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Quizás es porque no la había visto en años; quizás es porque ella apareció sin su novio, diciendo que habían terminado; quizás es porque su relación con Kitty va en decadencia, muriendo como una estrella a millones de años luz; quizás es el olor de su perfume o la forma en que sonríe, o quizás no es nada de eso y Robert simplemente se sentía como un adolescente hormonal de nuevo, pero Barbie le parecía hermosa.
No debería pensar eso.
Bueno, no hay nada que diga que no puedas reconocer la belleza o el atractivo de tus familiares, sin embargo, sabía que no era esa clase de apreciación a la que su mente envenenada se refería cuando la pensaba.
Hermosa, su prima era como una diosa encarnada, tan graciosa e inteligente, amable, pero firme. Todo lo contrario a él.
(No es que él no fuera inteligente; de hecho, se atrevería a decir que era de los miembros más inteligentes de su familia, sin embargo, Robert sabía que no era exactamente lo que los demás consideraban amable. Él no era bueno, Barbie, sin embargo, era un rayo de sol, compuesta de luz pura, y de su sonrisa emanaban ríos de estrellas).
Tal vez venir a esta reunión familiar navideña fue una mala elección. Pero, ¿cómo iba a saberlo? La teoría no tomaba en cuenta ese posible resultado. Nada en la ecuación metafórica lo indicaba, y sin embargo, aquí estaba, reviviendo su enamoramiento adolescente en plena reunión familiar.
<<Está bien, sólo será por una semana>>, intentaba tranquilizarse en su habitación asignada, mirando su reflejo en el pequeño espejo. Su cabello negro estaba desordenado por tanto pasarse las manos por la cabeza, como si eso fuese a hacer que aquel tonto enamoramiento que estaba reflotando se hundiera de nuevo en las profundidades de su corazón.
Sólo una semana, una semana y ya. Luego todo volvería a la normalidad. Él volvería con Kitty, volvería a su trabajo, y actuaría como si nada hubiera pasado, no volvería a verla en otra década más o menos, y para cuando la viera de nuevo ella ya estaría vieja, las arrugas serían claras en su rostro y la edad le pesaría, y Robert podría dejar de ver con ojos enfermos a su propia prima. Ni siquiera era su prima en segundo o tercer grado, no, era su prima hermana, hija de la hermana de su padre.
¿Por qué ella, en su inocencia, debía ser tan cruel, obligándolo a caer de nuevo en su red con tan solo una sonrisa?
Todo había estado bien, todo había sido normal. Robert había llegado a la cabaña en donde toda la familia pasaría la semana, esperando al 25 de diciembre con ansias y regalos escondidos de los niños; había saludado a sus padres, a sus tíos, a su hermano, sus sobrinos y sus primos, y todo había ido bien, normal. Barbara no le había llamado especialmente la atención, no más allá de lo bien vestida que estaba y lo festiva que se veía, emocionada por verlo por primera vez en ¿diez años? Sin embargo, a medida que pasaba la noche y el alcohol aumentaba, poniéndose al día con sus primos principalmente, ya que era a quienes no había visto en más tiempo, no podía evitar recordar aquel tonto enamoramiento infantil que tuvo de adolescente y que fue, en parte, razón por la que se fue a estudiar a Alemania. Cuanto más lejos estuviera de ella, cuanto más concentrado estuviese en la física, más se alejaría de aquellos pensamientos enfermos.
Y aún así aquí estaba, diez años después, de vuelta en casa, de vuelta cayendo en los viejos hábitos de fantasear con alguien que era imposible tener.
Tal vez comenzó cuando Richard le preguntó por Ken y ella dijo que habían terminado, cosa que a Robert le pareció increíble. ¿Quién dejaría ir a una mujer como ella? Sin embargo, cuanto más hablaba, más se volvió claro que fue Barbie quien decidió terminar, no él. Tenía sentido, nadie sería tan idiota como para perderla.
Tal vez aquello fue lo que le recordó su pasado enamoramiento, tal vez fue su mente alcoholizada la que no pudo detener sus propios pensamientos, o tal vez estaba destinado a pasar sin importar de qué hablaran, pero al día siguiente, Robert no podía parar de pensar en eso. En ella.
Al final no importaba la razón, solo importaba mantener aquellos pensamientos a raya hasta la navidad, hasta volver a casa, a la seguridad de la normalidad, en donde podría pretender que no estaba enfermo, que era un hombre de familia sin nada que esconder.
(Pretender era la palabra clave. Pretender. Siempre pretender, nunca ser).
Los días pasaban y no parecía que estuviera mejorando en su tarea de sacar a Barbie de su mente. Barbara, se corrigió. Si quería lograrlo el primer paso era dejar atrás aquel apodo cariñoso por el que todos la llamaban; aquel apodo al que estaba tan acostumbrado debía irse: si quería olvidarla, debía convertirla en una extraña.
Tarea que parecía imposible si lo primero en su mente cada mañana era ella. Su cabello rubio, sus ojos azules, su piel suave, su sonrisa, la pregunta de “¿cómo habrá dormido hoy?¿Estará despierta ya?”. El deseo latiente de besarla apasionadamente, de tomarle la mano, de estar con ella en todo sentido, unidos como si fuesen un solo ser.
Sin embargo, era algo irrealizable, lo sabía. ¿Qué intimidad podría existir entre ellos si era imposible tocarse?
fancyhowards Thu 07 Sep 2023 03:23AM UTC
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