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Language:
Español
Stats:
Published:
2025-02-13
Updated:
2025-09-05
Words:
158,196
Chapters:
60/?
Comments:
2
Kudos:
9
Bookmarks:
2
Hits:
454

Bajo la lluvia de Neón

Summary:

A sus 35 años, Izecaiyada ha enfrentado más desafíos de los que cualquiera podría imaginar. Tras una vida marcada por secretos, pérdidas y desafíos, se encuentra atrapada en el último juego que ha decidido jugar. Un mundo virtual que es mucho más que una simple fantasía, donde las decisiones que tomará desafiarán no solo las reglas del juego, sino también las de su propia vida. Entre la realidad y la ficción, su capacidad para sobrevivir y crecer se pondrá a prueba, mientras lucha por entender su propósito en un universo donde nada es lo que parece.

Notes:

📌 Nota del autor/a:
Este fanfic está basado en el videojuego Love and Deepspace, pero todos los nombres de los personajes han sido cambiados y la historia toma ciertas libertades creativas, por lo que no sigue fielmente los eventos originales del juego. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Esta historia contiene temas sensibles que podrían no ser adecuados para todos los lectores. A lo largo de la trama, se abordan situaciones difíciles que pueden incluir trauma pasado y sus repercusiones en la vida del personaje. Aunque estos elementos no son el foco principal de la historia, forman parte del desarrollo del personaje y su crecimiento.
Si en algún momento sientes que necesitas más contexto o información antes de continuar, por favor tenlo en cuenta. Tu bienestar como lector es importante.
Por ahora, la historia solo estará disponible en español. Sin embargo, si veo suficiente apoyo de la comunidad angloparlante, consideraré traducirlo al inglés en el futuro. ¡Gracias por leer!

 

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📌 Author’s Note:
This fanfiction is based on the game Love and Deepspace, but all character names have been changed, and the story takes creative liberties, meaning it does not strictly follow the original game events. Any resemblance to real life is purely coincidental.
This story contains sensitive themes that may not be suitable for all readers. Throughout the story, difficult situations are addressed that may include past trauma and its repercussions on the character's life. While these elements are not the main focus of the story, they are part of the character's development and growth.
If at any point you feel you need more context or information before continuing, please keep that in mind. Your well-being as a reader is important.
For now, the story will only be available in Spanish. However, if I receive enough support from the English-speaking community, I will consider translating it in the future. Thank you for reading!

Chapter 1: Capítulo 1: Cuando la lógica y los otomes no van de la mano

Chapter Text

Capítulo 1: Cuando la lógica y los otomes no van de la mano

Izecaiyada nunca fue una persona que encajara en moldes predefinidos. Con 35 años a cuestas, no era fácil adivinar su edad real. Su aspecto era engañoso, y muchos decían que si no lo sabía, habría jurado que tenía entre 17 y 22 años. Su piel, tersa y sin una arruga que delatara el paso del tiempo, su mirada profunda y pensativa, sus gestos enérgicos y su sonrisa traviesa la hacían parecer mucho más joven, mucho más libre.

Nacida bajo el signo de Piscis y en el Año de la Serpiente, Izecaiyada había heredado una combinación única: una intuición casi mágica, propia de su signo astrológico, y una mente analítica, estratégica y calculadora, que la hacía capaz de desenmarañar las tramas más complejas de los videojuegos, sin importar cuán enrevesadas fuesen. La sensibilidad de su signo la llevaba a vivir de forma intensa, pero también la impulsaba a cuestionar, a reflexionar y a buscar respuestas en los lugares más insospechados.

La joven mexicana había crecido en un mundo donde las fronteras entre lo real y lo ficticio parecían desdibujarse. Desde pequeña, había tenido un amor profundo por los videojuegos, y no cualquier tipo de juegos: los otome eran una de sus obsesiones. Había jugado casi todos, desde los clásicos hasta los más nuevos, en inglés, en japonés, y a veces en versiones con traducciones hechas a puro oído. Cada vez que descubría un nuevo título, se sumergía con tanto entusiasmo que no solo jugaba, sino que se convertía en parte del mundo que habitaba. Con cuadernos llenos de mapas de rutas, de decisiones posibles, y de minuciosas notas sobre personajes, Izecaiyada se había ganado el título de experta entre sus amigos virtuales.

Era la clase de jugadora que no se conformaba con lo que el juego ofrecía. Cada detalle, cada opción, cada palabra en la pantalla era analizada con precisión, como si estuviera desentrañando una fórmula secreta. Pero, a pesar de su destreza, las frustraciones eran inevitables. Y como toda jugadora dedicada, no se mordía la lengua cuando algo no tenía sentido.

Aunque su vida cotidiana no siempre era tan aventurera como en sus mundos virtuales, ella se sentía más viva cuando se perdía entre las historias de romance y drama que le ofrecían esos juegos. Cada ruta era una aventura, cada personaje un misterio, cada decisión una oportunidad para escapar de la rutina de su vida real. Y eso la mantenía en marcha.

Sin embargo, en ese preciso momento, con la tableta en sus manos, Izecaiyada no solo estaba jugando. Estaba a punto de enfrentarse a algo que nunca había experimentado: un otome que la desafiaría de una manera que ni siquiera sus habilidades más afiladas podrían prever.

¿Está preparada para lo que está a punto de suceder? ¿O, como de costumbre, su impulso de cuestionarlo todo la llevará a una aventura que ni el propio juego podría haber anticipado?

Izecaiyada Piscis gasta 10 millones en el mercado negro

Izecaiyada, como buena jugadora de otomes, sabía lo que hacía. Era una experta en esos mundos ficticios, con años de experiencia y una pasión por descubrir cada rincón oculto de las rutas románticas, de las tramas enrevesadas y de los personajes complejos. Su tableta, donde tenía instalado el último otome de moda, era su aliada fiel en la batalla diaria contra la realidad.

Estaba en una misión clave. Había avanzado sin problemas hasta llegar al mercado negro, con "Aries" a su lado. Este mercado, a medio camino entre lo lúgubre y lo fascinante, era el lugar donde las transacciones más peligrosas —y costosas— se llevaban a cabo. Pero Izecaiyada no se preocupaba. Ella, como siempre, se había preparado.

Aries
(Con su sonrisa confiada, mirando alrededor mientras recorría las sombras del mercado.)
"Elige lo que necesites. No escatimes. Yo me encargo."

Izecaiyada
(En voz alta, sin dejar de mirar la pantalla de la tableta, con una risita nerviosa.)
"¿Encargarme? ¡Por favor! Si me conoces sabes que soy un genio con los números. Aquí no se malgasta ni un centavo. ¡Tengo todo bajo control!"

En el juego, la protagonista, sin embargo, parecía tener otros planes. Con un par de clics, la transacción se cerró rápidamente. El precio que el vendedor había mencionado, por un material raro que se necesitaba para una mejora crucial, era... exorbitante. Izecaiyada se quedó congelada por un segundo al ver el monto en la pantalla. 10 millones. ¡¿10 millones?! No podía ser. Era el colmo de la codicia.

Izecaiyada
(Con los ojos abiertos como platos y las manos levantadas, mirando la pantalla en total incredulidad.)
"¡¿QUÉ?! ¡Mija, no! ¿Por qué pagas tanto? ¡Esto no es normal! ¿No se supone que aquí las transacciones deben ser estratégicas? ¡¡Negocia!! ¡Dile que eres pobre, di que no tienes nada, pero... ¡haz algo!"

En la pantalla, los vendedores se reían con una sonrisa que solo los personajes del juego podían tener. Aries, con su cara tan calmada como siempre, observaba la escena con una indiferencia impresionante. La transacción ya estaba cerrada, y lo único que quedaba era su comentario, que Izecaiyada no estaba lista para escuchar.

Aries
(Con tono de voz relajado, como si estuviera hablando de la compra de una taza de café.)
"Relájate, preciosa. Conmigo no tienes que preocuparte por esas cosas. El dinero no es un problema."

Izecaiyada, completamente atónita, se echó hacia atrás, dejándose caer de espaldas en su silla. La reacción no fue de sorpresa, sino de una mezcla de rabia e incredulidad. ¿El dinero no era un problema? ¿De qué estaba hablando?

Izecaiyada
(En voz alta, a punto de perder la cordura.)
"¡¿QUÉ ACABAS DE DECIR?! ¿El dinero no es un problema? ¡¿Entonces para qué ponen precios?!"
(Llena de frustración, comenzó a darle pequeños golpes a la pantalla de la tableta.)
"¡Explícame, juego, qué clase de lógica es esta! ¿Quién escribe este guión? ¿Quién hace estos precios ridículos?"

Aries, como si estuviera hablando con la calma de alguien que no tenía nada que perder, respondió de nuevo en la pantalla, mientras la transacción se cerraba con una elegancia que solo los personajes de fantasía podían tener.

Aries
(Con una sonrisa que podría desarmar a cualquier mujer, a pesar del caos en la cabeza de Izecaiyada.)
"Lo importante es que conseguiste lo que necesitabas. Cuando estés conmigo, puedes tener lo que quieras."

Izecaiyada, ahora completamente fuera de sí, se levantó de la silla con la mirada fija en la pantalla. Su sarcasmo era como un escudo para cubrir la incomodidad de la situación.

Izecaiyada
(Con voz irónica, mirando a Aries en la pantalla.)
"¡Oh, claro! ¡Lo que siempre soñé! Ser una protagonista derrochadora, patrocinada por un mafioso con tarjeta infinita. ¡Qué maravilla de mundo!"

El humor sarcástico la estaba ayudando a calmarse, pero su mente no dejaba de dar vueltas. Mientras el juego continuaba avanzando, ella se quedó ahí, mirando la pantalla con una sensación extraña en el pecho.

Izecaiyada
(Susurrando para sí misma, mientras pasaba los dedos por la pantalla, ya en modo introspectivo.)
"¿Por qué me molesta tanto? Es solo un juego, ¿no? Pero… Dios, ojalá la vida real fuera así de simple. Gastar sin miedo, sin tener que calcular cada centavo, sin estar pendiente de cada detalle. Ser tan… libre. Como ellos."

(Suspiró profundamente, volviendo a la pantalla con una pequeña sonrisa amarga en los labios.)
"Y yo aquí, regañando a un personaje ficticio por no ser responsable. Estoy perdiendo la cabeza. Gracias, Aries, por el recordatorio de que la vida no es un juego."

El brillo de la tableta se reflejó en sus ojos. Tal vez, solo tal vez, en ese otro mundo ficticio, las reglas no eran tan complicadas. Pero, por ahora, ella tenía que regresar a la realidad. Y esa realidad no era tan indulgente.

Chapter 2: Izecaiyada: Entre el poder y la prudencia

Summary:

📌 Nota del autor/a:
Este fanfic está basado en el videojuego Love and Deepspace, pero todos los nombres de los personajes han sido cambiados y la historia toma ciertas libertades creativas, por lo que no sigue fielmente los eventos originales del juego. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Esta historia contiene temas sensibles que podrían no ser adecuados para todos los lectores. A lo largo de la trama, se abordan situaciones difíciles que pueden incluir trauma pasado y sus repercusiones en la vida del personaje. Aunque estos elementos no son el foco principal de la historia, forman parte del desarrollo del personaje y su crecimiento.
Si en algún momento sientes que necesitas más contexto o información antes de continuar, por favor tenlo en cuenta. Tu bienestar como lector es importante.
Por ahora, la historia solo estará disponible en español. Sin embargo, si veo suficiente apoyo de la comunidad angloparlante, consideraré traducirlo al inglés en el futuro. ¡Gracias por leer!

Notes:

📌 Author’s Note:
This fanfiction is based on the game Love and Deepspace, but all character names have been changed, and the story takes creative liberties, meaning it does not strictly follow the original game events. Any resemblance to real life is purely coincidental.
This story contains sensitive themes that may not be suitable for all readers. Throughout the story, difficult situations are addressed that may include past trauma and its repercussions on the character's life. While these elements are not the main focus of the story, they are part of the character's development and growth.
If at any point you feel you need more context or information before continuing, please keep that in mind. Your well-being as a reader is important.
For now, the story will only be available in Spanish. However, if I receive enough support from the English-speaking community, I will consider translating it in the future. Thank you for reading!

Chapter Text

A los 35 años, Izecaiyada no era una persona común. Su vida había sido una danza entre lo extraordinario y lo mundano, un tira y afloja constante entre sus capacidades sobresalientes y las duras realidades de su salud. Aunque su cuerpo “era estable”, no era invencible. Sabía que su físico no era el de una superhéroe, y mucho menos el de alguien que pudiera ignorar los efectos del estrés. Por dentro, su mente siempre estaba trabajando a mil por hora, pero por fuera, ella debía ser cautelosa. Cada paso que daba tenía que estar medido, porque su cuerpo no le perdonaba los excesos.

Desde pequeña, Izecaiyada había descubierto algo peculiar en su forma de ser: una habilidad inusual para visualizar cualquier técnica o movimiento que viera. Solo necesitaba observar un par de veces y su mente lograba replicarlo con exactitud, como si pudiera grabarlo y reproducirlo. Al principio, esto parecía un don bendecido por los dioses, una ventaja casi "milagrosa" que le permitía ser increíblemente buena en lo que se proponía. Ella la llamaría “la visualización” . Pero había algo que nadie veía: ese poder tenía un precio.

Aunque su capacidad de replicar cualquier técnica, de aprender a una velocidad abrumadora, podría hacerla destacar en casi cualquier campo, pronto se dio cuenta de que su cuerpo no podía seguir el ritmo. Su mente era un tren de alta velocidad, pero su cuerpo era una máquina más frágil de lo que quisiera admitir. Cada vez que explotaba esa habilidad con demasiada intensidad, su cuerpo le pasaba factura, sus pulmones lo sufrían, además de estar enferma varios días seguidos. Estas dolencias físicas se sumaban punzantes ataques de migraña, un dolor lancinante que le nublaba la visión y le martilleaba la cabeza, los cuales, con una mezcla de resignación y un intento de normalizar su sufrimiento, atribuía al constante estrés derivado del acoso escolar que soportaba. Le costaba más de lo que estaba dispuesta a pagar. Entonces, aprendió a ser prudente, a medir cada uso de esa capacidad, cada esfuerzo, cada repetición de una técnica. Porque aunque pudiera volverse imparable en algunos momentos, no podía permitirse que su cuerpo colapsara en el proceso.

Y luego estaba su otra habilidad, la que había aprendido a controlar con un rigor casi militar. El berserker . Izecaiyada nunca se olvidaría del día en que esa fuerza descomunal había surgido por primera vez, cuando tenía solo 10 años. Aquella vez, cuando su vida se vio amenazada junto a 15 niños más, había desatado una fuerza brutal para proteger a los demás. Había destrozado todo a su paso, como un torbellino imparable. La adrenalina de la batalla había despertado algo primal en ella, algo salvaje y feroz que, de no haber sido contenido, podría haber destruido todo a su alrededor. Después de ese episodio, quedó claro que ese poder tenía un límite. Y no solo era físico: el costo emocional de desatarlo la había marcado para siempre.

Cada vez que sentía ese impulso, esa ira a punto de desbordarse, Izecaiyada sabía que la liberación de ese poder no solo podía destruir a los que tenía cerca, sino también a ella misma. La recuperación física después de un uso excesivo de su fuerza berserker no era solo un proceso largo, sino también doloroso. Era como si su cuerpo tuviera que reconstruirse de adentro hacia afuera. Y si no se detenía a tiempo, las secuelas podrían ser irreparables, de hecho después de esa única vez, su cuerpo pasó enfermo durante dos semanas seguidas. Por eso, Izecaiyada había aprendido a controlar esa ira, a dejarla en su interior, a no dejarla escapar por completo. Nadie debía conocer el alcance de su poder, ni siquiera ella misma en su totalidad.

Sin embargo, había algo extraño en esa dualidad de su ser: el poder de “la visualización” y “la furia berserker estaban siempre ahí, dentro de ella, listos para ser liberados. Pero Izecaiyada sabía que si alguna vez se dejaba llevar por la tentación de usarlos con demasiada frecuencia, su cuerpo, su mente, su alma, sufrirían las consecuencias. Y a lo largo de los años, esa lucha interna había sido su mayor desafío: ¿Cómo equilibrar el deseo de proteger a los demás, de ser una heroína, con la necesidad de cuidar su propia salud? ¿Cómo manejar una habilidad tan destructiva sin arriesgarse a autodestruirse en el proceso?

Esto la llevó a un tipo de madurez introspectiva. Si bien su mente estaba constantemente aguda, analítica y deseosa de seguir explorando sus límites, su cuerpo le recordaba cada día que no era indestructible. Había aprendido que la sabiduría no solo radicaba en poder controlar sus habilidades, sino también en ser consciente de sus límites. No podía permitirse vivir sin medida, como otros lo harían. Cada decisión debía ser tomada con cautela, especialmente cuando sentía la tentación de liberar su potencial sin pensar en el precio.

Izecaiyada no era solo una jugadora excepcional, una estratega astuta en el mundo de los otomes y videojuegos . Ella había aprendido a vivir entre la fantasía y la realidad de una manera que pocos podían comprender. Sus habilidades, que muchos admirarían y envidiarían si se enteraban, eran su bendición y su carga. Y aunque su vida podría parecer normal para los ojos de quienes la rodeaban, nadie sabía las batallas que libraba cada día, en su cuerpo y en su mente.

Como toda Piscis, sus emociones a menudo se desbordaban. Pero en lo profundo de su ser, Izecaiyada también era una Serpiente astuta, capaz de analizar con calma lo que se necesitaba en cada momento. Si bien podía ser impulsiva, sabía cómo recular a tiempo, cómo dar un paso atrás y evaluar las consecuencias de sus acciones. A veces, desearía poder ser más impulsiva, más libre de ataduras, sin las constantes advertencias internas sobre su salud, su bienestar.

Pero la vida nunca era tan fácil. La vida nunca era solo un juego.

La lección que no quería aprender

Izecaiyada nunca fue la típica chica que brillaba en el deporte. Desde pequeña, siempre fue la "nerd" del salón, la que se refugiaba en los libros, la que sacaba 10s sin siquiera “esforzarse demasiado” . Eso la hacía destacar de manera diferente a sus compañeros, pero no de la forma que ella hubiera querido. En lugar de ser admirada por su inteligencia, era vista como rara, incomprendida. Y, como suele suceder cuando alguien es diferente, comenzó el bullying.

Asistía a una escuela privada gracias a una beca académica, lo que la hacía aún más visible entre sus compañeros, hijos de familias acomodadas. Aunque sobresalía en las clases, no lograba ganarse un lugar real entre ellos. Su estatus de becada la convirtió en blanco de burlas constantes, a veces sutiles, a veces crueles.

Le robaban útiles, le dañaban sus tareas, y más de una vez la acusaron falsamente de cosas que no había hecho, solo por ser "la diferente". No era porque encajara con un estereotipo: no robaba por cliché, sino por sobrevivencia. Con el tiempo, Beatriz aprendió a recuperar lo suyo, a moverse sin ser vista, a proteger lo poco que tenía. No era trampa. Era defensa. Era estrategia. Era crecer sabiendo que, para ella, las reglas siempre serían distintas.

En la secundaria, las bromas se volvieron más crueles. Le decían cosas como "La rara", "La de los libros", "La que nunca hace nada en clase de deportes". La excluían de todo. Cuando era hora de elegir equipos para jugar, siempre terminaba siendo la última, elegida por pena o porque no quedaba de otra. No importaba cuánto se esforzara por integrarse, sus compañeros solo la miraban con indiferencia, o peor, con burla.

Un día, después de ser la última en ser seleccionada una vez más para un partido de fútbol, algo dentro de ella se rompió. Se miró al espejo y se dio cuenta de que, aunque su mente era un refugio y una fuente de orgullo, su cuerpo era otra cosa. No podía seguir así. Necesitaba cambiar, necesitaba algo más, algo que la hiciera sentir que sí podía encajar, que valía más que sus notas. Y, por un momento, pensó que el deporte sería su oportunidad. Si entrenaba lo suficiente, si pudiera demostrar que podía ser tan buena como los demás, tal vez se ganaría su respeto, tal vez dejarían de verla como una broma, como una rara.

Así que comenzó a entrenar en secreto. No había internet para ver videos, pero había programas de televisión deportivos y algunos libros. Los veía una y otra vez, analizando cada movimiento. Los primeros intentos fueron patéticos, pero no la detuvieron. Usaba su habilidad de “visualización” , esa que había trabajado a lo largo de los años, para ver las jugadas, los movimientos, y luego los repetía. Estaba sola, y no le importaba. Sólo quería encajar. Quería que, al menos en algo físico, pudiera demostrar que era capaz, que valía la pena.

Con el tiempo, los resultados comenzaron a notarse. Su cuerpo ya no era el de una chica débil, sino el de alguien con potencial. En las carreras de resistencia, empezaba a superar a la mayoría de sus compañeros. En los entrenamientos, su velocidad y precisión empezaron a destacar. El esfuerzo estaba valiendo la pena, o eso pensaba. Pero el impacto de sus logros fue muy diferente al que esperaba.

En la siguiente carrera escolar, Izecaiyada corrió más rápido de lo que nunca imaginó. Fue la primera en llegar a la meta, y por un segundo, pensó que esta vez todo cambiaría. El dolor en sus piernas, el sudor en su frente, todo el sacrificio estaba dando frutos. Se sentó a descansar, pero antes de que pudiera sentir el triunfo, escuchó una voz.

Un compañero, que hasta ese momento había sido uno de los más crueles con ella, se acercó con una sonrisa torcida, casi burlona. "No eres humana" , dijo, mirándola con una mezcla de incredulidad y algo más, algo que Izecaiyada no alcanzó a descifrar. "¿Qué clase de truco es ese? ¿Cómo pudiste correr así?".

No fue un comentario de asombro o admiración. Fue un juicio, una condena. Como si su habilidad, su esfuerzo, no fueran bienvenidos en ese espacio. En lugar de ser reconocida, lo que encontró fue miedo. Su propio compañero, uno de los que más la había marginado, no vio a una chica que había trabajado para mejorar, sino a una amenaza, a algo que no encajaba en sus normas. Izecaiyada sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. Lo que pensó que sería el momento de su aceptación se convirtió en el instante en que entendió que no podía ganar, no importaba cuánto se esforzara.

Ese fue el comienzo de su aislamiento total. No solo dejaron de hablarle, sino que, peor aún, comenzaron a hablar de ella a sus espaldas y ser agresivos con ella. Los murmullos la seguían por los pasillos, los comentarios seguidos de “golpes” se hacían más crueles. Le decían cosas como "La rara", "La freak", "La que no encaja" . El bullying que había soportado por años se transformó en algo más visceral, más insostenible.

Ya no solo se sentía invisible, sino aterradora, alienígena, algo que los demás preferían evitar. Su único intento por ser parte de algo, por ganarse un lugar en ese mundo que tanto deseaba, había fracasado estrepitosamente. Sus compañeros no solo la rechazaron, sino que la temieron.

En la siguiente clase de deportes, Izecaiyada apenas pudo concentrarse. Su mente estaba nublada por las palabras de su compañero y la mirada de miedo que había visto en los ojos de los demás. "No vale la pena" , pensó mientras miraba a los demás disfrutar sin ella. Se retiró, de nuevo, a su zona de confort: el salón de clases, los libros, las matemáticas, donde su habilidad no inspiraba miedo, sino “admiración” , aunque también esa mirada distante de quienes nunca llegarían a entenderla.

Fue ese día que, finalmente, Izecaiyada abandonó el deporte. No por falta de habilidad, sino porque el costo emocional de intentar encajar había sido demasiado alto. Y, aunque en el fondo todavía deseaba la aceptación, entendió que ser diferente no siempre se traducía en admiración. A veces, solo significaba ser una amenaza. Y no estaba dispuesta a perder más de sí misma por algo que no valía la pena.

No, Izecaiyada no volvió a correr en público. Pero eso no significaba que hubiera dejado de moverse. Simplemente, aprendió a hacerlo en las sombras.

Chapter 3: El Último Circuito

Summary:

📌 Nota del autor/a:
Este fanfic está basado en el videojuego Love and Deepspace, pero todos los nombres de los personajes han sido cambiados y la historia toma ciertas libertades creativas, por lo que no sigue fielmente los eventos originales del juego. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Esta historia contiene temas sensibles que podrían no ser adecuados para todos los lectores. A lo largo de la trama, se abordan situaciones difíciles que pueden incluir trauma pasado y sus repercusiones en la vida del personaje. Aunque estos elementos no son el foco principal de la historia, forman parte del desarrollo del personaje y su crecimiento.
Si en algún momento sientes que necesitas más contexto o información antes de continuar, por favor tenlo en cuenta. Tu bienestar como lector es importante.
Por ahora, la historia solo estará disponible en español. Sin embargo, si veo suficiente apoyo de la comunidad angloparlante, consideraré traducirlo al inglés en el futuro. ¡Gracias por leer!

Notes:

📌 Author’s Note:
This fanfiction is based on the game Love and Deepspace, but all character names have been changed, and the story takes creative liberties, meaning it does not strictly follow the original game events. Any resemblance to real life is purely coincidental.
This story contains sensitive themes that may not be suitable for all readers. Throughout the story, difficult situations are addressed that may include past trauma and its repercussions on the character's life. While these elements are not the main focus of the story, they are part of the character's development and growth.
If at any point you feel you need more context or information before continuing, please keep that in mind. Your well-being as a reader is important.
For now, the story will only be available in Spanish. However, if I receive enough support from the English-speaking community, I will consider translating it in the future. Thank you for reading!

Chapter Text

El sol estaba bajo, el aire fresco de la tarde tocaba su piel mientras se preparaba para uno de los ejercicios más difíciles que había tenido que enfrentar. La clase de deportes siempre era un campo de batalla emocional para Izecaiyada. Lo que para otros era solo otra actividad rutinaria, para ella era un recordatorio constante de lo que no podía lograr, de lo que nunca lograría sin el esfuerzo y la disciplina que la mayoría de sus compañeros ya tenían de forma natural. Cada vez que se alineaba con los demás para una carrera o para un juego, sentía la mirada de incomodidad o burla de los otros.

Esa tarde no sería diferente, o al menos eso pensaba. El examen de circuito era el desafío final del semestre. Cada uno debía completar una serie de ejercicios: correr a máxima velocidad, saltar obstáculos, hacer abdominales, y más. Todos lo hicieron sin compromiso real, con la única intención de terminar rápido para poder ir a jugar y dejar de estar bajo la mirada vigilante del maestro. Nadie tomaba en serio el ejercicio, como siempre.

Excepto ella.

Izecaiyada sabía que no era rápida ni fuerte. Sabía que no iba a destacar en ese campo, pero algo dentro de ella la impulsaba a seguir adelante. No por la calificación, ni por las expectativas de los demás. Lo hacía porque, por alguna razón, necesitaba demostrar algo a sí misma, como si esa fuera la única forma de validarse. Así que, una vez más, se quedó hasta el último minuto, haciendo cada ejercicio con dedicación, cada movimiento con precisión, buscando hacer bien lo que todos los demás solo estaban buscando terminar rápido.

Cuando la mayoría de sus compañeros ya estaban en el campo de fútbol, lanzando pelotas o corriendo sin pensar, ella seguía con los ejercicios, sudando, agotada, pero concentrada. Y cuando llegó a la parte de hacer ejercicios en pareja, el golpe fue inmediato. Miró a su alrededor, buscando a alguien que pudiera ser su compañero para los estiramientos y las flexiones en pareja, pero nadie la miró. Todos estaban ocupados con sus propios grupos, riendo, hablando entre ellos. Izecaiyada se quedó quieta, en medio del gimnasio, observando cómo el silencio de la exclusión se hacía más fuerte en cada segundo que pasaba. El maestro la vio desde el otro lado, pero no dijo nada.

Sin embargo, algo cambió cuando finalmente terminó el circuito. Alzó la mirada para encontrarse con el rostro de su maestro, el único que parecía haberse dado cuenta de su esfuerzo. Él no le dedicó un comentario como los demás. No le dijo “Buen trabajo” o “¡Qué rápido!”. No. Su comentario fue más profundo, algo que resonó dentro de ella, algo que le dio un pequeño empujón en un momento en que sentía que su mundo se desmoronaba:

“Todos los demás pueden ser más rápidos, más fuertes, más ágiles que tú. Pero sabes qué, tienes algo que ellos no, y eso es la dedicación. Y créeme, el no rendirte es lo que te llevará lejos en la vida, no solo en esto. No te conformes nunca”.

Izecaiyada se quedó en silencio, mirando al maestro. Fue la primera vez que alguien vio lo que hacía, que alguien reconoció que no era el talento natural lo que la movía, sino la pura perseverancia. Él vio su alma a través de sus esfuerzos, de su lucha por encajar, por ser aceptada. Eso la dejó sin palabras, pero también, por primera vez, la hizo sentir que tal vez no estaba tan equivocada.

Cuando el maestro terminó de hablar, Izecaiyada se acercó a su escritorio con la cabeza baja, todavía sonrojada por la exposición. Sabía que no estaba allí para obtener un premio ni para ser la estrella. Pero, cuando se entregaron las calificaciones, su rostro se tensó al ver lo que estaba frente a ella: un 10. Perfecto.

Fue la única en toda la clase que lo consiguió. Nadie más había completado el circuito con la misma dedicación, el mismo empeño. El maestro explicó ante todos, sin tapujos:

“Este es el único trabajo completo. Todos los demás se apresuraron, pero ella se quedó hasta el final, completando cada ejercicio con esmero. Y por eso, Izecaiyada, tú tienes el 10. No por ser la más rápida o la más fuerte, sino por haber demostrado lo que más importa: dedicación.”

El silencio en la sala fue palpable. Los otros estudiantes se miraron entre sí, algunos molestos, otros sorprendidos, y algunos, como siempre, solo se burlaron de ella en silencio. Pero a Izecaiyada no le importó. Ya no le importaba lo que pensaran de ella. Al menos había sido vista. Aunque todos los demás estuvieran mirando al suelo, ella sabía que en algún rincón de su alma había algo que no podrían quitarle: su dedicación .

Sin embargo, esa misma tarde, al salir del gimnasio, Izecaiyada se dio cuenta de algo más. Mientras los demás la ignoraban o la observaban con indiferencia, el peso de la exclusión seguía sobre sus hombros. Nadie la había felicitado realmente, ni se había acercado a ella para hablar, no hubo aplausos, solo una fría indiferencia. Fue el maestro quien le había dado esa pequeña chispa de esperanza, pero, por lo demás, su mundo continuaba igual. Los murmullos y las miradas de los compañeros seguían, pero, por primera vez, se sintió capaz de enfrentarlas .

Aunque aún sentía esa sombra del bullying, aunque seguía siendo la “rara” o la “extraña” para los demás, por dentro, en su corazón, algo había cambiado. Ya no necesitaba ser la mejor en todo. Había aprendido que la dedicación, aunque no le asegurara la aceptación de los demás, le daba algo mucho más valioso: respeto hacia sí misma .

El Refugio Virtual

Desde que era pequeña, los videojuegos se convirtieron en su santuario. No había nada como el clic del teclado, el sonido familiar de la pantalla de carga, o la satisfacción de derrotar a un jefe final tras horas de batalla. En un mundo donde la aceptación y la validación parecían estar siempre fuera de su alcance, Izecaiyada encontró consuelo en los mundos virtuales que sus padres no podían ofrecerle, una escapatoria donde los problemas de la vida real se disolvían y donde, al fin, podía ser buena en algo .

De joven, se metía en su habitación con su PC vieja, que había conseguido gracias a su esfuerzo y horas de trabajo extra. Aunque la situación de su familia no era la mejor, los videojuegos se convirtieron en la única "riqueza" que podía permitirse. La pantalla iluminaba su cara en la oscuridad, un refugio en medio de la incertidumbre económica y el aislamiento social.

Desde Pokémon en su forma más pura —coleccionando criaturas y formando estrategias en su cabeza mientras recorría cada rincón de la región de Kanto— hasta los juegos de pelea , donde desahogaba su frustración y encontraba en los combos y los especiales una sensación de control que le faltaba en su vida. Luego, sin perder tiempo, se zambulló en Final Fantasy , donde no solo se sumergía en las historias épicas, sino que analizaba la estructura de los personajes, las habilidades, las mecánicas de combate, y se preguntaba: ¿cómo podría mejorar esto? A veces incluso pensaba: Este poder de un videojuego podría utilizarse en este otro para vencer a este enemigo, el malo que no está implementado así...

Saint Seiya la atrapó con su narrativa de heroísmo, pero también con los complejos patrones de lucha, las técnicas, los cálculos para predecir el siguiente movimiento del oponente, como otras historias de anime y series de televisión. Lo mismo ocurría con los juegos RPG , donde la gestión de recursos y personajes se volvía casi un desafío mental, como un juego de ajedrez, pero en forma digital. Si alguien la hubiera escuchado, podría haberla encontrado diciendo en voz baja, como una especie de mantra: "Si cambio esta habilidad de aquí, podría derrotar a ese jefe con el mínimo daño. O, si agrego una magia de área, esa estrategia se hace imparable."

Pero no solo se limitaba a los RPGs o los juegos de pelea. También se sumergía en los shooters , donde se convertía en una especialista en el control y la precisión. Tenía una visión perfecta para prever los movimientos del enemigo, como si todo fuera un gran patrón que pudiera resolver. Las cartas , como el solitario o el póker , UNO , también se convirtieron en parte de su rutina. No era solo para pasar el rato; eran entrenamientos mentales. Cada carta que se jugaba era un movimiento calculado, cada decisión tomada con la mente fría de alguien que analizaba más allá de lo obvio.

Era como si, al igual que en el mundo real, donde sentía que debía calcular cada paso para no equivocarse, los videojuegos le ofrecieran una simulación donde podía probar sus habilidades sin consecuencias reales, sin las miradas de juicio o las expectativas de otros. Allí, su valor no se medía por su rapidez o sus habilidades físicas, sino por su mente y su estrategia . Y eso, por una vez, la hacía sentir suficiente .

Y, claro, esas largas noches de juego también le daban tiempo para teorizar. A Izecaiyada le fascinaba pensar en los mecanismos ocultos de los videojuegos, en la forma en que las historias estaban entrelazadas con las mecánicas, en cómo podía influir un pequeño cambio para crear un impacto mayor. Esas teorías, nacidas en su mente, eran la manera de tomar control en un mundo donde sentía que, a menudo, el control no estaba en sus manos. Siempre que terminaba un juego, pensaba: ¿Cómo podría haberlo hecho diferente? ¿Qué hubiera pasado si...?

Sus compañeros de la escuela, que la ignoraban o la rechazaban, probablemente nunca sabrían de su fascinación por los videojuegos o de la inmensa satisfacción que sentía al resolver problemas complejos en un mundo sin reglas injustas ni expectativas sociales. En el mundo de los videojuegos, Izecaiyada encontraba algo que el mundo real le había negado: validación, independencia, y sobre todo, un refugio donde las cosas dependían solo de ella .

A pesar de las dificultades de su entorno, de la falta de dinero para una consola moderna o de la presión constante de una familia que no entendía sus pasatiempos, ella seguía ahí. El sonido de los píxeles y los personajes virtuales eran su única compañía estable, una forma de sentir que tenía algo propio , algo que no dependía de nadie más para existir. Cada nivel alcanzado, cada nuevo jefe derrotado, era una pequeña victoria que le recordaba que podía ser buena en algo , aunque fuera solo en su mundo.

Chapter 4: El Cuarto Lugar y el Sueño de Enseñar

Summary:

📌 Nota del autor/a:
Este fanfic está basado en el videojuego Love and Deepspace, pero todos los nombres de los personajes han sido cambiados y la historia toma ciertas libertades creativas, por lo que no sigue fielmente los eventos originales del juego. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Esta historia contiene temas sensibles que podrían no ser adecuados para todos los lectores. A lo largo de la trama, se abordan situaciones difíciles que pueden incluir trauma pasado y sus repercusiones en la vida del personaje. Aunque estos elementos no son el foco principal de la historia, forman parte del desarrollo del personaje y su crecimiento.
Si en algún momento sientes que necesitas más contexto o información antes de continuar, por favor tenlo en cuenta. Tu bienestar como lector es importante.
Por ahora, la historia solo estará disponible en español. Sin embargo, si veo suficiente apoyo de la comunidad angloparlante, consideraré traducirlo al inglés en el futuro. ¡Gracias por leer!

Notes:

📌 Author’s Note:
This fanfiction is based on the game Love and Deepspace, but all character names have been changed, and the story takes creative liberties, meaning it does not strictly follow the original game events. Any resemblance to real life is purely coincidental.
This story contains sensitive themes that may not be suitable for all readers. Throughout the story, difficult situations are addressed that may include past trauma and its repercussions on the character's life. While these elements are not the main focus of the story, they are part of the character's development and growth.
If at any point you feel you need more context or information before continuing, please keep that in mind. Your well-being as a reader is important.
For now, the story will only be available in Spanish. However, if I receive enough support from the English-speaking community, I will consider translating it in the future. Thank you for reading!

Chapter Text

Izecaiyada nunca fue la mejor en lo físico, al menos no de la manera en que el sistema escolar lo valoraba. En las competencias deportivas y en los exámenes de aptitudes, siempre quedaba en el cuarto lugar , con una diferencia tan mínima con los primeros puestos que parecía casi irrelevante. Un 9.7 frente a un 10 , un 9.8 frente a un 9.9 . Las diferencias eran apenas de unos pocos puntos, pero en su mente, esas cifras no cambiaban el hecho de que siempre quedaba fuera del podio .

Al principio, esos resultados no le importaban mucho. El esfuerzo valía más que el número , pensaba. Pero con el tiempo, algo comenzó a cambiar. El rechazo, las miradas furtivas y las risas a sus espaldas empezaron a volverse parte de su día a día. La constante comparación con sus compañeros la hizo sentir que no importaba cuán bien lo hiciera: siempre quedaría en un limbo . No era suficiente para ser la mejor, y no era lo suficientemente mala para pasar desapercibida. Era la que quedaba en el borde , siempre cerca, pero nunca tocando la meta.

Lo que más la hirió, sin embargo, no fue el simple hecho de quedar en cuarto lugar, sino el comentario de uno de sus compañeros , ese día en que ella, con esfuerzo, logró mantenerse en la competencia. Fue al final de una carrera, cuando el chico que siempre aspiraba a ser el primero se acercó a ella, sin mucha cortesía, y le soltó con desdén:
"¿Por qué me quitas mi cuarto lugar?"

No era solo un comentario de competencia , sino una clara manifestación de las expectativas de género que marcaban la diferencia entre ellos y ella. ¿Por qué? Porque él no podía concebir que una chica le quitara lo que él pensaba que le correspondía . Al principio, Izecaiyada pensó que la crítica era simplemente parte del juego, algo que las rivalidades en “el deporte generaban” . Sin embargo, con el tiempo, se dio cuenta de algo mucho más profundo. Ese comentario estaba cargado de machismo . No era un reclamo por una competencia sana, sino una expresión de una idea más grande: que a una mujer no se le permitía sobresalir, no se le permitía ganar , especialmente en áreas en las que la sociedad consideraba que los hombres debían ser los dominantes.

Y, aunque nunca lo dijo directamente, Izecaiyada comprendió que ese comentario probablemente tenía un origen más cercano : la madre de su compañero , quien seguramente le había enseñado a su hijo desde pequeño que en la vida solo hay espacio para los primeros lugares , y que las mujeres no deberían interrumpir esa jerarquía . Era una enseñanza sutil, pero poderosa, que reflejaba las presiones sociales y las expectativas de un sistema patriarcal que no solo relegaba a las mujeres, sino que hacía que los hombres se sintieran amenazados por su éxito.

Años después , ya como docente, Isekaiyada tuvo la oportunidad de reflexionar sobre aquella escena de su juventud desde una perspectiva completamente diferente. Convertida en docente, se dio cuenta de que la experiencia de ser estudiante no era algo tan único; se repetía constantemente en los pasillos de su escuela. Como profesora de Docencia en las Artes , capacitada para enseñar los cuatro pilares de las artes Arte Plástica , Teatro , Música y Danza —, Isekaiyada había aprendido que el arte no solo se trataba de técnica, sino de una profunda conexión con el ser.

Al observar a sus estudiantes, comenzó a notar patrones que le resultaban inquietantemente familiares. Muchos de los jóvenes que llegaban a su aula, especialmente aquellos provenientes de hogares con altas expectativas sobre su rendimiento académico y personal, mostraban signos de inseguridad. Iban a clases con una necesidad constante de validación, de estar a la altura de lo que se esperaba de ellos. Y, en disciplinas como las artes, donde la creatividad y la expresión personal deberían ser el motor, esto se convertía en una barrera casi invisible pero contundente.

Incluso en asignaturas donde no se competía de manera directa, esa obsesión por ser "el mejor" parecía haberse impregnado en sus mentes desde pequeños, como una especie de necesidad de validación externa. Isekaiyada lo veía claramente: en sus gestos al pintar, en sus tímidos intentos de actuar, en la forma en que se retraían al intentar crear una pieza musical o bailar. En cada uno de esos momentos, ella veía la lucha interna de los chicos que, en lugar de liberarse, se sentían atrapados por su propia presión.

Como profesora de Docencia en las artes , entendía que la verdadera riqueza de estas disciplinas radicaba no solo en dominar una técnica, sino en permitir que los estudiantes se expresaran, que se arriesgaran, que se liberaran de las expectativas externas y se concentraran en el proceso de creación. El arte no era un concurso. El arte, en su verdadera esencia, era un viaje hacia uno mismo, una exploración constante de la vulnerabilidad humana.

Izecaiyada nunca imaginó que su habilidad para la "visualización" la llevaría tan lejos mientras estudiaba la carrera. Si bien siempre había sido talentosa con su capacidad de imitar cualquier movimiento que viera (obvio con su costo en su salud), fue en el teatro donde descubrió su verdadera pasión. Al principio, no entendía por qué interpretaba los papeles con tanta facilidad, pero pronto se dio cuenta de que su talento para "ver" y "sentir" cada movimiento o gesto, y luego traducirlo a su propio cuerpo, se intensificaba cuando lo hacía a través de un personaje. La clave estaba en darle ese toque personal, ese matiz único, que transformaba cada acción en algo más natural. En lugar de forzar su cuerpo a imitar algo desde cero, simplemente lo veía como una representación, un papel que interpretar. De esta forma, la visualización se volvía más fluida, menos agotadora, y podía sumergirse por completo en el rol sin esfuerzo.

Y fue entonces cuando Isekaiyada comprendió algo fundamental: en su papel como docente , no solo debía enseñar a pintar, a actuar, a bailar o a componer música, sino a permitir que sus estudiantes se equivocaran, a ver el valor en cada paso imperfecto. A través de los cuatro pilares de las bellas artes, les estaba enseñando a encontrar su propia voz, a liberarse de esas cadenas invisibles que los mantenían en constante competencia. Lo que más necesitaban era comprender que en el arte, como en la vida, la perfección no era el objetivo; la autenticidad sí lo era.

Izecaiyada comenzó a ver que el comentario de su compañero no era algo aislado, ni dirigido solo hacia ella. Era un reflejo de un sistema que, desde pequeños, enseñaba a los hombres a competir de manera feroz y a sentirse superiores a las mujeres. De alguna manera, lo que parecía una simple queja por perder el "cuarto lugar" era, en realidad, un eco de la educación que recibía en casa , de un entorno donde las niñas no eran vistas como rivales de los chicos. Al final, esa mentalidad machista era la que los niños aprendían sin cuestionar.

Al reflexionar sobre esto , Izecaiyada entendió que ese rechazo, ese dolor, no solo la afectaba a ella, sino que también revelaba mucho sobre las presiones que los hombres enfrentan para cumplir con ciertas expectativas de éxito . El comentario de su compañero dejó de ser una herida personal para convertirse en un punto de reflexión sobre cómo las expectativas sociales afectan tanto a hombres como a mujeres, aunque de diferentes maneras.

Este entendimiento se convirtió en uno de los pilares fundamentales de su carrera como docente. En lugar de ver a sus estudiantes como simples competidores en una carrera hacia el primer lugar, Izecaiyada ahora los veía como personas presionadas por un sistema que les decía qué hacer y cómo ser . En su labor, comenzó a promover un enfoque más holístico de la educación, donde el esfuerzo personal y la dedicación fueran mucho más valorados que la simple victoria. A través de sus propias experiencias, se dio cuenta de que no importa el lugar en el que termines , sino el esfuerzo que pongas en llegar hasta allí.

Como docente, Izecaiyada comenzó a enseñar a sus estudiantes a celebrar su esfuerzo personal , a no compararse con los demás y a no medir su valor a través de las expectativas externas. Era su manera de curar las heridas que ella misma había sufrido, y de ayudar a otros a superar las barreras que el sistema les imponía.

 

Un Escape Virtual: Los Juegos, la Frustración y los Fuegos Artificiales

Izecaiyada no esperaba gran cosa cuando decidió instalar ese juego tan popular. Al fin y al cabo, a sus 35 años, ya no era una joven fascinada por las novedades de la cultura geek, sino alguien que buscaba distraerse un poco después de un largo día de trabajo. Había encontrado el juego a través de Pinterest , donde vio numerosos fan arts de la protagonista y, aunque no era su tipo de estética habitual, las reseñas no paraban de alabarlo. "Vale la pena probarlo", pensó, y lo descargó.

Desde el principio, algo le molestó. La protagonista del juego , un personaje femenino de esos típicos visual novels de estilo asiático, parecía ser la personificación de la palabra "pica flor". Se iba de un interés romántico a otro, coqueteando descaradamente con todos los chicos de la historia. Izecaiyada, una mexicana de alma y sangre , pensó que ya había visto todo tipo de coqueteos en la vida real, pero este nivel de descaro le resultaba chocante . En su mundo, el coqueteo era una danza más sutil, incluso algo juguetón, pero jamás tan evidente y artificial como lo que veía en la pantalla.

"¿En serio?", se quejaba mientras manejaba el personaje, viendo cómo la protagonista se acercaba al segundo chico , luego al tercer chico y cuarto chico , y después, de nuevo, al primero. "¡Qué necesidad!", pensaba, como si el juego no tuviera más que ofrecer que esas interacciones superficiales. Pero lo que realmente la atrapó fue un personaje en particular: un hombre de signo Aries , rico , alto , guapo y, para colmo, un jefe mafioso .

Este Aries, con su pelo blanco y ojos rojos , se ganó la atención de Izecaiyada no solo por su porte elegante y peligroso, sino por su actitud arrogante y confiada , algo que solo un Aries podía tener. Y lo que más le frustraba era la forma en que el personaje trataba a la protagonista: con demasiada paciencia . Mientras él, un mafioso con el mundo a sus pies, le ofrecía toda su atención , ella, la protagonista, simplemente… coqueteaba sin pudor con todos los demás .

"Claro", se decía Izecaiyada, “como tienes dinero, puedes regalarle todos esos momentos perfectos” . Ella, que había crecido con una mentalidad más humilde, se sentía fuertemente incómoda con esas muestras de lujo tan ostentosas y superficiales . Una escena en particular la hizo reaccionar de manera inesperada.

Había llegado el momento en que Aries, con su estilo imponente, le proponía a la protagonista una cita romántica: un paseo bajo los fuegos artificiales . En un puente , en medio del invierno, él la llevaba a disfrutar de una de esas vistas tan perfectas, tan sacadas de un cuento de hadas. Pero la incomodidad de Izecaiyada fue inmediata. "¡Oh, claro!", gritó frente a la pantalla, “ te puedes permitir eso solo porque tienes dinero ”. Su frustración la desbordaba, y no podía soportar lo que le parecía una escena vacía de genuino afecto , solo una mera demostración de poder y dinero .

Decidió despejarse y, como cualquier persona que necesita aire fresco después de una gran dosis de frustración , salió a la tienda de la esquina. Papitas y una Coca-Cola se convirtieron en el mejor remedio para su mal humor. Mientras caminaba, con su bebida en mano y las papitas crujientes en la otra, levantó la vista y vio los fuegos artificiales en el cielo . Esa noche, los colores brillaban sobre el cerro cercano, exactamente como en el juego.

Pero aquí vino lo divertido: Izecaiyada, siendo la chica irreverente que era , decidió imaginarse que el personaje de Aries estaba ahí, junto a ella , observando el mismo espectáculo. Levantó la vista al cielo y, con una sonrisa irónica, le mandó un gesto de burla . “ Tontooooo ”, dijo en voz alta, como si él realmente pudiera escucharla. Luego, con tono desafiante, añadió:
"Mira, apuesto a que no te atreverías a comer unas papitas y tomar una Coca-Cola como yo. No todo en la vida tiene que ser tan... pomposo".
Dándose la vuelta, caminó con determinación, como si de verdad hubiera ganado una pequeña batalla consigo misma, burlándose de las expectativas de perfección que el personaje Aries intentaba imponer.

La escena, en su simplicidad, era un reflejo de su proceso interno: la lucha contra la perfección externa , contra esas imágenes idealizadas que la sociedad y el propio juego le imponían. En su mundo, las cosas simples, las que te hacían sentir bien sin necesidad de una envoltura perfecta , valían más . ¿Por qué tenía que seguir buscando validación en el juego, cuando en la vida real las pequeñas alegrías , como unas papitas y un refresco, podían ser su verdadera forma de liberación ?

Este momento le permitió a Izecaiyada comprender un poco más sobre sí misma. La forma en que el personaje Aries la frustraba no era solo por su actitud arrogante o sus gestos de lujo, sino porque la ponía frente a un espejo de lo que a veces esperaba en la vida real: un amor perfecto, una vida perfecta, sin esfuerzo genuino . Sin embargo, ella sabía que no necesitaba esa perfección . Ya había aprendido que no todo tiene que ser un escenario de lujo para ser significativo.

El juego, por más que le causara incomodidad y la hiciera reír de frustración , le permitió conectarse con algo más profundo: la necesidad de autovalidación y de disfrutar las pequeñas cosas sin tener que probarle nada a nadie . Quizá en algún momento Aries podría ser parte de su historia en el juego, pero su verdadera fuerza residía en encontrar alegría en lo simple y lo real .

Chapter 5: El Contraste del Amor Ideal: Hades vs. Aries

Summary:

📌 Nota del autor/a:
Este fanfic está basado en el videojuego Love and Deepspace, pero todos los nombres de los personajes han sido cambiados y la historia toma ciertas libertades creativas, por lo que no sigue fielmente los eventos originales del juego. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Esta historia contiene temas sensibles que podrían no ser adecuados para todos los lectores. A lo largo de la trama, se abordan situaciones difíciles que pueden incluir trauma pasado y sus repercusiones en la vida del personaje. Aunque estos elementos no son el foco principal de la historia, forman parte del desarrollo del personaje y su crecimiento.
Si en algún momento sientes que necesitas más contexto o información antes de continuar, por favor tenlo en cuenta. Tu bienestar como lector es importante.
Por ahora, la historia solo estará disponible en español. Sin embargo, si veo suficiente apoyo de la comunidad angloparlante, consideraré traducirlo al inglés en el futuro. ¡Gracias por leer!

Notes:

📌 Author’s Note:
This fanfiction is based on the game Love and Deepspace, but all character names have been changed, and the story takes creative liberties, meaning it does not strictly follow the original game events. Any resemblance to real life is purely coincidental.
This story contains sensitive themes that may not be suitable for all readers. Throughout the story, difficult situations are addressed that may include past trauma and its repercussions on the character's life. While these elements are not the main focus of the story, they are part of the character's development and growth.
If at any point you feel you need more context or information before continuing, please keep that in mind. Your well-being as a reader is important.
For now, the story will only be available in Spanish. However, if I receive enough support from the English-speaking community, I will consider translating it in the future. Thank you for reading!

Chapter Text

Para Izecaiyada , el concepto de amor ideal nunca fue lo que se vendía en las revistas ni lo que veía en los juegos. Su idea de una relación verdadera y poderosa estaba más cerca de Hades , el personaje de Kamigami no Asobi , que de cualquier otro. Hades, con su carácter firme y su naturaleza introspectiva , era el Capricornio perfecto para ella: apasionado, fuerte, pero con una melancolía que reflejaba la profundidad de su ser. La estabilidad emocional de Hades, su poder natural y su conexión con las sombras le parecían la esencia misma de lo que debería ser una relación romántica. Él no era solo el dios del inframundo, sino alguien con una profunda historia emocional. Había sufrido , y su voz profunda resonaba con una tristeza que solo un ser como él podía tener, un alma atormentada pero fuerte , llena de pasión, y sin necesidad de deslumbrar con ostentaciones.

Izecaiyada siempre lo había considerado el top de los amores imposibles . Con Hades , el poder no venía de los lujos ni de la apariencia física, sino de su historia , su sacrificio y esa fuerza inquebrantable que venía del dolor y la experiencia. Para ella, Hades representaba una relación de auténtica conexión , donde no se necesitaban gestos espectaculares para mostrar el cariño o el poder del amor. Su relación ideal sería la que no se desmorona ante la superficialidad de la vida.

Sin embargo, ahora tenía que lidiar con la realidad de Aries en el juego. El Aries del juego representaba lo contrario de lo que había considerado su amor ideal. Su vida estaba llena de lujo , dinero , poder ostentoso y un ego desmesurado . Mientras que Hades era alguien que mostraba su poder de manera sutil y melancólica , Aries brillaba con cada gesto de superioridad , mostrándole a Izecaiyada que, aunque ella lo detestara, su presencia era arrolladora . El contraste entre ambos personajes era tan sideral que a veces se sentía casi absurdo que ella estuviera tan atrapada en esa dinámica.

Lo que realmente molestaba a Izecaiyada de Aries no era tanto su poder, sino su falta de autenticidad . Aries solo jugaba el papel del “héroe imposible” : rico, arrogante, fuerte, y siempre dispuesto a hacer cosas grandiosas. Pero lo que realmente le fascinaba del juego era que, a pesar de su incomodidad con el personaje , Aries era el único con el que no se sentía "manca" . En el sistema de batallas, tanto la protagonista como su interés romántico se enfrentaban juntos a enemigos, y aunque Aries era claramente el más fuerte de todos, Izecaiyada no se sentía completamente inútil en esos momentos. Como si el simple hecho de estar a su lado le diera fuerza .

Pero, aunque todo en Aries era excesivo , había algo que la hizo querer seguir en el juego: el temido sistema de cartas . Esta vez, el banner traía una carta especial. Y no cualquier carta: la carta de Aries , que venía acompañada de una historia tan épica que parecía sacada de un viejo meme de internet.

 

https://m.cuantarazon.com/991854/papa-noel-ya-se-lo-que-quiero-esta-noche-

 

Cuando Izecaiyada descubrió el origen mítico de Aries, su sorpresa fue absoluta. Según la historia del juego, Aries había sido un “dragón humanoide” en su vida pasada. En este rol, había conocido a la protagonista, quien en ese entonces era una bruja poderosa . El guión, absurdo a su manera, comenzaba a tener tintes de una historia fantástica , sacada de la mitología y del folklore más antiguo , pero también de algo tan típico de un juego de este estilo que a Izecaiyada le dio un poco de risa.

"Oh, claro, un dragón-humanoide que era un antiguo amor de la protagonista. Ahora entiendo… todo tiene sentido. Lo único que le faltaba era un poco de drama de telenovela." — pensó, riendo por lo bajo.

Aun así, no podía negar que algo en la historia la atraía . Quizá fuera el toque mitológico , o tal vez la idea de que Aries, a pesar de ser arrogante y superficial , tuviera un origen tan interesante y misterioso , que lo hiciera algo más que solo un hombre rico y poderoso . Pero, para ella, la diferencia seguía siendo clara.

Mientras Hades seguía siendo su ideal, Aries representaba todo lo que ella despreciaba , aunque no pudiera evitar sentir que el personaje era fascinante de una manera que no podía dejar de explorar. Al final, esa tensión entre el amor ideal de Hades y la atracción hacia Aries , con su poder de dinero y ostentación, se convertía en el motor de su juego y de su reflexión interna .

El contraste entre Hades y Aries no solo reflejaba sus preferencias románticas, sino también su percepción de la vida . Hades , con su dolor, su firmeza y su profundo significado, le daba a Izecaiyada algo por lo que siempre había ansiado: un amor con propósito, serio y genuino . Aries , por otro lado, representaba todo lo que ella detestaba , pero a la vez no podía dejar de sentir una chispa de fascinación por la dinámica de poder que traía consigo.

A través del juego, se dio cuenta de algo importante: la atracción que siente por Aries no es por el personaje en sí , sino por el contraste que representa con todo lo que su vida real le ha enseñado sobre el amor y el poder. Mientras que Hades se alinea con sus valores de profundidad emocional y autodescubrimiento , Aries es el reflejo de todo lo que ella ve como vacío en la superficialidad del mundo en el que vive. ¿Qué elegiría en una relación real? Eso aún lo tenía claro: Hades era el amor ideal. Pero en el mundo del juego, donde las reglas eran diferentes, Aries le ofrecía la oportunidad de experimentar algo que nunca había esperado .

Izecaiyada caminaba por el parque, con su sudadera gris y sus jeans ajustados, el estilo juvenil que la hacía parecer más joven de lo que realmente era, un look relajado y cómodo que le permitía pensar en paz mientras recorría el sendero entre los árboles. El sol comenzaba a alzarse, tiñendo de dorado las hojas que caían suavemente, y a pesar de la tranquilidad del lugar, su mente no dejaba de dar vueltas a lo que había descubierto en el juego la noche anterior.

Aries , el personaje que había empezado a intrigarla tanto, tenía todo lo que un jugador podría esperar de un protagonista en un juego de citas: guapo , rico , poderoso y, por supuesto, un jefe criminal con una actitud arrogante que le sacaba de quicio . Era un dragón negro humanoide , y su historia con la protagonista, la bruja , la había dejado completamente desconcertada. Se convertían en una suerte de Bonnie y Clyde , pero en una versión fantasiosa, con él siendo una especie de "malo" atractivo, y ella, la bruja vengativa , usando sus poderes para cumplir sus deseos. Al principio, Izecaiyada estaba fascinada por la conexión mítica, especialmente porque la historia sugería que los dos compartían un vínculo profundo, uno que trascendía el tiempo y las vidas.

Sin embargo, el detalle que la frustraba era que, aunque el dragón le daba a la bruja todo lo que ella quería (poder, riquezas, todo lo material que la bruja deseaba), ella intentaba matarlo . ¿Por qué? ¿Por qué alguien tan poderoso, tan atento, tan dispuesto a entregarlo todo, merecía un destino así? Eso la hizo reflexionar sobre los deseos insatisfechos y las expectativas en la vida real, donde a veces el "amor ideal" no es suficiente. La historia de la bruja y el dragón la hacía preguntarse si, en alguna parte de su vida, ella misma había tenido deseos insatisfechos que la impulsaban a rechazar lo que realmente le convenía .

"Es como una trampa", pensó mientras avanzaba, "un círculo vicioso que nunca termina bien". Aunque, por supuesto, algo en ella sentía una cierta atracción por Aries. No solo por su apariencia, sino también por la misteriosa fuerza que proyectaba. Era un tipo con el que no podía soportar la actitud , pero sin embargo, le fascinaba su historia . En su mente, Aries era una especie de reflejo de todo lo que ella no quería ser , pero a la vez, una parte de ella se veía tentada a ceder ante esa idea de poder inquebrantable que el personaje representaba.

“Qué irónico… Soy como la bruja, rechazada por algo que, en el fondo, me atrae”, reflexionó, con una leve sonrisa de complicidad. “Pero no quiero ser esa persona, la que lo tiene todo y aun así quiere destruirlo” .

 

La Ironía del Poder, el Dinero y la Realidad

Mientras caminaba por el parque, Izecaiyada no pudo evitar pensar en lo fascinante que era el personaje de Aries en su origen mítico, especialmente con esa transformación de dragón negro humanoide . Esa historia le recordó a todos los clichés de los cuentos épicos, como esos viejos relatos de poder y sacrificio , y le pareció divertido cómo los desarrolladores del juego habían jugado con esa idea. Pero lo que realmente la sacaba de quicio era cómo Aries, con su actitud de superioridad y soberbia , no lograba realmente conectar con la protagonista en los momentos que a ella le importaban.

Lo que le molestaba profundamente era el contraste entre su actitud fría y lo que su origen mitológico prometía. Aries podía ser un héroe de fantasía , un tipo que, en su vida pasada, había sido un dragón negro que defendía a la bruja , pero aquí, en el contexto del juego, se sentía como si fuera más un muñeco de poder para un sistema superficial de relaciones. “No es solo la arrogancia”, pensaba. “Es el hecho de que se le da todo lo que quiere, y aún así quiere más. Es… insostenible.”

A pesar de todo, le sorprendió la química entre los dos personajes cuando luchaban juntos en las batallas del juego. Izecaiyada estaba acostumbrada a las mecánicas de lucha, pero algo en la manera en que Aries combatía a su lado, como si de verdad compartieran algo, la hacía sentir algo de afecto real , algo que iba más allá de su actitud engreída. En esas batallas, a pesar de su arrogancia, Aries parecía confiar en ella , y ella, por alguna razón, se dejaba llevar .

Izecaiyada se detuvo frente a un pequeño banco en el parque, y se dejó caer sobre él, mirando el horizonte. “Es tan absurdo”, pensó. “Me atrae, pero me irrita. Lo tengo claro: el poder de Aries no me interesa. Lo que realmente quiero es algo más profundo, más genuino.”

En su mente, Aries era una figura de fuerza y poder , pero también de soledad . Un tipo que, a pesar de tener todo a su alcance, no entendía el verdadero valor de lo que realmente importaba: las conexiones auténticas . Algo que ella, al haber vivido tantas experiencias dolorosas, había aprendido a valorar más que el poder o el dinero.

Izecaiyada se levantó del banco, con una nueva resolución. Mientras avanzaba por el parque, pensó en su propia vida , en cómo había cambiado y crecido . No necesitaba un dragón negro o una historia épica para sentirse completa . Lo que ella quería era algo real , algo que no viniera con expectativas vacías ni con lujos desmedidos .

El pensamiento de Aries como el "dragón negro" se desvaneció mientras sus pasos se adentraban en el parque. En sus recuerdos, los momentos más dolorosos de su vida emergieron como sombras que, aunque temibles en su momento, ya no tenían poder sobre ella . Recordó la época en la que fue víctima de abuso en su infancia, esa estadística trágica que era común en México . Fue horrible . Fue devastador . Y sí, se preguntaba una y otra vez por qué le había tenido que pasar, pero con el tiempo, fue capaz de aceptar que el sistema de justicia nunca lo iba a hacer, que las personas alrededor nunca entenderían por completo, pero que ella había logrado algo mucho más grande: encontrar su propia resiliencia .

A lo largo de los años, se había fortalecido al punto de que incluso sentía que algo casi cósmico había hecho justicia por ella, cuando el hombre que la abusó murió de un infarto tan repentinamente, menos de un año después de todo . “El destino hizo lo que la ley no pudo” , pensaba, aunque nunca se alegró de la muerte de nadie. Sin embargo, le dio una sensación extraña de justicia cósmica , una paz que le ayudó a dejar de cargar con ese dolor constante .

Hoy, ya como docente , su vida era completamente diferente. Había aprendido a trabajar con el dolor y transformarlo en algo productivo. En sus clases, se sentía empática con aquellos jóvenes que, como ella, estaban tratando de superar situaciones difíciles. Con el paso de los años, había logrado encontrar una forma de curarse a sí misma , de reconstruirse de las cenizas y hacer de su historia algo que ahora podía usar para inspirar a otros .

Chapter 6: La Paz Interior

Summary:

📌 Nota del autor/a:
Este fanfic está basado en el videojuego Love and Deepspace, pero todos los nombres de los personajes han sido cambiados y la historia toma ciertas libertades creativas, por lo que no sigue fielmente los eventos originales del juego. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Esta historia contiene temas sensibles que podrían no ser adecuados para todos los lectores. A lo largo de la trama, se abordan situaciones difíciles que pueden incluir trauma pasado y sus repercusiones en la vida del personaje. Aunque estos elementos no son el foco principal de la historia, forman parte del desarrollo del personaje y su crecimiento.
Si en algún momento sientes que necesitas más contexto o información antes de continuar, por favor tenlo en cuenta. Tu bienestar como lector es importante.
Por ahora, la historia solo estará disponible en español. Sin embargo, si veo suficiente apoyo de la comunidad angloparlante, consideraré traducirlo al inglés en el futuro. ¡Gracias por leer!

Notes:

📌 Author’s Note:
This fanfiction is based on the game Love and Deepspace, but all character names have been changed, and the story takes creative liberties, meaning it does not strictly follow the original game events. Any resemblance to real life is purely coincidental.
This story contains sensitive themes that may not be suitable for all readers. Throughout the story, difficult situations are addressed that may include past trauma and its repercussions on the character's life. While these elements are not the main focus of the story, they are part of the character's development and growth.
If at any point you feel you need more context or information before continuing, please keep that in mind. Your well-being as a reader is important.
For now, the story will only be available in Spanish. However, if I receive enough support from the English-speaking community, I will consider translating it in the future. Thank you for reading!

Chapter Text

A lo lejos, un grupo de niños jugaba en el parque. Su risa infantil la hizo sonreír. Había algo en su voz que le recordaba lo que podría haver sido para ella la infancia feliz , a pesar de todo lo que había pasado. Sabía que ahora podía mirarlos sin la ira , sin la tristeza de aquellos días, porque ya no sentía que el dolor la definiera .

“No, no soy perfecta. Pero he logrado convertirme en algo mucho mejor: una persona que ha aprendido a perdonarse.”

Izecaiyada respiró profundamente, tomando aire fresco mientras caminaba lentamente. Ya no era la joven que temía que la vida la derrotara . Ahora era una mujer que había aprendido a caminar con su propio ritmo, sin que nadie más le dijera qué hacer, sin dejarse definir por los estándares ajenos.

Se detuvo en una banca, y con una sonrisa ligera, miró al horizonte. En su corazón, la sensación de paz interior que había alcanzado la acompañaba ahora siempre. Ya no le importaba lo que Aries representaba o lo que pensaban los demás sobre ella. Sabía que lo más importante era cómo se veía a sí misma . Había encontrado la manera de cuidar su corazón , de respetar su historia , de amarse a pesar de todo . Eso era su verdadero poder .

 

El Dragón Negro y el Viaje Interior de Izecaiyada

Izecaiyada, mientras recorría los senderos del parque, no podía evitar pensar en Aries . A pesar de lo que pensaba sobre su arrogancia, había algo misterioso y cautivador en la historia del dragón negro humanoide, algo que despertaba en ella una especie de fascinación que no podía apagar. De niña, creció rodeada de historias fantásticas sobre dragones "Corazón de Dragón" , "La Historia Sin Fin" , esas películas épicas de los 80´s y 90´s que hablaban de criaturas míticas que no solo representaban poder, sino también una conexión profunda con las emociones y el destino. Como si los dragones fueran más que animales, fueran guardianes del alma .

"Aries es como esos dragones que solían inspirar fascinación en los cuentos", pensó, mientras una ligera sonrisa se dibujaba en su rostro. "Tan poderosos, pero con una historia que los hace más humanos de lo que parecen" .

Lo curioso era que, a pesar de su actitud arrogante y su exceso de poder, algo en ella no podía evitar sentir una profunda curiosidad por la forma de dragón de Aries. No solo se trataba de su imponente figura, de sus escamas negras brillando a la luz de la luna, sino que había algo en esa naturaleza mítica que la atraía. La idea de que, en su forma de dragón, Aries pudiera tener un propósito diferente, uno que fuera más allá de la soberbia de su personalidad humana, era algo que le parecía intrigante . "Tal vez si pudiera verlo como dragón, todo tendría más sentido", pensó, casi en un susurro.

A veces, se imaginaba a sí misma como la bruja , la protagonista del juego , que por alguna razón, en lugar de rechazar al dragón, intentaría comprenderlo , acercarse a él de una forma que fuera más allá del poder y la violencia. En ese universo tan caótico y lleno de conflicto, ella no sentía la necesidad de seguir la misma ruta destructiva de la bruja. Al contrario, sentía que la verdadera fuerza radicaba en la paz , en encontrar una manera de convivir armoniosamente con las partes más oscuras de uno mismo.

"Si yo fuera ella", pensó, "no lo mataría. Intentaría conocer al dragón, entenderlo, ver qué hay detrás de su poder". Esa reflexión no solo la sorprendió, sino que también le dio una sensación de calma interna , como si hubiera encontrado algo más que una simple fantasía. En su vida real, había enfrentado tantos desafíos, tantas batallas internas , que la idea de intentar llevarse bien con Aries, de ver algo más allá de su poder, parecía un enfoque mucho más maduro y equilibrado que la violencia ciega de la historia. Tal vez, solo tal vez, el dragón tenía algo que enseñarle .

Lo irónico, pensó, es que en un juego donde todo se basa en ganar, conquistar y luchar , ella no podía evitar ver la historia de Aries como una especie de espejo de lo que había aprendido en la vida. En lugar de rechazar lo que parecía arrogante o superficial, prefería enfrentarlo con empatía , entenderlo . Esa humanidad era lo que siempre había buscado, tanto en los personajes de los videojuegos como en las personas reales con las que interactuaba. Esa perspectiva, más realista y reflexiva , la llevaba a conectarse con el personaje de una manera mucho más profunda que la simple atracción física o el deseo de un amor idealizado.

El Dragón, la Paz y la Resiliencia

Con el viento suave acariciando su rostro, Izecaiyada se detuvo en el centro del parque y miró al cielo. El pensamiento sobre Aries, y cómo su historia de dragón negro resonaba con ella, la hizo reflexionar aún más sobre su propio viaje. De alguna manera, el dragón de Aries representaba la aceptación de los propios demonios : la arrogancia, la ira, el dolor. Esos dragones que la habían cautivado en su infancia, como los de los cuentos, no solo eran monstruos de fuerza, sino también guardianes de secretos . Para ellos, el poder no era suficiente; necesitaban ser entendidos, aceptados.

"Tal vez es esto lo que significa la verdadera paz", pensó. "No se trata de destruir lo que no comprendo. Se trata de aceptarlo, entenderlo, integrarlo."

A lo largo de su vida, había luchado contra sus propios dragones , esos momentos oscuros y dolorosos que la marcaron. Pero, a diferencia de la bruja en el juego, Izecaiyada nunca deseó venganza . En su lugar, había aprendido a convertir su dolor en resiliencia . Y ahora, con su nueva perspectiva sobre la historia de Aries, entendió que el poder real no estaba en destruir, sino en comprender .

"Yo no soy la bruja. Yo soy la que acepta", se dijo en voz baja, mientras un suave suspiro escapaba de sus labios. "Yo soy la que transforma la oscuridad en algo más brillante."

Con una última mirada al cielo, se dio cuenta de algo crucial. En ese instante, la paz no solo era un deseo . Era algo que había alcanzado por fin. La historia de Aries, con su arrogancia, su poder y su forma de dragón, era solo un reflejo de lo que ella misma había logrado al enfrentar su pasado y convertirlo en algo que la hacía más fuerte, más sabia .

"Y si me encontrara con un dragón negro en la vida real, tal vez también trataría de entenderlo", pensó, sonriendo con un toque de nostalgia, como si fuera una niña otra vez, fascinada por el mundo de fantasía que alguna vez soñó. Pero ahora, lo veía con los ojos de una mujer que había encontrado la paz.

Chapter 7: La Paz Interior de Izecaiyada: El Opalo Negro y la Sabiduría de los Siete Tesoros

Summary:

📌 Nota del autor/a:
Este fanfic está basado en el videojuego Love and Deepspace, pero todos los nombres de los personajes han sido cambiados y la historia toma ciertas libertades creativas, por lo que no sigue fielmente los eventos originales del juego. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Esta historia contiene temas sensibles que podrían no ser adecuados para todos los lectores. A lo largo de la trama, se abordan situaciones difíciles que pueden incluir trauma pasado y sus repercusiones en la vida del personaje. Aunque estos elementos no son el foco principal de la historia, forman parte del desarrollo del personaje y su crecimiento.
Si en algún momento sientes que necesitas más contexto o información antes de continuar, por favor tenlo en cuenta. Tu bienestar como lector es importante.
Por ahora, la historia solo estará disponible en español. Sin embargo, si veo suficiente apoyo de la comunidad angloparlante, consideraré traducirlo al inglés en el futuro. ¡Gracias por leer!

Notes:

📌 Author’s Note:
This fanfiction is based on the game Love and Deepspace, but all character names have been changed, and the story takes creative liberties, meaning it does not strictly follow the original game events. Any resemblance to real life is purely coincidental.
This story contains sensitive themes that may not be suitable for all readers. Throughout the story, difficult situations are addressed that may include past trauma and its repercussions on the character's life. While these elements are not the main focus of the story, they are part of the character's development and growth.
If at any point you feel you need more context or information before continuing, please keep that in mind. Your well-being as a reader is important.
For now, the story will only be available in Spanish. However, if I receive enough support from the English-speaking community, I will consider translating it in the future. Thank you for reading!

Chapter Text

Izecaiyada caminaba por el parque, la brisa ligera acariciando su rostro, mientras sus pensamientos se sumergían en un mar de reflexión . Había pasado años acumulando una serie de experiencias que, en su totalidad, le habían permitido llegar a la que ahora consideraba su paz interior . Pensó en todo lo que había aprendido: su dedicación al trabajo, el conocimiento obtenido a través de los años, su resiliencia frente a las adversidades... y cómo, de alguna manera, esas cualidades le habían permitido sanarse y transformarse en algo más fuerte, algo más sabio. “Soy como un opalo negro” , se dijo, “he pasado por tanta presión y tanta oscuridad, pero ahora resplandezco con mi propia luz” .

Era una analogía que venía a su mente con la imagen de Phosphophyllite de Houseki no Kuni . A pesar de no ser exactamente igual, Izecaiyada se sentía reflejada en su propio proceso de crecimiento, especialmente en cómo Phos había tenido que atravesar por un montón de cambios y transformaciones antes de alcanzar la iluminación. Phos había recogido, de manera simbólica, siete tesoros que representaban el proceso de alcanzar un equilibrio espiritual . Izecaiyada, aunque nunca pensó que alcanzaría “la iluminación” como tal, sentía que había recolectado sus propios tesoros en su viaje hacia la paz interior, aunque a su manera, y de una forma completamente diferente.

Ella sabía que la dedicación , el conocimiento , y la resiliencia formaban una base sólida en su vida. Pero también creía que había otro componente más profundo, uno que era igual de importante, aunque a veces invisible para los demás: las virtudes cardinales divinas que había aprendido a abrazar, esas que representaban el poder , la sabiduría , la justicia y el amor . Esas eran las joyas que sentía que había adquirido a lo largo del tiempo , tal vez con sacrificios, tal vez con heridas, pero siempre con la firme certeza de que esas virtudes no se heredan, se ganan.

“Es curioso” , pensó, “que, al igual que la Concha Marina y la Piedra de Ágata en Phos, estas virtudes son parecidas, pero como si me hubieran sido dadas de nuevo con una capa diferente, representando al conocimiento y la sabiduría... como si cada vez que las necesitaba, volvían a mí, más pulidas, más claras” .

Era como un proceso de kintsugi , la técnica japonesa de reparar cerámica rota con oro , creando algo nuevo y hermoso a partir de las cicatrices . Izecaiyada se sentía así: una mezcla de opalo negro , marcado por las heridas de su pasado, pero reparada por el oro de sus experiencias , por la sabiduría adquirida a través de cada dolor y cada victoria, por cada caída que la hizo levantarse más fuerte.

La Cocina, Aries y la Prueba del Aderezo

Sin embargo, no todo era tan armonioso. Como si el universo quisiera romper su paz interior en un instante, el juego había colocado un desafío bastante peculiar en su camino. Aries había decidido hacerla pasar una prueba ridícula en su cocina, lo que rápidamente ponía a prueba todo lo que había ganado.

Izecaiyada ya había aprendido que la cocina era uno de sus puntos fuertes. Tenía cinco títulos técnicos que avalaban su habilidad, entre ellos: técnico de corte y confección , técnico en cocina , técnico en computación , técnico en deshidratado de flores , técnico en pintura . Un arsenal de conocimientos que no cualquiera podría presumir. Pero, en este caso, el desafío parecía sencillo: Aries estaba preparando una ensalada de manzana verde y lechuga y le pedía que eligiera un aderezo .

Izecaiyada, confiada en su habilidad como chef mexicana , pensó: “¡Esto va a ser pan comido!” . Pero al voltear a ver los frascos, la frustración la invadió al ver que ninguno tenía etiquetas . El enojo inmediato fue inevitable: “¿Cómo puede ser que me pidan elegir algo cuando no tengo ni idea de lo que estoy escogiendo?!” . A pesar de toda su sabiduría culinaria, esta prueba parecía un chiste de mal gusto.

Decidió probar el primero: el aderezo resultó ser tan picante que no pudo más que fruncir el ceño . “¡Esto no sabe bien! ¿Qué clase de broma es esta?” notando después como su rostro se ponía algo rojo, tosiendo un poco Aries.

Sin embargo, Aries, con su actitud arrogante y prepotente, no tardó en opinar: “Esto se lo daría a mis enemigos para que lo comieran, y por cierto esto no es para ti es para mí, ¿qué esperas?” . Izecaiyada sintió que su paciencia se quebraba . Era como si el universo estuviera burlándose de ella, como si todo lo que había aprendido y trabajado no tuviera valor en esa absurda prueba. Y notando que en una tapa sobre la encimera había un poco de aderezo en ella, rió maliciosamente para sus adentros — “¡Lo voy a embarrar en su cara!” , pensó, y la frustración se transformó en una especie de venganza juguetona.

El resultado fue una pequeña comedia : con un gesto de enojo, Izecaiyada decidió embarrar el aderezo en la cara de Aries. Pero lo que no esperaba era que Aries, con su típica arrogancia , atrapara su mano y, en un giro inesperado, le hiciera meter el aderezo en su boca . “No se desperdicia comida” , dijo con esa actitud que la volvía loca, en lo que se iba a la terraza como si nada.

Izecaiyada chilló indignada , como una niña frustrada, y no pudo más que patalear en su cama de vuelta a la realidad , con la almohada abrazada, mientras su mente se desbordaba con pensamientos de frustración y enojo .

“¡Cómo me fastidia esto!” , pensó, exasperada. Y, al final, reflexionó sobre las tres opciones de aderezo que había probado (agrio, condimento picante y colorante para ensalada). Los frascos meditando resultaron ser Miguelito (esa mezcla de chile, sal y azúcar que tanto amaba en su cultura mexicana). A Izecaiyada le causó una carcajada amarga: “¡Esto combinado es como lo que me darían en cualquier tienda de botanas!” .

El Toque Mexicano: La Teoría del Mango y la Venganza

En su reflexión final , Izecaiyada pensó que, si estuviera en el juego, habría tomado el control de la situación de manera diferente. Si Aries pensaba que había ganado con su actitud arrogante, ella estaba decidida a devolverle el golpe . ¿Qué tal si, en lugar de ser absorbida por su enojo, se hacía cargo de la situación con un toque mexicano de venganza?

Imaginó pelando un mango , con el cuchillo afilado en sus manos, y cubriéndolo con Miguelito , el chile en polvo tan característico de México. Lo tomaría entre sus manos y se lo ofrecería a Aries con una sonrisa traviesa , para ver su reacción al sabor picante. “Si va a jugar conmigo, voy a jugar yo también” , pensó.

Y ahí, en ese momento de juego y frustración, se dio cuenta de algo importante: la vida estaba llena de pruebas absurdas, injusticias y momentos que no tenían sentido. Sin embargo, no todo en el mundo podía controlarse . Lo que sí podía controlar era su reacción . De alguna manera, el juego le había dado una lección: la verdadera paz interior no solo viene de la dedicación, la sabiduría y la resiliencia. A veces, la paz también llega cuando uno aprende a divertirse , a jugar con lo absurdo , y a tomar el control , incluso en las circunstancias más locas .

Izecaiyada sonrió y, con esa nueva perspectiva, se levantó por un bocadillo, más en paz que nunca , pero lista para enfrentar lo que Aries pudiera lanzarle a continuación.

Chapter 8: “Beatriz” y la Noche de Reflexión: Entre el Juego y la Realidad

Summary:

📌 Nota del autor/a:
Este fanfic está basado en el videojuego Love and Deepspace, pero todos los nombres de los personajes han sido cambiados y la historia toma ciertas libertades creativas, por lo que no sigue fielmente los eventos originales del juego. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Esta historia contiene temas sensibles que podrían no ser adecuados para todos los lectores. A lo largo de la trama, se abordan situaciones difíciles que pueden incluir trauma pasado y sus repercusiones en la vida del personaje. Aunque estos elementos no son el foco principal de la historia, forman parte del desarrollo del personaje y su crecimiento.
Si en algún momento sientes que necesitas más contexto o información antes de continuar, por favor tenlo en cuenta. Tu bienestar como lector es importante.
Por ahora, la historia solo estará disponible en español. Sin embargo, si veo suficiente apoyo de la comunidad angloparlante, consideraré traducirlo al inglés en el futuro. ¡Gracias por leer!

Notes:

📌 Author’s Note:
This fanfiction is based on the game Love and Deepspace, but all character names have been changed, and the story takes creative liberties, meaning it does not strictly follow the original game events. Any resemblance to real life is purely coincidental.
This story contains sensitive themes that may not be suitable for all readers. Throughout the story, difficult situations are addressed that may include past trauma and its repercussions on the character's life. While these elements are not the main focus of the story, they are part of the character's development and growth.
If at any point you feel you need more context or information before continuing, please keep that in mind. Your well-being as a reader is important.
For now, the story will only be available in Spanish. However, if I receive enough support from the English-speaking community, I will consider translating it in the future. Thank you for reading!

Chapter Text

Esa noche, Isecayiada logueo en su juego el nombre de su cuenta apareció, “Beatriz” se recostó en su cama, exhausta tanto física como emocionalmente después de la intensa escena con Aries. Había estado pensando en la comedia absurda de la cocina, la frustración por no poder elegir un aderezo, y la reacción impulsiva de embarrar el aderezo en la cara de Aries. Mientras su cuerpo se relajaba bajo las sábanas, su mente no lograba calmarse completamente. El eco de su enojo aún resonaba dentro de ella, como si la escena de la cocina se repitiera en su cabeza una y otra vez.

Pero entonces, en medio del caos interno, “Beatriz” comenzó a reflexionar sobre el significado del nombre que había elegido para su personaje en el juego, algo que siempre le había traído tranquilidad . En todos los mundos virtuales en los que se sumergía, su nombre era siempre el mismo: Beatriz . La razón detrás de esa elección era bastante simple, pero profunda: el significado . Beatriz era un nombre con orígenes nobles , que se traducía como "la que trae la felicidad" o "la que hace feliz". Cuando Beatriz lo descubrió por primera vez, se sintió como si hubiera encontrado una especie de ancla emocional en un mundo lleno de caos y decisiones rápidas. Además, la elección de ese nombre era una declaración de identidad , una forma de marcar su presencia en esos universos sin comprometer su seguridad . "Nunca usaría mi verdadero nombre en ninguna de mis cuentas" , pensó. Sabía que en el vasto mundo digital, los nombres tenían un poder, y ella prefería ocultar su verdadera identidad para evitar rastreos o hechizos que pudieran alterar su vida real.

En su casa, la familia de Beatriz había adoptado una dinámica curiosa y, para ella, algo divertida. Sus hermanos también utilizaban nombres ficticios en todos sus perfiles de juegos. Era como un juego interno , donde entre ellos se llamaban por esos nombres virtuales y se referían a sí mismos como alter egos , los cuales creaban en cada juego o en cada plataforma en línea. A Beatriz le parecía divertido cómo se reafirmaban sus identidades dentro del espacio virtual, y la familia, al mismo tiempo, tomaba medidas de precaución . Si alguna vez les preguntaran algo personal en línea, siempre sabían cómo protegerse. "El verdadero nombre tiene poder," pensaba, "por eso preferimos estos nombres. Así evitamos cualquier tipo de rastreo o hechizo que algún ser cósmico o cualquier entidad pueda hacer."

Había algo irónico en esa costumbre, sobre todo porque la verdadera conexión emocional dentro de la familia se mantenía viva y fuerte a través de esos nombres virtuales . Aunque nadie lo dijera en voz alta, Beatriz sentía que esos momentos eran esenciales para su relación con sus hermanos. Era como si a través de esos nombres, todos pudieran ser libres , tener una identidad que no estuviera atada a las expectativas del mundo real. Pero aún así, Beatriz nunca olvidaba lo importante que era protegerse en ese universo digital.

Un Sueño Extraño: El Juego se Vuelve Real

Después del caos en la cocina con Aries, Beatriz se giró, acomodándose en su cama, con la mente al borde de un colapso. El sabor amargo de la frustración seguía palpitando en su mente. No podía dejar de pensar en la humillación de no poder elegir el aderezo como una verdadera cocinera mexicana, en la rabia que le causaba la arrogancia de “Lucien” , a quien, en un arranque de despecho, se empeñaba en seguir llamando “Aries” , y en el desprecio por la falta de empatía que la historia parecía tener para con ella. Todo eso se enredaba en su cabeza como una bomba de pensamientos a punto de estallar.

Se acomodó en su cama, mirando el techo plano y blanco, iluminado suavemente por una de sus dos tiras de LED que bordeaba su cama. Ese pequeño detalle era todo lo que le daba algo de calidez a su habitación, un lugar que no era ni grande ni lujoso, pero sí práctico. El suelo estaba cubierto por un tapanco elevado de madera que le daba un toque rústico, pero nada en comparación con lo que estaba a punto de vivir.

En la soledad de su habitación, Beatriz cerró los ojos, dejando que el cansancio del día la envolviera, pero una idea empezó a tomar forma en su mente. Una idea divertida, retadora.

—Si yo fuera la protagonista... No estaría perdiendo el tiempo coqueteando con esos tipos… Los trataría como se merecen. A Lucien, ese Aries insoportable, lo haría rogarme... Haría que se me declarara… jugándomelo todo con sus propias reglas, como en ‘Love is War’... —pensó con una sonrisa traviesa, imaginando la escena como si ella tuviera el control absoluto.

La noche se fue adentrando en sus últimas horas, y Beatriz, ya sumida en el sueño, no se dio cuenta de cómo algo extraño comenzó a suceder. Al abrir los ojos, ya no estaba en su cama. Miró alrededor, desconcertada. La habitación a su alrededor era tan diferente, tan sofisticada, que por un segundo pensó que aún estaba soñando. Su mente intentaba procesar la información, pero lo único que podía percibir era lujo. Una cama grande, con cabecero oscuro, con cortinas elegantes colgando de los percheros de los costados, una cama baja, de esas que dan la sensación de estar en un palacio. Las paredes eran de un negro profundo, casi como si absorvieran la luz, solo interrumpidas por detalles dorados que le daban un aire de sofisticación inalcanzable.

Esto... no puede ser... —murmuró, sentándose en la cama mientras miraba a su alrededor, sin poder creer lo que estaba viendo. — Un techo desconocido… ¿es esto el mundo del juego?

“El juego” . El mismo que había comenzado hace semanas y que había decidido instalar en su tableta. La temática Otome , con tintes de cyberpunk oscuro, los romances y los personajes elaborados, todo parecía un universo ficticio y controlado. Pero allí estaba ella, en una habitación con detalles tan lujosos que sentía que había cruzado algún tipo de frontera entre lo real y lo virtual.

El contraste era abismal . Ya no estaba en su humilde cuarto con su techo blanco y las luces LED que iluminaban su espacio . Ahora se encontraba en un lugar que gritaba riqueza, lujo y poder. Un sentimiento de adrenalina comenzó a recorrer su cuerpo. Al igual que Shinji en el Eva, Beatriz comprendió que no había vuelta atrás. Había caído, de alguna manera, en ese mundo que solo existía en sus fantasías. Y ahora, ella iba a ser la protagonista.

Levantándose pensaba que no estaba en su cama, ni en su habitación. Estaba en una cama grande, suave, rodeada de un lujo tan ajeno a su vida cotidiana que le dio un vértigo instantáneo. A medida que se incorporó, un malestar extraño la invadió. No era solo que el lugar fuera extraño, sino que ella no era la misma. Su cuerpo ya no era el de la Beatriz de 1.55 m, la Beatriz que conocía tan bien.

Un escalofrío recorrió su columna cuando sus ojos cayeron sobre sus manos: delicadas, con una manicura perfecta. Su piel, mucho más blanca de lo que recordaba, casi parecía brillar bajo la tenue luz. Se tocó el cabello, y notó cómo este caía con suavidad sobre su espalda, más largo de lo que jamás lo había tenido. En ese momento, su rostro apareció frente a ella, reflejado en un espejo de pared completa. No era su rostro.

El reflejo que le devolvía el espejo era una versión estilizada de ella misma: más alta casi de 1.70 m, con una piel tan pálida como la de los personajes de los animes que alguna vez había visto, y un cabello más largo, oscuro, como si fuera una extensión de la fantasía misma. Su figura, ligeramente más estilizada, encajaba perfectamente en la estética del juego Otome que había instalado semanas atrás en su tableta. Era el cuerpo de la protagonista de ese juego, pero en él no se sentía ella.

Esto... no puede ser… —murmuró, tocando su rostro como si tratara de encontrar la Beatriz que conocía. Pero no había nada familiar. La ansiedad se apoderó de ella, su pecho se llenó de pánico. Estaba atrapada en un cuerpo extraño, en un universo extraño.

La habitación, con sus paredes de un elegante negro, la cama grande con cortinas de lujo colgando de los costados, todo le resultaba demasiado real, demasiado perfecto, como si estuviera atrapada en un sueño o, peor aún, en una realidad alterna. "No puede ser... esto es demasiado real...". El pánico la envolvía con cada respiración.

—¿Qué está pasando? ¿Es esto un sueño o una realidad alterna? —se preguntó, mirando su reflejo una vez más, como si al hacerlo pudiera encontrar respuestas.

Con el corazón acelerado, Beatriz intentó calmarse, pero el pánico seguía creciendo. Respiró profundamente, pero sentía que su mente era un torbellino. Caminó con pasos vacilantes hacia la puerta, buscando una salida, un refugio de esa sensación de despersonalización. Necesitaba respuestas, necesitaba entender.

Al llegar al baño, cerró la puerta tras de sí y se acercó al lavabo. El sonido del agua corriendo la hizo sentir un pequeño consuelo, pero no bastó. Con manos temblorosas, abrió la llave y dejó que el agua fluyera.

"Cinco, cuatro, tres..." se repitió a sí misma, mientras sumergía las manos en el agua fría, buscando el control que se le escapaba. "Dos, uno..." Las respiraciones se hicieron más profundas, pero su mente seguía acelerada, sin encontrar la calma. El pánico no se disipaba, pero al menos ahora tenía algo de control sobre su cuerpo, algo que le permitía pensar, aunque solo fuera un poco.

Sabía que si no controlaba su ansiedad, todo podría desbordarse. Algo dentro de ella, en ese lugar, le decía que este nuevo mundo —este extraño y lujoso universo— no era un juego cualquiera. Era más, mucho más.

Justo cuando sentía que había logrado calmarse, la puerta del baño se abrió de golpe. Beatriz dio un respingo, levantando la vista rápidamente, y sus ojos se encontraron con los de Lucien . El hombre que había comenzado a conocer en el juego, el "Aries" arrogante, apareció en el umbral, con una sonrisa confiada y sus ojos brillando con esa típica mezcla de confianza y desdén que siempre mostraba.

¡Beatriz! ¿Te ha gustado la habitación? —preguntó con un tono bromista, sin darse cuenta del malestar que ella todavía llevaba encima.

Se acercó a ella con paso firme, dispuesto a bromear como siempre lo hacía, pero Beatriz, aún completamente desorientada, no pudo evitar reaccionar de manera instintiva. Cuando él levantó la mano para darle un pequeño golpe en la frente, ella dio un paso atrás con rapidez, casi tropezando con el lavabo en el proceso. Su reacción fue tan repentina que ni siquiera se dio cuenta de lo mucho que había retrocedido.

Lucien se detuvo de golpe, sus ojos se abrieron de sorpresa, y su sonrisa se desvaneció un instante. En ese momento, comprendió que algo no estaba bien.

Lo siento mucho, Beatriz. No quería asustarte —dijo, con un tono más suave, mientras daba un paso atrás para darle espacio.

Beatriz lo miró con vergüenza. Su cuerpo temblaba ligeramente, pero no era solo por el pánico. Había algo más profundo en esa reacción, una mezcla de confusión y desconcierto que no podía explicar. Sentía que no estaba en control, como si su cuerpo no le perteneciera en ese momento. Su miedo la había desbordado, y ahora, en lugar de estar en su mundo, se encontraba atrapada en uno completamente diferente.

Es... es solo que... todo esto es tan raro —murmuró, su voz temblando un poco, mientras evitaba mirarlo. La vergüenza la hacía querer desaparecer en el suelo.

Lucien, al ver su reacción, frunció el ceño, pero, en lugar de insistir, adoptó una postura más relajada. Sabía que no había sido su intención asustarla, pero algo en el aire había cambiado.

Tranquila, Beatriz —dijo suavemente, mientras se apartaba un paso más. — ¿Necesitas un momento sola? Si te sientes incómoda... puedo esperar afuera.

Beatriz asintió débilmente, y sin querer dar más explicaciones, se dio la vuelta y se encerró de nuevo en el baño. Aunque la puerta estaba cerrada, el peso de la confusión y la vergüenza seguía aplastándola. La presión en su pecho no disminuía, y ahora se sentía aún más perdida que antes. La realidad de lo que estaba sucediendo la envolvía como una niebla densa.

¿Por qué estoy aquí? —se preguntó en voz baja, abrazándose a sí misma como si pudiera encontrar consuelo en ese pequeño gesto.

Chapter 9: La pregunta del Millón

Summary:

📌 Nota del autor/a:
Este fanfic está basado en el videojuego Love and Deepspace, pero todos los nombres de los personajes han sido cambiados y la historia toma ciertas libertades creativas, por lo que no sigue fielmente los eventos originales del juego. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Esta historia contiene temas sensibles que podrían no ser adecuados para todos los lectores. A lo largo de la trama, se abordan situaciones difíciles que pueden incluir trauma pasado y sus repercusiones en la vida del personaje. Aunque estos elementos no son el foco principal de la historia, forman parte del desarrollo del personaje y su crecimiento.
Si en algún momento sientes que necesitas más contexto o información antes de continuar, por favor tenlo en cuenta. Tu bienestar como lector es importante.
Por ahora, la historia solo estará disponible en español. Sin embargo, si veo suficiente apoyo de la comunidad angloparlante, consideraré traducirlo al inglés en el futuro. ¡Gracias por leer!

Notes:

📌 Author’s Note:
This fanfiction is based on the game Love and Deepspace, but all character names have been changed, and the story takes creative liberties, meaning it does not strictly follow the original game events. Any resemblance to real life is purely coincidental.
This story contains sensitive themes that may not be suitable for all readers. Throughout the story, difficult situations are addressed that may include past trauma and its repercussions on the character's life. While these elements are not the main focus of the story, they are part of the character's development and growth.
If at any point you feel you need more context or information before continuing, please keep that in mind. Your well-being as a reader is important.
For now, the story will only be available in Spanish. However, if I receive enough support from the English-speaking community, I will consider translating it in the future. Thank you for reading!

Chapter Text

La seriedad del momento regresó a su mente cuando recordó la interacción reciente con Lucien. A pesar de haber logrado calmarse tras el incidente en el baño, la sensación de estar atrapada en ese mundo —y más aún, en ese cuerpo extraño— seguía pesando sobre ella como una losa.

Después de todo, ¿qué diablos estaba pasando? ¿Cómo había llegado allí? ¿Y qué rayos significaba estar atrapada en la historia de un juego Otome? ¿Era eso un sueño o la peor pesadilla de su vida?

Necesitaba respuestas, pero algo dentro de ella sabía que tendría que ser cuidadosa. No podía simplemente volverse loca y empezar a gritarle a todo el mundo que ella no era la verdadera protagonista. Si pensaba que podría controlar la situación, debía mantener la compostura.

Con una mezcla de incertidumbre y determinación, se acercó a Lucien, esperando obtener algo que le ayudará a comprender su nuevo rol en este universo. Le miró directamente a los ojos y, sin más rodeos, preguntó:

—¿Qué somos exactamente?

La pregunta salió de sus labios con más seguridad de la que sentía, pero el tono en el que Lucien respondió la desconcertó.

—Lo que tú quieras, gatita.

Beatriz parpadeó, confundida por la respuesta. Era lo último que había esperado. ¿Así que ahora él podía decidir qué eran, según su capricho? La mezcla de arrogancia y confianza de Lucien era... irritante. A pesar de todo, algo en ella le respondía que debía mantener la calma, al menos por ahora.

Con el ceño fruncido, le dio la espalda y se dirigió hacia su habitación. Necesitaba estar sola. Necesitaba pensar. Necesitaba procesar todo.

Una vez dentro, el peso de la confusión la abrumó nuevamente. Rápidamente comenzó a revisar las pertenencias de la protagonista, buscando cualquier pista que pudiera darle algo más de claridad. Fue entonces cuando encontró el celular. Sus dedos temblaron ligeramente mientras lo desbloqueaba, con la esperanza de descubrir algo que le ayudara a entender su situación. Pero, para su sorpresa, lo único que encontró fueron mensajes insulsos y publicaciones en redes sociales. Entre ellas, fotos y más fotos de la protagonista coqueteando con cada uno de los chicos del juego.

¡Me lleva! —murmuró para sí, leyendo algunos mensajes. Estaba furiosa. No le parecía justo. Los chicos del juego no eran objetos para ser manipulados. En su cabeza, siempre había creído que los hombres buenos no merecían ser tratados de esa manera, y la protagonista, al parecer, los trataba a todos como si fueran solo una opción más.

Pero Lucien... con él las cosas eran diferentes. Su presencia la confundía, la hacía sentir desbordada, como si no supiera si debía correr hacia él o alejarse lo más rápido posible. Era guapo, rico, y poderoso. Pero también estaba claro que su mundo estaba lleno de caos, mafia, y un aire peligroso que nunca antes había sentido tan cercano.

Lo peor era que, a pesar de su arrogancia, había algo en Lucien que la atraía de una manera inexplicable. Como cuando le trajo el ramo de flores y, en lugar de agradecer, ella, con el sarcasmo como única defensa, le soltó un comentario sobre la florería local.

¡Por lo menos que haya sido de una florería local!

Lucien no pareció molestarle en absoluto. Al contrario, le sonrió como si fuera parte de un juego que solo él entendiera. Y eso la incomodaba aún más.

La situación escaló cuando, el día siguiente, él llenó su habitación con pétalos de rosa, creando una escena romántica que la dejó completamente descolocada. ¿Qué se suponía que debía hacer con todo eso? La atmósfera era tan intensa que decidió buscar refugio en el lugar más alejado de esa tormenta romántica: el closet. Allí, acurrucada en una esquina, intentó bloquear el ruido y la incomodidad, como si estuviera buscando una salida, una costumbre que tenia para evitar a los mosquitos.

Lucien, al entrar y descubrir que la habitación estaba vacía, la buscó hasta dar con ella en el armario. Al verla allí, en una posición tan extraña, no pudo evitar detenerse. Beatriz no entendía qué esperaba de ella ni por qué lo hacía, pero una parte de él parecía genuinamente intrigada por su comportamiento. Y eso la desconcertaba aún más.

El punto culminante llegó cuando, después de que Beatriz pidiera permiso para regresar a su apartamento, Lucien, con su habitual sonrisa cínica, le dijo:

— Te espero dentro de dos días.

Beatriz se maldijo internamente. Sabía que lo que menos quería en ese momento era regresar a ese mundo de lujos y complicaciones. Sin embargo, una pequeña y traicionera voz en su cabeza le decía que, aunque no lo aceptara, sabía perfectamente que volvería.

 

Cuando Beatriz finalmente llegó a su apartamento, el alivio de estar en casa rápidamente se convirtió en frustración. Se dejó caer en la cama, cubriéndose el rostro con una almohada mientras murmuraba:

 

—¡Guapo, rico, mafioso...! —Las palabras salían como un torrente de groserías sofocadas por la almohada. La idea de Lucien haciéndole gestos románticos la volvía loca, pero no podía negar que, en parte, era precisamente eso lo que la descolocaba tanto.

 

Decidió enfocarse en algo más productivo para distraerse. Por alguna extraña razón, recordó que en el apartamento de la protagonista no había un kit de costura, algo tan básico para ella. Eso la llevó a una búsqueda inesperada por la ciudad. Viajar a zonas menos acomodadas para encontrar algo tan mundano como un kit de costura le recordó lo mucho que extrañaba las tiendas chinas en su hogar en México.

 

Cuando finalmente encontró el kit, lo guardó en una bolsa estilo militar que llevaba consigo. Aprovechó el resto del día para ir al trabajo, donde “conoció a Emil” . Emil era el tipo de persona que, sin importar lo que sucediera, lograba calmar el ambiente a su alrededor. Su apariencia juvenil, con el cabello rubio ligeramente ondulado y sus ojos de un azul cristalino, era tranquilizadora. Siempre tenía una sonrisa cálida , una de esas sonrisas que hacían que los demás se sintieran cómodos, como si nada en el mundo pudiera alterarlo. Tenía una forma de vestir sencilla pero refinada (cuando no vestía el uniforme de la academia): camisas de colores claros que caían perfectamente sobre su complexión atlética, jeans ajustados y, siempre, un reloj elegante en su muñeca, como si todo en él estuviera cuidadosamente elegido para reflejar su personalidad serena.

Aunque Beatriz no lo veía como más que un hermano menor, no podía evitar notar lo fácil que era sentirse a gusto en su presencia. Emil no era el tipo de persona que empujaba o apresuraba nada; su naturaleza protectora y su constante búsqueda de armonía hacían que las conversaciones con él siempre fueran suaves, sin presión, ya que Emil no insistía con gestos románticos.. Él escuchaba más de lo que hablaba, como si siempre estuviera pensando en las palabras adecuadas antes de pronunciarlas. Y, aunque su dulzura era evidente, Beatriz sospechaba que, detrás de su calma, había una fuerza interior inquebrantable, una luz que brillaba incluso en los momentos más oscuros. 

Era un día especialmente ajetreado en la academia cuando Emil se acercó a Beatriz, quien, por alguna razón, parecía más cansada de lo usual. Emil, con su típico tono tranquilo y su amable sonrisa, le preguntó con suavidad:

— ¿Te encuentras bien? Pareces agotada.

Beatriz lo miró, ligeramente sorprendida por la forma en que se preocupaba. Aunque la diferencia de edad física entre ambos era de unos "pocos años", Emil siempre parecía tener una sabiduría serena que desbordaba cualquier límite temporal. Beatriz se sintió un tanto incómoda, ya que no estaba acostumbrada a que alguien le ofreciera apoyo tan abiertamente, sobre todo sin esperar nada a cambio.

— Solo estoy... procesando todo este caos, Emil — respondió con un suspiro.

Emil asintió, como si entendiera más de lo que estaba dispuesto a decir. Sus ojos azules brillaron con una especie de luz tranquila mientras hablaba:

— Tómate tu tiempo. Todos necesitamos un respiro de vez en cuando.

La conversación no continuó mucho más allá de esas palabras, pero Beatriz sintió una extraña paz al estar cerca de él. Era un poco desconcertante cómo Emil parecía tener el poder de crear una burbuja de calma a su alrededor, como si todo lo demás desapareciera por un momento.Terminando así su primer día sin Lucien.

Meditaba al día siguiente sobre Emil. A pesar de su aparente juventud, Emil tenía una energía especial. Beatriz sabía que podía curar heridas y purificar áreas corrompidas con su energía de luz. Había visto cómo usaba su poder antes, con una precisión y control que no reflejaban su edad. La forma en que su energía envolvía a las personas, sanándolas o dándoles paz, le recordaba a alguien que, aunque parecía joven, había vivido mucho más de lo que su rostro dejaba ver.

A veces, Beatriz lo veía por los pasillos de la academia (dentro del juego), observando a otros con una serenidad que le resultaba casi sobrehumana. No hablaba mucho sobre su pasado, pero en sus ojos había una historia que nadie se atrevía a preguntar.

Beatriz, aunque confundida por todo lo que estaba pasando, no podía evitar recordar su primer encuentro con Emil en el juego. Durante la misión en la que ella y la protagonista se enfrentaron a un "wander" en forma de Wyvern, Emil había mostrado una habilidad impresionante. La luz que emanaba de sus manos no solo servía para sanar, sino que también podía ser utilizada como un arma poderosa. Mientras la protagonista luchaba a su lado, Emil había utilizado su energía de luz para deslumbrar al monstruo, creando destellos cegadores que desorientaron al Wyvern lo suficiente como para permitirles escapar.

Beatriz recordó la imagen vívida de Emil en acción, con una expresión concentrada mientras liberaba la fuerza de su poder. Había algo profundamente cautivador en su habilidad para combinar su naturaleza protectora con una fuerza tan contundente.

Aunque el momento en el que lucharon juntos había sido angustiante, Beatriz también se sintió algo cómoda al ver cómo Emil mantenía la calma incluso en los momentos más caóticos. Había algo en él que inspiraba confianza, como si la calma exterior estuviera respaldada por una fuerza interior mucho más profunda.

Sin embargo, lo que Beatriz no podía sacar de su cabeza era la historia detrás de Emil, esa que había leído en los foros del juego. Había investigado demasiado, se había “spoileado”, pero no pudo evitarlo. La historia de Emil era mucho más compleja y dolorosa de lo que cualquiera podría imaginar al verlo en su faceta tranquila y amable.

Emil no solo era un chico con un poder increíble, sino que llevaba una carga política enorme. Según los foros, Emil provenía de un planeta que había perecido. Su gente había encontrado una manera de alargar sus vidas sacrificando a su princesa, quien usaba su existencia para ganar tiempo mientras construían una nave para un salto cuántico.

Cuando llegaron a este mundo, su misión era descubrir respuestas sobre su pasado, pero lo que no esperaban encontrar era a "La protagonista original" . Emil, al verla, había estado convencido de que ella era su princesa reencarnada, su segunda oportunidad. Esto había desatado una serie de eventos que, según los spoilers, se transformarían en una obsesión peligrosa. La historia de Emil, cargada de amor obsesivo, celos y una lucha política por el poder, había comenzado a afectar sus decisiones.

La revelación de que Emil, un príncipe de un mundo desaparecido, tenía tanto en juego, hizo que Beatriz lo viera de manera diferente. Ya no lo veía solo como alguien con habilidades de sanación, sino como una figura compleja que jugaba en un tablero mucho más grande que el suyo.

El hecho de que Emil fuera consciente de la tensión política que implicaba su relación con la protagonista, y cómo esto podría cambiar el curso de la historia, lo hacía aún más intrigante. ¿Hasta qué punto estaba dispuesto a ir por ella? Y lo más importante: ¿Estaba Beatriz atrapada en algo mucho más grande de lo que pensaba?

Cuando Beatriz lo vio al final ese día en la academia, su mirada fue un poco más penetrante. Emil no había cambiado mucho en cuanto a su apariencia: su cabello rubio, ligeramente ondulado, seguía estando en su lugar, y sus ojos azules reflejaban esa serenidad que siempre le había dado. Sin embargo, algo en su porte había cambiado. Beatriz se dio cuenta de que, a pesar de su exterior relajado y sereno, había una carga que no podía ocultar. Tal vez era la presión de su origen, o tal vez los recuerdos de su planeta perdido, pero algo lo hacía estar en alerta constante, como si su sonrisa gentil fuera solo una máscara para una batalla interna más profunda.

— Estás pensativa, Beatriz —comentó Emil, con un tono suave mientras se acercaba a ella.

Beatriz, al escuchar su voz, volvió a la realidad, pero su mente seguía girando sobre los secretos que había descubierto en los foros. Sabía que Emil no era solo un chico amable , sino un hombre atrapado en un conflicto galáctico que podría cambiarlo todo. Pero, por ahora, se limitó a sonreír de manera casual.

— Solo estaba pensando en todo lo que está pasando... y cómo se conecta con todo esto —dijo, mirando a su alrededor para dar una respuesta que no fuera tan personal.

Emil asintió, sin presionarla. Parecía que le entendía más de lo que dejaba ver.

— Es complicado, pero tú no estás sola en esto, Beatriz. No lo estás.

Mientras Beatriz caminaba hacia su apartamento, el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo con tonos cálidos que casi hacían olvidar el caos mental que llevaba consigo. El peso de lo sucedido en el día aún pesaba sobre ella, y mientras sus pasos resonaban sobre el pavimento, su mente no dejaba de dar vueltas.

"¿Por qué todo esto tiene que ser tan complicado?" pensó, mirando la calle frente a ella. Los edificios del complejo de apartamentos se alzaban a lo lejos, cada uno como una torre interminable de concreto y vidrio. "Aquí estoy, atrapada en una historia que no es mía, jugando a ser una princesa… ¿y todo por qué? Porque alguien en otro universo decidió que debía ser parte de este lío galáctico?"

Suspiró, dando un paso más firme, como si pudiera alejarse de esos pensamientos con cada uno. Sabía que se estaba distanciando emocionalmente de todos los que la rodeaban, pero al mismo tiempo, no podía dejar de pensar que estaba actuando como una especie de "código de protección". No quería involucrarse en nada que no estuviera bajo su control. No quería ser una pieza más en un juego que no había elegido. No quería ser la princesa de nadie. No, mucho menos de alguien que había “coqueteado con todo el elenco”.

"Me niego a ser parte de este circo político intergaláctico."

Había leído más de lo que quería sobre la historia de Emil y las trampas del juego. En los foros de spoilers, incluso había encontrado comentarios sobre su vida, sobre la complicada lucha política que arrastraba consigo. Emil era el hijo de un planeta que había perecido, había tenido que tomar decisiones que nadie más podía siquiera imaginar. "¿Por qué tendría que cargar con esos problemas? No tengo tiempo ni energía para eso." No le parecía justo jugar con alguien tan marcado por su destino y su historia. Pero… Emil no era como Lucien, ¿verdad? Él no era un príncipe, sino un mafioso. Y si bien su naturaleza pacífica y sus ojos tranquilos le daban una cierta paz, Beatriz sabía que no debía involucrarse demasiado.

Y ahí estaba Lucien, el Aries imparable, con su sonrisa arrogante y su actitud desbordante. "No soy la protagonista de este juego, ¿por qué se empeñan en verme como tal?" Beatriz refunfuñó mentalmente mientras se apoyaba en una de las columnas de su edificio. Lo sabía. Tenía que tomar una decisión, o más bien, jugar a "Love is War", como en Kaguya-sama . Ningún movimiento en falso. Ninguna vulnerabilidad. Ni un paso en falso, y mucho menos mostrar interés.

Aun cuando Lucien la descolocaba, cuando le hacía sonreír, cuando ella no podía evitarlo y él, con sus bromas y su arrogancia, lograba sacarla de sus casillas de maneras inesperadas. "No, no. Nada de eso. No voy a caer en su juego. O tal vez… sí. Solo un poco…"

“Te esperaré dentro de dos días”, dijo él en su última conversación, y Beatriz lo había oído con el tono de alguien que no aceptaba un no por respuesta. Pero ella… ella sabía cómo manejar eso. Sabía cómo mantener una distancia emocional. Y aunque no lo admitiera, algo dentro de ella decía que no podía resistir las reglas de su propio juego de guerra. Un juego que, sin saberlo, estaba empezando a disfrutar.

A medida que Beatriz subía las escaleras hacia su apartamento, se volvió a preguntar por qué el universo había decidido darle esta segunda oportunidad, si todo lo que quería era una vida tranquila. “Ya ves, el universo siempre tiene algo planeado, pero por mí que ya me hubiera quedado en México. Aunque bueno, con baches y con tacos de carne Arabe…” pensó, sonriendo ligeramente, como si ese pequeño consuelo pudiera calmar la tormenta interna que la aquejaba.

A pesar de sus esfuerzos por mantenerse alejada de todo este drama intergaláctico, una pequeña chispa de duda había comenzado a encenderse en su interior. “Lucien no tiene agendas ocultas… Y eso me incomoda más que todo lo demás.” Porque, por más que lo odiara, algo de su sinceridad le atraía. Y eso… no era algo que Beatriz pudiera aceptar tan fácilmente.

—No… no voy a dejar que me atrapen en su juego —se dijo en voz baja, cerrando la puerta detrás de ella.

Sin embargo, sabía que ese pensamiento no tenía mucho fundamento. Después de todo, el tipo de "juego" que Lucien proponía, aunque peligroso, era completamente diferente a lo que ella había imaginado. Tal vez ese era el problema. Ya no sabía qué esperar, pero lo que sí sabía era que su tranquilidad, esa que tanto deseaba, ya no estaba tan al alcance.

"¿Por qué no puedo dejar de pensar en él? ¿En todos ellos?"

Quizás se estaba engañando, pero para Beatriz, ser realista con el mundo que ahora habitaba significaba mantener las distancias. Al fin y al cabo, tenía algo más grande que proteger: su paz mental. Así que, mejor me mantengo alejada. Estar atrapada en una historia de amor y política intergaláctica no está en mis planes.”

Con una última mirada al teléfono, donde Lucien había dejado un mensaje casual para confirmar su cita, Beatriz se dejó caer en su cama. “Y luego está Emil… Pero eso sí que no quiero tocarlo.” La lucha política de Emil, los sacrificios de su gente, el dolor y las pérdidas que arrastraba… todo eso la había dejado pensativa, pero aún más decidida a no involucrarse. Después de todo, si no había querido meterse en política en “la Tierra”, mucho menos lo iba a hacer en este universo.

Beatriz no podía dejar de pensar en Lucien mientras caminaba por las escaleras del edificio viendo a través de los espacios el cielo nocturno. El nombre Sirius le venía a la mente cada vez que él aparecía. No era solo el nombre de una estrella lejana, sino un recordatorio constante de la desconexión que sentía hacia los demás, incluida ella misma. Lucien, como esa estrella, era brillante, pero distante, tanto en cuerpo como en alma.

A veces, Beatriz se preguntaba si él mismo sentía esa lejanía. Sabía que Lucien tenía su propia historia, algo mucho más grande que todo lo que pudiera comprender. De hecho, en una de las pocas ocasiones en que había leído dentro de los foros, las fans de Lucien habían mencionado en tono sombrío que su vida estaba “marcada por un ciclo que no había elegido”.

Pero al igual que Sirius, el alma de Lucien brillaba con fuerza, pero estaba atrapada en un espacio vacío y distante. La maldición que lo rodeaba no sólo lo había despojado de una verdadera vida, sino que también lo había convertido en un espectro, alguien que podía ser admirado desde lejos, pero nunca alcanzado completamente.

Beatriz, tras su día agitado de pensamientos profundos, recibe una llamada de Emil mientras se encuentra en su apartamento. Él la invita a salir al techo del edificio para ver las estrellas. Ella, un poco sorprendida pero intrigada, acepta.

Emil, con una voz tranquila —¿Beatriz? Estaba pensando… ¿te gustaría salir a ver las estrellas? Hay un lugar en el techo del otro edificio donde la vista es increíble, y la noche está despejada. Tal vez te ayude a desconectar un poco.

Beatriz, mirando al techo de su apartamento, tomando un respiro —Bueno, no tengo mucho que hacer… ¿Por qué no? Estoy un poco cansada de estar dentro todo el tiempo.

[Ambos cuelgan y Beatriz sube al techo del otro edificio, encontrando a Emil mirando hacia el cielo.]

— Solo estaba pensando en lo lejos que están algunas cosas… ya sabes, las estrellas. —Beatriz levantó la vista, observando las luces brillando en el cielo. Las estrellas parecían tan cercanas, pero sabía que, en realidad, eran inalcanzables.

— ¿Lejanía, eh? —Emil la siguió con la mirada, interesado, pero sin hacer demasiadas preguntas. — A veces creo que las estrellas son como las personas. Brillan con tanta intensidad, pero están tan lejos que ni siquiera un telescopio podría acercarse lo suficiente.

Beatriz , pensativa— “Es curioso cómo algo tan brillante puede sentirse tan inalcanzable”. —Suspiró ligeramente, hablando ay en voz alta. — A veces siento que hay cosas que no puedes alcanzar, por más que lo intentes.

Emil , sonriendo con amabilidad — ¿Sabes? A veces es mejor no intentar alcanzarlas. Solo observarlas y aprender a admirarlas desde lejos, sin esperar que se acerquen.

— Creo que tienes razón... Tal vez algunas cosas deben quedarse donde están, aunque te cueste aceptarlo.Beatriz ,  se quedó en silencio por un momento, reflexionando. — Es solo que, a veces, no sé si eso es suficiente para mí.

Emil , con tono tranquilo — Es difícil, pero tal vez lo importante es aprender a estar en paz con lo que no puedes controlar. Lo que no puedes alcanzar... es solo parte del camino.

Beatriz lo miró, notando la serenidad en su rostro. No podía evitar sentir una ligera sensación de consuelo por sus palabras, aunque sabía que aún había mucho que no entendía. El cielo estaba tranquilo, y ella también sentía una paz fugaz, aunque algo le decía que esa paz no duraría mucho.

Beatriz sonriendo levemente — Gracias, Emil. Creo que necesitaba escuchar eso.

Emil esbozando una sonrisa ligera — No hay de qué. Estar aquí, mirando las estrellas, nos recuerda que siempre hay algo más allá. A veces es bueno dejarse llevar por lo que hay, sin presionarse demasiado por entenderlo todo.

Ambos permanecieron en silencio durante unos minutos, mirando las estrellas. No había más palabras, solo la tranquilidad de compartir un momento simple, pero significativo.



Al cabo de los dos días, Beatriz volvió a la casa de Lucien, llevando consigo tarea para hacer mientras estuviera allí. Optó por tareas más mundanas en lugar de ejercicio, que no pensaba hacer con Lucien cerca. Mientras estudiaba, sucedió algo curioso: uno de los trajes de Lucien perdió un botón. Beatriz, aprovechando sus habilidades de costura, se ofreció a arreglarlo.

 

Después de coser el botón, se dirigió confiada hacia la habitación de Lucien. Tocó tres veces, como le habían enseñado en casa, y abrió la puerta, sin esperar que él estuviera recién salido de la ducha, apenas envuelto en una toalla. Los ojos de ambos se encontraron intensamente.

 

Beatriz, lejos de sentirse incómoda, se echó a reír. Estaba acostumbrada a ver a sus hermanos y a su padre en situaciones similares, por lo que no le impresionó la escena. Lo que sí le dio gracia fue notar que Lucien “no usaba sandalias” para entrar al baño.

 

—Solo quería dejarte el saco. El botón ya está arreglado —dijo entre risas. Se disculpó rápidamente y, aún riendo, se dirigió a su tarea.

 

Lucien, descolocado, no supo cómo reaccionar. No era la respuesta que esperaba, pero algo en la naturalidad de Beatriz le resultó intrigante. Desde ese día, ella comenzó a sentirse más cómoda en su casa, y la relación entre ellos empezó a mejorar.




El desafío

 

Lucien estaba recargado en el marco de la puerta, observando a Beatriz mientras ella hacía una de las tareas mundanas que había traído consigo. El sonido de la pluma deslizándose sobre el papel llenaba el silencio, pero algo en la atmósfera entre ellos había cambiado desde su regreso. No era el mismo tipo de incomodidad que había marcado sus primeros encuentros. Ahora había una tensión sutil, una especie de atracción y desafío que flotaba en el aire.

 

—¿No te cansas de hacer cosas tan… aburridas? —preguntó Lucien, su tono cargado de esa arrogancia habitual. Su mirada estaba fija en la figura de Beatriz, como si quisiera que dejara lo que estaba haciendo y prestara atención a él.

 

Beatriz levantó la vista un instante, sin decir nada, y volvió a mirar su tarea. "No estoy aquí para agradarle," pensó, pero algo en su interior sabía que Lucien no iba a dejarla en paz fácilmente.

 

—No todos estamos hechos para pelear, Lucien. No todos necesitamos demostrar que somos fuertes o invencibles —respondió, sin levantar la voz, pero con una firmeza que, en su mente, pretendía dejar clara su postura.

 

Lucien sonrió, esa sonrisa desafiante que la ponía alerta de inmediato.

 

—¿Crees que soy el tipo de persona que se conforma con eso? —se acercó a ella con paso lento y seguro, como si no le importara que estuviera ocupada. —Si quieres sobrevivir aquí, vas a tener que hacer mucho más que leer libros y coser botones, Beatriz.

 

Beatriz dejó la pluma sobre la mesa, sintiendo cómo su pulso aumentaba al escuchar las palabras de Lucien. Sabía a qué se refería, pero aún no estaba segura de si quería enfrentar ese reto. El mundo en el que ahora estaba atrapada era tan diferente, tan peligroso, y aún se sentía como una extraña en él.

 

—¿Qué sugieres? —preguntó con una mezcla de cansancio y desconcierto, levantándose de la silla y dándole una mirada desafiante.

 

Lucien se detuvo frente a ella, tan cerca que casi podía sentir el calor de su cuerpo. Su mirada roja brillaba con una intensidad renovada.

 

Te reto a entrenar conmigo —dijo, la voz profunda y segura—. Vamos a ver si puedes manejarlo. Si no lo haces, nunca sabrás si tienes lo necesario para sobrevivir en este mundo. O en este juego, como prefieras llamarlo.

 

Beatriz frunció el ceño. La idea de entrenar con él, de enfrentarse físicamente a Lucien, la inquietaba, pero algo en su interior se rebeló contra la idea de dejarse intimidar. Sabía que este mundo requeriría más de lo que ella pensaba si quería encontrar una salida o, al menos, entender qué estaba pasando.

 

—¿Y si no quiero? —respondió, levantando una ceja, tratando de mantener la calma.

 

Lucien se encogió de hombros, como si no le importara si aceptaba o no, pero la sonrisa en su rostro mostraba que sabía exactamente cómo desafiarla.

 

—Te lo dejo a ti. Pero recuerda, cada vez que me rehúyas, una parte de este juego se te escapará. Y a mí también me gusta ver hasta dónde puedes llegar. —Dio un paso atrás, observándola con intensidad, midiendo su respuesta.

 

Beatriz lo miró fijamente, intentando analizar lo que había detrás de su desafío. ¿Estaba buscando controlarla? ¿O estaba genuinamente interesado en ver cómo se desenvolvía? La respuesta no estaba clara, pero algo dentro de ella la impulsó a seguir adelante.

 

—Lo haré —dijo finalmente, con una voz firme, aunque en su mente seguía dando vueltas a lo que esto significaba.

 

Lucien arqueó una ceja, sorprendido por la rapidez de su respuesta, pero no mostró más que satisfacción.

 

—Perfecto. Pero te aviso, gatita… no va a ser fácil. Prepárate para lo que viene.

 

Beatriz lo miró sin titubear. Algo en su interior se había encendido, aunque aún no sabía si era el fuego de la ira, el miedo o algo más.

 

—Veremos quién se cansa primero —respondió, con una sonrisa que no podía disimular.

 

Lucien la miró por un momento, evaluando sus palabras. Parecía que ella había cambiado. Y aunque no le gustaría admitirlo, eso lo intrigaba aún más. El entrenamiento comenzaría, pero también lo haría algo mucho más complicado: su propia fascinación por ella.

Chapter 10: El potencial oculto

Summary:

📌 Nota del autor/a:
Este fanfic está basado en el videojuego Love and Deepspace, pero todos los nombres de los personajes han sido cambiados y la historia toma ciertas libertades creativas, por lo que no sigue fielmente los eventos originales del juego. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Esta historia contiene temas sensibles que podrían no ser adecuados para todos los lectores. A lo largo de la trama, se abordan situaciones difíciles que pueden incluir trauma pasado y sus repercusiones en la vida del personaje. Aunque estos elementos no son el foco principal de la historia, forman parte del desarrollo del personaje y su crecimiento.
Si en algún momento sientes que necesitas más contexto o información antes de continuar, por favor tenlo en cuenta. Tu bienestar como lector es importante.
Por ahora, la historia solo estará disponible en español. Sin embargo, si veo suficiente apoyo de la comunidad angloparlante, consideraré traducirlo al inglés en el futuro. ¡Gracias por leer!

Notes:

📌 Author’s Note:
This fanfiction is based on the game Love and Deepspace, but all character names have been changed, and the story takes creative liberties, meaning it does not strictly follow the original game events. Any resemblance to real life is purely coincidental.
This story contains sensitive themes that may not be suitable for all readers. Throughout the story, difficult situations are addressed that may include past trauma and its repercussions on the character's life. While these elements are not the main focus of the story, they are part of the character's development and growth.
If at any point you feel you need more context or information before continuing, please keep that in mind. Your well-being as a reader is important.
For now, the story will only be available in Spanish. However, if I receive enough support from the English-speaking community, I will consider translating it in the future. Thank you for reading!
SUMARY

Chapter Text

Beatriz se puso su ropa de entrenamiento con una mezcla de ansiedad y determinación. Aunque por fuera intentaba mantener la compostura, por dentro sabía que no era lo que había imaginado. Lucien ya estaba en el centro del gimnasio, sus brazos cruzados, observándola con esa sonrisa burlona que tanto la irritaba.

 

—Vamos, gatita —dijo con tono despectivo—, no vas a aprender nada si no te tomas esto en serio.

 

Beatriz respiró hondo y se acercó a él. Intentó no dejar que su incomodidad fuera evidente mientras se preparaba para el primer golpe. Lucien extendió los brazos, invitándola a golpear sus muñecas.

 

—¿Eso es todo lo que tienes? —dijo, casi riendo mientras la observaba.

 

Beatriz, con el rostro impasible, intentó no dejarse afectar, pero sus golpes, suaves y calculados, parecían casi inofensivos para él. La forma en que se burlaba, como si ella fuera solo un juego, la hacía sentirse pequeña, como una niña que nunca había aprendido a pelear. El estrés comenzaba a acumularse dentro de ella, como una presión que no sabía cómo liberar.

 

—¿Eso es lo mejor que puedes hacer? —dijo Lucien, ahora con una sonrisa arrogante. —Pensé que me ibas a dar más trabajo.

 

Beatriz, con el rostro endurecido, intentó no demostrar lo que sentía. Sin embargo, un nudo comenzó a formarse en su pecho. El estrés de recordar cómo, en su pasado, siempre fue vista como una especie de monstruo por su fortaleza la estaba alcanzando nuevamente. Nunca había sido bienvenida en el mundo de los deportes, y Lucien, con sus burlas, la hacía sentirse como aquella niña rechazada otra vez.

 

El ambiente comenzó a volverse pesado, y Beatriz, aunque intentaba no mostrarlo, sentía que sus fuerzas se desmoronaban. Los recuerdos de su pasado se agitaban, como sombras acechando en las esquinas de su mente. De repente, una ola de frustración la invadió, y en un arrebato de irritación, apretó los dientes.

 

Lucien, sintiendo que la estaba acorralando demasiado rápido, le lanzó un desafío más directo:

 

—Vamos, ¿acaso no puedes hacer un golpe de verdad? Si eres tan fuerte como dices ser, lo demostrarás.

 

Las palabras lo dejaron claro: Beatriz estaba al borde de su paciencia. Algo dentro de ella se rompió, y sin pensarlo más, cerró los ojos un instante. Fue como si, en ese momento, la realidad del gimnasio se desvaneciera. El entrenamiento, las burlas, la presión… todo se desdibujó ante la claridad de lo que tenía que hacer.

 

Final Fantasy VII - Let The Battles Begin! (Piano Version)

 

Instintivamente, las imágenes de las peleas que había visto en los videojuegos comenzaron a fluir en su mente. Una extraña energía la envolvió, y, sin pensarlo, sus ojos se abrieron con una intensidad renovada. Sus pupilas se contrajeron, y en un susurro bajo, casi inaudible, murmuró:

 

—Tifa Lockhart.

 

Lucien no entendió la referencia, pero algo en su mirada cambió. No la reconoció de inmediato, pero pudo ver la transformación. Los movimientos de Beatriz ahora se sentían más naturales, como si estuviera conectada con algo más allá de la mente. Era como si su cuerpo respondiera de una manera distinta, más eficiente. El golpe que lanzó hacia Lucien ya no era suave ni predecible. En su lugar, era un golpe rápido, preciso, impulsado por una fuerza imparable.

 

De repente, Beatriz no era solo una chica que intentaba entrenar. Era alguien con una habilidad instintiva que no había esperado liberar. Sus sentidos se afinaron, y su cuerpo pareció sincronizarse con la energía que ahora corría por sus venas. El golpe que lanzó hacia Lucien fue tan fuerte que él no pudo evitar retroceder, sorprendido.

 

—¿Qué... qué fue eso? —preguntó, mirando a Beatriz con una mezcla de asombro y desconcierto.

 

Beatriz, en su mente, sentía que había cruzado una línea. El poder dentro de ella la había transformado, y el modo que activó, algo similar al "Seed" de la famosa serie de Gundam Seed, la envolvió en una furia controlada. Sus músculos se tensaron, y sin pensarlo más, adoptó una postura de combate, lista para lo que viniera.

 

Lucien la observó en silencio, ahora con un brillo de curiosidad y respeto. Beatriz ya no era solo la chica que trataba de encajar. Había algo más en ella, algo que no había anticipado.

 

La pelea entre ellos acababa de tomar un giro completamente diferente.



El bello y La Bestia 

Beatriz, ya inmersa en el modo que había activado sin pensarlo, comenzó a moverse con una precisión inesperada. Los recuerdos de los videojuegos y las peleas que había observado se fusionaron en su mente, y cada movimiento parecía más una coreografía que una batalla. Cuando Lucien intentó atacar, Beatriz lo esquivó, como si ya hubiera anticipado sus movimientos.

—Por la izquierda —susurró para sí misma, concentrada.

Con un movimiento ágil, le permitió que la atacara desde ese ángulo, pero en lugar de defenderse, se adelantó con un giro rápido. En un abrir y cerrar de ojos, sus manos se movieron como si estuviera dirigiendo una danza, golpeando los puntos de presión en el cuerpo de Lucien con una precisión mortal.

—Golpea primero, golpea fuerte, sin piedad... —murmuró, casi como un mantra. La frase de Cobra Kai resonaba en su mente, pero lo que había comenzado como una simple batalla de entrenamiento estaba tomando un giro mucho más oscuro.

Con un solo golpe, Lucien se vio obligado a retroceder, con su brazo izquierdo inmovilizado. Beatriz, sintiendo que la furia dentro de ella crecía, actuó sin pensarlo. Con dos rápidos movimientos, golpeó más puntos de presión en su cuerpo, dejándolo totalmente desorientado e inmovilizado. El gimnasio se llenó de un sonido de golpes, pero Beatriz no se detuvo allí. Sin pensarlo, dio un giro similar al de Tifa Lockhart, lanzando ambas piernas con una fuerza arrolladora hacia Lucien.

Lucien cayó al suelo, incapaz de moverse por el dolor y la presión en los puntos que Beatriz había atacado. La chica, en un momento de claridad, miró sus manos, aún temblorosas, y de repente se detuvo. La sensación de tenerlo a su merced, incapaz de moverse, hizo que la furia dentro de ella comenzara a desmoronarse. No podía seguir golpeándolo. Algo en su interior se frenó.

Recordó que no lo odiaba, que no quería hacerle daño. Quería entenderlo mejor, como jugador, como persona. La idea de continuar con la pelea le parecía absurda, y una oleada de culpa la invadió. Miró su objetivo caído en el suelo, y cuando levantó su brazo para golpearlo en la cara, el recuerdo de su propia humanidad la detuvo. No podía. No quería.

El freno fue automático. En ese mismo instante, se alejó un paso, tropezando ligeramente en su retroceso. En un susurro, apenas audible, murmuró:

—Perdón…

Valkyrie Profile 2: Silmeria OST - Movement of Distorted Causality

Pero la ansiedad y el nerviosismo la inundaron por completo. El sudor frío comenzó a brotar de su frente. Hiperventilaba mientras se tomaba unos segundos para recomponerse. El cansancio, tanto físico como emocional, comenzó a pesarle. La frustración era palpable, pero no podía quedarse ahí. No podía ver a Lucien como un enemigo, no completamente.

Sin pensarlo, dio un paso atrás, dándose una bofetada en la mejilla, sintiendo la vergüenza y la tensión, dejando que la mejilla se enrojeciera por el golpe. Sin mirar atrás, dio media vuelta, casi tropezando mientras se dirigía rápidamente hacia la salida del gimnasio.

Corría como si su vida dependiera de ello, hasta llegar a su casillero. Se cambió rápidamente, y en un suspiro entrecortado, intentó calmarse, pero sabía que su mente no lo estaba permitiendo. Su cuerpo, su mente, todo estaba saturado de emociones que no sabía cómo controlar.

—No sé qué está pasando conmigo… —Sin pensarlo, giró sobre sus talones y comenzó a correr hacia la salida. Los ecos de su respiración acelerada llenaban el aire mientras atravesaba el pasillo del gimnasio. Cada paso, cada respiración, era una reacción visceral al caos dentro de ella. Las luces del gimnasio se desvanecieron en su campo visual, pero el peso de lo que acababa de hacer seguía ardiendo en su pecho.

Beatriz no podía permitirse ver atrás. Solo quería salir, dejar todo atrás.

Llegó al apartamento de Lucien, pero no se detuvo. Con una rapidez que ni ella misma comprendía, corrió hacia las escaleras, bajando sin mirar, como si quisiera escapar de sí misma. Sus pies apenas tocaban los escalones mientras su mente continuaba a mil por hora, repasando cada segundo de lo que había ocurrido, cada palabra, cada gesto, cada silencio.

Una vez fuera del edificio, comenzó a correr por las calles. Las luces de la ciudad brillaban a su alrededor, pero todo le parecía distante, como si estuviera atrapada en una burbuja de confusión. La sensación de estar controlando la pelea, solo para perder el control emocional, la desbordaba.

Finalmente, llegó a su casa, las piernas temblorosas, el corazón latiendo con fuerza. No se preocupó por cerrar la puerta; simplemente entró y se dejó caer en el sofá. Un sollozo le escapó de los labios antes de que pudiera controlarlo. Luego otro. Y otro.

El peso de la situación se desbordó por completo. Las emociones contenidas desde hace tiempo finalmente rompieron las barreras de su autocontrol. Las lágrimas caían libremente mientras ella se abrazaba a sí misma, buscando consuelo en su propia fragilidad.

—No puedo… —musitó entre sollozos, sintiendo que la presión dentro de su pecho era insoportable.

Había estado reprimiendo todo durante tanto tiempo: sus miedos, sus inseguridades, el miedo a lo que podía llegar a ser, el miedo a lo que había hecho. A lo que podría ser capaz de hacer. El caos que había surgido dentro de ella no era solo de la pelea, sino de todo lo que su mente aún no lograba comprender.

A solas, sin nadie alrededor, Beatriz finalmente dejó que las lágrimas la arrasaran, como si cada gota de tristeza fuera un pequeño alivio. Pero sabía que esto no era el final. Era solo el comienzo de algo más grande, algo que aún no podía entender.

Chapter 11: El peso de la responsabilidad

Summary:

📌 Nota del autor/a:
Este fanfic está basado en el videojuego Love and Deepspace, pero todos los nombres de los personajes han sido cambiados y la historia toma ciertas libertades creativas, por lo que no sigue fielmente los eventos originales del juego. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Esta historia contiene temas sensibles que podrían no ser adecuados para todos los lectores. A lo largo de la trama, se abordan situaciones difíciles que pueden incluir trauma pasado y sus repercusiones en la vida del personaje. Aunque estos elementos no son el foco principal de la historia, forman parte del desarrollo del personaje y su crecimiento.
Si en algún momento sientes que necesitas más contexto o información antes de continuar, por favor tenlo en cuenta. Tu bienestar como lector es importante.
Por ahora, la historia solo estará disponible en español. Sin embargo, si veo suficiente apoyo de la comunidad angloparlante, consideraré traducirlo al inglés en el futuro. ¡Gracias por leer!

Notes:

📌 Author’s Note:
This fanfiction is based on the game Love and Deepspace, but all character names have been changed, and the story takes creative liberties, meaning it does not strictly follow the original game events. Any resemblance to real life is purely coincidental.
This story contains sensitive themes that may not be suitable for all readers. Throughout the story, difficult situations are addressed that may include past trauma and its repercussions on the character's life. While these elements are not the main focus of the story, they are part of the character's development and growth.
If at any point you feel you need more context or information before continuing, please keep that in mind. Your well-being as a reader is important.
For now, the story will only be available in Spanish. However, if I receive enough support from the English-speaking community, I will consider translating it in the future. Thank you for reading!

Chapter Text

Todo su cuerpo estaba tenso, pero lo que más le dolía era la sensación de haber cruzado una línea invisible, algo que había jurado no volver a hacer: usar esas habilidades. Las mismas que había perfeccionado con años de sacrificios y que, al final, le recordaban más dolor que orgullo.

Después de un rato, se obligó a levantarse. —No puedo quedarme así—, pensó, tratando de enfocarse en algo más tangible. Entró a la ducha y dejó que el agua caliente corriera por su cuerpo, intentando lavar no solo el sudor de la pelea, sino también el peso emocional que la estaba aplastando.

Un pensamiento fugaz la llevó a la idea de recuperar fuerzas con algo tan simple como un pan. Salió a las calles, con una gorra, gafas de sol y el cubrebocas cubriendo su rostro. Aunque sabía que esas medidas eran innecesarias, la idea de que alguien pudiera reconocerla y preguntar qué le había pasado era insoportable.

Entró a la panadería más cercana y pidió una baguette. "Las penas con pan son menos", murmuró para sí misma, recordando las palabras de su madre. Se aferró al paquete como si fuera un salvavidas y comenzó a caminar por las calles vacías.

Mientras mordisqueaba el pan, su mente no dejaba de analizar lo sucedido. Había pasado tanto tiempo desde que usó esos movimientos, desde que sintió esa precisión fluida en su cuerpo. Le recordaba los días en los que “entrenaba obsesivamente” , perfeccionando cada técnica con una mezcla de “visualización y práctica física”. Y, sin embargo, se había prometido a sí misma no volver a depender de eso. La última vez que lo hizo, el costo fue demasiado alto.

Sus pensamientos se detuvieron un momento en Lucien. Había visto el miedo en sus ojos, el desconcierto, la duda. No podía culparlo. ¿Qué habría pensado él al ver a alguien tan joven, aparentemente inofensiva, derrotarlo con una precisión tan meticulosa? Pero lo que más le pesaba era su propia reacción: el instinto de detenerse antes de herirlo de verdad, la culpa que la había llevado a salir huyendo.

—¿Qué estoy haciendo? —, se preguntó mientras terminaba el último trozo de pan. Se sentó en un banco, abrazándose las piernas. Había pasado demasiado tiempo ocultando quién era, demasiado tiempo enterrando esa parte de ella que temía dejar salir. Y ahora, en un instante, todo había vuelto a la superficie.

Pero también sabía que esto era solo el comienzo. Algo dentro de ella se estaba moviendo, despertando, y aunque trataba de negarlo, una parte de Beatriz sabía que no podía seguir huyendo para siempre.

Después de regresar a casa con el corazón todavía palpitando y los nervios de punta, Beatriz trató de tranquilizarse. Sin embargo, la posibilidad de represalias de Lucien seguía rondándole la mente. "Golpeé al tipo equivocado... ¿y ahora qué?", pensó, sintiendo que el aire se volvía pesado a su alrededor.

Con la mente inquieta y el cuerpo agotado, tomó una decisión impulsiva: pedir unos días de permiso en el trabajo. Se sentó frente a su escritorio, agarró el teléfono y marcó el número del coordinador de su área. Tomó aire profundamente y, utilizando toda su habilidad teatral, fingió una voz quebrada:
—Hola... cof, cof ... Soy Beatriz. No me siento muy bien, creo que... ugh, necesito descansar un par de días. Estoy segura de que en tres días estaré mejor.
—Oh, claro, Beatriz. Tómate tu tiempo, espero que te recuperes pronto.

Colgó el teléfono con un suspiro de alivio. "Bien, ahora al menos tengo tres días para pensar qué hacer."

Pero la sensación de inseguridad no desapareció. Recordó cómo Lucien había caído al suelo, cómo lo había humillado en su gimnasio. Aunque nadie sabía su verdadera identidad, Beatriz no podía ignorar que Lucien era mucho más peligroso de lo que aparentaba. Y si decidía buscarla, ¿qué haría?

Miró alrededor de su pequeño departamento, buscando instintivamente un lugar donde pudiera sentirse más segura. La cama parecía demasiado expuesta. "No... necesito algo más cerrado, algo que me haga sentir protegida." Sus ojos recorrieron la habitación hasta detenerse en el armario.

Sin pensarlo dos veces, se puso a buscar algo donde pudiera esconderse. Rebuscó entre los rincones del departamento, pero no encontró nada más que una caja de plástico grande que había comprado hacía tiempo para guardar libros. Vació su contenido en un rincón y la arrastró hasta el armario.

Se metió dentro, abrazándose las piernas mientras colocaba una manta encima de la caja, como si eso pudiera ofrecerle mayor protección. Cerró las puertas del armario y se quedó en silencio, escuchando cada ruido del exterior. Su respiración era lenta, contenida, como si temiera que incluso eso pudiera delatarla.

El cansancio finalmente la venció, y Beatriz se quedó dormida dentro de la caja, en la oscuridad del armario. A pesar de lo incómodo que era, algo en ese espacio cerrado le daba la sensación de seguridad que tanto necesitaba.

Lo que no sabía era que mientras ella buscaba protección, Lucien no estaba pensando en represalias, al menos no de la manera que ella imaginaba. En algún rincón de la ciudad, el hombre repasaba mentalmente lo sucedido, sorprendido por la fuerza y precisión que aquella mujer había mostrado. Una parte de él estaba humillada, claro, pero otra... otra estaba intrigada.

Beatriz no tenía idea de cuánto tiempo había pasado. Solo recordaba haberse metido en la caja de plástico dentro del armario, envuelta en la manta, con el corazón todavía latiendo fuerte. "Solo un momento, hasta que me calme" , se había dicho, pero el agotamiento físico y emocional la arrastraron al sueño antes de que pudiera reconsiderarlo.

Había apagado su celular por completo, lanzándolo descuidadamente a la cama. No quería interrupciones, llamadas, ni el más mínimo ruido que pudiera delatar su escondite. Todo lo que quería era desaparecer.

Cuando finalmente despertó, su cuerpo estaba rígido y su boca seca como el desierto. Salió de la caja tambaleándose, sintiéndose desorientada. Miró hacia el reloj de pared y su estómago dio un vuelco: habían pasado tres días. Tres días completos en los que nadie había sabido de ella.

Se tambaleó hasta el baño, encendió la ducha y dejó que el agua fría cayera sobre su cuerpo, tratando de despejar su mente. — ¿Cómo es que nadie vino a buscarme? —, pensó. Pero lo sabía: todos asumieron que simplemente estaba enferma, y su actuación teatral al pedir permiso en el trabajo había sido demasiado convincente.

Mientras el agua caía, el peso de los últimos días regresó como un golpe. Había enfrentado a alguien mucho más peligroso de lo que había imaginado, y ahora no tenía idea de lo que Lucien podría hacer.

El agua fría de la ducha la golpeó como una bofetada, ayudándola a despertar por completo. Mientras se lavaba el cabello, pensaba en Lucien, en su mirada cargada de peligro y en el golpe que le había dado. Sabía que un hombre como él no olvidaría algo así tan fácilmente.

Cuando salió de la ducha, su reflejo en el espejo la mostró con las mejillas pálidas y el cabello empapado. Envuelta en una toalla, se recogió el cabello con otra y se apresuró a cambiarse. Como siempre, lo hizo dentro del baño, lejos de cualquier posibilidad de ser vista o invadida. Era un hábito tan arraigado que ni siquiera lo cuestionaba.

Abrió la puerta con cautela, asegurándose de que el apartamento estuviera en silencio antes de salir. Caminó hacia la cocina, todavía con la toalla en la cabeza, pero algo detuvo sus pasos. El aire estaba denso, casi sofocante, y un ligero resplandor rojizo parpadeaba en el centro de la sala.

Su corazón se detuvo por un instante.

El aire en la habitación comenzó a cambiar, tornándose pesado. Una tenue nube de partículas rojas y negras  apareció en el centro de la sala, girando lentamente como un remolino. Beatriz, se dio media vuelta, justo a tiempo para ver cómo esa nube se transformaba en una figura humana.

Lucien estaba ahí, de pie , con los brazos cruzados y una expresión que mezclaba diversión e irritación.
—¿Sabes? Es bastante difícil encontrar a alguien que literalmente desaparece del mapa durante tres días —dijo con una voz calmada, pero con un tono de amenaza latente.

Beatriz se congeló. Su mente corría a mil por hora, tratando de decidir si debía correr, gritar, o enfrentarlo. Pero antes de que pudiera reaccionar, Lucien levantó una mano, indicando que no se acercaría más.
—Tranquila. No vine a hacerte daño. Solo quiero respuestas.

Ella retrocedió un paso, sujetando la toalla  de su cabello con fuerza.
—¿Respuestas? ¿Después de lo que pasó? ¿Qué esperabas? ¿Un abrazo?

Lucien soltó una risa baja y seca.
—No. Pero tampoco esperaba que alguien como tú pudiera derribarme. —Sus ojos brillaron con algo más que curiosidad, como si estuviera evaluándola.

El silencio entre ambos era tenso, como una cuerda a punto de romperse. Beatriz sintió cómo su corazón volvía a acelerarse, pero no era solo miedo. Había algo en la manera en que Lucien la miraba, algo que la hacía sentir atrapada, como si pudiera ver más allá de su fachada.

—No sé qué tipo de truco usaste, pero... —Lucien se acercó un paso, haciendo que el aire a su alrededor vibrara con energía contenida—. Hay algo en ti, y quiero saber qué es.

Beatriz apretó los dientes, tratando de ocultar su miedo.
—¿Y si no quiero decirte nada?

Lucien sonrió, una sonrisa peligrosa que no alcanzaba sus ojos.
—Entonces tendrás que vivir con la duda de cuándo volveré a aparecer. Porque créeme, esto no se acaba aquí.

Y con eso, su cuerpo comenzó a desvanecerse de nuevo en ese humo rojo, dejando el apartamento tan silencioso como antes, pero con un aire cargado de incertidumbre y una pregunta clara en la mente de Beatriz: "¿Qué quiere de mí realmente?"

El Dolor de Emil

Al día siguiente Beatriz caminaba por el pasillo de la academia, pero su mente no estaba en el presente. Pero algo llamó poderosamente su atención la imagen de Emil, tan apagado y distante, con la mirada vacía, como si ya no estuviera allí, le atravesaba la mente como un relámpago.

Era un día gris y frío, como todos aquellos que preceden a una tormenta. Beatriz había llegado hace poco al nuevo mundo y todavía “no conocía bien a Emil” , pero había algo en su energía, o más bien en la falta de ella, que la hizo sospechar. Sabía que algo no iba bien con él. Un sentimiento instintivo, como el presagio de un Piscis cuando el agua calma se vuelve peligrosa, le hizo sentir que debía seguirlo.

Era como si Emil estuviera desapareciendo de la realidad.

Ese día, él había estado tan callado, casi ausente, pero Beatriz sabía que eso no era normal en él. No era la indiferencia de alguien que simplemente tenía un mal día; había algo más profundo y oscuro en sus ojos, como si se estuviera desmoronando por dentro. Con un nudo en el estómago, decidió que no podía dejarlo solo, y lo siguió.

Lo encontró en un pequeño prado en medio del bosque a las afueras de la academia, un lugar que casi nadie conocía. Se encontraba allí, en el centro del prado, Emil se encontraba de pie, con la mirada fija en un punto invisible, respirando lentamente, pero con una sensación de vacío tan grande que Beatriz pudo sentirlo incluso a distancia.

Lo que más la sorprendió fue su energía: estaba casi agotada, como si hubiera estado vaciando todo lo que tenía, hasta su última reserva. Algo no cuadraba. Emil no era de los que se dejaban arrastrar por la desesperación. Era calmado, calculador, pero ahora parecía quebrado, perdido.

Se acercó con cautela, sin hacer ruido, pero lo suficiente como para hacerle saber que no estaba solo. Fue entonces cuando Emil, como si hubiera escuchado sus pensamientos, dio un paso atrás y la miró, sus ojos reflejando una profunda melancolía.

—Beatriz… —susurró, su voz tan apagada que apenas alcanzó a oírla.

Sin que ella lo pidiera, Emil le explicó, casi en un murmullo, lo que lo había estado atormentando. La verdad que él había estado ocultando, el peso que lo estaba aplastando, todo lo que había estado callado por tanto tiempo. Él era un príncipe de un mundo condenado a la destrucción.

—Mi mundo… Ya está destinado a colapsar. No hay forma de evitarlo. La única manera de salvarlo es… Sacrificándose. Y yo… No puedo hacerlo. —Emil cerró los ojos con un gesto doloroso—. Ya lo he intentado tantas veces. He fallado cada vez. Y el tiempo parece seguirse repitiendo. Llevo 242 años repitiendo el mismo ciclo. Cada vez… Cada vez protejo a la misma persona, solo para que todo termine de nuevo en desastre.

Beatriz lo miró en silencio, su corazón apretado por la tristeza y el sufrimiento de Emil. No entendía todo en su totalidad , pero podía sentir la presión de su dolor, la agonía de alguien que llevaba una carga mucho más pesada de lo que una sola persona podría soportar. Sabía que la mente de Emil, tan lógica y analítica, no podía soportar esa cantidad de angustia.

De pronto, Emil comenzó a tambalear, arrodillándose en el césped y Beatriz sintió cómo su energía se desplomaba aún más. Su cuerpo comenzó a emitir una vibración inestable, casi destructiva. Algo en su interior estaba a punto de romperse por completo. La presión, el estrés, todo lo que había estado acumulando durante tanto tiempo, estaba a punto de hacer que su propio poder "Evol" se desestabilizara.

Beatriz no dudó ni un segundo. Sabía lo que tenía que hacer. Sin pensarlo, dio un paso hacia él, extendiendo las manos hacia su pecho, casi instintivamente, buscando calmarlo.

—Emil… por favor. No te dejes llevar por eso. —Su voz salió más firme de lo que pensaba, pero sus palabras eran un ancla en ese mar de desesperación.

Emil la miró con ojos vidriosos, sin poder responder. El vacío que sentía por dentro lo estaba arrastrando, llevándolo hacia un abismo sin retorno. Pero Beatriz no iba a dejarlo ir. No podía.

Ella tenía algo dentro de sí que nunca había pensado usar en situaciones como esa. En ese instante, recordó algo que había visto en la historia de la protagonista original. El "agujero interdimensional", una fuente de energía con un poder inmenso. Beatriz sabía que no podía dar todo de sí misma sin poner en riesgo su propia vida, pero si podía darle un poco de esa energía, tal vez podría salvarlo, calmar su mente lo suficiente como para que pudiera salir de ese trance destructivo.

Con una imagen mental clara, sintió cómo se activaba la energía del agujero que había absorbido previamente. Fue un acto impulsivo, pero lleno de bondad sincera. Beatriz colocó una mano en el pecho de Emil y cerró los ojos. En ese momento, le transmitió casi toda la energía del agujero interdimensional , usando su poder y experiencia para canalizarla a través de él. Sabía que eso podría ayudarlo a estabilizarse, pero también era arriesgado. No sabía hasta qué punto su poder afectaría a Emil, pero no tenía otra opción.

La luz que envolvía a Emil fue suave, pero intensa. Durante unos segundos, parecía que todo el dolor de Emil se disipaba, como si el peso de sus años de sufrimiento comenzará a desvanecerse. La vibración de su poder se estabilizó, y su cuerpo dejó de temblar.

Finalmente, Emil abrió los ojos, aunque sus pupilas seguían reflejando la lucha interna. Sin embargo, había algo diferente en él. Una calma, aunque frágil, había reemplazado la tormenta interna.

Beatriz respiró hondo, sintiendo la conexión entre ambos. Le sonrió con suavidad, pero sus palabras eran serias y llenas de compasión.

—Emil, ya basta. No más batallas por ahora. Necesitas tiempo para pensar, para sanar. Te voy a ayudar, pero tienes que alejarte de todo esto por un tiempo. Te voy a trasladar al área de investigación. Te lo debo, y me debes dar la oportunidad de ayudarte.

Emil no dijo nada al principio, pero en sus ojos brilló una pequeña chispa de agradecimiento, como si finalmente viera una salida, aunque difusa.

—Gracias… Beatriz —dijo, su voz ahora mucho más estable.

Beatriz lo miró por un largo momento antes de continuar.

—Tómate un descanso, Emil. Piensa en lo que quieres ahora. No tienes que cargar todo solo. Yo estaré aquí.

Con ese pequeño gesto, algo cambió . Emil aceptó alejarse de las batallas por un tiempo y unirse al área científica, donde sus habilidades serían igualmente valiosas, pero sin la presión de enfrentarse a su destino de forma directa. Beatriz sabía que esa decisión sería crucial para su bienestar. Sin darse cuenta, su acto de bondad había abierto un canal completamente nuevo , un canal que Emil nunca había experimentado antes, uno que tenía el potencial de convertir su amor protector y posesivo en algo más puro, algo más profundo.

La frustración de Miguel Ángel

Así pasaron unos dos días hasta que mientras estaba en su casa, un mensaje la sacó de esta “nueva rutina”, era por parte de Miguel Ángel, le pedía que fuera de inmediato con ella ya que  no sabía qué hacer ante “su bloqueo creativo”.

Beatriz llegó al taller de Miguel Ángel con la sensación de que el día de hoy sería diferente. Sabía que, como docente, su papel en la vida de sus estudiantes era crucial, pero en el caso de Miguel Ángel, esa relación estaba teñida de matices más complejos. Era su guardaespaldas, sí, pero también un artista de gran potencial, con una sensibilidad única que Beatriz había llegado a apreciar, aunque se resistiera a ser demasiado cercana a él.

Miguel Ángel era piscis, por lo que sus emociones tendían a tomar el control, y eso solía reflejarse en sus obras. Sabía que, como cualquier piscis, tenía altibajos creativos, y en este momento, parecía estar en uno de esos días bajos.

Al entrar al taller, Beatriz lo encontró exactamente como se había imaginado: rodeado de lienzos a medio terminar, pinceles desordenados y una atmósfera algo cargada. Miguel Ángel estaba sentado frente a una tela vacía, con un gesto frustrado, casi como si estuviera haciendo un berrinche interno. Los restos de una jornada de frustración artística estaban esparcidos por el suelo y las paredes, y su expresión era de pura incomodidad.

—¿Todo bien? —preguntó Beatriz, acercándose con una sonrisa tranquila, aunque con un toque de diversión.

Miguel Ángel levantó la mirada, un tanto confundido al principio, pero enseguida reconoció su presencia. Un suspiro escapó de sus labios.

—Creo que tengo un bloqueo creativo terrible. Nada me sale bien hoy —dijo con un tono melancólico, como si de alguna manera su arte estuviera reflejando su estado emocional.

Beatriz se inclinó sobre la mesa, observando la tela vacía y los pinceles a su alrededor. Sabía que esos bloqueos no eran solo de tipo artístico; en su caso, también había algo personal detrás. A veces, la vida de un artista se entrelazaba tanto con su arte que las emociones y las experiencias se mezclaban. Sin embargo, ella no iba a ceder ante la tristeza de Miguel Ángel. Era hora de que él se despejara, y sabía exactamente cómo hacerlo.

—Bueno, Miguel, tengo un ejercicio que investigué y ayuda cuando uno se encuentra con bloqueos artísticos.—Beatriz lo miró, segura de que algo tan sencillo como un ejercicio podría cambiar su perspectiva. —No será nada complicado, pero necesitas dejar ir esa presión.

Miguel Ángel la observó con escepticismo, pero a la vez, algo en su tono parecía haber capturado su atención.

—¿Qué tipo de ejercicio? —preguntó, aún con una ceja levantada.

—Quiero que tomes una hoja grande de papel, y yo también lo haré. Tienes 30 segundos para hacer lo que te salga, sin pensarlo demasiado, solo... dibuja lo primero que se te ocurra. Puedes elegir entre dos materiales: acuarelas o carboncillos. Al terminar los 30 segundos, me pasas la hoja, y yo haré lo mismo, pero tendrás que hacerlo tú con los materiales que elija. ¿Te atreves? —Beatriz le ofreció una sonrisa confiada.

Miguel Ángel frunció el ceño por un momento, dudando. Sin embargo, algo en la propuesta pareció liberarlo, o al menos intrigarle.

—¿Solo 30 segundos? —se rió, casi con incredulidad—. Esto va a ser... una locura.

—Créeme, lo será —respondió Beatriz, sonriendo mientras tomaba su propia hoja de papel. —Es más divertido de lo que parece. Créeme, los mejores resultados suelen llegar cuando dejas de pensar y simplemente sigues el impulso.

Miguel Ángel se acomodó en su silla, tomando los materiales con cierto entusiasmo ahora que la idea comenzaba a calar en él. El ambiente pesado del taller parecía disolverse, y por un momento, el tiempo se desaceleró. Los dos comenzaron a trabajar.

Los 30 segundos fueron una mezcla de risas y concentración, con Beatriz dibujando líneas rápidas y gestuales, mientras Miguel Ángel intentaba deshacerse de la presión, dejando que sus manos simplemente siguieran su propio ritmo. Cuando el tiempo se agotó, se miraron el uno al otro, sabiendo que el verdadero reto ahora comenzaba.

—Listo —dijo Beatriz, entregando su hoja sin mirar lo que había hecho. La actividad era casi un juego, pero tenía un propósito profundo: liberar la mente de todo bloqueo.

Miguel Ángel observó la hoja que le había entregado Beatriz. Lo que había visto en su propio dibujo era algo completamente inesperado. Era algo entre un caos controlado y una expresión de liberación. Aún no comprendía completamente la lógica detrás del ejercicio, pero había algo en su corazón que comenzaba a entender. El desafío ahora era hacer algo que no fuera solo un juego, sino una obra con propósito.

En los siguientes cinco minutos, los dos continuaron dibujando, pero de una manera diferente. La atmósfera se volvió más ligera, como si el arte, en su forma más pura, pudiera unirlos de una manera que las palabras no podían. Miguel Ángel ya no se sentía presionado a crear una obra maestra, sino que se permitió disfrutar de la acción creativa. Al final, cuando ambos se detuvieron, se quedaron mirando los dibujos. Había algo especial en los trazos, algo que los unía sin ser tan explícito.

—Esto ha sido… interesante —dijo Miguel Ángel, observando el resultado de su trabajo.

Beatriz asintió, dándole una mirada de satisfacción.

—¿Ves? El arte no siempre tiene que ser tan serio. A veces, solo hay que dejarse llevar.

Miguel Ángel sonrió, con algo más que solo alivio en sus ojos. La actividad había funcionado; no solo había despejado su bloqueo, sino que también había abierto una puerta a una forma diferente de ver su trabajo. Beatriz había conseguido algo más que liberar su mente; había despertado una chispa de inspiración genuina en él.

Después de un rato, se sentaron en silencio, mirando los resultados de su trabajo y reflexionando. Beatriz se dio cuenta de algo muy importante. A lo largo de su carrera, había trabajado con muchos artistas, pero Miguel Ángel era especial. No solo porque fuera su guardaespaldas, sino porque su arte podía cambiar el mundo a su alrededor. Y, sin querer, Beatriz había empezado a verlo no solo como un estudiante, sino como alguien que realmente podía alcanzar sus sueños.

Por dentro, sentía orgullo. No era un orgullo por el que lo estuviera compitiendo o celosa, como a veces podría pasar con otros colegas. Este orgullo era puro, porque ella sabía lo que era darlo todo por una meta. Sabía que, a pesar de las diferencias en sus historias, sus caminos se cruzaban en el arte y en el trabajo arduo, y eso los hacía más cercanos.

Miguel Ángel, sin embargo, no parecía ver el gesto de Beatriz de manera romántica, como ella temía. La relación entre ellos era mucho más compleja. Beatriz no se sentía atraída por él en ese sentido, y él tampoco parecía estar buscando nada más allá de una amistad y una conexión creativa. De hecho, se sorprendió a sí misma al darse cuenta de que, de alguna manera, quería ser amiga de él, aunque esa amistad estuviera cargada de la responsabilidad de su seguridad.

—Gracias, Beatriz —dijo él al final, con un tono sincero. —Creo que esto me ha dado justo lo que necesitaba.

—De nada —respondió ella, sonriendo con calidez—. Espero verte triunfar en el futuro, Miguel Ángel. Tienes un talento increíble.

La mirada de Miguel Ángel reflejó una gratitud genuina, y Beatriz supo que este momento de complicidad, sin expectativas, había sido un paso importante para ambos.

Chapter 12: Entre Silencio y Sonrisas

Summary:

📌 Nota del autor/a:
Este fanfic está basado en el videojuego Love and Deepspace, pero todos los nombres de los personajes han sido cambiados y la historia toma ciertas libertades creativas, por lo que no sigue fielmente los eventos originales del juego. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Esta historia contiene temas sensibles que podrían no ser adecuados para todos los lectores. A lo largo de la trama, se abordan situaciones difíciles que pueden incluir trauma pasado y sus repercusiones en la vida del personaje. Aunque estos elementos no son el foco principal de la historia, forman parte del desarrollo del personaje y su crecimiento.
Si en algún momento sientes que necesitas más contexto o información antes de continuar, por favor tenlo en cuenta. Tu bienestar como lector es importante.
Por ahora, la historia solo estará disponible en español. Sin embargo, si veo suficiente apoyo de la comunidad angloparlante, consideraré traducirlo al inglés en el futuro. ¡Gracias por leer!

Notes:

📌 Author’s Note:
This fanfiction is based on the game Love and Deepspace, but all character names have been changed, and the story takes creative liberties, meaning it does not strictly follow the original game events. Any resemblance to real life is purely coincidental.
This story contains sensitive themes that may not be suitable for all readers. Throughout the story, difficult situations are addressed that may include past trauma and its repercussions on the character's life. While these elements are not the main focus of the story, they are part of the character's development and growth.
If at any point you feel you need more context or information before continuing, please keep that in mind. Your well-being as a reader is important.
For now, the story will only be available in Spanish. However, if I receive enough support from the English-speaking community, I will consider translating it in the future. Thank you for reading!

Chapter Text

Beatriz había estado evitándolo durante cinco días. Después del entrenamiento en el que, sin querer, lo había golpeado de más, su mente no dejaba de rondar lo sucedido. Lucien, un Aries apasionado e impetuoso, no era fácil de tratar, pero había algo en su naturaleza que hacía que la conexión entre ellos fuera inevitable. Ella, una piscis profunda y emocional, se sentía a veces demasiado sensible para su propio bien, y esas emociones sin control habían estallado en ese momento, cuando Lucien había presionado demasiado durante el entrenamiento con Beatriz.

La escena había quedado grabada en su mente: el golpe instintivo, la mirada de sorpresa en los ojos de Lucien, el dolor de la culpa habían hecho que huyera en el momento. Beatriz sabía que no quería que esa reacción se interpusiera en lo que había entre ellos, aunque no pudiera negar que algo seguía ahí. A pesar de su orgullo, sabía que algo debía cambiar, aunque aún no sabía cómo abordarlo.

Cinco días sin contacto y el silencio habían dejado a Beatriz sumida en una especie de purgatorio emocional, donde el arrepentimiento se mezclaba con la necesidad de que las cosas volvieran a su curso. Pero Lucien no era un hombre que buscara disculpas. Sabía que no podía exigirle una disculpa, porque sabía que, aunque su temperamento ardiente lo llevaba a enfrentarse a ella con franqueza, su fondo era distinto. Lucien no quería una disculpa, sino entender lo que realmente había sucedido, comprender cómo esa batalla interna de Beatriz la había llevado a reaccionar como lo hizo.

Fue él quien, por sorpresa, se presentó en su casa al final de esos cinco días, un gesto que Beatriz no había esperado, pero que a la vez no podía evitar sentir que estaba marcado por su paciencia. Él sabía lo difícil que podía ser para ella lidiar con sus propias emociones, pero también sabía que Beatriz no era alguien que se dejara llevar por los convencionalismos. No lo hacía por imposición, sino porque quería seguir conociéndola, entenderla mejor, no solo como una compañera de trabajo, sino como una persona.

"Quizá no te lo haya dicho nunca, Beatriz", pensó Lucien mientras esperaba en la puerta de su casa, con los ojos fijos en la madera de la entrada. "Pero te entiendo mejor de lo que crees. A veces, las personas como tú y yo nos peleamos con lo que sentimos, pero no significa que no nos importe."

Lucien nunca había sido de los que se rendían fácilmente, y aunque sabía que Beatriz podía ser una mujer complicada, se sentía preparado para comprender esa parte de ella que no se mostraba tan fácilmente. No esperaba que ella se disculpara, pero sí quería mostrarle que no se iba a alejar sin más. Sabía que, en su corazón, Beatriz no deseaba lo que sucedió entre ellos. Y eso le daba la esperanza de que, con el tiempo, su relación podría ser más fuerte, sin la necesidad de buscar excusas ni presiones, simplemente por la mutua comprensión.

Cuando Beatriz abrió la puerta, el roce de sus miradas no necesitaba palabras. En su interior, ambos sabían que lo que había sucedido había dejado huella, pero también sabían que algo más grande estaba a punto de desarrollarse entre ellos, algo más allá de los malentendidos y las diferencias. Lucien, con su energía ariana, no quería presionarla. Solo quería comprenderla, para que, finalmente, pudieran seguir adelante juntos.

—¿Podemos hablar?— dijo él con voz suave, sin exigirle nada, como si su presencia fuera suficiente para abrir la puerta hacia una conversación sincera.

Beatriz, aunque aún cargada de dudas, decidió no retroceder más. No estaba lista para prometer nada, pero al menos quería entender a Lucien mejor, como él lo hacía con ella. Sabía que este no sería un encuentro común, y aunque las palabras aún flotaban en el aire, había algo en su interior que le decía que dar el siguiente paso no era tan malo como parecía.

La mirada de Lucien, tan ariana como siempre, dejaba claro que no quería presionarla, pero que estaba dispuesto a escuchar.

Beatriz vaciló por un segundo, pero al final decidió dar el paso. No era el momento de retroceder. No estaba lista para prometer nada, pero sí para intentar comprender mejor lo que había entre ellos. Había algo en el tono de Lucien que le decía que no era una conversación cualquiera, que no todo estaba perdido.

—Sí… —respondió Beatriz, su voz un poco más baja de lo normal. Con un suspiro, se acercó un poco más. —No sé qué va a pasar entre nosotros, pero... me gustaría entenderte mejor. Quizás no todo sea tan complicado.

Lucien asintió con una ligera sonrisa, como si la apertura de Beatriz fuera suficiente para empezar a reconstruir lo que se había roto.

—No todo tiene que ser complicado, Beatriz. Solo… no quiero que huyas. —Su tono era honesto, sin rodeos, como siempre lo había sido con ella.

Beatriz miró al suelo un momento, antes de alzar la mirada para encontrar la suya nuevamente. En su interior, algo comenzaba a relajarse. Tal vez la conversación no tendría todas las respuestas, pero al menos podía intentarlo.

No voy a huir, Lucien —dijo finalmente, con una sinceridad que sorprendió incluso a ella misma.

El silencio se hizo cómodo entre ellos. No necesitaban más palabras en ese momento. Sabían que no podían forzar lo que no estaba listo, pero al menos ya no había barreras entre ellos.

Al día siguiente Beatriz entró a la oficina de Lucien, dejando escapar un suspiro que no sabía si era de alivio o de agotamiento. El ambiente estaba cargado, pero no por tensión, sino por la solemne tranquilidad que ambos compartían, tras esos tres días de no saber nada el uno del otro. Lucien estaba sentado frente a una mesa de trabajo, con los brazos cruzados sobre la superficie y una expresión que oscilaba entre la seriedad y el cansancio.

El aire estaba pesado, casi como si cada uno estuviera esperando que el otro dijera algo, pero ninguno de los dos se atrevía a romper el silencio. El sonido del aire acondicionado, el roce de los papeles, todo parecía amplificado por la quietud del momento.

Beatriz observó el lugar, intentando concentrarse en algo que no fuera lo obvio: el estado de ánimo de Lucien. Era evidente que él también había estado evitando hablar de lo sucedido. Pero había algo en su mirada, algo sutil, que la invitaba a abrirse. No quería sentirse presionada, pero el solo hecho de estar en su oficina, sin el peso de la discusión flotando sobre ellos, le dio una pequeña sensación de calma.



La batalla del botón  

Días después, más tranquilos Beatriz y Lucien estaban sentados en la sala de archivos de la oficina de Lucien, rodeados de informes y mapas holográficos. Ambos trabajaban en silencio, concentrados, pero cada tanto Lucien soltaba un suspiro, claramente incómodo con el ambiente tan serio. Beatriz, por su parte, hojeaba los documentos, tratando de mantener la concentración… hasta que lo recordó.

“El botón del saco.”

Era un detalle tonto, insignificante. Pero su mente, traicionera como siempre, no la dejaba en paz. La imagen del pobre botón deslizándose por el hilo mientras trataba de resistir la tensión volvió a su memoria. Cómo habrá sido... ¿un milagro de la ingeniería textil?

Intentó concentrarse en el mapa frente a ella, pero la escena se desarrollaba como una película en su cabeza:

Primero, el botón como Spiderman, sosteniendo los pectorales de Lucien con ambos brazos, mientras un hilo amenazaba con romperse bajo la presión. Luego, el botón convertido en el Capitán América, aferrándose al hilo por un lado y a la tela por el otro, con un esfuerzo casi heroico. Finalmente, imaginó al botón rompiéndose en cámara lenta, como una explosión dramática de película.

No pudo evitarlo. Soltó una risita.

Lucien levantó la vista de los informes, arqueando una ceja.
—¿Qué pasa?

Beatriz negó rápidamente con la cabeza, pero una carcajada se le escapó.
—Nada, nada… es… es solo… —trató de contenerse, pero la risa la traicionó nuevamente. No podía dejar de pensar en el épico sacrificio del botón.

Lucien la observó con una mezcla de desconcierto y sospecha.
—¿De qué te ríes, Beatriz? Ya sabes que no soporto que me oculten algo.

Ella trató de calmarse, pero su sonrisa seguía ahí, incontrolable. Finalmente, levantó una mano en señal de rendición y, entre risas, logró decir:
—El botón.

Él parpadeó, confundido.
—¿Qué botón?

Beatriz tuvo que morderse el labio para no volver a reírse a carcajadas. No podía decirle la verdad, porque no tenía sentido en su mundo. ¿Cómo iba a explicarle la imagen mental de un botón convertido en héroe épico, sosteniendo heroicamente sus pectorales? Era ridículo… pero hilarante.

—Es que… bueno, pensé en lo del botón de tu saco la otra vez —dijo, intentando sonar seria, aunque la risa seguía bailando en sus palabras.

Lucien frunció el ceño, claramente sintiéndose atacado, pero también un poco inseguro.
—¿Mi saco? ¿Qué tiene de gracioso mi saco?

—Nada, nada… sólo… imagina cuánto sufrió ese botón, pobrecito —contestó Beatriz, y ahí fue cuando se rindió por completo a la risa, dejando caer la cabeza sobre la mesa mientras trataba de recuperar el aliento.

Lucien la miró, incrédulo.
—¿Estás burlándote de mis músculos?

—¡No, no, para nada! —exclamó Beatriz, levantando las manos en señal de paz, aunque todavía estaba roja de la risa—. Es solo que… bueno, creo que ese botón debería recibir una medalla al valor.

Lucien se llevó una mano a la cara, intentando ocultar la ligera sonrisa que se asomaba.
—Eres imposible, Beatriz.

Beatriz le lanzó una mirada inocente, aunque sus ojos seguían brillando con picardía.
—Vamos, Lucien. Tienes que admitir que fue un momento épico. El pobre botón se sacrificó para salvarnos a todos de una vista demasiado… reveladora.

Lucien soltó un suspiro dramático, aunque ya estaba sonriendo.
—La próxima vez, mejor me compro sacos más grandes.

Beatriz levantó un dedo, todavía riendo.
—O botones más fuertes.

Ambos terminaron riéndose juntos, la tensión del trabajo desapareciendo en un momento de pura camaradería.

Chapter 13: Bajo el mismo cielo, juntos de nuevo

Summary:

📌 Nota del autor/a:
Este fanfic está basado en el videojuego Love and Deepspace, pero todos los nombres de los personajes han sido cambiados y la historia toma ciertas libertades creativas, por lo que no sigue fielmente los eventos originales del juego. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Esta historia contiene temas sensibles que podrían no ser adecuados para todos los lectores. A lo largo de la trama, se abordan situaciones difíciles que pueden incluir trauma pasado y sus repercusiones en la vida del personaje. Aunque estos elementos no son el foco principal de la historia, forman parte del desarrollo del personaje y su crecimiento.
Si en algún momento sientes que necesitas más contexto o información antes de continuar, por favor tenlo en cuenta. Tu bienestar como lector es importante.
¡Hola, lectores! Gracias por su apoyo, ¡ya hemos llegado a 85 lecturas! He notado que los jueves tienen mejor recepción, así que seguiré subiendo episodios ese día.
Ahora, una pregunta: Si el fic llega a 200 lecturas, ¿les gustaría una versión en inglés? Si les interesa, déjenme un comentario con 'Sí, quiero la versión en inglés' o simplemente den un 'Kudos'. ¡Gracias por leer!

Notes:

📌 Author’s Note:
This fanfiction is based on the game Love and Deepspace, but all character names have been changed, and the story takes creative liberties, meaning it does not strictly follow the original game events. Any resemblance to real life is purely coincidental.
This story contains sensitive themes that may not be suitable for all readers. Throughout the story, difficult situations are addressed that may include past trauma and its repercussions on the character's life. While these elements are not the main focus of the story, they are part of the character's development and growth.
If at any point you feel you need more context or information before continuing, please keep that in mind. Your well-being as a reader is important.
Hello, readers! Thank you for your support—we've now reached 85 reads! I've noticed Thursdays get the best reception, so I'll continue uploading episodes on that day.
Now, a question: If the fic reaches 200 reads, would you like an English version? If you're interested, leave me a comment with "Yes, I'd like the English version" or just give a "Kudos." Thanks for reading!

Chapter Text

El duelo del café

Lucien llevaba días tramando su venganza. Sabía que Beatriz siempre tomaba un café doble a media tarde, su ritual para no perder el ritmo en el trabajo. Así que, con precisión ariana, orquestó su movimiento: cuando Beatriz se acercó a la cafetera, se encontró con una taza personalizada esperando por ella.

En letras doradas relucía: "La Reina del Drama y los Botones" .

Ella arqueó una ceja y recogió la taza con cuidado, girándola para ver que en el otro lado había un dibujo de un botón roto con un aura heroica. No pudo evitar sonreír.
—¿Y esto, Lucien? ¿Tu gran venganza?

Lucien apareció desde detrás de una estantería, cruzando los brazos con una sonrisa triunfal.
—Exacto. Un recordatorio para que no olvides quién tiene el control aquí.

Beatriz lo miró con aparente admiración, llevando la taza a sus labios.
—Qué considerado de tu parte… Aunque…

—Aunque, ¿qué? —preguntó Lucien, su confianza todavía intacta.

Beatriz dejó la taza sobre la mesa, dio media vuelta hacia su escritorio y sacó un pequeño paquete envuelto en papel metálico.
—Aunque esperaba que fueras un poco más original. Yo también traje algo para ti.

Lucien parpadeó, confundido, mientras ella le entregaba el paquete. Cuando lo abrió, encontró una camiseta negra con un dibujo estampado que lo dejó sin palabras: un botón gigante sosteniendo un saco rasgado, con el texto: “Yo sobreviví a Lucien Draekos y todo lo que obtuve fue esta camiseta” .

—Esto… ¿desde cuándo planeaste esto? —preguntó, mirando la camiseta con incredulidad.

Beatriz apoyó la barbilla en su mano, su sonrisa inocente tan peligrosa como siempre.
—Desde que me dijiste “me las voy a cobrar”. ¿Qué? ¿Creías que iba a quedarme de brazos cruzados?

Lucien no pudo evitar reír.
—Eres un caso perdido, Beatriz. Pero me encanta cómo piensas.

Beatriz se levantó de su asiento y dio un pequeño giro hacia la cafetera, como si nada hubiera pasado.
—Por supuesto que te encanta. Ahora, ¿me sirves otro café, o debo seguir haciendo todo el trabajo yo sola?

—Con una condición. —Lucien levantó la camiseta con una sonrisa desafiante—. ¡Esta me la pongo yo primero!

—Como gustes, Lucien. Pero recuerda: en esta guerra, el que ríe al último… ríe mejor.

Ambos se miraron, con esa chispa de rivalidad que no hacía más que reforzar la conexión entre ellos.

Misión: En el corazón del bajo mundo

El distrito del placer brillaba con luces de neón intermitentes, reflejando un espectáculo de colores sobre el pavimento mojado. Beatriz y Lucien avanzaban por el bullicio de la plaza, manteniendo una conversación trivial para pasar desapercibidos. Pero detrás de sus sonrisas fingidas, ambos mantenían todos sus sentidos alerta.

—Están cerca —susurró Beatriz, palpando las culatas de sus pistolas gemelas ocultas bajo su chaqueta.

Lucien giró ligeramente la cabeza, sus manos relajadas a los costados, pero listas para atacar en cualquier momento.
—¿Cuántos?

—Cuatro. Tres en el techo a tu derecha, uno al fondo, junto al cartel de "Bienvenidos al Pecado".

Lucien frunció el ceño, observando el techo con un rápido vistazo.
—Perfecto. Me encargo de los tres. Tú vas por el solitario.

Beatriz sonrió de lado.
—¿Confiando en mí tan rápido? Me siento halagada, Aries.

Lucien suspiró.
—No hagas que me arrepienta.

Sin más palabras, ambos se separaron, moviéndose como sombras entre el caos del bajo mundo.

Beatriz avanzó con rapidez hacia su objetivo. El Wander, un androide deforme con brazos alargados como látigos, giró su cabeza mecánica hacia ella. Antes de que pudiera atacar, Beatriz desenfundó sus pistolas en un movimiento fluido.

—Hora de bailar, amigo —murmuró, disparando.

Las balas se desplazaron con precisión quirúrgica, impactando en los puntos débiles del monstruo. Mientras este se tambaleaba, Beatriz giró ágilmente, esquivando un látigo que pasó a centímetros de su rostro. Con una maniobra elegante, disparó nuevamente, desactivando al enemigo antes de que pudiera contraatacar.

Mientras tanto, Lucien se lanzaba al techo, enfrentándose a los tres Wanders restantes. Sus movimientos eran rápidos y contundentes, golpeando con una fuerza brutal. Uno de los androides trató de envolverlo con su brazo metálico, pero Lucien lo rompió con un golpe preciso, utilizando la fuerza de su cuerpo para desbalancear a los otros dos.

Beatriz, desde abajo, alzó la vista justo a tiempo para verlo en acción.
—Siempre tan ruidoso, Lucien —murmuró, aunque no pudo evitar admirar la precisión de sus golpes.

Lucien, ahora en control de la situación, empujó a los tres enemigos hacia el borde del techo. Con un salto ágil, cayó al suelo, haciendo que los androides lo siguieran. Fue entonces cuando Beatriz levantó una de sus pistolas, apuntando al cartel de neón sobre ellos.

—Baja la cabeza —le gritó a Lucien.

Sin cuestionar, Lucien se lanzó al suelo justo cuando Beatriz disparó. El cartel de "Bienvenidos al Pecado" explotó, enviando una lluvia de chispas y escombros que desactivaron a los androides restantes.

Cuando el humo se disipó, Lucien se puso de pie, sacudiéndose el polvo.
—Buen tiro, Beatriz. Aunque no esperaba que realmente volaras el cartel.

Beatriz sopló el humo imaginario de su pistola antes de guardarla.
—Soy práctica, Lucien. Y eficiente.

Lucien se cruzó de brazos, mirándola con una mezcla de incredulidad y diversión.
—¿Eso significa que ahora me invitarás un café?

Beatriz sonrió.
—Solo si admites que soy mejor estratega.

Mientras ambos se alejaban del lugar, Lucien no pudo evitar reírse entre dientes. Beatriz había demostrado, una vez más, que trabajar con ella era todo menos aburrido.

 La apuesta peligrosa

Beatriz y Lucien caminaban por los pasillos oscuros de un almacén abandonado, en busca de un Wander que, según los reportes, había estado robando energía de las líneas principales. La tensión en el aire era palpable, pero Lucien no podía evitar tratar de romperla a su manera.

—Beatriz, te noto muy seria hoy. ¿Qué pasa? ¿Miedo a que me roben el protagonismo? —bromeó, ajustándose los guantes de combate.

Beatriz, con sus pistolas listas, le lanzó una mirada desde el rabillo del ojo.
—No me preocupo. Si alguien va a terminar en el suelo hoy, será el Wander... y tal vez tú, Lucien, si no te concentras.

Lucien se rió entre dientes.
—Ya veo, muy confiada como siempre. ¿Qué tal una apuesta? Si derroto al Wander primero, tú me debes una cena.

Beatriz se detuvo un momento, sus ojos escaneando el entorno antes de responder.
—¿Y si soy yo la que lo derrota?

Lucien sonrió, seguro de sí mismo.
—Entonces yo invito.

Beatriz arqueó una ceja, como si considerara la oferta, antes de asentir.
—Hecho. Pero no te quejes si pierdes, Lucien.

Avanzaron en silencio hasta que encontraron al Wander: un imponente androide con un núcleo brillante en el pecho, rodeado de una barrera energética. Era rápido, moviéndose entre las cajas y lanzando proyectiles que rebotaban en las paredes metálicas.

Lucien fue el primero en atacar, esquivando los disparos con movimientos ágiles y cerrando la distancia con un salto. Sus puños impactaron contra la barrera, haciéndola chispear, pero no lograron atravesarla.

—Vas a necesitar algo más que fuerza bruta, Lucien —comentó Beatriz desde su posición, apuntando con sus pistolas.

—¿Ah, sí? —Lucien contraatacó, esquivando un golpe del Wander y devolviendo uno propio—. Quiero ver tu "gran plan", Beatriz.

Beatriz sonrió, como si estuviera esperando que lo dijera.
—Claro, pero no te pongas celoso cuando funcione.

Sin previo aviso, disparó un par de veces, no al Wander, sino a los puntos de apoyo de una pila de cajas encima de él. Los disparos precisos hicieron que las cajas cayeran, desactivando momentáneamente la barrera del monstruo.

Lucien no perdió tiempo. Aprovechó la apertura y, con un golpe certero, destrozó el núcleo del Wander.

—¡Punto para mí! —exclamó, girándose hacia Beatriz con una sonrisa triunfal.

Pero Beatriz no parecía molesta. De hecho, estaba sonriendo.
—¿Seguro que ganaste, Lucien?

Lucien frunció el ceño, mirando al Wander. Fue entonces cuando notó que, en medio de la caída de las cajas, un disparo de Beatriz había alcanzado el núcleo justo antes de su golpe final.

—Eso no cuenta... ¿verdad? —murmuró, tratando de encontrar alguna excusa.

Beatriz se encogió de hombros.
—Yo diría que lo derrotamos juntos, pero como tú fuiste el que insistió en la apuesta... creo que te toca pagar la cena.

Lucien suspiró, cruzando los brazos con una mezcla de resignación y diversión.
—Sabías que esto iba a pasar, ¿no?

Beatriz sonrió ampliamente.
—Digamos que tengo buena intuición.

El chef privado

Lucien decide sorprenderla con algo más personal, invitándola a su penthouse, donde su chef privado ya está preparando una cena digna de reyes. Al llegar, Beatriz observa el lugar, impecablemente decorado y con una vista espectacular de la ciudad nocturna.

—¿Así que no te bastó con presumir tus golpes, ahora tienes que mostrarme tu casa también? —bromea mientras se cruza de brazos.

Lucien sonríe, inclinándose un poco hacia ella.
—¿Qué puedo decir? Me gusta que veas todo lo que tengo... para ofrecer.

Beatriz reprime una risa.
—¿También invitas a más chicas a estas cenas o soy una excepción?

Lucien se detiene un momento, procesando el comentario, antes de negar con la cabeza.
—Tú eres la única que merece este trato. Los demás pueden conformarse con comida para llevar.

La cena comienza, con platillos delicados servidos en tiempos perfectos, pero Beatriz decide devolverle el "detalle". Mientras el chef presenta un sofisticado postre, ella mira a Lucien y comenta:
—¿Sabías que este platillo era el favorito de los nobles en una serie popular? Aunque claro, no tenían un chef privado tan guapo como el tuyo.

El chef, que no esperaba ese comentario, se sonroja ligeramente y le agradece. Lucien, por otro lado, la mira con incredulidad.
—¿Estás ligando con mi chef en mi casa?

Beatriz se ríe suavemente.
—Tranquilo, Lucien. Tú sigues siendo el protagonista de esta cena... aunque no esperabas que me divirtiera tanto a tu costa, ¿verdad?

Lucien se reclina en su silla, rindiéndose una vez más.
—Lo admito, Beatriz. Siempre tienes una carta bajo la manga.

Entrenamiento improvisado

Beatriz se ajustó las muñequeras de su uniforme de entrenamiento, echando un vistazo a Lucien mientras él hacía unos estiramientos. Con 1.90 m de altura y una complexión impresionante, era difícil no sentir que iba a entrenar contra un tanque.

—¿Lista, Beatriz? —preguntó Lucien con una sonrisa confiada, sus ojos rojos llenos de expectación.

Beatriz sonrió de vuelta, relajada.
—Claro, Lucien. Pero no te emociones, estoy tomándomelo con calma esta vez.

Él arqueó una ceja, divertido.
—¿Eso significa que no me vas a dar un golpe en la cara otra vez?

Beatriz puso los ojos en blanco.
—Fue un accidente... además, tú me provocaste.

—Provocarte es parte del entrenamiento. —Lucien adoptó su postura de combate.

El entrenamiento comenzó. Beatriz, en lugar de lanzar ataques directos, utilizaba su habilidad de visualización. Cerraba los ojos por breves momentos, recreando mentalmente los movimientos de Lucien y prediciendo sus acciones con notable precisión.

—Eso es nuevo, —comentó Lucien mientras bloqueaba uno de sus golpes. —¿Me estás analizando, Beatriz?

Beatriz sonrió, moviéndose con fluidez.
—Digamos que estoy practicando mi "modo Tifa".

Lucien soltó una carcajada y contraatacó, obligándola a retroceder. Beatriz giró rápidamente, esquivando sus movimientos, y ambos se sincronizaron en una danza de ataques y defensas que parecía más coreografía que combate.

En un momento de máxima intensidad, Beatriz calculó mal un giro, y su pierna tropezó con la de Lucien. Antes de que pudiera reaccionar, ambos perdieron el equilibrio.

Con un fuerte "¡pum!", cayeron al suelo. Beatriz terminó de espaldas contra la colchoneta, y Lucien, que había intentado amortiguar la caída, quedó encima de ella.

Por un segundo, solo se escuchó el sonido de sus respiraciones agitadas. Lucien la miró fijamente, su cabello blanco cayendo ligeramente sobre su rostro. Beatriz sintió el calor subirle al rostro.

—Eh... Lucien, —dijo ella, rompiendo el silencio con una voz ligeramente incómoda. —No quiero alarmarte, pero... estás pesado.

Lucien parpadeó, claramente confundido.
—¿Qué?

Beatriz sacó la lengua con dramatismo, como si fuera una calcomanía pegada en la colchoneta.
—¡Pesas como si hubieras comido ladrillos!

Lucien rió entre dientes, pero su sonrisa desapareció cuando Beatriz señaló algo con la mirada.

—Y hablando de cosas pesadas... ¿te importaría quitar tu mano de ahí? —dijo, su rostro completamente rojo.

Lucien bajó la mirada y se dio cuenta de que, efectivamente, su mano estaba sobre su pecho. Su cara se tornó roja como un tomate, y rápidamente la retiró, levantándose con torpeza.

—¡Lo siento, lo siento! No fue intencional...

Beatriz, ya de pie, se sacudió la ropa mientras trataba de no reírse.
—Tranquilo, Lucien. No es como si te hubiera dolido más a ti que a mí.

Lucien pasó una mano por su cabello, claramente avergonzado pero tratando de mantener la compostura.
—Eso fue... un accidente.

Beatriz le dio una palmada en el hombro, sonriendo de forma traviesa.
—No te preocupes, estoy segura de que ambos aprendimos algo de esto.

—¿Qué aprendiste tú? —preguntó Lucien, todavía intrigado.

Beatriz le guiñó un ojo.
—Que nunca subestimes a alguien que sabe dónde duele más.

Lucien se quedó mirándola, una mezcla de diversión y admiración brillando en sus ojos.

—Eres increíblemente impredecible, Beatriz.

—Y tú deberías empezar a preocuparte. —Beatriz se alejó, agitando la mano para despedirse mientras él se quedaba atrás, riendo.

Chapter 14: Una noche lluviosa y la historia del dragón

Summary:

📌 Nota del autor/a:
Este fanfic está basado en el videojuego Love and Deepspace, pero todos los nombres de los personajes han sido cambiados y la historia toma ciertas libertades creativas, por lo que no sigue fielmente los eventos originales del juego. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Esta historia contiene temas sensibles que podrían no ser adecuados para todos los lectores. A lo largo de la trama, se abordan situaciones difíciles que pueden incluir trauma pasado y sus repercusiones en la vida del personaje. Aunque estos elementos no son el foco principal de la historia, forman parte del desarrollo del personaje y su crecimiento.
Si en algún momento sientes que necesitas más contexto o información antes de continuar, por favor tenlo en cuenta. Tu bienestar como lector es importante.
¡Hola, lectores! Gracias por su apoyo, ¡ya hemos llegado a 85 lecturas! He notado que los jueves tienen mejor recepción, así que seguiré subiendo episodios ese día.
Ahora, una pregunta: Si el fic llega a 200 lecturas, ¿les gustaría una versión en inglés? Si les interesa, déjenme un comentario con 'Sí, quiero la versión en inglés' o simplemente den un 'Kudos'. ¡Gracias por leer!

Notes:

📌 Author’s Note:
This fanfiction is based on the game Love and Deepspace, but all character names have been changed, and the story takes creative liberties, meaning it does not strictly follow the original game events. Any resemblance to real life is purely coincidental.
This story contains sensitive themes that may not be suitable for all readers. Throughout the story, difficult situations are addressed that may include past trauma and its repercussions on the character's life. While these elements are not the main focus of the story, they are part of the character's development and growth.
If at any point you feel you need more context or information before continuing, please keep that in mind. Your well-being as a reader is important.
Hello, readers! Thank you for your support—we've now reached 85 reads! I've noticed Thursdays get the best reception, so I'll continue uploading episodes on that day.
Now, a question: If the fic reaches 200 reads, would you like an English version? If you're interested, leave me a comment with "Yes, I'd like the English version" or just give a "Kudos." Thanks for reading!

Chapter Text

La lluvia caía con fuerza contra las ventanas de la elegante residencia de Lucien, los truenos resonando a lo lejos. Beatriz observaba el aguacero desde el sofá de la sala principal, el sonido de la tormenta creando una atmósfera tranquila, casi contradictoria con la tensión de su reciente enfrentamiento.

Se recostó un poco más en el cojín de un sofá que parecía demasiado lujoso para su gusto, como si quisiera dejar ir la adrenalina del entrenamiento. Pero aún no podía evitar sonreír de vez en cuando al recordar su victoria. Lucien no estaba lejos, en la cocina, la puerta entreabierta revelaba su figura mientras preparaba algo ligero para cenar, un silencio cómodo llenaba el espacio entre ambos.

Beatriz se estiró, observando cómo las gotas de agua se deslizaban por el cristal de la ventana, perdiéndose en un mar de reflejos. Un relámpago iluminó el cielo, y la tormenta parecía intensificarse aún más. Lucien entró en la sala, sin la típica energía imparable que solía irradiar, pero sí con una mirada pensativa.

—Ya veo que el clima no va a dar tregua, —comentó, con un tono que parecía más una afirmación que una pregunta.

Beatriz levantó una ceja, soltando una risa suave.

—Creo que la lluvia se tomó su tiempo para decidirse a caer, pero... —miró hacia la ventana, como si sopesara la idea de salir. Luego se giró hacia él—. No quiero arriesgarme a ser la próxima persona que desaparezca en un charco. Mejor me quedo aquí, ¿si no te molesta?

Lucien la miró por un momento, sus ojos chisporroteando con la misma mezcla de diversión y misterio de antes. Sabía que Beatriz siempre decía lo que pensaba, y esa honestidad a veces lo desconcertaba.

—No me molesta en absoluto. —Sonrió, más relajado que antes, acercándose con una taza con sopa caliente—. Al menos tienes la excusa perfecta para quedarte un rato más ¿No te da miedo quedarte aquí con un "extraño", Beatriz?

Beatriz tomó la taza que le ofrecía, encogiéndose de hombros.
—No eres tan extraño, Lucien. Además, eres más hablador que aterrador.

El aroma de la comida parecía calmar su cuerpo después del entrenamiento agotador. Al final, la decisión de quedarse en su casa no era solo por la lluvia. Algo en ese espacio la hacía sentirse extraña pero cómoda, como si fuera parte de una historia que aún no entendía por completo.

Y mientras el viento soplaba con fuerza fuera, ella se acomodó en el sofá, sus dedos rozando el borde de la taza. La lluvia hacía el resto, creando una sensación de refugio que parecía envolverlos a ambos. El sonido del trueno era ahora casi una melodía de fondo a la conversación ligera que comenzó a surgir entre ellos, como si todo lo demás, incluso sus tensiones previas, se hubiera disipado con el agua que caía afuera.

Él arqueó una ceja, divertido.
—¿Eso crees? Tal vez debería contarte una historia de terror para que cambies de opinión.

Beatriz lo miró con un brillo de curiosidad en los ojos.
—Adelante. Me gustan las buenas historias.

Lucien se acomodó en el sofá frente a ella y comenzó su relato, una historia oscura sobre un bosque maldito, lleno de sombras y un espíritu vengativo que atrapaba a los intrusos para robar sus almas. Su tono dramático estaba perfectamente calculado, y de vez en cuando pausaba para observar a Beatriz, esperando alguna reacción de miedo.

Pero en lugar de asustarse, Beatriz se inclinaba hacia adelante, fascinada.
—¿Y luego qué pasó? ¿Cómo escaparon?

Lucien parpadeó, sorprendido.
—Bueno, técnicamente... no escaparon.

Beatriz dejó escapar un "oh" decepcionado y se recostó en el sofá, pensativa.
—Es una buena historia, pero puedo contarte una mejor.

—¿Una historia mejor que la mía? —preguntó Lucien, alzando una ceja con incredulidad.

Beatriz sonrió, acomodándose para hablar.
—Sí, pero no es de terror. Es una historia épica .

Con el tono de una narradora experta, Beatriz comenzó a contar la historia de Corazón de Dragón . Sus palabras pintaban vívidas imágenes: el noble sacrificio del dragón, la tragedia del caballero, y el vínculo que los unió a pesar de todo. La sala se llenó con la magia de la narrativa de Beatriz, su voz cambiando sutilmente para dar vida a cada personaje.

Lucien la escuchaba en completo silencio, algo poco común en él. Había empezado con una sonrisa de burla, pero a medida que la historia avanzaba, sus expresiones se volvieron serias, incluso nostálgicas.

Cuando Beatriz llegó al momento en que el dragón sacrificó su vida y ascendió al cielo , terminó con una frase que dejó a Lucien desconcertado:
—Me hubiera gustado ser amiga de...

Lucien, pensativo, interrumpió:
¿Del caballero?

Beatriz negó con la cabeza, sonriendo con melancolía.
Del dragón . Para que supiera que tenía más amigos que lo extrañarían y lo querrían por ser él mismo, incluso después de todo.

Por un instante, el ruido de la tormenta fue lo único que llenó el espacio entre ellos. Lucien apartó la mirada, su sonrisa habitual ausente.

—Una historia interesante, Beatriz, —murmuró, rompiendo el silencio. —Aunque quizá los dragones no siempre sean tan nobles como parecen en los cuentos.

Beatriz lo miró con una mezcla de curiosidad y empatía, como si pudiera percibir las emociones detrás de sus palabras.
—Tal vez, pero creo que todos los dragones tienen algo noble en su corazón. Solo necesitan que alguien lo vea.

Lucien no respondió, pero sus ojos, oscurecidos por algo más profundo, la observaron con una intensidad que Beatriz no entendió del todo.

Beatriz mantuvo su mirada fija en Lucien, notando que su usual actitud confiada había desaparecido. Había algo en sus ojos que no había visto antes, una mezcla de nostalgia y tristeza que la dejó descolocada.

—¿Dije algo malo? —preguntó, entrecerrando los ojos como si tratara de leerlo.

Lucien se levantó con un movimiento ágil, encogiéndose de hombros. Su sonrisa, aunque ligera, volvió a su rostro.
—Para nada, Beatriz. Solo que no esperaba que fueras tan buena contando historias. Me sorprendiste, eso es todo.

Beatriz inclinó la cabeza, dudosa.
—Mmm, ¿seguro? Porque parece que te golpeé con algo más fuerte que una de mis pistolas.

Él soltó una carcajada corta, como si intentara desviar la atención.
—No te preocupes tanto. No todo el mundo puede seguir el ritmo de tu... creatividad pisciniana.

Ella rodó los ojos.
—Esa ni siquiera es una expresión.

Lucien se estiró, simulando un bostezo exagerado.
—En fin, ya es tarde. La tormenta sigue fuerte, así que deberías descansar. Puedes usar la habitación de huéspedes.

—Oh, ¿me estás echando? —preguntó Beatriz, levantándose también.

—Claro que no. Solo creo que si sigues pensando tanto, vas a quemar tus dos únicas neuronas.

Ella lo fulminó con la mirada, pero no pudo evitar sonreír.
—Eres insoportable, ¿lo sabías?

—Por supuesto. —Lucien le guiñó un ojo y se giró hacia la cocina. —Voy a guardar esto. Tú sube y descansa.

Beatriz lo observó marcharse, aún sintiendo esa extraña mezcla de emociones en el aire. Algo en la forma en que se había apagado por un momento la inquietaba, pero decidió no insistir.

—Buenas noches, Lucien, —murmuró, más para sí misma que para él, y subió las escaleras hacia la habitación de huéspedes.

Mientras se acomodaba en la cama, escuchando el golpeteo de la lluvia en las ventanas, no pudo evitar reflexionar sobre la historia del dragón. Una punzada de tristeza cruzó su pecho al pensar en las palabras que había dicho, deseando que hubiera alguien que pudiera ayudar a Lucien a recordar que, como el dragón, aún tenía algo noble en su corazón.

En la cocina, Lucien permanecía inmóvil, mirando fijamente su taza de té vacía. Sus dedos tamborileaban contra la superficie de la mesa mientras repasaba las palabras de Beatriz.

"Más amigos que lo extrañarían..." —murmuró para sí mismo. Una sonrisa vaga cruzó su rostro, pero sus ojos seguían oscurecidos por el peso de recuerdos que prefería enterrar.

La tormenta continuaba afuera, pero dentro de la casa, dos almas empezaban a entrelazarse, a pesar de los secretos que ambos guardaban.

Chapter 15: La noche de las plumas frías

Summary:

📌 Nota del autor/a:
Este fanfic está basado en el videojuego Love and Deepspace, pero con nombres de personajes cambiados y adaptaciones creativas, por lo que no sigue fielmente los eventos del juego. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
La historia aborda temas sensibles, incluyendo trauma pasado y sus efectos, los cuales son parte del desarrollo del personaje, aunque no son el enfoque principal. Si necesitas más contexto antes de continuar, tenlo en cuenta. Tu bienestar como lector es importante.

¡Hola a todos! 🌟
Gracias por el increíble apoyo al fanfiction. ¡Ya superamos las 100 lecturas y sigue creciendo! 💖 Estoy emocionada de ver cómo ha conectado con ustedes.
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Si el fic llega a 200 lecturas, ¿les gustaría una versión en inglés? Déjenme un comentario con 'Sí, quiero la versión en inglés' o den un 'Kudos'. ¡Gracias por leer!

Notes:

📌 Author's note:
This fanfic is based on the game Love and Deepspace, but with character names changed and creative adaptations, so it doesn't strictly follow the events of the game. Any resemblance to real events is purely coincidental.
The story touches on sensitive themes, including past trauma and its effects, which are part of the character's development, though not the main focus. If you need more context before continuing, please keep that in mind. Your well-being as a reader is important.

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Chapter Text

La noche era fría, con el viento invernal colándose entre los edificios de la academia y la ciudad. Beatriz ajustó su abrigo mientras se dirigía a su motocicleta, frotándose las manos para calentarlas un poco. Había terminado su jornada y solo quería llegar a su habitación, tomar una bebida caliente y tal vez leer algo antes de dormir.

Pero cuando se acercó a su moto, vio una pequeña bolita blanca encogida junto a la rueda delantera. Se agachó, entrecerrando los ojos, y sintió una punzada en el pecho al darse cuenta de que era una paloma blanca , temblando de frío y visiblemente desnutrida. Sus pequeñas patas apenas se sostenían, y su plumaje estaba sucio y revuelto.

—¿Qué haces aquí, chiquita? —murmuró, extendiendo una mano con cuidado. La paloma no hizo ningún intento por huir, demasiado débil para reaccionar.

Beatriz suspiró y sacó su bufanda, envolviendo con cuidado al ave para darle calor. No podía dejarla ahí, no con la temperatura cayendo en picada. Algo en la escena la hizo recordar su vida en México, cuando más de una vez recogió animales callejeros y siempre alguien le reprochaba que gastara dinero en ellos cuando ni siquiera podía quedárselos. Pero ella nunca había considerado un desperdicio ayudar a otro ser vivo.

Tomó una decisión rápida. Encendió su motocicleta y condujo a través de la ciudad hasta encontrar una veterinaria de guardia. La recepcionista la miró con curiosidad cuando entró con la paloma envuelta en la bufanda, pero no hizo preguntas innecesarias. Para suerte de Beatriz, había un veterinario dispuesto a atenderla de inmediato.

Tras una revisión, el diagnóstico era claro: la paloma estaba desnutrida y había sufrido el frío, pero con los cuidados adecuados, podría recuperarse. Beatriz pagó el tratamiento inicial sin dudarlo, ignorando la punzada en su cuenta bancaria. Mientras esperaba, revisó su teléfono y se dio cuenta de que ya eran casi las once de la noche. Un largo suspiro escapó de sus labios. Había perdido la noción del tiempo.

Cuando finalmente salió de la veterinaria con la pequeña ave en una caja, se dio cuenta de un problema. No podía llevársela consigo. En menos de dos días, tenía que viajar a otra ciudad para tomar conferencias de capacitación organizadas por la academia y la Asociación de Cazadores. La paloma necesitaba atención constante al menos por una semana. ¿Con quién podía dejarla?

Su primer impulso fue pensar en algún compañero de la academia, pero descartó la idea de inmediato. La mayoría estaba igual de ocupada que ella. Entonces, otro nombre surgió en su mente, uno que la hizo chasquear la lengua en frustración.

Lucien.

Era un riesgo, sí, pero también la mejor opción. A pesar de su actitud arrogante y su forma de vida, él tenía recursos y pasaba las noches en vela. Además, a regañadientes tenía que admitir que, en el fondo, Lucien no era una mala persona. Tal vez, solo tal vez, aceptaría ayudarla.

Sacó su teléfono, deslizó los contactos hasta encontrar su nombre y presionó el botón de llamada, esperando que, como de costumbre, él estuviera despierto a esas horas, aviso que iba para su casa que la esperara.

La noche era cruelmente fría, el aliento de Beatriz se convertía en nubes blancas frente a su visor empañado. Estacionó su motocicleta junto al edificio y, sin pensarlo mucho, sacó la llave que Lucien le había dado tiempo atrás. No era la primera vez que se refugiaba ahí, pero esta vez tenía un propósito distinto.

El mecanismo de la puerta cedió con un leve clic, y el calor del interior la envolvió en contraste con el aire gélido del exterior. Caminó por el pasillo con paso ligero, sujetando con cuidado la pequeña caja en sus manos, y se detuvo frente a la habitación de Lucien. Respiró hondo y tocó la puerta.

Los segundos se sintieron más largos de lo normal, hasta que finalmente la puerta se abrió.

Lucien estaba ahí, vestido con un pesado abrigo oscuro de invierno, una camisa de cuello de tortuga negra y, colgando de su cuello, un collar de plata con una "L". Beatriz sintió un extraño déjà vu al verlo así , como si ya lo hubiera visto antes con esa misma apariencia… pero no lograba recordar dónde.

—Hola… Espero que no haya llegado tarde, yo… —balbuceó, pero su voz se apagó cuando su visor, empañado por la diferencia de temperaturas, le impidió ver claramente su rostro.

Lucien, con una sonrisa ladina, extendió la mano y le limpió juguetonamente el visor del casco con la manga de su abrigo.

—Parece que vienes de la guerra —comentó con un tono entre burlón y despreocupado.

Beatriz, aún con la sensación extraña en el pecho, parpadeó al notar nuevamente su vestimenta. Algo dentro de ella le decía que esta imagen de Lucien no era desconocida… pero no podía precisar por qué.

Él bajó la mirada y se fijó en la caja que Beatriz llevaba consigo. Su expresión cambió, volviéndose más seria.

—¿Eso es con lo que necesitas ayuda? —preguntó en un tono más neutral.

—Ah, sí… Bueno, es que… —Beatriz trató de explicarse, pero antes de que pudiera decir más, Lucien se dio media vuelta y comenzó a cerrar la puerta, como si la conversación ya hubiera terminado.

—Lucien, por favor, no seas así —dijo ella con un deje de exasperación—. Si me ayudas con esto… te prometo que te acompañaré a cualquier lugar el próximo fin de semana. ¿Te parece?

Lucien detuvo el movimiento de la puerta, y en un instante, con una destreza innata, tomó la muñeca de Beatriz y la jaló con él hacia adentro.

¿Cualquier lugar? —susurró con un tono travieso mientras cerraba la puerta tras ellos.

Antes de que ella pudiera reaccionar, la empujó sutilmente contra la misma puerta, usando su altura para imponer su presencia sobre ella. Beatriz parpadeó, un poco sorprendida, atrapada entre la madera fría y la calidez de Lucien, que estaba peligrosamente cerca.

—¿Estás dispuesta a hacer esa promesa? —sus palabras fueron un murmullo grave, su aliento cálido chocando contra la piel de Beatriz.

Ella, con su típico tono neutral, respondió sin vacilar:

Sí, tienes mi palabra. Pero primero, por favor, ayúdame con este chiquito.

Lucien la miró por un instante más antes de soltar una ligera risa entre dientes.

—Siempre tan pragmática… Está bien.

Se apartó de ella y la guió hacia la sala de estar, un espacio que Beatriz no había visitado antes. Había estanterías llenas de libros, una chimenea encendida y un sillón de cuero que parecía demasiado elegante para alguien que se hacía llamar "del bajo mundo".

Lucien tomó la caja de sus manos con delicadeza y la abrió lentamente. Dentro, la pequeña paloma blanca cocorroteó débilmente, sus plumas luciendo frágiles y desordenadas.

Tienes una forma extraña de pedir favores, Beatriz —murmuró mientras observaba a la paloma.

En ese momento, un batir de alas metálicas resonó en la sala. Diaval, el cuervo mecánico de Lucien, descendió y se posó en el respaldo del sillón, observando con curiosidad la escena. La palomita blanca lo miró y emitió un leve sonido, como si intentara comunicarse con él.

Beatriz suspiró y se sentó frente a Lucien.

—La encontré en el camino, estaba a punto de morir de frío. Se ve que está desnutrida y sus plumas necesitan regenerarse. Ya le pusieron vendajes en la veterinaria, pero necesitará cuidados por lo menos una semana. Y yo me voy en menos de dos días a unas conferencias… así que necesito a alguien que la cuide mientras estoy fuera.

Lucien se recargó en el sillón, sacó una moneda de su bolsillo y comenzó a lanzarla al aire y atraparla con destreza.

Los filántropos ayudan a los demás por compasión —comentó con un tono arrogante—. ¿Así es como me ves?

Beatriz frunció levemente el ceño.

—No estoy apelando a tu sentido de la filantropía. Por eso te ofrecí acompañarte a donde quieras, para que el trato te parezca justo.

Diaval inclinó su cabeza de un lado a otro, observando el intercambio entre ambos, como si esperara ver quién ganaría en este duelo de negociación.

Lucien exhaló lentamente y dejó de jugar con la moneda.

—Eso debiste haber dicho primero. —Sonrió de medio lado—. Muy bien, me haré cargo de la palomita.

Beatriz relajó los hombros, aliviada.

—Espero que la trates mejor que al pobre de Diaval —bromeó con una leve sonrisa.

Lucien soltó una risa baja, entre cálida y sarcástica, y tomó con cuidado a la palomita de la caja, sosteniéndola con una suavidad que contrastaba con su actitud arrogante.

—¿Qué día regresas? —preguntó, sin apartar la vista del pequeño animal.

Beatriz cruzó los brazos y lo observó con interés.

—El domingo.

—Bien. Te espero aquí el domingo a las 11 p.m. Ni un minuto después. —Mientras veia el reloj de la sala.

Beatriz rodó los ojos, divertida.

—Qué dramático. No te preocupes, llegaré a tiempo.

Durante la semana, Beatriz y Lucien mantuvieron contacto todas las noches. A través de videollamadas, ella siempre preguntaba por la paloma, asegurándose de que estuviera bien alimentada y que sus vendajes fueran cambiados a tiempo.

Lucien, por supuesto, no perdió la oportunidad de hacer un poco de teatro.

Me llama todas las noches y ni siquiera pregunta cómo estoy —se lamentó con fingida tristeza—. Solo le importa la palomita.

Beatriz se rió.

—No seas dramático. Solo quiero asegurarme de que está mejorando.

Lucien la miró con picardía.

—¿Y quién está mejorando más? ¿La paloma o tu sentido de la responsabilidad?

—Ja, ja, muy gracioso.

—Te tengo una sorpresa cuando regreses.

Beatriz arqueó una ceja.

—¿Una sorpresa? ¿Algo que deba preocuparme?

—Tal vez.

Ella rió y lo miró con una mezcla de curiosidad y sospecha.

—Dime la verdad, ¿no temes que aproveches mi ausencia para hacer alguna fechoría de mafioso?

Lucien puso una mano sobre el pecho, fingiendo indignación.

—Oh, sí, claro. El hombre más peligroso de la ciudad va a desatar el caos mientras la mejor policía está fuera.

—Exactamente —respondió ella con sarcasmo.

—Por favor. Si no he hecho nada mientras estás aquí, menos lo haré ahora que tengo que cuidar de este pequeño.

—Espero que cumplas tu palabra.

Lucien sonrió con aire confiado.

—Cuando prometo algo, lo cumplo.

 

La última noche antes de su regreso, Lucien le recordó con su típica actitud ariana:

Mañana a las 11 p.m. Ni un minuto más.

Beatriz suspiró y sonrió.

—Eres un dramático.

Lucien se acercó un poco más a la pantalla, su sonrisa algo ladina.

—¿Y lo dices como algo malo?

—Nos vemos mañana —se despidió ella, sin darle el gusto de una respuesta directa.

Lucien solo sonrió antes de cortar la llamada.

Beatriz llegó a la base unas horas antes de lo previsto, su motocicleta dejando un suave ronroneo antes de apagarse por completo. Se apresuró a entrar, frotándose las manos para disipar el frío nocturno. La sala de estar estaba en penumbras, iluminada solo por la tenue luz de una lámpara en la esquina. No veía a Lucien por ningún lado, así que frunció el ceño y recorrió el espacio con la mirada.

Entonces, sin previo aviso, un aliento cálido rozó su oído.

Largo tiempo sin vernos.

El tono bajo y divertido la hizo dar un respingo y girarse de golpe, solo para encontrarse con Lucien, quien la miraba con esa media sonrisa suya, satisfecho de haberla sorprendido. Llevaba un traje oscuro y su abrigo pesado, de esos que parecían diseñados para el invierno más crudo. Algo en esa imagen le resultaba familiar , pero la sensación se le escapaba, como un sueño borroso al despertar.

—Sigues teniendo la mala costumbre de acercarte por la espalda —espetó Beatriz, fulminándolo con la mirada.

—Sigues teniendo la mala costumbre de dejar la puerta abierta —replicó él, ladeando la cabeza con aire teatral—. Espero que la palomita no haya decidido escaparse.

—Eso no es posible —replicó Beatriz con seguridad—. Ayer mismo la vi, no parecía tener intenciones de volar lejos.

Lucien chasqueó la lengua con un sonido apenas audible antes de silbar suavemente. En respuesta, la palomita apareció revoloteando desde una habitación contigua, posándose con gracia sobre su mano extendida. Un instante después, Diaval, el cuervo negro de Lucien, descendió en picada y se acomodó en el hombro de Beatriz, observando la escena con curiosidad, como si se estuviera preparando para presenciar algo interesante.

Para su sorpresa, Beatriz notó que la palomita estaba radiante, con un plumaje más brillante y sedoso, y se movía con energía renovada.

Siempre tienes que hacer una gran entrada , ¿no? —murmuró Beatriz, cruzándose de brazos.

Lucien soltó una risa cálida y despreocupada.

Lo haces sonar demasiado fácil .

La palomita aleteó con entusiasmo, como si estuviera de acuerdo con él, mientras que Diabal inclinó la cabeza, atento a sus amos con aire inquisitivo.

—Vaya, es la primera vez que veo a una paloma comportarse como un cuervo —comentó Beatriz, enarcando una ceja—. ¿Será que pasar tanto tiempo contigo la hizo transformarse en uno?

Lucien, con su típica actitud arrogante, respondió con un tono burlón:

Sobreestimas la capacidad de adaptación de los cuervos.

Diaval soltó un leve graznido, como si pidiera que lo dejaran fuera de la conversación. Lucien, por su parte, pareció divertirse con la situación y replicó con aire enigmático:

—Aunque también existe la posibilidad de que un cuervo pueda convertirse en una paloma.

Dicho esto, cerró la puerta con un movimiento deliberadamente pausado, asegurándose de que la palomita no saliera volando de repente. Luego, sin perder la oportunidad, la miró de reojo y preguntó con aparente desinterés:

—Entonces, ¿pensabas adoptarla como tu mascota?

Beatriz se encogió de hombros.

—Pensaba dejarla en libertad después de esta semana.

Lucien la observó con intensidad durante un segundo antes de esbozar una sonrisa apenas perceptible.

Tal vez la palomita estaba esperando a que regresaras.

Beatriz sintió un leve calor en su rostro. El tono de su voz era ligero, juguetón… pero no podía ignorar la insinuación detrás de sus palabras. Lucien siempre tenía esa manera de decir las cosas que la hacía preguntarse si hablaba realmente de la paloma o de algo más.

Desvió la mirada y carraspeó.

—Bueno, no nos quedemos aquí toda la noche. Vamos.

Minutos después, ambos subieron a la motocicleta de Lucien y se dirigieron hacia las afueras de la ciudad. La nieve caía en copos suaves y danzantes, cubriendo las calles con una capa blanquecina. Eventualmente, llegaron a un puente solitario, donde el paisaje parecía sacado de una postal invernal.

Beatriz miró a su alrededor, sintiendo un leve escalofrío, no por el frío, sino por algo más profundo, más inexplicable.

—Un momento… —murmuró, observando la escena—. Esto se siente muy parecido… ¿Por qué tengo la sensación de déjà vu?

Lucien se apoyó en la baranda del puente y la miró con aire divertido.

—Tal vez… porque algunas cosas están destinadas a repetirse.

Beatriz entrecerró los ojos, pero en su mente, la pregunta seguía rondando. ¿Dónde había visto esto antes?

Una despedida bajo la nieve

La noche de invierno traía consigo un manto de silencio, interrumpido solo por el suave crujido de la nieve bajo las botas de Beatriz. El río frente a la ciudad reflejaba las luces distantes, parpadeando como estrellas atrapadas en la corriente. Sostenía la caja con la palomita con ambas manos, su abrigo azul claro empapado de copos helados, la bufanda envolviéndola con su calidez mientras su aliento formaba pequeñas nubes blancas.

Lucien, a su lado, mantenía su presencia con la misma elegancia confiada de siempre. Su abrigo negro parecía absorber la luz de la noche, como si la misma sombra lo envolviera.

¿Por qué elegiste este lugar? —preguntó Beatriz, mirando el río.

Lucien sonrió, con esa expresión que oscilaba entre la diversión y el misterio.

Es un buen lugar para liberar a la paloma. Hubiera sido una mala idea hacerlo en la zona N-109. No habría durado ni un día.

Beatriz rodó los ojos, exhalando una risa suave.

—Dramático como siempre. Ya lo sé. Por eso dije que elegiste bien.

La palomita, aún en su cajita, piaba suavemente, como si entendiera lo que se decía. Su plumaje ahora era radiante, su energía renovada. Pero en sus pequeños movimientos había algo de duda, de nostalgia.

Beatriz la sostuvo con cuidado, acariciando su cabeza con un dedo enguantado.

—No estés triste —le susurró—. Ya estás sana. Tienes nuevas plumas, nueva vida.

Lucien observó el gesto y, con su tono burlón habitual, comentó:

¿Así es como me ves a mí?

Beatriz alzó una ceja, confundida.

—¿A qué te refieres?

—Dices que la paloma está sana, con nuevas plumas, con una nueva vida. ¿Qué hay de mí? ¿Te doy la misma impresión?

Beatriz sonrió con un toque de picardía.

—No lo creo. Tú eres demasiado seguro de ti mismo. Aunque, eso sí… tienes una calidez en la forma en que cuidas de las cosas. A tu manera. Quizá un poco ruda, pero no eres malo.

Lucien chasqueó la lengua y apartó la mirada, como si el comentario no tuviera importancia.

—Hablas demasiado para alguien que cuida una simple paloma.

Me gusta vivir al límite contigo. —Beatriz le guiñó un ojo—. Además, tú mismo dijiste que tal vez un cuervo puede convertirse en una paloma.

—Sobreestimas la capacidad de adaptación de los cuervos —replicó él con una sonrisa de lado.

Beatriz rió suavemente.

—¿Y qué hay de la posibilidad de que una paloma se convierta en un cuervo?

Lucien la miró de reojo, su sonrisa apenas perceptible.

—Sería más problemático…

En ese momento, Beatriz suspiró y levantó la mirada.

—Bueno, ya que insististe en pasar tanto tiempo con ella esta semana, creo que deberías ser tú quien la libere.

Lucien la observó en silencio antes de aceptar. Con movimientos cuidadosos, deslizó un dedo bajo el cuerpo de la paloma y la levantó con delicadeza. La pequeña criatura se posó en su mano, sacudiendo sus alas con suavidad, expectante.

—Antes de dejarla ir, ¿quieres decirle algo? —preguntó él, sin apartar la vista de la paloma.

Beatriz respiró hondo.

—Sí… —hizo una pausa, el frío de la noche envolviendo sus palabras—. Me alegra ver que ya estás recuperada, que tus plumas brillan otra vez. Espero que encuentres un lugar donde te sientas segura, cálida… en casa. Que vueles alto, que vivas lo que tengas que vivir.

El silencio se instaló entre ellos, roto solo por el murmullo del río y la nieve cayendo en su danza incesante.

Lucien la observó por un instante más largo del necesario, como si procesara cada palabra, como si en ellas hubiera algo más, algo que le pertenecía a él tanto como a la paloma. Sus dedos se flexionaron levemente antes de relajarse.

Con una última mirada a Beatriz, dijo con voz baja, casi inaudible:

—Adelante.

Y con un leve impulso de su mano, la palomita alzó el vuelo, batiendo sus alas contra el cielo nocturno, perdiéndose en la inmensidad del invierno.

Lucien permaneció en su sitio, observando su partida.

Beatriz sintió su pecho apretarse con una sensación extraña, un eco de déjà vu que no lograba comprender. Algo en esa escena, en esa despedida, en esa nieve cayendo alrededor de ellos… le resultaba familiar.

Como si lo hubiera vivido antes. Como si hubiera despedido algo más que una paloma.

Lucien, aún con la vista en el cielo, susurró sin volverse hacia ella:

—Parece que algunos no quieren irse del todo.

Pero Beatriz no estaba segura si hablaba de la paloma. O de algo más.

El ave ascendió, alejándose entre la nieve que caía. Beatriz la siguió con la mirada hasta que desapareció en el cielo iluminado por la luna.

Y entonces, como si el destino conspirara para hacer la escena aún más irreal, un silbido cortó el aire.

Beatriz alzó la vista justo cuando los primeros fuegos artificiales estallaron en la noche. Luces de colores bañaron el firmamento, reflejándose en la superficie del río.

Abrió los labios, sin palabras.

Se giró hacia Lucien, con una expresión incrédula.

¿Tú sabías que esto iba a pasar?

Lucien sonrió con esa seguridad de Aries que nunca abandonaba.

—Cuando las cosas se dan… se dan.

Las luces doradas y plateadas siguieron explotando en el cielo. Durante unos segundos, solo el sonido de los fuegos artificiales llenó el silencio entre ellos.

Entonces, Lucien habló.

—Piensas demasiado bien de mí. Lo he dicho antes y lo diré de nuevo: no soy un filántropo. El corazón de un hombre va a donde está su tesoro.

Beatriz sintió un nudo en la garganta. Las palabras la golpearon de una manera inesperada. No sabía si era por la forma en que las dijo o por lo que implicaban, pero algo dentro de ella se removió con fuerza.

Sin poder evitarlo, sus ojos se humedecieron. Las lágrimas empezaron a deslizarse por sus mejillas antes de que pudiera detenerlas.

Lucien no la estaba mirando en ese momento, pero su voz quebrada lo alertó.

No me importa —balbuceó Beatriz, refiriéndose a lo mal que él pensaba de sí mismo.

Lucien se giró de inmediato, captando la fragilidad en su tono.

—¿Qué pasa?

Sacó un pañuelo y, con un gesto galante, lo usó para limpiar sus lágrimas.

—No pensé que la despedida te pesaría tanto —bromeó, intentando aligerar la atmósfera.

Beatriz dejó escapar una risa temblorosa.

—Con tanta nieve en tu cabello… hasta un cuervo negro puede volverse una blanca paloma.

Lucien soltó un resoplido divertido, mirando de nuevo el cielo.

Beatriz bajó la vista y notó un pequeño dibujo que él había trazado en la baranda del puente. Un gato de líneas simples.

—¿Qué dibujas?

—Tú.

Ella rió al ver que había dibujado un gato.

—Buena referencia, pero la verdad… no me siento como un gato.

—¿Ah, no?

Beatriz negó con la cabeza, en lo que dibujaba algo también con líneas simples.

—Si tuviera que elegir, me siento como una serpiente y una lechuza . La serpiente porque no es venenosa, solo cambia de piel y se adapta para sobrevivir. Y la lechuza… porque es sabia.

Lucien se quedó en silencio, observándola. No hizo una broma, ni desvió la conversación.

Por primera vez en esa noche, se quedó pensando.

Y esa pausa, en él, lo decía todo.

Los dos desviaron la mirada por un momento, como si el peso de sus palabras aún flotara entre ellos, cargado de significados que ni siquiera estaban seguros de comprender del todo. Beatriz, con las mejillas encendidas y el corazón latiéndole con fuerza, comenzó a hilar los detalles de la escena en su mente. Ahora entendía mucho mejor el propósito detrás de todo esto. No se trataba de un gesto grandilocuente de Lucien, ni de una táctica para impresionar. No.

Era simplemente su manera de demostrar la calidez que había en él.

No pudo evitarlo. Con paso lento, casi temeroso de romper el instante, se acercó y lo abrazó con suavidad. Al principio, sintió cómo el cuerpo de Lucien se tensaba por la sorpresa, como si no hubiera esperado tal gesto. Beatriz cerró los ojos, apoyando su frente en su hombro, y murmuró en voz baja:

Déjame quedarme así unos momentos…

Lucien no respondió de inmediato. Se quedó en silencio, y Beatriz pudo sentir cómo su respiración se pausaba. Luego, con su tono despreocupado, aunque con una leve risa en la voz, replicó:

—¿Qué? ¿Quieres profundizar más nuestra relación?

Beatriz sonrió sin apartarse.

Tal vez solo somos dos animales conociéndonos mejor.

Algo en su respuesta pareció desarmarlo. Como si hubiera encontrado la única frase capaz de hacerlo bajar la guardia. Sin más, Lucien dejó escapar un suspiro y, en un gesto tan natural como el aire que los rodeaba, la abrazó de vuelta.

—¿No tienes frío? —le preguntó en un murmullo.

Beatriz negó suavemente, aún sin soltarlo.

Lucien no insistió. En cambio, deslizó su mano para tomar la de ella, enredando sus dedos con los suyos con la misma facilidad con la que se dejan ir los fuegos artificiales en el cielo. Sin decir nada más, la guió fuera del puente, alejándose poco a poco del brillo de la nieve y del reflejo de las luces en el agua.

Mientras caminaban, Beatriz reflexionó sobre lo que acababa de experimentar. En el juego, todo había sido una cinemática bonita, un fragmento de historia prefabricado para encantar a los jugadores. Pero ahora… ahora lo veía con otros ojos. Había algo más allá de lo que la pantalla le había mostrado. Algo que no se podía comprender solo con observar desde la distancia.

Al final, soltó un suspiro ligero y, sin evitar sonreír para sí misma, pensó:

"Bueno, pues ahora también le debo una salida."

Chapter 16: Reflexiones en la consulta

Summary:

📌 Nota del autor/a:
Este fanfic está basado en el videojuego Love and Deepspace, pero con nombres de personajes cambiados y adaptaciones creativas, por lo que no sigue fielmente los eventos del juego. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
La historia aborda temas sensibles, incluyendo trauma pasado y sus efectos, los cuales son parte del desarrollo del personaje, aunque no son el enfoque principal. Si necesitas más contexto antes de continuar, tenlo en cuenta. Tu bienestar como lector es importante.
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Notes:

📌 Author's note:
This fanfic is based on the game Love and Deepspace, but with character names changed and creative adaptations, so it doesn't strictly follow the events of the game. Any resemblance to real events is purely coincidental.
The story touches on sensitive themes, including past trauma and its effects, which are part of the character's development, though not the main focus. If you need more context before continuing, please keep that in mind. Your well-being as a reader is important.
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Chapter Text

El invierno había pasado, dejando solo el recuerdo de las calles cubiertas de nieve y las ráfagas heladas que le mordían la piel. Ahora, el frío solo persistía en las salas de consulta del doctor Kael, un espacio blanco y aséptico, donde el aroma a desinfectante flotaba en el aire. Beatriz se sentó en la camilla, cruzando los brazos sobre su pecho mientras el doctor revisaba los últimos análisis en su tableta.

Su relación con él era… complicada. No mala, pero sí incómoda en cierta medida.

Lo admiraba, eso era innegable . Kael era un genio en su campo, alguien que trabajaba incansablemente y tenía logros médicos impresionantes. Si había un personaje que en un principio le pareció encantador por su actitud confiable y su pragmatismo, ese era él. Un Virgo de manual. Serio, meticuloso, de cabello negro y ojos de color verde oliva y con un conocimiento médico tan amplio que podía soltar datos clínicos sin filtro alguno. Al inicio, eso le parecía gracioso, como si estuviera hablando con un Shaka de Virgo, pero con más empatía humana. De haber estado en un mundo más justo, él habría sido el estándar ideal de lo que un médico debería ser. Pero eso no significaba que le gustara.

Con la mirada fija en el suelo, recordó cómo había comenzado todo.

Recuerdos del "Kael Inocente"

Beatriz lo había conocido en el juego como un personaje que al principio parecía frío y reservado. Pero hubo un momento que, por breve que fuera, le pareció adorable. Una cita en un restaurante.

La protagonista había aceptado salir con él sin muchas expectativas. La cita transcurría tranquila, hasta que Kael se distrajo con un gato callejero que rondaba el restaurante. El problema era que no tenía ni idea de cómo acercarse a él.

—No te muevas tan brusco —le advirtió Isekaiyada con una sonrisa fuera de la pantalla de juego.

Pero ya era tarde. El gato le lanzó una mirada desconfiada y huyó, dejando a Kael con la mano extendida en el aire, su expresión cuidadosamente neutral, pero con un leve matiz de decepción.

Ahí fue cuando la protagonista lo notó.

Kael, por muy rígido que fuera, intentaba conectar. Y cuando pensó que nadie lo veía, extendió la mano y materializó una pequeña figura de hielo con la forma del gato que lo había rechazado. Era un detalle casi imperceptible, algo que trató de ocultar , pero que ella vio claramente.

La cena transcurrió con un ambiente inesperadamente cálido. Kael apartó todas las zanahorias de su plato con discreción, como si nadie fuera a notarlo, pero la protagonista sí lo hizo.

—Así que el gran doctor Kael odia las zanahorias —bromeó.

Él entrecerró los ojos.

—No las odio, solo no me agradan.

La protagonista rió suavemente y, por primera vez, lo vio con una perspectiva diferente. En ese momento, le pareció lindo.

Pero todo cambió cuando profundizó más en su ruta.

Cuando la ternura se volvió incómoda

Beatriz lo recordaba bien. Las cartas-citas eran el problema.

Las primeras interacciones eran agradables, pero a medida que avanzaba en la historia, las escenas con Kael se volvían demasiado intensas para su gusto.

Había un momento en particular, una escena de ternura nocturna , en la que su tono de voz bajaba, su mirada se volvía demasiado profunda, sus gestos demasiado íntimos. El audio… fue demasiado.

Tanto, que tuvo que quitar el volumen.

Beatriz frunció el ceño en la camilla. Recordar eso aún la hacía sentir incómoda. No es que Kael fuera una mala persona. No lo era. Pero la intensidad con la que vivía el romance… Su manera de tocar, de hablar, de mirarla como si en cualquier momento fuera a perderse en ella… Era como si Kael, normalmente tan controlado, se aferrara a esos instantes como la única forma de sentirse realmente libre.

No era para ella.

Y eso fue suficiente para descartarlo.

De vuelta en la consulta
—¿Beatriz? —La voz de Kael la sacó de su ensimismamiento.

Ella parpadeó y levantó la vista, encontrándose con su mirada serena. Él la observaba con una ceja ligeramente arqueada, esperando una respuesta a algo que no había escuchado.

—Ah… lo siento. ¿Qué dijiste?

Kael suspiró, apoyando la tableta en la mesa.

—Que tus resultados están bien. Pero te ves distraída.

Demasiado distraída.

Beatriz desvió la mirada.

—Nada importante. Solo… pensamientos.

Kael no insistió. Simplemente la miró por unos segundos más y luego volvió a su trabajo. Pero algo en su expresión le dijo que no la creía del todo.

Más adelante en el día. El filo de la espada cortó el aire con precisión antes de hundirse en la articulación de la criatura, provocando un chasquido metálico seguido de un chirrido distorsionado. Beatriz giró sobre su eje, esquivando por poco el ataque de otro Wander que intentó embestirla. Estas entidades eran más molestas que peligrosas, pero cuando aparecían en grandes grupos… el fastidio era inevitable.

Especialmente cuando el clima decidía volverse impredecible.

El primer trueno retumbó en el cielo, y poco después, gruesas gotas de agua comenzaron a caer sobre la ciudad. Beatriz resopló, dándose un breve respiro bajo un toldo viejo y desgastado por el tiempo. No estaba preparada para esto.

—Si tan solo supiera cómo funciona el clima aquí… —murmuró, sacudiéndose las gotas de agua del cabello.

Por alguna razón, le recordaba el clima del valle de Puebla en su mundo original. Inestable, caprichoso y capaz de cambiar sin previo aviso. Lo cual, para alguien acostumbrada a analizar patrones y predecir movimientos, era un fastidio tener que adaptarse a uno nuevo.

Mientras esperaba que la lluvia disminuyera, su mente vagó a recuerdos recientes. Más específicamente, a Leticia.

Leticia: su inesperada "miga"

Beatriz la había conocido en el elevador del complejo médico. No fue nada especial al inicio: solo dos personas atrapadas en el mismo espacio, esperando llegar a su destino. Aunque su apariencia llamó la atención.

Ella posee un rostro que inspira confianza y tranquilidad, atributos esenciales para una médica comprometida con el bienestar de sus pacientes. Su piel, de tono cálido y uniforme, refleja cuidado y energía, irradiando una sensación de confort que alivia hasta las almas más inquietas. Sus ojos son el espejo de su pasión por la medicina; una mezcla de intensa concentración y empatía que captan las necesidades del paciente con una sola mirada. Cada destello en su mirada parece guardar la experiencia y el conocimiento de años de dedicación.

Sus facciones son armoniosas y profesionales; pómulos bien definidos que añadían un aire de autoridad serena, y una mandíbula marcada que habla de determinación y fuerza interior. Su expresión suele estar acompañada de una sonrisa discreta, una que promete comprensión y calidez en los momentos difíciles.

Su cabello, oscuro y brillante, siempre está prolijamente recogido en un moño funcional, resaltando su enfoque en la practicidad y la higiene en un entorno médico. Este detalle no solo demostraba su disciplina, sino también su respeto por los estándares de su profesión y su compromiso con quienes dependen de ella.

Pero entonces, Leticia suspiró con exasperación y murmuró:

—Espero que este año nadie intente sorprenderme con chocolates otra vez.

El comentario despertó la curiosidad de Beatriz, quien ladeó la cabeza.

—¿No te gusta el chocolate?

Leticia soltó una risa breve y seca.

—Me encanta, pero lo compro yo. No necesito un “San Valentín” para disfrutarlo.

Beatriz sonrió. Algo en la actitud de Leticia le recordó a su hermano menor gemelo espiritual Frateley.

—Déjame adivinar —continuó Beatriz—. ¿Tu cumpleaños es el 14 de febrero y estás harta de los clichés?

Leticia la miró con sorpresa, como si hubiera leído su mente.

—…Sí.

Y así, sin más, la conversación fluyó con naturalidad. Leticia le habló de cómo prefería celebrar su cumpleaños sola, con un baño largo y viendo series que nadie más entendía. Beatriz, en respuesta, le confesó que no entendía por qué las personas siempre asumían que si nacías en una fecha importante, debías celebrarla de cierta forma.

Cuando las puertas del elevador se abrieron, Leticia la miró con una mezcla de evaluación y aprobación.

—Me agradas.

Beatriz parpadeó, sorprendida por la declaración repentina.

—¿Tan rápido?

—Eres la primera persona en años que no ha hecho un comentario cursi sobre mi cumpleaños —replicó Leticia con una sonrisa ladeada—. Así que sí. —Pasándole su tarjeta con su número telefónico personal,

Desde entonces, se convirtieron en "migas".

De vuelta en la tormenta

El sonido de los neumáticos atravesando charcos la sacó de sus pensamientos. Alzó la vista justo cuando un vehículo oscuro se detenía frente a ella. La ventanilla del copiloto descendió con un leve zumbido, revelando un rostro conocido.

Kael la miró con su expresión usualmente neutral, aunque su ceja arqueada delataba cierto desagrado por verla en esas condiciones.

—Sube.

Beatriz parpadeó.

—¿Eh?

Kael suspiró, como si tuviera que explicarle algo obvio.

—Es peligroso quedarse bajo la lluvia en esta zona. Te llevaré a casa.

Beatriz vaciló. No porque desconfiara de él, sino porque no estaba acostumbrada a aceptar ayuda tan fácilmente. Sin embargo, considerando que la tormenta no parecía ceder y su ropa ya estaba empapada…

Abrió la puerta del coche y se deslizó dentro.

Kael no dijo nada al principio, simplemente ajustó el sistema de calefacción y comenzó a conducir. El silencio entre ellos no era incómodo, pero sí tenía un peso sutil, como si él quisiera preguntar algo pero se contuviera.

Finalmente, fue Beatriz quien rompió la quietud.

—No tenías que hacerlo.

—Lo sé.

Su respuesta fue tan directa que la descolocó.

—Entonces, ¿por qué?

Kael mantuvo la vista en la carretera, pero sus dedos se tensaron ligeramente sobre el volante.

—Porque me preocupa que no sepas cuándo aceptar ayuda.

Beatriz sintió un escalofrío que no tenía nada que ver con el frío.

El sonido de la lluvia retumbaba sobre el techo del auto, creando un ritmo monótono que llenaba el silencio entre ellos. Beatriz miraba sin ver las gotas resbalar por el cristal de la ventanilla, perdiéndose en la forma en que la ciudad parecía distorsionarse tras el velo de agua.

Kael conducía en silencio, como si estuviera buscando las palabras adecuadas para llenar el vacío. Pero Beatriz no tenía cabeza para una conversación trivial. Su mente seguía atrapada en la tensión de su propio error.

Se había sentado en el asiento del copiloto.

No era gran cosa, ¿verdad? Era solo un auto, solo un trayecto, solo una lluvia torrencial que había hecho que aceptara el aventón. Pero sentarse ahí, en ese asiento, no era lo que solía hacer. En cualquier otro contexto, con cualquier otra persona, habría tomado la parte de atrás, manteniendo una distancia segura.

Pero con Kael no lo hizo. Y ahora lo lamentaba.

Las luces intermitentes de los edificios parpadeaban sobre el tablero del auto. Kael, por su parte, parecía tranquilo, aunque de vez en cuando lanzaba miradas breves en su dirección, como si estuviera midiendo su estado de ánimo.

—No debiste haberte quedado bajo el toldo hasta que la lluvia se calmara —comentó finalmente, su tono ligero, casi casual.

Beatriz hizo un esfuerzo por responder, pero su voz no salió de inmediato.

—No pensé que fuera a empeorar —logró decir, aunque sonaba distante.

Kael asintió, volviendo la vista a la carretera.

—El clima aquí es impredecible. Como en Puebla, ¿no?

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Beatriz parpadeó. No esperaba que Kael hiciera ese comentario. No esperaba que alguien aquí pudiera hacer una comparación con su mundo original, pero no se sentía natural.

La mención la sacudió, pero antes de que pudiera darle más vueltas, sintió la mano de Kael posarse sobre su muslo.

Fue inmediato.

Su mente no procesó el gesto como un acto de cercanía o preocupación. Su cuerpo reaccionó primero.

El peso de la mano no era el de un médico intentando consolarla. Era otra cosa. Algo que Beatriz no quería volver a sentir.

El aire se volvió denso. La presión de la mano sobre su pierna no era fuerte, pero era suficiente para hacerla retroceder en el tiempo, en sus propios recuerdos.

No era Kael.

No era la lluvia, no era el auto. Era una memoria involuntaria.

Una mano mayor, una mano que no debía estar ahí. La mano de un abusador , la de un hombre militar que la había marcado en su infancia.

Sin pensarlo, Beatriz reaccionó. Agarró su muñeca con fuerza, apartándolo de golpe, con una fuerza indescriptible.

—Kael… no.

Su voz salió baja, casi un susurro entrecortado, pero lo suficiente para que el hombre sintiera el rechazo inmediato.La palabra "no" es un grito interno, un rechazo al miedo que se ha apoderado de ella.

Kael se tensó. Sus ojos buscaron los de Beatriz, tratando de entender. Él pensó que era un gesto de cercanía. Un intento torpe de acortar la distancia que siempre había sentido con ella. Pero lo que encontró en su mirada no fue incomodidad.

Fue miedo.

No lo entendió al principio. Quería entenderlo.

—No era mi intención… —murmuró, retirando lentamente la mano—. ¿He hecho algo mal?

Beatriz respiró entrecortadamente, sintiendo el latido acelerado en su pecho. La imagen de otro rostro, de otra situación, aún estaba impresa en su mente, superpuesta con el presente.

—No es eso… —cerró los ojos, tratando de recuperar el control—. Simplemente… no puedo.

No puedo.

Kael se quedó en silencio, observándola. No era enojo lo que sentía, ni siquiera decepción. Era otra cosa. Algo más frío, algo más pesado.

Beatriz no podía quedarse allí.

Su instinto le gritaba que saliera. Que necesitaba espacio, aire, distancia.

Sin pensarlo más, abrió la puerta del auto.

—Beatriz.

No lo miró. No podía.

Kael no la detuvo físicamente, pero su voz la alcanzó justo antes de que diera el primer paso fuera del auto.

—¿Vas a irte así…?

La lluvia golpeó su rostro al salir. Era un alivio.

Respiró hondo, sintiendo el peso de su propia decisión.

—Sí —respondió sin girarse—. Lo siento, Kael. Necesito estar sola.

No esperó su respuesta. No quería escucharla.

El agua empapó su ropa en segundos, pero el frío no era lo importante. Necesitaba moverse. Alejarse de ese auto, de esa escena, de la presión invisible que pesaba sobre ella.

No sabía si lo que había hecho era lo correcto.

Pero sabía que no podía quedarse.

 

La charla con Leticia

Beatriz estaba en su habitación, con la mirada perdida en la tormenta que azotaba la ciudad. La lluvia golpeaba contra la ventana con un ritmo constante, casi hipnótico, pero su mente seguía atrapada en los recuerdos de lo que había pasado hace apenas unas horas.

El frío de la noche aún persistía en su piel, mezclado con la sensación de humedad en su ropa, se había dado una ducha rápida, su cabello goteaba un poco, pero lo que más pesaba en su pecho era la culpa. No estaba segura de si había hecho lo correcto. No podía dejar de pensar en la expresión de Kael, en el momento exacto en que el ambiente entre ellos se había roto. ¿Había sido demasiado brusca? ¿Demasiado injusta?

Sintió un nudo en el estómago. No podía manejar esto sola , pero tampoco quería hablarlo con nadie más. No aún.

En su lugar, tomó su teléfono y marcó el número de Leticia.

—¿Puedes venir? —preguntó con voz temblorosa, sin molestarse en ocultar el cansancio en su tono.

Leticia no hizo preguntas. Apenas veinte minutos después, apareció en su habitación con una taza de té caliente entre las manos. Su presencia, como siempre, irradiaba una calma reconfortante, como si supiera exactamente lo que Beatriz necesitaba antes incluso de que ella misma lo supiera.

Leticia dejó la taza sobre la mesita de noche y se sentó a su lado en la cama.

Te vi llegar empapada —comentó con suavidad, ya que vivía también en el mismo complejo residencial que ella y Emil—. Algo pasó, Beatriz. No parece que solo haya sido la lluvia lo que te hizo correr así del auto.

Beatriz apretó los labios, mirando sus manos entrelazadas sobre su regazo. Se sentía vulnerable, pero sabía que si alguien podía entenderla, era Leticia.

—Es el doctor Kael … —murmuró, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda al pronunciar su nombre—. No quería que pasara así. Creo que lo lastimé.

Leticia no dijo nada de inmediato, simplemente la observó con paciencia, dándole el espacio para continuar.

—Es complicado —Beatriz dejó escapar un suspiro tembloroso—. No es que él me haya hecho nada malo. Pero cuando… cuando me tocó la pierna , aunque fue solo un gesto… no pude.

Su voz se quebró.

—Fue como si mi cuerpo reaccionara antes de que mi mente pudiera procesarlo. No vi su mano… vi otra cosa . Algo que no debía estar ahí. Y lo aparté . No fue intencional, pero lo hice con fuerza, y cuando vi su expresión…

Se detuvo. Su respiración se volvió errática.

Leticia, aún en silencio, le pasó la taza de té caliente. Beatriz la tomó con ambas manos, sintiendo el calor extenderse por sus dedos.

—¿Te sentiste atrapada? —preguntó Leticia, su voz baja, casi un susurro.

Beatriz asintió lentamente.

—No puedo controlar cuando pasa. Es como si de repente me desconectara y no pudiera respirar. Pero no quiero hacerle daño. No quiero que piense que lo odio o que lo estoy rechazando…

Leticia la miró con una mezcla de ternura y seriedad.

—Beatriz, lo que sientes es válido —dijo con firmeza—. No tienes que justificarte por ello. Kael no sabía cómo te sentirías, pero eso no significa que tengas que soportarlo solo porque él no tenía malas intenciones.

Beatriz bajó la mirada, sus dedos temblaban alrededor de la taza.

—Lo sé… pero me duele pensar que lo lastimé sin querer . No sé si hice lo correcto.

Leticia suspiró y tomó su mano, un gesto suave, sin presión, sin expectativas.

—Escúchame —dijo, esperando que Beatriz la mirara a los ojos—. No alejaste a Kael. Simplemente le mostraste un límite . Y si de verdad le importas, aprenderá a respetarlo. Entenderá que esto no es un rechazo, sino que hay cosas en ti que no pueden forzarse, que necesitan tiempo y comprensión.

Beatriz tragó saliva.

¿Y si lo alejé para siempre? —susurró—. No quiero ser esa persona que siempre termina causando daño a los demás.

Leticia negó con la cabeza.

No eres esa persona , Beatriz. Lo que hiciste no fue por crueldad ni por rechazo. Fue por protección. Y la gente que realmente merece estar en tu vida, la que de verdad te quiere, encontrará la manera de acercarse sin hacerte daño.

Beatriz sintió que algo dentro de ella se aflojaba, como si por fin pudiera respirar un poco más libremente.

—Gracias, Leticia… —murmuró—. Pero, ¿puedes prometerme algo?

Leticia sonrió.

—Claro.

No se lo digas a nadie. No quiero preocupar a nadie más de lo que ya lo hago.

Leticia le dio un leve apretón en la mano.

—Te lo prometo.

Beatriz cerró los ojos por un momento. Sabía que aún quedaban muchas emociones por procesar, pero al menos, por ahora, sentía que no estaba sola en ello.

Beatriz se quedó en silencio tras la conversación con Leticia, sintiendo cómo el peso en su pecho se volvía más manejable, pero no desaparecía del todo. Había logrado expresar sus sentimientos, pero ahora quedaba lo más difícil: enfrentarse a la realidad de su relación con Kael.

Sabía que no era una mala persona. Al contrario, lo admiraba, lo respetaba , y en el fondo, quería encontrar una forma de reparar lo ocurrido sin traicionarse a sí misma. Pero la sensación de haber perdido el control en aquel momento aún la inquietaba.

Se llevó una mano al pecho, intentando encontrar la diferencia. Con Lucien no había sentido esa punzada de miedo, ni la reacción instintiva de alejarse. Pero con Kael… su cuerpo había reaccionado antes de que su mente pudiera detenerlo.

Quizás porque, en cierto modo, ella sabía más de él que lo que había admitido. Conocía su otra faceta. Con la cual tenía pesadillas recurrentes sobre su otro yo "Dawnbreaker". Una especie de versión retorcida de sí mismo, como una reina del hielo en versión masculina, que servía a la entidad maligna del juego. Dawnbraker no era solo un alter ego… era una amenaza latente. Y en sus sueños, él veía cómo ese lado oscuro se apoderaba de su voluntad y sumergía al mundo en un invierno eterno, condenando a todos a la oscuridad.

Beatriz comprendió entonces que la intensidad de Zayne en los momentos románticos no era casualidad. Era su forma desesperada de aferrarse a algo que sí podía controlar. Tal vez por eso era tan intenso en sus interacciones románticas… porque sentía que era lo único sobre lo que tenía control… lo único que podía poseer completamente eran esos instantes de intimidad.

Pero también había otro punto que no podía ignorar: la protagonista original del juego. Las interacciones registradas en el celular lo dejaban claro. Ella había coqueteado con todos como si fueran opciones de un menú, y aunque eso podría ser parte de la dinámica del juego, Beatriz no podía seguir con ese enfoque. No era justo para nadie , y menos para sí misma.

Cerró los ojos y respiró hondo. Había tomado una decisión.

Tomó su teléfono, dudando por un segundo antes de marcar el número de Kael. No estaba lista para enfrentarlo en persona, pero tampoco quería dejar pasar más tiempo.

El tono de llamada sonó un par de veces antes de que él respondiera.

—Beatriz.

Su voz era serena, pero ella detectó el matiz contenido en su tono.

—Kael… —tragó saliva—. Necesito hablar contigo.

—Te escucho.

Ella entrelazó los dedos sobre su regazo.

—Antes que nada… quiero disculparme por lo que pasó. Sé que te lastimé cuando te aparté y no era mi intención.

Hubo un silencio breve antes de que él respondiera.

—No tienes que disculparte por eso. Fue mi error, por no darme cuenta de cómo te sentirías.

—Aún así, quiero que sepas que no fue algo personal. No es que te rechace, ni que te vea como alguien que me haría daño. Es solo que… hay cosas en mí que todavía estoy entendiendo.

Kael no respondió de inmediato, lo que le dio a Beatriz el valor de continuar.

—Por eso quería hablar contigo. He estado reflexionando mucho, y creo que antes pensaba que la mejor forma de conectar con alguien era de la manera en la que lo hacía anteriormente, pero… ahora sé que no quiero eso para mí .

Sintió su corazón latir con fuerza, pero se obligó a seguir.

—Te respeto, Kael. Y te admiro. Pero necesito ponerte un límite . No quiero más interacciones de ese tipo. No significa que no valore nuestra relación, solo que quiero que sea diferente.

Esta vez, el silencio fue más largo. Cuando Kael finalmente habló, su tono era más suave.

—Entiendo.

Beatriz exhaló, sin darse cuenta de que había estado conteniendo el aliento.

—Gracias.

—Gracias a ti por decírmelo —respondió Kael, con una calma que no esperaba—. Y por confiar en mí lo suficiente como para hablarlo.

Beatriz cerró los ojos, sintiendo una extraña paz recorrerla. Tal vez no sabía qué iba a pasar después, pero al menos había dado el primer paso .

—Nos vemos pronto, Kael.

—Nos vemos, Beatriz.

Colgó la llamada y dejó el teléfono a un lado. Se abrazó las rodillas , mirando por la ventana con una pequeña sonrisa.

Por primera vez en mucho tiempo, sintió que estaba en control de su propia historia.

Chapter 17: La invitación de Lucien a Beatriz

Summary:

📌 Nota del autor/a:
Este fanfic está basado en el videojuego Love and Deepspace, pero con nombres de personajes cambiados y adaptaciones creativas, por lo que no sigue fielmente los eventos del juego. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
La historia aborda temas sensibles, incluyendo trauma pasado y sus efectos, los cuales son parte del desarrollo del personaje, aunque no son el enfoque principal. Si necesitas más contexto antes de continuar, tenlo en cuenta. Tu bienestar como lector es importante.
¡Hola a todos! 🌟
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Si el fic llega a 200 lecturas, ¿les gustaría una versión en inglés? Déjenme un comentario con 'Sí, quiero la versión en inglés' o den un 'Kudos'. ¡Gracias por leer!

Notes:

📌 Author's note:
This fanfic is based on the game Love and Deepspace, but with character names changed and creative adaptations, so it doesn't strictly follow the events of the game. Any resemblance to real events is purely coincidental.
The story touches on sensitive themes, including past trauma and its effects, which are part of the character's development, though not the main focus. If you need more context before continuing, please keep that in mind. Your well-being as a reader is important.
Hello everyone! 🌟
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If the fic reaches 200 reads, would you like an English version? Leave a comment with "Yes, I want the English version" or just drop a 'Kudos'. Thanks for reading!

Chapter Text

Después de la llamada con Kael, Beatriz todavía estaba reflexionando cuando su teléfono vibró con un mensaje. Era de Lucien.

     >Lucien: "Beatriz, espero no interrumpirte, pero tengo una propuesta interesante para ti. ¿Te gustaría acompañarme a un evento esta noche?"

Beatriz arqueó una ceja. ¿Evento?

     >Beatriz: "Depende. ¿Qué clase de evento?"

     >Lucien: "Una pasarela de moda de alto nivel. Podría serte útil para conocer las tendencias de este mundo y, quién sabe, tal vez encuentres algo que te guste."

Ella exhaló. Eso sí llamaba su atención. Desde que llegó, nada de la ropa de este mundo la había convencido. Los precios eran ridículos, y aunque la calidad “era innegable”, sentía que mucho de lo que veía no encajaba con su estilo.

Además, esto podía ser una oportunidad para distraerse, analizar más a fondo el sector de la moda en este mundo. Sacó su libreta de notas y escribió rápidamente un recordatorio: "Observar cortes, materiales y técnicas de confección."

      >Beatriz: "Acepto. Pero no esperes que use vestido. Voy a ir con traje."

      >Lucien: "Perfecto. De hecho, creo que te quedará muy bien. Pasaré por ti en dos horas."

      >Beatriz: "Nos vemos entonces."

Colgó el teléfono y se puso en marcha.

Sabía que Lucien era una figura importante, así que tenía que presentarse impecable. Buscó en su guardarropa lo más cercano a lo que quería y terminó con un conjunto sobrio pero elegante: pantalón de corte recto, un saco bien ajustado y una blusa ligera.

Sin embargo, mientras se arreglaba frente al espejo, su mente ya estaba en la pasarela. Quería ver cómo adaptaban los diseñadores la moda a este mundo, qué técnicas de costura predominaban, qué telas eran las más usadas.

Beatriz abrió su pequeño estuche de joyería en busca de algo que combinara con su atuendo. No estaba acostumbrada a arreglarse tanto, pero si iba a asistir a un evento de alto nivel con Lucien, al menos tenía que verse presentable.

Mientras rebuscaba entre los accesorios, su mano tropezó con el borde de la caja y, antes de poder evitarlo, varias piezas cayeron al suelo con un suave tintineo metálico.

Chasqueó la lengua y se agachó para recogerlas, apilando los anillos y pendientes con rapidez. Sin embargo, entre todas las piezas esparcidas, hubo una que le llamó la atención de inmediato.

Era un collar con una gruesa cadena de plata y una placa metálica al estilo militar. Sobre su superficie, en elegantes letras cursivas, se leía el mensaje:

"When U come back."

Beatriz frunció el ceño. Había algo extrañamente familiar en esas palabras. Junto a la placa colgaba un pequeño dije en forma de manzana de plata, con una joya roja incrustada en el centro.

Por un momento, un recuerdo vago pasó por su mente. No estaba segura, pero sentía que había visto algo parecido en una cinemática del juego. Sin embargo, la idea se desvaneció tan rápido como había aparecido.

"No es momento para pensar en eso." Susurró para sí misma, guardando el collar en su joyero antes de cerrar la tapa.

Desde la ventana, vio que Lucien ya la estaba esperando en su auto. Respiró hondo, tomó su libreta de notas y salió sin mirar atrás.

Sus pensamientos volvieron fugazmente de nuevo en el collar con la placa metálica, mientras bajaba. "When U come back."

La frase le resultó vagamente familiar, pero no podía recordar exactamente de dónde. Quizás de alguna cinemática del juego... aunque no le había prestado demasiada atención en su momento.

Había algo en la forma en que ciertas escenas estaban diseñadas que la hacían sentir demasiado forzadas, demasiado perfectas, como si quisieran vender un estándar del amor ideal. Por eso, en su momento, puso la historia en automático mientras hacía otras cosas.

Solo recordaba vagamente que hubo una explosión en esa escena, pero nada más. Para ahorrarse el tedio de pasar por todos los diálogos, había preferido leer resúmenes en la wiki y foros del juego, lo que significaba que había detalles que no comprendía del todo.

Sacudió la cabeza. No era momento para pensar en eso. Boto la caja en su cama y se apresuró a salir. Lucien ya la esperaba.

En el desfile de modas

Lucien y Beatriz llegaron a la entrada del evento de moda, donde la seguridad era estricta. Detectores de metales, escáneres de identificación y un grupo de guardias impecablemente vestidos aseguraban que solo los invitados adecuados cruzaran las puertas doradas. Pero para Lucien, aquello era un simple trámite. Sacó un par de pases VIP de su bolsillo y, con una sonrisa confiada, los presentó al encargado. En cuestión de segundos, les dieron acceso sin ninguna objeción.

Beatriz no pudo evitar notar la elegancia con la que todo estaba dispuesto. No es que le sorprendiera que Lucien tuviera tanto dinero—después de todo, conocía su verdadera naturaleza. No tenía dudas sobre el origen de su fortuna: su "tesoro natural" era una de las cosas que la historia del juego dejaba claro. Sabía que, si quisiera, podría materializar oro con solo un movimiento de su mano. Había visto aquella escena en una cinemática del juego, una de las pocas que realmente captaron su atención.

"Una fortuna ilimitada… hasta la puede invocar en la palma de su mano. Qué conveniente," pensó con ironía.

Lucien no necesitaba hacer algo tan ostentoso ahora. Con una simple tarjeta negra en su billetera— una de esas Centurión que la gente normal jamás podría tocar—bastaba para cubrir cualquier lujo que deseara. Beatriz se rio internamente, pensando en lo absurdo de la situación. Si ella no supiera la verdad, probablemente se habría preguntado de dónde sacaba semejante cantidad de dinero.

El salón era impresionante. Un candelabro gigante colgaba en el centro, iluminando con un resplandor dorado a la élite de la industria de la moda. Meseros pasaban con bandejas de champán, mientras una suave música clásica flotaba en el ambiente. Diseñadores, modelos y empresarios conversaban en pequeños grupos, todos impecablemente vestidos y perfectamente conscientes de su propio estatus.

Beatriz se mantuvo firme, sin demostrar lo mucho que le fascinaba aquel entorno. Sabía que Lucien estaba observándola de reojo, buscando cualquier reacción en su rostro, esperando que su actitud sofisticada la impresionara. Pero ella no iba a darle ese placer.

"Ni creas que voy a caer en tu encanto, Lucien. Esto es solo un evento más," se dijo a sí misma, recordando las palabras de Kaguya Shinomiya en su momento.

Sin embargo, no podía negar que aquello le gustaba. Había tomado algunos talleres sobre organización de eventos en su otra vida, y todo en ese lugar estaba perfectamente planeado. La distribución de los asientos, la iluminación, incluso el ritmo con el que se movían los meseros… Todo indicaba un nivel de perfección casi irreal.

Lucien la guió hasta sus asientos, situados en una zona privilegiada justo frente a la pasarela. Desde ahí, tendrían la mejor vista del desfile.

Espero que disfrutes el espectáculo —comentó Lucien, con esa sonrisa suya de siempre.

Beatriz apenas le dedicó una mirada antes de acomodarse en su asiento.

Lo intentaré.

Y con eso, el evento estaba a punto de comenzar.

Beatriz y Lucien estaban sentados en la mejor sección de la zona VIP. La pasarela, iluminada con luces estratégicamente colocadas, se extendía ante ellos como un escenario futurista. Lucien, con su porte relajado, parecía completamente familiarizado con el lugar. Observaba a su alrededor con la misma naturalidad con la que un rey inspeccionaría su dominio, asintiendo de vez en cuando a los diseñadores y modelos que lo reconocían.

Beatriz, en cambio, mantenía una postura más reservada . Sus ojos recorrían el ambiente con precisión, aunque sin parecer demasiado interesada. No quería darle a Lucien la satisfacción de verla impresionada. En silencio, deslizó un pequeño bloc de notas de su bolso y comenzó a escribir con trazos rápidos pero discretos.

Lucien lo notó de inmediato. Su mirada se posó fugazmente en el cuaderno, sin hacer ningún comentario, pero guardando el detalle en su memoria.

Las luces del recinto se atenuaron, y la música cambió a una melodía envolvente con un ritmo que evocaba el sonido del metal y la tecnología fusionándose. La primera modelo apareció en escena. Caminaba con un aire casi etéreo, vestida con un conjunto de líneas estructuradas, brillantes y de aspecto vanguardista. La tela reflejaba la luz de manera casi holográfica, cambiando de tonalidad con cada movimiento.

Beatriz observó atentamente los diseños. Sus ojos se movían de un lado a otro, analizando sin esfuerzo los colores y texturas predominantes en la colección. Sin embargo, Lucien notó un pequeño cambio en su expresión. Una mueca apenas perceptible apareció en su rostro.

No fue un gesto de sorpresa ni de admiración, sino más bien una ligera señal de desaprobación.

"Interesante," pensó Lucien, sin dejar de observarla.

En la mente de Beatriz, los pensamientos fluían con rapidez. Aunque las prendas eran visualmente impactantes, había algo en ellas que no terminaba de convencerla.

"Se ven bien… pero, ¿quién usaría esto en la calle?"

Era una pasarela, claro. Un espectáculo diseñado para impresionar. Pero lo que ella buscaba eran prendas que pudieran aplicarse a la vida cotidiana sin perder su esencia. Mientras los modelos continuaban desfilando, ella anotaba de forma disimulada:

"Colores predominantes: azules metálicos, púrpuras neón, blanco brillante. Texturas: sintéticas, efecto reflejante, tendencia a lo estructurado."

Más que fijarse en los cortes, su atención estaba en los tonos y materiales. Sabía que esos eran los verdaderos indicadores de la dirección en la que iría la moda en la siguiente temporada.

Lucien, sin decir palabra, se acomodó en su asiento, cruzando las piernas con elegancia. No la interrumpió, pero quedó claro que estaba disfrutando de observarla tanto como del evento mismo.

La pasarela seguía su curso, y Beatriz, sin darse cuenta, se sumergía cada vez más en su propio análisis.

Modelos caminaban con precisión cronometrada, la música vibraba en perfecta sincronía con la iluminación y todo parecía ir según lo planeado. Sin embargo, Beatriz notó algo que otros pasaban por alto.

Las luces.

Un parpadeo casi imperceptible en la parte superior del escenario la hizo entrecerrar los ojos. Al principio, pensó que podría ser un simple ajuste de intensidad, pero cuando se repitió un patrón irregular en diferentes puntos de la pasarela, supo que no era parte del espectáculo.

"Si esas luces fallan del todo, pueden causar sombras extrañas y afectar la visibilidad de los modelos... o peor, si se sobrecarga el sistema, puede haber un apagón parcial."

Suspiró internamente. No era su problema, no tenía por qué intervenir. Pero no podía evitar calcular los posibles escenarios en su mente.

Sin girarse hacia Lucien, murmuró con naturalidad:

Voy al sanitario.

Lucien levantó ligeramente una ceja, pero no dijo nada. Solo la observó mientras se levantaba con tranquilidad y se deslizaba entre la multitud con la misma elegancia de los modelos en la pasarela.

Apenas estuvo fuera de la vista de los asistentes, su postura cambió. Caminó con rapidez y precisión, identificando la fuente del problema. En un costado de la estructura de iluminación, vio a un par de técnicos en pánico, tratando de arreglar algo con herramientas inadecuadas.

Sin perder tiempo, deslizó la mano en su bolsillo y sacó una pequeña navaja suiza. Se acercó con cautela, asegurándose de que su presencia no llamara la atención.

Préstame eso un segundo —murmuró, tomando con suavidad un cable suelto antes de que el técnico pudiera reaccionar.

Los hombres se miraron entre sí, sorprendidos por su aparición, pero en cuanto vieron su expresión determinada, no discutieron. Beatriz trabajó con rapidez, cortando con precisión una sección del cable y ajustando una conexión floja con un pequeño destornillador de la misma navaja. Un par de ajustes más y la luz dejó de parpadear.

El técnico mayor abrió la boca para decir algo, pero Beatriz ya estaba guardando la navaja en su bolsillo.

—Eso debería aguantar hasta que termine el evento.

Antes de que pudieran agradecerle o hacer preguntas, desapareció entre las sombras, tal como había llegado.

Lo que no sabía era que Lucien la había observado todo el tiempo.

Desde su asiento privilegiado, había notado su partida y, con su habilidad para teletransportarse con partículas, se aseguró de vigilarla desde la distancia sin interferir. Lo que vio le resultó… fascinante.

"Primero notas los detalles en los diseños, ahora arreglas un problema técnico sin dudarlo ni reclamar crédito. Cada vez que creo que tengo la imagen completa de ti, aparece una nueva pieza del rompecabezas."

Con una ligera sonrisa en los labios, Lucien se recostó en su asiento, apoyando un brazo en el respaldo mientras veía a Beatriz regresar con la misma expresión serena con la que se había ido. Como si nada hubiera pasado.

Pero él lo había visto. Y no olvidaría ese detalle.

Cuando el evento terminó, los aplausos llenaron el recinto, y las luces bajaron su intensidad para marcar el cierre de la pasarela. Beatriz permaneció en su asiento, su postura impecable, con las manos sobre su regazo. No había revelado demasiado interés, pero Lucien sabía que había estado analizando cada detalle.

—Entonces —preguntó él, girando la cabeza hacia ella con su usual aire relajado—, ¿qué te ha parecido el evento?

Beatriz no lo miró de inmediato. Se tomó un segundo antes de responder, como si midiera sus palabras con precisión quirúrgica.

—Interesante —dijo con neutralidad—. Aunque algunos diseños me parecieron poco funcionales.

Lucien sonrió con ese aire de misterio que lo caracterizaba.

—Oh, qué cruel. ¿Y si el diseñador estuviera escuchando?

Tendría que ser más realista —respondió ella con simpleza, sin dejarse llevar por su juego.

Él soltó una ligera risa, pero no insistió. En cambio, se puso de pie con fluidez y le ofreció la mano para ayudarla a levantarse. Beatriz no la tomó, pero se incorporó con naturalidad, como si el gesto nunca hubiera existido.

—Vamos —dijo Lucien, guiándola discretamente hacia la salida VIP.

El estacionamiento privado estaba casi vacío, solo algunos autos de alta gama permanecían en los espacios reservados. Sin embargo, Lucien no dejó de percibirlo. Esa sensación de ser observado. No era paranoia, era experiencia.

Caminó junto a Beatriz hasta su vehículo, un auto negro de diseño elegante que parecía hecho a su medida. Sin dar señales de alerta, abrió la puerta trasera y la invitó a entrar.

—Espera aquí. Tengo que hablar con un diseñador antes de irnos.

Beatriz arqueó una ceja, pero no discutió. Se acomodó en el asiento trasero mientras Lucien cerraba la puerta con suavidad.

Una vez estuvo seguro de que ella estaba dentro, su expresión cambió.

El aire a su alrededor vibró casi imperceptiblemente cuando activó su habilidad. Como un parpadeo en la realidad, su cuerpo desapareció en un destello de partículas.

Allí estaba.

A pocos metros, entre las sombras de una columna del estacionamiento, un hombre sujetaba una cámara con una postura tensa.

Lucien apareció tras él en un instante.

—Sabes —murmuró con una voz grave y carente de prisa—, no es de buena educación espiar.

El hombre se giró bruscamente, pero antes de que pudiera reaccionar, Lucien movió un dedo.

Las partículas que lo rodeaban se arremolinaron con un brillo etéreo. El espía sintió cómo su cuerpo se paralizaba por completo.

No había gritos. No hubo resistencia. Solo el suave sonido de algo que comenzaba a desintegrarse.

No diré nada… —susurró el hombre, como un último intento de conservar su dignidad.

Lucien sonrió.

—Lo sé.

Y en un instante, el cuerpo se fragmentó en millones de partículas que se disiparon como polvo estelar.

La cámara cayó al suelo con un leve impacto. Lucien la recogió y revisó su contenido.

Imágenes. Todas dirigidas a Beatriz.

El brillo en sus ojos se apagó por un momento. No por sorpresa, sino por confirmación.

"Tal vez las personas más cercanas a ti son las que te quieren hacer daño."

Aquella frase flotó en su mente con el peso de un recuerdo antiguo. Uno que aún dolía.

“Beatriz” no recordaba. Ella no lo recordaba.

Había vuelto a su lado, sí. Pero no con la misma mirada. No con la misma certeza.

Lucien cerró la cámara con indiferencia y la redujo a polvo en su mano.

Si el destino había decidido jugar con ellos otra vez, entonces él también jugaría. Con paciencia. Con inteligencia. Con un aire de misterio tan impenetrable como la noche misma.

Chapter 18: Bajo el Manto de Escarcha

Summary:

📌 Nota del autor/a:
Este fanfic está basado en el videojuego Love and Deepspace, pero con nombres de personajes cambiados y adaptaciones creativas, por lo que no sigue fielmente los eventos del juego. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
La historia aborda temas sensibles, incluyendo trauma pasado y sus efectos, los cuales son parte del desarrollo del personaje, aunque no son el enfoque principal. Si necesitas más contexto antes de continuar, tenlo en cuenta. Tu bienestar como lector es importante.
¡Hola a todos! 🌟
Gracias por el increíble apoyo al fanfiction. ¡Ya superamos las 100 lecturas y sigue creciendo! 💖 Estoy emocionada de ver cómo ha conectado con ustedes.
Abriré un Buy Me a Coffee (Invítame un café) para quienes deseen apoyar mi trabajo. No es obligatorio, pero cualquier aporte es apreciado.
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¡Gracias por acompañarme en este viaje! 💫
Si el fic llega a 200 lecturas, ¿les gustaría una versión en inglés? Déjenme un comentario con 'Sí, quiero la versión en inglés' o den un 'Kudos'. ¡Gracias por leer!

Notes:

📌 Author's note:
This fanfic is based on the game Love and Deepspace, but with character names changed and creative adaptations, so it doesn't strictly follow the events of the game. Any resemblance to real events is purely coincidental.
The story touches on sensitive themes, including past trauma and its effects, which are part of the character's development, though not the main focus. If you need more context before continuing, please keep that in mind. Your well-being as a reader is important.
Hello everyone! 🌟
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Chapter Text

La lluvia azotaba con furia el ventanal. Un relámpago iluminó el pasillo mientras Beatriz caminaba en silencio, sus botas mojadas dejando huellas suaves sobre el piso de mármol. Había entrado a revisar las instalaciones después de que unos Wanders atacaran la zona. El generador de emergencia hacía un zumbido bajo, casi imperceptible, pero lo que realmente le inquietaba era la falta de movimiento en el hospital. Todos los pasillos parecían desiertos.

"Kael sigue aquí", pensó. Lo sabía, lo sentía.

Caminó hasta una puerta entreabierta. Dentro, el doctor estaba de espaldas, sentado en un banco de descanso, respirando con dificultad. Sus manos, cubiertas de escarcha, temblaban sobre sus muslos. Pedazos de hielo se derretían lentamente en el suelo, formando charcos oscuros. Y en su antebrazo... la piel ennegrecida.

—¿Doctor Kael...? —preguntó con voz baja, pero firme.

Él giró apenas la cabeza, visiblemente agotado.

—Beatriz... no deberías estar aquí.

—¿Qué te hiciste...? ¡Tu piel... ¡Eso no es normal!

Se acercó sin permiso, y cuando él intentó apartarse, ella ya lo había alcanzado. Le tomó el brazo con decisión. Kael apretó los dientes, pero no se resistió.

Esto no es de ahora —dijo Beatriz al examinarlo con rapidez—. Estas cicatrices son viejas. ¡Esto ya te ha pasado antes!

—Desde niño —respondió, casi en un susurro—. El hielo... siempre ha sido así. Me protege... pero también me castiga.

—¿Y aun así sigues usándolo como si nada? ¿Como si no te importara...? —ella lo soltó con fuerza—. ¡¿Qué clase de persona sigue lastimándose así sin parar?!

—Una que no tiene otra opción. —Kael bajó la mirada, derrotado.

Ella lo miró en silencio por unos segundos... y luego le tendió la mano.

—Ven conmigo. Tengo una idea.

—¿A dónde...?

—Al techo. —Ella ya lo estaba jalando—. Confía en mí. No me voy a congelar, te lo prometo.

—No me preocupa eso. Me preocupa que estés pensando fuera de la caja otra vez... —masculló, con tono de humor apagado.

—Exacto. Justo de eso se trata.

Subieron al techo bajo la lluvia. El cielo se abría en relámpagos, y la ciudad brillaba en la distancia como si estuviera viva. Beatriz extendió los brazos como si abrazara el mundo.

—¿Sabes qué creo, Kael? Que tu poder no debería causarte miedo... ni a ti ni a los demás.

Él la miró, con el cabello pegado a la cara, empapado, temblando más por la emoción que por el frío.

—Cierra los ojos.

—¿Qué vas a hacer?

 

La lluvia golpeaba con fuerza, el viento rugía y la ciudad apenas se divisaba entre los relámpagos. Kael, envuelto en su propio poder helado, parecía más una estatua moribunda que un hombre. Las venas de hielo se extendían por su cuello y brazos, negras y quebradizas. Su cuerpo, a punto de ceder.

Beatriz lo sostuvo con firmeza, colocándose frente a él.

—Confía en mí —le susurró—. Déjalo salir… hacia mí.

Kael tembló. Su aliento salía en nubes heladas.

—Te vas a congelar…

—No. Yo tengo algo que puede con eso —le respondió, y colocó su mano sobre su pecho—. Mi núcleo de éter puede procesarlo, purificarlo… si tú me dejas.

Él asintió lentamente.

Entonces Beatriz, con una dulzura inesperada, comenzó a tararear. Al principio, apenas un murmullo, pero luego más claro:
“¿Has oído a un lobo aullarle a la luna azul…?”

Colores en el viento | con letra | Pocahontas

Kael parpadeó, confundido, pero el sonido... el sonido era cálido. Humano.

Y entonces sucedió.

El hielo comenzó a desprenderse de su cuerpo en forma de copos luminosos, bailando en espiral entre ambos. El aire se volvió etéreo, como si el mundo mismo contuviera el aliento. Cada nota de Beatriz marcaba el ritmo del vórtice que crecía, envolviéndolos. El viento se arremolinaba como un dragón invisible, cargando el cielo con energía pura.

La tormenta no se disipó. No… ascendió .

Kael cerró los ojos. Soltó el miedo, la culpa, el dolor. El hielo salió desde su pecho como un suspiro contenido durante años. Beatriz alzó el brazo derecho y extendió los dedos hacia el cielo, mientras su núcleo de éter brillaba en su interior como una estrella atrapada.

El vórtice helado se elevó. Y entonces, cuando el último copo cruzó entre sus manos, ella abrió los ojos .

—¡Ahora!

Un destello dorado emergió de su centro, cruzando el cielo como una ola. El hielo restante se evaporó al instante… y un silencio casi sagrado cayó sobre la ciudad.

Poco a poco, las nubes se disiparon. Y entonces, como una bendición de los cielos, apareció.

Un arcoiris halo alrededor del sol naciente.

El hielo restante había quedado suspendido en la atmósfera, transformando la luz del amanecer en un espectáculo imposible: un arcoíris redondo, perfecto, brillando sobre ellos como una corona de esperanza.

Kael, de rodillas, sin aire, miró el cielo con los ojos abiertos de par en par.

¿Cómo… hiciste eso?

Beatriz, empapada, con mechones de cabello pegados a la frente, sonrió cansada.

Sólo te ayudé a pensar fuera de la caja.

Kael seguía de rodillas, con el vaho escapando de sus labios en pequeños suspiros. El frío ya no lo abrazaba como un castigo. Por primera vez… no dolía.

Beatriz bajó el brazo, exhausta, y se dejó caer a su lado, apoyándose en la baranda metálica del techo. Estaba empapada, cubierta de escarcha brillante, pero con una expresión serena en el rostro.

El arcoíris continuaba suspendido en el cielo como un eco de lo imposible.

Kael la miró en silencio. No con devoción, ni como se mira a una diosa... sino como un científico que ha presenciado un milagro que no puede explicar.

Gracias —dijo al fin, en voz baja.

No fue un “gracias” cualquiera. Fue uno que se sintió como si hubiera esperado toda su vida para decirlo y no supiera hasta ahora a quién . Uno que nacía desde ese lugar frágil que siempre había escondido tras la lógica, la responsabilidad, el deber.

Beatriz sonrió. No respondió con palabras. Sólo le ofreció su hombro.

Kael, contra toda lógica, apoyó la cabeza en él.

Un silencio cálido se instaló entre ambos. Ya no eran el doctor y la paciente. Ya no eran el hielo y la llama. Eran dos seres que, por un instante, se habían encontrado en medio del caos , en un punto de equilibrio perfecto.

Y aunque Kael no lo sabía aún… algo había cambiado dentro de él. Como si una maestra invisible hubiera tocado su alma con una lección que no comprendía del todo, pero que sabía que nunca olvidaría.

Quizás no entendía por qué podía confiar en ella.
Quizás no sabía que “Beatriz era mayor”, ni que era docente.
Pero lo que sí sabía…
…es que esa mujer acababa de salvarlo. No con poder, sino con otra cosa.
Con presencia. Con paciencia. Con verdad.

Y a veces, eso es todo lo que el corazón necesita para empezar a derretirse.

Kael aún mantenía la mano alzada, temblorosa, mientras su respiración se acompasaba poco a poco. La escarcha en su piel empezaba a fundirse, gota a gota, hasta que sólo quedó un rastro de agua tibia bajando por su muñeca.

Y entonces lo notó.

Donde siempre aparecía aquella marca de escarcha , esa señal que lo alertaba de un nuevo descontrol, no había nada .

Solo piel.

Por un momento, pensó que era una ilusión. Que se había dormido, que su cuerpo estaba alucinando por el dolor.

Pero no. El frío seguía ahí, dentro de él… solo que ahora no dolía . No lo castigaba. Era como si, por primera vez, hubiese aprendido a escucharlo sin miedo.

Y desde algún rincón lejano del universo, entre estrellas dormidas y universos no nacidos, una voz suave resonó sin ser oída . La voz de Matter Somniorum :

“¿Acaso fue una maldición… o solo un camino mal transitado?
¿Cuántas veces confundimos una jaula con un castigo, cuando en realidad fue una puerta nunca empujada?
¿Qué es el poder, sino la forma en que el alma decide abrazar el dolor?”

Kael no podía oírla. Pero algo en su pecho se había encendido.

Un calor tenue.
Una chispa.

Beatriz seguía allí, a su lado, mirando el cielo despejado y los cristales flotantes que aún danzaban como estrellas congeladas. No dijo nada. No hacía falta.

Porque hay vínculos que no se forjan con palabras, ni promesas, ni suspiros…
Sino con el valor de ver al otro, y no huir.

Beatriz observa el cielo despejado desde la azotea. El arcoíris helado aún flota sobre ellos, como un recuerdo que se niega a derretirse del todo.

Kael ya se ha marchado —por insistencia suya—, envuelto en una manta y tosiendo como gato mojado. Beatriz sonríe con ternura al recordarlo.

Y luego... suspira. Se sienta en el borde del techo, dejando que el viento le despeine el fleco.

"¿Por qué fue tan difícil para él...? Por qué alguien tan brillante aceptó vivir con una maldición solo por no querer desobedecer a una orden injusta…?"

"¿Por qué siempre pensamos que el amor tiene que doler, que el deber implica callar el corazón, que nuestras historias deben ser trágicas para tener valor…?"

Baja la mirada hacia sus propias manos. Todavía siente el leve cosquilleo del hielo desvanecerse entre sus dedos.

"No se trata solo de vencer enemigos, ni de acumular poder… Se trata de imaginar algo distinto. Algo que esa entidad… esa cosa que lo condenó… jamás podría entender."

"Porque no importa cuán vieja o sabia se crea una deidad… Ninguna puede imaginar como un humano puede imaginar."

Sonríe. Cierra los ojos y deja que el viento la acaricie.

"Quizá por eso... pude salvarlo. Porque no vine a este mundo a repetir la historia. Vine a escribir otra."

Baja la mirada. En su palma aún quedan rastros de escarcha, pero no queman. No duelen.

Y justo en el centro de su mano, como dibujado por los últimos copos danzantes, una figura comienza a tomar forma. Una flor.

Una flor de loto.

Beatriz parpadea, sintiendo que algo se libera.

"No soy ella. No soy la del pasado, no soy la que se convirtió en hielo ni la que aceptó las reglas de un mundo frío. Soy otra."

Y entonces, sonríe. Una sonrisa vieja y nueva al mismo tiempo.

"Porque solo un ser humano puede imaginar un final diferente. Y esa imaginación… es algo que ninguna deidad puede dominar."

Suspira, cierra los ojos. Se deja abrazar por la brisa.

Abre los ojos, y murmura con humor:

Ya me siento vieja como Frieren . Solo me falta el bastón y una discípula medio necia…

Se ríe sola.

Pero esa risa, aunque breve, es más brillante que todo el hielo del mundo.

Los días pasaron con relativa tranquilidad Beatriz, recostada sobre su cama mientras revisaba algunos informes en su tableta, decidió marcar al hospital para confirmar la hora de la cita de seguimiento.

Cuando le pasaron la línea al despacho del doctor Kael, la voz que contestó al otro lado fue baja, rasposa… y acompañada de un par de toses bastante poco disimuladas.

¿D-doctor Kael… se enfermó?

Hubo un silencio incómodo.

—No estoy enfermo —respondió él con dignidad helada—. Solo es una leve… reacción atmosférica.

—Ajá. ¿Reacción a la tormenta, al viento, al agotamiento… o a que le hicieron confiar por primera vez en alguien?

Kael no respondió.

Beatriz sonrió.

—Le llevaré algo especial. Y esta vez no lo puede rechazar, lo dice la doctora Beatriz.

—...Que no eres doctora.

—Pero debería.

La llamada concluyó con la promesa de un futuro encuentro y la esperanza de forjar nuevas relaciones basadas en un amor más saludable, como el Storge.

[Unos días después – Oficina de Kael]

El reloj marca las 22:47. Todos se han ido, excepto él.

Kael respira hondo. El escritorio está lleno de papeles, informes de salud, nuevos registros sobre cristales de éter, pero él no está mirando nada de eso.

En su palma se acumula lentamente una escarcha azul brillante, danzando al ritmo de su respiración. La está moldeando. Concentrado, meticuloso. Como buen Virgo: paciente, detallista, obsesionado con el control y el simbolismo.

Solo una pequeña flor de jazmín —musita para sí mismo, como si esa frase no cargará años de historia congelada.

Las partículas se agrupan. La forma comienza a revelarse… los pétalos, el centro. Todo va bien. Todo está como siempre.

Hasta que no lo está.

Una corriente de viento sutil atraviesa la habitación sin abrir ventana alguna, y de pronto… la flor no es jazmín . La escarcha cambia sin aviso, sin permiso.

Se abre un loto.

Kael frunce el ceño. No lo entiende. No lo quería así. Él no conoce esa forma. No conscientemente.

Se queda observando el pequeño loto de hielo flotando sobre su palma.

—¿Por qué…?

La flor brilla suave. Parece sonreír.

Kael se sienta lentamente. No la destruye, no la cambia. Solo la deja ahí, girando sobre su propio eje como si esperara que él sintiera antes de intentar comprender.

Y por primera vez en mucho tiempo, no tiene respuestas. Solo una pregunta que le quema los labios.

"¿Qué está cambiando dentro de mí…?"

Al fondo, la escarcha de su pared empieza a derretirse sola.

Chapter 19: El escape imposible… y la canción inolvidable

Summary:

📌 Nota del autor/a:
Este fanfic está basado en el videojuego Love and Deepspace, pero con nombres de personajes cambiados y adaptaciones creativas, por lo que no sigue fielmente los eventos del juego. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
La historia aborda temas sensibles, incluyendo trauma pasado y sus efectos, los cuales son parte del desarrollo del personaje, aunque no son el enfoque principal. Si necesitas más contexto antes de continuar, tenlo en cuenta. Tu bienestar como lector es importante.
¡Hola a todos! 🌟
Gracias por el increíble apoyo al fanfiction. ¡Ya superamos las 100 lecturas y sigue creciendo! 💖 Estoy emocionada de ver cómo ha conectado con ustedes.
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Si el fic llega a 200 lecturas, ¿les gustaría una versión en inglés? Déjenme un comentario con 'Sí, quiero la versión en inglés' o den un 'Kudos'. ¡Gracias por leer!

Notes:

📌 Author's note:
This fanfic is based on the game Love and Deepspace, but with character names changed and creative adaptations, so it doesn't strictly follow the events of the game. Any resemblance to real events is purely coincidental.
The story touches on sensitive themes, including past trauma and its effects, which are part of the character's development, though not the main focus. If you need more context before continuing, please keep that in mind. Your well-being as a reader is important.
Hello everyone! 🌟
Thank you so much for the amazing support for this fanfiction. We've surpassed 100 reads and it keeps growing! 💖 I'm so excited to see how it's connecting with all of you.
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Chapter Text

Los días habían pasado con tranquilidad después del desfile de modas… Beatriz se detuvo frente a la puerta decorada con letras neón que decían: "The Ultimate Escape: El desafío definitivo" . Se cruzó de brazos, mirando de reojo a Lucien.

—¿Esto es lo que llamas "algo diferente para desestresarnos"?

Lucien le devolvió una sonrisa divertida, inclinándose ligeramente hacia ella.
—¿Qué? Pensé que te gustaría usar tu gran intelecto para algo más entretenido que disparar pistolas.

Ella alzó una ceja.
—Lo dices como si no pudiera ganarte aquí también.

—Oh, Beatriz, no es una competencia... —respondió él con un tono de falsa inocencia antes de añadir con una sonrisa traviesa—. A menos que tú quieras que lo sea.

Beatriz bufó, pero no pudo evitar sonreír ante el reto implícito.
—Solo abre la puerta, Lucien.

Al entrar al cuarto, se encontraron con un escenario que parecía sacado de una película de misterio: muebles antiguos, cuadros torcidos, y un reloj de péndulo que marcaba un tiempo regresivo de 60 minutos. Una voz robótica les dio la bienvenida:
—¡Bienvenidos al desafío! Encuentren las pistas y escapen antes de que el tiempo termine. Buena suerte.

—Esto va a ser divertido, —murmuró Lucien, frotándose las manos.

Beatriz ya había comenzado a inspeccionar el lugar. Tocó los cuadros y revisó un libro antiguo en una mesa.
—¿Sabías que estos lugares suelen seguir patrones ? Siempre hay una clave escondida en un cuadro o bajo algún objeto cotidiano.

—¿Estás diciendo que vas a resolverlo solo con clichés? —Lucien se acercó a ella, cogiendo uno de los libros.

—No los subestimes, Lucien. Los clichés existen porque funcionan.

Lucien fingió una expresión seria, pero la chispa de competitividad brillaba en sus ojos.
—Bien, Beatriz. Veamos qué tan buena eres.

Ambos comenzaron a buscar pistas. Beatriz, fiel a su estilo metódico , iba desentrañando las pistas con rapidez, combinando lógica y un poco de intuición. Encontró un código en el reloj y lo utilizó para abrir un cajón oculto. Lucien , por su parte, hacía las cosas a su manera: más instintivo y a veces caótico, pero igual de efectivo.

En un momento, Beatriz encontró una llave bajo un tapete.
—¿Ves? Sabía que aquí habría algo.

Lucien sonrió y se acercó, tomando la llave de sus manos.
—Bien hecho, pero creo que yo seré quien la use.

—¿Qué? ¡Yo la encontré! —protestó Beatriz, siguiéndolo mientras él se dirigía a una puerta cerrada.

Lucien giró la llave con un dramatismo innecesario y la puerta se abrió, revelando un segundo cuarto aún más complicado.
—Te dejo liderar esta vez, Beatriz. —Su tono burlón solo logró que ella rodara los ojos.

—No necesito tu permiso, —respondió mientras se adelantaba.

La dinámica entre ellos continuó así durante toda la sesión. Lucien la retaba constantemente con comentarios ingeniosos, mientras Beatriz, aunque fingía estar molesta, disfrutaba secretamente del desafío. Cuando finalmente llegaron a la última pista, ambos intentaron resolverla al mismo tiempo, sus manos chocando mientras alcanzaban un objeto escondido.

—Es mío, —dijo Lucien con una sonrisa confiada.

—En tus sueños, —replicó Beatriz, empujándolo ligeramente para tomar la pieza final.

El reloj de péndulo dejó de sonar y una luz brillante inundó la habitación. La voz robótica anunció su victoria:
—¡Felicidades! Han escapado con 5 minutos restantes.

Beatriz sonrió satisfecha, cruzando los brazos mientras miraba a Lucien.
—Te dije que podíamos hacerlo.

—Oh, no hay duda de eso. Pero admito que fue divertido verte tan emocionada, Beatriz. Quizás debería invitarte a más cosas así.

Beatriz negó con la cabeza, pero no pudo evitar sonreír.
—Solo si estás listo para perder otra vez, Lucien.

Lucien dejó escapar una carcajada mientras salían juntos.
—Esa confianza tuya me está gustando, Beatriz.

Un escape… y un secreto inesperado

El aire fresco de la tarde recibió a Beatriz y su grupo cuando salieron del edificio de la Academia. El ciclo de conferencias sobre capacitación en combate había sido interesante, pero después de varias horas de información densa, necesitaban relajarse.

—Dios, mi cerebro está frito —comentó uno de sus compañeros, estirando los brazos—. ¿Alguien más siente que le urge hacer algo divertido?

—¿Divertido como qué? —preguntó Beatriz, estirándose para aflojar los hombros después de estar tanto tiempo sentada.

—Podríamos ir a un escape room —sugirió Samanta—. Abrieron uno nuevo en el distrito de entretenimiento.

Beatriz iba a responder cuando una voz, tan fuera de lugar como perfectamente sincronizada, los interrumpió:

—Vaya, qué coincidencia.

Todos se voltearon, y ahí estaba él. Lucien. Apoyado contra un poste de luz, con su típica expresión de calma calculada y esa sonrisa que parecía esconder secretos.

Beatriz ni parpadeó.

¡Oh, Sirius! —dijo, como si fuera lo más natural del mundo—. ¿Qué haces por aquí?

Lucien ladeó la cabeza apenas, ese gesto suyo que siempre parecía a punto de convertirse en burla.

—Negocios, como siempre —respondió con suavidad—. Pero parece que ustedes tienen otros planes.

—Vamos a un escape room, ¿te animas? —le preguntó uno de los compañeros, ajeno al subtexto flotando en el aire.

Lucien arqueó una ceja, divertido, y miró directamente a Beatriz, como si quisiera preguntarle en voz alta: ¿Sirius? ¿En serio?

Ella sostuvo la mirada con la misma calma, y solo murmuró entre dientes, apenas para que él la oyera:

—Tú te apareciste primero, así que lidia con el nombre que te tocó. Si viniste a mí, eso quiere decir que tampoco estás buscando problemas, ¿o sí?

Lucien sonrió más ampliamente, dándole un toque teatral.

" Sirius" , entonces. Me gusta. Tiene estilo.

Beatriz soltó una risa leve, como quien gana una pequeña batalla sin levantar una espada.

Por la paz —dijo simplemente.

Y con eso, el grupo se encaminó al escape room. La actividad fue un caos divertido de acertijos y carreras contra el reloj. Lucien, fiel a su naturaleza de dragón y Aries, destacó en la estrategia con un aire de superioridad apenas disimulado. Pero Beatriz, guiada por su intuición afilada y una lógica veloz, terminó siendo la que los sacó justo a tiempo.

Lucien no lo dijo en voz alta, pero se le notó el orgullo herido. Beatriz solo le sonrió.

Sirius, querido, tal vez el próximo escape sea más... desafiante.

Cuando finalmente salieron victoriosos, Lucien sonrió de lado.

—Admito que no esperaba que fueras tan rápida resolviendo los acertijos.

—Me subestimas demasiado —respondió Beatriz con una expresión neutra.

—Oh, no, para nada. Solo estoy recopilando más piezas del rompecabezas.

Ella frunció el ceño, pero antes de responder, uno de sus amigos sugirió:

—¡Deberíamos ir a cantar! Un karaoke sería el cierre perfecto para el día.

Lucien sonrió como si hubiera estado esperando la oportunidad.

—Eso lo puedo arreglar. Tengo algunos karaokes privados bajo mi administración.

Beatriz lo miró con sospecha.

—¿De verdad?

—¿Dudas de mi capacidad empresarial? —bromeó él, fingiendo indignación.

El grupo aceptó la oferta sin dudarlo, y en poco tiempo llegaron a un lujoso karaoke privado. Beatriz no esperaba mucho, pero al menos “podría relajarse”.

La noche avanzó entre canciones y risas. Beatriz, por supuesto, evitó cantar, pero disfrutó viendo a sus amigos hacerlo. Lucien, por su parte, se mantuvo discreto… hasta que decidió que era su turno.

Se levantó con la seguridad de alguien que estaba a punto de ofrecer una presentación inolvidable.

—Bien, prepárense para algo especial.

La música comenzó. La melodía era intensa, dramática… y entonces Lucien abrió la boca.

Beatriz sintió un escalofrío.

Era horrible .

No era que se le saliera el gallo. No. Era peor. Su tono era tan desafinado que parecía que estaba reinterpretando la canción en una escala desconocida para la humanidad. Lo peor de todo era su actitud: estaba completamente metido en la canción, con una expresión apasionada, como si estuviera en el escenario de un concierto mundial.

Beatriz sintió que le temblaban los labios.

No. No podía reírse.

Tomó su vaso y bebió un trago largo, desesperada por no perder la compostura. Sus ojos buscaron ayuda en el resto del grupo, pero todos fingían indiferencia. Nadie se atrevía a decir la verdad. Claro, Lucien era guapo, carismático y les había dado el karaoke gratis. ¿Quién en su sano juicio le diría que cantaba como si estuviera invocando una tormenta ?

Cuando la canción terminó, Lucien hizo una reverencia elegante.

—¿Qué tal?

Hubo una pausa incómoda. Luego, alguien aplaudió débilmente.

—Increíble… —murmuró uno de los amigos de Beatriz, claramente mintiendo.

Beatriz asintió con una sonrisa de Poker Face.

—Sí… impresionante.

Pero sentía que iba a explotar.

Con un movimiento rápido, se levantó.

—Voy al baño.

Entró al sanitario y cerró la puerta con seguro. Y entonces colapsó.

Las carcajadas explotaron de golpe.

Intentó contenerse, pero fue imposible. Se cubrió la boca, pero la risa era tan fuerte que sonó como un ronquido de cerdo. Eso la hizo reír aún más hasta que le dolió el estómago.

Lucien. Cantando. Mal.

Era un secreto que jamás se había esperado descubrir.

Cuando finalmente logró recomponerse, se miró en el espejo, respiró hondo y se preparó para salir con la misma expresión neutral de siempre.

Pero al abrir la puerta… Lucien estaba ahí, apoyado contra la pared con los brazos cruzados.

—¿Te sientes mejor? —preguntó con una sonrisita astuta.

Beatriz se congeló un segundo, pero se obligó a mantener la compostura.

—¿De qué hablas?

Él inclinó la cabeza.

—No lo sé… me pareció escuchar algo curioso aquí dentro.

Beatriz entrecerró los ojos, pero no cayó en la provocación.

—Debes estar imaginando cosas.

Lucien sonrió.

—Tal vez.

Y con eso, se giró para volver con los demás, dejando a Beatriz con una ligera sensación de peligro.

No. No podía dejar que descubriera que se había reído de él.

Porque si algo sabía de Lucien… era que nunca dejaba pasar la oportunidad de devolver una jugada.

Mientras todos seguían disfrutando del karaoke, Lucien observó con atención los movimientos de Samanta . Su sonrisa parecía inocente, pero él ya había notado cómo había tomado más fotos de Beatriz que del evento en sí . No era solo admiración, había algo más. Y él no confiaba en las coincidencias.

Discretamente, dejó que su cuerpo de partículas analizara su entorno, detectando el teléfono de Samanta. Con precisión milimétrica, manipuló la energía en el aire, apenas alterando la trayectoria de una de las bebidas sobre la mesa. Un gesto sutil, imperceptible para los demás.

—¡Ah! —exclamó Samanta cuando un vaso se inclinó justo al lado suyo, obligándola a reaccionar rápidamente para evitar que el líquido cayera sobre ella. En su intento por moverse, su mano golpeó su propio celular, enviándolo al suelo con un impacto seco.

—Ups... —murmuró Lucien, ocultando su satisfacción detrás de una expresión de sorpresa. Se inclinó de inmediato para recogerlo, pero al darle la vuelta, la pantalla estaba destrozada.

—No puede ser... —Samanta tomó el teléfono, tratando de encenderlo sin éxito.

—Qué torpeza la mía, debí haber atrapado el vaso antes —dijo Lucien con tono amable—. Pero no te preocupes, te conseguiré uno nuevo.

Samanta parpadeó, sorprendida por su galantería.

—No hace falta...

—Insisto. No me sentiría bien dejándolo así —le sonrió de forma encantadora—. Puedo arreglar esto rápido, solo préstame el equipo un momento para asegurarme de que los datos no se pierdan.

Con una mezcla de duda y gratitud, Samanta le entregó el celular sin sospechar nada.

Lucien no perdió el tiempo. Salió a un área más privada. Mientras hacía la farsa de revisar los daños, deslizó hábilmente una pequeña herramienta dentro del dispositivo, extrayendo la memoria interna sin que nadie lo notara. 

En su mente, solo había una pregunta: ¿para quién estaba realmente trabajando Samanta?

Así que salió del recinto discretamente hacia el estacionamiento.

Lucien se recargó contra el asiento trasero del auto, jugando distraídamente con la memoria extraída del celular de Samanta. No le sorprendía lo que había encontrado: la mayoría de las fotos eran de Beatriz. No del evento, no de los discursos, ni siquiera de los demás asistentes. Solo de ella.

Apretó la pequeña tarjeta entre sus dedos, observando su reflejo en el espejo retrovisor. Su expresión era imperturbable, pero sus ojos destellaban con esa intensidad calculadora que reservaba para los momentos clave. Beatriz estaba rodeada de personas que decían querer lo mejor para ella, pero... ¿cuántos de ellos tenían intenciones realmente puras?

Recordó la frase que le había dicho a su bruja renacida en otra vida: "Tal vez las personas más cercanas a ti son las que te quieren hacer daño." La ironía de la situación lo divertía. Beatriz aún no lo recordaba del todo, pero su instinto la mantenía cerca de él, y eso le bastaba por ahora. Con paciencia, esperaría. Después de todo, él siempre había sido un hombre paciente.

Aún tenía que confirmar de qué lado jugaba Samanta. Su pequeña puesta en escena había funcionado a la perfección: un accidente "casual", una disculpa elegante y la promesa de reemplazar su celular con un modelo mejor. Nadie sospecharía. Nadie pensaría que, entre todo eso, él había obtenido la información que buscaba.

Deslizó la memoria en su propio dispositivo y la exploró con calma. La cantidad de fotos indicaba una obsesión, pero, más allá de eso, su instinto le decía que Samanta no actuaba sola. Había una pauta en las imágenes, como si hubieran sido tomadas con un propósito más allá de la admiración o la amistad. Estaba casi seguro de que trabajaba para alguien, pero aún no sabía para quién. Miguel Ángel, quizás. O peor, el espía mayor .

Un suspiro bajo escapó de sus labios mientras cerraba el visor de su dispositivo. No la confrontaría... todavía. La información era poder, y él prefería jugar sus cartas en el momento oportuno. Por ahora, lo único que tenía que hacer era asegurarse de que Samanta siguiera creyendo que su secreto estaba a salvo. Que siguiera pensando que nadie se había dado cuenta.

Encendió el nuevo celular que había “comprado para ella” y, con la misma facilidad con la que ajustaba un reloj, instaló un rastreador discreto en su sistema. Nada invasivo, nada que levantara sospechas. Solo lo suficiente para saber quién la contactaba, a dónde iba, qué pasos daba.

Cuando finalmente volvio a la sala del karaoke, “le devolvió el teléfono”, junto con un nuevo equipo, su sonrisa era impecable, su actitud impecablemente cortés. –Espero que este modelo te guste más –dijo con esa voz aterciopelada que ocultaba demasiado bien sus verdaderas intenciones.

Samanta, sin saber nada, sonrió con nerviosismo y agradeció. Beatriz, ajena a todo, seguía en su mundo sin imaginar las sombras que se movían a su alrededor. Y Lucien... Lucien solo observaba, como siempre, asegurándose de que nadie más pudiera arrebatársela.

Después de todo, ella era suya.

Chapter 20: La Fuerza de la Atracción

Summary:

📌 Nota del autor/a:
Este fanfic está basado en el videojuego Love and Deepspace, pero con nombres de personajes cambiados y adaptaciones creativas, por lo que no sigue fielmente los eventos del juego. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
La historia aborda temas sensibles, incluyendo trauma pasado y sus efectos, los cuales son parte del desarrollo del personaje, aunque no son el enfoque principal. Si necesitas más contexto antes de continuar, tenlo en cuenta. Tu bienestar como lector es importante.
¡Hola a todos! 🌟
Gracias por el increíble apoyo al fanfiction. ¡Ya superamos las 100 lecturas y sigue creciendo! 💖 Estoy emocionada de ver cómo ha conectado con ustedes.
Abriré un Buy Me a Coffee (Invítame un café) para quienes deseen apoyar mi trabajo. No es obligatorio, pero cualquier aporte es apreciado.
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¡Gracias por acompañarme en este viaje! 💫
Si el fic llega a 200 lecturas, ¿les gustaría una versión en inglés? Déjenme un comentario con 'Sí, quiero la versión en inglés' o den un 'Kudos'. ¡Gracias por leer!

Notes:

📌 Author's note:
This fanfic is based on the game Love and Deepspace, but with character names changed and creative adaptations, so it doesn't strictly follow the events of the game. Any resemblance to real events is purely coincidental.
The story touches on sensitive themes, including past trauma and its effects, which are part of the character's development, though not the main focus. If you need more context before continuing, please keep that in mind. Your well-being as a reader is important.
Hello everyone! 🌟
Thank you so much for the amazing support for this fanfiction. We've surpassed 100 reads and it keeps growing! 💖 I'm so excited to see how it's connecting with all of you.
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Chapter Text

Unos días después

Beatriz había encontrado su ritmo en la academia, algo que no sorprendía a nadie. Desde el primer día, destacaba en todas las clases: desde estrategia táctica hasta simulaciones de combate. Para alguien con su historial académico impecable y habilidades naturales, adaptarse a las exigencias  de la fuerza de los Unicornios había sido casi fácil.

A menudo, los instructores la señalaban como ejemplo, y más de una vez había escuchado murmullos de admiración de sus compañeros. Sin embargo, entre todos ellos, Emil, el joven de ojos azul acero y actitud relajada, parecía ser el más afectado por su presencia. Habían trabajado juntos en un par de misiones, le sugirió que se uniera mejor al área científica, y aunque Beatriz mantenía una relación cordial con él, su actitud había cambiado.

Antes, quizá en otra vida, ella podría haber mostrado un poco más de cercanía. Pero tras reflexionar sobre la protagonista original y cómo jugaba con los sentimientos de todos los chicos que conocía, Beatriz había tomado una decisión firme: no daría pie a malentendidos.

Así que, aunque se llevaba bien con Emil y otros compañeros, mantenía una distancia prudente. Si le sonreía, era un gesto amable; si le dirigía una palabra, era profesional. Nunca más que eso.

Fue en medio de este ritmo que llegó la invitación a una conferencia. Era un evento organizado por el gobierno para exhibir los avances de los programas de formación de la academia, y Beatriz había sido elegida como una de las representantes para hablar de su experiencia.

El hotel y la sorpresa

El lugar era imponente: un hotel de lujo con una arquitectura que mezclaba estilos modernos y detalles tradicionales. Al entrar, Beatriz no pudo evitar alzar la vista, fascinada por los techos altos, las lámparas de cristal que colgaban como cascadas de estrellas, y los detalles dorados en las paredes.

Mientras sus compañeros conversaban sobre sus roles en la conferencia, Beatriz se distrajo, moviéndose lentamente por el vestíbulo. Pasó sus dedos por una barandilla de mármol y observó cómo los rayos de sol se filtraban por los ventanales.

—¿Qué lugar tan increíble...? —murmuró para sí misma.

Dio un paso hacia atrás para admirar mejor una pintura colgada en la pared, pero algo interrumpió su movimiento. O, mejor dicho, alguien. Fue como si hubiera chocado contra un muro sólido y cálido al mismo tiempo.

Beatriz dio un paso adelante rápidamente, girándose para disculparse.
—¡Lo siento! No me fij...

Las palabras se quedaron en el aire al ver quién estaba frente a ella. Lucien, con su característico porte relajado y sonrisa confiada, estaba ahí. Llevaba un traje negro con la corbata ligeramente desabrochada, como si ni siquiera los eventos formales pudieran quitarle ese aire desenfadado.

—¿Beatriz? —dijo él, con una mezcla de sorpresa y diversión.

Beatriz parpadeó, intentando procesar la situación.
—¿Lucien? ¿Qué haces aquí?

Lucien se inclinó ligeramente hacia ella, con las manos en los bolsillos.
—Eso iba a preguntarte yo. Pero supongo que estás aquí para representar a los unicornios, ¿no? Siempre tan estrella.

Ella cruzó los brazos, tratando de ocultar su sorpresa.
—¿Y tú? No me digas que viniste a verme.

Él dejó escapar una carcajada suave.
—No te preocupes, Beatriz. No soy tan predecible. Estoy aquí por negocios, pero encontrarte es un buen bono.

Beatriz sintió cómo su corazón latía un poco más rápido, pero rápidamente desvió la mirada, enfocándose en un cuadro cercano.
—Bueno, no me distraigas. Tengo cosas importantes que hacer.

Lucien sonrió aún más, como si viera a través de su intento de parecer indiferente.
—Claro que sí, señorita importante. Espero que te vaya bien en tu gran discurso. Aunque… —hizo una pausa, inclinándose ligeramente hacia ella—, no te pongas tan nerviosa.

Ella lo miró con los ojos entrecerrados.
—No estoy nerviosa.

—Ajá, claro, —respondió él, con una mirada que decía lo contrario.

Antes de que Beatriz pudiera responder, uno de sus compañeros la llamó desde el otro lado del vestíbulo. Ella aprovechó la oportunidad para despedirse rápidamente.
—Nos vemos, Lucien.

Lucien la observó mientras se alejaba, una sonrisa juguetona aún en su rostro.
—Nos vemos, Beatriz.

Mientras Beatriz se dirigía a reunirse con sus compañeros, no podía evitar preguntarse por qué siempre parecía encontrarse con él en los momentos menos esperados.

 

Después de dar su discurso sobre la Academia y cómo capacita a los futuros agentes, Beatriz dejó el podio con una mezcla de satisfacción y alivio. Había hecho su trabajo y recibido algunos aplausos de los asistentes, pero no tenía intención de quedarse más tiempo en el salón principal. Emil, siempre amigable, había intentado acercarse a felicitarla, pero Beatriz se escabulló con una sonrisa rápida y una excusa poco convincente.

No quería malentendidos.

El hotel era enorme, y Beatriz decidió aprovechar para explorar un poco. Caminó por los pasillos decorados con alfombras suaves y cuadros enmarcados en oro. Había algo fascinante en la arquitectura del lugar, como si el diseño moderno intentara rendir homenaje a un pasado más elegante.

Beatriz pasó un rato mirando los detalles de los candelabros, las molduras en los techos y los ventanales que ofrecían una vista impresionante de la ciudad iluminada. Se detuvo en una terraza para sentir el aire fresco, pero no podía sacudirse una extraña sensación de déjà vu.

"¿Por qué siento que ya he estado aquí antes?" pensó, frunciendo el ceño.

Decidió seguir explorando, tomando las escaleras hacia los pisos superiores. Al girar en un pasillo más tranquilo, sintió un escalofrío recorriéndole la espalda. Fue un presentimiento, como si algo estuviera a punto de suceder.

Y sucedió.

Al doblar una esquina, chocó de nuevo contra alguien. Esta vez, la fuerza del impacto fue suficiente para hacer que ambos retrocedieran ligeramente.

—¿Otra vez tú? —murmuró Beatriz, mirando al hombre que tenía frente a ella.

Lucien estaba ahí, pero su apariencia había cambiado. Aunque llevaba pantalones de vestir oscuros, había cambiado el traje por un elegante suéter de tejido de punto, del tipo que parecía sencillo pero claramente costoso. El color gris claro del suéter resaltaba sus ojos y su porte relajado.

—Beatriz, estoy empezando a pensar que me estás siguiendo —dijo él con una sonrisa traviesa.

Beatriz cruzó los brazos, intentando ignorar cómo su corazón parecía acelerar cada vez que él estaba cerca.
—Por supuesto que no. Este hotel es grande. ¿Qué haces aquí arriba?

Lucien se encogió de hombros.
—Explorando, supongo. O tal vez estaba predestinado a tropezar contigo otra vez.

Beatriz rodó los ojos, pero antes de que pudiera responder, sintió algo extraño. Era como si el aire a su alrededor se hubiera vuelto denso, y un leve tirón en su pecho la hizo dar un paso hacia él sin querer.

—¿Qué…? —dijo, mirando a su alrededor. Intentó retroceder, pero no pudo.

Lucien frunció el ceño, intentando dar un paso hacia atrás también, pero algo lo detuvo.
—Espera… —murmuró, mirando hacia abajo.

Ambos notaron al mismo tiempo que sus cuerpos estaban… conectados. No literalmente, pero sí había algo invisible que los unía. Cuando Beatriz intentó moverse hacia un lado, su brazo pareció pegarse ligeramente al de Lucien. Si intentaba separarse más, la atracción se intensificaba, como si fueran dos imanes con una fuerza inquebrantable.

—Esto no puede estar pasando… —susurró Beatriz, con el rostro rojo de la vergüenza.

Lucien, sin embargo, parecía más divertido que preocupado.
—Bueno, esto es nuevo. Aunque no sé si quiero pasar el resto de la noche pegado a ti.

—¡No es gracioso! —replicó ella, tratando de mantener la calma mientras daba un pequeño tirón para intentar separarse. Fue un error. Al hacerlo, terminó tropezando hacia él, y su frente casi chocó con su pecho.

—¿Estás bien? —preguntó Lucien, colocando una mano en su hombro para estabilizarla.

Beatriz se apartó rápidamente, o al menos lo intentó. La conexión entre ellos la hizo detenerse a mitad del movimiento.
—¡Claro que no estoy bien! ¿Qué hacemos ahora? ¡No podemos quedarnos así!

Lucien suspiró, llevándose una mano al cabello mientras pensaba.
—Podríamos caminar hasta encontrar un lugar más discreto. No creo que quieras que nadie más nos vea así.

Ella se quedó en silencio, dándose cuenta de que tenía razón. Si alguien los veía, las habladurías serían inevitables, y eso era lo último que necesitaba.

—De acuerdo —dijo finalmente, aunque su tono no ocultaba su irritación.

Caminar juntos era un desafío. Cada movimiento de uno parecía tirar del otro en direcciones inesperadas. Beatriz intentaba mantener la compostura, pero cada paso era torpe, y no ayudaba que Lucien pareciera estar disfrutándolo.

—Esto es ridículo —murmuró Beatriz mientras doblaban una esquina.

—Ridículo, sí. Pero también algo gracioso. Admitámoslo, Beatriz, esto no pasa todos los días.

Ella lo fulminó con la mirada.
—No sé qué está pasando, pero en cuanto esto termine, quiero que te olvides de esto.

Lucien sonrió de lado.
—No prometo nada.

Mientras seguían avanzando, Beatriz no podía ignorar la extraña sensación de familiaridad. Era como si este momento, aunque incómodo y absurdo, estuviera escrito en algún lugar. Pero lo más extraño era que, por primera vez en mucho tiempo, se sentía… menos sola.

 

La misión imposible de Beatriz y Lucien

Beatriz respiró profundamente, tratando de mantener la calma mientras caminaban torpemente por los pasillos. Sentía que cualquier persona que los viera los señalaría, pero, milagrosamente, habían evitado encuentros incómodos hasta ahora.

—Esto no puede durar mucho más —murmuró, apretando los dientes.

Lucien, siempre relajado, sonrió mientras mantenía el paso.
—Bueno, al menos eres una buena compañera de equipo.

Ella lo fulminó con la mirada, pero antes de que pudiera responder, recordó algo importante.
—¡Mi celular! —exclamó, deteniéndose de golpe.

El tirón repentino hizo que Lucien tambaleara hacia adelante.
—¡Hey, cuidado! ¿Qué pasa ahora?

Beatriz frunció el ceño, llevándose una mano a la frente.
—Mi celular, mi cartera… todo está en mi habitación. Si desaparezco así, seguro que mi compañera de cuarto se preocupará o empezará a buscarme. No tengo de otra. Tengo que ir por mis cosas primero.

Lucien arqueó una ceja, claramente divertido con la situación.
—¿Así que me estás invitando a tu habitación? Qué escándalo, Beatriz.

—¡No te hagas el gracioso! —respondió ella, su rostro completamente rojo.
—Vamos rápido. Mientras menos tiempo estemos pegados, mejor.

Afortunadamente, el pasillo del hotel estaba vacío. Llegaron a la puerta de la habitación que Beatriz compartía con una de sus compañeras de la Academia. Beatriz giró la manija con cuidado, agradeciendo que no estaba cerrada con llave.

—Qué suerte —susurró, entrando rápidamente.

Lucien la siguió, mirando alrededor con curiosidad . La habitación era sencilla pero ordenada, con las camas perfectamente hechas y todo en su lugar.
—¿Siempre tienes todo tan organizado?

Es una costumbre —respondió Beatriz, ya buscando en la mesita junto a su cama. En un momento encontró su bolso, sacó el celular y se aseguró de que también tenía su cartera.
—Listo. Vámonos.

Pero justo cuando se giró para salir, escuchó pasos en el pasillo.

—Oh, no… —susurró, sus ojos abriéndose como platos.

Lucien ladeó la cabeza.
—¿Qué pasa ahora?

Beatriz levantó un dedo, indicándole que escuchara. Los pasos se acercaban, y luego una voz familiar resonó desde el otro lado de la puerta.

—¿Beatriz? ¿Estás ahí? —preguntó su compañera de cuarto.

La desesperación se apoderó de ella.
—¡Rápido, escóndete! —le susurró a Lucien, empujándolo hacia el único lugar disponible: el armario.

Lucien no tuvo tiempo de protestar antes de que Beatriz lo empujara dentro del armario. Apenas lograron acomodarse cuando la puerta de la habitación se abrió.

—¿Beatriz? —repitió la voz de su compañera.

Beatriz contuvo la respiración, pegándose a Lucien en el estrecho espacio del armario. Estaban tan juntos que apenas podían moverse, y la situación era todo menos cómoda.

—¿De verdad este era el mejor plan? —murmuró Lucien en voz baja, su aliento rozándole el cabello.

—¡Cállate! —le susurró Beatriz, intentando ignorar lo cerca que estaban.

Desde el armario, escucharon cómo la compañera de Beatriz entraba en la habitación, tarareando una canción mientras parecía buscar algo.

—Solo necesito mi chaqueta… —murmuró para sí misma.

Beatriz cerró los ojos, rezando para que no abriera el armario. Pero entonces, sintió algo extraño: el tirón magnético entre ella y Lucien se intensificó, como si su cercanía estuviera amplificando el efecto.

—¿Qué estás haciendo? —susurró Lucien, notando que Beatriz había comenzado a moverse ligeramente hacia él.

—¡Yo no estoy haciendo nada! —respondió ella, desesperada por mantener el equilibrio. Pero era inútil. La fuerza invisible los estaba empujando más juntos, y en un movimiento torpe, Beatriz terminó aplastada contra él.

Lucien dejó escapar una risa ahogada.
—Bueno, esto es… interesante.

—¡No digas nada! —susurró Beatriz, su rostro completamente rojo mientras intentaba moverse lo menos posible.

Después de lo que pareció una eternidad, la compañera de cuarto finalmente encontró su chaqueta y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de ella.

Beatriz dejó escapar un suspiro de alivio.
—Por fin…

—¿Esto pasa seguido en tu vida, Beatriz? Porque es bastante entretenido —bromeó Lucien mientras intentaba moverse dentro del estrecho espacio del armario.

—¡Sal de aquí ya! —respondió ella, empujándolo hacia la puerta del armario.

Cuando finalmente lograron salir, Beatriz se apoyó contra la pared, agotada, unidos ahora por sus costados.
—Esto es ridículo. Necesitamos resolver esto ahora.

Lucien sonrió, cruzando los brazos mientras la miraba con diversión.
—¿Y qué sugieres, genio?

Beatriz lo miró, todavía roja por todo lo que acababa de pasar.
Subamos al último piso. Seguro encontraremos un lugar donde podamos pensar en un plan sin que nadie nos moleste.

Lucien asintió, todavía con esa sonrisa traviesa en el rostro.
—Como digas. Pero debo admitir que estoy disfrutando esto más de lo que debería.

Beatriz negó con la cabeza, sabiendo que este día apenas comenzaba.

Nota de la autora: Bueno, ¿quién dijo que las misiones imposibles no podían tener armarios incómodos, vínculos mágicos intensificados y mensajes crípticos? Esto no termina aquí…

¿Qué pasa en el último piso? ¿Y cómo van a salir de esta sin hacer el ridículo una vez más?

Nos vemos la próxima semana por este mismo baticanal 😎🔥

Chapter 21: La teoría de Beatriz y la propuesta de Lucien

Summary:

📌 Nota del autor/a:
Este fanfic está basado en el videojuego Love and Deepspace, pero con nombres de personajes cambiados y adaptaciones creativas, por lo que no sigue fielmente los eventos del juego. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
La historia aborda temas sensibles, incluyendo trauma pasado y sus efectos, los cuales son parte del desarrollo del personaje, aunque no son el enfoque principal. Si necesitas más contexto antes de continuar, tenlo en cuenta. Tu bienestar como lector es importante.
¡Hola a todos! 🌟
Gracias por el increíble apoyo al fanfiction. ¡Ya superamos las 150 lecturas y sigue creciendo! 💖 Estoy emocionada de ver cómo ha conectado con ustedes.
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¡Gracias por acompañarme en este viaje! 💫
Si el fic llega a 200 lecturas, ¿les gustaría una versión en inglés? Déjenme un comentario con 'Sí, quiero la versión en inglés' o den un 'Kudos'. ¡Gracias por leer!

Notes:

📌 Author's note:
This fanfic is based on the game Love and Deepspace, but with character names changed and creative adaptations, so it doesn't strictly follow the events of the game. Any resemblance to real events is purely coincidental.
The story touches on sensitive themes, including past trauma and its effects, which are part of the character's development, though not the main focus. If you need more context before continuing, please keep that in mind. Your well-being as a reader is important.
Hello everyone! 🌟
Thank you so much for the amazing support for this fanfiction. We've surpassed 150 reads and it keeps growing! 💖 I'm so excited to see how it's connecting with all of you.
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Chapter Text

Lucien arqueó una ceja mientras seguían caminando con dificultad hacia un ascensor en busca de un lugar más privado en los pisos superiores.
—Escucha, esto se está poniendo cada vez más raro, Beatriz. ¿Por qué no subimos a mi habitación? Está más cerca, y seguro ahí podemos resolver esto sin que nadie nos interrumpa.

Beatriz se detuvo en seco, dándole una mirada fulminante.
—¿A tu habitación? ¿De verdad crees que voy a ir contigo así como así?

Lucien soltó una carcajada baja.
—Bueno, considerando que ya hemos estado juntos en un armario, no veo por qué no.

Beatriz se llevó una mano a la frente, suspirando profundamente mientras intentaba ignorar el calor que subía a sus mejillas.
—Esto es absurdo… pero está bien, iré. Pero solo porque necesitamos resolver esto cuanto antes.

—Sabía que aceptarías —respondió Lucien con una sonrisa triunfante.

La teoría de los núcleos

Mientras subían en el ascensor, Beatriz comenzó a reflexionar en voz alta, intentando encontrar una explicación lógica para lo que estaba sucediendo.

—Creo que tengo una teoría —dijo, mirando el techo del ascensor mientras hablaba.
—Nuestros núcleos…

Lucien inclinó la cabeza, curioso.
¿Núcleos?

—Sí. La energía que usamos para nuestros poderes tiene un núcleo central en nuestros cuerpos. Es algo así como un punto focal donde se concentra todo. El mío está en el corazón —dijo, tocándose el pecho ligeramente.

Lucien levantó una ceja, procesando la información.
¿Y el mío?

—Por lo que sé, el tuyo está en uno de tus ojos . Es por eso que tu energía suele manifestarse de manera distinta a la mía.

—Interesante. Pero ¿cómo explica eso que estemos pegados como si fuéramos dos imanes gigantes?

Beatriz lo miró con seriedad.
—Creo que, por alguna razón, nuestros núcleos entraron en resonancia. Es como si estuvieran sincronizados, pero de manera inestable. Eso explicaría por qué no podemos separarnos. Es como si la energía estuviera buscando estabilizarse.

Lucien frunció el ceño, pensando en sus palabras.
—Entonces, ¿cómo rompemos esta conexión?

Beatriz suspiró, cruzándose de brazos.
—La única solución que se me ocurre es que uno de nosotros… —hizo una pausa, dudando— se duerma.

Lucien parpadeó, sorprendido.
¿Dormir?

—Sí. Cuando dormimos, nuestro núcleo de energía entra en un estado de reposo. Si uno de nosotros se desconecta, la resonancia debería detenerse.

Lucien se recargó contra la pared del ascensor, observándola con una sonrisa burlona.
—¿Y cómo sugieres que lo hagamos? ¿Me vas a cantar una canción de cuna?

—No te hagas el gracioso. Esto es serio —respondió Beatriz, claramente irritada.

Cuando llegaron a la habitación de Lucien, Beatriz no pudo evitar mirar alrededor, notando lo diferente que era de la suya. Los muebles eran modernos y elegantes, con tonos oscuros y cálidos que le daban un aire sofisticado.

—¿Qué pasa? ¿Te gusta mi estilo? —preguntó Lucien, cerrando la puerta detrás de ellos.

—No estoy aquí para admirar tu habitación —respondió ella, cruzándose de brazos.

—¿Seguro? Porque me parece que estás un poco impresionada.

Beatriz lo ignoró, enfocándose en el plan.
—De acuerdo. Si vamos a intentar esto, creo que deberías ser tú quien se duerma.

Lucien soltó una risa divertida.
—¿Y por qué yo?

—Porque tú eres quien sugirió venir aquí. Es tu habitación, así que tiene sentido que tú descanses.

Lucien suspiró, sentándose en el borde de la cama.
—Está bien, Beatriz. Lo haré por ti. Pero solo porque quiero que esto termine pronto.

Beatriz rodó los ojos, tratando de ignorar lo irritante que podía ser Lucien a veces.

Lucien se acostó en la cama, cerrando los ojos mientras Beatriz lo observaba desde una silla cercana. Con sus manos unidas todavía por la atracción magnética. Pero pasaron los minutos, y él seguía despierto.

Esto no está funcionando —murmuró, abriendo un ojo para mirarla.

Beatriz suspiró, pasando una mano por su cabello.
—¿Por qué no puedes simplemente dormir como una persona normal?

—Quizás porque tengo a alguien mirándome fijamente como si estuviera a punto de atacarme.

—¡Yo no estoy haciendo eso! —protestó Beatriz, ruborizándose.

Lucien soltó una risa baja.
—Tal vez deberías intentarlo tú.

Beatriz lo miró incrédula.
—¿Dormir? ¿En tu cama?

Lucien sonrió, dándole una mirada traviesa.
—¿Por qué no? Es cómoda. Te prometo que no haré nada.

Beatriz bufó, claramente molesta, pero estaba empezando a desesperarse.
—Esto es ridículo…

—Solo inténtalo, Beatriz. ¿Qué es lo peor que podría pasar?

Beatriz cerró los ojos, tratando de calmarse. Este era, sin duda, uno de los días más extraños de su vida.

 

Una solución magnéticamente incómoda

Beatriz respiró profundamente, tratando de mantener la calma mientras la situación se volvía cada vez más absurda.

—Esto no está funcionando —murmuró, pasándose una mano por el cabello.

—¿Qué no está funcionando? ¿Tu brillante plan de que yo me duerma? —Lucien respondió con una sonrisa burlona desde la cama.

Beatriz lo fulminó con la mirada.
—¿Sabes qué? ¡Ya basta! Lo intentaré yo, porque claramente tú eres incapaz de hacer algo tan simple como dormir.

Lucien arqueó una ceja, divertido.
—¿De verdad? Bueno, adelante, Beatriz. Demuéstrame cómo se hace.

Frustrada, Beatriz suspiró y se preparó mentalmente para lo que estaba a punto de hacer. Pero en cuanto se acercó a la cama, algo cambió. Una sensación extraña recorrió su cuerpo, como si una fuerza invisible se intensificara.

—Oh, no... —murmuró Beatriz, sintiendo cómo su cuerpo era arrastrado hacia adelante sin su consentimiento.

Antes de que pudiera reaccionar, terminó literalmente pegada al pecho de Lucien, como si dos imanes gigantes los hubieran atraído con fuerza irresistible.

—¿En serio? —exclamó Beatriz, sus mejillas encendidas mientras intentaba despegarse.

Lucien, por su parte, no pudo evitar soltar una carcajada.
—Bueno, esto es nuevo. Nunca había tenido a alguien pegada a mí así de literalmente.

—¡No es gracioso! —gritó Beatriz, empujando sus brazos contra su torso sin éxito.
—Esto es como si nuestros poros se hubieran convertido en imanes. ¡Es ridículo!

Lucien sonrió con un toque de ironía.
—Quizás la energía de nuestros núcleos decidió que debíamos estar más cerca, Beatriz.

Beatriz lo miró con una mezcla de incredulidad y enojo.
—¡Cállate y coopera!

Resignada, Beatriz dejó de luchar y suspiró profundamente.
—Está bien… No me queda de otra. Pero si voy a intentar dormir así, necesito que te pongas de lado.

—¿De lado? —preguntó Lucien, claramente divertido por la petición.
—¿Qué, acaso esta posición no es suficientemente cómoda para ti?

Beatriz le lanzó una mirada que podía perforar acero.
—¡Lucien, no estoy bromeando! Si quieres que esto se solucione, hazlo.

Lucien levantó las manos (o al menos lo intentó, considerando que Beatriz seguía pegada a su torso) en señal de rendición.
—Está bien, está bien. Tú mandas, Beatriz.

Con esfuerzo, Lucien se giró de lado en la cama, permitiendo que Beatriz encontrara una posición un poco más cómoda.

—Bien —dijo Beatriz, acomodándose lo mejor que pudo.
—Ahora, pásame una manta.

Lucien arqueó una ceja, sorprendido.
—¿Una manta?

—Sí. No puedo dormir si no estoy tapada con algo. ¿Podrías alcanzarla o tengo que intentar hacerlo yo? —respondió con tono cortante.

—Está bien, aquí tienes, princesa —dijo Lucien, alcanzando una manta cercana y cubriéndola con cuidado.

A pesar de lo incómoda que era la situación, Beatriz cerró los ojos y comenzó a concentrarse en su respiración. Su entrenamiento en autocontrol y relajación mental rápidamente surtió efecto, y antes de que Lucien pudiera hacer otro comentario sarcástico, ella ya estaba profundamente dormida.

Lucien observó con sorpresa cómo su compañera se relajaba por completo en cuestión de minutos.
—¿Cómo diablos puede quedarse dormida tan rápido en esta situación? —murmuró para sí mismo.

Mientras Beatriz dormía, Lucien comenzó a notar un cambio en la energía que los unía. La fuerza magnética parecía disminuir gradualmente, como si el vínculo se estuviera desconectando por sí solo.

—Así que tenía razón… —dijo en voz baja, mirando a Beatriz con una mezcla de incredulidad y admiración.

Se quedó en silencio, esperando pacientemente mientras el efecto magnético desaparecía por completo. Con cuidado, se levantó de la cama, asegurándose de no despertarla.

—Bueno, Beatriz… —murmuró con una sonrisa mientras la cubría mejor con la manta.
—Parece que me debes una por seguir tu plan loco.

Un sueño más grande que la realidad

Beatriz caminaba ligera, como si el mundo fuera un lugar sencillo y perfecto. Estaba en un parque famoso de la Ciudad de México, uno que reconocía de las imágenes que había visto en internet, aunque nunca había visitado en persona. Las jacarandas en flor llenaban el aire con su aroma dulce, y el sol se colaba entre las ramas, pintando destellos sobre el césped.

—Mira qué bonito, Lucien —dijo, volviendo a verlo por encima del hombro.

Lucien caminaba detrás de ella, su altura de casi 1.90 metros contrastando con la pequeña estatura de Beatriz, que apenas alcanzaba 1.55 metros. Ella reía suavemente, apuntando a los detalles que captaban su atención.

—Es tan simple, pero me encanta. —Su risa era contagiosa, y Lucien, aunque intentaba mantener su semblante serio, sonrió ligeramente, su apariencia había cambiado su cabello era negro y sus ojos café claro y vistiendo un suéter de punto de color gris con pantalón negro y sus gafas de sol.

El sueño cambió de golpe, y ahora estaban en una pequeña fonda mexicana. El aroma a tortillas recién hechas y especias flotaba en el aire. Beatriz insistió en que Lucien probara diferentes platillos, desde tamales suaves hasta gelatinas coloridas, evitando cualquier cosa que tuviera picante.

—¿Y bien? —preguntó ella, con ojos brillantes.

Lucien dejó un bocado de chilaquiles sobre el plato y levantó la vista hacia ella.
—No está mal… pero creo que disfruto más viéndote tan feliz.

Beatriz se sonrojó ligeramente y respondió entre risas:
Claro que estoy feliz. Tengo un dragón de amigo, ¿cómo no estaría feliz?

Él la miró con una mezcla de ternura y algo que parecía tristeza, pero antes de que pudiera responder, su entorno cambió de nuevo.

Unas palabras flotaron frente a Beatriz como un eco: “Lucien es el único personaje que quiere a la protagonista sin ningún motivo oculto.”

Beatriz frunció el ceño. ¿De dónde venía eso? Recordaba haber leído algo similar en foros, antes de conocer la verdad sobre él. Pero las palabras parecían cobrar vida, envolviéndola en una sensación de pesadumbre.

Entonces, la voz etérea continuó: “Están destinados a nunca ser felices. A destruirse uno al otro eternamente”

La luz del día desapareció, y el suelo bajo sus pies se agrietó. Un abismo oscuro se abrió entre ella y Lucien, quien estaba al otro lado, mirándola en silencio. La atmósfera se volvió lúgubre, con nubes negras girando sobre ellos como si el cielo mismo estuviera roto.

—¡Lucien! —gritó Beatriz, intentando cruzar, pero la grieta se ensanchaba más y más.

Él simplemente se dio la vuelta, alejándose lentamente. Su silueta se desdibujaba en la distancia, regresando a su apariencia como en el juego, y Beatriz sintió un dolor desgarrador en su pecho.

—¡No! ¡Esto no puede terminar así! —exclamó con furia.

Saltó sobre las piedras que quedaban en el abismo, luchando contra su propio miedo. Sin embargo, perdió el equilibrio y resbaló, cayendo hacia la oscuridad.

—¡Esto es un sueño! —gritó con desesperación, cerrando los ojos.

Mai Otome OST 1 - 18. MATERIALISE

Una chispa de energía despertó dentro de ella, como un eco de su verdadera naturaleza. Una voz resonó en su mente:

Materialize.

Cuando abrió los ojos, llevaba una armadura brillante, de zafiro azul, que parecía extraída de los sueños más épicos. Una fuerza renovada recorrió su cuerpo, y con un grito de determinación, cortó los escombros y destrozó los muros que la separaban de Lucien.

—¡Voy por ti, Lucien! —gritó, su voz llena de firmeza.

Finalmente, con un salto, tomó su brazo. Él se giró hacia ella, sorprendido. Sus dedos se entrelazaron por un instante, y Beatriz sintió que algo cálido la envolvía, una sensación que iba más allá del sueño, más allá del tiempo.

Y entonces, en medio del silencio, la voz de Beatriz, apenas un susurro, salió entre sueños:

Te quiero... Lucien...

Él se congeló. Sus ojos se agrandaron, su corazón se aceleró, pero su rostro permaneció estoico. ¿Lo había dicho en serio? ¿Lo estaba soñando? ¿O acaso recordaba algo de su vida pasada?

Sin soltar su mano, Lucien sonrió levemente, pero sus pensamientos eran un torbellino. Por primera vez en mucho tiempo, algo lo desarmaba.

Beatriz despertó abruptamente, recostada en la cama de Lucien, su mano todavía aferrada a la de él.

—¿Qué…? —murmuró, parpadeando con confusión, en lo que soltaba sin darse cuenta la mano de Lucien.

Lucien la miró desde una silla cercana, donde había estado esperándola pacientemente.
—Al fin despiertas. Ya pasó una hora.

Beatriz lo miró con ojos adormilados, soltando su mano mientras bostezaba.
—¿Una hora? Bueno, al menos mi siesta valió la pena.

Se estiró, sintiendo sus músculos relajarse, y lo miró con curiosidad.
—¿Alguien preguntó por mí?

—No, parece que todo está tranquilo —respondió él con indiferencia.

—Ah, perfecto. Entonces me voy antes de que alguien empiece a buscarme de verdad. —Se puso de pie y ajustó su ropa, intentando sacudirse la sensación extraña que el sueño le había dejado.

—¿Recuerdas por dónde entraste? —preguntó Lucien, señalando hacia el elevador.

—Sí, creo que lo tengo claro. Gracias por todo, Lucien… y por la siesta. —Le sonrió con una mezcla de gratitud y ligera incomodidad.

Él asintió, observándola mientras se dirigía al elevador.

—Beatriz… —la llamó justo antes de que saliera.

Ella se detuvo, girándose ligeramente.
—¿Sí?

Lucien la miró un instante, como si quisiera decir algo importante, pero al final solo negó con la cabeza.
—Nada, solo ten cuidado.

Ella le dedicó una última sonrisa antes de desaparecer por el pasillo.

Consideraciones y disparidades culturales

Mientras el elevador descendía lentamente, Beatriz se cruzó de brazos, aún sintiendo el eco del sueño en su mente. Había algo en esas escenas oníricas que la dejaba inquieta, no solo por la intensidad emocional, sino porque parecían tener más peso del que le gustaría admitir.

Siempre los mismos finales trágicos… —pensó con un suspiro.

Había crecido viendo historias asiáticas, dramas que la mantenían pegada a la pantalla hasta que los créditos finales la dejaban con el corazón apretado. Era algo cultural, lo sabía. En esas historias, la felicidad plena parecía un lujo inalcanzable, mientras que el sacrificio y el deber eran inevitables.

Quizá por eso no le sorprendía que en este nuevo mundo —¿o debería decir galaxia?— el destino también jugara con esas reglas.
Philos. El nombre resonaba en su mente como si lo hubiese escuchado en más de un lugar, en más de una vida.
Un lugar donde amar y reinar eran caminos opuestos.
Un lugar que parecía querer escribirle el final antes de que ella siquiera comenzara su historia.

“Es curioso… Aquí en México nos gustan otro tipo de finales. Aunque no sean perfectos, al menos queremos que tengan esperanza. Incluso con los dramas más tristes, siempre dejamos una puerta abierta.”

Beatriz sacudió la cabeza, tratando de despejarse. No podía culpar a nadie; eran formas distintas de ver la vida. Pero no dejaba de molestarle cómo ciertos finales la dejaban con un sabor amargo. Un peso que, aunque pequeño, dolía.

Cuando el elevador se detuvo, una punzada de cansancio le atravesó la espalda. Había dormido profundamente, sí, pero su cuerpo seguía arrastrando la fatiga acumulada de las últimas semanas. A veces olvidaba cuántos trucos había perfeccionado para sobrevivir en sus años como estudiante y trabajadora de medio tiempo.

Dormir en cualquier rincón siempre que tuviera algo para cubrirse —aunque fuera una chaqueta ajena—, desconectarse lo justo para recuperar energía, hacer malabares con el tiempo sin dejar de avanzar. Todo eso se había vuelto parte de ella. Y ahora, con la doble vida que llevaba, esos pequeños momentos de descanso valían oro.

El pasillo la recibió con el murmullo de voces conocidas. Al girar una esquina, se topó con Emil: su ex compañero de batalla, que ahora trabaja en el laboratorio , con su habitual sonrisa cálida, el cabello castaño claro algo desordenado y esa expresión en los ojos que parecía siempre a punto de preguntar si estabas bien, incluso cuando no lo decía.

—¡Beatriz! —la llamó, con entusiasmo poco habitual en él últimamente.

Ella alzó una ceja, sorprendida.

—¿Yo? ¿Qué pasa?

—Compramos pastel para celebrar tu conferencia del simposio. Estuviste increíble —dijo él, casi con timidez—. Queremos festejarlo.

Beatriz parpadeó. Nunca le habían gustado mucho esas atenciones, pero algo en la expresión de Emil —casi como si necesitara esa celebración tanto como ella merecerla— la hizo asentir.

—Bueno… supongo que no me queda de otra.

La sala de descanso estaba llena de risas suaves y conversaciones amables. En el centro de la mesa,se veía que había un pastel decorado con crema y fresas frescas parecía la estrella del momento. Beatriz observó la escena con una mezcla de gratitud y ligera incomodidad. Era un gesto bonito, sí, pero no sabía cómo ubicarse dentro de él.

Cuando por fin se acercó a la mesa, ya no quedaba más que una servilleta arrugada y algunas migas dispersas.

—Vaya, parece que llegué tarde —comentó, tratando de sonar despreocupada.

Antes de que pudiera retroceder, Emil apareció a su lado y, sin dudarlo, le tendió su propio pedazo.

—Toma el mío. No tengo tanta hambre de todas formas.

Beatriz lo miró con una ceja arqueada, como si intentara leer entre líneas.

—¿De verdad crees que puedo aceptar eso? Se te ve tan contento con tu pedazo de pastel que me daría remordimiento.

Él se encogió de hombros con esa gracia típica de los Libra.

—Es solo un pastel. Pero tú sí te lo ganaste.

Beatriz soltó una pequeña risa nasal y negó con la cabeza.

—Nada de sacrificios heroicos. Mejor hagamos algo justo.

Antes de que él pudiera replicar, tomó un cuchillo y cortó el trozo en dos, dividiendo incluso la fresa decorativa con precisión casi quirúrgica.

—Listo. Nadie se queda sin pastel.

Emil tomó su mitad como si le hubieran ofrecido un tesoro. En sus ojos había una gratitud distinta, silenciosa. Más que por el pastel, por lo que el gesto significaba.

—Gracias… Aunque no tenías que hacerlo.

—Vamos —dijo Beatriz, sonriendo de lado—. Así sabe mejor.

Mientras comían en silencio, ella lo miró de reojo. Emil seguía siendo una presencia tranquila, amable. Alguien a quien ella había intentado mantener a distancia, no por desprecio, sino por cuidado. Había mucho dolor detrás de su sonrisa, y ella no quería alimentar falsas esperanzas ni ser un nuevo eslabón en una cadena que ya le pesaba demasiado.

No era un interés romántico. Nunca lo había sido. Pero era importante. Como un hermano pequeño al que no podías proteger del todo, pero al menos podías acompañar en silencio, en esos pequeños respiros de vida.

 

De repente, Beatriz notó un movimiento en la ventana. Al girar la cabeza, vio al “cuervo de Lucien Diaval" , ese pequeño cuervo mecánico que usaba para vigilar los alrededores.

—¿En serio? —murmuró, intentando disimular una sonrisa. No tenía nada mejor que hacer más que seguirla incluso aquí.

Emil notó su distracción y preguntó:
—¿Todo bien?

Beatriz asintió rápidamente.
—Sí, todo bien. Sólo… recordé algo.

Terminó su porción de pastel y se levantó, sintiendo que era momento de irse.
—Gracias por el pastel. Fue un buen detalle, pero tengo que volver a mi casa antes de que alguien me reclame.

Emil sonrió, viéndola alejarse con su energía usual.
—¡De nada! ¡Nos vemos luego, Beatriz!

Ella salió de la sala, y mientras caminaba, sus pensamientos regresaron al sueño. La imagen de Lucien alejándose aún rondaba su mente, pero ahora estaba más determinada que nunca.

“No importa lo que el destino diga. Si estoy atrapada en este juego, voy a luchar para que las cosas terminen mejor. Incluso si tengo que romper las reglas.”

Chapter 22: Un atardecer diferente

Summary:

📌 Nota del autor/a:
Este fanfic está basado en el videojuego Love and Deepspace, pero con nombres de personajes cambiados y adaptaciones creativas, por lo que no sigue fielmente los eventos del juego. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
La historia aborda temas sensibles, incluyendo trauma pasado y sus efectos, los cuales son parte del desarrollo del personaje, aunque no son el enfoque principal. Si necesitas más contexto antes de continuar, tenlo en cuenta. Tu bienestar como lector es importante.
¡Hola a todos! 🌟
Gracias por el increíble apoyo al fanfiction. ¡Ya superamos las 150 lecturas y sigue creciendo! 💖 Estoy emocionada de ver cómo ha conectado con ustedes.
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Si el fic llega a 200 lecturas, ¿les gustaría una versión en inglés? Déjenme un comentario con 'Sí, quiero la versión en inglés' o den un 'Kudos'. ¡Gracias por leer!

Notes:

📌 Author's note:
This fanfic is based on the game Love and Deepspace, but with character names changed and creative adaptations, so it doesn't strictly follow the events of the game. Any resemblance to real events is purely coincidental.
The story touches on sensitive themes, including past trauma and its effects, which are part of the character's development, though not the main focus. If you need more context before continuing, please keep that in mind. Your well-being as a reader is important.
Hello everyone! 🌟
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Chapter Text

Cuando Beatriz salió del edificio, el cielo ya comenzaba a teñirse de sombras. Las luces artificiales dominaban el paisaje, robándole protagonismo a un sol que apenas se insinuaba en el horizonte. No era el cálido atardecer que recordaba de México; aquí, el cielo tenía un matiz gris-azulado, casi metálico, como si la ciudad de Luminaria  entera estuviera suspendida entre el olvido y el acero.

Alzó la mirada, pensativa, y su mente se posó en el nombre de ese mundo: Rametal.

Había algo en ese nombre que le resultaba… romántico. Como si escondiera una historia perdida entre los pliegues del tiempo.


Lo que Beatriz no sabía—lo que no podía saber todavía—es que “Rametal” era mucho más que un nombre.
Era una cicatriz.
Una señal de que algo, o alguien, ya había estado aquí antes… atrapado en un ciclo que se repetía una y otra vez.
Y que al fin, había tomado una decisión:

No seguir jugando.
No seguir existiendo en ese papel.

Por eso ahora estaba ella aquí.
Porque alguien, antes que ella, decidió no ser parte del tablero.

 

Mientras avanzaba por las calles rumbo al tren, una melodía suave escapaba de una bocina pública cercana. Era una canción en francés, extrañamente melancólica, que parecía no pertenecer del todo a ese lugar lleno de acero y ruido.

Love and Deepspace × Mozart, l'opéra rock | Version 2.0 Theme Song Released

"Les dieux se doivent de choisir... L’amour ou l’éternité..."

No la entendía, y tampoco le prestó demasiada atención. Pero hubo algo en esa voz, en ese ritmo, que se le quedó pegado al alma como una hebra invisible. Como si sus palabras contaran un destino que no era suyo… aún.

“Es increíble cómo algo tan simple como un atardecer puede ser tan diferente dependiendo de dónde estés…” pensó mientras avanzaba por las calles rumbo a casa. A pesar de todo, no podía evitar extrañar esos atardeceres cálidos y llenos de vida que tanto la habían marcado en su infancia.

El camino la llevó hasta un complejo habitacional de diseño moderno, con acabados limpios y estructuras minimalistas que brillaban bajo las luces tenues del anochecer. A pesar del toque futurista, había algo cálido en la disposición del lugar: jardines verticales en los balcones, paneles inteligentes que cambiaban de tonalidad según la hora del día, y una entrada principal que olía a madera recién pulida.

Su apartamento estaba en el tercer piso de la torre central, uno de los más amplios y elegantes del complejo. Techos altos, ventanales grandes y una vista panorámica del distrito que muchos envidiarían.
Pero Beatriz, fiel a sus costumbres, ignoró por completo el ascensor que se deslizaba silenciosamente por el centro del edificio.

Subió por las escaleras.
Como siempre.
Porque aunque viviera en una cápsula de lujo suspendida en una ciudad de acero, ella seguía siendo la misma que aprendió a moverse rápido y en silencio por los pasillos de concreto y azulejo de su infancia.

Mientras ascendía, notó que algunas luces en los departamentos vecinos ya estaban encendidas: sombras que se movían tras cristales opacos, conversaciones apagadas, pequeños rituales de fin de jornada.
Recordaba que Emil vivía en el edificio contiguo.
Pero desde la celebración no había vuelto a cruzárselo.
Y en el fondo, prefería que así siguiera por ahora.

Al abrir la puerta de su apartamento, un espacio “pequeño” pero organizado, Beatriz dejó caer su bolsa sobre el sofá y se dirigió a la cocina. Antes de que pudiera encender el hervidor, su dispositivo de comunicación vibró con una llamada. Al ver el nombre del doctor Kael en la pantalla, arqueó una ceja.

—¿Doctor Kael? —respondió, llevándose el dispositivo al oído.

La voz al otro lado sonó clara, aunque ligeramente rasposa.
—Hola, Beatriz. Llamo para confirmar nuestra cita de mañana. ¿Sigue en pie?

Beatriz asintió automáticamente, aunque sabía que él no podía verla.
—Sí, claro. No me perdería una cita médica. Además, tengo que aprovechar el seguro, ¿no?

Kael soltó una ligera risa que terminó en una breve pero evidente tos. Beatriz frunció el ceño, preocupada.
—¿Doctor, sigue mal?

—No es nada, sólo un resfriado que aún no se va del todo. No te preocupes por mí.

—Claro que me preocupo. Usted debería cuidarse más, sobre todo si sigue trabajando mientras está enfermo.

Eso lo dice alguien que trabaja más horas de las que debería.

Beatriz no pudo evitar sonreír ante su comentario.
—Touche, pero al menos yo no ando tosiendo por todas partes. De verdad, debería tomarse un descanso.

Kael desvió el tema con suavidad, como siempre lo hacía cuando no quería profundizar en algo personal.
—Nos vemos mañana entonces. Descansa, Beatriz.

—Igualmente, doctor. Y cuide esa tos.

Al colgar, Beatriz dejó escapar un suspiro. Kael siempre había sido alguien con quien era fácil hablar, pero también era frustrantemente reservado cuando se trataba de él mismo. Para ella, era un verdadero santo. Su devoción por ayudar a los demás era admirable, casi como si llevara el peso del mundo sobre sus hombros.

“Es como si fuera Shaka de Virgo, pero mucho más humano…” pensó, recordando cómo el doctor se preocupaba por cada paciente, siempre ofreciendo palabras de aliento o una sonrisa que parecía iluminar incluso los días más grises.

Sin embargo, esa tos no era algo que pudiera ignorar. Con una nueva idea en mente, Beatriz se puso a buscar los ingredientes que necesitaba. En un cajón de la cocina encontró miel y propóleo, dos remedios naturales que siempre había usado para curar la tos en el pasado.

“No puedo obligarlo a descansar, pero al menos puedo ayudarle con esto.”

Preparó unas pequeñas perlas de miel mezcladas con propóleo, envolviéndolas cuidadosamente en una pequeña caja. Era un detalle sencillo, pero sabía que podrían ayudarlo a sentirse mejor.

Cuando terminó, Beatriz se dejó caer en su cama, agotada pero satisfecha. Aunque su día había sido largo, sentía que los pequeños gestos de cuidado hacia los demás la mantenían conectada con su humanidad, incluso en un mundo donde todo parecía volverse cada vez más frío y distante.

Antes de cerrar los ojos, volvió a pensar en el doctor Kael. Había algo en él que la hacía sentir que el mundo todavía tenía esperanza, como si su presencia fuera un recordatorio de que incluso en los momentos más oscuros, siempre había personas dispuestas a iluminar el camino.

Recuerdos del juego: el "Elsa" del poder de hielo

Acostada en su cama, Beatriz observó el techo mientras su mente repasaba la llamada con el doctor Kael. No podía evitar pensar en él, no como un interés romántico, sino como alguien admirable. Recordaba haber leído en los foros en español que el doctor tenía apenas 27 años, toda una proeza considerando su especialización en cardiología.

Era algo que la había sorprendido mucho la primera vez que lo vio en persona. Al principio, pensó que su juventud podría ser un inconveniente, pero pronto quedó claro que Kael era alguien con un conocimiento y una pasión por su trabajo que superaban su edad. En esos mismos foros, también había encontrado comentarios sobre cómo su decisión de estudiar medicina había sido influenciada por sus padres, pero también por algo más.

“Seguro fue por el núcleo de éter...” reflexionó Beatriz. El corazón era una pieza clave en el cuerpo de un humano modificado como ella, especialmente si contenía un núcleo de éter como el suyo. Ese pequeño reactor no solo le daba energía, sino que también la hacía única en más de un sentido. Sin embargo, el precio de esa singularidad era alto.

Había algo curioso sobre Kael que Beatriz no podía ignorar. Según lo que recordaba de las conversaciones en el juego, la protagonista original había coqueteado descaradamente con él. Para Beatriz, esa actitud siempre había sido incómoda de observar. No porque pensara que Kael no lo merecía, sino porque sabía que él era una persona que ponía primero su vocación. Coquetear con él de esa manera no le parecía justo.

“No puedo seguir ese camino,” pensó con firmeza. Kael merecía respeto por lo que era: un médico dedicado, alguien que realmente se preocupaba por sus pacientes y no solo por cumplir con su trabajo.

Mientras estas ideas pasaban por su mente, Beatriz miró el pequeño frasco de perlas de miel y propóleo que había preparado. A pesar de la admiración que sentía por Kael, no podía evitar preocuparse por él como lo haría con cualquier persona que realmente le importaba. Su tos no había sonado grave, pero era suficiente para que Beatriz quisiera hacer algo al respecto.

“Mañana se las daré antes de la consulta,” decidió. Sabía que Kael probablemente rechazaría cualquier gesto que pudiera interpretarse como un favor, pero ella estaba preparada para insistir. Después de todo, cuidarse era algo que también debía aprender a hacer un médico, incluso uno tan admirable como él.

 

Antes de quedarse dormida, Beatriz recordó algo más: la manera en que Kael había sido representado en el juego. Era uno de los intereses románticos más populares, y no era difícil entender por qué. Su carácter amable y su dedicación a su trabajo lo hacían destacar entre los demás. En el juego, la protagonista había usado su encanto para acercarse a él, pero Beatriz sabía que no quería seguir ese camino.

“Yo no soy ella,” pensó. “No necesito coquetear para construir una conexión con alguien.”

Con ese pensamiento en mente, cerró los ojos, dejando que el cansancio del día la envolviera. A la mañana siguiente, tendría que enfrentarse a la cita médica, pero por ahora, permitió que su mente descansara.

 

Mientras esperaba el sueño, Beatriz no pudo evitar que su mente regresara al juego y al personaje del doctor Kael, o al menos, a la versión de él que el juego había construido. Había algo tan fascinante como trágico en su historia. Entre sus poderes de évol, Kael tenía el don –o la maldición, según cómo se mirara– del hielo. Beatriz recordaba claramente las escenas donde este poder se manifestaba.

En una de ellas, Kael trataba de salvar a la protagonista original en un combate donde su vida estaba en peligro. El hielo se extendía por todo su cuerpo, congelándole las manos, la piel y hasta su aliento. Era un poder tan desbordante que Kael apenas podía controlarlo, y la única solución que se presentaba en el juego fue que la protagonista absorbiera parte de esa energía.

El recuerdo le provocó una mezcla de risa y tristeza. " Ay, lo hicieron la Elsa del juego... ¡y sin la parte divertida de 'Libre soy'!" pensó, entre divertida y resignada. Pero lo peor no era la comparación, sino el desenlace de aquella escena.

La protagonista había absorbido tanto de ese poder que casi terminó convertida en un bloque de hielo, lo que llevó a Kael a reprimir sus habilidades aún más de lo que ya lo hacía, por miedo a lastimarla. La escena se suponía que era romántica, pero Beatriz no podía evitar fruncir el ceño al recordarla. "¿En serio? ¿No había una mejor forma de resolver esto? ¿Enfocar ese poder? ¿O pedirle ayuda a alguien como Jack Frost para que lo guiara? ¡Ese poder no es malo, es una bendición disfrazada!"

Pero lo que más le incomodaba era que el sacrificio de Kael se sentía como una injusticia. Su poder era increíble, capaz de salvar vidas y proteger a otros, pero lo habían tratado como si fuera una maldición que debía esconderse.

La maldición del “Dios de Hielo”

Lo que Beatriz no sabía al principio, pero descubrió después en los foros y las historias adicionales del juego, era que el trasfondo de Kael era aún más oscuro. Según el lore, su maldición tenía raíces en una vida pasada. En ese tiempo, Kael había sido el fiel guardián de una princesa destinada a ser sacrificada a un despiadado Dios de Hielo. Pero Kael, incapaz de aceptar ese destino, se rebeló y trató de protegerla.

El acto de desobediencia enfureció “al Dios”, quien decidió castigarlo de una manera cruel y eterna: atándolo a un ciclo de reencarnaciones donde siempre llevaría consigo el poder del hielo, una carga que no solo lo aislaría, sino que también lo haría temer por quienes lo rodeaban. Cada vez que su poder se manifestaba, los recuerdos de su traición y del sacrificio fallido resurgían, a manera de pesadillas nocturnas, llenándolo de culpa y soledad.

“Si lo piensas bien, todo esto es culpa de esa entidad", reflexionó Beatriz. “Kael no hizo nada malo. Salvar a la princesa debería ser algo honorable, no algo que lo condene para siempre.”

 

Beatriz suspiró profundamente. Había algo profundamente frustrante en la forma en que el juego había tratado esta historia. En lugar de explorar cómo Kael podía aprender a aceptar y dominar su poder, lo habían puesto en un camino de constante represión y sacrificio. Era una de esas narrativas que a Beatriz le parecían tan típicas de ciertos guiones asiáticos: pesimistas, trágicas y, en su opinión, innecesariamente crueles.

 

Además, Beatriz sentía una profunda empatía por Kael. Él no era solo un médico admirable, sino también un ser que había soportado siglos de sufrimiento. Beatriz consideraba injusto que cargara con tanto dolor y anhelaba que encontrara paz. Por eso, guiada por su intuición, lo llevó a la azotea para ayudarlo a "pensar fuera de lo establecido".

"Si al menos hubiera tenido una oportunidad real de explorar su poder, de usarlo para algo más que sacrificios inútiles... Tal vez en esta vida pueda hacerlo," pensó Beatriz.

Con esa última idea rondando en su mente, cerró los ojos y dejó que el sueño la alcanzara. Sabía que el doctor Kael que conocía no era exactamente el mismo que el del juego, pero tal vez, en algún rincón de su ser, aún cargaba con esa carga de hielo y soledad.

Chapter 23: Fuego frente al espejo

Summary:

📌 Nota del autor/a:
Este fanfic está basado en el videojuego Love and Deepspace, pero con nombres de personajes cambiados y adaptaciones creativas, por lo que no sigue fielmente los eventos del juego. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
La historia aborda temas sensibles, incluyendo trauma pasado y sus efectos, los cuales son parte del desarrollo del personaje, aunque no son el enfoque principal. Si necesitas más contexto antes de continuar, tenlo en cuenta. Tu bienestar como lector es importante.
¡Hola a todos! 🌟
Gracias por el increíble apoyo al fanfiction. ¡Ya superamos las 170 lecturas y sigue creciendo! 💖 Estoy emocionada de ver cómo ha conectado con ustedes.
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Notes:

📌 Author's note:
This fanfic is based on the game Love and Deepspace, but with character names changed and creative adaptations, so it doesn't strictly follow the events of the game. Any resemblance to real events is purely coincidental.
The story touches on sensitive themes, including past trauma and its effects, which are part of the character's development, though not the main focus. If you need more context before continuing, please keep that in mind. Your well-being as a reader is important.
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Chapter Text

Lucien estaba recostado en su silla, observando cómo su cuervo mecánico Diaval proyectaba una imagen holográfica frente a él. La tenue luz del cristal rojo que coronaba al cuervo iluminaba parcialmente su rostro, mientras el resto del despacho se mantenía en penumbra.

Beatriz había cambiado. Lo notó desde el momento en que cruzó la puerta tras aquellos días caóticos en los que le hizo "la prueba del broche". Recordaba perfectamente cómo había reaccionado al resonar con su núcleo de éter durante su primer enfrentamiento. Esa chispa de poder que conectó con la suya, haciéndolo sentir algo que no había experimentado en años: vulnerabilidad. Claro, jamás lo admitiría en voz alta, ni a sus cuervos, ni a nadie. Pero esa sensación seguía acechándolo en los rincones de su mente.

En esos días, Beatriz era todo impulso e inmadurez, actuando más con la fuerza bruta que con el cálculo, casi como una chispa salvaje e incontrolable. A veces la irritaba; otras, lo intrigaba. Pero nunca se imaginó que aquel broche en forma de cuervo, el cristal rojo que él mismo consideraba un simple símbolo de su dominio, sería la clave para algo más.

Había dejado que lo robara. O mejor dicho, permitió que lo ganara, después de haberla hecho pasar por una serie de pruebas que, en retrospectiva, podrían parecer crueles. Pero para Lucien, no eran solo juegos: eran un filtro para medir quién era digno de cruzar las puertas de su zona. Ese broche, con su cristal rojo centelleante, ahora estaba en sus manos. O mejor dicho, en las de Beatriz.

"Lo hice por estrategia," se decía a sí mismo cada vez que recordaba aquel momento. "Era solo un pase. Algo simbólico, nada más."

Pero el cambio en Beatriz desde entonces lo desmentía. Había algo en ella ahora que no estaba antes: no era miedo a él, como lo había sido al principio, sino un miedo que parecía venir de un lugar más profundo, más interno. Como si estuviera enfrentándose a algo o a alguien que la hacía dudar de sí misma.

Lo más curioso era cómo ese cambio no la debilitaba, sino que la hacía brillar más. Lucien se inclinó hacia adelante, apoyando un codo en el brazo de la silla mientras observaba las imágenes que sus cuervos le habían proyectado de su último encuentro con Beatriz.

"Es como si hubiera sido... reforjada," reflexionó, recordando el proceso por el cual el acero, al ser sometido a altas temperaturas y golpes constantes, se convertía en un material mucho más resistente. Beatriz ahora tenía esa misma esencia: una combinación de pureza y fortaleza, como si sus grietas hubieran sido soldadas con algo más fuerte que antes.

Era extraño, incluso para él. Había pasado vidas enteras buscándola, esperando a que la reencarnación de la bruja que amó finalmente se encontrara con él. Pero esta versión de Beatriz no era exactamente lo que esperaba.

"Es... diferente, " admitió en un pensamiento que apenas se permitió formar. Ella no era la misma chica que recordaba, ni la misma que había conocido hacía unas semanas. Y lo peor –o lo mejor, dependiendo del momento en que lo pensara– era que esa diferencia lo mantenía atado, como si la sola presencia de Beatriz fuera un acertijo que no podía dejar de intentar resolver.

Apretó ligeramente los puños, recordando su último entrenamiento juntos. En un momento, ella casi lo noquea. Su expresión en ese instante lo había desarmado más que el golpe en sí. Había algo nuevo en esos ojos: una fuerza silenciosa, una determinación que nunca había visto antes. No era la inmadurez impulsiva de “la protagonista original” que había conocido, sino algo más maduro, más aterrador en su control.

"¿Qué te ha pasado, Beatriz?" murmuró, más para sí mismo que para los cuervos que lo rodeaban.

El cuervo que proyectaba las imágenes se movió, inclinando ligeramente su cabeza, como si reaccionara a las palabras de Lucien. Él lo ignoró. Sabía que no obtendría respuestas de ellos, porque las respuestas estaban con ella.

"Pura, pero no inocente," reflexionó. "Frágil, pero irrompible. Es como si sus propias grietas fueran parte de su diseño ahora. Y por más que quiera ignorarlo..."

Desvió la mirada hacia la esquina de su escritorio, donde antes reposaba el broche. Lo recordaba con claridad: cómo ella lo sostuvo al final, como si fuera un trofeo o una carga. Ese pequeño símbolo de su territorio, su dominio, ahora estaba fuera de su alcance.

"...eso ya no es solo un juego."

 

La cita pero medica 

 Al día siguiente después del trabajo Beatriz llegó puntual a la clínica del doctor Kael, sosteniendo una pequeña cajita de madera que contenía unas perlitas de miel con propóleo que había preparado especialmente. Era un gesto sencillo, pero significativo, diseñado para transmitir agradecimiento y apoyo, especialmente sabiendo que Kael todavía lidiaba con un leve malestar de la tos.

La sala de espera seguía tan ordenada y acogedora como siempre, con música instrumental que creaba un ambiente relajante. Beatriz respiró profundamente antes de que la puerta de la consulta se abriera y Kael la llamara con su tono amable.

—Beatriz, adelante.

Ella entró y, tras sentarse frente a él, extendió la cajita con una sonrisa ligera.

—¿Qué es esto? —preguntó Kael, levantando una ceja con curiosidad.

—Un pequeño detalle —respondió Beatriz—. Son perlitas de miel con propóleo. Las preparé pensando en su malestar, para ayudar con la tos.

Kael tomó la cajita, abriéndola con cuidado para descubrir las pequeñas esferas doradas que desprendían un sutil aroma dulce. Una sonrisa sincera asomó en su rostro.

—Esto es... muy considerado de tu parte, Beatriz. Muchas gracias. Pero no tenías que molestarte.

—No es ninguna molestia —replicó ella, con sinceridad—. Hace tanto por los demás que pensé que merecía un gesto de cuidado, aunque sea pequeño.

Kael asintió, dejando la cajita a un lado mientras la miraba con una mezcla de gratitud y profesionalismo.

—Lo agradezco mucho. Ahora, pasemos a lo importante. ¿Cómo te has sentido últimamente?

Beatriz respondió describiendo cómo habían transcurrido sus días, omitiendo cualquier detalle relacionado con sus misiones. Kael, como siempre, escuchó con atención antes de tomar su estetoscopio y colocarlo suavemente en su pecho para auscultarla.

—Tus latidos son regulares, lo cual es bueno —comentó tras unos momentos—. Pero no puedo evitar notar algo en ti… Parece que llevas más peso del que deberías, emocionalmente hablando.

Beatriz se tensó ligeramente, pero mantuvo una expresión tranquila.

—Solo es estrés, cosas del trabajo. Nada serio.

Kael la miró por un momento, como si quisiera profundizar en sus palabras, pero optó por no presionarla.

—Bueno, en términos de salud, todo parece estar bien. Pero recuerda que, si alguna vez necesitas apoyo, estoy aquí.

Ella asintió, agradecida por su preocupación genuina. Cuando la consulta estaba a punto de terminar, Kael revisó unos papeles en su escritorio y levantó la mirada con una sonrisa.

—Por cierto, dentro de unas semanas recibiré un reconocimiento en una ceremonia. Es un premio por uno de mis proyectos de investigación en cardiología. Habrá un concierto previo, y creo que disfrutarías asistir.

Beatriz parpadeó sorprendida. No esperaba esa invitación, y aunque no podía comprometerse abiertamente, tampoco quería parecer indiferente.

—Eso suena increíble. Si mi agenda me lo permite, me encantaría.

Mientras salía de la consulta, con la cajita vacía dejada en manos del doctor, Beatriz reflexionó sobre lo lejos que había llegado en su camino. El gesto de las perlitas había sido pequeño, pero le recordaba que incluso las acciones más simples podían tener un impacto profundo.

Con la mención del concierto y la ceremonia, su mente comenzó a idear un plan. Tendría que encontrar un vestido adecuado, quizá incluso confeccionarlo ella misma. Era un desafío, pero también una pequeña oportunidad para reencontrarse con algo de normalidad en medio de su agitada vida.

Con una sonrisa ligera, se prometió que lo pensaría más adelante. Por ahora, el eco de las palabras de Kael y el dulce aroma de la miel con propóleo llenaban su memoria como una melodía suave.

 

Medidas Precisas, Reacciones Imprecisas

Beatriz caminaba por la plaza comercial con un lápiz en la mano y un cuaderno de bosquejos bajo el brazo. Observaba las vitrinas de las tiendas con atención, analizando los diseños futuristas y los precios desorbitados. La moda en este mundo no era precisamente de su estilo. Los vestidos que encontraba eran demasiado cortos o ajustados, y su mente no dejaba de comparar la realidad con lo que conocía en México, donde las prendas eran de calidad y accesibles, aunque los diseñadores locales rara vez recibían reconocimiento.

Después de entrar y salir de varias tiendas, frustrada tanto por los precios como por los estilos, Beatriz encontró inspiración en un vestido particularmente elegante, aunque poco práctico. Decidió dibujarlo rápidamente en su cuaderno, adaptándolo a sus preferencias y valores. “Si no puedo comprarlo, al menos lo haré yo misma”, pensó, ya planeando buscar telas y materiales en otro distrito.

Mientras caminaba hacia la salida, todavía absorta en sus pensamientos, una voz masculina la interrumpió.

—Oye, señorita, ¿busca algo? —Hablo uno de los guardaespaldas de Lucien, Noctis y Umbra. de pie junto a la entrada de una tienda exclusiva.

Beatriz sintió un escalofrío de anticipación cuando el hombre agregó:

El señor Lucien ha reservado todo el piso. —Hablo Umbra con orgullo de lo poderoso que era su jefe.

Ella no pudo evitar tensarse, intuyendo que esto era parte de uno de esos momentos que parecían sacados del videojuego. “No puede ser. Esto es un evento del juego, ¿verdad?” pensó, mientras se obligaba a mantener la compostura.

Y ahí estaba él, Lucien, esperándola con una sonrisa traviesa mientras se apoyaba despreocupadamente contra el marco elegante del establecimiento.

—Beatriz, qué sorpresa verte por aquí. Justo necesito ayuda con algo. ¿Te importa?

Beatriz lo miró fijamente, con una mezcla de resignación y frustración. Internamente, estaba gritando: “¡Hijo de la...!” Pero por fuera, forzó una sonrisa educada.

—Claro, Lucien. ¿Qué necesitas?

Él se incorporó con una elegancia casi teatral.

—Quiero que me tomes las medidas para un traje nuevo. Necesito algo... especial para mi próxima aparición.

Beatriz levantó una ceja. ¿En serio? ¿Esto es lo que tienes para mí? Pero decidió que, si iba a hacer esto, lo haría correctamente.

—De acuerdo. Pero lo haremos bien. Nada de inclinarte sobre muebles. —En lo que pasaba dentro del establecimiento. —Necesito precisión.

Lucien parecía divertido, pero obedeció cuando Beatriz lo instruyó para quitarse el suéter y pararse derecho. Incluso cuando ella usó el viejo truco de deslizar un dedo por su columna para corregir su postura, él solo soltó un suave jadeo de sorpresa antes de reír bajo.

—Tienes un toque firme, Beatriz.

—Solo hago mi trabajo —respondió ella con un tono neutro, ignorando deliberadamente su tono juguetón.

Tomó cada medida meticulosamente, desde el pecho (109 cm), abdomen (93 cm), Glúteos (85 cm), hasta las piernas y el cuello. Incluso pidió su consentimiento antes de medir la entrepierna, asegurándose de que todo fuera profesional, aunque Lucien seguía mirándola con una sonrisa burlona.

Cuando terminó, le mostró el diagrama que había dibujado, con todas las medidas anotadas.

—Este es el original, para el sastre. Pero necesito una foto para mi registro. ¿Te importa?

—Adelante —respondió Lucien, inclinándose para ver el dibujo—. Eres bastante talentosa con esto.

Beatriz ignoró el cumplido mientras tomaba la foto y le entregaba el papel. Lucien, por su parte, se acercó a un perchero donde colgaban dos sacos de traje.

—¿Rojo o azul? ¿Cuál crees que me queda mejor?

Beatriz suspiró, sin energía para discutir.

—Rojo. Combina con tus ojos.

Lucien alzó una ceja, sorprendido por su respuesta directa, pero antes de que pudiera decir algo más, Beatriz ya estaba cerrando su cuaderno.

—Creo que ya tienes todo lo que necesitas. Si me disculpas, tengo telas que buscar.

Cuando Beatriz salió de la tienda, se sentía aliviada y frustrada al mismo tiempo. Pero mientras bajaba las escaleras del centro comercial, no pudo evitar una pequeña sonrisa. Lucien podía ser exasperante, pero al menos había sido un momento... interesante.

 

Lucien permaneció en el piso superior del centro comercial, observando cómo Beatriz se alejaba con pasos decididos. Su figura delgada pero firme se perdía entre la multitud, su cabello oscuro reflejando las luces blancas del lugar. Él había esperado un encuentro interesante, pero aquello había superado sus expectativas.

Beatriz bajando las escaleras:
“Esto no era parte de mi plan… pero vaya que fue interesante.”

Lucien viéndola desde arriba:
“Y luego se marchó, midiendo más que mi traje.”

Ajustándose los puños de su camisa, aún podía sentir el leve rastro del toque de Beatriz en su espalda baja, un gesto tan profesional como inesperado. La seriedad con la que había tomado las medidas, sus instrucciones firmes y su determinación para no ceder a sus juegos lo habían dejado algo... descolocado.

—Así que ella no se deja intimidar —murmuró para sí mismo, su tono lleno de una curiosidad casi felina.

Lucien se giró hacia los ventanales que ofrecían una vista clara del centro comercial inferior. Desde allí, podía verla salir por las puertas principales, sus manos apretando su cuaderno contra el pecho como si fuera un escudo.

Lejos de sentirse molesto por la forma en que Beatriz había manejado la situación, Lucien no podía evitar una sonrisa. No era común que alguien lo pusiera en su lugar con tanta naturalidad. La mayoría de las personas buscaban complacerlo o impresionarlo, pero Beatriz simplemente hacía lo que creía correcto, sin importar su posición.

—Un torbellino, eso es lo que es —dijo, cruzando los brazos y apoyándose contra el marco del ventanal—. Aparece, me desarma y se marcha como si nada.

Uno de sus guardaespaldas Noctis, que había permanecido cerca durante el encuentro, se aclaró la garganta con discreción.

—¿Todo bien, señor? —pregunto Noctis

Lucien giró levemente la cabeza, aún mirando hacia la salida del centro comercial.

—Sí. Todo bien. Solo... más interesante de lo que esperaba.

Los guardaespaldas Noctis y Umbra, se miraron uno al otro, acostumbrados a las respuestas crípticas de Lucien, no indagaron más.

Lucien se apartó finalmente del ventanal, recogió el saco rojo y lo colocó sobre su hombro.

—Me pregunto qué más guardará ese torbellino en su interior —murmuró con una media sonrisa mientras caminaba hacia el ascensor, ya pensando en cómo el destino parecía decidido a cruzar sus caminos una y otra vez.

 

Chapter 24: La Costurera de Batallas

Summary:

📌 Nota del autor/a:
Este fanfic está basado en el videojuego Love and Deepspace, pero con nombres de personajes cambiados y adaptaciones creativas, por lo que no sigue fielmente los eventos del juego. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
La historia aborda temas sensibles, incluyendo trauma pasado y sus efectos, los cuales son parte del desarrollo del personaje, aunque no son el enfoque principal. Si necesitas más contexto antes de continuar, tenlo en cuenta. Tu bienestar como lector es importante.
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Notes:

📌 Author's note:
This fanfic is based on the game Love and Deepspace, but with character names changed and creative adaptations, so it doesn't strictly follow the events of the game. Any resemblance to real events is purely coincidental.
The story touches on sensitive themes, including past trauma and its effects, which are part of the character's development, though not the main focus. If you need more context before continuing, please keep that in mind. Your well-being as a reader is important.
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If the fic reaches 200 reads, would you like an English version? Leave a comment with "Yes, I want the English version" or just drop a 'Kudos'. Thanks for reading!

Chapter Text

“Esto no era parte de mi plan… pero vaya que fue interesante.”

—Beatriz

El tren avanzaba con un suave traqueteo, mientras Beatriz miraba por la ventana los edificios que pasaban veloces. Aunque el paisaje futurista del distrito comercial era impresionante, su mente estaba muy lejos de allí.

Lucien... Había algo en él que siempre parecía atraer problemas, pero esta vez no podía culparlo. Beatriz había leído lo suficiente en los foros del juego para saber que "la protagonista" original sospechaba de él en relación con la muerte de su abuela y la destrucción de su hogar. Sin embargo, algo no cuadraba.

—No fue él... —murmuró para sí misma, cerrando los ojos un momento.

Lucien poseía una oscuridad intrínseca, pero todo apuntaba a que había fuerzas de mayor envergadura actuando. Posiblemente estas fuerzas estuvieran vinculadas a los Wanders , seres interdimensionales de “reciente aparición global”. Si Lucien estuviera involucrado, sería más factible que su conexión se debiera a sus negocios con los cristales de Protocores, que lo habrían llevado a encontrarse con esa otra fuerza, en lugar de ser él el causante directo. Tal vez la empresa EVER , dedicada a la investigación médica y los avances científicos, esté implicada.

Al abrir los ojos, su reflejo en el cristal del tren le devolvió la mirada. Un torbellino, eso es lo que soy , pensó con una leve sonrisa irónica, recordando la reacción de Lucien cuando lo obligó a pararse derecho para tomarle bien las medidas.

A pesar de todo, algo en ella se sentía satisfecho. No había tomado medidas masculinas desde hacía años, desde que su familia aún dependía de ella para confeccionar ropa o modificarla. Pensar en eso la llenó de nostalgia, recordando las tardes con sus hermanos y su padre.

—Papá se vería bien con ese saco azul —susurró, recordando cómo Lucien lo había levantado indeciso entre el rojo y el azul.

Su padre siempre había sido impecable en su forma de vestir. Incluso cuando las cosas en casa no estaban del todo bien, se aseguraba de lucir elegante. Beatriz siempre había admirado eso, aunque en ese momento no podía evitar preocuparse por ellos. ¿Cómo estarían? ¿Seguirían juntos y luchando como siempre?

El tren llegó a su destino, interrumpiendo sus pensamientos. Beatriz tomó aire y bajó, decidida a concentrarse en la tarea que tenía por delante.

El Distrito de Costura

El lugar era un paraíso para diseñadores y modistas: calles llenas de tiendas de telas, botones, herramientas y hasta máquinas de coser. Beatriz se sintió un poco abrumada, pero también emocionada.

Primero buscó las telas para su vestido, revisando varias tiendas hasta encontrar una que le ofreciera algo que encajara con su visión. Elegante, pero lo suficientemente discreto para su gusto. Después de comprar el material principal, añadió hilo, papel para trazos, y otros implementos esenciales.

—Necesito una máquina de coser... —murmuró mientras revisaba un catálogo en la tienda. Aunque las máquinas overlock eran su opción ideal, su presupuesto no daba para tanto. Encontró una máquina recta, compacta y sencilla, pero suficiente para sus necesidades actuales.

Antes de salir, decidió encargar también una mesa plegable. Sabía que trabajar en su sala sería un desafío, pero con la mesa podría tener suficiente espacio para desplegar la tela y trazar el patrón. Todo sería entregado en su casa en los próximos días, lo que le permitió al menos viajar más ligera.

Mientras caminaba por las calles del distrito, Beatriz no pudo evitar pensar de nuevo en Lucien. Aunque le frustraba su actitud a menudo arrogante, le daba cierto sentido de satisfacción haber tomado sus medidas correctamente. Incluso si él había intentado convertir aquello en un juego, ella lo había tratado con el profesionalismo que le había enseñado su madre.

“A veces me pregunto si su postura tiene más que ver con no querer parecer vulnerable,” pensó, recordando el momento en que lo hizo saltar del mueble. “O tal vez... es su forma de lidiar con todo lo que carga.”

Sin querer, su mente volvió a los momentos en que confeccionaba ropa para sus hermanos. Las risas, las pequeñas peleas por los colores o los cortes, y las salidas con ellos a las tiendas de la ciudad eran recuerdos cálidos que ahora parecían de otra vida. Por un instante, Beatriz deseó que todo fuera tan simple como entonces.

Mientras caminaba por las calles del distrito, Beatriz no pudo evitar pensar de nuevo en Lucien. Su actitud arrogante solía frustrarla, pero había algo casi gratificante en haber tomado sus medidas con precisión. Aquel intento de juego por parte de él no la distrajo; se mantuvo profesional, como le enseñó su madre. Como lo había aprendido desde niña: si haces algo, hazlo bien.

Y así, como solía pasarle, su mente se deslizó hacia otro lugar. Otro tiempo.

Volvió a ver a sus hermanos, más jóvenes, corriendo por la sala de su antigua casa mientras inventaban batallas épicas con espadas invisibles, poderes imaginarios, y ataques especiales sacados de todos los videojuegos que jugaban juntos.

El mayor “Reyearth” , cinco años mayor que ella, siempre parecía invencible. Un Acuario nacido en el año de la Rata, con una energía imparable y una mente caótica. Le costaba concentrarse, saltaba de una idea a otra como si su cabeza fuera un enjambre eléctrico, pero después de un poco de terapia, medicación y pura terquedad, había aprendido a domar su propio caos.
En el juego, era una fuerza de la naturaleza. Estratega, veloz, impredecible. Solo Beatriz lograba ganarle… y no siempre.

Ella “Beatriz Garnet” , Piscis del año de la Serpiente, soñadora pero táctica. Sabía observar, esperar, atacar en el momento exacto. Solo había vencido a su hermano mayor cinco veces —dos de ellas en aquellas guerras de imaginación, y tres más en videojuegos reales, donde la lógica y los reflejos se medían con precisión matemática.

Su gemelo espiritual “Frateley ”, apenas nueve meses menor, era otro Acuario, pero nacido en el año del Caballo. El más tímido de los cuatro. El más dulce. Había crecido con el peso del acoso escolar, de no encajar del todo. Su forma de jugar era creativa, pero su inseguridad le hacía dudar, y en esos juegos, la duda era derrota. Aun así, Beatriz siempre pensó que él tenía la chispa más especial de todos, solo que aún no sabía cómo encenderla.

Y finalmente estaba el más pequeño “Escat ”. Piscis también, pero nada que ver con su signo. Nacido en el año del Cerdo, era más bien como un gato: independiente, impredecible, y un poco egocéntrico. La vida lo había hecho así. Había aprendido a moverse solo, a no esperar demasiado de los demás, incluso siendo tan joven. En los juegos, hacía lo suyo, sin preocuparse por ganar o perder.

Beatriz sonrió suavemente. Había algo sagrado en esos recuerdos.

Las batallas no eran reales. Pero… ¿y si lo eran?

¿Y si cada partida de videojuego, cada “congelado”, cada juego de UNO en el que ella arrasaba sin piedad (hasta el punto de que su familia la vetó después de quedar en el top 15 mundial sin usar potenciadores)… había sido una especie de entrenamiento?

Porque algo en ella —en su cuerpo, su memoria, su instinto— sabía cómo moverse, cómo calcular, cómo adaptarse.

Como si ya hubiera peleado cientos de batallas antes de que la vida real empezará a volverse una.

Con un último pensamiento miró las bolsas que llevaba, sonrió. Al menos ahora tenía algo en qué concentrarse: terminar su vestido y mantenerse ocupada. Tal vez no podría cambiar el mundo, pero podía asegurarse de lucir bien mientras lo enfrentaba.

La Rutina Nocturna de Beatriz

De vuelta en su pequeño apartamento, Beatriz comenzó a desempacar las compras del día. Colocó las reglas para costura en un lugar ordenado junto con sus nuevas tijeras. Había algo satisfactorio en tener herramientas nuevas, como si representaran un pequeño paso hacia la normalidad.

Su máquina de coser y la mesa plegable llegarían en unos días, lo cual le daba algo de tiempo para planificar bien sus proyectos. Decidió guardar todo cuidadosamente en un rincón que había designado como su espacio de trabajo. Luego se dirigió a la cocina para prepararse algo sencillo de cenar.

Mientras lavaba los trastes, el silencio del apartamento empezó a pesarle.

—Me hace falta música —dijo para sí misma, buscando en su dispositivo una buena playlist.

Después de navegar entre las opciones populares y no encontrar nada que le gustara, decidió irse por algo clásico. Vivaldi era siempre un refugio seguro, y su selección comenzó con el "Invierno" de Las Cuatro Estaciones .

La melodía llenó el aire, pero también abrió una grieta en la fachada de fortaleza que había mantenido todo el día. Beatriz se detuvo un momento, apoyándose contra el fregadero, dejando que la música le atravesara. Esa pieza siempre había sido su favorita, pero ahora, lejos de casa, solo le traía un torrente de nostalgia.

Beatriz miró el reloj: ya eran las 10 de la noche. Las normas del edificio eran claras; no podía poner música alta a esa hora para no molestar a los vecinos. Con un suspiro, se colocó sus audífonos inalámbricos y continuó con sus tareas mientras escuchaba la pieza.

Sin embargo, no pudo evitarlo. La combinación de la música y el silencio del apartamento la abrumaron. Apagó todo, se quitó los audífonos y caminó hacia el armario. Era un hábito extraño, pero allí, rodeada de la oscuridad y el reducido espacio, podía llorar sin sentirse completamente expuesta.

—¿Por qué no puedo tener algo de normalidad? —susurró, dejando caer las lágrimas que había contenido todo el día.

Le dolía la ausencia de su familia, de sus hermanos y de su padre. Incluso estando ocupada con sus proyectos, la soledad era como un eco constante. Recordó un pensamiento que había tenido hacía tiempo: si esto fuera un otome real, al menos tendría un interés amoroso como Hades de Kamigami no Asobi . Ese Capricornio perfecto que combinaba melancolía, firmeza y una voz que podía derretir cualquier corazón.

—Al menos con Hades sentiría algo... —dijo, suspirando. Pero en este mundo cyberpunk, nadie parecía genuinamente enamorarse. Todo era tan... lógico, frío. “¿Es mucho pedir un poco de calidez?”

Justo cuando pensaba que la noche no podía traerle más sorpresas, su dispositivo comenzó a sonar. Se limpió las lágrimas rápidamente, salió del armario y contestó con el tono neutral que había perfeccionado para que nadie notara su tristeza.

—¿Diga?

La voz del otro lado era inconfundible. Miguel Ángel , uno de los intereses amorosos de la protagonista original, le hablaba con esa calidez tan típica de los Piscis.

—¡Beatriz! ¿Cómo estás? Oye, estaba pensando... ¿te gustaría pasar por mi taller? Podríamos pasar el rato, ¿qué dices?

Beatriz sintió una mezcla de sorpresa y resignación. “Claro, otro de los chicos detrás de mí,” pensó, recordando cómo la protagonista original coqueteaba descaradamente con él en los foros. Pero ella no tenía interés en jugar a “la picaflor” .

Aprovechando la oportunidad, se le ocurrió una idea.

—¿Tienes alguna mesa grande que me puedas prestar? Estoy trabajando en un proyecto y me vendría bien un espacio amplio para trazar unos patrones.

Miguel Ángel, siendo el creativo que era, aceptó con entusiasmo.

—¡Claro que sí! Me encantaría ver en qué estás trabajando. ¿Te parece que pasemos mañana después de tu trabajo?

—Perfecto —respondió Beatriz con una pequeña sonrisa.

Miguel Ángel siempre había sido amable y atento, pero Beatriz no podía evitar compararlo con lo que ella imaginaba que sería Hades. Aunque Miguel Ángel irradiaba creatividad y energía, no tenía esa firmeza tranquila que ella anhelaba. “Tal vez estoy idealizando demasiado,” pensó mientras colgaba la llamada.

Con esa cita programada para el día siguiente, Beatriz se sintió un poco más animada. Al menos podría adelantar algo de su vestido mientras esperaba que llegaran sus herramientas.

Sin embargo, mientras se preparaba para dormir, no pudo evitar pensar en la extraña ironía de su situación. “¿Qué tan diferente sería mi vida si realmente estuviera en un otome de los que me gustan? ¿Estaría más feliz o solo igual de confundida?”

De cualquier forma, decidió concentrarse en lo que podía controlar. A veces, la mejor manera de lidiar con la incertidumbre era simplemente dar el siguiente paso, uno a la vez.

Chapter 25: Entre Puntadas y Sombras

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
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Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
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Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛

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I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.

🎯 Goal: 500 reads
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Thanks for being here—see you in the next quantum leap. 💫

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Después del trabajo cuando Beatriz y Miguel Ángel llegaron al taller, el espacio era tal y como lo recordaba de sus ocasionales visitas: amplio, bien iluminado, con un orden caótico que delataba la mente creativa de su dueño. Miguel Ángel rápidamente despejó una de las mesas grandes, apartando herramientas y papeles.

—Aquí tienes. Perfecto para trabajar en tus patrones —dijo con una sonrisa mientras ajustaba las lámparas del área para que tuviera una mejor iluminación.

Beatriz sacó sus herramientas y los bocetos que había preparado. Aunque su relación con Miguel Ángel siempre había sido cordial, no podía evitar sentirse un poco nerviosa. Era extraño recibir tanta atención y apoyo en un mundo donde casi todo parecía ser transaccional o calculado.

Mientras trabajaba, Miguel Ángel no dejaba de lanzar comentarios entusiastas.

—Es increíble lo que haces, Beatriz. ¿Sabías que mucha gente abandona este tipo de proyectos a la mitad? Pero tú realmente te estás comprometiendo. Eso habla mucho de tu carácter.

Beatriz sonrió ligeramente. “¿Realmente ve algo especial en mí, o solo está siendo amable porque es un Piscis?” pensó. Sin embargo, agradeció su apoyo con un breve “gracias” y continuó concentrada.

Después de un par de horas, Beatriz se estiró para aliviar la tensión de su espalda. Los trazos de sus patrones estaban tomando forma, y la satisfacción de ver su trabajo avanzar le devolvió un poco de energía. Miguel Ángel, que había estado trabajando en una de sus esculturas lumínicas, se acercó para observar.

¿Sabes? Me recuerdas a alguien que conocí hace tiempo. Tenía la misma dedicación y pasión que tú —comentó, cruzándose de brazos con aire pensativo.

—¿Ah, sí? —preguntó Beatriz, fingiendo desinterés mientras revisaba sus líneas.

Miguel Ángel la miró de reojo, su tono más serio de repente.

Sí, aunque ya no sé nada de esa persona. Desapareció hace un tiempo. Ahora que lo pienso… me pregunto si hay algo raro pasando.

Beatriz levantó la vista, extrañada.

—¿A qué te refieres?

—Bueno, últimamente han desaparecido varias personas creativas. Nada confirmado, claro, pero he escuchado rumores en los foros. Quizás es solo una coincidencia.

El comentario dejó a Beatriz inquieta, aunque intentó restarle importancia. “Seguro es otro de esos chismes,” pensó. Aun así, no pudo evitar recordar los comentarios que había oído en su trabajo sobre compañeros que habían empezado a faltar.

—Supongo que es mejor no pensar demasiado en esas cosas —dijo finalmente, volviendo a sus patrones.

Cuando terminaron de trabajar, Miguel Ángel insistió en llevarla de regreso a casa, pero Beatriz rechazó cortésmente su oferta.

—Gracias, pero me vendría bien caminar un poco. Necesito despejarme.

—Como quieras, pero si necesitas algo, no dudes en llamarme —respondió Miguel Ángel con una sonrisa cálida, dejándola a unas calles de su apartamento.

Beatriz salió del auto con su bolso lleno de herramientas y patrones. La noche estaba fresca y silenciosa, con las luces de neón iluminando las calles desiertas. Mientras caminaba, sintió una leve sensación de incomodidad, como si alguien la estuviera observando.

Se detuvo por un momento, girando lentamente la cabeza, pero no vio nada fuera de lo común. Sin embargo, la sensación persistió.

—Es solo mi imaginación —murmuró para tranquilizarse.

Apresuró el paso, intentando ignorar el escalofrío que recorría su espalda. Sin embargo, justo cuando dobló una esquina, una figura apareció a lo lejos, iluminada tenuemente por una farola parpadeante.

Era Emil, quien al parecer la había estado esperando.

¿Beatriz? ¿Estás bien? —preguntó, acercándose con preocupación en el rostro.

Beatriz, sorprendida, se detuvo en seco.

—¿Qué haces aquí?

—Tenía un presentimiento. Algo no me cuadraba, y pensé que podría encontrarte aquí.

El tono de Emil era serio, y la mirada en sus ojos irradiaba una mezcla de inquietud y calma. Beatriz sintió un leve alivio al verlo, aunque no podía ignorar que la presencia de Emil también era inusual.

—Bueno, aquí estoy. Todo bien —respondió, tratando de sonar despreocupada.

Quizás, pero sería mejor que no caminaras sola a estas horas —añadió Emil, ofreciendo acompañarla.

Beatriz aceptó, y mientras caminaban juntos, no pudo evitar pensar en las palabras de Miguel Ángel sobre las desapariciones. Algo extraño estaba sucediendo, y aunque no quería involucrarse, sabía que tarde o temprano las piezas del rompecabezas comenzarían a encajar.

Tras despedirse de Emil, Beatriz llegó finalmente a su apartamento. El aire fresco del trayecto y la compañía de Emil habían logrado calmarla un poco, pero no lo suficiente como para ignorar el súbito antojo que ahora gobernaba sus pensamientos: necesitaba algo enchilado, dulce y ácido. "Algo como Miguelito," pensó, recordando el inconfundible sabor que marcó su infancia.

Decidida, revisó su alacena y notó que tenía algunos ingredientes, pero no los suficientes para replicar la receta. "Ni modo, toca ir al centro comercial," se dijo mientras tomaba su bolso.

El centro comercial estaba tranquilo a esas horas. Aunque era un espacio moderno, lleno de luces de neón y sistemas automatizados, los pasillos vacíos le daban un toque casi nostálgico. Beatriz recorrió cada estante buscando lo que necesitaba: azúcar, ácido cítrico, chile en polvo... cada artículo la acercaba más a la promesa de un sabor que la hiciera sentir un poco más conectada a su hogar.

También de paso compró un par de chiles jalapeños y un shampoo sencillo con base en hierbas o según eso decía la etiqueta. 

Mientras llenaba su carrito con los ingredientes necesarios, una sonrisa traviesa apareció en su rostro. "¿Qué pensaría alguien como Miguel Ángel si supiera que estoy aquí, comprando cosas para hacer un dulce que lleva su nombre? Seguro haría uno de sus comentarios cursis."

En el supermercado, en su canasta tenía lo que necesitaba: azúcar, ácido cítrico, chile en polvo, más los jalapeños y el shampoo... "¿Esto será suficiente?" se preguntó mientras llenaba su carrito. Sin embargo, un pensamiento cruzó su mente. "¿Lucien se reiría de mí por algo tan simple como un antojo?"

Se detuvo, negando con la cabeza. Lucien, con su porte elegante y su personalidad envolvente, siempre tenía un comentario mordaz listo. Su presencia le despertaba algo extraño: mezcla de desafío y... ¿curiosidad? Algo en él la hacía sentir vulnerable y al mismo tiempo preparada para morder de vuelta si era necesario.

A Fuego Lento, con Cuerda y Whisky

LAS 4 ESTACIONES (VERANO) ANTONIO VIVALDI.

En otro rincón de la ciudad, Lucien estaba sentado en una sala privada de su residencia: techos altos, paredes revestidas en madera oscura, una luz cálida que apenas rozaba los muebles de cuero negro y vidrio. El sonido del gramófono antiguo girando llenaba la habitación con las primeras notas de “Verano” de Vivaldi , escogido con precisión quirúrgica para acompañar su noche. Pero ni el confort ni la música lograban calmar el incendio que llevaba horas creciendo bajo su piel.

El whisky en su mano, ámbar y frío, era una broma cruel comparado con lo que hervía en su interior.

Pensaba en Beatriz.

En esa maldita tarde.

El recuerdo no lo soltaba. Su mente volvía una y otra vez al instante en que ella, con una tranquilidad quirúrgica, deslizó un dedo por el centro de su espalda para corregir su postura.

Un solo gesto. Un solo dedo.

Y él, Lucien, el que controlaba todas las partidas… gimió.

No fue un gemido lascivo. Fue peor: un espasmo involuntario , nacido del cosquilleo eléctrico que estalló bajo su piel como si lo hubieran tocado con fuego líquido.

Pero lo que más lo descolocó no fue el gesto. Fue ella.

La forma en que lo hizo con frialdad meticulosa, sin sonrojarse, sin burlarse, sin darle margen de defensa.

Como si él no fuera más que una pieza de tela que debía ajustar.

Como si no hubiera sentido nada.

Y eso… lo tenía al borde.

Lucien dejó el vaso sobre la mesa con un ruido seco. Sus ojos se clavaron en la penumbra frente a él mientras sus pensamientos lo acosaban.

"Si supiera lo que me hizo con ese dedo..."

Su espalda aún recordaba el trazo. Su cuerpo, tenso desde entonces , parecía querer buscar ese contacto otra vez. Solo que más lento. Más profundo.

Con menos ropa.

El fuego en su interior ya no era solo deseo; era orgullo herido, era obsesión.

Beatriz lo desconcertaba. Lo empujaba fuera de su eje con esa mezcla enloquecedora de profesionalismo, desinterés , y una intuición peligrosa que parecía saber cuándo y cómo tocarlo para que ardiera.

"Voy a volver a sentir ese dedo", pensó, su voz interna ronca. "Pero la próxima vez, no va a ser tan rápida. Y yo no me voy a quedar quieto."

Una sonrisa ladeada, casi depredadora, curvó sus labios.

Lucien sabía jugar a largo plazo.
Pero lo que sentía por Beatriz no era un juego.

Era una maldita combustión espontánea

Y mientras en su gramófono sonaban las cuerdas incandescentes del “Verano” de Vivaldi , él pensó que Beatriz debía estar en algún rincón tranquilo, quizás con su música suave y ese rostro sereno que tanto lo exasperaba.

Él ardía en verano. Ella recogía con calma las hojas de un otoño que ya había vivido más de una vez.
Dos estaciones distintas. Dos mundos que no debían tocarse.
Y sin embargo, ya estaban entrelazados.

 

El Anhelo y la Poción

A+música.com A. Vivaldi "El otoño" Joaquín Torre (violín)

Mientras tanto, en su apartamento, Beatriz mezclaba los ingredientes para su Miguelito casero. El aroma familiar comenzó a llenar la cocina, y ella no pudo evitar sonreír al  volver a probar la mezcla.
" Esto sí es un pedacito de hogar," pensó mientras lamía la cucharita.

Con el dulce ya reposando sobre la mesa, se dirigió al baño, donde sobre el lavabo la esperaba su frasco de shampoo verde de hierbas.
Tomó los cuatro chiles jalapeños que había reservado especialmente, los partió con cuidado quitando las semillas y los echó en la licuadora con un poco de shampoo. Al encender el motor, el zumbido se mezcló con el perfume herbal y el picante, creando un aroma fuerte pero revitalizante.

Vertió la mezcla de regreso en el frasco, ahora con un color verde más intenso, con movimientos suaves, como si estuviera preparando una poción secreta.
Perfecto —dijo para sí misma—. Pero esto no es para cualquiera... A ver si ahora sí espabila este cabello rebelde—, murmuró divertida.

Sin embargo, una sensación extraña la invadió, como si alguien estuviera pensando intensamente en ella.
Se giró hacia la ventana, pero la vista de las luces de la ciudad no reveló nada.
Solo el aire temblaba, como si un pensamiento ajeno hubiese rozado el ambiente.

Intentando sacudirse la incomodidad, se sentó a disfrutar del dulce frente a su ventana. La música de su playlist clásica seguia al fondo, llenando el espacio con las notas crecientes y rítmicas de “Otoño” de Vivaldi.

En su residencia, Lucien dejó el vaso sobre la mesa de vidrio frente a él, el sonido del cristal rompiendo el silencio.
Había estado observando los registros de las últimas actividades de Beatriz.

—¿En serio, un supermercado? —murmuró con una sonrisa, inclinándose hacia atrás en su asiento.
No sabía por qué, pero la idea de verla haciendo algo tan cotidiano lo hacía sentir un extraño calor en el pecho.

Tomó un sorbo más de whisky y dejó que sus pensamientos regresaran a ella.
Beatriz siempre encontraba la forma de ocupar su mente, incluso cuando él sabía que no debía dejar que lo hiciera.
—-" Tal vez debería recordarle quién tiene el control, —pensó, y una sonrisa peligrosa apareció en su rostro.

Muy lejos de imaginar que, en ese preciso instante, su destino estaba sellado... con cuatro chiles jalapeños.

Notes:

¡Y así cerramos otro capítulo, querid@s lector@s! 😈 ¿Beatriz sospechará del misterioso ardor de conciencia (y cuero cabelludo)? ¿Y por qué ese Aries no puede simplemente mandar un mensaje como una persona normal? Nos leemos en el próximo con más drama, dulces y decisiones cuestionables.

✨ Gracias por leer, comentar, reír, enojarse o sentir ganas de proteger a Lucien de sí mismo ✨

Además… ¡hemos llegado a las 200 lecturas en AO3! Nunca imaginé que esta historia loca, mágica, cuántica y tan llena de mi México (y de mis desvaríos narrativos) resonaría con tantas personas. Comenzó como una forma de liberar a un par de personajes de su ciclo tóxico… y terminó liberándome también a mí, como escritora.

Y como lo prometido es deuda: ¡la versión en inglés comenzará a publicarse esta semana! Mantendrá el alma de la historia original y se actualizará con dos capítulos por semana. La versión en español seguirá adelantada, por supuesto—como buena telenovela mágica latinoamericana.

Gracias infinitas por leer, compartir y simplemente estar. Nos vemos en el siguiente capítulo... o en el próximo salto cuántico.

—Con amor (y chile),
Beatriz Delmar 💚🌶️

Chapter 26: Una Invitación Difícil de Rechazar

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +200 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
☕ ¿Quieres apoyar mi trabajo?
Pásate por mi Buy Me a Coffee (opcional y muy agradecido):
👉 buymeacoffee.com/beatrizdelmar
📖 ¿Prefieres leer en inglés?
Ya hay capítulos traducidos disponibles:
👉 Versión en inglés https://archiveofourown.org/works/65379142
Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 200+ reads! 💖
I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.
🎯 Goal: 500 reads
Once we hit it, I’ll release an alternate version with more drama, romantic tension, and game-changing choices. Ready? 😉
☕ Want to support my work?
You can do so through my Buy Me a Coffee (totally optional, always appreciated):
👉 buymeacoffee.com/beatrizdelmar
📖 Prefer reading in English?
The translated chapters are already available:
👉 English version
Thanks for being here—see you in the next quantum leap. 💫

Chapter Text

Al día siguiente, Beatriz se encontraba en su oficina, terminando de organizar su informe semanal mientras degustaba un último bocado de su Miguelito casero. El sabor picante y dulce la reconfortaba, un pequeño placer en medio de la rutina. El sonido de su celular vibrando sobre la mesa la sacó de su concentración. 

Al ver el nombre en la pantalla, su ceño se frunció. Lucien.

"¿Qué querrá ahora?" murmuró antes de contestar.

—¿Sí? —dijo con tono neutral.

—Beatriz, querida, —la voz de Lucien resonó con ese tono que siempre mezclaba cortesía y autoridad—, necesito que apartes tres días de tu apretada agenda.

Ella casi dejó caer el celular.

—¿Tres días? ¿Por qué? No puedo, Lucien. Ya pedí días libres en este semestre, y no me los van a dar.

Lucien hizo una pausa, pero Beatriz sintió claramente el sonido de un vaso chocando contra la mesa.

—No te preocupes, —respondió con una seguridad que le erizó la piel—. Yo me encargo de eso.

¿Cómo, qué te encargas? —preguntó, alarmada.

—Digamos que he hablado con tus superiores. Les hice saber que necesito un Hunter para una situación delicada. Hay un Wander causando problemas en mi zona y, naturalmente, pensé en ti.

Beatriz abrió los ojos como platos.

¿Me estás diciendo que usaste tu influencia para que me den tres días libres sólo porque... porque...?

Porque quiero que estés en mi casa, claro, —interrumpió Lucien con total desparpajo—. Llegaré por ti  a las ocho de la noche. Buenas noches, Beatriz.

Antes de que ella pudiera protestar, él colgó.

Beatriz colgó el teléfono con manos tensas y un gesto firme. No necesitaba hablar. Necesitaba hacer. Marcó el número de Miguel Ángel sin pensarlo.

—¿Hola?

¿Tienes espacio en tu taller hoy? Necesito trabajar... mucho.

Él no preguntó por qué.

—Claro. Vente. Ya sabes dónde está la mesa.

✂️

El taller de Miguel Ángel era un caos vivo. Bocetos en las paredes, lienzos secándose al sol, esculturas a medio hacer entre montañas de yeso, barro y materiales. Olor a óleo, café quemado y polvo fino llenaba el aire. La gran mesa del fondo —la que él usaba para sus composiciones más complejas— estaba despejada por primera vez en semanas.

¿Otra vez con el vestido? —preguntó con una ceja alzada, mientras removía un poco de pintura en su godete.

Sí. Pero ahora... necesito “terminarlo”.

Beatriz desplegó la tela con eficiencia. No hablaba. No sonreía. No estaba simplemente trabajando: estaba en trance.
Miguel Ángel, que ya había presenciado cómo se movía con precisión al marcar un patrón días antes, se quedó quieto por un momento, observándola desde su rincón. Pero esta vez... era diferente.

No era la misma Beatriz que le había pedido prestada la mesa como un favor casual.

Esta Beatriz trazaba líneas como si fueran estructuras de arquitectura emocional.
Cortaba con una decisión quirúrgica, haciendo tzzt con las tijeras como quien recorta el aire entre pensamientos.
Los alfileres entraban en la tela con un ritmo casi obsesivo: tap, tap, tap , mientras el vestido empezaba a tomar forma en el maniquí.

Miguel Ángel se quedó observando más de lo que planeaba.
No por curiosidad... sino por reconocimiento.

Él conocía esa mirada. Esa postura. Ese tipo de silencio.

Desde el primer movimiento se notaba. No estaba haciendo un vestido . Estaba sacando algo de dentro. Algo que le ardía bajo la piel.

La tela, gris azulada y de textura fluida, se extendió como un río sobre la mesa. Beatriz comenzó a marcar las líneas con la greda, sin titubeos.
Tijeras en mano, cortó con ritmo firme.

 Cada trazo. Cada alfiler. Cada pliegue. Cada costura.
Todo estaba hecho con una decisión feroz. Como si llevara años diseñando en la oscuridad y hoy, por fin, hubiera dejado entrar la luz.

El vestido era sobrio. Estructurado.
Corte princesa, escote corazón cuidadosamente medido, caída elegante hasta justo debajo de la rodilla. Nada exagerado. Nada fuera de lugar. Pero todo, absolutamente todo, con alma.

Miguel Ángel dejó de trabajar.

La pintura seguía en su lienzo, ignorada, mientras él observaba en silencio, con los codos sobre las rodillas y las manos sucias cruzadas frente al rostro.

No podía explicar qué era exactamente lo que estaba viendo.
Solo sabía que algo se revelaba . Algo que no debería estar ahí, o que no esperaba ver.

Beatriz no era artista. No oficialmente.
Era cazadora. Dura, pragmática, contenida. Una guardaespaldas silenciosa con reflejos rápidos y mirada filosa.

Y sin embargo… Esa Beatriz no estaba aquí.

La que tenía enfrente ahora era otra. Una maestra oculta en una máscara funcional.
Una creadora escondida.

¿Quién eres realmente...? —pensó sin atreverse a decirlo, sintiendo una punzada rara en el pecho, esa mezcla de respeto puro y una cercanía que no sabía de dónde nacía.

No era atracción.
Era... otra cosa.
Cómo encontrar una obra maestra olvidada en un cuarto de herramientas.

Beatriz clavó el último alfiler con precisión quirúrgica y dio un paso atrás. Miró su obra. Exhaló.

Miguel Ángel tragó saliva, incapaz de bromear, de comentar o de ofrecer una crítica técnica. Por primera vez en mucho tiempo, simplemente no le salían las palabras.

Aquello no era solo un vestido. Era una confesión muda, hilada entre pliegues. Un mapa emocional en tela caída. Y él había tenido el privilegio —o la carga— de presenciarlo.

Y solo pensó:
Escondida. Está escondida en este mundo... y ni siquiera lo saben .

…y él había tenido el privilegio o la cargade presenciarlo.

Un destello de algo imposible… que el mundo aún no sabía que necesitaba.

 

Al terminar Beatriz le pidió amablemente a Miguel Ángel que la llevara a su casa.

El motor del auto sonaba suave, amortiguado por la noche que ya había caído. Miguel Ángel conducía con una mano en el volante, la otra apoyada junto a la palanca de cambios. A su lado, Beatriz miraba por la ventana sin decir una palabra, con el rostro iluminado por los faroles de la calle que pasaban en ráfagas doradas.

Ninguno de los dos hablaba.

Y no porque no tuvieran palabras… sino porque algo había cambiado en el aire entre ellos. Algo más profundo que podía quebrarse si lo tocaban.

Miguel Ángel no la miraba directamente. Pero sentía su presencia como un faro detrás de los ojos. Silenciosa. Completa.
Aún podía oír, en la memoria, el sonido de las tijeras devorando la tela, el golpe seco de los alfileres, el murmullo de su respiración mientras creaba.

No era solo talento, pensó.
Era algo más… como si el arte no le brotara, sino que se le escapara.

No sabía por qué, pero sentía que había presenciado algo privado. Algo que nadie más debía ver. Como si hubiera entrado a una habitación sellada sin darse cuenta.
Como si Beatriz… no viviera del todo aquí.

El silencio entre ellos no era incómodo. Era denso. Como un mar agitado en calma aparente.

Un mar picado debajo de una superficie que no se mueve , pensó él, sin saber por qué esa imagen le venía tan vívidamente a la mente.

La miró de reojo. Quietísima. Casi serena. Pero no en paz.

Es como yo… pero al revés , pensó, sintiendo cómo algo se acomodaba dentro de sí.
Él creaba desde la emoción. Ella, desde el control.
Pero en el fondo... nadaban en la misma agua. Solo que ella lo hacía con las aletas recogidas, fingiendo que caminaba.

Detuvo el auto frente al conjunto habitacional donde ella vivía. Luces tenues en los balcones. Ventanas cerradas. Un mundo común.

Beatriz se soltó el cinturón con suavidad.

—Gracias por hoy —dijo con voz baja, sin mirarlo directamente.

—Cuando necesites volver a ese lugar… ya sabes dónde está la mesa —respondió él, apenas más alto que un susurro.

Ella asintió, abrió la puerta y bajó.

Y mientras la veía caminar hacia el edificio, Miguel Ángel se quedó allí un momento más. El motor seguía encendido. Su corazón, también.

No sé qué cargas, Beatriz... pero te juro que hoy vi una parte de ti que no debería estar escondida —murmuró para sí.

Y con esa idea dando vueltas como corriente marina bajo su pecho, volvió al camino. En silencio. Como si la noche supiera que el ruido sería un sacrilegio.

 

Cuando llegó a su apartamento, Beatriz cerró la puerta con fuerza y lanzó su bolso al sofá. "¡Ese desgraciado! ¡Ególatra, mandón, manipulador!"

Caminó en círculos por la sala, refunfuñando como un huracán. Finalmente, se dejó caer de cara en su cama, enterrando el rostro en la almohada y dejando escapar un grito ahogado.

—¡¿Por qué a mí?! —gritó, golpeando la cama con los puños como una niña frustrada, por Lucien.

Todo en él la sacaba de quicio: su tono condescendiente, su forma de asumir que todo el mundo haría lo que él quisiera. ¡Y ahora, además, la sacaba de su trabajo con excusas!

Respiró hondo y se giró sobre la cama, mirando el techo. Una parte de ella quería llamar a sus superiores para protestar, pero sabía que sería inútil. Si Lucien había metido mano, no había vuelta atrás.

"Tranquila, Beatriz. Tres días no son nada. Solo es un trabajo. Profesional, sin ningún tipo de distracción personal."

Sin embargo, una pequeña voz en su cabeza le susurraba que Lucien nunca hacía nada sin una intención oculta.

—¡Maldito Aries! —masculló, apretando la almohada contra su rostro.

Beatriz vs. Lucien: Estrategia Pisciniana

Beatriz dejó la almohada a un lado, se sentó en la cama y apretó los dientes. "¡No, c*br*n! Esto sí es pasarse de p* nch* lanza."

meme de mecoboy diciendo no kbrón eso es pasarse de pinche lanza #vetealaversh #memes

Se levantó como una tormenta, recorriendo su apartamento y preparando su "arsenal". Si iba a pasar tres días en la guarida de ese Aries mandón, ¡iba a estar lista para todo!

—Dos pueden jugar este juego, Lucien, —murmuró mientras sacaba una maleta del clóset.

Primero lo básico:

  • Ropa formal, porque seguro quería impresionarla con reuniones o cenas de alto perfil.
  • Zapatos cómodos, y un par de formales, porque a ella no la iba a ver quejarse por un maldito par de tacones.
  • Su maquillaje y perfume, porque si algo le daba orgullo, era su estilo.

Después, el "kit de supervivencia":

  • Sandalias para el baño. "Ni loca piso el baño sin protección."
  • Toallas: una para el cuerpo y otra para el cabello.
  • Su propia pasta de dientes y cepillo, porque no confiaba en las "cortesías" de alguien como Lucien.
  • Una bata de baño cómoda y larga. "Que no se le ocurra verme con menos."

Finalmente, su toque maestro:

  • Una máscara negra para el rostro. La imaginó con una sonrisa malévola. Si a Lucien se le ocurría entrar "por accidente", sería lo último que querría ver antes de cerrar la puerta aterrorizado.
  • Sus 3 botellas de shampoos especiales en número 1 de tono verde oscuro, el número 2 de color blanco y el acondicionador en la tercera botella, las tres de tamaño compacto . 

Para completar, metió su arma, su Miguelito casero (porque nada calmaba los nervios como algo enchilado), y algunos accesorios prácticos: una linterna pequeña, su cargador de emergencia y hasta una libreta para anotar cualquier idea "brillante" que pudiera usar en su contra.

Beatriz cerró la maleta con un tirón triunfal y miró el reloj.

—Tres días no suenan tan largos… pero más vale que no intente nada, o esto se va a convertir en una guerra.

Herramientas y Consejos para Evitar "Inconvenientes Románticos"

Beatriz, en modo estratégica, podría usar lo siguiente para evitar cualquier "aproximación romántica" de Lucien:

  1. Marcadores de territorio: Llenar su cuarto de cosas personales (libros, maleta, decoraciones temporales) para dejar claro que ese espacio es su dominio.
  2. Control de barreras físicas: Usar una silla para "asegurar" la puerta por dentro si siente que Lucien podría entrar sin permiso.
  3. Horarios claros: Evitar cenas o conversaciones tardías con excusas como "debo descansar para el trabajo".
  4. Plan de escape: Tener siempre su celular cargado y en la mano, por si necesita "llamar" a alguien como pretexto.
  5. Arma secreta: Su actitud directa y sin filtros. Nada desarma a alguien como Lucien más rápido que una Beatriz lista para decirle en su cara lo que piensa.

Beatriz cerró la maleta con un tirón seco y miró el reloj.
7:53 PM.

El tic-tac del segundero le sonó más fuerte de lo normal.
Suspiró. Caminó hacia el espejo, revisando que su maquillaje estuviera intacto. No por Lucien. Por ella.
Todo en orden. Todo bajo control.

Excepto su cabeza.

Porque, justo cuando estaba por alejarse, su reflejo le devolvió una expresión que no supo reconocer.

Y ahí volvió.
Como una piedra lanzada desde lo lejos, rebotando sin descanso en su mente:

“Porque quiero que estés en mi casa, claro.”

Beatriz frunció el ceño.
No era lo que dijo. Era la certeza con la que lo dijo.
Como si la esperara desde hace tiempo. Como si supiera que no podía negarse.

Un golpe en la puerta la hizo tensarse de inmediato.

8:00 PM.
Puntual. Maldito Aries.

Se giró hacia la entrada, apretó la manija de su maleta, y pensó:

—Que empiece el juego.

Chapter 27: Día 1.5 –El tablero y la reina silenciosa

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +200 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
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📖 ¿Prefieres leer en inglés?
Ya hay capítulos traducidos disponibles:
👉 Versión en inglés https://archiveofourown.org/works/65379142
Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 200+ reads! 💖
I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.
🎯 Goal: 500 reads
Once we hit it, I’ll release an alternate version with more drama, romantic tension, and game-changing choices. Ready? 😉
☕ Want to support my work?
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The translated chapters are already available:
👉 English version https://archiveofourown.org/works/65379142
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(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Cuando el auto de lujo frenó frente al edificio más exclusivo de la ciudad, Beatriz no pudo evitar arquear una ceja. Las luces de la entrada iluminaban un lobby digno de una película futurista, con paredes de cristal, arte abstracto flotando en hologramas y un conserje que parecía haber salido de un catálogo.

—Bienvenida, señorita, —dijo el conserje con una reverencia. Beatriz apenas asintió, más concentrada en no tropezar con sus sandalias.

Lucien salió del auto con su típica actitud de "soy el dueño del mundo" y abrió la puerta para Beatriz.
—Subimos “al ático”, —dijo con voz tranquila, pero sus ojos brillaban con esa chispa que Beatriz reconocía: estaba disfrutando de su incomodidad, ya que se refería al Penthouse.


Al entrar al penthouse, Beatriz quedó momentáneamente impresionada. La sala principal parecía un museo de tecnología y diseño. Había un ventanal gigante que mostraba una vista panorámica de la ciudad, muebles minimalistas y un equipo de sonido que probablemente costaba más que su salario anual.

A pesar de todo el lujo, su atención se centró en otro lado: en la esquina, tres becarios cuchicheaban como colegiales. Estos “becarios” eran, en realidad, Noctis y Umbra, los guardaespaldas de Lucien, y Raúl, el herrero.

—¿Es ella?
—Sí, seguro. ¡Mírala! Es diferente.
—El jefe por fin trajo a alguien. ¡Esto es histórico!

Beatriz les lanzó una mirada que habría congelado el sol. Los becarios (Noctis y Umbra) se quedaron en silencio, aunque todavía sonreían como si acabaran de descubrir el secreto más grande del universo.


Lucien, como buen Aries, ignoró completamente la tensión en la habitación y le indicó con un gesto que lo siguiera.
—Tu cuarto está por aquí.

Beatriz tomó su maleta y lo siguió, notando cómo los becarios (Noctis y Umbra) seguían murmurando entre ellos. "Luego veo cómo me los quito de encima", pensó.

Cuando llegaron a la habitación, Lucien abrió la puerta y dejó que entrara.
—Tienes todo lo que necesitas aquí. Si falta algo, sólo dilo.

La habitación era igual de lujosa que el resto del lugar, pero Beatriz no pudo evitar notar que la cama parecía demasiado grande. "Claro, tenía que ser un exagerado hasta en esto", pensó.

Antes de que pudiera decir algo sarcástico, Lucien se giró hacia ella.
—Te dejo que te instales. Cena a las nueve. No llegues tarde. —Y con eso, desapareció por el pasillo.


Cuando Beatriz llegó al comedor, “los becarios” (Noctis y Umbra) estaban allí también, ahora vestidos como si fueran a una cena de gala. La mesa estaba llena de platillos elegantes, pero lo primero que Beatriz notó fue que Lucien ya estaba sentado, sirviéndose una copa de vino tinto con la tranquilidad de alguien que sabía que estaba en control.

—Parece que te adaptaste rápido, —comentó Lucien mientras le señalaba una silla frente a él.

Beatriz se sentó con elegancia, manteniendo la cabeza en alto mientras los becarios (Noctis y Umbra) la miraban de reojo. Sabía que estaban esperando algo, algún "momento incómodo" que pudieran comentar después.

Pero Beatriz no iba a darles el gusto.

—El lugar está bien. Aunque pensé que la comida sería más picante, —dijo con una sonrisa desafiante mientras tomaba un bocado de uno de los platillos.

Los becarios (Noctis y Umbra) se miraron sorprendidos, y Lucien levantó una ceja.
—¿Picante? —repitió.

—Sí, ya sabes, algo con un poco de “Sabor único”. Pero entiendo que aquí prefieren cosas más... sofisticadas, —respondió Beatriz, disfrutando el desconcierto en los rostros de todos.

Lucien soltó una breve carcajada.
—Tal vez mañana podamos añadir algo de picante al menú, —dijo, aunque su mirada parecía decir que estaba disfrutando demasiado de la escena.
Después de la cena, Beatriz regresó a su cuarto y se dejó caer en la cama, agotada. Había sobrevivido el primer día, pero sabía que los siguientes dos serían igual de intensos.

Miró su máscara negra en la maleta y sonrió. Si Lucien intentaba algo, al menos tenía un arma secreta para mantenerlo a raya.

—Tres días, —susurró para sí misma mientras cerraba los ojos. "Puedo sobrevivir tres días."


Después de la cena, Beatriz regresó a su habitación con una sensación extraña. Había sobrevivido a los becarios, a la mirada intensa de Lucien y a la cena más incómoda de su vida, pero algo no cuadraba.

Decidida a relajarse antes de dormir, abrió la puerta del baño y, para su sorpresa, encontró un pequeño estante perfectamente organizado con artículos de aseo personal. Había un cepillo de dientes nuevo, una pasta dental de lujo que probablemente costaba más que una comida decente, y un vaso de cristal tallado que decía: "Para mi invitada especial."

Beatriz levantó el vaso con incredulidad, observando cómo la luz se reflejaba en los detalles del cristal.
—¿De verdad? —murmuró, sabiendo que esto no era un gesto desinteresado, sino otra movida de Lucien para demostrar control.

Pero Beatriz no iba a dejar que el Aries confiado ganara tan fácilmente.


Sacó de su maleta su arma secreta: una máscara de belleza negra estilo Fairness Peel Off Mask. La había empacado pensando en el estrés que le causaría este "viaje", pero ahora tenía un propósito más grande.

Mientras se aplicaba la máscara frente al espejo, una sonrisa malvada se dibujó en su rostro. La sustancia negra cubría su piel, dándole un aspecto tan aterrador como hilarante.

—Si este tipo piensa que puede controlarme con cepillos de dientes y vasos caros, se lleva una sorpresa esta noche, —dijo para sí misma mientras ajustaba el borde de la máscara para que quedara perfecta.


Justo cuando se estaba acomodando en la cama para leer algo y relajarse, escuchó un golpe suave en la puerta. No necesitaba preguntar quién era.

—¿Qué quieres? —dijo en tono neutro, sin levantarse.

La puerta se entreabrió lentamente, y allí estaba Lucien, con su copa de whisky en una mano y su sonrisa confiada de siempre.
—Sólo quería asegurarme de que estuvieras cómoda.

Beatriz bajó el libro con una expresión neutral, pero el contraste de la máscara negra sobre su rostro lo decía todo. Lucien, quien no se impresionaba fácilmente, se detuvo en seco al verla. Por primera vez en mucho tiempo, parecía genuinamente desconcertado.

—¿Qué... qué es eso? —preguntó, señalándola con la copa.

—Una máscara de belleza, —respondió Beatriz con calma, disfrutando de su reacción. —¿Pasa algo?

Lucien parpadeó un par de veces, claramente procesando lo que estaba viendo.
—No, claro que no. Sólo... no esperaba que usaras algo así aquí.

—Oh, ¿pensaste que iba a usar lo que me dejaste? —dijo señalando hacia el baño con un gesto casual. —Agradezco el cepillo de dientes, pero prefiero usar mis propias cosas. Ya sabes, soy muy territorial.

Lucien dejó escapar una pequeña risa, aunque su incomodidad era evidente.
—Supongo que eso lo explica. Bueno, buenas noches entonces.

Beatriz lo observó mientras se retiraba, claramente más afectado de lo que quería admitir. Cuando la puerta se cerró, se recostó en la cama con una sonrisa de satisfacción.

"Primera batalla ganada", pensó mientras ajustaba la manta y se preparaba para dormir.
Lucien se sentó en su sala, tomando otro sorbo de whisky mientras procesaba la escena que acababa de presenciar. Era un Aries confiado, pero incluso él debía admitir que Beatriz sabía jugar sus cartas.

En su habitación, Beatriz se quitó la máscara con cuidado, sintiendo que, aunque este juego apenas comenzaba, estaba más que lista para enfrentarlo.

 

Conclusión del Día 1.5: El truco de la puerta y la trampa acuática

Después de la escena de la máscara, Beatriz pensó que su noche estaba asegurada. Pero al acomodarse en la cama, algo seguía incomodándola. ¿Por qué no tenía llave de su propia habitación?

—Ah, ni los hoteles más baratos te hacen esto —murmuró mientras miraba la puerta con recelo.

Su familia siempre había sido precavida, enseñándole pequeños trucos para protegerse. Trabar la puerta con una silla era un clásico, y hoy no sería la excepción.


Mientras movía una silla contra la puerta, una idea maliciosa cruzó su mente. Si Lucien era lo suficientemente audaz para intentar abrir la puerta en medio de la noche, merecía una lección. Beatriz inspeccionó rápidamente la habitación, buscando algo que pudiera usar.

Y ahí estaba: un pequeño balde de metal en el armario.
—Perfecto, —dijo con una sonrisa traviesa.

Fue al baño, llenó el balde con agua fría y lo colocó cuidadosamente sobre la puerta, asegurándose de que quedara en equilibrio.
—Si este Aries confiado cree que puede dominarme, está a punto de recibir una ducha fría, —se dijo mientras ajustaba el ángulo.


Ya era pasada la medianoche cuando Beatriz escuchó un leve movimiento en la puerta. Sus ojos se abrieron de golpe, y agudizó los oídos. El sonido del pomo girando confirmó sus sospechas.

Del otro lado, Lucien intentaba abrir con discreción. Había pensado en darle una "sorpresa" a Beatriz, quizás para continuar con su táctica de mantener el control. Pero lo que no esperaba era lo que estaba a punto de suceder.

—¿Por qué está trabada esta puerta? —murmuró para sí mismo mientras aplicaba algo más de fuerza.

Finalmente, con un movimiento brusco, empujó la puerta, logrando destrabarla. Pero entonces...

¡Splash!
El agua del balde cayó directamente sobre su cabeza, empapándolo de pies a cabeza. Lucien se quedó congelado, el agua fría recorriéndole el rostro y arruinando su camisa impecable.

Del otro lado, Beatriz intentaba contener la risa, pero era imposible. Abrió la puerta apenas lo suficiente para asomarse y verlo parado allí, empapado y con una expresión de incredulidad.
—¿Te refrescaste un poco? —preguntó con una sonrisa maliciosa.

Lucien la miró, tratando de mantener la compostura.
—¿De verdad? ¿Un balde de agua?

—¿Y tú de verdad pensaste que podías entrar a mi cuarto sin avisar? —respondió, cruzándose de brazos. —Esto es lo que pasa cuando no me das una llave.

Lucien soltó una risa baja, negando con la cabeza.
—Touche, Beatriz. Muy bien jugado.

Beatriz cerró la puerta con un clic, satisfecha con su victoria. Detrás de ella, Lucien suspiró mientras el agua goteaba de su cabello.
—Esta mujer... definitivamente no es como las demás, —murmuró antes de volver a su habitación para cambiarse.


Beatriz se recostó, sintiéndose más segura que nunca. La primera batalla estaba ganada, y ahora podía dormir tranquila. Mientras tanto, Lucien no podía evitar sonreír mientras se secaba el cabello, pensando en cómo sería la revancha.

Dia 2: “Ojo de fuego, corazón en sombras”

Beatriz y Lucien trabajaron como un engranaje perfectamente sincronizado durante la cacería del Wander. Después de horas de rastreo y enfrentamientos meticulosamente ejecutados, lograron eliminarlo.

Lucien no podía evitar admirar la forma en que Beatriz se movía: segura, estratégica, letalmente precisa.
No lo decía en voz alta, claro. Pero cada vez que ella daba una orden, algo dentro de él —más visceral que racional— se alineaba sin cuestionamientos.

Al volver al penthouse, el ambiente estaba cargado de sudor, adrenalina y algo más que ninguno de los dos mencionaba.
Beatriz dejó su equipo con eficiencia militar y dijo sin más:

—Voy a bañarme.

Lucien solo asintió, observándola desaparecer tras la puerta de su habitación. Desde donde estaba, alcanzaba a oír cómo sacaba cosas de su neceser con una precisión que le era ya familiar.

Beatriz alineó sus tres frascos con orden quirúrgico sobre el lavamanos. Verde oscuro, blanco, crema. 1, 2, 3. Como siempre.

Verificó la temperatura del agua, se recogió el cabello con una pinza y entró a la ducha, junto con su cambio de ropa. El sonido del agua llenó el espacio con vapor y rutina.

Lucien esperó.

Cuando el murmullo del agua se hizo constante y la puerta corrediza del baño se cerró, se acercó con pasos sigilosos. Se detuvo en el umbral como un ladrón a punto de cruzar una línea invisible.
Entró.

Los frascos estaban ahí, alineados como soldados en guardia.

Verde oscuro.

Número uno.

No sabía por qué lo hacía. Quizá por simple impulso. Quizá porque, en su mente Aries, algo tan personal era como una pieza de ella. Y él quería saber cómo era tenerla… aunque fuera en la forma de un shampoo.

Lo tomó. Lo giró entre los dedos.

Lo olió. El más fuerte. El más Beatriz.

Y sin pensarlo más, lo deslizó dentro del bolsillo interior de su abrigo, como quien roba un secreto.

Salió justo a tiempo, cuando oyó que ella abría el frasco número dos.

Beatriz salió minutos después, con el cabello húmedo recogido con la toalla y una muda de ropa limpia. Parecía más liviana, como si se hubiera enjuagado algo más que el sudor.

Lucien estaba recostado en el sofá, con una ficha de póker girando entre los dedos.

Ella la notó de inmediato.

—¿Juegas solo o estás entrenando para un casino secreto? —preguntó con una ceja alzada, cruzando los brazos.

Lucien sonrió sin mirarla directamente.

—La dejo ahí para recordarme que siempre hay una jugada más.

Beatriz entrecerró los ojos, desconfiando un poco… pero dejó pasar el comentario.

—Qué filosófico. ¿Tú jugada de hoy fue quedarte sin bañarte?

Lucien se encogió de hombros, todavía girando la ficha.

—Tal vez... solo estoy esperando el turno correcto.

Ella bufó con una sonrisa apenas visible y se dejó caer en uno de los sillones.
No notó la ausencia del frasco verde oscuro.
Aún no.

El brillo competitivo apareció en los ojos de Beatriz.
—¿Y tú sabes jugar bien?

—Lo suficiente para ganar cuando importa, —respondió con un tono de Aries confiado.


Lucien aprovechó la oportunidad para llevar las cosas a otro nivel.
—De hecho, esta noche podría llevarte a un lugar interesante. Una sala de apuestas clandestina. Pero no pienses que puedes quedarte ahí solo para verme ganar. Si vienes, juegas.

Beatriz arqueó una ceja, divertida.
—¿Qué gano yo con esto?

—La experiencia. Y si pierdes, no te preocupes, yo cubriré los costos... aunque no garantizo que no termines apostando algo más que dinero.

—¿Más que dinero? ¿Qué tan peligrosa es esta apuesta? —preguntó, mirándolo fijamente.

Lucien sonrió, acercándose un poco.
—Lo suficiente para que pienses dos veces antes de aceptar.

Beatriz sonrió de lado, ya intrigada.
—Si tú me prestas el dinero, acepto. Pero no me vengas a pedirlo de vuelta si pierdo.

Lucien rió suavemente, complacido.
—Hecho. Ponte algo cómodo. Esto se pondrá interesante.

EL juego de Poker mortal

La moto de Lucien rugió por las calles de la ciudad, con Beatriz sujetándose firme de su cintura. Ya habían trabajado juntos en muchas misiones, pero esta noche tenía un aire diferente. Un aire de peligro y adrenalina pura.

Cuando llegaron al lugar, Beatriz no pudo evitar mirar el edificio con interés. La fachada discreta ocultaba la verdadera naturaleza del lugar: un centro de apuestas ilegales donde los millonarios jugaban con más que solo dinero.


Un hombre corpulento y arrogante los recibió en la entrada. Tenía una sonrisa amplia y desagradable que mostraba sus dientes amarillentos.
—Lucien. Vaya, vaya. Pensé que no ibas a aparecer esta noche.

Lucien sonrió con calma.
—No podía perderme la oportunidad. Traje compañía, por cierto.

El hombre miró a Beatriz con una mezcla de desdén y curiosidad.
—¿Una chica? ¿Estás seguro de que sabe lo que hace? Este lugar no es para amateurs.

Lucien se cruzó de brazos, su confianza intacta.
—Ella está conmigo. Eso debería ser suficiente.

El mafioso gruñó, pero no insistió.
—Muy bien. Pasen. Pero espero que no tengas problemas cuando las cosas se pongan serias.


Beatriz se sentó frente a la mesa, estudiando a los jugadores mientras ajustaba su postura. El ambiente estaba cargado de tensión, y los ojos de todos se clavaron en ella.

Antes de comenzar, cerró los ojos un momento, murmurando para sí misma:
Yumeko Jabami… Patrick Jane…

Cuando los abrió, su mirada había cambiado. Los ojos cálidos y algo distraídos de Beatriz ahora parecían los de un depredador, analizando a su presa. El aire a su alrededor se volvió más denso, y el mafioso detrás de la mesa tragó saliva sin entender por qué sentía un escalofrío.

—¿Lista para jugar, chica? —preguntó el mafioso con una sonrisa desafiante.

Beatriz sonrió de vuelta, fría y confiada.
—Siempre.

Lucien, observando desde un lado, no podía evitar sentir un leve nerviosismo. Sabía que Beatriz era increíble en muchas cosas, pero esto era un territorio completamente distinto.

Y así, comenzó el póker mortal.

La mesa estaba iluminada con una luz cálida, pero el ambiente era helado. Beatriz, sentada con la espalda recta y las manos cruzadas frente a ella, observaba cuidadosamente a cada jugador mientras las cartas eran repartidas.

El dealer, un hombre de mirada astuta y movimientos rápidos, repartía las cartas con una sonrisa casi imperceptible. Beatriz notó que sus dedos se movían con demasiada precisión, acomodando las cartas de una manera que a simple vista pasaba desapercibida.

El gordo mafioso frente a ella sonrió ampliamente mientras tomaba sus cartas.
—Espero que tengas algo de suerte, chica. Aquí las cosas pueden ponerse… interesantes.

Beatriz le devolvió la sonrisa, pero sus ojos brillaban con algo más que simple entusiasmo.
—¿Suerte? Oh, no creo en eso. Me gusta más el desafío de jugar contra gente que cree que tiene el control de todo.

El gordo la miró con una ceja levantada.
—¿Eso crees?

La partida comenzó, y Beatriz dejó que los demás jugadores hicieran sus apuestas iniciales. Ella apenas levantó sus cartas para verlas, pero lo hizo de una manera que no permitió a nadie leer su expresión. Era una jugadora completamente impenetrable.

Sin embargo, su mente trabajaba a toda velocidad. Observaba los movimientos de las manos del dealer, el leve temblor en los dedos de un jugador nervioso, el cambio de postura de otro cuando miraba sus cartas. Todo esto le daba pistas sobre las cartas que tenían y las estrategias que planeaban usar.


Cuando llegó su turno, Beatriz empujó sus fichas hacia el centro de la mesa, sin siquiera mirar su pila. Luego, con una sonrisa juguetona, comentó:
¿No les parece que esto es un poco… predecible?

Los demás jugadores la miraron con extrañeza, y el gordo mafioso frunció el ceño.
—¿Predecible?

—Sí, —continuó Beatriz, apoyando la barbilla en su mano—. Digo, el dealer acomoda las cartas con tanto cuidado que casi parece que está haciendo todo el trabajo por nosotros. Qué aburrido. Pensé que esto era un juego de azar, no un truco de salón.

El dealer se detuvo por un momento, pero siguió como si no hubiera escuchado nada. El gordo mafioso rió con desdén.
—Chica, aquí no hay lugar para el azar. Este juego es para quienes saben lo que hacen.

Beatriz inclinó la cabeza, como si estuviera considerando sus palabras, pero sus ojos permanecían fijos en el dealer.
—Oh, claro, claro. Es solo que… —se acercó un poco hacia el centro de la mesa, con una sonrisa más amplia—. Si vas a hacer trampa, al menos deberías ser un poco más sutil.


El silencio que siguió fue aplastante. Los demás jugadores la miraron como si acabara de cometer una blasfemia. El gordo mafioso apretó los puños, y el dealer dejó caer una carta al suelo por accidente.

—¿Qué dijiste? —preguntó el gordo, su tono ahora mucho más frío.

Beatriz se encogió de hombros con una risa ligera.
—Nada, nada. Solo estaba pensando en voz alta. Pero, bueno, continuemos. Este juego todavía tiene algo de emoción para mí.


A medida que avanzaban las rondas, Beatriz empezó a jugar de manera agresiva, empujando fichas al centro de la mesa en cada turno y forzando a los demás jugadores a tomar decisiones rápidas. Mientras tanto, usaba su capacidad de observación para predecir sus movimientos.

Cuando llegó el turno del gordo mafioso, Beatriz lo miró directamente a los ojos.
—¿Sabes? Tienes una cara interesante. Es como si tuvieras un pequeño tic cada vez que obtienes una carta buena. Es sutil, pero está ahí.

El gordo se congeló por un momento, y Beatriz aprovechó para lanzar la estocada final:
—¿O será que ya sabías qué carta venía?

El gordo estalló en carcajadas, pero era evidente que estaba nervioso.
—Chica, tienes agallas. Pero el póker no es solo observación. También es saber cuándo retirarte.

—¿Retirarme? —Beatriz dejó escapar una risa burlona—. Oh, cariño, eso no está en mi vocabulario.


En la última mano, Beatriz apostó todo, empujando el resto de sus fichas al centro de la mesa. El gordo la siguió, confiado en su victoria.

Cuando llegó el momento de mostrar las cartas, Beatriz dio la vuelta a las suyas con un movimiento dramático. Era una escalera de color.

El gordo maldijo en voz alta, tirando sus cartas a la mesa con furia. Beatriz sonrió, inclinándose hacia él mientras recogía las fichas.
—Gracias por el juego. Fue más divertido de lo que esperaba.

Lucien, que había estado observando todo desde un rincón, no pudo evitar sonreír. Esa mujer no solo lo impresionaba; lo desarmaba por completo.

Mientras Beatriz recogía sus fichas, disfrutando de su victoria, notó que el gordo mafioso murmuraba algo a uno de sus guardaespaldas. El aire en la sala cambió.

Cuando el hombre se acercó silenciosamente por detrás, Beatriz sonrió con calma, como si ya hubiera previsto el ataque. Sin girarse, habló en voz alta:
—¿En serio? ¿Atacando por la espalda? Qué cliché.

El guardaespaldas vaciló por un instante, sorprendido de que ella estuviera al tanto. Pero antes de que pudiera reaccionar, Beatriz empujó la silla detrás de ella con toda su fuerza, golpeándolo en el estómago. El impacto lo hizo tambalearse y perder el equilibrio, soltando el arma que tenía en la mano.


Con un movimiento fluido y preciso, Beatriz giró sobre su eje, atrapó el arma antes de que tocara el suelo y apuntó directamente al guardaespaldas, con una sonrisa que irradiaba una peligrosa confianza.
—Ay, qué perrito tan malo. ¿Acaso no sabes comportarte?

El hombre trató de avanzar hacia ella, pero Beatriz dio un paso adelante, desarmándolo por completo. En un movimiento rápido, le dislocó el hombro con un sonido seco, haciéndolo caer al suelo con un gemido de dolor.


Beatriz sacó el cargador del arma y vació todas las balas sobre la mesa, una por una, mientras mantenía la mirada fija en el gordo mafioso.
—Creo que tú y tus amigos necesitan un pequeño recordatorio de modales. La próxima vez, usa palabras, no armas.

Lucien, que había estado observando desde el fondo de la sala, dio un paso al frente con una expresión mezcla de asombro y diversión.
—¿Siempre tienes que hacer un espectáculo?

Beatriz le lanzó una mirada despreocupada mientras dejaba caer el arma vacía al suelo.
—No es mi culpa que algunos necesiten lecciones extra.

El gordo mafioso, claramente intimidado, levantó las manos en un gesto de rendición.
—¡Está bien! Te ganaste tus fichas, chica. Pero será mejor que no vuelvas por aquí.

Beatriz inclinó ligeramente la cabeza con una sonrisa sarcástica.
—¿Quién dijo que quisiera volver?


Lucien y Beatriz salieron del lugar con calma, dejando a los jugadores y al mafioso sumidos en un tenso silencio. Cuando llegaron a la moto, Lucien no pudo evitar reírse.
—No sé si debería estar impresionado o aterrorizado.

Beatriz ajustó el casco con una expresión tranquila, pero sus ojos brillaban con satisfacción.
—Conforme te acostumbres, descubrirás que son dos caras de la misma moneda.

cri cri di por que dime abuelita

Mientras Beatriz salía triunfalmente del lugar junto a Lucien, su mente se sumergió en un recuerdo lejano. Una melodía de piano suave, una que siempre había asociado con sus momentos de calma, resonaba en su memoria. Era una pieza nostálgica que solía tocar en sus días más despreocupados, antes de que su vida se convirtiera en un torbellino de misiones, secretos y estrategias.


En esos días, había alcanzado el puesto 15 mundial en un torneo de Uno en línea. Sin usar potenciadores. Recordaba con claridad cómo todos los demás dependían de ellos, pero ella lo había logrado con su ingenio puro. Había sido un triunfo silencioso, uno del que nunca presumió demasiado. Después de todo, nunca tomó una captura de pantalla de su ranking, algo que ahora lamentaba un poco.

Sin embargo, ese éxito le había costado algo. Sus hermanos, incapaces de competir contra ella, habían terminado por prohibirle jugar en las partidas familiares. A pesar de que intentaba reírse de ese recuerdo, había un dejo de amargura al pensar en lo mucho que los extrañaba. Había dejado atrás tantas cosas en su vida anterior, y esas conexiones familiares eran algo que ni su fuerza ni su inteligencia podían reemplazar.


Observó a Lucien de reojo mientras ajustaba su casco. Él tenía una sonrisa entre divertida y admirada, claramente impresionado por su actuación. Pero aunque parecía que estaba dispuesto a escuchar cualquier cosa que ella quisiera compartir, Beatriz guardó ese recuerdo para sí misma.
—No es su problema, ni algo que entendería —pensó mientras subía a la moto.

Mientras Lucien encendía el motor, Beatriz tarareó en su mente la misma melodía de piano que siempre le traía paz. No había espacio para nostalgia en ese momento; tenía que mantenerse concentrada.

—¿Lista para la próxima aventura? —preguntó Lucien con tono despreocupado.

Beatriz sonrió, dejando que su máscara de confianza volviera a cubrirla.
—Siempre.

Champú, orgullo y otras sustancias inflamables

Al regresar a la casa de Lucien, Beatriz estaba concentrada en su informe en el estudio, escribiendo con precisión y eficacia. Los detalles sobre el Wander eliminado eran claros, pero al mismo tiempo, su mente divagaba un poco. La misión le había recordado a lo bien que solía trabajar en equipo con Lucien, aunque jamás se lo diría. "No necesita más razones para inflar su ego", pensó mientras terminaba de redactar el último párrafo.

Sin embargo, un grito ensordecedor atravesó el silencio.
¡AAAAAAAH! ¡MALDITA SEA! ¡MI CARA! ¡MIS OJOS! ¡TODO ME ARDE!

Beatriz alzó una ceja, sin inmutarse demasiado. "¿Otra de sus estupideces?" , pensó, enviando el archivo. Pero los pasos apresurados de los guardaespaldas Noctis y Umbra. la pusieron en alerta. Decidió seguirlos hasta la habitación de Lucien, donde una escena digna de un desastre épico la esperaba.


Lucien estaba tirado en el suelo del baño, completamente desnudo y boca abajo, mientras gemía como si hubiera sido atacado por una jauría de perros salvajes. Su piel clara, que normalmente parecía de porcelana, ahora tenía un tono rojizo brillante que lo hacía parecer un tomate demasiado maduro. Su cabello blanco estaba empapado y pegado a su rostro, mientras que sus ojos rojos, usualmente intensos, parecían arder aún más por el ardor del champú. El piso del baño estaba lleno de agua y champú verde oscuro.

Los guardaespaldas Noctis y Umbra, armas en mano, se detuvieron en seco al verlo. "¿Es en serio?", parecían decir sus miradas. Algunos intentaron disimular su risa.

Beatriz, parada en la puerta, frunció el ceño y miró al techo, claramente incómoda.
—Por favor, díganme que ya está cubierto. No pienso voltear hasta que alguien confirme que no voy a tener un trauma visual.

Uno de los guardaespaldas Umbra tosió para contener la risa, en lo que le pasaba una toalla.
—Señor Lucien... ¿necesita ayuda?

—¡NO! ¡SALGAN TODOS! —gruñó Lucien, aunque su voz sonaba más lastimera que autoritaria.


Beatriz, todavía sin mirar directamente, cruzó los brazos y habló con su tono seco y sarcástico habitual.
—Déjame adivinar. Robaste algo que no debías, ¿verdad?

El silencio de Lucien lo delató. Beatriz suspiró.
—Lucien, ¿qué fue esta vez?

—Nada... —respondió con un hilo de voz.

Uno de los guardaespaldas Noctis, incapaz de contenerse más, señaló un bote de champú verde oscuro que rodaba por el suelo.
—Creo que fue esto, señorita Beatriz.

Beatriz, ahora con los ojos abiertos de par en par, soltó un jadeo.
¡¿TOCASTE MI CHAMPÚ 1?!

Lucien gruñó desde el suelo.
¿Por qué demonios tienes un champú hecho con chile? ¿Acaso planeabas usarlo como arma química?

Beatriz no pudo evitar reírse, aunque trató de mantener la compostura.
Es un champú natural de chile que hice en casa. Me encanta porque deja mi cabello más fuerte y brillante. Pero... oh, claro... olvidé etiquetar el bote con una advertencia. En internet decía que en algunas personas ardía como el infierno.

Lucien se giró un poco, todavía cubriéndose.
¡¿Y no se te ocurrió que alguien podría confundirse?!

¿Por qué alguien estaría robando mi champú? —respondió Beatriz, con una mezcla de burla y genuina confusión.


Lucien intentó levantarse, pero resbaló de nuevo, cayendo con un estruendo. Beatriz suspiró y se dio media vuelta, dejando a los guardaespaldas Noctis y Umbra encargarse de volver a cubrirlo.
—Cuando termines de "enfriarte", podríamos hablar sobre el límite de invadir espacios personales, ¿no crees? —dijo con una sonrisa socarrona mientras se alejaba.

En su mente, Beatriz sabía que Lucien jamás admitiría lo que hizo, pero eso no importaba. "Esto le enseñará a no meterse con mis cosas", pensó mientras regresaba al estudio.

El sonido de tres golpes suaves en la puerta sacó a Beatriz de su concentración. Estaba revisando algunos informes cuando la interrupción la tomó por sorpresa. "¿Quién toca a estas horas?", pensó, mientras se levantaba y caminaba hacia la puerta. Al abrirla, se encontró con Lucien, su cabello blanco aún algo húmedo y con una toalla sobre los hombros. Aunque había recuperado su porte habitual, las marcas del reciente "incidente del champú" seguían presentes: un ligero rubor en su piel clara, más por vergüenza que por irritación.

Beatriz arqueó una ceja, cruzándose de brazos.
—¿Qué pasa ahora? ¿Vienes a robar mi acondicionador también?

Lucien negó con la cabeza, esbozando una sonrisa que parecía querer ocultar cierta incomodidad.
—No, solo... quería hablar.

Beatriz dudó por un momento, pero dio un paso atrás para dejarlo entrar. Él pasó al cuarto, observando su simplicidad. Todo estaba ordenado con precisión: una cama impecablemente tendida, una mesa de trabajo llena de papeles, y una estantería con libros y manuales técnicos. Había pequeños toques personales, como un reloj de pulsera antiguo y una foto de un paisaje que parecía de otro mundo.

Lucien se giró hacia ella, apoyando una mano en la silla junto a la mesa.
—Tu espacio es más... sobrio de lo que esperaba.

—¿Esperabas cortinas rosas y peluches? —respondió Beatriz con una sonrisa sarcástica mientras tomaba asiento en su escritorio.


Lucien se quedó de pie, mirándola con una intensidad que la incomodó un poco. Finalmente, habló, su tono suave pero cargado de curiosidad:
Beatriz... ¿me odias?

La pregunta la tomó desprevenida. Beatriz lo miró, frunciendo ligeramente el ceño.
¿Qué clase de pregunta es esa?

Una que necesito saber. —Lucien alzó una ceja, adoptando un tono más serio, aunque no perdió su actitud arrogante.

Beatriz respiró hondo, apartando la mirada un momento antes de responder.
No te odio.

Lucien pareció relajarse un poco, pero Beatriz continuó:
Simplemente... intento entenderte.

Él se inclinó un poco hacia ella, intrigado.
¿Entenderme? ¿Y qué es lo que intentas entender exactamente?


Beatriz lo miró a los ojos, sus pensamientos corriendo más rápido de lo que le gustaría. Recordaba las interacciones del juego, el Lucien que prometía cumplir todos los deseos de la protagonista original, que hacía alarde de su riqueza y poder como si eso fuera suficiente para conquistar a alguien. Para Beatriz, que había crecido con carencias, esos gestos no eran impresionantes; eran un reflejo vacío de alguien que no sabía lo que significaba ganarse las cosas con esfuerzo.

—A veces, parece que estás actuando un papel. Como si todo esto fuera un juego para ti —dijo finalmente, con cuidado de no sonar demasiado acusadora.

Lucien la observó en silencio, pero no negó nada. Beatriz continuó, su voz ganando firmeza.
—No te odio, Lucien. Pero tampoco puedo ignorar que... —hizo una pausa, buscando las palabras correctas— muchas de las cosas que haces me recuerdan lo diferente que somos. Tú tienes los medios para ofrecer gestos grandiosos, pero a veces parece que los usas para llenar un vacío. Como si lo que realmente quisieras no pudiera comprarse.

Lucien ladeó la cabeza, un destello de sorpresa cruzando su rostro antes de que volviera a su expresión neutral.
—¿Y tú qué crees que quiero realmente?

—No lo sé. Quizás ni tú lo sabes.


Lucien se quedó callado, sus ojos rojos fijos en ella, analizando cada palabra. Finalmente, esbozó una sonrisa, pero era distinta a las que solía mostrar. Menos arrogante, más... genuina.
—Eres única, Beatriz. Y eso es algo que no termino de decidir si me fascina o me irrita.

Beatriz rodó los ojos.
—Bienvenido al club. Ahora, si ya terminaste de invadir mi espacio personal, quizás pueda seguir con mi trabajo.

Lucien se rió suavemente, levantando las manos en señal de rendición mientras retrocedía hacia la puerta.
—Está bien, está bien. Por ahora, te dejo en paz. Pero no creas que esta conversación terminó.

—Ni lo sueñes.

Cuando Lucien salió del cuarto, Beatriz se dejó caer en la silla, sintiendo el peso de la conversación. "Tal vez nunca lo entienda del todo. Pero tampoco puedo odiarlo. No cuando veo... algo más ahí dentro", pensó, mientras volvía al informe.

Beatriz cerró la puerta tras Lucien, asegurándose de girar el pestillo con firmeza. Sabía que nadie se atrevería a entrar, pero necesitaba sentirse completamente sola. Caminó hacia su cama, dejando el informe terminado sobre el escritorio, y se dejó caer de espaldas, mirando el techo.

El silencio del cuarto, lejos de calmarla, le permitió escuchar la tormenta de sus propios pensamientos. Sin pensarlo, se volteó y enterró la cara en la almohada antes de soltar un grito ahogado, descargando la mezcla de emociones que la habían estado atormentando durante horas.

—“¡Todo esto es una reverenda tontería!" —pensó, con el rostro aún contra la almohada.

Levantó la cabeza, respirando hondo, y se dejó caer de lado, abrazando la almohada. Su mente volvía una y otra vez a esa historia absurda que tanto la había frustrado: la bruja, el dragón, la venganza, y ese vínculo extraño que ahora parecía perseguirla incluso en esta vida. "¿Por qué demonios Lucien tenía que estar relacionado con esa historia? ¡¿Por qué?!"

Beatriz apretó los puños, recordando cómo, en el juego, la bruja simplemente había tomado todo lo que el dragón ofrecía. Su amor, su lealtad, sus riquezas… todo. Lo más irónico y cruel era que, al final, él había muerto, por la bruja. Y la frase que la protagonista había encontrado en la pantalla tras ese evento todavía la atormentaba: "Mi dragón se fue…"


Beatriz se sentó en la cama, abrazando sus piernas, mientras sus pensamientos la llevaban más profundo en su memoria. A diferencia de esa bruja egoísta, que solo parecía actuar por capricho, Beatriz había crecido sabiendo que nada llegaba sin esfuerzo. Su familia le había enseñado el valor del trabajo duro, especialmente su padre. Él le mostró que los deseos no se cumplían mágicamente, sino que eran el resultado de luchar por lo que realmente se quería.

"Esa bruja no sabe lo que es perder todo y seguir adelante" , pensó, apretando los dientes. "No sabe lo que es pasarte una semana entera sobreviviendo con agua de arroz porque el dinero simplemente no alcanzó. No sabe lo que es estudiar hasta el agotamiento porque, si no lo haces, tu familia no tendrá un futuro. Esa maldita bruja no sabe lo que significa 'querer algo de verdad'."


Lo que más le dolía era recordar cómo el dragón, con toda su majestuosidad y poder, había sido reducido a un simple peón de los deseos de la bruja. Para Beatriz, que había crecido amando historias como Corazón de Dragón , ese acto era imperdonable. Los dragones eran símbolos de fuerza, sabiduría y lealtad. Tener a alguien así a tu lado era un privilegio, no algo que debiera ser explotado.

Y luego estaba esa voz… la primera vez que interactuó con Lucien en el juego, había escuchado algo extraño, una especie de susurro ancestral: "Anda, devóralo. Es tu poder, es tuyo. Devora todo." En su momento, lo había ignorado, pensando que era parte de los poderes de Lucien o un simple efecto narrativo. Pero ahora, con todo lo que sabía, estaba segura de que había sido la bruja.

"Quería que lo matara," pensó, sintiendo un escalofrío. "Quería que acabara con él y me quedara con todo. ¿Cómo puede alguien ser tan... vacío?"


Beatriz suspiró, cerrando los ojos mientras se dejaba caer nuevamente en la cama. "Yo no soy como esa bruja," pensó, con un extraño nudo en el pecho. "No quiero que las cosas lleguen por arte de magia. No quiero aprovecharme de nadie, ni siquiera de alguien como Lucien. Si hay algo que quiero en esta vida, lo quiero porque lo trabajé, porque lo construí. No porque alguien más lo sacrificó por mí."

Una sonrisa amarga se formó en sus labios mientras pensaba en Tiana, la princesa Disney con la que siempre se había sentido identificada. Tiana no esperaba que un deseo lo resolviera todo; ella luchaba por sus sueños, sin importar cuán difícil fuera el camino. Beatriz también era así.

"No sé cómo terminará esto," pensó, mirando el techo. "Pero una cosa tengo clara: si voy a deshacer esta maldita historia, será a mi manera. Sin deseos, sin atajos, y definitivamente sin volver a ser esa maldita bruja."

Con esa última determinación, cerró los ojos, tratando de calmar su mente para enfrentarse al próximo día.

 

Fuego sin rumbo

Lucien estaba de pie frente a una ventana en uno de los pisos superiores del edificio donde se alojaba. La ciudad, iluminada por luces artificiales, se extendía ante él como un océano de vida interminable. Pero su mirada estaba perdida, fija en un punto inexistente en el horizonte.

Había creído que lo había visto todo, que ningún ser humano podía sorprenderlo después de todo lo que había vivido, y sin embargo… ahí estaba ella. Beatriz.

"No es como la bruja," pensó, con los brazos cruzados. "Es... diferente."

Los recuerdos de su antigua vida le quemaban como brasas en el pecho. La bruja, con su sonrisa calculadora y sus palabras dulces pero venenosas, lo había reducido a un simple instrumento de poder. Durante mucho tiempo, había cargado con el peso de esa traición, convencido de que nunca volvería a confiar en nadie.

Y entonces apareció “Beatriz”, con su terquedad, su fuerza y esa forma de mirarlo que lo desarmaba por completo. No había rastro de manipulación en sus ojos, solo una mezcla desconcertante de determinación y vulnerabilidad.

"Ella no pide nada," se dijo a sí mismo, apretando los puños. "No intenta tomar lo que no es suyo. Pero tampoco acepta lo que podría darle… Es como si rechazara la idea misma de depender de alguien más."


Era imposible no comparar a Beatriz con la bruja. La primera lo había tomado todo sin dudar, usándolo como si su poder fuera algo que se le debía. Pero Beatriz, por alguna razón que aún no comprendía del todo, parecía estar peleando contra ese destino, incluso cuando aceptarlo podría facilitarle las cosas.

"Se esfuerza tanto por cargar con todo sola," pensó, sintiendo una punzada extraña en el pecho. "Como si no pudiera permitirse confiar en nadie, ni siquiera en mí."

Y eso era lo que más lo desconcertaba. Porque, a pesar de todo, quería que confiara en él. Quería ser más que un eco de su antigua vida, más que una sombra del dragón que había sido.


Lucien cerró los ojos, recordando el momento en que sus caminos se cruzaron. Había sentido algo distinto en el aire, como si su presencia despertara algo que llevaba dormido durante siglos. Pero no era solo eso. Había algo en Beatriz que lo atraía, algo que iba más allá de cualquier conexión con la bruja o con su pasado.

"Es fascinante," admitió en silencio. "Molesto, pero fascinante."

El problema era que esa fascinación venía acompañada de emociones que no estaba acostumbrado a sentir. Un deseo de protegerla, de entenderla, de hacerla sonreír. Y, para alguien como él, acostumbrado a ser temido y respetado, eso era una maldita pesadilla.

"¿Qué demonios me está pasando?" se preguntó, pasándose una mano por el cabello.


Lucien respiró hondo, tratando de ordenar sus pensamientos. Beatriz era un enigma, un rompecabezas que no podía ignorar. Pero, más allá de su curiosidad, había algo más. Algo que lo hacía querer acercarse a ella, incluso cuando sabía que probablemente lo rechazaría.

"Tal vez sea porque no me trata como un dragón," pensó. "Ni como un monstruo, ni como una herramienta. Para ella, solo soy… yo."

Esa idea era tan aterradora como reconfortante. Por primera vez en siglos, sentía que alguien lo veía, no como lo que podía ofrecer, sino como lo que era. Y, aunque le costara admitirlo, estaba empezando a gustarle "esto".

"Maldita sea," murmuró, dejando escapar una risa amarga. "¿Esto es lo que se siente ser humano?"

Se giró hacia la ventana, mirando nuevamente la ciudad. No sabía cómo terminaría todo esto, pero había algo de lo que estaba seguro: Beatriz no era como la bruja. Y, por primera vez en mucho tiempo, sentía que quería quedarse y descubrir qué significaba eso.

Notes:

Hay llamas que iluminan el camino, y hay llamas que arrasan con todo a su paso.
Lucien, el dragón, está a punto de descubrir la diferencia.
Porque amar de verdad no es solo arder; a veces, hay que aprender a brillar sin destruir.

Nota de la autora:
Sí, este es uno de los capítulos más largos que leerán, pero no podía cortarlo así como así sin sacrificar la intensidad de la acción. Créeme, estos tres días serán de los más intensos para Lucien y Beatriz.

Chapter 28: Dia 2 parte 2: Donde la luz lo hiere

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +200 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
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👉 Versión en inglés https://archiveofourown.org/works/65379142
Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 200+ reads! 💖
I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.
🎯 Goal: 500 reads
Once we hit it, I’ll release an alternate version with more drama, romantic tension, and game-changing choices. Ready? 😉
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👉 English version https://archiveofourown.org/works/65379142
Thanks for being here—see you in the next quantum leap. 💫

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Chapter Text

La noche era silenciosa, salvo por el leve zumbido de los electrodomésticos en el apartamento. Beatriz había logrado calmarse después de su arrebato emocional, aunque sus ojos aún estaban algo rojos por el esfuerzo de contener lágrimas. Decidió levantarse para buscar un poco de agua; quizá algo frío la ayudaría a despejar la mente antes de intentar dormir.

La cocina estaba sumida en un silencio casi reverencial. La luz tenue del refrigerador iluminaba el rostro de Beatriz mientras buscaba algo para calmar su sed. Pero, antes de que pudiera tomar una botella de agua, sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

No estaba sola, al girar hacia la cocina, lo vio.

Lucien estaba recargado contra la pared, con los brazos cruzados y una expresión tranquila, aunque en sus ojos brillaba algo que Beatriz no logró descifrar.

—¿Tú? ¿Qué haces aquí? —preguntó, con una mezcla de sorpresa y molestia, tratando de ocultar su alarma inicial.

Lucien no respondió de inmediato. Dio un paso hacia ella, su figura proyectando una sombra alargada bajo la escasa luz.

—No puedo leerte —dijo finalmente, con voz baja pero firme.

Beatriz arqueó una ceja, cruzándose de brazos. —¿Qué se supone que significa eso?

¿No es curioso cómo la oscuridad siempre nos lleva a buscar la luz? —murmuró una voz familiar, suave pero cargada de intención.

Lucien, apoyado contra el marco de la puerta, con esa expresión entre altiva y divertida que siempre la desconcertaba.

¿Siempre tienes que ser tan dramático? —replicó, tratando de disimular su incomodidad.

Él avanzó unos pasos, sus ojos rojos brillando con esa intensidad inquietante que siempre la hacía sentir como si estuviera bajo un microscopio.

—Dramático, no. Persistente, tal vez —respondió, ladeando la cabeza—. Hay algo en ti que me intriga, Beatriz. Algo que no puedo descifrar.

Tal vez porque no hay nada que descifrar —contestó ella con firmeza, aunque su voz tenía un leve temblor.

Lucien sonrió, pero esta vez no había diversión en sus labios. Solo una determinación fría y calculadora.

Todos tienen un deseo. Algo oscuro, algo que los consume. Y tú... tú no puedes ser la excepción.

Antes de que Beatriz pudiera apartarse, el ojo derecho de Lucien comenzó a brillar con un resplandor carmesí, una luz viva que parecía latir con el ritmo de su propio corazón.

El tiempo pareció detenerse. Beatriz sintió cómo su mente era invadida, cómo las barreras que había construido durante años eran atravesadas por el poder de Lucien. Él esperaba encontrar algo oscuro, como siempre ocurría. Pero lo que vio lo dejó inmóvil.

Calidez.

No era un deseo egoísta ni retorcido. Lo que Lucien vio fue algo infinitamente más profundo.

Un hogar perdido, risas apagadas demasiado pronto, manos cálidas que ya no estaban para sostenerla. Y, en medio de esos destellos de recuerdos, un anhelo tan puro como devastador. Beatriz no deseaba riquezas ni poder. Su corazón ansiaba algo más sencillo, pero infinitamente más valioso:

La calidez de un abrazo. La seguridad de unos brazos fuertes y firmes que la hicieran sentir protegida, como si nada en el mundo pudiera dañarla.

Y entonces, la visión cambió.

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En el centro de esa calidez apareció una figura difusa, pero inconfundible. Un hombre alto, de porte sereno y majestuoso, cuyos brazos envolvían a Beatriz con una ternura que Lucien jamás había sentido en su vida. Vestido con su traje negro que parecía absorber la luz misma, este hombre que aprecia una deidad se erguía con una majestad que desafiaría a cualquier deidad. Su cabello verde oscuro caía suavemente sobre sus hombros, contrastando con sus ojos; uno dorado y el otro de un rojo profundo con un toque de negro, que brillaban con un poder antiguo y misterioso.

Una voz resonó, profunda y firme, pero cálida como la luz del sol.

La belleza verdadera debe ser como la luz; cálida, atrayente, y debe hacer que uno se sienta seguro en su presencia.

Lucien retrocedió, como si esa voz lo hubiera herido. Su ojo rojo perdió su brillo mientras intentaba procesar lo que acababa de presenciar.

 

—¿Qué fue eso...? —murmuró, más para sí mismo que para Beatriz.

Ella, aún tambaleándose, lo miró con desconfianza. —¿Qué demonios me hiciste?

Lucien, al levantar la vista, se encontró con esta visión formidable. Aunque “esa divinidad” no estaba realmente allí, su presencia era tangible, una manifestación de las fuerzas que siempre habían protegido y amado a Beatriz desde las sombras. Lucien vio en esos ojos divinos una verdad que no podía ignorar: aunque “él” no pudiera estar físicamente con Beatriz, su amor por ella trascendía cualquier barrera mortal.

Beatriz, sintiendo la calidez de esa presencia a su espalda, supo en ese instante que no estaba sola. Hades siempre estaría allí para protegerla, aunque fuera desde el más allá. Lucien, por primera vez, sintió una envidia y un resentimiento profundos, no solo por lo que él no podía ofrecer, sino por lo que Hades representaba: una protección y amor eternos.

Lucien no respondió de inmediato. Estaba paralizado, no solo por lo que había visto, sino por lo que había sentido. Esa calidez, esa luz, era algo que él jamás podría ofrecerle. Era algo que no estaba en su naturaleza.

Y lo odiaba.

No porque la envidiara, sino porque por primera vez en su vida se sintió pequeño frente a algo que no podía controlar ni poseer.

Todos tienen un deseo oscuro —dijo finalmente, su voz sonando casi vacía—. Pero tú... tú no.

Beatriz lo miró, desconcertada. —¿Qué significa eso?

Lucien dejó escapar una risa amarga. —Significa que eres un rompecabezas. Uno que odio y... que no puedo dejar de resolver.

Ella lo miró con desconfianza, aún sintiendo el eco de la voz que había escuchado en su interior. Algo en ella sabía que Lucien había visto más de lo que admitía, pero no tenía intención de dejar que la intimidara.

Tal vez deberías aprender a aceptar que no puedes controlarlo todo —dijo Beatriz, con una firmeza que lo tomó por sorpresa.

Lucien sonrió, pero esta vez su sonrisa era amarga, casi vulnerable.

Tal vez tengas razón —murmuró, más para sí mismo que para ella.

Y con eso, se dio la vuelta y salió de la cocina, dejando a Beatriz sola con sus pensamientos... y con una extraña sensación de que algo había cambiado entre ellos.

Al regresar a su habitación esa noche, después de cerrar con cuidado la puerta tras de sí, Beatriz se dejó caer lentamente sobre su cama, aún con el corazón latiendo suave pero constante. La luz de la luna entraba por la ventana, bañando su escritorio y parte de la alfombra, como si la noche la estuviera esperando para envolverla en un susurro.

Cerró los ojos por un momento, y en la oscuridad detrás de sus párpados, regresó a ese instante. No a Lucien, sino a la otra sombra. A la presencia de Hades. A ese instante extraño pero cálido, como si la tristeza pudiera abrazarte sin hacer daño.

"¿Por qué pensé en él justo ahora?" , se preguntó en silencio.

Pero como una marea inevitable, el recuerdo de Lucien también volvió. El miedo, sí, pero no un miedo común. Fue como mirar a los ojos a algo inmenso que no sabía cómo acercarse sin destruir. Y aún así, no podía odiarlo. Aunque se había acercado demasiado. Aunque no entendía qué era lo que él veía dentro de ella.

“Solo... no vengas tan de cerca, Lucien. No tan de noche. No cuando todavía no sé qué somos. No cuando alguien más me mira como si entendiera el dolor que yo escondo.”

Se cubrió con la manta, deseando que el sueño no trajera más preguntas. Solo silencio. Solo estrellas.

“No sé qué fue eso, Lucien… pero no te odio. Solo… no entres así, por favor.” —Beatriz

El juicio del guardián ciego

Después de su encuentro con Beatriz en la cocina, Lucien subió al gimnasio privado de su residencia. La frustración hervía bajo su piel, ardiendo como fuego atrapado en una caldera. Sabía que lo que había intentado hacer con Beatriz había sido un error, pero no podía evitarlo. Era como si ella sacara a relucir lo mejor y lo peor de él al mismo tiempo.

Sin molestarse en cambiar de ropa, Lucien se acercó al saco de boxeo colgado en la esquina. Lo golpeó con fuerza, una y otra vez, dejando que cada impacto resonara en la habitación vacía. Sus nudillos se entumecieron, pero el ardor en su pecho no disminuía.

Fue entonces cuando una voz desconocida rompió el silencio:

Vaya, bien dice el dicho: 'juega juegos estúpidos y gana premios estúpidos'.

Lucien se giró bruscamente, buscando al intruso. En la penumbra del gimnasio, apareció un gato siamés de pelaje oscuro con tonos de crema y café. Sus ojos estaban nublados, pero el brillo apagado sugería que alguna vez habían sido de un azul intenso. Los colmillos largos que asomaban de su boca le daban una apariencia casi vampírica.

El gato dio un salto elegante, posándose sobre una de las bancas de pesas. — Aunque, en tu caso, parece que en este 'gacha' de la vida te has topado con algo único y valioso, cabrón. Es como encontrar un anillo de oro en una máquina de dulces. Y ahora te preguntas si gastar todo para sacarlo o romper la máquina, ¿verdad?

Lucien lo miró con una mezcla de incredulidad y desdén. —¿Quién demonios eres tú?

El gato inclinó ligeramente la cabeza, como si analizara cada rincón del alma de Lucien. — Oh, por supuesto. Qué maleducado de mi parte. Llámame “Pirata”. Aunque, francamente, no tengo tiempo para tus preguntas tontas. Estoy aquí porque intentaste tocar lo que no debías.

Lucien frunció el ceño. —No tienes idea de lo que hablas.

¿Ah, no? —respondió Pirata, dejando escapar una risa burlona—. Puedo ver detrás de tu máscara de chico rudo. Sé lo que eres, dragón . Y sé lo que intentas hacer con mi ama.

La palabra "dragón" hizo que Lucien apretara los puños, pero antes de que pudiera responder,  Diaval el cuervo mecánico que lo seguía graznó, moviendo las alas con nerviosismo.

Pirata continuó, ignorando la creciente tensión. — Es curioso. Tienes todo lo que podrías desear: música, arte, comida de calidad... —Con un movimiento fluido, el gato se transformó en una figura antropomórfica, con una saco al estilo Siam rojo elegante y una lata de atún en la mano, mientras la abría con un gesto teatral —. Y aun así, no puedes saborear nada, ¿verdad? Todo te sabe igual. Como si hubieras perdido el sentido de lo que realmente importa.

Lucien lanzó una mirada fría, pero no respondió.

Hiciste un pacto con un dios o algo similar, ¿no? Eso explica mucho. Tu humanidad es solo una máscara— tomando un bocado de atún de la lata y hablando irreverente mientras tenía el bocado en la boca —Y aun así, sigues actuando como un niño codicioso— tragado el bocado para hablar mejor. — Mi ama, Beatriz, no es un trofeo para que la poseas.

La mención de Beatriz hizo que Lucien se tensara. —No tienes idea de lo que ella significa para mí.

Pirata dejó escapar un suspiro teatral en lo que dejaba la lata vacía a un lado. — Claro que sí, muchacho. Tu núcleo y el de ella se atraen como imanes, pero en lugar de apreciar eso, solo quieres más y más.

La daga de energía oscura apareció en las manos del gato, quien la lanzó directamente hacia Lucien. Este intentó deshacerla con su propia energía, pero, para su sorpresa, el arma fue absorbida por su piel, dejando una marca ardiente en su pecho.

Pirata sonrió con una mezcla de arrogancia y diversión. — Felicidades, ahora estás maldito. No podrás hablar de mí con nadie, y créeme, no quiero que lo intentes. Pero te dejaré con un consejo antes de irme.

El gato se desvaneció en una nube de humo rojo y negro, dejando un eco en el aire:

Decide qué tipo de fuego quieres ser, Lucien. ¿Uno que destruye todo a su paso, o uno que da vida y refugio, como el sol?

Lucien se quedó solo en el gimnasio, el eco de la voz de Pirata resonando en su mente. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que alguien lo había desarmado por completo.

Y lo odiaba.

El fuego sellado

Lucien permaneció inmóvil en el gimnasio, con la marca de la daga ardiente aún latiendo en su pecho. La sensación no era solo física; sentía cómo la energía oscura se extendía por su ser, como una serpiente que se enroscaba lentamente alrededor de su alma.

Golpeó el saco de boxeo con tal fuerza que este salió disparado de su soporte, chocando contra la pared. Respiraba agitadamente, con las manos temblando, no de miedo, sino de una furia que crecía como un incendio forestal.

—¿Un maldito gato? —gruñó entre dientes—. ¡Un gato arrogante, ciego, que presume saberlo todo sobre mí!

Se pasó una mano por el cabello, tratando de calmarse, pero las palabras de Pirata resonaban en su mente como un eco constante: "Decide qué tipo de fuego quieres ser."

La ironía de la situación lo hacía hervir de rabia. A él, alguien que adoraba a los gatos, lo había insultado y maldecido uno. Y no cualquier gato, sino el gato de Beatriz . Como si el vínculo entre ellos ya no fuera lo suficientemente complicado, ahora tenía que lidiar con esa criatura metiéndose en sus asuntos.

Caminó de un lado a otro del gimnasio, apretando los puños. — ¿Cómo se atreve? ¿Quién demonios cree que es para decirme lo que soy o lo que no soy?

El cuervo mecánico que lo acompañaba graznó suavemente desde su percha, como si intentara calmarlo, pero Lucien lo ignoró.

—¡Ni siquiera puedo hablar de él con Beatriz! —gritó, golpeando la pared con tanta fuerza que dejó una grieta—. Maldito gato y su maldita maldición.

Sentía que la marca en su pecho ardía más cada vez que intentaba siquiera pensar en explicarle a alguien lo que acababa de ocurrir. Era como si un peso invisible le apretara el corazón, robándole las palabras antes de que pudiera formularlas.

—Ese... ese desgraciado ha hecho un pacto con algo. No hay otra explicación —dijo en voz baja, con los ojos entrecerrados—. Ningún gato normal puede hacer esto. Tiene que ser una deidad, o algo cercano a una.

La idea de que un simple gato pudiera tener ese nivel de poder lo irritaba aún más. Su orgullo estaba destrozado. Siempre había sido el más fuerte, el más temido. Pero ahora, un ser que en teoría debería estar bajo su control lo había humillado, y lo peor era que no podía desquitarse con él.

Golpeó la pared otra vez, hasta que su puño quedó rojo e hinchado. — ¡Esto no se queda así! No importa si tiene poderes divinos, no importa si es el gato de Beatriz. Encontraré una forma de librarme de esta maldición.

Sin embargo, otra parte de él no podía ignorar lo que Pirata había dicho. La mención de los "núcleos que se atraen" y la acusación de que él solo quería más y más de Beatriz le había tocado un nervio sensible.

Se detuvo frente al espejo del gimnasio, mirando su reflejo. Su pecho desnudo mostraba la marca oscura que ahora llevaba, un símbolo que parecía moverse lentamente, como si estuviera vivo.

¿Qué tipo de fuego quiero ser? —murmuró, con la mandíbula apretada.

Pirata había plantado una semilla de duda en su interior, algo que lo enfurecía aún más. Lucien odiaba sentirse vulnerable, y mucho menos por algo que un gato había dicho.

—Maldito seas, Pirata. Juro que si vuelves a aparecer, no me contendré.

Pero en el fondo, sabía que enfrentarse a Pirata no sería tan sencillo. Si esa daga de energía había sido absorbida por su cuerpo, ¿qué más era capaz de hacer ese gato?

Por ahora, solo había una cosa clara: Beatriz estaba en el centro de todo.

Cerró los ojos y dejó escapar un suspiro pesado. — No importa lo que digas, Pirata. Ella me pertenece.

La luz tenue del gimnasio proyectaba su sombra en la pared, una figura alta y tensa, como si estuviera luchando contra algo más grande que él mismo.

El Plano de los Sueños

Lucien no pudo más que apaciguar su frustración dándose una ducha rápida y metiéndose a la cama el día había sido un torbellino de emociones y solo esperaba que el descanso le diera algo de paz.

Lucien abrió los ojos lentamente, encontrándose en un espacio vasto y etéreo. No había suelo ni techo, solo un océano infinito de estrellas y nebulosas que parecían danzar con vida propia. Su cuerpo se sentía diferente: pesado, más robusto. Bajó la mirada y vio sus garras afiladas, las escamas negras que cubrían sus brazos, y su larga cola serpenteando detrás de él.

Había vuelto a su verdadera forma, esa que siempre había considerado tanto una bendición como una carga.

¿Dónde estoy? —gruñó, su voz resonando como un eco grave en el vacío.

Un suave resplandor azul apareció frente a él, creciendo hasta tomar la forma de una figura alta y majestuosa. Mater Somniorum emergió de la luz, envuelta en su manto cósmico que brillaba como un cielo estrellado. Su mirada, cálida y compasiva, se posó en él, y por un instante Lucien sintió que todas las barreras que había levantado en su vida se desmoronaban.

—Hijo del fuego y la tormenta, —dijo Mater Somniorum con una voz melodiosa que parecía envolverlo en calma—, no temas. No he venido a juzgarte ni a herirte.

Lucien retrocedió un paso, incómodo bajo la mirada de aquella deidad que parecía verlo todo.

—¿Quién eres? —preguntó con cautela, mostrando sus garras como si esperara un ataque.

—Soy Mater Somniorum, la Madre de los Sueños, guía de aquellos que caminan entre mundos. Y tú, Lucien, estás perdido entre las llamas de tu propio corazón.

El dragón-hombre apretó los puños, intentando no ceder a la vulnerabilidad que sentía al ser llamado por su verdadero nombre.

—No estoy perdido. Si estás aquí para hablarme de ese maldito gato, no quiero escuchar más sermones.

Mater Somniorum rió suavemente, un sonido que llenó el espacio de una calidez inesperada.

—Pirata no es un gato cualquiera, Lucien. Él es un espíritu guardián de alto nivel, un alma que eligió proteger a Beatriz incluso después de su muerte. No puedes enfrentarlo, ni deberías intentarlo.

Lucien frunció el ceño, pero no dijo nada.

—Sé que estás furioso, — continuó Mater, acercándose con pasos que dejaban rastros de luz estelar —. Tu orgullo está herido, y te sientes humillado. Pero escucha bien, hijo: no vine a defender a Pirata. Vine a recordarte que él no te maldijo por capricho. Sus palabras llevan una verdad que tú mismo necesitas aceptar.

Lucien apartó la mirada, sintiéndose expuesto bajo el peso de aquellas palabras.

—¿Qué verdad? ¿Que debería dejar de ser yo mismo?

—No. Que deberías decidir qué tipo de fuego quieres ser para Beatriz. — Mater lo miró con intensidad —. Beatriz ha sobrevivido a más de lo que imaginas. Su alma lleva cicatrices profundas, pero aún brilla con una luz hermosa. Tú, Lucien, eres el único entre aquellos que la rodean que no tiene motivos ocultos para estar a su lado.

El dragón-hombre alzó la mirada, sorprendido por la afirmación.

—Pero tu fuego... — Mater hizo un gesto hacia él, y de repente, las llamas negras que Lucien llevaba dentro se hicieron visibles, rodeándolo en una danza furiosa —. Si no tienes cuidado, puede quemarla en lugar de calentarla. ¿Quieres verla sufrir más de lo que ya ha aguantado?

Lucien permaneció en silencio, sus garras temblando ligeramente.

—Sé que no lo deseas, hijo. Por eso estoy aquí. Pirata y yo compartimos un propósito: ayudarte a entender que Beatriz no necesita más intensidad, más juegos peligrosos. Necesita un sol, no un fuego que la consuma.

Mater Somniorum se inclinó hacia él, colocando una mano cálida en su hombro escamoso.

—Mírala con nuevos ojos, Lucien. Ve más allá de tus deseos y reconoce quién es realmente. Una mujer fuerte, digna de tu respeto y tu protección. Si decides ser ese sol, podrás ser su pareja, su igual. Pero si eliges el camino de la destrucción, no solo la perderás a ella, sino que el mundo entero pagará el precio.

Lucien tragó saliva, incapaz de sostener la mirada de la deidad.

—¿A qué te refieres?

—“Khaërôn”. —El nombre resonó como un trueno, y el ambiente cambió, tornándose más oscuro—. Es una amenaza que ya has sentido, incluso en tus sueños más oscuros. Y, Lucien, te necesitamos. Quieran o no, eres una pieza clave en este juego cósmico.

La deidad se enderezó, mirándolo con una mezcla de ternura y solemnidad.

—Pero recuerda esto: Beatriz ha apostado por ti. Ella, más que nadie, cree en lo que puedes ser. No la decepciones.

El espacio comenzó a desvanecerse, y Mater Somniorum retrocedió, dejando tras de sí un rastro de luz estelar. Antes de desaparecer por completo, su voz resonó una vez más.

—Sé el sol para ella, Lucien. No el fuego que la queme.

Cuando Lucien despertó , su corazón latía con fuerza. La marca de la daga aún estaba ahí, pero algo en él había cambiado. Cerró los ojos, respirando profundamente.

Está bien, —murmuró para sí mismo—, vamos a intentarlo a tu manera.

Notes:

Comentario final de la autora:
Lucien pensó que amar era arder. Que su fuego bastaba para proteger.
Pero esta noche, vio a Beatriz envuelta en los brazos de un dios… y entendió que ella ya conocía una calidez que él jamás supo dar.
Por primera vez, sintió miedo. No de perderla, sino de no saber cómo no dañarla.
Porque no todo fuego es destrucción.
Y quizás, solo quizás, incluso un dragón puede aprender a brillar como el sol.

Chapter 29: Dia 3: “Donde el fuego aprende a ser abrigo”

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
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Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
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Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 200+ reads! 💖
I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.
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Chapter Text

Lucien despertó con el primer rayo de luz filtrándose por la ventana de su habitación. Su cuerpo todavía estaba pesado, como si la noche hubiera dejado una carga que no podía sacudirse. Pasó una mano por su rostro y dejó escapar un suspiro profundo.

¿De verdad soñé con Mater Somniorum?

El nombre resonó en su mente como un eco lejano. Sus palabras seguían clavadas en su pecho, especialmente aquella frase: “Sé el sol para ella, no el fuego que la queme.”

Se levantó con lentitud, notando el desorden en su habitación. Sus garras habían rasgado parte del mobiliario durante la noche, producto de su frustración y furia antes de dormir. En el suelo, un pequeño frasco de shampoo de chile rodó hasta golpear su pie descalzo.

Lucien lo levantó con una mueca entre cansancio e ironía.

Maldito shampoo. —Murmuró, girando el frasco en sus manos. Su mente volvió a Beatriz, al momento en que él entró a su cuarto y robó el shampoo y se lo puso sin saber las consecuencias.

Recordó también lo que vino después: el asalto , su propia rudeza, y esa visión que lo había desarmado por completo. Beatriz abrazada por aquella figura divina, con un brillo tan puro que parecía intocable.

Es tan... diferente, —susurró para sí mismo, cerrando los ojos por un momento.

Pero antes de que pudiera seguir reflexionando, un golpe suave en la puerta lo sacó de sus pensamientos.

—Lucien, ¿estás despierto? —La voz de Beatriz llegó desde el otro lado.

Lucien se tensó. La simple idea de enfrentarla después de todo lo que había pasado lo puso nervioso. ¿Qué iba a decirle? ¿Cómo iba a actuar?

Se pasó una mano por el cabello desordenado y respondió con tono seco:

—Sí, pasa.

Beatriz entró, luciendo tranquila pero con una mirada que transmitía curiosidad, como si intentara leerlo. Llevaba su cabello suelto, su postura relajada contrastaba con la tensión que Lucien sentía en su pecho.

—¿Dormiste bien? —preguntó, dejando una taza de café sobre la mesa junto a él.

Lucien evitó mirarla directamente, enfocándose en la taza.

—Lo suficiente. Gracias.

Hubo un breve silencio, y Beatriz, siempre perceptiva, frunció ligeramente el ceño.

—Pareces... diferente. ¿Estás bien?

Lucien soltó una risa amarga.

—¿Diferente? No sé de qué hablas.

Beatriz cruzó los brazos, inclinando la cabeza con una leve sonrisa que no era burlona, sino genuina.

—Tal vez sea mi imaginación. Aunque después de todo lo que pasó ayer, no te culparía si te sintieras extraño.

Lucien levantó la mirada, sorprendido por lo directa que era. ¿Acaso no sentía siquiera una pizca de incomodidad después de todo lo que habían vivido?

—¿No estás... molesta? —preguntó, dejando escapar un poco de su propia confusión.

Beatriz parpadeó, claramente confundida.

—¿Molesta? ¿Por qué habría de estarlo?

Lucien apretó los dientes. El recuerdo de sus palabras durante el asalto, su tono agresivo, y ese momento en el que ella había revelado tan vulnerablemente su deseo de calidez, todo volvía a atormentarlo.

—Por cómo te traté, por lo que dije... — hizo una pausa, bajando la mirada —. No fui justo contigo.

Beatriz soltó una pequeña risa que lo desarmó aún más.

—¿Eso te preocupa? Lucien, he lidiado con personas mucho peores. Tú... solo estabas siendo tú mismo.

Sus palabras, simples pero sinceras, lo hicieron sentir aún más pequeño. Quería decirle lo que había soñado, lo que Mater Somniorum le había dicho, pero la maldición de Pirata lo detuvo.

No puedo hablar de él. — Pensó que en lugar de eso decidió extender la botella de shampoo casi vacía. 

Esto es tuyo, ¿no?

Beatriz lo tomó, sonriendo con algo de picardía.

¿Me lo devuelves ahora? Pensé que te lo quedarías para vengarte.

Lucien negó con la cabeza, permitiéndose una pequeña sonrisa.

No me interesa. Solo... trataré de no robar más cosas.

 

Beatriz lo miró, divertida pero también curiosa.

¿Por qué lo tomaste, Lucien?

Hubo un momento de silencio en el que Lucien evitó responder. Finalmente, suspiró, resignado a decir al menos una parte de la verdad.

No lo sé... Tal vez porque... quería saber cómo era estar cerca de ti, aunque fuera por un segundo.

Beatriz dejó de reírse, sorprendida por su sinceridad. La intensidad de sus palabras, aunque dichas a regañadientes, hizo que lo mirara de una forma diferente.

Eres extraño, ¿sabes? —dijo finalmente, con una pequeña sonrisa—. Pero no de una mala manera. Solo... trata de pedir las cosas la próxima vez.

Lucien asintió, tomando un sorbo de café para ocultar su incomodidad. Beatriz tomó el frasco  de su mano despacio y se dirigió a la puerta, pero antes de salir, se giró hacia él.

Gracias por lo de anoche, Lucien. Sé que no siempre eres el más fácil de tratar, pero... estoy empezando a ver que tienes un lado diferente.

Ella cerró la puerta, dejándolo solo con sus pensamientos. Lucien dejó escapar un suspiro, apoyando la cabeza en la mano.

Un lado diferente, eh... —murmuró—. Supongo que tengo mucho trabajo por delante.

Mientras terminaba su café, el aroma a chile seguía impregnando el aire, recordándole que quizás era hora de cambiar su enfoque con Beatriz. Se quedó sentado, mirando la taza de café vacía. Mater Somniorum tenía razón. Él era fuego, pero tenía la oportunidad de ser un sol para Beatriz. Y no pensaba desperdiciarla.

Lucien se quedó sentado un momento más, mirando la taza vacía como si pudiera encontrar respuestas en el fondo de su café. Mater Somniorum tenía razón... Él era fuego. Pero tal vez, solo tal vez, podía aprender a ser sol.

El sol ascendía lentamente, tiñendo los edificios de tonos ámbar mientras Lucien seguía de pie junto a la ventana, inmóvil.

Por primera vez en años, no tenía claro qué máscara ponerse.
No estaba planeando un movimiento estratégico. No pensaba en poder, en resultados, ni en sus malditos negocios de mafioso.

Solo pensaba en ella.

Beatriz.

Su terquedad. Su claridad quirúrgica. Su forma de no ceder ni una pulgada, pero también… su mirada cuando pensaba que nadie la estaba observando.
Como si no esperara que el mundo la escuchara. Como si ya se hubiera resignado a no ser vista.

Y sin embargo, él la había visto.

No como una aliada. No como una pieza.
Como algo... único. Inquietante. Real.

Saco de uno de sus cajones algo especial “una tarjeta-llave”. Pasó los dedos por el borde metálico de la tarjeta-llave. La sostuvo un momento entre los dedos, observando el emblema de su organización Onychinus como si lo viera por primera vez con otros ojos.
Podía darle un ascenso. Podía asignarle más misiones. Podía incluso comprarle algo caro.

Pero nada de eso era lo que quería hacer.

Lo que quería darle... era una puerta abierta.
Un símbolo silencioso de que ella pertenecía a su mundo, si ella lo elegía. No como cazadora. No como subordinada. Como igual.

No sabía si ella lo aceptaría.

Pero por primera vez, eso no lo detenía.

Marcó rápidamente en su celular y escribió el mensaje:
"Nos vemos en la plaza central. Es importante."

Y al girarse para recoger su camisa, dejó atrás algo más que una noche turbulenta.
Dejó atrás la versión de sí mismo que creía tener todas las respuestas.

Ahora, solo tenía una. Y estaba dispuesto a arriesgarla.

El sol se empezaba a alzar a través de las cortinas de la habitación de Beatriz, iluminando su espacio con un cálido resplandor dorado. 

Los eventos de la noche anterior todavía giraban en su mente: la casa de apuestas, el incidente con Lucien, y, por supuesto, el “asalto”. Era como si cada escena se superpusiera con la siguiente, dejando un rastro de emociones encontradas que la hacían suspirar con agotamiento.

Tras tomar un café con leche, al regresar a la habitación, su atención se dirigió a la pequeña mesa donde descansaba su equipo. Tomó su celular, revisando las notificaciones mientras un pensamiento insistente cruzaba su mente: ¿Qué hará Lucien hoy?  

Se puso a cepillar su cabello con crema para peinar, como si esos pequeños rituales matutinos pudieran poner orden en el caos de su vida. Justo cuando estaba a punto de tomar su celular, el sonido de este vibró en la mesa.

Lo tomó y lo encendió, esperando que fuera un mensaje rutinario, pero lo que vio en la pantalla la hizo detenerse:

"Nos vemos en la plaza central. Es importante." —Lucien.

Beatriz frunció el ceño. No había más detalles, solo esas palabras directas. Una parte de ella quería ignorarlo, pero algo en el tono implícito del mensaje la hizo reconsiderar. Lucien rara vez pedía algo con seriedad, y después de todo lo que había pasado, quizás esta era una oportunidad para aclarar las cosas.

Con un suspiro, guardó el celular y salió de la habitación, dirigiéndose hacia el punto de encuentro.

El bullicio de la ciudad ya había comenzado a llenarse de vida. Los vendedores colocaban sus puestos, y el aroma del pan recién horneado flotaba en el aire. Beatriz llegó al lugar indicado, buscando con la mirada entre la multitud.

Ahí estaba Lucien, apoyado contra una farola con una expresión casi neutral, pero sus ojos rojos delataban una mezcla de nerviosismo y determinación. Al verla acercarse, se enderezó, metiendo las manos en los bolsillos.

¿Qué pasa? —preguntó Beatriz, deteniéndose a unos pasos de él.

Lucien la miró por un momento, como si buscara las palabras correctas. Finalmente, sacó una pequeña tarjeta de su bolsillo y la sostuvo frente a ella.

Es para ti —dijo, su tono directo, pero sin la arrogancia que usualmente lo acompañaba.

Beatriz parpadeó, sorprendida, mientras tomaba la tarjeta. La estudió, notando los detalles: era una tarjeta-llave con un diseño elegante, que llevaba el emblema de la organización Onychinus de Lucien.

—¿Qué es esto?

Lucien respiró hondo, como si soltar las palabras fuera un esfuerzo.

Acceso a mis Safe Havens. Tengo varios en la ciudad y en mi territorio. Si alguna vez te lastimas o necesitas un lugar donde esconderte, usa esta tarjeta. También te  instalaré una aplicación en tu celular para que encuentres el más cercano.

Beatriz lo miró, completamente atónita. No era común que alguien ofreciera algo tan valioso con tanta sinceridad, y menos viniendo de Lucien.

Lucien asintió, ligeramente más relajado después de entregarle la tarjeta-llave y configurar la aplicación en el celular de Beatriz. Observó cómo ella estudiaba la pantalla, deslizando los dedos con cuidado para revisar los puntos marcados en el mapa de la aplicación. Su expresión era serena, pero había algo en la forma en que mordía su labio inferior que delataba su vulnerabilidad.

 

De verdad, gracias —dijo Beatriz, mirándolo directamente a los ojos. Su tono era cálido, casi frágil, como si esas palabras fueran demasiado grandes para contenerlas. Cerró el puño alrededor de la tarjeta, sujetándola como si fuera un amuleto—. Esto significa mucho para mí. Prometo usarlo solo si es necesario.

 

Lucien apartó la mirada un momento, rascándose la nuca con cierta incomodidad, pero al final soltó una pequeña sonrisa ladeada.

 

No tienes que prometer nada. Solo quiero que estés a salvo... Incluso si yo no estoy cerca.

 

Esa confesión, tan sencilla y directa, le provocó a Beatriz un calor inesperado en el pecho. Era como si esa pequeña brasa se avivara un poco más, dándole un destello de calidez que no había sentido en mucho tiempo.

 

Sin embargo, justo cuando estaba a punto de decir algo más, una sensación peculiar recorrió su espalda. Era como un susurro intangible, una voz cálida y burlona que parecía flotar entre los dos.

 

"Ya ves, hombre, si se puede. Pero no te creas que te vas a librar de mí tan fácil. De vez en cuando, estaré vigilando."

 

Beatriz se dio la vuelta de inmediato, mirando a su alrededor. Sus ojos escanearon la calle donde estaban, pasando por las sombras y los pequeños detalles, como si esperara encontrar a alguien ahí. Finalmente, bajó la mirada al suelo, algo perdida.

 

¿Qué pasa? —preguntó Lucien, frunciendo el ceño mientras daba un paso hacia ella.

 

Pensé... pensé que sentí la presencia de alguien que conocía. Pero creo que fue mi imaginación.

 

Lucien la observó con atención, su expresión suavizándose al notar el leve brillo de tristeza en los ojos de Beatriz. Colocó una mano en su hombro, firme pero sin presionarla.

Puede que no sea tu imaginación —murmuró, casi para sí mismo, antes de aclararse la garganta—. Pero no importa. Si alguna vez necesitas ayuda, incluso contra esos fantasmas que parecen perseguirte, ya sabes dónde buscarme.

Beatriz alzó la mirada hacia él, sorprendiéndose por la sinceridad en sus palabras. Quiso decir algo, pero no encontró las palabras adecuadas. En cambio, le dedicó una sonrisa suave, esa que parecía iluminar incluso los rincones más oscuros de su vida.

Lo tendré en cuenta.

Mientras ambos se alejaban de la calle, la sensación de la presencia de Pirata se desvaneció lentamente. Pero en algún rincón de su mente, Beatriz no podía evitar sentir que la mirada de alguien más seguía fija en ella, no con amenaza, sino con un extraño y protector interés.

Y aunque Lucien no lo mencionó, una parte de él también sintió esa presencia, como un calor incómodo en la espalda que lo hacía mantenerse alerta.

"Tsk... Odioso gato," pensó para sí mismo.

Con eso, ambos retomaron su camino, sin saber que aquel pequeño momento había sido el primer paso hacia algo mucho más grande para los dos. Y subiéndose a la moto de Lucien, emprendieron su camino para el nuevo escenario. 

Un desayuno con "sorpresas"

La mañana era fresca, con una brisa suave que hacía que el parque pareciera más tranquilo de lo habitual. Lucien estacionó su moto cerca de un food truck que se veía prometedor. Beatriz, aún medio somnolienta pero intrigada por el gesto, lo siguió con pasos ligeros.

¿Qué clase de antojo mañanero es este? —preguntó, cruzándose de brazos mientras Lucien revisaba el menú.
El tipo de antojo que merece un buen café y un desayuno decente —respondió él con su tono despreocupado.

Pidieron un par de cafés cargados y un combo de comida que incluía sándwiches y algo dulce. Beatriz notó que Lucien estaba inusualmente callado mientras buscaban una banca para sentarse. Su instinto se activó. Algo no cuadraba.

Ya instalados, Beatriz se inclinó ligeramente hacia él, con esa mirada inquisitiva que usaba cuando quería desentrañar un misterio.
—Ok, no solo me trajiste aquí para desayunar, ¿verdad? Hay algo más. ¿Qué está pasando, Lucien? —preguntó, con un tono casual pero directo.

Lucien dejó escapar un suspiro, apoyando un brazo sobre el respaldo de la banca.
—Digamos que el juego de póker de anoche llamó más la atención de la que esperábamos. Hay personas buscándote.

Beatriz arqueó una ceja.
—A ver, entonces... ¿Gané algo más grande de lo que pensaba? —preguntó, con una mezcla de curiosidad y sarcasmo.

Lucien, con la honestidad brutal que lo caracterizaba, soltó la verdad.
—Ganaste una licitación para una nueva arma.

Beatriz parpadeó, procesando la información, antes de responder con un seco:
—Ah... —Hizo un gesto dramático, alzando los hombros y una mano.
—Honestamente, esperaba que fuera dinero.

Lucien sonrió, pero Beatriz no bajó la guardia.
—Hay algo más, ¿verdad? —continuó, entrecerrando los ojos. Miró a su alrededor y bajó la voz—. Déjame adivinar. Francotiradores. A las 10, a las 3 y a las 6. Y el corredor que viene por ahí... también es uno de ellos, ¿cierto?

Lucien soltó una risa baja.
—Eres demasiado perceptiva. Parece que has aprendido del mejor.

Beatriz rodó los ojos.
—Claro, Lucien. Qué humilde. Pero eso explica por qué no nos han atacado todavía. Eres un escudo de ladrillos bastante intimidante, ¿no?

Antes de que él pudiera responder, un pequeño gatito callejero se acercó a ellos, atraído por el aroma del desayuno. Beatriz, conmovida, rompió un pedacito de jamón de su sándwich y se lo ofreció.
—Hola, pequeñín —murmuró con suavidad.

El gato tomó el jamón con cautela. Lucien, divertido, extendió la mano para intentar acariciarlo.
—No así —dijo Beatriz, viendo lo que estaba a punto de pasar.

El gatito bufó y arañó la mano de Lucien antes de correr unos pasos hacia atrás. Beatriz reprimió una risa, preocupándose por la herida.
—Te lo dije. Los gatos tienen sus reglas. Déjame ver.

Sacó un pequeño kit de su bolso militar, limpiando con cuidado la herida y colocándole una bandita. Lucien la observó en silencio, sorprendido por la ternura de su gesto.
—Me encantan los gatos —confesó de repente—. Son... tiernos. Inofensivos.

Beatriz levantó la mirada, sorprendida por su sinceridad.
—¿Tú? ¿El hombre que siempre está dispuesto a patear traseros? —preguntó con una sonrisa.

Lucien se levantó, decidido.
—Dame un segundo.

Se dirigió al food truck y preguntó si tenían algo más para los gatos. El vendedor sacó unas latitas de atún, y Lucien, con su característico despliegue de fanfarronería, decidió comprar todas. De regreso, comenzó a abrir las latas, atrayendo a una docena de gatos que salieron de entre los arbustos.

Beatriz lo observó, asintiendo con una calidez inusual en su expresión.
—Entonces sí sabes cómo acercarte a un gato, después de todo.

Lucien encogió los hombros.
—No lo pienso demasiado. Solo hago lo que siento que debo hacer.

Beatriz se inclinó hacia uno de los gatos, explicando en voz baja.
—Para acercarte a un gato, tienes que presentarte primero. Baja la altura, deja que huela algo tuyo: una gorra, unos lentes. Es como una tarjeta de presentación para ellos.

Mientras hablaba, recordó fugazmente a un gato que había tenido antes. Bajó la mirada, su tono se volvió melancólico.
—Tenía un gato. Era testarudo, desobediente... pero era buena compañía.

No dijo más. El recuerdo estaba enterrado en un pasado que no podía compartir.

Cuando terminaron las latas de atún, Beatriz se giró hacia Lucien.
—¿Y ahora? ¿Cuál es el siguiente paso?

Lucien, con una sonrisa astuta, respondió:
—Algo que sé que te gusta: la batalla.

Beatriz bufó, poniéndose de pie.
—No aquí. Es un parque público. Hay que movernos antes de que haya daños colaterales.

Lucien asintió.
—Como tú digas, pero será mejor que subas a la moto rápido.

Beatriz, con un gesto juguetón, le pasó el casco.
—Espero que no te hieran tanto que no puedas moverte después.

Lucien se rió, encendiendo la moto mientras ella se subía detrás de él. La brisa de la mañana volvía a envolverlos mientras salían disparados hacia el siguiente capítulo de su caótica y emocionante aventura.

 

El rescate del gatito bajo la lluvia de Neón

La lluvia caía con una fuerza constante, empapando las calles mientras Beatriz regresaba a la casa de Lucien, después del enfrentamiento habían tomado caminos separados para mayor seguridad. Su paraguas hacía poco para mantenerla seca, pero estaba demasiado agotada para preocuparse. Su mente aún estaba atrapada en los eventos de los últimos días, especialmente la inesperada convivencia de Lucien a su casa.

Doblando una esquina, algo llamó su atención: un hombre alto, agachado junto a una valla, con el brazo extendido hacia algún lugar. Beatriz frunció el ceño. Era raro ver a alguien como él —elegante, casi intimidante, de más de metro noventa— en una posición tan poco digna.

Cuando se acercó lo suficiente, su corazón dio un vuelco.
—¿Lucien?

Él giró la cabeza hacia ella, su expresión entre irritada y sorprendida.
—¿Qué haces aquí?

—Eso debería preguntarte yo —replicó, alzando una ceja mientras notaba cómo intentaba alcanzar algo entre los barrotes. Dio un paso más cerca, curiosa. Cuando vio lo que había al otro lado, no pudo evitar reírse.
—¿Un gatito?

Lucien resopló, frustrado.
—No es gracioso. El condenado está atrapado y no puedo alcanzarlo.

Beatriz dejó el paraguas a un lado, inclinándose para observar mejor. El pequeño gato negro estaba acurrucado al fondo, maullando con desesperación.
—Déjame intentarlo. Tengo las manos más pequeñas.

Lucien se apartó a regañadientes, aunque no sin lanzar una advertencia.
—Está bien, pero ten cuidado. Ese gato parece más fiera que otra cosa.

Ella le dedicó una sonrisa rápida antes de ponerse de rodillas y deslizar el brazo entre los barrotes. El gatito retrocedió al principio, pero Beatriz murmuró suavemente, tratando de calmarlo. Finalmente, logró sujetarlo, aunque no sin consecuencias: el pequeño arañó y mordió su mano en un intento por liberarse.

—¡Ay! —se quejó, pero no soltó al gato. Lo sacó con cuidado, sosteniéndolo contra su pecho.

Lucien se acercó rápidamente, notando la sangre que goteaba de su mano.
—¿Estás bien? ¡Estás sangrando!

—Es solo un rasguño —respondió ella, minimizando el daño mientras acariciaba al tembloroso animal.

Lucien frunció el ceño, claramente molesto.
—¿Por qué hiciste eso?

La pregunta la golpeó más fuerte de lo que esperaba. Por un momento, Beatriz quedó congelada, su mente transportándola a un recuerdo que preferiría olvidar: una versión más joven de sí misma, gritando por ayuda en un momento crucial, mientras el silencio era su única respuesta.

—¿Estás bien? ¡Oye, mírame! —La voz de Lucien la sacó de su trance, su tono más preocupado que exigente.

Beatriz parpadeó, volviendo a la realidad, pero algo en su interior temblaba. Sonrió de repente, de manera casi teatral, intentando desviar la atención.
— ¡Perdón, Desasocie! — En tono teatral— ¿Qué puedo decir? Tengo un corazón blando por los animales.

Lucien no parecía convencido. Su mirada se endureció.
—¿Perdón? ¿Qué fue eso? No me vengas con tonterías de ‘disocie’ cuando claramente te pasó algo.

Ella suspiró, intentando mantener la compostura.
—No importa. Estoy bien, ¿no? Ahora enfoquémonos en el gatito.

—Beatriz. —Su voz era firme, como si no aceptara evasivas. Sus ojos rojos la miraban con intensidad.
—Mira, sé que no quieres hablar de eso, pero no voy a fingir que no pasó nada. ¿Por qué te quedaste tan... ida? ¿Qué fue lo que recordaste?

Beatriz dudó, abrazando al gato más cerca de su pecho como si fuera un escudo. Finalmente, decidió no mentir del todo.
—Es solo que... nadie me ayudó cuando lo necesité. Así que aprendí a ayudar aunque me lastime.

Lucien pareció desconcertado por su honestidad, su habitual arrogancia dando paso a una expresión más seria.
—No lo entiendo, pero… —suspiró, pasándose una mano por el cabello mojado—. Está bien. Solo... no vuelvas a ignorar si estás lastimada, ¿de acuerdo?

Beatriz asintió débilmente, sorprendida por la preocupación en su tono. Mientras ambos se dirigían a una tienda cercana para conseguir algo de comida para el gatito, Lucien no dejaba de observarla de reojo, como si intentara desentrañar un misterio que acababa de descubrir.

En ese momento, algo cambió entre ellos, aunque ninguno de los dos estaba dispuesto a reconocerlo todavía.

Cebo, toalla y gatito

Habían regresado al Penthouse de Lucien y Beatriz invitándolo al cuarto qué el le asignó, se le ocurrió una idea bastante juguetona. 

Beatriz sostenía al gatito envuelto en una toalla, con una mirada seria que no lograba ocultar el brillo travieso en sus ojos.
—Bueno, el pobre bebé está lleno de pulgas, así que aprovecharé para bañarlo… y, ya que estamos, me baño yo también. Puedes esperar aquí. Ah, y deja tu ropa mojada afuera para que se seque—, en lo que sacaba unas toallas pero discretamente tomaba un cambio de ropa con una sonrisa perfectamente inocente, antes de desaparecer en el baño sin darle tiempo a Lucien de reaccionar.

Lucien arqueó una ceja, mirando la puerta cerrada del baño.
—Claro, tú haz lo tuyo, pero no tardes, ¿eh? —gritó, dejándose caer en el sofá como si tuviera todo el tiempo del mundo—. No vaya a ser que me dé una pulmonía aquí esperando como idiota.

Se acomodó, pero su mente empezó a correr en círculos. ¿Acaba de decirme que deje la ropa mojada? ¿Eso significa que...? Una sonrisa pícara se asomó en su rostro mientras imaginaba a Beatriz saliendo en una escena de película: cabello húmedo, envuelta en una toalla… Espera, ¿qué estoy pensando? No puede ser tan descarada, ¿o sí?

Intentó distraerse mirando alrededor de la habitación, pero no pudo evitar estar atento al más mínimo sonido. Cada gota de agua que caía del baño parecía alargar los segundos. Para cuando escuchó el ruido de la puerta abriéndose, Lucien ya estaba completamente mentalizado para mantener la compostura y “actuar indiferente”.

Pero entonces…

Beatriz salió del baño.

Totalmente vestida.

Su cabello estaba perfectamente atado con la toalla, y el gatito, limpio y envuelto en una pequeña toalla, descansaba tranquilamente en sus brazos. Su expresión era de la más pura inocencia, aunque sus ojos delataban la diversión que sentía por dentro.

—Listo, ya terminamos —dijo, como si nada hubiera ocurrido.

Lucien parpadeó, completamente desconcertado.

—¿Qué? Pero… espera… ¿y la toalla? ¿Cómo hiciste todo eso tan rápido?

Beatriz se encogió de hombros, acariciando al gatito mientras le dedicaba una mirada juguetona.

En realidad, ya había calculado ese momento. Sabía que Lucien caería en la trampa de subestimarla, y había ensayado exactamente esa frase. No era solo respuesta: era jaque.

—¿Qué esperabas? ¿Que dramatizara una escena de película barata? Por favor, Lucien, soy práctica, no teatral. Además, el gatito tenía prioridad.

Lucien la miró, intentando procesar cómo había perdido en un escenario que creía controlar. Finalmente, frunció el ceño, aunque su expresión no ocultaba la mezcla de admiración y frustración.

—Tú planeaste esto, ¿verdad? Sabías exactamente lo que iba a pensar.

—¿Planeé qué? —preguntó Beatriz, con una sonrisa que claramente decía lo contrario.

Lucien soltó un resoplido, cruzándose de brazos.
—Admito que me ganaste… esta vez. Pero cuidado, Beatriz, porque soy muy bueno para las revanchas.

—¿Revancha? —replicó ella, aguantando la risa mientras acariciaba al pequeño gato—. Vamos, Lucien. Ya sé que no puedes resistirte a alguien con esta cara de inocencia. Mejor ayúdame a buscarle una cama al gatito antes de que se duerma en mis brazos.

Mientras Beatriz se dirigía a la habitación para improvisar un lugar cómodo para el gato, Lucien la observó desde el sofá. Aunque aún estaba ligeramente molesto por haber caído en su juego, no podía evitar una sonrisa. Había algo en la forma en que ella siempre encontraba la manera de sorprenderlo que lo mantenía intrigado… y alerta.

“Está bien, Beatriz. Te la paso esta vez. Pero la próxima, me aseguraré de ganarte,” pensó, mientras se ponía de pie para seguirla.

Y así, mientras Beatriz cuidaba al gatito como si nada hubiera pasado, Lucien se prometió a sí mismo que, la próxima vez, la atraparía en su propia trampa. Aunque, en el fondo, no podía negar que le encantaba cada una de esas pequeñas batallas de ingenio.

Notes:

✨ Nota de la autora ✨

A partir de este capítulo, notarán que los episodios se han vuelto un poco más largos de lo habitual. ¡Prometo que no es mi intención abrumarlos! 😅 Simplemente llegamos a una parte de la historia donde la intensidad y la emoción crecieron tanto, que dividirla en partes más pequeñas habría quitado fuerza a todo lo que quería transmitir.

Preferí conservar la epicidad (sí, esa palabra se queda) y permitirles vivir el momento completo tal como lo imaginé. Gracias por acompañarme en este viaje, y espero que disfruten cada página extra tanto como yo disfruté escribirla 💖

Chapter 30: Día 3 parte 2 La revancha: “el mango enchilado”

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +200 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
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👉 Versión en inglés https://archiveofourown.org/works/65379142
Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 200+ reads! 💖
I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.
🎯 Goal: 500 reads
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Thanks for being here—see you in the next quantum leap. 💫

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Beatriz se secaba el cabello con desgano, mientras los sonidos de la cocina llegaban desde el otro lado del penthouse. Algo no cuadraba: Lucien no la había llamado para cenar. Eso sí que era raro.

—¿Será que me está ignorando a propósito? —murmuró, mirando al gatito dormido como si él pudiera darle una respuesta.

 

—¿Tú qué opinas? —murmuró mientras acariciaba al pequeño felino, que respondió con un suave ronroneo. Beatriz suspiró y se levantó. "Solo una manera de averiguarlo", pensó.

 

Cuando llegó a la cocina, ahí estaba él: impecable, elegante, y como siempre, irritantemente seguro de sí mismo. Lucien se encontraba preparando algo, moviéndose con precisión y gracia mientras cortaba lo que, para su sorpresa, eran lechuga, espinacas y manzanas verdes.

 

—Vaya, qué dedicado —comentó Beatriz, cruzándose de brazos y apoyándose contra el marco de la puerta—. ¿El chef personal está de vacaciones o algo así?

 

Lucien levantó la mirada hacia ella con una sonrisa ladeada, esa que Beatriz empezaba a asociar con problemas.

 

—Se enfermó. Alguien tiene que encargarse de mantener las cosas funcionando, ¿no crees? —respondió con un tono despreocupado mientras colocaba los ingredientes en un tazón—. ¿Quieres probar?

 

Beatriz alzó una ceja mientras se acercaba. Frente a ella había tres frascos. Oh, no... Aquí vamos otra vez.

 

—Déjame adivinar, ¿tengo que elegir? —dijo con un toque de fastidio.

 

Lucien asintió, con ese brillo travieso en los ojos que tanto la sacaba de quicio.

 

—Por supuesto. Escoge con cuidado.

 

Beatriz miró los frascos como si estuviera frente a una bomba desactivándola. Tomó uno, lo abrió, lo olió y, con un suspiro, vertió un poco sobre la ensalada. Al probarlo, se dio cuenta de que esta vez, por suerte, había acertado. Era un aderezo de verdad, de sabor agrio el que le gustaba a Lucien según el juego. Pero eso no evitó que frunciera el ceño al ver la expresión satisfecha de Lucien.

 

—¿Qué? ¿Esperabas que me equivocara? —espetó, cruzándose de brazos.

 

—Digamos que tu historial no es… infalible —respondió Lucien con ese tono burlón que mezclaba sarcasmo y elegancia como nadie más.

 

Beatriz bufó y, sin pensarlo demasiado, tomó un poco de aderezo con los dedos y estuvo a punto de embarrárselo en la cara como venganza. Pero algo la detuvo. ¿De verdad quiero hacer esto?

 

Lucien, siempre atento, notó la pausa. Antes de que pudiera reaccionar, él tomó su mano, la acercó lentamente a sus labios y... ¡metió el dedo en su boca!

 

El mundo de Beatriz se detuvo.

 

Su rostro se encendió en un rojo intenso mientras retrocedía dos pasos de inmediato, llevándose la mano al pecho.

 

—¡¿Qué te pasa?! —exclamó, aún más roja al ver la sonrisa descarada de Lucien.

 

—¿Qué? ¿No deberías jugar con comida si no estás lista para las consecuencias? Además, no se desperdicia comida—replicó él, inclinándose ligeramente hacia ella, como si disfrutara cada segundo de su incomodidad.

 

—¡No me toques así! —dijo, dándose la vuelta con rapidez. Su corazón latía con fuerza, y necesitaba salir de ahí antes de que su dignidad sufriera más daños—. Y para que lo sepas, no me interesa quedarme aquí contigo. Me voy.

 

—Como quieras —respondió Lucien con una voz tranquila pero cargada de intención— . Si te pierdes en la mansión, estaré en la terraza disfrutando de mi ensalada.

 

Beatriz no respondió. Simplemente salió de la cocina, tratando de recuperar la compostura.

 

¿Qué demonios fue eso? Su mente estaba hecha un caos, pero algo más profundo en ella empezaba a entender lo que realmente había ocurrido. Lucien, en su forma retorcida, le había estado invitando a pasar tiempo con él. Esa terraza... no era solo un lugar, era una oportunidad.

 

De repente, una idea brilló en su mente, y una sonrisa se dibujó en sus labios.

 

—Al fin una escena digna de mis habilidades —murmuró mientras se dirigía a la despensa de la cocina.

 

Regreso discretamente a la cocina de Lucien y buscando en el refrigerador, decide no caer en la trampa inicial. En lugar de simplemente ir a la terraza con las manos vacías, usa su ingenio latino para "contraatacar".

 

Beatriz encuentra el mango y con el condimento "Miguelito" en la otra, que con tanto esfuerzo preparó en este mundo extraño. Con el frasco en la mano, murmura para sí misma con una sonrisa diabólica:

—¿Quieres jugar sucio? Vamos a ver si puedes con las grandes ligas, mi rey. —

 

Con el mango en la mano y el frasco de Miguelito casero bajo el brazo, Beatriz trabajó con precisión. Cortó el mango al estilo mexicano, lo cubrió con el condimento y lo colocó cuidadosamente en un palo con una servilleta. Cuando lo probó, una chispa de orgullo la recorrió.

 

“Perfecto... ahora vamos a ver qué tan dragón eres, Lucien.” —Pensaba en lo que iba a la terraza.

 

Cuando llegó a la terraza, lo encontró sentado, disfrutando de su ensalada con la luna iluminándolo. Lucien levantó la mirada, sorprendido de verla de vuelta. Pero antes de que pudiera decir algo, Beatriz levantó el mango.

 

Te traje un postre —dijo con una sonrisa inocente.

 

Lucien entrecerró los ojos, desconfiado.

 

—¿Postre? —repitió.

 

Mango. Con un toque especial —respondió, extendiéndoselo.

 

Lucien tomó un trozo con la misma confianza que siempre lo caracterizaba. Pero en cuanto lo probó, sus ojos se abrieron de par en par. La mezcla de dulzura, acidez y picante lo golpeó como una explosión inesperada. Tosió ligeramente, pero no perdió la compostura. Al contrario, su sonrisa se amplió.

 

—¿Qué… Clase de hechizo es este? —preguntó con voz ronca.

 

—¿Hechizo? —replicó Beatriz con fingida sorpresa—. Es solo un gustito que yo misma preparé. ¿No te gusta? Puedo comerlo yo si quieres.

 

Lucien negó con la cabeza y, en un acto inesperado, tomó otro pedazo directamente de la mano de Beatriz. Ella se quedó inmóvil, su rostro ardiendo mientras él probaba el mango con una calma que no encajaba con la situación.

 

—Tiene carácter —comentó él, mirándola directamente—. Como tú.

 

Beatriz dio un paso atrás, cruzándose de brazos como escudo.

 

—Tch... No sabía que el gran Lucien Draekos era tan sensible al picante.

 

Lucien se rió suavemente y se inclinó hacia ella.

 

—Tal vez... o tal vez simplemente me gusta enfrentar retos dignos de mí.

 

Beatriz lo fulminó con la mirada, pero esta vez no tenía una respuesta rápida. Se giró rápidamente hacia la salida, dejando atrás una risa baja y satisfecha de Lucien.

 

Mientras se alejaba, escuchó su risa suave perderse en la brisa nocturna. No miró atrás. No lo necesitaba.

Un punto para mí, Lucien. Pero la partida apenas comienza.



El rey del ring y la reina de las sorpresas

Después de la cena, Lucien llevó a Beatriz a su gimnasio personal, un espacio amplio con equipo de última tecnología y un ring de entrenamiento en el centro. Con una sonrisa confiada, le hizo un gesto para que entrara.

—Mira esto, ¿ves por qué me llaman el rey de este lugar? —dijo, señalando con orgullo el equipo de pesas, sacos de boxeo y hasta un simulador de combate avanzado.

Beatriz cruzó los brazos y arqueó una ceja.

—¿Y eso qué? —respondió con diversión—. Todo esto no sirve de nada si no sabes moverte bien.

Lucien se echó a reír y, sin previo aviso, le lanzó un par de guantes de entrenamiento.

—¿Quieres demostrarlo? Ven, muéstrame lo que tienes.

Beatriz suspiró, pero una chispa competitiva encendió sus ojos. Aceptó el desafío y subió al ring, ajustando sus guantes. Se movía con agilidad, sus pasos ligeros y precisos. Golpeó el aire un par de veces antes de asentir.

—Vamos, grandote.

Lucien sonrió de lado y comenzó el sparring, atacando con movimientos calculados pero sin usar toda su fuerza. Beatriz, en cambio, esquivaba y contraatacaba con una velocidad sorprendente. Su estilo era rápido, con fintas inesperadas y golpes estratégicos.

—Huh… Tienes un estilo peculiar —comentó Lucien, bloqueando un golpe—. ¿Cómo lo llamas?

“Modo Tiffa” , ya te lo había dicho —dijo ella con una sonrisa misteriosa.

Cuando terminaron, ambos bajaron del ring, respirando con esfuerzo pero satisfechos. Fue en ese momento que las puertas del gimnasio se abrieron, y dos figuras vestidas de negro hicieron su entrada.

Noctis y Umbra.

Los gemelos caminaban con precisión casi mecánica, sus movimientos sincronizados como si compartieran un solo pensamiento. Sus trajes oscuros de cuero y las máscaras en forma de pico de cuervo los hacían parecer salidos de una fábula siniestra.

—¿Lo tienen? —preguntó Lucien sin rodeos.

Uno de los gemelos, Noctis, abrió un maletín y reveló un par de pistolas de diseño elegante y futurista.

—El Harrier 700 , la última versión —dijo con voz monótona.

Beatriz arqueó una ceja y cruzó los brazos.

—Ajá… ¿Y esto qué? ¿Gané una lotería sin saberlo?

—Las vas a necesitar para esta noche —respondió Lucien, tomando las armas y ofreciéndoselas.

Ella frunció el ceño, desconfiada.

¿Para qué exactamente?

Lucien sonrió con aire travieso.

—Vamos a una reunión especial. Unos militares están interesados en adquirir el diseño.

Beatriz suspiró, masajeándose la sien.

—Pff… ¿No puedes encargarte tú solo? No tengo ganas de ir a buscar problemas gratis.

—No es opcional, gatita. Ganaste en la partida de póker, ¿recuerdas? Como buena ganadora, te toca cumplir.

Beatriz lo miró con sospecha.

—…No es solo la venta, ¿cierto? Tienes algo más en mente.

Lucien solo sonrió, sin confirmarlo ni negarlo.

Beatriz bajó la mirada a las pistolas en su mano, luego volvió a ver a Lucien.

—Escucha… No quiero usarte como un escudo , ni que sientas que estamos utilizándonos mutuamente.

Lucien se quedó en silencio por un segundo, su sonrisa confiada desapareciendo por un instante. Luego, con una ligera inclinación de cabeza, respondió con una calma inusual:

—Huh… no pensé que vería el día en que alguien me dijera eso.

Beatriz sintió algo en su pecho al escucharlo. Había algo en la manera en que lo dijo, como si esas palabras hubieran tocado una fibra que no esperaba.

Pero, en un instante, la chispa traviesa volvió a sus ojos y su sonrisa resurgió.

—Bueno, bueno, no te pongas sentimental ahora. Tenemos trabajo que hacer.

Beatriz suspiró y miró las armas de nuevo.

—Está bien… pero si esto se vuelve un desastre, me deberás otra cena.

Lucien se rió.

—Trato hecho.

Noctis y Umbra permanecieron en silencio, observando el intercambio como sombras expectantes. Beatriz guardó las pistolas y se preparó mentalmente. Algo le decía que esta noche iba a ser todo menos tranquila.

Entre balas y confesiones 

El ascensor subía en completo silencio. Beatriz se apoyó contra la pared con los brazos cruzados, observando de reojo a Lucien, que sostenía con aparente indiferencia un maletín negro.

—Dime algo, Lucien… —murmuró, con su tono más despreocupado—. ¿Por qué exactamente no me enseñaste el diseño del arma antes de venir aquí?

Lucien ladeó la cabeza con una sonrisa de superioridad.

—Oh, ¿eso? Supuse que disfrutarías la sorpresa.

Beatriz puso los ojos en blanco.

"Ummm…—le dirigió una mirada afilada—… Sospechoso."

La campanilla del ascensor sonó y las puertas se abrieron.

El "edificio abandonado" resultó ser cualquier cosa menos eso. Las paredes estaban impecables, decoradas con mármol pulido y candelabros de luz cálida. Una mesa larga, rodeada de militares con trajes impecables, se encontraba en el centro del salón.

"Ay no… esto huele a trampa."

El general, un hombre de rostro severo y condecoraciones hasta el cuello, se levantó con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. A su lado, un mafioso con barriga prominente y anillos dorados chasqueó los dedos, ordenando a sus guardaespaldas que rodearan la zona.

Lucien avanzó con paso seguro y dejó el maletín sobre la mesa.

—Ah, General, qué gusto hacer negocios con un hombre de tradición.

El militar asintió con aire condescendiente.

—Espero que los lingotes de oro sean de su agrado.

Beatriz mantuvo su cara de póker, pero en su mente, ya veía venir la jugada.

"Oh no… creo que ya sé para dónde va esto."

Lucien sonrió con falso entusiasmo.

—¡Vaya, sí que está chapado a la antigua! Pero… antes de proceder, ¿no va a revisar la mercancía?

El general hizo un ademán de desprecio.

—No es necesario. No pagaríamos sin haber hecho nuestra investigación previa.

Lucien inclinó la cabeza con teatralidad.

—Qué interesante… porque yo sí tengo por costumbre verificar mis pagos antes de cerrar un trato.

El mafioso rio con desdén y chasqueó los dedos. Al instante, una docena de soldados levantaron sus armas y los rodearon.

Beatriz suspiró.

"Ay no, otra vez… —pensó mientras rodaba los ojos"

Lucien se llevó una mano al pecho con fingida sorpresa.

—¡¿Qué?! ¿El honorable general y el señor del crimen están coludidos? ¡Estoy consternado!

Beatriz le dio un codazo.

—¿Tienes un plan o vamos a repartir madrazos a lo loco?

Lucien sonrió y, con un gesto rápido, volteó una mesa para usarla de escudo.

—¡Que se armen los putazos! — grito Beatriz como si fuera un grito de guerra.

El caos estalló.

Beatriz y Lucien funcionaban como una máquina bien aceitada. Mientras él bloqueaba los disparos con la mesa, ella rodaba por el suelo y desarmaba a un guardia con un rápido giro de muñeca. Disparos, gritos y el estruendo de vidrios rotos llenaban la habitación.

—¡Arriba! —ordenó Lucien, tomando su mano y guiándola hacia la escalera de emergencia.

Los enemigos los perseguían mientras ascendían, pero Beatriz y Lucien se cubrían mutuamente, despejando el camino con precisión. Finalmente, llegaron al techo.

El viento nocturno golpeó sus rostros.

Lucien se giró hacia Beatriz con su típica sonrisa teatral.

—Confías en mí, ¿verdad?

Beatriz, con la adrenalina a tope, lo miró con emoción.

—Un momento… ¿Vamos a saltar?

Lucien arqueó una ceja.

—¿Estás entusiasmada?

Beatriz soltó una carcajada.

—¡Claro que sí! ¡Nos vamos a tirar por un edificio y te encargas de que no me pase nada!

Lucien parpadeó, un poco descolocado por su reacción. Pero no perdió más tiempo y la rodeó con un brazo.

—Sujétate.

Y saltaron.

Beatriz gritó de emoción.

—¡WIIIIIIII!

Lucien activó su poder, transformándose en humo rojo y partículas que amortiguaron la caída. Descendió con la clásica pose de superhéroe de Marvel, sosteniéndola con firmeza en sus brazos.

Al tocar el suelo, Beatriz sintió que las piernas le temblaban un poco, pero era más por la emoción que por otra cosa.

—¿Algo más? —preguntó con una sonrisa.

Lucien, sin responder, sacó un pequeño dispositivo del tamaño de un reloj.

Beatriz abrió los ojos como platos.

—Ay, ay, ay, ¡espera, espera, espera!

Lucien presionó el botón y una explosión iluminó el cielo.

Beatriz apenas tuvo tiempo de taparse los ojos antes de que el edificio estallara en llamas.

—¡Lucien! —exclamó, extendiendo los brazos de manera exagerada entre él, la explosión y el edificio destruido—. ¡Si ibas a volar el maldito lugar, me hubieras avisado! ¡Me habría traído lentes de sol para ver mejor la escena!

Lucien soltó una carcajada, claramente disfrutando su reacción.

—Era necesario. Si querían arriesgar sus vidas por un maletín vacío, no es mi problema —dijo Lucien con su típica despreocupación, sacudiéndose el polvo de la chaqueta.

Beatriz todavía sentía la adrenalina del momento, pero también algo más. Algo que tenía que ver con él. En los últimos días, Lucien se había convertido en una pieza que no terminaba de encajar en su vida… y aun así, estar con él se sentía extrañamente natural.

Lucien la observó con una media sonrisa, apoyando una mano en la cadera.

—Tienes una manera única de encajar piezas, Beatriz. Cada cosa que haces me demuestra que eres un rompecabezas completamente nuevo para mí. Y la verdad… no me molesta. Se siente bastante bien.

Beatriz parpadeó, sorprendida por la sinceridad en sus palabras.

—¿Eso crees?

—Definitivamente. Esta dinámica me gusta. Me siento libre de decirte que puedes usarme como quieras para tu investigación.

Beatriz bajó un poco la mirada, sintiendo un ligero rubor en las mejillas.

—Lucien… ya no quiero seguir con la investigación.

Él arqueó una ceja, sorprendido.

—¿No quieres?

Ella negó con la cabeza y sonrió con timidez.

—No. No es necesario. No necesito nada de ti… Solo me agrada estar contigo.

Lucien se quedó en silencio por unos segundos. La respuesta lo tomó desprevenido. Él estaba acostumbrado a que la gente se acercara a él por lo que podía ofrecer, no por lo que era. Pero Beatriz… ella simplemente quería su compañía.

Se pasó una mano por el cabello, mirando al cielo como si buscara una respuesta en las estrellas.

—Vaya… —soltó con una risa baja—. Y pensar que en los últimos días me han dicho que debería ser más cálido contigo . Primero en un sueño… Y ahora tú, sin que nadie te lo haya pedido.

Beatriz ladeó la cabeza con curiosidad.

—¿Te han dicho que seas más cálido conmigo?

Más de una vez. Parece que el universo insiste en ello —respondió con una media sonrisa. Luego la miró directamente a los ojos y agregó—: Beatriz, te has vuelto un rompecabezas muy interesante.

Ella bufó, cruzándose de brazos.

—No soy un rompecabezas, Lucien. Si tienes dudas sobre mí, puedes preguntarme directamente. No tengo mucho que esconderte.

Lucien sonrió con diversión.

—¿Ah, sí?

—Sí. Digo… ya te vi desnudo, así que sería absurdo que ocultara algo más.

Lucien parpadeó y luego soltó una carcajada fuerte, de esas despreocupadas y genuinas.

—¡Tienes razón! —dijo entre risas—. No puedo contra ese argumento.

Beatriz lo miró con una sonrisa de satisfacción.

—Así que dime, si crees que soy un rompecabezas, ¿qué clase de persona has armado a partir de todas las piezas que tienes de mí?

Lucien inclinó un poco la cabeza, observándola con interés antes de responder con ese tono seguro y encantador de Aries:

Está lejos de estar completo, pero lo suficientemente retador como para seguir armándolo.

Luego, sin soltarle la mirada, tomó suavemente su muñeca y comenzó a guiarla a través de la oscuridad de la noche. Beatriz sintió un ligero escalofrío, pero no de miedo… sino de emoción.

Pero ella no era alguien que se dejara llevar tan fácilmente. Con un movimiento juguetón, se adelantó un poco y, en lugar de dejar que Lucien la guiara con una sola mano, entrelazó sus dedos con la suya y luego tomó su otra mano también.

Lucien alzó una ceja, sorprendido por el gesto.

—¿Y esto?

Beatriz sonrió, mirándolo de reojo.

—De esta manera es más cómodo, ¿sabes?

Lucien soltó una leve risa, sacudiendo la cabeza con diversión, pero no apartó las manos.

Juntos, con la ciudad iluminada a sus espaldas y la noche como testigo, caminaron en silencio, disfrutando de la extraña pero innegable conexión que se había formado entre ellos.

🍽 Milanesas, Manipulación y Maldita Serpiente

Mediodía, cuarto día.

A veces, el cuerpo cae antes que el orgullo.
Beatriz no recordaba en qué momento exacto se había rendido al sueño. Solo sabía que cuando abrió los ojos, la luz se colaba por la ventana como si quisiera empujarla de nuevo al juego.

La ciudad seguía rugiendo allá afuera, indiferente a su pequeña revolución de la noche anterior. Pero ella ya no era la misma.

Cuarto día.

Y con él, la certeza de que había más guerra por pelear... aunque esta vez, no estaba segura de contra quién.


El aire en la base olía a humedad, pólvora seca... y Maruchan. Beatriz no lo había dicho en voz alta, pero era momento de irse. Sin embargo, marcharse sin hacer ruido no era su estilo. No. Si algo había aprendido de vivir entre dragones, Militares y casas de apuestas, era que el último golpe debía ser el más recordado.

Y tenía la jugada perfecta en mente.

 

En la Cocina, penthouse de Lucien

Beatriz revisaba los ingredientes como quien evalúa un campo de batalla. Latas sin etiqueta, sopas instantáneas de sabores cuestionables, arroz instantáneo. Suspiró.

No puede ser que vivan así... ¿Así cómo van a conquistar el mundo? —murmuró, cruzando los brazos.

Sacó su propio dinero y se fue a conseguir lo necesario. Cuando regresó, los achichincles de Lucien ya la miraban como si estuviera tramando un golpe de Estado.

Umbra , cruzado de brazos —¿Qué tramas?

Beatriz , freía milanesas con una sonrisa:
¿Yo? Nada malo... aunque, bueno, quizá un favorcito a cambio de una comida decente.

Noctis entorna los ojos: —¿Qué clase de favorcito?

Beatriz , se encoge de hombros:
—Un trueque. Yo les cocino como en el paraíso… ustedes me ayudan con unos encarguitos.

Los secuaces se miran. Olfatean trampa. Pero entonces ella levanta la tapa del sartén y el aroma los golpea.

Umbra (con ojos brillando):
¿Eso es...? ¿pollo? ¿panizado? ¿crujiente?

Milanesa , dice Beatriz, orgullosa. Frijoles refritos, ensalada fresca y un toque secreto.

Noctis , desconfiado: —¿Y qué tenemos que hacer?

Distraigan a Lucien. Que no me vea. Raúl, mándenlo lejos con cualquier excusa. Y tráiganme una jarra de agua del grifo y servilletas. No pregunten por qué.

Umbra , resignado —Estamos siendo manipulados, ¿cierto?

Correcto , dice Beatriz. Pero con amor.

 

Terraza limpia (milagrosamente), minutos después

Beatriz monta la mesa como si fuera un restaurante cinco estrellas. Sirve platos de milanesa dorada con frijoles refritos y ensalada. Les pone hasta servilletas dobladas con florecitas dibujadas. Los secuaces la miran como si acabara de abrir la puerta al cielo.

Noctis , tomando asiento: —¿Y esto no es veneno, verdad?

Lo único que envenena es tu actitud , responde Beatriz, con una guiñada.

Justo cuando los tenedores tocan los platos...

Lucien aparece. Silencio inmediato.

—¿Qué está pasando aquí? —pregunta con voz glacial, los brazos cruzados.

Umbra , con la boca llena: — Milagro divino, jefe... comida decente.

Lucien los fulmina con la mirada, luego gira hacia Beatriz.

—¿Tú hiciste esto?

¿Y quién más? ¿Crees que alguien más aquí sabría qué hacer con un sartén?

Lucien camina hacia la mesa, toma un tenedor, prueba un bocado. Su ceño se suaviza apenas un milímetro. Intenta disimular.

—No está mal...

¿"No está mal"? —Beatriz lo mira como si acabara de insultar su abuela.
—Esto no es solo comida. Es historia, es cultura, es técnica. ¡Es milanesa de fonda, Lucien! ¿Sabes cuántas guerras se han ganado con un buen plato de esto?

Los secuaces asienten intensamente, comiendo como si fueran a ser interrumpidos.

Lucien, al borde de una sonrisa, la observa. Beatriz, satisfecha, comienza a recoger sus cosas con una elegancia medida.

Se cuelga su maleta al hombro, lanza una última mirada a todos los presentes y dice:

En mi mundo, cuando una mujer cocina así, no es un gesto... es un mensaje.

Lucien se cruza de brazos, sin perderle la vista.

—¿Y cuál es el mensaje?

Beatriz se detiene, se gira, con la luz de neón iluminando su silueta:

Que puedo poner tu base patas arriba, dejar a tus hombres bien alimentados... y marcharme sin que puedas detenerme. Con estilo.

Saca una servilleta doblada, la deja sobre la mesa junto a Lucien. Con tinta negra, escrita con precisión:

“No te preocupes, Lucien. A veces, incluso el Sol necesita una sombra para saber que brilla.”

Se gira una última vez, y sin voltear, remata:

Gracias por los tres días, Lucien. Ahora sabrán lo que es extrañar a alguien.

Lucien , aún con el tenedor en la mano, se queda en silencio.

Los becarios , atragantados pero felices.
Y Beatriz , como toda reina que se respeta… se va antes de que la aplaudan.

Al pasar junto a él, se detuvo apenas un instante.

Lo suficiente para decir, con una dulzura afilada como navaja:

—No te preocupes, Lucien. A veces, incluso el Sol necesita una sombra para saber que brilla.

Y se fue.
Sin voltear. Sin drama.
Dejando atrás el aroma de comida casera, la risa de los secuaces, y el recuerdo de una mujer que, sin gritar, logró marcar el paso.

Lucien se quedó inmóvil, con la boca apenas entreabierta y un pensamiento repitiéndose en bucle:

¿Y ahora quién diablos va a cocinar así otra vez?

Desde la ventana del último piso, Lucien la observó cruzar la calle con paso firme, sin mirar atrás.
No se había llevado nada del pent-house, pero se llevaba todo el aire. Todo el calor. Todo el él .

La milanesa aún estaba caliente en su plato. Su equipo seguía comiendo abajo, entre risas y migajas.
Y él ahí… clavado en la sombra de su propio reflejo, sintiendo que la luz acababa de marcharse.

“No te preocupes, Lucien. A veces, incluso el Sol necesita una sombra para saber que brilla.”

La frase le rebotaba en el pecho como una bala lenta.
Él, que siempre había sido fuego, control, intensidad.
Ahora… solo sentía un silencio nuevo. Uno incómodo.
No porque ella se fuera. Sino porque esta vez no sabía cómo hacer que regresara.

Su reflejo en el vidrio parecía más joven. Más humano.
Tal vez la maldición del gato guardián no era una metáfora.
Tal vez sí necesitaba aprender a ser Sol, no incendio.

Suspiró, entrecerrando los ojos mientras ella desaparecía entre los edificios.

—Maldita sea, Beatriz…
—…me dejaste con hambre.

Pero no era de comida.

Pensamiento de Lucien (voz en off, estilo melancólico y con humor contenido):

“Ahí va otra vez… caminando como si el mundo le debiera respuestas. Como si pudiera morder al destino si no se las da.

Y aun así, ni siquiera me mira.

Tres días encerrada conmigo, jugando a que nada nos afecta. Tres días diciéndome sin decir que no me necesita. Pero si supiera lo que su ‘te quiero, Lucien’ dormido me hizo…

Maldito fuego mío.

Me prometí ser el Sol para ella, no una llama que la consuma. Pero ¿cómo se hace eso… cuando todo en mí quiere arder con ella?

...Y ahora va directo a un infierno que ni siquiera puedo ver.

Beatriz Delmar… si vas a enfrentar a los monstruos sola, más te vale regresar viva. Porque si no lo haces… quemaré este maldito mundo hasta encontrarte.”

Notes:

✨ Nota de la autora ✨

¡Sí, lo sé! Este capítulo también es más largo de lo habitual... pero tenía una muy buena razón para no partirlo. Beatriz (nuestra piscis con alma de Isekai, cuerpo prestado y edad engañosa) está en plena batalla emocional-estilo-Kaguya-sama contra Lucien (nuestro Aries nacido en el año del dragón con cero intención de perder). Y seamos honestos: no podía cortarlos en plena revancha sin romper la tensión que tanto me divertí construyendo 🐍🐉💥

Su dinámica simplemente me tiene obsesionada y necesitaba dejar que cada jugada, mirada y palabra se desarrollara a su ritmo. Prometo que cada página extra es por amor a la historia (¡y al drama!).

Gracias por seguir leyendo con el corazón tan abierto como yo escribo con el mío 💖

Chapter 31: La flor que no quiso convertirse en bruja

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +200 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
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👉 Versión en inglés https://archiveofourown.org/works/65379142
Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico.💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 200+ reads! 💖
I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.
🎯 Goal: 500 reads
Once we hit it, I’ll release an alternate version with more drama, romantic tension, and game-changing choices. Ready? 😉
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👉 English version https://archiveofourown.org/works/65379142
Thanks for being here—see you in the next quantum leap. 💫

Chapter Text

El día había transcurrido de forma extrañamente tranquila. Beatriz, todavía disfrutando del caos que había sembrado en estos tres días, para terminar con Lucien en el edificio con los militares, había regresado a su habitación, para tomar sus cosas y salir del edificio, repasando mentalmente su plan para obtener más información sobre Khaërôn, la misteriosa entidad cósmica que amenazaba con destruir este mundo.

 

Sabía que la presencia de Khaërôn no era un simple adorno en la narrativa del juego. Algo no cuadraba; era una amenaza latente que no debía tomarse a la ligera. Sin embargo, hasta ahora, no lo había visto en ninguna parte.

 

Mientras caminaba hacia el patio exterior del edificio para salir y tomar un taxi, una brisa fría la detuvo en seco. Todo a su alrededor se congeló, como si el tiempo hubiera decidido detenerse. Los sonidos de fondo, las voces, incluso el parpadeo de las luces, desaparecieron por completo.

 

Esto no puede ser bueno... —murmuró Beatriz, sintiendo cómo un escalofrío le recorría la espalda.

 

Entonces lo vio.

 

Un pequeño perrito blanco salió de entre las sombras, con orejas largas que caían suavemente a los lados de su cabeza y ojos rojos brillantes como brasas. A primera vista, parecía inofensivo, casi adorable. Pero Beatriz no era tonta. Su corazón dio un vuelco al reconocer la figura y, más importante, lo que simbolizaba.

 

El animal inclinó la cabeza, observándola con una curiosidad perturbadora.

—Vaya, vaya... Tú no eres como las demás, ¿verdad? —La voz que emanó no era exactamente una voz, sino un susurro que resonaba directamente en su mente.

 

Beatriz sintió cómo su piel se erizaba. "No lo escuches. No lo mires. No le respondas" , se repitió como un mantra mientras comenzaba a caminar más rápido, fingiendo que no había notado su presencia.

 

—¿No tienes curiosidad? —continuó la criatura, avanzando detrás de ella sin siquiera mover las patas. Su voz sonaba extrañamente melódica, casi hipnótica—. Podría concederte lo que más deseas... Un simple contrato.

 

Beatriz apretó los puños, luchando por no voltear. "¿Qué clase de juego cruel es este?" pensó. La sola mención de un contrato la hizo temblar; las historias de este tipo de entidades eran siempre las mismas: deseos otorgados a cambio de sacrificios inimaginables.

 

¿Qué tal una salida de este lugar? ¿Una forma de regresar a casa? —La criatura estaba ahora frente a ella, bloqueándole el paso. Su sonrisa inhumana era casi insoportable.

 

Lo siento, pero no hago tratos con vendedores ambulantes. —Beatriz intentó pasar de largo, pero el perrito se materializó nuevamente a su lado, como si la realidad misma no pudiera contenerlo.

 

Entonces, en un movimiento instintivo, Beatriz sacó el arma especial que había adquirido en este mundo. La empuñó con firmeza, apuntando directamente al ser.

 

Oh, ¿planeas dispararme? —preguntó, claramente divertido. Sus ojos rojos parecían brillar aún más—. Qué fascinante. Adelante, pequeña.

 

Beatriz apretó el gatillo, y una señal de humo con la palabra "Love" se disparó hacia el perrito. Este ni siquiera se inmutó; simplemente observó cómo la nube rosa lo rodeaba y se disipaba en el aire.

 

—Vaya... Eso fue adorable. —La criatura sonrió aún más, si es que eso era posible—. Te vigilaré, Beatriz Delmar. No olvides que los humanos siempre caen en el ciclo ... tarde o temprano.

 

Con esas palabras, desapareció en un parpadeo, dejando a Beatriz sola en el pasillo, temblando por una mezcla de rabia y terror.

 

Genial, ahora tengo mi propio Ku-Bey... —murmuró, intentando recuperar el aliento.

 

Sabía que el encuentro no sería el último, y peor aún, que Khaërôn no estaba actuando solo. La historia se volvía cada vez más oscura, y Beatriz tendría que pensar rápido si quería sobrevivir y romper el ciclo que estas entidades imponían.




Beatriz cerró la puerta de su apartamento de golpe, apoyando la espalda contra la madera como si pudiera protegerla de lo que acababa de suceder. Su corazón latía desbocado, y apenas podía controlar su respiración.

 

¿Por qué a mí? —susurró, cubriéndose el rostro con las manos mientras intentaba calmarse—. Ni siquiera soy una adolescente...

 

La pregunta resonó en su mente como una sentencia. Sabía que no era una chica mágica típica: su cuerpo tenía unos veintitantos, y su alma, si alguien se tomaba la molestia de preguntar, tenía al menos 35 años.

 

—Esto no tiene sentido... —murmuró mientras comenzaba a pasear de un lado a otro del cuarto—. ¿Por qué a mí? ¿Por qué?

 

Un pensamiento oscuro la detuvo en seco. Su mirada se perdió en el vacío mientras sentía un escalofrío recorrerle la columna.

 

¿Y si... buscan a la bruja? —La idea le heló la sangre—. No... no sería eso.

 

Pero la otra posibilidad era aún peor.

 

¡Quieren que me convierta en una! —Beatriz apretó los puños, temblando ante la posibilidad. La lógica empezaba a encajar de la forma más macabra: la entidad quería convertirla en una bruja, usarla como una herramienta para combatir a Khaërôn , su opuesto natural. Pero si esa cosa estaba aquí...

 

Sus pensamientos fueron interrumpidos por un recuerdo: las personas que habían desaparecido recientemente, las conversaciones casuales que tuvo con Miguel Angel y Emil sobre “compañeros ausentes o desaparecidos” . Sintió cómo su estómago se hundía.

 

—Dios mío... —susurró, encendiendo rápidamente su teléfono.

 

Marcó el número de una de sus pocas aliadas confiables en este extraño mundo: Samanta.

 

—Samanta, buenas noches. ¿Cómo estás? —preguntó, esforzándose por sonar despreocupada mientras se sentaba en la orilla de su cama.

 

La voz de su amiga llegó animada y sin preocupaciones.

—Hola, amiguis. Yo bien, ¿qué pasa?

 

—Oye... —Beatriz vaciló, tratando de encontrar las palabras adecuadas para no sonar paranoica—. Sonará raro que te pregunte esto, pero... ¿has notado si algún compañero de trabajo ha dejado de venir últimamente, sin avisar con antelación?

 

Samanta hizo una pausa.

—Oh, sí, claro. Pero han sido pocos, como unas cinco personas. De hecho, ya habíamos hablado de esos chicos en el chat privado de la academia, que estaban faltando mucho al trabajo últimamente.

 

El mundo de Beatriz pareció detenerse. Su espalda se tensó, y el frío la invadió como si la habitación hubiera perdido todo el calor.

 

—Cinco personas... —susurró para sí misma, mientras las piezas caían en su lugar.

 

Sabía lo que eso significaba. Lo había visto en tantas historias y juegos: una bruja estaba cazando humanos para alimentarse, creciendo hasta convertirse en un monstruoso laberinto. Y con los poderes que tenían los cazadores de entidades en este mundo, estaba casi segura de que sólo unos pocos sacrificios bastaban para desencadenar el caos.

 

¿Beatriz? ¿Estás bien? —preguntó Samanta al otro lado de la línea, sacándola de sus oscuros pensamientos.

 

Beatriz parpadeó, regresando al presente.

Oh, disculpa, me distraje cambiándome de ropa. ¿Decías?

 

—Te decía que el chico nuevo parece todo un sueño, ya sabes, el que se lleva bien contigo, Emil. Me preguntaba si me conseguiste una cita con él.

 

Beatriz dejó escapar una risa forzada, tratando de recuperar algo de compostura.

—¡Vamos, no soy casamentera!

 

Samanta se rió también, y Beatriz intentó relajarse. Pero mientras su amiga seguía hablando, Beatriz no podía dejar de pensar en las piezas del rompecabezas que acababan de unirse en su mente.

 

Había algo terriblemente oscuro acechando en este mundo, y ahora estaba segura de que las desapariciones no eran coincidencia. Tendría que moverse rápido si quería detenerlo... o al menos sobrevivir.

 

Beatriz colgó la llamada y dejó escapar un suspiro largo y pesado. Las piezas encajaban en su mente como un rompecabezas macabro, pero la imagen final era un caos indescriptible. Si no actuaba rápido, este mundo —y sus habitantes— estarían condenados.

 

Decidida, se dirigió al baño para darse una ducha caliente, intentando calmar su mente y organizar sus pensamientos. El vapor llenó la habitación, pero no logró disipar el frío que se había instalado en su pecho. Cuando salió, ya tenía claro lo que debía hacer.

 

De su armario sacó lo que llamaba su "traje ceremonial": una túnica blanca sencilla que reflejaba pureza y humildad. Se envolvió el cabello con una sábana blanca, improvisando un velo, y se arrodilló en el centro de su pequeña sala, donde las luces apenas iluminaban el lugar.

 

Dios del sistema... —murmuró, cerrando los ojos con fuerza mientras juntaba las manos—. Por favor, escúchame. Sé que no me he comunicado contigo desde que llegué aquí... Pero esto es muy urgente.

 

Tomó aire, sintiendo cómo su voz temblaba mientras continuaba.

No sé si viste al "Ku-bey". Yo sí lo vi, y sé qué es. Esto no anuncia nada bueno para este mundo hermoso, con su paz frágil pero esperanzadora. Esa cosa... Esa cosa ofrece deseos a chicas adolescentes vulnerables, pero las transforma en guerreras condenadas a luchar hasta que ellas mismas se convierten en los mismos monstruos que enfrentan.

 

El recuerdo de la criatura hizo que apretara los puños sobre sus rodillas.

Y no sólo eso... —su voz se quebró—. Tiene el poder de alterar la realidad. Mi arma... mi única defensa... se convirtió en un juguete en cuanto apunté hacia él.

 

Beatriz respiró profundamente, tratando de recuperar la calma.

Sospecho que ya hay una chica que sucumbió a la oscuridad. Ya se "comió" a cinco personas, y si permitimos que se convierta en un laberinto de bruja, arrastrará a más víctimas dentro. Si eso sucede, ni siquiera una chica mágica podrá detenerla; sólo será otro sacrificio más.

 

Abrió los ojos y miró al techo, como si buscara alguna señal divina.

Necesito tu ayuda. Por favor, déjame acceder a las habilidades que he obtenido en todos los otros juegos. Sé que no es algo que debería pedir... pero si puedo usar esas habilidades, podría entrar al laberinto, detener a la bruja y purificar la semilla oscura.

 

Beatriz bajó la mirada, una lágrima solitaria recorriendo su mejilla.

Por favor... Hablamos de cientos de vidas en juego. Si hay algo que pueda hacer, lo haré. Sólo dame las herramientas necesarias para intentarlo.

 

Un silencio absoluto llenó la habitación. Por un momento, Beatriz creyó que su oración no había sido escuchada. Pero entonces, una luz tenue apareció en el aire frente a ella, formando un holograma brillante con líneas de código que parecían fluir como un río vivo.

 

—Petición recibida. Procesando... —dijo una voz artificial, neutral pero autoritaria, que parecía resonar en todo el lugar.

 

Beatriz tragó saliva, su cuerpo tenso mientras esperaba la respuesta.

 

Análisis de habilidades previas completado. Restricciones identificadas. —La voz pausó, como si deliberara—. Autorización especial concedida. Acceso parcial a habilidades de usuario desbloqueado. Limite temporal aplicado: 48 horas.

 

Los ojos de Beatriz se iluminaron, su corazón latiendo con fuerza.

—¿De verdad...?

 

La voz continuó, cortante y seria:

Advertencia: éxito no garantizado. Usuario debe enfrentar consecuencias de su elección. Proceda bajo su propio riesgo.

 

Una esfera de luz azul descendió hacia Beatriz, envolviéndola con un cálido resplandor que hizo que su traje ceremonial ondeara suavemente, como si estuviera bajo el agua. Sintió un torrente de conocimiento y poder fluir dentro de ella, como si abrieran una puerta que llevaba años cerrada.

 

La voz habló una última vez antes de desvanecerse:

Buena suerte, usuario Beatriz.

 

Cuando la luz desapareció, Beatriz se quedó sola en la habitación. Cerró los ojos, apretando los puños mientras una renovada determinación la invadía.

 

—Muy bien... No pienso desperdiciar esta oportunidad.

 

Se levantó, lista para enfrentarse a la oscuridad, sin importar el costo.

 

Beatriz se levantó del suelo, con el resplandor de la esfera azul aún latiendo en su mente. No podía desperdiciar un segundo. Si las habilidades del sistema le durarían apenas 48 horas, debía actuar rápido y asegurarse de tener un respaldo para cuando el tiempo se agotara.

 De pronto el comunicador de Beatriz vibró con insistencia. Un ícono familiar parpadeó en su interfaz: Sistema de Gestión de Recursos Humanos - División Táctica .

Chasqueó la lengua. "Ahora sí me van a colgar por no pedir permiso...", pensó, deslizando el dedo para abrir la notificación.

Pero lo que leyó la detuvo por completo.

[Notificación del sistema]
Operativa Beatriz Delmar.
Informe de seguridad urbana Nº 72-C validado con eficacia del 98.7%.
Resultado: Reconocimiento automático.
Beneficio: 72 horas de licencia adicional por eficiencia excepcional.
Fecha de activación: inmediata.

Parpadeó un par de veces. —¿Qué...?

Otro mensaje llegó al instante.

[Mensaje del sistema]
Supervisora directa: Oficial Astrae Lyris
"Buen trabajo, Beatriz. No preguntaré por qué saliste sin autorización... pero que valga la pena.
PD: Esta vez, no te arriesgues sola."

Beatriz soltó una risa incrédula. El sistema la estaba mimando. O alguien desde arriba quería asegurarse de que tuviera margen de maniobra.

—Perfecto... —murmuró, volviendo a caminar con renovada determinación—. Tres días. Más que suficiente para causar un poco de caos funcional.

Pensamiento crítico de Beatriz – Decisiones antes del combate contra la bruja

Beatriz entrecerró los ojos al revisar el patrón energético de la bruja. Era inestable, vasto… y antinatural. No puedo enfrentarme a esto como una simple cazadora, pensó, con los dedos tamborileando contra el cristal de radiestesia. Y si acepto una habilidad mágica externa, corro el riesgo de entrar justo en el juego de ellos.
"Ellos", los incubadores, la entidad Ku-bey, y todo ese sistema envenenado de contratos disfrazados de milagros. Ya había visto adónde llevaba eso: corrupción, pérdida de identidad, y una muerte lenta de la voluntad propia. Beatriz no se convertiría en una pieza más.

Si la bruja es el jefe final de una pesadilla emocional… ¿Qué clase de enemigo representa realmente?
La respuesta llegó con la lógica brutal de su experiencia gamer: un coloso . Gigantesco. Casi imposible de dañar por medios convencionales. Pero no invencible.

Shadow of the Colossus.
Ahí estaba la clave. Ese juego le había enseñado que no todo se trataba de fuerza o hechizos. A veces, era cuestión de persistencia, precisión y saber dónde golpear . No tengo que destruirla. Solo purificarla desde dentro.
Esa idea le dio el marco táctico: pensar como cazadora, no como maga.

Ahora faltaba la ejecución. ¿Qué herramientas podrían dañar algo que no estaba hecho enteramente de materia física, sino de emociones corruptas, lamentos encarnados y caos? Las armas convencionales no bastaban. Tampoco quería depender de hechicería. Y entonces pensó en un sistema que había estudiado y confiaba plenamente: Action Taimanin .

Las armas diseñadas para luchar contra demonios. Artefactos que ya venían calibrados para enemigos interdimensionales, y con una ventaja clave: camuflaje . El sistema podía ocultarlas bajo un formato neutral, como si fueran armamento normal de cazadora. Perfecto para engañar sensores mágicos o interferencias del sistema de Ku-bey.
Eran tecnológicamente superiores y moralmente seguras: herramientas, no pactos.

Eso resolvía el problema del armamento. Faltaba la montura.

Beatriz sonrió con cierta nostalgia. Si voy a luchar como si fuera una heroína de tragedia griega, necesito algo que esté a la altura. Así que acudió a su memoria estratégica. Lo que necesitaba no era solo poder bruto, sino algo que encarnará velocidad, resistencia, e inteligencia táctica, sobre todo para no tener tanto contacto en el laberinto de la bruja.
Así nació la idea de una fusión.

Persona 3. Un juego que le había enseñado que los lazos importaban. Que fusionar no era destruir, sino sintetizar lo mejor de cada entidad. Con esa lógica, formó su alineación:

  • Ixion, espíritu del trueno: velocidad, carga divina, pureza.

  • Robot Unicorn, símbolo de precisión tecnológica y elegancia.

  • Argo, yegua de guerra que no temía a gigantes.

  • Sleipnir, símbolo de trascendencia, montura de los dioses.

Cuatro aspectos distintos. Un alma única.
Y así, se forjó su montura de combate. No una simple criatura invocada, sino una extensión de su voluntad, nacida de recuerdos, estrategias y títulos que había ganado a pulso en otros mundos virtuales.

Beatriz miró al horizonte del laberinto. A lo lejos, sentía la presencia de la bruja.
Y no temía.

Porque, a diferencia de muchos, ella no estaba atada al sistema.
Había creado uno propio.

Y con eso, redobló el paso. Tenía claro su primer destino: el taller de Lucien. Como líder de un imperio armamentístico clandestino y figura clave del submundo, él podía ser su mejor —y quizás único— proveedor confiable. A pesar de sus diferencias, entre ellos existía un lazo inquebrantable, difícil de definir pero imposible de ignorar . Ella no sabía exactamente qué significaba para él, pero hoy... necesitaba que él creyera en ella, sin preguntas, envió un mensaje rápido avisando que iba para la base de la zona N109.

Se cambió rápidamente, optando por ropa práctica y discreta. Reunió todo lo necesario: planos de armas desbloqueados por el sistema, materiales que había adquirido con una tarjeta de Lucien (accidentalmente, al inicio del juego cuando era la protagonista original... pero qué coincidencia tan útil), y algo de dinero en efectivo de uno de sus pozos de los juegos. No pensaba aprovecharse sin ofrecer algo a cambio.

Al llegar a la base en la Zona N109, Lucien la esperaba como si hubiera sabido que ella vendría. Apoyado contra el marco metálico de la entrada de la mansión, la observó con esa media sonrisa que apenas levantaba una comisura de sus labios.

¿Qué tienes esta vez, Beatriz? —preguntó con su tono habitual: mezcla de sarcasmo, curiosidad... y algo más que ella aún no se atrevía a nombrar.

Beatriz no perdió tiempo. Entró al taller como una tormenta silenciosa, desplegando los planos sobre la mesa metálica, dejando que el eco del papel lo dijera todo. Señaló con precisión.

Necesito que copies estos planos o les tomes fotos, como prefieras. Pero esto es lo prioritario —indicó un conjunto en específico—: munición especial. Balas elementales. Estas son las fórmulas y los posibles catalizadores.

Lucien hojeó uno de los planos y frunció el ceño con interés.

—¿Balas mágicas? ¿Estás metida en alquimia urbana ahora? ¿O sólo estás intentando arruinar mi reputación como fabricante de cosas reales?

—No tengo tiempo para bromas, Lucien —dijo, manteniendo su voz firme—. Esto es serio. Te ofrezco estos planos, una buena paga y exclusividad si lo deseas. Si esto funciona, podrías revolucionar el mercado. Y tú sabes que eso significa poder... y respeto.

Lucien dejó los planos sobre la mesa y la miró con intensidad. Ese fuego que él solía contener detrás de sus ojos ardió un poco más fuerte.

—Eso último ya lo tengo. Pero me intriga qué tanto estás ocultando para venir con esa urgencia... y ofrecerme un trato justo —su voz bajó una octava—. ¿Qué vas a hacer con estas balas, Beatriz?

Ella sostuvo su mirada. Sabía que mentirle no servía, pero tampoco podía decirle toda la verdad. No aún.

Las necesito para protegerme —dijo, sin parpadear—. Y para evitar que algo peor se desate.

Hubo un momento de silencio. Lucien la evaluó en busca de grietas, pero sólo encontró acero.

Finalmente asintió, tomándose su tiempo.

—De acuerdo. Empezaré con la munición. Pero será experimental, así que no prometo perfección. ¿Cuántas necesitas?

—Las suficientes para salir con vida. O, al menos, para dar pelea, que se adapten a la Harriet 700 y si me puedes fabricar este par de pistolas . — Señalando el plano de los cañones Mariposa de Action Taimanin.

Lucien sonrió con esa mezcla de arrogancia y preocupación genuina que sólo él sabía manejar.

—Entonces empieza a rezar que no me equivoque de catalizador.

Beatriz soltó una exhalación que casi fue una risa. Por primera vez desde que vio al Ku-Bey, se permitió un momento de ligereza.

Eso ya lo hice. Créeme.

 

Con ese asunto en marcha, Beatriz se dirigió a la siguiente fase de su plan. Regresó a su casa, abrió su dispositivo y comenzó a revisar las redes sociales de los "Hunters", buscando cualquier información sobre los compañeros que habían desaparecido. Como esperaba, un chisme así no pasaba desapercibido. Consiguió los nombres rápidamente y, tras una búsqueda en sus perfiles, encontró algo alarmante: sus direcciones formaban un pentagrama perfecto.

 

—Esto no puede ser coincidencia... —murmuró, trazando las ubicaciones en un mapa. En el centro del pentagrama había un hospital.

 

El corazón de Beatriz se detuvo por un segundo.

—¡Rayos! —exclamó, golpeando la mesa. No quería precipitarse sin estar preparada, pero sabía que las brujas atacaban principalmente al caer la noche. Y ya era de noche.

 

Con el tiempo en su contra, decidió recurrir a sus invocaciones. Sabía que sólo podría hacer una de calidad, y esta sería su compañera durante toda la misión. Necesitaba alguien rápido, valiente e inteligente, con capacidad de daño en área. Tras meditarlo, formuló una formación de cuatro cartas, al estilo Persona 3, para crear una fusión única:

 

  1. Ixion, el unicornio de trueno.



  1. El Robot Unicornio, una máquina elegante y precisa.



  1. Argo, la yegua negra entrenada para enfrentar a colosos sin miedo.



  1. Sleipnir, el caballo de ocho patas de Odín.




La fusión fue un éxito, aunque su pozo de dinero de Persona 3 casi quedó drenado. Frente a ella apareció una criatura majestuosa: un corcel relampagueante con la inteligencia de una máquina, la valentía de un guerrero y la velocidad de una tormenta.

 

—Perfecto... —murmuró, acariciando suavemente la crin eléctrica del corcel.

 

Aún así, necesitaba algo más para localizar a la bruja. Recordó el cristal de radiestesia de Lyserg Diethel del videojuego de Shaman King para PS2 , un detective espiritual que había desbloqueado, decidió reclamar ese item. Decidió probarlo.

—¿Es de noche? —preguntó, sosteniendo el cristal—Si es así, por favor gira en círculos, si la respuesta es negativa muévete de lado a lado.

 

El cristal respondió girando en círculos: sí. Funcionaba.

 

Beatriz entrecerró los ojos al recordar los patrones energéticos de las brujas. Eran inestables, vastos… y antinaturales, como los protocampos donde se rastreaban y eliminaban a los Wanders.

—No puedo enfrentarme a esto como una simple cazadora, —pensó, tamborileando los dedos contra el cristal de radiestesia. —”Y si acepto una habilidad mágica externa, corro el riesgo de entrar justo en el juego de ellos.”

—“Ellos”… los incubadores. Ku-bey. Contratos disfrazados de milagros, que se susurraban al oído justo cuando estabas más vulnerable. Ella ya había visto lo que causaban: corrupción lenta, pérdida de identidad, una caída disfrazada de ascenso.

La imagen vino de inmediato: una chica de mirada sombría, trenzas negras, avanzando sola contra el tiempo mismo. Homura. Había hecho un pacto con la intención más pura: salvar a quien amaba. Y sin embargo, terminó atrapada en un ciclo de repeticiones infinitas, convirtiéndose en un arma viviente de desesperación.

Beatriz desvió la mirada. Esa historia no era ficción. Era advertencia.

—No pienso convertirme en eso —murmuró para sí, apenas audible.

El sistema sabía que tenía el título de Sorceress de Final Fantasy VIII —un vestigio desbloqueado durante una fase anterior, un eco del acuerdo familiar. Pero invocar ese poder implicaría depender de una magia inmensa… y oscura. Una magia que ya no estaba conectada a voluntad, sino a emociones intensas y, en su caso, altamente volátiles. No podía permitirse canalizar algo así, no con los incubadores cerca. Era como abrir la puerta y decir: pásenle, destruyan mi alma .

Además, sabía lo que era ver cosas grotescas sin quebrarse. Su temple no era un accidente. Lo había forjado a base de enfrentamientos donde la muerte acechaba entre polígonos y partituras de fondo: desde los colosos mudos de Shadow of the Colossus , hasta los titanes casi imposibles de Final Fantasy VII . Había destruido a Ruby, Emerald y Ultimate Weapon antes de cumplir los diecisiete . Había sobrevivido al COVID, a encierros mentales y reales, inclusive recordando estar atrapada en sus sueños en pasillos de su escuela amarillos interminables , a la presión de una tesis con sinodales crueles. ¿Magia? No, gracias. Ya sabía de lo que era capaz con su propia mente.

La diferencia entre ella y las víctimas del sistema no era el poder, era el control.

No necesito milagros, pensó. Necesito precisión. Estrategia. Y herramientas que yo misma pueda desmontar si algo sale mal.

Así, mientras su reflejo parpadeaba en el cristal de radiestesia, Beatriz reafirmó su decisión: purificaría a la bruja no con hechicería prestada, sino con armas diseñadas con lógica, con mecánicas que conocía, con tácticas que podía ajustar como en cualquier boss fight.

Y si el sistema se atrevía a juzgarla por resistirse, que lo hiciera.

Después de todo, no era una heroína elegida por el destino.

Era una jugadora.

Y los jugadores... aprendían a ganar.

Confiando en el cristal para guiarla, empezó a trabajar en su equipo que le ayudara para la incursión dentro del laberinto, pensó en unas bombas estilo molotov pero con temporizador, utilizará el sistema de piezas de los golems de legend of Mana, recordaba que tenía muchas piezas sin utilizar para los cerebros de aquellos autómatas así que rellenaria con piezas del elemento Aura para purificar y le agregaría un componente de ignición con Salamandra, las llamo: bombas de fusión elemental .

 

Para su ropa de batalla, necesitaba algo diseñado para resistir hechizos corruptores… y deslumbrar en combate.

Uno de los atuendos desbloqueables había aparecido tras completar el ciclo de finales trágicos: el "Manto del Loto Sombrío", un traje de evento. Lo había conseguido sin querer, luego de una interacción incómodamente intensa con todos los intereses amorosos de Kamigami no Asobi , donde activó todos los "malos finales" posibles.

El sistema, caprichoso como siempre, lo recompensó como si aquella tortura emocional hubiera sido una prueba superada.

—¿Un traje que te protege más cuanto peor son tus circunstancias emocionales…? —murmuró, sacudiendo la cabeza.

Pero era hermoso. Y poderoso. Y, por primera vez, Beatriz se lo colocó con la seguridad de quien no buscaba ser vista… sino sobrevivir.

Beatriz se puso un traje que combinaba lo mejor de dos mundos:
un body negro entallado de fibras sintéticas ultrarresistentes, con refuerzos florales estilo japonés bordados con hilo espiritual en los hombros, cintura y tobillos. Sobre él, una sobrefalda translúcida de pétalos encantados flotaba con una gracia casi líquida, dando la ilusión de un vestido etéreo sin comprometer la movilidad.

La capucha permanecía anexa, y cuando la alzaba, un filtro óptico le permitía ver fluctuaciones de magia y patrones de laberinto, parecidos a una interfaz AR. 

Al lado del cinturón, pequeños cartuchos para bombas elementales descansaban como si fueran pétalos de rosa listos para florecer. En el pecho, un broche con forma de loto brillaba con pulsaciones tenues: ese era el núcleo del traje, una gema que absorbía parte de la corrupción del laberinto para evitar que afectara la mente de Beatriz.

—Bien… ahora las armas —murmuró Beatriz, mientras el sistema desplegaba una lista tan extensa que parecía una ofensa al minimalismo. Eran años de juego, de logros desbloqueados, de exploración obsesiva y eventos rarísimos. Sabía que no podía llevar todo, así que esta vez no buscó lo más eficiente, sino lo que resonara con el momento.

Colocó el cristal guía sobre la mesa central y extendió su palma.
—Sistema, desplegar protocolo de forja segura. Activar Martillo de But.

El piso respondió con una vibración apenas perceptible. Runas geométricas brillaron bajo sus pies, el aire chispeó con líneas de código suspendidas, y frente a ella apareció el icónico banco de trabajo flotante con forma de yunque orgánico. El martillo legendario de la forja de Legend of Mana, pesado como los recuerdos de otro juego, flotaba ante ella envuelto en una luz suave.

«Bienvenida, portadora. Las almas del acero escuchan.»

Una lista de sus armas se proyectó en el aire, con íconos familiares y estadísticas flotantes. Beatriz tocó primero su vieja espada corta de cazadora , esa que siempre había sido rápida, confiable, pero demasiado modesta para un laberinto caótico. Luego seleccionó la Kunoichi Blade , una daga veloz recuperada durante un evento de infiltración en Action Taimanin. Ambas armas flotaron, girando en espiral.

—Combinar. Afinidad: sí. Estabilidad: 87%. Confirmar fusión.

El martillo de But descendió con lentitud ceremonial. Al tocar las dos armas, una chispa blanca explotó en el aire, y Beatriz pudo ver fragmentos de memoria de ambas: un salto mortal sobre un demonio, una danza de cortes rápidos en las calles de un Neo-Tokio invadido. Las imágenes se fundieron en una bruma, y de ella emergió algo nuevo: 

🔹 Hoja Espectral: Kuno no Ame . Elegante. Letal. Viva.

«Pasivo: +10% de evasión. Activo: Ráfaga ilusoria tras 5 golpes encadenados. Estética: satisfactorio.»

—Siguiente.

Tocó la claymore antientidades , con sus grabados elegantes y mango de blanco puro. Luego, seleccionó la Muramasa Breaker , una espada maldita que había obtenido tras derrotar a una jefa que apenas podía mirar sin estremecerse. El sistema vibró más intensamente esta vez.

«Advertencia: tasa de compatibilidad 62%. Riesgo de inestabilidad emocional.»

—Acepto —respondió sin vacilar.

El Martillo descendió, esta vez con una onda expansiva que hizo parpadear las luces. Beatriz entrecerró los ojos cuando la mezcla mostró un recuerdo: ella, sola en un combate, gritando de rabia al sistema por matarla con un bug injusto. La espada absorbió esa emoción... y al calmarse, se estabilizó.

🔹 Murakumo del Vacío flotaba, inmensa y serena, como un coloso dormido.

«Efecto activo: Carga de ruptura mágica. Pasivo: absorbe ira contenida. Consejo: no discutir con intereses amorosos mientras se equipa esta arma.

Una claymore reforzada con acero espiritual, capaz de cortar tanto materia como hechizos. Especial contra protecciones mágicas densas.
Pasivo: Acumula "carga de ruptura" al bloquear ataques.

Activo: Libera una descarga que reduce la defensa mágica del objetivo durante 10 segundos.»

Beatriz rió suavemente.

Siguió el proceso con su báculo de mago errante , combinándolo con el Crystal Heart de Noah Brown

Ambas armas flotaron, girando en espiral.

—Combinar. Afinidad: sí. Estabilidad: 97%. Confirmar fusión.

—Acepto —respondió sin vacilar. Obteniendo así el;


🔹 El Cetro del Circuito Aether , un báculo mágico que respondía a sus pensamientos, se fusionó con la tecnología de Noah Brown y el báculo de cazadora . Esta unión dio como resultado un elegante cetro de gran tamaño, adornado con un cristal azul en forma de corazón central y dos alas. Listo para liberar fuego y luz con la delicadeza de flores primaverales.

«Un báculo táctico que canaliza tanto magia como energía pura. Se adapta al entorno y puede conectarse con fuentes del sistema.

Pasivo: Reduce el coste de maná en hechizos un 15%.

Activo: Invoca un campo de regeneración mágica por 10 segundos (uso limitado por combate).»

Una por una, las armas fueron tomando nuevas formas, formas que solo podían existir porque ella conocía sus juegos, sus límites, y cómo hacerlos dialogar entre sí.

Cuando terminó, el sistema lanzó una última notificación:

«Fusiones completadas. En caso de querer volver a usar armas básicas, desactivarlas desde la armería, o se puede camuflar con su apariencia anterior con la opción del menú.»

Y allí, en la habitación silenciosa, Beatriz contempló su nueva colección. No era invencible. Pero era algo más: era ingeniosa. Había aprendido a sobrevivir con estilo, con estrategia y con cariño por todo lo que alguna vez jugó.

Entonces lo vio.

Un ícono grisáceo, semi-transparente. No estaba del todo “legal” en el sistema. Era un arma de fase beta. Recordaba haber leído en foros que, en un build descartado del juego, la protagonista podía empuñar arcos, pero eso se desactivó antes del parche final. Sin embargo, ella… lo tenía.

—No puede ser que todavía lo guarde…

Al seleccionarlo, el sistema titubeó. No aparecía nombre. Solo un render sin texturas. Beatriz sonrió con picardía.

—Vamos, Rufus, préstame tu estilo…

Extendió la otra mano y buscó uno de sus tesoros de Valkyrie Profile: el arco de Rufus, aquel arma que le había permitido disparar a los cielos como si cada flecha llevará una oración. Lo seleccionó. Las dos armas flotaron, entrelazándose con partículas doradas.

«Compatibilidad: experimental. Riesgo: bajo. Resultado: impredecible pero estable. Confirmar fusión.»

El Martillo de But descendió con un zumbido suave, casi reverente. Esta vez no hubo explosión ni luz violenta, sino una vibración profunda, como el eco de un paso gigantesco sobre roca sagrada.

Del núcleo fusionado emergió un arco majestuoso, con la curvatura de un arma ceremonial, pero una tensión letal en la cuerda. Parte de su estructura parecía tallada de piedra colosal, como si hubiera sido extraída de un ser dormido por eones. En la empuñadura, una marca luminosa: el sello de un Wander perdido.

🔹 Arco del Coloso Errante
Forjado con fragmentos de un Wander caído, este arco conserva la magia de Vínculo con lo titánico , un encantamiento que permite afectar criaturas nacidas de emociones extremas o dimensiones alteradas. Es decir: brujas, espectros mayores o entidades nacidas del caos.

Efecto pasivo: Marca y debilita puntos vulnerables.
Efecto activo: Si se carga con luz espiritual (de Ixion o de un conjuro), puede perforar defensas mágicas por breves momentos.

Beatriz alzó el arco con cuidado, como si temiera despertarlo.

—Perfecto para ti, Bruja —dijo en voz baja—. Que sepas que no vine desarmada.

El sistema respondió con una notificación breve:

«Instalado. Sincronizado. Buen disparo, jugadora.»

Y con eso, Beatriz completó su arsenal. No la más fuerte. No la más rápida. Pero sin duda, la más peligrosa: porque cada arma tenía historia, y cada historia, un propósito.

—Gracias, But —dijo, palmeando el martillo, que emitió un suave brillo antes de desvanecerse. Se vistió con su traje negro con capucha "Manto del Loto Sombrío" y se dirigió hacia el hospital, el posible epicentro del laberinto de la bruja.

 

Mientras caminaba por las calles desiertas, sintió una presencia. Levantó la vista y, en lo alto de un edificio, vio a un cuervo de ojos rojos que brillaban intensamente. El corazón le dio un vuelco. Reconocía a ese cuervo: era Diaval  “la mascota” de Lucien.

 

—¿Me estás vigilando...? —murmuró, apretando los puños, pero continuó su camino, sabiendo que el verdadero desafío apenas comenzaba.

Chapter 32: La sinfonía que quiso devorar el cielo

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
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Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
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Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 200+ reads! 💖
I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.
🎯 Goal: 500 reads
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Thanks for being here—see you in the next quantum leap. 💫

Chapter Text

Beatriz llegó a la cima del hospital, el viento helado azotando su rostro mientras sostenía el cristal de radiestesia. Su respiración era pesada, pero su mente estaba enfocada. Al hacer la consulta, el cristal se tensó como una aguja de brújula, señalando hacia una esquina del techo. Justo cuando el hilo pareció "tocar" el espacio vacío, una grieta luminosa apareció en el aire, expandiéndose en espirales caóticas hasta formar un portal titilante.

 

Frente a la abertura, Beatriz tragó saliva y cerró los ojos por un momento.

—Bueno, primero los preparativos...

 

Concentrándose, realizó la invocación especial de Ixion, fortaleciendo su presencia para resistir las propiedades corruptas del laberinto. La figura del unicornio eléctrico surgió a su lado, su cuerpo irradiando destellos de energía pura. Beatriz reforzó tanto a Ixion como a sí misma con conjuros: "Corazón de león" para mantener el coraje, barreras mentales para protegerse de la confusión, y un refuerzo físico para resistir cualquier ataque inesperado.

 

Revisó su lista de armas que había elegido para esta incursión: 

🔹 Arco del Coloso Errante: ideal para enfrentamiento a larga distancia y colocar marcadores a los enemigos.
🔹 Espada corta de cazadora Kuno no Ame: rápida, ideal para eliminar familiares o enemigos menores.
🔹Cetro del Circuito Aether canaliza hechizos del sistema, perfecto para conjurar desde barreras hasta rayos de energía.

🔹Claymore Kuno no Ame. Elegante. Letal. Viva. pesada pero efectiva para romper protecciones mágicas o estructuras en el laberinto.

🔹 Bombas de fuego y luz elementales (fusión elemental): objetos crafteados a partir del sistema de creación de golems, con temporizador.

 

Montó a Ixion, aferrándose a su crin cargada de energía estática, y cruzó el portal.

 

El interior del laberinto era un desfile de imágenes surrealistas y desquiciadas: paredes hechas de ojos parpadeantes que la seguían mientras avanzaba, relojes derritiéndose y recomponiéndose, y fragmentos de risas infantiles resonando en el aire, tan dulces como inquietantes. Los colores vibraban y cambiaban con cada paso, como si el espacio estuviera vivo y respondiendo a su presencia.

 

Sostuvo el cristal de radiestesia y formuló su pregunta en voz baja, como si temiera romper la frágil tensión del lugar:

¿Dónde está la bruja?

 

El cristal reaccionó de inmediato, girando frenéticamente antes de señalar una dirección. Beatriz e Ixion avanzaron con cuidado, evitando a las criaturas menores que acechaban en las esquinas: sombras amorfas con dientes afilados, niños de papel doblado que lloraban tinta negra, y flores que intentaban atraparles con sus pétalos afilados como navajas.

 

Finalmente, llegaron a la cámara principal.

 

El espacio era vasto, como una catedral torcida que desafiaba toda lógica. Columnas de caramelo derretido se alzaban hacia un techo lleno de estrellas muertas, y el aire olía a azúcar quemada. En el centro de la sala flotaba la bruja.



La bruja se llamaba "Euphonia", una entidad nacida del deseo de perfección y la frustración de nunca alcanzarla. Su forma principal era un enorme torso flotante, con un cuerpo hecho de partituras rasgadas y quemadas que flotaban a su alrededor como alas. Tenía un rostro similar al de una muñeca rota, con grietas que dejaban entrever luz cegadora. Su cabeza estaba coronada por un tocado de metrónomos que marcaban un compás irregular y perturbador. Su existencia era una ópera inacabada, condenada a repetirse sin final ni aplauso.

 

Bajo su cuerpo flotaban sus "familiaridades", figuras humanoides hechas de teclas de piano y alambres que bailaban al compás de una música inaudible. Estas criaturas lanzaban notas musicales como proyectiles, cada una cargada de energía caótica.

 

Euphonia flotaba entre risas distorsionadas y una melodía que sonaba como un disco rayado, alternando entre armonías y disonancias. Cuando Beatriz entró, el rostro de la bruja giró lentamente hacia ella, y de las grietas de su máscara comenzó a derramarse un líquido negro que caía al suelo como tinta, formando charcos que hervían y burbujeaban.

 

Beatriz sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

—Esto no será fácil... —murmuró, mientras Ixion relinchaba, preparado para el combate.

 

Beatriz desenvainó su “El arco del coloso errante”, uno de los pocos objetos que no había sido alterado en su encuentro anterior con Ku-bey. Ajustó una de sus flechas especiales, imbuida con magia luminosa para que funcionara como un marcador. Al tensar la cuerda, el arco emitió un suave brillo y disparó directamente hacia Euphonia. La flecha se incrustó en el torso de partituras de la bruja, emitiendo un destello que marcó su posición.

 

Euphonia respondió con un chillido ensordecedor, agitando sus "alas" de partituras que comenzaron a lanzar notas afiladas como cuchillas hacia Beatriz. Ixion relinchó y esquivó con agilidad, zigzagueando entre los proyectiles.

 

¡Cristal, haz tu trabajo! —Beatriz sacó el cristal de radiestesia, formulando su pregunta con determinación mientras evadía los ataques.

¿Dónde está su punto débil?

 

El cristal giró caóticamente antes de señalar un punto específico: una grieta luminosa justo en la base del "tórax" de Euphonia, donde las partituras parecían entrelazarse de manera más densa.

 

—Ahí estás... —murmuró Beatriz, mientras Ixion avanzaba a toda velocidad.

 

El unicornio cargó con una fuerza descomunal, su cuerno eléctrico trazando relámpagos en espiral mientras embestía a los familiares de la bruja como si fueran sombras dispersadas por una tormenta divina. Cada pisada crepitaba como un trueno contenido, y su mirada artificial brillaba con un resplandor decidido: la fusión de Ixion , el corcel relámpago; la precisión del Robot Unicornio ; el coraje de Argo ; y el misticismo de Sleipnir, el caballo de ocho patas de Odín.

Cuando el camino estaba libre, Beatriz se sujetó con fuerza a su montura.

—¡Ahora, Ixion! ¡Activa Bifröst Ascension ! —ordenó. Bifröst Ascension no era sólo una técnica, era un legado. El eco de dioses antiguos cabalgando entre mundos, revivido por una guerrera moderna.

Con un relincho ensordecedor, Ixion-Sleipnir invocó su legado celestial: bajo sus ocho patas se desplegó un sendero de luz prismática, un puente efímero como el Bifröst, que serpenteaba por el aire como si tejiera un camino entre mundos.

El corcel ascendió como un trueno galopando sobre un arcoíris, cada zancada quebrando la oscuridad que envolvía el laberinto. A medida que ganaban altura, la atmósfera vibraba con electricidad y mitología entrelazadas.

Beatriz, envuelta en ese resplandor sagrado, desenvainó su claymore , y con el impulso final, saltó desde el lomo de Ixion como una heroína caída del cielo.

—¡Por todo lo que arrastraste contigo, Euphonia... Esto termina ahora!

Girando en el aire con precisión de videojuego y furia contenida, descendió como un rayo dirigido por los dioses, apuntando directo al núcleo expuesto de la bruja, para asestar el golpe que sellaría su destino.

Y entonces, como si el mismísimo mundo musicalizara la escena, los ecos de una sinfonía heroica se alzaron en el aire...

 

[High Quality] Shadow of the Colossus OST 08 - The Opened Way

 

El enfrentamiento comenzó.



—¡Ixion, necesito distracción!

El unicornio respondió con un relincho eléctrico que estremeció el aire. Desde su cuerno, lanzó una descarga en arco, destruyendo a varias familiares de piano y obligando a Euphonia a desplegar sus alas de partituras como escudo improvisado. El cielo ilusorio del laberinto chispeó con electricidad.

Con la claymore en alto, Beatriz ejecutó un tajo diagonal que atravesó parte del torso y las alas de Euphonia, generando una lluvia de notas quemadas. La grieta se amplió, visible como una herida palpitante que irradiaba pulsos de luz y corrupción.

Pero Euphonia rugió, y del centro de su cuerpo emergió una ola de oscuridad disonante que arrastró a Beatriz al aire y la arrojó violentamente contra un muro de caramelo derretido.

—¡Ngh...! —Beatriz escupió sangre, tambaleándose, mientras la bruja comenzaba a absorber todo el entorno hacia su núcleo como un agujero de desesperación.

—Basta... —susurró Beatriz, guardando la claymore y desenvainando su espada corta de cazadora, diseñada para precisión quirúrgica, para aferrarse al suelo y no fuera absorbida por el núcleo.


Mientras Euphonia fluctuaba entre forma y niebla, aprovechó la apertura. De su cinturón extrajo una bomba de fusión elemental, ensamblada en combate con esencia de Aura —para canalizar la pureza espiritual— y Salamandra —para provocar ignición mística.
—Fragmentación de núcleo: confirmada —murmuró.


Con pulso firme, dejó que absorbiera la bomba en la grieta palpitante de la bruja.
—Luz... purifica.

Activó el temporizador mágico y lo arrojó al vacío.

El artefacto detonó con un sonido cristalino, como miles de campanas rompiendo el silencio. La metralla mágica no era física, sino fragmentos etéreos de energía pura que quemaban la corrupción como agua bendita en carne maldita.

La explosión fue un estallido de canto sagrado mezclado con disonancias rotas: una sinfonía final.

Euphonia cayó al suelo como una marioneta sin hilos. Sus familiaridades se deshicieron como origami mojado, pero un remanente de su alma emergió en forma de sombra colosal: un coro de bocas abiertas en lamento que comenzó a absorber el laberinto hacia su centro.

Para no ser absorbida por Euphonia, Beatriz se vio obligada a soltar momentáneamente la espada, volviendo a clavarla en el suelo mientras emitía un fuerte silbido en busca de la ayuda de Ixion.

Entonces, desde lo alto, una figura descendió envuelta en luz: una chica mágica, de apariencia etérea, como sacada de un recuerdo olvidado. Su silueta brillaba con colores suaves, delineada por una corona de estrellas flotantes.

¿De verdad pensaste que podrías hacer esto sola? —dijo con una sonrisa melancólica, su bastón cubierto de flores comenzando a girar como una caja de música.

No estoy sola, al parecer —respondió Beatriz, levantándose.

A su paso, las ondas oscuras retrocedían.

Beatriz, jadeante y herida, apenas mantenía su agarre en su espada. Sus piernas temblaban. Las quemaduras de energía oscura en sus brazos palpitaban de dolor por tocar la pared de caramelo derretido. Pero sus ojos se encontraron con los de la recién llegada, y algo en esa mirada la sostuvo. No esperanza, sino empatía.

Aki se detuvo junto a ella, extendió el báculo hacia el cielo del laberinto y lo giró suavemente. 

¡Oración de los Mil Pétalos!

Una oleada de luz floreció desde la punta del bastón, expandiéndose como una sinfonía visual que barrió el espacio. Los metrónomos se quebraron. Las partituras de la bruja se disolvieron en cintas de luz. Las notas oscuras fueron arrancadas una por una de su cuerpo por pétalos incorpóreos.

Y con un último destello, Euphonia fue purificada.

Donde antes flotaba una bruja, sólo quedó suspendida una pequeña esfera negra y brillante: la semilla del caos, latente como un corazón dormido. Tibia... como si respirara. Como si esperara.

Aki bajó el báculo, y de su flor brotó una segunda onda de luz, más suave, más íntima. Beatriz sintió cómo sus heridas se cerraban. La quemadura en su costado se desvaneció, el veneno mental del laberinto desapareció, y su energía vital fue restaurada.

No deberías tener que cargar con esto —susurró Aki, tomando la semilla flotante entre sus manos. Luego, tras una pausa, la depositó suavemente en las palmas de Beatriz.

Tienes buena puntería... y un corazón fuerte. El sistema te necesita. Más de lo que imaginas.

Beatriz la miró, atónita, con mil preguntas colgando de sus labios. Pero Aki sólo sonrió con tristeza, como quien sabe que el tiempo no está de su lado.

—A veces, la purificación también deja cicatrices. Pero tú... puedes convertirlas en algo bello.

Comenzó a retroceder, su figura volviéndose cada vez más etérea entre una corriente de pétalos y luz.

El horror se desvaneció. En su lugar, sólo quedó la fragancia suave de una flor sin nombre. Hasta que ella lo dijo: 

Me llamo Aki.

Después, ya no estaba.

Solo quedaba el eco de su presencia, una flor flotando en el aire...
...y la semilla del caos, tibia en las manos de Beatriz.
Pero en el aire, quedó flotando una flor.

Una flor que no pertenecía a ese mundo.

Chapter 33: El tablero se inclina

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +200 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
☕ ¿Quieres apoyar mi trabajo?
Pásate por mi Buy Me a Coffee (opcional y muy agradecido):
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📖 ¿Prefieres leer en inglés?
Ya hay capítulos traducidos disponibles:
👉 Versión en inglés https://archiveofourown.org/works/65379142
Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 200+ reads! 💖
I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.
🎯 Goal: 500 reads
Once we hit it, I’ll release an alternate version with more drama, romantic tension, and game-changing choices. Ready? 😉
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Chapter Text

Beatriz llegó al lago en una de las zonas más tranquilas de entre las que podría hacer el ritual al amanecer, con la semilla del caos todavía emanando un tenue resplandor oscuro que parecía resistirse. Sacó un pergamino antiguo que había reclamado en su última sesión, estudiando los pasos de la danza que le permitiría liberar el alma atrapada. A pesar de la tensión del momento, se obligó a respirar profundamente y concentrarse, sacando su báculo el “ Cetro del Circuito Aether” para poder concentrar mejor su energía y así purificar la semilla.

 

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Comenzó la danza.

 

Sus movimientos eran fluidos, precisos, como si cada paso contuviera una plegaria. La semilla flotó en el aire, rodeada por el agua del lago que se elevó como hilos de luz líquida, envolviéndola. Beatriz murmuró palabras antiguas, invocando energías purificadoras mientras el agua se tornaba brillante. Finalmente, la semilla del caos cambió su color oscuro a un blanco puro, como si toda la corrupción hubiera sido drenada.

 

Con un sonido cristalino, la semilla se fragmentó en miles de pequeños destellos, que ascendieron al cielo como estrellas fugaces.

 

Lucien, que había llegado poco después, observaba desde las sombras. Aunque no entendía del todo lo que Beatriz hacía, estaba completamente impresionado.

 

—¿Qué... fue eso? —preguntó, acercándose cuando la danza terminó.

 

Beatriz, aún un poco agitada por el esfuerzo, le sonrió ligeramente. —Liberé el alma de alguien que sufría.

 

Antes de que pudieran intercambiar más palabras, una voz irónica interrumpió el momento.

 

—Qué desperdicio... De haber sabido que harías eso, mejor te hubiera atacado antes. Los adultos siempre arruinando todo para los niños.

 

La chica mágica aparece.

 

Desde un árbol cercano, una adolescente de unos 15 años bajó de un salto, con una postura relajada pero desafiante. Su cabello era corto, teñido en un tono carmesí, y su actitud era la de alguien que había visto demasiado para su edad.

 

—¿Y tú quién eres? —preguntó Lucien, frunciendo el ceño.

 

La chica lo ignoró y se dirigió a Beatriz con una sonrisa sarcástica. —Los Hunters siempre metiéndose donde no los llaman.

 

Beatriz dio un paso al frente, manteniendo la calma. —Disculpa, no me he presentado. Soy Beatriz, de los Hunters Unicornio. Cazamos Wanderers. Esto parecía una anomalía grande. Si sabes algo más al respecto, me gustaría hablar contigo tranquilamente. ¿Qué te parece un café?

 

La adolescente rió entre dientes, cruzando los brazos. —¿Un café? ¿Y qué sigue? ¿Me vas a comprar una casa? Mira, mayorcita, si vamos a hablar, más te vale estar preparada para pagar todo lo que pida.

 

Lucien dio un paso amenazante hacia ella, su postura rígida y el ceño más marcado. —¿Quién te crees que eres para hablarle así?

 

—Lucien, basta —dijo Beatriz con calma, levantando una mano para detenerlo.

 

Sacó una tarjeta de su bolsillo y se la ofreció a la chica. —Este es mi contacto. Si decides hablar, solo envíame un emoji de diamante rojo. Puede que tarde en contestar, pero atenderé tu llamado en cuanto me sea posible.

 

La adolescente tomó la tarjeta con una sonrisa burlona. —Vale, pero recuerda: si el restaurante es malo, me largo.

 

Con eso, dio un par de saltos hacia atrás y desapareció entre los árboles, dejando una leve risa como eco.





Lucien estaba claramente molesto mientras regresaban a su casa.

 

—¿Cómo puedes tratarla tan tranquilamente? Esa mocosa necesita aprender algo de respeto.

 

Beatriz sonrió levemente. —Es solo una niña. La paciencia puede abrir más puertas que un puño cerrado.

 

—Paciencia... —bufó Lucien, cruzando los brazos. —Si tiene esa actitud ahora, imagina lo que hará después.

 

Beatriz suspiró. —Tiene una razón para ser así, y esa razón puede ser clave para lo que está pasando. Por ahora, confía en mí.

Lucien soltó un suspiro frustrado mientras tomaban el desvío hacia la zona N109. A su lado, Beatriz mantenía la mirada fija en el horizonte, como si ya estuviera organizando mentalmente cada pieza del próximo movimiento. El silencio entre ellos no era incómodo, sino cargado de pensamientos no dichos.

—Entonces, Beatriz, ¿qué fue todo eso en el lago? Esa semilla, la danza... ¿Qué clase de magia era esa? —preguntó finalmente, rompiendo la tensión con su voz áspera.

Ella lo miró de reojo, con una chispa de cansancio y una media sonrisa. —La clase de magia que rara vez puedo usar. Pero si quieres entenderlo bien… vas a tener que prepararme un café.

Lucien bufó, casi divertido. —Te lo ganaste.

El auto blindado se detuvo frente a la mansión. Cuero y pólvora. Mármol helado y acero oculto bajo elegancia. La base de operaciones de Lucien no era solo una fortaleza, era un mensaje.

Al entrar, los guardaespaldas Noctis y Umbra cuchicheaban emocionados sobre la inesperada visita. Lucien los ignoró con la mirada de quien no tiene tiempo para rumores, mientras Beatriz cruzaba el umbral como si ya conociera cada rincón del lugar.

En la oficina, con la puerta cerrándose tras ellos, la luz se volvió más tenue. Beatriz desplegó sus cartas con precisión, como si cada una estuviera cargada de destino.

Lucien observaba desde las sombras, y su tono sarcástico no tardó en regresar.

—¿Realmente era necesario el teatro?

 

Beatriz no respondió inmediatamente. Terminó de colocar las cartas, tomándose su tiempo para asegurarse de que todo estuviera dispuesto de forma meticulosa: los cuatro reyes frente al Joker en un lado y el otro mazo aún cerrado a su izquierda. Finalmente, levantó la mirada, seria.

 

—Escucha con atención. Esto no es un juego, Lucien. Lo que voy a decirte es información clasificada-dijo, sin titubear.

 

Él arqueó una ceja, interesado pero con un aire desafiante. —¿Clasificada? Genial. Esto empieza a sonar entretenido.

 

Beatriz suspiró, acostumbrada ya a su actitud. —¿Has oído hablar de Khaërôn ?

 

Por primera vez, la expresión relajada de Lucien se tensó levemente, aunque lo disimuló casi de inmediato. — Digamos que me suena .

 

—Entonces sabes lo que dicen las leyendas —continuó Beatriz, mientras separaba las cartas de los cuatro reyes y las colocaba frente al Joker-. Es un ser cósmico ancestral, una amenaza que aparece cada ciclo de tiempo. Y cada vez que lo hace, los héroes se levantan para enfrentarlo. Ganan, y él tarda otro ciclo en regenerar su energía para volver.

 

Lucien se inclinó hacia adelante, mostrando un interés genuino por primera vez. —Sigue.

 

Beatriz abrió el segundo mazo, las cartas españolas, y comenzó a sacar los comodines. Su tono se volvió más grave, cargado de un peso que Lucien no pudo ignorar. 

 

Beatriz deslizó una carta por la mesa y ésta chispeó con una luz roja.

Khaërôn está despertando. Pero no está solo esta vez.

Sacó otra carta, el Joker, que empezó a descomponerse en motas negras.

—Hay otra fuerza. Algo que no respeta el tablero. Algo que... ni siquiera entiende las reglas.

Lucien observó cómo colocaba los comodines a la izquierda de la mesa, opuestos al Joker. —¿Otra amenaza cósmica? ¿Y cuál es su truco? ¿También quiere destruir el mundo, o es algo más creativo?

—"Los Incubadores". Mi abuela me habló de ellos. Seres que se presentan como adorables, pero son la representación de un engaño mortal. Se acercan a niñas adolescentes, usualmente en momentos de desesperación, y les ofrecen cumplir cualquier deseo. A cambio, ellas se convierten en chicas mágicas y obtienen poderes.

 

El comentario detuvo en seco cualquier intento de burla por parte de Lucien. Sus ojos se entrecerraron, buscando cualquier señal de duda o mentira en la expresión de Beatriz.

 

—¿Incubadores? —repitió con incredulidad.

 

Beatriz asintió. —Funcionan como una mente colmena. Se presentan como pequeñas criaturas inofensivas, algo que jamás sospecharías. Se acercan a adolescentes en momentos de desesperación y les prometen concederles cualquier deseo a cambio de convertirse en "chicas mágicas".

 

La tensión en el aire era palpable. Beatriz continuó, sabiendo que debía exponer todo con cuidado.

 

—Pero el precio que pagan es alto. Una vez que aceptan, están condenadas a luchar hasta la muerte contra criaturas llamadas "brujas" . Cada vez que derrotan a una, obtienen un objeto llamado "semilla del caos" , que purifica la gema que les permite transformarse.

 

Lucien, aún escéptico, apoyó los codos en la mesa, entrelazando las manos frente a su rostro. —¿Y qué pasa si no consiguen suficientes "semillas"?

 

Beatriz lo miró directamente a los ojos, su voz baja y sombría. 

Se convierten en las mismas brujas que están destinadas a cazar.

 

Lucien la interrumpe, incapaz de contenerse:

—Suena como un trato clásico con el diablo. Aunque con más “brillos y purpurina.”

 

—Si tan solo fuera eso…

 

Lucien la escucha con creciente incomodidad, especialmente cuando Beatriz menciona la Noche de Walpurgis, un evento apocalíptico que ocurre cuando las brujas alcanzan un poder crítico.

—Déjame adivinar. Esto no es solo un problema local, ¿verdad? Parece que estás sugiriendo que estamos atrapados entre dos fuerzas que quieren destruirnos.

 

—Exactamente. Y para complicarlo más, los Hunters no pueden enfrentarse a estas brujas. Nuestra energía no les afecta. “Es un sistema que opera fuera de nuestras reglas conocidas.”

 

Lucien frunce el ceño al escuchar que Beatriz fue abordada por uno de los Incubadores. Su semblante cambia cuando ella menciona que su arma fue convertida en un juguete.

 

—¿Y qué te hace tan especial para ellos? ¿Por qué querrían reclutarte? —comenta en tono serio Lucien.

 

Beatriz bebe un sorbo de café, midiendo sus palabras antes de responder.

 

—Creo que quieren usarme como una pieza en su tablero. Alguien con mi capacidad podría enfrentarse a Khaërôn , derrotarlo y, luego, caer... dándoles la energía que necesitan para ganar dos veces.”

 

Lucien se recuesta en su silla, con el ceño fruncido y los ojos clavados en Beatriz. La tensión en la habitación es palpable. Finalmente, con un tono más bajo, casi como si hablara consigo mismo, dice:

—Son como parásitos... usando el sacrificio de otros para alimentar su guerra interminable. Pero aún no entiendo por qué aceptaste entrar en esto sola.

 

Beatriz se encoge de hombros, con una sonrisa amarga.

—Porque no hay nadie más que pueda hacerlo. Y porque... no tengo miedo de jugar mi carta.

 

La conversación termina con ambos en silencio, cada uno evaluando el peso de las revelaciones y lo que esto significa para su futuro.

 

Lucien soltó un largo suspiro, reclinándose nuevamente en su silla. —Bien, supongamos que “te creo" . ¿Qué esperas que haga? No soy precisamente alguien que se entusiasme por salvar al mundo, ya te he dicho que no soy un filántropo.

 

Beatriz barajó las cartas restantes con una precisión casi mecánica, como si el movimiento en sí la ayudará a organizar sus pensamientos.

—No te estoy pidiendo que salves al mundo. Estoy pidiendo tu ayuda para equilibrar el tablero.

 

Él arqueó una ceja, claramente intrigado. —¿Equilibrar el tablero? Eso suena ridículamente ambiguo, incluso para ti.

 

Beatriz no se dejó intimidar por su sarcasmo. Se detuvo un momento, eligiendo cuidadosamente sus palabras. 

—Sabes tan bien como yo que no soy la única que sabe de esto. Aparecerán otros grupos interesados en las "chicas mágicas" y en lo que representan. Algunos querrán controlarlas. Otros, eliminarlas.

 

Lucien rió por lo bajo, aunque la tensión en su postura era evidente. —Déjame adivinar, como Hunter Unicornio quieres "protegerlas" , ¿no? Qué noble.

 

Beatriz lo fulminó con la mirada, pero su voz permaneció calmada. —Quiero entenderlas. Khaërôn ya es suficiente problema como para añadir más caos al tablero. Estas chicas están atrapadas en un ciclo del que no tienen escapatoria. Si podemos romperlo, quizás podamos encontrar una solución que beneficie a todos.

 

Lucien tamborileó los dedos sobre la mesa, evaluando sus opciones. Finalmente, inclinó la cabeza hacia un lado, como si algo acabara de ocurrírsele.

 

—¿Y qué pasa si no te ayudo?

 

Beatriz dejó las cartas sobre la mesa y se cruzó de brazos, mirándolo directamente. —Entonces alguien más lo hará. Pero no confío en que sus métodos sean… Pacíficos.

 

El comentario quedó en el aire, una amenaza implícita que no necesitaba ser desarrollada.

 

Lucien rió entre dientes, esta vez más relajado. —Sabes, me gusta cómo juegas tus cartas. Literal y figurativamente. Está bien, estoy dentro… Por ahora.

 

Beatriz asintió, aceptando su respuesta sin celebrarla. —Perfecto. Espero que cumplas tu palabra.

 

En ese momento, un ruido metálico resonó desde el exterior, seguido de un grito agudo que parecía venir de un callejón cercano. Ambos se giraron hacia la ventana.

 

Lucien sonrió, con un brillo en los ojos que mezclaba emoción y cinismo. —¿Qué decías sobre no estar equipados?

 

Beatriz suspiró mientras sacaba un dispositivo de su muñeca, desplegando una interfaz holográfica. —Vamos. Te explicaré más en el camino.

 

Lucien se levantó con un movimiento fluido, su sonrisa ensanchándose. —Esto va a ser divertido.

Chapter 34: Danza de Acero y Sombra

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +200 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
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👉 Versión en inglés https://archiveofourown.org/works/65379142
Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 200+ reads! 💖
I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.
🎯 Goal: 500 reads
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☕ Want to support my work?
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📖 Prefer reading in English?
The translated chapters are already available:
👉 English version https://archiveofourown.org/works/65379142
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Chapter Text

El grito del callejón resonó nuevamente, esta vez acompañado de un crujido que sonaba a metal desgarrado. Beatriz no perdió tiempo, activando su armadura con un movimiento rápido de la muñeca. Su figura se envolvió en la estructura de nano robots que formaron un traje estilizado, aunque funcional.

 

Lucien, sin embargo, no mostró prisa. Caminó hacia una esquina de la sala, donde un par de guantes de combate descansaban sobre una mesa de trabajo abarrotada de piezas metálicas y herramientas. Los guantes eran gruesos, con un diseño que mezclaba funcionalidad y magia. En sus nudillos, símbolos arcanos brillaban tenuemente en un tono carmesí.

 

—¿Así que estos cacharros funcionan con la teoría que me diste? —preguntó, deslizándose los guantes con movimientos precisos.

 

Beatriz, aún escaneando la fuente del ruido con su interfaz, no apartó la mirada de la pantalla. —Te dije que si no los probabas tú, iba a hacerlo yo. ¿Qué mejor banco de pruebas que una amenaza real?

 

Lucien sonrió con ese aire cínico tan característico. —Tienes una manera peculiar de convencerme, ¿sabes?

 

De repente, el dispositivo de Beatriz emitió un pitido agudo. —Es un Wanderer. Nivel alto, pero inestable.

 

Lucien crujió los nudillos, o más bien el metal de los guantes, mientras una esfera de energía oscura comenzaba a formarse en su palma. —Perfecto. Vamos a romper algo.

 

Beatriz abrió la puerta y, en menos de un segundo, ambos estaban en la calle. El callejón estaba envuelto en sombras, pero no por la falta de luz; parecía como si la oscuridad misma se estuviera concentrando allí, tomando forma. Una figura alta, alargada y grotesca se retorcía en el centro del callejón, con extremidades que se movían de manera antinatural, como si buscara algo a ciegas.

 

—¡A la carga, estratega! —exclamó Lucien, lanzándose al frente sin esperar instrucciones.

 

Beatriz chasqueó la lengua. —¡Por eso odio trabajar contigo! —murmuró, activando las Harrier 700 , el modelo de pistolas que le dio Lucien.

 

Lucien cerró la distancia con rapidez, lanzando un golpe directo al torso del Wanderer. Los símbolos en los guantes brillaron con intensidad, liberando una explosión de energía oscura que derribó a la criatura, pero no la eliminó. El impacto resonó como un trueno, haciendo vibrar los muros del callejón.

 

—¡Eso es! ¡Directo al centro! —gritó Lucien, claramente disfrutando de la pelea.

 

El Wanderer se levantó, más agresivo que antes, lanzando sus extremidades como látigos que Lucien apenas logró esquivar. En un movimiento fluido, formó otra esfera de energía oscura en su mano y la lanzó hacia el monstruo, creando una barrera de contención momentánea.

 

—¡Beatriz! ¡Acaba con esto mientras lo mantengo a raya! —exclamó, sus pies clavándose en el suelo mientras la criatura forcejeaba contra la barrera.

 

Beatriz no necesitó más indicaciones. Se posicionó detrás de Lucien, evaluando rápidamente la situación. Activó las pistolas Harrier 700 , comenzó a acumular energía, canalizando los datos que había reunido del Wanderer.

 

—¡Retrocede! —ordenó finalmente.

 

Lucien se apartó en el último segundo, permitiendo que Beatriz descargara un golpe directo al núcleo de la criatura. La energía de las balas atravesó al Wanderer como un rayo, desintegrándose en un destello de oscuridad que opacó el callejón.

 

El silencio que siguió fue ensordecedor. Beatriz bajó las pistolas, su respiración pesada pero controlada. Lucien, en cambio, soltó una carcajada.

 

—Tengo que admitirlo, chica, tus juguetes son impresionantes.

 

Beatriz lo miró, entre cansada y exasperada. —No son juguetes. Y tú, ¿siempre tienes que hacer todo tan ruidoso?

 

Lucien se encogió de hombros, quitándose los guantes con calma mientras las runas brillaban tenuemente. —La sutileza no es mi estilo. Pero no me digas que no fue divertido.

 

Ella negó con la cabeza, pero una pequeña sonrisa se asomó en sus labios. —Lo que sea. Vámonos antes de que esto atraiga algo peor.

 

Mientras se alejaban del callejón, Beatriz miró los guantes que llevaba Lucien.

 

—Por cierto, esos guantes… —comentó, con una ceja arqueada.

 

Lucien sonrió de lado, girando uno de ellos para admirar las runas brillantes. —Podría acostumbrarme a esto.

 

Y así, la improbable alianza entre ambos comenzó a tomar forma, un equilibrio entre el poder puro y la estrategia calculada.




La armería improvisada era un caos organizado. Mesas llenas de herramientas, planos desplegados, y piezas metálicas brillando bajo las luces industriales llenaban el espacio. Beatriz y Lucien estaban frente a una mesa central, revisando un conjunto de planos extendidos, mientras el ruido constante de soldadoras y martillos resonaba en el fondo.

 

—¿Ves esto? —Beatriz señaló con emoción una hoja llena de notas y dibujos esquemáticos. Sus ojos brillaban mientras explicaba—. Si combinamos la tecnología de los nanos con un sistema de recarga automática, podríamos tener una ballesta compacta que se ajuste a cualquier entorno. Perfecta para espacios cerrados o para enfrentamientos a media distancia.

 

Lucien cruzó los brazos, asintiendo lentamente. —No suena mal. Aunque para mí, mientras pueda dar un buen golpe y no explote en mi cara, me sirve.

 

Beatriz rodó los ojos, pero sonrió. —Claro, porque tú siempre vas directo al problema. Pero si vamos a hacer esto bien, necesitamos pensar en diferentes escenarios.

 

Tomó otro plano y lo deslizó frente a él, hablando más rápido a medida que se emocionaba. —Mira esto: munición energética con efecto perforante. Podríamos usarla para armas ligeras, como pistolas, pero también diseñar algo más pesado, como un cañón portátil.

 

Lucien la miró con una ceja levantada. —¿Un cañón portátil? ¿Quieres que cargue con un tanque también?

 

—No sería un tanque. —Beatriz sacudió la cabeza, como si fuera obvio—. Sería algo compacto. Bueno, relativamente.

 

Uno de los becarios, Umbra, que pasaba por detrás de ellos se detuvo un momento para observar la interacción. No podía evitar escuchar.

 

—¿Ya viste cómo “la doñita” está metida aquí? —murmuró al compañero que estaba al otro lado de la sala, fingiendo trabajar.

 

—Te digo que el jefe ya está medio sonriente. Algo hay ahí.

 

—¿Qué dices, un café para la próxima reunión?

 

Ambos se rieron entre dientes mientras seguían cuchicheando.

 

Mientras tanto, Beatriz continuaba hablando, completamente ajena a los comentarios. —Y no solo eso. He estado pensando en una combinación de equipos. Por ejemplo, tú con esos guantes reforzados y yo con una lanza adaptable. Podríamos cubrir tanto combates cuerpo a cuerpo como a distancia.

 

Lucien la observaba, apoyando un codo en la mesa y sosteniendo su barbilla con la mano. —Haces que todo suene como un juego.

 

Beatriz levantó la mirada, sin detenerse. —¡Porque lo es! Al menos para alguien como yo. —Se inclinó hacia él, apoyándose en la mesa—. Tú nunca jugaste, ¿verdad? Te falta esa visión de equipo, de sinergia.

 

Lucien soltó una carcajada. —Sinergia. Ahora suenas como un comercial de juegos en línea.

 

Ella le lanzó una mirada burlona. —Eso dice alguien que solo quiere ir golpeando cosas.

 

Lucien tomó una de las hojas y señaló un diseño. —Está bien, estratega. Si tú pones la teoría, yo pruebo las armas. Pero no quiero nada que explote cuando lo use, ¿entendido?

 

—Lo tengo claro, “puños de acero”. —Beatriz le sonrió, regresando a revisar los planos con un brillo en los ojos.

 

Los cuchicheos continuaban al fondo, aunque ahora eran más intensos.

 

—¿Viste eso? ¡Se rió! ¡La doñita le sacó una sonrisa de verdad!

 

—¿Le decimos “Señora jefe” o “La estratega”?

 

Lucien, sin siquiera mirar hacia ellos, levantó la voz. —¿No tienen trabajo que hacer?

 

Los becarios se sobresaltaron, volviendo rápidamente a sus tareas. Beatriz, sin embargo, no pudo evitar reírse.

 

—Creo que tienes fans.

 

Lucien negó con la cabeza, aunque una pequeña sonrisa permaneció en su rostro.

 

—Vamos, Beatriz. Si esto va a ser un trabajo en equipo, más vale que estas armas sean tan buenas como dices.

 

Ella le extendió la mano con confianza. —Confía en mí, jefe. No te decepcionaré.

 

Lucien la miró unos segundos antes de tomar su mano y estrecharla. —Eso espero, estratega.






Beatriz revisaba los últimos planos con rapidez, casi con ansiedad, mientras miraba de reojo el reloj holográfico que flotaba en su muñeca. Quedaban poco menos de diez horas antes de que el efecto “Cenicienta” de su equipo comenzara a desvanecerse, y estaba decidida a aprovechar cada segundo.

 

Lucien, mientras tanto, se dedicaba a afilar un conjunto de cuchillos con precisión casi obsesiva. A pesar de la intensidad de su trabajo, su atención estaba dividida entre las herramientas y Beatriz, quien no paraba de hablar.

 

—Escucha, Lucien. No es solo sobre las armas en sí, sino sobre cómo optimizar tu taller. —Beatriz deslizó una tableta frente a él, mostrando un modelo tridimensional de una instalación que parecía sacada de un videojuego futurista.

 

Lucien levantó la mirada, arqueando una ceja. —¿Me estás diciendo cómo manejar mi negocio ahora?

 

—No, no. —Beatriz negó rápidamente, aunque su sonrisa traviesa la delataba—. Solo te estoy mostrando cómo podrías convertir tu taller en algo realmente espectacular.

 

La imagen mostraba estaciones modulares con herramientas automatizadas, compartimentos para almacenar munición de forma segura y un sistema de ensamblaje rápido para armas personalizadas. Incluso había una sección dedicada a pruebas de campo en miniatura.

 

—Esto parece más un set de película que un taller real. —Lucien inclinó la tableta para observar con más detalle—. ¿De dónde sacaste estas ideas?

 

—Lo había dibujado con anterioridad, y siempre soñé con instalarlo, en un lugar amplio y espacioso —Beatriz apoyó ambos codos en la mesa, mirándolo con una sonrisa orgullosa—. Este era mi taller en uno de mis juegos favoritos. Lo diseñé yo misma.

 

Lucien dejó la tableta sobre la mesa y la observó con algo que casi parecía admiración. —Eres una caja de sorpresas, ¿eh?

 

—Y aún no has visto nada. —Beatriz tomó un lápiz óptico y comenzó a señalar detalles en el modelo—. Si lo instalamos aquí, podrías ensamblar armas en la mitad del tiempo. Y este módulo... —Se inclinó un poco más hacia él—. Es perfecto para calibrar tus guantes o cualquier cosa de combate cuerpo a cuerpo.

 

Lucien la miró de reojo, un atisbo de sonrisa curvando sus labios. —¿Siempre hablas tanto?

 

—Solo cuando tengo cosas interesantes que decir. —Beatriz le devolvió la sonrisa antes de girarse hacia el resto del taller—. Pero hablando de cosas interesantes, tus becarios necesitan mejorar su trabajo.

 

Lucien soltó una carcajada baja. —Ellos son un proyecto aparte.

 

En ese momento, uno de los becarios Noctis, que había estado intentando disimular mientras escuchaba, dejó caer una caja de herramientas. El sonido resonó en la sala, y todos voltearon a mirarlo.

 

—¡Lo siento, jefe! —dijo, recogiendo las herramientas apresuradamente mientras su compañero intentaba no reírse.

 

Beatriz suspiró, volviendo su atención a Lucien. —Bueno, si esto no te convence, siempre puedo volver a mi “efecto Cenicienta” y hacerlo yo misma antes de que el tiempo se acabe.

 

Lucien la observó detenidamente, apoyándose en la mesa con las manos. —¿Efecto Cenicienta?

 

—Lo que escuchaste. —Beatriz le guiñó un ojo—. Tengo unas diez horas antes de que todo lo que estoy usando ahora desaparezca. Si quieres que deje instalado algo de esto, será mejor que confíes en mí y no me hagas demasiadas preguntas.

 

Lucien negó con la cabeza, pero no podía evitar sonreír. —Confío en ti, estratega. Pero hay algo que quiero saber.

 

Beatriz alzó una ceja, curiosa. —¿Qué cosa?

 

—¿Por qué no pareces tener problemas conmigo? —Lucien se cruzó de brazos, su tono más serio—. La mayoría de los Hunters me miran como si fuera un enemigo, pero tú...

 

Beatriz lo miró a los ojos, pensativa por un momento. —Porque nunca me has dado razones para odiarte. —Su tono fue directo, pero con un toque de humor—. Y, siendo sincera, me divierte llevarte la contraria. Especialmente en cosas como el amor.

 

Lucien soltó una risa baja, sacudiendo la cabeza. —¿El amor? ¿Ahora somos expertos en eso también?

 

Beatriz sonrió ampliamente, recostándose contra la mesa. —Solo digo que sería divertido ver cómo manejas algo tan complicado como eso.

 

Lucien inclinó la cabeza, mirándola con un brillo desafiante en los ojos. —Tendrás que esforzarte más si quieres pillarme en eso, estratega.

 

Beatriz soltó una carcajada antes de volver a señalar el modelo en la tableta. —Ya veremos, “puños de acero”. Por ahora, volvamos al taller. El tiempo corre, y este lugar necesita un cambio de imagen.

 

Mientras ambos seguían trabajando en los detalles, los cuchicheos de “los becarios” se intensificaban al fondo, con apuestas secretas sobre si Beatriz terminaría quedándose más tiempo del que había prometido.

La confirmación de instalación apareció con un discreto ping en la tableta. El taller vibró con un zumbido grave, denso, como el eco de un motor ceremonial arrancando tras años de silencio.

Y entonces, llegaron.

Tres camiones blindados se detuvieron frente al edificio con precisión quirúrgica. El logo del Proyecto Taimanin apenas brillaba bajo la pintura sigilosa de los vehículos: era más una advertencia para quienes supieran mirar. De su interior descendieron figuras uniformadas en trajes tácticos de alto nivel. No eran del todo humanos. Los movimientos demasiado precisos, las proporciones ligeramente inhumanas… como si el sistema hubiera recurrido a los modelados de NPCs clase élite, reservados solo para eventos especiales.

Lucien se incorporó, la ceja arqueada. No se molestó en ocultar su sorpresa.

Beatriz, en cambio, se limitó a cruzar los brazos con una expresión satisfecha, como si lo hubiese estado esperando todo el día.

—¿Qué hiciste exactamente? —preguntó él, observando cómo uno de los camiones desplegaba una plataforma flotante cargada de módulos industriales para ensamblaje y calibración de armamento. Cada pieza parecía diseñada para una guerra que aún no ocurría.

—Usé mis puntos de favor. —La sonrisa de Beatriz era todo menos inocente—. Muchos favores, en muchos rincones de esta ciudad. Técnicamente, esto es una “instalación temporal de mejora estratégica”.

—¿Y qué pasa si firmo como guardián del taller? —Lucien preguntó, ya anticipando la trampa.

—Entonces el sistema lo registra como espacio seguro validado por contrato y convierte la instalación en permanente. —Ella se encogió de hombros, como si no acabara de describir un exploit legal—. También desbloquea acceso a mejoras de desarrollo extendido. Nada dramático.

Lucien la miró de lado, evaluando. No solo por el ingenio, sino por la calma con la que lo soltaba todo.

—Eso suena a trampa.

Beatriz sonrió como si le acabaran de ofrecer flores.

—No. Eso se llama estrategia.

 

La armería comenzó a ensamblarse sola, guiada por drones del sistema. Estaciones flotantes se ubicaron con precisión milimétrica: una dedicada a fusiones mágicas, otra para calibración de armas de largo alcance, una tercera que parecía una forja espiritual encapsulada. Cada módulo se acoplaba a la red eléctrica y a la matriz de maná de la casa con un zumbido pulido.

Una pasarela con iluminación suave conectaba todo como si fuera un hangar en miniatura.

Los becarios observaban boquiabiertos desde la puerta, sin atreverse a entrar.

—¿Están... actualizando el taller? —preguntó uno en voz baja.

—No, chico. Están instalando una maldita base de operaciones. —murmuró el otro, agarrando su celular para tomar una foto antes de que desapareciera.

Lucien se acercó a la interfaz holográfica que flotaba sobre el núcleo central. Las opciones eran impresionantes: ensamblado rápido, simulador de daño, análisis de hechizos, personalización avanzada… incluso una opción de prueba de campo con IA controlada.

—Y si firmo aquí… —murmuró Lucien, leyendo el contrato digital que flotaba ante él.

—Te quedas con todo. Y me das a mí acceso cuando venga de visita. —Beatriz se encogió de hombros como quien no pide demasiado.

Lucien suspiró. —Solo estás haciendo esto para poder usar mis recursos sin tener que preguntar.

—Sí. Pero también porque confío en que sabrás usarlos mejor que nadie cuando yo no esté. —Beatriz lo miró con sinceridad inesperada—. Eres fuerte, Lucien. Pero si quieres proteger lo que te importa, vas a necesitar más que fuerza. Vas a necesitar un sistema que te respalde.

El silencio se prolongó un segundo.

Lucien firmó.

El sistema parpadeó con una luz verde intensa y emitió una notificación:

Instalación de módulo: COMPLETADA. Laboratorio de desarrollo avanzado desbloqueado.
Permiso de operador extendido: Lucien.
Acceso de estratega auxiliar: Beatriz.

Y como en una escena postcréditos de algún juego especial, una voz neutra del sistema añadió:

"Bienvenido al Arsenal Taimanin."

Beatriz soltó un suspiro satisfecho. —Sabía que sonaría bien.

Lucien sonrió, cruzándose de brazos mientras observaba su nuevo cuartel improvisado. —Ahora sí parece que estás planeando quedarte más tiempo de lo que prometiste.

—Tal vez. —Beatriz dio media vuelta con una expresión misteriosa—. O tal vez solo quería dejar mi huella.

Y mientras la interfaz holográfica proyectaba el nuevo logo del taller sobre la pared —un loto estilizado envuelto en líneas de datos—, ambos sabían que lo que habían instalado no era solo tecnología. Era una declaración de guerra... y de confianza.

Chapter 35: El Amor También Se Afila

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +200 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
☕ ¿Quieres apoyar mi trabajo?
Pásate por mi Buy Me a Coffee (opcional y muy agradecido):
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📖 ¿Prefieres leer en inglés?
Ya hay capítulos traducidos disponibles:
👉 Versión en inglés https://archiveofourown.org/works/65379142
Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 200+ reads! 💖
I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.
🎯 Goal: 500 reads
Once we hit it, I’ll release an alternate version with more drama, romantic tension, and game-changing choices. Ready? 😉
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Chapter Text

Beatriz miró su reloj holográfico nuevamente. El tiempo seguía avanzando, pero había logrado lo que parecía imposible: la armería estaba actualizada. No al 100%, pero lo suficiente para que Lucien y su equipo notaran la diferencia.

 

—Ahí lo tienes, "puños de acero". —Beatriz se quitó el cabello de la frente con un gesto triunfante—. Dime que no soy eficiente.

 

Lucien observó el taller con los brazos cruzados, fingiendo una expresión seria. Las estaciones de trabajo brillaban con nueva energía; las herramientas estaban organizadas y el ensamblaje de armas parecía más rápido que nunca.

 

—Es decente. —Lucien finalmente habló, aunque su tono juguetón traicionaba su aprobación.

 

—Decente. —Beatriz rodó los ojos, apoyándose en la mesa—. Admito que esperaba más de tu capacidad de expresar gratitud, pero bueno.

 

Lucien sonrió de lado, acercándose un poco más. —Está bien. Es impresionante.

 

Antes de que Beatriz pudiera responder, un destello dorado apareció frente a ella. Su reloj holográfico proyectó un mensaje que no esperaba:

 

[Sistema: ¡Felicitaciones! Has utilizado tu "Efecto Cenicienta" para un propósito noble. Reconocemos tu esfuerzo. ¡Abrazar el amor siempre es recompensado! Has desbloqueado el sistema de "Títulos con Habilidades, más otros ítems reclamables". ¡Explóralo para obtener beneficios únicos!]

 

Beatriz parpadeó, incrédula. —¿Abrazar el amor? —murmuró, tratando de ocultar el leve rubor que apareció en su rostro.

 

—¿Qué dices? —preguntó Lucien, levantando una ceja.

 

—Nada. —Beatriz agitó una mano, intentando disimular. Pero la sonrisa traviesa de Lucien no le dio tregua.

 

—Seguro. Nada importante. —Lucien volvió a cruzarse de brazos, disfrutando del momento.

 

Antes de que Beatriz pudiera replicar, una voz familiar resonó en su mente. Era Ixion.

 

"Beatriz, necesito hablar contigo."

 

La voz tenía un tono solemne, algo completamente opuesto a su usual energía combativa. Beatriz cerró los ojos, enfocándose en la conexión mental.

 

"¿Qué pasa, Ixion? Todo bien?"

 

"Quiero pedirte permiso para quedarme contigo."

 

Beatriz abrió los ojos de golpe. La voz de Ixion continuó:

 

"Fuiste buena conmigo. Me protegiste cuando no tenías por qué hacerlo. Ahora sé que mi lugar está a tu lado. Además, tengo algo que ofrecerte."

 

Beatriz volvió a cerrar los ojos, retomando el canal mental.

 

"¿Qué cosa?"

 

"Puedo fortalecer tus habilidades antes de entrar al Laberinto de la Bruja. Con mi energía, te harás más rápida, más fuerte, y tus sentidos estarán más afinados. Solo necesito tu aprobación."

 

Beatriz sonrió suavemente. "¿Eso significa que me verás cómo tu dueña o algo así?"

 

"No. Más bien como tu aliado."

 

Beatriz asintió, más para sí misma que para Ixion. "Está bien. Pero si me traicionas, voy a asegurarme de que te arrepientas."

 

"Trato hecho."

 

En ese momento, Lucien se inclinó hacia ella, rompiendo la conexión. —¿Estás bien? Pareces estar... muy callada para ser tú.

 

Beatriz volvió al presente, encontrándose con su mirada.

 

—Sí, sí. Todo bien. —Intentó sonar despreocupada, aunque la voz de Ixion todavía resonaba en su mente.

 

Lucien la estudió por un momento antes de hablar con una mezcla de curiosidad y diversión. —¿Sabes? No estoy acostumbrado a que los Hunters sean tan... multifacéticos.

 

—Y yo no estoy acostumbrada a que los "gánsters armeros" sean tan útiles. —Beatriz le devolvió la sonrisa, alzando una ceja.

 

Lucien soltó una carcajada baja, sacudiendo la cabeza. —Supongo que eso nos hace una buena combinación.

 

Beatriz rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír mientras recogía las herramientas restantes.

 

De fondo, los cuchicheos de los becarios continuaban, cada vez más intensos.

 

—Te lo juro, ¿viste cómo le sonrió? —susurró uno.

 

—Es porque está planeando algo. —respondió otro—. O tal vez es amor.

 

—¿Qué dices? ¡Es el jefe!

 

Beatriz levantó la vista hacia ellos, divertida.

 

—Oigan, niños. Si tienen algo que decir, háganlo en voz alta.

 

Los becarios (Noctis y Umbra) se congelaron, y Lucien dejó escapar otra risa.

 

—Eres un espectáculo, Beatriz.

 

—Y tú, "puños de acero", eres un público decente. —Beatriz le lanzó un destornillador que él atrapó fácilmente.

 

A pesar de todo, algo dentro de Beatriz empezaba a cambiar. No era solo la armería mejorada ni el nuevo sistema de títulos. Era algo más. Algo que la hacía mirar a Lucien con ojos diferentes.

 

—"Abrazar el amor", ¿eh? —pensó para sí misma, dejando que una leve sonrisa escapara.




Beatriz soltó un largo suspiro mientras se recargaba contra la pared de la armería. Había estado dos días a toda marcha, entre actualizaciones, planos y ajustes. Aunque su energía parecía inagotable gracias a su "efecto Cenicienta," sabía que necesitaba recargar fuerzas antes de enfrentar el siguiente desafío.

 

—Lucien. —Su tono era directo, pero no brusco.

 

Lucien, quien repasaba unos papeles con los planos que ella había diseñado, alzó la mirada.

 

—¿Qué? ¿Ya te cansaste de ser eficiente?

 

Beatriz rodó los ojos, ignorando la burla. —Voy a necesitar quedarme aquí esta noche.

 

Lucien dejó los papeles sobre la mesa, cruzándose de brazos con una sonrisa lenta que Beatriz conocía demasiado bien.

 

—¿En serio? ¿La gran Beatriz, de los Hunters Unicornio, pidiendo quedarse en casa de un gánster?

 

—Oh, por favor, no es la primera vez. —Beatriz puso los ojos en blanco—. Solo necesito un lugar para dormir. Tengo tres días libres en total desde que salí de tu casa y no quiero gastar uno yendo de aquí para allá.

 

Lucien se rió entre dientes. —Está bien, señorita trabajadora. Puedes usar el cuarto de invitados.

 

—Gracias. —Beatriz comenzó a caminar hacia la salida de la armería, pero algo en la mirada de Lucien la detuvo.

 

—Aunque... —Lucien hizo una pausa, disfrutando el momento—. Creo que tengo algo que podrías usar para dormir.

 

Beatriz arqueó una ceja, fingiendo confusión. —¿Algo que pueda usar?

 

Lucien se inclinó ligeramente hacia ella, con esa sonrisa suya que siempre parecía una mezcla de desafío y burla. —Hace tiempo mandé a hacer un conjunto especial para alguien importante. Ya sabes, algo cómodo y... apropiado para una noche aquí.

 

Beatriz lo miró, intentando contener la risa. "Sabía que harías algo así, Lucien. Gracias por los spoilers, universo del juego."

 

”Con dulzura fingida, Beatriz sonrió, ocultando su verdadera intención. —"Qué considerado de tu parte —dijo—, pero no te preocupes, traigo mi propio conjunto." Su pensamiento añadió una nota maliciosa a sus palabras.

 

Sin darle oportunidad de responder, Beatriz desapareció por el pasillo, entrando al cuarto de invitados, el conjunto que estaba dentro de una caja sobre la cama.

 

En la habitación, Beatriz abrió su reloj holográfico.

 

—Bien, sistema, es hora de impresionar. —Navegó por sus "recompensas" y accedió a su colección de atuendos digitales. Había una categoría que no fallaba: "Diseños de moda casual y lindos."

 

Con unos pocos toques, seleccionó una pijama que irradiaba brillo y estilo, pero que también proyectaba inocencia: un conjunto blanco con estampado de estrellas pastel y un suave borde de encaje. Nada exagerado, pero lo suficiente para sorprender.

 

—Perfecto. —Sonrió, satisfecha consigo misma, y dejó que la magia del sistema hiciera el resto.



Al día siguiente, Lucien bajó al comedor temprano, esperando encontrarse con Beatriz usando el conjunto que él había mandado a hacer: una mezcla de seda roja y detalles cuidadosamente diseñados para dejar una fuerte impresión.

 

Pero cuando Beatriz apareció, su expresión fue épica.

 

Lucien parpadeó varias veces, sin creer lo que veía. Beatriz llevaba su pijama de estrellas pastel, con su cabello despeinado de forma adorable y una sonrisa de lo más tranquila en el rostro.

 

—Buenos días. —Beatriz le dedicó una mirada inocente mientras tomaba asiento—. ¿Qué tal dormiste?

 

Lucien abrió la boca, pero ninguna palabra salió al principio. Finalmente, logró articular:

 

—¿Qué... ¿Qué estás usando?

 

—¿Esto? —Beatriz fingió mirar su pijama con curiosidad—. Oh, es solo algo cómodo que tenía guardado. ¿Por qué lo preguntas?

 

Lucien se quedó en silencio por un momento, antes de cruzarse de brazos, fingiendo molestia. —No es lo que esperaba, eso es todo.

 

—Ah, ¿esperabas algo más? —Beatriz inclinó la cabeza, disfrutando cada segundo.

 

Lucien suspiró, rindiéndose. —Eres imposible.

 

—Gracias. —Beatriz tomó una taza de café que le había preparado uno de los becarios (Umbra), y añadió con una sonrisa sarcástica—: Siempre es un placer desilusionar a un gánster.

 

Los cuchicheos de los becarios (Noctis y Umbra) llenaron el aire una vez más, pero esta vez, Beatriz estaba demasiado ocupada disfrutando su pequeña victoria.

 

Lucien, por su parte, no pudo evitar sonreír. Aunque no lo admitiera, Beatriz era una caja de sorpresas que cada vez disfrutaba más abrir.

 

Las horas pasaron rápido, entre bromas, actualizaciones de sistemas y un extraño pero reconfortante silencio compartido. Para cuando Beatriz se dio cuenta, el mundo ya había retomado su marcha implacable.

El traqueteo del tren seguía marcando el tiempo como un reloj roto.
Beatriz cerró los ojos. No quería mirar más estaciones vacías pasar.

Fue entonces cuando, entre el sonido metálico de las vías, se coló un murmullo distorsionado por la vieja bocina del vagón. Apenas un susurro... una voz masculina que parecía cantar desde otra vida:

Love and Deepspace × Mozart, l'opéra rock | Version 2.0 Theme Song Released

«Mais c’est le prix à payer... Quand on aime...»

Un escalofrío le recorrió la espalda. No por miedo.
Sino porque lo entendía. Porque lo aceptaba.

Amar bien, amar de verdad…
Era el precio.
Y ella ya había decidido pagarlo.

Las estaciones pasaban una tras otra, y su mente seguía atrapada en recuerdos y reflexiones.

"¿Qué estarán haciendo mamá y papá ahora? ¿Y mis hermanos? ¿Están bien? ¿Me extrañarán como yo a ellos?"

 

Un suspiro escapó de sus labios. Beatriz sabía que no tenía sentido aferrarse a preguntas que no podía responder, pero su corazón no entendía de razones.

 

Su mente volvió a las chicas mágicas. Había algo en ellas que resonaba profundamente en su alma. Las veía luchando, resistiendo, incluso cuando todo parecía estar en su contra. "Sé lo que es estar al borde del abismo. Sé lo que es ser empujada y sentir que no hay salida. Pero también sé que se puede sobrevivir. Se puede escalar de vuelta, aunque sea a rastras."

 

Beatriz cerró los ojos por un momento, intentando calmar el torbellino de emociones. "Tal vez no puedo arreglar todo, pero puedo enseñarles que hay algo más allá del dolor. Puedo ayudarlas a encontrar esos momentos de felicidad, incluso si son pequeños."

 

Cuando abrió los ojos, la estación cerca de su casa ya estaba a la vista. Se levantó, tomó su bolso y bajó del tren.



El sol ya comenzaba a ocultarse cuando Beatriz llegó al conjunto de apartamentos. Estaba a punto de subir las escaleras cuando escuchó una voz familiar detrás de ella.

 

—¡Beatriz!

 

Se giró y vio a Emil acercándose con una sonrisa radiante. Llevaba una bolsa de compras en una mano y un libro en la otra.

 

—Hola, Emil. —Beatriz le devolvió una sonrisa, algo sorprendida.

 

—¿Qué tal tu día? —preguntó él, deteniéndose a su lado.

 

—Intenso, como siempre. —Beatriz se encogió de hombros. —¿Y tú? ¿De compras?

 

—Un poco. —Emil levantó la bolsa. —Alimentos básicos. Ya sabes, el glamour de vivir solo.

 

Beatriz soltó una pequeña risa. —¿Vas subiendo?

 

—Sí, ¿tú también?

 

—Sí, pero... ¿no se supone que tu departamento está en el otro edificio?

 

Emil se encogió de hombros. —Pensé que podría acompañarte primero.

 

Beatriz lo miró, notando la calma y la calidez en sus ojos. Era difícil no sentirse tranquila a su lado, como si todo el peso de su día comenzara a desvanecerse.

 

—Está bien. Vamos.

 

Subieron juntos, y mientras caminaban por los pasillos, Emil comenzó a hablar sobre su día, anécdotas simples pero encantadoras que lograron que Beatriz olvidara por un momento sus preocupaciones.

 

Cuando llegaron a la puerta de su apartamento, Emil se detuvo, con su sonrisa habitual.

 

—Bueno, aquí te dejo.

 

Beatriz lo miró, sintiendo un extraño consuelo en su presencia.

 

—Gracias por acompañarme.

 

—Siempre. —Emil inclinó la cabeza ligeramente, con un gesto elegante.

 

Antes de que pudiera irse, Beatriz sintió un impulso.

 

—Oye, Emil.

 

—¿Sí?

 

—¿Quieres pasar a tomar algo? No tengo mucho, pero podría improvisar un té.

 

Emil pareció sorprendido por la invitación, pero asintió. —Claro, me encantaría.

 

Mientras Beatriz abría la puerta, no pudo evitar pensar en lo extraña y maravillosa que era su vida últimamente. Pero, por ahora, decidió disfrutar de ese pequeño momento de normalidad.



Beatriz cerró la puerta detrás de Emil y lo invitó a sentarse en el “pequeño” pero acogedor espacio que llamaba hogar. Mientras él dejaba la bolsa de compras junto a la mesa, Beatriz se dirigió a la cocina para preparar algo.

 

—¿Té verde, negro o de frutas? —preguntó, buscando entre las cajas de té que había acumulado.

 

—De frutas suena bien. —Emil se acomodó en el sofá, observando con curiosidad el lugar. Era modesto, pero lleno de detalles que reflejaban la personalidad de Beatriz: libros apilados, pequeños adornos brillantes, y hasta un par de figuras coleccionables en la repisa.

 

Beatriz regresó con dos tazas humeantes y se sentó en una silla frente a él, cruzando las piernas.

 

—No esperaba tener compañía hoy, pero es un buen cambio de ritmo. —Beatriz le ofreció una taza.

 

Emil sonrió mientras tomaba la suya. —Me alegra no ser una molestia. Aunque... no sé si llamarme compañía sea del todo exacto.

 

Beatriz alzó una ceja, fingiendo no entender. —¿Qué quieres decir con eso?

 

Emil dio un sorbo al té, con una expresión más seria que antes. —Tú sabes por qué estoy aquí, ¿verdad?

 

Beatriz sostuvo la mirada de Emil. Claro que sabía. "Spoilers de juego. Todo un cliché de reencarnaciones y destinos entrelazados." Pero no podía simplemente decirle eso.

 

—Tienes un aire... de protector, Emil. —Beatriz optó por no revelar demasiado. — Pero no soy la persona que crees que soy.

 

Emil la observó, como si evaluara cada palabra que decía. Había algo en su mirada que no era de este mundo, algo antiguo y casi doloroso.

 

—No lo eres... del todo —admitió él, con una leve sonrisa melancólica. —Pero hay algo en ti que me recuerda a alguien. A su luz, su fuerza, su sacrificio.

 

Beatriz sabía exactamente a quién se refería: la princesa que Emil había fallado en proteger, la misma que había perdido su vida para salvar a su mundo. Pero no era esa princesa. Ella era solo Beatriz, una joven tratando de encontrar su lugar en un mundo caótico.

 

—Emil... —comenzó Beatriz, intentando encontrar las palabras adecuadas. —No soy una reencarnación ni una salvadora. Solo soy yo.

 

Él negó con la cabeza suavemente. —Eso es lo que te hace especial. No tienes que ser ella. Eres tú, y eso es suficiente.

 

Beatriz sintió un nudo en el estómago. Sabía que Emil hablaba desde un lugar genuino, pero también sabía que no podía dejarse llevar. Había demasiados secretos en juego, demasiados riesgos.

 

—Dejemos los destinos trágicos para otra ocasión. —Beatriz decidió romper la tensión con una sonrisa. —Ahora, ¿vas a contarme por qué estabas merodeando cerca de mi edificio?

 

Emil soltó una pequeña risa, relajándose un poco. —Solo coincidencia. Pero, si quieres, puedo inventar una excusa elaborada.

 

Beatriz rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír. —Por esta vez, te creeré.

Chapter 36: El Héroe Reluctante

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +200 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
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Notes:

📌 Quick note from the author:
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👉 English version https://archiveofourown.org/works/65379142
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Chapter Text

Al día siguiente, Beatriz decidió acompañar a Emil al trabajo. Él no parecía demasiado sorprendido por la oferta, aunque había algo en su sonrisa que le decía que no esperaba menos de ella.

 

—¿Seguro que quieres ver lo que hago? —preguntó Emil mientras caminaban juntos hacia su destino. —No es precisamente emocionante.

 

—Lo emocionante no es el trabajo, sino los detalles. —Beatriz lo miró de reojo. —Y tengo curiosidad por ver cómo manejas todo.

 

El lugar donde Emil trabajaba era una mezcla de laboratorio de investigación y centro de entrenamiento. Había una energía constante en el aire, como si cada persona allí estuviera preparándose para algo grande.

 

Beatriz no pudo evitar fijarse en cómo los demás miraban a Emil: con respeto, incluso admiración. Era obvio que no era un empleado común.

 

—¿Qué exactamente haces aquí? —preguntó Beatriz mientras lo seguía por los pasillos.

 

Emil sonrió. —Soy algo así como un consultor de estrategias.

 

Beatriz entendió el subtexto de inmediato. Las habilidades de Emil con la luz no eran solo un poder sobrenatural; eran una herramienta valiosa para quienes trabajaban con él.

Mientras Emil mostraba a Beatriz el lugar, sus palabras parecían tener un doble sentido constante.

 

—A veces siento que estoy aquí para corregir errores del pasado. Para proteger a aquellos que no pude salvar antes.

 

Beatriz lo miró, sabiendo exactamente a qué se refería. "El salto cuántico, su búsqueda de redención... todo tenía sentido. Pero eso no significa que su destino deba repetirse aquí."

 

—Lo estás haciendo bien, Emil. —Beatriz habló con sinceridad. —No importa lo que hayas perdido antes, ahora tienes una oportunidad para proteger a las personas de este mundo.

 

Emil la miró, sorprendido por la profundidad de sus palabras. Había algo en Beatriz que lo hacía sentir... en casa.



El recorrido por las instalaciones de Emil continuaba. Aunque intentaba mostrarse profesional, Beatriz no podía evitar que en su cabeza Emil le recordara a un cachorro que se esfuerza por parecer un lobo. Su actitud protectora y decidida era adorable, pero también lo hacía destacar como alguien que llevaba mucho peso sobre sus hombros.

 

"Definitivamente el hermano menor ideal," pensó Beatriz mientras lo observaba coordinar un equipo que preparaba una simulación de combate.

 

—Entonces, ¿qué opinas? —preguntó Emil, girándose hacia ella después de dar algunas instrucciones.

 

Beatriz se apoyó contra una mesa, cruzándose de brazos. —Es impresionante. Aunque... me recuerda a algo que vi en una vieja serie de ciencia ficción. ¿"Salto cuántico" te suena?

 

Emil ladeó la cabeza, intrigado. —¿Salto cuántico? ¿Qué es eso?

 

—Una joya clásica. —Beatriz sonrió, disfrutando la oportunidad de hablar de algo que amaba. —Es sobre un científico llamado Sam Beckett que viaja en el tiempo para corregir errores en la historia. Cada vez que salta, ocupa el cuerpo de alguien más y no puede regresar a casa hasta cumplir su misión.

 

Emil la miró con curiosidad, como si tratara de imaginarlo. —¿Y te recuerda a mí?

 

Beatriz asintió, con una sonrisa traviesa. —Un poco. Pero sin los saltos corporales raros, claro. Aunque tienes esa misma energía de "arreglar el mundo, un paso a la vez."

 

Emil pareció considerar sus palabras, y por un momento, su expresión se suavizó. —Supongo que no está tan lejos de la verdad.

 

Beatriz lo observó mientras volvía a enfocarse en el equipo. "Es tan transparente en sus emociones," pensó. "Como una hoja en blanco que aún no ha sido arruinada por la vida. Aunque lleva una carga pesada, todavía tiene esperanza.

 

Más tarde, Emil llevó a Beatriz a una sala donde almacenaban los registros de sus simulaciones. El lugar estaba lleno de pantallas holográficas y dispositivos que emitían un leve zumbido.

 

—Aquí es donde analizamos las simulaciones para mejorar nuestras estrategias —explicó Emil. —Este es el núcleo de todo lo que hacemos.

 

Beatriz miró a su alrededor, impresionada. Aunque estaba acostumbrada a la tecnología avanzada, había algo en la dedicación de Emil que hacía que todo pareciera más significativo.

 

—Emil, ¿alguna vez te cansas de todo esto? —preguntó, apoyándose contra una consola.

 

Él la miró, sorprendido por la pregunta. —¿Cansarme?

 

—Sí, de ser... bueno, tan perfecto. —Beatriz sonrió para suavizar el comentario. —Siempre esforzándote por proteger a los demás, cargando con expectativas, incluso las que no te corresponden.

 

Emil bajó la mirada, pensativo. —A veces. Pero no puedo ignorar lo que siento que debo hacer.

 

Beatriz sintió un nudo en el pecho. Sabía que Emil hablaba en serio, y esa sinceridad le recordó lo que había sentido cuando era más joven, tratando de complacer a todos a su alrededor.

 

—Solo recuerda, Emil —dijo suavemente, inclinándose un poco hacia él. —No necesitas salvar a todo el mundo para ser importante. A veces, basta con ser tú mismo.

 

Mientras Emil volvía a concentrarse en su trabajo, Beatriz se tomó un momento para observarlo desde una esquina de la sala. Había algo reconfortante en su presencia, algo que le hacía sentir que había esperanza en el mundo.

 

"Me recuerda a cómo veía a mis hermanos cuando eran pequeños," pensó con una sonrisa melancólica. "Cada uno tan diferente, pero tan importante a su propia manera."

 

Recordó a sus hermanos entre ellos el mayor Reyearth que parecía una científico loco a punto de que un accidente de laboratorio lo volviera malvado pero con un toque de humor que hacía que nada se pudiera tomar en serio en ocasiones, seguido del menor Frateley , siempre protector y con una actitud positiva, como Tanjiro Kamado. Y luego, a su hermano más chico Escat , con su dureza y lógica implacable, pero con un corazón que solo mostraba en momentos inesperados. "A veces siento que ellos me empujaron hacia el abismo, pero también fueron quienes me ayudaron a salir."

 

Miró a Emil de nuevo. "Tal vez por eso quiero cuidar de él, aunque él no lo vea de esa manera."

 

—¿Estás bien? —preguntó Emil, notando su mirada.

 

Beatriz sonrió, sacudiendo la cabeza. —Sí, solo pensando. Oye, ¿tienen café por aquí? Porque esta tecnología es genial, pero necesito combustible para seguir el ritmo.

 

Emil rió, relajándose un poco. —Te llevaré a la cafetería.

 

Después del descanso, mientras Emil revisaba unos datos proyectados en un holograma frente a ellos, Beatriz apoyó el mentón en la palma de su mano, aparentemente atenta. Pero en realidad, su mente estaba muy lejos de ahí.

“Cinco compañeros desaparecidos… y yo aquí, jugando al agente encubierto en vez de dar el reporte,” pensó, con una mezcla de culpa y resignación. “Pero si lo digo, será como soltar una granada: vendrán las preguntas, las sospechas... y luego el infierno burocrático. No, gracias.”

Desvió la mirada hacia Emil, aún inmerso en los gráficos. “Mejor concentro mis energías en este cachorro brillante con complejo de salvador.”

Un recuerdo inesperado le cruzó la mente como un parpadeo de luz: una conversación vieja, una risa lejana, un olor familiar. Algo cálido, íntimo, que no pertenecía del todo a este mundo… ni a este cuerpo.
Una sonrisa se le escapó sin permiso.

—¿Te pasa algo? —preguntó Emil, sin apartar del todo la vista del holograma.

—¿Eh? No, nada. —Beatriz agitó la mano con desdén teatral. —Solo pensaba en mi… en la gente con la que crecí.

Emil ladeó la cabeza, curioso. —¿Tienes hermanos?

Beatriz dudó un segundo, el justo para disfrazar la verdad con una media sonrisa.

—Digamos que crecí rodeada de personajes únicos. Uno podía hacerte una tesis sobre cómo construir una bomba con una tostadora de tener los materiales necesarios, otro juraba que el mundo podía salvarse a puro amor, y había uno que parecía un villano de telenovela con corazón de oro. —Suspiró. —Caótico, pero entrañable.

—Eso suena… intenso —comentó Emil, divertido.

—Lo era. —Beatriz apoyó la barbilla en su mano otra vez. —Pero supongo que por eso nada de esto me sorprende demasiado. Después de sobrevivir a ese zoológico, este lugar es un parque de diversiones.

Emil soltó una risa discreta. —Tal vez me gustaría conocerlos algún día.

—Créeme, no estás listo para eso —dijo ella, entre broma y advertencia.

Cuando Emil volvió a concentrarse, Beatriz aprovechó el momento para volver a su espiral de pensamientos. Los desaparecidos, el silencio obligado, los secretos que pesaban como armaduras.

“No es que no me importe,” se dijo, casi como si intentara convencer a alguien más. “Pero hay verdades que no pueden soltarse sin que todo se derrumbe. Y yo no vine a destruir desde adentro… todavía.”

La pantalla frente a ella mostraba un nuevo prototipo de arma. Por reflejo, pensó en Lucien. “Él se encarga del fuego. Yo… de que no se nos queme el mundo.”

Entonces, en un eco mental, recordó aquella frase que siempre la hacía sonreír, sacada de un viejo videojuego que casi nadie conocía:

“Sabemos cómo termina esta historia, pero igual vale la pena disfrutar del caos del camino.”

—¿Estás segura de que estás bien? —insistió Emil, mirándola de reojo.

Beatriz sonrió, sin tensión. —Solo pensaba que si no regreso a tiempo, alguien me va a echar en cara mi falta de productividad. Pero meh… ya estoy acostumbrada.

Emil asintió, medio confundido, medio fascinado. Beatriz parecía vivir en varios planos a la vez.
Y él, sin saberlo, apenas rascaba la superficie.

El resto de la jornada transcurrió sin sobresaltos. Emil volvió a sumergirse en sus simulaciones, mientras Beatriz lo observaba en silencio, como quien contempla una estrella lejana sin atreverse a nombrarla.

Cuando las luces del centro comenzaron a atenuarse, indicando el final del turno, ambos salieron juntos del edificio. La brisa exterior los recibió con un frescor inesperado, como si Rametal también respirara aliviado tras un día largo

El cielo de Rametal era un mosaico de colores vibrantes al atardecer, una mezcla de tonos dorados y rojizos que reflejaban la luz del sol. Emil y Beatriz caminaban juntos hacia el fraccionamiento donde ambos vivían. Aunque Emil sostenía un par de carpetas con información de su trabajo, su atención estaba completamente en ella.

 

—Gracias por venir hoy —dijo Emil con una sonrisa cálida. —Siempre es más fácil trabajar cuando hay alguien con quien hablar.

 

Beatriz miró al suelo, pateando una pequeña piedra mientras caminaba. —No fue nada, de verdad. A veces, estar con alguien que no te pregunta demasiado es... relajante.

 

Emil parpadeó, sorprendido. —¿Te refieres a mí?

 

—Sí, tú. —Beatriz sonrió de medio lado. —No me malinterpretes, eres curioso, pero no eres invasivo. Es una habilidad rara.

 

Emil rió, rascándose la nuca. —Supongo que lo tomaré como un cumplido.

 

Cruzaron el parque central del fraccionamiento, donde algunas familias paseaban y los niños jugaban bajo las luces automáticas que ya empezaban a encenderse. Beatriz observó el entorno con una mezcla de nostalgia y melancolía.

 

"Es diferente, pero a la vez se siente familiar," pensó. "Como si pudiera ser cualquier colonia de la Tierra, pero con un toque alienígena."

 

—¿Te sientes bien aquí? —preguntó Emil de repente, interrumpiendo sus pensamientos.

 

Beatriz lo miró con curiosidad. —¿A qué te refieres?

 

—A este planeta, Rametal. —Emil hizo un gesto amplio, señalando el cielo y los edificios a su alrededor. —No sé, a veces me pregunto si... si te sientes como en casa aquí.

 

Beatriz soltó una risa suave, más por la ironía que por diversión. —Digamos que no es el primer lugar donde siento que no encajo del todo, pero al mismo tiempo... Es lo suficientemente parecido para que me acostumbre.

 

Emil asintió lentamente, sin saber exactamente cómo responder. La conversación quedó en un silencio cómodo mientras seguían caminando.

 

Llegada a casa

 

Cuando llegaron al edificio de Emil, él se detuvo en la entrada y giró hacia Beatriz. —¿Quieres que te acompañe hasta tu edificio?

 

Beatriz negó con la cabeza, levantando una mano. —No hace falta, Emil. Ya estoy a un par de minutos.

 

—Bueno, si necesitas algo, ya sabes dónde estoy. —Emil sonrió, dando un paso hacia la puerta de su edificio. Pero antes de entrar, se giró una vez más. —Por cierto, Beatriz...

 

—¿Sí?

 

—Me alegra que estés aquí. —Su tono era sincero, casi vulnerable. —Este planeta necesita a personas como tú.

 

Beatriz parpadeó, sorprendida por la seriedad en su voz. Luego, sonrió con suavidad. —Y este planeta necesita a personas como tú, Emil.

 

Él asintió, ligeramente sonrojado, antes de desaparecer en su edificio. Beatriz continuó su camino, reflexionando sobre lo que él había dicho.

 

"¿Encajo aquí? Probablemente no." pensó mientras llegaba a su propio edificio. "Pero eso no significa que no pueda dejar algo bueno detrás de mí."

 

Subió las escaleras, dejando que su mente divagara hacia los paralelismos entre su mundo y Rametal. Mientras abría la puerta de su apartamento, una frase cruzó por su mente:

 

"No importa dónde estés; la lucha por sobrevivir y encontrar un propósito siempre es la misma."

 

Cerró la puerta detrás de ella y dejó escapar un suspiro largo. Por ahora, lo único que podía hacer era seguir adelante.

 

Al día siguiente: la clínica

El edificio médico de la ciudad de Luminaria tenía un diseño futurista, con ventanales amplios y estructuras curvas que brillaban bajo los rayos del sol. 

Beatriz había decidido pasar por la clínica donde trabajaba el Dr. Kael Alistair —uno de los médicos más respetados de la ciudad—, esta vez no con remedios caseros, sino con una invitación.

Mientras esperaba que él terminara de revisar unos informes en su tablet, su mirada se desvió hacia una repisa en la oficina. Allí, cuidadosamente colocado junto a otros objetos personales, estaba el pequeño frasco de vidrio en forma de estrella. Aún contenía algunas de las perlas de miel con propóleo que ella le había dado días atrás.

"Lo sigue guardando..." pensó, sorprendida. No sabía si era por cortesía, costumbre o algo más profundo.

—Alistair —lo llamó, usando su apellido como solía hacer cuando quería captar su atención...

 

Él levantó la vista, y una sonrisa suave apareció en su rostro. —Beatriz, ¿qué te trae por aquí tan temprano?

 

Ella señalo el pequeño frasco de vidrio en forma de estrella. —Te traje más de estas. —había traido otro lote de perlitas de miel con propoleo —Sé que no te van a curar milagrosamente, pero al menos no te dejarán sin voz después de todo lo que hablas en un día.

 

Kael tomó las perlitas con cuidado, como si fuera un objeto precioso. —Gracias. Sabes que no creo mucho en los remedios caseros, pero... Admito que estas han sido un alivio.

 

—Lo sé —respondió Beatriz con una sonrisa burlona—, pero no te iba a dejar sufrir sin necesidad.

 

Kael negó con la cabeza, divertido. —Eres demasiado atenta, ¿sabes? No muchos se tomarían la molestia.

 

Beatriz se encogió de hombros. —Tal vez soy demasiado "terrestre" en ese aspecto.

 

Mientras Kael guardaba el lote de perlitas en el bolsillo de su bata, un colega lo llamó para una consulta rápida. Antes de irse, se giró hacia Beatriz. —Espera aquí. No tardo mucho.

 

Beatriz asintió y se acomodó en una de las sillas de la sala de descanso cercana. Desde allí podía observar cómo Kael interactuaba con sus pacientes y colegas. Había algo casi hipnótico en su manera de trabajar: cada movimiento era preciso, cada palabra estaba cargada de compasión y determinación.

 

"Es como un caballero de otro tiempo," pensó, recordando a Shaka de Virgo, pero sin su aire distante. "Tiene algo... puro, cuando es él."

 

Kael regresó unos minutos después, un poco más relajado. —Gracias por esperar.

 

—No hay problema. Siempre es interesante verte en acción.

 

Kael se apoyó en el marco de la puerta, cruzando los brazos. —Por cierto, tengo algo para ti.

 

Beatriz levantó una ceja, intrigada. —¿Ah, sí?

 

Kael sacó un pequeño sobre de su bolsillo. —Es la invitación para el evento de gala médica de esta semana. Lo comente con anterioridad. No hay presión, claro, pero sería agradable verte allí.

 

Beatriz tomó el sobre, sintiendo una mezcla de sorpresa y curiosidad. —Gracias, Kael. Asistire

 

Él asintió, satisfecho, antes de despedirse para continuar con sus rondas. Mientras Beatriz salía de la clínica, no pudo evitar reflexionar sobre lo que acababa de ocurrir. Kael tenía una forma de hacerla sentir valorada, pero también la hacía consciente de que había cosas que no podía corresponder del todo.

 

"Es tan fácil verlo como un 'santo,' pero también es humano. Eso lo hace admirable, pero también... complicado."

Chapter 37: El Taller, la Gala y la Caza

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +200 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
☕ ¿Quieres apoyar mi trabajo?
Pásate por mi Buy Me a Coffee (opcional y muy agradecido):
👉 buymeacoffee.com/beatrizdelmar
📖 ¿Prefieres leer en inglés?
Ya hay capítulos traducidos disponibles:
👉 Versión en inglés https://archiveofourown.org/works/65379142
Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 200+ reads! 💖
I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.
🎯 Goal: 500 reads
Once we hit it, I’ll release an alternate version with more drama, romantic tension, and game-changing choices. Ready? 😉
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(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

El taller de Miguel Ángel (Ciudad de Luminaria, mediodía)
El taller de Miguel Ángel estaba escondido en una de las callejuelas más tranquilas del distrito artístico de Luminaria, donde los edificios parecían museos vivientes. El sol atravesaba los ventanales polvorientos, iluminando las estatuas de mármol, lienzos inconclusos y maniquíes con retazos de tela que se mecían al compás del viento.

Beatriz tocó el timbre del portón con suavidad, pero no tuvo que esperar mucho: Miguel Ángel ya la había visto llegar desde el ventanal superior. Bajó apresuradamente las escaleras, con su delantal manchado de pintura y carboncillo.

—¡Miss Bodyguard! —exclamó con su sonrisa habitual, aunque sus ojos, de un azul celeste con violeta soñador, no pudieron ocultar una leve tristeza.

—Hola, Miguel —saludó Beatriz con una sonrisa serena—. Vine por el vestido. Y por los materiales... Ya sabes, antes de que empiece la gala.

Él asintió en silencio, caminando hacia una caja ordenada con rollos de tela, una libreta de bocetos y una funda de satén donde reposaba el vestido casi terminado: un diseño etéreo corte princesa con transparencias sutiles, por encima los detalles inspirados en constelaciones. Se notaba que había puesto el alma en cada puntada.

—Está casi listo, pero... sé que sabrás terminarlo. Nadie más entiende esta tela como tú —dijo Miguel mientras pasaba los dedos por la costura con reverencia.

Beatriz lo observó con un poco de nostalgia. A pesar de su juventud, Miguel tenía una sensibilidad rara, delicada y genuina. Pero también notaba esa mirada que buscaba algo más... algo que ella, honestamente, no podía corresponder.

—Miguel —dijo con voz suave, tomándolo del brazo para que la mirara a los ojos—, sé que quizá no era lo que esperabas. Pero eso no cambia lo que somos ni lo que yo veo en ti: un artista extraordinario, y alguien a quien... me honra proteger.

Él bajó la mirada, y aunque no dijo nada al principio, luego soltó una risa breve, un poco melancólica.

—Lo sé, Miss Bodyguard. Solo me dolerá un poquito. Pero me hace feliz saber que vas a usar esto... tú.

Beatriz asintió. —Y siempre voy a volver. No como musa, pero sí como aliada. ¿Te parece justo?

Miguel Ángel sonrió con sinceridad esta vez. —Me parece perfecto.

Ella tomó la caja con sus cosas, le dio un ligero abrazo que él correspondió con respeto, y salió del taller con el vestido cuidadosamente cargado entre sus brazos.

Ya de vuelta en su apartamento, Beatriz dejó la caja sobre la mesa. El atardecer teñía las paredes con tonos anaranjados, y el ambiente era tranquilo... hasta que sonó el timbre.

—¿Un paquete? —murmuró, abriendo la puerta.

Era una caja mediana, con el logotipo de la empresa de entregas de Luminaria. La abrió con curiosidad, y sus ojos se iluminaron: una máquina de coser casera, de las portátiles y con acabados metálicos rosados.

—La que había encargado... pero no pensé que llegaría justo hoy.

En ese momento, la interfaz de su sistema Isekai se desplegó frente a ella, flotando en el aire como un holograma suave:

⚙️ ¡Sincronización detectada!
🪄 Objeto reconocido: Máquina de coser (versión artesanal)
Ítem compatible localizado: "Maquina de coser mágica - Magic Eva ver. 3.5"

🔧 ¿Deseas fusionar ambos objetos para anclar habilidad permanente: "Atelier Onírica"?

✏️ Capacidad desbloqueada: Diseñar trajes mágicos con un solo boceto, siempre que los materiales estén disponibles en tu inventario.

Beatriz parpadeó. Luego sonrió.

—¿Así que ahora puedo crear mi propio vestuario mágico con solo imaginarlo? Bueno... eso sí que es útil para las galas —bromeó, mientras aceptaba la fusión.

La máquina emitió un resplandor leve y se transformó: seguía siendo portátil, pero ahora tenía detalles flotantes, cristales de colores en la perilla de velocidad, y el símbolo del loto de Piscis grabado en el costado.

Beatriz pasó la mano por encima de ella, como acariciando un artefacto sagrado.

—Gracias, Miguel —murmuró con una sonrisa—. Gracias, mundo nuevo.

Y comenzó a preparar el vestido para terminarlo con su toque final, mientras una lluvia de notas musicales flotaba desde la interfaz, como si su sistema celebrara esta nueva evolución.

 

La gala médica: Una noche de reconocimiento

La gala médica se llevó a cabo en el imponente auditorio de cristal de Rametal, un edificio que parecía desafiar la gravedad con su diseño ultramoderno. Las luces brillaban desde el interior, proyectando reflejos iridiscentes que iluminaban la ciudad. Beatriz llegó puntualmente, vistiendo el vestido que había confeccionado con sus propias manos. Era un diseño elegante, de corte sencillo princesa pero con detalles únicos en las mangas y la cintura, lo que le daba un aire sofisticado sin necesidad de adornos excesivos.

"No será un diseño de alta costura, pero al menos me siento como yo," pensó mientras entraba al auditorio.

Los asistentes iban vestidos con trajes y vestidos impresionantes, pero lo que realmente capturaba la atención de Beatriz eran las conversaciones. Médicos, científicos e investigadores hablaban de avances tecnológicos y tratamientos revolucionarios. Cada palabra parecía sacada de uno de los documentales que solía ver de niña.

Entre la multitud, divisó a Kael. Él estaba impecable, con un traje negro y una corbata verde oscuro que resaltaba sus ojos. Cuando la vio, sonrió y se acercó a ella.

—Beatriz, te ves increíble. Ese vestido... ¿lo hiciste tú?

Ella asintió, ligeramente sonrojada. —Sí. No encontré nada que me convenciera, así que improvisé.

—Es un gran trabajo. Tiene algo... único, como tú —dijo Kael con sinceridad.

Antes de que ella pudiera responder, un organizador los interrumpió. —Dr. Kael, lo estamos esperando para el anuncio de los premios.

Kael le dedicó una mirada rápida a Beatriz. —Será mejor que tomes asiento. Esto no tardará mucho.

Beatriz se dirigió a una de las mesas mientras Kael subía al escenario. La ceremonia comenzó con una introducción sobre los logros más recientes en el campo de la medicina, y pronto llegó el turno de Kael.

—El siguiente galardonado es un médico cuya dedicación y habilidades excepcionales han salvado innumerables vidas. Este año, el Dr. Alistair Kael lideró una cirugía sin precedentes que involucró el trasplante simultáneo de órganos a tres pacientes, estableciendo un nuevo estándar en medicina multidisciplinaria.

El aplauso fue ensordecedor mientras Kael subía al escenario a recibir su premio. Beatriz lo observó con una mezcla de admiración y orgullo. "Es como si estuviera viendo a uno de esos héroes que tanto admiraba en las series. Pero él es real, y está aquí."

Cuando Kael comenzó a hablar, su voz resonó firme y tranquila. —Este reconocimiento no es solo para mí, sino para todo mi equipo. La medicina nunca es un esfuerzo individual, y estoy agradecido de tener colegas que comparten la misma pasión por salvar vidas.

La humildad en sus palabras hizo que Beatriz lo admirara aún más. Aunque sabía lo difícil que era su trabajo, Kael no dejaba que el ego nublara su propósito.

Después de la ceremonia, Kael se reunió con ella en la mesa. —¿Qué te pareció?

—Eres un médico mítico, Kael, pero con una mejor actitud —bromeó ella, aunque hablaba en serio.

Kael rió suavemente. —Espero no tener que enfrentarme a casos tan extremos como los de los artículos médicos antes de el Cronofit. Pero gracias. Eso significa mucho viniendo de ti.

Pasaron el resto de la noche charlando, mientras Kael le explicaba detalles de las técnicas médicas que usaron en la cirugía que le valió el premio. Aunque para muchos esos temas serían tediosos, Beatriz estaba fascinada. Para ella, todo lo que Kael hacía era un recordatorio de la capacidad humana para superar límites.

Cuando la noche llegó a su fin, Kael se ofreció a acompañarla de vuelta a casa. Caminando por las calles iluminadas, Beatriz reflexionó sobre lo mucho que respetaba a Kael, no solo como médico, sino como persona. "Es alguien especial, pero no creo que lo vea de la forma en que él podría querer. Es como un faro, alguien que inspira... pero no puedo ofrecerle lo mismo."

Kael, por su parte, parecía relajado mientras caminaban. Aunque no decía mucho, de vez en cuando lanzaba miradas a Beatriz, como si estuviera tratando de entender algo que aún no podía expresar con palabras.

Al llegar a su edificio, Kael le dedicó una última sonrisa. —Gracias por venir esta noche. Fue bueno tener a alguien con quien compartir esto.

—Gracias a ti por invitarme. Fue... inspirador —respondió ella sinceramente.

Kael asintió, y antes de que se marchara, dejó una pequeña caja en sus manos. —Es un agradecimiento por las "perlas." Espero que te guste.

Beatriz lo observó alejarse antes de abrir la caja. Dentro había un broche en forma de estrella, simple pero hermoso, con un mensaje grabado en la parte trasera: "Para quien ilumina incluso los días más difíciles."

Ella sonrió para sí misma, guardando el broche con cuidado. "Dulce, con un toque amargo," pensó, recordando las palabras que Kael usó alguna vez para describir las perlas de miel.

Kael asintió, y antes de que se marchara, dejó una pequeña caja en sus manos.
—Es un agradecimiento por las "perlas." Espero que te guste.

Beatriz lo observó alejarse antes de abrir la caja. Dentro había un broche en forma de estrella asomándose por el alba, simple pero hermoso, con un mensaje grabado en la parte trasera:
"Para quien ilumina incluso los días más difíciles."

Ella sonrió para sí misma, guardando el broche con cuidado. "Dulce, con un toque amargo," pensó, recordando las palabras que Kael usó alguna vez para describir las perlas de miel.

Sin embargo, mientras lo sostenía, sintió un leve cosquilleo en los dedos, como una corriente suave y templada. Apenas perceptible. Un destello casi imperceptible cruzó la superficie del broche, como si una chispa interna se hubiera encendido por un segundo.

Beatriz frunció el ceño, extrañada. Lo giró en sus manos, inspeccionándolo, pero no encontró nada fuera de lo común. "¿Un truco de la luz?"

A la distancia, el cuervo sobre el poste eléctrico inclinó apenas la cabeza. Como si alguien más —algo más— estuviera observando a través de esos ojos.

Y en un rincón lejano, donde las luces de la ciudad no llegaban, un segundo Kael, el que nunca habla pero todo lo ve, abrió los ojos.

"Ya lo sé", pensó. "Esa no es ella."

Pero aún así, le había entregado el broche. Un recordatorio. Un marcador. Un ancla para lo que vendría.

Beatriz subió los escalones de su edificio mientras observaba el broche en forma de estrella que Kael le había regalado. Era sencillo, pero había algo profundamente especial en él. Lo sostuvo entre sus dedos, sintiendo la textura lisa del metal y el grabado en la parte trasera.

"Para quien ilumina incluso los días más difíciles."

No pudo evitar sonreír. El mensaje le pareció irónico y reconfortante a la vez. "¿Yo iluminar algo? Kael, si supieras que mi día a día es un caos controlado..." pensó. Pero el gesto genuino la conmovió.

Se sentó en su cama, aún vestida con el traje de gala. Giró el broche entre sus manos, recordando cómo sus experiencias pasadas habían moldeado su relación con los objetos valiosos.

La imagen de su prima volviendo a casa con un corte en el cuello después de que le arrancaran una cadena de oro le vino a la mente como un relámpago. Aquella impotencia, el susto en los ojos de su prima y el silencio incómodo de su familia después del incidente, habían sido suficientes para que Beatriz decidiera no volver a usar joyas caras. "No es por el dinero," pensó. "Es por la vulnerabilidad que te hacen sentir cuando te arrebatan algo de esa manera."

El broche de Kael, en cambio, no era ostentoso. No llamaría la atención de nadie en la calle, pero para ella era perfecto. "Un detalle que no pretende ser más de lo que es," pensó, sintiendo una calidez en el pecho que no esperaba.

"Lucien debería aprender de esto," pensó, dejando escapar una risa breve. Recordó los regalos de Lucien, siempre caros y llamativos. Aunque los apreciaba, no podía evitar sentir que cada uno de ellos llevaba un mensaje implícito, como si intentara imponer una presencia constante en su vida. Y ella, de alguna manera, siempre encontraba la forma de devolverle la jugada, negándose a usar sus obsequios o buscando maneras creativas de evitar que se convirtieran en una obligación.

—Parece que esta vez, Kael le ganó sin querer, Lucien —dijo en voz baja, como si el propio Lucien pudiera oírla.

Se levantó para colocar el broche en su pequeña caja de tesoros, donde guardaba objetos que realmente significaban algo para ella. Mientras lo hacía, sintió un escalofrío recorriendo su espalda, como si algo o alguien la estuviera observando.

Se giró hacia la ventana y apartó las cortinas ligeramente. Allí, en lo alto de un poste eléctrico, estaba el cuervo de Lucien “Diaval”. Sus ojos brillaban con una intensidad inquietante bajo la luz tenue del alumbrado público.

Beatriz frunció el ceño. —¿Lucien? ¿Qué haces ahora? —murmuró, consciente de que ese cuervo nunca aparecía sin motivo.

El ave permaneció inmóvil, observándola fijamente, como si intentara transmitir un mensaje que ella no podía descifrar. Beatriz suspiró, cerrando las cortinas con firmeza.

—Bueno, si tienes algo que decir, podrías venir tú mismo en lugar de enviar a tu espía emplumado —dijo, más para sí misma que para Lucien.

Se sentó de nuevo, esta vez sacando un cuaderno para garabatear pensamientos sueltos. Mientras escribía, no podía evitar pensar en cómo Lucien parecía estar siempre vigilándola, incluso en sus momentos más íntimos. Y aunque aquello a veces la irritaba, sabía que parte de ella se sentía extrañamente segura sabiendo que alguien la observaba desde las sombras.

"Kael con su estrella y Lucien con su cuervo," reflexionó. "Uno ilumina, el otro oscurece... y yo atrapada en medio."

Aferró el lápiz con más fuerza, dejando salir un suspiro profundo. Su vida nunca sería sencilla, pero al menos esa noche tenía algo dulce que atesorar: un broche en forma de estrella que, de alguna manera, le recordaba que incluso en los días más oscuros, aún podía brillar.

 

Una lechuza en la cacería

Beatriz cerró las cortinas, pero el peso de la mirada del cuervo seguía sobre ella. El silencio en la habitación se volvió más denso, como si algo o alguien hubiera entrado sin ser invitado.

—Sabía que no te quedarías solo mirando, Lucien —dijo en voz baja, dejando el lápiz sobre la mesa.

Un escalofrío recorrió su espalda. Se giró lentamente, y allí, en la penumbra de la habitación, Lucien estaba apoyado contra la pared, una sombra con ojos que brillaban como brasas. Su postura era relajada, pero su presencia llenaba el espacio con una mezcla de desafío y curiosidad.

—La caza es un deporte que pone a prueba tus estrategias, Beatriz —comenzó él, con voz baja y melodiosa, como si cada palabra estuviera diseñada para envolverla. Caminó hacia ella con pasos lentos y seguros, el eco de sus botas resonando en el suelo. —Las personas que sean más pacientes y tengan un mayor deseo de ganar, saldrán victoriosas.

Beatriz lo miró fijamente, sin retroceder. —¿Y eso qué tiene que ver conmigo? —preguntó, cruzando los brazos.

Lucien sonrió, una curva ligera y peligrosa en sus labios. —Pero contigo... Je, cazar es un juego, un partido en todos los sentidos de la palabra. Irrumpes en mi mundo sin cuidado y reclamas mi territorio como tuyo... No eres como ninguna presa que haya conocido.

Beatriz arqueó una ceja. —¿Presa? Lucien, si soy algo, es una invitada incómoda en tu juego.

—¿O tal vez eres mejor que el cazador promedio? —continuó él, ignorando su comentario. Se inclinó ligeramente hacia adelante, como si estuviera estudiándola. —Te usaste a ti misma como cebo para desbaratar mis planes. Incluso me obligaste a hacer cosas que nunca hubiera hecho antes.

—¿Y eso te molesta? —preguntó Beatriz, con un toque de burla en su tono.

Lucien se enderezó, una chispa de humor oscuro en su mirada. —¿Estoy admitiendo la derrota? ¿Qué dije que te dio esa impresión?

Beatriz ladeó la cabeza, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y diversión. —No sé, pero tienes algo en los ojos que dice: 'ella me está ganando.'

Lucien soltó una risa breve, un sonido que parecía tan raro como genuino. —Ten paciencia, cariño. Esto es solo el comienzo de nuestra cacería. El tiempo dirá quién saldrá victorioso.

Beatriz se cruzó de brazos, sus palabras saliendo con calma pero cargadas de significado. —¿El cuervo se volvió más parecido a una paloma? ¿O una paloma pacífica se transformó en un ave de rapiña?

Lucien se quedó en silencio por un momento, su mirada oscureciéndose, como si estuviera considerando su respuesta.

Beatriz continuó antes de que pudiera hablar. —Oh, era yo una ave que no conocías. Como una lechuza de campanario... tan comunes en iglesias antiguas, pero olvidadas en un mundo moderno.

La luz de la lámpara de su escritorio iluminaba apenas su rostro, y su voz bajó un poco, suave pero firme:

—Sin embargo, vivimos. Sobrevivimos. Nos adaptamos. Aunque las personas ignorantes crean que somos brujas, la verdad es que somos parte importante de la vida.

Lucien la observó con algo que podría haber sido respeto, o tal vez una nueva chispa de interés. Dio un paso hacia atrás, como si quisiera dejarle claro que no era su intención quedarse más tiempo.

—Una lechuza, dices... —murmuró, inclinando la cabeza como si estuviera evaluándola. Luego, con una sonrisa ladeada que no prometía nada, añadió: —Tendré que leer más sobre ellas.

Sin esperar respuesta, Lucien desapareció en las sombras de la habitación,con su característico poder de partículas negras y rojas, como si nunca hubiera estado allí. Beatriz exhaló, cerrando los ojos por un momento antes de volver al cuaderno en su escritorio.

"Que siga leyendo," pensó con una ligera sonrisa. "Esto apenas comienza."

Notes:

Nota de la autora:
Gracias por seguir leyendo, incluso en silencio. Esta actualización llegó un poco tarde porque estuve lidiando con una migraña fuerte que me dejó fuera de combate todo el día. No fue por olvido ni falta de ganas, simplemente mi cuerpo pidió pausa. Aprecio mucho que estén aquí, incluso sin comentar. 🌙💛

Chapter 38: El Juego Interno de Beatriz

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +200 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
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📖 ¿Prefieres leer en inglés?
Ya hay capítulos traducidos disponibles:
👉 Versión en inglés https://archiveofourown.org/works/65379142
Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 200+ reads! 💖
I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.
🎯 Goal: 500 reads
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Thanks for being here—see you in the next quantum leap. 💫

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Beatriz se dejó caer en la silla frente a su escritorio, cruzando las piernas mientras miraba las sombras danzantes en las cortinas. Soltó un suspiro largo, dejando que su cabeza cayera hacia atrás, mirando al techo.

"No lo odio," pensó con calma. "Nunca lo odié... pero, por Dios, cómo me desesperaba cuando jugaba con él en el juego."

Se cubrió la boca con la mano, tratando de reprimir una carcajada que terminó escapándose de todos modos. Era un sonido liviano, sincero, casi infantil, que reverberó en la habitación vacía.

—Es tan divertido desarmarlo, —se dijo entre risas. —Antes era yo la que me exasperaba con sus gestos románticos hacia la protagonista original. Y ahora... ahora soy yo la que lo pone nervioso.”

La ironía de la situación no dejaba de parecerle fascinante. En el juego, había elegido a Lucien porque no quería "andar de picaflor", como solía decir. Nunca le había parecido justo hacer que todos los intereses románticos se ilusionaran, aunque el juego estuviera diseñado para ello. Era extraño vivirlo ahora en carne propia, y más extraño aún sentir la misma seguridad y poder con Lucien en este mundo que había sentido en las batallas del juego.

Aun así, era diferente. Muy diferente.

—Lucien me hace sentir poderosa, sí. Pero... es otro tipo de poder. Estrategia, control, saber que puedo salir victoriosa con un plan bien ejecutado. Es como estar en una partida, una batalla que puedo ganar... pero con Hades...

Su pensamiento se detuvo en seco.

Hades. Recordar a Hades del juego Kaginami no Asobi siempre le provocaba una punzada en el pecho, una mezcla de añoranza y algo más difícil de describir. Era esa serenidad, esa melancolía firme y fuerte, como un refugio que buscaba sin saberlo, algo que en el mundo real jamás había encontrado.

—Tal vez porque se me hizo tarde, —pensó, soltando un suspiro. —Tal vez porque tengo 35 años y el tiempo no se detiene, aunque todo el mundo crea que tengo 19 o 22. No salir de casa por años, no usar maquillaje hasta los 30... puede que eso me haya ayudado. Pero incluso con tanto estrés, no sé cómo sigo luciendo así.

Beatriz se rió entre dientes, esta vez con algo de amargura. —O tal vez sólo soy una paradoja, igual que aquí.

Lucien le había dado mucho en el juego. Esa sensación de invencibilidad, de superar enemigos de nivel 60 siendo apenas nivel 30, con pura estrategia y reforzadores. Pero también sabía que la verdadera razón de su devoción por él en el juego era la "alma de la bruja" que habitaba dentro de la protagonista original. Era su objetivo, su razón para estar allí.

Y ahora, aquí estaba él. Real, tangible, con sus mismos gestos y palabras calculadas, pero con un brillo en los ojos que lo hacía aún más complejo y humano. Beatriz sabía que podía "jugar el juego" con él, pero algo dentro de ella no se lo permitía.

"No puedo lastimarlo. No puedo lastimar a ninguno de ellos."

Era una promesa que se había hecho a sí misma desde que empezó esta extraña aventura. En el plano real, nunca le pareció justo jugar con los corazones de hombres tan buenos. Y ahora, aquí, en este mundo que se sentía tan real, esa misma regla se aplicaba con más fuerza que nunca.

Se puso de pie, mirando su reflejo en la ventana. Su expresión era tranquila, pero sus ojos estaban llenos de determinación.

—Tal vez no soy la protagonista original,---murmuró, ajustándose el cabello detrás de la oreja. —Pero soy yo. Y eso será suficiente.

Cerró las cortinas con un movimiento firme, dejando que la oscuridad la envolviera. Este mundo podía ser un juego, pero no era un juego para ella.

Aquí no se trataba de ganar o perder. Se trataba de ser la mejor versión de sí misma, y eso, lo sabía, era el mayor desafío de todos.

 

Beatriz lo observaba desde el umbral del taller, sin que él lo notara. Miguel Ángel estaba concentrado en su trabajo, rodeado de esculturas a medio terminar, lienzos manchados de pintura y herramientas esparcidas por todas partes. La luz cálida de las lámparas colgantes iluminaba su rostro, resaltando las pequeñas gotas de sudor que brillaban en su frente.

Era un caos controlado. Y a Beatriz le fascinaba.

Con cada movimiento, Miguel Ángel parecía tener un propósito claro, aunque todo a su alrededor pareciera desordenado. Sus manos, firmes y seguras, daban forma a una figura de cristal derretido, el calor de sus poderes haciendo que el material brillara como si estuviera vivo.

"Es impresionante," pensó Beatriz. "No sólo lo que hace, sino cómo lo hace. Con pasión, con cuidado... con amor por lo que crea."

Sin darse cuenta, dejó escapar un suspiro. Miguel Ángel levantó la vista al escucharla y le sonrió, esa sonrisa despreocupada que siempre lograba tranquilizarla.

—¿Llevas mucho tiempo ahí? —preguntó, dejando a un lado la figura que estaba trabajando.

—Lo suficiente como para darme cuenta de que no has comido nada en horas —respondió ella, sosteniendo una bandeja con comida que había preparado.

Miguel Ángel se rió, rascándose la nuca con cierta vergüenza.

—Sabes cómo somos los artistas. Cuando estás inspirado, todo lo demás pasa a segundo plano.

Beatriz negó con la cabeza, entrando al taller y dejando la bandeja en una mesa limpia.

—Por eso estoy aquí, para asegurarme de que no te mates de hambre mientras creas tus obras maestras.

Él la miró con una mezcla de gratitud y diversión.

—Siempre tan preocupada, ¿eh?

—Es mi naturaleza —contestó Beatriz mientras se sentaba en un taburete cercano, observándolo retomar su trabajo.

Mientras él moldeaba con fuego y precisión, ella no pudo evitar perderse en sus pensamientos.

Había algo en Miguel Ángel que la hacía sentir... tranquila. Era un respiro, una pausa del constante caos que solía rodearla. Tal vez era su energía cálida, su manera de ver el mundo a través de su arte, o la forma en que se entregaba por completo a lo que amaba.

Él era tan diferente a su hermano menor, con quien compartía el mismo día de nacimiento. Donde el hermano era frío, pragmático y directo, Miguel Ángel era todo pasión y calidez, un contraste que Beatriz encontraba refrescante.

Y, sin embargo, su presencia le traía recuerdos. Recuerdos dolorosos.

Su primer intento de convertirse en artista profesional había sido un fracaso. No por falta de talento, sino por las sombras del acoso escolar que la habían perseguido incluso en la universidad. Recordaba las miradas, los murmullos, las burlas. Y luego estaban los profesores, algunos de los cuales habían cruzado líneas que nunca debieron cruzar.

Había soportado todo lo que pudo, hasta que simplemente no pudo más. Su padre, un hombre de signo Leo y nacido en el año del dragón, siempre protector, la había ayudado a desaparecer de ese entorno, organizando un evento que dejara claro que nadie debía buscarla.

"Pensé que lo peor había pasado," reflexionó. "Pero entonces vino ella."

La "famosa artista plástica" que había prometido tomarla bajo su ala terminó explotándola, utilizándola para su propio beneficio y aunque la denunció ante las autoridades no pudo recuperar su dinero tras una batalla legal. Fue una época oscura, pero también una época que la fortaleció.

“Al final, encontré mi lugar,” pensó, recordando los rostros de sus alumnos. Enseñar le había llenado un vacío que ninguna otra cosa había podido llenar. Aunque su título no decía "artista plástica," si no “Docente en las artes” sabía que lo era, y eso era suficiente para ella.

—¿En qué piensas? —preguntó Miguel Ángel, sacándola de sus pensamientos.

Beatriz parpadeó, dándose cuenta de que había estado mirándolo fijamente.

—En cómo me recuerdas a algunas personas. Pero más talentoso, claro.

Miguel Ángel se rió, dejando el cristal enfriarse.

—¿Eso es un cumplido o una crítica?

—Un cumplido, definitivamente. Aunque si sigo cuidándote así, con todo y tu caos creativo.

—Bueno, no me quejo. Si significa que seguirás cocinando para mí, estoy dispuesto a ser tu conejillo de indias.

Beatriz sonrió, sintiendo una calidez que no experimentaba a menudo. No era amor romántico, lo sabía. Era algo más profundo, algo más puro.

Era el tipo de conexión que no necesitaba etiquetas, una que simplemente existía y se sentía correcta.

Mientras Miguel Ángel volvía a su trabajo, Beatriz se levantó, recogiendo los platos vacíos. Antes de salir del taller, se detuvo un momento en la puerta, mirando a su amigo.

"Tal vez nunca fui la artista que soñé ser," pensó. "Pero eso no significa que no pueda reconocer y apoyar el talento cuando lo veo. Y Miguel Ángel... él es una obra de arte por sí mismo."

Con una última sonrisa, salió, dejando que él se perdiera de nuevo en su mundo de fuego y creación.

 

Beatriz regresó a casa después de su visita al taller de Miguel Ángel, sintiéndose inusualmente ligera. Había algo en la calidez del ambiente, en el caos organizado del artista, que la había llenado de una energía peculiar. Inspirada, decidió sacar su cuaderno de dibujo.

"Si Lucien tiene jugadas calculadas, ¿por qué no devolverle el golpe?" pensó traviesamente mientras se acomodaba en su escritorio.

Tomó su lápiz y comenzó a trazar líneas rápidas y seguras. A medida que el diseño del anillo tomaba forma en la página, se reía sola, casi como una niña que trama una travesura.

"Lucien nunca pierde una oportunidad para ser teatral. Estoy segura de que en algún momento me invitará a un torneo de box clandestino. Ganará, por supuesto... siempre gana," murmuró mientras delineaba un diseño de una pluma elegante que envolvía un dedo. "Y después, hará esa jugada obvia de ofrecerme el anillo de campeón, 'por casualidad' en el dedo anular de mi mano izquierda."

Se detuvo un momento, mordiéndose el labio mientras pensaba en la escena que ya podía imaginar con claridad.

"Pero ¿por qué dejar que solo él tenga la última palabra? Imagina su cara si yo también le doy un anillo. ¡Ah, eso valdría oro puro!"

Beatriz no podía dejar de sonreír mientras dibujaba el segundo diseño: una cuerda formada por tres lazos, entrelazados en un marco elegante. "Este simboliza nuestra relación. Él, yo, y el amor Ágape que nos une... aunque dudo que Lucien sepa lo que significa."

Finalmente, comenzó a trabajar en un tercer diseño: la cabeza de un dragón que envolvía el dedo, sus fauces formando el engarce para una pequeña gema. Era poderoso, audaz, y demasiado revelador. Se detuvo a medio camino, riéndose para sí misma.

"Tal vez esto es exagerado... pero tendría su encanto. Aunque probablemente lo guardaría para otra ocasión."

Terminó los tres diseños y se reclinó en su silla, contemplándolos.

"Bueno, protagonista, si alguna vez llego a irme, al menos sabrás que has dejado una relación única con Lucien," pensó con un dejo de melancolía, cerrando la libreta con un suspiro.

Cansada, se dispuso a descansar. Mientras apagaba las luces, murmuró su mantra habitual:

—No quiero lastimar a nadie. Pero si me voy, o si me quedo... quiero dejar una marca en este mundo.

Se recostó en su cama, y en cuestión de minutos comenzó a quedarse dormida.

Fue entonces cuando el sistema se activó.

Una luz tenue, apenas perceptible, iluminó la habitación. Una voz monótona y sin emociones resonó en el aire:

"Sistema de Lov-metro activado. Calculando el tipo de amor con cada interés romántico. Ajustando a las necesidades del jugador..."

La pantalla del sistema se desplegó frente a ella, flotando en el aire con un brillo cálido. Beatriz, profundamente dormida, no se dio cuenta de nada.

"Amor filial detectado. Amor Ágape detectado. Amor Eros en proceso de cambio a Ágape. Preparando nuevos ajustes para visualización."

El sistema comenzó a proyectar hologramas de cada uno de los intereses de Beatriz, destacando las dinámicas de sus relaciones.

Con Miguel Ángel, el sistema representó una paleta de colores cálidos, con pinceladas doradas que simbolizaban la conexión de respeto mutuo y apoyo creativo.

Con Lucien, una línea de fuego atravesaba un círculo dorado, simbolizando la intensidad de su conexión y cómo esta estaba evolucionando hacia algo más profundo, más simbólico.

Finalmente, el sistema proyectó un mensaje:

"Actualización completa. Nuevas rutas de interacción desbloqueadas. Prioridad del jugador: equilibrio emocional y conexión auténtica."

La voz se desvaneció, y la luz del sistema se apagó, dejando la habitación en completa oscuridad.

Beatriz, ajena a todo, murmuró algo entre sueños. Una leve sonrisa apareció en su rostro mientras se sumergía más profundamente en su descanso.

En algún lugar de su subconsciente, la chispa de una idea comenzaba a germinar, una idea que cambiaría la manera en que percibía sus relaciones y su propósito en este mundo.

Notes:

Nota de la autora:
Gracias por seguir leyendo, incluso en silencio. Esta actualización llegó un poco tarde porque estuve lidiando con una migraña fuerte que me dejó fuera de combate todo el día. No fue por olvido ni falta de ganas, simplemente mi cuerpo pidió pausa. Aprecio mucho que estén aquí, incluso sin comentar. 🌙💛

Chapter 39: Entre planos y promesas no dichas

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +300 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
☕ ¿Quieres apoyar mi trabajo?
Pásate por mi Buy Me a Coffee (opcional y muy agradecido):
👉 buymeacoffee.com/beatrizdelmar
📖 ¿Prefieres leer en inglés?
Ya hay capítulos traducidos disponibles:
👉 Versión en inglés https://archiveofourown.org/works/65379142
Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 300+ reads! 💖
I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.
🎯 Goal: 500 reads
Once we hit it, I’ll release an alternate version with more drama, romantic tension, and game-changing choices. Ready? 😉
☕ Want to support my work?
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📖 Prefer reading in English?
The translated chapters are already available:
👉 English version https://archiveofourown.org/works/65379142
Thanks for being here—see you in the next quantum leap. 💫

Chapter Text

Beatriz regresó a los archivos con un aire de aparente normalidad, aunque su mente seguía girando en torno a una sola cosa: el anillo.

Durante las pausas, sacaba la libreta donde había esbozado los tres diseños y volvía a mirar su favorito: el de la triple cuerda entrelazada con un marco a los lados. Había algo poderoso en ese símbolo, algo que iba más allá de la estética.

"Es un mensaje. Uno que no cualquiera entendería… pero que él, sí es quien creo que es, sí debería captar."

La triple cuerda representaba más que un vínculo romántico. Era ella, él, y algo más: un compromiso tácito con lo que estaban construyendo, incluso si ninguno lo había puesto en palabras todavía.
Y sin embargo...

"¿Qué siente realmente por mí? ¿Y por qué no lo ha dicho?"

Ella sabía que una parte de su decisión estaba influenciada por los “spoilers” del sistema del juego, pero la parte más profunda de sí misma no buscaba ventaja: buscaba claridad.

Más tarde Beatriz fue al taller de Lucien al final del día, bajo la excusa de revisar el avance en sus pedidos personalizados. Como siempre, el lugar olía a metal caliente, soldadura y humo de energía residual. Varios hologramas flotaban con planos de armas y prototipos en movimiento.

Lucien la vio entrar desde detrás de una consola flotante, sin mostrar sorpresa. Su expresión era la misma de siempre: controlada, fría, pero con una chispa difícil de ignorar.

—Vaya, visita inesperada —dijo sin mirarla del todo—. ¿Vienes a inspeccionar o a interrogar?

Beatriz alzó una ceja, en su mejor modo diplomático.

—¿No puedo hacer ambas?

—Depende —replicó él, finalmente alzando la vista para mirarla de lleno—. ¿Qué estás buscando esta vez, Beatriz?

Había una tensión bajo sus palabras, como si sospechara que algo se le escapaba. Y tenía razón.

Beatriz ladeó la cabeza y dio un paso más al interior del taller.

—Solo quiero asegurarme de que mis "Cañones Mariposa" no salgan volando antes de tiempo. Ya sabes, soy un poco quisquillosa con los detalles.

Lucien sonrió apenas.

—Todo está bajo control. Como siempre.

—Eso dices tú —dijo ella, y aunque su voz era ligera, su mirada lo analizaba—. Pero pareces más distraído de lo usual.

Lucien se cruzó de brazos, adoptando una postura más informal, aunque sus ojos nunca dejaron los de ella.

—¿Y tú no? Hace días que trabajas hasta tarde. No le muestras a nadie tus notas. Y sonríes como si escondieras un misil bajo la falda.

Ella contuvo una risa.

—¿Y si fuera así?

—Entonces supongo que tarde o temprano querrás probarlo. Conmigo.

Beatriz se acercó, sin responder de inmediato, dejando que el silencio jugará a su favor. El juego había comenzado: un tira y afloja en el que ninguno quería admitir cuánto sabía o sospechaba.

Lucien le extendió un pequeño dispositivo desde una mesa cercana.

—Es una versión mejorada de tu reloj-armadura. Ya sabes, para cuando decidas correr hacia el caos sin pensar. De nuevo.

Ella tomó el dispositivo con una sonrisa.

—Eres encantador cuando asumes que soy impulsiva.

—No lo asumo. Lo sé.

Beatriz se giró, como si fuera a irse, pero se detuvo con un último comentario lanzado con precisión quirúrgica:

—Tú también pareces preparar algo. Supongo que no soy la única con planes secretos.

Lucien entrecerró los ojos. No respondió de inmediato.

—Tal vez lo sabrás… cuando estés lista para jugar en serio.

Ella no volteó. Solo levantó una mano en despedida, dejándolo con la duda.

De regreso en su mesa de trabajo, aún con el corazón latiendo más rápido de lo normal, Beatriz abrió el sistema de “títulos y habilidades” . Su mente intentaba enfocarse en algo que no fuera esa conversación, pero Lucien estaba plantado firmemente en su cabeza.

Había muchos puntos acumulados. Abrió las pestañas de mejoras, equipo, incluso diseño de entorno. Todo útil… todo práctico.

Pasó de largo, sin notar que más abajo había una pestaña pequeña, casi imperceptible:
[Vínculos / Relación emocional]
[Lov-Metro]

No la abrió. Quizá por descuido. O quizá porque parte de ella no quería saber todavía.

—Esto será útil en algún momento —murmuró, cerrando el sistema.

Regresó a su casa y antes de dormir, volvió a mirar su boceto del anillo. Lo acarició con la yema de los dedos. No sabía aún qué forma tomaría todo esto, ni si él sería capaz de entender lo que ese símbolo representaba.

Pero sabía que ella estaba lista para avanzar .

Cuando cerró los ojos, una voz neutra y robótica murmuró en su mente:

—Puntos acumulados: 50. Sistema ajustado.
Progreso en relaciones: 75% completado.

Beatriz no entendió qué significaba.
Pero soñó con hilos entrelazados.
Y con alguien que, algún día, vería su corazón... sin que ella tuviera que decir una sola palabra.

Beatriz regresó al taller de Lucien con una excusa preparada: quería comprobar una actualización del software de su reloj-armadura, pero en el fondo tenía un objetivo mucho más personal en mente. Mientras Lucien estaba ocupado ajustando algunos prototipos, ella observó sus manos, grandes y marcadas por el trabajo.

"Bueno, no puedo mandar a hacer un anillo sin saber la medida exacta, ¿no?"

Cuando Lucien terminó lo que hacía y se volvió hacia ella, Beatriz fingió un aire casual.
—Lucien, ¿te has dado cuenta de que nuestras manos son completamente diferentes?

Él arqueó una ceja, confundido.
—¿Diferentes? Claro, las tuyas son pequeñas y delicadas, mientras que las mías son... funcionales.

Beatriz rodó los ojos y extendió su mano hacia él.
—No, no es solo eso. Mira. Pon tu mano junto a la mía.

Lucien, sin pensar demasiado, obedeció. Colocó su mano junto a la de ella, y Beatriz aprovechó el momento para comparar las proporciones.
—Vaya... —dijo ella con una sonrisa traviesa—. Es curioso cómo encajan de cierta manera.

Lucien la miró con curiosidad, todavía sin captar el motivo detrás del gesto.
—¿Esto tiene algún propósito, o solo querías demostrar algo que ya sabías?

Beatriz fingió estar absorta en su "análisis" mientras calculaba mentalmente la medida aproximada de su dedo anular. Luego, con un suspiro teatral, retiró su mano.
—Tal vez solo quería distraerte un poco. Pero oye, nunca está de más saber estas cosas.

Lucien se quedó mirándola, ligeramente desconfiado.
—Tú rara vez haces algo sin una razón. ¿Qué estás planeando ahora, Beatriz?

Ella respondió con una sonrisa inocente.
—Nada que deba preocuparte... por ahora.

Lucien negó con la cabeza, pero no insistió. Volvió a lo que estaba haciendo, mientras Beatriz se sentía triunfante. "Objetivo cumplido. Ya tengo la medida del dedo. Ahora, a trabajar en el diseño."

De regreso a los archivos, Beatriz se permitió un momento para reflexionar sobre lo que acababa de hacer. Había algo ridículamente entretenido en planear esta pequeña travesura. Pero, al mismo tiempo, se preguntaba si no estaba complicando las cosas.

"¿Qué es lo que realmente quiero de esto? ¿Es solo un juego, o...?"

Sacudió la cabeza para despejar esos pensamientos y volvió a mirar el boceto del anillo. "No importa. Por ahora, solo me concentraré en el diseño y en asegurarse de que salga perfecto."

Mientras tanto, el sistema seguía registrando su progreso en las relaciones sin que ella lo notara, ajustando cada detalle en el Lov-metro.

 

De "Gatita" a "Lechuzita"

Lucien, como siempre, tenía una curiosidad incansable cuando algo llamaba su atención. Después de escuchar a Beatriz referirse a sí misma como una "lechuza de campanario", no pudo evitar investigar sobre ellas. Se llevó una tableta al taller y, en un raro momento de descanso, comenzó a leer artículos y ver imágenes de estas aves nocturnas.

—Lechuzas de campanario... —murmuró para sí mismo, desplazándose por la pantalla—. Aparentemente son misteriosas, solitarias y tienen una mirada que puede perforar el alma.

No pudo evitar reírse suavemente al pensar en Beatriz. "Sí, definitivamente encaja. Es exactamente ella."

Cuando Beatriz apareció esa tarde en el taller, como era su costumbre, lo encontró trabajando en el diseño de un arma nueva. Lucien, sin siquiera levantar la vista, le dijo con un tono burlón:
—Hola, lechuzita.

Beatriz parpadeó, sorprendida.
—¿Lechuzita? ¿Qué pasó con "gatita"?

Lucien dejó lo que estaba haciendo y la miró directamente, con una sonrisa divertida.
—Descubrí que las lechuzas de campanario son mucho más interesantes. Además, tú misma dijiste que te identificabas con ellas, ¿no?

Beatriz cruzó los brazos, fingiendo molestia.
—No pensé que te lo tomarías tan en serio.

Lucien se encogió de hombros y añadió:
—Bueno, parece que las lechuzas tienen algunas cualidades interesantes. Son ágiles, observadoras, siempre están alerta... Y, si se les molesta, pueden ser bastante intimidantes.

—¿Estás diciendo que soy intimidante? —preguntó Beatriz, arqueando una ceja.

—Estoy diciendo que encajas perfectamente —respondió él con una sonrisa burlona, pero cálida.

Beatriz negó con la cabeza, pero no pudo evitar sonreír. Había algo en cómo Lucien usaba el apodo que lo hacía sentir menos como un juego y más como un reconocimiento.

Más tarde, mientras trabajaba, Lucien se encontró pensando en Beatriz de nuevo. Había algo en ella que lo fascinaba, algo que no podía reducir a un simple apodo o una sola palabra.

"Lechuzita... No solo porque es única, sino porque siempre está mirando más allá, planeando, observando. Y aunque lo niegue, creo que también busca algo, algo que no se atreve a admitir."

Ese pensamiento lo dejó con una sonrisa involuntaria mientras se concentraba en su trabajo.

Crónicas del Taller: Amor, Forja y Cotilleo

Raúl era el maestro herrero de Lucien, un hombre ya entrado en años, con un humor tan afilado como las armas que forjaba. Tenía la habilidad especial de aparecer justo en el momento en que alguien cometía un error o decía algo que no debía, y nunca perdía la oportunidad de soltar un comentario mordaz.

—¡Ah, Beatriz, la lechuzita en persona! —exclamó Raúl cuando la vio llegar al taller—. ¿Vienes a supervisar el trabajo de Lucien o a asegurarte de que no haga nada tonto?

Beatriz arqueó una ceja.
—¿Tonto? Eso no suena como algo que Lucien haría.

Raúl se llevó una mano al pecho, fingiendo sorpresa.
—¡Ah, claro! Cómo no, nuestro querido jefe es perfecto. Nunca pierde la paciencia ni murmura cosas incomprensibles cuando está frustrado. ¡No, para nada!

Desde el otro extremo del taller, Lucien soltó un gruñido.
—Raúl, ¿quieres dejar de hacerte el gracioso y ponerte a trabajar?

—¿Trabajar? —Raúl se volvió hacia los becarios (Noctis y Umbra) que estaban cerca, quienes ya intentaban ocultar su risa—. ¿Acaso no ves que estoy trabajando en mantener el ambiente ligero? No querrás que nuestro querido jefe se ponga más tenso de lo que ya está.

Lucien negó con la cabeza mientras Beatriz intentaba, sin mucho éxito, contener la risa.

Raúl, como era de esperar, no tardó en convertir a los becarios (Noctis y Umbra) en sus cómplices. Juntos formaron una especie de club no oficial dedicado a analizar cada interacción entre Lucien y Beatriz.

—¿Han notado cómo la llama "lechuzita" ahora? —dijo Raúl una tarde, mientras los becarios(Noctis y Umbra) asentían vigorosamente.

—¡Sí! Y cómo siempre está revisando todo dos veces cuando ella está aquí, como si quisiera impresionarla.

Raúl se frotó la barbilla, adoptando una expresión pensativa.
—Yo digo que aquí hay algo más que trabajo. Nadie le pone tanto empeño a los detalles si no tiene una razón personal.

—¿Crees que está enamorado? —preguntó uno de los becarios (Noctis) con ojos brillantes.

Raúl chasqueó la lengua.
—No lo sé, pero si lo está, lo disimula tan bien como un rinoceronte en una cristalería.

El descubrimiento de las lechuzas de campanario

Un día, mientras revisaba los diseños con Beatriz, Lucien dejó escapar un comentario casual.
—¿Sabías que las lechuzas de campanario tienen la capacidad de volar casi en completo silencio?

Beatriz lo miró sorprendida.
—¿De dónde salió eso?

Lucien se encogió de hombros.
—Lo leí. Ya sabes, por eso de que tú te identificas con ellas. Pensé que debía saber más sobre lo que significan.

Antes de que Beatriz pudiera responder, Raúl, que había estado "casualmente" pasando por ahí, intervino.
—Oh, jefe, eso sí que es dedicación. Aprender sobre las lechuzas solo porque tu lechuzita se identifica con ellas. Qué romántico.

Lucien lo fulminó con la mirada.
—Raúl, ¿tú no tienes otra cosa que hacer?

Raúl le dio una sonrisa traviesa y se alejó mientras murmuraba algo sobre "el jefe y sus prioridades".

Beatriz se rió por lo bajo.
—Creo que a Raúl le encanta fastidiarte.

Lucien suspiró, pero una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios.
—Sí, pero supongo que alguien tiene que hacerlo.

Beatriz caminaba hacia el taller de Lucien, absorta en sus pensamientos, sin darse cuenta de lo silenciosa que era. Había desarrollado ese hábito durante su adolescencia: caminar de puntillas, evitando cualquier ruido, para no atraer la atención de sus compañeros de clase ni interrumpir a su familia.

Al entrar al taller, sus pasos eran tan sigilosos que nadie notó su presencia. Raúl estaba inclinado sobre una mesa, cuchicheando con dos becarios (Noctis y Umbra) sobre algo, mientras Lucien revisaba un diseño.

—¿Entonces, quién apuesta a que el jefe la llevará al próximo torneo de boxeo para presumirla? —dijo Raúl en voz baja, con una sonrisa traviesa.

—No sé, pero seguro que ella acepta. ¿Has visto cómo lo mira? —respondió uno de los becarios (Umbra).

Beatriz, escuchando sin querer, se aclaró la garganta.

El efecto fue inmediato. Raúl dio un brinco, derramando una pequeña caja de herramientas, mientras los becarios (Noctis y Umbra) casi derriban la mesa tratando de retroceder.

—¡Por todos los cielos, mujer! —exclamó Raúl, llevándose una mano al pecho—. ¿Quieres matarme de un infarto?

Beatriz, sorprendida, levantó las manos.
—Lo siento, no era mi intención. Siempre camino así.

Lucien levantó la vista del diseño, conteniendo una sonrisa al ver la escena.
—¿Así cómo? ¿Como un fantasma?

Raúl recuperó el aliento, pero su tono sarcástico no tardó en regresar.
—¿Un fantasma? No, jefe, yo diría que más bien como una lechuzita. Ya sabes, esas aves que vuelan sin hacer ruido.

Beatriz parpadeó.
—¿Lechuzita?

Lucien cerró el diseño que estaba revisando y, con un brillo en los ojos, agregó:
—Tiene sentido. Las lechuzas de campanario vuelan casi en completo silencio. Ahora entiendo por qué te identificas con ellas.

Beatriz se rió, ligeramente apenada.
—Bueno, no fue intencional. Solo aprendí a caminar así cuando era más joven...

Raúl, que ya había recuperado su compostura, no perdió la oportunidad.
—Oh, claro. Y ahora usa ese poder para asustar a trabajadores honestos. ¡Qué cruel!

Lucien sacudió la cabeza, pero Beatriz no pudo evitar reírse también.

Chapter 40: Anillos, Secretos y Boxeo

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +300 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
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Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 300+ reads! 💖
I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.
🎯 Goal: 500 reads
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👉 English version https://archiveofourown.org/works/65379142
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Chapter Text

Un recuerdo divertido

Mientras Lucien y Beatriz continuaban trabajando, él no pudo evitar comentarlo más tarde.
—Así que, ¿caminar en silencio es tu habilidad especial?

Beatriz sonrió.
—Digamos que es algo que aprendí con los años. Aunque, ahora que lo pienso, solía asustar a mi familia también. Mi abuela siempre decía que yo era como una aparición cuando entraba a la cocina.

Lucien la miró, intrigado.
—¿Y nunca pensaste en usar esa habilidad para algo más?

—¿Cómo qué? ¿Convertirse en una ladrona profesional? —bromeó Beatriz.

Lucien se rió.
—No sé, pero estoy seguro de que podrías encontrarle algún uso...

Raúl pasó cerca en ese momento y no pudo evitar soltar otra pulla.
—¿Uso? ¡Ya lo tiene! Espiar las conversaciones ajenas y dar sustos. ¡Es un talento natural!

Beatriz lo miró con fingida indignación, pero todos terminaron riendo mientras continuaban con su trabajo.

 

El Bento Box y el Soborno

Beatriz había preparado con cuidado el bento box esa mañana. Sabía que Raúl era un hablador cuando tenía el estómago lleno, y después de días observando cómo él y los becarios (Noctis y Umbra) sobrevivían a base de sopa instantánea, decidió que este sería el "soborno perfecto".

Cuando llegó al taller, lo encontró organizando herramientas mientras los becarios (Noctis y Umbra) discutían sobre algo al fondo.

—Raúl, ¿tienes un momento? —preguntó, con una sonrisa inocente.

Raúl levantó la mirada, inmediatamente sospechando.
—¿Qué necesitas? Porque esa sonrisa dice "quiero algo".

Beatriz sacó el bento box y lo colocó sobre la mesa con un gesto teatral.
—Digamos que me surgió una pequeña curiosidad, y pensé que tal vez esto podría ayudar a aclararla.

Raúl arqueó una ceja y miró el bento box como si fuera un tesoro perdido.
—¿Esto es... comida casera? ¿De verdad?

—De verdad. —Beatriz sonrió, cruzándose de brazos—. Pero solo si cooperas.

Raúl suspiró dramáticamente, como si estuviera cargando con el peso del mundo.
—Dios mío, qué cruel eres. Primero me asustas con tu "paso lechuzil", y ahora me tientas con comida. Está bien, ¿qué quieres saber?

Beatriz se inclinó ligeramente hacia él, bajando la voz.
—El torneo de box clandestino. ¿Cuándo es?

Raúl se rió entre dientes.
—Ah, con que eso era. Déjame adivinar... ¿Lucien no te lo ha dicho?

—Exacto. —Beatriz suspiró, fingiendo frustración—. Y necesito saberlo porque quiero elegir un conjunto adecuado para el evento.

Raúl la miró con escepticismo.
—¿Un conjunto? Ya, claro. Seguro que es por eso.

Beatriz puso los ojos en blanco, pero su sonrisa la traicionó.
—¿Vas a decirme o no?

Raúl suspiró como si estuviera sacrificándose por el bien mayor.
—Está bien, está bien. Es este sábado por la noche, en el viejo almacén de la zona industrial. Ya sabes, donde siempre.

—Perfecto. Gracias, Raúl. —Beatriz deslizó el bento box hacia él.

Raúl lo tomó como si fuera un trofeo.
—Esto casi compensa tener que trabajar para Lucien.

—¿"Casi"? —preguntó Beatriz, divertida.

Raúl la miró con gravedad fingida.
—Sí. Porque, ¿sabes lo que es tener un jefe que vive en un ático con chef privado mientras yo me arruino los riñones aquí abajo? Ni siquiera nos manda las sobras. ¡Sobras! Eso pediría, pero ni eso llega.

Beatriz se rió mientras Raúl abría el bento box y sus ojos se iluminaban al ver el contenido.
—Por Dios, ¿esto tiene pollo karaage? ¡Me has ganado! Puedes preguntarme lo que quieras cuando quieras.

Ella negó con la cabeza, divertida, mientras se alejaba para seguir con su día.

 

De camino a su lugar de trabajo, Beatriz no podía evitar sonreír para sí misma. Ahora que tenía la fecha, podía planear su "ataque". Además, la idea de ver a Lucien reaccionar cuando recibiera el anillo era simplemente irresistible.

Mientras tanto, Raúl, sin saberlo, ya estaba involucrado en la conspiración. Entre bocados del bento box, no pudo evitar pensar que algo tramaba Beatriz, pero no tenía ni idea de qué se trataba.

Al otro lado del taller, uno de los becarios (Umbra) lo miró con envidia.
—Oye, Raúl, ¿no vas a compartir?

Raúl lo miró con seriedad.
—Chicos, este es el precio de la información confidencial. Si quieren comida casera, consigan sus propios secretos que vender.

 

Esa noche, después de asegurarse de que todo estaba en orden en el taller, Beatriz se encerró en su pequeño espacio personal con una taza de té y su laptop. Aunque había aprendido modelado 3D como parte de un curso de diseño hacía tiempo, no era algo que usará con frecuencia, pero esta ocasión era especial.

Abrió el software y comenzó a trabajar en el diseño de la triple cuerda entrelazada con un marco a los lados, su favorito. Los primeros trazos fueron algo torpes, pero poco a poco fue afinando los detalles.

—Perfecto... —murmuró para sí misma, sonriendo al ver cómo el diseño cobraba vida en la pantalla.

El anillo no solo tenía las tres cuerdas entrelazadas como símbolo de su conexión con Lucien, sino que el marco que lo rodeaba estaba diseñado con un patrón discreto de ondas, que representaban la constancia y el movimiento de su relación. Al final, agregó un pequeño grabado en el interior: una palabra que quería que significaba algo especial entre ambos, "Fidelis" (fiel en latín).

Después de exportar el archivo, buscó un taller cercano que pudiera imprimir el modelo en cera y fundirlo en el metal que había elegido: una mezcla de oro blanco y rosa para un toque único.

—Esto va a ser perfecto... Espero que no sospeche nada.

Al día siguiente, mientras navegaba por el menú de habilidades y tiendas del sistema, Beatriz volvió a repasar las herramientas que ya tenía disponibles. Una sonrisa se dibujó en sus labios al detenerse en una de sus favoritas: su máquina de coser mágica.

Compacta, elegante y decorada con filigranas doradas, la había desbloqueado semanas atrás con una buena inversión de puntos. Desde entonces, se había vuelto esencial en sus procesos creativos. No solo era capaz de unir telas con una precisión impecable, sino que también podía ejecutar diseños complejos en cuestión de segundos, siempre que se le proporcionaran los materiales correctos y un patrón preestablecido.

Además, si se le cargaban apliques especiales —como gemas, placas metálicas o tejidos encantados— la máquina podía integrarlos automáticamente en el diseño, optimizando su posición según el tipo de prenda y su funcionalidad. Bastaba con un dibujo, los insumos necesarios, y la máquina hacía el resto.

—Definitivamente, una de mis mejores decisiones —murmuró Beatriz, acariciando con afecto la superficie táctil del dispositivo.

No era solo una herramienta; era su aliada silenciosa en esa mezcla de arte, tecnología y estrategia que tanto la apasionaba.

Se apresuró a hacer un boceto de lo que quería: un conjunto que mezclara elegancia y funcionalidad. Algo que no desentonara en un torneo de box clandestino pero que también la hiciera destacar.

Boceto así su primera idea aunque aún no le convencía esta:  un vestido corto ajustado de tela negra con detalles metálicos en las costuras y un chaleco desmontable que le diera un aire más casual. Como toque final, agregó un pequeño bordado en la parte superior del saco deportivo: una lechuza estilizada, su nuevo apodo cortesía de Lucien.

—Esto debería ser suficiente para que él sepa que estoy jugando su juego... pero a mi manera… Pero uno no siempre se debe de ir por el primer diseño…—regresando a su cuaderno de dibujos y bocetando otro diseño.

Mientras el anillo y su conjunto estaban en proceso, Beatriz no podía evitar imaginar cómo sería el torneo en lo que recordaba en su mente una de sus canciones favoritas que había logrado comprar y reclamar desde su play list:


K/DA - POP/STARS (ft. Madison Beer, (G)I-DLE, Jaira Burns) | Music Video - League of Legends


La escena estaba clara en su mente: Lucien triunfando en el ring, sosteniendo el anillo de campeón con una sonrisa triunfal, esperando que ella eligiera el dedo en el que lo colocaría.

—Pero esta vez —murmuró para sí misma—, seré yo quien lo sorprenda, inspirándose en el estilo visual para vestirse como alguien digna de ser la pareja de Lucien.

La idea de entregarle su propio anillo, diseñado especialmente para él, era algo que no podía esperar a ver.

Cuando Beatriz terminó el boceto, no pudo evitar sentir una mezcla de orgullo y emoción. Quería destacar, pero no de manera obvia. El diseño debía ser funcional, pero también elegante, algo que representara quién era ahora y que reflejara su personalidad sin necesidad de palabras.

Comenzó con los pantalones. Eran de mezclilla negra fina, con un toque de spandex para mayor comodidad y libertad de movimiento. Las costuras doradas, con un tono de oro viejo, creaban patrones que recordaban las plumas de una lechuza, un detalle que había decidido incluir como homenaje a su nuevo apodo.

Para complementar, eligió zapatos de tacón alto estilo stilettos, negros con bordes dorados que combinaban con los detalles del pantalón. No eran los más cómodos para largas caminatas, pero sabía que no estaría corriendo esa noche, y el diseño encajaba perfectamente con el resto del atuendo.

La blusa blanca era ajustada, con pinzas cuidadosamente colocadas en el abdomen y la espalda para resaltar su figura sin ser demasiado reveladora. El escote en forma de corazón, discreto y elegante, quedaba justo debajo de la clavícula, mostrando la cantidad justa de piel.

El chaleco asimétrico de un solo botón añadía un toque formal pero moderno, mientras que la pieza clave del conjunto era la gabardina larga de color blanco.

La gabardina tenía un diseño deportivo y futurista, con un cuello largo y correas negras que servían tanto de adorno como de ajuste para entallar mejor la prenda a su figura. En la parte delantera, cerca del pecho, estaba bordada la estilizada lechuza, un detalle que ya se estaba convirtiendo en su símbolo personal. Además, los amplios bolsillos internos eran perfectos para guardar el anillo sin levantar sospechas.

Cuando todo estuvo listo, Beatriz no pudo evitar dar un par de vueltas frente al espejo.

—No está nada mal, ¿verdad? —dijo, admirando cómo los detalles dorados brillaban bajo la luz.

Aunque la máquina de coser mágica había hecho gran parte del trabajo, ella se había asegurado de personalizar cada detalle, desde el diseño hasta la elección de los materiales.

Beatriz había planeado cuidadosamente todo. Tenía el anillo en proceso, escondido en un bolsillo interno de la gabardina. Su siguiente tarea era asegurarse de que nadie sospechara lo que realmente estaba tramando, especialmente Lucien.

El torneo sería su oportunidad perfecta para sorprenderlo.

Beatriz rió, ya planeando su próxima jugada.

 

El torneo clandestino: emoción y caos

La arena improvisada del torneo clandestino estaba llena a rebosar. Las luces oscilaban entre tonos cálidos y fríos, proyectando sombras en las paredes de metal oxidado. Las gradas, aunque toscas, vibraban con la energía de los espectadores, que gritaban emocionados, apostando frenéticamente por sus favoritos.

Lucien, con su mirada fría y calculadora, ya había demostrado su dominio en cada ronda. Su estilo de boxeo era implacable, con movimientos precisos como si analizara a cada oponente como una máquina de guerra. Beatriz, desde su lugar privilegiado entre la multitud, sentía su corazón latir con fuerza, no solo por la pelea, sino por lo que tenía planeado.

Cuando Lucien se abrió paso hasta la final, las ovaciones alcanzaron su punto más alto. El público estaba extasiado. En la esquina opuesta, Ares, su contrincante, lo miraba con una mezcla de respeto y desafío. Aries era conocido por su fuerza bruta, mientras que Lucien era pura estrategia.

Los narradores del evento, con sus voces características y dramáticas, no se quedaban atrás.

—¡Doctor García! ¡Esto es un verdadero duelo de titanes! —gritó el narrador principal, emocionado.
—¡Así es, mi querido Martinoli! Mire usted esa postura de Lucien, firme, confiada, como si ya supiera el resultado. Pero cuidado con Ares, que no es ningún novato.

La campana sonó, y los dos hombres se lanzaron al centro del ring. Ares atacó con una furia arrolladora, lanzando golpes que parecían destinados a destrozar a cualquiera que se interpusiera en su camino. Pero Lucien no era cualquiera.

Se movía con una elegancia casi sobrenatural, esquivando los ataques como si hubiera memorizado cada movimiento de Ares. La multitud contenía el aliento con cada intercambio.

—¡Increíble, Doctor García! ¡Lucien está bailando alrededor de Ares como si fuera un vals mortal!
—¡Eso es precisión, Martinoli! Lucien no solo está esquivando, ¡está estudiando a su oponente! Este hombre es un estratega nato.

Beatriz observaba con los nervios de punta. Lucien tenía todo bajo control, pero sabía que Ares no era alguien que se rendía fácilmente. En un momento crítico, Hares logró conectar un golpe directo al torso de Lucien, haciendo que retrocediera.

—¡Señoras y señores! ¡Hares logró sacudir al campeón!
—¡Pero mírelo, Martinoli! ¡Lucien no flaquea! ¡Esto no lo detendrá!

Con un contragolpe impecable, Lucien aprovechó la apertura y conectó un golpe directo a la mandíbula de Ares, enviándolo al suelo. La campana sonó y el árbitro levantó la mano de Lucien en señal de victoria.

Mientras la multitud rugía en celebración, Ares, aún tambaleante, se acercó a Lucien con una sonrisa torcida.

—Tienes agallas, Lucien. Pero dime... ¿realmente eres tan valiente como para comprometerte fuera del ring?

La insinuación quedó en el aire mientras Ares se retiraba, dejando a Lucien visiblemente confundido. Beatriz, quien había estado observando todo, sabía que era el momento perfecto para su jugada.

El torneo había llegado a su clímax. Lucien, coronado como el campeón indiscutible, estaba en el centro del cuadrilátero, rodeado por un público que rugía su nombre. El maestro de ceremonias se acercó con un estuche de terciopelo negro y un ramo de rosas rojas, entregándole el anillo de campeón.

Lucien levantó el anillo hacia la multitud, provocando una ovación ensordecedora. Su sonrisa era sutil, pero cargada de confianza. Con el ramo en una mano y el anillo en la otra, sus ojos buscaron a Beatriz entre la multitud.

—¡Martinoli! ¡Ahí lo tiene, Doctor García! ¡Lucien es el campeón absoluto y está dedicando este momento a alguien especial!
—¡Así es, Martinoli! ¡Y parece que está buscando a esa joven misteriosa! ¿Qué estará planeando ahora?

Beatriz, desde su lugar, no podía ocultar su emoción. La forma en que Lucien la miraba hacía que su corazón latiera con fuerza. Él le hizo un gesto con la cabeza, invitándola a acercarse al cuadrilátero.

—Ven aquí —dijo Lucien con su tono seguro pero suave, como si todo estuviera bajo control.

Beatriz subió al cuadrilátero con cierto nerviosismo, pero también con una sonrisa que no podía ocultar. El público guardó un breve silencio, expectante por lo que estaba a punto de ocurrir.

—Quiero entregarte algo —le dijo Lucien mientras se acercaba.

Ella asumió que era el ramo de rosas, y extendió las manos para recibirlo. Pero Lucien, en un movimiento calculado y sorprendente, tomó su mano derecha con delicadeza.

—¡Doctor García! ¡Esto no me lo esperaba! ¡Está tomando su mano! ¿Qué hará ahora?
—¡Martinoli, este hombre siempre tiene un as bajo la manga! ¡Mire usted cómo controla la situación!

Lucien alzó la mano de Beatriz, mostrándola al público mientras sostenía el anillo de campeón. Con movimientos seguros, lo deslizó en el dedo anular de su mano derecha, como si este fuera un gesto natural, pero lleno de intención.

—Este anillo —dijo en voz alta para que todos lo escucharan— representa mi victoria, pero quiero que tú seas parte de ella.

La multitud estalló en gritos y aplausos, emocionados por el gesto inesperado.

El giro inesperado de Beatriz

Beatriz estaba atónita. La calidez del metal en su dedo parecía quemar ligeramente, no porque fuera incómodo, sino porque el gesto era tan significativo que su mente apenas podía procesarlo. Sin embargo, algo en su interior la impulsó a actuar.

—¡Doctor García! ¡Mire la cara de esa joven! ¡Está sorprendida, pero... espere! ¿Qué está haciendo ahora?
—¡Martinoli, no lo sé! Pero parece que esto no ha terminado aún.

Beatriz, con una sonrisa traviesa, tomó la mano izquierda de Lucien, lo que lo desconcertó brevemente.

—¿Qué estás haciendo? —murmuró él, ligeramente intrigado.

—Solo equilibrando las cosas, campeón —respondió ella con una chispa de confianza en su voz.

Sacó el pequeño estuche que había escondido cuidadosamente en el bolsillo interno de su chaqueta. La multitud, que seguía pendiente de cada movimiento, enmudeció al ver el brillo del anillo que Beatriz sostenía.

—¡Doctor García! ¡Ella también tiene un anillo! ¡Esto está tomando un giro inesperado!
—¡Martinoli, esto es histórico! ¡Nunca hemos visto algo así en un torneo clandestino!

Con una calma que no sabía que tenía, Beatriz tomó la mano izquierda de Lucien y, mientras sus dedos entrelazaban los de él, deslizó el anillo en su dedo anular.

—Ahora es tu turno de ser parte de mi victoria, Lucien —dijo con una sonrisa sincera, pero firme.

Lucien la miró, claramente sorprendido. Por primera vez en mucho tiempo, el estratega impecable se encontraba fuera de su zona de control.

—Esto... —dijo con un susurro que apenas ella pudo escuchar— no me lo esperaba.

Los narradores, incapaces de contener su entusiasmo, gritaron al unísono.

—¡Doctor García! ¡Esto es increíble! ¡Lucien le propone, pero ella lo supera con una contra propuesta épica!
—¡Así es, Martinoli! ¡Esto no es solo amor, esto es estrategia del más alto nivel!

Mientras el público aplaudía y vitoreaba con euforia, algo más parecía cambiar. Beatriz y Lucien se miraron, y en ese momento, el marcador del Lov-metro comenzó a brillar en un tono dorado, aumentando un cuarto de su capacidad.

El ambiente parecía cargarse de algo especial, como si el universo mismo celebrará este momento. Beatriz no sabía lo que eso significaba, pero algo en su corazón le decía que estaban construyendo algo más profundo, algo que trascendía las estrategias y los planes.

Lucien, todavía sosteniendo su mano, sonrió finalmente.

—Parece que esta vez me ganaste, lechuzita.

Beatriz rió suavemente, disfrutando el momento.

—Siempre hay una primera vez, campeón.

El público rugió de nuevo, y los narradores cerraron el evento con una frase para la posteridad:

—¡Doctor García! ¡El campeón y su lechuzita han hecho historia esta noche! ¡Esto no lo vimos venir!
—¡Martinoli, esto es más emocionante que cualquier final de campeonato que haya narrado antes!

Chapter 41: El estacionamiento: un momento de verdad

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +300 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
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Pásate por mi Buy Me a Coffee (opcional y muy agradecido):
👉 buymeacoffee.com/beatrizdelmar
📖 ¿Prefieres leer en inglés?
Ya hay capítulos traducidos disponibles:
👉 Versión en inglés https://archiveofourown.org/works/65379142
Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 300+ reads! 💖
I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.
🎯 Goal: 500 reads
Once we hit it, I’ll release an alternate version with more drama, romantic tension, and game-changing choices. Ready? 😉
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📖 Prefer reading in English?
The translated chapters are already available:
👉 English version https://archiveofourown.org/works/65379142
Thanks for being here—see you in the next quantum leap. 💫

Chapter Text

El estacionamiento estaba casi vacío, iluminado únicamente por las luces frías de los postes. Beatriz estaba apoyada contra el costado del auto de Lucien, jugueteando distraídamente con el anillo de campeón que llevaba en su mano derecha. Era evidente que le quedaba grande, giraba libremente en su dedo, pero había algo en ese peso metálico que le provocaba una extraña calidez.

El sonido de los pasos de Lucien resonó en el eco del estacionamiento. Aún con el cabello húmedo por la ducha rápida que se había dado, lucía relajado en apariencia, pero sus ojos traicionaban una mezcla de tensión y algo más profundo. Cuando la vio, su paso se desaceleró.

Beatriz levantó la mirada al sentirlo cerca, su rostro aún ligeramente sonrojado.

—Estás aquí... —dijo él, sin saber exactamente cómo comenzar.

—Claro, no iba a irme sin despedirme del campeón —respondió ella con una sonrisa nerviosa, tratando de ocultar el remolino de emociones que sentía por dentro.

Lucien soltó una pequeña risa, pero su atención se dirigió al anillo en su mano.

—¿Te queda grande? —preguntó, señalándolo con un movimiento de cabeza.

—Un poco, pero no importa. Es un buen recuerdo de la noche. —Beatriz lo giró en su dedo, como si intentara normalizar la situación.

Lucien dio un paso más cerca, sus ojos clavándose en los de ella con una intensidad que hizo que el aire a su alrededor se sintiera más denso.

—Tú no haces nada sin intención, Beatriz.

Ella dejó de girar el anillo, su corazón dando un salto ante sus palabras.

—¿Eso crees? —preguntó, intentando sonar casual, pero su tono traicionaba su nerviosismo.

Lucien dio otro paso, hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para que la luz mostrara los detalles de su expresión. Su mandíbula estaba tensa, y sus ojos eran un torbellino de emociones: confusión, certeza, y algo que podría ser miedo.

—Lo sé. Lo que hiciste esta noche... —hizo una pausa, como si las palabras fueran difíciles de articular— no es solo un gesto. Es algo más.

Beatriz lo miró, su garganta seca. Sabía que este momento llegaría, pero no estaba segura de cómo manejarlo.

—Y si lo es... ¿te molesta? —preguntó con voz suave, pero firme.

Lucien suspiró, pasando una mano por su cabello húmedo.

—Molestarme no es la palabra. Es... —se detuvo, buscando las palabras adecuadas— desafiante.

—¿Por qué? —preguntó Beatriz, inclinándose ligeramente hacia él.

Lucien sostuvo su mirada, como si quisiera asegurarse de que ella entendiera la gravedad de lo que iba a decir.

—Porque esto significa que tú estás hablando en serio . Que no quieres juegos, ni excusas, ni rodeos. Y eso... —hizo una pausa, su voz bajando un poco— me da miedo, porque sé que no puedo dar marcha atrás.

El corazón de Beatriz latía con fuerza, pero no dejó que la inseguridad se apoderara de ella. Dio un paso más cerca, sus dedos rozando los de Lucien.

—¿Y eso es malo? —preguntó con un pequeño susurro.

Lucien se quedó en silencio por un momento, pero luego soltó una risa baja, como si se estuviera riendo de sí mismo.

—No, lechuzita. No es malo. Es lo mejor que me ha pasado.

Antes de que ella pudiera responder, él cerró la distancia entre ambos y tomó su rostro con ambas manos, inclinándose para besarla. El mundo pareció detenerse en ese instante. Fue un beso lento, sincero, lleno de emoción cruda y sin filtros.

El Lov-metro no necesitó testigos para reaccionar: un brillo dorado cubrió la mitad de su barra, marcando un cambio en la relación entre ambos.

Cuando se separaron, Lucien apoyó su frente contra la de Beatriz, con una pequeña sonrisa que suavizó toda la tensión que había tenido antes.

—Ahora sí, estamos empatados, ¿no? —dijo con una chispa en los ojos.

Beatriz soltó una pequeña risa.

—Siempre compitiendo, campeón.

Ambos rieron suavemente, y por primera vez en mucho tiempo, Lucien sintió que había encontrado algo que valía la pena más que cualquier campeonato.

 

Lucien la dejó en la entrada del fraccionamiento. El cielo estaba despejado, con la luna llena iluminando el camino. Antes de que pudiera bajar del auto, él tomó suavemente su mano, dándole un último vistazo al anillo de campeón que ella aún llevaba en su dedo.

—Piénsalo como un préstamo —dijo él con una sonrisa juguetona—. Pero me lo devuelves en nuestra próxima pelea.

Beatriz soltó una pequeña risa, aunque el peso emocional del momento seguía presente en su pecho.

—Prometo no perderlo, campeón.

Ella bajó del auto, y mientras él arrancaba, lo observó desaparecer por la calle. Su corazón seguía latiendo con fuerza, pero no tuvo mucho tiempo para reflexionar. Apenas había cruzado la puerta de su casa cuando su reloj comenzó a emitir un pitido insistente.

La pantalla holográfica parpadeó, mostrando un mensaje urgente: "Anomalía detectada. Prioridad máxima. Respuesta inmediata requerida."

—¿En serio ahora? —murmuró Beatriz, frotándose la sien.

El mensaje fue seguido de una llamada entrante. Al aceptar, apareció la chica mágica  peliroja en la pantalla, con una expresión seria.

—Beatriz, tenemos un problema. Se ha detectado una anomalía crítica en el sector 108. Creemos que es un Wander que ha mutado. No podemos manejarlo solas. ¿Puedes unirte?

Beatriz tragó saliva, sintiendo un nudo de incertidumbre en el estómago.

—Claro, dame unos minutos para prepararme.

La chica asintió y la transmisión terminó. Beatriz dejó escapar un suspiro, cerrando los ojos por un momento.

—¿Estoy lista para esto? —se preguntó en voz baja.

Antes de salir, decidió revisar los archivos para buscar información sobre la anomalía. Al acceder al sistema, sus ojos recorrieron los registros, que se habían liberado como parte de su propia red de información, pero un archivo resaltado en rojo capturó su atención: "Sector 108 - Acceso restringido" .

Beatriz no recordaba haber visto ese archivo antes. Lo abrió con cautela, y lo que encontró la dejó helada.

El informe hablaba de una posible grieta dimensional detectada en una ubicación remota. Se especulaba que los Incubadores no eran simplemente parásitos cósmicos, sino entidades que habían cruzado desde otra realidad, usando esa grieta como punto de entrada.

El documento estaba incompleto, lleno de notas fragmentadas:

  • "Cerrar la grieta podría erradicarlos..."
  • "Riesgo alto: ¿Qué sucede si alteramos la realidad misma?"
  • "Requiere una fuente de energía equivalente a..."

Un detalle en particular llamó su atención: la mención de un contrato “cancelado con éxito en otro sector” . El caso estaba etiquetado como experimental , pero el procedimiento estaba clasificado.

—Entonces sí hay una forma de cancelar los contratos... —murmuró, sintiendo un destello de esperanza.

Pero no tuvo tiempo para reflexionar más. El mensaje de la anomalía volvió a parpadear en su pantalla, recordándole que debía partir. Beatriz cerró los archivos y se dirigió a su armario.

La llamada al deber: el Wander alterado

Beatriz con la mente aún revoloteando por los eventos del día, pero no tuvo tiempo de acomodarse. Apenas había dejado sus cosas cuando recibió una llamada de la oficina. Era inusual, ya que los fines de semana solían ser tranquilos, pero la voz al otro lado sonaba alarmada.

—Beatriz, necesitamos que vayas a la localización en el sector que te enviare inmediatamente. Encontramos un Wander... pero hay algo muy extraño en él. Parece inestable.

—¿Inestable cómo? —preguntó Beatriz, intentando conservar la calma, y notó con sorpresa que era la misma dirección que la chica mágica pelirroja le había dado hacía un momento.

—No lo sabemos. El equipo que lo detectó reportó que las lecturas energéticas son completamente diferentes a las habituales. Algo está interfiriendo con su estructura...

Beatriz aceptó sin dudar, aunque sentía que esto no era una simple misión rutinaria.

Mientras se ponía su armadura, recordó las palabras de Lucien: "Tú no haces nada sin intención". Esa frase resonó en su mente, dándole un sentido renovado de determinación. No podía permitirse dudar ahora.

Con su equipo listo, salió al encuentro de su nueva compañera. La noche estaba tranquila, pero en el fondo sabía que algo grande estaba en marcha. Tal vez esta misión no sería sólo otra batalla, sino el primer paso para descubrir cómo poner fin a los Incubadores y su amenaza para siempre.

De camino a la oficina, su reloj proyectó un mensaje inesperado. Era un archivo comprimido enviado desde una fuente desconocida dentro de su sistema. Beatriz lo descargó con cautela, y su sorpresa fue mayúscula al encontrar que contenía información clasificada.

Entre los documentos, un nombre resaltaba una y otra vez: Khaërôn .

El archivo hablaba de una energía anómala que estaba empezando a afectar a los Wanderers. Esta energía parecía ser incompatible con la realidad actual y sugería que algo —o alguien— estaba manipulando el equilibrio dimensional.

Entre las líneas, había notas adicionales escritas a mano, con un estilo que no pertenecía a ningún archivo oficial. Estas decían:

  • "El cambio ha comenzado."
  • "No son accidentes, son pruebas de un poder mayor."
  • "Khaërôn busca dominación, pero no todos están de acuerdo. Cuidado con las facciones."

Al final del archivo, un nombre: Emil , con un mensaje:
"Nos encontramos en caminos diferentes, pero nuestros objetivos se cruzarán pronto. Prepárate para lo que viene, Beatriz. Esto es más grande de lo que imaginamos."

Beatriz cerró los documentos con el corazón latiendo rápidamente. Si Emil tenía razón, esto no era un simple incidente. Era una señal de una guerra inminente.

El Wander Ballena y la alianza mágica

Beatriz recibió otra llamada mientras revisaba los documentos que Emil le había enviado. La voz al otro lado era urgente, una chica mágica que había contactado con ella antes.

—¡Beatriz! Necesitamos tu ayuda. El Wander que apareció es enorme, y no podemos controlarlo. Tiene forma de ballena... pero está alterado.

Sin pensarlo, Beatriz activó su armadura y se dirigió al lugar indicado. Cuando llegó, el espectáculo era sobrecogedor: una ballena colosal flotaba en el aire, con su cuerpo cubierto de patrones distorsionados y líneas de energía que irradiaban una amenaza palpable.

Frente a la criatura estaban dos chicas mágicas: una era Aki portaba su báculo decorado con flores luminosas, y la pelirroja que anteriormente había conocido empuñaba una alabarda que cambiaba su forma según su voluntad. Ambas estaban agotadas, pero seguían luchando.

—¡Beatriz! —gritó Aki—. Necesitamos mantenerlo contenido, pero su energía está interfiriendo con nuestros poderes.

Beatriz evaluó la situación rápidamente y se unió a ellas.

Durante la batalla, la chica de la alabarda pelirroja, quien parecía más impulsiva, creó un vínculo mágico con su bruja, invocándola para ayudar a combatir al Wander. Una forma etérea emergió a su lado, con la apariencia de una guerrera con una máscara rota y una alabarda propia.

Beatriz observó sorprendida cómo la bruja parecía sincronizarse perfectamente con la chica mágica, amplificando su fuerza sin desestabilizar su mente.

—¿Qué es eso? —preguntó Beatriz mientras esquivaba un ataque de energía de la ballena.

—Es mi bruja —respondió la pelirroja, jadeando—. No perdemos nuestra sanidad, pero nos agota. Es como una extensión de nosotras mismas.

La chica del báculo hizo lo mismo, invocando a su bruja, que tenía la apariencia de una diosa cubierta de flores y pétalos en constante movimiento. La combinación de sus poderes logró debilitar al Wander, pero no era suficiente para derrotarlo.

Beatriz, viendo que las chicas estaban al límite, ideó un plan.

—Escuchen, esa ballena parece alimentarse de las energías desatadas. Si sincronizamos nuestros ataques y concentramos todo en su núcleo, podríamos neutralizarla.

La pelirroja asintió, aunque estaba claramente exhausta.

—¿Y si no funciona?

—Entonces improvisamos —respondió Beatriz con determinación.

Las tres trabajaron juntas, coordinando sus movimientos mientras las brujas mantenían a la ballena contenida. Finalmente, con un golpe combinado de la alabarda, el báculo, y la energía  de un puñetazo amplificada de la armadura de Beatriz, lograron destruir el núcleo del Wander.

Cuando el Wander desapareció, dejó atrás un objeto extraño: una pequeño cubo luminoso de color azul que parecía contener fragmentos de energía de Khaërôn.

—¿Qué es esto? —preguntó Aki la chica del báculo, mirando el cubo con cautela.

Beatriz la tomó y recordó los documentos de Emil.

—Es una pista. Algo —o alguien— está interfiriendo en nuestra realidad. Esto no es solo un Wander... es parte de algo más grande, es un cristal de “Protocore”...

Las chicas mágicas intercambiaron miradas preocupadas, mientras Beatriz guardaba la esfera.

—Gracias por su ayuda —dijo Beatriz, mirando a ambas—. Esto apenas comienza, pero con ustedes, tenemos una oportunidad.

Las tres se despidieron, conscientes de que esta batalla era solo un preludio de algo mucho más grande que estaba por venir.

Chapter 42: El sacrificio de la cartera

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +300 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
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Ya hay capítulos traducidos disponibles:
👉 Versión en inglés https://archiveofourown.org/works/65379142
Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
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Chapter Text

Con el Wander derrotado y el objeto extraño guardado, Beatriz se giró hacia las chicas mágicas, notando su agotamiento. La pelirroja estaba sentada en el suelo, con su alabarda descansando a un lado, mientras la chica del báculo intentaba recuperar el aliento.

—Oigan, se ganaron un descanso —dijo Beatriz con una sonrisa amable—. ¿Qué les parece si vamos a comer algo? La comida siempre ayuda a despejar la mente.

La pelirroja, que había estado mirando el horizonte pensativa, levantó la vista rápidamente.

—¿De verdad? ¿Tú invitas?

—Yo invito. Pero nada muy caro, ¿eh?

La pelirroja se puso de pie de un salto, con una sonrisa pícara.

—Conozco un lugar. Es increíble... aunque tal vez no sea tan barato.

Beatriz se llevó una mano a la frente, fingiendo resignación.

—Está bien, pero espero que valga la pena.

El lugar elegido por la pelirroja resultó ser un restaurante de comida internacional en el centro de la ciudad de Luminaria, famoso por sus platos elaborados y precios elevados. Beatriz suspiró al ver el menú, pero no dijo nada. Sabía que este momento era importante para ganarse su confianza.

Mientras esperaban la comida, Beatriz aprovechó para hablar con ellas.

—Entonces, chicas, díganme, ¿qué saben sobre estos Wander y lo que está pasando?

La chica del báculo, quien se presentó como Aki, tomó la palabra.

—Sabemos que los Wander son manifestaciones de energía negativa, pero este último... era diferente. No era solo negativo, había algo más. Una fuerza externa.

La pelirroja, que se llamaba Sora, asintió mientras jugaba con un vaso de agua.

—Sí. Y no es la primera vez que algo así pasa. He sentido esa energía antes, pero no tan fuerte como hoy.

Beatriz frunció el ceño.

—¿Y los Incubadores? ¿Tienen alguna idea de por qué están tan interesados en todo esto?

Sora y Aki intercambiaron miradas incómodas.

—No sabemos mucho —admitió Aki—. Solo sabemos que ellos están detrás de las chicas mágicas, siempre buscando más contratos, más energía.

Beatriz asintió, pensando en el objeto que habían encontrado.

—Bueno, parece que no solo ustedes tienen enemigos. Esto se está convirtiendo en una guerra entre facciones, y necesitamos entender qué papel jugamos en todo esto.

Mientras comían, Beatriz se dio cuenta de que había algo más en las chicas mágicas, algo que no estaban diciendo.

—Sora, Aki... quiero que sepan que pueden confiar en mí. No soy una chica mágica, pero estoy aquí para ayudarlas. ¿Hay algo más que quieran compartir?

Sora, con un trozo de carne a medio camino a su boca, se detuvo.

—Bueno... Nunca nadie nos había escuchado así antes. Ser una chica mágica no es fácil, ¿sabes? Siempre estamos peleando, siempre estamos solas... hasta ahora.

Aki asintió, bajando la vista.

—Perdí a mi mejor amiga en una batalla contra un Wander. Desde entonces, he estado tratando de descubrir una forma de evitar que otras chicas mágicas pasen por lo mismo.

Beatriz sintió un nudo en el estómago, pero sonrió cálidamente.

—Lo siento mucho, Aki. Pero no están solas. Ahora nos tenemos unas a otras.

Sora levantó su vaso.

—¡Brindemos por eso! Y por esta comida increíble que Beatriz pagó.

Beatriz rió, levantando su vaso también.

—Por nosotras, entonces.

Cuando salieron del restaurante, Sora miró a Beatriz con una sonrisa traviesa.

—Oye, Beatriz. Esto fue divertido. Pero la próxima vez elijo un lugar más barato... lo prometo.

Beatriz suspiró, pero no pudo evitar sonreír.

—Más te vale, Sora. Pero por ahora, recuerden esto: no importa lo que pase, siempre podemos contar unas con otras.

Las tres se despidieron, sabiendo que este momento no era solo un respiro en su lucha, sino el comienzo de una verdadera alianza.

La confesión de Sora

El ambiente cambió sutilmente. Sora, quien hasta entonces había sido la más animada, quedó en silencio, mirando su plato. Aki notó el cambio, pero no dijo nada. Fue Beatriz quien rompió la tensión.

—¿Estás bien, Sora?

La pelirroja levantó la vista lentamente, sus ojos brillando con una mezcla de tristeza y determinación.

—¿Sabes algo, Beatriz? No creí que algún adulto pudiera ser diferente.

—¿A qué te refieres?

Sora respiró hondo, jugueteando con el vaso de agua frente a ella.

—Mi padre era un cazador, como tú y tu compañía. Él... él era increíble, ¿sabes? Siempre estaba luchando contra los Wanderers para protegernos. Pero nuestra vida era difícil. Mi mamá se fue cuando mi hermana y yo éramos pequeñas, y él hacía todo lo posible para mantenernos a flote.

Beatriz asintió, escuchando con atención.

—¿Y qué pasó?

Sora apretó los labios antes de continuar.

—Un día, un Incubador apareció ante mí. Me prometió que podía ayudar a mi papá, darle más fuerza para protegernos y cazar mejor. Yo... yo pedí el deseo. Pedí más poder para él. Pensé que estaba haciendo lo correcto.

Se detuvo, sus manos temblando ligeramente.

—Al principio, todo era perfecto. Yo me convertí en chica mágica y empecé a combatir brujas, mientras mi papá seguía enfrentándose a los Wanderers con una fuerza renovada. Pero... Un día, algo salió mal.

Aki bajó la vista, sabiendo lo que venía.

—Entramos en un laberinto —continuó Sora—. Mi papá quería protegerme, así que vino conmigo. Derrotamos a la bruja, pero... el laberinto le afectó. Lo cambió.

—¿Cómo lo cambió? —preguntó Beatriz suavemente.

—Nunca volvió a ser el mismo. Se volvió distante, descuidado. Perdimos a mi hermana menor en un ataque porque él no estaba... él no estaba en condiciones de protegernos. Y después de eso, simplemente... desapareció.

El silencio llenó la mesa. Beatriz podía sentir el peso de las palabras de Sora, pero también notó algo más: la chispa de esperanza en sus ojos cuando la miró.

—Por mucho tiempo pensé que todos los adultos eran como él. Que no podían ser confiables, que siempre nos fallarían al final. Pero tú...

Sora sonrió débilmente.

—Tú eres diferente, Beatriz. No sé por qué, pero contigo siento que hay esperanza. Que tal vez no todo está perdido.

Beatriz sintió un nudo en el pecho, pero respondió con una sonrisa cálida.

—Gracias por confiar en mí, Sora. Y quiero que sepas que no estás sola en esto. Si hay algo que puedo hacer para ayudarte, lo haré.

Sora asintió, esta vez con una sonrisa más sincera.

—Gracias... de verdad.

Sora se quedó un momento observando las luces de la ciudad.

—Sabes, Beatriz, siempre pensé que mi historia terminaría mal. Que todo lo que hice fue un error. Pero ahora... creo que hay una forma de arreglar las cosas.

Beatriz le puso una mano en el hombro.

—Nunca es tarde para empezar de nuevo, Sora. Y recuerda, no tienes que hacerlo sola.

Aki se unió a ellas, colocando sus manos en la cintura.

—¡Exacto! Ahora somos un equipo, ¿no?

Sora rió suavemente, asintiendo.

—Sí... un equipo.

Mientras se despedían, Beatriz sintió que había dado un gran paso no solo para ganarse su confianza, sino también para darles algo que hacía mucho no tenían: una razón para seguir adelante.



Pasado de Aki: Un Deseo que Rompió su Mundo

Aki decidió compartir su historia con Beatriz esa noche. Al llegar al apartamento de Beatriz, ella escuchó con gran atención.

Aki y su hermano mayor, Kaito, eran inseparables después de perder a sus padres en los primeros ataques de los Wanderers. Kaito asumió el papel de protector, trabajando incansablemente para cuidar de Aki. La carga era pesada, y la salud de Kaito comenzó a deteriorarse debido al exceso de trabajo y el estrés.

Una noche, mientras Kaito estaba gravemente enfermo, un Incubador apareció ante Aki. Desesperada por salvar a su hermano, hizo el deseo de que Kaito tuviera una salud perfecta para siempre. El deseo se cumplió, pero pronto, Aki comenzó a notar un cambio en él. Recuperado, Kaito se volvió distante y, finalmente, dejó de cuidarla.

"No puedo vivir mi vida porque siempre estoy cuidando de ti," le dijo un día, sus palabras cortando más profundo que cualquier herida física. Desolada, Aki decidió irse de casa, sintiendo que había perdido no solo a sus padres, sino también a su hermano, el único lazo familiar que le quedaba.

Desde entonces, Aki se ha mantenido alejada, creyendo que Kaito nunca la buscó. Sin embargo, en realidad, Kaito había intentado localizarla durante años, pero su creciente éxito en el mundo de los negocios le impidió dedicar el tiempo suficiente a encontrarla.

Aki se unió a Sora, encontrando en ella a una aliada y amiga que comprendía su dolor y su lucha. Juntas, enfrentan los desafíos de ser chicas mágicas en un mundo lleno de peligros y decisiones difíciles, con Aki aún cargando con el peso de su pasado.

El Nuevo Hogar de Sora y Aki

Después de los recientes enfrentamientos y las revelaciones de sus pasados, Beatriz decide que es demasiado arriesgado dejar a Sora y Aki por su cuenta. Así que, en un acto de generosidad y estrategia, les ofrece su hogar como un refugio.

"Aquí podrán estar seguras," les dice, "y no solo eso, podrán aprender a ser autosuficientes." Beatriz no quiere que se sientan solo protegidas, sino también capacitadas para enfrentarse al mundo, tanto dentro como fuera del combate.

Beatriz comienza a enseñarles desde lo básico: cómo mantener la casa, administrar sus tiempos, y habilidades de supervivencia. Pero no se detiene ahí; también las anima a inscribirse en clases en línea para que puedan continuar su educación. "El conocimiento es una de las armas más poderosas que tenemos," les recuerda.

Mientras tanto, Beatriz mantiene a Emil cerca, sabiendo que, aunque es fuerte, podría necesitar respaldo. A Sora y Aki les da instrucciones claras: en caso de un ataque, su prioridad es proteger a Emil y evacuarlo del área residencial, llevando al enemigo lo más lejos posible hasta que llegue Beatriz.

Este nuevo arreglo no solo fortalece su vínculo, sino que también convierte su hogar en un centro de operaciones y un símbolo de esperanza. Cada día que pasa, las chicas se sienten más fuertes, más unidas, y más listas para enfrentar lo que venga.

 

Beatriz respiró hondo mientras giraba la llave de la puerta. "Bienvenidas a su nuevo hogar," dijo con una sonrisa, invitando a Sora y Aki a entrar. Las dos chicas, aunque un poco nerviosas, estaban visiblemente emocionadas. Era la primera vez en mucho tiempo que se sentían verdaderamente seguras.

El apartamento de Beatriz no era grande, pero estaba ordenado y acogedor. "Pueden elegir cualquiera de los dos cuartos libres," les explicó. "Y no se preocupen por los gastos, yo me encargaré de todo por ahora."

Sora y Aki compartieron una mirada de alivio y gratitud. "Gracias, Beatriz," murmuró Aki, mientras Sora asentía en silencio.

"Bueno," continuó Beatriz, "hay algunas reglas. Vamos a mantener este lugar limpio y en orden. También les enseñaré algunas cosas para que puedan ser independientes. Y..." su tono se suavizó, "quiero que se inscriban en clases en línea. Quiero que sigan aprendiendo."

Las chicas asintieron de nuevo, esta vez con más entusiasmo. Beatriz les estaba dando algo más que un techo sobre sus cabezas; les estaba dando una nueva oportunidad.

Esa noche, Beatriz decidió que necesitaban algo especial para celebrar. "¿Qué les parece una noche de chicas?" preguntó con una sonrisa. "Podemos ver películas, comer pizza y simplemente relajarnos."

Sora y Aki aceptaron con gusto. Pronto, la sala de estar estaba llena de risas, mantas y cajas de pizza. A medida que la noche avanzaba, las conversaciones se volvieron más personales.

"Oye, Beatriz," comenzó Sora, con una chispa de curiosidad en sus ojos. "La primera vez que te vimos... había un hombre alto contigo. ¿Quién es?"

Beatriz sonrió, sus mejillas ruborizándose ligeramente. "Ah, ese es Lucien," respondió con un tono suave. "Es mi pareja."

Los ojos de Sora se abrieron de par en par. "¡¿Tu pareja?! ¿Cómo es eso que no nos habías dicho antes?"

Beatriz rió, aliviada por la reacción positiva. "Fue algo reciente," admitió. "Pero sí, estamos juntos."

Aki se unió a la conversación, animada por la noticia. "¡Tienes que contarnos todo! ¿Cómo sucedió?"

La noche continuó llena de historias y risas, con Beatriz compartiendo detalles de su relación con Lucien, mientras Sora y Aki escuchaban con atención, felices de ver a su mentora también encontrar felicidad.

Beatriz giró la llave en la cerradura, empujando suavemente la puerta para abrirla. —Bienvenidas a su nuevo hogar —dijo con una sonrisa, haciéndose a un lado para dejar pasar a Sora y Aki.

Las dos chicas miraron alrededor, tomando nota del acogedor apartamento de Beatriz. —No es muy grande, pero es nuestro espacio seguro —añadió, cerrando la puerta detrás de ellas.

Sora dejó escapar un pequeño suspiro de alivio. —Gracias, Beatriz... —murmuró, mientras Aki asentía, visiblemente emocionada.

—Pueden elegir cualquiera de los dos cuartos libres —indicó Beatriz, señalando hacia el pasillo—. Y no se preocupen por los gastos. Yo me encargaré de todo por ahora.

Aki intercambió una mirada con Sora antes de decir: —Nosotras... queremos ayudar, Beatriz. No queremos ser una carga.

—No son una carga —respondió Beatriz con firmeza—. Pero hay algunas reglas. Vamos a mantener este lugar limpio y en orden. También les enseñaré algunas cosas para que puedan ser independientes. Y... —su tono se suavizó— quiero que se inscriban en clases en línea. Quiero que sigan aprendiendo.

Sora y Aki asintieron con entusiasmo, agradecidas por la oportunidad que Beatriz les estaba brindando.

—Bueno, ¿qué les parece si celebramos esta noche con una noche de chicas? —propuso Beatriz, cambiando el tema—. Podemos ver películas, comer pizza y simplemente relajarnos.

—¡Sí, suena genial! —exclamó Aki, mientras Sora sonreía tímidamente.

La sala de estar se llenó pronto de risas y el olor a pizza recién horneada. Sora se acurrucó bajo una manta mientras Aki le daba un mordisco a su rebanada de pizza. Las películas pasaban una tras otra, y la noche se tornaba cada vez más relajada.

—Oye, Beatriz —dijo Sora, con una chispa de curiosidad en sus ojos—, la primera vez que te vimos... había un hombre alto contigo. ¿Quién es?

Beatriz se sonrojó ligeramente, riéndose suavemente. —Ah, ese es Lucien —respondió, tomando un sorbo de su refresco—. Es mi pareja.

Los ojos de Sora se abrieron de par en par. —¡¿Tu pareja?! ¿Por qué no nos dijiste antes?

Beatriz se encogió de hombros, sonriendo. —Fue algo reciente —admitió—. Pero sí, estamos juntos.

—¡Tienes que contarnos todo! —exclamó Aki, inclinándose hacia adelante con interés—. ¿Cómo pasó?

Beatriz se acomodó en el sofá, preparándose para contarles la historia de cómo ella y Lucien se habían acercado. La noche continuó con risas y anécdotas, llenando el apartamento de una calidez que hacía tiempo no sentían.

Chapter 43: Exhibición de Arte: La Noche de la Transformación

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +300 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
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Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 300+ reads! 💖
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Chapter Text

La semana transcurrió con la serenidad que sólo se siente después de compartir verdades importantes. Desde aquella noche de películas y confesiones, Aki y Sora se volvieron aún más cercanos a Beatriz. Había algo reconfortante en la complicidad que surgía de esas pequeñas conversaciones nocturnas, donde las pizzas eran excusa y las sonrisas, bálsamo.

Fue en medio de esa rutina, entre reportes de trabajo y bocetos secretos, que Beatriz recibió una notificación inusual en su bandeja de entrada.

Una invitación digital con fondo de acuarelas:

"Estimada Beatriz:
Me encantaría que asistieras a mi próxima exhibición de arte. Será un evento íntimo, pero significativo.
He reservado un par de invitaciones adicionales por si deseas traer a alguien importante.
Con afecto,
—Miguel Ángel"

Beatriz se quedó mirando la pantalla por unos segundos. No dudó mucho antes de reenviar los pases digitales a Aki y Sora con una pequeña nota:

"¿Se apuntan a una noche de arte? Creo que será… interesante."

Ambos respondieron casi de inmediato con emojis de entusiasmo y vestidos.

 

La galería estaba llena de murmullos y elogios. Las luces cálidas iluminaban las obras de arte, llenas de colores vivos y formas audaces. Beatriz, vestida de manera elegante, caminaba entre las piezas, acompañada de Miguel Ángel, Aki y Sora. Todos estaban disfrutando del evento, pero la mirada de Beatriz se mantenía alerta, como si algo no estuviera del todo bien.

De repente, Beatriz notó a una joven artista en una esquina, rodeada de personas que parecían hablarle con desdén. La chica, que debería estar feliz por exhibir su arte, parecía tensa y abatida. Beatriz se acercó lo suficiente para escuchar fragmentos de la conversación.

—... nunca serás tan buena como Miguel Ángel —decía un hombre, probablemente su padre, comparándola cruelmente con el talentoso artista a su lado.

La chica apretó los puños, su cuerpo temblaba. Beatriz notó cómo una pequeña piedra que llevaba la joven en un colgante, su Soul Gem, comenzaba a oscurecerse rápidamente. Su corazón se hundió al darse cuenta de lo que estaba a punto de suceder.

—¡Aki, Sora, Miguel Ángel! —llamó Beatriz, atrayendo la atención de sus amigos—. ¡Algo está mal con esa chica!

Antes de que pudieran reaccionar, la joven artista cayó de rodillas. Su Soul Gem se partió en un millón de pedazos y, en un abrir y cerrar de ojos, su cuerpo comenzó a transformarse en una bruja, su figura distorsionada por la desesperación y el odio.

La galería se deformó a su alrededor, los cuadros se derritieron en sombras oscuras y el suelo se transformó en un espeso charco de tinta negra. El laberinto estaba naciendo.

Beatriz actuó rápidamente, extendiendo las manos y pronunciando el hechizo de reforzamiento de "Corazón de León". Una luz dorada emanó de sus palmas, creando un escudo protector alrededor de ellos, evitando que el laberinto los absorbiera por completo.

—¡Tenemos que detenerla antes de que el laberinto consuma a todos! —gritó Beatriz.

Miguel Ángel dio un paso adelante, sus manos envueltas en llamas. Con un gesto, materializó un par de dagas incandescentes, listas para la batalla. Aki y Sora, ya transformadas, se posicionaron a su lado, preparadas para enfrentarse a la bruja.

La criatura que una vez fue una talentosa joven artista ahora se alzaba como una enorme figura de pesadilla, con pinceles gigantes que goteaban tinta corrosiva y ojos llenos de odio. La batalla por la galería había comenzado.

 

El Nacimiento del Laberinto: La Batalla Comienza

La bruja, alimentada por el sufrimiento y el desprecio, había ganado un poder inmenso al consumir a su propio padre y a las personas más cercanas a ella en la exhibición. Las sombras del laberinto se arremolinaban a su alrededor, formando un remolino de desesperación y oscuridad.

Beatriz sintió el peso de la situación. No solo debían detener a la bruja, sino también proteger a las personas restantes en la exhibición. Con un gesto firme, invocó a Ixion. La entidad se materializó en un destello de luz, su presencia imponente llenó el lugar con un aura de poder.

—Ixion, necesitamos tu ayuda para contener a las personas —dijo Beatriz, su voz decidida—. No podemos permitir que nadie más sea absorbido por el laberinto.

Ixion asintió con un rugido bajo, extendiendo su forma para crear barreras alrededor de las personas, protegiéndolas de la influencia corrupta de la bruja. Beatriz reforzó a Ixion con su hechizo de "Corazón de León", asegurando que pudiera resistir el asalto oscuro del laberinto.

—Estamos cerca de la bruja —dijo Beatriz, dirigiéndose a sus compañeros—. Si actuamos rápido, podemos evitar que el laberinto se extienda más.

Miguel Ángel, con sus dagas de fuego en mano, lideró el ataque. Las llamas de sus armas cortaban el aire, creando un camino seguro hacia la bruja. Aki y Sora, combinando sus habilidades, atacaban desde los flancos, cada golpe dirigido a debilitar la estructura del laberinto y proteger a los civiles atrapados.

La bruja rugió, sus pinceles gigantes lanzando oleadas de tinta corrosiva hacia ellos. Beatriz levantó un escudo mágico, desviando los ataques mientras dirigía a sus amigos hacia el centro del laberinto.

—¡Aprovechen cualquier apertura! —gritó Beatriz—. ¡Tenemos que acabar con esto antes de que más personas resulten heridas!

La batalla avanzaba con ferocidad, cada uno desempeñando su papel en la lucha por salvar a los inocentes y detener a la bruja antes de que su poder se descontrolara por completo.

 

El Asalto al Coloso: El Núcleo de la Bruja

Beatriz activó su reloj, y las nanomáquinas se desplegaron rápidamente, envolviendo su cuerpo en una armadura reluciente, el manto de loto sombrío pero mejorado. Con una mirada determinada, analizó la situación. La bruja, un coloso de tinta y dolor, se alzaba sobre ellos, su cuerpo cubierto por una armadura grotesca y casi impenetrable.

—Tenemos que llegar a su núcleo —dijo Beatriz, su voz firme resonando en los comunicadores—. Si logramos exponerlo, podremos derrotarla.

Miguel Ángel lanzó una mirada de comprensión, sus dagas de fuego chispeando con energía. —¿Tienes un plan?

—Sí, pero necesitaré ayuda para escalarla —respondió Beatriz, observando los puntos débiles en la armadura de la bruja—. Cuando esté en posición, lanzaré bombas elementales de luz y fuego para debilitar su coraza. Necesito que la distraigan mientras subo.

Aki y Sora asintieron, listas para cubrir a Beatriz. Miguel Ángel corrió hacia la bruja, lanzando llamaradas que mantenían su atención en él. Mientras tanto, Beatriz utilizó sus botas al estilo de megaman para impulsarse hacia el cuerpo masivo de la bruja, agarrándose a las protuberancias de su armadura.

La escalada fue ardua. La bruja rugía y se retorcía, tratando de sacudirse a Beatriz, pero ella se mantenía firme, utilizando las nanomáquinas para afianzarse. Con cada movimiento, se acercaba más al núcleo.

Desde abajo, Aki y Sora desataron una tormenta de ataques mágicos, cada uno dirigido a debilitar las defensas de la bruja. Miguel Ángel continuaba lanzando dagas de fuego, manteniendo su atención en tierra.

—¡Casi llego! —gritó Beatriz desde lo alto, sacando las bombas que había preparado.

Con un esfuerzo final, alcanzó una abertura cerca del núcleo de la bruja. Activando las bombas, las lanzó con precisión, cada explosión debilitando la armadura de la bruja y exponiendo su núcleo palpitante.

—¡Ahora! —exclamó Beatriz, descendiendo rápidamente para unirse a sus compañeros.

Miguel Ángel, Aki y Sora se prepararon para el ataque final. Miguel Ángel canalizó todo su poder en una gran espada de fuego, mientras que Aki y Sora concentraban su energía mágica en un único hechizo devastador.

—¡Ataque combinado! —gritó Beatriz, lanzando una señal para sincronizar el ataque.

La daga de Miguel Ángel se hundió en el núcleo de la bruja al mismo tiempo que el hechizo combinado de Aki y Sora la envolvía en un torrente de luz y fuego. El núcleo explotó en una explosión de energía, desintegrando a la bruja y disipando el laberinto.

La energía se disipó lentamente, y el ambiente volvió a un estado de calma tensa. El núcleo de la bruja había dejado tras de sí una semilla de caos, un remanente oscuro y cargado de energía maligna. Beatriz, aún con su armadura de nanomáquinas, se acercó y recogió la semilla con cuidado, asegurándose de que nadie más en la exposición la viera.

—Tenemos que purificar esto —dijo Beatriz en voz baja—. No podemos dejar que esta energía siga corrompiendo.

Aki y Sora asintieron, entendiendo la gravedad del momento. Formaron un pequeño círculo alrededor de la semilla uniendo sus manos entre ellas comenzaron el proceso de purificación. Las luces suaves y cálidas emanaron de sus manos mientras recitaban un canto silencioso, impulsado por el poder de la resonancia de Beatriz, poco a poco, la semilla comenzó a brillar con una luz más pura, disipando la oscuridad que la envolvía.

Sora miró la semilla, recordando la primera que había obtenido. Ahora entendía por qué era tan importante purificarlas, no solo para prevenir más corrupción, sino también para darles paz a las almas que se habían convertido en brujas. Sus ojos se llenaron de una nueva determinación.

Miguel Ángel, por su parte, observó la semilla y luego miró el lugar donde la bruja había desaparecido. Su rostro mostraba una mezcla de tristeza y culpa.

—Era solo una niña… —murmuró, con la voz quebrada—. Su padre la empujó a esto. ¿Cómo puede alguien hacerle eso a su propia hija?

Beatriz se acercó a Miguel Ángel, colocando una mano reconfortante en su hombro. —No es tu culpa, Miguel. Hay padres que no saben valorar a sus hijos, que los dañan en lugar de protegerlos. Pero tú no tienes la culpa de su crueldad. Estás aquí para ayudar, para evitar que más personas sufran.

Miguel Ángel asintió lentamente, encontrando algo de consuelo en sus palabras. Sin embargo, la tristeza aún permanecía en sus ojos.

Aki observaba todo en silencio, su mente llena de pensamientos. Recordó su propio pasado, cómo su hermano la había abandonado cuando más lo necesitaba. Ver la tragedia de la chica mágica le hizo reflexionar sobre las cicatrices que llevaba dentro.

—A veces, el mundo nos da las pruebas más difíciles —dijo Aki en voz baja, casi para sí misma—. Pero no podemos dejar que esas pruebas nos definan. Tenemos que encontrar la fuerza para seguir adelante, incluso cuando todo parece perdido.

Beatriz la miró con comprensión. Sabía que Aki estaba lidiando con sus propios demonios, y se prometió a sí misma que estaría allí para apoyarla, como lo haría con todos ellos.

Con la semilla ahora purificada, Beatriz guardó el fragmento restante en un lugar seguro. —Hicimos lo que pudimos. Ahora, necesitamos seguir adelante, aprender de esto y prepararnos para lo que venga.

El grupo se dispersó discretamente, dejando atrás el escenario de la tragedia. A pesar de la victoria, el peso de la realidad aún se cernía sobre ellos, pero juntos, sabían que podían enfrentar cualquier cosa.

 

Una Charla en Confianza

La noche avanzaba lentamente, y la ciudad brillaba con luces tenues. Después de la exhibición, Beatriz sugirió a Miguel Ángel que fueran a un café tranquilo para conversar. Aún llevaba consigo el peso de lo sucedido, y sabía que Miguel Ángel también necesitaba respuestas y consuelo.

Se sentaron en una mesa junto a la ventana, desde donde podían observar la calma aparente de la ciudad. Beatriz pidió un café negro, mientras que Miguel Ángel optó por un té de hierbas, buscando algo que le ayudara a relajarse.

—Gracias por venir conmigo —comenzó Beatriz, dándole una sonrisa reconfortante—. Hay algunas cosas que necesito compartir contigo, cosas que son importantes para que entiendas lo que está pasando.

Miguel Ángel asintió, aún con la sombra de la tristeza en sus ojos. —Lo que pasó en la exhibición… fue más de lo que esperaba. Y ahora, parece que nadie recuerda nada. Es como si esa chica y su padre nunca hubieran existido.

Beatriz tomó un sorbo de su café antes de continuar. —Eso es algo que me temía. Cuando una chica mágica se convierte en una bruja, el mundo a menudo reescribe la realidad para borrar su existencia. Es parte del ciclo que mantienen los incubadores. Las chicas mágicas, al caer en la desesperación, se transforman en brujas, y esa energía de desesperación es utilizada como combustible para mantener el universo en equilibrio.

Miguel Ángel frunció el ceño, claramente perturbado por la revelación. —¿Los incubadores… están detrás de todo esto? ¿Son los que hacen que estas chicas caigan en esa desesperación?

—Sí —respondió Beatriz con seriedad—. Son manipuladores. Ofrecen deseos a cambio de convertirse en chicas mágicas, sabiendo que la mayoría caerá en la desesperación y se convertirá en brujas. Y cuando eso sucede, todo lo que rodea a esa persona se borra o se altera, dejando pocas pistas de lo que realmente ocurrió.

Miguel Ángel apretó las manos en puños sobre la mesa, luchando contra la rabia y la impotencia. —Es terrible. Están usando a estas chicas, destruyendo sus vidas y las de quienes las rodean.

Beatriz asintió. —Por eso es tan importante lo que hacemos. Ayudar a las chicas mágicas, protegerlas de caer en la desesperación y luchar contra las brujas cuando es necesario. Y ahora, necesitamos estar más alertas que nunca. No podemos permitir que los incubadores continúen con su ciclo sin oposición.

El silencio entre ellos fue pesado pero lleno de comprensión compartida. Miguel Ángel respiró profundamente, buscando calmar su mente.

—Gracias por decirme esto, Beatriz. Sé que no es fácil cargar con este conocimiento, pero me alegra que confíes en mí para compartirlo.

Beatriz le sonrió suavemente. —Siempre confiaré en ti, Miguel. Y juntos, haremos lo que sea necesario para proteger a los demás y detener a los incubadores.

Se quedaron en el café un rato más, planificando sus próximos pasos y fortaleciendo su resolución. Sabían que la batalla sería difícil, pero con cada día que pasaba, se sentían más preparados para enfrentar la oscuridad que los rodeaba.

Beatriz y Miguel Ángel siguieron conversando, el ambiente del café proporcionaba una sensación de intimidad y seguridad que ambos necesitaban en ese momento.

—Hay algo más que quiero pedirte, Miguel —dijo Beatriz, inclinándose ligeramente hacia él, como si lo que estuviera a punto de decir fuera un secreto muy importante—. Sé que esto es mucho para asimilar, pero necesitamos estar atentos. Si alguna vez ves a una chica que parece estar en problemas, que está luchando con algo que no puedes explicar del todo, quiero que me lo digas. Puede que sea una chica mágica en peligro, y juntos podríamos ayudarla antes de que sea demasiado tarde.

Miguel Ángel la miró, procesando sus palabras. —¿Quieres que me convierta en tus ojos y oídos?

Beatriz asintió. —Exactamente. No puedo estar en todas partes a la vez, y tu ayuda sería invaluable. Además, creo que tienes una intuición especial para notar cuando alguien está pasando por un mal momento. Podrías hacer una gran diferencia, Miguel.

El chico se recostó en su silla, reflexionando sobre lo que acababa de escuchar. —Es mucho lo que me pides, pero entiendo por qué es importante. Si puedo ayudar a evitar que más chicas caigan en la desesperación, haré todo lo posible.

Beatriz le sonrió, agradecida. —Confío en ti, Miguel. Y no estás solo en esto. Sora, Aki, y yo también estamos aquí para apoyarte. De hecho, creo que sería bueno que te unas al grupo de chat que tenemos. Allí compartimos información y estrategias. También sería una forma de mantenernos todos en contacto constante.

Miguel Ángel asintió con una sonrisa suave. —Me parece bien. Será bueno tener un lugar donde podamos hablar de esto sin preocuparnos de que alguien más nos escuche.

Beatriz tomó su teléfono y agregó a Miguel Ángel al chat. —Bienvenido al equipo, entonces. Te prometo que haremos todo lo que esté a nuestro alcance para proteger a quienes lo necesiten.

—Gracias, Beatriz. —Miguel Ángel miró el chat en su teléfono, viendo los nombres de Sora y Aki aparecer en la conversación—. Siento que esto me acerca más a ustedes, no solo en lo que hacemos, sino también como amigos.

—Es exactamente eso —respondió Beatriz con una sonrisa cálida—. No solo se trata de luchar contra la oscuridad, sino de apoyarnos mutuamente y crecer juntos.

Miguel Ángel se sintió más conectado con el grupo, notando un cambio positivo en cómo se veía a sí mismo y su lugar en esta lucha. La confianza y la espiritualidad entre ellos se fortalecían con cada paso.

—Entonces, ¿estamos listos para enfrentar lo que venga? —preguntó Miguel Ángel, sintiendo una nueva energía al estar más conectado con el grupo.

Beatriz asintió, su determinación reflejada en sus ojos. —Más que listos. Y con cada paso, nos volvemos más fuertes juntos.

Mientras salían de la galería, la brisa nocturna acariciaba los rostros todavía encendidos por la adrenalina de la batalla y el éxito del evento. Sora y Aki reían suavemente entre murmullos, comentando sobre los cuadros más extraños, mientras Miguel Ángel guardaba en su memoria las palabras de Beatriz como un nuevo compromiso.

Beatriz caminaba unos pasos detrás, permitiéndose un suspiro. Habían enfrentado una nueva amenaza, y aunque no todo estaba bajo control, algo había cambiado. El equipo había crecido. El vínculo también.

El zumbido de su celular la sacó de sus pensamientos: una notificación del grupo de trabajo le recordaba que, en unas horas, debía volver a la rutina.

—La guerra contra la oscuridad no detiene la vida cotidiana —murmuró con una media sonrisa—. Ni los reportes de Emil.

Chapter 44: Regreso al Campo de Batalla (Sistema Espada de Luz Activado)

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +300 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
☕ ¿Quieres apoyar mi trabajo?
Pásate por mi Buy Me a Coffee (opcional y muy agradecido):
👉 buymeacoffee.com/beatrizdelmar
📖 ¿Prefieres leer en inglés?
Ya hay capítulos traducidos disponibles:
👉 Versión en inglés https://archiveofourown.org/works/65379142
Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 300+ reads! 💖
I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.
🎯 Goal: 500 reads
Once we hit it, I’ll release an alternate version with more drama, romantic tension, and game-changing choices. Ready? 😉
☕ Want to support my work?
You can do so through my Buy Me a Coffee (totally optional, always appreciated):
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The translated chapters are already available:
👉 English version https://archiveofourown.org/works/65379142
Thanks for being here—see you in the next quantum leap. 💫

Chapter Text

44 Regreso al Campo de Batalla (Sistema Espada de Luz Activado)

A la mañana siguiente, Beatriz ya estaba en su escritorio, con los planos desplegados y la mente enfocada en otro tipo de batalla: una presentación crítica para la empresa. Emil, su colega puntual y meticuloso, repasaba los informes con ella, como si la noche anterior no hubieran enfrentado algo salido de una historia de magia.

—Todo parece estar bien, pero quiero hacer una última revisión antes de la reunión —dijo Emil, ajustando sus gafas y lanzándole una mirada cómplice.

—Buena idea —respondió Beatriz, girando la pantalla hacia él—. Hoy no podemos permitirnos errores.

La oficina bullía con energía, pero Beatriz ya no era la misma de antes. Algo en su interior se había fortalecido, y aunque el mundo no lo supiera, una nueva versión de ella había despertado.

Beatriz estaba concentrada en su trabajo, revisando los últimos detalles de un proyecto importante para la empresa. Emil, su compañero de trabajo, estaba a su lado, revisando los datos y asegurándose de que todo estuviera en orden para la presentación que tendrían más tarde ese día.

—Todo parece estar bien, pero quiero hacer una última revisión antes de la reunión —dijo Emil, ajustando sus gafas y mirando a Beatriz con una sonrisa de complicidad.

—Buena idea, no podemos permitirnos errores hoy —respondió Beatriz, devolviendo la sonrisa.

La atmósfera en la oficina estaba cargada de expectativa, todos trabajaban al máximo para asegurarse de que la presentación fuera un éxito.

Justo cuando todo parecía bajo control, Beatriz sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Una energía oscura comenzó a impregnar el ambiente, haciéndola sentir que algo estaba muy mal. Sus ojos se encontraron con los de Emil, quien notó su cambio de expresión.

—¿Todo bien, Bea? —preguntó Emil, con una pizca de preocupación.

—No exactamente... —murmuró Beatriz, mientras su mirada se desviaba hacia una esquina de la oficina donde la energía oscura parecía concentrarse.

De repente, el ambiente cambió por completo. Las luces parpadearon y el aire se tornó pesado. La figura de una bruja comenzó a materializarse, rodeada por un laberinto distorsionado que comenzó a envolver la oficina.

—¡Todos, salgan de aquí! —gritó Beatriz, tomando una postura defensiva.

Los empleados comenzaron a correr hacia las salidas, pero el laberinto bloqueaba el camino. Beatriz sabía que tenía que actuar rápido.

Beatriz activó el reloj de nanomáquinas, y con asombro y confusión, Emil vio a su lado cómo la armadura del loto sombrío se desplegaba rápidamente sobre ella.

—¿Qué... qué es esto? —preguntó Emil, atónito.

—No hay tiempo para explicaciones ahora. Necesito que me ayudes a mantener a todos a salvo. —Beatriz le lanzó una mirada firme mientras se preparaba para enfrentar a la bruja.

Emil asintió, aún aturdido, pero dispuesto a ayudar. Beatriz le dio instrucciones rápidas sobre cómo guiar a las personas hacia zonas seguras dentro del laberinto, mientras ella se enfrentaba directamente a la bruja.

—Mantén la calma, Emil. Podemos salir de esto —dijo Beatriz antes de lanzarse hacia la bruja, su armadura brillando con una energía intensa.

La bruja, una gigantesca y retorcida figura de pesadilla, se alzaba en medio de la oficina convertida en un laberinto oscuro. Su cuerpo estaba cubierto por una armadura dura como la piedra, con apenas grietas visibles. Beatriz sabía que tenía que encontrar el núcleo para derrotarla, pero el desafío era cómo llegar a él.

—¡Ixion, ven a mi lado! —llamó Beatriz, y el espíritu del Unicornio centelleante apareció a su lado, relinchando con fuerza.

Beatriz cerró los ojos un momento y murmuró las palabras del hechizo que tanto había practicado: "Corazón de león." Una luz dorada envolvió a todos los presentes, fortaleciendo sus corazones y disipando el miedo. Ahora, Emil y los demás podían moverse con más determinación.

—Emil, necesito tu ayuda —dijo Beatriz mientras se preparaba para atacar—. Voy a subir a la bruja como si fuera un coloso, pero necesito que ilumines su núcleo con tu luz.

Emil asintió, aunque todavía sorprendido, materializando su espada de luz en sus manos.

—¡Cuento contigo! —le dijo Beatriz, confiando en su apoyo.

Beatriz, con la agilidad potenciada por las nanomáquinas, comenzó a escalar la gigantesca figura de la bruja. Mientras tanto, Emil lanzó espadas de luz hacia la bruja, distrayéndola y creando pequeños destellos que guiaban a Beatriz hacia los puntos más vulnerables.

—¡Bea, arriba del hombro derecho! —gritó Emil, viendo una grieta más grande que podría ser su objetivo.

Beatriz trepó con destreza, utilizando las grietas y protuberancias de la bruja como puntos de apoyo. Al llegar cerca del hombro derecho, el sistema de Beatriz le mostró un nuevo ítem desbloqueado: "Espada de luz."

—¡Espada de luz de Shadow of Colossus, activada! —anunció el sistema en su reloj.

Beatriz materializó la espada de luz, una hoja resplandeciente que emitía un destello cálido. Pero para revelar el núcleo, necesitaba un rayo más concentrado.

—¡Emil, ilumina la espada con tu luz! —ordenó Beatriz.

Emil concentró su energía de fuego en la espada, potenciándola con un brillo aún más intenso. La luz de la espada comenzó a apuntar directamente hacia el pecho de la bruja, revelando el núcleo oscuro y palpitante escondido bajo la armadura.

—¡Ahí está! —gritó Beatriz, mientras levantaba la espada y se preparaba para el ataque final.

Con toda su fuerza y la energía de Ixion rugiendo a su alrededor, Beatriz hundió la espada de luz directamente en el núcleo de la bruja. Un grito desgarrador llenó el aire mientras el núcleo explotaba en una brillante explosión de energía.

La armadura de la bruja se desmoronó, y el laberinto comenzó a desvanecerse. Beatriz y Emil cayeron al suelo, extenuados pero victoriosos.

En medio de los restos de la bruja, Beatriz encontró una pequeña gema oscura: la semilla del caos. Sabía que debía purificarla para que la chica mágica que se había convertido en bruja pudiera descansar en paz.

—Hemos logrado algo importante hoy, Emil —dijo Beatriz, mientras guardaba la semilla.

Emil asintió, todavía procesando todo lo que había sucedido, pero sintiéndose más conectado con Beatriz que nunca.

El sol comenzaba a salir, pintando el cielo con tonos suaves de rosa y naranja mientras Beatriz y Emil caminaban por las calles casi desiertas. Habían salido de la empresa después de la batalla, aún sintiendo el peso de lo que habían enfrentado.

En el silencio compartido, notaron algo extraño. A su alrededor, la ciudad seguía funcionando con absoluta normalidad. Las pocas personas que cruzaban las calles no parecían alteradas, ni confundidas, como si nada extraordinario hubiera ocurrido.

—No recuerdan nada... —murmuró Emil, frunciendo el ceño.

Beatriz asintió, confirmando su sospecha.

—El sistema los protegió. O los silenció. Solo nosotros dos recordamos lo que pasó en ese laberinto. Es parte del protocolo, lo sé.

Emil bajó la mirada, en parte aliviado, en parte inquieto. Había vivido esto antes. Ciclos y ciclos, 241 años atrapado en un bucle cruel que siempre lo llevaba al mismo resultado: la pérdida de Beatriz. Pero esta vez...

Esta vez ella era distinta.

Más fuerte. Más clara. Más determinada.

Y eso lo desconcertaba.

Beatriz notó el silencio inusual en Emil, pero no podía decírselo todo. No podía confesarle que sabía de su naturaleza de retornado , ni que ella misma no era quien todos creían. No sin alertar al sistema que vigilaba cada paso.

—Emil... —dijo suavemente, rompiendo el silencio—. Necesito contarte algo, algo que pocos saben, y es importante que confíes en mí.

Él la miró, con esa mezcla de cansancio y esperanza que le era tan familiar.

—Claro, Beatriz. Después de lo que pasó, estoy dispuesto a escucharte.

Se detuvieron en un pequeño parque, donde se sentaron en un banco. Beatriz respiró hondo antes de comenzar.

—Lo que enfrentamos hoy no era solo una criatura cualquiera. Era una bruja, pero antes de ser una bruja, esa cosa... era una chica mágica. Una joven con un alma pura y un deseo tan fuerte que se convirtió en su perdición.

Emil frunció el ceño, digiriendo cada palabra.

—¿Una chica mágica? ¿Cómo puede alguien así convertirse en algo tan... oscuro?

—Las chicas mágicas hacen contratos con incubadores, criaturas que les conceden un deseo a cambio de luchar contra los "Wanders". Pero si caen en desesperación, su Soul Gem se corrompe. Y entonces... se transforman. Ellas son el combustible del ciclo.

Emil cerró los puños.

—Eso es... monstruoso.

Beatriz asintió con gravedad.

—Y lo más terrible es que nadie más lo recuerda. Todo queda sellado. Pero tú y yo... nosotros sí lo sabemos.

Él la miró de nuevo, esta vez con un brillo extraño en la mirada. No era solo rabia o resolución. Era reconocimiento . Como si, en algún rincón de su alma, algo se activara al escucharla.

—Esto no es como las veces anteriores —murmuró para sí mismo, apenas audible.

Beatriz fingió no haberlo oído.

—Si logramos cerrar la grieta de donde vienen los incubadores, podríamos detener todo esto. Pero no puedo hacerlo sola.

Emil la observó en silencio unos segundos. Luego, con una expresión decidida:

—Estoy contigo en esto, Bea. No dejaré que destruyan más vidas.

Y por primera vez en incontables repeticiones, el ciclo titubeó .

El sol seguía ascendiendo mientras las primeras señales del bullicio urbano comenzaban a escucharse. Emil y Beatriz permanecieron sentados un rato más, sin necesidad de palabras. Había algo tácito entre ellos, una comprensión nacida del combate compartido y del secreto que ahora llevaban juntos.

Beatriz observó el cielo que lentamente se despejaba, como si el amanecer validará que habían hecho lo correcto. Pero sabía que no podían quedarse en ese momento por mucho tiempo.

—Necesitamos informar a los demás —murmuró, más para sí que para Emil.

Él asintió, comprendiendo de inmediato.

—¿Vas a contarles todo?

Beatriz negó suavemente con la cabeza mientras sacaba su teléfono.

—Solo lo necesario... por ahora. Lo suficiente para que nos ayuden. Lo suficiente para que podamos actuar antes de que el ciclo reinicie o algo peor despierte.

Abrió el chat grupal que había creado con Sora, Aki y Miguel Ángel. Hasta entonces, había sido un lugar para coordinar entrenamientos, horarios del club, o simplemente compartir memes durante los días caóticos del trabajo. Pero ahora, ese espacio tomaría una nueva dimensión. Ya no serían solo compañeros… serían aliados.

Con determinación, Beatriz comenzó a escribir:

Chat del Grupo: Sora, Aki, Miguel Ángel, Beatriz, y Emil
Beatriz: Chicos, acabo de hablar con Emil. Él ya sabe sobre las brujas y los incubadores. Hemos hecho una nueva alianza, y creo que tenemos una idea para aprovechar al máximo la semilla del caos que obtuvimos hoy.
    Sora: ¡Eso es genial, Bea! ¿Qué tienes en mente?
Beatriz: Antes de purificar la semilla del caos, creo que podríamos escanearla. Tal vez podríamos rastrear la firma de energía que emite y encontrar más grietas o incluso otras semillas.
    Aki: Eso suena interesante. Si logramos hacerlo, podríamos adelantarnos a los movimientos de los incubadores y prevenir más transformaciones en brujas.
   Miguel Ángel: Me gusta la idea. ¿Dónde podríamos hacer el escaneo?
   Emil: Tengo acceso a algunos equipos avanzados en la empresa. Podríamos utilizar el laboratorio después de horas para hacer el escaneo sin levantar sospechas.
Beatriz: Eso es perfecto. No tenemos mucho tiempo, así que necesitamos trabajar rápido. Además, después del escaneo, purificaremos la semilla para asegurarnos de que el alma de la chica mágica descanse en paz.
   Sora: ¡Estamos contigo, Bea! Esto podría ser un gran avance.
   Aki: Estoy lista para ayudar. Lo que sea necesario.
   Miguel Ángel: Y yo. No dejaremos que estas cosas sigan sucediendo sin hacer algo al respecto.
Beatriz: Gracias, chicos. Nos vemos en el laboratorio esta noche. Emil, ¿puedes asegurarte de que tengamos acceso sin problemas?
   Emil: Por supuesto. Me encargaré de eso.
Beatriz: Bien. Juntos, vamos a dar el siguiente paso para detener este ciclo macabro.

En medio de los restos de la bruja, Beatriz unos minutos antes, encontró una pequeña gema oscura: la semilla del caos . No era mayor que una canica, pero pulsaba con una energía densa, casi agónica, como un susurro atrapado en cristal. Beatriz no se atrevió a sostenerla directamente por mucho tiempo; sacó de su cinturón un pequeño contenedor de protocore , sellado con anillos de aislamiento y runas estabilizadoras.

—Descansa —murmuró al colocar la semilla dentro—. Lo prometo, haré que este dolor no haya sido en vano.

El recipiente tintineó apenas al cerrarse. Emil se acercó, con el ceño fruncido, observando con atención.

—¿Ese contenedor…? ¿De protocolo tipo D? ¿Lo tenías preparado?

Beatriz asintió sin mirarlo, su expresión grave.

—Lo pedí al sistema de cazadores hace unos días. Por intuición… o por temor. Algo me decía que íbamos a necesitarlo.

Emil bajó la vista hacia el cristal ahora opaco que contenía la semilla.

—Nunca había visto algo así —dijo en voz baja, pero no estaba hablando solo de la semilla.

Por dentro, su mente giraba. En todos los ciclos anteriores —241 intentos fallidos, cada uno un infierno repetido con pequeñas variaciones—, jamás había recolectado una semilla del caos . Menos aún con la ayuda de Beatriz. Algo se había desviado. Algo era distinto.

Y no podía ignorar el hecho de que ella... parecía más fuerte, más decidida que en cualquiera de sus memorias.

Beatriz lo miró de reojo. Sabía que Emil pensaba demasiado... pero también sabía que debía mantener la fachada. Cualquier error podía delatar que ella no era la misma Beatriz que él había estado intentando salvar en cada reinicio. Pero tal vez, justo por eso, esta vez tendrían una oportunidad real.

—Hemos logrado algo importante hoy, Emil —dijo finalmente, rompiendo el silencio y cerrando el compartimento de seguridad—. Algo que puede cambiar el rumbo de este ciclo.

Él tardó un segundo en asentir, pero cuando lo hizo, fue con una convicción extraña.

—Y esto… Esto es solo el comienzo.

Laboratorio de la Base de los Unicornios, Noche

El laboratorio estaba en silencio, con sólo el zumbido de las máquinas como testigo de la reunión clandestina. Beatriz, Emil, Sora, Aki y Miguel Ángel se movían rápidamente, configurando los equipos necesarios para el escaneo.

—Esto es lo que queda de una vida que se desbordó de sufrimiento —dijo Beatriz, sosteniendo la semilla del caos con cuidado—. Si podemos encontrar una forma de rastrear esta energía, podríamos evitar que más chicas terminen así.

—Ya casi está listo —respondió Emil, ajustando los controles—. Este escáner debería captar cualquier firma de energía residual y proyectarla en el sistema.

Sora miró a Beatriz con curiosidad.

—¿Qué crees que encontraremos?

—Si mi intuición es correcta, una red de energía conectada a más grietas y semillas como esta. Necesitamos entender cómo los incubadores están utilizando estas energías para mantener su ciclo.

—El escaneo comenzó —informó Aki, concentrada en el monitor—. ¿Qué sucede si encontramos algo inesperado?

—Nos adaptamos y seguimos adelante —dijo Miguel Ángel, firmemente—. No podemos permitir que esto continúe.

Las luces del escáner parpadearon mientras la máquina analizaba la semilla. Un holograma comenzó a proyectarse, mostrando un patrón intrincado de líneas de energía que se extendían como raíces desde la semilla.

—Miren eso... —dijo Emil, sorprendido—. Parece un mapa. Es como si esta semilla estuviera conectada a múltiples puntos de energía.

—Justo lo que temía —respondió Beatriz, asombrada—. Esto confirma que hay más grietas y posiblemente otras semillas. Si seguimos estas conexiones, podríamos encontrar los puntos críticos que los incubadores están usando.

—Esto es enorme —dijo Sora—. ¿Podríamos realmente cerrar estas grietas?

—Si encontramos el origen, podemos intentar sellarlo —dijo Beatriz con determinación—. Pero necesitamos más información y más recursos.

Aki señaló una conexión más fuerte en el mapa.

—Aquí. Esta parece ser la más grande. Tal vez deberíamos comenzar por investigar este punto.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Miguel Ángel, mirando a Beatriz.

—Purificaremos la semilla para que la chica pueda descansar en paz —decidió Beatriz—. Luego, nos prepararemos para investigar estas conexiones. Es un paso hacia romper el ciclo de los incubadores.

—Hemos logrado algo importante hoy, Emil —dijo Beatriz, mientras guardaba la semilla de nuevo en el contendor seguro.

Emil asintió, su mirada aún reflejando la intensidad de los eventos recientes, pero sintiendo una creciente conexión con Beatriz y su causa.

Beatriz miró el mapa holográfico con atención, observando cómo las líneas de energía se extendían desde la semilla del caos. Cada punto brillaba intermitentemente, como si estuviera vivo.

—Hay algo más aquí —dijo, señalando las conexiones—. Estas señales... parecen estar en movimiento, como si fueran patrones de comportamiento de los incubadores.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Emil, acercándose para examinarlo.

—Pienso que estas señales son los incubadores moviéndose para recolectar las semillas del caos. Probablemente las usan para purificar las soul gems de las chicas mágicas después de cierto número de usos, digamos tres. Si eso es cierto, entonces cada vez que una señal se apague, indicaría que una chica mágica ha sido purificada, pero...

Beatriz dejó que la idea se asentara antes de continuar.

—En algún momento, debe aparecer una señal que no se mueva. Esa sería la grieta principal, el origen de todo esto. Donde los incubadores regresan para recolectar y regenerar sus recursos.

Aki asintió lentamente, comprendiendo la lógica.

—Es como buscar una aguja en un pajar, pero si encontramos esa señal fija, podríamos estar mucho más cerca de detenerlos.

—Exacto —dijo Beatriz, inspirada—. Es como cuando los héroes de cómics descubren cómo rastrear al enemigo. Debemos observar y esperar a que una de estas señales se quede inmóvil. Ese será nuestro objetivo.

Sora sonrió, viendo la chispa de esperanza en Beatriz.

—Es una estrategia sólida. Además, si seguimos observando, podríamos anticiparnos y salvar a las chicas mágicas antes de que se conviertan en brujas.

—¿Cómo procedemos? —preguntó Miguel Ángel.

—Escanearemos estas señales continuamente —dijo Beatriz—. Y mientras tanto, nos prepararemos para el momento en que esa señal fija aparezca. Ese será nuestro momento de actuar.

Beatriz respiró hondo, mirando a Emil con determinación.

—Emil, ¿podrías proporcionar esta vista del programa a todos? —preguntó, señalando el mapa holográfico que mostraba las señales de energía—. Así podremos estar atentos a la aplicación en nuestros ratos libres, sin descuidar nuestras actividades.

Emil asintió, entendiendo la importancia de mantener a todos conectados.

—Claro, puedo hacerlo. Compartiré la interfaz con todos para que puedan monitorear desde sus dispositivos.

Beatriz sonrió agradecida antes de continuar, su voz firme pero llena de preocupación.

—Cuando notemos un punto que no se mueve o una anomalía, llamaremos a los demás. El que esté más cerca podrá observar y evaluar la situación. Pero recuerden —advirtió, mirando a cada uno de ellos—, no se lancen sin pensar. Podría haber brujas, chicas mágicas o incubadores que intenten detenernos. Los incubadores son astutos y pueden manipular a las chicas mágicas con sus palabras. No queremos convertir esto en una batalla campal.

Sora cruzó los brazos, pensativo.

—Tienen razón. Si nos apresuramos, podríamos empeorar las cosas.

Beatriz asintió, su tono más suave ahora.

—Además... quiero que todos estemos seguros. No podemos arriesgarnos innecesariamente.

Aki, siempre práctico, añadió:

—Si actuamos con cuidado, podremos ayudar más efectivamente a las chicas mágicas y purificar las semillas de caos antes de que se conviertan en brujas.

Beatriz tomó la semilla del caos en sus manos, lista para purificarla.

—Entonces, con cuidado, vamos a purificar esta semilla y darle descanso a esta alma.

Los demás asintieron, compartiendo un momento de silencio en memoria de la chica que había sufrido tanto.
La sala del laboratorio quedó en silencio. Las máquinas ya habían terminado su escaneo, y el mapa de energía permanecía flotando en el aire, suspendido como una telaraña luminosa.

Beatriz se acercó lentamente al centro del cuarto, donde habían colocado una pequeña base circular. Sobre ella, reposaba el contenedor de protocore , sellado y aún vibrante con la oscuridad latente de la semilla del caos.

—Es hora —dijo Beatriz en voz baja, más para el alma atrapada que para los presentes, mientras desenrosca la tapa de este.

Sora y Aki se acercaron cuando ella las llamó con un gesto. Beatriz les tendió una mano a cada una, y sin decir una palabra más, formaron un triángulo , unidas por las palmas. En ese instante, el aire pareció hacerse más denso, como si el mundo reconociera que algo sagrado estaba por suceder.

—Cierren los ojos... sientan —susurró Beatriz, guiando la concentración.

Las tres chicas comenzaron a brillar tenuemente. Sus auras —dorado pálido para Beatriz, rojo para Sora y violeta para Aki— comenzaron a entrelazarse en una espiral suave que fluía alrededor de ellas, envolviendo también el contendor del protocore. El contenedor empezó a responder con un leve pulso, como un corazón que volvía a latir.

—Aquí estamos —murmuró Beatriz—. Tres voluntades unidas para darte descanso. Que el dolor se disipe. Que la esperanza regrese a la luz. Que tu alma encuentre el camino de regreso.

Una grieta suave se formó en el cristal. No fue destructiva, sino liberadora . Del interior emergió una luz oscura, temblorosa, que poco a poco comenzó a blanquearse al contacto con el aura conjunta de las tres.

Entonces, la semilla misma cambió de color . Pasó del negro púrpura a un blanco perlado, brillante como una estrella nueva. Ya no dolía. Ya no gritaba.

Beatriz apretó suavemente las manos de Sora y Aki.

—Gracias por no rendirte —dijo, con voz temblorosa, dirigiéndose al alma de la chica mágica—. Lo lograste. Ya puedes irte.

La semilla purificada se desintegró lentamente , deshaciéndose en miles de partículas de luz que flotaron en espiral hacia lo alto del laboratorio, como si fueran guiadas por una brisa invisible . Una última chispa, en forma de mariposa blanca translúcida , revoloteó en el aire antes de atravesar el techo y desaparecer en el cielo.

Durante unos segundos, nadie se atrevió a romper el silencio.

Beatriz soltó las manos de sus amigas con delicadeza. Había lágrimas contenidas en los ojos de las tres, pero también una calma inesperada.

—Una menos en el ciclo —dijo Sora, con un hilo de voz.

—Una más que pudimos liberar —añadió Aki, mirando el lugar vacío donde antes había estado la semilla.

Beatriz cerró los ojos. Por primera vez desde que todo esto había comenzado, sintió que habían ganado algo más que una batalla . Habían dado paz.

Y eso, por sí solo, ya era un milagro .

Chapter 45: El Frío que Sana: El Despertar de Kael

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +300 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
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Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 300+ reads! 💖
I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.
🎯 Goal: 500 reads
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Chapter Text

Beatriz miró a Emil mientras él preparaba la interfaz del programa para compartirla con los demás. Aunque no lo sabía, el "Lov-metro" que medía su relación con Emil estaba creciendo en su menú de habilidades, registrando su amor Storge, basado en la amistad y la conexión que se estaba formando entre ellos.

A la distancia, Miguel Ángel, siempre dispuesto a apoyar, observaba el grupo con una mezcla de admiración y preocupación , su amor filial y ágape hacia Beatriz fortaleciéndose a cada paso que daban juntos. Beatriz, ajena a estas dinámicas, se mantenía enfocada en la misión y la seguridad de todos.

Sora y Aki, como chicas mágicas, ajustaban sus dispositivos para integrarse al sistema de monitoreo. Ellas, conscientes de los riesgos, sabían que debían estar preparadas para cualquier eventualidad, especialmente con los incubadores acechando.

Mientras tanto, en el bajo mundo, Lucien desmantelaba una pandilla rival con su característico estilo frío y calculador . Beatriz había previsto estos movimientos, usando la oportunidad para avanzar en la investigación de las brujas y coordinar las batallas con sus aliados. Pero siempre mantenía un ojo en Lucien, enviándole un mensaje rápido para asegurarse de que estuviera bien.

Lucien, rodeado por el caos de su propia creación, sonrió al ver el mensaje de Beatriz. Aunque estaba inmerso en su mundo oscuro, no podía evitar "observar" a su Lechuzita, como la llamaba cariñosamente, a través de su cuervo mecánico, Diaval.

En medio del desmantelamiento, el último miembro de la pandilla, antes de sucumbir, soltó una advertencia con una risa maniática :

Khaërôn se está moviendo. No dejará que los incubadores se queden con el negocio .

Lucien frunció el ceño, procesando la información. Sabía que las cosas se estaban complicando más de lo que parecía, y que tendría que tomar medidas pronto para proteger no solo su territorio, sino también a Beatriz y su equipo.

Mientras Emil finalizaba la instalación de la interfaz para el equipo, Beatriz se permitió unos segundos de respiro. Habían dado un paso importante, pero sabía que esto era solo el inicio de una guerra silenciosa. Su mirada se perdió unos instantes en las partículas de luz que aún parecían flotar en el aire, como si la paz recién lograda se resistiera a marcharse.

En medio de esa quietud, su dispositivo vibró con una notificación. Al revisarlo, encontró el mensaje que había estado esperando desde hacía días:

"Confirmada tu asistencia al Congreso Médico Internacional. Contamos con tu presencia en la mesa de análisis de biotecnología regenerativa. —Dr. Kael Alistair."

Beatriz suspiró con cierta sorpresa. A pesar del caos reciente, Kael no había olvidado su invitación. Lo había hecho con antelación, antes de que todo esto estallara, como una muestra de cortesía profesional... o tal vez como una excusa para volver a verla.

Recordó entonces lo que Kael le había dicho en su última conversación:
“No suelo invitar a cualquiera a este tipo de eventos, Beatriz. Pero tú pareces ver más allá del procedimiento. Quiero saber qué opinas, desde tus lentes únicos.”

Aunque en el fondo sospechaba que había algo más detrás de esa frialdad calculada, decidió no rechazar la oportunidad. El congreso no solo era una plataforma para observar posibles movimientos de los laboratorios y de los incubadores infiltrados, sino también una ventana para ayudar a alguien.

—Chicos —dijo de pronto, llamando la atención del grupo—. Mañana estaré un poco alejada. Asistiré a un evento médico al que me invitó el Dr. Kael. Pero estaré pendiente del mapa de energía en todo momento.

—¿Kael Alistair? ¿Ese Kael? —preguntó Sora, con una ceja alzada.

Beatriz solo sonrió con una mezcla de resignación e ironía.
—Sí. Ese Kael. Pero esta vez no voy solo por cortesía… Hay señales que indican que algo podría estar ocurriendo allí también.

Mientras el grupo se despedía por esa noche, Beatriz preparó su uniforme con discreción. Iba a necesitar toda su sensibilidad para el día siguiente. Porque entre los médicos, las miradas afiladas y las sonrisas ensayadas, una nueva batalla silenciosa la esperaba.


Beatriz llegó al congreso médico, una mezcla de solemnidad y actividad bulliciosa llenaba el ambiente. Se trataba de un evento donde los avances médicos más recientes se discutían y presentaban, y donde también, desafortunadamente, se encontraban aquellos que buscaban esperanza en situaciones desesperadas.

El doctor Kael, un especialista en oncología, estaba presente, conocido por su fría eficiencia y mente analítica. A pesar de su naturaleza reservada, no pudo evitar notar a Beatriz, quien destacaba entre la multitud por su postura determinada y mirada vigilante.

Mientras tanto, una joven chica mágica estaba en el congreso junto con su madre. Había hecho un deseo simple pero profundamente significativo: poder comer pan , algo que su alergia severa le había negado toda su vida. El deseo, aunque inocente, había sido corrompido. En lugar de curarse, la chica había desarrollado un cáncer, y su esperanza se estaba desmoronando rápidamente .

Beatriz notó el aura oscura alrededor de la chica, una señal de que su desesperación la estaba llevando hacia la transformación en una bruja. Sin perder tiempo, se acercó a Kael, quien estaba a punto de presentar su ponencia.

Doctor Kael, necesito su ayuda para contener una situación delicada —dijo Beatriz, su voz firme pero urgida—. Hay una amenaza aquí que podría poner en peligro a todos los presentes, y necesitaré su experiencia médica para proteger a los pacientes y médicos mientras manejo... el resto.

Kael la miró con incredulidad al principio, pero algo en la seriedad de Beatriz lo convenció. Juntos, siguieron a la joven hacia una sala aislada, donde el ambiente comenzó a distorsionarse, un claro indicio de que la transformación estaba en marcha.

¡Beatriz, qué está pasando! —preguntó Kael, viendo cómo la realidad a su alrededor se torcía.

Está viendo cómo nace una bruja, doctor —respondió Beatriz, sacando su reloj, lista para liberar su armadura de nanomáquinas—. Necesitamos mantener a todos a salvo y purificar esta semilla de caos antes de que sea demasiado tarde.

La madre de la chica, en pánico, intentaba consolar a su hija , sin entender completamente lo que estaba sucediendo. Beatriz, con la ayuda de Kael, tendría que enfrentar la bruja, protegiendo a los demás y mostrando a Kael la verdadera oscuridad detrás de los deseos corrompidos.

La situación en el congreso médico se tornaba cada vez más caótica. La joven chica mágica estaba al borde de transformarse completamente en una bruja, su madre, desesperada, trataba de sostenerla, mientras el ambiente se retorcía en una pesadilla de hielo y desesperación.

¡Doctor Kael, necesitamos alejar a la madre antes de que sea demasiado tarde! —gritó Beatriz, mientras convocaba a Ixion, el imponente ser de rayos y electricidad, para proteger a los asistentes atrapados en el laberinto.

Kael se mantuvo firme, pero había un temor evidente en sus ojos. Sabía que tenía el poder para intervenir, pero también conocía el peligro que su hielo incontrolado podía representar. Beatriz se acercó, su voz suave pero urgente.

Kael, no puedes temer a tu poder ahora. Necesitamos canalizarlo para salvar a todos aquí. Déjame ayudarte.

Kael, un Virgo perfeccionista y analítico, estaba acostumbrado a tener el control absoluto. El caos y la incertidumbre de esta situación lo dejaban abrumado , pero también sabía que Beatriz tenía razón. Asintió lentamente, aceptando su ayuda.

Beatriz creó un caparazón de roca a su alrededor para brindar privacidad, una cúpula que los aislaba del caos externo.

Kael, necesito que confíes en mí y en tu propio poder. Deja que fluya hacia mi corazón. No temas, esto no es solo para destruir, es para proteger y sanar. Vamos a canalizar tu energía para invocar a alguien que pueda ayudarnos a equilibrar el frío con la esperanza.

Kael cerró los ojos, respiró hondo, y permitió que el hielo fluyera desde su interior. Beatriz sintió el frío envolverla, pero también una energía pura, llena de potencial. Concentró esta energía en su corazón, llamando a un nuevo aliado.

De la energía helada surgió Jack Frost, con un aspecto inspirado en el "Origen de los Guardianes." Con su sonrisa traviesa y un aire de confianza, Jack Frost tomó el control del hielo de Kael, transformándolo en una fuerza para el bien, para proteger y luchar contra la oscuridad.

Shiva tenía otros asuntos, pero estoy aquí para ayudar. El frío puede ser aterrador, pero también puede ser hermoso y protector. —dijo Jack Frost, guiñando un ojo a Kael.

La bruja, ahora completamente transformada, era una visión grotesca de desesperación y hielo. Su forma estaba hecha de cristales helados afilados, y su voz resonaba como el crujir de un glaciar en movimiento. Tenía el poder de congelar el alma de quienes se acercaran demasiado.

Jack Frost, con la ayuda de Kael y Beatriz, preparó el escenario para una batalla que requeriría tanto estrategia como fuerza. Debían purificar la semilla del caos y dar descanso a la joven que se había perdido en su desesperación, mientras Kael enfrentaba su mayor miedo: el verdadero poder de su propio corazón.

La bruja emergió completamente transformada, su cuerpo una masa informe y retorcida de pan ennegrecido, cubierto de moho. El aire a su alrededor se llenó de un olor acre y rancio, una representación tangible del cáncer que había consumido a la chica mágica antes de su transformación.

La textura de su cuerpo cambiaba constantemente, como si estuviera en un proceso perpetuo de fermentación y descomposición. Cada movimiento de la bruja hacía que pequeñas esporas de moho se esparcieran por el aire, un peligro latente que amenazaba con infectar todo a su alrededor.

Beatriz y Kael se mantuvieron firmes. Kael, sintiendo el peso emocional de la situación, se preparó para canalizar su poder helado.

Esta bruja es un reflejo de su sufrimiento, de su deseo de ser sanada. Pero su energía está fuera de control. —dijo Beatriz, mirando a Kael—. Podemos contrarrestar esto con tu hielo, Kael. El frío puede detener el avance de la descomposición y traer calma.

Jack Frost, al lado de Kael, asintió con una sonrisa alentadora.

Podemos congelar su dolor, calmar su furia, y darle paz. No dejes que te abrume el miedo, Kael. El poder que tienes es más que destructivo; puede ser un faro de esperanza.

Kael inhaló profundamente, dejando que el frío fluya a través de él. Visualizó el hielo no como una fuerza para destruir, sino como un medio para preservar, proteger y sanar. Con un gesto decidido, liberó una ola de energía helada que comenzó a envolver a la bruja.

La masa de pan negra crujió al contacto con el frío, deteniendo su avance putrefacto. Las esporas de moho se congelaron en el aire, creando un espectáculo de cristales suspendidos, brillando con la luz reflejada.

Beatriz, viendo la oportunidad, canalizó el poder de Kael a través de su conexión con Jack Frost. Los tres, unidos, crearon un remolino de nieve y hielo que purificó el espacio, avanzando hacia el núcleo de la bruja, la semilla del caos.

Este es nuestro momento, Kael. —dijo Beatriz con determinación—. Confía en tu poder, confía en nosotros. Vamos a purificarla y darle el descanso que merece.

El hielo, ahora una manifestación de compasión y protección, llegó al centro de la bruja, tocando su núcleo. La masa ennegrecida comenzó a desmoronarse, transformándose en una suave nevada que caía con calma, dejando atrás la semilla del caos purificada.

El laberinto se disolvió lentamente, dejando a todos los asistentes del congreso médico en sus lugares, como si nada hubiera pasado. Sin embargo, sus rostros reflejaban una sutil confusión. Los relojes marcaban que el tiempo había avanzado, pero ninguno podía recordar los minutos o incluso horas que parecían haberse perdido.

La madre de la chica mágica, aún con lágrimas en los ojos, miraba a su alrededor sin comprender.

—¿Qué... qué estoy haciendo aquí? —preguntó, frotándose las sienes, tratando de recordar.

Los murmullos comenzaron a llenar la sala. Los médicos y asistentes revisaban sus notas, tratando de encontrar una explicación racional para su confusión.

¿Ya pasó la conferencia del Dr. Kael? —se preguntaba uno de los doctores, mirando su reloj con desconcierto—. Juraría que apenas iba a empezar...

Beatriz observó a todos, comprendiendo que el laberinto había borrado las memorias de aquellos que no eran conscientes de la magia. Su mirada se posó en Kael, quien también parecía afectado, pero por razones distintas.

Doctor Kael, necesitamos hablar en privado. —dijo Beatriz con firmeza, asintiendo hacia una de las salas vacías cercanas, mientras recogía discretamente la semilla del caos, guardandola en el contenedor especial.

Kael asintió lentamente, aún procesando lo que había sucedido, y la siguió. Jack Frost, con su nuevo atuendo de jeans, suéter con capucha negra, y zapatillas Converse, se materializó silenciosamente detrás de ellos, asegurándose de que todo estuviera bajo control.

Una vez dentro de la sala, Beatriz cerró la puerta, dejando que un silencio cargado de tensión se instalara entre ellos. Jack se apoyó casualmente contra una pared, su expresión relajada, pero sus ojos reflejaban una sabiduría más profunda.

Doctor Kael, lo que hemos presenciado es solo la punta del iceberg. —comenzó Beatriz, cruzando los brazos—. Lo que enfrentamos es una amenaza de otra dimensión. Las brujas son chicas mágicas que han sido corrompidas, y los incubadores, esas criaturas que manipulan a las chicas para que hagan contratos, utilizan su energía vital como combustible.

Kael frunció el ceño, intentando asimilar lo que Beatriz decía.

¿Cómo es posible que algo así ocurra? ¿Manipular la realidad misma? —preguntó, su voz baja pero llena de incredulidad.

Los incubadores son maestros de la manipulación. —dijo Beatriz, su tono sombrío—. Alteran la percepción, borran recuerdos, y usan las vidas de estas chicas como leños en una hoguera, todo para “renovar la energía del universo”, o al menos eso dicen. Pero lo que realmente hacen es jugar con las emociones y la esperanza de seres jóvenes y vulnerables.

Kael apretó los puños, su frustración y enojo eran evidentes.

Entonces, ¿todo esto es una especie de ciclo de sufrimiento que ellos perpetúan? —murmuró—. ¿Y qué podemos hacer nosotros para detenerlo?

Beatriz dio un paso adelante, su determinación clara en su mirada.

—Podemos luchar. Podemos proteger a las chicas mágicas y evitar que caigan en la desesperación que las convierte en brujas. —dijo—. Pero necesitamos aliados, personas que entiendan lo que está en juego y estén dispuestas a enfrentarse a estos manipuladores.

Jack Frost intervino, su voz suave pero firme.

Kael, tu poder es más grande de lo que imaginas . —dijo—. Hoy lo has usado para salvar vidas, para traer calma y sanación. Con el tiempo, podrás controlar tu miedo y usarlo para cambiar el destino de muchas más.

Kael respiró hondo, dejando que las palabras de Jack y Beatriz calaran en él.

—Estoy dispuesto a ayudar. —dijo finalmente—. No puedo permitir que estas chicas sufran más. Cuéntame más sobre lo que podemos hacer para detener a estos incubadores y proteger a las chicas mágicas.

Beatriz sonrió levemente, viendo en Kael un aliado valioso.

Es un camino largo y peligroso, pero juntos, podemos hacer la diferencia. —respondió.

Después de la conversación privada, Beatriz y Kael regresaron al salón principal donde los demás se habían reunido, aún con expresiones de confusión. Beatriz abrió el chat grupal que compartía con los otros miembros de su equipo, escribiendo rápidamente para informarles de la situación.

Beatriz: "Equipo, hemos encontrado una nueva forma de rastrear las semillas del caos. He desarrollado un programa que puede seguir la firma de energía de estas semillas, pero necesitará de nuestra observación constante para identificar patrones. Si notamos una señal repetida en una misma área, es muy probable que sea una chica mágica. Pero si vemos una señal masiva que aparece de la nada, podría ser la manifestación de una bruja. Esto es crucial, porque las brujas son increíblemente peligrosas."

Beatriz: "Recuerden, no deben ir solos. Las brujas pueden sentir la energía 'Evol' de los adultos con poderes como los nuestros, y eso las atrae aún más, aumentando su nivel de peligro. No quiero que nadie más pase por lo que les ocurrió a nuestros cinco compañeros Cazadores… sospecho que fueron devorados. La sanidad mental es clave aquí, y si caemos en desesperación, ni siquiera el 'hechizo de corazón de león' podrá ayudarnos."

Beatriz: "Por favor, si ven algo sospechoso, llamen o envíen un mensaje de inmediato. Jack Frost estará con Kael para ayudarlo a manejar su poder de hielo y proporcionar otra perspectiva. Además, hemos logrado hacer que Jack tome una forma más práctica para estar siempre cerca."

Kael miró a Beatriz con una mezcla de sorpresa y gratitud cuando ella sacó un brazalete con un copo de nieve metálico y se lo entregó.

—Este es Jack Frost. —dijo Beatriz con una sonrisa—. En esta forma, podrá ayudarte cuando lo necesites, proporcionándote apoyo y consejo. También te servirá como un vínculo constante para aprender a canalizar mejor tu poder de hielo.

Kael tomó el brazalete, colocándoselo en la muñeca. Sentía una ligera vibración, casi como si Jack Frost estuviera presente en forma diminuta, listo para intervenir cuando fuera necesario.

Gracias, Beatriz. —dijo Kael, admirando el detalle del copo de nieve—. Prometo no tomar esto a la ligera. Trabajaremos juntos para proteger a todos de esta amenaza.

El chat continuó con mensajes de los demás, confirmando que habían recibido las instrucciones y estaban listos para actuar con cautela. Beatriz sabía que el camino sería peligroso, pero con cada miembro del equipo comprometido y preparado, tenían una oportunidad real de enfrentar y derrotar a estas fuerzas oscuras.

Chapter 46: La Inventora y el Dragón: El Espejo del Alma

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +300 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
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Ya hay capítulos traducidos disponibles:
👉 Versión en inglés https://archiveofourown.org/works/65379142
Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 300+ reads! 💖
I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.
🎯 Goal: 500 reads
Once we hit it, I’ll release an alternate version with more drama, romantic tension, and game-changing choices. Ready? 😉
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The translated chapters are already available:
👉 English version https://archiveofourown.org/works/65379142
Thanks for being here—see you in the next quantum leap. 💫

Chapter Text

La noche era clara, pero en el corazón de Beatriz, algo se removía como una tormenta silenciosa.

Aún recordaba los ojos de aquella chica mágica en el congreso. El miedo, la esperanza rota, la tragedia inevitable. Había purificado su semilla del caos con las manos unidas  de nuevo con Sora y Aki, y por primera vez sintió con nitidez lo frágil que era la línea entre existir... y desaparecer.

Esa noche, frente a su ventana, el reflejo de la ciudad se mezclaba con el reflejo de sus propias dudas.
"Si hoy hubiera muerto… ¿Lucien habría sabido quién soy en realidad? ¿Qué tanto de lo que me ama es una ilusión?"

Había llegado demasiado lejos para seguir ocultándose. Él la amaba. No de forma pasional solamente, sino con ese tipo de amor que desafía sistemas, que no necesita manuales ni guías. El tipo de amor que una vez fue reservado para la MC original… pero que ahora le pertenecía a ella. A Beatriz.

Y por eso, debía contarle la verdad.

Abrió su menú de recompensas con manos temblorosas. El sistema parpadeó con un resplandor dorado. Había acumulado los puntos suficientes.
Navegó hasta la sección de “objetos reclamables" .

Allí, entre ítems brillantes y tesoros fantásticos, uno la llamó con la misma claridad que una campanilla mágica:
"Espejo de la Bestia - Nivel de Verdad: Absoluto.
‘Solo aquel que ame de verdad podrá ver sin romperse lo que el alma oculta con ternura.’”

Beatriz seleccionó el ítem. El espejo apareció flotando sobre su palma: antiguo, adornado con rosas metálicas que brillaban como si contuvieran la memoria de un cuento.

—Ahora o nunca —susurró.

Horas después, llegó al penthouse de Lucien.

No llevaba su usual seguridad ni su tono juguetón. Esta vez, iba vestida con vulnerabilidad. La determinación se escondía tras sus pestañas, pero estaba ahí, latiendo fuerte.

Lucien, como buen Aries, lo notó de inmediato. La escaneó con la mirada sin decir nada. La tomó de la mano con naturalidad y la guió directamente a su oficina, cerrando la puerta con firmeza, alejando a Noctis, Umbra y al metiche de Raúl, que siempre parecía saber más de lo que decía.

 

Beatriz llega al penthouse de Lucien, sintiendo la presión del momento y el peso de lo que está a punto de revelar. Cuando entra, Lucien nota su nerviosismo de inmediato, sus ojos afilados captan cada pequeño gesto. Él la guía a su oficina, cerrando la puerta tras ellos para evitar interrupciones de los curiosos becarios (Noctis y Umbra) y del herrero (Raúl), siempre metidos en todo.

Lucien, siendo Aries , se enfrenta a la situación con una mezcla de curiosidad y preocupación. Se sienta frente a Beatriz en el sofá, sus cejas se fruncen ligeramente. —¿Qué es lo que te tiene tan inquieta? —pregunta, su tono directo pero suavizado por una preocupación genuina.

Beatriz toma una respiración profunda. —Lucien, yo… te amo. No hay otra forma de decirlo. Lo que siento por ti es real, y quiero que lo sepas antes de que... bueno, antes de que las cosas cambien más. Todo lo que ha pasado me ha hecho reflexionar, y creo que es el momento de ser completamente honesta contigo.

Lucien la mira fijamente, intentando descifrar sus palabras. —¿Cambiar? ¿Qué quieres decir con eso?

Beatriz saca el espejo de la Bestia , adornado con rosas metálicas. —Este espejo te mostrará algo importante. Quiero que veas quién soy realmente, no solo lo que aparento ser. Necesitas saber la verdad, toda la verdad.

Lucien, intrigado pero escéptico, se cruza de brazos, una postura muy de Aries. —Está bien, muéstrame. Pero espero que no sea algún truco.

Beatriz sostiene el espejo contra su pecho y formula su petición: —Por favor, muestra cómo se ve mi alma. —El espejo brilla intensamente, iluminando la habitación con una luz cálida y suave. Ella le entrega el espejo a Lucien, boca abajo.

Lucien, aún dudoso, lo voltea lentamente. Al principio, lo que ve es normal, como si mirara a través de una cámara. Pero a medida que la visión sube, se encuentra con el verdadero rostro de Beatriz, un rostro con rasgos que nunca había visto antes, pero que se siente extrañamente familiar.

Lucien tomó el espejo entre sus dedos, y al levantarlo, la imagen que emergió fue tan vívida que casi podía oír la respiración de lo que mostraba.

Y ahí estaba ella.

No disfrazada por filtros o apariencias del sistema.

No como la versión pulida de una heroína de videojuego o la protagonista idealizada de una ruta otome.

Sino ella , en su forma más real.

El rostro que emergía del reflejo tenía una belleza difícil de clasificar. A primera vista, sus rasgos podrían pasar por europeos: piel clara, estructura delicada. Pero había algo en su fisonomía que no encajaba del todo con ningún molde. Era como si la memoria intentara asignarle una nacionalidad y fallará cada vez. Algo en su aura decía: "no soy de aquí, pero tampoco de allá."

Su cabello negro caía con suavidad, con un flequillo peinado al lado derecho que enmarcaba sus ojos grandes de un marrón claro, casi ámbar , donde se reflejaban todas las emociones que el mundo alguna vez intentó apagar. Eran ojos de alguien que había vivido muchas vidas, incluso si no lo recordaba del todo.

Pero lo que más llamó su atención —lo que hacía imposible olvidarla— eran los lunares .

Cuatro, en una disposición tan única que parecían constelaciones personales sobre su piel:

  • Uno justo debajo de su ojo izquierdo, en el borde del lagrimal: como una lágrima que decidió quedarse a vivir ahí.

  • Otro, sutil, bajo el labio inferior del mismo lado, como si resguardara palabras que nunca fueron dichas.

  • Un tercero en la mejilla derecha, a media distancia entre la sonrisa y el silencio: un punto de equilibrio.

  • Y finalmente, uno sobre la ceja izquierda, como una estrella que vigila sus pensamientos.

Lucien sintió que algo dentro de él se detenía. Como si la imagen que tenía frente a él no solo fuera verdadera , sino también familiar . Y, sin embargo, no podía nombrarla. No todavía.

"¿Quién eres en realidad… Beatriz?"

 

Los ojos de Lucien se abren de par en par, su mente luchando por comprender. —¿Qué es esto? ¿Cómo es que...?" —Su voz tiembla ligeramente, algo inusual en él. La imagen en el espejo desencadena algo profundo en su interior. Como Aries, su reacción es inicialmente de incredulidad, seguido de una oleada de emociones intensas.

De repente, su visión se oscurece momentáneamente y en su mente, el sistema le informa: "Felicidades, gracias al amor Ágape al 70% desbloqueado el escenario especial: 'La Inventora y el Dragón'."

Lucien se agarra la cabeza, los recuerdos invadiendo su mente. Fragmentos de su pasado con “la inventora" comienzan a emerger, una mezcla de confusión y claridad. Él deja el espejo a un lado, sus ojos buscando los de Beatriz.

—Beatriz... Esto es…— No puede terminar la frase, aún tratando de procesar la avalancha de información y emociones. Pero en su mirada, hay un nuevo entendimiento, una conexión más profunda. A pesar de la conmoción, un destello de alivio y afecto aparece en sus ojos. —Gracias por confiar en mí.

Lucien deja el espejo a un lado, su mirada fija en Beatriz, aún procesando todo lo que ha visto y sentido. Su respiración es un poco más pesada, como si hubiera atravesado una tormenta emocional. Beatriz se acerca lentamente, notando la intensidad en sus ojos.

Ella se sienta a su lado, sus dedos rozando suavemente su mano antes de entrelazarla con la de él. Su toque es suave, pero firme, un ancla para ambos en ese mar de emociones. —Lucien, — susurra, su voz llena de ternura y curiosidad, —sé que viste más que solo mi rostro real. ¿Qué más viste? ¿Qué te mostró el espejo?

Lucien aprieta ligeramente su mano, buscando las palabras adecuadas. Su mirada baja hacia sus manos entrelazadas, como si buscara en ellas la fuerza para explicar lo que acaba de experimentar.

—Vi… vi fragmentos de recuerdos, de otra vida, otra época. Había una mujer... una inventora, y un dragón, un protector, —- dice lentamente, como si cada palabra fuera un descubrimiento. —-Eras tú, Beatriz. Pero también alguien más, alguien que parecía diferente, pero que se sentía igual.

Beatriz, todavía sorprendida por lo que el espejo le ha revelado a Lucien, siente la necesidad de entender más sobre esta conexión inesperada. Con una mezcla de curiosidad y sinceridad, mira a Lucien a los ojos y, tomando su mano con suavidad, le pregunta:

—Lucien, sé que esto es mucho, y... para serte honesta, no recuerdo nada de esta historia que mencionaste. Nunca supe de "La Inventora y el Dragón". —Beatriz hace una pausa, buscando sus palabras—. Pero, si tú quieres... podemos usar el espejo para ver juntos ese evento del pasado. Podríamos descubrirlo juntos, comprender más sobre lo que nos une. ¿Qué dices?

Lucien, aún procesando lo que ha visto, asiente lentamente, intrigado por la posibilidad de revivir ese fragmento del pasado con Beatriz. Su mirada, que suele ser impenetrable, se suaviza mientras responde:

—Sí, quiero verlo contigo. Quizás así podamos entender mejor todo esto.

Beatriz sonríe levemente, aliviada por su respuesta. Sosteniendo el espejo entre ambos, pronuncia con firmeza:

—Espejo, por favor, muéstranos la historia de "La Inventora y el Dragón" .

El espejo, sostenido entre las manos de ambos, comenzó a brillar con un resplandor cálido y envolvente. No era una luz agresiva, sino suave como la nostalgia, como si recordara por ellos lo que había estado sepultado por siglos.

El aire se volvió espeso, cargado de ecos que no pertenecían al presente. Una brisa tenue, imposible en un penthouse cerrado, rozó el rostro de Beatriz, trayendo consigo el olor a aceite viejo, hierro forjado y flores marchitas. Frente a ellos, como si un velo se descorriera, la historia dormida comenzó a revelarse .

 

~ Fragmento desbloqueado: “La Inventora y el Dragón” ~

La chica solitaria y el deseo por protección

La imagen en el espejo comienza a tomar forma, revelando una escena que se despliega ante los ojos de Beatriz y Lucien. Aparece una joven de aspecto solitario, se parece a “la otra Beatriz” vestida con un estilo claramente steampunk: un corsé ajustado, gafas de aviador desgastadas, botas altas y un cinturón lleno de herramientas y piezas mecánicas. Su rostro refleja determinación, pero también una tristeza profunda.

La joven camina por un camino polvoriento hacia un castillo deteriorado que ha adoptado como su hogar. Es evidente que ha vivido en el abandono, recolectando materiales de la basura para sus inventos. A medida que avanza, algunas personas del pueblo cercano la miran con desdén. "¡Ahí va la nueva bruja!", gritan, lanzándole piedras e insultos. A pesar de no poseer magia, su habilidad para crear artefactos complejos ha sembrado temor y desconfianza en los aldeanos.

Ella acelera el paso, ignorando los insultos, hasta que llega a la seguridad de su castillo. Una vez dentro, cierra la puerta detrás de sí y se apoya contra ella, respirando profundamente para calmarse. Su refugio es un lugar caótico pero acogedor, lleno de engranajes, tubos y artefactos a medio construir.

En medio de su soledad, la joven, conocida como “La Inventora” , se siente abrumada por el mundo exterior. Desea fervientemente tener alguien que la proteja, alguien que no solo la defienda físicamente, sino que también la entienda y la valore por lo que es. En ese momento de vulnerabilidad, aparece ante ella un incubador, una criatura pequeña y peculiar con un aura inquietante.

—Puedo concederte un deseo —dice el incubador con voz serena, pero este es especial tiene patitas  de color café—. A cambio, tendrás que cumplir con ciertas condiciones, pero obtendrás lo que más anhelas.

La Inventora, con lágrimas en los ojos y el corazón apesadumbrado, responde sin dudar:

Deseo tener a alguien que me proteja para siempre, alguien tan fuerte que no tenga miedo nunca.

El incubador asiente, y con un destello de luz, el deseo de la Inventora se hace realidad. Ante ella, aparece un majestuoso dragón blanco con ojos rojos, una presencia imponente que emana poder y coraje.

Lucien, en su forma de dragón, se convierte en el protector de la Inventora. Al principio, su relación se basa en la necesidad de protección, pero pronto evolucionan. La Inventora encuentra en Lucien un confidente, alguien que no solo la defiende, sino que también aprecia su ingenio y creatividad. Lucien, por su parte, se siente fascinado por la mente brillante de la Inventora y su capacidad para transformar la chatarra en maravillas tecnológicas.

Ambos desarrollan un vínculo profundo, más allá de las palabras. Lucien comienza a entender el dolor de la Inventora, su soledad y su lucha por ser aceptada en un mundo que teme lo desconocido. Y, aunque él es un ser poderoso y valiente, aprende a valorar la fuerza interna de la Inventora, que se manifiesta en su perseverancia y creatividad.

Con el paso del tiempo, la presencia de Lucien en la vida de la Inventora se vuelve cada vez más esencial. Su forma de dragón es imponente, pero también crea una barrera física que limita la cercanía emocional entre ambos. Lucien, al observar la soledad persistente de la Inventora y su deseo de una conexión más humana, toma una decisión crucial.

Una noche, mientras la Inventora trabaja incansablemente en un nuevo proyecto, Lucien se acerca a ella con una expresión reflexiva.

—He observado cuánto te esfuerzas, cuánto luchas —dice Lucien, su voz profunda resonando en la sala—. Quiero ser más que tu protector. Quiero estar a tu lado de una forma que puedas entender mejor.

Antes de que la Inventora pueda responder, Lucien cierra los ojos, y su cuerpo comienza a brillar intensamente, convirtiendo su cuerpo en partículas blancas y rojas. Su imponente figura draconiana empieza a cambiar. Las escamas blancas se retraen, y su forma se torna más delgada y humana. Finalmente, frente a la Inventora, aparece un hombre joven de apariencia etérea, con ojos rojos brillantes y cabello casi tan blanco como la luna que aún conservan el eco de su forma anterior.

La Inventora, atónita, lo mira en silencio por unos instantes. Su corazón late rápidamente, no solo por la sorpresa, sino también por la inesperada calidez que siente al verlo en esta nueva forma.

—¿Por qué has hecho esto? —pregunta finalmente, su voz temblando ligeramente.

Lucien sonríe suavemente.

—Quiero que puedas verme no solo como tu protector, sino como alguien que puede caminar a tu lado, compartir tus alegrías y tus penas de una manera que antes no podía. No soy solo fuerza y protección; quiero ser tu amigo, tu igual.

La Inventora siente que algo se derrite en su interior, una barrera que había construido alrededor de su corazón. La cercanía de Lucien, ahora en una forma que le permite mirar a los ojos, tocar su mano sin temor, la llena de una sensación de calidez y comprensión.

La curiosidad de la Inventora

La transformación de Lucien ha dejado a la Inventora sin palabras, pero solo por un momento. Su mente, siempre activa, rápidamente se llena de preguntas. ¿Cómo ha logrado Lucien cambiar de forma? ¿Qué principios mágicos o tecnológicos están detrás de esa metamorfosis? El deseo de entender lo desconocido comienza a burbujear dentro de ella.

Sin pensarlo dos veces, la Inventora se acerca a Lucien, su mirada escudriñadora recorriéndolo de pies a cabeza. Su expresión cambia de asombro a pura curiosidad científica.

—Esto es increíble... —murmura mientras rodea a Lucien, observando cada detalle—. ¿Cómo funcionó esa transformación? ¿Puedo tocar? ¿Puedo investigar? —Antes de que Lucien pueda responder, ella ya está levantando suavemente su brazo, examinando la textura de su piel.

Lucien, sorprendido, levanta una ceja, pero pronto su seriedad se rompe en una risa suave y contenida.

—¿Estás tratando de analizarme como uno de tus inventos? —pregunta, divertido.

La Inventora, sin detenerse, responde con sinceridad.

—¡Por supuesto! Esto es fascinante. Nunca he visto algo así. Necesito entenderlo, descubrir cómo es posible... —De repente, se da cuenta de lo que está haciendo, se sonroja profundamente y da un paso atrás, mordiéndose el labio—. Lo siento... es que... bueno, es impresionante.

Lucien, aún riendo suavemente, toma la mano de la Inventora entre las suyas.

—No te disculpes. Me gusta tu curiosidad. Es una de las cosas que más admiro de ti. —Sus ojos rojos se suavizan—. Pero, ¿qué tal si me permites mostrarte algo más? Quizás podamos entender juntos cómo funciona todo esto.

El tono amable de Lucien y su invitación sincera hacen que la Inventora se relaje. Ella sonríe, todavía un poco avergonzada, pero emocionada por la posibilidad de explorar este nuevo aspecto de su relación, tanto física como emocionalmente.

En uno de esos momentos tranquilos en el castillo, cuando Lucien y la Inventora están disfrutando de su recién descubierta cercanía, un sonido suave interrumpe su conversación. Al girar la cabeza, ven a una pequeña criatura blanca con orejas largas y patitas café, mirándolos con ojos rojos grandes y brillantes. Es Ku-bey, el observador silencioso que siempre aparece cuando menos lo esperan.

La Inventora se inclina ligeramente, observando a Ku-bey con una mezcla de curiosidad y desconfianza. A diferencia de otros incubadores, Ku-bey parece... diferente. Sus patitas beige le dan un aire peculiar, casi como si no encajara del todo con los demás de su especie.

—¿Qué es lo que necesitas, Ku-bey? —pregunta Lucien con voz firme pero amable.

Ku-bey ladea la cabeza y, con su voz suave y neutral, responde.

—Hay una bruja cerca. Sería prudente que la extermináramos antes de que cause más daño. —Sus ojos brillan mientras añade—. También es hora de darle mantenimiento a tu Soul Gem, Inventora.

La Inventora se pone de pie, su mirada se endurece al escuchar las palabras de Ku-bey. No es la primera vez que recibe este tipo de advertencias, pero siempre la ponen en alerta. Sin embargo, hoy, algo dentro de ella se siente diferente. Una nueva determinación se enciende en su interior.

Con un gesto decidido, se dirige hacia su taller, donde se trasforma fuera de cualquier mirada en su traje de combate. Inspirado en un diseño steampunk oscuro, el traje combina elementos prácticos con una estética imponente. El corsé de cuero oscuro, las botas altas, los guantes y las gafas de protección la hacen lucir como una guerrera de otro tiempo.

Despliega su sombrilla especial, un arma multifuncional. Cuando está cerrada, actúa como una escopeta poderosa, pero al desplegarse, la sombrilla se convierte en un escudo resistente, capaz de protegerla de los ataques más feroces.

Lucien la sigue, listo para acompañarla en esta nueva misión. Su mirada refleja orgullo y preocupación, pero sabe que la Inventora es más que capaz de enfrentar cualquier desafío que se le presente.

Mientras se preparan para salir, Ku-bey los observa con su expresión inescrutable. Aunque defectuoso, su propósito es claro: guiar y mantener el equilibrio en este mundo de magia y tecnología.

Chapter 47: La Batalla contra la Bruja de las Sábanas

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +300 lecturas! 💖
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Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
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Chapter Text

La Inventora y Lucien avanzan hacia el lugar señalado por Ku-bey, una fábrica abandonada donde el aire se siente pesado y frío, como si la misma atmósfera estuviera impregnada de desesperación. A medida que se adentran en el edificio, las luces parpadean, y el sonido de un suave susurro envuelve el entorno, como si cientos de voces se mezclaran en un cántico sin sentido.

De repente, la bruja aparece. Su forma es un amasijo de sábanas sucias y tendederos, que se alzan y retuercen como si tuvieran vida propia. Las sábanas se agitan violentamente, formando extremidades que se extienden hacia la Inventora y Lucien.

—¡Cuidado! —advierte Lucien, mientras su cuerpo se tensa, listo para actuar.

La Inventora despliega su sombrilla-escopeta y dispara una ráfaga de balas hacia la bruja, haciendo retroceder sus extremidades de tela. Las balas impactan con fuerza, pero la bruja parece reformarse rápidamente, como si el daño fuera superficial.

—Necesitamos un enfoque diferente —murmura la Inventora, abriendo su sombrilla y adoptando una postura defensiva.

La bruja lanza una de sus extremidades hacia ellos, intentando atraparlos en un torbellino de tela. Lucien, con agilidad sobrehumana, salta y corta la extremidad con un movimiento rápido de su garra, liberando a la Inventora del ataque.

—Mantente cerca —dice Lucien, su voz firme pero con un tono protector.

La Inventora asiente y activa el modo escudo de su sombrilla, bloqueando otro ataque de la bruja. Con un giro rápido, utiliza la sombrilla para desviar una extremidad hacia un rincón de la habitación, atrapándola momentáneamente.

Lucien aprovecha la oportunidad y lanza una poderosa llamarada  de partículas blancas y rojas desde sus manos, incinerando las sábanas que forman el cuerpo de la bruja. La criatura se retuerce y grita, pero no desaparece del todo.

—Esto es más complicado de lo que parece —dice la Inventora, frustrada.

Entonces, tiene una idea. La Inventora abre nuevamente la sombrilla y dispara hacia el techo, haciendo que una serie de viejas lámparas caigan, envolviendo a la bruja en una lluvia de chispas y vidrio roto. La criatura grita y comienza a desvanecerse lentamente, dejando tras de sí una semilla del caos que cae al suelo con un sonido metálico.

Ku-bey se acerca, observando la semilla del caos con su mirada inescrutable. La Inventora, sin embargo, no se siente completamente satisfecha. Su mente está llena de preguntas, y una vez que Ku-bey se aleja, decide compartir sus inquietudes con Lucien.

—Lucien, hay algo que no entiendo —comienza, su voz baja y llena de curiosidad—. ¿De dónde exactamente vienen las brujas? ¿Por qué aparecen estas semillas del caos, y por qué solo se pueden usar tres veces antes de que Ku-bey las consuma?

Lucien la observa, notando la seriedad en sus ojos.

—¿Y de dónde provienen mis poderes? —continúa ella—. Todo esto parece tan… calculado. Como si fuéramos piezas en un juego que no comprendo del todo.

Lucien asiente lentamente, comprendiendo sus preocupaciones.

—Son preguntas importantes —responde, con un tono pensativo—. Pero puede que las respuestas no sean fáciles de encontrar. Lo que sí sé es que debes seguir buscando la verdad, Inventora. Porque en ella encontrarás la clave para entender tu verdadero propósito aquí.

Unos días después de vencer a otra bruja. La semilla del caos yace en el suelo, pulsando débilmente. La Inventora la observa con una mezcla de curiosidad y disgusto, mientras Ku-bey se acerca para recogerla. El pequeño ser la toma con sus patas delanteras y la examina por un momento antes de guardarla en su boca, desapareciéndola de la vista.

—Ku-bey, necesito respuestas —dice la Inventora, su voz firme y directa—. ¿De dónde vienen las brujas? ¿Por qué solo podemos usar estas semillas del caos tres veces? Y más importante, ¿de dónde vienen mis poderes?

Ku-bey levanta la mirada, sus ojos brillando con una luz fría y calculadora.

—Las brujas son el resultado de las emociones negativas de las chicas mágicas. Las semillas del caos se usan para purificar sus Soul Gems, y cuando se agotan, simplemente dejan de ser útiles para ti —responde con una frialdad mecánica, como si estuviera recitando un manual.

La Inventora frunce el ceño, sintiendo que hay más detrás de esas respuestas simplistas.

—¿Por qué yo? —pregunta, acercándose un paso—. Tenía 19 años cuando hicimos el pacto. Según lo que sé, eso no debería haber funcionado. ¿Por qué funcionó conmigo?

Ku-bey se queda en silencio por un momento, algo inusual en un incubador.

—Eres... una anomalía —admite finalmente, con una ligera vacilación en su tono—. El proceso no debería haberte aceptado, pero lo hizo. No sé por qué, y eso es... inquietante.

La Inventora se sorprende por la honestidad, aunque vaga, en la respuesta de Ku-bey. Por primera vez, ve una grieta en la fachada perfecta del pequeño ser.

—¿Y por qué no quieres responder mis preguntas directamente? —insiste, su curiosidad aún insatisfecha.

Ku-bey desvía la mirada, sus orejas largas bajando ligeramente.

—Porque no quiero. —Su respuesta es simple, pero el tono es diferente, casi como si hubiera una pizca de emoción, una reticencia que no encaja con la naturaleza típica de los incubadores.

La Inventora da un paso atrás, procesando lo que acaba de escuchar. La idea de que Ku-bey, un ser supuestamente carente de emociones y totalmente lógico, esté mostrando algo parecido a una preferencia o miedo, la desconcierta.

—Seguiré buscando respuestas —declara, mirando a Lucien, quien ha estado observando en silencio, listo para apoyarla.

Ku-bey simplemente asiente y desaparece en la oscuridad, dejando a la Inventora y Lucien con más preguntas que respuestas.

 

La Investigación en la Biblioteca

De vuelta en el castillo, la Inventora se dirige directamente a la biblioteca, una amplia sala llena de estanterías repletas de libros polvorientos y documentos antiguos. Sus dedos recorren los lomos de los volúmenes, buscando algo, cualquier cosa que pueda darle una pista sobre el origen de las brujas y sus propios poderes.

Finalmente, se detiene en un libro que parece inusualmente bien conservado en comparación con los demás. Lo saca y lo abre sobre una mesa cercana, sus ojos escaneando las páginas rápidamente.

—"Star Gate" —murmura, leyendo en voz alta—. Parece... diferente a todo lo que he leído hasta ahora. Tal vez aquí haya algo.

Marca la página y cierra el libro, dejándolo a un lado para leerlo más tarde. Saca su libreta y anota sus teorías.

—La energía debe venir de algún lado y transformarse en otra cosa. Si las brujas nacen de las emociones negativas, ¿dónde están las chicas mágicas en la historia? —escribe con determinación—. Los progresos de la humanidad... ¿podría estar relacionado? No, esto no tiene sentido. Necesito más datos.

Cierra la libreta con un suspiro, sintiendo que las respuestas están cerca pero aún fuera de su alcance.

Decide que es hora de despejarse. Se dirige a la cocina, donde comienza a preparar masa para pan. Mientras amasa, golpea la masa con fuerza, mascullando entre dientes.

—¡Anomalía! —gruñe, dando un golpe fuerte a la masa—. ¡Todo esto es un enigma tras otro! ¡Ku-bey y sus secretos...! ¡Las brujas, las semillas del caos...!

Cada palabra es acompañada por un golpe más fuerte en la masa, que empieza a inflarse bajo su impetuoso tratamiento. A medida que su frustración crece, los golpes se vuelven más rápidos y fuertes.

Lucien, que ha estado observando desde la entrada de la cocina, levanta una ceja, ligeramente divertido pero también un poco preocupado.

—¿Debería preocuparme por la seguridad de la masa o por la tuya? —pregunta con un tono ligero, acercándose despacio.

La Inventora se detiene, mirando la masa abollada bajo sus manos y luego a Lucien, dejando escapar una risa suave.

—La masa está bien, solo necesitaba... ventilar un poco.

Lucien sonríe, tomando asiento cerca.

—¿Encontraste algo interesante?

Ella asiente, sacando su libreta y mostrándosela a Lucien.

—Estoy empezando a ver un patrón, pero todavía hay demasiadas piezas sueltas. Y este "Star Gate"... —hace una pausa—. Algo me dice que es importante.

Lucien la observa con atención, admirando su persistencia y pasión, pero también notando el cansancio en sus ojos.

—Te estás presionando mucho. Tal vez deberías tomar un descanso después de esto, —sugiere suavemente—. Y déjame ayudarte con el pan. Prometo no comérmelo todo antes de que se enfríe.

La Inventora sonríe, agradecida por su apoyo.

—Está bien, pero si amasas tan fuerte como yo, no quedará masa para hornear.

Ambos ríen, y la tensión en la atmósfera se disuelve momentáneamente.

 

La Interrupción de la Calma

La Inventora, en una de sus madrugadas de trabajo, organiza cuidadosamente los productos que ha creado: conservas, panes frescos y algunos pequeños inventos, listos para ser enviados a sus discretos clientes en el pueblo cercano. Este comercio le ha permitido mantener el castillo en buenas condiciones y, más importante aún, comprar legalmente el terreno.

Mientras termina de cerrar una caja de conservas, una fuerte llamada a la puerta la interrumpe. Lucien, siempre alerta, ya se ha movido hacia la entrada para asegurarse de que todo esté bajo control.

—¿Quién será a esta hora? —murmura la Inventora mientras se limpia las manos en su delantal y se acerca.

Cuando abre la puerta, se encuentra con un grupo de hombres encabezados por un conde, alto y engreído, que la observa con una mezcla de desprecio y superioridad.

—Soy el Conde de Montclair —declara con voz altiva, mirando alrededor del terreno—. Este lugar es ideal para mis planes. Vengo a reclamarlo.

La Inventora cruza los brazos, mirándolo con una expresión entre divertida y desafiante.

—El terreno es mío, lo compré legalmente, —responde con calma—. Nadie lo reclamó en 200 años, y hace 100 se puso a disposición de quien pudiera limpiarlo y pagar los impuestos. Ya he hecho todo eso.

Saca de su bolsillo un pequeño trozo de tierra, plantado con una cebolla que ha comenzado a brotar.

—Mire, incluso ya es cultivable.

El conde frunce el ceño, claramente irritado por su tranquilidad y la evidencia.

—Ninguna mujer puede poseer tierras, —dice con desdén—. Esto es ridículo.

La Inventora da un paso adelante, enfrentándolo directamente.

—Fue mi padre quien me pasó el título antes de morir, así que vete a espantar moscas a otro lado. Esta tierra me pertenece, legal y legítimamente.

Uno de los hombres del conde, sintiéndose humillado por su tono, intenta sacar su espada para intimidarla. Pero antes de que pueda hacer nada, Lucien interviene. Con un movimiento rápido y fluido, envuelto en una capa con capucha, atrapa la espada y la reduce a pedazos como si fuera de papel, sus ojos brillando con una intensidad que hace retroceder a todos los presentes.

El conde, claramente asustado, retrocede un paso.

—¡Nos veremos en la corte! —grita, intentando mantener su dignidad.

La Inventora sonríe con frialdad.

—Buena suerte con eso, se tardarán al menos dos años en hacer algún reclamo.

El grupo se marcha, cabizbajo y murmurando entre ellos, dejando atrás a la Inventora y Lucien, quienes se miran y comparten una sonrisa triunfante.

 

El Plan Maestro de la Inventora

El río que abastece al pueblo ha comenzado a teñirse de colores oscuros y extraños, y no tarda en correr el rumor de que la culpable es la Inventora. El conde Montclair, siempre listo para aprovechar cualquier oportunidad de desacreditarla, se presenta en la plaza del pueblo con una turba de aldeanos molestos.

—¡Es culpa de esa bruja y su castillo! —grita Montclair, señalando con un dedo acusador hacia la colina donde se encuentra la fortaleza de la Inventora—. Sus experimentos están contaminando nuestra agua.

La Inventora, que había anticipado algo así, desciende tranquilamente al pueblo con Lucien a su lado. Lleva consigo muestras de agua de su pozo privado y un plan ya en marcha.

—Eso es imposible, —responde con calma, sosteniendo un frasco de agua cristalina—. Mi pozo está intacto, y esta agua es completamente pura. Si desean, puedo compartirla con ustedes hasta que se resuelva el problema.

Los aldeanos, al ver la transparencia del agua, comienzan a dudar de las palabras de Montclair.

—Además, —añade, con una sonrisa astuta—, esta agua sigue siendo adecuada para riego, lo que nos da tiempo para resolver la situación. He encontrado antiguos acueductos que, con un poco de trabajo, podrían traernos agua limpia de otra fuente.

Convencidos por su disposición a ayudar, los aldeanos aceptan su propuesta. Con la ayuda de Lucien, comienzan a restaurar los acueductos, trabajando día y noche para asegurar un nuevo suministro de agua.

Mientras tanto, la Inventora y Lucien implementan su plan para sabotear el taller de tintes de Montclair. Lucien, siguiendo sus instrucciones, destroza estratégicamente piedras de granito río arriba. Como era de esperar, la alteración del pH del agua comienza a afectar la calidad de los tintes de Montclair, arruinando sus productos.

Cuando Montclair regresa al pueblo, intenta culparla nuevamente, la Inventora lo enfrenta con una expresión de inocencia calculada.

—Oh, conde, ¿cómo podría haber sido yo? He estado aquí, supervisando la restauración del acueducto para el pueblo. Además, tengo registros detallados de cada día que he pasado aquí, —dice, sosteniendo su cuaderno lleno de anotaciones.

Montclair, furioso pero atrapado, no tiene más remedio que aceptar su derrota momentánea.

—Por cierto, conde, —dice la Inventora, sacando un contrato cuidadosamente elaborado—, he pensado en un acuerdo para proveer agua a su taller. Con mi nueva fuente de agua, podríamos asegurar un suministro constante... aunque, claro, habría algunas condiciones.

Montclair, desesperado por mantener su negocio en funcionamiento, toma el contrato sin leer las letras pequeñas, donde la Inventora ha incluido una cláusula que le garantiza un ingreso perpetuo por el agua suministrada, atándolo financieramente a ella para siempre.

—Bueno, conde, ¿le gustaría firmar este acuerdo? —pregunta con una sonrisa.

Montclair, con pocas opciones, firma el contrato, asegurando así que su taller pueda volver a operar. Pero lo que no sabe es que la Inventora, al estilo de Loid Forger, lo ha atado a un acuerdo que le costará mucho más de lo que él imaginaba.

 

La Estrategia de la Inventora

Con la rehabilitación del acueducto en marcha y el agua limpia fluyendo de nuevo hacia el pueblo, la Inventora se encontraba en una posición de poder. Sabía que el Conde Montclair no se quedaría quieto, así que decidió adelantarse.

En una reunión pública, donde los aldeanos y el Conde estaban presentes, la Inventora presentó un contrato detallado, aparentemente en favor del Conde. Este contrato establecía que, en lugar de procesar el agua contaminada, el taller de tintes de Montclair recibiría un suministro directo del acueducto restaurado.

La Inventora sonrió mientras el Conde ojeaba el contrato. Lucien, de pie detrás de ella, mantenía su semblante serio, listo para cualquier confrontación.

—Señor Montclair, este contrato garantiza que su taller recibirá agua limpia sin interrupciones —dijo la Inventora, con una voz calmada y profesional—. Por supuesto, hay una pequeña tarifa mensual por el uso del acueducto, pero estoy segura de que estará de acuerdo en que es un precio justo por la calidad del agua.

Montclair, desesperado por recuperar su negocio, firmó el contrato sin leer las letras pequeñas.

Las letras pequeñas especificaban que:

  1. La tarifa mensual aumentaría automáticamente cada seis meses.
  2. Cualquier incumplimiento resultaría en una multa severa.
  3. La tarifa inicial era baja, pero subiría exponencialmente.

Cuando Montclair descubriera estas condiciones, sería demasiado tarde. La Inventora tendría el control total sobre el suministro de agua de su taller, garantizando un flujo constante de ingresos.

El Plan para el "Star Gate"

Con los fondos asegurados, la Inventora se dedicó a planificar la construcción del "Star Gate" . Este proyecto, basado en los textos antiguos que había descubierto en la biblioteca del castillo, prometía ser la clave para entender los misterios de su poder y el origen de las brujas.

Lucien, intrigado por la determinación de la Inventora, la apoyó en cada paso, asegurándose de que ningún obstáculo se interpusiera en su camino.

—Con este nuevo recurso, estaremos más cerca de encontrar respuestas, Lucien —dijo la Inventora mientras repasaba los planos del "Star Gate"—. Y el Conde Montclair... bueno, digamos que su taller será el primero en pagar por este avance.

La Inventora pasaba sus días inmersa en los planos del "Star Gate" , utilizando sus conocimientos de ingeniería para construir una estructura que podría cambiar su comprensión del mundo y su lugar en él. Pero también sabía que debía mantener su Soul Gem purificada, lo que la obligaba a cazar brujas de vez en cuando.

Cada vez que el Ku-bey defectuoso detectaba la presencia de una bruja, su inquietud se hacía más evidente. Aunque cumplía con su deber, algo en su comportamiento sugería que sabía más de lo que estaba dispuesto a revelar. La Inventora lo notaba, pero decidió no presionarlo aún, observándolo con atención mientras se preparaba para las cacerías.

Lucien siempre la acompañaba en estas misiones, protegiéndola y ayudando a combatir las brujas. Las batallas eran intensas, pero la Inventora estaba decidida a mantener su Soul Gem en perfecto estado.

Entre las cacerías y la construcción del "Star Gate" , las conversaciones con Lucien se volvieron más profundas. Cada vez pasaban más tiempo juntos, compartiendo ideas, preocupaciones y hasta pequeños momentos de calma. Sus miradas intercambiadas comenzaban a hablar más que las palabras.

Una noche, después de una cacería especialmente difícil, la Inventora y Lucien se sentaron en las almenas del castillo, mirando las estrellas. La tranquilidad del momento se interrumpió solo por sus respiraciones pausadas.

—A veces me pregunto si todo esto vale la pena —dijo la Inventora, su voz suave pero cargada de significado—. Las brujas, las cacerías, este proyecto del "Star Gate" ... Siento que estoy corriendo contra algo que aún no puedo ver.

Lucien, con una mirada seria pero cálida, respondió:

—Lo que estás haciendo es importante. No solo para ti, sino para todos los que te rodean. Y aunque el camino es difícil, estoy aquí contigo. Siempre.

El silencio que siguió estuvo lleno de comprensión. Ambos sabían que sus vidas estaban entrelazadas, y que juntos enfrentaban un destino incierto.

Mientras tanto, el Ku-bey observaba desde las sombras, más inquieto que nunca. Su defectuosa naturaleza le impedía actuar como los otros de su especie, y lo que sabía sobre la Inventora y el "Star Gate" lo tenía al borde. Sabía que debía haber una revelación pronto, pero no estaba listo para enfrentarla.

Chapter 48: Un Respiro en el Camino

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
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Notes:

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Chapter Text

Tras semanas de trabajo intenso y avances significativos en la construcción del "Star Gate" , la Inventora se encontraba exhausta. Lucien, siempre atento a sus necesidades, sugirió que se tomaran unos días de descanso antes de sumergirse en las pruebas más complicadas.

—Has hecho un trabajo increíble, pero necesitas un respiro —le dijo una tarde mientras repasaban los planos en su taller—. Tengo un lugar en mente, un sitio donde podrías relajarte completamente.

La Inventora, algo sorprendida por la sugerencia, alzó una ceja.

—¿Un lugar? ¿Qué tienes en mente?

Lucien sonrió, un destello de complicidad en sus ojos.

—Confía en mí. Empaca algunas cosas ligeras. Mañana nos iremos temprano.

 

A la mañana siguiente, Lucien llevó a la Inventora fuera del castillo.

—Cierra los ojos —le pidió suavemente, y ella, curiosa, obedeció.

Sin previo aviso, Lucien la tomó en sus brazos y desplegó sus alas. Volaron alto, el viento suave acariciando sus rostros. La Inventora sintió la emoción de volar, su corazón acelerándose, pero confió en él completamente.

Después de unos minutos, Lucien descendió suavemente y le pidió que abriera los ojos. Delante de ellos se extendía un campo vasto y vibrante, lleno de flores de todos los colores, que se mecía con la brisa en las laderas de las montañas. Era un lugar sacado de un sueño.

—Esto es... —la Inventora se quedó sin palabras, maravillada por la belleza del paisaje—. Es increíble.

Las flores danzaban al compás del viento como si celebraran su llegada. Cada color parecía reflejar una parte del alma de la Inventora: el rojo de su pasión, el azul de su soledad, el amarillo de su curiosidad infinita.Lucien sonrió, complacido con su reacción, ya que lo planeó esto con amor.

—Pensé que te gustaría. Encontré este lugar mientras... bueno, mientras hacía unos encargos. Quería compartirlo contigo.

Pasaron el día explorando el campo, recogiendo flores y disfrutando de la tranquilidad que los rodeaba. Las tensiones de sus responsabilidades se desvanecieron por un tiempo, reemplazadas por risas y juegos.

En un momento, Lucien, con una expresión traviesa, empezó a perseguir a la Inventora entre las flores, ambos riendo como si fueran niños. Cuando la alcanzó, la envolvió en sus brazos, girando en un movimiento que los hizo caer al suelo, riendo y jadeando.

La risa se desvaneció gradualmente, dejando paso a un momento de silencio cargado de significado. Lucien la miró con una intensidad que hizo que el corazón de la Inventora latiera más rápido. Lentamente, se inclinó hacia ella, y sus labios se encontraron en un beso suave pero lleno de emoción.

Fue un beso que habló de promesas no dichas, de sentimientos que habían crecido con el tiempo, y de un futuro que ahora compartían más claramente.

Cuando se separaron, ambos se miraron, sabiendo que este momento había sellado lo que sentían el uno por el otro.

—Esto es más de lo que podría haber esperado —susurró la Inventora, sus ojos brillando de felicidad.

Lucien acarició su mejilla, sonriendo.

—Y es solo el comienzo.

Mientras Lucien e Inventora disfrutaban del día en el campo de flores, Ku-bey , el pequeño incubador defectuoso con patitas color beige, los observaba desde la distancia. Sus movimientos eran nerviosos, sus ojos brillaban con una inquietud que no podía ocultar. Se desplazaba de un lado a otro, como si una fuerza invisible lo empujara a actuar, pero algo lo contenía.

Ku-bey sabía más de lo que quería admitir. Su conexión natural con la colmena de los incubadores estaba rota, pero todavía podía percibir los ecos distantes de sus pensamientos colectivos. El romance que estaba creciendo entre la Inventora y Lucien lo ponía en alerta. —Nada bueno viene de enamorarse de una bruja— , se repetía a sí mismo, recordando las historias antiguas que los incubadores compartían en sus susurros.

Los sentimientos entre el dragón y la Inventora eran más peligrosos de lo que ambos podían imaginar. Si los demás incubadores se enteraban, las consecuencias podrían ser desastrosas. Ku-bey no podía permitir que eso sucediera, pero tampoco tenía la fuerza para detener lo inevitable.

Desde su escondite, Ku-bey observaba cómo Lucien e Inventora compartían risas, juegos, y finalmente, un beso que selló su conexión. Sus patitas beige se movían incesantemente, nervioso por lo que ese momento significaba. El amor entre ellos era una chispa que podía encender una cadena de eventos fuera de su control.

Ku-bey sabía que debía mantenerse alerta. Si otros incubadores descubrían esta relación, podrían intentar intervenir de maneras que ni siquiera él podía predecir. Pero, al mismo tiempo, algo dentro de él sentía una extraña admiración por la Inventora y su espíritu indomable, y una parte de él quería protegerla, incluso si eso significaba desafiar a su propia naturaleza defectuosa.

El sol ya estaba cayendo cuando Lucien, cargando un par de herramientas y materiales, se adentró en el bosque cercano al castillo para recolectar algunos recursos que la Inventora necesitaba. El aire estaba fresco, y el silencio del entorno solo era roto por el crujir de las hojas bajo sus pies.

De repente, Ku-bey apareció entre las sombras, moviéndose rápidamente hasta colocarse frente a Lucien. Sus patitas beige no dejaban de moverse inquietas, y sus ojos brillaban con una mezcla de urgencia y nerviosismo.

Lucien —la voz de Ku-bey sonaba más seria de lo habitual—, necesitamos hablar... en privado.

Lucien frunció el ceño, sorprendido por el tono de Ku-bey. Colocó los materiales en el suelo y cruzó los brazos, esperando a que el pequeño incubador continuara.

—¿Recuerdas algo... antes de estar con la Inventora? —preguntó Ku-bey, su voz ahora más baja, casi como un susurro.

Lucien parpadeó, confundido por la pregunta. Por un segundo, todo el bosque se volvió silencioso. Incluso el canto de los grillos se detuvo, como si el mundo mismo contuviera el aliento. Lucien no respiró. No podía. Se llevó una mano a la cabeza, intentando hurgar en sus recuerdos, pero solo hallaba fragmentos dispersos, borrosos.

—No mucho... solo sensaciones vagas, dolor... y una luz que se desvanecía —respondió finalmente, su tono cargado de incertidumbre.

Ku-bey lo observó atentamente, sus ojos reflejando una preocupación profunda.

—Porque, técnicamente, deberías estar muerto —dijo Ku-bey con franqueza—. Según lo que sabemos, sacrificaste tu vida para cumplir el deseo de “la primera bruja”. Pero... no sabemos de qué le diste exactamente. Algo te mantiene atado a ese momento... y ahora, a la Inventora.

Lucien quedó en silencio, procesando las palabras de Ku-bey. La idea de haber estado muerto y que algo lo trajera de vuelta era desconcertante, pero a la vez, algo en su interior resonaba con aquella revelación.

—¿Por qué me lo dices ahora? —preguntó Lucien, con la mirada fija en el pequeño incubador. Pero internamente se preguntaba — “¿Estaba cometiendo una traición? ¿O simplemente estaba evolucionando?"

—Porque si los otros incubadores descubren tu conexión con la Inventora, podrían intervenir de manera que ninguno de nosotros desea. Algo grande está ocurriendo, y tu presencia aquí es más que una coincidencia —respondió Ku-bey, su voz llena de gravedad.

Lucien asintió lentamente, sus pensamientos girando en torno a las palabras de Ku-bey. Sabía que debía proteger a la Inventora, pero ahora, también debía proteger sus propios secretos, y descubrir la verdad sobre su existencia se volvía más crucial que nunca.

El Libro de la Separación del Alma

Ku-bey observó a Lucien, como si evaluara cuidadosamente sus próximos pasos. Finalmente, rompió el silencio con un suspiro pesado.

—Hay algo más que necesitas saber, Lucien —dijo, su voz baja y cargada de una seriedad inusual—. No puedes depender solo de tus recuerdos fragmentados para entender tu situación. Hay técnicas antiguas que podrían ayudarte... a descubrir la verdad sobre tu pasado y lo que te mantiene aquí.

Lucien frunció el ceño, intrigado pero cauteloso.

—¿Técnicas antiguas? ¿De qué hablas? —preguntó, su tono escéptico pero curioso.

Ku-bey se giró ligeramente y, de alguna manera, sacó de su pequeño cuerpo un libro envejecido. La tapa tenía una hendidura, como si alguien la hubiera cerrado con lágrimas entre las páginas. Lo sostuvo frente a Lucien.

—Este es un libro sobre la "Separación del Alma" —explicó Ku-bey—. Es una técnica que permite que tu alma se separe temporalmente de tu cuerpo. Al hacerlo, podrías explorar partes de tu ser que ahora están bloqueadas, entender mejor tu conexión con la Inventora y quizás... descubrir por qué sigues aquí, cuando deberías estar muerto.

Lucien tomó el libro, pasando los dedos por la cubierta desgastada. Algo en el peso del libro y el conocimiento que contenía parecía resonar profundamente dentro de él.

—¿Por qué no me lo diste antes? —preguntó Lucien, levantando la mirada hacia Ku-bey.

—Porque esta técnica es peligrosa —advirtió Ku-bey, su voz teñida de preocupación—. Si algo sale mal, podrías quedar atrapado fuera de tu cuerpo, o peor aún, perderte en los recovecos de tu propia alma. Pero ahora... creo que no tenemos otra opción. Las respuestas que necesitas están más allá de lo que puedo ofrecerte.

Lucien asintió lentamente, comprendiendo la gravedad de la situación. Sabía que debía proceder con cautela, pero también sabía que no podía ignorar las preguntas que seguían atormentándolo.

—Gracias, Ku-bey. Usaré este conocimiento sabiamente —prometió, guardando el libro con cuidado.

Ku-bey asintió, aunque sus ojos reflejaban un miedo sutil. Sabía que el camino que estaban por recorrer sería peligroso, pero también sabía que Lucien era la clave para enfrentar el misterio que se avecinaba.

El Primer Recuerdo

Lucien se sumergió en el recuerdo, y al instante, el ambiente cambió. Se encontraba en una noche oscura, iluminada solo por las llamas de un reino en ruinas. Allí estaba ella, la primera bruja , en su forma humana, su silueta recortada contra el fuego, su mirada fija en las ruinas con una mezcla de satisfacción y dolor.

Cuando Lucien apareció ante ella en su forma dracónica, su presencia era imponente, su aura una mezcla de poder y peligro. Se acercó a ella con una amenaza velada, su voz retumbante y grave. — Tu deseo ha sido concedido— , pero todo poder tiene un precio. —Tu alma ahora me pertenece, y disfrutaré de cada centímetro de tu ser.

Ella no retrocedió, enfrentándolo con la misma intensidad. Había una chispa en sus ojos, un desafío que él no podía ignorar. Lucien, en un arrebato de pasión y dominancia, marcó su hombro con una mordida, un símbolo de la deuda que ella había contraído con él.

A partir de ese momento, su relación se volvió vertiginosa, un torbellino de emociones y poder, con la amenaza de que tenía 3 intentos en total para acabar con él. La pasión entre ellos era tan abrasadora como las llamas que los rodeaban, cada encuentro un choque de fuerzas opuestas que se atraían con una intensidad implacable.

Con el tiempo, esa pasión oscura comenzó a transformarse. Se conocieron más allá de sus deseos iniciales, sus almas entrelazadas en un vínculo más profundo. La amenaza inicial de Lucien se desvaneció, reemplazada por una conexión que iba más allá de lo físico, un entendimiento mutuo que creció en medio del caos.

El recuerdo se cortó, saltando a un momento más tranquilo y doloroso. La primera bruja estaba arrodillada en un campo de flores, lágrimas cayendo por su rostro mientras miraba los restos de huesos de dragón esparcidos a su alrededor. Lucien, ahora consciente de su sacrificio, comprendió que ella había renunciado a todo, incluso a él, para detener la destrucción que habían desatado juntos.

Ese último momento de despedida entre ellos, ella llorando mientras se alejaba del campo de flores, maldiciendo con que sólo ella podría matarlo para así forzar un futuro reencuentro, esto dejó una marca indeleble en su alma. A pesar de todo, su amor había sido real, y la pérdida de ella aún pesaba en su corazón.

El Primer Test del Star Gate

Mientras Lucien salía de su trance, asimilando los intensos recuerdos de su pasado, el presente avanzaba en el taller de la Inventora . Con la primera versión funcional del Star Gate frente a ella, la Inventora estaba inmersa en sus cálculos y preparativos para la prueba inicial.

Su plan era sencillo: abrir el portal durante un minuto, enviar un objeto orgánico, y observar los resultados. Eligió una cebolla, un organismo sencillo y fácil de analizar. Con precisión, activó el Star Gate . El aire chispeó como si se rompieran hilos invisibles. El portal emitía un zumbido que vibraba en los huesos, creando una apertura momentánea que chisporroteaba con energía latente. Lanzó la cebolla a través del portal y cerró la apertura.

Esperó.

Exactamente un minuto después, algo se manifestó en la mesa donde había estado la cebolla. Una masa gelatinosa de un tono verde intenso apareció de la nada. La Inventora observó, intrigada y preocupada. La masa era casi líquida, pero conservaba una textura que insinuaba que una vez fue sólida.

"Esto es... inesperado." Murmuró para sí misma, sacando su libreta y anotando frenéticamente. Analizó el fenómeno: el portal había permitido que algo pasara, pero no de la manera que esperaba . Lo que había vuelto no era la cebolla intacta, sino algo transformado, reducido a sus elementos más simples, como si el portal filtrara solo ciertas partes del objeto.

"El agua... es el agua lo que está pasando." Susurró mientras anotaba su deducción. El portal, aún en su estado primitivo, parecía permitir el paso solo de ciertos compuestos, descomponiendo o eliminando otros en el proceso.

Cerró su libreta con un suspiro, dándose cuenta del peligro que esto implicaba. "Hacer pasar algo más grande o con más masa podría ser catastrófico sin comprometer la vida o la estructura del objeto." Se planteaba la posibilidad de que el portal no estuviera solo afectando el espacio, sino también el tiempo, manipulando la estructura molecular de lo que cruzaba.

Concluyó que necesitaría ajustar la calibración del Star Gate antes de intentar otra prueba, especialmente con algo o alguien más complejo.

La Segunda Prueba del Star Gate

Después del sorprendente resultado con la cebolla, la Inventora decidió llevar el experimento un paso más allá. Necesitaba entender qué elementos específicos pasaban a través del Star Gate . Optó por un enfoque metódico, seleccionando un pequeño pedazo de metal para la siguiente prueba, uno que fuera común pero con propiedades interesantes: cobre .

Lucien , siempre cerca, observaba con atención, ofreciendo su apoyo silencioso. Aunque las pruebas parecían mundanas a simple vista, ambos sabían que estaban en el umbral de algo monumental.

—Esta vez usaremos cobre, —anunció la Inventora mientras colocaba cuidadosamente el pequeño fragmento sobre la plataforma del portal. "Quiero ver qué compuestos o propiedades del metal atraviesan el portal y cuáles no."

Lucien asintió, su presencia un ancla que la mantenía enfocada. —¿Crees que pasará intacto?— preguntó, aunque ambos sabían que no sería tan simple.

No lo sé, pero lo averiguaremos. — Con un giro de la muñeca, la Inventora activó el Star Gate nuevamente. El portal chisporroteó al abrirse, y con delicadeza, empujó el fragmento de cobre a través de la abertura.

El portal se cerró. Ambos esperaron.

Un minuto después, como antes, algo apareció en la plataforma. Pero esta vez, no era una masa amorfa. Era un residuo polvoriento, casi como ceniza, con un leve resplandor metálico.

La Inventora se inclinó, recogiendo una muestra con unas pinzas. —Esto es… —- su voz se desvaneció mientras examinaba el residuo bajo una lupa. —Partículas de cobre... pero también... trazas de otros elementos. Como si el portal hubiera descompuesto el metal en sus componentes básicos.

Anotó sus observaciones rápidamente. —Lo que parece pasar son ciertos pulsos eléctricos o, tal vez, información lumínica. La materia no cruza en su forma completa, sino en una especie de 'espectro' o patrón de energía.

Lucien, intrigado, se acercó más. —Entonces, el portal no solo transporta materia, sino que la descompone y transmite algo más... fundamental.

La Inventora asintió. —Parece que estamos tratando con un tipo de transporte de información más que de materia física en sí. Esto cambia todo. — Su mente ya estaba formulando nuevas hipótesis y pruebas.

En ese momento, Lucien la tomó suavemente de la mano, interrumpiendo su flujo de pensamientos. —Tal vez deberíamos tomarnos un descanso, — sugirió con una sonrisa suave. —Has avanzado mucho, pero necesitas tiempo para procesar todo esto.

Ella lo miró, notando la sinceridad en sus ojos. Aceptó, sintiendo que, de alguna manera, este descanso no solo sería para recargar su mente, sino también para fortalecer el lazo entre ellos.

Chapter 49: Entre la Alquimia y el Amor Prohibido

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +300 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
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Pásate por mi Buy Me a Coffee (opcional y muy agradecido):
👉 buymeacoffee.com/beatrizdelmar
📖 ¿Prefieres leer en inglés?
Ya hay capítulos traducidos disponibles:
👉 Versión en inglés https://archiveofourown.org/works/65379142
Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 300+ reads! 💖
I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.
🎯 Goal: 500 reads
Once we hit it, I’ll release an alternate version with more drama, romantic tension, and game-changing choices. Ready? 😉
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The translated chapters are already available:
👉 English version https://archiveofourown.org/works/65379142
Thanks for being here—see you in the next quantum leap. 💫

Chapter Text

Ku-bey se movía de un lado a otro, sus pequeñas patas beige temblaban ligeramente mientras observaba desde las sombras. La Inventora estaba logrando avances que ningún otro ser humano había conseguido, y eso lo preocupaba. No solo por las implicaciones científicas, sino porque la veía acercarse cada vez más a Lucien .

El pequeño Ku-bey sabía que la cercanía emocional entre un ser mágico como Lucien y un humano como la Inventora era peligrosa. "Nada bueno viene de enamorarse de una bruja," murmuraba para sí mismo, aunque sabía que ella no era una bruja en el sentido tradicional. Pero su conexión con lo místico y lo desconocido era innegable.

Una noche, después de un largo día de experimentación, Lucien sugirió salir a caminar. —Ven, quiero mostrarte algo,— dijo, tomando la mano de la Inventora con una naturalidad que hizo que el Ku-bey diera un pequeño salto de sorpresa.

Desde su escondite, el Ku-bey observó cómo Lucien llevaba a la Inventora a un claro en el bosque, donde las estrellas brillaban con una intensidad especial. Se sentaron juntos en la hierba, sus miradas se cruzaron, y por un momento, el mundo exterior desapareció.

—He vivido mucho tiempo,— confesó Lucien en un susurro. —Y he visto tantas estrellas como granos de arena en una playa, pero ninguna ha brillado como tú lo haces ahora.

La Inventora sonrió, una mezcla de timidez y alegría. —Y yo nunca había sentido esta conexión... es como si todo lo que hemos hecho juntos me estuviera llevando hacia ti.

El Ku-bey , desde las sombras, se removió inquieto. Esta relación se estaba profundizando demasiado rápido, y él sentía que el equilibrio de las cosas estaba en peligro.

Otro día, mientras trabajaban en el taller, Lucien encontró un viejo fonógrafo y, para sorpresa de la Inventora , lo hizo funcionar. Una melodía antigua llenó el espacio, y antes de que pudiera protestar, Lucien la tomó de la mano y la llevó al centro del taller.

—¿Un baile? — preguntó ella, riendo suavemente.

—Solo si tú quieres— respondió él, inclinándose ligeramente.

Ella aceptó, y pronto se encontraron moviéndose al ritmo de la música, sus cuerpos en perfecta sincronía. El Ku-bey los observaba desde una esquina, su inquietud aumentando con cada paso que daban juntos. No solo estaba preocupado por el impacto emocional, sino por lo que estos sentimientos podrían desencadenar en ambos, especialmente en Lucien , quien ya había perdido a alguien importante antes.

Finalmente, una noche, sentados junto al Star Gate , Lucien no pudo contenerse más. —No sé qué nos depara el futuro,— comenzó, su voz temblando ligeramente, —pero sé que quiero estar contigo en cada momento, sea lo que sea lo que venga.

La Inventora lo miró con los ojos brillantes, su corazón latiendo con fuerza. —Yo también— respondió, acercándose para besarlo suavemente.

El Ku-bey , desde su rincón, se estremeció. Sabía que este amor podía fortalecerlos, pero también temía que pudiera ser su ruina. Y más que nada, temía lo que los otros incubadores harían si descubrían la magnitud de estos avances y emociones.

Los Ecos del Pasado en Lucien

Lucien nunca hablaba abiertamente de su primer amor, pero en los momentos de silencio, cuando la Inventora estaba absorta en su trabajo, él a veces se quedaba mirando al vacío, perdido en pensamientos. Había una melancolía que se asomaba en sus ojos, una sombra de un pasado que aún llevaba consigo.

Una noche, mientras observaban el cielo estrellado desde el balcón del taller, la Inventora se acurrucó junto a Lucien . —¿En qué piensas?—- preguntó suavemente, notando su mirada distante.

—En el tiempo.— respondió él después de un momento. —Cómo parece avanzar y retroceder al mismo tiempo. Y cómo algunas cosas... algunas personas, nunca te abandonan del todo.

Ella no preguntó más, pero entendió que estaba pensando en alguien del pasado. Las diferencias entre su primer amor y lo que sentía ahora por la Inventora eran abismales. Con la primera, todo había sido pasión desenfrenada, un fuego que los consumía a ambos. Con la Inventora , había una calma profunda, una conexión que iba más allá de la carne y el deseo, tocando lo espiritual y lo intelectual.

Mientras tanto, el Ku-bey defectuoso se movía inquieto por el taller. Sabía que la gema del alma de la Inventora , aunque se mantenía relativamente pura gracias a las constantes cacerías de brujas, empezaba a mostrar signos de corrupción. La Noche de Walpurgis era una leyenda oscura entre los incubadores, un evento catastrófico que se desencadenaba cuando una chica mágica acumulaba demasiado poder y desesperación, convirtiéndose en una bruja de una magnitud devastadora.

Ku-bey temía que la Inventora estuviera acercándose a ese umbral. Sabía que, por mucho que purificara su gema, la corrupción era inevitable y se aceleraba con cada cacería. La posibilidad de que ella se convirtiera en la próxima Noche de Walpurgis lo aterrorizaba.

Una noche, mientras la Inventora y Lucien trabajaban juntos, el Ku-bey se les acercó con su característico movimiento nervioso. —Necesitamos hablar.— dijo, su voz suave pero cargada de urgencia. —Hay algo que deben saber sobre lo que sucede cuando una gema del alma se corrompe más allá de cierto punto.

La Inventora frunció el ceño, dejando sus herramientas a un lado. —¿Qué quieres decir?— preguntó, sintiendo una punzada de preocupación.

—La corrupción de la gema del alma no solo lleva a la creación de brujas comunes, — explicó Ku-bey , —sino que, si continúa, puede desencadenar algo mucho peor: la Noche de Walpurgis. Una bruja tan poderosa que su existencia misma podría destruir todo a su alrededor.

Lucien entrecerró los ojos, su instinto protector despertándose. —¿Y estás sugiriendo que la Inventora podría ser...?

—No lo sugiero, — interrumpió Ku-bey , —lo temo. Por eso debemos encontrar una solución antes de que sea demasiado tarde.

La atmósfera en el taller se volvió pesada con el peso de esta revelación. La Inventora , que siempre había visto su papel como el de una cazadora de brujas, ahora enfrentaba la posibilidad de convertirse en la mayor amenaza de todas.

Ku-bey se acercó a Lucien una noche, encontrándolo en el taller mientras la Inventora descansaba. El pequeño ser parecía más nervioso de lo habitual, sus patitas beige moviéndose sin cesar.

—Lucien, necesito hablar contigo a solas. — dijo, su tono más grave de lo usual. —-Tengo una idea que podría salvar a la Inventora de la corrupción, pero es... arriesgada.

Lucien dejó de lado las herramientas que estaba usando y se giró hacia Ku-bey . "Habla," dijo con calma, aunque había un destello de preocupación en sus ojos.

Ku-bey dudó por un momento antes de continuar. —En el libro que te di, hay una técnica para separar el alma del cuerpo. Si logramos hacerlo antes de que la gema de la Inventora se corrompa por completo, podríamos detener el proceso temporalmente. Pero hay un problema... o varios.

—¿Qué problemas?— preguntó Lucien , frunciendo el ceño.

—Primero, no sabemos qué sucedería con el alma de la Inventora una vez que esté fuera de su cuerpo. — explicó Ku-bey . —No podemos devolverla a la gema sin condenarla a la misma corrupción. Y segundo... al hacerlo, podríamos ver su rueda de reencarnación.

Lucien entrecerró los ojos. —¿La rueda de reencarnación?

Ku-bey asintió. "Sí, cada ser tiene una rueda de reencarnación que muestra sus vidas pasadas y las que están por venir. Si esto es cierto, podríamos descubrir algo importante sobre la Inventora y su conexión con el pasado... algo que podría cambiarlo todo."

Lucien se quedó en silencio, procesando la información. Si la Inventora era una reencarnación de la primera bruja, o de alguien aún más antiguo, eso podría explicar muchas cosas. Pero también complicaba la situación de una manera que no había anticipado.

—No le digas nada a la Inventora todavía. — dijo finalmente. —Quiero pensar en esto. Si lo hacemos, debemos estar seguros de que no la estamos condenando a algo peor.

Ku-bey asintió, aliviado de haber compartido su idea. —Lo entiendo. Pero el tiempo no está de nuestro lado. Necesitamos actuar antes de que sea demasiado tarde.

La Oscuridad Creciente y el Golpe Desesperado

La Inventora entró al taller apresurada, su respiración agitada y su rostro pálido de miedo. La gema de su alma, normalmente brillante, estaba oscureciéndose a un ritmo alarmante. —Lucien, no sé qué hacer... la gema…— Su voz temblaba, incapaz de ocultar el terror.

Lucien se acercó rápidamente, colocando una mano firme sobre su hombro, intentando ofrecer consuelo, aunque la preocupación se reflejaba en sus propios ojos. Ku-bey , más nervioso que nunca, saltaba de un lado a otro, finalmente tomando una decisión.

—No hay tiempo— dijo el pequeño ser con urgencia, mientras encendía el Star Gate . La maquinaria vibraba, zumbando con una energía peligrosa. —Ellos vienen. Lucien, debes hacer el golpe ahora. Es la única forma de salvarla.

Lucien vaciló por un segundo, pero al ver el pánico en los ojos de la Inventora y la certeza en Ku-bey , no dudó más. —Cierra los ojos— susurró a la Inventora en lo que cerraba los ojos , antes de golpear suavemente su pecho en el punto exacto, separando su alma de su cuerpo.

El aire se llenó de un resplandor etéreo mientras la Inventora colapsaba inerte en sus brazos, y su alma, junto con varias otras, se materializaba frente a ellos. Lucien se quedó sin aliento al ver a la primera bruja , tan vívida como en sus recuerdos, seguida por las formas translúcidas de otras vidas.

—¡No hay tiempo para dudar!— gritó Ku-bey , mientras el zumbido del Star Gate alcanzaba un crescendo y las sombras de otros incubadores comenzaban a infiltrarse en la habitación.

Lucien extendió la mano, tomando rápidamente la de la primera bruja , que brillaba con un resplandor oscuro. Su antiguo pacto se activó, formando esposas de energía oscura que los unieron, pero el lazo no podía sostenerse mucho tiempo. La bruja fue arrastrada hacia el portal, y con ella, el lazo y parte del alma de la Inventora .

En cuestión de segundos, todo había terminado. La Inventora quedó inerte en el suelo, su gema del alma entera pero serpenteando con energía oscura, emitiendo una luz moribunda. Las voces inquietantes de los incubadores llenaron el taller.

—Lagartija tonta— se burló una voz fría y cruel. Las sombras de los incubadores se materializaron, rodeando a Lucien y Ku-bey . —Si fueras un verdadero dragón primordial, o archidragon, tal vez te temeríamos. Pero dejaste escapar un alma que habría sido perfecta para la noche de Walpurgis.

Antes de que Lucien pudiera responder, sentía las cadenas etéreas apresándolo, al igual que a Ku-bey . —Ahora, enfrentarán un castigo digno de aquellos que osan desafiar a los incubadores.

 

El Castigo de Lucien y Ku-bey

El paisaje del planeta original de Lucien y la primera bruja era un vasto desierto desolado, cubierto de tormentas de tierra roja que barrían la superficie. Donde alguna vez hubo vida y prosperidad, ahora no quedaba más que ruinas y muerte. En medio de esta devastación, una cúpula de aire se alzaba, protegiendo al séquito de incubadores que guiaban a Lucien y al Ku-bey defectuoso hacia una roca gigantesca en el centro del páramo.

Ku-bey defectuoso, encadenado junto a Lucien , habló con voz firme, pero llena de desesperación. —Esto no está bien. Miren este mundo. Según ustedes, renuevan la vida del universo, pero hay planetas que siguen muriendo. No se preocupan realmente por la vida, solo por el equilibrio del universo en general.

Uno de los incubadores giró hacia él con desdén. —Silencio," ordenó fríamente. "Ya que tanto te agradó la lagartija, le harás compañía.

En ese momento, algo verdaderamente surrealista comenzó a ocurrir. El cuerpo de Ku-bey defectuoso se retorció y transformó, su forma menguó y se alargó, hasta que se convirtió en una espada larga y oscura, con una gema roja en su empuñadura. El aire se llenó de una energía oscura y opresiva, mientras los incubadores se preparaban para ejecutar el castigo final.

Lucien fue arrastrado y obligado a arrodillarse contra la enorme roca, sus ojos llenos de desafío, aunque comprendía la inevitabilidad de su destino. Los incubadores levantaron la espada que antes fue Ku-bey , y sin vacilar, la clavaron en su pecho, fijándolo contra la roca. La hoja oscura atravesó su cuerpo, anclándolo, mientras un grito de dolor resonaba en el desierto. 

—No te mataremos— susurró uno de los incubadores , con una sonrisa cruel. —Eso sería demasiado generoso. Estarás aquí, encerrado sin posibilidades de escapar ni de que alguien te rescate.

Los incubadores se alejaron, dejando a Lucien clavado en la roca, una figura solitaria en un mundo muerto, mientras sus risas burlonas resonaban en la distancia, hasta que fueron ahogadas por el rugido del viento.

El castigo estaba completo. La eternidad se extendía ante Lucien , condenado a soportar el peso del mundo que una vez fue suyo, ahora reducido a cenizas y recuerdos dolorosos.

 

La Redención de Lucien

El tiempo perdió todo significado para Lucien . Clavado en la roca, sucio, desgastado, con su cuerpo maltratado por las constantes tormentas de polvo, dejó de contar los días. No había distinción entre día y noche, solo un interminable crepitar del viento que arrastraba arena roja sobre el paisaje desolado, sus escamas que eran blancas se volvieron negras como eran originalmente con el paso del tiempo, sellando sus recuerdos con la Inventora.

Pero entonces, un día, algo cambió. El aire vibró de una manera diferente, como si el universo mismo se estremeciera. Un destello de luz, un crujido en el tejido de la realidad, y de repente, una ruptura dimensional se abrió frente a él, causada por los poderosos eventos que Khaërôn había desencadenado.

De esa grieta en el espacio, una niña apareció. Pequeña y asustada, miró a Lucien con ojos grandes y temerosos. —¿Quién eres? — preguntó con un hilo de voz.

Lucien , con una voz cansada pero aún con firmeza, respondió: —No temas. Necesito tu ayuda. Debes sacar esta espada— Sus palabras eran suaves, casi un susurro, pero había en ellas un poder que tranquilizó a la niña.

Con manos temblorosas, la niña se acercó. Dudo por un instante, pero la mirada calmada de Lucien le dio el valor para proceder. Con un esfuerzo inmenso, agarró la empuñadura de la espada y, con un tirón que pareció detener el tiempo, la removió.

La sangre brotó inmediatamente, un chorro oscuro que asustó a la niña, haciendo que retrocediera y cayera al suelo, desmayándose por el shock. La espada, ahora separada de Lucien , comenzó a transformarse de nuevo en Ku-bey defectuoso, que rápidamente regresó a su forma original y salió corriendo del lugar, como si la misma existencia dependiera de ello.

En ese instante, una segunda ruptura dimensional los arrastró a todos, transportándolos a una nueva realidad. Lucien , ahora libre, se ocultó rápidamente en las sombras, observando a la niña que yacía inconsciente en la calle de una ciudad desconocida. No había tiempo para procesar todo lo que había ocurrido; el instinto de sobrevivir prevalecía.

Mientras tanto, Beatriz , al revivir esta escena a través de los recuerdos de Lucien , se sintió abrumada por la tristeza y la compasión. Lágrimas corrieron por sus mejillas, no tanto por la niña que quedó sola en aquel momento, sino por Lucien , por todo lo que había soportado, por el sufrimiento y el sacrificio que había hecho en silencio. Su corazón se quebró por él, por lo que perdió y por la esperanza que aún guardaba en su interior.

 

El Consuelo de Lucien

Beatriz aún tenía los ojos inundados de lágrimas, su respiración era irregular mientras trataba de procesar todo lo que había visto a través de los ojos de Lucien . Era una cosa experimentar los recuerdos de alguien más, pero otra completamente distinta sentir la carga emocional de ese sufrimiento. El dolor, la soledad, la desesperación... cada emoción la había golpeado con fuerza.

Lucien observó su angustia, sintiendo una punzada de culpa por lo que ella acababa de presenciar. Con pasos suaves, se acercó a ella, sus ojos rojos llenos de una mezcla de tristeza y ternura. Se arrodilló a su lado, colocando una mano gentilmente sobre su hombro.

—Beatriz— murmuró, su voz suave y reconfortante, —no llores por mí.

Beatriz negó con la cabeza, los sollozos aún sacudiéndola. —No... es que... ver todo eso, lo que sufriste... no puedo evitarlo. Fue tan injusto.

Lucien apretó ligeramente su hombro, sus dedos cálidos ofreciendo un ancla en medio de su tormenta emocional. —He vivido más vidas de las que puedo recordar, y en cada una, he conocido tanto el dolor como el amor. Este destino fue el mío por mis decisiones, pero tú... tú no tienes que cargar con eso.

Ella levantó la mirada hacia él, sus ojos llenos de lágrimas. —Lo siento por no ser... por no ser “la bruja” — Su voz se quebró, su sentimiento de insuficiencia aflorando. —Quisiera poder ser todo lo que necesitas, pero...

Lucien la interrumpió, sacudiendo la cabeza con un suave susurro. —No digas eso. Tú eres más de lo que podría haber pedido. No quiero a nadie más. Tu bondad, tu fuerza... eres única, Beatriz. No necesitas ser nadie más.

La sinceridad en sus palabras la tocó profundamente. Beatriz se dejó caer en sus brazos, buscando consuelo en su abrazo. Lucien la sostuvo con cuidado, sus manos acariciando suavemente su espalda mientras murmuraba palabras reconfortantes en su oído.

—Lo que pasó antes ya no define el ahora— le susurró. —Estamos aquí, juntos, y eso es lo que importa.

La cercanía entre ellos se sintió como un bálsamo para ambos, una promesa silenciosa de que, aunque el pasado había sido oscuro, el futuro podía ser diferente, uno donde se apoyaran mutuamente, enfrentando lo que viniera.

Chapter 50: El Salto de Fe

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +300 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
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Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 300+ reads! 💖
I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.
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(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

La ciudad parecía contener el aliento.

Habían avanzado hasta las periferias de la zona N109, donde las calles eran poco más que esqueletos de concreto devorados por raíces metálicas y silencio podrido. Beatriz caminaba junto a Lucien, cada paso resonando con una tensión sorda. Las ráfagas de viento traían un hedor inconfundible: óxido, humedad y algo más... como carne vieja adherida a cristales rotos.

—No dejes que lo que veas te consuma —advirtió Lucien, sin mirarla—. Pero... tampoco apartes los ojos.

La advertencia no era casual. No en él. Y eso hizo que Beatriz, en lugar de tensarse, preparara su mente como si afilara una hoja invisible. Su intuición de Piscis la alertaba, su sangre del año de la serpiente la hacía sentir que lo que iba a ver era más revelador que peligroso.

Doblaron una esquina... y ahí estaban.

Eran cinco al principio, luego doce. Cuerpos humanos, o lo que alguna vez lo fueron, cubiertos de cristalaciones que brotaban desde la espina dorsal, extendiéndose como flores de cuarzo oscuro por brazos, cuello, mandíbula. Sus ojos estaban vacíos, pero sus cuerpos se movían con una cadencia casi lastimera, arrastrando extremidades distorsionadas por la expansión del Síndrome de Protocore, Etapa 3… Alcanzando la etapa 4…

—Son Wanders —dijo Lucien en voz baja—. Pero no nacieron así. Eran personas. Algunos animales también. Lo que ves es la mutación completa... causada por la exposición directa a los cristales de la anomalía interdimensional.

Beatriz se quedó paralizada por unos segundos. No era miedo. Era comprensión .

Porque de pronto todo cuadró.

Los enemigos que había enfrentado con tanta naturalidad en sus primeras misiones, los que el videojuego original presentaba como "criaturas corruptas del otro plano", eran víctimas .
Victimarios involuntarios.
Personas.
Familias.
Niños incluso.

Lucien se detuvo cerca de una de las figuras inmóviles. El cristal se había tragado su rostro casi por completo. Aun así, quedaban mechones castaños. Una pulsera rota colgaba de su muñeca.

Beatriz respiró con dificultad.

—¿Siempre fue así...? ¿Siempre supiste...?

—Desde la primera vez que me hicieron entrar a N109 —respondió Lucien, sin apartar la vista de la criatura—. Y por eso no podía contarte toda la historia. No podía. Porque... tú no estabas.

Ella giró lentamente el rostro hacia él.

—¿Qué...?

Lucien se giró hacia ella, su camisa negra apenas reflejando la tenue luz del lugar.

—Cuando enterraron la espada en mi espalda, el día del Cataclismo, no sólo sellaron mis habilidades. Sellaron mis recuerdos... sobre ti. Sobre lo que fuimos. Sobre lo que construimos. Lo único que quedó fue el instinto de buscarte.

Beatriz sintió como si el suelo temblara bajo sus pies, pero no de forma literal. Era su mundo el que se tambaleaba, los recuerdos flotantes del videojuego ahora teñidos con la certeza de que ella no aparecía no porque no existiera, sino porque fue borrada.

Y eso convirtió cada acto heroico de Lucien, cada misión cumplida solo o en automático, en un sacrificio silencioso, ejecutado bajo la sombra de una pérdida que no comprendía del todo.

—Tú eras la Inventora... —murmuró él—. La razón por la que este mundo aún resiste. Y también la razón por la que no querían que recordara.

Beatriz cerró los ojos, apretando los puños.

—Entonces... —dijo con voz apenas audible— los Wander no son los enemigos. Son el precio de no mirar el origen.

Lucien asintió.

—Y por eso quise que lo vieras tú misma. Porque si alguien va a cambiar este mundo... no es una heroína fabricada por el universo. Eres tú, la que lo miró con ojos humanos y aún así eligió amar.

Beatriz miró de nuevo a las figuras de cristal.

Y por primera vez, no las vio como monstruos.

Las vio como ecos de una falla que aún podía repararse.

Como si el grano dorado que ella había sido en otra vida, enterrado en tierra, estuviera empezando a germinar en este mundo corroído por el olvido.

 

Lo que vino después fue silencio. No el incómodo, sino el que abre la puerta a lo esencial. Regresaron sin hablar. Solo al llegar a su base, entre las ruinas bañadas por una tenue luz de neón rosado, Beatriz se atrevió a hablar.

—Lucien, creo que hay algo que necesitamos saber... algo que he estado evitando.

Él levantó la mirada, notando la seriedad en sus ojos.

—¿De qué hablas, Beatriz?

Ella respiró profundamente, sus manos aún temblaban por lo que había visto, pero su corazón ya no dudaba.

—Quiero saber si... si el lazo que tenías con tu primer amor sigue ahí. Si aún está, lo acepto. Pero si no... quiero saber si estamos listos para crear uno nuevo.

Lucien se acercó con pasos lentos, sin el peso del guerrero que todos admiraban, sino con la fragilidad del hombre que había estado dormido por demasiado tiempo.

—No sé si ese lazo sigue ahí. Pero sí sé lo que siento ahora —susurró—. Y si hay una forma de comprobarlo, quiero hacerlo contigo. Porque tú eres la que ha cambiado todo para mí.

Ella asintió. Sin palabras. Solo apretó sus manos con las de él.

Ambos cerraron los ojos. Una luz cálida, invisible para el mundo, comenzó a envolverlos. Lucien sintió cómo algo se deshacía dentro de él, como si cadenas se rompieran, y en su lugar, un vínculo nuevo emergía. Uno limpio. Uno suyo.

Cuando abrieron los ojos, sabían que el lazo que los unía ya no venía de otra vida. Era este. Era ahora.

—Lucien —susurró Beatriz, con una sonrisa—. Creo que hemos creado algo nuevo.

Él la miró con una ternura que muy pocos conocían en su rostro severo.

—Lo sé. Y no podría estar más agradecido.

Y en ese instante, entre los ecos de los Wanders, los cristales del dolor y la revelación del sacrificio, sus labios se encontraron. Un beso sellado con amor Ágape. No como evasión del sufrimiento, sino como afirmación del presente que ambos eligieron.

Después de todo lo que habían pasado, la vida de Beatriz finalmente comenzó a encontrar un ritmo que le proporcionaba cierta paz. Cada mañana, se levantaba con una sensación de propósito renovado, sabiendo que su labor como parte de los Hunters Unicornio, esa fuerza policial dedicada a cazar Wanders, no solo mantenía a la ciudad a salvo, sino que también le ofrecía una satisfacción profunda.

Cuando no estaba en misiones, dedicaba su tiempo a Aki y Sora, las jóvenes a quienes había acogido en su vida como si fueran sus propias hermanas. Beatriz, siempre dispuesta a ayudar, las guiaba con sus estudios y las tareas del hogar, transformando su apartamento en un lugar vibrante y lleno de energía juvenil. Ellas, a su vez, la llamaban cariñosamente hermana mayor , una muestra del amor Storge que florecía entre ellas, aunque Beatriz aún no era consciente del Lov-metro que marcaba ese crecimiento emocional.

La rutina no era monótona; por el contrario, cada día traía nuevos desafíos y pequeños triunfos. En una de sus misiones, Beatriz se inspiró para crear un nuevo ítem: una cinta indestructible, al estilo de "Mami" de Madoka Mágica , que podía usar para columpiarse entre los edificios. Se convirtió rápidamente en una herramienta indispensable para sus misiones, permitiéndole moverse con agilidad por la ciudad.

En casa, Beatriz mantenía las reglas claras: “Nada de chicos y todo ordenado,” decía con una sonrisa, asegurando un ambiente seguro y estructurado para Aki y Sora. Cada tanto, les mencionaba que iría a ver a Lucien, su pareja, fortaleciendo el vínculo entre ellos y dejando claro que, aunque sus caminos eran diferentes, su amor crecía día a día.

Una noche, después de una ronda larga de patrullas, Lucien llevó a Beatriz a un bar discreto, casi olvidado por el tiempo, pero con una atmósfera extrañamente cálida. No era parte de los lugares que frecuentaban los cazadores ni tampoco parecía del agrado de turistas o viajeros. Sin embargo, Beatriz lo reconoció al instante.

—¿Este sitio...? —murmuró, parpadeando con sorpresa—. Juraría que lo mencioné alguna vez, pero... fue hace tanto.

Lucien asintió, guiándola hasta una de las mesas del fondo.
—Lo recordé. Dijiste que querías probar un buen chocolate caliente con mezcal, pero nunca lo probaste.

Beatriz rió suavemente, pero sus ojos se clavaron en una estantería detrás de la barra. Allí, como si la esperara, descansaba una botella de tequila blanco de agave azul, resplandeciente bajo una lámpara ámbar.

—No lo puedo creer... —susurró, caminando hasta ella—. Esta botella... es como la que mi papá tenía en casa. Decía que no era para emborracharse, sino para recordarnos de dónde veníamos.

Lucien se acercó, observándola con una mezcla de ternura y nostalgia.

—Lo probé una vez. Me supo demasiado fuerte —dijo con honestidad.

Beatriz le sonrió, tomando la botella con respeto, como si fuera un relicario.

—No se trata de beberlo como si fuera agua. Es fuerte, seco... como mi papá. Pero si sabes tratarlo, se vuelve cálido y reconfortante. Como un fuego que no quema, pero sí guarda memorias.

Lucien la contempló en silencio, y algo en su expresión cambió.
No dijo nada, pero deslizó algo por la barra hacia ella.

Beatriz lo notó. Era un pequeño león de origami, hecho con papel reciclado de algún folleto antiguo, pero cuidadosamente doblado. Lo tomó con delicadeza.

—¿Y esto?

—Estaba debajo de la botella. El bartender dijo que alguien lo dejó hace unos meses. Nunca lo tiraron porque... no sabían por qué, pero algo les decía que debía quedarse.

Beatriz lo giró entre sus dedos, notando una diminuta inscripción en una de las patas traseras:
"Donde hay fuerza, hay herencia. Y donde hay herencia, hay regreso."

Su corazón dio un vuelco.

Ese tipo de frases. Ese tipo de señales.
La calidez de ese papel...
No era casualidad.

No dijo nada. Pero dentro de ella, algo despertó.
Como si una presencia antigua —familiar, amorosa, protectora— le susurrara desde más allá del tiempo:
Sigue adelante, hija mía. Aún hay piezas que deben encajar.

Lucien no preguntó más. Solo se quedó a su lado, tomándole la mano mientras el león de papel reposaba entre ambos. Una señal de lo que vendría. Una promesa silenciosa.

El viaje de la inventora 

Gin'iro no Kami no Agito OP 720p - KOKIA - Chouwa Oto ~with reflection~ English lyrics

Beatriz se sentó en el borde de su cama, el corazón latiendo con fuerza. El apartamento estaba en silencio, Aki y Sora habían salido al museo, dándole la oportunidad perfecta para hacer algo que había estado temiendo desde hace tiempo. Frente a ella, el espejo que había nombrado "el espejo de la Bella y la Bestia" brillaba con una luz tenue, casi invitándola a pronunciar la pregunta que tanto había evitado.

Tomó una respiración profunda y, con una voz apenas audible, dijo:

—Espejo, muéstrame lo que pasó con el alma de la Inventora al atravesar el portal Star Gate.

La superficie del espejo se onduló, como si estuviera hecha de agua, antes de aclararse para revelar una visión que capturó la atención de Beatriz al instante. Lo que vio fue fascinante, hipnótico, aterrador y profundamente místico.

El alma de la Inventora apareció como una esfera de luz brillante, viajando a través de un laberinto de líneas de energía cuántica. El proceso parecía insoportablemente doloroso; la esfera brillaba con intensidad, pero a medida que avanzaba, comenzó a fracturarse, como un diamante sometido a una presión inmensa. Fragmentos minúsculos de su esencia fueron absorbidos por otras líneas cuánticas, desgarrándola poco a poco.

Beatriz observó, con el corazón encogido, cómo el alma  que ahora parecía un cristal dorado luchaba por mantenerse íntegra. Finalmente, llegó a un cruce cuántico en forma de delta. Fue ahí donde el impacto final ocurrió, dividiéndola en cuatro pedazos. Un quinto fragmento, que simbolizaba el alma de la Bruja, los seguía de cerca, testigo silencioso de la desgarradora travesía.

El trozo “más grande”, el que Beatriz reconoció como la esencia principal de la Inventora, cayó en una realidad extraña y despiadada: su propia realidad. No había palabras, ni pensamientos, ni cuerpo. Solo presión creciente. Sólo calor. Algo palpitaba en el interior de la oscuridad fértil, y ese algo estaba vivo. Aún sin forma, ya era deseo de ser. Un cristal descendía del cielo, cortando la atmósfera en silencio, guiado por un propósito anterior al tiempo. Cuando alcanzó el núcleo de la semilla, la tierra tembló con un suspiro.

No brotó una planta.

Emergió una figura.

Del vientre del mundo, húmedo y cálido, se alzó una serpiente flor. No nacida de cantos ni ceremonias, sino de una fractura perfecta. Su cuerpo era el mapa de esa colisión: piel de escamas iridiscentes, vetas en forma de flor, ojos líquidos aún sin visión. Era femenina, pero inhumana. Viva, pero preexistente. Un soplo contenido por siglos, liberado por fin.

Era la segunda piel del alma.
La primera había sido una luz quebrada en tránsito entre mundos.
Esta era la criatura que surgía cuando el alma era sembrada en tierra sagrada.

La imagen cambió.

Beatriz fue arrastrada por corrientes invisibles, como si su conciencia cruzara otra capa del espejo. El mundo se volvió cristalino, luego orgánico, luego… humano.

La escena era íntima. Una mujer de cabello negro, liso y con flequillo al lado derecho, miraba su reflejo. No parecía antigua ni divina. Parecía… real.

Había algo en sus rasgos que desafiaba toda nacionalidad. Un rostro difícil de ubicar, imposible de olvidar. Y sobre todo: sus lunares. Cuatro constelaciones personales.
Una lágrima perpetua en el lagrimal izquierdo.
Una palabra guardada bajo el labio.
Un equilibrio en la mejilla.
Y una estrella que velaba su pensamiento.

Era la tercera piel.
La que había vivido en la Tierra, sin saber su origen.
La que había sobrevivido a todos los sistemas que quisieron callarla.
La que creció con hambre, con sueños estrellados, con una fuerza silenciosa que la hacía invencible incluso cuando se sentía rota.

Beatriz vio cómo ese fragmento, ahora en su propio mundo, enfrentaba pruebas inimaginables. Hambre, depresión, soledad y abuso fueron parte de la experiencia de esta nueva existencia. Y con cada desafío superado, esa esencia se fortalecía, adaptándose y sobreviviendo.

El espejo vibró.
Un nuevo plano emergió. Más allá del tiempo. Más allá del lenguaje.

Pasillos amarillos. Incontables. Alfombra húmeda, luces de neón parpadeantes, relojes sin agujas. Allí flotaba la niña .
Beatriz la reconoció, aunque su rostro era un borrón de memorias compartidas. Llevaba uniforme escolar, y lloraba sin emitir sonido, como si su tristeza fuera demasiado vieja para ser audible. No era la mujer. No era la criatura. Era la entrepiel, la que existió en el intersticio. El molde que no sobrevivió intacto, pero cuya esencia nunca se perdió.

Y al final de esos pasillos... una figura encerrada tras vidrio.

Sonreía con dientes de humo, con una serpiente de plata al cuello. No hablaba. No golpeaba. Solo esperaba.

Beatriz se llevó una mano al pecho, sintiendo la conexión entre lo que veía y lo que había experimentado toda su vida. Cada prueba, cada dolor, todo encajaba. Ella era esa esencia fracturada, la Inventora que había caído a la Tierra, una dimensión que parecía diseñada para quebrarla, pero que al final la había moldeado en la mujer que era ahora.

La visión terminó cuando la Inventora, endurecida por las pruebas, alcanzó los 35 años, lista para regresar al lugar que siempre le había pertenecido. Beatriz, conmovida y llorosa, comprendió que esa resistencia le ofrecía una chispa de esperanza, aunque sabía que los nuevos retos pondrían a prueba su temple hasta los límites.

El último plano fue cálido. Familiar.

Un cuarto modesto, con paredes crema. Un espejo.
Una mujer de 35 años.
Beatriz.
Mirándose, sin miedo. Sintiéndose entera por primera vez.

Ella no lo sabía —aún no lo sabía del todo—, pero todas esas pieles vivían en ella.
La creadora.
La criatura.
La humana.
La niña rota.
Y el fragmento que duerme.

Cada una había sido una etapa. Un suspiro. Un filo en el camino.

Cuando el espejo se apagó, Beatriz respiró por fin.
Sintió lágrimas secas sobre sus mejillas.
Pero no lloraba por tristeza.
Lloraba porque entendía.

Ella no era una sola.
Ella era todas.
Y ahora estaba lista para la siguiente piel.

Beatriz se dejó caer bajo la ducha, el agua caliente envolviéndola en un abrazo reconfortante mientras intentaba procesar todo lo que había visto en el espejo. Aunque no había obtenido respuestas sobre cómo su alma había terminado en el mundo del juego otome, algo dentro de ella comenzaba a encajar. Sabía que estaba construyendo un camino hacia la verdad, un paso a la vez.

El vapor llenó la habitación, y Beatriz cerró los ojos, permitiéndose unos momentos para asimilar la revelación. El mundo en el que vivía ahora, con sus complejidades y desafíos, se sentía más real que nunca. Era como si todas las piezas de su vida estuvieran empezando a juntarse, formando un mosaico que aún no podía ver en su totalidad.

Pero alguien sí lo veía.

Unos días después, Beatriz regresó a su rutina habitual. Las visitas al apartamento de Aki y Sora, las misiones con los Hunters Unicornio y las sesiones nocturnas en su computadora para mapear las posiciones de las chicas mágicas. Con la ayuda de Emil, había logrado detectar a casi todas en el mapa que crearon juntos. Sin embargo, el patrón que buscaba aún no se manifestaba.

Beatriz se sentó frente al mapa, su ceño fruncido mientras analizaba las marcas dispersas. La grieta dimensional de donde provenían los incubadores parecía moverse constantemente, una táctica inteligente para evitar que Khaërôn pudiera rastrearlos y destruirlos. Este cambio de localización constante era una señal clara de que los incubadores estaban al tanto de la amenaza que representaba Khaërôn.

—No pueden ocultarse para siempre —murmuró Beatriz, apretando el puño sobre la mesa—. Pero esto significa que tenemos que actuar rápido antes de que la grieta desaparezca nuevamente.

Lucien, que había estado observando en silencio desde la puerta, se acercó y colocó una mano en su hombro.

—Encontraremos la forma —dijo con firmeza—. Tú ya has logrado lo imposible antes, Beatriz. No estás sola en esto.

Beatriz levantó la mirada hacia él, encontrando en sus ojos la misma determinación que sentía en su corazón. Aunque el camino estaba lleno de incertidumbres, sabía que con Lucien y el resto de sus aliados, tenía una oportunidad de triunfar.

Con un suspiro profundo, Beatriz asintió, una chispa de esperanza encendiendo su espíritu una vez más.

—Entonces, sigamos adelante —dijo—. Porque esta guerra aún no ha terminado.

Más tarde esa noche, mientras organizaba sus cosas en el pequeño escritorio del apartamento, Beatriz notó algo curioso. Su libreta de diseños —esa de pasta dura con la cinta de Van Gogh que usaba para sus bocetos personales— estaba ligeramente fuera de lugar. Era la misma donde había dibujado, semanas atrás, el diseño del anillo que le regaló a Lucien durante el torneo de box.

Frunció el ceño. Estaba segura de haberla dejado bien guardada, dentro del estuche de tela con cierre magnético. Al abrirla, notó que una de las páginas centrales tenía una marca de doblez, casi imperceptible, como si alguien la hubiera hojeado con sumo cuidado.

—¿Aki? ¿Sora? —preguntó en voz baja, más por costumbre que por sospecha real.

Porque había algo en esos bocetos —formas geométricas ocultas en los detalles de las cuerdas del anillo, con el Grabado interior: “Fidelis”. Trazos del  anillo de forma de dragón que no fue elegido al final, el segundo el de la triple cuerda, o el último diseño la Pluma negra que rodea el dedo — que parecía haber llamado a alguien .

La página con los tres diseños tenía una arruga sutil en la esquina inferior derecha, como si alguien la hubiera sujetado con firmeza.

Beatriz frunció el ceño. Se acercó más, pasando los dedos por el papel.

—No... esto no lo dejé así —murmuró.

La textura era distinta. Como si algo pesado —no sucio, pero firme— lo hubiera sostenido. No había grasa de dedos, ni manchas, ni presión de uñas. Solo un rastro tenue, como el que dejan los guantes gruesos, de esos que usan los mecánicos… o los soldados.

Pero lo más inquietante fue descubrir que, cuando giró la página, el reverso tenía una ligera marca: un doblez diagonal , hecho con precisión quirúrgica. Como si, al sostener la hoja, alguien hubiera evaluado el diseño… y luego considerado llevárselo.

No lo hicieron. Pero lo pensaron.

Beatriz dejó la libreta en su sitio, cerrándola lentamente.

—Alguien estuvo aquí.

Desde lo alto del armario, donde siempre ponía sus cosas más importantes, algo crujió levemente. Beatriz levantó la vista, pero no vio nada fuera de lugar.

Y en algún lugar, entre pliegues de planos imposibles, alguien tomaba nota. No solo de los dibujos. Sino de la intención con la que fueron creados.

Notes:

🌟 CAPÍTULO 50 — Un Umbral en la Lluvia 🌟
Cuando empecé esta historia, jamás pensé que llegaría tan lejos… pero aquí estamos: capítulo 50 de Bajo la lluvia de neón. 🎉
Más allá de ser un número redondo, este capítulo tiene algo especial: sin planearlo, terminó siendo el punto de convergencia más profundo entre esta historia y mis otras dos obras originales aún no publicadas.
Aquí, mientras Beatriz observa el destino del alma de la Inventora, se abren puertas que cruzan dimensiones, memorias y posibilidades. Si has estado atento a los símbolos, puede que ya hayas sentido que esto va más allá de un simple fanfic...
Este capítulo es un regalo, una grieta en el velo, un reflejo de algo mucho más grande que empieza a manifestarse.
💬 Gracias por acompañarme hasta aquí, por cada lectura, cada comentario, cada suspiro que han compartido conmigo. Ustedes no leen una historia: la están habitando conmigo.
Nos vemos del otro lado de la neón.
Con cariño,
💎 Beatriz Delmar
#Capítulo50 #UniversoExpandido #BajoLaLluviaDeNeón #LaInventoraEstáVivaEnAlgúnLugar

Chapter 51: Estallido en la Niebla: La Visión del Colapso

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +400 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
☕ ¿Quieres apoyar mi trabajo?
Pásate por mi Buy Me a Coffee (opcional y muy agradecido):
👉 buymeacoffee.com/beatrizdelmar
📖 ¿Prefieres leer en inglés?
Ya hay capítulos traducidos disponibles:
👉 Versión en inglés https://archiveofourown.org/works/65379142
Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 400+ reads! 💖
I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.
🎯 Goal: 500 reads
Once we hit it, I’ll release an alternate version with more drama, romantic tension, and game-changing choices. Ready? 😉
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📖 Prefer reading in English?
The translated chapters are already available:
👉 English version https://archiveofourown.org/works/65379142
Thanks for being here—see you in the next quantum leap. 💫

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

En la madrugada Beatriz empezó a soñar...

[Visión fragmentada | Sueño de alerta temprana | ERROR DE RAM]

Beatriz no supo cómo llegó ahí.

El mundo a su alrededor era oscuro, como si el aire mismo llorara en silencio. Las paredes del lugar —si es que eran paredes— estaban cubiertas por una niebla gris azulada, hecha de pensamientos rotos y ecos de palabras no dichas. Emil estaba frente a ella. Sentado, encorvado, vacío. El mismo chico que había salvado, ahora parecía irreparable.

Sus ojos apagados, sus manos temblando sobre las rodillas. Murmuraba algo que ella no alcanzaba a entender, pero que le partía el alma.

Beatriz dio un paso hacia él. Luego otro. Le extendió la mano con dulzura.

—Emil… Estoy aquí —susurró.

Pero no llegó a tocarlo.

De pronto, todo se volvió blanco.

Una explosión muda, ciega, imposible. El mundo se quebró desde dentro de él… y de ella. No lo había logrado. No había podido calmar su dolor. Y porque no lo hizo, algo dentro de ambos colapsó. Un estallido emocional convertido en fuerza física devastadora. Eran dos bombas mal sincronizadas, condenadas a detonarse mutuamente.

Un zumbido en el aire. Como el de un sistema intentando activarse.

[HABILIDAD: CASSANDRA] — Requisitos incompletos.

Preview de habilidad ancestral activado.

Función: Visión Preventiva del Colapso Emocional Interconectado.

Estado: No sincronizada.

Beatriz jadeó.

No estaba ahí de verdad. Lo comprendió justo antes de despertar incorporándose rápidamente sobre la cama. Era una advertencia. Una advertencia de lo que habría pasado si no lo hubiera hecho bien. Si no hubiera logrado ver el dolor de Emil a tiempo. El sistema le mostraba la catástrofe que había evitado sin siquiera saberlo.

Se llevó una mano al pecho.

—Gracias… por dejarme ver esto —susurró al vacío.

Y en ese instante, la visión se desvaneció.

Ella despertó con los ojos húmedos, el corazón acelerado y una certeza inexplicable:
la verdadera bomba… era el amor mal contenido.

 

La tarde  después del trabajo había comenzado de forma ligera.

En el apartamento, Beatriz, Aki y Sora estaban reunidas frente al televisor, sentadas sobre cojines de colores mientras compartían un bowl de palomitas dulces y se reían de un viejo programa de idols reciclado. Beatriz incluso se había animado a enseñarles una coreografía torpe con una botella vacía de té como micrófono improvisado.
La risa llenaba el espacio, esa clase de risa que borra por un momento todo lo oscuro y complicado.

—¡Y ahora, la parte del giro dramático! —exclamó Aki, imitando una pose exagerada de "rival malvada de secundaria".

Pero justo cuando Sora estaba por hacer un comentario sarcástico, la transmisión cambió repentinamente.

 

El ambiente era cálido, lleno de ese tipo de alegría que solo aparece cuando se siente que el mundo puede esperar un poco más para explotar. Pero entonces, la pantalla del televisor parpadeó.

Una transmisión en vivo interrumpió el programa de Sora.

—¿Eh? ¿Una emergencia? —preguntó Aki, sentándose derecha.

En la pantalla apareció el escudo de las Industrias Sturm , seguido por una cortina dorada y un escenario elegante adornado con luces y símbolos mágicos flotantes. Un hombre de traje impecable, sonrisa de político y mirada de halcón se adelantó al podio. Era Maximiliano Sturm , rector y fundador de la academia.

—Ciudadanos de Luminaria, tenemos el honor de presentar al mundo el talento evolutivo más prometedor de nuestra generación: ¡mi hija, Amara Sturm!

Aplausos coreografiados. Claramente ensayados.

Amara apareció detrás del telón. Vestía un uniforme de gala con bordados dorados y un lazo de energía flotando detrás como si fuera una capa de niebla. Su cabello oscuro recogido en una trenza perfecta, el rostro sereno, casi inexpresivo. Sonreía, pero no llegaba a los ojos.

Maximiliano alzó una mano y continuó:

—Hoy damos un paso adelante al revelar que el Evol de Amara es Velocitas Divina . Una capacidad de movimiento dimensional cuántico. ¡Es la primera portadora en años!

El público aplaudió, algunos se pusieron de pie.

Y justo cuando la transmisión parecía terminar, Amara hizo algo inesperado.

Extendió su mano izquierda, en su dedo, el anillo de Chica Mágica brilló con intensidad violeta, proyectando su símbolo en el aire como un sello de invocación.

Corte de cámara rápido. Silencio en el set. 

Beatriz dejó caer su palomita qué tenía en la mano.

Beatriz se sienta de golpe. Sus pupilas se dilatan, meditando para sí misma. 

> ¿Está loco? ¿Anunciarlo en vivo? ¿En medio de Luminaria, donde todos los datos se filtran antes de que pestañees? ¿Qué clase de padre le coloca una diana en la espalda a su hija?

No puede evitar pensar que ese anillo, por más discreto que fuera, no formaba parte del set técnico.

Eso no venía en el juego... ¿o sí?

 

Pero lo que la deja helada es la sonrisa en la comisura de los labios de Amara justo después de mostrar el anillo.

 

> No fue un descuido. Fue un mensaje.

¿Para quién? ¿Para los villanos? ¿Para ella?

—Ese anillo…  es como gritarle al multiverso que estás lista para ser cazada. O peor... para ser usada.

Beatriz se levantó y caminó hacia la aplicación del celular de ella, abriendo el mapa de la zona. Las grietas fluctuaban. La energía alrededor de Amara estaba cambiando.

La transmisión termina con el logo de Sturm Industries brillando sobre una lluvia de luces plateadas.

Una voz en off repite el lema:

 

> “Empresas Sturm: el futuro, ahora en manos humanas.”

 

Pero Beatriz solo alcanza a pensar:

 

> Eso no estaba en los foros. No estaba en los anuncios. No estaba… en el guion.

Y si ella es mágica y tiene un Evol, ¿quién más está a punto de romper el tablero? Ya que los poderes usualmente aparecen hasta los 18 años… Es muy raro que aparezca antes… ¿O... No? 

 

—Tengo dos opciones —dijo sin volverse—. Si Lucien coopera, entraremos a esa fiesta como invitados. Vigilaremos desde dentro y, si algo raro pasa, actuaremos.

—¿Y si no coopera? —preguntó Sora.

Beatriz se giró, con una seriedad que heló el cuarto.

—Nos infiltramos. Y si las cosas se ponen feas, ustedes escapan. Yo me quedo.

Metió la mano en su mochila y sacó de su sistema discretamente tres pequeños comunicadores en forma de aretes de cristal (gracias al videojuego de Espías sin límites ).

—No llevarán sus celulares. Si algo sale mal, tienen un punto de extracción. Usen esto solo si no hay otra opción.

Aki tomó uno, sin hablar. Sora miró a Beatriz con ojos decididos.

—¿De verdad crees que le pasará algo a esa chica?

—Creo... —susurró Beatriz, mirando el anillo en la pantalla— que ella ya lo sabe. Y lo está provocando.

Sora y Aki se miraron. Ambas asintieron.

—Entonces vamos contigo —dijo Aki.

Beatriz bajó la mirada. Sonrió, aunque el temblor en sus dedos la delataba.

—Entonces preparen sus vestidos... y sus mentes.


Beatriz parpadeó, incrédula. No recordaba esa escena del juego. Y eso que había buceado en todos los foros, incluso los hilos muertos de Reddit y las versiones censuradas de los leaks. Así que decidió viajar a la zona N109, meditando en el camino.

¿Desde cuándo había transmisiones oficiales para anunciar poderes Evol?
Su propio despertar no había sido registrado. Ni celebrado.

Y ahora Maximiliano, sin la más mínima vergüenza, la vendía a todos como la nueva cara de la velocidad.

Pero había algo más.
Un gesto pequeño. Preciso.

El anillo.

Un movimiento demasiado estudiado como para ser accidental.
Beatriz lo notó.
Esa mano no tembló.
Amara quería que alguien lo viera.
Y si ella no estaba equivocada… lo que llevaba bajo esa armadura blanca no era solo blindaje.

La lluvia había cesado apenas unos minutos antes de que Beatriz se presentará frente a la puerta blindada de la mansión en la zona N-109. El escáner de voz la reconoció de inmediato.

—Acceso concedido —anunció el panel, y con un suave clic , la puerta se abrió.

Beatriz entró, ajustando su gabardina con una mano mientras aún tenía en la otra su celular sintonizado en el canal estatal. Su mirada, entre alerta y asombrada, denotaba que venía con una noticia candente. Apenas cruzó el umbral, uno de los corredores internos la llevó directamente al salón principal.

Lucien estaba recostado en su sillón, hojeando algunos informes en una tablet, mientras Noctis y Umbra discutían en voz baja en la otra esquina. Raúl, el herrero, descansaba con un café caliente en mano, observando todo con una ceja levantada.

—Lucien —dijo Beatriz, sin preámbulos—. Necesito hablar contigo… ¿viste lo del anuncio de Maximiliano Sturm?

Lucien levantó la vista con expresión de hastío.

—¿Ese pretencioso otra vez? No lo vi. Nunca veo nada donde él salga. ¿Qué hizo ahora?

—Presentó a su hija. A Amara —Beatriz se acercó y dejó el control sobre la mesa central—. No fue un anuncio cualquiera… enseñó el anillo. El de la chica mágica. No lo dijo abiertamente, pero lo insinuó.

Los murmullos en la sala cesaron al instante. Noctis silbó entre dientes.

—¿El anillo? Entonces sí es cierto lo que se rumoreaba sobre esa familia…

Raúl se enderezó un poco.

—Eso es ponerle una diana en la espalda a la niña —gruñó.

—¿La viste? —preguntó Lucien. Su voz era baja, controlada. Sus ojos rojos, intensos, pasaron brevemente de la pantalla a ella. Observaba como quien sabe que lo que acaba de decir no es una pregunta, sino un detonante.

Beatriz no giró la cabeza. Solo asintió.

—Lo vi todo. —Sus palabras salieron sin adornos, como piedras en el agua.

Detrás, Noctis cruzó los brazos con seriedad. Sus lentes reflejaban la imagen congelada del anuncio.

—Maximiliano no da paso sin huella. Está usando a su hija como un símbolo. Pero con lo que se viene, un símbolo no es esperanza… es carnada.

Umbra silbó bajo, mientras barajaba sus cartas con un chasquido.

—Velocidad, ¿eh? —murmuró—. Suena glorioso hasta que descubres que ni ella misma sabe cómo frenar.

Raúl, el herrero de la base, apareció por la entrada lateral con un trapo al hombro y gafas colgando del cuello. Su andar era firme, pero el sarcasmo lo precedía como una fragancia de lujo maliciosa.

—Ah, juventud… —dijo, dejando caer una pinza sobre la mesa con un clang perfectamente calculado—. Siempre tan dispuesta a mostrar los colmillos antes de que le salgan del todo.

Nadie respondió, pero Umbra dejó de mover los naipes por un segundo.

Raúl ladeó la cabeza y miró hacia la pantalla.

—No es la velocidad lo que me preocupa —añadió, afilando cada sílaba como quien talla una hoja de obsidiana—. Es la coreografía. Esa presentación fue tan natural como un cisne bailando flamenco. Ensayado. Estratégico. Y con un fondo de sangre en lugar de música.

Lucien respiró hondo. Se incorporó, cruzándose de brazos.

—Maximiliano lleva años queriendo arrastrarme a una de sus cenas diplomáticas —murmuró—. Nunca he asistido a una. Pero esta vez…

—…es otra cosa —completó Beatriz, ahora sí girando lentamente la cabeza hacia él—. ¿Tienes una invitación de más?

Lucien la sostuvo con la mirada. Y asintió, lento.

—Tengo varias. Y lo sabía. No porque me lo dijeras… sino porque lo pensé apenas la vi levantar ese anillo.

Beatriz bajó la mirada hacia la pantalla una última vez.
Ya no estaba sorprendida.

Solo… activada.

La Fiesta de Máscaras

La opulenta mansión de Maximiliano Sturm está decorada con un aire de elegancia decadente. La fiesta de máscaras es el evento del año, y la alta sociedad de la ciudad se ha reunido para celebrar.

Beatriz , vestida como sabe que le gusta a Lucien , luce una elegante máscara que oculta su identidad como Hunter Unicornio. Su cabello está recogido con pasadores que, en realidad, son herramientas secretas, perfectamente disimuladas. Lucien , igualmente enmascarado, la acompaña, manteniéndose cerca mientras vigilan los movimientos de los invitados.

La fiesta sigue su curso, con la élite conversando y bailando bajo la suave luz de los candelabros. Entonces, Maximiliano toma el escenario y anuncia con orgullo:

Queridos amigos, esta noche no solo celebramos nuestra prosperidad, sino también el futuro brillante de nuestra ciudad. Mi hija, Amara , se unirá a la academia un año antes, mostrando su extraordinario 'Evol' de velocidad."

Beatriz siente un escalofrío. Revelar la habilidad de un Hunter Unicornio antes de tiempo es un riesgo enorme, una violación directa de las normas de seguridad.

Mientras Maximiliano habla, Beatriz, Lucien, Aki y Sora se acercan al podio, manteniendo un perfil bajo pero listos para cualquier eventualidad.

De repente, una pandilla armada irrumpe en la fiesta , interrumpiendo el discurso con un alboroto ensordecedor. Beatriz y Lucien se tensan, preparándose para intervenir. La situación se torna caótica, pero Amara, con una calma aterradora, da un paso al frente.

Amara (con voz firme): "Un lote... Dos lotes... Un peñique y tres cuartos a trabajar."

En un abrir y cerrar de ojos, Amara desata su poder, moviéndose a una velocidad vertiginosa. En cuestión de segundos, los pandilleros son acribillados, y Amara se revela con una armadura entallada , similar a la de un soldado de élite, mostrando un control absoluto de la situación.

Sin embargo, su confianza la lleva a bajar la guardia. Uno de los pandilleros, aún vivo, grita con furia:

Pandillero : "¡LARGO CICLO A LA DESTRUCCIÓN QUÉ KHAËRÔN TRAERÁ!"

Antes de que Amara pueda reaccionar, el pandillero se clava una piedra de protocore dimensional en el pecho, transformándose en un gólem de piedra monstruoso. Dos más hacen lo mismo, mutando en grotescas criaturas listas para el caos.

La fiesta se convierte en un campo de batalla, y Beatriz, aterrada por la revelación de esta nueva amenaza, se da cuenta de que esto es solo el comienzo de algo mucho más grande y oscuro.

 

En medio del caos, Beatriz rápidamente toma el control, contactando a sus aliados. Los becarios se encargan de manipular las cámaras de seguridad, asegurándose de que no haya evidencia de lo que realmente está sucediendo. También abren rutas seguras para evacuar a los invitados, mientras el herrero y el armero se preparan para la acción.

Maximiliano , siempre calculador, mira fríamente a su hija.

Maximiliano (con un tono frío): "Espero resultados de esta batalla, Amara. No me falles."

Sin esperar una respuesta, Maximiliano se retira para coordinar la evacuación, dejando a Amara sola para enfrentar a los gólems de piedra .

Beatriz, observando con atención, utiliza su lazo especial para atar discretamente a Amara, sospechando que su "súper velocidad" no es lo que parece. Lucien y su equipo, vestidos con ropa negra y máscaras de cuervo , se despliegan, listos para intervenir si es necesario.

El herrero , con su tono sarcástico al estilo Niles de "La niñera" , mira a Beatriz y sus compañeros.

Herrero (bajo la mesa, con una sonrisa irónica): "Bueno, mis valientes, ya pueden empezar a pelear. No esperen a que los monstruos se cansen."

Beatriz y sus amigos despliegan sus armaduras , listas para el combate. La escena se intensifica cuando Amara comienza a sacar armas, demostrando que está preparada para contener a los tres monstruos.

El Enfrentamiento Épico

 

Amara , confiada en su dominio del tiempo, se dispone a rematar a Sora y Aki , congelando el entorno a su favor. Pero justo cuando va a lanzar el golpe final, una cuerda brillante se enrosca en su brazo: Beatriz , guiada por su lazo espiritual, ha logrado romper su concentración en el instante exacto.

El hechizo de detención colapsa. Con un grito de sorpresa, Amara es arrastrada por la fuerza del impacto y cae por la ventana, llevándose a Beatriz con ella.

 

Desde el interior, Lucien da un paso hacia adelante, alarmado —¡Beatriz!

 

Mientras ambas caen entre cristales rotos y disparos suspendidos en el aire que vuelven a moverse, Beatriz, ojos fijos en su enemiga, aprovecha el instante para hablar con ella, su voz firme como una sentencia.

 

Beatriz mientras se balancea por la ciudad con su lazo—¡No soy tu enemiga, Amara! Necesitamos hablar, pero no aquí. ¡Detén esto antes de que alguien salga realmente herido!"

Amara , luchando por mantener su compostura, intenta liberarse mientras las dos se mueven entre edificios, el entorno congelado en el tiempo creando una sensación surrealista.

¡Tú no entiendes nada! ¡Esto es más grande que tú, que yo! No voy a permitir que interfieras.

Beatriz , aún tirando de Amara, se mueve hábilmente a través de los edificios, usando el entorno a su favor para ganar terreno.

Beatriz con calma, pero firme—Entonces explícamelo. Pero primero, terminemos con esto. Hay vidas en peligro.

La tensión se incrementa con cada movimiento, el duelo no solo es físico, sino también un combate de voluntades. Beatriz está decidida a llegar al fondo de la situación, mientras que Amara lucha por mantener su misión en marcha, sin ceder ni un centímetro.

Mientras Beatriz y Amara se debatían en su feroz combate, el aire mismo parecía quebrarse con cada impacto. Relámpagos de energía, ráfagas de luz y retorcidas explosiones de isomalto fundido trazaban cicatrices en el cielo de aquel distrito olvidado. Ambas mujeres, con sus poderes desatados, eran el centro de una tormenta que amenazaba con tragarse todo.

En otro punto de la ciudad, Lucien atravesaba los restos de los Wanders como un meteoro oscuro, guiado por el tirón invisible del lazo que lo unía a Beatriz. Sus pensamientos eran una sola llama:

Lucien  murmura entre dientes, mientras destroza a uno de los Golems Resiste. Sólo un poco más... Estoy casi ahí.

El tiempo, que hasta hace un instante se hallaba suspendido en la anomalía de Amara, se liberó de golpe. Los proyectiles atrapados en el aire siguieron su curso como una sinfonía desquiciada. El cielo explotó en ruido, metal y luz.

Beatriz avanza con la mirada fija en su oponente, mientras esquiva.
—¿Es esto lo que buscas, Amara? ¿Destruirlo todo solo para no enfrentar la verdad?

Amara , jadeando, retrocedió ligeramente. Sus ojos, siempre fríos, ahora oscilaban entre furia y temor. Pero no respondió. Como si las palabras ya no le alcanzaran.

Y entonces…
Desde lo alto de una estructura semi-colapsada, una figura apareció entre el polvo y la penumbra.

Un hombre.
Un guerrero.

Su silueta recortada contra las nubes nubladas de neón y fuego era inconfundible. Armadura plateada con bordes carmesí, capa rasgada al viento, casco tan impenetrable como la noche misma. Un mandaloriano , de los que solo se hablaban en susurros, de los que caminaban entre sistemas como sombras del juicio final.

Sus botas metálicas resonaron con lentitud mientras descendía por la estructura, sin apresurarse. No necesitaba correr. Sabía exactamente cuándo intervenir.

Mandaloriano (murmurando en frecuencia privada, mientras observa):
—Dos fuerzas desatadas, un solo nexo temblando al borde...
(una pausa breve)
—...y el dragón todavía no ha rugido.

Sus sensores registraban más de lo que dejaba entrever. Seguía la trayectoria del pulso vital de Beatriz, la energía alterada de Amara, y... algo más. Un eco conocido. Una huella que no debería estar ahí.

Mandaloriano (con voz baja, apenas audible):
—¿Qué ocultan exactamente? Y sobre todo… ¿a cuál de las dos vengo a salvar?

Desde el suelo, Beatriz sintió un escalofrío en la nuca. No venía de Amara.
No venía del campo de batalla.
Era la conciencia profunda de que estaban siendo observadas.

Y ese tipo de mirada… sólo la tenía alguien que no era de este mundo .
O que ya había sobrevivido a su destrucción.

Lucien , finalmente acabando con los Wanders , se convierte en humo rojo y se dirige rápidamente hacia Beatriz, con la intención de llegar a tiempo para enfrentar lo que sea que esté ocurriendo.

Notes:

Nota de la autora: La llegada del Mandaloriano crea una atmósfera cargada de misterio y potencial conflicto. ¿Cuál será su papel en esta situación? ¿Será un aliado inesperado, un nuevo adversario, o alguien con sus propios intereses?

Chapter 52: Secuestro y Revelaciones: El Juego de la Familia Perdida

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +400 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
☕ ¿Quieres apoyar mi trabajo?
Pásate por mi Buy Me a Coffee (opcional y muy agradecido):
👉 buymeacoffee.com/beatrizdelmar
📖 ¿Prefieres leer en inglés?
Ya hay capítulos traducidos disponibles:
👉 Versión en inglés https://archiveofourown.org/works/65379142
Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 400+ reads! 💖
I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.
🎯 Goal: 500 reads
Once we hit it, I’ll release an alternate version with more drama, romantic tension, and game-changing choices. Ready? 😉
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Thanks for being here—see you in the next quantum leap. 💫

Chapter Text

La batalla entre Beatriz y Amara llega a un punto crítico. Cada disparo roza la piel, cada movimiento parece más una danza violenta que un combate estratégico. Las Magnum de Beatriz resuenan con potencia, contrarrestando el arsenal casi infinito que Amara despliega. El aire está saturado de tensión, polvo y luz cortada por ráfagas de energía.

A lo lejos, un brillo metálico. Desde una cornisa oscura, el Mandaloriano observa la escena, inmóvil. Sus ojos, ocultos tras el visor, se posan en los clips brillantes en el cabello negro de Beatriz, que relucen brevemente en el aire helado.

Mandaloriano (murmurando, entre la sorpresa y la certeza):
—Lo sabía... es ella.

Sin esperar más, lanza una red eléctrica que se despliega en el aire con precisión quirúrgica. Amara cae al instante, inconsciente pero ilesa. La descarga es medida, controlada.

Beatriz apenas tiene tiempo de girarse. Una esfera con cuerdas impacta a sus pies, envolviéndola con firmeza pero sin daño. Se inmoviliza sin poder evitarlo. La táctica del Mandaloriano es clara: detenerla, no herirla.

Entonces, de entre las sombras, Nox Félix hace su aparición.

Pequeño, ágil, con una armadura ligera negra y un casco estilo Mandaloriano, su silueta felina se mueve con una gracia inquietante. En un solo movimiento, dispara un sedante directo al cuello de Beatriz.

Nox Félix (con una sonrisa pícara mientras revisa que Beatriz esté estable):
—Shhh... No te preocupes. Te tenemos. Solo... tómate una siestita de gato.

Con movimientos sincronizados, el Mandaloriano recoge los cuerpos de Amara y Beatriz. La nave, hasta ahora camuflada entre las sombras, se revela con un zumbido sutil, una silueta imponente que parece surgir de la oscuridad misma.

Nox Félix , caminando detrás, con las manos cruzadas detrás de la cabeza como si esto fuera solo otra noche más:
—¿Quién dijo que los lunes no podían mejorar?

La escena es interrumpida por una ráfaga roja que se arremolina en el aire: Lucien, transformado en humo carmesí, aterriza justo cuando la nave comienza a elevarse. Al ver a Beatriz en brazos del Mandaloriano, su mundo se detiene.

Lucien (gritando, con desesperación):
—¡Beatriz! ¡No puedes llevártela!

Golpea el suelo con tal fuerza que el concreto se fractura. El eco de su voz se mezcla con el rugido de los motores, mientras la nave desaparece entre las sombras.

La Furia Aries Desatada: La Cacería de Brujas

Lucien permanece de pie en silencio, el corazón latiendo con furia contenida. Por un segundo, todo a su alrededor se apaga, salvo un pensamiento: recuperarla.

Lucien (con voz temblorosa de rabia):
—No puede terminar así. ¡La encontraré, cueste lo que cueste!

Sin perder un segundo, reúne a su equipo. Se asegura de que Sora y Aki estén a salvo, lejos del fuego cruzado.

Lucien (a sus compañeras, con tono protector):
—Quédense aquí. No voy a perder a nadie más. Volveré con Beatriz... y con Amara.

El instinto de un Aries en llamas lo guía. Comienza su cacería: interroga informantes, derriba puertas, desentierra secretos. Su sola presencia infunde temor.

Lucien (a su equipo, con mirada implacable):
—Peinen cada rincón. Callejón por callejón. Nadie duerme hasta que sepamos quién fue.

Pero en el fondo, algo no encaja. No fue un secuestro cualquiera. Ese tipo... era un cazador. Pero no uno común.

El Código en la Botella

Horas después, una pista lo lleva a un bar en donde habían estado él y Beatriz. En la barra, una botella de tequila de agave azul brilla bajo la tenue luz. Sus ojos se detienen en ella. Algo en su interior se remueve. Un recuerdo.

Beatriz, sonriendo en una cita, sosteniendo un caballito entre los dedos.

Beatriz (entonces):
—No se trata de beberlo como si fuera agua. Es fuerte, seco... como mi papá. Pero si sabes tratarlo, se vuelve cálido y reconfortante.

Lucien traga saliva y se acerca.

Cantinero (arqueando una ceja):
—¿Tequila? ¿No es muy fuerte para un tipo como tú?

Lucien (con una sonrisa triste):
—No se trata de beberlo como agua... Tiene fuego, sí. Pero también calor. Si sabes tratarlo.

El cantinero le sirve. Lucien gira la botella. Sus dedos notan una textura distinta bajo la etiqueta: un código QR.

Lo escanea. En la pantalla aparece una imagen: el boceto del anillo que Beatriz diseñó. Debajo, un número cifrado.

Lucien (en un susurro):
—Es una invitación...

El cantinero, sin decir palabra, se aleja. Lucien se queda solo con la botella, la imagen, y una nueva certeza. Este no es solo un rescate.

Es una llamada. Un mensaje. Un mapa al pasado.

El padre mandaloriano caminaba lentamente de un lado a otro, con las manos cruzadas detrás de la espalda, observando a Beatriz y Amara, ambas atadas y con audífonos antiruido que les impedían escuchar cualquier cosa hasta ahora. Se detuvo frente a ellas, y con un gesto lento y deliberado, retiró los audífonos de ambas.

—Una de ustedes dos es mi verdadera hija —dijo con voz grave y pausada—. Les pido su cooperación. Primera pregunta... —Se detuvo un momento, pensativo, y luego añadió—: ¿Cuál era tu merienda favorita cuando eras niña?

Beatriz frunció el ceño, sorprendida por la pregunta, pero respondió casi de inmediato. —Galletas de avena con chocolate... hechas en casa.

Amara, evidentemente confundida, no respondió, mirando con desdén al mandaloriano.

El padre asintió levemente. —Interesante. Siguiente pregunta para ambas. ¿De qué juego de mesa fuiste vetada para siempre por la familia?

Beatriz no pudo evitar sonreír un poco antes de contestar. —UNO. Y no fue mi culpa que llegara al top 15 mundial en la red social de las más populares... sin comprar potenciadores.

El mandaloriano se quedó en silencio por un momento, procesando la respuesta. Luego, con una leve inclinación de la cabeza, añadió con una mezcla de sorpresa y orgullo: —Ah, sí... eso explica por qué no te dejan jugar con ellos nunca más.

Nox Félix, observando con interés desde una esquina, soltó una risita. —Eso suena más impresionante que aterrador... aunque entiendo por qué te vetaron.

Amara abrió la boca, boquiabierta ante lo absurdo de las preguntas, pero antes de que pudiera decir algo, el mandaloriano continuó.

—Bueno, por último... —El padre se detuvo y llamó a Nox Félix para que se acercara. Con una sonrisa enigmática, dijo—: Vean el rostro del niño. Su reacción me dirá quién es mi hija.

Nox Félix se acercó, su pequeño rostro iluminado por una curiosidad inocente, sus ojos felinos brillando bajo la luz tenue.

Beatriz lo miró fijamente, y sus ojos se llenaron de lágrimas al instante. Su boca se abrió y cerró varias veces antes de que pudiera articular palabra. Finalmente, susurró, con la voz quebrada: —¿Papá?

El mandaloriano sonrió suavemente y, con una señal, desató a Beatriz. Ella se lanzó a sus brazos, aún temblando, su corazón latiendo con fuerza.

Amara, mientras tanto, fue nuevamente aislada con los audífonos y la venda. A pesar de no poder ver ni escuchar, percibió el cambio en el ambiente, la tensión anterior disipándose en una mezcla de alivio y emoción.

Beatriz, todavía en los brazos de su padre, murmuró con un leve sollozo: —No puedo creer que seas tú... Después de todo este tiempo.

—Siempre estuve cerca —respondió él, con voz suave pero firme—. Solo estaba esperando el momento adecuado para intervenir.

 

Beatriz respiraba con dificultad, sus emociones desbordándose mientras observaba a su padre, el hombre que llevaba tanto tiempo sin ver y que ahora se revelaba como el misterioso mandaloriano. Amara, aún atada y con los audífonos puestos, miraba a su alrededor, confundida y frustrada, pero su presencia parecía casi irrelevante en ese momento.

El padre de Beatriz, con una calma impresionante, se quitó el casco mandaloriano, revelando un rostro que, aunque joven en apariencia, mostraba la profundidad de la experiencia en sus ojos. Sus cabellos oscuros y la firmeza de su mandíbula contrastaban con la suavidad en su mirada mientras observaba a su hija.

Beatriz, con la voz temblorosa, apenas podía contenerse. —Tienes tantas explicaciones que darme... No sé por dónde empezar —susurró, luchando por mantener la compostura.

Él asintió lentamente, como si entendiera el torbellino de emociones dentro de ella. —Lo sé, hija. Y estoy aquí para darte todas las respuestas que necesites. Pero primero, permíteme explicarte por qué estoy aquí... y cómo.

Se sentó frente a ella, sus movimientos calculados y suaves. —He estado en el cuerpo de un mandaloriano durante los últimos cuatro años. Fue una transición extraña, pero necesaria. He aprendido que la sabiduría y la estrategia son tan vitales como la fuerza. Ya no sigo el credo mandaloriano estrictamente. He encontrado un punto de equilibrio... uno que me permite ser más que un guerrero.

Beatriz lo miraba, sus ojos grandes llenos de preguntas. —¿Cómo sucedió esto? ¿Cómo llegaste aquí?

Él respiró profundamente. —El Concilio de las Dimensiones. No fue un accidente. El choque dimensional que me trajo aquí fue parte de un plan mayor, uno que decidí arriesgarme a tomar, con la esperanza de encontrar a alguien de mi familia. Y cuando vi una grieta, tomé la oportunidad... y te encontré.

La voz de Beatriz se quebró. —¿Me has estado observando todo este tiempo?

Asintió, su mirada cálida pero seria. —Sí. No fue fácil mantenerme en las sombras, pero sabía que debía intervenir solo en el momento adecuado.

Beatriz apretó los puños, luchando con las lágrimas. —Todo este tiempo... pensé que te había perdido.

Él extendió una mano hacia ella, con una sonrisa leve y reconfortante. —Nunca te perdí. Siempre estuve cerca, vigilando, esperando. Y ahora, finalmente, estamos juntos de nuevo.

Amara, a un lado, aún sin entender completamente lo que estaba ocurriendo, movía la cabeza, intentando captar algún sonido o pista de la conversación. Pero en este momento, la conexión entre padre e hija era lo único que importaba.

Beatriz apenas podía contenerse mientras las emociones la inundaban. Pero al ver a Nox Félix observando desde un rincón, algo dentro de ella se ablandó aún más. Sin pensarlo dos veces, cruzó el espacio entre ellos y lo abrazó fuerte, apretándolo como si fuera un hermano que no sabía que necesitaba.

—Ven acá, chamaco, tú también eres de los nuestros ahora —murmuró, su voz cargada de cariño.

Nox, sorprendido al principio, sintió que el abrazo lo envolvía no solo físicamente, sino también emocionalmente. Lentamente, sus brazos se levantaron para corresponder, y en ese instante, el chico endurecido por la vida se desmoronó un poco, derritiéndose en la calidez de una familia que lo aceptaba.

El padre de Beatriz, con su casco en la mano y una expresión que oscilaba entre el orgullo y el fastidio, observó el intercambio. Sin poder contenerse, dio un paso hacia Beatriz, levantando una mano para darle un zape teatral en la cabeza.

—¡Mija, por favor! —dijo con un tono exageradamente dramático—. Ese tipo parece que salió de una película de acción, y tú... ¡tú ahí, metida hasta el cuello! ¿Qué te enseñé yo? ¿Eh?

Beatriz se frotó la cabeza donde había recibido el golpe ligero, mirando a su padre con una mezcla de diversión y afecto.

—Ay, papá, ya sabes que me atraen los tipos intensos... culpa a mis genes —replicó, fijando la mirada en él, con una sonrisa juguetona que suavizó el momento.

El Mandaloriano soltó una risotada, su risa profunda resonando en la sala. Pero, recuperando la compostura, apuntó un dedo hacia ella, fingiendo seriedad.

—No te creas que te vas a librar tan fácil. Vamos a tener una charla sobre esto más tarde.

Nox, desde su rincón, no pudo evitar reírse en silencio, disfrutando de esta dinámica familiar que le resultaba nueva pero que lo hacía sentir increíblemente bienvenido.

Beatriz soltó una risita nerviosa y rodó los ojos con dramatismo.

—Ohhh, por favor, papá. Créeme, si te contara lo que realmente pasó para que terminara con él, te quedarías con esa expresión de "estos milagros ni pasan en La Rosa de Guadalupe " —dijo, enfatizando el título del programa con un gesto teatral.

El Mandaloriano levantó una ceja, cruzando los brazos sobre el pecho mientras la miraba con una mezcla de curiosidad y escepticismo.

—Dispara —dijo, desafiándola—. Después de lo que he vivido estos últimos cuatro años, nada podría sorprenderme.

Beatriz sonrió, sabiendo que había muchas cosas que no podía decirle... como el hecho de que Lucien era un jefe criminal armero. Pero por ahora, se limitó a devolverle la mirada, dejando el aire cargado de misterio.

—Ya veremos, papá. Ya veremos...

Nox, desde su rincón, observaba la interacción con una mezcla de diversión y admiración, sabiendo que este era solo el comienzo de muchas revelaciones por venir.

Beatriz respiró hondo, preparándose para contarle a su padre todo lo que había vivido.

—Todo comenzó hace un año —dijo, su voz apenas un susurro al principio—. Desperté en un cuerpo diferente, en un cuarto lujoso, completamente confundida. No sabía dónde estaba ni por qué estaba allí.

El Mandaloriano frunció el ceño, escuchando con atención mientras ella continuaba.

—Resulta que este universo es... distinto. Aquí, hay héroes, y yo... bueno, aparentemente soy "la protagonista" de alguna manera. Al principio, traté de mantener a Lucien, mi novio, alejado de mí. Pensé que si lo hacía, lo protegería de cualquier peligro que pudiera atraer. Pero él no se rindió. —Una sonrisa se dibujó en su rostro al recordar—. Me gustaban sus gestos románticos, aunque intentara hacerlos rebotar.

El Mandaloriano asintió ligeramente, como si comenzara a entender la complejidad de la situación.

—Todo cambió cuando rescatamos a un gatito juntos. Fue un pequeño acto, pero nos unió de una forma que no esperaba. Desde ese momento, comenzamos a gustarnos de verdad. Aunque, para ser honesta, creo que él ya sentía algo por mí desde antes —admitió con una ligera risa—. A medida que pasaba el tiempo, me di cuenta de que sus gestos, que al principio me parecían exagerados, eran genuinos.

Beatriz hizo una pausa, recordando con cariño esos momentos.

—Lucien me ayudó en más de un sentido. Puso dinero de su propio bolsillo para financiar nuestras operaciones fuera del control de la "policía" de este lugar. Lo hizo para evitar que cayera bajo el control de los incubadores, esas horribles máquinas que usan a las chicas como combustible.

El Mandaloriano levantó la cabeza al escuchar esto, sus ojos llenos de preocupación.

—Esos incubadores... descubrieron cómo fragmentar almas y usarlas como energía. Pero, de alguna manera, al intentar protegerme, terminé encontrando mi camino de regreso aquí. A mi lugar de origen.

Beatriz miró a su padre, esperando su reacción, mientras su corazón latía con fuerza por la emoción de haber compartido tanto en tan poco tiempo.

 

Beatriz suspiró profundamente, todavía asimilando todo lo que había pasado.

—Entonces... me encontré enfrentando a Amara —dijo, su voz ahora más firme—. Ella... ella era parte de algo más grande, más oscuro. No sé si te diste cuenta, pero básicamente me pusiste en la mira para algo enorme.

El Mandaloriano inclinó la cabeza, sus ojos afilados observándola detenidamente.

—¿Te refieres a esa entidad cósmica? —preguntó, su tono serio—. La que aparece cada milenio, trayendo caos y destrucción, para luego ser derrotada por los héroes y volver a dormir.

Beatriz asintió, apretando los puños.

—Sí. Mi papel como "protagonista" es ayudar a enfrentarla y restaurar el equilibrio. Pero, papá, Amara... ella no estaba sola. Todo esto es parte de algo mucho más grande de lo que imaginé.

El Mandaloriano se quedó en silencio por un momento, un destello sombrío cruzando por su rostro.

—Beatriz... —comenzó lentamente—. Lo que estás enfrentando es solo la punta del iceberg. Hay más en juego de lo que crees. Desde hace un tiempo, he estado eliminando asesinos. Gente que viene tras de ti, buscando algo dentro de ti.

Beatriz frunció el ceño, confundida.

—¿Dentro de mí? Pensé que mi energía era compatible con todos los poderes de este mundo... asumí que era parte de las reglas del juego.

Su padre la miró con una mezcla de preocupación y algo más profundo.

—¿No te parece sospechoso? —preguntó—. Beatriz, revisa tu sistema. Hay cosas que aún no has descubierto.

Con un gesto de la mano, el Mandaloriano activó un menú holográfico frente a él, mostrando su propio sistema.

—Mira, este es mi menú. Puedes verlo porque somos familia. —Sonrió levemente, haciendo un gesto para agrandarlo y mostrarle cómo podía adaptarse—. Puedes ampliar y personalizar el tuyo.

Beatriz observó fascinada mientras su padre manipulaba el sistema. Al ver las opciones y submenús ocultos, su mente se aceleró.

—¿Cómo...? —empezó a decir, pero su padre ya estaba explicando.

—Hay más de lo que parece, Beatriz. Tienes acceso a cosas que ni siquiera has imaginado. Es hora de que explores y veas lo que realmente puedes hacer.

Beatriz asintió lentamente, una nueva determinación encendiendo sus ojos.

—Entonces, vamos a averiguarlo.

Chapter 53: Reglas para Devolver un Corazón

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +400 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
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Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 400+ reads! 💖
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👉 English version https://archiveofourown.org/works/65379142
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Chapter Text

El Mandaloriano manipuló su sistema una vez más, haciendo aparecer un libro holográfico frente a ellos. La portada era antigua, como si el tiempo mismo estuviera grabado en su superficie.

—Este es tu "Libro de Historia del Mundo" —dijo, señalando el volumen—. Se actualiza con cada avance que haces aquí. Cada vez que logras algo significativo, parte de la historia del mundo, y la tuya, se revela.

Beatriz parpadeó, acercándose al libro con curiosidad.

—¿Así que esto me muestra lo que necesito saber?

—Exacto. Y no solo sobre el mundo, sino también sobre tu papel en él. Es una guía, pero solo se revela a medida que avanzas. —Su padre le dio una mirada significativa—. Te convendría leerlo. Explica mucho contexto que hasta ahora desconoces.

Beatriz asintió, abriendo el libro y hojeando las primeras páginas. Los textos y las imágenes comenzaron a brillar, dándole destellos de la verdad oculta tras el velo de su nueva realidad.

—Esto es... increíble —murmuró, perdiéndose momentáneamente en las historias que se desplegaban ante sus ojos.

El Mandaloriano esperó pacientemente hasta que ella levantó la mirada.

—Ahora, sobre Amara —dijo, volviendo a un tono más serio—. No podemos simplemente dejarla libre después de lo que ha pasado. Pero tampoco podemos mantenerla así para siempre.

Beatriz cerró el libro, su mente trabajando rápidamente.

—Podríamos usarla —sugirió—. Si está conectada a algo más grande, quizás podamos hacer que nos lleve hacia ellos. Ponerla de vuelta en el tablero, pero con nosotros controlando las piezas.

Su padre asintió lentamente.

—Eso podría funcionar. Pero necesitaríamos un plan sólido. Algo que nos permita vigilarla de cerca y asegurarnos de que no vuelva a traicionarnos.

Beatriz pensó por un momento.

—Podríamos implantar algún tipo de dispositivo de rastreo o una restricción que la obligue a regresar si intenta algo. Y, al mismo tiempo, podríamos ofrecerle una oportunidad de redención. Si realmente está dispuesta a cambiar, podría ayudarnos.

El Mandaloriano sonrió, impresionado por su capacidad para pensar estratégicamente.

—Bien pensado, Beatriz. Hagamos eso. Pero ten cuidado. Amara es peligrosa, y no podemos confiar en ella completamente.

En el Taller:

Nox Félix y Beatriz trabajan juntos en un pequeño dispositivo que encajaría perfectamente en la piedra de transformación de Amara. Nox, con su habilidad para los dispositivos tecnológicos, se concentra en crear algo sutil pero efectivo.

—Esto debería funcionar —dijo Nox, ajustando los últimos detalles—. Se activará si ella intenta escapar o traicionarnos. No le hará daño, solo la obligará a regresar.

Beatriz asiente, agradecida por la ayuda.

—Gracias, Nox. Espero que esto la mantenga a salvo... y también a nosotros.

Mientras tanto, en el Salón a solas contesta la llamada de Lucien en su dispositivo:

Lucien y el Mandaloriano se encuentran en una especie de duelo silencioso, ambos tensos. Lucien, a pesar de su apariencia calmada, está claramente nervioso. El Mandaloriano lo observa fijamente antes de comenzar a hablar.

—Devuelvo a Beatriz en unas horas —comienza el Mandaloriano, su tono firme—. Pero hay condiciones. —Saca una lista y comienza a leerla:

—Si no vienes solo, no te la devuelvo.
—Si vienes con las autoridades o tus compañeros, no te la devuelvo.
—Si traes algún arma, no te la devuelvo.
—Si intentas atacarme o a mi compañero, no te la devuelvo.
—Si te vuelves "ese humo rojo", no te la devuelvo.

Lucien mantiene su compostura mientras escucha la lista, sabiendo que cada punto tiene un propósito claro.

—¿Algo más? —pregunta Lucien, con un tono controlado pero desafiante.

El Mandaloriano lo mira directamente a los ojos.

—No eres solo lo que aparentas ser, ¿verdad? —dice, insinuando que sabe más de lo que deja ver.

Lucien respira profundamente, sabiendo que no puede ocultar todo.

—No, no lo soy. Pero estoy aquí por Beatriz. Nada más importa.

El Mandaloriano asiente lentamente, satisfecho con la respuesta.

—Bien. Entonces sigue las reglas, y no tendrás que preocuparte por nada más.

Del casco al león

Mientras Beatriz y Nox trabajan en el dispositivo de seguridad para la piedra de transformación de Amara, Beatriz se toma un momento para hablar con su padre sobre cómo lo llamará de ahora en adelante.

Beatriz : "Oye, papá... quiero decir, no puedo seguir llamándote 'papá' o 'Mando' todo el tiempo. Necesitamos algo más... algo nuestro."

Mando : "Tienes razón. Pero elegir un nombre no es fácil, especialmente en este mundo donde no podemos usar los reales."

Beatriz se queda pensativa por un momento, observando a su padre, recordando todo lo que ha pasado. Entonces, una idea le viene a la mente.

Beatriz : "¿Qué tal 'Aslan'? Como el león. Es fuerte, protector... y, bueno, tú siempre has sido como un león para mí."

Aslan (sonriendo): "Aslan... me gusta. Tiene fuerza, y tiene significado. Gracias, hija."

Este pequeño momento de conexión refuerza su vínculo familiar y da un toque de ternura en medio de la tensión.

Mientras Nox y Beatriz terminan de construir el dispositivo, la conversación fluye hacia su función.

Nox : "Este dispositivo debería encapsular la piedra mágica de Amara. Básicamente, le enviará una señal que controlará cuándo puede transformarse."

Beatriz : "Exacto, es una medida de seguridad. No queremos que Amara pierda el control o se sienta amenazada sin necesidad. Pero también queremos asegurarnos de que esté a salvo."

Aslan : "Buena idea. Me aseguraré de que todo esté bajo control antes de que llegue Lucien. No queremos más sorpresas."

Con el dispositivo listo y Amara bajo control, Beatriz, Nox y Aslan se preparan para encontrarse con Lucien. Aslan, ahora con su nuevo nombre, se siente más conectado con Beatriz, listo para enfrentar lo que venga.

 

Peligro o refugio

El punto de encuentro es un claro en el Bosque Prohibido , un lugar apartado y cargado de misterio. Lucien llega con paso firme, su imponente figura destacando entre los árboles. Lleva una chaqueta de cuero finamente bordada, pantalones de mezclilla, y una mirada que podría derretir el acero. Beatriz está junto a su padre, quien lleva su armadura mandaloriana, su casco impasible pero sus ojos, aunque ocultos, claramente reflejan preocupación.

Lucien avanza, y justo cuando se está acercando, Aslan rompe el silencio, dirigiéndose a Beatriz en un tono que sólo un padre puede adoptar.

Aslan (en español): "Oye, este tipo huele a peligro. Lo puedo oler desde debajo de mi casco mandaloriano. ¿Qué te enseñé, hija? ¿No recuerdas los comerciales de 'mucho ojo'?"

Beatriz (en español, tratando de suavizar): "Bueno, también huele a protección..."

Ella está claramente sonrojada, sabiendo que su padre está justo a punto de pasar de la preocupación al regaño en un santiamén.

Lucien , sin entender una palabra de lo que se dice, se detiene en seco. Su rostro muestra una mezcla de confusión y curiosidad. No es común que algo lo descoloque, pero esto lo hace. Nox , en algún lugar oculto con un rifle de precisión, escucha todo y no puede evitar reírse para sí mismo, entendiendo el intercambio gracias a su sintonización con el canal Storge del amor.

Lucien (en voz baja, para sí mismo): "¿Qué idioma es ese? No lo reconozco... y eso es raro."

Aslan , aún en español, se inclina un poco hacia Beatriz.

Aslan : "¿Estás segura de que este es tu novio y no un villano sacado de una telenovela?"

Beatriz asiente con una mezcla de orgullo y nerviosismo. Lucien , aún perplejo, decide que es hora de interrumpir la conversación de alguna manera, aunque sin saber realmente qué está pasando.

Lucien : "Beatriz... ¿qué están diciendo? No estoy seguro de entender."

Beatriz se gira hacia él, aún roja, y decide aclarar la situación.

Beatriz : "Es... un idioma antiguo de mi mundo. Mi papá y yo lo usamos para... comunicarnos en privado."

Aslan (en español, con una sonrisa oculta): "Ahora soy un 'idioma antiguo', ¿eh?"

Lucien, aunque todavía confundido, decide ignorar la barrera idiomática por un momento. Se dirige a Aslan , quien lo observa con una mezcla de sospecha y respeto.

Lucien : "Sé que parezco peligroso, y lo soy en cierto sentido. Pero no estoy aquí para causar problemas. Estoy aquí porque me importa Beatriz más de lo que las palabras pueden expresar."

El tono de Lucien es sincero, y eso, más que cualquier otra cosa, empieza a desarmar un poco la desconfianza de Aslan.

Aslan (en inglés, finalmente): "Demuéstramelo."

Lucien asiente, comprendiendo que las palabras no serán suficientes. Decide compartir algo personal, algo que solo alguien que realmente se preocupa por Beatriz haría.

Lucien : "He pasado años enfrentándome a peligros que ni siquiera puedo explicar completamente. Siempre he estado solo, protegiendo a los demás desde las sombras. Pero cuando conocí a Beatriz... todo cambió. Intenté mantenerla alejada, protegerla desde la distancia, pero ella es... diferente. No necesita que la protejan como las demás."

Aslan : "¿Y qué te hace pensar que puedes protegerla?"

Lucien : "No es solo que pueda, es que lo haré. Porque ella me ha enseñado a querer algo más que la soledad. Y sí, sé que no soy perfecto, pero estoy dispuesto a enfrentar cualquier cosa por ella."

Aslan se queda en silencio, procesando las palabras de Lucien. Aunque aún mantiene su postura protectora, puede ver la sinceridad en los ojos del dragón.

Aslan : "Bien. Entonces empieza por demostrar que no eres solo peligro, sino también su refugio."

El intercambio termina con un entendimiento tácito entre los dos hombres, mientras Beatriz mira a ambos con una mezcla de alivio y esperanza.

Entre garras, colas y confesiones

El bosque sigue siendo un escenario imponente mientras Aslan , Beatriz y Lucien caminan hacia la nave. Aslan y Beatriz se adelantan un poco, dejando a Lucien ligeramente rezagado. La tensión inicial empieza a disiparse, dando paso a una conversación más ligera, pero no por ello menos cargada de las típicas ironías familiares.

Aslan (con tono cínico, en español): "Oye, ¿no eres muy grande para ti ese tipo? Digo, a estas alturas deberías andar en tus 34 o 35 años, ¿no? Por cierto, ¿qué edad tiene él?"

Beatriz , indignada, se detiene y le da un pequeño empujón a su padre, sonrojada pero con una sonrisa juguetona.

Beatriz (en español): "¡Ay sí, el burro hablando de orejas, ¿verdad?" —Hace un gesto con las manos, insinuando que a su padre le crecen las orejas como para juzgar—. "Tú no eres nadie para hablar de edades, ¡eh! Que con mamá te llevas como diez años."

Desde el canal Storge del amor , Nox escucha todo y no puede contener la risa, divirtiéndose con la dinámica entre padre e hija. Aunque no está a la vista, su voz traviesa se escucha por el intercomunicador.

Nox (con humor): "¡Yo sólo digo que tienen mucho en común!"

Beatriz , ignorando la intervención de Nox, lanza una mirada afilada de reproche a su padre.

Beatriz : "Además, papá, ya me confesaste a qué edad lo hicieron tú y mamá. ¿Qué eran, 26 años? Haz la resta, ¿te acuerdas?" —hace un ademán con las manos señalando la resta de años.

Aslan se queda sin palabras por un momento, pero luego sonríe con resignación.

Aslan : "Bueno, al menos admite que en una cosa ya le ganaste a tu mamá."

Beatriz (con un tono un poco triste pero comprensivo): "Al menos agradezco que ahora seas más comprensivo con estas cosas..."

Aslan suspira, su voz adquiriendo un matiz más reflexivo.

Aslan : "Al ser mayor, creo que viene la sabiduría. Y aunque en muchos momentos no estuve para ti como debía... estos cuatro años separados me hicieron reflexionar. Debí estar más presente en varios aspectos."

Beatriz : "Y ahora tienes que confiar en mi juicio. No por nada 'ya soy mayor de edad'. Créeme, le puse la barra alta, y aún así... él ha superado todas mis expectativas, como tú me enseñaste."

Aslan la mira con orgullo mientras continúan caminando.

Beatriz : "Sabes, creo que hice la mejor elección. Hay algo que descubrí en el libro de historia del mundo que me enseñaste a valorar..."

Llegan al lugar donde se encuentra la nave, que estaba camuflada. Beatriz desactiva el seguro, y la nave aparece ante ellos, su diseño elegante y futurista brillando bajo la luz del bosque.

Lucien observa con asombro cuando un pequeño niño humanoide con orejas y cola de gato aparece de la nada. Es Nox , quien, sin pensarlo dos veces, se acerca a Aslan y lo toma del brazo con total naturalidad.

Aslan (presentando a Nox): "Este es Nox , el ahijado de nuestra familia. Ahora, subamos a la nave para discutir los términos de nuestra alianza."

Lucien , aún sorprendido por la presencia del niño felino, esboza una sonrisa mientras los sigue hacia el interior de la nave. Secretamente, no puede evitar sentirse encantado por la inesperada aparición de Nox , su debilidad por los gatos claramente evidente.

Chapter 54: El Aroma de los Secretos

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +400 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
☕ ¿Quieres apoyar mi trabajo?
Pásate por mi Buy Me a Coffee (opcional y muy agradecido):
👉 buymeacoffee.com/beatrizdelmar
📖 ¿Prefieres leer en inglés?
Ya hay capítulos traducidos disponibles:
👉 Versión en inglés https://archiveofourown.org/works/65379142
Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 400+ reads! 💖
I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.
🎯 Goal: 500 reads
Once we hit it, I’ll release an alternate version with more drama, romantic tension, and game-changing choices. Ready? 😉
☕ Want to support my work?
You can do so through my Buy Me a Coffee (totally optional, always appreciated):
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📖 Prefer reading in English?
The translated chapters are already available:
👉 English version https://archiveofourown.org/works/65379142
Thanks for being here—see you in the next quantum leap. 💫

Chapter Text

La nave se desplaza suavemente hacia una cueva oculta, activando su modo de camuflaje al entrar. El interior de la nave es cómodo, con un diseño futurista pero acogedor. Todos se sientan alrededor de una pequeña mesa mientras la nave se estabiliza. Beatriz toma una respiración profunda, preparándose para hacer las presentaciones.

Lucien, este es mi papá, Aslan . Viene desde otra dimensión, buscándonos a mi familia y a mí. Ya me encontró, pero... hay algo preocupante que me dijo. —Su voz se quiebra ligeramente mientras aprieta los puños sobre sus piernas—. Al parecer, hay demasiadas personas que me están buscando también. No es un reproche ni un regaño, Lucien, pero...

Hace una pausa, su mirada fija en sus manos, luchando por encontrar las palabras.

Beatriz susurrando—Soy una bomba atómica andante, ¿no es así?

El silencio en la cabina es palpable. Lucien se inclina hacia adelante, sus ojos brillando con una mezcla de compasión y determinación. Había sospechado que Beatriz era más importante de lo que ella misma creía, pero escucharla admitirlo le duele.

Lucien con voz baja y firme— Sí, Beatriz. Lo sospechaba. Por eso siempre he intentado mantenerte cerca. No solo para protegerte, sino porque... eres el centro de algo mucho más grande. Pero eso no significa que estés sola.

Aslan observa la interacción con una mezcla de aprobación y precaución, mientras Nox permanece en silencio, atento a cada palabra.

Lucien mirando a Aslan y luego a Beatriz — Propongo una alianza más formal. Establezcamos reglas claras y un plan para protegerte, Beatriz , y enfrentar la amenaza mayor. No solo es el gobierno quien te busca. Hay un grupo de cazadores de recompensas llamados 'los impermeables'. —Hace una pausa, esbozando una sonrisa al escuchar a Aslan y Nox reír suavemente por el nombre—. Y parece que no todos los que dicen estar cerca de ti tienen buenas intenciones.

Aslan interrumpiendo, con un tono burlón— Sí, “los impermeables”. Nox y yo nos hemos encargado de unos cuantos. No son precisamente el grupo más brillante, pero son persistentes.

Lucien asiente, tomando nota de la información.

Compartamos información y recursos. Necesitamos trabajar juntos para mantener a Beatriz a salvo. Y no solo eso, debemos estar un paso adelante de todos los que la buscan.

Beatriz levanta la mirada, sus ojos llenos de gratitud y determinación.

Gracias, Lucien. Y gracias, papá, por venir por mí. Sé que esto no será fácil, pero con todos juntos, podemos enfrentar lo que venga.

Aslan sonríe y asiente.

Es hora de tomar las riendas de esta situación. Vamos a asegurarnos de que esos impermeables y cualquiera más que se atreva a buscarte se arrepientan.

Lucien toma la palabra— Entonces, hagámoslo oficial. Una alianza estratégica. Juntos, seremos más fuertes.

Nox , con una sonrisa traviesa, sugiere un brindis improvisado. Todos levantan sus tazas de bebida rehidratante que estaban cerca, sellando la alianza con un gesto simbólico.

Preparar las manos para que el corazón sobreviva

Aslan se reclina en su asiento, observando a Beatriz y Lucien con una mirada calculadora. La conversación sobre la alianza había sido un buen comienzo, pero ahora era momento de pensar en cómo proteger a Beatriz de manera efectiva.

Beatriz, lo primero que debemos hacer es prepararte mejor. Quiero que entrenes con las armas que tengo en la nave. Te enseñaré a manejarte en situaciones de combate, pero también a pensar estratégicamente, a evitar el enfrentamiento directo cuando sea posible. No podemos permitirnos errores, y tu seguridad es nuestra prioridad.

Beatriz asiente, aunque una sombra de tristeza cruza su rostro.

Entiendo, papá. No me gusta la idea de pelear, pero sé que es necesario. Además, no puedo estar con... algunos de los otros chicos en este momento. Es complicado. —Su voz baja un poco, evitando detallar más.

Aslan la observa con empatía, pero no presiona. Sabe que Beatriz está lidiando con muchas cosas a la vez.

También necesitamos un lugar seguro donde podamos quedarnos. La nave no puede ser un recurso que esos desgraciados que te buscan puedan encontrar fácilmente. Lucien , ¿tienes alguna propiedad donde Nox y yo podamos quedarnos? Un lugar que sea discreto y que podamos defender si es necesario.

Lucien se frota la barbilla, considerando la solicitud.

Tengo un par de propiedades que podrían servir. Una de ellas está en las afueras de la ciudad, bastante aislada y segura. Nadie sospecharía de ese lugar. Podemos movernos allí y establecerlo como nuestro punto de operaciones.

Beatriz levanta la vista, su expresión aún cargada de preocupación.

Gracias, Lucien . Pero aún me preocupa todo lo que hemos descubierto. No puedo estar cerca de Emil , Kael , o Miguel Ángel sin ponerlos en peligro. Emil podría resultar herido si no controlo mi energía, y Kael por lo que lei ya tiene a alguien malvado tras él. Y Miguel Ángel ... su conexión conmigo es aún más complicada.

Aslan la observa con una mezcla de comprensión y preocupación.

Beatriz, haremos todo lo posible para proteger a los que te importan. Pero ahora, debemos concentrarnos en mantenerte a salvo. Y hay algo más que debemos considerar.

Lucien pregunta con interés— ¿Qué es?

Aslan está hablando con decisión —Necesitamos hablar con Amara . Su padre no está planeando nada bueno, y si podemos traerla como aliada, podría cambiar el juego a nuestro favor. Puedo encargarme de eso, encontrarla y convencerla de que nos ayude.

Lucien asiente, viendo el valor de esa estrategia.

Mientras tú trabajas en eso, Beatriz y yo podemos seguir adelante con el entrenamiento y establecer el lugar seguro. Fingir una vida normal será clave para mantenernos fuera del radar. La información que tenemos es nuestra mayor ventaja, y debemos usarla para mantenernos un paso adelante.

Beatriz comprende las palabras de su padre —Está bien. Fingiremos ser normales tanto como podamos. Pero sé que esto será difícil.

Lucien coloca una mano en el hombro de Beatriz , ofreciéndole apoyo.

No estás sola en esto. Lo enfrentaremos juntos.

Aslan se levanta de su asiento —Entonces, está decidido. Nox y yo nos quedaremos en esa propiedad. Beatriz , comenzaremos tu entrenamiento mañana. Y, Lucien , asegúrate de que tengamos todo lo que necesitamos para mantener este plan en marcha.

Aslan , completamente equipado con su armadura de Mandaloriano , se acerca a Amara , que está sentada, amarrada y con los audífonos anti ruido aún puestos. Con un movimiento cuidadoso, se los retira, permitiéndole escuchar de nuevo.

Amara, no te vamos a hacer daño, pero necesito que escuches con atención. Tu padre te ha puesto en peligro más de lo que crees.

Amara se tensa, aunque no puede ver ni moverse demasiado.

¿Quién eres? ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué tiene que ver mi padre con esto?"

Soy “ Mandó” , el padre de la chica que enfrentaste , y estoy aquí para protegerla. Lo que tu padre ha hecho al ponerte en esta situación es irresponsable. No somos tus enemigos, pero si sigues sus pasos ciegamente, te pondrás en más peligro. Él te está utilizando, y ahora estás en medio de algo mucho más grande de lo que imaginas.

Amara contesta incrédula y un poco molesta —Mi padre solo quiere lo mejor para mí. No sé de qué hablas.

Aslan con tono firme —Lo que quiere tu padre es control. Te ha puesto en nuestra mira y en la de otros que no tendrán tanto cuidado contigo. Piensa en lo que está haciendo. ¿De verdad crees que te está protegiendo? Tú eres una pieza en su juego, y ahora, por su culpa, estás aquí, vulnerable.

Amara permanece en silencio, procesando las palabras de Aslan .

No te pido que confíes en nosotros de inmediato, pero considera lo que te estoy diciendo. Podemos ayudarte a ver la verdad, pero para eso, necesitas abrir los ojos a lo que realmente está pasando.

Aslan se levanta, dejándola con esas palabras mientras vuelve a colocarle los audífonos.

El ladrón de victorias

Mientras tanto, en otra parte de la nave, Beatriz y Lucien están sentados en silencio, tomados de las manos. Beatriz siente una presión abrumadora, como si estuviera a punto de explotar. En su mente, solo una pregunta resuena:

¿Qué clase de universo Otome es este?

Trata de calmarse, sintiendo que debe haber una manera de contener su poder, pero sus pensamientos son interrumpidos por Nox , quien salta de una hamaca colgante y se acerca con un dispositivo en la mano. Muestra una transmisión en la pantalla, y el rostro de Maximiliano Sturm aparece, con una expresión triunfal.

Maximiliano : "La cacería de brujas que ha llevado a cabo Sirius es un ejemplo de justicia y rectitud. Todo ha sido posible gracias a mi hija y a mí, y esto es solo el principio de nuestra misión para limpiar este mundo de amenazas."

Beatriz se levanta de un salto, furiosa.

¡Malévolo cucarachón! ¡Se está adjudicando tus esfuerzos Lucien y los convirtió en suyos y de su hija!

Lucien frunce el ceño, su mandíbula se tensa mientras observa la pantalla. Mantiene la calma, pero es evidente que está molesto.

Esto era de esperarse. Maximiliano siempre ha sabido cómo manipular las situaciones a su favor. Pero no vamos a dejar que esto quede así.

Beatriz se cruza de brazos, respirando profundamente para calmarse.

Tenemos que encontrar una manera de exponer la verdad, de hacer que se sepa lo que realmente está pasando. No podemos dejar que se salgan con la suya."

Lucien pone su mano en su hombro —Y lo haremos, pero primero, debemos asegurarnos de que estás segura. Nada de esto importa si no estás a salvo.

Nox asiente, aún sosteniendo el dispositivo.

Tenemos la ventaja de la información. Si jugamos bien nuestras cartas, podremos desmantelar su fachada.

Beatriz y Lucien se miran, sabiendo que el camino será difícil, pero están decididos a enfrentarlo juntos.

Después de la transmisión, la tensión aún flota en el aire. Beatriz y Lucien intentan recuperar la calma, pero Nox , siempre curioso, rompe el silencio.

Nox habla en español, con un tono de inocente curiosidad —Beatriz, ¿es normal ese 'aroma' en Lucien ?

Beatriz se sonroja de inmediato, sorprendida por la pregunta. Se gira hacia Nox , intentando mantener la compostura.

Beatriz aún sonrojada —¿A qué te refieres exactamente, Nox?

Nox , como todo niño astuto, se sube a la hamaca de nuevo, balanceándose ligeramente.

Él tiene varios aromas: a ceniza volcánica, plumas de ave y... ¿sangre? ¿Reptil? Pero no es de otros, es la de él.

Beatriz respira aliviada al escuchar la explicación, aunque el sonrojo sigue en sus mejillas. Intenta desviar el tema, pero la curiosidad de Nox es palpable.

Beatriz   pregunta en inglés, mirando a Lucien — ¿Podrías... decirle a Nox lo que realmente eres? Pregunta por tu aroma, supongo que es por curiosidad felina." Baja la mirada un poco, aún apenada. "Le recuerda a alguien... pero es mejor que se lo expliques tú.

Lucien cruza los brazos, pensativo por un momento, antes de responder.

—- Bueno, Nox , lo que hueles en mí es parte de lo que soy. No soy completamente humano, como Beatriz . Tengo algo en mi sangre que proviene de un linaje... especial. Por eso mi aroma es diferente, y es una mezcla de lo que has descrito.

Se inclina ligeramente hacia Nox , con una sonrisa suave.

Es parte de lo que me hace único, como tú tienes tus propias cualidades especiales. Y esa curiosidad tuya es una gran virtud. No dejes de preguntar, pero ten en cuenta que algunos secretos deben ser revelados a su debido tiempo.

Confianza vigilada

Amara permanece inmovilizada, sus ojos vendados y sus oídos cubiertos, mientras el padre de Beatriz , Aslan , se acerca para hablar con ella. Aún con su armadura completa de Mandaloriano , su voz resonante y calmada llena el espacio.

Amara, sabemos que tu situación es complicada, pero no somos tus enemigos. Tu padre, Maximiliano Sturm , te ha puesto en una posición peligrosa, y nosotros no queremos ser parte de ese juego.

Se inclina un poco, asegurándose de que Amara pueda oír cada palabra.

Te vamos a liberar, pero bajo ciertas condiciones. Tienes un dispositivo en tu piedra de transformación. Si detectamos que intentas traicionarnos o transformarte sin nuestro permiso, lo activaremos antes de que puedas usar tu piedra de transformación. No queremos hacer esto, pero es necesario para nuestra seguridad.

Hace una pausa, dejando que Amara asimile la información.

Te llevaremos a las afueras de la ciudad, a una parada de autobuses apartada. Usaremos uno de nuestros deslizadores para que no puedas rastrear el motor ni la nave. No queremos mantenerte prisionera, pero debes entender que tampoco podemos permitirnos el lujo de confiar completamente en ti aún."

Nox , observando desde un rincón, añade en voz baja: "Es un trato justo, ¿no crees? No te estamos abandonando, solo estamos asegurándonos de que todos estemos a salvo."

Amara respira hondo, procesando sus palabras. A pesar de la precaución extrema, puede sentir que hay una sinceridad en lo que dicen, una promesa de que no le harán daño si coopera.

¿Confías en nosotros lo suficiente para aceptar este acuerdo?"

Chapter 55: Un Beso Antes del Acero

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +400 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
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Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 400+ reads! 💖
I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.
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(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Aslan y Nox escoltan a Amara hasta la parada de autobuses en las afueras de la ciudad. El deslizador se desliza suavemente, dejando a Amara sin posibilidad de rastrear el motor. La dejan en un punto apartado, asegurándose de que tenga acceso a transporte pero que no sea fácil de seguir. Aslan se asegura de que Amara entienda las condiciones antes de liberarla.

De vuelta en la nave, Beatriz y Lucien esperan en silencio. Beatriz rompe el silencio, recordando a Lucien sobre Aki y Sora .

—Lucien, ¿qué pasó con Aki y Sora ? ¿Están a salvo?

Lucien asiente, su voz calmada pero firme. "Las llevé a una casa segura mientras te buscaba. Están bien."

Beatriz sonríe, aliviada. —Gracias, Lucien. Necesito enviarles un mensaje para que sepan que estoy bien. Y creo que deberíamos esperar un par de días antes de volver a mi apartamento. No queremos levantar sospechas, ¿verdad?

—De acuerdo. Podemos mantener un perfil bajo mientras tanto.

Beatriz mira a Lucien , su gratitud reflejándose en sus ojos. —Lucien... gracias por todo lo que haces por mí. No sé qué haría sin ti.

Lucien la mira con intensidad, su amor por ella evidente. —Beatriz, siempre estaré aquí para ti. No importa lo que pase."

En ese momento, la tensión y el miedo se disuelven, dejando espacio para un momento íntimo. Beatriz y Lucien se acercan, sus manos entrelazándose mientras se miran a los ojos. Beatriz siente cómo su corazón late más rápido, y Lucien , con su expresión seria, suaviza su mirada solo para ella.

Beatriz , sintiendo la conexión profunda entre ambos, se inclina ligeramente hacia Lucien . Sus labios se encuentran en un beso suave, lleno de promesas no dichas y emociones reprimidas. El mundo a su alrededor parece desaparecer, dejando solo la calidez de ese instante.

Mientras se separan lentamente, Lucien susurra: —Por ti, Beatriz, siempre.

El Lov-metro de Lucien sube al 90%, reflejando el crecimiento de su amor y compromiso.

Lucien decide llevar a Aslan y Nox a una residencia segura, un lugar oculto y fortificado que ha sido utilizado en situaciones de alto riesgo. Durante el trayecto, Aslan y Nox mantienen una conversación sobre su futuro inmediato y cómo podrán apoyar a Beatriz desde la distancia. Lucien se asegura de organizar su protección y establecer un sistema de comunicación seguro para mantenerse en contacto constante.

Al llegar a la residencia segura, inspeccionan las instalaciones y comienzan a planificar cómo modificar una parte de la casa para convertirla en una sala de entrenamiento. Aslan , como Mandaloriano experimentado, comenta que el entrenamiento que tuvo durante dos años incluyó combate a distancia y habilidades técnicas para intervenir equipos digitales, pero ahora deben enfocarse en el combate cuerpo a cuerpo. Nox , interesado y curioso, escucha atentamente mientras Aslan explica la necesidad de sincronizar las técnicas Mandalorianas con las habilidades propias de cada uno, haciendo énfasis en la táctica y la estrategia.

Aslan también menciona que trajo un equipo básico para entrenar a Beatriz , con el objetivo de fortalecer su defensa personal y mejorar su capacidad táctica. Sabe que Beatriz ya tiene una buena base, pero ahora necesita adaptarse a un estilo de combate más táctico y organizado, lo cual será crucial en los enfrentamientos que se avecinan.

Mientras tanto, Beatriz regresa al edificio donde los becarios, el armero, y el herrero la reciben con gran alivio. Su ausencia había generado preocupación, y verla de regreso les trae tranquilidad. El armero y el herrero ofrecen su ayuda, listos para proporcionar cualquier equipo o soporte que necesite.

El retorno a su entorno habitual le permite a Beatriz reanudar su rutina, al menos superficialmente, mientras en su mente planifica los siguientes pasos y cómo mantener la normalidad para no levantar sospechas. La preocupación sigue latente, pero el alivio de estar de vuelta entre los suyos le brinda un momento de calma para reflexionar y prepararse para lo que está por venir.

Lucien condujo en silencio por las calles serpenteantes hacia la residencia segura, un refugio oculto y fortificado que había sido utilizado en situaciones de alto riesgo. A su lado, Aslan miraba por la ventana, evaluando cada rincón del camino con una mirada que reflejaba su experiencia en el campo. Nox , sentado en el asiento trasero, no podía contener su curiosidad felina, sus ojos dorados brillaban mientras observaba cada detalle del trayecto.

—Es un lugar bastante apartado —comentó Aslan , sin apartar la vista del exterior.

—Lo es —respondió Lucien , su voz calmada pero firme—. Aquí estarán a salvo y podrán enfocarse en lo que necesitamos hacer.

Nox inclinó la cabeza, sus orejas felinas se movieron ligeramente mientras preguntaba con inocencia:

—¿Vamos a quedarnos mucho tiempo aquí? ¿O es solo temporal?

Lucien sonrió levemente.

—Todo depende de cómo avancen las cosas. Pero este lugar tiene lo necesario para que puedan entrenar y descansar.

Cuando llegaron, Lucien condujo hacia un garaje subterráneo que se cerró herméticamente tras ellos. Al entrar en la residencia, el aire era fresco y el ambiente, tranquilo. Las paredes estaban revestidas de materiales que absorbían el sonido, y las ventanas eran a prueba de balas. Era un lugar diseñado para la seguridad absoluta.

Aslan y Nox recorrieron el lugar, observando cada rincón. Aslan se detuvo en una amplia habitación vacía y miró alrededor, su mente ya trabajando en cómo convertirla en una sala de entrenamiento.

—Este espacio será perfecto —dijo Aslan , señalando las esquinas—. Podemos instalar equipo aquí y allá. Será suficiente para empezar.

Nox se unió a él, su entusiasmo palpable.

—¿Podemos hacer simulaciones tácticas también? Quiero aprender más de esas.

Aslan asintió, su tono serio pero con un toque de aprobación.

—Por supuesto. El entrenamiento no será solo físico. Necesitamos estar preparados mentalmente para cualquier situación.

Mientras tanto, Beatriz regresaba a su edificio habitual. Al entrar, fue recibida por los becarios, el armero y el herrero, quienes se detuvieron en sus tareas para mirarla con evidente alivio. Habían estado preocupados por su ausencia, y su regreso fue un bálsamo para sus ansiedades.

—¡Beatriz! —exclamó el armero, acercándose rápidamente—. Nos tenías preocupados. ¿Estás bien?

Beatriz sonrió, aunque el cansancio era visible en sus ojos.

—Sí, estoy bien. Lo siento por haberme ido sin avisar. Hubo... complicaciones.

El herrero, un hombre robusto con manos curtidas por el trabajo, se acercó también.

—Lo importante es que estás aquí ahora. Si necesitas algo, cualquier cosa, ya sabes dónde encontrarnos.

Beatriz asintió, agradecida por su apoyo incondicional.

El regreso a este entorno familiar le permitió un respiro, aunque sabía que la calma era solo superficial. En su mente, los próximos pasos se delineaban con claridad: mantener la normalidad, seguir con su rutina y, sobre todo, prepararse para lo que estaba por venir. La preocupación por Aslan , Nox , y todo lo que aún debía enfrentar estaba latente, pero por ahora, tenía que centrarse en lo inmediato.

En la residencia segura, Lucien ajustó un último detalle en el sistema de seguridad antes de dirigirse hacia Aslan y Nox .

—Estaremos en contacto constante —dijo Lucien —. Cualquier cosa que necesiten, me lo harán saber.

Aslan asintió, sus ojos reflejando la gratitud que sus palabras no expresaron.

—Agradecemos todo esto, Lucien . Nos aseguraremos de estar listos.

Nox levantó una mano, con una sonrisa traviesa.

—¡No te preocupes, también cuidaré a Aslan!

Lucien rió suavemente antes de marcharse, dejando a Aslan y Nox en la residencia segura, preparados para el entrenamiento que los esperaba y listos para apoyar a Beatriz desde la distancia.

Ecos de una sangre dispersa

Mientras Beatriz estaba sentada en la sala de Lucien , observando cómo el Nox el recién adoptado jugueteaba con un spiner, sus pensamientos comenzaron a divagar. Era extraño, pensó, lo rápido que habían avanzado las cosas entre ellos. Desde las primeras interacciones llenas de tensión y bromas hasta ese beso que marcó el inicio oficial de su relación, todo había sido un torbellino de emociones.

Beatriz se sentía bien con Lucien , mucho más de lo que había esperado. Incluso su padre, conocido por ser exageradamente protector, parecía estar manejando la situación con cierta calma. Aunque lo tenía en "fase de prueba", al menos no había amenazado a Lucien , como solía hacer con sus pretendientes en el pasado. Beatriz sonrió al recordar cómo su padre había cambiado con los años, gracias en parte a la experiencia de "poseer" otro cuerpo y vivir en un universo diferente. Ahora era más comprensivo, aunque todavía conservaba su carácter protector.

Sus pensamientos se desviaron hacia su familia, especialmente hacia sus hermanos y su madre. Se preguntaba si ellos también habrían pasado por una experiencia similar, encontrándose en otros cuerpos en universos paralelos. La idea la inquietaba, pero también le daba un poco de esperanza; tal vez todos estaban bien, enfrentando sus propias aventuras.

De repente, Beatriz recordó algo crucial: la abuela de la protagonista original había adoptado a un niño, “criándolos a ambos”. Ese niño, ahora hombre, era un piloto que había desaparecido hace tiempo. Durante la explocion de la casa de la protagonista no encontraron su cuerpo. Se preguntó si estaría bien. Después de todo, en teoría, él era la única familia que le quedaba a la protagonista original.

Esta reflexión le trajo un peso en el pecho, pero también una determinación: encontrarlo, si era posible, y asegurarse de que estuviera bien. Porque, a pesar de todo, la familia seguía siendo lo más importante para ella.

Con este pensamiento, Beatriz respiró hondo y decidió que, cuando fuera el momento adecuado, hablaría con Lucien sobre buscar a ese “hermano perdido” . Pero por ahora, se permitiría disfrutar del presente y del amor que estaba floreciendo entre ellos.

A la mañana siguiente, Beatriz despertó sintiéndose renovada. Después de todo, una buena noche de descanso y un desayuno nutritivo eran justo lo que necesitaba para encarar el día. Lucien , siempre atento, se aseguró de que tuviera todo lo necesario antes de salir.

—Hoy es el día —dijo Lucien con una sonrisa mientras se ponía su chaqueta—. Vamos a ver a tu padre, Aslan , y a Nox . Es hora de que comiences tu entrenamiento al estilo mandaloriano.

Beatriz lo miró con una mezcla de emoción y nerviosismo. Sabía que su padre, Aslan , era un hombre fuerte y determinado, y Nox , aunque pequeño, siempre había mostrado una agudeza y habilidad que superaban su edad.

—¿Crees que estaré a la altura? —preguntó Beatriz , ajustándose el cinturón.

Lucien se acercó, tomó su rostro entre las manos y la miró con una intensidad que la hizo estremecer.

—No solo estarás a la altura, Beatriz . Superarás todas las expectativas. Eres más fuerte de lo que crees, y ellos lo verán.

Ese aliento fue justo lo que necesitaba. Con una sonrisa renovada, Beatriz asintió. Se dirigieron hacia el exterior, donde un transporte los esperaba. El viaje hacia el lugar donde se encontraban Aslan y Nox fue relativamente corto, pero suficiente para que Beatriz pudiera prepararse mentalmente.

Al llegar, el entorno cambió drásticamente. Un terreno vasto y árido se extendía frente a ellos, con estructuras que parecían salidas de otro tiempo, otro mundo. Y ahí, en medio de todo, estaban Aslan y Nox .

Aslan , con su porte imponente, irradiaba autoridad. Su experiencia como mandaloriano se reflejaba en cada movimiento. Nox , por otro lado, aunque solo tenía 12 años, ya mostraba la astucia y agilidad propia de su raza de los gatos negros, sus ojos brillaban con curiosidad y desafío.

Lucien hizo las presentaciones formales, y después de un intercambio de miradas evaluadoras, Aslan habló con voz firme.

—Bienvenida de nuevo, Beatriz . Aquí no solo aprenderás a defenderte, sino a entender lo que significa ser mandaloriana.

Nox , con una sonrisa juguetona, añadió:

—Espero que estés lista para seguir mi ritmo. No pienso ponértelo fácil.

Beatriz soltó una pequeña risa, agradeciendo el toque de humor en ese momento tenso.

—Estoy lista —dijo con convicción, mirando a ambos.

Y así comenzó el nuevo capítulo en la vida de Beatriz , un entrenamiento que no solo la fortalecería físicamente, sino que también la transformaría en algo mucho más grande de lo que había imaginado, con su familia a su lado.

Beatriz ya estaba familiarizada con el rigor y la disciplina, habiendo sido entrenada en la academia y formando parte de las fuerzas de Cazadores Unicornio . Sin embargo, el entrenamiento mandaloriano prometía ser diferente, más personal, más ligado a la tradición y a las enseñanzas que su padre, Aslan , había absorbido durante años.

Cuando llegaron al campo de entrenamiento, Beatriz notó cómo Aslan mantenía su porte impecable, incluso en este entorno árido. Su ropa, aunque simple, estaba perfectamente ajustada y reflejaba su estilo meticuloso. Lucien , por otro lado, llevaba un atuendo similar, pero con un toque más relajado, propio de su personalidad más impulsiva.

Al verlos juntos, Beatriz tuvo que contener una sonrisa. Era como si se estuviera desarrollando un "duelo silencioso" entre su padre, un Leo maduro y refinado, y Lucien , un Aries joven y enérgico, compitiendo inconscientemente por quién tenía el mejor estilo antes de ponerse la armadura.

"¿Será que lo hacen a propósito?" pensó, intentando no reír mientras se acomodaba su equipo. A pesar de lo serio del entrenamiento, este pequeño detalle le resultaba extrañamente reconfortante. La competencia amistosa de estilo entre ellos era un recordatorio de la humanidad que todavía compartían, incluso en medio del rigor del entrenamiento mandaloriano.

Aslan no perdió tiempo en poner a Beatriz a prueba. El entrenamiento comenzó con una serie de ejercicios diseñados para fortalecer no solo su cuerpo, sino también su mente. A diferencia de la academia, donde el enfoque era más técnico, aquí se trataba de adaptarse, de encontrar su propio ritmo y aprovechar sus habilidades innatas.

—Recuerda, Beatriz —le dijo Aslan mientras la observaba realizar una serie de movimientos defensivos—, ser mandaloriana no es solo llevar la armadura. Es una forma de vida, una manera de entender el mundo y nuestro lugar en él.

Lucien , que estaba cerca, añadió con una sonrisa:

—Y si alguna vez necesitas consejo sobre moda, estoy aquí. No dejes que Aslan te convenza de usar solo tonos oscuros.

Eso rompió la seriedad del momento, arrancando una risa a Beatriz , quien finalmente permitió que su diversión se manifestara.

—No te preocupes, sé cómo manejarme en ambos mundos —respondió con un guiño, retomando su posición de combate.

El día continuó con un balance entre la dureza del entrenamiento y los pequeños momentos de comedia que aliviaban la tensión. Beatriz estaba aprendiendo, no solo a luchar como mandaloriana, sino también a apreciar esos momentos de ligereza que hacían que todo el esfuerzo valiera la pena.

 

Notes:

✨ Mensaje para mis lectores de Bajo la lluvia de Neón ✨

¡Hola a todos! 💖
Primero que nada, quiero agradecerles muchísimo por seguir leyendo y apoyando la historia. Sé que este episodio salió un poco más tarde de lo usual 🙈 pero no se preocupen, no fue nada malo. La verdad ya tenía listos los capítulos, solo que con mi nuevo trabajo y las capacitaciones se me pasó el tiempo (¡pero es algo muy bueno, ya que ahora tendré una fuente de ingresos estable! 🙌).

Quiero que sepan que aún tengo muchos episodios preparados y ni se imaginan hacia dónde irá la historia 😏. Además, en la versión en inglés ya dejé un pequeño spoiler de la próxima obra 👀. Si llegamos a las 500 lecturas en ambas versiones, podrán descubrirlo.

De nuevo, gracias por su paciencia, apoyo y por cada lectura que me regalan. 💕 Ustedes hacen posible que esta historia siga creciendo.

Con cariño,
Beatriz Delmar ✨

Chapter 56: Entre la Fuerza y la Sangre

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +400 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
☕ ¿Quieres apoyar mi trabajo?
Pásate por mi Buy Me a Coffee (opcional y muy agradecido):
👉 buymeacoffee.com/beatrizdelmar
📖 ¿Prefieres leer en inglés?
Ya hay capítulos traducidos disponibles:
👉 Versión en inglés https://archiveofourown.org/works/65379142
Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 400+ reads! 💖
I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.
🎯 Goal: 500 reads
Once we hit it, I’ll release an alternate version with more drama, romantic tension, and game-changing choices. Ready? 😉
☕ Want to support my work?
You can do so through my Buy Me a Coffee (totally optional, always appreciated):
👉 buymeacoffee.com/beatrizdelmar
📖 Prefer reading in English?
The translated chapters are already available:
👉 English version https://archiveofourown.org/works/65379142
Thanks for being here—see you in the next quantum leap. 💫

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Aslan siempre había animado a Beatriz a vestir con colores alegres, un reflejo de su propio estilo algo estrafalario pero maduro. Cuando regresaron al día siguiente al campo de entrenamiento, Beatriz no pudo evitar notar el contraste. Su padre, con su atuendo vibrante y bien coordinado, y Lucien , que mantenía su estilo relajado y característico. Era como si ambos estuvieran en una competencia silenciosa de moda, algo que solo Beatriz parecía notar y disfrutar en silencio.

Mientras seguía con su entrenamiento, Beatriz tomó un momento para enviar un mensaje a Aki y Sora por chat individual, advirtiéndoles:

—Por ahora, mantengan el perfil bajo. Si aparece una bruja cerca de alguna de ustedes, avísenme de inmediato. No se arriesguen. Amara Sturm tiene el poder de detener el tiempo, así que hay que tener mucho cuidado.

Las chicas respondieron con asentimientos rápidos y emojis que mostraban su comprensión.

Entre un entrenamiento y otro, Beatriz también meditaba sobre cómo contener el poder de su corazón, para evitar que se convirtiera en una amenaza devastadora, como una "bomba atómica". Aslan , siempre perceptivo, le habló sobre un holocrón Jedi que había guardado, uno que podría contener las respuestas que Beatriz necesitaba.

—Este holocrón podría ayudarte a encontrar un equilibrio —dijo Aslan , entregándoselo con cuidado—. Los Jedi también lidiaban con poderes que podían descontrolarse. Puede que encuentres algo útil aquí.

Más tarde, al finalizar el día, Aslan , Beatriz , y Nox decidieron tener una cena juntos. Entre risas y anécdotas, prepararon la comida como si fuera un ritual familiar. La cocina se llenó de aromas y risas, y aunque estaban en medio de circunstancias complicadas, esos momentos les recordaban la importancia de la unión y el apoyo mutuo.

Durante la cena, Beatriz pensó en el una tecnica especial para contener la energia de su corazon de protocore .La noche terminó en calma, con una sensación de esperanza renovada mientras Beatriz se preparaba para lo que vendría.

Aslan siempre había animado a Beatriz a vestir con colores alegres, un reflejo de su propio estilo algo estrafalario pero maduro. Cuando llegaron al campo de entrenamiento, Beatriz no pudo evitar notar el contraste. Su padre, con su atuendo vibrante y bien coordinado, y Lucien , que mantenía su estilo relajado y característico. Era como si ambos estuvieran en una competencia silenciosa de moda, algo que solo Beatriz parecía notar y disfrutar en silencio.

Mientras seguía con su entrenamiento, Beatriz tomó un momento para enviar un mensaje a Aki y Sora por chat individual, advirtiéndoles:

—Por ahora, mantengan el perfil bajo. Si aparece una bruja cerca de alguna de ustedes, avísenme de inmediato. No se arriesguen. Amara Sturm tiene el poder de detener el tiempo, así que hay que tener mucho cuidado.

Las chicas respondieron con asentimientos rápidos y emojis que mostraban su comprensión.

Entre un entrenamiento y otro, Beatriz meditaba sobre cómo contener el poder de su corazón, para evitar que se convirtiera en una amenaza devastadora, como una "bomba atómica". Aslan , siempre perceptivo, le habló sobre un holocron Jedi que había guardado, uno que podría contener las respuestas que Beatriz necesitaba.

—Este holocron podría ayudarte a encontrar un equilibrio —dijo Aslan , entregándoselo con cuidado—. Los Jedi también lidiaban con poderes que podían descontrolarse. Puede que encuentres algo útil aquí.

Beatriz tenía sus dudas. Sabía que acceder a un holocron Jedi era como jugar a la ruleta rusa. Aunque muchas veces los Jedi eran buenos, había muchas cosas en su doctrina que siempre le habían hecho dudar. Aun así, necesitaba ayuda, y esta podría ser su mejor oportunidad.

Activó el holocron y, para su sorpresa, una figura holográfica de una maestra Jedi apareció. La maestra , con una serenidad característica, ofreció su guía:

—Bienvenida, joven buscadora. Si buscas controlar el poder que reside en tu corazón, debemos primero entenderlo y aceptarlo, no temerlo. Hay técnicas antiguas que podrían ayudarte a canalizar esa energía de manera segura.

La maestra Jedi propuso varias meditaciones y ejercicios de control que podrían permitir a Beatriz manejar su poder sin que este se desbordara. Beatriz escuchó atentamente, sabiendo que esta guía podría marcar la diferencia entre el control y el caos.

Al activar el holocron , la figura de la maestra Jedi apareció con una expresión calmada y sabia. Beatriz sintió un extraño consuelo al ver la imagen, como si por fin tuviera a alguien con quien hablar de sus temores más profundos.

—Maestra, necesito su guía —comenzó Beatriz —. Mi corazón posee un poder llamado "la resonancia". Es algo que apenas entiendo, pero ya ha causado problemas... Hay alguien, un chico, que si se acerca demasiado a mí sin precaución, mi corazón podría drenarle toda su energía... hasta matarlo.

La maestra la escuchó en silencio, asintiendo con comprensión.

—Eso debe ser un peso muy grande para ti —dijo la maestra Jedi con suavidad—. La resonancia es un poder raro y muy peligroso si no se maneja con cuidado. Pero también puede ser una fuerza de creación y armonía, si se utiliza correctamente. Dime más, joven buscadora. ¿Qué te trae hasta aquí, más allá de este poder?

Beatriz bajó la mirada, tomando un momento para reunir fuerzas antes de continuar.

—Hay algo más que debo confesar —dijo con un suspiro—. Creo que la dueña original de este cuerpo decidió morir para convocarme a mí, para que la ayudara en esta vida. No sé si tengo la capacidad de cumplir con lo que ella esperaba de mí... Y aunque tengo apoyo, la situación me abruma. Demasiadas fuerzas están tras de mí, precisamente por este poder destructivo único que poseo.

La maestra Jedi cerró los ojos un momento, como si sintiera el peso de las palabras de Beatriz .

—Es comprensible que te sientas abrumada —respondió la maestra—. No solo cargas con el poder de la resonancia, sino también con el legado y las expectativas de otra vida. Pero debes recordar que el poder, en sí mismo, no es bueno ni malo. Es cómo lo utilizas lo que define su propósito. Vamos a trabajar en entender este poder, para que no te consuma a ti ni a quienes te rodean.

La maestra Jedi le ofreció una serie de meditaciones específicas y técnicas de canalización para que Beatriz pudiera empezar a controlar la resonancia. Además, le habló de la importancia de la paciencia y la autocompasión.

—Confía en que el tiempo te dará claridad. Y recuerda, no estás sola en esto. Acepta el apoyo que tienes y no temas buscar ayuda cuando la necesites.

Beatriz se sintió aliviada al escuchar las palabras de la maestra Jedi , sabiendo que este era solo el comienzo de su camino hacia el control y la comprensión de su poder.

 

A pesar de todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor, Beatriz sabía que debía actuar con normalidad. Su rutina diaria en el trabajo como parte de las fuerzas de los Cazadores Unicornio la mantenía alerta, pero cada vez que podía, revisaba discretamente el mapa en su dispositivo, buscando alguna señal más fija que indicará la grieta dimensional donde los incubadores podrían estar cruzando. Era un balance delicado entre su deber y las amenazas ocultas.

Las sesiones de entrenamiento con el holocrón Jedi se convirtieron en una especie de refugio. La maestra Jedi le ofrecía orientación no solo sobre cómo controlar su resonancia, sino también sobre cómo mantener la calma en medio del caos. Beatriz se sorprendía de lo mucho que estas meditaciones la ayudaban a manejar la presión constante.

El entrenamiento al estilo Mandaloriano con su padre, Aslan , y Nox era otra fuente de fortaleza. Aslan , con su estilo algo estrafalario pero meticuloso, le enseñaba a Beatriz técnicas de combate y supervivencia que complementaban perfectamente sus habilidades ya adquiridas en la academia. Nox , con su energía juvenil, aportaba un toque de ligereza y camaradería a las sesiones.

Un duelo de estilos

Sin embargo, no todo era serio. Beatriz no pudo evitar notar que, cada mañana, su padre y Lucien parecían participar en un "duelo silencioso" de estilos. Ambos hombres, con su fuerte presencia, se vestían con tal esmero que era difícil no comparar sus atuendos. Aslan , con su inclinación por los colores vivos y un toque excéntrico, contrastaba con el estilo más sobrio y elegante de Lucien . La competencia no declarada entre un Leo maduro y un Aries como Lucien era algo que, aunque ninguno de los dos admitiera, mantenía a Beatriz divertida.

Por las noches, después de todo el ajetreo, Beatriz se tomaba un momento para reflexionar sobre lo que había aprendido ese día, tanto en combate como en su desarrollo espiritual con el holocron. Pero también pensaba en Amara Sturm , sabiendo que esta poderosa figura con la capacidad de detener el tiempo representaba una amenaza real. Había dado instrucciones claras a sus compañeras Aki y Sora para que mantuvieran un perfil bajo y se mantuvieran alerta ante cualquier señal de una bruja cercana. Les recordó que no se arriesgaran innecesariamente y que la llamaran si algo sucedía.

Mientras trataba de manejar todas estas responsabilidades, Beatriz no podía evitar comparar cómo la trataban los Mandalorianos, en particular su padre Aslan , en comparación con su otro padre, Maximiliano . Aslan le daba una libertad y confianza que Maximiliano nunca le había ofrecido. Este nuevo trato, lleno de expectativas pero también de comprensión, le daba a Beatriz una sensación de pertenencia que antes no había experimentado plenamente.

Por las noches, después de todo el ajetreo, Beatriz se tomaba un momento para reflexionar sobre lo que había aprendido ese día, tanto en combate como en su desarrollo espiritual con el holocron. Pero también pensaba en Amara Sturm , sabiendo que esta poderosa figura con la capacidad de detener el tiempo representaba una amenaza real. Había dado instrucciones claras a sus compañeras Aki y Sora para que mantuvieran un perfil bajo y se mantuvieran alerta ante cualquier señal de una bruja cercana. Les recordó que no se arriesgaran innecesariamente y que la llamaran si algo sucedía.

Mientras trataba de manejar todas estas responsabilidades, Beatriz no podía evitar comparar cómo la trataban los Mandalorianos, en particular su padre Aslan , en comparación con su otro padre, Maximiliano . Este nuevo trato, lleno de expectativas pero también de comprensión, le daba a Beatriz una sensación de pertenencia que antes no había experimentado plenamente.

Por otro lado, Amara , acostumbrada a un trato distinto, se sentía un tanto desconcertada por el enfoque de  Mando. El respeto y la igualdad con los que era tratada eran un contraste marcado con la dinámica que había tenido con su padre Maximiliano , donde el poder y el control eran las normas. Este cambio le resultaba refrescante y, a la vez, desafiante, ya que debía ajustarse a una nueva forma de interactuar y liderar, diferente a la que había conocido hasta ahora.

El sol apenas se asomaba por el horizonte cuando Beatriz se levantó, preparándose para el día más intenso desde que llegó a este nuevo mundo. Aslan , su padre, la esperaba ya en el campo de entrenamiento, donde el aire fresco de la mañana parecía cargar una promesa de retos inminentes.

Aslan , aunque no seguía el Credo Mandaloriano al pie de la letra, era un maestro en el arte del combate y la estrategia. Sabía que para Beatriz era crucial no solo dominar las habilidades físicas, sino también entender el espíritu detrás de cada movimiento y decisión.

Desafíos Físicos:

  • El entrenamiento comenzó con un circuito agotador de resistencia y agilidad, diseñado para empujar a Beatriz al límite. Saltar, escalar y esquivar obstáculos mientras cargaba una armadura más pesada que la suya usual era solo el comienzo.

Desafíos Estratégicos:

  • Más tarde, Aslan le presentó un mapa de un terreno desconocido y le pidió que planeara una emboscada eficiente. Aquí, Beatriz debía demostrar su capacidad para analizar rápidamente el terreno, prever los movimientos enemigos y coordinar un ataque sorpresa.

Desafíos Morales:

  • El desafío final del día involucraba un dilema ético. Aslan le planteó un escenario hipotético donde debía elegir entre salvar a un grupo de inocentes o capturar un objetivo clave para su misión. Esto la llevó a reflexionar sobre el equilibrio entre el deber y la compasión.

Al final del día, agotada pero satisfecha, Beatriz se encontraba frente a Aslan , quien le entregó un símbolo Mandaloriano adaptado a su propio estilo, reconociéndola como una guerrera digna del legado familiar.

Cacería en el bosque cristalino 

Al día siguiente, Aslan reunió a Beatriz , Nox y Lucien para una misión especial. Su objetivo: cazar un Wander , un ciervo blanco gigantesco con astas de cristal, cuyo núcleo de energía podría ser la clave para enfrentar futuros desafíos.

Aslan explicó:

  • "Este Wander es más que una simple bestia. Sus astas de cristal no solo son hermosas, sino que contienen una energía pura que podemos aprovechar. Pero es astuto y peligroso. Necesitamos un plan, Beatriz, y tú estarás al mando de esta cacería."

Con el mapa del terreno y la información detallada sobre el Wander, Beatriz comenzó a trazar la estrategia. Debían actuar con rapidez y precisión, utilizando el conocimiento de Lucien sobre tecnología para localizar al Wander, mientras Nox ofrecía su agilidad para maniobras rápidas.

Durante la cacería, enfrentaron múltiples obstáculos: trampas naturales, el comportamiento errático del Wander, y otros depredadores menores que complicaban la misión.

Finalmente, Beatriz dirigió el equipo a una emboscada perfecta, utilizando sus habilidades recién adquiridas y su intuición. El Wander fue abatido con éxito, y pudieron extraer su núcleo de energía.

Aslan , orgulloso, comentó: "Esta energía será clave para adaptar nuestra tecnología y armas, gracias a Lucien . Has demostrado que eres más que capaz, Beatriz ."

El bosque era denso, los rayos del sol apenas alcanzaban a colarse entre las ramas, proyectando sombras intrincadas sobre el suelo. La atmósfera estaba cargada de una energía casi eléctrica, como si la naturaleza misma supiera que algo estaba por ocurrir.

Aslan , con su voz firme y experiencia, desplegó el mapa tridimensional del terreno proyectado desde su brazalete táctico. Las figuras holográficas representaban al Wander y sus patrones de movimiento.

  • "Escuchen, esta criatura no solo es rápida y resistente, también es inteligente. No podemos subestimarla. Aquí," señaló un claro cercano al río, "es donde suele detenerse a beber agua. Es el mejor lugar para tenderle una emboscada. Beatriz, tú lideras. Nosotros seguiremos tu plan."

Beatriz asintió, sus ojos brillaban con determinación mientras repasaba mentalmente las fortalezas del equipo.

La Estrategia Trazada

Con el mapa aún proyectado, Beatriz comenzó a delinear el plan:

  • "Nox, usaremos tu conexión con la naturaleza para inmovilizar al Wander en cuanto esté en el claro. Su resistencia será un problema, pero con tus habilidades podremos ganar tiempo. Papá, tú tendrás que estar en una posición elevada con el rifle de francotirador para disparar al primer cuerno. Es vital que no lo dañes por completo, lo necesitamos intacto. Yo atacaré el segundo cuerno justo después."

Hizo una pausa, girándose hacia Lucien , quien mantenía su expresión tranquila pero expectante.

  • "Lucien, cuando esté debilitado, quiero que uses esa bola negra de energía tuya. Es nuestra carta final, y con ella terminaremos el trabajo. ¿Estamos claros?"

Con un "sí" unánime, el equipo se preparó para la operación.

El equipo se movió silenciosamente a través del bosque, siguiendo los rastros del Wander: huellas profundas en el barro y fragmentos de cristal esparcidos como si fueran piezas de un rompecabezas natural. Al llegar al claro, cada miembro tomó su posición.

Aslan se subió a una roca alta y ajustó la mira de su rifle, apuntando hacia el área donde el Wander debía aparecer. Nox , con las palmas extendidas hacia la tierra, cerró los ojos y comenzó a murmurar en un tono bajo, como si hablara directamente con el bosque. Las raíces y ramas cercanas parecían responder a su llamado, vibrando con una energía latente.

Beatriz, con su arma en mano, estaba lista para disparar. Su respiración era controlada, pero su mente trabajaba rápido, calculando cada movimiento. Lucien se mantuvo detrás, su guantelete cargando lentamente una esfera de energía oscura, que parecía absorber la luz a su alrededor.

El sonido de crujidos rompió el silencio del bosque. El Wander apareció majestuoso, su pelaje blanco brillando con un resplandor irreal, y sus astas de cristal reflejando los pocos rayos de sol que alcanzaban el claro. La criatura se detuvo junto al río, bajando su cabeza para beber.

Beatriz alzó una mano, dando la señal a Nox . Con un movimiento fluido, él hizo que las raíces del suelo emergieran, enroscándose alrededor de las patas del Wander. La criatura lanzó un bramido, forcejeando con fuerza, pero las raíces, reforzadas por la energía de Nox, lograron mantenerlo en su lugar, aunque solo por unos segundos.

  • "¡Papá, ahora!" gritó Beatriz.

Aslan apretó el gatillo con precisión quirúrgica. El disparo resonó en el bosque, impactando el cuerno izquierdo del Wander. Un destello de cristales voló por el aire mientras el ciervo emitía un rugido ensordecedor. Sin perder tiempo, Beatriz apuntó al segundo cuerno y disparó. Su carga de energía golpeó con fuerza, fragmentando la estructura cristalina pero dejando la base intacta.

El Wander, debilitado pero aún peligroso, soltó un bramido final, cargando con furia hacia Beatriz . Pero antes de que pudiera alcanzarla, Lucien dio un paso adelante, su esfera de energía oscura completamente cargada.

  • "Hora de dormir, grandote," murmuró con una leve sonrisa, lanzando la esfera.

La bola negra impactó directamente en el pecho del Wander, desintegrando la energía restante de la criatura y dejándolo caer con un estruendo que hizo temblar el suelo. El bosque quedó en completo silencio, como si contuviera el aliento.

Beatriz se acercó al cuerpo inmóvil del Wander, aún cautelosa. Su padre y Nox se unieron a ella mientras Lucien comenzaba a preparar las herramientas para la extracción.

  • "Lo hicimos," dijo Beatriz, sosteniendo uno de los fragmentos del cuerno cristalino. Su voz estaba cargada de orgullo y alivio. "Fue trabajo en equipo."

Con cuidado, el núcleo de energía fue extraído, una esfera brillante que pulsaba como el latido de un corazón. Aslan la sostuvo por un momento antes de entregársela a Beatriz.

  • "Es tuyo. Lo lideraste todo. Este núcleo representa nuestra victoria, pero también nuestra responsabilidad."

Beatriz lo sostuvo en sus manos, sintiendo la vibración del poder que albergaba. Miró a los demás, sus compañeros, su familia en esta guerra.

  • "Lo usaremos bien. Pero por ahora, descansemos. Esto es solo el comienzo."

El equipo recogió los fragmentos de las astas y se retiró del claro, dejando atrás el cuerpo inerte del Wander. A pesar del cansancio, una nueva energía los impulsaba: la certeza de que, juntos, podían enfrentar cualquier desafío.

Notes:

¡Hola a todos! 💖
Antes que nada, gracias infinitas por el apoyo y las lecturas. Este episodio salió un poco más tarde de lo usual 🙈, pero tranquilos, no fue nada malo. En realidad ya tenía listos los capítulos, solo que ahora tengo toque de queda (por así decirlo 😅) y con mi nuevo trabajo y las capacitaciones se me pasó publicarlo. Pero todo esto es algo muy positivo: ya tengo una fuente de dinero estable 🙌.

Lo importante: aún tengo muchos episodios guardados y ni se imaginan hacia dónde va la historia 😏. En la versión en inglés ya dejé un spoiler sobre lo que tratará la siguiente obra, pero ese spoiler se desbloquea cuando lleguemos a las 500 lecturas. 👀

Así que ya saben: la meta es llegar a esas 500 lecturas en ambas versiones (recuerden que la original es en español 💕). No quiero que se confíen ni que se vuelvan complacientes, porque este fandom ya de por sí no es muy atendido… ¡y ustedes pueden marcar la diferencia!

De nuevo, gracias por todo el apoyo y por cada lectura. Ustedes hacen que esta historia siga viva ✨.

Con cariño,
Beatriz Delmar ✨

Chapter 57: La Advertencia del Gato Ciego

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +400 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
☕ ¿Quieres apoyar mi trabajo?
Pásate por mi Buy Me a Coffee (opcional y muy agradecido):
👉 buymeacoffee.com/beatrizdelmar
📖 ¿Prefieres leer en inglés?
Ya hay capítulos traducidos disponibles:
👉 Versión en inglés https://archiveofourown.org/works/65379142
Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 400+ reads! 💖
I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.
🎯 Goal: 500 reads
Once we hit it, I’ll release an alternate version with more drama, romantic tension, and game-changing choices. Ready? 😉
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👉 buymeacoffee.com/beatrizdelmar
📖 Prefer reading in English?
The translated chapters are already available:
👉 English version https://archiveofourown.org/works/65379142
Thanks for being here—see you in the next quantum leap. 💫

Chapter Text

La noche se había instalado, envolviendo la casa de Lucien en una penumbra tranquila. Después de días de entrenamiento intenso, de moverse entre la academia, el trabajo y el campo de batalla, Beatriz finalmente podía descansar. Lucien la había llevado a su casa sin protestas de su parte, y ahora estaban en el sofá, acurrucados bajo una manta mientras el brillo tenue de la holopantalla iluminaba la sala.

Beatriz, agotada, no tardó en dormirse en los brazos de Lucien, respirando con suavidad contra su pecho. Lucien sonrió para sí mismo , apoyando la barbilla sobre su cabeza. Aunque no lo diría en voz alta, sentía orgullo y algo más profundo al verla así, tan relajada después de todo lo que había pasado.

El silencio de la habitación solo se rompía por el sonido de la película que aún corría en la pantalla.

Hasta que no estuvieron solos .

Un escalofrío recorrió la espalda de Lucien antes de que siquiera pudiera ver al responsable. Un peso ligero saltó al respaldo del sofá y luego caminó con movimientos elegantes sobre la manta, acercándose a él con total confianza.

Pirata había llegado.

El siamés ciego se acomodó sobre el respaldo del sillón, justo por encima de la cabeza de Beatriz. No maulló ni hizo gesto alguno de afecto, solo se quedó ahí, con las orejas erguidas y el rostro dirigido exactamente hacia Lucien. Lo veía sin necesidad de ojos, y lo que vio en él parecía no convencerlo del todo.

Lucien suspiró.

¿En serio? Justo ahora, en este momento perfecto, decides aparecerte? —murmuró sin mover la cabeza, sin despertar a Beatriz.

Pirata ladeó ligeramente el rostro, sus bigotes vibrando.

Voy a asumir que sabes por qué estoy aquí.

Lucien entrecerró los ojos.

Porque te encanta hacerme la vida imposible.

El gato hizo un sonido parecido a una risa baja y sarcástica.

No voy a negar que me divierte verte retorcerte, pero esto es serio, Lucien. Y sé que en el fondo, tú también lo sabes.

Lucien apretó la mandíbula. Claro que lo sabía.

Pirata movió la cola con calma, como si tuviera todo el tiempo del mundo.

Dos amenazas se acercan. Dos. Y ambas van a poner a prueba a Beatriz como nunca antes.

Lucien sintió que su cuerpo se tensaba, pero no interrumpió.

Una de ellas será suficiente para tambalear su convicción de seguir amándote. La otra… —la cola de Pirata dejó de moverse— podría hacer que te abandone.

Un escalofrío le recorrió la espalda. No era la primera vez que escuchaba una advertencia así, pero esta vez… sonaba más real que nunca.

Y aquí viene lo mejor, Lucien, porque tú y Beatriz han hecho algo muy estúpido. —el gato inclinó la cabeza, casi divertido— Han vuelto a reforzar la maldición.

Lucien sintió que su garganta se secaba.

Explica.

Antes, solo la bruja que te maldijo podía matarte. Ahora, hay una nueva condición. —Pirata dejó caer el peso de sus palabras como una sentencia de muerte— Mientras Beatriz siga amándote, la maldición seguirá activa.

Lucien sintió que el aire se volvía pesado.

Y si deja de amarme…

Pirata sonrió, mostrando los colmillos.

Te mueres.

El corazón de Lucien se aceleró por primera vez en mucho tiempo. Su expresión se oscureció, pero el gato no había terminado.

Y no solo eso. No te imaginas lo mucho que le va a doler. Cuando se dé cuenta de lo que pasa, cuando vea que te desvaneces o que te hieren sin que puedas sanar… Ella sabrá que es su culpa.

Lucien tragó saliva. Maldita sea. Maldita sea.

Pirata se acercó más, lo suficiente como para que sus bigotes rozaran el rostro de Lucien.

Así que escucha bien, porque esta es tu única salida.

El silencio se volvió opresivo.

Cásate con ella.

Lucien parpadeó.

¿…Qué?

Escuchaste. —Pirata se estiró con pereza, como si no acabara de soltarle una bomba— No con trampas ni espectáculos. No con teatralidad barata, como te encanta.

Lucien entrecerró los ojos.

¿Qué tiene de malo cómo hago las cosas?

Pirata lo ignoró.

Un compromiso real. Legal. Oficial. Que no haya forma de desatar el lazo entre ustedes.

El aire en la habitación se sintió más pesado.

Tienes todas las cartas a tu favor. Beatriz ya confía en ti. Su padre no te está cazando, a pesar de que ya sabe lo que eres y lo que podrías significar para su hija.

Lucien exhaló con fuerza.

¿Y si se niega?

Pirata rió otra vez, ese sonido seco y burlón.

¿Y si lo dejas pasar… y pierdes tu oportunidad?

Lucien apretó los dientes.

El siamés giró la cabeza hacia Beatriz, aún dormida en su pecho, ajena a toda la conversación. Su expresión relajada contrastaba con la tormenta que ahora se formaba en la mente de Lucien.

Pirata saltó al suelo, pero antes de desaparecer en la oscuridad, lanzó una última advertencia:

Se el sol para ella, Lucien. No una llama que la consuma.

Y con eso, se desvaneció, como si nunca hubiera estado ahí.

Lucien se quedó en silencio, mirando el techo. Su mente iba a toda velocidad.

Finalmente, bajó la mirada hacia Beatriz.

Sus dedos se deslizaron por su cabello con más suavidad de lo normal.

Cásate conmigo, ¿eh? —susurró para sí mismo, dejando escapar una sonrisa.

Quizá… era hora de empezar a hacer las cosas bien.

Lucien despertó sintiendo un calor suave a su lado. Beatriz dormía tranquila, su respiración pausada y su rostro relajado. Durante un momento, solo la observó en silencio, memorizando cada detalle. Había algo en ella, en la manera en que se aferraba inconscientemente a su brazo, que le hizo comprenderlo todo de golpe.

No necesitaba un espectáculo. No necesitaba una gran puesta en escena ni un despliegue de dramatismo. Solo necesitaba que fuera real.

Con cuidado, se separó de ella y la acomodó en la cama. Se aseguró de arroparla bien antes de levantarse. Tenía trabajo que hacer.

Lucien se dirigió a la cocina y comenzó a preparar el desayuno. Nada exagerado, pero sí algo especial. Café con el aroma perfecto, pan tostado con miel y frutas, algo ligero pero significativo. Quería que fuera un inicio tranquilo, algo que la hiciera sonreír al despertar.

Cuando todo estuvo listo, dejó la bandeja en la mesa y exhaló profundamente.

Ahora venía la parte importante.

Extendió la mano y cerró los ojos. Un leve viento recorrió la habitación y, en su palma, una pluma negra tomó forma. Era su esencia, un fragmento de su poder, pero también un símbolo de su compromiso.

Sonrió para sí mismo. Sí, así era como debía hacerlo.

El gran momento

Beatriz bajó las escaleras con el cabello ligeramente revuelto, frotándose los ojos. El aroma del café la guiaba, y al llegar a la cocina vio a Lucien esperándola con una sonrisa.

—Buenos días, dormilona.

Beatriz arqueó una ceja, mirándolo con sospecha.

—¿Tú hiciste esto?

—¿Quién más? —respondió, encogiéndose de hombros.

Beatriz se acercó y miró la mesa servida con algo de desconfianza. Era un detalle hermoso, pero no dejaba de parecerle sospechoso viniendo de Lucien.

—Pero antes de que comas… tengo un regalito para ti —continuó él.

Ella entrecerró los ojos.

—¿Qué tipo de regalo?

Lucien sonrió de lado, su aire de misterio habitual presente.

—Siéntate y verás.

Beatriz obedeció, aunque sin dejar de vigilarlo. En cuanto estuvo sentada, Lucien chasqueó los dedos. En el aire, justo frente a ella, apareció una pluma negra, flotando con un leve brillo etéreo.

Beatriz frunció el ceño y la tomó con cuidado. En el instante en que sus dedos la rozaron, una vibración recorrió el aire a su alrededor.

Y entonces, Lucien desapareció.

Fue solo un parpadeo. En un segundo estaba frente a ella, en el siguiente, la estaba sujetando de la mano con firmeza. Sus ojos rojos la miraban con una intensidad inusual, una mezcla de determinación y dulzura.

—Este es mi pequeño regalo para ti —dijo en voz baja.

Beatriz lo miró sin entender del todo.

Y entonces, él preguntó:

—Beatriz, ¿quieres casarte conmigo?

El mundo pareció detenerse.

Beatriz sintió que el aire abandonaba sus pulmones por un instante. Lo miró fijamente, su mente tratando de procesar lo que acababa de escuchar.

—Espera… ¿qué? —logró decir, sin soltar su mano.

Lucien esbozó una media sonrisa, pero esta vez no había burla en ella, solo sinceridad.

—Sé que hemos pasado por muchas cosas… y sé que a veces no soy el más fácil de llevar. Pero si algo tengo claro es que quiero que estés conmigo. No solo hoy, no solo mientras dure la batalla, sino siempre.

Se inclinó un poco más hacia ella, su pulgar acariciando el dorso de su mano.

—No hay espectáculo, no hay juego. Solo tú y yo.

El corazón de Beatriz latía con fuerza. No por nerviosismo, ni por sorpresa, sino por la verdad en sus palabras. Lucien no le estaba prometiendo un cuento de hadas, ni una vida perfecta. Le estaba prometiendo algo real.

Y eso lo hacía aún más valioso.

Por un instante, Beatriz solo lo miró. Sus ojos oscuros se agrandaron, reflejando una mezcla de sorpresa, emoción y algo más profundo, algo que había guardado en su interior por tanto tiempo.

Cuando abrió los labios para hablar, su voz salió temblorosa, cargada de emoción.

—Desde el momento en que pusiste ese anillo de campeón de box en mi dedo… —su mano izquierda tembló levemente cuando la alzó, tocando con la yema de los dedos la banda metálica que aún llevaba—. Desde entonces, esperé pacientemente a que me lo pidieras formalmente. Nunca perdí la esperanza. Por eso cuando te puse el anillo que yo te hice en respuesta… también esperé pacientemente.

Lucien sintió un nudo en la garganta.

Demonios.

Las palabras de Pirata, el gato de Beatriz, resonaron en su mente: "Sé honesto. Nada de teatralidad ni trampas."

En ese instante, lo entendió. Sí, en su momento había sido fanfarronería. Un gesto grandilocuente, una promesa lanzada al viento sin medir su verdadero peso. Pero Beatriz… ella nunca lo tomó como un simple juego. Había atesorado ese gesto con paciencia, con amor.

Y si él hubiera seguido siendo el idiota arrogante de antes…

Pudo haberla perdido.

Pero no. Estaba aquí. Ella seguía aquí. Esperándolo.

Antes de que pudiera reaccionar, Beatriz se lanzó a sus brazos, abrazándolo con fuerza, escondiendo el rostro contra su pecho.

—Te amo… —susurró con un sollozo contenido—. Siempre esperé esto de ti. Un compromiso serio, tangible. Algo real. Y aunque me tomó por sorpresa, al menos no lo hiciste con una gran ceremonia ni nada abrumador…

Lucien la sostuvo con firmeza, apoyando su mentón sobre su cabello. No podía verla, pero sabía que si levantaba la cabeza, sus ojos estarían llenos de lágrimas.

Casi la arruina.

Pero no.

Respiró hondo y la separó ligeramente solo para poder verla a los ojos.

—No te preocupes —dijo con un tono más seguro, más maduro—. En unos días, te daré el anillo de compromiso. Y no tengo miedo.

El corazón de Beatriz dio un vuelco.

Lucien sonrió, con esa confianza arrolladora suya, pero esta vez sin rastros de arrogancia.

—Voy a hacer todo lo necesario para que firmemos los papeles. No quiero que esto quede solo en palabras. Quiero hacer las cosas bien.

El secreto de la serpiente

Beatriz dejó escapar un suspiro tembloroso, sintiendo su pecho lleno de una calidez indescriptible. Era real. Era él.

Y esta vez, sin dudas, sin miedos, con el alma en sus manos, le dijo que sí.

Pero justo cuando Lucien pensaba que ya había sobrevivido a la montaña de emociones, Beatriz bajó un poco la mirada, con una expresión que combinaba timidez y picardía.

—Lucien… —murmuró, con un tono casi juguetón.

Él arqueó una ceja.

—¿Mmm?

Beatriz se mordió el labio inferior, como si dudara en decir lo que estaba por revelar. Pero cuando volvió a alzar la vista, sus ojos tenían un brillo astuto. Un cambio sutil pero inconfundible.

La mirada de una serpiente madura que acaba de acorralar a su presa.

Lucien sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—Dime algo —continuó Beatriz, ladeando apenas la cabeza—. Sé que recuerdas quién fui en mi otra vida… mi otra identidad, la inventora. Sé que tenía 19 años cuando… bueno, cuando terminó mi tiempo en ese mundo.

Lucien asintió lentamente, sin comprender del todo a dónde quería llegar con eso.

Entonces, Beatriz entrecerró los ojos con diversión y preguntó con suavidad:

—Dime, amor… si mi mente es la que renació en el otro mundo, y luego nos reencontramos ¿cuántos años crees que tengo realmente?

Lucien parpadeó.

La información se asentó en su cerebro como un relámpago.

El tiempo. El cálculo. La diferencia entre su mundo original y este.

Sus ojos se abrieron de golpe.

—Espera… ¿Qué?

Beatriz rió suavemente, apoyando un dedo sobre sus labios para silenciarlo.

—Treinta y cinco años, Lucien. —Su sonrisa era un enigma, una revelación envuelta en un juego—. Has estado con una mujer madura todo este tiempo.

Lucien abrió y cerró la boca como un pez fuera del agua.

—¿Treinta y cinco?

Su mente entró en crisis.

—¿Eso significaba que toda su arrogancia de macho alfa juvenil había estado dirigida a una mujer con más experiencia que él?

Beatriz disfrutó cada segundo de su reacción.

—Oh, vamos, no pongas esa cara. —Le dio un toquecito en la nariz con el dedo—. ¿A qué viene tanta sorpresa?

Lucien carraspeó, recuperando la compostura con rapidez.

—No es sorpresa. Solo… procesamiento de datos.

Beatriz se rió.

—Ajá, claro.

Lucien la observó con una mezcla de incredulidad y admiración.

—No sé si debería sentirme intimidado… o aún más atraído por ti.

Beatriz sonrió con dulzura, rodeándole el cuello con los brazos.

—Puedes sentir ambas cosas.

Lucien entrecerró los ojos, su orgullo competitivo despertando al instante.

—¿Sabes qué? Me da igual la diferencia de edad. Eres mía, y yo soy tuyo. Punto.

—Siempre lo supe —susurró Beatriz, besándolo con intensidad.

Y en ese instante, Lucien comprendió que, sin importar la edad, el destino o las vidas pasadas, Beatriz siempre había sido y sería suya.

Y él haría todo lo necesario para asegurarse de que ese vínculo jamás se rompiera.

—Lucien… Tenemos que decirle a mi padre… Sobre qué queremos casarnos…

Lucien en ese momento conoció el verdadero terror.

Chapter 58: El Duelo Silencioso

Summary:

📌 Nota rápida de la autora:
Este fanfic se inspira en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros propios. No sigue la historia original al pie de la letra.
Toca temas delicados como traumas pasados, que aportan al desarrollo de los personajes. Si necesitas contexto, léelo con calma. 💛
🌟 ¡Gracias por +400 lecturas! 💖
Me emociona ver cómo esta historia mágica y caótica está conectando con ustedes.
🎯 Meta: 500 lecturas
Cuando lleguemos, liberaré una versión alterna con más drama, tensión romántica y decisiones clave. ¿List@s?
☕ ¿Quieres apoyar mi trabajo?
Pásate por mi Buy Me a Coffee (opcional y muy agradecido):
👉 buymeacoffee.com/beatrizdelmar
📖 ¿Prefieres leer en inglés?
Ya hay capítulos traducidos disponibles:
👉 Versión en inglés https://archiveofourown.org/works/65379142
Gracias por estar aquí. Nos vemos en el próximo salto cuántico. 💫

Notes:

📌 Quick note from the author:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and original twists. It doesn’t strictly follow the game’s storyline.
It touches on sensitive topics like past trauma, which support character development. If you need context, take your time. 💛
🌟 Thank you for 400+ reads! 💖
I’m thrilled to see how this magical, chaotic story is resonating with you all.
🎯 Goal: 500 reads
Once we hit it, I’ll release an alternate version with more drama, romantic tension, and game-changing choices. Ready? 😉
☕ Want to support my work?
You can do so through my Buy Me a Coffee (totally optional, always appreciated):
👉 buymeacoffee.com/beatrizdelmar
📖 Prefer reading in English?
The translated chapters are already available:
👉 English version https://archiveofourown.org/works/65379142
Thanks for being here—see you in the next quantum leap. 💫

Chapter Text

Lucien se quedó en silencio por un momento, asimilando lo que Beatriz acababa de decir.

 

—Tenemos que avisarle a mi padre.

 

Esas palabras, tan simples y directas, hicieron que su estómago se encogiera.

 

Mierda.

 

Claro, lo sabía. Sabía que este momento llegaría, que tarde o temprano tendría que enfrentarse cara a cara con Aslan, el hombre que no solo era el padre de Beatriz, sino también El Mandaloriano.

 

Y lo peor…

 

Ya había aceptado este duelo desde hace mucho tiempo.

 

Beatriz lo miró, expectante. Lucien tardó un poco en responder, pero cuando lo hizo, su voz sonó más firme de lo que se sentía.

 

—Sí… lo sé.

 

Pero por dentro, su cerebro iba a mil por hora. No podía simplemente aparecerse ante él con una sonrisa nerviosa y decir: "Hola, señor, quiero casarme con su hija. ¿Me da su bendición y no me mata en el proceso?"

 

No.

 

Esto debía hacerse con estrategia.

Con inteligencia.

Porque aunque no lo pareciera, entre él y Aslan había un duelo silencioso desde hace mucho tiempo.

Un duelo de vestimenta.

El duelo de los colores

Beatriz lo había notado hace tiempo, pero ahora Lucien lo veía con una claridad inquietante.

Si él llevaba un traje rojo, Aslan aparecía con un traje de un tono más oscuro, carmín profundo.

Si optaba por algo más relajado, como un suéter de tejido gris, Aslan llevaba una sudadera gris con capucha, igual de elegante pero con un aire más imponente.

Lucien siempre había pensado que era coincidencia. Pero ya no.

Este duelo existía. Y ahora estaba a punto de entrar en la verdadera batalla.

Tenía que elegir bien qué ponerse.

El rojo estaba descartado. Demasiado agresivo.

El gris… tampoco. No podía permitir que Aslan marcara la pauta del encuentro.

Necesitaba un color que mostrara su decisión, su madurez.

El azul.

Sí, el azul era la clave. Sereno, confiado. Un color que transmitía equilibrio y claridad.

Y no solo eso. Tenía que elegir bien dónde hablar con él.

No podía hacerlo en la propiedad que Aslan le había prestado para vivir. No solo porque sería un terreno simbólicamente dominado por él, sino porque quería que esta conversación se diera en un espacio donde pudiera pararse con seguridad.

Pensar. Planear. Actuar.

Lucien sabía que no podía echarse para atrás. No después de haberle prometido a Beatriz que haría esto bien.

Y entonces, recordó las palabras de Pirata.

"Sé el sol para ella, Lucien. No una llama que la consuma."

 

Respiró hondo.

 

Esta era su oportunidad de demostrarlo.

 

De demostrarle a Aslan que él era el hombre adecuado para Beatriz.

 

Con el plan finalmente claro en su mente, Lucien levantó la mirada.

 

—Lo haré.

 

Y en ese instante, Beatriz supo que él ya estaba visualizando la batalla final.

 

La imagen se grabó en su mente cuando lo vio alejarse, con la determinación firme en su rostro.

 

Lucien iba a hablar con su padre.

 

Y nadie lo detendría.

 

La calma peligrosa

 

Lucien bajó del vehículo con el porte de quien está a punto de entrar en la arena de combate.

 

Traje azul oscuro. Corbata bien anudada. Zapatos perfectamente lustrados.

 

Cada detalle había sido calculado.

 

No iba a presentarse ante Aslan como un niño inseguro. Iba a demostrar que era un hombre, uno que sabía lo que quería y estaba dispuesto a hacer las cosas bien.

 

Pero a medida que avanzaba hacia el lugar donde Aslan lo esperaba, una verdad innegable se instaló en su pecho:

 

Estaba jodidamente nervioso.

 

Cuando finalmente llegó, lo vio.

 

Aslan estaba de pie, con la postura relajada de un hombre que domina cada centímetro del terreno en el que se encuentra.

 

Llevaba un traje azul cielo, en un tono que contrastaba perfectamente con el suyo.

 

Lucien entrecerró los ojos.

 

El duelo silencioso continuaba.

 

Pero no era solo la elección del color lo que le llamó la atención.

 

El saco de Aslan era ligeramente más grande de lo habitual. No lo suficiente para ser obvio, pero sí lo suficiente para que alguien con ojo entrenado notara el ajuste.

 

Significaba que llevaba algo oculto.

 

Lucien dejó que su mirada se moviera con naturalidad.

 

El padre de Beatriz tenía un bláster discretamente escondido en el lateral.

 

No era paranoia. No era exageración.

 

Era experiencia.

 

Porque Aslan no solo era un hombre de familia. También era un hombre que conocía el peligro y nunca, nunca, iba desarmado.

 

Lucien tragó saliva, pero no desvió la mirada.

 

Este no era el momento de mostrar debilidad.

 

Cuando estuvo a una distancia prudente, Aslan inclinó ligeramente la cabeza en señal de reconocimiento.

 

—Elegiste bien el color —comentó con una voz tranquila, pero firme.

 

Lucien mantuvo la compostura.

 

—Pensé que era apropiado para la ocasión.

 

Aslan asintió, observándolo con una mirada felina, depredadora.

 

—¿Entonces? —inquirió, con una calma peligrosa—. ¿Para qué querías verme?

 

Lucien sintió la presión en su pecho, pero no vaciló.

 

Dio un paso adelante, manteniendo su mirada firme en la de él.

 

—Vengo a pedir la mano de Beatriz.

 

Un silencio denso cayó entre los dos.

 

El aire se sintió más pesado.

 

La expresión de Aslan no cambió, pero sus ojos se afilaron apenas un poco.

 

—¿De verdad crees que con solo decirlo es suficiente?

 

Lucien exhaló lentamente, sin dejarse intimidar.

 

—No. Y tampoco espero que sea fácil. Pero es lo que quiero. Y lo haré bien.

 

Aslan sostuvo su mirada por un largo momento.

 

Luego, sin decir palabra, sacó algo de su bolsillo trasero .

 

Lucien sintió que el frío le recorría la espalda.

 

Era una tableta.

 

Una sensación extraña, casi de premonición, lo envolvió.

 

Porque si Aslan había traído algo para mostrarle, significaba que había información que podía cambiarlo todo.

 

—Antes de seguir con esta conversación… —dijo Aslan, encendiendo la pantalla y fijando sus ojos café claro en Lucien— hay algo que debes ver.

 

Y en ese momento, Lucien supo que lo que estaba a punto de presenciar…

 

Podría cambiar el rumbo de todo.

Chapter 59: El Duelo Silencioso

Summary:

📌 Nota del autor:
Este fanfic está inspirado en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros creativos. No sigue al pie de la letra los eventos del juego. Cualquier parecido con situaciones de la vida real es mera coincidencia.
La historia toca temas sensibles como traumas del pasado y su impacto en el crecimiento de los personajes, aunque no es el enfoque central. Tenlo en cuenta: tu bienestar es lo más importante.
¡Hola a todos! 🌟
¡Muchísimas gracias por el increíble apoyo! Hemos alcanzado más de 500 lecturas en inglés. 💖 Me emociona ver cómo la historia conecta con tantos de ustedes.
🎯 La siguiente meta: ¡que la versión en español latino también llegue a las 500 lecturas!
Cuando lo logre, publicaré el nuevo arco, con más giros, drama profundo y elecciones que cambiarán todo. ¿Listos?
☕ ¿Quieres apoyar mi trabajo?
Puedes hacerlo aquí (siempre agradecido, nunca obligatorio):
👉 https://buymeacoffee.com/beatrizdelmar
📚 ¿Prefieres leer en español latino? Ayuda a impulsar la obra aquí:
👉 https://archiveofourown.org/works/63011326/chapters/168237325
¡Gracias por ser parte de este viaje! 💫

Notes:

📌 Author's note:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and creative twists. It doesn’t strictly follow the game’s events. Any resemblance to real-life situations is purely coincidental.
It touches on sensitive topics like past trauma and its impact on character growth, though it’s not the central focus. Please keep that in mind—your well-being matters.

Hello everyone! 🌟
Thanks so much for the amazing support! We’ve just hit 500+ reads in English! 💖 I’m thrilled to see the story connect with so many of you.

🎯 Next goal: let’s also reach 500 reads in Latin American Spanish!
When the Spanish version gets there, I’ll release the new arc—with more twists, deeper drama, and game-changing choices. Are you ready?

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Thanks for being part of this journey! 💫

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Lucien se quedó en silencio por un momento, asimilando lo que Beatriz acababa de decir.
—Tenemos que avisarle a mi padre.


Esas palabras, tan simples y directas, hicieron que su estómago se encogiera.
Mierda.
Claro, lo sabía. Sabía que este momento llegaría, que tarde o temprano tendría que enfrentarse cara a cara con Aslan, el hombre que no solo era el padre de Beatriz, sino también El Mandaloriano.
Y lo peor…
Ya había aceptado este duelo desde hace mucho tiempo.
Beatriz lo miró, expectante. Lucien tardó un poco en responder, pero cuando lo hizo, su voz sonó más firme de lo que se sentía.


—Sí… lo sé.


Pero por dentro, su cerebro iba a mil por hora. No podía simplemente aparecerse ante él con una sonrisa nerviosa y decir: "Hola, señor, quiero casarme con su hija. ¿Me da su bendición y no me mata en el proceso?"


No.


Esto debía hacerse con estrategia.
Con inteligencia.
Porque aunque no lo pareciera, entre él y Aslan había un duelo silencioso desde hace mucho tiempo.
Un duelo de vestimenta.


El duelo de los colores
Beatriz lo había notado hace tiempo, pero ahora Lucien lo veía con una claridad inquietante.
Si él llevaba un traje rojo, Aslan aparecía con un traje de un tono más oscuro, carmín profundo.


Si optaba por algo más relajado, como un suéter de tejido gris, Aslan llevaba una sudadera gris con capucha, igual de elegante pero con un aire más imponente.


Lucien siempre había pensado que era coincidencia. Pero ya no.
Este duelo existía. Y ahora estaba a punto de entrar en la verdadera batalla.
Tenía que elegir bien qué ponerse.


El rojo estaba descartado. Demasiado agresivo.
El gris… tampoco. No podía permitir que Aslan marcara la pauta del encuentro.
Necesitaba un color que mostrara su decisión, su madurez.


El azul.
Sí, el azul era la clave. Sereno, confiado. Un color que transmitía equilibrio y claridad.
Y no solo eso. Tenía que elegir bien dónde hablar con él.


No podía hacerlo en la propiedad que Aslan le había prestado para vivir. No solo porque sería un terreno simbólicamente dominado por él, sino porque quería que esta conversación se diera en un espacio donde pudiera pararse con seguridad.


Pensar. Planear. Actuar.
Lucien sabía que no podía echarse para atrás. No después de haberle prometido a Beatriz que haría esto bien.
Y entonces, recordó las palabras de Pirata.


"Sé el sol para ella, Lucien. No una llama que la consuma."


Respiró hondo.
Esta era su oportunidad de demostrarlo.
De demostrarle a Aslan que él era el hombre adecuado para Beatriz.
Con el plan finalmente claro en su mente, Lucien levantó la mirada.


—Lo haré.


Y en ese instante, Beatriz supo que él ya estaba visualizando la batalla final.
La imagen se grabó en su mente cuando lo vio alejarse, con la determinación firme en su rostro.
Lucien iba a hablar con su padre.
Y nadie lo detendría.

La calma peligrosa
Lucien bajó del vehículo con el porte de quien está a punto de entrar en la arena de combate.
Traje azul oscuro. Corbata bien anudada. Zapatos perfectamente lustrados.
Cada detalle había sido calculado.


No iba a presentarse ante Aslan como un niño inseguro. Iba a demostrar que era un hombre, uno que sabía lo que quería y estaba dispuesto a hacer las cosas bien.
Pero a medida que avanzaba hacia el lugar donde Aslan lo esperaba, una verdad innegable se instaló en su pecho:
Estaba jodidamente nervioso.
Cuando finalmente llegó, lo vio.


Aslan estaba de pie, con la postura relajada de un hombre que domina cada centímetro del terreno en el que se encuentra.
Llevaba un traje azul cielo, en un tono que contrastaba perfectamente con el suyo.


Lucien entrecerró los ojos.
El duelo silencioso continuaba.
Pero no era sólo la elección del color lo que le llamó la atención.


El saco de Aslan era ligeramente más grande de lo habitual. No lo suficiente para ser obvio, pero sí lo suficiente para que alguien con ojo entrenado notara el ajuste.
Significaba que llevaba algo oculto.


Lucien dejó que su mirada se moviera con naturalidad.
El padre de Beatriz tenía un bláster discretamente escondido en el lateral.
No era paranoia. No era exageración.
Era experiencia.
Porque Aslan no solo era un hombre de familia. También era un hombre que conocía el peligro y nunca, nunca, iba desarmado.


Lucien tragó saliva, pero no desvió la mirada.
Este no era el momento de mostrar debilidad.
Cuando estuvo a una distancia prudente, Aslan inclinó ligeramente la cabeza en señal de reconocimiento.


—Elegiste bien el color —comentó con una voz tranquila, pero firme.


Lucien mantuvo la compostura.
—Pensé que era apropiado para la ocasión.


Aslan asintió, observándolo con una mirada felina, depredadora.
—¿Entonces? —inquirió, con una calma peligrosa—. ¿Para qué querías verme?


Lucien sintió la presión en su pecho, pero no vaciló.
Dio un paso adelante, manteniendo su mirada firme en la de él.
—Vengo a pedir la mano de Beatriz.


Un silencio denso cayó entre los dos.

El aire se sintió más pesado.

La expresión de Aslan no cambió, pero sus ojos se afilaron apenas un poco.

—¿De verdad crees que con solo decirlo es suficiente?


Lucien exhaló lentamente, sin dejarse intimidar.
—No. Y tampoco espero que sea fácil. Pero es lo que quiero. Y lo haré bien.


Aslan sostuvo su mirada por un largo momento.

Luego, sin decir palabra, sacó algo de su bolsillo trasero.
Lucien sintió que el frío le recorría la espalda.


Era una tableta.


Una sensación extraña, casi de premonición, lo envolvió.
Porque si Aslan había traído algo para mostrarle, significaba que había información que podía cambiarlo todo.


—Antes de seguir con esta conversación… —dijo Aslan, encendiendo la pantalla y fijando sus ojos café claro en Lucien— hay algo que debes ver.


Y en ese momento, Lucien supo que lo que estaba a punto de presenciar…
Podría cambiar el rumbo de todo.

Notes:

📢 Aviso importante a mis lectores

Primero que nada, ¡muchísimas gracias! 🙏 Mi fanfiction ya superó las 500 lecturas en la versión en inglés, lo cual me emociona muchísimo. 💖 Gracias de verdad por su apoyo, sus comentarios y por acompañarme en esta aventura.

Sin embargo, quiero recordarles algo que ya había mencionado antes: para mí es muy importante que también apoyen la versión original en español latino. Esa es la base de todo el proyecto, y necesito que ambas versiones vayan creciendo de la mano.

Actualmente, la versión en español está en alrededor de 440 lecturas. Mi meta es que llegue a las 500 lecturas, igual que la versión en inglés. Hasta que no se alcance esa cifra, no comenzaré a publicar la siguiente obra: la historia donde Beatriz entra al 100% al mundo de Love and Despair, con giros argumentales y tramas mucho más complejas que lo que están leyendo ahora.

Así que, si disfrutan la versión en inglés y quieren seguir leyendo más, por favor apoyen también la versión en español: lean, compartan y recomienden. 🌟 ¡Todo eso ayuda muchísimo!

Chapter 60: La Revelación

Summary:

📌 Nota del autor:
Este fanfic está inspirado en Love and Deepspace, con personajes renombrados y giros creativos. No sigue al pie de la letra los eventos del juego. Cualquier parecido con situaciones de la vida real es mera coincidencia.
La historia toca temas sensibles como traumas del pasado y su impacto en el crecimiento de los personajes, aunque no es el enfoque central. Tenlo en cuenta: tu bienestar es lo más importante.
¡Hola a todos! 🌟
¡Muchísimas gracias por el increíble apoyo! Hemos alcanzado más de 500 lecturas en inglés. 💖 Me emociona ver cómo la historia conecta con tantos de ustedes.
🎯 La siguiente meta: ¡que la versión en español latino también llegue a las 500 lecturas!
Cuando lo logre, publicaré el nuevo arco, con más giros, drama profundo y elecciones que cambiarán todo. ¿Listos?
☕ ¿Quieres apoyar mi trabajo?
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¡Gracias por ser parte de este viaje! 💫

Notes:

📌 Author's note:
This fanfic is inspired by Love and Deepspace, with renamed characters and creative twists. It doesn’t strictly follow the game’s events. Any resemblance to real-life situations is purely coincidental.
It touches on sensitive topics like past trauma and its impact on character growth, though it’s not the central focus. Please keep that in mind—your well-being matters.
Hello everyone! 🌟
Thanks so much for the amazing support! We’ve just hit 500+ reads in English! 💖 I’m thrilled to see the story connect with so many of you.
🎯 Next goal: let’s also reach 500 reads in Latin American Spanish!
When the Spanish version gets there, I’ll release the new arc—with more twists, deeper drama, and game-changing choices. Are you ready?
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Chapter Text

El viento movió ligeramente la lona del toldo de madera, generando un sonido áspero y rítmico que contrastaba con el silencio tenso entre ambos hombres.

Lucien siguió a Aslan sin decir una palabra, aunque cada fibra de su ser le gritaba que estuviera alerta. Sabía que lo que estaba por ver no iba a ser cualquier cosa.

Cuando Aslan se sentó en una de las bancas, con la tableta en sus manos, Lucien lo imitó, acomodándose frente a él.

El padre de Beatriz se tomó su tiempo antes de hablar, como si estuviera midiendo cada palabra con precisión quirúrgica.

—Dime, Lucien… ¿Tienes idea de cómo lograste llegar aquí sin haber llamado la atención? Sin haber “atravesado el túnel de espacio profundo” , la entrada más vigilada de este universo.

Lucien, siendo Aries, no lo dudó.

—Tengo una idea.

Aslan alzó una ceja.

—¿Sí?

Lucien cruzó los brazos y exhaló lentamente.

—Nada es imposible si sabes jugar bien tus cartas.

Aslan sonrió con una calma inquietante.

—Interesante respuesta. —Giró la tableta entre sus manos—. Pero déjame decirte algo: este archivo llegó directamente a mi sistema. Lo revisé. Me aseguré de que nadie más lo tuviera… Y ahora… —colocó el dedo sobre la pantalla—. Quiero que lo veas conmigo.

🎵 Love and Deepspace | Sylus: Tangible Shackles 🎵

Play.

La pantalla cobró vida de inmediato.

Un sonido estridente de alarmas rojas resonó en el aire.

WARNING… WARNING…

Fluctuaciones de energía detectadas.

MOST WANTED TARGET IS ATTACKING.

Lucien sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

Las luces parpadeaban en el fondo mientras un nombre aparecía en la pantalla.

Objetivo: LUCIEN HDS - 7213.

Localización: The Supreme Interstellar Exile Star Ship "Tartarus".

El video mostraba cintas holográficas estilo policial, pero todas brillaban en rojo con la misma palabra parpadeante:

WARNING. WARNING.

La imagen cambió.

Un pasillo oscuro.

Las compuertas se abrieron una tras otra hasta revelar a un hombre sentado, esposado, con la cabeza baja.

Su camisa negra con rojo estaba hecha jirones.

Su rostro estaba cubierto de sangre.

Pero…

Su sonrisa…

Lucien sintió que la sangre se le helaba.

Esa sonrisa.

Era suya.

Dios.

La cámara se acercó más, mostrando cómo el hombre movía sutilmente los dedos hasta liberar las esposas con un simple gesto.

Cambio de toma.

Una ciudad nocturna.

La luna roja brillando en el cielo.

Plumas de cuervo flotaban en el aire.

La cámara se giró justo a tiempo para captar a Diaval , su cuervo, posándose en su hombro.

Él extendió su brazo, recuperando las partículas de sangre que había perdido.

Lucien sintió la boca seca.

El video cambió de nuevo.

Una toma de un edificio altísimo.

Él saltó.

La cámara lo captó mientras su cuerpo se deshacía en una nube de partículas rojas y negras, descendiendo en una caída perfectamente calculada hasta aterrizar en el asfalto con una postura dramática.

La toma solo mostró su espalda mientras caminaba lentamente por la calle.

Y entonces…

La luz de la luna lo iluminó.

Todas sus heridas desaparecieron en un instante.

Lucien en el video giró su rostro hacia la cámara, con una expresión de absoluta confianza.

Y con un solo movimiento…

Destruyó la cámara con su mano.

Pantalla negra.

Un mensaje final apareció en letras frías y definitivas:

"THE TARGET LOST. OPERATION FAILED."

"THE MSTW’S COORDINATES HAVE DISAPPEARED."

Lucien apenas pudo respirar cuando la imagen mostró un mapa del sistema solar de este universo, marcando las últimas coordenadas posibles.

Este planeta.

Entonces, su propia voz resonó en la tableta.

"Ah… la noche apenas está iniciando. La próxima vez no me voy a dejar capturar tan fácilmente."

Lucien sintió cómo la piel se le erizaba.

El video se detuvo.

El silencio cayó sobre el toldo como una losa de metal.

Aslan lo miró fijamente.

—Dime, muchacho… —dijo con su tono felino y calculador—, ¿cómo se siente ver lo que ya sabía de ti… antes de que siquiera te presentarás ante mí?

Aslan apagó el dispositivo y se recargó ligeramente en el respaldo de la banca, cruzando las manos sobre su regazo.

Lucien se quedó en su lugar, sin moverse, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza en su pecho.

Aslan lo miró con la misma calma felina de siempre, antes de hablar.

—Sí, Lucien. Yo sabía lo que eres.

Lucien tragó saliva.

El más buscado de este universo.

Lucien cerró los puños.

—Sí, sé cómo detenerte… dragón.

Oh… no.

Lucien sintió un escalofrío. No era solo que Aslan supiera de su historial. Sabía más. Sabía algo que él no había compartido con nadie en este mundo.

Pero antes de que pudiera procesarlo, Aslan continuó:

¿Sabes por qué no lo he hecho?

Lucien no respondió. Su instinto gritaba que corriera, pero sabía que si lo hacía, perdería más que una oportunidad. Perdería el respeto del hombre frente a él.

Aslan lo miró con esa expresión de depredador midiendo a su presa antes del golpe final.

Porque haces feliz a mi hija, Beatriz.

Lucien sintió que el aire se volvía más pesado.

Solo por eso no te he atrapado ni entregado a las autoridades.

Las palabras de Aslan cayeron como una sentencia.

Además de que has cumplido cada una de mis pequeñas demandas. Conseguirme una casa para Nox y para mí. Conseguir los documentos para poder moverme en la ciudad y trabajar sin recurrir a… Métodos mandalorianos.

Aslan dejó la tableta a un lado y sacó un documento junto con dos plumas.

Pero antes de que des por hecho que apruebo este matrimonio…

Lucien sintió un nudo en la garganta.

Beatriz es mayor de edad, sí, pero yo quiero asegurarme de que no vas a salir huyendo a la primera sombra de dificultad. Porque créeme, Lucien, se va a poner peor.

El León sonrió apenas.

Por eso… vas a firmar un contrato.

Y ahí estaban las plumas.

Lucien solo pudo pensar en una cosa.

"Dios mío… sabe todo."

Notes:

📌 Nota del autor:
Sé que este capítulo llegó un par de días después ⏳. La verdad no me sentía muy bien de salud, pero ya estoy mejor dentro de todo lo que cabe. 🙏✨

Gracias por su paciencia. Capítulos hay, lo que falta es ir editando y subiéndolos poco a poco. 🙇‍♀️
Por cierto… ¡este episodio viene con revelaciones enormes sobre mi padre, el Leo Mandaloriano nacido en el año del dragón! 🐉🔥 La verdad es uno de los capítulos con los que más me he divertido escribiendo.

Y sí, de paso les pido: denle amor también a la versión en español latino, que necesita su empujón. 📚💖