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Español
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Published:
2025-08-14
Updated:
2025-09-08
Words:
19,062
Chapters:
10/?
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9
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1,916

Babysitter (Markhyuck)

Summary:

Haechan necesita alguien que cuide de forma urgente a su hijo de 3 años, y Mark necesita dinero extra, pero ambos tienen una historia pasada.

¿Qué sucederá cuando se reencuentren inesperadamente y en estas circunstancias?

Chapter 1: La niñera.

Chapter Text

Donghyuck iba tarde.

Era el primer día de reapertura de su restaurante, que había estado cerrado por un mes y medio por remodelaciones. Todo ese tiempo lo había aprovechado para probar nuevas recetas, actualizar el menú y hacer pequeños cambios que finalmente pudo permitirse.

La gran inauguración era a las 12:30 de la tarde, y algunos de sus trabajadores ya le habían avisado que había una fila esperándolo.

Pero toda la mañana la había pasado corriendo tras su hijo, Lee Seojun, que paseaba por la casa con el pañal suelto colgándole peligrosamente mientras se dirigía al baño con el teléfono de su padre en la mano.

—Seojun, por favor, no me hagas esto hoy... — suplicaba el chico mientras intentaba abotonarse la camisa a toda prisa.

Cuando el niño estaba a punto de llegar a su destino, tropezó y cayó.
No fue una caída fuerte, pero sí lo suficiente para asustarse... y para asustar también a su padre.

El llanto estalló de inmediato, descontrolado. Donghyuck sintió cómo el estrés se le acumulaba en el pecho, pero sin dudarlo tomó a su bebé en brazos y lo abrazó con fuerza, intentando calmarlo.

— Está bien, no te pasó nada. Está todo bien. Tu padre te tiene aquí, tranquilo... —susurraba, como si en el fondo intentara tranquilizarse también a sí mismo.

Miró su reloj. Eran ya las 12:00 en punto. Entonces sonó el timbre del departamento.

Era la niñera.

Con Seojun todavía hipando suavemente contra su hombro, Haechan se dirigió a la entrada. Maniobró para girar el pomo con una mano mientras sostenía el peso de su hijo con la otra.

Una sonrisa de alivio, ensayada y cortés para la niñera desconocida, ya se estaba formando en sus labios.

—Hola, qué bueno que llegas, mi maña—

La frase murió en su garganta. La sonrisa se congeló. Frente a él no estaba la dulce señora que había imaginado.

Estaba Mark Lee.

Con la misma postura ligeramente encorvada que recordaba, el pelo un poco más largo en la frente y una expresión inigualable.

Fue Haechan quien rompió el silencio, con una voz que sonaba extraña y distante a sus propios oídos.

—¿Qué haces aquí?

Los ojos de Mark parpadearon, bajando de los de Haechan al pequeño niño acurrucado en su pecho, y luego de vuelta a su rostro. La confusión luchaba contra el asombro en sus facciones. Podía ver cómo su mente trabajaba a toda velocidad, intentando procesar la imagen: Donghyuck, en el umbral de una puerta que no era la de su antigua casa de estudiante, sosteniendo a un bebé.

—¿Donghyuck? —murmuró Mark, como si probara el nombre—. Yo... No sé si me equivoqué de departamento, pero creí que aquí era el trabajo...

—¿De qué hablas? —espetó, apretando instintivamente a Seojun un poco más fuerte contra él.

—Me contrataron para cuidar a un niño —Mark sacó su teléfono, sus movimientos eran torpes, casi robóticos. Deslizó el dedo por la pantalla—. Para cuidar a... —entrecerró los ojos para leer—... Lee Seojun.

El nombre de su hijo en los labios del contrario fue como una bofetada.

— ¿Quién te contrató? —preguntó Haechan, aún esperando que fuera una confusión.

—¿Jiwon?

Mierda. Por supuesto. El universo tenía un sentido del humor retorcido y cruel.

Por un instante, sintió ganas de cerrar la puerta en su cara y lidiar con las consecuencias después. Pero el reloj en su muñeca marcaba las doce y diez. No había tiempo.

No había plan B.

Iba a tener una larga, muy larga conversación con Jiwon. Pero primero, tenía que sobrevivir a la reinauguración de su restaurante.

—Sabes qué —dijo, la resignación y el pánico tiñendo su voz—. Voy realmente tarde. Ten.

Sin darle tiempo a Mark para prepararse, Haechan se movió hacia adelante. Con un cuidado que contradecía la urgencia de sus gestos, le pasó a Seojun. El bebé, al sentirse bruscamente alejado de la seguridad de su padre y en los brazos de un completo desconocido, arrugó la cara y estalló en un llanto agudo y potente.

Mark, con los ojos como platos, sostuvo al niño de forma torpe, como si le hubieran pasado una bomba a punto de estallar.

—Las indicaciones de sus horarios, comida, siesta, juegos... todo está anotado en un papel colgado en el refrigerador —disparó Haechan, mientras se ponía los zapatos y agarraba sus llaves—. Lee todo. Cualquier emergencia, cualquier cosa, me llamas.

Se giró, listo para huir de la escena más surrealista de su vida, pero la voz de Mark lo detuvo en seco.

— Haechan...

— ¿Qué?

—No tengo tu número.

—Está en el papel —respondió, cortante.

Y sin decir nada más, tomó su bolso, las llaves del auto y de la casa, le lanzó un beso a su hijo y salió a toda prisa.

Sí, iba con demasiada prisa... pero, más que nada, huyó. Porque quedarse un segundo más, ver nuevamente a Mark y con su hijo, era simplemente demasiado.

En cuanto se dejó caer en el asiento del conductor, con manos temblorosas, activó el altavoz y pulsó el nombre de Jiwon en la pantalla táctil. El tono de llamada sonó dos, tres veces.

"¡Hyuckie!" la voz de Jiwon, brillante y ligeramente entrecortada por la mala conexión, llenó el auto; "¡Lo logré! Apenas ahora pude tener internet y señal, ya llegué a Japón. ¿Cómo está mi Seojunnie? ¿Ya llegó la persona cuidadora?"

Haechan apretó el volante. Mantuvo su voz peligrosamente calmada.

—¿Sabías que la "persona cuidadora" es un chico, Jiwon? ¿Y no una señora como suelen ser?

Hubo una breve pausa en la línea, solo el ruido estático de una llamada internacional.

"Sí, claro" respondió ella, con una nota de confusión. "Mientras buscaba en internet me salió su anuncio. Se veía como un buen chico, tenía un buen perfil y disposición inmediata, que era lo importante. ¿Por qué? ¿Hay algún problema? Lo encontré en un sitio verificado de cuidadores, es seguro."

—¿Siquiera tiene recomendaciones? —presionó Haechan, ignorando la lógica de ella—. ¿Sabe lo que es cuidar de un niño?

"Haechan, ¿qué pasa?" el tono de Jiwon cambió, pasando de la alegría del viajero a una preocupación genuina. "¿Tienes algún problema con él? ¿Con que sea un chico? ¿O porque es joven? No entiendo cuál es el problema."

Haechan soltó una risa seca, sin una pizca de humor. El problema. El problema era que el destino lo odiaba.

—El problema, Jiwon... es que es mi ex.

El silencio al otro lado de la línea fue absoluto. Por un momento, Haechan pensó que la llamada se había cortado. Pero entonces, una pequeña risa se sintió en la otra línea.

"Oh... bueno, míralo por el lado bueno. Es un reencuentro."

Haechan rodó los ojos, apretando el volante mientras ya imaginaba la expresión divertida de Jiwon al otro lado.

— No hay forma de que se quede aquí un mes. Es impensable. Voy a buscar a otra persona.

"Como quieras, Donghyuck, es tu decisión". la voz de Jiwon se suavizó, perdiendo el tono burlón."Pero... piénsalo. A veces las cosas pasan por algo. Dale una oportunidad, al menos por hoy."

Hablaron un poco más, del vuelo, de lo mucho que ya extrañaba a Seojun. Y luego, con una promesa de volver a llamarse, se despidieron.

Justo a tiempo. Donghyuck ya había llegado a la puerta de su restaurante . El local estaba lleno, a reventar. El murmullo de conversaciones animadas. Esto era su sueño, la culminación de años de esfuerzo, y si bien una parte de él debería estar vibrando de emoción, solo podía pensar de que todas las formas que habia imaginado reencontrarse con su antiguo amor, no había ni un espacio para como fue en realidad.

Siendo niñero de su hijo.

Solo esperaba, rogaba, que al menos, Mark fuera un buen cuidador.

[...]

El hombre estaba sentado en el suelo de la sala, con las piernas cruzadas, observando a Seojun dibujar. El niño, que ya se había comido una galleta de avena con una seriedad inesperada, ahora coloreaba con una concentración total.

—¿Eso es el cielo? —preguntó Mark, divertido, señalando la gran mancha roja que dominaba el papel.

—Sí —respondió sin levantar la vista—. El cielo enojado.

Mark sonrió genuinamente por primera vez en horas. El niño tenía carácter, sin duda. Veía un destello de Haechan en la forma en que fruncía la nariz al concentrarse, en la determinación de sus trazos.

Mientras el niño seguía en su mundo, el adulto aprovechó para ordenar un poco el desorden de la mañana. Fue entonces cuando, en una esquina de la repisa, vio un álbum de fotos de tapa dura, un poco desgastado en los bordes. Un sticker de un osito en la portada decía: "Seojun: Primer Año". Dudó, sintiendo que cruzaba una línea.

Pero la curiosidad, una fuerza traicionera, le ganó. Lo tomó entre sus manos y lo abrió.

Las primeras páginas eran: Seojun recién nacido, Seojun durmiendo sobre el pecho de un Haechan visiblemente agotado pero radiante; Seojun en brazos de una sonriente Jiwon. Fotos de los tres en el hospital, en casa, en un parque.

Una familia.

Pasó las páginas con cuidado, pero una de ellas estaba pegada. Al intentar separarla, tiró sin querer de una foto suelta que había quedado atrapada al final del álbum.

Cayó sobre la alfombra, boca arriba. Y el aire abandonó los pulmones de Mark.

Eran ellos. Él y Haechan, con diecinueve años, abrazados en un banco de algún parque.

Mark sostenía su vieja guitarra acústica y Haechan reía a carcajadas, con el sol de la tarde cayéndoles de frente.

Cerró el álbum de golpe, como si quemara.

De repente, recordó la distancia en la mirada de Haechan. La frialdad de su voz. Si él estuviera en su lugar, también guardaría rencor.

Estaba claro que él tenía una familia, una vida brillante y exitosa construida sobre todo lo que el mayor habia dejado atrás.

Y él... él no tenía nada más que deudas, un contrato discográfico fallido y un puñado de sueños rotos.

Había vuelto a Corea derrotado, y al ver la vida que Haechan había logrado, no podía evitar que una pregunta amarga se asomara: ¿realmente había tomado la decisión correcta?

Y Finalmente, luego de horas donde Mark hizo gastar toda la energía del niño para que fuera fácil dormirlo, Seojun dormía profundamente.

Le había tomado bastante tiempo, no era capaz de cerrar los ojos y quedarse tranquilo hasta que Mark comenzó a tocar una melodía suave en un pequeño piano de juguete que había encontrado en el rincón del living. Bastaron unas notas, una voz baja tarareando y un poco de paciencia para que el niño, que no paraba de pedir por sus padres, finalmente cerrara los ojos.

Y siendo las nueve y media de la noche. Haechan aún no regresaba.

Mark se debatió durante varios minutos si llamarlo o no, si escribirle un mensaje, si preguntarle algo, cualquier cosa. Pero justo cuando por fin decidió armarse de valor, el sonido de la puerta abriéndose lo interrumpió.

Y ahí estaba. Haechan. Exhausto. El cabello revuelto, la camisa del uniforme desabotonada hasta la mitad, las mangas arremangadas, y algunas manchas esparcidas descuidadamente.

Mark no pudo evitar recorrerlo con la mirada.

Se veía radiante, pese a que su cansancio era evidente.
Haechan lo miró solo por un segundo antes de apartar la vista.

—¿Seojun? —preguntó sin entrar del todo.

—Está dormido —respondió Mark, dando un paso atrás para dejarlo pasar—. Le costó, pero al final funcionó un piano de juguete que encontré.

El menor asintió, caminando directo a su habitación para asegurarse de que estuviera bien. Cuando volvió, la tensión en sus hombros era un poco menor, pero su expresión seguía siendo distante.

—No me importa si lo hiciste bien hoy —dijo sin rodeos, apoyándose contra el marco de la puerta de su habitación —. Voy a estar observándote. Si en algún momento veo que no estás a la altura, te vas.

Mark asintió. No esperaba otra cosa..

Haechan no se movió por unos segundos. Parecía debatiéndose entre decir algo más o simplemente irse. Finalmente, dio un pequeño suspiro.

— Puedes quedarte en la habitación de invitados. Segunda puerta a la derecha. Tiene baño propio, hay sábanas limpias en el armario.

Mark bajó la cabeza, aceptando cada palabra como si fueran condiciones de un castigo. Porque, en parte, sentía que lo era.

Un castigo divino quizás.

Pero quería saber tantas cosas.
Quería preguntarle si Seojun era realmente su hijo, aún que el parecido era innegable.

Quería saber si Haechan estaba con alguien, si Jiwon era su pareja.
Quería saber si aún lo odiaba.
Si le dolía verlo de nuevo. Si le importaba, aunque fuera un poco. Si le latió el corazón en cuanto apareció frente a él, como a Mark...

Pero sabía que ahora no era el momento. Haechan ni siquiera podía sostenerle la mirada.

—Buenas noches —dijo finalmente el menor, dándose media vuelta.

—Buenas noches, Hyuck —murmuró Mark, aunque la puerta ya estaba cerrada y solo el silencio le respondió.

Entró en la habitación de invitados y se dejó caer sobre la cama, todavía con la ropa puesta. No tenía energía para nada más.

Hacía años que no lo veía, y aun así, bastó un solo día para que todo se sintiera extrañamente familiar.

Como si el tiempo no hubiera pasado, como si de pronto estuvieran de nuevo en aquella época en la que todo era más sencillo.

Mark sabía que las cosas ya no eran iguales, pero eso no evitaba que, en el fondo, le alegrara estar cerca de él otra vez.

Chapter Text

Haechan se despertó por el silencio.
Era una ausencia de sonido tan inusual que resultaba más alarmante que cualquier despertador. Al menos cuando su hijo estaba con él.

No había llantos pidiendo el desayuno, ni el movimiento de la cuna a su lado. Solo calma y el olor a café recién hecho y a algo dulce.

Se levantó de la cama,  y caminó descalzo hacia la cocina. La imagen que lo recibió lo dejó quieto en el umbral.

Mark estaba de espaldas a él, de pie frente a la cocina, moviéndose con una eficiencia silenciosa y familiar. Llevaba una camiseta negra que  y unos pantalones de pijama de cuadros. Sobre la mesa, había un plato con pequeños panqueques en forma de oso y un vaso de jugo.

Seojun estaba sentado en su silla, comiendo felizmente, sin una mancha a la vista.

La escena era tan pacífica, tan extrañamente doméstica, que sintió una punzada en un lugar que creía ya cicatrizado.

—Buenos días — dijo finalmente, y su voz sonó más ronca de lo que esperaba.

Mark se sobresaltó y se giró. Había ojeras bajo sus ojos, pero su expresión era neutra.

—Buenos días. Hay café hecho...hice unos panqueques.

Haechan entró en la cocina, sintiéndose como un intruso en su propia casa. Se sirvió una taza de café, apoyándose en la encimera. Observó cómo Seojun le mostraba a Mark un dibujo, y cómo Mark lo elogiaba con una seriedad que el niño claramente apreciaba.

La impresión que le daba como niñero era, para su fastidio, impecable.

Pero no podía seguir evitándolo. El silencio entre sus sorbos de café estaba cargado de una pregunta que pesaba una tonelada.

—Mark —empezó, sin mirarlo directamente—. ¿Qué haces aquí?

Mark, que estaba limpiando la encimera, detuvo sus movimientos.

—¿A qué te refieres? Jiwon me...

—No —lo interrumpió Haechan, esta vez levantando la vista—. Me refiero a aquí. En Corea. Creí que estabas en Estados Unidos. Cumpliendo tu sueño.

La pregunta quedó suspendida entre ellos. Mark dejó el paño a un lado y se apoyó en la encimera opuesta, reflejando la postura de Haechan. Se encogió de hombros, una sonrisa triste y sin humor curvando sus labios.

—El gran sueño americano, supongo.

—¿Qué pasó?

—Lo que suele pasar —dijo Mark, su mirada perdida en algún punto de la pared—. El contrato no funcionó, El dinero se acabó. Fui solo un iluso chico de 22 atrapado en un país que no era el mío... y muchas deudas.

Su voz era tranquila, no destilaba de autocompasión, solo una obvia y pesada resignación. Y en ese momento, la ira que Haechan había construido meticulosamente durante cinco años se agrietó. El fantasma de la estrella arrogante que había imaginado en su mente se desvaneció, y en su lugar solo vio a un chico cansado que preparaba el desayuno.

Y Haechan, contra toda su voluntad, no pudo evitar sentir pena por él.

—Por eso estoy aquí —continuó Mark,—. Siendo niñero del hijo de mi ex.

—Papá—la voz de Seojun cortó la tensión. Le estaba extendiendo un trozo de panqueque en su pequeño tenedor—. Toma.

Haechan miró la ofrenda de su hijo, luego a Mark, que observaba la interacción con una pequeña y genuina sonrisa. La facilidad con la que se había ganado a Seojun, la naturalidad con la que se movía en su cocina... todo era... extraño.

No había otra forma de describirlo.

Aceptó el trozo de panqueque de su hijo, el sabor dulce mezclándose con la amargura de la conversación.

La tensión en la cocina se había disipado, reemplazada por una calma poco familiar. Haechan apuró el último sorbo de su café, su mente ya en la lista de tareas del restaurante.

—A la hora de almuerzo, lleva a Seojun al restaurante — dijo, mientras dejaba la taza en el fregadero. Su tono era práctico, como si le estuviera dando una orden a un empleado— Yo invito.

Mark levantó la vista de la "carita feliz" de plátano que estaba perfeccionando para Seojun. —¿Estás seguro? ¿No será un problema?

—No creo que hoy sea una locura como ayer —respondió Haechan, encogiéndose de hombros—. Te mando la dirección más tarde. Iré a bañarme y me voy. Ah, ¿tienes auto?

Mark negó con la cabeza, una sombra de vergüenza cruzando su rostro.

—Una moto. No creo que sea seguro llevar a Seojun ahí.

—Ni lo sueñes —replicó Haechan al instante.

—. Bueno, les pido un taxi cuando me avises.

Y sin más, se dio la vuelta y salió de la cocina, dejando a Mark con su hijo y la extraña sensación de ser una persona insignificante, que recibe órdenes.

Un simple empleado.

Y eso es lo que era.

[...]

El interior del lugar era exactamente como Mark se habría imaginado un restaurante de Haechan: elegante sin ser pretencioso, con paredes de un verde profundo, madera cálida y una iluminación suave que hacía que todo brillara. Se sentía a un millón de kilómetros de distancia de los bares de mala muerte y los estudios de grabación baratos que habían sido su mundo durante los últimos años.

Mark dejó a Seojun, sentado felizmente en una silla de bebé con una hoja y unos lápices de cera que una amable camarera le había traído.

Poco después, Haechan apareció, secándose las manos en el delantal blanco que llevaba atado a la cintura. Se lo quitó, lo colgó en un perchero cercano y se sentó frente a Mark.

— ¿Se ha portado bien? —preguntó, mientras acariciaba la pequeña mejilla del niño y su mirada suavizándose al ver sus dientes creciendo.

—Un ángel —confirmó Mark— Se comporta demasiado bien. Excepto a la hora de dormirse, es un poco complicado.

Haechan sonrió, una sonrisa genuina y fugaz. El silencio se instaló por un momento, cómodo esta vez. Fue Mark quien lo rompió, con una pregunta que llevaba un rato rondándole la cabeza.

—Jiwon... —empezó, con cuidado—. ¿Es tu pareja?

La sonrisa de Haechan se desvaneció. Su postura se volvió más rígida.

—Mark, no crucemos esa línea.

— Solo es una pregunta.

—Y esta es mi respuesta: no, no lo es — dijo, su voz baja y firme. Miró de reojo a Seojun, que estaba muy concentrado en pintar una papa frita de color azul—. Y el niño puede escuchar. No voy a dar más detalles de mi vida personal.

Mark asintió, pero la curiosidad, la necesidad de entender, era más fuerte. Se inclinó sobre la mesa, bajando la voz hasta convertirla en un susurro que era solo para ellos dos.

— De verdad es tu hijo.

Haechan lo miró fijo, los hombros tensos delatando su incomodidad. Pero, en lugar de enojo, sus labios se curvaron en una sonrisa sarcástica. Se recostó en el asiento, cruzó los brazos y arqueó una ceja.

—¿Acaso no nos parecemos?

—Es una copia tuya, en realidad —afirmó Mark, su voz suave. Luego, sus ojos volvieron a encontrarse con los de Haechan. Y se quedaron ahí.

Fue una mirada más larga de lo socialmente aceptable. Más profunda de lo que se permitirían dos simples conocidos.

En ese instante, el murmullo del restaurante, el tintineo de los cubiertos, todo se desvaneció. Ellos no eran solo dos personas. Habían sido novios. Habían compartido tanto y tan poco al mismo tiempo. Se habían entregado por completo al otro, con la intensidad imprudente de los primeros amores. Y quizá por eso, incluso después de tantos años, bastaba solo un cruce de miradas para volver a sentir esa emoción en el corazón, que parecía encenderse con la misma facilidad que la primera vez.

Fue Haechan quien rompió el contacto visual, tosiendo levemente. Se sentía expuesto. Necesitaba recuperar el control, volver a poner a Mark en la casilla de "empleado".

—Bueno... —carraspeó, adoptando un tono falsamente profesional—. Seojun comienza el jardín la próxima semana. Eso cambia un poco el horario.

Mark parpadeó, volviendo también al presente. Asintió, atento.

— Debes cuidarlo desde la mañana, ir a dejarlo al jardín,  luego tienes que ir a buscarlo después del almuerzo. Termina a las cuatro de la tarde. Yo llego a casa sobre las diez de la noche, aproximadamente.
Y sé que tu contrato incluye la estadía, pero en verdad... como ahora tendrás más tiempo libre durante el día, podrías venir desde tu casa, si quieres.

El silencio que siguió fue denso.

Mark lo observó, una expresión indescifrable en su rostro. Luego, esa sonrisa juguetona apareció.

—¿No quieres tenerme en tu departamento, Donghyuckie?

El uso del viejo apodo fue un golpe bajo y deliberado. Haechan sintió que el calor le subía por el cuello.

—N-no es eso —tartamudeó, traicionándose a sí mismo—. Es para que estés más cómodo... y para que yo lo esté.

—¿Te incomoda que yo esté ahí? —preguntó Mark, su voz ahora más suave, genuinamente curiosa.
Haechan desvió la mirada hacia su hijo, incapaz de sostener la de Mark.

—Un poco... —admitió en un susurro.

—Sinceramente, me conviene quedarme —dijo Mark con calma, sin rastro de burla— Por el tema del tiempo, donde vivo queda a una hora de distancia, entonces es más simple quedarme. Pero si es un problema para ti, está bien. Vendré desde mi casa.

La facilidad con la que Mark estaba dispuesto a ceder lo desarmó. De repente, se sintió como el malo de la película.

—No, no es un problema para mí —se retractó rápidamente—. Lo decía más por ti, pero si te conviene más, entonces está bien. Olvídalo.

Mark notó el nerviosismo del chico, la forma en que evitaba su mirada y jugaba con la servilleta. No pudo evitar que una ola de ternura lo invadiera. Haechan nunca había sido bueno disimulando sus emociones, y él... bueno, él disfrutaba demasiado descubrir que aún podía provocarle ese efecto.

Lograr ponerlo nervioso seguía siendo su pequeño triunfo.

Chapter Text

La primera semana de Mark como niñero pasó bastante rápido. A pesar de lo incómodo de la situación, logró adaptarse fácil a la rutina.

Seojun se despertaba cerca de las ocho de la mañana. Como aún dormía en la misma habitación que su padre, Mark entraba en silencio para buscarlo, intentando no despertar a Haechan, que llegaba muy cansado del trabajo y apenas se movía.

Si Mark era sincero, jamás pensó que podía llevarse tan bien con un niño. No era precisamente su fuerte. De todos los trabajos a los que postuló, ser niñero era prácticamente su última opción, pero fue la única que finalmente consiguió. Y para su sorpresa, se le daba bien.

La rutina era simple: levantar a Seojun, prepararle el desayuno y hacer café. Cuando el café estaba listo, Donghyuck aparecía en la cocina. Apenas hablaban más allá de un "buenos días".
Las cosas entre ellos seguían siendo distantes.

Haechan se quedaba un rato con su hijo, conversando de lo que podían. A menudo solo asentía y sonreía cuando no le entendía alguna palabra. Luego, se bañaba y se iba al restaurante.

Durante el día, Mark no solo cuidaba al niño, sino que también ordenaba el caos de juguetes y desorden que dejaba a su paso un niño de tres años. También mantenía contacto con Jiwon, quien le escribía para pedirle fotos de Seojun, preguntarle cómo estaba y si Donghyuck pasaba tiempo con él. Mark siempre le decía que sí, aunque supiera que el tiempo que Haechan le dedicaba no era ni la mitad de lo que Jiwon imaginaba.

El fin de semana llegó. El viernes, cuando Mark se fue del departamento, se despidió de Seojun con tanto cariño que el niño se puso a llorar, como si no lo fuera a ver por mucho tiempo.

Donghyuck tuvo que consolarlo y explicarle que lo volvería a ver en dos días.

El sábado y el domingo, Haechan no trabajaba. Dejaba el restaurante a cargo de su souf chef y gran amigo, Na Jaemin.

Esos días estaban destinados por completo a su hijo.

El sábado lo llevó a un parque cercano, hicieron un pequeño picnic y le hizo una sesión de fotos tan completa que casi se quedó sin memoria en el teléfono. Por supuesto, también hicieron una videollamada con Jiwon.

"Ahhh, lo extraño tanto" dijo ella al ver a Seojun en la pantalla. "Quizás venir por un mes a Japón fue demasiado. ¿Debería devolverme?"

—Jiwon, aprovecha el descanso. Te lo mereces, has hecho mucho. Seojun está bien conmigo, solo míralo.

"¿Y el niñero? ¿Lo cuida bien? preguntó Jiwon, y luego sonrió de forma insinuante "¿Y a ti? ¿Te cuida bien también?"

—Basta. No hagas esas caras. No pasa nada entre nosotros, apenas nos cruzamos.

Después de un rato de conversar, Seojun dijo, en su corto lenguaje, que quería volver al departamento porque tenía mucho calor y estaba cansado.

Cuando llegaron, Donghyuck intentó hacerlo dormir. Había gastado suficiente energía en el parque como para que cayera rendido, pero no fue así.

Estuvo una hora y media luchando. Seojun lloraba, no se quedaba tranquilo por nada del mundo, y Donghyuck, que no estaba acostumbrado a este tipo de rabietas, comenzó a desesperarse un poco.

Amaba a su hijo más que a nada, pero en momentos como este, se sentía el padre más incompetente del planeta.

La verdad, si era honesto consigo mismo, era que no estaba preparado para esto. Seojun vivía la mayor parte del tiempo con Jiwon; ella era la experta, la que tenía mil y un trucos para cada tipo de llanto. Haechan era el padre de los fines de semana divertidos, de los parques y los helados. Cuando surgía una crisis, su primer instinto siempre había sido llamar a Jiwon, quien con calma le decía exactamente qué hacer. Pero ahora, no podía recurrir a ella.

Y entonces, en un acto de pura rendición, hizo lo que se había prometido no hacer. Sacó su teléfono y buscó el contacto que había guardado bajo el nombre de:

"M. Lee (Niñero)".

"¿Aló?" la voz de Mark sonó al segundo tono, tranquila, un poco lejana.

—Yo... lo siento, de verdad, sé que es tu día libre —la voz de Haechan era tensa, cada palabra una admisión de derrota—. Es Seojun. No para de llorar, no sé qué hacer, he intentado todo...

"Dame un segundo, Jeno. Lo siento."

El nombre flotó en el aire. Jeno. Mark estaba en una cita. Haechan sintió una oleada de vergüenza que le heló la sangre.

Estaba interrumpiendo su sábado por la noche.

— Estás ocupado —dijo rápidamente, queriendo que la tierra se lo tragara—. No, olvídalo. No es nada, de verdad. Yo me las arreglo. Discúlpame.

"Haechan, no" el tono de Mark cambió al instante, perdiendo toda la ligereza anterior. Ahora era serio, enfocado "No cuelgues. ¿Qué pasa con Seojun?"

— No importa, es una tontería, solo está cansado. Disfruta tu fin de semana, de verdad.

"Voy para allá."

Y a pesar de las protestas de Haechan, Mark colgó.

Y luego de aproximadamente veinte minutos, que para el chico fueron eternos, el niñero llegó.

Simplemente dejó su chaqueta en una silla, se arremangó las mangas de la camisa con un movimiento práctico y alzó los brazos, ofreciéndolos.

En cuanto Seojun vio a Mark, el mundo cambió. El llanto se cortó en un hipo tembloroso y sus bracitos se extendieron hacia él, aferrándose a su cuello como si no lo hubiera visto en semanas. Automáticamente, el niño hundió el rostro en el hombro de Mark, su pequeño cuerpo relajándose por completo. El silencio que quedó fue casi ensordecedor.

—No puede ser... —susurró Haechan, incrédulo. La frustración y el asombro luchaban en su voz—. Yo llevo casi dos horas intentando calmarlo y no hay caso. Llegas tú y es otro niño.

Mark rio, una risa suave y complacida mientras mecía a Seojun.

—Lo llevaré a la habitación para dormirlo. ¿Quieres acompañarme?

La respuesta inmediata y lógica de Haechan debió ser un no rotundo. No sabía si era lo suficientemente fuerte para presenciar la escena: su ex, haciendo dormir a su hijo. Sin embargo, en contra de su buen juicio, asintió. La curiosidad era más fuerte que el miedo.

En la penumbra del dormitorio, Haechan observó desde el umbral. Mark no solo lo acostó; se sentó en el suelo junto a la cuna y comenzó a tararear una melodía baja y sin letra, una canción de cuna improvisada mientras acariciaba la espalda del niño con un ritmo constante.

Eventualmente, luego de unos minutos que se sintieron eternos, la respiración de Seojun se hizo profunda y regular.

Se había dormido. Mark lo acomodó con una delicadeza que le oprimió el pecho a Haechan, y los dos salieron de la habitación en silencio.

—Nuevamente, perdón por haberte molestado —dijo Haechan una vez que estuvieron en la sala—. ¿Estabas muy ocupado?

—Estaba en una cita —soltó Mark, sin rodeos, observándolo directamente, esperando, queriendo, una reacción.

Oh.

El calor subió por el cuello de Haechan y se instaló en sus mejillas. Se tapó el rostro con ambas manos, un gesto de pura vergüenza.

—Perdón por arruinártela. En serio. Soy un padre incompetente que no puede calmar a su propio hijo y tiene que recurrir a su niñero en un sábado por la noche...

—Está bien, Donghyuck —la voz de Mark fue tranquilizadora—. Él entendió. Es trabajo.

Sí, trabajo. La palabra resonó extraña entre ellos.

—Agregaré este día también para tu pago a fin de mes.

—No es necesario, de verdad.

—Entonces déjame recompensártelo de otra forma —insistió Haechan—. No te vayas todavía. ¿Quieres una copa de vino? Como... agradecimiento.

Mark sonrió y asintió. ¿Cómo iba a negarse?

Se sentaron en la pequeña mesa de la cocina, el silencio ahora menos tenso, suavizado por el vino.

—¿Puedo preguntarte algo? —dijo Mark después de un rato, girando la copa entre sus manos—. Sobre... él. Sobre Seojun. ¿Cómo es que...?

La pregunta quedó flotando, delicada y llena de curiosidad. Haechan sonrió, pero fue una sonrisa melancólica, cargada de recuerdos. No sintió la necesidad de ocultarle la verdad. Al final, de una forma retorcida, Mark era el inicio de esa historia.

—Poco tiempo después de que termináramos y tú te fuiste... — comenzó, su mirada perdida en el reflejo del vino—  Salí una noche, bebí demasiado y, no sé, quise ver qué se sentía estar con una mujer. Jiwon estaba ahí. Fue amable, divertida... era linda. Y solo pasó. Fue literalmente algo de una noche.

Hizo una pausa, tomando un sorbo.

— Y con las mínimas probabilidades del universo, Jiwon quedó embarazada. ¿No es gracioso? —rio sin humor—. Quedar embarazada de un chico gay que solo quería experimentar. Por suerte, nos hicimos muy amigos mientras todo pasaba. Ella quiso tenerlo, yo me hice cargo y decidimos enfrentarlo juntos, como el equipo que somos ahora. Y ha sido, por lejos, lo mejor que me ha pasado en la vida.

Haechan finalmente levantó la vista y miró a Mark directamente. La amargura que había sentido por años parecía haberse disuelto, dejando en su lugar una verdad compleja y extrañamente pacífica.

—Así que supongo que gracias. Quizás si no hubiéramos terminado de la forma en que lo hicimos, Seojun no existiría. Y para mí, él es lo más hermoso que tengo.

 

La confesión de Haechan quedó suspendida en el aire denso y silencioso de la cocina, cargada con el peso de cinco años de historia. La honestidad cruda había creado un nuevo tipo de intimidad entre ellos, una más peligrosa y vulnerable que cualquiera de sus interacciones anteriores.

Mark procesó las palabras, su mirada fija en el rostro del castaño. La revelación de que su mayor error había sido en cierta forma, la mayor alegría del moreno era una verdad compleja y agridulce. Lentamente, extendió su mano sobre la mesa y cubrió la de Haechan. No fue un gesto de consuelo, sino de genuino cariño.

El contacto fue como una descarga eléctrica. Haechan se quedó inmóvil, su respiración atorada en la garganta. No retiró la mano. Su cerebro gritaba que era una mala idea, pero su piel recordaba el tacto de Mark como si fuera ayer.

— Sigues teniendo la misma mirada —susurró Mark, su voz ronca por el vino y la emoción. Su pulgar comenzó a trazar círculos lentos sobre el dorso de la mano de Haechan—. La misma que ponías cuando hablabas de una nueva receta que querías intentar, o de cómo querías decorar nuestro primer apartamento. Esa pasión y amor...

El mundo de Haechan se redujo a ese punto de contacto, al calor que emanaba de la mano de Mark y a la intensidad de sus ojos. La cocina, el vino, el cansancio del día... todo se desvaneció.

Mark se inclinó, lento, deliberado, dándole  todo el tiempo del mundo para detenerlo. La distancia entre ellos se acortó, el aire se volvió pesado, cargado de la electricidad del "casi". Donghyuck podía oler el vino en su aliento. Una parte de él, una parte traidora y hambrienta, quería cerrar la distancia.

Quería saber si sus labios todavía se sentían como en sus recuerdos.

Es un error, pensó. Una idea terrible, terrible. ¿Por qué no me muevo?

Cuando sus labios estaban a apenas un suspiro de distancia, Haechan finalmente actuó. Levantó su mano libre, no para empujarlo, sino para posar con una suavidad la punta de su dedo índice sobre los labios de Mark. El gesto fue tan íntimo como el beso que interrumpió.

—Mark... —su propio nombre fue un susurro cargado de advertencia y pesar—. No.

Este se detuvo, sus ojos buscando una respuesta en los de Haechan. No había ira, solo una profunda y complicada emoción.

—No podemos volver a esto —continuó Haechan, su voz temblando ligeramente—. No así.

Ese "no así" quedó suspendido entre ellos, cargado de posibilidades.

Se quedaron así por un instante que pareció una eternidad, respirando el mismo aire denso, la yema del dedo de Haechan todavía sintiendo el calor de los labios de Mark.

Finalmente, con una lentitud que le costó un esfuerzo inmenso, Haechan retiró la mano y ambos se reclinaron en sus sillas, rompiendo el contacto que los había atrapado. El silencio que quedó era más ruidoso que cualquier grito.

Haechan necesitaba romperlo. Necesitaba cambiar de tema antes de que su autocontrol, ya debilitado por el vino, se hiciera añicos y fuera él quien se inclinara para terminar lo que Mark había empezado.

—Entonces... —dijo, su tono forzadamente casual. De un solo sorbo, se terminó todo el vino que quedaba en su copa y se sirvió más, con la mano un poco temblorosa—. ¿Cómo estuvo tu cita? Antes de que yo, ya sabes, la arruinara.

No tenía mucha resistencia al alcohol y ya comenzaba a sentir cómo los bordes de su compostura se suavizaban peligrosamente.

Mark lo observó, una pequeña sonrisa divertida jugando en sus labios. Estaba claro que había notado el abrupto cambio de dirección.

—Estuvo bien... Aunque no sé si debería hablar de esto contigo. —rio suavemente.

—¿Por qué no? —replicó Donghyuck, encogiéndose de hombros y tratando de parecer despreocupado—. Somos... uhmm... el empleado y el empleador, entrando en confianza nuevamente. Es profesional.

La descripción era tan absurda que Mark soltó una carcajada.

—Claro, "profesional".

Asintió, siguiéndole el juego, aunque esa palabra no se sentía correcta en absoluto.

— Se llama Jeno. Lo conocí en una app de citas. Fue nuestra segunda salida de hecho.

Haechan se quedó con la copa a medio camino de su boca. Parpadeó una, dos veces.

—¿Lee Jeno?

Ahora fue el turno de Mark de sorprenderse.

—Sí... ¿Lo conoces?

Haechan soltó una risa incrédula, negando con la cabeza.

—Es nuestro mesero los fines de semana.

Mark se quedó en silencio, procesando la información. La serie de coincidencias que lo habían traído de vuelta a la órbita de Haechan era cada vez más ridícula.

—Wow... Seúl es realmente pequeño.

Haechan rio suavemente, el vino haciéndolo sentir más audaz, más honesto. Levantó su copa en una especie de brindis resignado.

—Al parecer. Esa sería la única explicación lógica de por qué mi exnovio terminó siendo el niñero de mi hijo.

La broma, cargada de una verdad irónica, quedó flotando entre ellos. Mark observó a Haechan por un largo instante, una sonrisa agridulce en sus labios. Sin decir palabra, tomó la botella y rellenó un poco más su copa..

—Voy a serte honesto —dijo Haechan de repente, su voz ahora apenas un susurro sobre el zumbido de la ciudad. Fijó la mirada en el remolino oscuro de su copa—. El primer día, cuando abrí la puerta y te vi... pensé en despedirte al día siguiente. No quería verte. No quería tener que lidiar con... todo esto.

Mark se quedó inmóvil, escuchando, demasiada honestidad para su corazón.

—Pero no lo hice —continuó Haechan, sin levantar la vista—. No lo hice porque en las pocas horas que estuviste aquí, mi hijo te adoró. Y hoy... hoy me demostraste por qué. Eres bueno con él, Mark. Eres un muy buen niñero.

Finalmente, alzó la cara, y sus ojos, serios y despojados de cualquier sarcasmo, encontraron los de Mark con una claridad dolorosa que no dejaba lugar a dudas.

—Y ahora mismo, eso es lo único que puede importarme.

Mark sostuvo su mirada, asimilando cada palabra. Era un cumplido y una sentencia, todo en uno.

Le estaba diciendo: Eres importante para mi hijo, por lo tanto, te quedas. Pero tú y yo, lo nuestro, se queda en el pasado

El mayor asintió lentamente, una sola vez. No había nada que pudiera decir.

Y en el silencio que llenó la cocina, un silencio que ya no era incómodo ni tenso, sino simplemente definitivo, Mark Lee entendió cuál era su lugar.

Chapter 4: Vino.

Chapter Text

El vino le dejó a Mark un dolor de cabeza persistente y un despertar extraño. Abrió los ojos y se encontró mirando a un techo que no era el suyo. Su cadera estaba atrapada, rodeada por las piernas desnudas de su ex, quien lo abrazaba como si fuera un oso de peluche que temía soltar.

Cuando el mayor recuperó un poco la compostura, con cuidado, Mark se zafó del agarre, procurando no despertarlo.

Vio que Seojun ya estaba despierto, intentando escalar la cuna para pasarse a la cama.

—Hola, lindo, buen día —lo tomó en brazos—. ¿Hace cuánto que estás despierto? ¿Qué hora es?

El niño frunció la nariz, cubriéndosela con su manita, al percibir el olor a alcohol.

—Lo siento, me bañaré de inmediato. Tu papá es un oso invernando o algo, porque no se despierta por nada.

Seojun se rió y asintió. Era domingo. Su día libre, y aquí estaba, preparando una pequeña comida para el bebé, que se había saltado el desayuno porque Mark había despertado a las doce y media del mediodía.

Mientras Seojun comía y jugaba con su comida, revisó el teléfono.

Era un mensaje de Jeno.

Jeno

Hey, ¿cómo te fue con tu trabajo? A pesar de la interrupción, la pasé súper contigo 😉 Avísame cuando tengas tiempo y nos volvemos a ver, si quieres... hoy trabajo, no me quedan más oportunidades de tomarme el día libre :(

Mark sintió un cosquilleo de emoción.

Jeno era su tipo: amable, atractivo y fácil de tratar. Habían tenido dos citas, o una y media, si se consideraba que la de ayer había sido interrumpida por la crisis de Donghyuck.

En realidad no solo la cita había sido interrumpida, si no que también, su intento de conocer a alguien más... Y es que su mente no podía evitar: comparar, recordar, desear todo aquello que vivió con Haechan.

Pero debía saber su lugar, ayer se lo habían dejado claro.

Mark

Hola, Jeno 😊 Todo bien, gracias. Estaba pensando... ¿cuándo podríamos vernos? Yo trabajo entre semana y tú los fines de semana, así que no sé si será fácil, pero me encantaría. ¡Suerte hoy en el trabajo!

Para despejar sus pensamientos, dejó el teléfono, tomó a Seojun en brazos y lo recostó suavemente junto a su padre. El pequeño, empezó a llenarle la mejilla de besos, hasta que, de repente, frunció la nariz con disgusto. La risa de Mark resonó en la habitación, finalmente despertando a Donghyuck.

Este se incorporó al instante, sintiendo la cabeza punzante.

—Me tengo que ir. Según Seojun, apesto... y probablemente tú también —bromeó con una sonrisa cansada—. Voy a ducharme.
Gracias por el vino, la pasé muy bien... nos vemos mañana a primera hora. Seojun empieza el jardín.

—Oh, sí... Dios, perdón. Yo debería agradecerte por cuidarlo, de verdad. Gracias.— dijo el moreno mientras se tapaba el rostro, un poco avergonzado.

La distancia que había marcado sus encuentros anteriores, incluso hasta ayer, parecía haberse desvanecido.

Donghyuck sentía una genuina gratitud. El rencor que había acumulado contra el chico que le rompió el corazón a los veinte años se estaba diluyendo, reemplazado por un agradecimiento sincero.

Aún así, parecía no ser suficiente.

No quería que Mark entrara de nuevo en su vida de otra forma que no fuera como el niñero de su hijo.

Y eso sería solo por un mes... o lo que quedara antes de que Jiwon regresara. Después de ese tiempo, Mark volvería a ser un extraño. Eso era lo que Donghyuck quería. O, al menos, lo que creía necesitar.

Por su parte, el mayor solo deseaba demostrar que ya no era el chico inmaduro que lo lastimó. Pero, al mismo tiempo, sabía que no podía ser el hombre que él necesitaba, no ahora.

Donghyuck lo tenía todo.

Él no tenía nada.

Nada que ofrecerle más allá de una historia con un final que el otro no recordaba con cariño.

Con toda esa abrumadora revelación, se subió a su moto y se dirigió a su apartamento. Y cuando llegó, no pudo evitar comparar: el tamaño, la estética... su sala era del tamaño de la habitación de Donghyuck.

Quizás no era su momento... y tal vez nunca lo sería.

La idea lo golpeó con un peso amargo. Fue directo a la ducha, esperando que el agua le aclarara la mente.

Decidió que se esforzaría por tener una buena relación con Haechan, sin cruzar los límites que se habían impuesto. Y a la vez, se enfocaría en su vínculo con Jeno. Fuera como amigo, una potencial pareja, o lo que fuese.

Lo poco que lo había conocido, le bastaba para saber que valía la pena tenerlo en su vida.

Y entonces, luego de meses de silencio, de dejar de escribir, de no tocar su guitarra ni su piano... volvió la inspiración.

Mark no quería rendirse con su sueño de ser una estrella, pero la derrota había sido tan dura que no había podido hacer música.

Quizás el problema no había sido la música, sino su decisión de marcharse. Había buscado en el extranjero lo que siempre tuvo en su propio país.

Y quizás también debió pensar eso cuando lo tenía todo con Donghyuck, en lugar de buscar en alguien más lo que ya tenía.

Mientras jugueteaba distraídamente con el piano, su teléfono vibró con una notificación.

Jiwon
Hola, Mark. Ahí va la mitad de lo acordado; a fin de mes te pago lo demás. Sé que te dije que sería cuando regresara, pero Donghyuck me habló muy bien de ti y quiso aumentar un poco la paga, y me parece justo. Has hecho un gran trabajo, gracias infinitas. ¡Saludos! Ah, y cuida también de Donghyuckie, jajaja ;)

¿Jiwon sabía? ¿Estaba al tanto de su historia? Ese último comentario, ¿era una insinuación? ¿De alguna forma, estaba apoyando la idea de que Haechan estuviera con él? El pensamiento le provocó un agradable calor. Y además... ¿Donghyuck quiso darle más dinero? Si la suma inicial ya era generosa, esto era aún más. ¿O solo sentía lástima por él? No, no podía ser.

Mark
Hola, Jiwon. Muchas gracias, de verdad, no era necesario adelantarme nada, pero lo aprecio muchísimo. Me alegra que Donghyuck piense que estoy haciendo un buen trabajo, aunque el verdadero mérito es de Seojun... es imposible no encariñarse con él. También cuidaré de su papá, prometido, jajaja. Que todo vaya bien en Japón. Saludos. :)

Y con una ligera sensación de hormigueo en el pecho, sonrió, sabía que no debía ilusionarse, entendía cuál era su lugar o al menos intentaba hacerlo.

Pero al final del día, Mark seguía siendo Mark: alguien que, sin importar cuánto hubiese madurado, siempre terminaba dejándose llevar por el corazón en lugar de la razón.

De repente, un flashback de la noche anterior lo golpeó.

El vino, el casi beso, más copas, la vista nublada... él ayudando a Donghyuck a desvestirse.

Mark se cubrió la cara, sintiendo cómo el alcohol seguía haciendo estragos en su memoria.

"Déjame ayudarte con eso...", había susurrado con voz suave mientras desabrochaba el pantalón de Donghyuck, quien reía complacido.

"No pienses que te dejaré hacer algo más. Menos con Seojun durmiendo en la misma habitación", advirtió Donghyuck, aunque su voz no sonaba tan convincente.

Mark lo miró, el deseo brillando en sus ojos, y asintió. Con lentitud, disfrutando de la vista, ayudó a su ex a quitarse la ropa. La piel morena parecía brillar bajo la escasa luz que se filtraba por la ventana.

"Absolutamente precioso", dijo, y deslizó su mano desde el hombro de Donghyuck hasta su muñeca, sintiendo la suavidad de su piel.

Donghyuck sonrió por el cumplido y retiró la mano, rompiendo el contacto. "Estoy demasiado cansado para ponerme el pijama".

"Entonces quédate así", respondió Mark.

Donghyuck se acostó junto a la cuna de su hijo. Mark iba a irse a la habitación de invitados, pero antes de que pudiera darse la vuelta, sintió una mano suave en su muñeca.

"Duerme aquí. Desarmé la cama de invitados", la voz de Donghyuck era tan suave como la miel.

"¿Contigo?", preguntó, sorprendido.

Donghyuck lo miró, como si la respuesta fuera obvia, y Mark se acostó a su lado antes de que pudiera retractarse.

"Esto no significa nada, es solo amabilidad. No te hagas ideas", aclaró el castaño, antes de caer rendido en un segundo.

 

Mark en serio debería dejar el vino. Nunca terminaba bien.

Chapter 5

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Mark llegó temprano el lunes. 

Había dormido poco; el día anterior lo dedicó entero a pensar y pensar, hasta sentirse agotado.

Seojun debía estar en el jardín a las nueve de la mañana, pero Mark apareció a las 7:30. Supuso que Donghyuck estaría durmiendo asi que entró con la lleve que le habían entregado.

— Creí que seguirías durmiendo, por eso no toqué... lo siento —murmuró al encontrar a Donghyuck en la cocina, con una taza de café en la mano. Seojun estaba en sus brazos, aún medio dormido, con el rostro acurrucado en el cuello de su padre.

Se veía increíblemente tierno. Y sí, el bebé también.

Una sonrisa, genuina e incapaz de ser contenida, se dibujó en los labios de Mark.

—Me asustas, ¿cómo puedes estar así de sonriente a estas horas? —dijo Donghyuck,—. Me desperté más temprano de lo habitual. Seojunnie no se siente muy bien, no sé si debería ir a su primer día... con el frío de la mañana podría resfriarse y...

—¿Este eres tú siendo un padre sobreprotector?

Haechan rió suavemente, aceptando la acusación. Quizás sí estaba siendo aprensivo.

Todo seguía siendo nuevo para él, incluso si su hijo ya tenía tres años. Pronto tendría que reemplazar la pieza de invitados, remodelarla para que Seojun tuviera su propia habitación, su pequeña cama en vez de la cuna junto a la suya.

— Voy a acompañarte a dejar a Seojun al jardín. No puedo perderme su primer día. ¿Te molesta?

El mayor se sorprendió, gratamente. Entre ellos las cosas estaban cambiando: Donghyuck parecía más accesible, menos empeñado en levantar esa muralla que había construido al inicio.

Claro, todavía con la distancia de no ser más de lo que ya eran...

—¿Cómo me va a molestar? Eso sería algo muy lindo.

Haechan asintió y le pasó al niño.

— Iré a darme una ducha. Después del jardín tengo que ir a trabajar y... creo que hoy no volveré a casa. Por eso también quiero acompañarte, porque no veré a mi bebé en mucho rato.

¿Tenía permitido preguntarle dónde estaría? ¿Por qué no volvería? ¿O sería cruzar una línea que todavía no le correspondía?

La pregunta se le atoró en la garganta. Antes de poder formular palabra, Donghyuck desapareció hacia el baño.

No, no debía preguntar.

Tras una mañana caótica, cuando el niño ya estaba completamente despierto, Haechan se encargó de prepararle algo de comer y un pequeño snack para llevar . Luego, Mark lo bañó y juntos lo vistieron con su mejor ropa.

Incluso se tomaron el tiempo de peinar su cabello.

— ¿Quién es este niño tan guapo? —preguntó Donghyuck, con la voz suave, mientras terminaba de arreglarle el pelo. Seojun se rio, orgulloso.

— Dios, estás tan grande... —dijo Donghyuck, limpiándose una lágrima falsa.

Mark le acarició la espalda con ternura, y el mas bajo lo miró con agradecimiento.

Salieron del apartamento y se dirigieron al jardín. En auto, el trayecto solía ser de unos diez minutos, pero el tráfico de la mañana hizo que se demoraran el doble.

Y finalmente, cuándo llegaron, Seojun lloró un poco cuando una profesora vino a recibirlo. Haechan, que al principio intentó contenerse, acabó desarmándose en lágrimas de verdad.

Mark reaccionó rápido, lo abrazó fuerte y lo dejó llorar contra su hombro.

— Va a estar bien —susurró, con voz tranquila, mientras sonreía.

Ver asi a Haechan era demasiado para su corazón debil.

Después de estar un rato en esa posición, mientras se tranquilizaba en ese abrazo que se sentia calidamente familiar, fue consciente en la posicion que estaban y se separó abruptamente, mientras aclaraba su garganta y reía nervioso.

—Gracias —le dijo, la voz aún afectada por la emoción.

—¿Por qué? —preguntó Mark, con una sonrisa.

—Por... todo. —dijo Donghyuck, el sonrojo subiendo hasta sus mejillas. — Tengo que irme a trabajar ahora. ¿Quieres que te deje en tu casa y luego regresas por Seojun?

— Vivo a una hora, Hyuck —negó Mark con una suave sonrisa. —De verdad, no te preocupes, puedo tomar un bus. Vas a llegar tarde por mi culpa si me llevas.

—¿Seguro?

Mark asintió.

La duda de la mañana seguía ahí. ¿De verdad no iba a volver a su casa esa noche? La curiosidad fue más fuerte que la prudencia.

— Uhm... Hyuck ¿puedo saber por qué no llegarás?

Donghyuck dudó por un instante, pero al final la respuesta salió de su boca:

 — Aún no estoy seguro, quizá sí vuelva. Tengo... una cita.

La palabra "cita" cayó como un balde de agua fría. Ambos se sintieron incómodos de repente. Mark se rascó la nuca.

— Solo quería saber, por si acaso, ya sabes... si podía molestarte o no.

— Cualquier cosa que tenga que ver con Seojun, claro que puedes llamarme — aclaró, volviendo a su tono más distante.

Se despidieron rápido, como si alargar el momento lo hiciera todo peor. Mark vio a Donghyuck alejarse en su auto, sintiéndose extraño.

El resto del tiempo, antes de recoger a Seojun, lo dedicó a componer. Sus dedos se movían sobre el piano fluidamente, como si no hubiera tenido un bloque creaetivo que se lo impidió por tanto tiempo. 

Pero su mente no dejaba de dar vueltas.

Haechan en una cita. Estaba bien, por supuesto que lo estaba. Mark también salía.

Pero tenía demasiadas preguntas. ¿Era alguien nuevo? Lo dudaba. Donghyuck no parecía el tipo que se arriesgaría a pasar una noche fuera por un desconocido, ¿o sí? Quizá en realidad si era capaz de pasar una noche con alguien que acababa de conocer.

No iba a juzgarlo; Mark también lo había hecho.

Y aun así, se sentía... incorrecto.

La situación se estaba volviendo insostenible para Mark.

Pretender que su historia no existía, que eran simples conocidos, era imposible. La cercanía era inevitable, y la distancia que intentaban mantener se volvía cada vez más una tortura.

No podía evitar sentir celos, una posesividad que no le correspondía, ante la idea de que Donghyuck estuviera saliendo con alguien más.

Se preguntaba si el menor se habría sentido igual cuando él mencionó su cita con Jeno.

¿Hasta dónde serían capaces de aguantar?

[...]

La tarde transcurrío sin mayores problemas. Donghyuck se dedicó supervisar a los otros cocineros mientras también se encargó de preparar algunos platos.

Cuando el restaurante cerró, solo esperaban a que los últimos clientes pagaran sus cuentas y se retiraran.

Haechan se asomó al pequeño ventanal de la cocina, que daba al pasillo donde se entregaban las órdenes, sus ojos se toparon con un rostro familiar.

Era Jeno.

—¿Jeno? ¿Qué haces aquí? Se supone que trabajas solo los fines de semana —preguntó Donghyuck, confundido, mientras el chico se acercaba y le hacía una leve reverencia.

—Ah, Jaemin me cambió un poco el horario —respondió Jeno con naturalidad. —Ahora tengo más turnos.

Donghyuck frunció el ceño. Jaemin no estaba a cargo de eso.

Como si lo hubieran invocado,  apareció en ese instante, entrando en la cocina como si el restaurante fuera suyo, con una sonrisa de oreja a oreja.

—Necesitamos más meseros durante la semana, así que es mejor que Jeno esté.— confirmó Jaemin.— ¿Estás listo?

Jeno los observó en silencio, divertido con la situación.

—¿Ustedes se llevan bien? —preguntó Donghyuck, mirando de uno a otro.

—Claro —respondió Jaemin sin dudar mientras cruzaba un brazo hasta el hombro del chico para abrazarlo. — Jeno siempre se queda hasta el final y me ayuda con todo. Somos bastante amigos ya.

Haechan se quedó pensativo por un segundo. La curiosidad le ganó.

—¿Puedo hacerte una pregunta un poco personal, Jeno?

El chico asintió con una sonrisa tranquila, como si tuvieran todo el tiempo del mundo y no hubiera que ordenar y limpiar.

—¿Qué piensas de Mark?

El hombre alzó las cejas y su sonrisa se hizo más amplia.

—Oh... es un gran chico.

—¿Están saliendo? ¿Son pareja? —soltó Donghyuck sin rodeos, con una urgencia que no pudo controlar.

Jaemin desvió la mirada y soltó una risa discreta, como si el descaro de su amigo le pareciera increíble.

—No, todavía no... Tenemos que conocernos más, pero es muy lindo. ¿Ustedes son amigos? ¿Se conocen?

Donghyuck asintió lentamente, con algo de duda, fingiendo una sonrisa que no alcanzó sus ojos.

— Bueno, vayámonos... tenemos una reserva en otro lugar, Hyuckie. — Jaemin interrumpió y lo tomó del brazo para llevárselo y que dejara de ser tan obvio.

Después de cambiarse el uniforme, Donghyuck tomó sus llaves y bolso, y ambos se subieron a su auto.

Apenas cerró la puerta, Jaemin lo miró, con los brazos cruzados y una sonrisa insinuante.

—¿Qué fue todo eso? —preguntó.

—¿Qué cosa? —dijo Donghyuck, fingiendo inocencia mientras encendía el motor.

— Esas preguntas tan personales al camarero, que no corresponden.

— Tampoco te corresponde tomar decisiones sin consultarme. ¿Por qué le diste más días? ¿Te interesa el mesero, Jaemin? —preguntó Donghyuck en tono de broma, pero Jaemin asintió de inmediato, sin dudar ni avergonzarse.

Haechan se quedó ahí, mirándolo, viendo si estaba siendo sincero o no, pero al notar su expresión, supo que realmente hablaba en serio. Y dijo:

— Tendremos una larga noche. Necesito más información.

Cuando los chicos llegaron al bar, el ambiente era perfecto para una conversación honesta. Se sentaron en un rincón tranquilo y pidieron un par de tragos.

—¿Y bien? —empezó Jaemin, con una sonrisa en el rostro—. ¿Por qué tan interesado en la vida romántica del camarero? ¿Y cómo es eso de que está con Mark? ¿Tu ex?

Donghyuck suspiró mientras asentía.

— Me estoy comportando como un niño. Le dije a Mark que tendría una cita y que, probablemente, no llegaría a casa. ¿Para qué? No lo sé. ¿Para causarle celos? ¿Para demostrarle que estoy bien sin él? Luego veo a Jeno y le hago preguntas que no debería. Me siento tan tonto. Fui incapaz de controlarme. Mark me hace actuar como un loco. Siempre lo ha hecho.

Jaemin se rio, tomando la mano de Donghyuck sobre la mesa.

—Pero si esto es una cita —dijo, y los dos rieron, con caras de disgusto.

—Y a ti...¿te interesa el mesero? —preguntó, moviendo las cejas de forma insinuante—. ¿Ha pasado algo entre ustedes? Debes decírmelo para que yo pueda detener a Mark y que no salga lastimado.

—Oh, eres tan bueno, Haechan —dijo Jaemin con una risa sarcástica—. Para nada es porque estás celoso y no quieres que terminen juntos.

Haechan lo golpeó suavemente y le indicó que siguiera hablando.

— No sé, solo me atrajo. Era el único que se quedaba hasta tarde para ayudarme, y algunas veces lo invité a comer para agradecerle su esfuerzo. Así lo empecé a conocer y caí rendido ante sus encantos, y es que de verdad es encantador. Sería raro que Mark no hubiera caído por él.

Haechan rodó los ojos, pero una parte de él sintió una punzada.

—Y me había mencionado que estaba conociendo a alguien, pero no quise preguntarle nada. No quería que mi corazón se destrozara.— dijo exageradamente, en verdad no estaba tan preocupado al respecto.— Jamás pensé que el chico iba a ser tu ex...

— Bueno, somos unos perdedores —dijo Haechan, con una sonrisa triste.

—Ni loco —interrumpió Jaemin con una carcajada—. Tengo mi encanto, Jeno se enamorará de mí. Es imposible no hacerlo.

Y en el fondo de su corazón, Donghyuck esperaba, con todas sus fuerzas, que tuviera razón.

 

Notes:

espero que les este gustando, aun no sé cuantos capitulos tendrá pero no creo que sea tan extenso. me encantaria saber su opinion, a traves de comentarios, mensajes en twt (didlovehc) recibir una retroalimentación siempre es bueno para una escritora !! gracias por leer muak

Chapter 6: Barreras.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Cuando Donghyuck llegó a su departamento, el sol de la tarde ya estaba en alto.

Eran la una.

Se había dado el lujo de faltar al trabajo, incapaz de enfrentarse al mundo con la apariencia que traía. Haciendo que su amigo, por ese dia se hiciera cargo del restaurante.

Prácticamente era como si ambos fueran dueños del lugar.

Apenas cruzó la puerta, vio a Mark sentado en el sofá, mirando las noticias que en realidad solo eran un eco de fondo mientras revisaba su teléfono, con una seriedad que no le era habitual.

En cuanto lo vio, Mark se enderezó, la sonrisa de siempre, ausente en su rostro. La imagen de Donghyuck gritaba a los cuatro vientos que había tenido una noche larga: el cabello revuelto, la chaqueta en la mano, una camisa arrugada que revelaba un poco de su clavícula, y unos pantalones de pijama que no parecían ser de él.

Todo en el moreno parecía gritar la palabra "sexo".

La verdad era que solo tenía una resaca terrible. Una muy mala resaca.

Mark sentía el enojo subiéndole por el pecho. No había recibido ni una sola palabra. Ni una llamada, ni un mensaje, nada. La preocupación se había convertido en molestia.

—Finalmente llegaste. —dijo, la voz más pesada de lo que pretendía.

—Te dije que probablemente no llegaría, anoche... —respondió Donghyuck con cansancio, dejando las llaves sobre la mesa sin hacer ruido.

—Un mensaje habría bastado para quedarme tranquilo.

Donghyuck lo miró, extrañado por el tono e intentando ponerle un límite enseguida dijo:

—Te avisé, Mark, con eso es suficiente.

—¿Y si te pasaba algo y yo no sabía dónde estabas? —la voz de Mark era tensa, cargada de una preocupación que no intentaba ocultar.

—Por favor, sé cuidarme solo, soy un adulto. ¿Qué pretendes con decirme esto? Me duele la cabeza.

Mark bufó, la frustración creciendo en su pecho. —Seojun preguntó por ti toda la noche y esta mañana también, porque aún no regresabas.

La culpabilidad golpeó a Donghyuck, pero también el enojo.

—¿Me estás haciendo sentir culpable por darme un día? Pudiste haberle dicho en lo que estaba y no preocuparlo.

—¿Qué le dijera que estabas en una cita? —soltó Mark, las palabras más pesadas de lo que pretendía.

Haechan asintió, con la quijada tensa. —Él no lo entiende, solo necesitaba saber que estaba bien. ¿Qué te ocurre? ¿Por qué estás tan molesto?

—Me molesta que seas tan despreocupado, solo eso.

—¿Despreocupado de Seojun? Te dije que si se trataba de él podías llamarme, hablarme. Si me extrañaba, con gusto le habría contestado.

—No lo entiendes... —dijo Mark, la mirada fija en los ojos de Donghyuck, incapaz de articular el nudo de sentimientos que lo ahogaba.

—No, no lo hago —respondió Haechan, alzando un poco la voz—. Porque si me estás diciendo todas estas estupideces solo para ocultar que estás celoso, es injusto y totalmente fuera de lugar. No tienes ningún derecho a hacerme sentir como un mal padre por haber salido un día.

Las palabras de Donghyuck golpearon a Mark con la fuerza de un puñetazo. Se quedó en silencio, sintiéndose un completo idiota. Había perdido totalmente el control.

—Lo siento, no quise... —murmuró, pero Haechan lo detuvo con un gesto.

—Iré a bañarme, no me siento bien.

Pasó a su lado rozándole el hombro sin mirarlo.

Donghyuck no era tonto. Había notado los celos del mayor.

Admitía que la tontería de la "cita" era para buscar una reacción en él, aunque jamás se lo diría.

En el fondo, pensaba en que debería sentirse satisfecho. Mark estaba celoso.

Sin embargo, sintió lo opuesto. Las palabras del mayor no habían sido agradables, y no pudo evitar sentirse mal.

Eso era lo que más odiaba: sentirse tan vulnerable ante cualquier cosa que Mark hiciera o dijera. Había construido una barrera durante tanto tiempo, y verla desaparecer tan rápido era desconcertante.

¿Algún día sería capaz de superarlo?

Cuando salió de la ducha, vestido con unos shorts holgados y una polera simple, escuchó un suave toque en la puerta de su habitación.

Abrió lentamente, mostrando solo la mitad de su cuerpo.

—Lo siento, Hyuck. En verdad no creo todo lo que dije. Me dejé llevar y...— habló Mark en cuanto lo vió.

—Está bien —respondió Donghyuck, con un tono tan neutro que la confusión en el rostro del contrario fue evidente.

— ¿Lo está?

Haechan asintió, su rostro sin expresión.— Estoy acostumbrado a que seas así.

— ¿A qué te refieres?

—Impulsivo. Dices antes de pensar. Solo creí que, como ahora somos un poco más grandes, habrías cambiado un poco...— Hizo una pequeña pausa.— Y también pensé que yo había cambiado.

Mark se sintió derrotado. — Has cambiado.

Haechan negó con una sonrisa cansada que no llegaba a sus ojos.

—¿Qué estamos haciendo? ¿Qué pretendes tú, qué pretendo yo? Esto... no está funcionando. Para ninguno de los dos.

Las palabras del castaño flotaron en el aire, llenas de una tristeza que fue insoportable. La distancia entre ellos se sentía dolorosa, y Mark no pudo soportarlo más. Se acercó, empujando con suavidad hacia la pared, cerrando la puerta detrás de él para acorralarlo.

—Lo sé —susurró, con la frustración y el deseo mezclándose en su interior. —Pero no puedo vivir con el miedo de perderte otra vez...

La cercanía de Mark era una tortura. Haechan se quedó sin aliento, el aroma familiar de su piel, el calor de su cuerpo. Intentó apartarse, pero Mark fue más rápido, posando sus manos a cada lado de su cabeza, sus dedos acariciando la suave piel de su cuello.

—Dime que lo que siento es solo mío —le retó, la voz cargada de una emoción que Haechan reconoció al instante. —Dime que no sientes nada si me acerco... Qué no sientes nada si te digo que aún estoy enamorado de ti, y que se me hace imposible mantener esta dolorosa distancia que has impuesto entre nosotros...

—Detente, Mark —suplicó, con la voz temblorosa.

—¿Quieres eso? ¿Quieres que me detenga?

El silencio entre ellos fue ensordecedor. Mark esperó, con la respiración entrecortada.

—Dímelo —insistió. —Y lo haré. Solo tienes que pedirlo...

Haechan finalmente levantó la vista y lo vio, sintiendo el deseo ardiendo en los ojos de Mark. Incapaz de resistirse un segundo más, rompió la distancia que quedaba entre ellos, juntando sus labios con una fuerza desesperada, sin una pizca de delicadeza.

Sus labios se encontraron en un beso que fue todo lo que habían estado reprimiendo.

Hambriento, desesperado, lleno de la frustración y el anhelo de años.

Las manos de Mark se deslizaron por la cintura de Haechan y lo acercaron más, mientras las del castaño se enredaban en el cabello del mayor. El contacto se hizo más profundo e intenso, como si quisieran compensar todo el tiempo perdido. Con pasos torpes, chocaron con la esquina de la cama, y cayeron, con Haechan encima de Mark.

Compartieron una breve mirada donde Mark susurró: —Te he extrañado tanto.

Haechan no respondió. En lugar de eso, volvió a unir sus labios. Para él, ese beso no era un cambio, sino un desahogo. Necesitaba a Mark, aunque fuera solo por un momento, sin importar lo dura que podía ser la caída.

Las manos del hombre se dirigieron al borde de la camiseta de Haechan, levantándola para tocar su suave piel morena.

Hyuck soltó un suspiro al sentir las manos del contrario sobre él.

Se estaban dejando, peligrosamente, llevar demasiado.

Y como si el teléfono de Donghyuck escuchara el grito desesperado en su mente que le pedía detenerse, este vibró sin parar.

Los obligó a separarse.

Era un número desconocido. Usualmente los ignoraba, pero necesitaba algo que lo aterrizara en la realidad, ambos se separaron y contestó rápidamente.

"Hola, ¿señor Lee? Disculpe la molestia, pero Seojun no se siente bien. ¿Sería posible que lo retiren antes?"

No necesito nada más para responder brevemente y levantarse de la cama de golpe.

Salió de la habitación en busca de sus llaves y zapatos, la preocupación borrando todo lo que había pasado minutos antes.

—¿Qué pasó? —preguntó Mark, siguiéndolo de cerca. Lo detuvo, tomando su muñeca con suavidad.

—Seojun no se siente bien. Iré a buscarlo.

—Te acompaño —dijo de inmediato.

Donghyuck asintió, sin pensarlo demasiado. Lo que había ocurrido entre ellos quedando en segundo plano.

El viaje fue un silencio tenso, solo roto por el suave murmullo del motor y la radio. Aún así, Haechan se sentía alterado: su hijo estaba enfermo, la resaca le martillaba en la cabeza y, lo peor de todo, tenía a Mark a su lado después de haberse besado y no de una forma... muy casual.

Mark, por su parte, moría por hablar. Quería aclarar las cosas, no podía dejar que ese beso quedara en el aire, como si no hubiese sido nada. Porque para él, jamás podría ser eso. Pero entendía que no era el momento.

Luego de haber retirado al niño, llegaron a casa, Seojun no se despegaba de los brazos de su padre.

Haechan actuó de inmediato. Le cambió la ropa por un pijama, lo acostó en su propia cama para tenerlo cerca, le dio un remedio y se acomodó a su lado.

Mark se quedó en la puerta, observando la escena, sintiéndose un tanto incómodo.

—Cualquier cosa que necesites, o Seojun necesite, avísame... estaré en la sala —dijo, intentando romper el silencio.

Haechan asintió sin mirarlo. Nuevamente, todas esas barreras que habían caído se levantaron al instante.

Era lo que Mark había temido: que su poca fuerza de voluntad y su incapacidad para resistirse hicieran que Donghyuck se alejara aún más.

Pero el hecho de que el menor hubiera sido el primero en besarlo le daba una pequeña chispa de esperanza. Quizás no todo estaba perdido.

Con esa idea en mente, Mark tomó una decisión impulsiva, algo habitual en él. Agarró su teléfono y le envió un mensaje a Jeno.

Mark

he estado pensando mucho y quiero ser sincero contigo... eres una persona increíble y de verdad me gusta pasar tiempo contigo, pero creo que lo mejor sería no seguir conociéndonos como algo más. todavía no logro superar del todo a mi ex, y siento que si sigo avanzando contigo en ese sentido no sería justo para ti. mereces a alguien que pueda entregarte toda su atención y cariño sin reservas, y ahora mismo no estoy en ese lugar. de verdad espero que lo entiendas, porque valoro mucho lo que compartimos.

Jeno le respondió con un simple emoji de pulgar arriba que dejó una sensación desconforme al mayor.

Pasó el tiempo, Haechan no salió de su habitación y Mark no quiso molestar, quedándose dormido en el sillón.

 

[...]

—No entiendo cómo sigue causándome cosas. Debería superarlo. Se siente tan poco serio seguir sintiendo cosas por él cuando me dejó, se fue a otro país y me engañó. Creo que soy masoquista.

Las palabras de Donghyuck se arrastraban, un lamento que Jaemin ya había escuchado incontables veces. Él, afortunadamente más sobrio, solo asentía, escuchando la historia por enésima vez.

—Quizás debería tener citas reales y no con mi mejor amigo. Necesito tener sexo o voy a morir. Me siento en sequía; no he estado con nadie en meses. Perdí la cuenta.

—Ah, mis condolencias, amigo —dijo Jaemin con una sonrisa de burla—. Pero yo no me ofrezco. No suelo tener lazos con la gente con la que me acuesto, no podría arruinar nuestra amistad.

—Ni siquiera eras una opción, Jaemin, que lo sepas.

—Puedo presentarte a alguien si quieres. Debo tener el número de alguno de los chicos con los que he salido.

—Lo agradecería.

Jaemin tomó el teléfono de su amigo y escribió un número, agregándolo a sus contactos.

Cuando levantó la vista, Donghyuck ya estaba dormido sobre la mesa, con la cabeza apoyada en sus brazos.

De repente, se levantó de golpe, asustando a Jaemin .

—Deberías hacer algo con Jeno. ¡Puedes perderlo si no avanzas! —le advirtió, y luego, volvió a caer dormido sobre la mesa.

Jaemin asintió para sí mismo, su rostro de pronto serio. Sí, debería hacerlo. A pesar de que siempre conseguía lo que quería con cualquier chico que le interesaba, Jeno era distinto. Después de todo, Jaemin era su "casi jefe", y no quería abusar de su posición o hacer las cosas incómodas  en el trabajo...

Solo esperaba que las cosas se dieran bien, y lo mismo deseaba para Donghyuck.

 

Notes:

estos dos tienen muchas cosas que resolver y hablar pero son tan tontos jajajaj, ojala les haya gustado muakkk

Chapter Text

Desde su beso, Mark y Haechan parecían haber vuelto al punto de partida.

Su rutina los días posteriores era: Mark levantaba a Seojun en silencio, y Donghyuck aparecía solo para tomar su café. Un simple "buenos días" era lo único que se decían. Cada vez que Mark intentaba hablar del tema, Haechan lo silenciaba con un gesto hacia Seojun, un recordatorio mudo de que no podían tocar esos temas frente al niño.

En realidad, era solo una excusa. Haechan no quería enfrentar todo lo que tenían pendiente.

Y siendo viernes,  el último día de trabajo de Mark en la semana, decidió que ya era suficiente. No podía seguir fingiendo que no pasaba nada.

Después de terminar sus tareas con el niño, se quedó en el salón, esperando a Donghyuck.

Estaba decidido a enfrentarlo, costara lo que costara.

Cuando escuchó la puerta abrirse, Seojun se levantó de un salto y corrió.

—Con cuidado, te puedes caer... —dijo Mark, yendo tras él. Lo alcanzó justo cuando el niño llegaba a la puerta y se topaba con su padre. Donghyuck sonrió de forma cansada, dejando todo lo que traía en las manos para recibir a su hijo.

—¿Cómo te portaste hoy? —le susurró.

Donghyuck soltó todo para recibir a su hijo, su rostro cansado iluminándose solo para él. Sin dirigirle una sola mirada a Mark, se encaminó a la habitación y cerró la puerta, cortando cualquier posibilidad de diálogo. Dentro, le dio a Seojun su medicina ya que aún le quedaba rastro de su resfrio, y esperó a que se durmiera, notando con alivio que al niño ya no le costaba conciliar el sueño en su nuevo entorno.

Mientras tanto, Mark se había sentado a la mesa de la cocina. Su jornada había terminado y debía irse, pero no se movió. Se quedó allí, esperando.

Veinte minutos después, Donghyuck salió del cuarto, masajeándose el cuello adolorido. Caminó hacia la cocina, asumiendo que estaba solo, pero se detuvo en seco al encontrar al hombre, esperándolo.

—¿Aún aquí? Creí que te habías ido... —murmuró.

—¿Podemos hablar? —pidió Mark, su voz cargada de la tensión acumulada—. Por favor. Seojun está durmiendo.

Donghyuck lo miró fijamente. En sus ojos había un torbellino de cansancio, y algo más... una profunda indecisión. Mark esperó que respondiera, que aceptara, que por fin pudieran aclarar las cosas. Pero, contra toda lógica, no dijo nada.

En su lugar, acortó la distancia entre ellos con dos pasos decididos, le tomó la cara con ambas manos y lo besó.

El beso fue abrupto.

Mark se quedó paralizado por la sorpresa, pero Donghyuck lo besaba con una urgencia que no le dejó tiempo para pensar.

Cuando finalmente logró apartarse un poco, buscó su mirada, confundido.

—Haechan, espera... —dijo, con la respiración agitada—. ¿Qué haces? Hablemos primero...

—No —lo interrumpió, su voz firme pero temblorosa. Mantuvo sus manos en el rostro de Mark, sus pulgares acariciando sus pómulos, en el pasado Haechan tenía una obsesion con ellos.

— No quiero hablar. No quiero pensar en lo que pasó, ni en lo que pasará...

Lo miró con una intensidad que era casi una súplica.

— Solo... Quédate conmigo esta noche.

Mark sabía que era un error. Una parte de su cerebro le decía que se detuviera, que insistiera, que hablar era la única forma de poder saber sus propios sentimientos y los del contrario.

Pero verlo de esa forma, pidiéndole que se quedara, derrumbó todas sus defensas.

Asintió lentamente, rindiéndose a lo prácticamente inevitable.

Lo tomó con firmeza por la cintura, sintiendo la delgadez de su cuerpo bajo la ropa, y lo elevó sin esfuerzo hasta que el moreno quedó sentado sobre la fría encimera de la cocina. El contraste de temperaturas hizo que Donghyuck soltara un suspiro ahogado. Sin darle tiempo a pensar, Mark se adueñó del espacio entre sus piernas y atacó la curva de su cuello.

Comenzó a besar su piel, dejando un rastro húmedo y caliente desde la mandíbula hasta la clavícula. Donghyuck echó la cabeza hacia atrás, entregándole un acceso total, y se mordió con fuerza el labio inferior para reprimir cualquier sonido que pudiera delatar la intensidad de lo que sentía.

Las manos de Mark, comenzaron a acariciar sus muslos por encima de la tela del pantalón. El roce era lento, deliberado, subiendo desde sus rodillas con una presión que le robaba el aliento. Haechan sintió cómo sus músculos se tensaban en anticipación. Cuando los dedos de Mark rozaron el borde de su entrepierna, un escalofrío recorrió su espina dorsal.

El pelinegro se detuvo, levantando la cabeza para mirarlo a los ojos. En la penumbra, sus miradas se encontraron, llenas de preguntas sin respuesta y una necesidad compartida.

No hizo falta decir nada más.

Mark lo bajó de la encimera, pero no lo soltó. Manteniendo sus cuerpos pegados, lo guio fuera de la cocina y por el pasillo silencioso hasta la habitación de invitados.

La puerta se cerró detrás de ellos, sumergiéndolos en una oscuridad casi total, solo la luz de luna se colaba por la ventana. Tropezaron hacia la cama en un enredo de brazos y piernas, cayendo sobre el colchón con un sonido sordo.

El roce de la piel contra la piel fue una descarga eléctrica que silenció el ruido de sus mentes, reduciendolos a puras sensaciones: el calor de sus cuerpos, la textura de la piel bajo sus dedos, el ritmo acelerado de dos corazones latiendo al unísono, sus lenguas volviendo a rencontrarse.

En medio de ese caos desesperado, con la espalda arqueada sobre las sábanas, el brazo de Donghyuck quedó extendido a un lado de la almohada. Sus ojos, hasta entonces cerrados con fuerza, se abrieron y se clavaron en su reloj, iluminandose por el movimiento.

12:17 AM

Su cuerpo se detuvo. Su respiración, antes entrecortada, se calmó. Mark, sintiendo el cambio repentino, se detuvo sobre él, confundido.

—¿Hyuck? —susurró en la oscuridad, temeroso.

Donghyuck giró la cabeza sobre la almohada para mirarlo. La lujuria en sus ojos había sido reemplazada por algo mucho más suave.

Una ternura que contradecía su petición de "no pensar". Levantó una mano y le acarició la mejilla, inclinándose para darle un beso suave y lento, completamente distinto a la pasión de antes.

Cuando se separó, sus rostros a milímetros de distancia, susurró en la quietud de la habitación.

— Feliz cumpleaños, Mark.— susurró en sus labios

El corazón de Mark, que hasta ese momento latía con urgencia, pareció calmarse y desbordarse al mismo tiempo.

Una risa ahogada, casi un sollozo, escapó de sus labios. Fue un sonido de puro alivio. Todo el miedo, toda la incertidumbre que lo había estado carcomiendo, se disolvió con esas dos palabras. El hecho de que lo recordara, que se detuviera en un momento como ese para decírselo... lo era todo.

Lo besó de nuevo, un beso desesperado y agradecido que no pedía más que la certeza de que era sincero.

Luego, dejó caer su cuerpo suavemente sobre el del moreno con un anhelo de cercanía. Escondió el rostro en la curva de su cuello y lo abrazó como si temiera que fuera a desaparecer si lo soltaba, respirando su aroma.

Donghyuck le devolvió el abrazo al instante, rodeándolo con sus brazos.

Y así, envueltos en el calor del otro, con el ritmo de sus respiraciones acompañándose, se quedaron dormidos.

Chapter Text

Jaemin llegó al restaurante a las diez de la mañana, dos horas antes de que abriera, como era su costumbre de fin de semana.

La verdad es que pasaba más tiempo allí que el propio Donghyuck. Aunque solo estaba oficialmente a cargo los fines de semana, el resto de los días seguía trabajando como sous chef.

Y no, no era porque Haechan lo explotara; Jaemin, simple y sencillamente, amaba su trabajo. El mes y medio que el local estuvo cerrado por reformas casi lo vuelve loco.

Así que ahí estaba, abriendo las puertas, sintiendo el olor familiar, mientras esperaba al resto del personal.

Claro que su asombrosa puntualidad tenía un motivo oculto ahora, uno que medía un metro setenta y ocho y tenía una sonrisa que podría causar desmayos.

Uno de los primeros en llegar siempre era el mesero, Jeno.

Jaemin estaba prácticamente vibrando de la anticipación. Después de su confesión a Donghyuck sobre su monumental crush, había decidido tomar cartas en el asunto. De forma sutil, por supuesto. No quería crear un escándalo en el trabajo. Solo iba a "tantear el terreno", ver si existía la posibilidad de que Jeno le correspondiera o al menos lo considerara en sus posibilidades.

El chico rió al pensarlo. Siempre lograba obtener a quien quisiera fácilmente, y no era por ser presumido, era la verdad.

Y tan solo pensar que él estaba fuera de la liga del pelinegro le era un tanto difícil de creer, sin embargo, no era imposible. Y esa posibilidad le ponía los nervios en lo mas alto.

Mientras revisaba las cuentas del día anterior, escuchó la puerta abrirse. Y ahí estaba.

Lee Jeno en todo su esplendor casual.

Vestía una camiseta a cuadros sobre una polera blanca, su pelo negro todavía húmedo por una ducha reciente, y esa figura perfecta. Incluso con ropa holgada, se notaba la anchura de su espalda y lo estrecha que era su cintura.

Jaemin sintió que su cerebro se desconectaba por un segundo.

Jeno se percató de la mirada fija del chef y sonrió amablemente.

—Buenos días, chef —saludó con esa cordialidad respetuosa que Jaemin odiaba con toda su alma.

Era su superior, sí, pero en sus fantasías, esa formalidad no existía. De hecho, no existía casi nada de ropa.

Jaemin sacudió la cabeza, intentando desterrar la imagen mental de Jeno y él desordenando por completo la mesa del fondo.

— ¿Cómo estamos para hoy? —preguntó con un entusiasmo que esperaba sonara natural.

La sonrisa de Jeno flaqueó un poco y se encogió de hombros

—No muy bien, la verdad... —murmuró, acercándose a la barra—. Ayer, Mark... bueno, me dijo que prefería dejar las cosas. Que no ha superado a su ex y... no sé. Supongo que no debí hacerme ilusiones tan rápido. Ni siquiera nos llegamos a besar... Pero no puedo evitar sentirme desilusionado.

Jaemin tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no celebrar. Por un lado, si se sentía mal por Jeno. Por otro lado, excelente. Mark estaba fuera de la ecuación y libre para su amigo Haechan.

Y sin haber besado a Jeno. Un punto para Jaemin.

El chef rodeó la barra y le dio una palmada consoladora en el hombro.

—Oye, somos amigos, ¿no? Ten la confianza de contarme estas cosas —dijo con su voz más suave y comprensiva—. Y honestamente, Mark es un idiota. Se lo pierde, pero por mucho. Eres un gran chico y cualquiera se moriría por tener una oportunidad contigo.

Yo, por ejemplo. Estoy muriendo aquí mismo, Lee Jeno, pensó para sus adentros.

Jeno soltó una risita sin ganas.

—Gracias, Jaemin... De verdad. No creo que sea para tanto... pero gracias.

—No te lo digo por lástima, es la pura verdad —insistió, apretando un poco más su hombro. Quizás un poco demasiado—. Deberías tener más confianza en ti. Eres atractivo, eres amable, eres trabajador... Cualquiera con ojos en la cara puede verlo.

Jeno lo miró, un poco sorprendido por la intensidad del cumplido.

Jaemin sintió que era su momento. El terreno estaba tanteado, y listo para la siembra.

— Mira y si lo que necesitas es distraerte, olvidar... —dijo, bajando la voz y acercándose un poco más—. Deberías salir con alguien que sí sepa apreciar lo que tiene en frente. Alguien que no tenga exnovios en la cabeza. Alguien como...

Dejó la frase en el aire, acompañándola de una mirada cargada de intención y lo que él esperaba fuera una sonrisa seductora.

Jeno lo observó en silencio por un par de segundos. El cerebro del mesero pareció procesar la información, conectar los puntos y llegar a una conclusión. Una expresión de genuina comprensión iluminó su rostro.

— Oh.

Hubo una pausa.

—Jae, de verdad aprecio mucho el gesto y que intentes subirme el ánimo —dijo Jeno, con una amabilidad que lo hizo todavía más doloroso—. Pero... no eres mi tipo.

El silencio que siguió fue tan profundo que Jaemin juró que podía escuchar el zumbido de la máquina de hielo desde la cocina.

¿Qué?

¿Acaba de decir... no... eres... mi... tipo?

Jeno, ajeno al cortocircuito que estaba ocurriendo en la cabeza de Jaemin, le dio una palmadita en el brazo.

—Pero en serio, gracias. Me siento un poco mejor. Iré a cambiarme para empezar el turno.

Y con eso, el pelinegro se dio la vuelta y se fue, dejandolo completamente solo y quieto en medio del restaurante.

Se quedó mirando el punto exacto donde Jeno había estado de pie, procesando las cuatro palabras más insultantes que había escuchado en su vida.

¿Que no soy su tipo? pensó, con una indignación que le subía por el pecho.

Una sonrisa lenta y peligrosa se dibujó en su rostro.

No era razón suficiente para rendirse, de hecho, parecía haberlo motivado mucho más.

[...]

Lo primero que Mark notó al abrir los ojos fue el frío. El calor que lo había acompañado durante toda la noche, el peso reconfortante del cuerpo de Donghyuck junto al suyo, había desaparecido.

Se incorporó de golpe, el pánico instantáneo y helado recorriéndole el pecho. Mierda. Había sido un iluso al pensar que una noche podría solucionarlo todo. Se levantó con el corazón en la garganta y salió de la habitación. Primero miró en el cuarto principal: vacío. Luego, se asomó a la sala de estar.

Y allí lo encontró. Seojun estaba de pie en medio de la sala, sosteniendo con ambas manos un pequeño pastelito con una vela encendida.

— Cumpleaños feliz... —comenzó a cantar el niño con su vocecita dulce y desafinada.

Justo entonces, Donghyuck apareció desde la cocina, con un delantal manchado de harina y una sonrisa tímida, uniéndose al canto. Toda la preocupación de Mark se desvaneció como el humo. Una sonrisa real, la primera del día, se dibujó en su rostro.

Se arrodilló a la altura de Seojun, acariciándole el cabello.

—¡Sopla! —le animó el niño con entusiasmo. Mark obedeció, apagando la pequeña llama.

Seojun le pasó el pastelito a su padre y se lanzó a los brazos de Mark en un abrazo apretado.

Donghyuck dejó el postre en la mesa de centro, que estaba sorprendentemente llena de comida.

—¿Hiciste todo esto en la mañana? — preguntó Mark, asombrado.

Haechan asintió, apartándose un mechón de pelo de la cara. — No pude dormir mucho. Me levanté temprano y quise hornear un poco...

Una sonrisa nostálgica apareció en el rostro de Mark.

En el pasado, después de alguna discusión, Haechan se refugiaba en la cocina.

"Matar es ilegal, así que horneo", solía decir con un puchero mientras Mark intentaba robarle un beso para que se le pasara el enojo.

Se preguntó si esta vez era por la misma razón o si, genuinamente, había querido prepararle todo por su cumpleaños.

—Gracias, Hyuck.— dijo en voz baja— No tenías por qué... Se ve todo delicioso.

Mark se acercó, lo tomó suavemente por la cintura y lo atrajo hacia su cuerpo, sorprendiéndolo. Le dio un beso corto y cálido en la mejilla que hizo que las orejas de Donghyuck se sonrojaran.

El alivio lo inundó; por fin, una mañana sin pretender, sin ignorarse.

Se sentaron a comer en una paz cómoda, casi desconocida. Mientras Mark disfrutaba de uno de los dulces, Haechan habló, con la voz tranquila.

— Jiwon adelantó su viaje. Llega el lunes en la mañana.

Mark tosió, el bocado que acababa de morder atascado en su garganta.

Oh. ¿Así, sin más?

Como si le leyera la mente, Haechan añadió con una voz que sonaba demasiado formal, casi ensayada: — Aun así, te pagaremos todo completo.

Dijo, sin mirarlo, y esa frase, dicha con la intención de ser amable, fue lo que más dolió. Reducía todo a una transacción, a un empleo que simplemente había terminado.

Mark tuvo que reprimir una risa amarga. ¿A quién mierda le importaba la paga ahora? Todas sus preguntas y dudas reaparecieron.

¿Qué pasaría con ellos? ¿Volverían a ser extraños? ¿La noche anterior y esta mañana habían sido solo una ilusión antes del final definitivo?

Haechan sintió la mirada de Mark sobre él y la evitó, clavando la vista en un punto indefinido de la mesa.

El plan original había sido sencillo: en cuanto Mark dejara de ser el niñero, cortaría el contacto por lo sano. Era la única forma de protegerse. Pero el plan no contaba con la noche anterior, ni con todo lo que habían estado haciendo.

Ahora, la idea de alejarlo se sentía de alguna forma incorrectamente correcta.

La tensión fue rota por la voz inocente de Seojun, ajeno a la tormenta que se había creado en ambas cabezas.

— Papá, Mark, ¿podemos ir al parque? —preguntó, mirando de uno a otro con los ojos llenos de emoción.

La última pregunta quedó flotando en el aire. Mark y Donghyuck se miraron por primera vez desde el anuncio.

Ambos asintieron, pretendiendo una sonrisa.

Luego de terminar la comida, el mayor fue el primero en levantarse y retirar las cosas, mientras Haechan avisaba que bañaria a Seojun antes de ir, y que Mark podia ducharse en el baño de invitados.

Poco después, ya listos, los tres se dirigieron a un parque cercano; Seojun iba en medio, una mano diminuta agarrando con fuerza la de cada uno, dando la imagen de una dulce familia.

Cuando llegaron, Seojun corrió a jugar con otros niños. Mark y Donghyuck se sentaron en el pasto, dejando una distancia prudente entre ellos.

—¿Por qué vuelve Jiwon antes? —preguntó Mark finalmente, incapaz de soportar más la incertidumbre.

Haechan se encogió de hombros, sin mirarlo.

—Dice que extraña a Seojun. Quizás cree que soy un padre inútil. —Hizo una pausa, y su voz se suavizó—. Aunque creo que ha estado bien. Conmigo... y contigo.

—No quiero irme —confesó Mark, el corazón en la garganta.

Donghyuck arrancó un puñado de pasto, triturándolo entre sus dedos.

—Mark, por favor...

—Respóndeme. ¿Lo de anoche fue solo un error?

—No.— La respuesta de Haechan fue demasiado rápida, demasiado vehemente—. Por supuesto que no. Pero podemos... puedes seguir viendo a Seojun. No tienes que desaparecer de su vida.

—¿Y de la tuya? —presionó Mark—. ¿De la tuya sí tengo que desaparecer?

El silencio entre ellos fue más largo de lo esperado. Donghyuck no sabía qué decir, no sabía qué sentir.

— Lo siento...Yo...

—No. No lo sientas —lo detuvo Mark, el agotamiento venciéndolo—. Ya entendí.

Supuso que era su karma, una penitencia por los errores del pasado.

Nuevamente, el silencio se posó entre ellos, cargado de todo lo que no se decían.

Haechan respiró hondo, como si se estuviera armando de valor.

—Pero te tengo otra propuesta —dijo de repente, esta vez, finalmente mirándolo. — Lo he estado pensando desde esta mañana.

El hombre lo miro, sin expectativas, sin ninguna expresión. Ya no esperaba nada.

—El restaurante. Quiero que toques allí. Podrías tener un espacio fijo los viernes y sábados. Ganarías bien, la gente te escuchará... Es una oportunidad para tu música, hacer lo que te gusta....

Mark lo escuchó, procesando la oferta.

Para Haechan era la solución perfecta de alguien que tenía demasiado miedo para ofrecer su corazón, pero demasiada debilidad para dejarlo ir. También darle una oportunidad de trabajar en lo que le gusta, poder pagar sus deudas que le dejó su aventura de estrella en Estados Unidos.

Era una oferta impecable, lógica e imposible de rechazar.

Y por eso mismo, dolía.

Una risa seca, desprovista de humor, brotó de su garganta.

—Un trabajo —repitió, como si probara una palabra amarga—. Esa es tu solución.

Haechan se removió, incómodo, y desvió la mirada hacia el césped.

—No es solo un trabajo. Es una oportunidad estable, Mark. Podrías pagar tus deudas y, además, hacer lo que te gusta.

—¿Estás tratando de solucionar mi vida? ¿Crees que es tan patética?—lo interrumpió Mark, y sus ojos se clavaron en los de él, sin dejarle escapatoria.

—No estoy intentando solucionarte la vida, solo... ayudarte. No creo que sea patética tampoco...

—No necesito tu ayuda —replicó Mark, su mirada era una mezcla de tristeza y acusación—. Dímelo, Haechan. ¿Lo haces por pena? Como si esto, el dinero y un trabajo fueran lo único que puedes darme.

El rostro de Haechan se contrajo.

—Solo... es para no perder el contacto —admitió en un susurro apenas audible.

La confesión, aunque honesta, solo avivó la frustración de Mark.

—Tú sabes perfectamente de qué forma puedes tenerme, pero tienes demasiado miedo para hacerlo.

— Como si pudieras culparme por eso —replicó Haechan, mientras su rostro se fruncía.

Y ahí estaba. El verdadero problema. El fantasma que se sentaba entre ellos.

—Sé que me equivoqué en el pasado, que te dañé —dijo Mark, su tono suavizándose, volviéndose un ruego—. Pero ha pasado tiempo, Donghyuck, y ambos nos equivocamos... Creo que he tenido suficiente castigo. Ni siquiera me permites hablar del tema, ni intentar solucionarlo, ni que veas cómo fueron las cosas en realidad. Me condenas sin siquiera escucharme.

Antes de que pudieran hablar más Seojun llegó, llorando, y con una herida en su rodilla.

Lo de ellos había quedado en segundo plano.

Nuevamente.

Chapter Text

—Mhhh, Mark... sabes que odio el olor a cigarro, aléjate —murmuró el chico que dormía plácidamente en un colchón tirado en el suelo del pequeño apartamento que había alquilado hace poco.

El aire del pequeño apartamento olía a ramen instantáneo, y al humo del cigarrillo que Mark acababa de apagar en la ventana.

Mark rio en voz baja y, desobedeciendo la advertencia, se acurrucó enfrente de él, obligando al menor a abrazarlo.

Inmediatamente, Donghyuck se acomodó, aceptándolo mientras rodeaba su cintura. Apoyó la cara en la nuca de Mark y, a pesar de sus quejas, inhaló profundamente. Era el aroma de su novio: una mezcla del perfume que le había regalado y el rastro áspero de un cigarro barato.

Se quedaron así por un rato, en silencio. Un silencio cómodo, nacido del cansancio.

Haechan había dado la prueba de aptitud para estudiar en la universidad; Mark la había dado simplemente porque tenía que hacerlo. La universidad no le interesaba, para gran disgusto de sus padres.

— Me ofrecieron un contrato. Para hacer música —soltó de repente, con la voz tan baja que esperaba que Donghyuck ya estuviera dormido y no lo hubiera escuchado.

Se equivocó.

En cuanto las palabras salieron de su boca, el menor se irguió de un salto, el sueño desapareciendo de su rostro.

La emoción pura brillaba en sus ojos.

—¿No es otra de tus bromas, verdad? ¿Es en serio? ¿Aceptaste? ¡Obvio que aceptaste! ¡Mark, es una oportunidad increíble!

— Aún no he firmado.

La euforia de Haechan se convirtió en confusión.

—¿Por qué?

—Es en Estados Unidos.

La expresión del moreno cambió en un instante. La alegría se desvaneció, reemplazada por una quietud mientras bajaba la mirada a sus propias manos.

El mayor se incorporó y le acarició el pelo, comenzando a besar sus mejillas en un intento desesperado por mantener la atmósfera ligera.

—Deberías aceptar —dijo finalmente Haechan, su voz apenas un susurro.

—No, Hyuck. No quiero estar lejos de ti.

—Mark, es una oportunidad única —insistió Haechan, y su voz, aunque suave, ya tenía un filo de determinación—. Tienes que aprovecharla. No puedes posponer tu vida o renunciar a tus sueños por mi culpa. No quiero ser responsable de eso.

Hizo una pausa, buscando la mirada del mayor.

—Además, sé sincero. Siempre has querido viajar, tocar para otra gente. Sabes que allá son más abiertos con la música. Es un éxito asegurado.

—¿Y qué pasará con nosotros? ¿Estarías dispuesto a venir conmigo?

Haechan respiró hondo, reuniendo toda la fuerza que tenía.

—Tendremos que terminar —dijo, con una firmeza que contradecía el temblor de sus manos—. Es la única forma... Yo comenzaré a estudiar, no puedo irme. No quiero irme.

[...]

La historia se repetía, o al menos, así se sentía...

Es como si estuviera pasando una segunda ruptura.

 

Había llegado el lunes. El último día.

Mark entró por la mañana y la rutina se sintió dolorosamente ajena. Saludó a Seojun, que ya estaba desayunando, y lo ayudó a vestirse para ir al jardín.

Intercambió un distante "buenos días" con Donghyuck, quien enseguida se fue al baño.

Mientras Haechan estaba en la ducha, Mark emprendió el camino al jardín con el niño.

La distancia no era mucha, pero para las piernas de un niño de tres años, resultaba un maratón.

Tal como esperaba, a los pocos minutos de dejar el edificio, los pasitos se detuvieron.

Mark sonrió y lo levantó en brazos.

—Tu mamá llega hoy, ¿verdad? Debes estar emocionado — dijo, su voz más suave de lo normal.

—¡Sí! ¿La vas a conocer? ¡Es muy bonita!

Mark apretó un poco más al niño contra sí.

—No creo que pueda, Seojun. Tengo entendido que ella te irá a buscar más tarde.

Fue en ese momento que la realidad lo golpeó con toda su fuerza.

Después de dejar al niño en la puerta, su rol terminaría. No volvería a ser su niñero. Y no tenía el valor para explicarle eso al que ahora lo abrazaba por el cuello.

Les dejaría esa horrible tarea a sus padres.

No estaba listo para asumirlo. Se había encariñado demasiado en el poco tiempo que había compartido con Donghyuck y Seojun. Pero, ¿Cómo evitarlo? ¿Cómo no querer de esta vida llena de las mañanas caóticas, de los dibujos animados, de la sensación de ser necesitado, de tener a Haechan cerca?

Se había encariñado con una vida que, una vez más, estaba a punto de serle arrebatada.

Quizás se había permitido quererlos demasiado.

El resto del lunes transcurrió tranquilamente. Mark volvió a su propio apartamento, y el silencio lo golpeó. Se sentía vacío, después de días acostumbrado al desorden alegre de los juguetes de Seojun y a la tensa pero emocionante presencia de Donghyuck.

Pasado el mediodía, su teléfono vibró sobre la mesa. La pantalla se iluminó con una notificación del banco, seguida de un mensaje de Haechan.

Hyuckie

Comprobante de pago.

Gracias por todo. Fuiste de gran ayuda.

Cuídate.

El mensaje era educado, distante y absolutamente devastador. Era un punto final. Un finiquito. Mark apretó el teléfono en su mano, una oleada de frustración recorriéndolo.

¿Así terminaba todo? ¿Con una transferencia bancaria y un educado mensaje de despedida?

No. No podía aceptarlo.

Desde la conversación en el parque el sábado, la oferta de Haechan había estado rebotando en su cabeza.

Su orgullo le gritaba que era una acción impulsada por la pena, como si fuera un acto de caridad, una forma de Haechan de mantenerlo a una distancia segura.

Pero su corazón, su instinto, ese sentir irracional y terco, le decía algo muy diferente. Le decía que no podía rendirse. Que no podía dejar a Donghyuck, no cuando sentía que estaban tan cerca de romper el muro que los separaba.

El orgullo era un lujo que ya no podía permitirse.

El miedo a perderlo todo de nuevo, era mucho más grande.

Esa certeza fue la que impulsó a Mark a subirse a su moto a las ocho y media de la noche y conducir a través de la ciudad.

El trayecto se le hizo eterno, como si hubiera cruzado todo Seúl.

Finalmente, llegó a su único destino en mente.

El restaurante de Donghyuck.

El cartel de "Cerrado" le dio la bienvenida, pero la puerta estaba ligeramente entreabierta.

Entró, y la primera imagen que lo recibió fue personal limpiando el local y sus ojos se dirigieron directamente en la barra. Ahí distinguió a Jeno, secando copas con lentitud y cansancio.

A su lado, un hombre de cabello rubio que Mark reconoció vagamente del álbum de fotos de Hyuck le decía algo en voz baja.

—Mark —dijo Jeno, y un atisbo de sorpresa genuina cruzó su rostro al verlo.

—Jeno —saludó Mark con un asentimiento de cabeza. No esperaba encontrarlo; recordaba que el chico le había dicho que solo trabajaba los fines de semana.

Jeno se acercó, dejando el paño sobre la barra.

— Creí que solo trabajabas los fines de semana...— habló con cierto cuidado, un poco incómodo.

—Decidí tomar más turnos —respondió Jeno, un poco cohibido también mientras rascaba su nuca—. Necesitaba mantener la mente ocupada.

Mark desvió la mirada, sintiéndose extrañamente responsable por esa necesidad de distracción.

Desde su puesto, Jaemin observaba la interacción con una creciente molestia. Vio la sorpresa en el rostro de Jeno y la interpretó como pura alegría. Vio la forma en que su postura cambió al hablar con Mark, y no pudo evitar sentir un pinchazo de amargura.

No importaba lo que hiciera, Jeno nunca le daba esa mirada a él.

Con un suspiro casi inaudible y un discreto giro de ojos, se dio la vuelta.

Con la espalda recta, se dirigió hacia la parte trasera del restaurante. Necesitaba encontrar a la única persona que podía poner fin a esa conversación.

Lo encontró en el callejón trasero, envuelto en el humo de un cigarrillo.

— Creí que lo habías dejado —dijo, acercándose—. ¿Demasiado estrés?

— Me lo dio uno de los meseros —respondió su amigo, dándole una calada nostálgica—. Solo quería recordar cómo se sentía.

Un sabor que Haechan conocía demasiado bien. El mismo que Mark dejaba en su boca después de un beso algunos años atrás.

El comentario quedó flotando en el aire hasta que su amigo lo rompió.

—Tu ex está aquí.

A Haechan se le escapó el cigarrillo de los dedos, que cayó al suelo con una chispa.

— Está hablando con Jeno.

—¿Ellos van en serio? —preguntó Haechan, esforzándose por disimular el temblor en su voz.

— Ya no tienen nada. ¿No sabías? Mark le dijo que no puede seguir viéndolo porque extraña a su ex. No vino por Jeno. Vino por ti. Pero ahora mismo están hablando y me estoy volviendo loco, así que, por favor, interrúmpelos.

Donghyuck apagó con la punta del zapato la colilla olvidada en el suelo y, asintiendo nerviosamente siguió a su amigo de vuelta al interior.

Desde lejos, vio la escena: Jeno no paraba de sonreír mientras Mark hablaba, aunque el tema no parecía lo suficientemente divertido como para justificar esa expresión.

—Mark, ¿qué haces aquí? ¿Pasó algo? —preguntó, intentando que su voz sonara casual cuando se acercó dispuesto a interrumpirlos.

La sonrisa de Jeno se desvaneció al notar el repentino cambio de Mark.

Su mirada viajó de Haechan a Jaemin, quien observaba desde una esquina con los brazos cruzados y una expresión que denotaba celos por donde fuera.

Con un leve asentimiento, Jeno se disculpó y se dirigió hacia él. A Jaemin se le suavizó el rostro al instante, y cuando Jeno le susurró que se fueran juntos, su alegría fue tan evidente que casi pareció un cachorro recibiendo un premio.

Mientras tanto, Donghyuck y Mark se sentaron en una de las mesas ya limpias.

—Recibí el dinero —dijo el
mayor, rompiendo el hielo. Su tono era neutro, casi profesional—. Y leí tu mensaje.

Haechan sintió una punzada de vergüenza.

— Era lo justo.

Mark asintió, concediéndole el punto, aunque odiara la frialdad con la que lo decía. Lo observó un instante más, como si midiera el peso de sus siguientes palabras.

— Acepto la oferta.

Haechan levantó la vista, sorprendido.

—¿De verdad? Creí que...

— Pero que te quede una cosa muy clara... No lo hago por el dinero, ni porque necesite tu ayuda. Lo hago porque me niego a que este sea nuestro final. Lo hago porque sé que no hemos terminado. Que las cosas no pueden quedar así.

Se paró para sentarse a su lado y acercarse de tal forma que podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo.

—No voy a dejar que te escondas de mí otra vez —susurró Mark.

Lentamente, levantó una mano y acarició la mejilla de Haechan, que cerró los ojos ante el contacto. El miedo seguía ahí, en la tensión de sus hombros, pero también había un alivio palpable.

—Mark, yo no...

—Shhh —lo silenció Mark, inclinándose hasta que sus labios apenas se rozaron.

El beso que siguió no fue desesperado ni furioso. Fue deliberado, lento y profundo. Era una promesa.

Mark lo besó con la certeza de alguien que ha tomado una decisión, y Haechan, tras un segundo de duda, se rindió por completo. Sus manos, que colgaban inertes a sus costados, subieron hasta aferrarse a la camisa de Mark, atrayéndolo más cerca.

Se separaron solo para tomar aire, sus frentes apoyadas la una contra la otra en la penumbra del restaurante, ahora completamente vacío, sin personal, sin nadie más que ellos dos.

—Voy a tocar en tu restaurante —murmuró Mark contra sus labios—. Y voy a recordarte cada día por qué no podemos ser solo amigos o un jefe y su empleado.

Haechan no respondió.

Simplemente, lo volvió a besar. Por esa noche, era la única respuesta que ambos necesitaban.

 

Chapter Text

Esa noche, Mark y Haechan recorrieron la ciudad en la moto del mayor y el neón de las calles se desenfocaba a su alrededor.  

Como si hubieran vuelto a ser esos chicos que apenas empezaban a probar la adultez. Cuando nada era seguro, ni sus estudios, ni sus futuros, pero ambos juraban que lo único inquebrantable era su relación.

O al menos eso pensaban. Creían que pese a querer y vivir cosas distintas, iban a lograr sobrepasar todo eso...

 

(Tiempo atrás...)

Cuando el menor lo terminó después de enterarse del contrato, Mark no quiso aceptarlo. Insistió en que podían intentarlo, lo invitó a que viajara con él, o que lo esperara a la distancia, que él regresaría en cuanto pudiera. Pero Donghyuck se mantuvo firme, repitiendo que lo mejor era separarse antes de arruinarse mutuamente.

Sí, era lo mejor, ambos se concentrarían en su futuro, en ese que tanto deseaban, aún que no fuera juntos.

Era lo lógico.

Pero esa firmeza se hizo añicos en el momento en que llegó al aeropuerto para despedirlo.

Mark no viajaba solo. Iba con un coreano casi adolescente llamado Park Jisung y otros dos chinos de los que solo sabía sus apodos, Ren y Chen. No sabía si formarían una banda o si competirían entre ellos; todo se decidiría al llegar a Estados Unidos.

Y a pesar del dolor, Haechan podía ver la emoción contenida en la postura de Mark. Siempre había sido su sueño. Constantemente enviaba sus maquetas a sellos discográficos de allá, nunca consideró seriamente intentar ser cantante en su propio país.

Y si Haechan tenía que ser sincero consigo mismo, eso le dolía profundamente. Porque, aunque Mark insistió en que su relación no acabara, sus ganas de irse de Corea se sentían mucho más grandes. Y Donghyuck, por más que intentara negarlo, se sentía abandonado.

En la puerta de embarque, las palabras se agotaron. El moreno no aguantó más y se derrumbó, llorando en el hombro de Mark. Él solo le acariciaba el cabello, apretándolo contra su cuerpo. No hubo palabras de consolación, ni promesas de un futuro.

Solo el gesto cordial de quien recibe un abrazo. Se sentía como un punto final.

—Te amo, Mark... —dijo Donghyuck por primera vez, su voz ahogada contra la chaqueta de su, ahora, exnovio.

El mayor se apartó para mirarlo. En sus ojos no había sorpresa, solo una tristeza infinita. Sonrió débilmente, asintió, depositó un corto y definitivo beso en sus labios y, sin decir una palabra, se dio la vuelta y se fue.

No hubo respuesta.

Los días siguientes fueron un tormento. Haechan se repetía que había hecho lo correcto, pero su cuerpo gritaba por quedarse en sus brazos por siempre. Dormir juntos, comer juntos, compartir cualquier cosa con él, incluso las discusiones que tenían se volvieron algo que extrañar.

La cocina se convirtió en su único refugio. Cuando estaba disgustado con Mark, horneaba hasta que el chico lo besara para quitarle el enojo. Ahora que no estaba para quitarle todo eso que estaba sintiendo, no podía parar de cocinar.

Y cuando apenas supo que Mark había llegado al extranjero, en un acto de pura desesperación, le escribió.

Vació su alma en una serie de mensajes, confesando su arrepentimiento, suplicando que olvidara lo que dijo, que estaba dispuesto a esperarlo, a sacrificar horas de sueño por la diferencia horaria, a hacer lo que fuera.

Terminó el último mensaje con la misma frase que había quedado sin respuesta en el aeropuerto: "Te amo".

Y lo único que recibió fue un visto. Los vistos azules que confirmaban que Mark lo había leído. Y después, nada. Silencio absoluto.

El dolor fue peor que el de la ruptura. El silencio de Mark era una respuesta en sí misma. ¿Tan molesto estaba? ¿O toda su insistencia en el apartamento había sido una farsa? Quizás, en el fondo, estaba feliz de haberse librado de él para poder dedicarse por completo a su verdadero amor: la música.

Quizás nunca hubo espacio en el corazón de Mark para ambos.

Pasó un mes. Un mes de silencio, de llanto y de una resolución amarga, con el dinero que había ahorrado durante bastante tiempo para sus estudios de gastronomía, mientras trabajaba de camarero en el bar donde conoció a Mark, hizo una locura.

Compró un boleto de avión, solo de ida.

Logró contactar a Park Jisung por redes sociales. El chico, le confirmó que era el compañero de cuarto de Mark. Haechan se inventó una excusa, diciendo que quería enviarle un paquete sorpresa.

Y Jisung, sin dudarlo, le dio la dirección. Inocentemente.

El vuelo de catorce horas fue una tormenta de ansiedad. Cada minuto en el aire, Haechan ensayaba la conversación en su cabeza, imaginando el rostro de Mark, su sorpresa, su alivio. La reconciliación era una película que proyectaba una y otra vez.

El castaño sentía que todo esto había sido por su culpa, por haberle dicho que terminaran. Así que estaba dispuesto a disculparse a implorar por volver con el mayor.

Aterrizó en Los Ángeles sintiéndose un completo extraño, pero la dirección que Jisung le había dado y su teléfono lo ayudaron a guiarse. Consiguió un taxi y, durante el trayecto, el corazón le latía con una fuerza desbocada.

El edificio de apartamentos era... modesto. Subió las escaleras hasta el segundo piso, hasta la puerta 2B.

Apenas llegó, respiró hondo, una última plegaria silenciosa, y tocó. 

Quien lo recibió fue el chico con el que había hablado, Jisung. Muy distinto a la imagen que tenia en sus redes.

Estaba ojeroso, con la mirada perdida y ni siquiera le dijo nada al verlo. Abrió y se fue.

El aire que lo recibió fue lo primero que lo golpeó. Denso y viciado, olía a alcohol,  y a otras cosas que no lograba descifrar. 

La sala estaba en penumbra, apenas iluminada por la luz parpadeante de un televisor. Había botellas vacías sobre la mesa, y ropa tirada por el suelo. 

No era precisamente el hogar de un músico luchando por sus sueños que tenía Haechan en su cabeza.

Y entonces lo vio.

En el sofá, rodeado de desorden, estaba Mark. Pero no estaba solo. Tenía el brazo perezosamente echado sobre los hombros de otro chico, cuyas piernas estaban entrelazadas con las suyas. Se reían en voz baja de algo en la pantalla.

El sonido de la puerta cerrándose a sus espaldas los alertó. Mark giró la cabeza lentamente, y sus ojos se posaron en Haechan. Una sonrisa perezosa y desenfocada se dibujó en su rostro.

—Hyuck... —arrastró las palabras, su voz ronca, producto de lo mucho que había consumido cigarrillos y otros. —. ¿Qué... qué haces aquí?

No era la sorpresa que había imaginado. No había alivio. No había nada en su mirada. Sus pupilas estaban dilatadas, sus ojos, vidriosos.

Haechan sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies. El chico en el sofá se incorporó, incómodo, y murmuró algo sobre ir al baño, que el moreno entendió con su pobre inglés.

—Mark... —la voz de Haechan fue un susurro roto—. ¿Estás borracho?

—Un poco —rio Mark, intentando ponerse en pie y tambaleándose ligeramente—. Celebramos, ayer tuve mi primera presentación... Por fin. 

La mirada de Haechan recorrió la mesa, deteniéndose en un pequeño cenicero de cristal con una colilla deforme y un olor que conocía demasiado bien. El miedo se convirtió en una ira fría y afilada.

— ¿Y drogado también? 

La sonrisa de Mark se desvaneció, reemplazada por una mueca de irritación.

—Tú y yo no somos nada, ¿recuerdas? —espetó, y la crueldad en su tono era algo que Haechan nunca había escuchado— Tú lo decidiste. No te debo nada. 

Cada palabra era una bofetada. 

Este no era su Mark. 

El Mark que él amaba era dulce incluso cuando estaba triste, luchador incluso cuando estaba cansado. El chico que tenía en frente era un extraño con su rostro; un extraño apático, y cruel.

Haechan dio un paso atrás, el último resquicio de esperanza muriendo en su interior.

—Tienes razón —dijo, su voz sorprendentemente firme, helada—. Porque al chico que tengo en frente, no lo conozco.

Dejó la llave del apartamento sobre la mesita de centro. El chasquido metálico fue el único adiós. Sin esperar respuesta, se dio la vuelta y salió de ese apartamento, de esa ciudad y de esa versión de Mark que juró olvidar.

En el largo y solitario vuelo de vuelta que tuvo que comprar de emergencia, el enojo fue lo único que podía permitirse sentir. 

Durante el viaje de regreso, y por todos los años que siguieron, Donghyuck se convenció de su versión de los hechos. Se sintió engañado, abandonado. 

Su razón, nublada por el dolor, ignoró el hecho de que técnicamente ya no estaban juntos. Así que, durante los años que siguieron, Donghyuck tomó el amor que aún le quemaba en las manos y lo convirtió en algo que pudiera soportar: el rencor. 

Lo transformó en una historia de traición que podía contar sin que se le rompiera la voz. 

Era más fácil odiarlo que extrañarlo.

Construyó una historia simple y afilada que se contaba a sí mismo y a los demás. Si alguien preguntaba, la respuesta era siempre la misma: "Me abandonó y me engañó cuando se fue a Estados Unidos". Y ahí terminaba el tema. Era un escudo, protegiendo todas las capas de lo que en realidad habían vivido.

Lo que Donghyuck no sabía era que su versión de la historia tenía piezas faltantes, y que la verdad era, quizás, un poco más triste y patética.

No supo que Mark jamás recibió esos mensajes. La empresa les quitó los teléfonos, cortando su único lazo con la vida que habían dejado atrás. 

Y para cuando el mayor pudo tener el suyo en las manos, cualquier rastro del arrepentimiento de Haechan había sido borrado por sus manejadores, como si nunca hubiera existido.

Para Mark, su llegada a aquel país, que nunca pudo sentir suyo, se convirtió en la antítesis del sueño que había imaginado. Las presentaciones no eran en escenarios brillantes, sino en el rincón oscuro de bares de mala muerte, con un persistente olor a alcohol barato. Y pronto entendió que las miradas lascivas del público, no eran por su talento con la guitarra.

El contrato que firmó con tanta ilusión escondía una cláusula invisible. Descubrió que no los habían llevado hasta allí solo para hacer música, sino para ser ofrecidos como entretenimiento privado, como "compañía" para quien pudiera pagarlo.  Y con esa condición, podía llegar a la fama.

Una fama que, por supuesto, jamás llegó.

Fueron tres años de infierno. Llegó al país con casi veinte, y logró escapar justo al mes de cumplir los veintitrés. Cuando todo se hizo insoportable, huyó con lo puesto, cargando solo con su guitarra , el único recuerdo de su sueño,  y una deuda que lo perseguiría por años.

Su futuro se había roto en mil pedazos. Y entre esos restos, lo único que ardía como un reproche constante era la certeza de que el verdadero fracaso, el que le quemaba el alma, había sido irse del lado de la única persona que alguna vez le dio un hogar.

Haber perdido a Donghyuck.