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Language:
Español
Stats:
Published:
2025-08-14
Completed:
2025-12-21
Words:
29,571
Chapters:
15/15
Comments:
12
Kudos:
256
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13
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3,255

Babysitter (Markhyuck)

Summary:

Haechan necesita alguien que cuide de forma urgente a su hijo de 3 años, y Mark necesita dinero extra, pero ambos tienen una historia pasada.

¿Qué sucederá cuando se reencuentren inesperadamente y en estas circunstancias?

Chapter 1: La niñera.

Chapter Text

Donghyuck iba tarde.

Era el primer día de reapertura de su restaurante, que había estado cerrado por un mes y medio por remodelaciones. Todo ese tiempo lo había aprovechado para probar nuevas recetas, actualizar el menú y hacer pequeños cambios que finalmente pudo permitirse.

La gran inauguración era a las 12:30 de la tarde, y algunos de sus trabajadores ya le habían avisado que había una fila esperándolo.

Pero toda la mañana la había pasado corriendo tras su hijo, Lee Seojun, que paseaba por la casa con el pañal suelto colgándole peligrosamente mientras se dirigía al baño con el teléfono de su padre en la mano.

—Seojun, por favor, no me hagas esto hoy... — suplicaba el chico mientras intentaba abotonarse la camisa a toda prisa.

Cuando el niño estaba a punto de llegar a su destino, tropezó y cayó.
No fue una caída fuerte, pero sí lo suficiente para asustarse... y para asustar también a su padre.

El llanto estalló de inmediato, descontrolado. Donghyuck sintió cómo el estrés se le acumulaba en el pecho, pero sin dudarlo tomó a su bebé en brazos y lo abrazó con fuerza, intentando calmarlo.

— Está bien, no te pasó nada. Está todo bien. Tu padre te tiene aquí, tranquilo... —susurraba, como si en el fondo intentara tranquilizarse también a sí mismo.

Miró su reloj. Eran ya las 12:00 en punto. Entonces sonó el timbre del departamento.

Era la niñera.

Con Seojun todavía hipando suavemente contra su hombro, Haechan se dirigió a la entrada. Maniobró para girar el pomo con una mano mientras sostenía el peso de su hijo con la otra.

Una sonrisa de alivio, ensayada y cortés para la niñera desconocida, ya se estaba formando en sus labios.

—Hola, qué bueno que llegas, mi maña—

La frase murió en su garganta. La sonrisa se congeló. Frente a él no estaba la dulce señora que había imaginado.

Estaba Mark Lee.

Con la misma postura ligeramente encorvada que recordaba, el pelo un poco más largo en la frente y una expresión inigualable.

Fue Haechan quien rompió el silencio, con una voz que sonaba extraña y distante a sus propios oídos.

—¿Qué haces aquí?

Los ojos de Mark parpadearon, bajando de los de Haechan al pequeño niño acurrucado en su pecho, y luego de vuelta a su rostro. La confusión luchaba contra el asombro en sus facciones. Podía ver cómo su mente trabajaba a toda velocidad, intentando procesar la imagen: Donghyuck, en el umbral de una puerta que no era la de su antigua casa de estudiante, sosteniendo a un bebé.

—¿Donghyuck? —murmuró Mark, como si probara el nombre—. Yo... No sé si me equivoqué de departamento, pero creí que aquí era el trabajo...

—¿De qué hablas? —espetó, apretando instintivamente a Seojun un poco más fuerte contra él.

—Me contrataron para cuidar a un niño —Mark sacó su teléfono, sus movimientos eran torpes, casi robóticos. Deslizó el dedo por la pantalla—. Para cuidar a... —entrecerró los ojos para leer—... Lee Seojun.

El nombre de su hijo en los labios del contrario fue como una bofetada.

— ¿Quién te contrató? —preguntó Haechan, aún esperando que fuera una confusión.

—¿Jiwon?

Mierda. Por supuesto. El universo tenía un sentido del humor retorcido y cruel.

Por un instante, sintió ganas de cerrar la puerta en su cara y lidiar con las consecuencias después. Pero el reloj en su muñeca marcaba las doce y diez. No había tiempo.

No había plan B.

Iba a tener una larga, muy larga conversación con Jiwon. Pero primero, tenía que sobrevivir a la reinauguración de su restaurante.

—Sabes qué —dijo, la resignación y el pánico tiñendo su voz—. Voy realmente tarde. Ten.

Sin darle tiempo a Mark para prepararse, Haechan se movió hacia adelante. Con un cuidado que contradecía la urgencia de sus gestos, le pasó a Seojun. El bebé, al sentirse bruscamente alejado de la seguridad de su padre y en los brazos de un completo desconocido, arrugó la cara y estalló en un llanto agudo y potente.

Mark, con los ojos como platos, sostuvo al niño de forma torpe, como si le hubieran pasado una bomba a punto de estallar.

—Las indicaciones de sus horarios, comida, siesta, juegos... todo está anotado en un papel colgado en el refrigerador —disparó Haechan, mientras se ponía los zapatos y agarraba sus llaves—. Lee todo. Cualquier emergencia, cualquier cosa, me llamas.

Se giró, listo para huir de la escena más surrealista de su vida, pero la voz de Mark lo detuvo en seco.

— Haechan...

— ¿Qué?

—No tengo tu número.

—Está en el papel —respondió, cortante.

Y sin decir nada más, tomó su bolso, las llaves del auto y de la casa, le lanzó un beso a su hijo y salió a toda prisa.

Sí, iba con demasiada prisa... pero, más que nada, huyó. Porque quedarse un segundo más, ver nuevamente a Mark y con su hijo, era simplemente demasiado.

En cuanto se dejó caer en el asiento del conductor, con manos temblorosas, activó el altavoz y pulsó el nombre de Jiwon en la pantalla táctil. El tono de llamada sonó dos, tres veces.

"¡Hyuckie!" la voz de Jiwon, brillante y ligeramente entrecortada por la mala conexión, llenó el auto; "¡Lo logré! Apenas ahora pude tener internet y señal, ya llegué a Japón. ¿Cómo está mi Seojunnie? ¿Ya llegó la persona cuidadora?"

Haechan apretó el volante. Mantuvo su voz peligrosamente calmada.

—¿Sabías que la "persona cuidadora" es un chico, Jiwon? ¿Y no una señora como suelen ser?

Hubo una breve pausa en la línea, solo el ruido estático de una llamada internacional.

"Sí, claro" respondió ella, con una nota de confusión. "Mientras buscaba en internet me salió su anuncio. Se veía como un buen chico, tenía un buen perfil y disposición inmediata, que era lo importante. ¿Por qué? ¿Hay algún problema? Lo encontré en un sitio verificado de cuidadores, es seguro."

—¿Siquiera tiene recomendaciones? —presionó Haechan, ignorando la lógica de ella—. ¿Sabe lo que es cuidar de un niño?

"Haechan, ¿qué pasa?" el tono de Jiwon cambió, pasando de la alegría del viajero a una preocupación genuina. "¿Tienes algún problema con él? ¿Con que sea un chico? ¿O porque es joven? No entiendo cuál es el problema."

Haechan soltó una risa seca, sin una pizca de humor. El problema. El problema era que el destino lo odiaba.

—El problema, Jiwon... es que es mi ex.

El silencio al otro lado de la línea fue absoluto. Por un momento, Haechan pensó que la llamada se había cortado. Pero entonces, una pequeña risa se sintió en la otra línea.

"Oh... bueno, míralo por el lado bueno. Es un reencuentro."

Haechan rodó los ojos, apretando el volante mientras ya imaginaba la expresión divertida de Jiwon al otro lado.

— No hay forma de que se quede aquí un mes. Es impensable. Voy a buscar a otra persona.

"Como quieras, Donghyuck, es tu decisión". la voz de Jiwon se suavizó, perdiendo el tono burlón."Pero... piénsalo. A veces las cosas pasan por algo. Dale una oportunidad, al menos por hoy."

Hablaron un poco más, del vuelo, de lo mucho que ya extrañaba a Seojun. Y luego, con una promesa de volver a llamarse, se despidieron.

Justo a tiempo. Donghyuck ya había llegado a la puerta de su restaurante . El local estaba lleno, a reventar. El murmullo de conversaciones animadas. Esto era su sueño, la culminación de años de esfuerzo, y si bien una parte de él debería estar vibrando de emoción, solo podía pensar de que todas las formas que habia imaginado reencontrarse con su antiguo amor, no había ni un espacio para como fue en realidad.

Siendo niñero de su hijo.

Solo esperaba, rogaba, que al menos, Mark fuera un buen cuidador.

[...]

El hombre estaba sentado en el suelo de la sala, con las piernas cruzadas, observando a Seojun dibujar. El niño, que ya se había comido una galleta de avena con una seriedad inesperada, ahora coloreaba con una concentración total.

—¿Eso es el cielo? —preguntó Mark, divertido, señalando la gran mancha roja que dominaba el papel.

—Sí —respondió sin levantar la vista—. El cielo enojado.

Mark sonrió genuinamente por primera vez en horas. El niño tenía carácter, sin duda. Veía un destello de Haechan en la forma en que fruncía la nariz al concentrarse, en la determinación de sus trazos.

Mientras el niño seguía en su mundo, el adulto aprovechó para ordenar un poco el desorden de la mañana. Fue entonces cuando, en una esquina de la repisa, vio un álbum de fotos de tapa dura, un poco desgastado en los bordes. Un sticker de un osito en la portada decía: "Seojun: Primer Año". Dudó, sintiendo que cruzaba una línea.

Pero la curiosidad, una fuerza traicionera, le ganó. Lo tomó entre sus manos y lo abrió.

Las primeras páginas eran: Seojun recién nacido, Seojun durmiendo sobre el pecho de un Haechan visiblemente agotado pero radiante; Seojun en brazos de una sonriente Jiwon. Fotos de los tres en el hospital, en casa, en un parque.

Una familia.

Pasó las páginas con cuidado, pero una de ellas estaba pegada. Al intentar separarla, tiró sin querer de una foto suelta que había quedado atrapada al final del álbum.

Cayó sobre la alfombra, boca arriba. Y el aire abandonó los pulmones de Mark.

Eran ellos. Él y Haechan, con diecinueve años, abrazados en un banco de algún parque.

Mark sostenía su vieja guitarra acústica y Haechan reía a carcajadas, con el sol de la tarde cayéndoles de frente.

Cerró el álbum de golpe, como si quemara.

De repente, recordó la distancia en la mirada de Haechan. La frialdad de su voz. Si él estuviera en su lugar, también guardaría rencor.

Estaba claro que él tenía una familia, una vida brillante y exitosa construida sobre todo lo que el mayor habia dejado atrás.

Y él... él no tenía nada más que deudas, un contrato discográfico fallido y un puñado de sueños rotos.

Había vuelto a Corea derrotado, y al ver la vida que Haechan había logrado, no podía evitar que una pregunta amarga se asomara: ¿realmente había tomado la decisión correcta?

Y Finalmente, luego de horas donde Mark hizo gastar toda la energía del niño para que fuera fácil dormirlo, Seojun dormía profundamente.

Le había tomado bastante tiempo, no era capaz de cerrar los ojos y quedarse tranquilo hasta que Mark comenzó a tocar una melodía suave en un pequeño piano de juguete que había encontrado en el rincón del living. Bastaron unas notas, una voz baja tarareando y un poco de paciencia para que el niño, que no paraba de pedir por sus padres, finalmente cerrara los ojos.

Y siendo las nueve y media de la noche. Haechan aún no regresaba.

Mark se debatió durante varios minutos si llamarlo o no, si escribirle un mensaje, si preguntarle algo, cualquier cosa. Pero justo cuando por fin decidió armarse de valor, el sonido de la puerta abriéndose lo interrumpió.

Y ahí estaba. Haechan. Exhausto. El cabello revuelto, la camisa del uniforme desabotonada hasta la mitad, las mangas arremangadas, y algunas manchas esparcidas descuidadamente.

Mark no pudo evitar recorrerlo con la mirada.

Se veía radiante, pese a que su cansancio era evidente.
Haechan lo miró solo por un segundo antes de apartar la vista.

—¿Seojun? —preguntó sin entrar del todo.

—Está dormido —respondió Mark, dando un paso atrás para dejarlo pasar—. Le costó, pero al final funcionó un piano de juguete que encontré.

El menor asintió, caminando directo a su habitación para asegurarse de que estuviera bien. Cuando volvió, la tensión en sus hombros era un poco menor, pero su expresión seguía siendo distante.

—No me importa si lo hiciste bien hoy —dijo sin rodeos, apoyándose contra el marco de la puerta de su habitación —. Voy a estar observándote. Si en algún momento veo que no estás a la altura, te vas.

Mark asintió. No esperaba otra cosa..

Haechan no se movió por unos segundos. Parecía debatiéndose entre decir algo más o simplemente irse. Finalmente, dio un pequeño suspiro.

— Puedes quedarte en la habitación de invitados. Segunda puerta a la derecha. Tiene baño propio, hay sábanas limpias en el armario.

Mark bajó la cabeza, aceptando cada palabra como si fueran condiciones de un castigo. Porque, en parte, sentía que lo era.

Un castigo divino quizás.

Pero quería saber tantas cosas.
Quería preguntarle si Seojun era realmente su hijo, aún que el parecido era innegable.

Quería saber si Haechan estaba con alguien, si Jiwon era su pareja.
Quería saber si aún lo odiaba.
Si le dolía verlo de nuevo. Si le importaba, aunque fuera un poco. Si le latió el corazón en cuanto apareció frente a él, como a Mark...

Pero sabía que ahora no era el momento. Haechan ni siquiera podía sostenerle la mirada.

—Buenas noches —dijo finalmente el menor, dándose media vuelta.

—Buenas noches, Hyuck —murmuró Mark, aunque la puerta ya estaba cerrada y solo el silencio le respondió.

Entró en la habitación de invitados y se dejó caer sobre la cama, todavía con la ropa puesta. No tenía energía para nada más.

Hacía años que no lo veía, y aun así, bastó un solo día para que todo se sintiera extrañamente familiar.

Como si el tiempo no hubiera pasado, como si de pronto estuvieran de nuevo en aquella época en la que todo era más sencillo.

Mark sabía que las cosas ya no eran iguales, pero eso no evitaba que, en el fondo, le alegrara estar cerca de él otra vez.

Chapter Text

Haechan se despertó por el silencio.
Era una ausencia de sonido tan inusual que resultaba más alarmante que cualquier despertador. Al menos cuando su hijo estaba con él.

No había llantos pidiendo el desayuno, ni el movimiento de la cuna a su lado. Solo calma y el olor a café recién hecho y a algo dulce.

Se levantó de la cama,  y caminó descalzo hacia la cocina. La imagen que lo recibió lo dejó quieto en el umbral.

Mark estaba de espaldas a él, de pie frente a la cocina, moviéndose con una eficiencia silenciosa y familiar. Llevaba una camiseta negra que  y unos pantalones de pijama de cuadros. Sobre la mesa, había un plato con pequeños panqueques en forma de oso y un vaso de jugo.

Seojun estaba sentado en su silla, comiendo felizmente, sin una mancha a la vista.

La escena era tan pacífica, tan extrañamente doméstica, que sintió una punzada en un lugar que creía ya cicatrizado.

—Buenos días — dijo finalmente, y su voz sonó más ronca de lo que esperaba.

Mark se sobresaltó y se giró. Había ojeras bajo sus ojos, pero su expresión era neutra.

—Buenos días. Hay café hecho...hice unos panqueques.

Haechan entró en la cocina, sintiéndose como un intruso en su propia casa. Se sirvió una taza de café, apoyándose en la encimera. Observó cómo Seojun le mostraba a Mark un dibujo, y cómo Mark lo elogiaba con una seriedad que el niño claramente apreciaba.

La impresión que le daba como niñero era, para su fastidio, impecable.

Pero no podía seguir evitándolo. El silencio entre sus sorbos de café estaba cargado de una pregunta que pesaba una tonelada.

—Mark —empezó, sin mirarlo directamente—. ¿Qué haces aquí?

Mark, que estaba limpiando la encimera, detuvo sus movimientos.

—¿A qué te refieres? Jiwon me...

—No —lo interrumpió Haechan, esta vez levantando la vista—. Me refiero a aquí. En Corea. Creí que estabas en Estados Unidos. Cumpliendo tu sueño.

La pregunta quedó suspendida entre ellos. Mark dejó el paño a un lado y se apoyó en la encimera opuesta, reflejando la postura de Haechan. Se encogió de hombros, una sonrisa triste y sin humor curvando sus labios.

—El gran sueño americano, supongo.

—¿Qué pasó?

—Lo que suele pasar —dijo Mark, su mirada perdida en algún punto de la pared—. El contrato no funcionó, El dinero se acabó. Fui solo un iluso chico de 22 atrapado en un país que no era el mío... y muchas deudas.

Su voz era tranquila, no destilaba de autocompasión, solo una obvia y pesada resignación. Y en ese momento, la ira que Haechan había construido meticulosamente durante cinco años se agrietó. El fantasma de la estrella arrogante que había imaginado en su mente se desvaneció, y en su lugar solo vio a un chico cansado que preparaba el desayuno.

Y Haechan, contra toda su voluntad, no pudo evitar sentir pena por él.

—Por eso estoy aquí —continuó Mark,—. Siendo niñero del hijo de mi ex.

—Papá—la voz de Seojun cortó la tensión. Le estaba extendiendo un trozo de panqueque en su pequeño tenedor—. Toma.

Haechan miró la ofrenda de su hijo, luego a Mark, que observaba la interacción con una pequeña y genuina sonrisa. La facilidad con la que se había ganado a Seojun, la naturalidad con la que se movía en su cocina... todo era... extraño.

No había otra forma de describirlo.

Aceptó el trozo de panqueque de su hijo, el sabor dulce mezclándose con la amargura de la conversación.

La tensión en la cocina se había disipado, reemplazada por una calma poco familiar. Haechan apuró el último sorbo de su café, su mente ya en la lista de tareas del restaurante.

—A la hora de almuerzo, lleva a Seojun al restaurante — dijo, mientras dejaba la taza en el fregadero. Su tono era práctico, como si le estuviera dando una orden a un empleado— Yo invito.

Mark levantó la vista de la "carita feliz" de plátano que estaba perfeccionando para Seojun. —¿Estás seguro? ¿No será un problema?

—No creo que hoy sea una locura como ayer —respondió Haechan, encogiéndose de hombros—. Te mando la dirección más tarde. Iré a bañarme y me voy. Ah, ¿tienes auto?

Mark negó con la cabeza, una sombra de vergüenza cruzando su rostro.

—Una moto. No creo que sea seguro llevar a Seojun ahí.

—Ni lo sueñes —replicó Haechan al instante.

—. Bueno, les pido un taxi cuando me avises.

Y sin más, se dio la vuelta y salió de la cocina, dejando a Mark con su hijo y la extraña sensación de ser una persona insignificante, que recibe órdenes.

Un simple empleado.

Y eso es lo que era.

[...]

El interior del lugar era exactamente como Mark se habría imaginado un restaurante de Haechan: elegante sin ser pretencioso, con paredes de un verde profundo, madera cálida y una iluminación suave que hacía que todo brillara. Se sentía a un millón de kilómetros de distancia de los bares de mala muerte y los estudios de grabación baratos que habían sido su mundo durante los últimos años.

Mark dejó a Seojun, sentado felizmente en una silla de bebé con una hoja y unos lápices de cera que una amable camarera le había traído.

Poco después, Haechan apareció, secándose las manos en el delantal blanco que llevaba atado a la cintura. Se lo quitó, lo colgó en un perchero cercano y se sentó frente a Mark.

— ¿Se ha portado bien? —preguntó, mientras acariciaba la pequeña mejilla del niño y su mirada suavizándose al ver sus dientes creciendo.

—Un ángel —confirmó Mark— Se comporta demasiado bien. Excepto a la hora de dormirse, es un poco complicado.

Haechan sonrió, una sonrisa genuina y fugaz. El silencio se instaló por un momento, cómodo esta vez. Fue Mark quien lo rompió, con una pregunta que llevaba un rato rondándole la cabeza.

—Jiwon... —empezó, con cuidado—. ¿Es tu pareja?

La sonrisa de Haechan se desvaneció. Su postura se volvió más rígida.

—Mark, no crucemos esa línea.

— Solo es una pregunta.

—Y esta es mi respuesta: no, no lo es — dijo, su voz baja y firme. Miró de reojo a Seojun, que estaba muy concentrado en pintar una papa frita de color azul—. Y el niño puede escuchar. No voy a dar más detalles de mi vida personal.

Mark asintió, pero la curiosidad, la necesidad de entender, era más fuerte. Se inclinó sobre la mesa, bajando la voz hasta convertirla en un susurro que era solo para ellos dos.

— De verdad es tu hijo.

Haechan lo miró fijo, los hombros tensos delatando su incomodidad. Pero, en lugar de enojo, sus labios se curvaron en una sonrisa sarcástica. Se recostó en el asiento, cruzó los brazos y arqueó una ceja.

—¿Acaso no nos parecemos?

—Es una copia tuya, en realidad —afirmó Mark, su voz suave. Luego, sus ojos volvieron a encontrarse con los de Haechan. Y se quedaron ahí.

Fue una mirada más larga de lo socialmente aceptable. Más profunda de lo que se permitirían dos simples conocidos.

En ese instante, el murmullo del restaurante, el tintineo de los cubiertos, todo se desvaneció. Ellos no eran solo dos personas. Habían sido novios. Habían compartido tanto y tan poco al mismo tiempo. Se habían entregado por completo al otro, con la intensidad imprudente de los primeros amores. Y quizá por eso, incluso después de tantos años, bastaba solo un cruce de miradas para volver a sentir esa emoción en el corazón, que parecía encenderse con la misma facilidad que la primera vez.

Fue Haechan quien rompió el contacto visual, tosiendo levemente. Se sentía expuesto. Necesitaba recuperar el control, volver a poner a Mark en la casilla de "empleado".

—Bueno... —carraspeó, adoptando un tono falsamente profesional—. Seojun comienza el jardín la próxima semana. Eso cambia un poco el horario.

Mark parpadeó, volviendo también al presente. Asintió, atento.

— Debes cuidarlo desde la mañana, ir a dejarlo al jardín,  luego tienes que ir a buscarlo después del almuerzo. Termina a las cuatro de la tarde. Yo llego a casa sobre las diez de la noche, aproximadamente.
Y sé que tu contrato incluye la estadía, pero en verdad... como ahora tendrás más tiempo libre durante el día, podrías venir desde tu casa, si quieres.

El silencio que siguió fue denso.

Mark lo observó, una expresión indescifrable en su rostro. Luego, esa sonrisa juguetona apareció.

—¿No quieres tenerme en tu departamento, Donghyuckie?

El uso del viejo apodo fue un golpe bajo y deliberado. Haechan sintió que el calor le subía por el cuello.

—N-no es eso —tartamudeó, traicionándose a sí mismo—. Es para que estés más cómodo... y para que yo lo esté.

—¿Te incomoda que yo esté ahí? —preguntó Mark, su voz ahora más suave, genuinamente curiosa.
Haechan desvió la mirada hacia su hijo, incapaz de sostener la de Mark.

—Un poco... —admitió en un susurro.

—Sinceramente, me conviene quedarme —dijo Mark con calma, sin rastro de burla— Por el tema del tiempo, donde vivo queda a una hora de distancia, entonces es más simple quedarme. Pero si es un problema para ti, está bien. Vendré desde mi casa.

La facilidad con la que Mark estaba dispuesto a ceder lo desarmó. De repente, se sintió como el malo de la película.

—No, no es un problema para mí —se retractó rápidamente—. Lo decía más por ti, pero si te conviene más, entonces está bien. Olvídalo.

Mark notó el nerviosismo del chico, la forma en que evitaba su mirada y jugaba con la servilleta. No pudo evitar que una ola de ternura lo invadiera. Haechan nunca había sido bueno disimulando sus emociones, y él... bueno, él disfrutaba demasiado descubrir que aún podía provocarle ese efecto.

Lograr ponerlo nervioso seguía siendo su pequeño triunfo.

Chapter Text

La primera semana de Mark como niñero pasó bastante rápido. A pesar de lo incómodo de la situación, logró adaptarse fácil a la rutina.

Seojun se despertaba cerca de las ocho de la mañana. Como aún dormía en la misma habitación que su padre, Mark entraba en silencio para buscarlo, intentando no despertar a Haechan, que llegaba muy cansado del trabajo y apenas se movía.

Si Mark era sincero, jamás pensó que podía llevarse tan bien con un niño. No era precisamente su fuerte. De todos los trabajos a los que postuló, ser niñero era prácticamente su última opción, pero fue la única que finalmente consiguió. Y para su sorpresa, se le daba bien.

La rutina era simple: levantar a Seojun, prepararle el desayuno y hacer café. Cuando el café estaba listo, Donghyuck aparecía en la cocina. Apenas hablaban más allá de un "buenos días".
Las cosas entre ellos seguían siendo distantes.

Haechan se quedaba un rato con su hijo, conversando de lo que podían. A menudo solo asentía y sonreía cuando no le entendía alguna palabra. Luego, se bañaba y se iba al restaurante.

Durante el día, Mark no solo cuidaba al niño, sino que también ordenaba el caos de juguetes y desorden que dejaba a su paso un niño de tres años. También mantenía contacto con Jiwon, quien le escribía para pedirle fotos de Seojun, preguntarle cómo estaba y si Donghyuck pasaba tiempo con él. Mark siempre le decía que sí, aunque supiera que el tiempo que Haechan le dedicaba no era ni la mitad de lo que Jiwon imaginaba.

El fin de semana llegó. El viernes, cuando Mark se fue del departamento, se despidió de Seojun con tanto cariño que el niño se puso a llorar, como si no lo fuera a ver por mucho tiempo.

Donghyuck tuvo que consolarlo y explicarle que lo volvería a ver en dos días.

El sábado y el domingo, Haechan no trabajaba. Dejaba el restaurante a cargo de su souf chef y gran amigo, Na Jaemin.

Esos días estaban destinados por completo a su hijo.

El sábado lo llevó a un parque cercano, hicieron un pequeño picnic y le hizo una sesión de fotos tan completa que casi se quedó sin memoria en el teléfono. Por supuesto, también hicieron una videollamada con Jiwon.

"Ahhh, lo extraño tanto" dijo ella al ver a Seojun en la pantalla. "Quizás venir por un mes a Japón fue demasiado. ¿Debería devolverme?"

—Jiwon, aprovecha el descanso. Te lo mereces, has hecho mucho. Seojun está bien conmigo, solo míralo.

"¿Y el niñero? ¿Lo cuida bien? preguntó Jiwon, y luego sonrió de forma insinuante "¿Y a ti? ¿Te cuida bien también?"

—Basta. No hagas esas caras. No pasa nada entre nosotros, apenas nos cruzamos.

Después de un rato de conversar, Seojun dijo, en su corto lenguaje, que quería volver al departamento porque tenía mucho calor y estaba cansado.

Cuando llegaron, Donghyuck intentó hacerlo dormir. Había gastado suficiente energía en el parque como para que cayera rendido, pero no fue así.

Estuvo una hora y media luchando. Seojun lloraba, no se quedaba tranquilo por nada del mundo, y Donghyuck, que no estaba acostumbrado a este tipo de rabietas, comenzó a desesperarse un poco.

Amaba a su hijo más que a nada, pero en momentos como este, se sentía el padre más incompetente del planeta.

La verdad, si era honesto consigo mismo, era que no estaba preparado para esto. Seojun vivía la mayor parte del tiempo con Jiwon; ella era la experta, la que tenía mil y un trucos para cada tipo de llanto. Haechan era el padre de los fines de semana divertidos, de los parques y los helados. Cuando surgía una crisis, su primer instinto siempre había sido llamar a Jiwon, quien con calma le decía exactamente qué hacer. Pero ahora, no podía recurrir a ella.

Y entonces, en un acto de pura rendición, hizo lo que se había prometido no hacer. Sacó su teléfono y buscó el contacto que había guardado bajo el nombre de:

"M. Lee (Niñero)".

"¿Aló?" la voz de Mark sonó al segundo tono, tranquila, un poco lejana.

—Yo... lo siento, de verdad, sé que es tu día libre —la voz de Haechan era tensa, cada palabra una admisión de derrota—. Es Seojun. No para de llorar, no sé qué hacer, he intentado todo...

"Dame un segundo, Jeno. Lo siento."

El nombre flotó en el aire. Jeno. Mark estaba en una cita. Haechan sintió una oleada de vergüenza que le heló la sangre.

Estaba interrumpiendo su sábado por la noche.

— Estás ocupado —dijo rápidamente, queriendo que la tierra se lo tragara—. No, olvídalo. No es nada, de verdad. Yo me las arreglo. Discúlpame.

"Haechan, no" el tono de Mark cambió al instante, perdiendo toda la ligereza anterior. Ahora era serio, enfocado "No cuelgues. ¿Qué pasa con Seojun?"

— No importa, es una tontería, solo está cansado. Disfruta tu fin de semana, de verdad.

"Voy para allá."

Y a pesar de las protestas de Haechan, Mark colgó.

Y luego de aproximadamente veinte minutos, que para el chico fueron eternos, el niñero llegó.

Simplemente dejó su chaqueta en una silla, se arremangó las mangas de la camisa con un movimiento práctico y alzó los brazos, ofreciéndolos.

En cuanto Seojun vio a Mark, el mundo cambió. El llanto se cortó en un hipo tembloroso y sus bracitos se extendieron hacia él, aferrándose a su cuello como si no lo hubiera visto en semanas. Automáticamente, el niño hundió el rostro en el hombro de Mark, su pequeño cuerpo relajándose por completo. El silencio que quedó fue casi ensordecedor.

—No puede ser... —susurró Haechan, incrédulo. La frustración y el asombro luchaban en su voz—. Yo llevo casi dos horas intentando calmarlo y no hay caso. Llegas tú y es otro niño.

Mark rio, una risa suave y complacida mientras mecía a Seojun.

—Lo llevaré a la habitación para dormirlo. ¿Quieres acompañarme?

La respuesta inmediata y lógica de Haechan debió ser un no rotundo. No sabía si era lo suficientemente fuerte para presenciar la escena: su ex, haciendo dormir a su hijo. Sin embargo, en contra de su buen juicio, asintió. La curiosidad era más fuerte que el miedo.

En la penumbra del dormitorio, Haechan observó desde el umbral. Mark no solo lo acostó; se sentó en el suelo junto a la cuna y comenzó a tararear una melodía baja y sin letra, una canción de cuna improvisada mientras acariciaba la espalda del niño con un ritmo constante.

Eventualmente, luego de unos minutos que se sintieron eternos, la respiración de Seojun se hizo profunda y regular.

Se había dormido. Mark lo acomodó con una delicadeza que le oprimió el pecho a Haechan, y los dos salieron de la habitación en silencio.

—Nuevamente, perdón por haberte molestado —dijo Haechan una vez que estuvieron en la sala—. ¿Estabas muy ocupado?

—Estaba en una cita —soltó Mark, sin rodeos, observándolo directamente, esperando, queriendo, una reacción.

Oh.

El calor subió por el cuello de Haechan y se instaló en sus mejillas. Se tapó el rostro con ambas manos, un gesto de pura vergüenza.

—Perdón por arruinártela. En serio. Soy un padre incompetente que no puede calmar a su propio hijo y tiene que recurrir a su niñero en un sábado por la noche...

—Está bien, Donghyuck —la voz de Mark fue tranquilizadora—. Él entendió. Es trabajo.

Sí, trabajo. La palabra resonó extraña entre ellos.

—Agregaré este día también para tu pago a fin de mes.

—No es necesario, de verdad.

—Entonces déjame recompensártelo de otra forma —insistió Haechan—. No te vayas todavía. ¿Quieres una copa de vino? Como... agradecimiento.

Mark sonrió y asintió. ¿Cómo iba a negarse?

Se sentaron en la pequeña mesa de la cocina, el silencio ahora menos tenso, suavizado por el vino.

—¿Puedo preguntarte algo? —dijo Mark después de un rato, girando la copa entre sus manos—. Sobre... él. Sobre Seojun. ¿Cómo es que...?

La pregunta quedó flotando, delicada y llena de curiosidad. Haechan sonrió, pero fue una sonrisa melancólica, cargada de recuerdos. No sintió la necesidad de ocultarle la verdad. Al final, de una forma retorcida, Mark era el inicio de esa historia.

—Poco tiempo después de que termináramos y tú te fuiste... — comenzó, su mirada perdida en el reflejo del vino—  Salí una noche, bebí demasiado y, no sé, quise ver qué se sentía estar con una mujer. Jiwon estaba ahí. Fue amable, divertida... era linda. Y solo pasó. Fue literalmente algo de una noche.

Hizo una pausa, tomando un sorbo.

— Y con las mínimas probabilidades del universo, Jiwon quedó embarazada. ¿No es gracioso? —rio sin humor—. Quedar embarazada de un chico gay que solo quería experimentar. Por suerte, nos hicimos muy amigos mientras todo pasaba. Ella quiso tenerlo, yo me hice cargo y decidimos enfrentarlo juntos, como el equipo que somos ahora. Y ha sido, por lejos, lo mejor que me ha pasado en la vida.

Haechan finalmente levantó la vista y miró a Mark directamente. La amargura que había sentido por años parecía haberse disuelto, dejando en su lugar una verdad compleja y extrañamente pacífica.

—Así que supongo que gracias. Quizás si no hubiéramos terminado de la forma en que lo hicimos, Seojun no existiría. Y para mí, él es lo más hermoso que tengo.

 

La confesión de Haechan quedó suspendida en el aire denso y silencioso de la cocina, cargada con el peso de cinco años de historia. La honestidad cruda había creado un nuevo tipo de intimidad entre ellos, una más peligrosa y vulnerable que cualquiera de sus interacciones anteriores.

Mark procesó las palabras, su mirada fija en el rostro del castaño. La revelación de que su mayor error había sido en cierta forma, la mayor alegría del moreno era una verdad compleja y agridulce. Lentamente, extendió su mano sobre la mesa y cubrió la de Haechan. No fue un gesto de consuelo, sino de genuino cariño.

El contacto fue como una descarga eléctrica. Haechan se quedó inmóvil, su respiración atorada en la garganta. No retiró la mano. Su cerebro gritaba que era una mala idea, pero su piel recordaba el tacto de Mark como si fuera ayer.

— Sigues teniendo la misma mirada —susurró Mark, su voz ronca por el vino y la emoción. Su pulgar comenzó a trazar círculos lentos sobre el dorso de la mano de Haechan—. La misma que ponías cuando hablabas de una nueva receta que querías intentar, o de cómo querías decorar nuestro primer apartamento. Esa pasión y amor...

El mundo de Haechan se redujo a ese punto de contacto, al calor que emanaba de la mano de Mark y a la intensidad de sus ojos. La cocina, el vino, el cansancio del día... todo se desvaneció.

Mark se inclinó, lento, deliberado, dándole  todo el tiempo del mundo para detenerlo. La distancia entre ellos se acortó, el aire se volvió pesado, cargado de la electricidad del "casi". Donghyuck podía oler el vino en su aliento. Una parte de él, una parte traidora y hambrienta, quería cerrar la distancia.

Quería saber si sus labios todavía se sentían como en sus recuerdos.

Es un error, pensó. Una idea terrible, terrible. ¿Por qué no me muevo?

Cuando sus labios estaban a apenas un suspiro de distancia, Haechan finalmente actuó. Levantó su mano libre, no para empujarlo, sino para posar con una suavidad la punta de su dedo índice sobre los labios de Mark. El gesto fue tan íntimo como el beso que interrumpió.

—Mark... —su propio nombre fue un susurro cargado de advertencia y pesar—. No.

Este se detuvo, sus ojos buscando una respuesta en los de Haechan. No había ira, solo una profunda y complicada emoción.

—No podemos volver a esto —continuó Haechan, su voz temblando ligeramente—. No así.

Ese "no así" quedó suspendido entre ellos, cargado de posibilidades.

Se quedaron así por un instante que pareció una eternidad, respirando el mismo aire denso, la yema del dedo de Haechan todavía sintiendo el calor de los labios de Mark.

Finalmente, con una lentitud que le costó un esfuerzo inmenso, Haechan retiró la mano y ambos se reclinaron en sus sillas, rompiendo el contacto que los había atrapado. El silencio que quedó era más ruidoso que cualquier grito.

Haechan necesitaba romperlo. Necesitaba cambiar de tema antes de que su autocontrol, ya debilitado por el vino, se hiciera añicos y fuera él quien se inclinara para terminar lo que Mark había empezado.

—Entonces... —dijo, su tono forzadamente casual. De un solo sorbo, se terminó todo el vino que quedaba en su copa y se sirvió más, con la mano un poco temblorosa—. ¿Cómo estuvo tu cita? Antes de que yo, ya sabes, la arruinara.

No tenía mucha resistencia al alcohol y ya comenzaba a sentir cómo los bordes de su compostura se suavizaban peligrosamente.

Mark lo observó, una pequeña sonrisa divertida jugando en sus labios. Estaba claro que había notado el abrupto cambio de dirección.

—Estuvo bien... Aunque no sé si debería hablar de esto contigo. —rio suavemente.

—¿Por qué no? —replicó Donghyuck, encogiéndose de hombros y tratando de parecer despreocupado—. Somos... uhmm... el empleado y el empleador, entrando en confianza nuevamente. Es profesional.

La descripción era tan absurda que Mark soltó una carcajada.

—Claro, "profesional".

Asintió, siguiéndole el juego, aunque esa palabra no se sentía correcta en absoluto.

— Se llama Jeno. Lo conocí en una app de citas. Fue nuestra segunda salida de hecho.

Haechan se quedó con la copa a medio camino de su boca. Parpadeó una, dos veces.

—¿Lee Jeno?

Ahora fue el turno de Mark de sorprenderse.

—Sí... ¿Lo conoces?

Haechan soltó una risa incrédula, negando con la cabeza.

—Es nuestro mesero los fines de semana.

Mark se quedó en silencio, procesando la información. La serie de coincidencias que lo habían traído de vuelta a la órbita de Haechan era cada vez más ridícula.

—Wow... Seúl es realmente pequeño.

Haechan rio suavemente, el vino haciéndolo sentir más audaz, más honesto. Levantó su copa en una especie de brindis resignado.

—Al parecer. Esa sería la única explicación lógica de por qué mi exnovio terminó siendo el niñero de mi hijo.

La broma, cargada de una verdad irónica, quedó flotando entre ellos. Mark observó a Haechan por un largo instante, una sonrisa agridulce en sus labios. Sin decir palabra, tomó la botella y rellenó un poco más su copa..

—Voy a serte honesto —dijo Haechan de repente, su voz ahora apenas un susurro sobre el zumbido de la ciudad. Fijó la mirada en el remolino oscuro de su copa—. El primer día, cuando abrí la puerta y te vi... pensé en despedirte al día siguiente. No quería verte. No quería tener que lidiar con... todo esto.

Mark se quedó inmóvil, escuchando, demasiada honestidad para su corazón.

—Pero no lo hice —continuó Haechan, sin levantar la vista—. No lo hice porque en las pocas horas que estuviste aquí, mi hijo te adoró. Y hoy... hoy me demostraste por qué. Eres bueno con él, Mark. Eres un muy buen niñero.

Finalmente, alzó la cara, y sus ojos, serios y despojados de cualquier sarcasmo, encontraron los de Mark con una claridad dolorosa que no dejaba lugar a dudas.

—Y ahora mismo, eso es lo único que puede importarme.

Mark sostuvo su mirada, asimilando cada palabra. Era un cumplido y una sentencia, todo en uno.

Le estaba diciendo: Eres importante para mi hijo, por lo tanto, te quedas. Pero tú y yo, lo nuestro, se queda en el pasado

El mayor asintió lentamente, una sola vez. No había nada que pudiera decir.

Y en el silencio que llenó la cocina, un silencio que ya no era incómodo ni tenso, sino simplemente definitivo, Mark Lee entendió cuál era su lugar.

Chapter 4: Vino.

Chapter Text

El vino le dejó a Mark un dolor de cabeza persistente y un despertar extraño. Abrió los ojos y se encontró mirando a un techo que no era el suyo. Su cadera estaba atrapada, rodeada por las piernas desnudas de su ex, quien lo abrazaba como si fuera un oso de peluche que temía soltar.

Cuando el mayor recuperó un poco la compostura, con cuidado, Mark se zafó del agarre, procurando no despertarlo.

Vio que Seojun ya estaba despierto, intentando escalar la cuna para pasarse a la cama.

—Hola, lindo, buen día —lo tomó en brazos—. ¿Hace cuánto que estás despierto? ¿Qué hora es?

El niño frunció la nariz, cubriéndosela con su manita, al percibir el olor a alcohol.

—Lo siento, me bañaré de inmediato. Tu papá es un oso invernando o algo, porque no se despierta por nada.

Seojun se rió y asintió. Era domingo. Su día libre, y aquí estaba, preparando una pequeña comida para el bebé, que se había saltado el desayuno porque Mark había despertado a las doce y media del mediodía.

Mientras Seojun comía y jugaba con su comida, revisó el teléfono.

Era un mensaje de Jeno.

Jeno

Hey, ¿cómo te fue con tu trabajo? A pesar de la interrupción, la pasé súper contigo 😉 Avísame cuando tengas tiempo y nos volvemos a ver, si quieres... hoy trabajo, no me quedan más oportunidades de tomarme el día libre :(

Mark sintió un cosquilleo de emoción.

Jeno era su tipo: amable, atractivo y fácil de tratar. Habían tenido dos citas, o una y media, si se consideraba que la de ayer había sido interrumpida por la crisis de Donghyuck.

En realidad no solo la cita había sido interrumpida, si no que también, su intento de conocer a alguien más... Y es que su mente no podía evitar: comparar, recordar, desear todo aquello que vivió con Haechan.

Pero debía saber su lugar, ayer se lo habían dejado claro.

Mark

Hola, Jeno 😊 Todo bien, gracias. Estaba pensando... ¿cuándo podríamos vernos? Yo trabajo entre semana y tú los fines de semana, así que no sé si será fácil, pero me encantaría. ¡Suerte hoy en el trabajo!

Para despejar sus pensamientos, dejó el teléfono, tomó a Seojun en brazos y lo recostó suavemente junto a su padre. El pequeño, empezó a llenarle la mejilla de besos, hasta que, de repente, frunció la nariz con disgusto. La risa de Mark resonó en la habitación, finalmente despertando a Donghyuck.

Este se incorporó al instante, sintiendo la cabeza punzante.

—Me tengo que ir. Según Seojun, apesto... y probablemente tú también —bromeó con una sonrisa cansada—. Voy a ducharme.
Gracias por el vino, la pasé muy bien... nos vemos mañana a primera hora. Seojun empieza el jardín.

—Oh, sí... Dios, perdón. Yo debería agradecerte por cuidarlo, de verdad. Gracias.— dijo el moreno mientras se tapaba el rostro, un poco avergonzado.

La distancia que había marcado sus encuentros anteriores, incluso hasta ayer, parecía haberse desvanecido.

Donghyuck sentía una genuina gratitud. El rencor que había acumulado contra el chico que le rompió el corazón a los veinte años se estaba diluyendo, reemplazado por un agradecimiento sincero.

Aún así, parecía no ser suficiente.

No quería que Mark entrara de nuevo en su vida de otra forma que no fuera como el niñero de su hijo.

Y eso sería solo por un mes... o lo que quedara antes de que Jiwon regresara. Después de ese tiempo, Mark volvería a ser un extraño. Eso era lo que Donghyuck quería. O, al menos, lo que creía necesitar.

Por su parte, el mayor solo deseaba demostrar que ya no era el chico inmaduro que lo lastimó. Pero, al mismo tiempo, sabía que no podía ser el hombre que él necesitaba, no ahora.

Donghyuck lo tenía todo.

Él no tenía nada.

Nada que ofrecerle más allá de una historia con un final que el otro no recordaba con cariño.

Con toda esa abrumadora revelación, se subió a su moto y se dirigió a su apartamento. Y cuando llegó, no pudo evitar comparar: el tamaño, la estética... su sala era del tamaño de la habitación de Donghyuck.

Quizás no era su momento... y tal vez nunca lo sería.

La idea lo golpeó con un peso amargo. Fue directo a la ducha, esperando que el agua le aclarara la mente.

Decidió que se esforzaría por tener una buena relación con Haechan, sin cruzar los límites que se habían impuesto. Y a la vez, se enfocaría en su vínculo con Jeno. Fuera como amigo, una potencial pareja, o lo que fuese.

Lo poco que lo había conocido, le bastaba para saber que valía la pena tenerlo en su vida.

Y entonces, luego de meses de silencio, de dejar de escribir, de no tocar su guitarra ni su piano... volvió la inspiración.

Mark no quería rendirse con su sueño de ser una estrella, pero la derrota había sido tan dura que no había podido hacer música.

Quizás el problema no había sido la música, sino su decisión de marcharse. Había buscado en el extranjero lo que siempre tuvo en su propio país.

Y quizás también debió pensar eso cuando lo tenía todo con Donghyuck, en lugar de buscar en alguien más lo que ya tenía.

Mientras jugueteaba distraídamente con el piano, su teléfono vibró con una notificación.

Jiwon
Hola, Mark. Ahí va la mitad de lo acordado; a fin de mes te pago lo demás. Sé que te dije que sería cuando regresara, pero Donghyuck me habló muy bien de ti y quiso aumentar un poco la paga, y me parece justo. Has hecho un gran trabajo, gracias infinitas. ¡Saludos! Ah, y cuida también de Donghyuckie, jajaja ;)

¿Jiwon sabía? ¿Estaba al tanto de su historia? Ese último comentario, ¿era una insinuación? ¿De alguna forma, estaba apoyando la idea de que Haechan estuviera con él? El pensamiento le provocó un agradable calor. Y además... ¿Donghyuck quiso darle más dinero? Si la suma inicial ya era generosa, esto era aún más. ¿O solo sentía lástima por él? No, no podía ser.

Mark
Hola, Jiwon. Muchas gracias, de verdad, no era necesario adelantarme nada, pero lo aprecio muchísimo. Me alegra que Donghyuck piense que estoy haciendo un buen trabajo, aunque el verdadero mérito es de Seojun... es imposible no encariñarse con él. También cuidaré de su papá, prometido, jajaja. Que todo vaya bien en Japón. Saludos. :)

Y con una ligera sensación de hormigueo en el pecho, sonrió, sabía que no debía ilusionarse, entendía cuál era su lugar o al menos intentaba hacerlo.

Pero al final del día, Mark seguía siendo Mark: alguien que, sin importar cuánto hubiese madurado, siempre terminaba dejándose llevar por el corazón en lugar de la razón.

De repente, un flashback de la noche anterior lo golpeó.

El vino, el casi beso, más copas, la vista nublada... él ayudando a Donghyuck a desvestirse.

Mark se cubrió la cara, sintiendo cómo el alcohol seguía haciendo estragos en su memoria.

"Déjame ayudarte con eso...", había susurrado con voz suave mientras desabrochaba el pantalón de Donghyuck, quien reía complacido.

"No pienses que te dejaré hacer algo más. Menos con Seojun durmiendo en la misma habitación", advirtió Donghyuck, aunque su voz no sonaba tan convincente.

Mark lo miró, el deseo brillando en sus ojos, y asintió. Con lentitud, disfrutando de la vista, ayudó a su ex a quitarse la ropa. La piel morena parecía brillar bajo la escasa luz que se filtraba por la ventana.

"Absolutamente precioso", dijo, y deslizó su mano desde el hombro de Donghyuck hasta su muñeca, sintiendo la suavidad de su piel.

Donghyuck sonrió por el cumplido y retiró la mano, rompiendo el contacto. "Estoy demasiado cansado para ponerme el pijama".

"Entonces quédate así", respondió Mark.

Donghyuck se acostó junto a la cuna de su hijo. Mark iba a irse a la habitación de invitados, pero antes de que pudiera darse la vuelta, sintió una mano suave en su muñeca.

"Duerme aquí. Desarmé la cama de invitados", la voz de Donghyuck era tan suave como la miel.

"¿Contigo?", preguntó, sorprendido.

Donghyuck lo miró, como si la respuesta fuera obvia, y Mark se acostó a su lado antes de que pudiera retractarse.

"Esto no significa nada, es solo amabilidad. No te hagas ideas", aclaró el castaño, antes de caer rendido en un segundo.

 

Mark en serio debería dejar el vino. Nunca terminaba bien.

Chapter 5

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Mark llegó temprano el lunes. 

Había dormido poco; el día anterior lo dedicó entero a pensar y pensar, hasta sentirse agotado.

Seojun debía estar en el jardín a las nueve de la mañana, pero Mark apareció a las 7:30. Supuso que Donghyuck estaría durmiendo asi que entró con la lleve que le habían entregado.

— Creí que seguirías durmiendo, por eso no toqué... lo siento —murmuró al encontrar a Donghyuck en la cocina, con una taza de café en la mano. Seojun estaba en sus brazos, aún medio dormido, con el rostro acurrucado en el cuello de su padre.

Se veía increíblemente tierno. Y sí, el bebé también.

Una sonrisa, genuina e incapaz de ser contenida, se dibujó en los labios de Mark.

—Me asustas, ¿cómo puedes estar así de sonriente a estas horas? —dijo Donghyuck,—. Me desperté más temprano de lo habitual. Seojunnie no se siente muy bien, no sé si debería ir a su primer día... con el frío de la mañana podría resfriarse y...

—¿Este eres tú siendo un padre sobreprotector?

Haechan rió suavemente, aceptando la acusación. Quizás sí estaba siendo aprensivo.

Todo seguía siendo nuevo para él, incluso si su hijo ya tenía tres años. Pronto tendría que reemplazar la pieza de invitados, remodelarla para que Seojun tuviera su propia habitación, su pequeña cama en vez de la cuna junto a la suya.

— Voy a acompañarte a dejar a Seojun al jardín. No puedo perderme su primer día. ¿Te molesta?

El mayor se sorprendió, gratamente. Entre ellos las cosas estaban cambiando: Donghyuck parecía más accesible, menos empeñado en levantar esa muralla que había construido al inicio.

Claro, todavía con la distancia de no ser más de lo que ya eran...

—¿Cómo me va a molestar? Eso sería algo muy lindo.

Haechan asintió y le pasó al niño.

— Iré a darme una ducha. Después del jardín tengo que ir a trabajar y... creo que hoy no volveré a casa. Por eso también quiero acompañarte, porque no veré a mi bebé en mucho rato.

¿Tenía permitido preguntarle dónde estaría? ¿Por qué no volvería? ¿O sería cruzar una línea que todavía no le correspondía?

La pregunta se le atoró en la garganta. Antes de poder formular palabra, Donghyuck desapareció hacia el baño.

No, no debía preguntar.

Tras una mañana caótica, cuando el niño ya estaba completamente despierto, Haechan se encargó de prepararle algo de comer y un pequeño snack para llevar . Luego, Mark lo bañó y juntos lo vistieron con su mejor ropa.

Incluso se tomaron el tiempo de peinar su cabello.

— ¿Quién es este niño tan guapo? —preguntó Donghyuck, con la voz suave, mientras terminaba de arreglarle el pelo. Seojun se rio, orgulloso.

— Dios, estás tan grande... —dijo Donghyuck, limpiándose una lágrima falsa.

Mark le acarició la espalda con ternura, y el mas bajo lo miró con agradecimiento.

Salieron del apartamento y se dirigieron al jardín. En auto, el trayecto solía ser de unos diez minutos, pero el tráfico de la mañana hizo que se demoraran el doble.

Y finalmente, cuándo llegaron, Seojun lloró un poco cuando una profesora vino a recibirlo. Haechan, que al principio intentó contenerse, acabó desarmándose en lágrimas de verdad.

Mark reaccionó rápido, lo abrazó fuerte y lo dejó llorar contra su hombro.

— Va a estar bien —susurró, con voz tranquila, mientras sonreía.

Ver asi a Haechan era demasiado para su corazón debil.

Después de estar un rato en esa posición, mientras se tranquilizaba en ese abrazo que se sentia calidamente familiar, fue consciente en la posicion que estaban y se separó abruptamente, mientras aclaraba su garganta y reía nervioso.

—Gracias —le dijo, la voz aún afectada por la emoción.

—¿Por qué? —preguntó Mark, con una sonrisa.

—Por... todo. —dijo Donghyuck, el sonrojo subiendo hasta sus mejillas. — Tengo que irme a trabajar ahora. ¿Quieres que te deje en tu casa y luego regresas por Seojun?

— Vivo a una hora, Hyuck —negó Mark con una suave sonrisa. —De verdad, no te preocupes, puedo tomar un bus. Vas a llegar tarde por mi culpa si me llevas.

—¿Seguro?

Mark asintió.

La duda de la mañana seguía ahí. ¿De verdad no iba a volver a su casa esa noche? La curiosidad fue más fuerte que la prudencia.

— Uhm... Hyuck ¿puedo saber por qué no llegarás?

Donghyuck dudó por un instante, pero al final la respuesta salió de su boca:

 — Aún no estoy seguro, quizá sí vuelva. Tengo... una cita.

La palabra "cita" cayó como un balde de agua fría. Ambos se sintieron incómodos de repente. Mark se rascó la nuca.

— Solo quería saber, por si acaso, ya sabes... si podía molestarte o no.

— Cualquier cosa que tenga que ver con Seojun, claro que puedes llamarme — aclaró, volviendo a su tono más distante.

Se despidieron rápido, como si alargar el momento lo hiciera todo peor. Mark vio a Donghyuck alejarse en su auto, sintiéndose extraño.

El resto del tiempo, antes de recoger a Seojun, lo dedicó a componer. Sus dedos se movían sobre el piano fluidamente, como si no hubiera tenido un bloque creaetivo que se lo impidió por tanto tiempo. 

Pero su mente no dejaba de dar vueltas.

Haechan en una cita. Estaba bien, por supuesto que lo estaba. Mark también salía.

Pero tenía demasiadas preguntas. ¿Era alguien nuevo? Lo dudaba. Donghyuck no parecía el tipo que se arriesgaría a pasar una noche fuera por un desconocido, ¿o sí? Quizá en realidad si era capaz de pasar una noche con alguien que acababa de conocer.

No iba a juzgarlo; Mark también lo había hecho.

Y aun así, se sentía... incorrecto.

La situación se estaba volviendo insostenible para Mark.

Pretender que su historia no existía, que eran simples conocidos, era imposible. La cercanía era inevitable, y la distancia que intentaban mantener se volvía cada vez más una tortura.

No podía evitar sentir celos, una posesividad que no le correspondía, ante la idea de que Donghyuck estuviera saliendo con alguien más.

Se preguntaba si el menor se habría sentido igual cuando él mencionó su cita con Jeno.

¿Hasta dónde serían capaces de aguantar?

[...]

La tarde transcurrío sin mayores problemas. Donghyuck se dedicó supervisar a los otros cocineros mientras también se encargó de preparar algunos platos.

Cuando el restaurante cerró, solo esperaban a que los últimos clientes pagaran sus cuentas y se retiraran.

Haechan se asomó al pequeño ventanal de la cocina, que daba al pasillo donde se entregaban las órdenes, sus ojos se toparon con un rostro familiar.

Era Jeno.

—¿Jeno? ¿Qué haces aquí? Se supone que trabajas solo los fines de semana —preguntó Donghyuck, confundido, mientras el chico se acercaba y le hacía una leve reverencia.

—Ah, Jaemin me cambió un poco el horario —respondió Jeno con naturalidad. —Ahora tengo más turnos.

Donghyuck frunció el ceño. Jaemin no estaba a cargo de eso.

Como si lo hubieran invocado,  apareció en ese instante, entrando en la cocina como si el restaurante fuera suyo, con una sonrisa de oreja a oreja.

—Necesitamos más meseros durante la semana, así que es mejor que Jeno esté.— confirmó Jaemin.— ¿Estás listo?

Jeno los observó en silencio, divertido con la situación.

—¿Ustedes se llevan bien? —preguntó Donghyuck, mirando de uno a otro.

—Claro —respondió Jaemin sin dudar mientras cruzaba un brazo hasta el hombro del chico para abrazarlo. — Jeno siempre se queda hasta el final y me ayuda con todo. Somos bastante amigos ya.

Haechan se quedó pensativo por un segundo. La curiosidad le ganó.

—¿Puedo hacerte una pregunta un poco personal, Jeno?

El chico asintió con una sonrisa tranquila, como si tuvieran todo el tiempo del mundo y no hubiera que ordenar y limpiar.

—¿Qué piensas de Mark?

El hombre alzó las cejas y su sonrisa se hizo más amplia.

—Oh... es un gran chico.

—¿Están saliendo? ¿Son pareja? —soltó Donghyuck sin rodeos, con una urgencia que no pudo controlar.

Jaemin desvió la mirada y soltó una risa discreta, como si el descaro de su amigo le pareciera increíble.

—No, todavía no... Tenemos que conocernos más, pero es muy lindo. ¿Ustedes son amigos? ¿Se conocen?

Donghyuck asintió lentamente, con algo de duda, fingiendo una sonrisa que no alcanzó sus ojos.

— Bueno, vayámonos... tenemos una reserva en otro lugar, Hyuckie. — Jaemin interrumpió y lo tomó del brazo para llevárselo y que dejara de ser tan obvio.

Después de cambiarse el uniforme, Donghyuck tomó sus llaves y bolso, y ambos se subieron a su auto.

Apenas cerró la puerta, Jaemin lo miró, con los brazos cruzados y una sonrisa insinuante.

—¿Qué fue todo eso? —preguntó.

—¿Qué cosa? —dijo Donghyuck, fingiendo inocencia mientras encendía el motor.

— Esas preguntas tan personales al camarero, que no corresponden.

— Tampoco te corresponde tomar decisiones sin consultarme. ¿Por qué le diste más días? ¿Te interesa el mesero, Jaemin? —preguntó Donghyuck en tono de broma, pero Jaemin asintió de inmediato, sin dudar ni avergonzarse.

Haechan se quedó ahí, mirándolo, viendo si estaba siendo sincero o no, pero al notar su expresión, supo que realmente hablaba en serio. Y dijo:

— Tendremos una larga noche. Necesito más información.

Cuando los chicos llegaron al bar, el ambiente era perfecto para una conversación honesta. Se sentaron en un rincón tranquilo y pidieron un par de tragos.

—¿Y bien? —empezó Jaemin, con una sonrisa en el rostro—. ¿Por qué tan interesado en la vida romántica del camarero? ¿Y cómo es eso de que está con Mark? ¿Tu ex?

Donghyuck suspiró mientras asentía.

— Me estoy comportando como un niño. Le dije a Mark que tendría una cita y que, probablemente, no llegaría a casa. ¿Para qué? No lo sé. ¿Para causarle celos? ¿Para demostrarle que estoy bien sin él? Luego veo a Jeno y le hago preguntas que no debería. Me siento tan tonto. Fui incapaz de controlarme. Mark me hace actuar como un loco. Siempre lo ha hecho.

Jaemin se rio, tomando la mano de Donghyuck sobre la mesa.

—Pero si esto es una cita —dijo, y los dos rieron, con caras de disgusto.

—Y a ti...¿te interesa el mesero? —preguntó, moviendo las cejas de forma insinuante—. ¿Ha pasado algo entre ustedes? Debes decírmelo para que yo pueda detener a Mark y que no salga lastimado.

—Oh, eres tan bueno, Haechan —dijo Jaemin con una risa sarcástica—. Para nada es porque estás celoso y no quieres que terminen juntos.

Haechan lo golpeó suavemente y le indicó que siguiera hablando.

— No sé, solo me atrajo. Era el único que se quedaba hasta tarde para ayudarme, y algunas veces lo invité a comer para agradecerle su esfuerzo. Así lo empecé a conocer y caí rendido ante sus encantos, y es que de verdad es encantador. Sería raro que Mark no hubiera caído por él.

Haechan rodó los ojos, pero una parte de él sintió una punzada.

—Y me había mencionado que estaba conociendo a alguien, pero no quise preguntarle nada. No quería que mi corazón se destrozara.— dijo exageradamente, en verdad no estaba tan preocupado al respecto.— Jamás pensé que el chico iba a ser tu ex...

— Bueno, somos unos perdedores —dijo Haechan, con una sonrisa triste.

—Ni loco —interrumpió Jaemin con una carcajada—. Tengo mi encanto, Jeno se enamorará de mí. Es imposible no hacerlo.

Y en el fondo de su corazón, Donghyuck esperaba, con todas sus fuerzas, que tuviera razón.

 

Notes:

espero que les este gustando, aun no sé cuantos capitulos tendrá pero no creo que sea tan extenso. me encantaria saber su opinion, a traves de comentarios, mensajes en twt (didlovehc) recibir una retroalimentación siempre es bueno para una escritora !! gracias por leer muak

Chapter 6: Barreras.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Cuando Donghyuck llegó a su departamento, el sol de la tarde ya estaba en alto.

Eran la una.

Se había dado el lujo de faltar al trabajo, incapaz de enfrentarse al mundo con la apariencia que traía. Haciendo que su amigo, por ese dia se hiciera cargo del restaurante.

Prácticamente era como si ambos fueran dueños del lugar.

Apenas cruzó la puerta, vio a Mark sentado en el sofá, mirando las noticias que en realidad solo eran un eco de fondo mientras revisaba su teléfono, con una seriedad que no le era habitual.

En cuanto lo vio, Mark se enderezó, la sonrisa de siempre, ausente en su rostro. La imagen de Donghyuck gritaba a los cuatro vientos que había tenido una noche larga: el cabello revuelto, la chaqueta en la mano, una camisa arrugada que revelaba un poco de su clavícula, y unos pantalones de pijama que no parecían ser de él.

Todo en el moreno parecía gritar la palabra "sexo".

La verdad era que solo tenía una resaca terrible. Una muy mala resaca.

Mark sentía el enojo subiéndole por el pecho. No había recibido ni una sola palabra. Ni una llamada, ni un mensaje, nada. La preocupación se había convertido en molestia.

—Finalmente llegaste. —dijo, la voz más pesada de lo que pretendía.

—Te dije que probablemente no llegaría, anoche... —respondió Donghyuck con cansancio, dejando las llaves sobre la mesa sin hacer ruido.

—Un mensaje habría bastado para quedarme tranquilo.

Donghyuck lo miró, extrañado por el tono e intentando ponerle un límite enseguida dijo:

—Te avisé, Mark, con eso es suficiente.

—¿Y si te pasaba algo y yo no sabía dónde estabas? —la voz de Mark era tensa, cargada de una preocupación que no intentaba ocultar.

—Por favor, sé cuidarme solo, soy un adulto. ¿Qué pretendes con decirme esto? Me duele la cabeza.

Mark bufó, la frustración creciendo en su pecho. —Seojun preguntó por ti toda la noche y esta mañana también, porque aún no regresabas.

La culpabilidad golpeó a Donghyuck, pero también el enojo.

—¿Me estás haciendo sentir culpable por darme un día? Pudiste haberle dicho en lo que estaba y no preocuparlo.

—¿Qué le dijera que estabas en una cita? —soltó Mark, las palabras más pesadas de lo que pretendía.

Haechan asintió, con la quijada tensa. —Él no lo entiende, solo necesitaba saber que estaba bien. ¿Qué te ocurre? ¿Por qué estás tan molesto?

—Me molesta que seas tan despreocupado, solo eso.

—¿Despreocupado de Seojun? Te dije que si se trataba de él podías llamarme, hablarme. Si me extrañaba, con gusto le habría contestado.

—No lo entiendes... —dijo Mark, la mirada fija en los ojos de Donghyuck, incapaz de articular el nudo de sentimientos que lo ahogaba.

—No, no lo hago —respondió Haechan, alzando un poco la voz—. Porque si me estás diciendo todas estas estupideces solo para ocultar que estás celoso, es injusto y totalmente fuera de lugar. No tienes ningún derecho a hacerme sentir como un mal padre por haber salido un día.

Las palabras de Donghyuck golpearon a Mark con la fuerza de un puñetazo. Se quedó en silencio, sintiéndose un completo idiota. Había perdido totalmente el control.

—Lo siento, no quise... —murmuró, pero Haechan lo detuvo con un gesto.

—Iré a bañarme, no me siento bien.

Pasó a su lado rozándole el hombro sin mirarlo.

Donghyuck no era tonto. Había notado los celos del mayor.

Admitía que la tontería de la "cita" era para buscar una reacción en él, aunque jamás se lo diría.

En el fondo, pensaba en que debería sentirse satisfecho. Mark estaba celoso.

Sin embargo, sintió lo opuesto. Las palabras del mayor no habían sido agradables, y no pudo evitar sentirse mal.

Eso era lo que más odiaba: sentirse tan vulnerable ante cualquier cosa que Mark hiciera o dijera. Había construido una barrera durante tanto tiempo, y verla desaparecer tan rápido era desconcertante.

¿Algún día sería capaz de superarlo?

Cuando salió de la ducha, vestido con unos shorts holgados y una polera simple, escuchó un suave toque en la puerta de su habitación.

Abrió lentamente, mostrando solo la mitad de su cuerpo.

—Lo siento, Hyuck. En verdad no creo todo lo que dije. Me dejé llevar y...— habló Mark en cuanto lo vió.

—Está bien —respondió Donghyuck, con un tono tan neutro que la confusión en el rostro del contrario fue evidente.

— ¿Lo está?

Haechan asintió, su rostro sin expresión.— Estoy acostumbrado a que seas así.

— ¿A qué te refieres?

—Impulsivo. Dices antes de pensar. Solo creí que, como ahora somos un poco más grandes, habrías cambiado un poco...— Hizo una pequeña pausa.— Y también pensé que yo había cambiado.

Mark se sintió derrotado. — Has cambiado.

Haechan negó con una sonrisa cansada que no llegaba a sus ojos.

—¿Qué estamos haciendo? ¿Qué pretendes tú, qué pretendo yo? Esto... no está funcionando. Para ninguno de los dos.

Las palabras del castaño flotaron en el aire, llenas de una tristeza que fue insoportable. La distancia entre ellos se sentía dolorosa, y Mark no pudo soportarlo más. Se acercó, empujando con suavidad hacia la pared, cerrando la puerta detrás de él para acorralarlo.

—Lo sé —susurró, con la frustración y el deseo mezclándose en su interior. —Pero no puedo vivir con el miedo de perderte otra vez...

La cercanía de Mark era una tortura. Haechan se quedó sin aliento, el aroma familiar de su piel, el calor de su cuerpo. Intentó apartarse, pero Mark fue más rápido, posando sus manos a cada lado de su cabeza, sus dedos acariciando la suave piel de su cuello.

—Dime que lo que siento es solo mío —le retó, la voz cargada de una emoción que Haechan reconoció al instante. —Dime que no sientes nada si me acerco... Qué no sientes nada si te digo que aún estoy enamorado de ti, y que se me hace imposible mantener esta dolorosa distancia que has impuesto entre nosotros...

—Detente, Mark —suplicó, con la voz temblorosa.

—¿Quieres eso? ¿Quieres que me detenga?

El silencio entre ellos fue ensordecedor. Mark esperó, con la respiración entrecortada.

—Dímelo —insistió. —Y lo haré. Solo tienes que pedirlo...

Haechan finalmente levantó la vista y lo vio, sintiendo el deseo ardiendo en los ojos de Mark. Incapaz de resistirse un segundo más, rompió la distancia que quedaba entre ellos, juntando sus labios con una fuerza desesperada, sin una pizca de delicadeza.

Sus labios se encontraron en un beso que fue todo lo que habían estado reprimiendo.

Hambriento, desesperado, lleno de la frustración y el anhelo de años.

Las manos de Mark se deslizaron por la cintura de Haechan y lo acercaron más, mientras las del castaño se enredaban en el cabello del mayor. El contacto se hizo más profundo e intenso, como si quisieran compensar todo el tiempo perdido. Con pasos torpes, chocaron con la esquina de la cama, y cayeron, con Haechan encima de Mark.

Compartieron una breve mirada donde Mark susurró: —Te he extrañado tanto.

Haechan no respondió. En lugar de eso, volvió a unir sus labios. Para él, ese beso no era un cambio, sino un desahogo. Necesitaba a Mark, aunque fuera solo por un momento, sin importar lo dura que podía ser la caída.

Las manos del hombre se dirigieron al borde de la camiseta de Haechan, levantándola para tocar su suave piel morena.

Hyuck soltó un suspiro al sentir las manos del contrario sobre él.

Se estaban dejando, peligrosamente, llevar demasiado.

Y como si el teléfono de Donghyuck escuchara el grito desesperado en su mente que le pedía detenerse, este vibró sin parar.

Los obligó a separarse.

Era un número desconocido. Usualmente los ignoraba, pero necesitaba algo que lo aterrizara en la realidad, ambos se separaron y contestó rápidamente.

"Hola, ¿señor Lee? Disculpe la molestia, pero Seojun no se siente bien. ¿Sería posible que lo retiren antes?"

No necesito nada más para responder brevemente y levantarse de la cama de golpe.

Salió de la habitación en busca de sus llaves y zapatos, la preocupación borrando todo lo que había pasado minutos antes.

—¿Qué pasó? —preguntó Mark, siguiéndolo de cerca. Lo detuvo, tomando su muñeca con suavidad.

—Seojun no se siente bien. Iré a buscarlo.

—Te acompaño —dijo de inmediato.

Donghyuck asintió, sin pensarlo demasiado. Lo que había ocurrido entre ellos quedando en segundo plano.

El viaje fue un silencio tenso, solo roto por el suave murmullo del motor y la radio. Aún así, Haechan se sentía alterado: su hijo estaba enfermo, la resaca le martillaba en la cabeza y, lo peor de todo, tenía a Mark a su lado después de haberse besado y no de una forma... muy casual.

Mark, por su parte, moría por hablar. Quería aclarar las cosas, no podía dejar que ese beso quedara en el aire, como si no hubiese sido nada. Porque para él, jamás podría ser eso. Pero entendía que no era el momento.

Luego de haber retirado al niño, llegaron a casa, Seojun no se despegaba de los brazos de su padre.

Haechan actuó de inmediato. Le cambió la ropa por un pijama, lo acostó en su propia cama para tenerlo cerca, le dio un remedio y se acomodó a su lado.

Mark se quedó en la puerta, observando la escena, sintiéndose un tanto incómodo.

—Cualquier cosa que necesites, o Seojun necesite, avísame... estaré en la sala —dijo, intentando romper el silencio.

Haechan asintió sin mirarlo. Nuevamente, todas esas barreras que habían caído se levantaron al instante.

Era lo que Mark había temido: que su poca fuerza de voluntad y su incapacidad para resistirse hicieran que Donghyuck se alejara aún más.

Pero el hecho de que el menor hubiera sido el primero en besarlo le daba una pequeña chispa de esperanza. Quizás no todo estaba perdido.

Con esa idea en mente, Mark tomó una decisión impulsiva, algo habitual en él. Agarró su teléfono y le envió un mensaje a Jeno.

Mark

he estado pensando mucho y quiero ser sincero contigo... eres una persona increíble y de verdad me gusta pasar tiempo contigo, pero creo que lo mejor sería no seguir conociéndonos como algo más. todavía no logro superar del todo a mi ex, y siento que si sigo avanzando contigo en ese sentido no sería justo para ti. mereces a alguien que pueda entregarte toda su atención y cariño sin reservas, y ahora mismo no estoy en ese lugar. de verdad espero que lo entiendas, porque valoro mucho lo que compartimos.

Jeno le respondió con un simple emoji de pulgar arriba que dejó una sensación desconforme al mayor.

Pasó el tiempo, Haechan no salió de su habitación y Mark no quiso molestar, quedándose dormido en el sillón.

 

[...]

—No entiendo cómo sigue causándome cosas. Debería superarlo. Se siente tan poco serio seguir sintiendo cosas por él cuando me dejó, se fue a otro país y me engañó. Creo que soy masoquista.

Las palabras de Donghyuck se arrastraban, un lamento que Jaemin ya había escuchado incontables veces. Él, afortunadamente más sobrio, solo asentía, escuchando la historia por enésima vez.

—Quizás debería tener citas reales y no con mi mejor amigo. Necesito tener sexo o voy a morir. Me siento en sequía; no he estado con nadie en meses. Perdí la cuenta.

—Ah, mis condolencias, amigo —dijo Jaemin con una sonrisa de burla—. Pero yo no me ofrezco. No suelo tener lazos con la gente con la que me acuesto, no podría arruinar nuestra amistad.

—Ni siquiera eras una opción, Jaemin, que lo sepas.

—Puedo presentarte a alguien si quieres. Debo tener el número de alguno de los chicos con los que he salido.

—Lo agradecería.

Jaemin tomó el teléfono de su amigo y escribió un número, agregándolo a sus contactos.

Cuando levantó la vista, Donghyuck ya estaba dormido sobre la mesa, con la cabeza apoyada en sus brazos.

De repente, se levantó de golpe, asustando a Jaemin .

—Deberías hacer algo con Jeno. ¡Puedes perderlo si no avanzas! —le advirtió, y luego, volvió a caer dormido sobre la mesa.

Jaemin asintió para sí mismo, su rostro de pronto serio. Sí, debería hacerlo. A pesar de que siempre conseguía lo que quería con cualquier chico que le interesaba, Jeno era distinto. Después de todo, Jaemin era su "casi jefe", y no quería abusar de su posición o hacer las cosas incómodas  en el trabajo...

Solo esperaba que las cosas se dieran bien, y lo mismo deseaba para Donghyuck.

 

Notes:

estos dos tienen muchas cosas que resolver y hablar pero son tan tontos jajajaj, ojala les haya gustado muakkk

Chapter Text

Desde su beso, Mark y Haechan parecían haber vuelto al punto de partida.

Su rutina los días posteriores era: Mark levantaba a Seojun en silencio, y Donghyuck aparecía solo para tomar su café. Un simple "buenos días" era lo único que se decían. Cada vez que Mark intentaba hablar del tema, Haechan lo silenciaba con un gesto hacia Seojun, un recordatorio mudo de que no podían tocar esos temas frente al niño.

En realidad, era solo una excusa. Haechan no quería enfrentar todo lo que tenían pendiente.

Y siendo viernes,  el último día de trabajo de Mark en la semana, decidió que ya era suficiente. No podía seguir fingiendo que no pasaba nada.

Después de terminar sus tareas con el niño, se quedó en el salón, esperando a Donghyuck.

Estaba decidido a enfrentarlo, costara lo que costara.

Cuando escuchó la puerta abrirse, Seojun se levantó de un salto y corrió.

—Con cuidado, te puedes caer... —dijo Mark, yendo tras él. Lo alcanzó justo cuando el niño llegaba a la puerta y se topaba con su padre. Donghyuck sonrió de forma cansada, dejando todo lo que traía en las manos para recibir a su hijo.

—¿Cómo te portaste hoy? —le susurró.

Donghyuck soltó todo para recibir a su hijo, su rostro cansado iluminándose solo para él. Sin dirigirle una sola mirada a Mark, se encaminó a la habitación y cerró la puerta, cortando cualquier posibilidad de diálogo. Dentro, le dio a Seojun su medicina ya que aún le quedaba rastro de su resfrio, y esperó a que se durmiera, notando con alivio que al niño ya no le costaba conciliar el sueño en su nuevo entorno.

Mientras tanto, Mark se había sentado a la mesa de la cocina. Su jornada había terminado y debía irse, pero no se movió. Se quedó allí, esperando.

Veinte minutos después, Donghyuck salió del cuarto, masajeándose el cuello adolorido. Caminó hacia la cocina, asumiendo que estaba solo, pero se detuvo en seco al encontrar al hombre, esperándolo.

—¿Aún aquí? Creí que te habías ido... —murmuró.

—¿Podemos hablar? —pidió Mark, su voz cargada de la tensión acumulada—. Por favor. Seojun está durmiendo.

Donghyuck lo miró fijamente. En sus ojos había un torbellino de cansancio, y algo más... una profunda indecisión. Mark esperó que respondiera, que aceptara, que por fin pudieran aclarar las cosas. Pero, contra toda lógica, no dijo nada.

En su lugar, acortó la distancia entre ellos con dos pasos decididos, le tomó la cara con ambas manos y lo besó.

El beso fue abrupto.

Mark se quedó paralizado por la sorpresa, pero Donghyuck lo besaba con una urgencia que no le dejó tiempo para pensar.

Cuando finalmente logró apartarse un poco, buscó su mirada, confundido.

—Haechan, espera... —dijo, con la respiración agitada—. ¿Qué haces? Hablemos primero...

—No —lo interrumpió, su voz firme pero temblorosa. Mantuvo sus manos en el rostro de Mark, sus pulgares acariciando sus pómulos, en el pasado Haechan tenía una obsesion con ellos.

— No quiero hablar. No quiero pensar en lo que pasó, ni en lo que pasará...

Lo miró con una intensidad que era casi una súplica.

— Solo... Quédate conmigo esta noche.

Mark sabía que era un error. Una parte de su cerebro le decía que se detuviera, que insistiera, que hablar era la única forma de poder saber sus propios sentimientos y los del contrario.

Pero verlo de esa forma, pidiéndole que se quedara, derrumbó todas sus defensas.

Asintió lentamente, rindiéndose a lo prácticamente inevitable.

Lo tomó con firmeza por la cintura, sintiendo la delgadez de su cuerpo bajo la ropa, y lo elevó sin esfuerzo hasta que el moreno quedó sentado sobre la fría encimera de la cocina. El contraste de temperaturas hizo que Donghyuck soltara un suspiro ahogado. Sin darle tiempo a pensar, Mark se adueñó del espacio entre sus piernas y atacó la curva de su cuello.

Comenzó a besar su piel, dejando un rastro húmedo y caliente desde la mandíbula hasta la clavícula. Donghyuck echó la cabeza hacia atrás, entregándole un acceso total, y se mordió con fuerza el labio inferior para reprimir cualquier sonido que pudiera delatar la intensidad de lo que sentía.

Las manos de Mark, comenzaron a acariciar sus muslos por encima de la tela del pantalón. El roce era lento, deliberado, subiendo desde sus rodillas con una presión que le robaba el aliento. Haechan sintió cómo sus músculos se tensaban en anticipación. Cuando los dedos de Mark rozaron el borde de su entrepierna, un escalofrío recorrió su espina dorsal.

El pelinegro se detuvo, levantando la cabeza para mirarlo a los ojos. En la penumbra, sus miradas se encontraron, llenas de preguntas sin respuesta y una necesidad compartida.

No hizo falta decir nada más.

Mark lo bajó de la encimera, pero no lo soltó. Manteniendo sus cuerpos pegados, lo guio fuera de la cocina y por el pasillo silencioso hasta la habitación de invitados.

La puerta se cerró detrás de ellos, sumergiéndolos en una oscuridad casi total, solo la luz de luna se colaba por la ventana. Tropezaron hacia la cama en un enredo de brazos y piernas, cayendo sobre el colchón con un sonido sordo.

El roce de la piel contra la piel fue una descarga eléctrica que silenció el ruido de sus mentes, reduciendolos a puras sensaciones: el calor de sus cuerpos, la textura de la piel bajo sus dedos, el ritmo acelerado de dos corazones latiendo al unísono, sus lenguas volviendo a rencontrarse.

En medio de ese caos desesperado, con la espalda arqueada sobre las sábanas, el brazo de Donghyuck quedó extendido a un lado de la almohada. Sus ojos, hasta entonces cerrados con fuerza, se abrieron y se clavaron en su reloj, iluminandose por el movimiento.

12:17 AM

Su cuerpo se detuvo. Su respiración, antes entrecortada, se calmó. Mark, sintiendo el cambio repentino, se detuvo sobre él, confundido.

—¿Hyuck? —susurró en la oscuridad, temeroso.

Donghyuck giró la cabeza sobre la almohada para mirarlo. La lujuria en sus ojos había sido reemplazada por algo mucho más suave.

Una ternura que contradecía su petición de "no pensar". Levantó una mano y le acarició la mejilla, inclinándose para darle un beso suave y lento, completamente distinto a la pasión de antes.

Cuando se separó, sus rostros a milímetros de distancia, susurró en la quietud de la habitación.

— Feliz cumpleaños, Mark.— susurró en sus labios

El corazón de Mark, que hasta ese momento latía con urgencia, pareció calmarse y desbordarse al mismo tiempo.

Una risa ahogada, casi un sollozo, escapó de sus labios. Fue un sonido de puro alivio. Todo el miedo, toda la incertidumbre que lo había estado carcomiendo, se disolvió con esas dos palabras. El hecho de que lo recordara, que se detuviera en un momento como ese para decírselo... lo era todo.

Lo besó de nuevo, un beso desesperado y agradecido que no pedía más que la certeza de que era sincero.

Luego, dejó caer su cuerpo suavemente sobre el del moreno con un anhelo de cercanía. Escondió el rostro en la curva de su cuello y lo abrazó como si temiera que fuera a desaparecer si lo soltaba, respirando su aroma.

Donghyuck le devolvió el abrazo al instante, rodeándolo con sus brazos.

Y así, envueltos en el calor del otro, con el ritmo de sus respiraciones acompañándose, se quedaron dormidos.

Chapter Text

Jaemin llegó al restaurante a las diez de la mañana, dos horas antes de que abriera, como era su costumbre de fin de semana.

La verdad es que pasaba más tiempo allí que el propio Donghyuck. Aunque solo estaba oficialmente a cargo los fines de semana, el resto de los días seguía trabajando como sous chef.

Y no, no era porque Haechan lo explotara; Jaemin, simple y sencillamente, amaba su trabajo. El mes y medio que el local estuvo cerrado por reformas casi lo vuelve loco.

Así que ahí estaba, abriendo las puertas, sintiendo el olor familiar, mientras esperaba al resto del personal.

Claro que su asombrosa puntualidad tenía un motivo oculto ahora, uno que medía un metro setenta y ocho y tenía una sonrisa que podría causar desmayos.

Uno de los primeros en llegar siempre era el mesero, Jeno.

Jaemin estaba prácticamente vibrando de la anticipación. Después de su confesión a Donghyuck sobre su monumental crush, había decidido tomar cartas en el asunto. De forma sutil, por supuesto. No quería crear un escándalo en el trabajo. Solo iba a "tantear el terreno", ver si existía la posibilidad de que Jeno le correspondiera o al menos lo considerara en sus posibilidades.

El chico rió al pensarlo. Siempre lograba obtener a quien quisiera fácilmente, y no era por ser presumido, era la verdad.

Y tan solo pensar que él estaba fuera de la liga del pelinegro le era un tanto difícil de creer, sin embargo, no era imposible. Y esa posibilidad le ponía los nervios en lo mas alto.

Mientras revisaba las cuentas del día anterior, escuchó la puerta abrirse. Y ahí estaba.

Lee Jeno en todo su esplendor casual.

Vestía una camiseta a cuadros sobre una polera blanca, su pelo negro todavía húmedo por una ducha reciente, y esa figura perfecta. Incluso con ropa holgada, se notaba la anchura de su espalda y lo estrecha que era su cintura.

Jaemin sintió que su cerebro se desconectaba por un segundo.

Jeno se percató de la mirada fija del chef y sonrió amablemente.

—Buenos días, chef —saludó con esa cordialidad respetuosa que Jaemin odiaba con toda su alma.

Era su superior, sí, pero en sus fantasías, esa formalidad no existía. De hecho, no existía casi nada de ropa.

Jaemin sacudió la cabeza, intentando desterrar la imagen mental de Jeno y él desordenando por completo la mesa del fondo.

— ¿Cómo estamos para hoy? —preguntó con un entusiasmo que esperaba sonara natural.

La sonrisa de Jeno flaqueó un poco y se encogió de hombros

—No muy bien, la verdad... —murmuró, acercándose a la barra—. Ayer, Mark... bueno, me dijo que prefería dejar las cosas. Que no ha superado a su ex y... no sé. Supongo que no debí hacerme ilusiones tan rápido. Ni siquiera nos llegamos a besar... Pero no puedo evitar sentirme desilusionado.

Jaemin tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no celebrar. Por un lado, si se sentía mal por Jeno. Por otro lado, excelente. Mark estaba fuera de la ecuación y libre para su amigo Haechan.

Y sin haber besado a Jeno. Un punto para Jaemin.

El chef rodeó la barra y le dio una palmada consoladora en el hombro.

—Oye, somos amigos, ¿no? Ten la confianza de contarme estas cosas —dijo con su voz más suave y comprensiva—. Y honestamente, Mark es un idiota. Se lo pierde, pero por mucho. Eres un gran chico y cualquiera se moriría por tener una oportunidad contigo.

Yo, por ejemplo. Estoy muriendo aquí mismo, Lee Jeno, pensó para sus adentros.

Jeno soltó una risita sin ganas.

—Gracias, Jaemin... De verdad. No creo que sea para tanto... pero gracias.

—No te lo digo por lástima, es la pura verdad —insistió, apretando un poco más su hombro. Quizás un poco demasiado—. Deberías tener más confianza en ti. Eres atractivo, eres amable, eres trabajador... Cualquiera con ojos en la cara puede verlo.

Jeno lo miró, un poco sorprendido por la intensidad del cumplido.

Jaemin sintió que era su momento. El terreno estaba tanteado, y listo para la siembra.

— Mira y si lo que necesitas es distraerte, olvidar... —dijo, bajando la voz y acercándose un poco más—. Deberías salir con alguien que sí sepa apreciar lo que tiene en frente. Alguien que no tenga exnovios en la cabeza. Alguien como...

Dejó la frase en el aire, acompañándola de una mirada cargada de intención y lo que él esperaba fuera una sonrisa seductora.

Jeno lo observó en silencio por un par de segundos. El cerebro del mesero pareció procesar la información, conectar los puntos y llegar a una conclusión. Una expresión de genuina comprensión iluminó su rostro.

— Oh.

Hubo una pausa.

—Jae, de verdad aprecio mucho el gesto y que intentes subirme el ánimo —dijo Jeno, con una amabilidad que lo hizo todavía más doloroso—. Pero... no eres mi tipo.

El silencio que siguió fue tan profundo que Jaemin juró que podía escuchar el zumbido de la máquina de hielo desde la cocina.

¿Qué?

¿Acaba de decir... no... eres... mi... tipo?

Jeno, ajeno al cortocircuito que estaba ocurriendo en la cabeza de Jaemin, le dio una palmadita en el brazo.

—Pero en serio, gracias. Me siento un poco mejor. Iré a cambiarme para empezar el turno.

Y con eso, el pelinegro se dio la vuelta y se fue, dejandolo completamente solo y quieto en medio del restaurante.

Se quedó mirando el punto exacto donde Jeno había estado de pie, procesando las cuatro palabras más insultantes que había escuchado en su vida.

¿Que no soy su tipo? pensó, con una indignación que le subía por el pecho.

Una sonrisa lenta y peligrosa se dibujó en su rostro.

No era razón suficiente para rendirse, de hecho, parecía haberlo motivado mucho más.

[...]

Lo primero que Mark notó al abrir los ojos fue el frío. El calor que lo había acompañado durante toda la noche, el peso reconfortante del cuerpo de Donghyuck junto al suyo, había desaparecido.

Se incorporó de golpe, el pánico instantáneo y helado recorriéndole el pecho. Mierda. Había sido un iluso al pensar que una noche podría solucionarlo todo. Se levantó con el corazón en la garganta y salió de la habitación. Primero miró en el cuarto principal: vacío. Luego, se asomó a la sala de estar.

Y allí lo encontró. Seojun estaba de pie en medio de la sala, sosteniendo con ambas manos un pequeño pastelito con una vela encendida.

— Cumpleaños feliz... —comenzó a cantar el niño con su vocecita dulce y desafinada.

Justo entonces, Donghyuck apareció desde la cocina, con un delantal manchado de harina y una sonrisa tímida, uniéndose al canto. Toda la preocupación de Mark se desvaneció como el humo. Una sonrisa real, la primera del día, se dibujó en su rostro.

Se arrodilló a la altura de Seojun, acariciándole el cabello.

—¡Sopla! —le animó el niño con entusiasmo. Mark obedeció, apagando la pequeña llama.

Seojun le pasó el pastelito a su padre y se lanzó a los brazos de Mark en un abrazo apretado.

Donghyuck dejó el postre en la mesa de centro, que estaba sorprendentemente llena de comida.

—¿Hiciste todo esto en la mañana? — preguntó Mark, asombrado.

Haechan asintió, apartándose un mechón de pelo de la cara. — No pude dormir mucho. Me levanté temprano y quise hornear un poco...

Una sonrisa nostálgica apareció en el rostro de Mark.

En el pasado, después de alguna discusión, Haechan se refugiaba en la cocina.

"Matar es ilegal, así que horneo", solía decir con un puchero mientras Mark intentaba robarle un beso para que se le pasara el enojo.

Se preguntó si esta vez era por la misma razón o si, genuinamente, había querido prepararle todo por su cumpleaños.

—Gracias, Hyuck.— dijo en voz baja— No tenías por qué... Se ve todo delicioso.

Mark se acercó, lo tomó suavemente por la cintura y lo atrajo hacia su cuerpo, sorprendiéndolo. Le dio un beso corto y cálido en la mejilla que hizo que las orejas de Donghyuck se sonrojaran.

El alivio lo inundó; por fin, una mañana sin pretender, sin ignorarse.

Se sentaron a comer en una paz cómoda, casi desconocida. Mientras Mark disfrutaba de uno de los dulces, Haechan habló, con la voz tranquila.

— Jiwon adelantó su viaje. Llega el lunes en la mañana.

Mark tosió, el bocado que acababa de morder atascado en su garganta.

Oh. ¿Así, sin más?

Como si le leyera la mente, Haechan añadió con una voz que sonaba demasiado formal, casi ensayada: — Aun así, te pagaremos todo completo.

Dijo, sin mirarlo, y esa frase, dicha con la intención de ser amable, fue lo que más dolió. Reducía todo a una transacción, a un empleo que simplemente había terminado.

Mark tuvo que reprimir una risa amarga. ¿A quién mierda le importaba la paga ahora? Todas sus preguntas y dudas reaparecieron.

¿Qué pasaría con ellos? ¿Volverían a ser extraños? ¿La noche anterior y esta mañana habían sido solo una ilusión antes del final definitivo?

Haechan sintió la mirada de Mark sobre él y la evitó, clavando la vista en un punto indefinido de la mesa.

El plan original había sido sencillo: en cuanto Mark dejara de ser el niñero, cortaría el contacto por lo sano. Era la única forma de protegerse. Pero el plan no contaba con la noche anterior, ni con todo lo que habían estado haciendo.

Ahora, la idea de alejarlo se sentía de alguna forma incorrectamente correcta.

La tensión fue rota por la voz inocente de Seojun, ajeno a la tormenta que se había creado en ambas cabezas.

— Papá, Mark, ¿podemos ir al parque? —preguntó, mirando de uno a otro con los ojos llenos de emoción.

La última pregunta quedó flotando en el aire. Mark y Donghyuck se miraron por primera vez desde el anuncio.

Ambos asintieron, pretendiendo una sonrisa.

Luego de terminar la comida, el mayor fue el primero en levantarse y retirar las cosas, mientras Haechan avisaba que bañaria a Seojun antes de ir, y que Mark podia ducharse en el baño de invitados.

Poco después, ya listos, los tres se dirigieron a un parque cercano; Seojun iba en medio, una mano diminuta agarrando con fuerza la de cada uno, dando la imagen de una dulce familia.

Cuando llegaron, Seojun corrió a jugar con otros niños. Mark y Donghyuck se sentaron en el pasto, dejando una distancia prudente entre ellos.

—¿Por qué vuelve Jiwon antes? —preguntó Mark finalmente, incapaz de soportar más la incertidumbre.

Haechan se encogió de hombros, sin mirarlo.

—Dice que extraña a Seojun. Quizás cree que soy un padre inútil. —Hizo una pausa, y su voz se suavizó—. Aunque creo que ha estado bien. Conmigo... y contigo.

—No quiero irme —confesó Mark, el corazón en la garganta.

Donghyuck arrancó un puñado de pasto, triturándolo entre sus dedos.

—Mark, por favor...

—Respóndeme. ¿Lo de anoche fue solo un error?

—No.— La respuesta de Haechan fue demasiado rápida, demasiado vehemente—. Por supuesto que no. Pero podemos... puedes seguir viendo a Seojun. No tienes que desaparecer de su vida.

—¿Y de la tuya? —presionó Mark—. ¿De la tuya sí tengo que desaparecer?

El silencio entre ellos fue más largo de lo esperado. Donghyuck no sabía qué decir, no sabía qué sentir.

— Lo siento...Yo...

—No. No lo sientas —lo detuvo Mark, el agotamiento venciéndolo—. Ya entendí.

Supuso que era su karma, una penitencia por los errores del pasado.

Nuevamente, el silencio se posó entre ellos, cargado de todo lo que no se decían.

Haechan respiró hondo, como si se estuviera armando de valor.

—Pero te tengo otra propuesta —dijo de repente, esta vez, finalmente mirándolo. — Lo he estado pensando desde esta mañana.

El hombre lo miro, sin expectativas, sin ninguna expresión. Ya no esperaba nada.

—El restaurante. Quiero que toques allí. Podrías tener un espacio fijo los viernes y sábados. Ganarías bien, la gente te escuchará... Es una oportunidad para tu música, hacer lo que te gusta....

Mark lo escuchó, procesando la oferta.

Para Haechan era la solución perfecta de alguien que tenía demasiado miedo para ofrecer su corazón, pero demasiada debilidad para dejarlo ir. También darle una oportunidad de trabajar en lo que le gusta, poder pagar sus deudas que le dejó su aventura de estrella en Estados Unidos.

Era una oferta impecable, lógica e imposible de rechazar.

Y por eso mismo, dolía.

Una risa seca, desprovista de humor, brotó de su garganta.

—Un trabajo —repitió, como si probara una palabra amarga—. Esa es tu solución.

Haechan se removió, incómodo, y desvió la mirada hacia el césped.

—No es solo un trabajo. Es una oportunidad estable, Mark. Podrías pagar tus deudas y, además, hacer lo que te gusta.

—¿Estás tratando de solucionar mi vida? ¿Crees que es tan patética?—lo interrumpió Mark, y sus ojos se clavaron en los de él, sin dejarle escapatoria.

—No estoy intentando solucionarte la vida, solo... ayudarte. No creo que sea patética tampoco...

—No necesito tu ayuda —replicó Mark, su mirada era una mezcla de tristeza y acusación—. Dímelo, Haechan. ¿Lo haces por pena? Como si esto, el dinero y un trabajo fueran lo único que puedes darme.

El rostro de Haechan se contrajo.

—Solo... es para no perder el contacto —admitió en un susurro apenas audible.

La confesión, aunque honesta, solo avivó la frustración de Mark.

—Tú sabes perfectamente de qué forma puedes tenerme, pero tienes demasiado miedo para hacerlo.

— Como si pudieras culparme por eso —replicó Haechan, mientras su rostro se fruncía.

Y ahí estaba. El verdadero problema. El fantasma que se sentaba entre ellos.

—Sé que me equivoqué en el pasado, que te dañé —dijo Mark, su tono suavizándose, volviéndose un ruego—. Pero ha pasado tiempo, Donghyuck, y ambos nos equivocamos... Creo que he tenido suficiente castigo. Ni siquiera me permites hablar del tema, ni intentar solucionarlo, ni que veas cómo fueron las cosas en realidad. Me condenas sin siquiera escucharme.

Antes de que pudieran hablar más Seojun llegó, llorando, y con una herida en su rodilla.

Lo de ellos había quedado en segundo plano.

Nuevamente.

Chapter Text

—Mhhh, Mark... sabes que odio el olor a cigarro, aléjate —murmuró el chico que dormía plácidamente en un colchón tirado en el suelo del pequeño apartamento que había alquilado hace poco.

El aire del pequeño apartamento olía a ramen instantáneo, y al humo del cigarrillo que Mark acababa de apagar en la ventana.

Mark rio en voz baja y, desobedeciendo la advertencia, se acurrucó enfrente de él, obligando al menor a abrazarlo.

Inmediatamente, Donghyuck se acomodó, aceptándolo mientras rodeaba su cintura. Apoyó la cara en la nuca de Mark y, a pesar de sus quejas, inhaló profundamente. Era el aroma de su novio: una mezcla del perfume que le había regalado y el rastro áspero de un cigarro barato.

Se quedaron así por un rato, en silencio. Un silencio cómodo, nacido del cansancio.

Haechan había dado la prueba de aptitud para estudiar en la universidad; Mark la había dado simplemente porque tenía que hacerlo. La universidad no le interesaba, para gran disgusto de sus padres.

— Me ofrecieron un contrato. Para hacer música —soltó de repente, con la voz tan baja que esperaba que Donghyuck ya estuviera dormido y no lo hubiera escuchado.

Se equivocó.

En cuanto las palabras salieron de su boca, el menor se irguió de un salto, el sueño desapareciendo de su rostro.

La emoción pura brillaba en sus ojos.

—¿No es otra de tus bromas, verdad? ¿Es en serio? ¿Aceptaste? ¡Obvio que aceptaste! ¡Mark, es una oportunidad increíble!

— Aún no he firmado.

La euforia de Haechan se convirtió en confusión.

—¿Por qué?

—Es en Estados Unidos.

La expresión del moreno cambió en un instante. La alegría se desvaneció, reemplazada por una quietud mientras bajaba la mirada a sus propias manos.

El mayor se incorporó y le acarició el pelo, comenzando a besar sus mejillas en un intento desesperado por mantener la atmósfera ligera.

—Deberías aceptar —dijo finalmente Haechan, su voz apenas un susurro.

—No, Hyuck. No quiero estar lejos de ti.

—Mark, es una oportunidad única —insistió Haechan, y su voz, aunque suave, ya tenía un filo de determinación—. Tienes que aprovecharla. No puedes posponer tu vida o renunciar a tus sueños por mi culpa. No quiero ser responsable de eso.

Hizo una pausa, buscando la mirada del mayor.

—Además, sé sincero. Siempre has querido viajar, tocar para otra gente. Sabes que allá son más abiertos con la música. Es un éxito asegurado.

—¿Y qué pasará con nosotros? ¿Estarías dispuesto a venir conmigo?

Haechan respiró hondo, reuniendo toda la fuerza que tenía.

—Tendremos que terminar —dijo, con una firmeza que contradecía el temblor de sus manos—. Es la única forma... Yo comenzaré a estudiar, no puedo irme. No quiero irme.

[...]

La historia se repetía, o al menos, así se sentía...

Es como si estuviera pasando una segunda ruptura.

 

Había llegado el lunes. El último día.

Mark entró por la mañana y la rutina se sintió dolorosamente ajena. Saludó a Seojun, que ya estaba desayunando, y lo ayudó a vestirse para ir al jardín.

Intercambió un distante "buenos días" con Donghyuck, quien enseguida se fue al baño.

Mientras Haechan estaba en la ducha, Mark emprendió el camino al jardín con el niño.

La distancia no era mucha, pero para las piernas de un niño de tres años, resultaba un maratón.

Tal como esperaba, a los pocos minutos de dejar el edificio, los pasitos se detuvieron.

Mark sonrió y lo levantó en brazos.

—Tu mamá llega hoy, ¿verdad? Debes estar emocionado — dijo, su voz más suave de lo normal.

—¡Sí! ¿La vas a conocer? ¡Es muy bonita!

Mark apretó un poco más al niño contra sí.

—No creo que pueda, Seojun. Tengo entendido que ella te irá a buscar más tarde.

Fue en ese momento que la realidad lo golpeó con toda su fuerza.

Después de dejar al niño en la puerta, su rol terminaría. No volvería a ser su niñero. Y no tenía el valor para explicarle eso al que ahora lo abrazaba por el cuello.

Les dejaría esa horrible tarea a sus padres.

No estaba listo para asumirlo. Se había encariñado demasiado en el poco tiempo que había compartido con Donghyuck y Seojun. Pero, ¿Cómo evitarlo? ¿Cómo no querer de esta vida llena de las mañanas caóticas, de los dibujos animados, de la sensación de ser necesitado, de tener a Haechan cerca?

Se había encariñado con una vida que, una vez más, estaba a punto de serle arrebatada.

Quizás se había permitido quererlos demasiado.

El resto del lunes transcurrió tranquilamente. Mark volvió a su propio apartamento, y el silencio lo golpeó. Se sentía vacío, después de días acostumbrado al desorden alegre de los juguetes de Seojun y a la tensa pero emocionante presencia de Donghyuck.

Pasado el mediodía, su teléfono vibró sobre la mesa. La pantalla se iluminó con una notificación del banco, seguida de un mensaje de Haechan.

Hyuckie

Comprobante de pago.

Gracias por todo. Fuiste de gran ayuda.

Cuídate.

El mensaje era educado, distante y absolutamente devastador. Era un punto final. Un finiquito. Mark apretó el teléfono en su mano, una oleada de frustración recorriéndolo.

¿Así terminaba todo? ¿Con una transferencia bancaria y un educado mensaje de despedida?

No. No podía aceptarlo.

Desde la conversación en el parque el sábado, la oferta de Haechan había estado rebotando en su cabeza.

Su orgullo le gritaba que era una acción impulsada por la pena, como si fuera un acto de caridad, una forma de Haechan de mantenerlo a una distancia segura.

Pero su corazón, su instinto, ese sentir irracional y terco, le decía algo muy diferente. Le decía que no podía rendirse. Que no podía dejar a Donghyuck, no cuando sentía que estaban tan cerca de romper el muro que los separaba.

El orgullo era un lujo que ya no podía permitirse.

El miedo a perderlo todo de nuevo, era mucho más grande.

Esa certeza fue la que impulsó a Mark a subirse a su moto a las ocho y media de la noche y conducir a través de la ciudad.

El trayecto se le hizo eterno, como si hubiera cruzado todo Seúl.

Finalmente, llegó a su único destino en mente.

El restaurante de Donghyuck.

El cartel de "Cerrado" le dio la bienvenida, pero la puerta estaba ligeramente entreabierta.

Entró, y la primera imagen que lo recibió fue personal limpiando el local y sus ojos se dirigieron directamente en la barra. Ahí distinguió a Jeno, secando copas con lentitud y cansancio.

A su lado, un hombre de cabello rubio que Mark reconoció vagamente del álbum de fotos de Hyuck le decía algo en voz baja.

—Mark —dijo Jeno, y un atisbo de sorpresa genuina cruzó su rostro al verlo.

—Jeno —saludó Mark con un asentimiento de cabeza. No esperaba encontrarlo; recordaba que el chico le había dicho que solo trabajaba los fines de semana.

Jeno se acercó, dejando el paño sobre la barra.

— Creí que solo trabajabas los fines de semana...— habló con cierto cuidado, un poco incómodo.

—Decidí tomar más turnos —respondió Jeno, un poco cohibido también mientras rascaba su nuca—. Necesitaba mantener la mente ocupada.

Mark desvió la mirada, sintiéndose extrañamente responsable por esa necesidad de distracción.

Desde su puesto, Jaemin observaba la interacción con una creciente molestia. Vio la sorpresa en el rostro de Jeno y la interpretó como pura alegría. Vio la forma en que su postura cambió al hablar con Mark, y no pudo evitar sentir un pinchazo de amargura.

No importaba lo que hiciera, Jeno nunca le daba esa mirada a él.

Con un suspiro casi inaudible y un discreto giro de ojos, se dio la vuelta.

Con la espalda recta, se dirigió hacia la parte trasera del restaurante. Necesitaba encontrar a la única persona que podía poner fin a esa conversación.

Lo encontró en el callejón trasero, envuelto en el humo de un cigarrillo.

— Creí que lo habías dejado —dijo, acercándose—. ¿Demasiado estrés?

— Me lo dio uno de los meseros —respondió su amigo, dándole una calada nostálgica—. Solo quería recordar cómo se sentía.

Un sabor que Haechan conocía demasiado bien. El mismo que Mark dejaba en su boca después de un beso algunos años atrás.

El comentario quedó flotando en el aire hasta que su amigo lo rompió.

—Tu ex está aquí.

A Haechan se le escapó el cigarrillo de los dedos, que cayó al suelo con una chispa.

— Está hablando con Jeno.

—¿Ellos van en serio? —preguntó Haechan, esforzándose por disimular el temblor en su voz.

— Ya no tienen nada. ¿No sabías? Mark le dijo que no puede seguir viéndolo porque extraña a su ex. No vino por Jeno. Vino por ti. Pero ahora mismo están hablando y me estoy volviendo loco, así que, por favor, interrúmpelos.

Donghyuck apagó con la punta del zapato la colilla olvidada en el suelo y, asintiendo nerviosamente siguió a su amigo de vuelta al interior.

Desde lejos, vio la escena: Jeno no paraba de sonreír mientras Mark hablaba, aunque el tema no parecía lo suficientemente divertido como para justificar esa expresión.

—Mark, ¿qué haces aquí? ¿Pasó algo? —preguntó, intentando que su voz sonara casual cuando se acercó dispuesto a interrumpirlos.

La sonrisa de Jeno se desvaneció al notar el repentino cambio de Mark.

Su mirada viajó de Haechan a Jaemin, quien observaba desde una esquina con los brazos cruzados y una expresión que denotaba celos por donde fuera.

Con un leve asentimiento, Jeno se disculpó y se dirigió hacia él. A Jaemin se le suavizó el rostro al instante, y cuando Jeno le susurró que se fueran juntos, su alegría fue tan evidente que casi pareció un cachorro recibiendo un premio.

Mientras tanto, Donghyuck y Mark se sentaron en una de las mesas ya limpias.

—Recibí el dinero —dijo el
mayor, rompiendo el hielo. Su tono era neutro, casi profesional—. Y leí tu mensaje.

Haechan sintió una punzada de vergüenza.

— Era lo justo.

Mark asintió, concediéndole el punto, aunque odiara la frialdad con la que lo decía. Lo observó un instante más, como si midiera el peso de sus siguientes palabras.

— Acepto la oferta.

Haechan levantó la vista, sorprendido.

—¿De verdad? Creí que...

— Pero que te quede una cosa muy clara... No lo hago por el dinero, ni porque necesite tu ayuda. Lo hago porque me niego a que este sea nuestro final. Lo hago porque sé que no hemos terminado. Que las cosas no pueden quedar así.

Se paró para sentarse a su lado y acercarse de tal forma que podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo.

—No voy a dejar que te escondas de mí otra vez —susurró Mark.

Lentamente, levantó una mano y acarició la mejilla de Haechan, que cerró los ojos ante el contacto. El miedo seguía ahí, en la tensión de sus hombros, pero también había un alivio palpable.

—Mark, yo no...

—Shhh —lo silenció Mark, inclinándose hasta que sus labios apenas se rozaron.

El beso que siguió no fue desesperado ni furioso. Fue deliberado, lento y profundo. Era una promesa.

Mark lo besó con la certeza de alguien que ha tomado una decisión, y Haechan, tras un segundo de duda, se rindió por completo. Sus manos, que colgaban inertes a sus costados, subieron hasta aferrarse a la camisa de Mark, atrayéndolo más cerca.

Se separaron solo para tomar aire, sus frentes apoyadas la una contra la otra en la penumbra del restaurante, ahora completamente vacío, sin personal, sin nadie más que ellos dos.

—Voy a tocar en tu restaurante —murmuró Mark contra sus labios—. Y voy a recordarte cada día por qué no podemos ser solo amigos o un jefe y su empleado.

Haechan no respondió.

Simplemente, lo volvió a besar. Por esa noche, era la única respuesta que ambos necesitaban.

 

Chapter Text

Esa noche, Mark y Haechan recorrieron la ciudad en la moto del mayor y el neón de las calles se desenfocaba a su alrededor.  

Como si hubieran vuelto a ser esos chicos que apenas empezaban a probar la adultez. Cuando nada era seguro, ni sus estudios, ni sus futuros, pero ambos juraban que lo único inquebrantable era su relación.

O al menos eso pensaban. Creían que pese a querer y vivir cosas distintas, iban a lograr sobrepasar todo eso...

 

(Tiempo atrás...)

Cuando el menor lo terminó después de enterarse del contrato, Mark no quiso aceptarlo. Insistió en que podían intentarlo, lo invitó a que viajara con él, o que lo esperara a la distancia, que él regresaría en cuanto pudiera. Pero Donghyuck se mantuvo firme, repitiendo que lo mejor era separarse antes de arruinarse mutuamente.

Sí, era lo mejor, ambos se concentrarían en su futuro, en ese que tanto deseaban, aún que no fuera juntos.

Era lo lógico.

Pero esa firmeza se hizo añicos en el momento en que llegó al aeropuerto para despedirlo.

Mark no viajaba solo. Iba con un coreano casi adolescente llamado Park Jisung y otros dos chinos de los que solo sabía sus apodos, Ren y Chen. No sabía si formarían una banda o si competirían entre ellos; todo se decidiría al llegar a Estados Unidos.

Y a pesar del dolor, Haechan podía ver la emoción contenida en la postura de Mark. Siempre había sido su sueño. Constantemente enviaba sus maquetas a sellos discográficos de allá, nunca consideró seriamente intentar ser cantante en su propio país.

Y si Haechan tenía que ser sincero consigo mismo, eso le dolía profundamente. Porque, aunque Mark insistió en que su relación no acabara, sus ganas de irse de Corea se sentían mucho más grandes. Y Donghyuck, por más que intentara negarlo, se sentía abandonado.

En la puerta de embarque, las palabras se agotaron. El moreno no aguantó más y se derrumbó, llorando en el hombro de Mark. Él solo le acariciaba el cabello, apretándolo contra su cuerpo. No hubo palabras de consolación, ni promesas de un futuro.

Solo el gesto cordial de quien recibe un abrazo. Se sentía como un punto final.

—Te amo, Mark... —dijo Donghyuck por primera vez, su voz ahogada contra la chaqueta de su, ahora, exnovio.

El mayor se apartó para mirarlo. En sus ojos no había sorpresa, solo una tristeza infinita. Sonrió débilmente, asintió, depositó un corto y definitivo beso en sus labios y, sin decir una palabra, se dio la vuelta y se fue.

No hubo respuesta.

Los días siguientes fueron un tormento. Haechan se repetía que había hecho lo correcto, pero su cuerpo gritaba por quedarse en sus brazos por siempre. Dormir juntos, comer juntos, compartir cualquier cosa con él, incluso las discusiones que tenían se volvieron algo que extrañar.

La cocina se convirtió en su único refugio. Cuando estaba disgustado con Mark, horneaba hasta que el chico lo besara para quitarle el enojo. Ahora que no estaba para quitarle todo eso que estaba sintiendo, no podía parar de cocinar.

Y cuando apenas supo que Mark había llegado al extranjero, en un acto de pura desesperación, le escribió.

Vació su alma en una serie de mensajes, confesando su arrepentimiento, suplicando que olvidara lo que dijo, que estaba dispuesto a esperarlo, a sacrificar horas de sueño por la diferencia horaria, a hacer lo que fuera.

Terminó el último mensaje con la misma frase que había quedado sin respuesta en el aeropuerto: "Te amo".

Y lo único que recibió fue un visto. Los vistos azules que confirmaban que Mark lo había leído. Y después, nada. Silencio absoluto.

El dolor fue peor que el de la ruptura. El silencio de Mark era una respuesta en sí misma. ¿Tan molesto estaba? ¿O toda su insistencia en el apartamento había sido una farsa? Quizás, en el fondo, estaba feliz de haberse librado de él para poder dedicarse por completo a su verdadero amor: la música.

Quizás nunca hubo espacio en el corazón de Mark para ambos.

Pasó un mes. Un mes de silencio, de llanto y de una resolución amarga, con el dinero que había ahorrado durante bastante tiempo para sus estudios de gastronomía, mientras trabajaba de camarero en el bar donde conoció a Mark, hizo una locura.

Compró un boleto de avión, solo de ida.

Logró contactar a Park Jisung por redes sociales. El chico, le confirmó que era el compañero de cuarto de Mark. Haechan se inventó una excusa, diciendo que quería enviarle un paquete sorpresa.

Y Jisung, sin dudarlo, le dio la dirección. Inocentemente.

El vuelo de catorce horas fue una tormenta de ansiedad. Cada minuto en el aire, Haechan ensayaba la conversación en su cabeza, imaginando el rostro de Mark, su sorpresa, su alivio. La reconciliación era una película que proyectaba una y otra vez.

El castaño sentía que todo esto había sido por su culpa, por haberle dicho que terminaran. Así que estaba dispuesto a disculparse a implorar por volver con el mayor.

Aterrizó en Los Ángeles sintiéndose un completo extraño, pero la dirección que Jisung le había dado y su teléfono lo ayudaron a guiarse. Consiguió un taxi y, durante el trayecto, el corazón le latía con una fuerza desbocada.

El edificio de apartamentos era... modesto. Subió las escaleras hasta el segundo piso, hasta la puerta 2B.

Apenas llegó, respiró hondo, una última plegaria silenciosa, y tocó. 

Quien lo recibió fue el chico con el que había hablado, Jisung. Muy distinto a la imagen que tenia en sus redes.

Estaba ojeroso, con la mirada perdida y ni siquiera le dijo nada al verlo. Abrió y se fue.

El aire que lo recibió fue lo primero que lo golpeó. Denso y viciado, olía a alcohol,  y a otras cosas que no lograba descifrar. 

La sala estaba en penumbra, apenas iluminada por la luz parpadeante de un televisor. Había botellas vacías sobre la mesa, y ropa tirada por el suelo. 

No era precisamente el hogar de un músico luchando por sus sueños que tenía Haechan en su cabeza.

Y entonces lo vio.

En el sofá, rodeado de desorden, estaba Mark. Pero no estaba solo. Tenía el brazo perezosamente echado sobre los hombros de otro chico, cuyas piernas estaban entrelazadas con las suyas. Se reían en voz baja de algo en la pantalla.

El sonido de la puerta cerrándose a sus espaldas los alertó. Mark giró la cabeza lentamente, y sus ojos se posaron en Haechan. Una sonrisa perezosa y desenfocada se dibujó en su rostro.

—Hyuck... —arrastró las palabras, su voz ronca, producto de lo mucho que había consumido cigarrillos y otros. —. ¿Qué... qué haces aquí?

No era la sorpresa que había imaginado. No había alivio. No había nada en su mirada. Sus pupilas estaban dilatadas, sus ojos, vidriosos.

Haechan sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies. El chico en el sofá se incorporó, incómodo, y murmuró algo sobre ir al baño, que el moreno entendió con su pobre inglés.

—Mark... —la voz de Haechan fue un susurro roto—. ¿Estás borracho?

—Un poco —rio Mark, intentando ponerse en pie y tambaleándose ligeramente—. Celebramos, ayer tuve mi primera presentación... Por fin. 

La mirada de Haechan recorrió la mesa, deteniéndose en un pequeño cenicero de cristal con una colilla deforme y un olor que conocía demasiado bien. El miedo se convirtió en una ira fría y afilada.

— ¿Y drogado también? 

La sonrisa de Mark se desvaneció, reemplazada por una mueca de irritación.

—Tú y yo no somos nada, ¿recuerdas? —espetó, y la crueldad en su tono era algo que Haechan nunca había escuchado— Tú lo decidiste. No te debo nada. 

Cada palabra era una bofetada. 

Este no era su Mark. 

El Mark que él amaba era dulce incluso cuando estaba triste, luchador incluso cuando estaba cansado. El chico que tenía en frente era un extraño con su rostro; un extraño apático, y cruel.

Haechan dio un paso atrás, el último resquicio de esperanza muriendo en su interior.

—Tienes razón —dijo, su voz sorprendentemente firme, helada—. Porque al chico que tengo en frente, no lo conozco.

Dejó la llave del apartamento sobre la mesita de centro. El chasquido metálico fue el único adiós. Sin esperar respuesta, se dio la vuelta y salió de ese apartamento, de esa ciudad y de esa versión de Mark que juró olvidar.

En el largo y solitario vuelo de vuelta que tuvo que comprar de emergencia, el enojo fue lo único que podía permitirse sentir. 

Durante el viaje de regreso, y por todos los años que siguieron, Donghyuck se convenció de su versión de los hechos. Se sintió engañado, abandonado. 

Su razón, nublada por el dolor, ignoró el hecho de que técnicamente ya no estaban juntos. Así que, durante los años que siguieron, Donghyuck tomó el amor que aún le quemaba en las manos y lo convirtió en algo que pudiera soportar: el rencor. 

Lo transformó en una historia de traición que podía contar sin que se le rompiera la voz. 

Era más fácil odiarlo que extrañarlo.

Construyó una historia simple y afilada que se contaba a sí mismo y a los demás. Si alguien preguntaba, la respuesta era siempre la misma: "Me abandonó y me engañó cuando se fue a Estados Unidos". Y ahí terminaba el tema. Era un escudo, protegiendo todas las capas de lo que en realidad habían vivido.

Lo que Donghyuck no sabía era que su versión de la historia tenía piezas faltantes, y que la verdad era, quizás, un poco más triste y patética.

No supo que Mark jamás recibió esos mensajes. La empresa les quitó los teléfonos, cortando su único lazo con la vida que habían dejado atrás. 

Y para cuando el mayor pudo tener el suyo en las manos, cualquier rastro del arrepentimiento de Haechan había sido borrado por sus manejadores, como si nunca hubiera existido.

Para Mark, su llegada a aquel país, que nunca pudo sentir suyo, se convirtió en la antítesis del sueño que había imaginado. Las presentaciones no eran en escenarios brillantes, sino en el rincón oscuro de bares de mala muerte, con un persistente olor a alcohol barato. Y pronto entendió que las miradas lascivas del público, no eran por su talento con la guitarra.

El contrato que firmó con tanta ilusión escondía una cláusula invisible. Descubrió que no los habían llevado hasta allí solo para hacer música, sino para ser ofrecidos como entretenimiento privado, como "compañía" para quien pudiera pagarlo.  Y con esa condición, podía llegar a la fama.

Una fama que, por supuesto, jamás llegó.

Fueron tres años de infierno. Llegó al país con casi veinte, y logró escapar justo al mes de cumplir los veintitrés. Cuando todo se hizo insoportable, huyó con lo puesto, cargando solo con su guitarra , el único recuerdo de su sueño,  y una deuda que lo perseguiría por años.

Su futuro se había roto en mil pedazos. Y entre esos restos, lo único que ardía como un reproche constante era la certeza de que el verdadero fracaso, el que le quemaba el alma, había sido irse del lado de la única persona que alguna vez le dio un hogar.

Haber perdido a Donghyuck.

 

Chapter 11: Parte 2.

Chapter Text

Después de un recorrido nocturno por la ciudad en la moto del mayor, finalmente se detuvieron frente al pequeño departamento de Mark. 

Allí, Donghyuck sacó su teléfono.

— Tengo que avisarle a Jiwon — murmuró, más para sí mismo que para él.

La voz de ella al otro lado sonaba ronca y medio dormida. 

¿Donghyuck? ¿Todo bien?

— Sí, perdón por la hora. Solo quería avisarte que no volveré al departamento esta noche. Quédate con Seojun, ¿sí? Mañana te compenso con una cena, lo prometo.

Jiwon rio, su voz teñida de una divertida sospecha. 

Mm, ¿y esa amabilidad repentina? ¿Estás solo?

Antes de que Haechan pudiera responder, Mark se inclinó sobre su hombro y habló lo suficientemente alto como para que ella lo oyera: —Dile que estás conmigo, que te cuidaré bien...

Sus labios rozaron la nuca del menor en un beso fugaz que le erizó la piel. Del otro lado, hubo un breve silencio, seguido de un suspiro cómplice. 

Ah, ya veo. Entonces olvida todo. Quédate tranquilo y cuídate mucho. Mañana me cuentas todo, ¿entendido?

Haechan le pidió que le mandara un beso a su hijo y colgó, con las mejillas ardiendo. Mark soltó una carcajada que resonó en el silencio del pasillo. 

—Eres imposible —dijo el castaño, fingiendo una molestia que su sonrisa desmentía por completo.

Entraron al apartamento en un silencio cómodo. El lugar, apenas iluminado, olía a madera y a café frío. Mark tomó su mano, un gesto simple y a la vez cargado de significado. La acarició con ternura y la besó, como si no hubiera otra forma de agradecerle por haberse quedado.

Avanzaron hasta la habitación, pero Haechan se detuvo en el umbral. Su mirada se clavó en la guitarra apoyada junto al escritorio, su cuerpo lleno de rasguños por los años. A su lado, una fotografía de ambos, más jóvenes, enamorados y felices. Un nudo se formó en su garganta.

—Mark... —su voz fue apenas un susurro, y con dificultad dijo —. Quiero volver a intentarlo.

El mayor lo miró, la sorpresa dibujada en su rostro.

—Lo que siento por ti, aunque aun me cueste admitirlo, sigue aquí —continuó Haechan, encontrando la fuerza en la vulnerabilidad—. Todavía arde. Pero no quiero repetir los mismos errores. Antes de nada, tenemos que hablar. Cerrar lo que quedó abierto. No podemos empezar de nuevo si seguimos cargando con todo esto.

Mark asintió despacio, la seriedad de Haechan anclando la conversación. No hubo sonrisas, ni promesas apresuradas. Solo un silencio cargado de todo lo que, por fin, estaban dispuestos a enfrentar. 

Lo guio hasta que ambos se sentaron al borde de la cama.

Fue Haechan quien habló primero. — Cuando te fuiste... me arrepentí casi al instante —comenzó, su voz temblorosa—. Fui un cobarde. Creí que te estaba liberando, pero en realidad solo me estaba protegiendo, de sentir que eras tú quien me dejaba a mí.

Mark lo escuchaba, sin atreverse a respirar.

—Apenas supe que llegaste, te escribí —continuó, y su voz se quebró—. Te dije que lo sentía, que estaba dispuesto a esperarte, que te amaba... Y tú lo leíste. Pero nunca respondiste. Ese silencio, Mark, fue peor que la despedida. Me convencí de que estabas feliz sin mí.

La expresión de Mark se transformó, pasando de la tristeza a una confusión absoluta. —¿Qué mensajes?

— Los que te envié. Salía que los habías visto.

Mark lo miró, y por primera vez, Haechan vio una grieta en su compostura, un atisbo del chico perdido que había estado escondiendo. 

—La empresa nos quitó los teléfonos apenas llegamos —dijo, su voz ronca—. Nos los devolvían de vez en cuando, si teníamos suerte. Para cuando tuve el mío de vuelta, semanas después, todos los chats antiguos estaban borrados.

La verdad golpeó a Haechan con la fuerza de un huracán, llevándose consigo cinco años de un rencor construido sobre cimientos que no eran nada parecido a la realidad. —Entonces... cuando fui a Los Ángeles...

La mención de ese viaje hizo que Mark se estremeciera. Tomó una respiración profunda y con dificultad respondió. —Si de verdad vamos a hablar de eso, Hyuck... voy a contarte cómo fue todo en realidad.

Y entonces habló. Con la voz a ratos quebrada y a ratos endurecida por el recuerdo, Mark relató cómo el sueño se había convertido en una pesadilla. Le habló de los bares oscuros y las miradas lascivas, de un contrato cuyas condiciones más crueles no estaban escritas. De la humillación de ser ofrecido como "compañía", del miedo constante, y de cómo el alcohol y las drogas se habían convertido en su único escape.

—La noche que llegaste —dijo, con la mirada perdida en un punto de la pared—, había sido una de las peores. Estaba intentando borrarlo todo, no sentir nada. Y de repente, estabas tú ahí. Eras real. Y yo... yo no era el Mark que habías ido a buscar. El chico que te dijo esas cosas horribles no era yo... O quizás sí, pero era lo único que quedaba de mí en ese momento.

El silencio que siguió fue denso, pesado. Las lágrimas corrían por las mejillas de Haechan, silenciosas y constantes. No lloraba por su propio dolor, sino por el chico de veinte años que había cruzado el mundo persiguiendo un sueño y se había encontrado con un infierno.

Lentamente, se acercó y, con una ternura infinita, le tomó el rostro entre las manos, obligándolo a mirarlo.

—Mark... —susurró, limpiando una lágrima con el pulgar—. Lo siento tanto. Fui tan cruel contigo este tiempo, y no sabía nada...

Mark cerró los ojos, rindiéndose al contacto.

— Yo lo siento más. Jamás debí irme, jamás debimos separarnos. Contigo siempre tuve un lugar al que podía llamar hogar. Eras tú mi hogar, Hyuckie. Mis ganas de tener éxito, de ser famoso, me cegaron. No pude pensar en otras opciones...

—No —dijo el moreno, negando suavemente con la cabeza—. No te culpes por eso. Está bien tener sueños y querer alcanzarlos. Nada de lo que te ocurrió fue tu culpa. —Su voz se quebró—. Si tan solo hubiera sabido... Creo que tenía miedo. Miedo de saber cómo fueron las cosas en realidad, de revivir lo doloroso que fue todo para ambos. Tenía demasiado pánico de dejarte entrar en mi vida otra vez.

Mark abrió los ojos, viendo en la mirada de Haechan un reflejo de su propio dolor.

—Ya no más culpas —insistió Haechan, su voz ahora firme, como un decreto—. Ya no más historias a medias.

Lo atrajo hacia sí, rodeándolo con sus brazos en un abrazo que no pedía nada, solo ofrecía consuelo. Mark escondió el rostro en el hueco de su cuello, donde se permitió derrumbarse en un lugar seguro. 

Se quedaron así, hasta que las lágrimas se secaron y solo quedó el ritmo de sus respiraciones al unisono. Haechan lo guio hasta que ambos estuvieron acostados.

Haechan se movió hasta quedar frente a él y le tomó la cara con ambas manos, obligándolo a mirarlo.

 

—Ya estás en casa, Mark —repitió Haechan, su voz una promesa—. Me tienes.

 

Y en la quietud de esa noche, en el modesto apartamento de Seúl, Mark, le creyó.

Pasaron un largo rato en silencio, simplemente respirando juntos, redescubriendo la sensación de calma. 

Fue Donghyuck quien habló de nuevo, su voz un murmullo en la oscuridad.

—Mark... hay algo que no entiendo. Cuando volviste a Corea... ¿por qué no me buscaste?

El mayor se tensó ligeramente en sus brazos. Se apartó un poco para poder mirarlo, aunque en la penumbra apenas podía distinguir sus facciones.

—Porque me sentía humillado —confesó, y la vergüenza en su voz era palpable—. Volví sin nada, Hyuck. Derrotado. ¿Cómo iba a enfrentarte así? Sentía que no era nadie, que no tenía nada que ofrecerte. Me sentía menos que nada.

Hizo una pausa, tragando saliva.

—Si no hubiera sido por el trabajo con Seojun, si no hubiéramos coincidido así... creo que nunca habría tenido el valor de volver a buscarte.

Haechan lo escuchó, y en lugar de sentir lástima, sintió una oleada de orgullo y amor tan intensa que casi dolía. Se irguió sobre un codo para poder verlo mejor.

—Nunca, jamás, vuelvas a decir eso —le dijo con una convicción feroz—. Estoy tan orgulloso de ti, Mark. Por haber sobrevivido a todo eso, por haber vuelto, por estar aquí ahora. Y tu música... tarde o temprano, el mundo la va a reconocer. De eso estoy seguro.

Mark lo miró, incrédulo.

—¿Sabes cuándo me enamoré de ti de verdad? —continuó Haechan, una pequeña sonrisa dibujándose en sus labios—. Fue en el bar donde trabajábamos. Mucho antes de que habláramos por primera vez. Te vi en ese pequeño escenario, con tu guitarra, cantando como si tu vida dependiera de ello. Me enamoré del músico antes de enamorarme del chico. Para mí, nunca has significado un fracaso. Siempre has sido extraordinario.

Y con esa última confesión, el moreno cerró la última herida. Lo besó de nuevo, un beso suave y lento que no tenía nada de la desesperación del pasado, sino toda la promesa de un futuro que, por fin, podían empezar a construir juntos.

 

Chapter 12

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

a primera sensación que tuvo Haechan al despertar fue el cosquilleo del cabello de Mark contra su nariz. Parpadeó, desorientado, y el recuerdo de la noche anterior lo inundó como una ola cálida. No estaba en su cama. No estaba solo. Estaba durmiendo con Mark, no algo nuevo desde que se rencontraron, pero esta vez, se sentía absolutamente correcto.

Este era el lugar donde su cuerpo y su corazón le habían rogado volver durante todo ese tiempo.

Estaba a punto de acomodarse de nuevo, de hundirse en esa sensación de paz, cuando la luz del sol que se colaba por la ventana le recordó algo.

El trabajo. La alarma.

—Mierda... —murmuró, incorporándose de golpe.

La repentina ausencia de calor despertó a Mark, quien se estiró en la cama, rascándose los ojos.

—¿Qué pasa...? —preguntó, su voz era un murmullo ronco y somnoliento.

—Voy tarde al trabajo... Olvidé poner la alarma anoche...

—Tranquilo —dijo Mark, completamente sereno—. Te llevo. En la moto llegarás mucho más rápido.

Haechan sonrió, aliviado, y se inclinó para darle un beso corto y agradecido en los labios. —Gracias. Ni siquiera alcanzo a bañarme, ¿apesto?

Con un movimiento rápido y seguro, Mark lo sujetó de las caderas y lo sentó sobre sus piernas, atrayéndolo contra su cuerpo. Escondió el rostro en la curva de su cuello, inhalando profundamente. —Hueles exquisito... — dijo, su voz ronca vibrando contra la piel de Haechan mientras dejaba un rastro de besos húmedos. Sus manos se afianzaron con posesividad en sus caderas.

—Mmh, Mark... de verdad se me hace tarde, detent... —La protesta murió en su garganta, convertida en un suspiro ahogado cuando sintió las manos del mayor bajar hasta su trasero, apretándolo con familiaridad.

Justo en ese instante, el sonido de un teléfono los obligó a separarse. Mark hizo un puchero de frustración y, resignado, se levantó para vestirse mientras Haechan contestaba.

Era Jaemin. Y por el tono cortante y furioso que usaba, algo malo había pasado.

En tiempo récord, Haechan estaba listo. El viaje en moto fue veloz, tanto, que lo dejó con las piernas y los brazos temblando por lo fuerte que se había aferrado a Mark.

Definitivamente, no era fan de esa velocidad.

El rugido de la moto se apagó en el callejón trasero del restaurante. Haechan se bajó, intentando calmar el temblor de sus rodillas. — Bueno, yo...

Antes de que pudiera entrar, Mark lo sujetó de la muñeca, lo giró y lo atrajo hacia sí, apoyándolo contra la motocicleta en un abrazo posesivo. —¿Nos veremos hoy? —preguntó en voz baja—. Podríamos hacer algo después de tu turno. Ir a tu departamento, ver a Seojun...

—Le prometí una cena a Jiwon por lo de ayer —explicó Haechan, sintiendo el calor del cuerpo de Mark a través de la ropa—. Y Seojun se queda con ella entre semana, solo lo tengo los fines de semana.

—Estarás solo entonces, ¿después? —La pregunta de Mark era casual, pero su mirada no lo era en absoluto.

Haechan asintió, sospechando a dónde quería llegar.

—Puedo ir a verte después de tu cena. Podemos... dormir juntos.

Donghyuck tragó saliva con dificultad. Si bien habían tenido varios momentos íntimos desde que volvieron a verse, hacerlo de verdad era distinto, además hacía mucho tiempo que no estaba con nadie en ese sentido.

—Solo dormir —aclaró, intentando mantener el control—. Llegaré muy cansado, y mañana trabajo temprano otra vez. ¿Estarás bien con eso?

—No tienes que hacer nada —respondió Mark, su voz baja y sugerente—. Yo puedo hacer todo...

¿Estaba malinterpretando las cosas o cada palabra de Mark tenía un doble sentido? Asintió, diciéndole que sí podía ir, le dio un beso rápido en la mejilla y entró al restaurante antes de que su sonrojo se hiciera más evidente.

El ambiente que lo recibió era tenso, distinto al usual.

Encontró a su amigo, con el ceño fruncido y la mandíbula apretada, regañando a uno de los ayudantes de cocina por la forma en que cortaba las verduras.

— Si vas a estar así, mejor tómate el día, Jaemin —le dijo Haechan, cruzándose de brazos—. Ni siquiera te toca turno hoy y estás regañando a un trabajador desde temprano.

Jaemin se giró, su mirada era puro fuego. — Alguien tiene que asegurarse de que las cosas se hagan bien, ya que parece que el jefe tiene la cabeza en otra parte.

—¿Qué te pasa? —preguntó Haechan, ignorando el ataque—. Nunca te había visto así de furioso, al menos tan temprano.

Jaemin bufó, tirando el cuchillo sobre la tabla de cortar con un golpe seco. —Pasa que soy un idiota. Eso pasa. —espetó, su voz cargada de frustración. Tomó a su amigo del brazo y se fueron a una parte que estuvieran los dos, ahí soltó toda su frustración.

— Ayer, después de que ustedes dos empezaron con su reunión en medio del salón, Jeno y yo nos fuimos juntos. Lo acompañé hasta su casa.

Haechan lo escuchaba, sorprendido.

— Y hablamos, todo iba bien. Y justo cuando me iba a ir, ¿sabes qué hizo? Me besó —Jaemin hizo una pausa, reviviendo el momento—. Y yo, como el estúpido que soy, le correspondí. Y justo cuando lo hago, el imbécil se aparta, me pide disculpas y dice que "se equivocó". ¡Que fue un error!

Auch.

—Así que se acabó. Me rindo. Que se joda Lee Jeno. Oficialmente, he terminado con él.

—Pero... ni siquiera estaban saliendo.

La mirada que le dirigió Jaemin fue tan letal que Haechan levantó las manos en señal de rendición, ofreciendo una disculpa silenciosa.

—Escucha, Nana, seamos racionales —intentó Haechan, suavizando la voz—. Eres objetivamente guapo, tienes éxito, eres talentoso... podrías tener a quien quisieras. No mereces que un chico te tenga así de frustrado. Quizás... deberías buscar a alguien más.

Las palabras sonaron huecas incluso para él. ¿Quién era para dar consejos sobre superar a alguien? Lo sabía demasiado bien.

—Tienes razón —admitió Jaemin, su voz perdiendo el filo dramático y volviéndose un murmullo—. Me he perdido a mí mismo en esto. Supongo que no estoy acostumbrado a que me rechacen, y el hecho de no tener su atención me obsesionó. Me convertí en un idiota.

Haechan suspiró, sintiéndose un poco culpable por lo que estaba a punto de decir. —Bueno, sobre eso... tengo una noticia que probablemente no te agrade. Mark va a tocar aquí los fines de semana.

Jaemin lo miró, sin entender.

—Y es muy probable que Jeno esté de turno —continuó Haechan—. Puede que sea incómodo, ya sabes, considerando lo que sea que tuvieron ellos. Para ambos será un poco... para todos, de hecho, será un poco...

—¡Vas a hacer que renuncie! —exclamó Jaemin, volviendo al melodrama en un instante—. ¿O qué tal si lo despedimos? No, no puedo ser tan cruel. Necesita el trabajo para pagar su carrera. ¡Agh! ¡Soy tan considerado con él y él no ha sido considerado con mis sentimientos!

El castaño suspiró, una pequeña sonrisa tirando de sus labios mientras le daba una palmada en la espalda a su amigo.

— Tenemos un restaurante a punto de abrir, vamos a trabajar.

Dicho eso, la conversación murió. El caos controlado del servicio se apoderó de la cocina y cada uno se sumergió en su rol.

Haechan se movió todo el día con una precisión casi robótica, completamente enfocado en su trabajo. Era su mecanismo de defensa, la única forma de ignorar el zumbido de nerviosismo que le recorría el cuerpo cada vez que pensaba en la noche.

Ver a Mark de nuevo, ahora que estaban "juntos", lo hacía sentir como un adolescente esperando su primera cita, y odiaba y amaba esa sensación a partes iguales.

[...]

Mientras tanto, Mark se dedicó ese día a preparar el setlist de lo que sería su presentación el viernes en el restaurante de Haechan.

Eligiendo sus mejores canciones
que sentía que encajarían con la atmósfera cálida que el moreno había creado en su restaurante.

Hace cinco años, el Mark de veinte habría visto esto como un fracaso.

Un local en Seúl en lugar de un estadio en Los Ángeles. Habría sentido el sabor amargo de la derrota, la humillación de haber vuelto con las manos vacías.

Pero el Mark de ahora, el que había sobrevivido, sentía algo completamente distinto.

Tocar en el lugar que pertenecía a la persona que amaba, era suficiente. Y ese "suficiente" se sentía como todo.

Su mente, inevitablemente, volvió a Donghyuck.

La imagen de esa mañana lo hizo sonreír sin poder evitarlo: el cabello desordenado del menor, la forma en que se quejaba medio dormido, sus labios tibios contra los suyos...

Estaba feliz. Genuinamente. Finalmente.

[...]

Para ya la hora en la que el restaurante cerró, Jiwon y Seojun llegaron, Donghyuck preparó todo el mismo en el restaurante quedándose ellos tres ahí.

Seojun, feliz de tener a sus dos personas favoritas a la vez, coloreaba con entusiasmo un mantel de papel, completamente absorto mientras le inventaba una historia a su madre sobre un dragón que comía espaguetis.

Haechan los observaba, y la escena, tan pacífica y normal, se sentía tan bien.

—Bueno, Seojunnie, come un poco más o el dragón se va a enfadar —dijo Haechan, acercándole el plato.

Jiwon esperó a que el niño estuviera distraído y se inclinó sobre la mesa con una mirada sugerente.

—Okay, el dragón está ocupado —susurró—. Ahora sí. Suéltalo todo. ¿Qué pasó anoche?

Haechan sintió el calor subirle a las mejillas.

—Hablamos —dijo, intentando sonar casual—. De todo, Jiwon. Del pasado, de Estados Unidos... aclaramos muchas cosas.

—Me alegro tanto por ti —dijo ella, su sonrisa llena de afecto—. ¿Y entonces? ¿Cómo terminó la charla? —Se inclinó aún más y, con un movimiento teatral, tapó los oídos de Seojun—. Y quiero los detalles sucios.

—¡Jiwon! —exclamó Haechan, sonrojado—. No hubo detalles sucios. Solo... nos quedamos dormidos.

—¿Abrazados? —presionó ella, moviendo las cejas.

—Sí, abrazados —admitió Haechan en un murmullo—. Y se va a quedar en mi departamento esta noche.

La expresión de Jiwon fue de pura euforia.

—¡Por fin! Ya era hora de que ambos dejaran de ser tan idiotas.

— ¿y tú? ¿Alguna novedad? O solo viniste a interrogarme.

—Mi vida está muy aburrida —suspiró Jiwon—. Así que me instalé una de esas aplicaciones de citas. Solo por curiosidad.

—¿Y? ¿Encontraste algo?

—Casi nada. Puros tipos posando sin camiseta —se quejó, deslizando el dedo por su teléfono—. Pero... anoche hice match con alguien que parece sorprendentemente normal. Y es muy, muy guapo. Mira.

Con una sonrisa pícara, le dio la vuelta al teléfono. Haechan se inclinó para ver, y se quedó helado. En la foto de perfil, con una sonrisa amable y un poco tímida, estaba Jeno. "Lee Jeno, 24". La sangre se le fue a los pies.

—¿Haechan? ¿Te pasa algo? —preguntó Jiwon—. ¿Qué? ¿Lo conoces?

—Trabaja aquí —logró decir.

—¿Bromeas?

Haechan negó con la cabeza—. Creí que era gay. Completamente.

—Oh, hablamos un poco, me dijo que era bisexual —explicó Jiwon rápidamente—. Me preguntó si tenía problema con eso. Obviamente no, digo, tuve un hijo contigo y eres mi mejor amigo. Soy de mente abierta.

Haechan soltó una risa nerviosa.

— Es solo que... a Jaemin le gusta. Pero al parecer, Jeno no está interesado en él.

—¿No le interesa Jaemin? ¿Acaso no tiene ojos? —Jiwon guardó su teléfono, pensativa—. Bueno, ¿entonces debería rendirme con él?

—No lo sé. Hoy Jaemin juró que lo olvidaría, pero dudo que sea tan fácil. Así que, por favor, no me pidas que elija un bando.

—Ugh, prefiero no meterme en ese drama —dijo Jiwon, haciendo un gesto de desdén—. Next.

Y así continuó la velada. Se pusieron al día y disfrutaron de la compañía hasta que un bostezo de Seojun, grande y sonoro, marcó el final de la noche. El cansancio del día finalmente le pasó la cuenta a Haechan. Dejó los platos apilados en la cocina, prometiéndose a sí mismo que se encargaría de ellos mañana, y cerró el local.

Acompañó a Jiwon y a un adormilado Seojun hasta el auto de la mujer.

—Gracias por venir —dijo Haechan, dándole un último abrazo a su hijo.

—Gracias a ti por la cena —respondió Jiwon con una sonrisa cómplice—. Pórtate bien.

Se despidió de ambos y caminó hacia su propio auto, que había dejado abandonado en el aparcamiento desde la noche anterior. Al entrar, el silencio lo envolvió, y con él, una oleada de nerviosismo.

Justo en ese momento, su teléfono vibró en el bolsillo. La pantalla se iluminó con un mensaje de Mark.

¿Ya saliste? Avísame para ir a tu departamento.

Haechan se tapó el rostro con las manos, soltando un gruñido frustrado. Era absurdo. ¿Desde cuándo se sentía tan tímido? Ya no era un niño. Habían pasado tantas cosas entre ellos, tanto en el pasado como ahora mismo. ¿Por qué la simple idea de que Mark fuera a su casa le causaba este caos en el estómago?

Sin querer pensar más, tecleó una respuesta, intentando sonar práctico.

Voy en camino. Pero llega un poco más tarde, quiero bañarme primero.

La respuesta del contrario fue casi instantánea.

Podemos bañarnos juntos si quieres 👀

Un calor le subió por el cuello hasta las orejas. El nerviosismo se multiplicó por diez.

Ni lo sueñes.

Apretó el botón de enviar, encendió el motor y salió del aparcamiento, con el corazón latiéndole demasiado rápido y una sonrisa involuntaria que no lograba reprimir.

 

Notes:

gracias por leer, perdon la demora, ojala puedan decirme en comentarios o en twt (didlovehc) que les va pareciendo todo, que cosas les gustan y otras que quizas no... si deberia profundizar mas en la historia entre jeno y jaemin... eso!! espero les haya gustado, muakk

Chapter Text

Donghyuck llegó a su departamento y lo primero que hizo fue quitarse los zapatos, dejando el estrés del día en la entrada.

Fue directo a la ducha. En menos de una hora, Mark estaría allí, y necesitaba sentirse presentable, limpio, preparado.

Bajo el agua caliente, su mente no se detuvo. Aunque habían decidido volver a intentarlo, la palabra "novios" aún se sentía lejana, demasiado formal. Esto era diferente. Estaban probando, pero no de una forma superficial.

No se trataba solo de besos o de sexo. Una oportunidad para empezar de nuevo, sin secretos.

Además, estaba el restaurante. Mark comenzaría a tocar allí dos días a la semana. Era poco tiempo, pero suficiente.

Era una forma de que retomara su pasión en serio, de que tuviera un lugar al que pertenecer.

Una vez listo, se puso algo cómodo. No iban a salir, solo descansar juntos. Eligió una vieja camiseta y unos shorts, un conjunto que, en el pasado, volvía loco al mayor.

Un pequeño acto de provocación no venía mal.

Se sentó en el sofá y encendió la televisión, fingiendo una calma que no sentía. El sonido del programa era solo un ruido de fondo para el estruendo de su propio pulso.

Ese era el efecto que Mark Lee seguía teniendo en él.

Cuando sonó el timbre, su corazón dio un vuelco. Se dio una última y rápida mirada en el espejo de la entrada y abrió la puerta.

—Hola... —fue lo único que pudo decir.

Mark no respondió con palabras. En un movimiento fluido y seguro, cerró la distancia entre ellos, lo tomó por los muslos y lo levantó del suelo, todo mientras sus labios se apoderaban de los de Haechan en un beso hambriento.

Caminó a ciegas por el pasillo, como si la memoria muscular lo guiara directamente hacia la habitación del moreno.

—Mark, espera... —logró decir Haechan entre besos, aferrándose a sus hombros—. Nos podemos caer... y peso.

—Eres tan ligero como una pluma, Donghyuck —respondió Mark contra su boca, su voz un murmullo ronco y posesivo—. Y conozco el camino muy bien.

Apenas llegaron hasta la habitación del menor, Mark se sentó en el borde de la cama y acomodó a Haechan sobre su regazo, enfrentándolo. Sus manos no perdieron el tiempo y se deslizaron por debajo de la camiseta holgada, explorando la piel cálida y suave de su espalda.

—Me encantas cuando estás vestido así, y lo sabes — susurró Mark contra su clavícula, besándolo sin delicadeza, con una urgencia que había estado contenida por demasiado tiempo.

—Son solo shorts y una camiseta, Mark... —intentó decir Haechan, pero su voz se quebró en un suspiro cuando sintió los labios del mayor descender por su cuello.

—Es más que suficiente —respondió, su voz un murmullo ronco que le erizó la piel. Sus dedos trazaron la línea de la columna de Haechan, enviando escalofríos por todo su cuerpo.

Las protestas de Haechan murieron en su garganta, reemplazadas por el ritmo acelerado de su propio corazón.

Sus manos, que al principio se habían apoyado en los hombros de Mark como para mantener la distancia, ahora se aferraban a él, enredándose en su cabello. Todo el nerviosismo que había sentido se estaba derritiendo, transformándose en un calor que se extendía desde el centro de su pecho.

Mark levantó la cabeza para mirarlo a los ojos, su mirada intensa y llena de una pregunta silenciosa.

Haechan no necesitó palabras para responder. Su respiración entrecortada y la forma en que se inclinó para besarlo de nuevo fueron toda la respuesta que Mark necesitaba. Con un movimiento fluido, Mark se reclinó, llevándose a Haechan con él hasta que ambos estuvieron tumbados sobre el colchón.

Ahí, Mark comenzó un camino de besos húmedos desde su cuello, subiendo su camisa para besar su estómago y, por encima del short, su entrepierna.

—Mark...

—¿Mmh? ¿Sí?

Donghyuck no continuó y posó sus manos en los hombros de Mark para quitarle la camisa. Mark sonrió complacido y se dejó desvestir para luego hacer lo mismo con el moreno.

Ya no existía ninguna tela que los separara.

Mark volvió a bajar hasta la entrepierna del contrario, donde tomó su miembro con la boca y, perezosamente, comenzó a lamerlo. Donghyuck sentía que podía explotar solo con eso; hacía meses que no tenía sexo, y vaya que lo necesitaba.

Cuando Mark aumentó el ritmo y lo tomó por completo, Haechan le pidió que se detuviera, con lo poco que su voz salía.

El mayor interrumpió su tarea, girándolo para introducir su dedo en su entrada, la cual cedió sin la dificultad esperada.

—¿Te estabas preparando para recibirme, Donghyuck?

Haechan agradeció no tener que mirarlo a la cara en ese momento, sintiéndose avergonzado. La verdad es que si lo había hecho. Se había preparado para recibirlo.

Mark se adentró sin preámbulos, provocando una maldición en Donghyuck ante la intrusiva sensación. No era desagradable, pero el cuerpo del castaño tardó en acostumbrarse; uno o dos dedos no eran nada comparado con el miembro del mayor. Para disipar la sensación, Mark comenzó a besar su espalda, descendiendo hasta los hoyuelos.

Después de un momento para acostumbrarse, este aumentó el ritmo. Donghyuck también empezó a moverse, facilitando la penetración completa.

—Dios, Hyuckie… te sientes tan bien… —murmuró suavemente el mayor—. Quiero verte.

Así, salió de él por un breve segundo para darle la vuelta y poder verse cara a cara.

Lo besó intensamente, introduciendo su lengua en él y recorriendo cada rincón, mientras las manos del moreno tiraban de su cabello y suspiros silenciados intentaban salir de su boca.

Se besaron con ganas, sus lenguas moviéndose rápido. Las manos del moreno le jalaban el cabello, mientras intentaba no hacer tanto ruido, como si alguien los fuera a escuchar.

Y lo único que se oía en la habitación eran sus respiraciones agitadas y el roce de sus pieles.

El cuerpo de Haechan temblaba de placer, casi llegando al límite, pero se controlaba, queriendo que ambos llegaran al mismo tiempo. La espera era una tortura deliciosa que los llevaba al borde de su resistencia.

—Mark, voy a, ah… –Dijo cuando no pudo resistir más.

Al oírlo, Mark intensificó el ritmo, apoyando su cabeza entre el hombro y el cuello del castaño para besarlo. Poco después, ambos llegaron al clímax: Mark dentro de él, y Hyuck sobre ambos vientres.

Horas más tarde, la madrugada se presentaba serena. La única luz en la habitación era el resplandor de la luna que se filtraba por la ventana. Haechan yacía acurrucado contra el costado de Mark, su cabeza descansando sobre el pecho del mayor, escuchando el ritmo tranquilo y constante de su corazón.

Una de las manos de Mark acariciaba su espalda con lentitud perezosa y posesiva, un gesto que lo anclaba al presente. El aire ya no estaba cargado de nerviosismo ni de fantasmas del pasado; se sentía cálido, tranquilo y lleno de una paz profunda y satisfactoria.

Haechan levantó un poco la cabeza para mirarlo en la penumbra.

—¿Estás bien? —preguntó el mayor, sus ojos buscando los de él, su pulgar acariciando su cadera.

Haechan sonrió, una sonrisa genuina y libre de cualquier ansiedad. Se acurrucó un poco más, si es que eso era posible, sintiéndose más seguro y en casa de lo que se había sentido en años.

—Sí —murmuró contra su piel—. Estoy perfecto.

Mark le besó la frente, un gesto tierno y lleno de un afecto silencioso. Y en ese pequeño rincón del mundo, rodeados por la noche de Seúl, finalmente encontraron el descanso que ambos habían estado buscando.

 

Chapter 14: journey mercies

Notes:

recomiendo que escuchen la canción de mark en este capitulo "journey mercies"

Chapter Text

Haechan fue el primero en despertar, pero esta vez no hubo sobresaltos. No sintió la urgencia de revisar el reloj ni el pánico de haber cometido un error.

 

Solo había calma.

 

Sintió el peso reconfortante del brazo de Mark sobre su cintura y el ritmo constante de su respiración en su nuca. Se giró despacio, procurando no despertarlo, solo para encontrarse con que Mark ya lo estaba mirando. Tenía los ojos hinchados por el sueño y el cabello hecho un desastre, pero la sonrisa que le dedicó fue tan brillante que Haechan tuvo que devolverla.

 

—Buenos días —susurró Mark, su voz ronca vibrando en el pequeño espacio entre ellos.

 

—Buenos días —respondió Haechan. Se sentía extraño, pero increíblemente correcto. No había incomodidad, solo la certeza absoluta de que estaban exactamente donde debían estar.

 

Se quedaron así unos minutos más, disfrutando del silencio compartido, hasta que el timbre del apartamento rompió la burbuja.

 

—Mmhh, qué raro... ¿Será Jiwon? —murmuró Haechan, intentando levantarse, pero Mark lo retuvo un segundo más para robarle un beso rápido en los labios.

 

—Ve. Yo haré café.

 

Cuando Haechan abrió la puerta, se encontró con un Seojun lleno de energía y una Jiwon con cara de disculpa.

 

—Lo siento, no contestabas y realmente me surgió algo importante —dijo ella rápidamente—. ¿Puede quedarse aquí? No me demoraré demasiado. Sé que tienes que trabajar, pero quizás puedas llevarlo contigo...

 

El niño no esperó respuesta y entró corriendo, quitándose los zapatos torpemente en la entrada.

 

—Tranquila, puede quedarse aquí —la calmó Haechan con una sonrisa—. Mark... estará.

 

Jiwon asintió con una sonrisa descarada y pícara, se acercó al chico y le dio un abrazo rápido.

 

—Mmh, así que Mark está aquí... Estoy muy feliz por ti, Donghyuckie. Se te nota en la cara que lo pasaste bien anoche.

 

—¡Mark! —el grito emocionado de Seojun resonó desde el pasillo. Sus ojos se iluminaron como si fuera Navidad al ver al mayor en la cocina. Corrió hacia él y se abrazó a sus piernas.

 

Mark soltó una risa sorprendida, dejó las tazas sobre la encimera y lo levantó en brazos sin esfuerzo.

 

—Hola, Seojunnie.

 

Haechan se quedó en el marco de la puerta, observándolos. Ver a Mark allí, en su cocina, con su hijo en brazos, vistiendo una de sus camisetas viejas, hizo que algo en su pecho se apretara de la forma más dulce posible.

 

Se sentaron a desayunar como si llevaran haciéndolo toda la vida. Seojun estaba exultante, hablando sin parar entre bocados. En un momento, mientras luchaba por abrir un envase de yogur, se lo tendió a Mark con total naturalidad.

 

—Mark, ayúdalo, por favor.

 

El hombre lo abrió y se lo devolvió. Seojun tomó una cucharada y luego, con esa inocencia brutal que solo tienen los niños, soltó la pregunta que detuvo el tiempo:

 

—¿Vives acá con papá?

 

El silencio cayó sobre la mesa. Haechan contuvo el aliento, mirando al contrario con nerviosismo. Pero el mayor no titubeó. Se limpió las manos con una servilleta, miró al niño a los ojos y sonrió con una ternura infinita.

 

—Aún no vivo acá, pero pasaré mucho más tiempo aquí. ¿Eso está bien para ti?

 

El niño asintió felizmente, volviendo a su yogur como si nada. Haechan tuvo que tomar un sorbo largo de café para disimular el nudo en su garganta. 

 

El miedo a estar yendo demasiado rápido, a estar forzando los tiempos, asomó por un instante mientras observaba la interacción tan natural entre su hijo y Mark, su ahora... novio.

 

Sin embargo, si era honesto consigo mismo, el deseo pesaba más que la prudencia. Estaba harto de la cautela. Quería arriesgarse. Quería recuperar el tiempo perdido y entregar todo su amor sin escudos, sin ese temor constante a salir lastimado que lo había gobernado durante cinco años. Y, al ver la mirada de Mark, supo que él sentía exactamente lo mismo.

 

Esta vez, las cosas serían diferentes. 

No porque el destino lo quisiera, sino porque ellos se encargarían de que funcionara, resolviendo cada obstáculo con la madurez de los adultos que, por fin, habían aprendido a ser.

 

[...]

 

Los días pasaron volando hasta que llegó el viernes. Ese día, Mark tocaría por primera vez en el restaurante.

 

Si Haechan decía que no estaba nervioso, mentía.

 

Era su último día de trabajo de la semana; el sábado Mark también se presentaría, pero Haechan tendría el día libre. Así que Mark decidió, sin ninguna duda, que hoy iba a dar todo de sí. Iba a expresar su deseo de hacer música y lo mucho que le apasionaba. Quería demostrarle a Donghyuck que, aunque su amor más grande era el arte, también lo era él. Y que, en el fondo, cada canción estaba dedicada a él.

 

Mientras tanto, en la cocina, el ambiente era mucho menos romántico. El Sous Chef Jaemin estaba cumpliendo su palabra al pie de la letra.

 

—Buenos días, Chef Na —saludó Jeno al entrar, esperando la habitual sonrisa coqueta.

 

—Llegas dos minutos tarde, Jeno —respondió Jaemin sin levantar la vista de la tabla donde picaba verduras con una velocidad asesina—. Asegúrate de que las mesas cinco y seis estén listas antes de abrir.

 

Jeno parpadeó, confundido por el repentino cambio del hombre.

 

—Eh... sí, claro. ¿Estás bien?

 

—Estoy trabajando. Tú deberías hacer lo mismo, hoy es un dia agitado. — Su tono fue neutro, profesional.

 

Y durante todo el turno de la mañana, la dinámica fue la misma. 

 

Jaemin era eficiente, educado y distante. No había bromas, no había roces "accidentales", no había miradas intensas desde la ventanilla de la cocina. Era como si Jeno se hubiera vuelto invisible, como si fuera un empleado más del montón.

 

Y para el mesero, se sentía raro ser tratado de esa forma, incluso si había sido testigo como el chef era con sus empleados, con él jamás había sido así, y no iba a negar que ese privilegio lo extrañaba. 

 

Así que intentó acercarse en el descanso, incapaz de soportar más la indiferencia.

 

— Jaemin, sobre lo del otro día...

 

—Disculpa —lo cortó Jaemin, revisando su reloj con un gesto tajante y poniéndose de pie—. Tengo que revisar el inventario. Con permiso.

 

Jeno se quedó ahí, con el sándwich a medio comer en la mano y una sensación de vacío instalándose en su estómago. Se había repetido hasta el cansancio que no le gustaba Jaemin de esa forma, que era demasiado intenso, demasiado ruidoso, demasiado todo. Pero ahora que el silencio se había instalado entre ellos, extrañaba el ruido. 

 

Extrañaba la atención. Extrañaba ser el centro de Na Jaemin.

 

Frunció el ceño, molesto consigo mismo y con la situación. Dejó su comida sobre la mesa y, impulsado por una frustración que no lograba nombrar, lo siguió hasta la bodega trasera. Era un cuarto estrecho y frío donde se almacenaban las verduras frescas, el kimchi en fermentación y donde descansaba la mesa de corte para la carne. No era un lugar lindo, ni espacioso, pero Jeno cerró la puerta a sus espaldas con un golpe seco apenas entró, sellando el espacio.

 

Jaemin se giró de golpe, con los ojos muy abiertos.

 

—¿Qué haces? Hay cámaras de seguridad aquí —siseó, retrocediendo un paso—. Voy a gritar si no sales ahora mismo, Lee Jeno. No me provoques.

 

—Eres un idiota —espetó Jeno, avanzando hacia él—. ¿Solo porque te rechazo te comportas así? Es increíblemente poco profesional de tu parte. No me importa si me despides después de esto, pero no puedes esperar que acepte este trato.

 

Jeno tomó aire, su voz temblando ligeramente por la adrenalina.

 

—Si todo esto es porque te besé y luego dije que no significó nada, sé que estuvo mal. Ya te pedí perdón y te lo pido de nuevo. Pero si esa es la razón por la que estás siendo tan hostil conmigo hoy, eso dice mucho de ti como profesional. No puedes mezclar las cosas así.

 

Jaemin soltó una risa incrédula, un sonido agudo y carente de humor que rebotó en las paredes metálicas de la bodega.

 

—¿Hostil? ¿Hostil yo? —Jaemin dio un paso adelante, acortando la distancia, su rostro perdiendo la indiferencia para mostrar una indignación genuina y ardiente—. No puedes ser tan descarado, de verdad. Te estoy tratando exactamente igual que al resto de los empleados. Siempre he sido así de exigente, pregúntale a cualquiera.

 

La mirada de Jaemin se clavó en la suya, afilada como uno de sus cuchillos.

 

—¿Te trato un solo día sin favoritismos y ya sientes que soy poco profesional? Eso no habla de mi profesionalismo, Jeno; habla de lo mal acostumbrado que estabas a mi atención y a mi trato especial.

 

Por primera vez en el día, Jeno vio algo más que frialdad en los ojos de Jaemin; vio dolor.

 

—Sé que crucé un límite al insinuar que podías salir conmigo en el pasado, y me detuve —continuó, bajando la voz, pero sin perder intensidad—. Pero fuiste tú quien rompió definitivamente todos los límites. Me besaste, Jeno. Me besaste sabiendo perfectamente que me gustas. Me diste esperanzas por un segundo, ¿y para qué? Para rechazarme al instante diciendo que fue un error. Eso fue sumamente desconsiderado.

 

Jaemin respiró hondo, intentando recuperar la compostura.

 

—Así que sí, mantendremos esta distancia. Es lo mejor para los dos. Ahora muévete, porque no aguanto ni un minuto más estar aquí encerrado contigo.

 

Jaemin intentó pasar por su lado para llegar a la puerta, pero el instinto de Jeno fue más rápido que su razón. Lo agarró por la muñeca, deteniéndolo en seco, y con un movimiento fluido lo acorraló contra la única pared vacía de la habitación.

 

El aire se volvió eléctrico.

Sin darle tiempo a pensar, Jeno se inclinó y lo besó. Nuevamente. Fue un beso impulsivo, cargado de frustración y de una necesidad que se negaba a admitir. Por un instante, sintió cómo Jaemin se deshacía en sus brazos, cómo su cuerpo reaccionaba instintivamente buscando cercanía.

 

Pero fue solo un segundo.

 

El rubio puso las manos en su pecho y lo empujó, rompiendo el contacto con una respiración entrecortada. Sus ojos estaban brillantes, oscuros por el deseo, pero también llenos de una firmeza dolorosa.

 

—No hagas esto —susurró Jaemin, con la voz rota—. Por favor, compórtate. Mantén la distancia, he tenido suficiente. Ambos seamos profesionales. 

 

Y sin agregar más, sin dar ni un segundo de espacio para que el hombre pudiera responder o intentar detenerlo de nuevo, salió de la bodega, cerrando la puerta con un golpe seco que resonó más en su propio pecho que en el pasillo.

 

Quería llorar. Sentía la garganta cerrada por un nudo de pura frustración y rabia, pero no había tiempo para procesar nada, ni para derrumbarse. 

 

El haber anunciado el show en vivo en las redes sociales había sido un éxito rotundo, demasiado rotundo quizás; las reservas para la tarde habían explotado y el local estaría lleno hasta el tope. Como Sous Chef, la responsabilidad de que la cocina no colapsara recaía sobre sus hombros. Tenía que tener todo listo para cuando las puertas se abrieran de nuevo.

 

Respiró hondo, alisándose el uniforme con manos temblorosas, y compuso su rostro en esa máscara de eficiencia perfecta que tan bien sabía llevar.

 

Al llegar a la zona principal, donde las mesas ya estaban vestidas y listas, vio a Mark entrar por la puerta principal con su estuche de guitarra al hombro. Parecía tranquilo, enfocado, todo lo contrario al torbellino que Jaemin llevaba por dentro. Sin dudarlo, se dirigió a la oficina para avisarle a Haechan.

 

—Tu novio ya llegó —anunció al entrar, forzando un tono casual y burlón, intentando desesperadamente ocultar lo descolocado que lo había dejado la situación en la bodega—. Será mejor que salgas antes de que empiece a afinar y se robe a todo el

mundo.

 

Haechan lo miró, detectando algo extraño en su tono, pero Jaemin ya se había dado la vuelta antes de que pudiera preguntarle nada.

 

Mientras volvía a la cocina, su mente era un caos. Necesitaba sacudirse esa sensación eléctrica que los labios de Jeno habían dejado en los suyos. Necesitaba un trago, o mejor aún, un buen polvo. 

 

Alguien que no hablara, que no complicara las cosas, que le hiciera olvidar el nombre del mesero. El rubio no era alguien que se quedara estancado con una persona; su historial era una prueba de ello. 

 

Pero claro, jamás había sido rechazado. Esa era la novedad que le quemaba.

 

Y quizás, muy en el fondo, lo que más le molestaba no era el rechazo en sí, sino darse cuenta de que nunca le había tocado alguien tan parecido a él. Alguien tan testarudo, tan capaz de devolverle el fuego.

 

El zumbido estático de un amplificador encendiéndose cortó el aire, sacándolo de sus pensamientos.

 

Faltaba una hora para que el local abriera sus puertas nuevamente, y el personal comenzaba a retomar el ritmo, preparándose para el turno de la noche. 

 

Haechan salió de la oficina y se apoyó en la barra, cruzándose de brazos, permitiéndose un momento para ser simplemente un espectador.

 

Mark ajustó la altura del pie del micrófono, rasgueó un par de acordes que resonaron limpios y cristalinos en el local vacío, y luego levantó la vista. 

 

Sus ojos encontraron con el castaño al fondo del salón casi de inmediato. 

 

No dijo nada, solo sonrió y comenzó a tocar una melodía suave, una prueba improvisada que llenó el espacio de calidez.

 

Verlo ahí, en su elemento, bajo las luces tenues de ese escenario un tanto improvisado, hizo que Haechan sintiera una oleada de orgullo que le hinchó el pecho. 

 

Mark no estaba en un estadio lleno de gente gritando su nombre, ni en un escenario internacional con pirotecnia. Estaba en un pequeño restaurante de Seúl. Pero, paradójicamente, se veía más completo, más él mismo, de lo que Haechan lo había visto jamás.

 

—Suena bien —dijo el moreno acercándose al escenario, intentando mantener la compostura profesional frente a sus empleados que iban y venían.

 

—Estoy nervioso... — Su respuesta resonó amplificada por todo el local—. ¿Me darías un beso para tranquilizarme?

 

Donghyuck sintió el calor subirle a las mejillas y le dio un golpe suave en el hombro por haberlo dicho con el micrófono encendido, provocando algunas risas disimuladas del personal. Sin embargo, rió nervioso y se inclinó para depositar un casto beso en su mejilla. 

 

Pero Mark, no satisfecho con el gesto, negó con la cabeza y, con su mano libre, le tomó el rostro con delicadeza para capturar sus labios en un beso suave, real.

 

Donghyuck sintió que podía derretirse en ese mismo instante, fundirse en el suelo de madera.

 

Mientras se separaba a regañadientes, su mente volvió a sus planes recientes. 

 

Estaba buscando contratar a un nuevo Sous Chef. No para reemplazar a Jaemin, sino para ascenderlo. 

 

Quería que Jaemin fuera oficialmente el Chef Principal. 

 

Últimamente, el restaurante estaba teniendo ganancias récord y un aumento considerable de clientela; Donghyuck se estaba dando cuenta de que ya no podía manejar la cocina y la gestión del local al mismo tiempo sin perder la cabeza.

 

Quería dedicarse solo a gestionar. Aunque amaba cocinar, quería explorar este nuevo camino administrativo y, sobre todo, quería recuperar su vida. Tener más tiempo para ver crecer a Seojun, fines de semana libres y, quizás, tomarse esas vacaciones junto a Mark que se debían desde hacía años.

 

—Debo ir a trabajar, el local abre en menos de una hora... —murmuró, recuperando el aliento.

 

Mark asintió, comprendiendo el cambio de tono.

 

—Está bien. Voy a practicar un poco más.

 

El más bajo asintió, dejó un último beso fugaz en sus labios y se marchó hacia la oficina, dejando la puerta abierta a propósito para trabajar de fondo con los ensayos de Mark de fondo.

 

La noche cayó trayendo consigo una mezcla de anticipación eléctrica y el caos habitual de un servicio completo. El restaurante estaba lleno hasta el tope. Haechan se movía entre las mesas con su habitual elegancia, asegurándose de que todo estuviera perfecto, aunque su mente estaba completamente anclada en el pequeño escenario del fondo.

 

En la cocina y la estación de servicio, Jaemin seguía en su modo "robot profesional", ignorando olímpicamente las miradas frustradas y de cachorro de Jeno. 

 

Pero incluso ese drama personal quedó en segundo plano cuando las luces del local se atenuaron, dejando un foco suave sobre el taburete alto.

 

Mark salió de la pequeña zona detrás del escenario. Llevaba una camisa sencilla, las mangas arremangadas y su guitarra colgada al hombro. Hubo aplausos dispersos de bienvenida, pero la mayoría de los clientes seguía en sus conversaciones.

 

Hasta que tocó el primer acorde.

Fue un sonido limpio, resonante, que demandó atención inmediata. 

 

Mark se aclaró la garganta y se acercó al micrófono.

 

—Buenas noches —dijo, su voz un poco nerviosa al principio, pero ganando firmeza con cada palabra— Gracias por estar aquí. Mi nombre es Mark y estaré acompañando su velada con un poco de música... de mi música. Espero que disfruten y les guste. Muchas gracias.

 

Su voz, rasposa y cálida, llenó cada rincón del restaurante, envolviendo a los clientes como una manta.

 

El efecto fue casi mágico. La gente dejó de comer. El tintineo de los cubiertos cesó. Las conversaciones se apagaron. Todos los ojos se posaron en él.

 

Haechan, observando desde la barra, sentía que el corazón se le iba a salir del pecho. Hacía tanto que no veía a este Mark, al artista capaz de hipnotizar a una habitación completa solo con una guitarra y su voz.

 

El chico había empezado con unas canciones que Donghyuck conocía demasiado bien; las había compuesto cuando eran novios en el pasado, melodías llenas de inocencia y promesas. Todas eran dedicadas a él, y escucharlas ahora era como abrir una cápsula del tiempo.

 

Pero después de la cuarta canción, Mark hizo una pausa. El silencio en el local era absoluto, expectante. 

 

Sus ojos escanearon el lugar entre la penumbra hasta encontrar a Haechan, que lo miraba fijamente, sosteniendo la respiración. Mark sostuvo su mirada y habló, esta vez, solo para él.

 

—Esta última canción es algo que escribí hace mucho tiempo, cuando estaba perdido —dijo Mark suavemente, su voz cargada de emoción—. Se trata de perder el rumbo y de darte cuenta de que el destino no es un lugar, sino una persona. Se llama Journey's Mercies.

 

Mark cerró los ojos, tomó aire y comenzó a rasguear una melodía melancólica que erizó la piel de todos los presentes.

 

Is there anyplace you wanna go to?

(hay algún lugar en especial al que quieras ir?)

 

Wherever you are

(a donde quiera que estés) 

 

My heart's on an airplane

(mi corazón está en un avión)

 

On its way to find you

(en camino a encontrarte) 

 

So that you can keep it beating

(para que lo mantengas latiendo)

 

Haechan sintió un nudo en la garganta. La letra lo golpeó con la fuerza de un recuerdo físico: el aeropuerto, la distancia, el corazón de Mark viajando de vuelta a él incluso cuando él no lo sabía.

 

I want you to hear me call your name

(quiero que me escuches llamando tu nombre)

 

I just want to hear you call my name

(solo quiero escucharte decir mi nombre)

 

Over the years I've been

All that you hated

 

(he sido todo lo que odias durante los últimos años)

 

Will you see me differently

(me verás diferente ahora)

 

Or will your heart still have some space for me?

( o será que todavía hay un espacio dentro tu corazón para mi?)

 

Una lágrima solitaria rodó por la mejilla de Haechan. "Todo lo que odiabas". Mark estaba cantando sobre su propio miedo, sobre la culpa de creer que se había convertido en el villano de la historia de Haechan. Era una petición de perdón hecha melodía.

 

Mark abrió los ojos en ese momento, y ya no miraba al público. Solo miraba a Haechan. Le estaba diciendo, frente a todos, que él siempre había sido su luz. 

 

Jeno, cerca de la barra, dejó de servir una bebida, conmovido. Incluso Jaemin detuvo su trabajo para asomarse por la ventanilla.

 

Was I supposed to lose

(acaso estaba destinado a perderte..?)

 

You for all these useless feelings

(por culpa de estos sentimientos inútiles)

 

Was I supposed to break

(acaso estaba destinado a separarme de ti?)

 

Little did I know what that would mean

(no me imaginaba lo que eso se significaría) 

 

My life is in pieces

(mi vida está hecha pedazos)

 

But you could always put it back

(pero todavía podrías volver)

 

Together with your fragments

(a arreglarla con tus fragmentos)

 

Mark estaba exponiendo su alma, admitiendo que solo Haechan tenía el poder de recomponerlo.

 

I want you to be my everything

(quiero que seas mi todo) 

 

Make sure that I'm broken if you leave

(si vas a irte, asegúrate de dejarme completamente roto) 

 

My heart is deficient

(mi corazón está deficiente)

 

Or maybe I should try to be a little more specific

(o quizás debería intentar ser un poco más específico) 

 

I need you to be my everything

(necesito que seas mi todo) 

 

I need you to be my everything

(necesito que seas mi todo)

 

La intensidad de la voz de Mark subió, cargada de una emoción cruda que erizó la piel de todos los presentes. No era una canción pop genérica; era una súplica desesperada.

 

When the whole world falls down

(cuando el mundo entero se caiga a pedazos)

 

And comes to the end of our page

( y lleguemos al final de nuestra página)

 

Like journey mercies

(como: que dios te acompañe en tu viaje)

 

Can we still end our messages

(podemos a pesar de todo, terminar nuestros mensajes) 

 

With wishes that are lifelong?

(con bendiciones que vayan a durar toda la vida?) 

 

La última nota quedó vibrando en el aire, suspendida en un silencio reverente. Mark exhaló, bajando la cabeza, visiblemente emocionado.

 

Y entonces, el restaurante estalló en aplausos.

 

Haechan se limpió las lágrimas rápidamente, aplaudiendo con tanta fuerza que le dolían las manos, con una sonrisa de orgullo que amenazaba con partirle la cara. Mark levantó la vista, buscándolo, y le regaló una sonrisa tímida y aliviada.

 

Mientras el mayor bajaba del escenario e ir directamente donde estaba Donghyuck, un hombre que había estado sentado solo en una mesa del rincón se levantó. Vestía de manera informal, pero tenía un aire de autoridad tranquila. Interceptó al cantante antes de que pudiera llegar a la barra.

 

—Disculpa —dijo el hombre, extendiendo una mano—. Soy el productor Choi, de Indie Wave Records.

 

El más alto se detuvo, sorprendido, estrechando la mano.

 

—Oh... hola. Mark Lee.

 

—Lo sé. Escuché tu presentación —el hombre sacó una tarjeta de su bolsillo—. Tienes algo, Mark. Me interesa tu propuesta escénica. No puedo ofrecerte estadios mundiales mañana, pero estamos buscando artistas que escriban con el corazón para un proyecto local. Creo que tu sonido encajaría perfectamente.

 

El pelinegro tomó la tarjeta, atónito.

 

—Piénsalo y llámame el lunes —dijo el productor con una sonrisa, antes de retirarse.

 

El pelinegro se quedó mirando la tarjeta y luego levantó la vista hacia Haechan, que había visto toda la interacción y se acercaba corriendo.

 

—¿Mark? ¿Quién era? —preguntó Haechan, llegando a su lado.

 

Mark le mostró la tarjeta, con los ojos brillantes.

 

—Un productor... —dijo Mark, con la voz temblorosa, mostrando la tarjeta como si fuera un tesoro—. Dijo que le gustó mi presentación.

 

Haechan no lo pensó dos veces. Soltó un grito de emoción y, olvidando por completo que estaban en su lugar de trabajo, que eran adultos responsables y que el local estaba lleno de clientes, se lanzó a sus brazos. Mark lo atrapó al vuelo, riendo contra su cuello, y lo besó allí mismo, bajo los aplausos renovados de las mesas cercanas y la mirada atónita de Jeno y Jaemin desde el fondo.

 

—Te lo dije —susurró Haechan contra sus labios, con la frente pegada a la suya—. Te dije que eras extraordinario.

 

Mark acunó su rostro entre sus manos, sus ojos brillando con una mezcla de adrenalina y devoción.

 

—La canción... la hice para ti, Donghyuck. Cada palabra, cada acorde. Tú eres la razón de todo.

 

—Me hiciste llorar como un bebé, idiota, que imagen le daré a mis trabajadores. —rio Haechan, aunque sus ojos volvían a cristalizarse—. Es hermosa. Tú eres hermoso. Estoy tan jodidamente feliz por ti.

 

—Nada de esto hubiera sido posible sin ti, Donghyuckie —lo interrumpió Mark, con una seriedad repentina—. Gracias. Gracias por haberme recibido cuando volví sin nada, gracias por darme una oportunidad. Gracias por permitirme estar en tu vida nuevamente. Te prometo que voy a proteger esto. Voy a cuidarte.

 

Haechan lo miró, sintiendo que el pecho le estallaba de tanto sentimiento acumulado.

 

—Te amo, Mark Lee. Eres tan bueno con las palabras que es injusto...

 

El cuerpo de Mark se tensó. El ruido de los platos, las conversaciones, la música de fondo... todo pareció desaparecer en un instante. Se quedó estático, mirando fijamente al moreno.

 

—¿Qué dijiste? —preguntó, su voz apenas un hilo.

 

Haechan parpadeó, confundido por el cambio repentino en su expresión.

 

—¿Que eres bueno con las palabras...?

 

—No —Mark negó rápidamente, con urgencia—. Lo anterior.

 

Haechan sonrió, una sonrisa suave, rendida y completamente honesta.

 

—¿Que te amo?

 

Mark soltó el aire que no sabía que estaba reteniendo, como si hubiera estado esperando escuchar eso durante cinco años.

 

—¿Lo haces? —preguntó, con una vulnerabilidad que partía el alma—. ¿De verdad me amas?

 

Haechan le acarició la nuca, jugando con los cabellos que rozaban su cuello, y lo miró directo al alma.

 

—Creo que nunca dejé de hacerlo, Mark. Ni siquiera por un segundo.

 

— Yo tampoco Donghyuck, Te amo. 

 

En ese momento, abrazado al hombre que había amado toda su vida, Haechan supo que el miedo a apresurarse era irrelevante. No importaba si corrían o caminaban, siempre y cuando lo hicieran en la misma dirección.

Chapter 15: epílogo

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

La brisa nocturna de la isla de Jeju los envolvía en sus vacaciones. 

 

Había pasado ya un tiempo desde que sus vidas habían cambiado, aproximadamente tres meses. Donde Donghyuck por fin se tomó sus deseadas vacaciones y logró que Mark lo acompañara incluso si estaba completamente inmerso en la producción de su primer EP, pasando largas horas en el estudio. 

 

El ritmo de la vida en Seúl era frenético, y aunque eran felices, el cansancio empezaba a pasar factura. Por eso, estos cinco días eran sagrados. Habían elegido Jeju no solo por su belleza, sino por una practicidad paternal: si Jiwon o Seojun necesitaban algo urgente, estaban a solo un vuelo corto de distancia.

 

Pero por ahora, el teléfono de Haechan estaba en "No Molestar" y el mundo exterior había dejado de existir.

 

La suite del hotel era un exceso que Mark había insistido en pagar con su primer cheque de la discográfica. 

 

Tenía ventanales de piso a techo que daban al océano negro e infinito, y en la terraza privada, un jacuzzi humeante que burbujeaba invitante bajo la luz de la luna.

 

Haechan estaba sumergido hasta el pecho en el agua caliente, con la cabeza apoyada en el borde, mirando las estrellas. El contraste entre el aire fresco de la noche y el calor del agua había relajado cada músculo de su cuerpo.

 

El sonido de la puerta corrediza de cristal abriéndose lo hizo girar la cabeza.

 

Mark salió de la habitación, llevando solo una toalla blanca atada precariamente a la cintura y dos copas de champán en las manos. La luz tenue de la terraza delineaba los músculos de su torso, más definidos ahora que había retomado una rutina saludable, y Haechan no pudo evitar morderse el labio inferior. 

 

Cinco años, y Mark Lee seguía provocándole el mismo cortocircuito cerebral que el primer día.

 

— ¿Todo bien con Jiwon? —preguntó Mark, dejando las copas en el borde de piedra del jacuzzi antes de deshacerse de la toalla sin ninguna timidez.

 

— Todo perfecto. Dijo que Seojun ya está dormido y que si vuelvo a llamar para preguntar, me bloqueará —respondió Haechan, sin apartar la vista mientras Mark entraba al agua.

 

El nivel del agua subió, y con él, la tensión. Mark se acomodó a su lado, no enfrente, sino peligrosamente cerca. Su piel estaba fría por el aire nocturno, y el contacto de su brazo con el hombro caliente de Haechan envió una descarga eléctrica directa a su espina dorsal.

 

— Entonces... —Mark le pasó una de las copas, sus dedos rozándose — Somos libres. Por cinco días enteros.

 

Haechan tomó la copa, el cristal frío contra sus dedos arrugados por el agua.

 

— Suena casi demasiado bueno para ser verdad.

 

— Te lo mereces, Hyuck. Nos lo merecemos.

 

Brindaron con un tintineo suave. El champán estaba helado, las burbujas estallando en su lengua, dulce y embriagador. Pero no tanto como la mirada que Mark le estaba dedicando. No era la mirada tierna que le daba a Seojun, ni la mirada agradecida que tenía en el escenario. 

 

Era una mirada oscura, pesada, cargada de una intención que hizo que a Haechan se le secara la boca.

 

Mark dejó su copa a un lado, apenas probada, y se giró completamente hacia él. Bajo el agua, su mano viajó desde la rodilla de Haechan, subiendo lentamente por la cara interna de su muslo.

 

— ¿Sabes en qué he estado pensando todo el día? —susurró Mark, inclinándose hasta que sus labios rozaron la oreja del moreno.

 

— ¿En la playa? ¿En la comida? —intentó bromear Haechan, aunque su voz salió temblorosa cuando los dedos de Mark acariciaron una zona sensible.

 

— En esto —gruñó Mark.

 

Sin previo aviso, Mark lo tomó de la cintura y lo arrastró a través del agua hasta sentarlo sobre su regazo. El movimiento hizo que el agua se desbordara por los bordes del jacuzzi, pero a ninguno le importó.

 

Haechan jadeó ante el contacto repentino. Sentir la erección de Mark presionando contra él bajo el agua caliente, sin ninguna tela que estorbara, borró cualquier pensamiento racional de su mente. 

 

Dejó la copa y rodeó el cuello de Mark con sus brazos, hundiendo los dedos en su cabello húmedo.

 

— Mark...

 

— Shh —lo calló Mark, capturando su boca en un beso que no tenía nada de suave.

 

Era un beso hambriento, desesperado, con sabor a champán y a deseo contenido. Mark mordió su labio inferior, tirando de él, obligándolo a abrirse para que sus lenguas se encontraran en una danza húmeda y febril. El agua burbujeaba a su alrededor, pero el verdadero calor venía de la fricción de sus pieles.

 

Haechan gimió contra su boca, moviendo las caderas instintivamente sobre el regazo ajeno, buscando más fricción, más contacto. Mark respondió con un gruñido, sus manos grandes y fuertes apretando los glúteos de Haechan, separándolos, trazando caminos de posesión sobre su piel mojada.

 

— Te ves precioso así —murmuró Mark, separándose apenas unos milímetros para mirar el rostro sonrojado de Haechan, sus ojos vidriosos y los labios hinchados—. Mojado, en mis brazos, a mi merced.

 

— Siempre he sido tuyo, Mark —jadeó Haechan, echando la cabeza hacia atrás cuando Mark comenzó a besar y morder la línea de su mandíbula, bajando por su cuello, dejando marcas que tardarían días en borrarse—. Incluso cuando no estábamos juntos... mi cuerpo siempre te recordaba.

 

Esas palabras parecieron romper el último vestigio de control de Mark.

Con un movimiento fluido, Mark levantó ligeramente a Haechan y lo volvió a bajar, acomodándolo perfectamente contra su dureza. La sensación fue abrumadora. El agua caliente facilitaba todo, volvía cada roce más sensitivo, cada movimiento más fluido.

 

Haechan enterró la cara en el hueco del cuello de Mark, ahogando un grito cuando las manos del mayor bajaron para estimularlo, tocándolo con una destreza que demostraba que sus manos de guitarrista servían para mucho más que tocar acordes.

 

— Mírame, Hyuck —ordenó Mark, su voz ronca y autoritaria.

Haechan levantó la vista, encontrándose con unos ojos oscuros dilatados por el placer.

 

— Quiero ver cómo te deshaces por mí —susurró Mark—. Quiero ver cómo te olvidas de todo, del trabajo, del mundo... y solo existo yo.

 

— Solo tú... —gimió Haechan, sintiendo cómo el ritmo de la mano de Mark y el movimiento de sus caderas lo llevaban al borde del precipicio—. Dios, Mark... solo tú.

 

La noche en Jeju se llenó de suspiros entrecortados, del sonido del agua agitándose violentamente y de nombres susurrados como plegarias. Hicieron el amor con la urgencia de quienes han perdido cinco años y con la confianza de quienes saben que tienen toda una vida por delante.

 

Fue intenso, húmedo, una mezcla de pasión cruda y amor profundo. 

 

Mark lo tomó allí mismo, entre las burbujas y el vapor, amándolo con cada estocada, reclamando cada centímetro de su piel, haciéndole sentir que era la persona más deseada del planeta.

 

Cuando finalmente ambos alcanzaron el clímax, aferrándose el uno al otro como si fueran lo único que importaba.

 

Haechan descansó la frente sobre el hombro de Mark, el corazón latiéndole desbocado contra el pecho del otro. El agua del jacuzzi se había calmado, y solo quedaba el sonido lejano de las olas rompiendo en la orilla.

 

Mark le besó la sien, envolviéndolo en un abrazo protector, sus manos acariciando ahora con suavidad la espalda del menor.

 

— Te amo Hyuck... —murmuró Mark contra su cabello mojado.

 

Haechan sonrió, cansado pero inmensamente feliz, cerrando los ojos.

 

— Yo también Markie.

 

Y ahí, bajo las estrellas de Jeju, con el sabor del champán y el amor en los labios, Haechan supo que no necesitaba nada más. 

 

 

Fin.

Notes:

Gracias por llegar hasta el final de esta historia.
Gracias por acompañarme durante todo el recorrido, por leer, por comentar y por darle tanto cariño a cada capítulo.

Estoy profundamente agradecida por el apoyo que le dan a mis trabajos, que nacen únicamente desde el amor por escribir y por entretenerme creando mundos e historias. Amo crear, amo contar historias, y saber que alguien al otro lado las siente y las disfruta hace que todo valga la pena.

Gracias, nuevamente, por estar aquí.
Si quieren conocer más de mis trabajos o acompañarme en lo que venga, pueden seguirme en Twitter (X) como @didlovehc.