Chapter 1: Playlist
Chapter Text
Canciones que inspiraron la historia de uno u otro modo.
Eyes Open (Taylor's Version) - Taylor Swift
Enchanted (Taylor's Version) - Taylor Swift
ceilings - Lizzy McAlpine
If This Was A Movie (Taylor's Version) - Taylor Swift
I miss you, I'm sorry - Gracie Abrams
right where you left me - Taylor Swift
Augusta - Gracie Abrams
Waves - Dean Lewis
Best - Gracie Abrams
This is what the drugs are for - Gracie Abrams
I should hate you - Gracie Abrams
The blue - Gracie Abrams
Safe & Sound (Taylor's Version) - Taylor Swift
Wolves - MOD SUN
Amelie - Gracie Abrams
The Alcott - The National, Taylor Swift
cardigan - Taylor Swift
Better Days - Dermot Kennedy
I Know Places (Taylor's Version) - Taylor Swift
would you love me now? - Joshua Bassett
Feels Like - Gracie Abrams
ivy - Taylor Swift
Treacherous (Taylor's Version) - Taylor Swift
Out Of The Woods (Taylor's Version) - Taylor Swift
Dusk Till Dawn - ZAYN , Sia
Beating Heart - Ellie Goulding
Como nota, los fragmentos en cursivas son escenas del pasado antes del Laberinto, y las frases entre comillas y en cursivas son los pensamientos de los personajes.
Sin más que añadir, espero que disfruten mucho de esta historia.
Chapter 2: Los ojos de un extraño
Notes:
Canción del capítulo: Enchanted (Taylor's Version) de Taylor Swift.
Chapter Text
Aquel día había representado para Thomas una sobrecarga de información, cortesía de una aceptación forzosa a una nueva vida que no había pedido, pero que era lo único que tenía. En su memoria no guardaba, además de su nombre, absolutamente nada; ningún retazo de su pasado, ningún rostro familiar o algún nombre al que aferrarse. Era un vacío absoluto.
Cuando despertó dentro de aquella fría y oscura caja, siendo atacado por sonidos metálicos y gruñidos y quejidos de alguna bestia desconocida, el miedo casi lo consume, le hizo gritar y toser hasta sentir que moriría allí mismo, pero sus instintos le recordaron que no podía ser así y poco a poco, el miedo cedió paso a la curiosidad.
Al abrirse la caja y ser recibido por decenas de caras desconocidas de muchachos, soltando cuchicheos que a sus oídos eran sinónimo de peligro, echó a correr desesperado. A pesar de no contar con algún recuerdo para probarlo, estaba seguro de que era lo más rápido que lo había hecho jamás.
-¡Tenemos un corredor!-Oyó a alguien gritar.
Tropezó.
Rodó por el suelo y se golpeó con el pasto. Alzó la mirada, sólo para descubrirse en un enorme claro, rodeado por cuatro muros de piedra descomunales que estaban cubiertos de hiedra. Después de eso le metieron en una fosa, donde pudo observar mejor su nuevo "hogar", en el que todos parecían tener un trabajo asignado. Alby, el líder del Área, como le llamaban al claro, le recibió con una paciencia que a Thomas llegó a resultarle un poco irritante, y se tomó su dulce tiempo para explicarle el funcionamiento de las cosas allí y las reglas que debía seguir si quería contribuir a que todo funcionara para él y los demás Habitantes.
Aún tenía muchas preguntas que hacer, pero estaba haciendo su mejor esfuerzo para contenerse de decirlas, y esperar a que las palabras de Alby de que todo se aclararía con el paso del tiempo fueran verdaderas. Ahora estaba acompañado de Chuck, su "escolta", un niño de al parecer trece años que había llegado a ese lugar hace exactamente un mes, y que le había cedido su puesto de "Novato", sobrenombre que todos los que habían visto a Thomas ese día habían pronunciado, consiguiendo alterarlo cada vez más.
No era por ser grosero, era más bien la curiosidad haciendo presión más insistente a cada minuto dentro de él lo que le hizo ignorar lo que Chuck estaba contándole mientras amarraba una hamaca y alejarse en dirección a la enorme abertura que había en uno de los muros, a través de esta vislumbró un enredo de corredores oscuros que debían estar fríos como el hielo, en los que el murmullo del viento era tan alto que resultaba escalofriante.
-¡Hey! ¿Qué estás haciendo? No puedes ir allá afuera ¿Qué no te lo dijeron?-Dijo Chuck, interrumpiendo su observación al aparecer de la nada frente a él.
Alby le había advertido que estaba terminantemente prohibido salir de los límites del Área, pero el porqué se lo había guardado.
-Descuida, descuida, no voy a salir, sólo quería echar un vistazo...
El sonido de sus palabras se fue apagando al notar la aparición de dos chicos aproximándose a ellos desde el fondo del corredor en línea recta. Se quedó mirando fijamente al que corría a su lado derecho, tratando de descifrarlo hasta que la luz fue facilitándole la tarea poco a poco; cuando este pasó por su lado, aminoró el paso y ambos se sostuvieron la mirada por unos segundos. El chico tenía rasgos asiáticos, musculoso y de pelo negro y corto, vestía una camisa azul de mangas cortas junto a unos pantalones marrones. Su atractivo era innegable, pero eso no fue lo que le impidió apartar los ojos de él. En ese chico había algo sumamente familiar, sintió el impulso de correr hasta donde él, pero ¿Para qué? ¿Qué haría entonces? Era un extraño, entonces ¿Por qué en el fondo de su mente algo le decía que sus ojos seguían siendo los mismos?
-Chuck ¿Quiénes son ellos?
-¿Hmm? Oh, son Corredores, los únicos que pueden salir de aquí, saben más del L...
-¿Qué? ¿Qué ibas a decir?
-N-nada, en realidad no sé mucho, entonces...
La tierra se sacudió de repente, haciendo que Thomas perdiera un poco el equilibrio. Entró en estado de alarma cuando vio que los muros de piedra comenzaban a moverse, cerrando el paso al exterior y dejándolo atrapado allí por quién sabe cuánto sería. Cuando ambos trozos de piedra se unieron en uno, con un estruendo que lo sellaba, Thomas se quedó mirando el sitio donde antes había una salida con la boca abierta, cuando sintió una presencia detrás de él.
-Bienvenido al Área, Thomas.
Alby le dio dos palmaditas en el hombro.
Eso era todo. La vida de antes había terminado.
Al caer la oscuridad sobre el Área, todos los Habitantes se reunieron en el campamento que tenían allí montado. Había antorchas encendidas por todas partes, música de tambores resonando en sus oídos, en un rincón, un tal Gally, que a Thomas no le había caído nada bien después de que se burlara de él durante una pelea en la que él no pidió participar, seguía metiéndose con otros chicos en luchas que casi siempre ganaba él. Newt, un muchacho de cabello dorado y acento británico, sonriente y bastante agradable, le hizo compañía durante unos minutos, mientras recorrían la fiesta y este aprovechaba para ayudarlo a identificar a los diferentes grupos, los carniceros, los constructores, etc.
Newt tuvo que dejarlo solo en cierto momento, ya que Alby requirió su presencia por motivos que sólo él sabía. Thomas quedó atrapado nuevamente en medio del montón de personas sin nombre para él, intentando pasar desapercibido, pero sin querer retirarse tampoco, ya que la soledad le dejaría a su mente la oportunidad de atormentarlo con todo lo vivido ese día de un modo mucho más pesado, no quería enfrentarse a ello todavía.
Sin embargo, su falsa tranquilidad se vio perturbada por algo más, la sensación de que alguien le observaba entre el gentío. Buscó entre las caras a aquella que estuviera generando esa sensación en él, tras dar muchas vueltas, la encontró. El mismo chico asiático de hace unas horas lo había estado observando desde su asiento; al verse descubierto, se enderezó y fingió estar viendo más allá de Thomas, pero no iba a caer ante ese engaño.
Thomas no logró decidir si lo mejor sería acercarse o quedarse donde estaba, pero sin despegar la mirada del chico, que empezó a golpear su muslo con las puntas de sus dedos, como si estuviera meditando algo a toda prisa. Antes de que pudiera hacer una elección, el chico se levantó y dirigió su silueta hasta él, esquivando a todos los que interferían en su camino. Thomas no se movió ni un milímetro mientras aquello sucedía.
Cuando estuvo a sólo unos pasos de él, el desconocido cruzó los brazos y alzó la cabeza ligeramente, su rostro parecía decirle que pensaba lo mismo que él.
"¿Nos hemos visto antes?"
-Hola. Eres el Novato ¿No?-Dijo, con cierto deje de autoridad.
-Uhmm, sí, así es-Esas simples palabras le costaron más de lo que deberían.
-¿Cómo te llamas?
-Thomas. Me llamo Thomas.
El chico asintió y le recorrió de arriba a abajo con la mirada.
-Encantado de conocerte, Thomas-Dijo, soltando una sonrisa ladina-Soy Minho. Disfruta la noche, Shuck-No tenía idea de qué significaba aquella expresión todavía.
Minho se dispuso a alejarse de allí, pero Thomas no iba a dejar pasar la oportunidad así de fácil.
-Ah, oye, espera, aún tengo muchas preguntas ¿Podrías...?
-Ahora no, nuevito, seguro tuviste un día largo. Nos vemos luego.
-Oh, allí estás, Tommy ¿Cómo vas?
-Newt ¿Conoces a ese tipo?-Preguntó Thomas, aún perdido en la "conversación" de segundos atrás.
-Por supuesto, ese es Minho, el Encargado de los Corredores. Somos afortunados de contar con ellos, son nuestra única esperanza de salir de este Laberinto algún día.
-¿"Laberinto" dijiste?
-¿No te lo dijo Alby? Ah, bienvenido a nuestra realidad, Tommy, llevamos dos años atrapados en este Laberinto cambiante. De no ser por los Corredores, habríamos abandonado la idea de irnos hace mucho.
-¿Por qué? ¿Qué los hace tan especiales?
-En resumidas cuentas ellos salen cada mañana a recorrer el Laberinto para mapearlo, buscando una salida.
-¿Y en dos años no han encontrado nada?
-¿Crees que es tan sencillo? Cada noche sin falta, el Laberinto cambia. Nadie ha sobrevivido una noche allí afuera ¿La razón? Los llamamos Penitentes. No tenemos idea de su aspecto, pero sabemos que están allá afuera y que no hay presa que dejen viva. Considérate afortunado de estar aquí dentro.
Sonaba arriesgado al extremo, pero con tal de conseguir más tiempo junto a ese tal Minho que pudiese aprovechar para saber por qué le resultaba tan familiar y explicar su necesidad de estar con él, lo intentaría.
-Newt ¿Qué debo hacer para ser un corredor?
Cuando todos los demás se retiraron a dormir, Minho se dirigió a lo profundo del bosque, en donde bajo un arbusto frondoso, en el que había un pequeñísimo grupo de nomeolvides, había dejado enterrada una caja de madera desde hacía unos dos meses.
Regresaba ese día de una jornada más en el Laberinto sin ninguna novedad, cuando Alby le recibió con rostro serio y lo llevó hasta la sala del congreso, en donde le entregó la caja que tenía una etiqueta con su nombre. El suceso era extraño, ya que nunca antes le habían enviado nada personalmente a nadie en el Área, por lo que Alby y Newt convinieron en guardarle el secreto a Minho con tal de no despertar ninguna tensión entre los Habitantes, por pequeña que fuera.
Esa noche la abrió por primera vez, después de pasarse horas encerrado tratando de decidir qué hacer. Cuando retiró la tapa, se encontró con un par de zapatos. Al principio no supo cómo reaccionar, creyó que se trataba de una broma, pero entre más veía los zapatos, más se revolvía su mente. Eran de un azul marino muy oscuro, con toques de negro y de suela blanca, además de agujetas grises; lucían algo desgastados, como si se hubieran usado para correr varias veces.
No pudo identificar lo que verlos le generaba, así que simplemente los guardó y escondió en ese rincón del bosque, donde sabía que estarían a salvo. Cuando se fue a dormir, tuvo un sueño en el que estaba en medio de un parque acompañado de otra persona, un chico, más no pudo verle la cara durante el sueño.
Esa no fue la única vez que eso sucedió. Por varias noches más, tuvo sueños en los que pasaba tiempo con ese mismo chico, ya fuera recostados en el parque, en una cafetería o cerca de un pequeño lago, pero nunca escuchó su nombre ni vio su rostro. Esos sueños parecían más bien recuerdos que luchaban por ser liberados y repuestos en su cabeza, así que en un intento por evocarlos, cada noche iba a ver los zapatos, esperando que su memoria se restaurara, así fuera sólo por retazos, pero nunca lo conseguía.
Sin embargo, el Novato, Thomas, provocó en él lo mismo que ese par de zapatos, la sensación de que su mente luchaba por quitarse una espesa capa de encima, para recordarle su pasado. Al verlo a los ojos sintió que lo conocía de una vida pasada, pero aquello no significaba necesariamente algo bueno, ya que una mezcolanza de sentimientos buenos y malos, cálidos y gélidos, curativos e hirientes, se hizo paso en su ser.
No estaba seguro de que fuera a gustarle del todo lo que quienquiera que lo hubiera puesto allí le había arrebatado de su memoria. De lo que estaba casi seguro, era que Thomas era la clave para averiguarlo, y era aterrador.
Chapter 3: Una escena familiar
Notes:
Canción del capítulo: ceilings de Lizzy McAlpine.
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El primer despertar de Thomas en el Área podría haber sido mejor, la mano de Alby sobre su boca fue lo que le impidió gritar y le permitió serenarse segundos después para vestirse y empezar con su día.
El amanecer sobre el claro era espectacular, quizá demasiado perfecto para su gusto, había algo extraño en ese cielo y ese sol, como si no fueran reales. Thomas talló su nombre sobre la roca junto al de todos los demás habitantes, incluidos los de aquellos que habían perdido la vida por una u otra razón, ya tachados; era mejor no entrar en detalles sobre eso. Inconscientemente buscó el nombre de Minho, que estaba por encima de donde había puesto el suyo, separado tan sólo por el de Alby. Su letra era ancha y bastante grande, y ya estaba algo borrosa, como si llevara allí mucho tiempo.
No pudo ver a Minho esa mañana, ya que él y los otros Corredores se iban mucho más temprano de lo que ellos se despertaban. Cada segundo del día era crucial en la búsqueda de su escape, no podían perder ninguno.
Como con cada novato, Thomas debía ir probando trabajo en las diferentes opciones que había para los Habitantes, pues la pereza no estaba permitida para nadie que quisiera a quedarse dentro del Área. Newt lo llevó donde los carniceros en el matadero, pero lo descartaron inmediatamente después de que vomitara al ver la sangre de los animales que allí desollaban Winston y los otros. Con los constructores no le fue mucho mejor, así que Newt no vio mejor opción que llevarlo con él y los Araderos al huerto, allí parecía desempeñarse mucho mejor.
Pero no era lo que quería.
-Newt-Llamó, mientras trataba de cortar un tomate de su tallo-Esto... Sobre lo de hacerme Corredor, yo...
-Tommy ¿Qué te dije anoche? No elijes ser un Corredor, tú debes ser elegido por los Encargados.
-Pues...
-No, y no puedo llegar y simplemente decirles que el Novato de turno quiere ser Corredor sólo porque sí.
-¡Entonces dime qué debo hacer para que me tomen en serio!
-Tommy, olvídalo. Diste suficiente con ese tropezón ayer, no pondremos en peligro la vida de nadie. ¿Sabes cómo puedes sernos útil? Tráenos algo más de fertilizante ¿Quieres?
A regañadientes, Thomas tomó la pala y el cubo que le señalaban para realizar su nada apetecible labor. Mientras se alejaba en dirección al bosque, imitó las órdenes de Newt en voz baja y con un tono ridículo. Estaba frustrado ¿Cómo iban a negarle la oportunidad de probarse por un error que cometió cuando era presa del pánico y la desorientación? Le parecía injusto. Le daba igual no saber el porqué, solamente sabía que debía ser Corredor, estaba más que convencido de que podía hacerlo, pero más ruidoso para él: necesitaba conseguir un momento a solas con Minho, y no iba a obtenerlo de ningún otro modo si cuando estaba aquí, este se comportaría como la noche anterior ni si partía cada día antes de que él abriera los ojos siquiera.
Antes de internarse en el bosque, dirigió su atención hacia las puertas del Área. Fue como si lo hubiera invocado, a pesar de ser poco más de la una de la tarde, según lo que indicaba el cielo, Minho estaba de vuelta, pero algo no se veía bien.
Arriesgándose a ser regañado, Thomas soltó la pala y el cubo y fue a su encuentro.
Entre más se acercaba, más se convencía de que las cosas no marchaban como deberían. Caminó cada vez más rápido, y cuando estaba a siete metros de Minho, este se desplomó en el suelo.
-¡Minho!
Thomas trató de hacer que volviera en sí llamándolo varias veces y sacudiéndole los hombros lo menos bruscamente que podía. Estaba completamente sudado y su cabello totalmente desaliñado ¿Qué le habría pasado allí afuera? Imaginarse las posibilidades revivió la ansiedad que lo inusual de su situación le generaba, pero no iba a dejarse llevar por ella fácilmente.
Eventualmente, sus llamados atrajeron la atención de varios Habitantes sobre ellos, que llamaron a Alby y a los médicos con los que contaban para asistir a Minho. Se lo llevaron rápidamente hasta el hospital improvisado en un rincón del claro. Cuando desapareció detrás de las puertas de ese pequeño edificio, Thomas tuvo una fuerte sensación de que esa no era la primera vez que había tenido aquella visión, como si ya hubiera pasado por esa experiencia antes... ¿Sería posible? ¿O su mente sólo estaba jugándole una mala pasada?
Thomas continuó con sus labores en el huerto el resto del día, casi logrando distraerse por completo de lo sucedido horas antes. Tuvo una discusión con Newt sobre las formas en las que podrían salir de allí sin salir al Laberinto, con la que sólo consiguió exasperar a Newt, ya que todo lo que se le ocurriese había sido intentado más de una vez, además de saber que cuando trataron de descender al pozo por el que subía la caja, el chico que se ofreció terminó partido en dos antes de poder bajar dos metros. La única forma de escapar era a través del Laberinto.
Su conversación se vio terminada cuando, después de anunciarse el tiempo de descanso, Alby llegó hasta ellos con una expresión que denotaba cierto desconcierto, sosteniendo una bolsa mediana.
-¿Todo en orden, chicos? ¿Ya vas acostumbrándote a esto, Thomas?
Como pudo asintió con la cabeza, aunque seguramente su rostro delataba lo inseguro que se sentía todavía respecto a varias cuestiones.
-Estarás bien-Alby tomó aire y alzó la bolsa frente a él-Oye, esto te sonará raro pero ¿Podrías llevarle esto a Minho? No ha querido comer desde que despertó, Sartén ya preparó la cena.
-¿Por qué yo?
-Te lo dije, es algo raro. Ni siquiera él se lo explica, de hecho niega haberlo hecho, pero cuando despertó, él... empezó a balbucear. No entendimos casi nada de lo que dijo, pero creo que... trató de decir tu nombre.
Thomas parpadeó y pasó la mirada entre Alby, la bolsa y Newt, que también se mostró confundido e interesado en el asunto.
-¿Por qué crees eso? Quiero decir, no tiene sentido ¿Por qué me llamaría?
-No lo sé, quizás tenga algo que ver con que fuiste tú el que lo recibió y alertó a todos de lo que le pasaba. No está claro realmente, pero en cualquier caso, lo que importa es que coma algo y tal vez te haga caso a ti. ¿Lo intentas por mí, Thomas?
Alby le extendió la bolsa, y tras hesitar por unos segundos, finalmente la tomó.
-¿Dónde está?
Thomas caminó hacia donde Alby le indicó, internándose en el bosque, sosteniendo la bolsa con ambas manos. Sobre el lodo, la hierba y montones de hojas cada tanto, dio sus pasos con cierto recelo. La oportunidad que buscaba había llegado mucho más rápido de lo que esperaba y su anticipación no hacía más que aumentar con el paso del tiempo, alimentada por lo ocurrido ese día.
Un momento después, vio a Minho sentado sobre un viejo tocón, parecía completamente ido. No podía negar que estaba nervioso de ser el que tuviera la primera palabra, sus manos habían empezado a sudar.
-Uhmm, hola ¿Minho?
Al oír su voz, el Encargado de los Corredores despegó su mirada del vacío y la posó en los ojos de Thomas. Al hablar, Thomas hizo su mejor esfuerzo para evitar que le temblara la voz.
-Te traje la cena, me dijeron que no has comido todavía, así que...
Dio los últimos pasos que lo separaban de él y le entregó la bolsa. Minho la tomó lentamente.
-Oh. Gracias, shank... Thomas ¿Verdad?
Thomas asintió con la cabeza y se pasó las manos por los pantalones, pensando en qué decir a continuación, mientras Minho abría la bolsa y sacaba los alimentos (sándwiches con bastante carne y complementos que lucían muy apetitosos) para luego dar un mordisco con muy poca energía.
"Alby tenía razón."
-¿Qué te pasó hace rato? ¿No sales a correr todos los días?-Preguntó luego de que Minho terminase de masticar.
-Digamos que hoy me entusiasmé un poco de más, aceleré más de lo necesario con tal de llegar antes.
-¿Por qué? ¿Pasó algo?
-Nada que tú tengas que saber-Minho dio otro mordisco a su sándwich.
Esa respuesta le dolió por alguna razón, como si no fuera algo de esperar.
-Relájate, güey. Créeme, estás mejor sin saberlo, después de todo sigues siendo un Novato.
De momento estaba siendo indescifrable. No podía decir si el sujeto le agradaba o no, pero no sé sentía inclinado a dar la vuelta todavía.
-¿Puedo preguntar cuánto tiempo has hecho esto? ¿Ser corredor?
-¿No te cansas de hacer preguntas?
-A-ah...
Minho suspiró y terminó con el primer sandwich.
-Fui de los primeros Habitantes del Área, larcho. Llevo un año y medio recorriendo esos corredores, casi no me queda nada más...
En su voz se denotaba la frustración, el deseo de que lo que se conoce tan bien cambie de una vez, pero también cierto rastro de esperanza, vaga y lejana, pero esperanza al fin y al cabo
Thomas no supo de dónde sacó el coraje para poner la mano en el hombro de Minho, como si quisiera alejar su desesperación y alimentar la pequeña semilla de esperanza que notaba en él.
Detuvo el gesto al poco tiempo, al reparar en que no tenía ningún lazo con él y que ese comportamiento no podía tacharse de algo más que de rarito. Se mostró avergonzado, pero Minho no le reprendió por aquello, en vez de eso le miró como un rompecabezas que intentaba armar.
-Thomas... ¿Por qué... ? ¿Por qué siento que te conozco de antes?
Thomas no tenía una respuesta que ofrecer. Deseaba saber eso tanto como él, pero las personas que los habían puesto allí se habían encargado de enterrar esa información, quizás hasta de borrarla completamente. La posibilidad de no poder sacarse esa duda de la cabeza completamente algún día le causaba una desolación tremenda, la señal, según pensaba, de que debía seguir avanzando por cualquier camino que lo acercara más al esclarecimiento del asunto.
-¿También lo sientes?
Tragó saliva.
-Sí, también lo siento, pero por más que intento rebobinar no logro hallar una explicación. No queda nada en mi memoria.
Minho asintió torciendo los labios.
-Bueno, debemos volver.
El Corredor cerró la bolsa y se puso de pie. Después le extendió la mano para ayudarlo a levantarse, misma que tardo unos segundos en aceptar. Su mano encajaba perfectamente en la de Minho, el tacto de su piel era suave y cálido, y nuevamente lo envolvió la reminiscencia, pero esta vez no le causó confusión ni dolor, tan sólo se dejó llevar, como si de un tren en el que las preocupaciones desaparecen se tratara.
El vecindario estaba sumido en la melancolía. Las nubes grises, el derrumbe del cielo y el viento cruel no lo hacían más tolerable, pero en la vida de Minho aquel paisaje no era más que una extensión de lo que vivía en su hogar. Los rugidos del viento eran preferibles a los que lanzaba su padre contra su madre, los truenos eran placenteros al ser escuchados, a diferencia de los gritos furiosos de su progenitora cuando el reloj marcaba las doce y el color del firmamento era bello, no absorbía la vida de su interior como si lo hacía el espectro de colores de su casa.
Sus zapatos estaban llenos de agua y manchados de lodo, las agujetas grises de ambos estaban desamarradas, era un milagro que hubiese tropezado todavía debido a estos. Había perdido la cuenta de los minutos que llevaba corriendo, pues no había revisado el reloj en su muñeca en un buen rato. Si sus descuidos y el clima no lo habían derribado todavía, el agotamiento reclamaría su lugar como ganador.
Luchó con todas sus fuerzas contra este. Correr era lo único que mantenía su mente despejada, lo único que le hacía sentir vivo fuera del lugar al que debería llamar hogar, pero en el que sólo podía pensar con desprecio.
Pero ya eran demasiados los días e incontable el tiempo que había pasado haciéndolo hasta que sus pies dolían y le impedían continuar.
Le fue imposible seguir. Sus fuerzas se acabaron y le dejaron caer sobre un charco de agua en medio de un parque, al lado de una farola que apenas y emitía algo de luz.
Se sentía muerto.
-¡Hey! ¿Estás bien?-Dijo una voz, que tenía algo de irritante a la vez que llamativo.
Minho no pudo contestar. Sintió de repente que el agua dejaba de caer sobre su cuerpo y unas botas de cuero aparecieron frente a él. La mano de un chico sacudió suavemente su hombro, como si temiera que se rompiera.
-¿Puedes levantarte? Di algo, por favor.
Minho peleó contra sí mismo para girar el rostro y encarar a quien hablaba. Al encontrar su mirada, vio el rostro de un chico castaño, cuya mirada era tan penetrante que lo devolvió en sí lo suficiente como para apoyarse sobre sus brazos y levantarse a medias; debía de tener más o menos la misma edad que él, o no podía ser mucho menor. El chico sostenía una sombrilla con la que los cubría a ambos de modo muy justito.
-Gracias... Estoy bien-Fue su contestación, para la cuál tuvo que reunir aire varias veces.
-¿Estás seguro?
-S-sí. No te molesto más, puedes irte.
-¿Y dejarte aquí en la lluvia? No, ven, mi casa no está muy lejos de aquí, puedes quedarte en el porche un rato hasta que pare.
-En serio, ni te molestes.
Minho intentó ponerse de pie, pero las piernas le flaquearon y cayó de rodillas sobre el lodo.
-¿Seguirás negándote ?-Dijo el extraño, ofreciéndole la mano
Rodó los ojos y resopló, aceptando la ayuda.
-¿Cómo te llamas?
-Minho.
-Un gusto, Minho. Soy Thomas.
Chapter 4: Deberías odiarme
Notes:
Canciones del capítulo: I should hate you de Gracie Abrams y Wolves de MOD SUN.
Chapter Text
Dio vueltas en su hamaca durante toda la noche, incapaz de conciliar el sueño. El rato que pasó junto a Thomas en el bosque, aunque lo sabía corto, lo sintió como aparte del tiempo normal y casi deseó no haberle metido prisa para ir al comedor, pero una vocecita le convenció de que eso era lo mejor que podían hacer. Esa misma voz le reprochó haberle ofrecido la mano para levantarse y mantenérsela sostenida hasta que salieron de entre los árboles. Algo en ese gesto se sintió como lo más incorrecto y correcto en el mundo a la vez. Se separó de él en cuanto entraron al comedor, y se aseguró de no acercarse al rincón en el que lo vio quedarse junto a Newt y Chuck el resto de la noche.
Había dormido muy poco, todo por no conseguir sacárselo de la cabeza. Si tenía suerte, el trabajo que debía hacer ese día no le dejaría espacio entre sus pensamientos, y más valía que así fuera. Lo que había encontrado la mañana anterior podría cambiarlo todo para todos en el Área, no podía joder la situación. Un Penitente muerto, nada más y nada menos, era lo que había aparecido en uno de los corredores, era la oportunidad perfecta para estudiar mejor a uno de ellos y ver si encontraban algún punto débil con el fin de evitar más bajas. Muchos de los que habían perecido por una de esas bestias lo habían hecho sin dejar rastro alguno. Ya era hora de que torcieran el juego si tenían posibilidad.
Esa mañana, Minho salió algo más temprano de lo habitual, con Alby acompañándole, puesto que era esencial que el encargado general se hiciera con la información de primera mano. Tuvieron que hacer muchas pausas en el recorrido, debido a que Alby no estaba acostumbrado a correr del modo en que él lo hacía. Cuando llegaron donde la bestia, fue sólo para descubrirse engañados.
El Penitente volvió a la vida en cuanto lo tocaron y enloqueció, agitando sus agujas y cuchillos de un lado a otro, como una máquina descompuesta apunto de explotar. Debió haber pinchado a Alby, ya que soltó un fuerte grito de dolor y en pocos segundos perdió la consciencia. Puede que Minho también hubiera sido pinchado, pero no iba a darse cuenta hasta que le pasara lo mismo que a su amigo.
Sin perder más tiempo, Minho colgó uno de los brazos de Alby sobre sus hombros con la intención de llevarlo de regreso al Área lo más pronto posible.. Tenían que volver antes del atardecer, de lo contrario sería demasiado tarde para los dos; Alby necesitaba el suero si quería sobrevivir al ataque y ambos debían evitar estar alrededor cuando todos los otros Penitentes salieran al acecho.
Cada paso representó para él una lucha agotadora, el peso de Alby era mucho como para poder ir siquiera a una velocidad moderada. El sudor se abrió paso sobre su frente y todo su cuerpo en cuestión de minutos y desesperado rogaba porque ninguna bestia apareciera para llevárselos al infierno a los dos.
La luz fue disminuyendo, y con ella las fuerzas de Minho, alimentadas únicamente por su total negativa a dejar que el mundo en el que él desaparecía sólo para sembrar desesperanza entre sus amigos se hiciera una realidad. Tenía que volver, era su deber y no iba a fallar.
Tras giros y vueltas cargadas de agobio y agotamiento infernales, al fin vio las puertas del Área todavía abiertas, en donde esperaban Newt, Chuck... y Thomas, justo unos pocos centímetros atrás de donde la piedra iba a clausurar el claro dentro de unos pocos segundos. El terror reflejado en los ojos del castaño le hizo creer en su fuero interno que debía regresar sano y salvo a su lado. No sabía por qué, sólo sabía que tenía que volver junto a él. Con eso en mente, soltó un grito que contenía su determinación y apuró el paso lo más que pudo, un metro era todo lo que impedía que las puertas fueran cerradas.
Lo habría logrado, si no hubiera tropezado en el último momento y caído de cara contra el suelo con el cuerpo de su amigo encima. Alzó la cabeza, sólo para encontrarse con la imagen de Thomas lanzándose a través del espacio de sesenta centímetros dentro del Laberinto. Los muros se cerraron detrás de él y ambos se vieron sumidos en la oscuridad.
"¿Por qué lo hiciste, Thomas?"
Thomas miraba los muros cerrados, tirado de espaldas sobre el suelo. Su pecho subía y bajaba ante el vendaval en el que se encontraban sus emociones en ese instante.
Minho se sintió terrible. Si hubiese llegado a tiempo, Thomas no habría tenido que hacer uso de su boleto gratis a la muerte.
-Buen trabajo, Thomas, acabas de matarte tú solito. Excelente.
Minho se recargó sobre una de las paredes y se dio un momento para descansar.
-No podía dejarlos así como así, tenía que ayudarlos-Dijo Thomas, ya de pie frente a él, con bocanadas de aire interrumpiendo cada palabra.
Minho forzó una sonrisa.
-¿Ah, sí? ¿Y cómo piensas hacer eso, eh?
Thomas ignoró el comentario y en su lugar fue a revisar el estado de Alby, claramente sin tener idea de lo que le pasaba.
-¿Qué sucedió?
-¿Tienes la cabeza hueca o qué? Lo pincharon. Ya está muerto, sin el Suero no tiene ninguna posibilidad, igual que nosotros de salir vivos de aquí.
-No puedes hablar en serio, tenemos que sacarlo de aquí y esconderlo. Debe haber algún lugar seguro al que podamos llevarlo o donde nosotros poda-
Exaltado, Minho soltó un gemido de frustración y tomó a Thomas de la camisa para dejarlo contra la pared, mirándolo con furia.
-¿Es que no has entendido una mierda, garlopo? ¡No hay a donde ir! ¡Ya estamos muertos!
Thomas lo miró entre confundido y asustado, lo que le hizo arrepentirse de su actuar y soltarle de una vez por todas. Retrocedió y se pasó las manos por el cabello, intentando recobrar la compostura. Estaba más asustado que nunca en su vida.
-¿Minho?
Un quejido escalofriante y el repiqueteo del metal contra la piedra los sobresaltó a ambos. Una ráfaga de viento helado sacudió el pelo de Thomas al igual que la hiedra colgando de las paredes. El eco resonaba por todo el Laberinto, cubierto ya por el cielo nocturno y por la débil luz de la luna.
Si quería que sobreviviera, sólo había una opción.
-Tenemos que separarnos.
-¡¿Qué?!
-¡Es nuestra única posibilidad!
-¡No! ¡Minho, espera!
Hesitó durante unos segundos, pero no pudo hacer frente a aquel impulso creciente de alejarse.
"Es lo mejor. Lo único que harás será arrastrarlo hasta su perdición."
-Corre y no te detengas.
Dio media vuelta y la oscuridad lo engulló.
Entre más se alejaba, la fuerza del silencio era tal que le lastimaba los oídos. Con cada corredor que giraba, más se arrepentía de su decisión ¿De verdad Thomas estaba mejor solo en el Laberinto? Llevaba allí apenas tres días ¿En qué demonios estaba pensando? Lo mínimo que debía haber hecho después de que se tomara ese riesgo por él, era acompañarlo, y en lugar de eso le había dejado a su suerte. Era un maldito cobarde. No merecía que nadie se pusiera en peligro por él.
En cierto punto, cuando el muro detrás de él iba a cerrarse, hizo a un lado las voces que le ordenaban seguir su propio rumboy emprendió el camino de regreso. Tan sólo esperaba que no fuera demasiado tarde.
Aguardó por indicios de vida hasta que escuchó un grito desde las alturas. Miró hacia arriba y unos diez metros adelante vio a Thomas saltar de un saliente con un Penitente pisándole los talones. La bestia y él golpearon contra el muro frente a ellos tapizado de hiedra y lucharon por aferrarse a la planta, arrancándola del muro y cayendo hasta el suelo. Una pared más baja le impidió ver lo que sucedió a continuación.
Movido por el terror, se apresuró en llegar al sitio en donde la escena había ocurrido. Dio una vuelta a la izquierda, una a la derecha y nuevamente a la izquierda, chocándose con Thomas, que abrió los ojos al cruzarse con su mirada.
-¡Estás jodidamente loco!-Fue lo primero que se le ocurrió decirle, tomándolo por los hombros.
El rugido del Penitente a sus espaldas les devolvió a la realidad. La bestia batallaba para liberarse del enredo vegetal que tenía encima.
-¡Vámonos, vámonos! El Laberinto está cambiando, sé a dónde ir.
Se aseguró de que Thomas fuera justo detrás de él, decidido a no permitirse separarse de él hasta que estuvieran seguros. Atravesaron un pasillo cuyo suelo estaba casi invadido por la maleza que conseguía hacerse paso a través de la piedra, hasta llegar a un ancho corredor que empezó a cerrarse lentamente en cuanto estuvieron frente a él.
-¡Sígueme, podemos perderlo por aquí! ¡Corre!
Minho iba a la mitad del corredor cuando dejó de sentir la presencia de Thomas y devolvió la mirada atrás, el castaño observaba por donde habían venido con expectación, en una posición de batalla.
-¡¿Qué estás haciendo?! ¡Tenemos que irnos!-Gritó, dándole un golpe en el brazo para espabilarlo.
-¡Tengo una idea! ¡Confía en mí!-Thomas le sostuvo por los hombros, logrando que se relajara un poco. El Penitente apareció nuevamente y emitió otro rugido, para después agarrar carga y lanzarse contra ellos.
-Thomas...
-¡Ahora, Minho! ¡Vamos!
Thomas lo agarró por la mano y se lanzaron de lleno al corredor. Avanzaban casi como si se hubieran vuelto uno solo, compartiendo sus fuerzas y alejando de ellos todo lo que no fuera coraje mientras las paredes a sus costados se hacían cada vez más estrechas. En el último momento, ambos saltaron y cayeron a poca distancia del corredor, ahora clausurado. Detrás de ellos escucharon sonidos viscosos y un gemido de dolor que les heló la sangre. El Penitente estaba hecho puré. Sangre verde y asquerosa manchada el muro de piedra y las agujas y cuchillas yacían sin vida frente a sus ojos.
Atónitos, ambos permanecieron sentados unos segundos, intentando asimilar lo ocurrido. Estaban vivos. Habían sobrevivido al ataque de un maldito Penitente, cuando nadie más lo había hecho.
No supo cómo, pero se encontró a sí mismo abrazando fuertemente a Thomas, refugiando su cabeza en el hueco de su hombro, feliz de que siguiera allí. Esperó a que lo apartara y los pusiera de pie, pero eso no sucedió, al contrario, Thomas lo abrazó de vuelta e hizo círculos con su mano sobre su espalda, reduciendo así la tensión que había acumulado.
"¿Por qué esto se siente tan natural?"
Una vez que se sintió lo suficientemente tranquilo, se separó para mirarlo a la cara.
-Lo siento, Thomas. No debí abandonarte así. Soy un estúpido cobarde. Te aventaste aquí sabiendo lo peligroso que era y así es como te pago. Debes odiarme ahora mismo.
Un silencio corto se hizo presente, las respiraciones de ambos eran lo único audible y aún así, no fue incómodo; lejos de aumentar la distancia entre ellos, parecía haberla disminuido.
-No te sientas culpable por tener miedo, eres humano, Minho-Bajó la cabeza y tragó saliva antes de continuar-.Escucha: sé que puede que no te conozca de hace mucho, pero algo me dice que no podría odiarte ni queriendo.
Minho no contestó, solamente le mantuvo la mirada hasta que el movimiento de los muros en la distancia les recordó dónde se hallaban. Así, decidieron buscar un sitio con mucha hiedra que les sirviera de escondite para pasar el resto de la noche.
Chapter 5: Nadie podrá hacerte daño
Notes:
Canción del capítulo: Safe & Sound (Taylor's Version) de Taylor Swift.
Chapter Text
Las áreas recreativas de su escuela parecían terrenos baldíos, en los lugares en donde debería haber hierba, sólo había tierra dura y llena de agujeros, los árboles que había allí plantados estaban sumamente descuidados, había basura aquí y allá que se hacía más notoria entre más tiempo miraba uno la superficie del suelo y los bancos, despintados. Al menos, el bajo número de estudiantes lo hacía todo más soportable, apenas y podría contar unas dieciséis personas en derredor, lo que le daba cierto alivio.
Estaba muriéndose de hambre, en casa se habían quedado sin suministros la mañana anterior y no se atrevió a pedir algo de dinero para comprar algo, puesto que, como siempre, el aire que se respiraba en la casa estaba maldito. Era mejor quedarse callado.
Sobre el frío muro, al lado de un arbusto marchito ubicado sobre los últimos rastros de pasto, se esforzaba por vencer el peso de sus párpados y no dejarse abandonar su cuerpo por ahora. No quería quedarse allí tirado, menos si las amenazas de lluvia presentes sobre su cabeza se veían cada vez más cerca de ser cumplidas. En su cabeza, escuchaba como si las olas rompieran contra las rocas en la costa, curioso, puesto que nunca había visto y mucho menos escuchado el mar, sólo podía imaginárselo . Tal vez algún día conocería su aspecto y su sonido verdaderos, si quedaba mundo para entonces o si lograba mantenerse con vida.
Cuando sus ojos parecían cerrarse definitivamente después de una larga lucha, frente a él se aproximo una figura reconocible, sosteniendo un recipiente tapado y su bolsa colgando del hombro. Notó que reunía aire al estar a trece pasos de él y golpeteaba con las yemas de los dedos su carga
"¿A qué viene este?"
-¿Qué tal... Minho? No estoy seguro de que me recuerdes, n-nos vimos hace casi dos semanas... No sabía que también estudiabas aquí... Soy Thomas.
"¿Cómo no iba a recordarte?..."
Thomas no esperó por una respuesta y casi inmediatamente se sentó al lado suyo, guardando una distancia prudencial, aferrando su recipiente. Minho no tenía ganas ni fuerzas para hablar, no veía razón para hacerlo, mas quizás estaría siendo demasiado brusco, aunque realmente no recaía del todo en él.
Se desconectó por un momento del mundo, como si su batería se hubiese acabado inadvertidamente, ni siquiera pudo saber si había cerrado los ojos o no. Cuando volvió a la Tierra, Thomas le había dicho algo, pero no le había oído.
-¿Qué?
A Thomas debió parecerle gracioso, puesto que se le escapó una risita.
-Preguntaba si quieres un poco-Dijo al instante, alzando su recipiente frente a él, que contenía varios trozos de carne seca. Minho rechistó , tentado de aceptar la oferta a la vez que inclinado a rechazarla, puesto que no le conocía de nada, y vaya favor que le hacía, debería saberlo.
Al final, sus instintos ganaron y se abalanzó sobre una de las tiras, prácticamente devorándola , sin preocuparse mucho por su sabor. Al terminar, la vergüenza lo recorrió, dejándolo sin palabras.
-¿No has desayunado?-Dijo Thomas sin malicia alguna, pero que hubiese logrado descifrar aquello tan fácilmente no le dejó muy tranquilo-Puedes comer más, si quieres.
Su silencio pareció bajar el ánimo de Thomas. No quería hacerlo sentir mal, solamente no estaba acostumbrado a... Eso, las interacciones con otros, suponía. Aquella ocasión en la que le dejó refugiarse de la lluvia en el porche de su casa había sido bastante incómoda para él, que no dijo ni una palabra mientras comían la sopa que Thomas tenía, aunque esperaba que para él no hubiera sido así. Antes de que fuera demasiado tarde, tomó otro trozo.
-Gracias, Thomas, en serio.
La sonrisa de Thomas regresó lentamente, y no sé borró en todo el rato que compartieron la comida.
La mañana del retorno de ambos al Área pasó por su cabeza como una película en stop motion, difusa y con los colores algo apagados, mientras esperaba a que todos los allí presentes dejaran de hacer bullicio para permitir que los Encargados pudieran decidir de una vez por todas qué harían con él después de haber roto la regla de no salir por la noche bajo ninguna circunstancia.
Un gran grupo se había agolpado en la entrada minutos antes de que las puertas se abrieran, tras varios minutos pensaron que su muerte era ya un hecho, solamente Chuck se quedó a aguardar su venida; cuando casi perdía la fe en ellos, aparecieron de entre las sombras, cargando a Alby entre los dos. Al entrar, lo depositaron en el pasto y Minho y Thomas se pusieron de cuclillas para recuperar el aliento.
Naturalmente, todos quedaron pasmados. Nadie había regresado solo después de hacer lo que ellos, mucho menos tres personas, una de ellas inconsciente.
Fueron interrogados, querían saber todo lo ocurrido afuera y así se los permitieron. Después de ser dejado por su cuenta, Thomas había logrado elevar a Alby amarrándolo fuertemente a las enredaderas sobre los muros, cubriéndolo lo mejor que pudo para que no pudieran encontrarlo fácilmente si se daba el infortunio de que un Penitente pasara por allí. Después se había echado a correr sin ningún rumbo, hasta que después de saltar (lo que pudo haber acabado en suicidio), Minho apareció de la nada. Este contó también cómo Thomas se las había ingeniado para aniquilar al monstruo utilizando el Laberinto a su favor, lo que generó una gran conmoción y opiniones divididas. Algunos se habían alegrado y felicitado al novato, otros estaban entre enfadados y alarmados, ya que eso podría alimentar aún más la sed de sangre de los Penitentes y traerles todavía más problemas.
Asediado por el ruido de la lucha en que estaba resultando esa asamblea, Thomas sólo pensaba en Minho. Su elección de cruzar al otro lado había sido motivada por más que simple solidaridad, realmente no quería que le pasara nada y pensó en hacer cuanto pudiera con tal de que fuera así.
No iba a negar que al principio se había molestado "¿Cómo pudo abandonarme así como así?" Pensó entonces, hasta que se ocupó en preservar la vida de Alby y la propia. Cuando vio su rostro, distinguió la batalla que Minho estaba librando contra el miedo a morir a pesar de todo. Eso bastó para que dejara de culparlo por algo completamente natural, sumado a su guía para librarse de un cruel destino.
Sorteado el peligro, Minho le atrapó entre sus brazos como a un salvavidas. Tal vez era un sinsentido total, pero Thomas sintió que lo último que quería hacer era alejarlo, al menos hasta que lo viera calmado y alejado del terror. Al acariciar su espalda, fue como si supiera exactamente qué movimientos hacer para devolverle la paz y cerrarle la puerta a un mundo oscuro que lo terminaría marchitando.
Su retrospectiva terminó en cuanto Gally mandó a todos a callar, las voces se desvanecieron como si el vacío las hubiese absorbido. El muchacho le miraba con una mezcla de desprecio y cautela, como si fuese un ser de otro planeta que representaba una amenaza considerable.
-Thomas debe ser castigado sin duda alguna. No podemos tener a cualquiera rondando esos pasillos cuando le venga en gana, no es más que un riesgo estúpido. Ni hablar del Penitente muerto, puede que no haya hecho más que provocarlos para dejar de ser tan sigilosos y se decidan a matarnos a todos de una. ¿Olvidan qué nos ha mantenido vivos a todos aquí? Las reglas. Nuestras reglas son las que nos mantienen con vida y cualquiera se sienta en derecho de quebrantarlas debería pensársela dos veces antes de hacerlo. Pienso que el caso de Thomas debe servirles de lección a aquellos que necesiten un recordatorio de los requerimientos para quedarse aquí-Dijo Gally con voz firme, ganándose por completo la atención de todos.
La sala se llenó de murmullos. Thomas estaba furioso ¿Iban a castigarlo por haberle salvado la vida a dos de los suyos, quienes además contaban con roles importantes en todo ese berenjenal? Cuando la seguridad de otros estaba en juego, la regla que había roto le parecía estúpida y basada en la más pura cobardía. Era casi risible.
-¿Tú qué dices, Minho?
El aludido miró de reojo a Thomas, abrió y cerró su mano mientras reunía las palabras.
-Sólo sé que, cuando huí cómo gallina, este loco se mantuvo entero, el miedo nunca lo dominó. No sé si es valiente... O estúpido... Puede que ambas. Cómo sea, necesitamos más de ello. Quiero terminar de una vez, así que mi solución es la siguiente.
Dejó un espacio antes de pronunciarla, para que todos se mantuvieran pendientes de sus próximas palabras.
-Propongo que me reemplace como Encargado de los Corredores.
La sala entera se volvió un caos. Unos abucheaban, otros se gritaban y peleaban, Chuck comenzó a animar decididamente a Thomas hasta que ojos reprobatorios se posaron sobre él y lo mandaron a callar.
-¡Deberían expulsarte del consejo por decir semejante estupidez! ¡Démosles a los Penitentes a Thomas como alimento y a ti que te saquen de aquí a patadas!
-¡¿Quieren dejar de comportarse como imbéciles y cerrar la maldita boca?!-Exigió Newt, consiguiendo disipar el barullo-. Minho, esto que propones va a requerir de una explicación más detallada, hermano, así que adelante, estamos deseosos de escucharla.
-Miren, en resumidas cuentas: este tipo lleva apenas tres días aquí y sin dudarlo se metió en el Laberinto para salvar a dos larchos que apenas conoce. Ninguno de ustedes tiene ni la más remota idea de lo que hay allí afuera, yo sí. Para ustedes es tan fácil hablar, cómo nunca han salido de aquí...
Gally trató de intervenir.
-¿Te olvidas de cuando-?
-¡No, no me olvido! Y es precisamente por eso que deberías mantener la boca cerrada, miertero pedazo de hipócrita...
-Minho, basta. Continúa con tu defensa-Apaciguó Newt.
-Thomas hizo algo nunca antes visto. Arriesgó su vida sólo para ayudar a dos chicos, se las arregló para esconder a Alby entre las malditas enredaderas sin riesgo de que se cayera, huyó con éxito de un Penitente y logró matarlo. Si todo eso les parece poco...
-Eso no son más que tonterías. Este Thomas sólo tuvo suerte...
-¡No, garlopo inútil! Llevo dos años aquí y es la primera vez que veo algo similar.
En unos instantes, el aprecio de Thomas hacia Minho creció significativamente, al enfrentarse de ese modo contra todos para defenderlo.
-Dime, Gally ¿Cuándo me has pedido ser Corredor o siquiera intentarlo? Por si eso fuera poco, te atreves a acusar a Thomas por algo que tú también hiciste en el pasado, con la gran diferencia de que tú no tenías una sola razón para hacerlo y sólo conseguiste que te pincharan. No tienes derecho alguno a hablar sobre esto, así que cállate de una vez si no quieres que te rompa el cuello, después de que me haya encargado de las piernas y los brazos también.
Gally estuvo a punto de replicar, pero retrocedió con ojos de odio y se dirigió a Newt.
-¿Newt? Tú decides qué pasará ahora.
El rubio miró a los tres chicos frente a él y después al resto de los Habitantes.
-Es cierto que las reglas deben ser respetadas, son los cimientos de nuestra comunidad y no deberíamos normalizar que sean desafiadas.
Gally expresó con la cabeza que estaba de acuerdo y se cruzó de brazos.
-Thomas, una noche en la fosa sin comida.
-¡¿Qué dices?! ¿Crees que con eso impedirás que vuelva allá afuera?
-No, y exactamente por eso es que a partir de mañana te volverás un Corredor, Thomas, uno más. Minho se quedará como Encargado y se dedicará a tu entrenamiento ¿Está claro?
Thomas y Minho se miraron momentáneamente. El castaño esperaba que el mensaje "Está bien, no querría que fuera de otro modo" hubiera quedado claro.
Gally salió del lugar indignado con pasos bruscos y la reunión se dio por terminada.
-Gracias, Newt-Le dijo Thomas una vez que sólo quedaban ellos, Minho y Chuck en la habitación. Newt sólo movió la cabeza y se retiró de allí también a los pocos instantes.
Ya entrada la noche, Gally fue quien escoltó a Thomas hasta la fosa con una antorcha en mano y armado con un rostro amenazador, mas Thomas estaba decidido a no dejarse amedrentar. Pensó que la mejor manera de demostrar que no le daba ningún miedo era quedarse callado, aunque por dentro se moría por preguntarle por qué se había visto tan empeñado desde el día uno en meterse con él. Al no recibir provocación alguna, Gally se retiró después de encerrarlo, dejándolo en la oscuridad.
El sueño no visitó a Thomas los quince primeros minutos que estuvo allí abajo, jugando con sus dedos, luego de los cuales, la luz de una llama se hizo visible allá arriba.
-¿Quién anda ahí?
-Yo. Traigo la cena, correrás mejor con un estómago lleno.
Chuck se dejó ver a través de los cuadrados de madera, en los que metió la mano para extenderle una tela blanca. En su interior, Thomas se encontró con sándwiches de pollo y galletas saladas; Chuck le pasó también una cantimplora. Al sentarse el chico al borde de la fosa, notó que sus ojos lucían algo agotados.
-Gracias, Chuck, de verdad.
Desesperado, partió un sándwich a la mitad y se lo llevó a la boca, exclamando ante el grandioso sabor de los ingredientes, aunque quizá el hambre que tenía y en la que no había reparado hasta que la palabra "cena" fue mencionada le estaba ayudando.
-¿No te castigarán por esto, verdad?-Se sentiría muy mal en caso de que eso ocurriera.
-No creo que nadie vaya a notarlo, apenas y me notan a mí, así que...
Thomas arqueó las cejas ante las palabras de Chuck. Mirándolo bien, Thomas no había visto que otros en el Área le dirigieran la palabra, no parecía caerle bien a nadie y no podía explicarse por qué. Chuck había sido un buen amigo para él desde que había llegado, merecía lo mismo e incluso más.
-Thomas ¿Crees que tengo padres? ¿Padres que se preocupen por mí allá afuera, en algún lado?
La voz de Chuck denotó una tristeza y soledad que ningún niño debería sentir jamás.
Thomas ya tenía razones para odiar a los que los habían puesto allí, pero esa le causaba un odio muy diferente y más fuerte.
-Escúchame, Chuck, por horrible que suene, sé que allá afuera debe haber alguien que te eche de menos, alguien que llora todas las noches esperando que regreses; un padre, una madre... Algún hermano, tal vez. Ahora soy Corredor y te prometo que haré todo lo posible para sacarte de aquí y que te reúnas con tu familia. Te regresaré a casa, Chuck.
Chuck trató de sonreír, pero no le salió.
-Ojalá tengas razón... Bueno, deberías dormirte o no correrás tan bien mañana.
Chuck le hizo el gesto del pulgar hacia arriba y después se alejó.
Thomas continúo comiendo sumido en tinieblas hasta que, no mucho después, pasos sobre la hierba y un aura luminosa volvieron a acercarse. Alzó la cabeza y los ojos de Minho se vieron fijos en los suyos.
-¿Qué tal allí abajo, novato?-Dijo el asiático, con tono bromista.
-De maravilla, de hecho, tengo un banquete personal aquí mismo.
Casi lamentó haber abierto la boca, pero sabía que Minho no delataría a su amigo, en cambio sólo se rio de su broma y se puso en cuclillas para reducir un poco la distancia. Thomas no quería esperar hasta la mañana para hablar.
-Minho, quería agradecerte, por defenderme en la Asamblea como lo hiciste. Cada vez me queda menos duda de que ese Gally es un completo idiota.
-Era lo menos que podía hacer después de lo que hiciste por nosotros. ¿Fue estúpido? Tal vez, pero tienes un par de agallas ¿Eh? Nos vendrán muy bien, Shank.
Los labios de Thomas se curvaron en una ligera sonrisa, sintió que sus mejillas se calentaban de a poco.
-Thomas, yo... Sólo quiero que sepas que no voy a dejar que nadie te lastime ¿Oíste? Si Gally o cualquiera trata de amenazarte o ponerte una mano encima, yo mismo me encargaré de que se queden sin ella ¿Si? Nadie podrá hacerte daño.
Thomas mantuvo los ojos abiertos frente a aquella promesa, quiso decir algo, pero el qué no se le ocurrió.
Minho suspiró y se levantó.
-Bueno, descansa, Thomas.
Se puso de puntillas lo más alto que pudo para verlo alejarse en dirección al campamento, pero Minho apagó la antorcha cuando estaba a unos tres metros de distancia y su figura ya no pudo divisar.
Thomas se recostó contra la pared, sin poder sacar el nombre de Minho de sus pensamientos, y antes de caer dormido, pronunció su segunda promesa de la noche.
-Tampoco voy a permitir que te lastimen, Minho.
Chapter 6: El laberinto de la memoria
Notes:
Canción del capítulo: Amelie de Gracie Abrams.
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Le resultó imposible volver a dormir después de despertarse tras lo que debieron haber sido cinco horas de sueño. Ahora que el sol comenzaba a anunciar su llegada, su impaciencia y emoción empezaban a dominarlo; estaba ilusionado por poder desempeñar un papel más importante y benéfico para los demás allí dentro, aunque por supuesto tenía algo de miedo, ya sabía mucho mejor a lo que se enfrentaban allá afuera, se prometió no volver a cuestionar el por qué les habían resultado tan complicadas las cosas en los últimos dos años.
Por otro lado, aprender de Minho y pasarse el día entero con él también le caía de peso, no podía negarlo, le hacía sentir el estómago algo revuelto, en el buen sentido "si es que tal cosa existe".
El susodicho llegó despeinado, pero con pasos animosos. Se agachó frente a la fosa y sonriendo pícaramente preguntó:
- ¿Estás listo? ¿Seguro que no quieres tomarte el día?
- Anda ya, sácame de aquí - Contestó, perdiendo la batalla contra el contagio de su risa.
Luego de ofrecerle su mano como apoyo y sacarlo de allí, Minho lo condujo al interior del bosque, hasta una construcción de madera que él no había visto hasta ahora, en cuya puerta había un letrero que ponía "Acceso restringido". Minho haló de la manija e hizo una reverencia burlona.
- Después de ti.
Thomas rodó los ojos con falso hartazgo y se metió en la habitación. En las paredes había mapas de papel, todos de diferentes versiones del Laberinto, lo que le impresionó en demasía, ya que las habilidades de memorización, orientación y manejo del lápiz que los corredores poseían tenían que ser mucho más que excelentes, casi sobrehumanas, para llevar semejante registro. Esperaba estar a la altura para la tarea. Minho le proporcionó el calzado especial para correr que todos los otros usaban, de no tenerlo, sus pies ya estarían destruidos hace mucho; también le dio un reloj de muñeca, esencial para su puesto, una mochila con algo de comida, agua, lápiz y papel, así como unas pocas armas, básicamente cuchillos y dagas pequeños, nunca se sabía.
- Okey, esto es lo que haremos hoy: como puedes ver, las áreas del Laberinto cercanas al centro se mantienen inmóviles todos los días, las que están a más de un kilómetro de distancia son donde ocurren los cambios. En los extremos del Laberinto hay ocho secciones diferentes, cada semana se abre una sección en específico, a este punto ya hemos memorizado la secuencia, siempre es la misma. Las puertas de cada sección se quedan en el mismo sitio, pero las rutas para llegar a ellas cambian todos los días, ya tenemos varias por aquí - Dijo, ladeando los ojos en dirección a algunos de los mapas en la pared - Cada sección es su propio mundo, por decirle de algún modo. Tienen ciertas "peculiaridades".
- ¿Qué quieres decir con eso?
- Ah, ya lo averiguarás. Bien, esta semana está abierta la sección tres, y tienes suerte de que sea así, créeme, iremos a revisar por allí un rato, además de buscar cualquier otra pista por ahí. Por ahora, todo lo que harás es seguirme ¿Estamos? No podemos rendirnos. Nunca. ¿Entendiste?
Thomas asintió con total decisión.
- Estoy listo.
- Bien. Entonces, vayamos a correr.
Salieron de la habitación, Thomas detrás de Minho, que lo hizo dar media vuelta para cerrar la puerta como si hubiera cometido una falta imperdonable y después se dirigieron frente a las puertas; los sonidos mecánicos no se hicieron esperar mucho más y el frío del Laberinto le invadió el cuerpo, aunque esta vez ya no lo acongojó. Minho le miró como si estuvieran a punto de dar un divertido paseo recreativo de domingo... ¿Cómo es que sabía eso?
- ¡Vamos! - Dijo de repente, internándose en el Laberinto.
Le llevó un segundo espabilarse, pero fue detrás de él y una vez que se adaptó a su ritmo, no se alejó de su lado en ningún momento, aunque a veces tenía que acelerar el paso cuando giraban tan de repente a través de los pasillos, pues Minho corría sin detenerse, no necesitaba pensar sus movimientos, ya eran casi naturales en él. El lugar estaba sumido en el silencio; aunque era muy temprano, había mucha luz por doquier. Cuando ya llevaban un rato corriendo, Minho sacó un cuchillo y lo desenvainó, luego, procedió a cortar la hiedra de las paredes a su paso. Thomas captó la razón de esto al instante.
- Tu turno.
Con cierto trabajo, Thomas tomó su propio cuchillo e hizo su mejor esfuerzo para dominar la labor. Pese a que tuvo que acelerar algunas veces después de cortar la rama con tal de no rezagarse, no le llevó mucho tiempo acostumbrarse. Su compañero le miró con aprobación.
- Vas bien ¿Eh? De regreso las patearemos a un costado. Sigue así.
Siguieron marchando por quien sabe cuánto tiempo, quizás habían andado ya unos cinco kilómetros, pensaba Thomas. Aunque no lo expresaron, el recorrido les hizo sentir una familiaridad realmente extraña; como imágenes intermitentes y muy débiles, su pasado trataba de materializarse en sus mentes, pero por más que lo hubieran intentado en ese momento, no habrían conseguido verlo. En cierto punto, Thomas se cortó el dedo en un fortuito mal manejo del cuchillo, tiñéndoselo de rojo, y soltó el instrumento, que hizo un ruido considerable al golpear contra la piedra. Minho se detuvo no mucho después, concernido.
- Descansemos un poco, ya llevamos mucho rato.
No necesitó que se lo repitiera. Inmediatamente se recargó en la pared y se deslizó hasta quedar sentado en el suelo. Minho se sentó a un lado de él y tras pensárselo un segundo, sacó un trozo de tela de su mochila con el que limpió la sangre de su dedo con gran consideración. Al terminar, los dos se miraron momentáneamente, pero no dijeron una palabra. Del mismo modo, tomaron sus cantimploras y bebieron de ellas. Thomas estaba tan exhausto y sediento, que no pudo dominarse.
- ¡Oye, relaja! Guarda un poco para más tarde, cabeza hueca - Reclamó Minho con cierta diversión pintada en la cara, sujetándole la mano para alejar el recipiente de su boca.
La vergüenza le recorrió mientras se forzaba a cerrar la cantimplora. Sacó una manzana de su mochila, le dio una mordida con premura y un sentimiento de renovación corrió por todo su ser. Volteó a ver a su compañero, que también comía su propia fruta, pero mucho más desesperadamente que él. Una visión de él que creía no tener en su memoria, pero que le parecía adorable en cierto modo.
- ¿Qué? - Dijo Minho, aún con la boca llena. Thomas rio nervioso y sacudió la cabeza.
- Nada, bueno, es que... tienes un poco aquí...
Thomas le pasó la mano por la mejilla y limpió los restos de manzana de las comisuras de sus labios. Al tacto eran increíblemente suaves, salvo por una parte en la que presentaban una ligera herida, debida seguramente a los cambios de temperatura. No quería retirar su mano de allí tan pronto, pero se forzó a hacerlo. Al terminar, no sabía bien a donde mirar, pero contrario a lo que ambos habrían esperado, ninguno sintió vergüenza alguna, ni que lo que acababa de ocurrir estuviera fuera de lugar.
"¿Podría ser este el momento adecuado?" Pensó Minho.
El asiático se aclaró la garganta y revisó su reloj como excusa. La hora de descanso se había terminado.
Medio aturdido, Thomas imitó a Minho y acomodó su mochila para después ponerse de pie y continuar su camino hasta la dichosa sección tres. A cada paso, la intensa sensación de un velo onírico que lo cubría todo y a los dos se instaló en él, y acabó haciendo que se preguntara si acaso era que sus recuerdos perdidos no habían sido sino meros sueños. Las voces intentaron, sin éxito, romper aquellas fuertes barreras.
"Minho... ¿A dónde te fuiste?"
La sección tres era un espacio descomunal, que tenía el piso dividido en cuadrados de aproximadamente nueve metros cuadrados, similar a un tablero de ajedrez, con unos un poco más bajos que otros. La piedra estaba muy quebrada, tanto que Thomas llegó a cuestionarse qué tan seguro sería pararse sobre ella. Aparte de eso, no veía nada realmente especial en ese sitio.
- ¿A esto te referías con "peculiaridades"? No veo nada extravagante por aquí...
El suelo se sacudió y de un momento a otro, el cuadrado sobre el que Thomas estaba parado se movió tres metros en línea recta, haciendo que perdiera el equilibrio momentáneamente, salvándose por poco de caerse. Muchos otros de los cuadrados también habían empezado a moverse, haciendo ruidos pesados en el proceso.
- ¿Ahora qué? ¿Satisfecho?-Se burló Minho, montado sobre otro cuadrado que quedó al lado del suyo.
- La próxima, avísame.
- Y tú ve con más cuidado, podrías haberte dado una buena en esa carita.
Thomas iba a replicar, pero un nuevo movimiento del suelo se lo impidió. Se echó hacia adelante antes de ser llevado cinco metros atrás, empujando a Minho por el pecho y cayendo encima de él, tras lo cual emitió un leve gruñido. Sus rostros quedaron separados por apenas unos centímetros. Sintió su cara arder.
- Ugh, lo siento...
Antes de que Minho pudiese responder, el cuadrado se movió bruscamente hacia la izquierda, tras lo cual la cabeza de Thomas acabó sobre el hombro de Minho. Desde esa posición, distinguió un brillo blanco debajo de él, a través de una grieta en la piedra.
- Oye, levántate.
Minho gruñó.
- Para la buena marcha del negocio deberías empezar por quitarte de encima.
El castaño titubeó y se apartó lo más rápido que pudo, después ayudo a Minho a levantarse y esperaron unos segundos hasta estar seguros de que el cuadrado no iba a salir disparado otra vez. Thomas sacó el cuchillo de su mochila y se agachó para golpear la piedra con el mango.
- ¿Qué estás haciendo?
Thomas no contestó y siguió con su tarea, impacientándose por los lentos avances que presentaba, rogando porque no hubiera otro movimiento inesperado hasta que terminara. Pasados unos minutos, que percibió como horas, la superficie estaba destruida, revelando así un círculo de cristal blanco con una espiral negra dibujada, que emitía una luz moderada.
- ¿Qué será esto?
- En todas las veces que he estado aquí jamás vi uno de esos.
- ¿Crees que sirva de algo?
- No lo sé.
Estudiaron el círculo un rato considerable, quebrándose la cabeza para descifrar qué hacer con él. Thomas inspeccionó el área en busca de algo que pudiera darles una pista, pero además de los cuadrados moviéndose de aquí a allá, no veía nada de potencial utilidad. Devolvió la vista al artefacto y después la pasó a su cuchillo. Se le ocurrió que lo mejor que podría hacer era destruir el círculo, no tenía fundamentos para creerlo, pero no veía otra opción.
Empuñó el arma y de dos fuertes golpes hizo añicos el cristal, apagando la luz.
- ¿Para que demonios hiciste eso?
Se elevaron un metro sobre el suelo, igual que otros de los cuadrados. En la pared del fondo, unos cuantos de sus bloques se movieron, descubriendo una especie de reloj sin manecillas y que en lugar de números, tenía doce focos apagados, uno de los cuales se encendió casi inmediatamente. Minho observaba con la boca abierta, mientras Thomas sonreía con optimismo sobre su asombro.
- Minho, hay que buscar más de estas cosas y romperlas. Quizá estemos un paso más cerca de hallar la salida.
- A buscar se ha dicho - Alzó los hombros y de un salto se bajó de la plataforma recién creada. Escogió un cuadrado al azar y con el mango de su propio cuchillo empezó a golpear su centro. Thomas hizo lo propio con uno de los más cercanos al reloj. Poco a poco fueron encontrando los demás círculos, bajo superficies prácticamente desechas y otras mucho más resistentes; por cada círculo que destrozaban, más cuadrados se elevaban, impidiendo el movimiento de los demás y encendiendo un nuevo foco. Cuando los doce estuvieron encendidos, la tapa circular se elevó.
- Mira eso - Dijo Minho. Thomas le siguió hasta el sitio y con la cabeza dio visto bueno a su proceder.
Dentro del reloj había un compartimento secreto, en donde se resguardaba un baúl negro, cuyo único contenido era una esfera plateada con el número 7.5 inscrito en la superficie, además de las siglas C.R.U.E.L. en el lado contrario.
- ¿Huh? - Soltó Thomas, mientras Minho giraba la esfera entre sus dedos - No lo entiendo ¿Qué significa esto?
- Ya tendremos tiempo para averiguarlo. Tenemos que regresar, se nos está haciendo tarde - Minho envolvió la esfera en su puño y la guardó en su mochila - Vamos.
Chapter 7: Creo que me estoy volviendo a enamorar de ti
Notes:
Canción del capítulo: The Alcott de The National (feat. Taylor Swift)
Chapter Text
El timbre de la escuela, que sonaba más como la alarma de algún desastre mortal, le despertó de su siesta de una hora. Realmente no había querido presentarse ese día, apenas y había logrado salirse de la cama antes de que los gritos y reclamos hubieran empezado por la mañana, aunque cualquier cosa era mejor que quedarse en casa más tiempo del necesario.
Luego de parpadear dificultosamente, echar un largo bostezo y limpiarse el rastro de saliva de la mejilla derecha, tomó su mochila despintada y rasgada para salir del salón vacío en el que se había ocultado. Se detuvo un segundo en el marco de ébano de la puerta, mentalizándose para pasar por las horas restantes del día, mas un ruidito como el zumbido de un insecto le hizo mirar a la pared en la que el pasillo terminaba, a solo un salón de distancia.
Thomas estaba sentado en la esquina, con un cuaderno de tapa cobriza en su regazo, pasando un lápiz sobre la hoja, probablemente escribiendo algo a toda velocidad. Fue extraño para él quedarse ahí parado, cuando ya nada tenía que hacer allí, excepto tal vez retrasar lo más posible su retorno. Cuando Thomas alzó la cabeza y lo divisó, sonrió casi de inmediato. Nunca había recibido esa reacción de nadie.
-¡Hey, Minho!-Dijo Thomas, saludándole con la mano enérgicamente.
Como un hombre de hojalata oxidado, Minho alzó lentamente la mano para devolverle el gesto, con el resto del cuerpo inmóvil y sintiendo su cara congelada. Que a Thomas no se le hiciera anormal su forma de responder actuaba como el aceite que le permitía salir de ese estado poco a poco.
El castaño guardó el cuaderno y su lápiz gastado en la bolsa de tela que colgaba de su hombro y rápidamente se levantó para aproximarse.
-Iban dos días sin vernos ¿C-cómo te va?
En realidad no tenía una respuesta para esa pregunta, no lo sabía.
Iba a abrir la boca para contestar, pero al final lo único que pudo hacer fue soltar aire por la nariz y negar dos veces con la cabeza, dando a entender que mejor sería pasar a otra cosa.
-Oh... Te ves cansado ¿Dormiste algo anoche?
Llevaba dos noches incapaz de conciliar el sueño por más de una hora seguida, dos a lo mucho. Despertaba varias veces en medio de la oscuridad y daba vueltas hasta que podía volver a descansar.
De nuevo, su única respuesta fue un movimiento de cabeza.
-Ah... Bueno, entonces te vendría bien ir a casa a descansar, es viernes de todos modos ¿Quieres que te acompañe a la salida?
Asintió, sin denotar mucha emoción. Avanzaron por el pasillo, los truenos que presagiaban la tormenta de esa noche eran totalmente audibles a través del cristal con grietas de las ventanas. Dieron con las escaleras y bajaron los tres pisos del edificio, ya casi desierto, hasta llegar al patio oeste. Antes de llegar a la mitad del lugar, a Minho se le ocurrió que debería decir algo, ya que casi nunca intervenía de más en sus encuentros con Thomas, lo que le hacía sentir culpable cada vez que se despedían, puesto que el otro ponía todo de sí para sacarle plática. Debía esforzarse un poco más, por eso se había pasado toda la vida sólo. Quizás se lo merecía.
-Qué... -Se aclaró la garganta para continuar-¿Qué estabas escribiendo hace rato?
-Oh, era mi diario nada más. Me gusta escribir, no me di cuenta hasta que empecé a hacerlo hace unas semanas... Últimamente hay muchas cosas que no me gustaría olvidar.
-Ah, ya... Entiendo.
-¿A ti te gusta escribir?
Lo pensó por un momento. Hacia tiempo desde la última vez que había tenido papel y lápiz para ello, pero recordaba haber disfrutado sus momentos usándolos para dibujar.
-Creo que soy más... una persona de dibujo.
-¿Si? ¿Crees que pueda ver algo?
-Hace mucho que no lo hago... pero sí que me gustaba hacerlo.
-Comprendo... ¿Te gustaría volver a hacerlo?
-No lo sé... Quién sabe.
Continuaron en silencio hasta llegar a las puertas con barrotes de metal, torcidos e invadidos por las ramas de arbustos cercanos. Una gota de agua cayó en el pavimento, después otra. El diluvio estaba cerca.
-Bueno, fue bueno verte hoy, Minho. Que llegues bien a casa, y descansa.
-Lo mismo digo, Thomas... Gracias.
-¿Te veo el lunes otra vez?
Aunque inseguro, Minho hizo un gesto de afirmación. Thomas susurró algo que no pudo escuchar y alzó el pulgar antes de caminar en dirección opuesta a la de él. El tiempo que caminó bajo la llovizna, lo pasó pensando en verlo de nuevo dentro de dos días.
Con los ojos clavados en las copas de los árboles encima de él y los dedos entrelazados sobre su abdomen, balanceaba su hamaca con suavidad para no despertar a nadie alrededor. Había despertado mucho antes de lo que debería, y había estado intentando retener imágenes de lo que había soñado aquella noche, pero todas se le escapaban como si fueran arena que un viento impío se llevaba.
Su atención fue captada por los pasos de alguien sobre la hierba. Era Minho, a quien podía ver apenas en la oscuridad que tan solo comenzaba a desaparecer, mas podía distinguir su cabello despeinado y la mirada de alguien que había descansado poco, pero de buena manera.
-¿Noche larga, Shank?-Dijo en un susurro, recargándose en el tronco que servía de soporte para la hamaca de Thomas.
-Sí, algo así ¿Y tú?
-No me avergüenza decir que la tuve mejor que tú.
-Ya, bueno, podría decir que te lo mereces, estuviste vigilando a Alby. ¿Cómo está él?
-Sigue sin decir una palabra. Normalmente la gente se recupera al día después de tomar el suero, pero la Transformación parece haberle afectado demasiado. Al menos los docs. dicen que está comiendo con normalidad, podría ser peor.
-¿Crees que le lleve mucho volver a la normalidad?
-Quién sabe...
Tres días habían transcurrido desde el incidente con el Penitente. Alby había sido atendido justo a tiempo, de haber esperado más, el suero podría haberlo matado, pero había resultado. Había atravesado la Transformación, sin embargo, no había querido compartir con nadie los recuerdos que había recuperado, lo cual era inquietante ¿Qué habría visto como para quedar en mutismo total? Todos estaban algo preocupados al respecto.
-Chuck me contó lo que le dijiste la otra noche, en la fosa. Muy noble de tu parte hacer una promesa así.
-Sí, bueno... Creo que se siente solo a veces, debía hacerle saber de algún modo que no es así, al menos ya no, y que vamos a salir de aquí... algún día.
-Me gusta tu optimismo-Dijo Minho, alzando una ceja-Hablando de eso, creo que ya sé de qué nos servirá esa esfera que encontraste.
-¿Cómo?
-Puede que esté siendo demasiado obvio, pero tengo la sensación de que la clave está en la sección siete. Allí debe haber algo que tenga que ver con la esfera, y tú y yo vamos a encontrarlo.
Algo en la forma en que pronunció ese "tú y yo" le puso los pelos de punta. Se estaba haciendo cada vez más insoportable.
-Okey. ¿En cuánto tiempo se abrirá la sección siete?
-Mañana mismo, es la siguiente en la secuencia. Nos viene de lujo ¿No lo crees?
-Puede que demasiado...
-Como sea, no hay tiempo que perder. Hoy pasaremos por allí, así no andarás tan desubicado mañana ¿Estamos?
-Sí. Sí, está bien.
-Genial. Bueno, vístete y nos vamos preparando. Anda.
Thomas obedeció y se puso la camisa y las botas para después seguir a Minho a la sala de mapas, de donde agarraron sus mochilas antes de pasar por la cocina para reunir provisiones. Se dieron un desayuno exprés, y estuvieron satisfechos justo antes de que las puertas se abrieran para iniciar una nueva jornada.
El recorrido hasta la sección siete le había hecho sentir los pies destruidos. Por alguna razón, el camino para llegar hasta allí le pareció mucho más largo de lo que debería, y solo gozaron de una pequeña pausa para comer fugazmente antes de llegar a su objetivo.
Desde fuera, la sección siete parecía tener la forma de un hexágono, figura que también estaba presente en sus puertas, a modo de sello, en color negro y con los bordes plateados. Thomas grabó en su mente lo mejor que pudo los tres posibles caminos que daban a ella y que no acababan en una pared, por si acaso. Antes de regresar al Área, se sentó junto a Minho frente a las puertas del sitio que explorarían mañana, momento que aprovechó para tomar notas en la libreta que había tomado de la sala de mapas.
Su concentración se rompió al sentirse observado. Alzó la cabeza y por el rabillo del ojo distinguió a Minho haciendo lo contrario a una velocidad aterradora. Fingía no darse cuenta de que le habían pillado, y seguía haciendo trazos sobre su blog de papel con un dominio del lápiz impresionante. Ya había visto algunos de los mapas que otros corredores hacían, no estaban nada mal, pero los de Minho siempre estaban sumamente detallados, nada se le escapaba a sus ojos ni a su memoria, era de admirar. A Thomas le gustaría manejar el dibujo la mitad de bien que él.
Nubes de un gris bastante claro se habían agolpado en el cielo, formando un océano del revés por el que intentaban colarse los rayos del sol, sin éxito alguno. Minho, con su atención enteramente puesta en su trabajo, con las manos moviéndose habilidosamente para trazar y sujetar el papel, los brazos fuertes y descubiertos, junto a su cabello, que siempre traía bien peinado, quién sabría cómo, además de su piel bronceada y sus labios rojizos, bajo ese cielo de fantasía oscura, constituían una de las imágenes más bellas que Thomas hubiera visto jamás.
Podría haberse quedado allí eternamente, pero sabía que tenían que regresar. Los relojes de ambos sonaron en cuanto los quince minutos que habían cronometrado hubieron concluido. Se pusieron de pie y tomaron el camino de vuelta, sin intercambiar una sola palabra.
No bien hubieron llegado al Área cuando el acceso a esta se cerró con su típico estruendo, acompañado del habitual sacudir de la tierra. Thomas ya se había acostumbrado casi por completo a eso.
La cena estuvo lista mucho más temprano de lo habitual, todos los Habitantes acudieron al comedor en cuanto sartén pasó la voz. Nuevamente, Newt y Chuck se sentaron junto a Thomas, mas esta vez le les unieron Zart y Winston, Encargados del Huerto y de los Carniceros respectivamente. La hora transcurrió amenamente, Zart era callado, pero alegre, y Winston era muy hablador, en el buen sentido, pero debido a su insaciable deseo de hablar había de beber mucha agua y se comía su cena muy de a poco; Sartén se sentó a la mesa un rato después, formando un dúo bromista con Winston que añadió varias risas a la cena. Thomas pasó un rato muy agradable en compañía de los cinco, y se alegró de ver a Chuck haciendo buenas migas con los allí presentes; esperaba que pudieran repetirse ocasiones como esta en el futuro.
Pero algo le faltaba.
En cierto momento Thomas se levantó sin hacerse notar, dejando a los otros enfrascados en su conversación. Inspeccionó el comedor, buscándolo entre los rostros, pero sin hallarlo. Salió entonces del lugar y comenzó a pensar en dónde más podría estar, recordando casi al instante el lugar al que había ido a entregarle la cena unos días atrás.
Dirigió sus pasos hacia allí, el sol se había ocultado casi por completo y el cielo comenzaba a mancharse de estrellas. Llamó unas cuantas veces, pero nadie contestó. Al llegar al sitio donde se hallaba el viejo tocón y encontrarlo vacío, sintió como si su ánimo hubiera dado un tropezón y caído sobre el lodo. Iba a darse la vuelta, cuando unos ronquidos en la cercanía le hicieron mirar dos veces. Avanzó unos pasos más y se encontró con Minho durmiendo plácidamente recargado en un árbol. Su agotamiento debía de ser mucho como para que pareciera que llevaba cien años yaciendo allí.
Con cuidado, Thomas se sentó a su lado para no molestarlo, preguntándose si sería buena idea interrumpir su descanso para decirle que se fuera a su hamaca. Observó brevemente su rostro, encontrándolo nuevamente adorable.
"Agh ¿Por qué sigo pensando estas cosas?"
Bajó la mirada bruscamente, esperando que el sonrojo se fuera solo, pero al hacerlo descubrió el blog de Minho tirado en la tierra sobre unas cuantas hojas. Lo tomó para sacudirlo y cerrarlo para evitar que se maltratara, pero al darle la vuelta se encontró con algo que no esperaba ver en absoluto: era un dibujo de él, sentado en el suelo recargado contra la pared, escribiendo algo en una libreta.
Thomas observó el dibujo con la boca abierta por un rato prolongado, apreciando cada trazo. La atención de Minho al detalle le ponía los pelos de punta, había capturado perfectamente cada elemento de aquella escena, no hacia falta color para poder verlo todo tal cual era. Thomas se preguntaba si en verdad se veía así, o si solo se trataba de las habilidades de Minho, pero eso no evitó que se sintiera sumamente halagado, y algo avergonzado también.
Un quejido al lado suyo hizo que le helara la sangre. Muy lentamente movió la cabeza, quedando cara a cara con un Minho desconcertado, que parpadeó varias veces antes de darse cuenta de lo que pasaba.
-Lo lamento, no era mi intención husmear-Se apresuró a decir Thomas, extendiéndole el blog en el acto.
-Ah, no pasa nada...-Minho tomó el blog y lo mantuvo sobre sus piernas nuevamente.
-E-es muy bueno, la verdad. No sabía que dibujabas tan bien, a-además de los mapas, claro.
Minho se mostró sorprendido ante sus palabras.
-Gracias. Entonces... ¿Te gusta?
Thomas vaciló, retorciendo sus dedos.
-Sí, sí. Me gusta mucho, pero... ¿Por qué lo hiciste?
-Solamente no quería olvidar esa imagen... Quería tenerla conmigo.
Minho posó su mano derecha sobre la mejilla de Thomas, acariciándola lentamente con su pulgar, sin saber por qué razón lo hacía. Thomas respondió tomando su otra mano cuidadosamente hasta aferrarla afectuosamente. La luz de la luna iluminaba el rostro de Thomas. En ese momento, se sentían más cerca que nunca de averiguar todo lo que sus mentes luchaban por ocultar... pero aún hacía falta una llave, una llave que desbloqueara el candado de la puerta más importante de todas, sin embargo, su paradero era un misterio, al igual que todo allí.
-Thomas... ¿Qué sientes ahora?
-No lo sé... Me gustaría hacerlo, pero no puedo, no ahora.
Minho lo entendía. Él tampoco podía explicarse lo que pasaba dentro de su cabeza y corazón. Pareciera que sus sentimientos trataban de volver a la vida, pero ¿Qué sentimientos eran esos? Estaba aterrado de averiguarlo.
-Está bien. Está bien.
Mantuvieron su agarre firme, totalmente indispuestos a dejar que se rompiera. Los ruidos de la noche fueron intensificándose, al igual que el frío, pero estando allí, así, apenas y lo sentían. Nadie acudió en su búsqueda, y acabaron cediendo ante el peso de sus párpados minutos después.
Chapter 8: Toma mi mano y nunca la sueltes
Notes:
Canción del capítulo: I Know Places (Taylor's Version) de Taylor Swift.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Thomas se sintió fuera de sí en cuanto el amanecer le hizo despertar por costumbre. Minho volvió a tierra poco después, bostezando largo y tendido antes de tomar conciencia total de donde se hallaba. Tenían los cuerpos entumecidos, Thomas tenía un dolor extraño en la parte baja del cuello y Minho parecía haberse lastimado la parte alta de su espalda por haber quedado en una posición tan incómoda. Ante todo, sus manos no se separaron en toda la noche.
Se dejaron ir con cuidado, resintiendo inevitablemente la ausencia, pero sin permitir que sus enredados y confusos sentimientos les entorpecieran en un día tan importante como aquel, en el que irían a comprobar la utilidad de la primera pista significativa con la que contaban.
Satisficieron sus estómagos en el comedor más a prisa de lo normal, en vista de que se les había hecho un poco tarde; arreglaron sus ropas y reunieron el equipo necesario. Minho trajo consigo la esfera de plata, que había escondido cautelosamente en la sala de mapas para que estuviera segura. Las puertas ya estaban abiertas para cuando estuvieron listos, tras estirarse ambos un poco, Minho se rio como si estuvieran por embarcarse en la odisea más épica jamás contada. Reunieron fuerza y se internaron nuevamente en el Laberinto.
Con la ruta presente, mantuvieron la boca cerrada todo el trayecto, esta vez no tomaron ni un solo descanso, tendrían suficiente tiempo para ello una vez que desentrañaran lo que fuera que la sección siete estaba escondiendo. Thomas iba con la cabeza prácticamente en blanco, lo único en lo que podía concentrarse en esos momentos era el camino, ni siquiera la fatiga podía pasársele por la mente.
Llegaron nuevamente al sitio del día anterior, sin que nada bloqueara ya el camino, Thomas siguió a Minho hasta el interior de la sección, encontrándose rodeado por un sin fin de rectángulos metálicos de una altura que casi le mareaba. En el suelo estaba dibujado, con tinta gris muy tenue, un patrón de hexágonos que empezaron a bailar frente a sus ojos después de un rato mirándolos. Thomas apuró el paso al descubrirse varios pasos detrás de Minho.
- ¿Qué es este lugar? - Preguntó, ubicándose a su altura.
- Les llamamos Placas, no quieres quedarte aquí cuando su semana se acaba - Dijo Minho, vagando con la mirada por todo el sitio.
Anduvieron unos minutos sin tener idea de qué hacer o qué buscar; para Thomas, la uniformidad del sitio y su apariencia interminable le resultaban agobiantes.
- ¡Agh, fantástico! Al parecer no hay nada que nos sea de utilidad - Expresó Minho, con cierta frustración abriéndose paso en su voz. Se detuvo en seco, reordenando sus ideas hasta que un extraño sonido llamó la atención de ambos: una especie de señal estaba transfiriéndose desde algún sitio.
- ¿Qué demonios? ¿También lo oíste? - Minho lo miró con extrañeza.
- Sí, creo que sí.
El sonido se elevó hasta acabar con el ruido de un botón al ser presionado, hasta ser reemplazado por un pitido constante.
- ¿Pero qué cara-?
- Espera, espera - Thomas lo agarró por el hombro para ponerlo de espaldas hacia él y sacar la esfera de su mochila.
- ¡Wow! Tranquilo, hombre.
Thomas dio una serie de pasos alrededor, observando fijamente la esfera entre sus manos, con Minho detrás suyo, pendiente de cada movimiento. El pitido parecía aumentar su intensidad al moverse en dirección este.
- Minho, creo que está indicándonos el camino. Hay que ir por ahí.
Hizo caso, limitándose a seguirlo muy de cerca, dando vueltas entre algunas de las placas de metal y avanzando en línea recta por momentos prolongados.
Un mal presentimiento se hizo presente en Minho, quien empezó a mirar en todas direcciones como si en cualquier momento algo fuera a caer del cielo para atacarlos sin piedad. Tuvo el impulso de tomar a Thomas por la cintura para que no se alejara demasiado, pero se abstuvo de hacerlo, movido tanto por la incertidumbre de la reacción que este presentaría y la vocecita de su cabeza que le insistía en relajarse un poco.
Al cabo de un tiempo, encontraron un pasillo gris cuyas paredes emitían una luz apenas lo suficientemente fuerte para brindar visión y permitirles notar que, unos cinco metros más adelante, giraba en diagonal hacia la izquierda. Dos líneas negras en la entrada revelaban que no estaba sino hasta hacía bien poco.
Establecieron contacto visual antes de aventurarse dentro, esperando obtener el apoyo necesario del otro para abrazar lo desconocido de aquel lugar. Se mantuvieron prácticamente pegados durante su avance, el pasillo dio lo que parecieron una y mil vueltas, que empezaron a desesperarlos en cierto punto al no encontrarse con nada más que paredes y suelo grisáceos.
Minho llegó a pensar que habían quedado atrapados en un bucle infinito de torceduras, mas la intensidad del pitido de la esfera no paraba de aumentar a cada paso que daban, empezaba a ser molesto.
Luego de lo que percibió como semanas, aparecieron dentro de una habitación de seis paredes, de cuyo techo colgaba un candelabro de formas puntiagudas iluminado en dorado, el suelo de mármol negro tenía dibujado el diseño de un hexágono que se repetía una y otra vez hasta llegar a su centro, seguramente era una réplica del sitio por el que acababan de pasar.
- Después de esto, no quiero ver hexágonos otra vez en mi vida - Dijo Thomas, cansado.
- No te culpo, Shank... Jamás había estado aquí, pero sigo sin ver nada que pueda servirnos.
- Mmmh.
Cuando Thomas estuvo a cinco pasos del centro de la habitación, la esfera emitió un último y prolongado sonido. Súbitamente, el diseño en el piso se iluminó de blanco y el candelabro desplegó sus formas, creando una especie de telaraña majestuosa sobre sus cabezas. El suelo se abrió y una mesa de piedra en forma de diamante se elevó en el lugar, sobre ella, flotaba una llave plateada, rodeada por un campo de fuerza.
- Esa es nueva.
- Como todo aquí - Repuso Thomas - ¿Qué crees que abra esta llave?
- No lo sé, pero es obvio que la necesitamos. ¿Crees que podamos llevárnosla?
Thomas extendió la mano para tomar la llave, pero el campo era impenetrable. Minho le dio unos cuantos puñetazos, pero fueron en vano.
- Hay algo que no estamos viendo - Dijo Thomas, volviendo a inspeccionar la esfera.
Minho dio vueltas por la habitación, escudriñando cada parte de cada pared para dar con la solución. Dirigió su mirada a la telaraña en el techo, hallando así un hueco circular.
- Dame la esfera.
- ¿Huh?
- Creo que encontré lo que estamos buscando.
Thomas alejó sus dudas y le pasó a Minho la esfera. Se enfocó lo más que pudo en el orificio, comprobando que la esfera debía encajar allí sin problemas. Preparó su tiro y en cuanto estuvo listo, la lanzó hacia arriba, quedando está perfectamente sujeta de la telaraña.
Lo siguiente que escucharon fue un "Cling".
El campo de fuerza desapareció, dejando libre la llave.
Ambos sonrieron medio incrédulos.
- Perfecto. Tomémosla y vámonos de aquí.
Thomas se acercó con cautela tomó la llave, saboreando la pequeña victoria compartida. Estaba a punto de alejarse cuando la luz del suelo y del candelabro se volvieron cobrizas, la habitación se sacudió y una alarma empezó a sonar.
- Eso no me gusta. Tenemos que salir de aquí ahora - Thomas permaneció aún en su sitio - ¡Thomas!
Thomas espabiló y por fin se puso en marcha a su lado. La intensidad de la sacudida aumentaba progresivamente entre más avanzaban de nuevo por aquel confuso e interminable pasillo, montones de polvo caían y las paredes parecían estrecharse cada vez más.
Cuando estuvieron de nuevo en las Placas, la seriedad de su situación les golpeó: la sección estaba cerrándose.
Las placas metálicas empezaron a volver a sus sitios originales, cortándoles el paso.
- ¡Corre, Thomas, corre! ¡No queda tiempo!
Huyeron a través de los atajos que quedaban libres, Minho a la cabeza, mientras el miedo de Thomas a quedarse atrapado allí crecía sin control.
Sin querer, Thomas soltó la llave, que rebotó en el suelo tres veces.
- ¡La llave!
Minho miró atrás al oírlo, entrando en pánico al verlo retroceder tanta distancia.
- ¡Thomas, no!
Corrió hasta él aumentando la velocidad a un grado que llegó a ser doloroso, pero no podía permitirse bajo ninguna circunstancia dejarlo atrás.
Thomas recuperó la llave, y cuando se disponía a volver adelante, Minho lo tomó de la mano como si quisiera que se volvieran uno solo.
- ¡No sueltes mi mano, Thomas! ¡Vamos, vamos!
Siguieron abriéndose paso a través de los caminos cada vez más limitados, hasta que llegaron a una fila en la que casi todos se habían cerrado, sólo quedaban unos cuantos al frente.
- ¡No te detengas, Thomas, hay que seguir! ¡Ya, ya!
Los pies de ambos ya quemaban, el sudor caía sin descanso por sus frentes y sobre sus orejas. En el último momento, lograron atravesar el único pasaje que quedaba, cerrándose justo después de que salieran de allí. Pero aún no terminaba.
Siguieron corriendo, el suelo empezaba a levantarse bajo sus pies para formar paredes, una enorme barrera metálica cayó detrás de ellos, provocando que casi saltaran.
- ¡Ya casi estamos! ¡Sólo un poco más!
El corredor de salida empezó a cerrarse. La piedra arrastrándose parecía susurrarles "es tarde ya". No frenaron ni lo más mínimo. Sus manos sujetas emanaban un calor incomparable. Frente a ellos, las puertas se sellaban poco a poco.
- ¡Salta, Thomas, salta!
Las pesadas puertas se cerraron con un golpe aturdidor. Al caer en el suelo tras el impulso, gimieron de dolor y atónitos, vieron el sello hexagonal, con suerte, sería la última vez que lo hicieran.
Lo habían conseguido.
Minho empezó a reírse con tal de liberarse del miedo que segundos antes lo había invadido, dejándose caer por completo y pasándose las manos por el cabello mientras su risa hacía eco en las paredes.
Thomas recuperaba el ritmo normal de su respiración acostado en el suelo, dejándose contagiar un poco las carcajadas de Minho, sosteniendo la llave sobre su pecho.
- ¡Lo hicimos, Thomas, lo hicimos! - Exclamó Minho, sentándose para poder verlo mejor.
Thomas le respondió con una brillante sonrisa. Se quedó varado en sus ojos de café caramelo, que brillaban ahora con el hecho de estar vivo y saberse infinitamente afortunado por ello, con ganas de celebrarlo justo ahora.
Thomas admiró el rostro de Minho, agradecido de que siguiera allí, de que no lo hubiera abandonado allá a pesar de todo, de que lo hubiera sostenido como a su vida misma. No podría expresar su gratitud jamás.
Pero algo no iba del todo bien. Algo estaba mal.
- Buen trabajo. Pff, anda, vámonos ya, tenemos que...
Thomas empezó a quejarse, poniendo su mano izquierda contra su frente al tiempo que volvía a echarse para atrás.
- ¿Thomas? Hey, Thomas ¿Qué te pasa?
El aludido no podía proferir nada más que gemidos de dolor, apenas y podía mantenerse firme. La preocupación volvió a Minho cuál un golpe en la espalda. Como pudo acomodó a Thomas contra la pared para que pudiera permanecer sentado, frustrándose al no saber cómo ayudarlo.
Lentamente sus fuerzas lo fueron abandonando, sus extremidades cayeron rendidas y sus párpados cedieron a su peso poco a poco. Se había ido.
- Thomas... No. Por favor, quédate conmigo... ¡Quédate conmigo, Thomas! ¡Por favor!
Notes:
Como curiosidad, mi versión de esta sección del laberinto se inspiró en el vídeo musical de Overdose de EXO-K.
Personalmente es de mis videos favoritos de EXO, una maravilla en todos los aspectos. Viéndolo bien, dudo mucho que se haya tratado de una coincidencia que el vídeo tuviese temática de laberinto y puzzles cuando fue estrenado apenas unos meses antes que la primera película de Maze Runner... Quizá sea mi esquizofrenia de fan hablando, pero me gusta pensar que de algún modo alguien en la producción lo relacionó de esa manera, ya ustedes dirán.
Véanlo, no se arrepentirán, es una experiencia inigualable y maravillosa 👌
Chapter 9: Quédate conmigo
Notes:
Canciones del capítulo: The blue de Gracie Abrams y Waves de Dean Lewis.
Chapter Text
—Thomas, tenemos que irnos, abre los ojos... Por favor.
Tres interminables minutos habían pasado, el cielo empezaba a tornarse gris, extraños ruidos provenientes de algún sitio lejano propagaban su eco hasta allí, y Thomas seguía sin despertarse.
Minho había checado sus signos vitales en cuanto el miedo le hizo pensar lo peor: su corazón latía con normalidad, y aunque lentamente, seguía respirando.
No podían quedarse un momento más allí, en cualquier segundo un Penitente podría hacer aparición y dudaba que esta vez fueran a tener tanta suerte como antes. No había alternativa.
—Puff... Okey, de acuerdo. No me dejas más opción.
Como pudo, Minho colgó los brazos de Thomas alrededor de sus hombros y lo colocó sobre su espalda, sosteniendo sus muslos a los costados para no arrastrarlo durante el camino. Su cabeza reposaba en su hombro derecho.
Tenían el tiempo encima, si partían ahora, probablemente llegarían justo en cuanto las puertas fueran a cerrarse, la menor demora los condenaría.
—Descuida, Thomas, nos sacaré de aquí. Lo prometo.
Pese a que Thomas era considerablemente más delgado que él, tenerlo en su espalda no era un paseo por el parque, aunque no era la primera vez que se enfrentaba a tal situación. Sus pasos los daba bastante lentos, esto con tal de no dejar que se resbalara, pues de tener que acomodarlo frecuentemente perdería fuerza y tiempo, ninguna de las dos debía desperdiciar.
Cuando una gota de sudor se deslizó sobre su ojo, sacudió la cabeza y miró al cielo, repleto de nubes grises y luciendo una tonalidad granate que lo acongojó. Echó un vistazo a su reloj, aún era pronto para el atardecer ¿Aquello qué significaba? No podía ponerse a descifrarlo.
Continuó andando, empezando a jadear debido al agotamiento acumulándose poco a poco. Ignoró por completo el cambio de colores en el firmamento, aceleraba de a poco cada vez que escuchaba algún ruido en la cercanía, y no desaceleraba hasta que se sabía completamente a salvo. Ni siquiera la quemazón en sus brazos y piernas le hizo detenerse. En su oído derecho podía escuchar cada tanto la respiración de Thomas, lo que le mantenía sereno, igual que una canción conectada a su corazón que lo ayudaba a latir y a seguir luchando.
Ya casi estaban, faltaba muy poco.
"Resiste, Thomas, ya estamos cerca."
Un siseo, seguido de un rugido infernal y el golpeteo de puntas metálicas a unos corredores de allí le paralizaron momentáneamente. Cuando la onda gélida abandonó su cuerpo, se puso de nuevo en movimiento y empezó a correr lo más rápido que pudo. Logró escuchar al Penitente lanzándose en carrera contra ellos, giró en un pasillo y los muros se sacudieron con un estruendo, acompañado de un quejido perturbador.
Dos giros a la izquierda, uno a la derecha, recto y uno más hacia la izquierda... estaban de vuelta en el Área, unos pasos más y estarían a salvo.
—¡Agh!
Minho se dobló sobre sí al sentir una terrible pulsación en su cabeza. Su visión se volvió borrosa, en su mente escuchaba multitud de voces distorsionadas, no podía comprender ninguna palabra de lo que decían, gran cantidad de imágenes desaparecían mucho más rápido de lo que llegaban, haciéndole imposible distinguir nada en ellas.
El cuerpo de Thomas casi se le resbala por completo. Cuando el dolor desapareció, tuvo que dar todo de sí para recuperar el control.
Tambaleándose, se aproximó a las puertas, peleando para no ceder ante el peso de Thomas. Chuck ya estaba allí, animándolo con toda la fuerza de su voz. Zart, Winston, Sartén y Newt llegaron finalmente a su lado. Todos abrieron los ojos con horror, la bestia estaba a nada de alcanzarlos. Dos repiqueteos metálicos, cuatro, seis... ¿Es que nunca iban a callarse?
Puso un pie en la hierba del Área, sus fuerzas se esfumaron en un instante. Golpeó el suelo con un fuerte ruido y sin más, todo se tornó oscuro.
Gotas de lluvia caían sobre la ventana del salón, casi como si quisieran llamar exclusivamente su atención para saber antes que nadie lo que estaba plasmando en ese cuaderno gris de hojas rayadas, que parecía tenerlo atado con un hilo mágico, sin intenciones de dejarlo marchar hasta que terminase la pieza.
Movía la cabeza de lado a lado, pasaba y repasaba el lápiz para pulir cada detalle, la goma, era un mero adorno en ese momento. Retomar un viejo pasatiempo puede llevar un poco de tiempo, pero para Minho, regresar al dibujo había sido comparable con recorrer una ruta que ya te sabías de memoria, y sin importar cuántos cambios pudiera tener, siempre sabrías por dónde ir.
Dio los últimos retoques, eliminó algunos excesos con la goma y finalmente sopló, marcando con eso el final de su trabajo.
En sus labios sintió una extraña sensación, pero no tuvo el tiempo de procesarla, pues segundos después, le asustó una llegada imprevista.
- ¡Hey, Minho!
Miró a Thomas en el escritorio de al lado y tragó saliva al tiempo que tomaba aire para reponerse del sobresalto.
—¿Te asusté? — Preguntó alegremente — Perdona, sólo quería saludarte... ¿Qué estabas haciendo?
—Yo... Estaba... —Al darse cuenta de lo que pasaba, cerró el cuaderno en un parpadeo, causando un gran ruido.
—¿Qué pasa? ¿Qué era?
—Nada... Yo...
Thomas observó el lápiz gastado, la goma y sus restos frente al cuaderno, lo que le bastó para deducir recordando una conversación anterior.
—¿Estabas dibujando?
Minho se limitó a quedarse viéndolo con la boca entreabierta y un gesto que confundió a Thomas, como si lo hubiera atrapado haciendo algo innombrable.
—¿Puedo ver?
Pensándolo, se clavó en sus ojos caramelo, que ardían de curiosidad, motivada por nada más que el interés genuino, sin nada de malicia y completamente inapaciguable .
Sin soltar palabra, Minho abrió lentamente el cuaderno, pasando las páginas hasta dar con la que a Thomas le interesaba y lo acercó lentamente al borde de su mesa para que pudiera verla. Tomó el cuaderno con la misma emoción con la que se abre un regalo la mañana de Navidad, casi pudo haber jurado que iba a ponerse a saltar en su lugar; cuando vio el dibujo, su boca se abrió con sorpresa.
—Wow... Esto sí que se ve bien... ¿S-soy yo?
—Mhmm... Sí.
Cuando el hacer ese dibujo no era más que una idea dentro de su cabeza, Minho recordó lo que Thomas le había dicho aquella vez "Últimamente hay muchas cosas que no me gustaría olvidar", lo que trajo consigo la imagen de él en el pasillo escribiendo en su diario. Pensó que eso era algo que, por primera vez, no le gustaría olvidar, así que se puso manos a la obra y trazó dos borradores para calentar antes de lanzarse a la tarea de verdad.
—M-me gusta, eres muy bueno —Dijo Thomas, devolviéndole el cuaderno.
Al instante y para sorpresa suya, la imagen de esa brillante sonrisa que cargaba amabilidad y un deje de admiración fue añadida a su lista de cosas que no querría olvidar.
No era la primera vez que veía la casa de Thomas, pero si la primera vez que entraba en ella. Un mes y medio había pasado desde que habían comido platos de sopa de pollo en el porche mientras esperaban a que parara la tormenta, en completo silencio, salvo por la despedida una vez que la lluvia cesó. Ahora, las circunstancias eran muy diferentes. En ese entonces eran completos desconocidos, ahora podía decirse que eran amigos... La palabra seguía resultando extraña para Minho.
Nunca había visitado la casa de ninguna otra persona, por lo que no pudo sacarse por completo los nervios, y su rigidez habitual permanecía con él, a pesar de tener ya cierta confianza con Thomas. Al cruzar la puerta, una sensación desconocida para él hasta entonces se hizo presente, suponía que se trataba del calor de hogar del que sólo había escuchado.
Colgó su chamarra en el perchero donde Thomas le indicó, al lado de la suya, no sin antes limpiarse los zapatos en el tapete de la entrada. Tras esto, Thomas lo invitó a pasar al comedor, separado de la cocina únicamente por una barra de desayuno, en donde la madre de él preparaba un guisado que desprendía un aroma exquisito ¿Cuándo había sido la última vez que había visto comida tan apetitosa?
La mujer recibió a Thomas con un beso en la frente, tomándolo por los hombros con afecto . Bromeó sobre que tenía que comer un poco más, ya que por no hacerlo estaba delgado, haciéndole cosquillas en los brazos. Thomas no pareció afectado en lo más mínimo por el comentario. La escena le calentó el corazón.
— Mamá, este es Minho ... Mi amigo.
—Es todo un placer, bienvenido— Fue la respuesta de ella, Grace, según supo después, que le extendió la mano con la mejor disposición.
—E-es un gusto conocerla. Respondió, medio ido, correspondiendo al gesto con un pequeño temblor.
El padre de Thomas, Stephen, llegó poco después, un hombre alto y afable, que lo saludo como si le conociera de antes, con toda naturalidad.
Se sentaron a la mesa poco después, el ambiente era diferente al que había experimentado toda su vida. Sentado al lado de Thomas, presenció una cena tranquila, de un guisado excelente, acompañado por una conversación fluida en la que no se excluía a nadie, aunque Minho no hablaba mucho, había dicho más en esa mesa que en todas las cenas en compañía de su familia combinadas.
La felicidad en los ojos de Thomas al compartir tiempo con sus seres queridos era tan notoria, que no podía evitar sonreír al encontrarse con ellos. Él le hacía preguntas de vez en cuando, y siempre le tomaba unos segundos reunir las palabras suficientes y ordenarlas del modo correcto, pero a cada cual le era más y más sencillo.
En cuanto el sol terminó su labor aquel día, Minho tuvo que retirarse, mas su mente no podía visualizar como serían las cosas una vez saliera por la puerta, no le importaba en ese instante. Le invitaron a volver cuando quisiera y él no pudo estar más agradecido.
Thomas le acompañó hasta el último centímetro del jardín frontal, en donde lo despidió con un abrazo, el cual le tomó por sorpresa, dejándolo congelado sin poder responder. Thomas se separó de él, apenado, disculpándose por su actuar, pero Minho reaccionó por fin y lo abrazó de vuelta, sin mucha seguridad hasta que volvió a sentir sus brazos alrededor suyo. No había modo de saber cuánto tiempo estuvieron abrazados, pero al separarse de él, supo que quería hacerlo de nuevo alguna vez.
—Muchas gracias por invitarme, Thomas, la cena fue... fue realmente buena. Lo pasé muy bien.
—No fue nada, yo estoy feliz de que hayas venido. Si alguna vez quieres volver, no te lo pienses mucho.
—Gracias. Me iré ahora, antes de que sea más tarde. Hasta mañana, Thomas.
—Hasta entonces, Minho. Buenas noches.
Comenzó a alejarse de la casa, resistiendo las ganas de mirar atrás y verlo a los ojos hasta que ya no fueran más que una mancha oscura y borrosa en la lejanía. No lo hizo, pero se sintió acompañado hasta que la casa quedó fuera de su vista.
Faltaban unos quince minutos para que las clases se dieran por acabadas, Minho había despertado antes de tiempo, pero no se había movido un centímetro de su posición, con la cabeza encima de sus brazos, apoyados sobre el escritorio. Tampoco había hecho un solo sonido, todo con tal de no despertar a Thomas, que aún dormía en el escritorio de al lado.
No podía apartar la vista de su rostro, el que había empezado a encontrar angelical, sereno, inmune a la rudeza del mundo en el que les había tocado crecer. Deseaba poder verlo así todos los días, pero sabía que era mucho pedir, sobre todo para él.
Abrió los ojos sin previo aviso, encontrándose directamente con los suyos. El contacto lo paralizó, pero no del modo en que lo hacían el miedo o la vergüenza, simplemente no le dejaba opción más que quedarse y admirarlo hasta que él decidiera que había tenido suficiente.
Estaba imaginando cosas, no había otra explicación. Igualmente, eso era mejor que aceptar la realidad.
Ningún golpe había escuchado sobre su puerta en un buen rato, podía decir con seguridad que sus padres se hallaban en la planta baja y que no corría riesgo de que una botella de alguna bebida alcohólica barata acabara estampada sobre su cabeza o con sus fragmentos cerca de él. Pero de cualquier modo no podía salir de la casa en la situación actual, lo único que le quedaba era permanecer en esa esquina de su habitación con las manos sobre su cabeza hasta que la tormenta del día terminara. Aunque volviese a iniciar en dos días o menos, un momento de tranquilidad era todo lo que pedía.
Casi recuperaba el ritmo normal de su respiración cuando, al escuchar la ventana abrirse, levantó la cabeza inmediatamente, a la espera de una amenaza. Era Thomas, subiéndose en el alféizar para después introducirse en esa habitación embrujada por el lamento y el miedo.
—Minho ¿Estás bien?—Preguntó, medio susurrando.
—¿Qué haces aquí?—Fue su respuesta, dicha con enojo. Aunque por dentro se alegraba a más no poder de verlo allí, sabía que no debería estarlo.
—¿Cómo que qué hago aquí? Tenía que verte, ayer te vi con una cortada en tu mano sangrando a chorros ¿Y esperas que me de igual?
—Vete de una vez, Thomas, no hay motivo para que estés aquí.
—¡Claro que lo hay!
—¡Shhh! Si saben que estás aquí vas a jodernos a los dos-
—¡Al carajo! ¡Me importas, Minho! Tienes que ponerte los zapatos y nos iremos de aquí corriendo.
—No te lo voy a repetir, Thomas. Vete. De. Aquí.
—No me voy a ir sin ti—Sentenció Thomas, clavando sus ojos en los suyos y sosteniendo los zapatos de Minho por las agujetas para dárselos.
Minho no entendía por qué Thomas se tomaba tantísimas molestias en preocuparse por él. Se conocían hace relativamente poco, vivían a media hora de distancia del otro. Desde el día en que lo cobijo con su sombrilla, le ayudo a levantarse y le dio refugio de la lluvia en su casa, nunca fallaba en distraerlo de su vida diaria inundada de un doloroso y deprimente gris; pintaba sus días de un azul singular, acogedor y reconfortante, salido de la nada. Un color que alguien como él, dañado y monocromo, no merecía.
"¿Qué estás haciendo conmigo, Thomas?"
El parque estaba desierto, no había una sola alma ajena a la que molestaran con sus exclamaciones de amistosa rivalidad, sus apresuradas pisadas sobre el césped y sus risas provocativas. El viento frígido y la niebla dispersa les proporcionaban cierta protección del resto del mundo, asegurándoles que ese lugar les pertenecía total y completamente por ese momento.
Había llovido durante todo el día, la tierra tenía ese algo especial típico de cada vez que la última gota de agua había caído sobre el mundo en seco, un aroma capaz de elevar los sentidos y de lavar las emociones humanas, una purificación que no podría venirles mejor. Aunque vivían algo apartados el uno del otro, sabían exactamente a donde dirigirse en días como aquellos, en los que normalmente nunca esperaban más de lo necesario para ponerse los zapatos y abandonar lo que fuera que estuvieran haciendo, pero ese día en particular no aguardaron ni siquiera a que el cielo dejase de caer por completo.
—¡Ja, hemos empatado!—Exclamó Thomas, agarrándose con una mano al poste de la farola de luz que recién era encendida con luz blanca, preparándose antes de lo esperado para la partida del sol.
—Nada mal para ser la decimoquinta carrera—Contestó Minho, soltando una risotada y pasándose la mano por el cabello mojado.
Un trueno hizo eco en el cielo. Se sentaron bajo un árbol frondoso y de tronco ancho, hombro con hombro. Thomas hurgó en los bolsillos de su chamarra y se encontró con un paquete nuevo de galletas de fruta y avena. Le ofreció una a Minho y este la aceptó gustoso . Comieron apaciblemente, con el rumor de la brisa haciendo de ambiente.
Las tardes de abril tenían cierto encanto fantasioso, y con alegría podían decir que lo habían disfrutado bastante hasta ese momento. Minho había recibido un respiro después de mucho tiempo: su padre llevaba unos días fuera de la casa por un asunto de negocios; aunque él no tenía ni idea de en qué trabajaba, la verdad era que no le importaba, solo el hecho de que había estado a salvo del fuego cruzado entre aquellos que lo trajeron al mundo por una cantidad de tiempo superior a cualquiera que hubiera tenido antes. Thomas estaba feliz de verlo más tranquilo, sin tener que preocuparse porque fuera a presentarse un día a la escuela con el rostro devorado por el llanto o el agotamiento o con alguna herida grave como hace tiempo había pasado. Conversaba con más ahínco, los monosílabos o los sonidos para expresarse se habían reducido considerablemente, había sonreído más de una vez al día y ya no parecía tan cautivo de su mente. Claro que no estaba como mejor podría , pero era mejor que su estado habitual.
Por desgracia, estaba en riesgo de retornar. Su padre regresaría ese martes, dentro de dos días. Si algo había aprendido, había sido a no emocionarse de más cuando esos viajes se daban. Una vez terminados, la ilusión de que las cosas mejorarían se veía destruida, por lo que era mejor vivirla como lo que era: efímera. De esa manera, volver al curso normal de los días no resultaba tan doloroso.
—¿Nos acompañarás el viernes a la feria? Es la primera que se hace en mucho tiempo después de los desastres...—Preguntó Thomas, ignorante de lo impredecible que volvería a ser todo dentro de nada.
Minho suspiró y se acabó su galleta, dobló su rodilla izquierda y apoyó su brazo sobre ella.
—No lo sé, Thomas. No esperes una respuesta certera—Fueron sus palabras al mirarlo con total desesperanza.
Thomas bajó la mirada y vaciló en terminar su galleta, acabando por hacerla a un lado.
—No tienes que regresar. Lo sabes ¿Verdad?
—Thomas, no haremos esto de nuevo.
—Ven conmigo, Minho. Puedes quedarte en mi casa, encontraremos el modo de hacer espacio para ti y tus cosas, podemos-
—Thomas, no sigas con eso, sabes que no es posible. Tu familia ya tiene suficientes problemas, no me necesitan a mi también; además, aunque cualquier minuto del año yo no signifique una mierda para mis padres eventualmente irán a buscarme y sabrán dónde encontrarme, no vale la pena exponerte a eso.
—Minho...
—Hey, está bien. Podría ser peor, no me enfrentaré a nada que no haya visto antes. Déjalo ya.
Thomas sacudió la cabeza, mas se obligó a mantener su boca cerrada, aunque por dentro no podía dejar de sentirse terrible. Minho no merecía la vida que llevaba, parecía ser del tipo "ni me veas" sin sentimiento alguno, pero en los últimos meses, Thomas ya había llegado a saber que en realidad lo único que deseaba era tener a alguien con quien pudiera mantener siquiera una conversación decente, alguien que lo escuchara en vez de fingir que no existía, alguien que se preocupase por saber cómo estaba después de un día largo o una noche de ausencia. Thomas quería ser eso para él, pero este estaba tan resignado a dejar las cosas como estaban, totalmente cerrado ante las posibilidades de un mejor amanecer, que se pasaba las noches pensando en un modo de impedir que tuviera un solo día de soledad más.
—Thomas... Gracias—Dijo Minho, curvando sus labios en una sonrisa con la que trataba hacerle saber que apreciaba todo lo que había hecho por él y que no se atrevería a pedir nada más.
"No tiene que ser así."
Sin embargo, Thomas percibió sus palabras como una especie de rito funerario. Algo había cambiado entre ellos para siempre con esa oración. Algo había sido enterrado bajo tierra para darle lugar a algo nuevo.
Los dedos de sus manos sobre el césped se rozaron, causando que una corriente eléctrica los recorriera lenta e intensamente. Sus rostros fueron acercándose poco a poco, hasta que ese abismo que los separaba fue eliminado cuando sus labios se unieron. La lluvia volvió a caer con fuerza, pero ellos ni se inmutaron. Thomas acabó sobre el regazo de Minho, tomándolo delicadamente por las mejillas cuando el beso había aumentado considerablemente su intensidad; Minho le sostuvo por la cintura y con la otra mano recorrió suavemente su espalda. El castaño pasó una mano por debajo de su sudadera, trazando la piel de su espalda con suavidad hasta que los dos se separaron con tal de mirarse a los ojos. Thomas le pasó la mano por el cabello y segundos después reclinaron su frente sobre la del otro, refugiándose así del mundo exterior.
Abrió los ojos después de lo que parecieron tres meses encerrado en una tumba. Se sentó sobre la cama, respirando de forma violenta, apartando con sus movimientos las sábanas y casi tirando el plato vacío que había en la mesa junto a la cama.
—¡Hey, hey, tranquilízate, Minho! Tranquilo, todo está bien.
Miró al doc. que lo acompañaba en la habitación del pequeño hospital, quién hacía su mejor esfuerzo para calmarlo, pero era en vano. Lo último que quería hacer ahora que recordaba casi todo era quedarse esperando.
—¡Oye, oye!—Lo llamó, pero no atendió y salió del edificio, tras lo cual empezó a buscar por todas partes alrededor.
—¡Minho! Maldita sea, por fin despertaste, me tenías como loco...
—Newt, ¿Dónde está Thomas?—Interrumpió.
—¿Qué? ¿Tommy, dices?
—¿Debo hablar más claro o qué?
—Tranquilo ¿Si? Él está bien, despertó hace unas horas, aunque no creo que quiera que se le acerque nadie ahora mismo...
—Newt, ¿Dónde está?
—¿Qué no me escuchaste? Te digo que no creo que quiera tener a nadie cerca ahora mismo.
—Por favor, Newt, necesito saber dónde está, tengo que hablar con él.
—Bueno, bueno, está bien. Relaja, pero luego no digas que no te lo advertí. Está en el bosque, cerca del cementerio, no sé exactamente dónde pero que yo sepa no se ha movido de ahí en toda la mañana.
Minho apenas y oyó las últimas palabras pronunciadas por Newt, mientras se precipitaba en dirección al bosque, ignorando el hecho de que iba con las botas a medio abrochar.
No perdió tiempo en cuanto llegó a la arboleda, directamente se dirigió al mismo lugar en el que Thomas y él habían estado ya un par de veces.
—¡Thomas! ¡Thomas! ¿Dónde estás?—Gritó en varias direcciones, alterándose ante la falta de respuesta. Estaba por repetirse, cuando unos sollozos en medio de los arbustos fueron captados por sus oídos.
Con cuidado se aproximó a ellos y los apartó del camino, del otro lado, a unos diez pasos de él, estaba Thomas, de espaldas frente a un árbol.
—Thomas, tengo que hablar contigo.
Durante un tiempo, lo único que escuchó fue la respiración temblorosa de Thomas, quién finalmente se giró a verlo poco a poco.
—Lo recuerdo, Minho, lo recuerdo todo—Dijo Thomas, con lágrimas en los ojos. A juzgar por su mirada, llevaba horas en ese estado. Sintió ganas de echarse a llorar allí mismo también. Era lo menos que se merecía.
—También yo.
No tenía idea de cómo continuar, pero ¿Qué más podía hacer?
—¿Por qué lo hiciste, Minho?
Chapter 10: Cuando aún eras mío
Notes:
Canción del capítulo: If This Was A Movie (Taylor's Version) de Taylor Swift.
Chapter Text
La mitad del cielo estaba cubierta de nubes negras y grises, la otra hacía gala de un azul lavanda poco acogedor, que el Sol trataba de combatir. Thomas tiritaba cada tanto ante las repentinas ráfagas de viento que llegaban hasta él en su lugar en la mesa de piedra en el patio lateral de la escuela, donde las actividades deportivas solían tener lugar.
Thomas emitió un quejido y soltó un momento el lápiz para llevarse la mano a la parte superior del codo, un dolor extraño estaba pinchándolo desde aquella mañana, aunque no muy fuerte, era suficiente para llamar su atención cada tanto. Sacudió la cabeza y resopló para después concentrarse de nuevo en el cuaderno de química que tenía sobre la mesa, aunque realmente ya se había hartado un poco de estudiar.
Se le ocurría una cosa mucho mejor que hacer en ese momento.
Miró por encima del hombro en dirección a la pista de carreras despintada. Ahí, junto a otros cinco chicos, estaba él.
Minho ganaba todas las carreras, sin excepciones, no era poco sonado que era el mejor corredor de su clase, y desde hacía unos meses entendía el porqué a la perfección. Hasta entonces seguía siendo incapaz de ganarle, a lo mucho le empataba.
Su postura era excelente, como si ni el más fuerte de los vendavales ni la más despiadada tormenta de arena pudieran frenarlo. Sus brazos siempre en la posición correcta, evitaba los movimientos innecesarios que pudieran ralentizarlo. La mirada siempre fija en la ruta, y nunca indigno de admirar.
Instantes después, su carrera se dio por terminada, con él coronado nuevamente vencedor. El chico se permitió apoyarse sobre sus rodillas para recuperar el aliento, gotas de sudor escurrían de su frente, algunas acababan en el suelo, su rostro estaba coloreado intensamente de rojo, notaba como su pecho subía y bajaba con cada respiración, sus labios ligeramente abiertos.
Thomas tomó sus cosas y se acercó a Minho, con una pequeña toalla en la mano.
-Hey, ten, se ve que lo necesitas-Dijo Thomas, extendiéndole la toalla.
-Gracias...-Respondió Minho, jadeando y aceptando la tela mientras su ritmo cardíaco se relajaba poco a poco.
-¿Vamos?-Preguntó Thomas, a lo que Minho afirmó con la cabeza sin meditarlo mucho, entendiendo el pedido a la perfección. Recogió sus pertenencias de donde las había dejado y seguidamente se retiraron a un sitio al que le habían pillado cariño en los últimos días.
Estaba escondido detrás de un montón de arbustos frondosos, que mantenían fuera de la vista de todos el hueco en la reja metálica en el espacio entre dos edificios de una extensión considerable. En aquel rincón se encontraba el árbol más ancho y frondoso de todo el lugar, que ofrecía el cobijo perfecto para cualquiera que necesitara darse un momento a solas, y que, de momento y por suerte, sólo ellos dos conocían.
Allí, el caótico alboroto de las demás personas y los murmullos del viento, que transportaban los agrios sentimientos de la tierra para con los humanos, se veían relegados a un segundo plano y ellos, protegidos por el canto de las aves que reposaban en las ramas del árbol.
Ambos se sentaron debajo del árbol, acomodados sobre el tronco se desenchufaron de cualquier preocupación mundana de la que tuvieran que ocuparse fuera de allí. Thomas volteó a ver a Minho, notoriamente agotado y con los labios resecos. Sacó una botella de agua de su bolsa y se acercó lo más que pudo.
-¿Puedo...? ¿Quieres que...?-Comenzó, sin saber cuando proceder.
-¿Mm? Ah, sí, por favor.
Thomas abrió la botella. Con una mano le dio de beber a Minho, y con la otra le alzaba el mentón para poder humedecer sus labios sin que el líquido se derramara. La botella quedó casi vacía cuando Minho le indicó que ya era suficiente. Después de guardar la botella, Minho dio dos palmadas al césped junto a él, algo que a él no le costó trabajo captar.
Se quitó el bolso para dejarlo a un lado y se dejó envolver por el brazo de Minho, recostando su cabeza en su hombro y sosteniéndole la otra mano sobre su vientre. No pasó mucho tiempo hasta que su novio cayó dormido, emitiendo ronquidos que eran imposibles de ignorar. Verlo en semejante paz le llenaba de alegría y tranquilidad.
Thomas no tenía sueño, pero moverse de allí no le apetecía en lo más mínimo. Lo único que hizo antes de intentar dormirse también fue besar tiernamente la mano de Minho para después dedicarle una sonrisa, aunque este no pudiera verla. Despertaron alrededor de una hora después, con Minho acariciando el cabello de Thomas mientras este se preguntaba si es que ese momento era real y si no estaba insertándose a sí mismo en una escena de alguna película cuyo nombre no podría mencionar.
En cualquier caso, ambos se pertenecían, y esperaba que aquello no cambiara en ningún momento. Era improbable, por supuesto, pero sabía que haría todo lo que estuviera en su mano para proteger lo que tenían, que por poco tiempo de iniciado que tuviera, tenía el poder necesario para mantenerlo vivo.
Con una mano, Thomas pasaba las páginas del libro de química que reposaba sobre la hierba, mientras que con la otra pasaba los dedos por el cabello de Minho, con la cabeza descansando en su regazo y los ojos cerrados para no ser molestado por el sol, pues de sueño no tenía casi nada, excepto quizás por la dulce sensación que le daba estar al lado de Thomas, como si flotara envuelto por polvo de ángel y aromas como el de la canela y la madera ardiendo. Todo un paraíso.
"Ojalá mantenernos así para siempre."
Una hoja cayó sobre la boca de Minho. Inmediatamente este sopló con fuerza y movió la cabeza de lado a lado para sacársela de encima, lo que le pareció adorable y gracioso a partes iguales.
A veces resultaba un poco inquietante lo mucho que las más pequeñas acciones le conmovían, pero prefería sacudirse esos pensamientos de encima y disfrutar de aquello.
La noche casi se desvanecía por completo, el silencio de la calle era débilmente combatido por las pisadas de algún gato callejero y alguna actividad desconocida que tenía lugar en la lejanía.
El otoño estaba próximo a iniciar, más el estado actual del clima dificultaba tener certeza de cuanto más podría extenderse el sofocante calor del verano. No iba a quejarse de más, de todos modos.
-¡Hey, Thomas!-Dijo una voz conocida no muy lejos de él, a sus espaldas.
Se detuvo un momento antes de doblar la esquina, y tras cerciorarse de que su mente no le estaba jugando chueco, se dio la vuelta, encontrándose con esa familiar melena castaña y aquellos llamativos ojos azules que siempre parecían estar maquinando algo.
-¿Teresa?
-¿Parezco alguien más?-Dijo ella, alzando las cejas intentando fingirse ofendida.
Corrió hasta ella y la abrazó por primera vez en un año, después de que tuviera que marcharse de la ciudad por el trabajo de su padre, un profesor de ciencias a quien le habían ofrecido un puesto mucho mejor en una de las grandes urbes, de las cuales quedaban pocas en el mundo después de los desastres.
Estaba muy contento de poder ver a su mejor amiga nuevamente, esos doce meses sin la persona con la que había crecido como si de una hermana se tratase parecían haberse esfumado sin más.
-¿Cuándo volviste? No tenía idea de que regresarías.
-Ayer por la tarde. También fue una sorpresa para mí.
-¿Cuánto piensas quedarte?
-Quién sabe. Tal vez hasta que termine el año.-Vaciló ella, mostrando sus brillantes dientes.
Thomas se mostró feliz. Ahora estaría rodeado por todas las personas que le importaban, solo hacía falta introducir a cierto par.
Esa mañana, en la entrada de la escuela lo dio por realizado. Minho apareció unos minutos tarde, tendrían que correr para llegar a sus respectivas clases, pero poco importaba. Presentó a Teresa ante su novio como su mejor amiga, que regresaba temporalmente y aprovecharía para compensar el tiempo perdido. Minho aceptó su saludo de la misma manera en que lo habría hecho con él cuando tenían unos días de conocerse. Teresa le ofreció su mejor carácter y estrechó su mano, bromeó sobre lo tonto que debía de verse Thomas estando enamorado y expresó su felicidad por la situación de los dos. Thomas no pudo haber pedido una mejor resolución a su propósito, o eso creía.
Desearía haber sabido todo lo que ocurriría después.
Chapter 11: Solo otra vez
Notes:
Canción del capítulo: This is what the drugs are for de Gracie Abrams.
Chapter Text
No estaba bien lo que hacía. Nada bien. Él lo sabía, pero las voces de su cabeza le impedían apartarse de ese muro de piedra, a tan solo unos metros del chico de ojos deseosos de saber más y cabellos de ébano que le había devuelto las fuerzas para caminar, y que ahora hablaba con esa chica de melena despeinada, pero hermosa, con ojos azules, mirando todo alrededor, como si detrás de ellos hubiera una maquinaria llevando a cabo un meticulosos proceso.
Teresa era su nombre. Al pronunciarlo, las letras las sentía como agua que caía débil entre las piedras, que terminaba golpeándose contra un pozo sin salida, el cual no podía llenar.
¿En qué estaba pensando? Por supuesto que jamás podría. Si él era un riachuelo, ella era el océano entero para Thomas. De las risas que le daba no podía escaparse, del brillo en sus ojos al hablarle no podía ocultarse, su liviana presencia a él le era abrumante. Él jamás podría lograr que se quedase, y el tiempo se lo diría. Debía facilitarle la tarea a ambos.
En sus sueños ella le seguía. No hacía nada. No decía nada. Tan solo le seguía incansablemente a donde quiera que fuera, exhibiendo una tétrica sonrisa haciendo resaltar sus ojos, las manos en los bolsillos de su largo abrigo rojo y su cabello esponjado y enredado. Solo eso bastaba para recordarle su lugar, el de alguien reemplazable, pasajero, sin valor.
Él había dormido solo toda su vida. Acostumbrarse nuevamente a ello no iba a ser difícil ¿O sí?. Si no iban a extrañarlo ¿Por qué él debería?
Se escondió tras la pared, se golpeó la espalda y le dio un puñetazo. No estaba pensando correctamente. Deberían condenarlo por atreverse a siquiera contemplar esas ideas, pero ¿Y si estaba en lo cierto? ¿No sería mejor cortar la cuerda por sí mismo antes de que alguien o algo más le dijera que debía haberlo sabido?
"Cállate, cállate, cállate."
Después de ese día no iba a poder volver a entrar de la manera usual. La rama que le servía de puente había cedido, suponía que era normal después de varios meses haciendo lo mismo. Aún en negación, conservaba la esperanza de que ya no fuera necesario. Tan solo esperaba no haber llamado la atención de nadie, de lo contrario iba a reprocharse para siempre.
El triunfo le duró poco, pues la ventana estaba cerrada y la cortina corrida, impidiendo cualquier vista al interior. De cualquier manera, esta no lucía muy fuerte. Forcejeó con desespero, rezándole a quien fuera para conseguir abrirla sin que nadie se enterase. En un día normal, se abstendría de hacer tal cosa, pero ese no era uno de ellos, y la semana en general podría calificar como inusual, aunque dependía de la lente bajo la que se mirase.
Minho estaba volviendo a las viejas andadas. Sus palabras desaparecían, su mirada, que ya encontraba objetivos, volvía a perderse cada tanto, al caminar ya no le seguía, y sus sonrisas, nuevamente, eran raras. No lo había externado, pero Thomas sabía que algo andaba mal, y fuera lo que fuera, se negaba a pasarlo por alto durante más tiempo.
Finalmente, escuchó algo desprenderse y la ventana cedió. Por poco no pudo evitar que golpeara fuertemente contra el marco. Se frotó los dedos para aliviar el dolor provocado por el esfuerzo y apartó la cortina para introducirse en el cuarto. El susurro del viento tras de sí debió haber sido obra de la muerte. Frente a la pared derecha, bajo la repisa de madera con algunos libros, frascos y papeles, se hallaba Minho, inerte, con la frente manchada de sangre y rastros de lágrimas en sus mejillas.
"Si hubiera llegado un poco antes..."
-¡Minho! ¡Minho! -gritó Thomas, lanzándose al piso junto a él para evaluar su herida y pulso, al igual que su respiración. Sacó un bolígrafo de metal que guardaba en su bolsillo y lo colocó debajo de su nariz, temiéndose lo peor. La superficie del objeto se empañó ligeramente segundos después, lo que le hizo relajarse en algo. Agitado, evaluó sus opciones y concluyó que lo único que le quedaba era hacer lo que pudiera para sacarlo de allí sin que ningún testigo los viera.
Con cuidado abrió la puerta y miró a ambos lados del pasillo. En el cuarto frente a ellos, se escuchaba a alguien tallando contra una superficie dura y el ruido del agua. Escaleras abajo, un zumbido le llegaba a los oídos, pero nada más. Podría ser ese el momento.
Como pudo, cargó a Minho en brazos y cerró la puerta tras de sí con dificultad. Respirando con dolorosa lentitud, bajó las escaleras alfombradas de un mugriento gris y estiró el cuello todo lo que pudo para ver si había algo de qué preocuparse. Llegó al piso de abajo y no encontró a nadie, el zumbido provenía de una habitación entreabierta, cuyo interior no podía distinguir. Pensó en correr hasta la entrada, pero la madera tenía aspecto de crujir mucho, por lo que evitó hacerlo y optó por caminar de la forma más liviana posible, sufriendo por la pérdida de sus fuerzas. Finalmente, llegó hasta la puerta y ni siquiera se molestó en cerciorarse de cerrarla por completo una vez afuera.
Corrió por las grises calles mientras el agua le caía encima, añadiéndole aún más peso al empapar sus ropas. Esquivó a la poca gente que se le aparecía, los agujeros en el camino y a los animales recelosos que lo mal miraban al cruzarse en su camino. Tras una eternidad, llegó por fin al hospital, en donde le obligaron a apartarse de Minho para que lo revisaran y para él mismo realizarse cualquier prueba obligatoria desde la llamada Llamarada.
Lo último que recordaba de esa tarde con claridad, fue la imagen de Minho desapareciendo a través de las puertas metálicas sobre paredes blancas y manchadas.
Sus momentos juntos habían parado de disminuir, y aunque aquello le alegraba, seguía teniendo dentro un miedo extraño. Dejar a Minho recostarse en su regazo, quedarse ocultos en su saloncito reclamado cuando no tenían ganas de asistir a clases o recostarse junto al lago no muy lejos de allí no se sentía igual. Era como si, en vez de hacerlo por ganas, todo estuviera previamente estipulado. Odiaba esa sensación.
Teresa, por su parte, no se dejaba ver mucho. Ya se habían reunido varias veces en los casi dos meses desde que había regresado; sus conversaciones seguían siendo igual de animadas que siempre, igual de largas también. Seguramente estaba ocupada. Él era estudioso, pero ella lo era aún más y, después de todo, sabía que los deberes y responsabilidades eran mayores para todos los que le llevaban un año de ventaja.
Por un lado, era raramente acompañado, y por el otro, aunque estuvieran casi siempre en el mismo sitio, parecía que no era así. Hacía semanas que no pasaba por su casa, preguntó a Minho por qué no quería que lo hiciera, y por respuesta no obtuvo más que el argumento de que, ahora que no había puente entre su ventana y el árbol, no había razón alguna para que allí fuera. El tema de su herida también lo evadía, y aunque le dolía que no quisiera revelarle nada al respecto, eligió respetar su decisión. Todo esto, aunque le ponía amargo e inquieto, había podido soportarlo con decencia, pero ahora que era el quinto día de la semana que Minho no había ido a la escuela, se daba por vencido.
Seguramente lo regañaría, pero poco le importaba a esas alturas. Con pasos firmes, se dirigió a casa de Minho ni bien terminaron las clases. De ser circunstancias diferentes, habría podido aguardar un poco más, pero luego de encontrarlo ensangrentado, había comenzado a pensar lo peor. Una hora después, estaba a cuatro casas de la suya, preparándose para reunir ramas o piedras con las que llamar a su ventana una vez que llegara, ensayando en su cabeza las preguntas que quería hacerle y el tono con que las haría. En un caso extremo, forzaría la puerta silenciosamente y se infiltraría como un ladrón a riesgo de ser molido a palos por los seres que se hacían llamar padres.
Ya frente a la casa, frunció el ceño al encontrarse con la puerta completamente abierta. Las cortinas blancas en las ventanas parecían fantasmas cansados al mecerse con el viento. Inseguro, subió las escaleras del porche y de a poco se introdujo en la morada. El silencio era sepulcral.
Revisó cada habitación, casi no quedaba nada más que los muebles pesados. Era casi como si nadie hubiera vivido jamás allí. Rápidamente, se dirigió al piso de arriba y llegó hasta el cuarto de Minho resbalándose, golpeándose la cabeza contra el marco de la puerta en el proceso. Pasado el dolor, quedó paralizado al descubrir la estancia completamente vacía, ni un rastro de su chico a la vista, ninguna señal de vida reciente, la ventana abierta de par en par.
Incrédulo, bajó corriendo nuevamente y esta vez se dirigió al jardín trasero, con la esperanza de encontrar algún alma que pudiera darle una respuesta o cuanto menos una dirección a seguir, pero no halló nada. Solo pudo gritar su nombre como si con ello pudiera revelar un rastro que lo llevase hasta él, aferrado a la idea de que su voz llegara hasta sus oídos y pudiera hacerlo o volver o decirle sus razones.
La lluvia volvió a caer y Thomas entró a la casa de nuevo. Buscó en cada estancia una nota, una pista, una carta, lo que fuera que le dijera que había pensado en él antes de marcharse. Probablemente no lo había hecho por voluntad propia ¿Verdad? O se lo habría dicho, cuanto menos despedido. Movió muebles, abrió cajones, levantó tablas... pero no había nada.
Minho se había ido.
Chapter 12: Lo más cerca que hemos estado
Notes:
Canciones del capítulo: Once Upon A Poolside de The National y Better Days de Dermot Kennedy.
Chapter Text
-Thomas...
-¿Tienes...? ¿Tienes idea de lo horrible que fue ir a buscarte aquel día y descubrir que te habías ido? Sin una nota, un mensaje, nada -hizo una pausa -. Pasé meses esperando recibir alguna noticia, de ti o de cualquiera. Todos los días iba a tu casa, pensando que tal vez hallaría algo allí en algún momento. No lo sé, tal vez una pista de a dónde te habías ido o algo que se me hubiera escapado, pero no había nada.
Minho quería hablar, pero algo en su interior, como una infinita serie de manos que se aferraban a sus extremidades y mantenían su boca cerrada, la de su verdadero ser, bien oculto en el fondo de su mente, aquel que se moría por gritar cientos de cosas que se había guardado por años y años le impedía hacerlo.
Sin embargo, sabía que si abría la boca en ese instante, terminaría diciendo justo lo contrario a lo que verdaderamente necesitaba.
El problema no iniciaba con el lugar al que se habían llevado a ambos, por supuesto que no. El problema se remontaba a aquella tarde en la que la lluvia se mezcló con la sangre, envuelta por un temor que se había construido en él a lo largo de toda su vida y con el que había terminado por lastimar a la persona más importante de su vida, tanto de la antigua como de la nueva.
Sabía cómo debía proceder, pero aún sentía esa presencia gélida que le impedía pronunciar las palabras correctas.
-Todo este tiempo me hice la misma pregunta una y otra vez: ¿Volveré a verte alguna vez?. Esa y docenas de preguntas más pasaban por mi cabeza sin que yo pudiera darles una sola respuesta. Nunca creí que pudiera y ahora... quiero creer que es posible obtener alguna respuesta certera, al menos una, pero no estoy muy seguro de eso.
No lo culpaba. Desde aquel pasado, que ya parecía estar a años luz de ese sitio y hasta el momento en el que llegó metido en esa caja, preguntas eran todo lo que parecía tener, y en parte era culpa suya.
-Yo...
Cualquier intención que pudiera tener se vio interrumpida por el estridente sonido de una sirena. Minho la conocía bien, y no había motivo alguno para que sonase en ese momento.
Thomas y él se miraron, entre alarmados y dudosos. No querían moverse, pero sus problemas tendrían que esperar. Minho comenzó a correr en dirección al claro, Thomas le dio alcance casi en seguida. Cuando llegaron, vieron a los Habitantes amontonándose en torno a la caja de suministros, empujándose y gritándose entre ellos, visiblemente alterados, algunos incluso daban saltos con tal de poder ver más allá del montón de cuerpos y cabezas.
El Encargado de los Corredores y su más nuevo aprendiz se abrieron paso entre la multitud, Newt y Gally estaban pendientes de las placas metálicas en el suelo, que se abrieron a los pocos segundos para dejar ver el cuerpo de una chica en el fondo de la caja. De melena castaña, iba vestida con una blusa azul, pantalones negros y zapatos marrones, y aferraba fuertemente algo en su puño derecho.
Thomas y Minho sabían exactamente de quién se trataba.
Newt bajó de un salto para examinarla más de cerca, convirtiendo las ruidosas conversaciones en cuchicheos atropellados. El chico se aseguró de que siguiera viva poniéndole un cuchillo debajo de la nariz; la hoja se empañó al poco rato.
-¡Está viva! Es una chica -anunció Newt, guardando el cuchillo. Separó cuidadosamente los dedos de su mano y se encontró con un trozo de papel arrugado. Se dobló de tal modo para leerlo, que ninguno de los que seguían arriba pudieron ver lo que decía.
-Newt ¿Qué pasa? -preguntó Gally, después de un rato, con impaciencia.
-Es extraño, dice... "Ella es la última".
Todos los presentes intercambiaron miradas, pero ni una sola palabra. Aquello no podía significar nada bueno.
Setenta y dos horas después, Thomas seguía renuente a entablar una conversación con él. Cada vez que se le acercaba, rodaba los ojos, apartaba la mirada o daba dos pasos hacia atrás antes de alejarse, forzándolo a cerrar la boca y a llevarse las manos a la cintura. Sus exploraciones no eran la excepción, incluso intentó unirse a otros corredores en su búsqueda de un escape, pero por fortuna, sus negativas hacia esa petición eran algo que sí estaba dispuesto a escuchar. Al menos no lo había perdido del todo, o eso quería creer.
En su interior, deseaba que hicieran algún progreso más allá del claro y sus cuatro muros para discutir sus hallazgos, de ese modo, al menos podría escuchar su voz para decir algo que no tuviera que ver con alejarse de él, pero no habían conseguido nada.
En cuanto a Teresa, Newt interrogó a ambos sobre su identidad, y aunque en un inicio dudaron, no veían ningún sentido en conservar su secreto. Newt permitió que Thomas se quedara a cuidarla en su habitación de la choza junto a los docs., quienes la mantenían alimentada con sopa y revisaban sus signos vitales de cuando en cuando.
Mientras tanto, Minho se maldecía por haber permitido que ella se convirtiera en su excusa definitiva para abandonar a Thomas. Después de todo lo que había pasado, se daba cuenta de lo estúpida que había sido esa decisión, pero el daño estaba hecho. Solo esperaba que no fuera demasiado tarde.
Sin embargo, el tiempo no estaba dispuesto a esperarlos.
Volvían al Área después de otro día sin nuevos hallazgos cuando el cielo pasó de ser un lienzo azul a un tormentoso granate, igual a aquel día en el que casi se vuelven la cena de un Penitente.
Apuraron el paso, esperando poder ponerse a salvo de lo que estuviera por venir, pero los planes allá afuera debían ser otros. Las puertas no se cerraron a la hora habitual ni después de esta, la luz natural parecía haber dejado de existir y el Sol lucía muerto. En poco tiempo, el claro se sumió en el pánico y la confusión.
-¡Thomas! -llamó Newt, mientras corría hacia él -. Es ella, Teresa.
-¿Qué?
-Ha despertado.
Ambos siguieron a Newt a través de la conmoción, ignorando las preguntas de los desesperados habitantes. Entraron sin molestarse en cerrar la puerta y subieron las escaleras hasta la habitación de Teresa; Minho se disponía a seguir a Thomas, pero Newt le impidió el paso, alegando que ver solamente la cara más familiar para ella quizá le ayudaría más. Quiso dar pelea, pero no había objeto en ello.
Al otro lado de la puerta, Thomas vio a Teresa luchando por respirar como quien trata de sobrevivir al océano. Tenía la desorientación pintada en el rostro, quizá más que eso, era como si no hubiera podido abandonar el plano del sueño todavía. Thomas se arrodilló frente a la cama y trató de tomarle las manos para tranquilizarla, lo cual dio resultado, y un momento después, con lentitud, Teresa cerró los ojos nuevamente.
-Todo va a cambiar... -dijo ella antes de volver a quedarse inmóvil.
"¿Qué?"
-Thomas, hay algo que tienes que ver -dijo Minho a sus espaldas. Thomas enfrentó el dolor que le producía mirarlo y giró la cabeza: sobre su mano, la llave que habían tomado de la sección siete emitía un brillo plateado.
-¿Qué significa eso? -preguntó Newt, confundido.
-Significa que es hora de ponernos en marcha.
Los pasillos del laberinto lucían más siniestros que nunca. El astro mayor seguía presente, pero ya no proporcionaba la calma y seguridad de antes; las enredaderas en las paredes se habían teñido de negro, sumándose a la decadente fauna del claro y en los pasillos rebotaba el eco de gritos capaces de helar la sangre, así como de hojas metálicas golpeando la piedra.
Dado que las puertas del Área no habían sido cerradas, era probable que las demás secciones del laberinto estuvieran abiertas. No tenían razón alguna para creer eso, pero era mejor que quedarse quietos y esperar que pasara lo peor. Los demás corredores habían sucumbido ante el pánico y se negaron a abandonar la zona segura. Todo dependía de ellos ahora.
El brillo de la llave acrecentaba entre más se alejaban del centro. Acordaron revisar cada sección del laberinto en orden ascendente, suponiendo que estuvieran en lo cierto. Cuando llegaron a la sección uno, casi se permitieron disfrutar de un suspiro de alivio, pero tenían trabajo que realizar.
A primera vista, aquella sección parecía totalmente ordinaria; unos cuantos giros después, Thomas descubrió lo que la hacía única: un enorme agujero cavado en la piedra que descendía a la oscuridad.
A falta de una alternativa, Minho se acercó al borde y extendió la mano con la que sostenía la llave, con Thomas un paso por detrás. Durante unos segundos no ocurrió nada, y estaban a punto de ceder ante la frustración cuando un temblor los sobresaltó.
Minho perdió brevemente el equilibrio. Asustado, Thomas lo tomó del brazo, alejándolo del borde y tomándolo por sorpresa. La llave resbaló de entre sus dedos y aterrizó a escasos centímetros del borde.
Minho se volteó para mirarlo. No había estado en riesgo de caerse, pero aún así Thomas lo había puesto fuera de peligro. Ninguno de los dos dijo una sola palabra. Un rato después, Thomas se dio cuenta de la fuerza de su agarre y lo rompió.
-Creí que ibas a caerte... -dijo Thomas, y para evitar su mirada se limpió el polvo imaginario de sus pantalones.
Minho contuvo la sonrisa que quería dirigirle para agradecerle y asintió con indecisión. Ya era algo. Se dio la vuelta y se puso en cuclillas para recuperar la llave. Se paralizó al ver unas escaleras metálicas de caracol que ciertamente no estaban allí hace un instante.
-Veamos qué hay ahí abajo.
Iniciaron su descenso con cautela, con Minho a la cabeza, pues las escaleras no eran lo suficientemente anchas para dos personas. La luz que emitía la llave era lo único que les permitía ver en la penumbra.
Abajo, abajo, abajo...
Mirar hacia arriba no traía más que desesperación, por lo que Thomas puso la mano en la pared a su izquierda y se forzó a concentrarse en la bajada. Minho tenía los ojos al frente, alerta ante cualquier cosa que pudiera presentarse en el camino.
Parecía que el descenso no terminaría nunca, hasta que no hubo más escalones que pisar. Nada podría haberlos preparado para lo que encontraron al fondo del pozo: una puerta de madera oscura de apenas treinta centímetros de altura, sobre un suelo de baldosas negras y plateadas.
Era imposible que este laberinto fuera aún más extraño.
Minho se acuclilló frente a la puertecita y colocó la llave sobre la cerradura: su tamaño era ideal. Sin embargo, esto era casi demasiado fácil.
-Preparáte para correr -dijo, mirando a Thomas con una intensidad tal que le arrebató el aliento.
Minho respiró profundamente antes de introducir la llave en la cerradura. Abrió la puerta y halló en su interior una caja negra con un intrincado diseño plateado, del mismo tamaño que el de una caja para guardar naipes. A juzgar por su peso, no serían naipes ordinarios lo que estuviera en su interior.
-Ja -fue lo único que pudo decir antes de que el suelo bajo sus pies volviera a sacudirse con más fuerza que antes. Giró la cabeza justo a tiempo para ver cómo el primer escalón se hundía en la pared.
-¡Thomas, corre! -gritó, guardando la caja en su bolsillo.
Thomas subió las escaleras a toda prisa, Minho lo seguía de cerca, deseando tomar su mano, pero sabiéndose indigno de ello. Los escalones se retraían cada vez más rápido, y entre más escalaban, mayor riesgo tenían de caer hasta una muerte segura, que terminaría con sus huesos decorando el pozo.
Minho cometió el error de mirar hacia arriba, la salida estaba más cerca, pero su oportunidad de alcanzarla se había alejado al tropezar con uno de los escalones. La ventaja que tenía al principio la había perdido. Se levantó en el momento justo y reanudó la huida, pero no fue lo suficientemente rápido para evitar caerse cuando el peldaño que pisaba desapareció dentro de la pared.
Alzó los brazos y se agarró al borde con todas sus fuerzas, la piedra era tan lisa que se le resbalaban las manos. Thomas acabó con su tormento al tomarlo por los antebrazos para subirlo a la superficie entre gruñidos.
Ni bien estuvieron a salvo, aquel repiqueteo metálico que conocían tan bien llegó a sus oídos desde un pasillo cercano. Mientras recuperaba el aliento, Minho vio horror en los ojos de Thomas, y al mirar atrás la causa del mismo le fue revelada: un penitente se aproximaba hacia ellos.
-¡Vámonos de aquí! -dijo Thomas, mientras lo ayudaba a levantarse.
La noche había caído sobre el laberinto, sumiéndolo en la oscuridad y la niebla. Sabían que era tarde, pero estaban seguros de que no habían demorado tanto. En definitiva, algo andaba mal.
Sus problemas no hicieron más que aumentar cuando al doblar una esquina fueron sorprendidos por otra de las viscosas y metálicas bestias, rugiendo con furia. Dieron vuelta atrás y hallaron un tercer penitente avanzando por el pasillo mientras abría y cerraba su mano mecánica, como si se burlara de ellos. Minho podría haber jurado escuchar un sonido parecido a una risa maliciosa emananar de su boca repleta de dientes, oxidada y chirriante.
No tenían otra opción.
Salieron disparados hacia adelante, por un pasillo que parecía extenderse durante kilómetros, con sus corazones latiendo cada vez más rápido y sintiendo sus huesos arder en llamas. Si algo les daba un mínimo de tranquilidad, era saber que al menos no todas las bestias estaban cerca del Área. Los demás probablemente tendrían una mejor oportunidad.
Siguieron corriendo, hasta que vieron algo que sus mentes no eran capaces de procesar. En vez de una pared de piedra, el pasillo por el que andaban terminaba en la nada. No tenía sentido. Debía tratarse de un error. Frenaron de golpe y Minho extendió su brazo derecho frente a Thomas para evitar que se resbalara.
Contemplaron el paisaje, tan hipnotizante que los hizo olvidar por un instante de qué huían. Era como si alguien hubiera arrancado una parte del laberinto. Miraran a donde miraran, un cielo estrellado era todo lo que podían ver.
Un alarido los sacó del trance. El primer penitente había doblado la esquina y había iniciado una carrera contra ellos. En unos segundos estaría abalanzándose sobre ambos.
Retrocedieron por instinto, el sonido de piedrecitas cayendo bajo su peso les recordó dónde estaban. Minho puso todo de sí en idear una solución. Aparentemente, el laberinto era demasiado estrecho para que las bestias se trasladaran lado a lado, pues se habían colocado en una sola hilera. Miró de reojo el precipicio una última vez y después a Thomas. Al cruzar miradas, todo fue evidente.
Arrastraron los pies hasta quedar pegados uno al otro delante del acantilado. Tenían que estar sincronizados. El ruido de las púas chocando contra la piedra les taladró los oídos. La distancia entre ellos y los penitentes disminuía cada vez más.
-¿Listo? -preguntó Minho.
-¡Listo! -respondió Thomas con decisión.
Se arrojaron en direcciones opuestas hacia las paredes del pasillo. El primer monstruo salió volando por el borde del acantilado, quedando su intento de frenado en vano, y cayó hacia el abismo con un grito de guerra que se cortó de golpe, en vez de apagarse con el paso del tiempo.
Al golpearse contra los muros, ambos chicos pudieron ver al segundo penitente rodando hacia la nada, incapaz de detenerse. El tercero clavó su brazo lleno de púas en la piedra, pero era demasiado tarde: acabó encontrando el mismo destino que sus compañeros, despidiéndose con un grito que envió una corriente helada por las espaldas de ambos.
Se acercaron nuevamente hasta el precipicio. No había rastro alguno de aquellas temibles criaturas. Habían desaparecido.
Agotados, Thomas y Minho se dejaron caer y observaron como el azul de la noche era reemplazado poco a poco por la mágica paleta de colores del amanecer. Sin embargo, las estrellas del cielo apenas perdieron intensidad, haciendo del paisaje algo aún más surreal.
Tenían que estar jugando con ellos, pero a Minho no le importaba. Una vez más, habían sobrevivido. Juntos, con las piernas colgando sobre la nada misma, atrapados en aquel laberinto suspendido en medio del cielo, pero juntos. No más bestias a su alrededor, no más barreras mentales entre sus viejas memorias y las nuevas; ni siquiera el paso del tiempo les parecía real ahora mismo. Por primera vez en mucho tiempo, eran solo ellos dos.
No podía desperdiciar este momento.
-Thomas, lo siento -comenzó Minho, armado con todo el valor que había reunido en el tiempo en el laberinto con Thomas; por fin diría lo que las cadenas de su corazón y las manos del odio y del desprecio sobre su garganta le habían llevado a guardarse-. Nunca debí alejarme de ti, no después de todo lo que hiciste por mí. Incluso antes de que me trajeran a este maldito laberinto, aún cuando era lo último que quería hacer, te abandoné. Una y otra vez intentaste ayudarme y yo seguí comportándome como un cobarde una y otra vez. En vez de decirte todo lo que sentía, me escondí y aguardé a que cortaras la cuerda de una vez por todas, pero no lo hiciste. Si alguna vez llegué a merecerte, quiero que sepas que no pienso separarme de ti otra vez. No quiero volver a dejarte solo, Thomas. Si me das la oportunidad, prometo decírtelo todo cuando sea la hora. No pienso salir de este laberinto sin ti.
Contuvo las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos. No quería llorar, no ahora. Thomas tragó saliva y se acercó más a él; sus manos se rozaron sobre la frialdad de la piedra. El cielo se había iluminado considerablemente, alumbrando el rostro de Thomas. En su mente, Minho creó una pintura y se prometió a sí mismo que la llevaría consigo a donde quiera que fuera. Incluso si volvían a jugar con su mente, no olvidaría aquellos ojos café caramelo.
Thomas tomó su mano y la envolvió entre las suyas, antes de plantar un beso sobre su dorso enguantado.
-Ya te lo dije: no podría odiarte ni queriendo.
Permanecieron allí, con las manos entrelazadas mientras el Sol se alzaba en el horizonte, pero no más brillante ni cálido que la sonrisa dibujada en los labios de Thomas.
Mariii (Guest) on Chapter 5 Mon 05 Aug 2024 09:33PM UTC
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