Chapter Text
El pequeño príncipe había crecido con el ruido de las olas golpeando en la orilla. Aunque la playa y el muelle estaban un tanto alejados del castillo, aún se podía distinguir el sonido del mar a primera hora de la mañana.
Había algo que lo llamaba a acercarse más de lo que tenía permitido, lo llamaba a aventurarse, aunque no supiera absolutamente nada de lo que habitaba ahí.
—Hasta que lo encuentro, majestad— el pequeño niño volteó a ver a la sirvienta que venía corriendo por el pasillo, se alejó un poco de la ventana que daba una vista clara del puerto—. Vamos, lo están esperando para su entrenamiento de esgrima.
—¿Más? Pero ayer hice esgrima, y también hace dos días, y estoy seguro de que lo he hecho por muchos días.
La mujer tocó de forma delicada el hombro del niño y lo guió hacia el área de práctica.
—Aún hay mucho que tiene que aprender, majestad. Tiene que mejorar muchas cosas y ser aún mejor.
—Pues bueno, si no tengo de otra…
Llegaron al patio, donde ya estaba el entrenador esperándolo, no le dijo nada por su retraso, solo le empezó a dar ejercicios de calentamiento.
Mientras calentaba, vió a un niño observándolo, le sonrió antes de seguir con las instrucciones del hombre que le decía como tenía que acomodarse, atacar y retroceder.
—Hola— saludó al niño espía de los arbustos cuando su entrenamiento terminó—. ¿Quieres ser mi amigo?
El chico de los arbustos se paró, casi espantado por haber sido descubierto. Usaba ropa fea y gastada, de color café, parecía un saco de papas, era un sirviente.
El sirviente era un poco más bajo que él, pero parecía ser mayor. Su cabello negro caía en su frente sin ningún cuidado.
—¿Cómo te llamas?— le preguntó. El chico bajó la vista.
—Minho— apenas pudo escuchar el susurro del chico, parecía que ni siquiera había dicho algo.
—¿Lino? ¿Lee Know? ¿Así te llamas?
El niño alzó la vista, con sus mejillas rojas.
—No, Minho. Me llamo Minho— le dijo, con fuerza y seguridad.
—Oh, Minho. Yo soy Jisung, pero todos me dicen majestad, tú me puedes decir Ji, o Sung, el que te acuerdes mejor.
El niño, Minho, pareció dudar, lo vió de arriba hacia abajo por algunos segundos.
—Majestad está bien— le dijo mientras salía de su escondite y empezaba a caminar.
—Oh, puedes decirme así si quieres, pero no te vayas, es que aún tengo que practicar, y no tengo con quien hacerlo. Ayúdame y yo te enseño— Minho se quedó parado por algunos segundos.
Se volteó y caminó hacia Jisung, dejando una separación de algunos metros. El pequeño príncipe pudo escuchar como azotaban las olas con fuerza y sintió el olor salado del mar en su nariz, le sonrió al sirviente.
—¿Cuántos años tienes?
—Tengo 11, mi mamá dice que voy a crecer más, cuando tenga 15.
—¡Yo tengo 9! Eso te hace mayor que yo, pero yo soy más alto, y también voy a crecer más. Tal vez, yo termine siendo más alto que tú.
—No, yo seré más alto. Ya verás— Minho tomó uno de los floretes.
—No, yo seré más alto. Ya lo verás— le respondió Jisung con una sonrisa.
---
—Mira, a mí me gustaría estar ahí— le dijo Jisung mientras señalaba el mar, por aquella ventana de siempre.
—¿En el muelle?— le preguntó Minho—. No le iba a gustar, huele a pescado y usted es muy refinado para eso.
—No, el muelle no. Yo quiero estar en el mar— le dijo, volviendo a señalar hacia lo que ya no se podía apreciar en el horizonte.
Minho vió por un momento el mar, luego vió a Jisung de arriba hacia abajo y negó con la cabeza.
—No, definitivamente no. En el mar hay muchos peligros, para empezar, está Poseidón, está el Leviatán, el Kraken, hay sirenas que te hipnotizan, y por sobre todo, hay piratas.
Jisung se quedó pensando por algunos momentos, no conocía nada de lo que le hablaba Minho.
—¿Y qué es todo eso? ¿Quienes son ellos?
—Y así te quieres aventurar al mar. Poseidón es el dios del mar, si se enoja, manda tormentas que destruyen barcos. El Leviatán es una criatura horrible, es como una serpiente gigante que puede devorar barcos. El Kraken es un pulpo inmenso, gigante, más grande que el castillo, devora marineros y destruye barcos. Las sirenas son mujeres mitad pez, cantan e hipnotizan a los marineros para hacerlos saltar al agua, y luego, los devoran.
Jisung se rascó la nuca e hizo un puchero.
—¿Y hay algo que no te devore?
—Los piratas, ellos son los ladrones del mar. Ellos no devoran, ellos matan o te hacen caminar por la plancha. El mar no es un lugar donde quieras estar, es peligroso para cualquiera.
—¿Y si nos vamos juntos? Nos podemos proteger mutuamente. Seríamos los mejores marineros.
—Capitanes— corrigió Minho, volteó a ver por la ventana otra vez, el cielo se estaba empezando a llenar de nubes grises y negras—. Los marineros reciben órdenes, el capitán las da. Tú no eres alguien de recibir órdenes, y yo no soy alguien de seguirlas, podríamos darlas juntos.
—¡Sí! ¡Capitanes! ¡Eso!
Jisung también volteó a ver por la ventana, en ese momento cayó un rayo, demasiado cerca del muelle, el trueno fue casi ensordecedor.
—Odio los truenos atronadores.
—¿Qué cosa?— preguntó Minho volteandolo a ver.
—Truenos atronadores. Ya sabes, que suena muy fuerte, como ese trueno, es atronador.
—Usa palabras muy extrañas, me preocupa.
—No me hables así, como si fuera superior a ti, somos amigos, llevamos varios meses siendo amigos, hablame como un amigo, no como alguien superior a ti.
Minho lo volteó a ver una vez más antes de ver el cielo negro.
—No.
—¿Y por qué no?
—Es mi superior. Es el principe, yo soy un sirviente.
Jisung hizo un puchero, se recargó en la ventana y decidió ver el movimiento ahora brusco del mar.
—Bueno, deberías dejar de hacerlo, tal vez un día será diferente.
—Un príncipe solo puede ser un príncipe, o un rey. Un sirviente solo es un sirviente.
—¿Y si no fuera así?
---
—¡Te gané!— dijo Jisung mientras alzaba sus brazos, proclamando su victoria, Minho rodó los ojos.
Dejó caer el florete, pero no dijo nada, era la tercera vez que Jisung le ganaba ese día, pero ya estaba acostumbrado, en todo ese tiempo no había podido ganarle al príncipe, ni una sola vez.
Jisung se dejó caer al suelo y vió las nubes, Minho se sentó a su lado.
Tanto el príncipe como el sirviente habían crecido algunos centímetros desde sus últimos cumpleaños. Ahora con 10 y 12, eran de la misma estatura, Minho se sentía feliz de ese logro que tenía.
—¿En qué piensas, Honnie?
—No estoy pensando en nada, a veces solo veo el paisaje, pero no necesariamente pienso. ¿Acaso usted piensa todo el tiempo?
—Creo que siempre hay algo en lo que pensar— dijo sin separar la vista de las nubes. Señaló una nube pequeña—. Esa parece un cordero.
—A mí me parece más que es un cabrito.
Jisung vió mejor la nube, hizo una pequeña mueca.
—¿Un cabrito?
—Si, un cabrito. Míralo bien, tiene unos pequeños cuernos, es un cabrito.
Jisung vió por algunos momentos la nube, pero por más que intentó, no pudo ver al cabrito.
—No lo veo, Min. ¿Estás seguro de que es un cabrito?
—¿Por qué no lo sería? Yo tengo un cabrito en mi casa, yo sé cómo son.
El principe se sentó emocionado al escuchar eso.
—Yo tambien quiero un cabrito.
—No creo que quiera un cabrito, majestad. A veces es muy difícil cuidarlos, por eso mis vecinos siempre cuidan al mío, porque mi padre está fuera todo el día, en el mar, pescando, y mi madre y yo estamos todo el día aquí.
—Un día deberías de traer a tu cabrito, mis padres no me dejan tener mascotas, pero a mi hermano sí, él tiene una golondrina.
Minho vió por un momento a Jisung antes de devolver su vista al cielo, dónde las nubes ya estaban cambiando de forma y ahora el cabrito parecía una bandera.
—¿Tú me quieres, Min?
—Solo lo que tengo permitido quererlo, majestad, ni más ni menos.
—Bueno, está bien. Por el momento va a estar bien, pero ya verás que después me vas a querer más.
—Lo que usted ordene, majestad.
—Me vas a querer incluso más de lo que yo te quiero— le dijo mientras se volvía a acostar en el pasto, alzó sus brazos y los empezó a mover haciendo ángeles en el pasto—. Mucho más de lo que yo te quiero.
—Lo que usted ordene, majestad— volvió a responder.
—Y no podrás vivir sin mi, ya lo verás.
Minho lo volteó a ver y le sonrió, sus dientes de conejo sobresalían en su sonrisa.
—Lo que usted ordene, majestad.