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Vanish into You

Summary:

Ambientada en la década de los 60's.

Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica. Xeno Houston Wingfield era el orgullo universitario, siendo él quien portaba en alto el título de prodigio. Su más grande sueño era iluminar a la comunidad con la bendición de la ciencia. Hasta que su amigo de la infancia, Stanley Snyder, intenta convencerlo de todos los medios posibles que el camino de la anarquía y la revolución no es bien visto por el Estado. Y debe tomar la crucial decisión de servirle a su país contra las amenazas comunistas o proteger al amor de su vida del camino de la rebeldía.

Chapter 1: Woodstock

Chapter Text

Woodstock.  1969

El ambiente era orgiástico y dionisiaco.

Te llegaba el profundo aroma de marihuana, ácido y sudor.

Eso era suficiente para sentirte high.

El lugar estaba tan impregnado en el denso humo de la marihuana que fue inevitable sentirte drogado, no era necesario ningún toque a la pipa.

Deseabas poner atención a la música hasta que dos hippies empezaron a tener sexo al lado tuyo. Te levantaste con elegancia del montículo de tierra dónde descansaba tu pequeña mantita, la idea era un pequeño picnic al ritmo de la música, pero fácilmente podías ver que había al menos 50 mil personas ahí. Y las que faltaban.

Empezabas a extrañar a Stan.

Acabaste al lado de una camioneta hippie, cuando te ofrecieron un lucky strike.

Qué demonios; lo aceptaste. Sólo lo encendiste para captar el tabaco quemandose, ese aroma te recordaba tanto a Stanley y por un momento te dejaste abrazar por su recuerdo impregnado en el cigarillo.

Y entonces, lo sentiste. Ese inconfundible perfume a amoniaco, fuerte, penetrante y sumamente caliente.

El profundo aroma a nitrato de amilo. Volteaste para ver a un homosexual rompiendo un frasco de Popper arrojándolo al suelo, al grito de "Para dilatarnos todas". Reíste, viendo que, en efecto, aquellos que captaban el aroma sentían florecer la sangre en cada poro de su piel. Debías admitir que tú también sentías dilatarte y un delicioso calor en tu pecho.

Mierda, cuanta falta te hacía Stan.

Quizá por eso no te opusiste al hombre que te tomó del rostro y te empezaba a besar con avidez. Incluso correspondiste. Madre santa, apestaba a marihuana y hachís. Tampoco pusiste objeción cuando una chica se unía al beso, rubia, alta, preciosa; su cabello corto, cuerpo delgado y andróginos rasgos te recordó a Stanley. Menos querías apartarte de ella.

Empezaron las acaricias a sus cuerpos entre los tres, sin separarse del beso. Sentías la lengua de ambos adentro de tu boca, los labios los tres restregándose, buscando calmar el calor. No te espantaste al sentir tu cuerpo acariciando bajo la ropa, ni cuando masajeabas los senos de la chica entre sus manos, o cuando ella empezó a besarte con avidez tu mandíbula, ahora pasando sus dientes a tu cuello, dejando marca. Tu boca no soltaba los labios del hippie, quién mordía tu labio inferior. Sentiste tu camisa abrirse, calmando el calor de tu pecho provocado por el Popper. Las manos de la chica empezaban a tocar tu erección, y tú hiciste lo mismo con el joven frente a ti, buscando el botón de su pantalón para quitarlo.

Pero todo se quedó en intención cuando te tomaron suavemente de la cintura, apartándote de ahí.

"Qué mierda..." Pensaste irritado.

Las manos en tu cintura te acariciaron, rodeándote hasta que captaste ese inconfundible aroma a tabaco para mascar y Bourbon, aun cuando todo el festival estaba ahogado en marihuana y sudor, ni todo eso fue capaz de extinguir la fragancia de Stanley Snyder.

Quien ahora estaba posándose frente a ti, acariciando tu mejilla.

—Xeno, ¿te lastimaron? —

Lo empujaste con las fuerzas que tenías.

—¡¿Cómo llegaste hasta aquí?! ¡¿Qué mierda te pasa?! —

El semblante relajado de Stanley se tensó de inmediato.

—¡¿Cómo puedes meter con gente así?! —

—Lo que yo no entiendo es como pude meterme contigo, ¡Aléjate de mí! —

Y en la rabia contenido en tu rostro, te diste la vuelta, desorbitado por ese encuentro. Se suponía que venias desde el otro lado de la costa casi huyendo de Stanley Snyder, y como una aguja en un pajar, te encontró en el evento de Woodstock, dónde casi 100 mil personas también se aglomeraron en el festival.

Casi como una danza, volvió a tomar tu muñeca de forma grácil. Jalaste con fuerza para apartarlo, pero el agarre en tu muñeca sólo aumento, tanto como para que Stanley lograse arrastrarte a él, poniéndote contra su pecho, ahora también sujetando tu cadera.

Casi como un ángel enviado por Dios, volvió a acariciar tu rostro con su pulgar, enterrando sus dedos en tu cabello plateado, esos ojos ámbar tan profundos y preciosos, te miraban con una ternura. Esa ternura radical que es capaz de cambiar el mundo.

Y no soportaste.

Esto era demasiado. Aquellas agradables sensaciones provocadas por las drogas empezaban a hacer estragos en tu mente.

Y no podías creer a quien tenías enfrente.

Jalaste su camisa con fuerza. Gritaste aquello que estuviste guardando por tanto tiempo y creíste que te llevarías todo ese sentir a la tumba.

—¿Por qué viniste? ¿Por qué estás aquí? ¡Te dije que no quería volver a verte jamás! Me traicionaste, me entregaste a ellos, me vendiste. ¡Debí saberlo! Por eso eres sólo un maldito soldado, sólo estás para recibir órdenes, sólo estás para complacer intereses ajenos. ¡Una mierda nuestra amistad! Te vendiste al mejor postor y a mí me arrastraste a tu política de mierda. — Y tu voz se empezó a quebrar, tu cuerpo empezó a temblar y pegaste tu frente al pecho del militar, escondiendo tus lágrimas y tus sollozos desesperados, buscando respuestas.

Stanley jamás dejó de observarte, ahora en un gesto compungido, pero jamás te interrumpió.

Tus piernas ya no eran capaces de sostenerte y deslizándote hacia el suelo, tus rodillas cayeron lentamente en la tierra, poco importándote ensuciar tu ropa. Los gimoteos en tu garganta no podía parar, las lágrimas a través de tus mejillas tampoco.

Stanley se puso de rodillas frente a ti, abrazándote de forma protectora, escondiendo tu rostro en la curvatura de su cuello. De nuevo su perfume te envolvió, buscando más de esa fragancia; calmándote en el proceso.

No podías creer la falta que te hacía, no podías creer que pasaste tanto tiempo sin su perfecta fragancia abrazándote como sólo él sabía hacerlo.

Amabas tanto a ese hombre y esa era tu más grande condena.

Entre sollozos, sorbiendo tu nariz, aún tenías fuerzas para seguirlo maldiciendo.

—Traidor... —

Lo sentiste tensarse en respuesta.

—Vienen por ti... — Te susurró a tu oído.

Lo volviste a empujar con fuerza.

—¡Los trajiste hasta aquí! —

Y levantándote, saliste corriendo en dirección opuesta. Perdiéndote entre la multitud.

Pero estabas ante un jodido militar de élite.

No tardó en alcanzarte y someterte.

—¡Deja de huir! — Finalmente te gritó.

—¡Tú déjame en paz! — Empezabas a temer por tu integridad, sabiendo que estabas contra Stanley Snyder.

—¡Entiende qué yo no te traicioné! ¡Mierda! Lo juro por lo más sagrado que tengo, que eres tú. ¡Yo no di la orden! —

Pero no querías escucharlo más, intentabas por todos tus medios zafarte, sabiendo que era imposible escapar de él. Y Stan solo se aferraba a ti como si su vida dependiera de ello, como si tu cuerpo fuera el ancla que lo mantenía cuerdo.

Sabiendo que era inútil, sólo volviste a sollozar.

—¡Te odio! ¡Te odio tanto Stanley Snyder! — Y las lágrimas volvieron a desbordarse.

El cuerpo de Snyder se trepó encima de ti, esperando lo peor, creíste que por fin sería capaz de matarte; pero notaste que cuidaba de no dejar caer su peso sobre ti, pasó tus manos encima de tu cabeza y sus piernas descansaban a los costados de tu cuerpo.

Se acercó a tu rostro, y te susurró.

—Y yo te amo, Xeno Houston Wingfield. —

Notando su cuerpo más relajado, lo empujaste para quitarlo encima de ti. Él no opuso resistencia y se quedó sentado en el suelo, cuidando tus movimientos, de nuevo observándote con melancolía.

Fue cuando de nuevo te sentiste explotar y te abalanzaste contra él.

Tomándolo de la nuca, como si fuera capaz de escapar, lo tomaste para besarlo.

Stanley simplemente colocó sus manos detrás de su espalda, arqueando su cuerpo para sostenerte con su cuerpo y tú te sentaste en su cadera.

Jamás opuso resistencia, menos cuando él mismo alzó su rostro para besarte con mayor comodidad. Tú beso era salvaje y violento; él simplemente te seguía el paso con fiereza.

Era como si se entregara a ti, dónde tú le podrías hacer lo que quieras y él no se opondría.

Dejó de usar sus manos de apoyo para enmarcar tu rostro, tan delicadamente como si fueras a romperte, como si fueras a desaparecer; y Stanley no soportaría perderte de nuevo.

Ante su toque, el beso se fue calmando, ahora más pausado, lento, disfrutándose mutuamente.

Finalmente, soltaste un profundo gemido, casi como doliéndote y te separaste de Stan, quien no dejó de tocar tu rostro, abrió los ojos lentamente, mirándote como si fueras sagrado. Y tú aún con lágrimas en los ojos.

—Ven conmigo... te protegeré con mi vida, como siempre ha sido. Pero ven conmigo, tenemos que irnos. — Te suplicó.

Tus ojos ónix miraron aquel perfecto dorado que eran sus orbes. Esa mirada que viste crecer, madurar, sufrir y sonreír.

Aquellos perfectos ojos que amaste desde el primer día; y te suplicaban una vez más.

Decidiste confiar... no, no podías.

Pero finalmente las drogas en tu sistema comenzaban a elevarte aún más. Sabiendo que era hacer un pacto con el diablo, aceptaste ir con él; lo amabas tanto, que siempre sentías desvanecerte con ese hombre. Y quizá finalmente hoy ese día llegaría. 

 

Chapter 2: Sputnik

Chapter Text

1954

—¿Listo? Empezamos en 3... 2... 1... ¡Ahora! —

Y presionó un botón en su detonador casero.

Se encontraba solo a unos pasos de su pequeño reactor hecho en casa, en efecto, emitió una luz. Xeno abrió sus ojos emocionado.

Pero Stanley lo miró con sospecha.

—Xeno... creo que... deberías alejarte un poco. —

—¡Esta funcionando Stan! —

—Xeno... aléjate... — Empezó a preocuparse el rubio.

—¡Pronto tendremos nuestra propia energía en casa! —Pero Xeno no escuchaba.

—Xeno... está acumulando demasiada energía. — La máquina emitió un sonido característico que Stanley conocía bien.

—¡Claro que sí! ¡Para eso fueron semanas de cálculos! ¡Todos los números salieron correctamente! —

—¡Xeno! — Y Stanley lo arrastró de la bata y lo cargó en su hombro, corriendo en dirección opuesta.

—¡Stanley! ¡Está funcionando! ¡Realmente... — Y una llamada tan grande como un auto salió disparado en todas direcciones, casi rozando el rostro de Xeno, quién jamás sintió tanto calor en tan poco tiempo.

El rubio apenas y logró apartarse lo suficiente aún con cargando a su amigo hasta que vio que estaba en un espacio lejos del rango de la explosión, lo dejó en el suelo, respirando agitadamente y sentándose en el pasto.

Xeno seguía sin darse cuenta de lo que había pasado.

—¡Pero como! Todos los cálculos salieron bien, fueron preciosos y meticulosos... — Y revisó los papeles aún dentro del bolsillo de su bata, buscando el error.

Stanley apenas y podía recuperar el aliento en conjunto de su alma. Eso había estado demasiado cerca. Xeno no encontré error alguno así que pregunto a su amigo.

— ¿Cómo supiste que explotaría? —

—El... ruido... y en la base el fuego estaba naranja... —

-¡Oh! El fuego naranja debía ser por el cloruro de calcio, en sí no es inflamable, pero debía mezclarse con el sodio creando cloruro de hidrógeno y eso... sí es... peligrosamente inflamable. — Empezó a percatarse de su error.

Se quitó sus lentes de seguridad, sin poder creer su ingenio. Miró y Stanley.

—¿Y te diste cuenta por el color del fuego? —

—Y el ruido que empezó a hacer... —Dijo Stanley, casi recuperando el aire.

Xeno alguna vez discutió con su amigo sobre eso. La teoría vs la experiencia y vaya que Stanley tenía un aprendizaje empírico formidable; él aprendió muchísimo sobre explosivos por su formación en casa.

Y aunque la teoría era la base del conocimiento, en ocasiones, en la práctica se aprendía aún mejor que esbozos en el papel.

—Una cosa es la teoría y otra es la práctica. Gracias Stan. — Dijo por fin sentándose a su lado, mirando ahora el nuevo rastro de explosivo en el jardín de la familia Snyder.

—Xeno... —

—¿Sí? —

—No tienes... cejas. — Y Stanley solo se aguantaba la risa.

—¡No de nuevo! —

—Y tu cabello... se quedó por enfrente. —

—¡Mi madre me va a matar! —

Entraron con prisa a la casa.

—¡Mamá! ¿Madre? —

Stanley buscó en la cocina, las escaleras y habitaciones; había salido al parecer. A veces se preguntaba sí era buena idea que lo dejaran solo en casa con Xeno cerca.

Así que sentó a Xeno en el sofá de la sala. Llevaba un cepillo para el cabello, peinando y tirando los rizos rostizados que aún tenía pegados en su cráneo.

—Parece que no fue grave... ¿Te duele algo? —

—Sólo me arde la nariz. —

—Sí... se ve roja. Quizás el calor residual alcance solo la punta de la nariz. —

Y fue al botiquín bajo el lavabo.

Empezó a embardunar pomada especial para quemaduras justo en donde le ardía, tocando con sumo cuidado ya toquecitos delicados, finalmente colocó una banda adhesiva.

—Listo, con ese debe bastar. —

—Gracias Stan. —

Y el rubio le fascina encantadoramente.

—Toma... para el susto. —

Y le tendió una paleta de caramelo sabor cereza que Xeno aceptó con gusto.

Stanley le dio un espejo de mano.

Oh, no. Faltaba una parte de su ceja izquierda y un hueco en la ceja derecha.

—¿Crees que mamá se de cuenta? —

Stanley ascendió, nuevamente conteniendo la risa.

—Lo siento por el desastre en tu jardín, ya mismo lo limpio. — Dijo tomando una bolsa para basura para dirigirse al punto ahora negro en su jardín en conjunto de los residuos de su experimento casero completamente regados por todo el espacio. Stanley fue de inmediato a ayudar cuando los sorprendió el grito de su madre.

—¡Stanley! ¿Ahora qué? Se escuchó un plomozo hasta allá afuera. —

El rubio quedó paralizado, buscando que decirle.

—¡Fue mi culpa madre! Tomé el rifle para enseñarle a Xeno. — Y por increíble que sonara, eso era menos grave que la explosión recién acontecida.

Elizabeth Snyder suspiró.

—Cielo... te he dicho que no usa las armas sin supervisión. Solo conmigo o tu padre cerca. ¿Si? No le diré a tu padre, pero limpien eso. —

—¡Sí madre! — Exclamó con un saludo militar.

—¡Gracias, señora Snyder! — Xeno imitó el gesto.

Liz sonoramente y se agachó a la altura de Xeno.

—Amor, mira cómo te dejó el cabello de punta. Lamento si Stan te asustó con las armas, por favor, no vuelvan a usarlas cuando estén solos. Sólo fui un momento con la señora Ryder y fue tiempo suficiente para que Stanley tomara las armas del armario. ¿Dónde quedó tu maqueta? Antes de irme estaban jugando con ella... — Y miró ahora el enorme hueco con hollín en su jardín.

—¡Stanley le dispara! —Fue lo primero que se le ocurrió.

Liz lo miró de nuevo con recelo.

—¡Stan! No gastes así las municiones. Discúlpate. —

Stanley quería matar con la mirada a Xeno.

—No volverá a pasar... Lo siento, Xeno. —Dijo entre dientes.

Ahora la sonrisa gigante de Xeno adornaba su rostro.

—Oh, ¿tenías esa curita al llegar? ¡Xeno! ¿Qué pasó con tus cejas? — Dijo mirando ahora con detenimiento su rostro.

Vol. a.

—Stanley dijo que me enseñaría a rasurarme como lo hace su padre. —

Y Liz le volvió a creer.

—Stanley, siempre le haces la vida imposible a este niño. Ven, cielo. Acompáñame al baño. —

Sentado en la tapa del inodoro, Liz maquilló las cejas de Xeno con sombras color plata, peino sus cejas y de forma perfecta ya volvió a su rostro anterior.

—Recuerda limpiar tu rostro al final del día, no debes dormir con maquillaje puesto, con aceite de bebé es suficiente. Te atreveré estas sombras para los ojos y el pequeño cepillo, ¿viste como las pintas? Tú haz lo mismo hasta que crezcan tus cejas naturales. — Le dijo Liz explicando paso a paso.

Xeno volvió a tomar el espejo de mano, feliz de ver sus cejas de nuevo, sólo si mirabas muy de cerca podías notar la diferencia.

—Gracias señora Snyder. —

—Por nada cielo, por favor... no se lo digas a nadie. —

Xeno ensanchó su sonrisa.

—¡Lo prometo! —

—Bien, ahora... a limpiar lo que hicieron. —

—¡Sí mamá! —

Y Stanley se llevó casi arrastrando a Xeno hacia el jardín, ya pensaría en cómo vengarse.

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Finalmente, Stanley y Xeno iban en bicicleta hasta la casa del pequeño científico, justo para encontrar un auto negro afuera.

—Parece visitas elegantes... — Decía Xeno mientras dejaban las bicicletas en el pórtico.

Adentró, su madre ya le esperaba.

—Xeno... —

—¿Mamá? —

—Toma asiento. Estas personas quieren hablar contigo. —

Y vieron a dos hombres rubios con elegante traje oscuro, ambos sentados en el sofá frente a una taza de café.

Stanley sin pensarlo se puso frente a él.

—¡Fue mi culpa señora Houston! —

—Tranquilo Stan... no es tu culpa nada de eso, puedes volver a casa, tu madre estará preocupada. — Dijo amablemente la señora Lily Houston.

—Si no le molesta señora... quisiera quedarme. —

Lily sabía que no existiría fuerza capaz de hacer cambiar de opinión al pequeño Stan. Siempre protector con su pequeño hijo y por eso también adoraba al pequeño, por amar tanto a su bebé.

—Si a los caballeros no les molesta... —

—En lo absoluto, por favor. — Y dieron un amor de que Xeno se sentara frente a ellos, Stanley pasó primero, mirando muy fijamente a los invitados.

—Tú eres Stanley Snyder, ¿Verdad? —Dijo el hombre rubio.

Stan les respondió con un gesto nada amistoso.

—Tú padre... el Mayor Snyder es una leyenda en las fuerzas armadas, aún a su edad y desea seguir activo, ha llevado lejos hasta a los peores cadetes. No por nada fueron entrenados por un sobreviviente de la Batalla de Normandía. Un verdadero héroe de la segunda guerra mundial. —

Stan relajó un poco su rostro.

—Mi padre siempre me ha enseñado a proteger. —

—Así se habla cadete... un orgullo proteger a tu nación. —

Stanley no se tragó ese nacionalismo barato.

—Yo soy el agente Williams, mi compañero es el agente James. Somos del FBI. — Y sacaron a relucir su placa inconfundible. —No estás en problemas, jovencito. Creemos que todo esto fue un malentendido y venimos a confirmarlo. Primero, ¿reconoces está carta? —

Y de su maletín sacó un pequeño trozo de papel con el puño y firma de Xeno.

—Sí... — Respondió.

—Muy bien, ¿recuerdas que decía está carta en particular? —

—Claro que sí... — Volvió a responder ansioso.

— ¿Podrías decirme que dice en esa carta? —

—Es ilegal revisar la correspondencia de los ciudadanos. —

—Hijo, fue alarmante ver que la carta está dirigida a la Unión Soviética. Por eso se tuvo que intervenir y abrirla. —

—Sólo pedí Uranio. —

Su madre estuvo a punto de caer de la silla.

—¡Xeno!—

Pero los agentes vieron que Xeno no dimensionaba la gravedad de su petición.

—Hijo... no puedes simplemente pedir eso. — Empezó a explicar al agente James.

—Porqué no? Hasta la URSS tiene programas nucleares. Y en Estados Unidos me lo negaron. —Explicó el pequeño.

—Hijo, ¡no puedes pedir eso! ¡Mucho menos a los comunistas! —

—¡¿Cómo pretenden que lo estudie si no me dan las herramientas?! —

—¡Nadie te ha pedido que lo hagas, Xeno! — Gritó su madre cada vez más escandalizada.

Xeno alzó la voz también.

—¡Sólo quiero ofrecer el conocimiento al mundo! ¡Los estudios atómicos son el futuro! ¡El Doctor Heisenberg ha creado una nueva ciencia! ¡La mecánica de Isaac Newton no es la única respuesta! —

—¡Xeno Houston Wingfield! ¡Esto ya pasó una vez cuando quisiste contactar al Doctor Heisenberg! —

—¡Claro que sí madre! ¡Me volvieron a confiscar mis cartas! —

—Sabes que el Doctor Heisenberg trabajó para Hitler en la creación de la bomba atómica. ¿Verdad? — Intentó mantener la calma el agente, sabía que ese niño tenía antecedentes, pero esto era inconcebible.

—¡Fue encarcelado injustamente! ¡El sólo seguía órdenes! ¡Explicales, Stan! —

—¡Ustedes saben que ignorar órdenes de un superior puede considerar traición a la nación! —Defendió Stanley.

—Hijo, estoy seguro de que tienes las mejores intenciones. Pero no puedes contactar a la Unión Soviética, menos a desertores del Partido Nazi. —

Los ojos de Xeno se cristalizaron.

—¡¿Por qué no?! —

—¡Son el enemigo! ¡Estamos en la guerra fría! — Casi alza la voz el agente Williams.

—¡Podríamos trabajar en conjunto y compartir nuestros conocimientos en la ciencia! —Volvió a gritar casi desesperado.

—¡Así no funciona el mundo real, Xeno! —

El pequeño no podía creer las palabras de aquellos hombres, no entendía sus intenciones de frenar su amor al conocimiento.

Así que simplemente se fue llorando hacia su habitación, Stanley tras él.

Su madre suspir profundamente, sin poder creer que deba pasar por esto de nuevo. Su niño era demasiado noble, demasiado bueno, demasiado optimista. Mientras el mundo estaba en guerra.

—Señores, lamento mucho esta situación. —

Los agentes no presionaron más, se le había reportado que el niño en cuestión era brillante, pero demasiado ingenuo. Y aquella visita lo confirmo.

—Nosotros lamentamos esto, nuestro trabajo solo es reportar actividad sospechosa. Nos alegra saber que sólo es la inocencia de un niño. ¿Qué edad tiene? —

—Mi pequeño tiene apenas 11 años. Ávido de conocer el mundo, desde muy pequeño se ha cuestionado todo y buscado las respuestas por sí mismo. —

—Su hijo es... brillante. Señora, su potencial es abrumador solo necesita la guía correcta. ¿Qué piensa su padre de ello? —

—Mi esposo es un Ministro Luterano, se imaginará que intentó criarlo con las doctrinas cristianas, pero Xeno simplemente no aceptó esa respuesta, aún cuando le fascinó la teología encontró su camino en la ciencia. —

—Señora, podemos apoyarle en su educación, el gobierno busca jóvenes como él y su amigo. Leales, apasionados y talentosos. —

Un atisbo de esperanza se asomó en la señora Houston. Xeno superaba a todos sus maestros, nadie le tenía el mínimo de paciencia y no sabía dónde dirigir tanta inquietud por parte de su hijo.

Se levantaron del sofá, y uno de ellos hurgando en el bolsillo de su saco.

—Cuando guste, acuda aquí. Le brindarán ayuda y guía. — Y le tendió una tarjeta.

—Gracias... en verdad lo agradezco. —

—Disculpe las molestias y retirenos sin despedirnos apropiadamente. Su hijo es un genio, busque espacios donde crecer, llegará muy lejos. Buenas noches, señora. —

—A ustedes... Buenas noches. —

Y finalmente se retiraron.

Lily solo tomó asiento, esperando la llegada de su esposo, ahora buscando como decirle la nueva locura de su hijo. No deje de observar la tarjeta entre sus dedos.

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—¡Nunca me entienden Stan! ¡Sólo quiero conocer el mundo! ¿Eso está mal? — Gritó el pequeño contra su almohada.

Stan solo tomó asiento en la cama.

—Sabes que no Xeno. —

—¡¿Y por qué no puedo comprar uranio?! —

Stanley pensó en su respuesta, grabando palabras de su padre.

Y justo afuera de la puerta, su madre escuchó todo. Agradeció profundamente las palabras del pequeño Stan, ella jamás habría sido capaz de explicarlo todo tan claramente, a fin de cuentas, la familia Snyder venía de un alto linaje militar; sólo una perspectiva bélica sería capaz de explicarle a su pequeño hijo lo que implicaba cuestiones de seguridad nacional y porqué la guerra detonó tanto los grandes avances de la ciencia a principios del siglo XX. No por nada el Mayor Snyder peleó en la segunda guerra mundial, su padre en la primera guerra mundial y su abuelo en la guerra civil del lado de los confederados.

Por un momento temíó.

En el fondo, sabía que a Xeno le esperaba una vida brillante y en parte, no sabía si en este mundo post-guerra eso era algo bueno. Aunque teóricamente ya no existía la batalla en el frente, la guerra aún existía, de forma silenciosa. Y más aún con el lanzamiento del Sputnik puesto en órbita por parte de la Unión Soviética, siendo un duro golpe para Estados Unidos en esta contienda lejos de las armas, los tanques y soldados amputados regresando a casa. La nueva guerra era científica, tecnológica y cultural.

—Todo estará bien, Xeno. Mi padre me ha enseñado a proteger todo lo sagrado en esta vida, y tus sueños son algo que quiero cuidar, te prometo que me haré fuerte para que así sea. —

Su madre sonrío.

Debía confiar más en su hijo y en los lazos tan significativos que estaba creando. 

Chapter 3: The Times They Are A-Changin

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Venid, madres y padres, de todo el país
Y no critiquéis lo que no podéis entender
Vuestros hijos e hijas ya no están a vuestras órdenes

Vuestro antiguo camino envejece muy rápido
Haced el favor de apartaros del nuevo si no podéis echar una mano
Porque los tiempos están cambiando

The Times They Are A-Changin. Bob Dylan.

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Stanley Snyder fue criado por los valores cristianos tradicionales texanos.

Rodeado de armas, cuero y rock n roll.

A los 2 años sostuvo su primera arma (sin cargar, por supuesto), a los 5 fue a su primera cacería y a los 7 conoció a Xeno.

Desde su más dulce infancia se le enseñó el valor de la disciplina, las normas, la obediencia, y el cumplimiento del deber. Pero le costó mucho entender el concepto de lealtad.

"Debes ser capaz de dar la vida por tu país, eso es el valor de la lealtad". Le había explicado su padre cuando esa madrugada lo sacó a correr.

¿Por qué debía dar la vida por su país? Cuestionó.

Y en respuesta recibió una bofeteada en la mejilla, llegando a tirarlo al suelo.

¡¿Cómo te atreves a cuestionar semejante cosa?! Gritó su padre.

Su madre, como pocas veces hizo en su formación militar, intervino.

"Cielo... realmente es una pregunta autentica."

Su padre se arrodilló frente a él, tendiéndole la mano para levantarlo del suelo.

"Siempre de pie, soldado." Era su forma de pedir disculpas.

El señor Snyder se retiró.

Su madre besó la misma mejilla.

"Toma asiento, bebé."

Stan acató la orden, su madre se sentó en la mesa del centro para estar frente a su hijo.

"Dios nos bendijo con libre albedrio, cielo... La libertad de tomar nuestras decisiones, pero ¿qué motivan esas decisiones?"

Stan pensó en esa pregunta.

"Creí que era la voluntad de Dios, madre..."

"Dios obra de maneras misteriosas, cielo. Es cierto que su voluntad es divina, pero también desea que seamos felices. Fuimos creados para experimentar felicidad, alegría, tristeza, enojo, pero sobre todo... amor."

Stanley lo captó de inmediato.

"Pero ya te amo mucho madre, a ti y a padre."

"Lo sé mi amor... así como nosotros te amamos a ti. Pero cuando crezcas... sentirás pasiones, sentirás culpas, sentirás tristezas y sentirás dolor. Pero en todo eso, hay algo que nos salva y nos mantiene con vida. El amor, mi bebé. El amor más puro y desinteresado, ese que no busca algo a cambio... sólo que deseas que te permitan sentirlo. Y es el amor el que crea la lealtad. Es el amor será tu motor, aquel que te impulse a cuidar lo que amas, proteger lo que amas y preservarlo. El amor mueve el mundo."

Stanley lo comprendió. O al menos eso creyó.

Eso sentía siempre que veía las flores favoritas de su madre y le llevaba un ramo. Eso sentía cuando limpiaba las armas junto con su padre y las volvía a ensamblar tan cuidadosamente porque sabía que eran importantes para él.

Eso debía ser suficiente para comprender por qué debía hacerse fuerte y siempre honrar el apellido Snyder.

Pero jamás lo entendió al 100% hasta aquella tarde del 4 de julio.

"La dispersión de Rayleigh es lo que provoca que el atardecer sea naranja. El sol ahora está en el horizonte, la luz atraviesa aún más atmosfera, el recorrido se alarga lo que dispersa el reflejo azul y se aleja de nuestra línea de visión. La luz es una onda, su longitud depende de la distancia que debe recorrer, al ser más larga... termina alcanzando la luz naranja, el último color en la longitud es el color rojo, eso es lo que llamamos espectro electromagnético. Por eso la decimos luz infrarroja a toda longitud más abajo del rojo... Y es imperceptible para el ojo humano."

Le explicó Xeno sin dejar de observar el atardecer, viendo la luz bañando su pequeño rostro, sus ojos brillaban con intensidad, su rostro estaba sonrojado de emoción.

En ese momento, Stanley finalmente lo comprendió.

Protegería esa pequeña sonrisa a cualquier precio, protegería esa mirada determinada y apasionada hasta el fin de sus días, protegería esa preciosa inocencia con hambre de conocimiento. Se haría más fuerte por él, más listo, más poderoso; todo para preservar sus sueños y esperanzas hasta ver cumplir todos y cada uno.

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—Tengo una hipótesis. —

El rostro de Xeno se iluminó.

—Dímela, veamos si es viable. Si es experimental, cuantitativa, cualitativa, y las variables observables. —

—¿Recuerdas a Sandra? — Preguntó Stan.

—¿La niña que siempre te molestaba desde kínder garden? —

—Ella misma... Bien, verás... — Y se sonrojó.

Xeno sólo lo miraba expectante.

—¿Y bien? — Preguntó.

—Ella me dio un beso en la mejilla y... —

Xeno sintió algo que no supo describir.

—¿Y? —

—Dicen que... sólo besas a las personas que te importan, ¿no? —

—Algo he leído... — Se sinceró Xeno.

—Ella dijo que quería que fuera su primer beso. —

—¿Y tú quieres, Stan? —

—No realmente... —

Un silencio se hizo presente, quizás sin saber cómo decir lo siguiente.

—No sentí nada por eso... así que... mi hipótesis es que sólo puedes sentir algo sí besas a las personas que te importan. —

—Es... una hipótesis viable. —

—¿Puedo? —

—¿Ah? —

Xeno comprendió.

El sonrojo de ambos era abrumador, casi como un testigo más de cuando ambos acercaron su rostro con cuidado cerrando sus ojos. Un pequeño toque, inocente, puro, y magnifico.

Sus labios se tocaron con sumo cuidado y nerviosismo. Xeno no pudo evitar sentir las cosquillas en su mejilla al sentir la respiración de Stan cayéndole cálidamente, Stanley sintió cada poro de su piel aflorar en sensaciones que no sabía que podían experimentarse.

Esto era la lealtad.

Se separaron, respirando agitadamente, el rubor aún derramándose en sus mejillas; emocionados por lo recién acontecido.

Stanley sonrió de par en par. Xeno esbozó una sonrisa sincera.

—Hipótesis confirmada. — Dijo Stan.

—Gracias por considerarme como tu sujeto de pruebas. — Agradeció Xeno, aún con el cálido sentir en su pecho. 

 

 

Notes:

El ultimo capitulo me tiene devastada. Cómo he llorado y sufrido con este arco, aun cuando lo leí hace 5 años, no deja de ser un magnifico arco.

Sobre todo el asomo entre la infancia de Stan y Xeno; el anime se dio un pequeño (mucho) añanido que me emocionó muchisimo. No podía dejar de pensar en un pequeño Stan que no comprende -aun- el patriotismo hasta que conoce el amor que le profesa a Xeno. Ha sido una escena tan pequeña, pero brillante. 

Este pequeño cap quiere honrar el sacrificio de Stan por Xeno. Mis papis:') 

Gracias por leer.

Chapter 4: Δ 𝕩 Δ𝕡 ≥ ħ/𝟚

Chapter Text

1956

Stan y Xeno eran inseparables. El rubio siempre salvándolo de alguna explosión, Xeno explicándole todo lo que podía. Pasaron su infancia prácticamente juntos y pronto se acercaría el cumpleaños número doce de Xeno.

No obstante, empezaba a representar un problema que fuera tan brillante. Así que finalmente la escuela empezó a movilizar lo posible para darle a Xeno el espacio que él necesitaba.

Desde siempre Xeno mostró aptitudes sobresalientes, pero incluso empezaba a romper las expectativas que le fueron tan injustamente impuestas.

Su expediente llegó al archivo nacional donde lo captó un catedrático de la Universidad de Berkeley. El Doctor Joseph vio potencial en el pequeño estudiante de apenas 11 años y de inmediato escribió una carta a la escuela donde estudiaba.

La trabajadora social no podía creerlo: el Doctor Joseph había sido estudiante directo del mismísimo Robert Oppenheimer, creador de la bomba atómica. Y a su vez el Doctor Oppenheimer había sido alumno de Paul Dirac, físico celebre por ser uno de los fundadores de la mecánica cuántica y la electrodinámica cuántica. Dirac a su vez compartió Nobel con Erwin Schrödinger; el hombre que tuvo que crear nuevas matemáticas porque la física clásica de Newton no podía describir los sistemas cuánticos. Incluso tuvo correspondencia privada con Albert Einstein y en conjunto crearon de los experimentos mentales que le cambiaron la vida a Xeno: el gato de Schrödinger.

Xeno conocía bien la vida de todos y cada uno de aquellos brillantes físicos, a fin de cuentas, leyó todas sus aportaciones posibles, frustrándose por no avanzar más de lo que deseaba, y nadie a su alrededor podía ayudarlo, simplemente sus maestros no entendían aquellos complejos artículos científicos.

El Doctor Joseph al notar que Xeno no tenía el estímulo correcto, se apuntó para brindarle las herramientas que una mente prodigiosa como él necesitaría.

Sus padres fueron notificados y el Doctor Joseph viajó a Texas desde California para conocerlo. Y entre ellos, estaba mediando la trabajadora social y Stanley, por supuesto, rogándole por días a sus padres para estar presente.

—Señores, agradezco el recibimiento, como también comprendo que puede ser complicada la situación en este momento. Xeno aún es un niño, pero no deseo que semejante potencial se desperdicie, lo ideal sería llevarlo conmigo a California. — Explicaba el Doctor Joseph, que venía de una familia de refugiados desde Alemania.

Stanley lo miró con recelo y guardó silencio.

—Entiendo Doctor Joseph, pero es mi único hijo y en este momento California vive un caos por la política por el Eisenhower. —

—Comprendo perfectamente, señora. Así que después de discutirlo hemos encontrado quizá lo más viable por ahora: vendrá otro de mis alumnos y será el encargado de que Xeno terminé sus grados escolares, estoy seguro de que entrará joven a la Universidad, pero es imprescindible que no pierda una formación científica. —

—¿Su alumno? — Preguntó ahora Xeno, emocionado de trabajar con él Doctor Joseph.

—Ishigami Byakuya, es de Japón, es un poco mayor que tú, pero igual de brillante, además es un acuerdo beneficioso para todos. Él está por graduarse y debe realizar una retribución social a la comunidad, en este caso: ser maestro de los niños más brillantes que ha tenido este país. —

Xeno se sonrojó en sobremanera.

—La escuela ya se encuentra notificada y le brindará a Xeno la infraestructura para trabajar: los insumos que necesita para el laboratorio y una oficina al estudiante Ishigami. Seguirás en la escuela Xeno, pero ahora no con tu grupo normal, serás estudiante particular del Doctor Ishigami que a su vez será supervisado por el Doctor Joseph. — Explicó la trabajadora social.

Stanley sonrió al saber que su amigo aún formaría parte de él.

—Y si aún deseas formar parte de la academia muchacho, te espera un espacio en la Universidad de Berkeley cuando estés listo. — Dijo el Doctor Joseph.

Xeno sintió el rubor en sus mejillas. Pero dudó.

—Madre... pero yo quiero seguir asistiendo a la escuela. — Algo sorpresivo para sus padres, ya que en ese espacio no podía explotar su potencial.

Lily sabía que su motivo tenía nombre y apellido; Stanley Snyder.

—Cielo, seguirás viendo a tus amigos. —

Xeno sintió un nudo en su garganta.

Los ojos de Xeno se cristalizaron.

—Eres extraordinario mi amor, incluso este hombre viene desde California sólo para conocerte. Pero tú puedes decir que no. —

—Sé que nuestra amistad es a prueba de todo, Xe. — Le dijo Stanley en una amplia sonrisa, como siempre, pidió mucho a Lily Houston poder estar presente.

—Muy bien... acepto. —

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Conocer al Doctor Byakuya Ishigami fue encantador. Era un joven de apenas 18 años también estudiando la Universidad.

Su madre se tranquilizó al notar que era un hombre paciente, cálido y brillante. Justo lo que su hijo necesitaba.

Byakuya jamás se percibió a sí mismo como maestro de Xeno, lo veía como su igual, a pesar de ser un pequeño niño.

Y para Xeno fue absolutamente increíble poder encontrar por fin a alguien con quien hablar su mismo idioma.

Y lo mejor es que siempre cerca de Stanley.

 

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Pero poco a poco, la visión en general que había sobre Xeno empezaba a cambiar.

Xeno no sólo era brillante, también sabía comunicar las ideas, así que más de uno le pedía ser su tutor personal y el científico jamás dudo en ayudar a todos los que pudiera. La amabilidad de Xeno trascendió más allá de la escuela, la comunidad también encontró un apoyo significativo.

Poco a poco la reputación de Xeno empezaba a llamar la atención del gobierno, así que, haciendo uso de sus nuevas redes de apoyo, buscó el crecimiento y aceleración de tecnología en la comunidad.

Xeno pasó de ser marginado a ser respetado.

Stanley no podía estar más orgulloso: por fin el mundo lo veía como él siempre lo percibió: era tan amado por la comunidad.

Los sentimiento de Stanley se hicieron aún más complejos.

Se acostumbró a sentir mariposas en el estómago siempre que estaba con él, se acostumbró a contar las horas para volver a verlo, se acostumbró a protegerlo siempre que un experimento salía mal, se acostumbró a besar su mejilla las veces que lo encontraba dormido.

Pero conforme iba creciendo, su cuerpo experimentó cambios extraños.

Le habían dicho lo que pasaría con la pubertad, lo que no le dijeron era esa extraña necesidad que su cuerpo pedía. Y no sabía cómo resolverlo, sólo sabía que su cuerpo pedía a Xeno de maneras indescifrables.

Se enfocó aún más en sus entrenamientos, estos le ayudaban muchísimo a desquitar un poco todo ese calor que no sabía interpretar.

Esperaba que con tiempo se quitara...

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1958

 

Stanley Snyder sólo era un estudiante de octavo grado y ya resonaba su nombre a lo grande. A sus 13 años ya tenía sus rasgos tan perfectamente definidos que incluso podía parecer estudiante de último año. Y eso le daba una atención no pedida.

Y poco a poco, Stanley continuaba conociendo personas a su alrededor. Xeno estaba bien con eso.

Al principio.

Sólo recuerda cuando le molesto muchísimo ver a Melanie abrazando a Stanley durante la práctica de porristas. Su amigo practicaba el tiro con arco en las canchas de futbol, pero ese habito le duraría poco cuando las porristas se empezaban a acercar a él.

De forma educada se deshizo del agarre de Melanie y se fue en dirección a las gradas donde Xeno le esperaba.

Apenas lo vio le sonrió con encanto.

—Por fin dejas que te dé la luz del sol. —

Xeno devolvió la sonrisa.

—Las muestras necesitan doce horas de reposo. No le vi sentido esperar adentro. —

Stanley tomó asiento a su lado, sin dejar de mencionarle lo que haría para su cumpleaños número 14, Xeno intentó ponerle atención, pero en pequeños ratos su mirada se iba a las chicas que continuaban sus ensayos en el área del pasto.

Y algo en su interior se removió con incomodidad, sin entender por qué.

Aquello le parecía impropio.

Siempre fue ecuánime, metódico y estructurado. Eso incluía sus emociones.

Cuando se permitía sentir en demasiado era cuando tenía un experimento exitoso, cuando adquiría un conocimiento nuevo o cuando por fin comprendía un tema que resultaba complejo.

Pero esto no era algo que se aprendiera; era algo que se experimentaba.

Y no sabía qué hacer con esa información.

Se volvió aún más extraño cuando fue a ver a Stan a su práctica de tiro, pero antes de que pudiera llegar la lluvia se desató esa mañana, lo encontró corriendo, Stanley lo tomó de la mano con rapidez en dirección a los vestidores.

Estando ahí adentro Stanley simplemente se retiró su suéter, seguido de su camiseta.

Su cuerpo... había cambiado.

Ahora poseía una armonía tan perfectamente calculada que se cuestionó si Stanley había sido esculpido, su piel parecía mármol viviente y ahora poseía una musculatura tan tangible que deseó sentir aquellas fibras.

Sintió algo que nunca había sentido antes. Era como ver una obra de arte y al no tener esa sensibilidad estética para apreciar el arte... decidió medirla.

—Necesito tu ayuda para un experimento. —

—Claro, ¿sobre qué es? —

—Armonía matemática... —

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Estaban en la habitación de Xeno frente al enorme espejo de cuerpo completo.

—Te mediré, ¿está bien? —

—Sin problemas, Xe. — Y empezó a quitarse su ropa hasta sólo quedar con el bóxer.

Y con una cinta métrica, empezó a medir sus piernas.

—¿Para qué es esto? — Volvió a preguntar Stan.

—Tu cuerpo... es diferente. Muy diferente. —

Stanley se miró frente al enorme espejo que estaba en la habitación de su mejor amigo.

Quizás tenía razón.

—He notado que mis pantalones me quedan más ajustados de los muslos, también empiezan a quedarme cortos, mis camisas ya no caben en los hombros. —

Xeno tomó su bloc de notas y empezó a escribir todo lo que decía.

—¿Algo más? —

—Sí... ahora apesto cuando termino mis entrenamientos. —

La risa de ambos resonó en la habitación.

Xeno tomó ahora el calibrador vernier para ver su rostro de frente, ahora midiendo sus cejas, la mandíbula, ojos, nariz; absolutamente toda la proporción de su rostro. Era perfectamente definida.

Stanley nunca le quitó la mirada de encima.

—Xe... hay otra cosa que también ha cambiado y me asusta. —

—¿Qué pasa? —

—El año pasado que leímos ese libro de biología básica... los cambios que vendrían con la pubertad... —

—Lo recuerdo, todos se han estado cumpliendo, sólo que a mí no me ha crecido barba y creo que así seguirá. —

Stan sonrío al recordar a su padre enseñándole a afeitarse un año atrás, Xeno simplemente tenía la piel perfectamente lampiña.

—En las mañanas... despierto con una mancha en las sábanas, a veces en mi ropa interior y me asusta. Intenté hablar de eso con mamá, pero solo se avergonzó y no quiso hablar del tema. —

Xeno se detuvo un momento.

—Sí... solo me ha pasado una vez, pero sí, lo recuerdo. —

—¿Entonces es normal? —

—No sé si normal sea la palabra apropiada... pero investigaré. —

Stan se sonrojó con dulzura.

—Siempre se puede contar contigo, Xe. —

Y Xeno le devolvió la sonrisa.

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—¡Buenos días Xeno! ¿Qué tal tu fin de semana? El mío estuvo increíble, ayer fuimos a un campo de tiro, es increíble la cultura de las armas en este país, en Japón están estrictamente prohibidas, ni siquiera creí que sería capaz de ver una. Hasta que llegué aquí. — Saludó Byakuya, animado y feliz como siempre.

—Buenos días. Sí, incluso viene en la Carta Manga. La Segunda Enmienda garantiza a los ciudadanos su derecho de portar y usar armas. — Explicó Xeno como si nada.

Byakuya no sabía si espantarse o celebrar.

Agito su cabello con ternura al pasar a su lado. Xeno detuvo sus apuntes para volver a ver a su maestro, quien solo estaba sirviéndose café de la cafetera ya encendida.

Aunque Xeno lo veía como maestro, Byakuya se negó a ese título, reconocía a Xeno como su colega.

—Doctor Ishigami... — Empezó a decirle Xeno.

—Te he dicho mil veces que sólo me digas Byakuya, ¿qué pasa, muchacho? —

Xeno cerró el libro que leía y Byakuya empezó a paniquearse.

Era un libro de sexualidad humana.

—¿Puedo preguntarle algo? —

Dios, no...

—¿Qué pasa? — Intento permanecer calmado.

—¿Qué es un orgasmo? —

Y Byakuya casi derrama el café.

—Es... eh... Xeno, ¿no has hablado de esto con tus padres? —

—Lo he intentado, pero nunca quieren hablar de eso... —

"Mierda, porque me tienen que pasar estas cosas a mí."

Soltó un suspiro derrotado. Acerco una silla vacía y puso otra enfrente en un amago de invitar a Xeno a sentarse. Él lo captó de inmediato.

—¿Qué edad tienes? —

—Catorce años. —

—Bien... ya te han dicho en clase de biología que tu cuerpo empezaría a pasar por ciertos cambios. —

—No han sido muy notorios. A diferencia de Stanley, él está cambiando mucho. —

—¿Tu amigo rubio que siempre me mira con odio y está armado? —

—Él mismo, aunque tiene 13 años. —

—Claro... hace unas semanas vi a su padre. Ese hombre es testosterona pura, es normal que su hijo entre a la pubertad tan rápido. — Dijo pensando en voz alta, pero solo vio más duda en el rostro de Xeno, quien aún tenía facciones delicadas y exquisitas y algo le decía que así sería en la edad adulta.

Volvió a suspirar.

—Ya veo, escucha muy bien Xeno. Cuando el cuerpo empieza a cambiar, experimenta muchas cosas a nivel hormonal, casi como una mujer embarazada... empiezan los cambios físicos que ya sabes bien cuales son, pero esos no son los más problemáticos. Quizá lo más difícil de todo es lo que pasa aquí. — Y golpeó con cuidado la sien del pequeño científico. — En las emociones, Xeno... eso es quizás lo más complejo que tienes que resolver. Y como científicos que somos... puede ser aún más incompresible, se nos enseña a replicar, repetir, compartir, eso es fácil... pero sentir. Sentir, emocionarse, interpretar... eso es tan complicado. ¿Recuerdas en que radica la complejidad de la cuántica? —

—En qué es probabilística, la cuántica solo tiene aproximaciones e interpretaciones, pero hasta ahora... ninguna certeza. —

—Y justo eso es lo que te tocara experimentar, Xeno. Porque nunca vivimos las emociones de la misma forma, aunque se dice fácil teorizar la tristeza, la felicidad, el amor... No es lo mismo a sentirla. Es un dato que aun desconoces, Xeno, pero recuerda lo que dice el Doctor Heisenberg sobre eso... —

—Que debemos abrazar la incertidumbre. —

—Justo así, Xeno. Tu pregunta no es fácil de responder porque implica mucha experimentación previa. Dime Xeno... ¿hay alguien en particular que te haga sentir bonito? ¿Especial? ¿O consideras que aún no te gusta alguien de esa forma? —

—¿Gustar? —

—Sí... el gusto, el aprecio, el respeto, el cariño. Pero es un cariño distinto a tus padres... es... como el amor a tus amigos... pero un poco más profundo, más intenso, más desbordante, como si te hiciera deshacerte por dentro... puede escucharse aterrador y lo más increíble es que a pesar de que así se siente, no deja de ser bonito. —

Xeno pensó en su respuesta y llegó un rostro clarísimo a su mente.

Byakuya vio el sonrojo en sus mejillas.

—Lo que pasa en la pubertad, va muy de la mano con que te guste alguien. Entre esa revolución de hormonas sentirás atracción, deseo y calentura... mucha calentura. Claro que es bonito calmar ese calor con alguien, pero no siempre es posible. Ahora, escucha Xeno, con atención y, sobre todo, discreción. Me puedo meter en problemas graves si alguien se entera que le dije esto al prodigio del pueblo, pero... tu cuerpo pasará por toda esta revolución, así que te pedirá ciertas necesidades que tú ni siquiera sabías que tenías. No lo reprimas, no lo escondas, tampoco es algo que puedas hacer en público. Es algo sagrado y que todos los seremos humanos tenemos: la intimidad. En esos espacios íntimos para ti, aprende los gritos que pide tu cuerpo, aprende sus necesidades, que le gusta, qué no le gusta, aprende todo de ti. Es una experiencia encantadora y única. Pero si hay algo más increíble que eso... es compartir esa intimidad con alguien. Pero estamos hablando de tu cuerpo, sagrado, valioso y por eso debe ser respetado. Compártelo con quien también te admire, te respete, te quiera... créeme que cuando tengas el privilegio de hacer eso con alguien de tu absoluta devoción; es los momentos más revolucionarios, más radicales y más increíbles que vas a pasar en tu vida. Sentirás cosas que no sabias que podían sentirse, experimentaras experiencias tan fuertes que te sentirás deshacerte en vida... pero eres poderoso, Xeno. Podrás con eso y más. Así de increíble eres. —

—¿Es... lo que llaman amor? —

—Justo Xeno, ¿qué te han dicho tus padres del amor? —

—Sólo que Dios es amor y ama a todos sus hijos por igual. —

Byakuya rio por ese comentario, ah, los americanos y su amor por un Dios cristiano. Lo extraño que le pareció ver en el billete de un dólar "In God we trust". Él siendo que había nacido en un bagaje cultural que no fue colonizado por la religión hasta cierto le costaba entender al Dios abrahámico... pero hacia su esfuerzo por comprenderlo.

—Sólo sé que el amor a un hijo es de lo más poderosos que existen. No he tenido el privilegio de sentirlo, Xeno... pero me gustaría mucho vivirlo. —

—¿Y ha amado a alguien de esa forma que menciona? —

Byakuya suspiró.

—Ah... solo al amor de mi vida. Lillian Weinberg. —

—¿Y dónde está ella? —

—En algún lugar de Tokio... cumpliendo sus sueños y yo aquí... cumpliendo los míos. — Una mirada de nostalgia invadió su rostro. — Xeno... algo tan poderoso como el amor es como la energía nuclear. Tanta energía que es capaz de crear soles que iluminan y dan vida a la tierra... pero el día de mañana esa energía se puede desestabilizar y crear destrucción y caos. Acabar con la vida a nivel atómico y vaya que Japón sabe de ataques nucleares... El amor construye... y también destruye. Pero como te dije antes... eres listo, podrás ser capaz de lidiar con algo así. —

Xeno se cuestionó la existencia misma, como hace mucho no lo hacía cuando tenía 4 años.

—¿Eso qué tiene que ver con el orgasmo? —

—Cierto, cierto... me distraje. La respuesta sencilla es: el orgasmo es el pico máximo alcanzado en la actividad sexual humana; el éxtasis, la culminación, la elevación del acto sexual. —

Se levantó y rebuscó en su biblioteca personal, sacando un libro y lo entregó a Xeno.

"Respuesta Sexual Humana"

—Si alguien te pregunta, di que te lo robaste. Pero no digas que yo te lo di. —

Xeno afirmó con fascinación empezando a leer el índice. Byakuya sonrió en complicidad.

—¿Recuerdas entre los mayores problemas en la teoría y la práctica, Xeno? —

—Sí... que en la práctica no suele salir a la primera como sale en la teoría. —

—¡Muy bien! Aquí es cuando se hace más compleja tu pregunta: el orgasmo es esa respuesta humana al acto sexual. Y esa te toca responderla a ti. Siempre recuerda el pilar de la intimidad; es tuya, es sagrada y es para conocerte. Y el siguiente pilar cuando desees compartir esa intimidad: siempre cuando tú quieras, siempre que la otra persona quiera. Eso y lo mismo que ya te mencioné, es suya, es sagrada y conocerte entre ustedes. ¿Entendido?

Xeno sonrió con avidez, Byakuya sonriéndole igual.

—Eres increíble Xeno, esa curiosidad te llevará lejos. Siempre recuerda la gran responsabilidad que conlleva todo este conocimiento. — Finalizó por fin Byakuya, por fin levantándose a terminar su café ya tibio.

Xeno le dio las gracias, ahora con más preguntas que respuestas. 

 

Chapter 5: Héurēka

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El reverendo Wingfield era sumamente adorado en la comunidad desde que tomó la estola.

Su esposa, Lily Wingfield era igual de apreciada y amada, una mujer sencilla y humilde que siempre se le veía en el asilo de la iglesia y el comedor comunitario.

No fue sorpresa para nadie lo amado que fue el pequeño hijo de ambos. Xeno Houston Wingfield era un bebé precioso y saludable; el cabello blanco no era más que herencia del rubio platinado de Lily y sus ojos profundamente ónix regalo de su padre.

Tampoco fue sorpresa para nadie el mismo trato humanitario y amable por parte del pequeño Xeno.

Lo que sí fue una sorpresa para todos fue el intelecto de Xeno.

Un niño prodigio.

Tan brillante, tan calculador, tan inteligente, tan intelectual, tan ávido de curiosidad y conocimiento que la comunidad de Allen, Texas resultaba tan pequeña para una mente tan grande.

Aunque Xeno era profundamente amable, le costaba mucho hacer amigos; simplemente la mente infantil no entendía la mente de Xeno. Y sinceramente la mente adulta tampoco.

Hasta que la familia Snyder se mudó desde Oklahoma.

Y Stan lo conoció cuando Xeno experimentaba con armas caseras.

Y la familia Wingfield por primera vez se sintió tranquila al conocer a Stan y su increíble personalidad protectora, educación de la familia Snyder.

Xeno no tenía en lo absoluto instinto de supervivencia, así que fue un alivio contar con una amistad tan significativa como la de Stan.

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1959

—No debería doler. — Explicó Xeno colocando el último electrodo sobre el hombro del rubio.

Una vez colocado, tomó el amplificador y lo encendió.

Y en efecto, el brazo de Stan se movió.

—¡Qué elegante! ¡El cuerpo humano funciona con electricidad! ¿Duele? —

—Para nada. Solo es... extraño. —

—El siguiente es un nodo intramuscular. — Dijo Xeno sacando una aguja del empaque.

—No, Xeno. La última vez que me inyectaste se rompió la aguja y no podíamos detener el sangrado. —

Xeno se irritó al recordarlo.

—La ciencia es prueba y error. — Explicó.

—Esto está mejor, incluso se siente bien. Mejores experimentos placenteros. — Dijo Stan mientras el científico le retiraba los electrodos.

Guardo el equipo pensando seriamente en lo que dijo. Recordó el libro que le había obsequiado su maestro hace unos meses, siento él sujeto de sus propios experimentos con el cuerpo humano.

Observó de nuevo el cuerpo de Stan, sin camisa. Su cuerpo no hacía más que crecer, armonizarse más y tomar una masa muscular cada vez más evidente.

El rubio estaba a punto de ponerse la camisa de nuevo.

—Espera, Stan... queda un experimento más. —

Y aquella tarde Stanley experimentaría por primera vez un orgasmo.

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Por las calles del pueblo se corrió el rumor de que Xeno por fin había sido reclutado por el gobierno, o que quizás pronto formaría parte de la armada de Estados Unidos. Nada más alejado de la realidad.

Simplemente se preparaba el camino para su brillante carrera científica. Lo de la armada era un chisme mal contado; Stanley siempre supo que formaría parte del ejército desde el día en que nació.

El pueblo dio un respiro de alivio, sabían que Xeno era un apoyo importante para la comunidad. A fin de cuentas, Xeno siempre intervenía todo lo que podía para mejorar la calidad de vida de sus habitantes. El pequeño niño era protegido, amado y admirado por la colectividad.

La llegada de Byakuya Ishigami al pueblo era toda una novedad. ¡Un extranjero en su pequeño pueblo! La comunidad lo acogió de inmediato.

Byakuya no se daba abasto y era un recordar constante que se encontraba en Texas por trabajo con el pequeño Xeno.

Y ambos encontraron un pequeño espacio académico basado en la confianza y amor al conocimiento.

Xeno podía asistir casi todos los días ya que servía de apoyo a los estudiantes irregulares a tomar clases particulares. A su corta edad poseía una pedagogía notable, compartir todo lo que ha estado aprendiendo resultaba satisfactorio y estimulante.

Pero muchos no lo veían aún con el debido respeto.

—¡Ey! Friki. — Dijo con desprecio Tyler Donovan tecleándolo con violencia y tirando todos los exámenes pendientes que tenía por revisar y regándose por el pasillo.

Sólo un "uuuhhh" con veneno fue audible por los estudiantes presentes.

La risa burlona de Tyler resonó con fuerza, retirándose de ahí.

Xeno solo se tragó su vergüenza y recogió los exámenes.

A lo lejos, Stanley Snyder presenció la escena.

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—A las 3:15 de la tarde, en el techo del Teatro. —

Le dijo Stan al oído para después ir a clases.

Llegando al techo a la hora acordada, vio a su amigo luciendo como siempre, formidable.

Tenía un francotirador y vio un telescopio dirigido al campo de futbol.

—¿Qué haces Stan? — Preguntó Xeno.

—¡Admira la vista! — Dijo señalando el telescopio.

Al asomarse a la mirilla, vio que apuntaba a él asta de la bandera, dónde no se encontraba la acostumbrada bandera de la Escuela, pero sí una mochila.

La mochila de Tyler Donovan.

Stanley apuntó con el francotirador aquel punto del otro lado del campus, dirigiéndose en la mirilla del arma y con la precisión digna de su arduo entrenamiento en casa; disparó.

Desde el telescopio, Xeno observó la mochila deshacerse a pedazos, con todos sus apuntes y objetos personales adentro.

—¡Increíble! — Gritó extasiado, deshaciendo en risas con su amigo.

Miró a Stanley, con una sonrisa tan enorme que no cabía en su rostro.

—¿Cómo subiste la mochila hasta ahí? —

—El principio de Arquímedes que me enseñaste cuando teníamos 12 años, sólo use una palanca... —

Xeno sabía que Stan también era un prodigio.

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—¡Hola Stan! Pasas mucho tiempo en el laboratorio, escuche en la cafetería a la joven Melanie preguntar por ti. ¡Deberían salir más seguido! — Dijo Byakuya saludando al pequeño Stan, el solo hizo una mueca.

—Las niñas son... intensas. Sólo me quieren abrazar. —

—Ten cuidado Stan. Recuerda también pedir tu espacio. —

—Cuando lo hago se ponen a llorar. —

Byakuya se soltó a reír.

—Ah. Ya entiendo porque estás tanto tiempo en el laboratorio. —

Era increíble la cantidad de chicas que se le acercaban, pero el solo buscaba sus tiempos libres para estar en el laboratorio con Xeno, y él se percató de eso.

—Stan, en tu hora libre deberías meterte al equipo deportivo. —

Él miró con extrañeza, sentado en la cómoda silla en el escritorio de su amigo.

—¿Para qué? —

—Siempre has tenido una increíble condición física, podrías buscar una beca para la Universidad. Y no estarás rodeado de niñas. —

—Sabes que entraré al ejército apenas salga de este manicomio. Y ya suficiente entrenamiento con mi padre y mi abuelo desde la infancia. —

—Quizás... pero tienes talento, Stan. —

—Prefiero estar aquí... Me gusta verte trabajar. —

Y Xeno sintió un burbujeo en su estómago.

Pero sabía que no duraría demasiado. Stanley era todo lo opuesto a él; sociable, extrovertido y un amigo leal. Sería cuestión de tiempo para que él encontrara otros espacios significativos aparte de sólo estar encerrado en el laboratorio viéndolo trabajar.

Y cuanto hubiera deseado equivocarse.

Después de cumplir los 15 años fue cuando a Stanley empezaron a invitarlo a las fiestas de la Escuela. Y siempre la pasaba a lo grande. Xeno jamás asistía ya que no encontraba sentido a esos espacios de perdición. Y por más que Stan desea ir con Xeno, él simplemente decía que no a todo.

Hasta que un día decidió llevar la fiesta con él.

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1960

El pequeño científico por fin cerró el libro. Se había dado el lujo de leer una novela de ciencia ficción es sus tiempos libres, por fin terminando La Guerra de los Mundos de H. G. Wells.

Apagó la luz de su habitación y entró en las sabanas esperando por fin descansar.

Hasta que escucho susurros por la ventana.

—¡Xeno! ¡Xeeeeee~! —

No de nuevo.

—¡Xe! — Definitivamente era la voz de Stan.

Abrió la ventana y estuvo a punto de arrojar agua cuando vio a dos figuras con Stanley.

—¡Prueba esto! — Gritó Stan de nuevo.

Xeno soltó un suspiro cansado y se apartó.

Stanley no tardó demasiado en subir por el árbol, después la pequeña chica de cabello rosa entró también ayudada por la rubia detrás de ella y Stan apoyándole a entrar. Después pasaría con agilidad la chica rubia; era Charlotte Bony. Y Luna Wright.

—¡Xeno! Escapamos de la fiesta de Kenny. ¡Sus padres llegaron antes de tiempo y casi no la contamos! — Dijo con abierta familiaridad la pequeña Luna. Xeno no puso objeción alguna, era una chica linda e inofensiva y sentía especial aprecio por el científico.

—¡Tu casa era la más cercana! ¡Y Luna se robó una botella de alcohol! — Saludo ahora Charlotte; algo así como la versión masculina de Stan. Poseían el mismo ideal de amar al ejército y talento para la estrategia.

Y también adoraban a Xeno sin motivo aparente.

—Claro... pasen. — Dijo Xeno sabiendo que no tenía opción.

Luna paso a su baño y Charlotte se recostó en la cama quitándose los tacones de plataforma.

—¡Estoy muerta! La fiesta se estaba poniendo buena cuando nos sacaron. —

Ahora Xeno encendió la lámpara que recién había apagado.

—Stan... ¿eso es lápiz labial? —

—¡Se ve lindo, verdad! Luna me puso este color que es... —

—¡Malva, Stan! ¡Color malva lavanda! — Gritó desde el baño.

Xeno río con aquella visión.

—Lo peor es que sí, se te ve lindo. —

—¡Prueba esto, Xeno! —

Y tomó asiento en el sofá de la habitación sacando de su chaqueta de cuero una botella de tequila.

—Sólo dale un poco, nunca ha probado el alcohol. — Dijo Luna saliendo del baño y sentándose frente a los chicos.

—¿A quién le robaron esto? —

—Al padre de Kenny. ¡Pero dale un trago! — Exclamó Luna

—¿Qué necesidad? — Preguntó Xeno cuidando no sonar grosero.

—¡Xeno! Ya todos probaron el alcohol en la escuela. No puedes quedar atrás, calma, estamos aquí para cuidarte. ¡Ponte ebrio de poder! — Dijo Charlotte bastante animada.

La pequeña tapa del licor fue llenada y le explicaron que debía tomarlo rápido y de un solo trago.

Xeno casi se ahoga.

Era como si el aguardiente bajara por su garganta agolpándose después en su rostro y mejillas. El rostro se le puso rojo y sus pestañas se llenaron de lágrimas.

¿Y eso bebía la gente por placer?

—¡Chupa el limón, Xe! — Le dijo Luna mientras le daba una rodaja.

Xeno se preguntó de dónde sacó eso, pero en su lugar le hizo caso de inmediato y sintió un ligero alivio en ese picor tan extraño y desagradable.

—Qué espanto...—

Y los tres gritaron, no como quisieran, al presenciar la primera bebida alcohólica del científico.

—¡Excelente Xeno! —

El peliblanco pensó que era sería suficiente para que se fueran, pero no fue así.

Menos cuando Luna y Charlotte se metieron a su cama, chismeando los eventos de la fiesta recién acontecida.

Stanley tomó asiento en el sofá y Xeno aún mareado, recostó su cabeza en su pierna.

Pensó que así se quedaría dormido, cuando escuchó claramente de Charlotte.

—Vamos Stan, Melanie se muere por ti y es una chica preciosa... ¿no quisiera algo con ella? —

Aún tenía sus ojos cerrados, pero Xeno puso especial atención a esa pregunta.

—Sé que es linda... pero no es mi tipo. — Respondió.

—¿Y quién es tu tipo? Nunca he visto que te guste alguien... — Dijo ahora Luna.

Stanley pensó en su respuesta.

—Hum... Inteligentes. —

—¿Nada más? — Preguntó Charlotte.

Stan miró de reojo el rostro de Xeno que descansaba en su pierna. Sus rasgos tan perfectamente definidos, delicados y exquisitos.

Sin darse cuenta, acarició su cabello.

—Rubios. —

Charlotte y Luna lo captaron.

Pero se dieron cuenta que Stan aún no.

Chillaron en complicidad tapándose con las sabanas hasta el rostro.

Las mejillas de Stan se tiñeron ligeramente de rubor.

—¡Lo que pasa en la fiesta, se queda en la fiesta! —

Dijo Charlotte saliendo de la cama para servirse otro trago.

—Esperen, Xeno guarda cerveza en el desván. —

—¿Por qué esconde alcohol si no bebe? —

—Le sobraron decenas después de experimentar con malta. Ya voy. —

Y con sumo cuidado se apartó del pequeño científico, cuidando no despertarlo.

En silencio fueron las chicas tras Stan.

Al regresar Xeno ya no estaba en el sofá.

Mientras ambas chicas tomaban el alcohol robado, el rubio fue a la cocina donde encontró a Xeno en busca de agua.

—¿Estás bien? —

Xeno bebió tan rápido como pudo.

—Sólo... mareado. — Respondió entre susurros, cuidando no despertar a sus padres.

—Quizá no fue la mejor idea darte alcohol tan alto. —

—Tus ideas siempre son malas, Stan. — Respondió regresando a la habitación donde Charlotte y Luna ya tenían el tocadiscos encendido mientras brincaban en su cama.

—¡Xeno revivió! — Gritó Luna bajando de un salto y abriendo una lata de cerveza para él.

Xeno miró detenidamente el envase.

—Stan... ¿acaso...? —

—Mi culpa. Mi culpa, te las repongo después. —

Xeno no dijo más y tomó asiento, bebiendo la amarga bebida sin entender el furor por ella.

—Ahora, Xeno... dinos. ¿Alguien te gusta? —

—Me gustan ustedes, cuando no vienen a asaltarme a medianoche a tomarse mi alcohol. —

Los tres rieron al unisono.

—¡Vamos Xeno! Sabes de lo que hablamos. Eres un tesoro escondido en tu laboratorio. ¿Sabes cuantas chicas quieren contigo? —

Stan casi se atraganta con la cerveza.

—¡Eres el fruto prohibido, Xeno! Eres precioso, inteligente y atractivo. ¡Tienes la piel tan tersa! El hecho de que nunca estés con nadie te hace aún más atrayente. Y tu cuerpo tal delicado lo hace mejor. Estás incluso más acuerpado que Luna. —

—¡Ey! —

—Lo sabes Luna. Y el hecho de que seas tan... inexperto te hace aún más irresistible. ¡Todas las chicas quieren ser tu primera vez! —

Xeno se puso tan rojo y sin ayuda del alcohol. Stan se molestó tanto con esa confesión.

—¿O ya tuviste tu primera vez? —

Xeno continuó sonrojado... y curioso.

—No y dudo que ese día llegue. —

—¡Vamos Xeno! Pretendientes sobran, tienes hasta para escoger. Y no nos has dicho como te gustan. — Ánimo Luna.

—De cabello negro y largo. — Respondió sin dudar.

—¿Sabes quién es así? ¡Alexandra! — Vitoreó Charlotte.

Xeno volvió a sonrojarse.

—¡Deberíamos concertarles una cita! — Ánimo ahora Luna.

Y Stanley estaba furioso.

Revisando en su chaqueta sacó una cajetilla de Lucky Strike.

—¿Desde cuándo fumas? —

—¡Desde que le robo los cigarrillos a Tyler Donovan! — Respondió Luna.

—Bien, pero avienta el humo afuera. — Dijo Xeno.

Y Stanley se colocó frente a la ventana, empezando a arrepentirse de la visita no concertada.

—¿Sabes que deberíamos hacer? Ir a la ventana de Alexandra y llevarle flores. —

—¡Luna! Pero a mí no me gusta Alex. — Explicó Xeno.

—¡Solo es una cita! Te podría agradar...—

—Es... válido una cita. Podría ser un valioso experimento social. Pero es demasiado ir a su ventana. —

—Además, Tyler Donovan ya hizo eso. — Dijo Charlotte.

—¡¿En qué momento?! — Gritó Luna.

—¡Hace unos meses! Fue rechazado de forma humillante. —

—Es un idiota. No puedo creer que sea tan imbécil y aun darse el lujo de intentar algo con Alex. —

—¡Yo lo odio! Desde el primer día empezó a molestar a Xeno y eso es imperdonable. Solo mira está carita de porcelana. — Dijo Charlotte abrazando a Xeno desde su cabeza mientras lo llenaba de besos en su frente.

Stanley mordió su cigarrillo molesto por ese gesto.

—Pero llegó Stan y mi niño está a salvo...— Apremió Luna.

—¡Stan! ¿Por qué tan serio? ¡Estabas de tan buen humor! — Preguntó Charlotte soltando a Xeno.

El rubio soltó el humo de su cigarrillo.

—Hablar de Tyler me pone de mal humor. —

—¿Viste lo que le hizo a mi niño está mañana? ¡Quería partirle la cara! — Exclamó Charlotte.

—Claro que lo vi... ¿Por qué crees que su mochila salió volando esta tarde? — Dijo Stan con el mismo semblante serio.

—¡Sabía que fuiste tú! — Exclamó Luna.

Xeno rio al recordarlo.

—Gracias Stan... aunque yo tenía otros planes de venganza. —

—¿En serio? ¿Qué ibas a hacer? — Preguntó Charlotte.

Y Xeno sacó una libreta forrada de piel. Abrió en la última página mostrando cálculos precisos.

El rostro de Luna, Charlotte y Stanley brillaron.

—¿Eso es posible? — Preguntó Luna.

—Claro que si... con ciencia. Solo necesitaría ayuda con esta parte, pero como sabrás, no tengo la condición física para hacerlo. —

Stan, viéndose más relajado, respondió para apagar su cigarrillo.

—Xe... sabes que para eso me tienes a mí. —

—¡Y a nosotras! —

—¡Sí! ¡Deberíamos ir ya mismo a terminar tu trabajo, Xe! —

—¡Es una idea muy elegante! —

Y con ayuda de Stan es que Xeno bajó por el árbol... aun cuando tenía llaves de su propia casa.

—Siempre hace lo mismo el muy idiota. Se va de las fiestas completamente ebrio, suele quedarse en la estación Mobil cuando no puede conducir y créeme, hasta ahí llegó, se fue de la fiesta muy mal. — Explicó Charlotte cuando llegaron a la tierra prometida y dicho y hecho: Estaba Tyler Donovan dentro del auto durmiendo en la parte de atrás.

Lo pusieron sobre el pasto, asegurándose de no despertarlo, aunque se dieron cuenta que podrían incluso golpearlo y jamás de daría cuenta por lo ebrio que estaba.

Los cuatro se llevaron el auto, hasta que llegaron al punto convocado.

—¡Bien! Yo vigilo. — Exclamó Luna, dejando el trabajo a los profesionales.

Y esto es lo que pasa cuando juntas a dos jóvenes extrovertidas, un soldado y un genio ebrios en una noche.

Chapter 6: Prank

Chapter Text

Stan no puso objeción cuando entraron todos a dormir y la ropa empapada en aceite de motor, lodo y sudor.

No obstante, Stanley quedó pensativo en lo que dicho Charlotte en la habitación de Xeno.

El peliblanco siempre le inspiraba un sentimiento de protección. Los años pasaban y Xeno parecía verse cada vez más terso.

Y eso a Stanley le volvía loco.

Pero le molestó darse cuenta que no era el único en percatarse de sus cualidades.

Stanley siempre se sintió afortunado de ser el único en la vida de Xeno. No era secreto que ayudaba a todo el que podía, brindándole siempre lo que necesitaban con lo que él podía ofrecer; pero Stan era el único que podía entrar a su laboratorio, el único que podía entrar a su habitación, dormir en su cama y él era el único en quien confiaba Xeno.

Odió profundamente la aparición del Doctor Joseph y más aún del Doctor Ishigami. Pero el señor Ishigami era profundamente respetuoso con Xeno y eso lo alivió. No podía decir lo mismo del Doctor Joseph, sentía que no podía confiar en él y odiaba la idea de que quería llevarse a Xeno en un futuro no muy distante.

Y haciendo caso de sus pensamientos intrusivos, abrazo con cuidado a Xeno, escondiéndolo con cuidado en su pecho. Acarició su cabello con cuidado, oliendo profundamente el aroma de su cabello.

Aun pensando en las palabras de Charlotte.

"Eres el fruto prohibido"

La simple idea le asqueó.

Xeno no era ningún trofeo, ningún premio y sobre todo, no era ningún fetiche.

Era el maldito futuro del mundo y era un prodigio. Debía tratarse como el tesoro que era.

Este pueblo no valoraba realmente a Xeno.

Sin darse cuenta, pego sus labios a su frente, disfrutando la cercanía, acariciando con cuidado su espalda, tan delicadamente trazada, tan exquisitamente ceñida a sus brazos.

Se percató que se había alejado de Xeno en estos últimos meses.

Lo estrecho más a él, recordando porque debía ser más fuerte. Para cuidarlo, velar sus sueños y proteger su futuro.

Xeno era demasiado para él mundo y él quería ser digno de él.

Arrullado por el perfume de Xeno, finalmente se quedó dormido.

 

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El jefe de policía admiraba semejante visión. Arrojó su colilla al suelo, frustrado, pero también impresionado.

En sus 35 años de servicio jamás esperó ver algo así.

—¿Ya salió el dueño? — Preguntó el policía a su lado, también sin poder creer lo que veía.

—El hijo de Donovan. Lo llevamos a la comisaría, pero estaba tan ebrio que lo mandaron a la enfermería— Respondió mientras encendía otro Marlboro blanco.

—Debe aceptar que es impresionante. —

—Es correcto. Por eso no creo que Tyler lo haya hecho, es tan idiota que la sirena de mi patrulla hace más ruido que su cerebro. No lo hizo solo. —

Y arriba, sobre el techo de la biblioteca municipal, descansaba su auto.

Un edificio de 20 metros de altura y justo en el centro del tejado estaba el auto de Tyler Donovan, era imposible moverlo con las llaves ya que la tracción trasera había sido removida. Debían buscar una grúa que alcanzara su alto para darse cuenta que en el pequeño pueblo no contaban con ninguna y era imposible arrastrar el auto porque el tanque de gasolina había sido rellenado con azúcar.

El jefe de la policía divisó muy bien un nombre: el pequeño Xeno Houston ya había visitado varias veces la comisaría por explosivos caseros, volar el laboratorio un par de veces y por casi intoxicar a los alumnos de la escuela con una fuga de gas. Varias evacuaciones se han suscitado por Xeno y otras tantas se había activado la alarma contra incendios.

Pero todo era producto de sus experimentos.

Esto era una broma. Una maravillosa y elaborada broma.

Descarto a Xeno de inmediato. Por ahora.

Por antecedentes, era más probable Tyler y sus seguidores, tan huecos como él, quienes siempre hacían terribles bromas y solían ser multados por conducir ebrios.

¿Pero por qué motivo él mismo subiría su auto?

A lo lejos, a través de la mirilla de francotirador, los ojos ónix de Xeno divisaban su gran obra de arte, desde la ventana de su habitación es que fue testigo de su magnífica venganza.

—Ya llegó el sherrif Baxter. Se llevaron a Tyler cargando en la patrulla. Seguía inconsciente cuando se lo llevaron. —

—¿Crees que recuerde algo? — Preguntó Stan ahora observando por la mirilla. Era idílico aquel acto.

—Claro que no. Ni hoy ni nunca. —

Y el chisme de regó como pólvora.

Un auto atascado sobre la biblioteca municipal.

Claro que todos creyeron que el autor de tal hazaña fue Tyler, conocido por sus bromas a medianoche. Pero incluso algo así era demasiado para su humor tan rancio.

Y después de tres días aun con el auto sobre el techo, las dudas comenzaron más fuerte.

Era una tarea titánica bajarlo, pero más aún entender como lo habían subido.

Tyler y todos sus amigos fueron interrogados uno a uno, pero a su paso cayeron varios en el proceso.

Primero Kenny, que se descubrió la fiesta clandestina en su casa y aunque alcanzó a sacar a todos los ebrios de su casa antes de que sus padres llegaron, fue imposible mantener la mentira.

Después los padres de Tyler, increíblemente estresados por ser citados a declarar y sabiendo el terrible historial de su hijo.

Incluso Stanley fue citado a declarar, pero al tener una coartada con Luna y Charlotte, fue descartado de inmediato.

Xeno si fue citado en conjunto de Byakuya, pero para asesorar en como bajar el maldito auto.

Cinco días después y el auto seguía ahí. Tyler simplemente defendía su inocencia.

Y llegó aquella tarde en el laboratorio.

Byakuya Ishigami se sentó seriamente frente a él.

—Xeno...—

— Byakuya. —

Y una amplia sonrisa adorno su rostro.

—Buen trabajo. ¡Excelente! Si pudiera agregar esto a tu currículo, lo haría. Es obvio que fuiste tú, muchacho. ¡Eres brillante, Xeno! —

El pequeño sintió el rubor en su rostro. Siempre era halagado por su sensei, pero sintió especialmente cálido aquel cumplido.

—Escucha. Llegará más tarde el sheriff Baxter, simplemente niega todo. —

—Claro, sensei. —

Y no tardaría demasiado en llegar el jefe de policía, pidió privacidad para hablar con Xeno y se sentó frente a él con calma.

—Joven Wingfield... después de días indagando, me percaté que Tyler Dovonan lleva años molestándote en la escuela. Si se detuvo fue por tu amigo Snyder, y claro, tenía que ser siempre la familia Snyder. Pero, Xeno... no puedes hacer bromas así. Le ha costado una fortuna al ayuntamiento bajar el auto. —

El peliblanco solo se quedó quieto, escuchando atentamente a cada palabra dicha.

Finalmente, el policía suspiró.

—No tengo pruebas de que fuiste tú. Toda la evidencia apunta a Tyler, pero... no necesito absolutamente ninguna evidencia para saber que el único en este pueblo capaz de algo así eres tú, Houston. Así que no lo vuelvas a hacer. —

—Sheriff Baxter. No sé de qué me habla. —

El policía encendió un cigarrillo, divertido.

—Quiero vivir una larga vida para presenciar hasta dónde vas a llegar... porque sé que será lejos. —

Revolvió su cabello platinado, por fin levantándose para dirigirse a la salida.

—No te juntes con Snyder, sólo te meterá en problemas. —

Y se retiró sin más.

Xeno fue a servirse más café, pensando seriamente en sus palabras.

Y era cierto que cuando pasaba tiempo con su amigo, pasaban cosas interesantes.

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Tyler Donovan tomó con fuerza a Xeno de la corbata empujándolo contra los casilleros. Y detrás de él su sequito de imbéciles.

—¿Ahora qué quieres Tyler? —

—De ti, nada. Mándale un mensaje a Snyder de mi parte. Sé que fue él quien dejó mi auto en la azotea. ¡Todo pasó después de que se fue de fiesta de Kenny! Ahora busca inculparme por eso. —

—Te tienes mucha fe. Eres demasiado imbécil para hacer algo así. — Contestó Xeno con sarcasmo.

El rostro de Tyler se descolocó. Golpeó el casillero justo al lado de su rostro como advertencia.

—Stanley no siempre puede estar detrás de ti para cuidarte. Así que dile que cuente la verdad, o quién pagará por esto serás tú, cerebrito. —

—Dile tú, idiota. ¿O acaso eres tan cobarde como para esconderte de él y no hacerlo tú mismo? —

Y eso fue lo último que alcanzó a decir antes de ser golpeado en la mandíbula y metido en un casillero vacío.

Mierda, y tenía que ser en la última hora cuando ya se había ido todos.

Y justo ese día había pedido al Doctor Ishigami el laboratorio para él solo, así que nadie lo buscaría.

Pasados 20 minutos empezaba a hacerse a la idea de que estaría ahí hasta el día de mañana cuando escuchó la voz de Stan.

—¡Xeno! ¿Estás aquí? —

—Casillero 310. — Exclamó ante su imposibilidad de gritar.

Escuchó pasos cada vez más cercanos hasta que la luz lo golpeó con fuerza, cerrando los ojos rápidamente ante la incomodad en sus ojos.

Stanley lo sacó con cuidado, vigilando que no tuviera alguna herida. Con furia encontró su labio inferior cortado y un moretón en la mandíbula. Con su dedo pulgar acarició con cuidado la herida, Xeno soltando un pequeño gimoteo de dolor.

—¿Donovan? — Fue lo único que pudo decir en un intento de calmar su ira.

—Y su séquito de idiotas. —

—Te llevaré al laboratorio. —

—Gracias Stan. —

Llegando ahí, Stanley desinfectaba la herida con alcohol, llevándose un gesto de desagrado por parte del peliblanco.

Stan simplemente no podía con la culpa.

—Si no hubiera irrumpido en tu habitación la noche del viernes... —

—Al final fui yo quien decidió ir con ustedes, Stan. Y créeme que... la pase bien. Es divertido salir con Luna y Charlotte... —

El rostro de Stan se relajó por un momento.

Río al recordar todo lo acontecido esa noche y genuinamente la pasó de maravilla.

—Yo también me divertí mucho, Xe. Deberíamos salir más seguido. — Dijo finalmente para guardar los insumos de curación.

—Lo pensaré. Que esta ultima vez que salí contigo terminó con el Sheriff Baxter en mi casa. —

Y Stanley Snyder río con más fuerza. Su pequeña broma pasaría a la historia en el pequeño pueblo de Allen, Texas.

Y como leyenda en la escuela.

Los estudiantes siempre eran reservados con Xeno, pero cuando se corrió el rumor de su increíble hazaña su nombre surgió con fuerza en los encuentros sociales.

Y todos querían saber cómo lo hizo. Pero sabía que debía tener la previsión de cuidar su mentirilla blanca. Así que continuó negándolo.

Ese día olvidó su almuerzo y tuvo que ir a la insalubre cafetería de la escuela.

—¡Xeno! ¡Xeno! ¡Por aquí! — Gritó Alexandra Quinn, reservándole un espacio en el comedor.

El peliblanco, aun no acostumbrado por tanta atención, se sentó a su lado. Aun no se acostumbraba a lidiar con tanta presencia, pero Alex le hacía sentir cómodo.

—Hola, Alex. — Saludó con cordialidad.

—¡Xeno! Este viernes es la fiesta de Melanie. Deberías venir. —

—Solo si no me obligan a beber nada. —

—¡Hecho! ¿Qué ropa vas a llevar? ¡Deberíamos ir a juego! —

—¿Juego? —

—¡Sí! Si yo llevó un vestido azul, tú deberías llevar una corbata del mismo color. —

—Suena... muy elegante. —

—¡Decidido! Yo llevo vestido azul y tú una corbata igual. —

—¡Melanie! Yo quería llevar el azul este viernes. — Interrumpió Vanessa.

—¡Muy tarde! Lleva el amarillo, te va mejor con tu cabello rojo. —

—¡Pero yo quería ir con Xeno! —

Y el científico volvió a sonrojarse.

—¡En la siguiente fiesta, Vanessa! —

Y Xeno no sabía dónde meterse.

—Ten Xeno, me he dado cuenta que te gustan las manzanas. Yo no soy muy fan, te obsequió la mía. —

—...Gracias Vanessa. —

—Yo te doy mi jugo. — Dijo ahora Alex.

—....Gracias. —

Lo acepto con duda. Ambas chicas lo miraban de forma intensa.

—Que yo no sé cómo llegó el auto de Tyler ahí porque yo no lo subí. —

Toda la mesa suspiró.

—¡Cuando la policía cierre el caso, nos dices todo! —

—¡Es tan obvio como que eres el genio de la escuela! ¡Todos sabemos que fuiste tú y muy seguramente Stan te ayudó! —

Incluso la siempre callada de Annie gritó.

—¡Anda Xeno! ¡Será nuestro secreto! —

Xeno río con complicidad.

—Quizás... el día de la graduación. — Fue lo único que pudo responder.

Y el timbre sonó anunciando el fin del receso.

Alexandra tomó el delicado rostro de Xeno y estampó un pequeño beso en la mejilla.

—Recuerda. Azul. ¡Nos vemos el viernes! —

Xeno sonrió y Alexandra se retiró.

Y por la misma puerta que salió, esperaba Stanley.

—¿Qué te trae hoy a la cafetería? — Preguntó, nada feliz de lo que acababa de presenciar.

—Olvide mi almuerzo y el menú de hoy no fue tan terrible. Sirvieron avena con manzana y canela. —

Respondió para dirigirse al laboratorio.

Stan fue tras él.

—¿No tienes clase de Literatura? — Preguntó al ver a Stan entrar con él.

—¿Irás con Alexandra Quinn a la fiesta del viernes? — Pregunto sin más.

—Dijo que fuéramos a juego, ahora debo comprar una corbata azul. —

Stan lo miró con.... ¿rabia?

Nunca vio ese gesto en su amigo.

Así que Xeno lo miro extrañado.

—¿Qué pasa Stan? —

—Llevó meses invitándote a fiestas y nunca quieres venir. ¿Porqué con ella así? —

—Vamos Stan, te veo todos los días desde hace años. Siempre estoy contigo... y me pareció un lindo gesto. —

—¿O ella te pareció linda? —

Xeno se sonrojó ligeramente.

—Objetivamente hablando es hegemónicamente bonita. Cabello largo y lacio, rostro de muñeca y ojos grandes y azules. —

Y los ojos dorados se abrieron exasperados.

Xeno volvió a mirarlo.

—Estás rojo, Stan. —

Y simplemente se dio vuelta saliendo del laboratorio.

Justo en ese momento llegaba Byakuya

—¡Hola Stan! —

Y se fue sin siquiera mirarlo. Eso desairó a Byakuya.

—¿Están bien, Xeno? —

—Sensei, estoy tan extrañado como usted. —

—Ah... la pubertad. ¿Cómo va el caso? — Preguntó mientras se prepara un té negro.

—Se va cerrar mañana. Multaron a Tyler y tardaron una semana en bajar el auto. —

—¡Increíble Xeno! —

Volvió a sonreír, encontrando irónico que su propio maestro lo esté alentando por cometer delitos menores.

Volvió a pensar en su amigo, pero decidió no indagar más.

 

 

Chapter 7: Stanley's Heart

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Stanley's Heart

1960

A Stanley le fue servido ponche, pero él no podía apartar la mirada a lo lejos.

Xeno se veía precioso con esa camisa negra haciendo juego con jeans del mismo color. Resaltaba aún más su nívea piel y cabello blanco, y claro, la maldita corbata azul eléctrico que combinaba con el vestido de seda de Alexandra.

No dejaban de reír, Alexandra le dio a probar por primera vez el ponche y ahora lo llevaba a la cocina.

¡Sobre su cadáver los dejaría solos!

¿Por qué Xeno reía con ella? ¿Acaso debería intervenir? ¿Por qué Xeno la fue a dejar hasta su casa?

Bien, tuvo la educación de solo dejarla. Ahora tendría que explicarle porque estaba a unos metros de la casa de Alex.

—¿Stan? —

El rubio miró con recelo el lado opuesto donde estaba su amigo, mientras soltaba el humo de su cigarrillo.

—Nunca has aceptado salir conmigo a una fiesta. — Fue lo único que dijo.

Xeno río. Olvidaba lo visceral que era su amigo, pero eso mismo es lo que lo hacía tan buen soldado. Protegía lo que era importante para él.

Juntos fueron hasta casa de Xeno y finalmente Stan regresó a su casa. Esa noche no pudo dormir de la rabia, pero alivio también. Porque esa fiesta había terminado.

Pero las citas continuarían. Y así sería por semanas.

Byakuya estaba emocionado de que Xeno saliera a socializar más.

Pero Stan estaba sumamente enojado y le resultaba imposible presenciar a su amigo con otras personas, y eso provocaría un distanciamiento a su mejor amigo.

Tyler Donovan se percató de eso.

Se aseguró que Stanley estuviera aún más lejos ese día, pero jamás previno cuando Alexandra intervino, luego Luna, incluso Melanie. Su perdición fue Charlotte, una chica pequeña pero bien entrenada.

Y entre todos los estudiantes crearon una red de apoyo a Xeno. También como una forma de agradecimiento ya que la broma que se salió de control por fin pudo tener a raya a Tyler por lo menos hasta el fin del curso.

Pero Stan se sentía a morir.

Él era quien siempre protegía a Xeno. ¿Ahora eso también se lo quitarían?

Empezaba a creer que su amistad se fragmentaría.

Su madre notó el mal humor de Stan y como él mismo estaba intensificando los entrenamientos con su padre.

Algo en su corazón le decía que tenía que ver con su amistad con Xeno y eso le preocupo.

Hasta ese día.

Stanley se encontraba en el centro de tiro.

Volvió a llenar la revolver y apuntó de nuevo al centro.

Cada disparo era un recordatorio constante del caos en su mente.

¿Por qué le molestaba tanto la situación?

Xeno era su mejor amigo y lo había sido por años, nadie le conocía mejor que él y nadie conocía mejor a Xeno que Stan.

Así que no tenía nada de malo que Xeno tuviera otras amistades... ¿verdad?

Volvió a dar un tiro en el centro.

¡Pero él quería ser el único!

Quería que Xeno solo saliera con él, solo lo viera a él, solo le hablara a él, solo lo abrazara a él... solo lo amara a él.

Sin darse cuenta, vacío el arma por completo con rabia. No eran tiros preparados, ordenados ni sensato como los de un francotirador.

Eran salvajes, sin orden ni recato. Sentía que un poco de su frustración se disipaba como la pólvora, que su rabia era puesta en cada bala que ahora estaban todos en el blanco. Y aún sin apuntar, acertó en el centro.

Esto era inconcebible.

De repente Xeno era el centro de atención, y lo peor es que aceptaba cada invitación que le hacían. La fiesta de Melanie. La cita con Alexandra. La ida a la fuente de sodas con Erika. ¡A Xeno ni siquiera le gustaban las malteadas!

Y todo eso le molestaba. Le molestaba demasiado. ¿No era suficiente con su amistad?

Quizás por fin encontró a alguien que le retara intelectualmente, algo que Stan jamás podría hacer.

Eso lo descolocó.

Y cambiando de arma tomó ahora la escopeta.

Aun cuando el retroceso era infernal.

Pero el enojo en su cuerpo lo hacía más soportable.

¡Quería que solo Xeno lo amara a él! ¡Quería verlo cada día de su vida! ¡Quería abrazarlo! ¡Quería tocarlo! ¡Quería besarlo!

Soltó un último plomazo, la adrenalina a flor de piel, su respiración agitada, el sonrojo en su rostro.

Bajó la escopeta un momento.

¿Quería besarlo?

Se llevó una mano a la cabeza, culpable de sus propios pensamientos.

¡Esto era impropio!

Xeno era sagrado, pensar así de él era... perverso.

Abrió la escopeta para volver a cargar las municiones.

Y permitió de nuevo a su mente divagar en aquellos recuerdos que el mismo había prohibido.

Xeno era inmaculado, divino... casi celestial.

Y él deseaba, añoraba y fantaseaba con toda esa belleza perfecta. Hasta que llegó el día en que pudo cumplir esos deseos.

Todo empezó el día que experimentó el sagrado tacto de Xeno en su cuerpo. Tenía 14 años, Xeno tenía 15.

Xeno hacía un experimento con un libro que le fue otorgado. "Respuesta sexual humana". Su amigo no tuvo pudor en compartirle que estaba experimentando y conociendo la masturbación, y que ahora quería probar el tacto ajeno.

Por supuesto y como siempre, Stanley fue su apoyo en el experimento.

No pudo evitar notar lo increíble que se sentía las caricias de Xeno, como su piel reaccionaba cuando su cuello era acariciado, su cabello masajeado y él mismo llegó más lejos cuando besó a su amigo.

"Tú también deberías experimentar estas sensaciones" Fue la excusa que dio Stan. Y en esa sinfonía de tactos, besos y jadeos se vino en sus pantalones.

Así fue su primer orgasmo.

Y Xeno solo dijo "Gracias por tu apoyo, es información muy valiosa".

No volvieron a hacerlo. Nunca hablaron de ello.

Solo quedo guardarlo y atesorarlo como lo más sagrado que tenía y así sería hasta el fin de sus días.

Su vista se desenfocó un momento y el aire abandonó sus pulmones.

¿Y si experimentó de nuevo todo eso, pero con alguien más?

Empezó a jadear, el aliento frío empezó a notarse, la temperatura había bajado considerablemente y se dio cuenta lo entumecidas que estaban sus manos.

Dejó el arma para tomar un tabaco e intentar entrar en calor. Empezó a temblar, así que era casi imposible encender el cigarrillo, por fin alcanzó la llama y con un fuerte suspiró soltó el humo.

Su mente era un espacio caótico de escenarios devastadores, cada uno peor que el anterior.

Y casi como una aparición, llegó Xeno al campo.

—Un tiro muy elegante, como siempre. — Mencionó apenas lo vio.

El rubio dio otra calada a su cigarrillo, fue cuando se percató que Xeno cargaba en sus manos su chaqueta de piel.

Miró el rostro de su amigo, pintando una sonrisa encantadora.

De repente la rabia, el caos y los pensamientos intrusivos desaparecieron.

Un cálido sentimiento afloró en su pecho... sólo por ver a Xeno.

—Gracias. — Fue lo único que le respondió, percatándose que realmente el frío era cada vez más insolente.

—¿Quieres chocolate caliente? — Preguntó el peliblanco.

—Me vendría bien... —

Y fueron a la casa de Xeno, el frío cada vez más presente, recordando el término del verano.

El científico le dio la manta mientras veían televisión, Stan la aceptó sin decir nada más, algo extraño en su extrovertido amigo.

—Estas muy callado, Stan. ¿Pasa algo? —

Stanley Snyder miro de nuevo a su amigo, lucía como siempre, tranquilo, sensato y una sonrisa para él.

Suspiro por un momento y por fin soltó lo que le atormentaba.

—Se está corriendo el rumor por la escuela de que vas a pedirle a Alex ser tu pareja. —

Xeno se sorprendió bastante ante esas palabras. Y se sonrojó.

Tomó asiento al lado de Stan, cobijándose también con el espacio de manta que sobraba. Dio un sorbo a su chocolate, aun pensando en eso.

Stanley era cada vez más un manojo de nervios.

—¿Es cierto? — Preguntó pretendiendo no sonar desesperado. No funcionó.

Xeno se sonrojó más.

—Dios, claro que no. —

Stan volvió a respirar.

Pero Xeno continuaba pensativo, considerando estas últimas... citas.

Y Stanley se sintió... idiota.

Los celos lo apoderaron de una forma confusa y extraña. Pero el día que se enteró que estuvo a punto de ser mandado al hospital por Tyler la culpa lo devoró. De no ser por la intervención de las chicas, otra historia sería.

—Lo siento, Xe... —

—¿Por que? —

—Me aleje de ti... y Tyler estuvo a punto de tocarte. —

Xeno río, recordando con ilusión como toda la escuela lo defendió y en efecto. Sintió un vacío por no ver a Stan. Pero sabía que no era su culpa.

—No hay problema, Stan. —

—¿Cómo puedes decir que no hay problema?! ¡Simplemente me alejé! ¡Dejé de visitarte al laboratorio! ¡Dejé de acompañarte todas las tardes! ¡No volví a ayudarte con los experimentos! ¡Prometí protegerte! Y solo... me alejé. —

Xeno miró con detenimiento la reacción de su amigo. Dio un sorbo a su chocolate.

—Tú nunca haces nada por capricho, amigo. Tienes una intuición privilegiadamente elegante, estoy seguro que fue por algo que es importante para ti. Sólo espero no haberte hecho enojar, y si fue así... lo siento mucho, Stan. —

Aquello fue como clavar el último clavo en el ataúd.

Dejó su chocolate en la mesa del centro.

Y sin previo aviso, lo abrazó.

Lo abrazó con fuerza, como si se fuera a deshacer en sus brazos.

—Te he extrañado, Stan. —

—Tú jamás harías nada malo, Xe... Sólo fui yo y mis estúpidos celos. —

Xeno devolvió el abrazo, sonriendo como siempre. Aceptando siempre la fiel compañía de la persona en quien confía en el mundo.

—Jamás te cambiaría por nada del mundo, Stan. —

Y el rubio volvió a su lugar.

Xeno continuó hablando.

—Ha sido... divertido. Salir a fiestas, conocer mejor a las chicas, resulta que muchas son brillantes también. Quizá no estén interesadas en la ciencia como yo, pero no por eso las considero inferiores. Tienen pasiones, sueños... y eso vale más que cualquier cosa. Pero... esto no es para mí. Fueron lindas experiencias, pero me ha quitado valioso tiempo en el laboratorio. Esto de las citas ha terminado. —

Stan se sintió profundamente aliviado.

—Aunque... era lindo. — Dijo más para sí mismo.

—¿Qué era lindo? — Indagó Stan.

—Los... halagos. Siempre me decían cosas lindas. Que era bonito, inteligente... una vez Alex me dijo suavecito. Y genuinamente yo quería hacerlas sentir como me hacían sentir a mí. Apreciado. No era difícil devolver los halagos. Alex también es preciosa, Erika también es brillante, Vanessa también es bastante talentosa. Supongo que todo eso se malinterpretó. —

Xeno era una cajita de sorpresas.

—A mí nunca me has dicho nada bonito. — Dijo Stan mirando con recelo la televisión, volviendo a tomar su taza humeante.

Xeno río como hace mucho no lo escuchaba.

—Eres el mejor atleta que he conocido, tu instinto supera por mucho los cálculos manuales, parece que naciste con un arma por tu impecable puntería. Y eres muy bonito, Stan. —

Y Stanley seguía viendo la televisión, incapaz de mirarlo, el sonrojo abrumándole las mejillas y la emoción aflorando en su estómago.

—Aun así... me debes una salida. —

Xeno volvió a reír.

—Claro, ¿a qué fiesta quieres ir ahora? —

—Halloween. Yo elijo los disfraces. —

—Trato. —

Y volvieron a la televisión con el chocolate aun calientito. Como el corazón de Stanley.

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La rutina de Xeno y Stan volvió de forma relativamente normal, pero ahora con el apremio de la graduación a final del curso y por fin la incorporación oficial de Xeno en la Universidad y el ingreso de Stanley en la armada.

Stanley llenaba el formulario con puño y letra como se le había pedido. Al terminar fue a dejar la carta el buzón con la expectativa desbordando.

Específicamente añoraba que fuera aceptado en el Base de la Fuerza Aérea Edwards, no sólo porque era de las mejores en el país, si no que estaba en las afueras de la Ciudad de los Ángeles, cerca de Xeno cuando ingrese al CalTech en Pasadena, California.

Justo tendría los 17 años cuando se abre el ingreso de los cadetes y en aras de la Guerra Fría, necesitaban más soldados que nunca. Y Stan estaría más cerca de su sueño de convertirse en piloto de combate.

Estaba a punto de regresar a casa cuando vio a Xeno detrás de él.

—¿Tu solicitud? —

—A la Base Edwards. —

—¡Fantástico Stan! Y tienes cualidades increíbles, ¿sabías que la aviación se encuentra en su mejor momento? ¡Serás el mejor piloto del ejército! —

—Y tú ya eres el mejor científico de Texas. Prácticamente ya estás titulado por el MIT. —

—Sólo es la primera parte, Stan. Mi deseo es más grande es terminar el Doctorado. —

—Ey, ya llevas más que la gran mayoría. ¿Cuándo llega el Doctor Joseph? —

—El otro mes. Quiere que vaya a California antes de mudarme al Campus. —

—¿Nervioso? —

—No realmente... es halagador todo lo que hace la Universidad para darme un espacio ahí. ¿Y tú? ¿Nervioso? —

—Tampoco... no debe ser tan diferente al entrenamiento con mi padre. —

—Claro, debes extrañar dormir solo 4 horas y correr 10 kilómetros antes del amanecer, debe ser excepcional. —

—Oye, tiene su encanto. Tener tan buena condición física me permite fumar más. —

Xeno río al punto de desbordar de lágrimas. Estaban de tan buen humor.

—Mañana es tu cumpleaños 16, Stan. ¿Quieres hacer algo? — Preguntó una vez se calmó.

—Con que estés ahí, es suficiente. — Fue lo único que respondió.

El futuro era incierto, pero algo podían estar seguros y es que ni siquiera el mundo que les esperaba, sería suficiente para romper aquella amistad tan fuerte.

Se veía prometedor, dos jóvenes promesas, listos para cambiar al mundo. 

 

 

Notes:

Xeno es tan bueno, taaan bueno. Como me va doler el siguiente arco, pero fue su punto de quiebre que lo hizo convertirse en un dictador privatizador del conocimiento.

Gracias por leer!  

Chapter 8: Krónos

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01 septiembre 1961

Stan adoraba los dulces, no era secreto para nadie. Pero pocos sabían que su pastel favorito era el de selva negra.

Después de semanas probando y errando, finalmente aprendió la receta que su madre le había dado.

Puso la última cereza en el pastel.

—¡Lo logré madre! —

—Fantástico, cielo. Te quedó precioso. —

—¿Me puedes llevar a casa de Stan? —

Y con sumo cuidado puso el pastel en una caja, su regalo en otra bolsa.

Stanley solo quiso una celebración pequeña en casa y en compañía de su mejor amigo.

Liz abrió la puerta.

—¡Lily! Qué gusto verte, pasen por favor. Stanley se está terminando de alistar. ¡Oh! Xeno, trajiste un pastel, y el favorito de mi hijo. ¡Muchas gracias! —

—Xeno, gracias por venir y gracias por el obsequio. — Saludó ahora James Synder, sonriendo cálidamente.

—¡Hola señor y señora Snyder! —

—Lamento la tardanza, Liz. Xeno insistió en que él quería hacer el pastel. —

—No te hubieras molestado amor, te agradezco mucho el detalle. Pasa al jardín, Xeno, ya casi está lista la carne asada. —

—¡Gracias señor Snyder! —

—Cielo, recuerda que Xeno no está muy acostumbrado a la carne. No le sirvas demasiado. — Dijo Liz a su esposo.

—¡Tranquila amor! Estamos celebrando. —

Por fin Stanley bajó perfectamente perfumado y arreglado.

Lily fue de inmediato a abrazarlo.

—¡Cariño! Cada día te pones más alto, y mira lo fuerte que te has vuelto. Feliz cumpleaños, este obsequio es por parte de la familia. —

—Gracias señora Houston. Gracias por traer a Xeno. ¿Gusta cenar? —

—Gracias querido, pero debo volver con mi esposo al comedor. Sabes que los domingos son ocupados en la Iglesia, pero no quería pasar sin darte tu abrazo. ¡Ya 16 años! Crecen maravillosamente. ¿Cómo va tu entrada al ejercito? —

—¡Horrible! Estoy más estresado que nunca en la escuela, ya es el último año y siento que no acabará nunca. —

—Date un respiro, créeme que después vas a extrañar esto. —

—¡Stan! ¡Tráeme mi nuevo rifle! ¡Xeno aún no lo ha visto! — Gritó James desde el jardín trasero.

—Debo irme corazón. Sabes que siempre eres bienvenido a nuestra casa. Feliz cumpleaños. — Dijo Lily dando un último abrazo antes de que el rubio saliera corriendo al closet donde guardaban las armas.

—Es el último año, Liz. El siguiente nuestros hijos volarán del nido. —

—¿Cómo se fue el tiempo tan rápido? A veces siento que sigue siendo mi bebé. —

—Stanley ha crecido maravillosamente, es un muchacho educado y formal, deben estar orgullosos. —

—Y debo decir lo mismo de Xeno, supieron abrir su camino para desarrollar todo su potencial. —

—Es casi un milagro llegar hasta aquí, Elizabeth. —

Liz guío a la señora Houston hasta su auto, pero antes de subir, la abordó con cautela.

—Lily... sé que tú también te has percatado de la relación entre nuestros hijos. —

La sonrisa de Lily se desdibujó. Dio un profundo suspiro.

—Yo siempre amaré a Xeno... también adoro a Stanley. Pero... Liz... este mundo es cruel con los muchachos... como ellos. —

Liz abrazó a Lily y ella correspondió. Los rostros de ambas se inundaron de lágrimas.

—¿Deberíamos hablar con ellos? —

—Aun no es tiempo... ellos... aún les falta darse cuenta primero. Y cuando ese día llegué, lo haremos juntas. —

Lily observó a su amiga, casi leyéndole el pensamiento.

—Por años pensé que mi Stanley tenía la vida resuelta... un futuro brillante le espera... pero esto... esto se me fue de las manos. —

—Tengamos fe en ellos, Elizabeth. Por años han aprendido a lidiar con todo lo que se han enfrentado, estoy segura... que esto también sabrán llevarlo. Y estaremos ahí para apoyarlos. —

Nuevamente se abrazaron, ahora las lágrimas saliendo sin permiso.

—Gracias Lily, eres una gran amiga y tú hijo ha sido la adoración de mi Stan. —

—Gracias a ti, Liz. Por criar a un niño tan maravilloso, siempre creí que mi bebé pasaría su vida en soledad. —

Finalmente, Lily Houston se retiró.

Elizabeth volvió al jardín, viendo lo inmensamente feliz que era su hijo cuando Xeno estaba cerca.

Y eso, eso valía todo el sufrimiento del mundo.

—Ey, Xeno. Prueba esto. — Y James le abrió una lata de cerveza.

—¡Cielo! —

—¡Estoy seguro que el reverendo Houston crío a este niño con vino consagrado! —

Xeno río... tal aseveración no resultaba tan descabellada.

Aceptó la cerveza Budweiser que le era ofrecida y la dio un pequeño trago.

—Sabe... a malta sin azúcar. —

—¡Bien Xeno! ¡Debes empezar a entrenar esa resistencia! —

Dijo James Snyder para ahora darle otra cerveza a Stanley.

—¡Salud! Por la bendita juventud... —

—Sólo una y ya. —

—Lo prometo mamá. —

Y por fin James empezaría a servir la cena.

Más tarde Stanley soplaría las velas.

—¡Abre tu regalo! — Pidió Xeno.

Stan tomó la bolsa de regalo mientras su madre cortaba el pastel.

—¡Xe! Es increíble. ¡Gracias! — Y sacó un encendedor Zippo grabado con la bandera americana.

—Es de gasolina, lo puedes rellenar cuando quieras. —

James Snyder tomó el encendedor para verlo más de cerca.

—Es idéntico a los que llevábamos en el frente. — Dijo con la nostalgia en su rostro.

Lo devolvió a su hijo y revolvió su cabello rubio.

—Nunca olvidaré tu nacimiento hijo mío, al día siguiente Japón declaró su rendición y así terminó la Segunda Guerra Mundial. Llegaron dos regalos al mundo con dos días de diferencia. —

Stanley se sonrojó ante las palabras de su padre y por fin probó el pastel de Xeno.

—¡Gracias Xe! Este pastel está increíble. —

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01 octubre 1961

—¿No quieres ir a comer? —

—No, Stan. —

—¿Y salir al centro comercial? —

—No tengo nada que comprar. —

—¿Y al museo? —

—Ya fuimos la semana pasada. —

Stan dejó de insistir. Estaba en la habitación del científico y cada año era menos entusiasmo de Xeno por su propio cumpleaños. Incluso Stan parecía más emocionado al respecto. Suspiró y se dejó caer en la cama viendo el techo.

—Cada año te amargas más. Es tu cumpleaños 17. —

Xeno por primera vez en el día río.

—Solo es optimización de recursos, preferí usar el dinero de la celebración en comprar un telescopio nuevo. Llega en una semana. — Y por fin Xeno se levantó del escritorio, dejando las ecuaciones a medio terminar.

—Eso significa que ya tengo trabajo que hacer. — Exclamó Stanley, sabiendo que lo pondría a desempacar en cuanto llegara el nuevo equipo.

Se levantó de la cama y le tendió una pequeña caja de piel.

—Feliz cumpleaños, Xe. —

El peliblanco se sonrojó. Abrió la caja y encontró un reloj de pulsera.

—Wow. Parece un Khaki Field. —

—Lo es. — Respondió Stan sonriendo ampliamente.

—¿Qué? —

—¡Es para ti! —

—Stan, esto es invaluable, no puedo aceptarlo. —

—Mira Xe. Yo tengo uno también... —

Y el alzó su brazo para asomar su muñeca, él también tenía un reloj Hamilton.

—Este es un grado II. En 1942 después que estalló la guerra, Hamilton dejó de producir relojes a los civiles y los hizo exclusivamente para el ejército, el que yo uso se los entregaron a la Marina, mi padre lo llevó con él cuando estaba en el frente, estuvo dos años en la guerra, volvió hasta 1944... —

—Los cronómetros de Hamilton eran tan precisos que los procedimientos de prueba del Observatorio Naval de Estados Unidos eran inadecuados. El comparador de tiempo de Hamilton permitía determinar el error de la esfera de un cronómetro con una precisión de centésimas de segundo al día. — Interrumpió Xeno.

—El que tienes en tus manos era del cadete Alexander Park. —

Xeno recordaba bien ese nombre, James Snyder hablaba de él siempre que podía.

—El mejor amigo de tu padre. —

—El que no volvió de la guerra... Mi padre sólo se llevó esto con él y su placa militar. —

Tenía todo un nombre y una historia con ese reloj. Era demasiado.

—Definitivamente no puedo aceptarlo Stan. —

—Mi padre insistió, Xe. Él también ve en ti tanta vida e idealismo. Alexander también era brillante, quería cambiar al mundo... Sabrás que él no tuvo hijos, y quiere preservar el legado de su mejor amigo. Y él vio en ti un lugar seguro para preservar los ideales de Alexander. Acéptalo, por favor. Es importante para nosotros. —

Se llevó una mano al pecho, profundamente halagado y agradecido.

—Gracias Stan... por este voto de confianza. Claro que llevaré orgulloso y con respeto este tesoro. Gracias amigo, es increíble. —

Y por fin volvió a abrir la caja.

Stanley se emocionó y ayudó a ponerlo en su mano izquierda, aún funcionaba a la perfección.

—Mira, con tanta precisión, aunque yo esté en la academia y tú en la Universidad, sabremos bien que estamos perfectamente sincronizados. —

Y puso su muñeca a la par del brazo de Xeno, viendo la exactitud de las agujas del reloj.

—Gracias Stan, es un maravilloso obsequio. —

Y Stan no dejó de admirar su rostro embelesado.

Qué precioso.

Y en ese espacio tan íntimo, Stan pensó en el pesar de su padre, un hombre marcado por los horrores de la guerra y presenciar la muerte de su mejor amigo. Por un momento...imagino su vida sin Xeno, y un nudo se formó en su garganta.

Y una pregunta salió de su boca.

—¿Le tienes miedo a la muerte? ¿Por eso no te gusta celebrar tu cumpleaños? —

Xeno lo miró sorprendido por la pregunta tan existencial de su amigo.

—No le tengo miedo a la muerte, soy un científico. Le tengo miedo al tiempo. —

Stan reflexionó por sus palabras.

Xeno pensó si era pregunta también era aplicable a su amigo.

—No imagino tu relación con la muerte... la haz visto muy de cerca. —

Stan recordó en sus primeros recuerdos de la infancia cuando le llevaron de cacería por primera vez, cuando le enseñaron a desangrar animales y limpiar vísceras, ver la vida extinguirse de los ojos de esos seres vivos que tuvo entre sus manos. Su padre le contaba todas las noches lo que era pasar meses en una trinchera sin poder avanzar ni retroceder, ver a sus compañeros morir, el mismo sentir que ese mismo día su vida se extinguirá entre plomo y pólvora. Y sabía la vida que le esperaba como soldado.

—Tampoco le temo a la muerte, sólo le temo por los que dejo atrás. —

La prueba viviente era ese reloj que ahora adornaba la muñeca de su mejor amigo.

Para su sorpresa, Stan sonrío.

—Mientras tú estés en mi vida, Xe, moriré feliz. Gracias por dejarme pasar otro cumpleaños contigo. —

Xeno se sonrojó.

—Bien, tu ganas, al menos vamos al cine a celebrar. — 

 

Chapter 9: Xeno's Head

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Xeno's Head

La escuela había elegido azul cobalto para las togas y birretes.

Stan encontró aún más precioso a Xeno en ese color contrastando su pálida piel.

Eso era lo único que podía ver a través de la cámara fotográfica en sus manos.

Lily y Arthur Wingfield estaban a cado lado del joven Xeno, orgullosos de la joven promesa que era su hijo.

Stan tendió ahora la cámara a Xeno, siendo ahora él quien tomaba foto a su familia.

Elizabeth Snyder lucía preciosa, como siempre, al lado de su padre, James Snyder, con su traje militar de gala.

No tardaría en llegar Luna y Charlotte, pidiendo una fotografía al lado de Xeno y Stan.

El evento fue ceremonioso y solemne. Y por supuesto el discurso de fin de curso sería otorgado por el joven prodigio.

"Hoy celebramos más que un final: celebramos el viaje que nos trajo hasta aquí. Un viaje de preguntas, descubrimientos y pequeños destellos de comprensión en medio del vasto misterio que llamamos vida.
Durante estos años de preparatoria, aprendimos muchas cosas: fórmulas, fechas, teorías... pero también aprendimos algo más profundo. Aprendimos a maravillarnos. Aprendimos que la curiosidad es una fuerza tan poderosa como la gravedad, capaz de mantenernos en órbita alrededor del conocimiento.
Cada uno de nosotros es el resultado de millones de años de evolución, de átomos forjados en el corazón de las estrellas. Pensar que esas mismas partículas ahora sostienen nuestras ideas, nuestros sueños y nuestras preguntas... es, en sí, un milagro científico.

A nuestros maestros, gracias por encender esa chispa de curiosidad; a nuestras familias, por ser el campo gravitacional que nos mantiene firmes; y a mis compañeros, por demostrar que la ciencia más grande es la de compartir el camino con otros seres conscientes.

Hoy no cerramos un ciclo: expandimos nuestro universo. Que cada paso que demos esté guiado por la misma mezcla de razón y asombro que mueve a quienes miran las estrellas y se preguntan qué hay más allá.

Porque, al final, eso somos: polvo de estrellas... pero polvo que piensa, que sueña, y que sigue buscando comprender su propio origen.

¡Felicidades! El cosmos nos espera."

Los aplausos fueron audibles en el recinto, no obstante, Xeno no bajo del estrado.

"Finalmente, para concluir este discurso quisiera agregar..."

El público guardó silencio nuevamente.

"Cuando conoces la masa y centro de gravedad de un auto, es fácil encontrar que la distribución se encuentra en un 55% en el eje delantero. Y cuando desmontas partes no estructurales, como el motor, puertas y ruedas para reducir masa y elevar estabilidad al izarlo mediante peleas y cuerda trenzada en nylon, que posee coeficiente de fricción bajo. El peso repartido en el techo será seguro si se coloca en puntos portantes. Finalmente, una polea compuesta es un principio básico de la mecánica clásica: solo bloques y cuerdas configuradas en un sistema polipasto de 4:1 reduce la fuerza necesaria de 600 kilogramos a solo 90. Sobre una estructura triangular de vigas de acero liviano como soporte superior, fijada discretamente a una chimenea del edificio vecino."

En publicó estalló en risas. Incluso el sheriff Baxter que también estaba presente se quitó su sombrero en señal de respeto mientras se le salían las lágrimas de risa.

Los estudiantes gritaron extasiados y entre aplausos se levantaron de sus asientos para ovacionar de pie al joven científico.

Tayler Donovan tenía el rostro enrojecido de la rabia, y sus padres también estaban escandalizados. Xeno notó cuando su madre fue corriendo con el sheriff a gritarle un montón de cosas que no ya no escuchaba por los gritos de los estudiantes.

El sheriff sólo se retiró señalando que el caso se cerró hace meses.

Xeno bajó y fue abrazado con efusividad por Luna, después Charlotte y finalmente Stanley. Los 4 estaban inmersos en el abrazo grupal cuando empezaron a lanzar los birretes.

Fiel a la tradición, Xeno lanzó el suyo, quedando su vista hacia el cielo.

Ese cielo que lo esperaba con ansías.

Esa noche la pequeña comunidad de Allen se quedó en la escuela, el gimnasio se convirtió en pista de baile con una enorme esfera de disco arriba y una banda de swing amenizando la noche.

Tyler seguía furioso y sus padres en comisaría buscando redimir el delito, por lo que dos policías estaban dentro del gimnasio custodiando a Xeno.

Stanley intentó echarlos diciendo que él lo estaba vigilando, pero por protocolo debían quedarse hasta que acabara el evento. Stan solo los miró con recelo.

A ese punto de la noche dieron a los invitados latas de espuma y una mezcladora regaba una capa de espuma en el suelo. Era tradición bañar a los estudiantes en jabón a modo de despedida y se convertía en una batalla campal.

Stanley vaciaba la última lata de espuma entre Charlotte y Luna.

Se distrajo un momento para tirar en el cesto de basura la ahora lata vacía.

Su cabello estaba lleno de espesas burbujas igual que casi todo su cuerpo. Todos los estudiantes estaban en igualdad de condiciones.

Estuvo a punto de volver a la pista principal cuando se acercó un rostro conocido.

—Stan... — Dijo Melanie.

El rubio se giró de inmediato.

—¿Qué pasa Melanie? —

—Verás... sé que después del verano irás al ejército. Quizás nunca vuelva a verte... —

—¡Nunca digas nunca! — Dijo con su acostumbrada expresividad.

—No, Stan... no puedo dejar que te vayas sin antes haberlo intentado. —

Y lo tomó de los hombros para acerca a él y robarle un beso.

Stanley quedó atónito.

Melanie cerró sus ojos y rodeó el cuello de Stan con ambas manos.

Y a lo lejos. Xeno vió todo.

Melanie de puntillas, alcanzó los labios de Stan en un beso.

Y sintió algo en su interior estrujarse.

Dejó de lanzar la espuma, se quedó simplemente absorto en esa imagen.

¿Por qué esa visión le estaba molestando tanto?

Melanie tomó de la nuca a Stanley y lo acercó más a ella.

¿Por qué se estaba incomodando tanto?

¿Por qué un nudo se formó en su garganta?

¿Y por qué sintió las lágrimas escocer tras los parpados?

Solo se dio la vuelta y corrió, entre los agitados estudiantes, todos bailando entre la espuma, riendo y gritando extasiados. Y nadie veía que Xeno se estaba derrumbando.

Salió por la puerta de emergencia, el aire escapando de sus pulmones.

Sintió algo que nunca había sentido, era como si su cuerpo dejara de reaccionar a sus pensamientos y actuara por sí solo.

Tantas sensaciones extrañas y nada gratas lo empezaron a invadir. ¿Cómo se supone que se procesa algo así? ¿Qué debía hacer con todo esto que estaba sintiendo?

Estaba temblando, estaba jadeando, por fin las lágrimas inundaron sus ojos. Desanudó su corbata, sintiéndose profundamente asfixiado, aun cuando ya estaba en el exterior, sentía que no podía respirar.

Volvió al gimnasio, ya no estaba Stan, tampoco Melanie.

No supo en que momento bajó la palanca de emergencia.

Y las regaderas anti incendios del gimnasio se activaron de inmediato. La banda de rock detuvo la tocada de inmediato y protegieron los instrumentos lo más posible, todos los presentes salieron huyendo no lográndolo a tiempo y terminando empapados. La espuma subió aún más por el agua que empezaba a inundar el suelo, la espuma de todos los presentes se deshacía bajo el agua.

Xeno simplemente se quedó, aun cuando el agua encharcaba en el gimnasio. Al menos con su rostro mojado y aun con las regaderas escurriendo, sus lágrimas no se veían.

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Stan se apartó, espantado.

Melanie tenía lágrimas en los ojos.

—Siempre te he adorado, Stan... —

Intentó responderle, pero la voz no salía de su garganta, no al principio, finalmente, fue capaz de hablar.

—Lo siento Mellie... No puedo corresponderte. —

—Al menos... dame un último beso. — Dijo la chica, finalmente con sus lágrimas rodando por sus mejillas.

—Lo siento Mellie... pero no. —

Y se dio media vuelta apartándose de ahí, se escondió bajó las gradas del gimnasio, nervioso, incomodo por ese contacto.

De repente la alarma sonó incesante y después las regaderas se encendieron empapando a todos en su interior.

Stan se giró de inmediato buscando a Xeno. ¿Qué había pasado? La búsqueda terminó cuando todos fueron sacados al exterior.

Afuera, no dejaba de buscar alrededor una cabellera platinada. ¿Dónde estaba?

Lo vio de lejos, subiendo al auto para irse en dirección a su casa, inmediatamente sus padres acudieron en su auxilio, asustados como siempre ante el poco sentido de autopreservación de Xeno.

Stan fue corriendo hacia él, cuando de repente llegaron los mismos policías que estaban custodiando.

—Tranquilo Snyder, no te acerques demasiado, debemos buscar que accionó la alarma. —

—Calma muchacho, entiendo que era su fiesta. —

—¡Oficial! ¡Sólo quiero ir con Xeno! —

Pero el auto ya se había apartado.

Sintió un vació en su estómago, estuvo a punto de ir en su dirección cuando vio al policía ir con la pequeña Luna; tenía una herida en la ceja. Asustado por su amiga, ayudo a llevarla al hospital.

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Xeno se encontraba bajó la regadera, el agua cayendo y su mirada en el suelo, aun sollozando por lo que había visto.

¿Cómo pudo accionar la alarma?

El jamás fue impulsivo, mucho menos visceral. Y aun así arruinó la fiesta de graduación.

Debía saber que este día llegaría. Siempre lo supo. Pero quizás no esperaba que llegara tan pronto. ¿Cómo no iba a pasar algo así? Stanley Snyder era profundamente atractivo, con los años no hizo más que madurar maravillosamente, era afectivo, leal y un maravilloso amigo.

Desde hace años que todos sabían que Stanley era el crush de toda la escuela, pero jamás hizo caso a nadie. Tantas propuestas de una relación, alguna cita o siquiera un beso.

Stan nunca acepto ninguna.

Y tal vez eso le dio a Xeno una falsa ilusión.

Quizás... tener a Stan tan cerca le daba un falso sentimiento de seguridad. La seguridad de que Stan estaría ahí para siempre, la seguridad de que nadie rompería ese lazo entre ambos, la seguridad de que Stan no estaba interesado en citas románticas.

Pero eso ya había terminado.

Él pronto se iría a California, Stan a la escuela militar.

¿Cómo no pudo prever que algún día Stanley encontraría a alguien?

Cerró el grifo del agua, empezó a secarse.

Cada pequeño toque en su cuerpo... y recordó cuando hace años Stanley hizo lo mismo.

Aun recordaba el maravilloso toque de los músculos bajo sus dedos, cuando Stan simplemente se acercó y le dio su primer beso, la primera vez que sintió esa lengua recorriendo su boca, sus dientes mordiéndolo en su cuello, las manos de su amigo acariciando su fino abdomen. Stan llegó más lejos y metió las manos en sus pantalones, masturbándolo hasta llegar a su límite, desbordándose en la mano de su amigo.

Pero... algo dentro de él temió.

Su curiosidad por explorar y experimentar esas sensaciones era legítima. Pero jamás espero que esos toques resultaran tan embriagadores, tan adictivos y más extraño aún: solo quería que Stan los hiciera.

Eso lo hizo sentir culpable.

No quiso jamás hablar de eso, ni volver a intentarlo.

Porque temía que eso fuera alejar a Stanley. Xeno sabía bien el acoso que llegó a recibir Stan, la insistencia en que era perseguido, lo molesto que era para él no tener espacios libres para practicar deportes o solo estudiar.

Xeno lo sabía más que nadie.

Y él no quería ser una molestia añadida.

Todo fue con fines experimentales y se logró el cometido.

Ya suficiente hacia Stan por el en cada experimento, en cada nuevo cálculo, en cada nueva hipótesis.

Su amigo era más que un acostón.

Y aunque por dentro moría por volver a tocarlo, sabía que sus hormonas no eran más que una distracción.

Así que volvió a su ciencia, enterrando en lo más profundo de si todo deseo.

Podía vivir con eso.

Pero esa noche se preguntó a sí mismo si sería capaz de vivir con Stanley saliendo con alguien más.

Una profunda tristeza lo invadió.

Claro que no quería que Stan estuviera con nadie más.

Pero no podía evitarlo.

Stanley era una variable fuera de su control.

Se volvió a limpiar las lágrimas que escaparon sin su permiso. Se cambió, como siempre, metódico, preciso, ordenado. Vistió su pijama de satín.

Peinó su cabello platinado y se miró en el espejo de nuevo.

Amaba a Stanley Snyder.

Pero no era suyo.

Dio un último suspiro a su propio reflejo en el espejo.

"Tienes que lidiar con esto. Tienes que aceptarlo. Tienes que aprender a vivir con ello."

Y por Stan, haría lo que fuera. Incluso soportar lo insoportable. Solo abrió las sábanas, dispuesto a dormir.

—¡Xeno! —

Su madre llamó a través de la puerta.

—Teléfono, cielo. Es Stan. —

Se levantó camino a la sala, donde descansaba el teléfono de disco, descolgado.

—¿Diga? —

—¡Xeno! estamos en el hospital. Luna tuvo una caída por la espuma y recibió dos puntadas. Fuimos también a la comisaría, detuvieron a Tyler Donovan. —

—¿A Tyler? —

—Descubrieron que alguien bajó la palanca de emergencia y fue el primer sospechoso. Lo llevaron a declarar. ¡Pero Xe! Me preocupé por ti, solo desapareciste, ¿por qué no me avisaste que te fuiste a casa? —

Xeno se avergonzó.

—No me sentía seguro con Tyler ahí y solo volví a casa... — Mintió.

—¡Mierda Xe! Sabes que conmigo siempre estás a salvo, no vuelvas a irte así... —

—No podías cuidarme cuando estabas besándote con Melanie. — Soltó sin pensar.

El otro lado de la línea fue un sepulcro.

—¿Qué? — Fue lo único que pudo decir Stanley.

Y Xeno colgó, lamentando tanto aquel impulsivo.

¡Ya dos veces!

Primero bajar la palanca y ahora decirlo eso a Stanley... esto era una locura.

"Tienes que lidiar con esto. Tienes que aceptarlo. Tienes que aprender a vivir con ello."

Se dijo nuevamente.

"Tienes que lidiar con esto. Tienes que aceptarlo. Tienes que aprender a vivir con ello."

No paraba de replicarlo en su mente al volver a la habitación.

"Tienes que lidiar con esto. Tienes que aceptarlo. Tienes que aprender a vivir con ello."

Se acostó en la cama, tatuando en su mente aquella idea.

"Tienes que lidiar con esto. Tienes que aceptarlo. Tienes que aprender a vivir con ello."

Y por más que intentaba dormir, era imposible.

"Tienes que lidiar con esto. Tienes que aceptarlo. Tienes que aprender a vivir con ello."

Su mente era una revolución.

Estaba acostumbrado al trabajo mental, pero esto era una carga.

Su corazón empezó a acelerar, su respiración cada vez más pesada, sus ojos fuertemente cerrados.

"Tienes que lidiar con esto. Tienes que aceptarlo. Tienes que aprender a vivir con ello."

Se llevó las manos a su cabeza jalando su cabello con frustración.

"Tienes que lidiar con esto. Tienes que aceptarlo. Tienes que aprender a vivir con ello."

El zumbido en su mente era demasiado, estuvo a punto de gritar... Hasta que escuchó golpes tras su ventana.

No tenía ni que indagar de quien se trataba.

Pero no quería verlo.

"Tienes que lidiar con esto. Tienes que aceptarlo. Tienes que aprender a vivir con ello."

Volvió a repetirse. Respiro una, dos, tres veces. Profundamente, aun con el nudo en su garganta.

"Tienes que lidiar con esto. Tienes que aceptarlo. Tienes que aprender a vivir con ello."

Se levantó a abrir la cortina, en efecto, ahí estaba Stanley.

Quitó el seguro de la ventana y Stan pasó, la respiración agitada, sudando demasiado, aún la ropa empapada por el accidente con las regaderas.

Xeno se sintió profundamente culpable. Mordió su labio bajando la mirada. Stan ignoraba todo lo que pasaba por su mente.

—Dios, Xe. Me tenías tan preocupado. — Y sin pedir permiso lo abrazó, aun sabiendo que lo mojaría. No le importó, menos cuando puso su barbilla sobre su coronilla. Xeno permaneció de brazos cruzados. Stan se percató que seguía molesto.

—¡Lo siento tanto Xe! ¡No sabía que Tyler te estaba molestando! Debí darme cuenta, es solo que... — Un suspiro salió de sus labios.

Se separó ligeramente para poner las manos sobre sus hombros, buscando su mirada. Xeno la evitaba lo mayor posible.

—Lo siento Xeno. Arruiné tu noche... —

"Tienes que lidiar con esto. Tienes que aceptarlo. Tienes que aprender a vivir con ello."

Se separó de él para ir por una toalla. Sacó una camiseta aún más grande.

—Báñate Stan... puedes enfermar. —

Stan entró al baño y aceptó el cambió de ropa. Siempre tenía un cambio extra en casa de Xeno así como había ropa de Xeno en su hogar para casos como estos.

Fue al jardín a colgar la ropa mojada de su amigo.

Regresó y Stan secaba su cabello frente al tocador, apenas lo vio y se levantó.

—Yo lo siento Stan... No... no debí irme sin avisar. Lamento molestarte así, no debiste molestarte en venir... —

—Sabes que no es molestia, Xe. —

El peliblanco tomó la toalla con la que secó su cabello y la tendió en la orilla de la bañera, aún sin poder creer su propio comportamiento.

Salió y Stan ya estaba bajó las sabanas.

Xeno durmió al lado suyo.

—Lo siento Stan... fue impropio de mi parte decírtelo eso en la llamada, no debería cuestionarte qué haces ni con quién. —

Stan lo miró entre las sabanas, los faroles de la calle caían iluminando la habitación.

Xeno continuó, soltando un suspiro.

—En poco tiempo me iré a la Universidad... tú no puedes estar detrás de mí para siempre. Debo aprender a cuidarme solo, debo aprender a lidiar con estas cosas yo solo. Gracias por todos estos años, Stan, pero ya me toca defenderme a mí. —

Stan enmarcó su rostro y retiró su cabello plateado detrás de su oreja.

—¿Te hizo algo? ¿Estás herido? — Preguntó pasando ahora las manos a sus hombros, revisando su cuerpo.

Xeno moría de vergüenza, Stan creía que se había ido por ese motivo, y quizá lo mejor era que siguiera creyendo eso.

—Estoy bien... — Mintió.

Y Stan lo volvió a estrechar contra su pecho, acariciando su cabello.

—No me pidas lo imposible Xe. Sé que tú eres capaz de defenderte solo, sé que eres más fuerte de lo que piensas, sé que eres brillante e independiente. Pero es inevitable que me preocupe por ti. — Explicó Stan.

Xeno volvió a sonrojarse.

—Te agradezco siempre, Stan... pero no por eso debes descuidar tu vida por mí. Sé... sé que estabas con Melanie cuando ocurrió todo. Y no deberías interrumpir tu vida por rescatarme. Estoy bien Stan... y lo estaré también, aunque tú estés lejos. —

Stan río.

—Nada de eso, Xe. Melanie me tomó desprevenido, pero no fue algo que yo haya buscado. Ella no me gusta, nunca me ha gustado y la rechacé. Mira el lado bueno, gracias a la alarma anti incendios es que pude quitármela de encima. —

Xeno volvió a avergonzarse de sí mismo.

Stan estrechó más fuerte a Xeno en su pecho, peinando sus cabellos plateados. Cerro sus ojos, arrullándose con el aroma a menta que soltaba su cabello. Y fue en ese ese espacio tan íntimo y tan profundamente sagrado que Xeno se permitió ser vulnerable.

—Perdóname, Stan... —

—Shh... no hiciste nada malo. —

—Gracias por ser mi amigo. —

—Gracias a ti. —

—Perdóname por pensar que me cambiarías por ella... —

Stan abrió sus ojos de golpe.

Tomó el rostro de Xeno entre sus manos, pegando su frente a la de él.

—¿De verdad llegaste a pensar algo así? —

—Algún día llegará ese día, Stan... Cuando estés con alguien más, cuando tengas pareja, cuando en el futuro te cases... y tengas hijos. Siempre me has dicho que quisieras ser padre en el futuro. —

Stan no dejó de observar a Xeno, pensativo. Siempre evitaba tocar ese tema.

—Y aun si ese día llega... siempre te querré en mi vida, Xeno. ¿Acaso esta es una despedida? —

—Lo es Stan... lo sabemos desde hace años. Vas a cumplir tu sueño de ser militar... yo entraré a la Universidad. —

—Eso no significa que no volvamos a vernos. Prométeme que seguiremos como ahora. —

—Sabes que es una promesa difícil de mantener... —

—No te alejes de mí, Xeno. —

—Lo haré cuando ya no haya espacio para mí en tu vida. —

Y vio algo en los ojos de Stanley que jamás había visto. Miedo.

Stan nunca dejó de acariciar el rostro del científico frente a él.

Temió. Genuinamente tembló ante ese futuro. No existía un futuro sin Xeno... pero era cierto lo que decía. El día de mañana podía conocer a alguien. Pero Stan no quería. Simplemente no podía imaginar un futuro sin él.

Lo estrujo de nuevo contra él.

Y quiso decirle todo. Lo mucho que lo amaba, que quería pasar el resto de su vida con él, que jamás lo abandonaría, que no quería casarse con nadie que no fuera él...

Pero guardo silencio. Y volvió a enterrar ese amor prohibido que sentía por él.

Porque tenía razón. Debía cumplir con aquellas expectativas, debía darles un nieto a sus padres en el futuro, debía ser el mejor militar de la milicia.

Porque en la marina estaban prohibidos el amor entre dos hombres y aquellos que eran descubiertos, eran desertados sin honores.

Besó su frente, añorando que este preciso instante fuera eterno. Ambas respiraciones al unísono, el calor de las sabanas envolviéndolos, el pecho de Stan como refugio, el cuerpo de Xeno como espacio seguro entre sus brazos. Por fin los pensamientos de ambos dando tregua a una lucha que sabían que estaba perdida. Su amor era simplemente imposible. Por fin ambos empezaban a ceder al sueño, y con esa idea clavándose en su mente.

Esto era lo máximo que podía aspirar con su Xeno.

Y por un momento, con eso bastaba. 

 

Chapter 10: Tragedia Griega

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Tragedia griega

Después de la graduación, Xeno fue invitado a una serie de conferencias por el cierre del semestre de la Universidad de Stanford. No aviso a Stan la invitación, sabía que el mismo lo llevaría hasta la bahía de San Francisco, aun sabiendo que muy seguramente se ofendería y en el más extremo de los casos, iría por él hasta dónde se encontrara.

Fue enfático en pedirle a sus padres que no le acompañasen bajo la excusa de que ya debía aprender a moverse solo entre congresos e invitaciones. Sus padres aceptaron.

Sabía que con Stan no sería fácil, así que una pequeña mentira de que iría con Byakuya a Los Ángeles no haría daño. Y si Stan era capaz de ir a California, le daría un margen de 5 horas de distancia.

No se enorgullecía por prácticamente esconderse de su amigo... pero tenía que hacer este viaje solo.

Era un viaje profundamente personal.

Como egresado del MIT fue invitado para hablar de cuántica y los nuevos paradigmas que ofrecía esta nueva física. Fue halagado por su habilidad de transmitir conocimientos técnico y especializado al publico en general: era un excelente divulgador científico.

Hablar de ciencia entre científicos era una tarea fácil. Pero, hablar de ciencia entre los mortales y que fuera comprensible, era un arte.

Y al terminar su conferencia, se dio una escapada a la Facultad de Humanidades. Justo en la carrera de Estudios Clásicos.

Y fue ahí que conoció a la madre de todas las ciencias: la filosofía.

El Doctor Ludwig se presentó ante él.

"Xeno Houston Wingfield. Tu nombre resuena en todas las Universidades del país. El joven prodigio de las ciencias. Un placer, soy Doctor en Filosofía Aristotélica. Mi enfoque es el estudio de la filosofía clásica. ¿Qué te trae a los estudios humanísticos?"

"La ciencia es esplendorosa. Pero aquí no tengo las respuestas que busco."

"¿Cuál es tu pregunta el día de hoy?"

"Sobre el amor... "

El Doctor Ludwig lo pasó a su oficina.

"Se tiene el error de pensar que la etimología de filosofía es el amor al conocimiento. Se ha malinterpretado esto por siglos. En realidad, es el estudio del amor... Y no solo el amor de la forma más romántica. La ciencia no puede medir ni cuantificar las pasiones humanas, para eso... existe el arte, la poesía, la belleza, el romance. Incluso la filosofía ve al conocimiento desde su forma más básica, desentraña a la ciencia misma: se pregunta qué implican tales cosas como la verdad, el mundo observable y si los sentidos no te engañan al momento de verificar datos. Eso, joven científico, se llama epistemología."

"También existe pasión en desear encontrar la verdad. La verdad absoluta en la época Medieval era Dios. Y Dios era la suma de todas las virtudes, entre esas virtudes estaba la justicia, la prudencia, la libertad, la templanza y sobre todo... la verdad. Acercarse a la verdad era acercarse a Dios. Siglos antes de que naciera la ciencia, existía la teología para estudiar al mundo. La teología es el estudio de Dios. Y todo eso era en búsqueda del bien común a la humanidad." Continuó Xeno.

"No es común un científico conocedor de la palabra de Dios."

"Esto va más allá de las creencias: que cosa más humana que sentir, desbordarse, apasionarse. Se han ido perdiendo esas capacidades humanas por sentir y se han enfocado en consumir. La teología no me es ajena, mi padre es teólogo presbiteriano."

"Y aun con tu crianza, nos iluminas con tus luces de conocimiento." Halagó el Doctor Ludwig.

"No podemos hablar de ciencia sin entender de donde viene..."

"De las pasiones humanas. El amor al conocimiento."

"¿Es una maldición amar tanto?" Preguntó Xeno por primera vez.

El Doctor Ludwig miró a Xeno con una comprensión infinita.

Y lo entendió.

Sabia perfectamente a que se refería Xeno. Un silencio tácito, una compresión sin palabras explícitas, entender la otredad sin decir más.

—Es... extraño. En la Antigua Grecia, amar a un hombre era lo ideal. Las mujeres solo se veían para procrear, pero los hombres... los hombres eran para amar, para adorar, para admirar y sobre todo... el placer. Los banquetes griegos eran orgías masculinas. Los griegos pensaban que el cuerpo era un templo sagrado que debía cuidarse y honrarse; y el cuerpo masculino era lo más perfecto, así que debía disfrutarse y amarse. —

—Y ahora... — Empezó Xeno, pero no fue capaz de terminar.

—Y ahora es un crimen. — Terminó el Doctor Ludwig.

Soltó una risa amarga.

Xeno sólo observó a través de la ventana, perdiéndose en la ultima vez que vio a Stanley. Un nudo se formó en su pecho, con el amargo recordatorio de amarlo tanto, ser correspondido, pero a su vez... no poder estar con él.

Casi como si le leyera en pensamiento, el Doctor Ludwig respondió.

—Esto es lo que llaman una tragedia griega. —

Y fue en esa Universidad, que Xeno por primera vez se permitió hablar de sus propios sentimientos.

Vaya.

En verdad la Universidad era su espacio seguro.

 

╭────── · · ୨୧ · · ──────╮

╰────── · · ୨୧ · · ──────╯

 

Ayudaba a Byakuya a guardar hasta el último cuaderno de notas. Él más que nunca entendía el valor de cada dato capturado.

—El Dr. Joseph ya tiene reservado un departamento para ti, Xeno. Podrías formar de alguna de las fraternidades estudiantiles o tú armar la tuya. Créeme cuando te digo que... te sentirás en casa. —

—Gracias sensei, estoy emocionado por fin ingresar a la Universidad. ¿Viviré cerca con usted? —

Byakuya sacó entonces su cartera, buscando una fotografía.

—No me quedaré en California después del verano, Xeno. Ha ocurrido un incidente con un amigo cercano en Japón. — Dijo tornando su semblante serio.

—¿Está todo bien? —

Byakuya suspiró, no queriendo entrar en detalles. Empezó a buscar en su billetera.

—Un amigo cercano, se ha ido... así que yo tomaré la custodia de su hijo y empezaré a buscar adoptarlo legamente. ¿No es precioso? — Y sacó una fotografía tamaño infantil.

Xeno encontró una encantadora mirada en esa fotografía. Vaya, no era común encontrar quien compartiera sus rasgos albinos. Era un niño precioso.

—Wow... parece un cebollín. ¿Cómo se llama? — Pregunto regresando la fotografía.

Byakuya río con alegría.

—Senku Ishigami. Lo conozco desde niño, está por cumplir 8 años y es... como nosotros, Xeno. Tiene una curiosidad por los secretos del Universo y es mi responsabilidad seguir alimentando esa curiosidad. —

—Te espera mucho en Japón. — Respondió Xeno.

—Ey, ¿y tú quisieras tener hijos en el futuro? —

—Me encantaría Byakuya, un pequeño yo... sería mi pequeño Universo. — Confesó con una nostalgia no pedida.

—Cuando ese día llegue, me encantaría conocerlo. —

Xeno tomó asiento en el laboratorio prácticamente vacío. Suspiró.

—Gracias sensei... por todos estos años. Sin ti no hubiera alcanzado el título como Físico, ojalá nos vemos de nuevo en el futuro. —

—Gracias a ti, Xeno. Fuiste un alumno extraordinario, estoy seguro de que no ha terminado nuestro viaje aquí. Me encantaría presentarte a Senku, si alguna vez vas a Japón, las puertas de mi casa estarán abiertas. —

Y para sorpresa de Byakuya, Xeno lo abrazó.

Se emocionó tanto, sabía que a su alumno no le gustaba el contacto físico y siempre guardaba distancias con cualquier ser humano, así que ese contacto lo emocionó muchísimo. Llegar a un nivel de confianza como aquel con Xeno, era difícil de lograr. Y después de años, se sintió agradecido de conocer a un prodigio como él.

Se separaron, con un sentimiento cálido de complicidad y confianza.

Y a lo lejos, un grito grave con una voz conocida.

—¡Xeno Houston Wingfield! —

Ambos científicos rieron, conociendo bien que pasaba.

—¿No habías visto a Stan desde que llegaste de Stanford? —

—Está furioso por irme sin él... —

Byakuya agitó su cabello plateado por última vez.

—Nos veremos en el futuro, muchacho. —

—Gracias, sensei... —

Y Xeno salió al pasillo, siempre sabía que las intenciones de Stanley morían apenas cruzaba palabra con él. No entendía por qué, pero simplemente el rubio se desarmaba y toda intención de quemarlo todo en furia se extinguía se disculpaba.

Y quizás... solo esta vez fue la excepción a la regla. 

 

Notes:

Estuve evitando hacer este capitulo porque no queria hablar de la homofobia. El BL es como mi espacio seguro, escribirlo como prohibidio me fue muy dificil. 

¡Pero eso es America en los años 60s! Tenía que llegar este momento.

Meterme en la cabeza de Xeno o Stanley está resultando agotador. ¡Sobre todo Xeno! He convivido tantos años con cientificos y personas de ciencias que este capítulo resultó inevitable.

Alguien tan brillante como Xeno, reflexionando sobre el amor mismo a partir de todo lo que siente por Stan es algo que no puede dejar de rondar en mi cabeza. 

¡Por fin se irán a cumplir sus sueños! Y ha sido un disfrutar estos capitulos, les tocara mucho por conocer, explorar, experimentar y claro que sufrir.

¡Hasta el siguiente episodio! 

Chapter 11: Sýnthesis

Notes:

NSFW

No me ha dado el tiempo de corregir la historia, una disculpa si encuentran errores. ¡Ya me daré el tiempo de corregirlo!

Chapter Text

Sýnthesis

Xeno soltó un largo suspiro.

Por fin.

Y justo a tiempo.

Terminó de armar hasta el último mechero. Finalmente termino de montar su laboratorio personal en su nuevo departamento. Celebraría a lo grande esa noche; iría a dormir temprano.

Por fin poniéndose su pijama y apagando las luces, se acostó con tanta delicia que sentía que llevaba años sin tocar su cama, toda la tensión de su cuerpo fue desvaneciéndose, sus párpados se relajaban cada vez más y poco a poco iba perdiendo la conciencia.

Como en un lejano recuerdo, escucho la puerta principal abrirse, pasaría lo mismo con la puerta de su habitación.

Ni siquiera se tomó la molestia de abrir los ojos, acostumbrado a la presencia de Stan acostándose a su lado.

Lo que no era usual era verlo tan relativamente temprano.

Abrió sus ojos para ver el rostro de Stanley contra la almohada, Colocó su mano sobre la chaqueta de cuero, moviéndolo con cuidado, quería comprobar el estado de su amigo y fueron buenas noticias cuando Stan tomó su mano y entrelazo sus dedos.

Pero Xeno sentía que algo no estaba bien.

El aroma de Stanley era de alcohol… ¡Y del corriente!

Stan tenía un gusto exquisito en licores y cerveza, adoraba el buen brandy y cuando celebraba fechas especiales brindaba con coñac. Y ahora parecía estar inundado en licor de caña, ni siquiera una buena cerveza.

—¿Estás bien Stanley? — Preguntó, temiendo la respuesta.

Sin abrir sus ojos, el rubio ahora abrazó a Xeno.

—Brody celebró en su casa y solo encontramos aguardiente para beber. —

Y Xeno abrió los ojos, preocupado por semejante acto de tan poca clase.

—¡Stan! Eso puede ser peligroso, ¿estás bien? —

—Lo estoy… — Finalmente abrió sus ojos mirándolo fijamente.

—¿Dormirás aquí? —

—No, vine por ti, Xe. —

—¿Qué? —

—El padre de Brody nos vio tomar esa vergüenza de alcohol y nos dejó beber en su bar. ¡Solo por esta noche! Celebrando la bienvenida en la academia Edwards. ¡¿Puedes creerlo?! Dejará el bar abierto solo para nosotros, por eso vine por ti. —

Xeno encendió la lampara y Stan vio con mayor detalle su rostro. Serio y con esa cara de “me avergüenza ser tu amigo” y Stanley con una enorme sonrisa de idiota.

—¿Por qué tu insistencia en acompañarte a tus salidas desenfrenadas y de mal gusto? — Preguntó el peliblanco.

—¡Eres más divertido de lo que crees! —

Xeno lo volvió a mirar con desagrado y apagó la lampara de nuevo, acostándose, dándole la espalda. Stanley no se rindió.

—Me gusta salir contigo. — Dijo con terciopelo en su voz.

Xeno se preguntó más de una vez como se enamoró de Stanley Snyder.

La respuesta no era nada compleja; físicamente un regalo de los dioses, con los años su rostro maduró y creó lo que a Xeno más le gustaba en el Universo: una síntesis. Una síntesis de belleza y perfección. Dos formas opuestas de lo bello y lo sublime, el balance perfecto de masculino con esos rasgos tan femeninos. O quizás el balance perfecto de lo femenino con esos rasgos tan masculinos.

No sabía dónde empezaba uno y terminaba el otro.

Esa era la complejidad de Stanley Snyder.

E intelectualmente no era inferior. Era absolutamente todo lo que complementaba a Xeno; Stanley Snyder era una epistemología en sí mismo. Era brillante a su manera, su intuición era innata, prodigiosa e idílica. Y Xeno lo comprobó aún más cuando le enseño sobre balística, aeronáutica y mecánica.

Le enseñó todo lo que pudo teóricamente sobren la fuerza G, pero Stanley ya sabía todo eso y lo había aprendido desde la experiencia.

Ah, el gran dilema filosófico de la Ilustración del conocimiento kantiano vs el conocimiento según Hume.

Hume, un empirista, creía que el conocimiento proviene únicamente de la experiencia sensorial, mientras que Kant sostenía que el conocimiento es una síntesis de la experiencia y la estructura innata de la mente.

Tan Stanley Snyder vs tan Xeno Houston.

Ah y que ese hombre tan inhumanamente hermoso siempre le decía cosas así de bonitas. Stan nunca ocultaba cuando adoraba verlo, hablarle y tenerlo cerca.

Justo como ahora.

El rubio apartó las sábanas.

—Vete. — Dijo Xeno con vergüenza.

—No te aceptaré un no. El padre de Brody tiene un bar a las afueras del campus. Se llama McClaren’s —

—Si voy, ¿prometes jamás dirigirme la palabra? —

—¡Vamos! —

—Bien… vamos. —

Xeno se levantó para quitarse la pijamada. ¡Qué fastidio!

Y Stan estaba extasiado. Desde que empezó a conocer la vida nocturna siempre deseó que Xeno lo acompañara, pero siempre era rechazado con cortesía. Aun así, siempre lo invitaba, incluso ya sabiendo que diría que no, era impensable para él no informarle a Xeno donde podía encontrarlo. 

—¿De verdad? — Preguntó casi sin creerlo.

—Claro, ya me cambio. —

Stanley se levantó sin pensarlo.

—Te espero en la sala. 

Fue al baño donde mojó su cabello y volvió a peinar su cabello hacía atrás.

Xeno por fin salió vestido casualmente, un precioso blazer negro que lo hacía ver como siempre: elegante.

[…]

—¡Snyder! Volviste. — Un corpulento hombre y afrodescendiente recibió a Stan con un fraternal abrazo.

—Te presento al joven prodigio… Xeno Houston Wingfield. —

—¡Hombre! Que Stan no deja de hablar de ti, y vaya que él también se le nota buena madera de soldado. Desde ya se posiciona como el novato favorito de la generación. ¡Así que todo amigo de Stanley Snyder es más que bienvenido! Por favor pasa… este es el bar de mi padre y ahora también tu bar de confianza. Soy Brody Dudley.

—Mucho gusto cadete Brody, también Stan me ha hablado de usted. —

—¡Pero pasa! — Expresó Brody abriendo la puerta.

Xeno pasó a un ambiente lleno de humo de tabaco, rock and roll y jóvenes universitarios y cadetes en la algarabía.

A lo lejos, un grito.

—¡Volvió el novato Snyder! —

Y todos voltearon a verlo alzando sus tarros al grito de ¡Eyy!

—Cadetes, les presento a Xeno. — Gritó Stan de regreso.

Y nuevamente alzaron sus cervezas.

—¡Bienvenido! —

Xeno solo alzó tímidamente su mano saludando a todos.

Brody los llevó a la barra y Stan pidió cada cerveza del menú.

Uno a uno, fue servido el alcohol.

Stan empezó a enseñar a Xeno a beberlo.

—Esta es malta oscura. ¿Sientes el sabor amargo? Puede tener tonos de café o chocolate. Este es afrutado, ¿sientes la acidez? No tiene tanta malta, es ligera y en color claro. — Explicó Stan.

Xeno tenía tres tarros frente a él con cerveza en colores distintos.

En más de ocasión destiló cerveza casera con Stan; el rubio era particularmente fan de la cerveza artesanal pero jamás se animado a probarla.

Y ahora Stan le dio a catar toda la cerveza posible.

—Se bebe lento, jamás rápido porque se te sube, de preferencia come antes y no mezcles las bebidas. Los cocteles no se mezclan con cerveza, menos con licores. —

—Esto es… fuerte. — Dijo Xeno bebiendo un tarro con una bebida espesa.

—Son las cervezas oscuras. — Explicó Stan mientras el volvía a dar un trago a su tarro.

Apenas una semana pasó desde que Xeno se mudó a California. Y por supuesto que Stan movió cielo, mar y tierra para acompañarlo cuando sus padres fueron a dejarlo.

Y entre lo primero que hizo Stanley fue conocer los bares locales, conocer a sus nuevos compañeros de la Academia Edwards donde por supuesto obligo a Xeno a acompañarlo.

Fue agradable conocer la pequeña asistencia donde viviría Xeno.

No fue agradable volver a ver al Doctor Joseph.

 

Una semana antes…

El departamento era pequeño pero acogedor.

Tres habitaciones, cocina, comedor, sala.

Funcional, perfecto, incluso espacio para un laboratorio personal.

—¡Mira Xe! Te dejaron una carta en el escritorio. —

Y por supuesto, Stan estaba ahí.

El señor Wingfield llegó con las cajas más grandes, detrás su madre con maletas pequeñas.

—Gracias Stan. — Respondió Xeno.

—¿Qué dice, cielo? — Preguntó su madre acercándose a su hijo.

—Una carta de bienvenida, una pequeña agenda con todas las extensiones de cada departamento del campus. Un mapa de toda la Universidad y mi credencial de estudiante. —

—¡Fantástico! — Y para entretener a Stan, le tendió el mapa.

La puerta, aun abierta, fue tocada con educación.

—Joven Wingfield. —

—Doctor Joseph. —

—Bienvenidos, familia Wingfield. —

—Doctor Joseph, acepte este regalo de la familia Wingfield. —

Lily le obsequió una pequeña canasta con vino blanco y chocolate amargo. Sabía que el Doctor era especialista en vinos dulces.

—¡Gracias! Que honor tenerlos en nuestra alma mater. —

—Doctor Joseph. — Dijo Stan más serio de lo usual mientras salía de la habitación principal.

—¡Joven Snyder! ¡Has crecido de manera formidable! Bienvenido, Xeno me dijo que entrarás a la Base Militar Edwards. — 

—En tres semanas empieza el reclutamiento, ahora siguen en etapa de selección. —

—Tengo que acudir estos días a la academia, ¿gustan acompañarnos joven Snyder? —

Stan se sorprendió por aquello.

—¿Puede hacer eso? —

—La Academia Edwards trabaja muy de cerca con las Universidades del país para la tecnología militar. Pero de eso te explicarán mejor allá. —

—Seria formidable, gracias Doctor. Aunque Stan quiere mantener un perfil bajo, desde que los altos mandos supieron que el hijo de James Snyder se va a enlistar en el ejército, hicieron lo posible por facilitar su ingreso. Stanley se negó y pidió entrar como cualquier aspirante. —

—El apellido Snyder es orgullo en el ejército. No dudo que tu también serás un cadete excepcional —

Y Stan ni un halago le aceptaba. Miro altivo hacia otro lado.

—Gracias, Doctor. —

El Doctor río como siempre, Stan seguía siendo el niño celoso y risueño que conoció hace años, no se tomaba personal la actitud de Stan, sabía que ese joven tenía problemas con la autoridad. Pero también tan brillante como Xeno.

—Joven Wingfield, este será tu departamento, estarás cerca de la Facultad de Ciencias. Siempre dejamos una habitación para huéspedes, sabemos que siempre se necesita espacio extra para los invitados magistrales a los congresos y ponencias. Úsalo como mejor consideres, es tu espacio personal. Ya informé en el laboratorio que no desempaquen nada hasta que tu supervises el ensamble. Sé que es imprescindible que tu laboratorio lo armes tú mismo. —

—Gracias Doctor Joseph, agradezco que lo entienda. —

—Me retiro, sé que fue un viaje largo y créeme que este espacio es idílico para descansar, en esta parte del campus hay poco movimiento y ruido. Un placer verte, Xeno. —

—El placer es mío. —

Y se retiro para alivio de Stanley.

 

[…]

—¿Puedo? — Preguntó Xeno en cuando Stan encendió su cigarrillo.

Los ojos dorados se abrieron en sorpresa. Sin decir nada más, con su dedo medio e índice tomó desde el filtro del cigarro y giró los dedos con destreza para tener la colilla encendida frente a él. Xeno solo acercó su boca al filtro y lo tomó con los labios. Stan soltó el tabaco y espero la reacción de su amigo.

Xeno dio una inhalada, viendo como la pequeña brasa del tabaco encendido respiró junto a su aliento y sintió el denso humo bajar por su esófago. Extrañado por esa sensación, soltó el cigarro a prisa y tosió.

¡Qué espanto!

Recuperó el aliento de inmediato y devolvió el cigarrillo, Stan no dejaba de reír.

—¿Y todavía pagas por eso? —

—Mejor así Xe, es un vicio caro. —

—Y espantoso. — Y dio el trago a una cerveza de notas frutales para sacarse el sabor amargo de los labios.

—Recuerda, no bebas no tan rápido. —

—Es gracioso como esto en apariencia quita la sed, pero realmente está deshidratando al cuerpo. —

—Nunca debes tomar alcohol sin comer ni beber suficiente agua antes, no solo te pondrá ebrio rapidísimo, te dará una resaca terrible. —

—Lo ideal sería consumir tabletas de carbón activado antes… — Dijo Xeno.

A Stan se le iluminó el rostro.

—¡Qué listo eres! ¡Jamás se me hubiera ocurrido! —

—Siempre soy listo, de que hablas. — Dijo con una falsa molestia, volviendo a tomar ahora de la cerveza ámbar.

—¿Y bien? ¿Cuándo empiezas clases? —

—El 16 de agosto empiezan el ciclo de la Universidad. ¿Y tu cuando empiezas tu entrenamiento? Te la vives en mi departamento, embriagándote aquí y solo llevamos 7 días en California. —

—¡Jaja! Hay que disfrutar lo que queda del verano. — Exclamó Stan con su acostumbrado buen humor.

—Suena a que ya te quieren subir a un avión. —

Stan puso cara de fastidio.

—El primer día que llegué no se me despegaron mis nuevos superiores. ¡No dejan de preguntar por mi padre! Por algo el no quiso traerme, mi padre por fin llegó a una tranquilidad que le costó años alcanzar. No soporta las falsas modestias ni a los parásitos que se quieren colgar de su nombre… ahora quieren colgarse del mío. —

—¿Por eso te negaste a pasar el campamento de verano con ellos? —

—Es más divertido verte en el laboratorio. —

Xeno suspiró con fastidio.

—Esto no es muy académico que digamos… —

—¡Tienes que salir más, Xeno! ¡Conocer, explorar, divertirte! Imagina esto como un experimento… —

—¿Debería volver a las citas con chicas? — Preguntó sin entender lo que esa duda sembraría en Stan.

Su rostro risueño desapareció.

—… ¿Eso quieres? — Preguntó con un nudo en la garganta.

Xeno pensó en su respuesta.

—La siguiente semana me invitaron a la fiesta de la sororidad de Mujeres Insurrectas, solo en la fiesta de bienvenida permiten entrar a hombres, podríamos ir… —

Stan agradeció la invitación, pero seguía con esa duda.

—Quieres… ¿experimentar con mujeres? —

—Eso no es ético, Stan. —

—¡No me refiero a que sean tus sujetos de pruebas! Quiero decir… Tú sabes… sentir, explorar, probar… — Y se sonrojó, de nuevo el nudo en su garganta no le permitió hablar así de que dio otro trago a su cerveza.

—Lo que experimenté contigo fue suficiente. —

Y Stan se atragantó y empezó a toser con violencia.

Xeno se preocupó cuando no dejaba de jadear, se levantó del taburete y empezó a golpear su espalda con suavidad.

Stanley estuvo aún más sonrojado.

—¿AUN LO RECUERDAS? — Fue lo único que pudo articular entre jadeos, finalmente se calmó un poco más y el bartender le ofreció un vaso con agua que bebió de un golpe.

—Fue mi primer orgasmo, no puedes olvidar algo así. — Respondió Xeno.

Stan simplemente no podía creer la tranquilidad con la que hablaba.

Desvió la vista, aun con el rubor en su cara y en voz baja respondió.

—…también fue mi primer orgasmo. Y siempre quise repetirlo… pero… jamás hablamos de eso. —

Ahora Xeno se sorprendió.

—Oh… —

Y estuvo a punto de responder, cuando una conocida voz hizo presencia.

—¡Xeno! ¡Stan! — Gritó una pequeña chica pelirrosa.

—¡Luna! — Respondió Stan.

La pequeña pelirrosa fue a abrazarlos y Stan le tendió su lugar que ella aceptó con gusto. Pidió una fresa colada al bartender.

—¿Qué haces aquí? — Preguntó Xeno ofreciéndole una servilleta para limpiar el perlado sudor en su frente.

—Buscaba la Facultad de Medicina cuando me perdí, vi este bar lleno de estudiantes y me asomé a pedir instrucciones. ¡Qué alegría que estaban aquí! —

—Puedes ir mañana a la Facultad de Ciencia y darte copia de los mapas del campus. ¡Me dieron muchísimos! —

—¡Gracias Xeno! —

La aparición de Luna duro más de lo esperado, se animaron a jugar billar, poner música en la rocola y Xeno probó bebidas tan ligeras en alcohol que se subió demasiado rápido sin que diera cuenta, Xeno se encontraba… de muy buen humor.

Finalmente, de madrugada, los tres se retiraron y llevaron a Luna al dormitorio asignado para ella y fueron ahora a la Academia de Ciencia.

El aire del verano golpeó a Xeno y eso lo mareó y confundió más, su caminar empezó a ser errático, ya no decía ninguna frase coherente y su voz era arrastrada.

—Ey… deberíamos volver al bar. —

—Jaja, por supuesto que no Xe, vamos a dormir. — Y lo empezó a guiar por todo el campus.

Fue tan difícil volver, pero finalmente pasaron a la habitación.

Stan pensaba acostarlo con cuidado, pero en el momento que la cama estuvo frente a él, Xeno se desplomó con fuerza. Su rostro tocando la almohada, aun sintiendo que la habitación daba vueltas.

Stanley apagó las luces ahora sólo siendo iluminada la habitación por las farolas a través de la ventana. Le quito los mocasines a Xeno que seguía tirado en la cama, se retiró sus botas y se acostó boca arriba al lado del científico, esperando que durmiera pronto.

Pero eso no pasó, menos al sentir la mano de Xeno tocando su hombro.

—¿Estás bien? — Pregunto volteándolo a ver; se veía en calma y aún los ojos entrecerrados.

—¿Tú estás bien? — Reviró Xeno.

Stanley sonrió ampliamente.

—Estoy feliz de estar aquí contigo. —

El toque en su hombro pasó a ser una caricia, ahora en su antebrazo. La mano de Xeno comenzaba a palpar su musculo tan perfectamente trabajado encima de la ropa.

Stanley no dejó de sonreír.

—¿Qué pasa Xe? —

—Eres tan hermoso, Stan. —

Los ojos del rubio brillaron en la oscuridad.

Estaba acostumbrado a recibir halagos por su belleza física, era común que a donde entrara las miradas se dirigieran hacia él; se sabía una persona atractiva, porque siempre se lo decían.

Pero escucharlo por parte de Xeno, lo desarmó por completo.

Intentó responder con un “gracias”, pero la intención murió con el nudo en su garganta.  Stanley se encontraba paralizado por aquellas palabras, sólo sintió el corazón desbocado.

La mejilla de Xeno fue acariciada con devoción. De forma inexplicable, aun cuando el toque era delicado, Xeno sentía tantas sensaciones abrumadoras, quizá era precisamente la sutileza lo que engrandecía aquel tacto. Sus hermosos ojos ónix voltearon a ver por unos segundos los detalles de esas manos que acariciaban su rostro.

Las venas sobresaltaban en su piel y aquello lo deleitó por completo, tanto que su mente dejó de funcionar y todo fue una simple reacción física que se tradujo en el momento cuando Xeno puso su mano encima de la de Stanley. En cuanto sintió aquel deseado tacto, sus dedos comenzaron a acariciar delicadamente aquellas venas que recorrían por completo su brazo, y poco a poco comenzó a trazar sobre ellas, llegando a su muñeca y pasando a su antebrazo, encantado por el entramado de textura que formaban sus brazos. De la impresión soltó un profundo suspiró. Se encontraba hipnotizado por tocar y palpar todo lo que sentía.

Stanley se sintió halagado, Xeno lo observaba con la misma mirada y pasión que usaba cuando creaba ciencia. Estaba bajo el completo escrutinio de un científico y aquel talentoso científico se encontraba embelesado por lo que sus ojos veían.

Las manos de Xeno continuaron tocando, ahora sintiendo la tela de su camisa, pero a través de ella podía sentir sus fuertes brazos tan bien trabajados. Llegó a sus hombros tan anchos, preguntándose qué forma tendría su cuerpo desnudo, así que para calarlo se sentó en la cadera de Stan, sus rodillas clavadas en la cama, mirándolo desde arriba con deleite. Sus manos danzaron por su abdomen, tocando como se iba estrechando al llegar a la cintura, era tan perfectamente definida que se preguntó si ese hombre había sido esculpido.

Stanley soltó un gemido extasiado. Tener a Xeno encima de él, ni en sus mejores fantasías podía verse mejor.

Stan, disfrutando de esas atenciones, alzó su mano en dirección a su rostro, colocó ahora su pulgar en sus labios, delineándolos con cuidado. Xeno ahora sentía por completo su abdomen, disfrutando la curvatura natural de su cuerpo, entrenado con los años.

Stanley, se atrevió a abrir ligeramente los labios de Xeno, ejerciendo presión a su dedo pulgar entre ellos, acariciando esos perfectos labios que por tanto tiempo había soñado. Poco a poco, fue bajando la parte superior de su cuerpo y Xeno jamás dejó de observar con intensidad esos maravillosos ojos dorados, Stan empezó a cerrarlos lentamente y Xeno besó con suavidad sus párpados, pasando por sus mejillas, quijada y ya sin poder soportarlo, Stanley tomó el rostro de Xeno y beso sus labios.

Primero un beso, un segundo, un tercero. Hasta que Xeno empezó a devorar sus labios, Stanley gimió contra su boca, correspondiendo el contacto. Las manos de Stanley pasaron a su cabello perfectamente peinado, enredando sus dedos en las hebras capilares. Las respiraciones de ambos ahogadas en la boca contraria, explorando cada rincón de su boca.

Le embriagó el sabor a cerveza que tenía el paladar de Xeno, el científico odió encontrar el sabor a tabaco en el militar, pero también… era una delicia.

¿Cuántas veces no deseó Stanley este preciado momento? 

Deshacerse entre besos con Xeno, en un espacio tan íntimo como su habitación.

Sentirlo tan cerca, sentirlo tan vehemente, sentirlo tan suyo.

Lo pego lo más posible a su cuerpo, delineado su figura, acariciando toda su espalda, molestándole no sentir su piel por la ropa. Tocó su cintura confirmando algo que siempre observó desde la distancia: el peliblanco tenía un cuerpo pequeño y esbelto. La forma de su cintura era tan estrecha y bien formada; quería sentir directamente esa piel.

Los suspiros salían profundos a través de aquellos besos, los labios de Xeno eran tan suaves y cálidos.

Xeno gimió contra su boca. Ese sonido puso durísimo a Stan.

Y atreviéndose, el rubio mordió su labio inferior, sintiendo con regocijo la carne entre sus dientes. Xeno soltó un pequeño gritó ahogado, fue en ese momento que Stan aprovechó y asomó su lengua hacia la boca contraria, entrando en ella y buscando su lengua.

La encontró.

Sus dedos subieron por toda su espalda y cerraron entre su cabello, Stan volvió a gemir en ese beso, deleitándose por tocar la lengua de Xeno con la suya.

Y ahora Xeno, embriagado en las sensaciones, ahora succionó aun más la lengua del rubio, mordiéndola en el acto.

Stan pasó de un gemido a un grito.

¡Era un deleite!

La respiración agitada de ambos fue demasiada en ese punto y finalmente se separaron ligeramente.

—Wow… con que te gusta rudo. — Dijo Stanley sonriendo contra su boca.

Xeno correspondió la risa.

—Estoy sometiendo a un militar, deberían prohibirte entrar a la academia. —

La risa de Stanley fue risueña y encantadora.

Volvió al beso, lento, calmado.

Tomándolo de las muñecas, lo empujó hacia un lado ahora encima de Xeno.

Todo sin dejar de besarlo. Se sentía tan perfecto, tan delicioso y tan pequeño bajo suyo.  Puso sus codos a cada lado de su cabeza y Xeno se percató que con esa flexión sus brazos se veían aún más imponentes, así que fue inevitable palpar los trabajos hombros, acariciando sus bíceps.

Pero que delicioso tener ese cuerpo encima suyo y lo mejor… tocarlo, sentirlo, palparlo.

El beso empezó a ser aún más demandante, Stanley poco a poco perdía los estribos.

Y en un movimiento atrevido y rápido, las manos de Xeno fueron a los pantalones de Stanley. Escuchó el tintineo de su cinturón abriéndose, deslizándose por las presillas y cayendo al suelo.

El botón de su pantalón fue desabrochado.

Y Stan se volvía loco por sentirse desvestido por Xeno.

Pero…

Quizá fue la conciencia haciendo acto de presencia, el alcohol dejando de hacer efecto o quizás los nervios de Stan traicionándole.

No quería esto. No así.

Añoraba tanto tener sexo con Xeno… pero en circunstancias distintas.

Stanley deseaba besar todo su cuerpo, morderlos, chuparlo, entrar en él, complacerlo y regalarle el mejor orgasmo de su vida.

Pero no así.

Xeno se encontraba tan ebrio que fue incapaz de meter las llaves en la puerta cuando entraron.

No era apropiado, no era correcto; quizás podría arrepentirse al día siguiente.

Busco las manos contrarias que ahora buscaban bajar el cierre de su pantalón, aprisionando sus muñecas, las colocó a la altura de su cabeza. Xeno no pudo continuar con lo que estaba haciendo.

Y con el dolor de su corazón, Stanley rompió el beso, buscando calmar su agitada respiración, recuperándose de este contacto tan prohibido.

Lo vio debajo suyo, el rostro sonrojado, su aliento agitado, labios hinchados, rojos, aun hilos de saliva saliendo de su boca, ahora abriendo sus enmarcados ojos ónix. Era una vista gloriosa.

Xeno era hermoso, profundamente precioso, etéreo, esplendoroso y tan perfecto.

¿Cuántas veces no imagino a Xeno de esta forma?

Algo dentro de él se rompió.

¡Esto era demasiado! ¡Era insostenible como tenía a Xeno en bandeja de plata y no podía tocarlo!

La criatura debajo de él añoraba su tacto y Stan también quería fundirse en él. ¡Cuánto lo deseaba!

Xeno hizo un amago para volver a besarlo, pero Stanley retrocedió.

El corazón del rubio se rompió por rechazarlo. Añoraba volver a devorar su boca, arrancar su ropa y romper la cama en el proceso.

Con todo el autocontrol que no sabía que tenía, se levantó bruscamente. Su respiración nunca dejó de ser agitada, aun encontraba perfección pura con Xeno sonrojado jadeando en la cama.

No podía seguir viéndolo, si seguía haciéndolo se lanzaría a él de nuevo.

Huyó y se encerró en el baño. Y casi como si fuera un fuego quemándole las entrañas se retiró toda la ropa y abrió la regadera cayéndole el agua helada en su cuerpo. ¡Cuánto le dolía la erección! Pensó en masturbarse por un momento en la regadera, pero a su mente solo acudían imágenes de Xeno bajo él. Sus propias fantasías lo estaban traicionando.

No con Xeno. No con su Xeno.

No mientras él estaba ebrio, no mientras él no podía dar su consentimiento; no podía aprovecharse de su vulnerabilidad.

Quería que Xeno lo tocara en plena conciencia, quería que Xeno lo besara por decisión propia ¡sobrio! Claro que quería acostarse con Xeno, lo deseaba tanto… pero si eso arruinaba su amistad, jamás se lo perdonaría.

Poco a poco el agua helada empezaba a mermar la excitación.

Soltó un suspiro frustrado, preguntándose si alguna vez seria capaz de reponerse de semejante estimulación.

Del otro lado de la puerta, Xeno se sentía confundido, preguntándose qué había pasado. Tardó minutos en reaccionar; Stanley simplemente se encerró en el baño, escuchando la regadera cayendo en el azulejo.

Aquello lo descolocó.

Suspiro con tristeza.

Mierda.

Había sido imprudente, sumamente imprudente.

Siempre hacía caso omiso de las sensaciones que su cuerpo le exigía al estar cerca de Stan… y hoy que por primera vez que les hizo caso, fue rechazado.

La borrachera se le bajó de inmediato. No recordaba cómo llegó a su hogar, como tampoco recordaba cómo llegó a la cama. Su última memoria era él mismo mirándose en el espejo del bar y poco a poco empezaba a dejar de reconocer la imagen ante él. Ese fue su último pensamiento antes de volver a la barra y continuar bebiendo con el rubio.

Algo dentro de él se sintió terrible.

Este siempre fue su miedo cada vez que los pensamientos intrusivos hacían eco: tocar a Stanley y ser rechazado.

Quizás… el miedo ya podía ser superado. Porque ya sabía cuál sería el resultado.

Al menos ya no viviría en la incertidumbre.

Pero un pensamiento atavió su mente: ¿esto arruinaría su amistad con Stan?

Lo desechó de inmediato.

Estaba seguro de que este pequeño desliz sería incapaz de fragmentar tan magnífica relación.

Pero no por eso no dejaba de sentir miserable.

Ya se daría el lujo de llorar, de cualquier forma, muy en el fondo de su corazón siempre supo que Stanley Snyder sería su gran amor imposible y así sería hasta el fin de su existencia.

Vi el reloj en su mesa de noche.

Las 4 de la mañana.

Mierda, de nuevo los pensamientos intrusivos respecto a Stan que creyó enterrados.

Recuerda tu lugar, tú sólo eres su mejor amigo. Tienes que lidiar con esto. Tienes que aceptarlo. Tienes que aprender a vivir con ello."

Pero, esta vez no permitió que su mente le comiera vivo.

 

Chapter 12: Knock-knock-knockin' on Heaven's door

Notes:

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Chapter Text

Knock-knock-knockin' on Heaven's door

1961

Xeno se sentía como nunca… en casa.

La Universidad era definitivamente su ambiente. Caltech no solo era Facultad, era todo un complejo de edificios que tomaban varias cuadras de Pasadena, California.

Y desde antes del inicio del ciclo escolar su nombre ya resonaba por los pasillos: el joven prodigio que ingresaba a la maestría en dinámica espacial sus 17 años. Pronosticaban que a los 20 empezaría el Doctorado.

Se encontraba en su nuevo laboratorio colocando una placa con su nombre grabado. “Licenciado en Física Teórica. Xeno Houston Wingfield.” Fue regalo de su madre al graduarse, aunque su padre se opuso al declarar que no le dudaría mucho y pronto tendría otra placa ahora con su grado de maestría.

El silencio de la habitación sería interrumpido cuando la puerta aun estando abierta, fue tocada con suavidad.

Xeno observó una joven alta, cabello profundamente color ébano, ojos azules profundos y un lápiz labial rojo tan intenso que contrastaba su pálida piel.

—¡Hola! — Saludó con alegría.

Xeno devolvió la sonrisa. La chica continuó.

—Soy Abigail, me puedes decir Abby. Estoy en la carrera de Psicología, soy presidenta de la sororidad “Hermanas Libres”. ¡Es un placer! —

—Mucho gusto Abby, yo soy… —

—¡Xeno Houston Wingfield! Egresado del MIT a los 17 años, ¡eres una leyenda por aquí! — Interrumpió.

El científico acostumbrado a estar en los chismes ajenos, solo sonrío con el sonrojo en su rostro.

—Te entrego un folleto. La sororidad no permite la entrada a hombres pero los jueves tenemos panel de discusión abierto al publico en general. Hablamos de todo un poco, el tema anterior fue sobre la energía nuclear. ¡Nos encantaría escucharte! —

—Gracias Abby, muy amable de tu parte invitarme. —

Y Abby lo abrazó sin previo aviso. Xeno se quedó congelado.

—¡Ha sido un placer Xeno! Me encantaría que conozcas a las chicas, cualquier cosa este es mi número. — Le tendió una pequeña tarjeta de presentación.

Xeno fue a su escritorio donde también sacó una tarjeta de presentación.

—Y aquí tienes la mía Abby, será un placer conocer a tu sororidad. —

—¡Bienvenido a la Universidad! —

Y así como llegó, se fue.

—¿Quién era? — 

Preguntó Stan seriamente entrando al laboratorio.

—Presidenta de una Fraternidad, mira, me dio su tarjeta. —

Stanley la tomó con recelo, mirando de forma juzgadora el nombre.

“Abigail Cloud.”

—Ah… ya, la conocí hace días cuando estaba en la Facultad de Humanidades. Siempre me habla cuando me ve. —

—Conoces a más estudiantes que yo, Stan. La fraternidad de “Astrea” incluso de invitó a formar parte de ellos… —

—Todos creen que soy estudiante, preferible. —

Devolvió la tarjeta sin mirar a Xeno.

¡Odiaba esto!

La comunidad universitaria no dejaba de preguntar por el brillante prodigio egresado del MIT. Stan con tanto tiempo libre se encargó de conocer toda la Universidad, cada facultad, cada fraternidad y prestaba especial atención cuando el nombre de Xeno rondaba por los pasillos.

“Escuché que armó un reactor nuclear casero cuando tenía 10 años”

“Dicen que subió un auto al ayuntamiento de su ciudad natal sin maquinaria”

“Está loco y es un dictador que sólo quiere conquistar al mundo y privatizar el conocimiento.”

“Ya lo vi hace unos días. ¡Es un chico precioso!”

Era una pesadilla.

Xeno comenzó a hacer anotaciones en su libreta, empezando los nuevos protocolos de las futuras investigaciones que haría en ese laboratorio.

Stan tomó asiento frente a su escritorio, sin vergüenza de recargar su cuerpo por completo y subiendo sus botas militares al escritorio.

Los momentos de silencio entre ellos eran cómodos, relajantes y bien recibidos.

Stan comenzó a ver con detenimiento su rostro, concentrado con la vista en sus apuntes.

Se sonrojó de sobremanera.

¿Debía mencionarle lo ocurrido hace unos días?

Inevitablemente su mirada se posó ahora en sus labios.

Se sonrojó aún más.

El contacto había sido maravilloso, adoró sentir sus manos tocarlo, sentir su cuerpo debajo suyo, sus labios mordidos por sus dientes, la lengua dentro de su boca, escucharlo gemir contra sus labios.

Una erección traicionera hizo aparición.

Tuvo que incorporarse y sentarse escondiendo la carpa en sus pantalones.

Xeno extendió su mano y acarició su mejilla.

—¿Estás bien Stan? Estás hirviendo… —

Esto era demasiado.

Se levantó de golpe, asustando al peliblanco en el proceso. Se encerró en el baño.

—¡Estoy bien! Solo necesito… fumar… y una cerveza. —

Xeno fue al cajón de su escritorio donde sacó un cenicero de cristal donde lo descanso en el escritorio.

El teléfono en la pared sonó.

“Departamento de Física Teórica.”

“Xeno, por favor, ven a mi oficina.” Escuchó al Dr Joseph del otro lado de la línea.

Sin esperar a Stan, salió del laboratorio.

Frente a él, dos doctores de la NASA estaban frente al presidente del Cuerpo Académico de Ciencias: El Doctor Joseph y a su lado, el joven Xeno.

Después de presentaciones formales, fueron al punto importante.

—Si el alumno Xeno enfoca sus investigaciones en la carrera espacial, todos los estudios serán financiados. —

—Trabajamos en conjunto con todas las Universidades del país, el MIT, Harvard, Caltech. En conjunto con las armadas de Estados Unidos; la marina, fuerzas especiales y, sobre todo; fuerza área. Sus pruebas de pilotaje son imprescindibles para la simulación de vuelos en la NASA. Todos los recursos e instituciones del país están destinadas a la carrera especial. El presidente quiere a las mentes más brillantes en esto, joven Xeno, piense bien en su futuro. —

Le fue tendido un sobre membretado con el logo de la NASA.

Algo dentro de él se ilusionó con creces.

—Hemos visto su trabajo desde que ingresó al MIT a los 14 años, joven Xeno. Es prometedor, brillante y usted posee cualidades que valoramos con creces en el quehacer científico. Piénselo bien. —

Y con esto, ambos científicos se retiraron.

Xeno suspiró emocionado.

Se visualizó toda su vida como maestro investigador en la Universidad, dando su vida a la academia, así que esto lo ponía en una encrucijada.

—Tienes el privilegio de escoger, Xeno. Sé que tomarás la decisión correcta. — Dijo el Doctor Joseph.

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Fue directo al departamento, donde Stanley ya dormía en el sofá.

Sin intenciones de molestarlo fue a la cocina donde se preparó un café, aun pensando en la oferta.

Abrió el sobre que le fue ofrecido.

Eran los protocolos e investigaciones actuales de la NASA.

Suspiró con ilusión.

De nuevo, todo lo descrito en esos párrafos eran su lenguaje universal.

Tomó asiento en el sofá frente a Stan, quien seguía profundamente dormido.

Bajó las cartas y miró fijamente a su amigo.

Dios, era un ángel bajado del cielo.

Se sintió profundamente avergonzado por su atrevimiento esa noche, pero Stan parecía no recordar nada.

Pronto Stan dejaría su departamento para entrar de lleno a la academia, por supuesto que extrañaría a su amigo pero quizá lo mejor era tener la tentación lejos.

Miró ahora el cenicero en la mesa del centro, casi lleno. Ya había un cenicero en cada habitación de ese departamento.

Tomó el cilindro de cristal para tirar las cenizas a la basura.

Sin pedir permiso, se acercó a Stan para besar su frente, quien seguía profundamente dormido. 

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—¡Vamonos, Xe! —

—Dios, ahora que… — susurró más bien para sí mismo.

Entró Stan a la habitación vestido con elegancia y oliendo a colonia.

—¡La Fiesta en la sororidad de Mujeres Insurrectas! —

“No de nuevo…”

Y sabiendo que era imposible decirle que no, salió con él.

 

╭────── · · ୨୧ · · ──────╮

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Ese punto de la fiesta era caótico y confuso.

El tiempo en la Universidad no había pasado en vano y más de uno reconoció a Stanley al llegar. Siempre de buen humor y tan extrovertido, era imposible no querer invitarlo a donde fuera.

Xeno permanecía un poco más reservado, sobre todo al percatarse que en esa casa empezaba a reinar la anarquía.

Stanley fue llevado al jardín donde los estudiantes de ingeniería competían ejercicios físicos contra él, todos y cada perdiendo ante el entrenado militar.

Aunque Stan se había terminado el alcohol que él había comprado nunca faltaba el estudiante que le regala una nueva lata de cerveza.

Para Stanley era tan fácil hacer amigos.

Y Xeno fue a la cocina en busca de algo además de alcohol para tomar. A lo lejos, una voz conocida.

—¡Xeno! —

Abby llegó a él acompañado de 4 chicas más.

—Ellas son Atenas, Karla, Selena y Kenya. —

—Mucho gusto, chicas. —

Las cuatro chicas lo rodearon emocionadas.

—¡Xeno Houston Wingfield! ¡Nos encantaría nos acompañaras en nuestras noches de debate! — Exclamó Kenya.

—Claro, su presidenta ya me hizo la invitación formal… —

—¿Entonces irás? — Preguntó ahora Karla.

—Claro… —

—¡Nos hubiera encantado verte en la sesión anterior! Atenas hizo una presentación del porqué deberíamos oponernos a la energía nuclear… —

—Temo que no hubiera estado deacuerdo con tu amiga Atenas. La energía nuclear es el futuro… —

Y las 4 chicas palidecieron.

Atenas alzó la voz.

—¡Xeno! ¿Cómo puedes decir algo así? —

—¡Es de las energías más limpias y seguras! —

Sin darse cuenta, los 5 estudiantes comenzaron una acalorada y nutrida discusión sobre energía. Materia que por supuesto, Xeno era experto. Aunque Atenas también era una brillante estudiante de Ciencias Políticas.

Abby le ofreció alcohol a Xeno quien no protestó por aceptarlo. La discusión continuó por un par de horas y sin darse cuenta, solo quedaron él y Abby.

Ella tomó un cigarrillo que ofreció al científico, rechazándolo de forma educada.

—Eres un encanto, Xeno. —

—Gracias Abby, tú y tus compañeras también son brillantes. —

—Gracias querido, intentamos discutir de los temas importantes hoy en día. —

Abby le ofreció otra cerveza y el aceptó de nuevo.

A esa hora de la madrugada, casi todos los presentes ya se habían retirado. La casa por un momento se llenó tanto que Xeno pensó que no podría salir, pero hablar con las chicas resultó extrañamente divertido.

—Hablame de ti, Xeno… ¿tienes novia? — Preguntó Debby.

—No, ¿tú? ¿Tienes pareja? —

—No, estoy en un momento increíble en mi vida y en este momento huyo de la vida de casada. Servir a un hombre y renunciar a mi carrera por eso… no gracias, no es para mí. —

Xeno río ante su respuesta.

Y de pronto, Abby se acercó demasiado.

—Xeno… ¿haz estado con una mujer antes? —

El científico notó su doble intención… y la aceptó.

—Temo que no… y siendo científico, me parece increíble no haber experimentado antes. —

Y Abby lo besó.

Xeno correspondió a la chica.

Era sumamente atractiva, así que besarla era excitante y su aroma era embriagante. Entre el beso, la chica preguntó al separarse levemente.

—¿Quieres experimentar conmigo? —

Y Xeno tomó su rostro volviendo a besarla, indicando que también la deseaba.

Entre besos y caricias sutiles, se encerraron en el baño.

Y Xeno sentía un despertar que no sabía que era posible.

Ella mordió su labio inferior con fuerza, lo suficiente para abrir aún más su boca cuando ella metió su lengua, explorando esa cavidad tan inexperta.

El científico la sintió sonreír con encanto, separó sus labios ligeramente de Xeno, quien hiperventilaba.

—Adoro a los chicos como tú… tan inocentes, tan prohibidos, tan inexpertos. ¿Te gusta lo que estás sintiendo? — Preguntó.

Xeno sólo asintió, aún nervioso.

Ella sonrío aún más, relamiéndose los labios.

El cuerpo de Xeno tembló aún más al sentir las caricias en sus hombros, pasando por su abdomen.

—¿Te gusta eso? —

Xeno volvió a asentir.

Abby. se sentía aún más extasiada.

Colocó sus labios en su oreja, besando poco a poco; de nuevo los escalofríos de Xeno recorrieron su espina. Empezó a bajar por su mandíbula, ahora a su cuello.

—¿Me detengo? — Preguntó Abby por última vez.

Y Xeno le pidió continuar.

Quitó su corbata y la dejó descansar en el lavabo.

Uno a uno, fue abriendo los botones de su camisa.

Su intenso lápiz labial rojo era estampado una y otra vez en la piel de Xeno, y siendo tan absurdamente pálido, resaltaba aún más. Un camino de besos se arremolinó en su pecho, creando un trazo hacía su abdomen. Abby encontró tan perfectamente tersa esa piel, adoraba como se estremecía ante cada toque suyo, era un deleite escuchar sus gemidos.

Y con el mismo deseo, se hincó ante él.

Creyéndolo imposible, la respiración de Xeno fue aún más errática.

Todo el labial de Abby estaba batido, los labios de Xeno, su mentón y abdomen estaba repleta de besos carmines. Ella encontró esta visión estimulante y adorable.

Y la puerta se abrió de golpe.

—¡Xeno! — Gritó Stanley, de una forma que jamás lo había escuchado antes.

Abby se emocionó.

—¡Stan! ¿Te quieres unir? —

Stanley cerró sus ojos con rabia, su respiración de inmediato se tornó agresiva.

—¡Largo de aquí! —

Abby no entendía que pasaba.

—Stan… —

—¡QUÉ TE LARGUES! —

Ella, confundida y ofendida por su actuar, simplemente se retiró pasando al lado de Stan, quién seguía completamente lleno de furia.

Y Xeno ser avergonzó de inmediato; no recordaba ver a su amigo así de enojado.

Lo primero que pensó, fue que ella era del interés romántico de Stanley.

—Stan… lo siento, no sabía que… no sabía que tenías algo con ella. No quise meterme con tu chica, Stan. — Su voz temblaba, de nuevo, devastado por ver tanta ira en su amigo.

Tomó su corbata del lavabo y estuvo a punto de salir por la puerta, cuando Stanley la cerró con violencia frente a él. Las manos de Xeno empezaron a temblar.

Stan ni siquiera podía hablar de la rabia, su puño cerrando el picaporte con tanta fuerza que sus nudillos eran blancos, su vista fija en el suelo, su cigarrillo mordido y casi entero cayó al suelo, partido por la fuerza de sus dientes. 

De nuevo Xeno se sintió vulnerable.

—Stanley, en verdad lo lamento, no sabía qué… —

Y no pudo terminar la frase porque Stanley lo tomó por la camisa, empujándolo con tal fuerza que terminó estampado en la pared. Más asustado que nunca no sabía que hacer; Stan no era de los que se ponían violentos con alcohol, ni siquiera drogas… ¿qué estaba pasando? 

La cabeza del rubio seguía cabizbaja, temblando.

Entre murmullos ahogados en furia, apenas y fue capaz de decir.

—¿Por qué…? —

Xeno seguía asustado y confundido. Intentó ayudar a su amigo.

—¿Por qué … qué? ¿Stan? ¿Estás bien? —

El puño de Stanley se dirigió a la pared a su lado, rompiendo el espejo.

—¡¿POR QUE ESTÁS CON ESA MUJER?! —

Xeno palideció.

—¡Si hubiera sabido que era tu chica jamás le hubiera hecho caso! Stanley, lo siento tanto, pero por favor, calma. No volveré a hablarle, no volveré a acercarme… —

—… ¿Te gusto? —

—¿Qué? —

—¿TE GUSTO LO QUE TE ESTABA HACIENDO?! —

De nuevo la vergüenza se apoderó de él. ¿Qué pregunta era esa?

—No entiendo… —

—¡¿TE GUSTÓ LO QUE SENTÍAS?! —

—¡Stanley! ¿Qué mierda es esto? ¡Me estás asustando! Mierda, me equivoqué, ya te lo dije, no sé qué debo hacer ahora para que te calmes. Si vas a golpearme, sólo hazlo y déjame salir de aquí. —

Y cerró sus ojos esperando la paliza de su vida, pero fue abrazado por él.

Stanley agachó su cuerpo para descansar su cabeza en el cuello del científico, aún con su camisa abierta y la piel teñida de lápiz labial rojo.

Aquel atisbo de furia desapareció, Stanley sabía que fue demasiado al punto de que Xeno pensó que le partiría la cara.

Algo absolutamente impensable.

Tomó todo el aire que pudo y entre susurros le respondió

—Si querías sentir eso… pudiste pedírmelo a mí. —

Y el sonrojó desbordó a Xeno como nunca en su vida, incluso su cabeza le dolió una inmensidad por aquella confesión. Stanley escuchó claramente su corazón desbocado.

Stanley por fin se enderezó frente a él, con su mano derecha tomó su mandíbula con delicadeza, acariciando con su pulgar, sintiendo de nuevo la errática respiración del científico contra su rostro. Vio con furia el lápiz labial batido en sus labios y con su pulgar intentó limpiar lo más que pudo; pegó su frente a la de él, soltó un suspiró profundo y largo para finalmente decirle:

—Quiero que sólo experimentes el placer conmigo. —

Y lo besó.

Era como si sus labios estuvieran hechos para amoldarse a los del otro.

Xeno no pudo evitar comparar estos besos con los de Abby, encontrando apasionados y desbordados a los de Stan; era un beso desenfrenado, intenso y a Xeno le costaba llevar el paso, se estaba quedando sin aire.

Cuando Stanley se dio cuenta que estaba siendo demasiado vehemente, se obligó a sí mismo a detenerse. Cuantas veces no deseó besarlo, cuantas veces no deseó tomarlo entre sus brazos y deshacer sus labios con los de Xeno. Y se maldijo preguntándose porque no lo había hecho antes.

Separó sus labios de los de él, la respiración de ambos agitada, sólo pegando su frente con la del contrario, sentía su aliento contra sus labios y para Stanley eso fue suficiente… por ahora.

Y Xeno no podía creer lo que estaba pasando.

¿Podía simplemente acercarse para besar y tocar a Stan?

Su pregunta sería respondida cuando él mismo lo tomó del cuello y volvió a retomar el beso; torpe, nervioso, preguntándose si lo que hacía estaba bien.

Stan río entre sus labios. Se separó ligeramente de él, susurrando sobre su boca.

—Lento… acaríciame con tus labios. — Le explicó con calma.

Y Xeno le hizo caso.

Tímidamente lo retomó, Stanley casi quedándose relativamente quieto, dándole el espacio para besarlo y explorar su boca, respondía a Xeno con besos cortos y húmedos, hasta que el científico se animó a explorar más y mordió su labio. Un gemido audible inundó el baño por parte del rubio. Dios, eso excitó en sobremanera a Stan, pero luchó por permanecer en calma.

Xeno se animó aún más, metiendo sus dedos entre las hebras de su cabello, tomando su cabeza para besarlo mejor y por fin pasó a su mandíbula, esa perfecta y marcada mandíbula.

El rubio se inclinó para darle mayor acceso a su piel, Xeno volvió a temblar, ahora preguntándose si lo estaba haciendo bien, así que se atrevió a morder la piel de su cuello, recibiendo un espasmo de placer del militar.

—Continua… lo estás haciendo maravillosamente bien. — Respondió el rubio entre gemidos.

Y ahora abrazándolo por la espalda, acarició la curvatura que creaba su estrecha cintura hacia sus hombros anchos.

—Déjame complacerte… — Le dijo Stanley en un susurró.

Y mordiendo su labio inferior, no necesito darle más permiso.

Volvió a mirar el lápiz labial con rabia.

Y se aseguró de besar en cada marca que ya tenía, quizá mordiendo demasiado, quizá chupando demasiado, quizá marcando demasiado. No le importaba, sólo quería asegurarse de hacer a la vista del público que Xeno tenía dueño. Y era Stanley Snyder.

Sintió el pequeño cuerpo de Xeno temblar bajó suyo. Él tenía el poder en ese encuentro y lo sabía bien.

Se sentía profundamente halago de saber que era él quien provocaba todo esto en el científico. 

Se acercó a su oído, embriagándose de su aroma, susurrándole despacio.

—¿Quieres seguir? —

—Sólo besos, Stan… —

—Sí… claro que se puede. —

Y quitando su camisa, besó cada parte de su abdomen, sus hombros y estuvo a punto de pasar a su cadera cuando Xeno puso la mano en su hombro.

—Aún no… — Fue lo único que pudo decir.

Stanley sólo asintió, así que besando por última vez sus labios, susurró contra su rostro.

—Vamos a casa… —

Y recogiendo la camisa del suelo, volvió a colocársela a Xeno. Abrochó con sumo cuidado cada botón, casi como si vistiera una pieza de porcelana. Después él mismo anudó la corbata, siempre que Stanley abrochaba la corbata de Xeno, era un nudo tan prolijo y perfecto que Xeno jamás era capaz de replicar.

Salieron del baño, la fiesta ya había cambiado por completo de ambiente, los pocos sobrevivientes buscaban donde fuera para dormir y otros tantos ya se retiraban. Ya habían quitado la música.

Stanley nunca soltó la mano de Xeno.

Finalmente llegaron al departamento del científico. Apenas cruzaron el umbral, de nuevo Stan lo tomó del rostro para seguir besándolo. Xeno poco a poco comprendía más el movimiento mecánico de un beso y dejándose llevar por el placer de aquella estimulación, correspondía.

Entre besos y caricias, llegaron a la cama, donde nuevamente Stan le dijo a Xeno.

—Llegaremos hasta donde tú quieras. —

—¿Puedo intentarlo…? —

—¿Ah? —

—Tocarte… — Respondió casi con miedo.

—Soy todo tuyo, Xe. —

Xeno volvió a temblar, tomando con suavidad su hombro, fue empujando a Stan hasta acostarlo por completo en la cama, uno a uno desabrochando cada botón, no lográndolo en un par de ocasiones por el temblor en sus manos, siendo ayudado por el rubio.

Finalmente retiro la camisa.

E imitando todo lo que sintió, llenó su abdomen de besos y profundos suspiros que resonaron en toda la habitación. Aún sin sentirse listo, no tocó sus pantalones.

Pero no por eso el encuentro no dejó de ser profundamente íntimo.

Volvió a besarlo, reconociendo su lengua, repasando la forma de sus labios contra los suyos, aprendiendo a respirar mientras besaba a Stanley, aquel beso, fogoso y caliente duró casi una hora.

Finalmente se separó de él, sus labios hinchados, calientes y acalambrados.

Sus respiraciones aun agitadas, simplemente admirándose mutuamente.

Finalmente, Xeno se recostó a su lado, siento abrazado por Stanley.

Aquello era idílico y no podía creer la capacidad de placer que su cuerpo podía crear en las manos correctas.

De nuevo Stanley entrelazó sus dedos con los suyos; cobijado con su cuerpo y respirando el mismo aire.

Stan pegó sus labios a la oreja del científico, susurrando lentamente.

—Duerme sólo conmigo, Xe. —

Y en ese espacio tan profundamente íntimo, se quedó dormido en los brazos de Stanley.

 

 

Notes:

Lamento la tardanza!
La computadora donde siempre escribo se daño (tal vez fue porque le tiré café). Después me prestaron otra y también se daño. (A esta la cayó agua).

Este ultimo mes tuve mucho trabajo, pero estoy muy feliz por finalmente publicar este cap:) Lo escribí en agosto y por fin ve la luz!

Espero lo hayan disfrutado, gracias por leer.

Chapter 13: Oceanus Procellarum

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

 

Cuando eran adolescentes, Xeno se percató de los gustos de Stanley incluso antes de que él lo supiera.

Un día cataron tanto café que no durmieron en dos días, después se le ocurrió que era más viable sentirlo en su paladar y después escupirlo.

Y después de semanas de prueba y error, Stanley probó el café más delicioso del mundo.

Se dio cuenta que era buen café porque al momento de sentirlo en su paladar se le antojó un tabaco para acompañarlo. Y cuando probó los dos juntos fue una mezcla gloriosa.

Xeno estandarizó la preparación.

Grano entero con tostado medio con notas achocolatadas, se debía moler con molino manual y el engranaje debía estar a 172°, el maneral debía pesar 14 gramos con el café ya prensado y perfectamente nivelado, una onza de café debía ser exprimida en exactamente 1 minuto. Siempre cronometraba el café cayendo de la máquina de expresos.

Y siempre le preparaba un café latte con jarabe de caramelo.

Stan adoraba su taza de café fuerte y profundamente dulce. Eso con un lucky strike.

Xeno terminó de prepararlo y lo sirvió frente a Stan.

Tomó asiento frente a él, a diferencia de él tomaba su café negro, sin azúcar ni crema.

—Gracias, Xe... — Respondió Stanley encendiendo su primer cigarrillo del día, acercando el cenicero a su taza caliente.

Xeno dio un sorbo a su bebida, Stanley le imitó.

Ninguno quería romper el silencio.

Y Xeno empezaba a exasperarse por ver a Stanley tan... sonriente.

No dejaba de observarlo, no dejaba de sonreírle, y más irritante, no lo dejaba salir del departamento. No hasta que hablaran de lo recién acontecido.

Xeno suspiró.

Si, había que hablar del elefante en la habitación.

—Entonces... recuerdas mi terrible comportamiento esa noche después del bar... — Empezó Xeno.

—No fue terrible... y claro que lo recuerdo. — respondió Stan igual de feliz.

Quería comérselo a besos en cuanto vio el sonrojo de Xeno.

—Dios... me disculpo Stan. Fue muy inapropiado. —

—Vuelve a hacerlo... — respondió emocionado.

Y Xeno se quedó sin palabras.

Stanley también suspiró.

—Siempre te he adorado, Xe. La culpa por desearte me carcomía cada día por estos pensamientos hacia ti. —

—¿Desde cuándo? —

Stanley hizo memorias, era una pregunta difícil de responder.

—No lo sé... solo sé que siempre ha estado ahí. Con los años fue evolucionando hasta hacerse lo que es ahora. —

— ¿Y qué es ahora? —

—Me gustas demasiado... Quiero estar contigo todo el tiempo, quiero tocarte, quiero besarte. Y quiero que tú me desees también, pienses en mí y sobre todo... no quiero verte con nadie más. —

La taza que sostenía Xeno empezó a temblar.

Miró esos hermosos ojos dorados que siempre lo habían admirado.

Stanley vio la duda en su rostro.

—¿No me crees? —

Xeno soltó una risa nerviosa.

—Claro que te creo... confío en ti más que en nadie. Es solo que... —

—"¿Solo qué...?" —

—No quiero que pienses que mis deseos son frívolos, Stan. Toda la vida has sido perseguido como si fueras un trofeo y no quiero que pienses que yo te veo de esa forma, como te vieron por tantos años. —

—Nunca pensaría de esa forma de ti. —

Stanley apagó su cigarrillo, encendiendo otro, pensando si lo que iba a decir a continuación era pertinente.

—Además... sí solo me vieras de esa forma... no me molestaría. —

Xeno lo miró ahora desconcertado.

Soltó el humo de su cigarro.

—Yo quiero estar contigo, Xe. Si solo me quieres de forma sexual... estaré bien con eso. Solo permíteme estar contigo. —

Xeno sintió un nudo en la garganta, dio un sorbo a su café esperando calmarse. Por primera vez en mucho tiempo, se permitió abrir su corazón.

—Jamás creí que sería digno de tu atención, Stan. Soy complicado, difícil de querer, de convivir y de trabajar. Demasiado. Siempre supe que llegaría el día en que tuviéramos caminos distintos y cada uno debía ir a cumplir sus sueños. Y sobre todo... tú siempre has querido cosas que yo no puedo darte. Un matrimonio, una familia... Así que... renuncié a ti hace mucho tiempo, Stanley Snyder. —

La sonrisa de Stanley desapareció y en sus ojos dorados se apreciaba el horror.

—¿Qué? — Preguntó el rubio sin poder creerlo.

—Eres correspondido Stan, desde hace tiempo. Pero me obligué a enterrar todo lo que siento por ti. Eres mi mejor amigo, no soportaría perderte por una tontería así. —

—Xeno... tu jamás vas a perderme. —

—No puedes prometer algo así. Te graduaras de la academia, encontrarás a alguien y podrás por fin tener la familia que siempre has querido. Nunca has ocultado tu emoción por ser padre, tu emoción por una boda solemne. No hay espacio para mí en esa ecuación. Lo acepté hace años. No puedo aceptar lo que me dices, no puedo simplemente tomarte y después dejarte ir. No lo soportaría, eso me destruiría. Lo mejor que pude hacer fue renunciar a ti hace años, Stan... veo el futuro y no te veo ahí. Y estoy bien con eso. Con eso si puedo lidiar. Lo mejor es... dejarte ir desde ahora. —

Stanley se levantó de golpe de la mesa.

Algo en su interior estaba siendo estrujado y no podía permitirlo más.

Y era consciente de sus palabras, siempre compartió sus sueños y anhelos con Xeno, pero definitivamente un futuro lejos del científico era inconcebible. La simple idea le revolvía el estómago.

Caminó hacia Xeno y abrió la silla girándola hacia él.

Y Stanley se arrodilló, con su cabeza descansando en su regazo, sus manos en las rodillas del hombre sentado frente a él.

Con su voz a punto de romperse, le habló desde el fondo de su corazón.

—No renuncie a mí, Xe... Por favor. Dios... no, jamás. Jamás me hagas algo así. Estoy aquí para ti, toda la vida. —

Los ojos de Xeno se inundaron de lágrimas.

Su voz rota y un nudo en la garganta se volvió insoportable.

—Stan... —

Pero fue interrumpido cuando el rubio levantó la cabeza y volteó a verlo desesperado.

—Sé lo que dije Xe... pero... tu logras todo lo que te propongas, siempre. No conoces límites de ningún modo, por eso, escucharte decir que renuncias a mí, me destroza. ¡Tú nunca te rindes! ¡Tú nunca renuncias a nada! ¿Por qué a mí sí? —

Esos orbes dorado empezaron a cristalizarse y algo en Xeno se rompió.

—Tú no eres un experimento Stan, tú no eres cualquier persona, tú no eres una materia por aprobar. Eres... sagrado para mí. Eres invaluable, valioso y yo no soy nadie para frenar tus sueños, para obligarte a renunciar a algo por mi... —

Xeno comenzó a acariciar su mejilla, Stanley puso su mano encima de la del científico, no dejándolo ir.

Su voz se suavizó por ese delicado toque.

—De que hablas Xe... siempre he sido tu sujeto de pruebas. Siempre has experimentado conmigo. ¿Qué más da una hipótesis mas? —

Xeno acarició su otra mejilla, enmarcando su rostro y guiándolo a mirarlo a los ojos.

—Y eres el mejor compañero de laboratorio que puedo pedir... siempre tan proactivo, siempre tan fuerte, siempre tan eficiente Stan. Pero esto es diferente. Es absolutamente diferente. Si se enteran de que hay algo entre tú y yo, yo seré expulsado de la Facultad y tú del ejército de por vida. ¡Incluso a prisión por conducta moral inapropiada! Eso no puedo negociarlo Stan, si pierdes todo por mi culpa, jamás me lo perdonaría. —

—¿Me amas? —

Y Xeno palideció por esa pregunta.

Era muy pronto responderla.

Stanley se percató que no obtendría respuesta.

—Te amo, Xeno Houston Wingfield. Lo he hecho por años... he adorado besarte, tocarte, sentirte tan cerca de mí. No negaré nada de lo que dices. Es un infierno trabajar contigo, he perdido la cuenta de las veces que casi mueres por tu ciencia, las cicatrices qué compartimos por tus experimentos, eres voluble, orgulloso y no sabes cuánto me vuelves loco. Tomas lo que sea que tengas enfrente y jamás dejas de avanzar, derribas todo obstáculo, creas tu propio camino y lo tomas entre tus manos creando lo más increíble que mis ojos han visto. Y eso ha hecho mi vida maravillosa después de conocerte, dijiste que me iluminarías con la luz de la ciencia. Pero me has iluminado con algo mejor; tú. Y ser solo tú. Eres lo mejor que me ha pasado, tú y tus excentricidades. —

Xeno se desarmó tanto que finalmente dejó caer una lagrima por su mejilla, la emoción en su pecho era tanta que desbordó sin aviso.

Volviendo a enmarcar el rostro del rubio, estampó sus labios con los del militar.

Stan correspondió de inmediato y sin soltar el beso, se puso de pie, Xeno le siguió y no se detuvo cuando empezó a meter su lengua en la boca contraria.

Cargándolo como princesa, Stan se sentó de nuevo ahora en el sofá y sentó a su pequeño científico en sus piernas.

Resistiéndose a hacerlo, se separó del beso, la respiración agitada, cayendo en las mejillas del peliblanco.

—Tu siempre puedes con todo, Xe... y así como tú puedes, también yo. Confía en mí, como siempre ha sido. Quédate conmigo, seré discreto, cuidaré tu lugar en la Universidad y yo cuidaré el mío en el ejército. Y si se atreven a hacerte algo, yo mismo quemaré al mundo. Este jodido mundo que no me deja gritar cuánto te amo, el que no me permite casarme contigo cuando yo quiera, incluso el que no me permite que me des hijos. Yo iré contra él y más solo por estar contigo. Pero es lo único que te pido, Xe... no renuncies a mí. —

—Stan, no puedo aceptar... — y fue interrumpido con un beso.

Al separarse estuvo a punto de protestar cuando volvió a ser silenciado con más y más besos.

Xeno por fin bajó la guardia y empezó a reír en su boca.

—¡Stanley Snyder! ¡Déjame responder! —

—Solo si tu respuesta es sí... —

Xeno abrazó a Stan por sus hombros, mirando tan de cerca su rostro tan perfectamente esculpido.

En señal de paz, escondió su rostro en su cuello.

—No quiero causarte problemas Stan... —

—No tiene por qué ser un problema. —

Xeno soltó un suspiro derrotado, finalmente respondió.

—Te escucho... —

—Quédate conmigo, Xe. Te amo, te amo tanto, no puedo soportar mi vida viéndote irte con alguien más. Así como yo tampoco quiero estar con alguien que no seas tú. Solo quiero honrarte, amarte, hacerte feliz... y quiero que tú me elijas. A pesar de todo en nuestra contra, me elijas. —

—¿Y si todo termina? ¿Seguirás aquí? —

—Siempre, Xe... —

—¿Y si el día de mañana me voy con alguien más? —

—Si eso quieres... lo aceptaré Xe. Solo déjame estar cerca de ti. —

Xeno se incorporó para ver sus ojos dorados, que con tanta determinación le prometían el cielo y las estrellas.

—Entonces, quieres una relación... —

—Solo contigo, Xe. —

—Deberemos ser discretos, Stan. —

—Así será. —

—No quiero arruinar tu vida. —

—No lo harás. —

Xeno dio otro pequeño beso a Stanley.

—¿Puedes hacerlo, Stan? —

Y Stanley dio otro beso de vuelta.

—Claro que puedo. —

 

 

 

Notes:

El titulo de este capítulo es una cancion muy bella pero profundamente melancolica de una vez mis bandas favs que es Beirut ♥ 

Estaba escuchando esta canción cuando escribía el cap y me cuestioné qué significa el titulo, me encontré con que es el nombre del llano más grande del lado visible de la luna, se cree que se formó hace millones de años por inundarse de lava. 

Me pareció muy bello y decidí dejarlo:) 

Chapter 14: T.V.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

—Estas son tus opciones, tenemos relaciones diplomáticas con estas Universidades a nivel nacional y estas otras a nivel internacional. Tu elección va a depender de tus líneas de investigación, te recomiendo que lo consideres según tu elección de Doctorado, te ayudará a ingresar en su momento cuando termine tu maestría. — Explicaba el Dr Joseph en el laboratorio principal de Xeno.

—¿Alguna recomendación personal? — preguntó Xeno.

—Siempre va a depender de tu interés. Japón es el mejor en el campo de la tecnología, por ejemplo. La Universidad de Yale se ha interesado en tu curriculum, también Oxford. Realmente posees el privilegio de escoger la Universidad, tienes preferencia Xeno. —

El científico empezó a revisar los planes de estudios de cada folleto de cada Universidad que el Doctor Joseph le había entregado.

—Perdona por darte esta elección aun sin empezar oficialmente clases, pero eres un estudiante becado Xeno, aprovecha absolutamente todas las oportunidades que te brinda la Universidad, pero también recuerda que nuestra educación ha sido pagada por los impuestos de este gobierno, debemos contribuirles, que se aprecie que vale la pena invertir en la ciencia. —

—Claro, todo en el capitalismo se paga esperando una compensación económica que recupere las pérdidas. —

El Doctor Joseph rio ante esa aseveración.

A lo lejos, una conocida voz.

—¡Xeno! —

Ahora qué.

—¡Xeeee~! —

De repente entró Stanley al laboratorio con un dolly de carga y lo que parecía una caja inmensa. Estaba sudando, algo no muy común en el soldado. Detrás de él, Brody.

Su rostro se puso serio en cuanto vio al Doctor, pero le había prometido a Xeno ser más amable con él.

—Buen día Doctor Joseph, disculpe, no sabía que estaba aquí. —

—Buen día Stanley, buen día cadete Dudley. —

—Buen día Doctor Joseph. — Respondió Brody.

—Con su permiso jovenes. ¡Y no corras por el pasillo, Snyder! Por favor. Me retiro, Xeno, ya tienes la información. Estaré en mi oficina. —

—Gracias Doctor, iré con usted en cuanto tenga respuesta. —

—Buen día jovenes. —

Y Stan quito el puchero de su rostro cuando se retiró.

—¡Mira lo que te traje, Xe! ¡Es lo más genial del mundo! —

Y por fin empezó a quitar una cuerda que mantenía la caja en balance.

—¿De dónde sacaste eso? —

—¡Del aserradero! Brody trabaja en el aserradero del oriente de la ciudad por vacaciones de verano. Estuvimos ahí toda la mañana. ¡No sabes las cosas tan increíbles que encontramos! Pero este fue el mejor. —

Y sin ayuda llevó la pesada caja en la barra principal del laboratorio.

—Es una televisión... —

—¡Un televisor nuevo! Los barrios ricos tienen verdaderos tesoros en su basurero. Solo lo tiraron porque no encendía, pero tu puedes arreglarlo. ¿Verdad, Xe? —

—Stan, ¿cómo puedes meterte en la basura? Eso es tan poco elegante... —

—Yo siempre hago el trabajo sucio por ti y lo sabes. — exclamó haciendo un saludo militar a modo de obediencia.

Brody no podía dejar de reír.

Xeno suspiro resignado ante las vulgaridades del rubio.

Se detuvo a mirar la caja y le extendió a Stanley una llave, el rubio sabía que era su indicación para empezar a abrir el aparato.

—Doctor Xeno, Stan me ha contado su facilidad para la tecnología. Tengo un motor de motocicleta en la camioneta que aun tengo esperanza de reparar, es demasiado grande y difícil de mover. ¿Le molestaría echarle un vistazo? Ya intenté de todo y aun no encuentro el error, quizás una mente científica sea la perspectiva que necesito. — Preguntó Brody.

A Xeno se le iluminó el rostro.

—Claro Ingeniero Brody, me encantaría. Stan, vuelvo en unos minutos. —

—No tardes, Xe. —

Y salieron al estacionamiento.

Stanley no encendió la televisión. Tampoco comprobó nada más.

Eso vendría después, cuando Xeno estuviera allí.

Colocó el aparato sobre la mesa de trabajo y aseguró la base con cuñas de madera. El mueble no se movía. No debía moverse. El desmontaje correcto comenzaba antes del primer tornillo.

Descargó el tubo de rayos catódicos, aun sabiendo que nunca había sido encendida. Era parte del orden. Xeno nunca aceptaba atajos.

Solo entonces empezó.

Quitó los tornillos inferiores de la carcasa, uno por uno, sin alterar la presión de los laterales. Los colocó en un recipiente de vidrio, alineados como si ya anticiparan su regreso al lugar original.

Luego los tornillos laterales. Izquierdo antes que derecho.

La tapa trasera salió sin fuerza, sostenida por el peso firme de sus brazos. Stanley la apoyó contra la pared, con un trapo debajo para no marcar la madera.

El interior quedó expuesto.

No tocó nada todavía.

Observó la disposición del chasis, los transformadores, las válvulas alineadas como órganos en reposo. Un televisor nuevo tenía un orden casi didáctico, pensado para ser comprendido… si se sabía mirar. Y Xeno le enseñó cómo hacerlo.

Stanley descargó nuevamente el ánodo del CRT. Un gesto redundante, necesario.

Después: los cables.

Desconectó primero los de señal: sincronía, video, audio.

Nunca los de alimentación.

Los colocó a la izquierda, paralelos entre sí, sin cruces.

Las válvulas pequeñas salieron primero.

Stanley giró cada una con cuidado, levantándolas rectas, sin inclinar el vidrio. Las fue colocando sobre un paño limpio, en el orden exacto del circuito. No necesitó etiquetas.

Las válvulas de potencia quedaron en su sitio.

Xeno siempre prefería retirarlas él mismo

El chasis se liberó con los últimos tornillos. Stanley lo sostuvo desde abajo, absorbiendo el peso con el cuerpo, y lo bajó lentamente hasta la mesa auxiliar. No rozó bordes.

No golpeó metal. No ajustó nada. No midió nada. No corrigió nada.

Solo ordenó.

Cada tornillo quedó junto a su pieza correspondiente. Cada cable visible. Cada válvula esperando.

Al terminar Stanley encendió un cigarrillo, sacando el cenicero que Xeno ya guardaba en cada rincón compartido especialmente para él.

No hizo nada más, no tocó nada más.

Xeno aún no estaba allí, pero el espacio ya le pertenecía.

Todo estaba dispuesto para que, cuando regresara, pudiera empezar sin preguntas, sin correcciones, sin interferencias.

Stanley esperó.

Como siempre.

Y fue cuando se dio que el Doctor Joseph estaba en el marco de la puerta.

¿Cuánto tiempo llevaba ahí?

El rompió el silencio.

—No quise interrumpirte Stan, te veías concentrado en el trabajo. —

Stan no quería responderle.

—Lo estaba. —

El Doctor Joseph se acercó con sigilo al impoluto orden que Stanley había dejado, había sido un trabajo impecable al desmontarla.

—¿Sabes de electrónica? — Preguntó curioso, aun impresionado del desarmado.

—No realmente... pero a Xeno le gusta ese orden. —

—¿Él te enseñó? — Volvió a preguntar.

—Algo así, el año pasado sus padres compraron un televisor y lo primero que hizo fue desmontarla. Me pidió ayuda para eso, la primera vez lo hicimos juntos y fue un desastre, después aprendió cómo funciona y fue perfeccionando cada montaje, armamos y desarmamos esta televisión las veces suficientes hasta que Xeno consideró ese proyecto terminado. —

—¿Siempre estás con él en sus proyectos? —

—Casi todos. Sobre todo los que necesitan esfuerzo físico, Xeno es demasiado pequeño y no tiene buena condición, me deja a mí este trabajo. —

—¿Y sólo viéndolo trabajar aprendes la forma en que le gusta el orden? —

Tantas preguntabas empezaban a exasperar a Stan.

—No… lo he aprendido con el tiempo. Le gusta el orden en cierta forma con ciertos proyectos, en otros prefiere la eficacia, en otros prefiere la meticulosidad. Esta es la primera vez que verá la televisión, así que primero quiere ver la forma en que está armada, después verá cada pieza por sí misma, si no encuentra el error ahí, volverá a armarla desde el inicio del mecanismo hasta el final; en ese proceso encontrará el desperfecto. Siempre es su forma de reparar lo que sea cuando es la primera vez que ve el mecanismo. Aunque no es la primera televisión que ve, si es la primera de este modelo, por eso debo hacerlo así. —

El Doctor Joseph no dejaba de pensar en todo lo visto.

—Xeno ya me había comentado tu brillante intuición y tu increíble rendimiento para seguir órdenes… considero que se quedó corto, tomando en cuenta lo perfeccionista que es Xeno. Hasta ahora no he visto a nadie más tocar nada en su laboratorio, he intentado traerle dos asistentes y los hecha apenas unas horas después, ninguno entiende su forma de trabajo, menos su exigente perfeccionismo. —

Stan pensó en lo que dijo.

—¿Intentó traerle dos asistentes…? —

El doctor Joseph seguía admirando la meticulosidad del trabajo.

—Si no estuvieras en vísperas de entrar a la militar, te recomendaría personalmente como su asistente. La beca estipulada para Xeno es robusta, hay fondos para la nómina de alguien más en su laboratorio, la eficiencia y resultados lo son todo en la inversión a la ciencia. Contigo trabajando con Xeno… la optimización de recursos y tiempo aumentaría exponencialmente. —

Y Stanley por fin empezó a ponerle atención.

—¿Es posible trabajar con él aun en el ejercito? — preguntó dando las últimas caladas a su cigarrillo.

—Si después de graduarte y él necesita servicio militar para algunos de sus proyectos, claro que es viable… ¿Te interesaría? —

Apagó por fin la colilla en el cenicero.

—Me gustaría Doctor Joseph… —

Y justo en ese momento regresaría Xeno con Brody.

—¡Fantástico Stan! Eficiente como siempre… — Halagó apenas entró al laboratorio.

—Doctor Joseph, el profesor Quinn lo necesita en la Facultad de Ingeniería. — Anunció Brody.

—Gracias cadete. Permiso, jóvenes. — Y se retiró.

—Dime que no lo insultaste, por favor, Stan. —

—Te prometí que me portaría bien y así sería Xe. —

Xeno se acercó con interés inmediato a la televisión desarmada.

—Entonces no es desgaste. Es algo mejor. —

Stanley lo miró.

—¿Mejor? —

—Algo arreglable. —

El interior estaba limpio, pero había un detalle que saltaba a la vista: el polvo fino de madera se había infiltrado entre los componentes, adherido por la humedad.

—Muchas televisiones fallan no por uso, sino por almacenamiento incorrecto. La humedad arruina los condensadores de papel y electrolíticos incluso sin encenderlos. —

Señaló uno de ellos.

—Este debería filtrar el voltaje para el circuito de video. Si perdió aislamiento, la imagen jamás llega al tubo. —

Stanley se cruzó de brazos.

—¿Eso explica que no prenda?

Xeno negó con la cabeza.

—No del todo. Si no enciende nada, probablemente es una válvula defectuosa de fábrica o un fusible mal calibrado. —

Tomó una válvula y la sostuvo contra la luz. El filamento interior parecía intacto, pero algo en su expresión cambió.

—Aquí está. Una fuga mínima de vacío. Suficiente para que el tubo de potencia no funcione. —

Stanley exhaló lentamente.

—¿Es peligrosa? —

—Solo si se enciende así. Podría sobrecalentarse… o morir antes de empezar. —

La volvió a colocar con cuidado, como si incluso una pieza fallida mereciera respeto. Y así como Stanley desarmó cada pieza, Xeno volvió a armarla.

—Estas televisiones están pensadas para durar, pero dependen de equilibrio. Voltajes precisos. Temperaturas controladas. Si una parte falla, todo el sistema se apaga. —

Stanley observó cómo Xeno trabajaba. No había prisa en sus movimientos, solo atención absoluta.

—¿Y cuándo funcione? —preguntó.

Xeno sonrió apenas.

—La imagen tardará en estabilizarse. El tubo CRT necesita calentarse. Al principio habrá brillo irregular, líneas de retorno, un ligero zumbido. —

Hizo una pausa.

La conectó, reacomodó la antena y al encenderla, la televisión hizo todo lo que Xeno esperaba.

Por fin, una imagen, después, la imagen con audio.

El silencio expectante se rompió con un grito.

—¡Eres brillante, Xeno! — Halagó Stanley.

—¡Y apenas te tomó un par de horas! ¡Increíble Houston! — Dijo Brody emocionado también.

—Sólo hay que ajustar la antena, el laboratorio tiene varios canales de radiofrecuencia, podría entorpecer la comunicación. —

—Estará en tu departamento, Xe. —

—¿Qué? —

—¡Será fantástico! Podemos ver The Twilight Zone de nuevo. —

—Me convenciste con eso, Stan. — Respondió el científico.

—¡Fantástico! Ya mismo la llevo. —

Y volvió a llevarse la televisión así como llegó con ella. Ahora con Xeno detrás de él.

Sin darse cuenta, estaban Stanley, Brody y después llegaría Luna, Charlotte e incluso el Doctor Joseph, todos frente a la televisión mirando un western.

—¡Yo hago las palomitas! — Dijo Stan levantándose del sofá, Brody había traído alcohol y refrescos, nadie se movía ante el drama vaquero que tenían enfrente.

Stan dejó el maíz en la pequeña sartén de presión, la puerta del departamento fue tocada un par de veces, ahora el rubio fue rápidamente a la entrada principal.

Su sonrisa se desdibujó al ver de nuevo a Abby Cloud. Ella también quito su expresión amable.

—Snyder… —

—Cloud. —

—¿Quién es Stan? — Gritó Xeno desde la cocina ahora tomando el control de las palomitas.

—¡Nadie, Xe! —

Abby soltó un bufido.

—Ya hablamos de esto, Snyder. Acordamos hacer las paces por Xeno… —

—¿Qué haces en su departamento tan tarde? —

—¡Son las 7 de la tarde, Snyder! —

—¡Tardísimo para una señorita como tú! —

—¡Déjame pasar! —

—¡Estás vetada de este lugar! —

—¡Stanley Snyder! — Gritó Xeno.

Haciendo un puchero, dejó pasar a Abby.

—¡Oh! Lo siento Xeno, no sabía que tenías visitas. —

—Adelante Abby, ¿gustas palomitas? —

—¡Claro! Gracias. —

Y Xeno se giró para ver a Stan mirando a Abby con saña, Xeno suspiró, empezando a acostumbrarse a la dinámica entre ambos.

—Stanley, ¿puedes terminar las palomitas de maíz? Por favor. —

El rubio hizo un gesto apuntando sus propios ojos para ahora apuntarle a Abby, ella solo le levantó el dedo corazón ante ese gesto.

—Abby… —

—Ya me disculpé contigo, Xeno y él me sigue mirando con odio. —

—No tienes nada que disculparte Abby, fue un beso consensuado entre tú y yo. Stan es algo… celoso. —

Ella suspiró de forma exagerada.

—Intenta convencer a Stanley de eso… —

Y Xeno sabía que era una batalla perdida.

—¡Hola Abby! — Gritó Luna en el otro lado de la sala, ahora en dirección de ella jalando a Charlotte.

—Ella es Charlotte Bony, en unos días entrará al ejército, mientras tanto es mi roomie temporal. —

—Un gusto Charlotte, conocí a Luna hace unos días y no ha dejado de hablarme de ti. —

—Un placer Abby, ¡me encanta conocer mujeres académicas! Es un respiro femenino. —

—Siempre serás bienvenida Charlotte, ya imagino como será la academia militar… —

—¡Palomitas! — Gritó Xeno dejando un tazón con las chicas y otro más grande en el sofá donde aun estaban Brody el Doctor Joseph.

—Dame un segundo Abby, dejé los protocolos de investigación en mi habitación. Gracias por prestármelas, aún no tengo tanta experiencia en las metodologías de ciencias sociales. —

—¡Un gusto Xeno! Qué alegría que te sirvieran. —

Y se quedó hablando con las chicas cuando Xeno entró a la habitación, fue al librero donde sacó un par de libros de psicología, cuando  solo escucho el seguro de la puerta trabarse.

Giró para ver a Stanley en la habitación.

—¿Stan? —

Y a zancadas llegó hasta el científico, arrebató los libros de sus manos y tomó de la cintura para besarlo con furia.

Xeno intentó separarse, Stanley no lo permitió.

—Stan… Stan… por favor. — Intentó susurras entre los labios del militar.

Sin más que hacer, mordió la lengua del rubio, por fin tomando distancia de su boca.

—Stanley… por favor. —

—¿Porqué tiene que entrar aquí? —

—Ya hablamos de esto, ella me ha respetado desde el primer momento, ella comprende mi decisión y también ha guardado silencio sobre lo que pasó entre tu y yo en el baño, ella fue la única que nos vio. —

—¿Y por eso debes verla? —

—Es una chica brillante Stan, es buena amiga y ha sido muy cordial conmigo. —

Stanley deshizo el abrazo molesto.

—¡Madura Snyder! — Respondió Xeno ante su berrinche.

—¿Puedes prometerme que no volverás a besarla? — Replicó el rubio.

—Stan… eso fue antes de siquiera saber tus sentimientos hacía mí. Sí, admito que me atrajo de inmediato. Pero estoy contigo Stanley… y créeme que te soy fiel hasta la médula. —

Y Stanley se sentó en la cama cruzándose de brazos.

—Me molesta… saber que te atrajo alguien que no soy yo. —

Y Xeno volvió a suspirar. Tomó asiento al lado de él.

—¿Recuerdas la alarma contra incendios en nuestro baile de graduación? — Stanley solo asintió al hacer memorias. — Fui yo quién bajó la alarma. —

La mueca molesta de Stanley cambió por completo para soltar una sonora carcajada.

—¡Xeno Houston Wingfield! ¿Tanto te estaba molestando Tyler? — Preguntó entre risas.

Y Xeno se sonrojó ahora.

—Fue por verte besándote con Melanie… —

Y la risa estruendosa se detuvo.

Stanley por un momento dejó de respirar.

Y se sintió… profundamente halagado.

—A mí también… me ha molestado saber que te atrajo alguien que no soy yo. — Respondió Xeno.

Y Stanley tomó su rostro para besar sus mejillas, su frente, su nariz, llenar de besos todo su rostro; Xeno empezó a reír y de nuevo intentar separarse. Por fin el rubio le dio tregua y le permitió hablar.

—Snyder… no hay un solo día que no venga una chica diferente al laboratorio, a la cafetería o a la Facultad a preguntarme por mi guapo y soltero amigo rubio, alto y fuerte. —

De nuevo el rubio enmudeció. Y se imaginó por un momento en esa misma posición; alguien preguntándole por alguna oportunidad con su Xeno. La simple idea le asqueó.

Soltó un suspiro, comprendiendo la realidad de su situación.

Se levantó y abrazó a su Xeno para abrazarlo contra su pecho, besando su frente.

—Diles que estoy con el amor de mi vida… no me encuentro disponible. —

Xeno se sonrojó por esa respuesta y se giró para ver esos perfectos ojos dorados.

—Yo confío plenamente en ti Stan… tú también confía en mí. Mi fidelidad está contigo. —

Y sellaron su pacto con un pequeño beso en los labios.

—Te amo, Xe… Hora de volver a atender a tus invitados. —

—Recuérdame como mi departamento se llenó de humanidad. —

—¡Ey! Todos queríamos ver la nueva televisión. —

Y por fin abrió la puerta donde ambos salieron para encontrarse con todos frente a la televisión, las palomitas a punto de acabarse y ahora viendo Bonanza. 

 

Notes:

Justo me encontraba terminando de escribir este capítulo cuando se anunció el primer vistazo oficial de Sai Nanami. ¡Es perfecto!

Ya se anunció el estreno de la temporada final, el 3 de abril del 2026. ¡No quiero que ese día llegué!:( Hace años no sentía tanto amor por una serie/fandom. Dr Stone me ha salvado la vida para bien!
Pero también muero por ver este arco final. !Estoy muy emocionada!

He aqui el capitulo de hoy, espero sea de su agrado. Quisiera avanzar mas rapido en esta historia, pero me pierdo tanto entre las dinamicas de Stanley y Xeno, son poderosas y con mucha quimica!

Nos leemos en el siguiente cap.
¡Felices fiestas!