Chapter 1: Un nuevo Experimento
Chapter by Miguel16310
Chapter Text
Munch... munch... munch...~
La pequeña de tez gris reposaba su cabeza contra su palma abierta, su boca llena de unos dulces con sabor a canela y caramelo que había manifestado de la nada hacía unos minutos. Sus cuencas vacías emanaban una suave y tenue luz verde, entremezclada con ceros y unos; era código binario. No había nada, nada rodeándola excepto la eterna e inalterable oscuridad, pero aún así, sin viento, su cabello blanco revoloteaba levemente.
"Hehe..."
Su mirada estaba fija en una pantalla de color verde flotando en frente suyo, múltiples mundos así como sus líneas temporales junto al Universo Alterno del que pertenecían eran listados, uno a uno. Un suspiro escapó de sus labios, uno de satisfacción y alivio, antes de que una a una más y más pantallas comenzaran a aparecer alrededor de ella, no necesitaba mirarlas para asegurarse de que todo trabajaba como tenía que hacerlo.
Lo sentía, y era un verdadero alivio.
Tras el desastre que había sido el llamado "Evento X" y todo el daño que trajo al Multiverso, lo mínimo que podía hacer era traer algo de paz o, por decirlo de alguna manera "hacer un chequeo" en términos humanos. Su pequeña figura flotó en el aire, extendiendo los brazos mientras se daba la vuelta, flotando con la cabeza apuntando al "suelo" mientras sus pequeñas piernecitas se extendían, como si hubiera sido crucificada en reversa.
Aunque todo estuviera funcionando perfectamente, su naturaleza juguetona, maliciosa y levemente maligna, pero siempre bromista, prefirió revisar la integridad de los mundos Alternos por si misma. La muchacha suspiró mientras volvía a girar, esta vez estando en el sentido correcto; su palma abierta se extendió en frente suyo, de la misma, como si de una deidad se tratara, comenzaron a surgir una gran cantidad de ceros y unos.
Como cucarachas, como alimañas, se extendieron, la rodearon, y la devoraron.
"Primero visitemos Underswap..."
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BOOOOOOOM
En el momento en que el láser chocó contra el suelo, terminó por causar una explosión. Papyrus, quien tenía una cara de pocos amigos, tenía la mano extendida en dirección a donde acababa de lanzar su ataque, parte de su esquelética figura ya estaba cubierta de sudor, y el Pasillo del Juicio ya estaba parcialmente destruido. Dos horas.
Habían estado luchando por dos horas, y ya se estaba comenzando a cansar.
"Maldito mocoso..."
Refunfuñó el hermano mayor de Sans, su manga yendo a su rostro en un pobre intento por retirarse parte del sudor. Conforme el polvo comenzaba a desvanecerse, la figura ensangrentada de un muchacho de no más de once años, vistiendo un suéter azul con una única franja morada en el centro, se hacía presente. Parte de la tela estaba rasgada, revelando una camiseta negra que se pegaba a su piel magullada y llena de heridas, pero seguía de pie. El primer caído al monte Ebott, el hijo adoptivo de la Reina Toriel y el Rey Asgore, el hermanito "mayor" del difunto príncipe Asriel...
Frisk Dreemurr, poco a poco, se puso de pie; el rostro del determinado genocida estaba ensombrecido; no jadeaba. Aún con toda la sangre que había perdido, seguía avanzando, como un maldito autómata incapaz de sentir dolor. Papyrus por su lado le pegó una larga calada al Puro que tenía entre sus dientes, en un pobre intento por relajarse.
Le había roto el brazo derecho y desintegrado la carne de la pierna izquierda, pero eso no sería suficiente para detenerlo... no aún.
Lo que no se esperó... fue que tomara esa guadaña suya, pese a su pequeña figura y lo enorme de aquella arma, Frisk se movía con la rapidez de un rayo, golpeando y moviéndola como si fuera parte de él, como si no pesara en absoluto. Dreemurr apuntó su arma a su hombro, su vista todavía concentrada en el Juez, y luego lo hizo. Papyrus abrió sus cuencas mientras sentía como un escalofrío recorría cada uno de sus huesos al ver, para su gran horror, como decidía cortarse el brazo al ver que ya no tenía ítems de curación.
SLASH~
La sangre empezó a gotear desde la herida recién abierta, regándose por el hermoso pasillo y tiñendo de rojo la cerámica color dorada. Los ojos morados de Determinación emitieron un destello, su rostro inexpresivo, carente de emociones, únicamente viéndole como otro objetivo que matar, el último más bien. Papyrus negó con la cabeza, ¿qué clase de monstruo había despertado la mocosa de Chara? si las cosas hubieran sido diferentes, habría optado por matar a la niña y mandar la promesa que le hizo al Rey en las ruinas hacía mucho, mucho tiempo.
Pero ya no era tiempo de lamentos. El mundo le necesitaba.
Extendió sus manos a los lados; Huesos comenzaron a salir del suelo, destruyéndolo todo, con la intención de empalarlo. Frisk empuñó su guadaña, el collar en forma de corazón colgándole del cuello manifestó un pequeño destello dorado, aumentando su defensa, mientras la hoja de su arma se recargaba de poder, agitó la misma del mastil liberando una medialuna de poder, la batalla era observada tranquilamente por la muchacha de tez gris, con una sonrisa en sus labios.
Todo estaba funcionando de maravilla.
"Hmmm... Tanto las líneas temporales genocidas como pacifistas y neutrales no sufren de anomalías..."
Musitó, enfocándose en su pequeña pantalla, ahora ignorando por completo la batalla que ocurría en frente suyo. Su cuerpo estaba oculto en una de las sombras de los múltiples pilares, aún si este fuera destruido, no la notarían. Para ellos, ella no existía, porque así lo quería. Asintió levemente antes de dar un pequeño aplauso, nuevamente, de la nada comenzaron a emerger aquellos números característicos suyos.
Ceros y Unos, devorándola.
"¿Que tal Underfell... ?"
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"¡Queridos amigos... Humanos y monstruos aquí presentes!"
Una bella chica vistiendo un traje de color negro habló, estando en un podio, sus brazos se extendieron de lado a lado. La pequeña acosadora poco a poco comenzó a reintegrarse en un edificio cercano. Su ceja derecha se alzó al observar con detenimiento la ciudad de Ebott de este universo, la ventana que tenía abierta a su costado mostraba que había llegado a una línea temporal pacifista verdadera, aparentemente, Frisk en esta ocasión había nacido como una mujer, y había aceptado ser la embajadora de los monstruos.
Este era el séptimo año desde que la Barrera se rompió, por lo que era una mujer de diecinueve años, casi veinte.
La muchacha abrió los ojos levemente, los gritos de alegría y emoción de tanto los humanos como sus nuevos vecinos no se hicieron esperar. Algunos niños alzaron sus puños al cielo, otros soplaron sus espantasuegras, y como era de esperarse, la pequeña orquesta también actuó. Hoy era una noche de celebración, como uno intuiría, la octava caída de alma carmesí tenía una preciosa corona de flores doradas adornándole el pelo, junto a un rubor natural en sus mejillas, aún tras todos estos años, Frisk no se acostumbraba a ser el centro de atención.
Pero estaba dispuesta a darlo todo por quienes quería.
"Primero que nada, déjenme darles una muy buena noche y una cálida bienvenida, espero estén disfrutando las fiestas... segundo, quiero remarcar lo muy agradecida que estoy, mi alma late de alegría y arde de dicha al ver que luego de todo este tiempo, cada día que pasa, nos llevamos mejor..."
Uno pensaría que estaba exagerando o leyendo un discurso pre-ensayado, pero era todo mentira. Frisk nunca, jamás, había tenido discursos ya escritos. Decía lo que le saliera del corazón, y quizás por eso es que logró traer la paz a ambas razas. La niña albina suspiró, su cara reposando ahora entre ambas manos, las cuales estaban apoyadas en sus muslos, su mirada escaneo toda la avenida.
Estaba repleta, incluso algunos humanos habían abierto las ventanas para mirar hacia afuera de sus departamentos, trabajos u hogares. Todos se habían callado mientras Frisk comenzaba a hablar, detrás de ella, estaban Flowey, Asgore, Toriel, Papyrus, Sans, Undyne, Mettaton y Alphys como los representantes más cercanos de la raza en cuestión, cada uno murmurando o charlando por lo bajo para no interrumpir a la muchachita que les había dado una probada de la libertad. Pese a que aún conservaban sus apariencias intimidantes de aquel entonces...
Todos se veían mucho más felices y amigables que cuando era una niña. Maldita sea, todos habían cambiado por completo su horrenda filosofía de "Matar o Morir", Asgore y Toriel incluso habían vuelto a estar juntos, por muy increíble que pareciera. Sus bracitos se cruzaron al observar como la embajadora empezaba a caminar, relatando todo lo que había acontecido estos últimos años, y los avances que habían tenido desde que ambas razas empezaron a trabajar juntas. Asintió para si misma, ya había observado suficiente.
"Las líneas temporales de Underfell también están en buenas condiciones... "
Las pantallas, a su vez, mostraban otras líneas temporales, otros mundos, no tan afortunados como aquel. En uno, una versión genocida de aquella misma chica se enfrentaba a Alpha Flowey, quien intentaba dar su mejor esfuerzo por hacerla desistir de aquel camino tan desgraciado. En otra línea pacifista, Asgore chocaba su tridente contra las raíces de la Flor de pétalos dorados, que intentaba convencer, en vano, al pequeño niño de atacar y defenderse, ya habían llegado muy lejos en su travesía y logrado varios milagros.
No habían matado a nadie hasta ese momento, así que... ¿tal vez solo por una vez hacerlo sería bueno? pero Frisk insistía en su negativa, por muy aterrorizado que estaba, la violencia no era ni nunca sería la respuesta. La pantalla así como la escena fueron cerradas; la jovencita se puso de pie, pegando un pequeño aplauso; la realidad se quebró a su alrededor en ese mismo instante.
Estaba de regreso en su mundo una vez más.
"StarTale, Outertale, Storyshift..."
Comenzó a relatar, con su voz, sin siquiera moverse, los AU's en cuestión estaban apareciendo en distintas pantallas, junto a nomenclaturas que mezclaban varios números y letras para diferenciar sus líneas temporales. Sus cuencas emitieron un brillo verde aún más potente que antes, absorbía la información a cuantiosa velocidad, casi demencial, pero sin problemas.
Luego alzó el índice de la mano izquierda; mostrándose una lista, encabezada por una preciosa niña de ojos rosados, cabello marrón y puntas del mismo color.
"En compañía de los sistemas de seguridad; están implementados y esperando a activar los antivirus en caso de cualquier anomalía en las líneas temporales... perfecto. Todo es... "
Continuo, extendiendo los dedos de su mano derecha como si quisiera recibir algo; el código comenzó a condensarse y apilarse entre si, eventualmente, una pequeña mesa fue manifestada, junto a una silla, y un juego de té color blanco. De la pequeña tacita, salía algo de vapor por lo caliente del té. Se llevó la misma a la boca más pronto que tarde, no sin antes añadirle algo de azúcar.
"Perfecto..."
Así completó su frase, antes de gozar de como el delicioso té bajaba por su garganta, había manifestado algo del té de manzanilla que le gustaba preparar a Muffet en Underswap, aunque para la próxima vez, le añadiría algo más de azúcar, cosas como la diabetes o las enfermedades no le preocupaban a alguien como ella. Su pose se relajó, su trabajo y chequeo en general estaba hecho ya.
Si bien todos recordaban el Evento X, no podía importarle menos. Sus recuerdos, sus memorias, sus traumas, daba completamente igual. Siempre que los Universos Alternos siguieran estables, que las líneas temporales continuaran naciendo, las cosas irían bien por el resto de la eternidad, como habían ido los últimos cien mil años, y como seguirían yendo por otros miles de billones de años más.
Suspiró, para luego tirar la taza a ninguna parte, desintegrándola. ¿Qué podría hacer ahora? hmm... ahora que había comprobado que todo estaba bien, tal vez revisar el estado de Error, Ink, Core, la línea temporal Omega y Fresh no vendría mal en absoluto, nunca se aburriría siempre que el multiverso estuviera bien, tantas historias, tantos mundos, tantas líneas temporales, tanto que ver...
Tanto que hacer... y tan poco tiempo...
Solo bromeaba. Tiempo... je. Siempre le había parecido una palabra muy graciosa, al igual que los sentimientos de los mortales. Aunque recordaba como fue alguna vez, ya no era la misma persona. Ya no era humana, hacía mucho, mucho tiempo que no lo era, pero eso estaba bien. No cambiaría su actual vida por nada del mundo, después de todo, era eterna. Eterna, invencible, inalterable, inamovible, y como tal, observar y entretenerse con las vidas de los demás era su derecho, su capricho, su anhelo, y lo que más la hacía feliz.
La hacía sentirse... viva...
"..."
Sus párpados se abrieron levemente. Algo no estaba bien... o más bien, no estaba sola. Su postura relajada y tranquila no cambió en absoluto, no. No se trataba de estar asustada o tener miedo, lo que sentía era... genuina curiosidad. La pequeña omnisciente y omnipotente se dio la vuelta, encontrándose con que, tal como había intuido, una de las únicas personas que tenía "permitido" hasta cierto punto entrar aquí, había aceptado su pequeña invitación.
Como siempre, su cráneo hecho pedazos, eternamente sonriente, le devolvía la mirada. Encorvado como uno imaginaría, movió levemente su cabeza en señal de saludo, una reverencia que ella, sin mucho más, correspondió agitando levemente la mano.
"Doctor W.D Gaster... línea temporal 0.55-D, universo clásico."
Reveló sin chistar, el antiguo científico real pareció erguirse levemente, o al menos, lo intentó. Por supuesto... no podía ocultarle nada a ella. Ni él, ni ninguna de sus infinitas contrapartes. Tan similares, pero tan diferentes a la vez. Sus pequeñas piernas comenzaron a llevarla, caminando alrededor de su reciente inquilino con un aire de superioridad, pero en absoluto hostil. Gaster no le seguía en absoluto, solo permanecía ahí, callado.
Esto era... intrigante.
¿Qué hacía aquí? según lo que ella recordaba, su línea temporal había sido borrado por Chara luego de la ruta genocida, Frisk no había aceptado entregarle su alma, por lo que se había quedado en perpetua oscuridad, sin nada más que el octavo caído, la princesa de los monstruos, y por supuesto... el padre de los hermanos esqueletos, ahí presente, para habitarlo.
"..."
"¿Oh?~ ¿qué dices?"
¿Acaso... había oido bien?, aún con todo su gran poder, lo único que no hacía era espiar en los pensamientos de las personas. Porque así se volvían impredecibles, únicamente tomaba esa decisión en situaciones "desesperadas" las cuales, ¡Vaya vaya! nunca le ocurrían. Como de ella emergía un aura verde, del creador del Core emergía un aura morada, bastante intensa.
Sus cuencas tenían dos leves puntos morados, su magia.
El rostro que tenía cambió por uno de intriga; su pequeño cuerpo se elevó a los cielos, sus manos expulsaron código binario; los ceros y unos se extendieron de su ser, desplegando otra pantalla enorme, que tenía como título la misma nomenclatura. 0.55-D, la línea temporal de la que aquel pobre desgraciado provenía, pudo haber visto toda su historia, pudo haber visto todas las líneas temporales que Frisk hizo hasta el hartasgo...
Pero lo que a ella le interesaba era otra cosa.
"Ah... era cierto... hay algo muy extraño aquí..."
Señaló, no importándole que ahora la cabeza del científico estuviera detrás de ella, como habitante del vacío, tampoco estaba sujeto a algo tan frívolo como las leyes de la gravedad o la naturaleza. Los dos se miraron levemente, justo había estado buscando algo que hacer, algo que ver... y lo había encontrado. Rápidamente comenzó a comprender lo que quería, lo que buscaba, y el motivo por el cual estaba aquí.
"..."
"¿De verdad?~ ¿ni siquiera tú?... bueno, es comprensible. No tienes el poder suficiente para obligar a Frisk o Chara a restaurar la línea temporal... ni cambiar el pasado, el presente o el futuro"
Dándole la espalda, alzó los hombros y las manos, en una pose desinteresada. Pero Gaster se mantuvo en silencio, observándola. El poder que emanaba de ella, los números, toda la creación estaba en la palma de su mano. Por eso había tomado la decisión de abandonar su tierra madre, y acudir a ella. Pero el riesgo valía la pena, fuera lo que fuera a pasar... no tenía alternativa.
Si, sus palabras eran ciertas. No tenía otra opción más que recurrir a ella... e incluso si, realmente, Frisk lograba entregarle su alma a Chara y esta reiniciaba la línea temporal, nada garantizaba que lo que había visto... lo que sentía, se hiciera realidad. No. Lo que necesitaba era un gatillante, algo que reconstruyera el mundo entero, el universo, desde sus mismos cimientos.
Algo que alterase la lógica de su línea temporal, más allá de las leyes "Preestablecidas" de todos los Universos Alternos y las Líneas temporales del Underverso.
"¡¡HAHAHAHAHAHAH!!"
Fue inevitable que estallara en carcajadas. La dicha que sentía, la emoción, ¡por todos los cielos! Gaster observó atentamente a su compañera, el suéter negro que tenía, sus shorts, su cabello blanco, todo se agitaba como si estuviera ocurriendo una pequeña ventisca a su alrededor. Oh, oh, oh~ ¡No se había sentido así de contenta en milenios! ¿cuando fue? ¿cuando fue, cuando fue, cuando fue la última vez que sintió esta... adrenalina?
Este... cosquilleo...
Y es que ¿como no estar feliz? una vez más todo le había salido bien. Su cuerpo rebosaba de poder, la realidad se distorsionaba, se partía mientras ella se dejaba ir, y luego se dio la vuelta, encarándole. Cara a cara, la sucia tramposa, la maldita traidora, el error pero al mismo tiempo gobernante máximo del multiverso... y luego estaba él, el científico real, el padre de los hermanos esqueleto, el hombre que hablaba con las manos, el prisionero del vacío, el olvidado por todos, irrelevante, ausente pero no del todo.
"Acepto tu propuesta..."
Contestó, chasqueando los dedos. Con el "Snap", más pantallas comenzaron a aparecer. Gaster observó, atento, como todos los acontecimientos pasados de su línea temporal empezaban a desvanecerse, nunca habían ocurrido. En el vacío, Frisk y Chara, los humanos, la Alfa y el Omega, también desaparecieron como si nunca hubieran existido. Sus cuencas se cerraron levemente, no resignado.
No.
Feliz.
Por primera vez en mucho tiempo, Gaster estaba realmente feliz. Extendió su mano derecha, y ella su mano izquierda, en señal de su alianza. Ambos, la niñita y el científico, entrelazaron sus manos, estrechándolas fuertemente mientras el mundo entero comenzaba a cambiar, no para ellos, sino para todos aquellos que vivían en su línea temporal.
¿Quién lo diría?
"Humanos, Monstruos..."
Comenzó, observando más atentamente el resultado de sus acciones, la línea temporal 0.55-D cambiaba, desde su misma concepción, las leyes del universo, ella misma las había hecho pedazos, las estaba haciendo pedazos, y las estaba reformando, alterando su pasado, cambiando su presente, y por supuesto, también el futuro. Debía admitirlo, este experimento se veía muy...
Muy... interesante...
"¡Servants!~ ¡Magos! ¡Beasts!~ ¡¿Pero qué clase de anomalía es esta?! ¡es maravilloso, realmente, realmente maravilloso!~"
Gritó aún más fuerte, extasiada a más no poder. Gaster no emitió sonido alguno, al menos él no podía hablar, pero no porque no tuviera voz, no significaba que ella no le entendiera. Se posicionó a un lado de ella, ya no intervendría más. Su sueño, su misión estaba cumplida, había aceptado su propuesta, tal como le había dicho, iban a presenciar algo muy, muy interesante.
Si tan solo tuviera un alma... estaba seguro que estaría llena de determinación.
Ahora... solo quedaba disfrutar del espectáculo.
"Que la Grand Order de Frisk Dreemurr... comience~"
Chapter 2: Me llamo Frisk Dreemurr
Notes:
Muy bien, aquí está el capítulo 1 de 3. Si, ahora el número de capítulos se ha extendido. Considero a este capítulo como un puente muy importante, un "paso" para unificar los fandoms de Undertale y Fate, pues aquí exploro a profundidad como funciona esta línea temporal, y como es que los sistemas mágicos del Nasuverso y el Underverso, así como sus mitologías, se han unido en esta pequeña historia.
Es una "clase" sobre Undertale para los Fans de Fate, y una "clase" de Fate para los Fans de Undertale.
Agradecimientos especiales a mi amigo y hermano "CrimsonAshmedai" por haberme ayudado a escribir este capítulo, es un esfuerzo en conjunto, por lo que merece tanto crédito como yo.
Espero que lo disfruten.
Chapter Text
Undertale.
Fate/Grand Order.
"Fate/Scarlet Order"
Capítulo 1.
"Me llamo Frisk Dreemurr"
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[Entrada número 18]
Las reglas han cambiado...
No estoy seguro de si mis decisiones han sido las correctas.
Ni de que tan lejos pueda llegar esta alianza con mi nueva colaboradora.
¿He cometido un error... ? no.
Aún con todo su poder y tras las catastróficas consecuencias que tuvo el Evento-X... de cierto modo, ella es predecible.
Siempre y cuando se mantenga entretenida, puedo decir con seguridad que ni la integridad de mi nuevo mundo, ni la mía propia corren peligro.
Pero no puedo decir lo mismo al respecto de todo lo que he visto, ahora que la "anomalía" ha tomado control de las leyes fundamentales de esta línea temporal.
Dicen que la vida se trata de decisiones, recuerdo que mi padre solía llamarlas "Puertas" o "Caminos"; todos los días cerramos puertas, ventanas, y tomamos un camino ya sea que actuemos o no.
Así que vale la pena preguntarse...
¿Podrá este niño tomar las decisiones correctas para salvar este mundo... ?
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-[Prólogo: Y vivieron felices para siempre]-
"Hmn... que calor..."
Ritsuka Fujimaru murmuró, llevando una mano a su frente en un pobre intento por limpiarse los restos de sudor que le quedaban, obviamente, fue un esfuerzo inútil. Después de todo, con aquel horrible y espantoso calor, le sería imposible el conseguir algo de frescura, paz y tranquilidad para lidiar con esta odisea. Si había algo que el menor del matrimonio Emiya/Tohsaka detestaba con todo su corazón, era el verano, pero no porque le disgustara la playa o algo parecido, simplemente... se trataba del calor.
El maldito y sofocante calor.
A su lado, su hermana mayor, una preciosa chica de cabello color naranja, similar a su padre, agitaba en una de sus manos un abanico color rojo, Rurika miró por unos instantes la botella de agua que colgaba de su maletín escolar, negando con la cabeza, su expresión cambió a una de derrota, en ese mismo instante al ver, horrorizada, como ni una sola gota de agua le quedaba. Se la había tomado toda junto a su hermanito de camino a la escuela... y ni siquiera habían llegado. El "Grrr" que escapó de sus labios cual si fuera un perro, le ganó una mirada discreta del ojiazul.
Era un sentimiento que los gemelos Fujimaru compartían, desgraciadamente.
"¿No tienes dinero, Ru-nee? podríamos comprarnos un helado..."
Propuso, alzando los hombros mientras cargaba el suyo propio, la versión femenina de Shirou Emiya se tocó el mentón pensativa por unos instantes, antes de detenerse. Rurika llevó su mano al bolsillo derecho de su chaqueta, en busca de su monedero; intentó evadir la mirada suplicante de su hermanito, maldita sea, catorce años y seguía comportándose como un mocoso... pero no se quejaba. Rikka hurgó desesperada por algunos billetes o monedas en el mismo...
Y Ritsuka, todo el tiempo, la miró con aquellos ojos brillantes cual perrito, lo único que le faltaba era empezar a gemir o agitar la naricita para completar el look de animal callejero. Tristemente, lo único que Ritsuka recibiría sería la mirada de tristeza de la joven de ojos dorados. Fue como si una aguja, o un cuchillo, hubiera perforado su corazón en ese mismo momento.
"Lo siento, Ri-nii... estoy quebrada..."
Contestó la jugadora de Voleibol al basquetbolista, Fujimaru se llevó las manos al pecho en una mueca exagerada de dolor, como si en lugar de ser miembro del club de repostería, fuera miembro del club de teatro. Todo lo que le faltó era hacer ese estúpido sonido de muerte "¡UGHHH!" y tirarse al sueño de rodillas, una gota de sudor descendió peligrosamente por la mejilla de la chica, bueno... por lo menos tenía la decencia de no avergonzarlos a ambos en plena vía pública maldita sea.
¡Carajo!
Pensó Rikka en ese mismo momento, por muchas ganas que tuviera de apaciguar aquella abrumadora sed que tenía, no tenían alternativa. Los dos se estaban muriendo de calor; no exageraría en absoluto si dijera que su lengua estaba hecha un puñetero desierto, todo lo contrario, estaría siendo sincera. Su propio uniforme, su chándal, su camisa, su suéter, todo se entremezclaba para derretirla en conjunto, ¿cómo es que su Madre o su Padre lograban resistir este calor en su juventud? por lo que ella sabía, y por lo que había visto en fotos, su madre usaba una chaqueta roja la mayoría del tiempo sobre su uniforme.
Esa era una pregunta que aún a día de hoy atormentaba a Fujimaru, pues ella y su hermano menor literalmente salían caminando de su casa, y terminaban llegando a Homurahara arrastrándose, convertidos en dos sopas humanas.
Fue ahí que lo vio.
"¿Oh? ¡Ri-nii, mira esto!"
Ritsuka salió de sus pensamientos al sentirse llamado por su gemela, además de que esta terminó por tirarle de la oreja. "¡A-Aaaagh!" se quejó el muchacho de ojos azules por la fuerza del agarre, casi se fue de espaldas en ese preciso momento, pero no lo hizo por puro milagro. ¿Y ahora qué le había comido la mente a esta maniática?, Ritsuka se dio la vuelta, llevando una mano a la oreja que le habían tironeado, acariciándola en un intento por apaciguar el dolor; él también lo vio.
En uno de los postes cercanos, algo tan simple como un panfleto.
"¿Examen de Sangre?"
"¡CON HELADITO GRATIS!"
Exclamó, apuntando a la letra chiquita del contrato. Sí, un simple papel ofreciendo un jugo y un helado a cambio de una muestra de sangre. ¿Quién podía resistirse a eso? todo lo que tenían que hacer era ir al lugar acordado, pero he allí el detalle. Ritsuka miró el reloj de su teléfono; tenían una opción que tomar. O llegar temprano a clases ese día, o perder aproximadamente treinta o cuarenta minutos yendo a buscar al sitio, y luego ir corriendo a Homurahara, rogándole a todos los dioses habidos y por haber que lograsen llegar a clases y no se metieran en problemas.
Rikka, por su parte, ya tenía las cosas más que claras. Sus preciosos ojos dorados se giraron para ver a su hermano menor, apretando los puños tanto como podía mientras le miraba como si ella fuera la menor de los dos; como si hubiera visto un juguete que quería, estando a punto de ir a tirarle de la mano a su madre, Rin, para que se lo comprara, jugando con él hasta hacerlo trizas como terminaba todo lo que pasaba por esas manos destructoras suyas.
"Ru-nee... no creo que sea buena idea... es decir, mira ese símbolo. ¿Es una C con una corona de Olivo? ¿no te parece raro?"
Señaló, su dedo enfocándose en la extraña emblema al final de todo. Era una especie de C, si, rodeada por una corona de olivo como la que usaban los griegos en la antigüedad. La mayor del dúo dejó salir un bufido, ladeando su cuerpo levemente hacia la izquierda, sus brazos colgando flojamente de sus hombros, oh vamos, ¿tenía que ser TAN desconfiado de todo? no es como si fuera a pasarle algo malo...
Después de todo, ella estaba ahí para protegerle.
"¡Vamos! ¡Me estoy asando viva con este uniforme! ¿tú no tienes calor? ¡Solo seran unos cinco minutos! mira, si llegamos tarde a clase, ¿por qué no me dejas hablar a mi con el profesor? O profesora, da igual, puedo poner una excusa y llevarme la culpa, ¿qué te parece? ¿Hmmm?~"
Cuestionó, con una mueca de complicidad, Ritsuka arqueó la cejas, parte de su voluntad derrumbándose en ese momento. Su hermana era una maldita buscapleitos, no es lo mismo que decir que era una bully o algo por el estilo; de los dos, Rurika siempre había sido quien tuviera la personalidad más "abierta", más "emotiva"; ella no solo tenía más energías, también era más extrovertida con la gente, pero no por ello tonta, estúpida o menos inteligente. No, no era lo mismo. Pero ese era el detalle, Rurika, generalmente, aprovechaba la personalidad introvertida de su hermano menor para arrastrarlo a todas partes.
Meterlo en todas sus locuras... pero no en esta ocasión.
No... el destino les jugó a ambos una mala pasada.
RIIING~
"Ay, ¿ahora qué?"
Refunfuñó la chiquilla, cruzándose de brazos, justo cuando veía que su hermano menor iba a ceder a su petición, el celular de este vibró. Ritsuka pidió un momento a su hermana, y la cara de tonto que puso cuando concentró los ojos en la pantalla fue todo lo que necesitó para saber que carajos había pasado. Solo había una chica en toda Homurahara, en todo Fuyuki, y en todo el maldito mundo que podía hacerle actuar como un completo cabeza de chorlito, como si no tuviera nada dentro de su cabezota; pensaba no con los sesos, sino con el corazón.
"Oruta-chan..."
"Por supuesto..."
Ritsuka se dio la vuelta, alejándose de su hermana en busca de privacidad. La mirada molesta de Rurika observó a su hermanito partir unos cinco pasos, dándole la espalda y todo, ¿qué podía ser tan importante? ¿más importante que heladito y jugo gratis? ¿más importante que ella, su hermana gemela, su propia sangre? simple... su puñetera amiga de la infancia, y el amor de su joven vida. Dentro de su pecho, el corazón de Ritsuka latía como si se tratara de un motor.
Bump, bump, bump hacía la porquería, y los demás dejaban de existir totalmente para él. Por el lenguaje corporal que Ritsuka hacía, a ojos de Rikka, algo muy bueno estaba pasando. ¿En serio? ¿acaso le iba a invitar a salir otra vez o algo? cada vez que Oruta tenía el día libre, se lo hacía saber y ni ella, ni la tía Sakura, ni su madre ni su padre volvían a ver a Ritsuka hasta las siete de la tarde, donde llegaba a casa con la cara de un imbécil, sonriendo tontamente, y caminando como si estuviera borracho.
Si estar enamorado hasta la médula fuera estar borracho, pues si. Ritsuka Fujimaru Emiya Tohsaka, estaba borracho. Borracho de amor por Oruta Shiakaze.
Ese... fue un punto divergente en el tiempo.
Algo que no debía pasar, a todas luces, ocurrió. Algo tan simple como una llamada rompió incontables caminos que nunca más volverían a conectarse, pero no por obra y mano del destino... sino por el capricho de una niña omnipotente y omnipresente que hizo algo tan sencillo, tan minúsculo, tan... tan inofensivo como hacer que esa mañana...
"¡Ru-nee, buenas noticias!"
Ritsuka gritó a todo pulmón tras haber colgado la llamada. Rurika alzó una ceja, percatándose de como el aura que rodeaba a su hermano menor había cambiado por completo. No solo le brillaban los ojos, sino que tenía las mejillas rojas. El muchacho de tan solo catorce años apretó fuertemente su celular, guardándoselo en el bolsillo para luego apuntar en dirección a la academia, cuyo edificio ya empezaba a asomarse a unas cuantas calles, llegar no les tomaría más de quince minutos, muchísimo menos tiempo en ir al punto de reunión a donar sangre como ella tanto quería.
No solo llegarían temprano a clases ese día, sino que también...
"Ilústrame Clyde, ¿qué te dijo Bonnie para que estés tan extasiado?"
"¡Oruta-chan tiene unas botellas de agua extra! ¡Dijo que tenía mucho calor, y su madre le dio su mesada el día de ayer! ¡Podemos comer helado, todos juntos!"
Una civil empacara más agua que solo una botella y no olvidara su billetera como debería de haberlo hecho...
Los ojos de Rurika Fujimaru se iluminaron en ese preciso instante. ¿Eh? ¿Oruta iría tan lejos como para invitarles un helado a ellos tres? carajo, más bien, cuatro. Conociendo a Matthew, se pondía celosa y querría ser ella quien les invitara a algo refrescante, a todas luces, ir corriendo a la escuela para apaciguar aquel sofocante calor sería mil veces mejor que quedarse aquí o ir corriendo a quién sabe donde, a quién sabe qué lugar, por una supuesta prueba de sangre, a cambio de un helado y algo de jugo.
Sí, sí sí sí, su decisión ya estaba tomada.
"¡Ya rugiste león, venga! ¡A clases!"
Exclamó a todo lo que daba, y así fue. Los gemelos Fujimaru, nacidos de quien alguna vez fue la maestra de Archer: EMIYA Shirou y el maestro de Saber: Arturia Pendragon, destrozaron ellos mismos las dos posibles sendas que hubieran tenido. Solo por seguridad, ella chasqueó sus grises dedos, asegurándose de desintegrar por completo aquel panfleto que en otras tantas ocasiones, habría sido el inicio de una aventura inolvidable. Ceros y unos devoraron la hojita de papel, borrándola de toda existencia, aún a ojos de tantos hombres y mujeres que iban a trabajar, niños y niñas que iban a la escuela...
Nadie cuestionó; nadie vio aquella hoja desaparecer, porque nunca estuvo ahí en primer lugar.
Así de simple y sencillo... una decisión tan pequeña e inofensiva como saciar la sed de dos muchachos una mañana de Junio del 2015, cambió por completo el destino de ambos, y de todos los que pudieron conocer.
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-[Fragmento 1: Por el futuro]-
Junio 28
Riiiiing~
Nada más escuchar el sonido del despertador perforándole los oídos, Frisk abrió los ojos, cerrando los párpados no mucho después. El muchacho, a finales de sus catorce años y más cerca de cumplir los quince, se levantó y estiró en su cama como estaba, los rayos del sol se filtraron por su ventana, ¿qué hora sería? Hmmm... Tal como había intuido, eran aproximadamente las siete de la mañana. El ya no tan pequeño embajador de los monstruos se puso de pie, rápidamente caminando hasta su closet; estaba repleto de prendas celestes y moradas, como uno asumiría.
Era su color favorito después de todo, ya era su característica.
"Buenos días, pequeño mequetrefe"
"Ah..."
Dándose la vuelta justo mientras extendía su mano para alcanzar un colgador donde estaba una camiseta color morada con líneas celestes, el castaño se encontró con la flor de pétalos dorados mirándole con su típica cara de pocos amigos. Flowey La Flor... Asriel Dreemurr, de igual modo, se había levantado, los ojos y la boca de la flor dorada tenían una expresión totalmente diferente a la alegre del chiquillo, obviamente, aún si estaba dando "Lo mejor de si" en un intento por recuperar sus emociones, aunque fuera un eco de las mismas, era inútil.
Después de todo, no tenía alma, pero había perdido. El único motivo por el cual había decidido acompañar a Frisk, era precisamente, porque es lo que Chara hubiera querido. Y hablando de la princesa de los monstruos... Flowey frunció el ceño levemente, observando al tercer niño de Asgore y Toriel dejar preparada su vestimenta de manera pulcra y perfecta, tomando una toalla, así como unas sandalias, lo primero que necesitaba era un baño, luego podría bajar a comer; de hecho, ya escuchaba la tetera hirviendo.
Sus vacaciones habían empezado hacía no menos de tres días, aún si era Junio, era más que suficiente para él. Un descanso no solo de la escuela, sino de su vida política, la cual, cabe destacar, era un completo infierno por supuesto.
"Déjame hablar con ella. Dudo mucho que quiera acompañarte mientras te duchas... ¿no es así?"
"Ehehehe~"
Frisk rió levemente, asintiendo con la cabeza; su mano fue hasta su pecho; presionándolo suavemente, un corazón rojo, su alma, salió con un "Bing"; no mucho después, de esta, el espectro de una preciosa chica de no más de quince años con cabello corto color café, vistiendo un suéter verde con una raya amarilla y unos pantalones marrones se hizo presente. Chara Dreemurr, eternamente atada al alma de su compañero, se cruzó de brazos. Frisk saludó con un leve asentimiento de cabeza, antes de desaparecer por la puerta, dejando a ambos hermanos solos.
De entre todos sus amigos del subsuelo, el único que podía ver a la primer caída, era su hermano. Había sido... incómodo al principio, pero Frisk verdaderamente tenía un alma de oro, después de todo, le permitio a la Princesa tomar control de su cuerpo tras el final de la Ruta Pacifista Verdadera, y que Asriel destruyera la barrera, a sabiendas de que ambos tenían mucho de que hablar, y bastante del que desahogarse. Fueron varios minutos de lágrimas y dolor, de gritos, de llantos... después de todo, ambos habían muerto por su culpa.
Asriel abiertamente había dicho que hubiera preferido un amigo como Frisk que ella... y aún así, en ningún momento, Chara sintió odio hacia el pequeño chico cabra que ella misma había condenado. Ella, ahora un espectro sin cuerpo, él; una flor desalmada incapaz de sentir emociones casi en su totalidad. El resultado de sus acciones les perseguiría por el resto de la eternidad, de eso no había duda.
Pero al menos... tenían algo decente a lo que llamar "futuro", todo gracias a él.
[Azzy]
"Chara."
Contestó la flor de pétalos dorados, observando a la joven de cabello marrón y ojos carmesíes, cuyos brazos se metieron debajo de sus axilas, cruzándose de brazos para luego perderse en el techo; la primer caída al monte Ebott flotó alrededor de la habitación de su compañero, seguida de cerca por la atenta mirada de la flor, y pensar que habían pasado unos... cinco años desde que la barrera se había hecho pedazos. Frisk ahora tenía catorce, este año iba a ser no solo su cumpleaños número quince, sino también el aniversario número seis desde que todos obtuvieron su final feliz. Aún con todo eso, seguía siendo el maestro de la línea temporal, el "World Master", tal y como le prometió...
Como le prometió a ambos, y a Sans... no había tocado el botón de Reset en ningún momento. Únicamente haciendo el guardado ocasional por si las moscas, pero hasta ahora, la integración de ambas razas había ido sin muchos problemas, eso era algo que aún le costaba creer. Tras el pequeño fiasco que fue su intento de masacre en su villa el día que Asriel absorbió su alma hacía casi cien años, creía que jamás serían perdonados, pero ella pasó sin pena ni gloria, al igual que su hermano. Y eso la frustraba de todo corazón.
Flowey, por supuesto, se extendió desde su maceta, acercándose al rostro semi-transparente de su hermana.
"Te ves molesta, Chara. ¿Qué te aflige?"
Preguntó en un pobre intento por sonar preocupado por su bienestar, ambos sabían que fingía, pero decidieron ignorarlo. La niña adoptada del matrimonio Dreemurr negó con la cabeza, sus preciosos ojos rojos se fijaron en las fotografías colgadas en las paredes; varias de ellas de múltiples momentos que habían vivido Frisk con los demás a lo largo de estos últimos cinco años. Una fotografía de todos juntos en la playa, con Undyne tirando una pelota de voleibol a Papyrus quien tenía sus ojos saltones; le había dado directo en la cabezota.
Su Madre, su Padre y Frisk en medio de ambos, con Flowey en una maceta muy de cerca; el día en el que oficialmente el castañito, por entonces de diez años, había sido nombrado como el representante político de los monstruos. Luego estaba aquella en la que tocaba una guitarra encima del auto del hermano menor de la familia esqueleto; Papyrus y Undyne tenían las caras pintadas como si se trataran de estrellas de Rock, mientras Mettaton sostenía su micrófono, gran parte de su cabeza había acaparado la cámara ese día.
Si, estaba molesta... pero era por otros motivos que, no estaba segura, Azzy pudiera entender.
[No lo entenderías Asriel. Me molesta... no que Frisk y todos sean felices... ]
Gruñó, su mirada enfocándose en la foto más vieja de todas ellas. Tanto su madre como su padre aún conservaban aquella foto que tomaron el día en el que la adoptaron; ella y Asriel, aún muy pequeños, temerosa, asustada, tímida; escondiendo su rostro detrás de aquel ramo de flores doradas como si estas pudieran ser su escudo, recién había empezado a abrir su corazón a la familia Dreemurr, mientras que Asriel sonreía de todo corazón, feliz de tener una mejor amiga, una hermana, y alguien que le acompañara. Ser el hijo del Rey y la Reina había sido muy solitario para él.
Eso, hasta que ella vino a alegrar no solo su vida, sino también la de sus padres, y en respuesta; estos la hicieron sentirse amada y querida por primera vez.
Flowey giró su flor en la misma dirección, observando aquel vestigio de un tiempo ya pasado, antes de que arqueara sus cejas con tristeza, al igual que ella. No necesitaba completar esa frase, porque él, aunque ella no lo supiera, si la entendía. No es que estuvieran molestos de que Frisk hubiera hecho lo correcto y traido un mejor futuro para todos, donde la paz fuera la norma; donde la magia y los rasgos estuvieran siendo re-descubiertos en gran parte del mundo, sino que... estaban molestos...
De que ninguno de ellos pudiera disfrutar adecuadamente de este eterno final feliz.
"No hay nada que podamos hacer. Yo lo sé... y tú también lo sabes"
Y es por eso que se sentía culpable. Habían muerto ese día por su culpa. Su padre mató a seis niños inocentes por su culpa; su familia se rompió por su culpa. Lo único que había conseguido fue destruir los sueños y esperanzas de todos más allá de lo irreparable, y recién tras cien años de sufrimiento, promesas falsas, y por supuesto, sangre inocente, es que ahora las cosas estaban empezando a mejorar. Pero había mucho trabajo que hacer, Frisk tenía la batuta, y no había nada que pudieran hacer para cambiar el pasado.
Al menos estaban juntos otra vez... aunque solo fueran meros ecos, sombras, de quienes fueron en vida.
[Eso no lo hace más fácil, Asriel... ]
"Lo sé."
Contestó, regresando a su maceta; la puerta se abrió, Frisk entró vestido, con el cabello mojado. Se había llevado la ropa consigo al baño para vestirse justo tras ducharse, esa leve sonrisa que puso al ver al duo devolviéndole la mirada les provocó una leve punzada a ambos, Flowey suspiró mientras sentía como las manos del chico le sujetaban, solo cerró la puerta de su habitación tras Chara salir de esta, un bonito gesto de su parte, pese a que podía atravesar paredes, siempre dejaba que saliera por la misma como si aún tuviera cuerpo físico.
Era demasiado bueno para su propio bien, eso era algo que siempre se lo haría saber.
Dreemurr bajó las escaleras, siendo lo primero que vio, la espalda de su madre. Toriel, antigua monarca de los monstruos, ahora nada más que una humilde maestra, cocinaba unos pancakes tanto para ella como para su único niño mientras una dulce melodía escapaba de sus labios, el delicioso olor ya para este punto había inundado toda la casa, al sentirle bajar las escaleras con tanta ilusión, no pudo evitar voltear a verle, las mejillas del chiquillo enrojecieron de alegría, su estómago rugió al ver la pequeña montañita coronada por mantequilla.
"Mamá..."
"Buenos días mi niño."
Se saludaron mutuamente, Flowey soltó un pequeño "HMPH" ante la interacción, Chara por su parte hizo una leve reverencia de cabeza ante su progenitora, por supuesto, para Toriel, ella seguía estando muerta, pero aún siendo poco más que nada, sus modales de princesa así como su actitud de buena hija siempre estarían presentes. Las raíces de Flowey se extendieron desde su maceta para que fungieran como "brazos"; abrió las puertas de las alacenas, buscando algo de cereal y un poco de leche, aunque no tuviera estómago o nada parecido...
Había estado intentando recuperar su gusto por la comida desde hacía unos dos años, ¿hasta ahora? todavía no lo lograba, pero al menos ya se había vuelto un hábito. Frisk dejó su maceta en una de las sillas contiguas, para ahora si, acercarse a su madre y rodearla de manera afectuosa, tal muestra de amor entre una madre y su hijo provocó en los hermanos Dreemurr expresiones mixtas; Chara evitó ver la escena, optando por "sentarse" flotando en la silla al lado de Flowey, mientras que este simplemente sacaba su lengua; una de sus raíces rodeando la caja de cereal y vaciando una porción relativamente moderada en su tazón, la otra, añadiendo leche del cartón.
Tras el pequeño abrazo, Toriel y Frisk cada uno empezaron a ayudar con la mesa; él trajo dos vasos y una jarra con jugo de naranja, mientras que la mujer cabra por su lado, dejaba su plato y el de su hijito con las montañas de pancakes tanto para ella como para Frisk, en compañía de algo de miel, la mantequilla se derretía, extendiéndose por estos, dándole un aspecto aún más delicioso del que ya de por si tenían. Su alma latió con Determinación ante el exquisito desayuno; hundió el cuchillo en el mismo, así como el tenedor, preparándose para comer.
Ahí fue cuando Chara, que tenía los ojos cerrados hasta ese momento, los abrió.
Ding... dong~
Tenía un sexto sentido para estas cosas, y había estado en lo correcto. Flowey no levantó su mirada, más ocupado en intentar saborear la mezcla entre su cereal y leche, contrario a Frisk y su propia madre, que interrumpieron su desayuno para mirar hacia la puerta, ¿tan temprano? ¿quién podría ser? había sacado la basura en la mañana, y no habían programado ninguna visita... que supieran, claro está.
"¡CORREO!"
Oh, eso lo explicaba todo. La reina de los monstruos se puso de pie casi al instante, no sin antes ir al perchero donde estaba su chaqueta, tal vez fuese solo por unos momentos, pero el calor ya era casi insoportable en estas fechas, toda Ebott estaba azotada por el sol, los monstruos que alguna vez vivieron en Hotland eran los que más felices estaban, por otra parte los antiguos habitantes de Snowdin prácticamente se la pasaban en la sombra o cualquier lugar frío que pudieran encontrar, si bien sus vidas no estaban en peligro, sí que era una lucha constante.
Cuando abrió la puerta, como esperaba, se encontró con la ballenita rosada encargada de volar por toda la ciudad, Wally, aún si existía la tecnología y la "Undernet" que habían inventado los monstruos se había vuelto condenadamente popular, había gente que aún prefería el correo tradicional, Toriel estaba entre ese tipo de personas, después de todo, ella había estado viva desde la época de la Guerra de Humanos contra Monstruos, tenía miles de años al igual que su exesposo, Asgore. La tecnología, para ella, era muy complicada de entender.
"Buenos días majestad. Hay un grupo de cartas con su dirección."
Saludó la pequeña criatura, sus alitas moviéndose suavemente, la monarca de ojos rojos ladeo la cabeza levemente. ¿Cartas? ¿tendría algo que ver con su escuela, o la embajada? fuera cual fuera la respuesta, Toriel tenía un mal presentimiento. Flowey dejó de masticar al ver como la fantasma de mejillas rosadas tenía los ojos a medio cerrar, totalmente enfocada en la espalda de su madre quien, educada como ella sola, agradecía a la pequeña criatura antes de que esta se fuera volando, aún tenía mucho correo que entregar tanto para humanos como para monstruos.
Entre los dedos de Toriel descansaban un enorme manojo de cartas, Frisk, que continuaba comiendo, alzó una ceja con intriga a la vez que Flowey ladeaba la cabeza. El ambiente "hogareño" se había disipado en meros instantes, y es que... de algún modo, esa mañana, la Princesa, la Ex-Reina, el Embajador y la Flor sintieron intrínsicamente que algo no estaba bien.
Una a una, Toriel comenzó a pasar las cartas, factura de luz, factura de agua... anuncios... y entonces, eventualmente, lo encontró.
"¿Hm? Mi niño... has recibido una carta"
Habló, hasta ella sorprendida, porque esto no se parecía en nada a lo que uno esperaría; normalmente Frisk recibía cartas de confesiones de amor sobre algunas admiradoras, o de fanáticos, tanto humanos como monstruos, que le apreciaban por lo que había hecho, algo a lo que terminó acostumbrándose con el paso del tiempo, la fama iba de la mano con ser un héroe que salvó a toda una civilización, y la máxima representación de que la coexistencia pacífica entre ambos podía darse sin problemas... no obstante...
Esto no era ni una carta de alguna chica enamorada, de algún admirador, ni tampoco algo relacionado con la escuela o el comité de Nueva Ebott.
Toriel caminó hasta la mesa, entregándole la carta a su pequeño para luego sentarse una vez más, intentando comer mientras ella misma hojeaba las facturas, pero aún así, atenta a lo que hacía su hijo. Frisk entreabrió sus párpados, mostrando sus hermosos ojos color amarillo como pocas veces hacía, su mirada una levemente distante pero no por ello menos cálida o cariñosa, esta vez, ambos globos oculares rebosaban de curiosidad.
"¿Chaldea?... ¿pero esto qué rayos es... ?"
Murmuró, Chara flotó desde su silla hasta el lugar en el que Frisk estaba sentado, tanto ella como Flowey, llevados de la mano de la intriga, se posicionaron detrás de Frisk. Era una carta, un documento muy elegante, escrito en letra imprenta, probablemente con una máquina de escribir o algo similar. Los ojos de Frisk, los de Chara, y los del propio Flowey leyeron las líneas una a una a gran velocidad, cada uno cambió su expresión a una completamente diferente: la primer caída tenía una de hostilidad, Flowey una de pura confusión, y Frisk cerró los ojos nuevamente, en estoicismo.
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Estimado Frisk Dreemurr, Embajador de los Monstruos de Nueva Ebott:
En vista de sus logros, así como de la posición que usted ocupa como piedra angular en la actual relación entre monstruos y humanos, se le ha tomado en especial consideración en el examen que ha realizado recientemente.
Tras una serie de deliberaciones en vista de su amplio y destacado historial, el personal de Finis Chaldea y mi persona hemos considerado darle un puesto como el cuadragésimo octavo Master elegido para la siguiente fase de prueba que nuestra organización llevara acabo.
Le pido encarecidamente que vea esto como una oportunidad, no solo para usted, sino también para nosotros. Entre nuestros objetivos a corto plazo, buscamos no solo tener una relación estrecha con usted, sino también asegurar un futuro próspero para la Tierra. Por ello, le pedimos por favor que considere encarecidamente nuestra propuesta y, en caso de aceptarla, contacte con nosotros tan pronto como sea posible.
Todos los gastos (incluido el alojamiento, traslado y alimento) no serán problema para ninguno de sus familiares, pues será provisto de cuanto necesite durante el periodo de su estadía en nuestras instalaciones.
Reiteramos nuestro deseo de que forme parte de nuestro equipo, por lo que estaremos esperando emocionados su cooperación. En caso de aceptar, solo tiene que apersonarse a la dirección anexada en el otro documento que esta presente en esta carta. En caso contrario, ignorar lo explicado.
Sin más, le deseo lo mejor para usted y los suyos.
Segundo Director de Finis Chaldea, Olga Marie Asmleit Animusphere
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Toriel observó atentamente la carta notarial que su pequeño acababa de entregarle, releyendo las líneas una, y otra, y otra vez. Todos sus instintos maternales pero al mismo tiempo, sus instintos de reina y de política de su era se activaron casi al instante, ¿Qué diantres acababa de recibir? ¿qué rayos acababa de leer... ? ¿Finis Chaldea? ¿Olga Marie Animusphere?
Una gota de sudor descendió, perdiéndose entre el pelaje de la gobernante de los monstruos; ignorante de que como ella, su hija se acariciaba su mentón con una mueca seria, Flowey a su vez, si bien estaba terminándose su cereal, de igual modo... la Flor tenía una cara aún más amargada que antes. Como antiguo dueño del poder de controlar el destino del mundo, había experimentado todo tipo de situaciones.
Demonios, se había agarrado a golpes con Sans en más de una ocasión, maldita bolsa de basura sonriente, aún a día de hoy le miraba con un aura pesada, probablemente, dentro de él, seguía recordando de forma inconsciente que su presencia no traía nada bueno. Sans era demasiado astuto para su propio bien, pero no venía al caso... el asunto principal aquí era Frisk.
El pequeño embajador, por su parte, observó el otro documento que había venido en el sobre; no era nada más que una dirección... pero el problema estaba en que al menos él no recordaba exactamente aquel sitio, lo cual era raro, pues conocía su propio pueblo. Había hablado de Alojamiento, traslado y alimento... eso solo significaba que, a donde sea que tuviera que ir, era lejos.
Muy, muy lejos.
"¿Mamá?"
Llamó el castaño, pero Toriel no le contestó. La Reina le había dado la espalda al muchacho, optando por encaminarse hasta la mesita donde estaba el teléfono fijo. A paso rápido, comenzó a marcar un número, pero no era el que venía en la invitación a participar en el experimento de Chaldea, no, por supuesto que no. Ahora mismo, frente a un asunto tan serio, lo que necesitaba era la presencia y los puntos de vista del resto de sus colegas, después de todo, cualquier cosa que tuviera que ver con Frisk...
Especialmente en el ámbito político o profesional... les concernía a todos ellos.
"¿D-diga?"
La voz de Alphys sonó desde el otro lado de la línea, temblorosa como siempre. La segunda científica real se ajustó sus lentes, en su propia casa, su novia, Undyne, la miraba desde la mesa bebiendo algo de té caliente, ambas totalmente ignorante de la seriedad de la situación que actualmente afligía a su antigua reina, y al hijo de esta. Toriel suspiró, era mejor contactar con Alphys primero, y que ella, a su vez, citara a la gran mayoría mientras ella hablaba con su marido. Los oscuros ojos rojos de la ex-guardiana de las ruinas estaban cargados de preocupación.
"Alphys, cariño... necesito que te contactes con Sans, Papyrus y Mettaton. Yo hablaré con Asgore. Tenemos... problemas que tratar."
Contestó la ahora maestra, casi de inmediato la actitud de la monstruo de tez amarilla cambió a una de completo nerviosismo, ¿cómo? ¿cómo, cómo, cómo? usualmente solo se reunían cuando recibían noticias pesadas sobre alguna reunión importante respecto a los derechos de los monstruos y ese tipo de temas, pero actualmente, Frisk en teoría debía de estar de vacaciones. La pelirroja ya conocía la mirada que puso su pareja, entendiendo al instante que, sea lo que fuera que estuviera escuchando, no era nada bueno.
"En-entendido, mi reina... nos veremos en su casa."
Dicho y hecho, las dos colgaron casi al mismo tiempo, ninguno de los dos difuntos hijos del matrimonio Dreemurr prestaron atención a Frisk, ni a su madre. Porque tanto la fantasma como la flor tenían la cabeza ocupada en el mismo asunto, preguntándose exactamente lo mismo que había perturbado tanto a su Madre. ¿Finis Chaldea? ¿Olga Marie Animusphere... ? ¿qué tan lejos tendría que estar aquel sitio para requerir alojamiento y comida? eso solo significaba que sería un tiempo relativamente largo.
La idea, por algún motivo, le inspiraba una enorme incomodidad a la joven de mejillas rosadas, que intercambiaba de vez en cuando, miradas discretas con la flor en la que se había convertido su hermano y mejor amigo.
[Maldita sea, Compañero... ¿en qué demonios te has metido ahora?]
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Cuando Asgore Dreemurr, el Rey de los monstruos desde la Gran Guerra de hacía mil trescientos años, recibió una llamada de parte de su Exmujer, su alma saltó de alegría dentro de su pecho ante la idea de reforzar y estrechar aún más su relación con la misma. Era obvio, pero luego de tantos años, seguía sin poder olvidar o ser capaz de completamente descartar sus sentimientos por su amor. ¿Tal vez estaba siendo algo egoísta al pensar que aún tenían esperanza alguna de estar juntos? seguía molesta, furiosa con él luego de tanto por su actuar en aquel entonces.
Pero todo lo que hizo lo hizo, por el bien de su gente... y para sobrellevar la muerte de sus dos hijos. Todavía tenía pesadillas con ver el cuerpo ensangrentado de Asriel; cubierto de la sangre de Chara, de flechas, cayendo de rodillas en su jardín antes de convertirse en polvo, incapaz de siquiera decir "Mamá" y "Papá" correspondientemente, torturado por el dolor, antes de desaparecer por completo. Ciento tres años... Asriel y Chara habían muerto hacía ciento tres años, y todavía dolía como el primer día.
Quería estar ahí para ella; aprender a ser mejor. No solo un mejor marido... sino también un mejor padre, porque realmente veía en ese pequeño niño, en Frisk, la misma estrella de esperanza que en su momento fue su hija. Estos seis años habían solo mostrado su punto de que era realmente un alma pura sin parangón, le había estado ayudando en todo lo que pudo en el ámbito político no por interés... sino porque era lo correcto.
Seguían siendo sus súbditos; y ahora debían de colaborar juntos por el bien de la paz, porque eso era lo que Chara y Asriel hubieran querido, sin lugar a dudas.
Por eso... cuando Toriel le llamó diciéndole que una carta de una organización de quien sabe donde había llegado a su casa queriendo reclutar a su hijo, tuvo un escalofrío en su columna, porque ese era otro tema completamente diferente. Ahí estaba, sentado; Toriel a su derecha, Frisk a su izquierda: en el lado derecho de la mesa estaban los hermanos esqueleto, en el lado izquierdo, Alphys, Undyne, Mettaton y su primo Napstablook, el fantasma había venido por invitación del robot pelinegro.
Tan seria era la situación que ni siquiera Sans estaba haciendo alguno de sus chistes malos, ahora cuando más necesitaban algún modo de aligerar la situación.
"... Animusphere... Ese apellido... "
Habló el hombre cabra, su rostro teniendo el ceño levemente fruncido en una mueca de molestia, pero no por ira; sino porque juraba que había escuchado eso alguna vez. Pero habían estado atrapados en el subsuelo muchísimo, muchísimo tiempo. Mettaton, que había estado buscando en su base de datos desde hacía tres minutos, además de haberse conectado a Internet, negó con la cabeza antes de que siquiera tuvieran la oportunidad de preguntarle.
"Lo lamento, Majestad. No he encontrado nada buscando "Finis Chaldea" ni "Olga Marie Animusphere" en ninguna parte en la Red."
"Es normal que no lo hagas, querido"
Toriel contestó, metiendo su mano dentro de su abrigo, siendo ella ahora el centro de atención. En su mano, uno de los múltiples libros de Historia que estaban en la biblioteca en la parte de historia del Subsuelo. Ya había puesto un pequeño marcador en una de las páginas, y fue entonces que la cabeza de Asgore hizo "click", tras su exesposa abrir en una de las múltiples secciones dedicadas a las familias mágicas que, durante la gran guerra, estuvieron luchando contra ellos a favor de la humanidad, como uno esperaría.
El dibujo, presumiblemente, era de uno de los ancestros de la familia de aquel entonces.
"A los magos de la era moderna no les gusta ser recordados. Prefieren el anonimato. La familia Animusphere de nuestro tiempo tenía a la cabeza a este hombre: Aetherius Animusphere. Su mayor interés era el estudio sobre la astronomía y los cuerpos celestes, por eso su magia era tan... peculiar, él y sus hijos mezclaban la magia de los Rasgos; Perseverancia, con su talento nato para la Astromancia y predecían el futuro... aunque no siempre eran predicciones cien por ciento exactas"
Explicó la Reina, bueno, eso ya resolvía parte del misterio. Chara, que estaba flotando en medio de la habitación, estaba totalmente enfocada en leer los pasajes que los historiadores antiguos de su gente habían anotado en respecto a los logros que Aetherius y sus dos únicos hijos habían conseguido en sus esfuerzos por diezmar a los monstruos, perdiendo todo atisbo de buen humor que le quedara. La guerra y la Historia no eran sus temas favoritos cuando estaba siendo instruida durante su primera vida.
La humanidad estaría mejor extinta.
Sans, ahora, fue quien añadió un granito de arena, guiñando su cuenca derecha, manteniendo su clásica sonrisa imborrable de siempre.
"Bueno, ahora sabemos que una familia de magos con más de mil años de historia quiere al niño. La pregunta es... ¿para qué?"
"¿No podría ser un simple proyecto de Astronomía, Sans?"
Papyrus comentó, inocente como siempre. Por todos los cielos, obvio que no, estaban hablando de magos maldita sea. Magos lo suficientemente listos como para no dejar rastro de su existencia, al menos no en los libros de historia convencionales que hablaran de la gran guerra, sepa dios como hicieron Aetherius y sus dos niños para convencer a los siete líderes de ese entonces de que no les mencionaran, era extraño... pero muchas de las familias mágicas que Toriel y Asgore recordaban de su época de juventud, antes de que fueran encerrados en el Subsuelo...
Habían desaparecido. Una de dos; o se habían escondido, o se extinguieron. Aunque la magia y la manera de emplear Integridad, Amabilidad, Perseverancia, Paciencia, Valentía y Justicia fuera de conocimiento público, todo lo que había más allá se había ocultado a la mayoría de la población. Undyne negó con la cabeza, su rostro entremezclaba ira, pero también frustración.
Ya tenían suficiente con que lidiar con esas bestias sentadas en lo más alto de la esfera política de la ciudad, creyéndoles menos que nada, ¿y ahora querían quitarles al niño?
"¡Eso es una maldita estupidez Papyrus! ¡Piensa! ¡¿Para qué más querrían a Frisk sino es para ponernos contra las cuerdas?! ¡Sin él aquí para abogar por nosotros, Asgore no tiene esperanza alguna de ganarse la simpatía de esos animales!"
"N-n-no creo que sean tan... tan crueles como para intentar hacer desaparecer a Frisk, U-Undyne..."
Alphys dijo, en un intento por calmar la ira de su novia, así como de hacer que entrara en razón. Y es que tenía un punto: en caso de que esto realmente fuera una trampa, y Frisk "desapareciera" de la faz de la tierra, las cosas se irían al diablo... para ambas especies, cabe decir. Después de todo, ya estos últimos seis años Frisk había sido víctima de uno que otro intento de secuestro o atentado contra su vida, de los cuales, milagrosamente, siempre salía ileso... eso era lo que ellos pensaban.
En realidad, todo lo que hacía era regresar en el tiempo utilizando su habilidad de controlar la línea temporal, y salir no solo él, sino tantos como pudiera para evitar bajas civiles. Determinación era un rasgo muy poderoso, y muy útil cuando se trataba de evitar que una maldita bomba te explotara en la cara, matando a todos tus seres queridos.
"Ohh... b-bueno... la reina dice que... es una familia real... ¿no sería eso una muestra de confianza?"
Napstablook interpuso, levemente a favor, en un intento de aligerar el pesado ambiente con su propia opinión. Si estos "Animusphere" realmente habían sido una familia mágica de los tiempos de la guerra entre humanos y monstruos, y ahora mismo esa mujer llamada Olga Marie se había contactado con ellos, específicamente con Frisk, es porque quizás, y solo quizás, estaba siendo honesta.
Asgore le pidió la carta a su esposa, volviendo a leerla él mismo, en silencio. Lo que a él más le llamó la atención de todo esto, es que se hablara de un supuesto "examen", ¿pero cuál exactamente?. El Rey de cabello rubio miró hacia abajo, Frisk tenía un rostro de nerviosismo, llegando incluso a tener los ojos entreabiertos, claramente incómodo con la situación.
"Pequeño... Dice que hiciste un Examen. ¿No recuerdas haber tomado una prueba recientemente?"
Su tono de voz era cariñoso y comprensivo, al verse víctima de las miradas, sin embargo, el joven se puso a temblar. Si, ya tenía catorce años, y había estado en incontables eventos donde era observado por cientos de miles de personas en todo el mundo, pero ni siquiera su determinación podía ayudarlo en este embrollo. Porque era la primera vez que "fuerzas externas" de Nueva Ebott le buscaban, usualmente, solo tenía que lidiar con eso... con políticos. Políticos humanos que, a veces, querían aprovecharse de su edad y tomarle el pelo.
Todo con el objetivo de quitarles un poquito más de sus derechos y libertades a los monstruos.
Otras veces, debía de lidiar con la estúpida prensa amarillista manchando su imágen o la de sus amigos, haciendo escándalos de pequeñeces y nimiedades sin importancia... pero... ¿Magos? ¿Salir de la ciudad, solo? Eso era nuevo para él, porque generalmente, Toriel y Asgore venían con él, después de todo, seguían siendo los Reyes de los Monstruos.
No podía pensar claramente... tal vez él no, pero Chara si.
[Compañero. ¿No te hiciste un examen de Sangre hace unas tres semanas?... recuerdo que estaban ofreciendo algo de chocolate caliente y galletas]
Flowey alzó una ceja en su maceta tras escuchar a su hermana parlotear, antes de girar la mirada en dirección al pequeño mequetrefe. Frisk pareció ganar una mueca de "iluminación" al darse cuenta; le había refrescado la memoria. Asgore se preocupó, malinterpretando su expresión por una de temor o algo parecido, iba a hablar, en un intento por calmarle, pero no tuvo tiempo de hacerlo.
Porque recibió la respuesta que quería.
"Bueno... hace unas tres semanas... recuerdo que había leído un panfleto en la calle; estaban ofreciendo algo de chocolate caliente y galletas a cualquiera que viniera a tomarse un examen de Sangre, ¿lo recuerdas, mamá? ese día llegué algo tarde... fue por eso."
Explicó, y la memoria de Toriel también pareció hacer "click"; había mandado a Frisk a ir a comprar pan aquella mañana, se supone que sería un viaje sencillo, pero al parecer, no lo fue. Y es que, aún ahora en esta situación, no podía creerse que algo tan sencillo como ir a hacerse un chequeo sanguíneo causaría todo este problema. En lo único que pensó fue en darle un gusto a Chara esa tarde, y en llenarse el estómago con galletas, no mentiría… el chocolate siempre sabía rico, aún en una temporada calurosa.
Pero sin embargo, aquí estaban... metidos no en un problema; sino en un problemón.
Y, en base a eso, inició una nueva discusión, con él siendo el tema principal de nuevo, pero avivando entre si una nueva problemática: él no medía el peligro, a veces pecando de inocente pese a que no lo era del todo.
Asgore discutía con Toriel, de las pocas veces que lo hacían "¿Lo mandaste solo? ¿Estás loca?" "Fue a la maldita panadería a dos manzanas de aquí, no me hables de locura". Alphys trataba de aplacar a Undyne, quien ya se preparaba para ir a buscar a esa gente "¡U-Undyne, por favor, n-ni si-siquiera sabemos si siguen ahí!" "¡NGAAAAAAAAAAAAAAHH!".
Al menos solo esas dos parejas eran las que discutían, el resto simplemente intentaba bromear ("¡SANS! ¿crees que también me llegaría una carta si dono sangre?" "No creo que tengamos Sangre, Paps" "Ah, mala mía, Nyeh). Y eso le bastaba.
Llegó un punto donde no aguantaba la mala cara de Chara.
¿Qué me miras?
[Te dije que era raro]
Y tú querías el maldito chocolate. Por donde se vea, aquí quien tiene la culpa eres tú.
La anterior Determinación bufó mientras se cruzaba de brazos, murmurando un "como sea" mientras se desatendía del resto. Si, en situaciones así, lo mejor era responderle a Chara de esa manera. Solo funcionaba con él (por supuesto) porque no estaba acostumbrado a alzar la voz y eso siempre la descuadraba.
Con un problema menos, simplemente se llevó las manos a las sienes. Era la primera vez que iba a ciegas. Para tratar con la gente, Toriel era una ayuda con su amabilidad. Para tratar con los políticos, Asgore ayudaba con los más de mil años de experiencia que tenía (podían haber pasado siglos, pero los políticos seguían siendo la misma calaña que antes). Para tratar con los científicos, Sans siempre estaba a su lado.
No había estado frente a lo desconocido desde que cayó al Underground y, aún así, tenía la confianza de que los Monstruos no eran tan malos como contaban las historias. Ahora, tenía una sensación de incertidumbre que nacía en su vientre y se extendía hacia su garganta.
Fuese lo que fuese, lo tenía que enfrentar solo ahora. Dar la cara, ser un "hombre" y tomar una decisión aquí y ahora.
¿Pero cómo tomas una decisión de algo que no conoces?
Pensó con cierta aprehensión, rascándose el cuello. Su sueter empezó a picarle, maldita sea, ahora mismo aceptaría la ayuda de cualquiera.
...
Por allí había un dicho. "Ten cuidado a quién pides ayuda". Nunca sabes quien puede responder a tu llamado. A veces puede ser un "ángel", otras veces un "tierno demonio de ojos rojos" o una "flor inocente". Pero casi, casi siempre, quien acudía a tu llamado era...
KNOCK KNOCK
El Diablo
Todos acallaron en un momento, giraron la cabeza casi robóticamente a la puerta ubicada a no menos de quince pasos de distancia.
Knock Knock
Volvió a sonar. Se miraron entre sí, ¿quién faltaba? ¿Un invitado más? Estaban completos, ¿verdad...? Asgore miró a Toriel y esta miró a su exesposo.
"¿Llamaste a alguien?"
"Iba a preguntarte lo mismo"
Knock Knock
El muchacho de ojos rasgados se removió en su silla, incómodo. Flowey estiró sus raíces, levantándose más allá de la cabeza del moreno, mirando por sobre esta la puerta.
Chara flotó, intentando acercarse a la puerta. Solo bastaría atravesarla para ver quien estaba detrás. Flotó un par de metros, pero se detuvo.
Frunció el ceño, intentando seguir. No podía.
[No puedo moverme]
Knock Knock
Menor miró a mayor. La sonrisa de Sans se había hecho un poco más pequeña. Una pequeña gota cayó por la "mejilla" de Papyrus.
"Eh, Sans. ¿No eres tú tocando la mesa...?"
"nop, no soy yo..."
Knock Knock
"...¿Alguien puede atender la puerta? Me está poniendo de los nervios..."
Toriel soltó una pequeña risa nerviosa, soltando un suave "lo siento" seguido de un fuerte "¡En camino!" mientras salía a responder la puerta. Mientras su madre hacía eso, Chara volvió flotando hacia Frisk, mirando con cuidado hacia la puerta.
Extraño
"Hmngh... bien"
Refunfuñó quien alguna vez fuera el príncipe de los monstruos al ver lo lento que caminaba su madre, sus piernas le temblaban un poco, dándose la vuelta para encarar a sus padres, el haber visto a Chara se quedarse ahí congelada con una expresión de sorpresa y molestia, junto a lo lento que su madre caminaba para abrir la dichosa puerta, sumado a las expresiones de todos, le dijo tanto a él como a Frisk todo lo que necesitaban saber.
Claro está... que el castaño no se creía que, ni siquiera su compañera, pudiese echarles una mano.
"Si quieres que algo se haga bien, ¡hazlo tú mismo!"
Exclamó la flor de pétalos dorados, por muy mala espina que le diera esto, daba igual. Fuera lo que fuera, Frisk ya se había muerto y ya había regresado de todo tipo de situaciones para este punto. El hacer un punto de guardado al menos una vez por hora se había vuelto un hábito suyo, uno del cual Flowey estaba orgulloso.
Una raíz se extendió desde la tierra de su maceta, enrollándose en la manija de la puerta para luego girarla no mucho después, no importándole las expresiones de sorpresa y preocupación que tenían ya no solo sus padres, sino todos los demás. Algunas cuantas lágrimas se escaparon por los ojos de Napstablook producto de los nervios, ese "Ohhh..." temeroso que soltó hizo de toda la situación más tétrica todavía.
Cliiink~
El rostro de Chara Dreemurr mantuvo su expresión tras ser la primera en cruzar miradas con el hombre que había interrumpido tan abruptamente la reunión de su familia. ¿Pudo verla... ? no, no lo hizo. Pero, de algún modo... de alguna manera...
El aura que tenía... algo en él la repelía, nada más dio dos pasos, su rostro de tranquilidad y franqueza cambió levemente, mientras la muchacha de ojos color rubí retrocedía.
"... ¿Puedo pasar?"
Había algo en su voz, detrás de ese tono suave y casi seductor, que les hizo reaccionar al instante.
"C-Claro...pase..."
Dijo la exreina de los monstruos tomando la manija, dándole una mirada de reojo a Flowey. La flor bufó levemente, girando la cabeza para evitar la mirada de su madre. Si tuviera brazos, se los hubiera cruzado.
.
.
-[Fragmento 2: El mundo, y sus misterios]-
El hombre entró, su pulcro cabello carmesí peinado hacia atrás tenia unas pequeñas gotas de sudor que había producto de su espera bajo el calor de esa tarde. Sus ojos estaban detrás de un par de lentes de montura negra, pero aún así, la profundidad de aquellos orbes amatista era más que evidente.
[¿Un Perseverancia...?]
Musitó la otrora princesa, flotando con cuidado al costado de Frisk, casi ocultándose detrás del mismo. Este le miró mal, ¿enserio lo usaba de escudo? No podía tocarla...
Aunque la sonrisa de aquel misterioso hombre impedía que no pensara lo contrario.
¿Él puede verte?
[No lo sé, y eso me perturba]
Ignorante de su conversación, aquel misterioso sujeto se abrió el abrigo, quitándoselo con cuidado para luego colocárselo sobre su brazo. El negro de su traje acentuaba su piel nivea, casi enfermiza, y le daba más notoriedad.
"Señores Dreemurr, monstruos de Nueva Ebott, señor Embajador; un gusto conocerlos. Mi nombre es Sarff Hynafol, agente de la Torre del Reloj, estacionado en esta ciudad y he venido aquí para responder todas sus interrogantes"
Se presentó, no sin antes hacer una pequeña reverencia de cabeza tras acabada su presentación, las expresiones de todos tenían una emoción en común: confusión. ¿Perdón?, Alphys se ajustó levemente los lentes, Undyne se cruzó de brazos, en un intento por contener su ira, pero uno muy pobre cabe decir. Papyrus miró a su hermano mayor en busca de respuestas, pero Sans, que había perdido su buena cara, negó levemente. Toriel y Asgore se miraron mutuamente por unos breves instantes, aunque hubieran estado divorciados desde la muerte de sus hijos, pasaron más tiempo juntos, que separados...
Así que aún tenían la capacidad de hablarse con la mirada, y supieron entonces, que ninguno de los dos tenía idea alguna de lo que ese hombre estaba hablando. Algo que él pareció notar, porque sus labios se curvaron en una sonrisa casi imperceptible, que únicamente Flowey, Sans y Chara, parecieron notar. Estaba complacido con su ignorancia.
ESO era algo bueno. Muy... muy bueno.
"¿Torre del... reloj?"
"No es de extrañar que esté confundido, majestad. Después de todo, tras el encierro de su gente, la sociedad cambió mucho alrededor del planeta... especialmente en Inglaterra"
Contestó Sarff, cuya mano libre se extendió hasta la única silla libre de la mesa, jalándola hacia afuera y tomando asiento con un pequeño "permiso", discretamente, el comediante intentó leer el rostro de aquel hombre en un intento por descifrar su carácter y el tipo de persona que era, como solía hacer... pero he allí algo que no le gustaba y le inspiraba tanta desconfianza...
No podía. Era como si este tipo... no fuera humano; como si hubiera perdido toda capacidad de sentir o expresar emociones. Lo mínimo que un mago que se respete tenía que dominar, después de todo. Sarff cerró los ojos unos instantes, meditando tanto sus palabras, como los temas que debía de tratar. Había estado esperando este momento desde que se le asignó el que le pusiera un ojo a este niño y su familia hacía seis largos años, era inevitable que esto sucediera.
"Primero y principal... comenzaré desde el inicio. Como intuyo debe ser parte de su historia, en aquel entonces, tomó aproximadamente tres meses reunir a todos los monstruos del planeta tierra y transportarlos hasta el Reino Ebott tras ganada la guerra, ¿no es así?"
Era una pregunta retórica. Para entonces ya habían sufrido bajas astronómicas. Si, dos razas gobernaban sobre la tierra... TODA la tierra. Después de todo, los monstruos que terminaron habitando Hotland, alguna vez, solían vivir en la actual Hawái, por lo cálido de sus climas, así como los desiertos. Si, la humanidad pocas veces se había unificado y dejado sus diferencias a un lado... el que hubieran logrado eso en una era previa a la tecnología, únicamente por su odio a los monstruos y su capacidad de absorber almas para alcanzar la divinidad...
Era un milagro en si mismo.
"Bueno, tras ser los monstruos sellados, una pequeña... parte de la historia fue removida de los libros de la humanidad. Los siete magos se reunieron con las familias más influyentes de todos los continentes de aquel entonces. Una reunión de proporciones astronómicas; y se llegó a un consenso: si bien era imposible desaparecer la magia del ojo público, pues solo el hecho de ser humano te hace nacer con el potencial de ser un mago... si se podía limitar el conocimiento del civil común."
"¿Por qué?"
Cuestionó Toriel, auténticamente interesada en el pequeño relato. El pelirrojo, aunque no lo demostró, estaba feliz. Esperaba esa pregunta, después de todo, en la era antigua, no existían secretos para ninguna de las dos razas. Precisamente porque no había límites en el conocimiento que humanos y monstruos alcanzaban en el mundo mágico como una sociedad unificada en aquella época... es que todo se fue al demonio.
"Sencillo, majestad. Gran parte de la humanidad es... digamos... ineficiente mentalmente. Después de todo, jamás podremos olvidar el hecho de que si bien la historia la escriben los ganadores, es más un hecho muy bien sabido que su especie no ve con buenos ojos su capacidad de alcanzar la divinidad. De no haber sido por la insaciable curiosidad de aprender y romper los límites de los civiles de esa época, jamás habríamos descubierto que ustedes tienen la capacidad de absorber almas y alcanzar el cielo... entonces, los siete magos tras crear la barrera se hicieron una pregunta muy sencilla..."
“¿Cuánto tiempo pasará para que ocurra otra catástrofe?”
Soltó, y es que desde cierto punto de vista, tenía algo de sentido.
"..."
Seriff se deleitó con su silencio. Cruzó las manos en su regazo, sus ojos morados brillando levemente, escaneando a cada ocupante en el lugar. Hasta que sus ojos se posaron en Frisk, quien se removió suavemente en su lugar, algo incómodo.
"Dime, pequeño embajador. ¿Sabes cuántas veces la Tierra estuvo al borde del cataclismo?"
"Uh... No... No lo sé"
"Tranquilo, no te reprenderé por no saber la respuesta. De hecho, ni nosotros sabemos cuántas veces la Tierra estuvo al borde de ser un lugar inhóspito... Y eso que nosotros causamos alguno que otro... "
El pelirrojo movió la mano en el aire, una señal para desestimar sus miedos. Pero eso no tranquilizo a quienes poseían un conocimiento mayor.
Los "monstruos jefes" desviaron un poco la mirada, reconociendo como verdaderas las palabras del hombre. Cuando salieron, tuvieron una larga e intensa charla de estudios, para saber qué diablos había pasado en los mil trescientos años que estuvieron fuera.
La respuesta no fue la mejor: guerras, demasiadas. Pese a ello, les sorprendió saber que la maldita electricidad fue funcional para los humanos hace menos de ciento cincuenta años.
De allí, todo fue en subida. Mucha subida. Los humanos llegaron a la luna con sus conocimientos, pero también hicieron mucho mal.
Hiroshima y Nagasaki sería lo primero en que pensarían, pasando un poco por la Bomba del Tsar. El potencial de los humanos era distinto que el de los monstruos, el de los monstruos era innato, abarcando tantos lugares... Mientras que parecía que los humanos habían evolucionado para matar.
"...¿Temían de nosotros?"
"En un inicio fue así, pero tras el sellado, pensaron que nadie sería lo suficientemente..."
"¿Ingenuo?"
"Ingenuo es... muy suave... Yo diría más bien que ellos pensaron que nadie sería lo suficientemente estúpido para querer pasar las barreras que claramente servían para evitar que algo malo pasase."
[¡OYE!]
Frisk hizo una mueca, el grito de Chara fue directo a su oído porque aún se estaba ocultando detrás de él. No fue muy educado, porque el comentario también lo abarcó a él y los seis anteriores que le precedieron, pero eso no restaba a sus palabras:
Solo alguien muy inocente o muy imbécil habría tomado esa decisión, especialmente considerando que para entrar tenías que tomar una caída de unos muy buenos 15 metros. Que Chara no hubiese muerto en ese momento a la falta de una cama de flores bastante grande, fue más suerte que otra cosa.
"Continúo: Tras el sellado, pensaron que con los monstruos fuera, de lo único que tendrían que preocuparse fuera que algún emperador loco se le diera los aires de grandeza de querer conquistar medio planeta. Así que pasaron su atención a otro lugar... La creación de un sistema para evitar grandes calamidades."
Finiquitó, pero más que esclarecer la situación, pareció intrigar a todos aún más. Alphys alzó una ceja, una gota de sudor descendiendo por su piel amarillenta mientras que, discretamente, Napstablook miró a su primo en busca de respuestas, pero obviamente, ni siquiera Mettaton con su avanzado sistema de procesamiento podía darle una respuesta. Sans, aunque impasible e imperturbable, intentaba encontrarle sentido lo que acababa de oír, sin mucho éxito la verdad. Flowey, al ver el silencio que dejó la revelación de Sarff, bufó, claramente molesto.
Él y Undyne estaban en situaciones similares; la paciencia no era una de sus virtudes, mucho menos su rasgo.
"No sé si esperas que alguno de nosotros entienda nada de lo que estás hablando. Recapitulemos: los monstruos acaban de ser encerrados, y ahora la humanidad teme que vuelva a ocurrir un evento que amenace con la tierra, como lo es que uno de nosotros alcanzara la divinidad. ¡Explícate, esperpento de porquería!"
Recriminó, apuntándole con una de sus raíces, Sarff dejó que la susodicha ensuciara levemente su camisa, sin darle mucha importancia, ni siquiera se dignó a mirar a la criatura sin alma. Toriel, obviamente, recriminó al "familiar" de su hijo pequeño, demandándole que se disculpara, así como pidiéndole ella misma sus propias disculpas al pelirrojo... pero desde cierto punto, tenía razón. Sarff, sin chistar, se llevó su mano enguantada a la zona de su camisa que había sido manchada, dándole unos leves manotazos para quitarse la mugre de encima.
Bueno, ya había confirmado que esta... criatura tan extraña con la que el Embajador tenía un contrato, no tenía ni la más mínima idea de como respetar a un superior, o a nadie.
"Muy bien. Lo pondré en los términos más simplificados para que hasta un bebé pueda entenderlo, después de todo, su conocimiento está atrasado por mil trescientos años..."
Refunfuñó, metiendo su mano dentro de un saco, y sacando siete fichas pequeñas. "¡Oh my!~" soltó el robot de cabello negro, los ojos de los reyes del subsuelo cambiaron a una mirada de nostalgia; esas siete fichas tenían pintadas retratos exactos de los siete líderes que participaron en la creación de la barrera en el año 700. Argus Sandoval(Determinación), su mujer Rita Hilacy(Paciencia), Edward Halloway(Valentía), Raymond Otrium(Integridad), Irina Keypril(Amabilidad), Maybel Dorium(Justicia) y Grace Talaz(Perseverancia).
El dedo índice de Sarff se posó sobre la ficha donde estaba el rostro eternamente serio de Grace, demandando atención de todos los presentes.
"Si, como mencioné, temíamos de ustedes. Un monstruo que absorbiera siete almas humanas alcanzaría la divinidad; el cielo. Así que fue la señorita Grace durante el primer concilio de la humanidad, tras sellada la barrera, que hizo una propuesta que cambió nuestra historia."
“¿Por qué no combatir fuego contra fuego? ¿por qué nosotros no podemos alcanzar la divinidad también?”
[Pero jamás podrían hacerlo...]
Dijo Chara, únicamente para los oídos tanto de Frisk como de Flowey, y es que la difunta princesa tenía razón. Los humanos, en teoría, podían ser dioses también; tal como un monstruo podía absorber el alma de un humano, los humanos debían de ser capaces de absorber almas de monstruos... pero estas se hacían pedazos al mismo tiempo que sus cuerpos, debido a lo sincronizadas que estaban. No solo ahora estaban encerrados bajo una montaña, sino que aún de estar en la superficie, no había hechizo ni técnica alguna para absorber los cuerpos y las almas de uno.
Ni siquiera en la era moderna.
"Pero... nuestras almas y nuestros cuerpos están en eterna sintonía... "
"Exactamente. Absorber el alma de un monstruo es imposible debido a que los cuerpos de ustedes son mágicos, no físicos como nosotros; que perduramos en nuestras almas como conciencias aún después de la muerte. Aún con familias de magos tan diferentes con todo tipo de culturas y formas de utilizar la magia reunidos en Ebott por primera y única vez en toda nuestra historia, jamás pudimos encontrar la solución que Grace buscaba para que nosotros pudiéramos alcanzar el cielo... al menos, no hasta unos cuantos cientos de años más tarde."
Nuevamente volvió a entrar en silencio, metiendo su mano dentro de su saco una última vez, en esta ocasión, sacó solo tres fichas. Papyrus, que se estaba acariciando su mentón, recordó sus clases de historia cuando él y Sans habían llegado hacía tan poco tiempo a Snowdin, si, esta parte si la recordaba cuando charlaban sobre los magos que más interpusieron en los esfuerzos de su gente por ganar la guerra.
Ese hombre de cabello azul, esa mujer con ojos tan rojos que parecían gemas, cabello blanco como la nieve, y ese hombre de cabello negro largo eran--
"¡O-o-oh! ¡Es-estos son... son descendientes de los linajes Tohsaka, Einzbern y Makiri! ¿N-no es... cierto?"
"Así es..."
El pelirrojo sonrió suavemente mientras inclinaba la cabeza un poco, tarareó, buscando las palabras adecuadas para explicar lo que venía.
"Para alzar la barrera, se necesitó más que el poder los Siete Magos. Ellos debían estar concentrados en lo que hacían, pero también necesitaban algo de ayuda externa. Pidieron ayuda a quienes podían y los únicos que respondieron a su llamado fueron estas tres familias. En gratitud, Grace les dio una copia del ritual que ellos habían planificado para intentar rozar con la yema de los dedos la divinidad, con la esperanza de que en algún lado se llegara a ello."
"Espera, ¿me estás diciendo que le dió una investigación tan importante a un grupo de extranjeros?"
"Por supuesto. El conocimiento, por más maldito que sea, está para compartirse. No para guardarse en un sótano, ¿saben?"
Ignoró alegremente la mirada que le dio el mayor de los Skeletons, alzando las manos para recibir una pequeña taza de café que Toriel le extendió al mismo tiempo que musitaba un pequeño "gracias".
La mirada azul del esqueleto seguía plasmada en ese hombre. Los ojos amatista de Sarff estaban cerrados, pero aún así, Sans podía sentir el abrumador poder que emanaba de su alma, así como la atención de este puesta sobre él.
Aún con los ojos cerrados, el misterioso invitado soltó un pequeño suspiro, antes de abrirlos y mirar con aburrimiento al monstruo.
"Si tienes una pregunta, sería prudente decirla."
"... Según lo que nos enseñaban, habían muchas, muchas familias mágicas en aquel entonces. incluso si todas eran mortalmente más débiles que los siete magos que nos encerraron, estrictamente hablando, habrían sido suficiente para ayudar a los siete."
"Sans, ¿qué estás queriendo—?"
"lo que quiero decir, niño, es que no había ninguna de necesidad de contactar con el extranjero. las familias mágicas eran recelosas, la frase del que el conocimiento debe compartirse solo se limita a cuánto de ti quieres que sepa el resto. si los siete estaban ideando una forma de alcanzar la divinidad, compartirlo no solo era contraproducente, sino una muy mala idea."
"Pero... ¿por qué?"
Preguntó el muchacho de ojos amarillos, Undyne fue quien, habiendo tomado una postura más seria y además haberse calmado tras meditar las palabras de aquel hombre, le contestó. Tal vez fuera su embajador, y su héroe... pero a veces Frisk, aún a sus catorce años...
Era muy ingenuo.
"No seas estúpido, Frisk. Piénsalo... murieron legándole a tres familias el encontrar una forma de convertir a la humanidad en dioses precisamente, porque tenían miedo de que nosotros eramos capaces de hacerlo."
Asgore tomó la palabra, las piezas comenzaban a encajar más fácilmente de lo que uno pensaría, Chara y Flowey se miraron entre si de forma discreta, ellos fueron los primeros en darse cuenta de lo que implicaba.
"Pero... nada les garantizó a Argus y los demás que tales investigaciones serían usadas para ayudar a la humanidad... perfectamente podrían haber terminado creando un tirano divino invencible miles de años más tarde, que destruiría el planeta tierra... fue por eso que nos encerraron abajo; fue un tiro al aire"
"Al final de día, simplemente era un seguro y una hipótesis. La investigación llegó a un punto muerto al momento en que la dejaron, puesto que sacrificar siete almas para que uno se volviera una especie divinidad en la Tierra no sonaba bien en el papel donde fue escrito. Y, créeme, ninguno quería ponerse a experimentar en esos momentos."
Comentó el pelirrojo como quien no quería la cosa, dejando la taza vacía en la mesa frente a él. Sus ojos amatista brillaron levemente.
"Claro, ustedes eran capaces de ello, pero al mismo tiempo tenían que ser capaces mentalmente de aguantar toda la presión que significaba manejar tantas almas humanas."
"¿este es el momento en que hablamos hipotéticamente?"
Sans preguntó, y Sarff le sonrió.
"Así es, mi querido amigo esquelético. Verán, desde hace siglos se sabe que las almas de Determinación son suficientemente fuertes para eclipsar a los otros seis rasgos, por eso mismo son tan raras. Hipotéticamente hablando, si un Monstruo es capaz de aguantar el alma de Determinación, sería así mismo capaz de aguantar el resto y, consecuentemente, volverse un Dios."
"Pero, ¿por qué los monstruos sí y no los humanos?"
"Pequeño embajador, debes entender algo: Los monstruos son Magia en un estado físico. Tú albergas magia, mas no estás hecho de ella. Hipotéticamente hablando, si quisieras albergar las siete sin este supuesto ritual que ideaban los siete magos, morirías."
Sarff respondió, Alphys se ajustó levemente los lentes, bueno, eso era más que nada conocimiento público. Los monstruos tenían un mayor potencial mágico después de todo; eso era lo que eran.
Era curioso... los cuerpos humanos eran una limitante para la magia, pero al mismo tiempo, sus formas físicas eran una fortaleza y les ayudaban a persistir aunque fuera un poco, después de la muerte, mientras que ellos, tenían almas débiles.
La forma en la que el pelirrojo miraba tan atentamente al embajador de los monstruos no le inspiró nada de confianza a Chara ni Flowey, porque los dos se dieron cuenta de que estaba enfocándose demasiado en su pecho.
"... ¿Tienes idea de que tan especial eres, Frisk Dreemurr?"
"Yo..."
El World master contestó, no muy seguro de la pregunta, era retórica. Pobre muchacho... el mago de la torre del reloj suspiró, este niño realmente necesitaba mucha educación respecto a su propia naturaleza... bueno, era comprensible. Si supiera más de lo que sabía la población civil, todo el trabajo que estuvieron haciendo estos mil trescientos años para limitar el concimiento público habría sido un fracaso.
Sarff empujó levemente la ficha donde estaba la pintura de Argus Sandoval, señalándola de manera insistente.
"Argus Sandoval. La hija difunta de los reyes. Y tú. Son las únicas tres almas determinación de las que tengamos registro en toda nuestra historia como especie pensante que le interesa saber sus orígenes y que había antes de nosotros."
La castaña bufó levemente, tenía que darle crédito. Después de todo, su alma y la de Asriel se habían hecho pedazos hacía mucho, mucho tiempo, y aún así...
Todo gracias a la Determinación... aquí estaban. Ella, convertida en un fantasma por el resto de la eternidad, o al menos el resto de la vida natural de Frisk.
Y él, atrapado en una planta, incapaz de sentir algo que no fuese ira, odio, y quizás tristeza una que otras veces.
"Incluso nosotros aún tenemos registros del día en que Asriel Dreemurr salió cargando a su hermana para intentar dejar su cuerpo en su villa, mi más sincero pésame por cierto. Pero eso no es lo importante; lo importante... es que ambas almas eran compatibles."
"Espera un segundo, ¿estás diciendo que-?"
"Así como el hipotético caso donde un cuerpo humano pudiese aguantar siete almas se volvería un "dios" bajo las terminaciones exactas, un hipotético monstruo que pudiese soportar el alma de Determinación estaría tomando el primer paso para volverse uno. Y estoy casi seguro que saben el por qué"
Dejó caer, la forma en la que una gota de sudor escapó por la nuca de Frisk al posar su mirada sobre Undyne, y a su vez, el como Sans ensombreció su rostro, perdiendo sus pupilas, y Alphys jugó nerviosamente con sus manos por debajo de la mesa fueron lo que le dio a Sarff la señal para continuar. Si, todos tenían una idea, aunque sea vaga, de lo peligrosa y poderosa que era el rasgo carmesí.
"... Determinación es, sin duda, un misterio. puede usar los otros seis rasgos y aún no se sabe qué es lo que exactamente puede hacer por sí solo. si el pequeño príncipe fue capaz de aguantar el alma de la princesa tanto tiempo sin derrumbarse, hipotéticamente hablando, sería capaz de aguantar las otras seis y se volvería un dios."
Reveló, provocando que más de alguno sintiera un escalofrío. ¿Asriel… pudo haberse convertido en un dios de estar vivo?, el horror que se apoderó de los rostros de Toriel y Asgore no tenía parangón, ¿su pequeño, ese día… había dado el primer paso para convertirse en un dios? ¿así de simple?
No obstante, los más afectados por ese relato eran los propios Flowey y Chara, quien apretó los puños, cabreada.
[El muy desgraciado sabe algo de lo que pasó al final. No sé cómo, pero está dando bastantes pasos muy seguros.]
¡Eso no lo sabemos!
[Con conjeturas logró saber que Asriel logró volverse un Dios. Muérdeme el trasero, Frisk, él sabe algo.]
El muchacho guardaba silencio por su charla con la adolescente, silencio que Sarff interpretó para continuar.
"La hechicería relacionada con el alma es algo muy inexplorado, casi inusitado de llegar. Más que nada por el hecho de que un alma no aguanta mucho tiempo fuera de su cuerpo. Memorias, poder, conocimiento, todo esta ligado al alma..."
Flowey frunció el ceño levemente, en una mueca que, quien no le conociera bien, intuiría que sería de ira, pero era una más que nada de conflicto. Si, eso tenía razón.
Después de todo; los rasgos provenían del alma, Determinación incluida, pero una cosa era la magia del rasgo implícito de un alma, y otra cosa muy distinta eran los misterios de la misma.
Y... de no haber sido porque tenía dentro de él todas las memorias y sentimientos de cariño, amistad y aprecio al final de su batalla, ni Frisk ni Chara le hubieran derrotado. Lo traicionaron sus emociones, sus sentimientos... su dolor, y toda la alegría, gratitud y aprecio en general que todo el Subsuelo desarrolló por su actual embajador durante su viaje por el interior de la montaña.
Chara, por su parte, solo sonrió levemente. Ellos, aún pese a todo, estaban a un paso de sepa cuantos miles de años de investigación arduo de incontables Magos de renombre desde el sellado de los monstruos.
[Cambiar el destino del mundo y de las personas. Eso es lo que puede hacer la verdadera determinación, ¿no es así, Compañero?]
"Vaya... si que hicieron muchos descubrimientos luego de deshacerse de nosotros en pos de obtener la divinidad"
Mettaton habló, y Sarff asintió levemente, pensando en como explicarles su siguiente punto. Internamente, Frisk agradeció que el Idol de Nueva Ebott hiciera aquel comentario, mientras menos se supiera sobre el poder de Reiniciar, Cargar y Guardar, mejor.
Controlar la línea temporal era un poder demasiado peligroso, era mejor llevárselo a la tumba.
"Aunque, bueno, nada de lo que conocemos iguala a la hechicería de la Era de los Dioses."
Dijo como quien no quiere la cosa, aunque fuera un comentario tan "simplista" e inofensivo, resultó confundir a más de uno. Undyne ladeo levemente la cabeza, ¿que acaso este tipo se había vuelto loco... ? eh, no. No debía juzgarlo, hasta ahora, todo lo que había hecho fue compartir información muy resumida de los últimos descubrimientos que había tenido la humanidad con ellos... sin esperar nada a cambio.
Estaba confiando en ellos, y lo mínimo que ella podía hacer... que todos ellos podían hacer, era ser abiertos con él, por muy complicado que fuera. Esto también era un paso hacia una coexistencia pacífica.
"¿Era de los Dioses?"
Quien expresó su curiosidad fue Papyrus, no sin antes recibir un pequeño pulgar en alto por parte de la capitana de la guardia real, al menos así no sería ella quien quedara como la más tonta.
Y esta vez, fue el turno del Rey de los Monstruos en hablar; Asgore tosió un poco, acomodándose en su silla para volverse él el foco de atención de su gente.
"Antes de ser encerrados, Argus me habló de cómo era que los magos estimaban el tiempo. Cada civilización tenía una forma distinta de percibir el "calendario", lo que conocemos actualmente como "año 2015" es simplemente una adaptación del calendario Gregoriano que fue establecido por los humanos como una forma de "unificar" el tiempo para todos. Para los magos, antes el tiempo se situaba en "Eras", de las cuales se conocen dos: La Era de los Dioses y la Era del Hombre. Para cuando Argus me habló de esto, la Era de los Dioses ya estaba terminando y la Era del Hombre estaba iniciando."
Finalizó, aunque más que nada solo había sido una explicación muy resumida, lo suficiente para que todos pudieran entender. La cara de Undyne se tranquilizó aún más, esto le traía algo de nostalgia de cuando ella era una niña asistiendo a sus clases, y Asgore, de vez en cuando, como siempre había hecho, se apersonaba para aportar su granito de conocimiento a las generaciones más jóvenes.
Flowey se hincó levemente, negando con la cabeza. Quizás Asriel estaría "embelesado" ante la idea de aprender de su padre, pero él no.
"Eso... no explica mucho"
"A eso estaba yendo precisamente: La Era de los Dioses es conocida así porque era la época en la que los seres humanos y la divinidad se interconectaba, Argus me comentó que era habitual que los dioses se pasearan entre los mortales. Es por eso mismo que el otro nombre de la misma era "La Era de los Héroes y la Mitología", puesto que es en esta misma que muchos de los personajes icónicos de distintas culturas y épocas nacen."
Los ojos de Frisk se iluminaron levemente, oh. ¡Esta se la sabía! estaba probando ser muy interesante, de hecho, una de las cosas que le habían comentado en sus primeros años aprendiendo en la escuela había sido sobre las distintas culturas de las civilizaciones primigenias, y entre ellos, estaba la Griega. Si lo que su padre estaba diciendo era cierto, entonces... no eran "mitos", sino historia.
Y eso incluía a uno de los héroes más conocidos de todos...
"¿Cómo Hércules?"
El Castañito mencionó, y el hombre cabra asintió. Su mano se extendió en dirección a la cabeza del pequeño embajador, dándole unas suaves palmadas en la misma, asintiendo. Toriel, a su vez, se llevó una mano al pecho en un gesto de orgullo, viendo que no solo sus lecciones, sino que la educación básica que había recibido su hijo estaba a la altura.
"Justo como él. Ahora, me dijo también que la calidad de la hechicería era notablemente menor. Lo que ahora nosotros podemos ver como algo asombroso, en aquel tiempo era lo mínimo que se esperaba que alguien que viajara por las ramas de la hechicería hiciese."
Con eso había dado por terminado su pequeña "clase", eran términos simples, sencillos para explicar tantas cosas y en tan poco tiempo, pero tiempo era algo que no tenían precisamente. La reunión, ya de por si, estaba probando ser muchísimo más enriquecedora de lo que habían pensado en un inicio. Papyrus tenía las cuencas cerradas, ya imaginándose como habría sido aquella época.
No, demonios, ¡él quería ser así! un héroe legendario, después de todo, amigos y compañeros era algo que no les faltaba a ninguno de ellos. Los nudillos de Undyne tronaron, si bien le encantaba el anime, admitía que su pasión también eran las épicas de los humanos, que hablaban de todo tipo de figuras y héroes legendarios... pero ahora sabía... no eran cuentos.
No eran como el anime... eran reales.
"Vaya, esta muy informado, señor Asgore."
Hynafol no perdió la oportunidad de darle un cumplido al gobernante de los monstruos. Quien fuera el rey de la montaña simplemente asintió con franqueza, le gustaban los cumplidos, pero no por ello tenía un ego enorme o algo parecido. Su mirada, tranquila, ahora pasó a ser una de paz y algo de añoranza, rememorando épocas y tiempos de una era que jamás regresaría, y que tristemente, no había tenido el mejor de los finales.
"Argus y yo... éramos buenos amigos. Como líder, no lo odio, puesto que hizo lo mejor que creía para su pueblo así como yo cometí las atrocidades que hice por los míos."
Era algo tan simple como la empatía. No, no lo odiaba como líder, eso sería hipócrita. Sería una estupidez. Asgore no estaba orgulloso del hecho de que sus manos estaban manchadas de sangre; ninguno de los monstruos que vivieron la época de la guerra, el viejo Gerson o su exesposa ahí presente, lo estaban. Pero se trataba de sobrevivir... y luego estaban los seis niños que había matado.
Él, y nadie más que él debía cargar con esos pecados. No eran motivo para sentirse orgulloso, pero lo hizo por dolor. Por amor a su pueblo... y porque había visto con sus propios ojos como sus pequeños se le eran arrebatados en un solo día. No, jamás podría odiar a Argus, ni a la humanidad por haberse revelado en contra de ellos en el momento en el que se descubrió que podían absorber almas humanas.
Simplemente fue la vida, la naturaleza... dándoles una mala jugada a todos, y un poder que nunca habían pedido tener.
"Interesante... ¿algo más que desee compartir?"
"Si... De hecho, sí. Verán, Argus me explicó un par de cosas más que veo prudente compartir con ustedes, no sé como han cambiado las cosas en mil trescientos años y serán tabú hablar de ellas, pero como yo personalmente no me rijo por esas leyes, lo tomaré como una vía rápida para ayudar al señor Sarff con su explicación."
Mencionó el exmarido de la guardiana de las ruinas, el Rey extendió su brazo derecho en dirección al mago perseverancia, Sarff sonrió levemente, asintiendo para otorgarle su permiso. No es que le molestara que le interrumpiera ni mucho menos. Había venido aquí única y exclusivamente para darles la información que tenían. Secretos, y tabúes, juramentos que había hecho durante toda su vida...
Aquí y ahora, en una sola noche, los estaba rompiendo todos. No porque quería; sino porque era su deber. Su obligación, y porque, para bien o para mal, tanto Frisk como todos ellos, tenían un peso demasiado grande en el balance mágico y político del mundo.
"Adelante, señor Asgore. Lo invito."
No tenía problema alguno en darle la palabra, con un leve "gracias", el Rey de los monstruos subió ambos brazos a la mesa, apoyando su mentón sobre estos para meditar unos instantes. Esto iba a ser un poquito... complicado de explicar, al menos normalmente, pero era mejor hacerlo ahora que simplemente decirlo abiertamente, no por nada ahora eran los monstruos los que se integraban a la sociedad humana.
Ahora era el momento perfecto para hablar sobre los antiguos descubrimientos de su tan querido amigo.
"... Bueno, Argus decía que en la antigüedad existían muchos seres fantásticos. Dragones, hadas, bestias de todo tipo a las cuales los magos decidieron llamar "Bestias Fantasmales", eran entes sensibles a la magia, pero no muchas veces tenían el raciocinio suficiente como para ser llamadas civilizadas. Me comentó una teoría de que los Monstruos posiblemente seamos una rama alejada de las Bestias Fantasmales y por ello seamos seres hechos de magia."
Sans, que ya había perdido su rostro serio al alivianarse el tema de conversación, recuperó su sonrisa "habitual", por decirlo de algún modo. Su lado científico ya había salido a flote, aunque muy poquito, y ya había encontrado la comparación perfecta entre su especie, y los humanos como para que incluso Frisk, su hermano Papyrus, y cualquiera, en realidad, lo entendiera.
Después de todo, Undyne era una guerrera, no una erudita.
"¿algo como la teoría de darwin?"
Preguntó, llenándose de orgullo al escuchar a Papyrus soltar un "¡OH!", había entendido perfectamente lo que su rey quería decir gracias a él. Listo, muy listo. Hasta Undyne, que tenía un rostro de confusión, sonrió y asintió para si misma, Alphys la observó con un rostro cariñoso pero nervioso, antes de mirar a Sans, que simplemente le guiñó una cuenca.
No tenía que agradecerle en absoluto.
"Similar, creo. Entonces eso explicaría muchas cosas sobre que nosotros podríamos llegar a la "divinidad" más fácil, puesto que dentro las Bestias Fantasmales, muchas de ellas eran catalogadas como divinas. Argus me comentó que, cuando la Era de los Dioses acabó por el año 0 DC de acuerdo al calendario gregoriano, las Bestias Fantasmales empezaban a ocultarse en "otro lado". Lo poco que quedaba de la vieja era se iba, pero quedaron algunas cosas. Entre ellas, lo que denominó como "Magia"."
"¿Magia?"
El pequeño castaño interrumpió a su figura paterna, totalmente confundido. ¿Entonces, si había comprendido bien, la magia no solo era algo intrínseco de los seres humanos con rasgos, sino que era un remanente? En algo tenía razón. Si los Monstruos descendían de las Bestias fantasmales, he allí que sus cuerpos y almas estuvieran en la sintonía perfecta para desarrollar un potencial mágico más pleno que un humano común.
"Ah, ahora entro yo. Y estoy muy agradecido, Majestad, me está dando hincapié a donde quería llegar. Verás, joven embajador, si bien la Era de los Dioses terminó, quedaron muchas cositas como "remanentes". Las técnicas que nosotros los hechiceros manejamos se llama "Hechicería" mientras que la "Magia" viene siendo lo más similar a lo que era la Hechicería de la Vieja Era."
"Eh... s-si no es mucho pedir... ¿p-podría darnos un ejemplo?"
La actual científica real tartamudeó, con evidente temor de ser una inconveniencia. Sarff se mantuvo callado, un pequeño "Hmmm" saliendo de él, cosa que hizo horrores por la poca confianza que Alphys ya tenía de por si, pero cuando le negó con la cabeza tras alzar su palma, se tranquilizó. No, no estaba negando su petición, todo lo contrario.
"Puedo darles varios, de hecho. Pero antes, seguiré: Dentro de nuestro mundo hay algo conocido como "La Raíz", de donde provenimos todos y al morir volveremos. De allí proviene todo el conocimiento que tenemos. Lo que los hechiceros buscan lograr es llegar a la Raíz y, lo más cercano de llegar a esta, es conseguir una Magia. Las Magias son el culmen de los hechiceros, pero, ¿qué es lo que las diferencian? Super sencillo: lograr lo imposible, posible"
"¿D-De qué manera?"
Insistió la científica real, y aquella pregunta hizo que, dentro de su corazón, las pocas emociones que aún conservaba tras su trabajo le hicieran sentir placer. Dicha; como si... coloquialmente se decía, su alma estuviera "bailando" dentro de su pecho. Si, tal vez fuera perseverancia, pero eso no impedía que no pudiera sentir cosas tan básicas como el orgullo... o la malicia.
En este caso, Hynafol se sentía como un verdadero ganador.
"Si fuera alguien de un rango menor, no lo sabría, pero para su fortuna lo sé... Que les parece... No sé... ¿La operación de los mundos paralelos? Suena interesante, ¿no es así?"
[Oh, con un maldito carajo. ¡Lo sabe!]
Soltó la bomba, y Chara actuó casi de inmediato. El espectral rostro de la princesa de los monstruos cambió a uno de entre ira y preocupación, siendo su voz escuchada perfectamente por tanto Frisk, como el mismo Flowey. Eso planteaba otra pregunta, ¿quién de los dos había sido? Él estuvo controlando muchísimo tiempo las líneas temporales hasta hacía unos años.
Probablemente había perdido su rol como "World Master" en el momento en el que nació Frisk, y este despertó su rasgo. Había abusado muchísimo más de su control sobre estas que el Embajador, tanto que había perdido la cuenta... mientras que él, a lo mucho, había hecho tres líneas temporales y nada más. No tenía deseos de regresar al subsuelo, ya no más.
Pero aún así, con todo... él lo sabía.
¡No te precipites! ¡Puede ser una coincidencia!
Replicó mentalmente a la joven de mejillas rosadas, en un vano intento por calmarla, pero se lo decía más así mismo que a ella.
"Ahora, las Magias son algo que solo los más altos hechiceros conocen...Y ustedes también, pero dejemos eso para luego. Los efectos de las mismas son bastante interesantes, pero ahora mismo nos enfocaremos en la Tercera Magia: Un conocimiento que tenía la Familia Einzbern hasta que lo perdió."
"¿Qué es lo que hacía?"
"Oh, nada especial. Manipular las almas, eso es todo"
...
Sans ensombreció en ese mismo momento, a la vez en que una gota de sudor escapaba por la nuca de Alphys. ¿Como? ¿acaso había oído bien? si, por supuesto que había oído bien. Flowey entrecerró sus párpados.
Bueno... ahora si la cosa se había puesto más jodida. La postura de la princesa cambió, cruzándose de brazos. Esto entraba en directa relación con lo que le había pasado a ella, o eso intuía... y por supuesto, a Asriel.
Uno existía sin un alma.
Ella era menos que una.
Napstablook, que también era un fantasma, de igual modo había picado el anzuelo. ¿Manipulación de almas? Eso podía ir en correlación directa con su especie.
"Oh... entonces... ¿dominar la tercera magia... es el primer paso para que los humanos asciendan a la divinidad... sin necesidad de absorber almas de monstruos?"
"Tal vez"
Una respuesta simple. Franca. Luego de todo lo que les había contado y revelado desde que había llegado, uno esperaría que les diera una larga explicación sobre la misma, pero esas dos simples frases fueron suficientes para descolocarlos a todos. Toriel alzó una de sus cejas, levemente confundida. Para este punto había estado considerando que este hombre iba a satisfacer todas las dudas que tenían.
¿Y ahora simplemente no podía hacerlo? ¿por qué?
"¿Cómo que tal vez?"
Sarff, por obvias razones, esperaba esa pregunta. Aunque la respuesta que les daría no satisfaciría a ninguno de ellos.
"El conocimiento de la Tercera Magia lleva perdido desde incluso antes del primer milenio después de Cristo. La razón por la que los Einzbern, Tohsaka y Makiri ayudaron en primer lugar fue porque pensaron que habían logrado una forma de llegar a la Tercera Magia."
"¿Y qué es lo que hace?"
"¿En términos sencillos? Te vuelve una batería ¿en términos complicados? Al morir, un alma no sobrevive mucho tiempo fuera del cuerpo. Se une a la inmensidad de la raíz. Lo que hace la Tercera Magia es "anclar" el alma a la Tierra, sin que tenga la necesidad de tener un cuerpo físico y con todas las ventajas de ser un ente de energía."
Un leve "oh" de comprensión escapó de los labios metálicos del actor del subsuelo. Mettaton, quien en si mismo era un fantasma que había poseído el cuerpo robótico que Alphys hizo para él, no podía evitar estar tentado ante la idea de un supuesto "cuerpo perfecto" claro que nunca cambiaría su forma actual por nada, pero la sola idea de alcanzar un estado tan magnífico...
Tan magnánimo...
Era algo que admirar. ¿Entonces eso era la divinidad verdadera? no era de extrañar que los humanos quisieran conseguirla por su seguridad.
"...Energía infinita mientras sigues vivo. Una forma burlesca de la divinidad, pero sustancialmente nada podría hacerte daño al carecer de un cuerpo físico.”
"¿No poder hacerte daño, ser una mega batería de poder y hacer lo imposible? Eso suena como un Dios para mi"
Opinó Sarff, y no era el único. Todos, desde que se conocía la tercera magia, pensaban lo mismo. Por algo había magos que dedicaban su entera vida y existencia a estudiarla, el sueño con el que habían imaginado, la idea que tuvieron los siete magos en su momento, era una realidad. Chara, quien había estado reflexionando y buscando en sus recuerdos desde hacía un rato, encontró lo que buscaba.
Esto sonaba muy, muy familiar, y ya sabía por qué.
[Eso... ¿no fue lo que pasó contigo, Azzy... ?]
Cuestionó la princesa, recordando la batalla final, al igual que el propio Frisk, que pareció cohibirse en su silla, no por vergüenza ni timidez, sino porque estaba pensando sobre su último combate con el príncipe antes de que este mismo hiciera pedazos la barrera.
Hacía seis años, Flowey no solo absorbió las seis almas humanas que recolectó su padre; todas las almas del subsuelo le permitieron regresar a ser Asriel Dreemurr.
Y nada de lo que hicieron pudo hacerle daño. Había tenido un cuerpo indestructible, e iba a reiniciar la línea temporal para atascarlos en un bucle eterno, como tanto quería, para no separarse de Chara nuevamente.
La vista de Flowey se desvio muy suavemente a la dirección en la que flotaba su hermana, y negó tan disimuladamente como le fue posible.
No. Recuerda que Frisk aún podía golpearme; tenía magia, ataque y poder infinito, pero seguía teniendo forma física
[Eso significa que llegaste a una versión incompleta de la Tercera Magia]
La segunda usuaria de determinación racionalizó, casi había conseguido lo que tanto estaban buscando los humanos; él, un Monstruo. Era algo irónico, pero como fiel creyente de que su especie no tenía motivo alguno por el cual existir. Chara odiaba, odió y seguía odiando a la humanidad en gran parte; una cosa era que aceptara que no todos eran malos... y otra cosa era aceptar que merecían existir.
Flowey asintió levemente, completamente atrapado por la explicación.
Puede ser... Escuchemos que dice ahora...
"Ahora, resulta que si, los planes de los Siete estaban ligeramente relacionados con el poder de la Tercera Magia, por lo que la investigación quedó en manos de los Einzbern hasta que para el año de 1790, los líderes de los tres clanes dieron el primer paso para un ritual que haría posible llegar a la Raíz y "trascender" como seres humanos gracias a los papeles que les dejó la hechicera Grace."
"¿Acaso... sacrificarían siete humanos?"
Fue el Rey quien hizo esa pregunta, su tono era algo severo, porque la precía hipócrita. Doblemente hipócrita; pues precisamente porque con siete almas humanas ellos podían convertirse en dioses, ¿pero no había problema cuando los propios humanos querían cometer aquellos asesinatos con el mismo fin? ¿cuál era la lógica detrás de esa forma de pensar?
El hombre de cabello rojo miró al hombre cabra de cabello rubio, asintiendo para disgusto de Asgore, y de todos los demás claro está.
"Si, pero no de la manera que piensan... "
... ¿Huh? Bueno, eso era una bonita forma de romper la tensión. Por las miradas que casi mataban que le estaban dando casi todos, uno pensaría que Sarff estaría, cuanto menos, intimidado o cohibido, pero en absoluto. Ni un poco. Aparentemente habían tenido la idea equivocada tras sus palabras, por suerte, ahora mismo podía darles la respuesta que tanto buscaban.
Era un método mucho más... "ético" de lo que intuían.
"¿Recuerdan cuando mencioné las calamidades que pasaban en la Tierra?"
"Si, algo así"
"Bien, tengan en cuenta que los humanos no tenían y siguen sin tener la capacidad para ponerles un alto. Por eso mismo, la Tierra tiene una forma de protegerse en caso suceda algo así."
Tan rápido como pasaron de hostilidad, regresaron a estar confundidos. Papyrus soltó un ligero "¿Nyeh?" en confusión, ¿acaso hablaba sobre que el mismo planeta tierra? ¿aquí donde estaban parados? Napstablook soltó un pequeño "Oh...", sintiéndose mal consigo mismo por no entender. Para una científica como la propia Alphys, todo esto le parecía muy... descabellado.
"...La Tierra... así como... ¿el Planeta?"
El primo de Mettaton preguntó, y Sarff asintió. Su afirmación solo extrañó aún más a los ahí presentes. Bueno, esto a continuación les dejaría más sorprendidos todavía, pero no les culpaba. Cuando él era joven, ya había pasado por su propia cantidad de sorpresas y revelaciones que cambiaron su percepción del mundo. No mentía cuando les dijo que desde su encarcelamiento bajo el Monte Ebott, muchas cosas habían cambiado.
Tanto en el mundo mágico, como en el mundo normal.
"Más como su consciencia, si. Esta preciosidad tiene la capacidad de estar conectada a la Raíz de todo, haciendo posible la "invocación" de seres humanos bastante impresionantes de cualquier parte de la historia. A esos seres se les conoce como "Servants", y ellos serían los sacrificios para llegar a la Tercera Magia."
Los ojos de Undyne parecieron iluminarse en ese mismo momento. A su vez, la mirada de Asgore pareció ensombrecerse levemente, porque él y la pelirroja tuvieron la misma idea.
Invocar seres humanos de cualquier parte de la historia... ¿eso significaba... incluso del pasado remoto? no, precisamente porque incluía el pasado remoto...
"¿Incluidos... ?"
"¿Los siete magos? si. Confío en que todos aquí tienen la educación suficiente como para que algunos nombres aparezcan en sus cabezas ahora mismo."
Perseverancia miró a los monstruos y al joven adolescente a su alrededor, Papyrus sonrió, un leve "¡Nyeh!" saliendo de él, claro, hasta él podía imaginarse algunos.
Siempre sintió la misma admiración por los héroes humanos, que por Undyne.
"¡Claro! ¡Nyeh hehehehe! Hércules, Odiseo, Jason, ustedes los humanos tienen incontables figuras heroicas en todos sus países"
"heh, calma tu tren, Pap."
Sans interpuso, antes de apuntar a Undyne con su dedo. La anfibia de tez azul estaba que echaba fuego por los ojos producto de su adrenalina y emoción, Mettaton soltó un leve "Oh my~" una vez más, ahora la conversación a la pelirroja la había enganchado totalmente, como diría el amante del Kétchup en otra ocasión.
"U-Undyne... ¿e-estás bien?"
"¿Me estas diciendo que existe una ínfima posibilidad de enfrentarlos?"
"¿Pelear contra ellos? Si ¿Ganarles? lo dudo mucho, pero te doy puntos por tu emocion. Digo, hay leyendas sobre un tipo cuya lanza estaba encantada para siempre atravesar el corazón de su enemigo, así que..."
Eso le llevo a un gruñido por parte de Undyne y un pequeño gritito de horror por parte de Alphys.
Bien, hasta allí llegaba la emoción.
"Demonios..."
Refunfuñó la pelirroja, cruzándose de brazos para luego soltar un bufido. Toriel, que hasta ahora no había hablado mucho, miró a Sarff con una mueca de preocupación.
Bien, luego de todo esto ya tenían una idea de como funcionaba todo, y la sociedad desde que habían sido sellados debajo de Ebott hacía mil trescientos nueve años, pero aún faltaba el motivo principal de su junta aquella mañana.
"Agradezco... de todo corazón que nos haya compartido tanta información confidencial, Señor Sarff. No puedo imaginarme cuantos tabúes ha roto al conversar con nosotros..."
Habló con simpatía, el hombre Perseverancia negó con la cabeza, antes de alzar su otra mano libre en un gesto donde le pedía que se detuviera, la reina lo hizo.
"Unos cuantos cientos. Pero si mi vida es lo que le preocupa, puede estar tranquila, majestad. Mis superiores me dieron permiso de quebrantar mis juramentos con ustedes por lo que representas tú, pequeño"
Y su mirada volvió a posarse en el usuario de Determinación, cuyas cejas se arquearon. El pelirrojo empezó a recoger y volver a guardarse las fichas que había desplegado en la mesa, ahora que ya todo estaba dicho y hecho, podían hablar del tema principal.
"Ahora... referente a esta carta... mi visita terminará pronto. Ya que les he comentado todo lo que necesitan saber, permítanme explicarles qué es lo que busca Finis Chaldea, y el objetivo de su fundador, Marisbury Animusphere; así como el motivo por el cual su hija desea que formes parte del plantel como el cuadragésimo octavo Master"
Sarff sacó de su saco, no una ficha, sino una foto. Era un hombre de cabello blanco con una trenza en el mismo, y un rostro tranquilo. Pasivo. Como si no pudiese lastimar a una mosca. Pero no era nada más que una fachada. Ver como los rostros de estos se cambiaban por una expresión de extrañeza. Una foto no era suficiente para medir el carácter de una persona, por lo que ni siquiera Sans era capaz de descifrar a ese hombre.
La única que confió plenamente en sus palabras, fue Chara. Ella estaba muy acostumbrada a mentir y fingir ser algo que no era. No en balde había logrado ocultar su resentimiento de sus padres y de Asriel por tanto tiempo.
"Marisbury era... Un loco, sin embargo, como muchos antes que él, quería preservar la humanidad a como de lugar. Mientras construía Chaldea, se enteró mediante cosas que aún no sabemos que la Tierra llegaría a su fin en el año 2016"
Y fue en ese preciso momento que quiso reír. Undyne abrió su único ojo en shock, Toriel se llevó las manos a su hocico; Sans tenía las cuencas vacías, Papyrus abrió la boca a todo lo que daba su clavícula, Alphys se puso a temblar en su silla, Asgore ensombreció la mirada y tanto Napstablook como Mettaton tuvieron reacciones similares. El DJ fantasmal lloró un poco, como hacía tiempo no lo hacía, y su primo robótico pareció no reaccionar.
Quien rompió la tensión, no fue otro sino el mismo Flowey, molesto
¿Pero qué diablos estaba escuchando... ?
"... Me tienes que estar jodiendo"
"¡Lenguaje!"
Toriel fue sacada de su estupor, como reflejo tras escuchar a la flor amarilla maldecir; el gruñido de fastidio que Flowey soltó junto a la voz de la ofuscada Reina funcionaron para lograr aliviar la situación tanto como pudo. Es decir, acababan de recibir la información confidencial más terrible que podía transmitirse en el mundo mágico.
La tierra y todo lo que existiera en ella iba a dejar de existir, así sin más. Que tuvieran miedo, o estuvieran incrédulos, era lo mínimo que podía esperarse de cualquiera con el mínimo aprecio por su propia vida. Sarff dejó salir un suspiro, volviendo a volverse el foco de atención, mientras guardaba la fotografía de Marisbury en su abrigo.
"Pese a lo burdo, si, esa es la mejor forma de expresarlo. No sabemos como, ni cuando exactamente, pero la humanidad no pasará del año 2016. Es por eso mismo que Finis Chaldea existe, para evitar que esa situación pase."
"Pero ¿qué tiene que ver Frisk en todo esto?"
Inquirió Sans, aún no comprendiendo del todo que papel podría desempeñar el castañito en la actual crisis que estaban viviendo. El pelirrojo se rascó la barbilla levemente, enfocándose en el pequeño esqueleto de sudadera azul, que mantenía su expresión sombría y el aura pesada que le rodeaba. Después de todo, acababa de recibir la noticia de que su tierra iba a desaparecer.
Él y Alphys habían tenido la misma idea; sus investigaciones. Líneas temporales saltando de izquierda a derecha, iniciando y terminando, hasta que todo terminaba... ahora comprendían que, lo que ambos habían visto, no era sino el fin de la humanidad como la conocían en el año 2016.
"Si bien es joven, el potencial de Determinación es desconocido. Los hechiceros que invocan a los Servants usualmente se ven potenciados por los rasgos humanos y viceversa, como un usuario de Determinación nunca estuvo involucrado... bueno, es más un experimento para saber más del mismo."
"¡¿Cómo una rata de laboratorio?!"
La mujer de piel azul exclamó; WHAM, sus palmas abiertas se estrellaron contra la mesa en ese instante, acercándose peligrosamente hasta el humano de alma morada. Toriel extendió su brazo hasta llegar a su hijo, de forma protectora. El mago de la torre del reloj soltó una leve risilla, era algo... lindo el ver lo emocionales y protectores que eran con un chiquillo que ni siquiera era de su propia especie.
Él había descartado su moral hacía mucho tiempo cuando decidió caminar esta senda, por lo que era realmente... conmovedor ver que todas las historias sobre los monstruos siendo una raza emocional y pacífica, eran ciertas. Frisk era afortunado.
"Dios, no, Frisk tendrá más libertad que eso."
"¿Cuarenta y ocho Masters? ¿Por qué necesitan tantos humanos?"
Papyrus fue quien quería respuestas en esta ocasión. Era una buena pregunta, pero no una que tuviera mucho misterio. Todo se trataba tanto de calidad, como de cantidad. Fue oportuno también; porque era una bonita forma de desviar el tema del hecho de que ninguno de ellos tenía futuro más allá del año 2016, no es como si tuvieran mucho tiempo de todos modos.
Era Junio 28 del 2015, al fin y al cabo.
"Huh, si. Es para formar equipos. Antes de que ocurra el "evento", hay simulaciones. Existe un equipo A, lo mejor de lo mejor que la hechicería actual puede ofrecer... pero sabemos que tal vez eso no sea suficiente. Frisk al formar parte de los cuarenta y ocho prospectos a Masters, esta jugando para saber si puede llegar a formar parte del equipo A o un hipotético equipo B"
Y eso era todo. Sarff guardó silencio, indicándoles con este que sus explicaciones habían terminado, pero era curioso. Había llegado ahí con la intención de contestar todas sus dudas, pero había terminado soltando una bomba enorme.
¿El fin del mundo?, no... ¿el fin de absolutamente todo y todos?
Internamente, Flowey no pudo evitar preguntarse si él pudo haber cambiado las cosas... no, realmente no. Su plan era quedarse en el subsuelo para siempre, un bucle no era la respuesta.
Aquí era que no tenían futuro alguno. No solo los monstruos y los humanos, sino la misma tierra en si.
Toriel se llevó una mano al pecho; su alma le dolía. El castaño estaba cabizbajo, observando atentamente el suelo, sumido en sus pensamientos. ¿Acaso hablaba en serio? creía que todo estaba dicho y hecho.
Creía que su "batalla" ya había concluido al quebrar la barrera hacía seis años. Ahora su rol era simplemente ser un puente, pero no podía estar más equivocado. No solo los monstruos le necesitaban...
Los humanos también.
Toda la paz que había construido con ellos... su nueva vida, su nueva familia; todo simplemente iba a... ¿desaparecer en un par de meses? ¿así nada más?
Desde el otro lado de la mesa, Chara cruzó miradas con él, teniendo el ceño fruncido y los brazos cruzados. La chica de mejillas rosadas había perdido todo atisbo de compasión o de comprensión que pudo haber tenido.
Para ella... la respuesta era obvia. Frisk conocía esa mirada, y Flowey también.
[No dejes que todos tus esfuerzos sean para nada, Frisk]
No había más que decir. Determinado, el octavo caído encaró a su madre, a su padre, y a sus amigos; dentro de su pecho, su alma ardía. Este era el empujón que necesitaba.
Ya había luchado por el futuro en una ocasión... ¿qué tan difícil sería hacerlo una última vez?
"Quiero ir."
Dijo, para gran horror de su madre. Chara, por su parte, recuperó parte del suyo irónicamente. Un sentimiento de orgullo se esparció por su espíritu al ver, y además sentir, el fuego interior en el alma del chico con el que convivía. Aunque la situación fuera tan seria, no podía negar que era inspirador. Luego de que todo lo que conocía... no; que todo lo que ellos conocían hubiera sido hecho pedazos, y recreado en ese mismo instante, además de haberse enterado del supuesto fin del mundo...
Él siguiera avanzando, era una auténtica fuente de inspiración. Undyne sonrió, apretando el puño, Sans soltó una leve risa, Papyrus igualmente, sus estridentes "Nyeh heh heh~" motivaron a que Napstablook dejara de llorar, que Mettaton se llevara una mano a su robótica frente, no podía esperar menos de su embajador. Toriel miró a su ex-marido en busca de su apoyo una última vez... pero Asgore negó con la cabeza.
No podían decirle que no cuando ponía ESA mirada.
¿Flowey? Flowey simplemente se rodó los ojos.
Uno pensaría que Sarff estaría feliz, que sonreiría, o que se uniría a su celebración, pero no lo hizo. En su lugar, tenía el ceño levemente fruncido, sus ojos morados brillaban con suavidad; como si escudriñara el alma de Frisk allí mismo.
Tras un momento, las palabras salieron de su boca:
"...No diré que estoy satisfecho con tu respuesta, joven embajador, porque sería mentirte. Sin embargo, admiro enormemente tu espíritu de auto-sacrifico. Eres el único, aparte de muchos altos mandos y el equipo A, que sabe lo que pasará"
Arruinó el ambiente esperanzador que Frisk había instaurado con esa simple frase. Si, había hecho muchas cosas, y había logrado no solo romper la barrera, sino también traido una nueva era de paz, que hasta ahora, estos últimos seis años, no había hecho sino prosperar y traer más alegría a ambas razas.
Era admirable, por supuesto; pero Sarff, más versado en ese mundo como mago, no quería crearle falsas esperanzas al muchacho.
Como hechiceros, ellos nunca, jamás, se confiaban a si mismos a la mera suerte o algo tan simple como la esperanza.
No. Solo era el fracasar, o triunfar, y nada más.
"¿Ninguno de los otros lo sabe?"
Frisk cuestionó, sorprendido. ¿Entonces todo lo que acababa de recibir era información confidencial? eso cambiaba mucho las cosas. Guardar un secreto no era para nada complicado, pero eso era bastante... desalentador. Es decir, él y otros 47 seres humanos estaban yendo a dar todo de si para salvar el mundo, el planeta tierra, y el futuro de cada ser viviente sobre la misma.
¿No sería la honestidad respecto a su misión, una buena manera de motivarlos a todos y de que se lo tomaran en serio? aparentemente, Olga Marie y sus superiores no pensaban así en absoluto.
Sarff negó con cuidado, aspirando profundamente por la nariz, mirándolo por una ultima vez. Más profundo e innegablemente más serio. Frisk tragó levemente, casi sintiendo una espada chocar contra su cuello. Sin embargo, tan pronto llegó, esa sensación se fue.
El hechicero pelirrojo cerró los ojos, llevándose una mano al rostro para sacar sus lentes, colocándolos con cuidado en la mesa. Los volvió a abrir, mostrando que eran de un color amarillo, casi dorado. Justicia.
"Frisk…”
“¿S-Si?”
“Seré sincero contigo y, lo más probable, es que será la última vez que algún mago lo será contigo: bueno sería decirte que tengo las respuestas a tus interrogantes, porque no las tengo. El Misterio que envuelte a la Tierra es mucho mayor del que envuelve a los monstruos.”
…
“No estarás solo. Harás amigos, harás enemigos. Amarás, odiarás, tendrás miedo. Habrá veces que querrás rendirte, porque eres humano, pero… por favor… mantente determinado”
Fin capítulo 1.
Fecha de inicio: Viernes, 21 de febrero de 2025
Fecha de término: Domingo, 23 de febrero de 2025
Chapter Text
Fecha de inicio: Miércoles, Julio 2 de 2025
Fecha de término: Martes, Julio 8 de 2025
Undertale.
Fate/Grand Order.
"Fate/Scarlet Order"
Capítulo 2.
"De Magia y nieve..."
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[Entrada número 19]
Los actores de esta obra ya van a entrar a escena.
No falta mucho para que inicie el teatro y arda el mundo entero.
El ver como afectará Determinación al Trono de Héroes y las entitades Servants es uno de mis mayores intereses.
Mi colaboradora es bastante más silenciosa de lo anticipado, no me molesta. Mi trabajo requiere silencio.
El Viajero pronto llegará al último bastión de esperanza de la humanidad en el Antártico.
Ahora mi atención está dividida en sus acciones, y las de la llamada "Presidenta de la tierra".
Olga Marie Animusphere... Mashu Kyrielight... Romani Archaman... Leonardo Da Vinci...
Si tan solo alguno de ustedes tuviera idea alguna de la importancia de sus vidas en tantos otros mundos
Realmente no puedo esperar para ver que tanto cambian sus destinos con la ausencia de los verdaderos Masters que debieron protagonizar esta tragicomedia...
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-[Prólogo: Hacia el futuro]-
Frisk no podía dormir. Una extraña sensación de incertidumbre cubría su pecho, su corazón, su alma entera como una manta húmeda que lo oprimía sin descanso. El techo de su habitación parecía más lejano de lo habitual, y el silencio de la noche solo acentuaba el zumbido constante de sus pensamientos.
Giró la cabeza, buscando algo más que sombras. El espectro de Chara, sentado al borde de la cama con los pies colgando, le devolvió la mirada. Había una ternura extraña en su expresión, mezclada con una pizca de curiosidad. Su rostro, normalmente impasible y lleno de sarcasmo, tenía ahora un matiz casi humano.
No era común ver al siempre sereno moreno en ese estado de constante inquietud, con la mirada perdida en el vacío y los dedos entrelazados como si rezara. Chara decidió romper el silencio.
[¿Qué te tiene tan preocupado, compañero?]
Preguntó con voz neutra, aunque en el fondo se colaba una leve nota de interés sincero.
Frisk parpadeó, como si recién despertara de un trance, y no tardó en dar una respuesta.
"La reacción del señor Sarff... No me la esperaba..."
Normalmente, cuando aceptaba una misión, ya fuera por parte de un político, un humano agradecido o incluso un monstruo desesperado, recibía alguna clase de reconocimiento. A veces eran elogios vacíos, otras veces gratitud sincera, pero siempre había una chispa, una emoción reconocible en sus ojos. Muchos se sentían halagados de contar con su ayuda, otros simplemente querían aprovechar su posición como Embajador Humano, esa figura ambigua que caminaba con un pie entre dos mundos. Y algunos, los más cínicos, solo veían al hijo menor —aunque adoptivo— de la tambaleante Familia Dreemurr.
Pero Sarff…
Sarff no encajaba en ninguno de esos moldes. Cuando lo miró con sus ojos dorados —que Frisk juraría haber visto morados la primera vez— no hubo emoción cálida ni fría. Solo algo que parecía una tristeza antigua, casi resignada, como la de alguien que ha visto caer muchos castillos ante el imponente paso de lo inevitable
"Mantente determinado, muchacho. Solo eso te pido."
Esas palabras se repetían en su mente como una melodía rota. Una advertencia disfrazada de consejo.
Al día siguiente, el hombre traería los documentos necesarios para formalizar el encargo. Toriel, Asgore y Sans los revisarían con la cautela de quien revisa un contrato con el Diablo. Y aunque Sans era perezoso hasta para mantenerse de pie, nadie podía negar que tenía un instinto infalible para detectar trampas ocultas en la letra pequeña.
Frisk suspiró. A su lado, Chara frunció el ceño profundamente, cosa que llamó su atención.
"¿Qué ocurre?"
Preguntó el joven de melena castaña, mirando a la espectral muchacha.
[No me agrada ese tipo]
Respondió la ojiroja sin rodeos, haciendo que el Octavo inclinase la cabeza suavemente. ¿Era enserio?
"¿Por qué?"
[Porque creo puede verme. La forma en que su mirada se posa en mi, como si supiera exactamente que me encuentro allí. Se supone que solo tú y Flowey pueden hacerlo. ¿Por qué él también podría?]
Frisk se quedó en silencio. Era una excelente pregunta.
"Es un tipo poderoso… supongo ". Respondió, más como pensamiento en voz alta que como afirmación. Miró a Chara, intentando formular una explicación coherente. "Y tú exactamente no eres un fantasma. Eres un espectro."
[¿Y eso qué diferencia hace?]
Replicó Determinación primera, alzando una ceja, casi ofendida ante lo que implicaba.
Segundo rio levemente, intentando encontrar las palabras adecuadas. Podía ver como la mano de Chara ya iba a parar al cuchillo que descansaba en su mesa de noche.
"Bueno… ". Frisk se incorporó en la cama, apoyando la espalda contra la pared. "Un fantasma es un eco. Una sombra de una vida que ya no está. A veces ni recuerdan quiénes eran. Se disuelven con el tiempo o se aferran a un lugar específico, una emoción, una obsesión. Pero un espectro… un espectro es más."
[¿Más qué? ¿Más molesto?]
“Más consciente. Más fuerte. Más… persistente. Los espectros son fragmentos del alma que se niegan a desaparecer, que conservan voluntad propia. Tú lo eres porque parte de tu alma sigue viva en mí. Y en Flowey, ya que fue cultivado desde las raíces donde cayó tu cuerpo”
Chara asintió lentamente. Ya habían discutido antes esas teorías, incluso habían debatido si los otros caídos, de haber sobrevivido o estado lo suficientemente cerca de él, también habrían oído su voz. Pero Sarff… Sarff era otra cosa.
[Entonces… ¿cómo es que él puede verme sin tener un fragmento mío?]
"Tal vez… ha estado en contacto con otros como tú. Quizá su magia o experiencia le permite detectarlos."
Frisk se encogió de hombros con una idea en mente. Idea que no tardó en expresarle a su compañera de alma.
"Los monstruos, al morir, desaparecen. No dejan ni alma ni rastro físico. No tienen el mismo tipo de legado espiritual. Pero Sarff no es un monstruo. Y claramente no es un humano común."
Chara bufó con fastidio, aunque su expresión ya no era de molestia sino de una incomodidad difícil de definir.
Pese a ello, el ambiente en la habitación parecía haberse aligerado un poco. Frisk lo sintió en el pecho, como si aquella conversación hubiera aflojado un nudo que llevaba horas apretando.
[¿Sabes? A veces maldigo ese enorme corazón de pollo que tienes]
Murmuró Chara, con una sonrisa torcida.
Frisk le devolvió la sonrisa, cansada pero sincera.
"Hay veces en que yo también lo hago."
Y por primera vez en toda la noche, pareció posible dormir un poco. Aunque las respuestas aún no estuvieran claras… por lo menos no estaba solo.
.
.
Junio 30. A.D 2015.
El primero que abrió sus ojos ese día, fue Flowey. El antiguo príncipe de los monstruos se irguió en su maceta, como si estuviera intentando desperezarse o estirarse, los viejos hábitos nunca morían, eso tenía que reconocérselo.
Aún en la cama, Frisk dormía como si se tratara de un bebé, dándole la espalda, ni un ronquido. De no ser porque su control sobre la línea temporal no había regresado, juraría que el maldito niño estaba muerto.
[Azzy.]
Saludó la princesa, apareciendo de la nada, antes de dar un leve asentimiento como saludo a su hermano menor. Una de las lianas de la flor de pétalos dorados se extendió hasta el reloj despertador, eran las ocho de la mañana... extraño. Usualmente nunca se quedaba despierto hasta tan tarde.
"¿Tú nunca duermes, verdad?"
[Llevo muerta ciento tres años.]
Contestó la castaña, sus ojos rojos emitiendo un leve brillo; si, esa había sido una pregunta estúpida. Girando los ojos, el antiguo World Master estiró su mano hasta la camilla, haciendo contacto con la oreja del castaño. Frisk soltó un leve gimoteo entre sueños cuando la punta de la liana en cuestión golpeó su espalda con suavidad.
"Hmnngh..."
[... Nunca duerme hasta tarde.]
Habló la princesa, girando sobre si misma para terminar flotando de cabeza, acercándose más hasta la camilla; viendo atentamente el rostro de su sucesor. Frisk era el primero en irse a dormir, y el primero en levantarse la mayoría de las veces, algo que a ninguno de ellos les gustó en vida.
¿Tal vez había sido todo el estrés y la tranquilidad que le trajo el saber que no estaba solo lo que le hizo dormir más de la cuenta. Flowey la Flor... Asriel Dreemurr no pudo evitar sentir algo de lástima y tristeza por su segundo hermano.
Aunque no tuviera alma, el hecho de que el mundo fuera a terminar de manera irrevocable... le parecía una completa estupidez. Hasta cierto punto, le daba algo de miedo.
"... Así que... el fin del mundo, huh..."
Chara volvió a moverse por el aire, acercándose más a su hermano para encararle, darle unos minutos más a Frisk no sería problema para ninguno de los hijos Dreemurr, pocas eran las veces donde podían charlar a solas después de todo.
Sonaba a una locura... maldita sea, todo lo que Sarf les había contado hace dos noches era una locura pero no había venido aquí a hacer enemigos, todo lo contrario... aunque su presencia no inspirase confianza, no ocultó nada en ningún momento.
Eso era lo que más aterraba al príncipe.
[Suena a una locura, ¿verdad...?]
"A una jodida estupidez. Luego de todo por lo que pasamos ahí abajo y de lo que yo hice... de lo que todos hicimos con los Resets, me parece ridículo que el fin de la tierra vaya a llegar no a manos de alguno de nosotros, o por otra guerra entre humanos y monstruos... sino por un agente externo."
[Es algo inevitable, ¿sabes? Salí de casa y pasé un rato por el market de la esquina, ese donde venden periódicos. Leí revistas y cosas así de gente jodidamente extraña. Fans de los aliens, locos de remate, pero que decían que la humanidad terminaría por distintas cosas.] Chara encogió los hombros, flotando en círculos sobre la maceta de Flowey. [Meteoritos, invasiones interdimensionales, el sol apagándose… cada uno tenía su teoría favorita para el apocalipsis]
Flowey dejó caer la liana que sostenía el reloj y fijó la mirada en su hermana mayor.
"Y tú compraste todas, ¿verdad?"
[No gasté ni un centavo] replicó con una sonrisita ladina. [Solo hojeé mientras el dependiente atendía a otra persona. Pero lo curioso fue que, al terminar, pensé: ‘Ninguno de estos tipos se acerca a lo que realmente va a pasar’. Y eso me dio más miedo que sus titulares sensacionalistas.]
La flor suspiró, si es que una flor podía suspirar; sus pétalos se encogieron un instante antes de volver a su postura erguida.
"¿Miedo? No recordaba que la Gran Chara Dreemurr conociera esa palabra."
[Oh, cállate] Se cruzó de brazos, flotando ahora a la altura de su tallo. [Ser espectro no me hace inmune al terror existencial. Solo lo veo desde fuera… como un incendio al otro lado de la ventana. A salvo, pero con la consciencia de que todo se está quemando.]
"Bueno, bonito, quemarse todos juntos." Flowey agitó otra liana, marcando comillas invisibles. "Fin del mundo patrocinado por Sarff. Podríamos vender camisetas."
Chara se rio con un deje amargo.
[Quizá Frisk debería diseñarlas. Tiene el corazón blando que le gusta salvar causas perdidas… y modas apocalípticas.] Miró al muchacho dormido. [¿Lo despertamos?]
"Todavía no" dijo Flowey, bajando la voz por puro hábito. "Anoche se quedó dando vueltas a la cama después de que te fuiste. Escuché al esqueleto imbécil con chistes que ni siquiera yo entendí, mamá aún no decide si quiere invitar a Sarff a té o a echarlo a puntapiés en cuanto ponga un pie en casa."
[Papá no ayuda mucho] apuntó Chara. [Cada vez que alguien menciona ‘fin del mundo’ se le escapa esa risa incómoda y… cambia de tema.]
"Ya tuvo suficientes cataclismos para una sola vida" respondió Flowey. "Y, sinceramente, yo también."
Un silencio pesado cayó entre los dos hermanos mientras observaban a Frisk. El joven se removió apenas; su mano, extendida desde la manta, se cerró con suavidad sobre la liana que todavía rozaba su espalda, como un niño aferrándose al dedo de un padre. Flowey se quedó quieto, sorprendido por el gesto involuntario.
[Tiene el sueño profundo de un héroe agotado] Chara dijo por lo bajo. [O de un idiota valiente.]
"Ambas cosas," concedió la flor. "Y por eso estamos aquí, supongo. Porque, a diferencia de esos fanáticos de las revistas, Frisk no quiere sobrevivir al fin del mundo; quiere evitarlo."
La de mejillas rosadas giró lentamente en el aire, dejando que su cabello flotase como si nadara.
[Lo peor…] su voz se volvió más baja, con un pequeño temblor casi imperceptible, pero que esta allí [Lo peor es que Sarff no mintió en nada de lo que dijo. Ni siquiera exageró. Sus ojos… era como si cargara el peso de haberlo visto ya varias veces.]
"Visiones de futuros muertos," murmuró Flowey. "O de pasados que nadie recuerda, salvo él. Sonaba... cansado... como un escritor cansado del mismo final de siempre."
[Exacto] Chara exhaló un suspiro inexistente. [Y aun así, su mayor consejo fue ‘mantente determinado’. ¿Te das cuenta? Ni una solución, ni un arma secreta. Solo la misma necedad que nos permitió cruzar la barrera, salvar a todos y… ¿para qué? Para chocar contra algo que no entiende de RESETs.]
La habitación pareció enfriarse. Una ráfaga de viento inexistente agitó la cortina; apenas un susurro. Flowey entrecerró los pétalos.
"Hey, princesa genocida." Intentó suavizar la tensión con un tono más ligero. "Tal vez podamos hacer lo que mejor se nos da: improvisar. Si no existe un guion, lo escribimos. Si no existe un milagro, lo creamos. Así funcionó la primera vez."
Chara sonrió, aunque sus ojos rojos centellearon con un matiz apagado.
[Y si falla… al menos habremos peleado juntos. Qué irónico, ¿no? Que dos espectros sin alma y un idiota cabezón terminen defendiendo el destino de todo un planeta.]
Las hojas de Flowey se arquearon en algo parecido a una sonrisa.
"Las mejores historias son las irónicas. Y las más valientes."
Una voz somnolienta se unió a la conversación:
"¿Quién habla de historias valientes… ?" Frisk abrió un ojo, luego el otro, parpadeando confundido. "¿Qué hora es?"
[Hora de salvar el mundo, dormilón] respondió Chara, dándole un toque en la nariz sin tocarlo realmente.
Frisk se incorporó con un quejido, frotándose los párpados.
Frisk se incorporó con un quejido, frotándose los párpados. Parpadeó, dejando que sus ojos dorados se acostumbraran a la luz matutina.
"¿Otra vez… ? Pensé que hoy solo había reunión con Sarff."
"Oh, solo reunión, claro." Flowey balanceó su tallo, dándole un pequeño golpe en la frente. "Reunión, firma de papeles, decisión sobre el destino de la existencia. Lo de siempre."
Frisk soltó una carcajada cansada, pero genuina.
"Voy por algo de café." Se puso de pie, pies descalzos contra el suelo de madera. "Y luego veremos qué destino firmamos hoy."
Mientras el niño desaparecía por la puerta, Chara lo siguió con la mirada.
[¿Crees que tengamos tiempo?]
Flowey tomó aire —o algo parecido— antes de responder:
"Si no lo tenemos, lo haremos. Como siempre."
Y por un momento, aun con el reloj marcando un mañana incierto, ambos espectros sintieron que el tiempo estaba, para variar, en manos de aquel humano determinado a no rendirse jamás.
.
.
-[Fragmento 1: Con incertidumbre]-
No era común que se levantara a tomar algo de café, mucho menos que prefiriese un desayuno antes de ducharse, pero, diantres, nada de esto era común, ni como debía de ser. Frisk bajó las escaleras a paso firme, aún levemente somnoliento, como si estuviera mareado.
No acostumbraba a dormir más allá de las siete, y su cerebro ya le resentía. Mucho de algo era tan malo como no tener nada. Determinación tercero observó con sorpresa como su madre, de espaldas, ya estaba vestida y terminaba de comer un plato con huevos fritos, una tostada y algo de tocino.
"Mi niño. Buenos días."
"Mamá."
Saludó el embajador a la reina, antes de darle un abrazo que Toriel correspondió al instante. Era un contraste bastante curioso; en la mañana de hace dos días, había sido ella quien había permanecido en su pijama, mientras que Frisk bajó con su clásica indumentaria.
Su preocupación era presente en sus ojos, había criado este niño lo suficiente como para saber que algo le perturbaba, o eso creía ver. El pequeño Dreemurr se encaminó hasta el hervidor, prendiéndolo para que el agua empezar a calentarse... y en lugar de té, café.
"¿Café?"
"Todavía tengo algo de sueño... ¿raro, no?"
Preguntó como quien no quiere la cosa, antes de guiñarle un ojo a la maestra. Dos tostadas fueron puestas a calentar para acompañar su desayuno, contrario a la Monstruo jefe, ahora lo que a él le apetecía era algo de mantequilla.
Vaya vacaciones estaba teniendo... no es que se quejara, todo lo contrario; un cambio de ambiente era justo lo que Frisk necesitaba, lejos tanto de la vida escolar como de la ajetreada, estresante e inmunda política.
Pero pasar de los libros y las leyes o derechos... a salvar el fin del mundo...
Un leve destello amarillo salió de sus ojos; su alma palpitó dentro de su pecho con determinación cuando el amargo sabor del café cruzó sus labios; las dos tostadas saltaron y las colocó sin perder tiempo en el plato, encaminándose a la mesa para comer en compañía de su figura materna.
No se veía tan lleno de vida como en otras mañanas, pero luego de lo acontecido con la carta de Finis Chaldea... y de lo que Sarff les había revelado, era obvio que el "ambiente general" que les rodeaba había tomado un tono más... sombrío.
"Frisk"
"¿Hm?"
Cuestionó el jovencito, antes de alzar su mirada de su tostada, luego de haberla recubierto con mantequilla suficiente, fue interrumpido antes de que pudiera darle una mordida. Desde el otro lado de la mesa, Toriel observaba al ya no-tan-pequeño castaño con las cejas arqueadas.
Su hijo, poco a poco, se estaba convirtiendo en un hombre, pero... aún con todo, nunca esperó que fuera a crecer tan pronto... ni que tuviera que salvar al maldito planeta tierra.
"... ¿estás bien, hijo?"
Frisk tragó saliva antes de responder, no por miedo, sino porque la pregunta golpeó más fuerte de lo que esperaba. Bajó la mirada a su tostada, ahora untada de mantequilla, aún caliente… pero de pronto sin sabor.
"Estoy... funcionando," dijo finalmente, con una media sonrisa que no alcanzó a tocar sus ojos. "Que es más de lo que podría decir de algunas mañanas en la Alcaldía."
Toriel frunció levemente el ceño, mas no insistió. En su lugar, se inclinó hacia adelante y sostuvo su taza con ambas manos, como si la calidez de la cerámica pudiera protegerla de lo que quería, o más bien no quería, decir.
"No tienes que cargar con todo, Frisk."
"Lo sé."
"Usualmente la gente dice eso más para convencer al resto que para convencerse a si mismos."
Frisk se encogió de hombros, y el tintineo de su cuchara al chocar con el borde del plato fue el único sonido durante varios segundos. El café se había enfriado un poco, pero lo bebió de todas formas. El amargor era reconfortante. Real. Como si lo mantuviera despierto no solo en cuerpo, sino en alma.
"Hay cosas que nadie más puede hacer" añadió finalmente. "Cosas que... simplemente no puedo soltar, aunque quiera."
Toriel guardó silencio por un instante. Lo observó con la paciencia silenciosa de quien ha visto demasiado dolor para apurarse en ofrecer consuelo vacío.
"Tu padre y yo..." comenzó con voz suave, como si pisara hielo delgado "hemos vivido lo suficiente para ver finales. Malos y peores. Pero tú... tú siempre buscaste el comienzo. Incluso cuando todo gritaba que no había uno."
"Y ahora me toca ver el final."
"No," corrigió ella, con firmeza que sorprendió incluso a Frisk. "Ahora te toca luchar para que otro tenga su comienzo."
Frisk la miró de frente por fin, y lo que Toriel vio en los ojos de su hijo no era miedo ni resignación... sino una fatiga profunda, tejida con hilos de coraje. Como si dentro de él vivieran siglos y un corazón que se negaba a dejar de latir.
"Mamá..." dijo, dejando la taza sobre la mesa. "No es solo el fin. No es una bomba, ni una invasión. Es... como si el mundo se estuviera deshaciendo. Como si la existencia se hubiera cansado de sostenernos."
Toriel no respondió. Solo se levantó de su asiento, caminó hasta su hijo y lo abrazó por detrás, rodeándole los hombros con sus brazos suaves. Apoyó su mentón sobre su cabeza, como solía hacer cuando era más pequeño.
"Entonces es ahora cuando más falta hace que tú estés aquí," murmuró. "Porque si incluso la existencia está cansada... alguien tendrá que recordarle por qué valía la pena seguir."
Frisk cerró los ojos un instante. Sintió ese calor cálido, antiguo, maternal. No de una reina, sino de una madre. Y por un segundo, deseó que el mundo simplemente no necesitara ser salvado. Que todo eso fuera una pesadilla mal contada.
Pero sabía que no lo era.
Toc toc
Ambos miraron hacia la puerta. Un golpe corto, discreto, como de alguien que sabía perfectamente que estaba interrumpiendo algo importante. Un momento humano. Real.
"¿Esperas a alguien más tan temprano?" preguntó Frisk, ya levantándose.
Toriel negó con la cabeza, su expresión endureciéndose con la tensión sutil que siempre la acompañaba en tiempos inciertos.
El joven embajador se dirigió a la puerta principal y la abrió con cautela. Del otro lado, de pie bajo la tenue luz grisácea de la mañana, estaba Sans.
Chaqueta azul, sonrisa ladeada, manos en los bolsillos.
"‘sup, kiddo."
"Sans… ¿tan temprano?" preguntó Frisk, aún con la taza de café en la mano.
"Recibí un mensaje de Undyne," explicó el esqueleto, alzando su teléfono como si fuera prueba irrefutable. "Dice que Asgore le pidió avisarnos: Sarff ya llegó a su casa y quiere adelantar la reunión. Según él, ‘no le gusta perder el tiempo’."
Frisk parpadeó, sintiendo cómo aquella punzada de ansiedad volvía a tensarle los hombros. Sin embargo, la mención de Undyne, y por extensión de Asgore, le daba cierto consuelo; si el rey estaba dispuesto a recibir a Sarff primero, al menos no estaban solos en esto.
"Gracias, Sans. Dame cinco minutos" respondió, cerrando la puerta con suavidad.
Toriel, de pie junto al marco de la cocina, lo observaba con un gesto decidido. "Iré contigo," dijo, recalcando lo que le dijo ayer antes de irse a dormir, sin admitir réplica. "No pienso quedarme aquí mientras se discute algo tan importante para todos."
Frisk asintió, más aliviado de lo que pensaba admitir. "De acuerdo, mamá. Quiero estar allá antes de que el señor Sarff empiece a presionar."
Mientras subía las escaleras para cambiarse, Toriel fue a su habitación a buscar un abrigo ligero. A su paso, apagó el hervidor y dejó la cocina en orden: un gesto automático que resultaba casi tranquilizador en medio del caos inminente.
Frisk volvió en cuestión de minutos, ahora con su icónico suéter a rayas bien ajustado y un abrigo oscuro sobre los hombros. Se guardó la determinación en el bolsillo, o eso le gustaba imaginar, antes de bajar a la entrada.
Sans los esperaba junto a la acera, balanceándose sobre los talones. "Undyne dijo que enviará un taxi monstruo en un par de minutos. No es exactamente el MTT Resort, pero nos llevará derechito a la casa del viejo goatdad."
Toriel sonrió con ternura ante el apodo, luego se volvió hacia Frisk. "¿Listo, mi niño?"
"Como siempre...," respondió él, aunque su voz tembló apenas. Tomó una respiración profunda, y el palpitar de su alma se acompasó con el frío aire matinal de Ebott City.
Los tres caminaron juntos hasta la esquina. El cielo estaba cubierto de nubes plomizas, como si el mundo se debatiera entre amanecer y tormenta. Un coche modesto con placas mágicas fosforescentes se detuvo frente a ellos; el conductor —un pequeño Moldsmall con gorra, que de alguna forma conducía— les hizo una seña amigable.
Sans abrió la puerta trasera con un gesto exagerado. "Damas primero."
Toriel subió, seguida de Frisk; Sans se acomodó en el asiento del copiloto, donde podía conversar, o lanzar chistes malos, directamente con el conductor. El vehículo arrancó con un suave zumbido.
En el interior, Frisk apretó la mano de su madre. Ella respondió con un leve apretón y una mirada que decía sin palabras: "No estás solo."
El trayecto por las calles de Ebott City pasó entre semáforos parpadeantes y tiendas que apenas abrían sus persianas metálicas. El bullicio habitual aún no empezaba, y había algo fantasmagórico en la calma urbana a esa hora.
Sans giró la cabeza para mirar a ambos. "Solo para que lo sepan: Undyne está patrullando la zona de la casa de Asgore, por si Sarff trae… sorpresas. Y, heh, Alphys está monitoreando todo desde su laboratorio. Digamos que tenemos cámaras en cada cartucho de flan casero que Asgore horneó ayer."
Toriel soltó una risita pese a la tensión. "Me alegra que no hayamos perdido el sentido del humor."
Frisk, por su parte, respiró hondo y cerró los ojos un instante. Visualizó la escena que los aguardaba: Asgore con su gruesa voz de barítono, Undyne apoyada en el marco de la puerta con los brazos cruzados, y Sarff… Sarff con sus ojos dorados, mirando todo como si ya supiera el final del libro.
"Esta vez," se dijo en silencio, "no habrá finales escritos por otro. Si realmente hay un fin del mundo en juego, tendrá que pasar por nosotros primero."
Sintió, más que escuchó, el latido decidido de su alma. Ya no era un niño atrapado en un ciclo de RESETs, sino alguien que, pese a todo, aún creía en un mañana.
Toriel le acarició el cabello con cariño. "Sea lo que sea que encontremos, lo enfrentaremos juntos."
El taxi monstruo tomó la última curva que llevaba a la calle residencial donde Asgore se había establecido desde que llegaron a la Superficie. A lo lejos, la silueta firme del ex‑rey se recortaba en la entrada de su jardín, junto a Undyne, cuyas escamas brillaban con un reflejo metálico bajo la débil luz.
Y, cerca de ellos, un hombre de gabardina oscura, distinta a la de ayer, esperaba con las manos cruzadas a la espalda. Parecía absorber la luz matinal, como un eclipse contenido dentro de una figura humana.
Sans dio un breve silbido. "llegamos, compañeros del fin del mundo."
"Eso fue horrible, Sans"
"hago lo que puedo, chico"
El taxi monstruo se detuvo frente a la casa de Asgore, ubicada en una calle tranquila de Ebott City, flanqueada por árboles altos que aún mantenían el rocío de la mañana. Era verano, sí, pero en esos primeros días de la estación el aire todavía arrastraba un frescor suave, como si el invierno no quisiera soltar del todo su dominio.
Frisk descendió primero, ajustándose su abrigo ligero de algodón. Apretaba contra su pecho la maceta de Flowey, cuyas raíces se removían inquietas con cada paso. La flor giró su tallo sutilmente, escrutando el terreno como un general que llega al campo de batalla. Justo detrás de ellos, flotando a pocos centímetros del suelo, Chara les seguía con los brazos cruzados y una expresión de alerta apenas contenida.
Toriel salió enseguida, cerrando la puerta con calma, como si dejar la casa en orden sirviera para mantener a raya lo desconocido. Sans los esperaba sobre la acera, estirando los huesos y lanzando una mirada distraída hacia la figura que ya los aguardaba en la entrada del jardín.
Sarff.
Uno pensaría que con lo dicho, el hombre sería un anciano con aspecto sabio, pero no era así. Era joven. O, al menos, joven en apariencia. Pero aquella juventud no le quitaba el porte que tenía.
Sarff tenía una presencia impecable y calculada. Su atuendo, aunque de corte clásico, estaba adaptado al mundo moderno con una elegancia sutil y peligrosa. Vestía una gabardina larga de tonos negro mate, con detalles rojo carmesí bordeando las mangas y el interior de la prenda. Los bordados finos que recorrían los costados y el cuello eran dorados, casi imperceptibles hasta que la luz los tocaba en el ángulo exacto, revelando símbolos antiguos y patrones geométricos
Debajo, una camisa de cuello alto del color del hueso, cerrada con una cadena fina de oro viejo, unida por dos broches con forma de ojos estilizados. Sus pantalones eran ajustados, de corte moderno, y su calzado de cuero pulido reflejaba el mínimo de luz. No llevaba capa, pero su chaqueta tenía un corte alto que insinuaba el porte de alguien acostumbrado a ser visto... y obedecido.
Su cabello, rojo como el símbolo de la Determinación, caía hasta los pómulos en ondas disciplinadas. Llevaba gafas oscuras, redondas, que ocultaban sus ojos dorados, aunque daba la impresión de que igual te miraba por dentro. Había algo inquebrantable en su postura, una mezcla de cortesía antigua y amenaza latente, como si pudiera disculparse mientras te empujaba hacia el abismo.
Cuando Frisk y los demás lo miraban, resultaba difícil decir si estaban frente a un hombre... o a una manifestación viviente de un destino que aún no querían aceptar.
Sus orbes como el oro derretido miraron a Frisk apenas puso un pie en la acera.
Pero no habló.
Asgore, de pie junto a Undyne, rompió el silencio. Llevaba una camisa de cuadros arremangada, con un delantal manchado de harina aún atado a la cintura. Había estado horneando esa mañana, por costumbre o por nerviosismo, nadie sabía. Su voz fue grave, cálida, igual que siempre.
"Frisk. Me alegra que llegaran rápido."
"Buenos días, papá." Frisk le dedicó una sonrisa que parecía más sincera que la que le había dado al café unas horas antes.
Toriel se acercó a él también, asintiendo con respeto, y con un gesto educado hacia Undyne, que estaba con los brazos cruzados y gafas de sol mal colocadas, claramente inquieta.
Sarff no se movió de su lugar. Sólo habló con un tono suave similar al del día anterior. El embajador se preguntaba si es que esa no era su "personalidad de negocios"
Si lo fuera, sería algo divertido.
"Agradezco su puntualidad. Tenía la impresión de que hoy... no conviene desperdiciar minutos."
Frisk apenas asintió. "Con lo que está en juego, lo entiendo."
Los ojos del visitante se desviaron, por un instante, hacia la figura de Chara flotando detrás de él. No mostró sorpresa. Solo una especie de reconocimiento silencioso, como si ya la hubiese visto antes. Como si recordara algo que aún no había ocurrido.
Chara le sostuvo la mirada sin decir palabra, pero su expresión se endureció. El brillo rojo en sus ojos se intensificó apenas un poco.
[Maldita sea, él en verdad me ve] susurró, no para Frisk, sino para sí misma.
"Y eso no es buena señal," murmuró Flowey desde la maceta, sin disimular su recelo.
"Pasen," dijo Asgore, cediéndoles el paso hacia la puerta. "Preparé algo de desayuno. No sé si alguien tendrá apetito, pero... no quise que esto se sintiera como una sentencia."
"Ni como una emboscada," añadió Undyne, quitándose finalmente las gafas de sol. Su ojo visible parpadeó con intensidad. "Estoy aquí por si las cosas se salen de control. Solo digo."
"Por mí no hay problema," comentó Sarff con una calma inquietante. "Estoy aquí para compartir información. Lo que hagan con ella... dependerá de su voluntad."
Toriel, al pasar cerca de él, sintió un escalofrío. No de miedo, exactamente, sino algo más antiguo. Como si la presencia de ese joven no perteneciera del todo a su tiempo. Como si la realidad misma se tensara un poco cuando él hablaba.
El grupo cruzó el umbral de la casa, donde el aroma a pan recién horneado se mezclaba con una especie de tensión eléctrica en el aire.
Frisk fue el último en entrar. Antes de cerrar la puerta, volvió la vista atrás, hacia la calle vacía, y luego hacia el cielo. El sol comenzaba a alzarse con fuerza, derritiendo el rocío de los árboles. Una mañana de verano como cualquier otra, ¿verdad?
Uno a uno caminaron hasta la sala de estar del rey de los monstruos, quien, apurándose, sirvió un plato con algo de flan como "entrada" para sus invitados. Aunque jamás fuera capaz de imitar las habilidades culinarias que tenía su ex-mujer para hornear pies, la jardinería y la magia de fuego no eran sus únicos talentos.
"Gracias, majestad"
Agradeció Sarff con un leve asentimiento de cabeza, Frisk colocó a Flowey a un lado suyo encima de la mesa, una mirada de leve nostalgia se vio por unos segundos en el rostro de la flor de pétalos dorados: Toriel y Asgore se sentaron en el costado izquierdo.
Sans e Undyne estaban en el costado derecho, y tanto Frisk como Sarff en las "puntas" de la mesa en cuestión, mirándose directamente.
El príncipe de los monstruos extendió una de sus raíces para agarrar la cuchara, su padre había tenido la cortesía de servirle un poco a él también, gracias al cielo. Tras darle una ligera probada, con la cuchara aún mentida en la boca, la planta volteó a mirar al comediante de Snowdin.
Sarff, a su vez, metía su mano dentro de su abrigo, sacando un archivero con el símbolo que Toriel reconoció al instante; era el emblema de Finis Chaldea.
"Oye, basura sonriente. ¿Dónde está Papyrus?"
Cuestionó con su característico tono hostil y poco amistoso. Sans alzó los hombros antes de dirigirle la mirada por un breve instante a la florecilla, es cierto que Paps había querido acompañarlos para ser testigo en esta segunda ocasión, como hiciera la noche de Junio 28 pero...
En una situación como esta, su hermanito sería más una distracción y un inconveniente que una ayuda, algo que, para mal, Sans tenía que aceptar, he allí que le pidiera ausentarse esta mañana.
Sarff tosió un poco, ganándose la atención del pequeño embajador y sus amigos, antes de girar la carpetita en su muñeca unas cuantas ocasiones.
"¿Qué trae ahí, señor Sarff?"
Preguntó la Reina, la carpeta fue abierta y el pelirrojo empezó a esparcir uno a uno los papeles por la mesa. No solo se trataba de un contrato... también de algo más.
Seguro de vida...
Fue lo primero que Undyne leyó, afilando la mirada. El ambiente, ya de por si algo pesado, pareció incrementar aun más. Tanto así que la tensión podría cortarse con un cuchillo, de requerirse. Sarff no esperó a que le hicieran la pregunta, ni mucho menos.
Todo lo contrario.
"Luego de que decidieras aceptar formar parte del programa de Masters de Chaldea, me contacté con la directora Olga Marie Animusphere. Le pedí que me mandara una copia del contrato y los papeles a firmar por los empleados de Finis Chaldea."
Sarff asintió con calma ante la pregunta de Toriel. Luego, con la misma voz mesurada que había mantenido desde que entró, continuó su respuesta:
"Chaldea está reclutando Masters de repuesto… pero tú, Frisk, no entras en esa categoría. No después de lo que hiciste por mantener la paz entre humanos y monstruos. No después de haber demostrado sincronía natural con el alma y el tiempo."
Frisk ladeó la cabeza. "¿Y eso qué significa, exactamente?"
Sarff desplegó otro documento. Este no tenía la apariencia estándar del contrato inicial; era más grueso, sellado con varios distintivos metálicos y cinta roja cruzada. Encima, podía leerse con elegancia:
PROGRAMA DE AUTORIZACIÓN MASTER – ESTRICTAMENTE CONFIDENCIAL
USO INTERNO: EQUIPO A
"Esto es una copia del contrato que firmaron los miembros del Equipo A. No los reemplazos. Los titulares." Explicó Sarff, dejando que sus palabras cayeran como piedras en el estanque de la sala.
Undyne frunció el ceño. "¿El Equipo A no son esos genios super entrenados que están en frío esperando misiones? Los mencionaste ayer antes de irte..."
"Sí. Y cada uno de ellos fue elegido no solo por su talento, sino por su valor estructural dentro del plan de preservación humana." Se giró hacia Frisk. "Chaldea quiere darte ese mismo rol. Y ese mismo contrato, pese a que en papel te encontrarías en la reserva de Chaldea."
Toriel se incorporó, preocupada. "¿Y qué implica ese contrato?"
"Prioridad máxima en misiones. Autorización para operar en singularidades. Entrenamiento especializado... y sí, seguro de vida extendido." Hizo una pausa. "Eso incluye respaldo cerebral en caso de emergencia. Siempre y cuando la instalación permanezca funcional."
Sans silbó apenas. "O sea… top tier. Con cláusulas mágicas y todo."
"Exactamente."
Flowey lo miró con suspicacia. "¿Y por qué tan especialito con él? ¿Qué le hace tan diferente de los otros niños mágicos que tienen ustedes?"
"Determinación es la única alma que no ha sido estudiada a profundidad. Si tuvieras una flor parlanchina que habla, sabiendo que no hay más de estas, ¿no la disecarías para ver como funciona?”
...
El silencio tomó control del ambiente por unos breves momentos, y Flowey se quedó estático en su totalidad ante la forma tan abrumadoramente brutal en la que Sarff le calló la bocota. Tan así que incluso dejó de prestarle atención a la cuchara que tenía en la boca.
El pelirrojo, a su vez, alzaba una ceja como preguntándole silenciosamente si ya había tenido suficiente, y la princesa de los monstruos no pudo evitar sonreír un poco antes de fijarse en la derrotada pero evidentemente molesta expresión de su hermano menor.
[Cielos Azzy, eso si que fue un golpe crítico si he visto uno...]
"Grrrr..."
Gruñó, cual perro sarnoso, antes de que Toriel volviese a enfocarse en el contrato que Sarff les había entregado. Tenía de todo... salvo una cosa más.
Había algo que la intrigó no solo a ella, también al resto de adultos que sabían del tema. Tanto así que Undyne, con el ceño fruncido, levantó la mirada... contrato.
Bueno, era hora de hablar seriamente respecto a este tema.
"Hey. Todo esto... ¿es un trabajo, un programa de intercambio universitario, o una pasantía exactamente? porque para requerir un contrato..."
"Sería como un trabajo..."
Completó la reina de los monstruos, y el pequeño embajador abrió los ojos, bien, contrato, trabajo, no pasantía ni nada de eso. Si Chaldea y Olga Marie Animusphere requerían su presencia y que tanto él, como sus tutores legales firmasen ello, significaba que--
Sarff pareció sonreír levemente, ya había tenido una idea de lo que iban a preguntarle, y de lo que estaban pensando.
"Veo que ya se preguntan si va a recibir un sueldo mientras dure su estadía."
"¡Es lo mínimo!"
Espetó la capitana de la guardia real, antes de que Asgore callara de una sola mirada a la susodicha. La pelirroja se sentó casi al instante, "mis disculpas...", dijo, aunque obviamente no eran sinceras en absoluto, pero Asgore lo veía de una forma diferente.
Después de todo... la carta hablaba de que tanto el alojamiento como su comida y el viaje iban a ser financiados por Chaldea, ni Frisk, ni ninguno de ellos tendría que poner ni una sola moneda de oro en absoluto.
Sarff se inclinó ligeramente hacia la mesa, colocando con suavidad una nueva hoja sobre la carpeta. El documento, con bordes dorados y un sello mágico apenas visible a simple vista, parecía irradiar una seriedad que contrastaba grotescamente con lo que dijo a continuación:
"Usualmente, el monto no está colocado en esta versión del contrato. Se revela después de la firma, como una forma de asegurarse que lo hacen por compromiso personal… y no por lo monetario."
Hizo una pausa, dramática, casi teatral.
"Pero ya que estamos en confianza… Esta sería la cantidad."
Giró la hoja con gesto fluido, como si revelara la carta final de una partida de póker.
$375,000 USD mensuales
El silencio duró exactamente tres segundos.
"¡¿QUÉ?!"
"¡¿POR QUÉ TANTO?!"
"¡¿¡¿DE DÓNDE CARAJOS SACA CHALDEA TODO ESE DINERO?!?!"
"¡Eso es más de lo que gana un presidente! ¡UN VILLANO DE SHONEN!"
"¡Deja tú, Obama gana esto en UN AÑO!"
Las voces explotaron una tras otra, desordenadas, incrédulas. Hasta Sans alzó las cejas de forma casi visible. Flowey estiró sus pétalos como si intentara arrancarse de la maceta del puro susto. Chara simplemente flotó boca abajo en el aire con una mueca de absoluto desprecio por la realidad.
El hombre de cabellos carmesí se mantuvo perfectamente imperturbable.
"Los magos son excéntricos," explicó con sencillez. "Te están ofreciendo el sueldo oficial de un miembro principal del Equipo A, junto con un bono de peligrosidad, una compensación por aislamiento temporal, y un pago anticipado por eventual trauma post-singularidad."
Undyne se puso de pie de golpe.
"¡¿Y le pagan ESO a CASI SESENTA personas?!"
Sarff levantó un dedo sin perder la calma.
"Siete, en realidad. Solo siete reciben ese sueldo. Los Masters de respaldo reciben exactamente la mitad."
Frisk seguía inmóvil, como procesando cuántos ceros había en esa cifra.
"Yo… solo quería vacaciones."
Flowey, tambaleándose en su maceta, chilló:
"¡ESO TODAVÍA NO RESPONDE MI PREGUNTA! ¿¡DE DÓNDE DEMONIOS SACAN TANTA PLATA!?"
Sarff por fin alzó ligeramente una ceja, como si hubiese estado esperando ese grito desde que entró por la puerta.
"La ONU nos financia."
Todos lo miraron como si hubiese confesado un crimen de guerra.
"¿A dónde creen que va todo ese dinero que se dona mensualmente a través de campañas humanitarias?" añadió, dejando caer la frase como un balde de agua fría.
Toriel, pálida, susurró con horror:
"Pensaba que… que era para escuelas, salud… reconstrucción... de los países en vías de desarrollo"
Sarff ladeó la cabeza con una sonrisa vaga, sardónica incluso.
"Vaya, y yo que pensaba que el señor Skeleton era el de las bromas de mal gusto."
Sans se cruzó de brazos, orgulloso, antes de recibir un zape por parte de la Capitana de la Polícia de Ebott City.
Frisk bajó lentamente la vista al contrato, sus ojos normalmente cerrados estaban más abiertos que nunca.
A su costado, su compañera murmuró:
[Felicidades, Frisk. Si sobrevives un año, estoy segura que puedes comprar tú propio país]
"¡Hasta podrías fundar un país!" gritó Flowey, nadie salvo él y el propio embajador escuchó a Chara iniciar.
"¿O tal vez huir a uno?" añadió su propio granito de arena el esqueleto parlanchín.
Sarff alzó una ceja, mirando a una nerviosa Toriel.
"No entiendo, ¿es la primera vez que ven esa cantidad?"
"Somos monstruos, no tenemos este tipo de gastos..."
"Oh, cierto... Mis disculpas."
Frisk suspiró tan fuerte que hizo vibrar el flan en su plato, golpeando la frente contra la mesa, derrotado.
"Empiezo a pensar que salvar el mundo… es más barato que mantenerlo funcionando."
"Bienvenido al mundo de los magos, pequeño. Ebott no es más que un granito de arena; no me malentiendan, no trato de desmeritar ni desprestigiar su sociedad... ni siquiera a ti, Frisk"
Continuó Sarff, cara a cara con el chico de ojos brillantes, después de todo, el destino del mundo pesaba sobre sus hombros y esa alma que tenía latiendo dentro de su pecho.
Como había dicho la última reunión, Frisk no tenía idea de lo especial que era, y de que, tomara la decisión que tomara, el solo hecho de existir definía el curso de la historia. ¿Una bendición? no, a ojos de Sarff Hynafol ser Determinación no era sino una carga muy, muy pesada de la cual jamás podrían librarse.
Un castigo, y uno muy doloroso... al que Frisk aún no había sido expuesto del todo.
"Te parecerá una locura, pero los magos se pasan la mayor parte del tiempo intentando hacer que este planeta siga girando. Da gracias que quien te esté llamando sea Chaldea, y no la Torre del Reloj, o el Océano Errante."
"¿Perdón?"
Obviamente, ni Frisk ni ninguno de ellos entendió palabra alguna, algo que, internamente, a Sarff le hizo feliz, pero a su vez, le pareció bastante tierno. El mundo en el que vivían encerrados los monstruos y su pequeño salvador era el equivalente a una burbujita.
Una burbujita que, para mal, iba a romperse porque así lo requería el mundo.
"Me disculpo, solo estoy divagando. Ya tenemos solucionada la mayor parte de las cosas, salvo una"
"¿y esa sería?"
El mayor de los hermanos esqueleto, verdaderamente interesado, buscó respuestas. Mentalmente se preguntaba si se refería a que tanto Asgore como Toriel cedieran sus firmas para concretar todo, y si, en parte estaba en lo correcto.
Palabra clave: en parte. Sarff posó sus ojos en Frisk una vez más, y luego miró al Rey y la Reina.
"Tus acompañantes. Dado a que eres menor de edad, chiquitín, y que no eres cualquier cosa, se te dio la oportunidad de traer a dos personas contigo."
"¡YO VOY!"
Tal como uno esperaría, la primera en hablar fue la Reina en cuestión. Asgore, no obstante, negó con la cabeza, para obvio disgusto de su ex-mujer. La antigua guardiana encaró al hombre cabra con el ceño fruncido, más ofuscada que otra cosa.
"Tori. Eso no va a ser posible. Ninguno de nosotros puede ir con él."
"¿Qué? ¡¿Pero por qué no?!"
"... porque son los reyes."
Fue Undyne la que, tras apretar los dientes, se dio cuenta de la verdad. El peso de lo que ella ostentaba y de lo que, aunque fuera maestra, representaba, golpeó directamente en la cara a la madre de Frisk Dreemurr, como un balde de agua fría. La embajada claramente no gustaba de los monstruos, eso era obvio.
Eran Frisk y Asgore que, como "padre e hijo" y la muestra fidedigna de que la paz y coexistencia era posible, los que mantenían a raya las zarpas de los cabecillas de Ebott para tratarlos como menos que animales.
"Porque el que Frisk se vaya ya es ir por la cuerda floja, majestad. ¿Realmente cree usted que dejar al Rey Asgore solo es buena idea?"
Toriel tragó saliva, apretando su toga morada por lo bajo. Su ex-marido bajó la mirada, apretando suavemente la cuchara de madera que aún tenía en su mano, listo para servir otro postre para intentar amenizar el ambiente. Nadie habló. Nadie podía.
Fue Undyne quien rompió la tensión con su voz potente, encendida como siempre.
"Entonces yo iré. Si no puede ir la Reina ni el Rey, que vaya la ex-Capitana de la Guardia Real y actual Capitana de la Policía de Ebott City. He entrenado a este mocoso más de una vez, y si alguien intenta tocarlo, van a terminar con una lanza por el—"
"No."
Una sola palabra. Firme, directa, pronunciada sin elevar la voz. Fue Sarff.
Undyne se giró hacia él, sorprendida, casi ofendida. Pero lo que encontró no fue un rostro desafiante, sino unos ojos ocultos tras lentes oscuros, que la observaban con algo similar a una genuina preocupación.
"No dudo de tu fuerza, señorita Undyne. Pero eso es precisamente el problema."
"¿Cómo que el problema?"
Sarff suspiró, cruzándose de brazos. Sus dedos tamborilearon ligeramente sobre la manga.
"Los magos son expertos en lo que mejor saben hacer: palabras. Manipulan con el tono, con la pausa, con una frase lanzada como daga. Apenas te conozco por unas horas, pero sé que te sacarán de tus casillas en minutos. Y cuando eso pase, no será una pelea. Será una masacre. No la tuya. La de ellos."
El silencio volvió, esta vez más frío.
"Y, créeme, no me caen todos bien allá arriba. Pero hay una diferencia entre ganar una pelea… y provocar una guerra. Frisk no necesita una lanza a su lado. Necesita…"
"... una brújula."
Frisk lo miró, sorprendido. Con una mezcla de miedo y esperanza.
Sarff dio un "paso al frente", hipotéticamente hablando.
"Así que me propongo yo."
"¿Tú?" repitió Asgore, algo sorprendido por el ofrecimiento.
"Como su tutor. Su guía. Su protector si es necesario. Llamémoslo… 'tutor mágico'. Es una figura legítima dentro de los círculos de magia: un mago de alto rango toma un aprendiz y le otorga todos sus conocimientos. Permitiría que lo acompañe durante el entrenamiento, las observaciones y, si la cosa se pone fea… también en combate. Está dentro de los lineamientos de Chaldea, pero no es usable porque la gran mayoría, por no decir la totalidad, son mayores de edad."
"¿Y no estarían violando el límite de acompañantes?" preguntó Undyne, todavía molesta.
"Lo estaríamos, si no fuera porque ese es el chiste. Ustedes dos—" dijo, señalando a Sans y a ella, "pueden acompañarlo solo hasta el inicio de las operaciones. Una vez Frisk esté registrado formalmente como agente en formación… ustedes deben volver."
"¿Y tú no?" inquirió Toriel, con el ceño fruncido.
Sarff se quitó los lentes, dejando ver por primera vez sus ojos dorados con claridad. Había en ellos cansancio, sí… pero también un brillo de decisión que no admitía réplica.
"Yo no. Porque seré parte de su entorno de desarrollo. Porque estaré inscrito como su guía. Porque—" se giró a Frisk, "—si realmente vas a convertirte en alguien que desafíe al mundo… entonces necesito asegurarme de que sobrevivas para lograrlo."
Sans, hasta ahora callado, alzó una ceja...Si tuviese una en primer lugar, claro está.
"eso suena a algo que diría un personaje importante antes de morir en el arco final."
Sarff sonrió con una mueca cansada.
"Tranquilo. Tengo la mala costumbre de sobrevivir a los arcos."
Frisk asintió. Sabía que no podía tenerlo todo. Pero Sarff, de algún modo, parecía entender el mundo al que iba. Y aunque sus ojos ocultaban más de lo que decían, había algo en él que lo hacía sentir… seguro, lo cual era extraño. El aura de Sarff debería de inspirar desconfianza, incertidumbre: lo hacía, en parte. Pero nuevamente, el propio pelirrojo lo había dicho la noche de Junio 28... estaba siendo honesto con él.
Y la honestidad, aparentemente, no era una cualidad que muchos Magos tuvieran, sino es que ninguno.
"Entonces... si entiendo bien, Sans vendrá con nosotros. ¿Tú no, Undyne?"
La ex-capitana de la guardia real negó con la cabeza, aunque de mala gana.
"Si lo que dice es cierto, entonces llevarme sería más una desventaja. Es mejor que Sans vaya contigo, punk"
Respondió, suspirando. El comediante perdió los dos puntos blancos de sus cuencas por un breve instante, parte de él se sentía abrumado por todo el nuevo "Mundo" y "Universo" que se desenvolvía alrededor de sus ojos, y de todos sus conocidos.
No pensó que la superficie y la sociedad mágica habría cambiado tanto hasta el punto en el que ningún mago tuviera escrúpulos, o de que los propios humanos siempre estuvieran intentando prever el fin del mundo.
Con un demonio hasta casi le hacía querer volver seis años en el tiempo cuando aún estaban encarcelados bajo la montaña... casi, porque la libertad seguía siendo todo y más de lo que podría llegar a pedir.
"Claro que... necesitaré autorización de ustedes dos, siguen siendo los tutores legales de Frisk, y sin sus firmas..."
Sarff, usando su índice, le dio unos cuantos golpecitos al contrato.
"No valdría absolutamente nada."
Como quien no quiere la cosa, ladeó levemente la cabeza a un lado, antes de alzar sus hombros. Una gota de sudor escapó por la cara de la mujer cabra, perdiéndose rápidamente entre su pelaje, y luego miró a Frisk. Sus ojos, normalmente de un tono amarillento, casi dorado, ahora tenían un tinte rojo en ellos.
Su decisión no había cambiado, y preguntarle al respecto sería ser redundante.
Pero era inevitable... después de todo, ya había perdido a dos hijos. No quería perder al último pedazo de felicidad que le quedaba, y Asgore estaba en una situación similar.
"... Frisk. Te lo preguntaré por última vez."
"¿Estás seguro de que quieres ir?"
Tal como había pensado, con todo en contra y con muchas cosas que aprender, no estaba intimidado. Chara se cruzó de brazos, [típico...] susurró la princesa, cerrando los ojos.
Él era así. El objeto inamovible. El alma indomable. Algo que ni siquiera Asriel con todo su poder casi infinito pudo destruir, subestimarlo era un error.
Ya se había enfrentado a algo similar a un dios, después de todo.
"Si... no quiero que..."
Su voz murió por unos segundos en su garganta, viéndose el centro de atención de los dos reyes, el juez, la capitana, y el mago en cuestión. Su alma palpitó, ardiente, fuerte, determinada.
"No quiero que todo lo que hemos logrado juntos haya sido para nada"
La sala entera quedó en silencio.
Frisk no gritó. No alzó la voz. Ni siquiera alzó el rostro. Pero lo que dijo… lo dijo con el corazón desnudo.
Undyne frunció el ceño, desviando la mirada levemente. Sans miró hacia otro lado, con esa sonrisa torpe que siempre usaba cuando sentía más de lo que podía procesar. Toriel… no pudo evitarlo. Dio un paso hacia adelante, envolviendo al niño en un abrazo fuerte, largo, con ese aroma a canela que solo una madre podía llevar encima.
"No me gusta esto," murmuró. "No me gusta nada. Pero si vas a ir… lo harás con dignidad. Y con todo mi amor."
Asgore, por su parte, permaneció en silencio. Caminó con paso lento, solemne, hacia la mesa donde descansaban los documentos. Tomó la pluma sin decir palabra y firmó. Luego miró a Toriel.
Ella dudó apenas un segundo… y luego hizo lo mismo.
La situación no dejaba de sentirse como si estuvieran haciendo un contrato con el Diablo mismo.
Sarff tomó los papeles con una sonrisa profesional, casi neutral, y los guardó en una carpeta sellada con un sello dorado que parecía brillar con vida propia.
"Bien," dijo, con un dejo de alivio. "Estamos oficialmente en marcha."
"¿Cuándo nos vamos?"
Cuando el pelirrojo estaba por hablar, Toriel lo detuvo con un pequeño movimiento de mano. Sarff la miró fijamente, la mujer cabra tragó pesadamente, antes de decir con voz suave y segura:
"Frisk cumple 15 en unos días." Señaló. El mencionado y el resto parpadearon, cierto, su cumpleaños era el 8 de Julio. "Pensábamos hacerle una fiesta...Que puede servir como despedida...¿Puedes, por favor, darnos ese tiempo?"
El mago se quedó en su lugar, parado. Lo pensó. Un segundo, dos segundos, tres.
Para el cuarto, dio su respuesta:
"...Los preparativos para iniciar a los Masters de repuesto iniciarán a fin de mes. El viaje es de una semana. Partimos exactamente el 14 de julio. Ni un día más, ni un día menos."
El aire que Toriel parecía contener (y no se había dado cuenta que lo estaba haciendo) salió libremente, dándole una llorosa sonrisa al hombre que había cambiado el mundo de todos los de la sala.
"Muchas gracias, señor Sarff"
"Nada que agradecer, su Majestad. Nada que agradecer."
Dicho y hecho, Sarff volvió a colocarse sus lentes, tomando a todos por sorpresa. ¿Ya se iba? ¿tan pronto?
"¿Ya se va, señor Sarff?"
"Lamento la falta de cortesía, pero si. Debo comunicarme con mis superiores en la Torre del reloj sobre mi ausencia, y... tengo que ponerme en contacto con Lord Animusphere"
Explicó, encaminándose a la puerta, siendo escoltado por el Rey y la Reina, aunque los ojos de la Ex-capitana le seguían de cerca, como un halcón. Nadie se dio cuenta de cuando fue que Sans se puso de pie y apareció a un lado de ellos.
Él era así.
Sus lentes volvieron a su rostro, ajustándolos. Sarff encaró al pequeño usuario de Determinación, no si antes Chara percatarse de como pareció, por un instante, desviar su mirada en dirección a ella.
Flowey, aún en la mesa, cruzó dos lianas en señal de desaprobación, su rostro claramente indicándole que se estaba tardando en irse al diablo.
"U-um... ¿no le gustaría... asistir?"
Ofreció con timidez el muchacho, su evidente ternura tomó por sorpresa al enviado de la torre del reloj, aunque no lo demostró. Su expresión cambió a una más amigable, más humana.
Más... de acorde a lo que debía de ser un humano normal. Casi quiso reír, pero no lo hizo. Por un momento había olvidado que solo estaba tratando con un niño huérfano adoptado en un hogar simple, que no se había criado entre la sociedad mágica...
Sino en un hogar con amor y rodeado de gente que le quería. Dentro de todo, Frisk no era un mago... era un simple humanito con una carga que no debía de haber tenido.
Y eso era... algo hermoso, comparándolo con el mundo del que _él_ provenía. Sus vidas no podían ser más diferentes.
"Agradezco la invitación, pequeño. Pero mi trabajo apenas me da tiempo de ocio, lo lamento."
Dijo, extendiendo su mano para desordenar el pelo del castaño. Este rió levemente, observando cómo el pelirrojo se incorporaba con naturalidad.
Dossier en mano, Sarff se giró, despidiéndose con un breve ademán y un inesperado "Adiós" animado. El mago cruzó el umbral acompañado por el grupo de monstruos, y en cuanto la puerta se cerró tras ellos, su silueta desapareció entre las luces tenues del pasillo.
.
.
Afuera, la brisa del jardín movía las hojas con tranquilidad engañosa. Sarff descendió los escalones de la entrada con paso medido, flanqueado por Sans, Undyne, Toriel y Asgore.
Avanzó unos pasos sobre la piedra húmeda, hasta que súbitamente se detuvo. Nada en su cuerpo cambió, excepto la leve inclinación de la cabeza. Como si hubiera oído una nota disonante en una sinfonía perfectamente escrita.
Los demás se detuvieron también. Silencio total.
Fue Sans quien habló primero, su voz baja y alerta:
"hey, dude. ¿ocurre algo? ¿te has olvidado algún papel importante?"
"...No. No es eso." respondió Sarff, sin girarse. "Tenemos... invitados no deseados."
Al instante, todos tensaron los músculos. Instintos dormidos desde tiempos de guerra se encendieron como llamas. Asgore y Toriel entrecerraron los ojos, sus sentidos mágicos extendiéndose como redes invisibles. Pero no detectaban nada.
Undyne ya tenía la mano en la empuñadura de su lanza.
"¿Dónde?/¿Quiénes?"
Sarff chasqueó los dedos. Un leve destello carmesí surgió desde sus pies, propagándose como un pulso de sangre sobre el suelo. El jardín tembló apenas. Alrededor de la casa Dreemurr, columnas de luz se elevaron en el aire y se cerraron como un domo, una barrera mágica densa, antigua, temblorosa de poder.
"Son Magus Killers" dijo finalmente, con absoluta calma. "Asesinos de magos. Alguien filtró la asistencia de Frisk. O quizás se mencionó el interés de la señorita Olga por reclutarlo. Sea como sea, hay un tercero que no quiere que llegue a Chaldea."
Undyne gruñó por detrás, la lanza ya invocada. Pero Sarff levantó una mano.
"No saques tu arma. No esta vez."
Se giró apenas lo suficiente para mirar a los cuatro.
"Vuelvan a casa. Yo me encargaré de esto."
Asgore quiso replicar. Toriel ni siquiera había bajado la guardia. Pero Sarff no les dio oportunidad. Con un movimiento de su capa, se alejó del grupo, caminando hacia la línea de árboles más allá del jardín.
Fue allí, entre sombras, donde los sintió por completo.
Cinco.
No, seis. Camuflados. Rodeándolo desde puntos ciegos. Perros entrenados para cazar lo que no entienden. Ratas en túnicas encantadas. Los verdaderos enemigos del conocimiento: los guardianes del status quo.
Y entonces, salieron.
Uno, luego otro. Armados. Encantados. Escudos activos. Marcas de la Torre del Reloj visibles en sus ropas y en la magia impresa en sus guantes.
El que iba al frente sonrió. Era joven, bueno, todos eran jóvenes ante él. Lo que si, era arrogante. De esos que creen que el primer libro que leyeron les enseñó a mirar por encima del hombro o del tipo que pensaba que el linaje que poseía lo definía dentro del mundo mágico.
Pobre diablo
"¿Así que tú eres el responsable del traslado?"
Sarff no respondió. Solo los miró con una media sonrisa.
"¿Por qué Frisk?" preguntó finalmente. Su voz era fría, inquisitiva. Solo eso quería saber.
"No venimos por el niño," replicó el líder con confianza, como si hablara desde una posición intocable. "Venimos por ti."
Hubo una pausa. El viento se detuvo. Hasta las hojas parecieron contener la respiración.
"No hay nadie registrado como Sarff Hynafol en la Torre del Reloj," continuó el joven. "No hay registros de ingreso, de sangre, ni de afiliación. Ni siquiera sabemos cómo cruzaste el plano."
Sarff los miró, entretenido.
"Vaya," murmuró. "Pensé que lo descubrirían antes… Que yo no respondo ante esos miserables bastardos de la Torre."
El líder entrecerró los ojos.
"Entonces… ¿a quién respondes? Los altos mandos querían saber eso antes de tener que matarte. Danos eso, hombre, y tu muerte será rápida."
Sarff sonrió.
"Por ahora… solo a mí mismo."
Y en un instante, su presencia cambió.
Lo que antes era una figura elegante con aire distante se volvió algo más. El aire tembló. El cielo pareció oscurecerse apenas. Una presión se desplegó como una ola desde su cuerpo, obligando al asesino a dar un paso atrás sin darse cuenta.
Sarff se quitó los lentes. Los guardó con cuidado en su bolsillo interior. Sus ojos dorados brillaban con un fulgor bestial.
"Última oportunidad. Vuelvan por donde vinieron."
Los asesinos no respondieron con palabras.
Respondieron con fuego.
Y Sarff, con una risa baja, se lanzó como un relámpago.
.
.
Veinte minutos.
Solo fueron veinte minutos.
CRACK~
Otra alma humana fue hecha pedazos, la quinta; esta vez, era de un color gris. El rostro de Sarff no mostró ni un ápice de simpatía por ninguno de ellos, eran magos después de todo.
Magos que traicionaban sus propias naturalezas en favor de los resultados... el tan conocido y despreciable "el fin justifica los medios", el cáncer de la raza humana, y a su vez, el antídoto que bebía cualquier bastardo de turno para justificar todas las atrocidades que quisiera cometer.
Todo en favor del progreso.
"¡G... gkkkth...!"
Aún faltaba uno. El mago, con una espada color carmesí en mano, la cual goteaba sangre, caminó con la otra mano metida en el bolsillo de su chaqueta; a paso lento, sacó un paño del interior de la misma, retirando las gotas de sangre que habían ensuciado su rostro.
De todos los seis, ese era el único que tenía un alma de color; Valentía.
Una araña lo suficientemente estúpida pero valiente para intentar luchar contra un dinosaurio, esa sería la mejor comparación que pudo ocurrírsele.
Y desde el suelo, arrastrándose con el único brazo que le quedaba, pues el otro había sido rebanado hasta su hombro, el mago de ojos naranjas hacía hasta lo imposible por arrastrarse en un cobarde intento por vivir.
¡¿Cómo... cómo lo hizo... ?!
"No recomendaría que te muevas tanto."
Sarff habló, volviendo a guardar el pañuelo que usó para limpiar su rostro en uno de sus bolsillos, todavía tenía el porte de un caballero, aunque ahora su tono de voz era muchísimo más... informal, pero seguía teniendo esa superioridad.
No era arrogancia, simplemente... era obvio como iban a terminar las cosas, desde su punto de vista.
Sangre escapó desde el interior de la garganta del miserable bastardo, que sentía como sus costillas hechas pedazos parecían estar implosionando en su torso. Una textura horripilante se esparcía por su muñón, todo lo que esa espada había cortado, había ganado una especie de maldición o algo similar.
Era inconcebible.
"¡¿Qué... qué clase de magia es esta... ?!"
Gruñó, orgulloso e incrédulo, antes de que el pie del pelirrojo se posara en una de sus piernas, pisándole con fuerza para impedir que siguiera arrastrándose. Aplicó un poco más de fuerza, con intención de quebrarle el tobillo.
Se retorcía como una cucaracha en su propia miseria. Desde arriba, Sarff realmente se sintió algo intrigado.
"¿Huh? ¿no te enseñaron a reconocer y contrarrestar maldiciones en tu departamento?... admito que eso es algo... decepcionante"
La mirada que esos ojos venosos, inyectados en sangre le devolvieron le resultó casi cómica. Siempre era igual tratándose de los magos. Demasiado egocéntricos para aceptar que un "ser inferior" les pusiera un alto a sus "gloriosas existencias".
Sarff giró levemente el tobillo, escuchando el crujido que le hizo compañía al grito ahogado del hombre en el suelo.
"Hace mucho dejé de esperar nivel básico en este gremio de farsantes…" musitó, con una sonrisa irónica. "Pero todavía me asombra cómo siguen encontrando maneras de decepcionarme."
Se agachó, sin perder elegancia, sin apuro. El rostro del asesino estaba empapado en sudor y sangre, retorciéndose por el dolor, pero aún repleto de odio.
"¿Sabes lo que es realmente curioso?" continuó Sarff, ahora apenas a centímetros de su víctima. "Que ustedes, todos ustedes, utilizan toda clase de excusas para justificar sus actos. Actos tan abominables que hasta me da asco pensar que respiro el mismo aire que ustedes, miserables desperdicios de oxígeno."
El mago abrió la boca para replicar, pero solo escupió sangre y fragmentos de dientes.
Sarff alzó la mano, lentamente. La espada roja, como viva, palpitó como si reaccionara a que su dueño la empuñase, lista para hacer lo que estaba por comandarle.
"Pensaron que venir seis contra uno les daba alguna clase de ventaja. Que el mundo respondía a las reglas que ustedes aprendieron en una biblioteca polvorienta."
Se incorporó.
"Ese fue el error número uno."
Con un suave chasquido, la maldición alojada en el muñón del hombre se activó por completo. No fue un grito. Fue un alarido. Uno que ningún sello de silencio podría contener.
"¿Sabes? Te daré algo antes de morir. Algo más valioso que toda tu carrera: claridad."
El hombre lo miró con el único ojo aún sin reventar.
"Esto no fue una pelea. No fue un duelo. Fue una ejecución."
Sarff alzó su espada una vez más, y sin fanfarrias, sin movimientos innecesarios, la descendió. Un corte limpio, final.
Silencio.
Sólo el viento del bosque, que parecía haberse contenido hasta entonces, volvió a agitar las hojas como si exhalara aliviado.
Sarff se quedó de pie entre los cuerpos. Se sacudió la sangre de la hoja, la hizo desaparecer en una pequeña runa que se selló con un destello púrpura, y luego se acomodó el cuello de su abrigo con total normalidad.
"Veinte minutos," murmuró. "Estoy oxidado."
CHAS
Chasqueó los dedos una vez, el cuerpo inerte frente a él fue envuelto en una luz rojiza. Un "bzzz" se escuchó en el aire mientras que, ante los impasibles ojos del pelirrojo, el cuerpo destruido del "Asesino Valiente" se reconstruía con normalidad.
El cadáver se volvió a unir. Piel limpia, sin imperfecciones. Su cuenca volvió a albergar un orge naranja. Volvió a la vida, pero la carencia del brillo en sus ojos indicaba que no era el mismo de hace unos minutos.
"Volverás con tus jefes. Dirás que la magia extraña de los monstruos enveneno a los grises y murieron. Tú seguiste y diste con la información que necesitabas: Sarff Hynafol no está inscrito en la Torre del Reloj porque servía directamente a Marisbury Animusphere y, que con su muerte, siguió las órdenes que le dejó su Señor. Tras eso, desaparecerás, ¿entendido?"
No hubo más respuesta que un vago asentimiento y la sensación de la desaparición de su presencia mediante magia.
Sarff miró el lugar unos momentos más, antes de chasquear los dedos de nuevo. El resto de los cuerpos fueron cubiertos por unas llamas escarlatas que los consumieron en poco tiempo.
Cinco minutos después de haber terminado, el ¿mago? de cabello rojo giró sobre sus talones y caminó de regreso al jardín Dreemurr, cruzando la barrera aún activa. Las luces que rodeaban el domo vibraron suavemente al reconocer su presencia y se abrieron apenas lo necesario para dejarlo pasar.
Undyne fue la primera en salirle al paso, corriendo desde el póritoco de la puerta para agarrarle de los hombros, ignorando cualquier decoro.
"¿¡Qué fue eso!? ¡El cielo cambió de color por un segundo, maldita sea!"
Sarff no contestó al instante. Se detuvo, sacó su pañuelo otra vez, y limpió una mancha roja que le había quedado en la mejilla. Cuando habló, lo hizo con la misma calma que si comentara el clima:
"Seis. Todos neutralizados. El último… resistió más de lo esperado."
Toriel apareció tras Undyne. Su rostro era pálido, tenso.
"¿Vendrán más?"
"Lo dudo. Devolví a uno, dirá lo que tenga que decir. Dirá que Frisk rechazó la invitación y yo solo vine a intentar convencerlo, pero no lo logré. Estarán tranquilos, pero aún así volveré tras mandar los documentos firmados a Chaldea."
Replicó, y sus palabras trajeron un sentimiento de paz al grupo, aunque no del todo. Flowey frunció el ceño desde su maceta, estando entre los brazos de Frisk para moverse, y Chara, por su lado, miró hacia su compañero.
Los dos pensaban lo mismo.
¿Qué diantres pasó... ?
Ya se había acostumbrado a ataques terroristas de todo tipo, pero... ¿Magus Killers? eso era algo diferente, no era el típico activista que quería volarlo en pedazos o envenenarlo a él o a su familia.
Era un nivel completamente distinto.
[Archivo guardado]
Solo por seguridad hizo un punto de guardado en pleno salón, invisible para todos los demás, salvo la princesa, su hermano, y el propio Frisk. Chara suspiró aliviada, bien, nadie de los que quería estaba muerto, y no tendrían que reiniciar hasta la hora del desayuno.
Eso era... algo.
Sarff, una vez más, volvió a colocarse sus lentes, ahora tenía un porte más seguro, no estaba preocupado... que ellos supieran.
Solo incrementó la seguridad que sentían.
"No creo que vayan a tener más problemas, no se preocupen."
Sus labios se contorsionaron en una pequeña, pero sutil sonrisa, tras enfocarse en el muchacho de ojos amarillos.
Inclinó la cabeza, en señal de despedida.
"Ten un buen cumpleaños pequeño. Altezas. Sans. Undyne. Los veré pronto."
Sus palabras, aunque suaves, se sintieron como el cierre de un ciclo.
Con esa última mirada, Sarff giró sobre sus talones y se alejó entre las sombras del jardín Dreemurr, como si la noche misma le diera la bienvenida una vez. Sus pasos no hacían ruido sobre la piedra. Y cuando cruzó el borde de la barrera, esta se deshizo sin ceremonia, desvaneciéndose como polvo en el aire.
El silencio quedó como una manta pesada sobre el grupo.
Frisk aún sostenía la maceta con Flowey. El tallo había dejado de temblar, pero sus pétalos no se veían relajados. No había dicho nada desde que la amenaza fue mencionada.
"¿Magus Killers...?" repitió al fin en voz baja.
"una amenaza muy específica," respondió Sans, su tono bajo. "demasiado específica."
Toriel tomó asiento con lentitud. Cruzó las manos sobre su regazo y miró fijamente al vacío. Asgore se mantenía de pie, la espalda erguida, como si no supiera qué hacer con sus manos.
Undyne apretaba los dientes. No por frustración… sino por impotencia.
"Los que van por el cuello sin dar la cara," escupió. "Ni siquiera se atreven a pelear de frente. Y aun así se llaman 'élite'."
Frisk no dijo nada. Solo miraba hacia donde Sarff se había ido, con los ojos levemente entrecerrados. Sabía que no era normal. Ninguno de los magos lo era. Pero había algo en Sarff… algo que incluso él, con toda su historia vivida, no lograba leer del todo.
Chara, a su lado, seguía con los brazos cruzados, el ceño fruncido.
[Lo dices como si eso fuera nuevo] murmuró. [Todo esto apesta a manipulación. ¿De verdad vamos a ir a un lugar donde esto es 'normal'?]
"Ya hemos ido a peores," respondió Flowey, en voz baja, sus tallos volviendo a la normalidad mientras miraba a su hermana flotante. "La diferencia es que allá… la magia no se mide en amor o rabia. Allá te matan y ni siquiera te dan el gusto de un diálogo final."
Chara chasqueó la lengua. Ni siquiera habían empacado las maletas y ya estaban teniendo problemas de esa índole. Como estaba detestando que Frisk haya aceptado el trato.
[Eso fue demasiado honesto para ti, flor.]
"No estoy de humor," replicó la flor dorada, bajando un poco los pétalos. "Tú tampoco deberías estarlo."
El [Archivo guardado] aún flotaba invisiblemente en una esquina del salón, vibrando tenuemente con ese resplandor que solo los tres podían ver.
Frisk respiró hondo, y sin girarse, habló al aire.
"Vamos a ir. Eso no cambia."
Ahora, el tema volvía al punto donde toda esa mañana inició. ¿Lo decía para convencerse o para convencer a los demás?
.
.
-[Fragmento 2: Decisivo]-
Los días pasaban volando. Su cumpleaños fue bien recibido, incluso más de lo usual. Regalos por aquí y por allá. Regalos útiles en cierto sentido.
Ropa para abrigarse, un celular nuevo de última generación, libros de magia, historia y política dados por Asgore de su biblioteca personal.
"Si vas a meterte a ese mundo, esto te podría servir. Aunque sea el conocimiento básico es bienvenido."
De todos los regalos, sentía que esta vez el viejo hombre cabra había dado el más útil de todos.
"Hmmm... no puedo creer que las cosas hayan cambiado tanto... "
Murmuró el octavo caído al Monte Ebott, leyendo con honesta curiosidad el pasaje que hablaba en detalle sobre, precisamente, la familia que había establecido contacto con él hacía un par de semanas.
El pasaje que hablaba sobre Aetherius Animusphere. La ilustración que se usó para representar al peliblanco tenía un aire de majestuosidad que, sinceramente, ni a Flowey ni a Chara le agradaba ni un poco.
¿Qué esperar de uno de los mayores asesinos de monstruos y "videntes" que tuvieron los humanos para asegurar su victoria en la guerra?
El ancestro de Olga estaba ilustrado en en el espacio exterior, mirando de frente, como si esos ojos anaranjados estuvieran vivos y juzgándole desde la misma tinta. Abajo de él, dos siluetas moradas que representaban a sus dos hijos.
A ojos de ambos príncipes y el pequeño embajador, el hecho de que se pudiera predecir el maldito futuro con la Astronomancia era una locura.
Una locura.
"Si lo que dijo Sarff es cierto... así como las historias de papá... tal vez ese Marisbury se enteró del fin del mundo del mismo modo que este pedazo de basura y sus vástagos descubrían los movimientos de los monstruos en la guerra"
Comentó la flor de pétalos dorados, el pequeño Dreemurr ganó una mueca que entremezclaba curiosidad e intriga, ¿tal vez tenía razón? quizás Marisbury vio el destino del mundo en las estrellas, tal como hiciera el fundador de su linaje hacía mil años.
O tal vez solo tuvo suerte.
Aún así, Frisk no estaba del todo seguro, y Chara era evidentemente escéptica.
[¿Realmente crees que los cuerpos astrales se apiaden de nosotros y le digan a alguien nuestra fecha de caducidad?]
Preguntó con evidente sarcasmo la monarca espectral, frunciendo el ceño. No era quién para cuestionar la magia, ni mucho menos, pero incluso cuando ellos eran capaces de regresar en el tiempo hasta cierto punto no era lo mismo que predecir el futuro.
"El mundo está lleno de misterios, Chara"
[Touché, Asriel]
La voz de Chara retumbó con ironía en el aire estancado de aquel cuarto silencioso. Sus ojos carmesí, aunque transparentes, estaban fijos en la página abierta. La figura de Aetherius parecía observarlos desde el papel, impasible, como el vivo reflejo de un dios antiguo que miraba hacia abajo, como si ellos no fueran más que simples hormigas que ni siquiera eran dignos de su mirada.
Frisk pasó la página con cuidado. El crujido del libro antiguo llenó el ambiente con una solemnidad que no merecía.
"¿Sabes qué es lo peor?" murmuró Flowey, sus pétalos cayendo apenas. "Que probablemente él pensó que estaba haciendo lo correcto."
[¿Y eso lo justifica?] replicó Chara con molestia, girando para ver a la flor dorada.
"No," respondió la flor, sin molestarse en levantar la voz. "De alguna manera muy retorcida...solo lo vuelve aún más humano."
El adolescente cerró el libro con cuidado, sellando la mirada de aquel mago ancestral entre sus tapas. Lo depositó junto a los otros textos antiguos que Asgore le había dejado. Aunque más que textos, eran diarios que fueron regalados a él por el Primer Determinación que pisó Ebott City hace siglos. Algunos títulos no podía leerlos bien al estar en la versión antigua de su idioma, pero hacía el intento.
Algunos tenían nombres grandilocuentes y otros, sinceramente, algo estúpidos. Aparentemente los magos tenían tendencia a poner nombres ostentosos a sus obras, un patrón que iba ligado a la arrogancia que cada uno sostenía incluso desde siglos atrás.
Frisk suspiró, llevándose una mano al pecho, justo donde sentía arder esa parte de su alma que no podía describir.
"La astronomancia... ¿y si es real?"
[Si lo es,] dijera la princesa, esta vez en un tono más grave, [entonces el destino está escrito en un idioma que no podemos leer. Y eso nos pone en desventaja.]
"Pero también significa que alguien sí puede leerlo," agregó Flowey. "Y si ese alguien no está de nuestro lado…"
Frisk simplemente negó con la cabeza. No había momento de pensar en eso.
"Creo que están siendo muy pesimistas. El libro de Aetherius dice que solo uno por generación puede obtener la habilidad y delicadeza para ser un Astromante en perfectas condiciones. Y no sabemos si la señorita Olga lo es."
"...Tienes razón, después de todo, quien creó Chaldea fue su padre, Marisbury...O eso dijo Sarff."
[Es en una de esas extrañas ocasiones que el nepotismo trae buenas consecuencias, ¿eh?]
Hubo pequeñas risas por parte de humano y espectro. Si, se podía decir de alguna extraña manera que eso era así.
"¿Quién sabe? Tal vez si la señorita Olga si tenga la habilidad y pueda ayudarnos en lugar de antagonizarnos. Aún no la conocemos en persona."
Ese era un punto bastante bueno, y tanto ex-humana como ex-Dreemurr le dieron la razón por el momento.
El ambiente ya no era tan tenso. El peso de lo que habían leído seguía allí pero ahora tenían algo entre las manos: una posibilidad. Una grieta por la cual colarse en los planes escritos por otros.
Frisk acarició la tapa del libro con cuidado. El lomo estaba desgastado y el cuero empezaba a separarse, pero se notaba que había sido leído muchas veces. Las hojas aún llevaban el olor a incienso y tinta vieja.
"¿Saben? Papá me dijo que los libros son mapas del alma de quien los escribió."
"¿Y qué alma tiene este?" preguntó Flowey, sin mucho ánimo de burlarse.
"Una que nunca quiso entendernos," respondió Frisk, con sinceridad. "Pero... eso no significa que no podamos entenderla nosotros."
Chara giró los ojos, pero no dijo nada más. El niño ya había ganado la conversación.
Fue entonces cuando se escucharon pasos por el pasillo de piedra. Un ritmo familiar, pesado pero tranquilo. La puerta se abrió apenas, y la figura de Asgore apareció en el umbral, con una taza de té en una mano y un viejo tomo más bajo el brazo.
"¿Todo bien por aquí?" preguntó, su voz tan cálida como siempre.
Frisk asintió, cerrando el libro anterior y recibiendo con ambas manos el nuevo que le tendía su padre adoptivo. Este era más delgado, pero su título estaba en una lengua que no reconocía.
"Una traducción parcial de los primeros tratados de los Animusphere, cuando llegaron a Ebott a pedido de Grace Talaz, la Maga de la Perseverancia." explicó Asgore al ver su expresión curiosa. "Mi viejo amigo Argus me la dio antes de la guerra. Nunca tuve tiempo de leerlo hasta que fuimos encerrados. Recuerdo haberlo leído después de la guerra, cuando intentaba entender cómo funcionaban las mentes humanas fuera del campo de batalla y qué los orilló a querer encerrarnos bajo el monte Ebott."
"¿Por qué lo guardaste?" indagó Frisk, mirando fijamente el libro entre sus manos.
"Porque me pareció útil entender cómo alguien tan brillante podía volverse tan frío."
Asgore dejó la taza sobre el escritorio. Observó a Frisk un momento, y luego suspiró con suavidad.
"No importa cuán poderosa sea su magia o su ciencia. Lo que siempre les faltó… fue corazón."
El tono de voz con el que Asgore terminó su frase era algo lúgubre y pesimista, sus tres hijos se dieron cuenta al instante, aunque no lo demostrara, miraba con algo de nostalgia y pena aquellas épocas.
Era obvio que pensaba, de vez en cuando, en el pasado, como haría cualquiera que hubiera deseado hacer las cosas de manera diferente.
Muchas vidas se perdieron, por ambos lados... vidas que tanto Asgore, como Toriel y Gerson, los últimos que quedaban de esa era, pensaban podrían haberse salvado.
"¿Estás bien, papá?"
Fiel a su naturaleza benigna, el muchacho de cabello marrón imitó la misma pregunta que su madre le hiciera unas semanas atrás cuando le vio beber café esa mañana. Su mano fue hasta la del rey, apretándola con el cariño que solo un hijo podía darle a un padre.
Flowey evitó mirar la escena, y Chara ganó una leve sombra en su rostro al ver aquello. Asgore cerró silenciosamente su mano alrededor de Frisk, apretándola en busca de consuelo. Su rostro, cansado por haber vivido más de lo que cualquiera debería, asintió con un aire de resignación.
"Si, estoy bien, hijo... es solo que... he vivido demasiado."
Respondió, negando con la cabeza. Hacía mucho que había sido joven, su madre Asalia y su padre Sarmiel habían muerto de manera natural, como tenía que ser.
Le dejaron a él y a su prometida el futuro de su raza, y a veces, Asgore se preguntaba si había hecho un buen trabajo. Después de todo, ya no había vuelto a vestir su corona salvo para las reuniones importantes, pues dentro de él, sentía que no la merecía.
No era correcto que un adulto hablara de sus problemas con sus hijos; los padres estaban ahí para ayudar a levantarse, guiar y pavimentar el futuro para sus niños.
Niños que él había perdido en una sola noche y que aún veía en sus sueños... y sus pesadillas.
El rubio volteó a mirar al pequeño embajador, antes de sonreirle con sinceridad.
"¿Sabes? jamás comprendí por qué los humanos temían a la muerte o buscaban la vida eterna. Habiendo vivido tantos años... estoy seguro que si le preguntaras a tu madre o al viejo Gerson, te dirían lo mismo que yo... la vida eterna... es horrible"
Las palabras quedaron suspendidas en el aire como cenizas. No había rabia en su voz, ni lamento. Solo la pesada verdad de quien había vivido lo suficiente para entenderla desde todos sus ángulos. Un hombre cansado por el paso del tiempo, la soledad, la culpa y el deseo de haber las cosas distintas.
Frisk no respondió de inmediato. Solo lo miró, sus ojos amarillos brillando con algo entre compasión y entendimiento. Apretó con más fuerza su mano.
"Pero tú sigues aquí."
Asgore parpadeó, sorprendido por lo simple y profunda que fue aquella respuesta. Sonrió, aunque con algo de tristeza.
"Sí… sigo aquí."
"Entonces eso es lo que importa."
El viejo rey soltó una risa ronca, cansada, como si le hubieran hecho cosquillas en un lugar olvidado.
Flowey lo escuchó desde la repisa, sin atreverse a girarse del todo. Su tallo temblaba apenas, y su flor estaba semicerrada. Lo sabía. Esa voz, esa calidez que aún brotaba de alguien como Asgore, era la misma que había intentado protegerlo a él también, cuando fue otra persona. Cuando todavía tenía un alma.
Chara, en cambio, observaba con los brazos cruzados y el ceño levemente fruncido. No decía nada, pero su mirada vagaba entre el rostro del rey y a Frisk. Ella también estaba recordando. Una noche sin estrellas. Un cuerpo pequeño en los brazos de una cabra que lloraba sin voz. Una guerra desatada por amor.
[Te pareces a él] murmuró Chara, sin que nadie lo oyera más que ella misma. Una reflexión. El Demonio que aparecía cuando era Llamado había sido afectada más de lo que dejaba entrever. [Mucho más de lo que te das cuenta...]
Asgore volvió a sentarse con cuidado en la vieja butaca del rincón. Había traído más libros, pero no los abrió. Se limitó a mirar a su hijo adoptivo y a, sin saberlo, su hija espectral, y al alma fragmentada que alguna vez fue su hijo por derecho.
"Frisk. Lo que estás por hacer... no va a ser fácil."
Eso era obvio, ¿no es así, Frisk? Pero aún así, prestaste atención. El sabio consejo de un padre nunca era desperdiciado.
"No porque el mundo sea cruel, aunque lo es, sino porque te pedirán que seas alguien que no eres. Que actúes como adulto. Que decidas cosas que no deberías tener que decidir aún."
Frisk lo escuchaba sin parpadear. Sus ojos dorados (del mismo tono que Sarff, pensó el rey) le miraban fijamente.
"Y sé que tú lo harás. Sé que lo harás bien. Pero… solo recuerda esto, por favor."
El rey lo miró con una seriedad que poco mostraba en estos días.
"Es algo que mi padre, Sarmiel Dreemurr, me dijo hace tantos siglos: No dejes que te conviertan en alguien más. En un símbolo. En una herramienta. No importa cuán grande sea tu destino, tú eres tú. Eso… es lo más valioso que tienes."
Chara bajó la mirada. Flowey también. Frisk solo asintió, en silencio, sintiendo que aquellas palabras se grababan a fuego en algún rincón de su alma.
"Algo que aprendí con el tiempo, no como el Rey Asgore, sino como Asgore Dreemurr, fue el hecho de que no todos nacemos en la grandeza, pero sentimos, amamos, odiamos y dolemos de igual forma. No te conviertas en algo que ellos vean como "bueno", no lo vale... Nunca lo valdrá"
Finalizó, antes de colocar su mano en el hombro del castaño. Con la boca semi-abierta, el pequeño Dreemurr observó a su padre en silencio, su alma dolió un poco producto del amor paternal recibido por parte del monarca.
E internamente, tanto Flowey como Chara sufrieron una situación similar. Una lágrima descendió por el rostro de la flor dorada, mientras que la primera caída llenaba sus pulmones con aire, suspirando una vez más.
Ring... ring~
"Oh."
El momento emocional fue interrumpido por el tono de su celular. Asgore asintió, dándole permiso a su tercer hijo de contestar; desde el otro lado, la estridente voz de Papyrus resonó en su cabeza.
"¡FRISK! ¡HOLA! ¡TE HABLA EL GRAN PAPYRUS!"
"¡HOLA PUNK!"
Cerrando uno de sus ojos en una expresión dolida, Determinación tercero sintió como pitidos resonaban en su cabeza, antes de soltar una leve risilla, cada vez que Undyne y Papyrus estaban juntos, solo podía significar una cosa.
"Hey Kiddo."
"Ho-hola Frisk"
Habían tenido una pequeña reunión. Alphys y Sans no tardaron en unirse a la conversación, aunque no era una vídeo llamada, podían escucharse perfectamente las voces y los sonidos de platos o maquinaria desde el fondo.
Además de una clásica tonada de Jazz que tanto el rey como el humano reconocieron al instante; era la canción favorita de Grillby.
"H-hola..."
Sentado en su mesa, el menor de los hermanos esqueleto sonrió con un "¡NYEH!", su hermano mayor soltó una leve risa, y Alphys, que tenía puesto su vestido negro con lunares blancos, sonrió nerviosamente. Tal vez se habían pasado un poco con los gritos...
"¡Frisk! ¡Ya que tu partida va a ocurrir pronto, pensábamos en aprovechar estos últimos días que nos quedan!"
"¡SI, CARAJO! ¡VAMOS! ¡PODRÍAMOS HASTA TENER UNA PIJAMADA!"
Bramó la pelirroja, "Wham" sus puños chocaron contra la mesa, lo que le ganó una apuntada de dedos por parte de Grillby, quien servía papas fritas a un monstruo con forma de conejito.
Frisk miró a Asgore, como preguntándole que hacer, pero para el rey la respuesta era obvia.
"No creo que dedicarle todo el tiempo al estudio sea prudente, hijo."
Algo en lo que Chara y Flowey estaban de acuerdo. Todos necesitaban un descanso, y no estaba del todo seguro que tanto tiempo libre tendría una vez se uniera al plantel de empleados de Chaldea.
Toriel estaría de acuerdo.
Sonriente, determinación asintió, encantado con la idea de comer con sus amigos.
"Voy en cinco minutos. ¿Grillby's?"
"El mejor lugar del mundo, chico"
Contestó Sans desde el otro lado de la llamada, ganándose un "¡MÁS BIEN EL ÚNICO QUE CONOCES!" por parte de su hermano. Frisk colgó la llamada al instante, antes de darle un abrazo a Asgore, que él no tardó en corresponder.
Recuerdos de una época antigua vinieron a la cabeza del rey, tan parecido, pero tan diferente a su única hija... a él y a Toriel les tomó una eternidad que Chara aprendiera a confiar en ellos, y que le dejaran abrazarla.
Por eso miraba la interacción entre su sucesor y su padre con nostalgia, junto a un leve toque de celos.
"Gracias por todo, papá. Te veo más tarde."
Dijo el chiquillo, ganándose una sacudida en el pelo por parte del monstruo jefe. Si, tal vez hubiera vivido demasiado y perdido mucho, pero tras ver a Frisk salir de la casa con Flowey entre sus manos, en dirección al restaurante más famoso de la ciudad, pensó en las palabras que él mismo le dijo.
Tú sigues aquí...
Se repitió a si mismo, cerrando la puerta. Muchos amigos y seres queridos había perdido tanto en la guerra, como por morir debido a la vejez esperando la libertad que nunca llegaron a obtener. Rudy Holiday era uno de ellos, y aunque Carol, Dess y la pequeña Noelle estaban bien, su ausencia aún se sentía.
Pero seguía aquí... y dentro de todo, Asgore vivía una vida feliz, como todos los demás... gracias a ese niño, que ya se había convertido en un hombre.
.
.
Afuera, el mundo seguía siendo blanco.
En el Polo Ártico, la superestructura de Chaldea se alzaba como una aguja de acero y cristal enterrada entre nieve perpetua y montañas congeladas. Aquel desierto blanco se extendía por kilómetros, y aunque en esas fechas algo de luz solar alcanzaba a filtrarse durante algunas horas del día, el paisaje seguía pareciendo sacado de un mal sueño.
Romani Archaman, Médico de Cabecera de la organización, caminaba por los pasillos internos mientras bebía de su taza con la palabra “Café = Vida” impresa con cariño por alguna asistente que ya no trabajaba ahí.
El interior del edificio, al menos, era un oasis climático. Gracias al sistema de temperatura central, los pasillos se mantenían constantemente a 22 grados centígrados, y cada habitación podía personalizar su ambiente con precisión quirúrgica. Lo cual, para ser honestos, era lo único por lo que los residentes no habían enloquecido por completo durante el último solsticio.
Romani no se quejaba. No demasiado.
Después de todo, aún tenía café. Y lo más importante: internet suficiente para ver a Magi☆Mari sin interrupciones.
Suspiró, resignado, mientras se detenía frente a las puertas corredizas de la sala de reuniones principal.
Con un suave zumbido hidráulico, las puertas se abrieron ante su presencia, revelando un espacio que contrastaba completamente con el blanco polar del exterior.
La sala de reuniones ra una cámara ovalada, amplia pero sin exceso, recubierta de superficies limpias, de un blanco marfil tenue que no llegaba a ser frío. Las paredes estaban adornadas por franjas luminosas que se encendían con un tono celeste al detectar movimiento, y en el techo —una cúpula de cristal reforzado— se proyectaba una imagen en tiempo real del cielo sobre el ártico: nubes en movimiento, auroras, y de vez en cuando, la silueta del sol asomando en el horizonte helado.
En el centro de la sala, una mesa circular flotaba apenas unos centímetros del suelo, gracias a un sistema gravitacional artificial. Sobre ella, varias pantallas translúcidas emergían con solo un gesto, permitiendo proyectar mapas astrales, líneas temporales, perfiles mágicos y, desde hace unas horas, información sobre algo tan extraño en la actualidad como "ALMAS con atributos emocionales fijos".
A un lado, un dispensador automático de bebidas tarareaba suavemente una melodía clásica, probablemente alguna configuración dejada por el jefe técnico para darle "ambiente académico" a la habitación. Las sillas, ergonómicas y demasiado caras, estaban colocadas con precisión matemática, cada una con una pequeña placa holográfica que mostraba el nombre y rango del ocupante.
El día de hoy, por lo delicada de la información, solo cinco personas estaban presente.
Dr. Romani Archaman – Jefé Medico
Leonardo Da Vinci - Jefa del Departamento de Tecnología
Lev Lainur - Sub-Director de Chaldea
Olga Marie Animusphere - Director de Chaldea
Y por último pero no menos importante:
Mashu Kyrielight
El único nombre sin rango, pero que merecía estar allí. El trabajo de la muchacha era ayudar al Equipo A en las simulaciones hasta que fuera llamada a acompañarlos cuando todo iniciara. Pero eso no competía por el momento.
Todos ya le esperaban.
"Romani, bienvenido."
"Buenos días a todos. Lamento la demora."
"¿Otra vez el café te está dando problemas, Romani?"
Leonardo Da Vinci no era la figura anciana y barbuda que uno esperaría al escuchar su nombre. No. La genio de Chaldea había elegido manifestarse en una forma más... práctica, según ella. Frente a Romani, lo que había era una joven de largo cabello castaño oscuro, ojos intensos y violetas, y una sonrisa que podría llamarse encantadora. Un vivo reflejo de la famosa Giocconda.
Vestía una versión estilizada del uniforme mágico de la organización: una blusa roja con adornos dorados, una falda corta con ribetes celestes, y unos altos protectores de piernas que se ajustaban a su figura con elegancia. En una mano sostenía su inseparable bastón con adornos astrológicos, y en la otra —una prótesis mecánica digna de sus inventos— descansaba una taza con su infusión favorita.
A su alrededor, flotaban pequeños autómatas del tamaño de mariposas, seguramente realizando cálculos o ajustando fórmulas en segundo plano. Su mera presencia parecía llenar la sala con una chispa artística que ningún otro científico podría igualar.
"La creatividad no se alimenta sola, Leo"
Respondió Romani, mirándola con cariño profesional. A veces olvidando que tras esa apariencia juvenil se escondía uno de los mayores genios de la humanidad.
Da Vinci le devolvió la sonrisa, mientras que la mirada del hombre pasaba a su costado.
A su derecha, cruzado de brazos, Lev Lainur Flauros, con su figura delgada y su elegancia algo exagerada destacaba como un maniquí escapado de un desfile victoriano. Su traje verde oscuro estaba tan perfectamente planchado como siempre, con los puños y el cuello forrados en pelo negro. El sombrero de copa apenas se movía incluso cuando él ladeaba la cabeza en uno de sus gestos educados, y la sonrisa permanente en su rostro era tan falsa como inquietante.
"Qué alegría verte, Romani".
Dijo con una voz suave, cortés… demasiado cortés.
Parecía disfrutar estar allí más de lo que la situación merecía, sino fuera porque eran amigos cercanos de hace años, dudaría más de él.
Archaman volvió su cabeza, ahora mirando a la cabecera de la mesa.
En el centro, con los brazos apoyados sobre la mesa flotante, se encontraba Olga Marie Animusphere, la Directora de Chaldea. Su postura erguida y su mirada enfocada en la pantalla frente a ella revelaban que llevaba allí más tiempo del necesario. De cabello blanco plateado y ojos naranjas intensos, la heredera de la prestigiosa familia Animusphere no era precisamente la más cálida de las personas, más aún cuando la situación ameritaba seriedad, pero su eficiencia era innegable.
O al menos eso le decían, y ella se negaba vehementemente a aceptar ese cumplido.
"Estábamos a punto de iniciar sin ti, Romani." Declaró, aunque sabía que mentía, habían que mantener las apariencias de manera oficial. "Si no fuera porque tu informe médico es esencial para este caso..."
Romani se rascó la cabeza con un gesto nervioso, soltando un "Lo siento..." por lo bajo que hizo reír un poco a Leonardo y que la sonrisa de Lev temblara mientras él tomaba asiento, mirando hacia la derecha de Olga.
Sentada al lado de Olga, casi como una sombra amable, estaba Mashu Kyrielight. La más joven de la habitación, cabello lavanda atado en una media coleta, y un par de lentes redondos que enmarcaban sus ojos violeta claros, Mashu era la única del grupo que no parecía encajar del todo con el aire académico y jerárquico de los demás... y, sin embargo, nadie de los presentes dudaba de su lugar allí.
Vestía el mismo uniforme estándar del sorporte técnico femenino encargado de la logística: camisa sin mangas gris, corbata roja, pero la bata blanca había sido reemplazada por un abrigo blanco y gris con capucha. Aunque permanecía en silencio, sus ojos estaban atentos a cada palabra, cada gesto, cada fluctuación en los gráficos flotantes frente a ella.
Pero al detectar su presencia, se giró levemente para dedicarle una pequeña y suave sonrisa.
"Buenos días, doctor Romani"
Él le devolvió el gesto. A diferencia de los otros, Mashu no lo juzgaba por llegar tarde. Nunca lo hacía.
Una vez todos estuvieron acomodados, las pantallas comenzaron a proyectar los datos más recientes, recopilados por el hombre que les había mandado los papeles tras sus viajes a Ebott.
Siete esferas de luz aparecieron frente a ellos. Siete colores. Siete emociones.
Y al centro de todas ellas... una imagen de Frisk.
"Ese es..."
"El actual embajador de los monstruos, Frisk Dreemurr."
Completó Olga Marie por la joven de cabello rosado, dando un leve asentimiento. Encima de cada una de las esferas, comenzaron a escribirse palabras, frases; nombres atribuidos desde que la humanidad tenía uso de razón.
Perseverancia para el morado.
Valentía para naranja.
Justicia para amarillo.
Amabilidad para verde.
Integridad para azul.
Paciencia para el celeste.
Y Determinación para el rojo.
"Y el actual determinación de esta era."
"El niño que libero a toda una raza luego de mil trescientos años... y cambió el mundo en solo siete días"
Complementó Lev desde su silla, la genio universal se llevó una mano al mentón, antes de fijarse en Olga. Romani, a su vez, recordó la idea que la directora había tenido hacía varios meses, sobre formalmente invitar al muchacho de cabello marrón a formar parte de Chaldea.
Decisión que terminó tomando y enviándole una carta. A todo esto... no le había contestado. ¿O si lo hizo?
"¿Esto tiene que ver con la Grand Order, Directora?"
La última de los Animusphere asintió, antes de sacar de uno de los bolsillos interiores de su saco un pequeño archivero; que no tardó en deslizar en dirección a Romani.
Archaman fue el primero en recibirlo y leerlo. Era el contrato que había enviado a su contacto en Ebott, pero lo que más le sorprendió...
Era que las firmas del Rey y la Reina de los monstruos estaban ahí.
"Entonces... ¿si aceptó?"
Olga asintió, viendo como el documento era pasado a las manos de Leonardo Da Vinci, a las de Lev, y por último, a las de Mashu.
Decir que eso era una sorpresa mayúscula sería quedarse corto. Parte de Olga pensó que no llegaría a nada, pero se había equivocado.
Su entusiasmo se manifestó en forma de una sonrisa orgullosa.
"Ese tal Sarff logró que el joven Dreemurr aceptara. No sabía que mi padre tenía a alguien tan útil bajo su mando."
La frase de la Directora provocó una breve pausa en la mesa. Los tres adultos presentes compartieron una mirada sutil, silenciosa pero cargada de significado. No era el momento, pero esa conversación se daría más tarde.
La existencia de Sarff era, cuando menos, intrigante. Pero por ahora, la prioridad era la información que tenían frente a ellos.
Olga se acomodó la corbata y carraspeó suavemente para atraer la atención. Su voz sonó con la seguridad característica de alguien que había sido entrenado para liderar.
"Bien. Sé que todos aquí conocen la historia general sobre los Monstruos, pero es pertinente hacer un repaso ahora que tenemos datos actualizados, ofrecidos de buena fe tras su liberación por parte del joven Frisk."
Hubo un asentimiento colectivo. Olga continuó:
"Para entender la naturaleza de las almas monstruo y su relación con los humanos, debemos remontarnos varios milenios atrás. Desde los albores de la magia, cuando el Homo sapiens sapiens se volvió consciente de su manipulación, surgieron los primeros indicios de lo que hoy conocemos como Rasgos Humanos."
Los siete corazones de colores brillaron ante su nombramiento. Dispersándose para quedar en una filia india.
La albina continuo:
"Al nacer, las almas humanas son grises. Con el tiempo, según la personalidad y vivencias del individuo, el alma adquiere uno de siete colores: morado, naranja, amarillo, verde, azul, celeste… y rojo. Este último, la Determinación, es el más raro de todos. Inusualmente raro."
"¿Qué tan raro exactamente?". Preguntó Mashu con genuina curiosidad.
"Desde que se registran linajes mágicos, y con más de 300,000 años de historia como especie, sólo se han confirmado tres usuarios con este rasgo. Existen otras teorías, claro, pero los casos oficialmente reconocidos son contados."
"¿Y qué lo hace tan especial?"
"No lo sabemos con certeza". Respondió Romani, cruzándose de brazos."Pero hay una teoría persistente: que quienes portan una alma roja están destinados a alterar el curso de la historia. No solo influir… sino cambiarla, para bien o para mal."
Da Vinci tomó la palabra cuando el Doctor terminó de hablar:
"Además del joven Frisk, hay dos nombres registrados con este rasgo: Chara Dreemurr, la primera humana que cayó al Subsuelo, y Argus Sandoval, el Mago Determinación que lideró la creación del sello que encerró a los monstruos en el Monte Ebott."
"Y las teorías? ¿Los posibles usuarios no confirmados?"
"Algunos nombres siempre surgen en las discusiones más esotéricas". Respondió Olga, golpeando la mesa suavemente con la yema de sus dedos. "Gilgamesh, Rómulo, el Rey Arturo, Salomón… y, por supuesto, Jesús de Nazaret."
Mashu abrió los ojos con genuina sorpresa.
"¿Jesús el Cristo? Pensé que se le asociaba más a la Justicia o la Amabilidad…"
"Y con razón". Lev le dio una sonrisa suave, entreabriendo sus ojos con cuidado para ver la figura flotante del joven de cabellos castaños. "Pero entre los más obsesivos investigadores del alma existe la hipótesis de que uno de los poderes clave de la Determinación es el dominio sobre la vida y la muerte. Volver de entre los muertos por pura voluntad, en lugar de por intervención divina. Bajo esa lógica, Jesucristo sería el exponente más alto jamás registrado de esta afinidad."
"Hmm... "
Mashu bajó la mirada, pensativa. Romani bebió de su taza. Da Vinci sonreía como quien disfruta un buen cuento. Y Olga cerró el informe con un leve golpe, dejando el dossier sobre la mesa flotante.
"Sea como sea, lo cierto es esto: Frisk Dreemurr tiene una de esas almas rojas. Y si esa teoría es cierta… no solo tiene el poder para cambiar el mundo. Ya lo está haciendo."
El silencio se mantuvo unos segundos, hasta que fue Romani quien lo rompió. Dejó su posición, poniéndose erguido mientras miraba fijamente a la hija del anterior Director, quien le devolvió la mirada sin dudar.
"Sé que no me corresponde decirlo… pero ¿no creen que Frisk aún es muy joven? Apenas está por cumplir quince. No ha salido de su entorno mágico casi cerrado. Lo que sabemos de él es… político, no marcial. Es un embajador, no un guerrero."
Lev asintió con suavidad, como si compartiera la opinión, aunque no lo expresó con palabras. Incluso Mashu, pese a su habitual serenidad, tensó ligeramente los labios. En parte, era cierto. Desde fuera, Frisk parecía un “niño protegido”.
Pero entonces, la voz de Olga se hizo escuchar nuevamente. Esta vez, más firme, más grave.
"Desde la muerte del Rey Arturo a manos de Mordred, su hijo, marcando el colapso final de Camelot, terminó oficialmente la Era de los Dioses."
Todos en la sala reconocieron el peso de esas palabras. Era historia fundamental, especialmente para los magos.
"Desde entonces...". Continuó la mujer de cabellos blancos, colocando sus manos suavemente sobre la mesa, manteniendo su mirada en Romani. "La humanidad entró en lo que conocemos como la Era del Hombre. Y con ella, la conexión con los antiguos linajes mágicos y los Rasgos Humanos comenzó a debilitarse."
Da Vinci bajó un poco la mirada, pero una sonrisa suave se esbozó en sus labios, reconociendo internamente lo que la directora decía. "Bien hecho...".
"Hoy, solo dos de cada diez humanos nace con un Rasgo. El resto… almas grises. Sin afinidad. Sin color. Sin potencial. Estamos perdiendo algo que nos definía desde el origen de la magia."
Romani bajó la mirada hacia el dossier de Frisk. Su alma, representada en rojo intenso, resaltaba como una anomalía en medio de millones.
"Que los únicos tres casos confirmados de Determinación hayan nacido dentro de esta Era… pudo haber sido una advertencia... O una señal."
"Entonces... ¿para eso lo invitaste?"
La directora asintió.
"Exacto. No vamos a usarlo como una herramienta. Nadie le exigirá más de lo que pueda dar. Pero si queremos entender qué es esa alma. Cuánto puede resistir. Qué puede hacer, si puede desarrollarse."
Guardó una breve pausa antes de continuar.
"No estará en primera línea. Ni como parte del Equipo A ni B. Pero estará cerca… como un último recurso. Un apoyo discreto, un cabo suelto controlado. Porque si el mundo vuelve a colapsar, como ya casi ha ocurrido más de una vez… quiero saber si esa alma puede sobrevivir al apocalipsis."
Fue Lev quien habló esta vez, con su tono suave, pero sin ocultar del todo la crítica detrás de su sonrisa diplomática.
"Debo decirlo, señorita Olga… estás depositando una enorme responsabilidad en un muchacho que ni siquiera conocemos del todo. Su alma puede ser roja como una estrella, pero eso no lo convierte en una garantía. A veces, los ideales son solo eso… ideales. Frágiles ante la realidad."
El comentario flotó en el aire con un dejo de veneno. Da Vinci lo notó, pero no intervino. Sabía que Olga podía manejarlo.
La directora se mantuvo en silencio un segundo, mirando a Lev sin expresión. Luego, respiró hondo, y su voz se volvió más baja… pero más honesta.
"Tal vez. Tal vez estoy apostando por algo que ni siquiera debería tener espacio en esta sala: la fe."
Sus palabras llamaron la atención incluso de Romani, que alzó la mirada desde el dossier frente a él para mirar fijamente a Olga..
"¿Pero sabes qué?". Continuó la albina, mirando ahora a todos en la sala. "No confío plenamente en el Equipo A."
Eso sí fue una bomba. Mashu abrió ligeramente los ojos. Romani parpadeó, y hasta Lev entreabrió los suyos, divertido.
"¿Oh? ¿Y a qué se debe? Si es que se nos permite saber"
Animusphere respondió casi de inmediato. Como si ese pequeño monólogo lo hubiera practicado mil y un veces en su mente.
"Son magos. Todos. Entrenados. Cultos. Capaces. Pero crueles… o indiferentes. O simplemente tan cerrados emocionalmente que me cuesta verlos como algo más que piezas útiles."
Se alejó un paso de la mesa flotante, cruzándose de brazos.
"Sé que es el deber de un mago actuar con frialdad. Pero también sé que eso no los convierte en buenos humanos. Y para mí, eso aún importa."
Mashu bajó la mirada. Las palabras resonaban en ella más de lo que habría querido admitir.
"No soy ingenua", siguió Olga, con un tono más firme. "Sé que todo puede salir mal. Que incluso el mismo Frisk podría fallar, o verse superado por algo que no comprendamos aún."
"Pero si tengo que elegir entre siete magos curtidos por la experiencia y la ambición", sus ojos recorrieron la sala, "de los cuales sé que varios me apuñalarían por la espalda si eso los acerca más a sus ideales…"
Se detuvo frente a una pantalla que proyectaba el perfil de Frisk. Su alma roja flotando sobre una silueta juvenil.
"… Y un niño que aún cree que las cosas pueden cambiar para bien…"
Su voz se suavizó. Por primera vez, no como directora, sino como persona, habló desde lo profundo de su corazón.
"… Entonces sí. Me quedo con él. Mil veces. Porque mientras él exista, tal vez aún tengamos derecho a luchar por un futuro."
Finalizó la hija de Marisbury, como si fuera un martillazo bien dado a la conversación. Romani, desde su silla, no pudo evitar sonreír de todo corazón ante lo dicho por la hija del fundador de Finis Chaldea. Olga era una maga con todas las letras de la ley... pero aún conservaba algo de ese espíritu humano del que hablaba.
Tenía moral. Tenía un "alma" no en el sentido literal, sino en el sentido espiritual. Aunque jamás viera sus propios logros ni sintiera que su forma de ser o liderar fuera suficiente...
Si le preguntaran a Romani, Olga era mil veces mejor directora que miserable de su padre, después de todo, él le había conocido y bastante.
Era una opinión que no solo compartía él, también Leonarda lo pensaba. Y aunque Mashu apenas y tuviera recuerdos sobre Marisbury, a ojos de la joven de cabello rosado, la directora era la mejor persona que Chaldea podía tener como líder en estos momentos...
No...
Era la única capaz de liderar Chaldea a un mejor mañana, de eso estaba segura. Lev Lainur, a su vez, volvió a entrecerrar los ojos, soltando una leve risa, pero no como burla.
La reacción de la jefa le parecía hasta cierto punto, algo adorable, entrañable, como de una niña que confiaba demasiado en, como había dicho, ideales y la fe, pero...
Lo mismo podía decirse de Frisk Dreemurr. Había sido lo suficientemente idealista como para deshacer las acciones de su predecesor hace mil trescientos años, pensando que reunificar ambas razas era lo correcto.
¿Por qué? porque era un niño idealista... uno que se había convertido en un joven idealista, aunque no supiera en lo que se estaba metiendo o con lo que estaba tratando... estaba lográndolo.
Ella había tenido razón de que, por el solo hecho de existir y respirar, ya estaba cambiando el curso de la historia.
Olga alzó una ceja, posando su vista en el castaño de traje verde.
"¿Sucede algo, Lev?"
Y él negó con la cabeza.
"No, solo... es impropio de un mago hablar de manera tan... idealizada, Directora. Su padre se retorcería en su tumba."
Porque iba en contra de la filosofía de "el fin justifica los medios" por las que se regía el mundo mágico, pensaron Mashu, Romani, la propia Olga y Da Vinci en ese momento, pero no se amedrentó.
Los ojos naranjas de Olga emitieron un breve destello púrpura por un segundo, su propia alma dentro de su pecho ardía, su cerebro, cual computadora, calculaba.
"Mi padre vivió como quería y creía que debía, Lev. Yo estoy haciendo lo mismo, y quizás este niño tenía razón"
"¿Razón en qué, Directora?"
Preguntó Leonarda con visible curiosidad; valentía y perseverancia, los dos rasgos que Olga poseía como un "alma dual", se entremezclaban en su ser de forma intensa, harmónica, eran la mejor forma de definir a una chica como aquella.
Lo suficientemente valiente como para adentrarse a un mundo donde los magos más experimentados se devoraban a los magos pequeños y a los no magos para subsistir... pero que pese a todo, perseveraba a su propia manera para cargar con orgullo el apellido de su estirpe.
"Que a veces solo se necesita fe y buena voluntad para cambiar las cosas."
Leonarda sonrió. No con sorna, ni con escepticismo, sino con esa chispa viva de una mente que reconocía la belleza en una verdad simple. Se acomodó con elegancia en su silla, cruzando las piernas y apoyando el codo sobre el brazo del asiento, el rostro apenas inclinado hacia Olga.
"¿Sabes…? Lo curioso es que, siendo una científica, estoy más que dispuesta a creerte."
Dijo con un dejo juguetón, pero sincero. Nadie en esa sala lo dudaba: Da Vinci, con todo su genio y lógica, aún conservaba algo que muchos magos habían perdido siglos atrás. Asombro. Curiosidad. Un profundo respeto por lo imposible.
"Quizás la fe no se pueda medir en fórmulas, ni la buena voluntad se vea al microscopio… pero la historia se ha escrito demasiadas veces por personas que se atrevieron a creer."
Romani asintió lentamente, como si las palabras de ambas mujeres hubieran hecho eco en su memoria. De hecho, lo hicieron. Pensó en una época más sencilla. En una promesa que alguna vez había hecho, en un nombre que aún quemaba en su alma.
"Y puede que eso sea justo lo que necesitemos." dijo finalmente, dejando su taza de café sobre la mesa. "Una anomalía. Un error en el sistema. Algo que los cálculos no predijeron."
Mashu, silenciosa hasta entonces, levantó los ojos. Su mirada estaba clavada en la pantalla que mostraba la imagen del alma de Frisk: esa esfera roja, vibrante, pura.
"No es un soldado… pero lo que ha hecho, lo que representa… ha salvado más de lo que cualquiera de nosotros podría contar."
Y entonces se hizo un momento de silencio.
No incómodo.
Sino uno contemplativo. Respetuoso.
Todos los presentes sabían que estaban al borde de algo importante. No solo una nueva etapa para Chaldea… sino tal vez para la humanidad. La entrada de los Monstruos, la aparición de un alma Determinación activa, la alteración de la historia por medios imposibles... Era como si el tejido del mundo estuviera volviendo a entretejerse con aquel viejo ovillo que estaba remilgado en el estante.
Finalmente, Olga habló.
"Bien. El muchacho ya está en camino. El contrato acaba de llegarnos, así que eso significa que fue mandado hace unas dos semanas aproximadamente. Si mis cálculos no están mal, Frisk Dreemurr se integrará a Finis Chaldea como miembro en formación el 21 del presente mes."
Abrió una nueva ventana holográfica en la mesa, y al hacerlo, la sala pareció reaccionar a la designación. Luces tenues comenzaron a brillar sobre un pod vacío en la esquina norte, reservado para miembros del "equipo extendido".
"Su posición será de bajo rango. No entrará a las Misiones hasta que su entrenamiento y evaluación psicológica estén completos. Pero tendrá acceso a la biblioteca y a las salas de simulación. Y…" miró de reojo a Da Vinci. "puede que hasta al taller técnico, si alguien lo supervisa."
Da Vinci chasqueó la lengua con una sonrisa.
"Con gusto. Siempre me hacen falta manos pequeñas para soldar circuitos."
"Entonces… está decidido." Olga se puso de pie. "Que comience una nueva etapa para Chaldea."
Todos la imitaron, aunque no se trataba de una ceremonia formal.
Mashu levantó la vista por última vez hacia la imagen del alma roja flotando sobre la interfaz y sonrió suavemente, como si ya pudiera sentir la presencia del chico. Romani, por su parte, murmuró para sí:
"Espero que sepas en lo que te estás metiendo, Frisk."
Y Lev… simplemente guardó silencio.
Por ahora.
.
.
-[Fragmento 3: Hacia el horizonte]-
Decir que hoy era un día extremadamente ajetreado sería quedarse corto. Toriel, quien traía una ropa casual al igual que todos los demás, se limpió una lágrima con el pulgar casi de inmediato, su pie sobre el freno, no recordaba la última vez que había sacado el co--
Oh... fue para ese viaje en la playa...
Lo que la hizo recordarlo casi al instante fue el pequeño muñequito de palmera con lentes que colgaba del espejo retrovisor. Había sido un regalo del propio Frisk quien traía una pequeña maleta a un lado suyo, sobre la cual Chara estaba sentada, invisible para su madre. Flowey, que tal cual el castaño, estaba con el cinturón puesto, traía una cara de leve fastidio.
Nunca le gustó viajar en auto.
Algo que tanto la flor sin alma como la Reina de los monstruos notaron, era que Frisk movía los pies de arriba abajo, cada vez que uno subía, el otro bajaba. Una reacción que Asgore y ella conocían desde hacía años.
"¿Nervioso?"
Preguntó el Rey, que en esta ocasión había tomado el asiento del copiloto, el auto era de su exesposa después de todo, no suyo. El pequeño embajador reaccionó al instante ante el llamado de su padre, viendo como los ojos de ambas cabras estaban posadas en él.
"Solo un poco"
Contestó, viendo los edificios pasar, no faltaba mucho para llegar al aeropuerto, y no se equivocaba. Toriel miró a su ex-marido por el rabillo del ojo, que le sonrió de regreso, no con nerviosismo como usualmente hacía.
"Bueno... tal vez esto te anime y te de la confianza que necesitas, hijo mío"
Habló el Rey, y eso llamó la atención de los tres Dreemurr en la parte trasera del coche. Flowey se estiró un poco más y Chara flotó, los dos abrieron los ojos, incrédulos. Luego vino la reacción de Frisk.
"¿Huh... ?"
Era cierto que esperaba que sus amigos más cercanos vinieran a despedirse de él, claro. Había entablado una relación muy cercana con todos los monstruos del subsuelo en su viaje y, además, a lo largo de los años no hizo más que aumentar.
Sans, Papyrus, Undyne, Alphys, Mettaton, Naptablook, Muffet, ellos estaban ahí, como uno esperaría... pero...
"¡Ahí viene!"
Gritó Tsunderplane, dando unas leves vueltas en el aire; Madjick hizo un leve encantamiento "Hocus Pocus" gritó el pequeño mago, antes de que unos leves fuegos artificiales aparecieran de la nada mientras Toriel detenía el coche.
POP... POP~
Asgore soltó una leve risa, abriendo la puerta tras desabrochar el cinturón, y Frisk salió rápidamente, tomando a un aún sorprendido Flowey entre sus manos mientras que Toriel miraba a su esposo ir a buscar la maleta del pequeño.
"To... ¿todos están aquí... ?"
Murmuró incrédulo el embajador, Sarff estaba en el grupo principal, Papyrus, al ver a Frisk, agitó la mano al instante, su hermano mayor soltó una leve risa, viendo al chiquillo acercarse a ellos con un brillo fuerte en sus irises amarillos.
Fue tirado al suelo casi al instante pues Lesser Dog se tiró a su rostro, buscando lamérselo. El único motivo por el cual Flowey no cayó al suelo fue porque el comediante le sostuvo con su magia, pero Frisk no tuvo la misma suerte. Entre ladridos y risas, el pequeño canino le lamía de manera insistente.
"¡¿Qué esperabas Punk?! ¡Eres la persona más importante de todo el subsuelo! ¡Claro que vendríamos a despedirnos de ti!"
Gritó Undyne, antes de que agarrase del pellejo al perrito de pelaje blanco, quien ladró una vez más, no queriendo separarse de Frisk. "WOOF, WOOF", hizo, antes de que la ex-capitana le apretara entre sus brazos para intentar calmarlo.
Frisk se puso de pie con alegría, su alma palpitó y ardió de ilusión. Incluso los guardias reales 01 y 02 habían venido, hasta los Amalgamates.
[No me lo creo...]
Murmuró Chara, había pasado tiempo desde la última vez que vio a tantos monstruos juntos en un solo lugar. Shyren agitó levemente su antenita, emitiendo una linda tonada de cariño para su amigo.
"¿Hasta tú, Mettaton?"
Cuestionó, sorprendido. El pelinegro rio sonoramente, con egocentrismo, pero no de una forma pedante ni nada por el estilo. Era su forma de ser, Mettaton siempre había sido una persona demasiado vislumbrante y vistosa, como todos, tenía sus defectos... pero le quería igualmente.
Agachándose, su mano enguantada reposó sobre su cabellera, sus ojos brillaron en un tono rosado, asintiendo.
"Darling, por favor. ¿Crees que me perdería tu momento de brillar? ¡Vas a llegar a nuevas alturas! ¡quizás incluso seas tan grandioso como yo!~"
Contestó el artista, enrojeciéndolo de la vergüenza; su mirada se desvió hasta Muffet, quien le saludó, no estaba sola, pues unas cuantas arañitas decidieron acompañarla, las cuales tenían cartelitos con una caricatura bastante adorable del rostro de Frisk, rodeada de corazones como muestra de su afecto y apoyo. Tras lo ocurrido en el subsuelo, las familias de arañas que quedaron atrapadas en las Ruinas y las de Hotland pudieron reunirse tras generaciones.
Y, luego de establecer su pastelería, no solo Muffet, sino Grillby tuvieron un "boom" que parecía no tener fin, pues la sola presencia de Frisk era un patrocinio más que suficiente para convertir sus locales en toda una sensación. No era nada exagerado decir que su éxito era gracias a él, algo que la pelinegra reconocía.
"No pensé que vendrías Muffet... nunca te ha gustado cerrar tu local"
Habló el octavo humano, y la mujer araña de cuatro brazos negó con la cabeza, su mano yendo hasta su boca para soltar una risilla, la otra mano se movió en un gesto donde le restó importancia. Es cierto que era una persona algo tacaña, pero esto era importante, no solo para ella... para todos. Había cambiado y mejorado sus vidas, eso no era poca cosa.
"Ahu huhuhuhu~ Ay cariñito, no seas tonto, ¿por qué no habríamos de venir? Las arañas te aman y bastante. Cuando supimos que te irías, no ir a decirte adiós sería una locura"
Respondió, sus seis ojos cerrándose uno a uno, antes de que una arañita pequeña escalara por su vestido; entre sus patas, sostenía una dona de chocolate cubierta con chispitas blancas y una recubierta con sabor a uva, que el embajador no tardó en aceptar. Los fuegos artificiales que Madjick había soltado siguieron estallando,
Knight Knight sostenía entre sus gigantescas manos un cartel que decía "Buen viaje, Frisk" en el cual estaban dibujados seis corazones de colores diferentes.
"Asegúrate de mantenerte limpio, Frisk"
"¡Y DE COMER TUS VEGETALES!"
Woshua intervino; el patito en su cuerpo hizo "cuack", antes de ser secundado por Vegetoid, a lo que él solo pudo asentir. Undyne pareció por fin calmar y subyugar a Lesser Dog, quien fue a reunirse con el resto de la unidad canina de la guardia real. Ella, Alphys y los hermanos esqueleto rodearon al muchacho. Asgore y Toriel, por su parte, esperaban junto a Sarff.
El rostro de Papyrus tenía una clara mueca de tristeza, y Alphys, por su lado, se limpió los lentes, habiéndoselos quitado pues se le empañaron con las lágrimas, aunque no quisiera demostrarlo, a Undyne su alma le dolía.
"Nunca pensé que te veríamos irte... ¿sabes, Punk?"
Mencionó, pese a sus facciones afiladas y algo intimidantes, Undyne sabía como mostrar emociones, y ahora mismo, cualquiera que no la conociera y la conociera por igual, sabría que estaba triste. Su único ojo lo demostraba, ¿era así como se habría sentido Gerson el día en que Asgore la nombró capitana real?, no, esto era diferente. Gerson y ella siguieron viéndose porque los dos vivían en Waterfall.
Pero Frisk... Frisk se iba.
La mano de Alphys apretó con cariño la de su novia, y la monstruo de tez azul hizo lo mismo.
"Undyne... F-Frisk no va a irse a ningún lado..."
"Lo sé, pero--"
Lo que la interrumpió fueron los brazos del castaño, que no solo la rodearon a ella, también a la científica real. Frisk estrujó fuertemente los cuerpos de ambas, Alphys enrojeció por la verguenza de aquella muestra de afecto tan repentina, y su novia abrió su único ojo bueno cual plato. Las manos del joven apegaron los cuerpos de la pareja a él, sus ojos si bien cerrados como siempre, ahora sus párpados estaban arrugados, señal de la fuerza usada.
"... No es un adiós. Es un "hasta pronto"... "
Les dijo a las dos, y Undyne cerró su ojo; sus dos brazos apretaron al igual el cuerpo de Frisk, y Alphys hizo lo mismo. Tuvo que hacerlo para contener las lágrimas, quien no lo hizo cuando llegó su turno, deshecho el abrazo, fue Papyrus. El esqueleto de gran estatura temblaba como si de una hoja se tratase, mientras dos ríos de agua corrían incansables por su esquelético rostro.
Flowey, flotando a un lado de Sans, rodó los ojos con un bufido, que le ganó una ligera agitada con la magia azul del más bajito.
"¡FRISK! ¡No puedo creer que te nos vayas! ¡El Gran Papyrus ya no será tan grande sin uno de sus mejores amigos!"
"Papyrus... no tienes que llorar..."
Tranquilizó el castaño, antes de ser alzado en el aire cuando Papyrus le abrazó, no aguantando más el estar en una rodilla, se irguió en su totalidad, alzándolo varios centímetros del suelo, pero su agarre aunque delicado, era firme y afectuoso. El pequeño Dreemurr rodeó al antiguo aspirante a guardia real con fuerza, aunque la pijamada que tuvieron hace unas semanas había sido fenomenal...
Parte de Frisk sentía, ahora que estaban todos reunidos, que no había aprovechado el tiempo suficiente para estar con ellos. No sabía cuando volvería, esa era su mayor incertidumbre. Tal vez seis meses, tal vez un año, o quizás más... eso era lo que tanto le intrigaba.
Papyrus, quien había cerrado las cuencas, frunció el ceño, antes de tomar a Frisk y alzarlo para que se vieran fijamente.
"¡NO ESTOY LLORANDO! ¡SOLO SE ME METIÓ ALGO EN EL OJO!"
Exclamó, negando con la cabeza de forma orgullosa, y el embajador ladeó la cabeza con curiosidad, mientras que el fantasma de Chara sonreía, ya se conocía esa respuesta, y él también.
"¿Ah si? ¿y qué fue?"
"¡LÁGRIMAS!"
Respondió, por fin dejándole en el suelo nuevamente, sus manos, cubiertas por guantes rojos, volvieron a su rostro para que nadie le viera llorar tan fuertemente. Napstablook era el último del que le faltaba despedirse antes de pasar a su padre y a su madre. El fantasma DJ, quien también lloraba, hizo su mejor esfuerzo por intentar sonreír, pero no pudo.
Tenía puesto su sombrero de copa, pues quería verse lo mejor posible para despedirse de uno de sus mejores amigos.
"Oh... entonces... ¿es momento de decir... adiós?"
"Napstablook... no me voy a ir para siempre. Ebott es... ustedes son mi hogar."
"¡SI! ¡Y SI TE VAS PARA SIEMPRE TE MATO! ¡¿ME OÍSTE?! ¡TE MATO, TE MATO, TE MATO!"
Gruñó Mad Dummy desde el fondo, enfurecido al ver como su primo lloraba por aquel estúpido mocoso, los tres segmentos de su cuerpo; su cabeza, su torso y soporte separándose y uniéndose incansablemente de forma violenta, aunque estuviera amenazándolo de muerte, tanto Mettaton como Napstablook ya le conocían lo suficiente como para saber qué es lo que quería decir. A él también le dolía mucho verle partir.
Más lágrimas emergieron de las cuencas del fantasma, y Frisk vio, algo sorprendido, como un pendrive pequeño aparecía desde abajo de su sombrero.
"Bueno... yo... compuse esto... para ti. Es música... para que siempre tengas... algo de nosotros contigo... "
Habló pausadamente, Mettaton no tardó en añadir su propio granito de arena. "¡Tiene algunas canciones inéditas mías, cariño!~" antes de hacer una de sus clásicas poses dramáticas, alzando su pierna a los cielos y llevando su mano a su metálico rostro cual estuviera aún en el escenario. Frisk tomó el pequeño dispositivo entre sus manos, guardándolo en uno de los bolsillos de su chaqueta, antes de darle un abrazo como mejor pudo.
Seguía siendo intangible, después de todo.
"Gracias, Napstablook... voy a escucharlo a diario cuando sea que pueda... "
Le costó trabajo... muchísimo, pero el compositor espectral sonrió. Los únicos de los que no se había despedido hasta el momento eran sus padres. Frisk pasó por el lado de Monster Kid, teniendo una leve charla con el susodicho al respecto. Para el pequeño con cuernos era una verdadera pena que uno de sus únicos amigos estuviera partiendo... pero hizo de tripas corazón.
Como todos los demás lo estaban haciendo.
"Nos vemos pronto, Frisk."
"Así es Kid. Será más pronto de lo que crees"
Y, aunque no tuviera hombros para abrazarle, lo hizo igualmente. Sus manos rodearon su cuello para mostrarle cariño, y el pequeño monstruo amarillo reposó su cabeza contra los hombros de su amigo humano. En su ausencia, se aseguraría de vivir tantas aventuras con Undyne y Papyrus como le fuera posible, para que tuviera todo tipo de cosas que contarle cuando regresara. Eso se lo prometía.
Y Frisk estaba ansioso de saber qué tanto cambiarían las cosas cuando regresara. Tras desprenderse de él, por fin se encaminó hasta los reyes.
Ahora...solo quedaban los últimos en despedirse.
Asgore fue el primero, irónicamente, fue el último monstruo que conoció cuando llegó al Underground. La vista del rey con su armadura fue intimidante, pero cuando conoció en verdad al hombre (monstruo) detrás de aquellos ropajes dorados, no fue difícil que él se instalara en su corazón.
Frisk se detuvo frente a él, y el rey bajó la mirada. Durante unos segundos no dijo nada, solo le contempló. Su hijo –porque así lo consideraba en su corazón, lo había considerado desde el día en que fueron al parque de juegos por primera vez– estaba por irse a un mundo que ni él con todos sus años de vida comprendía del todo.
"Recuerdo cuando tomamos té y comimos pastel por primera vez.". Asgore soltó una risa leve, algo quebrada, no solo por la tristeza que sentía, sino por una emoción contenida ante el recuerdo. "Te...Te hiciste un desastre completo... Parece que fue ayer pero... Hoy me doy cuenta que has crecido bastante, hijo."
Frisk se lanzó sin avisar. Se enterró en su pecho, y los brazos del monarca lo envolvieron sin vacilar. Sus guanteletes fueron gentiles, casi reverentes. Flowey, en silencio, se quedó colgando entre sus dedos, pero esta vez no protestó. Solo bajó los pétalos.
Asgore cerró los ojos. Sentía la calidez del alma de Frisk. Su rojo inconfundible, su Determinación, vibrando. Una vez, cuando era otro monstruo, se habría roto al sentirla. Ahora, era motivo de orgullo.
"¿Sabes qué es lo más importante que alguien como tú nos ha enseñado?" Preguntó, separándose apenas para mirarle con ternura. Sus ojos azules por un momento sobrepuso a Asriel sobre Frisk, estaba seguro que se habrían llevado de maravilla...
"¿Qué cosa… ?" Respondió Frisk, con la voz temblorosa.
"Que siempre se puede elegir ser amable. Aún cuando no tengas por qué."
Los ojos del castaño brillaron. Asgore llevó una mano a su mejilla y la acarició con dulzura.
"Estamos orgullosos de ti, Frisk. Yo... y Toriel también."
Como si sus palabras la hubiesen invocado, Toriel dio unos pasos al frente. Se notaba que había estado reprimiéndose durante todo el encuentro. Aunque sus ojos estaban húmedos, su andar era digno. Madre y reina, siempre en equilibrio.
Cuando estuvo frente a él, extendió los brazos. Frisk corrió hacia ella sin necesidad de palabras. Se abrazaron como si el tiempo fuera a detenerse, y por un instante, para ambos, así fue.
"Mi niño..." Susurró Toriel. "Mi niño determinado... "
"Gracias por dejarme quedarme... " Frisk murmuró, con la voz ya rota por la emoción.
Toriel negó con suavidad, acariciando su espalda con su mano felpuda, dándole el calor que solo una madre podría entregarle.
"No lo hicimos por compasión, Frisk. Lo hicimos porque tú nos enseñaste cómo volver a ser una familia. Este mundo puede ser cruel... pero tú le diste otra oportunidad. Como a nosotros."
Se separó un poco y bajó la mirada. Algo tembló en sus labios. Un sollozo que, afortunadamente, pudo controlar con esmero.
"Si alguna vez te sientes solo... si alguna vez no sabes qué hacer... recuerda esto: nunca has sido una carga. Eres un regalo, Frisk. Desde... Desde Asriel y Chara… fuiste mi más grande regalo.”
Chara, invisible para ellos, observaba en silencio. Su expresión era difícil de descifrar. Había tristeza… pero también orgullo.
[Son unos tontos sentimentales...] murmuró con voz baja. Pero no se apartó. No esta vez.
Toriel tomó las manos de Frisk entre las suyas. Su calor, su cariño, su firmeza... todo estaba ahí.
"No olvides escribir. Si no lo haces, Asgore invadirá Chaldea con pastel de caramelo."
"¡¡Toriel, por favor!!"
Se quejó el aludido desde atrás, visiblemente nervioso. Frisk soltó una risilla. Y luego, otra más.
Un minuto de risa, eso fue lo que duró. Y entonces los ojos dorados de Frisk, llenos de una calidez inaudita, se encontraron con los de Sarff. El hombre se había quitado sus lentes negros, dejando que sus mismos ojos dorados –aunque Frisk juraba de nuevo que en algún punto fueron morados– observaban al gran grupo, una sonrisa presente en sus labios.
"Debo admitirlo, muchacho. No había visto a tanta gente reunida despidiéndose de alguien desde el Monte de los Olivos... Pero, así como en ese momento... Es hora de partir."
Sarff extendió su mano y el muchacho le pasó su maleta llena de ropa, recuerdos y más. Su alma, metafóricamente hablando, estaba en esa maleta.
CHAS
El chasquido de dedos del mago llamó la atención. Un pequeño brillo a su izquierda le hizo voltear. Allí, un hombre algo alto, de cabellos blancos y ojos cansados de color celeste le devolvió la mirada. La perpetua sonrisa estaba presente en sus labios, no tan ancha, pero igual de notoria.
"vamos, kiddo. es un largo viaje..."
"Sans..."
El esqueleto, ahora con apariencia humana, giró la cabeza. Su vieja compañera de chistes malos le miraba con algo de preocupación, que él desestimó dándole su clásica sonrisa.
"tranqui, tori. el chico llegará a salvo y yo volveré tras asegurarme que no sea una trampa cálcica."
La mujer cabra le dio una sonrisa temblorosa mientras el humanizado monstruo se giraba, empezando su caminata.
"¡no dejes dormir tan tarde a Paps, Undyne!"
"¡CUENTA CON ELLO!"
Y con eso, Sans desapareció en el umbral de la enorme puerta que daba hacía el interior del aeropuerto. Sarff no tardó en seguirle, a paso calmado y tranquilo.
Atrás, solo quedó el trío de hijos de los Dreemurr.
Había llegado el momento.
Toriel le besó la frente, igual que lo hacía cuando era más pequeño. Asgore le ofreció un último abrazo, cálido y protector. Luego, ambos se apartaron un paso, dándole espacio.
Frisk miró por última vez a sus padres, a todos sus amigos… a su hogar.
Flowey, aún en sus manos, murmuró con una voz que apenas él podía oír:
"….Tenemos que volver en una pieza, Frisk..."
"Lo sé, Asriel. Lo sé"
Y con eso, Frisk Dreemurr echó a andar.
Sin mirar atrás.
Pero con cada paso, su Determinación brillaba más fuerte.
.
.
Veinte minutos después, ya habían partido. Frisk estaba sentado a un lado de Sarff, y entre las piernas del pequeño embajador, la maceta de Flowey cuya mirada estaba enfocada en una historieta japonesa.
Historieta la cual no solo él, también su hermana estaba leyendo. Chara extendió su mano izquierda, como si quisiera tocar la página.
[Dale la vuelta, Azzy]
"Todavía estoy leyendo"
Contestó la flor de pétalos dorados por lo bajo, observando con atención el dibujo. El tipo parecía lanzar unas especies de cortes de las manos, se veía bastante intimidante con esa sonrisa de loco, su ceja se alzó, con una sonrisa burlesca.
[¿Qué?]
"¿No te recuerda a alguien?"
La de mejillas rosadas no se tomó el comentario para nada bien, todo lo contrario. Se cruzó de brazos antes de soltar un bufido, parándole el dedo del medio de manera indiscreta.
Si iba a ponerse así, mejor sería que se fuera al diablo. [Voy a ver a los pájaros] recriminó la fantasma, antes de atravesar la ventanilla para flotar a un lado del condenado avión.
Estaban tan altos que volaban por sobre las nubes. Cualquiera sufriría un ataque cardíaco, pero no Chara. Había perdido el miedo hace mucho tiempo, y pasara lo que pasara, no iba a morir.
Después de todo, ya estaba muerta.
Frisk, por su lado, se enfocó en Sarff. Tal como Flowey, se había inmiscuido en algo para pasar el rato, pero su lectura era mucho más... elegante que un manga.
"¿La Divina Comedia?"
El pelirrojo asintió, antes de observar a su acompañante con una sonrisa leve.
"¿Te la enseñaron en la escuela?"
"Sí. A Mamá y a muchos monstruos les gusta la literatura humana. ¿A usted también, señor Sarff?"
Sarff sonrió. Pero no fue una sonrisa cualquiera. Fue una de esas sonrisas que se clavan despacio, como si el portador estuviera cargando recuerdos antiguos, casi pesados, pero que aún así decide sostener con delicadeza.
“Más de lo que imaginas, joven Dreemurr.”
Cerró el libro con cuidado, marcando la página con un separador de cuero bastante gastado.
“Dante fue un tonto idealista. Soñó con justicia divina, con redención… y con que el alma humana era digna de escalar hasta lo divino. Eso... lo respeto mucho.”
Flowey, sin dejar de mirar el manga, murmuró con tono neutral:
“Y aun así, a Dante se le ocurrió meter a un montón de gente en el infierno por cosas que ni siquiera eran tan graves.”
“Él no los metió allí,” respondió Sarff con tranquilidad, cruzando las piernas. “Solo los escribió. Y aunque algunas ideas suyas no hayan envejecido del todo bien… su visión sigue siendo útil para recordarnos que las decisiones importan.”
Frisk observó el separador, con las iniciales D.A. bordadas en dorado. Quiso preguntar por ellas, pero algo en la forma en la que Sarff acariciaba el borde del cuero le indicó que era mejor no hacerlo.
En su lugar, bajó la mirada hacia Flowey.
“¿Y tú? ¿Te gusta leer?”
La flor resopló, sin despegar la vista del manga.
“No tanto como tú, lector de etiquetas nutricionales.”
Frisk rio, suave, conteniendo el impulso de empujar la maceta. Pero Flowey giró levemente su tallo, lo suficiente para que su mirada se cruzara con la del chico por un segundo. Había algo en sus ojos… un fulgor tenue, casi tímido.
“… Pero me gusta ver lo que lees tú.”
Y tras eso, volvió a su pose usual de indiferencia. “Además, el protagonista de este manga lanza cuchillas de aire. Es como si Sans y Undyne hubieran tenido un hijo con insomnio, ira y ebrios con un par de cubatas.”
[¡Azzy!]
La voz espectral de Chara resonó desde el ala del avión, donde flotaba echada boca abajo, con el mentón apoyado en las manos. Su cabello danzaba con el viento, pero su tono era agudo y muy claro.
[¡Frisk no necesita esa imagen en su cabeza!]
“¿Yo qué? ¡No estoy pensando en nada!”
Frisk protestó, llevándose las manos a las mejillas con el rostro ardiendo.
Sarff, divertido, se acomodó los lentes.
“Lo cierto es que esa combinación sí sería poderosa... aunque altamente inestable.”
“¡Sarff, por favor!”
El embajador casi gritó, hundiéndose en su asiento con un gruñido avergonzado mientras Flowey reía a carcajadas, y Chara soltaba un chillido fantasmal de puro entretenimiento.
El avión avanzaba tranquilo, cortando nubes como si fueran espuma. Un silencio se impuso por un par de minutos, agradable, pacífico.
“¿Cuánto falta?”
Preguntó Frisk, ya más calmado, apoyando la cabeza contra la ventanilla. Las nubes parecían campos infinitos de algodón, y en el horizonte, comenzaba a asomar la aurora boreal.
Sarff consultó su reloj de bolsillo.
“Menos de una hora. La escala es en Washinton D.C, una vez allí, tomaremos el primer vuelo a Santiago, Chile."
"¿Y ese vuelo cuanto dura?"
"Casi 9 horas. Dependiendo cuando lleguemos, esperaremos un día o menos para viajar a Punta Arenas, otro vuelo desde ese lugar hacia el Campamento Glaciar de la Unión y finalmente un avión hacia el Polo Sur geográfico, donde se encuentra Chaldea."
La flor dorada emitió un quejido de molestia desde su asiento, volviendo a darle otra vuelta a la página, antes de estirarse una vez más. Gracias a dios o a lo que sea que hubiera creado la tierra, Frisk había comprado Mangas suficientes para todo el viaje con ayuda de Alphys.
Ahora que ya no tenía alma, lo único que podía hacer para entretenerse era leer, dibujar, comer y tomar el sol. A todas luces, el alguna vez príncipe de los monstruos, Asriel Dreemurr, ahora Flowey la Flor, era una mascota.
Pero una mascota muy feliz, porque pese a su tan horrible situación, su mejor amiga, sus padres, y su nuevo hermano estaban con él.
Su raza era libre, además. Sus padres jamás mintieron cuando decían que el sol y el aire fresco no tenían comparación.
"¿Cómo vas tú, Sans?"
Preguntó Frisk, volteando a mirar atrás al mayor de los hermanos esqueleto, pero no recibió una respuesta en un inicio. Sans tenía los párpados cerrados, sumido en sus pensamientos. No dormido, porque de estarlo, se habría puesto el antifaz que trajo consigo.
En lo que a Sans respecta... no estaba tranquilo, pero no tenía nada que ver con Chaldea. Sino con cosas que, como mucho de su pasado, prefería que se quedaran enterradas y nunca más volvieran a salir a la luz.
Cosas que el mundo había olvidado, pero él jamás podría... entre ellas, estaba su padre. El Doctor Wing Dings Gaster, el primer científico real al mando de Asgore Dreemurr, el mentor de Alphys, y el responsable de que los monstruos conocieran el "Calor" y la Electricidad en el Monte Ebott tras ser encerrados, pues creó el Núcleo.
Su mayor invento; aquello que les salvó a todos de morir de frío, de hambre, y que a su vez, le terminó mandando al vacío. Había muchas razones por las cuales Sans dormía la mayor parte del tiempo.
Fatiga mental, emocional, espiritual, su desconexión con todo lo que le rodeaba, como si la realidad fuese a escapársele de los dedos y, en cualquier momento, volviera a despertar en su cama en Snowdin, aunque Frisk le prometió hacía muchos años que jamás regresarían al subsuelo.
Pero una de las razones más grandes, era porque tal como Toriel y Asgore no dejaban de soñar con sus hijos muertos cada vez que se iban a dormir, Sans no dejaba de ver el momento en que su padre se deslizaba de sus manos, perdiéndose en la nada misma.
Gritando su nombre como rogándole que hiciera algo. Desde ese día, todo había cambiado, y lo que fue una familia de tres, se hizo una familia de dos. Nunca dejó de preguntarse ¿como? ¿como demonios podía ser posible arrancar algo... a alguien de la realidad como si nunca hubiera existido?
Por lo que Papyrus sabía, ninguno de ellos tenía padre, solo madre, y ya está. En lo que a Asgore respecta, Alphys era la primer científica real que jamás tuvo. Y a ojos de Alphys, por muy extraño e injustificable que fuera la existencia del Laboratorio verdadero debajo del suyo en Hotland, seguía siendo "suyo", hasta cierto punto.
Sans era el único bendecido... o más bien, maldito con el hecho de recordar a su padre... y verlo, de vez en cuando. A él y todos aquellos que alguna vez fueron sus compañeros de trabajo hacía tantos, tantos años.
Esa sonrisa eterna mirándole desde la distancia que nunca le dejó tranquilo, no con ira, sino con tristeza, como diciéndole "lamento no estar aquí", esa joroba resignada, o el como, cada vez que Papyrus celebraba su cumpleaños o hablaba entusiasmado de sus sesiones de entrenamiento con Undyne cuando veían la televisión, el viejo seguía escuchando atentamente, como si aún formara parte de esa casa.
Eran ese tipo de cosas las que torturaban a Sans y le hacían sentirse como si aún fuera un niño, colándose en la estación de trabajo de su padre para jugar con él, o pidiéndole que le contara historias de su madre.
Momentos que a veces se preguntaba si era una bendición que aún pudiera recordarlos, o una maldición... pero he allí el detalle...
¿Dónde demonios estás, viejo...?
Gaster no había vuelto a aparecerse desde que la Barrera se hizo pedazos. La última vez que vio a su padre, fue el día en el que él y Papyrus trasladaban sus pertenencias de su hogar en Snowdin, a su nueva casa en la superficie.
Cerró la puerta de esa casa, cubierta de nieve, pensando que le vería una vez más. Gaster había asentido, viendo como el mayor de sus hijos cerraba la puerta en su cara, y Sans ese día, se dio la vuelta para ir a encontrarse con Papyrus... y eso fue todo.
Nunca más le volvió a ver en seis largos años y eso era lo que más le perturbaba aún a día de hoy.
Sans abrió lentamente los ojos. No dijo nada, no respondió al “¿cómo vas tú?” que Frisk le había lanzado con esa dulzura tan característica, pero sí ladeó la cabeza apenas lo suficiente como para que el chico notara que lo había escuchado.
El esqueleto disfrazado soltó una exhalación que no era más que una imitación automática de lo que recordaba del acto de respirar. Sus dedos, ocultos bajo los guantes azules, apretaron un poco el borde del reposabrazos del asiento. Podía sentirlo... ese cosquilleo. No de ansiedad, ni de miedo. De expectativa.
Como si el universo se estuviera reordenando y algo —algo viejo, algo que no pertenecía a este tiempo— estuviera a punto de alzarse nuevamente.
“el cielo se ve bonito hoy, ¿eh?”
Finalmente dijo. Su voz era baja, relajada... pero había una grieta casi imperceptible en ella. No porque estuviera triste, sino porque estaba forzándose a estar presente. A mantenerse firme.
Frisk sonrió con calidez, girando un poco la cabeza para ver por la ventanilla.
“Sí... es como si pudiéramos tocarlo.”
Sans se mantuvo en silencio un momento, antes de agregar:
"si, pero...también parece que lo está más allá de este nos quisiera tocar de vuelta, ¿no?"
Frisk parpadeó. No comprendió de inmediato, pero no insistió. Flowey, por su parte, giró levemente su maceta, mirándolo por el rabillo del pétalo.
“¿Estás viendo fantasmas otra vez, basura inútil?”
La respuesta fue una risa nasal. “Pfft... ¿otra vez? ¿cuándo dejé de verlos?”
Flowey rodó los ojos, aunque no había burla en su tono esta vez.
“Si ves a uno de esos fantasmas...Solo diles que no te jodan. Ya has tenido suficiente."
"...seh, lo tendré en cuenta. gracias, flor"
"Hmph"
Un leve quejido de boca cerrada, seguido de un asentimiento fue lo último que Sans recibió por parte de Flowey, antes de que, como había intuido, sacara un antifaz para ponérselo encima de los ojos.
"Despiértenme cuando estemos por bajarnos"
Frisk asintió en silencio, volviendo a concentrarse en leer el manga del cual Flowey estaba disfrutando. Chara, cruzada de brazos y con la vista fija al frente, observó el sol en lo alto.
Estaba sentada en una de las turbinas del avión, admirando el paisaje. No muchos humanos tenían la dicha de mirar el cielo en todo su esplendor, al fin y al cabo.
La princesa cerró los ojos, inhalando hasta llenar sus pulmones de aire. Aunque no estuviera viva, respirar hasta el fondo le traía una sensación de relajo.
De adormecimiento.
Determinación segunda podía sentirlo, mediante su conexión con Frisk. Estaba ansioso, ilusionado, y emocionado por una nueva aventura y un mundo desconocido. Algo que ella compartía.
Recorrer el Underground junto a Azzy siempre fue uno de sus pasatiempos favoritos, pero esto... sería como descubrir una ciudad subterránea que siempre estuvo ahí, junto a toda una nueva civilización.
Tal cual ocurrió con los monstruos, era la mejor forma de representar lo que era el “mundo mágico profundo”, oculto del ojo del civil convencional.
Poco a poco, la joven de mejillas rosadas sonrió, los rayos del sol golpeando su rostro semitransparente.
Fuera lo que fuera que tratase de enfrentarles, ya sean pruebas o enemigos que su mente ni podía concebir... iban a patearle el culo.
Nadie se metía con los Dreemurr.
.
.
Los días pasaron rápido a opinión de Frisk. Fue lindo e interesante conocer otros lugares, puesto que lo más lejos que había llegado fuera de Ebott hasta hacía un mes era la playa de la ciudad.
Fue una ventaja, pensaba tímidamente, recordando que todos los viajes fueron en vuelos privados que permitían, al menos, que Flowey hablase.
No se imaginaba a la flor muda por tanto tiempo, pese que Sarff había recomendado (amenazado) que controlará su lenguaje.
Él tenia protección por parte de Sarff, Flowey, pese a que era el "hermano" de Frisk –aunque su guardián no lo supiera–, no gozaba de ese privilegio.
Eso ocupaba a uno, ahora, con respecto a la otra...
.
.
Chara se encontraba callada. La princesa de ojos carmesí estaba frente a frente con Sarff. El hombre ya no ocultaba que, efectivamente, podía verla; puesto que se había acercado a pedirle un tiempo a solas para conversar mientras esperaban el avión qué los llevaría hacia Punta Arenas.
[¿Qué quieres?]
El mago no respondió, sus ojos dorados le miraban fijamente, haciendo que Chara se removiera en su lugar con algo incomodidad.
Era raro como la mierda
"¿Sabes? Deberías controlarte un poco más..."
[¿Ah? ¿Qué narices dices?]
Cuestiono la castaña algo irritada. ¿Quién se creía este idiota? Ni sus padres lograban controlarla cuando estaba viva, y los donadores con los que tenía la mala suerte de compartir genética nunca hicieron el más mínimo intento de educarla.
¿Quién se creía ese pobre remedo de Merlín en—
Put
El hilo de pensamientos de Chara se corto, puesto que, de pronto, sintió como el dedo índice y corazón de Sarff se colocaban suavemente en su cuello.
¿Pero... qué...?
[¿Huh... ?]
Pensó y habló a la vez, como una reacción automática. La primer caída abrió los ojos como platos; la piel de Sarff estaba cálida, como la de cualquier vivo, pero eso no era lo que más la perturbaba. Su mirada, aunque tranquila...
Tenía ese mismo aire de amenaza y misterio que siempre sentía. Siempre supo, internamente, que Sarff Hynafol era peligroso, pero era el facto de lo desconocido que le hacía tan aterrador.
Y he allí, un nuevo misterio que caló hasta lo más profundo del alma del espectro de Chara Dreemurr.
"No solo puedo verte... también puedo tocarte, majestad"
Contrario a las veces en las que usaba dicho sustantivo para referirse a Toriel o Asgore, aquí, claramente, lo decía en forma de burla. En forma de amenaza, y Chara lo notó, porque ya había visto muchas veces como se comportaba un humano cuando amenazaba a otro.
Imponía presencia. Poder. Respeto. Todas características que Sarff tenía, enmascaradas por su calculadora pero fría forma de ser.
¿C-cómo... ?
"En el mundo mágico... "
Comenzó, alzando un dedo índice de su otra mano, como maestro empezando una lección, antes de que los dedos de la mano que apuntaba cual pistola a su cuello fueran retirados, permitiendo que la ojirroja tragase algo de saliva, aún incrédula de lo que acababa de pasar.
El hombre de cabello rojo se dio la vuelta, dándole la espalda mientras caminaba un poco, siendo seguido por ella todo el tiempo.
"Existe algo llamado nigromancia. La nigromancia es la magia donde los humanos, y los monstruos... pueden interactuar con los no muertos, y los espíritus"
Los ojos de Dreemurr se abrieron de golpe. Si. Claro... claro que conocía la nigromancia. Pero en su cultura; en la cultura de los monstruos, era una rama muerta. Porque era inútil con ellos, al volverse polvo. Ni siquiera un nigromante era capaz de "reconstruir" o usar el polvo de un monstruo para atacar.
La nigromancia, según los libros de historia de Snowdin, era útil solo con humanos, por sus esqueletos, y su carne. Una magia que Chara, sinceramente, había olvidado.
"La nigromancia es una de las magias más antiguas, malditas y útiles de todos los tiempos, princesita. Todo nigromante que se respete sabe como crear... disipar... y purificar cadáveres, lugares... sobre todo espíritus"
Sarff detuvo sus pasos frente al ventanal del aeropuerto privado, dejando que la luz gris de la mañana patagónica delineara su silueta con un resplandor tenue. La pista de aterrizaje se extendía más allá, vacía aún, cubierta por una bruma ligera que se deslizaba como un velo sobre la tierra.
Chara, aún flotando con los brazos cruzados, observaba la espalda del hombre, mordiéndose el labio inferior. El escalofrío que sintió cuando él la tocó aún no la abandonaba. No era solo por el acto en sí… sino porque no debía ser posible.
Eso no era nigromancia. No la que conocía.
La nigromancia es colocar un alma en un cuerpo muerto para manipularlo, nada más… ¡No se puede tocar un alma directamente!
Pero Sarff lo había hecho. Como si el alma no fuera más que humo espeso para él. Como si su existencia espectral fuera tan tangible como el papel o el acero.
Y lo peor de todo…
Lo había hecho con una facilidad insultante.
“Te preguntas cómo, ¿cierto?”
Su voz rompió el silencio sin girarse siquiera.
[Claro que sí,] murmuró Chara con voz baja, aunque cargada de sospecha. [No eres un nigromante común. Si lo fueras, yo ya estaría gritando en dolor. No soportarías ni tenerme cerca.]
Sarff ladeó apenas el rostro, mostrando la curva de una sonrisa casi invisible.
“Muy bien. Veo que tienes más cabeza de la que aparentas.”
El comentario le arrancó un gruñido, pero no respondió.
Sarff continuó, su tono ahora adoptando un aire más didáctico, pero siempre con esa sombra velada de amenaza:
“La nigromancia, en efecto, es la manipulación de los muertos. Pero la mayoría de los magos... la entienden mal. Como si solo sirviera para levantar huesos y carne podrida. Como si los fantasmas fueran solo ecos de tragedia. Cáscaras vacías. Engaños del alma. Voces que no saben como apagarse porque desconocen que su tiempo en este plano ha terminado.”
Volvió a girarse, esta vez mirándola directamente.
“Pero los espíritus como tú... no son simples residuos emocionales. Son voluntad. Son fuego sin cuerpo. Son memoria viva que se niega a extinguirse. Por una u otra razón, están aquí: anclados.”
Chara tragó saliva otra vez, esta vez con el corazón, si es que aún tenía uno, golpeándole con fuerza etérea en el pecho.
“Mi especialidad no es levantar cadáveres, pequeña. Mi especialidad es dialogar con el más allá.”
Los ojos carmesí de Chara brillaron con una mezcla de miedo y repulsiva fascinación.
[¿Tú puedes… comunicarte con todos los muertos?]
“Con todos los que quieren hablar,” respondió sin rodeos. “Y tú eres particularmente ruidosa.”
El comentario la hizo fruncir el ceño, más por incomodidad que por orgullo herido.
Sarff se acercó dos pasos, calmado, sin alzar la voz. Sus ojos dorados brillaban tenuemente, acentuando la figura de poder que era ante la princesa.
“Tu alma no está completamente rota. Aún tienes forma. Aún conservas conciencia, peso; más exactamente 21 gramos. Eso significa que algo, o alguien, te mantiene atada a este plano.”
[... Frisk.]
“Ajá.”
[¿Y eso qué tiene que ver contigo?]
Sarff inclinó levemente el rostro, como si evaluara su siguiente frase con sumo cuidado.
“Significa que mientras estés unida a él, formas parte de la ecuación. Y toda ecuación debe ser entendida antes de ser resuelta.”
Sus ojos dorados brillaron un instante con un fulgor profundo. Un fulgor de conocimiento antiguo. De magia tan vieja como el primer cadáver del mundo.
“Podría deshacerte, Chara Dreemurr. Podría limpiarte de esta existencia como una pizarra. Pero no lo haré. Porque si estás aquí, hay una razón. Y mientras esa razón exista... ”
Se acercó un poco más, hasta estar frente a ella, cara a cara.
“… yo te estaré observando.”
Chara no respondió. No podía. La garganta le sabía a polvo, y la conciencia vibraba como una campana rota. Sarff no mentía. Él no amenazaba por gusto. Si lo decía, era porque podía hacerlo.
Y eso… Eso la aterraba.
Un silencio incómodo se instauró entre ambos. Hasta que, sin previo aviso, él dio media vuelta y se alejó, como si la conversación no hubiera sido más que un trámite menor. Chara lo siguió con la mirada, temblando muy ligeramente.
No. Esto no era necromancia.
Esto era algo mucho más profundo. Más antiguo. Más... peligroso.
Su hilo de pensamientos fue interrumpido nuevamente cuando el pelirrojo, tras haber dado dos pasos, se detuvo de nuevo. No giró esta vez. Solo habló, con voz tranquila pero tan clara que era fácil perderse en ella.
"Y por cierto, Chara…”
La aludida alzó la vista. Su cuerpo incorpóreo aún sentía el eco de esa amenaza latente, esa presencia que Sarff no necesitaba demostrar… porque simplemente era.
“No soy el único que puede verte.”
La frase cayó como un cubo de agua helada.
[¿Q-qué…?]
“Hay otros como yo. Algunos en Chaldea. Algunos fuera. Sacerdotes. Exorcistas. Magos de la rama espiritual. Individuos con dones. Con autoridad. Y a diferencia de mí… ”
Giró apenas el rostro, mostrando una mirada de soslayo, más seria que antes.
“Ellos no preguntan. No observan. No escuchan. Ellos purgan.”
La palabra tuvo un peso particular. Una vibración que se sintió como una presión en el aire.
“Y si alguno de ellos llega a detectarte haciendo algo inapropiado, lo primero que intentarán será aislarte. Lo segundo, exorcizarte. Y lo tercero… ”
Se giró completamente, mirándola una vez más, sus ojos dorados ahora sin rastro de juego. Una seriedad que resultaba casi mortal. La misma mirada que vió en su padre al final de la aventura, dispuesto a asesinar a Frisk, porque era necesario para la supervivencia de su pueblo.
“…será arrancarte de este plano. No con elegancia. No con compasión. A la fuerza.”
Chara, por un instante, palideció, si es que eso era posible en su forma espectral. Sarff lo notó, y su tono se suavizó apenas, aunque su seriedad no cambió.
“No eres una amenaza. Lo sé. Eres irritante, inestable, quizás demasiado impulsiva… pero inofensiva. Al menos ahora. Pero eso no importa si cometes un error frente a los ojos equivocados.”
Hizo una leve pausa.
“Y si eso ocurre… no solo tú sufrirás. Frisk, el niño al que estás anclada, también pagará el precio.”
Los ojos de la fantasma se abrieron de golpe.
“El vínculo entre un espíritu y su receptáculo no es simple. Es como una raíz en la tierra. Si se arranca mal… el alma que hospeda, el alma que ama, también se resquebraja.”
Sarff dio otro paso hacia ella, sin perderle la vista.
“Así que escucha bien, pequeña majestad: te protejo porque él te protege. Pero si haces algo que obligue a otros a actuar… no podré evitarlo. Y entonces, no quedarás tú… ni Frisk… ni el vínculo que los une.”
De nuevo, se giró.
Y esta vez sí se alejó del todo, sin mirar atrás.
Chara permaneció allí, sola. En silencio.
El aire parecía más denso. Sus pensamientos, un remolino. Por primera vez en mucho tiempo, no por culpa o arrepentimiento, sino por miedo verdadero, la princesa Dreemurr sintió que su existencia pendía de un hilo.
Y ese hilo tenía nombre.
[Sarff Hynafol... ]
Murmuró por lo bajo, aún enfocada en la silueta del pelirrojo de ojos dorados, tan similares a los de su compañero, pero tan diferentes, hasta que por fin le perdió de vista, y solo entonces, Chara decidió regresar con Frisk.
Aunque ahora, estaba totalmente absorta en sus pensamientos, reflexionando sobre lo que había dicho. No era una amenaza, sino una advertencia, una de buena fe.
Chara siempre había sido alguien que no jugaba por las reglas. Que no se atenuaba a las consecuencias; su primera cucharada de consecuencias fue como su fallido intento de suicidio terminó con su pierna rota y su hueso perforando su piel, por lo que Asriel tuvo que cargarla a su hogar para que su madre la sanara.
Su segunda probada, fue su muerte lenta tras consumir las flores doradas del jardín. No fue bonito el estar envenenada, vomitando hasta morir por una semana entera con fiebre y sudor alto.
Y su tercer y última cucharada... fue convertirse en esto, luego de que los humanos los mataran a ella y Asriel ese día. Su familia estaba rota, su padre había matado a seis niños, y su hermano estaba condenado a ser incapaz de sentir empatía o amor, mientras que ella ni cuerpo tenía.
Sarff había sido, como siempre, honesto y sincero con ella. Debía controlarse. Debía callarse, pensar con la cabeza fría, y poner en práctica los modales que Toriel con tanto esfuerzo trató de meterle en la cabeza día tras día cuando la criaba.
Porque esta vez... si metía la pata una cuarta vez... sería la última.
Y dudaba de si un "Cargar" para regresar de Frisk sería capaz de traerla de regreso. A partir de ahora... tendría que andar con cuidado.
Porque al igual que Azzy y Frisk, estaba en un campo minado muy... muy peligroso.
.
.
-[Epílogo: Frío, frío hogar]-
Julio 21, 2015.
"ACHIS"
Un estornudo salió de la nariz del pequeño embajador en ese momento; una bufanda de color rojo, idéntica a la de Papyrus, cubría su boca. El octavo la bajó levemente, limpiándose los mocos con un pañuelo, antes de guardarlo en su bolsillo.
[Salud.]
Dijera la chiquilla de mejillas rosadas, apoyada contra la barandilla del barco, su mirada fija en aquella enorme tierra nevada. Hoy era el día.
"Gracias," murmuró el embajador, sorbiéndose la nariz con algo de vergüenza mientras acomodaba mejor la bufanda. El viento helado que azotaba la cubierta del barco era como cuchillas finas de hielo; lo sentía hasta en las pestañas. Pero sus ojos brillaban con expectación.
Allí estaba.
La Antártida.
Una extensión infinita de blanco puro, como si el mundo hubiese sido cubierto por una sábana de blanca que arrullaba suavemente ese pedazo de tierra. El sol resplandecía con fuerza en el cielo, pero no ofrecía calor. Era un lugar donde la presencia de vida humana parecía contradecir a la naturaleza misma.
Chara permanecía junto a él, observando en silencio, por primera vez en mucho tiempo sin un comentario sarcástico, sin una sonrisa burlona. Había algo en ese paisaje que la volvía y la hacía sentir pequeña. Más pequeña incluso que su cuerpo fantasmal.
"¿Estás bien?" preguntó el joven embajador, notando la expresión distante de su compañera.
[Sí… ] respondió ella, tras unos segundos de reflexión. Esbozando una sonrisa algo tensa. [Solo… nunca imaginé que vería algo como esto.]
Frisk asintió, comprendiendo lo que estaba sintiendo la Determinación anterior a él. "Yo tampoco."
[Es frío, inmenso… desolado.]
"Pero también… tranquilo, ¿no?" murmuró él. "Silencioso. Puro."
Ella lo miró de reojo, bufando con cierta mofa y molestia combinadas. [Tú y tus malditas visiones románticas del mundo.]
El niño soltó una pequeña risa. Flowey, desde su maceta atornillada al pasamano de seguridad, gruñó con molestia.
"¿¡Románticas!? ¡Hace cinco minutos casi me arranca el viento de la cara! ¿Por qué querría alguien vivir aquí?"
"Tal vez porque aquí no hay guerra," replicó Frisk. "Ni fronteras. Solo… hielo."
Flowey le lanzó una mirada seca. "Sí, claro. Solo hay gente que probablemente quieran diseccionarme en cuanto me vean."
[Entonces no hables,] replicó Chara con sequedad.
"¡Como si tú fueras mejor compañía, 'princesa'!"
Frisk suspiró. Antes de que el intercambio subiera de tono, la voz de Sarff se alzó por detrás, con ese tono calmado y autoritario que usaba cuando tenía que hablar y mas valía que lo escuchases.
"Preparen sus cosas. Atracamos en diez minutos."
Todos giraron hacia él. Sarff, vestido con una chaqueta gruesa color borgoña y gafas oscuras, miraba desde la escalera del nivel superior del barco, donde ya algunos de los miembros de Chaldea comenzaban a agruparse.
A lo lejos, el hielo eterno parecía extender una alfombra hacia el continente blanco. La enorme construcción que era Chaldea se alzaba imponente ante sus ojos. La super estructura estaba incrustada en la ladea de una montaña helada que había sido terraformada para que fuera una superficie lisa.
"Frisk... bienvenido a Finis Chaldea."
La voz de Sarff se perdió levemente, la mirada del trío más joven estaba puesta en la construcción circular. El castaño de ojos dorados aspiró profundamente, ajustándose la bufanda una vez más.
"Es ahora o nunca..." murmuró Frisk en voz baja.
Chara no respondió. Solo lo siguió con la mirada mientras se giraba para ir por su mochila. Flowey suspiró, resignado. “Más vale que esto valga la pena…”
El pequeño grupo comenzó a avanzar por la cubierta, esquivando otros viajeros, mientras Sarff los guiaba con pasos seguros. La escena parecía sacada de un sueño: un niño con una bufanda roja, una flor parlante medio amargada, y una fantasma de ojos carmesí adentrándose juntos a lo desconocido.
"heya"
Ninguno del grupo se extrañó cuando Sans apareció literalmente de la nada, agitando levemente la mano de lado a lado como forma de saludo. Flowey alzó una ceja, ahora que se daba cuenta, la basura sonriente en su "disfraz" humano, se parecía mucho al tipo del manga que estaba leyendo.
Solo le faltaba disparar bolas rojas, azules y moradas o tener lentes negros.
"Hola Sans. Creía que dormías."
Mencionó el muchacho, ganándose una leve risilla del comediante. El hermano de Papyrus soltó una leve risa, moviendo la cabeza de izquierda a derecha... si, es cierto, había estado durmiendo casi todo el día.
Pero tenían que entenderlo... dormir en un barco era una experiencia totalmente única, hasta eso Frisk lo entendía. El embajador miró al albino caminar a un lado de él con las manos en los bolsillos.
Sus ojeras eran enormes, pero le daban su encanto, acompañadas de esa sonrisa imborrable que siempre le acompañaba.
"Admito que este lugar es bastante... pintoresco. Se ve algo lúgubre por fuera."
"Nadie quiere llamar la atención."
Sarff interpuso, era normal que Chaldea fuera lo más "Minimalista" posible con su infraestructura exterior, después de todo, sería lo primero que alguien vería al poner un pie en la Antártida.
Entonces yo tampoco debería de hacerlo...
Pensó el monstruo, cuando por fin, sus ojos hicieron contacto con lo que estaban buscando. No tardaron mucho en desembarcar. La enorme pasarela blanca estaba casi vacía, solo ellos viendo las enormes puertas de metal que daban hacia el interior del lugar.
PSHHHHHHHHHHHHH~
Las puertas del hangar se deslizaron con un silbido sutil, revelando la figura de una joven mujer que aguardaba en medio de la ventisca. Un abrigo blanco con cuello alto ondeaba levemente con la brisa polar. Su expresión era firme, su postura elegante, pese al frío que calaba hasta los huesos.
Olga Marie Animusphere, directora de Chaldea, estaba allí para recibirlos.
"Embajador Dreemurr, bienvenido a Finis Chaldea. Espero que tu viaje haya sido todo lo cómodo posible." Su voz era clara, entrenada, pero no rígida. "Lamentamos la demora en la recepción. Las tormentas han sido persistentes estos últimos días."
La mujer extendió su mano derecha, mano que Frisk no tardó en agarrar con firmeza, en un firme apretón de manos.
"Soy Olga Marie Animusphere, un gusto conocerte en persona."
"Frisk Dreemurr, el gusto es mío, señorita Olga."
La nombrada asintió levemente ante su saludo, antes de soltarle la mano y usar esa misma para dar pase al hombre a su costado:
"Permítanme presentarles al Director Médico en funciones, Romani Archaman."
Al principio, no hubo respuesta.
Romani no se movía.
Sus ojos estaban clavados en una figura, completamente ajenos a las presentaciones, al protocolo o incluso a la presencia del propio Embajador. Era como si el tiempo se hubiese detenido para él, y solo Sarff existiera en su campo de visión.
Una mano temblorosa alzó la bufanda que llevaba bajo el rostro, como si necesitara confirmar que sus ojos no le estaban jugando una mala pasada.
"N-no puede ser... " susurró, apenas audible. "Tú... tú deberías estar muerto. Ha pasado demasiado tiempo. Incluso para ti..."
El susurro de Romani salió en decibelios demasiado bajos. No sería humanamente posible siquiera escuchar el pequeño silbido que salió de los labios del hombre de cabellos salmón.
Pero a Sarff pareció no importarle. Solo avanzó unos pasos con las manos tras la espalda, la brisa helada meciendo los mechones de su cabello rojo sangre, sus ojos dorados brillando como brasas en la penumbra blanca.
Y cuando habló, lo hizo en un tono perfectamente neutro.
Uno que solo Romani pareció oír con total claridad.
"¿Así saludas a tu maestro... Solomon?"
Fin.
Notes:
Miguel16310: Bueno, dios mío... jamás creí que este capítulo tardaría TANTO en salir. El capítulo 1 salió en FEBRERO 23, ¡Y estamos a Julio 9! la PUTÍSIMA MADRE que me re-mil parió, y pensar que todo esto fue mi culpa lol. Me puse como MIL proyectos encima, y además yo de pelotudo quería ser el que comenzara el capítulo como la primera vez, pero al final, y no temo admitirlo, este capítulo es como máximo 5% mío y el resto es pura magia de mi papu, de mi bro, de mi hermano, CrimsonAshmedai. Sin él, como siempre digo, esta historia no habría salido adelante, la concha de mi madre.
¿Y saben qué? ¡El resultado me ENCANTÓ! al principio estaba nervioso, pensando que el capítulo 2 no duraría tanto como el primero, pero fui un IDIOTA. Terminó durando UN CHINGADERO. ¡27.700 palabras! 9300 palabras más que el capítulo 1 que tenía 18400. ¿A que es un gran escritor mi bro? JAJAJAJA. ¡Ahí los dejo con él, y nos vemos próximamente! un abrazooo.
CrimsonAshmedai: Bueno, me presento. Soy CrimsonAshmedai y al menos en AO3 soy alguien relativamente nuevo. Llevo escribiendo casi el mismo tiempo que conozco a Miguel, casi 10 años ya y he tenido algún que otro proyecto que he descontinuado por falta de inspiración, tiempo o me he dado cuenta que he madurado y, junto a ello, mi escritura ha mejorado bastante.
Cuando Miguel me comentó del proyecto antes de iniciarlo, me di cuenta que las bases estaban bien. El problema es que el conocimiento de él se limita a FGO, algo de Stay Night y, tal vez, un poco del resto de obras a base de los collabs que hay con FGO. Fuera de eso, donde él más brilla es en Undertale y siempre le daré el reconocimiento por ello.
En mi caso, no diré que soy el gran Master Lore del Nasuverse, pero me defiendo bastante bien. Así mismo, otra cosa la que he mejorado es el hecho de "fusionar" dos obras agarrando los "pequeños hilos" que podrían juntarlas, así nació Scarlet Order.
No soy alguien de muchas palabras, soy algo tímido con respecto a eso. Pese a ello, estoy muy feliz de que les guste bastante la historia y espero algo ansioso sus palabras con respecto al capítulo 2, donde más empeño le he puesto ya que Miguel se dignó en decirme que tenía problemas para iniciar casi cuatro meses después de haber subido el capítulo 1. Así que, para no dejarlos esperando (a diferencia de mi propia obra personal), decidí tomar cartas en el asunto.
El capítulo es largo, y el resto tal vez también lo será, estoy viendo con Miguel la posibilidad de volver este "Three-shot" un "Short-fic" (algo de cuatro - cinco capítulos) para no apurar las cosas.
En fin, creo que me he expandido mucho, pero bueno. Espero sus comentarios sobre el capítulo y sus opiniones sobre Sarff, quien es un personaje creado por mi para esta obra.
Miguel: ¡Y UNO BUENÍSIMO, LA CONCHA DE LA LORA! ¡SARFF YO TE AMO! ¡EL MÁS GOD DE TODOS!
CrimsonAshmedai: Sin nada más que decir, espero que hayan tenido una buena lectura. Y les invito a leer "Crimson", mi obra que tiene un capítulo por el momento. Hasta la próxima.
Nell01 on Chapter 1 Fri 21 Feb 2025 01:40PM UTC
Last Edited Fri 21 Feb 2025 01:43PM UTC
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Miguel16310 on Chapter 1 Fri 21 Feb 2025 06:19PM UTC
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Nell01 on Chapter 2 Wed 05 Mar 2025 12:39PM UTC
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Miguel16310 on Chapter 2 Wed 05 Mar 2025 06:01PM UTC
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Dou (Guest) on Chapter 3 Sun 24 Aug 2025 04:20AM UTC
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