesta de su esposo. No crea que sea buena idea, algo le da mala espina.
Sin embargo, termina levantándose de su asiento y tomando la mano de aquel joven que oculta sus verdaderas intenciones con una sonrisa.
Caminan hacia en medio del gran salón y comienzan a bailar junto con los demás nobles.
—Majestad, ¿Me permite ser un poco imprudente? —Comenzo el hijo del Conde Horner.
Modera bastante bien el turno de su voz y es discreto al hablarle.
—¿Imprudente? ¿En qué sentido? —Cuestiona el pecoso en el mismo tono.
—Nunca le había visto en la corte, me llena de curiosidad saber de dónde proviene una mujer tan hermosa como usted —Liam ni siquiera sabe cómo es capaz de decir esas palabras, considerando que cree que se trata de una ramera sacada de las calles de Londres.
Aunque claro que no dirá esto de manera pública y mucho menos frente a la reina.
—No creo necesario proporcionarle esa información —Respondio el pecoso más que dispuesto para alejarse de él, sentía que no le convenía quedarse cerca del joven Horner —Y debería cuidar más sus palabras. Estaba hablando con una reina, no con una cortesana.
Sergio no sabe de dónde sacó el valor para hablarle así. Pero tenía la necesidad de aclarar que no podía referirse a él como una mujer hermosa.
Y si ahora estaba en una posición tan alta, no debía dejar pasar dicho acto de imprudencia.
Sin embargo, ya era bastante tarde ante los ojos del Rey.
Jos había observado detenidamente dicho baile, y en su mente comenzo a divagar.
Por momentos confundió a su amada reina Sophie con su antigua reina. Y no fue el único.
—El joven horner debería cuidar la forma en cómo se acerca a la reina —Comenzo Daniel Ricciardo, el hijo de un embajador extranjero que se había vuelto muy cercano al duque de Richmond —Quizá debemos recordarle lo que pasó la última vez que un cortesano se acercó a una reina inglesa.
—Daniel —Dijo Max llamando su atención, como si lo estuviera regañando por su comentario.
Y aunque en un principio parecía que el rey no lo había escuchado, pronto comenzó a reírse sobre esto.
Eso llevó a que los demás miembros de la corte rieran junto a él.
Pero es entonces que un golpe seco contra la mesa hace que todos se tensen.
Jos había golpeado tan fuerte el mueble que hizo que más de uno pegara un brinco de lo asustados que estaban.
Su sonrisa desapareció y en su rostro se miraba una expresión que pocas veces significaba algo bueno.
Sergio se acercó a su esposo para intentar tranquilizarlo, pero este lo toma de la muñeca y lo saca a rastras del salón.
No importa cuánto el pecoso proteste y solloce porque tiene miedo de lo que pueda hacerle.
Al final terminó llevándolo a la habitación de la reina, y sus guardias solo pueden cerrar los ojos ante los gritos de horror de aquel joven que pide por auxilio.
El pelinegro no solamente era bastante joven, sino también débil físicamente.
Así que poco nada podía hacer para defenderse ante aquel hombre que se posicionaba arriba suyo.
Que lo había tirado al suero de un golpe después de corretearlo por la habitación.
Aquel que levantó la falda de su vestido y lo presionó contra su cuerpo sin previo aviso, incluso sin inmutarse por la sangre que teñía sus piernas color canela.
Y los guardias reales se preguntaban cuál era la finalidad de estar al servicio de la reina, si ni siquiera podían defenderla de su propio esposo.

Nota; disculpen que la semana pasada los dejara sin capítulo :( voy a intentar subir otro antes del lunes.
Chapter Text
Cuando Perséfone se convirtió en reina, dejó atrás su vida anterior. Incluso si hubiera estado enamorada de alguien más, su destino ya estaba sellado.
Aunque un joven Adonis la llevó a disputar su amor con otra diosa, teniendo que compartir su amor por él.
Pero Sergio no tenía esa alternativa, porque era un simple mortal convertido en reina.
Alguien que no deseaba esa posición, y cuya cabeza estaba en un constante juego de intrigas y poder.
Sin embargo, él tenía que decidir que hacer con su propio poder.

Pasaron unos días después de aquella terrible noche, y la reina se negó a salir de sus habitaciones debido a su aspecto y miedo.
Sentía que no podía convivir con nadie sin que su esposo comenzará a pensar que le estaba siendo infiel. Y no estaba dispuesto a soportar otro ataque más hacia su persona.
—¿Siente dolor, majestad? —Pregunta Lady Alice mientras observa el moretón en el ojo izquierdo del pecoso.
—No tanto como con sus mordidas —Responde sin siquiera levantar la vista.
Era demasiado obvio para sus damas de compañía el ver el constante maltrato al que era sometido aquel joven, y aunque no lo decía con palabras, su cuerpo era la misma evidencia de esto.
El rey era posesivo y violento, le gustaba marcar territorio sobre su cuerpo y hacerle saber que era suyo. Luego lo llenaba de regalos, queriendo comprar su cariño.
—Ya no se nota demasiado, y la inflamación ya bajo —Dijo Lady Hannah intentando reconfortarlo, pero era difícil cuando sabía que en cualquier momento se volvería a repetir.
—Me siento mal, no tengo ganas de comer —Señaló el pecoso cuando Lady Abigail llegaba hasta él con su comida.
—Si se siente muy mal, entonces permítame llamar al médico, majestad —Ofreció la castaña dispuesta a ir por ayuda.
—No, es un simple malestar —Sergio no tenía ánimos para lidiar con eso —Quizá simplemente necesite descansar.
—Nadie quiere una reina enfermiza —Soltó Lady Doriane sin despejar la vista de su libro.
Alice la miro con molestia y negó con la cabeza.
—Abbi, lleva la comida de vuelta a la cocina y pide que le preparen un té para su majestad —Ordenó la pelirroja y Lady Pulling asintió para después irse —Hannah, ve con el boticario para que te dé un poco de aceite de tomillo, la ayudara con la inflamación —La pelinegra obedeció al instante —Y tú —Señalo a Doriane —Ve por un poco de agua caliente y prepara el baño, no olvides agregar lavanda.
La rubia desvió la mirada antes de levantarse para después caminar hacia los baños privados de la reina.
—Eres muy buena otorgándoles tareas, deberías ser la reina —Dijo Sergio con una sonrisa, a lo cual su dama de compañia correspondió.
—Disculpe que lo diga majestad, pero no envidio su posición —Confesó —Fui dama de compañía de la reina anterior, ella solo duró un año antes de ser ejecutada. No espero que usted tenga ese destino.
El pecoso la miró con cierta tristeza, al menos tenía alguien a quien le importaba de verdad.
—¿Ella realmente traicionó al rey? — Su pregunta capto la atención de la pelirroja.
— Estaba desesperada — Y su respuesta fue suficiente para hacerle saber que era cierto.
Pero había algo que necesitaba aclarar.
—Dos de sus damas fueron ejecutadas junto a ella, ¿Como te salvaste de eso? —No podía con su curiosidad, y queria saber si podía confiar en ella.
—Solo fui su dama unos meses, me retire de la corte cuando mi esposo enfermo y falleció —Explicó —Cuando regrese, el escándalo ya había estallado. Pobre, sólo tenía dieciséis años.
El joven asintió y después soltó un pesado suspiro.
—¿Qué pasará conmigo si no logro quedar en cinta? —Pregunto con cierto temor —¿También me cortara la cabeza?
Alice se acercó a él y tomó su mano con delicadeza.
—No se estrese por eso, usted es joven y entiende bien lo que implica su posición —Afirmó con una sonrisa cálida —Ahora vamos a prepararle para su baño.
Checo se levantó de la cama para comenzar a ser desvestido para darse un baño.
Estaba más tranquilo sabiendo bien que Alice no traicionó a la antigua reina, asi que podia confiar en ella.
Lo que no sabia, era que entre sus damas habia una espía.
Lady Hannah McMillan caminaba de regreso a las habitaciones de la reina, pero en el camino se detuvo a dejar una nota debajo de un jarrón que nadie nunca usaba.
Al poco tiempo de marcharse, Liam Horner tomó la nota y se la llevó a su padre.
Como todos los dias, Hannah siempre les daba información sobre lo que hacía y decía la nueva reina, buscando algo para perjudicarla.
Si querían orquestar su caída, tenían que estar tan cerca de la reina Sophie como les fuera posible.

Después del baño, Sergio se notaba más relajado debido a los cuidados de sus damas.
Todo parecía ir con normalidad dentro de lo que cabe su situación.
Hasta que un visitante llegó a su puerta.
—Majestad, el duque de richmond está aquí y desea verle —Dijo Abbi entrando a la habitación.
Alice volteo a ver a Sergio con suma curiosidad, le parecía interesante como el hijo bastardo del rey siempre buscaba a la nueva reina en sus habitaciones.
—No estoy presentable —Señalo el pecoso, ya que seguía en su ropa de cama.
Además, si bien le interesaba bastante aquel atractivo joven, sabía bien que su relación se podía considerar algo imprudente. Principalmente cuando Max demostro interes en él desde antes de ser forzado a ser Sophie.
Su dama salio para avisarle al duque que volviera después, pero rápidamente regresó con su respuesta.
—Dice que quiere pasear con usted a caballo —Afirmó la castaña —Y que la esperara afuera si desea ir con él.
Para suerte del pecoso, Doriane no se encontraba ahí para soltar algún comentario malintencionado, así que termino aceptando.
Pronto sus damas lo ayudaron a vestirse de acuerdo a la ocasión.
Cuando salió para encontrarse con él, este le sonrió apenas lo vio y le ofreció su mano, pero el pecoso se negó con una sonrisa amable.
A simple vista el moretón en su ojo no era tan evidente, pero Max era muy observador.
Sin embargo, llegaron a las caballerizas y pronto emprendieron el camino en un sendero que usualmente usaba el rey cuando era joven, pero que ahora casi no era usado más que por su bastardo.
—¿No deberíamos ir con ella? —Preguntó Hannah cuando los vio marcharse.
—A veces hay que dejarle tomar un respiro, el aire fresco le hará bien —Afirmó Alice confiando en que no pasaría nada extraordinario.
Max era muy conocido por ser bastante leal a su padre, y si bien llegaba a ser algo rebelde, no era alguien imprudente o estúpido. Sabia que el rey no le perdonaría ninguna traición.
—Este sendero es muy bello y tranquilo, solía venir con mi padre cuando era pequeño —Afirmó el rubio mientras cabalgaba junto a la reina —Quería que vieras el bosque de cerca, sé que creciste en el campo criado por tu abuela.
Sergio asintió algo nervioso por tocar un tema tan familiar y suyo.
—Le agradezco este paseo —Respondió sin siquiera mirarlo.
—Sergio, ¿Puedo ser honesto contigo? —El rubio no sabía el impacto que provocaría el pecoso al llamarlo por su verdadero nombre.
—¿Cómo me dijiste? —Murmuró y detuvo su caballo en una zona algo alejada de la vista de la corte.
—No me gusta llamarte Sophie cuando sé que ese no es tu nombre —Explicó Max deteniéndose a su lado y bajando del caballo —Ven, hablemos.
Se acercó al pelinegro y le ayudó a bajarse de su caballo, tomandolo de la cintura con fuerza para que no se cayera.
Pegándolo a su cuerpo con una distancia muy corta, sintiendo la respiración del otro cuando sus rostros se encontraron.
—Gracias —Respondió Checo antes de tragar en seco y alejarse apenas sus pies tocaron el suelo.
—Quiero saber una cosa y, por favor, se sincero conmigo —Continuó el duque —¿Alguien te está obligando a hacer esto? —Su pregunta lo tensa y este lo nota —¿Es mi padre quién lo hace?
Sergio camina lejos de este, y se cruza de brazos incapaz de poder expresar su verdad.
Pero su actitud ha respondido la pregunta sin siquiera decir palabra.
Max sabe que necesita el tiempo suficiente para poder acercarse a él, así que le da una pequeña palmada al caballo de la reina la hacer que se marché.
El galope del animal hace que el pelinegro voltee a ver cómo este se aleja.
—Se está marchando, ¿Ahora como voy a regresar? —Se quejó el pecoso mientras se acercaba al rubio —¿Por qué no lo detuviste?
—Puedo llevarte en mi caballo —Dijo con una sonrisa acortando la distancia entre ambos —Aunque tu lindo vestido se estropeará, pero he de decir que me gustas más cuando usas pantalones.
Checo siente sus mejillas arder ante la coquetería del rubio. No se supone que deba permitir esa clase de cumplidos.
Pero no puede negar que le ha gustado desde el primer momento en que lo vio hacia ya unos meses.
Su aura tan varonil lo tenía cautivado, pero se recordaba una y otra vez que esto no sería posible debido a su matrimonio con el padre de este.
Además, no tenía intenciones de perder la cabeza, literalmente.
—Ya deberíamos volver —Respondió el pecoso pasar a su lado para llegar al caballo, pero el rubio lo tomo del brazo.
—¿Te duele? —Pregunta casi en un susurro y el pelinegro se pone nervioso cuando se da cuenta como su rostro se acerca al suyo —Tu ojo, puedo verlo.
Checo baja la mirada al sentirse avergonzado por la clara evidencia de violencia que sufría en su matrimonio.
—Ya estoy mejor, pero no creo que sea apropiado hablar de esto —Dijo sin siquiera mirarlo —Ya vamos.
Pero el duque de Richmond no lo suelta.
—Solo si me dices la verdad —Comenzó —Sergio, ¿Realmente quieres quedarte aquí? ¿Y si te llevo de regreso con tu abuela? Partiré en unos días, es tu oportunidad de regresar a tu antigua vida.
Claramente su pregunta llamo su atención, haciéndolo voltear para mirarlo a los ojos como si quisiera asegurarse de que no le está mintiendo.
Pero pronto se obliga a actuar con astucia, sabiendo que aunque escapara, su vida nunca sería tranquila como antes.
—Quiero que mi familia viva —Respondió con firmeza —Es lo único que me importa.
—¿Y que hay de tu vida? Ese golpe en tu ojo, no quiero saber que más te ha hecho ese monstruo —Y sus palabras lo sorprenden.
—Es tu padre, nuestro rey —Le recordó.
—Y lo conozco bastante bien, por eso no quiero dejarte con él —Afirmó el rubio —Sergio, solo necesito una palabra tuya y te llevaré lejos de aquí.
En ese momento el pecoso soltó un pesado suspiro y aparto la mirada, pero Max lo tomo de la barbilla para obligarle a verlo.
Entonces se acercó su rostro y plantó un dulce beso en su párpado lastimado, haciendo que el pelinegro cerrará los ojos y soltara un sollozo.
No de dolor, sino de angustia.
Era insoportable estar cerca de alguien que no podía tocar. Y esa cercanía y preocupación que le hacían saber de aquello que nunca podría tener.
—Max, debemos volver —Susurró.
Pero al rubio poco le importo pensar en ese momento, y se acercó a sus labios para probar su dulce miel.
Sergio se queda inmóvil ante esto, pero termina posando sus manos en los hombros del duque para apoyarse en él.
No es un beso intenso, sino cuidadoso.
Lo toma con delicadeza de la cintura para acercarlo a él, y esto hace que el pecoso flaquee un poco.
—No podemos —Le recuerda.
—Te deseo —Confieza el rubio.
Entonces sus labios se vuelven a encontrar, y está vez Sergio se deja llevar cuando se siente acorralado contra un árbol.
Suspira entre besos y pronto recuerda lo que sucedió con la antigua reina, empujando al rubio lejos de él.
—Basta, Max, ¿Por qué hiciste eso? —Reclamó algo agitado —No debiste hacerlo. No me muestres lo que no podemos tener.
—Sergio... —El rubio se muestra apenado por su reacción.
—No, está prohibido —Señaló el pecoso —Ambos lo estamos para el otro. No puedes ser mío, no puedo ser tuyo...
En ese momento Sergio siente que el mundo a su alrededor se tambalea, y solo alcanza a sostenerse de un abrazo a Max antes de que todo sea oscuridad.

Notes:
Listo, doble actu de fin de semana para compensar el sábado que no subí nada jaja los Tkm, nos leemos el otro sábado.
Chapter 7: TRAICIÓN
Chapter Text
Encerrado en una vida que no deseaba, extrañaba la brisa, las flores y el mundo lleno de color en donde creció.
No quería perderse.
No quería cruzar esa línea en donde Sergio desaparecía, y ahora era Sophie quien reinaba en su vida.
No lo deseaba.
Quería seguir siendo él mismo.
Pero quizá ya era demasiado tarde para eso... o no.

En los pasillos comenzaron a murmurar sobre el estado de la reina.
Incluso se podía creer que hasta las ratas llegaron a escuchar sobre una posible enfermedad, o que el rey estaba condenado a no encontrar una esposa sana y fuerte que le diera el ansiado heredero.
Max Fitzroy había llegado con la reina en brazos, sumamente preocupado al haberse desvanecido repentinamente.
No tardaron en auxiliarlo, y pronto el rey se hizo presente.
—Recorriamos un sendero cercano, no estábamos muy lejos cuando comenzó a sentirse mal y se desmayo —Explicó el rubio cuando el rey, colérico, le exigió una explicación.
Claro que estaba alterado, hacia apenas un par de semanas que se habían casado y una situación así era poco deseable.
Por un lado estaba el tema de una mala salud en una reina débil, complicando las posibilidades de poder quedar en cinta.
Por otro lado, en medio de su locura y desesperación, el rey Jos llegó a considerar que sus esposas había sido asesinadas por su propio consejo y corte.
Era una locura pensarlo, considerando que fue él quien firmó sus órdenes de ejecución.
—¿La reina está bien? —Pregunta Norfolk al médico, quién había estado examinando a su majestad.
Habían pocas personas presentes, solo sus damas y familiares cercanos.
No iban a permitir que se expusiera demasiado a la reina.
—Esta perfectamente bien —Afirmo el médico para luego mirar al rey —Mis felicitaciones, majestad, la reina está en cinta.
En ese momento el rostro del rey irradiaba felicidad. Finalmente después de tantos años y decepciones, sería bendecido con un hijo legitimo.
Pero nadie era más feliz que Norfolk.
Se podía ver la ambición en sus ojos, y su sonrisa triunfante que adornaban sus labios. Estaba saboreando su victoria.
Lady Alice suspiró aliviada, y pronto vio como su reina abría los ojos algo confundido.
—¿Qué pasó? ¿Dónde estoy? —Murmuro el pecoso intentando sentarse, y sus damas se acercaron a ayudarle.
Y en ese momento el rey se poso a su lado, tomo su mano con delicadeza y le plantó un beso.
—Llevas en tu vientre el hijo que tanto he deseado —Afirmó el rey, sin notar que esto provocó una mueca de molestia en Max —Darás a luz a un niño sano.
Sergio apenas logra entender lo que está pasando. No recuerda bien como termino ahí, lo último en su mente fue aquel beso con Max.
Y ahora estaba en su habitación rodeado de varias personas que lo felicitaban por algo que no quería.
Mira su abdomen todavía sin evidencia alguna de un embarazo, pero no causa ninguna emoción.
Porque cuando levantaba la vista y sus ojos se encontraban con los del padre se su hijo, solo podía recordar la forma en cómo llegaron a eso.
Y se fuerza a sonreír para él.
Soporta una serie de felicitaciones y buenos deseos, pero nadie logra contagiarle el mínimo gramo de alegría.
El médico pide que le dejen descansar, que necesita reposo porque el haberse desvanecido no era más que una señal de un embarazo complicado.
Poco a poco le van dejando solo, pero su tío le da un beso en la mejilla antes de susurrarle algo al oído.
—Reza porque sea un varón, y así no tendremos que preocuparnos nunca más —Dijo Norfolk para después marcharse.
Y Checo lo entendía bien, sabía que ese embarazo lo mantenía a salvo no solo de la cama del rey, sino también del verdugo.
Aunque no le guste, es su boleto seguro y tendrá que sostenerse de este si quiere seguir con vida.

Pasaron dos días hasta que la reina mejoro en salud y finalmente el rey pudo celebrar las buenas noticias.
Se organizó un gran banquete en honor al hijo que no había nacido.
Sergio se vio obligado a asistir, y aunque mantuvo su distancia con Max, este no dejaba de mirarlo en busca de su atención.
—Max estuvo ahí para cuidarla, estoy muy orgulloso —Afirmó el rey en voz alta, y todos comenzaron a murmurar del buen humor de este —Y ahora ella me dará a mi heredero.
Los aplausos no se hicieron esperar, mientras que Jos tomaba la mano del pecoso con fuerza y sonría sin parar.
El pelinegro no estaba nada contento al respecto, y se sintió algo desconectado a todo lo que estaba pasando a su alrededor.
La noche se hacía larga, y el rey había festejado demasiado. Ni siquiera podía levantarse por su cuenta.
—Sostente de mí —Dijo Max ayudándolo a levantarse —Te llevaré a descansar.
Entonces el rubio movió la cabeza ligeramente mientras veía a la reina, indicándole que lo acompañará.
Checo lo duda demasiado, pero termina levantándose para seguirle.
Jos camina torpemente, y el duque no acepta que nadie más lo ayude.
Todos le tienen mucha confianza.
Llegan a la habitación del rey, y Sergio entra junto a ellos, pero Max le da indicaciones a los guardias para que no se metan.
Intenta posicionar al rey en la cama, pero este se tambalea y termina profundamente dormido en el suelo.
—Maldito ebrio —Murmuró Max observándolo dormir.
—Ten cuidado, alguien podría escucharte —Señaló el pecoso debido a su forma tan poco amable de referirse al rey —Ya debería volver.
En ese momento Max camina hacia Sergio, acortando rápidamente la distancia y tomándolo de la cintura para juntar sus labios en un dulce beso.
—¿Qué haces? —El pelinegro lo empuja ligeramente para separarse de él —¿Estas loco?
—Locamente encaprichado de ti —Confiesa acercándose de nuevo, y haciendo que el pecoso retroceda en sus pasos, chocando con la pared —No he dejado de pensar en nosotros.
—No hay un nosotros —Le corrigió rápidamente —Y nunca lo habrá.
Una sonrisa desafiante se dibuja en los labios del rubio, relamiendolos antes de pegarse más al pelinegro.
—Entonces dime que no te agrado. Que mis besos te dan asco y no quieres volver a verme, y te prometo que te dejaré en paz —Retó.
Sergio lo mira fijamente a los ojos, pero termina flaqueando y su mirada desciende hasta sus labios, observándolo con deseo.
Sus manos se posan en el pecho del duque, puede sentir cada respiración chocando en su rostro y no puede evitar recordar lo mucho que le gustó como lo había besado.
Sus dedos alcanzan el cuello de los ropajes del rubio y, sin titubear, lo hace terminar de cerrar el espacio entre ambos.
Es la respuesta que tanto deseaba.
Pronto Max lo abraza de la cintura y saborea el dulce néctar de sus labios, introduciendo su lengua en busca de un contacto más íntimo.
El pecoso titubea un poco, nunca había experimentado esa clase de acercamiento.
Jos solo buscaba una cosa de él cada vez que lo visitaba, pero solo en una ocasión lo beso y esa vez fue en su boda.
Max era más pasional al momento de acercarse a él, pero también muy cuidadoso.
Sus dedos acariciaban sus cintura con delicadeza, pero su boca era un poco más atrevida cuando se trataba de reclamar aquello que creía era suyo.
Porque el rubio siempre lo sintió así.
Él lo vio primero, él lo quiso primero.
Y no necesitaba ponerle un vestido para poder desearlo.
Nunca se quedaba demasiado tiempo después de las bodas de su padre, pero no podía renunciar a Sergio.
Sentía que era capaz de arrastrarse por el suelo solo por él.
Se decía a si mismo que estaba encaprichado, pero solo era cuestión de tiempo para reconocer el verdadero flechazo.
Caminan torpemente hasta llegar a la cama, y Max no tarda en colocarse encima suyo, atacando su cuello con una serie de besos.
Pero Sergio despierta de su fantasía y vuelve a empujarlo para quitárselo de encima.
Sabe que de continuar así, no solo terminaría de reafirmar su traición al rey, sino también cometería un pecado al yacer con otro hombre que no fuera su esposo.
—Basta, no podemos —Dijo el pecoso levantándose de la cama —Esto está mal.
Max se acerca un par de pasos a él, quiere reconfortarlo para que se calme, pero el pelinegro se niega.
—Sergio... —Lo llama con una voz calmada.
No quiere alterarlo más.
—Este juego es demasiado peligroso, será mejor separar nuestros caminos —Afirmó Checo antes de caminar hacia la puerta y salir de la habitación del rey.
El rubio lo observa irse, pero no insistira más en el tema si este realmente no lo quiere cerca.
Y no era ausencia de deseo, sino el temor al cruzar una línea peligrosa. Una que podría costarle la vida a ambos.

Tres días después Max se marchó del palacio para regresar a su ducado.
Nadie cuestión su decisión de irse, pues hacia tiempo que debió regresar a sus deberes como duque de Richmond.
Sin embargo, nadie sabía que se había marchado después de ser rechazado y fríamente ignorado por Sergio.
Este último estaba lidiando con sus propios problemas, y si bien su embarazo era una buena noticia para el reino, Inglaterra pronto se enfrentaba a una nueva crisis.
El sudor inglés atacaba al norte del reino, y pronto se tomaron medidas preventivas para la familia real.
El rey pronto partiría a una campaña militar contra Francia, y Sergio sería mandado a Chelsea Manor, una residencia perteneciente a la corona donde estaría aislado de cualquier intruso.
Nadie podría acercarse a la reina durante su embarazo, así que se asegurarian de que estuviera cómodo con todas sus damas.
La noche previa al viaje, el pecoso se encontraba durmiendo en su cama cuando despertó de una terrible pesadilla.
Era bastante tarde y sus damas probablemente se encontrarían durmiendo.
Así que decidió dar un paseo para despejar su mente de los malos pensamientos.
Camino hasta la cocina donde tomo una manzana para después regresar a su habitación mientras la comía.
Pero algo hizo que se desviara del camino.
Llegó hasta la habitación del rey y vio que sus guardias no estaban por ningún lado.
Sin embargo, un mal presentimiento invadió su cuerpo cuando escuchó una serie de quejidos que provenían del interior de esta.
Abrió la puerta y su corazón se destrozó al reconocer a las personas en aquella cama.
Lady Doriane, su amada prima a quien le había dejado pasar un serie de groserías, se encontraba yaciendo con el rey en su cama.
El ruido que hizo la puerta al abrirse provocó que ambos voltearan a verle, haciendo que se detuvieran.
—Majestad —Dijo Doriane tapándose la parte superior de su cuerpo con una sabana.
Sin embargo, Sergio simplemente azotó la puerta después de salir de la habitación.
La rubia intento disimular una sonrisa que se asomó en sus labios. Pero la satisfacción le duró muy poco.
—Quítate —El rey la aparto de su lado y cubrió su cuerpo con su bata antes de darle alcance a la reina.
Sergio apenas había avanzado un poco debido al shock emocional que fue presenciar eso.
No por el rey, sino por Doriane.
Él la adoraba y nunca pensó que llegaría tan lejos con sus celos.
Se sentía traicionado por toda su familia.
Su tío lo había vendido al rey, y ahora su prima estaba asegurando su caída.
Encaprichar al rey con otra mujer era una manera muy baja de deshacerse de la nueva reina.
—Sophie —Jos lo toma de la mano e intenta abrazarlo, pero el pecoso se resiste —Calma, por el bien del niño, no te comportes así.
Lo jalonea intentando controlarlo, es brusco y lo lástima.
Sergio se asusta y hace todo lo posible para alejarse de él.
Ya no puede más.
—¡Déjame sola! —Grito el pecoso, pero sus propias palabras lo asombran y termina corriendo hacia su habitación.
Sus guardias lo ven regresar hecho un mar de lágrimas y pronto escuchan diversos gritos desde su habitación.
Sergio solloza al punto de sentir que su garganta se desgarra.
“Sola”
¿Desde cuándo él comenzó a creer que realmente era Sophie?
Ya ni siquiera se podía reconocer a si mismo.
No le gustaba la idea de perderse, pero parecía que lo estaba haciendo.
Todos lo llamaban Sophie, usaban pronombres femeninos para referirse a él, y esto causaba una crisis de identidad que no podía manejar.
Comenzó a arrojar todos los objetos en su habitación, haciendo un desastre total.
De pronto siente un jalón que hace que su cuerpo se tense, y en sus piernas se desliza un líquido que toma con sus dedos para ver con claridad si su mayor temor se ha hecho realidad.
El color carmesí es solo la confirmación de tal terrible noticia.
—No, no, no —Susurra mientras limpia toda la sangre y la sensación solo parece empeorar cuando no puede controlar lo que está pasando —No, quédate dentro, quédate ahí.
Posa sus manos en su entrepierna como su quisiera mantener las cosas en su lugar.
La cantidad de sangre es demasiada, tanto que se desliza entre sus dedos y no hay nada más que pueda hacer que seguir sollozando.
Cuando Lady Alice llega en su auxilio, cierra la puerta al ver aquella horrible escena frente a ella.
La reina había perdido el embarazo y, de saberse, podría hasta perder la cabeza.

Nota; perdón la hora jaja los Tkm, nos vemos hasta el otro sábado.
Chapter 8: LA REINA Y EL LEÓN
Chapter Text
¿Como es el amor?
Era muy difícil responder a esa pregunta considerando que pocas personas en su vida había mostrado afecto hacia él.
Y quizás no debió de haber visto hacia esa dirección.
Pero era inevitable fijarse en aquella persona que estaba prohibido para él.
Tal vez en otra vida pudieron estar juntos, y no obligados a estar separados.

Había sido una noche tormentosa, física y emocionalmente.
Sin embargo, nadie dijo nada.
Era como si las palabras no existieran sobre lo ocurrido la noche anterior.
Alice se aseguro de auxiliar al pecoso, limpiar el desastre y quemar la evidencia de una lamentable pérdida.
—Tendrá que decirle, tarde o temprano todos lo sabrán —Murmuró Lady Alice cuando estaban a solas —El rey no vendrá más a sus aposentos mientras piense que está en cinta. ¿Pero qué sucederá cuando pasen los meses y ese bebé nunca llegue? Es mejor que se entere antes de que sea peor.
En ese momento la puerta de la habitación se abrió y entraron el resto de sus damas.
Pero Sergio solo podía ver a una.
—¿Y tú qué haces aquí? —Preguntó con un tono de voz que nunca nadie había escuchado —Te hice una pregunta, ¿Qué haces aquí?
Las jóvenes se miraron entre ellas, preguntándose a qué se refería, pero solo una sabía la respuesta.
—Majestad... —Comenzó Lady Doriane pero rápidamente fue interrumpida.
—Ni siquiera te atrevas a dirigirme la palabra, desvergonzada —Su respuesta era bastante incongruente, considerando que le había hecho una pregunta, pero estaba bastante nervioso y molesto que solo quería hacer una demostración de su poder —Tú no eres una de mis damas. Quiero que te largues y regreses al agujero del que nunca debiste haber salido.
—Majestad, ¿Ha pasado algo? ¿Porque le habla así Lady Doriane? —Pregunto Lady Hannah visiblemente confundida pero pero también interesada en la situación.
—Silencio, si su majestad no quiere ver a Lady Doriane, entonces la dama tiene que retirarse —Respondió Lady Alice, que si bien no tenía una respuesta exacta lo que estaba pasando, ella siempre obedecería los deseos de su reina.
—Majestad, por favor —Comenzó la rubia pero intentos de súplica serían en vano.
Realmente no esperaba un buen trato de parte de su primo después de lo que ocurrió, pero no pensó que tendría el nervio para destituirla de su cargo.
Y aunque no lo admitiría frente a ellas, esto la molestaba.
—¿No escuchaste? Largo —Ordenó Sergio bastante molesto.
Lady Doriane asintió y se marchó de la habitación sin hacerle una reverencia.
—Insolente —Susurró la pelirroja.
Continuaron con los últimos detalles para partir a Chelsea Manor, ya que se marcharían esa misma mañana.
Sin embargo, el duque de Norfolk no estaba del todo contento con la destitución de su hija.
Era claro que la rubia salió corriendo para quejarse con él por lo que había sucedido.
Omitió detalles, no confesaría la forma en cómo había arruinado no solo su reputación frente al rey, sino también fragilizado su lazo con la actual reina.
El duque rápidamente intentó acercarse a Sergio para convencerlo de reconsiderar su decisión.
Pero el pelinegro había dado órdenes claras para no permitir que sus tío estuviera cerca de él esos días.
Y sin muchas opciones, Torger terminó recurriendo al rey.
Pero Jos también estaba en una encrucijada, no porque tuviera un gran aprecio a su amada Sophie.
Sino porque esta tenía a su heredero en su vientre, y no podía permitirse ponerlo en riesgo.
Para él no había hecho nada malo.
Estaba acostumbrado a los placeres de la vida, y el matrimonio nunca fue un impedimento para eso.
Pero le importaba que ese niño naciera con bien, y no estaban sus planes que Sophie se enterara de su aventura con su prima.
Así que cuando escuchó sobre la destitución de Lady Doriane, aprovechó esto para intentar limpiar asperezas.
—Yo lo ordene —Fue la respuesta que le dio al duque cuando cuestionó la situación.
Con eso dicho, parecía que el futuro de Lady Doriane estaba sellado a la desgracia.
Y finalmente la reina y su se quitó de damas partieron de Hampton Court hacia Chelsea Manor.

Fue un viaje algo pesado para todas ellas, principalmente porque solo estarían la reina junto a sus damas y sus dos caballeros juramentados.
El tema del sudor había sido muy peligroso.
No podían permitir que se le acercaran en su condición.
Así que adaptaron la propiedad con los recursos suficientes para que pudieran quedarse unos meses con la ayuda de personal limitado.
Estos solo ayudarían con el cuidado de los animales de la granja que tenía la propiedad.
Pero no podían permanecer dentro de la estancia y mucho menos cerca de la reina.
Y cuando llegaron a Chelsea Manor, pareciera que el mundo a color de Sergio había vuelto a él.
Había un dulce frescor en el aire.
Los pájaros cantaban y el sol se asomaba por las nubes.
Rápidamente se adaptaron al lugar, pero Sergio fue el que más se volcó a entretenerse con los lindos prados que había a su alrededor.
Era un espíritu libre atrapado en un rol que nunca había deseado.
Pero Lady Alice se había dado cuenta de lo distante que se había vuelto respecto al tema del embarazo.
Se negaba a hablar de eso con nadie, y pasaba sus días jugando cerca de un lago al que no le permitieron meterse.
Y así pasaron los días, hasta que finalmente habían hecho dos semanas en el lugar.
Desconectarse estaba bien, al menos de vez en cuando, pero no cuando estás al acecho de que su secreto sea descubierto.
Y quizá Sergio estaba rezando al cielo por una solución, que llegaría una calurosa mañana.
Era bastante temprano cuando el pecoso despertó y encontró a sus damas durmiendo alrededor suyo, como se había vuelto costumbre desde que llegaron a Chelsea Manor.
Salió sin hacer ruido, llevando puesta solo sus ropajes de dormir y una bata para cubrirse de la vista de los guardias.
Sus dos caballeros juramentados, Jo y Xavi, estaban bastante agotados por vigilar la habitación de su majestad que ni siquiera se percataron cuando salió.
Camino hacia el lago en donde no le habían permitido nadar.
Y es que tenía tantos deseos de hacerlo porque cuando era pequeño solía nadar en un lago cerca de la casa de su abuela.
Se metió al agua con aquel camisón blanco, disfrutando de la fresca corriente de agua y sonriendo al recordar su vida con su abuela.
Pero el galope de un caballo lo alertó de que no estaba solo.
Así que se apuró para salir del lago, pero cuando lo hizo se topó de frente con el invitado inesperado.
—No esperaba encontrarte tan pronto —Dijo Max mientras descendía de su caballo, pero se detuvo en seco cuando diviso su cuerpo húmedo frente a él —Disculpa.
El rubio le dio la espalda y Checo se fijo en la razón de esto.
El camisón mojado se había pegado a su cuerpo y la tela era tan transparente que no dejaba nada a la imaginación.
Una idea pecaminosa llegó a la mente del pecoso, pero rápidamente negó con la cabeza.
Comenzó a buscar aquella bata que había dejado cerca, pero todo parecía indicar que se la había llevado el viento.
Entonces Max se quitó la capa que llevaba puesta y se la puso en los hombros.
—¿Mejor? —Murmuró bastante cerca de su rostro.
Checo se sintió un tonto enamoradizo, y termino cerrando el espacio entre ambos, probando sus labios en un dulce beso.
El rubio no se resistió y lo tomo de la cintura para acercarse a él.
—Max, no te vuelvas a ir —Pidió el pecoso entre besos.
El duque tomo esto como una señal para continuar con lo que estaban haciendo.
Así que acarició las suaves piernas del pelinegro y este no parecía estar incómodo al respecto.
Hasta que Max tomó su mano y la coloco en su entrepierna, invitándolo a hacer lo mismo, pero este se negó.
—Así no —Dijo separándose de él —Es cruzar la línea.
—Esa línea ya la cruzamos —Le recordó —Vamos, bonito, de todas formas ya estás en cinta. No pasará nada.
Sergio negó con la cabeza, no podía mentirle a él
—Ya no lo estoy, lo perdí —Confeso —No le digas a nadie. Tu padre va a matarme.
Max se molestó ante la idea de Jos lastimando al pecoso, y rápidamente prometió guardar el secreto.
—¡¿Majestad?¡ —Lady Alice gritaba en su búsqueda y pronto entendieron que eso era una señal para separarse.
—Vamos, te llevaré conmigo —Max lo tomo de la cintura y lo ayudó a subir ese caballo.
No iba a cuestionar más sobre su situación.
Incluso eso sorprendió cuando le explicaron sobre el embarazo del pelinegro, entendiendo lo especial que era.
Pero también avivando sus deseos de estar con él.
Y su presencia en Chelsea Manor puede peculiar curiosidad para las damas de la reina.
Él les explicó que había llegado ahí por la cercanía a donde él se encontraba.
Le parecio una buena idea visitarlos durante el encierro.
Y esa excusa funcionó bastante bien.
Al menos de momento.

Pasaron dos días desde la llegada del duque, donde en diferentes ocasiones intercambiaba miradas con la reina y parecía que Lady Alice era la única persona que se daba cuenta de esto.
La tensión entre ambos era palpable, y el rubio provecho muchos momentos para robarle un beso.
Y todo parecía no ir más allá de eso.
Sin embargo, solo era cuestión de tiempo para que las cosas cambiaran.
Parecía una noche más donde todos dormían plácidamente en aquella propiedad.
Pero el sueño de la reina fue interrumpido cuando sintió una mano tocando su hombro, haciendo que abriera los ojos al instante.
Frente a él pudo divisar a la persona que había decidido irrumpir en su habitación para sacarlo de esta.
Max tomó su mano y lo ayudo a levantarse sin hacer ruido, llevándoselo por el pasillo hasta un estudio algo cercano.
—¿Qué pasa? —Pregunta el pecoso algo confundido.
—No puedo soportarlo —Afirma el rubio —Ya no más. Por favor, entrégate a mi.
En ese momento acortó el espacio que había entre ambos, juntando sus labios en un dulce encuentro que poco a poco se fue volviendo más atrevido.
El pelinegro recibió con gusto la lengua del duque en su boca, y se unió a él en el deseo se saborear sus labios.
Las manos de Max se posaron en su cintura, y poco a poco fueron descendiendo hasta sus nalgas.
Lo toca por encima de la delicada tela se sus ropajes que apenas cubren su cuerpo.
No tarda en arrinconarlo junto a un escritorio hasta hacerlo sentarse sobre este.
Abre sus piernas y una de sus manos se cuela en medio de estas, acariciando su coño con delicadeza.
Checo se cierra y lo empuja para alejarlo de él.
—No está bien, eso es demasiado —Afirmó mientras se tapaba el pecho con sus manos, podía sentir sus pezones duros de lo excitado que estaba al ser tocado por el duque —Y sé que lo sientes, yo también te deseo.
—Entonces se mio —Max lo interrumpe y se acerca de nuevo a él pero no para buscar sus labios, sino para juntar sus frentes con sus respiraciones entre mezclándose —Nadie tiene porque saberlo. Y podré poner un bebé en tu vientre, déjame ayudarte.
La idea de hacer eso ya había pasado por la mente del pecoso, pero era una acción tan pecaminosa como traicionera que temía a las consecuencias.
—Estaremos haciendo algo malo —Esto parece un recordatorio para si mismo, pero no puede evitar desearlo —Y si nos atrapan...
—No dejaré que eso pase, te lo prometo —Max no se rendiría, realmente estaba encaprichado con él —Pero si no lo quieres, respetaré tus deseos y me marcharé para siempre. Lo último que quiero es lastimarte.
Sergio lo mira con atención y luego suelta un pesado suspiro.
No sabes si se arrepentirá más adelante de lo que está a punto de hacer, pero sí lo hará si no lo hace.
Porque si lo deja ir otra vez, quizá sea probable que nunca vuelvan a encontrarse.
Y ese era el momento perfecto para querer presa del deseo.
Así que lo toma del cuello de sus ropajes y lo atrae hacia él, robándole un beso que lo hace sonreír.
—Solo está vez —Responde y puede ver cierta chispa en los ojos del rubio al escuchar esto —Y se que está mal, pero realmente necesito un bebé.
Sergio parece que con vestirse a sí mismo de que no hace eso por placer personal, sino como una forma de salvarse.
Aunque no puede ocultar el hecho de que lo desea demasiado.
—La ventaja es que tengo su sangre, así que no te sientas culpable —Y Max buscaba una forma de hacerlo sentir mejor al respecto.
Sabe que por cuestión moral esta situación se le dificulta un poco al pecoso, ya que es un acto de traición.
Así que intenta relajarlo para evitar que pase un mal rato.
—Solo hazlo rápido —Afirma el pelinegro cerrando los ojos.
Ambos habían experimentado de diferente manera está clase de encuentros, y Max no quería que lo viera como un simple acto de yacer con alguien.
Así que se agacha frente suyo, y abre sus piernas para observar de cerca aquello que tanto ha deseado.
Su respiración choca con la cálida piel del joven, el cual suspira al sentirse extraño en esa situación.
Y suelta un pequeño quejido cuando la resbalosa lengua del rubio se desliza por sus pliegues.
—¿Q-que haces? —Balbucea al hablar, nunca había experimentado algo así.
—Te ayudo a relajarte, no puedo hacerlo así nada más —Explica el duque mirándolo fijamente —¿Quieres que me detenga?
Checo niega con la cabeza.
—Solo apúrate, no quiero que nadie nos encuentre —Murmura sin siquiera mirarlo.
Cree que si mira al techo o cierra los ojos, todo pasará más rápido.
Estaba muy acostumbrado al maltrato de Jos, que se sentía extraño ante el actuar atento de su hijastro.
Max toma está respuesta como luz verde para continuar y se vuelve más atrevido con cada lamida.
Hunde su rostro entre las piernas del pecoso, quién intenta fingir que esto no tiene un efecto en él.
Usualmente veía estos encuentros como algo que le provocaba dolor y sufrimiento. Pero con Max era diferente.
Lo toma con fuerza de las piernas pero es cuidadoso al momento de tocarlo, de probarlo y entrar en él.
Su lengua es muy hábil y saborea cada parte del pecoso, arrancándole más de un suspiro y uno que otro gemido.
Poco a poco se ha vuelto más complicado poder resistirse al calor en su interior, no se supone que debería estarlo disfrutando.
Era un pecado, ¿No?
—Oh... —Suelta el pelinegro para después morderse la lengua.
El rubio se anima al escuchar esto, y comienza a comerle el coño con menos cuidado.
Un poco más desesperado, hambriento, deseoso.
Con sus dedos acaricia sus pliegues y siente lo húmedo y caliente que está.
No puede evitar meter uno de estos, y ver el placer en el rostro de aquel pecoso que ya ha fallado en controlarse.
Uno más dentro, y este gimotea en aquel escritorio. Pero esto no detiene al rubio cuya lengua provoca una ola de placer que lo hace desbordarse en el rostro del duque.
Max saborea cada gota de la excitación del pelinegro, y sonríe mientras se levanta del suelo.
Checo tiene los labios entre abiertos y su ojos llorosos. Su respiración es pesada y siente sus mejillas y cuello arder de lo sonrojado que está.
—¿Qué fue eso? —Pregunto casi en un susurro.
Nunca había sentido esa oleada de placer que azotó su cuerpo en un instante.
—El resultado de un buen trabajo —Bromeó el rubio —Y una vez relajado, puedo darte aquello que pondrá un bebé en tu vientre. Claro, si me dejas.
El pecoso todavía recuperaba el aliento cuando intento acomodarse sus ropajes, ya que se habían deslizado un poco por sus hombros al haberse movido en aquel escritorio.
—Hazlo —Afirma mirándolo a los ojos.
Entonces Max comienza a liberarse de aquellas prendas de ropa que asfixiaban su entrepierna.
Saca su miembro erecto y está vista hasta que Checo sienta ese calor tan familiar como extraño en su interior.
Puede ver lo duro que está, tan rosado con la punta colorada y aquellas venas que resaltaban lo necesitado que se encontraba.
Lo ve acercándose a él y presionandolo contra su entrada. Siente que no debería estar tan enfocado en verlo, pero no puede evitarlo.
—Dime si te estoy lastimando y me detendré —Señaló el rubio.
Esta diferencia de trato choca mucho en la mente del pecoso, porque no estaba acostumbrado a que se le tomara en cuenta.
Sin embargo, tampoco esperaba soltar un quejido cuando el duque comenzó a introducir su polla dentro de su coño.
Lo hacía lentamente, provocando que su vientre que contraiga al sentirse desesperado por tenerlo dentro.
No entendía porque se sentía tan diferente, tan bien.
Max lo toma de las piernas mientras se acomoda para comenzar a moverse, algo que el pecoso espera ansiosamente.
—¿Estás bien? —Pregunta el rubio y el pelinegro asiente.
Entonces el duque da su primera embestida, algo lenta pero bastante placentera.
El ritmo es constante y cuidadoso, y Checo gimotea al sentirse lleno de él.
Intenta controlarse porque siente que no merece disfrutar eso, recordándose una y otra vez que eso era pecado y traición.
Pero Max coloca su mano en uno de sus pechos, jalando la tela de sus ropajes hacia abajo para desnudarlo.
Con sus dedos presiona sobre uno de los pezones y esto hace que el pecoso suelte un fuerte gemido y sienta que no puede más con esa situación.
Esta tan caliente como nervioso, que siente que parte de esta excitación proviene de la idea de lo prohibido que es eso que están haciendo.
El mantener el silencio y la idea de ser descubiertos lleva a que el pelinegro se corra de nuevo con aquel miembro adentro.
Max sonríe ante esto, incluso a él se le ha dificultado seguir adelante con la tarea.
—Esto no está bien —Dice de nuevo el pecoso.
El rubio puede ver la culpa en su rostro, así que se decide por una solución rápida.
—Si quieres puedes no ver, entonces no te sentirás culpable —Afirmó.
Checo asiente y el duque sale de él con cuidado, notando lo mojado que estaba.
—¿Cómo me pongo? —Pregunta el pecoso levantándose del escritorio —¿O solo debería cerrar los ojos?
Max niega con la cabeza y lo hace darse la vuelta.
—Apoyate en el mueble, yo me encargaré de todo —Dice mientras le levanta aquella bata para dejar expuesto su trasero desnudo.
El pelinegro cierra los ojos como si eso pudiera ayudar que la situación fuera menos excitante.
Entonces abre las piernas y lo siente colocándose en su entrada, accediendo libremente en su suave coño.
Sus fuertes manos se posan en su cintura y está vez no tarda demasiado en empezar a embestirlo.
Checo suspira pesadamente con cada estocada y lucha para contenerse, pero el rubio se pega a su espalda para que una de sus manos juegue con sus pechos y comienza a gemir en su oído.
—Nunca había probado un coño tan rico como el tuyo —Susurra en su oído, algo que lo asombra —Tan suave, delicioso. Y sé que te gusta mi polla, no dejabas de verla... —El pecoso suelta un gemido al sentirse tan caliente por lo que está escuchando —Te gusta tenerme dentro, dilo. Di mi nombre.
El pelinegro no entiende como estás simples palabras ponían a temblar sus piernas y sus mejillas ardían de lo coloradas que estaban.
Sentía como su trasero rebotaba contra el abdomen del duque, y las bolas de este chocaban con su entrada en cada embestida.
Sus grandes manos tocaban sus nalgas o pellizcaban sus pechos, haciendo que su cabeza perdiera el control.
No puede evitarlo más, y termina levantado su pierna para apoyarla sobre el escritorio, abriéndose más para que el rubio haga de él lo que quiera.
—Max... —Gime su nombre mientras el rubio lo embiste —Me estás arruinando...
El rubio sonríe cuando escucha esto y lo hace voltear a verlo.
—Eres mío, yo te vi primero —Afirmó antes de juntar sus labios en un candente encuentro.
No dejaba de mover sus caderas mientras su lengua invadía la boca del pecoso y saboreaba cada parte de él.
Ya no había control alguno sobre el placer, dejaba escapar diversos gemidos mientras que el duque lo llenaba con su miembro una y otra vez.
El escritorio crujía y sus ropajes estaban hechos un desastre. No podía controlarlo.
Max continuo golpeando su interior mientras le repetía una y otra vez que era suyo.
—Dejemos al heredero al trono en tu vientre —Dijo el rubio antes de presionarse contra su cuerpo y soltar un gruñido que solo provocó que el pecoso volviera a derretirse junto a él.
Cierra sus piernas al momento que sintió como era llenado por aquel líquido caliente del duque.
Uno que salió de él y lo hizo girarse para comenzar a besarlo sin vergüenza alguna.
Se adueña de su boca mientras sus manos lo sostienen de la cintura como si pensara que en cualquier momento se le podría escapar.
—Me encantas —Susurra el rubio en sus labios y luego deja una serie de besos desde su mentón hasta sus pechos.
—Max... —Responde Sergio en el mismo tono —No podemos seguir así, alguien pudo habernos escuchado.
El rubio se separa de él y asiente sabiendo que ya era bastante tarde.
—Déjame ayudarte a limpiarte y te llevaré a tu habitación —Propuso pero el pecoso se negó.
—Será mejor que cada uno vuelva por sí solo, así nadie podrá ligar nada —Afirmó —Ve primero, yo iré después.
Max asintió y termino de vestirse, intentó ayudar al pelinegro pero este se negó para que no perdiera más tiempo.
—Te prometo que de mi boca no sale nada de esto —Dijo el rubio antes de darle un beso y marcharse.
Checo sonrió bastante complacido por haber saciado su deseo a la vez que encontraba una solución para su problema.
Así que termino de vestirse para poder ir a su habitación, cuando la puerta del estudio volvió a abrirse.
—¿Olvidaste algo? —Pregunto Sergio volteando a verlo.
Pero no era Max quien estaba frente a él.

Nota: feliz sábado, y feliz doble celebración de cumpleaños gloriagisell❤️
Chapter 9: LA AMANTE DEL REY
Chapter Text
Después de su matrimonio con Hades, hubo un joven que captó la atención de la diosa de la primavera.
Uno cuya belleza causó una disputa entre dos diosas.
Adonis era muy bello, y Perséfone se enamoró de él aunque tuviera que compartir su amor con Afrodita.
Pero Sergio no era quien tenía que compartir el amor de Max, sino al revés. Incluso aunque no existiera un cariño hacia el rey.
Sabian que debian tener cuidado si no querían tener el mismo final.

Había despertado por simple casualidad.
Busco a la reina cuando no la vio en su cama y al poco tiempo se percató de lo que estaba ocurriendo en una de las habitaciones de aquel lugar.
—Alice —Murmuró el pelinegro cuando la vio.
Se quedó estático en su sitio, era bastante obvio lo que había ocurrido.
Incluso sus ropajes estaban desalineados, y su calor corporal lo delataba con solo verle.
—Acabo de ver salir al duque de esta habitación —Comenzó la pelirroja acercándose lentamente a él —No quería creerlo hasta verlo con mis propios ojos.
Los ojos del pecoso se llenaron de lágrimas al ver la decepción en su rostro. Lady Alice le había hecho saber lo que paso con la reina anterior y aun así cometió el mismo error.
Solo que esta vez era peor, pues se trataba del hijo del rey.
Y Checo sabía que no recibiría aplausos y felicitaciones por sus acciones, pero estaba desesperado.
—Por favor, Alice, no le digas a nadie —Suplicó con una voz temblorosa e intentando tomar su mano, pero él mismo se detiene a hacerlo por miedo —Necesito un bebé o me matara.
—Usted no entiende que con esto nos pone en peligro a todas —Señaló Lady Alice —Nos decapitaran a ambas. Usted por la acción, nosotras por permitirlo.
Sergio no puede sostener las lágrimas en tal situación. Nunca había sido su intención exponer a sus damas a ese trágico destino.
Pero debía apostar el todo por el todo, y ya no podía echarse para atrás.
Ya estaba hecho.
Y tenía motivos para actuar así. No solo había perdido el embarazo, sino que su esposo tenía una amante que fácilmente podría reemplazarlo.
Lo estaba perdiendo todo, y no lo iba a permitir.
—Ella se acuesta con él —Reveló confundiendo a su dama —Doriane es la amante del rey.
Lady alice se sorprendió al escuchar esto. No podía creer el descaro de la joven al haber traicionado no solo la confianza de la reina, sino también el amor de su primo.
—Majestad... —Comenzó pero no pudo continuar al verse interrumpida.
—¿No lo entiendes? Doriane quiere ser la reina, y la única forma de conseguirlo es hacerme a un lado en el corazón del rey... o en su cama —Afirmó el pecoso sentándose en un banco cercano —Yo necesito tener un hijo, así los dos me dejaran en paz.
La pelirroja comprendió que había sido una decisión tomada en medio de la desesperación al verse tan vulnerable. No significaba que apoyaba esta elección, pero lo entendía.
—Le dije que no confiara en ella —Afirmó sentándose a su lado para tomar su mano —Puedo ver la ambición en sus ojos. Si ahora es su amante, se esforzará mucho para quitarle el afecto del rey y así sacarla de su camino.
—¿Ahora lo entiendes? —Preguntó el pelinegro un poco más calmado.
—Lo comprendo, mujeres asi no tienen límites —Señaló para luego suspirar pesadamente —Pero, ¿Max Fitzroy? ¿El hijo del rey? De tantos hombres, ¿Por qué él?
Sergio desvía la mirada con vergüenza.
—Me trata bien —Confiesa —Desde la primera vez fue el único que se interesó en cómo me sentía.
La mujer pronto se dio cuenta de que había algo más oculto en aquellas palabras. Y podía verlo en su rostro cuando hablaba sobre él.
—¿Estas enamorado del duque? —En ese momento el pecoso levanta la vista pero rápidamente la aparta —Que Dios nos ayude, ¿Y que hay de él?
—No lo sé, creo que solo siente deseo por mi —Afirmo algo entristecido al decir esto.
Claro que Max había mostrado cierto interés en él, pero no sabía si se trataba de algo romántico o meramente pasional.
Le gustaría creer lo primero, pero aquel encuentro parecía estar más guiado por el deseo carnal que sentía hacia él. En un intento de poseer aquello que se creía arrebatado.
Alice comprendió lo incomodo que resultaba ese tema y decidió que sería mejor cerrarlo.
—Vamos, regrese a la habitación antes de que alguien mas se de cuenta —Dijo ayudándolo a levantarse de aquel banco —No hablaremos más de esto, se lo prometo.
Con estas palabras el rostro del pelinegro se iluminó. La mujer comprendió su situación y decidió ponerse de su lado.
Arreglaron los ropajes del joven y regresaron a la habitación.
Nadie debía saber lo que ocurrió esa noche, o más de una cabeza terminaría en una estaca.

A la mañana siguiente, en el Palacio de Hampton Court las cosas se movian rapidamente.
Lady Doriane se encontraba desayunando junto a su madre cuando el duque de Norfolk irrumpió en la habitación.
—Padre —Dijo la joven visiblemente sorprendida.
—¿Qué te trae por aquí tan temprano? —Preguntó Lady Susie —Creí que tenías una reunión con el consejo.
Debido a la campaña del rey inglés contra francia, había de dejar un regente a cargo del gobierno en su ausencia y ese lugar fue ocupado orgullosamente por Torger.
Su esposa e hija disfrutaban de los beneficios dentro de la corte, casi como si fueran la mismísima familia real.
Sin embargo, esa mañana un horrible rumor comenzó a correr por los pasillos.
—¿Eres idiota? —Preguntó el hombre viendo fijamente a su hija —Te hice una pregunta, ¡Responde!
El duque alza la voz tan fuerte que hace temblar a las mujeres y sirvientes ahí presentes.
—¿Por que le hablas así a tu hija? —A Lady Susie no le gustaba cuando su esposo se mostraba con su carácter fuerte, y le avergonzaba que actuara así frente a los sirvientes —Retirense.
Los sirvientes no tardaron en salir de aquella habitación y pronto Torger dio un golpe en la mesa.
—¡¿En qué pensabas?! —Preguntó furioso —No, no, tú no piensas. Solo actuas en medio de tu estupidez e impulsividad.
Lady Doriane se mantenía callada y con los ojos llorosos. Sabía bien de que hablaba.
—¿Puedes parar un momento y explicar por qué actúas así? —Su madre intervino visiblemente preocupada —Ya hemos tenido muchas intrigas en esta familia.
La joven miró a su padre implorando que no le dijera nada, pero era en vano.
—Sergio se casó con el rey, se convirtió en la reina Sophie y ahora está en cinta —Comenzó Norfolk intentando controlarse —Posiblemente dé a luz al heredero al trono, ¡¿Y tu decides meterte en la cama del rey?! ¡¿Después de todo lo que nos costó el juego de Sophie?!
Lady Susie volteo a ver a su hija con incredulidad, no podía creerla capaz de algo así.
—Es una mentira, ¿Verdad? —Preguntó la mujer tomando de la mano a su hija —Dime que es mentira. Dime que no hiciste eso.
Doriane sentía una mezcla de emociones respecto al tema.
Estaba avergonzada por cómo sus padres descubrieron el asunto, y también por su reacción a esto. Pero también estaba molesta con ellos.
—¿Cómo se supone que debo pararme frente al consejo y ver a la cara a esos hombres sabiendo que mi hija es la zorra del rey? —Soltó Torger para después llevar sus manos a la cabeza —Idiota, lo arruinaste todo.
La rubia estaba harta de la situación, y no guardaría más silencio.
Se levanta de su asiento y con la cabeza en alto mira a su padre directo a los ojos.
—Yo debí ser reina —Dijo como si fuera un hecho —Yo debí casarme con el rey y no él. Su majestad me prefiere a mí que al frígido Sergio. ¿Qué hay de malo con proclamar lo que es mio?
En ese momento el duque le da una bofetada que la regresa a su lugar, sentándose en aquella silla de la que se sostiene para no caer al suelo.
—Nunca ibas a ser reina. Su majestad se habria desposado contigo desde hace meses si él lo hubiera querido, pero no fue así —Respondió Norfolk —Ahora eres la amante del rey y eso no nos sirve para nada.
Susie se levanta de su asiento y los mira ambos con un atisbo de desprecio.
—Primero Sergio siendo transformado en Sophie, y ahora tú con tus deseos de convertirte en reina —Señaló la duquesa visiblemente molesta y cansada —No estarán contentos hasta que todas nuestras cabezas sean colgadas para que la corte nos vea desde abajo.
La duquesa deja la habitación tan llena de vergüenza como remordimiento por no haber hecho más por su sobrino. Lamentaba la situación en la que la familia se encontraba, principalmente por el pobre Sergio y la forma en cómo su hija lo puso en riesgo.
Decidió ir a rezar para que el rey no mirara a su hija más allá de una simple amante.
Y en aquella habitación todo era un caos.
—Ahora entiendo porque Sergio te echo de su séquito —Comenzó Torger un poco más tranquilo —¿Cómo se enteró?
Doriane lo mira con los ojos llorosos para después desviar la vista.
—Nos encontró en su habitación —Confesó casi en un murmuro.
Norfolk suspira pesadamente, no puede creer lo estúpida que es su hija al exhibirse de esa manera.
—Le escribirás a Sergio —Sus palabras llamaron la atención de su hija —Le imploraras su perdón, y le afirmaras tus deseos de limar asperezas.
—¿Por qué? Ya esta hecho, ademas, tengo el afecto del rey —Señaló la joven bastante indignada ante la idea —No voy a pedirle perdón a ese idiota.
—Callate y cuida tus palabras —Torger alzó la voz imponiendo su autoridad sobre ella —El afecto de su majestad no te pertenece. De ser así, él no hubiera permitido que Sergio te echará. Por el contrario, apoyó su decisión.
—Lo hizo para que se calmara, hizo todo un escándalo la noche anterior —Respondió con cierto desprecio —Mira, me ha dado este collar como regalo.
La rubia señala un collar de perlas que llevaba puesto y su padre se ríe en su cara.
—Te trata como una amante, es todo —Y rápidamente la bajo de su nube —Él le dio la razón porque le importa. Y eso es algo que solo Sophie puede lograr. Así que discúlpate antes de que te vaya peor y nos arrastres a todos contigo.
Torger camino hacia la puerta dejando a su hija sola en aquella habitación.
Lady Doriane estaba muy molesta y, aunque no le gustara, terminó escribiendo una larga carta disculpándose con la reina por su actuar imprudente y desconsiderado.

Por otro lado, en Chelsea Manor las cosas avanzaron lentamente.
La reina y el duque almorzaron solos mientras las damas lo hacían a la distancia, pero solo Lady Alice parecía notar el intercambio de miradas entre ambos.
O quizá no solo ella.
—Este lugar es muy bello —Comenzó Max mientras paseaba junto a la reina en el jardín del lugar —Está lo suficientemente lejos de la corte como para poder tener un secreto.
—No lo digas así, alguien podría pensar mal —Dijo Sergio mientras volteaba a ver a sus damas, quienes estaban unos pasos detrás de ellos —Me gusta aqui, me recuerda a casa.
El rubio sonríe ante esto y toma su mano cuando el pecoso se tropieza con una roca.
—Con cuidado —Dice el duque con una voz suave que sonroja al más joven —Si quieres puedo llevarle una carta a tu abuela. Sé que estará feliz de saber de ti.
Sergio sonríe y asiente mientras continúan caminando.
Y alguien presta mucha atención a todo esto.
El día pasa rápido y resulta mucho más agradable con la presencia del rubio.
Las damas se entretienen bordando mientras Sergio y Max platican toda la noche, como si se conocieran de toda la vida.
Cada uno termina yendo a sus respectivas habitaciones, y antes de dormir el pecoso propone hacer un dia de campo antes de que el duque se marche.
Pero las malas mañas parecen pegarse.
El pelinegro se desperto en medio de la noche y, sin hacer ruido, observo como sus damas dormian alrededor de su cama.
Se levanta con cuidado y toma su bata para cubrirse del frío.
Sus dos guardias habían decidido ir por algo de comer, y después uno haría un recorrido alrededor de la propiedad para asegurar que todo estaba bien.
Sergio camina hacia la habitación de Max y abre sin aviso alguno.
Lo ve durmiendo en su cama y toca su hombro suavemente hasta despertarlo. Cuando lo hace, se muestra confundido.
—¿Sergio? ¿Qué haces aquí? —Pregunta mientras se sienta en la cama.
La respuesta ya la sabe.
—Solo quiero asegurarme de hacer bien la tarea —Responde el pecoso para después deshacerse de sus ropajes frente él.
Max se deleita con la vista de aquel cuerpo desnudo frente suyo y siente la necesidad de saciar su hambre de él.
Sergio sonríe cuando el duque hace un lado la sábana y lo invita a unirse a su lado.
No es consciente de que alguien lo ha estado siguiendo y está observando.

Nota: nos leemos el otro sábado xd
Chapter 10: LEALTAD
Chapter Text
Cuando Perséfone fue raptada, no solo su madre busco por ella.
Las ninfas recorrieron toda la tierra en busca de alguna pista de su paradero.
Sergio podía sentirse solo en ese mundo, en esa fría corte.
Pero tenía a sus ninfas, sus damas, quienes venían por él.
Y ellas no lo traicionarían, ¿Verdad?

TW ESTE CAPÍTULO TIENE CONTENIDO ADULTO.
Sergio se acercó al duque y este dio una pequeña palmada en su pierna para invitarlo a sentarse.
—¿Así que quieres asegurar al heredero en tu vientre? —Pregunta con cierta mofa —Puedo darte mi esperma las veces saque sean necesarias para que eso pase.
El pecoso se coloca encima suyo y acorta el espacio que hay entre ambos para robarle un beso.
Max sonríe ante esto y sus manos se posan sobre las suaves piernas del pecoso, acariciandolas de arriba a abajo y devorandolo con la mirada.
—No puedo alejarme de ti —Murmura el pecoso para después robarle otro beso —Te deseo tanto, y sé que no está bien. Aún así no puedo evitarlo.
—Y yo no te puedo dejar ir —Respondió el rubio en el mismo tono mientras lo tomaba de la cintura —Te quiero llevar conmigo, lejos de la corte, de todos.
El pelinegro sonríe ante la idea de estar lejos de ese lugar que solo le ha traído desgracias.
Sin embargo, sabe que es una simple fantasía en la cual no debe caer.
—Al menos tómame esta noche, como la primera vez —Susurró para después volver a besarlo.
Esta vez es más atrevido, demandante.
Sus lenguas bailan entre ellas mientras sus fuertes manos lo atraen hacia su cuerpo y un gemido escapa de sus labios cuando siente su hombría bajo suyo.
Max lleva su mano a la entrepierna del joven y acaricia su coño sin mucha vergüenza.
—Estas tan mojado, ¿Llevas toda la noche pensando en mi? —Pregunta sin dejar de tocarlo y el pecoso no es capaz de formular una respuesta ante sus actos —Estas tan hambriento de mi polla que viniste a buscarme en medio de la noche. Eres demasiado travieso, mi amor.
Checo lo mira fijamente cuando lo escucha llamarlo de esa manera.
Le gusta mucho que se refiera a él de esa forma y no puede evitar sonrojarse al respecto.
—Maxie, hazme el amor otra vez —Le pide con esos ojos cafés con un tinte verdoso que parece tenerlo hipnotizado.
El rubio asiente y libera su miembro de sus ropajes para ayudarlo a posicionarse sobre él.
Sergio levanta las caderas y deja que su amante se acomode en su entrada hasta baja sobre él, con ese pedazo de carne deslizándose dentro de su suave coño.
Se sostiene de sus hombros con fuerza y ahoga un gemido que lo deja con las piernas temblando.
Es la primera vez que lo hace de esa manera y le resulta extraño que sea él quien marque el ritmo.
Pero Max no lo deja solo en la tarea y pone sus manos en su cintura para ayudarlo a moverse.
—Mi hermoso Sergio... —Murmura el duque cuando lo ve esforzándose por llevar un ritmo constante cuando lo está montando —Toma lo que es tuyo, bonito.
—Uhm... Maxie... —Dice el pecoso en el mismo todo —Me arruinaste por completo.
El pelinegro no es capaz de retener sus propios gemidos, realmente disfruta de estar montando aquel hombre que siempre lo miraba con deseo.
—Mira como montas está polla —Suelta el rubio mientras sus manos recorren sus carnosas piernas hasta llegar a sus nalgas —Rebotando en mi carne como si no fueras una reina perfecta.
A Sergio le causa gracia su comentario, le parecía estúpido pero entendía su juego.
—Soy tu reina, tienes que complacerme —Respondió en el mismo tono juguetón.
Max sonríe y le da una nalgada que lo hace dar un pequeño brinco.
—Sere un leal sirviente, majestad —Comenzo tomándolo de la cintura para que se detuvieran, algo que lo tomo por sorpresa —¿Y como quiere que complazca a la reina? ¿Llenándolo con mi polla todos los días?
Entonces el duque logra voltear la situación en un movimiento rápido pero cuidadoso.
Ahora el joven estaba debajo suyo y no tardo en intrudir su miembro en su coño.
—M-max... —Balbucea un poco el pecoso cuando el mayor lo toma de las piernas como si quisiera abrirlo para él —No olvides correrte dentro...
El rubio vuelve a sonreír antes de que sus embestidas se vuelvan más bruscas y poco discretas.
Gime sin vergüenza con cada estacada, y el pocoso no es capaz de controlarse.
Verlo tan posesivo lo excitaba demasiado.
Golpea el interior del joven como si su vida dependiera de ello, le gusta la idea de llenar su vientre con su esperma.
—Un hijo no será suficiente, te haré veinte —Murmura para después agacharse y robarle un beso.
Checo baja su mano hasta su coño y comienza a tocarse al sentirse desesperado.
Nunca lo había hecho pero recordaba lo bien que se sintió cuando Max lo toco la noche anterior, y definitivamente no fue mala idea.
La doble estimulación llevo a que el pelinegro no dejará de gemir sin poder controlar su tono.
—Maxie, por favor —Suplicó el pecoso con los ojos llorosos —Ya no lo soporto más.
Sabe que ha estado reteniendo su orgasmo durante mucho tiempo, pero disfrutaba tanto hacerle el amor que hacía lo posible por durar más tiempo.
Sin embargo, Checo había sido muy atrevido esa noche y eso fue algo que él no dejo pasar.
El pelinegro se corre entre sus piernas mientras deja caer el peso de su cuerpo en la cama, y Max no deja de follarlo.
Sabe que lo quiere, que lo necesita.
Así que termina corriendose dentro del joven, soltando cada gota de su esperma en su interior para volver a asegurar el heredero.
Lo observa completamente sudado y agitado, con su vientre contrayendose por todo el esfuerzo.
Sale de él y lo envuelve en un abrazo, dándole una serie de besos en el cuello y la mejilla.
—Soy tuyo, mi amor —Murmuró el duque a su oído.
Le gustaba pensar que se pertenecían el uno al otro, y no dejaría de repetirselo en toda la noche.

Pero algo más había ocurrido durante ese lapso de tiempo.
Desde que Sergio despertó y decidió escapar de su habitación para ir a la del duque, tuvo una sombra pegado a él.
Lady Hannah McMillan había estado sospechando de la cercanía de la nueva reina con el único hijo del rey.
Los toqueteos innecesarios y las miradas cómplices fueron el inicio de una teoría que poco a poco se tejía en la mente de la joven.
Pero todo termino de confirmarse cuando esa noche fingió quedarse dormida al notar lo impaciente que parecía su majestad al respecto.
Apenas el pecoso se levanta para alejarse de ella, Lady Hannah lo sigue sin hacer algún ruido y lo ve entrar a la habitación del duque.
Se acerca a la puerta y la abre ligeramente para poder observar lo que sucede ahí dentro.
“No puedo alejarme de ti”
“Tomame está noche como la última vez”
“Hazme el amor otra vez”
Escuchar a la reina confesando indirectamente sus pecados no era algo que esperaba encontrar esa noche.
Y tampoco verla desnuda sobre él.
Lady Hannah se aparta de la puerta y comienza a caminar de nuevo hacia la habitación de la reina.
Pero al girar en la esquina de un pasillo casi grita de la sorpresa que se llegó al toparse de frente con Lady Abigail.
—Dios, me asustaste —Afirma Hannah con una sonrisa nerviosa —¿Qué haces despierta a esta hora?
La joven la toma del brazo para acercarse más a ella.
—Ambas sabemos porque —Señaló —Me percate cuando la reina se marchó y te vi seguirla. Ella lo está haciendo con él, ¿Verdad?
Su pregunta la toma por sorpresa pero decide fingir que no sabe nada.
—¿Qué? Ya estás muy agotada Abi, debemos ir a dormir —La toma de la mano para llevarla de nuevo a su habitación pero al llegar los guardias parecen haberse vuelto locos.
—La reina no había salido de la habitación —Dice Xavi visiblemente preocupado.
—Nos habláramos percatado de eso —Señaló Jo con el mismo estado de alerta.
—No es necesario que la busquen, yo sé que ella... —Lady Alice buscaba calmarlos hasta que vio a las dos dama llegar —Mierda...
Todo se le estaba saliendo de las manos.
—¿Y la reina? —Pregunta Xavi notando que habían regresado solas.
La pelirroja les había mentido respecto a la ubicación de su majestad.
Les aseguro que esta estaba con sus damas faltantes, algo de lo que tampoco estaba segura.
Pero esto no sirvió de nada cuando las vieron regresar solas.
—La reina está con el duque —Solto Lady Abigail rompiendo en llanto —Y nos cortaran la cabeza a todos.
—Cierra la boca —Dijo Lady Hannah bastante molesta por la imprudencia de la joven.
—Eso es imposible, el duque Max FitzRoy es leal a su majestad el rey —Señaló Xavi incrédulo ante la confesión —Él nunca haría eso, es un hombre de honor.
—Y la reina no yaceria con otro hombre, ella comprende bien lo que es la traición —Aportó Jo bastante seguro de sus palabras.
—Nosotras la vimos entrar a su habitación —Insistió Lady Abigail —Si vamos ahora todavía los podemos encontrar.
En ese momento Lady Alice le dio una bofetada que la hizo callar.
—Silencio a todos —Comenzó la pelirroja y suspiró pesadamente antes de continuar —Ustedes están aquí porque juraron proteger a su majestad la reina. No para exponerla en un momento de intimidad.
Estas últimas palabras fueron suficiente para hacerles entender que no era ninguna mentira.
—Entonces... —Xavi no pudo continuar porque sería interrumpido por la dama de mayor experiencia.
—Tienen que guardar silencio sobre esto o sus cabezas de verdad terminarán en una pica —Advirtió tensando a todos —Si ustedes no son leales a su majestad, nadie lo será.
—Pero ella nos pone en riesgo con sus acciones —Esta vez fue Lady Hannah quien levantó la voz —No es justo para nosotros. A ella no le importamos.
Todos parecían estar de acuerdo con lo que dijo, pero Alice era muy buena con las palabras.
—¿Y quién les creerá si dicen eso? —Preguntó notando como ninguno parece arrendar la respuesta —El rey preferirá decapitarlos a todos ustedes antes que a ella. Demuestren que ganaron su lugar y serán recompensados. Porque si deciden ser tus enemigos, me aseguraré de que paguen por ello.
Esto pareció dejarlos callados a todos.
Y la pelirroja finalmente les indica que vayan a dormir, porque no podrán cambiar nada de lo que ha sucedido.
Si bien la mayoría empatizaba con la reina, también pensaban en su propia seguridad.
Pero quién estaba segura de que no se dejaría intimidar, esa era Lady Hannah.

Al día siguiente las tensiones continuaron durante el almuerzo.
Ya resultaba obvio para todos lo que ocurría entre la reina y el duque.
La forma en como este lo veía y tocaba denotaba no solo familiaridad, sino también complicidad.
Habían decidido que el rubio haría demostración de sus habilidades con el caballo.
Esto fascinó al pecoso, que parecía cada vez más entregado a esta relación extramatrimonial.
La demostración fue aprovechada con una distracción por una de sus damas para intentar escapar de esa lectura.
Lady Hannah McMillan no podía esperar a regresar a la corte y darle las noticias al conder Horner.
Había un compartimiento secreto donde ella podía ocultar una carta que sería tomada por uno de los granjeros que cuidaban la propiedad.
Estos se encontraba en las mismas caballerizas cerca de donde estaban todos.
Sin embargo, cuando Lady intentó llegar hasta donde se encontraba este compartimiento falso en el suelo, una de las correrás de un caballo se enredó en su zapato y este termino siendo asustado por la intrusa.
No hubo tiempo ni para meter las manos, y cuando se dio cuenta estaba siendo arrastrada por ese caballo en el campo abierto.
Max es alertado de esto por la reían, y es él quien corre a auxiliar a la joven montando su caballo.
Logra detenerlo y liberarla, aunque ya se había lastimado el rostro y las manos.
Rápidamente la llevan a la propiedad y el pecoso busca algunas hiervas para poder aliviar su dolor.
La joven llora por sus heridas que parecían ser superficiales, pero es la reina quien más se empeña en atenderle.
—Tranquila, por favor, no llores —Murmura el pecoso con una calidez que la deja sin palabras.
Pero es quizá esto algo que pueda cambiar el rumbo de lo que sería el destino de ambos en medio de esas intrigas palaciegas.
Solo sería cuestión de tiempo para averiguarlo.

Nota: disculpen la tardanza y si hay algún error. Lo escribí medio dormida xd
Chapter 11: OBEDIENCIA
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Perséfone comió semillas de granada, y con esa simple acción quedó atada para siempre al inframundo.
Con su familia traicionadolo y dándole la espalda, no había algo que atara a Sergio a ese infierno.
Pero Max parecía ser como esas semillas de granada, el fruto prohibido que probó y lo terminó de atar para siempre a él.
Sin embargo, ¿Podría este amor prevalecer incluso con la separación constante que tendría que enfrentar?
¿Acaso este amor prohibido daría sus frutos a un futuro prometedor?
No lo sabían, de momento solo tenían sus cabezas todavía pegadas a sus cuellos.

Un par de días después.
Lady Hannah observaba a los pájaros cantar a través de su ventana.
Todavía recordaba el cielo azul que veía cada mañana cuando paseaba con su padre.
Cuando ella quedó huérfana de niña, el conde Horner se encargó de velar por su futuro.
Su familia estaba bien posicionada, pero con la muerte de sus madres ella solo pudo acudir a un familiar lejano.
Y claro que Christian estaba interesado en cuidar de ella, principalmente por la enorme herencia que había obtenido.
Se volvió su tutor legal, pero siempre manejo todo con discreción.
No buscaba que ella destacará para llamar la atención de algún noble, pues deseaba casarla con su hijo en dado caso el rey no tuviera alguna princesa por la cual apostar.
Siempre debía ser obediente, y creció sintiéndose en dedua con él.
Realmente no le importaba mucho traicionar a la reina siempre que el conde la tratara bien.
Pero Liam complicaba mucho las cosas, y no le gustaba estar cerca de él.
Lamentablemente no había podido acceder a su herencia, pues el conde Horner era muy astuto y retenía su poder sobre ella a base de manipulación emocional.
Él era como un padre para ella, y eso lo ayudo a tener ventaja.
—Hannah, ¿Estás despierta? —La voz de la reina la saca de sus pensamientos y la puerta abriéndose solo le da el tiempo suficiente para sentarse en la cama.
—Majestad —Dice la joven algo apenada por no poder levantarse.
—No te esfuerces, solo traje un té de hiervas que te ayudará a sentirte mejor —Respondió el pecoso sentándose a su lado.
Era bastante temprano por la mañana, así que apenas llevaba una bata capa que cubría su cuerpo del frío.
Lady Hannah se avergüenza un poco al recibir tanta atención por parte de la reina.
—No es necesario, majestad —Afirmó la joven pero Sergio insistió hasta que la hizo tomar la taza —Le agradezco.
—Mi abuela solía prepararme este té cuando me sentía mal, me ayudaba a relajarme —Comenzó el pecoso mientras la veía beber un sorbo —Pero creo que no nos has contado una cosa, ¿Qué hacías en las caballerizas?
La joven se queda en silencio un momento y vuelve a beber del té mientras su cerebro trabaja tan rápido como puede para encontrar una excusa.
—Solo quería acariciar al animal —Explicó intentando sonar lo más tranquila posible —Pero no supe cómo acercarme y lo asusté.
Checo asiente, parece una excusa creíble y no quiere pensar nada extraño de su joven dama.
Quiere confiar en ella.
—Debes tener más cuidado, pudiste haber muerto a causa de tu curiosidad —Respondió tomando su mano con delicadeza —Tengo que irme, debo despedir al duque.
Sergio no pudo ocultar su tristeza al decir esto, pero era una realidad que debía afrontar.
Se levantó de la cama dispuesto a marcharse, pero Hannah tenía algo más que decir.
—Lamento no poder acompañarla a despedir al duque, sé que lo aprecia mucho —Soltó.
Esto hizo que el pecoso se girara para verla algo nervioso, pero luego sonrió intentando controlarse.
—No te preocupes, le daré tus buenos deseos —Afirmó antes de marcharse.
Camino a paso acelerado hasta su habitación, no le había gustado para nada lo dicho por la joven.
“Sé que lo aprecia mucho” no dejaba de repetir esa frase en su cabeza.
¿Realmente sabía algo o solo estaba jugando con su mente?
Estaba a punto de llegar a su habitación cuando decidió desviar su camino.
Ni siquiera se molestó en tocar la puerta, simplemente se metió.
—¿Qué pasa? —Preguntó Max cuando lo vio entrar —¿Estás bien?
El rubio se acercó rápidamente a él y tomo sus manos con las suyas, dándole un beso para intentar calmarlo.
—Ella sabe... —Susurró el pecoso.
No le gustó su tono de voz tembloroso y el miedo en sus ojos.
Esa simple frase implicaba demasiado.
—¿Quién sabe? —Preguntó sumamente preocupado —Dime, Sergio, ¿Quién sabe?
Ambos sabían lo peligroso que sería si su aventura se hacía de conocimiento público.
Pero a Max le preocupaba mucho que Sergio estuviera en peligro por culpa de ese deseo ferviente que sentía por él.
Porque no le importaba morir a manos de su padre, aunque todos lo creían incapaz de eso, pero no soportaba la idea de perder a aquel joven de ojos cafés con tintes verdosos que le había robado el corazón.
No lo podía permitir.
—Hannah, creo que sabe algo o al menos lo sospecha —Confesó el pecoso algo nervioso, pero el rubio termino abrazandolo para consolarlo.
—Tranquilo, ¿Por qué piensas eso? ¿Acaso te dijo algo? —Tenía que tener toda la información completa antes de reaccionar.
—Dijo que yo te apreciaba mucho, pero la forma en que lo mencionó fue extraña —Explicó —Como si quisiera que yo supiera algo.
Max lo mantuvo pegado a su cuerpo, dejando que recostara su cabeza en su pecho y acariciaba sus oscuros cabellos para intentar calmarlo.
—Respira, bonito, no dejes que el miedo te gane —Murmuró —Nadie puede tocarte. Entiendelo, ellos te sirven a ti, no al revés. No te permitas perder el control.
Sergio asintió y se separó un poco de él para verlo fijamente a los ojos.
—¿Y que hago ahora? —Pregunto en el mismo tono.
En ese momento el rubio le dio un corto beso en los labios y junto su frente con la suya.
—Actua con normalidad, de lo contrario estarás delatandote —Señaló mientras cerraba los ojos y lo escuchaba respirar profundamente —Ella no es nadie. No tiene pruebas ni testigos. Su palabra no vale nada.
Checo asintió separándose de él.
—Esta bien, intentaré actuar mejor —Respondió el pecoso un poco más calmado —Será muy difícil estar lejos de ti.
—Lo harás bien, eres muy listo y capaz —Murmuro acercándose a él.
En ese momento Max lo tomo de nuevo por la cintura para acercarlo a él y le plantó un beso en los labios un poco más atrevido.
El pelinegro no puso resistencia, se dejó llevar en los brazos de su amante y pronto lo tenía contra la cama.
—Max, mis damas están esperándome —Le recordó el pecoso —Nos van a escuchar.
—Estaré lejos de ti por meses, déjame tenerte una última vez —Le pidió para después continuar besándolo.
—Hazlo rápido —Respondió el pelinegro.
Pronto lo hizo subirse a la cama y ponerse en cuatro dándole la espalda.
A Max le encantaba esa vista tan lasciva del joven y le dio una pequeña nalgada antes de acariciar su expuesto coño.
Estaban tan mojado que sabía que no podía perder más el tiempo.
No tardo en introducirse dentro de él, tomándolo de la cintura para acomodarlo mejor a sus embestidas.
Sergio mordía la sábana bajo suyo, intentando guardar el mayor silencio posible en la habitación.
Por su parte, Max era un poco más atrevido al momento de follarlo, pero sabía que contaba con poco tiempo antes de marcharse.
—Eres mio, recuérdalo siempre —Murmuró segundos antes de alcanzar el climax.
Al menos quería dejar eso en claro.
Porque no podía evitarlo, sentía muchos celos de su padre.
Y esto era en muchos sentidos.

Cuando los dos amantes terminaron de dar rienda suelta a su deseo, Sergio limpio cualquier evidencia con un paño húmedo y después se marchó a su habitación.
Sus damas lo ayudaron a vestirse y Alice se percató de cierta marca colorada en la pierna del joven.
No dijo nada, ni siquiera tenía que preguntar.
Ya lo sabía.
—Llego una carta para usted, majestad —Dijo Lady Abigail acercándosela.
Sergio como aquella y pronto sospecho de quién se trataba al ver el sello que contenía este.
Se trataba de un águila, el escudo de armas de la fama Wolff.
“Querida prima, mi amada reina.
Lamento mucho la situación que ha provocado un abismo entre nosotras.
Eres importante para mí y quiero que sepas que estoy dispuesta a limar asperezas.
Sé que estás molesta y lo entiendo perfectamente. Pero recuerda aquello que nos une más que a nadie en el mundo.
Un lazo de sangre que nos ha conectado todas nuestras vidas.
Solo nos tenemos la una a la otra.
Por favor, no permitamos que una situación así me separe para siempre.
Todavía tengo afecto por ti en mi corazón, y espero que tengas espacio para mí en el tuyo.
Sé que eres bondadosa y justa, así que te imploró una segunda oportunidad para hacer las cosas bien.
Te amo con todo mi corazón, Lady Doriane Wolff”
El pecoso sonrió algo molesto y arrugó aquella carta en sus manos para después arrojarla al fuego.
Terminaron de vestirlo pero Sergio quería escribir su respuesta ya que solo tenía una cosa que decirle a su prima.
Y una vez terminada su carta, se dispusieron a acompañarlo a despedir al duque.
En la entrada estaban las dos damas junto a la reina y sus caballeros.
Max salió del lugar y se acercó al pecoso, tomando su mano para darle un beso.
—Debo marcharme pero sepa que rezaré por usted, mi reina, para volver a verle —Afirmó el rubio pasándole algo a la mano del joven para después soltarlo —Que dios nos permita reunirnos de nuevo en Hampton Court, para recibir las buenas nuevas junto a su majestad el rey.
—Rezare todos los días para que eso ocurra, y que Dios lo regrese a mi... A nuestro lado —Respondió el pelinegro algo melancólico.
Dicho esto, Max subió a su caballo para comenzar su trote lejos de Chelsea Manor, siendo observado por su amante con un atisbo de tristeza en su rostro.
Sergio bajo la mirada para observar aquello que el duque le había dado, era una nota:
“Mi flor silvestre, te escribiré cada noche”
Sintió como su corazón se aceleró al leer esto y sonrió tontamente sin disimular ni un poco.
Pero luego recordó la conversación que habían tenido antes.
Entonces se giro para ver a sus acompañantes, los cuales con su mirada podía delatar aquello que ya sospechaba.
—A-alice... —Balbuceó un poco al llamarla.
—Majestad —Respondió la pelirroja acortando la distancia entre ambos.
Nervioso, tuvo que hacer una pregunta que no le gustaba.
—E-ellos... —Tuvo un comienzo difícil —Dime la verdad.
Su tono de voz era suave pero asustadizo, algo que conmovió a la mujer.
Pero le pidió sinceridad, y eso le daría.
—Todos lo saben —Afirmó para su mala suerte.
El pecoso los observo a todos con detenimiento, algunos no pudieron evitar apartar la vista.
Era un desastre y se sentía solo en eso.
Traga en seco antes de comenzar a caminar hacia su habitación
No podía creer lo descuidado que había sido.
Alice lo sigue de cerca y lo ve sollozando cuando entra a la habitación.
—Majestad, guarde la calma, nadie dirá nada —Se apresuró en tranquilizarlo —No hablarán porque son leales a usted y le obedeceran siempre, lo han jurado.
Pero eso no lo mantenía tranquilo.
—¿Qué más saben? —Cuestionó mientras llevaba sus manos a su vientre.
—Nada más, se lo prometo —Dijo la pelirroja —Ellos saben que usted estaba en cinta cuando se marchó de Hampton Court, y nada de eso cambiará. Y si el duque le ayudo, entonces no toque más el tema.
—Hannah lo sabe —Señaló el pecoso —Me lo dio a entender esta mañana. ¿Confías en todos ellos para que no digan nada?
Lady Alice suspiró profundamente.
—Jo y Xavi son caballeros juramentados a ustedes, han prometido cuidarle, cuidarán su honor —Insistió la pelirroja.
—No hay honor en la traición —Murmuró el pecoso —He cometido un pecado y me dejé llevar por la lujuria, y ahora los he puesto en riesgo a todos.
El pelinegro se sentó en la cama con los ojos llenos de lágrimas.
—Tiene que sobreponerse, esto es un juego, siempre lo ha sido —Señaló Alice sentándose a su lado —No puede ponerse a llorar y a lamentarse. Hizo lo que creía correcto para sobrevivir, no se deje vencer.
La mujer tenía razón cuando se refería a esto como un juego.
Todo era intrigas, estrategias, traiciones.
Pero aquí no se perdía una ronda, sino la vida misma.
Y Sergio tendría que aprender a jugar bien sus piezas, cuidar sus movimientos y saber diferenciar a sus enemigos de sus aliados.
Él era la reina en ese tablero de ajedrez.

Nota: perdón la tardanzaaa y la hora jaja
Chapter 12: CUESTIÓN DE HONOR
Chapter Text
Todas las flores se marchitan.
El invierno le arrebata muchas cosas a la tierra cuando la fina y fría capa de nieve lo cubre todo.
Los días de primavera de Sergio habían llegado a su final.
Tendría que toparse de nuevo con la helada y solitaria vida en el palacio, donde parecía ser otra pieza de ajedrez de su tío.
Pero incluso las reinas de vez en cuando tienen que recordar su lugar.

Meses después.
La campaña contra Francia había llegado a su fin con un resultado agridulce para Inglaterra. El costo fue bastante alto, pero lograron lo que el rey deseaba.
Sin embargo, otra guerra estaba a punto de desatarse en su propio palacio.
Con el inminente regreso del rey, el duque de Norfolk creyó oportuno que la reina regresara al palacio de Hampton Court y así haciendo que Sergio abandonara Chelsea Manor, el lugar que le recordó a su hogar.
Teniendo que cumplir con sus deberes como la reina consorte, el pecoso no tuvo mas opción que abordar el carruaje que lo llevaría de regreso a su terrible realidad.
Y todo su sequito estaba bastante nervioso.
—¿Se encuentra bien, majestad? —Pregunta Lady Alice al ver cierto atisbo de dolor en el rostro del pelinegro y este niega con la cabeza —¿Desea que nos detengamos?
Sergio asiente y la pelirroja golpea el techo del carruaje mientras da ordenes de detenerse.
Una vez pausado el viaje, el pecoso sale con cuidado y solo da unos cuantos pasos antes de regresar la comida.
Sus damas lo auxilian mientras él acaricia con delicadeza su abultado vientre.
—Deberíamos detenernos a descansar, nuestra reina no se siente bien —Afirmo Lady Abigail preocupada por la salud de su majestad.
Era bastante tarde por la noche y el camino era algo difícil por las constantes lluvias, y parecía que el cielo los amenazaba con atraparlos en una.
—No estamos muy lejos de Richmond —Esta vez fue Lady Hannah quien hablo, haciendo que las demás damas voltearan a verla —Quizá el duque sea bondadoso y nos de refugio.
Resultaba complicado hablar de Max Fitzroy después de que descubrieran su amorío, pero al menos la joven tenia razón en algo.
Si querían descansar, no había duda que el palacio de Richmond era la mejor opción para todos.
El pecoso tomo el pañuelo que Lady Alice le ofrecía y lo paso sobre sus labios, aclarándose la garganta para decir algo.
—Iremos a Richmond —Ordenó.
Regresaron de nuevo al carruaje y continuaron su camino, pues el palacio de Richmond no estaba lejos de su ruta para Hampton Court.
Cuando arribaron no había nadie mas feliz que el duque, quien había regresado de un viaje y ahora se reencontraba con su amante.
—¿Qué haces viajando en medio de la noche? Es peligroso —Afirmo el rubio una vez que se acomodaron en el palacio y se encontraban cerca del fuego de la chimenea en uno de los salones privados —Lo es para ambos.
Max coloca una mano en el vientre del pecoso, sabe bien que ese bebé es suyo.
—Norfolk requiere mi presencia con urgencia, el rey regresara pronto —Respondió Sergio con los ojos adormilados.
—Estas agotado, Norfolk es un idiota como regente —Su comentario lo hace reír en medio del cansancio —¿Recibiste mis cartas?
El pecoso asiente y coloca su mano sobre la suya en su abultado vientre.
—Tus palabras son hermosas —Murmuró intentando ocultar una sonrisa.
—Es lo que siento por ti —Respondió en el mismo tono —Eres muy especial para mí.
El rubio se acerca a su rostro y atrapa sus labios en un dulce beso.
Cualquiera que los viera pensaría que se trata de un matrimonio lleno de amor, desconociendo el verdadero lazo que los une.
—Me avergüenza haberlas quemado —Confeso recostándose en su hombro —Me hubiera gustado conservarlas.
El duque recordó que, junto a sus cartas, venían una indicación que él dejo muy en claro: Todas debían ser quemadas para no dejar evidencias de su amorío.
—Es por el bien de todos —Respondió mientras no dejaba de acariciar su vientre —¿Has pensado en algún nombre?
Sergio se queda en silencio por un momento y luego niega con la cabeza.
—No lo sé, todavía me cuesta creer que tendremos un bebé —Confiesa mirándolo fijamente a los ojos —¿Y tú?
El rubio se gira haciéndolo levantarse de esa posición y le da un beso en la frente.
—No creo que al rey le importe mi opinión al respecto —Señaló —Pero si pudiera elegir, si fuera un niño se llamaría Patricio, me gusta mucho ese nombre. Era de mi abuelo
Sergio sonríe, le ha agradado esa propuesta. Y si bien el rey no le preguntara a Max, él también lo puede sugerir.
—Patricio... Es lindo —Murmuró con una sonrisa que solo provoco que su amante le diera un beso en la mejilla —¿Y si es una niña?
—Debería tener un nombre tan hermoso como ella... ¿Elizabeth? No, mejor Victoria —Respondió Max con una gran sonrisa, incluso podría imaginar lo linda que seria —Mi dulce Victoria.
Se acerca al pecoso y le da un par de besos más que solo lo hacen reír.
Y mientras ellos disfrutaban de la privacidad de su amor, Lady Alice tenia que lidiar con su sequito en otra sala.
—No fue una buena idea venir —Afirmo Lady Abigail rompiendo el silencio que llenaba la habitación —Mientras más cerca estén del otro, más obvio será para todos.
—¿El que exactamente? —Pregunto Lady Hannah llamando la atención de todos —¿Sobre su relación? ¿O sobre la criatura que lleva en el vientre?
Y la pelirroja tuvo suficiente.
—¡Silencio! —Dijo alzando la voz —Tú, dime, ¿La reina estaba en cinta antes de partir de Hampton Court?
El caballero Jo asintió rápidamente.
—Nuestra reina estaba en cinta desde antes de llegar a Chelsea Manor —Afirmó el pelinegro.
—Lleva el hijo de nuestro rey en el vientre —Complemento Xavi quien entendía bien la situación en la que se encontraban desde el primer momento.
Llevaba mas de una década en la corte, sabia bien como se movían las cosas.
—Su majestad la reina estaba en cinta antes de partir de Hampton Court, y esa es la única verdad —Señaló Lady Alice como si esto fuera algo que todos debían recordar —Aquel que se atreva a negarlo y levante injurias en contra de su majestad, tendrá que enfrentar la ira del rey, ¿Entendido?
Todos asintieron ante esto y la noche transcurrió con tranquilidad, sabiendo que por la mañana retomarían el camino de vuelta a la corte y debían cuidar bien sus lenguas.
Comprendían que sus vidas dependían de que nadie se enterara de lo que estaba ocurriendo a espaldas del rey, pero seria cuestión de tiempo saber si eran tan leales como parecían.

A la mañana siguiente, en el palacio de Hampton Court todo era un caos.
La familia Wolff estaba atravesando una crisis desde hacia meses gracias a la mala reputación de su única hija, una que parecía atraer la deshonra con cada paso que daba.
Ya era complicado que todos supieran que era la amante del rey, pero la respuesta de la reina a la carta de Lady Doriane termino de sentenciar todo.
Todavía podía recordar con claridad aquella mañana donde recibió la carta con el sello de su majestad.
Un águila con una corona.
Hecho especialmente para Sergio.
Pero el contenido de esta no fue del agrado de nadie de su familia.
“Doriane, recibí tu carta con la misma emoción que el día de mi boda.
Te prometo que no me interesa en lo absoluto lo que pase contigo.
No deseo que vuelvas a ser parte de mi séquito de damas, porque claramente ya no lo eres.
Como decidiste ser su zorra, ya no te quiero cerca de mí.
Así que cuando escuche tu nombre, solo pensaré en la pvta del Rey”
Era devastador.
Norfolk sabía que su influencia ahora dependía de la labor de Sergio como la reina consorte.
El lazo de sangre que comparten es lo único que lo une al trono y no podía perderlo.
—No quiero que te aparezcas frente a él, o frente a ninguno de los dos —Afirmó Torger a su hija antes de marcharse para recibir a la reina.
Debería haber llegado en la madrugada, pero la lluvia los atraso en su camino y ahora los recibiría después del amanecer.
—Solo espero que pueda perdonarnos a todos —Murmuro Lady Susie Wolff a su esposo, la duquesa se miraba muy nerviosa.
¿Y como no podría estarlo?
Estaban condenados.
Caminaron hacia la puerta principal del palacio y formaron una fila para recibir a la reina y su séquito.
Pero se sorprendieron al ver qué no venía sola.
Max FitzRoy cabalgaba delante de todos, dirigiendo el séquito de la Reina y saludando como si se tratara de mismísimo monarca.
Cuando finalmente llegan, baja de su caballo y se apresura a ayudar a la reina a bajar de su carroza.
Sergio viste de manera elegante, con un hermoso vestido púrpura digno de la realeza y con bordados de hilo de oro y plata.
Una capa terciopelo rojo escarlata lo cubría del frío de la mañana y su cabello estaba cuidadosamente arreglado con un tocado francés adornado con pierdas preciosas.
Él sabía que debía recordarles a quien tenían en frente.
Las trompetas alertaron a todos de su presencia y no tardaron en reverenciarlo.
—Su majestad, la reina Sophie Wolff —Anunció el heraldo.
Sergio camino lentamente al lado de Max, quién hacia todo lo posible por ocultar una sonrisa.
—Majestad, sea bienvenida —Dijo Torger mirándolo a los ojos, pero la indiferencia del pecoso lo puso nervioso.
—Mi reina, ha vuelto sana y salva, que dios la proteja —Dijo Lady Susie manteniendo la vista en el suelo, no podía con la vergüenza.
El pelinegro solo asintió y continuo su camino.
—Necesito descansar —Afirmó acariciando su barriga.
Los demás cortesanos le rindieron tributo a su paso, pero Sergio solo quería llegar a su habitación.
No soportaba estar en Hampton Court, no cuando había vivido un paraíso en Chelsea Manor.
La frialdad de la corte, sumadas a las intrigas palaciegas y traiciones eran insoportables.
Max se despide del pecoso con una seña, no pueden pasar tanto tiempo juntos sin que empiece a llamar la atención.
Así que se aleja por el bien de ambos.
Sergio continúa su camino, saludando a todos a su paso pero con intenciones de no quedarse mucho tiempo.
—Majestad, el duque de Norfolk ha organizado un banquete por su regreso —Murmuró Lady Alice al darse cuenta de como la reina pasaba de largo a su bienvenida —Si no asiste será una clara muestra de desprecio.
—Bien, porque es exactamente lo que siento por él —Afirmó el pelinegro sin detenerse.
—Mi reina, no es apropiado que comience una guerra con él —La pelirroja bajo más el tono —Es un hombre muy poderoso en la corte.
—Como si su posición actual no fuera el resultado de mi matrimonio —Señaló Sergio firme en su decisión.
Lady Alice estuvo a punto de decirle algo cuando de pronto el pecoso se detuvo en seco.
Al voltear se percató de aquello que lo hizo detenerse.
Frente a ellos, en aquel pasillo rumbo a su habitación se encontraba Lady Doriane Wolff.
La rubia sonrió al verle, y le hizo una reverencia mientras acariciaba su pequeña barriga de embarazo.
—Majestad, bienvenida —Dijo Lady Doriane con una animosidad fingida.
Sergio estaba anonadado al percatarse de su estado.
Era muy claro que en ese vientre había un bastardo del rey y su prima parecía estar muy orgullosa de eso.
Sin embargo, esto lo enfureció.
No solo era la traición, sino también el descaro.
Y actuó de la mejor manera en que se le ocurrió, aprovechándose de su poder.
—Lady Doriane —El pelinegro la llamo y ella se acercó sin dejar de tocarse la barriga —¿No te lo deje en claro en mi carta? No te quiero ver cerca de mi, y por eso te expulso de la corte.
La sonrisa de la rubia pronto desapareció.
—¿Qué? No, majestad, se lo ruego —Dijo Lady Doriane acercándose a él, pero Lady Alice se interpuso en su camino y la tomo del brazo para alejarla —¡Sueltame!
—No te atrevas a querer lastimar a su majestad —La pelirroja supo aprovechar mejor la situación —Guardias, llevense a esta mujer lejos de su majestad.
Jo y Xavi se apresuraron en tomar a la rubia por ambos brazos.
—¿Qué desea que hagamos con ella? —Pregunto el más alto a la reina.
En ese momento Sergio se volteó hacia Alice para pedirle ayuda.
—Enciérrenla en la torre, que aprenda cuál es su lugar —Respondió la pelirroja.
Ambos guardias voltearon a ver a la reina visiblemente confundidos, pues no seguirían las órdenes de su dama.
—Obedezcan —Y Sergio la respaldo.
—¡No, no, no! ¡Sueltenme! —Comenzó a gritar la rubia mientras era sacada a rastras —¡Soy la hija de Norfolk! ¡Mi padre es el regente! ¡Sueltenme, se los ordenó!
Pero de nada servirían sus gritos.
Sergio estaba bastante molesto y no la quería cerca, más ahora al verla en cinta.
Sabía que eso sería un problema a futuro.

Nota: Espero que les haya gustado, nos leemos el otro sábado ❤️
Chapter 13: BASTARDO
Chapter Text
El invierno era tan frio como la vida en la corte.
Nadie pensaría que sentarse en el trono podría sentirse como un castigo divino.
Vestido con las mejores telas, portando tocados de piedras preciosas y usando oro de pies a cabeza, con una corona que en cualquier momento podría hacerlo perder la cabeza.
Era tan asfixiante como los vestidos que usaba.
Tan pesado como las joyas que cargaba.
Y tan solitario y vacío como el corazón del rey.

Lady Doriane paso las siguientes horas suplicando por ser liberada.
Nunca pensó que su primo seria capaz de tratarla de esa manera, no le parecía justo.
Desde su punto de vista, entendía que estuviera algo resentido con ella, pero sabia que él no amaba al rey, ¿Entonces por qué se molestaba?
Para la rubia todo fue injusto desde el principio.
Se suponía que ella se casaría con el rey, no él.
¿Había algo de malo en querer tomar aquello que se cree siempre tuyo?
Incluso podría decir que le estaba haciendo el favor al mantener al rey lejos de su cama, así ya no estaría llorando por tener que dormir con él.
—¿No te pedí que te alejaras de él? —La voz de su padre la saca de sus pensamientos, y el hombre cierra la puerta tras de si —¿Por que insistes en hacer todo lo contrario a lo que te ordeno?
—Padre —Dijo la joven acercándose a él para intentar darle un abrazo, pero este se lo niega y esto la entristece un poco, pero no se rinde —Por favor, dime que me sacaras de aquí.
Cualquiera podría pensar que la torre de Londres era un lugar de mala muerte, pero en realidad dependía demasiado del rango de la persona encerrada.
En el caso de Lady Doriane, al ser hija de un duque, tenia ciertos privilegios al estar en la torre verde, recibiendo una habitación cómoda y algunos sirvientes que la atendían.
Un trato que era bastante diferente al de otros prisioneros.
—¿Si quiera tienes idea de lo que se te acusa para poder encerrarte aquí? —Norfolk se veía molesto, pero también cansado —Me tuve que enterar por terceros que mi hija esta encerrada en la torre verde por atacar a la reina.
La rubia se queda estupefacta al escuchar esto.
El atacar a la consorte del rey era como golpearlo a él mismo.
—Y-yo n-no... —Balbucea sumamente nerviosa —Jamás haría algo así. Padre, sabes bien que yo no haría eso...
Torger la ve suplicándole con esos ojos llenos de desesperación.
—No sé que creer de ti —Y su respuesta la aflige aun mas —Estos meses has actuado como una extraña para mi.
Doriane decide arrodillarse en el suelo mientras unas cuantas lagrimas se deslizan por sus mejillas.
—Por favor, padre, tú no creerías algo así, soy tu hija —Respondió mientras sollozaba y tomaba su mano para ponerla en su mejilla —Por favor, si no lo puedes hacer por mi, al menos hazlo por mi hijo. Tu nieto.
Norfolk frunce el ceño al escuchar esto.
Había detestado la noticia de su hija embarazada del rey, porque arruinaba sus planes de desposarla a un joven con buena posición y el cual tuviera una gran herencia.
Lejos del peligro de ser la amante del rey, quien había tenido varios amoríos de poca importancia donde las únicas afectadas eran las damas a las que cortejaba hasta que finalmente accedían a sus deseos.
No quería ese destino para su hija.
Deseaba que fuera reina o, sino lo conseguía, al menos que se convirtiera en duquesa.
Pero ahora todos se referían a ella como la pvta del rey.
—Un bastardo —Dijo el hombre con una voz firme —¿Quieres que me enfrente a la reina por un bastardo?
Esta pregunta se sintió como un fuerte golpe para la joven.
Sin embargo, ella no se iba a rendir.
Porque sabia que no era el resultado de una aventura sin importancia.
—Sigue siendo el hijo del rey —Afirmo con un cinismo que solo le provoco una pequeña risa.
Esto confundió a la joven.
—¿Y eso qué? —Dijo el hombre alejándose de ella —Max también es su hijo, y no lo ves poniéndole la corona en la cabeza. El único hijo que importa, es el que le dé la reina. Y esa no eres tú.
Norfolk sabe que su hija puede ser muy impulsiva, pero todavía no podía descifrar si era muy ingenua o estúpida.
—Aún no.
La respuesta de Lady Doriane dejo en claro sus verdaderas intenciones.
No sé trataba de un simple capricho de tener al rey, ella quería la corona.
Y no le importaba pasar por encima de su familia para conseguirlo.
—¿Sabes? Quizá la reina tiene razón y merezcas estar encerrada en esta torre —Fue lo último que dijo su padre antes de salir.
Por más que la rubia llorara, no parecía que alguien fuera a abrirle.
El duque de Norfolk estaba dispuesto a sacar a su hija si está se mostraba dócil y manejable, obediente.
No la quería desafiante, impulsiva, tonta.
La creencia de convertirse en reina iba bastante ligada a la idea de querer deshacerse de Sergio y eso implicaba arruinar el hasta ahora perfecto trabajo de Torger.
Y no iba a permitir que la estupidez de su hija condenará a toda su familia.

Por su parte, Lady Hannah caminaba lejos de las habitaciones privadas de su majestad la reina.
Había logrado encontrar una excusa para alejarse del séquito que la acompañaba, y poder escabullirse hasta poder reunirse como informante.
Sus pasos eran algo rápidos, y miraba cuidadosamente a su alrededor para asegurarse de no ser vista.
Cuando finalmente llega, siente como alguien la toma del brazo con fuerza y la obliga a entrar a la habitación.
—Sueltame, me lastimas —Dijo la joven mientras Liam Horner, el heredero del condado de Essex, la jalaba con fuerza —Me duele, ya basta.
Pronto el rubio la suelta arrojandola contra una silla cercana.
—¿Dónde has estado? No respondiste a ninguna carta —Reclama con una voz dura que la pone nerviosa —Te pusimos en esa posición para que fueras útil y nos dieras informes sobre la reina. Pero te desapareces por meses ¿Y ahora pretendes actuar como si nada?
La castaña estaba muy asustada, principalmente cuando la tomo de los brazos y la sacudió para que le respondiera.
—N-no fue mi intención —Dijo balbuceando un poco —Tuve un accidente y...
Ni siquiera pudo terminar de hablar cuando una bofetada la hizo caer al suelo.
—Eres estúpida e inútil, no se porque mi padre perdió tanto tiempo confiandote a ti está tarea —Comenzó el rubio sumamente molesto —Yo le dije que lo mejor era deshacernos de la reina antes de que el embarazo se desarrollara, pero el confío en que podrías encontrar algo para arruinarla.
En ese momento Lady Hannah abrió la boca, pero nada salió de sus labios.
Solo se quedó pensando en que si había algo que podría arruinar a la reina pero, por alguna razón, no era capaz de decirlo.
Porque incluso con su actitud poco amable, la reina Sophie nunca tomó represalias en su contra.
Jamas le levantó la mano ni la maltrato.
La cuidó cuando tuvo su accidente, y le creyó su mentira sobre lo que había ocurrido.
—Tú sabes algo —Y Liam no tardo en sospechar —Dilo, y mi padre te recompensará.
Sin embargo, Hannah no quería decirlo.
No le importaba la recompensa, sino el trato.
Toda su vida había estado ligada a los Horner, y cuando finalmente creía que podía ser aceptada por ellos, entendió que solo se trataba de qué tan útil resultaba para ambos.
Nunca la iban a tratar de la manera en que ella deseaba.
Entonces, ¿Por qué debería seguir a su lado?
—No sé nada —Afirmó levantándose del suelo.
Había tomado una decisión.
Pero cuando pasó a su lado para intentar irse, Liam la tomó del brazo y le impidió avanzar.
—Puedo verlo en tu rostro, crecimos juntos y sé cuándo mientes —Dijo con una sonrisa —Hablaras por las buenas, o por las malas.
Lady Hannah jamás se había sentido más asustada que en ese momento.
Empuja al joven para intentar salir corriendo, pero él es más fuerte y la retiene.
—Habla, perra —Le dice el rubio mientras le quita su tocado y la despeina.
Comienza a darle un par de cachetadas que hacen que su mundo de vueltas, hasta que el joven cierra su mano en un puño.
No tiene piedad, está muy molesto con ella por no hacer lo que él quiere.
Y es que esa dinámica se había marcado a lo largo de la vida de ambos.
Siempre le recordaba que su padre le estaba haciendo el favor de cuidarla.
Que debería estar agradecida porque no la abandonaron.
Pero siempre se olvidaba de mencionar la enorme fortuna que le pertenecia a ella y de la cual ellos se adueñaron.
La castaña hace todo lo posible por defenderse, lo araña, muerde y grita, pero él es más alto y fuerte que ella.
Sometiendola con facilidad, la joven ya no es capaz de decir más palabra de tanto maltrato.
Pero cuando el rubio decidió que debería darle más que solo golpes, la puerta se abre y el conde se horroriza al ver la escena.
—¿Qué estás haciendo? —Su presencia lleva a que su hijo baje la falda de la joven —¿Eres estúpido?
Lo toma del cabello y lo hace levantarse del suelo.
—Padre, yo... —Intenta decir algo, pero Christian no está dispuesto a escucharlo.
—¿Cómo pudiste hacer algo tan idiota? —Reclama —Te iba a casar con ella, y la mataste.
—Yo no...
—Sacala de aquí, que nadie sepa lo que pasó —Le ordena y ahora es Liam quien tiene que enfrentar las consecuencias de sus actos.
Lady Hannah parecía estar sin vida, así que no había más solución que tirar aquello que ya no les servía.

Por otro lado, Sergio estaba terminando de tomar su baño caliente cuando recibió la noticia de la llegada de su majestad, el rey.
Sus damas lo ayudaron a vestirse mientras Lady Alice le pedía que guardase la calma.
—¿Crees que vaya a ver a esa mujer? —Pregunto el pecoso con una expresión seria en su rostro.
—¿Quiere que la muevan a la torre sangrienta? Su delito es mayor, no debería estar en la torre verde —Afirmó la pelirroja mientras le daba indicaciones a Lady Abigail para que trajera el tocado.
—¿Cuál delito? —Murmuró Sergio —Ambos sabemos que ella no intento atacarme.
Lady Alice se acerca a él y le responde en el mismo tono.
—Es la salida más fácil para deshacerse de ella.
Sin embargo, Sergio todavía no podía dar ese paso.
Por más que odiara a su prima, no se creía capaz de llevarla a la torre sangrienta donde el destino de sus habitantes era casi siempre la muerte segura.
No estaba seguro de ser capaz de matar a su propia sangre.
Lady Abigail se acercó a ambos y comenzó a colocar el tocado en el cabello del pelinegro.
Una vez listo, el séquito de la reina salió a recibir al rey.
Era bastante tarde, el sol se había ocultado y ahora el fuego daba luz a aquel frío palacio.
Se formaron el fila para recibirlo, y este descendió, con ayuda, de su caballo.
El pobre animal se notaba agotado.
Con dificultad, el rey camino hacia su esposa y tocó su abultada barriga de embarazo.
Después le dio un beso en la mano y lo obligó a caminar a su lado.
Se notaba que le costaba avanzar, intentando no apoyarse en su pierna dañada por una úlcera sin sanar.
Era como si se estuviera pudriendo en vida.
Y aunque la noche de celebración se llevó acabo de acuerdo al trabajo del duque de Norfolk, hubo una noticia que amargo la noche del pecoso.
—Mi reina, el rey ordenó la liberación de Lady Doriane Wolff —Murmuró Lady Abigail a su oído.
El rey ya sabía del embarazo de su amante, y tomo el encarcelamiento como un acto provocado por los celos de la reina.
Sergio se levantó de su asiento e ignoro los llamados se su esposo, caminando hacia su habitación.
—Sophie, ¿A dónde vas? —Jos lo seguía tan rápido como podía —No te he dado permiso para retirarte.
Ambos llegaron a la habitación del pecoso, donde los dos guardias se tensaron al verlos llegar.
—No puedo quedarme en esa mesa a que me sigas faltando el respeto —Afirmó sumamente molesto —¿Por qué no le pides a Doriane que te acompañe? Si quieres que ella sea tu reina, ve y sientala en el trono.
Ni siquiera se trataba de celos, sino de rabia y frustración.
Había tolerado sus maltratos y abusos por meses, ¿Cómo podía pagarle así?
—Ella no es importante —Y el rey no planeaba que está conversación se alargará —No podría ponerla en tu lugar.
—Esta en cinta —Sergio no tardo en echárselo en cara —¿Cuál es la diferencia entre ambos? Ella también te dara un hijo.
Jos no toma en serio todo esto, piensa que solo son celos.
Y para un hombre que había recibido la frialdad de su esposa por meses, esto le hizo pensar que tenía su corazón.
—Eres mi reina —Afirmo acercándose a él —Pídeme lo que quieras para compensarte, pero piensa en mi hijo y cálmate.
Jos solo pensaba en el heredero en su vientre, y eso le dio una idea al pecoso.
Una vez su tío le dijo que su poder dependía de su matrimonio, pues no había corona en su cabeza.
Era una reina sin poder y no iba a permitir que las cosas siguieran así.
Se había propuesto jugar el juego, y ganaría.

Nota: Wenas, perdón por el atraso del cap :(
Chapter 14: LA CORONA
Chapter Text
Sergio ya no era ese joven que creció en el campo corriendo entre las flores.
Ya no era tan inocente como cuando llego a la corte.
Incluso podría decirse que parte de su brillo se apago desde que pusieron aquel anillo en su dedo.
Pero ahora estaba dispuesto a tomar el control de su vida.
Era la reina y se lo haría saber a todo aquel que se atreviera a intentar interponerse en su camino.

Por la madrugada alguien entro corriendo a la habitación de la reina.
—Majestad, despierte —Dijo Lady Alice moviéndolo para levantarlo —Es urgente.
Sergio abre lentamente los ojos, el embarazo lo tiene bastante cansado y son contadas las veces que puede dormir bien.
—¿Qué pasa? —Pregunta en un murmuro.
La pelirroja lo ayuda a sentarse en la cama y en su rostro se puede ver un atisbo de preocupación.
—Es Lady Hannah, majestad, la encontraron a las orillas del sendero en los limites del jardín —Responde Alice con un nudo en la garganta —Creen que esta muerta.
Sergio no tarda ni un segundo en intentar levantarse de la cama, y su dama lo ayuda a hacerlo.
Colocándole su bata para cubrir su cuerpo, ambos comienzan a caminar en búsqueda de respuestas.
Una de sus damas había desaparecido esa tarde, pero era algo común que Hannah estuviera alejándose de ellas de vez en cuando.
Siempre tenía una excusa, una explicación rara.
Pero el pecoso le creía, pues incluso él tenía secretos.
—Es muy malo —Dijo Lady Abigail cuando los vio llegar —El médico dijo que tiene suerte de estar viva.
Lady Hannah había sobrevivido a la brutal golpizada que le había dado el hijo del Conde.
Tuvo bastante suerte de haber sido encontrado a tiempo para poder atenderla, pues de no haber sido hallada esa noche, quizá otra historia se estaría contando.
Pronto supieron que debería permanecer en descanso absoluto para recuperarse de lo que le había pasado.
Sin embargo, Sergio todavía tenía muchas preguntas por hacer.
¿Por qué? ¿Quién? ¿Cómo?
No creía que hubiera motivos por los cuales alguien querría hacerle daño.
—¿Y si es un mensaje hacia usted? —Preguntó Lady Alice mientras ambos observaban a la mujer en aquella cama —¿Es esto alguna amenaza?
El pelinegro no dijo palabra.
Claro que entendía los peligros dentro de la corte, todas las intrigas llevadas a cabo por deseos de poder.
¿Pero qué podría sacar golpeando una de las damas de la reina?
Y más aún, cuando se nota que la intención era matarla.
—¿Eso quiere decir que nosotras estamos en peligro? —Lady Abigail se miraba muy asustada debido a todo lo que estaba hablando la pelirroja.
—La única persona que nos puede responder eso está en aquella cama —Señaló el pecoso —Así que no saquemos conclusiones hasta que ella nos explique qué pasó.
—Le pido una disculpa, majestad —omenzó Lady Alice —Fue imprudente de mi parte el sacar conclusiones que solo nos pueden terminar alterando.
En ese momento Checo tomo su mano con delicadeza.
—Tranquila, entiendo perfectamente por qué lo pensaste —Aseguró el pelinegro —Xavi, por favor quédate con ella hasta que despierte y avísame por cualquier cosa.
—Como ordene, majestad —Respondió el mayor más que dispuesto a seguir sus indicaciones.
Sergio camino junto a sus damas de nuevo hacia su habitación, donde lo ayudaron a volver a la cama.
—Debemos tener más cuidado, principalmente después de que se de a conocer la noticia —Dijo el pecoso acomodándose —A muchos no les agradara, y necesito saber quiénes son mis enemigos.
Sus damas asienten ante esto.
—Majestad, ¿Cree que alguien quiere hacerle daño? —Pregunta Lady Abigail con cierto temor.
—Naturalmente —Afirmó la pelirroja sabiendo bastante bien como la corte percebia a las reinas.
Sergio acaricia su prominente barriga, le asustaba la idea de que alguien quisiera lastimarlo a él o su bebé.
Pero sabía que eso tarde o temprano pasaría, pues incluso desde su propia familia había reconocido la ambición y la envidia.
—El rey prometió cuidarnos a los dos, incluso si no creo en su palabra, creo en la corona —Dijo el pecoso sin dejar de acariciar su vientre —Soy la reina, llevo en mi vientre al heredero al trono y no permitiré que alguien nos lastime.
Eso era una promesa hecha frente a sus damas, y estás asintieron con la cabeza siendo conscientes de a lo que se enfrentaban.
Al día siguiente recibieron las tan esperadas noticias.
Mientras el rey Jos informaba al parlamento su decisión de coronar a su esposa antes del nacimiento de su vástago.
Hacerlo no solamente le daría más legitimidad a su matrimonio y al bebé en su vientre, sino también aseguraría su lugar como la esposa del Rey.
Nadie podría llevarle la contraria más que él.
Y esto también marcaría la diferencia con Lady Doriane, que no pasaría de ser la amante del Rey.
El verdadero poder estaba en la corona y Sergio la sabía muy bien.
Sin embargo, había cosas que no podía ignorar
—Despertó hace unos momentos y me pidió hablar con usted —Explico Xavi apenas vio que la reina llegó —Alega que tiene algo muy importante que decirle
El pecoso se acerca hacia donde se encuentra la mujer, algo adolorida pero calmada al estar a salvo.
—Majestad —Murmura Lady Hannah cuando lo reconoce —Tiene que saber toda la verdad.
—¿Qué pasó? —Cuestiono el pelinegro —¿Quién te hizo todo esto?
La joven desvía la mirada llena de vergüenza por lo que está a punto de decir.
—Su majestad le hizo una pregunta —Y Lady Alice se mostró firme reconociendo la culpa en su rostro.
La pelinegra respira pesadamente y sus ojos se llenan de lágrimas al recordar todo lo que pasó antes de quedar inconsciente.
—E-el hijo del Conde... —Comenzó con una voz temblorosa —Lord Liam Horner, hijo del Conde de Essex, me dio una golpiza por no contarle todo lo que pasó en Chelsea Manor.
Sergio se puso tensó al escuchar esto.
¿Qué sabían ellos sobre lo que pasó en ese lugar?
—¿Por qué te pregunto eso? —Cuestionó el pecoso con una voz firme.
—Yo solía ser su informante —Confesó sumamente avergonzada —Le pasa información sobre todo lo que hacía, con quién hablaba y a dónde iba.
—¡Traidora! —Dijo Lady Abigail alzando la voz.
—¡Lady Abigail, controlese! —Ordenó Lady Alice intentando no reaccionar a tal noticia.
—Primero Doriane, y ahora ella —Continuó la más joven de sus damas —¿Cómo pudiste traicionar de esa manera a su majestad?
Lady Hannah comenzó a llorar al escuchar esto. Se sentía muy mal por todo lo que había hecho.
—El conde era como un padre para mí, solo quería hacerlo feliz —Soltó entre sollozos —Perdoneme majestad, se lo ruego.
Sergio, quién observaba todo con atención, comprendió que era una situación demasiado complicada.
—Guarden la calma, no sacaremos nada con estar gritandonos entre nosotros —Dijo el pecoso mientras ponía las manos en su vientre —Lady Hannah, ¿Qué más trabajos hacías para ellos? Confiesa, mujer.
—Solo les daba informes, pero no quise contar lo que pasó en Chelsea Manor —Continuó la pelinegra intentando sentarse, pero el dolor era demasiado y dejo de insistir —Se lo juro, yo no dije nada. Él estaba molesto porque no le mandé ninguna carta y se puso muy violento, no pude hacer más por defenderme.
—Incluso como traidora, fuiste leal —Dijl Sergio soltando una risa amarga por lo irónico de la situación —¿Qué te llevo a no delatarme?
Lady Hannah lo vio fijamente a los ojos y trago en seco.
—Usted es mi reina —Afirmó sin flaquear.
Entonces el pecoso entendió que sería bueno mantenerla a su lado.
Porque incluso aunque en su momento Lady Hannah hubiera visto al conde como un padre, ahora su corazón estaba lleno de resentimiento y eso le sería de ayuda.
—Descansa y recupérate de tus heridas —Dijo Sergio antes de marcharse.
Al menos por ahora parecía que solo se trataba de un acto estúpido por parte del hijo del Conde y no una verdadera sospecha de algo más.
Sin embargo, se mantendria en alerta.
El día transcurrió con normalidad, entre cortesanos que mostraban un respeto mucho más grande que antes de la noticia de su coronación.
Y en la cena de vez en cuando su mirada se encontraba con la de Max FitzRoy, pero este solo sonreía y se giraba hacia su amigo Daniel.
Para su buena fortuna no se encontró con Lady Doriane, incluso cuando está fue sacada de la torre de Londres por órdenes del rey.
Aún así, las noticias no tardaron en llegar.
—Lady Doriane será llevada al castillo Kimbolton está noche, será un viaje de al menos dos días —Susurró Lady Alice a su oído.
—Mantiene lejos a su pvta para que yo este más tranquilo —Respondió el pecoso en el mismo tono —Al menos está vez pensó un poco.
La pelirroja se incomoda un poco al temer que alguien pudo escuchar tal comentario y se aleja de ahí.
El duque de Norfolk no estaba conforme con la decisión del rey, pero se mantuvo al margen debido a la noticia de la coronación de su sobrino.
Doriane era su hija, pero el poder lo tenía la reina.
Y eso lo tendría que aceptar, por ahora.

Durante los dos meses que llevo la preparación de la coronación de la reina Sophie Wolff, un plan se había trazado con cautela.
—Puedo hacerlo —Dijo Lady Hannah —Ire yo misma y le pondré el veneno a esa zorra.
Sergio rápidamente niega con la cabeza.
—No, todavía no te recuperas de tus heridas —Señaló —Además, si te ven sabrán que fui yo quien te mando.
—Todos piensan que abandono la corte —Comenzó Lady Alice —Nadie podría pensar que fue ella.
—Es muy arriesgado —Insistió el pecoso —Consigan a alguien que pueda hacer el trabajo sin ser visto. Algún mercenario o algo, pero que no sepa de quién viene la orden.
—Puedo conseguirle a uno, majestad —Afirmó Jo —Se deberá costear el viaje, pero será como una sombra.
Checo lo mira con atención, lo piensa por un momento y al final asiente.
—Si el veneno no la mata a ella, al menos lo hará con la criatura —Dijo el pecoso antes de levantarse de su silla —Que parta de inmediato, no importa cuánto cueste, que sea rápido y limpio.
—Como ordene, majestad —Respondió Jos para después hacer una reverencia y marcharse junto a Xavi y Lady Hannah.
—¿Esta segura de esto? —Preguntó Lady Abigail un poco afligida.
—Si, es necesario —Comenzó el pelinegro caminando hacia su cama —Pronto ambos daremos a luz, y no puedo arriesgarme. Mi coronación es dentro de unos días y quiero estar tranquilo ese día.
—Y lo estará, majestad —Afirmó la pelirroja —Un problema menos.
—¿Qué pasará si Lady Doriane pierde al bebé? ¿Lo mismo que a la anterior reina? —Lady Abigail parecía poco convencida.
—No, ella solo es una amante más que desechara cuando no le sirva —Explicó el pecoso —Si ella pierde al bebé, también lo perderá a él. Pero no la cabeza, en eso tiene suerte.
—Al menos no físicamente —Señaló Lady Alice ayudándolo a acomodarse en la cama.
—¿Y podrá regresar a la corte? Su reputación ya está bastante arruinada, no creo que alguien quiera desposarla y más cuando no pueda tener hijos —Comentó Lady Abigail sirviéndole un poco de agua a la reina.
—Quizá la encierren en un monasterio, pero al menos es mejor que ser decapitado —Respondió el pelinegro —No hablemos más de eso.
—Debe descansar, majestad —La pelirroja acomoda su almohada y lo ayuda a acostarse —Concéntrese en la vida que lleva en su vientre, es el futuro de Inglaterra.
—Hay que rezar para que sea un niño —Comentó Lady Abigail —El rey no la amara si es una niña.
Sergio se entristece un poco al escuchar esto.
—Silencio —Dijo Lady Alice.
—Disculpe, majestad —Respondió la castaña y luego bajo más la voz —El duque Max FitzRoy me pidió que le entregará esto.
En ese momento saco una carta bastante bien doblada.
—Deberían ser más cuidadosos —Señaló la pelirroja —Sé que lo extraña, pero este no es el mejor momento.
Max se había marchado de la corte poco después del regreso del rey, y su intercambio de cartas con Checo solo se intensificó.
—Él vendrá a la coronación, me lo prometió —Dijo el pecoso con una sonrisa mientras leía el contenido.
Después le pasó la carta a Lady Abigail y está la arrojó al fuego.
Las damas se retiraron y Sergio se quedó dormido al poco tiempo de que se fueron.
No podía negar que estaba nervioso, incluso molesto consigo mismo por su decisión sobre su prima.
Pero sabía que ese juego era peligroso, y si no era ella, era él.

Nota; Nos leemos el próximo sábado ❤️
Chapter 15: EL PODER
Chapter Text
Podría recordarse a si mismo jugando en el campo.
Con una corona hecha de flores mientras corría de aquí para allá.
Y su abuela sonriendo mientras lo veía jugar.
Ahora, despojado de aquel paraíso terrenal, debía cambiar su corona de flores por una de oro.
Cambiando los pétalos por joyas, por perlas que representan cada una de sus lágrimas que inundan el palacio con su destino condenado.
Hasta que finalmente vea su propio poder.

Él era un hombre muy inteligente.
Había labrado su futuro con esfuerzo y astucia.
Todos en la corte lo conocían como “El cardenal”, aunque a él le gustaba que le llamarán “La mano derecha del rey”.
Y en privado se llamaba a sí mismo el verdadero monarca.
Eso era hasta la llegada del duque Torger Wolff, quién parecía empeñado en su deseo de querer desplazarlo.
Su presencia, al igual que la del Conde Christian Horner, no podía resultarle más que entretenida.
Nadie había podido demostrar una influencia tan grande sobre el rey como lo había hecho el arzobispo Helmut Marko.
Pero este vio como su poder se vería amenazado desde el momento en que Sergio Wolff se apareció en la corte.
Lo podía ver en su rostro y sabía bien que la locura del rey lo alcanzaría.
“Un gusto pasajero” eso quiso pensar.
Sabía que Jos nunca daría un paso más después de lo ocurrido con su última reina, pero estaba muy equivocado.
Había estado muy equivocado el último año.
Subestimó a Wolff, tomó como un tonto al rey y ahora ambos lo orillaron a una situación indeseada.
Ya era suficiente con haber hecho hasta lo imposible para conseguir que Lady Sophie Wolff fuera una realidad, y ahora debía coronarle.
Una farsedad envuelta en un vestido con joyas y ahora una corona.
La mentira más grande jamás inventada.
El pecado de un hombre obsesionado con su lazo de sangre.
Y el fracaso del arzobispo ante un ambicioso duque.
Helmut se dio cuenta muy tarde.
Debió deshacerse de Torger cuando no poseía tal influencia hacia el rey, quién ahora lo favorecía en la corte debido a su parentesco con la reina.
¿Cómo quitarlo del camino de la manera más efectiva y sin perjudicarse a sí mismo?
—Ojalá sea una niña —Murmuró cuando vio a Sergio la noche antes de su coronación.
Odiaba a los Wolff y deseaba su caída, tanto como los Horner y el resto de la corte.

Era un primero de junio cuando los pájaros cantaron desde temprano para darle la bienvenida al nuevo día.
Desde el 31 de mayo habían dado inicio a una serie de festejos para la nueva reina, una que pronto tendría el poder por el cual todos peleaban.
—Despierte, es hora de su baño —Dijo Lady Alice mientras acariciaba su frente —Tenga cuidado al levantarse.
—Yo le ayudo, majestad —Lady Abigail no tardo en darle su mano para que se apoyará en ella.
Sergio estaba en un visible estado avanzado de gestación y la coronación llegó en un momento bastante corto de margen para el nacimiento del hijo del rey.
Logra sentarse con cuidado en la cama y bosteza mientras mueve sus hinchados pies.
No puede con el cansancio, pero necesita levantarse para asegurar su futuro y el del bebé en su vientre.
Se queda un par de veces dormido durante el baño y sus damas se encargan de cuidarlo mientras lo dejan descansar.
Lo ayudan a secarse y vestirse, mientras el pecoso no deja de pensar en lo mucho que desea regresar a la cama.
Pronto suena un golpeteo en la puerta y Jo pasa anunciando la llegada de alguien importante.
—El duque de Richmond está aquí, desea hablar con su majestad.
Sergio asiente, aunque sus damas se ponen nerviosas y estás se retiran por orden suya.
Ninguna de las dos están convencidas de que eso sea lo correcto.
Max entra a la habitación y sonríe al ver al pecoso con un precioso vestido de seda blanco con bordado en hilo de oro y plata, y perlas adornando cada parte del corpiño.
Su cabello está cuidadosamente peinado para ocultarlo con un tocado francés con más perlas en este.
No era por casualidad.
El blanco lo hacía ver cómo alguien puro, noble, inocente, perfecto.
—Mi reina —Dijo el rubio mientras se acercaba a él para darle un beso en los labios —¿Cómo está nuestro bebé?
Con su mano acaricia su abultado vientre, y puede notar el cansancio en su rostro.
Así que lo lleva de nuevo hacia la cama y lo ayuda a sentarse.
—Estamos bien, me alegra tanto verte —Respondió el pecoso cuyo rostro se había iluminado con la presencia del duque —Estuviste lejos mucho tiempo.
—Y ya no quiero volver a estarlo —Afirmó el mayor —Te amor, y ahora tendremos una familia. No te dejaré solo.
Estas palabras llenan de consuelo y conmueven el corazón del pelinegro.
—Mi amado Max, si te quedas conmigo será el regalo más grande que puedas darme después de nuestro bebé —Sergio se recarga en su hombro y sonríe mientras lo observa —Te amo.
El rubio sonríe ante esto, se acerca a él y susurra:
—Te amo.
Uniendo sus labios en un corto beso, se ven interrumpidos cuando Lady Alice se adentra en la habitación.
—Majestad, lamento la interrupción, pero es mi deber informarle que el rey solicita su presencia para dar inicio a la ceremonia —Afirmó la pelirroja bajando la mirada.
Los dos saben que es momento de despertar de ese sueño fugaz y se separan una vez más.
El pecoso no tarda en reunirse con el resto de su séquito y, junto al rey, comienzan un recorrido hacia la abadía de Westminster donde se llevaría a cabo la coronación.
La gente ve por primera vez a su a su reina y la saludan ánimosamente.
Sergio les sonreí de vuelta y muestra una actitud calida hacia ellos, mientras que Jos se mantiene más distante ante estos.
Está tan acostumbrado que no se molesta siquiera en sonreír.
Pero le gusta ver a Sophie haciéndolo, porque le encanta presumir a sus juguetes nuevos.
Y es que adora a Sophie por la idea que tiene de como debe ser.
Toda su fantasía se sostiene de una idea irreal de una mujer que ya no existe.
Entonces Sergio se vuelve su juguete favorito, porque le permite vivir ese sueño vacío de una vida que nunca tuvo.
Porque si le preguntaran a la Sophie real, a la que existió, tampoco habría querido estar en ese lugar.
En la abadía los están esperando diversos nobles deseando ser testigos de otra coronación a una reina.
Si tenían suerte, si rezaban con todas sus energías, quizá esa locura acabaría cuando finalmente el rey tuviera su ansiado heredero.
Bajan del carruaje que los transportaba a dicho lugar y pronto cada uno toma la posesión que le corresponde para dar inicio a la coronación.
Cuando comiencen su camino dentro de la abadía, las damas del pecoso se acomodan detrás suyo.
Y justo cuando están pasando frente a los Horner, estos se paralizan al observar a Lady Hannah caminando junto al sequito de la reina.
Sergio no flaquea todo el camino hacia el arzobispo, quién tiene una mirada dura hacia él debido a lo poco feliz que se encontra al hacer eso.
No creía que Jos coronaria a ese chico.
La última vez que coronó a una reina, está termino siendo decapitada por órdenes del rey.
Y solo el tiempo diría si Sergio tendría el mismo destino.
Cuando finalmente llega frente a él, se detiene mientras acaricia su vientre y pueden dar inicio a la ceremonia.
El pecoso no puede dejar de pensar en todo lo que hará una ves que nazca su hijo, en sus deseos de tomar el control de su vida.
Puede sentir cierta incomodidad en su vientre, el bebé se está moviendo demasiado y esto hace que se sienta agotado.
Y mientras la coronación se llevaba acabo, sus planes se desarrollaban en otro punto del reino.

Lady Doriane observaba a las aves cantar con una amargura que parecía contagiar a todo el que estuviera cerca de ella.
La noticia de la coronación no le sentó nada bien. Solo hizo enervar más el odio que le tenía a su primo.
Al menos en Kimbolton podía estar viviendo en la comunidad que le otorgaba ser la favorita del Rey.
Y si bien estaba lejos de la corte, al menos yo no estaba encerrada en la torre verde.
Sabía que la única manera en poder ganar al menos un poco de terreno con el rey, era si ella le daba un hijo varón.
Pero todavía faltaba al menos un mes para el nacimiento del bebé, y en ese tiempo se había vuelto algo paranoica.
Sentía que las personas murmuraban en su contra. Aunque de por sí su reputación ya estaba bastante manchada.
No quería un hijo, lo necesitaba.
Sabía bien que era cierto que nadie se casaría con la amante del Rey.
Y su plan podría salir muy bien, o muy mal.
—Seguramente le deben de estar colocando la corona en este momento —
Murmuró para sí misma —Este debería ser mi día, no el suyo.
Se levanta de su asiento y camina de regreso a la cama mientras espera que sus damas de compañía entrarán a atenderla.
Lady Nina Gademan entra en su habitación con una sonrisa calida y comienza a ordenar todo para arreglarla.
Mientras que Lady Courtney Crone llega acompañada del joven Oliver Bearman, un escudero que se encargaba de cuidar a la amante del rey, cargando un paquete especial.
—Un regalo de su majestad —Dijo la joven Crone mostrando una caja adornada con una listón rojo.
La rubia sonríe al pensar que el rey le ha enviado eso para que no estuviera triste por la coronación de su primo.
Abre rápidamente la caja y observan un hermoso vestido amarillo adornado con un delicado encaje.
Era muy francés, resaltaba demasiado del resto.
Y junto a este venía una nota sin firma.
“Quiero verte siempre bella, mi única reina”
Emocionada, Lady Doriane exige ponerse el vestido en ese mismo instante.
Sus damas no hacen más que obedecer mientras que el escudero se aleja del lugar.
Oliver sabe que nada bueno saldrá de esto, pues era un regalo bastante extraño.
Sale del castillo y se encuentra con un joven rubio que había fingido ser un lavador para poder infiltrarse.
—Ya lo tiene, se lo está probando ahora —Afirma el castaño y rápidamente recibe una bolsa llena de monedas de oro —Esto es solo la mitad.
—La mitad ahora, la otra parte cuando ya esté muerta —Respondio Logan Sargeant para después alejarse del lugar.
El escudero maldijo por lo bajo, pero decidió volver a su puesto para no levantar sospechas.
Y mientras fingía cuidar a Lady Doriane durante un paseo en el jardín, una de sus damas comenzó a sudar y sentirse mareada.
Mientras que Doriane comenzó a sentir una comezón y ardor en ciertas partes del cuerpo.
Sus náuseas se las adjudicó al embarazo, pero pronto su salud se vio desmejorada.
Era como si de un momento a otro se hubiera enfermado.
Regresan al castillo y llaman a un médico, mientras que la rubia quiere quitarse ese vestido que tanto la está asfixiando.
Oliver puede verlas desesperadas por el malestar, pero es Doriane la que se lleva la peor parte cuando su blanquecina piel se va volviendo roja.
Comienza a sollozar mientras el médico intenta calmarla, no puede trabajar si ella no se queda quita.
Pero pronto comienza a sospechar de que se trata. Sabe que es veneno, pero solo se limita a preparar un remedio que lo ayudará a combatir el arsénico que fue usado para dañar a la favorita.
Se esfuerza tanto como puede, sabe que su cabeza está en riesgo si deja que ella muera.
Y tienen tanta suerte como para poder revertir el efecto, pero no para evitar el parto prematuro.
—¡Maldición —Grita Doriane mientras puja —¡¿Dónde está el rey?!
—Por favor, mi Lady, concéntrese en el bebé —Le pide el médico y ella continúa pujando.
Toda esa tarde había sido una locura.
La rubia grita hasta desgarrarse la garganta, está empapada en sudor y siente su cuerpo adolorido.
Solloza con cada contracción y todavía puede sentir su piel irritada por el veneno que ha salido de su cuerpo, pero le ha dejado estragos.
Y cuando finalmente el llanto del bebé llena la habitación, es que ella puede relajarse y suspirar pesadamente.
—¿Qué es? Dime, ¿Qué es? —Cuestiona apenas ve al bebé en los brazos del médico.
Sabe que ese bebé es la única arma que tiene para defenderse, y ahora necesitaba saber que tanto poder tendría.

Nota: perdón por la falta de actu, ya me estoy poniendo las pilas.
Chapter 16: Los hijos del rey
Chapter Text
El deseo de tenerlo todo es muy humano.
Incluso si visten de oro y en sus cabezas portan coronas, siempre desearan más.
Pero son aquellos los más atrevidos que deciden desafiar al destino y los deseos de Dios.
Y cuando un rey cree que puede imponer sus propios planes, este hará lo necesario para lograrlo.
Incluso si eso implica enfrentar la ira divina.

Sergio se encontraba en medio de la mesa, observando como todos celebraban su coronación.
Desde el momento en que se le colocó la corona en la cabeza sintió una sensación de ligera libertad.
Al menos ahora tenía un poco de poder sobre su vida.
—Mi reina la más bella —Afirma Jos mientras le da un beso en la mejilla.
El pecoso se muestra incómodo y pronto su mirada se encuentra con la del duque de Richmond.
Traga en seco por un momento e intenta ocultar una sonrisa que se asoma en sus labios.
—Eres la reina de Inglaterra, y sigues siendo muy tímida —Continua el rey mientras posa su mano en su barbilla para obligarlo a verle —¿Cómo está mi pequeño príncipe?
Entonces acaricia el abultado vientre del mientras esté solo lo observa alertado.
No le gusta que lo toque y mucho menos que esté cerca de su hijo.
—Se mueve demasiado —Responde el pecoso colocando su mano sobre la del rey para quitarlo de su barriga —Creo que está ansioso por salir.
Jos sonríe emocionado y vuelve a colocar su mano por más que Sergio no quiere que lo toque.
Busca sentir al bebé moviéndose dentro de la barriga del pelinegro, pero no pasa nada.
—Quizá está cansado —Afirma alejándose —Mi niño será fuerte.
El pecoso sonríe mientras el rey se acomoda en su silla, finalmente se lo ha quitado de encima.
Puede disfrutar un poco más de la fiesta hasta que finalmente cae la noche.
Cuando el rey se levanta para conversar en privado con el arzobispo, el pecoso toma un momento para intentar relajarse.
Pero se muestra muy incómodo con su barriga, cuyo bebé no deja de moverse en su interior.
No entiende porque está tan inquieto, y esto lo hace estar irritado.
—Tranquilo —Murmura Max sentándose a su lado y colocando discretamente su mano en su vientre —Las celebraciones están por terminar.
Acaricia su barriga y el pecoso sonríe pero rápidamente se detiene y levanta la vista para asegurarse de que nadie los este observando.
—El bebé es tan parecido a su padre, que incluso cuando le pido estar calmado sigue mostrándose inquieto —Señala el rubio intentando hacerlo reír.
Y lo consigue.
—Perdón, estoy muy nervioso desde la mañana —Afrmó un poco más relajado —El bebé no deja de moverse y me duele mucho la espalda.
—Lo se, puedo sentir lo inquieto que está —Max sonríe pensando en el fruto de su amor —Si te sientes muy mal, quizá debería acompañarte hasta tu habitación para que descanses.
Sergio lo mira y niega con la cabeza.
—Estoy bien, solo necesito distraer mi mente —Responde y pronto se da cuenta que el rey ha regresado —Será mejor hablar en otro momento.
El rubio se levanta cuando ve a su padre llegar y no tarda en acercarse a él para besar su mano.
—Majestad —Lo saluda con una calidez que hace feliz a su padre —Es una noche maravillosa, y creo que a la reina le gustaría observar las estrellas.
Jos se muestra de acuerdo con esto, pero duda un poco debido a lo tarde que es y a la condición de su esposa.
—Tal vez otro día —Él sabía que ya no tenía la energía para caminar a su lado —No quiero que esté sola tan tarde.
Y entonces el rubio se dispuso a ser muy atrevido y arriesgarlo todo por un momento a solas con su amante.
—Yo podría acompañarle, para asegurarme de que nadie la moleste y que su heredero este a salvo —Max se muestra firme en su propuesta, aunque sabe que podría salirle muy mal.
Sin embargo, el rey está demasiado contento esa noche.
Y termina aceptando.
—Adelante, vigila que este bien mientras mira las estrellas —Afirma mientras se aleja sumamente contento.
Max pronto va hacia Sergio y lo ayuda a levantarse mientras ambos son seguidos por las damas de la reina.
Lady Alice se pone en alerta mientras que, al alejarse, observa como todos comienzan a murmurar.
No está segura si se trata por el actuar del duque y la reina, pero algo definitivamente está siendo la comidilla de la corte.
Algo que no podía ser bueno para ellos.

Y en el castillo de Kimbolton la alegría llenaba el lugar.
—Un niño... —Mumuro Lady Doriane Wolff con una sonrisa en los labios —Es un niño.
De sus labios escapa un pesado suspiro de alivio, pero este es seguido por una risa que solo se podría considerar burlona.
—¿Cómo se encuentra, mi lady? —La joven Lady Nina Gademan se acerca a la rubia, pero está última la aleja.
—¿Ya le informaron al rey? —Pregunta ignorando a la joven y ante el silencio intenta levantarse, pero es detenida por Lady Courtney Crone —¡Sueltame! Quiero que le informen a su majestad sobre el nacimiento de su hijo.
Las jóvenes damas asienten para después alejarse.
—Debería descansar... —Comienza el médico pero pronto es interrumpido.
—Te ordenó que me des a mi hijo —Señaló la rubia y el hombre no tuvo más opción que ceder.
El pequeño de ojos azules la observaba con atención mientras ella sonreía sabiendo que había obtenido lo que tanto deseaba.
Y eso solo era el principio de lo que estaba en sus planes.
Si su padre no la apoyaba para estar en el corazón del rey, ella misma buscaría la forma de tomar aquello que consideraba suyo.
—Tú y yo tendremos el mundo a nuestros pies —Murmuro antes de darle un beso en la frente.
Y la noticia corrió tan rápido como se le fue posible.
Un mensajero fue enviado al palacio de Hampton Court, quién se apresuró para llegar bien entrada la noche.
Fue recibido en el palacio y pronto le informo al rey lo ocurrido.
—Felicidades, majestad —Dijo el arzobispo Helmut y esto lo hizo sonreír —Dios lo bendijo con un hijo.
Jos bebió un gran trago de su copa de vino y después le dio un abrazo de lo contento que estaba.
—Siempre supe que no era mi culpa —Afirmó el rey con una sonrisa y separándose de él.
En ese momento Helmut supo que las cosas se habían acomodado para hacer tambalear la posición de la familia Wolff dentro de la corte y el corazón del rey.
—Asi es, majestad, y quizá la reina le de el heredero que tanto desea —Señaló haciendo que el hombre se volteara a ver a su esposa, quién se encuentra en el salón acariciando su barriga y platicando con su hijastro —Será la voluntad de Dios.
—Y la mía —Murmuró para después alejarse y caminar hacia el encuentro con la reina.
Una vez le da el permiso a su hijo para distraerla, se dispone a partir rumbo al castillo donde se encuentra su amante.
El duque Torger Wolff pronto se entera de lo que está pasando, todos hablan de ello.
Así que no tarda en intentar alcanzar a su majestad antes de que esté parta al encuentro con su hija.
—Mi señor, mi rey... —Le habla pero el hombre no se detiene.
La familia Wolff estaba más que fragmentada, y ahora el bastardo que tuvo su hija podría significar el inicio de fin.
Era demasiado tarde para ir a un viaje imprevisto hacia tal castillo, pero el rey de Inglaterra no se detenía por nada si sus deseos eran ver a su hijo recién nacido.
Torger ni sabe si debería seguirlo para estar a su lado y el de su hija, o si lo mejor era quedarse para hablar con Sergio y amortiguar el golpe.
Pero cuando estaba dispuesto a hacer lo segundo, no lo encontró por ningún lado.
Era como si se hubiera esfumado.
—Torger —La voz de su esposa lo hizo detenerse —¿Es verdad? ¿Doriane tuvo a un niño?
Norfolk se muestra indiferente ante esto.
—Sergio no debe enterarse —Es lo único que escapa de sus labios.
Pero la duquesa se molesta ante esto.
—Nuestra hija ha dado a luz, tenemos que estar a su lado —Afirma dispuesta a irse, pero el hombre la toma del brazo para evitarlo —¡Sueltame! Quizá a ti solo te importa la política, pero yo soy su madre.
—Es la amante del rey y su hijo no es más con bastardo, ¿Qué clase de protección crees que nos dará? —Responde el duque sumamente molesto —Lo máximo que puede aspirar es a una buena pensión. Pero es importante que Sergio no se entere, principalmente en su estado.
—¿Ahora te preocupas por él? —Le reclama —Si Sergio se encuentra en esa terrible posición, no es más que culpa tuya.
—¿Y qué hay de nuestra posición? —Pregunta alzando la voz —Sin Sergio de nuestro lado y con el rey pasando de amante en amante, no tenemos nada.
—Tengo a mi hija, y a mi nieto —Respondio jalando su brazo para soltarse de su agarre —Piensa que es más importante para ti.
Lady Susie Wolff pronto se marcha para ir en busca de su hija y Torger sabe que debe tomar un lado.
No puede seguir jugando a ser neutral cuando solo uno de los dos puede tener el afecto del rey.

Por su parte, Sergio y Max continuaron caminando en los jardines del palacio mientras observaban el cielo estrellado.
—Ya es bastante tarde, debería ir a la cama —Afirma el pecoso tocando su vientre —Me duele mucho y quizá sea una señal que debo descansar.
—¿Puedo darte un obsequio antes de que te vayas? —Pregunta el rubio sacando algo de su bolsillo y el pelinegro asiente —Es una muestra de mi amor por ti.
Toma la mano del más joven y coloca algo en su palma.
Sergio observa ese anillo de oro con un enorme rubí en medio y el duque le muestra el secreto que este oculta.
Con un mecanismo discreto, dicho anillo se abría para ver una escritura grabada en medio.
Una S y una M entrelazadas.
—Es precioso —Murmura el pecoso y pronto su amante lo ayuda a ponérselo justo en el dedo anular, junto con el de su matrimonio con el rey.
—Te amo tanto —Responde el rubio en el mismo tono.
Y cuando estaban apunto de besarse, son interrumpidos por uno de sus acompañantes.
—Mi reina, es necesario que escuché —Afirma Lady Abigail, quién había sido enviada por la pelirroja para que averiguara lo que estaba sucediendo.
—Lady Abigail, no ahora —Lady Alice intenta detenerle.
Ambas habían estado discutiendo si decirle o no.
Mientras que Lady Hannah intento calmarlas a ambas, pero sabían que ella necesitaba escucharlo por la voz de un amigo.
—Dime que está pasando —Pide el pecoso acercándose a ellas.
Max no duda en acompañarlo de cerca, puede notar que algo más está pasando y no parece ser bueno.
—Es Lady Doriane, majestad —Comienza la pelirroja y Sergio niega con la cabeza ante la idea de que se trate de su plan para quitarla de su camino, y no quiere que el rubio lo sepa —Ha dado a luz...
Ni siquiera puede terminar de decirlo cuando ve la decepción en su rostro.
—Es un niño —Completo Lady Hannah.
Fue en ese momento en que Sergio solto un gemido de dolor que lo llevo a sostenerse del duque.
—¿Qué te pasa, amor? —Pregunta el rubio tomándolo del brazo con fuerza —¿El bebé ya viene?
Esta última pregunta la suelta con algo de temor.
Las emociones parecían haber alcanzado al pelinegro y este rompió fuentes en el jardín.
Rápidamente lo auxilian para llevarlo de nuevo al castillo, siendo Max quien lo carga en sus brazos para facilitar su movimiento.
No sabe de dónde saco las fuerzas para poder llevarlo hasta donde sabía que estaría a salvo.
Y cuando llegó el médico el trabajo de parto era inevitable.
—No me sueltes —Ruega el pecoso tomando la mano de su amante.
El rubio asiente y se queda a su lado de rodillas en el suelo.
—Nunca —Responde con firmeza.
Ahora su futuro estaba en las manos de Dios.

Nota: Perdón por la demora.
Chapter 17: EL HEREDERO
Chapter Text
El destino se forja a base de las decisiones que tomamos día con día.
Incluso cuando se cree que la acción es mínima, está podría estar desatando un evento en cadena.
Si Sergio no hubiera ido a la corte, quizá no estaría portando una corona en la cabeza.
Y si no se hubiera acostado con su hijastro, tal vez no estaría cargando en su vientre al heredero del rey.
Pero así como esas decisiones lo llevaron a una situación tan favorable como peligrosa, también habían deudas que saldar.
No todo puede ser perfecto.

Sus gritos eran desgarradores.
Cualquier persona en el palacio lo podía escuchar sollozando por el dolor del parto.
—Por favor, majestad, tiene que pujar —Le pide el médico mientras una de sus damas se ocupa de recoger las sábanas manchadas por la sangre.
Sergio niega con la cabeza en repetidas veces, siente mucho dolor y al mismo tiempo debilidad.
—No puedo —Murmura el pecoso con dificultad.
Pero el rubio toma su mano con fuerza, quedándose de rodillas en el suelo junto a la cama de la reina, con los ojos llorosos y sumamente impotente al verlo así.
—Tú puedes, por favor, sé que puedes —Max le responde en el mismo tono para después besar su mano —No te puedes rendir.
Este acto no paso desapercibido por el medico Laurent Mekies, quien no tardo en sospechar de su cercanía, pero el sonido de la puerta abriéndose lo distrajo por un momento.
—La reina no puede atenderlos —Dijo Lady Alice llegado con sabanas limpias y pronto los guardias se aseguraron de que nadie mas entrase —Están perdiendo la cabeza, todos quieren entrar para presenciar el parto.
—No... —Se queja el pelinegro —No los quiero aquí.
—No se preocupe, majestad, nadie mas entrara —Afirmo Lady Abigail mientras se acercaba con un paño humedecido para limpiar el sudor en su frente.
—Lo lamento mucho, majestad, pero no podemos evitar que el parto sea presenciado —La pelirroja pronto capta la atención del pecoso —Debe probarse su legitimidad.
—Yo probare la legitimidad, soy el hijo del rey —El rubio rápidamente quiso dar una solución.
—Mi señor, lo siento, pero usted sabe bien que no funciona así —Señalo y con eso pronto un par de damas de la corte se hicieron presentes en la habitación de la reina.
—Duque, por favor, retírese —Ordena sergio ante el temor de que su presencia cause mas preguntas que no quiere responder.
Max, afligido, no tiene mas opción que obedecer y se retira la aquella habitación.
Camina un par de pasos hasta llegar aun pasillo cercano donde se recarga en la pared mientras sus lagrimas se deslizan por sus mejillas al escuchar los alaridos de dolor de su amado.
No puede soportar escucharlo así, y mucho menos sabiendo que no puede estar a su lado para apoyarlo.
—Por favor, que ambos estén sanos —Ruega al cielo implorando la clemencia de Dios.
A él solo le importa la seguridad y el bienestar de su familia, una que formo en secreto, una de la que nadie mas debería saber.
—La zorra esta pariendo —Y escucha una voz familiar a lo lejos —Asegurate de presenciar el nacimiento, y fijate bien en los rasgos del bastardo.
Max se oculta con sumo cuidado cuando ve a dos personas caminando por el pasillo, y la luz de las velas solo le confirmaron de quien se trataba.
—No es correcto hablar de esa manera —Dijo la mujer de cabellos rojizos —Sigue siendo la reina.
—Una pvta será, enviada por Wolff para enredar al rey y con su hija distrayéndolo para que no quite sus ojos de esa mísera familia —Christian escupe las palabras con furia —Ya tenemos suficiente con el bastardo de su hija, y ahora la otra también se pone en parto.
—Ya basta, alguien puede escucharte —Responde su esposa, la condesa Geraldine Horner.
—¿Te das cuenta de que esto podría significar nuestra ruina? —Continua el conde deteniéndose en seco en medio del pasillo —Tantas esposas y ninguna quedaba en cinta, y ahora estas dos zorras le paren un hijo casi al mismo tiempo. Seguramente se metieron con un lacayo y fingieron que es de él.
—Silencio —Insistió la pelirroja —Ya es suficiente. Iré para presenciar el nacimiento, pero ya no quiero escuchar ni una sola palabra de ti al respecto.
—Si tenemos suerte será un bastardo, pero rezo para que la zorra se muera en el parto —Es lo ultimo que dice antes de ver como su esposa se marcha hacia la habitación de la reina.
Max observa todo esto con una expresión desencajada en el rostro.
Todos los insultos dichos y malos deseos de parte del conde no pasarían desapercibidos para él.
Christian no lo sabia, pero sus propias palabras estaban forjando su ruina.

Mientras tanto en el castillo de Kimbolton.
El rey llego tan pronto como pudo, llamando la atención de todo aquel que estuviera en el lugar o en sus alrededores.
Y no fue para nada una sorpresa para Lady Doriane, quien pronto fue arreglada para recibirlo.
—Su majestad, el rey.
Este es anunciado y pronto todos hacen una reverencia cuando lo ven entrar a la habitación.
—Majes... —Comenzó la rubia pero se vio interrumpida.
—Mi hijo —Dijo Jos caminando hacia la pequeña cuna donde se encontraba el bebé durmiendo —Ven con tu padre.
No se molesta en dejarlo dormir, y pronto lo toma en brazos haciendo que el pequeño se despertase y comenzara a llorar.
Lo arrulla con poco cuidado y esto no lo calma, pero el rey decide por ignorarlo.
—¿Cómo está de salud? —Pregunta hacia el médico y este, algo nervioso, responde.
—Fue un parto complicado para lady Doriane...
—Hablo de mi hijo —Señala el rey sin levantar la mirada de su pequeño que sigue llorando.
—El bebé está en perfecto estado, nació sano y con unos pulmones fuertes —el médico continuó explicando pero el bebé lloraba demasiado.
—Noah... —Dice Jos mirando al pequeño —Me gusta ese nombre.
—Es una gran elección, majestad —Lady Doriane no pierde la oportunidad para intentar llamar su atención.
Pero ha olvidado un pequeño detalle.
El rey levanta la mirada y observa su rojiza piel.
—Ha tenido una reacción alérgica, majestad —El médico se apresura a dar una explicación ante el temor de que se moleste con él por no cuidarla bien, y miente —Un par de cremas podrán suavizar el dolor y disimular las marcas.
Jos da un par de pasos hacia dónde se encuentra ella, todavía reposando en la cama, y la observa de pies a cabeza.
—Deberías cubrirte el rostro —Suelta esto con visible desagrado.
La rubia toma un mechón de su cabello para intentar tapar su cara, y desvía la mirada sumamente avergonzada.
Disculpe majestad murmura por lo bajo.
Y el pequeño sigue llorando, aumentando el disgusto del rey, el cual comenzó a ser evidente.
—Ya, ya —Dijo Jos haciendo una señal para que alguien se acercara a llevarse al niño.
Entonces una de las damas se acerca y toma al pequeño en sus brazos para tranquilizarlo.
—Cuidenlo bien —Ordena observando a las damas que acompañan a su favorita mientras se alejan para dejarlos solos.
Sin duda alguna tenía ojo para la belleza.
El médico también se retira, aliviado de mantener su cabeza pegada a su cuello otro día más.
—¿Se quedará esta noche, majestad? —La rubia hace otro intento, no quiere rendirse.
Pero en ese instante alguien los interrumpe.
—Lady Susie wolff, duquesa de Norfolk.
Anuncian a la madre de la joven y está pronto reverencia al rey.
—Majestad —Lady Susie agacha la mirada ante él —Disculpe, solo quería saber cómo se encontraba mi hija.
—Su hija me ha hecho el hombre más feliz esta noche —Afirmó el rey con una sonrisa —Mi pequeño Noah crecerá grande y fuerte como su hermano Max.
La mujer sonríe algo incómoda.
Claramente ese no es el destino que deseaba para su hija y para su nieto, pero ya no había nada más que hacer.
—¿Noah? Que hermoso nombre —Es lo único que atina decir.
Y como si de una reunión familiar se tratase, alguien más en todas en esa habitación.
—Lord Toger Wolff, duque de Norfolk.
Toto todavía tomado una decisión al haber llegado a dónde se encontraba su hija.
El rostro de Doriane se iluminó al ver a su padre, y sonrió con lágrimas en los ojos al pensar que le ha perdonado.
Y aunque ese parece el caso, la gentileza del duque está más ligada a la presencia del rey que a la de su hija.
Pero ya había escogido un bando y no sabía si eso le costaría muy caro.
Claro que está feliz de ver a su nieto, pero este no era un hijo legítimo y con eso no podía hacer mucho.
El rey lo reconocería como suyo y le daría algún rol importante dentro de la corte, pero esa era la única ventaja que podría obtener Lady Doriane en todo esto.
Algo que ella pronto comprendió y se lamentó.
Sin embargo, no todo estaba sellado para ellos. Solo una cosa podría cambiar eso.

Por otro lado, en el palacio de Hampton Court los gritos de la reina cesaron y fueron reemplazados por el fuerte llanto de un bebé recién nacido.
Sergio suspiro pesadamente y dejó caer su cuerpo hacia atrás bastante agotado.
Las damas aplaudieron alegres de un buen parto para su reina.
Él había sentido como si su cuerpo se desgarraba y de la fuerza sentía que su corazón se detendría en cualquier momento.
El tormentoso dolor había llegado a su fin, y ahora le entregaban a su bebé en brazos.
Pero cuando lo cargó, los aplausos cesaron.
—Felicidades, tuvo una hermosa niña —Dijo el médico y la sonrisa en el rostro del pecoso desapareció.
Inevitablemente destapó la parte baja para revisar si esto era verdad y el miedo en su rostro no se hizo esperar.
Lady Alice se percató de esto e invitó a las damas a retirarse para dejar descansar a la reina.
Apenas se fueron junto con el médico, el pelinegro se echó a llorar.
Estaba desconsolado.
No solamente había tenido una niña, sino que estará tan pequeña que se veía muy frágil a simple vista.
Temía no solo por él, sino también por ella.
Sabía bien que esto al rey no le gustaría, y no sabía si tendría otra oportunidad.
—Majestad, por favor, no llore —Dijo Lady Abigail sentándose a su lado mientras acariciaba su brazo —Calmese, por favor.
Pronto la bebé comenzó a llorar y Lady Hannah la tomo en su brazos para arrullarla.
—Intenta calmarte, se que es difícil, pero debes hacerlo por ella —Le pide la pelirroja tomando su mano —Intentalo por ella.
Sergio comienza a respirar profundo para calmarse, sabe que su llanto solo altera a su bebé.
—¿Quiere que lo llame, majestad? —Pregunta Lady Abigail, y todos voltean a verla —Quizá pueda ayudar.
No era algo bien visto que el joven duque se paseara tanto por la habitación de la reina, pero era la única persona que lo entendía.
Max pronto fue llevado de nuevo a la habitación.
Estaba nervioso, pero su preocupación aumentó aún más cuando vio la expresión derrotada en el rostro de su amado.
—¿Están bien? —Pregunta temeroso.
Pero se calma cuando ve a la bebé en los brazos de Lady Hannah y puede respirar tranquilo.
—Dámela —Dice Sergio y la joven rápidamente se la entrega en sus brazos —Déjennos solos.
Lady Alice se muestra algo reacia a esto, pero al final obedece sus órdenes y se retira con el resto de las damas.
—¿Dámela? —Repite el rubio analizando esa palabra —¿E-es una niña?
El duque de acerca a la cama y observa con atención a la pequeña bebé en los brazos de su amante.
—Si, lo es —Responde Sergio casi en un susurro —Yo lo sien...
—Nuestra Victoria... —Max lo interrumpe sentándose a su lado para poder verla con más claridad —Es preciosa.
El pecoso voltea a verlo con lágrimas en los ojos.
—¿No estás molesto? —Pregunta bastante apenado y un par de lágrimas se deslizan por sus mejillas.
—Claro que no, es nuestra —Afirma el rubio para después darle un beso en los labios —Somos una familia.
Sergio sonríe y se deja mimar por su amante, quién no deja de estar embelesado por su bebé.
—Temo la reacción del rey —Confiesa.
—Yo hablaré con él —Dijo con una voz firme —Pero nadie les pondrá una mano encima, te lo juro.
Max lo abraza y apoya su cabeza en su hombro mientras continúa encantado con el pequeño rincon de amor que creo para ellos dos.
Su amor secreto que podría desatar el peor de los destinos.

Nota: disculpen la ausencia 😭 me bloquee
Chapter 18: Crimen y castigo
Chapter Text
La noticia del nacimiento del bebé de la reina rápidamente llegó a los oídos del rey, quién no dudo en ir a visitarle en su habitación.
Sus pasos eran pesados y torpes, pues el dolor en su pierna era insoportable.
La puerta se abre de golpe, sin importar lo tarde que es y que la reina necesitaba descansar.
—Majestad —Dice Lady Alice bajando la cabeza frente a él y las demás damas la imitan.
—Fuera —Ordena Jos y rápidamente la habitación se vacía dejandolo solo junto a la reina y su bebé.
El silencio se apodera del lugar y los guardias están más que alertas ante cualquier situación de peligro.
Xavi y Jo se preocupaban mucho por la seguridad de Sergio.
Todos sabía que al rey no le había caído en gracia la noticia del nacimiento de una niña.
No era lo que él esperaba.
—¿Una niña? —Suelta el rey tensando al pecoso que se encontraba con la bebé en brazos en la cama —¿Eso fue lo único que pudiste hacer?
Era bastante claro que estaba molesto.
Jos había creído que Dios lo estaba bendiciendo con su victoria momentánea contra Francia y el nacimiento de otro hijo varón, aunque fuera un bastardo.
Pero el nacimiento de su hija no cayó en gracia, y ya no podía hacer nada al respecto.
—Le pido me perdone —Murmura el pecoso, sabe que debe intentar apelar a que le tenga consideración, si es que podía.
Jos lo observa sin acercarse demasiado, la distancia que marca solo demuestra lo molesto que está con todo esto.
En su cabeza solo daba vueltas una cosa: él había tenido dos hijos con dos mujeres distintas, claramente el nacimiento de una niña no era su culpa.
—Ya que tuviste a una niña, no te resultará complicado darme a mi hijo —Suelta con una voz firme —Que sea voluntad de Dios que me des a mi heredero, reza para que lo consigas.
Lo último es claramente una advertencia que alerta al pecoso.
Jos se da la vuelta dispuesto a irse.
—Que también sea la voluntad de Dios que mis hijos sean tan fuertes y sanos como su padre —El pelinegro no es capaz de controlar su lengua —Y así la casa Verstappen permanezca en el trono.
Sergio disimula perfectamente una sonrisa que se asomaba en sus labios, porque sabe bien quien es el padre de su bebé.
Y Max es muy diferente a Jos.
El rey suspira pesadamente y se detiene a mirarlo por un momento.
—Así será, pero primero necesitas darme a mi heredero —Le recuerda.
—Con su permiso, me gustaría nombrarla Victoria —Dice el pecoso intentando no sonar tan brusco, sabe que debe tener cuidado.
—Llámala como quieras —Responde el rey antes de marcharse.
Sin embargo, hay algo en ese nombre que le ha hecho ruido y no puede evitar pensar en eso.
Pero decide ignorarlo, porque tiene cosas más importantes por las cuales preocuparse.
Y quizá se arrepentiría más tarde por ellos.

Pasaron un par de semanas donde el rey no visito a la reina, y parecía querer evitarle.
Mientras que Max lo visitaba en secreto, adorando a su pequeña bebé que tanto amaba.
—Es tan bonita —Murmura el rubio —Creo que se parece a ti.
—Pero si es igualita a ti —Responde el pecoso con una sonrisa —Nuestra niña.
Max la arrulla en sus brazos antes de que una de las damas de la reina retire a la pequeña para dejarla dormir en su cuna.
—¿Y como has estado? Escuche que mi padre no ha venido a verte —Comienza el rubio y pronto un suspiro de su amante lo preocupa.
—Todos hablan de eso en la corte ¿No? —Pregunta el pecoso bajando la mirada —Temo que el nacimiento de Victoria le molestó mas de lo que esperaba.
Max lo toma de la barbilla para obligarlo a verle.
—No te preocupes por eso, amor. Yo hablare con él —Dice como si fuera una promesa —Ya verás que se le pasara.
—Ese es el problema —Comenzó el pelinegro confundiendo a su amante —No sé si quiero que se le pase. Estoy muy tranquilo con él lejos, pero sé que tampoco es bueno.
—Si te hace sentir más tranquilo, quiero que sepas que no ha ido a ver a esa mujer a Kimbolton —Max toma su mano para darle calma —Y tampoco anda detrás de alguna dama. Quizá se encuentra en un limbo, ha luchado toda su vida por un heredero.
—Pero no quiero hacerlo con él —Confiesa el pecoso —No quiero que me toque. Me da asco. Me repugna.
El rubio se acerca a él y le da un beso en la frente.
—No tienes que hacerlo.
Sergio suspira pesadamente.
—Esto solo funcionó porque ya estaba en cinta cuando nos separamos y luego tú y yo estuvimos juntos cuando lo perdí —Explica en voz baja —No podré soportar la idea de estar de nuevo a solas con él.
Max no sabe que más decirle porque no conoce por completo la naturaleza del trato de su padre con él, pero sabe que no es bueno.
Así que solo lo abraza para intentar calmarlo de esos pensamientos que lo atormentan.
—Te prometo que arreglaré todo.
Le dan último beso antes de marcharse con discreción de su habitación.
Sabe que debe ser cuidadoso para no levantar sospechas y se dirige a la cámara privada donde sabía encontraría a su padre.
Y no se equivocó.
Sin embargo, este no se encontraba solo.
—Sera todo un gozo, majestad —Dijo el conde de Essex y pronto su mirada se encontró con la del rubio —Oh, duque, me alegra verlo.
Al parecer los dos hombres habían estado hablando en privado, aunque Max no sabía muy bien de que se trataba.
—Majestad, ¿Podríamos hablar en privado? —Pregunta Max ignorando a Horner.
—Retirate —Ordena el rey y Christian se marcha de mala gana.
A sus ojos Max solo es un joven caprichoso que se le ha dado todo a manos llenas.
Todo menos el trono.
—Padre, se que no me corresponde entrometerme en...
—Si vas a hablar de tu madre, hazlo rápido —La respuesta del rey lo desconcierta.
—¿Mi madre? —Pregunta en un susurro.
Jos lo voltea a ver cómo si fuera lo más obvio del mundo.
—Si, Sophie —Reitera mirándolo como si Max ya debería saberlo —¿Qué quieres hablar sobre ella?
El rubio se perturba un poco ante la idea de que su padre realmente vea a Sergio como su fallecida madre Sophie.
Lo cual lo hace dudar de su cordura.
Pero rápidamente se recompone para evitar algún problema.
—He escuchado algunos rumores...
—No la he visitado porque no he tenido tiempo —Afirma Jos algo cansado, pero pronto suelta un suspiro que delata su mentira —No he podido perdonarle.
Max traga en seco al escuchar esto.
—¿Perdonarle? —Pregunta algo confuso —Disculpe, majestad, pero ¿Qué falta ha cometido la reina?
—Me ha dado una niña, y Lady Doriane me ha dado un niño —Comenzó el hombre —¿Y si me equivoqué al escogerla? Si hubiera cortejado a la hija de Norfolk, y la hiciera mi esposa, no estaría preocupado por mi sangre en el trono.
El rubio traga en seco ante esto.
No le gustaba la idea de un arrepentimiento de ese nivel, ya que ponía en riesgo a su familia.
—¿Y si esto es una prueba de Dios? —Y sabe bien cómo jugar sus cartas.
—¿A qué te refieres? —Logra capturar la atención del rey.
—Quiero decir, Dios nos desafía constantemente para obtener lo mejor de nosotros —Comenzó el duque escogiendo bien sus palabras —No tendrá un heredero si no visita a la reina. Es una prueba divina.
Jos asiente ante esto.
En su mente hace lógica pensar que Dios todavía lo reta en la vida y él no se consideraba ningún cobarde.
La realidad era que Max sabía bien las debilidades de su padre, por eso uso su fe y el temor por su alma para poder orientarlo hacia el camino que necesitaba.
—Quizá tengas razón —Afirmó y Max se esforzó en ocultar una sonrisa —El torneo en celebración por el nacimiento de la princesa será en unos días. Visitaré a Sophie para intentarlo una vez más. Sé que puede darme el niño que tanto necesito.
Max asiente ante esto.
Al menos había logrado un avance, pero el torneo se prestaba como un buen escenario para sus próximos planes.

Los días pasaron y la noche previa antes del torneo se dio una celebración que lleno de gozo al palacio.
Jos reía con una alegría particular pocas veces vista.
Estaba feliz, relajado ante la idea de que pudiera cumplir con el desafío.
No había dejado de amar a Sophie, pero se sentía herido por ella.
Le hubiera gustado tener a un niño y así obtener la tranquilidad que tanto deseaba.
—Baila para mí, Sophie —Pidió alzando un poco la voz y dejando sin opción al pecoso.
Sergio se levantó de su asiento y camino hacia la pista, pronto Max le propuso bailar y ambos así lo hicieron.
Jos estaba animado, y bebia cada vez más vino.
Los observaba bailar, pero por alguna razón no se sintió tan feliz al respecto.
No era la misma sensación alegre que tuvo la primera vez que los vio juntos.
Algo había cambiado.
—La princesa Victoria es preciosa, se parece mucho a su majestad —Escucho a alguien hablar.
—Victoria... —Murmuro el rey.
Ese nombre le resultaba tan familiar pero no podía recordarlo con claridad y un dolor de cabeza se hace presente, tanto que golpea su copa con fuerza contra la mesa.
Todos los presentes voltean a verlo y Sergio se preocupa al pensar que algo malo ha pasado.
El rey se levanta con dificultad y él corre en su auxilio.
—Su majestad está agotado, lo llevaré a su habitación —Afirma el pecoso tomándolo del brazo.
Max quiere ayudarlo como la última vez, pero Sergio le hace un señal para que permanezca al margen.
Con dificultad lo lleva hasta la habitación donde el rey descansa, y lo acomoda en la cama.
—Maldito gordo —Murmura Sergio cuando ve como este se queda dormido apenas su cabeza toca la almohada.
Nunca había deseado tanto el final de una persona como lo habia hecho con su esposo.
Mira la almohada junto su cabeza y solo piensa en lo fácil que sería para él terminarlo todo en ese momento.
Pero solo se acerca para tomar una copa de vino y echarselo encima.
—Nunca volverás a tocarme.
Sergio se apresura en deshacerse de algunas prendas del rey, simulando el escenario perfecto de un encuentro casual.
Una mentira que lo ayudará en su plan.
Y así es como duermen en la misma habitación, pero sin estar con el otro.
A la mañana siguiente todos piensan que el rey y la reina yacieron juntos la noche anterior, apagando los rumores de una posible separación.
Pronto Sergio se da un baño y se alista para el inicio del torneo, donde habría una serie de justas para entretener a la corte.
Llega al lugar donde se llevará acabo el evento y toma asiento junto al rey.
Este se muestra más tranquilo a comparación de la noche anterior.
—Mi amado esposo, me alegra que anoche finalmente me perdonarás el error que cometí al darte una niña —Dice Sergio con una sonrisa forzada.
Jos lo mira con confusión.
No recuerda nada de lo que ocurrió la noche anterior, pero todos en la corte murmuraban sobre la reconciliación.
Asi que simplemente creyó en ello.
Las primeras justas inician y uno de ellos es Max FitzRoy, duque de Richmond y Somerset.
Se acerca montando a caballo para pasar frente a las damas de la corte, quienes alaban su belleza.
Pero él se detiene frente a la reina y acerca su lanza hacia el pelinegro.
—¿Me haría el honor de darme su favor, mi reina? —Pregunta el rubio poniendo muy nervioso a su amante.
Este acto no fue malinterpretado por el rey, ya que esa mañana Max le convenció de hacerlo para levantar el ánimo de la reina.
Aunque se trataba más de una fanfarronería suya.
Sergio saca una pequeña cinta amarilla y la ata en la lanza del duque, quién sonríe ante esto.
Max se aventura en el torneo y el pecoso se muestra nervioso ante el temor de que esté sea lastimado, pero eso no pasa.
El rubio es muy ágil y logra ganarle a su contrincante.
—Estas muy nerviosa —Señala el rey algo incómodo.
—No me gusta la violencia —Rapidamente se excuso.
Temía que su preocupación por Max evidenciara su cercanía.
Jos asiente convencido de que quizá sea eso y su mente estaba queriendo jugarle en contra.
Pero entonces pasa algo que tensa el ambiente.
Lady Doriane Wolff llega acompañada de su padre, el duque de Norfolk.
Sergio traga en seco cuando la ve, recuerda lo que le mando a hacer y nota tono blanquecino en su rostro.
La joven rubia ha usado cerusa para disimular las marcas en su rostro y su tono de piel rápidamente llamo la atención de todos, quienes murmuraron sobre lo bella que se veía.
El rey también le dio la bienvenida sin ningún tipo de vergüenza o respeto por su esposa.
Y lo peor estaba por venir.
—Lady Doriane, madre de mi hijo Noah FitzRoy —Afirma el hombre con un orgullo que solo lástima al pecoso —He decidido otorgarle a mi hijo el condado de Nottingham, como celebración por su nacimiento.
Esta decisión ya había sido tomada por el rey con antelación.
En su mente hacia sentido que si la reina era castigada por tener un niña, Lady Doriane debería ser premiada por haberle dado un niño.
Sergio desvía la mirada ante esto y Max puede ver como esto lo afecta no profundamente.
Incapaz de soportar una humillación así, se levanta de su asiento para marcharse de ahí tan rápido como le resulta posible.
Lady Doriane sonríe ante esto y el rey solo hace una mueca de disgusto.
—Participare en la justa, hagan que la reina esté presente —Ordena.
Sin embargo, mientras el rey se prepara para montar a caballo, Max detiene al guardia y lo convence de que él buscará a Sergio.
Pero había alguien que estuvo observando con atención y en silencio.
Sospechando que algo más estaba pasando entre la reina y su hijastro.

Nota: perdón el día y la hora.
Chapter 19: Lineas difusas
Chapter Text
Todos se preparan expectantes de lo que están a punto de presenciar.
El rey ha decidido participar en la justa, animado por el ambiente feliz de tan importante día.
Pero cuando va rumbo a su caballo es interceptado por alguien.
—Majestad, no le aconsejo que lo haga —Comenzó Norfolk —El médico le advirtió tener más cuidado con su pierna.
—Tonterías —Suelta el rey sin hacerle caso.
—Podria lastimarse —Torger insiste, sabe que eso puede salir muy mal —No está en la mejor condición.
Se arriesga demasiado al decir eso, porque al rey jamás le ha gustado que cuestionen su fuerza.
Y vaya que jugo con su paciencia.
—Montare este caballo al igual que lo hago con tu hija —Responde Jos de manera burlona, haciendo enfadar al duque de Norfolk —Ahora quítate de mi camino, imbecil.
Wolff se hace a un lado.
Las palabras del rey habían golpeado en su orgullo, así que ya no se molestó en ver por su bienestar.
Observa como lo ayudan a ponerse la armadura en la que apenas entra bien, y con dificultad logra subir al caballo.
No está en la mejor condición y el pobre animal sufre las consecuencias de esto.
Torger sabe lo que puede pasar, pero está demasiado herido como para siquiera molestarse en intervenir otra vez.
Regresa rápido a su lugar y pronto ve al rey cabalgando hacia donde se encontraba su hija, Lady Doriane Wolff, y acerca su lanza.
—¿Me concede su favor, Lady Doriane? —Pregunta el rey sin ningún tipo de vergüenza.
La rubia ata una cinta roja que llevaba con ella y sonríe triunfante de ser el centro de atención.
Deseaba tanto ocupar el lugar de la reina que no le importaba lo mucho que murmuraban sobre ella.
Jos galopa para acomodarse para la justa, y apenas iniciando recibe un golpe de su rival.
La corte se asombra ante esto y pronto muestran preocupación por su rey, pero este decide continuar.
El rey confía en que puede lograrlo, así que se avienta junto a su caballo para enfrentar al oponente.
Pero un mal golpe lo hace caer bruscamente de su caballo, golpeando con fuerza su cabeza en el suelo.
El animal cae junto a él pero pronto logra levantarse y comienza a correr, arrastrando al rey a su lado, cuya pierna mal herida se había atorado en su sitio.
—Mierda... —Susurra el duque de Norfolk mientras el pánico se apodera de la corte.
Los guardias se apresuran auxiliarlo mientras que su hija se muestra sumamente preocupada ante lo ocurrido.
—¡Padre, está muerto! —Grita Doriane levantándose de su lugar para intentar ir hasta donde se encontraba el rey.
Sin embargo, es detenida justo a tiempo para no perturbar más la escena.
Logran tranquilizar al animal, pero el daño ya estaba hecho.
No permiten que nadie se acerque y pronto retiran al hombre hasta llevarlo de regreso al palacio de Hampton Court.
—Doriane, ve con tu hijo —Dice Torger en voz baja mientras la toma del brazo —No te puedes quedar aquí si el rey muere.
La rubia niega con la cabeza un par de veces.
—Mi hijo es un conde —Intenta recordarle, pero sus palabras no tienen efecto en él.
—Tu hijo es un bastardo, uno muy odiado por la reina —Torger tiene cuidado al hablar, no desea que alguien más los escuché —Sergio no se quedará con los brazos cruzados.
—Él tuvo una niña.
—Una princesa, y si tiene suerte una reina —Afirma el hombre haciéndola caminar junto a él —Ve con Noah, y reza para que el rey esté bien. Porque de lo contrario estaremos en muchos problemas.
Doriane asiente algo temerosa.
Los Wolff no estaban a salvo si no tenían su fuente de poder más importante: el rey.
Sergio había sido su eslabón más fuerte, pero lo perdieron como consecuencia de las acciones de la única hija del matrimonio.
Ahora estaban a la deriva, y lo sabían muy bien.

Por su parte, Sergio camina a paso veloz mientras intenta evitar a cualquier cortesano que se tope en su camino.
Llega a sus habitaciones privadas, y suelta un pesado suspiro cuando se cree solo.
Sin embargo, la puerta se abre y deja ver al hombre que lo ha estado siguiendo todo este tiempo.
—Amor, tranquilo —Dice el rubio acercandose hacia él.
—Nos humilló frente a toda la corte —Comienza el pecoso —No solo trajo a esa mujer, sino que también le dio un título a su hijo.
—Hablaré con él —Insiste el duque tomando su mano, no le gusta verlo así —No te preocupes por ella, solo debemos enfocarnos en la seguridad de nuestra Victoria.
Max no pierde el tiempo y lo hace refugiarse en sus brazos mientras besa su frente.
—Lo sé, es solo que siento que ella nos traerá más y más problemas —Checo hunde su rostro en el cuello del mayor —Soy tan afortunado de tenerte.
—No más que yo.
El rubio rápidamente busca sus labios en un dulce beso, uno que es completamente correspondido por la reina.
—Te amo, por favor, no vuelvas a irte —Murmura el pecoso separándose un poco —Victoria y yo te necesitamos.
—Me quedaré a tu lado, te lo prometo —Responde el duque mientras toma su mano para darle un beso —No tienes porque preocuparte por mi padre, él solo le dio el título para mantener contento a Norfolk. Ella no es importante.
—Lo sé, y tuve suerte de que anoche conseguí algo —Su respuesta confunde a su amante —Jos estaba muy ebrio, así que no recuerda nada. Y lo convencí de que anoche yacimos juntos.
El rubio se muestra algo molesto ante esto, pues la idea de ellos dos juntos lo ponía muy celoso.
Pero se traga sus celos porque sabe que no debería ser así.
—Sabes que no fue así —La voz del pecoso interrumpe sus pensamientos, era como si le leyera la mente —Amor, yo solo quiero estar contigo.
Sergio se acerca a él rodea su cuello con sus brazos para pronto buscar sus labios y pronto la lejanía que hubo entre ellos los termina llevando a la cama.
—Eres mío —Max murmura en sus labios.
No había dudas de que se extrañaban.
El duque le da un último beso antes de levantar la falda de su vestido, deteniendose a apreciar esas bonitas piernas que tanto le encantaban.
Comienza a dejar un camino de besos que lo terminan llevando hasta la entrepierna del pecoso, deslizando su lengua de manera descara sobre su coño.
—Oh, Max... —Murmura el pelinegro mientras coloca su mano sobre la cabellera rubia de su amante —Hazme el amor, pon otro bebé en mi vientre.
El rubio sabía bien como complacerlo y estaba más que dispuesto a ayudarlo.
—Lo que usted desee, majestad —Respondio mientras comenzaba a desvestirse para continuar con la tarea.
Pero pronto un golpeteo en la puerta los hizo detenerse abruptamente.
—Majestad, el arzobispo está aquí —Dijo Jo en voz alta pero al mismo tiempo temblorosa.
Ambos amantes intercambian miradas, saben que de abrirse esa puerta muchas cosas se destaparian en ese instante.
Max se levanta y ayuda al pecoso a hacer lo mismo, acomodando todo para disimular lo que estaba a punto de ocurrir.
—Tienes que irte —Susurra el pelinegro.
—No, si lo hago me veré más sospechoso —Respondió el duque mientras acomodaba un mechón del cabello de la reina —Calmate, y sígueme la corriente.
Checo parpadea un par de veces antes de tragar en seco.
Tiene mucho miedo.
—Adelante —El pelinegro da la orden y las puertas se abren.
Helmut camina a paso lento, observando todo a su alrededor.
La repentina desaparición del duque de Richmond y la reina llamo completamente su atención, levantando sospechas inimaginables.
—Majestad —Comienza el hombre —La están buscando por todos lados. Pero supongo que el duque la encontró antes que nadie.
Sergio se mira visiblemente confundido.
—Me preocupe por su majestad, quería saber si estaba bien —Max rápidamente responde sin mostrar una pizca de culpa —Mi padre ha sido muy duro con ella.
—El nacimiento de un heredero es primordial, principalmente en la situación en la que se encuentra la corona —Continuó el arzobispo sin creerse el cuento del duque —Muchas reinas han pasado por estás habitaciones, una más desafortunada que la otra.
El pecoso se muestra nervioso ante sus palabras, puede sentir que hay algo más en estás.
Y él no estaba dispuesto a dejarse.
—Todas muy diferentes entre ellas —Comenzó el pelinegro —Pero afortunadamente tengo a mi pequeña Victoria, la única hija del rey —Hace énfasis en esta última parte —La razón detrás del torneo de hoy.
El ambiente se tensa entre los tres.
—Así es, una niña —Le recuerda el mayor.
—Una princesa —Y Sergio responde casi de inmediato.
—Y una futura reina —Añade el rubio.
El arzobispo está a punto de decir algo cuando las puertas se abren abruptamente.
—Mi reina... —Dice Lady Alice visiblemente agitada —El rey... Tuvo un accidente.
Esta noticia los impacta a los tres, y Helmut se queda en silencio analizando su próximo movimiento.
Le resulta obvio lo que ocurre entre la reina y su hijastro, pero no estaba en la mejor posición para hacer algo.
Sergio camina rápidamente junto al duque para ir a dónde se encuentra su majestad, y toda la corte lo observa con bastante angustia en su mirada
Entiende bien que dependiendo de la gravedad del caso las cosas podrían desarrollarse de manera distinta.
Y no podía dejar de pensar en su pequeña hija y como esto podría afectar su futuro.

Mientras tanto, los médicos habían hecho todo lo posible por velar por el bienestar del rey.
Esa caída pudo haberle costado la vida, pero todavía guardaba algo de suerte.
Jos se encontraba profundamente dormido debido al uso de laudano para calmar el dolor.
Había estado gritando de dolor desde que reaccionó después de la caída, y durante todo el proceso, al punto de que casi se desgarra la garganta.
Su cuerpo dolía como si mil espinas estuvieran encrustadas en este y con cada movimiento se enterraban más en su piel.
Tenía las mejillas coloradas del esfuerzo al morder un pedazo de madera para distraerlo del dolor que estaba sufriendo.
Y hedor en su pierna era aún peor, con lo lastimada que estaba difícilmente podría volver a cabalgar, o siquiera caminar bien.
Sergio camino a paso lento por aquella habitación mientras los médicos se retiraban.
Pronto se detiene cuando la peste en su pierna le causa náuseas y el duque le ofrece un pañuelo para cubrir su nariz.
El pecoso se acerca lo suficiente para ver qué todavía seguía vivo y no sabía cómo sentirse al respecto.
Por un lado, había llegado a pensar que su pesadilla finalmente habría terminado y podría recuperar un poco de su libertad.
Y por otro lado, se sentía algo aliviado al saber que todavía podría reafirmar su posición dentro de la corte.
Esto porque en el fondo presentía que Norfolk no se quedaría de brazos cruzados siendo el abuelo de un hijo bastardo.
Temía que Noah FitzRoy fuera un arma más que usarían en su contra, pero principalmente contra su hija, Victoria.
Porque conocía bien las ambiciones de su familia, y no estaba seguro sin un hijo varón.
—Hablemos —Propone el rubio.
—¿Aquí? ¿Frente a él? —Cuestiona el pecoso con justa razón.
—No, aquí —Max toma su mano y lo orienta a una habitación privada bastante bien oculta del ojo ajeno.
El lugar es algo frío, pero lo suficientemente asilado para poder hablar entre ellos.
—Helmut lo sabe —Murmura el pelinegro apenas se encuentran solos.
—Sospecho lo mismo, debemos tener cuidado —Max traga en seco antes de continuar —Y no solo de él.
—Claro, Norfolk —Completa pero el rubio niega con la cabeza —¿A qué te refieres?
—Horner y toda su familia están detrás de ti —Advirtió el duque con una visible molestia que preocupo a su amante —Los escuché la noche que nació Victoria.
—Eso fue hace dos meses —Reclama el pecoso muy indignado —Su esposa estuvo presente, ¿Por qué me lo ocultaste?
—No quería preocuparte.
—Ocultarnos cosas no nos llevará a ningún lado —Señala el pelinegro.
—Y discutir entre nosotros tampoco —Max lo interrumpe —Tengo a alguien vigilando a Horner, pero ordenaré lo mismo para Marko.
—¿Crees que ellos estén trabajando juntos? —La pregunta de Checo está cargada de mucho miedo.
Dos de los hombres más cercanos al rey en su contra no era nada bueno, y ahora no tenía la protección de su tío.
—No, pero no tardarán en hacerlo —Advierte el rubio bastante preocupado —Debemos ser más listos que ellos, ¿Lo entiendes? —Sergio asiente —Me tengo que ir, Helmut no puede vernos juntos. Quédate un momento con el rey, que piensen que te preocupas.
El pecoso asiente y se despiden con un beso en los labios.
Sigue sus indicaciones al pie de la letra, pero sabe que él tampoco puede quedarse de brazos cruzados a esperar a que las cosas se resuelvan por su cuenta.
Principalmente cuando esa noche alimenta a su pequeña Victoria en sus brazos, y entiende que él hará lo necesario para mantenerla segura.
Ahora tenía una familia a la cual proteger.

Nota: bonita noche :3
Chapter 20: INTRIGAS
Chapter Text
Pasaron tres días desde el accidente y todos en la corte seguían conmocionados por lo sucedido.
Diversos rumores comenzaron a esparcirse, entre dudas sobre la salud del Rey y el futuro de la corona con una pequeña bebé en los brazos de su madre.
No solo los chismes corrieron rápido, sino también las intrigas.
Y como era usual, Max rara vez estaba equivocado.
—¿En verdad está seguro de esto? —Pregunta Horner bastante conmocionado.
—Lo estoy, no encontraban forma de explicar su cercanía —Afirmo el arzobispo —Es claro que ambos comparten más que una simple amistad.
Christian sonríe ante esto.
Era como un niño con juguete nuevo, un regalo servido en bandeja de plata.
No era secreto para nadie el disgusto que sentía por no Wolff, y principalmente por la reina.
Tampoco el desprecio que le provocaba Max FitzRoy, otro estorbo más en sus planes.
—Si esto es verdad, el rey debe saberlo —Comienza el conde —En su situación actual es muy vulnerable.
—Por esa misma razón debemos tener cuidado —El arzobispo lo interrumpe —Será difícil para él poder comprender la idea de que algo más sucede entre ellos dos. Necesitamos pruebas.
Horner lo mira con atención, comprende bien lo que le está diciendo.
—¿Por eso querías verme, no? —Señala haciendo sonreír al mayor —Me necesitas para poder exponerlos.
—Es claro que solo puedo confiar en ti —Helmut lo corrige —Con Norfolk paranoico sobre su nieto, no puede perder el único lazo que su familia tiene con la corona. Si se entera que nosotros sospechamos algo, hará todo lo posible para detenernos.
Christian maldice por lo bajo cuando recuerda que perdió la única espía que podía informarle sobre esta situación.
Todavía lo ponía nervioso el asunto con Hannah, quien parecía mirarlo con odio cada vez que se encontraban.
Intentar poner a las damas y caballeros de la reina en contra de esta sería una tarea en vano.
Conseguir información por medio de un espía era imposible, porque lo más probable era que la reina ya supiera sobre lo que él hacía con Lady Hannah.
Debía buscar una alternativa.
—Nadie de la traicionará, aceptarlo sería admitir la traición de ellos mismos —Horner piensa cada palabra que sale de su boca —desean mantener sus cabezas pegadas a sus cuellos.
—Podríamos ofrecer un indulto —Propuso el mayor —Si el pecado fue cometido por otro, el perdón es más sencillo para aquel que busca el camino de Dios. Si logras conseguir que uno de ellos de testimonio en su contra, entonces no habrá nada que Norfolk pueda hacer para detenerlo.
—Si nos equivocamos, nosotros seremos los traidores —Señaló Horner.
—Se trata de que el rey nos crea —Y Helmut deja más en claro sus intenciones —Si nos equivocamos, busca una alternativa.
El arzobispo no espera respuesta alguna, simplemente se marcha dejándolo con la palabra en la boca.
Christian comprende que no se trata de que algo sea real, sino de que sea creíble.
Repetir una mentira hasta que esta se vuelva difusa con la verdad.
Pero resultaba complicado poder tejer una traición por parte de la reina y su hijastro, cuando el rey parecía cegado ante ellos.
No era que Jos los adorará sin cuestionar, pero eran claramente sus puntos débiles.
Helmut lo sabía y por eso arrojó esa tarea en los hombros de otra persona.
Conocía bien todos los secretos de su Majestad, pero principalmente aquellos que rodeaban a la reina.
Sabía que no se trataba de ninguna Lady Sophie Wolff, que Norfolk no tenía ninguna sobrina y que esté joven, Sergio, no amaba el rey.
Pero incluso él estaba sorprendido ante el actuar de la reina con su hijastro.
Y si se equivocaba, sus manos estarían limpias de culpa.

Por su parte, Sergio se encontraba en la habanera mientras sus damas colocaban un poco más de agua tibia.
El pecoso pronto les hace una señal para que lo dejen solo, ellas hacen una pequeña reverencia para después marcharse.
Desde el accidente del Rey y la irrupción del arzobispo, el pelinegro no había dejado de estar nervioso.
Baja la mirada hacia su vientre y la caricia con sus manos.
No ha podido quedar en cinta para poder excusarse lejos del Rey.
Se deja ir hacia abajo de la bañera, dejando que todo su cuerpo sea cubierto por el agua.
Ahogado, así se sentía.
Los últimos dos años no han sido más que una tortura para él. Y estar en el agua le recordaba un poco su antigua vida.
Una que parecía alejarse cada vez más.
Abre los ojos y por un momento siente que puede ver a su abuela, a sus padres y el hermoso campo que rodea la casa familiar.
Quiero correr hacia ellos y refugiarse en sus brazos.
Pero pronto el llanto de una bebé de alerta y saca la cabeza del agua.
Lleva sus manos a la cara en una señal de frustración, y llama a Lady Alice para que lo ayude a salir de la bañera.
Ya no estaba solo, no como hace unos meses.
Ahora tenía su dulce Victoria y no estaba dispuesto a dejar que ella tenga un destino tan cruel como el suyo.
—Majestad, la pequeña está hambrienta —Dice Lady Abigail cuando lo ve llegar a la habitación.
Sergio rápidamente es vestido de manera apropiada para poder recibir a su bebé en sus brazos y alimentarla.
Le gustaba mucho verla tan tranquila, bonita, ajena a las intrigas de su realidad.
Pero él sabe que entre más rápido actúe, estará un paso más adelante que sus enemigos.
—Lady Hannah —Dice el pecoso llamando la atención de la joven.
—Majestad —Responde la pelinegra acercándose a él.
—Lleva esto con el duque y asegúrate de que nadie te vea —Ordena y la joven asiente para después tomar una carta que le estaba ofreciendo.
Lady Hannah se marcha de la habitación teniendo mucho cuidado de no ser seguida.
—Majestad, ¿Esto es seguro? —Pregunta la pelirroja con suma preocupación —Un tiempo lejos del duque podría ser lo mejor.
—Necesito un bebé —Y la respuesta de Sergio la deja en silencio —Solo él puede darmelo.
Las dos damas intercambian miradas de preocupación.
Ambas sabian por boca de la reina lo que había pasado con el arzobispo y les ordenó estar más alertas.
Pero la necesidad de un heredero no podía hacerse esperar.
Si Sergio no quedaba en cinta en los próximos días, tendría que volver a ingeniárselas para embriagar al rey y convencerlo de que estaba ya haciendo con él.
No podía arriesgarse tanto, y aunque Lady Doriane y su hijo se habían marchado al castillo de Kimbolton, todavía lo ponía nervioso la idea de que Norfolk congeniara con la posibilidad de poner a su nieto en el trono.
Eso es lo que lo estaba estresando.
La inseguridad sobre el futuro de su hija era algo que lo frustraba, y si el rey moría, al menos podría tener algún varón en su vientre que asegurara la legitimidad de ambos hacia el trono.
Y para eso necesitaba a Max.

Esa misma noche, mientras los guardias se postraban frente a las puertas de su habitación, un invitado sigiloso se acercaba por el pasillo.
Max tuvo mucho cuidado de no ser seguido y pronto se detuvo frente a la habitación de la reina.
Los guardias juramentados, Jo y Xavi, lo dejan entrar.
El rubio entra lentamente a la habitación, reconociendo el hermoso cuerpo del joven semidesnudo frente a él, siendo cubierto por una delgada sabana de seda que apenas llegaba a su cintura.
Sonríe al ver tal recibimiento.
La noche era fría, y la cama de Sergio estaba caliente.
—¿Acaso he muerto y llegado al paraíso? —Pregunta el duque con una sonrisa pícara en los labios.
Se encuentra a un par de pasos de él y pronto ve como el pecoso mueve sus pies para tirar de la sábana hacia abajo, quedando expuesto ante él.
—Maxie, ¿Por qué no vienes a reclamar lo que es tuyo? —Sergio abre las piernas invitándolo a su cama.
El rubio pronto se desviste y se sienta en la cama, colocándose entre sus piernas y dejando una serie de besos en estás hasta llegar a su entrepierna.
No tarda en deslizar su traviesa lengua entre los pliegues del pecoso, saboreando cada rincón de su intimidad a la par que le arrancaba diversos suspiros.
Le gustaba complacerlo, ver esa expresión placentera en su rostro, con sus mejillas coloradas donde sus pecas resaltaban aún más.
Con su mano sobre su cabeza y sus dedos enredándose en sus dorados cabellos, tirando de él, pidiendo más.
Y aunque esto le encantaba a ambos, sabían que tenían un tiempo limitado.
—Te amo, pero esto no pondrá un bebé en mi vientre —Señala el pelinegro haciéndolo sonreír.
Max se levanta lentamente y lo observa con atención, como un león cazando a su presa.
Se relame los labios y se acerca a su rostro, respirando pesadamente contra su piel.
—¿Tan desesperado estás por mi? —Pregunta y el pecoso asiente —¿Me quieres adentro? Dilo.
—S-si... —Checo balbucea un poco, le gustaba cuando le hablaba así —Si, te quiero dentro de mi.
El duque sonríe y pronto toma su miembro para presionarlo contra su entrada.
—¿Así lo quieres? —El pelinegro no responden y solo se sostiene de sus brazos cuando lo siente entrar en él.
Max presiona sus caderas contra las suyas, se deja llevar por el calor abrazador de su interior y no tarda en comenzar a moverse contra él.
El pecoso gimotea intentando no hacer tanto ruido, ya no están en Chelsea Manor.
Así que el duque presiona sus labios contra los suyos, callando un poco sus quejidos y pronto sus lenguas comienzan a danzar entre ellas.
Sergio abraza la cintura de su amante con sus piernas, nunca se había sentido tan lleno de él.
Quizá el tiempo que estuvieron lejos del otro o las constantes interrupciones que los hacían incapaces de consumar su amor.
Deseaba tener otro hijo suyo, solo de él.
—Hazlo dentro de mi —Susurra, pero su amante tiene otros planes.
—Solo si tú estás arriba —Y lo condiciona.
Checo no sabe bien cómo hacerlo, y pronto ve como Max se separa de él.
Así que solo sigue sus indicaciones.
El duque se acuesta en la cama y se deleita con la imagen del pecoso acomodándose encima suyo.
—Tómalo y ponlo dentro de ti —Dice Max cuando lo ve observando su miembro —Debes montarme.
Sergio toma con cuidado la hombría de su amante y recuerda lo que este le hace con la lengua, y quiere hacer lo mismo.
Bajo la atenta mirada del rubio, Checo lleva su miembro a su boca y con su lengua envuelve aquel falo caliente.
El duque suspira pesadamente, nunca pensó que haría eso y ahora sentía que en cualquier momento se correría en su boca con tan solo verlo.
—No, no hagas eso —Rapidamente lo detiene.
—¿Lo hice mal? —Pregunta el pecoso reincorporandose.
Se sentía apenado por no poder hacer lo mismo por él.
—No es eso, es que de seguir así no podría poner al bebé en tu vientre —Confeso el rubio algo avergonzado —Quiero correrme dentro de ti, pero no así.
Sergio suelta una pequeña risa ante esto y opta por seguir adelante.
Max lo ayuda a sostenerse mientras el pecoso se acomoda sobre él, tomando su miembro con cuidado para colocarlo en su entrada.
Poco a poco lo deja abrirse paso en su coño, hasta que finalmente lo siente por completo dentro suyo.
Checo suspira pesadamente y siente como su amante toma sus manos para ponerlas en sus hombros.
—¿Estás bien? —Pregunta el rubio al verlo inmóvil.
—S-si... Es solo que... —No puede terminar de decirlo.
La sensación le resulta indescriptible.
—¿Te gusta? —Pregunta el duque con una sonrisa y el pecoso asiente.
Pronto Max posa sus manos en la cintura del pelinegro y lo ayuda a moverse sobre él.
Checo hace movimientos lentos pero precisos, ahogándose en su propio placer y mordiendose la lengua para no ser tan ruidoso.
—Mueve tus caderas, amor —Le pide el rubio y él obedece.
Sergio gimotea y su amante sonríe al verlo tan entregado al placer, uno que solo él podía darle.
Baja sus manos hacia su trasero y manosea sus carnosas piernas.
Max sabe que ya no puede más con ese ritmo, así que lo hace pegarse a su pecho mientras él lo toma de sus piernas y mueve sus caderas contra las suyas.
Checo se abraza a su cuello y gime en su oído, algo que solo lo motiva aún más.
No puede parar hasta dejarlo lleno de él.
Y cuando finalmente llegan al clímax, el rubio lo hace besarlo para ahogar aquel grito que amenazaba con delatarlos.
Abrazándose el uno al otro, con sus cuerpos cansados y completamente entregados al placer.
Son ignorantes del caos afuera de esa habitación.

Nota: JIJOMANO
Chapter 21: Toma una decisión
Chapter Text
Después de concretar el acto, el duque mantuvo al pecoso en sus brazos por un breve momento.
Le gustaría poder pasar la noche a su lado, pero no podía.
Ya no estaban en Chelsea Manor, ahora debían afrontar la realidad de la posición de ambos.
—Debo irme —Murmuro el rubio para después darle un beso en los labios.
—Lo sé —Sergio acaricia su mejilla con delicadeza.
Esos pequeños instantes de felicidad que tenía a su lado, le gustaría que durarán para siempre.
Max se levanta de la cama y comienza a vestirse bajo la atenta mirada de su amante.
El pecoso toma una fina bata de seda color azul como los ojos de su amado y envuelve su cuerpo en esta.
—Regresa con cuidado —Le dice antes de darle un último beso y finalmente verlo partir de su habitación.
Apenas el duque se marcha, la puerta vuelve a abrirse y Lady Alice aparece con una expresión que causa preocupación en el pelinegro.
—Majestad, disculpe por entrar así —rápidamente hace una reverencia — Pero es urgente que venga conmigo.
Checo no cuestiono nada, podía notar lo nervioso y afligida que estaba la mujer.
Arregla su cabello y se dispone a ir con ella, quién lo guía a una habitación algo cercana a dónde se encontraban.
Mira al guardia Xavi y Lady Abigail hablando en voz baja, y pronto se reverencian ante él.
No pregunta, continúa su camino hasta ver de qué se trataba.
Y cuando entra a la habitación se queda pasmado al observar a una joven de cabellos castaños completamente amordazada en el suelo del lugar.
—¿Que es esto? —Pregunta el pecoso con visible preocupación —¿Qué está pasando?
—Es una espía —Afirma Lady Hannah quién, junto al guardia Jo, vigilaban a la chica.
—¿Cómo saben eso? —Sergio seguía bastante confundido, pero también molesto —Hablen.
En ese momento Lady Abigail y el guardia Xavi entran a la habitación y cierran con cuidado.
—Yo la vi siguiendo al duque de Richmond —Comenzo la castaña —Le hice una señal a Lady Hannah para que voltease a verla.
—Fue atrapada infraganti queriendo escapar —Señalo Lady Alice —Por suerte Lady Abigail no se equivocó, y Lady Hannah la pudo reconocer.
—Es Bianca, majestad, la conocí en una residencia del conde de Essex —Las palabras de Lady Hannah le dieron sentido a todo ese embrollo —Supo que creyó que no la reconocería.
—¿Es cercana a los Horner, no? —Sergio pregunta y se acerca a la joven para colocar su mano sobre el pañuelo que mantenía su boca cerrada —No grites, o te puede ir peor.
Logra liberar la boca de la joven, quién no dice nada intentando mantenerse a salvo.
Sus ojos están llorosos de tanto suplicar que la dejen ir, pero ahora tenía frente a ella a la persona que tenía su destino en sus manos.
—Responde, ¿Eres cercana a los Horner? —El pecoso repite la pregunta y la joven asiente bastante temerosa — ¿Qué te pidió hacer? Habla, te prometo que todo estará bien si colaboras conmigo.
La espía lo duda un poco, pero al final traga en seco antes de hablar.
Quizá pueda conseguir su perdón si ruega a sus pies.
—Seguir al duque, vigilarlo —Confiesa frente a todos y pronto se arrastra hacia los pies del pelinegro —Por favor, perdoneme. Le suplico clemencia, tenga piedad, Majestad.
Tiene miedo, se ve en sus ojos.
Ha sido atrapada después de perseguir al duque como le ordenó su señor.
Sabía que era arriesgado, pero Christian le prometió una gran recompensa si conseguía pruebas de la traición de la reina.
Creyó que podía salirse con la suya, que nadie la reconocería. Y cuando estaba a punto de marcharse, había sido atrapada.
Ahora no le quedaba más opción que rogar por el perdón.
Sergio se acerca a la joven y coloca sus manos en sus mejillas, tocando aquel pañuelo que rápidamente lo vuelve a colocar en su sitio, dejándola en silencio.
Bianca lo mira con terror, porque temia la decisión de la reina. A quién no había conocido hasta ese día.
Pero que estaba dispuesta a perjudicar por un poco de oro.
Su silencio era posiblemente la respuesta más obvia.
Pero al pecoso le gustaba ser claro con su séquito.
—Deságanse de ella —Ordenó y la joven comenzó a arrastrarse para intentar llegar se nuevo a él —No solo traicionó a la corona al espiarme, sino también a su señor al confesar sus actos. Además, ella vio demasiado.
Bianca llora e intenta gritar, pero el pañuelo en su boca se lo impide.
Nada salió como esperaba.
Había traicionado a los Horner al confesar lo que ellos le habían ordenado hacer.
Sin embargo, Sergio no toleraba la traición de aquellos que debían servirle y serle fiel.
Lady Hannah fue la excepción, una que no se volvería a repetir.
Y eso serviría como lección para todos.
—¿Dónde quiere que la dejemos, majestad? —Pregunta Jo haciendo que el pecoso lo voltee a ver.
—Tengo algunas opciones —Responde antes de darle las indicaciones.
Sergio finalmente se marcha junto a sus damas, no era un espectáculo que estaba dispuesto a presenciar.
Esa noche se marcó el inicio de una guerra que poco a poco se iba gestando dentro de la corte.

Para mañana siguiente, el Conde de Essex se encontraba desayunando junto a su familia cuando un parloteo llamó su atención.
Podía escuchar los pasos apresurados de sus sirvientes afuera de sus habitaciones privadas.
—¿Qué es ese escándalo? —Pregunta su esposa visiblemente confundida.
—¿Acaso el rey...? —Liam no se atreve a terminar la pregunta.
Esto motiva a su padre, Christian, a levantarse de su asiento para salir a ver qué estaba pasando.
Camina por el pasillo hasta que se encuentra con Hugh Bird, uno de sus lacayos más leales a él.
—¿Qué está pasando? ¿Por qué parece que todo el mundo ha enloquecido? —Christian no tarda en preguntar, pues la situación lo había puesto alerta.
Tenía un mal presentimiento.
—Señor... —Comenzó Hugh con dificultad, había corrido para darle la noticia —Bianca, una de las sirvientas, ha sido encontrada sin vida.
Esta noticia toma por sorpresa al Conde, quién sabe bien de quién se trata.
La joven que tomó por espía para seguir al duque de Richmond.
—¿Dónde? —Es lo único que logra preguntar.
Pero el lacayo no dice nada, solo voltea a ver hacia la ventana que está a su lado.
Christian comprende la señal y voltea hacia esa misma dirección, dando un par de pasos hasta que ve como sacan el cuerpo de la joven de un pozo de agua que quedaba gusto enfrente de sus habitaciones privadas.
—Padre... —Dice Liam llegando hasta donde los dos hombres se encontraban —¿Esta todo bien?
Pero el joven pronto se queda en silencio cuando su mirada se posa en la misma dirección a la que están viendo ellos.
—Tiene marcas en su cuello —Comienza el lacayo —Quien lo haya hecho quería asegurarse de que se supiera que fue un asesinato.
Horner se queda en silencio por un momento.
Sabe bien quién lo hizo y que intenciones tenía al poner el cuerpo tan cerca de sus habitaciones.
Era un mensaje muy claro.
Lo ocurrido con Bianca era una advertencia de que no se metiera en caminos peligrosos.
Christian suelta una pequeña risa ante esto, confundiendo a los hombres a su lado.
—Tiene valor —Murmura antes de marcharse de nuevo hacia donde se encontraba su esposa.
La condesa Geraldine se acerca a él sumamente preocupada.
—¿Qué ha pasado? ¿Acaso Liam tenía razón y el rey...? —No es capaz de terminar la pregunta porque su esposo la interrumpe.
—No hay noticias del rey, una sirvienta fue encontrada muerta —Dice Horner sin ningún tipo de tacto y la mujer se sorprende ante esto —No quiero que estés cerca de la reina.
La pelirroja no puede decir nada porque pronto su esposo se encierra en su estudio.
Es Liam quién se decide hablar con él, pues le había preocupado su actitud.
Sabía que algo más pasaba, conocía a su padre.
—¿Quién es esa chica? —Pregunta el rubio apenas entra al estudio y su padre levanta la mirada —¿Qué fue todo eso?
Christian sabe que ha puesto en riesgo a su familia y no puede ocultarlo por más que lo intente.
Mentirle a su esposa no era difícil, pero su hijo lo conocía bien y sabía que algo ocultaba.
Algún día le heredaria el condado, pero no podía hacerlo si su familia caía en desgracia por sus propias acciones.
Tenía que ser honesto, al menos con él.
—Era una espía —Confiesa atrapando la atención de su hijo —Una que yo mandé a seguir a Max FitzRoy.
—¿Al duque de Richmond? ¿Por qué? —Liam sabía que a su padre no le agradaba, pero era extraño tomar una decisión tan arriesgada.
—Porque el arzobispo y yo sospechamos que tiene un amorío con la reina —Señala y su hijo lo mira sorprendido —Y no creo que estemos equivocados, no después de esto.
—¿La reina y el duque? —Repite el rubio —¿Desde cuándo?
—El arzobispo me lo hizo saber después del accidente del rey.
—No, padre, no me refiero a eso —Solto con una sonrisa burlona —Dejame reformularlo, ¿Desde cuándo creen que están juntos? ¿O creen que es algo reciente? Dios, no lo puedo creer. El rey los va a matar.
Liam suelta una risa ante esto.
Odiaba a Max por considerarlo demasiado engreído y con su padre congeniaban en el desprecio hacia la reina.
—No lo sé, es posible —Horner no tenía paciencia para esas preguntas —No hemos podido interferir la correspondencia de ambos. No tenemos pruebas más que ese actuar cercano entre ambos.
—El rey y su hijo bastardo comparten el mismo gusto por las mujeres —Liam continúa degustando ese momento de poder —Me pregunto si también comparten algo más.
—¿Cómo qué? —Dice su padre rendido para después suspirar pesadamente.
Estaba agotado de tanto pensar en lo ocurrido.
—Solo digo que sería gracioso que la princesa Victoria no fuera precisamente eso, una princesa.
Y está frase termina por ser un punto de inflexión para la corona misma.
Uno que le da una idea muy arriesgada al duque.
—Una bastarda, hija de un bastardo —Murmura el conde —Solo se puede comprobar de una manera.
Liam mira con atención a su padre, quién se ha tomado muy en serio sus burlas.
—Padre, no...
—No voy a permitir que esa perra nos quite lo que tenemos, o crea que tiene algún poder sobre nosotros —Afirma Christian levantándose de su asiento —Haremos la prueba de sangre.
—Norfolk no lo permitirá, es el regente del rey en su ausencia —El rubio intenta que su padre reconsidere su decisión y lo persigue por los pasillos —Sera una guerra si haces eso.
—Torger no es el regente, su majestad confía más en el arzobispo. Es mejor que tomemos su lado antes de que los Wolff caigan —Horner está más que decidido —Esto ya es una guerra, verdad o mentira, ella debe ser quien pierda la cabeza. ¿Estás conmigo o no?
Liam lo duda por un segundo, pero jamás dejaría de apoyar a su padre.
Era muy arriesgado, y quizá había llevado su tontería muy lejos.
Podría arruinar a su familia si el resultado no era el esperado.
Sin embargo ya era muy tarde para retroceder cuando el arzobispo se entera del plan y decide tomar una decisión por el rey.
Haciendo uso del sello real de su Majestad, aprueba una investigación en contra de la reina, del duque de Richmond e incluso de la legitimidad de la princesa Victoria.
Jos se encuentra en cama, siendo dopado con láudano para mantenerlo inconsciente y que, en su ausencia, la vida de su esposa y su hija se ponga en peligro.
—Esta hecho, se le informará a la reina está misma tarde —Dijo Horner a su hijo con una firmeza de que eso era lo mejor.
Si cortaban a la reina desde la raíz de su poder, el cual era el afecto del rey, sería más fácil dejarla sin cabeza.
Y con ella fuera del juego, Norfolk era un blanco aún más fácil.
Pero era muy temprano para cantar victoria, porque en ese tablero de ajedrez, Horner se enfrentaba a la pieza más fuerte de todas:
La reina.

Nota: sorpresa jaja
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