Chapter Text
Rafael no estaba de buen humor.
"Todavía no entiendo porque no puedo tener a un fisioterapeuta que conozca. No conozco a ese tipo."
La mirada que su asistente personal le dedicó podria considerarse profundamente sufrida en el mejor de los casos.
"Porque los fisioterapeutas del club ya están tapados de trabajo. Y, el Dr. Vogrincic quiere que trabajes con un terapeuta de su confianza."
Rafael chequeó la hora en su teléfono.
"El tipo está demorado. No tengo todo el día."
Volteó el rostro para ocultar su sonrisa mientras Ester apretaba los dientes. Sin embargo, su voz sonó increíblemente calmada mientras decía:
"Él está solo 17 minutos demorado,
Rafa. Y es la tercera vez que dices eso durante los últimos 5 minutos."
Rafael le dedicó una mirada inocente.
"¡Pero él está llegando tarde!"
"Vos llegas tarde todo el tiempo princesa."
Ester murmuró bajito, claramente sin intención de que él la oyera.
A pesar de ser su asistente personal durante un año, Ester aún no tenía idea de cuan aguda era su audición y tenía el hábito de bardearlo cuando pensaba que no podría oirla. Era bastante molesto.
Rafael evitó sonreír.
Sabía que probablemente debería dejar de irritarla deliberadamente, pero estaba tan aburrido. Ahora que él estaba lesionado y bastante confinado dentro de la casa, molestar a su asistente personal era la única cosa remotamente interesante para hacer.
Era casi gracioso ver a Ester tratando de contener las respuestas ingeniosas que deseaba dar.
Casi.
"Fernando Contigiani está altamente recomendado." dijo Ester más fuerte. "Estoy segura de que hay una buena razón para su tardanza. Es un fisioterapeuta, y entrenador personal, exageradamente costoso. Debe ser bueno."
Rafael se encogió de hombros. El médico de su equipo le prometió encontrar al mejor fisioterapeuta para ayudarle a recuperarse de su lesión en la ingle, pero no había pedido ningún detalle; ese era el trabajo de Ester.
"¿De qué me sirve eso a mí si él no está acá? Mi lesión no va a curarse por sí sola. Estoy cansado de esperar."
"Entonces volvamos dentro." dijo Ester, con una nota de exasperación arrastrándose en su voz de nuevo. "de todos modos, estoy bastante convencida de que no se supone que estés caminando."
Apoyándose contra el árbol, miró la casa y frunció el ceño.
"Estoy harto de estar encerrado dentro durante todo el día. No soy un inválido" Esta vez no se quejaba sólo para molestar a Ester. La falta de actividad realmente lo estaba volviendo loco.
Extrañaba el fútbol.
Extrañaba la sensación de estar sano y en forma, el viento en su cara mientras corría hacia la portería, la alegría que sentía cuando metía un gol, el rugido de la multitud cantando y coreando su nombre.
El fútbol era su vida. Lo único que importaba.
Miró al cielo gris. Ya estaban en marzo. El Mundial estaba a tan sólo tres meses de distancia.
ΕΙ tiempo se estaba agotando. Necesitaba volver al campo de juego tan pronto como fuera posible, y recuperar su forma, si quería impresionar al entrenador del equipo nacional.
Rafael podria ser el jugador más talentoso de Argentina en generaciones -en su humilde opinión- pero tenía, relativamente, poca experiencia a nivel de la selección y sabía que eso obstaculizaba sus posibilidades de ser elegido.
El DT era bastante anticuado y prefería a veteranos fiables antes que a las jóvenes estrellas en ascenso. Y ahora su lesión sólo lo había complicado todo. Cuanto más tiempo estuviera lesionado, menores serían sus posibilidades de participar en el Mundial.
Y para empeorar las cosas, estaban en marzo y todavía no tenía un fisioterapeuta, o, mejor dicho, su fisioterapeuta aparentemente había decidido que tenía mejores cosas que hacer que su puto trabajo.
Rafael desvió su mirada de nuevo hacia Ester. "Llama al Dr. Vogrincic y pregúntale dónde está el boludo ese."
Detrás de él, alguien se aclaró la garganta.
"Eso no será necesario." dijo una voz seca. "El boludo llegó."
Rafael hizo una mueca. Incómodo. Y un poco avergonzado. Le gustaba causar una buena primera impresión en la gente. Tenia una imagen pública que mantener, después de todo.
Fijando una sonrisa en su rostro, se dio la vuelta.
Su sonrisa vaciló un poco y se humedeció los labios con la punta de la lengua.
El hombre que estaba a unos pocos pies de distancia.
"Fernando Contigiani."
No era el hombre más guapo que había visto. Para nada. Pero exudaba tal confianza, fuerza y virilidad, que daba la impresión de ser increíblemente apuesto.
Era alto, con un cuerpo firme pero delgado. Su cabello era negro y un poquito rizado. Tenía una fuerte mandibula, piel morena, y un par de agudos ojos marrones. Su boca estaba finamente moldeada, con un ligero rasgo irónico en ella, pero no suavizaban la dureza de sus rasgos en absoluto. -un poquito turro- pensó Rafael
Había un surco entre las cejas del tipo mientras que estudiaba a Rafael. "Estás cargando todo el peso en una pierna. Andá dentro."
Rafael parpadeo.
"¿Disculpame?"
El médico se acercó, lo agarró entre sus piernas y le apretó el muslo.
Con los ojos ampliándose, Rafael se quedó sin aliento, en parte por el shock y en parte por el dolor.
"¿Estás loco?"
"Como pensaba." dijo el mayor "No tenés que estar parado. Deberías descansar."
"¿Ya acabaste de manosearme?"
El hombre retiró la mano.
"¿Manosearte? Pensaba que fui contratado para ayudarte a recuperar de una lesión de tercer grado en la ingle. Entrá y sentate. No deberías estar de pie si un simple toque continúa siendo doloroso."
Rafael cruzó los brazos sobre el pecho.
"Estoy bien acá, gracias."
"Eso no fue una petición."
El calor se precipitó a las mejillas de Rafael. Nadie le ordenaba que hacer. Nadie.
Detrás de él, Ester rió, -pequeña traidora- y, rápidamente, empezó a toser.
"Te despido."
Rafael dijo apretando los dientes.
"Rafa, lo siento..."
Comenzó Ester.
"Vos no." dijo y miró al medico "Vos."
El médico no se veía preocupado. En todo caso, algo así como diversión brilló en sus ojos.
"No podés despedirme por hacer mi trabajo. En realidad, no me podés despedir y punto. No sos quien me contrató: el club de fútbol para el que jugás lo hizo. Ahora, anda adentro, Rafael."
Los labios del fisioterapeuta se arquearon ligeramente.
Dios, Rafael quería borrar esa sonrisa de su cara. Le frunció el ceño al tipo, pero antes de que pudiera decir nada, el fisioterapeuta se dirigió a Ester.
"Fernando Contigiani."
Dijo con una agradable sonrisa estrechando la mano de Ester.
"E-Ester Exposito."
Dijo ella en voz baja.
¿Estaba realmente batiendo sus pestañas para el tipo?
"Dejá de babosear." Rafael le dijo. "es repugnante."
Ester se ruborizó hasta las raíces del pelo y se quedó mirándolo.
Fernando sólo levantó sus cejas y sonrió.
"¿Siempre sos así de cruel y sin tacto?"
Rafael amplió sus ojos y le dedicó su mejor mirada inocente.
"¿Yo? Creo que estás confundido."
"Sí, estoy confundido." dijo evaluando a Rafael. "Tenés reputación de ser un hombre simpático, con los pies sobre la tierra. Todavía me estoy preguntando dónde está."
Rafael sonrió.
"¿Escuchaste hablar de mí? Esperá, ¿Sos un fan?"
Los labios del fisioterapeuta se torcieron
"Difícilmente. Soy hincha del Real Madrid y River."
Lo imaginaba. Perdedor.
Como si pudiera leer sus pensamientos, el fisioterapeuta dejó escapar una carcajada.
"Incluso si me gustara tu equipo, yo no sería un fanático tuyo. Creo que tu hermano es el mejor jugador y debería ser el que esté jugando en el ala izquierda para el Barca."
Palideciendo de furia, apretó los puños.
En su vista periférica, podía ver a Ester haciendo una mueca por la observación de Fernando.
Ella sabía que era muy mala idea incluso dar a entender que su hermano adoptivo era mejor jugador que él porque Matías no era el mejor jugador, maldición.
Al carajo con dar una buena primera impresión.
Éste pelotudo.
No se merecía desperdiciar ninguna sutileza en él.
"¿Ah, si?"
Dando un paso más cerca del hombre. Sus caras estaban a pulgadas de distancia ahora. De cerca, la mirada del médico era algo inquietante. No es que Rafael dejara que lo notara. Y era molesto que el tipo fuera más alto que él y él era de una estatura perfectamente normal, muchas gracias.
Trabó los ojos sobre los del otro y dijo suavemente:
"Se requiere muy poco para arruinar la carrera de una persona, ya sabés. Unas pocas palabras a la persona equivocada harían el truco. Si yo fuera vos, querría ser un poco más respetuoso. Me sorprende que no te estés muriendo de hambre en las calles, si esta es tu actitud habitual hacia los clientes. Tené cuidado." Él sonrió con dulzura. "Sólo un consejo amistoso."
Los ojos del contrario se estrecharon, todos los rastros de diversión desaparecieron de ellos.
"Se necesitaría mucho más que las palabras de un nenr malcriado rico para arruinar mi carrera."
"¿De verdad?" dijo Rafael, ladeando la cabeza. "¿Tan seguro estás?"
"Creo que estás malentendiendo algo." dijo lentamente. "No necesito este trabajo. Mis servicios son reservados normalmente con meses de antelación. Acepté hacer esto, sólo como un favor a Enzo. Así que no soy yo quien debe tener cuidado, mocoso. Si no te gusta que yo no vaya a chuparte las medias como todos los demás..."
"¿Cómo sabes eso?" preguntó curioso a pesar de sí mismo. "¿Que la gente es "chupa medias" conmigo?"
Una sonrisa apareció en los labios del médico.
"Escuche hablar de vos. Y he sido advertido."
"¿Por quién?"
Preguntó, pero una sospecha ya se estaba formando en su mente.