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Moonlight Requiem

Summary:

"-Me perteneceras por toda la eternidad..."

El destino de Chuya parece incierto después de haber evitado que Dazai intentara quitarse la vida. Ahora, entre el misterioso pasado trágico y la naturaleza vampirica de este hombre y de su entorno, Chuya no solamente se ve obligado a alimentarlo con su sangre, sino a rozar los límites de la muerte y la eternidad.

Chapter 1: Prólogo

Chapter Text

En cuanto despertó, tuvo la ligera sensación de que ese día no sería como los demás; el cielo, completamente nublado amenazaba con una lluvia en las próximas horas, algo realmente extraño cuando el día anterior el calor había estado exageradamente alto.

Decidió no darle mucha importancia, después de todo, eso no impediría que fuera al trabajo.

Chuya Nakahara —de 23 años— ha estado viviendo solo por, aproximadamente, cinco años. Estudió relaciones públicas gracias a la influencia de su madre, pero por alguna razón, terminó de mesero en una cafetería local con mucho prestigio.

Antes de salir de casa, se aseguró de que todo estuviera en orden. Así, una vez acabando su turno, podría regresar únicamente a caer rendido a los brazos de Morfeo.

En su camino al trabajo, notó a un hombre actuando de forma extraña en la esquina del semáforo, ¿acaso tendría prisa por cruzar?

Pensó que era normal, usualmente las personas que tenían prisa solían mirar desesperadas el semáforo esperando a que este cambiara a rojo para poder seguir su travesía...

... pero había algo particularmente extraño en ese sujeto y en su comportamiento.

Jamás podría borrar de su mente lo que ocurrió después.

El semáforo aún en verde, los vehículos pasando uno tras otro; un fuerte zumbido resonando en sus oídos, y luego... aquel hombre le dirigió una mirada y sonrisa siniestra.

Después de esto, el hombre simplemente se lanzó a la vía vehícular sin pensarlo dos veces...

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Su respiración estaba agitada, su corazón latía desesperadamente y las manos le temblaban; las personas a su alrededor no parecían percatarse de lo que acababa de pasar.

Chuya salvó a ese hombre de ser atropellado por una avalancha de vehículos.

—¿Estás...? —intentó recuperar el aire—... ¿Estás bien...?

El hombre, al que hace un momento acababa de salvar, simplemente levantó la espalda del suelo y miró a su alrededor.

—Tch...

—¡¿Hah?! —a la defensiva, el pelirrojo luchó contra el impulso de lanzarle un puñetazo—. ¡Acabo de ayudarte hace un momento, al menos ten consideración! ¡¿Qué mierda hacías intentando arrojarte a la avenida?!

—¿Uh? ¿No lo ves? —respondió con arrogancia—. Intentaba suicidarme.

... ¿eh...?

Pero antes de que intentara cuestionarle al respecto, el hombre señaló el brazo izquierdo de Chuya.

—Sangre.

—¿Eh...? ¿Qué?

—Sangre. Tienes... sangre en el brazo.

—A-Ah, esto... debí haberme lastimado en cuanto me avalancé contigo en la acera... Tsk... mierda, ¿cómo pude lastimarme solo por un bastardo como tú?

De pronto, el hombre jaló del brazo al pelirrojo para atrearlo hacia él. Chuya no comprendió qué estaba pasando, el zumbido que antes había estado molestándolo volvió a hacerse presente en cuanto sintió la lengua del contrario rozar su herida.

—¡¿Q-Qué mierda estás haciendo...?! ¡Oe, detente! —sus mejillas enrojecieron levemente, pero su expresión estaba llena de consternación.

Miró a su alrededor, paniqueado, pero nadie prestaba atención a la escena en medio de la acera.

—Debió doler —dijo apenas en un susurro—... como tu recompensa por salvarme, te ayudaré con esto...

—¿H-Hah?

Mierda... ¡¿qué hace lamiendo mi herida de esa manera...?!

La lengua del hombre se paseó cuidadosamente sobre la herida, limpiando la sangre. Se relamió los labios, asegurándose de su disfrutar el sabor; claramente, Chuya no podía ignorar eso.

Sin embargo, sentía que la cabeza le daba vueltas y estaba demasiado débil como para intentar pedir ayuda a la gente que pasaba.

Cuando el hombre terminó de limpiar la sangre, soltó de forma desinterada al pelirrojo que lo había salvado y, cinicamente, se levantó.

—¿Tu nombre? —cuestionó, mirando fijamente a la vía.

—Chuya... ¡oye, no te pretendas arrojarte nuevamente o esta vez voy a dejarte ahí!

El hombre rio.

—Nos volveremos a ver, Chuya.

El semáforo cambió a rojo, los vehículos se detuvieron y la gente que esperaba en el cruce aceleró el paso antes de que este nuevamente cambiara a verde.

—¡Hey, espera! ¡No me has dicho tu nombre!

La figura del sujeto se mezcló con la gente que cruzaba; quienes caminaban por la acera comenzaron a notar la presencia de Chuya, quién aún estaba en el suelo.

—Oye, muchacho, ¿te sientes bien?

Ese sujeto... ¿quién fue...? ¿Por qué... actuaba tan natural después de intentar acabar con su propia vida...?

—¡Llamen a una ambulancia! ¡Hay un chico desmayado!

Alcanzó a escuchar antes de que su consciencia se desvaneciera.

Sin duda, ese sujeto y Chuya volverían a cruzar caminos; un destino oscuro, del cual no podría escapar apenas estaba por comenzar.