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Liberalmente tuyo

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Javier Milei, el flamante presidente libertario de Argentina, el "León de la República", el día de su asunción al poder recibe la visita de la persona menos pensada: Nicolás del Caño, uno de sus acérrimos rivales políticos. Desde esa reunión inesperada, algo cambia dentro de los dos, pero ninguno de los dos quiere admitirlo y menos ponerle nombre a aquello. Por ahora.

En el complicado mundo de la política y ante las apariencias que ambos insisten en mantener, ¿tendrán la libertad para permitirse ser quiénes son realmente y dejar de esconderse?

Chapter 1: La primera reunión

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📍Casa Rosada – Miércoles 10 de Diciembre de 2023

El sol de verano caía implacable sobre Buenos Aires, pero en la Casa Rosada el clima era aún más intenso. Afuera, los ecos de la multitud que se había congregado para presenciar la asunción del nuevo Presidente de la Nación, Javier Milei, resonaban en la distancia, como un murmullo persistente que se mezclaba con el ruido de los autos y el zumbido de la ciudad.

El interior de la Casa Rosada, sin embargo, ofrecía un respiro del calor. El aire acondicionado mantenía los amplios pasillos frescos, mientras que las paredes adornadas con retratos de expresidentes parecían observar cada movimiento, impregnando el ambiente con un aura de solemnidad. Las luces suaves que pendían de los altos techos proyectaban sombras alargadas, haciendo que cada rincón pareciera más profundo de lo que era.

Javier Milei, ahora investido con el máximo poder de la nación, estaba sentado en su nueva oficina presidencial. El despacho era un lugar elegante, con muebles de madera oscura y cortinas gruesas de un tono burdeos que apenas dejaban pasar la luz del día. El escritorio, imponente y ordenado, estaba decorado con unos pocos objetos personales: una réplica en miniatura de su icónica motosierra, un par de libros de economía, y un busto de bronce de Ludwig von Mises.

Milei, con su cabello desordenado y su expresión seria, hojeaba sin mucho interés los documentos frente a él. Todavía llevaba puesto el traje de la ceremonia, un impecable conjunto negro que contrastaba con su corbata roja. El peso de la banda presidencial sobre su pecho le recordaba la importancia de su nueva posición, pero también lo mantenía alerta. Sabía que el poder conllevaba enemigos, y estaba preparado para enfrentarlos.

Un toque en la puerta lo sacó de sus pensamientos. Su asistente asomó la cabeza, con una mezcla de nerviosismo y sorpresa en su mirada.

Asistente: —Presidente, el diputado Nicolás Del Caño está aquí para verlo.

Javier: "¿Qué querría Del Caño, uno de mis mayores críticos, en un día tan simbólico? Esa lacra zurda..."

Javier: —Hágalo pasar.

La puerta se abrió por completo, y Nicolás del Caño entró en la sala. A diferencia de Milei, del Caño había optado por un atuendo más modesto, con un saco gris y una camisa blanca sin corbata. Su cabello, ligeramente despeinado, y la expresión seria en su rostro, daban la impresión de un hombre acostumbrado a la lucha, pero hoy, había algo más en sus ojos, una especie de nerviosismo oculto detrás de su habitual determinación.

El silencio entre ambos fue palpable al principio, como si el peso de sus diferencias ideológicas y su historia de enfrentamientos estuviera suspendido en el aire. Pero Milei, en un gesto inesperado, rompió la tensión.

Javier: —Nicolás, ¿qué te trae por acá? ¿Una revolución cultural con café incluido? —dijo con sarcasmo, pero con una leve sonrisa que no esperaba en ese momento.

Del Caño vaciló un instante antes de sentarse, tratando de ordenar sus pensamientos. Sabía que su presencia ahí era, en cierto modo, un riesgo, pero también una oportunidad que no podía dejar pasar.

Nicolás: —Vine a felicitarte, Javier. No todos los días alguien como vos llega a la presidencia. No podía dejar pasar la oportunidad de decirte, en persona, que aunque no comparta muchas de tus ideas, respeto tu determinación y tu capacidad para haber llegado hasta acá.

Milei lo observó con ojos inquisitivos, buscando el doble sentido en sus palabras. Pero no lo encontró.

Javier: "¿Qué estará tramando?"

Javier: —Mirá vos... No me esperaba esto de vos, zurdito. ¿En qué andás? ¿Es esto alguna especie de trampa, o realmente te ablandaste?

Del Caño esbozó una leve sonrisa, más un reflejo nervioso que una expresión de humor.

Nicolás: —No es una trampa, Javier. Simplemente creo que, más allá de nuestras diferencias, este es un momento importante para el país. Y aunque te cueste creerlo, sé reconocer cuando alguien ha logrado algo grande, incluso si no estoy de acuerdo con el cómo.

Milei lo observó durante unos segundos más, luego se recostó en su silla y dejó escapar una risa baja.

Javier: —Bueno, acepto la felicitación, entonces. ¿Y ahora qué? ¿Querés charlar de economía, o tenés algún otro tema en mente?

Nicolás se tensó ligeramente ante la mención de la economía. Sabía que, si la conversación derivaba hacia ese terreno, sería difícil mantener la cordialidad. Pero había venido con otro propósito, aunque aún no estaba seguro de cómo abordarlo.

Nicolás: —En realidad… preferiría hablar de otra cosa. Algo que no tenga que ver con política o economía, al menos por un rato.

Milei arqueó una ceja, claramente intrigado. No era común que Del Caño evitara una discusión política.

Javier: —Mirá vos, Del Caño. Me estás sorprendiendo hoy. A ver, decime, ¿de qué querés hablar entonces?

Del Caño sintió que el peso de la tensión se desvanecía ligeramente.

Nicolás: "Quizás hay una posibilidad de conocer al hombre detrás del político... de entender qué hay más allá de la imagen pública que tanto desprecio y admiro al mismo tiempo."

Nicolás: —Bueno… hace un tiempo escuché que sos fanático de los perros, especialmente de tus clones. ¿Qué tal si me contás un poco sobre eso?

El rostro de Milei se iluminó al instante, como si se hubiera tocado una fibra sensible. Sus ojos se suavizaron y, por un momento, la figura del presidente se desvaneció, dando paso a un hombre apasionado por sus mascotas.

Javier: —Ah, mis hijos. Son lo mejor que me ha pasado en la vida. ¿Sabías que Conan es el clon de mi primer perro? Son como mis compañeros de vida, más que eso, son mi familia.

Una sonrisa cálida se dibujó en el rostro del presidente alfa, y su voz perdió ese tono grave para tornarse más suave y personal.

Mientras Milei hablaba, el ambiente en la oficina se volvía menos tenso, más humano. Del Caño escuchaba atentamente, sorprendido por la transformación en el tono de Milei, y se dio cuenta de que, en ese momento, estaba viendo un lado de él que muy pocos conocían.

La conversación se fue deslizando hacia anécdotas de los perros, sus nombres, sus costumbres y hasta los momentos divertidos que habían vivido juntos. Por un rato, la política y las diferencias quedaron fuera del cuarto, reemplazadas por un hilo común: la pasión y el cariño por esos seres que, de alguna manera, unían dos mundos tan distintos.

Y así, la conversación continuó, dejando atrás la política y las rivalidades, aunque fuera por un breve instante. Sin embargo, en lo profundo de ambos, algo había cambiado, una chispa había sido encendida, y ninguno de los dos estaba seguro de lo que eso significaría en el futuro.

Chapter 2: Dudas y revelaciones

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📍Buenos Aires – Jueves 11 de Diciembre de 2023 – 22:41 hs

Esa noche, el eco de su conversación con Javier Milei no dejaba de resonar en la mente de Nicolás del Caño. Mientras caminaba por las calles de Buenos Aires, de regreso a su modesto departamento, no podía evitar sentirse dividido. Todo lo que había vivido en la Casa Rosada desafiaba las convicciones que había mantenido durante años.

Nicolás: "¿Cómo pude haberme sentido tan cómodo… incluso atraído… por un hombre que representa todo lo que critico?"

El cielo nocturno estaba despejado, con pocas estrellas visibles debido a las luces de la ciudad, pero el aire era ligeramente fresco, agradable, y contrastaba con el calor sofocante del día. Las calles estaban relativamente vacías, y el sonido de sus pasos reverberaba en la acera mientras su mente seguía procesando lo sucedido.


📍Departamento de Nicolás del Caño – Jueves 11 de Diciembre de 2023 – 23:12 hs

Al llegar a su departamento, subió las escaleras en silencio, cada paso acompañando los pensamientos que lo invadían. Abrió la puerta y entró en la pequeña sala de estar. El lugar era modesto, con muebles sencillos pero funcionales, y libros apilados desordenadamente en cada rincón. Un retrato enmarcado de su familia colgaba en la pared, un recordatorio constante de las raíces humildes de las que provenía.

Se dejó caer en el sofá, suspirando profundamente. Su teléfono vibró en el bolsillo. Lo sacó y vio un mensaje de un compañero del partido, preguntándole sobre cómo había sido la jornada en la Casa Rosada.

Camilo: "¿Todo bien con la reunión? ¿Sobreviviste al liberalismo?"

Nicolás: "No tengo fuerzas para contestar ahora. Mucho menos para dar explicaciones que ni yo entiendo", pensó el diputado de izquierda.

Decidió ignorarlo por el momento. No tenía ganas de hablar de política, no después de lo que había experimentado.

Sus pensamientos volvían una y otra vez a la imagen de Javier Milei hablando de sus perros con tanta devoción. El contraste entre ese hombre y el político incendiario que despotricaba en las cámaras de televisión era abrumador.

Nicolás: "¿Cómo puede alguien tan brutal ser también tan… tierno? ¿Y por qué me importa tanto esa ternura?"

Por otro lado, sabía que permitir que esos sentimientos crecieran podría ser peligroso. No solo porque Javier era el Presidente de la Nación, sino porque representaba todo lo que él había combatido durante su carrera política.

Nicolás: "Esto no tiene sentido. Esto no puede pasar."

Y aun así, la chispa que había sentido durante su charla no se apagaba.

Esa noche, Nicolás no pudo dormir bien. Se dio vuelta en la cama una y otra vez, su mente atrapada entre la razón y la emoción.

Nicolás: "Tengo que dejar de pensar en esto. Pero… ¿y si…?"

La idea de volver a ver a Milei, de intentar conocer más a la persona detrás de la figura pública, era tentadora. Pero sabía que hacerlo pondría en riesgo mucho más que su carrera.


📍Residencia presidencial – Jueves 11 de Diciembre de 2023 – 23:46 hs

Al otro lado de la ciudad, en la residencia presidencial, Javier Milei también estaba inquieto. Tras la visita de del Caño, se había retirado a su habitación, pero en lugar de sentirse victorioso por haber superado su primer día como presidente, se encontraba meditabundo, casi perturbado.

Había algo en la visita del diputado que lo había dejado desconcertado.

Javier: "¿Qué fue eso? ¿Una jugada rara? ¿Una amenaza camuflada? ¿O algo más?"

Javier se dejó caer en la cama, mirando el techo con el ceño fruncido. Su habitación, en contraste con la opulencia de la Casa Rosada, era sorprendentemente austera. Había optado por un espacio simple, con pocas distracciones, donde pudiera pensar con claridad. Pero esa noche, la claridad le era esquiva.

El rostro de del Caño volvía a su mente una y otra vez, esa expresión de determinación mezclada con algo más que no lograba identificar del todo.

Javier: "¿Era admiración? ¿Curiosidad? ¿O me está provocando y ni se da cuenta?"

Lo que fuera, había dejado una impresión. Y, por primera vez en mucho tiempo, Javier no estaba seguro de cómo se sentía al respecto.

Se levantó de la cama, incapaz de seguir acostado, y caminó hacia la ventana. Desde allí, podía ver la vasta extensión de Buenos Aires, con sus luces titilando en la oscuridad.

Javier: "¿Qué fue eso, zurdito?", murmuró, sin esperar respuesta.

El viento nocturno soplaba suavemente, pero no lograba calmar sus pensamientos.

Javier: "Esto no es deseo. No puede ser deseo. No con él. ¿O sí?"

¿Era posible que, en medio de todo el caos político, en medio de sus convicciones inquebrantables, hubiera algo más que atracción hacia un adversario político? ¿Algo más profundo, que comenzaba a surgir de manera imprevista?

Sacudió la cabeza, como tratando de desechar esos pensamientos, y se dirigió de nuevo hacia la cama. Necesitaba dormir, su mente tenía que estar clara para lo que vendría en los próximos días. Pero en su fuero interno, sabía que la conversación con del Caño había abierto una puerta que tal vez nunca debería haberse abierto.


📍Buenos Aires – Viernes 12 de Diciembre de 2023 – 07:29 hs

A la mañana siguiente, Nicolás del Caño se despertó con la misma inquietud que lo había acompañado la noche anterior. El cielo estaba gris, presagiando una tormenta, y eso no hacía más que acentuar su estado de ánimo. Se preparó un café y se sentó junto a la ventana, observando cómo la ciudad empezaba a moverse lentamente.

Tenía que tomar una decisión.

Nicolás: "¿Dejo que esto se disuelva en el aire, como un mal sueño? ¿O me atrevo a volver a buscarlo?"

Sabía que, de seguir adelante, nada volvería a ser igual. Pero quizás, solo quizás, valiera la pena correr el riesgo.


📍Casa Rosada – Viernes 12 de Diciembre de 2023 – 07:33 hs

Mientras tanto, en la Casa Rosada, Javier Milei también había tomado una decisión. Quería saber más. Quería entender qué había detrás de esa mirada que del Caño le había dirigido la noche anterior.

Javier: "No me gustó lo que vi en sus ojos. Me intrigó. Y eso… eso me jode."

No podía sacudirse la sensación de que algo importante estaba en juego, algo que iba más allá de la política.

Con ese pensamiento en mente, ambos hombres se prepararon para un día que, sin saberlo, marcaría el inicio de un camino lleno de incertidumbre, peligro y, tal vez, amor.

Chapter 3: La búsqueda de respuestas

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📍Congreso de la Nación – Miércoles 17 de Diciembre de 2023 – 08:13 hs

Aquel día Miércoles amaneció con un cielo encapotado, como si la ciudad misma presagiara la tormenta emocional que ambos hombres estaban a punto de enfrentar. Nicolás del Caño se dirigió al Congreso temprano, inmerso en sus pensamientos. El trajín diario del recinto, con sus corredores llenos de gente y el bullicio de las discusiones, apenas lo distraía. A pesar de todo, su mente seguía atrapada en la conversación de la noche anterior.

Nicolás: "¿Qué me pasa con él? Esto no puede ser una simple confusión."


📍Casa Rosada – Despacho presidencial – 08:24 hs

Mientras tanto, Javier Milei se encontraba en su despacho en la Casa Rosada. La tensión habitual que acompañaba su cargo no lo afectaba de la misma manera ese día. Había una distracción, una figura que no dejaba de invadir sus pensamientos: Nicolás del Caño.

Javier: "¿Por qué no puedo simplemente dejar de pensar en este zurdito insoportable?"

Era un adversario político al que siempre había despreciado. Y aun así, la inquietud persistía.

Javier se inclinó sobre su escritorio, revisando documentos que detallaban las reuniones y decisiones del día, pero sus ojos pasaban por encima de las palabras sin procesarlas realmente. Finalmente, dejó caer la pluma con un suspiro. Sabía lo que tenía que hacer, aunque no le gustara admitirlo.

Tomó el teléfono y marcó el número de su secretario. Cuando este contestó, Javier le pidió que contactara discretamente a Nicolás del Caño y le extendiera una invitación para un almuerzo en la Casa Rosada. La excusa sería la necesidad de mantener un diálogo abierto entre las diferentes fuerzas políticas, algo que, a pesar de lo que representaba, sonaba razonable. La verdadera razón, sin embargo, era mucho más complicada.

Javier: "Esto es una pésima idea. Pero peor sería quedarme con la duda."


📍Congreso de la Nación – Oficina de Nicolás – 09:01 hs

En el Congreso, Nicolás recibió la llamada con sorpresa. Una invitación de Javier Milei no era algo que esperara, y menos para un almuerzo privado.

Nicolás: "¿Un almuerzo con Milei? ¿Y si es una provocación? ¿O... algo más?"

Pero la curiosidad, o tal vez algo más profundo, lo llevó a aceptar. Sabía que enfrentarse nuevamente a Milei en un entorno más personal podría ser peligroso para sus convicciones, pero la oportunidad de explorar lo que había sentido la noche anterior era irresistible.

El almuerzo fue programado para el mediodía, y Nicolás pasó la mañana entre reuniones y documentos, aunque su mente estaba claramente en otro lugar.

Nicolás: "Estoy actuando como si tuviera una cita. Esto es ridículo."


📍Casa Rosada – Sala privada – 12:05 hs

El clima continuaba siendo sombrío, y una fina llovizna comenzó a caer cuando Nicolás llegó al edificio. Entró y fue recibido por un asistente que lo condujo a una pequeña sala privada, lejos de los salones formales donde normalmente se desarrollaban las reuniones de Estado. Era un espacio más íntimo, con una mesa para dos y un ventanal que daba al jardín, cuyas hojas estaban ahora empapadas por la lluvia.

Milei ya estaba allí, de pie junto a la ventana, mirando hacia afuera con una expresión pensativa. Cuando Nicolás entró, Javier se dio la vuelta, su mirada cargada de algo que del Caño no pudo identificar de inmediato. No era la hostilidad habitual; había una especie de reconocimiento, de evaluación mutua.

Javier:Diputado Del Caño. —Extendió la mano, su tono formal pero sin la frialdad que Nicolás esperaba.

Nicolás:Presidente Milei. —Aceptó el apretón. La piel de Javier estaba sorprendentemente cálida, y el contacto, aunque breve, fue suficiente para que un escalofrío le recorriera la espalda.

Ambos tomaron asiento, y el silencio llenó la sala por un momento, solo interrumpido por el suave repiqueteo de la lluvia contra los vidrios. El ambiente era tenso, pero no de la manera habitual; había una carga emocional, algo que ambos parecían percibir pero no estaban dispuestos a reconocer todavía.

La conversación comenzó de manera vacilante, centrada en cuestiones políticas, como era de esperar. Javier habló de la importancia de establecer puentes entre los distintos sectores.

Javier:El país está demasiado polarizado. Si seguimos así, nos vamos a hundir todos, incluso ustedes, los que se oponen a todo lo que propongo.

Nicolás planteó algunas de sus preocupaciones sobre las políticas que Milei estaba implementando, aunque sin la confrontación directa que solía caracterizarlo.

Nicolás:No se trata de oponerse por deporte, Javier. Pero hay sectores que están realmente al límite. Esas personas también esperan respuestas, no sólo ajustes.

A medida que avanzaba la comida, los temas comenzaron a desviarse de la política.

Javier:¿Cómo llegaste a involucrarte en la política, Nicolás?

Nicolás se sorprendió ante la pregunta. Respiró hondo y decidió responder honestamente.

Nicolás:Crecí en una familia humilde. Mis padres siempre me enseñaron la importancia de la justicia social. Sentí que era la única manera de hacer una diferencia real.

Javier asintió.

Javier:Yo también crecí en una familia humilde. Aunque mi camino hacia la política fue... diferente. Empecé en la economía porque quería entender por qué algunas personas tienen tanto mientras otras tienen tan poco.

Nicolás: "¿Esto es real? ¿Estamos teniendo una conversación genuina? ¿Con él?"

El almuerzo continuó, pero la conversación se volvió más personal, menos centrada en la política y más en sus vidas, en sus pasiones y en sus frustraciones. Nicolás se sorprendió al descubrir que, detrás de la retórica incendiaria, Javier era alguien con quien podía tener una conversación significativa, incluso agradable.

Nicolás: "Esto no lo había visto venir. Y, si soy sincero, me gusta."

La tensión entre ambos había cambiado de naturaleza. Lo que al principio había sido una rivalidad abierta se había transformado en algo mucho más complejo.

Cuando finalmente terminó el almuerzo, ambos hombres se levantaron, conscientes de que algo había cambiado entre ellos.

Javier:Gracias por aceptar la invitación, Nicolás. —Su voz sonó baja, casi íntima.

Nicolás:Gracias por invitarme, Javier. —Usó su nombre de pila, y la palabra le dejó un sabor inesperado en la boca.

El presidente lo miró por un largo momento, y en sus ojos, Nicolás creyó ver una mezcla de emociones que no había esperado encontrar. Por un instante, el mundo exterior dejó de existir; solo eran ellos dos, dos hombres atrapados en una situación que nunca habían previsto.

Javier:Nos vemos pronto. —Lo dijo casi como una promesa.

Nicolás se detuvo un instante antes de dar el primer paso hacia la puerta. Algo dentro de él le impidió irse sin antes devolver la despedida de Milei. Se giró lentamente, enfrentándose de nuevo a ese hombre que tanto lo había desconcertado en los últimos días. Sus miradas se encontraron, y por un momento, el tiempo pareció detenerse.

Los ojos de Javier, que antes le habían parecido fríos y calculadores, ahora mostraban una profundidad que Nicolás no había notado antes. Eran como un océano embravecido, lleno de secretos y emociones que no habían sido revelados. Por un segundo, sintió como si estuviera a punto de sumergirse en ese océano, de dejarse llevar por las corrientes que lo arrastrarían hacia lo desconocido.

Nicolás:Nos vemos pronto, Javier.— Lo dijo en un susurro apenas audible, cargado de una promesa tácita.

Javier asintió levemente, pero no apartó la mirada. Había algo en ese intercambio, una tensión palpable que ninguno de los dos podía ignorar.

Nicolás: "¿Qué me estás haciendo sentir? Esto no tiene sentido."

Sintió cómo su corazón latía con fuerza, un ritmo acelerado que contradecía la calma que intentaba mostrar. Finalmente, con un esfuerzo casi sobrehumano, rompió el contacto visual y salió de la sala.


📍Casa Rosada – Pasillos – 13:31 hs

Cada paso que daba lo alejaba más de Javier, pero la sensación de haber dejado una parte de sí mismo atrás se hacía más intensa con cada metro. Mientras caminaba por los pasillos de la Casa Rosada, tratando de ordenar sus pensamientos, no podía evitar preguntarse cómo había llegado a este punto.

Nicolás: "Solo era un almuerzo. Nada más que un gesto institucional. ¿Por qué siento que acabo de cruzar un límite?"

Lo que había comenzado como una simple visita diplomática se había transformado en algo mucho más profundo, algo que no sabía cómo manejar.

Una vez fuera del edificio, notó que la lluvia había cesado, aunque el cielo seguía cubierto de nubes grises, reflejando su estado emocional. Respiró hondo, intentando calmarse, pero los recuerdos de los ojos de Javier lo perseguían, haciéndolo sentir como si hubiera visto algo que estaba destinado a permanecer oculto.

Mientras subía al auto que lo llevaría de regreso al Congreso, no pudo evitar mirar por la ventana hacia la Casa Rosada una vez más.

Nicolás: "Algo cambió. Y no tengo idea de qué hacer con eso."

Sabía que esa conversación, esos momentos compartidos, habían marcado un antes y un después. Pero lo que eso significaba, lo que implicaba para ambos, era algo que aún no podía comprender.

El motor del auto rugió suavemente mientras se alejaba, y Nicolás se encontró preguntándose cuándo volverían a verse, cuándo tendría la oportunidad de mirar nuevamente en esos ojos que tanto lo habían inquietado.

Nicolás: "Esto no terminó. Sea lo que sea... va a volver a buscarme."

Lo que fuera que había comenzado hoy, no había terminado. Y Nicolás sabía, con una certeza que le erizaba la piel, que tarde o temprano, tendría que enfrentarlo.

Chapter 4: Ecos en el Congreso

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📍Congreso Nacional – Oficina de Nicolás - Jueves 18 de Diciembre de 2023 – 08:45 hs

Los días que siguieron a la reunión en la Casa Rosada fueron un torbellino para Nicolás del Caño. El Congreso se sumergió en su ritmo habitual de sesiones ordinarias, debates intensos y votaciones cruciales, exigiendo la total atención de cada legislador. Nicolás, conocido por su dedicación y pasión por la justicia social, debía estar a la altura de las expectativas, poniendo toda su energía en cada discusión y análisis de las leyes que estaban en juego.

Sin embargo, por más que intentara concentrarse, había algo que persistía en el fondo de su mente, una sombra que no lo abandonaba: Javier Milei. Su imagen, sus palabras, y sobre todo, esa última mirada que habían compartido en la Casa Rosada, se habían anclado en su memoria. A menudo, durante los debates en el recinto, Nicolás se sorprendía divagando, perdido en el recuerdo de aquellos ojos azul cielo que lo habían desarmado con una mezcla de intensidad y vulnerabilidad.

Nicolás: "No puede ser que todavía esté pensando en eso."

Intentaba sacudirse esos pensamientos, diciéndose que no era el momento ni el lugar para dejarse llevar por algo tan improductivo. Pero cada vez que los noticieros mostraban a Javier —ya fuera en una conferencia de prensa o en una aparición pública—, la lucha interna volvía a empezar.

Nicolás: "Mierda... ahí está otra vez."

Se encontraba a sí mismo observando detenidamente, buscando algo en los gestos o en las palabras del presidente que lo devolviera a esa promesa no dicha, a ese "Nos vemos, Nicolás" que resonaba en su mente como un eco persistente.

Las noticias no dejaban de recordarle la existencia de Javier. Los titulares seguían cada uno de sus movimientos, sus decisiones, sus controversias. Y cada vez que lo veía en la pantalla, Nicolás no podía evitar preguntarse si Javier también pensaba en él, si recordaba aquella conversación, aquella carga muda en la despedida.


📍Congreso Nacional – Oficina de Nicolás – 15:17 hs

Una tarde, mientras revisaba unos informes en su oficina del Congreso, Nicolás fue interrumpido por el sonido del noticiero en la televisión. El locutor informaba sobre la reciente visita de Javier a una provincia del interior, donde había dado un discurso ante miles de personas. La imagen del presidente llenó la pantalla, y Nicolás se detuvo, su atención completamente capturada.

La cámara lo mostraba de cerca, con su característico pelo desordenado y esos ojos que ahora parecían más claros bajo la luz del sol. Javier hablaba con pasión, gesticulando con energía, pero lo que capturó a Nicolás fue un momento en que la cámara lo enfocó justo cuando hacía una pausa, su mirada perdida por un instante.

Nicolás: "¿Pensás en mí cuando dejás de hablar?"

Sintió un nudo en el estómago. ¿Era una fantasía? ¿O había visto algo real? Se apartó de la pantalla, intentando concentrarse nuevamente en los papeles frente a él, pero la pregunta seguía rondando en su mente.

Nicolás: "¿El destino de verdad te puede empujar hacia alguien así? ¿Tan opuesto, tan... peligroso?"


Pasaron más días, y aunque la rutina del Congreso seguía siendo tan demandante como siempre, Nicolás no podía evitar que su mente vagara de vez en cuando hacia Javier. Se había vuelto una especie de obsesión suave, una inquietud persistente que no lograba desalojar.

Una tarde, mientras terminaba de revisar un proyecto de ley, su teléfono vibró sobre el escritorio. Era un mensaje de uno de sus colegas, recordándole una reunión. Pero debajo de ese mensaje, había otro, uno inesperado.

Secretario de Milei: "El presidente desea invitarlo a una reunión informal esta semana, cuando su agenda lo permita. Por favor, avise de su disponibilidad."

Nicolás: "¿Otra vez? ¿Así de directo? ¿Y cómo corno sacaron mi teléfono?"

Sintió cómo su corazón se aceleraba. No era una invitación oficial, ni una que tuviera un propósito político claro, al menos no uno que pudiera identificar con facilidad. Pero el hecho de que Javier hubiera pedido específicamente verlo de nuevo no hacía más que avivar el fuego.

Nicolás: "¿Y si me estoy engañando solo? ¿Y si para él es una jugada más?"

Se quedó unos segundos en silencio, mirando la pantalla, dudando. Luego, sin pensarlo demasiado, respondió:

Nicolás: "Estoy disponible el Viernes por la tarde. Confirmen hora y lugar, por favor."

Cuando envió el mensaje, se reclinó en la silla, mirando el techo de su oficina. Su respiración se fue calmando poco a poco.

Nicolás: "Bueno. Parece que la historia no terminó. Todavía no."

El destino, parecía, estaba preparando el escenario para un nuevo encuentro. Uno que, intuía, podría revelar más de lo que estaba preparado para enfrentar.

Chapter 5: Preguntas sin respuesta

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📍Congreso Nacional – Oficina de Nicolás 

Las horas que siguieron al mensaje del secretario de Milei fueron un torbellino de pensamientos y emociones para Nicolás del Caño. A pesar de la apretada agenda que ambos mantenían, Javier había insistido en volver a reunirse, lo cual no dejaba de sorprenderlo.

Nicolás: "¿Qué tan importante puedo ser para él como para pedirme otra reunión en plena semana?"

Más aún, ¿por qué ahora, en medio de toda la atención mediática que rodeaba a su vida personal?

Los medios no dejaban de hablar sobre la relación de Javier con su novia, una figura tan pública como él. Fátima Florez. Nicolás recordaba con claridad la noche del 22 de Octubre, cuando el país entero estuvo pegado a las pantallas esperando el resultado de las elecciones. Fue una noche histórica: la victoria de Milei con un 55% de los votos marcó un hecho sin precedentes en la historia democrática argentina.

Pero lo que más se había grabado en la memoria de Nicolás no era ese número.

Nicolás: "Fue ese beso..."

Ese beso en plena cadena nacional. El apasionado y larguísimo beso que Milei le había dado a Fátima frente a todos.

Nicolás: "Tan... teatral. Tan incómodo. No sé si indigno, pero... ¿era necesario?"

Lo había considerado casi inapropiado. No por moralismo, sino por la extraña teatralidad que había envuelto ese gesto, como si necesitara marcar una frontera demasiado clara entre lo que era y lo que nunca sería.

Y era un contraste demasiado fuerte con el Javier Milei que él había conocido en privado. Ese otro hombre —carismático y enérgico, sí— pero que también había dejado asomar una veta más introspectiva, incluso vulnerable.

Nicolás: "¿Había algo real en él... o simplemente sabe actuar bien?"

No podía evitar preguntarse si Fátima sospechaba algo, aunque fuera mínimo. En política, las apariencias lo eran todo, y cualquier acercamiento entre dos rivales ideológicos como ellos podría levantar sospechas. Pero había algo en la forma en que Javier lo había mirado, en la insistencia con la que había promovido ese segundo encuentro, que lo hacía dudar de que todo fuera meramente institucional.

Mientras caminaba de un lado a otro en su oficina del Congreso, Nicolás se sorprendía pensando en los detalles más triviales, los que en otro momento jamás le habrían importado.

Nicolás: "¿Dónde me va a citar? ¿Un despacho? ¿Un jardín? ¿Será algo formal o... privado? ¿Voy con camisa y saco? ¿O mejor algo más relajado, como la última vez?"

No quería parecer ansioso, pero tampoco subestimar el momento. Y después estaba el temido asunto del contenido: la conversación.

Nicolás: "¿Tendré que ir preparado para debatir alguna ley? ¿O sólo quiere charlar? ¿Y si quiere confesarme algo?"

La vez anterior habían hablado muy poco de política. Lo que se había dicho entre ellos no necesitaba leyes, ni tratados. Lo no dicho, mucho menos.

Nicolás: "No puedo ir con una lista de temas. Me haría sentir un estúpido. Pero tampoco quiero parecer que no sé ni por qué fui..."

Era difícil predecir cómo se desarrollaría todo, pero una cosa era segura: no quería sentirse desubicado. Ni menos, expuesto. Porque a estas alturas, lo que más temía era que Javier pudiera leerle algo que ni él mismo se animaba a poner en palabras.

¿Y qué tan ansioso estaría Javier?

Nicolás: "¿Pensará en mí mientras firma decretos? ¿Se estará preguntando lo mismo que yo ahora?"

La imagen del presidente frío, tajante, que tantas veces había visto en las sesiones y en televisión, comenzaba a difuminarse. En su lugar se alzaba una figura más inquietante: la de un hombre lleno de contradicciones, en parte fascinante, en parte amenazante.

Nicolás: "No sé si me interesa como persona... o como idea."

Las preguntas giraban en su cabeza, creando una maraña de incertidumbre que no podía desenredar. Al final, decidió soltar. No planear nada. Ir con los ojos abiertos y el corazón a medio cerrar.

Nicolás: "Si esto es una trampa, me la banco. Pero si es otra cosa... no quiero perderla por miedo."

Con una mezcla de nerviosismo y expectativa, aceptó finalmente que, fuera lo que fuera lo que Javier tuviera en mente, él estaría listo para escuchar. Y quizás también para hablar.

Después de todo, hay silencios que marcan el inicio de un nuevo lenguaje. Y la política, como la vida, a veces no hace más que empujar a dos cuerpos en direcciones opuestas… que terminan colisionando.

Chapter 6: La espera incierta

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📍Palermo Soho - Viernes 26 de diciembre – 19:00 hs

El lugar acordado para la "reunión informal" fue un elegante restaurante en Palermo Soho, un sitio que Nicolás del Caño no frecuentaba, pero que sabía que era famoso por su exclusividad y privacidad. La Terraza del Sol era un refugio para aquellos que querían disfrutar de una comida tranquila sin el bullicio de la ciudad, un lugar ideal para encuentros que requerían discreción. Las paredes estaban decoradas con obras de arte moderno, y las mesas, separadas por biombos de madera tallada, ofrecían un ambiente íntimo y reservado.

Nicolás llegó puntual, vestido con un look casual pero cuidado: jeans oscuros, camisa blanca, y una chaqueta de cuero negro que lo hacía sentir cómodo pero lo suficientemente formal para la ocasión. Al entrar, el ambiente cálido y la suave música de jazz que llenaba el aire lo hicieron sentir momentáneamente relajado, pero la calma no duró mucho. No veía a Javier Milei por ninguna parte, lo que le generó un leve desconcierto. Se dirigió hacia la mesa que había reservado a nombre de "Federico", el seudónimo que usó para mantener la discreción.

Nicolás: "Capaz viene directo desde alguna reunión... O capaz no viene. No, no. No seas paranoico."

Tomó asiento, mirando a su alrededor, esperando ver la figura inconfundible del presidente aparecer en cualquier momento. Pero el tiempo pasaba, y la ansiedad comenzó a hacer mella en su tranquilidad. Habían acordado encontrarse a las siete en punto, pero los minutos avanzaban sin señales de Milei. Diez minutos, veinte...

Nicolás: "Debe haber surgido algo urgente. No es un tipo común... Es el presidente. No te lo tomes personal."

Sumido en sus pensamientos, observaba cómo los camareros iban y venían, atendiendo a los otros clientes que disfrutaban de su velada. Fue en ese momento cuando una mesera se acercó a su mesa, interrumpiendo el torrente de pensamientos que lo mantenían distraído.

Mesera: —¿Puedo tomar su orden, señor?

Nicolás: —Sí, claro. Un café macchiato y un tostado mixto, por favor.

La mesera asintió y se alejó, dejándolo nuevamente solo con sus pensamientos. Miró su teléfono, esperando ver algún mensaje de Milei explicando el retraso, pero no había nada.

Nicolás: "¿Y si se arrepintió? ¿Y si esto no significaba nada para él? ¿Y si me confundí desde el principio?"

El tiempo seguía corriendo, y la ausencia de Milei se hacía cada vez más notoria. Los cuarenta minutos que pasó solo en aquella mesa lo llenaron de una extrañeza creciente, que pronto dio paso a una moderada furia.

Nicolás: "Esto fue una idiotez. Tendría que haber sabido que no podía confiar."

Finalmente, después de terminar su café y tostado, y de comprobar por enésima vez su teléfono, Nicolás decidió que había esperado suficiente. Se levantó con cierta brusquedad, conteniendo las ganas de dejar el lugar sin pagar. No quería dar una mala impresión, así que dejó el dinero exacto sobre la mesa, junto con una propina, y salió del restaurante.


📍Calles de Palermo – 20:05 hs

El aire fresco de la noche lo golpeó al salir a la calle, ayudando a enfriar un poco su enojo. Caminó hacia la estación de subte más cercana, tratando de calmarse mientras se dirigía a su hogar en Parque Patricios. Aunque su sueldo como diputado le permitía vivir en un lugar más acomodado, Nicolás siempre había preferido la modestia, un valor que mantenía desde sus días de militancia en la izquierda.

El trayecto a casa fue largo y solitario, y aunque intentó concentrarse en otra cosa, su mente no podía apartarse de lo que había ocurrido. O más bien, de lo que no había ocurrido.

Nicolás: "No podés ilusionarte con alguien como él. Es Milei. Es el presidente. ¿Qué estabas esperando? ¿Una cita?"

Llegó a su modesto edificio y subió las escaleras hasta su departamento, un lugar que, aunque pequeño, siempre había considerado su refugio. Al entrar, el silencio de la noche lo envolvió, un contraste agudo con el bullicio de sus pensamientos. Se dejó caer en el sofá, mirando al techo, intentando procesar lo que acababa de pasar.

Nicolás: "Sos un idiota. Un imbécil sentimental. Esto no es amor ni política. Es locura. Eso es lo que es."

El agotamiento mental comenzó a ganar terreno, y, antes de darse cuenta, Nicolás se quedó dormido en el sofá, con la mente aún agitada por la incertidumbre y el corazón cargado de preguntas sin respuesta.

Chapter 7: Reflexiones y escándalos

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Varios días más tarde...

Los días se sucedieron en un flujo constante de trabajo y responsabilidades para Nicolás Del Caño. Su rutina diaria estaba marcada por las reuniones en el Congreso, debates acalorados sobre nuevas leyes y la gestión de su labor como diputado. A pesar de su apretada agenda, no podía dejar de pensar en la reunión fallida con Javier Milei. El eco de la promesa no cumplida seguía resonando en su mente, y las preguntas sin respuestas lo atormentaban.

Nicolás: "¿Había sido todo una broma? ¿Se había reído de mí por ser un ‘zurdito’, como él mismo decía? ¿O tal vez ocurrió un imprevisto que le impidió cumplir su palabra?"

La política seguía su curso, y mientras Nicolás lidiaba con sus propios desafíos, Milei estaba en el centro de la escena, acaparando titulares y provocando controversias. Era una tarde de mayo particularmente agitada cuando el presidente se encontraba en medio de una maratón de actividades relacionadas con su ambicioso Pacto de Mayo, un acuerdo que buscaba consolidar su autoridad con los gobernadores de todas las provincias.

En ese mismo período, Milei dio una conferencia en Madrid, donde sus declaraciones incendiarias no pasaron desapercibidas. En un ataque de imprudencia, volvió a desprestigiar a la izquierda y, para añadir leña al fuego, lanzó críticas feroces contra la esposa del primer ministro español. Aquello fue catalogado por muchos como una falta de respeto internacional. Los medios europeos amplificaron la controversia, situando a Milei en el ojo del huracán.

Nicolás: "Qué tipo… No le alcanza con hacer papelones acá, tiene que salir a exportarlos también."

Observaba desde la distancia cómo Javier se sumergía en escándalos internacionales, y no pudo evitar sentir una mezcla de emociones. Por momentos se reía ante la audacia de Milei, pero también sentía una vergüenza ajena punzante. La forma en que el presidente se comportaba en la arena internacional era un espectáculo, sí, pero también una fuente de preocupación constante. Nicolás no podía ignorar el impacto que esas acciones podían tener en la política global y en la imagen de Argentina.


Una tarde, mientras trabajaba en su oficina, se encontró leyendo un artículo sobre el último incidente de Milei. Con cada párrafo, la preocupación crecía en él. Las palabras del presidente eran imprudentes, incluso para los estándares locales. El hecho de que se hubiera metido en problemas diplomáticos de semejante calibre no dejaba de ser alarmante.

Nicolás: "Lo va a terminar aislando al país entero... Ni siquiera sé si lo hace a propósito o si realmente cree que está brillando. Es como ver a alguien bailar sobre un cable pelado."

Y entonces, como un relámpago que atraviesa el cielo cargado de presagio, volvió esa idea fugaz, tan absurda como insistente.

Nicolás: "Tengo que salvarlo de sí mismo."

Frunció el ceño, como si quisiera sacarse esa frase de la cabeza.

Nicolás:¿Por qué estoy pensando en eso? —murmuró, cerrando el artículo y dejando el celular sobre el escritorio con más fuerza de la necesaria.

La idea de intervenir de alguna manera para mitigar el daño le parecía tan ridícula como impropia. ¿Desde qué lugar podría hacerlo? ¿Como adversario político? ¿Como... qué?

Nicolás: "¿Un aliado? ¿Un confidente? No seas ridículo, Nicolás."

Y sin embargo, había algo en él que no podía ignorar. Una inquietud persistente. Una necesidad de no mirar hacia otro lado. Un deseo irracional de que Javier no se destruyera públicamente de esa forma. No por él. Por el país. O al menos, eso intentaba convencerse.

Era un dilema que lo mordía por dentro. Su deber era mantenerse al margen. Milei estaba cavando su propia tumba diplomática, y cualquier intento de intervención podría ser malinterpretado o, peor aún, explotado políticamente.

Nicolás: "Y si no lo hago, ¿puedo seguir viéndolo destruirse así? ¿Tan cerca, tan lejos, y sin decir nada?"

Mientras el día avanzaba, la tensión en su pecho crecía. La figura de Javier, con sus gritos, sus gestos exagerados y sus polémicas, ya no le parecía únicamente la de un enemigo ideológico: parecía más bien la de alguien desbordado. Alguien a punto de romperse. Y lo que era peor: a alguien por quien Nicolás sentía algo que no sabía cómo definir.

Nicolás: "No puedo seguir pensando en él como si fuera un caso perdido... O como si fuera solo un loco más del montón. No después de lo que vi en sus ojos."

Se levantó de su escritorio y caminó hasta la ventana. Afuera, el cielo comenzaba a cubrirse de nubes oscuras, gruesas, eléctricas.

Nicolás: "¿Qué voy a hacer con todo esto?"

El horizonte parecía apretar sus sombras contra la ciudad. Y adentro, en su oficina del Congreso, Nicolás se quedó quieto, con los brazos cruzados y el alma agitada.

Una tormenta se gestaba afuera. Otra muy distinta, dentro de él.

Chapter 8: Un giro inesperado

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📍Congreso Nacional – Oficina de Nicolás – Viernes 11 de Enero de 2024 – 13:06 hs

El tiempo seguía su curso y el clima político se volvía cada vez más agitado. Mientras Milei enfrentaba la tormenta de críticas internacionales, Nicolás Del Caño trataba de concentrarse en sus responsabilidades. Su rutina en el Congreso se volvía cada vez más intensa, marcada por reuniones, sesiones maratónicas y peleas discursivas. Pero, por más que intentara mantenerse enfocado, la creciente inquietud por el estado emocional de Milei seguía dándole vueltas por dentro.

Nicolás (pensando): "¿Se cagó de risa de mí ese día? ¿O de verdad algo se le complicó? ¿Me boludeó nomás por zurdito, como dijo?"

Las preguntas lo rondaban desde aquella noche en la que esperó en vano. No había recibido ninguna explicación. Ningún mensaje. Nada.

Una tarde de Viernes, mientras revisaba unos documentos en su oficina, el teléfono fijo sonó. Su secretaria lo atendió y, segundos después, asomó la cabeza por la puerta.

Secretaria: —Nico, te llama alguien del despacho presidencial. Dice que es el secretario de Milei.

El corazón de Nicolás se aceleró de inmediato. Levantó el tubo con una mezcla de sorpresa y sospecha.

Ricardo: —Buenas tardes, estimado diputado Del Caño. Soy Ricardo, el secretario de Javier Milei. El presidente quiere verlo. Esta vez nos gustaría organizar una reunión más reservada. ¿Podría venir a Casa Rosada el Lunes por la tarde?

Nicolás (pensando): "Otra vez. ¿En serio? ¿Y si me vuelve a dejar plantado?"

Nicolás: —Está bien. El Lunes a la tarde puedo. ¿A qué hora?

Ricardo: —¿A las cinco estaría bien? Lo esperamos entonces.

Cuando colgó, se quedó unos segundos en silencio. Apoyó los codos en el escritorio, pasándose las manos por la cara.

Nicolás (pensando): "¿Qué querés ahora, Milei? ¿Vas a venir esta vez o vas a hacer otra de las tuyas?"


📍Casa Rosada – Lunes 14 de Enero de 2024 – 17 hs

El Lunes llegó con cielo encapotado y humedad espesa. Nicolás se presentó en la Casa Rosada con puntualidad. Un asistente lo llevó a una sala distinta, más chica, más cálida. Nada del despliegue ceremonial de su primera visita. Todo más sobrio. Más íntimo.

Pasaron unos minutos. Entonces, Javier entró.

Venía vestido con traje oscuro y una corbata azul que resaltaba el azul eléctrico de sus ojos. Estaba más flaco que la última vez. Más pálido. Pero su andar seguía siendo seguro.

Milei: —Gracias por venir, Nicolás. Te debo una disculpa. Sé que la vez pasada... bueno, no estuve a la altura.

Le extendió la mano. Nicolás la aceptó, firme, sin entusiasmo, pero sin frialdad.

Nicolás: —No pasa nada. Entiendo que tenés mil cosas encima. Igual... hubiese estado bueno que avisaras, ¿no?

Milei: —Tenés razón. Me colapsó todo ese día. No me lo perdoné, posta.

Ambos se sentaron. Milei se reclinó levemente en su silla, sin perderle la mirada.

Milei: —Estuve pensando mucho en nuestra charla anterior. Y también en cómo se fueron dando las cosas después. Quería aclarar algo: nunca fue mi intención faltarte el respeto. Ni a vos ni a lo que representás. Me pasé de rosca.

Nicolás (pensando): "¿Y ahora quién sos? ¿El Milei reflexivo? ¿El que siente culpa?"

Nicolás: —Lo valoro. A veces pareciera que lo hacés todo a propósito, como si quisieras incendiar todo. Pero te juro que a veces me pregunto si no te estás ahogando en tu propio juego.

Milei bajó un poco la mirada. Se tomó un segundo.

Milei: —Es que no es un juego, Nico. A veces siento que todo me quiere tragar. Las cámaras, los medios, las redes, los lobbies... todos. Me cuesta ver quién soy en medio de tanto quilombo.

Nicolás (pensando): "No puedo creer que esté diciendo esto en voz alta. El 'León' vulnerable, mirá vos."

Nicolás: —No debe ser fácil. Pero vos mismo alimentás esa bestia. Tenés poder. Y el poder solo no te va a cuidar.

Milei: —Por eso te llamé. Porque sé que vos no me vas a mentir. Vos me decís las cosas como son. Y... no sé, te escucho. No sé por qué, pero te escucho.

Se hizo un silencio incómodo. Ambos sabían que estaban cruzando una línea invisible, pero real.

Milei: —El otro día, cuando la cagué con lo de España, pensé en vos. Pensé: "Del Caño seguro me está puteando desde su casa". Y después pensé: "Tal vez él no me putearía. Tal vez me diría que pare la mano."

Nicolás (pensando): "No sé si vine a decirte eso. Pero sí vine a mirarte a los ojos."

Nicolás: —La verdad... cuando vi el quilombo que armaste allá, pensé en agarrar el teléfono y decirte que pares. Pero no lo hice. Porque no sé si tengo ese lugar en tu vida. O si me lo inventé.

Milei (bajando la voz): —Yo tampoco sé qué lugar ocupás. Pero estás. Eso es indiscutible.

La conversación derivó hacia terrenos inesperados. Hablaron de política, de estrategias, de cansancio. Pero también de insomnio, de ansiedad, de la soledad del poder.

Milei: —Hay días en que me levanto y me pregunto: ¿para qué sigo? ¿Qué estoy tratando de demostrar? ¿A quién?

Nicolás: —A vos mismo, capaz. A ese pibe que se sintió solo alguna vez. O a ese adulto que tiene miedo de fallar.

Cuando la reunión terminó, no hubo abrazos ni promesas. Sólo un apretón de manos más largo que el primero. Más cargado.

Milei: —Gracias por venir y por la conversación. Gracias por no borrarte. Espero que podamos seguir construyendo un entendimiento, incluso si no siempre estamos de acuerdo.

Nicolás: —Gracias por aparecer esta vez. Y por hablar sin careta. Yo también lo espero, Javier. Gracias por la apertura y la sinceridad.

Nicolás salió de la Casa Rosada sin saber qué nombre ponerle a lo que acababa de pasar. Pero por primera vez en semanas, no sentía enojo. Sentía algo más parecido a... intriga.

Nicolás (pensando): "No sé qué sos para mí. Pero ya no puedo hacer como si no me importaras."

Chapter 9: Nuevos horizontes

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📍Casa Rosada – Lunes 14 de Enero de 2024 – 19:32 hs

La tarde se desvanecía en la Casa Rosada cuando Nicolás del Caño salió del edificio con una sensación que no lograba terminar de entender. Había algo parecido a la esperanza latiendo bajo la piel. La charla con Javier Milei había sido más profunda de lo que imaginaba: honesta, rara, inquietante. Y sin embargo, ahí estaba, resonándole todavía en el pecho.

Los días que siguieron fueron una mezcla de rutina y reflexión. Entre reuniones, proyectos de ley y sesiones interminables en el Congreso, Nicolás no dejaba de darle vueltas a esa conversación.

Nico (pensando): “¿Qué mierda fue eso?”, se preguntaba cada vez que lo sorprendía el recuerdo. “¿Qué estamos construyendo?”


📍Parque Patricios – Casa de Nico Del Caño – Lunes 21 de Enero de 2024

Una semana después, recibió una invitación inesperada. Una gala benéfica organizada por la presidencia en el Krista Boutique Hotel, uno de los hoteles más lujosos de Palermo Soho. Milei había extendido la invitación a distintos sectores políticos, incluyendo figuras de la oposición. Nicolás leyó el correo en su celular con el ceño fruncido.

Nicolás (pensando): "¿Una gala? ¿De verdad me está invitando a una gala este tipo? ¿Es una jugada política? ¿O está intentando acercarse de otra manera?"

No estaba seguro de qué lo empujaba a aceptar. Tal vez curiosidad, tal vez el eco persistente de esa conversación. Tal vez algo más. Pero aceptó.

Nico: —Una causa social… y un poco de teatro, total, qué más da se dijo, mientras archivaba la invitación.


📍Krista Boutique Hotel – Palermo Soho – Sábado 26 de Enero de 2024 – 21:08 hs

La noche de la gala llegó. El cielo sobre Buenos Aires estaba despejado, con un leve viento tibio que traía el perfume de los jacarandás floreciendo fuera de estación. Nicolás se vistió con cuidado: traje negro, camisa almidonada, sin corbata. Formal, pero sin perder su estilo. Se miró al espejo una última vez antes de salir, acomodándose el pelo con los dedos.

Al llegar al hotel, una alfombra roja lo recibió. Fotógrafos apostados en la entrada, flashes intermitentes, periodistas que cuchicheaban los nombres de los invitados importantes. Las puertas giratorias lo llevaron al vestíbulo, donde el mármol brillaba como recién encerado y las luces cálidas caían en cascada desde arañas de cristal. Todo olía a perfume caro, laca para el pelo y champagne servido antes de tiempo.

Nicolás (pensando): "Parecen todos muñecos de torta… y sin embargo acá estoy, uno más del decorado."

Mientras avanzaba entre los invitados, vio caras conocidas: ministros, diputades, empresarios, periodistas. Todo el circo. Y, finalmente, lo vio a él. Javier Milei, impecable en un esmoquin negro con solapas de raso, rodeado de su círculo más cercano. Pero cuando lo vio, se apartó con una sonrisa casi cálida.

Javier: —Nicolás, qué gusto verte. Me alegra que hayas venido. Espero que disfrutes la noche.

Nicolás: —Gracias, Javier. El evento está muy bien armado, la verdad. Espero que recauden lo suficiente para la causa.

Hablaron un rato entre brindis, sin tensiones. Milei parecía relajado, menos en pose. Hablaba con entusiasmo del objetivo del evento, con una pasión que, para sorpresa de Nicolás, no parecía actuada. Un cuarteto de cuerdas tocaba en un rincón, y los mozos desfilaban entre los invitados con bandejas de blinis, copas y miniaturas extravagantes. El ambiente era cómodo. Agradable, incluso.


📍Salón principal – 22:01 hs

Durante la cena, compartieron mesa. La mantelería era de lino bordado, los cubiertos pesaban como si fueran de plata auténtica, y el vino circulaba con generosidad. Entre risas y anécdotas políticas, los diálogos fluyeron con una naturalidad inquietante. Nicolás no podía evitar observar cómo Javier se desenvolvía. A veces, parecía un niño entusiasmado; otras, alguien completamente solo en medio de una fiesta.

Nicolás (pensando): "¿Cómo puede ser tan humano en lo privado y tan incendiario en lo público? ¿Qué parte es la verdadera?"

Los postres llegaron como un espectáculo propio: esferas de chocolate que se abrían con una salsa caliente, torres mínimas de merengue crocante, frutas brillantes como esmaltadas. Milei eligió un mousse de maracuyá con crocante de almendras; Nicolás, un flan casero, sin vueltas.


📍Lobby del hotel – 23:36 hs

Más tarde, cuando la gala ya estaba entrando en su fase final y algunos invitados comenzaban a retirarse, Milei volvió a acercarse. El murmullo del salón se hacía más tenue, y las luces habían bajado su intensidad. Ya no estaban bajo el escrutinio de todos.

Javier: —Nicolás, te agradezco de verdad que hayas venido. Creo que estamos logrando algo... distinto. Y eso, en este contexto, vale oro.

Nicolás: —Coincido. No me esperaba esto, sinceramente. Pero fue una noche reveladora. Ojalá podamos seguir hablando, sin tanto ruido alrededor.

Se dieron un apretón de manos. Firme, silencioso. Después, Nicolás se despidió de algunos asistentes y salió del hotel.


📍Calles de Palermo – 23:52 hs

El aire de la noche lo envolvió mientras caminaba hacia el auto. El murmullo de la gala quedaba atrás, pero la sensación que le dejaba no se disipaba. En la vereda, algunos curiosos espiaban tras las vallas, y un puñado de cámaras seguía encendida, enfocando a los últimos en salir.

Nicolás (pensando): "No entiendo nada. Pero sé que esto no termina acá. Algo se está moviendo entre nosotros. Y no es sólo política."

Subió al auto con las luces de la ciudad reflejándose en el vidrio. El chofer encendió el motor y Nicolás se quedó en silencio, observando las calles de Buenos Aires pasar como si fueran parte de un sueño lento, casi irreal. Algo había cambiado. Aunque no supiera qué.

Chapter 10: Ecos de la noche

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La gala había concluido y, mientras la noche caía sobre Buenos Aires, tanto Nicolás del Caño como Javier Milei se retiraron a sus respectivos hogares, cargados de impresiones y reflexiones.


📍Departamento de Javier – Domingo 27 de Enero de 2023 - 00:45 hs

En el elegante departamento de Javier, el ambiente era silencioso, apenas interrumpido por el zumbido tenue del aire acondicionado. Se desabrochó el esmoquin frente al espejo del baño, dejando caer la chaqueta sobre una silla cercana. El reflejo le devolvía la mirada de un hombre exhausto, con el maquillaje apenas corrido bajo los ojos y el rastro invisible del peso del poder pegado a la piel.

Javier: "¿Y esto qué fue? ¿Una tregua? ¿Un error? ¿O algo más peligroso todavía?"

Se quedó un momento inmóvil frente al espejo, como si esperara que su reflejo le respondiera. Su respiración era lenta, contenida, y su expresión, más que cansada, parecía vacía. Apagó la luz del baño y caminó descalzo por el piso frío del pasillo hacia su dormitorio.

La habitación, dominada por grises, negros y detalles metálicos, lo recibió con el mismo silencio con que lo había despedido. Se quitó la corbata con un tirón impaciente, dejó los zapatos alineados contra la pared como si se tratara de una rutina militar, y se tumbó de espaldas en la cama, vestido apenas con la camisa arrugada.

Javier: "Estuvo distinto... muy distinto. Nicolás no se rió de mí, no me atacó. Me escuchó. Me miró... como si me viera."

El techo blanco se convirtió en una pantalla muda donde los recuerdos de la gala se reproducían una y otra vez: las palabras medidas, las risas sorpresivas, el roce casi imperceptible de los hombros cuando compartieron la mesa. Cerró los ojos, pero no pudo descansar.

Javier: "¿Por qué no puedo sacármelo de la cabeza? ¿Por qué me acuerdo de su mirada más que de cualquier discurso?"

Se sentó en la cama y se sirvió un whisky, solo, sin hielo. El líquido dorado le ardió en la garganta pero no le aclaró las ideas. Salió al balcón, apenas vestido, dejando que el aire de la ciudad le pegara en la cara. Desde ahí, los techos porteños parecían dormir ajenos al vértigo del poder.

Javier: "Estoy cansado. Pero hoy, por primera vez en mucho tiempo, no me sentí solo."

Finalmente, el sueño lo venció. Pero no fue descanso lo que encontró.


En la pesadilla, se hallaba solo en una sala de debate. Las luces lo enceguecían, las voces lo rodeaban. Era un torbellino de acusaciones, flashes, carcajadas ácidas. Las cámaras lo apuntaban como fusiles. Sentía la garganta seca, la lengua trabada. Iba a caer.

Y ahí estaba él. Nicolás. Sin pronunciar una palabra. Extendiendo la mano.

Javier (en sueños):¿Vos?

Nicolás (en sueños):No vine a discutir. Vine a bancarte, aunque no lo entiendas.

El gesto era tan real, tan simple, tan imposible, que lo despertó.

Se incorporó con brusquedad, jadeando, empapado en sudor. Se pasó una mano por el rostro y apoyó los codos en las rodillas, respirando hondo.

Javier: "Esto no puede estar pasándome. No con él."

Se quedó así, encorvado en la penumbra, hasta que la madrugada comenzó a aclarar tímidamente los bordes de la persiana.


📍Casa de Nicolás - 01:24 hs

En su departamento de Parque Patricios, el panorama era más simple: una lámpara tenue, una taza de té humeante sobre la mesa y un saco cuidadosamente colgado en el perchero. Nicolás se aflojó el nudo de la corbata, como si soltara también la tensión acumulada en el pecho desde hacía días.

Nicolás: "No fue solo una charla de cortesía. Algo se movió. Lo vi... distinto. Cansado. Humano."

La infusión le templaba las manos, pero no la cabeza. Caminó hacia el balcón con la taza en la mano. Desde allí, las luces del sur de la ciudad parecían un enjambre sin orden. Pensó en lo absurdo de todo: estar ahí, después de una gala del Gobierno libertario, sintiendo algo parecido a la cercanía. Con Milei.

Nicolás: "¿Y si esto me confunde más de lo que me ayuda? ¿Y si empiezo a justificarlo?"

Apoyó la frente contra el marco de la ventana. Abajo, un perro callejero cruzaba una avenida casi desierta. El mundo seguía, como si nada hubiese cambiado. Pero adentro, en su pecho, algo sí había cambiado.

Dejó la taza vacía en la mesada, se lavó los dientes de forma automática y se metió en la cama. La sábana le pareció extrañamente áspera. Cerró los ojos, tratando de vaciar la mente, pero la imagen de Javier sonriendo —una sonrisa verdadera, no cínica, no política— se colaba entre sus pensamientos como una melodía persistente.


En su sueño, no había caos. Caminaba por un campo verde, descalzo. El viento le acariciaba los hombros y el sol no quemaba. Se acercaba a una mesa de madera bajo un árbol. Alguien lo esperaba allí. Con un mate en la mano. Con la camisa abierta hasta el pecho. Con la mirada blanda.

Nicolás (en sueños):¿Vos?

Javier (en sueños):No vine a discutir. Vine a escucharte.

No se dijeron nada más. Solo se sentaron uno frente al otro. Y el silencio no incomodaba.

Despertó despacio. Con el cuerpo relajado, pero el corazón agitado. Se quedó un rato acostado, con los ojos clavados en el techo.

Nicolás: "No lo entiendo del todo. Pero no puedo negar que algo cambió."


📍Buenos Aires - Días siguientes 

Los días siguientes volvieron a su cauce habitual. Javier lidiaba con los coletazos mediáticos de sus últimos movimientos políticos, mientras los gobernadores presionaban por definiciones concretas sobre el Pacto de Mayo. Entre conferencias, declaraciones altisonantes y cálculos de gobernabilidad, encontraba momentos de distracción, pero no lograba olvidar del todo aquella noche, ni esa mirada que Nicolás le había dedicado, sin juzgarlo, sin miedo.

Javier: "¿Y si no fue casualidad? ¿Y si lo necesito más de lo que pienso?"

Por su parte, Nicolás retomó su agenda en el Congreso con la habitual concentración. Pero en los pasillos, en medio de una votación o de una reunión de bloque, había momentos en los que, sin querer, una sonrisa distinta le cruzaba el rostro. Como si llevara un secreto que ni él mismo terminaba de comprender.

Nicolás: "Quizás... quizás no se trata solo de él. Quizás es lo que me despierta. Y lo que no me deja dormir."

La noche de la gala se convirtió en un punto de inflexión silencioso. Una grieta apenas visible, pero irreversible, en el muro de certezas que ambos se habían construido.

Y mientras el país seguía su marcha errática, dos hombres, tan distintos como iguales en su soledad, empezaban a intuir que lo verdaderamente revolucionario no siempre estaba en el Congreso… sino en lo que cada uno era capaz de permitir sentir por el otro.

Chapter 11: Los rumores

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Intentando ver claridad entre la bruma

La política argentina seguía su curso, con la vida pública de Javier Milei y Nicolás del Caño entrelazada en una danza de percepciones y rumores. Para Nicolás, cada aparición pública de Milei, especialmente aquellas en las que se lo veía afectuoso con la vicepresidenta Victoria Villarruel, generaba una mezcla de curiosidad y desasosiego.

Nicolás observaba desde la distancia cómo Milei se mostraba siempre cercano y atento con Villarruel, a menudo tomándola del brazo o intercambiando sonrisas y miradas que parecían ir más allá de una mera relación profesional. La química entre ellos era palpable y, aunque Nicolás se esforzaba por no dejarse llevar por la especulación, no podía evitar preguntarse si había algo más en su relación.

Nicolás: —¿Acaso hay algo entre ellos? —se preguntaba en silencio, mientras veía una foto en la prensa donde Milei y Villarruel aparecían sonrientes y cogidos de la mano en un evento oficial.

A pesar de intentar mantener la objetividad, no podía evitar un leve rubor en sus mejillas al pensar que Milei, el hombre que le había dejado una impresión tan duradera, estaba rodeado de mujeres, y no sólo en su entorno profesional. Un comentario reciente de Milei en una entrevista televisiva había amplificado sus inseguridades. En el programa de aire, Milei había mencionado con cierto orgullo que se encontraba "rodeado de mujeres" en todos los aspectos de su vida, un comentario que había causado cierta incomodidad en Nicolás.

Entrevistador: —Javier, parece que no podés evitar tener mujeres a tu alrededor, tanto en el ámbito profesional como personal. ¿Es algo intencional?

Milei: —Bueno, creo que es simplemente una cuestión de contexto. Siempre he estado rodeado de mujeres fuertes y decididas, y no me quejo. Es un reflejo de mi entorno y de las personas con las que elijo trabajar.


Nicolás escuchó el comentario desde su oficina, con una mezcla de frustración y curiosidad. Aunque trataba de no dejar que esos pensamientos afectaran su juicio, no podía evitar sentir una punzada de celos. La idea de que Milei tuviera una vida personal tan activa y posiblemente romántica lo hacía reflexionar sobre lo que le faltaba en su propia vida.

Nicolás:¿Por qué me pone así? No tiene sentido que me importe tanto —se decía, apretando levemente los labios mientras trataba de ordenar sus emociones.

Sus pensamientos también eran perturbados por un rumor que había surgido meses atrás: una historia retorcida que insinuaba una relación incestuosa entre Javier Milei y su hermana Karina. Aunque Nicolás sabía que el rumor era infundado y carecía de pruebas concretas, no podía evitar que la idea pasara por su mente. La imagen de Milei y Karina en el ojo público, junto con los rumores y especulaciones, le parecía inquietante.

Nicolás: "No puede ser verdad. Javier será un tipo peculiar, pero no lo veo como un pervertido. A pesar de las historias que se cuentan, sé que hay límites que no cruzaría."

Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, el rumor y la especulación se filtraban en su mente más seguido de lo que le gustaría admitir. La tensión y los chismes empezaban a moldear su percepción de Milei, haciéndole cuestionar no sólo su carácter, sino también la posibilidad de una relación real entre ellos.

La realidad de su situación le daba vueltas en la cabeza. Se preguntaba si Milei había estado sincero en sus interacciones con él o si todo había sido una fachada para la galería. El constante ir y venir de las especulaciones y la presión política creaban un ambiente difícil de navegar, y Nicolás se encontraba en un mar de incertidumbre.

Nicolás:Quizás estoy sobreanalizando todo esto —se dijo a sí mismo, tomando un sorbo de café mientras miraba por la ventana— Lo importante es mantener mi integridad y seguir adelante con mis principios.

La vida continuaba para Nicolás, con sus compromisos políticos y personales, pero el efecto residual de la gala y la presencia constante de Milei en su mente seguían jugando un papel importante en su día a día. A pesar de las dudas y la confusión, había un deseo subyacente de entender mejor a Milei y de explorar la posibilidad de una relación más profunda, ya sea como aliado, adversario o algo más.

Nicolás: "Quién sabe, capaz de todo esto salga algo bueno... o capaz no, pero al menos hay que intentarlo", pensó, mientras cerraba su cuaderno de anotaciones y se preparaba para la siguiente reunión.

Chapter 12: El desafío de la identidad

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El paso del tiempo trajo consigo una creciente sensación de incertidumbre para Nicolás del Caño. Mientras enfrentaba los desafíos de su trabajo en el Congreso, un nuevo y perturbador dilema se instaló en su mente: la duda sobre su propia sexualidad.


El día comenzó como cualquier otro para Nicolás. Se despertó temprano en su modesto departamento de Parque Patricios, se preparó un café y revisó los informes de la jornada. Sin embargo, mientras se vestía para salir, se encontró en el espejo contemplando su reflejo con una mezcla de inquietud y reflexión. La reciente interacción con Javier Milei y el impacto de sus sentimientos hacia él habían comenzado a hacer mella en su percepción de sí mismo.

Nicolás:¿Qué me está pasando? —se preguntó en voz baja, mientras ajustaba su corbata —¿Por qué me afecta tanto? ¿Qué fue lo que se despertó en mí con esa charla, con esa sonrisa... con esa mirada?

La imagen de Milei en la gala, los momentos compartidos, las palabras, las risas... y el silencio cómodo que habían compartido sin necesidad de máscaras, volvían una y otra vez como un eco obstinado. Aunque había tenido relaciones con mujeres en el pasado, incluyendo un matrimonio que había terminado en fracaso, ahora se encontraba cuestionando la validez de esos sentimientos.

El matrimonio fallido de Nicolás, que había terminado en una separación dolorosa años atrás, había sido una fuente de dolor y desilusión. Su exesposa, a pesar de ser una persona maravillosa, no había logrado entender sus compromisos políticos y su pasión por el cambio social, lo que llevó a una distancia creciente entre ellos. Y él, en el fondo, había sentido que tampoco lograba entregarse del todo.


La Reflexión sobre el Pasado

Nicolás recordaba el entusiasmo y la conexión emocional que había sentido en su primer matrimonio. A pesar de que había sido una relación basada en el afecto y la admiración, la falta de comprensión mutua sobre sus objetivos y prioridades había erosionado el vínculo hasta romperlo por completo. La experiencia había dejado cicatrices, y la ruptura había sido dolorosa y desalentadora.

Ahora, desde la distancia, podía ver que quizás había algo más detrás de ese desencuentro. Tal vez una parte de él no había querido entregarse a fondo porque no se sentía auténtico del todo en ese rol.

Nicolás: "Capaz nunca me di la oportunidad de explorar todas las facetas de mi identidad. Quizás estuve reprimiendo algo que nunca quise admitir, incluso para mí mismo."

Las dudas sobre su sexualidad se mezclaban con sus recuerdos del pasado, creando una maraña de emociones conflictivas. Se preguntaba si su atracción por Milei era un indicio de algo más profundo, algo que había estado oculto bajo la superficie durante mucho tiempo. ¿Era amor? ¿Atracción física? ¿Admiración? ¿Un simple deseo de conexión emocional?


La Búsqueda de Claridad

Decidido a enfrentar sus sentimientos de manera más directa, Nicolás comenzó a explorar sus emociones con mayor profundidad. Empezó a leer sobre sexualidad, identidades fluidas, y a buscar recursos que pudieran ayudarlo a entender mejor su situación. Hizo el esfuerzo consciente de hablar con amigos y personas de confianza que pudieran ofrecerle perspectivas externas.

Una tarde, después de una jornada intensa, compartió una conversación sincera con su compañera de fórmula, Myriam Bregman, mientras tomaban un mate en su oficina.

Nicolás:Myriam, estuve reflexionando sobre mi vida personal y mis sentimientos. Me siento en una especie de limbo. ¿Cómo sabés si lo que sentís es realmente lo que pensás que es?

Myriam:A veces, Nicolás, los sentimientos pueden ser complicados. Lo importante es ser honesto con vos mismo y tomarte el tiempo para explorar lo que realmente deseás. No hay respuestas rápidas, pero la autocomprensión es clave.

Las palabras de Myriam le ofrecieron cierta claridad, aunque la incertidumbre persistía. Nicolás se dio cuenta de que el proceso de autodescubrimiento era un viaje personal y que debía enfrentarlo con paciencia y apertura. Lo que más valoraba era la ausencia de juicio en su amiga, su escucha atenta y empática.


El Impacto en la Vida Diaria

A medida que los días pasaban, Nicolás trató de equilibrar sus responsabilidades políticas con su búsqueda personal. La influencia de Milei y la inquietud sobre su propia identidad seguían presentes, pero Nicolás se esforzaba por no permitir que estas dudas afectaran su desempeño profesional. Al contrario, sentía que comenzar a ser honesto consigo mismo lo volvía más sensible a las realidades ajenas. Más permeable, incluso con adversarios ideológicos.

El impacto de sus sentimientos también afectaba su interacción con los demás. Se volvió más introspectivo, más silencioso. Sus gestos, usualmente firmes, se habían vuelto algo más suaves. Su mirada parecía ir más allá de lo que tenía en frente. Se descubría a veces distraído, pensando en gestos de Milei, en sus contradicciones, en la humanidad que a veces asomaba detrás del personaje.

Nicolás: "¿Qué me pasa con él? ¿Y si no es sólo Milei? ¿Y si soy yo, recién empezando a entenderme?"

Nicolás comprendió que, aunque la vida política y personal podía ser abrumadora, era crucial abordar sus sentimientos con honestidad. El proceso de entender su propia identidad y explorar nuevas dimensiones de su ser era una parte esencial de su viaje personal. Una revolución íntima que, aunque silenciosa, estaba empezando a cambiarlo todo.

Chapter 13: Entre humo y tu recuerdo

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📍Congreso de la Nación - Oficina de Nicolás - 22 de Marzo de 2024 - 18:56 hs

En el destemplado otoño de Buenos Aires, Nicolás Del Caño se encontraba inmerso en su trabajo, lidiando con las tensiones de las sesiones del Congreso y el clima político siempre cambiante. Sin embargo, los rumores sobre la separación de Javier Milei y Fátima Florez y la aparente fricción entre Milei y Victoria Villarruel lo distrajeron, despertando algo que no terminaba de comprender.

Aquel día de Marzo, frío y gris, las noticias explotaron con la confirmación de la ruptura entre Milei y Fátima. Aunque intentaba ignorarlo, sintió una chispa de esperanza que lo tomó por sorpresa.

Nicolás: - ¿Pero qué carajo? ¿Por qué me siento así?-, se dijo mientras se acomodaba en su escritorio, un cigarrillo entre los dedos, contemplando el humo que se disipaba en el aire. Se reía de sí mismo, intentando alejar esa sensación absurda, pero no podía evitar que le invadiera una cierta inquietud.

Los rumores seguían creciendo. Se hablaba de tensiones entre Milei y Villarruel, especialmente después de que ella defendiera a Enzo Fernández tras la polémica que surgió en la Copa América 2024. Un incidente menor que fue agrandado por la prensa y que, al parecer, había generado un quiebre entre los dos.

Nicolás: - ¿Pero por qué me importa a mí todo esto?-, se preguntaba, tratando de convencerse de que esas noticias no le incumbían.

Sin embargo, el pensamiento seguía persistente en su mente, mientras intentaba concentrarse en su trabajo. Encendió otro cigarrillo, como si el humo pudiera despejar su cabeza de esos pensamientos, pero cada bocanada solo parecía llevarlo más lejos en sus reflexiones.


📍Parque Patricios - Casa de Nicolás - 20:27 hs

Cuando se encontró solo en su departamento en Parque Patricios, esa noche fría y solitaria, Nicolás se permitió pensar un poco más sobre lo que realmente sentía. Recordó su pasado amoroso, sus relaciones con mujeres, su matrimonio fallido y, por primera vez, empezó a cuestionarse si tal vez había algo más en su atracción por Milei. Pero enseguida lo descartó, como si no fuera posible que alguien como él, con su historia y sus convicciones, pudiera sentir algo por un hombre que representaba todo lo opuesto a lo que siempre había defendido.

Sin embargo, no podía negar que algo en su interior había cambiado. Quizás era el misterio, o tal vez la complejidad del propio Milei, pero esa chispa, aunque la considerara absurda, seguía encendida en su interior.


El otoño avanzaba, y la rutina diaria de Nicolás Del Caño seguía como de costumbre, llena de reuniones, debates en el Congreso, y la constante lucha por mantener sus ideales firmes en medio de un panorama político complejo. Sin embargo, en los momentos de soledad, cuando el frío de la noche se hacía más intenso, sus pensamientos siempre volvían a Milei. Se preguntaba s el destino le daría otra oportunidad para cruzarse con él, y qué haría cuando ese momento llegara.


📍Congreso de la Nación - Oficina de Nicolás - Varios días después - 16:31 hs

Una tarde, mientras el viento frío soplaba con fuerza en las calles de Buenos Aires, Nicolás se encontraba en su oficina, revisando informes y preparando su intervención para el próximo debate. El ruido de la ciudad apenas llegaba a sus oídos, pero su mente estaba lejos de los papeles que tenía frente a él. Se sorprendió a sí mismo pensando en Milei, imaginándolo en la Casa Rosada, rodeado de asesores y colaboradores, pero también solo, cargando el peso de ser el Presidente.

Nicolás: "¿Qué habría pasado si las cosas hubieran sido diferentes? ¿Si no lo hubiese dejado plantado en aquella cita? ¿Si se hubieran sentado a conversar, como dos personas normales, dejando de lado la política por un momento?"

Estos pensamientos lo perturbaban, no por lo que significaban, sino por la intensidad con la que aparecían.


📍Casa de Nicolás - 21:47 hs

Esa misma noche, Nicolás llegó a su departamento en Parque Patricios, exhausto. Se dejó caer en el sillón, mirando sin ver las luces de la ciudad desde la ventana. Encendió un cigarrillo y, mientras el humo se elevaba en espirales, sintió cómo una vez más las dudas lo envolvían. ¿Era posible que, después de tantos años de lucha, de tanta convicción, ahora se sintiera tan confundido? ¿Qué significaba todo esto?

Dos horas después, mientras intentaba dormir, el insomnio se apoderó de él. Pensaba en su pasado, en su relación fallida, en las mujeres que había amado, y en cómo todo había terminado. Pero ahora, todo eso parecía difuso, como si una nueva realidad estuviera surgiendo frente a sus ojos. En algún momento de la madrugada, el sueño finalmente lo venció, pero no fue un descanso tranquilo.

Nicolás soñó que estaba en un escenario político, rodeado de miles de personas que lo observaban en silencio. De repente, entre la multitud, apareció Milei, caminando hacia él con esa determinación característica, pero había algo diferente en su mirada. Cuando finalmente estuvo frente a él, Milei extendió la mano, no como un rival, sino como alguien que buscaba algo más profundo. Nicolás se sintió dividido, entre aceptar ese gesto o rechazarlo por todo lo que representaba. Despertó sobresaltado, su corazón latiendo con fuerza, sin saber qué hacer con la sensación que ese sueño le había dejado.


Los días siguientes transcurrieron de manera similar. Nicolás cumplía con sus responsabilidades, asistía a las reuniones, debatía en el Congreso, pero siempre con esa sombra en su mente, preguntándose si alguna vez podría entender lo que realmente estaba sucediendo en su interior.


📍Parque Patricios - 17:45 hs

Una tarde, mientras caminaba por las calles de Parque Patricios, buscando un poco de aire fresco para despejar su mente, recibió una llamada inesperada. Era un número que reconocía, ya que no era la primera vez que esa persona se comunicaba con él. Al otro lado de la línea, la voz de Ricardo Galdames, el secretario de Milei sonó formal, pero con un tono que Nicolás no pudo descifrar del todo.

Ricardo:Señor Del Caño, el presidente Milei desea reunirse nuevamente con usted. Esta vez no habrá ningún inconveniente. ¿Podemos agendar un encuentro?

Nicolás sintió que su corazón se aceleraba.

Nicolás: "¿Qué significaba esto? ¿Por qué Milei insistía en verlo?"

Sin pensarlo demasiado, aceptó la propuesta, aunque una parte de él seguía recelosa.

Nicolás: "¿Será esta la oportunidad que estuve esperando, o solo será otro malentendido?"


📍Casa de Nico - 23:01 hs

Esa noche, al llegar a su apartamento, Nicolás se sentó en el sillón, mirando por la ventana. El frío se hacía sentir más que nunca, pero en su interior había algo que no podía explicar. Mientras el humo de su cigarrillo se disipaba, supo que, pasara lo que pasara, esa reunión podría cambiarlo todo.

El cansancio acumulado de las últimas semanas, junto con el efecto relajante del cigarrillo, finalmente lograron lo que hacía tiempo se le negaba: Nicolás se quedó dormido en el sillón, sin siquiera darse cuenta. Era un sueño pesado, como si su cuerpo hubiera decidido por sí mismo que ya era suficiente, que necesitaba un respiro de todas las preocupaciones que lo agobiaban.

El departamento estaba en silencio, salvo por el ocasional ruido de la calle que llegaba amortiguado por las ventanas cerradas. La penumbra de la habitación, iluminada solo por las luces lejanas de la ciudad, envolvía a Nicolás en una calma que, irónicamente, solo parecía existir en sus sueños.

Pero el sueño no trajo la paz que esperaba. En su mente, imágenes confusas se mezclaban: veía a Milei en diferentes escenarios, a veces en su rol de presidente, otras veces simplemente como un hombre común, pero siempre con esa mirada intensa que parecía traspasarlo. En uno de esos sueños, Nicolás se encontraba en una habitación lujosa, decorada con tonos dorados y azul profundo. El ambiente era cálido, pero Nicolás sentía un frío inexplicable que le calaba los huesos.

Milei estaba ahí, sentado en un sillón de cuero oscuro, mirándolo fijamente. La expresión en su rostro era seria, pero sus ojos parecían suplicar algo que Nicolás no lograba comprender. Intentaba hablar, pero las palabras no salían, su voz estaba atrapada en su garganta. Sentía una urgencia, como si el tiempo se estuviera agotando, como si algo importante estuviera a punto de suceder, pero él no podía hacer nada al respecto. Entonces, Milei se levantaba y caminaba hacia él, pero antes de que pudiera llegar a su lado, Nicolás despertaba de golpe, su respiración agitada y el corazón latiendo con fuerza.

Al abrir los ojos, se encontró en la oscuridad de su departamento, con el reloj marcando las dos de la madrugada. El faso, ya consumido hasta la colilla, yacía en el cenicero, y el aire estaba impregnado del olor a cannabis. Nicolás se quedó sentado por un momento, intentando recomponerse del sueño inquietante. Aunque sabía que no era más que un producto de su mente agotada, no podía sacudirse la sensación de que significaba algo más.

Finalmente, se levantó del sillón, sintiendo el peso del cansancio en sus músculos. Se dirigió a su dormitorio, con la esperanza de que la cama le ofreciera un descanso más reparador. Pero mientras se acostaba, no pudo evitar que los pensamientos volvieran a invadir su mente.

Nicolás: "¿Qué estaba intentando decirme mi subconsciente?"

¿Era solo el estrés y la confusión de las últimas semanas, o había algo más profundo que tenía que enfrentar?

A pesar del agotamiento, le costó volver a dormirse. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Milei volvía a aparecer, y aunque intentaba ignorarla, la ansiedad seguía ahí, palpitando en su pecho. Se giraba de un lado a otro, enredándose en las sábanas, hasta que, finalmente, el sueño lo venció una vez más, aunque no fue un descanso pleno.


📍Casa de Nico - 08:15 hs

Al día siguiente, el despertador sonó implacable, sacándolo bruscamente del poco descanso que había logrado. Nicolás se levantó con la sensación de que no había dormido en absoluto, su cuerpo pesado y su mente nublada. Pero tenía que seguir adelante, la vida no se detenía, y menos en su situación.

Mientras se preparaba un café fuerte en la cocina, su mente volvió al sueño. Trató de sacudirlo, diciéndose a sí mismo que no significaba nada, que no era más que el reflejo de su confusión actual. Sin embargo, una parte de él no podía evitar preguntarse:

Nicolás: "¿Y si había algo más? ¿Y si mi mente está intentando decirme algo que todavía no logro comprender?"

Y con eso en mente, se dispuso a enfrentar otro día más, esperando que, de alguna manera, las respuestas llegaran por sí solas.

Chapter 14: Las dudas de un presidente

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📍Casa Rosada – Viernes de fines de Marzo – Atardecer

Javier Milei estaba sentado en su oficina de la Casa Rosada, mirando por la ventana hacia la Plaza de Mayo. El bullicio de la ciudad apenas llegaba a sus oídos, y el día estaba oscureciendo lentamente, con el cielo adquiriendo un tono rosado anaranjado. Era un escenario tranquilo, ideal para reflexionar, pero su mente estaba lejos de encontrar paz.

Desde su separación de Fátima, las cosas habían sido más complicadas de lo que imaginaba. La relación, que había comenzado como una explosión de pasión y atracción mutua, se fue desgastando poco a poco por la presión mediática y las diferencias personales que se hicieron más evidentes con el tiempo. A pesar de la imagen pública que proyectaban, ambos sabían que la relación había llegado a su fin mucho antes de que los rumores lo confirmaran. Fátima era una mujer fuerte, determinada y extremadamente talentosa, pero había algo en su relación que nunca había terminado de encajar.

Milei suspiró, recordando la cantidad de veces que había tratado de convencerse de que lo que sentía por ella era amor verdadero. Tal vez lo había sido al principio, pero con el tiempo, se dio cuenta de que estaba más enamorado de la idea de estar enamorado que de la persona en sí. A medida que su relación se deterioraba, empezaron a aparecer viejas inseguridades que creía enterradas.

Javier Milei: "¿Qué carajo me pasa? Pensaba que esto era claro, que tenía todo bajo control, pero me doy cuenta que no es así."


Y luego estaba Del Caño. La imagen de Nicolás apareció en su mente, con su pelo levemente ondulado, desordenado y su mirada intensa. A pesar de sus ideologías diametralmente opuestas, había algo en Nicolás que le provocaba curiosidad, un interés que no lograba comprender del todo. La reunión que había sugerido y luego cancelado repentinamente se le vino a la cabeza.

Javier Milei: "¿Por qué lo dejé plantado? No era yo, pero tenía miedo. Miedo de lo que eso significaba. No soy de mostrar debilidad, pero con él... es distinto."


Viernes 26 de Diciembre de 2023 (flashback)

El día de la reunión, en lugar de presentarse, había decidido ir a ver a su hermana Karina para hablar de lo que realmente le pasaba. Karina, su roca y confidente, lo había mirado con sus ojos sabios y lo había escuchado sin juzgar. Sabía que él no estaba preparado para enfrentarse a lo que realmente sentía, y le sugirió que se tomara el tiempo necesario para aclarar sus pensamientos.

Karina Milei: - Javi, no te presiones. Hay cosas que no se pueden forzar. Andá despacio, pero andá.

Y así fue como, en lugar de dirigirse a Palermo Soho para encontrarse con Nicolás, se quedó en casa, dándole vueltas a sus pensamientos mientras el tiempo pasaba. Sentía una mezcla de culpa y alivio por haber evitado la reunión. Sabía que Nicolás estaría enojado, y de alguna manera, eso le dolía más de lo que estaba dispuesto a admitir.


📍Palermo – Casa de Javier – Noche

Esa noche, Milei se había quedado solo en su habitación, tratando de conciliar el sueño. Pero las imágenes de Nicolás seguían apareciendo en su mente, como un fantasma que no lograba espantar. Se preguntaba cómo sería estar con él, si alguna vez podría confiar lo suficiente en alguien como para bajar la guardia.

Javier Milei: "¿Y si esto es algo más? ¿Y si no es solo curiosidad? ¿Estoy dispuesto a arriesgar todo por eso?"

Mientras estas preguntas rondaban en su cabeza, finalmente se quedó dormido, aunque su sueño fue inquieto. Soñó con una Argentina en caos, un país que ardía en llamas, mientras él intentaba desesperadamente controlarlo todo. Y en medio de ese caos, la figura de Nicolás aparecía, primero como un adversario, pero luego como alguien que intentaba ayudarlo, extendiendo su mano. Sin embargo, cada vez que Javier intentaba tomarla, el suelo se desmoronaba bajo sus pies, y la figura de Nicolás se desvanecía en la oscuridad.


Al despertar, sintió un sudor frío recorrer su cuerpo. Era un sueño, pero sentía que había más verdad en él de lo que estaba dispuesto a admitir. Se levantó de la cama, decidido a no permitir que esos pensamientos lo dominaran. Pero a medida que los días pasaban, se hacía cada vez más difícil ignorarlos. La figura de Nicolás seguía apareciendo en su mente, y la idea de volver a verlo, de aclarar lo que había pasado, se volvía cada vez más tentadora.

Javier Milei: "Tengo que encontrar una manera de entender esto. No puedo seguir así, viviendo con esta incertidumbre."

Javier Milei, el presidente de la nación, se encontraba atrapado en un conflicto interno que nunca había esperado. Por primera vez en mucho tiempo, no sabía cuál era la respuesta correcta, y eso lo aterraba. Pero también lo intrigaba.

Chapter 15: Cruce de caminos

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📍Casa de Nico – 6 de Abril de 2024 - Tarde

Nicolás del Caño había empezado a aceptar que, tal vez, su vida personal se encontraba en un punto crítico. Después de semanas de trabajo intenso en el Congreso y de haber lidiado con una confusión emocional que lo mantenía en vilo, la notificación en su teléfono fue un respiro inesperado. Una nueva seguidora en Instagram, nada fuera de lo común en la vida de un político, pero al observar el nombre, una chispa de reconocimiento encendió en su mente: Romina Martuccio.

Hacía años que no pensaba en ella, una compañera de su adolescencia en Córdoba. Romina siempre había sido el tipo de persona que iluminaba una habitación con su presencia. Sus largos cabellos oscuros, su figura esbelta pero bien formada, y aquellos ojos grandes y marrones, llenos de vida y energía, eran algo que Nicolás recordaba con claridad. En su juventud, ambos habían compartido algo más que un par de clases y risas: una breve relación, cargada de la intensidad de la adolescencia, y la chispa de algo que nunca se desarrolló del todo.

Romina había sido, sin dudas, una de las primeras personas que lo inspiraron a considerar la política como un camino. En ese entonces, ella lo había alentado con una convicción que Nicolás había valorado profundamente. Pero la vida, como suele hacer, los separó. Ella se casó, tuvo hijos y siguió su propio camino, mientras Nicolás se volcó de lleno a su carrera política. Sin embargo, allí estaba ella, después de tantos años, apareciendo en su vida en un momento tan crucial.

Con la mano temblorosa, Nicolás le devolvió el follow, y pronto llegó el primer mensaje. Un saludo casual, una pregunta sobre cómo estaba. Romina seguía siendo igual de espontánea y directa que antes. A medida que intercambiaban mensajes, los recuerdos empezaron a resurgir, junto con una mezcla de nostalgia y confusión. Romina mencionó que estaba soltera ahora, criando a sus hijos sola, y aunque la vida no había sido fácil, se mantenía fuerte.

Nicolás: "¿Cómo es que volvió a aparecer justo ahora? Esto me complica todo..."


Mientras conversaban, Nicolás no podía dejar de pensar en lo complicada que era su vida emocional en ese momento. El reciente acercamiento con Javier Milei, que había despertado en él sensaciones inesperadas, lo había sumido en una profunda reflexión sobre su sexualidad, algo que hasta ese momento no había cuestionado en absoluto. La aparición de Romina en su vida ahora lo dejaba aún más confundido.

Esa confusión se mezclaba con la anticipación creciente por el próximo encuentro con Milei. Sabía que la fecha se acercaba, y con ella, la oportunidad de aclarar muchas de las emociones y pensamientos que lo habían atormentado en los últimos meses. Pero, ¿cómo podría enfocarse en eso cuando Romina estaba de vuelta en su vida, trayendo consigo viejos sentimientos y nuevas preguntas?

Romina, que siempre había tenido una figura estilizada, ahora mostraba la madurez de una mujer que había vivido y aprendido. Aunque había algunas líneas en su rostro, y su cuerpo había cambiado un poco después de los hijos, seguía siendo hermosa. Había en ella una fuerza, una especie de magnetismo natural que Nicolás no podía ignorar.

Nicolás: "Romina tiene esa fortaleza que siempre admiré, pero ¿qué hay de mí? ¿Estoy listo para enfrentar todo esto? Me siento dividido."


Mientras los días pasaban, Nicolás se encontraba atrapado entre dos mundos: uno, donde la posibilidad de explorar algo nuevo con Milei lo atraía y lo asustaba por igual, y otro, donde la familiaridad y el confort de alguien como Romina le ofrecían una estabilidad que creía haber perdido.


📍Casa de Nico – Una noche cualquiera 

Al final del día, mientras se preparaba mentalmente para su próximo encuentro con Milei, Nicolás no podía evitar que su mente vagara hacia Romina, preguntándose si el destino estaba jugando con él, o si simplemente estaba mostrándole que en la vida, las elecciones nunca son tan claras como uno quisiera.

Chapter 16: Pensamientos al viento

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📍Calles de Parque Patricios - Una tarde fría 

Nicolás del Caño sentía que su mente se encontraba en una tormenta constante de pensamientos. Romina, Javier, su trabajo en el Congreso, y sus propias dudas, todo se arremolinaba en su cabeza sin darle tregua. Decidió que la mejor manera de aclarar su mente sería salir a dar una vuelta por el barrio. Era una templada tarde de fines de Abril en Parque Patricios, y el aire helado parecía ser justo lo que necesitaba para despejarse.

Se puso una campera liviana y se abrigó bien antes de salir de su modesto departamento. Caminaba sin rumbo fijo, con las manos metidas en los bolsillos, sintiendo cómo el viento frío lo mantenía despierto. El barrio estaba relativamente tranquilo, como era común en esas horas de la tarde. Pasó por algunas casas bajas, negocios de barrio y plazas vacías, donde el césped estaba escarchado por las bajas temperaturas.

Encendió un faso, la única constante en estos días de incertidumbre. La primera bocanada le llenó los pulmones de una calidez familiar, y el humo se mezcló con el aliento visible en el aire. Mientras caminaba, las calles conocidas le trajeron una especie de consuelo, aunque temporal. A medida que avanzaba, la mente de Nicolás comenzó a divagar, reflexionando sobre todo lo que había estado sucediendo en su vida.

Nicolás: "¿Estaré haciendo lo correcto al seguir en contacto con Romina, justo ahora que estoy intentando entender lo que siento por Milei?"

Se preguntaba si acaso estaba haciendo lo correcto al seguir en contacto con Romina, justo cuando estaba intentando entender sus sentimientos hacia Milei. No podía dejar de pensar en cómo había cambiado su vida en los últimos meses, desde las elecciones, pasando por el inesperado interés de Javier hacia él, y ahora, el regreso de Romina. Era como si el universo se empeñara en poner a prueba su estabilidad emocional.


📍Calles de Parque Patricios - Anochecer

Las luces de los faroles callejeros empezaban a encenderse, proyectando sombras alargadas sobre la vereda. El humo del faso se dispersaba lentamente en el aire frío, mientras sus pensamientos vagaban entre lo que podría haber sido con Romina y lo que podría ser con Milei. La idea de volver a verla, de retomar algo de esa conexión que una vez tuvieron, lo llenaba de curiosidad, pero también de temor.

Nicolás: "¿Qué significaría para mí redescubrir a alguien que fue tan importante en mi juventud? ¿Y cómo puedo encajar todo esto con lo que siento por Javier?"

El faso se consumía lentamente entre sus dedos, y con cada calada, sentía una mezcla de alivio y resignación. Sabía que, en algún momento, tendría que tomar decisiones, pero la idea de enfrentarse a esas decisiones lo agobiaba.


Se detuvo en un parque pequeño, desierto en esa tarde otoñal. Se sentó en un banco, observando el mundo que seguía su curso a su alrededor. Los autos pasaban a lo lejos, y alguna que otra persona apuraba el paso para resguardarse del frío. Nicolás se hundió en su campera, intentando protegerse del viento, y dejó que sus pensamientos fluyeran libremente.

La posibilidad de un futuro con Romina y la incógnita que representaba Javier seguían en su mente.

Nicolás: "¿Estoy buscando respuestas en los lugares correctos? ¿O estoy huyendo de lo que realmente siento?"

Mientras miraba al cielo violáceo, Nicolás se dio cuenta de que no importaba cuánto intentara escapar de estos pensamientos; tarde o temprano, tendría que enfrentarlos. El viento frío le acariciaba el rostro, llevándose consigo el humo del faso, y por un momento, Nicolás se sintió más ligero, aunque sabía que las decisiones importantes aún lo esperaban.

Chapter 17: Dudas existenciales

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📍🥐 Panadería "Galileo" – Sábado 13 de Abril de 2024 – Tarde

Nicolás del Caño caminaba por su barrio, sintiendo el frío de aquella tarde. Con las manos metidas en los bolsillos de su campera, se dirigió hacia Galileo, la panadería que solía frecuentar. Al entrar, el aroma dulce y tentador de las facturas recién horneadas lo envolvió, y se encontró frente al mostrador, mirando con cierto anhelo las bandejas repletas.

Pidió una docena de facturas: seis medialunas de manteca, doradas y brillantes, con esa fina capa de almíbar que las hacía irresistibles; tres vigilantes, con su característico borde de azúcar caramelizado y una tira de dulce de leche en el centro; dos cañoncitos rellenos de dulce de leche, cubiertos con azúcar impalpable; y un sacramento, esponjoso y relleno de crema pastelera, que decidió elegir por simple capricho.


📍Casa de Nico - 18:30 hs

Cargado con la bolsa de papel marrón llena de facturas, volvió a su casa. Al entrar, sintió el alivio del calor del hogar. Dejó la bolsa sobre la mesa de la cocina, se quitó la campera y las zapatillas, y fue directo a poner la pava en la hornalla. Mientras el agua comenzaba a calentar, se sacó la bufanda, la dejó sobre el respaldo de una silla y se dirigió al living, donde prendió la televisión. Después de tanto trabajo, se decidió a tomarse un descanso, alejarse de la política y todo lo que lo mantenía en tensión.

Se acomodó en el sillón, con la yerba y el mate en la mesa de centro, listo para disfrutar de una serie. Optó por Élite, una producción española que había salido al aire por primera vez en 2018 y que había escuchado mencionar en varias conversaciones. Se dejó llevar por la trama intrigante y los personajes complejos, pero sin poder evitar fijarse en los detalles. La pava silbó, avisando que el agua estaba lista, y Nicolás se levantó para preparar el mate. De vuelta en el sillón, destapó la bolsa de facturas, sacó un cañoncito relleno de dulce de leche y le dio un mordisco, sintiendo la mezcla perfecta de crocante y cremoso.


📍📺 Living de la Casa de Nico – 19:15 hs

Fue en ese momento cuando una escena lo agarró desprevenido. Los personajes Omar y Ander, dos jóvenes atrapados en la maraña de dramas y secretos que caracterizaban la serie, protagonizaron una escena de sexo apasionada y sincera. Nicolás se quedó boquiabierto, con el mate en una mano y el cañoncito a medio comer en la otra. La escena era explícita, pero no vulgar, mostrando una intimidad que lo descolocó.

Nicolás: "Nunca pensé que esto me iba a hacer sentir así."

No era la primera vez que veía una escena de sexo en televisión, ni mucho menos entre personas del mismo sexo, pero algo en esa escena lo afectó de una manera que no esperaba. Era como si lo hubieran confrontado con una parte de sí mismo que había mantenido oculta o, peor aún, ignorada.

Los recuerdos de su matrimonio fallido y sus relaciones pasadas con mujeres comenzaron a mezclarse con las imágenes en su mente, pero el rostro de Milei seguía apareciendo, confundiéndolo aún más. Se tomó otro mate, intentando encontrar en el sabor amargo algún tipo de claridad. Pero todo lo que encontró fue más preguntas, más dudas, y una creciente inquietud que le era difícil de manejar.


Nicolás se quedó inmóvil por un momento, con la mirada fija en la pantalla, sintiendo cómo su corazón latía un poco más rápido de lo normal. No podía negar que la escena lo había impactado de una manera que no esperaba, despertando algo en su interior que le era incómodo de admitir. La curiosidad que había sentido lo desconcertaba, y esa exaltación casi visceral, de la que no pudo escapar, lo dejó inquieto.

Con la mano libre, se frotó la cara, como si intentara borrar cualquier rastro de aquellos pensamientos. El rubor en sus mejillas era innegable, una mezcla de vergüenza y confusión. No era fácil enfrentarse a este tipo de sensaciones, especialmente en su situación, con toda la presión que ya tenía en su vida pública y privada.

Nicolás: "Me siento como si estuviera traicionando algo, pero no sé bien qué."


📍🚰 Cocina de Nico

Terminado ese cañoncito, que había dejado una sensación agridulce en su boca, decidió no darle más vueltas al asunto, al menos por el momento. Apagó la televisión y se dirigió nuevamente a la cocina. El mate aún estaba tibio, así que se sirvió uno más, intentando reconectar con la rutina diaria y dejar atrás lo que acababa de experimentar.

Se puso a lavar los platos que habían quedado en la bacha de la mañana, intentando distraerse. El sonido del agua corriendo y el roce de la esponja contra la loza tenían un efecto calmante, casi terapéutico. Mientras los pensamientos sobre la escena de Élite se disipaban, otros comenzaron a ocupar su mente: el trabajo pendiente, las reuniones por venir, y, por supuesto, la inevitable cita con Milei que se acercaba en el calendario.


📍🖥️ Cuarto de Nico – 19:45 hs

Después de limpiar la cocina, fue a su cuarto, donde encendió la computadora para revisar su correo electrónico. La bandeja de entrada estaba llena de mensajes de sus compañeros de partido, informes que debía leer y aprobar, y más solicitudes de entrevistas. Pero a pesar del ruido constante de la vida política que siempre lo rodeaba, la imagen de la escena no lo dejaba del todo.

Nicolás: "Está en el fondo, como esperando que me anime a mirarla de frente."


📍🌇 Balcón del departamento – 20:30 hs

Decidió que lo mejor sería salir a despejarse un poco más. Se abrigó nuevamente, dejó la computadora encendida y salió al balcón de su departamento, donde el frío de la tarde ya empezaba a volverse más intenso. Desde allí, podía ver las luces de las casas vecinas, y a lo lejos, el ruido del tráfico de la ciudad. Se llevó el mate con él y se sentó en una silla de plástico, cruzando una pierna sobre la otra.

Mientras miraba hacia la calle, sus pensamientos volvieron a divagar, inevitablemente cayendo sobre Romina y la reciente interacción que habían tenido. El seguimiento en Instagram y el breve intercambio de mensajes lo habían hecho sentir nostálgico, recordando aquellos días en Córdoba cuando ambos eran jóvenes y el mundo parecía estar lleno de posibilidades.

Romina siempre había sido un pilar en su vida, una persona que lo comprendía sin necesidad de palabras, y ahora, después de tanto tiempo, volvía a aparecer, trayendo consigo recuerdos de una época más simple, pero también más confusa.

Nicolás: "Estoy atrapado entre lo que fue y lo que todavía no entiendo."

Mientras tomaba un sorbo de mate, se dio cuenta de que necesitaba un descanso, algo que lo ayudara a despejar la mente y poner sus ideas en orden. Pero sabía que la vida no se lo pondría fácil; el trabajo, las obligaciones, y sus propios sentimientos seguían acechando en cada rincón de su mente.


📍📖 Living – 21:10 hs

Finalmente, decidió que lo mejor sería terminar el día con algo más sencillo. Volvió adentro, apagó la computadora, y se dejó caer en el sillón del living, dispuesto a perderse en un libro, aunque fuera por un rato. Pero antes de abrirlo, tomó su celular, revisó nuevamente las notificaciones y, sin pensarlo mucho, se quedó mirando la pantalla, el nombre de Romina resaltando en su lista de contactos. Le envió un mensaje breve, algo casual, preguntando cómo había estado y si tenía ganas de charlar un rato.

Sin embargo, mientras esperaba una respuesta, sus pensamientos seguían enredados, como si algo más grande estuviera a punto de suceder, aunque él no pudiera verlo aún.

Chapter 18: Mirá que te conozco, Del Caño

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La víspera del encuentro

📍Casa Rosada - Lunes 22 de Abril de 2024 

Javier Milei estaba sentado en su oficina en la Casa Rosada, con la vista perdida en la maraña de papeles que cubría su escritorio. Era una tarde fría de julio, y el clima parecía acompañar perfectamente el estado de su mente: turbulento, inestable, lleno de contradicciones. Las palabras de Victoria Villarruel resonaban aún en su cabeza, su enérgica defensa de Enzo Fernández en medio del escándalo reciente había creado una grieta en su relación. Pero no era solo eso lo que le tenía preocupado, había algo más, algo que le revolvía el estómago cada vez que pensaba en ello.

De repente, su mente lo llevó a un nombre que hacía tiempo rondaba en su cabeza, a veces con molestia, a veces con una curiosidad que él mismo encontraba incómoda: Nicolás del Caño. Milei recordaba muy bien al "zurdito" de Del Caño, no solo por su candidatura a presidente en 2019, y a vicepresidente en 2023, sino desde antes, cuando él mismo aún trabajaba en el Poder Legislativo. Aquellos debates, las discusiones acaloradas en el Congreso, y las veces en que sus caminos se cruzaron, lo habían marcado más de lo que quería admitir.

Debía reconocer, aunque le costara, que Nicolás siempre tenía buenos argumentos para defender sus puntos de vista. El tipo era brillante, aunque estuviera del lado equivocado de la historia, al menos según el propio Milei. Y algo más... había algo en Nicolás que lo hacía "atractivo" en cierto modo, aunque Javier prefería no ahondar en ese pensamiento. Pero la verdad era que cada vez que lo recordaba, una mezcla de admiración y enojo se le venía encima.

Mientras se paseaba por su oficina, intentando distraerse con cualquier otra cosa, las malas lenguas seguían susurrando en su mente. Recordaba haber escuchado más de una vez que Del Caño era solo otro falopero más, y no solo eso, sino que también era gay. Javier no solía prestar atención a los chismes, pero no podía negar que esa información lo había sacudido.

Javier: - Porque eso ofende a Jehová -, se decía a sí mismo, buscando refugio en su fervor religioso.

Pero, ¿era realmente eso? ¿O acaso era solo otra tonta excusa que se había puesto en la cabeza en aquellos tiempos para justificar su aversión hacia Nicolás, para pelear con él cada vez que podía?


Recuerdo tras recuerdo, Javier volvió a aquel legislador del Frente de Izquierda, Miguel Herszkowicz. Había visto a Nicolás un par de veces con él, en situaciones que parecían mucho más que simples charlas laborales. Se llevaban demasiado bien, había algo en su relación que molestaba a Milei, aunque no sabía exactamente por qué. Herszkowicz, un muchacho rubio, de ojos verdes y de buen porte, siempre parecía estar cerca de Del Caño, riendo, hablando tan alegremente, de una manera que Javier no podía entender.

Javier: "¿Qué carajos? No soy gay, no es mi incumbencia si a él le gustan los guachos", pensó Javier, intentando sacudirse esas imágenes de la mente.

Pero la verdad era que algo dentro de él se retorcía cuando pensaba en Nicolás riendo y hablando tan alegremente con otro hombre, "más atractivo" que él, aunque le costara reconocerlo.

Javier: - Aparte, ese Miguel no me llega ni a los talones -, se dijo a sí mismo, en un intento de reconfortarse, aunque el rubor en sus mejillas lo delataba.

Era absurdo, irracional, pero no podía evitarlo. Por primera vez, Milei se enfrentaba a un sentimiento que no podía etiquetar ni encasillar dentro de su rígida estructura mental. ¿Era celos? ¿Interés? ¿O solo confusión? No tenía idea.


Los días pasaban, y Javier se encontraba cada vez más sumido en sus pensamientos. Se sentía en un limbo emocional, una incertidumbre que lo asfixiaba. Por un lado, estaba la tensión con Villarruel, su leal compañera en la vicepresidencia, pero también estaba ese vacío que había dejado Fátima. Aunque él se había esforzado por mantener una fachada de indiferencia, la verdad era que la ruptura lo había dejado más solo de lo que quería admitir.

Pero cada vez que pensaba en esa soledad, el nombre de Nicolás volvía a aparecer. Quizás, después de todo, Del Caño no era solo un simple "zurdo empobrecedor". Había algo más en él, algo que Javier no podía ignorar. Una humanidad que traspasaba la política, una calidez que se escondía detrás de su intelecto afilado. Y con cada día que pasaba, Milei se encontraba más decidido a darle una oportunidad.

¿Quién sabe? Quizás Nicolás era esa persona que le había enviado "El Barba" para guiarlo, salvarle las espaldas, y evitar que se metiera en más escándalos. Javier, que solía ser tan seguro de sí mismo, ahora se encontraba en un terreno desconocido, lleno de dudas y preguntas que no podía responder.

Mientras reflexionaba sobre todo esto, la fecha para su encuentro con Nicolás se acercaba, y con ella, una mezcla de anticipación y ansiedad que Javier no había experimentado antes. Este encuentro no sería como los demás; lo sabía. Iba a ser una conversación cargada de significado, de posibilidades, y quizás, de algo más que aún no lograba identificar.

En aquellos días previos a la cita, Javier pasó mucho tiempo solo, meditando en su oficina, revisando sus pensamientos, intentando ordenar el caos interno que lo consumía. A veces, paseaba por los pasillos vacíos de la Casa Rosada, dejando que sus pensamientos fluyeran sin control; otras veces se refugiaba en su departamento, buscando la soledad que tanto había valorado antes, pero que ahora parecía ser una carga.


📍Departamento de Javier - Viernes 26 de Abril de 2024 - Noche

La noche antes del encuentro, Milei se fue a la cama con la cabeza llena de ideas, de suposiciones, de sentimientos contradictorios que no lograba descifrar. Miró el techo en la oscuridad, recordando cómo su vida había dado un giro inesperado en los últimos meses. Sabía que el día siguiente podría cambiarlo todo, y aunque una parte de él temía ese cambio, otra lo anhelaba con una intensidad que no podía comprender.

Finalmente, se durmió, pero sus sueños estuvieron plagados de imágenes fragmentadas, de recuerdos y fantasías que se entremezclaban, formando un collage de su confusa realidad. En esos sueños, Nicolás aparecía una y otra vez, no como el adversario político que siempre había sido, sino como alguien que, de alguna manera, podría ser más de lo que jamás había imaginado. Y cuando el amanecer llegó, Javier se despertó con la sensación de que algo importante estaba a punto de suceder.

Chapter 19: Reflexiones y preparativos para la cita

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Me gusta, pero me asusta

Mientras trabajaba en la Casa Rosada, Milei no podía evitar distraerse con pensamientos sobre Del Caño. Recordaba claramente las veces que había coincidido con él cuando ambos trabajaban en el Poder Legislativo. Del Caño había sido una figura que siempre había defendido con vehemencia sus ideales, algo que Milei encontraba admirable y, en cierta medida, molesto. La imagen de Nicolás, tan seguro de sí mismo y con una retórica que, aunque opuesta, no carecía de lógica, lo había impresionado.

Milei recordaba las críticas que había lanzado hacia Del Caño y su facción. A pesar de su postura vehemente en contra del izquierdismo, no podía evitar reconocer que Del Caño tenía una presencia que imponía respeto. Las malas lenguas, que solían hablar de su inclinación sexual y su cercanía con ese otro legislador, Miguel Herszkowicz, a menudo alimentaban sus propios prejuicios. Milei había oído rumores y visto algunas fotos, pero había decidido ignorar esos detalles.

En su oficina, mientras preparaba discursos y analizaba informes, Milei se encontró cuestionando si su animadversión hacia Del Caño no era más que un reflejo de sus propias inseguridades.

Javier: "¿Y si todo este odio fue una excusa para no enfrentar lo que realmente me pasa con él?"

La imagen de Nicolás con su compañero de fórmula y las comparaciones que se hacían en los medios sobre su vida personal le hacían pensar si había sido justificado su odio hacia el "zurdito" que ahora parecía tener un papel más complejo en su vida.

En su tiempo libre, Milei se dedicó a reflexionar sobre la cita que había planeado con Del Caño. La idea de dejar plantado a Nicolás la primera vez lo había llenado de una mezcla de vergüenza y culpa.

Javier: "¿Y si piensa que me reí de él? ¿Que lo usé para divertirme?"

Se preguntaba si realmente había sido una broma o si había sido una decisión impulsiva. Ahora, la oportunidad de arreglar las cosas le parecía un desafío que estaba dispuesto a aceptar.

Milei también se preguntaba qué había visto en Nicolás para considerarlo de nuevo en su vida. La decisión de darle otra oportunidad no era una que tomara a la ligera.

Javier: "Algo en él me desafía... me saca de eje... pero también me atrae. ¿Será eso?"

El enfrentamiento y el respeto mutuo que compartían, a pesar de sus diferencias ideológicas, lo llevaban a pensar que había algo más allá de la rivalidad política. Quizás Nicolás era el tipo de persona que podía ofrecer una perspectiva diferente o incluso desafiarlo en formas que no esperaba.


📍Caldén del Soho - Palermo - Sábado 27 de Abril 

Al llegar el día de la nueva reunión, Milei se preparó cuidadosamente. Quería que todo saliera perfecto, desde el lugar hasta el ambiente. Había decidido que, esta vez, se tomaría el tiempo para conocer a Del Caño más allá del ámbito político y ver si, a pesar de sus diferencias, podían encontrar puntos en común.

Esa tarde, mientras se dirigía al restaurante elegido, Milei pensaba en cómo sería la conversación.

Javier: "¿Y si esta vez no lo arruino? ¿Y si todo esto puede ser... algo distinto?"

¿Lograrían dejar atrás sus diferencias? ¿O seguirían atrapados en la misma dinámica de confrontación que había marcado su relación hasta ahora? A medida que se acercaba al lugar, su mente estaba llena de preguntas y posibilidades.

Finalmente, Milei llegó al restaurante, un lugar elegante y discreto en Palermo Soho llamado Caldén del Soho, donde había reservado una mesa en un rincón apartado para asegurar privacidad. Con la esperanza de enmendar el malentendido y quizás iniciar una nueva etapa en su relación con Del Caño, esperaba ansiosamente la llegada de Nicolás.


📍Casa de Nico 

Mientras tanto, Nicolás estaba ocupado con sus propios pensamientos y emociones, preparándose para la cita que podría ser decisiva para su relación con Milei. Los nervios y la expectativa se mezclaban en su mente mientras se preparaba para lo que prometía ser una noche llena de posibilidades y revelaciones.

Chapter 20: ¿Para qué me citaste, Milei? 🍽️

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Preparativos

📍 Departamento de Nicolás Del Caño – Sábado 27 d Abril de 2024 – Tarde

Nicolás Del Caño se había esmerado en su preparación para la cena, aunque no quería admitirlo ni a sí mismo. Había elegido un conjunto casual pero elegante: una camisa azul de lino, apenas desabotonada en el cuello, y un pantalón de gabardina negra que caía con gracia sobre sus zapatos de cuero, impecables. Se peinó el cabello, dejando que sus rizos cayesen de manera natural sobre su frente, sin darle un aire desaliñado, sino más bien relajado y atractivo. Había dudado un instante antes de aplicar un toque de perfume, una fragancia suave y dulce, que rara vez usaba pero que esa noche, por algún motivo, sintió adecuada.

📍 Departamento de Javier Milei – Tarde

Por su parte, Javier Milei había pasado gran parte de la tarde sumido en pensamientos contradictorios, debatiendo consigo mismo si realmente quería asistir a esa cita. Se había decidido por un look más sobrio de lo habitual: un traje oscuro, de corte clásico, con una corbata color borgoña que le daba un toque de seriedad. Milei siempre había tenido un estilo excéntrico, pero en esa ocasión, optó por algo más discreto, como si quisiera demostrarle a Del Caño una faceta diferente de sí mismo.


El encuentro

📍 Restaurante Calden del Soho – 20:45 hs

A las 20:45, Milei llegó al restaurante Calden del Soho, un lugar discreto en el corazón de Palermo Soho, conocido por su privacidad y por la calidad de su cocina. El ambiente era cálido, con luces tenues y un decorado minimalista que contrastaba con la opulencia habitual de los lugares que Javier solía frecuentar. Se sentó en una mesa cercana a la ventana, desde donde podía observar la calle, mientras esperaba a su invitado.

No tuvo que esperar mucho. A lo lejos, divisó la figura del mendocino caminando por la vereda, con pasos firmes pero nerviosos. Cuando Nicolás se acercó, Javier notó cómo su cabello oscuro brillaba bajo la luz tenue del restaurante, sus rizos jugueteaban en su frente, y su fragancia sutilmente dulce llegó a su nariz, sorprendiendo al presidente. Al ver la expresión nerviosa de Nicolás, sintió una inesperada ternura que lo desconcertó.

Javier:Qué bueno que viniste, Nicolás. ¿Te sentís bien?

Nicolás:Sí, sí, estoy bien... Solo un poco... No sé, ¿nervioso?

Se dieron un apretón de manos que duró un poco más de lo habitual.

Una vez sentados, Milei y Del Caño pidieron sus entradas. Javier optó por un carpaccio de lomo con rúcula y parmesano, mientras que Nicolás eligió una ensalada caprese con tomates frescos y mozzarella de búfala. Para acompañar, el sommelier les recomendó un vino Malbec de la Bodega Catena Zapata, de cosecha reciente, que ambos aceptaron sin objeciones.


¿Cómo vas a preguntar eso?

La charla fluyó sorprendentemente bien al principio. Discutieron temas triviales, como la economía mundial y las políticas exteriores, temas en los que ambos tenían opiniones fuertes y bien fundamentadas. No obstante, Milei, en un impulso pícaro y quizás un poco por el efecto del vino, decidió tocar un tema más personal.

Javier:Decime, Nicolás, ¿seguís manteniendo tan buen trato con ese tal Herszkowicz?

La pregunta tomó por sorpresa a Del Caño, quien no pudo evitar que un leve rubor cubriera sus mejillas.

Nicolás:Micho... Sí, claro. Fue una persona muy importante para mí desde que llegué a Buenos Aires. Un buen amigo y confidente... casi como un hermano. De hecho, convivimos durante un tiempo, antes de que yo pudiera tener mi propio lugar.

Javier:¿Un buen amigo, eh? ¿Sólo eso?

Nicolás:Tuvimos nuestras cosas de jóvenes, pero eso quedó en el pasado. Puras trivialidades... Ahora, él está casado con Julieta, y soy padrino de uno de sus hijos.

Javier:¡Ja! ¡Lo sabía!

Nicolás:¿Qué querías saber, Javier? ¿Si Miguel es mi novio? Lamento informarte que las apariencias a veces engañan. De todos modos, mi sexualidad es mi problema, ¿verdad?

Milei, que había estado disfrutando de la conversación, se dio cuenta de que había cruzado una línea.

Javier:Tenés razón, me disculpo. Es que en esas épocas, cuando yo todavía era legislador, se decían tantas cosas sobre vos... ¿Me disculpás? Soy medio enchapado a la antigua, Nicolás.

Nicolás:Yo pensé que vos y yo podríamos llegar a tener algún tipo de, no sé si llamarlo amistad, pero sí algún tipo de vínculo más cercano. Puedo serte de ayuda en muchos aspectos. Pero claro, soy un "zurdito empobrecedor", "rarito", y no me olvido que nos llamaste a todos los legisladores "degenerados del déficit fiscal". Qué lástima, Javier. Creo que lo mejor será que me retire, pensé que eras diferente...

Javier quedó paralizado por un momento. Justo cuando el cordobés se estaba levantando para irse, Milei, en un acto impulsivo, tomó su mano, deteniéndolo.

Javier:No te vayas, Nico. A veces puedo ser un tanto... imprudente. En todas las veces que nos estuvimos reuniendo, me demostraste que sos alguien interesante. No me malinterpretes, pero a pesar de nuestras obvias diferencias ideológicas y políticas, veo en vos a un ser humano cálido, muy inteligente, y si me lo permitís... te quiero hablar del porqué te cité hoy y acá. Perdoname por haberte juzgado mal, Nico.

Nicolás, sorprendido, notó la sinceridad en los ojos de Milei. Intrigado, aceptó quedarse.

Pidieron los platos principales. Nicolás optó por una milanesa a la napolitana con papas fritas, mientras que Javier eligió un bife de chorizo con ensalada mixta.

Nicolás:Y bien, señor Presidente de la Nación Argentina. ¿Para qué me citaste acá, si se puede saber?


Una propuesta "decente"

Una vez llegaron los platos principales, el ambiente en la mesa se llenó de deliciosos aromas. El cliqueteo de los cubiertos y el suave murmullo del restaurante sirvieron como telón de fondo mientras los dos hombres se disponían a disfrutar de la comida.

Javier:Mirá, Nico... No te molesta que te llame así, ¿no?

Nicolás:Para nada, Javi. Dale nomás.

Javier:Como te decía antes, te veo un pibe muy avispado, centrado y siempre en eje. Y por ahí, yo puedo llegar a ser...

Nicolás:¿Un mecha corta? ¿Hablador? ¿Polémico? ¿No conocedor de límites?

Javier:Che, loco, pará. La idea no era que me halagues tanto. Pero sí, tenés un poco de razón. Justamente por eso, es que te necesito a mi lado. No conozco a mucha gente como vos, que me ponga en eje, que me baje los decibeles, ni siquiera dentro de mi propia coalición. Incluso desde que cortamos con Fátima, me siento solo de a ratos. Vos tenés algo único, Nico, hablo muy en serio.

Javier:Lo que yo te ofrezco, no sé si llamarlo "alianza política", pero digamos que tener una amistad o algo así con vos, me vendría más que bien. O al menos un vínculo un poco más cercano. Solo espero que no me decepciones.

Nicolás: "¿De verdad está diciendo esto? ¿El mismísimo Javier Milei, hablando de vínculos y de confiar en alguien como yo?"

Javier:¿Y? ¿Qué me decís? Si rechazás mi oferta, estás en todo derecho de hacerlo y te comprenderé perfectamente. Pero aunque sea, pensalo un poco, no hace falta que me respondas ahora ni hoy.

Nicolás asintió lentamente. La comida continuó con breves charlas, intentando evadir el peso de lo dicho.


Después de los platos principales, Nicolás sugirió pedir postre.

Nicolás:Algo livianito. Siempre hay lugar para lo dulce.

Javier:¿Qué te parece si dejás que yo pague por los dos?

Nicolás:Pero no hace falta, Javier... Podemos dividir la cuenta como se hace normalmente...

Javier:No, no, dejá. Esto corre por mi cuenta. Consideralo un obsequio de mi parte en conmemoración a nuestra naciente amistad.

Luego de pronunciar aquellas palabras, el presidente le guiñó un ojo al diputado omega.

Nicolás: "¿Me está guiñando un ojo? La puta madre..."

Pidieron postre: panacota con frutos rojos para Nicolás y volcán de chocolate con helado para Javier. Disfrutaron del cierre de la velada entre sonrisas y miradas cómplices.

Al pagar, Javier sacó su celular.

Javier:Bueno, Nico, creo que es hora de que nos vayamos. Pero antes... ¿te parece si intercambiamos números?

Nicolás:Seguro. Y... gracias por la cena, Javi. Fue... inesperado, pero muy agradable.


Javier (mensaje): "Avisame cuando llegues a casa"

Nicolás (mensaje): "Dale, gracias por todo"

Se despidieron en la vereda, con la brisa de la noche acariciándolos.


La ternura de Conan

📍Departamento de Javier Milei – Domingo 28 de Abril de 2024 – 02:41 hs

Esa misma noche, ya en su departamento, Javier estaba acostado en el sofá con Conan, su mastín inglés, sobre las piernas. Lo acariciaba con lentitud, mientras el perro lo miraba con ojos atentos.

Javier:¿Vos qué decís, Coni? ¿Estoy en pedo si pienso que Nico me genera algo?

Conan ladeó la cabeza. Javier sonrió, triste.

Javier:No es solo lo que piensa, ni cómo discute. Es... no sé. Cómo se le achinan los ojos cuando ríe. Su sonrisa. Cómo se pone nervioso cuando lo mirás fijo. Cómo se le enrojecen los cachetes. Su olor dulzón y embriagante. Hoy me lo quería comer a besos.

Javier: "¿Qué carajo me pasa? ¿Esto será ternura o deseo? ¿Y si son las dos cosas juntas? Pero a mí nunca me atrajeron los tipos... Ay Jehová, ayudame."

Conan soltó un suave resoplido antes de acomodarse mejor en su regazo.

Javier:Ayudame, Coni. No sé si meterme de cabeza o salir corriendo.

Apagó la luz. El silencio de la madrugada lo envolvió, pero el rostro de Nicolás seguía flotando en su mente.

Chapter 21: Lo que dejó la cita

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Después de despedirse frente al restaurante, Javier y Nicolás se encaminaron en direcciones opuestas, cada uno sumido en sus pensamientos. La noche porteña estaba fresca, con una ligera brisa que movía suavemente las hojas de los árboles. A lo lejos, el bullicio de la ciudad se mezclaba con el sonido ocasional de un taxi pasando por las calles empedradas de Palermo Soho.


Nicolás: El viaje de regreso

Nicolás decidió caminar un poco antes de llamar un taxi. Necesitaba aire, tiempo para procesar lo que había sucedido esa noche. "Vos tenés algo único, Nico", resonaba en su cabeza.

Nicolás: "Qué raro escuchar algo así de alguien como Milei. Siempre fue una figura distante... hasta intimidante."

Mientras caminaba, su mente viajaba entre la sorpresa, la confusión y una creciente curiosidad por lo que podría venir.

Finalmente, después de unos quince minutos de paseo, sacó su teléfono y pidió un taxi a través de una aplicación. Al llegar al departamento en el barrio de Caballito, subió las escaleras lentamente, aún absorto en sus pensamientos. El ascensor estaba fuera de servicio, lo que le dio más tiempo para reflexionar.


📍Casa de Nicolás – Madrugada del Domingo 28 de Abril

Una vez dentro de su departamento —un lugar pequeño pero acogedor, con un par de plantas en la ventana y una mesa de madera rústica que usaba como escritorio— Nicolás se dejó caer en el sillón del living. Sacó el teléfono del bolsillo y vio que era casi la medianoche. Dudó por un momento, pero finalmente abrió WhatsApp y escribió un breve mensaje:

Nicolás: "Hola Javi, ya llegué a casa. Gracias de nuevo por todo, la pasé muy bien. Que descanses."

Envió el mensaje, sintiendo un pequeño nudo en el estómago mientras esperaba una respuesta. Pero para su sorpresa, la respuesta llegó casi al instante.

Javier: "Qué bueno que llegaste bien. Yo también la pasé muy bien, Nico. Que descanses, hablamos mañana."

Nicolás: " '¿Yo también te la pasé muy bien...?' Qué raro que me lo digas vos... pero me gusta leerlo."

Sonrió al leer el mensaje, dejando el teléfono sobre la mesa y estirándose en el sillón. Cerró los ojos, dejando que el cansancio de la jornada lo invadiera lentamente. La confusión aún estaba presente, pero por primera vez en mucho tiempo, sentía una extraña mezcla de calma y expectativa por lo que el futuro podría depararle. Sin siquiera darse cuenta, se quedó dormido en el sillón, envuelto en la tranquilidad de su hogar.


Javier: Reflexiones y soledad

Por otro lado, Javier decidió tomar un taxi directamente desde el restaurante. Subió al vehículo, dándole al conductor la dirección de su casa en un barrio exclusivo de la ciudad. Mientras el taxi avanzaba por las calles desiertas, Javier apoyó la cabeza contra la ventanilla, mirando las luces que pasaban rápidamente. Su mente estaba inquieta, como si hubiera abierto una puerta a algo que no había previsto.

El silencio en el taxi lo obligaba a enfrentarse a sus pensamientos.

Javier: "¿Qué carajo me pasa? ¿Qué fue eso de 'amistad'? ¿Por qué no puedo sacarlo de la cabeza?"

Más allá de lo que había dicho, de la "alianza" o "amistad", había algo más profundo, algo que no terminaba de comprender del todo. Había algo en Nicolás que lo atraía, una especie de estabilidad que él mismo siempre había deseado tener, pero que, por su naturaleza impulsiva, le resultaba esquiva.


📍Casa de Javier – Madrugada del Domingo 28 de Abril

Cuando llegó a su casa, pagó el viaje y entró a su residencia moderna y minimalista. Las luces se encendieron automáticamente cuando entró, revelando un espacio ordenado pero frío, casi desprovisto de personalidad. Javier dejó su chaqueta sobre una silla y fue directamente a su dormitorio. Mientras se desvestía, pensó en la conversación de esa noche, en la forma en que Nicolás lo había mirado, y en cómo, por un momento, había sentido algo parecido a la vulnerabilidad.

Tomó su celular y vio el mensaje de Nicolás justo en el momento en que lo recibió. Sonrió, una sonrisa pequeña pero genuina, antes de responder. Después de enviar el mensaje, se quedó unos segundos mirando la pantalla, como si esperara algo más, alguna señal que lo guiara en medio de su confusión.

Finalmente, dejó el teléfono en la mesita de noche y se metió en la cama. Apagó la luz, y el silencio de su hogar lo envolvió. Sin embargo, esta vez, el silencio no era tan opresivo como de costumbre. Cerró los ojos, intentando despejar su mente, pero la imagen de Nicolás seguía apareciendo: su sonrisa nerviosa, sus ojos oscuros llenos de curiosidad y tal vez... algo más.

Javier: "No sé qué sos para mí todavía, Nico, pero me hacés bien. Me das paz, loco. Y eso... eso no me pasa nunca."

Esa noche, Javier durmió mejor de lo que había dormido en semanas. Se despertó temprano, con una sensación de ligereza que no recordaba haber sentido desde hacía tiempo.


El día siguiente: Un nuevo comienzo

📍Casa de Nicolás – Mañana del Domingo 28 de Abril

A la mañana siguiente, Nicolás se despertó con el sol entrando por la ventana del living. Se desperezó lentamente, dándose cuenta de que se había quedado dormido en el sillón. Se levantó, se preparó un café y se sentó frente a su computadora, revisando los correos electrónicos y noticias del día. Sin embargo, su mente seguía regresando a la noche anterior, a las palabras de Javier y al extraño sentimiento de expectativa que lo acompañaba.

Nicolás: "¿Y si realmente quiere mi amistad? ¿O es otra cosa lo que busca? ¿Y si yo también quiero?"


📍Casa de Javier – Tarde del Domingo 28 de Abril

Mientras tanto, Javier ya estaba en su oficina, revisando informes y preparando reuniones. Pero en algún momento de la mañana, cuando su asistente le dejó un café en su escritorio, no pudo evitar pensar en Nicolás.

Javier: "¿Estará pensando en mí? ¿Le habré parecido un ridículo? ¿O le gustó lo que propuse?"

Se preguntó si la oferta que le había hecho le parecería tan descabellada como sonaba en su cabeza.


Ambos hombres, aunque inmersos en sus rutinas, no podían evitar que sus pensamientos volvieran una y otra vez a esa velada en Palermo Soho. Sabían que algo había cambiado, que esa cena había marcado un antes y un después en sus vidas. Y aunque ninguno estaba completamente seguro de lo que vendría a continuación, ambos estaban dispuestos a descubrirlo, cada uno a su manera.

La sensación de un nuevo comienzo flotaba en el aire, y aunque el futuro era incierto, una cosa era segura: esa noche había sembrado la semilla de algo que, para bien o para mal, estaba destinado a crecer.

Chapter 22: Expectativas silenciosas

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Nicolás: La espera constante

📍Lunes 29 de Abril de 2024 – Despacho de Nicolás – Por la mañana

La mañana de Nicolás comenzó tranquila. Después de despertarse en el sillón, hizo lo de siempre: se preparó un café fuerte y se sentó frente a la computadora para ponerse al día con las noticias y responder correos electrónicos pendientes. Sin embargo, el "Hablamos mañana" de Javier Milei resonaba en su mente, y mientras intentaba concentrarse en sus tareas, su atención seguía derivando hacia su celular, esperando una notificación que no llegaba.

Pasaron las horas, y aunque Nicolás intentaba mantener su rutina habitual, no podía evitar estar pendiente del teléfono. Hizo algunas llamadas, revisó unos documentos, pero su mente estaba atrapada en la posibilidad de que Javier le escribiera. A medida que avanzaba el día, se sintió cada vez más impaciente, repasando en su cabeza la conversación de la noche anterior.

Nicolás: "¿Qué le costaba decirme aunque sea un ‘buen día’? Tampoco es que le estoy pidiendo que me invite de nuevo a cenar..."

Se encontró revisando su teléfono más de lo habitual, como si cada vibración o sonido lo sacara de un estado de alerta permanente. Sin embargo, a medida que la mañana se transformaba en tarde, el tan esperado mensaje de Javier no aparecía. El silencio de la espera empezaba a pesarle, y aunque intentaba racionalizarlo diciéndose que Milei probablemente estaba ocupado con sus asuntos presidenciales, no podía evitar sentirse un poco decepcionado.


📍Mediodía – Parque cercano al Congreso

Alrededor del mediodía, Nicolás decidió salir a despejarse. Tomó su abrigo y se dirigió a un parque cercano. Caminó entre los árboles, el viento fresco acariciando su rostro mientras intentaba despejar su mente. Sin embargo, cada vez que sacaba su teléfono para revisar la hora, sus dedos se detenían instintivamente sobre la aplicación de WhatsApp, esperando ver un mensaje nuevo.

Finalmente, decidió enviar un mensaje neutral, tratando de no sonar demasiado ansioso:

Nicolás: "Hola Javier, ¿cómo va tu día? Espero que todo bien."

Envió el mensaje y guardó el teléfono en su bolsillo, tratando de no pensar demasiado en ello. Sin embargo, el acto de enviarlo ya lo había dejado más inquieto. La caminata por el parque no lo relajó como esperaba; al contrario, sentía una mezcla de nerviosismo y anticipación que no lo abandonaba.

Después de un rato, volvió a su departamento, tratando de sumergirse nuevamente en su trabajo. Sin embargo, la tarde avanzaba y no había ninguna respuesta de Javier. La ansiedad comenzó a transformarse en una sutil frustración.

Nicolás: "Capaz fue solo un gesto político. Algo de cortesía y nada más... ¿Qué me hice en la cabeza?"


Javier: La distracción ocupada

📍Casa Rosada – Despacho presidencial – Tarde

Por su parte, Javier Milei también tenía un día cargado de actividades. Desde temprano en la mañana, estuvo ocupado con reuniones, llamados telefónicos y la planificación de su agenda presidencial. Aunque su mente estaba concentrada en las tareas urgentes del día, en los momentos de pausa, su pensamiento volvía a la cena de la noche anterior.

Javier: "¿Por qué no puedo sacármelo de la cabeza? Esto no tiene sentido..."

Le sorprendía lo mucho que la conversación con Nicolás lo había afectado. Había algo en ese hombre, en su calma, en su manera de ser, que lo intrigaba profundamente. Sin embargo, a diferencia de Nicolás, Javier no sentía la misma urgencia de continuar la conversación. Había dejado pasar la mañana sin revisar su teléfono más de lo necesario, confiando en que si Nicolás realmente tenía algo importante que decir, lo haría saber. Pero en el fondo, también sabía que ese "Hablamos mañana" no era una promesa que él tuviera mucha prisa por cumplir.

A medida que avanzaba el día, Javier se sumergió cada vez más en sus tareas. Asistió a una serie de reuniones con ministros y asesores, y dedicó tiempo a revisar algunos informes importantes. El caos controlado de su día a día era algo a lo que estaba acostumbrado, y en cierta medida, le resultaba reconfortante. No obstante, en medio de todo eso, se preguntaba si Nicolás ya le habría escrito.


Cerca de la tarde, durante una breve pausa, finalmente tomó su teléfono. Al ver el mensaje de Nicolás, sonrió de forma casi imperceptible. Su dedo se deslizó hacia la pantalla, pero antes de abrir el mensaje, lo dejó a un lado.

Javier: "Si le contesto ahora, se va a dar cuenta de que lo estuve esperando. Mejor lo dejo para después..."

Sentía la tentación de responder de inmediato, pero también sabía que hacerlo significaría que estaba dedicando más tiempo del que había planeado a este asunto. A pesar de la satisfacción que le provocaba el interés de Nicolás, decidió seguir adelante con su agenda sin apresurarse.


El día se desvanece

📍Departamento de Nicolás – Noche

Mientras caía la noche, Nicolás finalmente se resignó a la idea de que no recibiría respuesta por el momento. Se sumergió en su rutina nocturna, cenando algo ligero y viendo televisión para distraerse. Sin embargo, cuando finalmente se recostó en su cama, no pudo evitar revisar su teléfono una vez más, solo para confirmar lo que ya sabía: no había ningún mensaje de Javier Milei.

Nicolás: "Qué pelotudo que soy... no tenía que haberle escrito nada. Quedé como un adolescente."

Suspirando, apagó la luz y cerró los ojos, tratando de convencerse de que estaba exagerando, que había sido solo una cena y que no debía darle tanta importancia. Sin embargo, la pequeña semilla de expectativa que se había plantado en él seguía creciendo, impidiéndole conciliar el sueño de inmediato.


📍Casa de Javier – Cerca de la medianoche

Por otro lado, Javier llegó a su casa mucho más tarde que la noche anterior. Se sintió satisfecho con lo que había logrado durante el día, aunque el pensamiento de Nicolás seguía presente en algún rincón de su mente. Finalmente, antes de irse a dormir, decidió responder al mensaje que había dejado pendiente. Sabía que probablemente era tarde, pero no le importaba.

Tomó el teléfono y escribió:

Javier: "Hola Nico, disculpá la demora. Mi día estuvo cargado, pero todo bien. ¿Vos cómo andás?"

Después de enviar el mensaje, se recostó en la cama, sintiendo una extraña mezcla de alivio y cansancio. La respuesta no era necesariamente una señal de compromiso, pero tampoco era un cierre. Era una manera de mantener la puerta entreabierta, lo suficiente para seguir explorando esa conexión que, aunque aún difusa, prometía ser algo más que una simple amistad política.


📍Departamento de Nicolás - Madrugada del Martes 30 de Abril de 2024

Nicolás, quien aún no había podido conciliar el sueño, escuchó la vibración del teléfono en la oscuridad. Lo tomó rápidamente y leyó la respuesta de Javier, sintiendo un inesperado alivio. Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro mientras escribía de vuelta:

Nicolás: "Todo bien, Javier. Gracias por responder. Nos hablamos pronto entonces."

Sin esperar respuesta, dejó el teléfono a un lado y cerró los ojos, esta vez, con una sensación de tranquilidad.

Pero su paz fue interrumpida minutos después al escuchar su celular sonando y vibrando. Y más grande fue su sorpresa cuando vio quién lo estaba llamando por WhatsApp: el mismísimo Javier Milei.

Sin estar muy seguro de lo que hacía y con mil dudas en la cabeza, el diputado atendió:

JavierHola, Nico... ¿te agarré en mal momento?

Nicolás: "¿Desde cuándo me dice Nico? Siempre fue ‘Nicolás’ para él. Me suena raro..."

NicolásNo, para nada. Estaba descansando un poco. ¿Todo bien?

JavierSí. Quería responderte por voz... y aclararte algo. Te dije ‘Nico’ porque... bueno, porque ahora somos amigos. O intento que lo seamos. Y a los amigos uno los llama por su apodo, ¿no?

Nicolás sonrió, un poco aliviado.

NicolásAh, claro. Me llamó la atención, eso solo. Siempre me dijiste Nicolás. Pero... está bien.

JavierEs porque te tengo confianza. Pero también espero que no me decepciones.

NicolásNunca lo haría. Jamás traicionaría tu confianza, Javi.

Hubo un breve silencio del otro lado.

Javier¿"Javi"?

Nicolás¿No te molesta? Puedo seguir diciéndote Javier si preferís.

JavierNo... no me molesta. Está bien.

Javier: "La puta madre... que me diga 'Javi' me desarma. ¿Por qué mierda me hace esto?", pensó el libertario.

Después de esa breve llamada, cortaron con una despedida cordial. Nicolás dejó otra vez el teléfono sobre la mesita de luz con una sonrisa tenue.


Y así, ambos hombres, cada uno en su propio espacio y con sus propias dudas, se fueron a dormir con la promesa tácita de que, aunque sus caminos seguían siendo inciertos, había algo que los estaba uniendo de maneras que aún no terminaban de comprender.

Chapter 23: El hilo invisible

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Nicolás: Un día de reflexión

📍 Departamento de Nicolás – 09:30 hs

A la mañana siguiente, Nicolás despertó con una energía renovada. Aunque no había dormido tanto como hubiese querido, la breve conversación con Javier la noche anterior había logrado aliviar gran parte de su ansiedad. Mientras se preparaba el desayuno, no pudo evitar sonreír al recordar el mensaje de Javier. Ese "Hablamos pronto" lo mantenía en un estado de expectativa, una mezcla de incertidumbre y esperanza que le daba un nuevo significado a su día.


📍 Calles de Parque Patricios – 10:24 hs 

Después de terminar su café, Nicolás decidió dar un paseo por su barrio. Necesitaba aire fresco y un poco de movimiento para organizar sus pensamientos. Mientras caminaba, no dejaba de pensar en Javier y en lo que esa nueva dinámica podría significar para ambos. Había algo en la forma en que Javier lo había mirado durante la cena, en la manera en que había hablado, que lo hacía sentir que esto iba más allá de una simple alianza política. Pero al mismo tiempo, Nicolás sabía que debía ser cauteloso. Milei era un hombre complejo, con una personalidad fuerte y un historial de relaciones tumultuosas. No quería precipitarse ni hacerse ilusiones.

Nicolás: "Es distinto a todos los que conocí, pero también es peligroso encariñarse con alguien así", pensó el diputado.


📍 Departamento de Nicolás – Tarde

Al regresar a su departamento, Nicolás se sumergió en su trabajo, tratando de mantener su mente ocupada. Sin embargo, cada vez que su teléfono vibraba, su corazón daba un pequeño salto, esperando que fuera un mensaje de Javier. Durante el almuerzo, decidió enviarle un mensaje más:

Nicolás: "¿Cómo va tu día, Javi? Espero que no estés tan atareado como ayer."

Envió el mensaje y volvió a su rutina. Aunque sabía que Javier probablemente estaría ocupado, la idea de que estuvieran en contacto le daba una especie de consuelo. Sentía que, de alguna manera, se estaban acercando, construyendo algo nuevo e inesperado.


Javier: Desafíos y distracciones

📍 Casa Rosada - Despacho presidencial

Por su parte, Javier Milei había comenzado el día sumido en sus responsabilidades. Reuniones con su gabinete, planificación de políticas, y la constante presión de los medios eran parte de su rutina diaria. Sin embargo, en medio de todo ese caos, no podía evitar pensar en Nicolás. Había algo en la calma y serenidad del mendocino que lo había cautivado de manera inesperada.

Javier: "Tiene algo... algo que no entiendo todavía. Pero me hace bien", pensó el presidente.

A lo largo del día, Javier revisó su teléfono varias veces, encontrando el mensaje de Nicolás durante una pausa entre reuniones. Al leerlo, no pudo evitar sonreír ligeramente. Le sorprendía la forma en que ese hombre, a pesar de sus diferencias políticas, había logrado encontrar un lugar en su mente. Sin embargo, decidió no responder de inmediato. Quería mantener un equilibrio, no dar demasiadas señales ni adelantarse a sus propios sentimientos.

A medida que avanzaba la tarde, Javier se encontró con una ventana de tiempo libre. Aprovechó para salir un momento de la Casa Rosada y tomar un café en un lugar tranquilo, lejos del bullicio de la política. Mientras estaba sentado en una mesa, revisó nuevamente el mensaje de Nicolás. Algo en él lo hacía sentir una curiosidad renovada, como si estuviera ante una puerta que aún no se había atrevido a abrir del todo.

Finalmente, después de un largo suspiro, decidió responder:

Javier: "El día va bien, gracias. Un poco menos cargado que ayer. ¿Vos en qué andás?"

Después de enviar el mensaje, Javier se recostó en la silla, contemplando la idea de una posible segunda reunión. Aunque no lo admitiría fácilmente, se dio cuenta de que deseaba ver a Nicolás de nuevo, explorar más esa conexión que, por más inusual que fuese, empezaba a parecerle menos irracional y más intrigante.


La tarde avanza

📍 Casa de Nicolás – 18:15 hs

Nicolás recibió el mensaje de Javier mientras trabajaba en su computadora. Al verlo, no pudo evitar sonreír. Respondió rápidamente, tratando de mantener la conversación ligera y fluida:

Nicolás: "Me alegro de que estés un poco más tranquilo. Yo estoy acá, poniéndome al día con el trabajo. Quizás podamos encontrarnos otra vez esta semana, ¿qué decís?"

Después de enviar el mensaje, se recostó en su silla, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. No sabía qué esperar, pero algo en su interior le decía que estaba en el camino correcto.

Nicolás: "Si acepta, bien. Y si no... bueno, al menos lo intenté."


📍 Departamento de Javier – 18:21 hs

Javier, por su parte, leyó el mensaje con interés. Aunque tenía dudas sobre lo que realmente buscaba en esta relación naciente, la idea de volver a ver a Nicolás lo intrigaba. Decidió no responder de inmediato, dejando que la propuesta madurara en su mente mientras pensaba en la mejor manera de manejar esta situación.

Javier: "Si le digo que sí, va a pensar que me tiene comiendo de su mano... pero si le digo que no, tal vez se aleje. Y no quiero eso", reflexionó Milei.


A medida que la tarde se desvanecía, ambos hombres se sumergieron en sus respectivas rutinas, cada uno con la mente ocupada pero con un pequeño rincón reservado para el otro. La línea entre lo personal y lo profesional comenzaba a desdibujarse, y aunque ninguno de los dos lo admitiría abiertamente, ambos sabían que algo estaba cambiando entre ellos.

Y así, la espera continuó, con la promesa tácita de que sus caminos se volverían a cruzar, llevando consigo la esperanza de algo más grande, algo más profundo, que aún estaba por descubrirse.

Chapter 24: Compartiendo instantes

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Nicolás: Pequeños gestos

A medida que pasaban los días, Nicolás del Caño se encontró pensando más y más en Javier Milei. La propuesta de verse nuevamente estaba en el aire, y aunque no habían concretado una fecha, Nicolás sentía una creciente conexión con el Presidente. Era una sensación extraña, una mezcla de curiosidad, atracción y respeto que lo empujaba a abrirse, aunque fuese de forma cautelosa.

📍Balcón del departamento de Nicolás – Un atardecer compartido

Fue durante una tarde particularmente tranquila (luego de un largo día en el Congreso), mientras observaba el atardecer desde su balcón, cuando Nicolás decidió hacer algo que normalmente no haría. Sacó su celular, capturó la imagen del cielo teñido de tonos anaranjados y rosados, y sin pensarlo demasiado, se la envió a Javier.

Nicolás: "Mirá lo que se ve desde mi balcón. Siempre me gusta ver el cielo a esta hora, me trae paz."


📍Casa Rosada - Despacho presidencial – Tarde 

Javier, que en ese momento estaba revisando unos documentos en su despacho, recibió la imagen y se sorprendió al verla. No esperaba un mensaje de Nicolás en ese momento, y menos algo tan personal. Sin embargo, al ver la foto, sintió un extraño calor en el pecho. Respondió con una simple frase, pero cargada de significado:

Javier: "Hermoso. Gracias por compartirlo conmigo."


Ese pequeño intercambio se convirtió en una especie de hábito entre ambos. Cada vez que Nicolás veía algo que le llamaba la atención o que simplemente le traía una sensación de tranquilidad, se lo enviaba a Javier. A veces era un atardecer, otras veces era una imagen de Moro, su perro, un mestizo de tamaño mediano que siempre lo acompañaba en sus caminatas matutinas.

Nicolás: "Hoy mi compañero de caminata y yo encontramos un parque nuevo cerca de casa. Creo que se enamoró del lugar, ja."

Javier se acostumbró a recibir esos pequeños destellos del día a día de Nicolás. Le gustaba ver esas fotos, sentir que, de alguna manera, estaba siendo invitado a formar parte de su vida cotidiana. Aunque sus respuestas siempre eran cortas, sentía una conexión especial con cada imagen que Nicolás le enviaba.


📍Departamento de Nicolás – Noche - Días después

En una ocasión, Nicolás incluso le mandó una foto de la serie que estaba viendo en ese momento. Estaba recostado en su sillón, con una manta cubriéndolo y su perro acurrucado a su lado. La imagen era simple, pero para Javier, transmitía una calidez que le hizo sonreír.

Nicolás: "Maratón de series hoy. Creo que me lo merezco después de una semana larga."

Javier, que estaba acostumbrado a un ritmo de vida intenso y casi frenético, encontró en esas imágenes un refugio, un recordatorio de que había una vida más allá de la política y las responsabilidades. Aunque no siempre respondía de inmediato, esas fotos se convirtieron en una especie de ancla, algo que esperaba con ansias al final del día.

Javier: "Qué distinto es su mundo del mío… tan doméstico, tan cálido...", pensó el alfa.


Sin embargo, a pesar de la frecuencia de estos intercambios, la propuesta de una segunda cita seguía sin concretarse. Ambos sabían que había algo en el aire, algo que iba más allá de una simple amistad, pero ninguno se animaba a dar el siguiente paso.

Para Nicolás, cada foto que enviaba era una forma de mostrarle a Javier una parte de su mundo, de decirle sin palabras que quería que él estuviera allí, compartiendo esos momentos. Para Javier, cada respuesta era un pequeño intento de acercarse más a ese hombre que, a pesar de las diferencias y las circunstancias, había logrado tocar una fibra profunda en su corazón.

Así, con el tiempo, esa línea de comunicación se fue volviendo más personal, más íntima. Aunque ninguno de los dos lo expresara directamente, ambos sabían que estaban construyendo algo, una conexión que, sin que se dieran cuenta, iba fortaleciéndose con cada mensaje, cada foto, cada pequeño detalle compartido.

Y aunque la segunda cita aún estaba por venir, los cimientos de algo más profundo ya estaban firmemente establecidos.

Chapter 25: Raíces de dos vidas

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En medio de la creciente interacción entre Javier Milei y Nicolás del Caño, ambos comenzaron a reflexionar sobre sus vidas pasadas, sus orígenes y cómo llegaron a ser quienes eran hoy. Aunque sus caminos parecían diametralmente opuestos, compartían un trasfondo de lucha y resiliencia que, de alguna manera, los conectaba.


El peso del pasado de Javier Milei

Javier Milei (nacido el 22 de Octubre de 1970) nunca había hablado mucho de su infancia, y con razón. Creció en un hogar donde la violencia y la opresión eran la norma. Su padre, un hombre autoritario y severo, esperaba nada menos que la perfección de él y de su hermana. Javier aprendió desde muy joven a reprimir sus emociones y a mantenerse fuerte, al menos en apariencia. Sin embargo, debajo de esa coraza, la constante presión de su padre dejaba cicatrices profundas.

Uno de los pocos refugios que Javier encontró en su juventud fue el fútbol. Jugó como arquero en las inferiores de Chacarita Juniors, un club al que llegó casi por casualidad. Allí, en la cancha, encontraba una manera de canalizar su frustración y su dolor. Sus compañeros de equipo solían decir que tenía una fuerza impresionante, tanto física como mental. Nada parecía poder detenerlo cuando estaba decidido a proteger su arco.

Aunque amaba el fútbol, y más específicamente a Boca Juniors, su pasión por el club se desvaneció cuando Juan Román Riquelme, un ídolo del equipo, asumió la vicepresidencia del club. Para Javier, la presencia de Riquelme representaba el tipo de populismo que despreciaba con cada fibra de su ser. Esa fue la gota que colmó el vaso, y decidió alejarse del fútbol como fanático, aunque nunca dejó de seguir el deporte desde lejos.

Otra pasión que lo acompañó toda su vida fue la música. Los Rolling Stones eran su banda favorita, su energía desenfrenada y su rebeldía resonaban profundamente con él (de hecho, formó una banda llamada Everest, la cual mayormente hacía covers de la agrupación británica). También tenía un profundo amor por la música clásica, especialmente por compositores como Ludwig van Beethoven, cuyas composiciones poderosas y emotivas lo ayudaban a encontrar paz en medio del caos. Las obras de teatro eran otra de sus aficiones, un mundo en el que podía perderse y olvidarse por un momento de las presiones de la vida diaria.

La familia paterna de Javier era de origen italiano, mientras que tenía ascendencia croata y judía por parte de su madre. De hecho, su tatarabuelo materno era rabino.

En cuanto a su incursión en la política, Javier siempre había sido un outsider, alguien que desafiaba el status quo. Su entrada al mundo político fue impulsada por su rechazo a las políticas tradicionales y su deseo de provocar un cambio radical en el sistema. No buscaba popularidad, sino la oportunidad de derribar lo que consideraba corrupto y decadente en el sistema político argentino.

Pasado sexual y presente contradictorio

Javier Milei ha hecho algunas declaraciones públicas donde menciona su afinidad con el tantra y experiencias sexuales poco convencionales, incluyendo prácticas tántricas (de hecho, confesó ser profesor de sexo tántrico), participación en tríos y una postura personal que se aleja del sexo tradicional. En varias entrevistas ha dicho que prefiere una conexión energética antes que el contacto físico inmediato, lo que se relaciona con ciertos principios del tantra (aunque su versión parece bastante personal y no necesariamente ortodoxa).

Respecto a la composición de esos tríos, él ha sugerido que en un 90% fueron con dos mujeres, y que en el resto de los casos no fue así, dejando entrever que también ha estado en tríos con hombres. Esto podría interpretarse como una experiencia homosexual o bisexual, aunque Milei nunca lo definió con esas palabras. Su discurso actual, en cambio, es contradictorio con esas vivencias: suele oponerse al movimiento LGBT como colectivo político, lo que lo pone en tensión con una parte de su propio pasado sexual, al menos según lo que él mismo relató.

🖤Javier, un alfa indomable e irresistible

Es un alfa sin concesiones. Un líder nato, temperamental, dominante, con una intensidad que se sentía antes de oír su voz. Tenía esa forma feroz de estar en el mundo, como si siempre caminara con el corazón en llamas y la razón afilada como una navaja. No pedía permiso, no temía al conflicto, y hablaba con la contundencia de quien cree con cada fibra en lo que dice.
Su aroma era cuero y madera oscura, penetrante, viril, casi abrasador. El cuero evocaba poder, firmeza, algo ancestralmente masculino, mientras que las notas amaderadas —vetiver, cedro, un dejo de sándalo— hablaban de raíces profundas, convicciones férreas y una cierta melancolía de guerrero. Ese olor llenaba las habitaciones. Marcaba territorio. Se adhería a la ropa y al recuerdo.
Es un alfa que imponía desde el primer cruce de miradas, pero que también, en la intimidad, sabía ser abrigo. Bajo la piel del lobo, latía el corazón del que ha sido herido muchas veces… y que ha elegido, aun así, no rendirse.


El viaje de Nico Del Caño

Nicolás (nacido el 6 de Febrero de 1980), por otro lado, tuvo una infancia mucho más tranquila, aunque no exenta de desafíos. Creció en una familia de clase media en Córdoba, donde sus padres le inculcaron valores de igualdad y justicia social desde pequeño. Aunque no sufrió la opresión familiar que vivió Javier, Nicolás tuvo que enfrentarse a un mundo que a menudo ignoraba o despreciaba sus ideales.

Desde joven, Nicolás se destacó por su inteligencia y su sensibilidad. Era un lector voraz, fascinado por las ideas de pensadores socialistas y marxistas, lo que eventualmente lo llevó a involucrarse en movimientos estudiantiles y, finalmente, en la política. A diferencia de Javier, cuya motivación principal era la indignación, Nicolás estaba impulsado por un profundo deseo de cambiar el mundo para mejor, especialmente para aquellos que no tenían voz.

Nicolás también tenía sus pasiones. Amaba la naturaleza y encontraba en las caminatas un modo de reconectarse consigo mismo. Su mascota, un fiel compañero, era su compañía constante en estos momentos de reflexión. A diferencia de Javier, Nicolás prefería la tranquilidad de un buen libro o una serie antes que la adrenalina de un partido de fútbol o un concierto de rock. Sin embargo, compartía con Javier un amor por la música, aunque en su caso, prefería géneros más suaves como el folk o el indie.

Su círculo más íntimo estaba compuesto por amigos que, como él, estaban comprometidos con la lucha por la justicia social. Eran personas con quienes podía hablar de sus inquietudes, planear estrategias políticas, pero también reírse de las pequeñas cosas de la vida.

🤎Nico, un omega tierno

Nicolás era un omega inusual: firme, combativo, con voz propia y una ternura a flor de piel que nunca usaba como disfraz. Tenía una sensibilidad política que lo atravesaba, pero también un temple interno hecho de paciencia y fuego lento. Nunca buscó someterse, pero tampoco le temía a la entrega cuando venía del amor.
Su aroma era chocolate y canela: cálido, envolvente, reconfortante. El chocolate hablaba de refugio, de infancia, de dulzura honesta. La canela, en cambio, le añadía un dejo picante, rebelde, casi provocador. Era un perfume que calmaba y a la vez despertaba los sentidos. Un aroma que invitaba a acercarse, pero que también dejaba claro que bajo esa dulzura vivía una mente aguda y un espíritu libre.
Como omega, Nicolás no se dejaba definir por el instinto, sino por la ética, la lealtad y el deseo de construir algo más allá del presente. Amaba con cuerpo, alma y convicción. Y cuando encuentre un alfa que respete su esencia, será capaz de desarmarse, de florecer, y de quedarse.


Dos mundos que se cruzan

A pesar de sus diferencias, Javier y Nicolás compartían una soledad subyacente, una sensación de estar luchando una batalla solitaria en un mundo que a menudo no entendía ni valoraba sus esfuerzos. Esta soledad, más que cualquier otra cosa, fue lo que comenzó a atraerlos el uno hacia el otro.

Javier encontró en Nicolás a alguien con quien podía hablar sin necesidad de ponerse una máscara, alguien que, aunque no compartía todas sus opiniones, lo escuchaba y lo entendía en un nivel más profundo. Nicolás, por su parte, descubrió en Javier una pasión y una intensidad que no había encontrado en nadie más, una chispa que lo hacía sentir vivo de una manera que no había experimentado antes.

Así, entre mensajes y fotos, fueron descubriendo esas similitudes ocultas, esas raíces profundas que los unían más allá de sus diferencias políticas y de personalidad. Ambos empezaron a sentir que, tal vez, la relación que estaban construyendo no era solo una alianza política o una amistad pasajera, sino algo mucho más complejo y significativo.

Pero, aunque había una atracción innegable, también existía una tensión constante. La pregunta de si podían realmente superar sus diferencias, de si podrían confiar plenamente el uno en el otro, seguía sin respuesta. Y mientras se acercaba el momento de concretar una segunda cita, ambos sabían que lo que estaba en juego iba mucho más allá de una simple reunión.

Chapter 26: Entre deseos y temores

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Bajo el abrigo de aquel recuerdo

📍 Casa de Javier (Palermo) - 07:11 hs

La mañana de aquel día amaneció tranquila, con un cielo despejado que prometía un día cálido a pesar de ser otoño. Javier despertó temprano, como de costumbre, pero esta vez su mente no estaba en sus rutinas habituales. Los recuerdos de la noche de aquella primera cita con Nicolás seguían presentes, como un eco persistente que le sacaba una sonrisa involuntaria. Mientras se preparaba un café, se permitió volver a revivir cada momento: la conversación, las risas, la complicidad que había surgido entre ellos.

Tomó su taza de café y se sentó en el sillón de su sala de estar, observando el sol que se filtraba a través de las cortinas. Sabía que lo que había sentido con Nicolás era diferente a lo que había experimentado antes. Era algo más profundo, algo que lo desafiaba a repensar lo que siempre había creído sobre sí mismo y sobre los demás.

Javier: "No sé qué carajo está pasando, pero me siento bien con él. ¿Hace cuánto que no me pasa algo así?"

📍 Casa de Nico (Parque Patricios) - 08:06 hs

En otro rincón de Buenos Aires, Nicolás también había despertado temprano, aunque con una sensación diferente. Su noche había estado plagada de pensamientos contradictorios. La cita con Javier había sido todo lo que había esperado y más, pero al mismo tiempo, no podía evitar sentir una cierta inseguridad. La diferencia de mundos entre ellos, no solo en términos de política, sino también en la forma en que veían la vida, lo hacía dudar. Sin embargo, cada vez que pensaba en la sonrisa de Javier, en la calidez de su mirada, esas dudas se desvanecían, dejándolo con un deseo latente de seguir adelante.

Nicolás: "¿Y si me estoy metiendo en algo que no va a ningún lado...? Pero lo miro y todo eso deja de importar."


Los días siguientes

Durante los días que siguieron a la cita, ambos hombres continuaron con sus vidas, pero sin poder olvidar lo que había pasado. Nicolás, a pesar de su timidez, comenzó a enviarle a Javier pequeños mensajes a lo largo del día. A veces, una simple foto de su perro descansando en su balcón, otras veces una imagen del atardecer que veía desde su ventana. Era su forma de compartir pequeños momentos de su vida con él, y aunque no lo admitiera abiertamente, lo hacía con la esperanza de recibir alguna respuesta.

Javier, por su parte, recibía estos mensajes con una mezcla de sorpresa y placer. Cada foto, cada pequeño gesto, lo hacía sentir más cercano a Nicolás, y respondía con igual sinceridad. A veces le enviaba una foto de algún libro que estaba leyendo, o de la vista desde su oficina, o incluso de un concierto de música clásica al que había asistido. Poco a poco, una rutina silenciosa se fue estableciendo entre ellos, una rutina que ambos comenzaron a esperar con ansias cada día.

Javier: "¿Desde cuándo me importa recibir mensajes de alguien durante el día? ¿Qué mierda me está haciendo este tipo?"


La segunda cita

Finalmente, después de varios intercambios de mensajes y algunas llamadas esporádicas, ambos acordaron tener una segunda cita. Esta vez, Javier propuso un lugar diferente, algo más íntimo y personal. Sugirió encontrarse en Casa Cavia, un restaurante ubicado en una casa histórica en el barrio de Palermo, conocido por su ambiente sofisticado y su exquisita cocina. El lugar tenía un encanto especial, con sus jardines bien cuidados y su interior decorado con un estilo que combinaba lo moderno con lo clásico.

📍Casa Cavia – Palermo Chico, Buenos Aires - Sábado 18 de Mayo de 2024 - 20:30 hs

La cita estaba programada para las 20:30. Como era de esperar, Javier llegó unos minutos antes, con su habitual puntualidad. Había elegido un conjunto algo más relajado esta vez: una camisa azul oscuro con un pantalón de vestir negro y zapatos de cuero marrón. Quería verse bien, pero no excesivamente formal. Mientras esperaba en una de las mesas del jardín, donde las luces colgantes creaban un ambiente acogedor, no podía evitar sentir una ligera impaciencia. No era común en él, pero la expectativa de volver a ver a Nicolás lo tenía en un estado de nerviosismo que intentaba disimular.

Javier: "Me estoy comportando como un pendejo... pero si no llega en cinco minutos, me levanto y me voy."

Nicolás, por su parte, se tomó su tiempo para prepararse. Sabía que esta cita era importante, y quería estar a la altura. Optó por una camisa gris clara, sencilla pero elegante, y un pantalón negro que le daba un aire sofisticado sin ser pretencioso. Al salir de su departamento, respiró hondo y se dirigió hacia el lugar de encuentro, con la sensación de que algo importante estaba por suceder.

Cuando llegó al restaurante, unos minutos antes de la hora acordada, vio a Javier esperándolo en la mesa del jardín. Al cruzar la puerta y caminar hacia él, sintió una mezcla de nervios y emoción. Javier se levantó al verlo, y al encontrarse, ambos compartieron una sonrisa que disipó cualquier tensión que pudiera haber existido.

Nico:Parece que hoy llegaste antes que yo —bromeó el omega, con un tono que denotaba su satisfacción al verlo.

Javier:No quería hacerte esperar —respondió el alfa con una sonrisa, sintiendo que, en ese momento, todo parecía estar en su lugar.

Se sentaron y pidieron un vino tinto para acompañar la noche, un Malbec que Javier había seleccionado personalmente. La conversación fluyó de manera natural desde el primer momento. Hablaron de sus días, de los pequeños momentos que habían compartido a través de mensajes, y de cómo esas pequeñas conexiones les habían ayudado a conocerse mejor.

La noche avanzó con una fluidez que ambos apreciaron. La música suave que se filtraba desde el interior del restaurante, mezclada con los sonidos tenues del jardín, creó un ambiente que parecía hecho a medida para ellos. A medida que compartían la comida, los sabores se mezclaban con las palabras, creando una experiencia que iba más allá de lo físico.


La conversación íntima

Con el plato principal ya servido, una pasta casera con ragú de cordero que ambos disfrutaron con gusto, la conversación se tornó más íntima. Javier se sintió lo suficientemente cómodo como para abrirse sobre aspectos más personales de su vida. Habló de su amor por la música clásica, de cómo encontraba en las composiciones de Beethoven y Bach un refugio en medio del caos de su vida pública. Nicolás, por su parte, compartió su pasión por el cine independiente y las series que disfrutaba ver en su tiempo libre, un escape que le permitía desconectarse de las presiones de la política.

A medida que la noche avanzaba, ambos comenzaron a hablar de sus temores, de las dudas que a veces los asaltaban en medio de la noche. Javier admitió que, a pesar de su fachada segura, a veces se sentía atrapado por las expectativas que otros tenían de él, y que la política, aunque era su pasión, también le había robado parte de su vida personal. Nicolás, en un tono más reservado, habló de sus inseguridades, de cómo a veces sentía que no encajaba en el mundo en el que se movía, y de cómo las críticas lo afectaban más de lo que le gustaría admitir.

Nicolás: " No pensé que podría hablar así con él... y que me escuchara con tanta atención."


El final de la cita

Finalmente, decidieron pedir el postre, un volcán de chocolate con helado de crema que compartieron, riendo por la simplicidad de su elección. Mientras terminaban, ambos sabían que la noche había sido un éxito, pero también que la relación que estaba comenzando a formarse entre ellos requeriría tiempo, paciencia y, sobre todo, honestidad.

Cuando salieron del restaurante, la brisa nocturna los envolvió, y caminaron juntos por las calles de Palermo. Esta vez, la despedida fue menos apresurada. Se detuvieron frente a un pequeño parque, bajo la luz de una farola, y compartieron un momento de silencio, sintiendo que, a pesar de todo, estaban exactamente donde debían estar.

Nico:Gracias por esta noche —dijo el menor, rompiendo el silencio.

Javier:El placer fue mío —respondió el presidente, acercándose un poco más.

El abrazo que siguió fue más largo que el de la primera cita, más cálido y cargado de promesas no dichas. Ambos sabían que este era solo el comienzo, y que lo que vendría después dependería de cómo manejaran lo que estaba floreciendo entre ellos.

Al separarse, se miraron a los ojos, como si intentaran leer lo que el otro estaba pensando. Finalmente, Javier se inclinó y le dio un beso en la mejilla a Nicolás, un gesto que, aunque pequeño, fue significativo. Nicolás, por su parte, sintió que su corazón latía más rápido, pero no dijo nada. Simplemente sonrió y asintió, como si con ese gesto estuviera aceptando todo lo que estaba por venir.

Nicolás: " Dios mío... si esto sigue así, me voy a enamorar."

Se despidieron con un "Nos vemos pronto" que llevaba consigo una certeza tácita de que, efectivamente, habría una próxima vez. Mientras caminaban en direcciones opuestas, ambos llevaban consigo una mezcla de emociones, desde la emoción hasta la incertidumbre, pero con la certeza de que estaban dispuestos a descubrir adónde los llevaría esta nueva conexión.


📍Departamentos de Javier y de Nico - Madrugada del Domingo 19 de Mayo

Al llegar a sus respectivos hogares, tanto Javier como Nicolás no pudieron evitar sonreír al recordar los momentos que habían compartido. Sabían que, aunque sus vidas fueran complicadas y sus mundos parecieran irreconciliables, había algo en esa conexión que valía la pena explorar.

La noche terminó con ambos hombres sumidos en pensamientos, pero esta vez, sus reflexiones no estaban llenas de dudas, sino de una creciente curiosidad y el deseo de seguir adelante. Había algo nuevo y emocionante entre ellos, algo que ambos sabían que sería difícil, pero que valdría la pena.

Chapter 27: Cuando empieza el "nosotros"

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Las semanas que siguieron a su segunda cita se llenaron de una mezcla de normalidad y expectativa. Ambos hombres continuaron con sus responsabilidades cotidianas, pero no podían evitar que sus pensamientos volvieran a esos momentos compartidos en Casa Cavia. Aunque ninguno de los dos lo admitiera en voz alta, sabían que algo había cambiado entre ellos. Algo que los empujaba a buscar una tercera cita.


Un mensaje inesperado

📍Casa Rosada - Despacho presidencial - Viernes 14 de Junio de 2024 - 11:24 hs

Una mañana, mientras Javier revisaba su agenda en su oficina, recibió un mensaje de Nicolás. A diferencia de los mensajes anteriores, este no era una simple imagen o un comentario casual. Era una invitación. Nicolás le proponía encontrarse en un lugar diferente, fuera del ámbito de los restaurantes y cafés elegantes que habían frecuentado.

Nicolás: “Hola, Javi. Pensaba en que mañana podríamos salir de la rutina de la ciudad y tomarnos un día para escaparnos a Tigre. Tengo una lancha y conozco un lugar tranquilo donde podríamos pasar el día. ¿Qué te parece?”

Javier se quedó mirando la pantalla de su celular, sorprendido pero intrigado. No era lo que esperaba, pero la propuesta de Nicolás lo atraía. Un día fuera de la ciudad, lejos de las presiones y las miradas curiosas, sonaba tentador.

Javier: “Me encantaría.”

Después de enviar el mensaje, sonrió, imaginando la expresión de Nicolás al leerlo.


La escapada a Tigre

📍Delta del Tigre - Sábado 15 de Junio - Mediodía 

El día acordado amaneció con un cielo despejado y un sol radiante, perfecto para una escapada al Delta. Javier decidió vestirse de manera casual, optando por un polo azul marino y pantalones cortos beige, acompañados de unas zapatillas cómodas. No era su atuendo habitual, pero sabía que el entorno requería algo más relajado.

Nicolás lo recibió en el puerto de Tigre, ya listo para zarpar. Vestía una camiseta blanca y jeans desgastados, con una gorra de beisbol para protegerse del sol. Al verlo, Javier no pudo evitar sonreír al notar lo bien que le quedaba ese estilo despreocupado.

Javier: “La puta madre… ¿cómo puede verse tan bien sin siquiera intentarlo?”

Había algo en la simplicidad de Nicolás que lo atraía más de lo que estaba dispuesto a admitir.

La lancha se deslizó suavemente sobre el agua, alejándolos del bullicio de la ciudad. A medida que se adentraban en el laberinto de canales, el paisaje urbano dio paso a una naturaleza exuberante, con árboles que se inclinaban hacia el agua y casas de madera que parecían salir de un cuento. El sonido del motor era constante, pero al mismo tiempo, se mezclaba con el canto de las aves y el murmullo del agua, creando una atmósfera que ambos encontraron relajante.

Nicolás:¿Qué te parece? —preguntó, alzando un poco la voz para ser escuchado sobre el sonido del motor.

Javier:Es hermoso. No me acordaba de lo tranquilo que podía ser este lugar.

Nicolás:Eso es lo bueno de escaparse un poco de la ciudad. Acá, podés respirar de verdad.

Después de un tiempo, Nicolás apagó el motor y ancló la lancha cerca de un pequeño muelle privado. Se notaba que era un lugar poco frecuentado, lo cual le daba un aire de exclusividad que Javier apreciaba.

Nicolás:Vamos. —Saltó al muelle con agilidad—. Hay un lugar perfecto para almorzar cerca de acá.

Javier lo siguió, sintiendo cómo el estrés y las preocupaciones de la semana comenzaban a desvanecerse con cada paso que daba. Caminaron por un sendero de madera que los llevó a una pequeña cabaña rodeada de árboles. El lugar era sencillo, pero acogedor, con una mesa de madera rústica en el exterior y una parrilla que ya comenzaba a emitir el aroma tentador de la carne asada.

Javier:¿Vos cocinás? —preguntó con una ceja levantada, mirando a Nicolás mientras se quitaba la gorra.

Nicolás:No soy un chef, pero me defiendo. Pensé que algo más simple y casero estaría bien para hoy.

Javier: “No puedo creer que haya organizado todo esto… ¿desde cuándo alguien piensa así en mí?”

Javier sonrió, apreciando el esfuerzo y la consideración que Nicolás había puesto en ese día. Se sentó en uno de los bancos de madera y observó cómo Nicolás se movía con facilidad entre los utensilios, preparando la carne y las verduras.

El aire fresco, el sonido del río corriendo cerca y la calidez de la compañía hicieron que el tiempo pareciera detenerse. Mientras el almuerzo se cocinaba, conversaron sobre sus vidas fuera de la política.

Javier:De chico era insoportable. Me pasaba el día haciendo preguntas. Terminaba cansando hasta a los adultos más pacientes.

Nicolás:No me cuesta imaginarlo. Seguro que desde pibe ya eras un volcán de ideas... y de opiniones fuertes.

Javier:Puede ser. Pero la política también me quitó muchas cosas. A veces me pregunto si valió la pena.

Nicolás:Te entiendo. Yo también me lo pregunto. No siempre sé si lo que hago alcanza, o si al final del día me queda algo para mí.

Sus miradas se cruzaron un instante más de lo habitual. El silencio que siguió no fue incómodo, sino lleno de significado.


Un momento de conexión al atardecer

Después de almorzar, decidieron dar un paseo por la isla, explorando los rincones escondidos y disfrutando del paisaje. Había algo casi mágico en la forma en que la naturaleza los envolvía, creando un ambiente que los invitaba a bajar las defensas y simplemente ser ellos mismos.

En un momento dado, se encontraron frente a un pequeño arroyo que cruzaba la isla. El agua clara corría suavemente sobre las piedras, creando un sonido relajante. Sin decir una palabra, se sentaron juntos en la orilla, dejando que el silencio hablara por ellos.

Javier: “¿Por qué me siento tan en paz con él?”

Javier observó a Nicolás de reojo, notando cómo el sol iluminaba su rostro, resaltando los contornos de su perfil. Había una serenidad en su expresión que le resultaba atractiva, una calma que contrastaba con la intensidad de sus discusiones políticas. En ese instante, sintió un impulso de acercarse más, de acortar la distancia que aún existía entre ellos.

Nicolás: “¿Y si me acerco? ¿Y si no se aleja?”

Sin pensarlo demasiado, se giró hacia Javier, encontrando su mirada. No necesitaron palabras para entender lo que estaba sucediendo. Lentamente, como si el tiempo se hubiera ralentizado, Nicolás se inclinó hacia él, cerrando la distancia que los separaba.

El beso fue suave, casi tímido al principio, como si ambos estuvieran probando algo nuevo, algo que ninguno de los dos había planeado pero que, de alguna manera, sentían que era inevitable. A medida que sus labios se encontraban, la inseguridad inicial dio paso a una mayor confianza, y lo que comenzó como un beso suave se convirtió en algo más profundo, más intenso.

El mundo pareció desvanecerse a su alrededor, dejando solo el sonido del agua y la sensación de estar completamente presentes en ese momento. Cuando finalmente se separaron, ambos se quedaron en silencio, mirándose a los ojos.

Javier:No esperaba esto.

Nicolás:Yo tampoco. Pero me alegra que haya pasado.


La vuelta

Cuando finalmente decidieron volver a la lancha, ambos sabían que ese día marcaría un antes y un después en su relación.

Mientras regresaban a la ciudad, el sol comenzaba a ponerse, pintando el cielo con tonos de naranja y rosa. Ninguno de los dos habló mucho durante el viaje de vuelta, pero no hacía falta. Las miradas y los pequeños gestos decían todo lo que necesitaban saber.

Al llegar al puerto, se despidieron con un abrazo largo, sabiendo que ese no sería el último encuentro. Había mucho más por descubrir, y ambos estaban dispuestos a seguir adelante, sin importar los desafíos que pudieran enfrentar.


Esa noche

📍Departamento de Javier, Palermo - Madrugada del Domingo 16 de Junio

Cuando Javier llegó a su departamento, se sentó en su sillón favorito, con una copa de vino en la mano, y dejó que los eventos del día se asentaran en su mente.

Javier: “Estoy entrando en terreno desconocido... pero por primera vez, no tengo miedo.”

Sentía curiosidad, emoción y, sobre todo, una creciente esperanza.

📍Departamento de Nico, Parque Patricios - Madrugada del Domingo 16 de Junio

En su pequeño departamento, Nicolás también reflexionaba sobre lo que había sucedido.

Nicolás: “Fue un beso. Pero no fue solo eso. Fue una puerta que se abrió. Y quiero cruzarla.”

Sabía que no sería fácil, que habría obstáculos y complicaciones, pero en ese momento, no podía dejar de sonreír al recordar la forma en que Javier lo había mirado después. Había algo en esa mirada que le daba fuerzas, algo que lo hacía sentir que, a pesar de todo, estaban en el camino correcto.

Chapter 28: Despertar en la realidad y cuarta "reunión"

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Los días posteriores a su escapada a Tigre estuvieron marcados por la rutina, pero también por una notable incomodidad en sus pensamientos. Ambos hombres, tan distintos y al mismo tiempo tan parecidos, no podían evitar pensar en lo que había pasado. Sus agendas, como siempre, estaban repletas de compromisos y responsabilidades, pero cada vez que encontraban un momento de soledad, sus mentes volvían a ese beso junto al arroyo.


El peso de las expectativas

📍Quinta Presidencial de Olivos - Mediodía

Javier: “¿Cómo encajo a Nicolás en mi vida sin desestabilizar todo lo que construí?”

Acostumbrado a controlar cada aspecto de su vida, se encontraba en un terreno inexplorado. No sabía cómo manejar lo que sentía, y eso lo irritaba. Sentado en su oficina, con la ciudad extendiéndose ante él a través de la ventana, se preguntaba cómo encajar a Nicolás en su vida sin que eso afectara todo lo que había construido. Las reuniones de gabinete, las decisiones políticas y las entrevistas con la prensa parecían más demandantes que nunca, pero también menos importantes comparadas con el caos interno que enfrentaba.

📍Casa de Nicolás – Tarde 

Nicolás: “¿Cómo alguien como él puede hacerme sentir así? ¿Estoy traicionando lo que creo?”

En su modesto departamento, también estaba lidiando con sus propios pensamientos. Su vida, que hasta entonces había estado enfocada en la lucha por los derechos y la justicia social, parecía de repente más complicada. Siempre había sabido que el camino del amor no sería fácil, pero nunca imaginó que terminaría enredado con alguien como Javi. Sentía una mezcla de euforia y duda, luchando por entender cómo alguien que representaba todo lo que él había combatido podía hacerle sentir de esa manera.


El tercer encuentro

La tensión entre ellos crecía con cada día que pasaba sin verse, hasta que finalmente, fue Nicolás quien tomó la iniciativa de contactar a Javi. Esta vez, lo hizo de una manera más casual, enviándole un mensaje breve:

Nicolás: "¿Café en mi departamento mañana? Sin etiquetas ni expectativas."

Y la respuesta del mandatario no tardó en llegar, afortunadamente.

Javier: "Voy. Pasame la dirección."


📍Departamentos de Nicolás – Viernes 21 de Junio - 14:30 hs

Al día siguiente, Javi llegó al edificio de Nicolás con una mezcla de curiosidad y nerviosismo. Aunque había estado en muchos lugares, había algo diferente en esta visita. Sabía que no era solo un encuentro casual; había mucho en juego.

Nicolás lo recibió en la puerta, con una sonrisa genuina pero contenida. Su departamento, pequeño y modesto, tenía un aire acogedor, con libros apilados en las esquinas y una mesa de café llena de papeles y tazas. No era un lugar lujoso, pero era un reflejo honesto de quién era Nicolás.

Nicolás:Pasá, hacé de cuenta que estás en tu casa.

Javi se sintió fuera de lugar por un momento, pero pronto se relajó al notar la naturalidad con la que Nicolás se movía en su espacio. Se sentó en el sofá y aceptó la taza de café que Nicolás le ofreció.

Javier:Gracias. Es un buen lugar, che.

Nicolás:Es lo que necesito. Nada más, nada menos.

El silencio que siguió no fue incómodo, sino más bien una pausa necesaria para ambos. Finalmente, fue Javi quien rompió el hielo.

Javier:Nicolás... lo del otro día, en Tigre...

Nicolás:Sí, lo sé. No fue algo planeado, pero tampoco fue un error.

Javi lo miró, sorprendido por la claridad y seguridad en las palabras de Nicolás. Había esperado una conversación más complicada, pero en su lugar, encontró una verdad sencilla y directa.

Nicolás:Quiero que esto sea claro entre nosotros, Javi. No estoy buscando una relación tradicional ni pretendo que cambiemos quienes somos. Pero tampoco quiero que lo que pasó se quede en la nada. Vos me interesás, pero no estoy dispuesto a sacrificar mis principios ni a forzarte a sacrificar los tuyos.

Javi asintió lentamente, sintiendo que, por primera vez, entendía completamente lo que Nicolás estaba tratando de decirle.

Javier:Eso es lo que quiero también. No sé hacia dónde va esto, pero no quiero perder lo que empezamos, como sea que se llame esto.

Nicolás:Entonces estamos de acuerdo. Dejemos que esto siga su curso, sin presiones.


Un nuevo comienzo

La tarde transcurrió entre conversaciones ligeras y un entendimiento mutuo que ambos encontraron refrescante. Hablaron de sus vidas, de sus miedos y de sus esperanzas, sin la necesidad de impresionar al otro. Ambos sintieron que, por primera vez, estaban construyendo algo sobre una base sólida, sin las falsas expectativas que tan a menudo habían arruinado sus intentos previos de conexión.

Antes de que se dieran cuenta, la tarde había dado paso a la noche. Cuando Javi finalmente decidió que era hora de irse, ambos se levantaron del sofá, sintiendo un ligero toque de melancolía por el fin del encuentro.

Nicolás:Te acompaño a la puerta.

Se detuvieron un momento antes de abrir la puerta. Javi, sin pensarlo demasiado, se inclinó y le dio un beso suave a Nicolás, un gesto que estaba lejos de la pasión que habían compartido en Tigre, pero que contenía una promesa de algo más.

Javier:Nos vemos pronto.

Nicolás lo observó marcharse, con una sensación de satisfacción que no había sentido en mucho tiempo. Cerró la puerta y se apoyó contra ella, sonriendo para sí mismo. Sabía que aún había mucho por descubrir, pero en ese momento, estaba contento con lo que habían logrado.


Ambos hombres se fueron a dormir esa noche con un sentido de paz. Habían decidido seguir adelante, sin expectativas y sin ataduras, pero con la firme intención de explorar lo que fuera que estaban construyendo juntos. Era un nuevo comienzo, uno que los llenaba de incertidumbre, pero también de esperanza.

Y aunque el camino que tenían por delante sería sin duda complicado, ambos estaban dispuestos a enfrentarlo, sabiendo que, pase lo que pase, lo harían juntos.

Chapter 29: El golpe inesperado

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Entre "yuyitos" y decepciones

La rutina diaria de Nicolás transcurría de forma habitual. Aunque no se había vuelto a ver con Javier desde su última cita, habían seguido en contacto. Sus conversaciones, aunque esporádicas, habían sido suficientes para mantener viva la conexión que ambos estaban empezando a construir.

📍Departamento de Nicolás – CABA – Martes 2 de Julio de 2024

Era un día de semana cualquiera, y Nicolás, después de su jornada de trabajo, se acomodó en el sillón de su departamento para ver las noticias. En parte, era un hábito adquirido por la vida política, pero también una forma de estar al tanto de la situación del país, que cada día parecía ir de mal en peor. Mientras el noticiero avanzaba, una imagen familiar apareció en la pantalla: Javier Milei, pero no estaba solo. A su lado, Yuyito González, la conocida conductora y modelo, sonreía ampliamente a las cámaras.

La noticia que siguió dejó a Nicolás en shock. Yuyito, con una expresión radiante, declaró que Javier Milei era el "hombre de su vida" y que, aunque habían empezado a salir cuando ella todavía estaba casada, ahora ya estaba lista para dar el siguiente paso y hablar de casamiento. Todo esto mientras el país enfrentaba una crisis económica que no mostraba señales de mejorar.

Nicolás sintió cómo una pesadez se apoderaba de su corazón. Sus manos comenzaron a temblar mientras el control remoto caía de su mano y la pantalla seguía reproduciendo imágenes de Javier y Yuyito, sonriendo y caminando juntos en algún evento social. Nicolás se quedó sin aliento, con el pecho oprimido por una mezcla de incredulidad, tristeza y rabia. ¿Cómo podía ser esto posible? Se suponía que habían acordado llevar las cosas con calma, pero esto... esto lo hacía sentir traicionado.

Sin pensarlo dos veces, tomó su teléfono. A pesar de ser una persona más reservada y tímida en comparación con Javier, la angustia y la necesidad de respuestas lo impulsaron a escribirle de inmediato. Abrió el chat de WhatsApp y comenzó a escribir:

Nicolás: "¿Qué es esto que acabo de ver en las noticias? ¿Es verdad lo que dice Yuyito? ¿Vos y ella? No entiendo, Javier. Necesito que me expliques."

La ansiedad lo carcomía mientras veía que Javier había leído el mensaje pero no respondía inmediatamente. Cada segundo que pasaba se sentía como una eternidad. Finalmente, después de lo que le parecieron minutos interminables, Javier respondió:

Javier: "Nico, ya sé que estás enojado, pero te pido que me escuches antes de sacar conclusiones."

Nicolás apretó los dientes, intentando contener la rabia que sentía.

Nicolás: "Estoy escuchando, pero no entiendo nada. Pensé que estábamos construyendo algo juntos, y ahora esto... Me dejaste como un idiota."

La respuesta de Javier llegó casi al instante, reflejando su urgencia por aclarar la situación.

Javier: "Lo de Yuyito es complicado. Sí, tuvimos algo hace unos meses, pero te juro que ya no tiene importancia para mí. Ella está exagerando todo para ganar atención, no tiene nada que ver con lo que tenemos vos y yo."

Nicolás sintió un nudo en la garganta. Las palabras de Javier no lograban apaciguar la tormenta interna que lo devastaba.

Nicolás: "¿Exagerando? ¿Eso es todo? No se trata solo de eso, Javier. Ella está hablando de casamiento, como si todo esto fuera en serio. ¿Vos no te das cuenta de lo que eso significa?"

📍Oficina de Javier – Casa Rosada – Mismo momento

Del otro lado del teléfono, Javier respiraba profundamente, intentando controlar su frustración. Estaba en su oficina, con la vista clavada en la pantalla del teléfono, mientras los recuerdos de su fugaz relación con Yuyito se mezclaban con la imagen de Nicolás, el único con quien había empezado a sentir algo real en mucho tiempo.

Javier: "Nico, te lo juro, no hay nada entre ella y yo ahora. Es solo una campaña mediática para distraer la atención del caos económico. Te necesito conmigo en esto, no en mi contra."

Pero Nicolás no podía quitarse de la cabeza las imágenes de Yuyito y Javier juntos, ni las declaraciones que acababa de escuchar. Su pecho se sentía apretado, y una mezcla de dolor y desilusión nublaba su juicio.

Nicolás: "No sé si puedo hacer esto, Javier. Me duele que no me hayas dicho nada antes. Si estamos en esto juntos, no puede haber secretos."

Javier sintió un dolor agudo en el pecho al leer esas palabras. Sabía que había metido la pata al no ser completamente transparente con Nicolás sobre su pasado reciente, pero también sabía que lo que sentía por él era real y profundo.

Javier: "Nico, tenés razón. Tendría que haberte contado, pero por favor, no dejes que esto arruine lo que estamos construyendo. Si te hace sentir mejor, podemos hablar de todo esto en persona. Quiero que entiendas lo que realmente siento por vos."

Nicolás leyó el mensaje, pero no respondió de inmediato. Sus pensamientos estaban confusos, y aunque parte de él quería creer en las palabras de Javier, otra parte no podía ignorar el dolor que sentía. Finalmente, sin saber exactamente cómo proceder, decidió dar por terminada la conversación por esa noche.

Nicolás: "Hablamos después, Javier. Necesito tiempo para pensar."


📍Departamento de Nicolás – 23:51 hs

Apagó el teléfono y lo dejó a un lado, con la mente en un torbellino de emociones. Mientras se recostaba en el sofá, sintió cómo el peso de todo lo ocurrido lo aplastaba. Sabía que tenía que aclarar sus sentimientos, pero por primera vez en mucho tiempo, no estaba seguro de cuál sería la decisión correcta.

📍Departamento de Javier – 23:53 hs

En el otro extremo de la ciudad, Javier seguía mirando la pantalla de su teléfono, esperando en vano una respuesta que no llegaba. La preocupación lo consumía mientras se daba cuenta de que, tal vez, había subestimado el impacto de su relación pasada con Yuyito en lo que ahora tenía con Nicolás. El peso de sus errores pasados amenazaba con destruir algo que ni siquiera había tenido la oportunidad de florecer.


Ambos hombres se quedaron despiertos esa noche, atrapados en sus propios pensamientos, sintiendo cómo la distancia entre ellos parecía agrandarse, a pesar de que lo que más deseaban era estar cerca.

Chapter 30: Malas nuevas

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📍Departamento de Nicolás – Viernes por la tarde

Era un viernes por la tarde cuando Nicolás del Caño, ya acostumbrado a la rutina del trabajo, decidió tomarse un momento para relajarse y prender la tele. Necesitaba desconectar la cabeza de la política y de la situación económica del país, que se hacía cada vez más desesperante. Sin embargo, al cambiar de canal, se topó con algo que no esperaba ver: un programa de chimentos en el que, con gran entusiasmo, se hablaba de un supuesto romance que involucraba a Javier Milei.

Nico, curioso, se quedó mirando la pantalla. El conductor del programa sonreía con malicia mientras presentaba un video exclusivo: "¡Javier Milei y Yuyito González en una cita romántica en el Teatro Colón!" Las imágenes mostraban a Milei y a Amalia "Yuyito" González llegando juntos al teatro, saludando a las cámaras y, más adelante, tomados de la mano en plena función. El clímax del segmento llegó cuando, en un momento captado por las cámaras, ambos se besaron apasionadamente a la salida del Colón, como si no les importara ser observados.

El corazón de Nico se hundió en el pecho. Sentía una mezcla de sorpresa, dolor y, sobre todo, una profunda decepción. Sabía que él y Javier habían acordado tomar las cosas con calma, pero esto era más de lo que podía soportar. El peso de la traición lo aplastaba, y no pudo evitar sentir que todo lo que había construido con Javier en esas últimas semanas se desmoronaba.

Sin pensarlo mucho, tomó su celular y abrió WhatsApp. Vio que Javier había estado en línea hacía unos minutos. Sintió un nudo en el estómago, pero decidió enfrentarlo. Sabía que no podía dejar esto sin aclarar. Escribió, sus dedos temblando sobre la pantalla:

Nico: "Javi, ¿podemos hablar?"

El mensaje fue enviado y, después de unos segundos que parecieron eternos, Javier respondió:

Javier: "Sí, claro. ¿Todo bien?"

Nico respiró hondo y decidió ir al grano, tratando de contener el dolor que sentía.

Nico: "Vi algo en la tele… sobre vos y Yuyito González. No sé qué pensar, Javier. La llevaste al teatro Colón. Y si no fuiste vos, fue un clon..."

El silencio que siguió fue insoportable. Vio cómo Javier estaba escribiendo, pero el mensaje no llegaba. Finalmente, la respuesta apareció en la pantalla.

Javier: "Nico, puedo explicarlo. La cosa con Yuyito es complicada... No es lo que parece, en serio."

Nico leyó y releyó esas palabras, pero no le resultaban suficientes. Necesitaba más.

Nico: "¿Complicada cómo? Porque lo que vi fue bastante claro, Javier. No me gusta enterarme de estas cosas por la tele, me hace sentir que no puedo confiar en vos."

Esta vez, la respuesta llegó más rápido, pero con un tono más serio.

Javier: "Te entiendo, Nico. Y sé que esto te afecta. Lo que pasó con Yuyito es algo que viene de antes, pero desde que nos conocimos mejor, no la veo de la misma forma. Lo nuestro es diferente… pero tampoco quiero lastimarla. Estoy atrapado en el medio de todo esto."

Nico sintió que las palabras de Javier eran sinceras, pero aún así, el dolor no desaparecía. Le costaba mucho lidiar con la idea de que Javier estuviera, al mismo tiempo, tan involucrado con otra persona. Y más aún con alguien tan conocido como Yuyito González.

Nico: "No quiero ser un obstáculo en tu vida, Javier. Pero tampoco quiero ser alguien a quien le ocultan cosas. Si lo nuestro es real, necesito que seas honesto conmigo."

Javier no respondió de inmediato. Pasaron unos minutos de silencio en los que Nico se sintió al borde de las lágrimas. Pensaba en todas esas fotos que le había mandado a Javier, en cómo había empezado a abrirse emocionalmente, a pesar de sus reservas y su timidez. Y ahora, se sentía expuesto y vulnerable, sin saber qué pensar.

Finalmente, el celular vibró de nuevo.

Javier: "Nico, nunca quise ocultarte nada. Pero lo que siento por vos es nuevo, diferente a todo. No sé cómo manejarlo todavía. Por favor, dame tiempo. No quiero perderte."

Nico leyó el mensaje una y otra vez. Había algo en esas palabras que lo conmovía, que le hacía sentir que Javier estaba siendo genuino. Pero al mismo tiempo, la sombra de Yuyito González pesaba sobre su corazón.

No sabía qué hacer, y la única respuesta que encontró fue, simplemente:

Nico: "Hablemos mañana, Javier. Estoy cansado ahora."

La respuesta de Javier llegó casi al instante:

Javier: "Está bien, Nico. Mañana hablamos. Buenas noches."

📍Departamento de Nicolás – Anochecer

Nico apagó el celular y se dejó caer en el sillón. Las emociones lo abrumaban, y no podía dejar de pensar en las imágenes que había visto en la tele, en la confesión de Javier, en todo lo que habían compartido. El futuro de su relación se veía incierto, y una parte de él temía que lo que tenían se desvaneciera antes de siquiera haber comenzado.

📍Departamento de Javier – Noche

Del otro lado, Javier también se quedó mirando el celular, sintiéndose más solo que nunca. No quería perder a Nico, pero tampoco podía negar lo que había compartido (y sigue compartiendo, por más que no se animara a confesárselo al omega) con Yuyito. Estaba atrapado en un dilema emocional, incapaz de decidir cuál camino tomar.


Aquella noche, ambos durmieron inquietos, cada uno con sus propios pensamientos, luchando con las emociones que habían despertado en ellos. El futuro de su relación, y lo que vendría después, era una incógnita. Pero una cosa era segura: la conversación que tendrían al día siguiente podría cambiarlo todo.

Chapter 31: A la sombra de la duda

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📍Viviendas de Nico y de Javier - Sábado frío y nublado

El amanecer del Sábado llegó más gris que de costumbre. Las nubes se acumulaban en el cielo como una promesa de tormenta, y el aire pesado parecía presagiar una tensión latente. Nicolás del Caño se despertó temprano, con el sueño interrumpido por las preocupaciones que lo habían rondado durante toda la noche. Se sentó en el borde de la cama, mirando su celular, esperando un mensaje que no llegó.

Javier Milei, por su parte, también se despertó antes de lo usual. El peso de la conversación de la noche anterior con Nico le había dejado una sensación de desasosiego que no podía sacudirse. Miró su celular con inquietud, deseando enviarle un mensaje a Nico, pero no se atrevía. Sabía que el mendocino necesitaba espacio y tiempo para procesar lo sucedido, pero el silencio le resultaba insoportable.


La mañana avanzó lentamente para ambos. Nico intentó distraerse con sus tareas cotidianas, preparándose un desayuno simple, tostadas con mermelada y un café negro, mientras en la televisión las noticias hablaban de la creciente inflación y la crisis económica que no parecía tener fin. Sin embargo, nada de eso lograba capturar su atención por mucho tiempo.

Nico: "¿Por qué me duele tanto algo que ni siquiera sé si es real?", pensó, mientras revolvía el café con desgano.


Javier, por otro lado, optó por salir a correr. Necesitaba despejar su cabeza, y la brisa fresca del parque cercano a su casa en Recoleta solía ayudarlo a ordenar sus pensamientos. Pero esa mañana, incluso el ejercicio que tanto disfrutaba le parecía una tarea agotadora. Los recuerdos de su relación con Yuyito lo asaltaban a cada paso, mezclados con la sensación de que algo estaba cambiando dentro de él, algo que no sabía cómo manejar.

Después de una hora corriendo, regresó a su departamento, donde lo esperaban Conan, Murray, Robert, Lucas y Milton, sus mastines ingleses. Mientras le preparaba el alimento a sus perros, sus pensamientos se volvieron más claros: sabía que necesitaba tomar una decisión. Lo que sentía por Nico no era algo que pudiera ignorar, pero al mismo tiempo, dejar atrás a Yuyito era más complicado de lo que había anticipado.

Decidido a no dejar que el día se perdiera en la incertidumbre, Javier tomó su celular y escribió un mensaje breve, pero cargado de significado.

Javier: "Nico, ¿te parece si nos vemos hoy? Hay cosas que quiero aclarar. Lo que pasó anoche no me deja tranquilo, y no quiero que te quedes con la idea equivocada de todo esto."

El mensaje fue enviado, y Javier se quedó mirando la pantalla, esperando una respuesta. Los minutos pasaron, y aunque en su mente repasaba lo que le diría a Nico, no podía dejar de pensar en lo mucho que estaba en juego.


Nico, mientras tanto, había salido a caminar por su barrio. La caminata siempre había sido su manera de lidiar con el estrés, y ese día en particular necesitaba ese escape. Mientras recorría las calles conocidas, el ruido del tráfico y las conversaciones de la gente a su alrededor lo ayudaban a disipar un poco la pesadez que sentía en el pecho. Sin embargo, la vibración de su celular en el bolsillo lo hizo detenerse en seco.

Leyó el mensaje de Javier y, después de un momento de duda, decidió que necesitaban hablar. Sabía que no podría continuar con esa relación si las dudas y la desconfianza seguían creciendo entre ellos.

Nico: "Está bien, Javi. Nos vemos en el café de siempre a las 6, el Evaristo. Necesitamos hablar de esto."

La respuesta fue breve, pero suficiente para que ambos supieran que el encuentro era inevitable. Javier suspiró aliviado al recibir el mensaje y comenzó a prepararse mentalmente para la conversación que tendrían.


Las horas hasta el encuentro transcurrieron con una lentitud exasperante. Ambos intentaron continuar con sus rutinas, pero el nerviosismo y la incertidumbre los acompañaban en cada momento.

Javier: "Tengo que decirle la verdad, aunque me cueste", pensaba el libertario mientras se afeitaba frente al espejo.


📍 Evaristo: Café de especialidad – Palermo – 18 hs

A las 6 en punto, Nico llegó al café en Recoleta, el mismo donde se habían encontrado la primera vez. El lugar tenía un ambiente íntimo y acogedor, con luces cálidas y mesas pequeñas que ofrecían cierta privacidad. Se sentó en una mesa cerca de la ventana, donde podía ver la calle y, al mismo tiempo, estar un poco alejado del bullicio del lugar.

Pocos minutos después, Javier llegó. Llevaba una camisa blanca, arremangada hasta los codos, y unos jeans oscuros. Se veía casual, pero elegante, y al entrar, su mirada recorrió el café hasta que se cruzó con la de Nico. Hubo un instante de silencio entre ellos, una especie de reconocimiento mutuo de que lo que iban a hablar esa tarde podría cambiarlo todo.

Javier: —Hola, Nico —dijo con una voz suave, pero cargada de una seriedad que no había mostrado antes.

Nico: —Hola, Javier —respondió, haciendo un esfuerzo por mantener la calma.

Ambos se sentaron, y el ambiente se llenó de una tensión palpable. El ruido del café, las tazas chocando, las conversaciones en las otras mesas, todo se sentía lejano mientras ellos dos se miraban, intentando encontrar las palabras adecuadas para comenzar.

Después de un momento, Javier fue el primero en hablar.

Javier: —Sé que estás enojado, y con razón. Lo que pasó con Yuyito… es complicado, pero quiero que sepas que desde que empecé a conocerte mejor, las cosas cambiaron para mí.

Nico lo miró fijo, su expresión serena pero atenta.

Nico: —¿Cómo cambiaron, Javier?

Javier tomó aire antes de responder.

Javier: —Lo que tengo con Yuyito es… algo que venía de antes, como te dije anoche. Pero me di cuenta de que con vos, Nico, es diferente. Me hacés cuestionar cosas que antes no me hubiera permitido pensar. No quiero perder lo que estamos construyendo, pero tampoco quiero lastimarte.

Nico: —Javi, yo no te voy a pedir que elijas entre ella y yo. No quiero ser esa persona. Pero necesito saber si estoy apostando por algo real, algo que valga la pena.

Javier: —Lo que siento por vos es real. Y estoy dispuesto a demostrarte que esto no es una aventura pasajera. Pero necesito tiempo para resolver lo que tengo con Yuyito. No puedo mentirte ni a vos ni a ella.

Nico bajó la mirada un momento, luego asintió lentamente.

Nico: —Está bien, Javier. Hablemos mañana, como dijimos. Necesito tiempo para pensar en todo esto también.

Javier: —Gracias, Nico. En serio. Quiero que sepas que no voy a tomar a la ligera lo que estamos construyendo.

La conversación continuó durante un rato más, con menos tensión pero con la misma seriedad. Cuando finalmente se despidieron, lo hicieron con la promesa de seguir hablando.


📍Viviendas de Nico y de Javier - Noche

Esa noche, Javier se acostó inquieto. Conan dormía a sus pies, pero él no podía pegar un ojo.

Javier: "¿Qué estoy haciendo?", se preguntó, sabiendo que su vida estaba por cambiar.

En Parque Patricios, Nico también lidiaba con su propia tormenta. La serie seguía reproduciéndose sola en el televisor, pero él no prestaba atención. Se levantó, bebió agua, y reflexionó: "¿Estoy listo para esto? ¿O me va a romper en mil pedazos?"

De vuelta en la cama, tomó su celular y escribió:

Nico: "Espero que estés bien, Javi. Quiero que sepas que, pase lo que pase, estoy dispuesto a escuchar y entender. No quiero que esta situación nos aleje, pero también necesito saber que podemos confiar el uno en el otro."

Javier, aún despierto, lo leyó al instante y sonrió. Respondió sin dudar:

Javier: "Gracias, Nico. Tus palabras significan mucho para mí. Estoy tratando de ordenar mis ideas, y te prometo que no voy a dejar que esto nos separe. Necesito un poco de tiempo, pero quiero que sepas que estoy acá."

Ambos apagaron las luces poco después, dejándose llevar por un sueño liviano, pero reparador. Sabían que aún había heridas abiertas, pero también que habían comenzado a hablar con honestidad. Y eso, en su mundo, ya era un acto de valentía.

Chapter 32: Verdades y despedidas

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📍Domingo 7 de Julio de 2024 - Casa de Nico - Mañana

El amanecer del domingo llegó con una calma engañosa. Las calles estaban tranquilas, el aire fresco traía consigo un aroma a tierra mojada, como si el mundo estuviera preparándose para un nuevo comienzo. Ambos hombres despertaron con la sensación de que algo había cambiado, aunque ninguno de los dos sabía exactamente qué les depararía el día.

Mientras Nico se preparaba un mate y le daba vueltas a las palabras que usaría cuando volviera a hablar con Javier, Milei, ya vestido y listo para salir, se miraba al espejo, preguntándose si estaba preparado para lo que vendría. Sabía que debía enfrentar a Yuyito, aclarar su situación, pero también sabía que no sería fácil. La mujer había sido parte de su vida por tanto tiempo que la idea de perderla le resultaba casi impensable. Sin embargo, la atracción y el cariño que sentía por Nico eran innegables y crecían cada día.

Esa mañana, mientras el país comenzaba un nuevo día, Nico y Javier se preparaban para enfrentar las sombras de su relación, con la esperanza de que, al final, pudieran encontrar una luz que los guiara en medio de la tormenta emocional que ambos estaban viviendo.


📍Casa de Javier - Mañana

Javier, decidido a no dejar que las dudas lo consumieran, tomó su celular y marcó el número de Yuyito. Mientras esperaba que ella atendiera, sentía que el corazón le latía con fuerza. Sabía que esa conversación sería crucial, y que de ella dependía en gran medida su futuro con Nico.

Cuando Yuyito contestó, su voz sonaba alegre, ajena a la tormenta que se avecinaba.

Yuyito: —Hola, Javi, ¡qué sorpresa! ¿Cómo estás?

Javier: —Hola, Amalia. Necesitamos hablar… en persona. Hay cosas que debemos aclarar.

Del otro lado de la línea, Yuyito captó la seriedad en la voz de Javier y su expresión cambió, pasando de la alegría a la preocupación.

Yuyito: —¿Está todo bien, Javi?

Javier: —Nos vemos en tu casa en un rato.

Mientras se dirigía hacia la casa de Yuyito, Javier intentaba prepararse para lo que podría ser una de las conversaciones más difíciles de su vida. Sabía que, al final de todo, debía ser honesto, tanto con ella como consigo mismo. Y, sobre todo, debía serlo con Nico.

La mañana avanzaba, y en distintos puntos de la ciudad, ambos hombres enfrentaban sus propias sombras, con la esperanza de que, al final del día, pudieran encontrar un camino que los llevara a la claridad que tanto necesitaban.


📍Casa de Amalia "Yuyito" González - Tarde

Javier Milei condujo por las calles de Buenos Aires con la cabeza llena de pensamientos y el corazón pesado. Mientras avanzaba hacia la casa de Yuyito González, cada kilómetro recorrido parecía añadirle más peso a sus hombros. Sabía que estaba a punto de tomar una decisión que cambiaría el rumbo de su vida, y eso lo llenaba de una mezcla de miedo y determinación.

El camino hacia la casa de Yuyito en Palermo se hizo más corto de lo que esperaba. Al llegar, Javier estacionó su auto y se quedó sentado un momento, observando la puerta de la casa. Recordó las innumerables veces que había estado allí, las risas compartidas, los momentos de intimidad y la compañía que ella le había brindado en momentos difíciles. Pero también recordó la imagen de Nico en su mente, su mirada dulce y vulnerable, y el dilema en el que se encontraba.

Finalmente, decidió bajar del auto. Cada paso hacia la puerta se sintió como una marcha hacia lo inevitable. Golpeó la puerta con suavidad, y al cabo de unos segundos, Yuyito apareció en la entrada, luciendo radiante como siempre, aunque con una expresión de preocupación en su rostro.

Yuyito: —Hola, mi rey. Pasá, por favor.

Javier entró y se encontró con el familiar aroma del hogar de Yuyito, una mezcla de perfume floral y café recién hecho. Sin embargo, esta vez, ese ambiente que siempre le había resultado tan acogedor, le pareció extraño, como si ya no perteneciera allí.

Se sentaron en el living, y aunque Yuyito intentó entablar una conversación ligera, Javier cortó el preludio.

Javier: —Amalia, hay algo de lo que tenemos que hablar, y no quiero darle más vueltas al asunto.

Yuyito: —Lo sé, amor. Desde que me llamaste, supe que algo andaba mal. Decime, ¿qué pasa?

Javier: —Nuestra relación… ha sido importante para mí, Amalia. No puedo negar lo mucho que significás en mi vida y lo que compartimos durante este tiempo. Pero… —se detuvo— pero algo cambió para mí.

Yuyito: —¿Algo cambió? ¿Qué querés decir con eso?

Javier: —Conocí a alguien, Amalia. Y, aunque esto es algo que jamás imaginé que me pasaría, estoy desarrollando sentimientos por esa persona… por un hombre.

La expresión de Yuyito pasó de la confusión al asombro y luego a una tristeza profunda.

Yuyito: —¿Un hombre?

Javier asintió.

Javier: —No es algo que planeé, Amalia. Y no quiero que pienses que esto fue una traición. Pero, con Nico… es diferente. Me hizo cuestionar cosas que nunca pensé que cuestionaría. Y aunque te quiero mucho, siento que esto es algo que necesito explorar.

Yuyito: —No puedo creerlo, Javier. Después de todo lo que compartimos, de todo lo que vivimos juntos… ¿me estás dejando por un hombre?

Javier: —No quiero que pienses que te estoy dejando, Amalia. Esto no es algo que se trate de vos. Es sobre mí, sobre lo que estoy sintiendo ahora. Jamás quise lastimarte.

Yuyito: —Siempre supe que eras complicado, Javier, pero esto… nunca me lo vi venir. Te abrí mi casa, te abrí mi vida, y ahora me decís que estás confundido porque te gusta un tipo.

Javier: —Amalia, por favor…

Yuyito: —No. No sé qué esperabas que te dijera, Javier. ¿Que me alegre por vos? ¿Que lo acepte con los brazos abiertos? Lo peor de todo es que me decís esto después de lo que vivimos, después de que me dijiste que querías construir algo conmigo, hasta que querías que nos casemos algún día.

Javier: —Nunca quise que esto pasara así, Amalia. Pero tampoco puedo mentirte ni mentirme a mí mismo. Te quiero, pero esto es algo que necesito entender, y para eso necesito ser honesto.

Yuyito: —Javi, si de verdad me querés, si alguna vez me quisiste, entonces hacé lo que tengas que hacer. Pero no vuelvas a mí hasta que sepas con certeza lo que querés.

Javier: —Gracias, Amalia. Nunca voy a olvidarme de lo que significás para mí.

Yuyito asintió y se alejó hacia la cocina. Javier se quedó un momento en el living, sintiendo el peso de la decisión que acababa de tomar. Finalmente, salió de la casa, cerrando la puerta detrás de él con una sensación de vacío en el pecho.


📍Casa de Javier - Noche

Con el corazón dividido entre el pasado y el futuro incierto que lo esperaba, Javier se subió al auto y condujo de vuelta a su departamento, sin saber qué le depararía el día siguiente, pero sabiendo que ahora, más que nunca, debía ser honesto con él mismo y con Nico.

Al llegar a su casa, Javier se recostó en su cama, exhausto emocionalmente. Sabía que la próxima conversación que debía tener era con Nico, y que no podía evitarla por más tiempo. Con un suspiro, tomó su celular y escribió un mensaje.

Javier: "Necesitamos hablar. Hay cosas que quiero contarte, y quiero que las sepas de mí directamente."

Envió el mensaje y se quedó mirando la pantalla, esperando la respuesta de Nico, sabiendo que lo que viniera después de esa conversación podría cambiarlo todo, para bien o para mal.

El destino de ambos hombres estaba ahora en manos de la sinceridad y la confianza que lograran construir juntos, y aunque el futuro seguía siendo incierto, Javier estaba decidido a enfrentarlo, pase lo que pase.

Chapter 33: La confrontación

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Verdades en pantalla

📍Domingo 7 de Julio de 2024 - Casa de Nico - Noche

Nico Del Caño estaba en su modesto departamento, sentado en el sillón con una taza de té que apenas había tocado. Tenía la televisión encendida, pero apenas prestaba atención a lo que se emitía, sumido en sus pensamientos. Su mente estaba dividida entre su incipiente relación con Javier Milei y el caos político y económico que se desataba en el país. Todo parecía un desorden incontrolable, y en el centro de ese torbellino, Nico se sentía más perdido que nunca.

De repente, la imagen de la pantalla captó su atención. El rostro familiar de Amalia "Yuyito" González apareció en las noticias, acompañada por un título en letras grandes: "La ex modelo confiesa su relación con Javier Milei: 'Es el hombre de mi vida'". Nico sintió cómo el estómago se le hundía al leer esas palabras.

La nota continuaba con imágenes de archivo de Yuyito y Milei en eventos públicos, sonrientes y aparentemente felices. Luego, las imágenes cambiaron a una grabación reciente: Yuyito y Milei entrando juntos al Teatro Colón, ella tomada de su brazo, ambos vestidos con elegancia, y lo que más le dolió a Nico, un beso apasionado captado por las cámaras a la salida del teatro. Las luces de los flashes y las cámaras parpadeaban mientras los periodistas los rodeaban, pero ellos parecían estar en su propio mundo, ajenos a todo lo que no fuera su mutua compañía.

Nico sintió un nudo formarse en su garganta, la taza de té tembló en su mano mientras luchaba por contener una oleada de emociones. ¿Cómo era posible que Javier, quien le había pedido que tomaran las cosas con calma y sin presiones, estuviera viviendo un romance tan público y apasionado con Yuyito González? La amargura lo invadió, junto con una mezcla de celos y decepción. Se sentía traicionado, como si el poco terreno firme que habían construido juntos se desmoronara ante sus ojos.


No podía quedarse con esa angustia; necesitaba respuestas. Dejó la taza en la mesa y tomó su celular con manos temblorosas, abrió WhatsApp y buscó el chat con Javier. Por un momento, dudó, pero la imagen del beso de Milei y Yuyito se repetía una y otra vez en su mente, impulsándolo a actuar. Respiró hondo y comenzó a escribir.

Nico: "Vi otra vez lo de Yuyito en la tele. ¿Qué significa esto, Javier? Pensé que estábamos en algo juntos, ¿o me equivoqué?"

Enviando el mensaje, Nico se quedó mirando la pantalla del teléfono, sintiendo cómo la ansiedad aumentaba con cada segundo de espera. Su mente era un torbellino de pensamientos, cada uno más caótico que el anterior. Sabía que no debía precipitarse, pero la incertidumbre era insoportable.

El teléfono vibró en su mano, sacándolo de sus pensamientos. Javier había respondido.

Javier: "Nico, calmate. Todo esto es más complicado de lo que parece. ¿Podemos hablar por teléfono? Quiero explicártelo todo."

Nico dudó un instante, pero luego aceptó la llamada entrante de Javier, preparando su mente para lo que sabía que sería una conversación difícil.

La voz de Javier sonó tensa cuando comenzó a hablar.

Javier: —Nico, sé que esto debe ser confuso y doloroso para vos. Quiero que sepas que no te estoy ocultando nada a propósito, y lo que sentís es totalmente válido.

Nico apretó los labios, tratando de controlar el temblor en su voz antes de responder.

Nico: —¿Entonces por qué? ¿Por qué estar en una relación pública con Yuyito mientras me decías que tomáramos las cosas con calma? No entiendo qué esperás que piense después de ver eso en la tele, Javi.

Su voz salió más quebrada de lo que había planeado, reflejando el dolor que intentaba ocultar.

Javier tomó una pausa antes de responder, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.

Javier: —No esperaba que las cosas con Yuyito llegaran tan lejos. Nuestra relación fue real en su momento, pero como te comenté hace poco, desde que te empecé a conocer mejor, Nico, mis sentimientos empezaron a cambiar. No es fácil para mí admitirlo, pero lo que siento por vos es diferente a lo que sentí por cualquier otra persona antes de vos.

Nico: —Entonces, ¿por qué seguir con ella? —interrumpió, su voz subiendo un tono— No podés jugar con los sentimientos de ambos. No es justo ni para mí ni para ella.

Javier suspiró, el sonido de su respiración era pesado, como si cargara con un peso que no podía sostener.

Javier: —Lo sé, y te prometo que no estoy jugando con ninguno de los dos. Lo de Yuyito… es complicado. Tenemos una historia juntos, y no quería hacerle daño de la manera en que parece que inevitablemente lo hice. Pero también sé que no puedo seguir con ella mientras mis sentimientos están en otro lado. Le dije la verdad esta noche, Nico. Le dije que lo que sentía por vos era algo que necesitaba explorar, y que no podía seguir con ella sabiendo eso.

Nico sintió un nudo en el estómago al escuchar esas palabras, una mezcla de alivio y tristeza lo invadió.

Nico: —¿Y cómo lo tomó ella? —preguntó con un tono más suave, aunque aún dolido.

Javier: —Nada bien, como te imaginarás. Estaba devastada, y me siento terrible por lastimarla. Pero sé que lo que hice fue lo correcto. No podía mentirle ni a ella ni a vos.

Nico respiró hondo, tratando de procesar toda la información. Sabía que Javier estaba siendo honesto, pero el dolor aún estaba allí, latente.

Nico: —Javi, no quiero ser un problema en tu vida. No quiero que te sientas obligado a estar conmigo por nada. Si todavía querés estar con ella, si te hace feliz, no quiero estar en medio de eso.

Javier: —Nico, lo que quiero es ser honesto con vos. Lo que siento por Yuyito es real, pero lo que siento por vos es algo completamente nuevo, algo que nunca había experimentado antes. No quiero perderte. Quiero ver hacia dónde va esto, pero necesito que confíes en mí.


El silencio que siguió a esas palabras fue denso, cargado de emociones no expresadas y de decisiones por tomar. Nico se mordió el labio, sintiendo cómo una lágrima solitaria recorría su mejilla.

Nico: —No sé si puedo confiar plenamente en vos, Javier —admitió finalmente, su voz quebrándose— Pero quiero intentarlo. Quiero creer que lo que decís es verdad. Solo te pido que seas honesto conmigo, siempre.

Javier asintió, aunque sabía que Nico no podía verlo.

Javier: —Siempre voy a ser sincero con vos, Nico. Te lo prometo. No quiero lastimarte, y sé que la confianza es algo que tenemos que construir juntos. Lo único que te pido es que no te alejes de mí. 

Nico asintió, sintiendo un leve alivio en su pecho, aunque el dolor aún persistía.

Nico: —No me voy a alejar, Javi. Solo necesito tiempo para procesar todo esto.

Javier: —Tomate el tiempo que necesites. Estoy acá, y voy a demostrarte que esto es real.

La conversación terminó con un silencio cargado de emociones, y cuando finalmente colgaron, Nico se quedó mirando la pantalla de su celular, sintiendo que, aunque había dado un paso adelante, aún tenía un largo camino por recorrer. Sabía que los próximos días serían cruciales para su relación con Javier, y aunque el futuro era incierto, estaba dispuesto a darle una oportunidad.


Se recostó en el sillón, permitiéndose sentir el dolor, la confusión y la esperanza que se entremezclaban en su corazón. Sabía que esto era solo el comienzo de algo nuevo y que, para bien o para mal, su vida nunca volvería a ser la misma.

Chapter 34: Caminos cruzados

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📍Parque Patricios – Miércoles 10 de Julio de 2024 – 09:15 hs

Nico del Caño despertó con la luz del amanecer filtrándose a través de las cortinas de su departamento en Parque Patricios. Había pasado una noche de sueño inquieto, en la que sus pensamientos seguían girando en torno a la cena con Javier y la incertidumbre sobre el futuro. El eco de las palabras de Javier y el dolor de las recientes revelaciones aún resonaban en su mente.

Se levantó con determinación, intentando despejar la niebla emocional que lo envolvía. Se preparó un desayuno ligero: tostadas con mermelada y un café negro, que bebió en silencio mientras miraba por la ventana. La vista desde su balcón mostraba el bullicio de la ciudad y el movimiento constante de las calles. El día anterior había sido feriado por el Día de la Independencia, así que el haber tenido más tiempo libre no le ayudó a quitarse al alfa de su mente.

Después de un rato, decidió salir a caminar con Moro, su fiel perro mestizo negro y blanco. La brisa fresca de la mañana y el sonido de los pasos de Moro sobre el pavimento le ofrecían un momento de paz, aunque su mente seguía centrada en Javier y en lo que había pasado la noche anterior.


A su regreso, se sentó frente a la computadora para revisar correos y mensajes. Se encontró con un mensaje de Javier en WhatsApp, que decía:

Javier: "Hola, Nico. Espero que hayas tenido una buena noche. ¿Podemos hablar un rato esta mañana?"

Nico se sintió conflictuado, pero decidió responder con un "Claro, ¿a qué hora te viene bien?" en un intento por mantener la comunicación abierta. Javier respondió rápidamente con una propuesta para encontrarse en una cafetería cercana al mediodía.


📍Café "Lattente" – 11:20 hs

Cuando llegó el momento de la reunión, Nico se dirigió a la cafetería, un lugar de ambiente relajado y moderno en el centro de Buenos Aires. La decoración era sencilla pero elegante, con mesas de madera clara, sillas de diseño minimalista y grandes ventanales que dejaban entrar una abundante luz natural. El murmullo suave de las conversaciones y el aroma del café recién hecho creaban un ambiente acogedor.

Javier llegó puntual, vestido con una camisa azul clara y jeans, un look más relajado comparado con la formalidad de la cena anterior. Su expresión era más relajada, pero aún había una sombra de preocupación en su rostro. Al ver a Nico, se acercó con una sonrisa amable y una actitud que denotaba su deseo de resolver las cosas.

Javier: — Hola, Nico — dijo el presidente, extendiendo la mano en un saludo —. Gracias por venir. Espero que te haya sido conveniente el lugar.

Nico: — Hola, Javier — respondió el diputado, tomando su mano con una firmeza que denotaba su estado de ánimo—. Sí, está bien. Vamos a ver qué pasa.

Ambos se sentaron en una mesa junto a la ventana. Javier pidió un café y un croissant, mientras que Nico optó por un té y un panecillo. La conversación comenzó de manera relajada, con un intercambio sobre el clima y los planes para el día, pero pronto volvió al tema principal.

Javier: — Nico, realmente quiero que entiendas que estoy comprometido a hacer que esto funcione entre nosotros. La noche de ayer me dio claridad sobre lo que quiero.

Nico: — Te agradezco que lo digas, Javier. Pero la situación con Yuyito aún me preocupa. Ver esas imágenes de ustedes juntos me hizo cuestionar mucho de lo que hablamos.

Javier: — Entiendo que es difícil. Yuyito y yo tenemos un pasado, pero lo que tenemos ahora es diferente. Estoy tratando de mostrarte que lo que siento por vos es real y valioso.

Nico: — Aprecio tus palabras, pero necesito ver acciones concretas. Quiero saber que esto no es solo un momento pasajero para vos.

Javier: — Lo entiendo completamente. Quiero que veas que estoy dispuesto a hacer todo lo necesario para construir algo sólido con vos. Mi intención es ser transparente y demostrarte que lo que siento por vos es auténtico.

La conversación continuó con ambos compartiendo sus pensamientos y sentimientos más profundos. Javier expresó su deseo de ser honesto y de hacer los ajustes necesarios para que la relación funcionara, mientras que Nico hizo hincapié en la importancia de la confianza y el compromiso.


Al final de la reunión, Javier y Nico se despidieron con un sentido de acuerdo renovado. Aunque no todas las dudas estaban resueltas, ambos sintieron que habían dado un paso importante hacia la comprensión mutua.

📍Congreso de la Nación – Oficina de Nico - Tarde

Nico regresó a su departamento con una mezcla de esperanza y cautela. La conversación con Javier le había proporcionado algo de alivio, pero la incertidumbre aún permanecía. Decidió centrarse en su trabajo y en las actividades diarias, intentando mantener un equilibrio emocional mientras procesaba lo que había ocurrido.

📍Casa de Javier – Anochecer

Javier, por su parte, volvió a su hogar con una sensación de alivio mezclada con preocupación. Sabía que aún había mucho por hacer para ganar la confianza de Nico, pero estaba decidido a demostrarle que lo que sentía por él era verdadero.


El día transcurrió para ambos con un aire de introspección y reflexión. Mientras Nico trataba de encontrar claridad en su vida cotidiana, Javier se preparaba para enfrentar los desafíos que la relación con Nico aún presentaba. Ambos estaban dispuestos a seguir adelante, enfrentando lo desconocido con una mezcla de valentía y esperanza.

 

Chapter 35: Nuevas decisiones

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📍Parque Patricios – Un Jueves de invierno

El día siguiente amaneció nublado, como si el cielo compartiera la incertidumbre de Nico. A pesar de la aparente calma en su entorno, él sentía un torbellino de emociones. La conversación de la noche anterior con Javier había dejado una mezcla de esperanza y duda. A pesar de la sinceridad que Javier había mostrado, el camino por delante aún parecía lleno de desafíos.

Decidido a no dejarse consumir por sus pensamientos, Nico comenzó el día con una rutina ordenada. Preparó un desayuno sencillo, se duchó con calma y salió a caminar con Moro, su fiel compañero. El aire fresco de la mañana le brindó un breve respiro y lo ayudó a aclarar sus ideas.

A medida que el día avanzaba, Nico se dedicó a sus actividades laborales. Las horas en la oficina pasaron con rapidez, y el trabajo le permitió distraerse un poco de las preocupaciones personales. Sin embargo, el pensamiento de cómo seguir adelante con su relación con Javier seguía presente en su mente. Necesitaba tomar decisiones y definir el rumbo de su vida.

A media tarde, mientras revisaba unos documentos en su escritorio, recibió una llamada inesperada de su amiga Romina Martuccio. Romina, a quien había conocido en la escuela secundaria, había estado en contacto ocasionalmente con ella a través de las redes sociales y parecía interesada en ponerse al día.

Romina: —¡Nico! ¿Cómo estás? Me alegra saber de vos. ¿Qué tal todo?

Nico: —Hola, Romina. Todo bien, gracias. Ha sido un día bastante agitado, pero estoy manejándolo. ¿Qué pasa?

Romina: —Nada en particular, solo quería saber cómo estás y si te gustaría ponernos al día. Me encantaría encontrarnos para charlar y ver cómo te va en general.

Nico: —Claro, sería genial. ¿Te parece si nos encontramos en algún café esta semana?

Romina: —¡Perfecto! ¿Qué tal mañana por la tarde? Podemos ir al café que está en la esquina de mi casa. Es un lugar tranquilo y cómodo.

Nico aceptó la invitación con gusto. La idea de charlar con Romina y desconectar un poco de la tensión con Javier le pareció un buen cambio. Al finalizar la llamada, organizó su agenda para la tarde siguiente y se sintió ligeramente más aliviado.

Cuando llegó el final del día, Nico decidió que necesitaba un cambio de escenario para refrescar su mente. Optó por ir al parque cercano a su departamento, donde pasó un rato sentado en un banco, leyendo un libro y observando a la gente pasar. La tranquilidad del parque le ofreció una perspectiva diferente y un momento de paz.


📍Café "La Glorieta" – Viernes a la tarde

Al día siguiente, Nico se encontró con Romina en el café acordado. El lugar era acogedor, con muebles de madera y una atmósfera relajada. Romina llegó puntual, con una sonrisa amistosa y un aire de frescura que hacía que el ambiente se sintiera más animado.

Romina: —¡Nico! —exclamó la mujer, dándole un abrazo amigable— Qué bueno verte. ¿Cómo has estado?

Nico: —Muy bien, gracias —respondió el mendocino, devolviendo el abrazo— . Estoy contento de que hayamos podido encontrarnos. ¿Cómo te va?

Romina: —Todo bien, ocupada con el trabajo y los chicos, pero siempre es bueno desconectar un poco. Vamos a sentarnos y charlar.

Se sentaron en una mesa junto a la ventana, donde la luz natural proporcionaba un ambiente cálido. Romina pidió un café con leche y Nico optó por un té helado. La conversación fluyó con naturalidad, y ambos compartieron anécdotas sobre sus vidas, sus trabajos y sus familias.

Romina: —Entonces, ¿cómo va todo con tu carrera política? Últimamente vi algunas noticias y me parece que estás bastante activo.

Nico: —Sí, estuve bastante ocupado con varios proyectos y actividades. Es un trabajo desafiante pero gratificante. A veces, es difícil encontrar un equilibrio entre mi vida personal y profesional.

Romina: —Entiendo, debe ser complicado. Pero me alegra saber que estás haciendo lo que te apasiona. ¿Y cómo va todo en el ámbito personal?

Nico dudó por un momento, considerando cuánto compartir. Finalmente, decidió ser honesto.

Nico: —La verdad es que he estado atravesando una etapa complicada. Tengo una relación en la que estoy tratando de entender mis sentimientos y los de la otra persona. Hay algunas dudas y desafíos que estamos tratando de superar.

Romina: —Te entiendo, Nico. Las relaciones pueden ser realmente complicadas. A veces, hablar con alguien fuera de la situación puede ayudar a aclarar las cosas.

Nico: —Sí, eso espero. Estaba buscando un poco de perspectiva y quizás eso es lo que necesito en este momento.

La conversación continuó con Romina ofreciendo apoyo y consejos. Aunque Nico no esperaba encontrar respuestas definitivas, la charla le proporcionó un respiro y una nueva perspectiva sobre su situación.


📍Departamento de Nico – Noche del Viernes

Al final del encuentro, ambos se despidieron con la promesa de mantenerse en contacto. Nico sintió que el tiempo con Romina había sido refrescante y útil. Mientras regresaba a su departamento, se dio cuenta de que necesitaba tomar decisiones importantes en su vida, y la claridad que buscaba parecía estar al alcance de la mano.

Esa noche, mientras cenaba en su casa, Nico reflexionó sobre todo lo que había pasado. La conversación con Javier y la charla con Romina le habían dado mucho en qué pensar. Aunque el futuro seguía siendo incierto, estaba decidido a enfrentar los desafíos con valentía y claridad.

Al cerrar los ojos esa noche, Nico deseaba que el tiempo y la honestidad le dieran las respuestas que necesitaba. Estaba dispuesto a enfrentar lo que viniera, con la esperanza de encontrar un camino hacia adelante que le permitiera construir una vida más equilibrada y satisfactoria.

Chapter 36: Aclarando los tantos

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📍Departamento de Nico, Parque Patricios – Un fin de semana soleado – 08:00 hs

El día siguiente se presentó con un cielo despejado, un contraste agradable con los días nublados anteriores. Nico se levantó temprano, sintiendo una mezcla de expectativa y nerviosismo por la reunión que había acordado con Javier. Decidido a no dejar que sus pensamientos lo agobiaran, se concentró en su rutina matutina.

Mientras preparaba el desayuno, su teléfono sonó con un mensaje de su asistente, recordándole la reunión con Javier por la tarde. Nico respondió con un breve “Entendido” y siguió con sus actividades. El día transcurrió con normalidad, entre trabajo y correos electrónicos, pero su mente siempre volvía a la conversación pendiente.


📍Departamento de Javier, Palermo – 19:30 hs

A medida que se acercaba la hora, Nico sintió una mezcla de ansiedad y determinación. A las 19:30, se dirigió hacia el barrio de Palermo, donde Javier vivía. La decisión de encontrarse en la casa de Javier en lugar de un restaurante era un cambio significativo, y eso aumentaba la tensión de la situación.

Al llegar a la casa de Javier, Nico fue recibido por el portero del edificio, que lo condujo hasta el ascensor. Cuando el ascensor se detuvo en el piso adecuado, Nico caminó hasta la puerta del apartamento, que se abrió para revelar a Javier con una expresión de calidez y ansiedad.

Javier:Hola, Nico —dijo el presidente, invitándolo a entrar con un gesto—. Gracias por venir. Pasemos al living.

El interior del apartamento era elegante y moderno, con una decoración que combinaba tonos oscuros y acentos metálicos. Javier lo condujo hacia el salón, donde había una mesa con una selección de vinos y algunos aperitivos.

Javier:¿Te gustaría tomar algo? —preguntó el ojiazul, mientras servía vino en dos copas.

Nico: Un vaso de vino está bien —respondió el menor, aceptando la copa con una leve sonrisa.

Ambos se sentaron en el sofá, y la conversación comenzó con un tono relajado, hablando de temas triviales antes de abordar el núcleo del asunto.

Javier:Nico, me alegra que hayamos podido encontrarnos. Quería hablar con vos y aclarar algunos puntos.

Nico:Sí, yo también creo que es importante. Me parece que tenemos que hablar sobre lo que está pasando entre nosotros y cómo vamos a manejarlo.

Javier:Exactamente. Aprecio tu disposición a hablar y espero que podamos encontrar una manera de resolver esto. Lo que siento por vos es genuino, pero sé que hay cosas que necesitamos abordar. Como por ejemplo, en unos días tengo que ir a Roma por una cumbre en la que nos reunimos presidentes de varios países. Y esta sería nuestra primer prueba, para demostrarnos mutuamente qué significamos el uno para el otro sólo con nuestra lealtad.

Nico:Entiendo. Lo que me preocupa es si esto que estamos construyendo es lo suficientemente sólido para superar los obstáculos. Además, recordar tu relación con Yuyito, el hecho de que todavía la quieras y saber que siempre saliste con mujeres (hasta dónde yo sé), me hace cuestionar si esto es algo real o solo una ilusión.

Javier:Lo que tengo con vos es real, Nico. Lo que compartimos es algo que la verdad nunca experimenté antes.  Es un desafío, pero estoy dispuesto a enfrentarlo.

Nico:Me alegra escuchar eso. Necesito saber que hay un compromiso verdadero. No quiero sentir que estoy en una situación incierta, donde mi posición en tu vida es ambigua.

Javier:Entiendo tus preocupaciones. Estoy dispuesto a mostrarte que lo que tenemos vale la pena. Me gustaría que ambos tengamos la oportunidad de construir algo juntos, pero para eso necesitamos ser sinceros y transparentes.

La conversación continuó, profundizando en los sentimientos y expectativas de ambos. Nico expresó sus temores e inseguridades, mientras Javier se mostró dispuesto a abordar cada preocupación. Aunque la conversación era difícil, ambos estaban comprometidos a entenderse mutuamente.


📍Calles de Palermo – 21:15 hs

Al finalizar la charla, Javier propuso dar un paseo por el barrio. Nico aceptó, sintiendo que un cambio de ambiente podría ayudar a disipar la tensión. Salieron del apartamento y caminaron por las calles arboladas de Palermo, disfrutando de la fresca brisa de la noche.

Javier:Quiero que sepas que estoy dispuesto a trabajar en esto, Nico. Sé que no va a ser fácil, pero creo que podemos encontrar un camino.

Nico:Lo aprecio, Javi. Necesito ver que estás dispuesto a hacer el esfuerzo, y también necesito tiempo para procesar todo esto. No quiero apresurar nada.

Javier:Lo entiendo. Estoy dispuesto a darte el espacio que necesites. Mi objetivo es que podamos encontrar una solución que funcione para ambos.

Mientras caminaban, el ambiente relajado y el cielo estrellado ayudaron a suavizar la tensión. Aunque aún había incertidumbre sobre el futuro, la sinceridad y el compromiso que ambos estaban dispuestos a poner en la relación les brindaron una base para construir.

Cuando finalmente se despidieron, ambos sintieron que habían dado un paso importante hacia adelante. La conversación y el paseo habían permitido que se expresaran abiertamente, y aunque el camino por delante seguía siendo incierto, ambos estaban decididos a enfrentarlo con honestidad y respeto.


📍Departamento de Nico, Parque Patricios – Cerca de la medianoche

Nico regresó a su departamento con una sensación de esperanza renovada. Aunque el futuro seguía siendo incierto, la disposición de Javier a enfrentar los desafíos juntos le ofrecía un atisbo de optimismo. Sabía que el camino sería largo, pero estaba decidido a recorrerlo con valentía y claridad, buscando el equilibrio que necesitaba en su vida.

Chapter 37: Conexiones y emociones al aire 🛫

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📍Aeropuerto Internacional de Ezeiza – Jueves 11 de Julio de 2024

Javier partió hacia Italia para asistir a la cumbre internacional, dejando a Nico con una mezcla de sentimientos encontrados. A pesar de la distancia, se comprometieron a mantenerse en contacto y hacer todo lo posible por fortalecer su relación. Nico, entusiasmado pero también ansioso, le envió un mensaje a Javier antes de su partida.

Nico: "Javi, espero que tengas un buen viaje. Si te queda tiempo libre, me encantaría seguir en contacto y ver algunas fotos de Europa. Nunca he tenido la oportunidad de ir, así que sería genial ver el lugar a través de tus ojos".

Javier: "Claro, Nico. Voy a tratar de mandarte algunas fotos y mantenerte al tanto. No quiero que te sientas desconectado o lejos mío. Nos hablamos pronto".


📍Roma, Italia – Unos días después

Los primeros días en Roma transcurrieron con intensidad y trabajo para Javier, pero también se tomaba un tiempo para explorar y disfrutar de la ciudad. Mientras tanto, Nico esperaba ansioso las fotos y las actualizaciones prometidas.

Un buen día, finalmente Javier le envió una serie de fotos de su viaje. Las imágenes mostraban paisajes hermosos, monumentos icónicos y escenas cotidianas de la vida en Italia. Nico las recibió con entusiasmo, comentando cada una con admiración y curiosidad.


Sin embargo, en los días siguientes, comenzaron a aparecer en los medios italianos y argentinos una serie de videos y fotos en los que Javier aparecía muy cercano y afectuoso con la primera ministra italiana de ultraderecha, Giorgia Meloni. En los videos, se les veía saludándose efusiva y hasta cariñosamente, riendo y charlando como si fueran viejos amigos. Las imágenes pronto se viralizaron, generando especulaciones y comentarios en la prensa.

📍Casa de Nico, Parque Patricios 

Nico, al ver estas noticias, sintió un nudo en el estómago. Aunque Javier le había asegurado que lo que compartían era real y valioso, las imágenes generaban una inquietud profunda. Intentó no dejar que sus preocupaciones lo dominaran, pero era difícil ignorar el impacto de las noticias.


📲 Videollamada que borra distancias

Una noche, mientras Nico estaba en su departamento revisando las noticias, recibió una notificación en su teléfono. Era una videollamada de Javier. La sorpresa y la inquietud lo invadieron al ver el nombre de Javier en la pantalla. Respiró hondo y respondió la llamada, preparándose para cualquier cosa que pudiera venir.

La pantalla se iluminó y apareció Javier, con una expresión de alegría y un fondo que mostraba la impresionante arquitectura italiana.

Javier: —¡Hola, Nico! —dijo el mayor con una sonrisa—. ¿Cómo estás?

Nico: —Hola, Javi —respondió el cordobés, tratando de mantener la calma—. Estoy bien, gracias. Te veía en las noticias con Giorgia Meloni. ¿Podés explicarme qué está pasando?

Javier pareció tomar un respiro antes de hablar, como si estuviera sopesando sus palabras cuidadosamente.

Javier: — Sí, vi que hubo mucho revuelo en los medios. Lo que pasa es que Giorgia y yo estuvimos trabajando en algunos temas en común durante la cumbre. Si bien en las fotos y videos que viste parece que somos súper cercanos, te aseguro que no hay nada más que profesionalismo detrás de eso. Lo que tengo con vos es lo que realmente importa para mí.

Nico lo miró fijamente, intentando leer la sinceridad en sus ojos.

Nico: — Entiendo que estés ocupado y que trabajes con muchas personas importantes, pero me preocupa cómo eso puede afectar lo que tenemos. No quiero sentir que estoy en segundo plano o que lo que tenemos puede ser fácilmente reemplazado.

Javier se acercó a la cámara, su expresión se volvió más seria y comprometida.

Javier: — Te entiendo, Nico. Y lamento si esto te causó dolor de alguna forma. Mi intención nunca fue que te sintieras inseguro. Quiero que sepas que, aunque estoy acá trabajando y cumpliendo con mis responsabilidades, siempre estás en mi mente. Lo que tenemos es valioso para mí, y estoy dispuesto a hacer todo lo necesario para demostrarte que mi compromiso con vos es real.

Nico suspiró, sintiendo una mezcla de alivio y aún cierta inquietud.

Nico: —Aprecio tus palabras, Javi. Solo necesito que seas transparente conmigo. Quiero creer en esto y en lo que tenemos, pero necesito saber que puedo confiar en vos completamente.

Javier asintió con seriedad.

Javier: —Claro. Te prometo que soy y siempre voy a ser transparente, y también te mantendré al tanto de todo. Lo último que quiero es que sientas que no tenés un lugar importante en mi vida.

La conversación continuó con un tono más relajado, y Javier aprovechó para compartir detalles sobre su experiencia en Italia y lo que le había impresionado del país. Nico, aunque aún con ciertas reservas, se sintió reconfortado por la sinceridad de Javier y el esfuerzo que estaba poniendo en mantener la comunicación.


Finalmente, se despidieron con la promesa de mantenerse en contacto y enfrentarse juntos a cualquier desafío que pudiera surgir. La videollamada, aunque comenzó con tensión, permitió que ambos reafirmaran su compromiso y que Nico sintiera un mayor sentido de conexión, a pesar de la distancia.

📍Habitación de hotel de Javier en Roma – Martes a la madrugada - 01:21 hs

Javier, al colgar la llamada, se quedó contemplando el panorama nocturno de la ciudad italiana, con una mezcla de sentimientos encontrados. Sabía que el camino por delante sería complicado, pero estaba decidido a enfrentar los retos y a demostrar que su relación con Nico podía superar cualquier obstáculo.

📍Casa de Nico, Buenos Aires – Lunes a la noche - 20:24 hs

Mientras tanto, Nico se preparó para enfrentar la noche con un renovado sentido de esperanza y determinación, dispuesto a creer en el futuro que estaban construyendo juntos.

Chapter 38: Desafíos de la distancia

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Durante esos días en Italia, el trabajo de Javier se volvió más intenso, y su relación con Giorgia Meloni generó aún más especulaciones en los medios. Y un dato no menor: la mandataria le concedió la ciudadanía argentina al liberal argentino, cosa que para Nico no pasó desapercibida. Nico seguía recibiendo actualizaciones de la prensa, pero intentaba no dejarse llevar por los rumores. La distancia y las diferencias horarias hacían que la comunicación con Javier fuera un desafío, pero mantenían el contacto tan a menudo como podían.


📍Casa de Nico – 22:01 hs

Una noche, mientras Nico revisaba correos y mensajes, recibió un nuevo mensaje de Javier, el cual dio inicio a una nueva conversación por WhatsApp:

Javier: "Hola, Nico. ¿Cómo estás? Estoy teniendo una agenda bastante ocupada, pero pensé en enviarte una foto del Coliseo. Es impresionante. Espero que estés bien".

Nico: "Hola, Javi. La foto es increíble. Gracias por pensar en mí. Yo estoy bien, solo un poco preocupado por todo lo que está saliendo en los medios. ¿Cómo va todo por allá?"

Javier: "No te preocupes, Nico. Estoy manejando todo bien. La cumbre fue bastante exigente, pero estoy adaptándome. Espero que podamos hablar más seguido pronto."

Nico: "Me encantaría. A veces siento que la distancia hace que todo sea más complicado, pero aprecio mucho tus esfuerzos por mantenernos en contacto".

Javier: "La distancia no cambia lo que siento. Te aseguro que voy a hacer todo lo posible para que estemos en contacto y que no te sientas desconectado".


Los días siguientes, Javier logró hacer un hueco en su agenda para una videollamada con Nico. Aunque estaban en diferentes husos horarios, coordinaron un momento que funcionara para ambos.

📲Videollamada entre Nico y Javier - Domingo 

La videollamada comenzó y Javier apareció en la pantalla, con una vista parcial del famoso Coliseo detrás de él.

Javier:¡Hola, Nico! ¿Cómo va todo?

Nico:Hola, Javi. Todo bien por acá. Vi nuevamente en las noticias que estuviste muy cerca de Giorgia Meloni. ¿Podés contarme un poco más sobre eso?

Javier:Sí, yo también llegué a pispear las noticias. Como te dije antes, estuvimos laburando juntos en algunos temas de la cumbre. No hay nada personal entre nosotros; es pura profesionalidad. Quiero que sepas que no hay motivo para que te preocupes.

Nico:Entiendo que es parte de tu trabajo, pero no puedo evitar sentirme un poco incómodo o celoso. Solo quiero estar seguro de que lo que tenemos sigue siendo importante para vos.

Javier:Lo que tenemos con vos es muy importante, Nico. Te aprecio mucho y estoy haciendo todo lo posible por demostrarte que mi compromiso es real. A veces el trabajo puede hacer que parezca que estoy más cerca de otras personas, pero siempre estoy pensando en nosotros.

Nico:Aprecio tu sinceridad, Javi. Espero que podamos seguir manteniendo esta conexión y que la distancia no nos haga perder lo que tenemos.

Javier:Obvio que sí. Aunque estemos lejos, estoy comprometido a mantenernos en contacto y a trabajar en nuestra relación. Si en algún momento necesitás hablar o expresar tus dudas, no dudes en decírmelo.

La conversación continuó con una nota más relajada, y Javier aprovechó para mostrarle a Nico algunas de las vistas que había tenido la oportunidad de disfrutar en Italia. Hablaron de la comida, la cultura y el ambiente en la ciudad, y Nico se sintió un poco más conectado con Javier a través de sus descripciones y fotos.


Cuando la llamada llegó a su fin, ambos se sintieron un poco más tranquilos. Aunque el camino por delante seguía lleno de incertidumbre, el esfuerzo que Javier estaba poniendo en mantener la comunicación ayudaba a aliviar algunas de las preocupaciones de Nico.

Javier:Te extraño, Nico. Espero que pronto podamos vernos en persona y hablar sobre todo esto cara a cara.

Nico:Yo también te extraño, Javi. Espero que el resto de tu viaje vaya bien y que pronto podamos estar juntos de nuevo.

Después de la llamada, Nico se sintió aliviado y con una renovada esperanza. Aunque la distancia seguía siendo un reto, la comunicación sincera y el compromiso de Javier ayudaban a mantener viva la llama de su relación. Ambos sabían que el camino no sería fácil, pero estaban dispuestos a enfrentarlo con valentía y determinación.

Chapter 39: Recuerdos y regalos en Venecia

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📍Venecia – Hotel Pesaro Palace – Un Lunes soleado – 08:05 hs

Javier se despertó temprano, disfrutando de un día libre en medio de su apretada agenda en Italia. Decidió aprovechar la oportunidad para explorar Venecia, una ciudad que siempre había soñado conocer.

📍 Restaurante “La Serenissima” – 09:17 hs

Tras prepararse, salió de su hotel y se dirigió a un elegante restaurante conocido como "La Serenissima", situado en el canal Grande con vistas al mar Adriático.

Al llegar, fue recibido por un maitre con un cálido saludo y lo condujo a una mesa con una vista panorámica del canal, donde las góndolas navegaban lentamente y el mar Adriático brillaba bajo el sol matutino. La decoración del restaurante era opulenta, con cortinas de terciopelo y mesas de mármol adornadas con flores frescas.

Javier se sentó junto a la ventana, disfrutando del fresco aire del mar mientras revisaba el menú. Optó por un desayuno que combinaba la sofisticación veneciana con un toque de confort: croissant recién horneado relleno de crema de pistacho; tostadas de pan brioche con mermelada de albaricoque; huevos Benedict acompañados de salmón ahumado y salsa holandesa. Y como si eso fuera poco, acompañó al resto del desayuno con un capuchino espumoso con un toque de cacao en polvo.

Mientras saboreaba su desayuno, el suave murmullo de las conversaciones y el canto de los pájaros que anidaban cerca de los canales creaban una atmósfera serena. Sin embargo, a pesar de la belleza del entorno, su mente seguía ocupada por Nico.

Javier: "Uf, loco. Ojalá estuvieras acá," pensó el presidente, con un suspiro. El deseo de compartir este momento con Nico era innegable. La distancia y la separación le recordaban cuánto lo extrañaba y cuánto deseaba tenerlo a su lado.

📍Mercado artesanal del barrio San Marco – 11:02 hs

Después de terminar el desayuno, Javier decidió pasear por las pintorescas calles de Venecia. La ciudad, con sus puentes encantadores y canales serpenteantes, ofrecía una atmósfera mágica que parecía sacada de un sueño. Mientras caminaba, Javier comenzó a pensar en cómo podría sorprender a Nico con un par de souvenirs que capturaran la esencia de su viaje.

Se dirigió a un pequeño mercado local en el barrio de San Marco, conocido por sus artesanías y recuerdos únicos. Allí, encontró una serie de regalos que creyó que a Nico le encantarían: una máscara veneciana de vidrio de Murano (un recuerdo de la famosa tradición veneciana de máscaras, hecho a mano con intrincados detalles en colores vibrantes), una colorida botella de vidrio con cristal de Murano y una caja de bombones de chocolate artesanal (envueltos en un papel dorado que evocaba la opulencia de la ciudad).

Mientras seleccionaba estos souvenirs, Javier se imaginaba la reacción de Nico al recibirlos. Sabía que estos regalos no solo serían un recordatorio tangible de su viaje, sino también una forma de demostrarle cuánto pensaba en él, incluso a miles de kilómetros de distancia.

📍Hotel Pesaro Palace – Habitación - 20:38 hs

Al finalizar su recorrido por el mercado, Javier regresó a su hotel con una sonrisa imborrable en su cara. La experiencia de explorar Venecia y elegir los regalos para Nico le había brindado un momento de alegría y esperanza. Aunque la distancia seguía siendo un desafío, sabía que los pequeños gestos y la atención a los detalles ayudarían a mantener su conexión viva.

Esa noche, mientras contemplaba la vista desde su habitación en el hotel, Javier pensó en la próxima vez que podría ver a Nico y en cómo, a pesar de los desafíos, estaban construyendo algo verdaderamente especial juntos. La promesa de su regreso y los recuerdos compartidos seguían siendo un faro de esperanza en medio de la distancia.

Chapter 40: Una promesa desde Venecia

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📍Calles de Venecia – Una mañana cálida y llena de anticipación - 10:17

El día siguiente amaneció soleado en Venecia, con un cielo despejado y una temperatura agradable. Javier, aún con el recuerdo fresco de su paseo y los souvenirs que había comprado, decidió dedicar la mañana a visitar algunos de los lugares emblemáticos de la ciudad. Se dirigió al Puente de Rialto, uno de los puntos turísticos más famosos, y luego se adentró en el laberinto de callejuelas y canales que caracterizan a Venecia.

Mientras exploraba la ciudad, Javier no podía dejar de pensar en la conversación que tuvo con Nico la última vez que se vieron. Sentía una mezcla de nerviosismo y emoción por la próxima videollamada. La necesidad de conectar con Nico y compartir con él sus experiencias era cada vez más fuerte. Quería que Nico supiera que, a pesar de la distancia y las apariencias, él seguía siendo una parte central de sus pensamientos.

📍 Hotel Pesaro Palace – Mediodía

Al mediodía, Javier regresó a su hotel para preparar la videollamada. Se aseguró de que todo estuviera listo: la conexión a internet, el fondo de la habitación y, sobre todo, su estado de ánimo. No quería que nada interfiriera en el momento que estaba por compartir con Nico.


💻 Videollamada

Finalmente, llegó la hora. Javier encendió su computadora, se acomodó en una silla frente a la ventana con vistas a los canales, y esperó a que Nico se conectara. La expectativa le hacía sentir un cosquilleo en el estómago, y miraba el reloj impaciente.

Cuando Nico apareció en la pantalla, Javier sintió un alivio inmediato. Nico, con su cabello desordenado y una expresión de sorpresa mezclada con alegría, saludó a Javier con una sonrisa.

Nico:¡Hola, Javi!

Javier:Hola, Nico. ¿Cómo estás?

Nico:Bien, bien. ¿Y vos? ¿Cómo va todo por allá?

Javier:Todo bien, gracias. Venecia es increíble, pero te extraño. Pensé en hacer algo especial y, bueno, decidí que era el momento de llamarte y compartir un poco de lo que estoy viviendo.

Nico:¡Qué bueno escucharte! Me encantaría saber más sobre cómo va todo.

Javier se relajó mientras conversaban, compartiendo historias sobre sus exploraciones y la belleza de Venecia. Le mostró a Nico algunos de los lugares que había visitado y, por supuesto, le enseñó los souvenirs que había comprado para él.

Javier:Mirá lo que encontré. —dijo, sosteniendo la máscara veneciana frente a la cámara— Pensé que te gustaría tener esto. Es una pieza única y representa mucho de la tradición de acá.

Nico miró el regalo con admiración y una sonrisa se dibujó en su rostro.

Nico:Es hermoso, Javi. ¡Gracias! No tenés idea de cuánto me alegra recibir algo así. La verdad, nunca tuve la oportunidad de estar en Europa, así que esto es un pedacito de lo que me perdí.

Javier continuó mostrando los otros souvenirs y, mientras lo hacía, no pudo evitar notar la alegría en la expresión de Nico. La videollamada se llenó de risas y conversaciones sobre futuros planes y deseos. Javier sentía que cada momento compartido ayudaba a cerrar la brecha que la distancia había creado entre ellos.

A medida que avanzaba la llamada, Javier decidió abrirse un poco más sobre sus sentimientos. Se sentía impulsado a expresar lo que había estado guardando.

Javier:Nico, hay algo que quiero decirte. Estando aquí, me doy cuenta de cuánto te extraño y de lo importante que sos para mí. No es fácil estar lejos de vos, pero quiero que sepas que estoy pensando en nuestro futuro juntos y en cómo puedo hacer que esto funcione a pesar de la distancia.

Nico, conmovido, asintió con seriedad.

Nico:Yo también siento lo mismo, Javi. A veces es difícil no tenerte cerca, pero saber que estás pensando en mí y que te preocupás por nuestro futuro me da fuerza. Quiero que sigamos luchando por esto, por lo que tenemos.

La conversación continuó, abordando temas de sus vidas y expectativas, mientras la tarde veneciana avanzaba. Javier se dio cuenta de que, a pesar de los desafíos y la distancia, su conexión con Nico seguía siendo fuerte.

Javier: "Las palabras de aliento y los pequeños gestos como estos mantienen viva la esperanza", pensó el alfa presidente, "y el deseo de construir algo sólido y duradero."

Cuando la llamada llegó a su fin, Javier sintió una mezcla de satisfacción y anhelo. Se despidió de Nico con promesas de mantenerse en contacto y de compartir más momentos, mientras planificaba su regreso a casa con la esperanza de que su relación continuara fortaleciéndose.


📍 Habitación del Hotel – 22:47 hs

La noche en Venecia cayó, y mientras Javier contemplaba las luces reflejadas en el agua de los canales, se sintió renovado. La videollamada con Nico había sido un recordatorio de lo que realmente importaba y le dio una razón más para seguir adelante con optimismo.

El capítulo del viaje y los recuerdos compartidos se había cerrado con una nota de esperanza, y Javier estaba listo para enfrentar los próximos días con la determinación de hacer que su relación con Nico funcionara, sin importar los obstáculos.

Chapter 41: Ecos de Venecia

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📍Caffè Florian, Plaza San Marcos - Miércoles de nostalgia - 08:30 hs

Javier se despertó temprano al día siguiente, listo para continuar con su itinerario en Venecia. El plan para esa jornada incluía una visita al Palacio Ducal, uno de los símbolos más representativos de la historia veneciana. Se dirigió al Caffè Florian, un histórico café en la Plaza de San Marcos, para disfrutar de un desayuno elegante antes de comenzar su día de turismo.

El Caffè Florian, con sus lujosos interiores y la vista panorámica de la plaza, ofreció a Javier un desayuno típico italiano: un cappuccino espumoso acompañado de un croissant relleno de crema y una porción de torta de frutas. Mientras saboreaba su desayuno, el bullicio de los turistas y el sonido de las conversaciones en diferentes idiomas creaban un ambiente vibrante. Javier, sin embargo, no podía evitar pensar en Nico, y la nostalgia de no compartir esos momentos con él lo invadía.

Javier:Ojalá estuvieras acá, Nico…

Apoyó la taza de cappuccino sobre el platito de porcelana con delicadeza, contemplando cómo el vapor se elevaba lentamente mientras su mirada se perdía entre los detalles del mármol veneciano y las palomas que caminaban por la plaza. La ciudad era hermosa, pero se sentía incompleta sin Nico a su lado.

📍Palacio Ducal - 10 hs

Después del desayuno, Javier se dirigió al Palacio Ducal, donde quedó fascinado por la arquitectura gótica y las impresionantes salas llenas de historia. El tour guiado por el palacio fue fascinante, y Javier tomó varias fotos para compartir con Nico. Mientras recorría los salones y las galerías, pensaba en cómo le gustaría que Nico pudiera ver todo esto en persona algún día.

Javier: "Si algún día venimos juntos... quiero que este sea uno de nuestros primeros paseos."

📍Tienda de artesanías locales venecianas - 12:30 hs

Al finalizar la visita al Palacio Ducal, Javier decidió que era hora de comprar algunos recuerdos adicionales para Nico. Se dirigió a una tienda de artesanías venecianas y eligió un par de piezas que creía que le encantarían a Nico: un pequeño vidrio de Murano decorado a mano y una caja de madera tallada con intrincados diseños venecianos. Estos recuerdos eran una forma tangible de compartir su experiencia con Nico y mostrarle que estaba pensando en él en cada paso de su viaje.


📍Hotel Pesaro Palace - 21:14 hs

Esa noche, Javier se preparaba para regresar a su hotel después de un día lleno de actividades. Mientras se acomodaba para descansar, decidió escribirle un mensaje a Nico para avisarle que estaba de vuelta y que había estado pensando en él durante todo el día.

Javier: "Hola, Nico. Hoy fue un día increíble en Venecia. Visité el Palacio Ducal y me acordé de vos todo el tiempo. Compré algunos recuerdos para vos que espero que te gusten. Hablamos pronto. Cuidate mucho."

La respuesta de Nico llegó rápidamente, mostrando su entusiasmo por las fotos y los recuerdos que Javier había mencionado.

Nico: "¡Qué emoción! Seguro que todo eso es hermoso. Gracias por pensar en mí, Javi. No sabés cuánto significa. Mostrame después lo que compraste 🤍"

La conexión a través de los mensajes y las fotos mantenía viva la chispa entre ellos, a pesar de la distancia. Cada gesto, por pequeño que fuera, parecía reforzar un puente invisible pero firme entre los dos.


📍Paseo en góndolas - Jueves de cercanía distante - 08:46 hs

La siguiente mañana, Javier tuvo la oportunidad de relajarse un poco antes de continuar con sus compromisos. Decidió tomar un paseo en góndola para disfrutar de los canales de Venecia de una manera más personal. Mientras navegaba por los tranquilos canales, el guía de la góndola compartía historias y leyendas locales, y Javier se permitió un momento de reflexión.

El paseo en góndola le brindó una perspectiva diferente de la ciudad, y la serenidad del agua y el paisaje le dieron una sensación de paz. Javier tomó un momento para enviarle un mensaje de audio a Nico, compartiendo sus pensamientos y sentimientos.

Javier: - Hola, Nico. Estoy en una góndola ahora, navegando por los canales de Venecia. Es realmente hermoso y tranquilo aquí. Estoy pensando en vos y en lo genial que sería si estuvieras acá conmigo. Me encantaría mostrarte este lugar en persona algún día. Espero que estés bien. Hablamos pronto.

Cerró los ojos un instante y respiró hondo.

Javier: "Ojalá puedas escuchar este audio justo en un momento en que lo necesites", pensó. "Y que te haga sentir que estoy ahí con vos, aunque sea un ratito."


📍Hotel Pesaro Palace - 19:25 hs

Cuando Javier volvió al hotel, se preparó para su próximo desafío: una reunión crucial relacionada con la cumbre internacional. El trabajo seguía siendo una parte importante de su viaje, pero había encontrado en estos momentos de reflexión y conexión con Nico una forma de mantener el equilibrio.

La noche antes de la reunión, Javier se sentó en la terraza del hotel con una copa de vino local, contemplando las luces de Venecia reflejadas en el agua. El aire nocturno tenía un dejo salino y dulce que lo envolvía mientras las góndolas pasaban lentamente a lo lejos. Se sentía agradecido por la oportunidad de estar allí y, al mismo tiempo, más decidido que nunca a mantener su relación con Nico fuerte y significativa.

Javier: "Quiero que esto dure. Y si tengo que cruzar océanos para que así sea... lo haré."


El capítulo del viaje a Venecia había sido una mezcla de trabajo, exploración y momentos personales. Javier regresaba a Buenos Aires con una renovada determinación y una colección de recuerdos que no solo representaban su experiencia en Europa, sino también el cariño y la conexión que compartía con Nico.

Esa conexión que ni la distancia, ni el tiempo, ni las obligaciones podían apagar. Una promesa invisible que viajaba con él en cada postal, en cada mensaje, en cada pensamiento.

Chapter 42: Ecos de Venecia (Desde el punto de vista de Nico)

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El día comenzó de manera ordinaria para Nico, pero la rutina diaria se interrumpió cuando su teléfono vibró con una notificación. Era un mensaje de Javier, que acababa de llegar a Venecia. Nico abrió el mensaje con entusiasmo y, al ver las fotos de los hermosos paisajes venecianos y el desayuno en el Caffè Florian, se sintió transportado a Italia.

Las imágenes mostraban una vista impresionante de la Plaza de San Marcos y un desayuno opulento: un cappuccino perfectamente espumoso, un croissant relleno de crema y una porción de torta de frutas, todo disfrutado con una vista panorámica del mar Adriático. Nico no pudo evitar imaginarse allí, compartiendo ese momento con Javier.

Javier: "Hola, Nico. Hoy fue un día increíble en Venecia. Visité el Palacio Ducal y me acordé de vos todo el tiempo. Compré algunos recuerdos para vos que espero que te gusten. Hablamos pronto. Cuídate mucho."

Nico: "Sos tan tierno, Javi… ojalá pudiera abrazarte ahora", pensó Nico luego de suspirar, con una sonrisa leve en su rostro.

Luego escuchó los audios con la voz de Javier, llena de emoción y nostalgia. La manera en que Javier describía el Palacio Ducal y su paseo en góndola hizo que Nico sintiera una mezcla de alegría y añoranza. Cada palabra lo hacía sentir más cerca, como si una parte de Javier hubiese cruzado el océano en forma de voz para acurrucarse en su pecho.

Javier:Hola, Nico. Estoy en una góndola ahora, navegando por los canales de Venecia. Es realmente hermoso y tranquilo aquí. Estoy pensando en vos y en lo genial que sería si estuvieras acá conmigo. Me encantaría mostrarte este lugar en persona algún día. Espero que estés bien. Hablamos pronto."

Nico: "Algún día va a pasar. Lo sé", pensó el diputado.

Guardó el mensaje de audio con cariño, y durante unos segundos apoyó la frente sobre la pantalla del celular.

Nico: "Aunque estés a miles de kilómetros, me hacés sentir visto, elegido, amado", pensaba el menor omega.

Las fotos de la botella colorida de vidrio de Murano y la caja de madera tallada fueron un toque personal que Nico valoró enormemente. Sentía que esos souvenirs eran una forma tangible del amor y la conexión que compartían, como si Javier hubiese querido encapsular sus pensamientos y emociones en pequeños objetos llenos de historia.

Con el corazón latiendo más rápido de lo habitual, Nico comenzó a imaginar el momento del reencuentro. No quería simplemente esperar a que Javier regresara. Quería estar ahí, en persona, para recibirlo con el amor acumulado de todos esos días separados.

Abrió el chat y escribió:

Nico: "¿A qué hora llegás mañana? Quiero ir a buscarte al aeropuerto 🤍"

Pocos segundos después, volvió a escribir:

Nico: "Y después te voy a llevar a desayunar a un lugar lindo. No te digo cuál porque es sorpresa 😊"

Luego, el diputado volvió a perderse en sus pensamientos.

Nico: "Espero que le guste... Aunque con tal de verme, sé que le va a dar igual el café. Pero igual quiero que sea especial."

Pasó el resto del día entre tareas pendientes y pensamientos dispersos. Se sorprendía a sí mismo sonriendo al azar, imaginando el rostro de Javier cuando lo viera llegar.

Nico: "Me extrañaste, ¿no? Yo también."

Cada mensaje y foto que Javier había compartido parecía acortar la distancia que los separaba. Como si Venecia no estuviera tan lejos, como si las góndolas también flotaran sobre hilos invisibles que los mantenían conectados.

Nico se fue a dormir temprano esa noche. Quería estar bien descansado para el reencuentro. Pero antes de cerrar los ojos, volvió a escuchar el audio. Ese susurro de amor flotando sobre el agua veneciana, cruzando husos horarios y cordilleras, solo para llegar a él.

Y sonrió, sabiendo que al día siguiente, finalmente, lo tendría otra vez frente a frente.

Chapter 43: El regreso de los colores 🛬😊

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📍Aeropuerto de Ezeiza, Buenos Aires - Lunes de ansiedades y reencuentros - 9:22 hs

El avión descendía lentamente sobre la pista de Ezeiza. Desde la ventanilla, Javier distinguía el cielo celeste sobre Buenos Aires y sintió que algo se acomodaba dentro suyo. El cansancio del vuelo aún le pesaba en los hombros, pero la expectativa de ver a Nico lo mantenía firme.

Javier: "Ya falta poquito", pensó alegre el alfa.

El aterrizaje fue suave. Apenas encendió el teléfono, encontró un mensaje esperándolo.

Nico: "¿A qué hora aterrizás exactamente? Quiero ir a buscarte 🤍"

Javier sonrió, y le contestó mientras hacía la fila para migraciones.

Javier: "Estoy bajando del avión ahora. En media hora ya paso por la puerta."

Minutos después, le llegó la respuesta.

Nico: "Perfecto. No te vayas sin mí. Te voy a llevar a desayunar a un lugar que te va a gustar mucho. Pero no te digo cuál porque es sorpresa 😉"

La sonrisa de Javier se ensanchó. Se imaginó a Nico ahí, con alguna genialidad pensada para hacerlo sentir especial. 


Cruzó la aduana con pasos lentos pero seguros. En cuanto apareció en la zona de arribos, lo vio.

Nico estaba esperándolo con las manos en los bolsillos de la campera y los ojos llenos de emoción. No necesitaban decir nada. Apenas se vieron, se fundieron en un abrazo largo, cálido, que hablaba más que cualquier palabra.

Javier:Qué bueno verte de nuevo... Te juro que conté los días.

Nico:Yo también, Javi. No sabés cuánto te extrañé.

Nico le acarició el pelo como si quisiera asegurarse de que era real. Javier cerró los ojos un segundo, dejándose sostener.

Caminaron juntos hacia el auto. En el camino, Javier le contó del vuelo, del jet lag que ya sentía venir, pero también de las ganas que tenía de estar en casa. O mejor dicho, con él.

Javier:¿Y ahora? ¿A dónde vamos? —preguntó el mayor, mientras se abrochaba el cinturón.

Nico:Sorpresa. Pero te prometo que te va a gustar.


📍Café Tortoni - 10:12 hs

Veinte minutos después, estacionaban frente al Café Tortoni.

Javier:No... ¿En serio?

Nico:Sí. Tenía que traerte a un lugar hermoso, a la altura de Venecia. Aunque no haya góndolas... hay medialunas de manteca.

Entraron tomados del brazo. Nico había llegado temprano para reservar una mesa junto a la ventana, donde ya los esperaba un mozo con una sonrisa discreta. El salón tenía esa mezcla de historia, elegancia y calidez que sólo el Tortoni podía ofrecer. Mármol, vitrales, columnas talladas, y el perfume a café tostado flotando en el aire.

Se acomodaron frente a una mesa prolija, y apenas se sentaron, Javier apoyó la caja de papel madera que traía consigo.

Javier:Esto es para vos.

Nico abrió la caja como si estuviera desenvolviendo un regalo de cumpleaños. Dentro, una botella de vidrio de Murano, una máscara veneciana, una caja de madera con detalles tallados a mano… y una más pequeña con bombones artesanales.

Nico:¿Y esto...? Javi…

Javier:Los vi y pensé en vos. Quise traerte un pedacito de Venecia. Ojalá pudiera haberte traído toda la ciudad, pero bueno…

Nico:Con esto alcanza. De verdad. Sos hermoso.

Se quedaron en silencio unos segundos. Afuera pasaban turistas, oficinistas y jubilados con paso lento. Dentro, el tiempo parecía haber hecho una pausa solo para ellos.

Después del desayuno —dos cafés con leche, medialunas, una porción de rogel y otra de budín de pan—, decidieron salir a caminar. Javier quería estirar las piernas y despejarse del vuelo, y Nico, simplemente, quería alargar ese momento todo lo posible.


📍Paseo por Palermo - 17:36 hs

Caminaron por Palermo, dejando que el sol tibio de invierno los acompañara entre hojas caídas y murales coloridos. En una esquina encontraron un parque chico, tranquilo. Se sentaron en un banco, mirando a un grupo de chicos jugar a la pelota.

Javier:Este tiempo juntos es justo lo que necesitábamos. Me hizo darme cuenta de cuánto te extraño cuando estoy lejos.

Nico:Yo también siento lo mismo. A veces es difícil, pero estos momentos hacen que todo valga la pena. Estoy listo para enfrentar cualquier desafío, siempre que estemos juntos.

Javier:Vos sos mi hogar, Nico. No importa dónde estemos.

El cielo empezaba a teñirse de naranjas y rosados. En el aire flotaba una calma serena, como si Buenos Aires también se hubiera enterado de su reencuentro y quisiera celebrarlo sin hacer ruido.

Caminaron un poco más. Se tomaron de la mano. Y aunque sabían que la vida seguiría trayendo obligaciones, viajes y distancias, también sabían que había algo inquebrantable entre ellos.

El amor no siempre necesita promesas nuevas. A veces alcanza con sostener las que ya existen, con volver a elegirse, una y otra vez.

Y esa tarde, entre café, abrazos y sol porteño, se volvieron a elegir.

Chapter 44: Bajo las luces de Buenos Aires

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Después de su reencuentro en el Café Tortoni y la caminata por el barrio de Palermo, Javier y Nico continuaron viéndose a lo largo de los días. La rutina cotidiana de ambos se había acomodado para incluir esos momentos compartidos: desde desayunos improvisados en algún bar, hasta largas charlas por teléfono antes de dormir, con la voz bajita y los ojos ya medio cerrados.


📍Teatro San Martín - Viernes de encuentro - Tarde

Una tarde de Viernes, decidieron ir al teatro. Buenos Aires, con su cartelera siempre viva, ofrecía un montón de opciones, y Javier había conseguido entradas para una obra contemporánea que se presentaba en el Teatro San Martín. Nico, contento con la invitación, eligió una camisa azul y jeans oscuros; Javier fue con una chaqueta de cuero y pantalón negro. Desenfadado, como siempre, pero con ese toque que lo hacía ver impecable sin esfuerzo.

Se encontraron en la entrada del teatro, bajo una brisa suave de primavera que movía los jacarandás del borde de la calle. Nico sonrió al verlo llegar. Javier le devolvió la sonrisa y lo abrazó con calidez, como si ese abrazo ya lo hubiera estado esperando todo el día.

Javier:Tenía muchas ganas de verte hoy… —le dijo con una mirada intensa, casi susurrando—. Creo que te va a gustar la obra.

Nico:Estoy seguro. Gracias por invitarme, Javi.

Durante la función, Nico sintió que algo vibraba distinto. Tal vez por la cercanía de los asientos, tal vez por las manos que se rozaban cada tanto, como sin querer. Cada contacto parecía amplificar lo que ya venía sintiendo hace tiempo, aunque no lo dijera en voz alta.

La obra fue un éxito: actuaciones potentes, silencios bien manejados, palabras justas. Javier y Nico salieron del teatro aún un poco dentro de esa atmósfera, como si el telón todavía no hubiera bajado del todo. Afuera, la ciudad seguía despierta. Las luces se reflejaban en el asfalto húmedo por una llovizna reciente, y Buenos Aires brillaba con esa mezcla de nostalgia y energía que la hacía tan única.


Decidieron caminar un rato sin destino. Pasaron frente a bares llenos de risas, parejas abrazadas en las esquinas, amigos sentados en la vereda tomando birra. Había algo en el aire. Algo que decía "Quedate un rato más".

Nico:No sabés cuánto pensé en vos mientras estabas en Italia.
Javier:Yo también. Por eso te mandé todo. Fotos, audios, souvenirs… Quería que sintieras que estabas ahí conmigo.

En una esquina, Javier se detuvo frente a una florería que seguía abierta. Sin decir nada, entró y salió un par de minutos después con un ramo de rosas rojas.

Javier:Son para vos.

Nico:¿Eh? ¿En serio?

Tomó las flores entre las manos como si fueran algo frágil. Le brillaban los ojos, aunque intentara disimularlo. Bajó la mirada y murmuró un "Gracias" suavecito, que se perdió un poco entre los autos que pasaban.

Siguieron caminando en silencio, con las rosas en un brazo y las palabras atragantadas en el pecho. Y aunque no hablaran, todo estaba dicho.


📍Casa de Nico (entrada) - Anochecer

Cuando llegaron al departamento de Nico, se quedaron un momento bajo la luz tenue del farol. Se abrazaron largo. Uno de esos abrazos que no apuran, que respiran con vos. Javier le rozó la mejilla con los labios, y antes de alejarse, apoyó su frente contra la de él.

Javier:Gracias por esta noche, de verdad.

Nico:Gracias a vos, Javi.

Y ahí, casi sin pensarlo, sus bocas se rozaron. Un beso suave, corto, íntimo. Nada teatral. Sólo un gesto simple pero lleno de todo lo que venían guardando. Un pequeño avance que decía “estoy acá” sin necesidad de promesas.

Nico entró con las flores en la mano, las acomodó en un florero sobre la mesa del living y se quedó mirándolas un buen rato.

Nico: "Me diste las flores… pero también me diste una señal. Y eso vale todavía más."


Javier, mientras tanto, caminó de regreso por la avenida casi vacía, con las manos en los bolsillos y el corazón lleno. Sonrió sin darse cuenta. Porque aunque no lo hubieran dicho con todas las letras, sabía que algo había cambiado esa noche.

Y que lo que estaban construyendo, paso a paso, era algo real.

Chapter 45: Expectativas y recuerdos

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Con el paso de los días, la relación entre Javier y Nico se había vuelto una especie de danza silenciosa. Compartían la rutina sin apuro, con esa comodidad de lo que no necesita ser definido todo el tiempo. Cada salida improvisada, cada llamada por la noche, se transformaban en pequeños rituales que ambos esperaban con ganas.


📍Museo Nacional de las Bellas Artes - Sábado de arte y naturaleza - 16:20 hs

Una tarde de Sábado, Javier invitó a Nico a visitar el Museo Nacional de Bellas Artes, en Recoleta. La idea de perderse entre pinturas y esculturas los sedujo por igual, y acordaron encontrarse directamente allá. Como siempre, Nico llegó puntual, con una chaqueta liviana color oliva y zapatillas cómodas. Javier lo esperaba con las manos en los bolsillos y una sonrisa mansa.

Javier:¿Cómo estás, Nico?

Nico:Bien… ¿vos?

Javier:Mejor ahora que te veo.

El abrazo fue largo y sencillo. Como si pusiera en pausa el mundo por un rato.

Entraron al museo y empezaron a recorrer las salas. Caminaban despacio, comentando algunas obras, quedándose en silencio frente a otras. El eco tenue de sus voces en los pasillos altos les regalaba una intimidad extraña, casi como si estuvieran en una cápsula a prueba de ruido.

Frente a una pintura de Cándido López, Nico se quedó quieto, con las manos en los bolsillos, la mirada perdida en los detalles del paisaje bélico. Pero su cabeza estaba lejos de ahí.

Nico: "Me encantaría que la próxima vez que vayamos al Tigre, llueva. Así nos quedamos adentro… y no tenemos que salir de la cama."

La imagen lo hizo sonreír sin darse cuenta. No pensaba tanto en aquel primer beso frente al arroyo, sino en la próxima vez. En cómo sería volver juntos a ese lugar, pero ahora sin dudas ni silencios tímidos. Con más cuerpo, más entrega.

Unos metros más allá, Javier observaba una escultura de Lola Mora. También pensaba en Tigre. No exactamente en el primer beso, sino en todo lo que había quedado pendiente esa tarde.

Javier: "La próxima vez, te abrazo fuerte desde el primer minuto."

Siguieron el recorrido sin hablar mucho. Había algo cálido en no tener que llenarlo todo con palabras.


📍Museo Nacional de las Bellas Artes (restaurante del museo) - 17:26 hs

Después de una hora, bajaron al restaurante del museo. Pidieron café con leche y tostadas con mermelada. Mientras esperaban, la conversación fue y vino entre comentarios sobre el arte, anécdotas viejas y alguna que otra mirada esquiva.

Hasta que Javier, casi sin pensarlo, habló.

Javier:¿Sabés que estuve pensando en el Tigre? En que estaría bueno volver pronto…

Nico lo miró sorprendido. No porque no lo esperara, sino porque justo él también lo venía masticando.

Nico:Yo también. Ya ni pienso tanto en lo que pasó la primera vez. Más bien, en cómo me gustaría que sea la próxima.

Javier:Eso. Que sea nuestra escapada. Sin pasado de por medio.

El camarero dejó los cafés sobre la mesa y rompió la tensión sin querer. Ambos sonrieron, como si ese momento de honestidad hubiera sido un pequeño paso hacia algo más.


📍Jardines de Recoleta -18:41 hs

Más tarde, salieron a caminar por los jardines de Recoleta. El sol empezaba a aflojar y el aire se volvía más fresco. La cercanía entre ellos se sentía sin necesidad de contacto. Las manos no se tocaban, pero bastaba con las miradas que se cruzaban de a ratos.

Cerca de los árboles grandes del fondo del parque, Javier frenó el paso.

Javier:Hay algo más que tengo que contarte. En dos semanas tengo que viajar. Es otra cumbre internacional. Esta vez, en Suiza.

Nico:¿Y por cuánto tiempo te vas?

Javier:Una semana, ponele. No es mucho… pero no voy a mentirte: me da bronca. Justo ahora que venimos tan bien.

Nico bajó un poco la mirada. No porque se sintiera triste, sino porque entendía. Y le pasaba lo mismo.

Nico:Sí, me da cosa también. Pero a la vez… sé que vamos a estar bien. No me molesta que te vayas. Me molesta que no nos pueda llevar el tiempo encima.

Javier:¿Eso quiere decir que me vas a esperar?

Nico:Eso quiere decir que ya estoy pensando qué empacar para cuando volvamos al Tigre.

Rieron. Pero fue una risa suave, más parecida a un suspiro compartido que a una carcajada.

Javier se acercó un poco más, y aunque no se tocaron, sus cuerpos quedaron a centímetros. La luz naranja del atardecer caía de costado, pintando la escena como si fuera parte de una película.

Javier:Te voy a extrañar, ¿sabés? Me gusta pasar tiempo con vos. No es sólo por el beso. Es por todo lo otro que nos pasa cuando estamos juntos.

Nico:Yo también te voy a extrañar. Pero me quedo con eso: que lo que estamos construyendo no depende de un solo momento. Ni siquiera de nuestro primer chape en Tigre. Depende de que sigamos eligiéndonos así.

Se quedaron en silencio unos segundos. Después, caminaron de nuevo. Sin apuro. Sin miedo.

Porque sabían que cuando el río del Tigre volviera a reflejarlos juntos, no sería un recuerdo, sino un nuevo comienzo.

Chapter 46: Desde Suiza con cariño

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✈️Vuelo nocturno a Suiza – Lunes 5 de Agosto - 02:08 hs

El día del viaje de Javier a Suiza llegó, y con él, una mezcla densa de emociones para ambos. Nico lo había acompañado al aeropuerto la noche anterior, en un viaje silencioso por la autopista iluminada. Se despidieron con un abrazo largo, cálido, y algunas palabras de aliento que intentaban disimular lo que en verdad sentían. Sabían que no era la primera vez que se separaban, pero esta vez había algo distinto en el aire. Una intensidad nueva, cargada de promesas que todavía no se habían dicho en voz alta.

Durante el vuelo, Javier intentó concentrarse en los informes que presentaría en la cumbre, pero su cabeza se desviaba constantemente hacia Nico.

Javier: “Lo último que me dijo fue que no me olvide de traerle chocolate… pero también que no me olvide de él”, pensó el presidente, sonriendo mientras miraba por la ventanilla el cielo nocturno sobre Europa.


📍Congreso de la Nación - Oficina de Nico – 15:54 hs

En Buenos Aires, Nico atravesaba un estado similar. Mantenía su rutina lo mejor que podía, pero cada tanto sacaba el celular para ver si había señales de vida desde Suiza. Sabía que Javier estaría lleno de reuniones, pero eso no le impedía esperar un mensaje, una foto, algo.

La señal llegó poco después del aterrizaje: una imagen de la vista desde la habitación del hotel. Los Alpes suizos se alzaban, majestuosos, cubiertos de nieve. Y debajo, un mensaje breve:

Mensaje de Javier a Nico:
"Llegué. Mirá esta vista, es un delirio. Te extraño un poco, che."

Mensaje de Nico a Javier:
"¡Qué vista, loco! Disfrutá un montón. Y comprame un chocolate, eh."

Javier se rió bajito al leerlo. Bajó al hall del hotel, caminó hasta una tienda cercana y sacó otra foto: una pequeña chocolatería artesanal, cálida y decorada con madera clara.

Mensaje de Javier a Nico:
"Anotá: te traigo mínimo dos. Pero no digas que no te mimo."


Mientras tanto, Nico guardaba cada foto y mensaje con cuidado, como si fueran piedritas en el camino hacia el reencuentro. Pero el entusiasmo tenía su contracara: a medida que avanzaban los días, los horarios exigentes de Javier empezaban a pesar. Hubo veces en que sus respuestas tardaban más de lo habitual. Aunque lo entendía, Nico no podía evitar cierta inquietud.

Nico: "Seguro está con mil cosas... pero igual, me gustaría aunque sea un 'buen día', che...", pensaba, acostado con el celular en la mano.


📲 Videollamada de Domingo 

Una noche, luego de una jornada agotadora, Javier volvió al hotel y se quedó mirando la pantalla oscura del teléfono. Tenía ganas de escuchar la voz de Nico. Pero no un audio: quería verlo. Sin pensarlo demasiado, hizo algo que venían haciendo desde el primer viaje de Javier, para no extrañarse tanto: inició una videollamada.

Nico estaba en su departamento, preparando mate. Al ver la llamada entrante, su corazón se aceleró.

Nico:¡Mirá quién se acordó de que existe la videollamada! —dijo al atender, con una sonrisa ancha y los ojos brillosos.

Javier:Tenía ganas de verte. De verdad. Estoy hecho bolsa, pero me hacía falta esto.

Hablaron un buen rato. Nico le preguntó si dormía bien, si comía algo más que café y reuniones. Javier le mostró desde la cámara el chocolate que había comprado, un reloj antiguo y un cuadrito de los Alpes. Nico bromeó con que eso ya parecía el regalo de un novio que viene de viaje, y Javier le respondió con una sonrisa ladeada:

Javier:No sé qué es esto. Pero sé que vos sos lo mejor de mi viaje, incluso estando a miles de kilómetros.

Nico bajó la mirada por un segundo, mordiendo el borde de su mate.

Nico:Me hace bien escucharte. No sabés cuánto.

Siguieron charlando hasta que Javier ya casi no podía mantener los ojos abiertos. Se despidieron con promesas suaves y un deseo tácito de abrazarse pronto.


Al día siguiente, Nico no pudo evitar imaginar cómo sería volver al Tigre. Esta vez sin esa incomodidad del primer beso, sin las dudas.

Nico: "Ojalá cuando vuelva, nos escapemos de nuevo. Pero esta vez… que no haga falta decir nada", pensó, mientras caminaba hacia el trabajo, con auriculares y un nudo dulce en el pecho.


Los días restantes pasaron rápido. Javier, a pesar del cansancio, seguía mandando alguna que otra foto: una calle empedrada, una taza humeante, una bufanda que decía que según él, “le hacía pensar en Nico, porque era suave y calentita”.

📍Llegada de Javier a Buenos Aires – Lunes 12 de Agosto - Tarde

Finalmente, llegó el momento del regreso. Apenas el avión tocó tierra, Javier encendió el celular y mandó lo primero que le salió:

Mensaje de Javier a Nico:
"Aterricé. Estoy muerto, pero feliz. Te quiero ver pronto. ¿Tenés planes para hoy?"

Nico lo leyó en la cocina, mientras preparaba café. Le temblaron un poco las manos.

Mensaje de Nico a Javier:
"Sí,tengo un plan. Pasarte a buscar y llevarte a desayunar, igual que la otra vez."

Y mientras Javier respondía, sonriendo desde la fila de migraciones, los dos sabían que lo que estaban construyendo tenía peso, raíz y ganas. Y que ahora, más que nunca, valía la pena seguir apostando.

Chapter 47: El tan ansiado reencuentro

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La noche había caído sobre Buenos Aires, trayendo consigo un aire fresco que recorría las calles de Palermo. Las luces de la ciudad brillaban con intensidad, reflejándose en los adoquines mojados por una reciente llovizna. Javier, cansado pero al mismo tiempo lleno de energía por el regreso, arrastraba su valija por la terminal de Ezeiza con una mezcla de entusiasmo e impaciencia. Había pasado días intensos en Europa, y aunque había disfrutado de cada momento, sabía que algo en Buenos Aires lo esperaba con más ansias que cualquier reunión o paisaje que hubiera visto allá.

Mientras bajaba por la rampa de llegadas, sus ojos buscaron entre la multitud el rostro de Nico. Habían quedado en que él lo pasaría a buscar. Revisó el hall de punta a punta. Gente con carteles, abrazos, besos, risas… pero ni rastro de Nico. Esperó unos minutos más, con el celular apretado en la mano. Nada. La sensación de calor en el pecho se transformó lentamente en una punzada de decepción. ¿Y si le pasó algo? ¿Y si se arrepintió?

Justo cuando pensaba marcarle, llegó el mensaje.

Nico: "Perdón, Javi. Recién salgo del Congreso, la sesión se alargó más de lo previsto. Te juro que no pude zafarme antes. Me siento re mal por no haber llegado. Pero mañana te invito yo. A un restaurante refinado, de esos que te gustan a vos. No te digo cuál, va a ser sorpresa. Me voy a salir de mi zona de confort por vos 💛"

Javier leyó el mensaje dos veces, sintiendo cómo la tensión se disipaba. Sonrió, medio aliviado, medio enternecido. No era la bienvenida que había imaginado, pero ese mensaje lo desarmó. Nico, siendo honesto. Nico, saliendo de sí mismo para sorprenderlo. Eso valía más que cualquier ramo de flores en la terminal.

📍Departamento de Javier - Lunes 12 de Agosto – Noche

Después de llegar a su departamento, dejó las valijas en la entrada, se quitó el abrigo y se dirigió al living, encendiendo las luces con un suspiro largo. Se dejó caer en el sillón, tomándose un momento para absorber el hecho de que, finalmente, estaba en casa. Y sí, su mente volvió enseguida a Nico. Lo imaginó agotado, con la camisa medio arrugada de estar tantas horas sentado en el recinto, y aún así escribiéndole para disculparse y prometerle una noche especial.

Javier: Te voy a esperar mañana como si fuera la primera vez…— dijo entre suspiros el liberal.

Ya tarde, antes de irse a dormir, le mandó un mensaje.

Javier: "Entiendo, Nico. Gracias por decirme. Te espero mañana entonces. No hace falta que sea refinado ni que salgas de tu zona de confort. Con que seas vos mismo, ya es sorpresa."


📍Bis Bistró - Martes 13 de Agosto - 21:20 hs

A la noche siguiente, Javier llegó puntual al restaurante que Nico le había indicado solo unas horas antes. Se trataba de un bistró discreto en el pasaje del Correo Argentino, de esos que mezclaban lo clásico con lo moderno: velas, jazz suave de fondo y mozos con moño. Nico ya lo esperaba, esta vez vestido con una camisa celeste bien planchada, un saco y pantalón azul marino, y un poco de nervios en la mirada.

Javier: ¿Y este look?

Nico: Hoy me tomé todo en serio. Vengo en versión gourmet.

Le dio un beso suave en la mejilla.

Se sentaron en una mesa junto a la ventana, y pidieron una botella de Malbec que el mozo recomendó con solemnidad. La charla fluyó de inmediato. Javier le contó algunas anécdotas del viaje, de las calles empedradas de Zúrich, del chocolate que había probado, y de cómo pensaba en Nico cada vez que veía algo que le hubiera gustado mostrarle.

Nico lo escuchaba con una media sonrisa, interrumpiendo con preguntas, gestos de asombro o chistes que aliviaban la melancolía inevitable de la distancia. Había algo nuevo en ellos. Algo más maduro. Más seguro. Como si el viaje, la espera y hasta el malentendido del aeropuerto hubieran servido para fortalecer lo que estaban construyendo.

En un momento, Javier bajó la voz.

Javier: No sabés cuánto me dolió no verte en Ezeiza. Pero al mismo tiempo... no sabés cuánto me hizo bien ese mensaje tuyo después.

Nico asintió, un poco avergonzado.

Nico: Me sentí pésimo, posta. No quería que volvieras a casa y te sintieras solo. Pero bueno, acá estoy. Me quedaba la opción de compensarte con buena comida y buena compañía.

Javier: Y lo estás logrando.

Le tomó la mano por un segundo fugaz, que bastó para que Nico se ruborizara apenas.

La cena transcurrió con risas, momentos de silencios cómodos y miradas que decían más que cualquier palabra. Y aunque el tema de los besos no volvió a mencionarse directamente, ambos sabían que el deseo estaba ahí, latente, y que no necesitaban forzar nada.


Cuando salieron del restaurante, caminaron unos metros bajo la noche clara. Palermo tenía ese brillo especial después de la lluvia, y el murmullo de la ciudad les hacía de fondo.

Frente al auto de Nico, se despidieron con un abrazo largo. Un abrazo que fue cuerpo y refugio, una especie de acuerdo tácito. Y antes de soltarse, Javier dejó un beso suave y breve en los labios de Nico, como una promesa más que una demanda.

Javier: Gracias por todo esto…

Apoyó su frente contra la de él.

Nico: Falta mucho más, Javi. Esto recién arranca.

La ciudad seguía su curso, indiferente. Pero para ellos, esa noche no era una más.

Era una página nueva.

Chapter 48: Confesiones a la distancia

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Habían pasado varios días desde la última conversación entre Nico y Javier. Ambos estaban inmersos en sus compromisos laborales, y aunque deseaban ponerse en contacto, las obligaciones los mantenían ocupados. Esa distancia forzada hacía que el vacío en el pecho de cada uno se sintiera más profundo, pero ninguno se atrevía a interrumpir al otro.


📍Departamento de Javier - Videollamada con Nico - Una cálida tarde de Sábado

El Sábado finalmente llegó, y con él, un pequeño respiro en sus agendas. Javier, agotado después de una semana agitada, decidió que era hora de romper el silencio. Con una mezcla de nervios y ansias, tomó su teléfono y envió un mensaje:

Javier:Hola, Nico. ¿Estás libre hoy?

No pasaron más que unos segundos cuando Nico respondió, su corazón dando un pequeño salto al ver el nombre de Javier en la pantalla:

Nico:Sí, justo tengo un rato libre. ¿Videollamada?

Javier:Dale, te llamo en cinco.

Los minutos que siguieron fueron de preparación. Ambos se arreglaron un poco, nerviosos como si estuvieran a punto de tener una cita. Javier buscó el rincón más tranquilo de su casa en Palermo, mientras que Nico se acomodó en el living de su departamento en Parque Patricios, con Moro al lado. En el fondo, los dos sentían que esa videollamada iba a ser más que una simple charla.

La videollamada comenzó y, al instante, la pantalla se iluminó con los rostros de ambos. Javier se quedó mirando a Nico, notando lo bien que se veía a pesar de la semana difícil. Nico, por su parte, sonrió al ver a Javier, notando que la luz del día acentuaba el azul profundo de sus ojos.

Nico:¡Hola, Javi! ¡Qué alegría verte!

Javier:Hola, Nico. ¡Lo mismo digo! Te extrañé, loco.

Las palabras flotaron en el aire, y por un momento, ambos quedaron en silencio, simplemente disfrutando de la presencia virtual del otro.

Nico:Yo también te extrañé. Estos días sin hablar fueron… raros. Como que me faltaba algo.

Javier asintió, conmovido por la sinceridad de Nico.

Javier:Sí, me pasó lo mismo. Sabía que estábamos ocupados, pero igual… sentí que necesitaba hablar con vos.

El tono de la conversación se suavizó, volviéndose más íntimo.

Nico:¿Sabés? Hay algo que me viene rondando la cabeza estos días… Algo que me encanta de vos.

Javier levantó una ceja, intrigado.

Javier:¿Ah, sí? Contame, Nico.

Nico se tomó un momento, sonriendo con timidez antes de hablar.

Nico:Me gustan tus ojos, Javi. Tienen ese color azul cielo que, no sé… me hace pensar en libertad, me hacen soñar. Tus ojos me matan, Javi. Pero lo que más me gusta es cómo siempre encuentro sinceridad en ellos. Como si fueran puertas abiertas a tu alma. No puedo evitar perderme en ellos cuando te miro. Me hacés sentir seguro, como si pudiera confiar en vos con los ojos cerrados.

Javier quedó en silencio por un momento, sintiendo un calor en su pecho que no había experimentado en mucho tiempo.

Javier:Qué lindo lo que decís, Nico… Nunca había pensado en mis ojos así ni me habían dicho cosas similares. Pero… ahora que lo mencionás… Hay algo que a mí me encanta de vos también.

Nico lo miró expectante, su corazón latiendo con fuerza.

Javier:Me gusta tu risa. Siempre me hace sonreír, sin importar lo mal que haya estado mi día. Me encanta cómo se te achinan los ojos cuando te reís, y tu sonrisa… es tan blanca, tan… perfecta. No sé, es como que… me alegra el día, ¿sabés?

Nico sintió sus mejillas sonrojarse, y soltó una risa suave, exactamente la que Javier acababa de describir.

Nico:No sabés lo que me hacés sentir cuando decís esas cosas. Es lindo… muy lindo.

Javier:Creo que… no nos dimos cuenta de cuánto nos afectó la distancia estos días. Pero acá estamos, ¿no? Hablando como si el tiempo no hubiera pasado.

Nico asintió, sintiendo una conexión profunda que traspasaba la pantalla.

Nico:Sí, Javi. Acá estamos. Y es… es bueno saber que esto sigue creciendo, de alguna manera.

Javier:Sí, Nico. Sigue creciendo. Y la verdad… no veo la hora de verte en persona otra vez.

Nico:Yo tampoco. Será lindo, seguro.

Ambos sonrieron, compartiendo un momento de ternura y comprensión mutua que los acercaba más, aunque estuvieran físicamente lejos.

Durante los minutos siguientes, la charla fluyó de manera más distendida. Hablaron de películas que querían ver juntos, de un lugarcito escondido en Tigre que Javier quería mostrarle, y hasta de la posibilidad de pasar un fin de semana fuera de la ciudad, lejos del ruido, solo ellos dos.


Cuando la videollamada llegó a su fin, ninguno de los dos quería cortar. Pero sabían que el simple hecho de haberse buscado de nuevo ya había sido suficiente. Una semilla más se había plantado, y ambos intuían que pronto florecería.

Chapter 49: Velada en casa de Javier

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📍 Parque Patricios y Palermo – Sábado - 20:00 hs

Era una noche invernal en Buenos Aires, un Sábado, y el clima de se hacía sentir en cada aspecto de la vida cotidiana. Eran cerca de las ocho cuando Nico recibió un mensaje de Javier, quien, después de una jornada de trabajo más relajada de lo habitual, decidió que quería pasar la noche en compañía de alguien especial.

Javier: "Che, ¿tenés planes para esta noche? Porque si no, me encantaría que vinieras a mi casa."

Nico, que había pasado el día en su departamento de Parque Patricios, revisando algunos informes y organizando sus próximas reuniones, sintió una cálida emoción al leer el mensaje. Aunque había estado algo cansado, la idea de compartir un rato con Javier le devolvió las energías. Se apresuró a contestar.

Nico: "No tenía nada en particular. ¡Voy para allá! Decime qué llevo."

Javier: "Nada, loco. Yo me ocupo de todo. Te espero."

Era un plan sencillo, sin pretensiones, pero Nico sabía que esos momentos informales eran los que realmente ayudaban a cimentar una relación. Se cambió rápidamente, eligiendo ropa cómoda pero que también lo hiciera sentir bien, y se dirigió a Palermo, donde Javier vivía.


📍 Casa de Javier

El barrio porteño estaba tranquilo esa noche. Las calles estaban iluminadas por las luces amarillas de las farolas, y algunas parejas paseaban por la vereda, disfrutando de la suave noche primaveral. Nico llegó a la casa de Javier y tocó el timbre. No tuvo que esperar mucho; en pocos segundos, Javier abrió la puerta, sonriendo, y lo recibió con un cálido abrazo que Nico correspondió sin dudar.

Javier: –Me alegra que vinieras, Nico.

Nico: –A mí también, Javi.

Una vez dentro, Nico se dejó envolver por la calidez de la casa. Era un lugar elegante pero sin excesos, con muebles de madera oscura, decoraciones modernas y una atmósfera que transmitía confort. Las ventanas del living dejaban ver la tranquila calle iluminada por las farolas, mientras las cortinas ligeras se movían con la brisa nocturna que entraba al dejar una ventana apenas entreabierta.

Javier lo guió hasta la cocina, donde ya había preparado una cena sencilla pero deliciosa. Había optado por un plato típico argentino: milanesas a la napolitana con papas fritas, acompañado de una ensalada fresca de rúcula, tomate cherry, y queso parmesano. Sobre la mesa, dos copas y una botella de vino tinto ya descorchada, de un Malbec profundo y robusto que Javier sabía que a Nico le gustaba.

Cenaron tranquilos, entre conversaciones sobre sus respectivos días y algunos chistes para aligerar el ambiente. Javier había estado más suelto de lo habitual, quizás porque, al estar en su casa, se sentía más cómodo y seguro. Mientras comían, la risa de Nico resonaba con frecuencia, y Javier no pudo evitar notar lo mucho que disfrutaba de esos momentos de simpleza y complicidad.

Javier: –Te hacía más formal para las cenas, eh.

Nico: –Depende de con quién cene. Hoy me toca con alguien que me relaja.


📍 Living de Javier - 21:16 hs

Después de cenar, Javier propuso ver algo en Netflix. Se dirigieron al living, donde un sofá amplio y cómodo los esperaba. Javier tomó el control remoto y buscó algo que pudiera interesarles a ambos. Finalmente, eligió Stranger Things, una serie que ambos habían comentado de ver en alguna ocasión y que sabían que les gustaba.

Javier: –¿Te parece bien esto?

Nico: –¡Sí, me encanta!

Se acomodaron en el sofá, las luces del living atenuadas para crear un ambiente más acogedor. Javier rodeó a Nico con su brazo, y Nico, sin pensarlo demasiado, apoyó la cabeza en el hombro de Javier, sintiendo la calidez de su cuerpo y la seguridad que le brindaba estar tan cerca de él. A medida que avanzaba el capítulo, la serie los sumergía en su atmósfera de misterio y nostalgia, pero el cansancio comenzó a hacer efecto en Nico.


📍 Living de Javier - 22:30 hs

Era alrededor de las diez y media de la noche cuando Nico, acurrucado contra Javier, empezó a sentir cómo sus párpados se volvían cada vez más pesados. La combinación del vino, la comodidad del sofá, y el calor que emanaba de Javier resultaron ser demasiado para resistir. Poco a poco, Nico fue cerrando los ojos hasta quedar profundamente dormido, su respiración volviéndose suave y regular.

Javier, al notar que Nico se había quedado dormido, sintió una mezcla de ternura y protección. Se quedó un momento mirándolo, observando cómo la luz de la televisión jugaba en el rostro relajado de Nico, y cómo sus labios dibujaban una ligera sonrisa incluso mientras dormía. Decidió que no iba a despertarlo; no podía hacerlo. Nico parecía tan tranquilo, tan en paz, que lo único que deseaba era prolongar ese momento.

Con cuidado, Javier apagó la televisión y, con el mismo cuidado, se levantó del sofá. Volvió con una manta suave que encontró en una de las habitaciones y la colocó sobre Nico para que no sintiera frío. Luego, apagó las luces restantes del living y se sentó en un sillón cercano, donde podía seguir viéndolo.

Se quedó despierto un rato más, simplemente disfrutando de la presencia de Nico, pensando en cuánto habían cambiado las cosas en tan poco tiempo. En cómo aquel hombre que una vez fue su adversario político se había convertido en alguien tan importante para él. Se preguntaba si Nico sabía lo mucho que significaba para él, y si había algo que pudiera hacer para que se sintiera aún más especial. En el fondo, Javier sabía que aquellas pequeñas noches compartidas eran las que realmente construían algo duradero.


Finalmente, cuando el sueño comenzó a ganar terreno en él también, Javier decidió que era momento de descansar. Con una última mirada a Nico, se levantó y caminó hacia su habitación, dejando la puerta entreabierta, por si Nico despertaba y lo necesitaba.

Esa noche, ambos durmieron profundamente, con la seguridad de que estaban construyendo algo sólido, algo que, aunque avanzara con cautela, prometía ser fuerte y duradero.

Chapter 50: La noche sin sueño

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Era una noche tranquila en el barrio porteño de Palermo. Javier había pasado el día trabajando y, al llegar la noche, estaba exhausto. La casa de Javier, iluminada sólo por una luz tenue en el pasillo y la luz de la luna que se filtraba a través de las cortinas, estaba en silencio. Nico, después de una cena acogedora y una velada en el sofá, se había quedado dormido allí, sin saber que la noche le depararía una sorpresa inquietante.


📍Casa de Javier - Domingo 25 de Agosto - 01:30 hs

En el medio de la noche, Nico, en un estado de sonambulismo, comenzó a levantarse del sofá sin estar consciente de lo que hacía. Con pasos tambaleantes, se dirigió hacia la puerta de salida. El reloj en la pared marcaba la 1:30 a.m., y la casa estaba sumida en el silencio, interrumpido sólo por el ocasional sonido de la brisa nocturna.

Javier, que había estado durmiendo en su habitación, se despertó al escuchar un ruido inusual proveniente de la sala. Se levantó rápidamente y, al ver que el sofá estaba vacío y la puerta de salida abierta, su corazón comenzó a latir aceleradamente. Con un temor creciente, se vistió apresuradamente y salió a buscar a Nico, corriendo por el pasillo y bajando las escaleras con pasos rápidos pero silenciosos.


📍Calles de Palermo - 01:45 hs

Javier decidió buscar a Nico en su auto, dado que el parque cercano era un lugar donde Nico podría haberse ido en su estado sonámbulo. El motor del auto rugió suavemente mientras Javier conducía por las calles oscuras de la ciudad. La noche estaba fría y el viento susurraba entre los árboles, añadiendo un toque de inquietud al ambiente.

El viaje se le hizo eterno. Miraba a ambos lados con desesperación, rogando que Nico no se hubiese alejado demasiado. Su mente alternaba entre la angustia y la lógica, recordando datos sobre el sonambulismo, intentando no entrar en pánico. Finalmente, al girar por una calle angosta lindante al parque, algo en la penumbra captó su atención. Con las luces del auto iluminando el sendero, vio a Nico caminando desorientado entre los árboles.

Javier se acercó con cuidado, intentando no alarmar demasiado a Nico. Se bajó del auto y se acercó lentamente a él.

Javier: – Nico, ¿estás bien? –dijo con voz suave, acercándose con precaución.

Nico, en su estado sonámbulo, parecía no reconocer a Javier. El cordobés continuó caminando en círculos, murmurando incoherencias.

Javier: – Nico, por favor, despertate. –repitió, tocándole el brazo con delicadeza.

Finalmente, tras varios intentos, Nico comenzó a despertar lentamente, parpadeando y mirando alrededor con confusión. Su rostro mostró una mezcla de desorientación y alivio al ver a Javier.

Nico: – Javi... ¿qué pasó?

Javier: – Estabas sonámbulo, saliste del departamento. Vamos a volver a casa, te llevo.


📍Casa de Javier - Living - 02:12 hs

Javier guió a Nico de vuelta al auto, asegurándose de que el cordobés estuviera seguro. El viaje de regreso al departamento de Javier transcurrió en silencio, con el sonido del motor del auto y el suave resplandor de las luces de la ciudad. Nico, ahora completamente despierto, estaba visiblemente cansado y agradecido por la preocupación de Javier. El silencio entre ambos no era incómodo: era la calma después de una tormenta inesperada.

Una vez de vuelta en el departamento, Javier ayudó a Nico a entrar y cerró la puerta con cuidado. Decidió que era mejor no dejar a Nico solo esa noche. Aunque sabía que era un paso importante en su relación, sentía que era lo correcto para garantizar la seguridad de Nico.


📍Dormitorio de Javier

Javier llevó a Nico a su habitación. La cama estaba preparada con sábanas suaves y un cubrecamas liviano. Javier le pidió a Nico que se acostara y, con un gesto protector, se metió a su lado. La habitación estaba en calma, con sólo el sonido del ventilador de techo girando lentamente.

Cuando Nico se acomodó en la cama, adormilado y aún un poco confundido, encontró su cabeza recostada en el pecho de Javier. Los latidos del corazón de Javier, regulares y suaves, comenzaron a calmarlo. Nico sintió una profunda relajación, como si el ritmo constante del corazón de Javier lo arrullara, llevándolo a un estado de trance apacible. La cercanía y el calor de Javier le transmitían una sensación de seguridad que no quería perder.

Nico: – Gracias por venir a buscarme... No me acuerdo de nada, Javi.

Javier: – No tenés que acordarte de nada. Lo importante es que estás bien. Estoy acá, Nico. No te vas a ir a ningún lado sin que yo te cuide, ¿sabés?

Nico asintió en silencio, apenas un gesto con su mejilla contra el pecho de Javier. Estaba demasiado agotado para contestar con palabras, pero su cuerpo hablaba por él: se encogió levemente, buscándolo con un gesto que Javier entendió sin necesidad de explicaciones.

Javier, al sentir el peso ligero de Nico sobre él y escuchando la respiración tranquila de su compañero, se acurrucó más cerca, abrazándolo con ternura. Las respiraciones de ambos eran lentas y profundas, marcadas por la tranquilidad de la noche. Nico, al estar más relajado, comenzaba a roncar suavemente, mientras que Javier respiraba con calma.

Antes de cerrar los ojos, Javier deslizó sus dedos por el cabello de Nico, apartando un mechón rebelde que le rozaba la frente.

Javier: – Dormí tranquilo, amor. Esta noche te cuido yo.

Juntos, en ese abrazo protector, se quedaron dormidos. La noche pasó sin más incidentes, y el amanecer empezó a asomarse por la ventana, bañando la habitación con una luz suave y dorada.

Chapter 51: Primer amanecer juntos

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El sol se filtraba a través de las cortinas, pintando la habitación con tonos dorados y cálidos. Era un sábado por la mañana en el departamento de Javier en Palermo. La luz del día se mezclaba con la tranquilidad de la habitación, creando un ambiente sereno que contrastaba con la tensión de la noche anterior.


Despertar juntos - Domingo 25 de Agosto de 2024 - 11 hs

Nico se despertó primero, notando la comodidad y el calor de la cama. Su cabeza descansaba en el pecho de Javier, y el ritmo constante y tranquilo de los latidos del corazón de Javier seguía siendo una fuente de calma para él. Nico se movió suavemente, estirando su cuerpo mientras empezaba a despejarse de los restos del sueño. Al abrir los ojos, se dio cuenta de que seguía en la cama de Javier, en la misma posición en la que se había quedado dormido la noche anterior. La cercanía y el calor del cuerpo de Javier lo hacían sentir seguro y acogido.

Pero no era sólo eso. Al respirar profundamente, Nico volvió a percibir ese aroma inconfundible que lo rodeaba desde que abrió los ojos: cuero, con un dejo seco, robusto, que se fundía con notas amaderadas como las de un bosque en otoño. Era el aroma de Javier, y tenía algo que lo anclaba a tierra, algo que lo hacía sentir cuidado. Era el olor de un alfa que no necesitaba imponerse, porque su sola presencia bastaba.

Nico: –Uf, qué bien se está acá…

Javier, aún dormido, tenía un brazo alrededor de él, abrazándolo protectivamente. Su respiración era lenta y regular. Nico lo miró un rato, detallando su rostro sereno, y notó que incluso dormido, Javier mantenía la mandíbula ligeramente tensa. Se preguntó en qué estaría soñando.

El olor de Nico, en cambio, flotaba en el aire con dulzura y calidez: una mezcla envolvente de chocolate tibio con canela. Javier lo había notado muchas veces en secreto, pero aún no se lo había dicho. Para él, ese aroma era una promesa de refugio.

Javier (despertando con voz grave): –Buenos días, Nico...

Nico (sonriendo, ya más despierto): –Buenos días, Javi. ¿Dormiste bien?

Javier: –Sí, muy bien. ¿Y vos? ¿Cómo te sentís?

Nico (incorporándose lento): –Mucho mejor, gracias. Más tranquilo... y con hambre, creo.

Ambos rieron. La tensión de la noche anterior se había desvanecido en esa cama compartida.


Desayuno en pareja

Después de un rato, se levantaron y fueron a la cocina. Javier propuso preparar el desayuno, y Nico aceptó con entusiasmo. La cocina era moderna y funcional, con una mesa de madera clara y una vista preciosa de la ciudad. Mientras Javier preparaba café, Nico se encargó de las tostadas.

Javier: –¿Querés probar unas con mermelada de frambuesa? Es casera, la compré la última vez que fui a la Patagonia.

Nico: –¡De una! Me encantan esas cosas medio ácidas. Va justo con el café.

El aroma del café recién hecho se mezcló con el perfume cálido de Nico y el toque amaderado que Javier dejaba impregnado en el aire. Cuando se sentaron a desayunar, todo parecía en equilibrio. Hablaban de cosas simples: series, anécdotas de infancia, viajes que nunca hicieron.

Nico (mientras untaba una tostada): –¿Sabés que siempre me gustó desayunar con alguien? Es como compartir un secreto del día. Como arrancarlo juntos, ¿no?

Javier (mirándolo con atención): –Totalmente. A mí me pasa parecido… pero no siempre lo pude hacer. Me gusta esto. Me gusta cómo arrancó el día.


Paseo por Palermo

Decidieron salir a caminar por el barrio. El sol estaba templado, la brisa era suave y fresca. Nico vestía una campera liviana, y Javier llevaba gafas de sol que le daban un aire relajado. Caminaban cerca, pero sin rozarse aún. Sus cuerpos parecían vibrar en sintonía, sin urgencia.

Javier: –¿Querés que vayamos a ese mercado de artesanías del que te hablé? Está por Plaza Armenia.

Nico: –Dale. Capaz encontramos alguna huevada linda para decorar tu casa.

Javier (riendo): –¿Mi casa o nuestra casa en potencia?

Nico (sonriendo de lado): –Tranquilo, Milei. Un pasito a la vez.

Pasaron un buen rato en el mercado, compraron unos cuencos de cerámica, probaron alfajores artesanales y se sacaron una selfie con un perro salchicha vestido con pañuelo rojo. Cuando el sol empezó a caer, volvieron a casa con bolsas en las manos y sonrisas en la cara.


Noche tranquila

Javier preparó una pasta casera que le salía como a su abuela. Nico se ofreció a cortar la ensalada. Todo fluyó. Después, se tiraron en el sillón con mantas y eligieron una comedia para ver en Netflix. El vino ayudó a relajar aún más el ambiente.

Durante la película, Nico se acurrucó sin pensarlo. El calor corporal de Javier, ese aroma a cuero que tanto lo tranquilizaba, lo envolvió por completo. Javier le acariciaba el brazo sin decir nada. Había confianza. Había ternura.

Nico (en voz baja): –Gracias por todo lo de ayer… y por hoy también.

Javier (apretándolo apenas contra sí): –Gracias a vos por quedarte. Me hacés bien, Nico. Mucho más de lo que pensás.

Nico cerró los ojos, con la cabeza apoyada en el pecho de Javier, respirando su olor una vez más. Chocolate y canela se fundían con cuero y madera.

Esa noche no se dijeron nada más. No hizo falta.

Chapter 52: Despertar de nuevas emociones

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📍Casa de Javier - Dormitorio – Domingo - Mañana

La luz del sol se filtraba por las cortinas del dormitorio, llenando la habitación con un cálido resplandor. Era un domingo tranquilo, y el tiempo había pasado volando desde el día anterior. Javier y Nico despertaban lentamente, arrullados por la luz dorada y el silencio amable de la mañana.

Nico fue el primero en abrir los ojos, sintiendo el calor suave de Javier a su lado. Aunque el Sábado había sido una joya de día, este nuevo amanecer se sentía aún más prometedor. Javier seguía dormido, con una expresión serena y una media sonrisa en los labios. Nico lo miró con ternura, dejando que el silencio hablara por él. Se quedó unos minutos así, observando cómo el pecho de Javier subía y bajaba, sintiendo que su propio corazón latía más despacio, como si el cuerpo le pidiera quedarse en ese instante un poco más.

Finalmente, con una delicadeza casi ceremonial, se deslizó fuera de la cama para no despertarlo.


📍Casa de Javier - Cocina 

Decidido a sorprender a Javier, Nico se dirigió a la cocina descalzo, en jogging y remera blanca. Mientras preparaba un desayuno especial, pensó en cómo agradecerle por la calidez de las últimas horas compartidas. Se inclinó por preparar pancakes con frutas frescas y un toque de miel, más un café negro y fuerte como a Javier le gustaba. El aroma a manteca y vainilla empezó a llenar el departamento, mezclándose con el perfume amaderado a cuero del alfa que dormía aún en la habitación. El propio aroma de Nico, dulce a chocolate con canela, parecía entrelazarse en el aire como un lenguaje sin palabras.

Nico arregló la mesa con cuidado, y hasta puso un jarroncito con flores silvestres que encontró en un frasco en la cocina de Javier. Justo entonces, Javier se despertó con el aroma cálido que lo envolvía como una caricia.

Javier: –¡Mamita, qué aroma más rico! –dijo con una sonrisa sorprendida, rascándose la nuca mientras asomaba por la puerta del pasillo–. ¿Todo esto es para mí?

Nico: –Sí... pensé en prepararte algo especial. Como agradecimiento, viste. –respondió con una sonrisa tímida pero genuina, sirviéndole un café con un gesto suave.

Se sentaron frente a frente y compartieron el desayuno como si el domingo fuera un regalo. Las palabras fluían fáciles entre ellos: pequeñas anécdotas, recuerdos, ganas.

Javier: –¿Qué te pinta hacer hoy? –preguntó mientras cortaba un pedacito de pancake.

Nico: –Me copa salir a dar una vuelta. Y si seguimos con el plan, capaz vamos a esa galería de arte que mencionaste la otra vez.

Javier: –Dale. Me encanta. Es chiquita pero tiene cosas buenísimas. Y está a unas cuadras nomás.

Después del café, se vistieron sin apuro y salieron a caminar bajo el sol. El clima templado y la brisa justa hacían que cada cuadra de Palermo se sintiera como una postal.


📍Galería de arte

La galería estaba medio escondida en una calle angosta. Allí, entre cuadros abstractos, instalaciones sonoras y esculturas minimalistas, Javier y Nico compartieron opiniones, se cruzaron miradas cómplices y hasta discutieron sobre una obra que a Nico le parecía un mamarracho y a Javier le fascinaba.

Nico: –Perdoname, pero eso es un manchón caro. Vos me estás jodiendo si decís que eso transmite angustia.

Javier: –No, pará... Miralo bien. Es una angustia... pero elegante. –dijo, entre risas.

Ambos rieron y siguieron recorriendo el lugar, rozándose los brazos a veces, deteniéndose en silencio frente a alguna pieza que los tocaba más de lo esperado.


📍Café estilo vintage - Tarde

Después de tanto caminar, optaron por comer algo en un café tranquilo y de especto vintage con mesas en la vereda, rodeadas de plantas y perros dormidos al sol.

Javier: –¿Qué opinás del lugar? ¿Zafa?

Nico: –Me encanta. Y la comida es riquísima. La verdad, sos buen guía turístico.

Mientras comían, hablaban de todo un poco: sus rutinas, sus formas de ver el amor, sus miedos, sus rarezas. Cada palabra traía más cercanía, más confianza.


📍Casa de Javier - Living

De vuelta en el departamento, ya entrada la tarde, decidieron tirarse en el sillón. Javier puso una peli romántica liviana, de esas que te hacen reír y llorar sin culpa.

Acurrucados bajo una manta, compartieron silencio. Nico tenía la cabeza recostada en el hombro de Javier. El perfume de ambos seguía flotando en el aire, una mezcla dulce y masculina, íntima y envolvente.

Javier: –Nico... me doy cuenta de lo bien que me hacés. Estás y me baja un cambio, me siento distinto.

Nico: –A mí me pasa lo mismo, Javi. No sabía que se podía estar tan cómodo con alguien sin necesidad de decir mucho.

Un silencio cargado de ternura los envolvió. El calor del cuerpo del otro era más reconfortante que cualquier manta.


Cuando la peli terminó, hablaron de posibles escapadas: Tandil, Colonia, una semana en la Patagonia. Todo eran ideas, pero las imaginaban juntos.

El sol ya caía cuando Nico decidió volver a su casa. No fue una despedida triste, sino una pausa entre dos capítulos.

Javier: –Nos vemos pronto, ¿no?

Nico: –Claro que sí.

Se abrazaron largo. Ese tipo de abrazo que no dice adiós, sino "Hasta luego, y quedate con esto". Un roce más en un vínculo que apenas empezaba a florecer.

Chapter 53: Noche bajo las estrellas

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📍Departamento de Javier – Sábado – 19:00 hs

A la semana siguiente, los funcionarios volvieron a encontrarse, de nuevo en casa del presidente. El cielo de Buenos Aires se oscurecía gradualmente, mientras las luces de la ciudad comenzaban a brillar. Era un Sábado por la noche, y Javier había propuesto una idea para disfrutar de la velada en el exterior. El clima era perfecto, con una brisa fresca que invitaba a salir.

Nico llegó al departamento de Javier alrededor de las 19:00, emocionado por la sorpresa que le había prometido. Javier, con una sonrisa en el rostro, lo recibió en la puerta y lo condujo al patio trasero de su departamento, un espacio encantador que había preparado especialmente para la ocasión.

Javier: –¡Bienvenido, Nico! Preparate para una noche especial.

Nico entró con curiosidad y enseguida quedó deslumbrado.

El patio estaba decorado con luces de cadena que colgaban entre los árboles, creando un ambiente cálido y acogedor. Había una mesa baja de picnic con mantas y almohadones dispuestos en el suelo, junto con una selección de comidas ligeras y una botella de vino blanco enfriándose en una hielera.

Nico: –Esto es increíble, Javi. No sabía que tenías un espacio tan bonito acá atrás.

Javier: –Me alegra que te guste. Pensé que sería una forma linda de pasar la noche juntos.

Javier sirvió dos copas de vino mientras Nico se sacaba la campera y dejaba el celular a un costado, decidido a disfrutar del momento sin distracciones.


📍Patio trasero del departamento – 19:15 hs

Se sentaron en el suelo, rodeados de mantas y cojines, y comenzaron a disfrutar de la cena. Javier había preparado una variedad de tapas: bruschettas de tomate y albahaca, queso brie con nueces, jamón crudo, aceitunas negras y una ensalada fresca de rúcula y pera. Nico no dejaba de sonreír.

Nico: –La comida está buenísima. ¿Hiciste todo vos?

Javier: –Sí, bah, más o menos. Las bruschettas son mérito mío. El resto… ayuda del almacén gourmet de la esquina.

Rieron juntos, brindaron, y se perdieron en una charla que iba desde películas viejas hasta anécdotas de sus infancias. Había algo en esa noche que los hacía sentir más cerca que nunca, como si el aire mismo estuviera cargado de algo especial.


Después de la cena, Javier sacó un telescopio pequeño y lo colocó en una esquina del patio. Había estado planeando ese momento con anticipación, queriendo compartir su pasión por la astronomía con Nico.

Javier: –¿Te gustaría ver las estrellas?

Nico: –¡Obvio! Nunca usé un telescopio antes.

Javier le mostró cómo ajustarlo y enfocarlo, y Nico se asomó con cuidado, conteniendo la respiración como si no quisiera empañar el cristal. Por un rato largo, observaron distintas constelaciones y charlaron sobre los misterios del universo.

Nico: –¿Y eso de allá qué es? ¿Una estrella fugaz?

Javier: –No, ese es un satélite. Pero si te quedás mirando fijo, capaz cae una de verdad y podés pedir un deseo.

Nico (con voz baja): –Creo que lo estoy pidiendo ahora mismo.

Sus brazos se rozaban al pasarle el ocular o al señalar algo en el cielo, y esa cercanía física, sutil y constante, tenía su propia intensidad.


Javier encendió una pequeña hoguera en una chimenea portátil, agregando un toque romántico al ambiente. Las llamas dibujaban sombras sobre sus rostros, y el crujido de la leña les daba ritmo al silencio entre frase y frase.

Javier: –¿Sabías que hay algo mágico en estar bajo las estrellas con alguien especial?

Nico: –Lo sé. Esto… es hermoso, Javi. De verdad.

Javier se inclinó hacia él, lentamente, buscando en su mirada alguna señal de permiso. Cuando sus labios se tocaron, fue un beso tibio, lleno de ternura y emoción. Nico cerró los ojos y respondió con dulzura, apoyando una mano en la nuca de Javier y profundizando el contacto.

No se dijeron nada más durante varios minutos. Simplemente se abrazaron, compartiendo el calor del fuego, el murmullo del viento, y la certeza silenciosa de que algo importante estaba naciendo entre ellos.


Con el cielo estrellado como telón de fondo, y el sonido relajante del fuego crepitando, la noche se volvió inolvidable para los dos. Se acurrucaron bajo una manta, con la copa de vino ya vacía al lado, y el telescopio guardado. Nico apoyó la cabeza sobre el hombro de Javier.

Nico (en un susurro): –Gracias por esto. Nunca tuve una noche así.

Javier: –Yo tampoco. Pero me encanta que sea con vos.

Más tarde, cuando decidieron entrar, lo hicieron despacito, casi sin hablar, como si no quisieran romper el hechizo que se había formado allá afuera. Cerraron la puerta del patio y dejaron atrás las luces, las mantas y el cielo abierto, pero se llevaron adentro el recuerdo de una noche que, sin decirlo, ya los había marcado.

Chapter 54: Otra velada para el recuerdo

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Después de la noche mágica bajo las estrellas, Javier y Nico se levantaron de los almohadones y comenzaron a despejar el patio. La hoguera se estaba apagando lentamente, y el cielo empezaba a mostrar las primeras señales del alba. Una quietud amable envolvía el lugar, como si el tiempo mismo se hubiera detenido para ellos dos.

Javier: —Bueno, Nico, es hora de volver al departamento. No quiero que te canses demasiado antes de nuestra próxima cita. —dijo Javier con una sonrisa mientras apagaba la chimenea portátil.

Nico: —Tenés razón, Javi. Fue una noche maravillosa, pero creo que un buen descanso nos vendría bien. —respondió Nico, ayudando a recoger los restos de la cena.

Tomaron las mantas, los vasos vacíos, los platos con restos de bruschettas y hasta una flor silvestre que Nico había encontrado al costado del patio. Cada objeto cargaba una chispa de lo compartido. Se miraban de reojo y sonrientes, como si tuvieran un secreto compartido que nadie más en el mundo podía comprender.

Nico: —Si me permitís decirlo, me encantaría pasar más noches como esta. —soltó el omega con una mirada cálida, casi enamorada.

Javier lo miró de costado, con esa expresión entre tierna y pícara que le nacía cuando Nico decía algo que lo tocaba de verdad.

Javier: —Entonces va a haber que repetirlo, che. —le dijo con un guiño.


El regreso al departamento

Al ingresar al departamento de Javier, ambos tomaron asiento en el sofá. Nico apoyó la cabeza en el hombro de Javier, y Javier, sin decir nada, le acarició suavemente la mano.

Javier: —¿Cómo te sentiste con el telescopio? ¿Te gustó la vista?

Nico: —Me encantó. Nunca había visto las estrellas de esa manera. Fue fascinante. —respondió con los ojos cerrados, como si reviviera la escena.

Javier: —Capaz deberíamos irnos una noche al campo, ¿no? A un lugar sin tanta luz... para ver bien la Vía Láctea.

Nico: —Eso sería increíble, Javi... Imaginate una noche así, sin ruido, solo nosotros y las estrellas.

Minutos más tarde, Javier fue derecho a la cocina.

Javier: —¿Querés un té? Creo que es la mejor manera de terminar la noche.

Nico: —Me encantaría. Gracias, Javi.

Mientras hervía el agua, Javier miraba por la ventana. Pensaba en cómo esa relación que empezó como algo casual, casi improbable, se había vuelto lo más valioso de sus días.

Nico, en el sofá, revisaba algunas fotos que había tomado del cielo y del patio iluminado. Las miraba con una sonrisa tonta, como un pibe después del primer beso.

Javier: —Acá está el té, che. Con miel, como te gusta.

Nico: —Sos un sol, Javi. En serio. Gracias por todo esto.


Momento de cercanía

Se sentaron juntos de nuevo en el sofá. Las tazas de té humeaban entre sus manos. La conversación bajó el tono, pero subió la profundidad.

Javier: —Nico, me alegra mucho que hayas disfrutado de la noche. Me hizo muy feliz compartir estos momentos con vos.

Nico: —Lo disfruté muchísimo, Javi. No puedo esperar para pasar más noches así con vos. —le dijo, y apoyó su cabeza en el hombro del otro.


Dormir juntos

El cansancio ya era evidente. Javier le miró los ojos y acarició el cabello de Nico.

Javier: —¿Querés que te acompañe a tu departamento?

Nico: —No, no es necesario. Pero, si querés, podemos dormir juntos acá. —sugirió con una sonrisa tímida, casi adolescente.

Se acomodaron en el sofá, bajo una manta liviana. Javier lo abrazó por la cintura, y Nico apoyó la cabeza en su pecho, buscando esos latidos que lo calmaban.

Poco a poco, el silencio los envolvió. Nico empezó a respirar más lento, hasta quedarse dormido.

Javier, aún sin dormir, le acariciaba el pelo con ternura. Cerró los ojos sintiendo el peso liviano de Nico encima y pensó que no había otro lugar en el mundo donde quisiera estar.

Los latidos del corazón de Javier eran como un arrullo para Nico. Cada uno de ellos lo anclaba en un presente seguro, como si su cuerpo supiera que ahí, en ese pecho, estaba a salvo.


Reflexión y futuro

Cuando despertaron al día siguiente, con los primeros rayos del sol colándose por la persiana, se miraron en silencio. No hacía falta decir nada. En esa mirada se leían certezas.

Estaban construyendo algo real. Algo que no necesitaba palabras grandes ni gestos exagerados. Sólo presencia, ternura y ganas. Y de eso, les sobraba.

Chapter 55: Tarde de paseo y amor

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📍Departamento de Javier – Domingo de descubrimientos – 08:10 hs

Un despertar tranquilo

La mañana siguiente llegó con la luz suave del sol filtrándose por las cortinas del departamento de Javier. El calor de la manta y el cuerpo pegado al suyo hicieron que el despertar fuera suave y placentero para Nico. Se estiró despacio y, al abrir los ojos, se encontró con Javier todavía dormido, abrazado a él.

Se movió con cuidado para no despertarlo, aunque no pudo evitar sonreír al recordar la noche anterior. La calidez del abrazo de Javier y el latido constante de su corazón habían sido un consuelo inigualable. Apoyó la frente contra su pecho unos segundos más, como queriendo capturar ese momento para siempre, y luego se levantó con sigilo.


📍Cocina del departamento – 08:25 hs

Desayuno en pareja

Nico fue hacia la cocina y puso a calentar agua. Mientras el aroma del café empezaba a llenar el ambiente, se sintió agradecido por la tranquilidad y cercanía que había encontrado con Javier. Se apoyó en la mesada, con la taza en la mano, mirando por la ventana el cielo despejado de Buenos Aires.

Javier (desde el sofá): —Mmm... ¿qué es ese olor tan rico?

Nico: —Buen día, Javi. Te preparé un cafecito.

Se acercó con una taza humeante. Javier se incorporó y la recibió con una sonrisa dormida. Nico se acomodó de nuevo a su lado. La luz de la mañana entraba a raudales, pintando la escena con una calidez serena.

Conversación y planes

Javier: —¿Cómo te sentís esta mañana?

Nico: —Genial. La verdad, la noche fue increíble.

Javier (tomando un sorbo): —Me alegra que te haya gustado. Estaba pensando que podríamos hacer algo distinto hoy. ¿Qué te parece si vamos al mercado de San Telmo? Hay ferias re copadas, seguro te va a encantar.

Nico: —Me encantaría. Nunca fui, así que me re copa la idea de ir con vos.

Terminaron el café entre risas, chistes y algunas miradas cómplices que decían más que las palabras. Luego, se prepararon para salir. El día estaba ideal: soleado pero fresco, perfecto para caminar y perderse por las calles de la ciudad.


📍Mercado de San Telmo – 11:00 hs

Exploración y nuevas experiencias

El mercado de San Telmo los recibió con su colorido habitual. Los adoquines, las sombrillas, la mezcla de música callejera y aromas tentadores los envolvieron desde el primer momento.

Javier (señalando un puesto): —Mirá, Nico, ese tiene antigüedades buenísimas. ¿Querés chusmear?

Nico (entusiasmado): —Sí, obvio. Me encantan estas cosas. Parece un museo ambulante.

Caminaron sin apuro, deteniéndose a curiosear vinilos, cámaras viejas, muñecos de colección y obras de arte. Javier compartía recuerdos de su infancia, y Nico lo escuchaba con genuino interés, riéndose de algunas anécdotas disparatadas.


📍Puesto de arte callejero – 12:15 hs

Un encuentro inesperado

En una de las esquinas del mercado, se toparon con un pintor amigo de Javier, un hombre de barba canosa y gorro de lana que vendía obras hechas con acuarelas.

Amigo de Javier: —¡Javi! ¡Qué hacés, loco!

Javier (sonriendo): —¡Nano! ¡Qué alegría verte! Che, te presento a Nico.

Amigo de Javier: —Un gusto conocerte, Nico. Javi me habló un montón de vos, eh.

Nico (estrechándole la mano): —El gusto es mío. Me encanta tu arte.

La charla fue breve pero cálida, y dejó a Nico con una sensación grata: se sentía parte del mundo de Javier.


📍Bodegón en San Telmo – 13:00 hs

Un almuerzo especial

Después de recorrer el mercado, buscaron una mesa en un bodegón de esquina con mesitas en la vereda. Pidieron empanadas de carne cortada a cuchillo, milanesas con papas fritas, y una copa de vino Malbec.

Javier: —¿Qué te está pareciendo el plan, che?

Nico (con la boca llena de empanada): —Es perfecto. Me encanta todo. La comida, el lugar… vos.

Javier (mirándolo con ternura): —Yo también la estoy pasando re bien.

Comieron tranquilos, entre bromas, confesiones suaves y miradas largas que se sostenían más allá de lo habitual.


📍Departamento de Javier – 16:10 hs

Reflexiones y conexión

Volvieron al departamento cerca de las cuatro de la tarde. El cansancio les pesaba en las piernas pero no en el ánimo. Se tiraron en el sofá con una mantita, sin necesidad de decir nada por un rato.

Javier (rompiendo el silencio): —Me gusta cómo se están dando las cosas entre nosotros. Me hacés sentir... liviano. Como si todo fuera más simple.

Nico (apoyando la cabeza en su hombro): —Yo también siento algo parecido. Nunca me sentí tan cómodo con alguien. Me hacés bien, Javi.

Javier (tomándole la mano): —¿Sabés qué me gusta de vos? Que sos honesto. Y dulce. Y tenés ese olorcito a chocolate con canela que me vuelve loco.

Nico se rió bajito, sonrojado. Desde que supieron que él era un omega y Javier un alfa, habían empezado a prestar atención a los aromas. El de Nico, cálido y dulce. El de Javier, cuero y madera, profundo, envolvente. Sin necesidad de palabras, sabían que eso también los unía.

Se abrazaron en el sofá y se quedaron así, mirando el techo, sintiendo el cuerpo del otro, respirando al mismo ritmo.

Estaban construyendo algo real. Y lo sabían.

Chapter 56: Paz entre sus brazos

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📍Departamento de Javier – 17:30 hs

Una Tarde Tranquila

Después de un día de exploración y descubrimiento, Javier y Nico regresaron al departamento de Javier, que ahora se sentía aún más acogedor tras sus aventuras por el mercado y el almuerzo. La tarde caía lentamente, y el cielo se teñía de tonos dorados, anaranjados y violáceos. El aire entraba por la ventana con una tibieza suave, envolviendo el lugar con un clima de fin de jornada perfecto.

Ambos estaban cansados pero felices, y decidieron relajarse en el sofá. Javier encendió una lámpara de luz cálida y puso algo de música instrumental suave, creando un ambiente ideal para descansar. Sobre la mesa ratona, una vela encendida dejaba escapar un aroma a vainilla y madera que se mezclaba con el perfume natural de ellos dos: cuero con notas amaderadas en Javier, chocolate y canela en Nico.


Cine y Comodidad

Javier:¿Te pinta ver una peli o alguna serie? Tengo varias cosas en la lista para maratonear.

Nico:Dale, me re copa. ¿Qué tenés en mente?

Javier:Había pensado en “Lupin”. Tiene acción, misterio...

Javier agarró el control remoto y puso el primer episodio. Nico se acurrucó a su lado en el sofá, tapándose con una manta suave que habían dejado a mano. Las piernas entrelazadas, los cuerpos pegados. El ritmo de la serie era envolvente, pero el verdadero centro de atención para ambos era el calor del otro.

El silencio se volvía cómplice, interrumpido cada tanto por algún comentario al oído, alguna risa baja, o el sonido del vino sirviéndose en las copas.

Javier:No puedo creer lo rápido que se pasó el día. Me hace bien tener este tiempo con vos.

Nico:A mí también. Siento que estoy exactamente donde tengo que estar.


Somnolencia dulce

La calidez del sofá, la respiración de Javier, el murmullo de la televisión y el peso de la manta fueron demasiado tentadores. Nico fue cerrando los ojos de a poco, hasta que cayó dormido con la cabeza apoyada en el pecho de Javier.

Javier:¿Tenés sueño, Nico? –le preguntó el alfa, notando cómo se hundía más en él.

Nico:Un poquito... pero estoy tan cómodo acá...–murmuró con voz ronca, casi entre sueños.

Sus latidos se acompasaron. La respiración de Nico era suave, profunda, mientras un leve ronquido escapaba del omega ocasionalmente. La escena parecía suspendida en un tiempo ajeno, tibio, perfecto.


Un Abrazo Protector

Javier bajó el volumen del televisor y bajó también su cuerpo, acomodándose aún más cerca de Nico. Le acarició el pelo con ternura y dejó un beso lento en su frente.

Javier:Qué hermoso sos... –susurró, más para sí mismo que para Nico.

La mano de Nico, incluso dormido, buscó instintivamente la cintura de Javier. Se quedaron así, envueltos en una paz callada que no pedía nada, más que permanecer.


Reflexiones y Decisiones

Mientras Nico dormía, Javier dejó que su mente divagara. Pensó en lo que estaban construyendo, en lo inesperado que había sido todo, y en lo bien que encajaban sus días cuando estaban juntos.

Se imaginó a sí mismo cocinando para Nico, viajando con él, compartiendo mañanas tranquilas y noches de vino y películas. Y en ese imaginario, todo tenía sentido.

Javier:Cuando te despiertes, te voy a proponer que nos tomemos un finde en la costa. Vos y yo, sin distracciones –dijo en voz baja, como si con eso ya lo decretara.

La cabeza de Nico quedó apoyada en el pecho de Javier, justo sobre su corazón, y su aroma se mezcló con el del alfa —cuero con notas amaderadas— en un silencio denso, protector, casi sagrado.


Un alfa atento

Javier no se movió. Se limitó a abrazarlo con firmeza, como si pudiera custodiarle los sueños. Le acomodó un poco la manta y le acarició el pelo con ritmo pausado. La paz de Nico, ese entregarse sin miedo, lo llenaba de ternura. Era una de esas pequeñas escenas en las que uno se da cuenta de que algo grande está pasando.

Casi sin pensarlo, Javier bajó el volumen de la tele. La serie siguió, pero ya no importaba tanto. Lo que quería era retener ese instante.


Despertar y Confidencias

Después de un rato, Nico se desperezó con suavidad. Abrió los ojos, desorientado por un segundo, hasta que vio a Javier mirándolo desde tan cerca.

Nico:¿Me quedé dormido, no?

Javier:Sí, pero tranqui. Estás en buenas manos –respondió, acariciándole una mejilla con el dorso de la mano.

Nico:Gracias por estar acá. Me hace bien, ¿sabés? Como si por fin pudiera aflojar sin miedo.

Javier:Lo mismo me pasa con vos. No sé si es magia, química o casualidad, pero me gusta lo que estamos creando.


Planificación para el Futuro

Ya despiertos y abrazados, decidieron pedir algo de comida por delivery. La serie seguía corriendo de fondo, pero la verdadera historia era la que estaban escribiendo con cada gesto.

Hablaron de sus próximas salidas, de las ganas de hacer un picnic en el Rosedal, de llevar a Nico a ver un show de jazz que a Javier le fascinaba. Todo se sentía posible.

La tarde dio paso a una noche suave, sin sobresaltos, con el aroma del café volviendo a llenar el ambiente y las promesas de nuevas páginas por escribir. Entre ellos, todo parecía empezar.

Nico:Gracias por estar, Javi. Me hacés sentir tan bien… como si no me faltara nada –murmuró, apoyando otra vez la cabeza contra su pecho.

Javier:No quiero que te falte nunca nada. De verdad.

Chapter 57: Confidencias y nuevos planes

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📍Departamento de Nico, Parque Patricios – Un Sábado templado y dulzón

Habían pasado dos semanas desde la última vez que se vieron en persona. Dos semanas intensas, agotadoras, repletas de reuniones, discursos, decisiones urgentes y enfrentamientos ideológicos. Javier, en su rol presidencial, había atravesado jornadas maratónicas marcadas por la tensión social, la presión de los medios y las internas palaciegas. Nico, por su parte, había defendido con uñas y dientes sus posiciones en el Congreso, debatiendo con pasión, a veces con bronca, siempre con lucidez.

Y, sin embargo, entre proyecto y sesión, entre cadena nacional y cruce en comisión, se las habían arreglado para no soltarse del todo. No hubo un solo día sin un mensaje, una nota de voz, un meme, un “¿Cómo vas?”, acompañado de algún apodo lindo. No se vieron, pero se pensaron. Se extrañaron. Se esperaron.

Esa tarde, por fin, estaban juntos otra vez. El reencuentro había sido sencillo, sin demasiadas palabras: un abrazo largo en la puerta del departamento de Nico, un beso sostenido y el alivio de volver al cuerpo del otro. Y ahora, en la intimidad de la sala, el sol del atardecer los acariciaba a través de las cortinas, tiñendo todo de un dorado melancólico.


El Atardecer en Parque Patricios

Javier y Nico estaban recostados en el sofá, las piernas entrelazadas y el corazón tranquilo. Habían pausado la serie hacía rato, dejándola de fondo como si fueran dos adolescentes en su primera cita. La paz no les resultaba incómoda; al contrario, hablaba por ellos.

Javier: –Che... ¿te puedo preguntar algo? –dijo de repente, con voz baja, como si no quisiera espantar la calma.

Nico: –Claro. Preguntá lo que quieras –respondió con una sonrisa perezosa, sin abrir del todo los ojos.

Javier: –¿Cómo te estás sintiendo con todo esto... con nosotros?

Nico: –Me siento bien, Javi. Muy bien. A veces pienso que no tengo ni idea en qué se va a transformar esto, pero lo único que sé es que me hace bien. No quiero perderlo ni loco.

Javier: –Yo también. No quiero apurarte ni presionarte, pero me gustás. Me gustás mucho. Y me encanta lo que estamos armando, incluso con todo el quilombo alrededor.

Nico: –Con vos, hasta el quilombo tiene sentido.

Se miraron, y en ese cruce de ojos había una verdad muda, serena. No hacía falta más.


Planeando el Futuro

Javier: –¿Y si cocinamos algo rico? Algo tranqui, como para festejar que sobrevivimos estas dos semanas sin colapsar ni dejar de querernos.

Nico: –Dale. Pasta y vino. Clásico, seguro, infalible.


Cocinando Juntos

Mientras el agua hervía y el ajo doraba en la sartén, los dos se movían como si lo hubieran hecho toda la vida. Nico revolvía la salsa con gesto concentrado, mientras Javier ponía música y destapaba una botella de Malbec.

Nico: –El olor a ajo es felicidad pura. Deberían hacer velas con este aroma.

Javier: –Anotado para sorprenderte cuando cumplamos medio año. O antes, si me da la ansiedad.

La cocina se llenó de risas, aromas y esa sensación de hogar que no depende del espacio, sino de la compañía.


Una Cena con Brindis

Sentados frente a la mesa, con platos humeantes y copas llenas, la conversación fluyó entre anécdotas políticas, recuerdos de la infancia y confesiones que, de a poco, iban construyendo una intimidad cada vez más sólida.

Javier: –Quiero brindar. Por nosotros. Por el deseo. Y por tener el coraje de seguir esto, incluso cuando todo afuera sea un quilombo.

Nico: –Por nosotros. Y por lo que se viene. Que sea lo que tenga que ser, pero que nos encuentre juntos.

El sonido del brindis fue como una música chiquita que sellaba algo sin nombre, pero no por eso menos real.


Un Sueño Compartido

Volvieron al sofá, esta vez con una manta compartida y la copa medio llena. La serie seguía, pero ya no la miraban. Javier se fue rindiendo al cansancio primero. Apoyó la cabeza en el regazo de Nico y cerró los ojos sin miedo. Nico lo acariciaba en silencio, como quien cuida un secreto.

Al rato, Nico también se entregó al sueño. Se recostó, sin despegarse del otro, y quedaron envueltos en una calma casi sagrada. Desde afuera, si alguien los viera, pensaría que eran dos tipos más durmiendo. Pero para ellos, ese abrazo compartido era una forma de decir: “Estoy acá, no me voy”.

Y así, en una noche sin sobresaltos, con el aroma del ajo aún flotando en el aire y el murmullo lejano de Buenos Aires colándose por la ventana, Javier y Nico se durmieron sabiendo que lo importante no era tener todo resuelto, sino seguir eligiéndose, incluso en el caos.

Chapter 58: Un paseo de cuatro patas

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📍Departamento de Nico, Parque Patricios – 10:00 hs

La Mañana Después

El sol de la mañana entraba tímidamente a través de las ventanas, llenando el departamento de Javier con una luz suave y acogedora. El aire olía a sábanas tibias, a descanso reciente. Nico fue el primero en despertarse, con la cabeza aún descansando en el pecho de Javier, quien seguía profundamente dormido. Los latidos del corazón de Javier, constantes y reconfortantes, habían sido el ancla que lo mantuvo relajado durante la noche.

Nico levantó la vista para observarlo. Tenía la barba apenas crecida, la expresión completamente entregada al sueño, y una mano reposaba sobre su cadera, como si aún durmiera abrazándolo. Hubo un momento en el que pensó en cómo la vida los había llevado hasta allí, a ese sofá compartido, a esa ternura sencilla. Cómo, a pesar de sus diferencias, estaban construyendo algo tan hermoso y sincero. Y cómo, por primera vez en mucho tiempo, no sentía que tenía que estar a la defensiva con alguien.


Despertando a Javier

Nico:Buenos días, dormilón.

Javier:Buenos días... —murmuró Javier, aún adormilado, antes de devolverle una sonrisa perezosa —¿Cómo dormiste?

Nico:Como un bebé, gracias a vos. —respondió Nico, inclinándose un poco para darle un suave beso en la frente.

Javier se estiró perezosamente, soltando un suspiro largo que sonó más a placer que a cansancio. Se incorporó despacio, con el pelo alborotado y los ojos entrecerrados, y miró a Nico con una mezcla de afecto, ternura y una pizca de admiración.

Javier:Me alegra. A mí también me ayudaste a dormir mejor.

Nico no respondió enseguida. Lo miró un momento más y, en silencio, le acarició la mejilla con el dorso de los dedos, como queriendo confirmar que sí, que estaba ahí, que era real.


Una Idea para la Tarde

Después de un desayuno tranquilo —pan tostado con palta, huevos revueltos y jugo de naranja—, Javier se encontraba preparando café en la cocina mientras Nico estaba en el sofá, viendo distraídamente un programa de concursos en la televisión. Fue entonces cuando Javier, con la taza en la mano y una sonrisa en los labios, tuvo una idea.

Javier:¿Qué te parece si llevamos a los perros a dar un paseo esta tarde? Creo que les vendría bien un poco de aire fresco, y a nosotros también.

Nico se iluminó de inmediato. Había traído a su perro, un mestizo negro llamado Moro, para quedarse con él durante el fin de semana, y la idea de compartir una tarde al aire libre con Javier y sus perros le pareció perfecta.

Nico:Me parece genial. A Moro también le vendría bien una buena caminata. Está medio perezoso últimamente.

Javier:Entonces es un plan. Vamos al Parque Lezama, es amplio y a los perros les encanta. —asintió, dándole un sorbo al café y cruzando la mirada con Nico, como quien comparte una complicidad silenciosa.


Preparativos para el Paseo

Después del desayuno, ambos se alistaron. Javier eligió una remera gris clara y jeans cómodos, mientras que Nico optó por una remera blanca de algodón y unas bermudas de jean gastadas, perfectas para el clima cálido de mediados de Septiembre.

Cuando estuvieron listos, se encargaron de preparar a los perros. Javier sacó las correas de Conan, Murray, Lucas, Milton y Robert, sus cinco bullmastiffs que, al verlas, comenzaron a menear las colas con una emoción casi infantil. Uno de ellos incluso ladró una sola vez, como si quisiera apurar la salida.

Nico, por su parte, también preparó a Moro, quien, al notar la energía de la manada, empezó a dar vueltas y a emitir pequeños quejidos ansiosos.

Javier:Parece que nuestros hijitos están listos para el paseo.

Nico:¡Listos y emocionados! Y eso que todavía no vieron los árboles.

Salieron del departamento con correas en mano, una mezcla de entusiasmo, movimiento y torpeza alegre. Javier lideraba la procesión con cuatro perros, y Nico iba justo detrás con Moro y el más joven de los bullmastiffs, Robert, que aún tironeaba como si el parque se le fuera a escapar.


📍Parque Lezama – 15:15 hs

Llegaron al Parque Lezama en pocos minutos. El aire tenía olor a pasto cortado, a primavera anticipada, y los árboles ya comenzaban a vestirse de verde. El lugar tenía esa calma de domingo que parece alentar el corazón.

Liberaron a los perros en una zona arbolada. Los bullmastiffs se dispersaron con potencia y torpeza adorable, mientras Moro corría entre ellos, ágil y burlón, como si jugara a esquivar gigantes.

Javier y Nico caminaron tranquilos por los senderos de tierra, bajo la sombra amable de los plátanos.

Javier:¿Sabés? Nunca pensé que alguien me convenciera de hacer cosas tan... normales.

Nico:¿Te referís a pasear perros y disfrutar del día?

Javier:Sí. Siempre estuve tan enfocado en mi trabajo, en mis metas, que me olvidé de lo que era disfrutar de las pequeñas cosas.

Nico:Me alegra poder compartir estas cosas con vos, Javi. A veces, lo más simple es lo más valioso. —le dijo, rozándole los dedos por encima, sin necesidad de buscar más contacto que ese gesto breve.


Momento de Relajación

Después de caminar un buen rato, encontraron un banco en una zona tranquila, con vista a un cantero de flores. Se sentaron en silencio, los perros aún jugando a la distancia. Javier se reclinó hacia atrás, cerrando los ojos un momento. Su cuerpo se aflojaba en esa quietud rara, como si recién ahí se permitiera respirar completo.

Nico, a su lado, lo observaba. Pensó en cómo le gustaba ese contraste: la fuerza pública de Javier, su rol político tan visible, y esa vulnerabilidad tranquila que sólo aparecía en la intimidad. Había algo profundamente bello en esa coexistencia.

Javier:¿En qué pensás?

Nico:En vos, en nosotros... en lo bien que me siento.

Javier:Yo también me siento bien, Nico. Y quiero que siga así.

Nico asintió, y esta vez fue él quien apoyó su cabeza sobre el hombro de Javier. El silencio se volvió abrigo.


📍Departamento de Nico, Parque Patricios – 18:00 hs

De Vuelta a Casa

Al atardecer, llamaron a los perros, que volvieron exhaustos, con las lenguas afuera y la alegría aún vibrando en sus cuerpos. El cielo se teñía de rosa y naranja, y las luces del parque comenzaban a encenderse.

Mientras regresaban al departamento, Nico sintió que el paseo no había sido solo para los perros. Ellos también habían salido de sí, se habían oxigenado, se habían permitido pertenecer.

Una vez en casa, dieron agua a los animales, acomodaron correas, y luego se tiraron en el sofá como si el día les pesara dulcemente en la espalda.

Con los perros roncando cerca y la luz del atardecer atravesando las cortinas, Javier tomó la mano de Nico y la besó sin decir nada. Un gesto breve. Preciso. Como si dijera: "Acá estoy".

Y Nico, sin soltarle la mano, cerró los ojos. Porque en ese lugar, en ese sofá, en ese Domingo cualquiera, todo estaba bien.

Chapter 59: La evolución del cariño

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📍Departamento de Nico – Ese mismo Domingo – 19:48 hs

La tarde se deslizaba hacia la noche, y mientras la luz del atardecer se desvanecía en el horizonte, Javier y Nicolás seguían acurrucados en el sofá. Los perros dormían plácidamente a sus pies, exhaustos después de la larga caminata en el parque.

Javier observaba a Nico, quien, medio adormilado, estaba recostado contra su pecho, con la cabeza apoyada en su hombro. No podía evitar sonreír al sentir la calidez de su cuerpo contra el suyo. Había algo tan natural y reconfortante en ese momento, como si todo en el mundo estuviera en su lugar.

Nico, con los ojos cerrados, disfrutaba del suave ritmo del corazón de Javier. Podía escuchar el latido constante bajo su oreja, y eso lo mantenía en un estado de calma absoluta, algo que nunca había experimentado de esta manera. El vínculo entre ellos se estaba fortaleciendo, y se sentía más cercano a Javier que nunca.


El Primer Apodo Cariñoso

Javier se dio cuenta de que Nico estaba completamente relajado, y sin poder evitarlo, sintió el impulso de expresar lo que sentía de una manera más íntima. Con una sonrisa tierna, acarició el cabello de Nico y susurró suavemente:

Javier: –Mi vida... ¿te estás quedando dormido?

Nico abrió los ojos lentamente, sorprendido por el nuevo apodo que Javier acababa de usar. Nunca antes lo había llamado de esa manera, y escuchar esas palabras tan cariñosas hizo que su corazón diera un vuelco.

Nico: –No... solo estoy muy cómodo. —levantó la vista para encontrar los ojos de Javier— ¿Cómo me llamaste?

Javier se sonrojó un poco, pero no apartó la mirada. En cambio, decidió ser honesto.

Javier: –Mi vida. Me salió sin pensarlo, pero creo que te queda bien.

La voz le salió cargada de un cariño genuino. Nico sintió un calor agradable en el pecho al escuchar esas palabras. Sonrió ampliamente y se acercó un poco más a Javier, acomodándose en su pecho.

Nico: –Me gusta. Me gusta mucho, Javi.

Sentía que ese apodo tenía un significado especial, como si confirmara la conexión profunda que estaban construyendo.


Más Cerca que Nunca

La noche continuó, y mientras la luna se alzaba en el cielo, Javier y Nico seguían hablando en voz baja, disfrutando de la tranquilidad del momento. La conversación fluyó de manera natural, pasando de temas serios a bromas ligeras, con Javier llamando a Nico "mi vida" varias veces, cada vez con más naturalidad.

Nico, por su parte, sintió el deseo de corresponderle con un apodo cariñoso. Lo miró, viendo la forma en que la luz suave de la lámpara destacaba los rasgos de Javier, y pensó en algo que capturara lo que Javier significaba para él.

Nico: –Sos como... mi león. —dijo de repente, con una mezcla de ternura y picardía.

Javier se sorprendió, no esperando que Nico lo llamara de esa manera, pero al mismo tiempo sintió una calidez indescriptible en el corazón. Se había autoproclamado como un "león" muchas veces, pero escuchar a Nico llamarlo así, con tanto afecto, le daba un nuevo significado.

Javier: –¿Tu león, eh? —respondió con una sonrisa que iluminaba su rostro.

Nico: –Es que lo sos. Fuerte, protector... y también tierno. —acarició suavemente el pecho de Javier mientras lo decía.

Javier no pudo resistirlo más. Se inclinó y besó a Nico en la frente, sosteniéndolo con aún más firmeza.

Javier: –Si soy tu león, entonces vos sos mi vida.

El tono de su voz mezclaba seriedad y dulzura, y Nico sintió que esas palabras lo envolvían como un abrigo.


📍Dormitorio – Lunes – 00:11 hs

Finalmente, ambos decidieron que era hora de ir a dormir. Se levantaron del sofá y, con los perros ya acomodados en sus lugares habituales, se dirigieron a la habitación. Como aquella noche anterior, se metieron en la cama juntos, con Javier rodeando a Nico con su brazo, como un león protegiendo a su más preciado tesoro.

Nico, sintiendo el calor del cuerpo de Javier y escuchando una vez más los latidos de su corazón, se dejó llevar por un sopor agradable.

Nico: –Buenas noches, mi león. —murmuró, medio dormido.

Javier: –Buenas noches, mi vida. —besó suavemente la cabeza de Nico antes de cerrar los ojos.

Los dos se quedaron dormidos rápidamente, en una noche que marcó un nuevo capítulo en su relación, donde los apodos cariñosos ya no eran solo palabras, sino una expresión de lo que sentían profundamente el uno por el otro.

Chapter 60: Una mañana inolvidable

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📍Dormitorio de Nico – Lunes a la mañana temprano – 07:58 hs

El Primer Rayo de Sol

El sol apenas comenzaba a asomar en el horizonte cuando el silencio en el departamento de Nico fue interrumpido por el sonido suave de los pájaros cantando afuera. Los primeros rayos se colaban a través de las cortinas de lino claro, bañando la habitación en una luz dorada, cálida y algo mágica. Todo el espacio olía a descanso, a sábanas tibias y sueños compartidos.

Nico fue el primero en abrir los ojos. Aún medio dormido, lo primero que percibió fue el abrazo protector de Javier. Dormía profundamente a su lado, con el brazo envuelto aún alrededor de su cintura, como si su cuerpo supiera, incluso en el sueño, que debía retenerlo. Sentir su respiración pausada contra la espalda le hizo sonreír. No recordaba la última vez que se había sentido tan en paz al despertar.

No quiso moverse enseguida. Se quedó ahí, inmóvil, como si intentar capturar ese momento con la quietud pudiera alargarlo. Cerró los ojos de nuevo, escuchando los latidos de Javier, latiendo firmes y constantes bajo su oreja. Y por un instante, el mundo se redujo a eso: un corazón que latía por él.


Un Despertar Dulce

Cuando el calor del sol empezó a templar la habitación, Nico supo que ya era hora de levantarse. Pero lo hizo con cuidado, con una lentitud casi reverencial. Se giró apenas, quedando de frente a Javier. Le dio un beso suave en la mejilla, más una caricia que un llamado.

Javier se movió ligeramente. Murmuró algo ininteligible entre sueños y parpadeó varias veces antes de abrir los ojos. Cuando finalmente los fijó en Nico, su expresión fue la de quien encuentra algo exactamente donde lo dejó: segura, serena, feliz.

Javier:Buen día, mi vida... —susurró con voz aún ronca por el sueño.

Nico:Buen día, mi león. —respondió con una sonrisa perezosa, acurrucándose más— ¿Dormiste bien?

Javier:Mejor que nunca. —se estiró apenas, pero sin soltarlo— ¿Vos?

Nico:Como un bebé. —bromeó, cerrando los ojos un segundo más— No sé cómo lo hacés, pero me hacés sentir tan tranquilo.

Javier sonrió y le revolvió el pelo con una mano, con ternura.

Javier:Es porque estás conmigo. —lo dijo en broma, pero había algo real en ese fondo. Algo que a Nico no se le escapó.


📍Cocina – 08:45 hs

El Desayuno de los Enamorados

Después de unos minutos más entre caricias y risas suaves, se levantaron con pereza compartida. En la sala, los seis perros comenzaban a desperezarse también, algunos con bostezos largos, otros acercándose a la puerta como si intuyeran que la actividad del día estaba por comenzar.

Javier se adelantó hacia la cocina, todavía descalzo, con el torso al descubierto y el cabello alborotado. Nico lo observó desde la puerta con una ternura que no necesitaba palabras. Había algo profundamente íntimo en ver a alguien preparar el desayuno así, sin esfuerzo, sin pretensión.

Javier:¿Qué te gustaría desayunar, mi vida? —preguntó mientras abría la heladera, espiando su contenido con atención distraída.

Nico:Lo que sea está bien, con tal de que lo preparemos juntos. —contestó acercándose para apoyarse contra el marco de la puerta.

Javier:Entonces... ¿qué te parece unas tostadas con jamón y queso, y unos huevos revueltos? —sugirió, empezando a sacar los ingredientes.

Nico:Suena perfecto. —tomó una sartén y comenzó a batir los huevos con la naturalidad de quien empieza a sentirse en casa.

Mientras cocinaban, la cocina se llenó del aroma tibio del desayuno: pan tostado, manteca derritiéndose, café recién hecho. Las palabras entre ellos fluían con la misma suavidad que los movimientos de sus cuerpos. Se reían, se pasaban utensilios, se rozaban los dedos de manera casual pero significativa.


📍Mesa de la cocina – 09:10 hs

Un Momento Especial

Se sentaron en la mesa pequeña de la cocina, con dos tazas de café humeante y los platos servidos frente a ellos. Afuera, la ciudad comenzaba a despertar, pero ahí dentro todo seguía siendo una burbuja de calma. El silencio que los envolvía no tenía peso ni tensión: era una forma de compañía que hablaba por sí sola.

Después de unos minutos, Javier se inclinó y le dio un beso suave a Nico en los labios. No fue un gesto apresurado ni calculado: fue una confirmación silenciosa.

Javier:Sabés... nunca pensé que disfrutaría tanto de un desayuno. —dijo, con una sonrisa tranquila.

Nico:Yo tampoco. —respondió bajito, sosteniéndole la mirada— Pero con vos, hasta lo más simple se vuelve especial.


📍Living del departamento – 09:40 hs

Planes para el Día

Cuando terminaron de desayunar y de ordenar la cocina, se tiraron juntos en el sofá, con los perros dormitando a sus pies como si también agradecieran esa mañana sin sobresaltos.

Javier:¿Qué te parece si salimos a caminar más tarde? Podríamos llevar a los perros al parque de nuevo o incluso ir a tomar un café por ahí. —le propuso mientras le acariciaba la mano distraídamente.

Nico:Me parece una idea genial, Javi. —respondió, sin soltarle la mano— Aunque... ¿y si les damos un paseo en auto primero? Podríamos ir a algún lugar un poco más alejado. Algo que no hagan muy seguido.

Javier asintió lentamente, imaginando rutas tranquilas, algún lugar verde, quizás un café escondido con patio.

Javier:Entonces es un plan. Vamos a darle una mañana especial a los chicos. —dijo, mirando de reojo a los perros, que al escuchar la palabra “paseo” levantaron las orejas.

Ambos se levantaron para empezar a alistarse, todavía intercambiando sonrisas y miradas cómplices. El día prometía ser hermoso, no porque tuvieran grandes planes, sino porque habían decidido vivirlo juntos. A su modo, a su ritmo.

Y en ese modo, lo más simple se convertía en inolvidable.

Chapter 61: Un día para recordar

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📍Departamento de Nico – Lunes, más tarde – 10:15 hs

Preparándose para un Día Especial

Después de decidir que pasarían el día juntos paseando con los perros, Nico y Javier comenzaron a prepararse para salir. El sol matutino ya se filtraba tímidamente por las ventanas del departamento, llenando de luz cálida y suave cada rincón. En habitaciones separadas, el sonido de cajones abriéndose, perchas desplazándose y telas frotándose contra la piel marcaban el ritmo de una rutina compartida.

Nico, frente al espejo, se detuvo un momento. Sostenía una camiseta entre las manos, pero sus ojos se habían desenfocado, fijos en su propio reflejo. Una sonrisa leve, apenas insinuada, se dibujó en sus labios al recordar los últimos días junto a Javier. Sentía una energía distinta dentro del pecho, como un fuego bajo que lo envolvía sin quemar.

Nico: "¿Cómo llegamos hasta acá tan rápido?", pensó, mientras pasaba una mano por su cabello aún revuelto. "Sea como sea, no quiero que esto se termine. Con él, siento que todo tiene sentido."

Del otro lado del departamento, Javier se ponía su campera frente a la ventana del dormitorio. El reflejo del vidrio le devolvía una imagen que conocía bien, pero esa mañana había algo distinto en sus ojos. Algo más calmo, más abierto. Se detuvo un segundo a ajustar el cuello, y luego se quedó quieto, contemplando el cielo limpio que se extendía más allá de los edificios.

Javier: "Nunca pensé que alguien como Nico pudiera llegar a importarme tanto." Ajustó el cierre de la campera con un gesto mecánico, aunque su mente estaba en otro lugar. "Pero acá estamos... Y no quiero que esto cambie. Quiero cuidarlo, quiero que se sienta seguro conmigo. Quiero... Quiero amarlo."

Con esas emociones aún palpitando en el pecho, Javier salió de su habitación al mismo tiempo que Nico. Se encontraron en el pasillo como si hubieran ensayado ese encuentro, sonriendo al instante, como si cada gesto ya empezara a tener el ritmo del otro.

Javier:¿Listo para salir, mi vida? —preguntó, rompiendo el silencio con una calidez suave.

Nico:Listo, Javi. —respondió él, sintiendo un calor reconfortante al escuchar ese apodo. Era una palabra sencilla, pero cargada de una ternura que lo desarmaba por dentro.


📍Auto en ruta hacia el parque – 11:05 hs

El Paseo de la Mañana

Con los perros dando saltitos de emoción, salieron del departamento y bajaron hacia la calle. Javier había decidido llevarlos a un parque más grande, a las afueras de la ciudad, donde el verde no estaba tan contaminado por el ruido y las urgencias porteñas.

El viaje en auto fue tranquilo. En el asiento trasero, los perros iban medio dormidos, medio alertas, como si presintieran que les esperaba una mañana inolvidable. En el estéreo sonaba una playlist suave que Nico había puesto sin pensar demasiado. Las canciones llenaban los silencios con una dulzura que parecía envolver todo.

En el asiento del acompañante, Nico miraba por la ventana. Observaba los árboles pasar, las esquinas, los carteles. Pero en realidad, estaba repasando todo lo vivido con Javier desde la primera vez que se cruzaron. Su pecho se llenaba de preguntas silenciosas.

Nico: "¿Qué soy para él realmente? Sé que hay algo más que una simple atracción... ¿Pero será suficiente para Javier?" Sintió una puntada leve de inseguridad que intentó calmar con una sonrisa disimulada mientras giraba levemente la cabeza para mirarlo.

Javier, concentrado en el camino pero plenamente consciente de la presencia de Nico al lado, sentía cómo su cuerpo se relajaba con cada kilómetro. Era como si manejar con él cerca tuviera un efecto balsámico. Algo que no necesitaba palabras para funcionar.

Javier: "Esto es lo que quiero. No necesito nada más que estar con él. Nico es... más de lo que podría haber imaginado." Se le escapó una sonrisa al pensarlo, sin decirlo.

Al llegar, el parque los recibió con un cielo limpio y una brisa fresca. Había olor a tierra húmeda, a pasto pisado, a árboles antiguos. Javier soltó a sus tres perros, y Nico hizo lo mismo con el suyo. En segundos, los cuatro corrían con alegría desbordante, entre ladridos y carreras circulares.


📍Parque Costanera Sur – 11:40 hs

Un Momento de Paz

Caminaron un rato entre los senderos de tierra, cruzándose con otras personas, pero sin detenerse mucho. Cada paso juntos parecía reafirmar la decisión tácita de estar ahí, en ese momento, el uno con el otro.

Después de media hora, encontraron un banco de madera bajo un árbol enorme, con ramas que se extendían como brazos protectores. Se sentaron allí, respirando hondo, sintiendo el cuerpo algo cansado pero pleno. Los perros jugaban más lejos, felices.

Javier pasó un brazo por los hombros de Nico, sin decir nada. Sólo lo atrajo hacia sí, con un movimiento lento y decidido. Nico se acomodó sin resistencia, apoyando la cabeza en su hombro y cerrando los ojos.

Javier:Es un buen lugar, ¿no? —comentó al cabo de un rato, casi en un susurro.

Nico:Es perfecto. —respondió él, abriendo los ojos y mirando a Javier. —Me encanta pasar tiempo con vos así.

Javier sonrió. Había una ternura infinita en la forma en que lo decía. Como si esas palabras no fueran sólo para elogiar el momento, sino también una confesión velada. Lo miró un segundo más, y luego le besó la frente con cuidado.

Javier:A mí también, mi amor. —dijo, sin pensarlo demasiado. Fue espontáneo. Natural.

Nico sintió un estremecimiento sutil. Nunca antes lo había llamado así, y sin embargo, no le sonó extraño. Al contrario, se sintió visto. Nombrado. Querido. Levantó la vista con una sonrisa ancha, los ojos brillosos por la emoción contenida.

Nico:Javi... —empezó a decir, pero se detuvo. No encontraba palabras.

Javier:No hace falta que digas nada, Nico. —le acarició la mejilla con la yema de los dedos, con ese gesto que ya era de ellos. —Estamos bien. Esto está bien.


📍Regreso en auto – 13:00 hs

Regresando al Hogar

Tras un buen rato más de aire puro, juegos y silencios compartidos, decidieron volver. Los perros ya se notaban rendidos pero felices. Subieron al auto sin protestar, como niños después de un día de playa.

El camino de regreso fue apacible. El sol comenzaba a bajar, tiñendo todo de dorado. Javier y Nico iban en silencio, pero sus manos se entrelazaban sobre el apoyabrazos como si eso fuera más elocuente que cualquier conversación.

📍Departamento de Nico – 13:45 hs

Ya en casa, los perros se echaron en sus lugares habituales, y ellos se dejaron caer sobre el sofá como si el día les pesara dulcemente en el cuerpo. Javier se recostó primero, extendiendo un brazo para invitar a Nico a acomodarse con él.

Nico aceptó sin dudarlo. Apoyó su cabeza en el pecho de Javier, escuchando el latido calmo que ya empezaba a conocer de memoria.

Nico:¿Sabés algo? No quiero que este día termine. —dijo, con la voz amortiguada por la tela de su remera.

Javier:No tiene por qué terminar. Podemos seguir así todo el tiempo que quieras. —respondió Javier, besándole con delicadeza la coronilla.

Y así quedaron, fundidos en un silencio pleno, con la luz de la tarde apagándose lentamente a través de las cortinas. Todo lo que necesitaban estaba ahí: dos cuerpos, una promesa tácita, y una paz que no pedía explicaciones.

Chapter 62: En el refugio del amor

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📍Living del departamento de Nico – 18:35 hs

Con el sol cayendo lentamente en el horizonte, la luz dorada que bañaba el departamento de Nico comenzó a apagarse, dando paso a un resplandor anaranjado que llenaba el ambiente de una calma reconfortante. Nico y Javier seguían acurrucados en el sofá, disfrutando del sosiego que se había instaurado entre ellos. Los perros, tranquilos después del paseo, descansaban cerca, completando la escena de quietud doméstica.

Javier, con su brazo alrededor de Nico, experimentaba una paz que no recordaba haber sentido en mucho tiempo. El latido constante del corazón de Nico, tan cerca del suyo, lo hacía sentirse en sintonía, como si sus cuerpos se hubieran adaptado naturalmente a la presencia del otro.

Javier: “Esto... Esto es lo que siempre quise. Nunca pensé que lo encontraría en alguien como él.”

Por su parte, Nico, con la cabeza aún apoyada en el pecho de Javier, escuchaba ese ritmo firme y confiable que lo tranquilizaba más y más. El sonido le recordaba lo vivo que estaba ese amor, lo real que era, y cómo lo hacía sentir seguro, protegido, querido.

Nico: “Podría quedarme así para siempre. Con él, todo lo demás parece desvanecerse. No hay miedo, no hay inseguridades... Solo él y yo, juntos.”


La sombra de la noche

Mientras el atardecer daba paso a la noche, Nico comenzó a sentir cómo el cansancio del día se instalaba en su cuerpo. No era solo físico; era también un agotamiento emocional, ese que aparece cuando por fin te permitís dejar caer todas las barreras y te entregás por completo al presente.

Javier, notando cómo Nico se relajaba más y más, sonrió suavemente. Sabía que se estaba quedando dormido, y no quería interrumpir ese descanso. Lo abrazó con más firmeza, atrayéndolo aún más hacia él, como si pudiera protegerlo de todo lo que acechaba afuera.

Javier:Mi amor… —murmuró, casi en un suspiro, mientras acariciaba suavemente el cabello de Nico—. Dormí tranquilo. Estoy acá con vos.

Nico, ya casi dormido, escuchó esas palabras y sintió una oleada de calidez que le recorrió todo el cuerpo. No quería moverse. No quería que ese momento terminara. Se dejó llevar, entregándose al sueño mientras el sonido del corazón de Javier lo arrullaba hacia un descanso profundo y reparador.


Los pensamientos de Javier

Con Nico dormido en sus brazos, Javier quedó mirando el techo, los pensamientos dispersos en la penumbra. Recordó cómo habían empezado, las tensiones ideológicas, las discusiones ásperas, y cómo todo eso parecía tan lejano ahora. A pesar de sus diferencias, habían encontrado una forma de acercarse, de desarmarse el uno al otro con una honestidad que lo conmovía.

Javier: “Quién lo diría… Vos y yo, juntos. Nunca pensé que me importaría tanto alguien como me importás vos, Nico.”

El simple hecho de tenerlo ahí, dormido contra su pecho, le recordaba a Javier que, por mucho que el mundo exterior fuera un caos, había encontrado un refugio en este amor. Un lugar donde podía ser él mismo, sin máscaras ni escudos. Solo un hombre enamorado, acariciando en silencio a quien le había devuelto el sentido de todo.


El sueño de Nico

Mientras tanto, en la profundidad de su sueño, Nico volvía al parque. Pero esta vez el cielo era brillante, despejado, lleno de luz. Caminaba al lado de Javier, entre árboles verdes y el eco alegre de los perros jugando a su alrededor. No había nadie más. Solo ellos dos. Un instante suspendido, puro, sin ruido.

Javier lo miraba y sonreía. Esa expresión, tan distinta a las sonrisas que daba en público, lo llenó de una paz inmensa. Se detuvieron. Javier tomó su mano sin decir una palabra, entrelazando los dedos con los suyos. El contacto sellaba algo invisible y poderoso: una promesa silenciosa.

Nico: “Este es el lugar al que pertenezco. Este es el lugar donde quiero estar, siempre.”

En el sueño, no hacía falta hablar. El silencio entre ellos era pleno. Bastaba con estar.


El despertar lento

La noche avanzó, y eventualmente, Nico comenzó a salir del sueño, todavía acurrucado contra Javier. No quería abrir los ojos. Quería conservar esa sensación de plenitud un poco más. Pero la realidad también lo llamaba con dulzura, porque sabía que ahí lo esperaba el hombre que amaba.

Sintiendo el leve movimiento, Javier bajó la mirada. Una sonrisa se formó lentamente en su rostro al ver cómo Nico comenzaba a despertar.

Javier:¿Tuviste un buen sueño, mi vida? —preguntó, en voz baja, con ternura en cada palabra.

Nico:El mejor —murmuró Nico, aún con los ojos cerrados, pero sonriendo—. Porque estuve con vos todo el tiempo.

Javier sintió cómo se le derretía el corazón ante esa respuesta. Ese era Nico: directo, sincero, capaz de atravesarlo con una frase simple y dejarle el alma abierta.

Javier:Bueno… todavía estamos juntos —susurró Javier, antes de inclinarse y besarle la frente—. Y no pienso dejar que te vayas.

Nico, finalmente, abrió los ojos. Encontró la mirada de Javier esperándolo. Había algo en esos ojos —una luz, una firmeza serena— que le borró cualquier duda. Sabía que estaba donde debía estar.

Y por primera vez, sin pensar en mañana, Nico se sintió realmente en casa.

Chapter 63: La rutina de la felicidad

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📍Departamento de Nico – Martes – 14:40 hs

Un Despertar Cálido

El día comenzó a transitar hacia la tarde mientras Nico y Javier seguían acurrucados en el sofá, disfrutando de la comodidad que les daba estar juntos. Afuera, el bullicio de la ciudad parecía ajeno, como si el departamento de Javier se hubiese convertido en un refugio donde el tiempo transcurría de manera diferente, con una paz que parecía casi irreal.

Nico, que había vuelto a dormirse brevemente después de su primer despertar, sintió cómo la luz del sol filtrándose por las ventanas lo invitaba a abrir los ojos nuevamente. Despertar en brazos de Javier era una sensación única, que no cambiaría por nada. Sabía que, si bien las palabras eran importantes, había algo en la presencia de Javier que le transmitía una seguridad indescriptible, una sensación de hogar.

Javier, por su parte, estaba despierto desde hacía un rato, simplemente observando a Nico dormir. Verlo así, tan relajado y en paz, le llenaba de una ternura infinita. Su mano acariciaba suavemente la espalda de Nico, trazando círculos ligeros que lo mantenían conectado a él en todo momento.

Javier: “No puedo creer lo afortunado que soy de tenerlo acá, conmigo. Este es el tipo de paz que siempre busqué, y la encontré en la persona menos esperada.”

Nico empezó a moverse un poco, sintiendo el toque suave de Javier, lo que le arrancó una sonrisa de satisfacción mientras se desperezaba lentamente. Sin despegarse mucho, se estiró ligeramente, dejando escapar un suspiro de placer.

Nico: —Qué bien se siente estar así...
Javier: —Es lo mejor, ¿no? No hay lugar mejor que este.

Nico finalmente abrió los ojos y miró a Javier con una sonrisa cálida, sus ojos todavía brillando con esa luz suave que uno tiene al despertarse después de un buen descanso.

Nico: —Sí... No quiero moverme de acá.

Javier se rió suavemente, comprendiendo perfectamente ese sentimiento. Sabía que, aunque el día aún tenía mucho para ofrecer, quedarse allí, abrazados en el sofá, era una tentación fuerte.

Javier: —Podemos quedarnos un rato más, si querés. Pero después vamos a tener que levantarnos. —le dijo, tocando la nariz de Nico con un dedo.
Nico: —Mmm, sí, supongo... Pero después, ¿qué hacemos? —preguntó, apoyando su cabeza nuevamente en el pecho de Javier, disfrutando de la calidez y del sonido de su corazón.
Javier: —Bueno, podemos salir a dar una vuelta con los perros. —sugirió, acariciándole el cabello— Les vendría bien otro paseo, y a nosotros también.

Nico asintió lentamente, pero no hizo ningún movimiento para levantarse. Estaba demasiado cómodo, demasiado en paz, para querer abandonar ese momento. Sin embargo, sabía que salir a caminar, especialmente con Javier y los perros, sería una experiencia que también disfrutaría mucho.


Preparativos para el Paseo

Finalmente, después de unos minutos más de perezosa comodidad, ambos decidieron que era hora de levantarse y empezar a prepararse para el paseo. Nico se desperezó nuevamente y se estiró, mientras Javier se levantaba del sofá y comenzaba a recoger algunas cosas.

Javier: —Si te querés cambiar o arreglar un poco, te dejo el baño libre. —dijo, señalando hacia el baño mientras buscaba las correas de los perros.
Nico: —Gracias. No creo que me lleve mucho tiempo. —respondió con una sonrisa antes de dirigirse al baño.

Mientras Nico se arreglaba, Javier se ocupaba de preparar a los perros. Los tres estaban muy emocionados, sabiendo que pronto saldrían a caminar. Javier no podía evitar sonreír mientras les colocaba las correas, viendo cómo movían las colas con entusiasmo.

Cuando Nico volvió del baño, luciendo fresco y revitalizado, Javier se detuvo un momento para admirarlo. A pesar de lo simple de la situación, había algo en la manera en que Nico se presentaba que lo hacía ver absolutamente adorable a sus ojos.

Javier: —Listo, creo que ya estamos todos. —dijo, entregándole a Nico la correa del perro que él traería.
Nico: —¡Perfecto! —respondió con una sonrisa mientras tomaba la correa y se agachaba para acariciar a su perro, que parecía igual de emocionado que los de Javier.

Con todos listos, finalmente salieron del departamento, bajando por las escaleras y saliendo a la calle, donde el aire fresco de la tarde los envolvió. Había algo especial en esa caminata, en la manera en que el simple hecho de estar juntos hacía que todo se sintiera mejor.


📍Calles de Parque Patricios – 15:35 hs

El Paseo Bajo el Sol

La tarde era ideal para un paseo. El sol ya no estaba tan fuerte, y la brisa fresca era perfecta para caminar sin prisa. Los perros iban felices, trotando por delante de ellos, yendo de un lado a otro, olfateando el aire y marcando su territorio en cada esquina.

Nico y Javier caminaban a su propio ritmo, sin apuro, disfrutando del momento. A medida que avanzaban por las calles, Javier extendió la mano y entrelazó sus dedos con los de Nico, que lo miró con una sonrisa tierna antes de apretar suavemente su mano.

Nico: —Me encanta esto... Pasear así, juntos. —dijo, sintiendo cómo el simple contacto de la mano de Javier hacía que su corazón latiera un poco más rápido.
Javier: —A mí también, mi amor. —respondió sin apartar la vista de él, disfrutando de cómo esas palabras sonaban tan naturales en su boca.

La caminata los llevó a un parque cercano, donde encontraron un lugar tranquilo para sentarse un rato y dejar que los perros corrieran libres. Se sentaron en el césped, todavía tomados de la mano, observando cómo los perros jugaban entre ellos, corriendo y saltando de un lado a otro.

Javier: —A veces me cuesta creer que todo esto es real. —confesó, rompiendo el silencio que había caído entre ellos— Que vos estás acá conmigo, que somos felices así.
Nico: —A mí también. —admitió, mirando a Javier con una expresión que reflejaba toda la ternura que sentía— Pero sí, es real. Y no cambiaría nada de esto por nada en el mundo.

Javier sonrió, sintiendo una oleada de emoción recorriéndolo. No dijo nada más, simplemente se inclinó hacia Nico y lo besó suavemente, dejando que ese beso transmitiera todo lo que sentía.

El tiempo pareció detenerse por un momento, mientras el sol seguía bajando en el cielo, envolviéndolos en su luz cálida. Los perros seguían jugando, pero para ellos, el mundo parecía haberse reducido a ese instante, a ese beso, a esa conexión que crecía más y más con cada día que pasaban juntos.

Finalmente, se separaron, ambos sonriendo de manera casi idéntica, y volvieron su atención a los perros, riendo al ver lo enérgicos que estaban.

Javier: —Creo que hoy van a dormir profundamente. —bromeó, observando cómo los perros se perseguían unos a otros.
Nico: —Y nosotros también. —respondió, riendo suavemente.

Se quedaron allí un rato más, disfrutando de la tranquilidad del parque, antes de decidir que era hora de volver. Los perros, aunque cansados, todavía tenían energía para el regreso, y los siguieron sin dudarlo cuando empezaron a caminar de vuelta al departamento de Javier.


📍Departamento de Nico – 17:45 hs

El Regreso al Hogar

El regreso fue igual de placentero que la ida. Las calles comenzaban a llenarse de gente que volvía de sus trabajos, pero para Nico y Javier, el mundo exterior seguía siendo un telón de fondo para su burbuja de felicidad.

Cuando llegaron al edificio, subieron juntos por las escaleras, con los perros moviéndose a su alrededor. Al entrar al departamento, ambos suspiraron con satisfacción, sintiendo cómo la calidez del hogar los envolvía una vez más.

Javier: —Fue un buen paseo. —dijo, soltando la correa de los perros y dejándolos correr hacia sus camas.
Nico: —Sí, estuvo genial. —respondió, haciendo lo mismo y luego volviendo hacia Javier.

Se miraron un momento, antes de que Nico se acercara y lo abrazara, apoyando su cabeza en el hombro de Javier.

Nico: —Gracias por esto, por todo. —murmuró, sintiendo una gratitud profunda hacia el hombre que lo había hecho sentir tan amado.
Javier: —No tenés que agradecerme nada, mi vida. —respondió, acariciando suavemente la espalda de Nico— Esto es lo que quiero, estar con vos y hacerte feliz.

Se quedaron así, abrazados, dejando que ese sentimiento de amor y satisfacción los envolviera. Sabían que, pase lo que pase, siempre tendrían esos momentos, esos pequeños fragmentos de felicidad cotidiana que componían su propia rutina del amor.

Chapter 64: Nuestro nidito de amor

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📍Departamento de Nico – Martes – 18:30 hs

Un Abrazo que Dice Todo

El abrazo entre Javier y Nico se prolongó en el tiempo, como si ambos quisieran absorber la calidez del otro, dejando que el silencio hablara por ellos. Era un silencio lleno de promesas, de sueños compartidos y de una paz que ambos valoraban más que cualquier otra cosa. En ese pequeño gesto, en esa simple acción de estar juntos, estaba contenida toda la magia que había transformado sus vidas.

Finalmente, Javier se apartó un poco, lo justo para poder mirar a Nico a los ojos. Sus manos se deslizaron hasta tomar el rostro de Nico entre ellas, sus pulgares acariciando suavemente sus mejillas.

Javier: —Sos mi todo, Nico.

Nico sonrió, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y amor que hacía que su corazón latiera más rápido. Sabía que esas palabras no eran solo un momento de romanticismo, sino una verdad profunda que ambos compartían.

Nico: —Y vos el mío, Javi.

Se acercó para darle un beso suave, uno de esos que parecían unir sus almas más que sus labios.


📍Cocina y comedor – 19:00 hs

La Tarde que se Desvanece

Después de aquel beso, la tarde comenzó a desvanecerse en una rutina familiar pero reconfortante. Nico se ofreció a preparar algo para cenar, insistiendo en que Javier se tomara un descanso mientras él se encargaba de todo. Aunque Javier protestó al principio, finalmente aceptó, disfrutando del gesto cariñoso de Nico.

Mientras Nico cocinaba en la cocina, Javier decidió aprovechar el tiempo para poner algo de música suave que acompañara el ambiente acogedor que se había instalado en el departamento. Los perros, ya exhaustos por el paseo, se acomodaron en sus camas, contentos de estar en casa.

Desde la cocina, Nico no podía evitar espiar a Javier de vez en cuando. Lo observaba con una mezcla de admiración y ternura mientras él se movía por el departamento, acomodando cosas aquí y allá, tarareando al ritmo de la música. Era un simple recordatorio de lo afortunado que se sentía de haber encontrado a alguien con quien compartir esos momentos cotidianos, esos pequeños detalles que construían su vida juntos.

Nico (pensando): "¿Cómo es posible que todo se sienta tan bien, tan correcto? No me imagino esto con nadie más... Javier es todo lo que siempre quise, y más."

Con esos pensamientos en mente, terminó de preparar la comida, sirviendo dos platos con cuidado antes de llevarlos a la mesa. Al hacerlo, sintió un suave calor en el pecho, una satisfacción que provenía de la simple idea de compartir una cena casera con la persona que amaba.

Nico: —¡Está listo!

Llamó con una sonrisa, atrayendo la atención de Javier.

Javier se acercó a la mesa, sonriendo al ver el esmero con el que Nico había preparado todo. Se sentó frente a él, sintiendo cómo la atmósfera cálida y relajada los envolvía mientras se disponían a cenar.

Javier: —Te quedó espectacular.

Probó un bocado y asintió con aprobación.

Nico: —Me alegro que te guste.

La conversación durante la cena fue ligera y sin pretensiones, fluyendo con la misma facilidad con la que se movían por el espacio compartido. Hablaron de cosas simples, de planes para el fin de semana, de la música que sonaba de fondo, y de lo bien que se sentían juntos. No había nada urgente o complicado en sus palabras, solo el disfrute mutuo de la compañía del otro.


📍Sofá del living – 20:30 hs

Un Momento de Reflexión

Después de la cena, Nico y Javier se movieron al sofá, donde se acomodaron uno al lado del otro, dejando que la música y la tranquilidad del momento los envolvieran. Nico apoyó su cabeza en el hombro de Javier, mientras este pasaba un brazo por detrás de él, acercándolo más.

El día había sido perfecto, en su simpleza y en su calidez. Pero ahora, en la quietud de la noche, cada uno se permitió un momento de reflexión, de pensar en lo que significaba estar allí, juntos, y en lo que querían para el futuro.

Javier (pensando): "Con él todo es mejor... Incluso las cosas más simples se sienten especiales. Es como si hubiera encontrado la parte que siempre me faltó, como si mi vida antes de él hubiera sido solo un preludio a lo que es ahora."

Nico (pensando): "Nunca me sentí tan seguro, tan amado... Sé que es algo grande, algo que no podría encontrar en otra persona. Javi es todo lo que quiero y más, y quiero que esto dure para siempre."

Ambos sabían que, aunque la vida a veces podía ser complicada y que el futuro siempre traería desafíos, lo que tenían era sólido, auténtico, y más fuerte que cualquier obstáculo que pudiera aparecer.

Nico: —Javi...— Su voz era suave, como si estuviera a punto de compartir un pensamiento que había estado guardando.—No sé qué nos depara el futuro, pero sé que quiero vivirlo todo con vos.

Javier lo miró, sintiendo una emoción profunda al escuchar esas palabras. Sabía que Nico estaba siendo completamente honesto, abriendo su corazón de una manera que lo hacía sentir aún más cerca de él.

Javier: —Yo también, Nico. Quiero que hagamos de cada día una aventura juntos.

Se quedaron así, abrazados en el sofá, sintiendo cómo la conexión entre ellos se fortalecía con cada palabra, con cada gesto. Sabían que no importaba lo que viniera después, mientras se tuvieran el uno al otro, todo estaría bien.


📍Dormitorio del departamento de Javier – 22:40 hs

El Final de un Día Perfecto

Finalmente, cuando el sueño comenzó a pesar sobre ellos, decidieron que era hora de irse a la cama. Se levantaron juntos, apagando las luces y la música, dejando que la oscuridad acogedora del departamento los guiara hacia el dormitorio.

Una vez allí, se acomodaron en la cama, entrelazando sus cuerpos en un abrazo que los envolvía en una calidez inigualable. Los perros, que habían seguido sus pasos silenciosamente, se acurrucaron a los pies de la cama, completando el cuadro perfecto de su pequeña familia.

Javier: —Buenas noches, mi amor.

Besó la frente de Nico mientras lo acercaba más.

Nico: —Buenas noches, Javi.

Cerró los ojos con una sonrisa.

Y así, en la quietud de la noche, el sueño los fue envolviendo lentamente, llevándolos a un mundo de sueños compartidos, donde el amor que sentían el uno por el otro se reflejaba en cada momento que pasaban juntos.

Chapter 65: Amor bostero 💙💛

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📍Departamento de Javier – Sábado 7 de Septiembre de 2024 – 10:00 hs

El Día del Partido

El día amaneció con un cielo despejado y una ligera brisa que hacía ondear las banderas azules y doradas en cada esquina de la ciudad. La primavera no había comenzado aún, sin embargo podía respirarse en cada rincón de la ciudad su magia. Era un día perfecto para un partido de fútbol, pero Javier no parecía estar tan entusiasmado como Nico.

Nico se levantó con la energía de un niño en vísperas de Navidad, lleno de emoción por la promesa de ver a Boca Juniors jugar en la mítica Bombonera. Por otro lado, Javier se tomó su tiempo, como si internamente debatiera la idea de enfrentar lo que consideraba un espectáculo teñido por la mala gestión del club.

Javier (pensando): "La verdad, no sé qué hago yendo a la cancha mientras ese pelotudo de Riquelme sigue como presidente…"

Nico, con su entusiasmo contagioso, no dejó que la reticencia de Javier le afectara. Se acercó a él, abrazándolo por la espalda mientras Javier miraba su reflejo en el espejo del baño.

Nico:Vamos, Javi, no te pongas así. Al final del día, Boca es Boca, ¿no? El amor por el club debería estar por encima de todo eso.

Javier:Y sí… pero me cuesta aplaudir a un club que gestiona peor que un consorcio de Monserrat.

Nico:Entonces te aplaudo yo… en la tribuna… y después en la cama, si querés.

Javier:Sos un hijo de puta. —respondió entre risas, cediendo al buen humor de Nico.

Nico:Trato hecho. Y por las dudas, voy preparando el aplausómetro.

Javier:Bueno, vamos… pero después me tenés que llevar a tomar un buen helado — dijo el alfa, medio en joda, medio en serio, con una sonrisa socarrona.

Nico:Listo. Partido, escándalo emocional y helado: combo completo.


📍Local de Deportes, Centro – 12:00 hs

Antes de ir al partido, decidieron hacer una parada rápida en un local de deportes en el centro de la ciudad para comprarle a Nico un conjunto deportivo de Boca Juniors. Javier, siempre con un ojo crítico, ayudó a Nico a elegir uno que le quedara perfecto, asegurándose de que los colores representaran con orgullo al club.

Nico se probó varias camisetas frente al espejo del vestuario, y en una de ellas, salió a mostrarse con el torso apretado en azul y oro.

Nico:¿Qué onda, me queda bien?

Javier:Te queda tan bien que si Boca pierde, va a ser por culpa tuya. Te vas a robar toda la atención.

Nico:¿Eso es una forma rara de decir que te caliento?

Javier:Es una forma muy precisa.

Salieron del local sintiéndose parte de algo más grande. Para Nico era casi un ritual de iniciación, y para Javier, una forma de volver a conectar con algo que había empezado a alejarse.


📍Coche de Javier – 18:00 hs

El Viaje a la Bombonera

Eran las 18:00 cuando salieron del departamento rumbo a la Bombonera. El partido estaba programado para las 20:10. El rival de la noche era Rosario Central.

Mientras viajaban, la radio deportiva lanzaba especulaciones, cánticos viejos y entrevistas a hinchas. Nico apoyó la cabeza contra la ventanilla, mirando los murales de ídolos xeneizes pintados en las paredes de La Boca.

Eran las 18:00 cuando salieron del departamento rumbo a la Bombonera. El partido estaba programado para las 20:10, en una emocionante instancia de los cuartos de final de la Copa Argentina. El rival de la noche era Rosario Central, un equipo aguerrido que siempre le daba pelea a Boca en este tipo de torneos.

Mientras viajaban en el coche de Javier, un silencio cómodo se apoderó de ellos, solo roto por la radio que transmitía los previos del partido. Nico miraba por la ventana, disfrutando del ambiente que se respiraba en la ciudad. Podía sentir la energía en el aire, esa expectativa que solo un partido de Boca Juniors en la Bombonera podía generar.

Nico (pensando): "Este es el tipo de momentos que quiero vivir con él… momentos que se graban en la memoria y que nos acercan más como pareja."

Javier, por su parte, se concentraba en el camino, tratando de mantener sus emociones bajo control. Sabía que iba a ser un desafío disfrutar del partido bajo la presidencia de Riquelme, pero también sabía que estar allí con Nico podría hacer que todo valiera la pena.

Javier (pensando): "Voy a intentar disfrutarlo. No por Boca. Por él."


📍Bombonera, La Boca – 19:00 hs

Llegaron al estadio una hora antes del partido, justo a tiempo para sentir cómo el ambiente comenzaba a caldearse. Las calles alrededor de la Bombonera estaban llenas de puestos de choripanes e hinchas que cantaban, saltaban y agitaban banderas, creando una marea azul y dorada que parecía no tener fin.

Javier y Nico caminaron entre la multitud, sintiendo la adrenalina que fluía en el aire. Javier, aunque aún tenía sus reservas, no podía evitar sentir una chispa de emoción al ver la devoción de los hinchas por su amado club.

Nico:Esto… esto no se puede comparar con nada. Me late el pecho como si tuviera otro corazón extra.

Javier:Es la Bombonera. Acá late diferente todo.

Subieron hasta la platea. Javier le explicó dónde estaban parados, de qué lado atacaba Boca en cada tiempo, cuál era la historia de “La 12”, y qué cánticos no debían repetir si no querían morir puteados.

Javier (pensando): "A veces, me olvido de lo que significa ser parte de algo tan grande…"

Tomados de la mano, subieron las escaleras que los llevaron a sus asientos en la platea. Desde allí, tenían una vista perfecta del campo, y aunque la Bombonera no estaba completamente llena, el ambiente era eléctrico. Los cantos y los tambores resonaban por todo el estadio, envolviendo a los dos en un sentimiento de pertenencia.


El Partido Comienza

Cuando los equipos salieron al campo, la Bombonera estalló en una ovación ensordecedora. Boca Juniors, vestido con su tradicional camiseta azul y amarilla, se alineó en el centro del campo, listos para enfrentar a Rosario Central.

El árbitro dio el pitazo inicial a las 20:10, y el partido comenzó con una intensidad que hizo vibrar las gradas. Nico, emocionado por estar viviendo esta experiencia con Javier, no podía apartar la vista del juego.

Los primeros minutos fueron duros, con ambos equipos luchando por el control del balón. Pero en el minuto 25, Boca Juniors logró romper la defensa de Central con una jugada brillante de Cristian Medina, quien se desmarcó hábilmente y disparó un golazo que hizo estallar al estadio en gritos y aplausos.

Comentarista:¡Goooool de Boca! ¡Cristian Medina abre el marcador con un golazo espectacular! ¡La Bombonera se viene abajo!

Javier, a pesar de todo, no pudo evitar levantarse y gritar con el resto de los hinchas, sintiendo cómo el orgullo por su equipo volvía a surgir en su pecho.

Javier (pensando): "No importa quién esté en la presidencia… Boca sigue siendo el más grande."

Javier se giró hacia Nico y lo abrazó como si acabaran de sobrevivir al apocalipsis. Nico lo apretó fuerte y le besó la mejilla, aprovechando la confusión.

Nico:Para mí, este partido ya está ganado.

Javier:¿Por el gol?

Nico:No, por tenerte abrazado así.

Nico sonrió, feliz de ver a Javier disfrutar del partido, aunque sabía que la verdadera batalla estaba ocurriendo en su interior.

El primer tiempo terminó con Boca Juniors liderando 1-0, y aunque Rosario Central intentó presionar, la defensa de Boca se mantuvo firme.


El Segundo Tiempo

El segundo tiempo comenzó con una energía renovada. Boca, impulsado por el gol, dominó gran parte del juego. En el minuto 60, Edinson Cavani, quien había entrado como suplente, recibió un pase perfecto de Valentín Barco y, con un toque sutil, marcó el segundo gol para Boca.

Comentarista:¡Goooool de Boca! ¡Cavani aumenta la ventaja y Boca se encamina a las semifinales de la Copa Argentina!

La Bombonera se convirtió en una fiesta, con los hinchas cantando y celebrando cada pase, cada jugada. Javier y Nico, ahora completamente inmersos en el juego, compartían miradas cómplices y sonrisas que hablaban de lo bien que la estaban pasando juntos.

Finalmente, en el minuto 85, Exequiel Zeballos selló la victoria con un gol impresionante. Después de un pase preciso de Medina, Zeballos se desmarcó con agilidad, dejando atrás a los defensores de Rosario Central, y con un disparo potente desde fuera del área, clavó el balón en la esquina superior derecha del arco.

Comentarista:¡Gooooool de Zeballos! ¡Boca lo liquida con un golazo espectacular! ¡La Bombonera es una caldera de pasión y alegría esta noche!

Javier (pensando): "Quizás Nico tiene razón… El amor por Boca tiene que ser incondicional, como el que siento por él…"

Javier y Nico saltaron de sus asientos, gritando y abrazándose, contagiados por la energía que recorría todo el estadio. Para Javier, ver a su equipo ganar de esa manera, con un dominio tan contundente, le recordaba por qué había amado a Boca desde siempre, más allá de cualquier circunstancia política o administrativa.

El partido finalizó 3-0 a favor de Boca Juniors, y con ese resultado, el equipo avanzó a las semifinales de la Copa Argentina. Mientras los jugadores agradecían a la hinchada y las luces de la Bombonera comenzaban a apagarse, Javier y Nico permanecieron un rato más en sus asientos, disfrutando del momento.


📍Calles cercanas a la Bombonera – 22:30 hs

El Camino de Regreso

Al salir del estadio, el ambiente seguía siendo festivo. Los hinchas cantaban por las calles, celebrando la victoria, y la alegría era palpable en el aire. Nico tomó la mano de Javier mientras caminaban hacia el coche, ambos aún con la emoción a flor de piel.

El alfa y el omega todavía flotaban en la euforia colectiva. Javier iba con la bufanda colgando del cuello, como si se hubiese reconciliado con un viejo amor.

Nico:Te dije que valía la pena venir…

Javier:Tenías razón… A veces me olvido por qué amo tanto a este club. Y lo de los helados, sigue en pie, ¿no?

Nico:Perfecto. Me gusta que cumplas promesas. Y obvio, mi rey se ganó su helado.

Nico se rió, complacido de ver a Javier más relajado y feliz. El viaje de regreso fue tranquilo, con ambos sumidos en sus pensamientos. Mientras las luces de la ciudad pasaban por la ventanilla, Nico no podía evitar sentirse cada vez más conectado con Javier. Habían compartido un momento especial, uno que fortalecería aún más su vínculo.


📍Heladería Tabene – 23:00 hs

La Heladería

Cumpliendo con su promesa, Nico levó a Javier a una heladería cercana, una de las favoritas del presidente, donde servían helados artesanales de sabores únicos. Se sentaron en una mesa junto a la ventana, disfrutando de sus helados mientras conversaban sobre el partido.

Pidieron dulce de leche granizado y crema americana. Javier agregó una bocha de banana split, para variar. Se sentaron al lado de una ventana empañada, donde las luces del semáforo se reflejaban como estrellas urbanas.

Nico:Es la primera vez que vengo a un partido en la Bombonera. No tiene comparación con nada… la energía, la gente, es algo increíble.

Javier:Me alegra que lo hayas disfrutado… Y bueno, ahora que tenés la camiseta, sos oficialmente parte de la familia.

Nico:A vos, por llevarme… y por enseñarme que, al igual que con Boca, en el amor no hay lugar para las medias tintas.

Ambos chocaron los vasitos de helado como si brindaran por una victoria más profunda.


📍Coche de Javier – 23:45 hs

Pensamientos Finales

De regreso, el silencio no era ausencia. Era plenitud. La ciudad se deslizaba por las ventanillas como un sueño lento.

Nico (pensando): "¿Y si lo sugiero? No ahora, pero… quizás en un futuro cercano. Vivir juntos podría ser el siguiente gran paso."

Javier (pensando): "Quizás, algún día… lo que más quiero es seguir despertando al lado de él, cada mañana."

Chapter 66: El después de un día perfecto

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📍Departamento de Javier – Domingo a la madrugada – 00:12 hs

Al llegar al departamento de Javier, ambos se sentían satisfechos y en paz después del día que habían compartido. La victoria de Boca, el helado, las conversaciones sinceras… todo parecía encajar perfectamente, como si fuera un preludio de algo más significativo en su relación.

Javier abrió la puerta y dejó que Nico entrara primero. El departamento estaba cálido y acogedor, iluminado por la suave luz de las lámparas que habían dejado encendidas. Los perros de Javier, felices de verlos de regreso, corretearon hacia ellos, moviendo las colas con entusiasmo. Y también Moro, el perro de Nico.

Nico:Qué lindo es volver a casa después de un día tan lindo. –comentó, agachándose para acariciar a Conan, que se le había acercado buscando mimos.

Javier:Sí… es como si todo encajara, ¿no? –respondió, observando a Nico con una sonrisa que reflejaba la satisfacción del momento.

Los dos se despojaron de sus camperas y se dirigieron al sofá, donde se dejaron caer casi al unísono, sintiendo el peso del día desvanecerse en la comodidad del mueble. Javier, aún con el entusiasmo de la noche, encendió la televisión para poner algún programa de fondo, mientras Nico se recostaba junto a él, con la cabeza apoyada en su hombro.

Nico:Pensaba en algo… –comenzó, hablando en voz baja, casi como si temiera romper la burbuja de tranquilidad que los envolvía.

Javier:¿En qué pensabas? –preguntó, girando un poco la cabeza para mirarlo, curioso.

Nico respiró hondo, dudando un segundo antes de continuar.

Nico:En que… me gusta estar acá, con vos. Me hace sentir bien, en paz. –admitió, jugando distraídamente con la manga de la camiseta de Boca que llevaba puesta. –No sé si es muy pronto para decirlo, pero… ¿qué pensarías si empezáramos a pasar más tiempo juntos aquí? Quiero decir, ¿convivir?

Javier lo miró sorprendido. No había esperado que Nico tocara ese tema tan pronto, pero la idea no le resultaba extraña. De hecho, en el fondo, él también había estado pensando en esa posibilidad.

Javier:No sé si es pronto o no… pero no puedo negar que me gusta la idea. –respondió, sonriendo con sinceridad. –Desde que estás en mi vida, todo se siente más… completo. Convivir suena como el siguiente paso natural, ¿no?

Nico asintió, sintiendo que un peso se levantaba de sus hombros al escuchar la respuesta de Javier.

Nico:Sí, exactamente… No digo que lo hagamos mañana, pero… podríamos ir viendo cómo se dan las cosas. –añadió, buscando los ojos de Javier con una mirada que reflejaba sus verdaderos sentimientos.

Javier asintió, bajando la cabeza para besar suavemente la frente de Nico.

Javier:De a poco, a nuestro ritmo. Pero me gusta saber que lo estás considerando… porque yo también lo estoy. –respondió, dejando que sus labios se quedaran un momento más en la piel cálida de Nico.

El silencio que siguió fue cómodo, lleno de entendimiento mutuo. Nico se acurrucó más cerca de Javier, sintiendo su calor, y dejó que sus ojos se cerraran lentamente, disfrutando del latido constante del corazón de Javier bajo su oído. Era un ritmo calmante, que lo anclaba en el presente y lo llenaba de una sensación de seguridad.


📍Sofá del living – 01:13 hs

Mientras Nico se dejaba arrastrar por el sueño, Javier seguía despierto, mirando al techo con una mezcla de emociones en el pecho. Se preguntaba cómo había llegado hasta este punto, donde la idea de compartir su vida y su hogar con alguien más no le resultaba intimidante, sino profundamente deseable.

Javier (pensando): "Nico… es más de lo que esperaba. Nunca pensé que estaría listo para algo así, pero… no quiero que esto termine. Quiero que sigamos construyendo esto juntos."

Sus pensamientos vagaron hacia la posibilidad de su primera intimidad física. Aunque ambos habían estado en relaciones antes, sabía que esta vez sería diferente. Había una profundidad emocional y una conexión que hacía que todo se sintiera nuevo y emocionante, pero también algo desconocido y lleno de expectativas.

Javier (pensando): "Cuando llegue el momento… quiero que sea perfecto, para ambos."

Con ese pensamiento, Javier también dejó que el sueño lo envolviera, su brazo todavía protegiendo a Nico, que dormía plácidamente a su lado.

Chapter 67: Primeros pasos hacia una vida juntos

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📍Plaza Armenia, Palermo, CABA – Domingo de paseos y planes a futuro – 18:45 hs

La tarde transcurría con una tranquilidad apacible, luego de una intensa jornada para ambos, mientras Javier y Nico paseaban por el parque con sus perros. El sol vespertino se reflejaba en las hojas de los árboles, creando un ambiente cálido y acogedor que parecía reflejar la nueva etapa que ambos estaban comenzando a explorar juntos. La conversación fluía con naturalidad, salpicada de risas y momentos de silencio cómodo.

Nico:Che, Javi… pensaba, ¿te parece si traigo algunas cosas mías al departamento? Nada grande, solo algunas cosas para que me sienta más como en casa cuando me quede a dormir —propuso mientras tiraba suavemente de la correa de su perro para que no se alejara demasiado.

Javier lo miró de reojo, sorprendido por lo natural que sonaba la idea y por lo bien que resonaba en su interior. Lo que antes podría haberle generado ansiedad ahora lo llenaba de una especie de emoción tranquila.

Javier:Me parece perfecto. Podés traer lo que quieras. Este es tu hogar también, Nico —respondió, sonriendo mientras acariciaba la cabeza de uno de sus perros.

Nico:Buenísimo. La verdad, me gusta la idea de tener un lugar donde sentirme cómodo… y cerca tuyo —añadió, dejándose llevar por la seguridad que sentía en ese momento.

Continuaron su paseo, conversando sobre qué cosas llevaría Nico al departamento: una muda de ropa, su cepillo de dientes, quizás algunas de sus películas favoritas para ver juntos por la noche. No eran grandes cambios, pero para ambos significaban un paso importante en la dirección correcta.


📍Departamento de Javier – 20:13 hs

De vuelta en el departamento, mientras Nico comenzaba a desempacar algunas de las cosas que había traído, Javier lo observaba desde la cocina, donde preparaba una cena ligera. Había algo en la normalidad de la escena que lo llenaba de paz. Estaba descubriendo que, aunque siempre había sido alguien reservado, la idea de compartir su espacio y su vida con Nico se sentía como lo más natural del mundo.

Javier, movido por un impulso de crear un momento especial para los dos, decidió que esa noche cenarían en el balcón, bajo las estrellas, tal como habían hecho la noche anterior, pero esta vez con una intimidad más consciente. Mientras Nico organizaba sus cosas en el baño, Javier preparó la mesa, cuidando cada detalle para que el ambiente fuera perfecto: puso una mantita en la silla de Nico, sacó las copas más lindas del aparador y eligió una playlist tranquila que sonaba desde el parlante del living.

Javier:Nico, la cena está lista —llamó desde la puerta del balcón, esperando a que su pareja apareciera.

Cuando Nico salió, se detuvo un momento, sorprendido por el escenario que Javier había preparado. La mesa estaba decorada con velas, y la vista del cielo nocturno añadía un toque mágico.

Nico:Esto es… hermoso, Javi —dijo, acercándose a él, sintiendo un nudo en la garganta por la emoción.

Javier:Quería que fuera especial. Sabía que habías tenido un día largo organizando todo, y pensé que te gustaría algo tranquilo y bonito para cerrar el día —explicó, mirándolo a los ojos.

Se sentaron y comenzaron a cenar, compartiendo sonrisas y miradas cómplices. A medida que avanzaba la noche, la conversación se fue tornando más íntima, tocando temas que aún no habían explorado profundamente, como sus miedos, sus sueños, y lo que esperaban de su relación.

Nico:¿No te pasa que a veces sentís que esto es demasiado bueno para ser cierto? —preguntó con una mezcla de ternura y pudor.

Javier:Me pasa todo el tiempo… pero también me doy cuenta de que lo bueno, cuando es real, no se siente forzado. Se siente como esto —respondió, tomando su mano por encima de la mesa.


📍Departamento de Javier – Balcón – 22:00 hs

Una Conexión Más Profunda

Después de la cena, se quedaron en el balcón, disfrutando del silencio y la compañía mutua. Javier rodeó a Nico con sus brazos, atrayéndolo hacia él, y Nico se acomodó con la cabeza en el pecho de Javier, escuchando su corazón.

Nico:Javi… me gusta mucho esto. Estar así, con vos… —murmuró, cerrando los ojos, dejándose llevar por el ritmo calmante de los latidos de Javier.

Javier:A mí también, amor —susurró, acariciando suavemente su cabello.

Mientras permanecían así, en silencio, ambos comenzaron a considerar la posibilidad de llevar su relación al siguiente nivel. Sabían que la intimidad física llegaría eventualmente, pero querían que fuera en el momento adecuado, cuando ambos se sintieran completamente listos.

Nico (pensando): “Nunca me había sentido tan conectado con alguien. Quiero que cuando ESO pase… sea algo inolvidable para los dos.”

Javier (pensando): “No quiero apurar nada. Quiero que sea especial, algo que los dos recordemos siempre.”


📍Departamento de Javier – Dormitorio – 23:15 hs

La noche avanzó y, finalmente, decidieron retirarse al dormitorio. Al acomodarse en la cama, Nico se volvió hacia Javier, mirándolo con una mezcla de ternura y deseo.

Nico:Javi… —comenzó, su voz apenas un susurro— Cuando estemos listos… quiero que todo sea perfecto. Sin prisa, sin presión, solo… nosotros dos.

Javier asintió, comprendiendo completamente lo que Nico quería decir.

Javier:Lo va a ser, Nico. Te lo prometo —respondió, besándolo suavemente en los labios antes de apagar la luz.

Mientras la oscuridad los envolvía, ambos se quedaron despiertos unos minutos más, con sus pensamientos girando en torno a lo que vendría. Había una expectativa en el aire, pero también una confianza mutua que les permitía tomarse su tiempo.

Nico (pensando): “Nunca había imaginado que podría sentirme así. No quiero que esto termine nunca.”

Javier (pensando): “Es increíble cómo todo cambió desde que lo conocí. No sé qué nos deparará el futuro, pero estoy listo para enfrentarlo junto a él.”

Finalmente, el sueño los venció, y se quedaron dormidos entrelazados, con la certeza de que lo que tenían era algo especial, algo que valía la pena proteger y nutrir.

Chapter 68: La antesala del amor

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📍Dormitorio de Javier – Domingo 15 de Septiembre de 2024 – 07:30 hs

El Amor en Cada Detalle

La mañana comenzó con una luz suave filtrándose por las cortinas del dormitorio de Javier. Nico fue el primero en despertar, sintiendo el calor del cuerpo de Javier junto al suyo. Sin hacer ruido, se quedó quieto, disfrutando de la sensación de paz que lo envolvía. El pecho de Javier subía y bajaba lentamente, y Nico no pudo evitar sonreír al escuchar su respiración tranquila, mientras su mano descansaba sobre el pecho de Javier, sintiendo los latidos de su corazón.

Nico (pensando): "Cada día que paso con él, me siento más conectado. Es increíble cómo me hace sentir tan completo…"

Javier, todavía medio dormido, se movió ligeramente, atrayendo a Nico más cerca de él, como si en su subconsciente también se aferrara a su omega. Nico aprovechó la oportunidad para plantar un suave beso en la frente de Javier, quien murmuró algo inaudible en sueños, pero que hizo que Nico se derritiera de ternura.

Finalmente, Javier abrió los ojos, encontrándose con la mirada amorosa de Nico.

Javier:Buenos días, mi amor. —dijo con voz ronca por el sueño, pero con una sonrisa que irradiaba cariño.

Nico:Buenos días, mi leoncito. —respondió Nico, usando por primera vez uno de los apodos cariñosos que había estado pensando para Javier.

Javier se quedó mirándolo, sorprendido y enternecido al mismo tiempo. No estaba acostumbrado a que lo llamaran de esa forma, pero en la voz de Nico, sonaba perfecto.

Javier:Me gusta ese apodo, zurdito… —admitió, sonriendo mientras estiraba su mano para acariciar la mejilla de Nico—. ¿Vos cómo dormiste?

Nico:Como un bebé, mi amor. Vos siempre me hacés sentir tan seguro… —respondió Nico, acurrucándose más cerca de él.


📍Cocina – 08:15 hs

Un Desayuno Cargado de Expectativas

Después de quedarse un rato más en la cama, disfrutando de la presencia del otro, finalmente decidieron levantarse. Javier, siempre el más activo por las mañanas, se dirigió a la cocina para preparar el desayuno. Nico lo siguió, observándolo mientras Javier movía con destreza las cosas en la cocina.

Nico:¿Qué vas a preparar hoy, mi león? —preguntó, apoyándose en el marco de la puerta, disfrutando de la vista de Javier en su elemento.

Javier:Pensé en hacer algo simple pero rico: tostadas con palta, huevos revueltos y un licuado de frutas. Algo ligero para empezar bien el día. —respondió Javier, mientras comenzaba a cortar las frutas.

El sonido del cuchillo sobre la tabla, el aroma del café recién hecho que ya estaba humeando en la cafetera, y el suave crujido del pan al tostarse llenaban la cocina, creando una atmósfera cálida y acogedora.

Nico (pensando): "Me encanta cómo cuida cada detalle. Es imposible no sentirse querido cuando hace todo con tanto cariño…"

Mientras Javier preparaba el desayuno, Nico se acercó por detrás y lo rodeó con sus brazos, apoyando su cabeza en el hombro de Javier.

Nico:Gracias por todo, mi gatito. —susurró, dándole un pequeño beso en el cuello.

Javier sonrió, sintiendo cómo su corazón se aceleraba ligeramente por el apodo que Nico acababa de usar.

Javier:Siempre, mi vida. Vos me hacés querer hacerlo todo perfecto… para nosotros. —respondió, dejando a un lado lo que estaba haciendo para girarse y abrazar a Nico.

El abrazo se sintió más profundo, más íntimo de lo habitual. Había una clara corriente de anticipación entre ambos, como si supieran que algo estaba cambiando entre ellos, que estaban a punto de dar un paso más en su relación.


📍Parque – 10:00 hs

Preparándose para el Futuro

Después del desayuno, decidieron salir a caminar un poco, disfrutando de la fresca mañana porteña. Durante el paseo, comenzaron a hablar sobre su futuro, sobre cómo veían su vida juntos.

Javier:¿Alguna vez pensaste en cómo sería vivir juntos, como… en un mismo hogar, de verdad? —preguntó Javier, sin rodeos, pero con una nota de curiosidad en la voz.

Nico lo miró, sorprendido pero emocionado por la pregunta.

Nico:Sí… lo he pensado. Pienso que sería increíble. Ya me siento tan cómodo acá, con vos… Me encantaría que tengamos un lugar que sea nuestro, que lo construyamos juntos. —respondió, con la voz cargada de sinceridad.

Javier:A mí también me gustaría. No te voy a mentir, al principio me daba miedo la idea… Pero ahora, no sé, siento que sería lo más lindo del mundo tenerte conmigo todos los días, en un lugar que llamemos nuestro hogar. —dijo, apretando suavemente la mano de Nico.

El paseo continuó en silencio por un rato, ambos sumidos en sus pensamientos, considerando cómo sería dar ese gran paso. La idea de convivir se les antojaba como un sueño, algo que deseaban alcanzar pero querían hacer bien, sin prisa, pero también sin miedo.


📍Departamento de Javier – 18:30 hs

Tarde de Relajación y Cercanía

De vuelta en el departamento, y luego de otra intensa jornada para ambos, decidieron tomarse la tarde para relajarse juntos. Nico sugirió ver una película, mientras Javier se ocupaba de preparar algunas cosas para el almuerzo.

Nico:¿Qué te parece si hacemos unas pastas? Algo sencillo pero que sabemos que nos gusta a los dos. —propuso Nico, mientras buscaba en la despensa.

Javier:Dale, me encanta la idea. Y después, podemos ver una peli que elijas vos, bebé. —respondió Javier, usando otro apodo cariñoso que hizo sonreír a Nico.

La tarde pasó entre risas, bromas y una complicidad cada vez más profunda. Mientras comían las pastas que habían preparado juntos, la conversación fluyó naturalmente, tocando temas serios pero también disfrutando de la ligereza del momento.

Nico:Este fue un día perfecto, Javi. Estoy tan contento de estar acá con vos… —dijo, mirándolo con una expresión llena de amor.

Javier:Yo también, mi amor. No podría pedir nada mejor. —respondió Javier, inclinándose para darle un beso suave, que se prolongó un poco más de lo habitual, dejando entrever el deseo que ambos comenzaban a sentir de manera más consciente.


📍Sala de estar del departamento – 22:38 hs

El Primer Paso hacia la Intimidad

Después del almuerzo, se acomodaron en el sofá para ver la película. Javier había preparado un bol grande de pochoclos, y Nico se acurrucó a su lado, disfrutando de la proximidad. A medida que avanzaba la película, ambos se sentían cada vez más cómodos, y las caricias se volvieron más naturales, más frecuentes.

Javier:Nico… —comenzó, su voz suave, apenas un susurro en el oído de Nico.

Nico:¿Sí, mi león? —respondió Nico, girándose para mirarlo, sus ojos encontrándose con los de Javier.

Hubo un momento de silencio, donde ambos se miraron, comunicándose más con las miradas que con las palabras. Había un entendimiento mutuo, una aceptación de que lo que sentían era real y profundo.

Finalmente, Javier rompió el silencio.

Javier:¿Te parece si… seguimos esto en el dormitorio? Quiero estar más cerca de vos… —sugirió, su voz cargada de deseo pero también de ternura.

Nico asintió, sintiendo cómo su corazón se aceleraba al pensar en lo que estaba por venir. Se levantaron del sofá y, de la mano, caminaron hacia el dormitorio, donde sabían que estaban a punto de dar un paso importante en su relación.

Chapter 69: Dame el fuego de tu amor 🔞

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📍Dormitorio de Javier – Más tarde, ese día – 23:45 hs

Un Paso Más Cerca

El dormitorio estaba sumido en una suave penumbra. La luz que se filtraba por las cortinas dibujaba sombras tenues sobre la cama, creando un ambiente íntimo y acogedor. Javier y Nico se detuvieron en la entrada, todavía tomados de la mano, conscientes de la importancia de ese momento.

Nico (pensando): "Es increíble cómo todo se siente tan natural, tan correcto... No hay miedo, solo ganas de estar con él, de sentirlo más cerca."

Javier respiraba un poco más rápido de lo habitual. Su corazón latía con fuerza, no por nerviosismo físico, sino por esa mezcla extraña de ansiedad, ternura y deseo que lo embargaba. Su mirada se posó en Nico, y con una mano algo temblorosa pero firme, le acarició la mejilla. El calor que irradiaba el omega, ese perfume inconfundible a chocolate tibio y canela dulce, ya comenzaba a intensificarse, envolviéndolo.

Javier:Sos tan hermoso, Nico… No sé cómo explicarlo, pero cada vez que te veo, siento que quiero cuidarte, amarte de una forma que nunca antes había sentido…

Nico cerró los ojos al contacto, su piel se estremeció bajo la palma del alfa. Se inclinó hacia él sin dudarlo, besándolo con dulzura, un beso suave pero profundo, lleno de promesas calladas. Lo que había entre ellos no era apuro ni necesidad bruta: era el deseo de fusionarse sin miedo, sin máscaras.


El beso se alargó y se volvió más húmedo, más caliente. Las manos de Javier comenzaron a explorar con más decisión, bajando por el cuello de Nico, acariciando la piel caliente, deteniéndose un segundo sobre su pecho. Sentía los latidos acelerados del omega como propios.

Nico llevó sus manos a la cintura de Javier, atrayéndolo aún más. El aroma a cuero curtido y notas amaderadas del alfa lo invadió, despertando algo primitivo en su interior. El nudo en el bajo vientre se tensó, pero no era sólo lujuria: era pertenencia.

Nico:Mi león… No quiero que esto termine nunca… quiero que estemos así, siempre.

Javier:Yo también, bebé… Quiero que esto sea perfecto para vos, para los dos.

Javier lo guió hacia la cama sin romper el contacto visual. Se sentaron en el borde, aún vestidos, aún respirando como si el aire se hubiera vuelto más espeso.

Nico (pensando): "Quiero que sepa que no tiene que tener miedo. Que lo elijo, que lo deseo. Que lo amo."

El alfa parecía contener algo en el pecho. Su mano, que acariciaba la mandíbula de Nico, tembló apenas.

Javier (pensando): "Es la primera vez que me siento así. Tan vulnerable. Tan expuesto… pero tan vivo. Tengo miedo de no estar a la altura. De que no sea suficiente para él."

Nico le tomó la mano, y sin decir nada, besó su palma. Luego lo miró con ternura.

Nico:Estoy con vos, Javi. No hay nada que tengas que demostrar. Sos todo lo que quiero… y más.


Javier tragó saliva, y con lentitud, comenzó a desabotonar la camisa de Nico. Cada botón que se abría dejaba ver un poco más de esa piel que había aprendido a conocer con miradas y caricias. Nico lo ayudó a quitársela, quedando desnudo de cintura para arriba. Su fragancia se volvió más densa, más embriagadora.

Javier:Sos… perfecto.

Bajó la cabeza y comenzó a besarle el cuello, dejando un rastro cálido que provocó un suspiro en el omega.

Nico:Javi…

Javier se detuvo, respirando contra su clavícula.

Javier: Chocolate… canela… me tenés hipnotizado —murmuró entre dientes, y luego, con más seguridad, lo recostó sobre la cama.

Nico se rindió por completo, ofreciéndose. Cuando Javier se desnudó, Nico lo contempló con una mezcla de deseo y ternura. Le recorrió el torso con las yemas de los dedos, notando cómo reaccionaban los músculos tensos bajo su tacto. El aroma amaderado del alfa se había vuelto más oscuro, más sexual.


Sus cuerpos desnudos se alinearon en la cama. Javier comenzó a besarle el pecho, bajando con lentitud. Sus labios capturaron uno de los pezones de Nico, lo lamió, lo succionó, lo mordió apenas. Nico jadeó y se arqueó hacia él.

Nico (pensando): "Sí… así… me conoce. Me desea. Me ama."

Javier, como si pudiera leer los pensamientos de Nico, bajó aún más, besándole el abdomen, el vientre… hasta llegar a su pelvis. Con reverencia, le apartó las piernas y se posicionó entre ellas. La fragancia de Nico ahora era intensa, dulzona, absolutamente embriagadora. Javier lo olió profundamente, y luego, sin previo aviso, deslizó la lengua entre sus pliegues. Lo lamió con devoción.

Nico gritó su nombre.

Nico:¡Javi… por favor… sí!

El alfa lo sostuvo de las caderas y siguió comiéndolo con hambre y amor. Su lengua entraba, acariciaba, saboreaba. Y cuando sintió que Nico estaba cerca, se apartó sólo para besarlo de nuevo, haciendo que el omega probara el propio sabor de su deseo.

Javier (pensando): "Necesito estar dentro suyo. Quiero que me recuerde cada vez que respire."

Buscó el lubricante en la mesa de luz, se preparó con cuidado. Introdujo uno, luego dos dedos en Nico, abriéndolo con paciencia, susurrándole palabras dulces mientras lo hacía.

Javier:Sos hermoso, Nico. Estás tan caliente para mí…

Nico:Quiero que seas vos. Entrá, Javi. Hacelo despacio. Te necesito adentro mío…

Temblando de emoción, Javier se colocó encima de él. Con un último beso profundo, lo penetró lentamente. Ambos gimieron al unísono. El calor era sofocante, perfecto.

El ritmo fue lento al principio. Sus caderas se encontraron como si ya conocieran el camino. Javier se inclinó hacia el cuello de Nico, lo mordió con suavidad, dejando su marca simbólica. Nico se aferró a su espalda.

Nico:Así, mi león… no pares…

Javier:Estás tan apretado… tan mío…

Los cuerpos se chocaban, húmedos, calientes. Las embestidas se volvieron más firmes, más urgentes. El cuarto se llenó de gemidos roncos, de jadeos y susurros amorosos.

Javier (pensando): "Esto es real. Lo amo. Lo amo como nunca amé a nadie."


📍Dormitorio de Javier – Madrugada de Lunes – 01:45 hs

Llegaron juntos. Nico se deshizo entre gritos y temblores, mientras Javier rugía su nombre, descargando dentro suyo con todo el cuerpo tenso. Quedaron abrazados, sus pieles pegadas por el sudor, sus respiraciones desacompasadas.

Nico:Gracias, mi león… por confiar en mí.

Javier:Gracias a vos, bebé… por esperarme. Por amarme así.

Nico (pensando): "No quiero que este momento se termine nunca. Quiero despertar cada día con su cuerpo junto al mío…"

Javier (pensando): "Fue nuestra primera vez. Pero no va a ser la última. Porque lo que tenemos… es para siempre."

Chapter 70: Después del amor

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📍Dormitorio de Javier – Madrugada de amor y pasión – 02:45 hs

Unidos en la Noche

La noche había caído completamente, envolviendo la ciudad en un manto de tranquilidad. El único sonido que se escuchaba en la habitación era el de las respiraciones suaves de Javier y Nico, que se encontraban enredados entre las sábanas, envueltos en la calidez de su primer encuentro íntimo.

Ambos estaban recostados, con el cuerpo de Nico acurrucado contra el de Javier. Javier lo rodeaba con sus brazos, sus dedos acariciando lentamente la espalda de Nico, trazando pequeños círculos que provocaban escalofríos en su piel. La quietud de la habitación contrastaba con la tormenta de emociones que ambos sentían por dentro.

Javier: —¿Estás bien, mi amor? —preguntó en voz baja, sus labios rozando la frente de Nico.

Nico asintió lentamente, levantando la cabeza para mirarlo a los ojos. Había una mezcla de cansancio y satisfacción en su rostro, pero sobre todo, una paz profunda que irradiaba desde el interior.

Nico: —Estoy más que bien, mi león… No puedo creer lo que acabamos de compartir —susurró, con una sonrisa suave y sincera.

Javier le devolvió la sonrisa, inclinándose para dejar un beso en sus labios, esta vez con una ternura que reflejaba lo que sentía por él.

Javier: —Te amo, Nico. Lo que vivimos hoy fue… fue todo lo que imaginé y más —dijo, con la voz cargada de emoción.

Nico, aún sintiendo los latidos de su corazón acompasados con los de Javier, se acomodó más cerca de él, dejándose envolver por la seguridad y el amor que Javier le brindaba.

Nico: —Yo también te amo, Javi… Nunca pensé que sentiría algo tan fuerte por alguien, y ahora no quiero que esto se acabe nunca —confesó, con la voz suave pero llena de convicción.


El Sueño Compartido

La noche avanzaba, y el cansancio finalmente comenzó a apoderarse de ellos. Javier, con cuidado, acomodó la almohada bajo la cabeza de Nico y tiró de las sábanas para cubrirlos mejor. Se aseguraba de que Nico estuviera cómodo, rodeándolo con sus brazos, protegiéndolo de cualquier frío que pudiera colarse en la habitación.

Nico, ya sintiendo el sueño apoderarse de él, dejó escapar un suspiro de satisfacción. Sabía que estaba en el lugar correcto, en los brazos de la persona que amaba.

Nico: —Buenas noches, mi león… —murmuró, cargado de cariño.

Javier: —Buenas noches, mi bebé… —respondió, plantando un beso en la cabeza de Nico antes de cerrar los ojos.

El sueño los envolvió rápidamente, pero incluso en ese estado de semiconsciencia, ambos permanecieron cerca, sus cuerpos buscando la cercanía del otro. El ritmo de sus respiraciones se sincronizó, creando una armonía que reflejaba la conexión profunda que habían logrado.

A lo largo de la noche, Javier despertó en varias ocasiones, su instinto protector llevándolo a verificar que Nico estuviera bien. Cada vez que lo hacía, no podía evitar sonreír al ver a su amado durmiendo plácidamente, su rostro relajado y en paz. No resistía la tentación de dejar un beso suave en su mejilla o acariciar su cabello, disfrutando de la intimidad de esos momentos.


📍Dormitorio de Javier – Lunes 16 de Septiembre de 2024 - 07:00 hs

El Amanecer Juntos

Cuando el sol comenzó a asomarse por el horizonte, la luz matinal se filtró por las cortinas, bañando la habitación en tonos dorados y cálidos. Javier fue el primero en despertar, aún abrazando a Nico, quien seguía profundamente dormido, con una expresión de serenidad en su rostro.

Javier se quedó quieto, observando a Nico, embelesado por la belleza de la escena. No quería despertarlo, pero su amor por él lo llenaba de una sensación de gratitud tan inmensa que no pudo evitar acariciar su mejilla con ternura.

Nico se movió ligeramente bajo su toque, entreabriendo los ojos, desorientado por un momento antes de darse cuenta de dónde estaba. Al ver la sonrisa suave de Javier, sus labios también se curvaron en una sonrisa adormilada.

Nico: —Buenos días, mi amor… —susurró, acurrucándose más cerca.

Javier: —Buenos días, bebé… ¿Cómo dormiste? —preguntó con voz suave, como si temiera romper la paz del momento.

Nico: —Como nunca… Estar con vos me hace sentir tan… seguro, tan amado —respondió, aún con los ojos medio cerrados, disfrutando de la calidez del cuerpo de Javier junto al suyo.

Javier sintió una oleada de amor inundarlo. No pudo evitar besar a Nico, un beso suave y lento, como una promesa de que ese amor seguiría creciendo con el tiempo.


📍Cocina del Departamento – 08:15 hs

Finalmente, ambos se levantaron, aunque sin despegarse mucho el uno del otro. Después de una ducha rápida y compartida, en la que no faltaron las risas, los roces y algunos besos furtivos, se vistieron con ropa cómoda y decidieron preparar el desayuno juntos.

Javier se movía con destreza en la cocina, preparando café y tostadas, mientras Nico se encargaba de cortar frutas frescas. La cocina estaba llena del aroma del café recién hecho y el sonido del pan tostándose.

Javier: —¿Qué te apetece hoy, mi gatito? —preguntó con una sonrisa juguetona, mientras servía las tazas de café.

Nico, disfrutando del ambiente relajado y la familiaridad que comenzaba a desarrollar con Javier, sonrió mientras terminaba de poner la mesa.

Nico: —Con que estemos juntos, cualquier cosa me va a gustar, mi león —respondió, dándole un pequeño mordisco a una frutilla y ofreciendo otra a Javier.

Javier aceptó la fruta con una sonrisa, y luego, con un gesto rápido, atrapó a Nico por la cintura, tirándolo suavemente hacia él para un beso rápido pero lleno de cariño.

Javier: —Sos increíble, Nico. No sé cómo pude vivir sin vos antes —dijo, soltándolo solo para que pudieran sentarse a desayunar.

Nico: – Me hace tan bien estar así… Gracias por tomarte el día, Javi. Yo también lo necesitaba mucho.

Javier: – Después de lo de anoche… lo único que quería era quedarme con vos todo el día. Lo dejé todo en manos de Karina y de Victoria.

El desayuno transcurrió entre risas y charlas suaves, ambos compartiendo sus pensamientos sobre lo que habían vivido la noche anterior. La conexión entre ellos era más fuerte que nunca, y ambos lo sabían.


Levantando sospechas

📍Casa Rosada – 09:20 hs

En su despacho, Victoria Villarruel repasaba una carpeta con informes pendientes cuando su celular vibró discretamente sobre el escritorio. Al desbloquearlo, vio que el mensaje provenía de Javier Milei.

Javier: "Victoria. Me tomo una semana de licencia por motivos personales. Confío en que vos y Karina podrán sostener las tareas ejecutivas durante mi ausencia. Abrazo."

Frunció el ceño.

Victoria: "¿Motivos personales? Un Lunes. Sin previo aviso. ¿Qué estás tramando, Javier?"

Dejó el celular sobre la mesa, pero no pudo evitar releer el mensaje. Aunque la redacción era formal, le resultaba extraño. Milei no era de improvisar ausencias, y mucho menos de delegar sin resistencia.

Tomó una lapicera y comenzó a anotar detalles en su libreta personal.

Victoria: "Una semana... así de la nada. Se puede venir el país abajo, y el señorito igual decide tomarse unas mini vacaciones. "

No sabía si tenía que preocuparse o simplemente alegrarse por tener un respiro de la intensidad libertaria de su compañero de fórmula. Pero algo en ese mensaje escueto le dejó un sabor agridulce. Y sobre todo, mucha curiosidad.

Volvió al trabajo, aunque su mente quedó parcialmente anclada en ese “motivo personal” que no terminaba de cerrar.


📍Parque Tres de Febrero – 11:00 hs

Después del desayuno, Javier sugirió que salieran a caminar por la ciudad, disfrutando del día soleado. Nico aceptó encantado, sabiendo que cualquier actividad con Javier sería especial.

Nico: —Vamos a algún parque, mi león. Podemos llevar un mate y disfrutar del sol —propuso, sonriendo ante la idea.

Javier asintió, contento con la propuesta. Se prepararon rápidamente, empaquetando un termo con agua caliente, yerba y un par de galletitas. Nico, siendo el más ordenado, se aseguró de llevar un mantel para sentarse cómodamente en el pasto.

Mientras caminaban por las calles de Buenos Aires, de la mano y camuflados para no levantar sospechas, Javier y Nico compartían anécdotas, sueños, y hasta algunos silencios cómodos que solo compartían quienes se entienden con miradas. La ciudad estaba llena de vida, con el bullicio típico de un día soleado, pero para ellos, el mundo parecía reducirse a ese pequeño espacio que ocupaban juntos.

Cuando llegaron al parque, encontraron un lugar tranquilo bajo un árbol grande y frondoso. Javier extendió el mantel y ambos se sentaron, disfrutando del aire fresco y la vista del cielo despejado. Nico comenzó a cebar los mates, mientras Javier se recostaba, apoyando su cabeza en el regazo de Nico.

Javier: —Esto es perfecto, bebé. No podría pedir nada más —murmuró, cerrando los ojos mientras disfrutaba del momento.

Nico acarició suavemente el cabello castaño de Javier, sintiéndose completamente en paz, y admirando sus reflejos rubios. Sabía que, aunque aún tenían muchas cosas por vivir y enfrentar, estaban en el camino correcto. El amor que compartían era fuerte y sincero, y eso era todo lo que importaba.

Chapter 71: Canciones para un león que duerme

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📍Parque Tres de Febrero, Palermo – Lunes 16 de Septiembre de 2024 – 16:10 hs

Javier se dejó caer con suavidad en el regazo de Nico, sintiendo la calidez de su cuerpo bajo su cabeza. El parque a su alrededor parecía desvanecerse, dejando solo la suave caricia de los dedos de Nico deslizándose por su cabello. El sonido de las hojas susurrando con la brisa y las voces lejanas de otros paseantes se mezclaban con la respiración de Nico, creando una melodía tranquila que lo envolvía.

Javier suspiró, acomodándose mejor sobre sus piernas, como si todo su cuerpo buscara entregarse al abrigo de ese instante. Las ramas altas de los árboles filtraban el sol del atardecer, proyectando sombras suaves sobre el rostro de ambos. Un perro ladraba a lo lejos, pero incluso ese sonido parecía amortiguado por la burbuja que los rodeaba, una burbuja de amor silencioso e inquebrantable.

Mientras Javier cerraba los ojos, se permitió perderse en sus pensamientos. Sentía el peso de la semana sobre sus hombros, pero al mismo tiempo, una paz profunda lo embargaba. Recordaba cada detalle de la noche anterior: los besos, las caricias, la forma en que los cuerpos de ambos se habían encontrado por primera vez de manera tan íntima y perfecta. Sentía un calor reconfortante expandiéndose en su pecho al recordar cómo Nico había dicho que lo amaba, que se sentía seguro con él. Era un tipo de amor que Javier nunca había experimentado antes, algo que lo llenaba y lo hacía sentir más vivo que nunca.

Javier: "¿Cómo es posible que alguien me quiera así, sin reservas? ¿Cómo es posible que haya encontrado esto justo en medio del caos?"


El cansancio finalmente lo fue venciendo, y sin darse cuenta, Javier comenzó a caer en un sueño ligero. Los dedos de Nico seguían moviéndose con delicadeza por su cabello, un gesto que lo mantenía anclado en la tranquilidad de ese momento. Con cada caricia, Javier sentía que sus preocupaciones se desvanecían, reemplazadas por una sensación de seguridad y pertenencia que lo arrullaba hacia el sueño.

Nico, mientras tanto, observaba cómo Javier se relajaba completamente en su regazo, su respiración volviéndose más lenta y profunda. Una sonrisa se formó en los labios de Nico al darse cuenta de que Javier se estaba quedando dormido. Le gustaba verlo así, tan vulnerable y tranquilo, como si todo el peso del mundo hubiera desaparecido de sus hombros. Era un Javier que pocos conocían, y Nico se sentía privilegiado de ser una de esas pocas personas.

Nico: "Es hermoso... Tan distinto a como lo ven todos. Esta es su verdad. Esta es la versión que me regaló a mí."

Con cuidado de no despertarlo, Nico sacó su celular del bolsillo y se colocó los auriculares. Sabía exactamente qué canción quería escuchar en ese momento. Al abrir su aplicación de música, buscó "No te imaginás" de No Te Va Gustar. Cuando los primeros acordes comenzaron a sonar, Nico cerró los ojos, permitiéndose sentir cada palabra como si fuera un reflejo de su relación con Javier.

La letra de la canción lo tocaba profundamente, describiendo cómo era ese amor que había llegado inesperadamente, cómo lo había transformado todo. Nico sabía que Javier no se imaginaba cuánto lo había cambiado, cuánto lo había ayudado a encontrar una parte de sí mismo que creía perdida.

Nico: "No te imaginás, mi amor. Ni un poco. Lo que sos para mí. Lo que fuiste desde el primer día que te animaste a mirarme sin juzgarme."

A medida que la canción avanzaba, Nico sentía una mezcla de emociones: gratitud, alegría, y un profundo amor que lo envolvía. Estaba seguro de que esa canción hablaba de ellos, de cómo habían encontrado algo tan hermoso e inesperado en medio de sus vidas caóticas. Se quedó escuchando en silencio, sus dedos continuando el ritmo suave en el cabello de Javier, sabiendo que esas palabras también eran su forma de decirle cuánto lo amaba.

Cuando la canción terminó, Nico dejó que la aplicación pasara a la siguiente pista, optando por poner la lista de reproducción en modo aleatorio. Pronto, las notas de "Arrancacorazones" de Attaque 77 comenzaron a llenar sus oídos. Una sonrisa apareció en su rostro al escuchar la letra. Nico sentía cada palabra como si fuera escrita para Javier, como si expresara lo que a veces le costaba poner en palabras: cuánto lo admiraba, cuánto lo deseaba.

Nico: "Te juro que todo lo que dice esta canción, lo gritaría desde un escenario si con eso te pudiera hacer sonreír."

A medida que la lista avanzaba, con canciones como "Puerto Pollensa" de Sandra Mihanovich, "Me Gustás Mucho" de Viejas Locas, y "Perfecta" de Miranda!, Nico se perdía en la música, dejando que las letras resonaran en su corazón. Cada canción parecía capturar un aspecto diferente de su relación, desde la pasión desenfrenada hasta la ternura cotidiana que compartían. Era como si la música hablara por ellos, expresando lo que a veces las palabras no podían.


Mientras tanto, Javier, aún acunado en el regazo de Nico, se hundía más en su sueño. En su mente, las imágenes de la noche anterior y de ese día juntos se entrelazaban, creando un mosaico de momentos felices. Soñaba con Nico, con el futuro que podrían construir juntos, y aunque no podía escuchar la música que Nico estaba disfrutando, en su sueño también resonaban palabras de amor, como si estuvieran conectados a través de algo más profundo que el simple sonido.

Nico, por su parte, notó cómo Javier se acomodaba aún más, buscando instintivamente su cercanía incluso en el sueño. La visión de su amado tan relajado y en paz lo hizo sentir una oleada de cariño. Sin dejar de acariciar su cabello, Nico susurró suavemente, apenas por encima de la música:

Nico: —Te amo tanto, mi león… No sabés cuánto.

El tiempo pareció detenerse mientras Nico continuaba con su playlist. Cada canción que sonaba hablaba de ellos, de su historia, de lo que significaban el uno para el otro. Nico disfrutaba de esos momentos de tranquilidad, sabiendo que su amor era real, profundo y cada vez más fuerte.


📍Parque Tres de Febrero, Palermo – 18:50 hs

Cuando finalmente el sol comenzó a bajar, llenando el parque con una luz dorada, Javier empezó a despertar. Sus ojos parpadearon lentamente, ajustándose a la luz del atardecer, y lo primero que vio fue a Nico, sonriendo dulcemente mientras lo miraba.

Javier: —¿Cuánto tiempo estuve dormido?

Nico: —Lo suficiente para que descanses, mi amor. —respondió Nico, sacándose uno de los auriculares y dejándolo en su oreja para que pudiera escuchar la música—. Estaba escuchando algunas canciones que me hacen pensar en vos.

Javier sonrió al escuchar la melodía suave que salía del auricular. Reconoció la canción de inmediato y se sintió conmovido por el gesto de Nico.

Javier: —Siempre sabés cómo hacerme sentir especial, bebé. —dijo, levantándose un poco para besar a Nico en los labios, un beso lento y lleno de cariño.

Nico devolvió el beso con la misma ternura, sabiendo que esos momentos, por pequeños que fueran, eran los que construirían la base sólida de su relación. Estaba seguro de que, con Javier a su lado, podrían enfrentar cualquier cosa.

La tarde continuó, y ambos se quedaron en el parque un poco más, disfrutando de la compañía del otro mientras el sol terminaba de ocultarse. Sabían que la vida les deparaba desafíos, pero en ese momento, en ese pequeño rincón del mundo, solo existían ellos y su amor, inmenso y creciente.

Chapter 72: La llama que sigue ardiendo 🔞

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📍Parque Tres de Febrero, Palermo – Lunes 16 de Septiembre de 2024 - 20:10 hs

El sol finalmente se escondió detrás del horizonte, dejando un rastro de colores cálidos en el cielo. Javier y Nico permanecieron en el parque, disfrutando de la tranquilidad que los rodeaba. El ambiente era sereno, con el canto de los grillos empezando a llenar el aire mientras las luces de la ciudad comenzaban a encenderse.

Nico, con una sonrisa suave, se inclinó para besar a Javier nuevamente, esta vez un beso más largo y profundo, lleno de la pasión y el amor que sentían el uno por el otro. Sus labios se movían con una sincronía que solo se lograba después de haber compartido tanto juntos. Cada beso se sentía como una reafirmación de lo que tenían, un recordatorio de que estaban juntos, de que se pertenecían.

Nico: —Nunca me canso de besarte, mi leoncito —susurró contra sus labios, acariciándole el rostro con ternura.

Javier, aún con los ojos cerrados, sonrió y respondió en un susurro.

Javier: —Y yo nunca me canso de que me beses, mi amor.


La noche caía sobre ellos, pero ni el frío incipiente ni el cansancio lograban apartarlos del momento. Parecía que el mundo exterior había dejado de existir, y solo ellos dos se encontraban en ese pequeño rincón del parque. Sin embargo, mientras se levantaban para irse, una idea cruzó la mente de Nico.

Nico: —¿Te parece si hacemos algo diferente antes de volver a casa?

Javier arqueó una ceja, intrigado.

Javier: —¿Como qué, mi gatito?

Nico lo pensó por un momento antes de sonreír.

Nico: —¿Qué te parece si damos una vuelta por la ciudad? Hace tanto que no caminamos por el centro… podemos ir a tomar algo, o simplemente caminar. No sé, siento que el día merece terminar de una manera especial.

Javier se quedó en silencio, considerando la propuesta. No solían salir mucho por la noche, al menos no en los últimos tiempos, debido a sus agendas y a la necesidad de mantenerse algo más reservados. Sin embargo, la idea de pasear bajo las luces de la ciudad, tomados de la mano y simplemente disfrutando de la compañía del otro, le resultaba bastante tentadora.

Javier: —Me parece perfecto, mi amor. Vamos, entonces. Pero te advierto que después de caminar un rato, voy a tener hambre. Así que más te vale que me lleves a algún lugar donde pueda comer algo rico —bromeó, guiñándole un ojo.

Nico rió y asintió, tomando la mano de Javier mientras comenzaban a caminar hacia la salida del parque.

Nico: —Prometido. Y después, si te portás bien, puede que te compre algo dulce —añadió, en tono juguetón.


📍Calles del Centro Porteño – 21:10 hs

Javier se dejó llevar por las calles iluminadas, sintiendo la brisa fresca de la noche en su rostro. Había algo mágico en caminar por la ciudad cuando todos los demás parecían estar en sus casas, algo íntimo y especial. Las luces de los faroles se reflejaban en el pavimento mojado, creando destellos dorados que les guiaban el camino.

A medida que avanzaban, la conversación fluía entre ellos de manera natural, alternando entre recuerdos compartidos, planes para el futuro y pequeñas bromas que solo ellos entendían. Nico disfrutaba viendo a Javier tan relajado, riendo y siendo él mismo sin preocuparse por nada más.

📍Cafetería El Gato Negro – Centro - 21:45 hs

Después de caminar durante un buen rato, llegaron a una pequeña cafetería que permanecía abierta hasta tarde. Las luces cálidas del lugar y el aroma a café y dulces recién horneados los invitaron a entrar. El ambiente era acogedor, con mesas de madera y una decoración vintage que le daba un toque nostálgico.

Nico: —¿Qué te parece si tomamos algo acá? —sugirió, mirando a Javier, quien asintió con entusiasmo.

Una vez dentro, se sentaron en una mesa cerca de la ventana, desde donde podían ver la calle iluminada. Nico pidió un café con leche y una porción de torta de chocolate, mientras que Javier optó por un submarino y unas medialunas.

Mientras esperaban su pedido, Nico observaba a Javier, notando lo bien que se veía con la luz suave de la cafetería resaltando sus facciones. Había algo en su expresión, una mezcla de felicidad y serenidad, que lo hacía parecer aún más atractivo.

Nico: —¿En qué pensás? —preguntó, curioso por el silencio de Javier.

Javier se quedó mirando por la ventana por un momento antes de responder.

Javier: —En lo afortunado que soy de haberte encontrado —dijo sinceramente, girando la cabeza para mirarlo a los ojos.

Nico sintió su corazón saltar ante esas palabras. No era común que Javier fuera tan expresivo, y cuando lo hacía, siempre lo sorprendía.

Nico: —Yo soy el afortunado, mi león. Nunca pensé que encontraría a alguien como vos, alguien que me entienda tan bien y me haga sentir tan… completo.

La comida llegó, interrumpiendo momentáneamente la conversación. Pero incluso mientras comían, el ambiente se mantuvo lleno de una ternura y complicidad que solo ellos dos podían entender.

Cuando terminaron, pagaron la cuenta y decidieron caminar un poco más antes de volver. A pesar de que la noche ya estaba avanzada, la ciudad aún vibraba con energía. Pasaron por varios puntos icónicos de Buenos Aires, y en cada lugar se tomaron un momento para detenerse, disfrutar del paisaje y del silencio que les rodeaba.


📍Calles de Buenos Aires – De regreso a casa – 23:15 hs

Finalmente, después de un par de horas más de caminata, ambos comenzaron a sentir el cansancio del día. Se dirigieron de regreso a la casa de Javier, donde decidieron pasar la noche. Cuando llegaron, Javier dejó que Nico entrara primero, y mientras cerraba la puerta detrás de él, sintió que había sido un día perfecto, uno que atesoraría para siempre.

📍Departamento de Javier – Madrugada del Martes – 01:40 hs

Ambos se prepararon para dormir, cambiándose a ropa cómoda y lavándose los dientes. El cuarto estaba iluminado solo por la tenue luz cálida que escapaba de una lámpara de mesa. El silencio se apoderaba del ambiente, roto solo por el sonido del agua corriendo en el baño y los pasos suaves sobre el piso de madera.

Cuando finalmente se metieron en la cama, Nico se acurrucó contra Javier, disfrutando del calor de su cuerpo junto al suyo. La sábana acariciaba sus pieles entrelazadas y el aroma inconfundible de Javier, una mezcla de cuero y notas amaderadas, se hacía cada vez más intenso en el aire.

Nico: —Gracias por este día, mi amor —susurró, acariciando suavemente el pecho de Javier con la yema de sus dedos, sintiendo el latido constante y firme bajo su palma.

Javier: —Gracias a vos, gatito. Este día fue perfecto, porque lo compartí con vos —respondió, besando la frente de Nico con ternura, su aliento cálido rozando la piel sensible.


Nico sonrió contra su pecho, sintiendo que sus preocupaciones se desvanecían lentamente. Pero antes de que pudiera quedarse dormido, Javier deslizó una mano por su cintura, acercándolo más, presionando con suavidad para anclarlo a su calor.

Javier: —¿Sabés una cosa, mi amor? Me quedé con ganas de vos desde anoche… —murmuró con voz baja, grave, cargada de un deseo profundo que vibraba en cada sílaba.

Nico alzó la cabeza, y la fragancia de su alfa —cuero y notas amaderadas intensificadas por el deseo— le acarició los sentidos como un llamado ancestral. Una oleada de calor se encendió en su vientre, despertando todos sus nervios. La fragancia dulce a chocolate y canela empezó a emanar de su piel, espesa y embriagadora, envolviendo el cuarto en un aire cargado de pasión.

Nico: —Entonces tomame, Javi… haceme tuyo otra vez —susurró, perdiéndose en esos ojos celestes que parecían brillar con intensidad en la penumbra.

El beso que siguió no fue tierno, fue feroz. Las manos de Javier bajaron por la espalda de Nico con urgencia, metiéndose bajo la camiseta, acariciando la piel caliente y sensible. Nico gimió bajito, arqueándose contra él con una mezcla de necesidad y entrega absoluta.

Las sábanas volaron, cayendo desordenadas al suelo mientras el cuerpo de Javier cubría el de Nico como una ola lenta y poderosa que los envolvía sin escapatoria. Nico se abrió para él con naturalidad, guiado por el deseo, el amor y la conexión profunda que habían cultivado. Sus gemidos se mezclaban con el sonido húmedo de los besos, con los jadeos entrecortados y el temblor de sus cuerpos entrelazados.

Javier lo penetró con suavidad, murmurándole palabras dulces y cargadas de lujuria al oído, como una plegaria entregada solo para él.

Javier: —Te amo, bebé… sos mío… tan hermoso, tan mío...

Y Nico, completamente entregado, lo abrazó con piernas y brazos, sintiendo cómo su cuerpo entero se llenaba de Javier, de su aroma, de su calor, de esa presencia que lo hacía sentir vivo y seguro.

Nico: —Más, Javi… no pares, te necesito…

El omega se empapaba en deseo, su aroma era casi visible en el aire, un velo cálido de canela derretida que nublaba los sentidos y envolvía cada rincón del cuarto. Javier lo besaba, lo lamía, lo adoraba mientras lo poseía sin apuro, con una intensidad creciente que los consumía lentamente, llevándolo a gemir su nombre una y otra vez, en un susurro apasionado que vibraba en la oscuridad.


Finalmente, el clímax los atravesó como una corriente eléctrica compartida, un estallido que recorrió cada fibra de sus cuerpos y almas. Cayeron abrazados, jadeando, transpirados, entre besos y caricias que buscaban prolongar el contacto, el calor, la unión.

Nico se acurrucó contra el pecho de su alfa, aún temblando de placer, dejando que el ritmo de su corazón se sincronizara con el de Javier.

Nico: —Quedate conmigo siempre así, mi león…

Javier: —Para siempre, bebé. Sos lo mejor que me pasó en la vida.

Y así, entre susurros, caricias y el calor del amor consumado, se quedaron dormidos, envueltos en la noche… más unidos que nunca.

Chapter 73: El misterio de Olivos

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📍Departamento de Javier – Martes 17 de Septiembre de 2024 – 08:15 hs

El sol apenas empezaba a asomar cuando Javier despertó, aún abrazado a Nico. Los primeros rayos de luz se filtraban por las cortinas de la ventana, iluminando suavemente el cuarto donde habían pasado la noche. Javier, sintiendo la calidez del cuerpo de Nico junto a él, sonrió y dejó escapar un suspiro de satisfacción.

Javier: “Este es el mejor despertar”, pensó, observando a su compañero omega dormir profundamente.

Nico, con su cabello despeinado y una expresión de paz, descansaba tranquilamente en su pecho. Javier lo acarició con delicadeza, evitando despertarlo, pero una idea comenzó a formarse en su mente mientras lo miraba.

Sin querer esperar más, decidió que ese día sería especial. Con sumo cuidado, se deslizó fuera de la cama para no despertar a Nico y fue a prepararles un desayuno simple: tostadas con mermelada, jugo de naranja y café. Mientras organizaba todo, no podía evitar sonreír pensando en lo que tenía planeado.


📍Dormitorio – 08:40 hs

Cuando el aroma del café recién hecho llegó a la habitación, Nico se removió en la cama, entreabriendo los ojos. Al percibir la ausencia de Javier, se estiró y se incorporó lentamente.

Nico:¿Javi? ¿Qué estás haciendo tan temprano? —murmuró, todavía medio dormido.

Javier, que estaba terminando de servir el desayuno en la cocina, se asomó a la puerta con una sonrisa traviesa.

Javier:Buenos días, mi chiquito. Te traje desayuno a la cama. Hoy va a ser un día diferente —dijo con un brillo de misterio en los ojos.

Nico, sorprendido por el gesto, sonrió y se frotó los ojos mientras se acomodaba entre las almohadas.

Nico:¿Un día diferente? ¿Qué estás planeando, Javi? —preguntó, intrigado.

Javier llevó la bandeja a la cama y se sentó a su lado, dejando que Nico tomara una tostada.

Javier:Pensaba que podríamos ir a la Quinta de Olivos. Quiero que la conozcas, es mi segundo lugar de trabajo y creo que te encantaría verlo —dijo con un tono casual, aunque en su mente ya se imaginaba la sorpresa que le esperaba a Nico.

Nico lo miró con una mezcla de sorpresa y curiosidad.

Nico:¿La Quinta de Olivos? ¿Estás seguro? No sé si debería… —comenzó, pero Javier lo interrumpió rápidamente.

Javier:¡Claro que deberías! Nunca la viste y, además, es un lugar hermoso. Te prometo que te va a encantar —aseguró, dejando entrever un aire de misterio que solo aumentaba la intriga de Nico.


📍Auto de Javier – 09:30 hs

Después del desayuno, se prepararon para el día. Mientras Nico se vestía, Javier le lanzó una mirada rápida, observando lo bien que le quedaba la ropa que había elegido.

Javier:Te ves increíble, como siempre —comentó con una sonrisa pícara.

Nico se sonrojó levemente y se acercó a él, dejándole un beso en los labios.

Nico:Gracias, mi leoncito. Vos también te ves espectacular —respondió, devolviéndole la sonrisa.

Ambos se subieron al auto de Javier, un vehículo elegante pero discreto, y emprendieron el camino hacia la Quinta Presidencial. El trayecto fue acompañado de una playlist de canciones compartidas, risas y comentarios sobre los lugares que iban pasando por la ventanilla.


📍Quinta de Olivos – 10:20 hs

Cuando llegaron a Olivos, el sol ya estaba alto en el cielo. El aire olía a pasto fresco, y los árboles altos que rodeaban la propiedad ofrecían una bienvenida cálida y serena. Javier estacionó el auto y bajó, esperando a Nico con una sonrisa tranquila pero misteriosa.

Javier:Bienvenido a Olivos, mi amor —dijo mientras Nico bajaba del auto y miraba a su alrededor, asombrado por el paisaje.

El lugar tenía una belleza imponente, rodeado de naturaleza, pero también cargado de historia y poder. Para Nico, que nunca había pisado ese lugar antes, fue como entrar en otro mundo. Había oído hablar de la Quinta, claro, pero estar allí, con Javier como guía, lo hacía aún más especial.

Nico:Es… increíble, Javi. Realmente nunca imaginé estar acá —dijo, impresionado por la majestuosidad del lugar.

Javier lo tomó de la mano y lo guió hacia una de las zonas más tranquilas del parque, donde un gran rosal florecía cerca de una fuente. El sonido del agua cayendo en la fuente creaba un ambiente relajante, y el perfume de las flores los envolvía.

Javier:Este es uno de mis lugares favoritos. Cuando necesito pensar o relajarme, vengo acá —explicó, mientras se sentaban en un banco cercano.

Nico miraba todo a su alrededor, fascinado por la tranquilidad del lugar. Era casi imposible creer que, a pocos kilómetros, la ciudad bullía de actividad.

Pero justo cuando Nico comenzaba a relajarse, Javier se levantó y se giró hacia él, mirándolo con una expresión que mezclaba nerviosismo y emoción.

Javier:Tengo una sorpresa para vos —dijo, frotándose las manos.

Nico lo miró, sin saber cómo reaccionar.

Nico:¿Una sorpresa? ¿Qué estás tramando, mi león? —preguntó con una sonrisa.

Javier sonrió de vuelta y lo tomó de la mano.

Javier:No puedo decirte todavía, pero te prometo que es algo que te va a poner muy contento. Solo… confiá en mí, ¿sí? —dijo con un tono que mezclaba picardía y cariño.

Nico, aunque intrigado, asintió y dejó que Javier lo guiara hacia el interior de la Quinta. Cada paso que daban hacía que su corazón latiera más rápido, preguntándose qué podía ser esa sorpresa que Javier le tenía preparada.

📍Sala privada de la Quinta – 11:05 hs

Mientras entraban en una de las áreas privadas, Javier se detuvo frente a una puerta grande de madera.

Javier:Antes de que entremos, quiero que sepas que esto lo estuve planeando por un tiempo. Y si todo sale bien, va a ser un día que nunca vas a olvidar —dijo con una sonrisa que solo aumentó la ansiedad de Nico.

Cuando Javier abrió la puerta, Nico se quedó inmóvil, sin palabras. Lo que vio dentro de esa habitación lo dejó completamente asombrado.

Chapter 74: La sorpresa de Olivos

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📍Sala privada de la Quinta – Martes - 11:05 hs

La puerta de la habitación se abrió lentamente, revelando un espacio elegante y acogedor, decorado con un gusto exquisito. Nico, con los ojos bien abiertos y la boca ligeramente entreabierta por la sorpresa, entró en la sala, observando con asombro cada detalle.

El lugar estaba decorado con luces suaves, creando una atmósfera cálida y romántica. Un gran ventanal permitía que la luz del sol entrara, bañando la habitación en un resplandor dorado. En el centro, había una mesa elegantemente puesta con un mantel blanco, sobre el cual descansaba una variedad de deliciosos bocados: tapas, canapés, frutas frescas y una selección de vinos finos. Al lado de la mesa, había una pequeña barra con una botella de champán y dos copas, listas para ser usadas.

Javier, al ver la reacción de Nico, no pudo evitar sonreír ampliamente. Se acercó a él, tomándolo de la mano.

Javier: –Esto es algo que estuve planeando desde hace un tiempo. Quería mostrarte un lugar que tiene un significado especial para mí, pero también quería que supieras cuánto te aprecio. Esta sorpresa es un agradecimiento por todo lo que significás para mí –explicó con una voz llena de emoción.

Nico, todavía atónito, dejó escapar una risa nerviosa mientras recorría con la vista la habitación. Se acercó a la mesa y tomó una copa de champán, contemplando las delicias que había sobre ella.

Nico: –Javi, esto es increíble. No sé qué decir… Es todo tan hermoso –dijo, con la voz cargada de emoción.

Javier lo abrazó desde atrás, apoyando su barbilla en el hombro de Nico.

Javier: –Quería que tuviéramos un momento especial para nosotros. A veces, entre todo lo que pasa, necesitamos estos momentos para recordar por qué estamos juntos –susurró en su oído.

Nico, conmovido por las palabras de Javier, se giró y lo miró a los ojos. La intensidad en la mirada de Javier, combinada con el cariño evidente en sus palabras, hizo que el corazón de Nico latiera con fuerza.

Nico: –Me hacés sentir tan especial. Gracias por hacer todo esto por mí. Posta, no me lo esperaba –expresó, dejando que sus sentimientos fluyeran en sus palabras.


📍Salón privado – 12:15 hs

Javier sonrió y lo guió hacia la mesa, invitándolo a sentarse. Ambos comenzaron a disfrutar de la comida, charlando y riendo mientras probaban los distintos manjares. La conversación fluía con naturalidad, y el ambiente se llenó de una sensación de intimidad y felicidad compartida.

Durante la comida, Javier le mostró a Nico una serie de fotografías enmarcadas que decoraban las paredes de la habitación. Las imágenes mostraban momentos significativos de la vida de Javier: eventos familiares, momentos de su carrera política y recuerdos especiales. Cada foto venía acompañada de una breve descripción de Javier, explicando el contexto y la importancia del momento capturado.

Nico observaba cada foto con interés, sintiendo que estaba conociendo a Javier en un nivel más profundo. Las historias detrás de las imágenes le daban una visión más completa de la vida de su pareja, lo que hacía que la experiencia fuera aún más significativa.

Javier: –Estas fotos son una parte importante de mi vida. Quería que las conocieras porque, para mí, son parte de lo que soy. Y vos sos una parte muy importante de mi vida ahora –dijo, mirando a Nico con ternura.

Nico: –Gracias por compartir esto conmigo. Es como si estuviera viendo una parte de tu alma –respondió, con los ojos brillando.


📍Barra del salón privado - 14:21 hs

Después de disfrutar de la comida y las historias compartidas, Javier se levantó y fue a la barra. Abrió la botella de champán y sirvió una copa para cada uno. Mientras brindaban, el sonido del corcho al estallar llenó el aire, seguido por el suave burbujeo del champán.

Javier: –Por nosotros, y por todos los momentos hermosos que aún nos esperan.

Nico: –Por nosotros –repitió, chocando su copa con la de Javier.

Luego del brindis, Javier tomó la mano de Nico y lo condujo hacia un rincón de la habitación, donde había un cómodo sofá con almohadones suaves. Se acomodaron juntos en el sofá, abrazados, mientras la luz del sol se iba atenuando lentamente.

Javier: –Quiero que sepas que cada momento con vos es especial para mí. A veces me siento abrumado por todo lo que pasa en mi vida, pero cuando estoy con vos, todo parece encajar –dijo, mirando a Nico con sinceridad.

Nico: –Yo también siento lo mismo. Cada momento que compartimos es precioso. Gracias por ser tan increíble –respondió, besándolo suavemente.

Mientras el día se desvanecía en la noche, la habitación se llenó de una calma reconfortante. El tiempo parecía detenerse mientras Javier y Nico disfrutaban de la compañía mutua, envueltos en una burbuja de amor y tranquilidad.


📍Quinta de Olivos – 20:05 hs

Finalmente, al caer la noche, Javier y Nico se quedaron en la Quinta de Olivos, disfrutando de una última copa de vino mientras conversaban suavemente. La sorpresa de Javier había sido un éxito, y ambos se sintieron más unidos que nunca, sabiendo que habían compartido un día que sería recordado por siempre en sus corazones.

Chapter 75: Estado de necesidad y urgencia 🔞

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📍Habitación privada, sofá – 21:00 hs

La noche en la Quinta de Olivos avanzaba lentamente, envuelta en una atmósfera de calma y deseo contenido. Tras una cena elegante y un brindis que resonó hondo en sus corazones, Javier y Nico se encontraron abrazados en el sofá del dormitorio presidencial, el más íntimo y reservado de todos los rincones de la residencia. Las luces tenues y cálidas iluminaban apenas los contornos de sus cuerpos. Afuera, los árboles susurraban en voz baja, pero dentro todo era piel, respiración, promesa.

Nico acariciaba distraídamente el brazo de Javier, dibujando con sus dedos pequeñas espirales sobre su piel. El silencio entre ellos no era vacío, sino pura electricidad contenida. Javier lo miró con una sonrisa ladina, los ojos cargados de ese brillo salvaje que tanto lo identificaba.

Javier: —Así que yo soy tu león, ¿eh...?

Nico: —Así es. Sos mi león. Mío y de nadie más. O, mejor todavía... mi gatito mimoso.

Soltó una risa suave, jugueteando con los rizos desordenados de Javier. Pero él alzó una ceja, entre ofendido y divertido, y se incorporó apenas para acercarse a su oído.

Javier: —¿Gatito mimoso? Ya te voy a mostrar yo...

No terminó la frase. En cambio, lo besó. Un beso intenso, caliente, de esos que no dan lugar a duda. Nico lo recibió con ansias, profundizando el gesto, entreabriendo los labios, dejando que la lengua de Javier encontrara la suya. Los cuerpos se apretaron, hambrientos. Las manos de Javier comenzaron a recorrerle la espalda bajo la camisa, deslizando la tela hacia arriba hasta descubrir la piel cálida de su cintura.

Javier: —Te deseo desde anoche. Mis ganas de vos nunca se terminan.

Nico: —Y yo de vos... no sabés cuánto.

Nico: "Hace horas que lo miro y me imagino su cuerpo sobre mí, dentro mío, haciéndome suyo de nuevo..."


📍Dormitorio presidencial – 21:15 hs

Sin romper el beso, Javier se incorporó y lo tomó de la mano.

Javier: —Venite conmigo. No quiero cogerte en un sillón de Estado. Quiero cogerte en mi cama. Quiero hacerte el amor como se debe.

Nico no dijo nada. Solo lo siguió. Entraron juntos al dormitorio principal, decorado con elegancia y sobriedad. Las cortinas semiabiertas dejaban entrar apenas un resplandor lunar. La cama, queen size, esperaba, enorme y cubierta con sábanas blancas de algodón egipcio.

Javier cerró la puerta con llave y volvió hacia Nico. Lo tomó de la cintura y comenzó a desabrocharle la camisa, botón por botón, con los ojos clavados en los suyos.

Javier: —Quiero verte todo, Nico. Quiero olerte, tocarte, llenarte...

Nico: —Soy todo tuyo. Siempre lo fui.

La camisa del omega cayó al piso. Javier deslizó las manos por su pecho y luego por su abdomen, bajando hasta el borde del pantalón. Mientras lo desvestía, lo besaba: en el cuello, en los hombros, en la clavícula. Nico cerró los ojos, entregándose.

Javier quedó frente a él, completamente vestido aún, pero con la respiración entrecortada. El cuerpo desnudo de Nico, temblando de deseo, lo desarmaba.

Javier: —Sos tan hermoso... y sos mío. Solo mío.


Javier se arrodilló ante él, bajándole lentamente el bóxer, y le acarició los muslos mientras su boca se acercaba al sexo de Nico. Lo besó primero, suave, con devoción, como si lo adorara. Luego lo lamió entero, lento, profundo, saboreando cada reacción de su omega.

Nico: "Me va a volver loco... No puedo más..."

Soltó un gemido entre dientes y se apoyó contra la pared para no caerse. Javier lo tomó con fuerza de las caderas y lo hizo entrar completamente en su boca, hundiéndolo con ritmo firme.

Nico: —Javi... no pares... por favor...


Javier gruñó con satisfacción y redobló la intensidad. Solo se detuvo cuando sintió a Nico al borde. Entonces se levantó, con la boca aún húmeda y la mirada cargada de lujuria.

Javier: —Ahora vas a entregarte. Entero. Te quiero en la cama, de espaldas, con las piernas abiertas para mí.

Nico caminó hacia la cama sin decir una palabra, obedeciendo con el cuerpo en llamas. Se acomodó boca arriba, los muslos separados, la erección dura y palpitante. Javier se desvistió al pie de la cama, sin prisa, dejándose mirar. Su cuerpo, cubierto de vello, exudaba testosterona. La fragancia amaderada y a cuero se volvió más intensa, más animal.

Nico: "Ese olor... ese olor me hace temblar. Me moja. Me enloquece."

Cuando Javier se subió a la cama, se colocó entre sus piernas y lo besó con una ternura contrastante, como si esa animalidad desatada no le impidiera amarlo con dulzura. Luego bajó con la lengua por su pecho, su ombligo, hasta su entrada, y la besó también.

Javier: —Quiero hacerte disfrutar. Quiero que te abras para mí.

Javier lo preparó con paciencia, con los dedos y la boca, hasta que Nico gemía como si estuviera en trance. Cuando sintió que ya no podía más, se colocó el preservativo y lo penetró de una sola estocada lenta y profunda.

Nico: —¡Ah... Javi... sí...!

Javier: —Estás tan apretado... tan caliente... sos tan mío...


Minutos más tarde, Nico se volteó y se sentó sobre su alfa. Javier lo embistió con fuerza, con ritmo creciente, mientras se inclinaba para besarle la boca, para lamerle el cuello, para morderle el hombro con un gruñido ronco. Nico lo rodeó con las piernas, entregado, jadeando, dejándose llenar.

Nico: "No quiero que se termine nunca... Quiero que me coja así todos los días de mi vida..."

El vaivén de sus cuerpos llenaba la habitación de sonidos húmedos, gemidos, jadeos ahogados. Javier le tomó el rostro entre las manos y lo miró justo antes de venirse.

Javier: —Te amo, Nico. Te amo con todo lo que soy...

Nico: —Y yo a vos... llename... cogeme fuerte... no pares...

Ambos llegaron casi al mismo tiempo. Javier con un gruñido salvaje, descargando dentro del preservativo; Nico, eyaculando entre sus cuerpos con un gemido ronco que lo dejó temblando.

Después, se quedaron abrazados en la cama. Javier aún sobre él, sin querer soltarlo. Sus corazones desbocados comenzaron a calmarse.

Javier: —Te juro que esto no es solo deseo. Es necesidad. Necesito estar con vos así... cada día.

Nico: —Yo también, mi león. Me das vida. Me das hogar.


📍Baño presidencial – Miércoles a la medianoche – 00:15 hs

Se besaron una vez más, largo y suave, mientras la noche los envolvía.
Y esa cama —la de Javier, la que compartía por primera vez con su omega amado— ya no era solo la cama presidencial.
Era su nido.

Cuando finalmente pudieron moverse, aún con los cuerpos enredados y la piel pegajosa de sudor y semen, Nico besó la frente de Javier y le sonrió.

Nico:¿Vamos a darnos una ducha, mi león?

Javier:Sí... pero solo si te metés conmigo. No quiero separarme de vos ni un segundo.

Nico lo guió hacia el baño presidencial, ubicado dentro del mismo dormitorio. Se trataba de un espacio amplio, luminoso incluso de noche gracias a una tenue luz cenital. Las paredes estaban revestidas en mármol blanco veteado en gris, el suelo brillaba bajo sus pies descalzos. La pileta era extensa, con canillas doradas, un gran vanitory y un amplio espejo horizontal. Una bañera ovalada de hidromasaje ocupaba un rincón, pero lo que más destacaba era la ducha escocesa de vidrio templado, de techo alto, con múltiples duchadores laterales y una enorme alcachofa tipo lluvia tropical sobre sus cabezas.

Realmente parecía el baño de un hotel cinco estrellas por su lujoso aspecto.

El vapor llenó la habitación apenas activaron el agua caliente. Entraron juntos, desnudos, y se quedaron un momento bajo la cascada de agua que los envolvía como un abrazo. Javier apoyó la frente contra el hombro de Nico, y cerró los ojos, dejando que el agua le recorriera la espalda y le aflojara los músculos.

Javier:Nunca me había sentido tan en paz. Tan a salvo. Ni siquiera en este lugar que fue hecho para protegerme de todo.

Nico:¿En qué pensás, Javi?

Javier:En vos... En lo feliz que me hacés. En que no me importa si el país se prende fuego mañana, mientras vos estés a mi lado...

Nico:Yo siempre voy a estar, mi león. Aunque el mundo se venga abajo. Aunque no quede nada. Aunque tenga miedo. Te elijo todos los días.

Se enjabonaron mutuamente, sin apuros. Se acariciaron con la ternura de quien ama, no solo con las manos, sino con la mirada y la atención. Hubo algún beso más, alguna risa compartida cuando Nico le mojó los ojos a propósito, alguna caricia debajo del agua que erizó la piel otra vez, pero ya no había urgencia. Solo plenitud.


📍Dormitorio presidencial – 00:45 hs

Salieron envueltos en toallas blancas de algodón pesado. Nico le secó el cabello a Javier con una delicadeza casi maternal. Él se dejó hacer, como un cachorro exhausto después de jugar demasiado. Se pusieron ropa interior limpia y se acostaron nuevamente en la cama, ahora tibia y ordenada tras el paso fugaz del personal de Olivos mientras ellos estaban en el baño.

Javier se acurrucó contra el pecho de Nico, como si no existiera otra forma de dormirse que no fuera ahí, entre sus brazos.

Javier:¿Sabés qué? Siento que... cuando estoy con vos, no tengo que ser presidente. Puedo ser solo Javier. Un tipo cualquiera que ama a su omega. Y que quiere cuidarlo como si fuera todo lo que tiene...

Nico lo abrazó más fuerte, acariciándole la espalda con movimientos lentos.

Nico:Y yo solo quiero que seas feliz. No el presidente. Vos. Porque para mí, Javier, sos mucho más que un título. Sos el amor de mi vida...

Nico: "Mi amor, mi alfa. Mi Javier. Te voy a cuidar hasta el último aliento."

Pero Javier ya no respondió. Se había dormido. Respiraba profundo, tranquilo, con una de sus piernas enredada entre las de Nico y el rostro apoyado en su pecho.

Nico cerró los ojos, abrazándolo con todo el cuerpo, y dejó que el silencio lo envolviera también. Afuera, Buenos Aires seguía siendo Buenos Aires. Pero ahí dentro, en la habitación más íntima del poder, solo existían ellos dos.

Y esa noche, el país podía esperar.

Chapter 76: Explorando la Quinta (y a nosotros) 🔞

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📍Dormitorio presidencial, Quinta de Olivos – 11:15 hs

La mañana siguiente amaneció diáfana, serena, con el perfume de los jazmines impregnando el aire en la Quinta de Olivos. Desde la cama, Nico todavía dormía profundamente, envuelto en las sábanas suaves de lino egipcio. La luz del sol se filtraba entre las cortinas de lino crudo, dibujando líneas doradas sobre su espalda descubierta.

Javier, ya despierto, lo observaba en silencio. Tenía una mano apoyada bajo la mejilla y la otra descansando suavemente sobre la cintura de Nico. Sus ojos recorrían con devoción cada centímetro de piel, cada lunar, cada marca.

Javier: “El cuerpo de un ángel, y es mío”, pensó, conteniendo un suspiro que le subía desde el pecho.

Javier:Mi amor… es hora de levantarse —susurró con dulzura, inclinándose para besarle la mejilla.

Nico emitió un quejido apenas audible y se acurrucó más cerca del calor de Javier antes de entreabrir los ojos con pereza.

Nico:Buen día, mi león… —murmuró, con voz ronca y lenta, acariciándole la cara delicadamente.

Javier:Buen día, mi vida. ¿Dormiste bien?

Nico:Dormí en el cielo... con vos. —sonrió, aún con los ojos entrecerrados— No me quiero mover de acá nunca más.

Javier:Podemos quedarnos un rato más, pero después quiero mostrarte algo. Te prometí otra sorpresa... y no me pienso desdecir.

Nico:¿Otra sorpresa? Anoche ya me dejaste sin aire… —se desperezó, y se incorporó entre las sábanas— ¿Qué estás tramando ahora, Milei?

Javier:Nada malo, te lo juro. Solo seguime, gatito…


📍Senderos exteriores, Quinta de Olivos – 13:00 hs

Luego de una ducha rápida y un desayuno liviano en el salón íntimo junto a la cocina —café con leche espeso, frutas cortadas y tostadas con manteca y mermelada casera—, Javier tomó de la mano a Nico y lo condujo por los pasillos silenciosos de la residencia.

Salieron por una de las puertas laterales y caminaron por los senderos arbolados de la quinta. Las palmeras mecían sus copas en el viento suave. A lo lejos, el canto de un zorzal acompañaba el murmullo del agua de una fuente. Javier se detuvo frente a un portón de hierro forjado.

Javier:Antes de mostrarte mi rincón favorito, quiero que veas esto.

📍Jardín con piscina privada, Quinta de Olivos – 13:15 hs

Abrió el portón y reveló un jardín cerrado, con una enorme piscina de borde infinito que brillaba bajo el sol. A su alrededor, reposeras tapizadas con lienzo blanco, una pérgola con enredaderas floridas y una pequeña mesa donde ya reposaban dos copas y una botella de espumante bien fría.

Nico:No puede ser que todo esto sea real...

Javier:Todo esto es real. Y es para vos también. Quiero que te sientas libre acá. Que tengas un rincón en mi mundo, y no solo en mi cama.

Nico:¿Cómo lográs hacerme sentir tan amado, Javi?

Javier:Porque sos amado. Cada día más.

Se sentaron junto a la piscina y brindaron. Luego Javier lo condujo al interior por un acceso diferente, hacia una zona menos transitada de la residencia.


📍Biblioteca privada, Quinta de Olivos – 14:20 hs

Abrió una puerta discreta que daba a una biblioteca privada. Había una chimenea apagada, sillones de cuero, estanterías de madera oscura y, sobre una gran mesa, una pila de álbumes antiguos, prolijamente alineados.

Javier:Estos álbumes no se los muestro a nadie. Están acá desde hace años. Son mis fotos personales. De mi adolescencia, de mis años en el CEMA…

Nico:¿Me estás diciendo que voy a ver al joven Milei?

Javier:Sí, pero cuidado… podés enamorarte más de lo que ya estás.

Abrieron el primero. Allí estaba: Javier con diecisiete años, en uniforme escolar, pelo largo atado con una gomita oscura, un gesto serio y desafiante en la cara.

Nico:¡Estabas buenísimo, Javier!

Javier:¿Estaba?

Nico:Estás más ahora… pero tengo que admitir que esa mezcla de rockero silencioso y cerebrito brillante... me pone —dijo en voz baja, sin despegar los ojos de la foto.

El siguiente álbum mostraba a Javier en su época universitaria: musculosa negra, cuadernos subrayados, tardes en la biblioteca. Después, una foto en la playa, con un torso delgado pero definido, gafas oscuras, y una sonrisa tímida que Nico jamás le había visto.

Nico:Quiero conocer cada etapa de tu vida. Todos tus rostros. Todos tus gestos…

Javier:Quiero que los conozcas también. Y que de ahora en más formes parte de los próximos álbumes. Quiero que el futuro sea con vos.


Nico se le sentó en el regazo, acariciándole la mandíbula. El clima había cambiado. La dulzura se había vuelto deseo.

Nico:¿Y si te digo que quiero un álbum nuevo... con fotos de vos en la cama conmigo?

Javier:Si me lo decís así, gatito… ya mismo empiezo la sesión fotográfica con mi lengua en tu ombligo.

Rieron, pero la risa fue quedando atrás. Se besaron con lentitud, con hambre. Las caricias fueron más osadas. Nico le abrió la camisa, deslizándola por los hombros, besándole la clavícula. Javier bajó las manos por debajo del buzo de Nico, acariciándole el vientre, sintiendo la piel temblar bajo sus dedos.

Nico:Me volvés loco, Javier. Quiero que me hagas tuyo acá, en esta biblioteca si hace falta…

Javier:No. Te quiero en mi cama otra vez. Desnudo. Tibio. Entregado.

📍Dormitorio presidencial, Quinta de Olivos – 15:30 hs

Lo llevó hasta el dormitorio presidencial, sin soltarle la mano.

La cama queen size los recibió con sábanas frescas. Javier lo desnudó lentamente, besando cada parte del cuerpo de Nico como si fuera la primera vez. Las lenguas se buscaron, los cuerpos se frotaron entre gemidos bajos y susurros rotos. Nico arqueó la espalda al sentir la lengua de Javier deslizarse por su bajo vientre. Javier se entregó por completo, como si esa adoración corporal fuera un rito sagrado.

Hubo susurros jadeantes, penetraciones profundas y lentas, caricias desesperadas, un ritmo marcado por el latido del amor y del deseo.

Javier:Sos mío, Nico. Todo de vos… es mío.

Nico:Siempre tuyo, mi león. Haceme tuyo hasta que me duela el alma.

Y lo fue. Una y otra vez, hasta quedar exhaustos, empapados de placer, con el corazón latiendo fuerte y la piel ardiendo.

📍Baño presidencial –  17:00 hs

Después, compartieron una ducha en el amplio y lujoso baño presidencial: pisos de mármol blanco, columnas, una bañera antigua de patas doradas y una ducha tipo lluvia que cubría todo el cuerpo con agua tibia. Se enjabonaron mutuamente entre besos, risas y caricias suaves. La ducha fue otra danza íntima, esta vez más tierna que erótica, como si cerraran un capítulo de un día perfecto.

📍Dormitorio presidencial –  18:00 hs

De vuelta en el dormitorio, Nico se acomodó contra el respaldo de la cama, con Javier dormido entre sus brazos. El presidente suspiraba contra su pecho, con los dedos entrelazados a los suyos.

Nico:Te amo, Javier. Sos lo más hermoso que me pasó.

La única respuesta fue el ritmo sereno de la respiración de su león.

Y así, con Javier dormido en sus brazos, Nico cerró los ojos, convencido de que ya no deseaba ningún otro lugar en el mundo más que ese.


📍Dormitorio presidencial – 20:12 hs

La penumbra del atardecer envolvía el dormitorio presidencial con un manto de suavidad dorada. El aire estaba tibio, perfumado aún por el vapor del baño compartido y por la fragancia dulce que dejaban los cabellos mojados de Javier. La brisa de la ventana apenas movía las cortinas.

Javier se removió apenas entre los brazos de Nico. Tenía la mejilla pegada a su pecho desnudo, y el sonido constante del corazón de su omega lo mecía como una canción de cuna.

Javier: – Mmm... ¿ya es de noche? –murmuró, somnoliento, con los ojos apenas entreabiertos.

Nico: – Recién empieza, mi vida. –Le rozó la frente con los labios, acariciándole el pelo mojado, despeinado por la siesta–. Dormiste como un bebé...

Nico: "¿Cómo no va a dormir así, después de todo lo que vivimos hoy?", pensó el omega mientras le sonrió con ternura, besándole el párpado cerrado.

Nico: – ¿Tenés hambre? Porque yo muero por algo salado...

Javier: – ¿Querés pedir algo? –bostezó, ronco–. O podríamos... intentar cocinar...

Nico: – ¿Te animás a los canelones que me pasaste por WhatsApp? –rió–. Prometo no incendiar la Quinta...

Javier: – ¡Ay, los de ricota y nuez! Dale, dale. Pero vos te encargás de la parte del relleno. Yo no quiero terminar con masa pegada en el pelo como la otra vez...


📍Cocina de la residencia presidencial – 20:42 hs

La cocina pronto se llenó de harina, risas y discusiones en voz baja sobre si primero se ponía la espinaca o el queso. Nico seguía el video desde el celular, apoyado en un salero gigante, mientras Javier, concentrado y con el ceño fruncido, trataba de replicar los movimientos con precisión.

Javier: – Si esto no es amor, no sé qué es. Estoy haciendo canelones. ¡Canelones, boludo! Yo."

Nico: – Shhh. Sos re bueno cocinando, no te hagás el humilde ahora.

Javier: – Sí, pero esto tiene nivel de abuela italiana. Si sale bien, después te quiero ver diciéndome que no sabés si convivir conmigo.

Nico (mirándolo fijo): – ¿Quién dijo que no quiero convivir con vos?

Javier le devolvió la mirada. Firme. Intensa. En silencio. Solo acercó una mano y le limpió un poco de harina de la mejilla.

Javier: – Entonces vamos practicando.


📍Dormitorio presidencial – 23:01 hs.

Comieron entre risas, con los platos en la cama y la tele de fondo mostrando un noticiero sin volumen. Nico se recostó primero, con el estómago lleno y una sonrisa plácida en el rostro. Javier se metió debajo de las sábanas y sin pedir permiso, se acomodó otra vez sobre su pecho, abrazándolo con ambos brazos.

Nico: – Te estás malacostumbrando, león...

Javier: – Me chupa un huevo. Es el único lugar donde puedo dormir así, sin pensar en nada.

Nico deslizó una mano por la espalda desnuda de su alfa, acariciando la curva suave de sus omóplatos. El ritmo de su respiración ya empezaba a hacerse lento, profundo.

Javier (murmurando, con voz gruesa y dormida): – No sé cómo explicar esto, pero... Me gusta dormir arriba tuyo. Sentir cómo me envolvés. Es como... dormir adentro de vos.

Nico sintió el nudo en la garganta. Lo apretó fuerte, besándolo en el pelo.

Nico: – Te amo.

Javier (con un gruñido apenas audible): – Ya sé... y yo a vos. Dormite, omega mío.

El alfa se quedó dormido rápido. Nico lo sostuvo en silencio. Suave. Enternecido.

Nico: “Así. Así para siempre.”

Y así, envueltos en la tibieza del otro, con los restos del perfume a ajo y salsa todavía en las manos, con los cuerpos cansados pero el alma liviana, se quedaron dormidos. Uno sobre el pecho del otro. Uno en el corazón del otro.

Sin necesidad de nada más.

Chapter 77: Declaración en la glorieta

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📍Dormitorio presidencial – Un día lleno de romance – 08:30 hs

La mañana siguiente amaneció tranquila y luminosa en la Quinta de Olivos. La luz suave del sol se filtraba entre las cortinas de lino blanco, proyectando destellos dorados sobre la cama deshecha. Nico dormía aún, con la cabeza hundida en la almohada, los labios entreabiertos y una pierna cruzada sobre el cuerpo de Javier. El aroma a piel y a sábanas tibias llenaba el cuarto.

Javier:Mi amor... es hora de levantarse —murmuró con voz ronca, besándole la mejilla y acariciándole el pelo.

Nico:Mmm... no. Me declaro en rebeldía presidencial —musitó, sin abrir los ojos— Quiero quedarme en tu olor. Estás muy calentito.

Javier:Y vos muy pegote. Aunque no te voy a negar que me encanta... —sonrió, dándole un beso en la frente— Pero tengo una sorpresa para vos.

Nico:¿Otra? ¿Acaso pensás dejarme sin aliento todos los días?

Javier:Ése es el plan, sí. —se inclinó sobre él y le besó los labios con suavidad, dejando que el beso se prolongara, lento y profundo.

Nico lo abrazó por la cintura y dejó que su cuerpo se enredara con el de Javier debajo de las sábanas. El roce de sus sexos apenas separados por el calor y el deseo de la mañana los encendió. Las caricias se tornaron insinuantes. Nico se montó sobre él, besándole el pecho y bajando por su vientre. Javier lo detuvo con ternura.

Javier:No. Si me hacés eso, no salimos de esta cama hasta la noche. Y yo quiero mostrarte algo antes de que el sol esté muy alto.

Nico:Qué injusto. La patria no espera, pero tu cuerpo tampoco, Javier...

Javier:Dame una hora. Después podés hacerme lo que quieras. —le guiñó un ojo, besándole la clavícula— Pero primero, desayuno.


📍Baño presidencial – 09:15 hs

Compartieron una ducha corta, con agua tibia y risas entre salpicaduras. Javier usaba su cepillo de dientes mientras Nico lo abrazaba por la espalda, todavía húmedo y con los ojos brillantes.

📍Cocina privada – 09:45 hs

Después, bajaron juntos a la cocina privada, donde el personal ya había dejado dispuesto el desayuno: medialunas tibias, jugo de naranja exprimido, café fuerte, frutas frescas y dulce de leche.

Nico:¿Sabés qué me hace feliz de todo esto? No la comida. Es que estemos solos. Que nadie nos apure, que no haya cámaras, ni micrófonos, ni agendas. Solo vos y yo. Así.

Javier:Así quiero que sea mi vida. No solo a la mañana. Todo el tiempo que pueda. Con vos.

Terminando el desayuno, Javier se levantó y lo miró con esa sonrisa que anticipaba algo más.

Javier:¿Listo para la segunda parte de nuestra aventura?

Nico:¿Segunda parte? ¿De qué hablás?

Javier:Te tengo una sorpresa. —dijo con una sonrisa cómplice— Vamos.


📍Jardines de la Quinta de Olivos – 10:30 hs

Salieron por una de las puertas de vidrio hacia el gran jardín trasero. El aire era fresco, perfumado por el césped recién cortado y las magnolias. El cielo estaba despejado, con apenas unas nubes algodonosas flotando perezosas.

Caminaron entre los árboles añosos. A lo lejos, la piscina brillaba como una joya turquesa. Algunos gansos cruzaban el sendero de piedra. Nico iba agarrado de la mano de Javier, sin dejar de mirar a su alrededor con asombro.

Javier:Y eso que todavía no viste lo mejor.


📍Glorieta del jardín – 10:50 hs

Lo guió hacia un rincón más íntimo del parque. Entre arbustos podados con precisión y árboles frondosos, aparecía una glorieta de piedra clara, redonda, rodeada de enredaderas con flores lilas. En el centro, una mesa pequeña los esperaba con una cubetera de champán y dulces artesanales dispuestos en platos de porcelana. Una guirnalda de luces cálidas colgaba entre las columnas.

Nico:Javi... ¿qué es todo esto?

Javier:Quería que este lugar sea especial para nosotros. Acá trabajo, sí, pero también quiero que sea un refugio. Un lugar donde el mundo quede afuera.

Se acercó a Nico, le tomó las manos y lo miró con una expresión distinta: vulnerable, sincera.

Javier:Y pensé que hoy sería el día perfecto para que lo conozcas… y para decirte algo que llevo tiempo guardando.

Nico:¿Qué cosa, Javi?

Javier:Desde que te conocí, mi vida cambió de formas que no sé ni explicar. Vos me das calma, ternura, humor, comprensión... pero sobre todo, me das la posibilidad de no tener que ser siempre “el león”. Con vos puedo ser simplemente Javier. Sin máscaras. Sin deberes. Sin gritos.

Nico lo escuchaba en silencio, con el corazón latiendo fuerte.

Javier:Lo que quiero decirte es que… me gustaría que demos un paso más. No estoy hablando de casarnos ni de algo formal. Pero quiero que este lugar también sea tuyo. Que vengas cuando quieras. Que compartamos más mañanas, más tardes... que vivas esto conmigo.

Los ojos de Nico brillaban.

Javier:La Quinta de Olivos es mi lugar de trabajo, sí, pero también puede ser nuestro hogar simbólico. Un rincón donde vos seas parte de mi vida pública y privada. No solo como el presidente y su... bueno, lo que somos ahora.

Nico:¿Lo que somos ahora? Somos todo. Somos amor. Somos complicidad. Somos deseo. Somos proyecto. Vos sos mi casa, Javier.

Se abrazaron fuerte. El pecho de Javier subía y bajaba con emoción contenida. Nico le acarició la barba, con una sonrisa húmeda en los ojos.

Nico:Gracias por darme esto. Gracias por dejarme entrar en tu vida de verdad.

Javier:Gracias a vos, por quedarte.

Y se besaron, lento y largo, entre las luces tenues de la glorieta, rodeados de naturaleza y silencio. No había más ruido que el canto de los pájaros y el murmullo del amor que se habían animado a nombrar sin vueltas.

Esa mañana no era una más. Era un punto de inflexión. Y los dos lo sabían.

Chapter 78: El amor se cocina a fuego lento 🔞

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📍Living de la Quinta – 17:45 hs

La tarde había caído dulcemente sobre la Quinta de Olivos, derramando una luz ámbar sobre los jardines amplios que la rodeaban. El aire fresco del invierno porteño no impedía que, dentro de la residencia presidencial, el calor del deseo, del amor y de las risas continuara expandiéndose como un fuego invisible.

Javier, recostado en un sofá amplio del living, hojeaba distraídamente unos papeles del día anterior, aunque sus ojos se desviaban constantemente hacia el pasillo que conducía al dormitorio.

Javier: “Lo quiero todo el tiempo. Me tiene tan prendido que hasta firmar un decreto me parece estúpido si no está él al lado”, pensó con una sonrisa pícara.

Pocos segundos después, Nico apareció con el cabello algo revuelto, usando una remera ancha de Javier y un jogging que se le caía apenas de la cintura. Al verlo, el alfa chasqueó la lengua en señal de aprobación.

Javier: —Así como estás… deberíamos cancelar todos los planes y dejar que te coma vivo ahora mismo.

Nico se rió, caminando descalzo hasta él y sentándose en el borde del sillón.

Nico: —Dijiste que tenías una sorpresa más. ¿No me vas a dejar colgado justo ahora, no?

Javier se incorporó, y le dio un beso corto pero intenso.

Javier: —La sorpresa es más bien una propuesta: quiero que te relajes. Que juguemos. Que nos metamos a la pileta. Dale, Nico. Hace calor acá y yo me muero por verte en traje de baño.

Nico frunció la nariz, haciendo un pequeño puchero.

Nico: —¿En serio querés que me meta a la pileta? ¿Estás loco?

Javier: —Está climatizada, mi amor. Y además… si te da frío, te caliento yo.

Lo miró con esos ojos devoradores que sabían prometer más de lo que cualquier palabra podía sostener. Nico fingió dudar unos segundos más, pero se rindió con una risita y un leve encogimiento de hombros.

Nico: —Está bien, mi león. Pero si me resfrío, vas a tener que mimarme durante tres días seguidos.

Javier: —Ojalá te resfríes. Así tengo excusa para no soltarte nunca más.

Se cambiaron en el vestidor, entre miradas robadas y roces provocadores. Javier usó un short negro ajustado, mientras que Nico optó por uno azul oscuro que le marcaba perfectamente las caderas. Cuando se miraron frente al espejo, el alfa se acercó y le mordió suavemente el cuello.

Javier: —Tenés prohibido aparecer así si no querés que te reviente contra la pared, gatito.

Nico: —Guardá energías para después, mi león…


📍Piscina de la Quinta de Olivos – 18:30 hs

La piscina del jardín brillaba bajo la luz artificial que emergía de las luminarias empotradas alrededor. El vapor ascendía, dibujando remolinos tibios en el aire frío. Cuando entraron al agua, Nico soltó un gemido placentero.

Nico: —¡Dios, está deliciosa!

Javier se zambulló de golpe y, al emerger, lo empapó con una salpicadura gigante.

Nico: —¡Ey, animal!

Y entonces, sin previo aviso, Nico le arrojó agua en la cara y se alejó nadando a carcajadas. Javier, sorprendido, comenzó a perseguirlo con movimientos torpes y exagerados.

La pileta se transformó en un parque de diversiones improvisado. Jugaron a zambullirse, a atraparse, a sumergirse juntos. En un momento, Nico le saltó encima desde el borde y Javier lo atrapó en el aire con un rugido que los hizo reír hasta las lágrimas.

Nico: —No sabía que vos también tenías un lado infantil…

Javier: —Con vos me sale todo. Me hacés querer jugar, querer vivir, querer quedarme en esta pileta hasta que seamos viejos.

Entonces, mientras lo abrazaba en el agua, Nico preguntó en voz baja:

Nico: —Che… ¿y tus hijos de cuatro patas? ¿A quién se los dejaste?

Javier: —A Karina. Ella se quedó en casa cuidándolos.

Nico lo miró, súbitamente preocupado.

Nico: —¿Y no te preguntó nada? ¿No te jodió con lo de que yo estoy acá?

Javier negó con la cabeza, con absoluta firmeza.

Javier: —Mi vida privada no es asunto de ella. Y si se atreve a opinar, la escucho y después hago lo que quiero. Como siempre.

Nico sonrió, aliviado, y apoyó la cabeza en su hombro.

Nico: —Sos un loco hermoso, ¿sabías?

Javier: —Un loco enamorado, mejor dicho.


📍Cocina de la Quinta de Olivos – 20:00 hs

Cuando finalmente salieron de la pileta, empapados y con el cuerpo entibiado por el agua caliente, se secaron envueltos en toallones gruesos. Caminaban descalzos por los pisos brillantes de la Quinta, riendo todavía como chicos. Encendieron la tele y se quedaron un rato tirados en el sillón, mirando sin mucho interés un programa de cocina japonesa.

Javier: —¿Viste cómo cortan esos pescados? Yo ni un tomate puedo pelar sin desangrarme.

Nico: —Yo te puedo pelar el tomate, si querés.

Javier: —¿Ese fue un chiste sexual?

Nico: —¿Qué te parece?

Rieron juntos, y luego, se miraron en silencio. El deseo ya empezaba a colarse de nuevo en sus pupilas.

Pero no todavía.

Javier: ¿Y si cocinamos juntos? —propuso el ojiazul de repente—. Tengo ganas de algo casero. Pollo, papas, algo bien argentino y bien rico.

Nico se entusiasmó al instante. En la cocina, se pusieron manos a la obra. Cortaron papas, caramelizaron cebollas, frotaron el pollo con naranja y especias. Javier no dejaba de sorprenderse con la destreza de su omega.

Javier: —Che, vos cocinás como los dioses. Me estás matando.

Nico: —Entonces me gané el derecho de hacerte lo que quiera esta noche, ¿no?

Se lo dijo bajito, mientras le mordía suavemente el lóbulo de la oreja.

Javier, alterado, tragó saliva y giró el rostro lentamente.

Javier: —Antes del postre, viene el primer plato. —Le guiñó un ojo y le palmeó la cintura.


📍Comedor de la Quinta de Olivos – 21:15 hs

Durante la cena, brindaron con Torrontés helado y hablaron de cosas sin sentido: anécdotas de juventud, personajes bizarros del Congreso, películas malas. Pero el clima se volvía más tenso con cada copa, con cada cruce de miradas, con cada leve roce de pies bajo la mesa.


📍Dormitorio presidencial – 22:15 hs

Al terminar, Nico se acercó con lentitud. Le tomó la copa vacía de las manos y la dejó sobre la mesada. Luego, subió una pierna sobre su muslo y se sentó a horcajadas sobre él.

Nico: —Ahora sí. Es hora del postre.

El aroma de chocolate y canela comenzó a desprenderse de su cuerpo con fuerza salvaje. La reacción de Javier fue instantánea: su pulso se aceleró, sus manos rodearon la cintura de Nico con hambre.

Javier: —Mi gatito… mi omega. Estás prendido fuego.

Nico: —Y vos me vas a apagar. O encender más. Lo que prefieras.

Se besaron con desesperación. Nico comenzó a sacarle la camisa, besando cada centímetro de piel que dejaba al descubierto. Tomó el control del momento con una firmeza que sorprendió incluso al alfa. Lo empujó suavemente hacia el dormitorio, sin dejar de besarlo, sin soltarlo un solo instante.

Ya dentro, lo tiró sobre la cama y subió encima.

Nico: —Esta noche mando yo. Pero sigo siendo tuyo.

Se deslizó sobre él, bajando lentamente por su torso, lamiéndolo, mordiendo suavemente. Javier jadeaba, tocándolo por todas partes, desesperado. Nico se encargó de provocarlo al máximo antes de sentarse sobre su entrepierna, frotándose contra él, encendiéndolo al borde de la locura.

Javier: —Me estás matando. Voy a romperte, gatito…

Nico: —Rompeme. Hacelo. Pero primero, dejame jugar un poco.

Le puso un condón, lo tomó entre las manos con total control y, mirándolo a los ojos, lo guió dentro suyo con una lentitud cruelmente deliciosa. Javier soltó un gruñido ronco, agarrándolo de las caderas.

Nico comenzó a moverse con sensualidad, dominando el ritmo. Se inclinaba hacia adelante para besarle el cuello, luego se alejaba, arqueando la espalda para que Javier lo viera todo. El alfa, fuera de sí, murmuraba su nombre entre dientes.

Javier: Nico… Nico… sos mío. Sos mío. Te voy a llenar entero…

Nico: —Soy tuyo, bestia. Haceme lo que quieras…

El ritmo fue aumentando. Javier terminó por darse vuelta con fuerza y tomar el control, embistiéndolo con una pasión desbordada. Lo sostuvo de las piernas, lo mordió, le gruñó al oído. Nico gemía sin contenerse, sus uñas marcando la espalda de su alfa.

Y cuando llegaron juntos al clímax, fue un estallido de amor, de lujuria, de entrega. Se quedaron entrelazados, sudados, temblorosos.

Pero aún no terminaba la noche.


📍Baño presidencial – 00:15 hs

Más tarde, compartieron una ducha en el baño presidencial: un espacio lujoso de mármol claro y grifería dorada, con doble ducha tipo cascada y una bañera redonda lo suficientemente amplia como para nadar. El vapor subía, cubriendo los espejos, mientras Nico enjabonaba con cariño la espalda de Javier.

Se acariciaban, se reían, se miraban con ternura entre cada beso tibio.

Javier: —Con vos… hasta lavarme los huevos es una experiencia religiosa.

Nico: —Callate, estúpido. Sos un cavernícola con fragancia de cuero caro.

Javier: —Y vos, un diablo dulzón de chocolate y canela…

Se besaron una vez más, bajo el agua.


📍Dormitorio presidencial – 01:16 hs

Luego, en la cama, Javier se acomodó sobre el pecho de Nico. Por primera vez en semanas, su respiración se volvió calma, serena.

Nico, acariciándole el cabello mojado, lo vio quedarse dormido entre sus brazos. Y mientras lo abrazaba fuerte, pensó:

Nico: “Si esto no es el paraíso, entonces que me maten ahora.”

La noche siguió envolviendo a Nico en una mezcla de ternura, deseo residual y pensamientos silenciosos, mientras sostenía a Javier dormido sobre su pecho. El calor del cuerpo del alfa, su respiración pausada, el aroma a cuero húmedo y piel recién lavada aún vibraban en el aire. Nico no tenía sueño. No todavía.

Nico: “¿Cómo se puede amar tanto a alguien que hasta dormido te rompe el corazón de lo hermoso que es?”

Acariciando con cuidado la espalda de su alfa, Nico se incorporó apenas lo necesario para alcanzar una frazada más liviana y cubrirlos. Javier ni se inmutó. Tenía una expresión serena, casi infantil. Se notaba que estaba en paz. Nico le besó la frente, y después la nariz.

Y entonces, en el más absoluto silencio, empezó a susurrarle cosas al oído. Cosas que no se animaba a decirle cuando él estaba despierto.

Nico: Javi… no sé si sabés lo que sos para mí. No sé si entendés que yo ya no sé respirar sin vos… Y que no me importa si estamos en esta cama o en el medio del quilombo político, mientras vos me mires como me mirás cuando te hacés el malo pero por dentro estás temblando…

Mientras hablaba, con voz apenas audible, se perdía en el contorno del cuerpo del otro. Tocaba los brazos fuertes, el pecho ancho, las manos callosas. Como si al recorrerlo una vez más pudiera memorizarlo para siempre.

Nico: “Esto es todo lo que alguna vez soñé. Y más.”


📍Escritorio del despacho de Javier – 01:30 hs

Luego, despacito, se bajó de la cama para no despertarlo. Caminó en puntas de pie por la habitación, se puso la bata que colgaba de un respaldo y fue hasta la cocina en busca de agua. Pero al pasar por el escritorio que daba al jardín, vio que había una luz tenue encendida.

Curioso, entró. Sobre el escritorio había un álbum de fotos de tapa de cuero negro, abierto, como si alguien —quizás Javier esa misma tarde— lo hubiera hojeado y olvidado allí. Se acercó.

Y lo que vio lo dejó sin aliento.

Fotos de un Javier adolescente. De uno joven, flaco, de pelo largo. Hermoso.

En una estaba tocando la guitarra, en otra corría en una pista de atletismo. En varias más aparecía con su hermana, con su mamá. Sonreía con esa misma boca que ahora, dormida, descansaba sobre la almohada del dormitorio presidencial.

Nico: “Dios mío… eras hermoso, Javi. Y todavía lo sos. Pero… esto… esto es verte crecer. Verte ser.”

Pasó las páginas con devoción, casi con veneración. Sentía que estaba espiando algo sagrado. Como si Javier le hubiera dejado las llaves de su historia abiertas para que él las habitara. Una invitación muda a conocerlo aún más.

📍Dormitorio presidencial – 01:45 hs

Después volvió al cuarto. Se acostó con cuidado, lo abrazó por la cintura y se pegó a su espalda. Apoyó la nariz entre los omóplatos de su alfa y cerró los ojos.

Nico: “Si me das más noches como esta, no necesito nada más.”

Y se durmió así, en silencio, fundido a su amor. El chocolate y la canela aún flotaban en la atmósfera. Y sobre la cama de la Quinta de Olivos, dormían un león y su omega, con las almas entrelazadas como ramas viejas de un mismo árbol.

Chapter 79: La amenaza ⚠️

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📍Dormitorio principal – Sábado 28 de Septiembre de 2024 – 08:30 hs

El sol filtraba su luz dorada por las ventanas del dormitorio principal de la Quinta de Olivos, acariciando lentamente los cuerpos entrelazados sobre la cama queen size. Javier ya estaba despierto desde hacía un rato, recostado de lado, con el torso desnudo cubierto apenas por una sábana revuelta. Observaba en silencio a su omega, que aún dormía plácidamente a su lado.

Javier: “Cómo puede ser tan hermoso incluso cuando duerme... tan mío. Mi tesoro más frágil y a la vez, el más fuerte”, pensó, sin poder evitar que una sonrisa se dibujara en sus labios.

Nico se movió apenas, soltando un suave suspiro entre sueños. Tenía el cabello revuelto, los labios ligeramente hinchados del deseo de la noche anterior y la piel aún tibia, con un tenue aroma a chocolate y canela mezclado con sábanas limpias.

Javier: —Mi amor, es hora de levantarse —susurró con ternura, besándole la mejilla y acariciándole la cintura desnuda bajo la sábana.

Nico: —Mmm... buen día, mi león —respondió aún somnoliento, estirando el cuerpo con un ronroneo que hizo reír a Javier. Estaba radiante, relajado, lleno de esa paz que solo Javier sabía darle.

Después de una ducha compartida —rápida, juguetona y llena de besos distraídos—, bajaron a desayunar juntos. Jugaban a probar el café del otro, a ver quién le ponía más azúcar, o quién robaba más frutillas del plato.


📍Cocina privada – 09:30 hs

Más tarde, mientras Nico hojeaba distraídamente un libro en el living, Javier aprovechó un instante de soledad para revisar sus redes sociales desde su celular personal. Fue un impulso, una rutina automática… hasta que algo le heló la sangre.

Un mensaje privado en Twitter. Cuenta anónima, sin foto, sin seguidores.

"Sé lo que haces, Milei. No vas a salirte con la tuya. Cuidá a tu zurdito, podría no estar tan a salvo como creés."

Javier: “La puta madre…” El aire pareció desaparecer por un segundo. El corazón le dio un vuelco violento. El mensaje era breve, pero lo suficiente explícito como para entender que no era una amenaza al azar. Alguien sabía. Alguien estaba observando.

Sus pensamientos se agolparon de forma frenética: ¿Cómo lo descubrieron? ¿Habrá cámaras infiltradas? ¿Algún traidor cerca? ¿Lo vieron en Olivos? ¿Qué pasa si van por él? ¿Si lo exponen? ¿Si lo lastiman? El pánico se coló en su estómago como una garra helada.

Pero no. No ahora. No iba a dejar que Nico sospechara. No quería preocuparlo ni un segundo más de lo necesario.

Respiró hondo, dejó el mensaje sin responder y guardó el teléfono en el bolsillo trasero del pantalón. Luego se forzó una sonrisa antes de volver al living, donde Nico seguía descalzo, con una remera de él puesta, sentado en un sillón junto a la estufa.

Nico: —¿Estás bien, Javi? Tenés esa cara que ponés cuando algo de economía no te cierra… —dijo con dulzura, apoyando el libro en la mesa ratona.

Javier: —Estoy perfecto, mi vida. Solo pensaba... ¿Querés salir a dar un paseo? Tengo una sorpresa más —respondió con una sonrisa medida, pero convincente.

Nico: —¿Otra? Me vas a malcriar, leoncito...

Javier: —Esa es la idea. —le guiñó un ojo.


📍Auto presidencial – 11:30 hs

Poco después, dejaron la Quinta y tomaron el auto presidencial. Javier conducía. Nico tarareaba una canción de Vicentico que sonaba bajita en la radio. Parecían flotar en una burbuja íntima, aunque Javier no podía evitar, de tanto en tanto, mirar el espejo retrovisor como si esperara ver un auto siguiéndolos.

Nico: —Mi león… ¿estás bien? Estás como raro hoy —preguntó de pronto, acariciándole la pierna mientras lo miraba con ternura.

Javier: —Estoy bien. Solo un poco... en modo pensante. Pero ahora que estoy con vos, ya se me pasa todo.

Nico no insistió. Sabía leerlo, y también sabía cuándo era mejor esperar. No presionarlo. Solo estar.


📍Reserva Ecológica Costanera Sur – 12:15 hs

Llegaron a la Reserva Ecológica de Costanera Sur cerca del mediodía. El cielo estaba claro, con pocas nubes, y el aire fresco se mezclaba con el aroma del pasto húmedo y los eucaliptos. A cada paso, Nico se asombraba como si fuera la primera vez que pisaba ese rincón natural de la ciudad.

Nico: —Es hermoso... y tan callado. Es como si Buenos Aires se apagara un rato —dijo mientras avanzaban de la mano entre senderos de tierra, pastizales altos y pájaros que se alzaban al vuelo.

Javier: —Acá vengo cuando necesito parar el mundo. Pensar. Respirar. Hoy quería traerte a vos... para que formes parte también de este espacio mío.

Encontraron un rincón tranquilo junto a la laguna, lejos de los visitantes. Javier desplegó una manta y sacó de la mochila dos empanadas caseras que Karina les había preparado "sin preguntar nada", junto con un tupper de frutas y una botella de agua.

Nico se tumbó de espaldas y puso música desde el celular. Sonaba Zoé, y la voz de León Larregui llenó el aire con "Tengo ganas de ser aire, y que me respires para siempre. Pues no tengo nada que perder…".

Nico: “Esta canción me mata. Qué distinto sería todo si no te tuviera. Qué solo estaría”, pensó, mientras giraba la cabeza para mirarlo.

Javier, en cambio, no lograba del todo conectar con la paz del lugar. Su mente volvía, una y otra vez, al mensaje. A la amenaza. A la posibilidad de que alguien hiriera a Nico. Sin embargo, cuando sintió la mano de su omega acariciarle la nuca, cerró los ojos.

Javier: “No ahora. Hoy no. Hoy lo cuido con el alma, lo encierro en mi pecho si hace falta”, se dijo.

Nico: —Javi… me estás ocultando algo, ¿no? No hace falta que lo digas, pero lo sé. Tenés esa mirada de tormenta que te aparece cuando algo no te gusta nada.

Javier se quedó callado unos segundos, mirando la laguna.

Javier: —Hay cosas que me preocupan. Que no tienen que ver con vos, pero sí… pueden afectarnos. Pero no quiero que te preocupes. Yo te voy a cuidar. Siempre. Sos lo más importante que tengo, Nico.

Nico: —Y yo a vos, mi león. No me escondas si te duele algo. Podemos con todo, juntos.

Javier lo besó con ternura. Se quedaron abrazados un largo rato, mirando el cielo, mientras la música seguía flotando como una plegaria silenciosa.

La tarde fue avanzando con calma. Compartieron dulces, rieron por tonterías, Nico le sacó fotos disimuladamente a Javier cuando no miraba. Hasta que el celular vibró con una alerta de Karina.

Karina: “Los chicos (los perros) ya comieron y están durmiendo. Todo en orden”.


📍Quinta de Olivos – Dormitorio presidencial – 23:45 hs

Esa noche, de regreso en Olivos, después de una ducha larga y silenciosa, Javier se quedó sentado al borde de la cama durante varios minutos, con el celular aún en la mano. Tenía el torso desnudo, una toalla alrededor de la cintura y el ceño fruncido. La humedad del vapor seguía flotando en el aire del baño contiguo, y la luz tenue de la lámpara de noche apenas iluminaba la pantalla. Desbloqueó el celular, revisó sus mensajes, los informes de seguridad, las redes. Nada nuevo. Ninguna amenaza. Ningún indicio extraño.

Y sin embargo, la inquietud seguía latente. Silenciosa. Como una víbora enrollada bajo la lengua.

Detrás de él, Nico ya dormía. Se había acomodado con naturalidad en el centro de la cama grande, con una pierna enredada sobre las suyas y un brazo cruzado sobre su abdomen. La cabeza reposaba en su pecho como si hubiera nacido para eso. Su respiración era suave, profunda, cálida. Cada exhalación le acariciaba la piel a Javier justo donde tenía el corazón.

Javier soltó el celular con un suspiro hondo y pesado. Lo dejó sobre la mesa de luz, al lado del libro que Nico había empezado a leer esa semana y un envoltorio arrugado de alfajores cordobeses.

Con movimientos lentos, le acarició la espalda descubierta, dejando que sus dedos bajaran por la columna de su omega hasta llegar a la cintura. Nico se movió apenas, acurrucándose más.

Javier: – No voy a dejar que nadie te toque. No mientras yo respire, amor mío. A vos te protejo con el alma.

Su voz fue apenas un murmullo, más pensamiento que palabra. Pero tenía un peso enorme, como si al decirlo lo sellara. Como si en ese instante, en ese cuarto de silencio y aroma a sábanas limpias, él se convirtiera no solo en su alfa, sino también en su escudo.

Lo miró dormir durante un rato largo. No necesitaba cerrar los ojos todavía. Solo necesitaba tenerlo ahí, sentirlo contra su cuerpo, saber que estaba a salvo.

En algún momento, Nico murmuró algo entre sueños —un “Javi” suave, casi infantil— y Javier respondió bajando el rostro para dejarle un beso en la coronilla húmeda por la ducha.

Javier: – Ya está, mi vida. Estoy acá. Nadie te va a lastimar.

La pierna de Nico se tensó un poco, como si en sueños quisiera afirmarse mejor contra él. Y Javier le sostuvo la espalda con un brazo firme, fuerte, protector. Su otro brazo buscó las sábanas y los cubrió a ambos.

Cerró los ojos recién entonces. No porque estuviera cansado, sino porque había encontrado lo que su cuerpo pedía: calor, amor y el peso justo del omega al que amaba profundamente, dormido sobre su pecho.

Y por primera vez en días, la oscuridad no le pareció una amenaza, sino un refugio.

Chapter 80: Sombras en el horizonte

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📍Parque Tres de Febrero – Domingo 29 de Septiembre de 2024 – 19:00 hs

El sol finalmente se escondía tras la línea del horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados que se deslizaban como pinceladas sobre el agua tranquila de la laguna. El aire comenzaba a enfriarse con suavidad y la brisa que llegaba desde el río traía consigo el olor húmedo del pasto recién cortado. Javier y Nico recogían sus cosas con calma, aunque el primero no podía sacudirse la sensación de que algo oscuro se cernía sobre ellos.

Javier: "Es un día hermoso, y sin embargo… hay algo en el aire que no me deja respirar del todo."

📍Auto presidencial en tránsito – 19:30 hs

El regreso en auto fue sereno en apariencia. Nico, apoyado contra el respaldo, tarareaba bajito una canción de Fito mientras observaba cómo la noche se apoderaba del cielo porteño. La voz suave de su omega era lo único que mantenía a Javier aferrado a una mínima calma. Sus ojos se clavaban en la carretera, pero su mente estaba a kilómetros, atrapada en el eco de aquel mensaje: "Sé lo que haces, Milei. No vas a salirte con la tuya. Cuidá a tu zurdito..."

Apretaba el volante con una fuerza desmedida, como si con eso pudiera contener el miedo que hervía bajo su piel.

Nico: —¿Mi león? ¿Estás bien?

La mano tibia de Nico se posó con ternura sobre su muslo. Javier respiró hondo, buscando disfrazar el temblor en su voz.

Javier: —Sí, mi vida. Solo estoy un poco cansado...

Javier forzó una sonrisa al volverse un instante hacia él. Pero Nico no quedó convencido. Lo conocía demasiado.

Nico: "Ese brillo en los ojos, como si estuviera por llorar... ese nudo en la mandíbula… hay algo que no me está contando."

Aun así, decidió no presionar. Le daría su espacio.


📍Café de los Angelitos – 20:15 hs

La ciudad los recibió con su ritmo agitado y luces encendidas como luciérnagas eléctricas. Pero para Javier, todo parecía cubierto por un velo de tensión. Las avenidas eran ríos de sombras, y cada esquina parecía esconder una amenaza invisible.

Nico: —¿Adónde vamos ahora?

Javier: —Pensé en llevarte a uno de mis lugares preferidos… ¿Te acordás del Café de los Angelitos?

Los ojos de Nico se iluminaron.

Nico: —¡El mítico de Rivadavia! Nunca fui… pero siempre quise.

Javier: —Es un lugar con historia. Íntimo. Me hizo bien en otros tiempos… y pensé que tal vez ahora, también.

El café los envolvió con su calidez. El interior era como entrar en una Buenos Aires suspendida en el tiempo: bandoneones colgando, fotos sepias de íconos tangueros, lámparas tenues proyectando sombras doradas sobre los manteles de lino.

Eligieron una mesa en un rincón apartado, donde el murmullo de los clientes era apenas un susurro, y el bandoneón tocaba como un viejo corazón enamorado.

Nico: —Es hermoso, Javi. Tiene algo melancólico, pero cálido.

Javier: —Como el tango. Como nosotros, tal vez…

Se tomaron de la mano sobre la mesa, dejando que sus dedos jugaran con confianza y sin apuro. Nico pidió un Malbec joven; Javier, un whisky doble sin hielo. Hablaron de cine, de política internacional, de sus recuerdos de infancia. Javier hizo chistes ingeniosos, arrancándole carcajadas genuinas a Nico.

Javier: "Por un rato, puedo respirar. Aunque sea una ilusión."

Sin embargo, de vez en cuando, la mirada de Javier volvía a su celular, como si esperara que la amenaza cayera en forma de notificación. No llegó nada. Pero eso no tranquilizaba: la amenaza ya estaba hecha.


Más tarde, al salir, caminaron de la mano por las calles semi vacías, con anteojos de sol y Nico con una capelina. Buenos Aires brillaba como un cuadro impresionista en la humedad nocturna.

Nico: —¿Querés venir a casa? Tomamos algo tranqui… miramos pavadas en la tele. No sé, me dan ganas de acurrucarme con vos y no pensar más.

Javier: —Sí. Quiero eso también.

En el ascensor, Nico apoyó la cabeza sobre el hombro de su alfa, rodeándolo con el brazo como si buscara envolverlo en su fragancia a canela, en su calor de refugio.


📍Departamento de Nico – 21:40 hs

Una vez en el departamento, Nico se descalzó con alivio y se dejó caer en el sofá. Javier lo imitó, quitándose la chaqueta y soltando al fin el aire que venía conteniendo.

Nico: —Fue un día largo… pero lo atesoro, ¿sabés? Gracias por llevarme a todos esos lugares. Me hiciste sentir… parte de tu mundo.

Javier: —Porque lo sos, Nico. Vos sos mi mundo.

Javier: "Y por eso tengo tanto miedo de perderte."

Se miraron un buen tiempo. Y aunque no se dijeran todo, el silencio entre ellos era dulce, confiado. Como si supieran que podían atravesar cualquier tormenta, siempre que estuvieran juntos.

Nico se levantó a buscar dos copas y una botella de vino que tenía en la heladera. Luego encendió la tele y pusieron un programa de cocina que ninguno seguía con atención. Hablaban encima, reían, se tocaban, se besaban. Javier se acurrucó entre sus piernas, apoyando la cabeza en su vientre, mientras Nico le acariciaba el pelo.


📍Living - Departamento de Nico – 22:20 hs

Más tarde, ya en la comodidad del living de la casa del diputado, Nico volvió a preguntar:

Nico: —¿Seguro que estás bien, mi león?

Javier lo besó, lento.

Javier: —Estoy con vos. Y eso es lo único que necesito ahora.

Nico sonrió. Lo atrajo contra sí, como si pudiera envolverlo entero en su cuerpo. Como si quisiera sellarlo para que el mundo no pudiera herirlo. Acarició su espalda en silencio, sintiendo cómo el peso en los hombros de su alfa empezaba, al menos por esa noche, a disolverse.

Javier: "Mañana tal vez tenga que luchar… pero esta noche, soy solo tuyo."

Se quedaron así, envueltos uno en el calor del otro, con el murmullo de la televisión de fondo y la certeza compartida de que, al menos por ahora, lo peor no los había alcanzado.

Pero en el horizonte, las sombras seguían al acecho.

Y Javier lo sabía.

Chapter 81: La verdad en la oscuridad

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📍Departamento de Nico – Lunes 30 de Septiembre de 2024 – 00:12 hs

La noche en el departamento de Nico transcurría con una placidez tibia, como si la ciudad, por una vez, les ofreciera un respiro. Después de haberse acurrucado por largo rato en el sillón del living, compartiendo caricias suaves, risas cómplices y un zapping lento entre programas de cocina y documentales viejos, Javier se incorporó despacio, estirando los brazos con un leve crujido de articulaciones.

Javier: —Vamos, mi amor. Me está venciendo el sueño... y también me está venciendo el deseo de abrazarte acostados.

Nico: —Dale. Pero antes… nuestro hijo nos está esperando.

Como si entendiera el llamado, Moro apareció desde el pasillo arrastrando su cuerpito peludo con la lengua afuera y el entusiasmo desbordado. El mestizo se les arrojó encima con todo el peso de sus trece kilos, repartiendo lengüetazos en las caras de ambos mientras movía la cola como un látigo feliz.

Nico: "Mi bebé hermoso..."

Nico: —¡Ay, Moro! Pará, nene, nos vas a tirar...
Javier: —Este nos va a denunciar por abandono de hogar, mirá cómo se te trepa encima.
Nico (acariciando con devoción la panza peluda del animal): —Ya está, ya está. Te dejamos solo unas horas nada más. ¿Sabés que tenés un segundo papá, no? —miró a Javier con una sonrisa traviesa—. Este señor grandote también te ama, aunque no lo diga.

Nico: "Y si vivimos juntos… Moro va a dormir en el medio. Mi alfa, mi perro y yo. Así, como debe ser."

Javier (mientras le hacía mimos detrás de las orejas): —No me hagas confesarlo en voz alta. Pero sí. Este perro ya me tiene domado. Igual que vos.


📍Cocina del departamento – Madrugada del Martes 1 de Octubre de 2024 - 00:45 hs

Cenaron algo liviano: ensalada rusa con milanesas de soja que Nico había dejado preparadas a la mañana. Comieron en la cocina, bajo la luz cálida del velador, en silencio casi ritual, cruzando miradas tiernas y pequeños gestos: una caricia en la muñeca, un cruce de pies bajo la mesa, una sonrisa que no necesitaba traducción.

Después, se cepillaron los dientes en el baño mientras se empujaban juguetonamente con los codos como dos adolescentes, y se fueron juntos al dormitorio. Moro los siguió con paso ligero, saltando con destreza al pie de la cama, donde se enroscó como un guardián de peluche.

Nico (acomodándose entre las sábanas): —¿Viste que tiene su lugar? No se sube más arriba porque sabe que este es el espacio del amor.

Javier (apoyando su cabeza en la almohada, con un brazo rodeando el cuerpo de Nico): —Mejor. Porque este lugar —besó su cuello— es mío.

Nico: "Me encanta cuando se pone así. Territorial. Como un león celoso que se acurruca sólo para después devorarme."

Se abrazaron, piel contra piel, hasta que el sueño los venció.

Pero el descanso no duró mucho.


📍Dormitorio – 03:28 hs

En medio de la noche, Javier comenzó a agitarse. Su cuerpo se tensaba, su rostro fruncido como si estuviera resistiendo algo. Las manos cerradas con fuerza. Una gota de sudor bajándole por la frente. Se giró. Gruñó. Murmuró algo ininteligible.

Javier: "¿Dónde está? ¿Dónde mierda estás, Nico? ¡No llego!"

Puertas que se cerraban. Alarmas. Rejas. Pasillos infinitos. La imagen de Nico en una habitación sin ventanas, golpeando el vidrio con desesperación. Javier corría, jadeando, pero sus piernas no lo llevaban a ningún lado.

Javier: —¡NICOOO!

Se despertó de golpe. Sentado en la cama. Respirando entrecortado. Todo su cuerpo cubierto de sudor.

La habitación estaba en penumbras, iluminada apenas por la luz del pasillo. Moro levantó la cabeza con un quejido leve. Y a su lado, Nico dormía tranquilo, con una mano apoyada en su pecho.

Javier: "Estás bien. Estás acá. Fue solo una pesadilla."

Lo abrazó de inmediato. Con fuerza. Como si necesitara fundirse con él para anular el sueño.

Javier (susurrando contra su cuello): —Estoy acá, mi amor. No te voy a soltar.

Volvió a acostarse, con Nico entre sus brazos, cerrando los ojos. No volvió a dormirse del todo. Cada tanto se despertaba, como impulsado por un miedo irracional, tocándole el rostro, comprobando que respirara, que seguía allí.


📍Dormitorio – 07:10 hs

El día amaneció con una luz tibia que se filtraba entre las persianas. Nico fue el primero en abrir los ojos, aunque no se movió. Disfrutaba de la forma en que Javier lo abrazaba desde atrás, su pecho pegado a su espalda, la respiración lenta.

Nico: "Nunca lo sentí tan aferrado a mí mientras dormíamos. Como si quisiera protegerme incluso dormido."

Se giró despacio hasta quedar frente a él.

Nico: —Buen día... ¿Dormiste algo?

Javier: —Poco. Pero me alcanzó con tenerte en mis brazos.

Nico acarició su mejilla. Notó los ojos cansados, el ceño apenas fruncido.

Nico: —Javi... ¿Pasó algo anoche? Te noté raro. Te movías mucho. ¿Soñaste algo feo?

Javier dudó. Luego suspiró y se incorporó, apoyando la espalda en el cabecero. Nico se sentó también, cruzando las piernas frente a él.

Javier: —Sí. Y creo que ya no puedo seguir ocultándote lo que me viene atormentando desde hace un par de días.

Nico se puso tenso.

Nico: —¿Qué pasó?

Javier: —El otro día, en Olivos, revisé Twitter después del desayuno. Y encontré un mensaje. Una amenaza, directa. De una cuenta anónima. Sabía de nosotros. Me advirtió que me cuide, que te cuide... que podría haber consecuencias.

Nico palideció.

Nico: —¿Y por qué no me dijiste nada?

Javier: —Porque quería protegerte. No quería contaminar nuestra salida. Pero anoche soñé que te perdía, que no podía salvarte. Fue horrible. No lo soporto más.

Nico lo abrazó.

Nico: —Me tenés. Estoy acá. Pero no me ocultes más cosas, Javi. No estoy hecho de cristal. Y quiero saber si alguien nos está amenazando.

Javier: —Tenés razón. Hoy mismo hablo con mi equipo. Y vamos a rastrear esa cuenta. Nadie se va a meter con vos. Nadie se mete con lo mío.

Nico (acariciándole la nuca): —Lo nuestro, Javier. Nadie se mete con lo nuestro.


📍Dormitorio – 08:02 hs

Moro gimoteó suavemente desde los pies de la cama. Nico lo miró.

Nico (medio en broma): —¿Y vos qué decís, bebé? ¿Te vas a poner celoso de que estemos abrazados y no te demos bola?

Javier se rió. El sonido fue breve, pero genuino.

Javier: —Creo que a él le importa que estemos juntos. Y que lo sigamos llevando a la cama como buen hijo mimado.

Javier: "Y si este perro es parte del paquete... lo acepto con todo el corazón. Es parte de la manada."

El sol ya iluminaba de lleno la habitación. Pero entre ellos, la verdadera luz era la decisión de no rendirse ante el miedo.

La amenaza no había desaparecido. Pero ahora la enfrentaban juntos. Y eso lo cambiaba todo.

Chapter 82: Enfrentando la sombra juntos

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📍Auto en ruta – El fin de semana próximo – 11:45 hs

El sol se alzaba alto sobre el cielo límpido cuando Javier y Nico cruzaron los portones de la Quinta de Olivos, dejando atrás esa burbuja de seguridad que tanto les costaba abandonar. Las amenazas recibidas pesaban sobre ambos, aunque ninguno lo dijera en voz alta. Javier había decidido no someterse al miedo, no permitir que una sombra anónima definiera sus pasos ni su relación con Nico. Ese día, más que nunca, necesitaban recordar por qué valía la pena seguir apostando.

En el auto, el silencio era cómodo pero cargado. Javier mantenía la vista fija en la ruta, las manos firmes en el volante. Cada tanto, sus nudillos se tensaban, sus cejas se fruncían apenas. Nico, a su lado, lo miraba de reojo, sintiendo ese hervor de emociones que su alfa trataba de disimular.

Nico: —¿A dónde vamos?— preguntó con suavidad, como queriendo abrir una grieta en el muro de silencio.

Javier: —Pensé en llevarte a un lugar más privado... algo natural, alejado de la ciudad y de los ojos que no nos quieren ver felices. Cerca de Lobos hay una estancia del Estado. Yo la uso cada tanto para escaparme del quilombo. Quiero que la conozcas—, dijo sin quitar la vista del camino, pero dejando que una media sonrisa suavizara la tensión de su rostro.

Nico: —Me encanta la idea. Creo que los dos necesitamos un poco de aire—, respondió con ternura, apoyando una mano en el muslo de Javier, acariciando apenas.

Las palabras apenas flotaron, pero el gesto hizo que Javier respirara más hondo. El viaje continuó entre mate, silencios cómodos y música bajita: Charly, Fito, alguna que otra playlist que Nico había preparado. Los campos bonaerenses se abrían a ambos lados de la ruta, verdes y dorados, infinitos.


📍Estancia en Lobos – 13:15 hs

Al llegar, el paisaje los abrazó. La estancia era amplia, rodeada de pasto bien cortado, arboledas viejas y un lago a la distancia que espejaba el cielo. Las nubes eran pinceladas suaves sobre el celeste limpio. La casa principal, de techos bajos y galería amplia, tenía una calidez austera que encantó a Nico enseguida.

Nico: —Es hermoso... y silencioso. Es como si el tiempo se detuviera acá—, murmuró, sin soltar la mano de Javier.

Javier: —Acá nadie nos mira. Nadie nos juzga. Podés respirar tranquilo... podemos hacerlo—, respondió, acercando su frente a la de Nico un segundo, simplemente para cerrar los ojos y sentir su aroma a chocolate y canela envolverlo.

Caminaron juntos por los alrededores. Las botas de Javier pisaban firme sobre la tierra, mientras que Nico, en zapatillas, tropezaba cada tanto con las raíces. Se reían bajito. Javier le señalaba los árboles más viejos, las caballerizas vacías, los rincones secretos que había descubierto en sus visitas anteriores. Cada detalle parecía un intento por decirle a Nico "Esto también puede ser tuyo si querés".

Cuando el sol empezó a inclinarse hacia el oeste, se sentaron en un banco de madera junto al lago. El agua brillaba con tonos dorados y rosados. Las manos seguían entrelazadas.

Javier: —Tenemos que hablar de lo que pasó. Ya no lo podemos esquivar—, dijo finalmente, rompiendo la paz con la misma delicadeza con la que alguien rompe el silencio de una iglesia.

Nico: —Lo sé, Javi. Y estoy listo para hablarlo—, respondió sin dudar, girando el cuerpo hacia él.

Javier: —No es sólo una amenaza. Es un recordatorio brutal de que hay gente allá afuera que preferiría verme solo, encerrado, o muerto, antes que feliz y en pareja con un omega como vos. Esto... no es algo que pueda pasar por alto. No es un chiste ni una broma pesada. Quiero que sepas que no voy a dejar que esa gente nos arruine—, dijo con los ojos clavados en el agua, pero la mandíbula tensa, el cuerpo vibrando de rabia contenida.

Nico: —No te pienso soltar, Javier. No por esto. No por nada—, murmuró, apretándole los dedos con fuerza—. ¿Me escuchás? Si te quieren joder, van a tener que pasar por encima mío. Porque no me voy a ir a ningún lado.

Javier: —Eso es lo que más miedo me da, Nico. Que puedan tocarte. Que por estar conmigo estés en peligro. Que te lastimen. Me aterra—, confesó por fin, la voz apenas quebrada.

Nico: —Javi, mirame—, pidió, tomándole el rostro con ambas manos—. Estoy acá porque te elijo. Todos los días. Porque esto no es solo pasión, ni política, ni morbo. Es amor. Es real. Y no me voy a esconder. Si me tengo que enfrentar a la misma sombra que te acecha, lo voy a hacer con vos. De la mano. Como ahora.

Javier: —No sé cómo hacés para calmarme con tan pocas palabras—, murmuró, dejando que su frente se apoyara en el hombro de Nico.

Nico: —Porque te amo, boludo. ¿Qué más necesitás?

Se quedaron en silencio mientras el cielo se teñía de fuego. El canto de las chicharras empezaba a sonar a lo lejos. En el aire flotaba un perfume de tierra, pasto seco y algo floral, como si el verano se hubiese estancado en ese pedazo del mundo.


📍Interior de la casa – Estancia en Lobos – 20:30 hs

Cuando la temperatura bajó, volvieron caminando despacio hacia la casa de campo. El interior estaba fresco, con muebles de madera, mantas gruesas y un hogar a leña que Javier prendió sin decir nada. Se sacaron las camperas, se sirvieron un vaso de vino, y se acurrucaron en un sillón frente al fuego.

Nico: —Podríamos venir más seguido... si todo se va al carajo, este lugar es un buen escondite—, bromeó, recostándose en el pecho de Javier.

Javier: —O un buen lugar para construir algo desde cero. Sin flashes, sin tuits, sin enemigos—, dijo bajito, acariciándole el pelo.

Nico: —Suena a paraíso. Aunque yo igual te seguiría hasta el infierno, sabés

Javier: —No quiero llevarte ahí. Quiero sacarte de cualquier oscuridad, aunque tenga que pelear con los fantasmas yo solo

Nico: —No estás solo, Javi. Nunca más.

Afuera, la noche envolvía la estancia como un abrazo inmenso. Y adentro, dos hombres que habían atravesado el miedo, la furia y el deseo, volvían a aferrarse al único refugio que nunca les sería arrebatado: el uno al otro.

Chapter 83: Medidas de seguridad

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📍Estancia en Lobos – Domingo de precaución e investigaciones – 08:30 hs

El día amaneció diáfano, con una brisa fresca que entraba por las ventanas abiertas de la estancia. El cielo estaba despejado, de un celeste puro que contrastaba con la noche anterior, donde el silencio había sido más tenso que pacífico. Aun así, esa mañana tenía algo distinto: un aroma a decisión, a fuerza renovada. Javier se levantó antes que Nico, bajó en silencio a la cocina y comenzó a preparar el desayuno con dedicación.

Cortó frutas frescas, exprimió jugo de naranja, calentó medialunas y tostadas. También preparó café fuerte para él, y té con limón para Nico. Todo lo sirvió con una delicadeza que hablaba más de amor que de protocolo. Cuando volvió a la habitación con la bandeja, encontró a su omega aún enredado entre las sábanas, abrazando la almohada con una sonrisa dormida.

Javier:Buen día, dormilón —susurró, dejando un beso en la frente de Nico—. Te traje el desayuno.

Nico abrió los ojos despacito, como quien no quiere abandonar un sueño.

Nico: —¿Qué hora es...?

Javier:Hora de mimarte un rato. Vení, sentate. Hoy quiero que empiece bien.

Nico:¿Qué hacés tan atento? Vas a malcriarme.

Javier:Ese es el plan —respondió con una sonrisa tierna mientras acomodaban la bandeja entre los dos.

Comieron entre risas, caricias y alguna que otra miga en el pecho de Javier, que Nico se encargaba de limpiar con besitos distraídos.

Nico:Me encanta cómo te preocupás por mí, Javi. No solo por mi seguridad… sino por hacer que cada momento que compartimos se sienta especial.

Javier lo miró con esa mezcla de ternura y orgullo que sólo Nico le provocaba. —Todo lo que hago es porque te quiero, porque me importa que estés bien. A veces me siento abrumado, no te lo voy a negar, pero tenerte cerca… me hace todo más llevadero.

Javier: “Necesito mantenerlo a salvo. Cueste lo que cueste.”


📍Jardín Botánico – 11:45 hs

Más tarde, salieron juntos a recorrer un jardín botánico que Javier había elegido especialmente. Era un rincón apartado, lleno de vegetación autóctona, senderos escondidos y bancos de piedra bajo pérgolas cubiertas de glicinas. Caminaron de la mano, entre el canto de los zorzales y el aroma a jazmín silvestre. Nico se detenía cada tanto a sacar fotos o a admirar las texturas de las hojas y las flores.

Nico:No puedo creer que haya vivido tanto tiempo en Buenos Aires y nunca haya conocido este lugar.

Javier:Me gusta tener cosas nuevas para mostrarte. Hoy necesitábamos un poco de belleza, ¿no?

Nico:Sí... y esto me hace olvidar, aunque sea por un rato, que hay alguien allá afuera que quiere hacernos daño.

Javier lo atrajo con suavidad y le dio un beso en la coronilla.

Javier: Eso no va a pasar. No si puedo evitarlo.


📍Estancia en Lobos – 15:30 hs

De regreso en la estancia, la energía había cambiado. Javier, con el mate en una mano, se conectó a una videollamada con su equipo de seguridad y con dos de sus asesores informáticos de más confianza. Se encerró en una habitación con buena señal, mientras Nico preparaba una picada liviana en la cocina.

Durante la conversación, su tono fue frío, preciso, sin margen para la duda.

Javier:Quiero rastrear ese mensaje. Rastrearlo a fondo. Necesito saber si vino de un servidor local o si usaron una VPN. Necesito saber si lo mandaron desde Argentina o si simularon la ubicación.

Cristian, uno de los informáticos, un beta curtido y sagaz, respondió desde su oficina en la ciudad.

Cristian: Estamos trabajando en eso, Presidente. Usaron un servicio cifrado que no deja huellas visibles, pero ya cruzamos las bases de datos con algunas alertas de amenazas anteriores. Puede tardar unas horas, o unos días, pero vamos a encontrar algo.

Javier:Bien. Y necesito refuerzos inmediatos en Olivos. Quiero una patrulla adicional, quiero cámaras revisadas, quiero saber si alguien se acercó más de lo que debía en las últimas 48 horas. Y también... —hizo una pausa, bajando la mirada un segundo— quiero custodia las 24 horas en mi casa de Palermo.

Cristian:¿Va a instalarse allí, señor?

Javier:Sí. Y no voy solo.


📍Galería de la estancia – 17:15 hs

Esa misma tarde, cuando colgó la llamada, encontró a Nico en la galería, tomando mate con Moro recostado sobre sus piernas. El perro levantó la cabeza al verlo y movió la cola con energía.

Nico:¿Cómo fue?

Javier se sentó a su lado, serio pero tranquilo. Lo abrazó por detrás y apoyó la barbilla en su hombro. —Estoy reforzando seguridad. Van a investigar el mensaje a fondo. No fue un loquito suelto... y hasta que no sepamos más, prefiero que no estemos acá.

Nico:¿Querés volver a Olivos?

Javier:No. Vamos a ir a Palermo. Quiero tenerte conmigo. A vos... y a este bebé también —agregó con una sonrisa mientras rascaba la oreja de Moro—. Tengo lugar de sobra, y al menos hasta que sepamos con quién estamos lidiando, quiero que estés bajo mi techo.

Nico giró el rostro, sorprendido. —¿Mudarnos juntos...?

Javier:No es una propuesta romántica —dijo, sonriendo—. Pero también lo es. Quiero cuidarte. Quiero que estés cerca. Y quiero a Moro correteando por mi living.

Nico:¿Sabés que él te ve como su segundo papá, no?

Javier rió, bajando la cabeza. —Entonces voy a ser el padrastro más celoso y sobreprotector del mundo.

Nico:Acepto, pero sólo si no me hacés pagar alquiler —bromeó.

Javier:Te voy a pagar yo por tenerte en casa.


📍Dormitorio de la estancia – 23:00 hs

La conversación fluyó entre bromas y mimos. Luego cenaron juntos, algo sencillo pero delicioso, y compartieron una noche tranquila en la estancia. Hicieron el amor con calma, con esa mezcla de deseo y ternura que los atravesaba desde hacía semanas. Y antes de dormir, se acurrucaron bajo las sábanas, con Moro roncando a los pies de la cama.

Javier: “Que me amenacen a mí. Que me apunten a mí. Pero no se metan con él.”

Nico: “Con vos, no me asusta nada. Aunque esté temblando por dentro.”

El futuro era incierto. Pero esa noche, entre susurros, promesas y cuerpos entrelazados, decidieron que iban a enfrentarlo juntos.

Chapter 84: El hallazgo

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📍Avenida Las Heras, camino a Palermo – Lunes 7 de Octubre de 2024 – Mañana

La ciudad ya vibraba con su ritmo frenético cuando el auto negro dobló por la avenida Las Heras. Adentro, el silencio reinaba, apenas interrumpido por el ronroneo bajo del motor. Javier manejaba con una mano sobre el volante y la otra apoyada en la pierna de Nico. Aunque su gesto parecía casual, era una manera instintiva de mantener el contacto, de asegurarse de que su omega estuviera a su lado. Después de todo lo ocurrido, necesitaba ese anclaje.

Javier: "No voy a dejar que te pase nada, zurdito. Esto lo manejo yo."


📍Casa de Javier – Palermo – 08:45 hs

La casa de Palermo de Javier apareció tras un portón metálico negro, discreto pero bien vigilado. Dos custodios con camperas oscuras estaban apostados a los lados, y un par más caminaban por la vereda, haciendo relevos cada media hora. Javier frenó, bajó la ventanilla, y uno de los hombres se acercó de inmediato.

Custodio:Buenos días, Presidente.

Javier:Traigo compañía. Van a vivir con nosotros por un tiempo.

Custodio:Entendido. Ya informamos al equipo. Todo bajo control.

El portón se abrió. Javier estacionó en el garaje interno y apenas apagó el motor, Nico soltó el cinturón. En el asiento trasero, Moro —el mestizo grandote y peludo de Nico— se movía de un lado al otro, olfateando todo con emoción.

Nico: ¡Vamos, bebé! —dijo el omega, abriendo la puerta trasera—. Esta va a ser tu nueva casa, al menos por un tiempo.

Moro saltó al suelo y empezó a olfatear el ambiente, inquieto, hasta que un ruido grave lo paralizó. Desde el pasillo lateral aparecieron cinco figuras enormes: Conan, Milton, Murray, Robert y Lucas, los bullmastiff de Javier. Caminaron con paso seguro, uno detrás del otro, como soldados. Sus cabezas pesadas, sus ojos oscuros.

Nico retrocedió un poco, nervioso.

Nico:Javi... ¿y si se lo comen?

Javier: "Son bestias, pero lo van a cuidar como si fuera de la manada", pensó el presidente.
Javier: Tranquilo. Ya les expliqué. Mirá.

Conan fue el primero en acercarse. Se detuvo frente a Moro, lo olfateó, y luego, sin emitir un solo gruñido, le dio una lamida rápida en la oreja. Moro gimió de emoción y le respondió moviendo la cola a toda velocidad.

Nico:Bueno... parece que ya tiene un padrastro también.

Javier:Es parte del paquete, zurdito. Acá sos mío, y ellos también.


📍Dormitorio de Javier – Palermo – 09:10 hs

Subieron al dormitorio de Javier, el mismo donde tantas veces habían dormido en secreto, aunque esta vez con la certeza de que vivirían ahí por tiempo indeterminado. El cuarto estaba cálido, amplio, con vista al jardín interior. Nico dejó su mochila en una silla, suspirando.

Nico:Nunca pensé que iba a terminar conviviendo con vos, así, de repente...

Javier:Por seguridad. No es negociable.

Nico:Sí, sí, ya sé. El alfa manda.

Javier: "Y el alfa se muere si te pasa algo, carajo."


Días posteriores

Durante los días que siguieron, la rutina cambió por completo. Javier lo acompañaba todas las mañanas al Congreso, aunque Nico protestaba:

Nico:Javi, no hace falta que me vayas a buscar y traer todos los días. ¿No tenés país que gobernar?

Javier:Tengo un omega que cuidar. El país puede esperar cinco minutos.

Apenas Nico cruzaba la puerta del Congreso, Javier lo seguía con la mirada hasta asegurarse de que estaba dentro. Luego volvía al auto, el ceño fruncido. Le costaba disimular el temor. Aunque intentaba mantener la fachada fuerte, el miedo estaba latente.

Dentro del Congreso, Nico notaba algunas miradas raras. No eran muchos, pero un puñado de diputados, la mayoría opositores, lo observaban de reojo cuando pasaba. En especial Julia Díaz, que cuchicheaba con otros en cada sesión.

Nico: "¿Sabrán? ¿O simplemente están especulando? Bah, que digan lo que quieran. No me van a sacar de su lado."

Intentó ignorarlo. Se enfocó en su trabajo, en los proyectos, en mantener la calma. Pero las miradas estaban ahí.


📍Casa de Javier – Palermo – Martes 8 de Octubre de 2024 – 19:00 hs

En uno de esos días, Javier recibió un llamado de Cristian. El beta era un experto en informática que trabajaba en seguridad presidencial desde antes de su mandato.

Cristian:Lo tenemos. El usuario que mandó el mensaje fue rastreado a un IP fija en la zona oeste del Gran Buenos Aires. El tipo se llama Mario Díaz. Vive en Merlo. Es primo segundo de la diputada Julia Díaz, de Unión por la Patria.

Javier:¿Está solo?

Cristian:No. Encontramos publicaciones de Facebook donde está abrazado a Cristina Fernández, en otra a Máximo Kirchner, y participando en marchas violentas. Forma parte de un grupo ultra militante. Están obsesionados con el kirchnerismo.

Javier guardó silencio unos segundos.

Javier:Preparen el dossier. Voy a hacer la denuncia personalmente. Hoy mismo.

Cortó. Respiró hondo y fue al living, donde Nico trabajaba en su laptop con Moro enroscado a sus pies.

Javier:Nico, tenemos que hablar.

Nico: "Ay no... ese tono..."

Nico: ¿Qué pasó?

Javier:Ya sabemos quién envió la amenaza. Se llama Mario Díaz. Pariente de Julia Díaz, a quien seguro conocés porque es diputada.

Nico dejó la laptop a un lado.

Nico:¿Y qué vas a hacer?

Javier:Lo voy a denunciar. Voy a ir a la Fiscalía.

Nico se quedó quieto.

Nico:Javi... pero si leen el mensaje, van a entender que se trata de mí. Dice “cuidá a tu zurdito”. Se van a dar cuenta.

Javier:Y si se dan cuenta, ¿qué? Ellos no tienen por qué revelar nada. No voy a decir tu nombre. Sos mi vida, Nico. Esto lo paro ahora, antes de que pase algo peor.

Nico se levantó y lo abrazó fuerte, con desesperación contenida.

Nico:Yo... solo quiero que estemos bien.

Javier apoyó el mentón sobre su cabeza, cerrando los ojos.

Javier: "Mataría por vos. Lo sabés, ¿no?"


📍Comodoro Py – Miércoles 9 de Octubre de 2024 – 17:00 hs

Al día siguiente, tras haber trabajado media jornada en la Casa Rosada y después de buscar a Nico del Congreso como siempre, Javier fue a la Fiscalía de Comodoro Py acompañado por uno de sus custodios. Vestía traje oscuro y la expresión implacable que solía reservar para las disputas políticas más feroces.

En la carpeta que sostenía había capturas del mensaje, los informes de Cristian, la identidad de Mario Díaz, su árbol genealógico, capturas de sus publicaciones, fotos con dirigentes kirchneristas y comentarios públicos llamando a “destruir el régimen libertario”.

El fiscal, un hombre calvo de unos cincuenta años, lo recibió en una oficina cerrada con cortinas pesadas.

Fiscal:Señor Presidente. Acompáñeme, por favor.

Javier:Vengo a presentar una denuncia formal por amenazas agravadas. Acá están los datos del autor. Y quiero que quede constancia de que se trata de un ataque con motivación política.

Durante una hora, Milei explicó todo. No mencionó a Nico por nombre, ni su condición de omega. Se refirió a él como “una persona allegada de mi entorno íntimo”.

Cuando salió, se tomó unos minutos para respirar. Su custodia lo acompañó hasta el auto. Adentro, miró el celular. Tenía un mensaje de Nico:

Nico: "¿Cómo te fue? ¿Ya saliste? Moro te está esperando en la puerta."

Javier sonrió, por primera vez en todo el día. Le respondió:

Javier: "Estoy en camino, zurdito. No te me muevas de casa por nada."


📍Casa de Javier – Palermo – 21:15 hs

Esa noche, al llegar, Nico lo esperaba con un abrazo largo. Moro ladraba feliz a su alrededor, y los bullmastiff se acercaban uno a uno, como si entendieran que su amo había regresado de una batalla invisible.

Nico:¿Y ahora?

Javier:Ahora dejamos que la Justicia actúe. Pero mientras tanto, seguimos como hasta ahora. Pegados. Ni un paso sin mí. Si ves algo raro, escuchás algo raro, me avisás al instante.

Nico asintió, aunque una parte de él se resistía a estar tan controlado.

Nico:¿Me vas a poner GPS en el calzoncillo también?

Javier:Si pudiera, lo haría.

Ambos rieron, pero la tensión no se disipaba del todo.

Javier: "Ya no sos solo mi omega. Sos mi casa. Y te juro, nadie se atreve a tocar lo que es mío."

Nico: "Si esto es una guerra, la peleamos juntos. Yo te elijo todos los días, Javi. Hasta el fin del mundo."


📍Dormitorio de Javier – Palermo – 23:00 hs

La cena fue liviana: una ensalada tibia de rúcula y parmesano con tiras de bife salteado. Nico la preparó mientras Javier lo observaba desde la barra de la cocina con un vaso de agua con limón en la mano. No hablaban mucho. Los silencios entre ellos no eran incómodos: eran cómodos, íntimos, cargados de significado.

Luego de cenar, y con Moro ya dormido en su cucha junto a la ventana del dormitorio, Javier y Nico se refugiaron en la cama. Los bullmastiff patrullaban el pasillo, atentos a cualquier sonido, pero no se acercaban. Esa era su guarida.

Nico se acurrucó desnudo contra Javier, con la sábana a la altura de la cintura, el pecho contra su costado, la pierna sobre la pierna del alfa. La luz tenue de la lámpara dejaba sombras suaves en su piel. Javier acariciaba la espalda de su omega con los dedos apenas rozando, como si lo tocara por primera vez.

Nico:¿Tenés idea de lo feliz que me hace vivir con vos, más allá de las amenazas y las sombras que nos rodean?

Javier:No tenés idea de lo feliz que me hace que estés vivo, sano, acá al lado mío. No me importa nada más, zurdito. Vos sos mi mundo ahora.

Nico:Sos tan bestia a veces… pero cuando hablás así, me hacés mierda el corazón.

Javier:Porque mi corazón es tuyo. Lo tenés secuestrado. Y ni quiero que lo devuelvas.

Nico sonrió, bajó la cabeza y apoyó los labios en el pecho del alfa. Dejó un beso suave, después otro. Luego una pequeña mordida. Javier respiró hondo.

Javier:¿Estás jugando con fuego?

Nico:Capaz.

El olor dulce de chocolate y canela comenzó a llenar la habitación. Ese perfume que para Javier ya era sinónimo de casa. Sintió cómo le palpitaba la entrepierna, cómo su omega se apretaba contra él con descaro, casi provocándolo.

Javier:Estás calientito, zurdito. ¿Querés que te saque la calentura?

Nico:No me preguntes, hacelo.

Y Javier lo hizo.

Se giró de costado y lo empujó con el cuerpo, quedando encima de él. Nico lo miraba con los ojos brillosos, los labios entreabiertos, el pecho ya agitado. Javier bajó despacio, le besó el cuello, lo lamió detrás de la oreja. Nico soltó un gemido bajito, casi una súplica.

El alfa le tomó las muñecas y se las sostuvo sobre la cabeza.

Javier:Esta noche te voy a coger como si fueras mío. Porque lo sos.

Nico:Siempre fui tuyo, Javi. Siempre.

Javier bajó por el pecho, besando, mordiendo, saboreando cada rincón. Nico arqueaba la espalda bajo su boca, jadeando, temblando. El calor entre los dos era un campo magnético inevitable.

Cuando le abrió las piernas, Nico se aferró a él con fuerza. Javier lo tomó con intensidad, con pasión, con una entrega casi animal. Se movieron juntos como en una danza que conocían de memoria: jadeos entrecortados, caricias urgentes, besos que mordían y curaban a la vez.

Nico: Dios... Javi... más... —susurró el omega con la voz rota.

Javier: Hasta que no puedas decir otra palabra que no sea mi nombre, zurdito. —gruñó el libertario contra su oído.


El ritmo aumentó, los cuerpos se chocaron con fuerza, los gemidos fueron creciendo hasta llenar la habitación. Cuando Nico llegó al clímax, lo hizo con un grito ahogado contra el cuello del alfa, mientras su aroma dulce estallaba con más fuerza, envolviéndolos.

Javier lo siguió unos segundos después, mordiendo con suavidad la unión entre el hombro y el cuello, sin dejar marca, pero reclamándolo.

Luego cayeron abrazados, sudados, exhaustos.

Nico:No me sueltes, ¿sí?

Javier:No pienso hacerlo. Ni aunque explote el mundo.

El silencio volvió, pero esta vez era absoluto. Javier acariciaba la espalda de su omega con lentitud. Nico ya dormía, respirando profundo.

Y mientras los perros dormían cerca, mientras el mundo afuera seguía girando, adentro del cuarto sólo quedaban ellos dos. Sobrevivientes de todo. Refugiados uno en el otro. Amantes, aliados. 

Chapter 85: Entre temores y festejos

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🌙 Dormitorio de Javier - Jueves de ansiedad y secretos – 04:23 AM

El cuarto estaba en silencio absoluto, apenas perturbado por el zumbido leve del aire acondicionado y los resoplidos de los perros dormidos en el pasillo. Javier abrió los ojos de golpe, con el pecho agitado y una sensación de alerta clavada en el estómago. No había tenido una pesadilla… pero algo en su cuerpo lo mantenía tenso.

Javier: "Otra vez esta sensación de mierda. Como si algo estuviera por pasar."

Bajó la vista. Nico dormía profundamente a su lado, acurrucado con la cara contra su pecho, una pierna sobre las suyas. El calor del omega, su aroma a chocolate y canela, lo tranquilizaban.

Javier: "Está bien. Está conmigo. Lo tengo."

Con muchísimo cuidado, se incorporó un poco sin despertarlo, y al hacerlo, Moro levantó la cabeza desde la cucha. No ladró. Solo movió la cola suavemente al verlo.

Javier:Tranquilo, bebé... Todo bien. Sólo estoy respirando. —susurró.

Javier le hizo una seña al perro, que se acercó en silencio hasta el borde de la cama y apoyó la cabeza en la sábana. Javier le acarició el hocico y volvió a mirar a Nico.

Javier: "Te juro que si alguien llega a tocarte un pelo, voy a destruir todo. No me importa quién sea."

Se acomodó otra vez en la cama, con Moro medio arriba de sus pies y Nico abrazado a su costado. Le besó la coronilla con lentitud y volvió a cerrar los ojos, intentando que el corazón le bajara el ritmo. Tardó un poco más en dormirse. Pero finalmente lo logró, con el cuerpo cubierto por el calor de su omega y de su jauría silenciosa.


☀️ 09:16 AM

La luz tenue del sol filtrándose por los ventanales fue lo primero que acarició la piel de Nico. Abrió los ojos lentamente, sintiendo el cuerpo de Javier a su lado, el pecho subiendo y bajando en un ritmo constante, la mano alfa sobre su cintura.

Nico:Buen día... —susurró, enredando los dedos con los de Javier.

Javier:Buen día, zurdito... —murmuró sin abrir los ojos, con voz ronca de recién despertado— Dormiste bien anoche.

Nico:Sí. Después de que me cogiste como si fuera lo último que ibas a hacer en tu vida, dormí como un tronco.

Javier:Es que vos sos mi buena suerte, mi amuleto. Si no te dejo sin aliento a la noche, después sueño que te me vas.

Nico:No me voy a ir a ningún lado, Javi. Te lo dije mil veces.

Se besaron con calma, entre sábanas desordenadas y cuerpos tibios. Nico se estiró, dejando al descubierto parte de su espalda, que Javier aprovechó para recorrer con la yema de los dedos.

Moro ya estaba despierto, sentado al pie de la cama con la lengua afuera, moviendo la cola. Lucas y Milton ladraban con suavidad desde el pasillo. Era hora de arrancar el día.

Javier:Voy a prepararte el desayuno mientras te bañás. Y después te llevo al Congreso.

Nico:Javi, no hace falta que me lleves todos los días. Tengo piernas y hay custodia.

Javier:Tengo piernas, custodia y una paranoia saludable. Te acompaño. Y también te paso a buscar.

Nico:¿Y si te ven tus ministros, tus secretarios? Van a sospechar.

Javier:Que sospechen. Lo único que me importa es que estés entero cuando salgas del Congreso. Y si ves o escuchás algo raro, me lo decís. Al instante.

Nico:Está bien. Pero no me trates como si fuera frágil.

Javier:No sos frágil, zurdito. Sos todo lo contrario. Justamente por eso, si te tocan, los rompo en mil pedazos.


Ya vestidos, con la camisa impecable de Nico y el traje azul medianoche de Javier, salieron juntos de la casa. La custodia los recibió en la puerta, y mientras los perros se quedaban dentro, Moro se fue acomodando con una manta sobre un sillón del living.

El tránsito de la ciudad bullía, pero dentro del coche blindado con los vidrios polarizados, el ambiente era casi íntimo.

Nico:¿Hoy tenés mucha carga en la Rosada?

Javier:Lo normal. Pero estuve pensando en algo especial para cuando salgamos del laburo.

Nico:A ver, ¿qué tenés en mente, libertario?

Javier:Bueno, ya que por ahora no hubo nuevas amenazas, podríamos salir esta noche.

Nico:¿Salir? ¿Tipo cena romántica?

Javier:Tipo cena discreta, romántica, pero con custodia.

Nico:¿Dónde pensabas llevarme?

Javier:A Elena. El restaurante del Hotel Four Seasons. Es exclusivo, tranquilo, y el chef es uno de los mejores del país. Y si vamos temprano, evitamos miradas indiscretas.

Nico:Me encantaría... Hace días que no salimos a ningún lado que no sea Congreso o Casa Rosada.

Javier:Perfecto. Pero antes tengo que encargarme de los chicos. No puedo dejar la casa sola con seis bestias que no entienden de romanticismo.

Javier agarró el celular y llamó a Karina. Estaba segura de que su hermana no solo aceptaría, sino que disfrutaría la excusa para pasar la noche con los perros.

Javier (al teléfono):Hola Kari, ¿tenés planes esta noche?

Karina (en altavoz):Depende... si me vas a pedir que te cubra en la Rosada, no. Pero si es para ver a mis sobrinos peludos... contá conmigo.

Javier:Justamente eso. Esta noche voy a salir a cenar con alguien especial. Quiero que estés con ellos unas horas. La custodia va a seguir en la puerta, como siempre.

Karina:Me encanta. Llego a eso de las siete. Llevame empanadas si llego antes que vos.

Javier:Hecho. Gracias, hermanita. Sos lo más.

Cuando cortó, Nico lo miraba desde la puerta con los brazos cruzados y una sonrisa ladeada.

Nico:Sos un tierno cuando hablás con ella. No te lo voy a decir dos veces, pero me gusta cómo sos con tu familia.

Javier:¿Ah, sí? ¿Y cómo soy?

Nico:Sobreprotector. Intenso. Con un corazón enorme que escondés abajo de toda esa fachada de salvaje.

Javier:Y con vos, ¿cómo soy?

Nico:Todo eso también... y encima, te ponés insoportablemente romántico a veces.

Javier:Y bueno, es por tu culpa. O sea, digamos, no me dejás alternativa, zurdito. Ahora vamos que ya casi llegamos al Congreso. Esta noche te quiero hecho un postre de cinco estrellas.


🕕 Esa tarde – Elena Restaurante, Recoleta

Llegaron cerca de las 19:15. El cielo todavía conservaba algo de luz, pero el hotel ya tenía encendidas sus lámparas bajas y cálidas. Los custodios los dejaron en una entrada lateral. Entraron rápido, sin hacer ruido, y fueron ubicados en una mesa apartada, detrás de una celosía de madera tallada.

Elena era elegante sin ser ostentosa. Mesas espaciadas, ambiente íntimo, velas sobre los manteles blancos, vajilla impecable.

Nico:No puedo creer que estemos acá. ¿Todo esto por una amenaza?

Javier:No, todo esto porque te lo merecés. Y porque me gusta verte así. Relajado y feliz.

Pidieron vinos suaves y platos sofisticados: entraña madurada con papines para Javier, risotto de hongos con trufa para Nico. Todo exquisito.

Nico:Esto es una locura. Hace meses yo estaba en otro mundo. Sin vos, sin nada parecido a esto. No sé cómo hice para vivir tanto tiempo sin vos.

Javier:No lo hiciste. Sobreviviste. Que es distinto. Ahora vivís. Conmigo.

Los ojos de Nico brillaban. El vino ayudaba, pero era más que eso. Era el efecto Javier.

Nico:¿Y a vos? ¿No te da miedo todo esto?

Javier:Sí. Pero tengo más miedo de perderte que de cualquier hijo de puta que escriba desde el anonimato.


La cena duró poco más de una hora y media. Compartieron un postre de crema de limón con merengue quemado que les sacó un suspiro de placer.

Cuando salieron, la custodia ya estaba lista, el auto negro lujoso de uno de ellos esperándolos en la puerta.


🚘 De regreso a Palermo

En el coche, Nico se acurrucó contra Javier, la cabeza sobre su hombro.

Nico:No quiero que esta noche termine.

Javier:No va a terminar. Esta noche recién va a empezar cuando lleguemos a casa.

Nico:¿Y qué va a pasar cuando lleguemos?

Javier:Te desnudo despacio. Te beso desde el cuello hasta los tobillos. Y después... después hacemos el amor como si fuera la última noche del mundo.

Nico:Entonces apurá al chofer. Porque no pienso dormirme sin sentirte adentro mío.

Javier no dijo nada. Le besó la frente y le acarició el muslo por debajo del abrigo liviano, su mano firme y cálida.


🏙️ Casa de Javier - Palermo – Noche templada, después de la cena

El auto se detuvo frente a la casa de Javier, envuelta en una penumbra cálida que la hacía parecer más refugio que fortaleza. Desde el portón, se escuchaban ladridos suaves: los bullmastiffs habían advertido el motor y ya estaban en guardia.

Javier: —Mi hermana está adentro. Seguramente en el living con los perros…

Nico (bajando un poco la voz): —¿Y entonces qué hacemos? ¿Querés que me esconda en el baúl, tipo película de espías?

Javier (medio en broma, pero con los ojos serios): —Pensé más bien en que entres por la cochera. Yo distraigo a los perros, y a Karina también. Total, ni sospecha que estás conmigo.

Nico: —Es medio fuerte pensar que tu hermana no puede saber que estoy en tu vida. Aunque entiendo...

Javier: —Lo hago por ella. No lo entendería ahora. Para ella sigo siendo el presidente que odia a los zurdos... y vos, el zurdo que debería estar en la vereda de enfrente. Se le complicaría un poco aceptar que vivís conmigo y dormís en mi cama...

Nico (suspirando, pero sin soltarle la mano): —Está bien. Entro por la cochera. Pero me vas a deber una escena de novela barata con beso a escondidas en el lavadero, eh.

Javier: —Eso te lo pago con intereses, zurdito.

Se besaron rápido, pero con esa intensidad urgente que tienen los amantes que deben separarse aunque no quieran. Javier salió por la puerta principal, saludando a los perros con silbidos suaves y entrando como si nada. Al oír el clic de la puerta del garaje, Nico supo que era su momento.

Cruzó por el costado del jardín lateral, donde el sensor de movimiento apenas iluminó su silueta con un reflejo tenue.

Entró por la cochera y se escabulló por la puerta del lavadero, mientras escuchaba voces en el living.


🛋️ Living – Interior cálido y acogedor

Karina estaba sentada con una manta sobre las piernas, una peli francesa de fondo y cinco bullmastiffs acostados en derredor como una corte de guardaespaldas peludos. Solo Murray quedaba junto a la puerta, como esperando algo.

Karina: —No me jodas, recién llegás y ya me querés echar, ¿no?

Javier (dejando las llaves sobre la mesa): —Sí. Pero con amor.

Karina: —Los perros comieron y se portaron muy bien. Me voy, Javi. Que descanses. Y vos también, Murray, no te quedes haciendo guardia.

Se puso el abrigo, saludó con un beso y se fue con una sonrisa cómplice… pero sin saber que Nico ya estaba en la planta alta, descalzándose a oscuras.


🛏️ Dormitorio principal – Un rato después

Nico ya estaba dentro, acostado de lado. Cuando escuchó los pasos de Javier subir, se giró y levantó una ceja.

Nico: —¿Funcionó la distracción?

Javier (cerrando la puerta y quitándose la campera): —Como un reloj suizo. Igual creo que Murray te delató con la mirada.

Nico (sonriendo): —Es nuestro secreto. Él sabe quién es su otro papá.

Javier (acercándose para besarle el cuello): —Claro que sí. Sos el segundo papá de los seis. O el primero, si seguimos contando a Moro como fundador de la manada.

Nico (envolviéndolo con los brazos): —Entonces vení, segundo papá. Me hiciste una promesa y tengo entendido que sos un hombre de palabra, ¿no?

Javier (mordiéndole el lóbulo con suavidad): —Sí, pero primero quiero agradecerte por colarte en mi casa como si fueras un amor prohibido. Me calienta bastante.

Nico (en susurro): —Después hablás de mis novelas...

Los perros se acomodaron en sus lugares, y Moro corrió directo al dormitorio, como sabiendo que sus papás estaban por encerrarse un rato.


🛏️ Dormitorio principal – minutos después

Nico se sacó la camisa con lentitud, los botones cayendo como perlas sueltas.

Nico:¿Sabés lo que más me excita de todo esto?

Javier:¿Que me ves mirándote como si fueras lo más hermoso del mundo?

Nico:Eso también. Pero más que nada... que todavía me deseás como la primera vez.

Javier no respondió. Solo se acercó y lo besó. Primero en la clavícula. Después en el pecho. Después más abajo.

Chapter 86: El cierre de una noche perfecta 🔞

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🛏️ Dormitorio principal – Viernes de madrugada y amor - 01:21 hs

El silencio se hizo denso apenas cerraron la puerta. Solo se oía el zumbido bajo de la ciudad amortiguado por las paredes del departamento, y el susurro lejano de los bullmastiffs y Moro acomodándose en sus camas.

Javier: "Este olor... canela, chocolate. Me enloquece. Y tengo la suerte de que él es mío. Es todo mío."

El cuarto estaba en penumbras, iluminado apenas por una lámpara tenue del velador. Nico caminó hacia el centro de la habitación mientras se desabrochaba la camisa despacio, botón por botón, hasta que la dejó caer de los hombros. Sólo llevaba puestos los pantalones del traje. Su piel blanca, apenas rosada, parecía brillar con una luz propia. Y su aroma... su aroma se había vuelto embriagador. 

Nico:Sacate todo. Quiero verte entero, Javi... quiero tocarte.

No lo tuvo que repetir. Javier obedeció como si le hubieran dado una orden alfa. Se quitó la remera con un solo gesto, luego los pantalones, quedando en bóxer, notoriamente al palo. Caminó hacia él, como un depredador seguro, y lo rodeó por la cintura, acercándose lo justo como para que sus labios rozaran el cuello del omega.

Javier:¿Querías que te desee como la primera vez? Te deseo más. Ahora sé cómo gemís, cómo respirás, cómo sabés, cómo suplicás cuando te llenás de mí.

Nico respiró agitado, con los labios entreabiertos, mientras lo miraba desde abajo.

Nico:Mostrame cuánto me amás. Haceme sentirlo todo. Como sólo vos sabés.

Javier se arrodilló frente a él y, con una suavidad inesperada, le desabrochó el cinturón y bajó sus pantalones, junto con el bóxer. Le besó los muslos con devoción, como si le estuviera rindiendo culto. El miembro de Nico ya estaba rígido. Lo envolvió con una mano mientras su lengua se deslizaba por su sexo, lentamente, recorriendo cada centímetro con dedicación.

Nico:Ah... sí... Javi...

Javier: "Esta boca es para adorarte, zurdito. Esta lengua, para leerte entero."

Lo tomó entero en la boca, sin pausa, hasta el fondo. Succión firme, profunda, saboreando cada estremecimiento del cuerpo ajeno. Nico se arqueó hacia atrás, apoyando las manos en el colchón, con la respiración entrecortada. El jadeo que salió de su garganta fue casi un lamento.

Cuando Javier sintió que estaba a punto, se detuvo.

Javier:No todavía. Esta noche es larga. Y es mía.

Se puso de pie y se bajó el bóxer con lentitud. Nico lo miró con deseo y asombro, como si nunca se fuera a acostumbrar.

Se arrastró hacia el centro de la cama y se acostó boca abajo, con las piernas abiertas y la espalda curvada, ofreciéndose. Javier lo siguió. Le abrió las nalgas con ambas manos y comenzó a lamerlo con una entrega salvaje y amorosa. La lengua recorría el pliegue, se hundía, marcaba su territorio sin apuro.

Nico:Ah... Javi... sí... sí... no pares... metémela... por favor...

Javier:Shhh... quiero que tu cuerpo me implore. Quiero sentir cómo me rogás.

Le metió un dedo, luego otro, masajeando suave hasta que lo sintió blando, receptivo. Lo miró desde atrás, tan vulnerable, tan suyo, y no pudo resistir más. Se colocó encima. Con un gruñido ronco, su sexo se hundió en el omega  lentamente. Centímetro a centímetro.

Javier:Estás tan apretado... tan tibio... me volvés loco.

Nico:Ah... sí... soy tuyo... sólo tuyo...

Empezó a moverse. Al principio lento, profundo, con cada estocada acariciando la próstata. Las manos de Javier envolvían la cintura de Nico, guiando el ritmo, marcando el pulso. Luego fue más intenso. Más rítmico. Más animal.

Los gemidos llenaban la habitación, mezclados con los gruñidos bajos del alfa y los jadeos rotos del omega.

Nico:¡Javi! Me... me vengo... no aguanto más...

Javier:¡Dale! ¡Hacelo! Corréte, quiero llenarte mientras te venís, quiero sentir cómo te late por dentro.

Nico eyaculó con fuerza sobre las sábanas, con un gemido entrecortado y húmedo, temblando de pies a cabeza. Javier, enloquecido por la sensación, empujó unas veces más y descargó dentro de él, caliente, profundo, mientras lo abrazaba desde atrás y le besaba el cuello con desesperación.

Se quedaron así, pegados, jadeando.

Javier:No hay nada más perfecto que esto. Que vos. Que nosotros.

Nico:Entonces prometeme que cuando tenga ochenta, vas a seguir haciéndome el amor así.

Javier:Te voy a hacer el amor hasta con bastón, zurdito. No me importa nada.

Rieron. Javier salió despacio del cuerpo de su omega, lo limpió con suavidad con una toalla húmeda que tenía cerca, y luego se metieron bajo las sábanas. Javier lo abrazó por detrás, pegando su pecho contra la espalda ajena.

Moro, desde los pies de la cama, resopló suave.

Nico:Nuestro hijo nos escuchó todo. Debe estar traumado.

Javier:Es el precio de vivir con seis bestias testigo y un omega irresistible.

Nico:Boludo... no puedo más. Dormime. Literal.

Javier:A cerrar los ojitos, zurdito. Mañana te llevo al Congreso. Y si alguien te mira raro, le arranco la cabeza.

Nico:Sabés que no hace falta que me cuides tanto, ¿no?

Javier:Sí. Pero igual lo voy a hacer. Porque te amo. Porque sos lo más mío que tengo.

Nico:Y vos sos mi casa, Javi. Desde siempre.

Los cuerpos se entrelazaron. El aire olía a amor, a sexo, a ternura animal. La noche, por fin, era segura.


Javier se estiró hacia la mesa de luz y apagó el velador. El cuarto quedó envuelto en una penumbra suave, apenas iluminado por la luz tenue que entraba desde la calle a través de las persianas entrecerradas. El murmullo de la ciudad seguía ahí, lejano, como un arrullo mecánico que no molestaba. Al contrario: era el recordatorio de que afuera seguía todo, pero adentro, en esa cama, todo estaba en paz.

Javier: "Lo tengo en mis brazos. Todo mío."

Nico tenía la cabeza apoyada sobre el pecho de Javier, con una pierna montada sobre sus caderas y un brazo cruzándole el abdomen. El alfa lo acariciaba despacio, sin ritmo, sólo para sentirlo. Detrás de sus párpados cerrados, Javier no tenía prisa. Sólo quería olerlo, abrazarlo, escucharlo respirar.

Nico:Tus latidos me duermen... ¿sabías?

Javier:Entonces que nunca me paren.

Nico:Y si me despierto a la madrugada y no estás, te busco por toda la casa. O peor, te despierto por las dudas.

Javier:Hacelo. Prefiero mil veces que me despiertes a que te sientas solo una sola noche.

El omega deslizó los dedos por el pecho velludo del alfa, sin abrir los ojos. Acariciaba lento, como quien ya no tiene palabras, solo piel. Su respiración se hizo más profunda, su peso más relajado sobre el cuerpo de Javier.

Nico: "No sé cómo viví sin esto antes. Dormir con vos es mi nueva forma de respirar."

Los perros, todos, ya estaban dormidos. Incluso Moro, que a veces se subía en secreto a la cama, esa noche eligió quedarse a los pies, quizás por respeto al momento, o quizás por el calor que emanaban los cuerpos de sus papás.

Javier:Mañana me despertás con un beso. No me importa la hora. Aunque sean las seis.

Nico:O las tres. A veces me despertás con lo que soñás.

Javier:¿Te molesta?

Nico:No... me encanta. Porque te abrazo y sé que no fue real.

Javier:Gracias por estar. Por no soltarme ni dormido.

Javier bajó la cabeza y lo besó en la coronilla, largo, con los labios apoyados ahí un rato. El olor de su pelo, un poco mezclado con el sudor seco del sexo reciente, le pareció el perfume más perfecto del mundo.

Javier: "No hay nada en la Tierra más sagrado que este omega dormido sobre mi pecho. Ni mi cargo. Ni mi apellido. Nada."

El cuerpo de Nico empezó a entregarse por completo al sueño. La pierna que lo envolvía se relajó, su brazo cayó inerte sobre el costado del colchón. Soltó un suspiro profundo, casi un quejido suave. Javier, todavía despierto, lo abrazó más fuerte.

Javier:Dale, dormite... Mañana va a estar todo bien. Prometido.

Nico:Mmm... te amo, Javi... no sé ni si lo dije hoy...

Javier:Me lo dijiste, zurdito. Pero me encanta escucharlo mil veces más.

Nico:Te amo... hasta cuando duermo.

Y se durmió.

Javier permaneció despierto unos minutos más. Escuchaba los ruidos sutiles de la casa, como un guardián en alerta. Pero dentro de su cuerpo, todo estaba en calma. El calor de Nico le templaba el pecho. El aroma dulce lo envolvía como una frazada emocional.

Javier: "A la mierda todo. Con vos, puedo con lo que sea."

Cerró los ojos. Su respiración empezó a acompasarse a la de Nico. Uno, dos, tres minutos. El sueño lo fue arrastrando, como una corriente suave. El último pensamiento que tuvo antes de hundirse fue que no importaba lo que la Justicia hiciera, no importaba quiénes eran los enemigos, ni cuántos.

Él lo iba a proteger.

Chapter 87: Cuidándote

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🌙 Dormitorio – Viernes - 05:03 hs

En algún momento de la madrugada, Javier se despertó. No por un ruido. Ni por un mal sueño. Sólo porque su cuerpo lo necesitaba.

Parpadeó, respirando con lentitud. A su costado, Nico dormía boca arriba, con el pecho desnudo apenas cubierto por la sábana. Una mano descansaba sobre el abdomen, y la otra —la izquierda— sostenía, casi por reflejo, la mano de Javier.

Javier: "Lo supe incluso dormido. Mi zurdito me agarra hasta cuando no tiene conciencia. Como si yo fuera su ancla."

Se incorporó un poco, apoyando un codo. Lo miró. La respiración de Nico era pareja, suave. Su boca entreabierta, las mejillas aún rosadas. Y el perfume dulce seguía presente, aunque más tenue, como si su cuerpo también descansara del calor.

Javier no pudo evitarlo. Se inclinó y le besó el pecho, entre los dos pezones. Luego uno. Luego el otro. Todo suave, apenas un roce de labios. Nico se movió un poco, medio entre sueños.

Nico:Javi... ¿todo bien?

Javier:Shh... todo perfecto, mi amor. Sólo tenía ganas de besarte.

Nico:Siempre podés. Aunque esté dormido. No hay límite para eso.

Javier: "Me lo dice medio dormido, pero lo juro... cada palabra suya me hace creer un poco más en la eternidad."

Javier volvió a recostarse, esta vez más cerca, apoyando la frente en la sien de Nico, abrazándolo con fuerza desde atrás.

Javier:Dormite, que hoy nos espera otro día de laburo a full.

Nico:¿Vas a seguir llevándome vos al Congreso?

Javier:Obvio. Hasta que me eches.

Nico:Entonces no pienso echarte nunca, bestia.

Y volvieron a dormirse. Esta vez enredados, respirando el uno contra el otro, como si el sueño sólo se permitiera en sincronía.


📍Dormitorio – 08:15 hs aprox.

El sol entraba tímidamente por entre las persianas, proyectando líneas doradas sobre la alfombra del dormitorio. Los perros ya se habían desperezado, aunque seguían en sus lugares, esperando. Moro bostezó primero. Milton bufó desde su rincón. Lucas giró sobre sí mismo antes de volver a echarse.

En la cama, Nico abrió los ojos primero. Parpadeó, desorientado, hasta que reconoció el calor detrás suyo: Javier, pegado como una segunda piel, le respiraba en la nuca.

Nico: "¿Hay mejor manera de despertarse que esta? No lo creo. Y eso que ni desayuné todavía."

Giró despacio, buscando los ojos del alfa. Los encontró aún cerrados.

Nico:Buen día, bestia hermosa.

Javier (medio dormido):Mmm... ¿ya es hora?

Nico:Sí. Y todavía no me hiciste el café, escándalo nacional.

Javier (abriendo los ojos con una sonrisa torcida):Para eso tengo mi propia cocinita zurda...

Nico:No me hagas cocinarte todo el tiempo. Algún día capaz te enveneno por accidente.

Javier: "Aunque me mate, con vos es el final que quiero."

Se levantaron entre risas. Javier fue directo a la cocina y preparó café fuerte, tostadas, frutas cortadas y un par de medialunas que había traído del día anterior. Nico, mientras tanto, se ocupó de poner los platitos para los perros. Moro comía entre los bullmastiff como si fuera uno más del clan.

Nico:¿Seguro que no soy una molestia viviendo acá?

Javier (serio, desde la cocina):Nico. Sos lo único que me hace sentir que esta casa es un hogar. Así que no vuelvas a decir eso.

Se sentaron en la mesa chica del comedor diario. Compartieron el café, los bocados, y algunas caricias al pasar por debajo de la mesa.

Nico:Hoy me toca una comisión medio densa... la de derechos y garantías. Capaz salgo antes.

Javier:Te espero igual. Ni se te ocurra volver solo.

Nico:Javi... en serio. Hay custodios. Y vos tenés que gobernar.

Javier:Y también tengo que cuidarte. No lo pongo en duda, Nico.

Se besaron suave, sin apuro. El desayuno terminó con los dos compartiendo el último sorbo de café como si fuera ritual.


📍En el auto – camino al Congreso – 08:45 hs

Luego, se vistieron. Javier con su traje negro y corbata azul marino. Nico con camisa blanca, suéter gris y saco liviano. Se peinó frente al espejo mientras Javier lo observaba desde la puerta.

Javier: "Hasta peinándose tiene esa cosa... esa luz. Me parte al medio."

Caminaron hacia el coche oficial, acompañados por dos custodios. Los perros los despidieron con ladridos suaves desde la entrada. Moro lloriqueó un poquito, pero volvió adentro sin drama.

Javier (en el auto):Cualquier cosa rara que veas, escuches, lo que sea... me avisás. ¿Estamos?

Nico:Sí. Pero si alguno me mira con mala cara, no quiero que le tires un decreto encima, ¿eh?

Javier (riendo):No prometo nada.

Llegaron al Congreso. Nico bajó, saludó con una sonrisa y entró, acompañado por un custodio. Javier lo vio perderse en el edificio antes de arrancar hacia la Casa Rosada.

Javier: "No puedo evitarlo. Me cuesta no estar con él todo el tiempo. Pero si eso es amar... entonces que me condenen."

Chapter 88: Conexiones peligrosas

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📍🏛️ Congreso de la Nación - Viernes – Tarde, 19:42 hs

La jornada había sido más tranquila de lo esperado. Nico había participado activamente de la comisión de Derechos y Garantías, y aunque sintió de nuevo algunas miradas curiosas —y cuchicheos de un puñado de diputados de la oposición—, prefirió concentrarse en su trabajo.

Nico: "Si me van a juzgar por estar enamorado, que lo hagan. Yo no me voy a esconder."

Al salir, el custodio asignado lo acompañó hasta la puerta lateral, donde ya lo esperaba el auto oficial. Apenas vio la silueta de Javier, su cuerpo se relajó de forma automática.

Nico:Hola, mi vida.

Javier (bajándose del coche):Hola, zurdito. ¿Te trataron bien? ¿Alguno se hizo el picante?

Nico (con una risita):Todo tranquilo. Si alguno me mira raro, lo ignoro. A esta altura ya soy especialista.

Javier:Y yo especialista en sacarle los dientes a quien se pase de vivo.

Se abrazaron fuerte. No se besaron, por precaución. Pero el contacto fue suficiente para que ambos sintieran esa descarga conocida, el reinicio del mundo.

Durante el trayecto de vuelta a Palermo, hablaron de política, de un proyecto que Nico estaba esbozando, de un informe que Javier quería que leyera. Todo en voz baja, casi como si esa conversación cotidiana les sirviera de escudo frente a la tensión de los días anteriores.


📍🏡 Casa de Palermo – Noche temprana

Los perros los recibieron con entusiasmo. Moro se lanzó a los brazos de Nico, y Conan empujó el costado de Javier buscando caricias.

Nico:¡Hola, bebé! Estás todo despeinado, me extrañaste, ¿no?

Javier:Hasta los perros tienen abstinencia de vos. No me sorprende.

Después de sacarse los abrigos y dejar los zapatos junto a la puerta, fueron juntos a la cocina. Javier calentó la cena que habían dejado lista temprano —pollo al limón con arroz basmati—, mientras Nico abría un vino blanco y ponía música suave.

Javier:Hoy no hay Karina. Hoy los perros son nuestros testigos.

Nico:Entonces que aprendan a disimular. Porque pienso besarte y todo lo que no pude hacer en el Congreso.

La cena fue lenta y deliciosa. Entre bocado y bocado se acariciaban las manos, se cruzaban miradas de esas que lo dicen todo.

Cuando terminaron de comer, Nico se quedó lavando los platos —por elección propia— mientras Javier ponía una playlist más íntima. La casa tenía una calidez distinta. Ya no se sentía en peligro. Se sentía... hogar.


📍🛋️ Living – Noche avanzada

Se recostaron en el sofá, bajo una manta, con Moro acurrucado en los pies. Los bullmastiff se habían ido a dormir a sus camas. En la tele, una peli francesa que ninguno estaba mirando del todo. Javier tenía la cabeza apoyada en el pecho de Nico, los ojos entrecerrados.

Nico (pasándole los dedos por el pelo):Hoy te vi distinto. Más relajado. ¿Es por lo de Mario Díaz?

Javier:Sí. Y porque estás conmigo. Porque por fin siento que podemos respirar.

Nico:Yo también. Aunque...

Javier (levantando la mirada):¿Aunque qué?

Nico:Me preocupa lo que venga después. Si esto fue sólo el comienzo...

Javier:Por eso estamos más juntos que nunca. Lo que venga lo enfrentamos los dos. ¿Estamos?

Nico:Estamos.

Se besaron lento, sin apuro. Un beso largo, lleno de ternura y de hambre también. Cuando se separaron, Javier apoyó la frente contra la de Nico y murmuró:

Javier:Hoy no me hace falta cogerte. Hoy me alcanza con esto. Con dormir abrazado a vos sabiendo que estamos a salvo.

Nico:Pero si más tarde querés cambiar de opinión...

Javier (sonriendo):Voy a soñar con eso.


🛏️ Dormitorio – Sábado 12 de Octubre de 2024 - 02:00 hs

Ya dormían cuando el celular de Javier vibró sobre la mesa de luz. Él se despertó con el primer zumbido, estirando la mano con cuidado de no despertar a Nico.

Era un mensaje de Cristian:

Cristian: “Señor Presidente, tenemos algo. Lo llamo mañana, pero encontré una conexión sospechosa entre Mario Díaz y un ex funcionario judicial. Puede haber más implicados. Esto recién empieza.”

Javier apagó la pantalla. No quiso pensar en eso ahora. Volvió a mirar a Nico, dormido del lado izquierdo, con una mano sobre la almohada y el torso descubierto.

Javier: "No importa lo que venga. Te voy a cuidar hasta el último día."

Lo abrazó desde atrás, besó su cuello y cerró los ojos. Afuera, la ciudad seguía su ritmo. Pero en esa cama, el mundo estaba a salvo.

Chapter 89: El rostro de la amenaza

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📍🏛️ Casa Rosada – Despacho presidencial – Lunes 14 de Octubre de 2024 - Tarde

Javier se quitó los anteojos, los dejó sobre la mesa de roble lustrado y frotó el puente de la nariz con dos dedos. Había tenido reuniones toda la mañana, repasado informes con Sturzenegger, y ahora lo más importante lo esperaba: la charla con Cristian Velotti. El sol comenzaba a descender, mostrando un hermoso atardecer que podía apreciarse a través de los ventanales del lugar.

Puntual como un reloj, Cristian tocó suavemente la puerta. El joven beta, de unos veintiocho años, era alto, delgado, llevaba el pelo castaño corto bien peinado, ojos color miel que parecían iluminarse bajo la luz de la lámpara, anteojos y una voz gruesa, templada y segura que contrastaba con su rostro amable. Entró con una carpeta negra bajo el brazo y un gesto concentrado en la cara.

Cristian:Buenas tardes, Presidente.

Javier:Pasá. Cerrá la puerta. Y decime qué más tenés sobre nuestro amigo, el primo de la diputada.

Cristian se acomodó frente a él, desplegando papeles, gráficos impresos y algunas capturas de pantalla.

Cristian:Mario Díaz. Ya lo conocíamos. Primo segundo de Julia Díaz. Lo que no sabíamos hasta ahora es que estuvo vinculado directamente a un juzgado federal del conurbano, como asesor externo. El juez a cargo era Ernesto Sáenz, que terminó removido por causas de malversación y encubrimiento.

Javier:Ese delincuente... sí, me acuerdo.

Cristian:Bueno, Díaz habría accedido a bases de datos judiciales a través de ese juzgado. Podría haber conseguido direcciones personales, historiales, todo. Es una hipótesis fuerte, todavía sin pruebas directas. Pero peligrosa.

Javier entrecerró los ojos, evaluando los datos. Cristian le extendió algunas fotos impresas.

Cristian:Encontramos más actividad en redes sociales. Publicaciones con amenazas veladas a referentes políticos. Y muchas referencias al "zurdito del león", sin dar nombres. Pero para nosotros está clarísimo que se refiere a Nicolás Del Caño.

Javier:Sí... y él ya lo leyó. No pienso dejar que nadie lo toque. ¿Tenés más sobre la agrupación a la que pertenece?

Cristian:Unidad Popular Soberana. Una célula de izquierda radicalizada. Participaron en escraches, sabotajes menores y manifestaciones. Díaz subió fotos con Cristina, con Máximo, y con pancartas violentas. Ya lo sabíamos, pero ahora todo encaja. Lo están cuidando. No actúa solo.

Javier:¿Y la denuncia?

Cristian:Ya está hecha, como usted lo pidió. Los detalles sobre Nico se omitieron. Figurás vos como víctima directa. Los fiscales ya están al tanto, y tienen las pruebas informáticas, la IP, las cuentas falsas y la conexión con Sáenz.

Javier asintió con firmeza, el ceño fruncido.

Javier:Buen trabajo, Cristian. Seguí encima. Si lo encuentran rondando por Palermo o por el Congreso, lo quiero bajo vigilancia las veinticuatro horas.

Cristian asintió con seriedad, recogiendo sus cosas antes de despedirse con un apretón de manos.

Cristian:No está solo en esto, Presidente. Estamos todos con usted. Y con Nico.


📍🏛️ Congreso Nacional – Tarde

El recinto estaba caliente. No por la calefacción, que era eficiente como en todo edificio estatal antiguo, sino por el tenor del debate. Las voces se cruzaban, a veces elevadas, a veces filosas, mientras los bloques discutían sobre un nuevo esquema de recorte del gasto público. Nico, con la camisa ajustada y el saco desabrochado, hablaba con firmeza desde su banca.

Nico:No podemos seguir permitiendo que la motosierra pase por los sectores que más lo necesitan. Ajusten arriba, no abajo. No es tan difícil de entender...

Varios asentían. Otros, los de siempre, lo observaban con ese gesto medido que se parece más a una evaluación que a una escucha. Entre ellos, Julia Díaz. Una mujer morena de rasgos severos, que no disimulaba la tensión en la mandíbula cada vez que Nico tomaba la palabra. Y a su alrededor, algunos otros del bloque de Unión por la Patria cuchicheaban, alternando miradas hacia él.

Fue en el primer receso que Nico, vaso de agua en mano, buscó la mirada de Micho. Lo encontró parado cerca de la puerta lateral del recinto, charlando con un correligionario. Al acercarse, el otro muchacho se excusó y se retiró discretamente.

Micho:¿Qué onda, man? Estás afilado hoy, eh. Los dejaste secos con esa intervención sobre el presupuesto de salud.

Nico:Gracias, loco. Estoy bien. Pero últimamente... siento que me observan más de lo habitual. Julia Díaz, por ejemplo. Y otros de su bloque. Me miran como si supieran algo. O como si esperaran que haga o diga algo.

Micho:¿Pasó algo?

Nico dudó. Pero sabía que podía confiar en Micho. Era su amigo desde hace tantos años. Pero eso sí: no pensaba contarle nada sobre su relación con el presidente, por más confianza que hubiera entre ambos diputados.

Nico:Recibí un mensaje amenazante en Twitter hace unos días. Anónimo. Pero hice averiguaciones con contactos de confianza y... resultó que el remitente es un tal Mario Díaz. Es pariente de Julia Díaz.

Los ojos de Micho se abrieron levemente. Una sorpresa contenida, medida.

Micho:¿Y ese tipo qué onda? ¿Tiene algún cargo, milita, es puntero...? Aparte, no tiene sentido. ¿Un tipo de Unión por la Patria amenazándote a vos? Si me dijeras que fue alguien del oficialismo, o de algún partido de derecha extrema... pero ellos... ¿por qué?

Nico:Lo mismo pensé. Pero parece que el tipo pertenece a un grupo ultra radicalizado. No les importa si sos de izquierda o no. Si no pensás como ellos, sos el enemigo. Igual, por las dudas... ando con custodios.

Micho:Amigo, si ves algo raro, escuchás algo fuera de lugar, me llamás. A cualquier hora. ¿Sí? Estoy para vos.

Nico sonrió con gratitud y le dio un abrazo firme, corto pero sentido.

Nico:Gracias, Micho. En serio. Sos de fierro literal.

Micho:No hay nada que agradecer. Cuidate. Y manteneme al tanto de todo.

Minutos después, Nico revisó su teléfono. Un mensaje lo esperaba. Y con tan sólo ver ese emoji de corazón y el del león en el nombre, ya sabía de quién se trataba.

Javi 🦁💜: "Ya estoy afuera, zurdito. Coche con custodia. Te espero."

Nico: "Mi alfa", pensó el omega con una sonrisa de embobado en su rostro.


📍🚗 Auto oficial – Frente al Congreso – Tarde

Nico salió del Congreso entre murmullos y miradas que ardían en su nuca. Y apenas puso un pie en la calle, lo vio: el auto negro con vidrios polarizados, estacionado discretamente.

Subió al vehículo rápidamente y, ni bien cerró la puerta, se inclinó sobre Javier (quien iba sentado en uno de los asientos traseros) para besarlo. El custodio en el asiento delantero no dijo nada. Ya estaba acostumbrado.

Nico:Te extrañé todo el día. Y Micho también se preocupó por mí, como vos.

Javier:Bien por él. Pero el único que duerme con vos soy yo. —respondió con una sonrisa torcida, y lo abrazó fuerte—. Cuando lleguemos te cuento todo lo que me dijo Cristian sobre el tal Mario Díaz. No estás solo en esto, zurdito. Vamos a estar bien.

Nico:¿Algo nuevo?

Javier:Sí. Cristian encontró vínculos de Mario con un ex funcionario judicial: Ernesto Sáenz. Un juez subrogante en el conurbano que fue removido por malversación de fondos. Parece que se conocieron en una agrupación de izquierda dura.

Nico:¿Y ya hiciste la denuncia, no?

Javier:Sí. No te preocupes por eso. Ya está en Fiscalía. Lo importante es que ahora estamos un paso más cerca de desenmascarar a ese pelotudo.


📍🏡 Casa de Javier – Palermo – Noche

Los custodios saludaron apenas los vieron entrar. Moro fue el primero en salir disparado desde el living, moviendo la cola como una hélice, con los ojitos brillando de emoción. Se abalanzó sobre Nico, quien se agachó para abrazarlo.

Nico:¡Mi bebé hermoso! ¡Papá volvió!

Pero el gran perro mestizo, después del saludo efusivo, se dirigió sin dudar hacia Javier, le lamió la mano y luego se sentó a su lado, restregando la cabeza contra su muslo.

Nico:¡Pará, traidor! ¡Soy tu papá, no él!

Javier:Lo entrené bien. Sabe quién le da las mejores sobras de asado. —rió mientras le rascaba la cabeza a Moro.

Nico:Moro, no me podés hacer esto. Pensé que teníamos algo especial.

Los cinco bullmastiffs —Conan, Milton, Murray, Robert y Lucas— llegaron también, uno a uno, meneando las colas y lanzando algún que otro ladrido amistoso. La casa se volvió un caos peludo y alegre durante unos minutos, hasta que todos se calmaron.

Mientras tanto, en la cocina, Nico y Javier se repartían tareas para preparar la cena.

Nico:Rúcula con tomate y choclo. Y milanesas. Si me hacés cocinar carne, mínimo que valga la pena.

Javier:Dale, zurdito. Yo me ocupo de las milas. Vos lavá la ensalada como buen progresista preocupado por los químicos.

Mientras cortaba el choclo y acomodaba los tomates, Nico levantó la mirada con una sonrisa pícara.

Nico:Che... ¿Cristian es lindo?

Javier levantó la vista del sartén, con una ceja arqueada y expresión atónita.

Javier:¿Qué carajo me estás preguntando?

Nico:Dale, decime. Si el tipo que nos salvó la vida es un bombón, quiero saberlo. Capaz te afanás una miradita cuando lo tenés cerca, eh.

Javier:Zurdito... —soltó el cuchillo, apoyó las manos en la mesada y lo miró— ...Cristian tiene menos carne que una aceituna. Tiene veintiocho años, ojos claros, voz grave... y no me mueve un pelo. ¿Querés una selfie con él o le pido que te lea cuentos para dormir?

Nico:Era un chiste, boludo. No das más de tarado, leoncito. Igual, me gusta verte reaccionar así.

Javier:Y a mí me encanta que te pongas celoso. Estás más abrazable cuando te hacés el nene posesivo.

Se rieron los dos. La cena estuvo lista en veinte minutos. Comieron en el comedor diario, sentados uno frente al otro con los perros esparcidos por el piso como soldados rendidos.


📍🛏️ Dormitorio principal – Horas después

La noche se había aquietado. Palermo se escuchaba en susurros, apenas interrumpido por los ladridos lejanos de algún perro y el ruido de una moto aislada. En el interior, la casa vibraba en calma.

Después de lavarse los dientes juntos, de bromear por quién se había quedado sin toalla y de elegir el calzoncillo más cómodo, se metieron en la cama.

Nico apoyó la cabeza en el pecho desnudo de Javier, mientras este le acariciaba el pelo.

Nico:Estoy cansado, pero al mismo tiempo... tan contento de estar acá. Con vos. Con nuestros perros. Con mi familia.

Javier:Sos mi hogar, zurdito. Vos y el quilombo que trajiste. Ahora hasta un perro mestizo me prefiere antes que a vos.

Nico:Hijo de mil.

Se dieron un beso suave. Otro. Más largo. Con lengua. Con promesas.

Nico:¿Podés abrazarme fuerte esta noche?

Javier:¿Acaso no lo hago siempre?

Nico:Sí. Pero esta noche quiero que me abraces hasta que se me borre todo el miedo. Hasta que no quede más que vos.

Javier:Dale. Vení. Cerrá los ojos.

Y así lo hizo. Javier lo rodeó con ambos brazos, sintiendo cómo el cuerpo de su omega se amoldaba al suyo con naturalidad perfecta.

Javier: "No existe nada más mío que este cuerpo que tiembla contra el mío. Nada más perfecto que su respiración dormida en mi cuello."

Los perros ya estaban dormidos. Moro acurrucado cerca de sus papis, a los pies de la cama. Milton roncando como loco. Todo estaba bien.

Y aunque sabían que el peligro todavía rondaba, que la política era un campo minado de traiciones, espionajes y miserias, esa noche... no importaba.

Esa noche, el único pacto que tenía validez era el que se sellaba con la piel, con el olor a canela, con los cuerpos tibios entrelazados.

Porque en esa casa, a pesar de todo, ganaba el amor.

Chapter 90: Leyes que dividen

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📍Casa de Javier – Cocina – Martes – 10:34 hs

El aroma del café llenaba la cocina mientras los primeros rayos de sol se colaban por la ventana. Nico estaba sentado en la mesa con un montón de papeles desordenados, y Javier, en jogging y remera negra, servía dos tazas humeantes.

El clima entre ellos era cómodo… hasta que Nico rompió el silencio con una frase que lo cambiaría todo.

Nico: – ¿Viste lo que pasó con la ley de movilidad jubilatoria, Javi?

Javier: – Sí. Lo vi. Y la verdad es que me da bronca. No entiendo cómo pueden considerar aprobar algo así. Va a disparar el déficit fiscal de nuevo.

Nico: – ¿Bronca? Javi, la ley busca que los jubilados no se caguen de hambre. No me podés decir que pensás dejar las cosas como están.

El tono de Nico ya no era casual. Su ceño fruncido, su cuerpo levemente inclinado hacia adelante, su voz algo más aguda.

Javier: – ¡No es eso! ¿Qué te pensás? ¿Que no me importa la gente? Pero si no frenamos el gasto público, esto se va a la mierda. La inflación los va a matar igual, o peor.

Nico: – Pero Javi, el problema no es el gasto en jubilaciones. El problema es que el modelo económico que estás defendiendo no tiene en cuenta a las personas. A la gente que ya trabajó toda su vida. ¿Qué querés? ¿Que vivan con veinte mil pesos por mes?

Javier: – ¿Y qué querés que haga? ¿Magia? ¿Emitir más? Ya probamos eso. Hay que ser responsables, zurdito. No podés pedirme que gobierne con el corazón si eso termina hundiendo al país.

Nico: – ¿Y vos qué hacés, entonces? ¿Gobernás con la calculadora y le das la espalda a la gente? ¡Eso también hunde al país!

El silencio que siguió fue espeso. Ambos se miraban, respirando agitados. Moro, que dormía en su colchón cerca de la puerta, alzó la cabeza, alerta.

Javier: – No me grites, Nico. No sos un diputado más en el recinto. Sos mi compañero. Y estoy tratando de hacer lo mejor que puedo.

Nico: – No te grito, boludo. Pero me duele ver cómo te encerrás en esa lógica fría. Me rompe el alma.

Se hizo un silencio tenso. Javier se frotó la cara y suspiró.

Javier: – Voy a salir a correr. Necesito despejarme.

Nico: – Andá. Yo me voy al Congreso en un rato.

El aire en la cocina quedó cargado, como después de una tormenta seca.


📍🌸Jardín Japonés – 18:17 hs

El sol ya bajaba y teñía el cielo de dorado cuando Javier decidió compensar lo que había pasado esa mañana. Invitó a Nico a una caminata por el Jardín Japonés, uno de los pocos lugares que les garantizaba cierta discreción y una atmósfera de paz.

Caminaron en silencio al principio, rodeados de los puentes rojos, los estanques con carpas y el susurro de los bambúes. La calma del lugar contrastaba con el nudo que ambos llevaban en el pecho.

Javier: – Sabés... a veces me cuesta bajarme del rol de presidente. Me olvido de que también soy el tipo que se enamoró de vos por cómo mirás, por cómo discutís, por cómo defendés lo que creés justo.

Nico: – Y yo a veces me olvido que, además de presidente, sos un hombre que también está roto por dentro como yo. Con mil responsabilidades, sí... pero con miedo. Con dudas. Y con amor.

Se sentaron en un banco frente al estanque. Javier le tomó la mano con suavidad.

Javier: – No quiero pelear más con vos. Menos por esto. Yo también quiero lo mejor para los jubilados, Nico. De verdad. Solo que creo que hay otros caminos. Caminos que no destruyan lo que estamos intentando construir.

Nico: – Y yo tampoco quiero pelear. Pero vos sabés que no puedo callarme. Que mi deber también es con la gente. A veces me da miedo que la política nos parta...

Javier: – No va a pasar. Nunca. Mientras estemos dispuestos a hablar, a escucharnos, no va a pasar.

Nico apoyó la cabeza en el hombro de Javier. El viento fresco de Octubre les acariciaba el rostro.

Nico: "No sé cómo mierda terminamos juntos, pero no hay nada más fuerte que esto. Nada más real."


📍Casa de Javier – Living - 20:46 hs

Ya en casa, mientras los perros dormían desparramados por el living, el aire tenía otro peso. Más calmo. Más íntimo.

Cenaron en silencio: tortilla de papas, queso brie y un vino tinto suave. Moro apoyó el hocico sobre la pierna de Nico y luego se fue a acostar junto a Milton.

Javier: – Hoy me llamó el equipo de seguridad. Avanzaron un poco más en el rastreo. Ya tienen ubicada la zona donde se mueve Mario Díaz. Cerca de La Matanza. Igual, la vigilancia sigue, no se confían.

Nico: – Menos mal. Me daba miedo que el tipo se saliera con la suya.

Javier: – No va a pasar. Ya no. Está todo controlado. Y vos estás conmigo. Acá. Donde tenés que estar.

Nico: – ¿Y cómo seguimos con lo de la ley?

Javier: – Hablamos. Discutimos. Nos escuchamos. Como siempre. Pero esta vez... con vino. Y en calzoncillos.

Nico se rió, aliviado.

Nico: – Sabés que me calienta cuando usás el humor para arreglar las cosas, ¿no?

Javier: – Lo sé. Es parte de mi plan secreto para cogerte hasta que te olvides por qué peleábamos.

Se rieron juntos, por fin. El nudo en el pecho se disolvía.


📍🛏️Dormitorio – 23:01 hs

Ya en la cama, entre caricias suaves, besos lentos y miradas profundas, se desnudaron sin apuro. Las sábanas crujieron bajo ellos.

Nico: – Prometeme algo. Que aunque discutamos, aunque pensemos distinto, no vas a dejar de abrazarme así.

Javier: – Prometido. Y agrego: te voy a abrazar hasta cuando esté viejo, arrugado y con bastón. Así que preparate, zurdito.

Se acurrucaron entrelazados, con Moro roncando bajito en el rincón.

Javier: "Esta vida con vos es lo único que no quiero perder jamás."

Nico: "Si el precio de amarte es discutir cada ley que nos divide, lo pago feliz. Porque siempre vamos a terminar en esta cama, juntos."

Se durmieron así, envueltos en el aroma de sus pieles y la promesa de seguir caminando el mundo, uno al lado del otro.

Chapter 91: Detrás del veto, delante del abismo

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📍 Congreso de la Nación – Unos días después - 09:02 hs

La mañana en Buenos Aires amaneció gris, pesada, con una humedad que pegaba en la piel como si el aire mismo estuviera en vilo. Nico llegó temprano al Congreso. Llevaba una camisa blanca arremangada, saco oscuro, y una expresión endurecida. Había dormido poco, pero la convicción le ardía en el pecho como brasas.

Nico: "Hoy tenemos que frenarlo. No puede vetar así nomás una ley que protege a los jubilados. No puede."

En los pasillos, cruzó miradas con Micho, que lo saludó con un gesto firme y un mate ya preparado.

Micho: –¿Listo para la batalla, compañero?

Nico: –Siempre. Aunque tengo un mal presentimiento…

Micho: –¿Por los votos?

Nico: –Sí. Y por cómo se fue moviendo todo... hay algo raro en el ambiente. Como si ya supieran que lo nuestro no va a alcanzar.

Micho: –Vamos a pelearla igual. A dejarlo todo adentro. Como siempre.

La sesión comenzó puntual. El recinto estaba tenso, cargado de gestos duros, murmullos contenidos y la frialdad institucional que precede a los enfrentamientos parlamentarios más duros.

Nico alzó la voz con su habitual fuerza retórica, denunciando el veto de Javier como un acto autoritario, un desprecio a la voluntad del Congreso y a la necesidad de justicia social para quienes más lo necesitan.

Nico: –No podemos permitir que se desprecie así una ley que fue debatida, trabajada, apoyada por amplios sectores. Esto no es sólo una pulseada política: es la vida de millones de jubilados lo que está en juego.

Myriam asentía detrás suyo. Micho aplaudió brevemente cuando terminó. Pero a medida que avanzaban los votos, la realidad se impuso como una losa.

El veto no pudo ser rechazado. Los votos no alcanzaron. La ley de movilidad jubilatoria, anulada.

Un murmullo espeso recorrió el recinto. Julia Díaz cruzó los brazos, satisfecha. Algunos radicales, que se habían mostrado indecisos, terminaron por abstenerse. Nico bajó la mirada por un instante, luego la alzó con rabia contenida.

Nico: "Hijos de puta. Los vendieron a todos."

Micho se le acercó enseguida.

Micho: –No me lo puedo creer... ni así alcanzó.

Nico: –¿Viste? Estaba todo cocinado. Desde antes. No luchábamos contra el veto: luchábamos contra una decisión tomada de antemano.

Micho: –Vamos a denunciarlo. A visibilizar esto. A no callarnos.

Nico: –Sí. Pero ahora... ahora necesito irme de acá antes de romper algo.

Lo abrazaron en silencio. Myriam también se acercó, le tocó el brazo, y le dijo que lo bancaban en todo. Pero Nico ya estaba en otro plano. Furioso, decepcionado, con el pecho tan apretado que apenas podía respirar.

Afuera, en el auto oficial estacionado frente al Congreso, lo esperaba Javier junto a un custodio. Cuando Nico subió al asiento trasero, no dijo ni una palabra. Saludó apenas. Javier le pasó la mano por el muslo, pero Nico se apartó sutilmente y miró por la ventana todo el trayecto hasta Palermo.


📍Casa de Javier – Palermo – 20:07 hs

La luz del anochecer teñía las paredes de un naranja cansado cuando llegaron. Javier cerró la puerta tras ellos. Los perros corrieron al recibimiento como de costumbre, meneando las colas, ladrando suaves.

Moro se lanzó primero a los brazos de Nico, pero enseguida volvió su atención a Javier, pegándose a sus piernas, subiéndosele como un potrillo fiel. Nico lo miró con el ceño fruncido, fingiendo indignación.

Nico: –Ah, sos un traidor. Ya no sabés quién es tu verdadero papá, ¿no?

Javier: –Te olvidaste de que a los hijos hay que darles comida y caricias parejitas...

Nico: –Jodete. A vos te sigue porque lo cebás con carne cruda como si fuera un tigre.

Javier: –Y vos lo saturás de croquetas sin alma. Pobre bicho.

Pero las bromas no lograban tapar la tensión subyacente. Se dirigieron a la cocina sin demasiadas palabras. Mientras uno lavaba los tomates cherry y la rúcula, el otro cortaba choclo cocido para la ensalada. Las milanesas chisporroteaban en la sartén, pero no había música esta vez. Sólo el ruido de los cubiertos, del agua en la canilla, de las respiraciones profundas.

Recién al sentarse a cenar, el silencio se volvió insoportable.

Nico: –¿Estás contento, no? Te salió perfecto. Veto aprobado. Ley anulada.

Javier: –No seas así. Sabés que no es personal.

Nico: –Claro que no. No es personal. Solo afecta a millones de personas. A los viejos. A los que ya no tienen fuerza para marchar. A los que se bancaron todo y ahora tienen que mendigar.

Javier: –Sabés que esto es más complejo. Que no es tan lineal. Que si se aprueba esa ley, el déficit se desmadra. Que tenemos que cuidar el equilibrio.

Nico: –¡Cuidar el equilibrio! ¡¿Y los jubilados qué?! ¿El equilibrio de qué? ¿Del Excel? ¡Son personas, la concha de tu madre!

Javier se levantó bruscamente de la mesa.

Javier: –No me grités. No soy tu enemigo.

Nico: –No. Sos el Presidente. Y te importa más el déficit que la dignidad.

Javier: –Y vos vivís en una fantasía donde la plata sale del aire. ¡No alcanza! ¡No podemos seguir así!

La discusión creció en intensidad. Gritos, reproches, acusaciones mutuas. Los perros se acurrucaron en un rincón, inquietos. Moro, en particular, bajó la cabeza y gimió bajito, como si comprendiera que algo muy feo estaba ocurriendo.

Finalmente, el silencio se impuso. Nico agarró su plato y lo llevó al fregadero sin tocar la comida. Javier apagó la cocina. La casa, de pronto, quedó sumida en un silencio espeso y cortante.


📍Dormitorio principal – 23:19 hs

Ambos se metieron en la cama sin mirarse. Cada uno dio la espalda al otro. Las sábanas eran un muro frío entre ellos. Afuera, el viento hacía crujir las hojas secas del árbol del patio. Adentro, ni una palabra más.

Nico: "No puedo creer que esté durmiendo a metros del tipo que vetó una ley por la que luché meses."

Javier: "No puedo creer que no entienda que hago esto por el bien del país. Que todo lo que hago, incluso lo que duele, es por algo más grande."

Moro lloriqueó bajito al pie de la cama. Primero caminó hacia Nico, le lamió la mano, pero el omega no reaccionó. Entonces fue hacia el otro lado. Se subió a los pies de la cama y se acurrucó contra la espalda de Javier, que aún no lograba cerrar los ojos.

Javier lo sintió, lo acarició detrás de las orejas, y murmuró, apenas audible:

Javier: –Lo sé, Moro. Está mal. Pero no sé cómo arreglarlo. Quisiera abrazarlo. Decirle que todo va a estar bien. Pero ni yo lo sé. Y no quiero mentirle. No quiero perderlo.

Moro le lamió el brazo, quedándose bien pegado a él.

Javier: –Él me odia ahora. ¿Y si tiene razón? ¿Y si realmente estoy fallando como persona, como pareja? ¿Qué hago, Moro?

Cerró los ojos con fuerza. Sintió que el cuerpo le pesaba. Que la cama no era suya sin el calor de Nico. Que esa distancia, por más mínima que fuera, era un abismo.

Pensó en darse vuelta. En abrazarlo. En decirle que, aunque el país se viniera abajo, él era su refugio.

Pero no lo hizo.

Y Moro, que parecía entenderlo todo, lo miraba desde abajo como si le dijera: "Hacelo, tonto. No es tan difícil."


📍Dormitorio principal - Jueves de madrugada – 03:17 hs

La madrugada era espesa, y la respiración de Nico seguía marcando el ritmo de una calma engañosa. Afuera, no se oía más que el murmullo lejano del tránsito en alguna avenida dormida. Adentro, sólo el tictac del reloj digital y el golpeteo sordo del corazón de Javier contra el pecho.

El alfa no podía dormir.

Daba vueltas, abría los ojos, se cubría, se destapaba. La discusión de esa noche volvía a girar en su cabeza como un mantra envenenado. Las palabras de Nico, tan filosas, todavía le dolían en el pecho.

Javier: "No soy el enemigo. ¿Por qué me sentí como uno? ¿Por qué no fui capaz de frenarlo a tiempo, de hablarle bajito, de decirle que lo entiendo?"

En la penumbra, sus ojos se posaron en la espalda desnuda de Nico. El omega dormía de costado, con la sábana apenas cubriéndole la cadera. Se notaba que no estaba profundamente dormido. Su respiración era algo irregular, sus dedos se crispaban sobre la almohada. Moro, que dormía entre ellos como un puente tibio, resoplaba bajito, sin moverse.

Javier: "Si me acerco... si lo toco... ¿me va a rechazar? ¿Me va a decir que lo estoy manipulando? No quiero herirlo más. Pero me duele tanto tenerlo lejos..."

Con una lentitud contenida, se sentó en la cama. Pasó la mano por la cabeza de Moro, quien abrió un ojo somnoliento pero no se movió. Javier suspiró hondo y bajó los pies al suelo. Caminó descalzo hasta el ventanal y lo entreabrió. Entró una ráfaga fría, que le despeinó el pelo y le erizó la piel.

Apoyó la frente contra el vidrio.

Javier: –Estoy haciendo lo que creo correcto. Pero no sé si eso alcanza para no perderte. No sé si eso me hace un buen tipo... o apenas uno que se escuda en el deber para no hacerse cargo del amor.

El viento se colaba con un silbido leve. Atrás, en la cama, Moro emitió un quejido apenas audible.

Entonces escuchó un susurro.

Nico: –¿Estás bien?

Javier giró lentamente. Nico estaba incorporado en la cama, los ojos entrecerrados, el pelo revuelto, la voz rota por el sueño.

Javier: –Perdón. No quise despertarte.

Nico: –No dormía del todo. Te sentí inquieto. Hace rato...

Silencio.

Javier: –No quiero pelear más.

Nico: –Yo tampoco.

Javier se acercó, despacio, como quien teme romper algo frágil. Se sentó al borde de la cama, junto a Nico. Las sombras se dibujaban sobre su espalda desnuda. Lo miró. Nico lo miró.

Javier: –Tenés razón en lo que dijiste. Tal vez... me estoy olvidando de mirar a los que más necesitan. Tal vez estoy tan obsesionado con sostenerlo todo que me olvido de a quién debería estar sosteniendo.

Nico: –No quiero que dejes de hacer lo que creés correcto. Pero... no puedo callarme cuando siento que eso lastima. No a mí. A ellos.

Javier: –¿Y yo? ¿Te lastimé?

Nico: –Un poco, sí.

Javier bajó la cabeza. Nico le tocó el brazo, muy suavemente. El contacto fue como una chispa que cruzó todo el cuerpo de Javier. Volvió a alzar la mirada. En los ojos de Nico había tristeza, sí. Pero también ternura.

Nico: –No sos mi enemigo, Javi. Pero hoy te sentí lejos. Como si fueras otra persona.

Javier: –Eso es lo que más me duele. Yo no quiero estar lejos nunca más.

Nico: –Entonces volvé. Acostate conmigo. No prometas nada ahora. Solo... quedate.

Javier se metió en la cama con cuidado. Se acomodó detrás de Nico, lo abrazó despacio por la cintura. El omega soltó un suspiro largo y cerró los ojos. Moro, a los pies de la cama, giró sobre sí mismo y volvió a acurrucarse con un leve bufido satisfecho.

Javier: –¿Así mejor?

Nico: –Así siempre. Aunque estemos enojados.

Javier: –Aunque el mundo se venga abajo.

Nico: –Aunque no nos pongamos de acuerdo nunca.

Javier: –Pero durmiendo así. Abrazados. En casa.

Nico: –En casa.

Se quedaron en silencio. Esta vez sí, el sueño fue llegando como una corriente cálida. Y aunque nada estaba resuelto del todo, aunque las diferencias persistieran, al menos estaban juntos. Apretados. Protegiéndose el uno al otro del ruido del mundo.

Y Moro, testigo fiel, los acompañó en silencio, guardando ese instante en su memoria canina como una victoria.

Chapter 92: El cumpleaños del león

Chapter Text

📍 Casa de Javier – Dormitorio - Lunes 21 de Octubre de 2024 – 23:55 hs
La noche del 21 de octubre de 2024 se extendía en silencio sobre la casa de Palermo. La luz de la luna filtraba pálida a través de las cortinas, apenas iluminando el dormitorio donde Javier yacía profundamente dormido, ajeno a la madrugada que transcurría. Su respiración era pausada y regular, el pecho subía y bajaba al compás del sueño, y la tenue sombra de la barba recién crecida marcaba su mandíbula firme. Vestía una camiseta gris oscura y un pantalón cómodo de pijama, su cuerpo relajado en el lecho.

A su lado, Nico estaba despierto, sus ojos abiertos en la penumbra, contemplando a Javier con una mezcla de amor y determinación. La emoción contenida en su pecho era un torbellino silencioso, y sabía que aquella noche debía actuar con sigilo para no despertarlo.

Sin hacer ruido, Nico deslizó lentamente la sábana que los cubría y se levantó con cuidado, sintiendo el frío del piso de madera en sus pies descalzos. Llevaba puesto un pijama de algodón azul oscuro, ligero, que le permitía moverse con agilidad. La casa estaba en completa calma, solo interrumpida por el ocasional suspiro del viento contra los vidrios y el leve ronroneo de los perros dormidos en sus camas dispersas por la planta baja.

Con paso suave y medido, Nico avanzó por el pasillo hacia la cocina, evitando crujidos que pudieran delatar su presencia. La luz amarillenta y cálida del refrigerador fue lo primero que encendió, seguida por la tenue iluminación bajo los muebles, que apenas rompía la oscuridad.


📍 Cocina – Martes 22 de Octubre de 2024 – 00:03 hs
En la cocina, cada utensilio y superficie estaban dispuestos con orden y pulcritud. Nico abrió la alacena y tomó los ingredientes que había preparado con anticipación: cacao amargo, harina fina, huevos frescos, azúcar, manteca, y, sobre todo, un frasco generoso de dulce de leche artesanal, la esencia argentina que transformaría la tradicional devil’s cake en algo único y personal.

Mientras su mente repasaba la receta, sus manos comenzaron a moverse con precisión casi ritual. Tamizó la harina y el cacao en un bol grande, el polvo oscuro cayendo suave y sedoso. Separó las yemas de las claras, batió estas últimas hasta alcanzar picos firmes, y mezcló todo con cuidado para lograr una masa aterciopelada y rica. El aroma intenso del cacao llenaba el aire, mezclado con un tenue perfume a manteca fundida y vainilla.

Vertió la mezcla en un molde redondo previamente engrasado, alisó la superficie y llevó el molde al horno precalentado, donde el calor abrazó la masa, transformándola lentamente en una torta esponjosa y densa.

Mientras la torta se horneaba, Nico preparó la crema con dulce de leche, batiendo crema fresca hasta lograr un punto justo de firmeza, luego incorporando cuidadosamente el dulce de leche, creando un relleno dulce, cremoso y tentador.

Cuando el horno emitió su señal y la torta estuvo lista, Nico la sacó con guantes, dejando escapar una nube de vapor que acarició su rostro. Dejó que enfriara sobre una rejilla, y luego, con delicadeza, la partió en capas iguales. Untó la crema de dulce de leche entre cada capa, construyendo un castillo dulce que reflejaba sus intenciones de amor y celebración.

Finalmente, cubrió la torta con una capa fina de ganache de chocolate oscuro, brillante, que absorbía la luz en reflejos tentadores. La colocó en un plato de porcelana blanca y, con una sonrisa satisfecha, la llevó a la heladera, donde quedaría fresca hasta la mañana siguiente.

Antes de regresar al dormitorio, Nico se detuvo un momento en la penumbra de la cocina, respirando hondo el aroma del chocolate y el dulce de leche, pensando en Javier y en la sonrisa que esperaba regalarle.


📍 Dormitorio de Javier – 03:10 hs

Con paso silencioso, volvió a la habitación, se metió en la cama y abrazó suavemente a Javier, cuya respiración seguía profunda y tranquila. Nico cerró los ojos, sintiendo que, a pesar del cansancio, esa noche había sembrado un recuerdo imborrable.

La casa volvió a sumirse en el silencio, con la torta esperando en la heladera y el amor entrelazado en las sábanas, mientras el reloj avanzaba hacia el amanecer del cumpleaños de Javier.


📍Cocina – 07:15 hs

La primera luz del amanecer se colaba con suavidad por las ventanas del comedor, tiñendo todo con un brillo cálido y dorado. La casa de Palermo despertaba lentamente, aún en calma, como si guardara un secreto bajo sus techos. En la cocina, Nico ya estaba en pie, su rostro reflejaba la mezcla perfecta entre la ternura y el leve nerviosismo de quien planea sorprender a alguien amado.

Nico: "Tengo que hacerlo perfecto. No puede fallar ahora, después de tanto pensar en cada detalle."

Se dirigió al baño para lavarse la cara, dejando que el agua fresca lo despejara y le diera ese impulso necesario para afrontar el día. La superficie del espejo mostraba a un hombre concentrado, de ojos oscuros brillando con una chispa especial, como si estuviera guardando un pequeño tesoro para el momento justo.

Nico: "Él merece todo esto y mucho más... Esta es sólo la primera parte."

De vuelta en la cocina, abrió la heladera y sacó la torta devil's cake que había preparado la noche anterior. El aroma intenso a chocolate mezclado con dulce de leche parecía llenar el ambiente, una promesa dulce para el inicio del día. Colocó la torta en el centro de la mesa del comedor, un plato blanco impecable, y con delicadeza le clavó una vela alta y delgada, esperando que el simple gesto encendiera la chispa de felicidad en Javier.

Nico: "Va a amar esto... Lo conozco, el dulce de leche siempre le hace sonreír."

Luego, con la precisión de quien sabe lo que quiere, Nico fue a preparar los capuchinos. Vertió el café recién hecho en dos tazas de cerámica color crema, batió la leche hasta obtener una espuma sedosa, y la depositó encima con movimientos suaves. Para el toque final, espolvoreó canela con gracia, dejando un aroma cálido y especiado que se mezclaba con el perfume de la torta.

Mientras el café humeante emitía vapor delicado, Nico se dirigió a despertar a los seis perros que habitaban la casa. Cada uno tenía su propio carácter y manera de mostrar afecto: Conan, el más cariñoso, se estiró perezoso antes de seguirlo; Moro, siempre enérgico, empezó a dar vueltas y a ladrar con alegría; y los demás, moviendo las colas y preparándose para la misión.

Nico: – Vamos, chicos, hoy es un día especial. ¡A despertar al presidente!


📍Dormitorio – 08:23 hs

El grupo se dirigió hacia el dormitorio, y al abrir la puerta, Conan se lanzó directo hacia Javier, lamiéndole la cara con esa ternura perruna que siempre lograba sacarle una sonrisa incluso en sus días más agotados. Moro ladraba y saltaba, feliz de ser parte de la celebración.

Javier, todavía medio dormido, se removió entre las sábanas, intentando resistirse a la avalancha perruna, pero no pudo evitar sonreír.

Javier: – ¿Qué pasa acá? ¿Una manifestación canina para despertarme?

Nico, con una sonrisa que no podía ocultar, se abalanzó sobre Javier y comenzó a cantarle:

Nico: – ¡Feliz cumpleaños, mi libertario favorito! Feliz cumpleaños, al escorpiano más loco pero el más lindo.

Javier se dejó abrazar, sus ojos entreabiertos reflejaban confusión y ternura al mismo tiempo.

Javier: – Pensé que me faltaban unas hora más de sueño...

Nico: – Hoy no, hoy sos la estrella. ¡Y tenés a seis guardias perrunos para cuidarte!

Javier soltó una risa suave mientras acariciaba la cabeza de Conan.

Javier: – ¿Cómo es que tienen más energía que yo a esta hora?

Nico: "Es imposible que tengan tanto entusiasmo... Pero ver su sonrisa vale todo el esfuerzo."


📍Comedor – 08:50 hs

Tomados de la mano y aún en pijama, se levantaron para dirigirse al living, donde los esperaba el desayuno preparado con tanto cuidado.

Nico encendió la vela en la torta otra vez, mientras las miradas de ambos se cruzaban en una mezcla de amor, gratitud y un leve misterio que ninguno quiso revelar aún.

Javier: – ¿Torta con la vela incluida? ¿Querés que me ponga nervioso?

Nico: – Sólo quiero que sientas lo especial que sos, cada detalle.

Javier tomó la vela con cuidado, soplándola lentamente después de cerrar los ojos un instante y pensar en sus tres deseos.

Javier: – Bueno... no puedo contar mis deseos. Son secretos...

Nico: – Vamos, contame uno, aunque sea uno.

Javier lo miró con una sonrisa pícara y cómplice.

Javier: – Uno de esos deseos se está cumpliendo ahora mismo.

Nico sintió que el corazón le latía con más fuerza, la emoción le llenó el pecho como un mar en calma que de repente se desborda.

Nico: "Es ahora. Este momento. Todo lo que quise está acá, en esta sonrisa."

La luz del día comenzaba a invadir la casa con promesas de un cumpleaños inolvidable, mientras ambos se sentaban a compartir el desayuno, en un silencio cómodo, lleno de miradas y pequeños gestos que decían más que mil palabras.


📍Dormitorio – 09:12 hs

El desayuno había quedado atrás, pero en el aire aún flotaba la dulzura del momento compartido. Javier y Nico se movían con calma, conscientes de que pronto debían dejar la burbuja íntima para enfrentarse a sus respectivas responsabilidades.

Javier se acercó al armario, sus dedos rozando la tela de sus trajes mientras meditaba qué usar ese día. La Casa Rosada esperaba, con su ritmo implacable y sus decisiones de peso.

Javier: – ¿Creés que debería usar el traje azul marino o el gris carbón?

Nico, mientras doblaba con cuidado la ropa de cama, levantó la vista y sonrió con complicidad.

Nico: – El azul marino te queda impecable, resalta tus ojos. Pero el gris transmite autoridad. Vos decidís, mi presidente.

Javier: – Voy a ir con el azul. Hoy necesito un poco de calma en medio del caos.

Nico: "Siempre tan meticuloso. Me encanta verlo así, aunque sé que por dentro hierve."

En ese momento, el sonido del teléfono rompió el momento de calma. Javier tomó el dispositivo, leyendo un mensaje de su asistente con detalles para la agenda del día.

Javier: – Perfecto, entonces a las diez tengo la reunión con el equipo de seguridad. ¿Vos tenés todo listo para ir a Laferrere con el FIT?

Nico asintió mientras se colocaba la chaqueta, ajustando los puños de su camisa.

Nico: – Sí, ya hablé con los vecinos y tenemos una buena lista de temas para tratar. Será un día largo, pero necesario.

Javier se acercó a Nico y le tomó la mano, apretándola con suavidad.

Javier: – Gracias por todo, por organizar esto. Y por esta mañana…

Nico: – No tenés que agradecerme nada. Hoy es tu día, quiero que sea perfecto, incluso si tenemos que separarnos un rato.

Javier: – ¿Y la sorpresa de esta noche? ¿Podés darme una pista?

Nico se mordió el labio, fingiendo que pensaba, aunque ya sabía que no podía revelar nada.

Nico: – Si te la contara, dejaría de ser sorpresa. 

Javier lo miró directo a los ojos, con una mezcla de ironía y ternura.

Nico se rió bajito, mientras guiaba a Javier hacia la puerta principal.

Nico: – Bueno, el libertario ni se imagina lo que le espera esta noche…

Javier arqueó una ceja, curioso, pero decidió no insistir más, dejando que la incertidumbre se acomodara en su pecho.

Javier: – Vos sos un misterio que siempre quiero descubrir.


Antes de salir, se dieron un último beso lento, profundo, cargado de promesas silenciosas.

Nico: "Voy a cuidarlo esta noche, cueste lo que cueste."

Javier: "No puedo esperar para ver qué me preparó. Hoy voy a darlo todo, pero esta noche es sólo para nosotros."

Con ese pensamiento, cada uno partió hacia su destino: Javier a la Casa Rosada, con su custodio habitual; Nico con el equipo del FIT, rumbo a Laferrere.


📍Casa Rosada – 10:00 hs

Javier ingresó al despacho con paso firme, la luz natural entrando por los ventanales iluminaba los papeles esparcidos sobre el escritorio. Su mirada se posó en la pantalla del ordenador mientras recibía informes y llamadas, pero su mente viajaba a la mañana que había compartido con Nico.

Javier: "A veces me pregunto cómo hice para encontrar a alguien que entienda este caos que es mi vida… Y hoy, de cumpleaños, eso pesa más que nunca."

Mientras atendía a sus colaboradores, el timbre discreto del celular le avisó un mensaje. Lo sacó con rapidez y leyó:

Nico: "Pensando en vos, como siempre. Hoy no es un día cualquiera."

Javier sonrió para sí y escribió de vuelta:

Javier: "El mejor cumpleaños será este, aunque todavía no sé qué me espera esta noche."


📍Laferrere – 10:30 hs

Nico caminaba entre los vecinos, escuchando atentamente sus reclamos y propuestas, tomando notas con el ceño fruncido y la seriedad que requería la situación. Sin embargo, su mente también estaba con Javier, imaginando cómo sería esa velada que había planeado.

Nico: "Quiero que sienta que todo lo que hace este día vale la pena. Que cada esfuerzo, cada preocupación se desvanezca cuando estemos juntos."

Su teléfono vibró con un mensaje de Javier:

Javier: "¿Cómo va allá? Acá las reuniones son interminables, pero me ayuda pensar en vos."

Nico: "Tranquilo, lo llevo todo bajo control. ¿Y vos, leoncito cumpleañero?"


📍Casa Rosada – 14:00 hs

Entre llamadas y debates sobre políticas, Javier tomó un breve respiro, mirando por la ventana la ciudad que parecía moverse en cámara lenta a comparación de su mente acelerada.

Javier: "Si pudiera, pediría detener el tiempo. Pero sólo por un rato, para poder disfrutar un poco más con Nico."

Su teléfono vibró nuevamente. Esta vez fue Nico, con un mensaje que le dibujó una sonrisa aún más grande.

Nico: "Sos mi pensamiento constante. Esta noche, todo será para vos."

Javier respondió con rapidez:

Javier: "Contame algo. ¿Por qué sos tan perfeccionista con esta sorpresa? Me matás de curiosidad."

Nico: "Porque vos merecés eso y más. No puedo evitar querer que sea perfecto."


📍Laferrere – 16:30 hs

Las horas pasaban y el sol comenzaba a descender lentamente. Nico cerró la última reunión con un vecino que le agradeció la escucha. Su corazón latía acelerado, no sólo por la jornada, sino por lo que estaba por venir.

Nico: "Cada minuto que pasa me acerca más a él. A esa noche que va a ser nuestra."

Recibió un mensaje inesperado de Javier:

Javier: "Estoy contando las horas para verte esta noche. Pero no te apures, quiero que disfrutes este día también."

Nico: "Gracias. Prometo que después de hoy te voy a hacer olvidar el estrés de todo."

La conexión entre ambos, aunque física y formalmente separados por sus deberes, era un hilo invisible que los mantenía juntos, con pensamientos y palabras que nutrían la esperanza y el amor que sentían.


📍Casa de Javier – 20:00 hs

La tarde había quedado atrás y la casa de Palermo se vestía ahora de una atmósfera íntima, iluminada por luces tenues que suavizaban cada rincón. El aire estaba cargado de una mezcla entre el aroma a perfume sutil y la expectativa palpable que ambos sentían en el pecho.

El coche presidencial llegó puntual, con el custodio al volante, esperando pacientemente mientras dentro, Nico y Javier ultimaban los detalles de sus preparativos.

Javier se encontraba frente al espejo del amplio vestidor, ajustando el nudo de su corbata con meticulosidad. Vestía un impecable traje azul marino de corte slim, confeccionado en lana fría italiana, que resaltaba su figura atlética y sus ojos profundos. La camisa blanca de algodón egipcio y los zapatos negros brillantes completaban su porte elegante y sobrio.

Javier: – Hoy tengo que parecer un presidente, pero también quiero que él me vea…

Nico, por su parte, había optado por un smoking negro con solapas de satén, camisa blanca y pajarita a juego. Su cabello estaba peinado con estilo desenfadado pero cuidado, y una leve fragancia a madera de cedro y vainilla lo envolvía.

Nico: "Quiero que se muera cuando me vea así. No solo por fuera, sino por lo que viene después."

Cuando ambos se encontraron en la sala de estar, sus miradas se cruzaron con una intensidad que cortaba el aire. Javier no pudo evitar soltar una sonrisa pícara mientras observaba a Nico.

Javier: – ¿Eso es un smoking o un imán de miradas?

Nico respondió con una sonrisa ladina y un paso que lo acercó con seguridad.

Nico: – Un poco de ambas cosas. Pero lo mejor está por venir.

La conversación se detuvo cuando Javier, aún con una mezcla de nervios y deseo, insistió:

Javier: – Dale, decime qué me espera esta noche. ¿No me vas a soltar ni una pista?

Nico, con un brillo en los ojos, respondió:

Nico: – ¿Confiás en mí?

Javier: – Con vos, hasta con los ojos vendados.

Con una sonrisa triunfal, Nico sacó un pañuelo de seda negra y, sin que Javier pudiera reaccionar, le cubrió los ojos con delicadeza.

Nico: – Esto es parte de la sorpresa. Te prometo cuidarte en todo momento.

Tomados de la mano, se dirigieron hacia la puerta, donde el custodio ya esperaba para llevarlos en el coche presidencial hacia un destino que aún Javier desconocía.


📍En camino al restaurante – Martes 22 de Octubre de 2024 – 20:15 hs

El coche presidencial avanzaba silencioso por las calles iluminadas de Palermo. La noche era fresca, y las luces de la ciudad pasaban veloces por la ventanilla mientras Javier mantenía la venda sobre sus ojos, aferrado a la mano de Nico.

Javier: – ¿Por qué me vendaste?

Nico: – Para que la sorpresa sea completa. Confía en mí, amor.

Javier: "Su voz, firme y tranquila, me sostiene. No hay mejor lugar para estar."

Un silencio cómodo los envolvía, roto solo por el murmullo del motor y la respiración acompasada de ambos.


📍Entrada al restaurante – Martes 22 de Octubre de 2024 – 20:30 hs

El coche se detuvo frente a una puerta discreta, apenas visible entre la oscuridad de la noche y los arbustos bien cuidados. Nico bajó primero y, con cuidado, guió a Javier fuera del vehículo.

Con delicadeza, Nico retiró la venda, y Javier parpadeó, dejando que sus ojos se acostumbraran a la penumbra elegante del lugar.

Javier: – Wow…

El interior del restaurante brillaba con luces cálidas y una decoración sofisticada, donde cada detalle parecía susurrar exclusividad y encanto.

Javier: – No puedo creer que hayas hecho todo esto.

Nico tomó la mano de Javier y le sonrió con ternura.

Nico: – Para vos, todo. Ahora vamos a disfrutar.

Una moza elegante se acercó con una carta en mano, y la noche comenzó, marcada por el amor, la sorpresa y la promesa de momentos inolvidables.


📍Restaurante exclusivo en Palermo – Martes 22 de Octubre de 2024 – 20:35 hs

El ambiente del restaurante se desplegaba como un susurro de sofisticación y calma. Las luces bajas teñían las paredes en tonos cálidos, mientras pequeñas velas en cada mesa proyectaban sombras danzantes. Los muebles de madera oscura, tapizados en terciopelo burdeos, invitaban a la comodidad y la confidencialidad.

Javier y Nico fueron conducidos por una moza de sonrisa amable hacia una mesa apartada, protegida discretamente por un biombo de madera tallada. El mantel blanco inmaculado resaltaba la vajilla fina y los cubiertos de plata reluciente, mientras que una copa de cristal tallado aguardaba junto a un pequeño ramo de flores frescas, delicadamente perfumadas.

Nico tomó asiento frente a Javier, y ambos se miraron con una mezcla de nervios y ternura que llenaba el espacio entre ellos.

Nico: – ¿Estás cómodo?

Javier asintió, dejando que sus dedos rozaran con suavidad la mano de Nico sobre la mesa.

Javier: – Más de lo que imaginaba. Esto… es perfecto.

Mientras la moza les entregaba las cartas de menú, la luz de la vela reflejaba un brillo suave en los ojos de Javier, que recorría las opciones con atención.

Javier: – ¿Qué te parece si empezamos con las rabas?

Nico: – Me parece una idea brillante. Clásico y delicioso.

La moza volvió pronto con la entrada: rabas doradas y crujientes, servidas con una mayonesa casera aromatizada con limón y perejil. El aroma del mar y la fritura delicada despertaba los sentidos.

Mientras degustaban, la conversación fluía con naturalidad, mezclada con risas suaves y miradas cómplices.

Javier: – No puedo creer que hayas hecho todo esto… ¿Cuándo encontraste el tiempo?

Nico: – Una semana atrás, reservé esta mesa. Fue complicado con todo lo que pasa, pero no podía dejar pasar tu cumpleaños sin algo especial.

Javier sonrió con calidez, apretando la mano de Nico bajo la mesa.

Javier: – Me haces sentir increíblemente amado. Más de lo que puedo expresar.

El vino tinto llegó junto con los platos principales: para Javier, un lomo patagónico en salsa de hongos silvestres, cocido a la perfección, acompañado de papas rústicas y verduras al vapor; para Nico, un risotto cremoso con langostinos frescos y un toque de limón.

La combinación de sabores intensos, aromas envolventes y la atmósfera íntima hacían que cada bocado fuera una celebración.

Nico: – ¿Qué opinás del lomo?

Javier cerró los ojos por un instante, disfrutando la textura y el sabor.

Javier: – Es sublime. Exactamente lo que necesitaba después de un día largo.

Nico: – Me alegra. Quería que cada momento fuera memorable.

Mientras el postre llegaba, una abundante porción de mousse de chocolate negro con frambuesas frescas, la tensión dulce entre ellos crecía. Compartían la cuchara con cuidado, mientras las miradas se hacían más profundas y el tiempo parecía desacelerar.

Javier tomó la mano de Nico con delicadeza, sus dedos entrelazándose.

Javier: – Sabés que esta noche ya es la mejor sorpresa. Pero… ¿qué vas a preparar después?

Nico sonrió, con un brillo travieso en los ojos.

Nico: – Si te lo digo, pierde la gracia. Pero puedo asegurarte que nada será igual después de esta noche.

Javier rió suave, apoyando su frente contra la de Nico, disfrutando la calidez de ese momento único.

Javier: – Entonces tendré que esperar y confiar.

Luego, con una sonrisa pícara y un destello de humor, agregó:

Javier: – Aunque viendo todo lo que hiciste, la próxima sorpresa será una cajita con anillos de compromiso, ¿no?

Nico lo miró divertido, con una mezcla de sorpresa fingida y ternura.

Nico: – ¿Eso creés? Bueno, habrá que mantener la intriga un poco más.

Javier soltó una risa, mientras acariciaba suavemente la mano de Nico, sintiendo que aquella noche superaba cualquier expectativa.


📍Casa de Javier – Hall de entrada - 23:30 hs

La puerta se cerró tras ellos con un suave clic, y la atmósfera en la casa se volvió densa de deseo contenido. Javier, con su corbata desatada y la camisa blanca abierta dejando entrever su pecho firme y trabajado, se acercó a Nico con la autoridad natural que siempre ejercía, una mezcla de seguridad y pasión que prendía cada fibra de su ser.

Nico, vestido aún con el smoking, lo recibió con una sonrisa cómplice y una mirada que brillaba con anticipación y entrega. Sabía que aquella noche sería una continuación de muchas otras, pero con la intensidad y novedad que solo un cumpleaños podía traer.

Javier tomó el rostro de Nico entre sus manos, recorriéndolo con los pulgares mientras sus labios se encontraban en un beso profundo, caliente y exigente. La lengua de Javier se deslizó con confianza, dominando la batalla que siempre disfrutaban.


📍Dormitorio - 23:41 hs

Las manos de Javier se deslizaron con precisión hacia la espalda de Nico, desabrochando el smoking con movimientos seguros y rápidos, descubriendo la piel tersa y cálida de su amado. Bajó por la línea de su columna, acariciando cada centímetro con dedos firmes que provocaban escalofríos.

Nico suspiró, arqueando la espalda para ofrecerse por completo, mientras sus propias manos recorrían el torso musculoso de Javier, rozando su piel caliente, bajando hacia el cinturón y desabrochándolo con delicadeza.

El roce del contacto piel con piel los electrificaba. Javier guió a Nico hacia el dormitorio, sus cuerpos pegados, en perfecta sincronía. Con una mano tomó el rostro de Nico y con la otra tiró suavemente de la cintura, acercándolo hasta la cama amplia.

Nico se recostó con una sonrisa llena de confianza y deseo, mirando a Javier como un príncipe esperando su rey. Javier, siempre el alfa, tomó el control sin dudar, quitándose la camisa por completo, mostrando el torso marcado, lleno de fuerza y masculinidad.

Desabrochó los pantalones de Nico con destreza y, sin prisas, comenzó a besar su cuello, bajando lentamente hasta los hombros y clavículas, mientras sus manos exploraban con pasión el cuerpo de Nico, recorriendo sus costados, bajando hasta los muslos firmes.

Javier: – Esta noche sos mío, como siempre.

Nico asintió, con los ojos brillantes y la respiración acelerada.

Javier se colocó entre sus piernas, acariciando el interior de los muslos de Nico con la punta de los dedos, despertando cada terminación nerviosa, haciendo que Nico arquease el cuerpo hacia arriba, ansioso y confiado.

Con lentitud, Javier se preparó, calentando el ambiente con cada toque, cada suspiro compartido, cada mirada que los unía en un lenguaje secreto y ancestral.

Cuando finalmente entró en Nico, fue un momento de perfecta conexión. La sensación de estar juntos, de que el espacio y el tiempo desaparecían, los envolvía por completo.

Javier guió cada movimiento con firmeza y pasión. Sus caderas se movían en un ritmo decidido, marcando el territorio de su amor y deseo, mientras Nico respondía con suaves gemidos y caricias, aferrándose a la espalda de Javier, dejando escapar cada emoción contenida.

El dormitorio se llenó de suspiros, de palabras susurradas y de la música única de dos cuerpos entregados en un acto de confianza, amor y pura lujuria.

Javier: – Siempre sos mi hombre, Nico. Te quiero así, cerca, mío.

Nico: – Y siempre seré tuyo, Javier. Tuya es mi entrega completa.

El ritmo se aceleró, las sensaciones se intensificaron y el clímax se acercó con fuerza. Javier, con un último impulso, profundizó el movimiento, dejando que el placer los invadiera por completo, hasta que ambos estallaron en un grito ahogado, fundidos en un abrazo cálido y tembloroso.

Quedaron así, entrelazados, los cuerpos aún vibrando por la intensidad del momento, disfrutando el silencio que sólo la completa satisfacción podía traer.

Javier depositó un beso lento en la frente de Nico, susurrando:

Javier: – Gracias por elegirme siempre, mi amor, mi hombre.

Nico respondió con una sonrisa cansada pero plena:

Nico: – Siempre, Javier. Para siempre.

Se dejaron llevar por la calma después de la tormenta, sabiendo que aquella noche había sido solo otra promesa cumplida en su historia de amor y pasión.


📍Dormitorio – Miércoles 23 de Octubre de 2024 – 1:00 hs

El calor de sus cuerpos aún unidos bajo las sábanas suaves mantenía el cuarto en una atmósfera densa y protectora. La respiración de ambos era profunda, acompasada, mientras sus pieles seguían rozándose con una delicadeza casi instintiva, como si quisieran prolongar ese contacto más allá del deseo.

Javier estaba recostado de lado, su brazo rodeando la cintura de Nico con firmeza, los dedos trazando círculos lentos sobre la piel desnuda de su amado. Su pecho subía y bajaba con el ritmo tranquilo del sueño que comenzaba a atraparlo.

Javier: "Esta noche fue más que perfecta. Cada detalle, cada caricia, cada palabra... él es mi refugio, mi fuerza y mi calma."

Sus párpados caían lentamente, pero su mente aún palpitaba con el eco de sus emociones y promesas. Su mano apretó suavemente la cintura de Nico, como si quisiera asegurarse de que estuviera allí, real, tangible, junto a él.

Nico, por su parte, yacía semirrecostado sobre el pecho de Javier, con una pierna entrelazada con la suya. Su respiración era suave, pero su corazón aún vibraba con el fuego compartido.

Nico: "Ser suyo es lo único que necesito. En sus brazos, soy completo. No importa lo que venga, mientras esté con él, todo tiene sentido."

Sus dedos se aferraron al hombro de Javier con ternura, una última conexión antes de que el sueño los arrastrara.

Los ojos de Nico se cerraron lentamente, la luz tenue de la habitación iluminaba su rostro relajado, marcado por la satisfacción y el amor profundo.

Ambos cuerpos se acurrucaron más, fundiéndose en una sola silueta. La piel brillaba con un leve sudor, testimonio del deseo que los había consumido y del calor que los mantenía vivos el uno para el otro.

La casa quedó en completo silencio, salvo por el latido acompasado de dos corazones que habían encontrado en el otro su hogar.

Chapter 93: La amenaza crece

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📍Casa de Palermo – Jueves 24 de Octubre de 2024 – 19:13 hs

La noche había caído temprano, como suele hacerlo en Octubre. Afuera, la humedad templada pegaba contra las ventanas, y adentro, el aire tenía una tensión espesa, como si algo no terminara de asentarse. Javier caminaba en círculos por el living, con el teléfono apretado contra la oreja, los músculos tensos y la mandíbula marcada por la rabia contenida.

Javier: —¿Cómo que no avanzan? ¡Cristian, me dijiste que estaba todo listo para que lo imputaran esta semana!

La voz del joven beta del otro lado sonaba firme pero frustrada.

Cristian: —Lo estaba, Presidente. Pero hubo interferencias. Desde dentro. Alguien del juzgado está frenando las órdenes. No lo dicen explícitamente, pero se nota. Y Mario Díaz... desapareció del radar. Lo están protegiendo.

Javier: —¡La reputísima madre que los parió!

Cortó con un gruñido. Sus nudillos quedaron blancos al cerrar el puño. Dio una vuelta más por el cuarto, hasta que escuchó el ruido de una cuchara contra una taza. Nico estaba en la cocina, revolviendo su café, con el ceño fruncido y la mirada clavada en Javier.

Nico: –¿Pasó algo? Estás hecho una furia, Javi.

Javier: –La causa contra Mario Díaz. Se está demorando por interferencias internas. Lo están protegiendo desde el mismo juzgado donde debería estar imputado.

Nico: –¿En serio? Pero si ya tenían todo...

Javier: –Lo tienen, pero no lo usan. Como si alguien estuviera cuidando a ese hijo de puta. Y justo ahora tengo que irme.

Nico: –¿Irte? ¿Adónde?

Javier: –A Estocolmo. Mañana a la noche es la cumbre internacional de líderes por la transición energética y los acuerdos de cooperación del norte europeo. Lo organicé con el canciller hace meses. Pero ahora me parte en dos tener que dejarte justo cuando esto se está pudriendo.

Nico: –Voy a estar bien, Javi. No te preocupes por mí.

Javier: –¿Cómo no voy a preocuparme? Ese tipo me nombró en una amenaza, y te dijo “zurdito”, ¿te acordás?

Nico: –Me acuerdo de todo. Pero vos tenés un deber. Y yo no soy de vidrio. Me quedo en casa, con Moro, con los cinco grandotes que tenemos... y con los custodios en la puerta. Vas a volver y va a estar todo bien.

Javier lo miró. Le temblaba apenas la respiración. Se acercó y lo abrazó desde atrás, pegando la frente a la nuca de Nico.

Javier: —Si le pasa algo a vos... se prende fuego el país, Nico. Te lo juro.

Nico: —No me va a pasar nada. Pero igual, qué lindo que me quieras así.


📍Congreso de la Nación – Tarde

Nico:—Y reiteramos que desde el bloque del Frente de Izquierda rechazamos absolutamente la maniobra judicial que intenta dilatar la causa contra Mario Díaz, –dijo Nico con voz firme al micrófono.

Desde la última banca, Micho lo observaba en silencio. Durante el recreo, se acercó con una media sonrisa cansada.

Micho: –Te están escuchando, eh. Y te están mirando también.

Nico: –Lo sé. Julia Díaz no me sacó la vista de encima. Y uno de los radicales hizo un comentario cuando pasé. Todo mal.

Micho: –No te lo pregunté antes... pero ¿de verdad estás seguro de que fue ese Mario el que te amenazó? Digo, no suena lógico. Es más probable que venga de alguien de los tuyos... o del oficialismo, no de Unión por la Patria.

Nico: –Lo pensé. Pero mis contactos fueron claros. El IP, los vínculos, las publicaciones violentas... todo lleva a él.

Micho: –Entonces andá con cuidado. Si lo están encubriendo, no es un loquito solo. Y vos estás demasiado expuesto.

Nico: –Gracias. De verdad.

Se abrazaron con fuerza. Cuando Nico salió del Congreso minutos más tarde, el auto presidencial ya lo esperaba en la vereda, con un custodio en el asiento delantero. Javier estaba en el asiento trasero, con lentes de sol y gesto serio.

Javier: –Subí. Te llevo a casa y después tengo que ir al aeropuerto. Te dejo todo listo y hablado con los custodios.

Nico: –No me voy a portar mal, te lo juro.

Javier: –Ni lo digas, zurdito. Que si me hacés preocupar desde allá, dejo Estocolmo a la mierda y me tomo un vuelo de vuelta.


📍Casa de Palermo – Noche

Los seis perros los recibieron con fiesta. Moro fue el primero en saltarle encima a Nico, pero al segundo siguiente ya estaba apoyando las patas delanteras sobre el pecho de Javier, moviendo la cola con entusiasmo.

Nico: –¡Traidor! ¡Moro! ¿Quién te paga el alimento, eh? ¿Quién te saca a pasear cuando llueve?

Javier: –Tiene buen olfato. Sabe quién lo haría dormir en una cama de terciopelo si pudiera.

Nico: –¡Chanta! ¡Lo crié yo!

Entre risas y lamidas, los perros se acomodaron en la sala, mientras Javier y Nico se metían en la cocina.

Javier: –¿Cena ligera o te cocino algo con más sustancia?

Nico: –Si mañana vas a estar comiendo cosas suecas raras, dame tu última milanesa. Bien argenta.

Prepararon juntos una cena con milanesa de carne, papas rústicas al horno y una ensalada con tomates cherry y rúcula. Mientras Nico batía la mayonesa con ajo, lanzó con tono casual:

Nico: –Che... Cristian. ¿Siempre fue tan servicial?

Javier: –¿Eh?

Nico: –Es lindo. Joven. Voz grave. Inteligente. ¿No lo mirás con otros ojos?

Javier: –¿Me estás jodiendo?

Nico: –Capaz que te gusta un poco. Un beta discreto, obediente...

Javier: –Zurdito... vos sabés bien quién me gusta. Y está cocinando al lado mío con un delantal y un pantalón tan finito que le deja ver todo el culo.

Nico: –Tocá ese culo entonces. Te queda poco tiempo antes del vuelo.

Javier: –Te voy a tocar tanto que no vas a querer sentarte mañana.


🛏️ Dormitorio principal – 22:42 hs

Las valijas ya estaban preparadas. Los perros dormían dispersos. Moro en el pasillo, Lucas sobre el sillón, Robert roncando.

El cuarto tenía luz baja y aroma a sábanas recién lavadas. Nico estaba sentado en el borde de la cama, en calzoncillos, mirándolo a Javier.

Nico: –No me gusta cuando te vas. No me gusta quedarme solo.

Javier: –No estás solo. Estás con custodios, con los perros...

Nico: –No es lo mismo.

Javier se acercó. Se arrodilló entre sus piernas, le apoyó la frente en el pecho.

Javier: –Yo tampoco quiero irme. Me costó no cancelar el viaje. Pero es importante.

Nico: –Ya sé. Pero igual... quedate conmigo esta noche. Entero. Hasta que amanezca. Hasta que no pueda moverme del placer.

Javier: –Te lo voy a dar todo. Como siempre. Como nunca.

Chapter 94: Entre la carne y el deber 🔞

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🛏️ Dormitorio principal - Jueves – 23:00 hs

La habitación estaba silenciosa, apenas iluminada por el velador encendido. La penumbra daba a todo un aire de complicidad. Nico se recostó sobre la cama con el cuerpo ofrecido, entregado, mientras Javier se sacaba la ropa en silencio, sin dejar de mirarlo.

Javier: "Nunca me acostumbro a esta vista. A este omega mío... así, abierto para mí, deseándome como si fuera el único en el mundo."

Subió a la cama como una bestia contenida. Lo besó lento, profundo, con la lengua abriéndose paso, reclamándolo. Las manos le recorrieron el pecho, bajaron por el vientre, hasta colarse bajo el elástico del calzoncillo de Nico.

Nico: –Sacámelo. Quiero sentirte ya.

Javier: –Callate un poco. Hoy soy yo el que marca el ritmo.

Se lo sacó con los dientes. Literalmente. Tironeando mientras le mantenía la mirada fija, hasta dejarlo desnudo y jadeando. El miembro de Nico estaba erecto, palpitando.

Nico: –Dale. Quiero sentirte. Toda la noche. Quiero que me hagas olvidar que mañana te vas.

Javier se inclinó, le lamió la punta con una sola pasada de lengua y luego lo tomó entero en la boca, lento, cálido, mojado. El cuerpo de Nico se arqueó de inmediato.

Nico: –Aahh... Javi... sí... sí... así...

Los sonidos eran húmedos, carnales. Javier lo chupaba con devoción, con hambre. Le sostenía las caderas con firmeza mientras se lo tragaba una y otra vez, haciéndolo estremecer.

Cuando Nico estuvo a punto de correrse, lo soltó. Le lamió los testículos, lo besó en la ingle, y luego lo hizo girar boca abajo.

Javier: –Ponete cómodo. No vas a dormir mucho esta noche.

Abrió las piernas de Nico y se hundió entre ellas, lamiendo su entrada con una lengua ansiosa, precisa, exigente. Le escupió encima y siguió comiéndolo mientras el omega gemía contra la almohada.

Nico: –Ahhh... Javi... me estás haciendo mierda... metémela ya... quiero sentirte...

Javier: –No tan rápido, zurdito. Primero, quiero que supliques.

Le metió un dedo. Luego dos. Los movía en círculos, los sacaba, los volvía a meter. La cavidad palpitaba, caliente y húmeda.

Nico: –¡Te lo ruego! ¡Quiero tu verga! ¡Quiero que me rompas!

Javier gruñó. Se posicionó detrás, se escupió la mano, se tocó apenas y luego lo empaló con un solo movimiento profundo y feroz.

Nico: –¡Aaaahhhh!

El alfa empezó a moverse con embestidas largas y rítmicas, cada una más fuerte que la anterior. El sonido de piel contra piel se mezclaba con los gemidos, con los jadeos desesperados de Nico y los gruñidos graves de Javier.

Javier: –Estás tan apretado... sos mío... mío... te voy a dejar tan lleno que no vas a poder pararte mañana...

Nico: –¡Sí! ¡Sí! ¡Tu zurdito! ¡Haceme tuyo hasta que me duerma!

Cambió de posición. Lo tomó de la cintura y lo hizo sentarse encima. Nico lo montó con las piernas abiertas, tembloroso, mientras la verga de Javier volvía a abrirle el canal una vez más. Se abrazaron. Javier le lamió el cuello. Nico gimió contra su oído.

Y así lo cogió de frente. Luego boca arriba. Luego de costado. Hasta que Nico se corrió con un grito mudo y temblor en todo el cuerpo.

Javier: –Aguantá, que falta lo mejor...

Siguió bombeando, más rápido, más salvaje, hasta que finalmente se vino dentro, con un gruñido profundo y un beso húmedo contra el cuello de Nico.

Ambos se desplomaron, agotados, transpirados, manchados de deseo.


🕰️ Dormitorio – Viernes 1 de Noviembre de 2024 - 02:11 hs

El reloj marcaba la madrugada. El aire olía a sexo, a feromonas, a amor rabioso. Moro, desde la alfombra, resopló sin moverse.

Javier, aún abrazado a Nico, se removió apenas. El omega dormía, con la boca entreabierta y el cuerpo tibio contra él.

Javier: "Cómo me cuesta dejarte, zurdito... Esto no me lo enseñaron en ningún manual. Sos mi refugio, mi tormenta, mi paz."

Apoyó los labios en la nuca de Nico y cerró los ojos, dejándose llevar por el calor compartido.


📍Aeropuerto de Ezeiza – 09:02 hs

El avión presidencial ya estaba listo en la pista. Javier se despedía con el corazón tenso. Besó a Nico como si el mundo se detuviera.

Javier: –Te escribo cada vez que pueda. Y si pasa algo raro...

Nico: –Te aviso. Lo prometo. Andá, mi león. Representanos bien.

Javier sonrió con ternura. Se subió al avión. Nico lo siguió con la mirada hasta que desapareció en la escalerilla.

Con Moro a su lado, volvió al auto y cerró la puerta con fuerza. El día recién comenzaba, y el mundo ya se sentía más vacío.

Chapter 95: Deseo sin fronteras

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🛫 Estocolmo, Suecia – Hotel Diplomático – Viernes 1 de Noviembre de 2024 – 07:43 hs (hora local)

La ciudad amanecía gris, con una llovizna finísima que pintaba los cristales de humedad persistente. Desde la suite presidencial del hotel, Javier se encontraba de pie junto al ventanal, con una taza de café negro en la mano y los ojos fijos en el horizonte invernal.

El teléfono vibraba sobre la mesa de luz. Un mensaje, corto pero cálido:

Nico: "Acá amaneció todo gris sin vos. Moro no se quiso levantar hasta que escuchó mi voz. Se te extraña fuerte, León."

Javier: "Yo también, zurdito. En un rato tengo la primera reunión con los nórdicos, pero pienso en vos todo el tiempo. Dale un beso a Moro de mi parte. Y cuidate."

Suspiró. Era el primer viaje oficial internacional desde que vivían juntos. Y, por más experiencia que tuviera como presidente, esta vez todo le resultaba distinto: había dejado su casa, a su omega, a sus perros. Su mundo entero.

Se dio una ducha rápida, se ajustó la corbata azul marino y bajó al hall, donde lo esperaban los traductores, el canciller y un par de custodios argentinos. Las reuniones bilaterales empezaban a las nueve, y Javier se sumergió en la diplomacia con la mente dividida.


📍 Buenos Aires – Casa de Palermo – 09:35 hs

Nico se preparaba para ir al Congreso. Estaba terminando de abrocharse la camisa blanca mientras desde el living llegaban ruidos de pasos y respiraciones pesadas. Todos los perros estaban en ronda: Conan y Robert lo seguían con la mirada atenta, mientras Murray se acercaba a olerle las zapatillas.

Pero el más inquieto era Moro. No había tocado su desayuno hasta que Nico se agachó y le habló al oído.

Nico:Ya vuelve papá. Portate bien, eh.

Moro se lamió el hocico y finalmente aceptó las croquetas.

El día prometía ser largo. Nico tenía reuniones en comisión, firmas de dictámenes, y luego una entrevista radial donde lo interrogarían sobre el veto presidencial. No estaba en su mejor humor.

A pesar de haber apoyado la ley de movilidad jubilatoria con pasión, ahora debía lidiar con su derrota y su imagen. Y además, con la ausencia del único ser que lo contenía en privado.


📍 Congreso – Despacho de Nico – 10:57 hs

Myriam:¿Cómo dormiste, Nico?

Nico:Más o menos. Moro extraña, yo también. La cama sin mi pareja es enorme. Y fría.

Myriam:Te juro que parecés una viuda.

Se rieron. Pero detrás del chiste, Myriam notó algo en la mirada del omega. Estaba tenso, contenido. Como si se estuviera obligando a funcionar.

Myriam:¿Querés que me quede después de la sesión? Tomamos algo, charlamos un rato.

Nico:Gracias. Pero hoy necesito llegar a casa y cerrar el mundo. Aunque sea un rato.


📍 Estocolmo – Palacio de Conferencias – 14:10 hs

La sesión plenaria ya había comenzado. Javier escuchaba con atención al primer ministro sueco hablar sobre innovación tecnológica y desarrollo sostenible. Tomaba apuntes. Asentía. Intervenía con precisión.

Pero en su cabeza, la voz de Nico no dejaba de sonar. Lo imaginaba caminando por el Congreso, con esa camisa blanca que se abría apenas en el pecho, con el celular en la mano, revisando mil cosas a la vez.

Javier: "Tengo que volver rápido. Este país sin él no tiene sentido."

Durante un descanso, se aisló para enviarle un audio.

Javier (audio):Te extraño. Mucho. Me hiciste falta hoy en la reunión con los noruegos. No saben lo que es debatir con uno de ellos y pensar en vos al mismo tiempo. Mandame una selfie. Necesito verte, aunque sea en el teléfono.


📍 Casa de Palermo – 20:30 hs

Esa noche, Nico no cocinó. Pidió empanadas de carne, se sirvió un vaso de vino y se sentó en el sillón con una manta sobre las piernas. Los perros estaban echados a su alrededor como una guardia personal. Moro apoyó el hocico sobre su rodilla.

La televisión sonaba baja. Un programa de política que no prestaba atención.

Revisó el celular. Una videollamada entrante. Javier.

Nico:¿Estás solo?

Javier (desde el teléfono):Sí. Me escapé del protocolo para verte la cara. Estás más hermoso que esta mañana.

Nico:Eso que estoy con cara de cansado. Y despeinado. Y triste.

Javier:Así sos más real. Más mío.

Se quedaron hablando más de veinte minutos. Se contaron pavadas, anécdotas del día, hasta intercambiaron saludos de los perros. Javier le pidió que le mostrara a Moro. Nico giró la cámara.

Javier:Che, Moro... cuidalo, ¿eh? Y no le robes la comida. Mirá que te estoy vigilando.

Moro movió la cola.


📍 Dormitorio – 01:13 hs

Ya en la cama, Nico intentó leer, pero los ojos se le cerraban. El lugar vacío a su lado lo incomodaba. Se giró, abrazó la almohada de Javier y hundió la nariz en ella.

Nico: "Huele a él. A cuero y madera. A casa. A amor."

Moro saltó sobre la cama y se echó al costado. Apoyó la cabeza en el colchón y soltó un suspiro, como si compartiera la nostalgia.

Nico (en voz baja):Ya falta menos, Moro. Ya vuelve. Pero mientras tanto, quedate conmigo, ¿sí?

La noche se hizo espesa, pero también cálida. A pesar de la ausencia, Nico supo que no estaba solo.


📍 Estocolmo – Sábado 2 de Noviembre – 05:40 hs

Javier se despertó antes de que sonara la alarma. Tenía el cuerpo dolorido de tantas reuniones, pero el deseo intacto.

Tomó el celular, escribió:

Javier: "Soñé que volvía y estabas en la cocina con las piernas desnudas y la remera mía. Y me decías 'te estuve esperando toda la noche, león'. Me desperté al palo mal. Sos un peligro incluso cuando estoy dormido."

Y luego, sin poder evitarlo, se tocó. Lo hizo pensando en Nico, en sus gemidos, en su cuerpo delgado y receptivo, en la última noche antes del viaje. Llegó rápido, con un gruñido apagado y el corazón latiéndole en la garganta.

Javier: "Necesito volver. Ya. Lo antes posible."


📍 Buenos Aires – Despacho de Nico – 11:50 hs

Mientras corregía un proyecto de ley, Nico leyó el mensaje. Le subió el color al rostro.

Nico: "Ah, con que soñando cosas sucias vos allá en Suecia. Qué necesidad de excitarte por mí cuando tenés ministros escandinavos a mano."

Javier: "Ellos no huelen a canela, ni tienen tu carita ni me gimen al oído. Sos irremplazable."

Se rió solo. Myriam lo miró de reojo.

Myriam:¿Estás coqueteando con alguien, picarón?

Nico:¡No! Estoy hablando con... alguien que me quiere mucho.

Y volvió al trabajo, más liviano.

Chapter 96: Llamada al deseo 🔞

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📍Buenos Aires – Casa de Palermo – Sábado 2 de Noviembre de 2024 – 23:12 hs

Nico se había duchado recién. Salió del baño con una toalla enrollada a la cintura y el torso apenas húmedo, con gotas deslizándose por los omóplatos y por la línea central de su abdomen. Caminó descalzo por la casa, buscando la remera de Javier —una blanca, de algodón grueso, que conservaba intacto su olor—. La encontró sobre el respaldo del sillón y se la puso sin pensarlo, sin ropa interior debajo.

Nico: "No puedo más con las ganas de sentirlo. De verlo. De escucharle la voz jadeando por mí..."

Se metió en la habitación, apagó todas las luces salvo la lámpara de noche, y se tumbó sobre la cama. Moro, ya dormido al pie, ni se inmutó. Con el celular en mano, marcó videollamada.


📍Estocolmo – Hotel Diplomático – 03:18 hs (hora local)

Javier estaba en la cama, sin remera, apenas con el pantalón del pijama bajo, el pecho cubierto de vello y los ojos brillantes de insomnio. Cuando vio el nombre de Nico en pantalla, sonrió automáticamente. Atendió al instante.

Javier: –¿Sabés qué hora es acá, zurdito?

Nico: –¿Y sabés lo que estás perdiéndote, león?

La cámara se alejó apenas. Javier pudo ver cómo su omega levantaba lentamente la remera que llevaba puesta, dejándola caer sobre el colchón. Estaba completamente desnudo debajo. Piel suave, brillante, tibia de recién duchado. El vello leve en el pubis. La erección firme.

Javier se quedó sin aire.

Javier: –Te ves tan... (gruñó bajo) ...tan sexy.

Nico: –Estoy caliente desde que vi ese mensaje tuyo esta mañana. Pensé en vos todo el día. En cómo me llenás. En cómo me rompés cuando te da la gana. Y no aguanté más.

Javier ya se había bajado el pantalón del pijama. Estaba duro, rojo, la punta apenas húmeda.

Javier: –Tocáte. Pero despacio. Quiero ver todo.

Nico se recostó, separó las piernas frente a la cámara y comenzó a acariciarse con los dedos mojados en saliva. Primero lento. Luego más intenso.

Nico: –¿Así, León? ¿Te gusta ver cómo me corro solo?

Javier: –Me mata. Pero no te vengas sin mí.

Mientras se masturbaban, hablaban entre jadeos. Nico gemía con la voz temblorosa, dejando escapar su fragancia dulce de omega desesperado. Javier se mordía el puño para no gritar, gruñendo su nombre una y otra vez.

Cuando Javier estuvo a punto, lo dijo con voz rota:

Javier: –Ahora. Corréte ahora, Nico. Que quiero acabar viéndote desarmado por mí.

Y los dos llegaron casi al mismo tiempo. Javier temblando en la cama del hotel, manchándose el vientre. Nico jadeando contra la almohada, los muslos mojados, la respiración entrecortada.

Se miraron en silencio un rato.

Nico: –Esto no fue suficiente. Pero me ayudó a dormir.

Javier: –Ya falta menos. Y cuando vuelva, no te pienso soltar en una semana.

Nico: –Promesa.

Javier: –Promesa.

Cortaron con un último "Te amo" susurrado. Y mientras Nico cerraba los ojos abrazado a la almohada, Javier se giraba en su cama del hotel, cubriéndose con las sábanas como si su cuerpo aún estuviera envuelto en el de él.


📍Buenos Aires – Lunes 4 de Noviembre de 2024 – Congreso – 10:03 hs

Esa mañana, Nico llegó temprano. Llevaba puesto un saco negro y camisa clara, el cabello apenas revuelto y un café en mano. Al llegar a su despacho, lo esperaba Micho con cara de preocupación.

Micho: –Che... ¿viste lo de la Comisión de Seguridad?

Nico: –No. ¿Qué pasó?

Micho le extendió su celular. Una noticia de último momento: "Reemplazan al presidente de la Comisión de Seguridad Interior por un miembro de La Libertad Avanza. Se filtra posible intento de modificar el régimen de protesta social".

Nico sintió un golpe seco en el pecho.

Nico: –¿Van a criminalizar la protesta otra vez? ¿Otra avanzada autoritaria?

Micho: –Y justo vos sos uno de los más expuestos. Esto pinta mal. Si ese cambio prospera, pueden usar inteligencia interior para vigilar referentes políticos, sindicales... cualquiera.

Nico apoyó el café sin terminar sobre el escritorio. Empezó a revisar papeles, números, reglamentos.

Nico: –Hay que frenarlo. No voy a quedarme callado con esto. Aunque me deje solo. Aunque me vuelva a pelear con él.

Micho: –¿Con quién?

Nico lo miró un segundo. El silencio fue más revelador que cualquier confesión.

Micho: –Tené cuidado, loco. No podés estar en dos frentes al mismo tiempo.

Nico: –¿Qué flasheás, Micho? Vos me conocés mejor que nadie. Prefiero que me corten una mano antes que pasarme al liberalismo.


📍Estocolmo – Palacio de Conferencias – 16:25 hs

Durante una pausa de almuerzo, Javier revisó su celular y se encontró con varios titulares de medios argentinos. Vio el cambio en la Comisión. Vio el repudio de varios diputados de izquierda. Y entre ellos, una declaración firme de Nico en Radio 10: "No vamos a permitir que conviertan la protesta en delito. Vamos a resistir este atropello con todas las herramientas democráticas que tengamos a mano".

Javier apretó los dientes. Sabía que ese era el Nico que amaba, pero también sabía lo que se avecinaba: roces. Riesgos. Tensión política.

Y miedo.

Cristian, que se le acercó con un informe diplomático, notó su expresión.

Cristian: –¿Todo bien, Presidente?

Javier: –No. Pero voy a estarlo. Apenas aterrice, lo primero que voy a hacer es buscarlo. Y protegerlo, aunque no quiera.


📍Casa de Palermo – 23:18 hs

Nico volvió de la radio con la cabeza llena de ruido. Se quitó los zapatos en la entrada, dejó el saco sobre la silla y fue directo a buscar a Moro, que ya lo esperaba en la alfombra del living.

Se agachó y lo abrazó fuerte. El perro lo lamió, lo empujó con la pata.

Nico: "Falta poco, Moro. Ya vuelve. Pero mientras, no nos doblegamos."

Se metió en la cama, puso el celular sobre la almohada, esperando que sonara. Y cuando vibró, y vio el nombre de Javier, su corazón por fin bajó un cambio.

Javier (por mensaje): "Mañana a la noche aterrizo. Si me estás esperando desnudo, juro que te arranco la piel a besos."

Nico: "Traé dos cajas de preservativos y muchas disculpas. Porque esta vez, yo tampoco pienso ceder."

Y así, con un poco de furia política, mucho deseo acumulado, y una espera que los mantenía con el alma en vilo, cerraron la distancia con palabras que ardían.

Chapter 97: Fuego de reencuentro 🔞

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📍Martes 5 de Noviembre de 2024 – Casa de Palermo – 19:14 hs

Nico cerró la laptop y suspiró hondo. Afuera ya caía la noche sobre Buenos Aires. Las luces cálidas de Palermo teñían las veredas y el sonido de algún colectivo pasaba lejano. En la cocina, el arroz con leche se cocinaba a fuego lento: una de las comidas preferidas de Javier para después del sexo. Y aunque Nico se lo había preparado antes otras veces, esta vez no se trataba solo de alimento. Era una ofrenda.

Nico: "Si va a romperme como prometió, que después me mime como yo necesito..."

Los perros se habían vuelto locos desde la tarde. Moro iba y venía por el pasillo con el hocico húmedo, oliendo cada rincón, como si supiera que algo estaba por pasar. Conan, Murray y Robert estaban en el patio ladrando con excitación. Lucas dormía panza arriba en el sofá, mientras Milton miraba la puerta de entrada como un guardián obsesionado.

Nico había limpiado toda la casa con una energía casi ritual. Se había afeitado, perfumado, y elegido ropa simple: un jogging gris y una musculosa negra sin nada debajo. El vello de los brazos y del pecho le brillaba con el leve aceite de coco que se había puesto en la piel. Y entre las piernas, la ansiedad lo tenía tenso, a punto de endurecerse con cada mensaje de Javier.

Javi 💘: "Despegamos. Te pienso todo el vuelo. Guardame tu alma."

Nico: "La tengo entre las piernas, esperándote."

No tuvo respuesta. Sólo tres horas de silencio. De tensión. De estar pendiente del cielo.


📍Aeropuerto de Ezeiza – 22:04 hs

Javier bajó del avión con la campera en la mano. El calor húmedo de la noche porteña le pegó como un abrazo. El custodio personal ya lo esperaba en pista, y antes de subirse al auto oficial, revisó su teléfono.

Nico: "Ya me saqué la ropa. Quiero que llegues y entres como un animal."

Gruñó por lo bajo. Tenía los pantalones ajustados del traje, y la erección apenas contenida contra la tela.

Javier: "Espero que te estés preparando, zurdito travieso. No me voy a contener nada."

La ciudad pasaba veloz por la ventanilla. Su corazón latía como tambor.


📍Casa de Palermo – 22:43 hs

Nico estaba recostado en la cama, desnudo, con la sábana apenas cubriéndole los muslos. El aire acondicionado susurraba. En el aire flotaba el perfume de él: chocolate, canela, y esa nota ácida que lo volvía adictivo. El lubricante yacía al alcance de la mano. Moro estaba a su lado, inquieto, pero en silencio.

Y entonces... ladridos. Al unísono. Todos.

Nico: "Ahí está."

Se incorporó, caminó desnudo hasta la puerta y la abrió justo cuando Javier entraba, vestido de negro, sudado y con los ojos encendidos.

Javier: –Estás igual que en mis fantasías. No. Estás mejor.

Tiró la mochila al suelo. No hubo besos al principio. Sólo manos. Manos fuertes levantando al omega, apretándolo contra la pared. El beso llegó después. Salvaje. De lengua profunda. Nico le rodeó el cuello con las piernas.

Nico: –Te necesito adentro ya.

Javier caminó con él en brazos hasta el dormitorio. Lo tiró sobre el colchón, se sacó la ropa en dos movimientos. El genital de Javier grueso, palpitante, saltó libre. Nico se arqueó al verlo.

Nico: "Mi macho... mi bestia..."

Javier se inclinó y lamió todo el canal desde atrás. Lo besó con hambre, con lengua firme, lo abrió con los dedos y lo escupió. Cuando Nico gritó su nombre, fue el final del autocontrol.

Entró de una sola embestida.

Javier: –¡Tu cuerpo me extrañó! ¡Sos mío!

Los embates eran duros, lentos al principio. Luego, Javier lo hizo girar boca arriba y lo tomó con las piernas abiertas. La luz del velador le dibujaba los abdominales tensos. Los jadeos eran ferales.

Nico: –¡No pares! ¡Dame todo! ¡Rompeme!
Javier: –¡Nunca más te dejo solo! ¡Nunca más!

Las sábanas se mojaron con el lubricante, con el sudor, con el semen cuando Nico se vino gritando, con la piel erizada y las uñas marcándole la espalda. Javier acabó segundos después, mordiéndole el hombro, sin marcar, pero con toda la furia de su amor concentrada en esa mordida. El nudo se formó. Estaban atrapados. Unidos. Suaves. Respirando entre lágrimas.

Javier: –Te amo. Más que a mi vida.
Nico: –Sos mi hogar, Javi. Mi único refugio.


📍Madrugada del Miércoles – 01:26 hs

Ya bajo la ducha, con Nico recostado contra el pecho de Javier, ambos compartían el silencio. El agua caliente les resbalaba por el cuerpo. Moro roncaba afuera de la puerta. Los bullmastiff dormían desparramados por toda la casa.

Nico: –¿Cómo estuvo Estocolmo?
Javier: –Frío. Pero la cama sin vos fue peor.
Nico: –Qué romántico te ponés cuando acabás dos veces.

Se rieron. Se besaron. Salieron envueltos en toallas y se sirvieron el arroz con leche frío, comiendo desde el mismo bowl, sentados en el sofá con una manta sobre las piernas.

Javier: –Mañana no voy a la Casa Rosada. Me quedo con vos. Con ustedes.
Nico: –¿Y los ministros?
Javier: –Que se cojan entre ellos. Hoy solo existís vos.

Y con esa última frase, la noche quedó sellada. Dormirían entrelazados. Rotos. Felices. Enteros.

Chapter 98: El precio de defender lo justo

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📍Casa de Palermo – 08:17 hs

El sol se filtraba débil pero constante a través de las cortinas del dormitorio. La mañana tenía olor a sábanas tibias, a cuerpos entrelazados y a humedad de deseo recién satisfecho. Javier dormía con un brazo debajo de la nuca de Nico, y la otra mano apoyada con total posesión en su cintura. La respiración de ambos era pausada, tranquila, como si el mundo hubiera decidido darles una tregua.

Nico: "No quiero moverme nunca más de acá. Lo tengo todo. Todo."

Moro dormía enroscado a los pies de la cama, con una oreja parada como un radar atento. El resto de los bullmastiff estaban en el living, tirados sobre las alfombras o pegados a las puertas de la cocina, esperando la primera señal de actividad.

Javier se desperezó sin abrir los ojos. Rozó con la nariz el cuello de Nico.

Javier: "Canela. Chocolate. Y sexo en la piel. Este omega va a ser mi muerte."

Javier: –Buen día, zurdito mío.

Nico: –Mmm... buen día, amor.

Javier: –¿Dormiste bien?

Nico: –Sí. Y soñé que te cogía de nuevo. O que vos me cogías. Ya ni sé.

Javier: –Podemos comprobarlo después del desayuno.

Ambos rieron. Se quedaron un rato más abrazados, perezosos, hasta que Moro empezó a lloriquear bajito, reclamando atención. Javier le hizo una seña y el perro subió de un salto, metiéndose entre ellos.

Nico: –¡Traidor! ¡Era mi turno de mimos!

Javier: –Él también te extrañó, eh. Pero creo que extrañó más mi cocina.

Salieron de la cama con los cuerpos marcados de pasión, pero ligeros. Nico se puso una camiseta vieja de Boca y un short. Javier fue directo a preparar café. En la cocina, el desayuno fue improvisado: medialunas tibias, café con leche, y frutas cortadas con cuchillo de chef.

Comieron en el patio, rodeados de perros, acariciándose con la mirada. El día se sentía perfecto. Por un momento, parecía que el mundo podía esperar.

Hasta que sonó el teléfono de Nico.

📱 Micho (FIT)

Nico: –¿Hola?

La voz de Micho sonó seria, urgente.

Micho: –Nico, perdoname que te joda tan temprano... pero pasó algo grave. Acaban de despedir a más de cien trabajadores en la planta de “Delicias del Sur”, ¿te suena?

Nico: –Sí. La de productos congelados. ¿Pero cómo que los echaron a todos?

Micho: –Masivo. Les llegó por mail a la mayoría esta madrugada. Algunos fueron igual a laburar y los hicieron firmar papeles de preacuerdo sin abogado presente. Una locura. Estamos yendo con Myriam y parte del bloque a acompañarlos, están en la puerta de la planta, en Lanús Oeste.

Nico: –Voy para allá. Dame quince minutos.

Colgó y se quedó unos segundos en silencio. Javier lo observó desde la cocina, mientras los perros terminaban de devorar sus platos.

Javier: –¿Qué pasó, amor?

Nico: –Despidieron a cien trabajadores de una fábrica alimenticia. Micho y Myriam ya están en camino. Tengo que ir.

La expresión de Javier se endureció. Dejó el café y se acercó.

Javier: –Siempre aparece algo que te saca de acá. De nosotros.

Nico: –No es algo menor, Javi.

Javier: –Lo sé. Pero me rompe que justo hoy, cuando te soñé toda la semana, tengamos que volver a separarnos.

Nico le acarició la mejilla. Se acercó y lo besó con suavidad.

Nico: –Cuando vuelva, cocino yo. Te hago pollo con papas. Y un flan casero con dulce de leche. Pero tengo que estar ahí. Ellos no tienen voz si no vamos nosotros.

Javier: –Más te vale que ese flan me lo sirvas en el cuerpo. Y con crema.

Nico: –Prometido. Pero no te enojes. Sabés cómo soy.

Javier: –Por eso te amo. Justamente por eso.

Se besaron una vez más. Javier le alcanzó una campera. Nico saludó a los perros —que se quejaron cuando lo vieron prepararse para salir— y se subió al auto con su mochila al hombro. El custodio lo llevó hasta Lanús en menos de treinta minutos.


📍Lanús Oeste – Planta de “Delicias del Sur” – 11:02 hs

La escena era tensa. Frente a la enorme planta con rejas metálicas, más de cien trabajadores se agolpaban con pancartas hechas a mano, carteles improvisados y gritos que desgarraban el aire. Algunos lloraban. Otros insultaban a los directivos. Varios móviles de la policía estaban ya en la zona, y los oficiales —al menos veinte— estaban en posición de dispersión.

Nico bajó del auto, se acercó con el ceño fruncido. Myriam lo saludó con un gesto, seria. Micho estaba discutiendo con uno de los capataces en la puerta lateral.

Trabajador 1: –¡Nos echaron como perros, loco! ¡Veinte años en la planta, y ni una indemnización digna!

Trabajadora 2: –¡Hay mujeres que son sostén de familia acá! ¡Nos dejaron en la calle con una mano atrás y otra adelante!

Nico: –Estamos acá para acompañarlos. No se muevan de acá. Esta empresa va a tener que dar explicaciones. Y la policía también.

Se dirigió directo hacia el jefe policial, que lo miró con desconfianza.

Comisario: –Buenas tardes, diputado. Esta situación puede escalar. Estamos acá para prevenir incidentes.

Nico: –¿Prevenir? ¿O amedrentar? Porque lo que veo son trabajadores desesperados, no delincuentes.

Comisario: –Tenemos orden de garantizar la seguridad del perímetro.

Nico: –Entonces garantice también el derecho a la protesta. Nadie se va a ir de acá hasta que haya respuesta. Y si reprime, le juro que lo denuncio en todos los medios. Y personalmente ante el Ministerio.

Myriam y Micho se sumaron, encarándolo desde otros flancos. El comisario, superado, llamó por handy. Mientras tanto, los empleados despedidos aplaudieron las palabras de Nico. La tensión bajó apenas.

Myriam: –Nos tenemos que quedar acá toda la tarde si hace falta. Y esta noche llamamos a todos los medios.

Micho: –Esto no puede pasar. Están haciendo limpieza de personal antes de cerrar la planta. Ya lo hicieron con dos del rubro el mes pasado.

Nico: –Entonces esto no es sólo un conflicto laboral. Es político.

Pasaron las horas. Se armaron ollas populares. Myriam trajo café. Nico tomó fotos, grabó videos, los subió a redes. Los hashtags comenzaron a viralizarse.


📍Casa de Palermo – 20:41 hs

Javier miraba las noticias con los dientes apretados. Habían mostrado un fragmento de Nico enfrentando a un uniformado con voz firme. La cámara lo enfocaba de costado, con el puño cerrado, la mirada encendida.

Javier: "Qué orgullo me da. Y qué miedo también. Incluso aunque el tipo vaya totalmente en contra de mis principios."

Los perros lo miraban en silencio. Javier bajó el volumen del televisor y se acercó a la cocina.

Javier: –Igual me va a tener que hacer el flan sí o sí. Esto no se negocia.

Chapter 99: Te amo y te odio 🔞

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🕯️ Casa de Palermo – 23:38 hs

La cerradura giró con un clic seco. Javier ya estaba levantado del sillón antes de que Nico cruzara el umbral. Lo recibió con la bata abierta, el ceño preocupado y las manos inquietas.

Javier: –¡Por fin, zurdito! Estuve a punto de ir a buscarte yo mismo con los perros.

Nico dejó la mochila sobre la mesa del comedor, se sacó la campera y suspiró. Estaba sucio, con el rostro manchado de hollín y cansancio. Pero sonrió apenas.

Nico: –Cumplo mis promesas. Pollo con papas, flan, dulce de leche y crema. Dame media hora y está listo.

Javier: –¿Estás loco? Son más de las once y media, venís muerto. Vení, te caliento algo, y...

Nico: –No, no. Lo prometí. Y lo voy a hacer. Aunque me caiga dormido en la mesada.

Javier: –Te amo, zurdito testarudo.

Moro corrió a recibirlo con un par de ladridos breves, pegando saltitos, y luego se le tiró encima como si no lo viera desde hacía años. Los otros perros llegaron detrás, meneando las colas, oliéndolo como si viniera de otro planeta.

Nico: –Hola, mis amores. ¿También me extrañaron?

Javier: –Sí, pero yo más.

Nico lo besó con suavidad. Luego, se lavó las manos y fue directo a la cocina. Puso el horno a calentar, sacó las papas y el pollo que había comprado esa semana y se puso a trabajar en silencio. Mientras pelaba, Javier se le acercó por detrás, le acarició la espalda por debajo de la camiseta.

Javier: –¿Querés contarme?

Nico: –No vas a querer escucharlo. Fue uno de los días más bronca que tuve en el año. Y adiviná quién fue el responsable indirecto de todo.

Javier se tensó.

Javier: –La Ley Bases...

Nico: –La Ley Bases. Gracias a vos y tus diputados, ahora los empleadores pueden echar gente sin siquiera justificarlo. Cien personas quedaron en la calle. Cien familias. Y vos feliz con los números del mercado.

Javier: –Nico...

Nico: –No. No me expliques. No esta noche. Quiero cocinar para vos, darte de comer y cogerte después. Pero no me pidas que justifique esto. No puedo.

Javier no dijo nada. Solo lo miró de perfil. La mandíbula apretada, los ojos levemente húmedos por el desgaste del día. Y sin embargo, Nico lo hacía todo: cortaba papas, aliñaba el pollo, ponía el flan a baño María en el horno de arriba. Como si nada pudiera frenarlo.

Javier: –Te juro que sos lo más hermoso que tengo. Aunque a veces me odies.

Nico: –No te odio. Pero no todo se puede arreglar con amor. A veces duele amar a alguien con quien uno no coincide en lo esencial.

Silencio.

Las papas crujieron al entrar al horno. El olor al pollo al limón, al romero y al ajo empezó a invadir la casa. Javier puso la mesa en silencio. Los perros, a esa altura, estaban dormidos en el pasillo, rendidos. Solo Moro seguía alerta.

A las doce y veinte, se sentaron a cenar. Nico le sirvió una porción generosa de pollo, bien dorado, con papas crocantes. Javier se lo comió todo sin decir una palabra. El flan apareció después, frío, tembloroso, con dulce de leche espeso y crema montada.

Javier: –Esto es ilegal. Sos ilegal. Y lo que hacés con un flan... ni te cuento.

Nico: –¿Lo decís o lo pensás?

Javier: –Lo digo: esta noche te lo voy a comer como me comí este flan. Lento. Húmedo. Y sin dejar nada.

Nico sonrió. Le tembló el estómago. El enojo seguía ahí, pero debajo de todo, el amor no cedía.


🛏️ Dormitorio – 02:01 hs

Nico salió del baño desnudo, con el cabello húmedo, secándose con una toalla. Javier estaba en la cama, sólo con el pantalón del pijama. El velador derramaba luz ámbar sobre el cuerpo musculoso del Presidente, y sus ojos lo recorrían como si fuera una ofrenda.

Nico se acercó. Sobre la mesa de luz había un bowl pequeño con crema batida y un pote abierto de dulce de leche.

Nico: –¿En serio sacaste eso del desayuno?

Javier: –Prometiste flan y postre. No dijiste dónde iba cada cosa.

Nico se trepó sobre él sin previo aviso, montándolo. Se besaron con ansias contenidas, con rabia dulce, como si la política no pudiera entrar a ese cuarto.

Javier: –Desnudo. Arriba mío. Ya. O uso la cuchara para untarte entero.

Nico: –¿Eso es una amenaza o una promesa?

No hubo más palabras. Javier untó dos dedos con dulce de leche y los deslizó por el pecho de Nico, hasta uno de sus pezones. Luego los lamió, despacio, saboreando con los ojos cerrados.

Nico gimió suave.

Nico: –No me podés hacer esto... estoy cansado...

Javier: –Te voy a dar energía. Como hacen los deportistas con la pasta. Pero más rico.

Lo recostó con delicadeza. Abrió sus piernas. Untó un poco de crema en el vientre del omega, bajando con trazos juguetones hacia la ingle. Luego usó la lengua. Limpió todo. Lo lamió como a un postre recién servido.

Javier: "Mi omega, mi zurdo, mi dulce de leche favorito."

El cuerpo de Nico se estremecía. Su erección era evidente. La piel, sensible por el cansancio, vibraba al menor roce.

Nico: –Javi... cogeme. No quiero nada más. Quiero sentirte. Ya.

Javier: –Te voy a empujar tan hondo que te vas a olvidar hasta del conflicto social.

Lo preparó con paciencia. Le besó la espalda, las caderas, el hueco de las nalgas. Le metió los dedos con dulzura, despacio, hasta sentirlo temblar. Y cuando ya estuvo listo, lo penetró de una sola embestida lenta, profunda, haciendo que ambos soltaran un gemido.

El vaivén comenzó suave, rítmico. Luego más intenso. Javier lo agarró de la cintura, luego del pecho, y después del cuello —sin apretar, solo sosteniéndolo mientras lo hacía suyo—. Nico jadeaba contra las sábanas.

Nico: –¡Javi... me corro... no puedo más...!

Javier: –Corréte. Y sentí como te lleno después.

El orgasmo de Nico llegó con un grito ahogado. Javier no tardó. Se hundió una vez más, profundo, y descargó con fuerza, gimiendo en la garganta del omega.

Quedaron abrazados, sudados, pegajosos de crema, dulce y semen.

Javier: –Defendés al pueblo. Cocinás como un dios. Me amás como un ángel. ¿Dónde te firmo para siempre?

Nico: –En mi culo. Tenés espacio de sobra.

Rieron, agitados. Luego se limpiaron, se abrazaron entre las sábanas y Moro se trepó a la cama, ubicándose entre ambos.

Nico: –Él sí que sabe elegir con quién dormir.

Javier: –No lo culpo. Yo también elegiría dormir conmigo.

Se besaron una vez más.

Y se durmieron. Abrazados.

Chapter 100: Pantallas y secretos peligrosos

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📍Casa de Javier en Palermo – 07:36 hs

El cielo amanecía encapotado y la brisa húmeda hacía crujir las ramas del jacarandá de la vereda. Dentro de la casa, la quietud era casi total, apenas perturbada por el golpeteo sordo de una cola contra el piso de madera: Moro, acostado a los pies de la cama, movía la cola cada vez que escuchaba la respiración agitada de alguno de sus dos humanos.

Nico todavía dormía profundamente, acurrucado de lado, con una pierna sobre las caderas de Javier y la mano abierta sobre su pecho desnudo. El dulce aroma a chocolate y canela impregnaba las sábanas, mezclado con las feromonas alfa, con los restos del juego carnal de la madrugada. Habían dormido tarde, exhaustos, pero con el corazón lleno. El cuerpo también.

Javier: "Me prometió pollo con papas y cumplió. Y el flan... Mamita. No sé qué me puede más: si el dulce de leche o este zurdito mío lleno de crema entre las piernas."

El Presidente no se movió. Tenía la cabeza hundida en la almohada y una mano atrapada bajo la nuca de su omega. La otra acariciaba con parsimonia la espalda desnuda de Nico, bajando lento hasta rozar apenas la curva de su cintura.

Javier: —Cinco minutos más... Dale...

Nico: —Mmm... no empieces, Javi. Hoy tengo mil cosas. No puedo llegar tarde otra vez al Congreso...

Javier: —Que lleguen ellos tarde, vos tenés derecho a dormir abrazado a tu alfa...

Nico: —No soy el único zurdo que milita, ¿sabías?

Javier: —No, pero sí el único que me moja la cama con dulce de leche...

Nico se rió, aunque sin abrir los ojos. Se estiró como un gato, y luego se acurrucó aún más sobre el cuerpo de Javier, con la nariz en su cuello.

Nico: — Dale, que si no nos levantamos ya, no desayunamos.

Javier: —Eso sí sería un crimen social. Vamos.

Se levantaron juntos. A la distancia se escuchaban los pasos pesados de los bullmastiff, golpeando con fuerza las puertas. Conan ladró una vez, impaciente. En el living, los seis perros los esperaban con la lengua afuera y ojos atentos.

Mientras Javier servía café y abría una bolsa de medialunas, Nico prendió el televisor. La pantalla mostró la apertura del noticiero de la mañana, con imágenes del día anterior: la manifestación en la fábrica, Nico y Micho hablando con la policía, y los empleados haciendo una sentada frente al portón. En el margen inferior, una placa en letras rojas:

"Crisis laboral: denuncian 100 despidos en planta alimenticia. Del Caño exige retroceso del decreto presidencial."

Javier suspiró.

Javier: "Era obvio que lo iban a encuadrar así. Todo lo que hago, lo va a deshacer este zurdo divino con una medialuna en la mano."

Nico: —Mirá eso. Ni nombraron al dueño de la fábrica, eh. Toda la culpa es del decreto...

Javier: —Y de mí, claro. Del dragón liberal. El que echa gente por placer y luego se come un flan casero como si nada.

Nico: —¿Y no es así?

Javier: —Shhh... no me contradigas con la boca llena.

Ambos sonrieron, pero la sonrisa duró poco. El celular de Nico vibró sobre la mesa. Lo tomó con una mano mientras masticaba.

Nico: —Es de Telenoche. Me invitan esta noche al piso. Quieren hacerme una entrevista en vivo sobre lo de la fábrica. Dice que me esperan a las 21:30. Producción de Canal 13. No es joda...

Javier: —¿Vas a ir?

Nico: —Y... sí. Es una oportunidad para hablarle al país. Y defender a los laburantes.

Javier: —¿Sabés lo que se juega ahí? Si te hacen una pregunta sobre tu vida privada, si te llegan a asociar conmigo...

Nico: —¿Y si no? ¿Y si lo manejo bien? No voy a hablar de nosotros, Javi. Pero tampoco me voy a esconder. Sé lo que tengo que decir.

Javier: "Es más valiente de lo que quiero que sea. O más kamikaze."

Suspiró. Se acercó a Nico, le acarició el rostro con ambas manos y lo besó lento en la frente.

Javier: —Entonces hacelo. Pero volvé entero. Si alguien te toca un pelo, lo hago desaparecer.


📍Casa de Palermo – Noche – 20:51 hs

Nico se ajustaba la chaqueta negra frente al espejo del baño. Estaba peinado, prolijo, con una remera gris debajo y pantalones oscuros. Sobrio, militante, serio. Javier lo miraba desde la puerta, con los brazos cruzados.

Javier: —Estás facherísimo. Vas a romperla. No dejes que te manipulen.

Nico: —No soy tan boludo, amor.

Javier: —Eso decimos todos antes de caer en la trampa de un movilero hijo de puta. ¿Seguro que no querés que te acompañe?

Nico: —No. Tiene que parecer que estoy solo. Vos cuidás mi espalda desde otro lado. Ya me alcanza.

El auto lo esperaba con un custodio adentro. Javier lo acompañó hasta la puerta. Se despidieron sin besarse, apenas con un apretón de manos que duró demasiado.

Javier: —Mierda, cómo te quiero, zurdito.

Nico: —Volvé a poner el flan en la heladera. Vengo por postre.


📍Estudios de Telenoche – Canal 13 – 21:31 hs

La escenografía lo envolvió con luces frías y música de fondo. Nico se sentó, respiró hondo. Del otro lado, los periodistas ya lo esperaban. Un técnico le colocó el micrófono. Todo listo.

📍Casa de Palermo – Living – 21:34 hs

Javier estaba solo, en jogging y remera, con Moro y Lucas acostados sobre sus pies. Tenía el control remoto en la mano y el corazón en la garganta. Subió el volumen justo cuando la imagen de Nico apareció en pantalla, en primer plano.

Periodista: —Buenas noches, Diputado Del Caño. Gracias por venir. ¿Cómo se sintió ayer, frente a esa multitud de trabajadores despedidos?

Nico (en pantalla): —Con bronca. Pero también con una responsabilidad muy clara: ser su voz, ser su respaldo. Alguien tiene que hablar por ellos.

Los ojos de Javier se humedecieron apenas. La voz del zurdo llenaba la sala.

Javier: "Sos una bomba, Nico. Y no sabés cuánto te amo por eso."

Los perros respiraban pesadamente, como si también escucharan. El país entero lo hacía.

Y él, el Presidente, desde el sillón de su casa, escuchaba al amor de su vida hablarle a la Nación.

Chapter 101: Entre el amor y la bronca

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🖥️ Estudios de Canal 13 – Programa Telenoche – 21:34 hs

Las luces blancas del estudio le daban a la piel de Nico un tono más pálido de lo habitual, pero la postura erguida y el gesto sereno le conferían una presencia poderosa. Vestido de negro, con una remera gris que contrastaba con el fondo digital del noticiero, era la imagen de la oposición responsable, de la militancia firme.

Del otro lado, los periodistas hacían su trabajo con la precisión de bisturís. El conductor principal tomó la palabra.

Periodista 1: –Diputado Del Caño, usted estuvo ayer encabezando una protesta en las puertas de una fábrica alimenticia. ¿Nos puede contar qué ocurrió exactamente?

Nico: –Lo que ocurrió es que despidieron sin causa a cien trabajadores, amparándose en un marco legal promovido por este gobierno. Un decreto que permite a los empleadores despedir sin indemnización, sin justificación, sin consecuencias. Nosotros fuimos a frenar un atropello, no a montar un show político.

Periodista 2: –¿Pero no cree que la crisis económica amerita que se tomen medidas duras para proteger al sector privado?

Nico: –¿Proteger al sector privado echando trabajadores? ¿Recortando derechos? ¿Ese es el modelo? A mí no me vengan con que echar a cien personas es una “medida dura”: es violencia económica. Es crueldad legalizada. No puede ser que el ajuste siempre caiga sobre los mismos: los que laburan.

La cámara hizo un breve paneo, enfocando la expresión tensa de los periodistas. En Twitter, el nombre Del Caño empezaba a ser tendencia. Algunos hashtags: #ZurditoValiente, #NicoDelCañoEnTelenoche, #NoALosDespidos #ZurdoEmpobrecedor #AtentadoALaLibertad.

Periodista 1: –Usted mencionó que estos despidos están relacionados con el decreto presidencial... ¿Está acusando directamente al presidente Milei?

Nico: –Estoy diciendo lo que todos saben y pocos se animan a decir: cuando un presidente firma una ley que legaliza la barbarie laboral, es responsable de cada abuso que se ampare en esa ley. No estoy atacando a la persona, estoy señalando una política concreta, con consecuencias reales.

Periodista 2: –¿Y no teme represalias por sus declaraciones tan contundentes?

Nico (mirando a cámara): –No. Porque a mí no me votaron para callarme. Me votaron para defender a los que no tienen voz en la rosca del poder. Y mientras tenga un micrófono, una banca, o un par de cuerdas vocales, lo voy a hacer.

Un murmullo recorrió el estudio. El conductor se enderezó, notando la tensión.

Periodista 1: –Diputado, para cerrar... ¿Qué le diría hoy al Presidente de la Nación si lo tuviera enfrente?

Nico hizo una pausa. Respiró. La cámara lo enfocó en primer plano.

Nico: –Le diría que recuerde por qué está ahí. Que un país no se construye con odio ni con desprecio a los que menos tienen. Que ser líder no es mandar, es escuchar. Y que los que se creen eternos, muchas veces duran menos que un contrato basura.


📱 Redes sociales – Simultáneo

En Twitter, la reacción fue inmediata. Capturas de pantalla, frases destacadas, memes, insultos, declaraciones de amor. Los comentarios eran una avalancha imparable:

“Nico Del Caño, te banco hasta el final. Gracias por poner el cuerpo.”

“Milei temblando en el sillón. Este zurdo no le tiene miedo a nada.”

“Che, lo de Nico fue un palo directo a Javier. Se sintió personal.”

“¿Soy yo o se lo dedicó a alguien que conoce bien desde adentro?”

En Instagram, el corte con su respuesta final ya sumaba miles de vistas. En TikTok, su imagen con la placa “NO ME VOTARON PARA CALLARME” circulaba en loop.


🏡 Casa de Palermo – 23:08 hs

La puerta se abrió sin hacer ruido. Javier estaba sentado en el sillón, con el televisor apagado, una copa de vino en la mano y un perro (Moro, por supuesto) durmiendo con la cabeza sobre sus pies.

Nico: –¿Lo viste?

Javier alzó la vista. Su expresión era una mezcla de orgullo y dolor.

Javier: –Sí. Lo vi. Sos un hijo de puta... pero qué bien hablás.

Nico dejó la mochila sobre el piso, se quitó la campera, y caminó hasta él. Lo miraba con una mezcla de incertidumbre y ternura.

Nico: –¿Estás enojado?

Javier: –No. Estoy... conflictuado. Te entiendo más de lo que me gustaría. Y al mismo tiempo me quiero arrancar los pelos cuando te veo tan expuesto.

Nico: –¿Y no te gustó la parte en la que te hablé sin nombrarte?

Javier: –Sí. Esa me encantó. Me llegó hasta el bazo.

Nico se agachó frente a él, lo besó con cuidado y le acarició la cara con una mano.

Nico: –¿Querés flan?

Javier: –¿Hay dulce de leche y crema?

Nico: –Obvio.


🍮 Cocina – 23:24 hs

Sentados a la barra, los dos con cucharas en la mano, compartían el flan directamente desde la fuente.

Javier: –Sigo pensando que ese micrófono te calienta más que yo.

Nico: –No seas celoso, vos tenés otras funciones...

Javier: –¿Ah, sí? ¿Cuáles?

Nico (con una sonrisa ladeada): –Desnudarme. Morderme. Rellenarme hasta que no pueda caminar.

Javier: –La democracia agradece tu entrega.


🛏️ Dormitorio – 00:02 hs

Cayeron entre las sábanas como dos fieras en celo. Javier se metió entre las piernas de Nico mientras le sacaba la ropa sin miramientos. El omega ya estaba duro, húmedo, envuelto en ese aroma dulce y penetrante que lo volvía adicto.

Con una cuchara, untó un poco de dulce de leche sobre el pecho de Nico.

Javier: –Orden presidencial: no se desperdicia nada.

Lo lamió desde el pecho hasta el ombligo, mientras sus dedos buscaban la entrada cálida, sensible, temblorosa. Nico se arqueó, jadeando.

Nico: –Javi... cogeme. No te aguanto más.

Javier lo preparó con paciencia, lo abrió con dos dedos, lo estiró con la lengua, hasta que el omega le rogó llorando. Cuando lo penetró, fue con un solo empujón, profundo y firme. Nico gritó su nombre.

Javier: –Así te quiero. Desarmado. Mío.

Las embestidas se aceleraron, sudor contra sudor, jadeo con jadeo, hasta que Nico se corrió sin tocarse, empapando el abdomen de Javier. El alfa no tardó en llenarlo adentro, gruñendo con la frente apoyada en su cuello.

Quedaron unidos, temblando, envueltos en ese olor a sexo, crema y cariño.

Nico: –¿Todavía pensás que el micrófono me calienta más?

Javier: –Ni en pedo. Pero si llegás a hablar así en Telenoche... me da un ACV.

Ambos se rieron. Y con los cuerpos entrelazados, como si ninguna pantalla pudiera separarlos nunca, se quedaron dormidos.

Moro, desde los pies de la cama, suspiró satisfecho.

Chapter 102: ¿Por qué él?

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📍Casa de Palermo, Cocina – Martes – 08:12 hs

La cafetera humeaba sobre la mesada mientras el sol entraba a través de la ventana con esa luz dorada que sólo los días despejados de Noviembre sabían dar. Sin embargo, nada en el aire de esa mañana tenía algo de apacible para Nico.

Vestía su pantalón de algodón oscuro, sin remera, el pelo revuelto y el celular en una mano, con el ceño fruncido. En la pantalla, una notificación de Página/12 lo había despertado antes de que siquiera pudiera besar a Javier. No eran buenas noticias.

Nico: "Otra vez este hijo de puta de Sturzenegger... Ministro del demonio. Ministro de la hijaputez, más bien."

Cliqueó el enlace y leyó con creciente irritación:

“El Ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, confirmó esta mañana en conferencia de prensa que, gracias a las facultades que le otorga la Ley Bases y a las disposiciones ya vigentes de la reforma laboral, los empleadores podrán despedir sin topes ni justificación a empleados, y sin obligación de indemnización. Se establecerá además un sistema de "bajas express", con tramitación digital.”

Se le heló la sangre. Lo sabía. Sabía que lo que habían aprobado iba en esa dirección. Pero no que llegaría tan rápido ni con esta crueldad institucionalizada. Dejó el celular sobre la mesa con fuerza, sin golpearlo, pero casi.

Nico: "No digo que no lo quiera, pero ¿por qué tuve que enamorarme de ÉL justamente y no de alguien más? Si de a ratos es obvio que Javier está atacando a los que tanto prometió defender durante su candidatura: los jubilados, los pobres y los trabajadores. En fin, está perjudicando a 'la gente de bien' que tanto él quería ayudar, y que encima confiaron en él y le dieron su voto, allá por el Octubre de 2023."

Javier apareció desde el pasillo, en jogging y sin remera, con el pelo desordenado y la cara marcada por la almohada. Se rascaba el pecho y bostezaba.

Javier: –Buen día, zurdito... ¿ya estás con el ceño fruncido a esta hora? ¿Qué pasó?

Nico le mostró el celular sin decir palabra. Javier leyó en silencio, su expresión pasando de desconcierto a rigidez.

Javier: –Ya lo sabías, ¿no? Esto estaba dentro del paquete de reformas que vos mismo denunciaste. No es nuevo.

Nico: –¿Sabés qué sí es nuevo? Que puedan despedir a cualquiera, sin motivo y sin siquiera pagarle una indemnización. ¿Y sabés qué más? Que el responsable político de que eso sea posible... sos vos.

El silencio fue brutal. Javier parpadeó una vez. Dos.

Javier: –Te estás dejando llevar por la emoción. Es una medida que flexibiliza el mercado laboral, permite dinamizar la rotación.

Nico: –¡Dinamizar la rotación, las pelotas! ¡Estás dejando sin defensa a los laburantes! A los que vos mismo decías que iban a ser la prioridad. ¿En qué momento se te fue todo al carajo, Javier?

Javier (endureciendo la voz): –No se me fue nada. Estoy cumpliendo con lo que prometí: achicar el Estado, fomentar la productividad, sacar a la Argentina del infierno en el que estaba. A veces duele. A veces duele mucho. Pero es el costo de arreglar lo que ustedes destruyeron.

Nico: –¿Vos te escuchás? ¿En serio creés que esto arregla algo? ¿Qué tipo de justicia social podés defender si habilitás que se eche gente como si fueran botellas vacías?

Se dieron la espalda. Javier fue hacia el lavamanos y se mojó la cara. Nico volvió a la mesa y se sentó con los brazos cruzados, mordiéndose el labio para no llorar. Moro, sensible a los ánimos, entró lentamente al comedor y apoyó la cabeza sobre las piernas del omega.

Nico (acariciando al perro): –Gracias, hijo. Sos el único que me entiende últimamente.

Javier: –No digas boludeces.


📱Casa de Palermo – Habitación – 11:07 hs

Nico se sentó en la cama después de una ducha helada. Seguía angustiado. Revisaba el celular para distraerse cuando un número desconocido le envió un mensaje. No era texto. Eran fotos. Y videos. Tres, para ser exactos.

Uno mostraba a Javier en una cena en un restaurante de Puerto Madero, al lado de Amalia "Yuyito" González, tomándose la mano. Otro, un breve clip en el que ambos se reían. Y el último, una imagen de ambos saliendo abrazados del lugar.

Debajo, el mensaje:

“Pensá bien si el sacrificio vale la pena. A veces, el león muerde mientras ronronea.”

La piel de Nico se erizó.

Nico: "¿Qué es esta mierda...? ¿Esto es de ahora? ¿Esto es de hace días? ¿Hace semanas? ¿Qué carajo pasa?"

Le respondió al emisor sin filtros:

Nico: "No tengo idea quién sos, ni qué buscás. Pero si esto es una operación sucia, conmigo te equivocaste. No te tengo miedo. No me vas a quebrar."

Guardó los archivos y fue directo a buscar a Javier, que en ese momento se encerraba en su despacho con papeles del día.


📍Casa de Palermo – Despacho de Javier – 11:14 hs

Nico abrió la puerta sin golpear.

Nico: –¿Cuándo pensabas contarme que estabas saliendo con Yuyito González?

Javier lo miró como si le hubieran arrojado un balde de agua fría. Tardó varios segundos en responder.

Javier: –¿Qué?

Nico: –Me llegaron fotos. Videos. De ustedes dos, en restaurantes, en cenas. Abrazados. Riéndose. No es de la campaña. Es actual. Es de hace días, como mucho. ¿Qué carajo está pasando, Javier?

Javier: –¡No estoy saliendo con ella!

Nico: –¿Entonces? ¿Qué hacías abrazado a tu ex, en público, como si fueras soltero? ¡Me dijiste que habías cortado con ella para estar conmigo! ¿O me mentiste desde el principio?

Javier (exasperado): –¡No te mentí! No tengo nada con Amalia. Es cierto que fuimos pareja, pero eso terminó antes de conocerte. Lo sabés. Y esto fue un encuentro casual, una cena porque me pidió hablar de... de cosas personales. Está atravesando un mal momento. Nada más.

Nico: –¿Y vos sos terapeuta ahora? ¿Tenías que cenar con ella, tomarle la mano y abrazarla como si siguieran en algo? ¿Me estás tomando por boludo, Javier? ¿Me merezco esto?

Javier: –¡No pasó nada! ¡Y no te estoy tomando por boludo! ¡Te amo, Nico! ¡Lo único que quiero es estar con vos!

Nico (con la voz quebrada): –Entonces cuidame. Porque lo único que estoy viendo es cómo te alejás de todo lo que dijiste que eras. Y de mí.

Chapter 103: Amor en pausa

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📍Casa de Palermo – Martes 5 de Noviembre de 2024 – 21:46 hs

La cena se enfriaba sobre la mesa. La luz cálida del comedor apenas lograba disimular la frialdad que se había instalado en el ambiente desde esa mañana.

El silencio era tan tenso que parecía tener cuerpo propio, suspendido entre ellos como una tercera presencia invisible pero tangible. El reloj de pared marcaba cada segundo con un tic seco y lento, como un recordatorio cruel de la distancia que había crecido entre sus cuerpos y sus certezas.

Javier y Nico estaban sentados uno frente al otro, separados por platos casi intactos con milanesa de soja y puré, como dos figuras de cera. El tenedor de Nico apenas se movía. El presidente cortaba distraídamente con el cuchillo, sin levantar la mirada.

El crujido leve del pan, al romperse entre los dedos de Javier, fue casi una explosión sonora en medio del mutismo. La transpiración que nacía en su nuca no era por calor, sino por la incomodidad que lo ahogaba desde adentro. Frente a él, Nico permanecía inmóvil, como si el peso de todo lo no dicho lo mantuviera anclado al asiento.

Moro se había acostado cerca de la silla de Nico, moviendo la cola con lentitud, como si entendiera la tensión. Cada tanto lo miraba con esos ojos negros brillantes, queriendo consolarlo, pero el omega no lo miraba. Seguía mascullando pensamientos con la mirada fija en un punto invisible del mantel.

A su alrededor, los aromas de la cena se descomponían: el olor del puré tibio, el rebozado crujiente que ya había perdido textura. Todo era tibio y marchito, como la velada. Como ellos.

No hubo palabras. No hubo brindis. Sólo el murmullo de los cubiertos, y los jadeos leves de los otros perros echados en el living, como si todos, hasta los bullmastiff, percibieran que la armonía de esa casa estaba en peligro.

La escena era de una cotidianeidad rota. Los ojos de ambos evitaban cruzarse, como si un cruce de miradas pudiera hacer estallar todo.


📍Casa de Palermo – Pasillo – 22:28 hs

Javier salió primero del comedor. Cerró la puerta del lavadero con más fuerza de la que pretendía. Necesitaba aire.

El golpe reverberó por el pasillo como un portazo simbólico. Apretó los dientes al notarlo, se detuvo de inmediato, y respiró por la nariz con el pecho ardiéndole. El frío del piso de madera bajo sus pies era el único contacto concreto que sentía con la realidad.

Camino hacia su escritorio, pero se detuvo a medio paso y se apoyó contra la pared, presionando sus párpados con los dedos.

Javier: "¿Cómo carajo llegamos a esto? ¿Por qué no puedo dejar de herirlo, incluso cuando no quiero? Lo amo... Lo amo como a nadie en mi vida. Pero si él ya no me cree... ¿Qué mierda me queda?"

El empapelado áspero rozó su frente. Apoyó la frente contra la pared, exhalando por la nariz con los ojos cerrados. Sintió que lo estaba perdiendo. Y eso lo rompía en partes que no sabía cómo volver a juntar.

A lo lejos, los perros se acomodaban con un ruido sordo de patas y hocicos sobre el parqué, pero nadie se acercaba. Parecía que hasta los animales respetaban ese duelo mudo entre dos hombres enamorados y extraviados.

En silencio, volvió al comedor y recogió los platos. Los llevó al fregadero y los lavó como autómata.

El agua corría tibia, pero no aliviaba. Froto los bordes del plato como si tallara un mantra de culpa. Las migas se iban por el desagüe como el tiempo, como las oportunidades perdidas, como lo que no supo decir a tiempo.

Cuando regresó al living, Nico ya no estaba. El sillón tenía una manta doblada encima. Unos segundos después, oyó la puerta del baño cerrarse.

Fue entonces cuando vio la oportunidad. Sobre la mesa ratona, el celular de Nico descansaba desbloqueado. Sin pensarlo, lo tomó, abrió la conversación con el número desconocido que le había enviado las fotos, y se lo reenvió a Cristian con un mensaje escueto:

Javier: "Necesito que averigües todo sobre este número. Actividad, localización, titular. No preguntes. Es urgente."

El corazón le latía en la garganta. Las manos le temblaban, aunque su pulso solía ser firme hasta en los debates parlamentarios. Unos segundos después, la confirmación de entrega apareció.

Javier dejó el teléfono en su lugar exacto y se retiró, silencioso, al dormitorio.


📍Dormitorio – 23:51 hs

La cama estaba tendida, impecable. Pero se sentía vacía.

El acolchado tenía un pliegue perfecto en las esquinas. La sábana olía a jabón neutro. Todo demasiado prolijo, demasiado frío.

Javier se sentó al borde, con los codos sobre las rodillas y la cara entre las manos. El silencio era espeso. Apenas roto por algún suspiro lejano de los perros.

Y entonces lo oyó. Un llanto. Bajo, entrecortado, desde el living. Supo enseguida que era Nico.

Le tembló una pierna. Un impulso quiso llevarlo de inmediato hacia él, pero se obligó a quedarse. No se levantó. No esta vez.

Se quedó quieto, apretando los ojos con fuerza, mordiéndose el labio inferior.

Javier: "Quiero abrazarlo. Quiero correr y decirle que todo va a estar bien. Pero ¿de qué sirve si no me cree?"

Las uñas marcaban su cuero cabelludo mientras sus dedos recorrían su cabeza. El dolor físico era nada al lado del peso emocional.

Sintió una presencia a su lado. Cuando abrió los ojos, Moro se había subido a la cama y lo miraba en silencio.

Se acercó despacio, como si supiera que Javier estaba quebrado, y apoyó el hocico en su muslo.

El calor del animal atravesó la tela del pantalón como un bálsamo silencioso. El olor a perro limpio y a hogar lo envolvió.

Javier deslizó una mano temblorosa por el lomo del perro, y el calor de ese gesto lo desarmó.

Javier: –Vos sí que sabés todo, ¿no? Vos lo viste llorar... y ahora me ves así. Y yo acá, un león de papel mojado, sin poder hacer nada. No me alcanza con ser presidente si no soy capaz de proteger lo único que amo de verdad.

Moro gimió suave, como si respondiera. Apoyó una pata sobre el pecho de Javier, que bajó la frente hasta tocarla.

Javier: –Lo lastimé. No sé cómo, pero lo hice. Y por más que no le haya sido infiel... no me cree. Y no lo culpo. ¿Sabés? A veces creo que ni yo me creo. Que vivo actuando. Que este personaje me tragó entero... y que él es lo único real que me queda. Pero si lo pierdo... Moro, si lo pierdo, no sé cómo voy a seguir.

El perro lamió su rostro despacio, con cuidado. Javier lo abrazó con fuerza.

La cama crujió bajo el peso del hombre vencido y del perro fiel. Afuera, un colectivo pasó con un silbido apagado. Dentro, la tristeza seguía latiendo.


📍Living – 00:15 hs

Nico estaba acostado en el sofá, hecho un ovillo bajo la manta. Tenía los ojos rojos, hinchados. La camiseta que llevaba aún olía a Javier, y eso lo rompía aún más.

El perfume amaderado, mezclado con el calor tenue del cuerpo que la había vestido, lo abrazaba como un fantasma.

Nico: "No quiero odiarlo. No quiero. Pero no sé qué hacer con todo esto. ¿Cómo se ama a alguien que construye un país que te duele? ¿Cómo se confía en quien fue visto abrazando a quien dijo haber dejado por vos? ¿Y si todo fue una mentira? ¿Y si yo fui el escape, el entretenimiento? ¿Y si nunca me eligió de verdad?"

Las lágrimas empapaban la funda del almohadón. Respiraba entrecortado, con esa sensación de estar ahogándose incluso fuera del agua.

Moro se había acercado antes. Había intentado subir, empujarle la cabeza con cariño. Pero Nico, llorando, sólo se había girado y le había dado la espalda.

Nico: –No, Moro. No. No ahora... No quiero que nadie me vea así.

Y Moro, como si entendiera, se había retirado despacio. Ahora estaba con Javier.

En la oscuridad del living, Nico se apretó más contra el respaldo del sillón. Cerró los ojos. La manta ya no abrigaba. Y por más que intentara dormirse, el dolor le hacía un nudo en la garganta.

El tic del reloj, lejano desde el comedor, era una tortura. Su cuerpo temblaba, pero no era frío. Era desconsuelo.


📍Dormitorio – 01:09 hs

Javier seguía sentado en la cama. No se había acostado. Ni siquiera se había sacado la ropa del día.

El saco estaba tirado en el respaldo de la silla. El nudo de la corbata seguía flojo en su cuello, como una soga mal hecha.

Miraba fijo el celular, esperando una respuesta de Cristian.

La pantalla negra devolvía su reflejo demacrado. La notificación no llegaba. El silencio lo devoraba. Y Moro, echado a su lado, no lo dejaba solo.

Javier: –Ojalá pueda perdonarme. Ojalá me crea. Porque si no, Moro... voy a estar perdido.


📍Casa de Palermo – Madrugada – 03:17 hs

La ciudad estaba en calma. Pero en aquella casa, dos corazones ardían, rotos, deseándose y temiendo el abismo.

La noche no trajo alivio. Sólo ladridos suaves en la penumbra. Y el eco de lo que ambos sabían: que el amor, por más fuerte que fuera, también podía tambalear.

Afuera, una sirena sonaba a lo lejos. Algún vecino apagaba luces. El calor era sofocante a pesar de la hora. Adentro, lo único que aún ardía... era la incertidumbre.

Chapter 104: Lo que no se dice

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📍Casa de Palermo – Miércoles – 07:21 hs

La luz entraba tímida por las persianas a medio cerrar. Javier estaba sentado en la mesa de la cocina, con un café frío entre las manos. Su celular vibró una vez.

Cristian: "Te paso lo que encontré. El número pertenece a un chip prepago, registrado con DNI trucho. La ubicación desde la que se enviaron los mensajes está triangulada en Boedo. Pero lo más extraño: el chip fue comprado con una tarjeta a nombre de un tal Jorge Álvarez. ¿Te suena?"

Javier frunció el ceño. Jorge Álvarez era un ex operador político, desterrado del Congreso hacía años, ligado al massismo y con vínculos tenues, pero persistentes, con sectores del peronismo residual. Era uno de esos fantasmas que pasaban por pasillos de poder sin dejar huella legal. Sus manos habían estado detrás de operaciones mediáticas turbias desde los tiempos de Cristina.

Cristian: "No está claro si el tipo operó solo o lo usaron. Lo más probable es que sea un testaferro. El contenido fue enviado desde una notebook con VPN, pero el error fue dejar activo el GPS de respaldo de Google. Te paso ubicación exacta."

Javier deslizó los dedos por el mensaje, luego pulsó para escribir:

Javier: "Gracias. ¿Cómo supiste tanto tan rápido?"

Cristian: "Porque lo tomé personal. No me gusta verlo así, Presidente. Pero ahora le toca a usted: ¿los mensajes fueron enviados a Nico o a usted? ¿Por qué le importa tanto? ¿Qué fue lo que este tránsfuga le envió?"

El presidente dejó el teléfono sobre la mesa. No respondió.


📍Congreso de la Nación – Cámara de Diputados – 10:02 hs

El debate del día era sobre la modificación de la Ley de Tierras Fiscales, que planteaba la venta directa a grupos inversores para "desarrollos productivos". En los pasillos ya se hablaba de negociados millonarios encubiertos, y de las posibles consecuencias para pueblos originarios y cooperativas rurales.

Nico estaba en su banca, el saco prolijamente puesto sobre los hombros, pero con la camisa arrugada en la espalda. No era por descuido: era por las horas de insomnio que había pasado en el sillón. Se notaba que no se había afeitado, y sus ojeras dibujaban surcos oscuros bajo sus ojos cafés. Desde su banca, miraba fijo hacia el centro del recinto. No hablaba. Pero ardía.

Nico estaba en su banca, el saco prolijamente puesto sobre los hombros, pero con la camisa arrugada en la espalda. No era por descuido: era por las horas de insomnio que había pasado en el sillón. Se notaba que no se había afeitado, y sus ojeras dibujaban surcos oscuros bajo sus ojos cafés. Desde su banca, miraba fijo hacia el centro del recinto. No hablaba. Pero ardía.

Micho, acercándose con dos mates: –Estás destruido, flaco. ¿Dormiste algo?

Nico, recibiendo el mate sin mirarlo: –Dormí... lo justo para tener pesadillas.

Micho: –¿Y no querés contarme qué pasa?

Nico, clavando la vista en los papeles: –Si te contara, dejarías de verme igual.


Antes de que Micho pudiera insistir, se abrió el micrófono central. Lilia Lemoine (diputada de La Libertad Avanza), vestida con un traje celeste pastel que contrastaba con su tono agrio, pedía la palabra.

Lilia: –Lo que tenemos que entender es que la tierra sin productividad no sirve. La tierra no es una entidad mágica que se bendice por sí sola. Hay que entregársela a quienes inviertan, produzcan, generen empleo. Basta de llorar por comunidades que no tributan ni respetan las leyes. No podemos seguir permitiendo que cuatro hippies disfrazados de defensores del pueblo frenen el crecimiento del país. Basta de llorar tierras fiscales para mapuches que ni siquiera respetan la Constitución.

Nico, levantando la mano con furia contenida: –Presidencia, exijo la palabra por agravios.

Martín Menem: –Diputado Del Caño, no está en uso de la palabra. Le recuerdo que debe guardar respeto por el reglamento.– dijo con fastidio.

Nico: –¿Respeto? ¿Respeto a esta señora que vive del maquillaje estatal, mientras se llena la boca hablando de meritocracia? Si a usted le hacen un juicio por nepotismo, le van a sacar las ganas de maquillarse tanto.

Lilia se levantó de su banca.

Lilia: –¿Perdón? A mí no me maquilla nadie. Yo me gané mi lugar, no como vos, que vivís prendido del pecho del Estado y de otros también, ¿no? Además, yo por lo menos me visto y no me disfrazo de militante cada mañana...

Minutos después, Darío Schultz, también diputado del oficialismo, saltó a atacar al cordobés.

Darío Schultz, desde el fondo: –¡Zurdo violento! Ya lo sabemos todos: el que no puede debatir ni tiene argumentos sólidos, grita.

Nico, girando furioso: –¿Y vos querés debatir o querés que te acomode las ideas con la mano abierta? Porque hace semanas que venís tirando mierda, Schultz, y te juro que un día me cansás del todo.

Martín Menem, golpeando el mazo: –¡Diputado Del Caño, le ordeno que se siente de inmediato! Esta no es una cancha de fútbol. Le hago un último llamado al orden.

Nico, volviendo a sentarse de mala gana: –Entonces ordenen también las cloacas, que se le están escapando los bichos.

Micho lo miró con una mezcla de asombro, preocupación y pena.

Micho: "Nunca te vi así..."


📍Congreso – Salida posterior – 18:17 hs

Al salir por una de las puertas laterales, Nico quedó helado. En la vereda, a pocos metros, Javier Milei abrazaba con ternura a Lilia. Le decía algo al oído mientras ponía una mano en su mejilla. El mundo pareció suspenderse.

Los ojos de Lilia encontraron los de Nico. Y entonces, sin dejar de mirarlo, le dijo algo al oído a Javier mientras lo señalaba con el dedo.

Ambos lo miraron. Serios. Juzgándolo. En especial Javier, quien lo miraba como si no lo conociera.

Micho apareció en ese momento.

Micho: –¿Qué carajo fue eso? ¿Te están señalando? ¡La rubia esa...! ¡La conchuda esa te está provocando!

Nico, con la voz quebrada: –No, Micho. No vayas. Por favor. Necesito otra cosa...

Micho: –¿Qué?

Nico, bajando la mirada: –Necesito que me abraces.

Micho lo abrazó fuerte, sin decir nada más. Y fue allí cuando Nico se quebró por completo.


📍Café La Poesía – San Telmo – 19:32 hs

Sentados frente a una ventana empañada, con dos cafés humeantes sobre la mesa, Micho no aguantó más.

Micho: –Lo que pasó hoy en la sesión fue de otro planeta. Nunca te vi así, Nico. Estás a punto de explotar. Te vi llorando hace una hora atrás. No es sólo política esto. No es sólo Lilia. Es algo más. Estás roto, Nico.

Nico, jugando con la cucharita: –Estoy... complicado. Hay cosas que no puedo decirte. No porque no quiera. Porque no debo.

Micho: –¿Es por alguien en especial?

Nico, dudando: –En parte. Pero no es como vos pensás. Hay vínculos. Contradicciones. Personas que no son lo que parecen. Personas que creés que son tuyas o están de tu lado... y no lo son ni lo están.

Micho: –¿Estás en peligro?

Nico: –No. Pero tengo el corazón hecho mierda.


📍Casa de Palermo – 21:03 hs

Javier estaba parado en la cocina con los brazos cruzados.

Javier: –Che, vos. ¿Se puede saber dónde estabas y por qué recién ahora llegás, cuando la sesión terminó hace horas? ¿Con quién estabas, zurdo?

Nico: –¿Y vos me preguntás eso? Después de lo cariñoso que estuviste con Lilia Lemoine hoy, delante de todo el Congreso. Dale, Javier. ¿Qué querés, que sea idiota? ¿Y te contó también que vos y ella parecen más pareja que vos y yo? Porque esa fue la imagen que dieron hoy.

Javier: –No tenés por qué maltratar a alguien que opine diferente a vos. O mejor dicho, alguien que no se niega a ver la realidad tal como es. Y sí, Nicolás, Lilia me contó todo lo que le dijiste hoy en el Congreso. La pifiaste feo.

Nico: –¿Y qué me decís vos de andar tan pegote con ella? ¿Te olvidás que estás en una relación? ¿O eso es sólo cuando te conviene?

Javier: –¿Y vos con Miguel qué? ¿También se te olvida que estás conmigo? ¿O hay algo que no me estás contando?

Nico: –Al menos él me abraza cuando me ve mal. Vos ni me mirás. Y el que no recuerda que teníamos una relación sos vos, Javier. Vos, que andás muy "livin’ la vida loca" con Yuyito y ahora también con Lilia. Te encantan las rubias, ¿no? ¿Entonces para qué te metiste conmigo? ¿Qué, era tu cuota de exotismo zurdo?

Javier: –¡No digas boludeces!

Nico: –¿Boludeces? Boludeces son las que decís vos cada vez que justificás tus políticas inhumanas como si fueras la reencarnación de San Martín. Pero no ves que estás haciendo mierda a la misma gente que prometiste salvar.

La pelea duró más de una hora. Gritos. Reproches. Silencios. El reloj avanzó y ninguno cocinó. Ninguno comió.


📍Casa de Palermo – Living – Madrugada de Jueves - 01:08 hs

Nico estaba en el sillón. No dormía. Lloraba en silencio, abrazado a una almohada. Pensó en irse a su casa de Parque Patricios, pero estaba paralizado.

Nico: "¿Para qué? Si igual lo extraño aunque esté a diez metros."


📍Dormitorio – 01:33 hs

Javier tenía los ojos abiertos. No podía dormir. Tenía los puños cerrados, apretando las sábanas.

Javier: "Si tan sólo le hubiera contado la verdad desde el principio... Si no hubiera salido más con Yuyito... Si no hubiera tocado a Lilia esa tarde..."

La puerta se abrió despacio. Moro entró y caminó directo a la cama. Subió de un salto y se recostó a su lado.

Javier, acariciándolo: –¿Sabés? Si lo pierdo, Moro, me voy con él. Porque sin él... ya no soy nadie.

Chapter 105: La grieta se profundiza

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📍Casa de Palermo – Madrugada del Jueves – 03:44 hs

La madrugada envolvía la ciudad en un silencio espeso. Sólo se oía, a lo lejos, el paso ocasional de algún colectivo o el susurro del viento contra los ventanales. Dentro del departamento, la casa también dormía. O eso parecía.

Las luces de la ciudad parpadeaban como luciérnagas lejanas a través de las rendijas de las persianas. El aire estaba quieto, contenido, como si el mundo supiera que allí dentro algo estaba roto. Un reloj de pared marcaba los segundos con un tic-tac apagado, casi sepulcral.

En el dormitorio, Javier giraba de un lado al otro, insomne. Tenía los ojos abiertos y clavados en el techo. El lugar que solía ocupar Nico a su lado era una franja helada. El espacio vacío lo quemaba más que cualquier discusión.

La almohada a su derecha seguía conservando el leve perfume a chocolate y canela, cada vez más tenue. El acolchado le resultaba pesado, inútil. Sus piernas se enredaban sin encontrar reposo. Ni el cansancio físico ni la oscuridad eran capaces de arrastrarlo al sueño.

Javier: "No puedo más con esto... ¿Hasta cuándo vamos a seguir así?..."

Se incorporó con lentitud, apartó las sábanas y se puso de pie descalzo. El piso de madera crujió con un lamento apagado. Caminó hacia la puerta, empujándola apenas.

El aire del pasillo era más frío, y olía a noche estancada, a la soledad que se había vuelto norma. Sus pasos eran suaves, apenas un susurro sobre la madera. Sentía el cuerpo tenso, como si cada músculo respondiera a la ausencia de su omega.

El living estaba en penumbras, iluminado únicamente por la luz tenue que entraba desde la calle a través de las persianas. En el sillón, Nico dormía. O intentaba. Estaba acurrucado sobre sí mismo, en posición fetal, abrazando su propio cuerpo como si buscara protegerse del mundo. Sus ojos estaban cerrados, pero las lágrimas frescas en sus mejillas lo delataban. Aún dormido, su rostro temblaba con una expresión de pena profunda.

La manta apenas le cubría los hombros. Tenía la camiseta arrugada, el cuello estirado, y una mano contra el pecho, como si tratara de sujetarse el alma.

Javier se quedó unos segundos parado, contemplándolo. El corazón se le rompía en pedacitos más pequeños con cada respiración dolida de su omega.

Sintió un nudo en la garganta, tan apretado como si alguien le oprimiera desde adentro. Una parte de él quería irse, dejarlo dormir. Pero la otra —más fuerte, más rota— necesitaba acercarse.

Se agachó despacio, con cuidado de no despertarlo. Le corrió un mechón de pelo que le tapaba parte de la frente, y luego, vencido por la ternura y la culpa, lo besó con suavidad.

Javier: –Te amo, zurdito... Perdón por todo, mi amor... Perdón por ser tan idiota.

El susurro apenas agitó el aire. Contuvo el aliento unos segundos, como si esperara una reacción. No la hubo. Sólo el ritmo irregular de la respiración de Nico.

Se incorporó, respiró hondo y regresó al dormitorio, arrastrando los pies. Pero el sueño no llegaría. Sólo los remordimientos.


📍Casa de Palermo – 07:56 hs

La luz de la mañana se filtraba pálida entre las cortinas del comedor. Había olor a pan tostado, a café caliente, a jugo recién exprimido. Pero ninguno de esos aromas alcanzaba para llenar el vacío que se había instalado en la mesa.

El desayuno fue un campo de tensión silenciosa. Javier había preparado café y tostadas, incluso exprimió jugo de naranja. Pero Nico apenas se sentó, agarró una tostada con desgano y la masticó sin ganas, sin decir una palabra.

Javier: –¿Dormiste algo...?

Nico, sin levantar la vista: –Algo.

La tostada crujió apenas entre los dientes del omega. Su mirada seguía clavada en un punto muerto sobre el plato.

Javier: –Yo... me desperté en la madrugada. Fui a verte.

Silencio.

Las tazas humeaban. El reloj de la cocina marcaba los minutos con una parsimonia dolorosa.

Javier: –Estabas llorando dormido, Nico... Me partió el alma.

Nico, bajando la mirada: –No me digas eso. No necesito tu lástima.

Javier: –No es lástima. Es amor. El mismo que vos decís que no sé cuidar.


La tensión colgaba entre ellos como una telaraña gruesa. El sonido de las llaves que Javier apoyó sobre la mesa los interrumpió. El custodio ya esperaba abajo. El auto estaba encendido.

Nico hubiera preferido ir solo al Congreso, ya fuera a pie o en colectivo. Pero no tenía ni fuerzas para discutir con Javier, así que no hizo más que sentarse al lado del presidente, y quedarse viendo la ventanilla durante todo el viaje, inmerso en sus pensamientos.

Ambos bajaron en silencio, y compartieron el asiento trasero del coche sin cruzar palabra ni mirada. El trayecto hacia el centro fue opaco. Como si la ciudad se hubiera quedado sin colores.

Los edificios pasaban como fantasmas grises por las ventanillas. Javier cerró los puños sobre las rodillas. Nico tenía los brazos cruzados, el cuerpo inclinado hacia la ventana, la mirada perdida.


📍Casa Rosada – Oficina del Presidente – 11:17 hs

Javier miraba los papeles del informe sobre inflación, pero no podía leer una sola línea. Los números bailaban. Todo parecía ruido blanco. Su celular estaba a un lado, la pantalla negra. Hasta que finalmente lo tomó con decisión.

El reflejo de su rostro en la pantalla era cansado, con ojeras profundas y expresión endurecida. Su pulgar dudó unos segundos. Luego escribió un mensaje.

Javier: "Amalia, gracias por tu cariño, tu tiempo, por todo lo vivido. Pero desde hoy, no vamos a vernos más. Lo correcto es soltar. Vos merecés a alguien entero, y yo sólo puedo pensar en él. Te deseo lo mejor, de corazón."

Lo releyó. Dudó. Pero lo envió.

El silencio en la oficina se volvió más denso. Afuera, las voces de secretarios y asesores se oían lejanas, como si no pertenecieran a su realidad.

La respuesta de Amalia no tardó:

Amalia: "Te deseo lo mejor, Javi. Sos una gran persona. Sé feliz."

Javier apoyó el celular boca abajo. Cerró los ojos. Y respiró hondo.

Como si en ese gesto intentara desandar meses de errores.


📍Casa Rosada – 18:44 hs

Antes de salir, desvió el camino. Se bajó en una tienda de regalos del centro. Buscó con torpeza, como un adolescente que se peleó con su novia en la secundaria. Finalmente eligió un osito blanco de peluche con un corazón bordado que decía "Te amo". También compró una caja de bombones belgas.

Los dedos le temblaban al elegir. Dudó frente a varios modelos. Había uno con moño rojo, otro con una remera que decía "Sorry". Pero eligió el más simple. El que, quizás, se parecía más a lo que ya no sabía cómo decir.

Guardó ambos en una bolsa opaca. Y subió al coche con el custodio, rumbo al Congreso.

Estacionaron a dos cuadras de la salida lateral. Esperaron.

A las 19:31, Nico apareció en la vereda. Vio el coche, subió sin decir nada, y se acomodó junto a Javier, mirando por la ventana.

El silencio era denso, inquebrantable. Ni una palabra, ni una mirada.

Sólo el sonido de los autos, de la ciudad encendiendo sus luces. Y el espacio entre ellos que, aunque mínimo, se sentía infranqueable.


📍Casa de Palermo – 20:03 hs

Al llegar, Javier bajó primero. Esperó a que Nico entrara, y una vez adentro, cerró la puerta tras de sí con suavidad.

Javier, con voz baja: –Nico... compré algo para vos. Sé que no compensa nada, pero...

Sacó la bolsa. Le entregó el oso y los bombones.

Nico lo miró por primera vez en el día.

Nico: –No es por los regalos, Javier. Es por todo lo que hiciste. Y lo que no dijiste.

Javier: –Te juro que no pasó nada con Amalia. Y corté todo. Mirá. –Le extendió el celular, mostrando los mensajes enviados y recibidos.

Nico: –¿Y con Lilia también vas a cortar? Porque por si no lo notaste, ese vínculo está matando todo esto. Me estás matando vos.

Javier, angustiado: –¡No hay nada con Lilia! Es trabajo. Política. No más que eso.

Nico: –Pero vos no entendés, Javier. No es sólo lo que hacés. Es lo que provocás en mí. No sé si puedo seguir así.

Javier: –No me digas eso. No me dejes. No podés abandonarme justo ahora, cuando más te necesito.

Nico: –No dije que te abandono. Dije que... necesitamos un tiempo. Una distancia. Tal vez nos sirva. Tal vez te sirva.

Javier, con los ojos húmedos: –¿Y si en ese tiempo... te pasa algo? ¿Si te vuelve a buscar Mario Díaz? No te olvides que ese tipo me amenazó, y te incluyó. Vos no sabés lo que haría por protegerte.

Nico: –Pero no sabés cómo protegerme de vos.

Javier no respondió.

Sus labios se apretaron. La bolsa del regalo seguía en el suelo. Y el eco de la última frase de Nico se quedó vibrando en las paredes.


📍Casa de Palermo – 21:37 hs

La cena fue silenciosa. Sólo se escuchaba el golpeteo de los cubiertos.

El puré se enfriaba. El pan seguía en la panera. Javier cortaba trozos pequeños que apenas masticaba. Nico comía lento, sin ganas.

En un momento, Nico pidió la sal. Javier se la pasó.

No hablaron más.


📍Living – 23:57 hs

Nico se acomodó nuevamente en el sillón, con el oso entre los brazos. Miraba fijo la oscuridad, hasta que finalmente cerró los ojos.

La tela del peluche se humedecía poco a poco contra su pecho. Sus dedos se aferraban al borde del corazón bordado.

Las lágrimas seguían cayendo, lentas, silenciosas.


📍Dormitorio – 00:31 hs

Javier estaba sentado en la cama, solo. Miraba la puerta, entreabierta. En el silencio, el reloj marcaba los segundos con un "tic" que parecía eco de su ansiedad.

Javier: "No puedo dormir sin él... No puedo respirar sin él. Tal vez si lo abrazo. Tal vez si lo llevo a la cama... Pero si lo despierto, lo arruino todo."

Se quedó inmóvil. Dudando.

El celular vibró, pero no lo tocó. La luz tenue del velador apenas alcanzaba a su rostro.

La noche avanzaba. Y la distancia, aunque corta, seguía pesando como una eternidad.

Chapter 106: El precio del amor

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📍Casa de Palermo – Madrugada del Jueves – 01:48 hs

El reloj sobre la mesa de luz marcaba las 01:48 cuando Javier abrió los ojos, exhausto pero aún despierto. Llevaba más de una hora dando vueltas en la cama, envuelto en una mezcla punzante de culpa, insomnio y ansiedad.

Javier: "No puedo más así... sin él acá... Sin su cuerpo al lado, sin su olor, sin su respiración pausada. No puedo."

Se incorporó con lentitud. El acolchado se deslizó por su torso desnudo mientras se sentaba al borde de la cama. Se frotó la cara con las manos, respiró hondo, y finalmente se levantó.

Avanzó por el pasillo sin encender las luces. El silencio era absoluto, salvo por el leve zumbido del motor de la heladera y los pasos suaves de Moro, que lo seguía de cerca como si también supiera que algo estaba roto.

En el living, el aire era más frío. Sobre el sillón, hecho un ovillo pequeño y frágil, dormía Nico, abrazado a sí mismo, todavía con lágrimas frescas en sus mejillas.

Javier se quedó quieto unos segundos. Lo observó con un nudo en la garganta.

Javier: "Mirá cómo dormís... tan chiquito, tan dolido... Y todo esto es culpa mía."

Se agachó, con extremo cuidado, y pasó un brazo por debajo de las rodillas de Nico, y otro por su espalda. El omega se quejó apenas en sueños, pero no se despertó. Javier lo sostuvo con fuerza, como si llevara en brazos su propia alma.

Volvió a la habitación con pasos lentos. Lo acostó con toda la delicadeza que pudo, lo arropó sin despertarlo, y se metió en la cama junto a él, rodeándolo con el cuerpo sin tocarlo demasiado.

Le besó la frente despacito y susurró apenas:

Javier: –Te amo, zurdito. Perdón por todo.

Sólo entonces, por primera vez en muchas noches, Javier Milei durmió profundamente.


📍Casa de Palermo – 06:42 hs

La primera luz del día se filtraba por entre las cortinas del dormitorio. Los rayos tibios del sol acariciaban la alfombra y trepaban lentamente hasta los pliegues del acolchado. Javier dormitaba en posición fetal, con una respiración profunda, abrazando con firmeza el cuerpo que yacía a su lado: el de Nico.

Por primera vez en muchas noches, el presidente había logrado dormir sin interrupciones. El calor de su omega, el leve aroma a canela que aún emanaba de su nuca, lo habían arrullado como si fuera una medicina infalible contra el insomnio.

Pero Nico abrió los ojos con lentitud, desorientado. Su mirada vagó por el cuarto hasta que notó la posición en la que estaba. Sintió el brazo de Javier sobre su cintura, la pierna de él entrelazada con la suya.

Nico: "¿Qué...? Yo me dormí en el sillón... Me acuerdo perfecto... ¿Cómo carajo terminé acá?"

No hizo nada. Ni se movió. Se quedó quieto, como si temiera alterar el equilibrio de esa imagen. Pero el estremecimiento en su pecho era inevitable.

Cuando Javier comenzó a despertar, con una expresión casi infantil, Nico se soltó con cuidado, lo suficientemente lento como para no perturbarlo, y se levantó sin hacer ruido. Caminó hacia el baño en puntas de pie, con la mente aún confusa y el corazón apretado.


📍Cocina – 08:13 hs

Javier preparaba el desayuno en bata, mientras tarareaba una melodía levemente desafinada. Tostadas, dos cafés negros y un cuenco con frutillas lavadas. Intentaba hacer todo lo más prolijo posible. Cuando Nico entró en la cocina, vestido ya con su campera marrón y bufanda tejida gris, Javier le sonrió con algo de timidez.

Javier: –Buen día, zurdito. Dormí como un oso. ¿Y vos?

Nico, monótono: –Dormí. Está bien el desayuno, gracias.

Javier: –Che... ¿No querés hablar un poco de lo de anoche?

Nico, mientras se servía café: –No. Hoy no, Javi. Hoy tengo que ir con Myriam y Micho a La Matanza. Vamos a reunirnos con vecinos de la zona. Volveré a la noche, si es que vuelvo.

La voz de Nico sonaba hueca. Como si estuviera a kilómetros. Como si ya no le perteneciera del todo.

Javier, tragando saliva: –¿A La Matanza? ¿Solo? ¿Estás loco? Vas a ir con un custodio. Y no es negociable.

Nico, con ironía: –Ah, mirá qué loco que ahora te preocupás tanto por mí. Pensé que andabas muy ocupado saliendo con Yuyito o mimoseándote con Lilia como para preocuparte por mi seguridad.

Javier, golpeando la taza contra la mesada: –¡Te pasás de sorete! ¡Te juro que no pasó nada! ¿Hasta cuándo vas a seguir con eso?

Nico: –Hasta que se me pase. O hasta que aprenda a no ser un pelotudo por haberme enamorado de vos.

Se terminó el café de un trago, agarró la campera y salió. El portazo dejó un eco vibrante en la cocina. Javier apoyó las dos manos sobre la mesada, cerró los ojos y murmuró entre dientes:

Javier: "Esto no va a terminar bien..."


📍Casa Rosada – Despacho presidencial – 10:04 hs

El silencio del despacho era interrumpido solo por el zumbido del aire acondicionado. Javier hojeaba un informe de la Secretaría de Comercio pero no leía nada. En su mente, la imagen de Nico alejarse lo seguía obsesivamente.

Unos golpes en la puerta. Cristian y otros dos miembros del equipo de seguridad ingresaron con expresión seria.

Cristian: –Presidente, tenemos novedades sobre Jorge Álvarez y Mario Díaz.

Javier, con gesto grave: –Pasen y cierren la puerta.

Cristian: –Jorge Álvarez vive en Caballito, tiene vinculación directa con una fundación ultracatólica financiada por sectores de la oposición. Lo preocupante es que hace un mes y medio hizo una donación importante a una ONG cuyo titular es nada menos que Ernesto Sáenz.

Javier, entornando los ojos: –El ex juez... corrupto.

Cristian: –Exacto. Y es el mismo que tiene frenada la causa contra Mario Díaz. Todo indica que Jorge y Mario están conectados. Y no sólo por ideología: también financieramente.

Javier: –Todo muy bonito. Pero cómo mierda explicamos que el tipo que le mandó fotos mías con Amalia al celular de... –se detuvo a tiempo, carraspeó y bajó el tono– al celular de un contacto mío, lo haya hecho ahora. Justo ahora.

Cristian, con sutileza: –Presidente... ¿le mandó las fotos a usted directamente o a esa persona?

Javier lo miró fijo, como si dudara en responder. Finalmente, bajó la vista.

Javier: –A él. Se las mandó a él.

Cristian asintió. No hizo más preguntas. Pero la carga en el aire era evidente.


📍La Matanza – Mediodía

El sol pegaba fuerte sobre el asfalto agrietado. El grupo del FIT, encabezado por Nico, Myriam y Micho, se reunía con un puñado de vecinos en un terreno baldío. Niños corrían descalzos entre charcos secos, y una mujer con delantal les ofrecía mate cocido en vasos de plástico.

Nico escuchaba con atención a cada vecino. Tomaba notas, asentía, abrazaba. La gente le hablaba de cloacas rotas, del miedo a los robos, de los precios, de los hijos que habían dejado el colegio porque ya no podían pagar el colectivo.

Después de dos horas, se retiró con Micho a un rincón apartado, bajo una sombra.

Micho: –Che, estás más apagado que de costumbre. ¿Pasó algo más con lo del tarado ese que te amenazó por Twitter?

Nico, mirando su lata de cerveza Schneider: –Sí. No sólo eso. Mi pareja se sigue viendo a escondidas con una ex. Y coquetea con alguien más. Una mina que siempre estuvo cerca, que yo vi con mis propios ojos cómo le acariciaba la mejilla. ¿Vos te das cuenta?

Micho, con los ojos como platos: –¡La concha de la lora! ¿Cómo supiste lo de la ex?

Nico: –Me llegaron fotos al celular. De ellos dos, comiendo juntos, muy acaramelados. Desde un número que no conocía. Y lo de la otra... bueno, lo vi con mis propios ojos.

Micho, con el ceño fruncido: –Vos sabés que te aprecio, y siempre te lo voy a decir de frente: si esa persona te hace más daño que bien, por más amor que haya, tenés que poner un freno. No podés vivir así. Mirate, flaco.

Nico, quebrándose un poco: –Pero lo amo, Micho. Lo amo con todo lo que tengo.

Micho: –Y yo lo entiendo. Pero no podés perderte a vos en el intento.


📍Casa de Palermo – 23:37 hs

Nico bajó del colectivo exhausto. El viaje desde La Matanza hasta Palermo había sido eterno. Los pies le dolían, la garganta también. Pero más que nada, el alma.

Cuando entró, Moro corrió a su encuentro, moviendo la cola con fuerza, soltando pequeños ladridos de emoción. Nico se agachó y lo abrazó largo rato.

La casa estaba en penumbras, salvo por una lámpara encendida sobre la mesa del comedor. Encima de la mesa, un plato cubierto con aluminio: salmón al horno, puré de boniato, hojitas de laurel. Y al lado, una nota.

Nico la leyó en silencio.

Javier: "Zurdito de mi corazón. Perdón por todo lo que te hice sufrir y por lo estúpido que puedo llegar a ser. Pero quiero que sepas que mi amor por vos es más fuerte que nuestras diferencias, nuestras ideologías, mi pasado e incluso más fuerte que todos los que nos quieran separar. Nunca dudes de eso. No quiero a nadie más en mi vida que no seas vos. Te amo, tu león."

Nico sintió que le temblaban las piernas. Se sentó lentamente. Acarició el papel con la yema de los dedos. La comida, aún tibia, despedía un aroma casero que lo atravesó.

En el living, Javier dormía en el sillón. Tenía el cuello torcido, un brazo colgando hacia el suelo. La televisión estaba en silencio, con el noticiero en loop. Tenía puestas las mismas ropas que había llevado en la mañana. Se notaba que no había querido acostarse.

Nico lo observó unos segundos.

Nico: "No entiendo por qué tengo que seguir queriéndolo así... Por qué no puedo soltarlo. Por qué sigue rompiéndome el alma y aún así quiero abrazarlo."

Suspiró. Se acercó despacio, lo cubrió con una manta, le acarició apenas la cabeza. Luego volvió al comedor y, sin poder evitarlo, comenzó a comer en silencio, con lágrimas cayendo de vez en cuando en el plato.

Chapter 107: Te amo, pero también me amo 💔🥀

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📍Casa de Palermo – Viernes 8 de Noviembre de 2024 – 01:23 hs

El aroma tenue del alfa, apagado y agrio debido a su estado emocional, todavía flotaba en el aire, mezclado con el perfume apagado del salmón ahumado que Javier había preparado con esmero. Como si la casa misma se rehusara a aceptar el paso del tiempo, el ambiente olía a algo que quiso ser amor.

Nico estaba sentado a la mesa, frente a un plato que apenas había tocado. Seguía con la misma ropa del día, la mochila aún tirada sobre la silla, la campera colgada a medio caer. Moro, echado a sus pies, lo miraba en silencio, como si supiera que algo importante estaba por romperse.

La luz era cálida pero tenue, y no alcanzaba a contrarrestar el frío que le recorría la espalda.

Nico: "Estoy comiendo para no llorar. Para no gritar. Para no ir a abrazarlo... Porque si lo abrazo, pierdo."

Había calentado la comida sólo por inercia. Masticaba como quien cumple una condena, sin hambre ni deseo.

A un costado del plato, el sobre manuscrito seguía ahí, con la letra irregular y temblorosa de Javier. Lo había leído tres veces. Parte de él se había enternecido con esas frases de hombre torpe tratando de ser romántico. Otra parte –más dolida, más incrédula– se preguntaba si no lo había escrito con ChatGPT.

Nico: "No es tan romántico. Es más bien un cavernícola con modales libertarios."

Y sin embargo, no podía negar que esas palabras lo habían tocado. Como también lo había hecho la escena que lo esperaba en el living.

Se levantó despacio. Caminó por el pasillo alfombrado. Desde la penumbra de la cocina, vio el cuerpo dormido de Javier, completamente vestido, tirado en el sillón de cuero, con la cabeza ladeada hacia un costado y los labios apenas entreabiertos. La corbata floja, la camisa arrugada, los zapatos puestos.

No se había cambiado. No había subido a acostarse. No había usado la cama que compartían. Estaba así desde hacía horas.

Nico: "Me esperaste... toda la noche... como un perro fiel, como Moro cuando escucha el portón."

Algo en su pecho se aflojó, como si una costura vieja se descosiera de golpe.

Nico: "¿Por qué hacés esto, Javier? ¿Por qué lográs que te ame y te odie al mismo tiempo?"

Se acercó en puntas de pie. Se agachó a su lado. Lo observó dormir con esa mezcla de ternura y rencor que lo tenía partido al medio. Le acarició la frente con dos dedos. Un suspiro se le escapó.

Pero justo cuando estaba por levantarse, las imágenes volvieron. Nítidas. Filosas. Javier acariciando la mejilla de Lilia Lemoine después de una sesión frente al Congreso, murmurándole algo al oído. Y peor aún: las fotos, los mensajes, los encuentros a escondidas con Yuyito, cuando se suponía que ya no estaban juntos.

Nico: "No. Eso no se hace. No a alguien que te dio todo. ¿Cuántas mentiras más habrá detrás de ese amor animal que dice tenerme?"

El corazón volvió a endurecerse. La compasión se convirtió en firmeza.

Se agachó con cuidado y, con esfuerzo, lo cargó entre sus brazos. Javier era macizo, fuerte, pesado. Costaba sostenerlo sin tambalear. Pero Nico lo llevó igual, paso a paso, hasta el dormitorio. Empujó la puerta con la pierna y lo recostó sobre la cama.

Le quitó el saco, desabrochó la camisa, le bajó los pantalones, le sacó los zapatos, las medias. Le dejó la camisa puesta. Lo tapó hasta el pecho.

Estaba por darse vuelta cuando escuchó un murmullo ronco, salido del abismo del sueño.

Javier: – Nico... no te vayas...

Fue apenas un susurro, como un ruego salido desde el fondo del alma.

Nico se llevó las manos al rostro. Esa frase lo partió. Le temblaron las piernas.

Nico: "Me cuesta tanto dejarte... pero me duele más quedarme así."

Se quedó mirándolo unos segundos. Dudó. Apretó los puños. Cerró los ojos. Y se fue.

Volvió al sillón del living. Se tumbó con el alma hecha pedazos. Moro se acurrucó a su lado. Entre mil pensamientos revueltos, Nico lloró en silencio hasta que el sueño lo venció.


📍Casa de Palermo – 08:34 hs

El sol ya iluminaba con fuerza los ventanales del departamento. El aroma a café y medialunas recién horneadas invadía la cocina. Javier estaba de pie, en remera blanca y pantalones de algodón, tarareando una melodía de Sui Generis mientras servía el desayuno. Silbaba bajito, como si todo estuviera bien.

Javier: – Buen día, zurdito. Hoy te preparé café como a vos te gusta. Negro, fuerte y cargado de perdón.

Nico apareció en el umbral, con el pelo revuelto, jogging gris y ojeras marcadas. Se cruzaron las miradas. Javier sonrió con dulzura.

Javier: – Dormilón... ¿viste la cartita?

Nico: – La leí. Pensé que la habías escrito con ChatGPT... Porque vos, romántico, no sos.

Javier: – Eh, eh... soy un animal romántico. Como un león de peluche con metralla en la panza.

Nico dejó escapar una mínima risa, más por ironía que por alegría.

Javier: – Dormí hecho mierda en el sillón. Ni me cambié. Pero valió la pena esperarte...

Nico: – Gracias por eso. Por la carta. Por el oso. Por la comida. Por esperarme. Por todo. Significan mucho, Javi. Pero...

La sonrisa de Javier se congeló.

Nico: – Lo de Lilia. Lo de Yuyito. Me rompió en mil pedazos. Me dolió como no tenés idea.

Javier: – Te juro por mi reputación económica que no pasó nada con ninguna. Con Amalia fueron sólo charlas, cosas viejas. Con Lilia... pura amistad política, Nico. Era una puesta en escena, nada más.

Nico: – Cuando uno está en pareja no se manda esas puestas en escena. No se juega con esas cosas. Porque al otro lo lastimás de verdad.

Hubo un silencio denso. El aroma del café ya no alcanzaba a suavizar nada.

Nico: – Yo necesito más que cartas, más que gestos lindos. Necesito respeto. Confianza. Que me cuides de verdad. No sólo cuando me estás por perder.

Javier bajó la mirada. Apoyó la taza con fuerza sobre la mesa.

Javier: – Esto es una locura. Estás exagerando todo. ¡Yo te amo, carajo!

Nico: – Yo también te amo. Pero me tengo que querer a mí. Y para eso, necesito alejarme. Al menos por un tiempo.

Javier se paró de golpe, nervioso, desencajado.

Javier: – Si salís por esa puerta, Nicolás... no vuelvas más. No quiero verte entrar de nuevo como si nada. No vuelvas.

En ese instante, Moro, que dormía en el rincón, se levantó y ladró fuerte, como si hubiera entendido todo.

Nico se quedó congelado.

Fue al cuarto. Abrió su valija gris. Empezó a guardar su ropa, sus libros, sus cosas. Puso el osito blanco entre camisetas. Se detuvo frente a la remera de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. La dejó sobre la silla.

Le puso la correa a Moro. Caminó hasta la puerta.

Antes de cruzarla, miró a Javier una última vez.

Nico: – No me voy porque dejé de amarte. Me voy porque aprendí que también tengo que amarme a mí.

Cerró la puerta. No miró atrás.


📍Casa de Parque Patricios – 10:21 hs

El sol de primavera entraba por la ventana como un cuchillo luminoso. Nico dejó caer la valija en el piso y se apoyó contra la puerta. Se deslizó hasta quedar sentado en el suelo. Moro se sentó a su lado, lamiéndole las manos.

Lloró como no había llorado nunca. Sordo. Dolorido. Roto.

Nico: "¿Y si me equivoqué? ¿Y si nunca lo supero? ¿Y si este amor me persigue toda la vida?"

Después de unos minutos, se recompuso. Se lavó la cara. Comenzó a desempacar. Acomodó el peluche blanco sobre la cama. Se puso una remera roja y la campera negra.

El celular vibró. Eran mensajes del grupo de WhatsApp del FIT.

Micho (grupo FIT): "Hoy 14:30 frente al Congreso. Nos concentramos en Entre Ríos y Rivadavia. Que no nos arrebaten las empresas del pueblo."

Myriam: "Nico, vamos a marchar contra la privatización de Aerolíneas, Radio Nacional y el Banco Nación. ¿Venís?"

Nico: "Allí estaré.", escribió el diputado.

Acto seguido, fue a su cuarto a cambiarse de ropa, y mientras tanto iba pensando:

Nico: "No tengo ganas de nada. Pero al menos voy a defender a gente que me necesita. Gente que no me va a traicionar. "


📍Marcha frente al Congreso – 15:06 hs

Las columnas del FIT-U avanzaban con fuerza. Bombos, banderas, cánticos. Nico caminaba al frente junto a Myriam, Micho y el resto del bloque.

La policía desplegó el protocolo antipiquetes. Hubo empujones. Gases. Gritos. Pero también abrazos. Resistencia.

La jornada duró horas. Cuando terminó, Nico se separó del grupo.

Nico: "Necesito hablar. Necesito un café. Necesito respirar."

Escribió a Micho.

Nico: "¿Tenés tiempo para un café?"

Micho: "Siempre. ¿Dónde?"

Nico: "El Banderín. Te espero ahí."


📍Bar El Banderín – 17:42 hs

El bar hervía de murmullos y vasos chocando. Nico pidió un submarino. Micho, un cortado.

Se sentaron cerca de la ventana, bajo banderines de clubes viejos.

Micho: – Tenés cara de haber peleado con un tren y perdido, che.

Nico: – No te lo voy a negar. Pero sobreviví.

Micho: – ¿Querés contarme?

Nico: – No puedo. No todo. Pero... digamos que la persona con la que estaba... rompió algo adentro mío. Y no sé si se puede reparar. Entonces, tomé la decisión de separarme.

Micho: – Si te rompe más de lo que te construye... entonces no es por ahí. Hiciste bien en cortar con todo eso, Nico. Sabés que para lo que necesites, estoy.

Se quedaron en silencio. Compartiendo un dolor que no necesitaba demasiadas palabras.


📍Casa de Parque Patricios – 21:11 hs

Nico preparó un guiso de lentejas. Puso música suave: Fito, Spinetta, algo de folklore. Moro comió su alimento balanceado. El omega cenó en silencio.

Después, se duchó. Se puso pijama. Se sentó en la cama.

Vio el peluche. Lo abrazó. Miró las fotos con Javier. Las salidas. Las sonrisas. Los abrazos.

Y lloró. Mucho. Lloró hasta quedarse dormido.


📍Casa de Palermo – 23:36 hs

Javier estaba en el sillón, vaso de whisky en mano. La tele daba Brooklyn Nine-Nine, pero él no reía.

Conan estaba a sus pies.

Javier: – La cagué, Conancito. La cagué feo...

Subió a la habitación. Se tiró en la cama. El lado de Nico aún olía a su fragancia dulce y especiada.

Vio la remera de los Redondos en la silla. La tomó. La olió.

Abrió WhatsApp y buscó el chat con Nico. Sin pensarlo medio segundo antes, le escribió tres mensajes al omega.

Javier: "Te extraño. Perdón por todo."

Javier: "Volvé. Estoy vacío sin vos."

Javier: "Aunque sea para que te lleves tu remera."

Apagó las luces. Se acostó abrazando la remera.

Y por primera vez en meses, Javier Milei lloró hasta quedarse dormido.

Vacío. Borracho. Solo.

Y esta vez, sin sueños.

Chapter 108: Lo que duele, no se olvida

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📍Casa de Nico, Parque Patricios – 02:07 hs

La madrugada arrastraba un silencio espeso sobre el barrio porteño. Afuera, los faroles temblaban con la brisa primaveral. Adentro, en su casa de Parque Patricios, Nico permanecía sentado en la cama, con las piernas cruzadas, la espalda encorvada y la mirada clavada en la pantalla de su celular. Las luces del dispositivo iluminaban su rostro demacrado, ojeroso, aún húmedo por las lágrimas secas de una noche larga. Moro dormía hecho un ovillo a sus pies, aunque cada tanto alzaba una oreja, como si percibiera el torbellino emocional de su humano.

Nico: "¿Qué pretendés que haga con esto?"

En la pantalla se desplegaban cinco mensajes nuevos de Javier, escritos durante la noche anterior, probablemente impulsados por el whisky, como solía pasar cuando la melancolía lo vencía:

Javier: "No puedo dormir sin vos, zurdito."

Javier: "No sé cómo mierda llegamos a esto. Pero si me das otra chance, te prometo que esta vez va a ser distinto."

Javier: "No hay una sola noche en la que no sueñe con vos. Y cuando me despierto y no estás... me duele el alma."

Javier: "Perdón. Perdón por todo. Por lo que hice, por lo que no hice, por no haber sido lo que necesitabas."

Javier: "Te amo más de lo que puedo decirte. Ojalá eso alcanzara."

Nico respiró hondo, sintiendo cómo un nudo pesado le bajaba por la garganta y se quedaba ahí, trabado. No podía evitar estremecerse al leer esas palabras. Su corazón latía con fuerza, pero también con enojo, con el recuerdo de Javier acariciando la mejilla de Lilia, con las fotos en el restaurante con Yuyito. Había amor, sí. Pero también había heridas. Y las heridas recientes no se suturan con palabras dulces. Apagó la pantalla, apagó la esperanza. Por hoy.


📍Lanús – Comedor Popular “Rayito de Sol” – 09:46 hs

El sol matinal caía fuerte sobre los techos de chapa. Dentro del comedor, el olor a guiso de arroz con salchichas impregnaba el aire. Myriam, Micho y Nico escuchaban los testimonios de madres con criaturas que pedían más viandas porque los chicos ya no comían en casa. La inflación arrasaba con todo. La desregulación laboral comenzaba a mostrar sus consecuencias, y la desesperación se palpaba en el ambiente.

Una señora mayor con un delantal floreado y manos curtidas se acercó a Nico, tomándolo del brazo.

Señora: Hijo, vos que tenés voz, no dejes que nos saquen lo poco que tenemos. Mi nieta trabaja en una fábrica y ya le dijeron que si se queja, la rajan sin un mango.

Nico: – No lo voy a permitir. Estamos luchando para frenar eso. No pueden dejarlos así, sin protección, sin derechos.– Su voz tembló un poco.

Micho le puso una mano en el hombro. Myriam asintió, con la mandíbula apretada.

Nico: "¿Y cómo le explico a esta gente que el tipo que amo es el mismo que firma las leyes que los hunden?"


📍Casa Rosada – Despacho presidencial – 11:21 hs

Sobre el escritorio impecable de roble, había un plato con dos sándwiches de miga de jamón y queso que el presidente había comprado para almorzar más tarde. Al lado, una botella de whisky Glenfiddich a medio consumir y su celular encendido. Javier caminaba de un lado al otro de su despacho, con el ceño fruncido y el pulgar tembloroso sobre la pantalla.

Abrió el chat del número desconocido. El remitente: Jorge Álvarez.

Javier: "Escuchame bien, basura. Te creés vivo mandándole eso a él, ¿no? Si volvés a cruzar la línea, te vas a arrepentir. Te espero en tribunales, si tenés huevos. Porque esta no te la dejo pasar. Sos historia, infeliz."

Presionó Enviar. Sin consultar a Cristian, sin hablar con nadie del equipo legal. El presidente actuando por impulso, por dolor. Y por rabia.


📍Congreso Nacional – Cámara de Diputados – 15:33 hs

La sesión estaba que ardía. El proyecto del oficialismo para avanzar en la privatización parcial de empresas estatales volvía al recinto con modificaciones. El bloque del FIT estaba encendido. Nico, con el rostro demacrado y el saco arrugado, pidió la palabra. Su voz era clara, pero atravesada por una rabia contenida.

Nico: – Hoy quieren que entreguemos Aerolíneas, AySA, y lo que queda de Télam. Pero no son solo empresas. Son derechos, son trabajo, son historia. ¿Hasta cuándo vamos a permitir que la patria se remate por partes?

Lilia Lemoine, sentada tres bancas a la izquierda, lo miró con una media sonrisa.

Lilia: – Parece que alguien se olvidó que el déficit también mata.

Nico giró de inmediato hacia ella.

Nico: – ¿Y vos no te olvidaste de que estuviste cobrando del Estado por años sin mover un dedo? ¿Querés que hagamos cuentas? ¿O te alcanzás sola el rímel mientras lloran los despedidos?

Martín Menem golpeó con fuerza el martillo.

Menem: —¡Diputado Del Caño, lo insto a que modere su vocabulario o le retiro la palabra!

A pesar de la advertencia, Nico ni se inmutó. Darío Schultz, desde el fondo, le gritó:

Darío Schultz: —Callate, zurdito llorón. Andá a laburar de verdad por una vez.

Nico se le fue encima. Micho lo sostuvo antes de que llegaran a las piñas.


📍Microcentro – Bar La Giralda – 18:42 hs

Nico bebía un café con leche mientras Micho terminaba un tostado con jamón y queso. El local tenía ese aroma a madera vieja y café quemado que parecía flotar desde los años sesenta.

Micho: —¿Querés contarme lo que te pasa o vas a seguir clavándole la cuchara al plato como si fuera culpable?

Nico bajó la mirada.

Nico: – Es complicado. ¿Viste todo el tema de mi ex? Bueno, ayer a la noche me mandó cinco mensajes diciéndome que me extraña, que no puede vivir sin mí y que quiere arreglar las cosas conmigo.

Micho se quedó serio, sin hacer preguntas. Pero asintió.

Micho: —Y... ¿qué vas a hacer?

Nico: – No sé. Lo amo, Micho. Pero si me quiere de verdad, va a tener que demostrarlo. No con flores ni bombones. Sino cambiando. Cuidando lo que tenemos.

Micho: – Entonces hacelo esperar. Que entienda lo que vale un corazón como el tuyo.


📍Casa de Nico – 21:30 hs

Nico llegó agotado. Subió al departamento, saludó a Moro con una caricia rápida y puso a hervir el guiso de lentejas. Mientras revolvía la olla, no dejaba de mirar su celular.

Nico: "No le voy a contestar todavía", se repetía.

Después de cenar, se duchó rápido y se tiró en la cama. Al lado, el peluche blanco de Javier con el “Te amo” bordado lo observaba con ojos de vidrio. Lo lanzó al otro lado del colchón con bronca, pero luego lo volvió a buscar. Terminó abrazándolo, mientras una lágrima le corría por la mejilla.


📍Casa de Javier – Dormitorio – 22:11 hs

Javier se sirvió otro whisky. Conan estaba recostado a sus pies, mirando sin comprender. En la pantalla, una comedia norteamericana intentaba sacarle una sonrisa. Fracaso rotundo.

Agarró la remera olvidada de Nico, esa de los Redonditos que tanto le gustaba. La olió. Se tiró sobre la cama, con el celular en la mano, y escribió de nuevo:

Javier: "Si esto no es amor, entonces no sé qué es lo que siento. Te necesito, Nico."


📍Casa de Nico – Dormitorio – 00:47 hs

Nico, entre sueños, abrió los ojos y revisó el celular. Vio el último mensaje. Dudó. Miró a Moro, dormido sobre su pancita. Luego volvió a mirar la pantalla. Sus dedos temblaban.

Nico: "Yo también te extraño. Pero no sé si alcanza con eso."

Apretó enviar. Cerró los ojos. Y se abrazó a sí mismo, como si eso bastara para contener la tormenta.

Chapter 109: Primeras impresiones

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📍Estudios de América TV – Programa “La Posta” – Miércoles 17 de Abril de 2024 – 20:46 hs (Flashbacks)

El estudio vibraba con los últimos ajustes técnicos. Luces calibradas, cámaras preparadas, un par de asistentes corriendo con auriculares enormes y tablets en mano. El programa La Posta, con su habitual estética moderna, música enérgica y panel exclusivamente femenino, se preparaba para una noche especial.

En la pantalla de bienvenida, una frase brillaba en letras doradas sobre fondo negro:

"Recibimos al presidente más disruptivo de los últimos tiempos: Javier Milei en La Posta."

Lorena D’Ambrossio, sentada en el extremo izquierdo del panel, acomodó su falda negra plisada con un gesto elegante. Llevaba una blusa blanca con volados en el cuello, que realzaba el contraste con sus rizos castaños cayendo hasta los hombros y sus labios pintados de un rojo discreto pero firme. Tenía una libreta con anotaciones en el regazo, pero no estaba concentrada en ellas. Sus ojos verde musgo, brillantes bajo los focos, estaban fijos en el monitor que mostraba el ingreso inminente del presidente al estudio.

Lorena: "No puedo creer que esté por entrevistarlo. El mismísimo Milei... Nunca pensé que terminaría viéndolo tan de cerca. Esa mirada... esa forma de moverse..."

A su derecha, Romina Gutiérrez, la periodista de policiales, comentaba entre risas con Maitén Haedo sobre las últimas declaraciones virales del presidente. Más allá, Gimena Feliciano repasaba datos económicos, mientras Brisa Decarolis revisaba las redes para detectar cualquier tendencia de último momento. Todas estaban listas. Y en el centro del escenario, como cada noche, Carmen Barbieri ajustaba el volumen de su micrófono con la familiaridad de quien lo hace desde hace décadas.

Productor: Silencio en el estudio, vamos al aire en 3… 2… 1… —dijo el productor desde el intercomunicador.

La cortina musical estalló con fuerza y color. Carmen abrió con su característica energía:

Carmen: – ¡Muy buenas noches, queridísimos! Bienvenidos a una nueva edición de “La Posta”. Esta noche, tenemos un invitado que sin dudas no necesita presentación... Presidente de la Nación, economista, león libertario y figura más polémica del país... ¡Javier Milei!

El público en el estudio aplaudió mientras Javier Milei ingresaba con paso firme, enfundado en su ya clásica campera de cuero negra, camisa oscura y mirada penetrante. Llevaba la melena desprolija pero controlada, los ojos delineados por ojeras de batalla y un gesto entre desafiante y contenido.

Lorena contuvo el aliento cuando lo tuvo frente a ella.

Lorena: "Mierda. Es mucho más imponente en persona. Qué energía... qué aura. No sé si es miedo o fascinación lo que me genera. Pero lo llena todo. Todo."

Javier saludó con la mano, luego con un beso a Carmen, y tomó asiento en el sillón individual frente al semicírculo del panel. Su presencia rompía la estética del set: era una figura de cuero y sombras en un mundo de luces, fucsias y transparencias. Y sin embargo, no desentonaba. Era el contraste lo que lo hacía brillar.

Carmen: – Bueno, Javier, gracias por estar acá. Nos honra tu presencia. ¿Cómo estás?

Javier: – Encantado de estar acá, Carmen. Vine porque me dijeron que ustedes no me van a correr por izquierda, así que confío en esta mesa. Vamos a ver qué tienen para preguntarme...

La frase generó risas nerviosas. Algunas panelistas sonrieron, otras mantuvieron su gesto profesional. Lorena alzó las cejas con una mezcla de admiración y alerta.

Lorena: "Directo al hueso. Este no se anda con vueltas. Pero qué seguridad..."

La entrevista comenzó con preguntas formales: economía, relaciones internacionales, el reciente conflicto con gobernadores por la coparticipación. Milei respondía con elocuencia, números en la punta de la lengua y ataques punzantes a “la casta”. Brisa y Maitén le consultaron sobre su vínculo con el Fondo Monetario. Gimena preguntó por los jubilados. Él respondía todo con pasión vehemente y argumentos afilados.

Pero fue Romina la que metió el primer golpe personal.

Romina: – Javier, te vimos hace poco con Amalia “Yuyito” González. ¿Cómo va esa relación? ¿Se puede ser presidente y estar enamorado a la vez?

Un murmullo suave recorrió el estudio. Milei ladeó la cabeza, sonrió apenas.

Javier: – Con Yuyito estamos muy bien. Ella es una gran compañera de vida. O sea, digamos, es dulce, amorosa. Es la mujer perfecta. Es difícil tener vida personal con esta agenda, pero... digamos que hago lo que puedo.

Las cámaras enfocaron a las panelistas. Lorena, instintivamente, bajó la vista a su libreta. No entendía por qué le afectaba un dato que ya sabía: que Milei tenía pareja.

Lorena: "¿Qué te pasa, boluda? Está en pareja, ¡y es el presidente! Sólo estás haciendo tu trabajo. Acordate de eso..."

Minutos después, fue ella quien le hizo una pregunta:

Lorena: – Presidente, usted se define como “anarco-capitalista”, pero... ¿cómo convive esa filosofía con el rol inevitablemente intervencionista del Estado argentino?

Milei la miró. Por primera vez, con verdadera atención. Sus ojos viajaron por su rostro y se detuvieron en los suyos.

Javier: – Gran pregunta. Mirá, el anarco-capitalismo no promueve el caos, sino la cooperación voluntaria. Yo acepto que en la transición tengo que usar herramientas estatales, pero... si logro achicar el Estado, lo estoy llevando a su mínima expresión funcional.

Lorena: – Pero, ¿eso no es como pedirle al zorro que cuide el gallinero? Usar el Estado para destruirlo suena... contradictorio.

Javier sonrió, encantado por el nivel del intercambio.

Javier: – Vos me estás comparando con un zorro... eso es halagador. Pero te entiendo. Es paradójico, pero necesaria. Yo vengo a romper el sistema desde adentro. Y si puedo seducir a la sociedad con la libertad, el aparato caerá por su propio peso.

Lorena: "¿Seducir a la sociedad...? ¿O seducirnos a todas?"

Sintió calor en las mejillas. Carmen captó el subtexto y saltó con una broma.

Carmen: – Bueno, bueno... ¡ojo, chicas! Que el León ruge fuerte, pero parece que también sabe acariciar con palabras...

Todas rieron, y Javier no se inmutó. Solo la miró otra vez a Lorena, con una intensidad casi animal. Fue fugaz. Pero ella lo sintió como un choque eléctrico.


📍Backstage – 22:14 hs

La entrevista había terminado. Javier se despidió uno por uno. Cuando llegó a Lorena, le dio la mano con fuerza, y le dijo en voz baja:

Javier: – Muy buenas tus preguntas. Tenés cabeza. Y garra. Eso no abunda.

Ella, sonrojada, no supo qué responder más que un tímido:

Lorena: – Gracias, presidente. Un placer... de verdad.

Esa noche, no pudo dormir. Mientras miraba el techo desde su departamento de Belgrano, pensaba en él. En esa voz áspera, en su forma de explicar todo como si el mundo entero estuviera equivocado y sólo él supiera la verdad. En cómo parecía arrastrar una jauría invisible detrás suyo. Un aura de guerra, de poder. De deseo contenido.

Lorena: "Es un loco, es obvio. Pero por alguna razón, me dan ganas de entenderlo. De ayudarlo... de conocer más. ¿Qué me pasa?"


📍Casa Rosada – Oficina del Presidente – Viernes 19 de Abril de 2024 – 11:07 hs

Javier: – ¿Cristian? ¿Podés conseguirme el número de la periodista esa... Lorena D’Ambrossio?

Cristian alzó una ceja, desconfiado.

Cristian: – ¿Para qué? ¿Querés que te haga un reportaje en Olivos?

Javier: – No. Quiero invitarla a tomar un café. Tiene mirada crítica, y escucha. Tal vez la podamos sumar al equipo de asesoramiento externo. Gente que piense, no que repita como loro.

Cristian asintió, pero no preguntó más. Javier no agregó una palabra, pero en el fondo, había quedado impactado. No por deseo (al menos no aún), sino por esa mezcla de inteligencia, sutileza y firmeza que Lorena irradiaba. Algo en ella lo desarmaba. Aunque todavía no lo sabía.

Chapter 110: Confianza indebida

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📍Departamento de Lorena – Belgrano – Domingo 21 de Abril – 22:58 hs (Flashbacks)

El celular de Lorena D’Ambrossio vibró sobre la mesa ratona, interrumpiendo el sonido envolvente del jazz instrumental que salía de su parlante Bluetooth. Estaba desmaquillándose frente al espejo, envuelta en una bata color vino que le llegaba hasta las rodillas, con el pelo atado en un rodete flojo. A esa hora, el departamento tenía esa paz suave que viene después de un día agitado.

Vio el número. Desconocido.

Frunció el ceño.

Lorena: "¿Quién llama a esta hora? ¿Otra fuente off the record?"

Dudó un segundo, pero su instinto de periodista pudo más. Atendió.

Lorena: – ¿Hola?

La voz al otro lado era inconfundible. Grave. Con un matiz de cansancio.

Javier: – Buenas noches. Disculpá que llame tan tarde. Soy Javier Milei.

Se quedó muda. Sintió un vuelco seco en el pecho. Su mano libre bajó lentamente la toalla que tenía contra la mejilla.

Lorena: – Ah... buenas noches, presidente. ¿Todo bien?

Javier: – Sí. Bueno, no tanto. Pensé en vos desde la entrevista. Sos de las pocas personas que me escucharon sin prejuicio. Me preguntaba si algún día podríamos charlar, sin cámaras ni protocolos. No como presidente y periodista. Como personas.

Lorena: "¿Esto es real? ¿Javier Milei llamándome de noche, sólo para hablar? ¿Cómo consiguió mi número? Dios mío..."

Había entrevistado a muchos políticos. Algunos se le insinuaban apenas terminaba la nota, otros la subestimaban o intentaban manipularla. Pero esto era distinto. Javier tenía algo... más sincero. Más raro. Más desarmado.

Lorena: – Claro. Me honra. ¿Te gustaría que coordinemos una reunión?

Javier: – Sí. Pero no oficial. ¿Podés venir a la Quinta de Olivos? Hay zonas reservadas, nadie va a molestarnos.

Su respuesta fue afirmativa, casi automática. Colgó con el corazón latiéndole en la garganta.

No sabía exactamente por qué había aceptado. O sí.


📍Quinta de Olivos – Martes 23 de Abril – 20:12 hs

La reja principal se abrió con suavidad. Lorena llegó en remis, vestida con discreción: un vestido azul marino, sencillo pero elegante, y una campera liviana beige. En la mano llevaba una carpeta, aunque en el fondo sabía que no iba a tomar ninguna nota.

El chofer la dejó en la entrada. Caminó unos metros por el sendero empedrado, entre los árboles inmensos que temblaban bajo la brisa fresca del otoño. Los faroles de luz cálida iluminaban apenas el contorno de los jardines.

Los bullmastiffs que solían vigilar la propiedad no ladraron. Conan, el más grande, se acercó a olfatearla. Dio una vuelta a su alrededor y se le echó al lado, como aprobándola silenciosamente.

Javier apareció desde el fondo, caminando con lentitud. Llevaba el cabello suelto, un suéter negro y una copa de vino en la mano. No parecía el presidente de un país. Parecía un hombre cansado que había estado pensando mucho, tal vez demasiado.

Javier: – Llegaste. Gracias por venir.

Lorena: – Gracias a vos por invitarme. Qué paz que hay acá...

Javier: – Sí. Es el único lugar donde no tengo que gritar para que me entiendan.

La llevó hacia un gazebo cubierto, con calefactores eléctricos, sillones mullidos de mimbre y una mesa de madera pulida. Había una tabla de quesos, uvas, y dos cervezas frías. El ambiente era íntimo, casi hogareño. El silencio entre ellos no era incómodo, sino denso de cosas no dichas.

Hablaron durante más de dos horas. De política, sí. Pero también de filosofía, de soledad, de los mecanismos del poder que aislan a las personas. Él le confesó que a veces sentía que sus propios ministros lo traicionaban. Que las cámaras lo deformaban. Que había noches en las que no sabía a quién llamar.

Ella lo escuchaba con atención, sin interrumpir. Sólo preguntas sutiles, miradas claras, asentimientos suaves. No lo juzgaba. No lo trataba como una figura pública. Lo trataba como a un ser humano herido.

Y él la miraba como si acabara de descubrir una especie en extinción: una mujer hermosa que, lejos de usar su intelecto como escudo, lo usaba para abrazar.

Javier: – ¿Sabés qué pensé el otro día? Que si algún día me echan a patadas de acá, me gustaría hacer un podcast. Con vos. Vos preguntás bien. No me hacés sentir como un criminal.

Lorena: "¿Me está coqueteando o es sólo la gratitud? ¿Y por qué me gusta que no lo sé?"

Cuando se despidieron, fue con un apretón de manos largo. Pero cuando Lorena ya estaba por abrir la puerta del auto, escuchó su voz detrás.

Javier: – Gracias por no tratarme como un monstruo. De verdad. Me hiciste bien hoy.

Ella no respondió. Sonrió. Subió al auto. Y mientras se alejaba, se quedó mirando la pantalla apagada de su celular.

El corazón le pesaba.


📍Chats de WhatsApp – Abril en adelante

La conversación se volvió constante. Al principio, eran intercambios esporádicos.

Javier: "¿Tenés cinco minutos para escucharme despotricar contra Caputo? Jaja"

Lorena: "Mandá audio, total no estoy haciendo nada más importante que doblar ropa :)"

Después, se volvieron diarios. Audios de tres minutos. O de doce. Memes. Noticias. Opiniones. Reflexiones.

Javier: "Hoy vi un documental sobre perros mestizos. Me hizo pensar en vos. No por mestiza, ja. Por lo noble."

Lorena: "Raro cumplido... pero lo tomo."

Ella lo escuchaba en el subte. En la ducha. En la cama. A veces, sentía que su voz era lo último que escuchaba antes de dormir. Y lo primero al despertar.

Se estaban volviendo... necesarios.


📍Casa Rosada – Oficina presidencial – Miércoles 8 de Mayo – 18:36 hs

La excusa fue una propuesta cultural. Cristian la dejó pasar con un gesto serio, pero sin objeciones.

Cuando Lorena entró a la oficina, Javier tenía dos cafés servidos. La carpeta del proyecto cultural estaba ahí, abierta, pero a medio completar.

Ella se paró junto a la ventana, mirando la Plaza de Mayo. Él la miraba a ella. Había algo en su mirada que se había vuelto más íntimo. Más... peligroso.

Javier: – ¿Vos sabés lo atractiva que es la inteligencia, no?

Lorena: – Me lo han dicho. Pero no me pasa seguido con políticos.

Javier: – Y bueno. No soy un político. Soy un bicho raro.

Se rieron. Pero fue una risa tensa, como la cuerda de un violín demasiado ajustada.

Cuando ella se fue, él cerró los ojos y aspiró el perfume que ella había dejado flotando en el aire. Un aroma dulce, floral... inquietante. Como ella.


📍Audios – Últimos días de Mayo

Javier (voz baja, temblorosa): "Hoy me peleé con medio gabinete. Si pudiera teletransportarme, iría a tu casa con una birra y una pizza de muzza. Sólo para que me mires como si no estuviera tan loco."

Lorena (escrito): "Te bancás con whisky, pero te rendís con una pizza. Sos un caso perdido, presidente."

Él reaccionó con un emoji de león.

Ella lo escuchó diez veces. Y lo guardó.


📍Quinta de Olivos – Domingo 2 de Junio – 19:51 hs

Esa noche, ella volvió. Él dijo que necesitaba hablar con “alguien real”.

Comieron sushi en la biblioteca. Él estaba distinto. Más callado. Más humano.

Le habló de su infancia. De Karina. De su necesidad constante de demostrar algo. De su miedo a que nadie lo quisiera por lo que era, sino por lo que representaba.

En un momento, Lorena le tocó el antebrazo. Él se quedó quieto.

Lorena: – Vos no sos un monstruo, Javier. Sos humano. Y los humanos también se rompen.

Él no contestó. Sólo cerró los ojos. Apoyó su frente contra la de ella, con un suspiro profundo. Y ahí quedaron. Unidos. Silenciosos.

Después, nada más. Ningún beso. Ninguna caricia. Sólo silencio.

Pero el corazón de ambos temblaba.


📍Departamento de Lorena – Esa noche – 23:12 hs

Ella no podía dormir. Se cambió de posición cinco veces. Revisó el celular. Apagó la luz. La volvió a prender.

Lorena: "Esto ya no es sólo una amistad. No lo sé. No lo quiero pensar. Pero me parte el alma verlo tan solo, tan perdido... Y me parte el alma saber que a mí también me haría bien alguien así. Aunque no sea correcto."


📍Casa de Palermo – Misma noche

Javier caminaba por la casa a oscuras. Ni Moro, ni los bullmastiffs. Silencio total. Todo estaba en su sitio, pero se sentía... vacío.

Javier: "No quiero que piense mal. No quiero cagar esto. Pero si ella supiera... Si supiera cuánto bien me hace..."

Abrió el chat. Escribió con dedos temblorosos.

Javier: "Gracias por lo de hoy. Me diste algo que no me daba ni Karina, ni nadie: paz."

Ella respondió enseguida, con un audio suave.

Lorena (voz baja): "Siempre que lo necesites, yo estoy. Porque vos también me hacés bien. Y lo sabés."

Él apoyó el teléfono contra su pecho.

Y por primera vez en semanas, durmió sin sobresaltos.

Chapter 111: Lo que se desea, lo que se pierde

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📍Casa de Palermo – Lunes 3 de Junio – 07:42 hs (Flashbacks)

Javier se despertó tarde.

Por primera vez en mucho tiempo, no hubo pesadillas. El cuerpo descansado, la mente no tanto. Giró sobre la cama y estiró el brazo hacia el lado vacío. Moro ya no dormía con él desde que Nico se había ido. Nada era lo mismo.

Se sentó en la cama. La luz de la mañana entraba tímida por las persianas. Revisó el celular.

Mensaje sin abrir.

Lorena: "Buen día, presidente. Hoy soñé que estábamos en una azotea hablando de filosofía y se nos volaban los papeles. Puede ser una metáfora, si querés :)"

Sonrió. No respondió de inmediato. Fue al baño, se lavó la cara. Se miró en el espejo. Las ojeras seguían ahí. Pero algo en su mirada era distinto.

Javier: “Me estoy apoyando demasiado en ella”, pensó el presidente.

Cerró los ojos un segundo. La imagen de Nico, en bata, con el pelo húmedo, mirándolo con dulzura, apareció sin permiso.

Javier: “¿En qué momento lo arruiné?”

Volvió al celular.

Javier: "Metáfora aceptada. ¿Nos vemos hoy?"

La respuesta no tardó.

Lorena: "¿En Olivos o en un bar con nombre ridículo? Tengo la tarde libre."

Javier: "Olivos. No quiero fingir ser normal hoy."


📍Congreso de la Nación – Mismo día – 12:20 hs

Nico caminaba por los pasillos como un fantasma bien vestido. Saludaba, respondía, sonreía. Pero por dentro era todo niebla.

Desde que se había separado de Javier, trataba de mantenerse ocupado. Proyectos legislativos, comisiones, notas con periodistas. Pero había momentos, como ese, en los que se detenía frente al ventanal del primer piso y simplemente se perdía.

Nico: "¿Lo estará pensando? ¿Estará sufriendo también? ¿O ya encontró consuelo en otro cuerpo, en otra voz?"

No era celos. Era miedo. Miedo a que su lugar ya estuviera siendo ocupado.

Le sonó el celular. Era un mensaje de Myriam:

Myriam: "Hoy votamos en bloque. Te necesito lúcido. Te espero en la oficina."

Suspiró.

Nico: “Hoy no quiero pensar en vos, Javier. Hoy no puedo.”


📍Quinta de Olivos – 18:08 hs

Lorena llegó puntual. Vestía jean, botas bajas y un suéter gris claro que dejaba un hombro al descubierto. No era coquetería: era comodidad. Pero el efecto en Javier fue inmediato.

Él la esperaba en el jardín de invierno, donde habían instalado una pequeña estufa a leña. Había música suave de fondo: Bach, curiosamente. Una bandeja con medialunas y café. Ningún vino esta vez.

Javier: – Estás linda.

Lorena: – Gracias. Vos… estás distinto. Más calmo.

Javier: – Sos vos. Me bajás el voltaje.

Ella sonrió, sin decir nada. Se sentaron.

Durante una hora hablaron de banalidades: un nuevo libro, el rating de una entrevista, el clima en Europa. Pero después, el silencio se instaló como una marea.

Javier: – ¿Creés que uno puede amar a dos personas al mismo tiempo?

Ella lo miró.

Lorena: – Sí. Pero nunca de la misma forma.

Javier: – Yo no sé si lo amo todavía. O si sólo estoy vacío.

Lorena: – A veces el dolor también es amor que no sabe dónde ir.

Él tragó saliva. La miró. Largo.

Javier: – ¿Y si yo... si yo quisiera algo con vos? ¿Qué harías?

Lorena: – Te diría que no estoy para ser consuelo de nadie. Pero también que me importás. Y que no quiero que te hagas daño ni que me lo hagas a mí.

Él asintió. Se acercó apenas. Le tomó la mano. No la besó. No la abrazó. Pero sus dedos se entrelazaron.


📍Departamento de Lorena – Noche del mismo día – 22:48 hs

Ella entró a su casa con el pecho apretado.

Apoyó la cartera, se sacó los zapatos, sirvió un whisky.

Pensó en la manera en que Javier le había sostenido la mirada. En la forma en que su voz temblaba, no por inseguridad, sino por deseo contenido.

Lorena: "No puedo ser la otra historia en su vida, la amante. No puedo ser el puente. Pero tampoco puedo mentirme: me mueve algo que no puedo explicar."

Se quedó dormida en el sillón.

Soñó con un campo de trigo y una voz que la llamaba desde lejos.


📍Casa de Palermo – Martes 4 de Junio – 02:17 hs

Javier no podía dormir.

Se levantó. Caminó. Se sirvió un whisky. Buscó entre sus libros uno que le había regalado Nico. “Los cuerpos del verano”, de Martín Felipe Castagnet.

Lo abrió al azar. Encontró un subrayado en lápiz:

"Si me hubiera quedado con vos, ¿qué sería de mí? Tal vez no sería feliz, pero al menos sabría que no me falta el aire."

Cerró el libro. Apoyó la cabeza contra el respaldo del sillón.

Javier: "¿Qué carajo estoy haciendo?"

Tomó el celular.

Le escribió a Nico. Borró.

Le escribió a Lorena.

Javier: "¿Estás despierta?"

Tres segundos después, la confirmación de lectura. Y un mensaje:

Lorena: "Sí. No puedo dormir."

Javier: "Tampoco yo."

Lorena: "¿Querés que hablemos un rato?"


📍Llamada de voz – 02:22 hs – 02:57 hs

Hablaron de la noche. Del insomnio. De por qué hay amores que no se sueltan aunque duelan.

En un momento, hubo un silencio largo.

Javier: – A veces tengo miedo de que mi ex no vuelva nunca más. Y de que yo tampoco quiera que vuelva si esto sigue así con vos.

Lorena: – No me digas eso. No mientras todavía te duela perderlo.

Javier: – ¿Y si te duele a vos perderme después?

Ella no respondió enseguida.

Lorena: – Entonces será mi elección. Y será digna. Pero no te elijo para que vos llenes el hueco de otra historia.

Silencio.

Javier: – Sos tan distinta, Lore. Sos tan... honesta que me incomoda.

Lorena: – Entonces no me uses para mentirte, Javi. Ni a vos ni a ella.


📍Congreso – Miércoles 5 de Junio – 10:43 hs

Nico estaba por presentar una moción cuando recibió un mensaje inesperado.

Javier: "Soñé con vos anoche. No me odies."

Leyó. Se quedó helado. Se le borró la línea del discurso.

No contestó.

Pero el corazón se le fue a la garganta.

Chapter 112: Reemplazable

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📍Cámara de Diputados – Miércoles 13 de Noviembre de 2024 – 19:56 hs (Vuelta al presente)

Las luces de la Cámara de Diputados empezaban a apagarse lentamente mientras los asesores y legisladores se retiraban entre charlas bajas, risas resignadas y despedidas cargadas de agotamiento.

Nico caminaba con paso lento por el pasillo central, con su mochila negra colgada de un hombro, los ojos brillosos y el nudo en la garganta más cerrado que nunca. Ese lugar, ese banco, ese micrófono, habían sido su trinchera. Su voz. Su manera de resistir. De existir políticamente.

Y sin embargo, hoy no sentía alivio ni orgullo.

Nico: "Tanto dar... tanto hablar... ¿para qué? ¿Para volver a casa a llorar por un tipo que ya me olvidó?"


📍Casa de Nico – 20:36 hs

Se cambió con ropa liviana: pantalón corto de algodón gris, una musculosa vieja de La Renga, el pelo recogido de forma desprolija. Preparó un mate, pero no lo tomó. Tenía la boca seca, el pecho apretado, los pensamientos enredados.

Encendió el televisor. Primero pasó por Canal 9, donde daban una novela brasilera repetida. Después TV Pública, donde estaban hablando del debate energético. Pero algo lo llevó a América TV.

Y ahí estaba. El comienzo del infierno.

Ángel De Brito, con su típico tono entre burla y complicidad, sonreía mientras sus angelitas hacían comentarios por debajo.

Ángel: – Bueno, ahora pasamos a una bomba que nos llegó directo del entorno presidencial. Parece que el presidente Javier Milei... ¿está de novio?

Las panelistas gritaron como si fuera un recital.

Yanina Latorre: – ¡Yo lo sabía!

Nazarena Vélez: – Chicos, es una bomba. ¡Pero la chica es diosa! ¡Diosa!

Ángel: – Estamos hablando de Lorena D’Ambrossio, periodista, panelista de “La Posta”, la descubrieron saliendo con Milei del Hotel Faena, a la noche, tomados del brazo. ¿Casualidad? No lo creo.

Pasaron una imagen borrosa, pero inconfundible. Javier y Lorena, saliendo por la puerta del Faena, él con saco oscuro, ella con vestido ceñido y labios color vino. Y aunque la imagen estaba algo movida, la cercanía entre ellos era clara. Sus cuerpos se rozaban, los brazos estaban juntos.

Después mostraron otra imagen: ambos en el restaurante del hotel, riendo. Esa sí era nítida. La sonrisa de Javier, relajada. La mirada de Lorena, fija en él.

Y como si eso no alcanzara...

Ángel: – Y atención con esto... en el programa de Viviana Canosa, una de sus productoras consiguió esta story eliminada del Instagram de Lorena.

Y apareció en pantalla: Lorena, en un sillón que Nico conocía al dedillo, el living de la Quinta de Olivos. Copa de vino, vestido negro de encaje, risa suave, la canción “Freedom” de Dan Bălan de fondo. En la esquina de la story había un emoji claramente relacionado a La Libertad Avanza: 💜.

Nico se quedó inmóvil. El mate se le cayó al piso sin que lo notara.

Nico: "Ese sillón... esa lámpara... ese jarrón... ese espacio es mío. Era mío. Ella estaba ahí. Y yo... yo estoy acá, solo, como un boludo."

Le temblaban las manos. La cara le ardía. El corazón galopaba sin control.

Quiso respirar. No pudo.

El televisor seguía, pero ya no lo oía.

Se apoyó en la mesa con ambas manos. Moro lo miraba, con las orejas gachas.

Nico: "Se supone que estábamos separados. Se supone que podía hacer su vida. Pero esto... esto es una traición. Me dijo que me amaba. Me rogó que no lo dejara. Me llenó de promesas. Y ahora está de la mano con otra. Sonriendo. En MI living."

Tomó el celular. Escribió a Micho.

Nico: "Che... ¿tenés un minuto?"

Micho (respuesta rápida): "Siempre."

Nico: "Mi ex ya está con alguien más. A menos de un mes de habernos separado."

Hubo unos segundos sin respuesta. Hasta que llegó:

Micho: "¿Vos estás bien? ¿Querés que vaya?"

Nico: "No. Estoy con Moro. No quiero que nadie me vea así."

Micho: "Entiendo. Pero si cambiás de idea, pegá el grito."

Nico no respondió.


📍Departamento de Nico – 01:18 hs

Imposible dormir. El cuerpo le vibraba. El pecho le dolía.

Tomó el porro de una de las plantas de índica que él mismo cultivaba en su balcón. Lo prendió con dedos temblorosos. Dio una calada. Otra. Pero el corazón seguía en llamas.

Nico: "¿Qué hacía en la Quinta? ¿Se lo llevó a la cama? ¿Durmió en mi almohada? ¿Se acostaron en el sofá donde me decía que era nuestro lugar sagrado? ¿La besó en la cocina?"

Las imágenes eran insoportables. No importaba cuánto fumara. No importaba cuánto llorara.

Y lloró.

Como un niño.

Como un adulto devastado.

Como alguien que acaba de ser reemplazado en la historia de otro.

Se abrazó a sí mismo en el sillón, con los ojos rojos, mojados, rotos. Moro, a sus pies, gimoteaba.

Nico: – No puedo más... Moro. No puedo más...

El perro subió al sillón y se acurrucó a su lado, poniéndole la cabeza en el regazo.


📍Casa de Palermo – Misma hora

Javier veía todo desde la televisión con la cara blanca.

Él no había autorizado nada. No había hecho oficial ningún romance. Ni siquiera estaba seguro de si había un romance.

Javier: "La story de Lore... La puta madre. Tendría que haberle dicho que no la suba. Tendría que haber sido más cuidadoso. ¿Qué va a pensar Nico de esto? ¿Que fui corriendo a reemplazarlo? Dios, zurdito..."

Tomó el celular. Abrió el chat de Nico. Pensó en escribir. No lo hizo.

Se sirvió un vaso de whisky. Después otro.

Y otro.

Los perros lo miraban, desconcertados.

Con la cuarta copa en la mano, Javier abrió el WhatsApp de Jorge Álvarez, el que había filtrado imágenes anteriormente. Contra el consejo de Cristian, de su equipo de seguridad, de todo lo racional.

Javier: "Te aviso por última vez. Dejá de joder. Tus días están contados. Te espero en Tribunales. Vas a pagar cada foto. Cada intromisión. No sabés con quién te metiste."

Presionó “Enviar”.

Después cerró los ojos.

Y por primera vez en semanas... lloró.

Pero sin lágrimas.

Con furia.

Con pérdida.

Con culpa.

Chapter 113: La "primera dama" del León

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📍Casa de Nico – Jueves 14 de Noviembre de 2024 – 08:43 hs

El sol de mediados de Noviembre pegaba en las ventanas del departamento como si el verano hubiese llegado de golpe. Pero Nico no lo sentía. Caminaba con desgano por el living, tazón de café en mano, con Moro siguiéndolo a paso lento, como si incluso el perro intuyera que algo estaba mal.

Nico: – Tenemos que salir, Moro. Hoy hay huelga de los compañeros de Shell.

El perro ladeó la cabeza. Nico se agachó, acarició suavemente su lomo áspero.

Nico: – No tengo ganas de nada, pero menos ganas tengo de fallarle a los laburantes.

Se vistió con un jean gastado, una remera negra del Che Guevara, zapatillas deshilachadas. En su mochila metió agua, el protector solar y la carpeta con el último proyecto que había presentado en Diputados. No por utilidad, sino por costumbre. Por militancia.


📍Puente Avellaneda – 10:12 hs

El humo de las parrillas callejeras se mezclaba con el de los neumáticos encendidos sobre el asfalto. Las banderas rojas flameaban con fuerza, sostenidas por manos curtidas y cansadas. Los trabajadores de Shell, todos uniformados, se manifestaban con carteles, bombos y una bronca contenida que se sentía en la piel.

Trabajador: – ¡Queremos paritarias YA! ¡No a la flexibilización!

Nico se acercó al micrófono improvisado, conectado a un parlante portátil apoyado sobre una reposera. A su lado, militantes del FIT, entre ellos Myriam y Micho, lo alentaban en silencio. El sol pegaba de frente, pero Nico no se tapó. Levantó el puño, miró a los trabajadores, y habló.

Nico: – Compañeras, compañeros... No hay nada más valiente que lo que están haciendo hoy: pelear por lo que les corresponde. Pelear por sus derechos. Este gobierno, que dice que la libertad es lo primero, les niega la libertad de tener un salario digno. De tener una vida justa.

Cámaras de celulares lo enfocaban. Incluso algunos trabajadores que no lo conocían empezaron a escucharlo con atención.

Nico: – Si ellos tienen el poder económico, nosotros tenemos la fuerza colectiva. Si ellos tienen los medios, nosotros tenemos las calles. Si ellos tienen el poder del miedo, nosotros tenemos el poder del amor por nuestros compañeros. Porque eso es el socialismo: no dejar a nadie atrás.

Los aplausos estallaron. Algunos gritaron su nombre. Otros lo filmaron con orgullo.

En ese momento, llegaron las cámaras de Canal 13, y uno de los cronistas más reconocidos se acercó a Nico con el micrófono en alto.

Periodista: – Diputado del Caño, ¿cómo evalúa esta protesta y la respuesta del Gobierno Nacional hasta ahora?

Nico respiró hondo. Cambió su tono combativo por uno diplomático, sin dejar de ser firme.

Nico: – Lo que pasa acá no es un caso aislado. Es parte de un modelo económico que desprecia a los trabajadores. Esta protesta tiene que escucharse en la Casa Rosada. Y si no quieren escuchar, nos van a ver en la calle todos los días que haga falta.

El periodista asintió, algo sorprendido por el temple del joven diputado, que se notaba exhausto pero determinado.


📍Café “Bar La Tacita” – 13:33 hs

Mesas de fórmica, sillas de madera. Clásico bar del microcentro porteño, paredes decoradas con fotos en sepia de Gardel y Goyeneche. Afuera, los autos zumbaban. Adentro, el tiempo parecía detenido.

Nico removía un café con leche con una medialuna a medio comer. Micho, enfrente, lo observaba en silencio.

Micho: – Estuviste muy bien hoy. Nadie se hubiese dado cuenta de que estás hecho pelota.

Nico sonrió apenas, sin humor.

Nico: – Fue un acto. Uno más. Como todo lo que estoy haciendo últimamente.

Micho: – ¿Querés contarme qué pasó exactamente?

Nico bajó la mirada, suspiró. El vapor del café le empañaba los anteojos.

Nico: – Nos separamos. Yo decidí que necesitábamos un tiempo. Porque las cosas no estaban bien. Pero el acuerdo no era salir a buscar otra pareja, Micho. La idea era que él... recapacitara. Que intentara cambiar. Que me demostrara que podía sostener una relación seria.

Micho: – ¿Y ahora está con alguien más?

Nico asintió. Los ojos enrojecidos.

Nico: – Una periodista. Muy linda. Más joven. Aparece con él en todos los canales. 

Micho: – Qué feo, chabón. Eso duele.

Nico: – No tenés idea cuánto. No fue ni un mes desde que nos separamos. Y él... ya se ríe con otra. En mi living. En nuestra cocina. Con mis perros.

Micho: – ¿Querés un consejo?

Nico: – Sí. Pero que no sea "pasá página".

Micho: – No. Quiero que hagas lo que te haga bien. Si te hace bien llorarlo, lloralo. Si te hace bien putearlo, hacelo. Pero no te olvides que sos mucho más que el amor que no supieron darte.

Nico cerró los ojos, y por unos segundos no dijo nada.

Nico: – Gracias. Sos de las pocas personas que no me hace sentir un tarado por todo esto.

Micho: – Nunca lo serías.


📍Parque Patricios (Casa de Nico) – 18:47 hs

El sol empezaba a caer y el calor se volvía soportable. Nico entró a su casa con los hombros vencidos. Moro lo saludó como si hubiera pasado una eternidad. Nico se agachó, le dio un beso en la frente.

Nico: – Hola, amor mío. ¿Cómo está mi compañero fiel?

Se sacó las zapatillas, dejó la mochila en el sillón, y fue directo al freezer. Descongeló unos fideos con salsa que había preparado días atrás. Los calentó en el microondas. Puso El Trece de fondo.

Y otra vez.

María Laura Santillán: – En este nuevo segmento sobre actualidad política y farándula, retomamos los rumores de la posible relación entre el presidente Javier Milei y la periodista Lorena D’Ambrossio.

En pantalla, el fragmento de La Posta, con Lorena haciéndole preguntas incisivas a Milei. Su sonrisa, sus miradas.

Luego, los periodistas opinaban:

Diego Leuco: – Hacen una linda pareja. Ella es joven, inteligente, muy mediática. A Milei le viene bárbaro.

María Belén Ludueña: – Hay gente que ya la llama "la primera dama".

Nico tragó con dificultad un bocado de fideos. No tenían sabor. Ni sentido.


📍Parque Patricios – 23:28 hs

Otra noche. Otro insomnio.

Taquicardia. Ansiedad. El corazón golpeando como un puño contra el esternón.

Nico se fumó un porro entero. Nada.

Nico: "No me hace efecto... no me hace nada. Estoy peor que ayer."

Tomó un clonazepam de 0.5 mg. Se lo tragó sin agua.

Se acostó en la cama. Moro subió a sus pies.

Pero el sueño no llegaba. Sólo pensamientos. Recuerdos. Escenas que dolían más que una trompada.

Nico: "No me eligió. No peleó por mí. Me reemplazó como si fuera un adorno viejo. Y ahora todos creen que la otra es la reina. La correcta. La que va a tener su lugar como la primera dama perfecta."

Las lágrimas fluían, tercas. El clonazepam apenas empezaba a surtir efecto. La respiración se fue haciendo más lenta. Más pesada.

Pero el dolor seguía ahí.

Silencioso.

Letal.

Chapter 114: Oscuridad total ⚫💊

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📍Quinta presidencial de Olivos – Domingo 17 de Noviembre de 2024 – 15:12 hs

El rumor flotaba espeso como la humedad en Buenos Aires. Los portales digitales lo replicaban sin cesar, los panelistas se relamían de placer y los noticieros hablaban como si el país se jugara algo en eso. Lorena D’Ambrossio, periodista joven de mirada musgosa y sonrisa blanca impecable, estaba envuelta en un escándalo mediático que jamás buscó. Desde la publicación de las fotos en el hotel Faena junto a Javier Milei, su vida se volvió una lupa. Su celular vibraba sin parar. Llamadas, mensajes, solicitudes de entrevistas. Algunos la felicitaban por "el ascenso", otros la destrozaban por "colarse en la cama del poder".

Pero ella sabía la verdad: no era más que una amiga. Una que había escuchado a Javier cuando se sentía solo, una que había conectado con él en aquel programa de Abril en La Posta, cuando lo entrevistaron y ella sintió algo inconfesable: atracción. No al hombre presidente, sino al animal herido, al tipo solo que respondía con ferocidad por miedo, al lobo.

Y sin embargo, esto… esto no lo había pedido.


El sol de la tarde se colaba por los ventanales del salón principal. La luz era dorada, cálida, perfecta. Una bandeja de porcelana blanca descansaba sobre la mesa ratona, con tazas de té de jazmín, cucharitas de plata y un platito con masitas finas. Todo perfectamente dispuesto por Javier en un impulso que no sabía si era cortesía, ansiedad o ambas cosas.

Javier: "¿Hace cuánto que no recibo a alguien en casa sin intenciones ocultas? ¿Hace cuánto que no recibo a nadie por simple necesidad de hablar con alguien que me escuche sin juzgar?"

La puerta del frente se abrió y Conan fue el primero en salir corriendo. Su cuerpo robusto de bullmastiff se abalanzó hacia Lorena, que se agachó entre risas para recibirlo. Llevaba un vestido suelto verde musgo que combinaba con sus ojos y su cabello castaño claro caía en rizos suaves sobre sus hombros.

Lorena: – ¡Hola, grandote! ¿Este es el famoso Conan?

Javier la observaba desde la puerta con una sonrisa fugaz, apenas disimulada.

Javier: – Ese mismo. Le encantás, por lo visto.

Lorena: – No es el único, ¿no?

Javier parpadeó. La broma se le coló por una rendija emocional mal cerrada. Pero no dijo nada. Solo la invitó a pasar con un gesto, y se acomodaron en el living.

Lorena probó el té. Él se quedó observándola.

Javier: – Gracias por venir. Supongo que viste todo lo que están diciendo de nosotros...

Lorena: – Lo vi. En todos lados. Fotos del Faena, del restaurante, el video donde me estoy riendo. Como si eso fuera prueba de algo.

Javier: – No esperaba que se armara semejante circo. Yo no lo busqué. Perdón por meterte en todo este lío.

Lorena: – Lo sé, Javier. Pero nos está afectando. Ya me llamaron de dos radios, un programa del canal América y hasta una revista de chimentos para ofrecerme una nota. Me incomoda.

Javier: – Podés salir a desmentirlo si querés. En serio. Decí que somos amigos. Nada más. Yo no tengo problema.

Lorena dejó la taza en el platito con un sonido sutil.

Lorena: – No tengo problema en aclarar la verdad. Pero hay algo que no entiendo... ¿Por qué justo ahora? ¿Por qué la gente asume que salimos? ¿Por qué creen que me reemplazás por tu ex?

Javier: – ¿Viste que me separé hace no mucho, no?

Lorena: – Sí, de Yuyito. Es una lástima. Hacían un parejón, ¿por...?

Javier soltó una carcajada seca.

Javier: – Bueno, también. Pero... en realidad decidí cortar con Amalia porque me enamoré de alguien. Y quería formalizar con esa persona. Sí, terrible lo mío. Pero supongo que el amor es así de impredecible, aparece donde menos te lo esperás, ¿no?

Lorena se quedó en silencio, moviendo apenas la cucharita en el té.

Lorena: –Totalmente. ¿Y esa persona… te correspondía?

Javier: –Sí. Y nos amábamos. Pero yo fui un idiota. Salía a escondidas con Amalia mientras ya estaba en pareja. Alguien se enteró. Le mandó fotos el muy hijo de puta. Todo voló por los aires. Y desde entonces… sinceramente, me siento vacío. Como si me hubieran arrancado algo de adentro. Me cuesta pensar, me cuesta dormir. Pero me puede el orgullo. Y sé que me lo busqué. Me lo re contra busqué...

Los ojos del presidente estaban vidriosos. Lorena lo miró, pasmada.

Lorena: – Nunca imaginé que vos... ibas a hablarme así.

Javier: – ¿Así cómo? ¿Vulnerable? ¿Humano? ¿Pelotudo?

Lorena: – Todo eso, sí. Pero sobre todo sincero. Javier...– empezó a decir la periodista, tomándole la mano al alfa – no tengas miedo de parecer un denso. Si la querés de verdad, tenés que jugártela. Capaz ella también te extraña. Capaz todavía está sola. Capaz... sólo necesita saber que todavía hay esperanzas. Y si podés, aclarale que vos y yo somos amigos. Nada más.

Javier no pudo evitarlo. La abrazó. Fuerte. Con necesidad. Y ella lo sostuvo con dulzura.

Javier: – Gracias. Gracias de verdad.

Se separaron. La atmósfera era tibia, emocional.

Lorena: –Che… Le tomó la mano con dulzura. –No tengas miedo a insistir. Si de verdad la amás… luchá. Decile todo. Y aclarale que lo nuestro es solo una linda amistad. Capaz “ella” también te extraña. Y todavía está sola.

Javier: –Gracias, Lore.– La abrazó con fuerza, como si intentara absorber algo de su paz. –¿Sabés qué? Estuve pensando… ¿no te gustaría ser mi asesora personal? Me hacés bien. Pensás bien. Me entendés. Y tenés alto don para escuchar. Serías ideal.

Lorena: –Eso es un montón, Javier.– Se rió con nervios. –Yo no soy política, no sé si soy para eso.

Javier: –No necesitás ser política. Necesito una compañera lúcida. Y además… no me juzgás. Sos una de las pocas personas que me ve más allá de lo que dicen los medios.– Su voz era tan honesta que desarmaba.

Lorena titubeó. Pero finalmente asintió.

Lorena: –Bueno… va a ser un quilombo. Pero acepto. Por vos.

Se despidieron con un beso en la mejilla. Conan la siguió hasta la salida como si no quisiera que se fuera.


📍Casa de Parque Patricios – 19:32 hs

Nico abrió una milanesa de soja ya cocida y se sirvió un poco de ensalada de tomate. Comió con desgano. Moro estaba acostado a su lado, sin ladrar.

Después, intentó leer. Luego, prendió la tele.

Y otra vez, la noticia.

Programas de espectáculos analizaban la posible relación entre Milei y Lorena. Fotos, risas, videos. “La nueva primera dama”. Comparaciones absurdas.

Nico: "No hay vuelta atrás, ¿no? Ya me reemplazó. Así. Tan fácil. Y encima lo celebra todo el país."

Y más tarde, Telenoche no sólo reforzó los rumores, sino que mostraron el fragmento de La Posta, donde se conocieron. Se reían juntos. Analizaban si Lorena sería buena Primera Dama. Incluso hacían encuestas en vivo.

Nico: "¿Qué carajo estoy viendo…? ¿Cómo pasamos de hablar de leyes a esto?"

La angustia le trepaba como una hiedra venenosa. Ansiedad, taquicardia, insomnio. Recordaba a Javier en cada rincón: su aroma a cuero, la forma en que lo abrazaba por la cintura mientras cocinaban, sus ronquidos leves cuando se dormía con él encima.

Nico: "¿Todo eso ya fue? ¿Tan rápido soy reemplazable?"


No podía más. Tenía el pecho apretado. Pensamientos oscuros se arremolinaban en su mente como hojas en una tormenta:

Nico: "¿Para qué lucho? ¿Para qué me esfuerzo? No hay justicia. No hay victoria. No hay amor. Estoy solo. Y él... él está con ella. En nuestra cama. En nuestra mesa. Con mis perros."

El celular vibró.

Javier: "Zurdito... no creas nada de lo que ves en la tele. Entre Lorena y yo no hay nada. Lo juro por mi vida. Sos el único amor de mi vida. ¿Querés cenar esta noche? Te espero..."

Nico leyó el mensaje. No contestó.

No tenía fuerzas.

La ansiedad era insoportable. Taquicardia. Opresión en el pecho. Mareo. Temblor.

Miró la hora. 01:56. Tomó un porro. Fumó, lento, esperando que la índica hiciera su magia. Pero nada. La mente era más fuerte.

Fue al botiquín.

Tomó cuatro pastillas de clonazepam para dormir. Luego, otras dos.

Volvió a la cama. Se tapó con la manta. Moro lo miraba con ojos llenos de preocupación.

Nico: "Quiero dormir. Sólo quiero que todo pare. Que todo se apague."

Sintió que el cuerpo se volvía pesado. Como si la cama lo absorbiera. Como si toda luz del mundo fuera tragada por una marea negra.

Y entonces, la oscuridad llegó.

Literal. Total. Final.


📍Quinta de Olivos - Lunes 18 de Noviembre de 2024 – 03:17 hs

Javier no podía dormir.

El celular brillaba con la pantalla abierta en WhatsApp. Varios mensajes sin contestar enviados a su omega.

Silencio.

Y de pronto, como si algo lo hubiese golpeado de adentro, su lobo interno empezó a aullar.

Javier: "No… no, no, no. Algo anda mal. Algo anda muy mal."

Con el corazón acelerado, agarró el teléfono y marcó el número de Nico.

Una. Dos. Tres veces. Sin respuesta.

Javier: "¡La puta madre! Atendé, zurdito, por favor..."

Se levantó como un rayo, se puso lo primero que encontró y salió sin decirle nada a nadie. Ni a Cristian. Ni a su custodia. Ni a los perros, que quedaron mirándolo desconcertados.

Condujo él mismo por las calles de madrugada, las manos tensas en el volante. El tránsito era casi inexistente. Los semáforos pasaban como luces de feria en medio de la desesperación.

A cada metro que se acercaba a Parque Patricios, su respiración se volvía más corta. Y su lobo no dejaba de agitarse.

Javier: "Aguantá, zurdito. Aguantá un poco más. Estoy yendo. Estoy yendo..."

Chapter 115: La noche más oscura

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📍Parque Patricios – Lunes 18 de Noviembre de 2024 - 03:21 hs

Javier bajó del auto sin cerrar la puerta. Subió los escalones de la casa de Nico en dos zancadas. No pensó en tocar el timbre. Forzó la cerradura con una llave que aún guardaba en el llavero, la misma que Nico le había dado meses atrás en un gesto que parecía pequeño pero que lo había llenado de ilusión. Entró. Todo estaba en silencio.

Javier: – Zurdito... ¿estás ahí?

No hubo respuesta. Solo el zumbido débil de una heladera.

El living estaba a oscuras, apenas iluminado por la luz azulada del televisor, que seguía prendido sin sonido. En la pantalla, una repetición de LAM mostraba titulares que lo hicieron fruncir el ceño: “¿Romance confirmado? Milei y Lorena, cada vez más cerca”.

Javier: – Mierda...

Avanzó con pasos cada vez más rápidos hacia la habitación. La puerta estaba entreabierta. Empujó con suavidad.

Lo que vio lo dejó sin aire.

Nico estaba acostado boca arriba, con la ropa aún puesta. El rostro pálido, los labios secos. Y el cuerpo... frío. Inmóvil. A su lado, sobre la mesa de luz, un blíster de clonazepam a medio vaciar. La alarma en el pecho de Javier se convirtió en explosión.

Javier: – ¡Nico! ¡Nico, la puta madre, despertate! ¡ZURDITO! –Corrió hacia él y le tomó el rostro con ambas manos–. No… no, no, no, no, por favor no… –Su voz se quebró como un cristal estallando contra el mármol.

Temblando, colocó dos dedos en el cuello de Nico.

Había pulso. Débil. Lento.

Javier: – Está vivo… ¡está vivo!

Lloró. Lloró sin contenerse. El pecho convulsionando, los labios murmurando palabras que se confundían entre súplicas, insultos y oraciones sin dios.

Javier: – ¿Qué te hiciste, amor mío? ¿Qué te hiciste? Yo te fallé, yo… yo tendría que haber estado, tendría que haber insistido, tendría que haberte llevado de vuelta a casa a la fuerza si hacía falta… –Hundió la cara en el pecho inmóvil de Nico, aferrándose a su camisa–. No me dejes. Por favor, no me dejes…

Sacó el celular a los tirones y marcó el 107. Dio su dirección con la voz quebrada. Luego volvió al lado de su omega, abrazándolo como si su calor pudiera volverle el alma al cuerpo.

Moro apareció en el umbral, con las orejas gachas. Se acercó despacio, y se echó a los pies de la cama, gimiendo bajito.

Javier: – Aguantá, zurdito. Por favor, aguantá. No podés hacerme esto. No podés dejarme… no después de todo lo que peleamos. No después de todo lo que sos para mí…


📍Hospital Penna – 03:57 hs

El pasillo olía a cloro y urgencia. Javier caminaba de un lado a otro con el pelo revuelto, la remera arrugada y las manos manchadas de polvo. La camilla con Nico había desaparecido tras las puertas batientes hacía media hora. Aún tenía grabada en la piel la textura de su cuerpo inerte. Frío. Vulnerable.

Había pedido que le hicieran un lavaje gástrico y que no escatimaran en nada. Incluso se había puesto agresivo cuando una enfermera intentó frenarlo con protocolo. Cristian había llegado al lugar apenas pasados los veinte minutos de internación, alertado por la custodia que Javier había dejado botada. Pero no dijo nada. Solo se paró a su lado, en silencio.

Cristian: – Ya está en manos del equipo, Javi. Ahora hay que esperar.

Javier: – ¿Esperar qué? ¿A que no despierte nunca? ¿A que me digan que mi omega se murió por culpa mía? ¿Por los putos medios? ¿Por mis silencios, mis cagadas, mi maldito orgullo?

Su voz resonó con furia contenida. Cristian no respondió. Sólo apoyó una mano en su hombro, y la dejó ahí. Era la única forma que tenía de decirle que entendía.

Una médica salió poco después, de rostro cansado pero amable. Explicó que habían logrado estabilizar a Nico, que el procedimiento fue efectivo, pero que aún no despertaba. Que había ingerido una cantidad significativa de pastillas. Que estaban evaluando posibles daños neurológicos. Que las próximas 12 a 24 horas serían clave.

Javier: – Quiero estar con él. No me importa el protocolo. Lo voy a cuidar yo. Y si tengo que firmar lo que sea, lo hago.

Le prepararon una camilla con barandas en una habitación privada. Una enfermera le trajo una bata. Javier la ignoró. Entró tal como estaba.

Y ahí estaba él.

Tan inmóvil. Tan blanco. El suero bajaba gota a gota, y el monitor cardíaco dibujaba un ritmo lento pero estable. Había oxígeno en su nariz y una vía en su brazo izquierdo. El pelo despeinado, la piel pálida. Como dormido, pero lejos.

Javier se sentó en la silla junto a la cama. Le tomó la mano. Le acarició los nudillos uno por uno.

Javier: – Te juro que voy a matar a todos los que te hicieron daño. Pero antes… antes necesito que vuelvas. Zurdito… tenés que volver. Te lo ruego.

Apoyó la frente en la mano tibia. Las lágrimas volvieron a salir sin permiso.

Javier: – No me importa si no querés verme nunca más, si me odiás, si no me perdonás. Pero volvé. Por vos, por Moro, por los pibes que te necesitan, por todo lo que todavía no hiciste. Por todo lo que sos. Por todo lo que me diste… y por todo lo que no supe cuidar.

El reloj marcaba las 04:31.

Cristian, desde el pasillo, hizo una seña para que llevaran café. Él sabía que la noche recién empezaba.


📍Hospital Penna – 07:08 hs

El amanecer filtraba su luz apenas rosada por las ventanas del hospital. Javier no se había movido de la silla. No había dormido. No había comido. Solo había llorado, hablado en voz baja, y acariciado con infinita delicadeza la mano de su omega.

Conan y los otros perros lo esperaban en Olivos. Pero él sabía que su manada estaba incompleta.

Nico seguía dormido. El monitor seguía pitando. Y su respiración, aunque tranquila, no cambiaba de ritmo. Parecía suspendido en el tiempo.

Javier: "¿Y si no despierta? ¿Y si se queda ahí para siempre? ¿Y si no puedo volver a escuchar su voz diciendo 'boludo', o reírse con ese ronquido hermoso, o mirarme con esos ojazos cuando está a punto de enojarse y después me besa igual?"

Se tapó la cara con las manos. El peso del amor era insoportable.

Porque cuando uno ama de verdad… no se permite fallar así.

Y sin embargo, falló.

Falló donde más dolía.

Chapter 116: Cuando vuelve la luz

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📍Hospital Penna – Lunes 18 de Noviembre – 07:32 hs

La luz tenue del amanecer seguía extendiéndose por el ventanal, proyectando un resplandor blanquecino sobre el suelo de cerámicos pálidos. La habitación estaba en un silencio casi sagrado, roto apenas por el bip constante del monitor cardíaco, el susurro del oxígeno y el lejano ruido de carros médicos desplazándose por los pasillos.

Javier no se había movido. Su cuerpo entero parecía una escultura de tensión y agotamiento. Llevaba más de tres horas sentado en la misma posición, con los codos apoyados sobre las rodillas y los ojos fijos en el rostro de su omega. El celular descansaba en su mano derecha, sin desbloquear. Apenas pestañeaba. Sus dedos acariciaban la palma de Nico en intervalos irregulares, como si el contacto evitara que él también se desplomara.

Javier: "Respirá. Eso. Así... Tranquilo, zurdito. No me hagas esto. Por favor, no..."

El corazón le latía lento, pero denso. Cada segundo era un ancla. Cada mirada al suero o al cableado médico, una punzada de realidad que lo mantenía en el filo del colapso.

Sintió un zumbido en el bolsillo. Era uno de los custodios que se había quedado en la puerta del hospital. Sin despegar la vista de Nico, desbloqueó el teléfono con el pulgar.

Custodio (mensaje): “Presidente, ¿alguna novedad? ¿Seguimos afuera?”

Javier: "Sigan afuera. Está estable, pero no despierta. Apenas sepa algo más, aviso. No me llamen ni golpeen la puerta, por favor. No quiero que se despierte asustado."

Pausa. Sus dedos temblaban. Pensó en Lorena.

Buscó su contacto y escribió despacio, cada palabra pesándole como piedra.

Javier: "Sé que no es el mejor momento para esto, pero quería avisarte. Mi ex... intentó quitarse la vida anoche. Está internado. Yo estoy con él. Si ves algo en los medios, es por eso. No quiero ocultarlo. Estoy destruido, pero... te aviso porque en breve esto va a explotar."

No esperó respuesta. Guardó el celular. No lo necesitaba en ese momento. Lo único que necesitaba era que el cuerpo debajo de las sábanas se moviera, que los ojos se abrieran, que la voz, esa voz que conocía hasta de memoria, rompiera el silencio.


Afuera, una ambulancia se estacionaba en el acceso de emergencias. Adentro, un enfermero se asomó tímidamente a la habitación, pero Javier le hizo una seña con la cabeza. El hombre comprendió al instante y se retiró sin decir una palabra.

Javier volvió a mirar a Nico. Acarició con la yema del índice su ceja izquierda, desordenándole apenas un mechón.

Javier: – Te ves tan frágil... pero sos el tipo más fuerte que conocí. Zurdito... volvé. Por favor.

La respiración de Nico se agitó levemente. Un suspiro. Un murmullo ininteligible. Y después... una mueca. Como si el mundo empezara a formarse otra vez detrás de los párpados cerrados.

Javier: – ¿Nico?

Se incorporó apenas, con el corazón latiéndole en las sienes. Los dedos de Nico se movieron imperceptiblemente. Y luego, los párpados empezaron a temblar.

Un segundo después, los ojos se abrieron.

Confusos. Turbios. Dilatados.

Pero vivos.

Javier: – Estás despierto. Dios... estás despierto. –Se le quebró la voz. Las lágrimas brotaron sin permiso, cayéndole sobre el rostro y la mano de Nico–. Zurdini, volviste...

Nico parpadeó varias veces, como si el mundo fuera una imagen saturada que intentaba procesar. No dijo nada. Sus ojos vagaron por la habitación. Hasta que se posaron en él.

Se tensó al instante.

El cuerpo entero se contrajo bajo las sábanas. Sus pupilas se afilaron. Y aunque la debilidad era palpable, su mirada se volvió cortante.

Nico: – ¿Qué hacés acá?

La frase salió como un hilo de aire. Pero suficiente para herir.

Javier no se movió. Tragó saliva.

Javier: – Estás en el hospital. Te encontré... habías tomado muchas pastillas. No respondías. Estás vivo, Nico. Estás vivo, y eso es lo único que importa ahora.

Nico: – ¿Y vos qué carajo hacías en mi casa? –Su voz sonaba gastada, ronca, pero no vacía. Había enojo. Defensa. Frialdad.

Javier: – Tenía llave. Me la diste hace meses... –Le tembló la voz. Se corrigió–. No. No importa eso. Vi que no respondías los mensajes. Sentí que algo estaba mal. Y... fui.

Nico: – No necesitabas hacer eso. No sos mi pareja. No más.

Javier: – Lo sé. –Sus ojos se llenaron otra vez de lágrimas–. Pero sigo siendo quien te ama. Y no podía quedarme esperando. No esta vez. No con esa angustia que me estaba matando.

Nico giró el rostro hacia la ventana, como si buscara alejarse de él incluso desde esa cama.

Nico: – Estoy bien. Podés irte.

Javier: – No. No voy a dejarte solo, Nico. Ya no.

Silencio.

El monitor siguió pitando. La gota del suero siguió cayendo. Y Javier, con la garganta hecha un nudo, sacó el celular. Abrió WhatsApp. Le escribió a Cristian.

Javier: "Despertó."

La respuesta fue inmediata.

Cristian: "Voy para ahí. ¿Entro?"

Javier: "Todavía no. Está muy alterado. Prefiero que esperes unos minutos."


Guardó el teléfono. Se inclinó un poco más. Le habló con una suavidad que le salía desde lo más hondo.

Javier: – No vine a presionarte, ni a rogarte nada. Sé que te fallé. Sé que hice todo mal. Pero no podía no venir. No después de todo lo que sos para mí.

Nico: – ¿Y qué soy para vos ahora, eh? ¿Una carga emocional? ¿Una culpa que necesitás saldar? ¿Una mancha en tu imagen pública?

Javier: – No digas eso... Por favor.

Estiró una mano, con lentitud, y acarició el dorso de la mano izquierda de Nico. Apenas una caricia. Apenas un roce.

Javier: – Sos el amor de mi vida. Sos lo único real que tuve en años. Sos lo que me dio esperanza en medio del infierno. Y si me odiás, está bien. Pero quería que lo supieras. Que te amo. Que me importás. Que me importás más que todo lo demás junto.

Nico lo miró. Había lágrimas en sus ojos, aunque se esforzara en contenerlas.

Nico: – No sé si te creo. No ahora.

Javier: – Entonces quedate con lo que sentís ahora. Aunque sea enojo. Aunque sea odio. Aunque sea... nada. Pero vivilo. Porque te quiero vivo, Nico. No en una foto, no en un recuerdo. Vivo.

Las palabras flotaron en el aire como humo espeso. Y luego, Nico cerró los ojos. Su respiración era un poco más agitada. Pero estable.

No lo echó.

No respondió.

Pero tampoco apartó la mano.

Y eso, para Javier, fue suficiente para quedarse. Para seguir acariciándolo, en silencio. Para mimarlo de la única forma que sabía sin hacerle daño: estando ahí, quieto, cerca.

Javier: "Si no me querés ahora, si no me vas a querer nunca más, igual me voy a quedar al lado tuyo hasta que puedas estar en pie. Y después... bueno. Después harás tu camino. Pero vivo. Porque eso es lo único que me importa ahora."


El sol ya se asomaba completamente por la ventana, bañando de luz dorada la habitación.

Nico dormía otra vez. No profundamente, pero sí sin agitación.

Javier no se movió.

Su lobo, también, había dejado de aullar.

Por ahora.

Chapter 117: Buscando tu perdón (parte 1)

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📍Hospital Penna – 23:41 hs

El hospital había entrado en esa fase en la que todo se volvía susurro y penumbra. Los pasos de los enfermeros eran breves, amortiguados por zapatillas blancas y la pulcritud del turno noche. El leve zumbido del oxígeno, el bip regular del monitor cardíaco, y los ocasionales chasquidos de algún tubo de suero componían una sinfonía de tensión contenida.

En la habitación 408, la figura de Javier seguía apostada al borde izquierdo de la cama, con las manos apoyadas sobre el borde del colchón. Tenía las mangas de la camisa arremangadas, las ojeras marcadas, y una barba crecida de días sin afeitar. Había pasado todo el día sin probar bocado, salvo un café amargo que le dejó Cristian antes de irse por la tarde.

Desde hacía horas, el cuerpo de Nico reposaba con quietud. No había vuelto a hablar desde el breve diálogo de la tarde. Había dormitado por momentos, otras veces sólo mantenía los ojos cerrados, ajeno a todo contacto. No lo quería mirar. Ni siquiera cuando Javier le hablaba con voz baja, conteniéndose. Ni cuando le peinaba el flequillo húmedo de sudor con las yemas de los dedos. El cordobés mantenía ese aire gélido de distancia, pero sin apartar del todo su mano cuando su alfa la acariciaba. Eso, al menos, le daba una esperanza. Una mínima, casi microscópica. Pero Javier se aferraba a eso como a la última vela encendida en medio de una tormenta.

Javier: "Tengo que hacerlo bien. No puedo apurarme. No puedo volver a equivocarme."


Mientras tanto, cada tanto entraba alguna enfermera o enfermero. Algunos lo miraban de reojo, sorprendidos por ver al mismísimo presidente —al hombre que gritaba contra el Estado— velando con esa devoción al joven diputado socialista al que, durante meses, había enfrentado públicamente.

Una de las médicas, joven, morocha, se detuvo junto a la cama y le revisó la tensión a Nico con movimientos cuidadosos.

Médica: –Está estable. El cuadro está mejorando. Lo más importante ahora es el monitoreo psiquiátrico y que acepte empezar el tratamiento.

Javier, sin apartar la vista de su omega: –Va a aceptarlo. Va a salir de esta. Sólo necesita tiempo. Y amor. Mucho amor.

La médica le sonrió con una mezcla de respeto y tristeza. Anotó en la historia clínica y se fue.

Cuando la puerta se cerró, Javier sacó el celular y abrió el chat de los custodios. Escribió sin moverse:

Javier: "Noche tranquila por ahora. Me quedo acá. Pidan café para todos. Gracias por estar."

Luego abrió el chat con Lorena. Dudó un momento, hasta que tipeó:

Javier: "Sigue internado. No quiso verme al principio, pero despertó. Está estable. Todavía en shock. No digas nada por ahora, por favor. Es lo único que te pido."

Lorena tardó apenas unos segundos en responder:

Lorena: "No voy a decir nada. Me parte el alma, Javi. Espero que se recupere pronto. Y que vos también."


Javier no contestó. Guardó el celular y volvió a acomodarse junto a Nico, quien acababa de abrir los ojos otra vez.

Javier: –Hola, zurdito. No sabés lo bien que me hace verte despierto. Aunque no me hables. Aunque me odies.

Nico lo miró con la misma frialdad silenciosa.

Nico: –No sé si te odio, Javier. Pero no confío más en vos.

Javier: –Lo sé. Y tenés todo el derecho. Pero voy a demostrarte que podés volver a confiar. Aunque me lleve la vida entera.

Silencio.

La mirada de Nico se desvió hacia la ventana. Afuera, la ciudad seguía respirando, sin enterarse de lo que ocurría entre esas paredes de yeso blanco y metal clínico.

Nico: –¿Salías con ella mientras estabas conmigo?

Javier se quedó helado. El corazón le dio un brinco.

Javier: –No. Con Lorena no pasó nada. Nunca. Nos tenemos cariño, sí, pero jamás pasó nada físico ni emocional. Con Amalia sí... lo sabés. Fue antes de que vos y yo formalizáramos. Y cuando lo hicimos... no volví a verla. Hasta que... pasó lo del escándalo.

Nico: –Mentiste. Me ocultaste cosas. Me hiciste sentir que era todo. Y después me enteré por una foto, por un audio, por los medios...

Javier, tragando saliva: –Tenés razón. No tengo excusas. Fui un cobarde. Pensé que podía resolverlo sin lastimarte. Y terminé destruyéndote. Pero te juro que no fue por falta de amor.

Nico, con voz apagada: –El amor no se oculta. Ni se comparte. Ni se vende por una foto de campaña.

La frase cayó como un martillazo. Javier bajó la mirada.

Javier: "Me lo merezco. Cada palabra. Pero no voy a dejar de luchar."

Javier: –Te amo. Te amo como nunca imaginé amar a nadie. Y eso no cambia, aunque vos ya no sientas nada por mí.


Nico lo miró de reojo. No respondió. Pero tampoco lo echó. Se acomodó un poco en la almohada y cerró los ojos.

Entonces, Javier se atrevió a algo más: tomó la frazada, la levantó con cuidado y la ajustó alrededor de los hombros de su omega, que había empezado a temblar apenas.

Javier: –Perdón. Por todo. Por no haber estado. Por no haber cuidado lo que más quería.

En un rincón de la habitación, el reloj marcaba las 00:22 hs. Y afuera, en la oscuridad de la ciudad que dormía, el mundo seguía girando. Pero para ellos dos, todo estaba suspendido. A la espera del perdón.

Chapter 118: Buscando tu perdón (parte 2)

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📍Hospital Penna – Martes 19 de Noviembre – 04:47 hs

La noche avanzaba con pasos sigilosos, como un animal dormido que respiraba en intervalos profundos. Afuera, las farolas del barrio reflejaban su luz lechosa sobre los charcos aún tibios del calor diurno. Adentro, en la habitación 408, los monitores seguían marcando el ritmo cardíaco de Nico con una regularidad nerviosa. El bip sutil que llenaba el aire parecía acelerarse por momentos.

Javier no dormía. Sentado junto a la cama, los ojos clavados en su omega, lo observaba removerse entre las sábanas con creciente preocupación. Las cejas fruncidas, el cuerpo tenso, los labios murmurando frases sin sentido. Un hilo de transpiración le humedecía la frente y las sábanas se enredaban en sus piernas.

Javier, al borde de la silla: –Shhh... ya está, zurdito... ya pasó.

El ritmo cardíaco en la pantalla aumentó unos números. Las lágrimas brotaron de los ojos cerrados de Nico. Eran pocas, pero contundentes. Pruebas irrefutables de una pesadilla que lo estaba arrasando por dentro.

Javier se incorporó sin pensarlo. Le acarició la mejilla con la yema del pulgar, secándole las lágrimas con ternura casi reverencial. Luego, se inclinó y dejó un beso silencioso en la piel húmeda.

Javier, en voz bajísima: –Estoy acá. Nadie va a hacerte daño. No de nuevo. Te juro por todo lo que tengo, zurdito mío... que ya no más.

El murmullo de su voz pareció tener efecto. El monitor volvió a regularse, el cuerpo de Nico se relajó centímetro a centímetro. Los párpados dejaron de vibrar. Y minutos después, un ronquido bajo, casi infantil, se escapó de sus labios.

Javier sonrió con los ojos enrojecidos.

Javier: "Dormí, mi amor. Ojalá pudiera meterte en un sueño mejor que la realidad."


📍Hospital Penna – 08:14 hs

El amanecer entró tímido, a través de la ventana entreabierta. La luz tenue acariciaba la habitación con una calidez suave, casi inapropiada para el clima que los rodeaba. Javier dormía sobre el borde de la cama, con el torso inclinado hacia adelante y los brazos cruzados sobre las sábanas. Su cabeza apoyada en sus propios antebrazos, respiraba con suavidad.

Un golpecito en la puerta lo hizo incorporarse. Parpadeó. Tenía la vista borrosa y el cuello contracturado.

Cecilia: –Buen día. Traje el desayuno... ¿Puedo pasar?

Javier asintió, acomodándose el pelo. Cecilia dejó la bandeja sobre la mesa auxiliar: leche tibia, dos rebanadas de pan con mermelada de frambuesa, una naranja cortada con esmero.

Javier: –Gracias, Cecilia. Ahora veo si lo convenzo de comer algo...

La mujer sonrió y se fue.

Javier se acercó despacio a la cama. Se sentó en el borde, acarició la sábana con los dedos.

Javier, en voz baja: –Zurdito... ey, amor... es hora de desayunar.

Nico frunció el ceño aún con los ojos cerrados. Se giró un poco, y después abrió los párpados lentamente, como si cada milímetro de luz le costara dolor.

Nico: –¿Qué hacés acá todavía?

Javier, suavemente: –¿A dónde más voy a ir?

Nico lo miró con frialdad.

Nico: –No quiero desayuno. ¿Para qué? ¿Eso va a hacer que me ames de verdad? ¿Por qué no te vas con Yuyito? ¿O con Lorena? Ellas seguro te necesitan más que yo...

Javier se quedó helado por un instante. Pero no respondió con reproche. Bajó la cabeza, se acercó aún más, y le habló desde la grieta más vulnerable de su alma.

Javier: –No quiero estar con ninguna de ellas. No me importan. El único que me importa sos vos. Aunque me rechacés, aunque no quieras verme más. Acá estoy. Y no me voy a ir, Nico. No hasta que estés mejor.

Nico volvió la cara hacia la pared.

Nico: "Qué hijo de puta... ¿cómo puede seguir hablando así como si nada?"

Javier suspiró. Se levantó y fue hasta la sala de espera, donde uno de sus custodios lo esperaba con un café humeante.

Javier: –Gracias, hermano. Cualquier cosa, silbame. Yo me vuelvo con él.


📍Hospital Penna – 16:47 hs

La tarde trajo el aroma del alcohol hospitalario y el eco suave de pasos que no perturbaban la calma. La enfermera Cecilia volvió con una bandeja pequeña: té con azúcar, galletas de agua, y una manzana verde cortada.

Cuando entró, frunció el ceño al ver el desayuno intacto.

Cecilia: –¿No comiste nada, che?

Nico iba a responder, pero Javier se le adelantó.

Javier: –Estuvo con náuseas. Quise convencerlo pero... no quiso.

Cecilia, cruzándose de brazos: –Bueno, señor Del Caño... ¿Así me va a dejar el desayuno? Mire que si no se alimenta, le traigo sopa de hospital con gusto a nada, ¿eh?

Nico arqueó una ceja. Le arrancó una sonrisa mínima, involuntaria.

Cecilia lo miró con más detenimiento, como si recién ahora le cayera la ficha. Bajó un poco la voz, entre apenada y sorprendida.

Cecilia: –Perdón, ¿usted es... Javier Milei?

Javier, sin dejar de sonreír: –Sí. Pero hoy estoy en modo enfermero personal. Me saqué la presidencia y me puse el delantal de batalla.

Ella rió, incómoda, y se retiró con un saludo cordial.

Cuando la puerta se cerró, Javier giró hacia su omega.

Javier: –¿Viste lo que dijo la enfermera, no? Tenés que comer, amor.

Le sonrió, con dulzura transparente.

Nico: –Estoy comiendo porque no tengo otra opción. No porque me lo digas vos.

Clavó la mirada en Javier con desdén.

Tras una pausa, añadió con voz más filosa:

Nico: –Ah, y no me llames “amor”. Y tampoco me toques, Javier.

Javier tragó saliva y asintió en silencio. No respondió. Lo dejó comer tranquilo.


📍Hospital Penna – 21:34 hs

La cena llegó sin sobresaltos: pechugas de pollo grilladas con puré de calabaza. Nico comió sin entusiasmo, mientras en la tele una repetición de Intratables llenaba el ambiente de frases políticas sin alma.

Javier lo observaba en silencio, con la mirada paciente de quien sabe que toda reconciliación verdadera lleva tiempo.

Casi sin darse cuenta, Nico empezó a cabecear. La televisión bajita, la luz cálida, el cansancio acumulado... todo lo envolvía como una manta.

Javier se acercó sin decir palabra. Le acarició el cabello con dedos suaves, en movimientos lentos. Como quien intenta devolverle algo de paz a un alma hecha pedazos.

Nico, en su mente: "Supongo que este tipo no tiene remedio. Por más veces que le diga que ni me mire, va a hacer lo que él quiera. Y yo tampoco tengo remedio. Porque sigo amando al mismo loco que me hizo pasar las mil y una, y que encima políticamente es mi opositor acérrimo. Qué irónico es el amor..."

Javier sacó el celular y le escribió a Lorena:

Javier: "Mejoró mucho. Comió, descansó, está más lúcido. Todavía me quiere matar, pero está vivo. Eso ya es suficiente por hoy."

Apoyó el teléfono sobre la mesita de luz. Se quedó un rato contemplando a Nico, que ya dormía con respiración tranquila.

Javier: "¿Cuántas veces uno tiene que equivocarse hasta entender que el amor no se cuida con miedo, sino con verdad? Dios mío... no me dejes fallar otra vez."

El reloj marcaba las 01:13 hs.

Javier se inclinó. Besó la cabeza de Nico, apagó la tele con el control remoto, y luego se acurrucó sobre el abdomen de su omega, usando sus propios brazos como almohada. Se quedó así, abrazado a su calor, aferrado a lo que todavía quedaba de esperanza.

Y finalmente, después de muchas noches, se permitió dormir.

Chapter 119: El abrazo más difícil

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📍Hospital Penna – Miércoles – 08:46 hs

El aire del hospital se mantenía fresco, algo más templado gracias a la calefacción central. Los ventanales dejaban entrar una luz blanca, casi deslucida, propia del inicio del verano porteño que se acercaba sin prisa. La habitación donde estaba internado Nicolás tenía olor a alcohol, a desinfectante, a ropa de cama recién cambiada, a tristeza… y a promesas rotas.

Javier no se había movido de ahí en toda la mañana.

Vestido con una camisa arrugada y los jeans del día anterior, se había lavado la cara con agua fría en el baño contiguo a la habitación, pero no se había cambiado ni afeitado. Su barba crecía desprolija sobre el rostro curtido, los ojos inflamados por las pocas horas de sueño y el exceso de preocupación.

Nico seguía dormido. No inconsciente, no sedado. Solo… profundamente dormido. Su respiración era constante, su rostro algo más relajado, aunque de vez en cuando su ceño se fruncía y murmuraba cosas entre dientes. Desde la noche anterior que tenía ese patrón: sueños inquietos, pequeños sobresaltos, y alguna lágrima escapándose por la comisura del ojo.

Javier: "¿Qué te pasa, mi amor? ¿Qué te duele tanto por dentro que ni durmiendo podés estar en paz?", pensó el libertario preocupado.

Se acercó un poco más a la camilla, con suavidad, y le secó con el pulgar una lágrima que rodaba por la mejilla pálida de su omega. Luego inclinó la cabeza y le depositó un beso delicado, cálido, entre el pómulo y la sien.

Javier: –Estoy acá, zurdito. Nadie te va a lastimar. Nunca más. Lo prometo.

Le susurró eso apenas al oído, y segundos después, como si las palabras tuvieran poder, Nico dejó de removerse. Sus pulsaciones, reflejadas en el monitor, comenzaron a bajar. A los pocos minutos, un suave ronquido rompió el silencio, y Javier sonrió con ternura.


La paz fue interrumpida cerca de las nueve y media, cuando golpearon suavemente la puerta. Era la enfermera Cecilia, una mujer de unos cincuenta años, robusta, amable, que traía la bandeja con el desayuno. Había leche caliente, dos tostadas de pan integral, un recipiente con margarina, otro con mermelada de durazno, y una tacita con compota de pera.

Cecilia: –Buen día, Javier… perdón… presidente. No sabía cómo llamarlo.

Javier: –Javier está bien. Gracias, enfermera.

Cecilia: –Le traje algo liviano. Viene durmiendo seguido, pero cuando despierte, algo de comida le va a venir bien. Tiene que nutrirse. ¿Puedo dejarla acá?

Javier: –Sí, sí, gracias.

Apenas ella se retiró, Javier se sentó junto a Nico y le acarició la frente con la yema de los dedos.

Javier: –Zurdín… despertá, te traje desayuno.

Nico tardó unos segundos en reaccionar. Abrió los ojos con lentitud, como si le costara conectar la conciencia con el cuerpo. Al principio parecía no ubicar a Javier, pero luego su rostro se endureció.

Nico: –¿Vos seguís acá?

Javier: –No pienso irme. Me importa lo que te pase. Mucho.

Nico: –¿Y para qué? ¿Para seguir haciéndome mierda? ¿Para venir a demostrar que sos buen tipo? No necesito demostraciones. Ni leche tibia. Ni pan con mermelada. Andá a cuidarte con Yuyito. O con tu amiga la chimentera. Seguro ellas te necesitan más que yo.

El veneno estaba en cada palabra. Pero la voz de Nico no era agresiva. Era dolorosa. Rota.

Javier: –No digas eso. Nadie me importa más que vos. Ni ella. Ni ninguna otra. Vos sos mi omega. Vos sos mi vida.

Nico: –Tu vida fue mentirme, Javier. Durante meses.

Javier se tragó la respuesta. No iba a discutirle. No ahora.


Javier fue hasta la sala de espera a buscar el café que le había alcanzado uno de sus custodios. Saludó a Cristian con un leve gesto y volvió al cuarto. Se sentó al borde de la cama, agarró una cucharita y untó mermelada con cuidado en una tostada. Luego la sostuvo frente a la boca de Nico.

Nico: –No soy un nene. No me des de comer.

Javier: –No, pero te estás comportando como uno. Te estás muriendo de hambre y no querés ni mover un dedo. Comé, por favor.

Nico: –No pienso comer porque vos me lo digas.

Javier: –Comé porque te amo. Y no quiero verte así.

Nico desvió la cara, pero al final, después de un largo suspiro, aceptó el bocado. Masticó sin ganas.

Nico: –Estoy cansado, Javier. De vos. De mí. De todo. No sé qué estamos haciendo. Esto no tiene arreglo. Todo lo que fuimos está… contaminado.

Javier: –Entonces lo limpiamos. Lo sanamos. No quiero perderte. Y si eso significa empezar desde cero, lo hago.

Nico no contestó. Solo comió otro pedacito más.


📍Hospital Penna – 10:27 hs

La puerta de la habitación se abrió despacio, sin sobresaltos. El chirrido fue mínimo. Entró un hombre de estatura media, moreno, con barba perfectamente delineada y una expresión serena. Llevaba una carpeta azul bajo el brazo, y un distintivo del hospital en el bolsillo del guardapolvo. Su mirada —gris, profunda— recorrió la escena sin apuro. Se detuvo un segundo más de lo habitual sobre el rostro de Nico, y luego en el de Javier.

Julián Galeano: –Buenos días. Mi nombre es Julián Galeano. Soy psiquiatra clínico y psicólogo. Me gustaría conversar un rato con vos, Nicolás. Si te parece bien.

Nico, desde la camilla, lo observó con desconfianza. Tenía las sábanas hasta el pecho, la mirada velada por el cansancio y la cabeza apenas girada hacia el lado de Javier.

Nico: –¿Me van a encerrar si les digo la verdad?

Julián: –No. Lo que me digas queda entre nosotros tres. Estoy acá para ayudarte, no para juzgarte ni sancionarte. –se sentó en una silla junto al lado opuesto de Javier, dejando el espacio entre ambos hombres como un puente abierto hacia la calma.

Javier no se movió de su lugar junto a la camilla, pero asintió con una mínima inclinación de cabeza. Su mano permanecía sobre la de Nico, apenas tocándola.

Julián: –Antes que nada, gracias por dejarme entrar. Sé que no debe ser fácil para vos, Nico, abrirte en este momento.

Nico: –No lo es.

Julián: –¿Te molesta si está Javier presente?

Nico, sin mirarlo siquiera: –Está en todos lados últimamente. Ya no sé cómo echarlo.

Javier, con un suspiro: –Estoy acá porque te amo. No porque quiera vigilarte.

Julián tomó una lapicera, aunque no escribía nada aún.

Julián: –Empecemos con algo básico. ¿Sabés por qué estás acá?

Nico: –Porque me encontraron a tiempo. Eso nomás.

Julián: –¿Qué fue lo que sentiste ese día? El momento en que decidiste... bueno, hacer lo que hiciste.

Nico desvió la mirada hacia la ventana. Sus ojos se velaron de nuevo.

Nico: –Vacío. Nada. Un hueco. Estaba solo. Pensaba que todos lo sabían... que Javier estaba con otra. Que mi vida pública se deshacía. Que nadie me necesitaba. Ni Moro.

Una pausa. Javier cerró los ojos con fuerza, tragándose las lágrimas.

Julián: –¿Cómo era ese pensamiento? ¿Te lo creíste de verdad?

Nico: –Sí. Lo creí. Lo sentí. Y dolía tanto... que era más fácil apagar todo. Para siempre.

Julián: –¿Y ahora? ¿Ese pensamiento sigue ahí? ¿O cambió algo?

Nico: –Está. Pero más... desdibujado. Es como un eco. Ya no grita. Solo susurra.

Julián anotó algo brevemente.

Julián: –Javier, ¿puedo hacerte una pregunta?

Javier: –Claro.

Julián: –¿Vos sabías que Nico se sentía así?

Javier, bajando la vista: –No. No con ese nivel de desesperación. Sabía que estaba mal. Triste. Cansado de la exposición, del Congreso, de todo lo que nos pasó. Pero no imaginé que se sintiera tan... solo.

Julián: –¿Vos cómo lo acompañás?

Javier: –Estoy acá. No me fui desde que lo trajeron. No dormí más de tres horas seguidas. Le hablo, lo escucho, lo cuido. Sé que fallé en muchas cosas. Pero ahora solo quiero sostenerlo.

Nico: –Y después te vas a ir otra vez. Como siempre.

Julián: –¿Sentís eso, Nico? ¿Que te abandona?

Nico: –Todo el tiempo. Aunque esté acá, siento que no va a durar. Que algo lo va a hacer irse. Y que yo no voy a poder con eso otra vez.

Julián: –¿Qué te gustaría que hiciera él para demostrarte lo contrario?

Nico, mirándolo por primera vez en toda la charla: –Que se calle. Que no me prometa nada. Que me abrace sin hablar. Que no trate de arreglarme, sino de quedarse conmigo roto.

Javier, con la voz rota: –Eso puedo hacerlo. Te juro que puedo.

Julián dejó la birome sobre la carpeta. Sus ojos grises se suavizaron.

Julián: –Nico, tu dolor es real. Pero no es eterno. Lo vamos a trabajar juntos. Acá no estamos para juzgar tu pasado, sino para ayudarte a construir un mañana posible. No vas a estar solo. Yo voy a venir todos los días mientras estés internado. Y después, si querés, seguimos afuera.

Nico, bajito: –Gracias.

Julián: –Gracias a vos. A los dos.

El psiquiatra se puso de pie y les extendió la mano a ambos. Javier lo estrechó con fuerza. Nico, más débil, apenas lo tocó con la punta de los dedos. Julián salió sin hacer ruido, dejando tras de sí un aire más liviano, aunque impregnado aún de dolor no resuelto.


A las tres de la tarde, el celular de Javier vibró. Era un mensaje de Lorena:

Lorena: "Javi, en media hora salgo en LAM. Voy a hablar de todo. Para que se terminen los chusmeríos. Avisame si estás mirando."

Javier le contestó un simple: "Gracias. Estoy con él. Lo vamos a mirar."

Cambió el canal. Nico lo miró de reojo.

Nico: –¿También le pediste a ella que se inmole en cámara? ¿Que diga que entre ustedes dos, par de atrevidos, no pasó nada para sacarte de encima a los medios y poder seguir con tu romance oculto?

Javier soltó una risa seca, incrédula.

Javier: –¿En serio pensás eso?

Nico: –Ya no sé qué pensar.

En la pantalla, Lorena apareció con su sonrisa de siempre. LAM era un caos, como de costumbre. Le preguntaron si era verdad que había estado en la Quinta. Ella asintió. Le preguntaron si había algo entre ella y Javier.

Lorena: –No, nada romántico. Lo quiero mucho, sí. Me parece un hombre muy interesante. Pero somos amigos. Nada más. Me parece importante aclararlo. Porque lo respeto y no quiero que se digan cosas que no son.

Después vino la parte bizarra.

Ángel de Brito: –¿Es cierto que Milei tiene un cuadro suyo, enmarcado, pero con el cuerpo de Wolverine?

Lorena rió a carcajadas.

Lorena: –¡Sí! Lo vi. Es de esos fanarts que le mandan y él lo colgó en el pasillo. Está buenísimo, eh. ¡Hasta da miedo!

Nico negó con la cabeza.

Nico: –Todo esto es un circo.

Javier: –Vos sos mi realidad. Todo lo demás me importa un carajo.

El día avanzó. Llegó la noche. La cena fue pechuga con puré de calabaza. Nico comió con desgano, pero comió. La tele quedó encendida con el volumen bajo. Javier, sentado en la silla, lo miraba como si pudiera leerle el alma.

En un momento, Nico giró un poco el rostro.

Nico: –¿Sabés? Me hizo bien la entrevista con ese tal Julián Galeano.

Javier: –Me alegro, amor.

Nico: –Me ayudó a decir cosas que ni sabía que tenía. Me ayudó a entender esta dualidad del orto que tengo. Porque por un lado quiero que te vayas a la mierda… y por otro, quiero abrazarte. Quiero que todo vuelva a ser como antes. ¿Qué hago con eso, Javier?

Tenía los ojos llenos de lágrimas. La voz rasposa, cortada.

Javier: –Lo sentís porque me amás. Y está bien. Yo también siento eso. Te miro y me dan ganas de pedirte perdón de rodillas, de besar cada parte de tu cuerpo que lastimé.

Nico rió con ironía, pero después negó con la cabeza.

Nico: –No quiero palabras. Ni flores. Ni regalos. Si me amás… demostralo con hechos.

Javier: –¿Querés que te abrace?

Nico: –No. Quiero que seas mejor.

Javier se quedó callado. Pero después, viéndolo tan devastado, no aguantó más. Se sacó los zapatos y se subió con cuidado a la camilla. Se recostó al lado de él y lo rodeó con un brazo.

Nico: –No te dije que podías tocarme.

Javier: –Ya sé. Pero tu alma me está gritando que te abrace.

Y lo hizo. Nico, sin darse cuenta, se acurrucó contra su pecho. Primero fue una lágrima. Luego dos. Luego un mar. El llanto lo invadió sin tregua.

Nico: –Me rompiste. Me dejaste solo. Me dejaste con esa foto en la cara. Y te seguí amando igual. No tiene sentido…


Javier acarició su pelo, besó sus mejillas, y lo sostuvo con firmeza. Nico fue calmándose de a poco. Se aferró al pecho de Javier como si fuera el único sitio donde aún podía respirar. Las lágrimas seguían cayendo, pero ya sin violencia. Sollozos secos, intermitentes. Javier lo sostenía con firmeza y dulzura, acariciándole el cabello una y otra vez.

Javier: –Perdoname. Por todo. Si pudiera volver el tiempo atrás, haría todo distinto. Pero estoy acá, y no me voy a ir. Nunca más.

Nico: –No hablés. Solo... quedate.

Y así lo hizo.

Javier lo abrazó más fuerte, pero con cuidado. Besó su frente, su mejilla, y luego apoyó la cabeza contra la almohada, al lado de la cabeza de su omega. Nico no soltaba su camisa, como si soltarlo significara caer otra vez.

Javier: –Te amo, zurdito...

Pero Nico ya no respondió. El llanto lo había vaciado y el cuerpo le pedía descanso. Su respiración se volvió regular, profunda, cálida. Se durmió sobre el pecho de Javier, como si el alfa aún pudiera protegerlo de todos sus fantasmas.

Javier sacó el celular, sin moverse demasiado, y le escribió a Lorena:

Javier: "Gracias por lo de hoy. Está mejor. Se durmió en mi pecho."

Después dejó el celular sobre la mesa, apagó la televisión con el control remoto y suspiró.

Javier: "¿Cómo carajo hice todo tan mal? Y aún así me da esta oportunidad de estar con él. No la pienso arruinar", pensó amargamente el economista.

Se acomodó con suavidad, dejando que Nico permaneciera apoyado en su torso. Lo tapó con la sábana hasta el pecho, lo observó unos minutos más con devoción, y luego apoyó la mejilla en su cabeza.

Cerró los ojos. El cuerpo le pesaba como plomo. Pero el alma, por primera vez en semanas, tenía un lugar donde reposar.

Así, abrazado a Nico, se quedó dormido. No como un presidente. No como un economista. No como un político. Como un hombre enamorado. Cansado, roto, pero decidido a quedarse ahí. Con él.

Con su omega.

Chapter 120: El peso de lo no dicho

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📍Hospital Penna – Jueves – 06:32 hs

El primer rayo de sol filtrado por las cortinas del hospital dibujó una línea dorada sobre la camilla. El silencio reinaba en la habitación, roto apenas por el zumbido suave de las máquinas y la respiración acompasada de quienes dormían. El cuerpo de Nico, aún vestido con una remera holgada del hospital, reposaba sobre el pecho desnudo de Javier, que dormía abrazándolo con ambos brazos como si temiera que en cualquier momento su omega pudiera desvanecerse otra vez.

Nico: "¿Qué carajo...? ¿Qué hace este tipo acá...? ¿Otra vez así?"

Abrió los ojos con lentitud, sintiendo la calidez del alfa envolviéndolo, la familiaridad casi doliente de ese aroma inconfundible: cuero, humo, madera, poder. Javier. Su cuerpo se estremeció en reflejo involuntario, pero no se apartó. El peso de la noche anterior regresó como un alud: la confesión, el llanto, el refugio buscado en el único pecho donde alguna vez se sintió seguro.

Nico: "Qué patético. No sé ni cómo terminamos así otra vez..."

Se maldijo internamente. Quiso levantarse, romper el momento antes de que se anudara más fuerte a su alma... pero el calor de Javier lo mantenía pegado a él como si lo hubiera atrapado el invierno entero.

Unos minutos después, el pecho bajo su mejilla se agitó con una respiración más profunda. Javier despertaba.

Javier: –Buen día, mi vida... –susurró ronco, sus labios rozando la frente de Nico. Un beso. Luego otro, más abajo, en la sien. Y una caricia lenta en la nuca.

Nico: "La puta madre... No. Basta. No otra vez."

Nico: —No es necesario que te pongas meloso... –gruñó bajo, sin moverse de su lugar. Pero su voz sonaba más derrotada que enojada.

Javier: –No puedo evitarlo. Estás acá, conmigo. Y eso es lo único que importa ahora.

Se quedaron así un rato largo. Los dedos de Javier acariciaban su espalda, mientras Nico, con los ojos cerrados, se debatía entre el deseo de apartarse y el impulso aún más fuerte de quedarse.


📍Hospital Penna – Habitación 408 – 07:14 hs

La puerta se abrió con suavidad. El psiquiatra Julián Galeano ingresó con pasos lentos pero seguros. Sus ojos eran de un gris glacial, pero la sonrisa que ofreció al entrar tenía una calidez profesional tranquilizadora.

Julián: —Buenos días, Nicolás. Buenos días, Javier. ¿Podemos hablar un rato?

Javier: –Claro, doctor. ¿Puedo quedarme en esta sesión también?

Julián: —En realidad, me gustaría que esta vez podamos conversar a solas con Nicolás, si está de acuerdo. –miró con respeto al omega, sin forzar.

Nico lo miró unos segundos. No estaba del todo cómodo con la idea, pero tampoco quería discutir delante de Javier. Asintió, casi imperceptiblemente.

Javier: –¿Estás seguro? –murmuró, apretando una vez más su mano.

Nico: —Sí. Andá. –respondió el omega, sin mirarlo.

Antes de salir, Javier le besó la frente, mirándolo con ojos cargados de ternura y preocupación.

Javier: –Cualquier cosa, golpeás la puerta. Estoy ahí.


📍Sesión con el Dr. Julián Galeano – 07:25 hs

Julián esperó a que la puerta se cerrara y se sentó frente a Nico con calma, sin apuro. Abrió su carpeta y anotó algo rápido, sin mirar.

Julián: Bueno, Nicolás. ¿Cómo estás hoy?

Nico lo miró con desconfianza.

Nico: —No sé si estoy para hablar mucho... –murmuró.

Julián: —Está bien. No tenemos que hablar si no querés. Podemos simplemente estar en silencio, si eso te sirve más.

Nico: "¿Qué clase de terapeuta dice eso...? Qué raro este tipo...", pensó el diputado.

Julián: —A veces es difícil poner en palabras lo que se siente después de... un evento como el que pasaste. –Julián hablaba con un tono grave, firme pero suave–. Hay cosas que no se entienden con la cabeza. Se sienten en el cuerpo. Y el cuerpo no miente.

Nico bajó la mirada. Se sentía desnudo sin estarlo.

Nico: —¿Sabés qué? Estoy cansado. No solo físicamente. Me siento gastado. Como si ya no tuviera sentido nada de lo que hago... ni siquiera estar acá hablando con vos.

Julián: —¿Pensás que no hay forma de mejorar?

Nico: —No sé si quiero mejorar. No sé si lo merezco.

Hubo un largo silencio. Julián anotó algo más.

Julián: —¿Por qué sentís que no lo merecés?

Nico apretó la mandíbula.

Nico: —Porque me enamoré de alguien que representa todo lo que odio. Porque me traicioné a mí mismo. Porque me perdí en el camino. Porque fui un idiota. Porque puse mi vida entera en manos de alguien que no supo cuidarme.

Julián: —¿Y querías que te cuidara?

Nico: —Sí... –su voz se quebró–. Yo sé que es un animal, sé que dice barbaridades, que piensa como piensa. Pero cuando estábamos solos, cuando éramos Javier y Nico, había algo puro ahí. Algo... lindo. Algo que me hacía sentir que todo era posible. Después se pudrió todo. Me traicionó, me dejó, y yo...

Julián: —¿Y vos?

Nico: —Y yo me rompí. Me fui rompiendo despacito hasta que un día ya no supe cómo volver a armarme.

Julián respiró hondo. Cerró la carpeta. Lo miró directamente.

Julián: —Nicolás, lo que hiciste no fue un capricho. Fue una señal. Tu cuerpo dijo basta cuando vos no pudiste decirlo con palabras. Pero eso no significa que no tengas arreglo. Ni que estés roto del todo. Significa que necesitás ayuda. Y necesitás tiempo. Y un lugar seguro donde volver a ser vos.

Nico lo miró con los ojos nublados.

Nico: —¿Y si ese lugar seguro ya no existe? ¿Y si Javier es ese lugar, pero también es el mismo que me hizo mierda? ¿Cómo carajo se supone que resuelva eso?

Julián: —No hay una sola forma. Ni una respuesta mágica. Pero lo que estás haciendo hoy, sentarte, hablarlo, mirarlo de frente... eso ya es empezar. Tal vez Javier no sea el lugar seguro que era antes. Tal vez se convierta en otro tipo de lugar. O tal vez no. Pero eso lo vas a ir descubriendo vos. Con el tiempo. Sin presiones.

Nico suspiró.

Nico: —Estoy tan cansado de sentir todo tan fuerte... Es como si todo me doliera. Todo. No puedo ni escuchar su voz sin sentir que me quiebro de nuevo.

Julián: —¿Querés dejar de amarlo?

Nico: —A veces sí. A veces no. Depende del día. Del recuerdo. De si me acuerdo de cuando me llevaba en brazos como si fuera lo único que importaba. O de cuando salió en televisión diciendo que el Congreso debía ser dinamitado...

Julián sonrió apenas.

Julián: —El amor también puede doler. Pero el dolor no siempre es un signo de que debe terminar. A veces, es un signo de que todavía importa. Y si importa, se puede trabajar.


📍Pasillo del Hospital – 08:18 hs

Julián salió al pasillo donde Javier lo esperaba, inquieto, de pie.

Julián: —Presidente, ya puede entrar. Hicimos un buen trabajo hoy. –le sonrió, extendiéndole una tarjeta de presentación–. Acá está mi número. Cuando le den el alta, quiero que sigamos las sesiones. Él va a necesitar continuidad, estructura, y sentir que no está solo. Usted también va a necesitar acompañamiento para poder sostenerlo sin lastimarse en el proceso.

Javier: –Gracias, de verdad. Por todo. Me cuesta verlo así. Pero le juro que voy a hacer lo imposible para que no vuelva a sentirse así nunca más.

Julián: —Lo importante es que usted lo escuche. Que le crea. Y que esté, incluso cuando él no quiera que esté. –le palmeó el brazo–. Nos vemos mañana.

Julián se fue.


📍Máquinas expendedoras – 08:25 hs

Javier metió un billete en la ranura de la máquina. Un Snickers cayó con golpe seco. Le siguió un alfajor Terrabusi. En la otra máquina, sirvió dos espressos.

Luego fue a la sala de espera, donde los custodios y Cristian estaban sentados tomando café.

Javier: –Nico está mejor. Pero les voy a pedir que lleven a Moro a Olivos. Karina se va a encargar de cuidar a los seis. Yo los llamo si los necesito. Pero quiero que estén tranquilos por allá.

Cristian asintió. Los custodios también. Javier regresó a la habitación con las manos llenas, el corazón latiendo más sereno que en días.

Chapter 121: Hacés lo que querés

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📍Hospital Penna – Habitación 408 

El picaporte cedió con suavidad bajo la mano de Javier, que entró al cuarto con una bandeja improvisada: en una mano llevaba los dos cafés humeantes y, en la otra, el Snickers y el alfajor. Nico estaba sentado, con la espalda apoyada en la cabecera de la camilla, la mirada perdida en un punto indeterminado de la pared. Ya no tenía esa expresión de hielo que lo había acompañado durante los primeros días. Algo había cambiado. No mucho, pero lo suficiente.

Javier: –Traje refuerzos. No es desayuno gourmet, pero es dulce y amargo como nosotros.

Levantó el Snickers y lo agitó con una sonrisa tenue. Nico lo miró, sin corresponder del todo al gesto.

Nico: –Gracias... pero no era necesario.

Javier dejó las cosas sobre la mesa auxiliar y se sentó a su lado, en la misma camilla. No buscó contacto inmediato. Lo observó, simplemente. Las ojeras seguían ahí. El cabello revuelto. La fragancia dulce de canela y chocolate aún presente, aunque más tenue.

Javier: —¿Querés que hablemos de lo que te dijo Julián? –preguntó con suavidad.

Nico negó con la cabeza. Breve, firme.

Javier: –Está bien... No tenés que contarme nada si no querés. Solo quería saber si te hizo bien.

Nico: –No sé si "bien". Pero fue... necesario. Me confrontó con cosas que no quería pensar.

Javier: –Eso suele hacer. También me confrontó a mí, aunque fue más breve lo mío. Me dijo que si quiero ayudarte, tengo que estar incluso cuando no quieras que esté.

Nico: –¿Y vas a hacerle caso?

Javier: –Hasta la última letra.

El silencio se coló entre los dos como un tercero incómodo, pero esta vez no dolía tanto. Javier tomó un sorbo del café y se lo alcanzó a Nico.

Javier: —Probalo. Está hirviendo pero es aceptable. Máquina de hospital nivel premium.

Nico aceptó el vaso de cartón. Tomó un sorbo mínimo. Lo devolvió sin decir palabra.

Nico: –No entiendo cómo podés decirme todo lo que me decís y después salir a decir esas cosas públicas... –murmuró, su voz ahogada por el llanto contenido pero llena de reproche–. Vos mismo dijiste que te considerabas un topo que quería destruir el Estado desde adentro. ¿Cómo puedo confiar en alguien que piensa así?

Javier se tensó. Lo había presentido desde que puso un pie en la habitación. Esa conversación pendía como un cuchillo sobre sus cabezas, y Nico acababa de dejarlo caer.

Javier: –Nico, lo sé... –suspiró, bajando la mirada–. Todo lo que dije en su momento... Estaba enojado, frustrado. Lo del topo... sí, quería cambiar todo, romper con el sistema, porque sentía que no había otra forma de arreglar el país. Pero nunca fue contra vos. Nunca.

Nico se apartó apenas lo suficiente para mirarlo a los ojos, con una mezcla de dolor y rabia acumulada.

Nico: –¿Y lo de que sólo amabas a tus perros? Que sólo a ellos les debías explicaciones. ¿Qué soy yo, entonces? ¿Yo no te importo?

Javier: –Eso lo dije porque estaba acostumbrado a no confiar en nadie, a no deberle nada a nadie... –su voz era áspera, desnuda–. Pero eso cambió cuando llegaste vos. Te lo prometo, Nico. Vos sos lo más importante que tengo en mi vida. Ni mis perros, ni nada de todo lo demás. Si estoy acá, si estoy luchando, es por vos.

Nico bajó la mirada, con los labios apretados.

Nico: –¿Y lo del Congreso? Dijiste que lo ibas a destruir. –el tono se volvió más seco–. Dijiste que todos los legisladores éramos unas "ratas inmundas del Estado". ¿Me incluías a mí en eso? Porque yo soy diputado, ¿o te olvidaste?

Javier apretó los puños.

Javier: –No, Nico. No me refería a vos... –hizo una pausa, tragando saliva–. Sé que lo que dije sonó horrible, y no te puedo pedir que lo ignores. Pero lo que quise decir es que estoy harto de la corrupción, de los políticos que se enriquecen mientras el pueblo se muere de hambre. Vos no sos como ellos, y lo sabés.

Nico lo miró con algo distinto en los ojos. Confusión, sí. Pero también un dejo de comprensión.

Nico: –Es que a veces... no sé si me estás hablando a mí o al país entero cuando decís esas cosas. –bajó la voz–. No sé cómo estar con alguien que parece despreciar todo lo que yo defiendo.

Javier se inclinó levemente, sin invadir el espacio de Nico, pero sí alcanzando sus manos.

Javier: –Nico, te amo porque sos diferente a todo lo que conozco. Porque tenés convicciones y las defendés, y eso es algo que respeto y admiro. No estoy en contra de vos. Estoy en contra de un sistema que siento que nos falló a todos. Pero eso no cambia lo que siento por vos, ni cómo te veo. Sos mi vida, Nico. Y lo que más quiero es que podamos encontrar la forma de estar bien, de seguir juntos.

Nico apretó los ojos con fuerza. Su respiración se volvió entrecortada.

Nico: –Es que no sé cómo se supone que sigamos después de todo esto... –confesó en un susurro, sintiendo cómo las lágrimas volvían a sus ojos–. No sé si tengo fuerzas para volver a confiar en vos...


La noche ya había caído. Javier lo observó unos segundos, y luego se deslizó con lentitud por la camilla, acomodándose a su lado. No lo abrazó enseguida. Simplemente se quedó ahí, cerca, ofreciéndole calor sin presión.

Javier: –Solo dejame estar con vos, aunque sea esta noche. No quiero que estés solo. No quiero que nos vayamos a dormir peleados otra vez.

Nico no respondió enseguida. El silencio fue espeso.

Nico: –Hacés lo que querés, Milei... –murmuró, derrotado, pero sin rechazo–. Como siempre.

Javier se deslizó bajo las sábanas, envolviéndolo con un brazo. El cuerpo de Nico, aunque tenso al principio, fue cediendo de a poco. Terminaron como al inicio del día: entrelazados, uno sobre el pecho del otro.

Nico: –Es irónico... Qué estúpido es el amor, ¿no? Te odio y te necesito al mismo tiempo. Es una locura.

Javier: –Te entiendo. –le acarició el cabello con ternura–. Y por más loco que sea, no quiero dejar de estar con vos.

Nico cerró los ojos. No respondió. Pero por primera vez en días, no deseaba desaparecer.

Nico: "Solo quiero dormir. Solo por hoy. Solo en su pecho. Mañana... mañana veré."

Y así, entre el murmullo lejano de las máquinas, la habitación se volvió un santuario momentáneo. Todavía dolía. Todavía pesaba. Pero por un instante, se sintieron menos solos.

Chapter 122: Mi "hermano"

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📍Hospital Penna, habitación de Nico – Viernes – 10:30 hs

La luz entraba tibia por la ventana entreabierta. Una cortina translúcida se movía apenas, suave, como si el aire mismo tuviera miedo de hacer ruido. En la camilla del hospital, Nico abrió los ojos lentamente, como si le costara despegarse del sueño. Su respiración seguía acompasada, tranquila, y lo primero que percibió fue la calidez del pecho donde tenía apoyada la mejilla. El aroma a cuero y madera lo envolvía, inconfundible. Un aroma que, aunque no quisiera admitirlo, ya le resultaba familiar, casi reconfortante.

Javier lo tenía rodeado con un brazo, como si su sola presencia impidiera que el mundo lastimara. Dormía con la cabeza ligeramente inclinada hacia él, y una mano descansando sobre su cintura.

Javier: – Buen día, mi amor. —susurró el alfa sin abrir los ojos del todo.

Nico, aún medio dormido, frunció los labios apenas, conteniendo un suspiro.

Nico: – No soy tu amor. —murmuró, en voz baja pero no con dureza, más bien con ese tono seco que usaba cuando no quería que se le notara el temblor en el alma.

Javier: – Ah, no... —entreabrió los ojos, dibujando una sonrisa pícara—. Entonces debo haber estado soñando que dormías pegado a mí como si fueras un koala.

Nico: – Fue porque me quedé dormido sin darme cuenta. No es como si me hubiera tirado encima tuyo.

Javier: – Claro, claro... fue el inconsciente el que te empujó hacia mí durante la noche. Te entiendo.

Nico bufó, dándole un pequeño empujón para que se alejara. Pero su empujón era más simbólico que real. El calor del cuerpo ajeno, después de días de frialdad interna, era como un refugio. No lo admitiría. No tan fácilmente. Todavía no.

El omega era una mezcla de emociones y pensamientos que intentaba disimular con frialdad, quizás con el fin de autoprotegerse.

Nico: "No puedo aflojar. No todavía. No le voy a dar el gusto", pensó el diputado.

Javier: "Está tan cerca. Tan vivo. Gracias a Dios", reflexionó con total felicidad el alfa.

Javier se incorporó con suavidad, desperezándose en silencio, y le acarició la cabeza.

Javier: – ¿Dormiste un poco mejor? —preguntó con voz baja, como si no quisiera romper el hilo frágil que se había creado entre los dos.

Nico no respondió al principio. Se sentó lentamente, apartando la manta. Tenía ojeras y la piel ligeramente pálida, pero su mirada era más clara. No tan perdida. Tal vez por el descanso, tal vez por la contención. O por ambas.

Nico: – Dormí lo justo. —contestó, fingiendo indiferencia— No me morí en el intento.

Javier sonrió, reconociendo en ese sarcasmo el rastro de una vitalidad que extrañaba.

Javier: – Eso ya es todo un logro para este hospital.


Un par de golpecitos en la puerta interrumpieron el intercambio. Julián Galeano apareció, impecable como siempre, con su carpeta en la mano y una mirada serena pero profesional.

Julián: – Buenos días, Nicolás. Presidente. —asintió brevemente hacia Javier— Si no le molesta, me gustaría hablar a solas con él unos minutos.

Javier asintió de inmediato, respetuoso. Se puso de pie, le acarició el hombro a Nico con suavidad y salió sin decir nada. La puerta se cerró con un clic suave.

Julián se sentó en la silla junto a la camilla, cruzó una pierna y revisó algunas anotaciones antes de alzar la vista.

Julián: – ¿Cómo estás hoy?

Nico se encogió de hombros, pero no evitó el contacto visual.

Nico: – Mejor. Supongo.

Julián: – Esa es una buena respuesta. Quiero hablarte de algo que venimos observando. No sólo lo que muestran los análisis, sino cómo te encontrás emocionalmente. El cuerpo muchas veces avisa lo que la cabeza quiere seguir ignorando.

Nico suspiró. No tenía energía para discutir con un profesional.

Nico: – ¿Qué es lo que dice mi cuerpo, entonces?

Julián: – Dice que estás exhausto. Mental, emocional y físicamente. Has estado lidiando con un nivel de estrés acumulado por meses, incluso años. Y recién ahora explotó.

Nico: – ¿Eso quiere decir que estoy... loco?

Julián: – No. Quiere decir que estás ansioso. Que tu sistema nervioso se mantuvo en alerta demasiado tiempo. Que tu sensibilidad no es una debilidad. Y que necesitás dejar de pelearte con vos mismo. No necesitás hacerlo todo solo.

Hubo un breve silencio. Julián observó cómo los dedos de Nico jugaban con la sábana sin darse cuenta. Un tic nervioso.

Julián: – Te cuesta confiar. —continuó el psiquiatra, con amabilidad— Pero te pregunto: ¿por qué no le das otra oportunidad a lo que ya sabés que te hace bien? ¿Qué es lo que más te da miedo?

Nico apretó los labios. No sabía cómo explicarlo. No con claridad. No con palabras.

Nico: – Tal vez... me da miedo que no dure. Que vuelva a doler. Que me olvide de cuidarme a mí mismo mientras estoy cuidando de los sentimientos de otro.

Julián asintió con comprensión.

Julián: – Te entiendo. Pero a veces, dejarse amar también es una forma de autocuidado. El amor no es sinónimo de abandono personal. Y no se trata de entregar el poder, sino de compartirlo.

El silencio volvió a instalarse, espeso pero íntimo.

Julián: – ¿Puedo hacerte una pregunta más personal? —dijo Julián, cerrando la carpeta con suavidad.

Nico: – Depende de qué tan personal.

Julián: – ¿Cómo se conocieron vos y Javier?

Nico se quedó quieto unos segundos, sorprendido.

Nico: – Fue el 10 de diciembre del año pasado. El día de la asunción. Yo fui a felicitarlo, aunque políticamente somos... agua y aceite. Supongo que fue una provocación elegante de mi parte. Pero... hablamos. Y no fue tan terrible como esperaba. Después nos cruzamos un par de veces más, por motivos diversos. Y lo demás... fluyó. Sin planearlo. Raro pero lindo.

Julián sonrió apenas, como si confirmara una sospecha interna.

Julián: – Curioso que un punto de inflexión político tan fuerte haya dado lugar a algo tan íntimo.

Nico: – Supongo que sí. —murmuró Nico, bajando la mirada.


Al terminar la sesión, Julián se puso de pie y fue a abrir la puerta. Javier aguardaba con los brazos cruzados, espalda recta, como si su sola presencia impusiera orden en el pasillo.

Julián: – Puede pasar. —dijo el psiquiatra— Pero recuerde que su rol acá sigue siendo el de acompañante.

Javier: – Sí, doctor. —respondió Javier con seriedad.

Entró y se acercó a Nico con una mezcla de preocupación y dulzura. El omega tomó su celular, que estaba sobre la mesa de luz, y lo desbloqueó. Varias notificaciones lo bombardearon. En especial, siete mensajes sin responder de Micho. Y justo entonces, una videollamada entrante apareció en la pantalla.

Nico: – Perdón, necesito contestar esto. —dijo Nico, mirando a Javier.

El alfa asintió y se hizo a un lado.

La pantalla mostró a Micho, despeinado y con cara de preocupación.

Micho: – ¡¿Dónde carajo estás, Nico?! ¡Hace días que no me respondés!

Nico: – Perdón... Estoy en el hospital. Nada grave. Anemia, nomás. Estuve medio flojo con las comidas últimamente.

Micho: – ¡¿Qué?! ¿Y por qué no me avisaste antes?

Nico: – No quería preocuparte. Estoy bien, de verdad. Solo en observación.

Micho observó la habitación, notando el mobiliario médico, el oxímetro en el dedo de Nico.

Micho: – Esto no parece solo una "observación", Nico...

Nico: – De verdad, ya estoy mejor. Me están cuidando bien. Tengo... compañía.

En ese momento, de fondo se oyó claramente una voz inconfundible:

Javier: —Muchas gracias, doctora, ahora se la alcanzo.

El gesto de Micho se congeló.

Micho: – Pará... —dijo, entrecerrando los ojos— ¿Esa voz...? ¿Quién está con vos?

Nico tragó saliva, incómodo.

Nico: – Mi hermano.

Micho frunció el ceño.

Micho: – Tu hermano tiene la misma voz que cierto energúmeno que no quiero ni nombrar...

Nico: "No puedo decirle la verdad. No ahora. No así...", pensó el cordobés.

Nico soltó una risita tensa.

Nico: – Me dicen eso bastante seguido. Pero no, no es él. Escuchaste mal.

Micho: – Ajá... Claro. —Micho no sonaba convencido, pero no insistió— Bueno... cuando tengas fuerzas, contame más. Me alegra saber que estás mejor.

Nico: – Gracias, Micho. Hablamos más tarde.

La videollamada se cortó. Nico suspiró y dejó el celular a un lado.

Javier: " ‘Mi hermano’ dice el pibe. Lo adoro. Si tan sólo supiera el Micho ese...", pensó el presidente, con una sonrisa ladeada.

Javier, con una bandeja entre las manos, la apoyó con cuidado sobre el regazo de Nico.

Javier: – Tu hermano, ¿eh? —dijo, sonriendo de lado.

Nico: – ¿Y qué? ¿Querías que le dijera: El Presidente de la Nación, Javier Milei, mi eterno opositor político, es mi pareja?

El alfa se quedó mirándolo, con una sonrisa suave que no podía disimular la emoción en sus ojos.

Javier: – "Mi pareja", ¿eh? Suena lindo. Suena a reconciliación en puerta...

Nico se sonrojó levemente, pero no respondió. Fingió concentrarse en el arroz con pollo que había en la bandeja.

Javier tomó la cuchara, como si fuera lo más natural del mundo, y le ofreció un bocado. Nico puso los ojos en blanco.

Nico: – Te dije que no soy un nene. Puedo comer solo.

Javier: – Ya lo sé. Pero quiero asegurarme de que comas bien. No me contradigas.

El omega suspiró y aceptó el bocado. Luego otro. Y otro. Javier lo observaba con atención, atento a cada pequeño gesto. Cuando un poco de arroz quedó cerca del labio inferior de Nico, tomó una servilleta de papel, se la acercó al rostro y lo limpió con delicadeza. Después, sin pedir permiso, le dio un besito en la comisura de los labios.

Nico se tapó la cara con ambas manos, profundamente sonrojado.

Javier: – No te tapes. —dijo Javier, con voz grave y dulce— Te ves adorable todo sonrojadito.

Hizo una pausa, y añadió con una sonrisa mientras acariciaba la mejilla del omega:

Javier: – Sos un bebé. Mi bebé.


📍Hospital Penna, habitación de Nico – Madrugada de Sábado – 02:31 hs

La noche había caído completamente sobre la ciudad, y en la habitación sólo quedaban encendidas las luces tenues que provenían de la pared norte y de la maquinita que monitoreaba las constantes de Nico. Afuera, el invierno se volvía más crudo, con ráfagas que golpeaban los ventanales cada tanto. Adentro, en cambio, se respiraba el calor suave de una intimidad construida a fuerza de resistencia, amor y cicatrices frescas.

Javier estaba sentado en la misma silla incómoda de siempre, con los codos apoyados en la camilla y la frente casi tocando la manta que cubría a su omega. Llevaban ya varios días con esa dinámica, con él durmiendo de medio lado a su lado, a veces abrazándolo con un brazo por debajo de la manta, otras simplemente sosteniéndole la mano o acariciándole la cabeza en silencio.

Pero esa noche, mientras el reloj de la pared marcaba las 02:31 hs, Javier se incorporó con cierta intención apenas disimulada. Se desperezó un poco, sacudiendo la pierna derecha, y estiró el cuello hacia un lado como quien se prepara para una hazaña.

Javier: –Bueno… es hora de acomodarse. Vos ya tenés cara de sueño, y yo tengo el cuerpo hecho pelota. Así que… –sin pedir permiso, levantó la sábana con toda la soltura del mundo y se preparó para meterse en la camilla.

Nico: –¡No! Pará ahí, loco atrevido. –le lanzó una mirada severa, aunque los ojos se le achicaban de ternura.

Javier: –¿Cómo que no? Siempre me dejás…

Nico: –Bueno, ahora no quiero. Me estás asfixiando con tu olor a leñador. –pero en realidad hablaba despacito, casi sin energía, y no podía ocultar el sonidito disfrazado de risa que se le escapó por la nariz.

Javier: –¿Ah sí? ¿Y si llamo a una enfermera para que te venga a dar una inyección en el traste? Porque me parece que estás medio insolente esta noche, eh. –se cruzó de brazos, con una sonrisa cargada de picardía.

Nico: –Sos un enfermo, de verdad te digo…

Javier: –Enfermo de amor, bebé. –le guiñó un ojo y, sin más preámbulo, se le acercó como un animal calentito en busca de refugio.

Nico: –Bueh… metete, pero no me toqués mucho. Y si roncás, te pateo las bolas. –corrió un poquito la manta, cediendo con desgano exagerado.

Javier: –¿Me estás amenazando, mi vida? ¿Después de todo lo que hice por vos?

Nico: –¿Qué hiciste? Comerte todas las galletitas del hospital, eso hiciste.

Javier: –Te salvé la vida con mis mimos… eso hice. –se acostó con cuidado, encajando su cuerpo grande en el estrecho espacio, y enseguida lo envolvió con el brazo derecho, como quien abrocha un paquete valioso.

El omega resopló, pero no se alejó. De hecho, se dejó abrazar sin pelearla demasiado, apenas quejándose con un sonido ronco y bajo.

Nico: "Estoy tan cansado… pero si me duermo con él así, no voy a querer soltarlo más nunca. Me tiene rendido."

Javier deslizó la mano lentamente por su pelo, desde la coronilla hasta la nuca, una y otra vez. Su fragancia, esa mezcla envolvente de cuero y notas amaderadas, llenó el espacio íntimo entre ambos como una manta invisible que calentaba los huesos.

Javier: –Tranquilo, mi cielo… ya está todo bien. Yo estoy acá con vos. Nadie más te va a lastimar. Nadie se atrevería… –le murmuró al oído, con voz grave y baja, acariciando las sienes de su omega con el pulgar.

Nico no respondió. La tensión de su cuerpo se fue deshaciendo lentamente, primero en los hombros, después en los párpados que comenzaron a cerrarse sin resistencia.

Javier: –Sos lo más hermoso que vi en mi vida, Nico. Lo más fuerte. Lo más dulce. Y aunque digas lo que digas, vos también me necesitás cerca. No me lo podés negar. –le rozó la nariz con los labios, apenas.

Nico: "¿Por qué no puedo odiarlo? ¿Por qué me hace bien incluso cuando no quiero que me haga bien?"

Su respiración se volvió más profunda, más rítmica. Javier bajó un poco el mentón para apoyar la frente contra la suya y suspiró largo, cerrando también los ojos.

Durante unos minutos, el único sonido fue el de sus dos corazones latiendo cerca, acompasados. Afuera, el viento seguía golpeando contra el hospital, pero adentro, en esa camilla demasiado chica para dos, la paz era total.

Javier siguió acariciándolo incluso cuando notó que Nico se había dormido. Le rozaba apenas el cabello, le acomodaba la manta, le apretaba la mano como si con eso pudiera sellar un pacto de cuidado eterno.

Javier: –Te amo, bebé. Te amo con toda mi alma. –susurró tan bajo que ni siquiera estaba seguro de haberlo dicho en voz alta.

Y así se quedó, velando su sueño, respirando su perfume dulce de chocolate y canela, como un amuleto cálido que le decía que todo, por fin, estaba en su lugar.

Chapter 123: No vería la razón de seguir viviendo sin tu amor 🎵

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📍Hospital Penna - Sábado a la mañana – 08:07 hs

La mañana entraba tímida por la ventana de la habitación, filtrándose entre los visillos con esa luz de verano prematuro que no terminaba de calentar del todo. El aire acondicionado zumbaba suavemente. En la camilla, tapados hasta el pecho con una manta delgada, Nico dormía con el rostro apoyado en el pecho de Javier, abrazado a su cintura como si fuera su única ancla.

Javier: "No quiero moverme... que me parta un rayo si le arruino el descanso más tranquilo que tuvo en días."

Había pasado la noche acariciándole el pelo, susurrándole cosas al oído cuando lo notaba inquieto, y simplemente abrazándolo cuando parecía que dormía profundo. El alfa estaba exhausto, pero no se movía. Prefería tener calambres a perder el calor suave del cuerpo de su omega apoyado sobre él.

Nico: "No soñé nada. No vi sombras, no sentí frío. Sólo él. Su pecho. Su olor..."

Los ojos de Nico se entreabrieron con pesadez. Su respiración era lenta, pareja. El zumbido de los monitores y el olor del desinfectante seguían ahí, pero por primera vez en días no le resultaron insoportables.

Nico vestía una remera negra ancha con el logo blanco de Sumo, y unos pantalones grises livianos. La piel de sus brazos todavía estaba algo pálida, sus ojeras ya no eran tan oscuras.

Nico: —Buen día... —murmuró con voz ronca.

Javier: –Buen día, amor... –le susurró al oído, besándole la sien con cuidado.

Nico no se apartó. Ni siquiera se tensó. Lejos de eso, sus dedos se cerraron un poco más en la camiseta de Javier. Un gesto apenas perceptible, pero tan lleno de significado que al alfa se le humedecieron los ojos.

Javier: "No necesito más señales. Esto... esto es todo lo que quiero."

Nico: —Dormí bien... —musitó Nico, casi con sorpresa. Lo dijo con el tono de quien se da cuenta de que algo cambió.

Javier: –Me alegra. Te hacía falta, mi vida...

Nico levantó apenas la cabeza para mirarlo. El cabello despeinado le caía sobre los ojos. Llevaba puesta una remera negra de Sumo, tan ancha que parecía robada de un cajón ajeno, y un pantalón liviano de algodón gris que se arrugaba al doblar las piernas.

Nico: —¿Qué hora es...? —preguntó, volviendo a apoyar la mejilla en su pecho.

Javier: –Las ocho. Dormís como un angelito… un ángel punk con remera de Sumo.. –Le acarició el pelo, dejando que sus dedos pasaran despacio entre los mechones castaños, hasta que Nico suspiró contra él.

No hablaban demasiado. Pero los silencios ya no dolían.


Media hora después, alguien golpeó con los nudillos y abrió la puerta: una enfermera sonriente trajo una bandeja con el desayuno.

Enfermera: —Buenos días, diputado. Le traigo su desayuno: leche caliente, medialunas y un par de potecitos de mermelada. No es cinco estrellas, pero alimenta. –apoyó la bandeja sobre la mesa rebatible.

Nico: "¿Esto es legal? ¿No entra en la categoría de tortura institucionalizada?"

Javier: –¿Querés que te ayude a untar?

Nico: –No. Quiero ver qué tan feas están...

Tomó una medialuna. Al primer bocado, hizo una mueca, pero no la dejó. Masticó con lentitud, como si estuviera cumpliendo una tarea.

Javier: "Ya sólo el hecho de que esté comiendo sin hacer un escándalo es una señal."

Javier: —Voy a buscarme un café... Y si te portás bien y no tirás el desayuno por la ventana, capaz te consigo un alfajor triple Águila de la máquina del pasillo. –dijo con media sonrisa, peinándole una parte del flequillo con los dedos.

Nico: –¿Triple Águila? Estás tratando de seducirme con lo que sabés que no puedo resistir...

Javier: –Todo sea por verte comer, cachorrito. –le guiñó un ojo y se levantó.

Al salir al pasillo, el aroma a café barato lo guió directo hasta la máquina expendedora. Mientras el vasito se llenaba, metió unas monedas en la segunda máquina, la que siempre se tragaba el cambio. Esta vez, sin embargo, le sonrió la suerte: cayó un alfajor triple, justo el de envoltorio azul.

Javier: "Perfecto. Esto va a levantarle el ánimo, aunque sea un rato."


El presidente volvió a la habitación. Nico ya había terminado casi toda la leche, aunque la bandeja seguía llena de restos de medialuna y potecitos de mermelada sin abrir.

Nico: —Cumplí mi parte... —dijo el diputado, señalando la bandeja vacía.

Javier: –Entonces yo cumplo la mía. –Y con teatralidad, sacó el alfajor del bolsillo de su saco y lo apoyó sobre la mesa.

Los ojos de Nico brillaron por un segundo.

Nico: —Gracias...

Javier: –Te lo ganaste. Por comer sin escupirlo en una servilleta. –dijo mientras sonreía.

Nico: – Sos un romántico reprimido, ¿sabías

Javier: – Me reprimí durante cincuenta y cuatro años. Ahora voy a desquitarme todo con vos.

Nico: – Me parece justo...


📍10:15 hs – Habitación del hospital

El doctor Julián Galeano golpeó suavemente la puerta y entró con una tablet en la mano. Vestía camisa clara y llevaba anteojos de marco fino. Saludó con una sonrisa cordial.

Julián: —Buen día, Nico. Presidente. ¿Podemos hablar un rato?

Javier: –Yo me voy afuera, doc. Usted me avisa cuándo termine la sesión.

Nico: –Quedate. No me molesta...– dijo el zurdo tomándole sorpresivamente la mano al alfa.

El psicólogo se sentó en el borde de la cama, manteniendo una distancia cómoda.

Julián: —Estuve revisando tu evolución, Nico. Y más allá del contexto crítico, veo señales de leve mejoría. Ayer apenas tocaste el desayuno. Hoy lo terminaste. Dormiste mejor. Tu nivel de interacción verbal está en alza. Son buenos signos.

Nico: –No me siento muy bien todavía, pero... tampoco me quiero morir como anteayer.

Julián: –Eso es un enorme avance. Pero también es frágil. Y quiero que no lo cargues como una presión: es normal recaer. La clave está en seguir transitando con acompañamiento. –Abrió la carpeta y anotó algo.

Julián: —Voy a indicarte medicación. Nada invasivo. Te voy a dar Sertralina, 50 mg diarios por la mañana, para regular el ánimo y la depresión. Y Clonazepam, 0.25 mg, en momentos de ansiedad aguda. Pero solamente cuando lo necesites.

Javier: –¿Hay interacción entre ambas?

Julián: –A esa dosis, ninguna preocupante. Igual voy a dejarlo asentado para que el equipo lo monitoree.

Nico: –Está bien. Quiero probar. Estoy cansado de pelear con mis fantasmas.

Julián: –Y no estás solo. Ese es el punto. –Le sonrió y cerró la carpeta –. Nos vemos mañana, Nico. Y lo felicito, señor Presidente. No hay fuerza más revolucionaria que el amor.

Y con eso, el psiquiatra se retiró.


📍13:30 hs – Misma habitación

Después de un almuerzo insulso de arroz con pollo deshilachado, Javier se recostó en la camilla junto a Nico, abrazándolo. Quería darle una sorpresa especial a su amor.

Entonces, en voz baja, sin previo aviso, Javier comenzó a cantar.

Javier: – Si a tu corazón yo llego igual, todo siempre se podrá elegir…

Nico giró la cabeza, desconcertado.

Nico: – ¿Qué hacés?

Javier: – Te canto. ¿Nunca te cantaron en la cama?

Nico: – ¿Esto cuenta como canto o como tortura a presos de guerra?

Javier: – No seas guacho… Estoy tratando de ser romántico.

Siguió, sin importarle la sonrisa burlona de Nico:

Javier: – No me escribas la pared… sólo quiero estar entre tu piel…

Mientras cantaba, le acariciaba el pelo con cuidado, pasando los dedos entre los mechones despeinados. Nico cerró los ojos. Lo dejaba hacer.

Javier: – Y si acaso no brillara el sol, y quedara yo atrapado aquí… no vería la razón… de seguir viviendo sin tu amor…

Nico: "No sé si esta canción es su forma de decirme que me necesita... o de decirme que si me pasa algo se muere. Y me da lo mismo. Porque yo tampoco sabría cómo seguir viviendo sin su amor."

Colocó un mechón detrás de la oreja de Nico con ternura milimétrica. Y cuando terminó de cantar, le besó la mejilla.

Nico: "Estoy entre sus brazos. Estoy entre su piel. No hay lugar más seguro."

Javier se inclinó y colocó un mechón detrás de la oreja de su omega. Luego besó suavemente su mejilla.

El silencio que siguió fue aún más elocuente que la canción. Nico tenía los ojos llenos de lágrimas, pero no se quebró. Sólo tomó la mano de Javier y la apretó con fuerza.

Nico: –Gracias... No sabía cuánto necesitaba escuchar eso hasta ahora... Eso fue muy tierno.

Javier: – Te dije que me estaba desquitando. Tengo 54 años de canciones no cantadas.

Nico: – Me gustó. Aunque desafinaste en “quedara”.

Javier: – Mentira. Le puse dramatismo.– dijo el presidente, fingiendo estar ofendido.

Nico: – Eso fue chillido de zorzal atropellado, no dramatismo.– sentenció entre risas el diputado.

Javier: – Me voy a ofender.– dijo el mandatario, y atinando a levantarse de la cama para irse.

Nico: – No te vayas. Cantame otra.

La tarde siguió envuelta en una paz tibia, entre versos, miradas cómplices, pastillas nuevas y degustación de la famosa tortita Águila. Javier le cantó fragmentos sueltos de otras canciones —“El anillo del Capitán Beto”, “Siguiendo la Luna”, “Canción para mi muerte”— pero volvía una y otra vez a Spinetta, como si ese poema suave fuera su rezo íntimo.

Javier: "No sé cómo haría para levantarme si algún día él ya no está. Lo único que me queda es cuidarlo como si cada día fuera el primero… y el último."

Y Nico, con la cabeza apoyada en el pecho de Javier, simplemente se dejaba amar. Sin oponerse, como en los días anteriores.

Nico: "Y yo... capaz empiezo a creer que todavía hay algo por lo que vivir."

Chapter 124: Corazón de león

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📍Hospital Penna – Habitación 408 – Sábado a la tarde – 19:03 hs

La tarde había caído lentamente sobre Buenos Aires, tiñendo el cielo con pinceladas rosas y anaranjadas que se filtraban apenas por la pequeña ventana de la habitación 408 del Hospital Penna. Allí, como si el tiempo tuviera una textura más blanda, todo transcurría a otro ritmo. Nico, recostado con Javier a su lado, sostenía el control remoto con una mueca que intentaba ser seria pero le fallaba en la comisura de la boca.

La película empezó a sonar en la pantalla del televisor colgado a lo alto: "Corazón de León". Javier había girado su cuerpo hacia el omega y lo observaba con una sonrisa constante.

Javier:Francella haciendo de galán... eso ya es motivo suficiente para verla, no me jodas.

Nico:Ay por favor, no me spoilees. Nunca la vi completa. —Se ajustó la remera negra de Sumo, algo holgada sobre su torso aún frágil, y apoyó la espalda contra el respaldo.

La historia en pantalla avanzaba. De vez en cuando, uno de los dos lanzaba un comentario, alguna risa leve, un suspiro que no pertenecía del todo a la ficción, sino a la fragilidad de ese momento tan real, tan tenso y dulce a la vez.

Nico: – Nunca la vi entera. Pero siempre me causó curiosidad... ¿un tipo bajito que enamora a una mina alta? Medio raro.

Javier: – Acordate que yo soy más bajo que vos. Le dio un apretón suave en la mano. Te metiste con un francella libertario.

Nico: – Vos no sos más bajo, sos más compacto.– Soltó una risita ronca – Un Francella con olor a cuero y testosterona.

Javier: – Me vas a hacer sonrojar, boludo...

Cuando Francella confesó a su coprotagonista que tenía miedo de que no lo aceptara por ser “demasiado poco” para ella, Nico tragó saliva. Se removió apenas, incómodo, como si algo dentro suyo se reconociera en ese diálogo.

Nico: – ¿Vos pensás que soy poco para vos, Javier?

Javier giró la cabeza hacia él, desconcertado por la pregunta.

Javier: – ¿Qué? No. Para nada. ¿Por qué decís eso?

Nico: – No sé... a veces siento que te traigo más problemas que otra cosa.

Javier: – ¿Estás loco? Sos lo mejor que me pasó en la vida. Lo que traés es amor. Dudas también, sí. Pero yo quiero vivir con todas tus dudas, Nico. Con todo lo que sos. Hasta con tus miedos. Le acarició los nudillos con el pulgar.


Nico tragó saliva, y lo miró con esos ojos brillosos que siempre lo desarmaban. Después, sin mediar palabra, murmuró:

Nico:Javi... —dijo de pronto, con la voz un poco más baja.

Javier:Mmm.

Nico:Cuando salga del hospital... prométeme que vas a venir conmigo a cada sesión del doctor Galeano. No quiero estar solo. Ni un segundo más.

Javier dejó de mirar la pantalla. El silencio que se hizo entre los dos fue apenas perturbado por la televisión.

Javier:Te lo prometo, mi vida. Cada sesión. No importa el día ni la hora.

Y entonces sucedió. Nico se inclinó apenas, con la mirada sostenida en los ojos del alfa, y le dio un beso. Fue breve, suave, apenas un roce de labios con la temblorosa certeza de quien decide confiar otra vez.

Javier: "¿Qué... qué acaba de pasar? ¿Me besó? Me besó..."

Javier abrió los ojos como platos, como si la vida entera se le colara por los poros en ese instante. Fue inevitable recordar aquel primer beso en el Delta de Tigre.

Javier:Pará, me vas a hacer llorar, che. Así no vale. —bromeó, con la garganta algo cerrada.—¿Eso fue parte de la película o fue real?

Nico sonrió.

Nico: – No me obligues a hacerlo de nuevo para convencerte.

Javier: – No haría falta... pero igual...

Entonces, segundos después, Javier le devolvió el beso. Fue igual de dulce, aunque un poco más firme. Sus labios se encontraron otra vez y se separaron apenas para que ambos pudieran respirar. Nico apoyó su frente contra la de su alfa.

Nico:Gracias... por todo lo que hiciste por mí desde que llegamos acá. Gracias por no soltarme.

Javier:No tenés nada que agradecerme. Lo hice por amor, Nico. Porque te amo. Jamás podría haberme perdonado perderte, y menos por culpa mía. Gracias a vos por aparecer ese 10 de diciembre de 2023 en la Casa Rosada. Ese día cambiaste mi vida. Y ahora... ¿me creés cuando te digo que sos el único amor de mi vida? —preguntó Javier con un guiño cómplice.

Nico:Mmmm, capaz. Todavía estás en capilla.

Javier:¡Nooo! Encima que estoy poniendo la vida... qué castigo me das. Sos tremendo.

Ambos se rieron, esa risa genuina que desarma el miedo, que cicatriza mejor que cualquier medicina.

Nico:Che... ¿Vos todavía hablás con Lorena?

Javier:Hace unos días que no.

Nico:Bien. Entonces seguí así. No le hables nunca más. —Su tono fue firme, su expresión imperturbable.

Javier:Ey, esperá. En realidad... le escribí para contarle sobre vos. Ella me alentó a no rendirme. Esa charla fue justo el día antes de esa madrugada tan... tan oscura. El último mensaje que le mandé fue sobre tu evolución. Acá está, mirá. —Sacó el teléfono y le mostró la pantalla.

Nico:...¡Sos un tonto! —Sonrió sin poder evitarlo.


📍Hospital Penna – Habitación 408 – 20:10 hs

A las 20:10 hs, la enfermera Cecilia entró con la bandeja de la cena. La dejó sobre la mesita plegable y los saludó con amabilidad. En la bandeja: pechuga de pollo cocida, puré de zanahorias, una botellita de agua, una rodaja de pan embolsado, sobrecitos de sal, cubiertos descartables y una gelatina de frutilla.

Javier:Es horrible, ¿no?

Nico:Bastante. De hecho... creo que deberías comer vos también para compartir mi castigo. Eso haría un buen alfa.

Sin dudarlo, Javier le sacó el tenedor, pinchó un pedazo del pollo y lo masticó con dramatismo exagerado. Después, llevándose una mano al pecho:

Javier:¡Dios mío! Estoy viendo la luz, Nico. Me voy... ¡Adiós, mundo cruel!

Nico estalló en carcajadas, genuinas, con los ojos apretados y las mejillas coloradas.


📍Hospital Penna – Habitación 408 – 23:47 hs

La noche fue descendiendo lentamente, acompañada por murmullos, risas y miradas largas. Ya casi a medianoche, mientras todo el hospital dormía bajo la cadencia del sistema de salud público, Javier tomó el rostro de Nico entre sus manos.

El beso que le dio fue profundo, sentido. Lentamente, la intensidad creció. Sus lenguas se buscaron, se encontraron. Nico dejó escapar un gemido leve, irreprimible. Javier deslizó la mano por debajo de la remera de Sumo, acariciando con ternura la piel de su pecho.

Pero ambos se detuvieron casi al unísono.

Nico:Estamos en un hospital, boludo.

Javier:...¡Nos va a escuchar todo el cuarto piso!

Nico:Y después portada en todos los diarios internacionales: "El presidente de Argentina, Javier Milei teniendo sexo en una camilla con un diputado de la oposición".

Ambos se rieron. Nico, observando el bulto en los pantalones de Javier, se llevó una mano a la boca para no seguir riéndose fuerte.

Nico:Ay no... ¡tenés una erección! Y eso que sólo nos besamos —dijo entre carcajadas.

Javier:Es culpa tuya. Hace semanas que no tenemos... ya sabés.

Nico:Ya volveremos a ser una pareja normal. Cuando demuestres que sos el hombre correcto. Acordate: seguís en capilla.

Javier:¡Pero che! ¿Hasta cuándo me vas a tener castigado?

Nico: – Hasta que demuestres que sos el hombre correcto para mí.


📍Hospital Penna – Habitación 408 – Domingo a la madrugada – 01:06 hs

La madrugada del día siguiente llegó. Javier, acostado detrás de Nico, lo abrazó con fuerza, sosteniéndolo con un brazo sobre su cintura. Con la otra mano, acariciaba con suavidad su pelo y su espalda.

Javier (cantando bajito):If the sun refused to shine, I would still be loving you... —la melódica voz de Robert Plant se escabullía entre su susurro.

Nico se fue quedando dormido, con su cabeza apoyada en el pecho de Javier. Su respiración se fue acompasando, hasta hacerse lenta y profunda.

Javier: "Mi vida entera por este momento. Ojalá se quede dormido siempre así, abrazado a mí, confiando en mí... amándome como yo a él."

Y así, en la penumbra de la habitación 408, con las luces apagadas y el viento silbando contra los vidrios, el amor seguía latiendo fuerte, desafiando al miedo, sanando desde adentro.

Chapter 125: Nueva licencia y preguntas incómodas

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📍Hospital Penna – Habitación 408 - Miércoles 27 de Noviembre de 2024, 09:41 hs

Era temprano en la mañana cuando el celular de Javier comenzó a vibrar sobre la mesita de noche del hospital. Nico todavía dormía profundamente, envuelto en el silencio tranquilo de la habitación, respirando pausadamente mientras Javier, al lado, se desperezaba con cuidado de no despertarlo. Con una última mirada a su lado, se levantó de la cama con sigilo, agarró el teléfono y salió al pasillo para atender la llamada.

Javier: – Hola, Victoria.

Victoria: – ¿Qué pasa, Milei? ¿Dónde estás? ¿Por qué no apareciste ayer en la sesión?

Javier respiró hondo, anticipando la conversación que se venía.

Javier: – Mirá, Vicky, estoy en el hospital. Me voy a tomar unos días de licencia.

Victoria: – ¿Qué? ¿En el hospital? ¿Y por qué? ¿Qué te pasó?

Javier se rascó la nuca, sabiendo que tendría que darle una explicación, pero no queriendo entrar en detalles.

Javier: – No es nada grave, Vicky. Estoy bien. Es solo que... Nico está acá, necesita que lo cuide, y no quiero dejarlo solo.

Hubo una pausa larga del otro lado de la línea. Se notaba que Victoria estaba procesando la información.

Victoria: – ¿Nico? ¿Te referís a... Nicolás Del Caño? ¿Qué hace Del Caño con vos? Y más importante, ¿qué está haciendo en un hospital?

Javier cerró los ojos, intentando mantener la calma.

Javier: – Sí, Vicky, Nico. Está pasando por un mal momento de salud y lo estoy acompañando. No te puedo contar más, es algo personal.

Victoria soltó un suspiro del otro lado, claramente frustrada.

Victoria: – Javi, ¿y quién se va a hacer cargo del Congreso? ¡Estamos en pleno debate de proyectos claves! Además, como vicepresidenta, voy a tener que asumir como presidenta interina. ¡Esto es un quilombo, Javier! No podés desaparecer así de la nada.

Javier sonrió un poco ante la reacción de Victoria, pero comprendía su punto.

Javier: – Lo sé, Vicky. Por eso te estoy avisando. Mirá, yo ya hablé con mi secretario y el gabinete. Vos quedás a cargo. Sé que es un bardo, pero confío en vos. Te las vas a arreglar bien.

Pero Villarruel no estaba del todo convencida.

Victoria: – Javier, no es solo eso. Es raro. Muy raro. Vos y Del Caño, o sea EL ENEMIGO, desaparecen al mismo tiempo. Te tomás licencia para cuidarlo... Y ahora me entero de que está en el hospital. Y no me olvido que te tomaste UNA SEMANA de licencia hace no mucho. Decime la verdad, ¿qué carajo está pasando?

Javier resopló, sabiendo que no sería fácil convencerla.

Javier: – Vicky, no busqués fantasmas donde no los hay. Nico está enfermo, nada más. Y sí, lo estoy ayudando porque... porque me importa. Así de simple.

Victoria volvió a suspirar, claramente irritada, pero a la vez, resignada.

Victoria: – Está bien, Milei. No te voy a hinchar más, pero quiero que sepas que esto no me deja tranquila. Y entre nos, no soy la única que se está dando cuenta de la ausencia de Nico también. Alguien va a empezar a preguntar.

Javier: – Que pregunten lo que quieran, no me preocupa. Lo que me importa ahora es que Nico se recupere.

Villarruel se quedó en silencio unos segundos más antes de finalmente ceder.

Victoria: – Bueno... espero que se mejore pronto, por tu bien y el de todos. Pero no me dejés sola mucho tiempo, Milei, porque ya sabés cómo se ponen las cosas allá adentro. Y yo no tengo ganas de aguantar a todos los buitres políticos por mucho tiempo.

Javier: – Gracias, Vicky. Te prometo que te voy a tener al tanto de todo. Y si necesitás algo urgente, sabés que podés llamarme. Pero por ahora, necesito estar acá.

Victoria: – Listo, listo. Pero que esto no se alargue demasiado, ¿ok? Suerte, Milei.

Javier: – Gracias, Vicky. Nos hablamos.


Javier cortó la llamada. Suspiró y volvió a la habitación, encontrando a Nico todavía dormido. La conversación con Victoria lo había dejado pensando en lo inevitable: pronto, la gente comenzaría a hacer preguntas sobre su relación con Nico. Pero por ahora, no le importaba. Lo único que le importaba era que Nico se recuperara.

Volvió a su lugar al lado de la cama de Nico, observándolo dormir. El calor de la mañana veraniega empezaba a filtrarse por la ventana, pero en esa habitación, la calma reinaba. Se sentó en la silla que había cerca y se permitió cerrar los ojos un momento, sintiendo que el cansancio de los últimos días lo alcanzaba.

Cuando los abrió nuevamente, Nico empezaba a moverse, despertándose lentamente. Javier le dedicó una sonrisa tranquila.

Javier: – Buen día, dormilón.

Le habló en voz baja, mientras acariciaba suavemente el pelo de Nico.

Nico parpadeó, todavía medio dormido, y lo miró con una sonrisa perezosa.

Nico: – ¿Qué hora es?

Se estiró un poco.

Javier: – Las diez y algo. Dormiste como un angelito, ¿sabés?

Sonrió mientras se inclinaba para darle un beso en la frente.

Nico se rió un poco y se acomodó en la cama, todavía algo adormilado.

Nico: – Me hacía falta. ¿Todo bien con tu trabajo? ¿No te están volviendo loco?

Javier suspiró, pensando en la llamada con Villarruel.

Javier: – Nada que no pueda manejar. Me tomé unos días de licencia para quedarme acá con vos. Así que por ahora, sos mi prioridad.

Nico lo miró sorprendido.

Nico: – ¿Te tomaste licencia? ¿En serio?

Como si no pudiera creerlo del todo.

Javier: – Sí, en serio. Me necesitás, y no te pienso dejar solo. Victoria se va a hacer cargo por un tiempo. Pero tranquilo, no te preocupes por eso.

Nico se quedó en silencio unos segundos, digiriendo la información. Finalmente, una sonrisa pequeña y genuina se formó en sus labios.

Nico: – Gracias, Javi. De verdad, no sé qué haría sin vos ahora.

Lo dijo en voz baja, conmovido por el gesto.

Javier: – No tenés que agradecerme nada, bebé. Estoy acá porque quiero, porque me importás.

Le acarició la mejilla con ternura.

Nico cerró los ojos, disfrutando del momento. Sentía que, poco a poco, las cosas comenzaban a cambiar para mejor. Y aunque todavía había muchas preguntas sin responder, en ese instante, lo único que importaba era que Javier estaba ahí con él.

Chapter 126: Buscando aire y solcito

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📍Hospital Penna – Habitación 408 – Miércoles, 16:11 hs

La habitación seguía tranquila, iluminada por la luz dorada que entraba oblicua por la ventana. Afuera, las ramas de los árboles se mecían apenas con el viento cálido de la tarde. Javier estaba sentado junto a la cama, hojeando un libro mientras Nico terminaba un yogurt con cereal en silencio.

Nico: "No me imaginaba capaz de sentirme así de… en paz, después de todo."

El sonido de la puerta al abrirse los sacó de su ensimismamiento. Era el Dr. Galeano, esta vez sin su carpeta bajo el brazo, con una sonrisa amable que anticipaba buenas noticias.

Dr. Galeano: – Buenas tardes, chicos. ¿Cómo se sienten hoy?

Javier: – Yo muy bien, doctor. Pero el que importa es él... –miró a Nico con cariño.

Nico: – Mejor… mucho mejor, la verdad. –se enderezó un poco en la cama, con una leve sonrisa.

Dr. Galeano (sentándose en la silla junto a la cama): – Eso me alegra enormemente. Estás mucho más lúcido, más conectado, incluso tu tono de voz cambió. La mejoría es clara, Nico.

Nico: – Es que… bueno, tuve buena compañía. Y él… –miró de reojo a Javier– me cantó un par de veces, para animarme.

Javier (ruborizado): – ¡Nico! No podés andar diciendo esas cosas. Me arruinás la reputación...

Nico (entre risas): – ¿Qué reputación? Si ya todos saben que sos un tierno...

Dr. Galeano (riendo con ellos): – Bueno, sea como sea, lo que están haciendo juntos está funcionando. Me parece muy importante que no pierdan esta conexión. El entorno y el afecto tienen un peso enorme en la recuperación.

Nico: "Nunca pensé que me dirían eso… que estar acompañado podría ser parte del tratamiento."

Dr. Galeano (más serio ahora): – Ahora, Nico, quiero recordarte algo fundamental. Vas a seguir con la sertralina y el clonazepam. La adherencia al tratamiento es clave. No lo olvides.

Nico (asintiendo): – Lo sé. Esta vez lo voy a respetar en serio. Me cansé de pelear solo...

Javier (apretando su mano suavemente): – Y ya no estás solo. Nunca más.

Nico (mirándolo): "Nunca me sentí tan contenido. Qué miedo, y qué alivio..."

El doctor Galeano se despidió con una palmada afectuosa en el hombro de Nico y una mirada cómplice hacia Javier.

Dr. Galeano: – Sigan así. Y si tienen ganas de salir a tomar un poco de aire por el patio, están autorizados. Siempre con calma, ¿sí?

Apenas el médico salió, Javier se levantó y estiró los brazos con decisión.

Javier: – ¿Y? ¿Nos vamos al patio, o querés seguir encerrado conmigo todo el día?

Nico (sonriendo): – Encerrado con vos no es tan terrible como suena… pero sí, me vendría bien un poco de aire. ¿Hay sol?

Javier: – Hay sol, hay viento suave, hay cielo. Y yo tengo ganas de pasear con vos del brazo como dos jubilados contentos.

Nico (entre risas): – Sos un exagerado...

Javier: – Aceptalo. Te estoy invitando a una cita de hospital, versión all inclusive.

Nico: "Qué raro y hermoso es que me haga reír tanto justo acá, justo ahora..."


📍Hospital Penna – Patio interno – Miércoles, 17:16 hs

Javier sostenía con firmeza la mano de Nico mientras bajaban lentamente por la rampa que conducía al patio del hospital. La enfermera que los había ayudado a coordinar la salida les había sonreído con discreción, como si entendiera que ese paseo no era solo una caminata: era una forma de volver a habitar el mundo, de recuperar un poco de vida después del dolor.

El patio era sencillo pero luminoso. Algunos árboles de hojas finas daban sombra sobre los bancos de cemento, y una fuente apagada decoraba el centro del espacio. No había mucha gente: apenas un par de pacientes con sus familiares y una médica que hablaba por celular cerca del acceso al edificio.

Javier caminaba a un ritmo lento, acompasado con los pasos más torpes de Nico, que todavía se sentía débil. Llevaba puesta una campera liviana del propio Javier, con el cuello doblado hacia afuera y el cierre a medio subir.

Nico: – El aire… se siente raro. Como si fuera la primera vez que lo respiro.

Javier (mirándolo de reojo): – Es que estuviste encerrado demasiados días, amor. Ya te estaba empezando a parecer a Drácula.

Nico (sonriendo levemente): – No me molestaría tener su castillo, igual.

Caminaron en silencio unos pasos más, hasta encontrar un banco cerca del árbol más grande. Javier lo ayudó a sentarse con cuidado, y luego se acomodó a su lado, sin soltarle la mano.

Javier: – ¿Querés que te busque agua? ¿O algo del kiosco?

Nico: – No. Sólo quedate acá.

El sol de la tarde acariciaba la piel con una tibieza casi infantil. Había olor a pasto cortado, a tierra húmeda. Nico se recostó un poco sobre el respaldo del banco y cerró los ojos por un momento, mientras el viento jugaba con su flequillo.

Nico: – No sabía si iba a volver a sentir esto… El sol. El viento. Todo parecía tan lejano. Como si no fuera para mí.

Javier (bajando la mirada): – No digas eso.

Nico (abriendo los ojos lentamente): – Es lo que sentía. Como si la vida pasara por otra calle, y yo estuviera atrapado en una casa sin ventanas.

Javier apretó su mano, pero no dijo nada enseguida. Lo miró. El rostro de Nico estaba más colorido que días atrás, menos pálido. Sus labios no temblaban, y había en sus ojos una profundidad distinta: seguía habiendo dolor, sí, pero también una especie de agradecimiento por estar allí.

Javier (en voz baja): – Te juro que no sé qué habría hecho si… si no llegaba a tiempo. No podría haber soportado perderte.

Nico: – No fue tu culpa. Yo me alejé.

Javier (mirándolo con los ojos húmedos): – Sí fue mi culpa. Andaba en cualquiera. Y vos estabas… solo. No te supe cuidar, y casi me sale muy caro.

El silencio se volvió espeso, aunque sin violencia. Nico deslizó su mano por la mejilla de Javier, con un gesto tierno que lo desarmó.

Nico: – No importa ya. Estás acá. Y yo también. Todavía estamos.

Javier (tomándole la cara con ambas manos): – No te suelto más, ¿sabés? Si tengo que renunciar a todo lo demás, lo hago. Por vos. Por todo lo que estamos construyendo.

Nico lo miró largo rato. Algo en su expresión se ablandó, como si una capa de miedo se hubiese desprendido lentamente.

Nico: – Prometeme que no te vas a ir.

Javier (pegando su frente a la de él): – Te lo prometo. A donde vayas, voy con vos.

Chapter 127: En brazos de mi león

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📍Hospital Penna – Habitación 408 – Miércoles, más tarde - 19:37 hs

El atardecer caía con lentitud sobre la ciudad. La habitación estaba en penumbra, iluminada solo por la lámpara de pared. Afuera, el cielo tenía ese color indefinible entre el azul profundo y el lila, con algunas nubes desgarradas por el viento.

Javier estaba sentado en la silla junto a la cama, con la mano de Nico entre las suyas. Tenía la mirada fija en la ventana, pero no parecía ver realmente lo que ocurría afuera.

Nico (con voz débil): – ¿Qué mirás?

Javier tardó unos segundos en reaccionar. Parpadeó, como si despertara de un trance.

Javier: – Pienso en todo lo que está pasando afuera. Va a haber quilombo, tarde o temprano. No sé cuánto más se va a poder ocultar nuestra ausencia.

Nico: – Sabía que esto iba a traer consecuencias. Micho ya debe estar preocupado...

El silencio se volvió denso, pero sin tensión. Era un silencio que hablaba por ellos, que los envolvía con esa paz frágil que solo se encuentra después de la tormenta.

Javier (apretando su mano): – Te lo dije, bebé. No me voy a mover de acá hasta que te pongas bien. Todo lo demás puede esperar.

Nico (bajando la mirada): – ¿Y si no me pongo bien nunca?

Javier (sin dudar): – Entonces me quedo igual.

Nico giró lentamente el rostro hacia él. En su mirada había incredulidad, pero también ternura, y un leve temblor de esperanza.

Nico: – No te entiendo. Sos el presidente. Deberías estar... no sé, discutiendo leyes, firmando decretos…

Javier (esbozando una sonrisa cansada): – Y sin embargo estoy acá. Cuidando a la persona que amo. ¿Qué te dice eso?

Nico (desviando la mirada): – Que estás loco.

Javier (besándole los nudillos): – Sí. Loco por vos.

El omega no pudo evitar una risa bajita, apenas un soplo. Cerró los ojos por un momento, dejando que la calidez de la mano de Javier lo envolviera.

Nico: – No sé qué hice para merecerte. Pero gracias.

Javier (apoyando la cabeza en el borde de la cama): – Yo tampoco sé qué hice para merecerte a vos. Pero no pienso dejarte nunca más.

El reloj marcaba las 20:10 cuando una enfermera tocó la puerta para ofrecerles la cena. Javier agradeció en voz baja y, tras calentar el plato en el microondas del pasillo, ayudó a Nico a comer.

Después, acomodó las almohadas, le trajo una infusión suave, y le acarició el cabello mientras él se adormecía.

Javier (susurrando mientras lo tapaba bien): – Todo lo que pase afuera… lo vamos a enfrentar juntos. Pero ahora dormí, mi amor. Yo estoy acá.

Y se quedó allí, despierto, velando su sueño como un guardián silencioso.


📍Hospital Penna – Ese mismo Miércoles – 22:46 hs

La habitación estaba en penumbras, apenas iluminada por la luz ámbar del pasillo que se filtraba por la rendija de la puerta entreabierta. Afuera, el murmullo del hospital se había vuelto más calmo, más lejano. En el interior, el silencio era casi sagrado.

Nico ya dormía, su respiración era profunda y serena, un suave vaivén que subía y bajaba su pecho envuelto en una bata fina. Tenía la cabeza apoyada sobre el pecho de Javier, como si ese fuera el único lugar del mundo donde podía descansar en paz. Y Javier, inmóvil, sostenía el peso del cuerpo de su esposo sin quejarse, con los dedos acariciándole lentamente el cabello, cuidando de no despertarlo.

Javier: "No puedo creer que estés acá, conmigo… después de todo. Gracias por quedarte. Gracias por vivir."

Se permitió cerrar los ojos por un instante. Estaba exhausto. El cuerpo le pesaba, pero no por cansancio físico, sino por todo lo que había atravesado en los últimos días. Y sin embargo, ahí, con Nico dormido sobre él, todo cobraba sentido. Como si ese momento justificara cada batalla, cada renuncia, cada noche sin dormir.

Acarició la espalda de Nico, despacio, como si pudiera calmar aún en sueños las heridas invisibles que lo habían llevado hasta ese abismo. No dijo nada. Solo lo sostuvo, como si el simple hecho de abrazarlo fuera suficiente para impedir que todo volviera a quebrarse.

Javier: "Quedate así. No te vayas nunca más, por favor."

El calor del cuerpo de Nico se filtraba a través de la ropa. Su olor seguía siendo el mismo de siempre, incluso entre el desinfectante y las sábanas frías del hospital: un aroma cálido, suave, que se le metía en el pecho y le aflojaba las defensas. Era el olor de su casa. De su amor.

Pasó los dedos por la nuca de Nico, como lo había hecho tantas veces. Esta vez, sin la urgencia del deseo, sino con la ternura de quien cuida lo más preciado que tiene.

Javier: – ¿Sabés una cosa, mi amor? Te extrañé como a nadie... hasta que sentí que te estaba perdiendo. Y ahí me di cuenta de que no podría seguir sin vos.

La voz fue apenas un murmullo. No esperaba que Nico lo oyera. De hecho, no quería despertarlo. Solo necesitaba decirlo en voz alta. Como si nombrarlo lo hiciera más real. Más posible.

La noche avanzaba, y el sueño empezaba a vencerlo también a él. Su brazo se adormecía por la postura, pero no se movió. Prefirió el entumecimiento antes que el riesgo de romper esa burbuja de paz que los envolvía.

En medio de ese silencio compartido, algo en su interior empezó a calmarse. Como si por fin pudiera bajar la guardia. Como si en ese contacto tibio, en esa cabecita hundida en su pecho, estuviera la promesa de un futuro que aún podían construir.

Javier: "Mañana va a ser otro día. Y vamos a estar mejor. Juntos."

Apoyó la mejilla sobre el cabello de Nico. Cerró los ojos. La respiración de ambos se sincronizó poco a poco, como si compartieran un mismo ritmo vital. Y así, sin palabras, sin ruido, sin más que la certeza de estar ahí, se dejaron llevar por el sueño.

En medio de la oscuridad, la máquina que marcaba el pulso de Nico seguía su curso, registrando la calma. Afuera, Buenos Aires seguía latiendo, impaciente, convulsionada, pero dentro de esa habitación dos corazones volvían a encontrar el mismo compás.

Y aunque faltaba mucho por sanar, esa noche, en ese rincón del mundo, el amor había vuelto a hacerse refugio.

Chapter 128: El alta de las sospechas y de los rumores

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📍Despacho de Victoria Villarruel – Viernes – 09:30 hs

La lluvia golpeaba con insistencia contra los ventanales del Congreso. El cielo de Buenos Aires, cargado de nubes, parecía replicar el ánimo sombrío que dominaba el despacho de Victoria Villarruel. Sentada tras su escritorio, la vicepresidenta hojeaba informes con evidente fastidio, sin poder quitarse de la cabeza la prolongada ausencia de Javier Milei y Nicolás del Caño.

Victoria:¿Entonces no hay ningún reporte oficial sobre su paradero? —preguntó, sin disimular su molestia.

Asistente:No, señora. Solo rumores... y silencio desde hace días.

Villarruel cerró el informe con un suspiro profundo. El vacío institucional no era solo una carga burocrática: comenzaba a ser un problema político grave.


📍Quinta de Olivos – Viernes – 10:10 hs

Luego de varios chequeos médicos de rutina y una última charla con el psiquiatra Galeano, Nico fue dado de alta, con la condición de continuar con su tratamiento psiquiátrico y psicológico fuera del hospital. Javier llamó a sus custodios para informarles de la situación y pedir que los pasaran a buscar, con destino a la Quinta de Olivos.

El sonido de la lluvia llegaba apagado a través de los gruesos ventanales de la habitación donde Nicolás del Caño descansaba. La cama estaba tendida con prolijidad, y en un costado, sentado con el control remoto en la mano, Javier Milei lo observaba en silencio.

Javier:¿Querés que cambie de canal? Esto de las noticias es un embole.

Nico:Está bien así. Solo... dejame estar tranquilo un rato.

Javier asintió y bajó el volumen. Se quedó junto a él, sin hablar. Aun en el silencio, su presencia seguía siendo un refugio.

Javier: "No me muevo de acá hasta que estés mejor. Aunque no diga nada, sé que me necesita cerca."


📍Despacho de Victoria Villarruel – 11:45 hs

La aparición de aquel diputado fue sorpresiva, pero no inesperada.

Victoria:¿Miguel Herszkowicz? ¿Qué hacés acá?

Micho:Hola, Victoria. Vine a charlar un rato... y preguntar por Javier y Nico.

Villarruel mantuvo la compostura, aunque algo en el tono de Micho la inquietó.

Victoria:Lo mismo que sabés vos. Nada en concreto. Desaparecieron sin decir demasiado.

Micho:No es habitual en ninguno de los dos. Me preocupa que nadie dé explicaciones.

Victoria:Creeme que a mí también. Pero están fuera del radar. Intento manejarlo como puedo.

Micho:Si puedo ayudar, contá conmigo.

Villarruel asintió. Cuando Micho se fue, se quedó mirando por la ventana. Algo le decía que esa conversación era apenas el principio de algo más grande.


📍Sala de estar, Quinta de Olivos – 13:30 hs

El almuerzo fue ligero. Javier insistió en que Nico comiera algo, aunque fuera poco. Había logrado que mantuviera la rutina de medicación y algo de descanso. Las ojeras de Nico seguían allí, pero sus ojos ya no estaban tan apagados.

Nico:Gracias por aguantarme durante estas semanas, Javi.

Javier:Callate, pelotudo. No tengo nada mejor que hacer que cuidarte.

Nico: "Nunca pensé que me iba a sentir así con él. Y, sin embargo, acá estamos..."


📍Sala de estar, Quinta de Olivos – 15:00 hs

El televisor emitía un ciclo de videoclips en un canal de música. Nico, algo más animado, había pedido ver rock argentino. Catupecu Machu sonaba de fondo.

Nico:Te dije que me gustaban. Esta canción la escuchaba cuando iba al secundario.

Javier:¿Y vos no decías que eras re punk?

Nico:Uno puede ser muchas cosas a la vez. ¿Vos no sos anarco y estás viviendo en Olivos?

Ambos se rieron. Por primera vez en días, la risa fue genuina.

Javier: "Su sonrisa... cómo la extrañaba."


📍Habitación principal, Quinta de Olivos – 19:10 hs

Javier estaba sentado en el sillón, leyendo desde su celular algunos mensajes atrasados. La mayoría eran insistencias de Villarruel y algunos ministros. En silencio, contestó lo justo y necesario.

Cuando volvió la mirada, vio que Nico dormía profundamente. La luz tenue del atardecer le daba un aire sereno, casi irreal. Se acercó despacio, se acomodó a su lado en la cama y le rodeó los hombros con un brazo, dejando que su cuerpo descansara sobre él.

Javier: "Ya va a pasar. Vas a estar bien. Y cuando eso ocurra... veremos qué hacemos con lo que sentimos."


📍Habitación principal, Quinta de Olivos – 22:30 hs

La habitación estaba en penumbras. El único sonido era el tic-tac de un reloj lejano y la respiración pausada de Nico, que seguía dormido, con la cabeza recostada sobre el pecho de Javier.

Javier acariciaba lentamente su pelo, sin decir palabra. No había nada urgente que decir. La intimidad del momento lo sobrepasaba todo.

Javier:Te lo juro, bebé... no me importa nada más.

Nico: "No estoy solo. No más." (medio dormido)

Javier:Estoy acá. Y acá me voy a quedar.

El silencio entre ellos ya no era incómodo ni incierto. Era compañía, refugio. Una tregua a todo el caos que había quedado afuera.

Esa noche, mientras la lluvia persistía con menos fuerza, la Quinta de Olivos era un mundo a parte. Allí, entre frazadas, medicamentos, y la compañía constante, dos hombres que alguna vez habían sido rivales encontraban algo más poderoso que la política o el dolor: el alivio de saberse sostenidos, incluso cuando todo parecía quebrarse.

Y sin necesidad de hablar más, se durmieron así. Juntos. Compartiendo el mismo espacio, el mismo calor, el mismo silencio.

Chapter 129: Micho, una parte de mí

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Micho Herszkowicz: Pasado y Presente

Miguel Aníbal "Micho" Herszkowicz nació en una familia con profunda herencia húngara-judía en la ciudad de Buenos Aires. Su padre, David Herszkowicz, era un exitoso contador que emigró a Argentina en la década del 50, trayendo consigo la tradición de la cultura y religión judía que tanto valoraba. Su madre, Esther, era una profesora de literatura en un colegio secundario, conocida por su pasión por la educación y su amor por la literatura clásica.

Desde pequeño, Micho se mostró interesado en la política, impulsado por el ambiente de debate y discusión en su hogar. Su ascendencia le inculcó un sentido de identidad y una fuerte ética de trabajo. A los 18 años, Micho comenzó a involucrarse en la militancia política, uniéndose a grupos estudiantiles y trabajando en campañas para candidatos locales que compartían sus ideales.

El encuentro con Nicolás del Caño fue casi fortuito. Ambos se conocieron en una reunión estudiantil durante sus años universitarios. Nicolás, recién llegado desde Córdoba, estaba buscando un espacio para expresar sus ideales en la capital. La conexión entre ambos fue instantánea, y pronto se convirtieron en inseparables compañeros de militancia.

La relación entre Micho y Nico tuvo un breve capítulo romántico a los 21 años, una fase de exploración en la que ambos se dieron cuenta de que sus sentimientos iban más allá de la amistad, pero también de que no estaban listos para una relación seria en ese momento. La sociedad aún no estaba tan abierta a la diversidad como lo está hoy, y ambos decidieron retomar su vínculo como amigos. Aunque les costó aceptar, con el tiempo encontraron en su amistad una conexión más valiosa que cualquier romance pasajero.

Micho conoció a Julieta Méndez, el amor de su vida y madre de sus tres hijos, en un boliche porteño durante una noche de verano. Julieta, con su personalidad vibrante y su pasión por la música, cautivó a Micho desde el primer momento. A los pocos meses de conocerse, comenzaron una relación seria que se consolidó con el tiempo, llevando a Micho a proponerle al cordobés que fuera el padrino de su primer hijo, Abel.

Micho actualmente tiene 45 años, usa lentes, es un tipo elegante, serio, rubio de tez blanca y ojos verdes, y de voz gruesa.

Ahora, Micho veía con una mezcla de nostalgia y ternura ese pasado compartido con Nico, su mejor amigo. Pero también con preocupación: desde hacía días, su amigo no aparecía ni respondía mensajes. Y por más que sabía que Javier lo estaba cuidando, algo en su pecho no lo dejaba en paz. Sobre todo, sabiendo quién es Javier Milei; en términos políticos e ideológicos, era prácticamente el enemigo.


📍Quinta de Olivos – Habitación principal – Jueves - 16:21 hs

La televisión, encendida de fondo, lanzaba imágenes mudas sobre la pared. En la habitación principal de la Quinta, la cama grande y mullida se convertía en un refugio para dos cuerpos exhaustos. Javier estaba recostado contra el respaldar, con Nico apoyado sobre su pecho. Acariciaba distraídamente los mechones del omega, quien tenía los ojos cerrados pero no dormía. El calor de sus cuerpos se mezclaba con la fragancia a lino limpio y la seguridad que solo el amor podía dar.

Javier, con un tono nostálgico, comenzó a compartir sus experiencias con la cultura y la religión judía.

Javier:— Nico, para mí, el judaísmo ha sido siempre una forma de conectar con mi pasado y entender quién soy. Recuerdo mi viaje a Israel, especialmente el momento en que estuve en el Muro de los Lamentos. Fue tan emocional que lloré a mares —dijo el presidente, con una mezcla de melancolía y orgullo.

Nico, con una sonrisa tierna, escuchaba atentamente mientras acariciaba la mano de Javier.

Nico:— Micho también me contó un montón sobre el judaísmo. Me enseñó algunas palabras en hebreo y las tradiciones que siguen —comentó el omega, disfrutando del relato.

Luego de un rato de silencio prolongado y de ver al diputado como "ido", el alfa rompió el silencio:

Javier: – ¿En qué pensás?

Nico: – En Micho. En lo loco que es todo. Pensar que alguna vez estuvimos juntos... y ahora él está casado y tiene un hijo al que yo apadriné.

Javier, con un tono juguetón y algo celoso, preguntó:

Javier (con una sonrisa): – Yo sé que vos tuviste una historia en común con él...

Nico (riendo apenas): – Me estás por preguntar si sigo sintiendo algo por él, ¿no?

Javier: – No... Bueno, sí. Pero más que nada me intriga qué tanto te marcó. Qué quedó de todo eso en vos.

Nico: – Fue lindo mientras duró. Nos agarró muy chicos, medio sin saber qué hacíamos. Pero Micho fue... tierno. Nunca me hizo sentir mal por ser quien soy. Nos quisimos mucho. Después nos dimos cuenta de que funcionábamos mejor como amigos.

Javier asintió, acariciando la mejilla de Nico con el dorso de la mano. Aunque lo intentara ocultar, había algo de celos en su expresión.

Javier: – ¿Y ahora? ¿Siguen tan cercanos?

Nico (con picardía): – Bueno, Micho es un bombonazo. El otro día me dijo que beso re bien...

Javier (frunciendo el ceño): – ¿Perdón?

Nico (riendo): – Estoy jodiendo, bestia. Lo dije en broma para ver tu reacción. Vos sos el único que me interesa, el único que amo. Y eso no va a cambiar nunca.

Javier no pudo evitar reír. Un alivio cálido le recorrió el cuerpo y lo hizo abrazar más fuerte a Nico, que se acurrucó en su pecho como un gato satisfecho. Se quedaron así un rato largo, en silencio. El corazón de Javier latía lento bajo la oreja de Nico, y esa cadencia era todo lo que necesitaban.


📍Despacho de la Vicepresidencia – Congreso Nacional – 19:19 hs

Micho Herszkowicz se había acercado al Congreso con la esperanza de encontrar a Victoria Villarruel. Sabía que ella era de las pocas personas que podía tener información sobre el paradero y estado de Nicolás, y que quizás, con suerte, le diera alguna pista. Aunque era tarde, la oficina de la Vicepresidencia aún tenía luz.

Victoria lo recibió con cortesía, aunque algo distante. El día había sido largo.

Micho: – Victoria, ¿podés decirme algo más sobre lo que está pasando con Nico y Javier? Me preocupa mucho su ausencia prolongada.

Victoria: – Miguel, lamentablemente no tengo toda la información. Ellos están manejando asuntos personales. Estoy bastante sobrecargada con mis nuevos roles, y no tengo mucho para ofrecerte en cuanto a detalles. Solo te diría que les des tiempo y paciencia.

Micho (con un suspiro): – Entiendo. Solo quiero estar seguro de que todo está bien. Es raro que ambos falten al mismo tiempo.

Victoria asintió con gesto grave. No estaba autorizada a dar más datos. Aunque sabía que Javier había pedido licencia y que Nicolás estaba siendo cuidado con esmero, no podía exponer la intimidad de la pareja. Micho se retiró del Congreso con más preguntas que respuestas, pero también con un poco de alivio: si alguien como Javier estaba involucrado, al menos sabía que Nico estaba protegido.


📍Quinta de Olivos – Habitación principal – Madrugada de Viernes - 01:20 hs

El cuarto estaba en penumbra. Javier ya se había sacado la camisa y quedaba solo en calzoncillos, semisentado en la cama con el control remoto en la mano. Apagó la televisión sin hacer ruido. A su lado, Nico dormía profundamente, una pierna enredada entre las suyas, la cabeza apoyada en su pecho como si ese fuera su único hogar posible.

Javier bajó la vista y lo miró dormir. La luz de la calle entraba débil por entre las cortinas, bañando el rostro de Nico con una suavidad fantasmal. Con la yema del dedo, le acarició el mentón, la nariz, la frente.

Javier (pensando): "Nunca nadie me miró así. Nunca nadie me confió tanto. ¿Cómo no voy a dar todo por vos?"

Se acomodó con lentitud, rodeándolo con los brazos para que Nico no se despertara. La respiración del omega era tranquila, profunda. La de alguien que, después de muchos días de tormenta, por fin encontraba descanso.

El Presidente de la Nación lo besó en la coronilla y cerró los ojos.

No necesitaba nada más.

Chapter 130: Descubrimiento

Summary:

En los siguientes capítulos, habrán muchos flashbacks, ya que voy a dar pie a cómo nació otro de los ships que tienen lugar en este fic. Y estos personajes se relacionan con los protagonistas, que son Nico y Javier

Notes:

A partir de acá, voy a sumar dos personajes nuevos a la trama (que están vinculados con Nico y Javier, de una manera u otra), y a su vez, esos mismos personajes van a tener su propia y particular relación, con idas y vueltas. Estos personajes son Martín Lousteau y Ramiro Marra, además de algún que otro OC

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📍Casa de Martín Lousteau – Barrio de Caballito – Martes 14 de mayo de 2019 – 23:00 hs (Flashbacks)

El reloj marcaba las once de la noche, pero Martín Lousteau seguía despierto. El día había sido largo, repleto de reuniones y papeles. Sus hijos ya estaban durmiendo y su esposa terminaba de leer un libro en la habitación contigua. Como parte de su ritual nocturno, Martín se dejó caer en el sillón de su living, con una taza de café en una mano y su celular en la otra. Aunque normalmente prefería leer las noticias antes de dormir, esa noche decidió abrir YouTube, buscando algo que lo distrajera.

Deslizó el dedo por la pantalla, pasando entre vídeos de política, economía y algunos resúmenes deportivos. Fue entonces cuando, en la sección de "Recomendaciones", un título llamó su atención:"Hablemos de Guita: ¿Por qué el dólar sube y baja en Argentina?"

Lo reconoció de inmediato: Ramiro Marra, un nombre que ya había visto entre los economistas más jóvenes que estaban ganando popularidad en las redes. Decidió darle play, más por curiosidad que por interés.

Desde los primeros segundos, algo en el estilo de Marra lo enganchó. Hablaba de forma directa, sin rodeos, explicando la economía de una manera clara y accesible. Aunque no compartía algunas de sus ideas, Martín no pudo evitar sentir cierta admiración por cómo Ramiro lograba captar la atención del público. Su tono desenfadado, casi agresivo, era completamente distinto a la manera en que él mismo solía debatir en público.

Martín: – Este pibe tiene algo… –murmuró para sí mismo, inclinándose un poco más en el sillón, con la taza de café ya a medio terminar.

Durante los siguientes veinte minutos, se sumergió en el video, olvidándose del cansancio.

Al terminar, dejó el celular a un costado y se quedó pensando. Era extraño: aunque sabía que Marra pertenecía a una corriente de pensamiento económico diametralmente opuesta a la suya, había algo en él que lo intrigaba.

Martín: "¿Por qué me impactó tanto? No es solo lo que dice... es cómo lo dice."

Esa noche, al acostarse, Martín no pudo evitar que el rostro de Marra, su voz segura y desafiante, se quedara rondando en su mente.


📍Congreso Nacional – Pasillos del Senado – Miércoles 11 de septiembre de 2019 – 16:14 hs

Los meses pasaron, y en 2019, las circunstancias políticas los colocaron cara a cara en el Congreso. Ramiro Marra, ahora un miembro activo del partido de Roberto Lavagna, asistía por primera vez a un debate en el Senado. Martín ya había escuchado de él en el ámbito político, pero verlo en persona era otra cosa.

Aquella tarde, Lousteau se encontraba parado en uno de los pasillos del Congreso, revisando unos apuntes antes de entrar al recinto. A lo lejos, vio a Marra llegar con su habitual seguridad, con su pelo prolijamente peinado y una expresión casi desafiante.

Martín: "Es él...", pensó, mientras una mezcla de emociones lo recorría.

Cuando Ramiro pasó cerca de él, sus miradas se cruzaron brevemente. Martín intentó mantener la compostura, pero notó un leve cosquilleo de nervios en su estómago. El Ramiro que había visto en YouTube parecía aún más imponente en la vida real.

Sin embargo, cuando el debate comenzó, todo rastro de admiración se desvaneció rápidamente.


📍Recinto del Senado – Congreso Nacional – Miércoles 11 de septiembre de 2019 – 17:07 hs

Ramiro defendía propuestas económicas que, desde la perspectiva de Martín, eran simplemente inconcebibles para la situación del país. Cada vez que Marra tomaba la palabra, Lousteau sentía la necesidad de intervenir, de señalar las contradicciones en sus argumentos. Y lo hizo, con firmeza.

Martín: – Disculpame, pero estás planteando una simplificación peligrosa. No podemos aplicar esas medidas sin tener en cuenta el contexto social...

Ramiro lo miró de reojo, manteniendo su postura desafiante.

Ramiro: – Mirá, lo que pasa es que seguimos en esta burbuja de idealismos que no nos lleva a ningún lado. Lo que propongo es realista, no lo que vos decís.

Esa media sonrisa que esbozó hizo hervir la sangre de Martín.

A pesar del desencuentro en sus ideas, Lousteau no pudo evitar seguir notando la atracción física que había sentido inicialmente. Se odiaba por eso.

Martín: "No puede ser...", pensaba, "¿Cómo puede alguien que representa todo lo que rechazo despertarme esto?"

Al final del debate, Ramiro se levantó, directo, sin rodeos, y cuando pasó junto a Martín, le lanzó una mirada, un cruce de ojos que decía más de lo que las palabras podrían haber expresado.

Martín se quedó inmóvil, mirando cómo Ramiro se alejaba.

Martín: "Sabía que había algo allí, aunque lo detesto."


📍Casa de Martín Lousteau – Barrio de Caballito – Viernes 13 de septiembre de 2019 – 00:31 hs

Los días siguientes, Martín no pudo dejar de pensar en ese intercambio. Se encontró, casi sin darse cuenta, revisando algunos de los nuevos videos de Marra en YouTube. Aunque intentaba convencerse de que lo hacía para estar al tanto de lo que pensaba su oponente, había algo más. Algo que no podía explicar.

Martín: "No es por política. No es por curiosidad. Es por él."


📍Departamento de Ramiro Marra – Puerto Madero – Viernes 13 de septiembre de 2019 – 01:05 hs

Para Ramiro, el encuentro con Lousteau también dejó una huella. Aunque no lo mostraba, dentro de él se formó una especie de fascinación por la manera en que Martín lo enfrentaba. Nadie lo había retado así antes, con tanta inteligencia y elegancia, y eso le había generado un respeto inesperado por su contrincante.

Ramiro: "Este flaco no es como los otros. Tiene algo que no sé si me jode... o me gusta."

Sin embargo, ninguno de los dos estaba dispuesto a reconocer lo que realmente estaba comenzando a gestarse.

Chapter 131: Entrecruzando caminos

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Los días posteriores al debate en el Congreso, Ramiro Marra no pudo dejar de pensar en lo que había ocurrido con Martín Lousteau. Aunque no lo admitiera fácilmente, el enfrentamiento con el senador había dejado una marca más profunda de lo que esperaba. A pesar de las diferencias ideológicas, la forma en que Lousteau lo había desafiado, con inteligencia y sin perder la calma, lo impresionó.

Mientras seguía adelante con sus compromisos políticos y la producción de su contenido en Hablemos de Guita, los recuerdos del intercambio en el Senado le rondaban la cabeza. No era la primera vez que se enfrentaba a alguien con opiniones opuestas, pero con Lousteau había algo distinto.


Ramiro Marra: La ambición y la realidad cruda

Ramiro Daniel Marra (nacido el 20 de Noviembre del año 1982) creció en una familia de clase media alta de Buenos Aires. Su padre, un contador dedicado, siempre le inculcó la importancia de entender las finanzas y manejar el dinero con prudencia. Su madre, por otro lado, trabajaba como docente, enseñando a jóvenes en escuelas públicas. Su ascendencia era mayormente española, aunque su bisabuelo paterno había inmigrado de Italia en busca de mejores oportunidades en Argentina.

Desde pequeño, Ramiro desarrolló un interés casi obsesivo por el dinero y los negocios. A los 18 años ya trabajaba en una firma de inversiones, mientras cursaba Economía en la universidad. Pero siempre tuvo un costado rebelde, una necesidad de desafiar el sistema que, en cierto modo, lo impulsó a buscar formas alternativas de explicar la economía al público general. Así nació Hablemos de Guita, su plataforma para simplificar la economía y hablarle a la gente sin rodeos, con la verdad cruda.

Ramiro tenía un físico trabajado, resultado de su rutina diaria en el gimnasio. Su cabello castaño, peinado siempre de manera prolija, y sus ojos verdes le daban una apariencia seria, complementada por su vestimenta cuidada pero desenfadada, típica de alguien que no necesita vestir de traje para transmitir autoridad. Aunque era joven, siempre se movía con seguridad, convencido de sus ideas, y no le temblaba el pulso al defender su posición, incluso en los entornos más hostiles.

Las ideas libertarias que seguía estaban profundamente arraigadas en su pensamiento. Veía al Estado como un obstáculo para el desarrollo y, por ende, creía en la necesidad de achicarlo. Para Ramiro, la libertad económica lo era todo. En su programa y en los debates, su estilo siempre era directo, a veces provocador, pero con una convicción que resultaba casi contagiosa.

A pesar de su imagen segura y su firmeza política, debajo de todo eso había una persona que guardaba ciertas inseguridades. Aunque sus ideas chocaban de frente con las de Lousteau, Ramiro no pudo evitar sentir una conexión extraña con el senador. Era como si, por un momento, Lousteau lo hubiese visto más allá de las palabras, desafiándolo de una manera que pocos habían logrado.

 

🐺 Ramiro Marra – Omega disruptivo, confrontativo y provocador

🔹 Personalidad:

Ramiro Marra encarna un omega poco convencional, casi antitético al molde clásico de su clase. No busca agradar, no rehúye el conflicto, y jamás se presenta como vulnerable para obtener compasión o respaldo. En cambio, es ruidoso, frontal, sarcástico y beligerante. Es un omega que se planta incluso frente a alfas poderosos, desafiando el orden esperado con una mezcla de audacia callejera, oportunismo político y una intensidad que raya con la obsesión.

Marra representa una figura omega contrahegemónica: desprecia la pasividad, detesta la condescendencia y transforma su lugar subalterno en un arma narrativa. Usa su marginalidad como bandera, y no le teme a la exposición ni a la polarización. Puede ser contradictorio, incluso caótico, pero esa misma imprevisibilidad lo convierte en un personaje fascinante.

Su energía no busca ternura, sino visibilidad. Puede irritar tanto como atraer. Lo suyo no es la dulzura sino la agitación. En el universo político-sexual del Omegaverse, su sola existencia incomoda porque rompe con la idea de que los omegas deben ser discretos, suaves o diplomáticos. Marra escupe, grita, tuitea, acusa. Y sin embargo, debajo de esa fachada rebelde, hay algo de dolor no resuelto, una necesidad de validación profunda que nunca admite.

En relaciones interpersonales, es posesivo, celoso y explosivo, pero también absolutamente fiel a sus convicciones y afectos. No perdona traiciones, pero idolatra los gestos de lealtad. Su mundo es blanco o negro, sin matices, y eso lo vuelve peligroso, pero también brutalmente honesto.

🔹 Aromas naturales como omega:

Ramiro desafía todas las ideas preconcebidas sobre lo que un omega “debería ser”. Su aroma natural es una declaración en sí misma: vainilla negra con notas de bourbon fuerte.
La vainilla negra, más intensa y especiada que la común, representa su deseo de conexión y placer, pero desde un lugar desafiante, provocador, incluso irónico. No es dulce por sumisión, sino por voluntad.
El bourbon fuerte, con su intensidad alcohólica, ahumada y amaderada, rompe el molde por completo: remite a las noches sin filtro, a la franqueza brutal, a un omega que no se oculta ni busca agradar. Su presencia impacta, su aroma permanece, y su energía es tan disruptiva como carismática.
Ramiro es el omega que incomoda y seduce a la vez; el que no baja la cabeza, sino que la mantiene erguida con una sonrisa desafiante.


Martín Lousteau: La razón que titubea

Martín Lousteau (nacido el 8 de Diciembre de 1970) nació en el seno de una familia de clase media acomodada en Buenos Aires. Su madre era arquitecta, y su padre, abogado, le inculcó desde chico el valor del conocimiento. Sus abuelos paternos habían inmigrado de Francia, trayendo consigo una fuerte ética de trabajo que se mantuvo en la familia. Estudió en los mejores institutos de élite, y de niño soñaba con ser ingeniero mecánico.

Desde pequeño, Martín siempre había sido un lector voraz, interesado en la historia, la política y la economía. Su educación en el exterior, primero en el Colegio Nacional de Buenos Aires y luego en la London School of Economics, lo había formado como un economista brillante, pero siempre con una mirada crítica hacia las recetas tradicionales. A pesar de su formación técnica, siempre buscó un enfoque humanista en sus análisis económicos. Creía en la intervención del Estado como un actor necesario para la justicia social, algo que lo separaba radicalmente de personas como Marra.

A nivel físico, Martín era alto, delgado y de bucles castaños que empezaban a mostrar algunas canas. Sus ojos claros le daban un aire reflexivo, y su manera de hablar, siempre pausada y elegante, contrastaba con la agresividad de algunos de sus oponentes. A pesar de su apariencia calmada, dentro de él había una energía constante, un deseo de cambiar las cosas y, al mismo tiempo, un profundo respeto por las instituciones.

Cuando vio por primera vez a Marra en persona, algo en él lo sacudió. Había visto varios de sus videos antes, y aunque no compartía su visión, había sentido una cierta admiración por su capacidad de comunicarse con el público. Sin embargo, en el Congreso, todo eso se diluyó en el calor del debate. El choque entre sus ideologías fue inevitable, pero debajo de la discusión política, Martín no pudo dejar de notar algo más. ¿Era respeto? ¿Atracción? No lo sabía. Pero sabía que Marra no lo había dejado indiferente.

🐺 Martín Lousteau – Alfa intelectual, reservado y exigente

🔹 Personalidad:

Martín Lousteau como alfa representa un tipo más atípico y cerebral dentro de su clase. A diferencia de los alfas dominantes y territoriales en sentido clásico, Lousteau canaliza su liderazgo a través de la inteligencia, la ironía, la sensibilidad selectiva y una ética de trabajo exigente. Sabe que impresiona sin necesidad de imponerse. Es elegante, algo sarcástico, profundamente racional, pero también puede ser tierno cuando baja la guardia. Le cuesta entregarse emocionalmente, pero cuando lo hace, protege a los suyos con una lealtad inquebrantable.

Su forma de ser genera atracción y respeto: es un alfa que piensa antes de actuar, que puede debatir sin alzar la voz y aún así marcar presencia. No busca competir con otros alfas, pero tampoco cede fácilmente. Su paternidad con Carla Peterson fue un paso lógico y medido, aunque en su interior sigue siendo un hombre lleno de contradicciones.

🔹 Aromas naturales como alfa:

El aroma natural de Martín combina cedro y ámbar gris, una mezcla que refleja su esencia elegante, sobria y profundamente intelectual.
El cedro, con su nota seca y refinada, habla de su estructura interna: un hombre sólido, que no se quiebra fácilmente, y cuya sola presencia inspira respeto y calma. Es el perfume de alguien que lidera sin estridencias, que piensa antes de actuar, y cuya estabilidad reconforta incluso en medio del caos.
El ámbar gris, en cambio, añade un fondo cálido, salino y misterioso: el resabio de lo que no se dice pero se intuye. Es el lado emocional que esconde bajo capas de racionalidad; la ternura que aparece sin aviso cuando baja la guardia. En conjunto, su aroma proyecta seguridad, inteligencia y una atracción sobria pero persistente.


El impacto del debate

Para Ramiro, el encuentro con Lousteau había sido perturbador. Aunque lo respetaba por su carrera y sus logros, no podía dejar de sentir que lo había subestimado. Había entrado al debate confiado, como siempre, pero la elegancia con la que Martín había rebatido sus argumentos lo dejó pensando.

Ramiro:—Este tipo es distinto... —murmuraba para sí mismo días después, mientras grababa uno de sus videos.

A pesar de la frialdad de sus interacciones en el Congreso, Ramiro notaba que había algo en la manera en que Lousteau lo miraba. Era como si, más allá del enfrentamiento político, hubiera una conexión inexplicable, un lazo que ni las diferencias ideológicas podían romper.

Martín, por su parte, también se encontraba reflexionando. El enfrentamiento con Marra había sido uno de los más tensos que había tenido en mucho tiempo, pero no solo por las ideas políticas. Era como si, cada vez que Ramiro lo miraba, le estuviera lanzando un desafío más personal que político. Y aunque intentaba apartar esos pensamientos, sabía que algo había cambiado.


Los primeros pensamientos sobre el otro

A pesar de que ambos trataban de disimular lo que sentían, tanto Ramiro como Martín sabían que algo había pasado entre ellos en ese debate. Era más que una simple rivalidad política. Había una tensión que, si bien los incomodaba, también los atraía de maneras que no terminaban de entender.

Martín se descubrió revisando los videos de Hablemos de Guita con más frecuencia, buscando nuevos puntos de desacuerdo, pero también disfrutando de la manera en que Ramiro se expresaba. Ramiro, por su parte, comenzaba a seguir más de cerca la carrera de Lousteau, admirando, aunque a regañadientes, su estilo y la manera en que lograba mantenerse siempre sereno bajo presión.

Chapter 132: Jugando con fuego

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La inquietud inesperada

📍Casa de los Lousteau – Barrio de Caballito – Septiembre de 2019 – Noche (Flashbacks)

Martín Lousteau estaba acostumbrado a tener todo bajo control. La política, las discusiones, los debates intensos, su carrera y su vida familiar, todo funcionaba como una maquinaria bien aceitada. Desde que se había casado con Carla Peterson en 2012, habían formado una familia que él valoraba profundamente. Tenían hijos, una casa llena de vida, y él estaba convencido de que ese era el futuro que había elegido y del que no tenía ninguna intención de desviarse. Sin embargo, algo había cambiado, y eso lo tenía inquieto.

Era difícil ponerle un nombre a lo que sentía. Desde aquel debate con Ramiro Marra en el Congreso, Martín había comenzado a notar cosas en él que antes jamás le habrían llamado la atención en un hombre. Al principio lo atribuyó al impacto de la tensión política, al desgaste que podía generarle el enfrentamiento de ideas. Pero poco a poco, las cosas se fueron deslizando en una dirección que lo asustaba. Era una sensación que no podía ignorar, pero que lo llenaba de ansiedad.

Todo había comenzado de manera inofensiva: esos videos de Hablemos de Guita que empezó a mirar por pura curiosidad intelectual. Lo veía como un joven provocador, inteligente, con un estilo directo y hasta mordaz. Pero cada vez que Ramiro aparecía en su pantalla, algo en Martín se removía. No eran sus ideas, sino su presencia. Había algo en esos ojos verdes eléctricos, esa mirada que parecía perforarte cuando te enfocaba, aunque fuera por unos segundos.

Martín: "Es solo una admiración profesional", se decía. "Marra es interesante porque es diferente".

Pero conforme pasaban los días, se daba cuenta de que había algo más. En los debates, cuando sus miradas se cruzaban, Martín sentía una chispa extraña, como si el aire en la sala cambiara de densidad. Cada mirada era un desafío, una provocación sutil que lo descolocaba de una manera que nunca había experimentado.


El quiebre en casa

📍Casa de los Lousteau – Habitación matrimonal – Noche de regreso del Congreso

Una noche, después de una maratónica sesión en el Congreso en el 2019, Martín volvió a casa exhausto. Había sido un día interminable de discusiones, votaciones y trámites, y todo lo que quería era hundirse en su cama junto a Carla y desconectar del mundo. La casa estaba en silencio cuando llegó, sus hijos ya dormidos, y solo se escuchaba el sonido suave de la respiración de Carla a su lado.

Martín se dejó caer en la cama, el cansancio invadiendo cada músculo de su cuerpo, y cerró los ojos esperando la paz del sueño. Pero esa noche, la paz no llegó.

En su sueño, todo era confuso, un revoltijo de imágenes del Congreso, debates, rostros de colegas y oponentes... hasta que apareció él. Ramiro Marra. Martín lo vio en su sueño, pero no estaba en el Congreso, ni en su programa de YouTube. Estaban solos, en un pasillo largo e interminable, y Martín podía sentir la tensión en el aire, esa misma tensión que había sentido en los debates. Pero esta vez, era diferente. No había palabras, solo una mirada larga, penetrante, esos ojos verdes fijos en los suyos.

El sueño se volvió aún más desconcertante cuando, sin decir nada, Ramiro dio un paso hacia él. Martín sentía su corazón acelerarse, como si estuviera al borde de algo que no entendía ni quería. Y entonces, antes de poder reaccionar, despertó.

Sudor frío le recorría la frente. Miró a Carla, aún dormida a su lado, y sintió una oleada de culpa y confusión.

Martín: "No podía estar soñando con Marra, no podía ser eso."

Intentó volver a dormir, pero el sueño no lo dejaba en paz. La imagen de Ramiro, esos ojos que parecían ver más allá de su fachada, seguía ahí, rondando su mente.

Martín: "¿Qué demonios me está pasando?"

Martín comenzó a cuestionarse en silencio. Siempre había sido claro consigo mismo: los hombres nunca le habían atraído. Su vida había sido construida junto a Carla, con una familia que amaba. No podía permitirse dudar ahora. No podía arriesgar todo lo que había logrado. Sin embargo, la duda ya había echado raíces.

Intentó convencerse de que era solo algo pasajero, que pasaría con el tiempo. Pero la ansiedad lo carcomía. Cada vez que pensaba en Ramiro, sentía una mezcla extraña de temor y... atracción.


El juego consciente de Ramiro

📍Departamento de Ramiro Marra – Puerto Madero – Mismo período

Ramiro, por otro lado, no era ajeno a las miradas de Martín. Se había dado cuenta desde el principio de cómo lo observaba, de esa atención que iba más allá de lo puramente profesional. Y, sorprendentemente, en lugar de molestarle, lo disfrutaba. Había algo emocionante en saber que alguien como Lousteau, un político tan serio y recto, estaba afectado por su presencia.

El primer debate en el Senado había sido intenso, pero Ramiro no pudo evitar notar cómo Lousteau lo miraba, con esa mezcla de interés y desconcierto. Al principio le pareció extraño, pero a medida que el tiempo pasaba, comprendió que había algo más. Martín lo observaba con una intensidad que lo hacía sentirse, por momentos, vulnerable. Pero Ramiro no se asustó. Al contrario, lo veía como un juego.

Le gustaba provocar a Lousteau. En cada encuentro, en cada debate, en cada cruce de miradas, Ramiro jugaba con la tensión. Disfrutaba de cómo Martín se ponía rígido, de cómo evitaba mirarlo por más de unos segundos. Era un pequeño poder que Ramiro había descubierto tener sobre él, y aunque no lo admitiera abiertamente, le gustaba.

Cada cruce en el Senado, cada gesto que hacía, estaba calculado para sacudir a Martín, para mantenerlo en vilo. Pero lo que Ramiro no esperaba era que, poco a poco, empezara a engancharse en su propio juego.

Había algo en la figura de Martín que lo inquietaba, aunque se lo negaba a sí mismo. Ramiro, al igual que Martín, siempre había tenido muy claras sus preferencias. Sabía lo que quería, y los hombres nunca habían sido parte de eso. Pero con Lousteau, el juego de las miradas empezaba a volverse peligroso.

Un día, después de otro tenso debate, mientras Ramiro revisaba las redes sociales, una imagen de Martín en una conferencia le apareció en el feed. Lo vio, elegante, serio, con esa postura que lo caracterizaba. Y por un segundo, Ramiro sintió algo que no podía describir.

Ramiro: "No puede ser... no me puede estar pasando esto."

Se dijo, negando lo que empezaba a percibir. No podía permitirse perder el control, no podía dejarse llevar por algo que claramente no tenía futuro.

Pero a pesar de su resistencia, sabía que cada vez que se cruzara con Martín, el juego seguiría. El peligro estaba en dejar que el juego se saliera de sus manos.


La tensión aumenta

Ambos hombres se encontraban atrapados en un juego del que no sabían si querían escapar. Martín, angustiado por lo que esto podría significar para su vida y su familia, y Ramiro, jugando con fuego, sin saber si podía salir ileso.

El próximo enfrentamiento entre ellos estaba por llegar, y ninguno de los dos estaba preparado para lo que vendría

Chapter 133: El juego secreto

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📍Congreso Nacional – Miércoles 30 de Junio de 2021 – 20:14 hs (Flashbacks)

El Congreso estaba casi vacío, las luces del salón apenas iluminaban los pasillos y el eco de pasos lejanos resonaba en la estructura monumental. Martín Lousteau caminaba con paso firme, como si intentara dejar atrás la tormenta de emociones que lo tenía revuelto desde hacía semanas. Sus pensamientos volaban de un lado a otro, y, sin darse cuenta, había terminado en el baño del Congreso, buscando un momento de soledad para aclarar su mente.

Abrió la puerta de un golpe, el eco resonó en las baldosas de mármol blanco, y se dirigió hacia el lavabo, apoyando ambas manos en el borde de la pileta. El reflejo en el espejo lo mostraba alterado, su rostro cansado y marcado por la ansiedad. Se mojó la cara con agua fría, esperando que eso lo despertara del embrollo en el que estaba metido.

Martín: "No puede ser. No puede ser que esté pensando en Ramiro Marra."

Era como si esos ojos verdes lo persiguieran a donde fuera.


De repente, la puerta del baño se abrió nuevamente, y en el reflejo del espejo vio aparecer a Ramiro. Lo reconoció al instante: esa figura inconfundible, con el saco gris oscuro ligeramente desabrochado y una sonrisa que parecía cargada de segundas intenciones. Martín se puso tenso, como si lo hubieran atrapado en una situación incómoda.

Ramiro caminó hasta uno de los lavabos y, sin quitarle la vista de encima, se mojó las manos con agua. El silencio entre ellos se hacía insoportable, pero la tensión era palpable. El sonido del agua corriendo era lo único que rompía el aire denso que llenaba el pequeño espacio.

Martín:Che, ¿qué te pasa? ¡Dejá de mirarme así! ¿Qué es lo que pretendés? ¿Dejarme en ridículo?

Ramiro, siempre con su sonrisa imperturbable, lo miró de reojo. Se tomó su tiempo para responder, como si disfrutara el poder que tenía en ese momento.

Ramiro:¿Yo? ¿Mirarte a vos? Me parece que te estás confundiendo, papi. Y sí, ya veo que me comés vivo con la mirada cada vez que me ves.

Al decir esto, Ramiro elevó un poco el tono, como si quisiera que alguien más lo escuchara. La última frase resonó en el baño, provocando que Martín se pusiera aún más nervioso. El miedo de ser descubierto lo invadió en un segundo.

En un arrebato, Martín cruzó el espacio que los separaba y le tapó la boca con una mano, acorralando a Ramiro contra la pared de mármol blanco. Su respiración estaba acelerada y sus ojos reflejaban puro pánico.

Martín:¡Callate, tarado! ¿Querés que se entere todo el mundo?

Ramiro, lejos de asustarse o retroceder, levantó una ceja, intrigado y divertido por la reacción de Martín. Sus ojos brillaron con esa chispa de picardía que lo caracterizaba. Luego, sin apresurarse, se quitó la mano de Martín de la boca y sonrió de manera provocadora.

Ramiro:Apa... No lo estás negando. Y, ¿qué pasa si se entera todo el mundo? —hizo un gesto de comillas en el aire— No me digas que... ¿te gusto?

La expresión de Ramiro se tornó teatral, fingiendo una sorpresa exagerada, como si no hubiera notado antes lo que estaba pasando. Lo hizo con un gesto pícaro y lleno de malicia, solo para seguir jugando con Martín, quien estaba cada vez más fuera de control.

El sonrojo de Martín fue inmediato. Sintió cómo el calor subía desde su cuello hasta sus mejillas en un segundo, pintando su piel de rojo furioso. La furia y la vergüenza se mezclaban en su rostro, formando una expresión que oscilaba entre el horror y el enojo.

Martín:¿Qué decís, boludo? ¡Yo tengo familia! Y una mujer muy linda esperándome en casa.

Ramiro no pudo evitar reírse ante la desesperación de Martín. Era como si hubiera descubierto un lado vulnerable de él, algo que claramente le gustaba explorar. Con una sonrisa burlona, se inclinó un poco hacia adelante, acortando la distancia entre ellos.

Ramiro:¿Y eso qué tiene que ver? Igual te puede gustar alguien. Y no te culpo... si estoy buenísimo.

Ramiro soltó una risa entre dientes, mirándolo con descaro. Martín no supo qué responder. Estaba congelado, atrapado entre la incredulidad y el terror de lo que Ramiro estaba insinuando. Pero antes de que pudiera reaccionar, Ramiro se acercó aún más, tanto que pudo sentir el calor de su aliento en la piel. Luego, sin aviso, se inclinó hasta su oído y le susurró en voz baja, pero clara.

Ramiro:No le digas a nadie, pero vos a mí también me parecés interesante...

El susurro de Ramiro resonó en los oídos de Martín como un golpe sordo, haciéndolo temblar. Y antes de que pudiera procesar lo que estaba pasando, sintió los labios de Ramiro rozar su mejilla en un beso inesperado, un gesto breve pero cargado de intenciones. El corazón de Martín dio un vuelco, y la vergüenza se apoderó completamente de su rostro.

Ramiro dio un paso atrás, observando a Martín con esa sonrisa triunfal. Sabía que lo había desarmado por completo, y ese conocimiento le daba un placer perverso. Con una mirada burlona y un guiño, se dirigió hacia la puerta.

Ramiro:Nos vemos, papichulo.


El tono juguetón de su voz y la familiaridad con la que lo llamó “papichulo” fueron como el golpe final. Ramiro salió del baño agitando la mano, como si todo hubiera sido una broma inofensiva, pero la sonrisa en su rostro delataba que se sentía completamente victorioso. Mientras caminaba hacia la puerta, lanzó una última mirada hacia atrás, observando a un Martín completamente desconcertado, cubriéndose la cara con ambas manos y mirándolo con una mezcla de enojo y desesperación.

La puerta del baño se cerró, y Martín quedó solo en ese espacio frío y vacío. Su respiración era pesada, su corazón latía con fuerza, y en su mente, las palabras de Ramiro seguían retumbando.

Martín: "¿Qué carajo estoy haciendo?", se preguntaba, completamente perturbado.

Las manos le temblaban mientras se apoyaba contra el lavabo, intentando calmarse.

Martín: "Esto no puede estar pasando..."

El juego había comenzado, y Martín ya no tenía el control.

Chapter 134: Reacción en cadena

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📍Congreso de la Nación – Miércoles 7 de julio de 2021 – 13:45 hs (Flashbacks)

En el Congreso, el ambiente estaba cargado de tensión política, pero había una tensión particular, menos visible para el resto, que se desplegaba entre Martín Lousteau y Ramiro Marra. Durante las sesiones, no intercambiaron palabra alguna, aunque sí varias miradas fugaces, algunas de ellas cargadas de electricidad.

En uno de esos momentos, Ramiro, con su típico aire despreocupado, le guiñó un ojo a Martín, quien, al darse cuenta, desvió la mirada de inmediato, sintiendo el calor subirle al rostro. Las mariposas que sintió en el estómago lo inquietaron aún más. A pesar de intentar concentrarse en el debate, no pudo evitar que la imagen de Ramiro lo distrajera por completo. Era más de lo que podía manejar.


📍Congreso – Baños del segundo piso – 14:10 hs

Ya en el intervalo, Martín, queriendo despejarse un poco, se dirigió al baño, con el corazón latiéndole fuerte, y cuando cruzó la puerta, se encontró con Ramiro, quien, como si lo hubiera anticipado, estaba allí, recostado contra el lavabo, mirándose en el espejo mientras se pasaba las manos por el pelo después de haberse lavado la cara. Ramiro sonrió de medio lado al verlo entrar, con un destello de picardía en los ojos.

Martín (con la voz contenida por la rabia): – ¡¿Qué carajos te pasa?! ¿Cómo me vas a andar guiñando el ojo y haciendo gestitos sugestivos? ¿Estás loco?

Ramiro (calmo, esbozando una sonrisa burlona mientras levantaba las manos en señal de paz): – Buenos días, primero que nada. Segundo: Ah, ¿ves cómo sí me mirás? Sino, nunca te hubieras percatado de eso. Y como te dije el otro día, ¿Qué pasa si alguien se da cuenta? El mundo no va a detenerse porque vos me mires o yo te mire. Aparte, no está prohibido mirar a otra persona, ¿no?

Martín (mirando de reojo, con el rostro aún más furioso, mientras lo empuja un poco más contra la pared): – Dejá de hacerte el salame, aunque me parece que lo sos.

Ramiro rió de forma frenética, como si la tensión en el ambiente no le afectara en lo más mínimo. De hecho, su risa resonó con fuerza en el baño, rebotando en las paredes, lo que solo irritó más a Martín. Luego, Ramiro hizo un puchero exagerado, acercándose con la cabeza hacia el rostro de Martín y mirándolo directo a los ojos.

Ramiro (con un tono de falsa decepción, inclinando la cabeza a un lado): – Nunca un halago de tu parte, ¿no? Siempre me llamás "boludo", "tarado", "salame". Acordate que tengo nombre y apellido, eh. ¿Así va a ser nuestra relación? Qué lástima, Tincho...

Martín (con los puños cerrados, tratando de mantener la calma): – Yo solo digo lo que veo. Y si querés hacer payasadas, andá al circo, que hace falta personal. Aunque no creo que te contraten igual.

Ramiro, lejos de molestarse, se rió aún más. Luego, entre risas, lanzó un comentario socarrón:

Ramiro (inclinándose hacia Martín, como si estuviera compartiendo un secreto): – Voy a ir al circo mañana, ¿me querés acompañar? Porque tengo entendido que también andan buscando a un fenómeno.

Esa última provocación fue la gota que colmó el vaso. Martín, enfurecido, golpeó con fuerza la pared justo al lado de Ramiro, el impacto resonando en el pequeño baño. Ramiro, en lugar de amedrentarse, se limitó a arquear una ceja, impresionado por la fuerza del golpe.

Ramiro (con una sonrisa socarrona, poniendo cara de desafío): – Vaya vaya, no sabía que tenía enfrente mío a Ringo Bonavena. Vas a romper la pared, mi amor...

Ese "mi amor", dicho con tanta ironía y prolongando la última palabra, encendió aún más la ira de Martín, que apretaba los dientes.

Martín (con el rostro enrojecido por la furia y la vergüenza): – ¿Te podés callar, zopenco?

Ramiro soltó una carcajada, como si disfrutara cada segundo de la situación. Lo miró de arriba abajo con una sonrisa burlona.

Ramiro (en tono juguetón): – ¡Bieeeen! Otra palabra mala para el repertorio. Se ve que te sabés todas las malas palabras del abecedario. Tantas formas de seducir a alguien, tantas maneras lindas de llamarme, y elegís decirme "zopenco". Así no vas pa Neverland, como diría Arcángel...


Ramiro hizo una pausa, llevándose el dedo al mentón y simulando estar pensativo, mirando al techo. Luego, con un gesto rápido, apuntó a Martín con ese mismo dedo en el pecho y, para sorpresa del otro, comenzó a recorrer suavemente el contorno de su cara con el dedo, con una sonrisa ladeada.

Ramiro (en un susurro): – Aunque hacés bien en no intentar seducirme. Tenés novia, y sería una lástima que Carlita Peterson se enterara de que su esposo anda babeándose por un pibe 12 años más chico, ¿no?

Martín se puso pálido al escuchar el nombre de su esposa, pero Ramiro continuó con su tono juguetón.

Ramiro (en tono provocador, acercándose al oído de Martín): – Aparte, te aseguro que ni seducir sabés. Jamás vas a lograrlo conmigo, papu.

Ramiro le guiñó el ojo una vez más, y sin esperar respuesta, se dio la vuelta con una sonrisa burlona, caminando hacia la puerta del baño, agitando la mano en el aire en una despedida exagerada. Su risa resonó en el baño mientras la puerta se cerraba detrás de él, dejándolo solo.

Martín, por su parte, se quedó clavado en el lugar, con la respiración agitada, aún con el puño cerrado, mientras sentía el sudor frío correrle por la espalda. Se cubrió la cara con las manos, intentando procesar lo que acababa de pasar.

Martín: "¿Qué carajos me está pasando con ese pibe?"

Se maldijo por dentro, mientras una imagen muy clara y perturbadora de los ojos verdes de Ramiro le quemaba en la mente, sin poder borrarla.

Esa mezcla de emociones lo estaba consumiendo, y ni siquiera él podía encontrarle una salida fácil.

Chapter 135: Beso con sabor a peligro

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📍Congreso de la Nación – Miércoles 14 de julio de 2021 – 18:30 hs (Flashbacks)

El siguiente cruce se daría una semana después del último encuentro entre Martín y Ramiro. La atmósfera seguía siendo la misma en el Congreso: tensa, frenética y cargada de rivalidades políticas. Sin embargo, entre ambos, esa tensión se sentía de una manera diferente, más intensa y personal. Martín no podía sacarse de la cabeza el roce del dedo de Ramiro en su rostro, ni el comentario que hizo sobre su esposa, que lo había dejado en un estado de confusión profunda.

Durante las sesiones, evitaban mirarse directamente, pero la energía entre ambos era palpable. Cada vez que Ramiro pasaba cerca de Martín, parecía hacerlo a propósito, rozándolo apenas, provocando pequeñas fricciones que encendían aún más esa chispa oculta. Martín, por su parte, hacía todo lo posible para ignorarlo, pero esa sensación en el estómago no lo dejaba en paz.


Esa tarde, cerca del final de la jornada, Martín salió del recinto en busca de aire fresco, pero en el fondo, sabía que estaba esperando a Ramiro. Como si de alguna forma lo necesitara para poder descargar toda esa rabia que lo consumía. Se dirigió a una sala vacía del edificio del Congreso, un lugar donde sabía que no serían interrumpidos.

Ramiro, quien no tardó en percatarse de su ausencia, decidió seguirlo con una sonrisa traviesa en los labios. Algo en su interior le decía que Martín lo estaba esperando, aunque fuera inconscientemente.

Cuando Ramiro entró a la sala, Martín estaba de espaldas, apoyado contra una mesa, con los brazos cruzados y la mirada perdida. Ramiro cerró la puerta detrás de él, haciendo que el sonido de la madera resonara en la habitación vacía. Martín se dio vuelta, encontrándose de frente con Ramiro, quien lo observaba con una mezcla de desafío y diversión.

Ramiro: – ¿Así que acá te escondés cuando necesitás pensar, eh, Tincho? ¿O me estabas esperando?

Martín frunció el ceño, sus manos se tensaron mientras las mantenía cruzadas.

Martín: – No te hagas el canchero, Marra. Sabés muy bien que no me gustan los jueguitos que te traés.

Ramiro se acercó aún más, hasta quedar a escasos centímetros de Martín. A pesar de la advertencia, la sonrisa no desapareció de su rostro.

Ramiro: – ¿Jueguitos? Yo no estoy jugando. Vos sos el que siempre parece tener un problema conmigo... ¿o será con vos mismo?

Martín dio un paso al frente, acortando la distancia entre ambos. Sus ojos destellaban con rabia, pero también con algo más, algo que ni siquiera él podía identificar del todo.

Martín: – ¡Sos un pendejo insoportable! Me tenés harto con tus comentarios, tus insinuaciones... ¡Todo el tiempo provocando!

Ramiro arqueó una ceja, sin retroceder ni un milímetro. Sabía que estaba jugando con fuego, pero también sabía que estaba llegando a un punto donde Martín ya no podría seguir fingiendo indiferencia.

Ramiro: – Si tanto te molesta... ¿por qué no te alejás? Nadie te está obligando a mirarme, Tincho.

El corazón de Martín latía con fuerza, sus manos temblaban ligeramente. Sentía cómo el calor subía por su cuerpo, y no solo de furia. Ramiro estaba demasiado cerca, demasiado presente, y esa cercanía lo perturbaba de una manera que jamás había experimentado.

De repente, sin pensarlo dos veces, Martín lo empujó contra la pared, con una fuerza que, lejos de asustar a Ramiro, lo sorprendió y lo excitó al mismo tiempo. Martín lo miró fijamente, respirando con dificultad, tratando de controlar el impulso que lo consumía por dentro.

Martín: – Porque cada vez que me acerco, me volvés loco, y no puedo... no puedo más con esta mierda.

Ramiro, apoyado contra la pared, sonrió con un toque de malicia, pero en sus ojos había algo más, algo más profundo que esa actitud desafiante que siempre mostraba.

Ramiro: – Entonces no lo controles. Dejá de hacerte el fuerte.


Martín, sin poder soportar más la presión interna, dejó de pensar. La lógica, la moral, todo lo que debía ser correcto, se esfumó en un instante. Con un movimiento brusco, lo agarró del cuello de la camisa y lo besó, hundiéndose en ese momento como si fuera la única forma de liberar la tormenta que llevaba dentro.

El beso fue urgente, casi violento al principio, cargado de la frustración acumulada. Pero a medida que pasaban los segundos, se volvió más profundo, más real. Ramiro, quien al principio se dejó llevar por la sorpresa, pronto respondió al beso con la misma intensidad, sus manos encontrando su camino hacia el cuello de Martín, atrayéndolo más cerca.

Por unos minutos, el mundo exterior dejó de existir. La sala vacía se llenó del sonido de su respiración entrecortada, el roce de sus labios y el latido acelerado de sus corazones. La tensión que tanto los había consumido finalmente había explotado, pero de una manera que ninguno de los dos había previsto.

Cuando finalmente se separaron, ambos respiraban con dificultad. Martín, con la mirada fija en el suelo, se alejó un poco, como si lo que acababa de ocurrir fuera demasiado para procesar.

Martín: – Esto... esto está mal.

Ramiro, aún con la respiración agitada, se acercó de nuevo, pero esta vez con una suavidad que contrastaba con la tensión previa. Levantó el mentón de Martín con dos dedos, obligándolo a mirarlo.

Ramiro: – No está mal si los dos lo queremos.

Martín lo miró, sus ojos aún llenos de conflicto, pero también de deseo. Sabía que cruzar esa línea era algo que cambiaría todo, pero, por primera vez en mucho tiempo, no quería resistirse.

La puerta de la sala crujió levemente cuando alguien pasó por el pasillo, haciéndolos volver a la realidad. Martín se apartó rápidamente, pasando una mano por su cabello, tratando de recomponerse.

Martín: – Esto no puede seguir, Ramiro...

Pero Ramiro, con una sonrisa triunfal, lo miró mientras salía de la sala, sabiendo que, aunque Martín lo negara, ese beso sería el primero de muchos.

Chapter 136: Entre la atracción y los celos

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📍Departamento de Ramiro Marra – Puerto Madero – Martes 3 de diciembre de 2024 – 20:17 hs (Vuelta al presente)

La noche caía sobre la ciudad, y las luces de los edificios comenzaban a reflejarse en el Río de la Plata. Desde el ventanal de su departamento, Ramiro Marra observaba en silencio el panorama. Tenía una copa de vino en la mano, pero no la había probado. Su mente estaba en otra parte, y el leve murmullo de la televisión encendida no lograba romper su ensimismamiento.

Ramiro: "Siempre lo mismo...", pensó, apretando la mandíbula.

Ramiro Marra siempre había sido un tipo complicado en cuestiones del amor. No porque no supiera qué quería, sino más bien porque lo que quería parecía alejarse de él con cada intento. A sus cuarenta y dos años, había pasado por varias relaciones, ninguna de ellas duradera. Si le preguntaban, lo achacaba a la "mala suerte", aunque en el fondo sabía que sus expectativas, sus propias inseguridades y su tendencia a huir antes de que las cosas se pusieran realmente serias también jugaban un rol importante.

Se dejó caer sobre el sillón. Su celular vibró dos veces sobre la mesa, pero ni lo miró. Sabía que era Gabriela. Últimamente, ni siquiera quería responderle.

Ramiro: "¿Y si simplemente le digo que se terminó? ¿Para qué seguir con esto? Ni siquiera me importa ya."

Se dio cuenta de que le gustaban tanto hombres como mujeres en su juventud. No fue una gran revelación, ni un proceso de sufrimiento o dudas. Simplemente lo sabía. Había tenido novias y, en alguna que otra ocasión, se había sentido atraído por amigos o conocidos del mismo sexo. Su primera relación con un hombre fue a los 23, con un compañero de trabajo, aunque esa historia duró apenas unos meses. A lo largo de los años, intentó equilibrar su vida amorosa entre sus atracciones, pero parecía que, sin importar el género, sus relaciones terminaban siempre en el mismo punto: al borde del desastre.

La copa seguía intacta. Ramiro la giraba entre los dedos sin beberla, como si ese movimiento automático lo ayudara a mantener la compostura. Pero la verdad era que estaba al borde del colapso emocional.

Últimamente, su noviazgo con Gabriela Hinojosa, una contadora de su círculo político, se había vuelto un claro ejemplo de lo tóxico que podían ser sus vínculos. Al principio, se llevaron bien, con esa chispa inicial que suele encender las relaciones. Pero no tardó mucho en aparecer la rutina, los desacuerdos, y lo peor de todo, la desconfianza mutua. A menudo, las discusiones entre ellos terminaban en peleas que no llevaban a ninguna solución, solo a un cansancio emocional del que ninguno se molestaba en hablar. Ramiro sabía que la relación no iba a durar. De hecho, a veces se preguntaba por qué seguía intentándolo, si en el fondo estaba seguro de que, como las otras, terminaría antes de que cumpliera el año.

Pero no era Gabriela lo que más lo carcomía por dentro.


Desde hacía unas semanas, había algo que no lograba sacarse de la cabeza: Nicolás del Caño. O, mejor dicho, la extraña y creciente relación entre Milei y el mendocino.

Frunció el ceño al recordar los murmullos, las conversaciones medio escuchadas entre Villarruel y Javier. Se levantó del sillón, comenzó a caminar de un lado al otro del departamento.

Ramiro había escuchado fragmentos de conversaciones telefónicas entre Victoria Villarruel y Milei, algo que le hacía hervir la sangre. Cada vez que pasaba cerca de Villarruel y ella hablaba por teléfono con Javier, no podía evitar prestar atención. La última vez, escuchó a Milei mencionando algo que le resultó intrigante y, al mismo tiempo, irritante. Javier hablaba de su "licencia", mencionando que estaba "cuidando de Nico Del Caño".

Ramiro: – ¿Qué carajos...? —murmuró para sí mismo en aquella ocasión.

No lo había dicho en voz alta, pero ese día sintió algo que no esperaba: dolor.

Desde ese día, no pudo dejar de darle vueltas al asunto. Las charlas que alcanzaba a escuchar de casualidad parecían confirmar lo que más temía: algo había entre Javier y Del Caño. No tenía pruebas concretas, pero la idea lo descolocaba. ¿Qué hacía Milei cuidando a Nicolás? ¿Por qué usaba ese tono de cercanía?

Ramiro: "Siempre fuiste vos, peluca..." , pensó, sintiendo cómo se le cerraba el pecho.

Ramiro había conocido a Javier desde hace años, era su mejor amigo, su confidente. Se habían acompañado en los momentos más difíciles, tanto en política como en la vida personal. De hecho, hubo un tiempo en el que Ramiro, casi sin darse cuenta, se había enamorado de Javier. No lo confesó abiertamente, ni siquiera a sí mismo, pero lo sentía cada vez que compartían una charla profunda o un momento de cercanía.

Sin embargo, nunca se animó a avanzar. Sabía que Milei tenía otras prioridades, y cuando empezaron a rodearse de otras personas y las aventuras amorosas de Javier con celebridades se hicieron públicas, Ramiro dejó de lado esos sentimientos. Pero ahora, con esta sospecha de un posible romance entre Milei y Nicolás del Caño, no podía evitar sentirse celoso. No solo porque Nicolás representaba todo lo que Ramiro detestaba políticamente, sino porque la idea de perder ese lugar privilegiado en la vida de Javier lo carcomía por dentro.

Caminó hasta la cocina, dejó la copa sin tocar sobre la barra y se apoyó con ambas manos sobre la mesada. Su reflejo en el vidrio lo miraba de vuelta, cansado, con los ojos enrojecidos.

El simple hecho de imaginar a Milei con Del Caño le resultaba insoportable. ¿Cómo era posible que alguien tan afín a él, su mejor amigo, pudiera estar involucrado con alguien como el mendocino? La sola idea lo llenaba de rechazo, no solo por la ideología izquierdista de Nicolás, sino por el miedo irracional de que Javier estuviera alejándose de él, reemplazándolo por alguien que, a ojos de Ramiro, no lo merecía.

Ramiro: "¿Qué le ve? ¿Qué carajo tiene ese zurdo...?"

Aquella tarde, mientras conducía de vuelta a su departamento, Ramiro no dejaba de pensar en la última conversación que había escuchado entre Villarruel y Milei. Ese tono cálido, casi protector, con el que Javier hablaba de Del Caño lo enfurecía. Apretó el volante con fuerza, sintiendo una mezcla de celos y frustración que no lograba controlar.

Ramiro: "¿Qué tenía Del Caño que lo hacía tan especial? ¿Por qué Milei lo cuidaba como si fuera una prioridad?"

Ramiro: "Siempre fui yo. Siempre estuve. ¿Ahora aparece este imbécil y lo reemplaza todo?"

Sabía que debía concentrarse en su propia vida, en sus propios problemas con Gabriela, pero no podía. Los celos lo estaban devorando. Tal vez, pensó, todo esto no era más que una fantasía suya. Quizás no había nada entre ellos. Pero la duda seguía ahí, atormentándolo.

Ramiro: "Y si era real… si realmente Javier estaba con él… ¿qué haría yo?"

Y luego estaba la contradicción más grande de todas. A pesar de todo lo que sentía por Lousteau, la idea de que Javier pudiera estar con alguien más, y peor aún, con Del Caño, lo envenenaba. Era su mejor amigo, su confidente, y en algún punto, su gran amor no correspondido. Ramiro no sabía cómo manejar esa tormenta interna, y cada vez que veía a Nicolás en el Congreso, la rabia y los celos crecían, aunque intentara disimularlo con sus comentarios mordaces.

Se desplomó otra vez en el sillón, esta vez con los ojos cerrados. Su cuerpo pedía descanso, pero su mente no lo dejaba en paz.

Suspiró profundamente al llegar a su destino, apagando el motor del auto. Sabía que esa batalla interna no iba a desaparecer fácilmente. De alguna forma, tenía que encontrar un modo de lidiar con esos sentimientos, porque tarde o temprano, la situación se iba a tornar insostenible. Pero por ahora, lo único que podía hacer era observar desde las sombras, mordiéndose la lengua cada vez que Milei mencionaba el nombre de Del Caño.

Chapter 137: Mentiras, amenazas y verdades a medias

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📍Casa de Javier Milei – Palermo – Miércoles – Mañana

El día en que a Nicolás del Caño le dieron el alta médica fue agridulce. Por un lado, estaba ansioso por retomar su vida normal, volver a la rutina y dejar atrás el tormento físico y emocional que había sufrido. Pero, por otro lado, los médicos le recetaron antidepresivos, una solución temporal que lo haría más funcional pero que también le recordaba lo frágil que había estado. Los medicamentos, según le explicaron, lo ayudarían a estabilizar su ánimo y su ansiedad, pero tendría que consumirlos durante un tiempo. No le gustaba la idea, pero sabía que era necesario.

Esa mañana, en la casa de Milei en Palermo, Javier cuidaba de su omega con una sonrisa cálida, pero también con una preocupación que no lograba disimular.

Javier: – ¿Cómo te sentís, mi amor? –preguntó, observando con atención cada gesto de Nico.

Nico: – Estoy mejor, Javi, de verdad. Ya puedo volver al trabajo, y eso me va a hacer bien. Pero me da cosa el tener que tomar todo lo que me recetó Galeano. Es como un recordatorio constante de que tuve un gran momento de debilidad y de que aún estoy débil.

Javier frunció el ceño, observando las cajas en silencio por un momento. Finalmente asintió, sabiendo que lo más importante era el bienestar de Nico, aunque le doliera verlo así.

Javier: – Si eso te ayuda, vamos a hacerlo. No te preocupes, vamos a pasar por esto juntos.


📍Congreso de la Nación – Cámara de Diputados – Mediodía

Con el alta médica, ambos volvieron a sus entornos laborales. Milei y Del Caño intentaron integrarse nuevamente a la Cámara de Diputados, pero no fue fácil. Las preguntas por parte de sus colegas no tardaron en llegar. Villarruel y Marra fueron los primeros en interrogar a Javier.

Victoria: – ¿Qué pasó con vos? –preguntó, mientras Ramiro observaba con una mirada incisiva desde el fondo.

Javier: – Nada, Vicky. Una licencia que me tomé, necesitaba un respiro. Vos sabés cómo es este laburo, te come la cabeza.

Victoria alzó una ceja, poco convencida, pero no insistió. Ramiro, en cambio, no dejó pasar la oportunidad.

Ramiro: – ¿Y qué onda con Del Caño? –inquirió, directo como siempre.

Milei lo miró con una expresión endurecida. Sabía que Marra estaba intentando obtener más información de la que le correspondía.

Javier: – No te metas, Rami. Eso es cosa mía.

Ramiro: – Dale, Javi. ¿Qué te pasa? Siempre me contás todo y ahora andás con misterios…

Milei cortó la conversación de golpe.

Javier: – No te metas. –Esta vez con un tono final.

Mientras tanto, en la Cámara Baja, Micho, el compañero de bancada de Del Caño, también lo interrogaba.

Micho: – Che, Nico, ¿qué pasó con vos? Te vi medio desaparecido y ahora volvés y estás raro, ¿todo bien? –preguntó con cierta curiosidad, pero también con una preocupación sincera.

Nico: – Sí, sí, estoy bien. Solo unos problemas personales, pero ya está todo bajo control.


📍Congreso de la Nación – Baños de la Cámara de Diputados – Tarde

Durante una sesión en la Cámara, Nico se retiró al baño, aprovechando un descanso en el debate. Necesitaba un respiro. Mientras se lavaba las manos, escuchó la puerta abrirse. Levantó la mirada al espejo y vio a Ramiro Marra entrar. Algo en la expresión de Marra lo hizo sentir incómodo, pero no tuvo tiempo de reaccionar antes de que Ramiro cerrara las puertas con un fuerte golpe.

Nico: – ¿Qué querés? –preguntó, nervioso.

Ramiro: – Alejate de Javier. –Lo soltó con la peor de las miradas, sin ningún preámbulo.

Nico: – ¿De qué estás hablando? –respondió, intentando mantener la calma.

Ramiro dio un paso hacia él, cada vez más cerca, hasta que quedó a escasos centímetros de su cara. La tensión en el aire era palpable.

Ramiro: – No importa qué mierda tengas con Milei, te alejás de él ahora o vas a arrepentirte.

Antes de que Nico pudiera responder, le dio un puñetazo en el rostro que lo hizo retroceder contra el lavamanos.

Nico: – ¡Pero qué hacés, hijo de puta! –gritó, mientras sentía el dolor punzante en su mejilla.

Ramiro no se detuvo. Lo golpeó dos veces más, una en el estómago y otra en la mandíbula, antes de que Nico pudiera siquiera defenderse.

Ramiro: – Escuchame bien. No me importa qué intenciones tengas. Milei es mi amigo, y vos no tenés nada que hacer cerca de él. No me importa lo que se digan, o lo que se hagan, te alejás ahora o esto es solo el principio.

Nicolás, respirando con dificultad y adolorido, lo miró directamente a los ojos.

Nico: – Javier es una gran persona. Y mis intenciones son buenas. Guardate tus amenazas, Marra. –dijo con esfuerzo, levantándose del suelo. Apenas podía mantener el equilibrio, pero no estaba dispuesto a ceder ante él.

Sin decir más, Nicolás salió del baño, dejando atrás a un furioso Ramiro, que apretaba los puños con rabia contenida.


📍Casa de Javier Milei – Palermo – Noche

Cuando Nicolás llegó a casa esa noche, Javier lo estaba esperando. Apenas lo vio, su expresión cambió a una mezcla de preocupación y enojo.

Javier: – ¿Qué te pasó? –preguntó, acercándose rápidamente al ver los moretones en la cara de Nico.

Nico: – No es nada, Javi. Me caí en el baño del Congreso. –mintió, tratando de sonar convincente.

Milei lo miró con escepticismo.

Javier: – Esa es la excusa más usada, Nico. Decime la verdad, ¿quién te hizo esto?

Nicolás intentó esquivar el tema, pero el tono firme de Javier lo hizo ceder.

Nico: – Está bien… Fue Ramiro. Me interceptó en el baño y me golpeó. Me amenazó, me dijo que me aleje de vos… No sé qué le pasa, pero está loco.

La expresión de Javier se endureció aún más.

Javier: – Ese hijo de puta… –murmuró, sus manos temblando de rabia mientras abrazaba a Nico con fuerza–. No te preocupes, mi amor, él va a pagar por esto. No va a volver a tocarte.

Nico, abrumado por la mezcla de dolor físico y emocional, no pudo contener las lágrimas. Se dejó caer en los brazos de Javier, quien lo sostuvo con ternura.

Javier: – Shh, tranquilo, ya está, yo me encargo de todo. –susurró, mientras comenzaba a limpiar y curar las heridas de Nico con sumo cuidado, cada gesto cargado de cariño infinito.


📍Congreso de la Nación – Despacho de Ramiro Marra – Viernes – Mañana

Al día siguiente, antes de la sesión del Senado, Milei decidió confrontar a Ramiro. No podía dejar que esto continuara sin consecuencias. Lo encontró en su despacho, como siempre, analizando documentos y papeles, como si nada hubiera pasado. Cuando Javier entró, Ramiro alzó la vista, sorprendido.

Ramiro: – ¿Qué hacés acá, Javi? –preguntó, intentando sonar casual.

Milei cerró la puerta con calma, pero la intensidad en sus ojos era evidente.

Javier: – Escuchame bien, Ramiro. Dejás en paz a Nico. Lo que le hiciste el otro día no tiene nombre, y si volvés a tocarlo o amenazarlo, nuestra amistad se termina acá.

Ramiro se quedó boquiabierto, pero rápidamente su sorpresa se convirtió en indignación.

Ramiro: – ¿Qué tipo de relación tenés con ese tipo? ¡No puede ser que estés eligiendo a Del Caño por sobre mí! –Se levantó, enojado, dando un paso hacia Javier.

Javier: – No es de tu incumbencia lo que tengo con él. Pero te voy a dejar algo claro: Nico es un excelente ser humano, y no merece nada de lo que le hiciste. Así que guardate tus opiniones y hacé lo que te pido.

Ramiro rió sarcásticamente, furioso.

Ramiro: – Ah, mirá qué casualidad, Javi. El otro día, Del Caño me dijo lo mismo: “él es una muy buena persona”. ¿En serio, Javi? ¿No confiás en mí como para contarme qué onda entre ustedes dos? ¡Soy tu mejor amigo!

Milei lo observó un momento antes de responder con firmeza.

Javier: – Y si sos mi amigo, vas a respetar esto.

Chapter 138: Donde comienza mi paz

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📍 Casa de Javier en Palermo – Cocina - Atardecer

Después de la confrontación con Marra y de volver a casa, el día transcurrió con un aire cargado de emociones. Javier estaba visiblemente preocupado por cada movimiento de Nicolás, tratando de no mostrar su enojo para no perturbarlo más, pero por dentro, el temor y la rabia que sentía hacia lo sucedido eran innegables.

Javier: "Si lo vuelvo a ver, no sé de qué soy capaz…"

La casa parecía contener la respiración. El silencio no era el de un día común; tenía un peso denso, como si las paredes mismas hubieran absorbido la tensión. Afuera, el cielo se teñía con tonos cálidos y anaranjados que entraban filtrados por las cortinas, creando un contraste irónico con la pesadez del ambiente interior.

El sonido más constante era el leve roce de las medias de Nico contra el parquet cada vez que se movía. Javier lo observaba desde pocos pasos de distancia, siguiendo con la vista cada uno de sus gestos. Le dolía verlo así, con el ceño fruncido incluso en reposo, con la mirada que se perdía a ratos en algún punto invisible.

Nico, por su parte, intentaba distraerse de lo ocurrido. Miraba por la ventana, leía sin leer las palabras de su celular, o se quedaba sentado con las manos juntas como si estuviera esperando algo que no llegaba. Las marcas en su rostro y la sensación de vulnerabilidad lo hacían sentir incómodo, como si su piel fuera un recordatorio constante de lo que había pasado.

A Javier le costaba contenerse. El impulso de querer abrazarlo cada segundo se mezclaba con la rabia hacia Marra. Podía sentir cómo sus hombros se tensaban cada vez que sus pensamientos volvían a la escena, y entonces volvía a recordarse que lo más importante era no transmitirle ese enojo a Nico.

Javier no lo dejaba solo ni por un segundo. Le preparó una comida liviana: un plato de sopa humeante y una rebanada de pan tostado. El aroma se mezcló con el de la madera y el de la ropa limpia, haciendo que la cocina pareciera un refugio seguro. Se aseguró de que Nico comiera algo, aunque él apenas tenía apetito y tomaba la cuchara con desgano.

Cada vez que Nicolás se levantaba, Javier lo seguía como una sombra, con pasos firmes pero silenciosos, vigilante, con el único objetivo de que no le faltara nada.

Nico: – Dejá, Javi, puedo hacerlo yo.

Javier: – No, amor, dejame cuidarte. Te merecés descansar.

Lo apartó con una mano firme y cariñosa, como si guiara a un niño, llevándole el vaso de agua antes de que Nico siquiera llegara a la cocina. El cristal frío contrastó con el calor de sus dedos cuando se lo entregó.

En ese gesto había mucho más que un simple acto de cuidado: era una declaración muda. “Yo me encargo de todo, vos solo recuperate.”


📍 Casa de Javier – Living - Tarde

Durante toda la tarde, Javier lo mimó sin pausa. Se acercaba a él cada pocos minutos, como si no pudiera resistir la necesidad de tocarlo. Besaba suavemente los moretones que se marcaban en su rostro, rozando apenas la piel, como si su amor pudiera deshacer el dolor. Sus labios se demoraban un segundo más de lo necesario, y sus dedos, cálidos y firmes, trazaban círculos suaves alrededor de las marcas.

Le daba pequeños masajes en los hombros y en la nuca mientras veían alguna serie en la televisión. El sonido de la pantalla era bajo, apenas lo suficiente para llenar el silencio, pero Nico estaba demasiado agotado mentalmente para concentrarse en la trama.

Javier, en cambio, estaba completamente enfocado en él. Tenía el cuerpo levemente inclinado hacia adelante, como si con esa postura pudiera protegerlo de cualquier cosa. Cada vez que veía un gesto de incomodidad en Nico, ajustaba la manta, le ofrecía un sorbo de té, o simplemente le acariciaba la piel con el dorso de la mano.

Javier: – ¿Te duele mucho, amor?

Nico: – No tanto… estoy bien, Javi.

Pero en su interior sabía que el dolor físico no era lo peor.

Nico: "La angustia es peor que cualquier golpe… Todavía siento que algo malo puede pasar."

Javier notaba esos pensamientos sin que Nico los pronunciara. Su experiencia con él le había enseñado a leer hasta el más mínimo cambio de expresión, y esa mirada perdida era una señal clara. Por eso lo mantenía cerca, tan cerca que sus rodillas casi se rozaban y sus brazos podían rodearlo en cualquier momento.

El sol, ya bajo, proyectaba largas sombras que se movían lentamente sobre el suelo. Afuera, algún auto pasaba por la calle, rompiendo momentáneamente la calma, y luego el silencio volvía a imponerse.

Javier: "Que nadie lo toque. Que nada cambie. Que esta tarde dure para siempre."


📍 Casa de Javier – Dormitorio - Noche

Cuando la ciudad encendía sus luces y el cansancio comenzaba a pesarle a Nicolás, Javier lo tomó de la mano y lo guió hasta la cama. No soltó su mano ni siquiera para apagar las luces del pasillo; en cambio, usó la otra, manteniendo el contacto como si fuera un hilo invisible que no quería cortar.

Se acostaron juntos, Javier abrazándolo desde atrás, acurrucándolo contra su pecho. El colchón cedió bajo el peso de ambos, y las sábanas limpias crujieron apenas.

Javier: – Quedate quietito…

Su mano recorría la espalda de Nico en movimientos lentos, los dedos deslizándose con suavidad, como si quisiera borrar el cansancio y la tristeza de su cuerpo. La habitación estaba iluminada solo por la luz tenue de la lámpara de noche, que bañaba todo en un tono cálido y anaranjado.

Nico: – No sé qué haría sin vos…

Su voz salió quebrada por la emoción y el agotamiento. Javier masajeaba con cuidado su cuero cabelludo, sus dedos hundiéndose levemente en el cabello y provocando un cosquilleo relajante. Nico cerró los ojos, dejándose llevar por esa sensación.

Entonces, con un tono bajo y grave, Javier comenzó a cantarle suavemente al oído:

Javier: – Tú eres mi credo, pedazo de cielo. Prefiero morir junto a ti a no verte…

Las palabras salían como una caricia, envolviéndolo en calma.

Javier: – Mi trébol de buena suerte…

El ritmo era lento, como un arrullo. Nico sintió cómo la música y el calor del cuerpo de Javier lo inundaban, llenándolo de paz. Javier seguía acariciándole la espalda con una mano mientras la otra descansaba sobre su pecho, sintiendo los latidos de su corazón.

Poco a poco, la respiración de Nico se volvió más profunda y pesada.

Javier: – Dormí bien, mi angelito. Acá estoy para cuidarte. Nadie más te va a lastimar. Te amo.

Su voz fue apenas un murmullo, tan cerca del oído de Nico que sus labios rozaron su piel. Con una última caricia y un beso en la frente, lo atrajo más hacia su cuerpo.

Las respiraciones de ambos se acompasaron en la penumbra. Nico dejó escapar un suave ronquido, casi imperceptible, que hizo que Javier sonriera en su semiinconsciencia.

Javier: "Está a salvo. Conmigo, siempre."

Cerró los ojos, sintiendo el calor de Nicolás acurrucado contra él, y antes de quedarse dormido, susurró una última vez:

Javier: – Te amo, Nico… siempre.

El resto de la noche transcurrió en calma, con ambos dormidos en los brazos del otro, protegidos por el calor de su amor y por la promesa silenciosa de que nada ni nadie los separaría.

Incluso en sueños, Javier mantuvo el brazo alrededor de Nico, como si su propio cuerpo funcionara como barrera contra cualquier amenaza. Y Nicolás, inconsciente de esa guardia silenciosa, se movió apenas para buscar más contacto, pegando la frente a la clavícula de Javier y soltando un suspiro que pareció fundirse con el suyo.

Chapter 139: Secretos en el pasillo

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📍 Congreso de la Nación, Ciudad de Buenos Aires — Mañana

La relación entre Ramiro Marra y Martín Lousteau estaba atravesando un período complicado. Desde que comenzaron a verse más seguido en el Congreso, algo se había encendido entre ellos. Sin embargo, ambos lo vivían de maneras muy diferentes. Marra, con su confusión y rabia interna, intentaba mantener una postura firme y distante, mientras que Lousteau parecía más tranquilo, aunque a veces se le escapaban miradas que dejaban entrever algo más.

El día comenzó temprano en la Cámara de Senadores. Los pasillos aún olían a café recién hecho y el murmullo de asesores mezclaba ecos con el crujir de papeles y carpetas. Lousteau había llegado con su habitual tranquilidad, vistiendo una camisa clara que resaltaba el contraste con sus rulos desordenados y sus ojos observadores. Ramiro, en cambio, estaba más tenso que de costumbre. Los rumores sobre el supuesto romance entre Javier Milei y Nicolás del Caño lo tenían irritado, pero lo que más lo perturbaba era la forma en que eso le afectaba.

Ramiro: "¿Por qué me importa tanto? No tiene sentido... y sin embargo, me arde por dentro."

No podía entender por qué le molestaba tanto pensar en Milei con otro hombre, ni por qué, cada vez que estaba cerca de Lousteau, sentía una mezcla de atracción y rechazo.


📍 Pasillo principal del Congreso — Mañana

Al cruzarse en uno de los pasillos del Congreso, Lousteau le lanzó una mirada que Marra esquivó, incómodo. La tensión entre ellos era palpable, casi física, como si el aire mismo se espesara.

Martín: – Che, ¿qué te pasa, Ramiro? Hace días que estás raro conmigo.

Marra se detuvo, con el ceño fruncido, y respiró hondo antes de responder. No quería mostrar debilidad, pero la presencia de Martín lo descolocaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Ramiro: – Nada, boludeces tuyas, Martín. —cruzó los brazos frente a su pecho como una barrera invisible.

Martín: – ¿Boludeces mías? Dale, Ramiro, no te hagás el duro conmigo. Algo te pasa. Lo noto en cómo me evitás, en cómo te cerrás cuando estoy cerca.

Lousteau se acercó un poco más, lo suficiente como para que Ramiro sintiera el aroma a colonia fresca que usaba siempre, esa mezcla suave que lo desconcertaba y le gustaba al mismo tiempo.

Ramiro: – No me pasa nada, Lousteau. No te hagas ideas, en serio. Ando con mil cosas en la cabeza.

Aunque quiso sonar convincente, su tono dejaba entrever otra cosa. Martín no se dio por vencido. Lo conocía lo suficiente como para saber que estaba escondiendo algo, así que dio un paso más hacia él, dejando solo unos centímetros de distancia entre ambos.

Martín: – Te noto raro. ¿Tiene que ver con Milei? —su voz era baja, pero firme, acorralante.

Una punzada recorrió el pecho de Marra. Otra vez ese nombre que rondaba sus pensamientos, ahora mezclado con la cercanía de Lousteau, como una tormenta de celos y atracción.

Ramiro: – Dejá a Milei fuera de esto, Martín. —su voz era tensa, cortante.

Martín: – Me lo imaginé. —una media sonrisa se dibujó en su rostro— Pero, a ver, decime... ¿Es porque Milei está con Del Caño? ¿Es eso lo que te tiene mal?

El comentario lo golpeó como un puñetazo invisible. Cerró los puños y su respiración se aceleró.

Ramiro: – No tenés ni idea de lo que estás diciendo. —dio un paso adelante, quedando a escasos milímetros del cuerpo de Lousteau— No me interesa lo que haga Milei con Del Caño. Y vos, mejor no te metas.

El silencio entre ambos se llenó de electricidad. Podían sentir la respiración del otro, y ninguno cedía terreno.

Martín: – Te conozco, Ramiro. Sé que te importa más de lo que querés admitir. Siempre te importó Milei más de la cuenta. Y ahora estás enojado porque no podés manejar lo que sentís. Pero no sos el único que está pasando por esto.

Ramiro lo miró, incrédulo. Esa última frase lo golpeó de lleno.

Ramiro: – ¿Qué...?

Martín: – Sí, Ramiro. No sos el único. Yo también siento algo que no puedo explicar del todo.

Ramiro quedó helado.

Ramiro: "¿Qué carajo está diciendo? No… no puede ser."

Ramiro: – No sé qué estás diciendo, Lousteau.

Martín dio un paso atrás, soltando un suspiro.

Martín: – Sabés exactamente de lo que hablo. Pero si querés seguir negándolo, es tu problema. Yo ya lo asumí.

Se dio la vuelta y se alejó, sus pasos resonando en el pasillo silencioso. Ramiro quedó inmóvil, su mente hecha un torbellino.

Ramiro: "No… no puede ser cierto. Pero… ¿y si lo es?"


📍 Pasillo solitario del Congreso — Mañana

Ramiro apoyó la espalda contra la fría pared de mármol, cerró los ojos y dejó escapar un suspiro largo. Se mordió el labio inferior con fuerza, tratando de contener la mezcla de miedo y confusión que lo atravesaba.

El eco de los pasos de Lousteau aún resonaba en el pasillo, y Ramiro sintió cómo el pulso le latía con fuerza en las sienes. La luz que entraba por los ventanales grandes proyectaba franjas de claridad y sombra que atravesaban su cuerpo, reflejando la dualidad que sentía en su interior.

Ramiro: "¿Estoy listo para esto? ¿Puedo permitir que me pase algo así? ¿O tengo que seguir negándolo y luchando contra lo que siento?"

Por un instante, la máscara de dureza pareció resquebrajarse. La vulnerabilidad afloró, aunque solo para él.

Se apoyó con más fuerza en la pared, como si ese contacto pudiera darle un ancla en medio del caos. Respiró profundo y abrió los ojos, enfrentando el futuro incierto con una mezcla de desafío y temor.

Chapter 140: Vamos aclarando el panorama

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📍 Café Cielo, Puerto Madero, Ciudad de Buenos Aires — Tarde de Sábado

El calor del sol se filtraba suavemente entre las hojas de los árboles en Puerto Madero. Era una tarde soleada de sábado, en pleno Diciembre. El lugar elegido por Lousteau no era uno de esos cafés ostentosos que a veces pululaban en la zona, sino un sitio discreto, con un encanto simple y sin pretensiones: Café Cielo. Las mesas de madera oscura se mezclaban con las paredes de ladrillo a la vista y la música suave de fondo que apenas llenaba el ambiente.

Lousteau ya estaba sentado en una de las mesas cercanas a la ventana, observando a la gente pasar. Había pedido un espresso doble y un pequeño croissant de almendras, mientras repasaba mentalmente lo que quería decirle a Ramiro.

Había sido Lousteau quien decidió dar el primer paso. Se cansó de los juegos de miradas, de las insinuaciones, y sobre todo, de las evasivas de Marra. Quería respuestas claras, o al menos, un diálogo sincero. Miró su teléfono y vio la hora. Ramiro había accedido a ir al café después de pasarle su número, aunque con su habitual reticencia.

Finalmente, Ramiro apareció, con su andar decidido y una expresión tensa en el rostro. Estaba vestido casual, con una camisa blanca arremangada y jeans oscuros. Cuando llegó a la mesa, su mirada se encontró con la de Lousteau por un segundo, pero enseguida desvió los ojos.

Ramiro: – ¿Llegás temprano a todo, no? —dijo con un tono que intentaba ser casual, pero con un ligero dejo de ironía.

Martín: – ¿Y vos llegás tarde a todo? —replicó Lousteau, esbozando una sonrisa que no era del todo divertida.

Ramiro se dejó caer en la silla frente a Martín, cruzando los brazos sobre el pecho. Aunque intentaba parecer relajado, había algo en sus movimientos que lo delataba. Estaba nervioso.

Ramiro: – ¿Pediste ya? —preguntó, intentando cambiar de tema, mirando la carta del menú sobre la mesa.

Martín: – Un espresso y un croissant de almendras. Pedí lo que quieras, pero tenemos que hablar, Ramiro. —respondió serio, ya sin ganas de rodeos.

Ramiro lo miró de reojo, hizo un gesto con la mano hacia el mozo y pidió un capuccino y una tostada con jamón y queso. Cuando el mozo se fue, el silencio entre los dos se volvió denso. Ramiro sabía que tarde o temprano Lousteau sacaría a relucir el tema que habían estado esquivando durante tanto tiempo.

Finalmente, Martín rompió el hielo.

Martín: – Mirá, te voy a ser sincero porque ya no puedo más con este jueguito. Estoy harto de que no te animes a actuar conforme a lo que sentís. Y sabés de qué hablo, Ramiro. Vos empezaste todo este jueguito raro de seducción conmigo, pero ahora te estás escapando. Me estás volviendo loco con tu histeriqueo.

Ramiro lo miró fijamente, tragando saliva. Sabía que Lousteau tenía razón, pero no estaba dispuesto a ceder tan fácil. No podía permitirse ser vulnerable, mucho menos frente a alguien que lo desconcertaba tanto como Martín.

Ramiro: – ¿Histeriqueo? Estás loco vos, Lousteau. —respondió con su habitual tono irónico— No sé de qué hablás.

Martín: – Dale, dejate de joder. —inclinándose un poco hacia adelante— Vos sabés perfectamente de qué hablo. Esto... lo que pasa entre nosotros... no es algo que te podés seguir negando. ¿O me vas a decir que no sentís nada?

Ramiro lo miró a los ojos, pero su silencio fue más elocuente que cualquier respuesta. Sabía que no podía seguir mintiéndose, pero tampoco estaba dispuesto a confesar nada. Era demasiado orgullo y miedo lo que llevaba encima.

Ramiro: – Mirá, Martín, —dijo finalmente, tomando el capuccino que recién le había traído el mozo— te agradezco el café y todo, pero no es tan simple como vos creés. —Hizo una pausa, mirando el líquido espumoso en su taza— Vos tenés tu vida, tu familia, todo ese quilombo. ¿Y qué vamos a hacer? ¿Hacer como que nada importa?

Lousteau lo miró fijamente, sus ojos azules se llenaron de una mezcla de frustración y tristeza.

Martín: – Ramiro, yo tampoco sé qué hacer con todo esto. Mi familia, mis responsabilidades, claro que me importan. Me genera culpa, me genera angustia. Pero, ¿sabés qué? Ya no puedo negarlo más. Vos me volvés loco. En más de un sentido.

Confesó con una sinceridad desgarradora. Marra sintió un nudo en el estómago. Lo que más lo irritaba de Martín era justamente eso: su maldita sinceridad, algo con lo que él nunca había sabido lidiar.

Ramiro: – ¿Ah sí? ¿Y qué querés que haga con eso? —respondió con un tono sarcástico, aunque su mano temblaba ligeramente mientras sostenía la taza.

Martín lo miró con una mezcla de lástima y enfado. Sabía que Ramiro usaba la ironía para defenderse.

Martín: – Lo que quiero que hagas, Ramiro, es que dejes de escapar. Sos un tipo grande. Dejá de hacerte el desentendido, de hacerme creer que no pasa nada, porque lo que pasa entre nosotros es innegable. Y lo sabés. —Lousteau suspiró, llevándose una mano a la frente— Si no querés una relación seria, perfecto, lo acepto. Lo veremos con el tiempo. Pero lo que no puede seguir pasando es que sigamos escondiendo lo que sentimos el uno por el otro.


Ramiro permaneció en silencio, su mirada fija en la ventana que daba al río. Todo lo que Lousteau decía era cierto, pero no estaba listo para enfrentarlo. No quería dar el brazo a torcer. No sabía cómo lidiar con esos sentimientos, y mucho menos con la posibilidad de que todo cambiara entre ellos.

Martín: – Y otra cosa, —continuó con tono más firme— por tu salud mental, dejá de estar tan pendiente de lo que Milei y Del Caño hagan juntos. Si están juntos o no, no cambia nada. Milei es tu amigo. ¿Alguna vez dejó de serlo cuando estaba con Yuyito González, o con Fátima Florez, o con quien sea? No, Ramiro. Vos tenés un lugar en su vida que nadie va a ocupar. Y, sinceramente, ya está. Tenés que soltar eso.

Las palabras de Lousteau cayeron como una bofetada, pero también traían una verdad que Ramiro no podía ignorar. Siempre había sentido celos de Milei y de cualquiera que se acercara demasiado a él, pero Lousteau tenía razón. Javier siempre había sido su amigo, incluso cuando salía con otras mujeres. Nada había cambiado entre ellos. ¿Por qué esto sería diferente?

Marra no sabía qué responder. Se llevó las manos a la cara, cubriéndose los ojos por un segundo, como si quisiera esconderse del mundo. Finalmente, murmuró:

Ramiro: – Vos hacés todo parecer tan fácil.

Martín sonrió, pero su sonrisa no tenía alegría, solo cansancio.

Martín: – No, Ramiro. Nada de esto es fácil. Pero lo que es aún más difícil es seguir pretendiendo que no pasa nada.

Se levantó de la mesa, dejando un billete sobre la cuenta. Marra lo miró sin saber qué hacer, atrapado en su propio laberinto emocional. Cuando Lousteau estaba a punto de irse, se detuvo un segundo y lo miró una última vez.

Martín: – Pensá en todo lo que hablamos hoy, Ramiro. Ya es hora de que madures.

Y sin decir más, Lousteau salió del café, dejando a Ramiro solo, con un montón de cosas en qué pensar.


Ramiro Marra observó a Lousteau alejarse, dejándolo solo en la mesa del Café Cielo. El ruido del tráfico y el murmullo de la gente que pasaba a su alrededor parecían distantes, como si el mundo exterior no existiera en ese momento. El aroma a café y medialunas lo envolvía, pero la sensación en su pecho era fría, contradictoria, como si hubiese quedado atrapado entre dos realidades que no sabía cómo reconciliar.

Suspiró, apoyando su espalda en la silla mientras fijaba la vista en su taza de café ya tibia. Martín Lousteau, con su forma de ser directa, lo había dejado expuesto. Esa insistencia en que ambos reconocieran lo que sentían, la tensión acumulada durante meses de miradas y palabras ambiguas, finalmente lo había llevado al borde de la confrontación.

Ramiro se pasó la mano por el pelo, agitado, mirando alrededor del café sin encontrar consuelo en el bullicio cotidiano. La última frase de Lousteau resonaba en su cabeza: "Dejá de hacerte el desentendido y pensá en lo que querés de verdad."

¿Y qué quería realmente?

No podía negarse que había algo. Ese juego que tanto había disfrutado con Martín, esas miradas fugaces, esas conversaciones llenas de dobles sentidos, habían despertado en él algo que llevaba tiempo negando. Sin embargo, admitirlo en voz alta parecía imposible. Ramiro Marra no era de los que dejaban entrever debilidades, mucho menos sentimientos que no lograba controlar.

Apoyó los codos sobre la mesa y se llevó las manos al rostro, cerrando los ojos un momento, intentando organizar sus pensamientos. No podía dejar de pensar en lo que había sucedido con Milei. Esa amistad cercana, ese vínculo irrompible, y sin embargo, ahora que Javier estaba con Nicolás del Caño, algo en su interior se retorcía de celos.

No quería repetir lo mismo con Martín. No quería involucrarse, no quería dejarse llevar. ¿Pero por qué no puedo simplemente dejar de pensar en esto? Ramiro se preguntaba a sí mismo, en silencio. Parecía una lucha interna constante entre lo que sentía y lo que su orgullo le dictaba.

Finalmente, soltó un resoplido frustrado y miró hacia la ventana. El sol seguía brillando afuera, contrastando con la confusión que lo consumía por dentro. Las palabras de Lousteau eran un eco constante: "Estás grande para seguir escondiéndote. Ya basta de histeriqueos."

Ramiro sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarse a esa realidad. Mientras tomaba el último sorbo de su café, ya frío, se prometió que esta vez no iba a salir corriendo. Ya no.

Chapter 141: El costo de la libertad

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📍 Calles de Puerto Madero — Sábado, anochecer

Ramiro Marra caminaba por las calles de Puerto Madero, sintiendo la suave brisa nocturna en su rostro. El eco de la conversación con Lousteau en el Café Cielo aún resonaba en su mente, como una melodía repetitiva que no podía dejar de tararear.

Ramiro: "Ya basta de histeriqueos." Martín lo había confrontado con una verdad que él se había negado a ver, y ahora esa verdad se volvía imposible de ignorar.

Cada paso que daba hacia la casa de Gabriela lo llenaba de una sensación de inevitabilidad. Sabía que esta noche no sería como las demás. Sabía que las cosas iban a cambiar. Algo tenía que cambiar.


📍 Casa de Gabriela en Puerto Madero — Sábado, noche

Cuando llegó a la casa, el ambiente parecía cargado. El aire estaba pesado, como si presagiara la tormenta que estaba por desatarse. Gabriela lo recibió con una sonrisa tensa, y mientras preparaban la cena, los pequeños roces y desacuerdos cotidianos empezaron a manifestarse, como siempre lo hacían.

Eran discusiones mínimas, pero constantes. Comentarios sobre cosas triviales: la forma en que Ramiro colgaba su abrigo, el hecho de que había olvidado pasar a buscar algo en el supermercado.

Ramiro, por primera vez en mucho tiempo, no respondió con la misma chispa irritada que solía tener. En cambio, dejó que Gabriela hablara, observando con ojos más claros lo que estaba sucediendo entre ellos. El reflejo de ambos en la ventana de la cocina le pareció la imagen de dos personas distantes, atrapadas en una rutina desgastada.

Gabriela: – ¿Me estás escuchando, Ramiro? —la voz de Gabriela lo sacó de su ensimismamiento.

Ramiro: – Sí, te escucho. —respondió sin mucha emoción, removiendo la comida en su plato sin hambre real.

Gabriela lo observó con el ceño fruncido, notando su falta de respuesta. Ramiro no era de los que se quedaban callados en una discusión, y su silencio era una señal clara de que algo estaba mal.

Gabriela: – ¿Qué te pasa? Últimamente estás raro... ¿Estás cansado de mí? —soltó con tono seco, sus ojos clavados en los de él.

Ramiro levantó la vista, sintiendo el peso de la verdad que llevaba días acumulándose en su pecho. Inspiró profundamente, buscando las palabras adecuadas, pero sabiendo que no había una forma fácil de decir lo que iba a decir.

Ramiro: – No es eso, Gabriela... —comenzó con voz grave, mientras dejaba los cubiertos a un lado— Es que... nuestra relación no está bien, hace tiempo que no lo está.

Gabriela lo miró, claramente molesta.

Gabriela: – ¿Y eso qué significa, Ramiro? ¿Qué querés decir con eso? —su tono subió un poco, como si estuviera preparándose para el impacto.

Ramiro se levantó de la mesa y caminó hacia la ventana, mirando hacia afuera, buscando las palabras correctas. El silencio que llenó la habitación era espeso, solo roto por el sonido distante del tráfico nocturno. Se dio vuelta lentamente, enfrentando finalmente la mirada de Gabriela.

Ramiro: – Nos estamos haciendo daño, Gabriela. Esto no es sano para ninguno de los dos. Yo te quiero, te quise mucho durante todo este tiempo, pero... —su voz se quebró un poco— ya es suficiente. Creo que necesitamos tomarnos un tiempo.

Gabriela entrecerró los ojos, claramente sorprendida, pero más que nada herida. Su rostro se tensó, y el tono de su voz adquirió un filo peligroso.

Gabriela: – ¿Un tiempo? ¿O sea que ahora sos de esos que quieren "un tiempo"? —dijo, haciendo comillas con los dedos— ¿Te estás viendo con otra? ¿Es eso?

El tono de celos era inconfundible. Ramiro negó lentamente con la cabeza, tratando de mantener la calma. No quería que esto se convirtiera en una pelea aún más destructiva de lo que ya era.

Ramiro: – No, no hay nadie más. —dijo con firmeza— Pero creo que los dos necesitamos... nuevos horizontes. Gracias a Dios, hay más peces en el mar, ¿no?

Gabriela lo miró, incrédula, mientras su cara pasaba del enojo a una mezcla de tristeza y desdén.

Gabriela: – ¿Nuevos horizontes? ¿Qué carajo significa eso? —gritó, levantándose de la mesa con furia, el sonido de la silla arrastrándose contra el piso retumbando en la habitación— Vos sos un cobarde, Ramiro. Un cobarde que no tiene los huevos para decirme lo que realmente está pasando.

Ramiro mantuvo la mirada firme, sintiendo el dolor y la confusión de Gabriela, pero sabiendo que había tomado la decisión correcta. Ya no había vuelta atrás.

Ramiro: – No soy un cobarde. —replicó, controlando su tono— Solo estoy siendo honesto, algo que debería haber hecho hace tiempo. Esto... entre nosotros, no está funcionando. Te he amado, Gabriela, de verdad, pero no podemos seguir lastimándonos así.

Ella lo miró, sus ojos llenos de lágrimas contenidas, y por un momento, pareció que iba a decir algo más, pero en lugar de eso, solo apartó la mirada. Ramiro sabía que había herido profundamente a alguien que en su momento había sido tan importante para él. Pero también sabía que si no ponía un alto ahora, las cosas solo empeorarían.


Sin agregar más, tomó sus cosas y caminó hacia la puerta. La noche había caído por completo, y el aire fresco lo golpeó cuando salió al exterior, dejándole una sensación de alivio y pesadez a la vez. Mientras caminaba por las calles vacías, sintió cómo la presión en su pecho empezaba a disminuir. Había hecho lo que debía hacer. Ahora, por fin, era libre de pensar en lo que realmente quería.

Y, en lo más profundo de su ser, sabía que esa libertad lo llevaba inevitablemente a Martín Lousteau.


📍 Coche de Ramiro — Sábado, noche

Ramiro se subió a su coche, respirando hondo. La casa de Gabriela quedaba atrás, pero no sólo físicamente. Con cada metro que avanzaba en el camino, sentía que algo más profundo también se alejaba. Un ciclo había terminado.

Ramiro: – Por fin pude sacarme ese peso de encima. Supongo que por eso le dan tanta importancia a toda esa mamada de "soltar"...

Encendió el estéreo del coche. Las luces de la ciudad de Buenos Aires titilaban a lo lejos, reflejándose sobre el parabrisas, y las calles, que ya empezaban a despejarse a medida que se acercaba la medianoche, lo envolvían en una tranquilidad incómoda.

Mientras conducía por las avenidas amplias, el silencio de la soledad empezó a calar más profundo. Estaba acostumbrado a discutir con Gabriela, pero el último intercambio había sido diferente. Esta vez, él había decidido ponerle un fin, no ella. Y esa diferencia le pesaba, como si un vacío nuevo se abriera ante él, pero sin causarle la tristeza que habría esperado.

Ramiro: – ¿Y ahora qué, Rami? ¿Qué se supone que hacés? ¿Le decís la verdad a Martín? —se preguntó en voz baja, mientras cambiaba de carril y miraba de reojo el reloj del coche.

Martín Lousteau. Ese nombre ya rondaba en su cabeza desde hacía semanas, desde esos jueguitos de miradas, esas sonrisas cargadas de una tensión que no se animaba a explotar. Ramiro sacudió la cabeza, medio riéndose.

Ramiro: – El tipo ni siquiera me gusta tanto... ¿O sí? —se murmuró, notando cómo su pecho se apretaba apenas al recordarlo— Dale, Rami. No te jodas solo.

Pero la verdad estaba ahí, golpeando suavemente en la puerta de su conciencia. No era sólo el físico de Martín lo que lo tenía atrapado, aunque sus ojos claros y la sonrisa sarcástica que a veces aparecía cuando menos lo esperaba lo hacían más que tentador. Era algo más. Algo en la forma en que Martín se manejaba, su inteligencia, su capacidad para retarlo con argumentos sólidos y aún así reírse de todo. Era esa mezcla de seriedad y ligereza que lo atraía más de lo que quería admitir.

Ramiro: – Me vuelve loco ese flaco, pero no sé si es buena idea. Ya bastante quilombo tengo en la cabeza como para meterme en otro.

La noche avanzaba y el tráfico comenzaba a despejarse, dándole espacio para sumergirse más en sus pensamientos. Podía ver claramente la imagen de Martín, sentado en un café, mirándolo con esa expresión inquisitiva, con una sonrisa apenas dibujada en sus labios. Y la conversación que habían tenido en el café Cielo seguía resonando en su mente. Lousteau lo había desafiado a ser honesto, a dejar de esquivar lo inevitable.

Ramiro: – ¿Por qué carajo no puedo ser transparente con él? —se cuestionó, mientras sus dedos tamborileaban sobre el volante. En su mente, se reproducían escenas como una película a medio armar— Me cuesta una banda decir lo que siento… Y si le digo, ¿qué pasa si no soy suficiente para él? ¿Y si termino metido en algo que no sé manejar?

Pero la atracción era innegable. Lousteau lo volvía loco, lo desafiaba de una forma que nadie había hecho antes. Con Gabriela, había sido diferente. Sabía desde el principio que la relación estaba destinada a terminar. En cambio, con Martín, había algo más incierto, algo que lo asustaba, pero que al mismo tiempo lo atraía.

Ramiro respiró hondo, mientras su mente seguía imaginando escenas entre él y Lousteau. Podía verse a sí mismo en situaciones que jamás habría anticipado. Se imaginaba invitando a Martín a su departamento, compartiendo una charla más relajada, sin toda esa tensión de fondo. Incluso, visualizó una tarde juntos, caminando por algún barrio tranquilo de la ciudad, hablando de política, pero también de cualquier pavada. En su imaginación, Martín le sonreía con esa mezcla de sarcasmo y ternura que lo descolocaba, haciéndole sentir que había algo más que palabras vacías entre ellos.

Ramiro: – Lo peor es que ni siquiera sé si quiero algo serio. Pero si sigo así, lo voy a perder antes de que pase algo... —murmuró, mientras frenaba en un semáforo y miraba las luces de la ciudad brillar a lo lejos.

Su cabeza era un torbellino de pensamientos contradictorios. Estaba cansado de jugar a ese tira y afloja, pero tampoco quería lanzarse sin red.

Ramiro: – ¿Y si por fin dejo de hacerme el boludo y le digo lo que siento? —se preguntó a sí mismo, mientras el semáforo cambiaba de color y volvía a poner en marcha el coche.

Sabía que no sería fácil. Con Martín no lo sería. Pero también sabía que, si se quedaba en su zona de confort, nunca descubriría lo que realmente podía haber entre ellos. Y aunque Ramiro se negara a admitirlo por completo, una parte de él ya había decidido que quería ver qué había más allá de esa frontera que hasta ahora no se había animado a cruzar.

Con ese último pensamiento, puso un poco más de presión en el acelerador y tomó la curva que lo llevaría directo a su casa. No tenía todas las respuestas, pero una cosa era segura: ya no podía seguir jugando al desentendido. Tocaba tomar decisiones. Y esta vez, por primera vez en mucho tiempo, sentía que estaba preparado para hacerlo.

Chapter 142: Revelaciones oníricas 😴

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📍 Departamento de Ramiro Marra — Domingo a la madrugada

Ramiro llegó a su departamento y cerró la puerta con un leve suspiro. El eco del golpe resonó por el pequeño espacio, dejándolo solo con sus pensamientos. Las luces de la ciudad se filtraban a través de las ventanas, iluminando sutilmente el living. Se dejó caer en el sillón sin siquiera encender la luz. Estaba agotado, tanto física como mentalmente. La discusión con Gabriela, la sensación de alivio que había sentido, y luego, las interminables reflexiones sobre Martín Lousteau lo habían dejado con la cabeza hecha un nudo.

Ramiro: – Me estoy volviendo loco... —murmuró, frotándose los ojos mientras se recostaba hacia atrás.

Encendió el televisor para tener algo de ruido de fondo, aunque no prestaba atención. Su mente seguía atrapada en ese laberinto emocional que no lo dejaba en paz. Pensaba en Lousteau, en lo que ese hombre despertaba en él y cómo todo había cambiado tan rápido en los últimos meses.

Ramiro: – Martín, Martín... —dijo entre dientes, como si nombrarlo en voz baja pudiera traerle alguna respuesta.

Sin embargo, el cansancio finalmente empezó a ganar la batalla. Cerró los ojos y, poco a poco, fue sucumbiendo al sueño. Su cuerpo se relajó en el sillón, y la televisión seguía parloteando sin sentido en el fondo, mientras su mente empezaba a tejer una realidad distinta.


📍 Sueño — Calle arbolada — Tarde soleada

De repente, se encontraba caminando por una calle desconocida, pero extrañamente familiar. El sol brillaba cálido sobre su piel, y sentía una ligereza en el aire que lo hacía sonreír. Al levantar la vista, vio una figura conocida: Martín Lousteau, caminando hacia él con una sonrisa casual en el rostro, como si estuvieran en medio de una tarde cualquiera, sin tensiones ni dudas.

Martín: – ¿Te perdiste, Marra? —le preguntó Lousteau con una leve sonrisa, esa que siempre parecía esconder algo más detrás de su mirada.

Ramiro: – No, pero me estaba preguntando si vos también andabas buscando algo... —respondió, sorprendido por lo relajado que se sentía en su presencia.

Caminaban lado a lado, sin necesidad de hablar demasiado. Los árboles de la calle los protegían del sol con una sombra suave, y el viento cálido les acariciaba la piel. Ramiro sentía una tranquilidad que nunca había experimentado antes. El silencio entre ellos no era incómodo, sino cargado de una conexión que parecía ir más allá de las palabras.

De repente, Martín se detuvo y lo miró a los ojos con una seriedad que hizo que el corazón de Ramiro latiera más rápido. Su cercanía era palpable, como si toda la tensión que había sentido en la vida real se hubiera disipado en ese sueño.

Martín: – Siempre te estás haciendo el duro, Ramiro... pero yo sé lo que pasa por tu cabeza. —dijo Lousteau, con esa voz suave pero llena de convicción— Sabés que no podés esconderte para siempre.

Ramiro sintió un nudo en el estómago, pero no de miedo. Era algo más profundo, algo que lo empujaba a ser honesto, a dejar de lado las máscaras que había usado durante tanto tiempo.

Ramiro: – No me escondo, Martín... —susurró, sintiendo cómo las palabras salían casi sin esfuerzo, algo que en la realidad le costaba horrores— Es sólo que... no sé cómo manejar todo esto.

Martín dio un paso más hacia él, acortando la distancia entre ambos. Ramiro pudo sentir el calor de su cuerpo y la intensidad de su mirada, como si Lousteau pudiera ver a través de cada una de sus defensas.

Martín: – No tenés que saber todo, Marra. A veces, sólo hay que dejarse llevar.

Lousteau levantó una mano y la apoyó suavemente en el hombro de Ramiro, un gesto simple, pero que lo hizo estremecer. Todo en ese momento se sentía tan real, tan cargado de emociones. La tensión entre ellos era palpable, pero no era la misma tensión incómoda que había sentido en el café Cielo. Esto era diferente, era una tensión que lo atraía más cerca, como si el aire entre ellos se hubiera vuelto eléctrico.

Ramiro: – Martín... —empezó a decir, pero las palabras se le escaparon cuando Lousteau dejó caer su mano y volvió a sonreír, esa sonrisa que lo desarmaba por completo.

Martín: – No digas nada, sólo... —y antes de que terminara la frase, el paisaje alrededor de ellos cambió. De pronto, estaban sentados en una terraza, bajo un cielo estrellado, y el viento nocturno les acariciaba el rostro.

Ramiro miraba las estrellas, sintiendo que estaba a punto de decir algo importante, algo que finalmente sacaría a la luz lo que llevaba reprimiendo desde hacía tanto. Pero, antes de poder abrir la boca, Martín se inclinó hacia él, con esa mirada profunda que siempre lo descolocaba.

Martín: – No siempre tenés que tener todas las respuestas. A veces, sólo tenés que animarte.

El corazón de Ramiro latía con fuerza, y justo cuando pensaba que iba a cruzar esa línea invisible entre ellos, todo comenzó a desvanecerse lentamente. El viento, las estrellas, la presencia cálida de Lousteau... todo se fue disipando como una nube.


📍 Departamento de Ramiro — Amanecer de Domingo

Despertó de golpe, con el corazón todavía latiendo fuerte en su pecho. El sol comenzaba a asomarse por las ventanas de su departamento, y el televisor seguía encendido, aunque el volumen estaba bajo.

Ramiro se sentó, frotándose la cara, tratando de sacudirse la sensación que le había dejado el sueño. Pero algo seguía ahí, persistente, como un recordatorio de lo que su subconsciente había tratado de decirle.

Ramiro: – No podés seguir haciéndote el boludo... —se dijo en voz baja, mientras sus pensamientos regresaban a Lousteau.

El sueño había sido más que una simple fantasía. Había sido una revelación, una puerta abierta hacia algo que hasta ahora se había negado a explorar por completo. Sabía que las cosas con Martín no serían fáciles, pero también sabía que no podía seguir escapando de lo que sentía.

Con esa convicción en mente, Ramiro se levantó del sillón, decidido a encarar lo que viniera. Ya no podía seguir postergando lo inevitable. Lousteau estaba presente en su vida de una forma que no podía ignorar, y tal vez, sólo tal vez, era hora de dejar de correr y enfrentar lo que en realidad quería.

Chapter 143: Gala de decisiones, parte 1

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📍 Hotel Sheraton — Sábado 7 de Diciembre de 2024 — Noche de evento político

El salón del Hotel Sheraton donde se celebraba el evento político estaba decorado con elegancia, pero sin ostentaciones exageradas. Las banderas argentinas colgaban de los balcones superiores, y un fondo suave de música instrumental llenaba el aire, lo que le daba al ambiente un toque de formalidad relajada. Era una noche importante para el mundo político, donde las principales figuras se reunirían para debatir el futuro del país, pero, como en toda gala de estas características, la velada acabaría en un lujoso ágape.

Las bandejas con pequeños manjares circulaban entre los invitados: bocados de salmón ahumado, jamón crudo envuelto en melón, y canapés de queso brie con mermelada de arándanos. También había estaciones donde servían una amplia variedad de platos: empanadas gourmet, cazuelas de lomo con puré de papas rústico, y una tabla de quesos y fiambres de todas las variedades imaginables. Las bebidas fluían generosamente, desde champaña, vino Malbec, hasta cócteles sin alcohol y aguas saborizadas para los que preferían mantenerse sobrios.


📍 Encuentro entre Ramiro, Javier y Nico

Ramiro caminaba por el salón, con una copa de vino en la mano, observando a las figuras que lo rodeaban. Estaba más tranquilo de lo que había imaginado estar. Tal vez, después de tanto tiempo, había llegado a aceptar lo que sentía por Martín Lousteau. Lo había pensado mucho durante las semanas que habían pasado desde su sueño lúcido, y esa noche, en cuanto lo viera, sabía que tenía que hablar con él. El coraje que le faltaba antes, ahora parecía estar allí, listo para guiar sus pasos.

A lo lejos, vio a Javier Milei y Nicolás del Caño, que también estaban presentes. Milei, con su cabellera despeinada, charlaba animadamente con un grupo de empresarios, pero Nico, en cambio, parecía mucho más reservado. Ambos hacían un esfuerzo por mantenerse profesionales y distantes, pero no podían evitar que sus miradas se cruzaran con una intensidad que cualquiera podría notar, si prestara la suficiente atención.

Nico: – ¿Y a este tipo, qué bicho le picó? —murmuró, con el ceño fruncido, anticipando algún tipo de provocación.

Javier le tomó la mano por debajo de la mesa de manera disimulada, apretándosela suavemente, como si quisiera calmar la tormenta de inseguridad que Nico sentía.

Javier: – Mejor que sea así, bebé. Significa que ya aprendió la lección. —respondió, con una sonrisa ligera, aunque la mirada de Nico seguía dudosa.

Ramiro finalmente llegó hasta ellos y, para sorpresa de Nico, los saludó con un tono alegre y afectuoso, como si no quedara rastro de la tensión que los había separado antes.

Ramiro: – ¡Nico! ¡Javi! ¿Cómo están? Me alegra verlos por acá. —dijo, levantando su copa en un gesto amigable.


📍 Tensión sutil entre Nico y Ramiro

La confusión de Nico era evidente. Se quedó en silencio unos segundos, mientras procesaba lo que acababa de pasar.

Nico (pensando): "¿Y a éste, qué mosca le picó?"

Javier soltó una pequeña risa al notar la expresión de su pareja y se inclinó hacia él, susurrando al oído.

Javier: – Dejalo, zurdito. Ya entendió todo el pibe...

Nico lo miró de reojo, aún con cierta incredulidad, pero no dijo nada más. Tal vez Javier tenía razón, pero no podía evitar sentir una pequeña duda al respecto.

Ramiro, por su parte, apenas intercambió unas palabras más con ellos antes de dirigirse hacia donde estaba Martín Lousteau. A medida que caminaba, podía sentir cómo su corazón comenzaba a acelerarse. Esta era la conversación que había estado evitando durante tanto tiempo, pero ya no había vuelta atrás.

Ramiro (pensando): "Bueno, Marra, es ahora o nunca" , se dijo a sí mismo, mientras avanzaba entre los políticos y empresarios que seguían charlando y riendo.


📍 El encuentro con Martín Lousteau

Cuando finalmente llegó al lugar donde estaba Martín, su cuerpo se tensó. El hombre estaba conversando con algunos funcionarios de alto perfil, riendo suavemente en una conversación ligera. Su porte siempre tan elegante y su manera de mover las manos al hablar le resultaban irresistibles a Ramiro. No era sólo su aspecto físico lo que le atraía —su cabello castaño ligeramente desordenado, las gafas que a veces llevaba y su altura imponente—, sino la seguridad y la inteligencia que desprendía cada vez que abría la boca.

Ramiro (pensando): "¿Qué es lo que me pasa con él...? No es sólo físico... es su forma de pensar, su capacidad de analizar todo con esa precisión que me desarma. Es... es todo."

Se dio cuenta de que estaba parado a pocos metros de Martín, casi congelado por los nervios. Pero, antes de que pudiera retroceder, Martín lo vio. Sus ojos se cruzaron y, por un instante, Ramiro sintió como si todo el salón se desvaneciera. Era sólo él, parado frente al hombre que lo había hecho replantearse tantas cosas.

Martín: – Ramiro, me preguntaba cuándo ibas a acercarte. —dijo, con un tono que mezclaba diversión y curiosidad.

Ramiro sintió que la boca se le secaba. Pero no podía echarse atrás ahora.

Ramiro: – ¿Te podés tomar un minuto? Tenemos que hablar. —dijo, con más firmeza de la que esperaba.

Martín lo observó detenidamente, y después asintió, despidiéndose de las personas con las que estaba hablando.

Martín: – Claro. Vamos.

Los dos se alejaron hacia un rincón más tranquilo del salón, donde el murmullo de las conversaciones y las risas era menos fuerte. Ramiro sintió el peso del momento sobre sus hombros, pero también sabía que era necesario. El silencio entre ellos era denso, pero no incómodo.

Ramiro: – Martín... —empezó, buscando las palabras adecuadas— Creo que... creo que hay algo que no puedo seguir guardándome.

Martín lo miró, pero no lo interrumpió. Sabía que lo que fuera que Ramiro tuviera que decir no sería fácil, y su paciencia era palpable. Ramiro respiró hondo, mientras los murmullos y el sonido de las copas tintineando en el fondo casi se desvanecían.

Chapter 144: Gala de decisiones, parte 2

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📍 Confesiones a flor de piel

El corazón de Ramiro latía con fuerza, casi resonando en sus oídos. Sentía cómo su respiración se volvía irregular mientras trataba de ordenar sus pensamientos, pero sabía que no podía retroceder.

Ramiro: – Desde hace tiempo... siento que no soy honesto conmigo mismo, y mucho menos con vos. —Las palabras salieron atropelladas, pero sinceras—. –No sé exactamente cómo decir esto sin sonar estúpido, pero... Martín, me cuesta mucho estar cerca tuyo y pretender que no me pasa nada. –Ramiro hizo una pausa, buscando en la mirada de Lousteau alguna reacción.

Martín frunció levemente el ceño, como intentando descifrar lo que Ramiro intentaba decir.

Martín: – ¿Qué es lo que te pasa, entonces, Ramiro? —preguntó con suavidad, aunque en sus ojos se percibía una mezcla de curiosidad y, quizás, algo de preocupación.

Ramiro tragó saliva. Nunca antes había estado tan vulnerable frente a alguien, y mucho menos frente a Martín Lousteau, un hombre que admiraba y que, en lo más profundo, deseaba.

Ramiro: – Lo que me pasa... es que no puedo dejar de pensar en vos. No sólo como alguien a quien respeto y con quien trabajo... —Ramiro bajó la mirada, sintiendo el peso de sus propias palabras—. –Sino como alguien a quien deseo. Y no sé qué hacer con eso.

El silencio que siguió fue tan denso que podría haberse cortado con un cuchillo. Ramiro levantó la vista lentamente, esperando una respuesta. Martín, por su parte, lo observaba con la misma calma que lo caracterizaba, pero sus ojos brillaban con una intensidad que Ramiro no había notado antes.

Martín: – Ramiro... —empezó, su voz tan suave como siempre—. –No tenés idea de cuánto tiempo esperé que dijeras algo así.

La confesión de Martín cayó como un balde de agua fría sobre Ramiro, que no podía creer lo que acababa de escuchar. Martín Lousteau lo había estado esperando, ¿de verdad? Ramiro sintió una mezcla de alivio y confusión, incapaz de procesar del todo lo que significaba.

Ramiro: – ¿Vos...? —comenzó a decir, pero Martín levantó una mano, indicándole que no necesitaba decir nada más.

Martín: – Sé que esto no es fácil para vos. No es fácil para ninguno de los dos. —Lousteau dio un paso más cerca de Ramiro, y este pudo sentir el calor de su proximidad—. –Pero me alegra que finalmente te estés permitiendo ser honesto.

Ramiro sintió como si le hubieran quitado un peso de encima, aunque una pequeña parte de él seguía en alerta. No estaba seguro de qué venía después, pero la sinceridad de Martín le daba una extraña calma.

Ramiro: – No quiero apresurar nada, Martín. Sólo... necesitaba decírtelo. —La voz de Ramiro se tornó más suave—. –Y ver qué pasa después.

Martín asintió, su expresión manteniéndose serena.

Martín:
No vamos a apresurar nada. Pero tampoco voy a ignorar lo que me acabás de decir. —Lousteau le sonrió, esa sonrisa ligera que siempre parecía esconder más de lo que mostraba—. –Veremos qué pasa, Ramiro. Lo importante es que ahora los dos lo sabemos.

Los dos hombres se quedaron en silencio, pero esta vez, el peso de las palabras dichas flotaba entre ellos de una manera diferente. Había una nueva conexión, una tensión casi palpable que hacía que cada segundo se sintiera más largo que el anterior.


📍 Entre miradas y tensiones

De repente, el bullicio del salón los devolvió a la realidad. El ágape seguía su curso, las conversaciones, risas y el tintineo de copas resonaban a su alrededor. Ramiro se dio cuenta de que estaban parados en medio del evento, expuestos a las miradas de los demás. Aunque nada sospechoso había ocurrido entre ellos, sentía que lo que acababan de decirse los hacía más vulnerables.

Ramiro: – Mejor volvamos antes de que alguien nos mire raro. —dijo, intentando romper la tensión con una sonrisa.

Martín rió suavemente.

Martín: – Me parece bien. Pero... —Martín le dio una mirada significativa—. –Esta charla no está terminada.

Ramiro asintió, sabiendo que lo que acababa de iniciar no se resolvería tan fácilmente.


Del otro lado del salón, Nico y Javier se mantenían cerca uno del otro, charlando casualmente con algunos colegas. Pero cualquier observador atento podría notar cómo sus cuerpos gravitaban el uno hacia el otro, sus gestos pequeños y disimulados reflejando una intimidad que intentaban ocultar.

Nico, con las manos en los bolsillos, se inclinó hacia Javier, murmurándole con voz baja para que nadie más pudiera oír.

Nico: – No me gusta esto de tener que contenernos tanto... Siento que en cualquier momento voy a mandarme una cagada. —dijo, con una mezcla de frustración y anhelo.

Javier: – Lo sé, bebé. A mí tampoco me resulta fácil. —respondió, tomándolo del codo de forma disimulada—. –Pero sabés que es necesario. No podemos arriesgarnos ahora.

Nico suspiró, resignado, pero el leve contacto de Javier le ofrecía consuelo. Ambos se quedaron un momento en silencio, observando el salón a su alrededor. Fue entonces cuando vieron a Ramiro acercándose hacia ellos.

Cuando Nico y Ramiro cruzaron miradas, Nico sintió una ola de incomodidad. Había algo en la actitud de Marra que lo ponía en alerta, pero no pudo definir qué era exactamente.

Ramiro, sin embargo, los saludó con la misma efusividad que antes, pero esta vez, hubo un destello en sus ojos que Nico no había visto antes.

Ramiro: – ¿Cómo la están pasando, chicos? —dijo con una sonrisa despreocupada.

Nico, todavía desconcertado, intercambió una rápida mirada con Javier, quien le apretó suavemente la mano bajo la mesa, en señal de apoyo.

Nico (pensando):
"¿Y éste no se cansa nunca de ser raro?"

Antes de que pudiera seguir con su línea de pensamientos, Ramiro les dio una palmadita en el hombro a ambos.

Ramiro:– Me alegra verlos bien. Nos vemos en un rato. —dijo, y luego se alejó en dirección a Martín, claramente decidido a retomar la conversación que habían dejado pendiente.

Nico, aún confundido, se giró hacia Javier, levantando una ceja.

Nico: – ¿Viste lo mismo que yo?

Javier sonrió de manera enigmática.

Javier: – Parece que Ramiro está muy contento hoy, ¿no? Dejalo al pibe que sea feliz, mientras no te joda.

Nico no pudo evitar fruncir el ceño, todavía dudando de lo que acababa de presenciar, pero decidió no darle más vueltas por el momento. Estaba más concentrado en contenerse para no tirar por la borda todo lo que él y Javier habían construido.

Chapter 145: Gala de decisiones, parte 3

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📍 Ambiente y tensiones

El salón donde se realizaba el evento político era imponente, de techos altos y lámparas de cristal que iluminaban cada rincón con una luz cálida, casi dorada. Los ventanales, cubiertos por cortinas de terciopelo rojo, dejaban entrever la oscuridad de la noche porteña al otro lado, mientras adentro el bullicio de las conversaciones y risas se mezclaba con el suave tintineo de las copas. Mesas redondas con manteles blancos se distribuían por todo el espacio, decoradas con elegantes centros de mesa florales y candelabros dorados. En el aire flotaba el aroma de comida refinada y vinos de primera calidad.

Ramiro avanzaba entre los invitados, su mente dividida entre las conversaciones formales y el objetivo que tenía en mente: hablar nuevamente con Martín Lousteau. Su mirada lo buscaba en la multitud, y de repente lo divisó, charlando en una mesa con un grupo de colegas. Se veía relajado, con una media sonrisa en los labios y una copa de vino en la mano. Martín, con su característico cabello desordenado y su traje negro ajustado a la medida, lucía tan atractivo como siempre.

Ramiro no podía dejar de notar los detalles: la forma en que los ojos verdes de Martín brillaban a la luz del salón, el modo en que movía las manos al hablar, con esa naturalidad que a Ramiro le resultaba encantadora. A pesar de las formalidades del evento, había algo en Martín que siempre lo hacía destacar, una combinación de inteligencia y carisma que lo hacía irresistible.

Ramiro (pensando): "¿Qué me pasa con él? Ya no es sólo admiración... ¿Es esto lo que sienten todos cuando están enganchados de alguien? Porque si es así, estoy en el horno."

Con cada paso, Ramiro podía sentir cómo se intensificaban sus pensamientos. Se imaginaba pequeños momentos cotidianos con Martín: compartir un café en la mañana, discutir sobre política con complicidad, o simplemente mirarse en silencio, entendiendo lo que el otro sentía sin necesidad de palabras. La idea de estar más cerca de él, de conocer sus secretos y deseos, le producía un nudo en el estómago.


Cuando llegó a la mesa, su cuerpo reaccionó casi en automático. Se aclaró la garganta, tratando de aparentar calma.

Ramiro: – ¡Martín! Justo te estaba buscando. —dijo, su tono más casual de lo que se sentía por dentro.

Martín levantó la vista, sorprendido por la aparición de Ramiro, pero enseguida esbozó una sonrisa.

Martín: – ¡Ramiro! ¿Cómo va todo? —respondió mientras hacía un gesto para que se sentara a su lado.

A su alrededor, los murmullos de los otros políticos se mantenían, pero para Ramiro, el salón se había reducido a esa pequeña burbuja donde sólo existían él y Martín.


📍 Discreción tensa

Mientras tanto, en una mesa algo apartada, Nico y Javier intentaban mantenerse lo más discretos posible, aunque para ellos, aquello era una verdadera tortura. Cada pequeño gesto que intercambiaban debía ser cuidadosamente calculado. No podían permitirse un roce de más, ni una mirada demasiado intensa. Sin embargo, a medida que pasaba la noche, el vino empezaba a hacerles efecto, y la tensión se hacía cada vez más difícil de soportar.

El servicio del ágape era impecable: las bandejas pasaban con una variedad de quesos finos, sushi, bruschettas con diferentes toppings y pequeñas empanaditas gourmet. Las copas de vino Malbec eran constantemente rellenadas por los mozos, mientras que aquellos que preferían bebidas sin alcohol tenían la opción de jugos naturales o limonadas con menta y jengibre.

Nico: – No doy más... —susurró, bajando la mirada para que nadie notara su frustración.

Javier, siempre más calculador, lo miró con una pequeña sonrisa.

Javier: – Tranquilo, bebé. Sólo un rato más. Si seguimos así, nadie va a sospechar nada. —Le acarició la rodilla bajo la mesa con suavidad, en un gesto fugaz pero lleno de cariño.

Nico suspiró. No había escapatoria, no en ese lugar lleno de miradas críticas y cuchicheos constantes. Intentó concentrarse en el ambiente. A lo lejos, las risas de algunos invitados resonaban, mientras los políticos más serios discutían entre ellos en pequeños círculos, gesticulando con sus copas de vino en mano. El aroma de las pequeñas tartas de champiñones y las brochettes de pollo asado lo distrajeron por un momento, pero sus ojos volvieron inmediatamente a Javier, que seguía charlando con otros invitados.

De repente, mientras Nico intentaba distraerse comiendo un canapé, notó a lo lejos cómo Ramiro Marra se acercaba hacia ellos. Nico se tensó de inmediato. Algo en la forma en que Marra lo miraba lo ponía nervioso, aunque no entendía bien por qué. Cruzaron miradas, y Nico sintió un pequeño escalofrío recorriéndole la espalda.

Ramiro:– ¡Muchachos! ¡Qué casualidad que los vuelvo a encontraaar! —saludó con una sonrisa amplia, para sorpresa de Nico.

Javier percibió el malestar de Nico y, disimuladamente, le tomó la mano bajo la mesa, apretándola con suavidad.

Javier: – Tranquilo. —murmuró, apenas moviendo los labios.

Nico miró de reojo a Ramiro, quien seguía sonriendo como si no hubiera ninguna tensión entre ellos.

Nico: – ¿Todo bien, Ramiro? —preguntó, intentando sonar relajado pero sin lograr esconder del todo su incomodidad.

Ramiro: – ¡Todo bien! —respondió animadamente—. Me alegra verlos. Hace tiempo que no charlábamos bien. Los veo en un rato, ¿sí?

Sin esperar respuesta, Ramiro continuó su camino hacia donde estaba Martín. Nico, por su parte, se quedó completamente confundido. No podía evitar dudar. Algo en la actitud de Ramiro le había parecido extrañamente amigable, y eso lo dejaba con una sensación incómoda en el pecho.

Nico (pensando):
"¿Contra qué se golpeó ese loco? Ojalá no esté tramando algo raro..."


📍 La charla pendiente

De vuelta con Ramiro y Martín, la conversación fluía, aunque con esa tensión latente que ambos sabían que no podían ignorar por mucho tiempo.

Ramiro: – Quería hablar con vos... a solas, si te parece. —dijo, en un tono más serio, mientras ambos se alejaban un poco del bullicio.

Martín lo miró con curiosidad, pero aceptó. Se movieron hacia uno de los balcones, desde donde se podía ver la ciudad iluminada.

El aire fresco golpeó el rostro de Ramiro, dándole un breve alivio a los pensamientos que lo atormentaban. Miró a Martín, que estaba a su lado, y por un segundo, se permitió imaginar cómo sería si todo fuera más simple. Si simplemente pudiera tomarlo de la mano sin importar quién estuviera mirando.

Ramiro: – Martín... sobre lo que te dije antes... Quiero saber si de verdad te interesa. —dijo con voz ronca, su mirada fija en los ojos de Martín—. Porque no sé si puedo seguir escondiéndome.

El sonido de la ciudad de fondo y el viento moviendo las cortinas fue lo único que se escuchó por unos segundos antes de que Martín respondiera.


Ramiro se quedó en silencio, con la vista fija en Martín, esperando una respuesta. El viento seguía acariciando su rostro, moviendo suavemente las cortinas del balcón. Desde allí, las luces de la ciudad parpadeaban a lo lejos, como si fueran estrellas lejanas en un cielo oscuro.

Martín, sin embargo, no apartó la mirada. Lo observó detenidamente, como si estuviera evaluando cada palabra que Ramiro había dicho, cada gesto que había hecho. Finalmente, suspiró, apoyando el codo en la baranda del balcón mientras entrecerraba los ojos, claramente pensativo.

Martín: – No sé si te entiendo del todo, Ramiro… ¿A qué te referís con que no podés seguir escondiéndote?

Ramiro sintió el peso de las palabras en su pecho. Sabía que no podía echarse atrás ahora, que tenía que ser honesto, aunque parte de él temía la reacción de Martín.

Ramiro: – A que no quiero seguir actuando como si no me importara... Como si no pensara en vos más de lo que debería. Como si... esto que siento fuera solo una confusión pasajera.

El rostro de Martín no mostró sorpresa, pero sus ojos parecieron brillar un poco más bajo las luces del balcón. Ramiro no podía evitar sentirse vulnerable, como si todo su interior estuviera expuesto frente a ese hombre que, hasta hacía poco, solo veía como un colega.

Martín: – Ramiro, yo... —empezó a decir, pero su voz se apagó un momento. Miró hacia la ciudad, como si las respuestas estuvieran allí afuera. Después, volvió a mirarlo—. Yo no quiero que te confundas. La política es un terreno complicado, y no quiero que mezclemos cosas que después no podamos manejar.

Ramiro sintió un leve pinchazo en el pecho, pero no dejó que eso lo detuviera. Si algo había aprendido en las últimas semanas, era que debía enfrentar lo que sentía, por más difícil que fuera.

Ramiro: – No estoy confundido. Lo sé... y no espero que vos sientas lo mismo, pero tenía que decirlo. Me está matando no saber dónde estoy parado con vos.

Hubo un silencio tenso. El bullicio del ágape se escuchaba a lo lejos, como un recordatorio de que la vida seguía su curso, mientras ellos estaban ahí, en ese rincón apartado, lidiando con algo mucho más personal. Martín respiró hondo y soltó el aire lentamente, como si estuviera buscando las palabras correctas.

En el salón, el ambiente seguía lleno de risas y conversaciones. Los invitados circulaban de un lado a otro, charlando animadamente mientras las bandejas seguían desfilando con delicias de todo tipo. El aroma a carne asada y papas al romero impregnaba el aire, mezclándose con el dulce aroma de los vinos. En una mesa cercana, algunos políticos degustaban un vino tinto Malbec, mientras otros optaban por cócteles más ligeros, como mojitos o aperol spritz. Aquellos que preferían las bebidas sin alcohol disfrutaban de jugos naturales y aguas saborizadas con rodajas de pepino y menta.

Nico seguía observando el movimiento de la sala, intentando concentrarse en cualquier cosa que no fuera la proximidad de Javier. Habían compartido pequeños gestos de cariño, pero siempre con la precaución de que nadie los viera. A pesar de la incomodidad, Nico no podía evitar sonreír cada vez que sentía el toque fugaz de Javier en su rodilla bajo la mesa o el roce de sus dedos cuando le servía más vino.

Nico: – Che, ¿cuánto más falta para que podamos rajar de acá?

Javier sonrió, pero no apartó la vista de su copa de vino.

Javier: – Calma, bebé... Estamos casi al final. No falta mucho. Además, tenemos que saludar a un par de personas antes de irnos. —Le guiñó un ojo, manteniendo su expresión tranquila—. Ya sabés cómo es esto, no podemos irnos sin que nos vean bien.

Nico suspiró, resignado. Sabía que tenía razón, pero no podía evitar sentirse cada vez más incómodo. El ambiente del salón, aunque festivo, se sentía opresivo en ese momento. Los murmullos de las conversaciones y las risas le parecían demasiado ruidosos, como si todo el mundo estuviera observándolos.

De repente, Nico notó que Ramiro y Martín estaban charlando en uno de los balcones. Se quedó mirando un momento, intrigado por lo que estuvieran discutiendo, pero enseguida apartó la vista, concentrándose nuevamente en su copa de vino.

Justo en ese momento, sintió el roce suave de la mano de Javier, que disimuladamente lo había tomado por debajo de la mesa.

Javier: – Todo va a estar bien, bebé. —murmuró con suavidad, apretando ligeramente su mano.

Nico lo miró y, por un momento, todas sus preocupaciones se desvanecieron. Aunque el evento seguía, aunque las miradas de los demás los observaban, en ese instante, lo único que importaba era esa conexión íntima, ese pequeño gesto que lo hacía sentirse seguro.

De vuelta en el balcón, Martín rompió el silencio, finalmente decidiendo hablar con franqueza.

Martín: – Ramiro, no voy a mentirte. Me sorprendés... mucho. —admitió, mirándolo directamente a los ojos—. Pero no sé si estoy preparado para lo que me estás proponiendo. Vos sabés lo complicada que es nuestra vida en la política. Y más con todo lo que está pasando ahora...

Ramiro sintió un pequeño nudo formarse en su estómago, pero asintió lentamente. Sabía que las cosas no iban a ser fáciles. La política, sus carreras, las miradas constantes… todo eso estaba en juego. Pero ya no podía dar marcha atrás.

Ramiro: – No te estoy pidiendo que lo decidas ahora. Solo... que lo pienses. —dijo en voz baja, dando un paso hacia Martín, acortando la distancia entre ellos—. Porque te juro que no puedo dejar de pensar en vos. Y si alguna vez llegás a sentir lo mismo, aunque sea un poco... sabés dónde encontrarme.

El viento sopló con un poco más de fuerza, agitando el cabello de ambos mientras sus miradas se encontraban en un silencio cargado de emociones no dichas. Martín no respondió de inmediato. En lugar de eso, simplemente lo observó, sus ojos reflejando una mezcla de confusión y comprensión.

Finalmente, Martín asintió lentamente.

Martín: – Lo voy a pensar, Ramiro. Te lo prometo.

El alivio que sintió Ramiro fue instantáneo, aunque supiera que la situación estaba lejos de resolverse. Pero al menos, había sido honesto. Y eso, por ahora, era suficiente.

Ambos volvieron al salón, donde el bullicio y las luces parecían haber tomado una intensidad nueva. Pero para Ramiro, el mundo se sentía un poco más claro ahora, como si una parte de la niebla en su mente se hubiera disipado.

Mientras se reincorporaban al evento, notó que Nico y Javier seguían conversando cerca de la mesa principal, claramente cuidando cada movimiento que hacían. Ramiro los miró de reojo, aún procesando todo lo que acababa de pasar, pero decidido a enfrentarlo, pase lo que pase.

Chapter 146: Gala de decisiones, parte 4

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El salón se mantenía vibrante. Las luces colgantes lanzaban reflejos dorados sobre las copas y los platos repletos de delicias cuidadosamente seleccionadas para el evento. Afuera, el viento refrescaba el balcón, aunque la verdadera tensión estaba dentro de la sala, donde los pensamientos y emociones fluían entre los asistentes, ocultos bajo sonrisas y conversaciones formales.

Ramiro y Martín caminaban lentamente de vuelta hacia el centro del salón, pero el aire entre ellos se sentía más denso de lo habitual. Las palabras que habían intercambiado en el balcón seguían resonando en la mente de ambos, mientras intentaban integrarse nuevamente en el bullicio. A lo lejos, Ramiro notó a Javier y Nico, ambos claramente cerca el uno del otro, aunque disimulando ante los ojos atentos de los demás.

Ramiro no podía dejar de preguntarse si alguna vez podría llegar a ese nivel de complicidad con Martín. Mientras caminaban entre los invitados, las miradas de algunos políticos más experimentados se posaban brevemente sobre ellos, estudiándolos sin levantar sospechas. Ramiro intentaba mantener la compostura, aunque su corazón latía a un ritmo acelerado. Se dio cuenta de que, sin importar lo que sucediera con Martín, ya no podía dar marcha atrás.


Del otro lado de la sala, Nico sentía cómo la presión sobre sus hombros crecía con cada minuto. Aunque él y Javier habían logrado mantener una fachada perfectamente neutral ante los demás, no podía negar lo que realmente sentía. Cada vez que la mano de Javier rozaba la suya, aunque fuera por accidente, era como si una corriente de electricidad lo recorriera.

Nico: – No sé cuánto más voy a aguantar esto, ¿sabés?

Javier soltó una suave carcajada, pero sin perder su expresión seria ante los otros invitados.

Javier: – Tranquilo, bebé. Ya falta poco. —dijo, apoyando su mano disimuladamente sobre la de Nico bajo la mesa—. No quiero que piensen que estamos tramando algo... aunque, bueno, capaz que lo estamos. —dijo con una sonrisa pícara.

Nico intentó no reír, pero la tensión seguía presente. Su mirada se desvió un momento hacia Ramiro y Martín, que se habían integrado nuevamente en el evento. Algo en la forma en que Ramiro miraba a Martín le resultaba curioso, pero no quiso prestarle demasiada atención. En ese instante, el resto de la noche le importaba poco; solo quería que terminara el evento para poder estar a solas con Javier.

Mientras tanto, las bandejas seguían circulando por la sala, llevando exquisitos canapés de salmón ahumado sobre tostadas finas, mini tartas de queso con reducción de aceto balsámico y pequeños brochettes de carne con salsas especiadas. Los camareros, con movimientos ágiles, ofrecían vinos tintos y blancos de las mejores bodegas argentinas, acompañados por champañas espumantes y cócteles coloridos.

Nico tomó una copa de vino blanco y le dio un pequeño sorbo, intentando relajarse. El vino tenía un sabor afrutado, con un toque ácido al final, que lo ayudó a despejar la mente, aunque solo fuera un poco. Su mirada seguía vagando por la sala, hasta que finalmente se cruzó con la de Ramiro.

Por un momento, los dos se quedaron mirándose, ambos con expresiones que delataban la incomodidad. Nico arrugó levemente la nariz, mostrando un gesto de disgusto.

Nico: – ¿Y este tipo, se comió un payaso o qué onda?

Javier, quien ya había notado la mirada de Ramiro, sonrió de lado. Sin levantar sospechas, apretó la mano de Nico bajo la mesa, ofreciendo un gesto de tranquilidad.

Javier: – Let it be, mon amour. —murmuró sin perder su actitud serena—. Significa que ya le quedó más que clarito todo lo que le dije la otra vez.

Nico se permitió dudar. La sonrisa de Ramiro había sido genuina, incluso afectuosa, y eso lo desconcertaba. ¿Qué había cambiado en él?

Antes de que pudiera analizarlo más, Ramiro se acercó a ellos, con una sonrisa brillante.

Ramiro: – Che, ¡qué bueno verlos! ¿Cómo va todo? —dijo con un tono animado, saludando a ambos con una palmadita en el hombro.

Nico parpadeó, visiblemente confundido. No esperaba esa actitud. Mentalmente, seguía pensando: "¿Y a éste, qué mosca le picó?"

Ramiro: – ¿Están disfrutando de la noche?

Nico: – Eh... sí, sí... todo bien. —respondió, sin saber muy bien cómo reaccionar.

Ramiro los saludó con un gesto amistoso, pero no se quedó mucho tiempo. Parecía que tenía otras cosas en mente. Sin embargo, ese breve intercambio dejó a Nico algo descolocado.

Cuando Ramiro se alejó, Javier lo miró de reojo y sonrió con suficiencia.

Javier: – Te lo dije, bebé. Parece que ya aprendió. Mejor así.

Nico: – Sí, no sé... —dijo en voz baja, aún dudando—. Algo raro hay acá. Pero ya fue... —Suspiró, tomando otro sorbo de vino—. Igual, estoy listo para que nos vayamos.


En ese momento, Ramiro volvió a concentrarse en su objetivo. Martín había ido a buscar algo de comer y estaba junto a una mesa llena de pequeños bocados. Los camareros seguían sirviendo platos de carnes asadas con salsas agridulces, ensaladas frescas de rúcula y parmesano, y empanadas de carne cortada a cuchillo, mientras las copas seguían llenándose de vino.

Ramiro respiró hondo, preparándose mentalmente. Sabía que el momento de hablar seriamente con Martín había llegado. Caminó hacia él con pasos firmes, mientras a su alrededor el bullicio del evento parecía difuminarse.

Cuando llegó a su lado, Martín lo miró y sonrió de forma casual.

Martín: – ¿Probaste estas empanadas? Están espectaculares. —dijo, intentando mantener una conversación trivial.

Ramiro no quiso perder tiempo.

Ramiro: – Martín, tenemos que hablar. En serio. —dijo, con una determinación que sorprendió a Martín.

Martín lo miró por un segundo, evaluando el tono de su voz. Dejó el plato de empanadas a un lado y asintió lentamente.

Martín: – Está bien... vamos afuera, que acá no se puede hablar bien.

Ambos caminaron hacia uno de los balcones, donde la brisa nocturna refrescaba el aire. El bullicio del evento se quedó atrás, mientras Ramiro y Martín se detenían junto a la baranda.

Ramiro: – No puedo seguir con esta incertidumbre... —dijo, mirando a Martín directamente a los ojos—. Necesito saber si esto que siento por vos... tiene algún tipo de futuro, por mínimo que sea.

El silencio se apoderó del ambiente. La respiración de Martín se hacía audible, mientras pensaba en lo que Ramiro había dicho.

Martín: – Ramiro... no sé si estoy listo para eso. —admitió, con una honestidad que lo desarmaba—. Pero tampoco quiero perder lo que tenemos. Solo... no quiero que se aceleren las cosas.

Ramiro asintió lentamente. Aunque no era la respuesta que esperaba, sentía que al menos había una puerta abierta. Y por ahora, eso era suficiente.

Chapter 147: La gala sin final

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📍 Balcón del Hotel Sheraton - Medianoche

La conversación en el balcón había dejado a Ramiro y Martín en un estado de introspección profunda. Aunque las palabras de Martín no fueron un rechazo directo, tampoco fueron el tipo de afirmación que Ramiro hubiera deseado. Mientras volvían al salón, cada uno con sus propios pensamientos, el ambiente festivo les pareció aún más ajeno, como si ambos se movieran en un espacio paralelo.

Ramiro se encontraba sumido en un torbellino de emociones. Caminaba junto a Martín, observándolo de reojo, notando cada pequeño gesto, cada movimiento. La forma en que acomodaba su saco, la manera en que su mirada barría el lugar buscando algo de distracción… todo lo hacía ver tan humano, tan vulnerable. Ramiro suspiró internamente. Había logrado decirle lo que sentía, pero eso no hacía que la tensión dentro de él desapareciera.

Ramiro: "¿Y ahora qué? ¿Me quedo esperando? ¿Me mantengo cerca pero sin pasarme? Me voy a volver loco así." Observaba cómo Martín recogía una copa de vino de una de las mesas y tomaba un pequeño sorbo. La luz de las lámparas caía justo sobre él, realzando el tono de su piel, y no pudo evitar que un pensamiento más íntimo cruzara su mente.

Por su parte, Martín se sentía igual de confundido. Aunque apreciaba la honestidad de Ramiro, las emociones que esa conversación había despertado en él eran complejas. Siempre había sido precavido con este tipo de sentimientos, y aunque no quería que las cosas se desbordaran, tampoco podía negar que había algo en la determinación de Ramiro que lo atraía. Sin embargo, no estaba preparado para dar ese salto. No aún. Le preocupaba el impacto que esto podría tener en su vida personal y política.

Martín: "¿Qué tan lejos puedo llevar esto sin perder el control? No quiero hacerle daño a Ramiro, pero tampoco estoy listo para más..." Se forzó a sí mismo a sonreír mientras un colega político se acercaba para saludarlo. A pesar de la conversación que estaba teniendo, su mente seguía atada a lo que había pasado minutos atrás. Los nervios se instalaban en su estómago, recordándole que esta situación no iba a desaparecer por sí sola.

El bullicio del salón continuaba con la misma intensidad de antes. Los camareros pasaban con bandejas llenas de copas, mientras el resto de los políticos charlaban animadamente. La música suave de fondo llenaba los espacios vacíos de las conversaciones.

En medio de esa distracción general, Ramiro aprovechó el momento. Se acercó un poco más a Martín, de manera que sus cuerpos apenas se rozaron, como si fuera casualidad. Con el corazón latiendo rápido, se inclinó levemente hacia él, y, casi en un susurro, soltó:

Ramiro: – ¿Te habían dicho lo bien que te ves esta noche, Tincho? —preguntó con una sonrisa cómplice, mientras sus dedos rozaban fugazmente el dorso de la mano de Martín.

Martín sintió el calor subirle al rostro y por un segundo quedó paralizado. Nadie había notado ese gesto, pero la cercanía de Ramiro y el tono de su voz lo dejaron en shock. Miró hacia otro lado, como si estuviera buscando a alguien en la multitud, pero sus pensamientos seguían centrados en lo que acababa de pasar.

Martín: "¿Por qué me dejás tan confundido, Ramiro? No puedo manejar esto ahora… pero tampoco quiero que te alejes." Sintió el peso de la situación caerle de golpe, y por un instante, su mente divagó. Quería responderle algo ingenioso, pero no encontraba las palabras. Solo atinó a sonreírle de costado, disimulando el impacto que esas palabras le habían generado.


📍 Salón del Hotel Sheraton - Medianoche 

Del otro lado del salón, Nico seguía lidiando con su propia incomodidad. Cada segundo que pasaba pretendiendo ser solo un colega más de Javier se hacía más insoportable. Estar a su lado, tan cerca y sin poder demostrar lo que sentía, lo tenía al borde de la impaciencia. No ayudaba que Javier estuviera tan tranquilo, como si el disimulo no le costara en absoluto.

Nico se removía en su asiento, sintiendo el calor en la sala y la tensión en su cuerpo.

Nico: "Dios, que termine ya esto..." Aunque la sonrisa en su rostro seguía ahí, su mente ya estaba en otro lado, imaginando el momento en que finalmente pudieran irse de allí.

Javier, quien notaba el nerviosismo de Nico, se inclinó levemente hacia él, apenas lo suficiente como para que solo él lo escuchara.

Javier: – Tranquilo, bebé. Te prometo que te voy a recompensar por todo este esfuerzo más tarde, cuando lleguemos a casa. —le dijo en tono bromista, pero con una chispa sugerente en los ojos.

El efecto fue inmediato. Nico sintió el calor subirle al rostro, y una feroz sonrisa apareció en sus labios, acompañada por un sonrojo que no pudo ocultar. Soltó una pequeña risa, nerviosa pero divertida, mientras evitaba hacer contacto visual directo con Javier por un momento.

Nico: – Sos un caradura... —dijo, intentando mantener su compostura, aunque el rubor en su cara lo delataba completamente.

Javier sonrió ampliamente, disfrutando del efecto que sus palabras habían causado. Su mano rozó levemente la pierna de Nico bajo la mesa, solo para añadir un poco más de tensión a la situación.

A medida que la noche avanzaba, el evento comenzaba a perder un poco de su brillo inicial. Los políticos seguían charlando, pero las conversaciones se volvían más relajadas y la música se hacía más presente. Algunos invitados ya se habían retirado, mientras otros seguían bebiendo y disfrutando de los últimos platos que salían de la cocina.

El ágape seguía siendo un festín visual y culinario. Postres como mousse de chocolate amargo, cheesecakes de frutos rojos y pequeños shots de tiramisú comenzaban a circular por las mesas, mientras las copas de champán y los cócteles sin alcohol pasaban de mano en mano.

Nico y Javier intercambiaban miradas cómplices de vez en cuando, sabiendo que en poco tiempo podrían retirarse y dejar atrás la formalidad del evento. Sin embargo, mantuvieron su actitud profesional, aunque no por eso se alejaron demasiado el uno del otro.

Por su parte, Ramiro y Martín seguían compartiendo pequeños momentos de contacto visual, aunque ninguno de los dos se atrevía a dar el siguiente paso en público. Ramiro sabía que la situación con Martín estaba lejos de resolverse, pero al menos sentía que esa noche había logrado acercarse un poco más a él. Y eso, por el momento, le bastaba.

Chapter 148: El fin de la gala sin fin

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📍 Hotel Sheraton - Salón del evento – Medianoche de Domingo

El salón del evento ya comenzaba a vaciarse. Algunos invitados seguían charlando entre copas de vino y champán, mientras otros se retiraban poco a poco. La noche había sido larga, pero la atmósfera no perdía ese toque de elegancia y diplomacia que caracterizaba las reuniones políticas. Sin embargo, para Ramiro y Martín, la noche había adquirido un significado más profundo.

Ramiro, todavía embriagado por la cercanía de Martín, lo seguía de cerca mientras este hablaba con otros colegas. Aunque la conversación fluía entre los presentes, su mente estaba enfocada únicamente en Martín. Cada sonrisa que este esbozaba, cada gesto, cada mirada, parecían grabarse en su memoria con una nitidez inusitada.

Por su parte, Martín seguía sintiéndose inquieto, aunque disimulaba con maestría. Su postura era relajada, pero en su mente, las palabras de Ramiro aún resonaban. El comentario en el balcón, el susurro de hace unos minutos… "¿Por qué me dejás tan desconcertado?" pensaba. La sensación de tener a Ramiro cerca, sin poder poner en claro lo que realmente sentía, lo estaba volviendo loco.

En un momento de distracción general, Ramiro se arriesgó nuevamente. Se acercó sigilosamente a Martín, inclinándose hacia él con un aire de naturalidad, como si solo estuviera comentando algo más sobre el evento.

Ramiro: – Cuando fui a París, hace no mucho, me llamaron del Louvre. Me dijeron que se les escapó una obra de arte. —susurró Ramiro, con una sonrisa pícara mientras Martín lo miraba, intrigado por el comentario.

Martín, ya conociendo el tono de Ramiro, arqueó una ceja, esbozando una pequeña sonrisa mientras seguía el juego.

Martín: – ¿Y dónde está, Rami? —le preguntó, como si no conociera la respuesta.

Ramiro bajó un poco más el tono de voz, inclinándose más cerca de Martín, disfrutando del momento antes de soltar la frase.

Ramiro: – Aunque no lo puedas creer, estoy hablando con ella justo ahora. —le respondió, con esa sonrisa cálida que tantas veces había utilizado para esconder sus verdaderas intenciones.

Martín, sorprendido pero divertido, no pudo evitar reírse. Había algo en ese comentario que lo descolocaba y lo enternecía al mismo tiempo. Entre sus pensamientos confusos y el ambiente cargado de miradas cómplices, sintió un impulso que no pudo ignorar.

Martín: – Che, ¿querés que te lleve a casa? Tengo el auto afuera… —le ofreció sin pensar demasiado en las consecuencias.

Ramiro, con el corazón acelerado pero sin perder la compostura, sonrió con suavidad. Sabía que ese ofrecimiento no era solo una cuestión de amabilidad.

Ramiro: – Me encantaría, Tincho. —respondió, aceptando sin dudar.

Martín y Ramiro salieron juntos del evento, caminando hacia el auto de Martín, que estaba estacionado en una calle tranquila cerca del lugar. El silencio entre ellos no era incómodo, sino lleno de expectativa. Ramiro se subió al asiento del acompañante, mientras Martín encendía el auto, ambos sumidos en sus pensamientos.

Durante el trayecto, la conversación fue ligera. Hablaron sobre lo bien que había salido el evento y algunos comentarios casuales sobre la política. Pero a medida que se acercaban a la casa de Ramiro, la atmósfera cambió sutilmente. Ambos sentían que algo más estaba por suceder, pero ninguno lo expresaba en voz alta.


📍Frente a la casa de Ramiro en Puerto Madero – Noche

Al llegar a la casa de Ramiro, Martín estacionó el auto frente a la entrada. Ramiro soltó un suspiro antes de desabrocharse el cinturón de seguridad. Ambos se miraron por un segundo, como si estuvieran decidiendo si despedirse formalmente o si había espacio para algo más.

Antes de que Ramiro pudiera abrir la puerta del auto, Martín, impulsado por la espontaneidad, se inclinó hacia él y le dio un suave beso en la mejilla, apenas rozando su piel, pero lo suficiente para hacer que Ramiro se quedara inmóvil por un momento, sorprendido por el gesto.

Martín: – Me alegra haberte traído. —dijo en voz baja, con una sonrisa sincera.

Ramiro, aún sorprendido pero encantado, lo miró con un brillo en los ojos. No sabía si lo que acababa de suceder era el inicio de algo más o solo un momento fugaz, pero lo cierto es que le había dejado el corazón latiendo con fuerza.

Ramiro: – Gracias por traerme, Tincho. —respondió, y antes de bajarse del auto, le dio una mirada cómplice— Nos vemos pronto, ¿no?

Martín sonrió, sabiendo que el "pronto" no estaba demasiado lejos. Había algo entre ellos, una conexión que aún no podían definir, pero que claramente estaba allí, creciendo con cada momento compartido.

Ramiro salió del auto y se despidió con un leve gesto de la mano antes de entrar a su casa. Martín, todavía sentado frente a la puerta, lo observó por unos segundos más antes de arrancar el auto y regresar a su hogar. En su pecho, el cosquilleo de esa última mirada seguía presente, y una sonrisa cómplice se dibujó en su rostro mientras se alejaba por las calles silenciosas de la ciudad.


📍 Salón del evento – Madrugada (otro rincón)

Mientras tanto, en otro rincón del salón, Nico y Javier seguían lidiando con su propia tensión. El esfuerzo de aparentar normalidad en un evento tan público había sido agotador, sobre todo para Nico, que aún no estaba del todo acostumbrado a la situación.

Nico no podía evitar observar cómo Javier mantenía una sonrisa serena mientras hablaba con otros políticos, como si no le costara ni un segundo disimular. Pero a cada segundo que pasaba, la impaciencia de Nico crecía. Sabía que cuando llegaran a casa, finalmente podrían dejar las formalidades atrás, y solo pensar en eso hacía que la espera se le hiciera eterna.

Nico: "¿Cómo puede estar tan tranquilo? Yo me estoy muriendo acá..." Sin embargo, Javier era perfectamente consciente de lo que sucedía, y no perdió oportunidad para hacerle un pequeño guiño cuando Nico se volteó hacia él.

Javier: – Bebé, te prometo que cuando lleguemos a casa vas a sentirte mejor. —le susurró con una sonrisa de complicidad, aunque su tono llevaba una carga insinuante.

El rostro de Nico se encendió instantáneamente. A pesar de la multitud que los rodeaba, el comentario de Javier logró que una sonrisa nerviosa, pero cómplice, se dibujara en sus labios. Trató de no darle demasiada importancia, pero el calor subiendo por su cuello lo traicionaba.

Nico: – ¿No te cansa ser tan… provocador? —le dijo con un suspiro, tratando de mantener la calma.

Javier: – Nunca, bebé. Sabés que me encanta cuando te ponés así. —le respondió con una risita suave.

Finalmente, tras varios saludos y despedidas, el evento llegó a su fin. Ramiro y Martín intercambiaron una última mirada antes de que Ramiro se despidiera formalmente, dejándole a Martín con una sensación extraña en el pecho, una mezcla de confusión y expectativa.

Por su parte, Nico y Javier también se despidieron, y finalmente se dirigieron hacia su hogar. El silencio en el auto era casi palpable, pero no era incómodo; ambos sabían exactamente lo que vendría después.


📍 Casa de Javier en Palermo – Madrugada de Domingo

Al llegar a casa, Nico se dejó caer en el sofá con un suspiro de alivio.

Nico: – No sé cómo hacés para mantener esa calma todo el tiempo. Me dejás agotado… —dijo, recostándose sobre los cojines.

Javier, que se había quedado de pie cerca de la puerta, lo observó con una sonrisa pícara. Se acercó lentamente hasta Nico, inclinándose sobre él para mirarlo a los ojos.

Javier: – ¿Te acordás que te prometí recompensarte, bebé? —le dijo en un tono bajo y seductor.

Chapter 149: El broche de oro de la noche

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📍Casa de Javier en Palermo – Madrugada

Nico lo miró con una mezcla de sorpresa y anticipación, aunque intentó mantener su compostura. Javier se acercó más, inclinándose hasta que sus labios quedaron a escasos centímetros de los de Nico, pero sin llegar a tocarlo. La cercanía hizo que el corazón de Nico latiera más rápido.

Nico: – ¿Qué estás tramando, Javi? —preguntó, fingiendo indiferencia, aunque el rubor en sus mejillas lo delataba.

Javier sonrió, consciente de lo que provocaba en Nico, y con un gesto lento pero intencionado, pasó sus dedos suavemente por el cuello de Nico, haciéndolo estremecer.

Javier: – Nada demasiado complicado, bebé. Solo quiero que te relajes… y que disfrutes de la noche. —le susurró al oído, en un tono que lo hizo temblar.

Nico se mordió el labio, tratando de no ceder tan fácilmente, pero el cansancio acumulado de la noche y la tensión de tantas horas fingiendo una fachada lo hacían más vulnerable de lo habitual.

Javier aprovechó ese momento para sentarse junto a él, apoyando una mano en su rodilla y con la otra acariciándole el rostro.

Javier: – Lo hiciste increíble hoy. Sé que no te resulta fácil todo esto, pero te prometo que no va a ser siempre así. —dijo en un tono más suave, ahora con una calidez sincera en sus palabras.

Nico soltó una risa breve y nerviosa, agradecido por el cambio de tono, pero aún sintiendo ese cosquilleo en el estómago cada vez que Javier lo miraba de esa forma tan intensa.

Nico: – Siempre sabés cómo desarmarme, ¿no? —respondió, dejando que una pequeña sonrisa se formara en sus labios.

Javier: – Es mi trabajo, bebé. —le contestó con un guiño.

Sin darle tiempo a reaccionar, Javier se inclinó hacia él, finalmente rompiendo la distancia y besándolo con una lentitud deliberada. El beso fue suave al principio, como una promesa no dicha, pero cargado de una tensión que había estado acumulándose durante toda la noche.

Nico, al sentir los labios de Javier sobre los suyos, dejó escapar un suspiro, permitiéndose finalmente relajarse por completo. Se dejó llevar por el momento, correspondiendo al beso con la misma intensidad, mientras una mano se posaba en la nuca de Javier, atrayéndolo más cerca.

El cansancio de la noche se desvanecía poco a poco, reemplazado por una oleada de sensaciones más intensas, más íntimas. Nico sintió cómo el peso de la fachada que había sostenido durante toda la noche se desvanecía en los brazos de Javier. Ya no había políticos, no había público ni eventos diplomáticos. Solo estaban ellos dos, en su propio mundo.

Javier, sin romper el beso, dejó que sus manos recorrieran la espalda de Nico, atrayéndolo más hacia sí, como si necesitara sentirlo más cerca, más real.

Después de un rato, se separaron ligeramente, solo lo suficiente para mirarse a los ojos. Nico respiraba entrecortadamente, pero una sonrisa satisfecha se dibujaba en sus labios.

Nico: – Creo que cumpliste tu promesa… —dijo en un tono bajo y algo juguetón, sus mejillas aún enrojecidas.

Javier: – Bebé, esto recién empieza. —contestó Javier, con un tono que prometía mucho más de lo que acababa de suceder, y que la noche para ellos, recién empezaba.


📍Casa de Ramiro en Puerto Madero – Madrugada

Mientras tanto, al otro lado de la ciudad, Martín y Ramiro habían llegado al final de su propio trayecto en auto. El camino hasta la casa de Ramiro había estado lleno de silencios cómodos, cargados de lo que ninguno se atrevía a decir. Pero ahora, frente a la puerta de su casa, había una sensación de que la noche aún no había terminado del todo.

Martín apagó el motor y miró a Ramiro, que estaba a punto de despedirse. Durante un segundo, ambos se quedaron en silencio, simplemente mirándose.

Ramiro: – Gracias por traerme, Tincho. La pasé muy bien. —dijo con una sonrisa suave, abriendo la puerta del auto.

Pero antes de que pudiera salir, Martín se inclinó hacia él, tomando la iniciativa como lo había hecho antes. Le dio un beso suave en la mejilla, pero esta vez, el gesto duró un poco más de lo necesario. Al separarse, ambos se miraron, con una mezcla de sorpresa y complicidad.

Martín: – Nos vemos pronto, ¿no? —preguntó, aunque sabía que la respuesta ya estaba clara.

Ramiro le sonrió, sintiendo que el calor en su pecho aumentaba por ese gesto inesperado. Antes de bajar del auto, le dedicó una última mirada, sabiendo que esta noche había sido diferente. Algo había cambiado entre ellos.

Ramiro: – Contá con eso. —dijo antes de cerrar la puerta y caminar hacia su casa, mientras Martín lo observaba alejarse, con el corazón acelerado y una sonrisa cómplice en los labios.

La noche había llegado a su fin para ambos, pero las sensaciones que habían compartido seguían presentes, como promesas de algo más que estaba por venir.

Chapter 150: Misterios del león

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📍Congreso de la Nación – Miércoles - 10:15 hs

El sol brilla a través de las ventanas del Congreso, iluminando el elegante despacho de Javier Milei en la Casa Rosada. El aire está lleno del murmullo de conversaciones y el sonido ocasional de papeles deslizándose sobre escritorios. Milei, con su característica energía y una sonrisa calculadora, está revisando algunos documentos cuando entran en escena Martín Lousteau y, unos momentos después, Nicolás del Caño.

Martín y Nico se cruzan en el pasillo, entre sesión y sesión, sus pasos resonando sobre el suelo de mármol pulido. Nico se acerca con una actitud amigable y relajada, mientras Martín mantiene una expresión profesional, aunque no desprovista de calidez.

Nico: – ¡Hola, Martín! ¿Cómo estás?

Martín, con una sonrisa genuina, extiende la mano para un saludo firme.

Martín: – Hola, Nicolás. Todo bien, ¿y vos?

Nico: – Bien también. Apenas estoy acostumbrándome al ritmo frenético de estos días.

Martín: – Es un lugar agitado, eso es seguro. Si alguna vez necesitas un respiro, siempre podés contar conmigo para charlar.

Nico, notando la sinceridad en la oferta, se siente aliviado y decide dar un paso adelante.

Nico: – En realidad, eso sería genial. A veces es difícil encontrar alguien con quien hablar sin sentir que todo se va a filtrar.

El tono de voz de Nico es algo inseguro, pero Martín lo mira con comprensión.

Martín: – Te entiendo. Acá todo se puede volver un juego de rumores. Pero lo que me cuentes va a quedar entre nosotros, te lo prometo.

Con una mezcla de ansiedad y determinación, Nico decide abrirse un poco más, aunque aún guarda algunos secretos.

Nico: – Bueno, la posta es que… estoy en una relación con Javier Milei. Y me preocupa que alguien descubra esto, especialmente Marra. Hace unas semanas, él me golpeó y amenazó porque sospecha algo.

A medida que Nico habla, su voz se quiebra, y lágrimas comienzan a asomar en sus ojos. Martín, visiblemente impactado y con un gesto de sorpresa y preocupación, se acerca y lo abraza con ternura.

Martín: – No te preocupes, Nicolás. Tu secreto está a salvo conmigo. Lo importante es que estés bien. Si necesitás hablar más sobre esto, estoy acá para escucharte.

Nico se siente reconfortado por el abrazo y el apoyo genuino de Martín. Agradece el gesto con un leve asentimiento y una sonrisa tímida.


📍Casa de Javier Milei – Tarde

El día ha llegado a su fin, y Ramiro Marra visita a Javier en su casa. La tarde está tranquila, y la luz del atardecer filtra tonos dorados a través de las ventanas. Ambos hombres están sentados en el salón, con copas de vino en la mesa, charlando de manera relajada.

Javier: – Ramiro, ¿qué pasó en la fiesta? Te vi tan feliz, y últimamente parecés estar en una nube.

Ramiro, con una expresión que revela una mezcla de entusiasmo y reserva, se encoge de hombros mientras mira a Javier.

Ramiro: – Bueno, la verdad es que estoy enamorado. Pero no te pienso decir de quién.

Javier, levantando una ceja y sonriendo, se ríe suavemente.

Javier: – Apa, qué misterio. Aunque si te tiene tan contento, debe ser alguien especial. Pero no te hagas muchas películas.

Ramiro, relajado y con una sonrisa amigable, decide lanzar una pregunta en tono de broma.

Ramiro: – Hablando de misterios, ¿qué onda entre vos y Nico? Los vi muy juntos en la fiesta.

Javier, sorprendiendo con una risa burlona, se recuesta en el sofá y lo mira con una mezcla de diversión y complicidad.

Javier: – No te hagas el detective, Ramiro. No hay nada de qué preocuparse. Simplemente somos buenos amigos, nada más.

Ramiro, con una mirada comprensiva y una sonrisa sincera, se acerca a Javier.

Ramiro: – Bueno, ya te dije que cuentes conmigo para lo que sea. Sos mi mejor amigo, y me importa lo que te pase. Aunque me sigue pareciendo raro que seas amigo de alguien de la oposición justamente, pero no te juzgo eh.

Javier le devuelve la sonrisa, aunque su expresión se torna más seria al considerar la lealtad de Ramiro.

Javier: – Gracias, Ramiro. Lo aprecio. Aunque no te preocupes por Nico y yo. Todo está bajo control.

Chapter 151: Tejiendo pensamientos y nuevas amistades

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📍Despacho de Ramiro Marra – Legislatura Porteña – Día

Ramiro Marra, sentado en su despacho, no podía dejar de darle vueltas a la conversación que tuvo con Javier Milei en la Casa Rosada. El eco de aquella frase seguía resonando en su mente como si la acabara de escuchar.

Javier: "No te preocupes por Nico y yo. Todo está bajo control".

¿"Nico y yo"? ¿Desde cuándo Milei hablaba de Nicolás del Caño de una forma tan... cercana? Ramiro frunció el ceño, tamborileando los dedos sobre el escritorio. Milei, el mismo Milei que tantas veces había chocado ferozmente con el mendocino en debates televisivos y congresales, llamándolo "zurdo de mierda" y burlándose de cada propuesta socialista, ¿ahora hablaba de él como si fueran amigos íntimos? Más aún, como si hubiera una especie de complicidad entre ambos.

La cabeza de Ramiro hervía de preguntas.

Ramiro: "¿Qué está pasando realmente entre estos dos?" pensó, mientras la imagen de Milei y Nico compartiendo risas en la fiesta política volvía a su mente.

Y entonces, otra inquietud le golpeó el cerebro como un martillazo.

Ramiro: "¿Cómo mierda se enteró Milei que fui yo el que le pegó a Nico en el baño del Congreso el otro día?"

Ramiro recordaba perfectamente aquella confrontación. Fue en los baños del Congreso, en medio de una sesión acalorada. Había seguido a Nico después de una de sus intervenciones, molesto, y lo había arrinconado en ese lugar privado. "No te acerques a Milei", había sido su advertencia, entre insultos y amenazas, mientras lo empujaba contra los lavabos. Los golpes fueron rápidos, y aunque Nico no había respondido ni dicho una palabra, sus ojos le dejaron claro que entendía el mensaje. ¿Entonces? ¿Cómo se había filtrado esa información?

El desconcierto lo carcomía, pero en lugar de seguir dándole vueltas, decidió cambiar el foco de sus pensamientos.

Desvió la mirada hacia su teléfono. El fin de semana se acercaba, y la posibilidad de invitar a Martín Lousteau a salir se le cruzó por la cabeza. Ya habían intercambiado algunas charlas amenas en las últimas semanas, y Martín siempre le había parecido alguien serio, pero con una cierta calidez que lo intrigaba.

"¿Debería invitarlo a hacer algo relajado, tal vez una salida informal? Quizás no sea mala idea." Ramiro sonrió ligeramente.


📍Pasillos del Congreso de la Nación – Día

El ambiente se sentía como siempre: cargado de tensión política, con diputados y asesores moviéndose de un lado a otro, las voces resonando entre las paredes, mezcladas con el eco de las pisadas sobre el mármol.

Entre tanto ajetreo, Nicolás del Caño y Martín Lousteau caminaban lado a lado, hablando en un tono mucho más relajado que el de las sesiones.

Nico: – Che, Martín, gracias por lo de ayer. La verdad es que necesitaba descargarme.

Martín sonrió con ese toque de seriedad que siempre lo caracterizaba, pero esta vez, sus ojos mostraban una empatía sincera.

Martín: – No hay problema, Nicolás. Sabés que, si necesitás algo, podés contar conmigo. Acá en el Congreso es fácil perderse entre tanta política y dejar de lado lo humano.

Nico, sintiendo esa conexión, decidió ir un paso más allá.

Nico: – Sabés qué, dame tu teléfono por las dudas, así podemos mantenernos en contacto. Y bueno, si alguna vez pinta salir a tomar algo o simplemente despejarse, me avisás.

Martín asintió con una leve sonrisa, sacando su teléfono del bolsillo de su saco.

Martín: – Dale, pasame el tuyo también.

Intercambiaron los números rápidamente, los celulares vibrando en sus manos. Nico, al guardar el contacto, miró a Martín con una mezcla de alivio y camaradería.

Nico: – Nunca se sabe cuándo vas a necesitar a un buen amigo, ¿no?

Martín, guardando su teléfono, le dedicó una mirada firme pero cálida.

Martín: – Exactamente. Y no te preocupes, lo que me contaste queda entre nosotros.

Se despidieron con un leve apretón de manos, y Nico continuó caminando por los pasillos, su mente más tranquila, aunque un pequeño nudo de preocupación aún permanecía en su pecho.

Marra seguía siendo un tema delicado, y cada vez que pensaba en aquel ataque, la sensación de inseguridad volvía. Sin embargo, tener a Martín de su lado le daba una sensación de respaldo que hacía que las cosas no se sintieran tan abrumadoras.


📍Despacho de Javier Milei – Casa Rosada – Atardecer

Javier Milei se encontraba en su despacho, terminando de revisar algunos informes antes de la próxima sesión. Sus pensamientos iban y venían entre la política y la vida personal, especialmente recordando la charla con Ramiro.

Sabía que había dejado a su amigo intrigado, pero también era consciente de que no podía contarle todo. Nicolás y él compartían algo más que debates ideológicos, y esa relación, por más contradictoria que pareciera, debía seguir siendo un secreto bien guardado.

Mientras miraba por la ventana, contemplando el ocaso sobre la ciudad de Buenos Aires, Javier se preguntaba si el rumbo que estaban tomando sus relaciones, tanto con Ramiro como con Nico, no estaba comenzando a entrelazarse de maneras que no podría controlar.

Pero como solía hacer en estos momentos, sacudió la cabeza, concentrándose nuevamente en su trabajo.

Javier: "Todo está bajo control," se repetía mentalmente.

Sin embargo, las cosas estaban lejos de ser tan simples.

Chapter 152: Sorpresas y encuentros

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📍Departamento de Javier – Palermo – Sábado a la mañana

El sol del sábado se colaba por las ventanas del departamento en Palermo de Milei, iluminando con un resplandor cálido el salón amplio decorado con muebles modernos y estanterías llenas de libros de economía y política. Nico caminaba por la sala con energía, conectando su celular al parlante del equipo de sonido. Pronto, las notas de Los Pericos empezaron a resonar a un volumen alto, llenando la casa de ritmo y alegría.

Nico: —¡Esto es lo mejor para arrancar un sábado!, —exclamó, con una sonrisa radiante mientras tarareaba y cantaba fragmentos de las canciones—. Me late, me late el corazón... —continuaba feliz, bailando al ritmo del bajo y la batería.

Javier, que se encontraba en la cocina preparando el café, escuchaba a su novio desde la distancia con una sonrisa suave en el rostro. Nico, con su energía y espontaneidad, siempre lograba alegrarle el día.

Nico: —Sabés que a mí el reggae me llega al alma, Javi, —dijo mientras se acercaba al umbral de la cocina—. Bob Marley es uno de mis ídolos. No solo por la música, sino por su mensaje de paz y de igualdad. Todo lo que cantaba tenía un sentido profundo. Luchó por la unión de las personas, por algo más grande..., —comentó, mientras su mirada se perdía un poco en la reflexión.

Milei lo miraba embelesado desde el otro lado de la isla de la cocina. Le resultaba fascinante cómo, detrás de esa fachada enérgica, Nico tenía tanta pasión y amor por causas que podían ser tan diferentes de las suyas. Pero esa era una de las cosas que más amaba de él: su autenticidad.

Milei: —Sos increíble, bebé, —le dijo con suavidad, mirándolo directamente a los ojos.

Nico sonrió, acercándose hasta donde estaba Javier. Tomó su mano y, juguetón, le preguntó:

Nico: —¿Y qué planes tenés para hoy? —le dijo con una sonrisa grande —. ¿Vamos a salir a cenar, teatro... qué decís?

Milei soltó una risita divertida, llevándose la taza de café a los labios.

Milei: —Eso, bebé, es una sorpresa. Te lo voy a decir más adelante.

Nico frunció el ceño, aunque en su rostro aún brillaba esa mezcla de diversión y expectación. Milei aprovechó la ocasión y lo besó, apretándolo un poco contra su pecho. Nico, entre risas, se dejó llevar por el gesto cariñoso.


📍Departamento de Ramiro Marra – Puerto Madero – Tarde

Mientras tanto, en otro rincón de Buenos Aires, Ramiro estaba tirado en el sillón de su departamento en Belgrano, mirando su celular y pensando en Martín. Los últimos días habían estado llenos de momentos intensos, y hoy sentía un deseo fuerte de verlo. Tomó su teléfono y le escribió por WhatsApp:

Ramiro: —Che, Tincho. ¿Te pinta salir a tomar algo hoy?

Esperó un rato la respuesta, nervioso, hasta que finalmente el celular vibró en sus manos. Era Martín.

Martín: —Mi hija está enferma. La estoy cuidando, pero si querés, puedo ir a verte un rato, despejarme y charlar un poco.

El mensaje le provocó una sonrisa. Siempre tan atento..., pensó Ramiro, sintiendo un calor en el pecho que lo sorprendía.

Ramiro: —Dale, me parece perfecto. Te espero en la cafetería "Havanna" de Puerto Madero a eso de las 16.00, si te parece.

Martín: —Listo, nos vemos allá. Abrazo.

Ramiro dejó escapar un suspiro profundo y miró el techo con una sonrisa. Luego de unos segundos, decidió levantarse y empezar a elegir qué ropa ponerse. Optó por un jean oscuro ajustado, una camiseta gris simple, y una campera de cuero negra, un look casual pero atractivo.


📍Casa de Martín Lousteau – Caballito – Tarde

Por su parte, Martín, antes de salir, le dejó todo organizado a su hija y optó por una chomba polo color azul marino y unos pantalones beige, buscando estar cómodo pero sin descuidar la elegancia. Antes de salir de su casa en Caballito, sonrió levemente al recordar cómo Ramiro le había escrito tan decidido.


📍Cafetería Havanna – Puerto Madero – Tarde

En Puerto Madero, el ambiente era relajado mientras las terrazas de los restaurantes se llenaban de personas disfrutando del sábado. En una mesa al aire libre del Havanna, Ramiro estaba sentado, jugando con su celular mientras esperaba a Martín. Cuando lo vio acercarse, se levantó para saludarlo con un apretón de manos y una sonrisa que denotaba su alegría por verlo.

Ramiro: —Tincho, ¿cómo va eso? ¿Tu nena está mejor? —preguntó con genuina preocupación mientras ambos se acomodaban en la mesa.

Martín suspiró y se acomodó el suéter antes de responder.

Martín: —Está mejorando de a poco, pero es duro verla mal. Son momentos que uno quisiera evitar, ¿viste? Aunque sea un resfrío, como padre te preocupás igual, —confesó, mirando el café que acababa de pedir.

Ramiro lo escuchaba atentamente, sintiendo un pequeño nudo en el pecho. No podía evitar imaginar la angustia que debía estar sintiendo Martín.

Ramiro: —Me imagino. Qué garrón. Ojalá se recupere pronto, —dijo, inclinándose un poco hacia él, con un tono sincero.

El silencio momentáneo entre ambos fue roto por Martín, quien decidió cambiar el tema hacia algo más liviano.

Martín: —Bueno, contame algo, Rami. ¿Qué música te gusta? Yo soy bastante clásico, pero a veces me pinta escuchar cosas más modernas. Estoy escuchando mucho rock nacional últimamente.

Ramiro: —Uh, qué bueno. Yo soy bastante ecléctico. Paso del rock al pop, y de ahí a cosas más alternativas. ¿Te gustan bandas como Soda Stereo o Babasónicos?

Martín asintió con una sonrisa, mientras le daba un sorbo a su café.

Martín: —Soda, sí, son una locura. Siempre me gustaron. ¿Y películas? ¿Qué género te va? Yo últimamente estoy metido mucho en el cine de suspenso.

Ramiro: —A mí me gusta un poco de todo, pero las de ciencia ficción me pueden. Me flashean las historias con mundos y tecnologías que no existen, —respondió, entusiasmado por el giro de la conversación.

Charlaron un buen rato sobre sus gustos en música, cine y algunas anécdotas divertidas que Martín compartió sobre su hija. El tiempo se les pasó volando entre risas y conversación ligera, hasta que Ramiro miró la hora y notó que se acercaba el momento de despedirse.

Ramiro: —Che, ¿te llevo a casa? Tengo el auto acá cerca, —ofreció, casi sin pensarlo.

Martín, que estaba un poco cansado, sonrió y aceptó la oferta.

Martín: —Dale, estaría bueno. Gracias.


📍Auto de Ramiro – Camino a Caballito – Tarde

Subieron al auto de Ramiro, y el trayecto hasta Caballito transcurrió de forma tranquila, con más charlas sobre la vida y pequeñas bromas entre ellos. Cuando llegaron a la casa de Martín, Ramiro se estacionó frente a la puerta, notando que no quería que la tarde terminara.

Martín se inclinó un poco y, antes de bajar, le dio un beso suave en la mejilla.

Martín: —Gracias por todo, Rami. Espero que nos veamos pronto, —dijo, mirándolo con una sonrisa cálida.

Ramiro se quedó un segundo en silencio, pero luego sonrió.

Ramiro: —Seguro. Cuidate y que tu nena se recupere pronto.

Martín asintió y bajó del auto, despidiéndose brevemente agitando su mano mientras entraba en su casa. Ramiro, con el corazón acelerado y una sonrisa dibujada en su rostro, arrancó el auto y comenzó a conducir de vuelta a Puerto Madero, sintiéndose feliz y esperanzado por lo que vendría.

Chapter 153: Paseo y promesas

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📍 Puerto Madero – Sábado - 18:45 hs
El sol de la tarde bañaba en tonos dorados los edificios modernos y los viejos puentes de hierro de Puerto Madero. Las aguas tranquilas reflejaban la luz como si cada ola llevara un pedacito de fuego. Nico caminaba al lado de Javier, tomándole la mano con naturalidad. Ambos iban distendidos, vestidos de manera casual pero cuidada: Nico, con una camisa blanca de lino que el viento levantaba apenas, y jeans oscuros que marcaban su silueta; Javier, con su campera de cuero negra y jeans desgastados, ese look suyo que parecía decir “No me importa la moda, pero igual me ves”. También llevaban puestos unos lentes de sol y Nico una capelina.

Milei:¿Estás listo para una tarde diferente, amor? —sonrió con complicidad mientras se acercaban al muelle, donde un elegante barco los esperaba.

Nico:Obvio que sí… pero todavía no me dijiste adónde vamos. —Su mirada brillaba entre la intriga y la emoción, reflejándose el agua en sus ojos marrones.

Subieron al barco, que empezó a deslizarse con suavidad sobre el Río de la Plata. Una brisa fresca les acariciaba la piel. Nico observaba cómo la ciudad se alejaba lentamente, mientras pensaba: “Es como si Buenos Aires estuviera bajando el volumen y quedáramos solo nosotros dos”. El barco avanzaba por el río, dejando atrás los altos edificios de Puerto Madero, y se adentraba en una travesía que prometía ser inolvidable.


📍 Rumbo al Río de la Plata
El paseo los llevó frente a La Boca, con sus fachadas coloridas asomando desde la distancia, y luego frente a San Telmo, que desde el agua parecía un cuadro detenido en el tiempo.

Milei:Te traje porque sé lo mucho que te gusta el río… y Buenos Aires desde otra perspectiva. Pero lo mejor todavía no te lo conté. —Sus ojos tenían un brillo que Nico conocía: el de alguien a punto de largar una bomba.

Nico:¿Ah, sí? ¿Qué me tenés preparado ahora?

Javier esperó a que el horizonte se abriera. La ciudad quedaba atrás y el agua se volvía infinita.

Milei: —Te compré entradas para el concierto de Los Piojos, el que van a dar a fin de mes, en el Estadio Único de La Plata. Sé cuánto te gusta el rock argentino, y quería que tuvieras la mejor experiencia, —dijo, mirándolo de reojo, observando cuidadosamente la reacción de su pareja.

Los ojos de Nico se abrieron de par en par. Se quedó sin palabras por un segundo, incrédulo.

Nico: —¡No me jodás!, —dijo, con una mezcla de emoción y sorpresa—. ¿Me estás hablando en serio?

Javier asintió, con una pequeña sonrisa, disfrutando del momento.

Milei: —Conseguí las mejores posiciones en todo el estadio. Vamos a estar al frente, viviendo el recital como nunca antes —dijo, con orgullo en su voz.

Nico lo miró con los ojos llenos de gratitud y cariño. El simple hecho de que Javier hubiera hecho ese esfuerzo lo conmovía profundamente.

Nico:No sabés lo que esto significa para mí, Javi… sos un genio. Gracias. —Lo abrazó con fuerza. Javier, que no era de mucho contacto público, correspondió con un gesto más tierno que de costumbre.


📍 Punta del Este – Noche

El barco continuó su rumbo hacia Punta del Este, donde pasarían la noche. Al llegar, el cielo ya se teñía de tonos anaranjados y rosados. El hotel de alta gama donde se alojarían los recibía con su imponente arquitectura frente al mar, un reflejo de lujo y comodidad. Después de hacer el check-in, ambos decidieron dar un paseo nocturno por la Playa Mansa.

Las olas rompían suavemente en la orilla, y el aire fresco de la noche les brindaba una sensación de calma. Nico caminaba descalzo, sintiendo la arena fría bajo sus pies, mientras Javier lo acompañaba en silencio, disfrutando de la tranquilidad del momento.

Nico:Esto es perfecto, Javi. No podría pedir nada más.

Javier lo miró de reojo, satisfecho de haber logrado sorprender a Nico una vez más.

Milei: “Si supieras todo lo que tengo pensado todavía”.


📍 Caballito – Atardecer

Mientras tanto, en Caballito, Martín estaba sentado en la terraza de su casa, observando el atardecer mientras chateaba con Ramiro. La pantalla de su celular brillaba suavemente mientras los mensajes de Ramiro le arrancaban sonrisas sin que él pudiera evitarlo.

Ramiro: "Che, Tincho, ¿por casualidad vos sos Google? Porque en vos veo todo lo que busco", decía uno de los mensajes.

Martín, que siempre había sido más reservado, no pudo evitar reírse en voz alta, sonrojándose intensamente. Miraba la pantalla incrédulo, sin saber qué responder. Sentía una mezcla de diversión y timidez que le resultaba nueva.

Martín: "Sos un caradura, Ramiro 😂", escribió el hombre crespo.

Pero Ramiro no se detuvo ahí.

Ramiro: "¿Me parece o vos saliste de la Fábrica de Chocolates de Willy Wonka? Porque sos una dulzura... 😉 ".

Martín volvió a reírse, pero esta vez se llevó la mano a la frente, cubriéndose el rostro mientras sentía cómo sus mejillas ardían de lo rojo que estaba. Desde su terraza, el cielo se tornaba de un tono rosado suave, y el aire fresco de la tarde le proporcionaba un alivio agradable. Pero por dentro, no podía controlar lo embobado que estaba por los mensajes de Ramiro.

Martín: "No podés tirar esas frases, sos tremendo" , escribió, mientras aún se reía.


📍 Belgrano – Noche

Al otro lado de la ciudad, en su departamento de Puerto Madero, Ramiro sonreía ampliamente al leer la respuesta. También estaba tirado en el sillón, disfrutando de la conversación, con una expresión de satisfacción en el rostro. Mientras escribía, no podía evitar sentirse cada vez más enganchado a Martín.

Ramiro: —Es que no lo puedo evitar, Tincho. Con vos me sale ser así. Te mando algo tranqui, para equilibrar las cosas, —dijo, pensando en qué comentario lanzar después.

Ambos seguían chateando, explorando sus gustos y hablando de trivialidades, como las películas y la música que consumían, pero también tocando temas más serios como el contexto político de otros países. Aunque sus posiciones diferían, se daban cuenta de que había más cosas en común de lo que esperaban. Ramiro admiraba la forma en que Martín defendía sus ideas, mientras que Martín comenzaba a encontrar en Ramiro algo más que un tipo gracioso; le gustaba su inteligencia y su frescura.

El atardecer se convertía en noche, y ambos, sin saberlo, tenían una sonrisa idéntica en sus rostros.


📍 Punta del Este – Suite del Hotel NH – 23:15 hs

La noche en Punta del Este continuaba envolviendo el cielo con un tono azul profundo, mientras la suave brisa del océano acariciaba las calles. Después de su paseo por la Playa Mansa, Javier y Nico llegaron a su suite en el lujoso hotel NH. Eran aproximadamente las 23:15 cuando cruzaron la puerta, ambos sintiendo ese innegable calor de la intimidad que habían compartido.

Javier:Voy a pedir que nos traigan la cena acá—dijo el presidente, tomando su celular para hacer el pedido al servicio a la habitación.

Mientras tanto, Nico, visiblemente animado por la hermosa noche, se dirigió al balcón de la habitación. Desde allí, tenía una vista perfecta de la playa bajo la luz tenue de la luna. Encendió un cigarrillo de marihuana y disfrutó de una calada profunda, el humo bailando en el aire mientras la brisa le revolvía suavemente el cabello. Estaba en un estado de completa paz, admirando la belleza del lugar, sintiendo cómo cada rincón de su ser se relajaba.

Nico: "Qué paz. Ojalá pudiéramos quedarnos más días..."


📍 Balcón de la suite – Minutos después

Javier, después de hacer el pedido, se acercó sigilosamente a Nico y lo abrazó por detrás, rodeando su cintura con los brazos. Depositó un beso delicado en su cuello y le susurró al oído.

Javier:Estás hermoso, bebé —le dijo con una ternura que derretiría cualquier corazón.

Nico, sin dejar de mirar el horizonte, sonrió, disfrutando de la sensación de ser abrazado por Javier, pero sintió el cambio en su tono cuando este se dio cuenta de lo que estaba fumando.

Nico:Tranquilo, amor —dijo Nico, tomando otra calada mientras miraba al cielo—. El cannabis es legal acá en Uruguay, y no es tan malo como dicen. No te mata las neuronas ni te vuelve adicto. Tiene un montón de propiedades útiles, ¿sabías? Y no solo se usa para fumar. Se usa para fines textiles, medicinales, cosméticos, terapéuticos... es una planta divina.

Javier lo escuchaba atentamente, embelesado no solo por la pasión con la que Nico hablaba, sino también por la profundidad de su conocimiento.

Nico: —Yo quería impulsar la legalización del cultivo en Argentina, pero bueno... el destino me llevó por otro camino —agregó Nico, soltando una risa que hizo eco en la terraza.

Javier lo miraba fascinado, con una mezcla de asombro y admiración. Le resultaba increíble cómo Nico podía ser tan apasionado y elocuente al hablar de algo tan cotidiano como una planta.

Javier:No tenía idea de todo eso, che —admitió Javier, apoyando su cabeza en el hombro de Nico—. Yo solo fumé marihuana cuando era adolescente y me hacía reír, pero hoy en día no necesito esas cosas. Todo lo que me hace feliz está justo acá, enfrente mío.

Nico se sonrojó, notando que la risa y el cannabis habían hecho su trabajo en su cuerpo. Giró un poco el rostro hacia Javier, mirándolo con los ojos achinados y una sonrisa pícara.

Nico: —Callate, tonto. Mirá cómo me hacés poner —le dijo el diputado, entre risas.

Javier: ¿Y cuál es el problema? —respondió Javier, besándole suavemente la mejilla—. Sabés que me encanta verte así. Me gusta esa magia que tengo sobre vos


📍 Suite – 23:30 hs

En ese momento, un suave golpe en la puerta interrumpió su momento íntimo. Ambos se miraron, ya sabiendo que se trataba de la cena. Javier fue a abrir, agradeciendo al mozo, quien dejó una bandeja enorme sobre la mesa de la habitación. Contenía dos copas y una botella de champagne de la marca Chandon, una milanesa a caballo con papas españolas, ñoquis de espinaca con salsa bolognesa y, como postre, dos porciones de flan mixto con dulce de leche y crema.

Javier: ¡Qué pinta tiene todo esto! —exclamó Javier con admiración, mientras colocaba la bandeja sobre la cama.

Se sentaron sobre el colchón, apoyados en los almohadones, disfrutando del banquete. Ambos estaban extasiados por el sabor de la comida, compartiendo risas y comentarios sobre lo rica que estaba.

Una vez terminaron, dejaron los platos y las copas vacías en el escritorio blanco de la habitación. Con el estómago lleno y la mente relajada, se pusieron ropa cómoda, y se tumbaron juntos en la cama, acurrucándose mientras el televisor iluminaba suavemente la habitación.

Nico rompió el silencio con una confesión que llevaba tiempo masticando.

Nico: —Che, Javi... tengo que decirte algo. —Su voz tenía un tono serio, algo inusual para él en ese momento.

Javier: —A ver, decime —respondió Javier, mirándolo con curiosidad.

Nico: —Viste que tuve ese amorío con Micho cuando era pibe... —empezó Nico, con un toque de nerviosismo en la voz—. Pero desde que estoy con vos, descubrí algo que nunca me había planteado. La verdad es que me di cuenta de que me gustan los hombres. Soy gay, Javi.

El rostro de Javier mostró una breve sombra de incomodidad. Él siempre había tenido una postura clara en cuanto a su rechazo hacia la homosexualidad, pero su amor por Nico lo superaba todo en ese momento. Con cuidado, ocultó sus pensamientos internos y le respondió suavemente.

Javier: —A mí no me gustan los hombres, Nico. A mí solo me gustás vos.

Nico soltó una risa divertida, arqueando una ceja.

Nico: —¿Ah, sí? Y entonces, ¿qué soy yo, Javi?

Javier lo miró con una mezcla de ternura y diversión.

Javier: —Sos el amor de mi vida, ¿qué clase de pregunta es esa, Del Caño?

Nico lo miró más serio esta vez.

Nico: —Sabés a qué me refiero, Javi.

Hubo un breve silencio antes de que Javier decidiera ser sincero.

Javier: —Mirá, Nico... te soy honesto. Es la primera vez en mis casi 54 años que me pasa algo con un hombre. No sé qué soy, ni me importa mucho eso de las etiquetas. Solo sé que sos el primer hombre que significa algo más que un amigo para mí. Y pensar que hace unos meses atrás no nos podíamos ni ver las caras —dijo, riendo suavemente—. Miranos ahora. Ojalá no tuviéramos que escondernos de todo el mundo, pero... es lo que nos toca. Lo nuestro es un tesoro, y como todo tesoro, tiene que estar bien guardado.

Nico no estaba del todo convencido con esa respuesta, pero lo dejó pasar. Se dejó llevar por el momento y recostó su cabeza sobre el pecho de Javier, quien le besó la cabeza con cariño. La noche transcurrió entre mimos, risas y comentarios sobre la película que veían en la tele, dejando que el suave viento de la playa los acompañara hasta quedarse dormidos.

Chapter 154: Dos cenas, dos mundos

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📍 NH Hotel – Domingo - Amanecer

La luz del amanecer se colaba suavemente por las cortinas de la suite en el NH, iluminando de a poco los rostros de Javier y Nico. Aún medio dormidos, se acurrucaban en la cama, entrelazados bajo las sábanas blancas. Nico, sintiendo la calidez del cuerpo de Javier, se acomodó más cerca de él, mientras Javier le daba un beso en la frente, susurrándole suavemente:

Javier:Buen día, mi amor.

Nico abrió los ojos lentamente, esbozando una sonrisa al sentir los labios de Javier en su piel. Se estiró con pereza y luego, sin decir nada, le devolvió el beso.

Javier:¿Pedimos el desayuno a la habitación? —preguntó, pasando su mano por el desordenado cabello de Nico.

Nico:Dale, suena perfecto. Estoy muerto de hambre —respondió, sentándose con dificultad en la cama y frotándose los ojos.


📍 Suite – Desayuno en la cama

Unos minutos más tarde, el mozo llegó con la bandeja. El aroma de medialunas frescas invadió la habitación. En la bandeja había potecitos con mermeladas de zapallo, tomate, durazno y frutilla enteras. Había otro con manteca y uno más con dulce de leche. También había dos vasos de jugo de naranja y rollitos de jamón y queso. Mientras disfrutaban del desayuno en la cama, Javier no pudo evitar observar con admiración a Nico, quien comía con evidente satisfacción.

Javier:Te juro, cada día me sorprende más lo tierno que podés ser cuando comés —comentó con una sonrisa divertida.

Nico, con la boca llena, levantó las cejas y rió, haciendo que Javier se riera también.

Nico:No seas tonto, comé vos también —dijo, ofreciéndole un rollito de jamón y queso a Javier.


📍 Recorrido turístico por Punta del Este

Más tarde, después de bañarse y vestirse, la pareja decidió salir a recorrer Punta del Este. Visitaron algunos de los sitios turísticos más famosos: la Mano de Punta del Este, donde se tomaron varias fotos; el Puerto de Punta del Este, donde observaron los barcos y yates; y pasaron un buen rato en el Faro de Punta del Este, desde donde disfrutaron de la vista panorámica.

Fueron a comprar souvenirs, y Javier no pudo evitar sonreír ante la emoción de Nico, quien se llevó varios imanes de la ciudad, un sombrero con el logo de Punta del Este y hasta unas pequeñas artesanías hechas con conchas marinas. Aunque Nico era algo tímido para las fotos, Javier insistió en tomarle varias, alegando que quería que esos momentos quedaran guardados como un tesoro solo para ellos.

Javier:Dale, amor, te ves re tierno. Quiero poder mirar estas fotos cuando estemos viejos y recordar lo mucho que nos reíamos hoy —le dijo, sonriendo.

Nico:Está bien, pero no me saqués tantas —respondió, fingiendo molestia, aunque por dentro se sentía halagado.


📍 Merienda en “La Bourgogne”

A la tarde, pararon a merendar en la exclusiva café “La Bourgogne”, uno de los lugares más refinados de la ciudad. Se pidieron café con leche y unas facturas dulces. Mientras disfrutaban de la merienda, se quedaron mirando a las otras parejas y grupos de amigos que conversaban animadamente, sin dejar de compartir miradas cómplices entre ellos.

Nico:Este lugar es increíble. Me encanta estar acá con vos —dijo, tomando la mano de Javier por debajo de la mesa.

Javier:Y a mí me encanta verte tan feliz. Esto es lo que quiero para nosotros, siempre —respondió, apretando suavemente la mano de Nico.


📍 Río Maldonado – Atardecer

Más tarde, fueron a bañarse al río Maldonado. Corretearon como niños, tirándose agua el uno al otro, entre risas y gritos de alegría. En un momento, Nico se puso a juntar caracoles con la misma emoción que cuando era chico. Javier lo miraba, fascinado por la pasión que Nico demostraba por las pequeñas cosas.

Javier:No puedo creer que estés tan emocionado por unos caracolitos —se rió, observando cómo Nico se agachaba para recoger otro.

Nico:Es que de chico los coleccionaba. Era como un ritual cada vez que iba a la playa. Y ahora lo hago con vos, qué más puedo pedir —contestó, mostrándole a Javier su botín de caracoles.


📍 Preparándose para la noche

Al volver al hotel, se ducharon rápidamente y se vistieron para salir. Javier eligió un pantalón oscuro y una camisa celeste que le quedaba perfecta, mientras que Nico optó por unos jeans claros y una remera blanca que resaltaba su tono de piel. Estaban listos para disfrutar de la noche.


📍 Caballito – Hogar de los Lousteau

Al otro lado del charco, en Caballito, Carla Peterson intentaba convencer a Martín Lousteau de salir a cenar esa noche. Catalina, su hija, había estado enferma los últimos días, y Martín no quería que salieran hasta que se recuperara por completo.

Carla:Martín, Cata está mucho mejor. Un poco de aire fresco le va a hacer bien —insistió, mirándolo con una sonrisa cómplice.

Martín se quedó en silencio por unos segundos. La verdad es que su mente estaba en otro lugar. Ramiro… Sus pensamientos hacia él lo distraían más de lo que él mismo quería admitir. Carla, notando su silencio, le preguntó si todo estaba bien.

Carla:¿Te pasa algo? Te noto distante, últimamente.

Martín, sintiéndose descubierto, esbozó una sonrisa nerviosa.

Martín:No, no. Todo bien. Vamos a salir si eso te hace feliz —le dijo, intentando tranquilizarla con un beso en los labios.


📍 Preparativos para la cena

Carla, satisfecha, fue a prepararse. Se puso un vestido negro elegante con brillos que marcaba su figura, combinándolo con tacones negros, una carterita y accesorios de perlas. Cuando le pidió a Martín que le cerrara el vestido, él no pudo evitar quedarse sin palabras al verla tan hermosa.

Carla:¿Y? ¿Qué decís? —preguntó, dándose cuenta de la reacción de su marido.

Martín:Estás increíble —respondió, besándole la frente, aunque por dentro su mente seguía en otro lugar.

Mientras se vestía, con la culpa pesándole, Martín no podía dejar de pensar en Ramiro. Amaba a Carla, no tenía dudas, pero lo que sentía por Ramiro también era fuerte, algo que no podía ignorar.


📍 Restaurante Oviedo – Cena

Esa noche, la familia Lousteau salió a cenar al restaurante más exclusivo de la ciudad, Restaurante Oviedo. Carla pidió una langosta con manteca de hierbas, mientras que Martín optó por un ojo de bife jugoso, Gaspar pidió milanesa napolitana con papas fritas y Catalina, ya recuperada, disfrutó de unos sorrentinos de jamón y queso. A pesar de estar rodeado de su familia, la mente de Martín seguía siendo un torbellino. Sabía que eventualmente tendría que enfrentarse a sus sentimientos y tomar una decisión.


📍 Hogar de Carla y Martín – Noche

Pero esa noche, mientras se acostaban para dormir, todo lo que hizo fue abrazar a Carla, intentando acallar la tormenta en su mente.

Chapter 155: Lo que no queremos perder

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📍 Mañana en Punta del Este
La mañana empezó lenta y tranquila en Punta del Este. El sol entraba a raudales por las ventanas de la suite de Nico y Javier. A pesar de lo bien que lo habían pasado los últimos días, Javier ya tenía planes para regresar a Buenos Aires.

Estaban echados en la cama y Nico, todavía medio dormido, entre mimos y caricias, confesó que, si fuera por él, se quedarían a vivir ahí, en ese paraíso costero. Javier sonrió y le acarició el cabello, pero sabía que ambos tenían responsabilidades que los esperaban en Argentina.

Después de un desayuno ligero en la habitación, comenzaron a hacer las valijas. El viaje de regreso lo harían en barco y, ya en el puerto, Nico empezó a sentirse un poco mareado. Al poco de partir, el movimiento del barco le jugó una mala pasada y vomitó varias veces. Javier, preocupado, no se despegó de su lado: le pasaba la mano por la frente, le alcanzaba agua, lo abrazaba y lo acompañaba a la habitación para que se recostara.

Javier:¿Estás seguro que no fue algo que comimos en Uruguay? –preguntó, mientras acariciaba el cabello de Nico, quien tenía la cabeza apoyada en su regazo.

Nico:No es la comida, amor. Te prometo que estoy bien, solo es el barco. Ya sabés que no soy muy fan de los viajes por agua. –dijo con voz débil.

El ambiente en la pequeña habitación era cálido, a pesar de que afuera el viento frío del Atlántico sacudía las olas. Javier lo observaba con ternura, pasándole suavemente los dedos por el cabello.

Javier: "Tal vez fue algún alimento que comimos en Punta del Este…"

Habían disfrutado de varios manjares y bebidas exquisitas, todos de excelente calidad, pero la mente de Javier siempre buscaba las posibles causas, preocupado por la salud de su novio.

Javier:Igual no me voy a quedar tranquilo hasta que lleguemos a Buenos Aires y te vea mejor –dijo, suspirando mientras seguía acariciándolo.

El suave balanceo del barco, lejos de ser reconfortante, era como un recordatorio constante de las inseguridades que Nico arrastraba, tanto físicas como emocionales. 

Nico:¿Es cierto eso que me dijiste hace unos días en Punta del Este, mientras me sacabas fotos? Que íbamos a estar juntos hasta cuando seamos viejos.

Javier sintió una oleada de ternura. Le tomó la mano, la besó y sonrió.

Javier:Por supuesto que sí, mi amor. Hasta viejitos me vas a tener que seguir aguantando, lamento informarte. –dijo, intentando alivianar el peso de la conversación con su característico humor.

Nico rió, aunque su risa se apagó por la debilidad. Lo miró a los ojos, todavía inseguro.

Nico:Para mí sería un placer aguantar a un anciano como vos en el futuro. Incluso aunque ronques todas las noches como un oso y me pegues patadas a lo Bruce Lee mientras dormís. Pero en serio… ¿nos ves tanto futuro, Javi? ¿Qué pasa si no es así?

Javier sintió un pequeño nudo en el estómago.

Javier:Primero, ya te dije que yo no ronco: es mi forma de marcar territorio. Acordate que soy un león, bebé. Y segundo, no pienses en esas cosas negativas. Sabés que el destino da muchas vueltas y los “para siempre” suelen terminar antes de lo que uno quisiera. Pero apostemos a cuidar lo nuestro, porque yo no te pienso dejar ir. Irónico que lo diga, sabiendo que hasta hace no mucho nos matábamos a puteadas en el Congreso. Pero vos fijate lo loco que es el destino… cómo no voy a tener fe en lo nuestro.

Los ojos de Nico se humedecieron.

Nico:¿Y qué pasa si algún día conocés a alguien mejor que yo? Si te cruzás con una mujer que tenga todo lo que yo no puedo ofrecerte… en todo sentido. Porque en serio estoy enamorado de vos, Javi.

Javier le besó la frente con suavidad.

Javier:No digas pavadas, mi amor. No hay nadie que pueda ofrecerme lo que vos me das. Sos único para mí, y no pienso cambiar eso por nada en el mundo. Y si me cruzo con alguien más, me va a importar un carajo. Ya te elegí, ¿entendés? –respondió con ternura– No pienses en esas cosas. Yo te amo a vos.

Nico cerró los ojos, intentando confiar en sus palabras mientras sentía el calor de Javier envolviéndolo.


📍 Regreso a Buenos Aires
Días después, ya de vuelta, cada uno retomó sus rutinas laborales: Javier en la Casa Rosada, Nico en la Cámara de Diputados. Mientras tanto, en el Senado, Martín Lousteau lidiaba con su propio caos emocional.

Ese día, caminaba por los pasillos cuando Ramiro Marra lo vio y se acercó a saludar.

Ramiro:¡Martín! ¿Todo bien? –dijo con una sonrisa, intentando disimular su entusiasmo.

Martín se mostró distante.

Martín:Sí… sí, todo bien. –respondió sin convicción, mirando a otro lado.

Ramiro:¿Estás seguro? Te noto raro.

Martín:Esto no está bien. –murmuró antes de alejarse por el pasillo, dejando a Ramiro desconcertado.

Se encerró en un baño, y apenas cerró la puerta del cubículo, las lágrimas empezaron a brotar.

Martín: "No puedo seguir así… no puedo seguir sintiendo esto por los dos."

Lloró unos minutos, luego se recompuso como pudo y salió con los ojos hinchados. Buscando alivio, intentó localizar a Nico. Al no verlo, le mandó un mensaje:

Martín: "¿Podemos tomar un café hoy? Mi cabeza es un quilombo."

Nico: "Dale, nos vemos a la tarde."

Nico, que ya había notado su ausencia, le respondió rápidamente aceptando reunirse en un café del Microcentro.


📍 Confesiones en el Café Tortoni
A las cuatro de la tarde, se encontraron en el Tortoni. Martín, deshecho, se dejó caer en la silla frente a Nico, quien al verlo, se asustó por sus ojos hinchados y enrojecidos.

Nico:Martín, ¿qué te pasa? Estás hecho bolsa, amigo.

Pidió un café cortado, y Martín, un té con leche.

Martín tomó un sorbo antes de hablar, con voz temblorosa.

Martín:Estoy en un quilombo, Nico. No sé qué hacer. Estoy… estoy enamorado de Ramiro. Pero también amo a Carla. No quiero lastimar a ninguno de los dos.

Nico abrió los ojos, sorprendido.

Nico:¿Qué? ¿Te gusta Ramiro Marra? ¿El que todos conocemos? ¡No te estoy juzgando! Solo… wow. Haberlo sabido, no te hubiera contado el otro día acerca de la paliza que me dio en el baño del Congreso. –rió levemente.

Martín esbozó una sonrisa triste. Nico lo escuchó en silencio hasta que pudo hablar.

Nico: –Mirá, Martín, es jodido. No hay decisiones fáciles en este tipo de situaciones. Yo lo viví con Javier, cuando andaba noviando con Yuyito González y a la vez lo nuestro empezaba a tomar forma –confesó, recordando esos tiempos– Lo que sea que decidas hacer, tiene que valer la pena. Porque una vez que tomes una decisión, te vas a tener que bancar las consecuencias, para bien o para mal. Así que... ¿realmente lo amás a Ramiro como para asumir ese riesgo? Solo vos sabés lo que sentís, Martín. 

Martín lo miró con el corazón en la mano, y Nico, viendo su vulnerabilidad, le levantó el mentón suavemente, le secó las lágrimas con una servilleta.

Nico:Borrá esa tristeza de tu cara. Me duele verte así porque sos mi amigo.

Martín, entre lágrimas y risas, lo abrazó con fuerza.

Martín:Gracias, Nico. Necesitaba esto.

Y en ese abrazo, en medio del caos emocional de Martín, ambos encontraron un momento de paz, sabiendo que las decisiones más difíciles estaban por venir.

Chapter 156: Lo que calla un padre de familia

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📍🏠 Living / Comedor - Noche de Miércoles

Martín Lousteau llegó a su casa en Caballito al anochecer. Estaba exhausto después del largo día en el Congreso, cargando no solo con las responsabilidades de su trabajo, sino también con el peso de sus pensamientos y la confusión que le provocaba su relación con Ramiro Marra.
Al entrar en su casa, el aroma familiar de la cena y los ruidos de sus hijos jugando en el living lo recibieron, lo que de alguna manera lo hizo sentir en paz, aunque su mente seguía dividida.

El living de la casa de Martín era amplio, decorado con muebles de madera oscura y cortinas claras que contrastaban con el color del sofá, de un tono gris azulado. La luz cálida de las lámparas creaba un ambiente acogedor, mientras Catalina, su hija menor de 4 años, jugaba cerca de la mesa ratona con su gran muñeca pepona, haciéndola bailar. Martín no pudo evitar sonreír al verla concentrada en su juego.

Gaspar:¡Papá!

La voz de su hijo mayor, de 8 años, llegó desde la mesa del comedor. El niño estaba sentado con su cuaderno de Matemáticas abierto, lápiz en mano, esperando la ayuda de su padre.

Martín se acercó, tratando de despejar su mente y concentrarse en su rol de padre. Gaspar, un niño de cabellos rizados igual que su padre, pero con el color rubio de Carla, su madre, era brillante para su edad, pero la tarea le estaba costando un poco esa noche.

Martín:A ver, mostrame en qué te trabaste.

Se sentó a su lado y revisó las ecuaciones. Catalina se acercó un poco más, bailoteando con su muñeca cerca de ellos.

Gaspar:En esto, no entiendo cómo hacer la división larga...

Martín le explicó con paciencia, dibujando números y líneas en el cuaderno mientras Gaspar lo miraba atentamente.
Mientras tanto, el sonido de los pasos de Carla se escuchaba desde la cocina, donde terminaba de preparar la cena. Los platos tintineaban al ser colocados en la mesa, y el aroma a carne recién hecha se mezclaba con el del pan tostado.

Carla:¡A cenar!

Su voz sonó clara y alegre. Todos se dirigieron a la mesa. Gaspar dejó su cuaderno, y Catalina, con su muñeca en brazos, corrió hacia su asiento, arrastrando sus medias sobre el piso de madera.

La familia se sentó a disfrutar de una cena sencilla pero deliciosa: bife a la plancha con ensalada de tomate y lechuga. El comedor estaba decorado de manera sencilla pero elegante, con cuadros de paisajes colgados en las paredes y algunas plantas pequeñas en las esquinas que le daban vida al ambiente. Los niños respondieron con entusiasmo cuando Carla les preguntó sobre su día en el colegio, y las risas y conversaciones ligeras llenaron la habitación, disipando por un rato los pensamientos oscuros en la mente de Martín.

A medida que avanzaba la cena, Martín comenzó a relajarse, olvidando por unos momentos lo sucedido con Ramiro. Sin embargo, cada tanto una mirada perdida lo traía de vuelta a la realidad que intentaba evitar.

Martín: "Esto no está bien..."

Recordaba cómo había tratado a Ramiro más temprano en el día, y cómo ahora el silencio de su esposa lo envolvía en una comodidad que ya no sabía si merecía.


📍🛏 Dormitorio de Catalina

Después de cenar, Martín fue a leerle un cuento a Catalina. Se sentaron juntos en la pequeña cama de su hija, cubierta con un acolchado de colores vivos, y él comenzó a leer un fragmento de Caperucita Roja. La niña, con sus ojos grandes y curiosos, se fue quedando dormida mientras Martín le relataba la historia.

Cuando terminó, cerró el libro suavemente, la arropó y le dio un beso en la frente.

Martín:Buenas noches, mi vida.

Le acarició el cabello castaño lacio y luego salió del cuarto en silencio, con el corazón un poco más ligero.


📍🛏 Dormitorio matrimonial

Al llegar al dormitorio matrimonial, Carla ya estaba acostada, hojeando una revista. Llevaba un vestido blanco floreado corto, de tela aterciopelada, que usaba como pijama. Martín se cambió rápidamente, poniéndose su pijama azul marino, y se acostó a su lado.

Carla:El fin de semana viene mamá con los chicos... así que andá mentalizándote.

Su comentario fue acompañado por una risa ligera, casi musical.

Martín sonrió, aunque solo le prestó atención a medias. Su mirada se perdió en los detalles de la habitación: las fotos de sus hijos en el tocador, los cuadros en las paredes, las sábanas prolijamente estiradas en la cama. Todo lo que había construido, lo que había trabajado tan duro para mantener.

Y ahora, de alguna manera, todo eso estaba en peligro por la confusión que le provocaba Ramiro.

Martín: "¿Realmente vale la pena todo esto? ¿Debería elegir a alguien que es doce años más joven que yo, cuando hay tantas personas más apropiadas para Ramiro? Solteras, más jóvenes..."

Las dudas lo atormentaban. No pudo dormir bien esa noche; cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Ramiro volvía, mezclada con escenas de su propia familia.


📍🍳 Cocina – Jueves a la mañana

A la mañana siguiente, se levantó antes que Carla, tratando de no hacer ruido. El aire fresco que se colaba por una rendija de la ventana le erizó la piel. Fue al baño y, al mirarse al espejo, se vio ojeroso y cansado.

Su reflejo le devolvía una imagen que daba lástima: los hombros caídos, el gesto cansado, la barba incipiente. Respiró profundo y se fue a la cocina, donde comenzó a preparar el desayuno: café para él, leche para los chicos, tostadas.

El sonido del café burbujeando en la cafetera fue interrumpido por la vibración de su celular en la mesa. Lo tomó sin pensar, pero al desbloquearlo, el peso en el pecho se intensificó.

Ramiro: "Martín, ¿estás bien? Ayer te vi raro. ¿A qué te referís con que ‘esto no está bien’?"

El corazón de Martín dio un vuelco. Sabía que este día no sería fácil, y que enfrentar a Ramiro en el Congreso solo agregaría más peso a su ya cargada mente.

Martín: "¿Cómo voy a explicarle esto a Ramiro... si ni yo sé bien qué quiero?"

Se quedó mirando la pantalla durante varios segundos, como si esperara que las palabras se escribieran solas. Afuera, el barrio ya comenzaba a despertar, pero para Martín, el día recién empezaba... y con él, el peso de una conversación inevitable.

Chapter 157: El dilema sentimental de Martín

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📍Casa de los Lousteau - Caballito - 07:10 hs

El sol apenas comenzaba a asomarse sobre la ciudad de Buenos Aires cuando Martín Lousteau salió de su casa en Caballito, todavía luchando contra la pesadez de la noche mal dormida. El aire fresco de la mañana lo golpeó al cruzar la puerta, pero no logró despejar del todo su mente. Tenía ojeras profundas y su cuerpo parecía moverse en piloto automático mientras se dirigía a su auto. En su cabeza, las palabras de Ramiro del mensaje aún resonaban, girando en círculos como un eco que no lograba apagar.

Al arrancar el motor, el sonido del auto llenó el silencio incómodo que lo acompañaba desde que había dejado a Carla en la cama, durmiendo plácidamente. Encendió la radio para distraerse, pero ni las noticias ni la música lograban apagar el ruido de sus propios pensamientos. El tráfico de Buenos Aires a esa hora de la mañana era un caos habitual, pero Martín estaba tan absorto en su interior que apenas lo notaba. Mientras esperaba en un semáforo en rojo, se miró al espejo retrovisor.

Martín: "Parecés un fantasma", se dijo a sí mismo al ver su rostro cansado, la piel pálida, los ojos vidriosos.

Martín: — ¿Qué hago con esto? —, se preguntaba mientras recordaba el mensaje de Ramiro. A pesar de que había intentado apartarlo de su mente, las palabras de Ramiro seguían ahí, recordándole que no podía escapar de esa conversación.


📍Congreso de la Nación — Cámara de Senadores

Al llegar al Congreso, se bajó del auto, ajustándose la corbata sin energía. El ruido de los autos y colectivos retumbaba por las calles cercanas, y el sonido de los pasos de otros funcionarios y empleados resonaba en los pasillos del edificio. Martín caminaba por el hall de entrada con un aire pesado, tratando de mantener la compostura mientras saludaba de manera automática a algunos compañeros que cruzaban su camino.

El Congreso, con su imponente fachada y columnas de mármol, lo recibía como un testigo impasible de las decisiones que marcarían el destino del país. Pero para Martín, ese día, el edificio no era más que un recordatorio del peso que cargaba en sus hombros.

Martín: "¿Cómo voy a manejar esto?", pensaba, al tiempo que la presión en su pecho aumentaba. El sonido de los pasos sobre el mármol reverberaba en el gran salón de entrada, mientras se acercaba a su oficina.

Asesor:Buen día, Martín.

Martín:Buen día... —respondió con una sonrisa tensa, sin detenerse demasiado. El dolor de cabeza comenzaba a instalarse con fuerza, como una presión constante en las sienes


📍Despacho de Martín — 09:05 hs

Ya en su despacho, dejó el maletín sobre el escritorio de madera oscura y se sentó en su silla, soltando un suspiro profundo. Encendió la computadora, pero la pantalla parpadeante lo incomodaba. Tomó el celular y, sin pensarlo demasiado, abrió nuevamente el mensaje de Ramiro.

Ramiro: "Martín, ¿estás bien? Ayer te vi raro. A qué te referís con que 'esto no está bien'?"

Martín: "No está bien... ¿pero qué es lo que no está bien? ¿La situación con Ramiro? ¿Lo que siento? ¿Lo que puedo perder?", pensó, mientras la confusión lo invadía. Sabía que más tarde lo vería en el Congreso, y que evitarlo no sería una opción. Su mente viajaba entre la culpa y el deseo, entre la imagen de su familia y las emociones nuevas e incontrolables que le provocaba Ramiro.

El teléfono fijo de su escritorio sonó, sacándolo momentáneamente de su trance.

Martín:¿Hola?

Daniela: — Martín, soy Daniela, tu secretaria. Tenés la reunión de las 10 con el bloque y luego la sesión. ¿Querés que te lleve un café antes?

Martín:Sí, por favor. Que sea bien cargado. —contestó, frotándose la frente.

Colgó el teléfono y se dejó caer hacia atrás en la silla, cerrando los ojos por un momento. El murmullo de las conversaciones en el pasillo se filtraba bajo la puerta de su despacho. Afuera, la vida continuaba como siempre, pero para Martín, todo parecía ralentizado, como si se moviera en una especie de limbo. Quería despejarse, pero el cansancio no lo dejaba pensar con claridad.

Poco después, Daniela entró con el café y lo dejó sobre el escritorio.

Martín:Gracias, Daniela. —dijo, tomando la taza y sintiendo el calor en sus manos. Tomó un sorbo, pero incluso el café amargo no lograba despertarlo del todo.


📍Cámara de Senadores — 10 hs

La reunión de las 10 llegó rápidamente. Los miembros de su bloque ya estaban sentados alrededor de la larga mesa de madera. Martín se acomodó en su lugar habitual, tratando de centrarse en los temas que se iban a discutir. Los comentarios de sus colegas resonaban en la sala, pero él solo escuchaba fragmentos. Su mente, en lugar de enfocarse en los asuntos legislativos, volvía una y otra vez a Ramiro.

Martín: "Tengo que responderle... tengo que hablar con él", pensaba, mientras asentía automáticamente a algo que había dicho uno de sus compañeros. Pero la idea de enfrentarlo lo llenaba de ansiedad.

La reunión se extendió por más de una hora, pero Martín apenas había retenido algo de lo que se discutió. Salió de la sala con la sensación de estar caminando en una niebla. El Congreso estaba en plena actividad, con funcionarios moviéndose de un lado a otro, el eco de las conversaciones políticas llenando los pasillos. Pero para Martín, todo se sentía distante, casi irreal.


Al acercarse al hemiciclo para la sesión, lo vio. Ramiro estaba ahí, conversando con otros colegas. Al verlo, un nudo se formó en su estómago. Su cuerpo reaccionó antes que su mente; el corazón le dio un vuelco y sintió un leve mareo. Sabía que eventualmente tendrían que hablar, pero no esperaba encontrarse con él tan pronto.

Ramiro levantó la vista y sus ojos se encontraron. Durante unos segundos, el tiempo pareció detenerse. Ramiro le sonrió, una sonrisa que a Martín le pareció mezcla de curiosidad y preocupación. Martín intentó devolverle una sonrisa, pero sabía que su esfuerzo fue en vano. Rápidamente desvió la mirada y aceleró el paso hacia su lugar.

Martín: "Tengo que concentrarme", se dijo a sí mismo, pero la presencia de Ramiro lo hacía todo más difícil.

El sonido del presidente de la Cámara llamando al orden resonó por los altavoces, y los murmullos de los legisladores se fueron apagando. Martín se sentó, tomando una bocanada profunda de aire, intentando disimular el nerviosismo. Pero sabía que, en algún momento, tendría que enfrentar la realidad.

Chapter 158: ¿Qué siento?

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📍🏛️ Congreso de la Nación – Buenos Aires – 11:03 hs

Martín se sentía cada vez más atrapado en sus propios pensamientos mientras la sesión del Congreso avanzaba. A pesar de los discursos que resonaban en el recinto, el parloteo de los demás legisladores le parecía un ruido lejano, amortiguado, casi inexistente. Las voces se mezclaban en el aire, pero ninguna palabra lograba penetrar el muro que había levantado en su cabeza.

Martín: "Tengo que hablar con él", pensaba, una y otra vez, mientras sus ojos se fijaban en la pantalla frente a él, donde aparecían los temas a tratar.

El eco de la voz del presidente de la Cámara reverberaba en el salón. Sin embargo, Martín solo escuchaba el eco de sus propios dilemas internos. Era como si todo el Congreso se hubiera transformado en un fondo borroso. Sabía que debía prestar atención, que los temas tratados eran importantes, pero su mente estaba demasiado fragmentada como para enfocarse. Las palabras de Ramiro seguían apareciendo como fantasmas:"Martín, ¿qué te pasa? Ayer te vi raro. ¿Qué querías decir con 'esto no está bien'?".

De vez en cuando, movía la cabeza en señal de asentimiento a algún comentario que sus compañeros hacían. Intentaba fingir normalidad, pero el peso de la culpa y la confusión lo aplastaba. Cada vez que levantaba la vista, era inevitable que sus ojos buscaran a Ramiro, aunque intentara evitarlo. Allí estaba él, sentado a unos metros de distancia, hablando con otros legisladores, moviéndose con la naturalidad que siempre lo había caracterizado. Ramiro parecía ajeno a las tormentas que se desataban dentro de Martín, pero Martín sabía que no podía seguir ignorando lo que sucedía.

El tiempo avanzaba de manera implacable. El murmullo constante de las conversaciones políticas se mezclaba con los ecos de las teclas golpeadas por los taquígrafos, y el golpeteo suave de los dedos de los demás legisladores sobre la madera. Los grandes ventanales dejaban entrar la luz del mediodía, iluminando las paredes de mármol del Congreso. A lo lejos, el sonido de las sirenas de los colectivos y el bullicio de la ciudad apenas se colaban a través de las puertas del salón.

Martín se removió en su asiento, incómodo. Sabía que estaba al borde de una decisión que cambiaría todo. Los nervios le carcomían el estómago. En un impulso, tomó su celular y lo deslizó discretamente bajo la mesa. Revisó nuevamente el mensaje de Ramiro, el mismo que ya había leído incontables veces.

Martín: "No puedo más con esto", pensó, mientras sus dedos temblaban ligeramente sobre la pantalla. Estaba a punto de escribirle, pero no sabía qué decirle. La angustia lo consumía. Finalmente, decidió guardar el celular de nuevo en el bolsillo de su saco.

Martín: – Tengo que enfrentarme a esto de una vez –, se dijo, sabiendo que aplazar la situación solo empeoraría las cosas.


📍🏛️ Pasillo del Congreso – Buenos Aires – Mediodía

La sesión terminó poco después, y el bullicio de los legisladores levantándose y charlando llenó el recinto. Martín se puso de pie, ajustándose el saco con manos nerviosas, y comenzó a caminar hacia la salida. Sabía que Ramiro lo había visto; sentía su mirada como una especie de calor en la nuca. Intentó caminar con naturalidad, pero cada paso lo acercaba a un inevitable cruce.

Ramiro: – Martín.

Martín cerró los ojos por un segundo, tragando saliva antes de volverse lentamente. Ramiro se acercaba, con una expresión mezcla de curiosidad y preocupación. No había forma de escapar de esa conversación.

Martín: – Ramiro…

Intentó que su voz sonara calmada, aunque notaba cómo le temblaban las manos.

Ramiro lo observó de cerca, con esos ojos verdes llenos de interrogantes. La luz del Congreso caía suavemente sobre su rostro, resaltando sus facciones jóvenes. Martín se sentía aún más consciente de la diferencia de edad entre ambos. Se veía cansado, desgastado en comparación.

Ramiro: – Ayer… me dejaste preocupado. Sabés que podés confiar en mí, pero siento que me estás alejando.

Martín bajó la mirada, sintiendo el peso de las palabras. El sonido de los demás legisladores hablando en el pasillo les llegaba como un murmullo de fondo, pero en ese momento, todo el Congreso parecía haberse reducido a ellos dos. No podía seguir mintiendo, ni siquiera a sí mismo.

Martín: – No es fácil…

Comenzó, sintiendo que su garganta se cerraba.

Martín: "Todo esto, lo que está pasando. No es fácil para mí, Ramiro", pensó.

Ramiro frunció el ceño, dando un paso más cerca de Martín. Ahora ambos estaban a solo un metro de distancia, pero para Martín, la proximidad era abrumadora.

Ramiro: – ¿Qué no es fácil? Martín, si hay algo que está mal, decímelo. Pero no me dejes afuera.

Martín tragó saliva nuevamente, luchando por encontrar las palabras correctas. La culpa lo invadía. Sabía que, si no enfrentaba la verdad en ese momento, terminaría lastimando a todos: a Ramiro, a Carla, a sus hijos… a sí mismo.

Martín: – Esto…

Hizo un gesto vago con las manos.

Martín: – Nosotros. No está bien, Ramiro. Yo tengo una familia, y no puedo simplemente ignorar todo lo que está en juego. Lo que siento es confuso, no sé cómo manejarlo.

El rostro de Ramiro mostró una mezcla de decepción y comprensión. Asintió lentamente, como si intentara procesar las palabras de Martín.

Ramiro: – Entiendo que sea complicado. Pero, Martín, yo no te estoy pidiendo que tires todo por la borda. Solo quiero saber qué es lo que realmente sentís. Porque yo también estoy en esto, y me está afectando.

Martín se pasó una mano por el rostro, sintiendo el peso del cansancio acumulado.

Martín: "¿Qué siento?", pensó, la pregunta lo atormentaba desde hacía años, desde el primer momento en que lo vio en el Senado. Miró a Ramiro, viendo en sus ojos la esperanza, pero también el dolor.

Martín: – Yo…

Comenzó, pero las palabras se le atoraron en la garganta. Finalmente, sacudió la cabeza, con la mirada fija en el suelo.

Martín: – No sé si puedo darte lo que querés, Ramiro. No sé si puedo seguir con esto sin lastimar a todos.

El silencio que siguió fue pesado, casi insoportable. Martín levantó la vista y vio a Ramiro, quieto, con una expresión herida, pero sin perder la calma.

Ramiro: – Lo único que te pido es que seas sincero conmigo. No quiero forzarte a nada, pero necesito saber si esto vale la pena o si solo voy a terminar sufriendo más.

Martín sintió un nudo en la garganta. Sabía que, tarde o temprano, tendría que tomar una decisión. Pero en ese momento, todo parecía demasiado abrumador. Lo único que podía hacer era asentir, aún sin tener todas las respuestas.

Ramiro lo miró por un momento más, como si esperara algo que Martín no podía darle en ese instante. Luego, sin decir más, se giró y comenzó a caminar hacia la salida del Congreso, dejándolo solo en medio del pasillo abarrotado de gente.

Martín lo observó alejarse, sintiendo que el vacío dentro de él se hacía cada vez más grande. Sabía que ese no sería el último encuentro, pero también sabía que cuanto más postergara enfrentar sus sentimientos, más se hundiría en su propia confusión.

Y el día apenas comenzaba.

Chapter 159: Entre la culpa y la rutina

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📍🏛️ Pasillo del Congreso – Buenos Aires – 14:46 hs

El pasillo del Congreso seguía bullicioso, pero para Martín todo estaba en silencio. El eco de sus pensamientos resonaba más fuerte que las voces de los demás legisladores. Después de ver a Ramiro irse, Martín sintió una mezcla de alivio y culpa, una sensación de vacío que lo acompañaba a cada paso.

Martín: "Tengo que dejar de escaparme", pensó, mientras caminaba hacia la salida del edificio. El peso de la conversación aún lo oprimía.


📍🏙️ Calles del Microcentro – 16:00 hs

Salió al aire fresco de la calle, donde los autos pasaban en su rutina diaria. El cielo estaba cubierto de nubes grises, y una brisa fría lo envolvió al momento de salir. A lo lejos, el sonido del tráfico se mezclaba con las sirenas de ambulancias y el constante ajetreo de la ciudad. Buenos Aires seguía su curso, ajena al caos emocional que sacudía a Martín.

Se detuvo en la puerta por un momento, tratando de tomar una bocanada de aire profundo para calmarse, pero no funcionó. Sus pensamientos giraban alrededor de Ramiro, de Carla, de sus hijos… de todo lo que estaba en juego.

Martín: "¿Cómo llegué hasta acá?", se preguntaba constantemente, pero la respuesta siempre era la misma: fue inevitable. Lo que había comenzado como una conexión inesperada con Ramiro se había convertido en un torbellino de emociones que no podía controlar.

Miró el celular, dudando si contestar el último mensaje de Ramiro. No podía seguir evitando la situación, pero tampoco estaba preparado para enfrentarla completamente. No después de la conversación que acababan de tener. Se metió el teléfono de nuevo en el bolsillo y comenzó a caminar hacia su auto, estacionado a unas cuadras de allí.

El viento movía las hojas secas de los árboles, y el sonido de sus pasos resonaba sobre el asfalto mojado, como si cada pisada fuera un eco de su conciencia. Al llegar al auto, se detuvo un momento antes de entrar. Miró su reflejo en la ventana del vehículo, su rostro cansado y marcado por las ojeras que se habían profundizado en los últimos días.

Martín: "No puedo seguir así", se dijo, pero sabía que era más fácil decirlo que hacerlo.

Se subió al auto, encendió el motor y comenzó el trayecto hacia su casa en Caballito. El tránsito era denso, pero apenas lo notaba. Su mente seguía atrapada en el Congreso, en la mirada de Ramiro, en la voz de Carla preguntándole si todo estaba bien. Durante todo el camino, las palabras que le había dicho a Ramiro resonaban en su cabeza: "No sé si puedo darte lo que querés".

¿Eran esas realmente sus palabras? ¿O era solo el miedo hablando por él?


📍🏠 Casa de Martín – Caballito – 20:50 hs

Llegó a su casa cuando ya caía la tarde. Las luces de los departamentos se encendían, y la calma del barrio contrastaba con el caos que llevaba dentro. Bajó del auto y miró la fachada familiar de su hogar. Era una casa de dos plantas, de ladrillos a la vista y un pequeño jardín delantero, donde jugaban sus hijos cuando hacía buen clima. La tranquilidad que ese lugar siempre le había proporcionado ahora le resultaba una prisión.

Martín: "No puedo perder esto", pensó, aunque no estaba seguro de si ya lo había perdido en su interior.

Entró, y lo recibió el aroma de comida recién hecha. Carla estaba en la cocina, preparando la cena, mientras Gaspar y Catalina jugaban en la sala. El ambiente familiar le daba una sensación de calidez y al mismo tiempo lo llenaba de angustia.

Martín: "¿Cómo puedo sentir tanto amor por mi familia y, al mismo tiempo, estar atrapado en una situación que amenaza con destruir todo?", pensó.

Gaspar: — ¡Papi! —gritó corriendo hacia él y abrazándolo por la cintura—. ¿Me ayudás después con las cuentas? ¡Me trabé en un problema!

Martín sonrió, forzadamente, pero se agachó para abrazar a su hijo con fuerza. Sentir los brazos de Gaspar alrededor suyo le devolvió un poco de paz, aunque fuera solo momentánea.

Martín: — Claro, campeón. Después de cenar, te ayudo con lo que quieras.

Catalina también se acercó, con su muñeca de siempre, y lo miró con esos grandes ojos curiosos.

Catalina: — Yo estuve jugando con la Pepona, papi. ¿Querés verla bailar? —dijo con su vocecita dulce

Martín: — Por supuesto, princesa. —respondió Martín, mientras acariciaba su cabecita.

Mientras acariciaba su cabecita, sentía que el hogar seguía siendo su refugio, aunque su mente estuviera en otro lugar.

Carla salió de la cocina, con un delantal atado a la cintura y una sonrisa que iluminaba su rostro.

Carla: — Hola amor, justo estoy terminando la cena. Hoy hice milanesas de pollo, como te gustan a vos —dijo, mientras se acercaba a darle un beso rápido en los labios.

Martín le devolvió el beso, sintiendo la familiaridad y la estabilidad que ella le ofrecía. Pero en su mente, la sombra de Ramiro seguía acechando. Le costaba concentrarse en la conversación cotidiana.

Martín: — Gracias, amor. Lo que más necesitaba hoy era una buena comida casera —dijo, tratando de sonar más animado de lo que realmente estaba.

La cena transcurrió entre risas de los chicos y las preguntas habituales de Carla sobre el día de cada uno. Gaspar contó emocionado sobre un partido de fútbol en el colegio, mientras Catalina hablaba sin parar sobre las aventuras de su muñeca Pepona. Martín intentaba mantenerse presente, sonriendo y respondiendo, pero su mente seguía en otro lado, dividida entre su hogar y el recuerdo de la conversación con Ramiro.


📍🛌 Dormitorio de Gaspar - 22:11 hs

Después de cenar, como había prometido, ayudó a Gaspar con sus tareas de matemáticas. Aunque el niño era inteligente y rápido para aprender, Martín notaba que le costaba más concentrarse que de costumbre. A cada rato, su mente divagaba y tenía que pedirle a su hijo que repitiera las preguntas.

Martín: "Tengo que hablar con él. No puedo dejar que esto siga así", pensó. Pero, al mismo tiempo, el miedo lo paralizaba.

Martín: "¿Y si esa conversación termina de destruir todo lo que construí acá hasta ahora: mi familia, mi estabilidad emocional, todo?", se preguntó.


📍🛌 Dormitorio de Catalina - 23:40 hs

Cuando finalmente llegó el momento de acostar a los chicos, Martín sintió un leve alivio. La rutina de leerles un cuento para dormir le daba una sensación de calma, una pausa en medio de la tormenta. Esta noche, sin embargo, mientras leía un fragmento de Caperucita Roja a Catalina, su voz sonaba más cansada que de costumbre. Su hija no lo notó, acurrucada bajo las sábanas con su muñeca.

Martín: — Buenas noches, mi vida —le susurró antes de besar su cabecita y salir del cuarto, apagando la luz con suavidad.


📍🛌Dormitorio de Carla y Martín - 00:26 hs

Se dirigió al dormitorio matrimonial, donde Carla ya estaba acostada, hojeando una revista. Cuando lo vio entrar, dejó la revista a un lado y le sonrió.

Carla: — Hoy los chicos estaban especialmente inquietos, ¿no? Ah, y acordate que el fin de semana vienen mamá y mis sobrinos. ¡Así que andá mentalizándote!

Martín sonrió, aunque apenas prestaba atención a sus palabras. Se cambió y se puso su pijama azul marino, y se acostó al lado de su esposa. Carla seguía hablando sobre los planes para el fin de semana, pero su mente seguía en otro lado, en Ramiro, en lo que le esperaba al día siguiente.

La cama se sentía fría a su lado, y aunque el cuerpo de Carla estaba ahí, Martín sentía que él ya estaba muy lejos de esa realidad. Pensó en todo lo que estaba en juego, en lo que podía perder si tomaba el camino equivocado.

No pudo dormir bien esa noche. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Ramiro lo perseguía. Y sabía que tarde o temprano tendría que tomar una decisión que cambiaría su vida para siempre.

Chapter 160: Con las cartas sobre la mesa (parte 1)

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📍🏛️ Congreso – Pasillo y oficina – 09:15 hs

El reloj marcaba las 09:15 de la mañana cuando Martín Lousteau llegó al Congreso. Las calles porteñas estaban agitadas, como siempre, y el sonido de los autos, las bocinas y el bullicio de la ciudad apenas era mitigado por el grueso vidrio de su auto. Mientras avanzaba hacia la entrada del edificio, sus pasos resonaban ligeramente en el mármol del suelo, pero su mente estaba a kilómetros de distancia, atrapada en el torbellino de pensamientos que lo había atormentado desde la noche anterior.

Había dormido poco y mal. Su cabeza seguía dándole vueltas a las palabras de Ramiro, a la mirada que intercambiaron en el Congreso y a los abrazos con su familia la noche anterior. Había algo que no podía sacarse de la cabeza:
Martín: "¿Realmente valía la pena arriesgarlo todo?"

Las luces blancas del Congreso iluminaban el pasillo mientras caminaba hacia su oficina, saludando a un par de colegas que pasaban por su lado. Pero todo parecía borroso, distante. Sentía que cada sonrisa que daba era automática, un reflejo vacío que su rostro mostraba por costumbre.

Martín dejó su maletín sobre el escritorio, y el sonido sordo que hizo al golpear el vidrio lo devolvió momentáneamente al presente. Se dejó caer en la silla y suspiró profundamente, recostando la cabeza en el respaldo, con los ojos cerrados por un momento. Pero el descanso duró poco. Apenas unos segundos después, su celular vibró sobre la mesa, una notificación que casi temía mirar. Sabía quién era.

Ramiro: "Martín, sigo sin entender lo de ayer. ¿Podemos hablar hoy, por favor?"

Esa simple frase le hizo sentir una punzada en el pecho.
Martín: "¿Hablar? ¿Sobre qué?". Se preguntaba. Si ni siquiera él entendía del todo lo que estaba sintiendo. Pero sabía que lo había dejado en un limbo de incertidumbre, y no podía seguir así. Sin embargo, ¿qué le iba a decir?

Miró el mensaje por varios segundos, incapaz de responder de inmediato. Cerró los ojos y dejó que sus pensamientos lo invadieran. Las imágenes de la noche anterior con su familia volvieron a aparecer. El brillo en los ojos de Gaspar cuando finalmente entendió el problema de matemáticas. Catalina con su risa inocente mientras bailaba con su muñeca. Carla, su esposa, sonriéndole mientras se preparaban para dormir.

Y luego estaba Ramiro. Sus ojos verdes, llenos de una mezcla de curiosidad y confusión. La chispa que había entre ellos, aunque no lo quisiera admitir. Pero, ¿realmente podría apostar por algo con él? ¿Podría alejarse de todo lo que tenía en casa por una relación que ni siquiera sabía cómo definir?

Martín: "Esto no está bien". Se repetía mentalmente, como lo había hecho el día anterior. Era una frase que había dejado caer sin pensar, pero que contenía todo lo que lo abrumaba. Sabía que Ramiro no se lo merecía, que no era justo para ninguno de los dos seguir en esta ambigüedad.

Finalmente, después de lo que parecieron horas, Martín escribió una respuesta rápida.

Martín: "Podemos hablar más tarde, Ramiro. A las 5, en mi oficina. Estaré libre a esa hora."

Se sintió aliviado y, al mismo tiempo, angustiado. Sabía que la conversación no sería fácil.

El resto del día transcurrió entre reuniones y documentos. Pero cada tanto, sus pensamientos volvían a divagar. Ramiro pasaba por su mente más de lo que le gustaría admitir. ¿Qué iba a decirle exactamente? ¿Cómo iba a manejar esa situación sin derrumbarse?

Finalmente, cuando el reloj marcó las 4:50 de la tarde, el estómago de Martín se encogió. Era el momento que había estado evitando todo el día, pero que ya no podía postergar. Se pasó una mano por el pelo, intentó respirar profundo y se preparó mentalmente para lo que venía.


📍🏛️ Congreso – Oficina – 17:00 hs

A las 5 en punto, un suave golpe en la puerta lo sacó de sus pensamientos. Ramiro apareció en el marco, con su mirada verde fija en él, seria, pero a la vez preocupada.

Ramiro: —¿Podemos hablar?

Martín asintió lentamente, invitándolo a pasar y cerrar la puerta detrás de él. Ambos sabían que esta charla cambiaría las cosas, pero lo que no sabían era cómo se sentirían después de que todas las palabras fueran dichas.

El ambiente en la oficina se sentía denso, como si el aire pesara más de lo normal. Ramiro tomó asiento frente al escritorio de Martín, cruzando los brazos en un gesto defensivo.

Ramiro: —No entiendo qué te pasa, Martín. Ayer me dijiste que esto no estaba bien, pero no me explicaste por qué. ¿Me vas a decir ahora qué quisiste decir con eso?

Martín sintió su corazón latir con fuerza. Sus manos temblaban ligeramente mientras intentaba encontrar las palabras correctas.

Martín: —Es complicado, Ramiro. No sé cómo explicarlo sin hacer daño. Pero... esto que estamos haciendo... lo que está pasando entre nosotros, no es algo simple para mí. Tengo una familia, hijos... —hizo una pausa, sintiendo la presión en su pecho intensificarse— Y vos sos 12 años más joven que yo. Tenés toda una vida por delante, y no quiero que termines lastimado.

Ramiro entrecerró los ojos, claramente molesto.

Ramiro: —¿Eso es lo que pensás de mí? ¿Que soy un pibe que no sabe lo que quiere? Porque te aseguro que si estoy acá, es porque quiero estarlo, Martín. Lo que siento por vos no es un capricho, y no es algo que me tome a la ligera.

Martín: —No dudo de eso, Ramiro. Pero yo sí tengo dudas... no de vos, sino de mí. Estoy poniendo en juego todo lo que construí con Carla, con mis hijos. Y me estoy volviendo loco porque no sé qué es lo correcto. —Martín bajó la mirada, sintiendo el peso de sus palabras caer sobre él.

Un silencio incómodo se instaló en la oficina. Ramiro no dijo nada al principio, pero finalmente rompió el silencio.

Ramiro: —No te pido que elijas ahora, Martín. Solo te pido que seas honesto conmigo. Porque yo sí sé lo que quiero. —sus palabras eran firmes, pero su voz reflejaba la tensión emocional que estaba sintiendo.

El reloj de la oficina hizo un leve "tic", rompiendo momentáneamente el silencio. Ambos sabían que esa conversación sería solo el comienzo de algo mucho más complicado.


El silencio que había llenado la oficina se rompió de manera abrupta cuando Ramiro, visiblemente molesto, frunció el ceño y se inclinó hacia adelante. Su respiración era rápida, casi audible en el espacio cerrado, y sus manos jugueteaban nerviosas con el borde de la silla. Con un tono cargado de ironía, soltó:

Ramiro:Menos mal que era yo el que tenía que ser transparente y dejarse de histeriqueos, ¿no?

Martín sintió la punzada inmediata en su pecho, un escalofrío que se le extendió hasta la espalda. El corazón le latía con fuerza, y por un instante, sintió que todo su mundo se comprimía en el espacio entre ellos. Esas palabras, tan afiladas como un cuchillo, le hicieron saber que había cruzado una línea en la que Ramiro ya no iba a quedarse callado.

Ramiro se detuvo un segundo para respirar, su pecho subiendo y bajando con rapidez, pero su mirada no dejaba de ser intensa, fija en Martín. Su voz, aunque baja, sonaba firme y decidida mientras continuaba:

Ramiro:Que vos sos más grande que yo? ¡Qué novedad, Martín! Traeme un chocolate por la noticia. —soltó una risa seca, llena de sarcasmo que reverberó levemente contra las paredes de la oficina. Se pasó una mano por el pelo, visiblemente nervioso y frustrado— A mí no me importan esas "millones de personas más jóvenes" de las cuales me hablás. A mí me interesás solo vos, por más loco que suene.

El aire en la sala se tensaba con cada palabra que salía de la boca de Ramiro, como si el espacio entre ellos se hiciera más pequeño, comprimido por la intensidad de la conversación. Martín no podía encontrar respuesta; todo lo que Ramiro estaba diciendo lo atravesaba como una verdad innegable que lo dejaba sin defensas.

Ramiro:Hasta hace poco, —continuó, su tono más bajo pero cargado de emoción, con los ojos brillando levemente— me confesaste que estabas loco por mí en todo sentido. ¿Y ahora? ¿Ahora se dio vuelta la tortilla?

La respiración de Ramiro era entrecortada, su enojo mezclado con una evidente frustración. Martín, sentado frente a él, sentía cómo su mundo entero se desmoronaba en ese momento. Quería decir algo, justificar sus miedos, su indecisión, pero todo lo que podía hacer era sentir el peso de esas palabras y la intensidad de los sentimientos de Ramiro, que golpeaban su pecho como un martillo invisible.

Ramiro:No entiendo, Martín. Primero me decís que esto es algo real, que no podés evitarlo. Y ahora me venís con excusas. —soltó un suspiro pesado, y su mirada, antes desafiante, se suavizó un poco, aunque sus manos seguían tensas sobre los brazos de la silla— ¿Qué pasó? ¿Por qué estás tan cagado de miedo?

Las últimas palabras de Ramiro golpearon fuerte, retumbando en la mente de Martín. Estaba aterrado, pero no por Ramiro, sino por lo que su vida podría volverse si seguía ese camino. Aún así, no podía ignorar el peso de lo que Ramiro le había dicho.

Se frotó la frente con ambas manos, sintiendo la piel tensa y caliente, tratando de organizar sus pensamientos. Pero no había orden posible en el torbellino de emociones que lo atravesaba. La sala parecía girar ligeramente a su alrededor, mientras el silencio entre ambos se volvía casi palpable.

Martín:No es que no sienta lo mismo, Ramiro. Sabés lo que siento, y lo que hemos vivido... —empezó a decir, con la voz quebrada y un hilo de temblor que no podía controlar— Pero me duele pensar que puedo perderlo todo. No solo a Carla, sino a mis hijos, a la vida que construí. Me siento atrapado entre dos mundos.

Ramiro lo miró en silencio, sus ojos verdes ahora no solo reflejaban enojo, sino también una mezcla de dolor y decepción que Martín podía sentir casi físicamente. La tensión en el aire era tan intensa que cada respiración parecía compartida, pesada y consciente.

Ramiro:¿Y qué vas a hacer entonces? ¿Vas a seguir así, sin decidir? ¿O me vas a dejar en el aire hasta que decidas qué es lo que querés hacer? —cruzó los brazos, inclinándose hacia atrás en la silla, claramente esperando una respuesta clara, con las piernas ligeramente separadas como si buscara firmeza.

Martín lo miró fijamente, su pecho oprimido y las manos ligeramente sudorosas sobre sus piernas, pero no pudo darle la respuesta que Ramiro buscaba. Todo lo que podía hacer en ese momento era quedarse en silencio, mientras el peso de sus decisiones caía sobre él como una losa invisible, y el tic-tac del reloj de la oficina parecía amplificar cada segundo que pasaba.

Chapter 161: Con las cartas sobre la mesa (parte 2)

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📍🏛️ Congreso – Oficina – 17:30 hs

Martín respiró hondo, sintiendo cómo el aire se volvía pesado, cargado de tensión. Las palabras de Ramiro lo habían dejado sin defensas, expuesto, pero a la vez lo empujaban a enfrentar lo que tanto había estado evitando. Sus manos temblaban levemente sobre el escritorio, mientras intentaba recuperar algo de control sobre su respiración.

Ramiro, con los brazos cruzados y la mirada fija en Martín, esperaba, aunque no parecía paciente. El silencio entre ellos se hacía insoportable, como si cada tic del reloj resonara amplificado en la oficina.

Martín:No sabés lo difícil que es para mí, —susurró al fin, como si las palabras le costaran salir— No es solo elegir entre vos y mi familia. Es más profundo, Ramiro. Tengo miedo de destruir todo lo que conozco. Todo lo que soy.

Ramiro frunció el ceño, mordiéndose el labio inferior mientras lo escuchaba, su postura rígida y los hombros tensos delataban la intensidad de sus emociones.

Ramiro:¿Y qué? ¿Preferís quedarte con lo conocido y seguir mintiéndote a vos mismo? —respondió con la voz más calmada, pero con un filo que no dejaba lugar a dudas— Porque si lo que me decís es que vas a seguir ahí, en esa vida que "construiste", sin animarte a vivir lo que sentís de verdad, entonces tal vez la respuesta ya la tenés.

Martín sintió cómo el peso de esas palabras lo aplastaba. Su corazón latía con fuerza, y un nudo en la garganta le impedía hablar. Sabía que había verdad en ellas, pero el miedo, ese maldito miedo, seguía aferrándose a él. Las imágenes de sus hijos, de Carla, de esa vida de rutina y estabilidad, se mezclaban con los recuerdos de cada mirada, de cada beso compartido con Ramiro, como un collage que no podía desarmar.

Martín:No es tan simple, Ramiro... —intentó justificarse, pero su voz se apagó antes de terminar la frase, como si el peso del mundo se posara sobre sus hombros.

Ramiro se levantó de la silla abruptamente, caminando hacia la ventana, su cuerpo tenso, como si quisiera romper algo para liberar la frustración. Sus pasos resonaban en el piso de mármol, y la luz que entraba por los ventanales dibujaba su silueta contra el paisaje urbano de la ciudad. Observó los autos, los transeúntes, mientras su mente se sumergía en el caos emocional que había desatado entre ellos.

Ramiro:Lo que no es simple, Martín, es querer a alguien que no se anima a quererse a sí mismo. —Su voz sonaba casi apagada, resignada— Yo te elegí, pero si vos no podés elegir lo que realmente querés... entonces tal vez estoy perdiendo el tiempo.

Martín se levantó de su silla también, las piernas le temblaban ligeramente y sus manos se aferraban al respaldo para no perder el equilibrio. El pánico se apoderaba de él ante la idea de perder a Ramiro, pero tampoco podía ignorar el dolor que sentía por todo lo que estaba en juego.

Martín:No quiero perderte, —dijo en un murmullo desesperado, como si hablara para sí mismo y para Ramiro_Te necesito, Ramiro, pero no sé cómo hacer para que esto tenga sentido sin arruinar todo.

Ramiro giró sobre sus talones, mirándolo a los ojos, y por primera vez, Martín vio el dolor real en su mirada. No era solo enojo, era tristeza, una tristeza profunda que lo quebraba por dentro. Su mandíbula tensa, los hombros ligeramente encorvados, demostraban la vulnerabilidad que rara vez dejaba entrever.

Ramiro:Yo tampoco quiero perderte, —admitió, sus palabras apenas audibles, como si le costara sostenerlas— pero no puedo quedarme esperando a que decidas si soy lo suficientemente importante como para arriesgarte.

Martín dio un paso hacia él, como si un impulso lo llevara a acortar la distancia, pero no sabía qué más decir, cómo arreglar lo que acababa de romper con su indecisión. Las palabras que flotaban en el aire no parecían suficientes, y la tensión entre ellos se podía cortar con la punta de los dedos.

Martín:Ramiro... —su voz era un susurro, como si todo se desmoronara frente a sus ojos, y su pecho doliera con cada palabra—.

Ramiro lo miró con una mezcla de esperanza y resignación, esperando que algo, alguna chispa, lo hiciera reaccionar.

Ramiro:Si de verdad me querés, Martín, demostralo. No me dejes en esta incertidumbre. —su tono era claro, directo— Porque yo ya no puedo seguir sosteniéndonos solo.

Martín asintió lentamente, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza en su pecho. Sabía que tenía que decidir, que no podía seguir prolongando ese sufrimiento para ambos. Pero, ¿qué hacer cuando ambos caminos parecían llenos de dolor? ¿Cuando cada elección implicaba una pérdida?

El reloj en la pared marcaba el paso del tiempo, mientras las palabras de Ramiro seguían resonando en la mente de Martín, como un eco constante que no lo dejaría en paz. Cada tic-tac parecía subrayar la urgencia de su decisión.

El Congreso, la ciudad, el mundo fuera de esas paredes seguían su curso, indiferentes al drama emocional que se desarrollaba en esa oficina. Pero para ellos, todo había cambiado.

Y la pregunta seguía ahí, suspendida en el aire: ¿Qué estaba dispuesto a arriesgar Martín?


El aire en la oficina se volvía más denso con cada segundo que pasaba. El silencio que siguió a las palabras de Ramiro era casi insoportable, como un peso invisible que presionaba sobre los hombros de Martín. Desde la ventana, los rayos de sol de la tarde entraban con una luz pálida, marcando las sombras en los muebles austeros de la sala. A lo lejos, el ruido del tráfico porteño continuaba su curso, indiferente a la batalla interna que se libraba en ese espacio cerrado.

Martín seguía de pie, clavando la mirada en el suelo. Las palabras de Ramiro se repetían una y otra vez en su cabeza, como un disco rayado: "Si de verdad me querés, demostralo". Era como si esas palabras lo empujaran hacia el borde de un abismo del cual no sabía si debía saltar.

Ramiro, apoyado en el marco de la ventana, cruzado de brazos, lo miraba con ojos verdes intensos que reflejaban tanto enojo como dolor. Su respiración era profunda y lenta, en un intento por contener las emociones que lo atravesaban. El ruido de la calle y las voces lejanas de otros empleados del Congreso eran un eco distante, irrelevante frente a la tormenta que se desarrollaba en esa habitación.

Ramiro:Martín... —rompió el silencio, su voz más suave, pero cargada de una mezcla de agotamiento y determinación— No puedo seguir en este tira y afloje. Ya no me queda energía. Te lo digo de frente: yo quiero estar con vos. Pero no puedo hacerlo solo.

Martín alzó la vista. Los ojos oscuros de Ramiro lo atravesaban como un cuchillo, desnudando cada una de sus inseguridades. Sabía que, en ese momento, no había más espacio para excusas ni justificaciones.

Ramiro:No te pido que lo dejes todo de un día para el otro, —continuó, su tono más contenido pero firme— Pero sí necesito que me demuestres algo. Que realmente te importo. Que no soy solo una fantasía pasajera.

Martín tragó saliva, sintiendo cómo sus pensamientos se enredaban, caóticos. ¿Cómo podía encontrar una salida a esa situación sin perder algo? Cada opción parecía devastadora. Sus hijos, Carla, todo lo que había construido a lo largo de los años estaba en juego, pero también estaba ahí, frente a él, la posibilidad de algo real, algo que lo hacía sentir vivo de una manera que no había experimentado en años.

Martín:No es que no te quiera... —empezó a decir, la voz casi quebrada— Es que no sé cómo manejar todo esto. Tengo miedo de arruinar todo, Ramiro.

Ramiro dejó escapar una risa amarga, una sonrisa torcida que no alcanzaba sus ojos.

Ramiro:El miedo siempre es una excusa conveniente, Martín. Todos tenemos miedo. Pero hay una diferencia entre vivir con miedo y dejar que te controle.

El corazón de Martín latía desbocado. Sabía que Ramiro tenía razón. Se sentía atrapado entre dos mundos, entre lo conocido y lo que podría ser. Pero no podía seguir en ese limbo, no podía seguir haciéndole daño ni a Ramiro ni a sí mismo.

Martín:Tenés razón... —murmuró, su voz apenas audible, mientras sus manos se crispaban, los dedos entrelazados— No quiero seguir viviendo así.

Ramiro descruzó los brazos, dándose vuelta para mirarlo directamente a los ojos, con una mezcla de sorpresa e incredulidad.

Ramiro:¿Eso significa que vas a hacer algo al respecto? —preguntó, con una pizca de esperanza asomando en su tono.

Martín cerró los ojos por un instante, respirando hondo. El ruido del tránsito, el murmullo lejano del Congreso, incluso el crujido de las hojas en los árboles fuera de la ventana se volvieron más fuertes mientras procesaba sus pensamientos. Estaba a punto de cruzar una línea de la que no habría retorno.

Martín:Voy a hacer algo, —dijo finalmente, abriendo los ojos y mirando a Ramiro con una determinación que él mismo no sabía que poseía— Pero necesito tiempo. Para organizar las cosas en mi cabeza, para ver cómo puedo manejar todo sin hacerle daño a nadie. No quiero que nadie salga lastimado en este proceso, ni vos, ni Carla, ni mis hijos.

Ramiro asintió lentamente, como si estuviera evaluando cada palabra que salía de la boca de Martín. No parecía totalmente convencido, pero al menos había algo de avance. El silencio entre ambos ahora era menos tenso, más expectante.

Ramiro:Está bien, —respondió, aunque su tono mostraba cierta cautela— Pero no quiero que esto se alargue por meses, Martín. No puedo vivir en la incertidumbre todo el tiempo.

Martín lo entendía perfectamente. Él también estaba agotado de esa situación. Sabía que, si quería a Ramiro en su vida, tendría que moverse rápido, tomar decisiones que cambiarían todo.

Martín:Lo sé. Y no te voy a hacer esperar tanto. —susurró, más para sí mismo que para Ramiro.

El tiempo se había detenido en esa oficina, o al menos eso parecía. Ambos hombres, separados por apenas un par de metros, pero unidos por una conexión mucho más profunda, sabían que estaban en un punto crucial.

Ramiro lo miró una vez más, con un suspiro final.

Ramiro:Bueno, entonces... vamos a ver qué hacés, Martín. —dijo con un tono que dejaba la puerta abierta, pero con la advertencia de que no habría muchas más oportunidades.

Con esas últimas palabras, Ramiro se dio vuelta y caminó hacia la puerta de la oficina. La abrió lentamente, sin mirar atrás, y desapareció por el pasillo del Congreso, dejando a Martín solo con sus pensamientos y el eco de sus pasos resonando en la distancia.

Martín se quedó parado, mirando la puerta cerrada, mientras en su mente todavía resonaban las palabras de Ramiro. Sabía que el tiempo de las excusas había terminado.

Chapter 162: El peso de la realidad

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📍🏛️ Congreso – Oficina – Tarde

El reloj de la oficina de Martín marcaba las 16:30, pero parecía que el día había transcurrido en cámara lenta. El Congreso seguía funcionando con su ritmo habitual: el murmullo de las conversaciones en los pasillos, el eco de los teléfonos que sonaban y los pasos apurados de los asistentes. Pero para Martín, el tiempo se había detenido desde que Ramiro salió de su oficina.

Se sentó en su escritorio y miró la pantalla de su computadora sin realmente ver nada. Los documentos que había estado revisando antes del encuentro con Ramiro seguían allí, pero sus pensamientos estaban muy lejos de cualquier informe o votación pendiente. La conversación había sido un torbellino, dejándolo desorientado, pero con una sensación de urgencia que no podía ignorar.

Se pasó una mano por el rostro, notando la pesadez en sus ojos. El cansancio no era solo físico, era mental. Sabía que Ramiro tenía razón. No podía seguir en ese limbo indefinidamente, pero la decisión que debía tomar no era sencilla. No era solo una cuestión de sentimientos, era su familia, su carrera, todo lo que había construido durante años. Y, sin embargo, había algo en Ramiro que lo atraía de una manera inexplicable, algo que lo hacía sentir vivo de nuevo, en una forma que no había sentido en mucho tiempo.

El sonido de un mensaje entrante en su celular lo sacó de sus pensamientos. Lo tomó del escritorio y vio el nombre de Carla en la pantalla:

Carla: “¿Todo bien? ¿Vas a llegar temprano hoy? Los chicos preguntaron por vos. Gaspar tiene un problema con una tarea de Cinecias Naturales.”

Martín suspiró. Otra vez la realidad lo llamaba de regreso. Por un momento, había olvidado que tenía una familia esperando en casa, una vida cotidiana que debía mantener. Miró el mensaje por unos segundos antes de responder:

Martín: “Sí, todo bien, reina. Estoy terminando unas cosas en el trabajo. Llego para la cena, no te preocupes.”

Apoyó el celular sobre el escritorio y volvió a sumergirse en sus pensamientos. La imagen de Ramiro, con sus ojos verdes cargados de frustración, seguía persiguiéndolo.

“Si de verdad me querés, demostralo”. Esas palabras seguían repitiéndose en su cabeza como un eco insistente. Sabía que había llegado el momento de tomar una decisión, pero cada posible camino parecía más complicado que el anterior.

Martín: “¿Qué voy a hacer?”

Ramiro no era alguien que esperaría eternamente, y lo sabía. ¿Podría realmente seguir adelante con él? ¿O sería mejor cortar todo ahora y dejar que las cosas vuelvan a la normalidad, por el bien de todos?


El sonido del timbre de su oficina lo sacó una vez más de su ensimismamiento. Era su asistente, asomándose por la puerta.

Asistente:Martín, los informes están listos para la votación de mañana. ¿Querés que te los deje sobre el escritorio o los revisamos juntos ahora?

Martín la miró, tratando de enfocarse en su trabajo. Sí, dejámelos ahí. Después los reviso.

Asistente:¿Está todo bien? —preguntó, notando su aire distraído.

Martín asintió, forzando una sonrisa que no alcanzaba a sus ojos.

Martín:Sí, todo bien. Solo un día largo.

Ella pareció aceptar la respuesta sin más preguntas, y con un asentimiento, dejó los papeles sobre el escritorio antes de salir de la oficina. Martín volvió a quedarse solo, rodeado por el silencio de la sala y el ruido distante del Congreso.

Martín: “Todo bien.” La frase que él mismo había pronunciado resonaba en su mente, pero sabía que era una mentira piadosa. Nada estaba bien en realidad. Todo estaba patas para arriba. Tenía que tomar una decisión, y tenía que hacerlo pronto.


Volvió a mirar su celular. La conversación con Carla le recordó que, al final del día, tenía una familia esperando por él. Su vida familiar, con sus hijos y su esposa, era su refugio. Gaspar y Catalina lo adoraban, y él los amaba con todo su corazón. La idea de herirlos, de cambiar radicalmente su vida, lo aterraba. Pero por otro lado, estaba Ramiro, con su intensidad, con esa chispa que lo había revivido en los últimos meses. Era una atracción innegable, una conexión que iba más allá de lo físico.

Martín: “No puedo seguir así. Tengo que ser honesto con todos, empezando por mí mismo.”

El día pasó lento, con reuniones y papeles que no lograban captar su atención. Cada tanto, volvía a revisar su celular, esperando algún mensaje de Ramiro, pero no había nada más. La ausencia de mensajes era casi más tortuosa que cualquier palabra que hubiera podido recibir.

Finalmente, cuando el reloj marcó las 19:00 hs, Martín decidió que ya era hora de irse. Guardó algunos documentos en su maletín y salió de su oficina, caminando por los pasillos del Congreso con el ceño fruncido y los pensamientos dando vueltas.

Al llegar a su auto, se sentó al volante y cerró los ojos por un momento, dejando que el silencio lo envolviera. No sabía cómo enfrentar lo que venía, pero algo dentro de él le decía que no podía seguir postergando lo inevitable.


📍🏠 Casa de los Lousteau - 20:44 hs

Arrancó el auto y comenzó a conducir hacia su casa en Caballito. El tránsito de la hora pico era denso, con las luces de los autos iluminando la ciudad en tonos cálidos, pero él apenas prestaba atención a lo que sucedía a su alrededor.

Martín: “Cuando llegue a casa, voy a ser el padre y el esposo que esperan. Pero ¿cuánto más puedo seguir con esta farsa?”, pensó mientras miraba las luces pasar rápidamente a través del parabrisas.

Finalmente, llegó a su hogar. Las luces estaban encendidas, y a través de la ventana del living pudo ver a Gaspar sentado en la mesa con su cuaderno de Matemáticas abierto, y a Catalina jugando con su muñeca pepona en el piso. Carla estaba en la cocina, moviéndose con agilidad mientras preparaba la cena.

Martín apagó el auto y se quedó unos segundos más dentro, con las manos apretando el volante.

Martín: “No es solo mi vida. Todo esto es parte de mí también.”

Respiró hondo, se bajó del auto y caminó hacia la puerta de su casa, decidido a enfrentar un día más de esa realidad que, poco a poco, comenzaba a quebrarse.

Chapter 163: Un día más de realidad

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📍🏠 Casa de Martín (Caballito, Buenos Aires) — Noche, 21:30

El aire fresco de la noche lo envolvió cuando Martín salió del auto y caminó hacia la puerta de su casa. Al entrar, el aroma familiar de la comida de Carla lo recibió. La mezcla de ajo y especias flotaba en el aire, cálida y reconfortante. Sin embargo, en lugar de calmarlo, su mente seguía atrapada en los acontecimientos del día.

Catalina:¡Papá! ¿Me ayudás a hacerla bailar?— gritó Catalina desde el living, corriendo hacia él con su muñeca pepona bajo el brazo.

Martín sonrió con ternura.
Martín:Claro, princesita.— se agachó para abrazarla y darle un beso en la cabeza antes de tomar la muñeca y balancearla suavemente en el aire, haciéndola girar como si estuviera en una pista de baile. Catalina reía con ese sonido dulce y puro que solo los niños pueden hacer.

Gaspar, sentado en la mesa del comedor con el ceño fruncido, levantó la vista de su cuaderno de Matemáticas.

Gaspar:Papá, ¿me ayudás con esto?— preguntó, apuntando con su lápiz a un problema que parecía haberlo frustrado.

Martín:Voy en un segundo, campeón.— le guiñó un ojo a Gaspar antes de devolverle la muñeca a Catalina y dirigirse al comedor.

Gaspar era igual de inteligente que él, y Martín veía mucho de sí mismo en su hijo. Sin embargo, en esos momentos en los que la vida cotidiana parecía tan normal, tan tranquila, las dudas lo asaltaban. ¿Qué tipo de padre era si, por dentro, vivía con un conflicto tan grande?

Se sentó junto a Gaspar y revisó el problema matemático que su hijo estaba intentando resolver. Era una ecuación sencilla, algo que Martín había resuelto mil veces antes, pero ese día, su mente estaba en otra parte.

Martín:Mirá, lo que tenés que hacer es despejar la x.— explicó el proceso lentamente, paso a paso, tratando de concentrarse. Pero en el fondo, las palabras de Ramiro seguían resonando en su mente: "Menos mal que era yo el que tenía que ser transparente y dejarse de histeriqueos, ¿no?"

Gaspar:¡Gracias, papá!— dijo, con una sonrisa satisfecha mientras volvía a escribir en su cuaderno.

Carla apareció en ese momento desde la cocina, limpiándose las manos en un repasador. Se acercó a la mesa y besó a Martín en la mejilla, dándole un leve abrazo por detrás.

Carla:¿Todo bien en el trabajo?— preguntó ella con su tono habitual, despreocupado.

Martín:Sí, lo de siempre. Reuniones, informes... nada fuera de lo común.— se tensó por un segundo, pero rápidamente forzó una sonrisa y asintió.

Carla lo miró por un momento, frunciendo el ceño levemente.
Carla:Parecés cansado. ¿Dormiste mal anoche?

Martín:Sí, un poco. Demasiado en la cabeza, supongo.— soltó una risa suave, aunque sin demasiada convicción.

Carla lo miró con comprensión, pero decidió no insistir.
Carla:Bueno, vení, que ya está lista la cena.


📍🍽️ Comedor familiar — 22:30 hs

Los cuatro se sentaron alrededor de la mesa del comedor, el mismo lugar donde tantas cenas familiares habían transcurrido de forma similar. La mesa de madera oscura estaba bien cuidada, con marcas apenas visibles de los años de uso, y la vajilla blanca simple contrastaba con la ensalada de tomates rojos y lechuga fresca que Carla había preparado. Los bifes a la plancha estaban perfectamente cocidos, y el olor llenaba el ambiente.

Gaspar y Catalina empezaron a contar historias del colegio, hablando con entusiasmo mientras comían. Carla los escuchaba con una sonrisa maternal, feliz de que sus hijos estuvieran bien. Martín intentó seguir la conversación, pero su mente seguía en otro lugar.

Martín: "Ramiro...", El nombre cruzó su mente de nuevo, como un susurro incesante que no lo dejaba en paz. A cada bocado de comida, a cada palabra que sus hijos decían, su pensamiento volvía a esa oficina, a esa mirada intensa y dolida de Ramiro.
Martín: "¿Cómo podía dejar pasar algo así? ¿Cómo podía simplemente seguir viviendo esta vida, como si nada hubiera pasado?"

Carla:Martín, te quedaste en el aire.— la voz de Carla lo trajo de vuelta a la realidad.

Él parpadeó, dándose cuenta de que había estado mirando fijamente su plato sin moverse por varios segundos.
Martín:Perdón, estaba pensando en unas cosas del trabajo—, mintió rápidamente, intentando disimular su distracción.

Carla lo miró con una mezcla de preocupación y comprensión.
Carla:Bueno, tomate un respiro cuando puedas. Se te nota estresado.— dijo con suavidad, volviendo su atención a Catalina, que seguía hablando animadamente sobre su día en el jardín.

Martín respiró hondo, tratando de concentrarse en la cena, en su familia. Después de todo, esta era su vida, su realidad. Pero, al mismo tiempo, sabía que ya no podía ignorar lo que estaba sucediendo dentro de él.


📍🛏️ Dormitorio de Catalina — 23:15 hs

Tras la cena, ayudó a Gaspar a terminar su tarea, y luego llevó a Catalina a su habitación para leerle un cuento antes de dormir. Esa noche, eligió leerle Caperucita Roja, uno de los cuentos favoritos de la pequeña. Mientras leía, la miraba a los ojos grandes y brillantes que lo seguían con atención, sintiéndose abrumado por el amor que sentía por sus hijos.

Cuando Catalina finalmente se quedó dormida, Martín la arropó con cuidado, le dio un beso en la frente y susurró:
Martín:Buenas noches, mi vida.

Se quedó unos segundos más observándola dormir, con el rostro relajado y la respiración tranquila. Era una imagen de paz que contrastaba completamente con el caos interno que sentía.


📍🛏️ Dormitorio matrimonial — 00:39 hs

Al salir de la habitación de su hija, se dirigió al dormitorio matrimonial. Carla ya estaba acostada, con su vestido de pijama blanco floreado, leyendo una revista de moda. Martín se cambió rápidamente, poniéndose su pijama azul marino. Cuando se metió en la cama, Carla dejó la revista a un lado y se giró para mirarlo.

Carla:Ah, por cierto, el sábado vienen mi mamá y mis sobrinos. Así que mentalizate, porque vamos a tener la casa llena.— dijo con una sonrisa.

Martín se rió ligeramente, aunque su mente estaba en otro lado.
Martín:Claro, sí, me mentalizo —, respondió distraído.

Carla no notó su falta de interés y volvió a acomodarse en su lado de la cama, cerrando los ojos. Martín, en cambio, se quedó mirando al techo. Todo lo que había sucedido con Ramiro, lo que había sentido y dicho, lo mantenía despierto.

Martín: "¿Es esto lo correcto?", se preguntaba una y otra vez.
Martín: "¿Estoy dispuesto a perder todo lo que tengo por algo que ni siquiera estoy seguro que pueda funcionar?" Y, sin embargo, tampoco podía negar lo que Ramiro significaba para él.

Esa noche, Martín durmió mal otra vez, sumido en sus pensamientos, atrapado en un laberinto sin salida.

Martín: "Estoy al borde del abismo..."

Chapter 164: El juego que dejó de ser juego

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📍🌃 Calles de Puerto Madero — Noche, 22:00

Ramiro caminaba a paso firme por las calles de Palermo. Las luces de los faroles iluminaban las aceras, y la brisa fresca de la noche le pegaba en la cara, pero eso no era suficiente para despejar la maraña de pensamientos que lo asaltaba. Hacía días que no podía sacarse de la cabeza lo que había pasado con Martín, y esa conversación en la oficina había sido la gota que colmó el vaso.

Ramiro: "Menos mal que era yo el que tenía que ser transparente y dejarse de histeriqueos, ¿no?" , pensó mientras las palabras le resonaban una y otra vez, como un eco en su mente. Nunca había sido fácil para él poner en palabras lo que sentía. Era más cómodo usar la ironía, el sarcasmo, disfrazar las emociones de bromas, de gestos ambiguos. Pero ya no se trataba de un simple juego. Hace tiempo que dejó de serlo.

Recordaba perfectamente cómo había empezado todo con Martín. Al principio, sí, era puro histeriqueo. Coqueteo inocente entre reuniones y sesiones en el Congreso. Siempre había algo en la manera en que Martín lo miraba, esa tensión palpable entre ambos, que lo había divertido.

Ramiro: "Un juego de poder" , se decía a sí mismo, repasando mentalmente cada encuentro. Jugar con los límites, ver hasta dónde podía llevar las cosas sin cruzar la línea.

La primera vez que notó que Martín lo veía de una manera diferente, fue en uno de esos almuerzos casuales que compartían con otros colegas. Nada fuera de lo común. Pero en un momento, mientras charlaban sobre una ley que estaban discutiendo, Ramiro notó cómo los ojos de Martín se clavaban en él. No era la típica mirada de trabajo. Había algo más. Algo que lo hacía sentir observado de una forma… más personal.

Ramiro: "Dale, no te persigas", se dijo en ese momento, restándole importancia. Pero el juego había continuado. Las miradas cruzadas en los pasillos, los comentarios con doble sentido, las pequeñas bromas que cada vez parecían tener más intención. Había algo adictivo en esa dinámica. Algo que le gustaba.


📍🥂 Evento social — Noche (Flashback)

Y después vino esa noche. El momento en que todo cambió para Ramiro. Habían ido a un evento social, uno de esos típicos cócteles aburridos que organizaban para recaudar fondos y mostrar caras en los medios. Ramiro no tenía muchas ganas de ir, pero cuando supo que Martín estaría allí, algo en él se activó.

Durante la noche, entre copa y copa de vino, ambos se cruzaron varias veces. Charlaron de política, de proyectos, pero siempre había algo más en el tono, una especie de subtexto que ninguno de los dos se atrevía a poner en palabras. Hasta que, en un momento, quedaron solos en un rincón del salón. Fue allí cuando lo supo.

Martín le había hecho una broma, una de esas que normalmente Ramiro le devolvía con algún comentario ácido. Pero esa vez, en lugar de responder, Martín lo miró con una intensidad que Ramiro no pudo ignorar. Sus ojos marrones, normalmente tranquilos, estaban cargados de algo diferente. De deseo, de duda, de miedo.

En ese instante, Ramiro sintió que todo se volvía real. Ya no era un juego.

No podía precisar exactamente qué lo hizo darse cuenta de que ya no era solo coqueteo. Quizás fue la forma en que Martín desvió la mirada después de mantener el contacto visual por unos segundos más de lo usual. O tal vez fue la manera en que su propio corazón empezó a latir más rápido. Ahí fue cuando lo entendió.

Ramiro: "No era solo un histeriqueo, como Martín lo llamaba con desdén. Lo que había entre nosotros era real." — pensó, con una mezcla de temor y fascinación.


📍🌃 Calles de Puerto Madero — Noche (Vuelta al presente)

Ramiro: "Fue en ese momento cuando supe que lo mío con él era distinto,"  reflexionó mientras caminaba. La idea le había caído como un baldazo de agua fría en su momento. "Estoy loco," — se repetía a sí mismo, intentando convencerse de que todo era una confusión. Pero no lo era. Lo que sentía por Martín iba mucho más allá de la atracción física o del simple placer de jugar con el poder en las interacciones.

Había algo en Martín que lo descolocaba, que lo hacía querer ser diferente. Vulnerable, incluso.

Ramiro: "A mí no me importa ser más joven o más grande, ni la edad, ni las estupideces de los que nos miran" , pensó, con firmeza. "A mí solo me importa Martín."

Ramiro nunca había tenido problemas para controlar sus emociones, o al menos, para esconderlas bien. Pero con Martín era distinto. Cada vez que lo veía, sentía que todas sus defensas se desmoronaban, y lo odiaba por eso. Lo odiaba porque lo hacía sentir expuesto, como si cualquier cosa que dijera o hiciera pudiera dejarlo al descubierto.

Ramiro: "Y ahora, ¿qué carajo pasa?" , murmuró mientras cruzaba una avenida, los autos pasaban zumbando a su lado, pero él apenas los notaba. Habían llegado a un punto en el que no podía seguir ignorando lo que sentía, y eso lo aterraba.

Porque hasta hace poco, Martín también estaba ahí, del otro lado. Los dos compartían esa conexión, ese deseo mutuo que no podían negar. Pero ahora… la tortilla se había dado vuelta. Martín se alejaba, con excusas, con evasivas. Y eso lo volvía loco.

Ramiro: "Vos estabas loco por mí, en todo sentido. ¿Y ahora?" , pensó, recordando las palabras que le había dicho a Martín en su último encuentro.

Ramiro: —No puede ser que todo esto haya sido un error.— murmuró para sí mismo, apretando los puños dentro de los bolsillos de su abrigo. El viento ahora soplaba más fuerte, pero no era solo el frío lo que lo incomodaba. Era esa incertidumbre, esa sensación de que todo lo que había construido con Martín, ese lazo que los unía, se estaba desmoronando.

Ramiro había sido el primero en dar el paso. Había sido él quien había dejado de lado el "histeriqueo", quien había apostado por algo más. Pero ahora, con Martín retrocediendo, sentía que estaba perdiendo el control de la situación. Y eso lo volvía loco.

Se detuvo frente a un café, mirando su reflejo en la vidriera.

Ramiro: — ¿Qué hago ahora? — se preguntaba mientras observaba su propia expresión en el vidrio. — ¿Lo dejo ir? ¿Sigo adelante como si nada? — pero sabía que ninguna de esas opciones era realmente viable. Ya estaba demasiado metido.

Martín era parte de él ahora.

Con un suspiro pesado, Ramiro se apartó del reflejo y siguió caminando, perdido en sus pensamientos. La noche de Buenos Aires continuaba su curso, pero en su cabeza, todo se sentía detenido, atrapado en ese momento donde el juego se había vuelto algo mucho más grande. Algo que no sabía cómo manejar.

Ramiro: "No me podés dejar solo en esto, Martín."

Chapter 165: El amor que no puedo tener 💔💭

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📍🏢 Departamento de Ramiro — Puerto Madero, Buenos Aires — Noche, 23:15

Ramiro se hundió en el sillón de cuero negro de su lujoso departamento, con la vista fija en las luces que parpadeaban al otro lado del río. El cielo de Buenos Aires estaba despejado, las estrellas tímidamente aparecían entre los rascacielos. El silencio de su departamento contrastaba con el bullicio de la ciudad, pero su mente no tenía paz. Cada sonido, incluso el más mínimo, parecía amplificado dentro de su cabeza. El tictac de un reloj, el murmullo lejano de los autos, todo se mezclaba con el latido acelerado de su corazón.

Ramiro: "¿Para qué me dejaste halagarte tanto? Si al final no me querés tanto como yo a vos", pensó, con el ceño fruncido, mientras tamborileaba los dedos en el reposabrazos del sillón. Sus piernas estaban estiradas frente a él, y su camisa, desabotonada hasta el tercer botón, dejaba ver un destello de piel. El calor de la noche porteña se mezclaba con el enfado que sentía, un calor que se volvía insoportable, no por la temperatura, sino por la frustración que lo invadía. Sentía como si cada fibra de su cuerpo vibrara con la tensión contenida.

Había algo insoportable en esa sensación de vacío. Como si todo lo que había construido, todo lo que había creído, se desmoronara en sus propias manos. Y ahora, solo quedaba la incertidumbre. Cada pensamiento sobre Martín le provocaba un nudo en el estómago que no desaparecía.

Ramiro: "¿O acaso pensarás que mis insistencias para invitarte a salir son un juego, para matar el rato y ya?", reflexionó, mientras miraba su teléfono sobre la mesa de vidrio frente a él, sin animarse a tomarlo. Había intentado llamarlo más temprano, pero Martín no respondió. La sensación de rechazo, aunque no explícita, le quemaba la piel.


Se levantó del sillón de un tirón, haciendo crujir el cuero, y caminó hacia la ventana, donde las luces del Puente de la Mujer brillaban a lo lejos. La ciudad nunca se detenía, siempre en movimiento, pero él se sentía atrapado, quieto en un lugar donde nada avanzaba. Respiró hondo, notando cómo el aire fresco de la noche le rozaba la cara y los brazos desnudos.

Ramiro: "¿Que incluso mis intentos de piropos románticos son en joda?", se preguntó, con la mente carcomida por la duda. Cada gesto, cada mirada cargada de intención, no había sido parte de un simple coqueteo pasajero. Recordó cómo Martín lo miraba en los pasillos, con una mezcla de picardía y tensión, y sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

Frunció los labios y volvió a dejarse caer en el sillón, soltando un suspiro largo y pesado. El sonido de su respiración llenaba el espacio silencioso. Estiró un brazo hacia el borde de la mesa y agarró una copa de vino tinto que había servido hacía rato, pero que apenas había probado. El cristal frío tocó sus labios, y un trago amargo le recorrió la garganta, aunque la amargura en su pecho era mucho mayor. El sabor del vino se mezclaba con el sabor metálico de la frustración.

Ramiro: "Tanta gente en el mundo, y me vine a ilusionar con quien no puedo tener...", pensó irónicamente. Podía haber estado con cualquiera. Había gente buscándole atención todo el tiempo, pero él solo pensaba en Martín, en esos ojos marrones oscuros que lo descolocaban, que lo hacían sentir expuesto, vulnerable. Sintió cómo su corazón se aceleraba solo al recordarlos.

Ramiro: "Irónico que siempre soy yo el que supuestamente le teme al compromiso y al amor" — reflexionó mientras jugueteaba con la copa entre los dedos. La sensación del vidrio frío contra su piel le daba un mínimo consuelo en medio del torbellino emocional que lo envolvía. Cerró los ojos por un instante y recordó la primera vez que Martín lo había mirado de esa manera: no era la mirada de un colega, era algo más intenso, casi eléctrico, que lo había hecho perder el aliento.

El departamento, con sus muebles de diseño minimalista y las enormes ventanas que daban al río, parecía un reflejo de su vida pública: perfecto, calculado, siempre bajo control. Pero en el fondo, todo era una fachada. Su vida privada, sus emociones, estaban lejos de ser tan claras y ordenadas. Ahora me viene a pasar esto. Un suspiro salió de sus labios, mientras las luces de la ciudad bailaban sobre su piel.


Se levantó del sillón y caminó hacia la cocina. Abrió el grifo, dejando correr el agua unos segundos antes de llenarse un vaso.

Ramiro: "¿Qué estoy haciendo mal? ¿Por qué, de repente, me siento tan atado a él?" , se preguntaba mientras bebía. Cada sorbo parecía más pesado que el anterior. Sintió el frío del agua recorriendo su garganta y notó cómo su pecho se comprimía con cada pensamiento que lo volvía a Martín.

Recordó la primera vez que había sentido esa punzada en el pecho. No había sido algo inmediato. Al principio, con Martín todo era un juego. El histeriqueo le daba vida, le encantaba empujar sus límites y ver cómo reaccionaba, cómo intentaba resistirse y después caía en sus encantos. Pero en algún momento, algo había cambiado. Martín había empezado a importarle de verdad. Revivió mentalmente aquel almuerzo donde Martín se rió de un chiste suyo, y cómo ese pequeño gesto lo había desarmado sin siquiera tocarlo.

Se apoyó contra la encimera de mármol, dejando el vaso a un lado. El frío del material contrastaba con el calor que sentía por dentro, pero no le importaba. Cerró los ojos por un momento, buscando en su memoria ese primer instante en que supo que estaba perdido por Martín. Cada risa compartida, cada mirada cruzada, le volvía tangible la confusión y la intensidad de sus emociones.

Se giró hacia el gran ventanal, apoyándose en el marco, mirando las luces lejanas que flotaban sobre el agua. Se preguntaba si Martín estaría pensando en él en ese mismo momento.

Ramiro: —¿O ya habrá decidido olvidarse de todo?— se preguntaba, con el corazón apretado.

Ramiro nunca había sido de esos tipos que se quedaban enganchados. Él era el que mantenía el control, el que manejaba la situación. Pero ahora, sentía que ese control se le escapaba de las manos. Martín lo había desarmado, pieza por pieza, sin siquiera darse cuenta. Cada recuerdo, cada gesto compartido, lo hacía sentirse expuesto y vulnerable.

Ramiro: "¿Qué voy a hacer si me rechaza? ¿Seguiré jugando al 'fuerte', como si nada me afectara? ¿O me dejaré llevar por la rabia y la decepción?" , pensó, con miedo y frustración. Cada pregunta le retumbaba en la cabeza, y su respiración se aceleraba mientras su corazón latía con fuerza.


El teléfono vibró de repente sobre la mesa de vidrio, sacándolo de sus pensamientos. El corazón le dio un vuelco al verlo. Un mensaje. Pero cuando lo desbloqueó, su esperanza se desinfló rápidamente. No era Martín. Era un colega, un mensaje sin importancia. Lo dejó caer nuevamente sobre la mesa, sintiendo la punzada de decepción recorrerle el cuerpo.

Se quedó parado un rato, observando las luces de la ciudad, las sombras que jugaban en su rostro reflejado en el vidrio. Cada destello de luz parecía recordarle la distancia que había entre ellos, la imposibilidad de acercarse.

Ramiro: "Tanto miedo al compromiso..."  murmuró para sí mismo, recordando las veces que había evitado involucrarse de verdad con alguien. Y ahora, cuando finalmente lo había hecho, cuando se había permitido sentir algo real, lo único que recibía era ese abismo de incertidumbre.

Apoyó la frente contra el frío cristal, cerrando los ojos. Los sonidos de la ciudad, los autos que pasaban, los murmullos lejanos de la vida nocturna, eran casi un eco de lo que estaba sucediendo dentro de él. Una mezcla de ruido, de caos, de algo que no podía controlar.

Ramiro: "Martín me desarmó completamente. Y ahora, no sé cómo juntar las piezas."  pensó, con el pecho apretado. Cada recuerdo, cada sonrisa y cada gesto de Martín lo mantenían atrapado en un torbellino emocional imposible de apagar.

Ramiro: "¿Por qué me dejaste ilusionarme, Martín?" , repetía la pregunta en su mente, más fuerte con cada minuto que pasaba. "Si al final, no podés quererme como yo te quiero a vos."

Ramiro, por primera vez en mucho tiempo, no sabía qué hacer.

Chapter 166: Misterios, celos y preguntas sin respuesta 🤔

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📍🏢 Departamento de Ramiro — Dormitorio — 00:51 hs

Ramiro seguía sentado en el borde de la cama, con la mirada perdida en el techo. El eco de sus pensamientos retumbaba en la habitación, en su cabeza, tan fuerte que el silencio parecía amplificarlo. Los vasos de vino vacíos sobre la mesa del living y el leve sabor a torrontés aún en su lengua le recordaban que había estado intentando ahogar sus sentimientos, sin éxito alguno.

Ramiro: "No tengo hambre. No tengo sueño. Solo tengo esta maldita confusión que no me deja en paz."

Ramiro: "Soy el mejor amigo de Javier," se repetía una y otra vez, como si tratar de recordarlo lo ayudara a hacer algo de sentido en medio del caos que sentía. "Pero sé muy bien que no puedo contarle nada de esto." El vínculo entre ellos siempre había sido fuerte, casi indestructible, pero este tema era un terreno minado que ninguno de los dos parecía estar dispuesto a cruzar. "Así como tampoco él me cuenta qué corno hay entre él y Nicolás Del Caño." Soltó una risa amarga, sintiendo la ironía punzante.

Ramiro: "¡Qué linda amistad la nuestra!" Pensó con sarcasmo. "La confianza está por sobre todas las cosas, ¿no?" Pero, ¿cómo podían seguir manteniendo una relación de amigos si ambos se guardaban secretos tan grandes? "Porque no me jodas, esos dos andan en algo hace rato." Javier y Nicolás, dos polos opuestos en la política, pero demasiado cercanos en algo más que sus diferencias ideológicas. "Si lo que tienen es solo política, yo soy el Papa."

Ramiro sacudió la cabeza, tratando de deshacerse de esos pensamientos. La relación de Javier y Nicolás no era su problema, aunque, de alguna manera, le recordaba su propia situación con Martín.

Ramiro: "Por más que se hagan los desentendidos, es obvio que hay algo entre ellos. Y si no lo admiten es porque no pueden, igual que yo con Martín."

Un suspiro profundo salió de sus labios. Martín.

Ramiro: "Ese hombre de bucles castaños, siempre tan correcto, tan serio, tan alejado de mis locuras." ¿Cómo era posible que alguien tan distinto a él lograra despertar sentimientos tan intensos? En sus sueños, la conexión era clara, casi mágica.

Ramiro: "Cada vez que Martín aparece en mis sueños, todo lo demás se desvanece." Si había otras personas, otras preocupaciones, se evaporaban con su sola presencia.


Los sueños de Ramiro siempre habían sido reveladores, casi proféticos. En cada uno de ellos, Martín era el centro, el único que importaba. Los recuerdos de esos sueños vívidos lo atormentaban, haciéndole desear que fueran reales. Podía ver el brillo en los ojos de Martín, sentir su risa resonando en el aire, como si estuvieran solos en un mundo hecho para ellos dos.

Ramiro: "Era tan perfecto en esos sueños." pensó, con una mezcla de nostalgia y dolor.


Pero ahora, la realidad le mostraba algo muy diferente.

Ramiro: "Si yo estuviera en su lugar... Si fuera yo el casado, con hijos... ¿me atrevería a hacer lo que él está haciendo?" Esa pregunta le rondaba la mente, aunque no sabía si quería enfrentarse a la respuesta. Martín tenía una vida hecha, una familia. No era algo que pudiera dejar atrás sin más. Ramiro cerró los ojos, tratando de imaginarse a sí mismo en esa misma situación.

Ramiro: "¿Podría rechazarlo, sabiendo lo que siento por él?" La respuesta no era fácil.

Ramiro: "¿O tendría el valor de arriesgarlo todo por Martín, hasta llegar al punto de perder lo que he construido?" Sabía que Martín estaba atravesando la misma tormenta interna, y eso lo desquiciaba aún más.

Ramiro: "Somos dos adultos, ambos sabemos lo que hacemos. Pero esta situación nos está quemando vivos."

La culpa comenzaba a arañar en los rincones de su mente.

Ramiro: "Si él se divorcia por mi culpa... ¿podría vivir con eso?" Se imaginó el escenario: Martín abandonando todo, dejando a su esposa, explicándole a sus hijos que su vida cambiaría para siempre.

Ramiro: "¿Y por qué? ¿Por mí? ¿Por alguien que ni siquiera está seguro de cómo manejar sus propios sentimientos?"


📍🏢 Baño — 01:21 hs

Ramiro se levantó de la cama y fue hacia el baño, en un intento por despejarse. Se cepilló los dientes, mirando su propio reflejo en el espejo.

Ramiro: "Hacía cinco años que jugábamos este jueguito de miradas, de palabras ambiguas." pensó, y la nostalgia le golpeó el estómago como un puñetazo.

Ramiro: "Y cuando por fin los dos nos damos cuenta de lo que sentimos... PUM, el señor Lousteau se acuerda de golpe que está casado."

Dejó caer el cepillo de dientes en el lavabo, observando cómo el agua arrastraba la espuma y la hacía desaparecer por el desagüe.

Ramiro: "Qué conveniente." Su frustración iba en aumento. "Cuando ya estábamos a punto de cruzar esa línea que tanto habíamos evitado, resulta que se acuerda de que tiene responsabilidades."


📍🏢 Dormitorio — 01:32 hs

Regresó a la habitación, esta vez con el cuerpo más pesado. El vino empezaba a hacer su efecto, nublando sus pensamientos, pero también amplificando sus emociones. Se puso su ropa de cama, una remera holgada y unos pantalones cómodos, y se tiró en la cama, dejando que su cuerpo se hundiera en el colchón.

Pero el sueño no llegó.

Ramiro: "Hace cinco años que estamos en esta, y ahora que todo está sobre la mesa, ¿qué hago? ¿Lo dejo ir? ¿Me sigo quedando en esta ambigüedad que me está matando?"

Cerró los ojos, pero su mente seguía dándole vueltas a la misma idea.

Ramiro: "Si juega con fuego, que no espere salir con las manos intactas." pensó, recordando el peligro de seguir adelante con esta relación.

Ramiro: "Aunque yo tampoco soy inocente en esto. Yo también estoy jugando con fuego."

Martín ya era un hombre grande, tan consciente como él de las decisiones que estaba tomando. Pero eso no hacía que la culpa desapareciera.

Ramiro: "Ambos sabemos lo que estamos haciendo, y ninguno es inocente." La idea de perderlo era insoportable, pero al mismo tiempo, la idea de que Martín lo eligiera y lo dejara todo, también era aterradora.

Ramiro: "Somos grandes. Los dos sabemos a qué estamos jugando." Pero, por más que quisiera convencerse de que podía con todo, la realidad era más complicada. No podía controlar lo que Martín decidiera hacer.

Ramiro: "¿Qué pasa si al final, Martín decide quedarse con su familia y olvidarse de mí?"

El corazón le latía con fuerza, sintiendo la incertidumbre morderle el alma.

Ramiro: "O peor todavía, ¿qué pasa si decide arriesgarlo todo... y después se arrepiente?"

Ramiro se quedó mirando el techo, incapaz de apagar el torbellino de pensamientos que lo consumían. Y en esa batalla interna, mientras la noche avanzaba lentamente, comprendió que el fuego que los dos habían encendido no se apagaría tan fácilmente.

Ramiro: "Lo quiero, y no sé si puedo dejarlo ir."

Chapter 167: La sombra de la inseguridad

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📍🏠 Dormitorio — Casa de Javier — 07:10 hs

La mañana se filtraba con suavidad a través de las cortinas de la casa en Palermo. En el dormitorio, donde el sol comenzaba a colarse por las ventanas, Javier Milei se encontraba junto a Nicolás del Caño, aún con el cuerpo algo cansado tras una noche de palabras susurradas y caricias cómplices. El aroma a café recién hecho se entremezclaba con el aire cálido del ambiente, mientras el ruido lejano del tránsito de la ciudad daba un toque de rutina.

Javier: —Che, Nico, necesito contarte algo— dijo, con ese tono entre grave y cargado de misterio que a veces usaba, mientras tomaba aire y evitaba la mirada de Nicolás por un instante.

Nicolás: —¿Qué pasó ahora, amor?— respondió, aún medio somnoliento, mirándolo con un gesto mezcla de ternura y resignación.

Javier tomó un sorbo de café de la taza que tenía en la mano y suspiró antes de sentarse al borde de la cama, mirando al suelo como si tratara de encontrar las palabras correctas.

Javier: —Tengo que irme a Estados Unidos, el jueves. Me voy a encontrar con Elon de nuevo. Hay… más cosas que cerrar sobre los tratos que ya habíamos empezado. No me queda otra— explicó, intentando sonar calmado.

Nicolás: —¿Otra vez con Musk?— respondió, frunciendo un poco el ceño. Aunque intentaba no sonar molesto, no podía evitar que su tono de voz lo delatara—¿Y cuánto tiempo te vas esta vez? ¿Vas a quedarte mucho allá?

Javier giró su rostro para mirarlo, con esa sonrisa medio torcida que a Nicolás le provocaba un nudo en el pecho. Sabía que Javier no estaba haciendo nada malo, pero la cercanía con Musk lo inquietaba.

Javier: —No, no es por mucho tiempo. Unos días nada más— respondió, dejando la taza sobre la mesa de noche y acercándose a Nicolás, tomando su rostro con suavidad entre sus manos—Te prometo que no voy a tardar. Cuando menos te lo esperes, ya voy a estar de vuelta, como si no me hubiera ido.

Nicolás: —Está bien— dijo finalmente, forzando una sonrisa—sólo no tardes mucho. Ya sabés que no me gusta cuando te vas por tanto tiempo.

Javier: —Te voy a extrañar— murmuró contra su piel—Pero prometo que no va a ser mucho.


📍🏛️ Despacho de Nicolás — Congreso — Mediodía

Después de ese intercambio, Nicolás intentó seguir con su día como cualquier otro. Pero a medida que avanzaba la jornada, ya en su despacho en el Congreso, su mente no podía dejar de vagar hacia la relación entre Javier y Elon Musk. ¿Por qué se llevaban tan bien? Por más que sabía que eran solo temas diplomáticos y acuerdos para el bien de Argentina, la cercanía entre ellos lo incomodaba. Era irracional, lo sabía, pero no podía evitarlo.

Nicolás: "Si dejó a Fátima por Yuyito, y luego a Yuyito por mí… ¿Qué le impide dejarme por Musk o volver con Yuyito?" pensaba mientras tamborileaba los dedos sobre el escritorio de su despacho. El murmullo de las conversaciones en la Cámara de Diputados llegaba como un eco lejano a sus oídos. Sus ojos se perdían en la pantalla de su computadora, donde intentaba concentrarse en sus labores legislativas, pero su mente estaba en otro lado, consumida por la inseguridad.

De repente, un golpe suave en la puerta de su oficina lo sacó de sus pensamientos.

Asesor: —Compañero, ¿todo bien?— dijo al asomarse por la puerta.

Nicolás: —Eh… sí, sí. Todo bien— respondió, algo nervioso, tratando de reponerse rápidamente—¿Qué necesitabas?

Asesor: —Nada, solo te traía los informes que pediste— dejó unos papeles sobre el escritorio y se retiró, no sin antes mirarlo con cierta curiosidad—Cualquier cosa, estoy acá afuera.

Nicolás se quedó solo de nuevo, con la cabeza hecha un lío. Sus ojos comenzaron a humedecerse, y tuvo que hacer un esfuerzo enorme para no dejarse llevar por las lágrimas.

Nicolás: "¿Por qué dudo tanto de él? Si ya me demostró que me ama de mil formas," pensaba mientras apretaba el puente de su nariz para evitar el llanto.


Recientemente, ambos habían comenzado a seguirse en todas las redes sociales. Nicolás, con su leve paranoia a cuestas, había activado las notificaciones de cada posteo de Javier, tanto en Instagram como en Twitter. Quería enterarse de todo lo que su pareja hacía al instante. Sin embargo, algo en él también lo llevó a seguir a Elon Musk y, para su propio tormento, incluso a Yuyito González. No estaba seguro de por qué lo había hecho, pero una corazonada, una intuición poco agradable, lo había llevado a ese comportamiento que nunca había tenido en sus relaciones anteriores.

Nicolás no era un novio tóxico. Nunca lo había sido. Pero esa relación con Javier era diferente. Javier lo hacía sentir más vivo que nunca, pero, al mismo tiempo, esa intensidad despertaba en él un temor inmenso. Un miedo a perderlo, a que se fuera con alguien "mejor". Un pensamiento absurdo, lo sabía, pero que no dejaba de latir en su mente, como una herida abierta.

En el despacho, el zumbido lejano de una notificación interrumpió sus pensamientos. Era su teléfono, que vibraba en silencio sobre el escritorio. Al desbloquearlo, vio la nueva publicación de Elon Musk en Instagram: una foto en su jet privado, sonriendo con un aire de suficiencia.

Nicolás: "Es sólo trabajo, es sólo trabajo," se repetía, pero el eco de su duda resonaba una y otra vez en su mente, mientras el día continuaba con una lentitud insoportable

Chapter 168: Los celos me respiran en la nuca

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📍🏛️ Despacho de Nico — Cámara de Diputados — Día

Nico estaba sentado en su despacho en la Cámara de Diputados, con la mirada fija en su computadora, aunque su mente estaba en otro lado. Los pensamientos sobre el inminente viaje de Javier a Estados Unidos seguían rondando en su cabeza. Había intentado convencerse de que todo era solo paranoia, de que su novio lo amaba y que los tratos con Elon Musk eran simplemente asuntos diplomáticos, pero la incomodidad persistía. Sus dedos tamborileaban contra la madera del escritorio, casi sin darse cuenta, mientras su respiración se aceleraba por momentos.

Entre suspiros y clics distraídos, abrió su cuenta de Instagram. Revisando su feed, de pronto se topó con algo que lo dejó frío: Javier y Elon Musk se seguían mutuamente en todas las redes sociales. Instagram, Twitter, incluso en Facebook. Nico frunció el ceño mientras su corazón daba un pequeño vuelco, y una sensación de hormigueo le recorrió el estómago. No es que Javier no le hubiera mencionado que Elon y él eran "íntimos amigos", pero ver esa conexión tan directa le despertaba un mal presentimiento.

Nicolás: —¿Desde cuándo son tan cercanos?— murmuró para sí, apretando los labios y apretando ligeramente los puños sobre la mesa.

Mientras deslizaba el dedo sobre la pantalla de su celular, sus ojos se entrecerraron recordando un momento que hasta ahora no había cobrado relevancia. Era un flashback, un recuerdo que había quedado en su mente, como una escena insignificante, pero que ahora, en retrospectiva, le resultaba inquietante.


Flashback

Unos meses atrás, estaban en la casa de Palermo que ahora compartían. Era una tarde tranquila; Nico estaba sentado en el sillón del living, y Javier, relajado, descansaba en el otro extremo, con el celular en la mano. Estaba leyendo algunas noticias o, al menos, eso pensaba Nico. En un momento, Javier se levantó y dejó el celular desbloqueado sobre la mesa de centro mientras iba a la cocina por algo de tomar.

Nico ni siquiera había prestado demasiada atención al teléfono en ese momento, pero justo cuando desvió la mirada hacia él, vio la pantalla encenderse y un mensaje de WhatsApp aparecer en la parte superior. Sus ojos se abrieron un poco más, un escalofrío recorriéndole la espalda.

Elon Musk: "¿Qué te parece si nos juntamos antes de lo previsto? Tengo algo más que mostrarte, te va a interesar."

En ese instante, Nico había esbozado una sonrisa breve y no le dio mucha importancia. Pensó que eran solo charlas de negocios, nada más. Pero ahora, con todo lo que estaba sucediendo, la memoria de ese mensaje le pesaba como una carga, y notó cómo sus hombros se tensaban involuntariamente.


Nicolás: —¿Qué tanto pueden estar hablando como para que Javier me lo oculte?— pensó en voz baja, mientras su dedo tamborileaba sobre el escritorio con más fuerza, casi golpeando la madera.

El sonido de las teclas de la computadora de su asistente lo devolvió a la realidad. Intentó concentrarse, abrir documentos y revisar informes, pero cada tanto, su mirada volvía a deslizarse hacia su teléfono, esperando que no apareciera nada inesperado que lo volviera a inquietar. La duda ya se había sembrado, y sentía un nudo en la garganta.

Sabía que tenía que tranquilizarse, pero las imágenes de Javier y Elon juntos, riéndose, compartiendo algo más que simples negocios, no dejaban de rondar su mente. Y lo peor era que no había una razón clara para desconfiar. Javier nunca le había dado motivos para dudar de él. Pero los celos eran como una espina invisible, una que ahora sentía cada vez más profundamente, clavándose en su pecho.

Nico tomó aire y se recostó contra su silla, mirando el techo. Su corazón latía con fuerza, y un sudor frío se formaba en la nuca.

Nicolás: "¿Por qué estoy así? ¿Por qué dudo de él, si ya me demostró que me ama?" Se sentía ridículo, pero no podía evitarlo. Era la incertidumbre de lo que pasaría en ese viaje, lo que Javier no le estaba contando y lo que podría suceder mientras estuviera lejos.

Intentó distraerse revisando el feed de Twitter. De pronto, una notificación lo sobresaltó. Milei había tuiteado. Abrió rápidamente el mensaje, y aunque era un simple tweet sobre un tema político, no pudo evitar revisar los comentarios, buscando cualquier indicio de algo más. Sus dedos se crispaban ligeramente sobre el teclado, reflejando su tensión interna.

Nicolás: —No podés estar así, Nico. No es sano— se dijo a sí mismo mientras cerraba la aplicación y apoyaba la frente contra la palma de su mano, suspirando.

Pero la sensación de malestar no desaparecía. ¿Sería realmente todo una ilusión suya? ¿O estaba viendo algo que prefería no enfrentar? La confusión lo inundaba, y sabía que necesitaba hablar con Javier antes de que esta bola de nieve emocional se hiciera demasiado grande. El solo pensar que Javier podía volver a caer en una relación superficial como había hecho antes, lo hacía sentir una mezcla de celos y miedo, y un escalofrío le recorría la columna.

Nicolás: "Él me eligió a mí, pero, ¿me seguirá eligiendo?"

Por más que lo intentara, no podía sacarse de la cabeza el temor de que alguien, como Elon Musk, pudiera interponerse en lo que creía tan seguro. Sus manos se entrelazaban nerviosamente sobre el escritorio, y el zumbido lejano de su teléfono vibrando lo hacía sobresaltar cada vez que llegaba un nuevo mensaje, por intrascendente que fuera.

Chapter 169: Elon Musk, el Hombre detrás de la Leyenda

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Nicolás, aún con el celular en la mano y sus pensamientos enmarañados, se dejó llevar por una nueva ola de incertidumbre. Esta vez no se trataba únicamente de Javier, sino de Elon Musk, el hombre que parecía tener un vínculo tan especial con su novio, uno que ni siquiera Nico podía comprender del todo. En medio de su confusión, comenzó a pensar en quién era realmente ese hombre que tantas veces había escuchado mencionar en la prensa y en boca de Javier, pero sobre el cual sabía muy poco en profundidad. Sus dedos se crispaban sobre el celular, y la respiración le daba pequeñas sacudidas, como si cada pensamiento lo hiciera palpitar más rápido. La silla bajo él parecía demasiado dura, y Nico se recostó levemente, intentando relajar los hombros tensos.


Elon Musk había nacido el 28 de junio de 1971, en Pretoria, Sudáfrica. Su padre, Errol Musk, era ingeniero electromechanical y piloto, mientras que su madre, Maye Musk, era una reconocida nutricionista y modelo canadiense. Desde pequeño, Elon había demostrado una curiosidad inagotable, y a los 12 años ya había creado su propio videojuego. Sin embargo, la infancia de Musk no fue fácil. A pesar de su intelecto brillante, sufrió bullying en la escuela y en su hogar, lo que lo llevó a refugiarse cada vez más en el mundo de los libros y la tecnología. Nico apretaba los labios mientras leía mentalmente sobre Musk, sintiendo una mezcla de admiración y celos inexplicable.

Su adolescencia, aunque marcada por episodios de soledad, también fue una época de descubrimientos. A los 17 años, decidió mudarse a Canadá para evitar el servicio militar obligatorio en Sudáfrica, y más tarde se trasladó a los Estados Unidos, donde ingresó a la Universidad de Pensilvania. Fue allí donde comenzó a gestarse su meteórico ascenso en el mundo de la tecnología y los negocios. Nico imaginaba a Elon joven, rodeado de libros y pantallas, y por un instante se sintió pequeño, atrapado entre la admiración y el miedo de perder a Javier ante alguien con esa seguridad y ambición.

Pero a pesar de su éxito, había algo en Musk que lo hacía diferente a otros multimillonarios. No se trataba simplemente de amasar una fortuna; su ambición era trascender fronteras, alcanzar sueños imposibles. SpaceX, Tesla, Neuralink, The Boring Company... todos estos proyectos nacieron de la mente de un hombre que soñaba con cambiar el mundo. Nico sintió un nudo en el estómago, preguntándose si Javier se sentía igual de fascinado y absorbido por Elon como él podía imaginar.

Sin embargo, no todo eran logros y proyectos futuristas. Musk también tenía un lado más humano, menos visible para el público. Era un amante de la música, disfrutaba de los videojuegos, y solía hacer bromas en redes sociales que muchas veces dejaban a la gente confundida. Con una personalidad excéntrica y en ocasiones difícil de comprender, Elon había logrado ganarse tanto admiradores como detractores. Pero había algo en él que siempre lo distinguía: una inquebrantable confianza en sus propias ideas, algo que sin duda había atraído la atención de Javier desde el principio. Nico sintió una presión creciente en el pecho; cada detalle hacía que su inseguridad creciera, como un peso invisible sobre sus hombros.


Fue precisamente en un evento internacional, en el que ambos coincidieron, cuando Milei y Musk se conocieron por primera vez. En aquel momento, lo que comenzó como una conversación casual sobre las criptomonedas y los futuros posibles de la economía, terminó por convertirse en una relación de mutua admiración y, para sorpresa de muchos, en una amistad cercana. Nico recordaba vagamente haber oído a Javier hablar de ese encuentro, pero nunca imaginó que algo así lo afectaría tanto.

A lo largo de los meses, la prensa internacional comenzó a notar lo que parecía ser más que una simple alianza entre empresarios y políticos. La conexión entre Musk y Milei no pasó desapercibida. Los dos hombres compartían más que solo proyectos de negocios; había un bromance en ciernes, una especie de complicidad que se reflejaba en los intercambios públicos en redes sociales y en las sonrisas cómplices que compartían cada vez que se encontraban en conferencias o eventos internacionales. Nico cerró los ojos por un instante, sintiendo cómo su estómago se contraía ante la idea de esos encuentros, y llevó las manos a su rostro por un segundo antes de apoyarlas de nuevo sobre la mesa.

Twitter, donde ambos eran sumamente activos, se convirtió en el escenario donde se podía observar el desarrollo de esta relación. Las bromas iban y venían, desde comentarios sobre las criptomonedas hasta chistes sobre la conquista de Marte. Los seguidores de ambos comenzaron a especular sobre la naturaleza de su vínculo, y aunque la mayoría lo veía como una amistad peculiar, había quienes creían que había algo más profundo. Nico sentía cómo la ansiedad se acumulaba en su pecho, obligándolo a mirar su teléfono compulsivamente, apretando los dedos contra la pantalla.


Nico, sentado en su despacho, revisaba esas mismas interacciones en las redes.

Nicolás: "¿Hasta qué punto son solo amigos?" La pantalla de su teléfono estaba inundada de memes y comentarios sobre el bromance entre Musk y Milei. Desde fotos editadas de ellos dos en la Luna, hasta chistes sobre cómo serían co-presidentes de Marte. Pero lo que a la gente le resultaba divertido, a Nico le causaba un creciente malestar. Se pasó la mano por el cabello, inquieto, y respiró hondo intentando calmar la sensación de vacío en su pecho.

Milei solía bromear con él sobre su relación con Musk, minimizando cualquier insinuación. Pero había algo en esa cercanía que Nico no podía ignorar. Las fotos juntos, las menciones en entrevistas, los mensajes que Javier recibía a toda hora. Y luego, ese flashback... la imagen del celular de Javier desbloqueado y el mensaje de Elon, tan casual, pero tan cargado de algo que Nico no había podido identificar en ese momento.

Nicolás: "Es todo cuestión de negocios," se repetía una y otra vez, intentando calmarse. "Javier nunca me ocultaría algo así." Pero por más que intentara convencerse, no podía evitar sentir una punzada de inseguridad cada vez que pensaba en la cercanía de esos dos titanes.

Las cosas entre ellos habían sido tan claras desde el principio. Javier le había asegurado que todo lo que tenía con Musk era estrictamente profesional, una amistad basada en la mutua admiración y en el potencial que veían para sus respectivos proyectos. Pero los pequeños detalles, los mensajes, las interacciones públicas y privadas... todo eso comenzaba a hacer que Nico se sintiera cada vez más incómodo.

Sabía que era irracional dudar de Javier, especialmente después de todo lo que habían compartido. Pero la sombra de Elon Musk era difícil de ignorar. No solo por su poder y su influencia, sino por lo que representaba: una vida que Nico no podía controlar ni comprender del todo, y un vínculo que parecía ir más allá de lo puramente profesional. Su respiración se volvió más rápida, y el pulso le latía en las sienes.


Mientras intentaba enfocarse en su trabajo, el sonido de una notificación en su celular lo sobresaltó. Abrió el mensaje, tembloroso, temiendo lo peor. Pero no era lo que esperaba: era un mensaje de Javier.

Javier: "Amor, ¿te parece si cenamos afuera esta noche? Tengo algo de tiempo antes de prepararme para el viaje. Te extraño."

Nico suspiró, sintiendo un alivio momentáneo. Cerró los ojos por un segundo, intentando recuperar la calma.

Nicolás: "Todo está bien," se dijo a sí mismo, aunque en el fondo, no podía dejar de preguntarse qué pasaría entre Javier y Elon en ese viaje. Sus manos se relajaron apenas un poco sobre la mesa, pero su mente seguía dando vueltas a la misma pregunta: ¿podría confiar realmente en que Javier volvería sin cambios de esa relación profesional que parecía tan intensa?

Chapter 170: En las redes de la duda

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📍🏨 Detroit (EE. UU.) — Jueves, Mañana

Era jueves por la mañana cuando Javier Milei le escribió a Nico apenas arribó a tierras estadounidenses. Estaba agotado por el viaje, pero su entusiasmo por la reunión que tendría con Elon Musk lo mantenía alerta. Le mandó un mensaje a Nico:

Javier: "Amor, ya llegué. Estoy en Detroit. Te mando una foto del hotel."

La foto llegó enseguida. Milei estaba hospedado en el Detroit Foundation Hotel, un lugar icónico en la ciudad, famoso por su mezcla de modernidad y estilo clásico, con amplios ventanales y una vista imponente del centro urbano. En la imagen, se veía una cama king-size perfectamente hecha, con sábanas blancas impecables y una luz cálida que emanaba de las lámparas de mesa.


📍🏛️ Congreso (Buenos Aires) — Jueves, Mañana

Nico, desde su despacho en el Congreso, miraba la pantalla con una mezcla de alivio y celos. No podía evitar sentir una ligera punzada en el pecho al pensar que Javier estaba tan lejos, y que iba a reunirse con Musk, el hombre que, en silencio, se había vuelto su principal rival imaginario. Apretó el teléfono en su mano, intentando alejar esos pensamientos. Sin embargo, no pudo evitar buscar en redes sociales si Javier o Elon habían publicado algo.


📍🏙️ Detroit (EE. UU.) — Jueves, Tarde

La ciudad de Detroit, conocida por ser uno de los epicentros tecnológicos más importantes de Estados Unidos, ofrecía el ambiente perfecto para las ambiciones de Musk y los proyectos en los que Javier estaba interesado. Era moderna, dinámica, y su horizonte estaba lleno de rascacielos que hablaban del poder de la innovación y la industria automotriz. Para Milei, caminar por las calles de Detroit era como sumergirse en el futuro.


📍🏢 Centro de Innovación y Desarrollo Científico (Detroit) — Jueves, Tarde

Mientras tanto, en el Centro de Innovación y Desarrollo Científico, donde se llevaba a cabo la reunión, la atmósfera estaba impregnada de un ambiente de tecnología de vanguardia. Los pasillos eran amplios, iluminados por luces LED que recorrían el techo como si estuvieran dentro de una nave espacial. Todo estaba diseñado para reflejar la avanzada infraestructura y la ambición tecnológica de las mentes que trabajaban allí.

Al llegar, Elon ya lo esperaba. Los dos se saludaron con una leve sonrisa y un apretón de manos firme.
Elon:Javier, bienvenido,— dijo Elon en inglés fluido, —Espero que el viaje haya sido cómodo.

Javier:Lo fue, gracias. Esta ciudad siempre me deja sin palabras,— respondió Javier, con su característico entusiasmo. Aunque no lo demostraba tanto en el rostro, su energía era evidente.

Elon lo guió hasta una sala privada donde tendrían su reunión. Mientras caminaban, intercambiaban comentarios ligeros sobre los avances de SpaceX y las últimas noticias sobre Tesla. Javier lo escuchaba atentamente, admirando la capacidad de Musk para hablar con tanta pasión sobre temas tan complejos, mientras también hacía bromas con una naturalidad que desarmaba a cualquiera.

La sala donde se reunieron era un espacio amplio, con pantallas en las paredes que proyectaban imágenes del espacio, gráficos interactivos de proyectos en curso, y una mesa de cristal en el centro donde los esperaba un ágape cuidadosamente preparado. Había bocadillos de lujo, desde sushi hasta pequeñas porciones de caviar. El champán brillaba en copas delgadas sobre la mesa.

Musk:I hope you're ready for some exciting stuff,— dijo Musk, levantando su copa para un brindis.

Javier:I'm always ready for that,— respondió Javier, chocando su copa con la de Elon y tomando un sorbo. Las burbujas de champán acariciaban su garganta mientras los dos hombres compartían una mirada cómplice.

La reunión fue distendida, y aunque los temas de negocios eran el motivo central, no faltaron las bromas. Musk, con su humor seco pero ingenioso, lograba hacer reír a Javier más de lo que él mismo esperaba. Hablaron de las nuevas criptomonedas, del futuro de la energía en Argentina, y del potencial que había en las tecnologías espaciales para la economía global. A medida que las copas se vaciaban, la conversación se tornaba más ligera, y decidieron salir a caminar por la ciudad.


📍🌆 Detroit (EE. UU.) — Jueves, Noche

Detroit, al anochecer, brillaba bajo las luces de los rascacielos. El aire fresco de octubre recorría las calles mientras Elon y Javier caminaban lado a lado. Musk, con las manos en los bolsillos de su abrigo, le señalaba algunos de los puntos emblemáticos de la ciudad, como el Guardian Building, con su arquitectura Art Deco imponente, y el Renaissance Center, que dominaba el skyline con su altura monumental.

Musk:This city always feels like the future,— comentó Musk, —But the real future is out there, Javier.

Le señaló el cielo estrellado, donde ambos sabían que SpaceX estaba abriendo nuevos caminos. Javier asintió, entendiendo a la perfección lo que Elon quería decir. Ambos compartían una visión similar del mundo: la ambición de romper barreras, de desafiar el status quo.


📍🏛️ Congreso (Buenos Aires) — Jueves, Tarde-Noche

Mientras tanto, en Buenos Aires, Nico seguía su rutina diaria, pero con una sensación de vacío. Las notificaciones en su teléfono eran constantes, pero no de Javier. Eran las redes sociales las que lo mantenían al tanto de lo que estaba pasando. Cada tanto, revisaba Twitter e Instagram solo para encontrarse con fotos de Javier y Elon sonriendo en alguna reunión, o caminando por Detroit. La complicidad entre ambos era palpable, incluso desde la distancia.

Conforme pasaban los días, Nico dejó de recibir mensajes directos de Javier. Lo último que había visto era aquella foto del hotel. A partir de ese momento, todo lo que sabía sobre su novio lo obtenía a través de las publicaciones en redes. Los comentarios, las bromas, las fotos... todo lo que veía reforzaba esa sensación de que, tal vez, había algo que él no comprendía del todo.

Nico: "¿Qué estará haciendo ahora?" se preguntaba una y otra vez. No podía evitar pensar en la cercanía que había visto entre ellos. Nico: "Seguro está ocupado con los negocios... pero, ¿por qué no puede tomarse un momento para escribirme?"

La incertidumbre comenzó a afectarlo, y aunque intentaba concentrarse en su trabajo, sus pensamientos lo traicionaban constantemente. Veía a Javier y a Elon como dos gigantes, dos titanes compartiendo un mundo al que él no tenía acceso. Y mientras tanto, él estaba atrapado, mirando todo desde una pantalla, como si fuese un espectador más en la vida de su propio novio.

La tensión crecía dentro de Nico. Aunque intentaba tranquilizarse, una parte de él no podía dejar de pensar que tal vez había algo más entre Javier y Elon. Algo que no se veía en las redes, pero que podía sentirse en la complicidad de sus sonrisas, en la forma en que se miraban en esas fotos que tanto circulaban.


📍🛏️ Departamento de Javier (Palermo, Buenos Aires) — Jueves, Noche

Al final de ese día, Nico se recostó en su cama, mirando el techo.

Nico: "Javier me ama," se repetía una y otra vez, tratando de convencerse. Pero el silencio de su celular y las imágenes que seguía viendo en redes lo hacían dudar.

Nico: "¿Por qué siento que lo estoy perdiendo?", pensó, justo antes de que el sueño lo venciera, mientras las luces de su teléfono parpadeaban, una vez más, con una nueva notificación de Elon y Javier.

Chapter 171: Distancia, sospechas y deseo

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📍🏙️ Buenos Aires, Argentina — Viernes, Atardecer

El sol ya había comenzado a bajar en Buenos Aires cuando Nico, sentado en el sillón de su departamento en Palermo, revisaba una vez más su celular. Su mirada no dejaba de vagar entre las notificaciones de Twitter e Instagram. Las fotos de Javier y Elon paseando por Detroit llenaban su feed. Javier había publicado una imagen de ambos, sonriendo en la entrada del Detroit Foundation Hotel, una imponente estructura de ladrillo rojo con interiores lujosos y una estética industrial que reflejaba el espíritu moderno de la ciudad. Nico había activado las notificaciones de todas las redes sociales de su novio, pero no había recibido un solo mensaje directo de Javier desde el día anterior.

Nico: "¿Qué estoy haciendo mal?", pensó mientras un suspiro de frustración escapaba de sus labios. Acarició el borde del celular con el pulgar y recordó aquel instante que hasta hacía poco había minimizado.

Era una tarde de invierno cuando, mientras Javier se duchaba, Nico pasó por el cuarto y vio el teléfono de su novio sobre la mesa de luz, con la pantalla iluminada. El celular de Milei siempre estaba protegido por una clave, pero en ese momento la pantalla estaba desbloqueada. Justo en ese segundo, entró un mensaje en WhatsApp. Nico lo vio de reojo: Elon Musk. En aquel momento no le había dado demasiada importancia; después de todo, ya sabía que eran amigos, pero ahora... Ahora todo se sentía distinto.

Las luces de la ciudad comenzaban a titilar a través de las ventanas de su departamento, pero en su cabeza, las dudas se acumulaban, cada vez más oscuras.

Nico: "¿Y si pasa algo entre ellos? ¿Qué tan cerca pueden estar como para que ahora lo vea más a Elon que a mí?"

Nico dejó el teléfono a un lado, se levantó del sillón y caminó hacia la cocina. Sirvió un vaso de agua, intentando distraerse, pero su mente no lo dejaba en paz. Se sentía tonto por sus celos. Después de todo, ¿no era él quien estaba en pareja con Javier? ¿No era él quien había compartido tantas noches, tantas confidencias, tantas promesas?


📍🌃 Detroit, Estados Unidos — Noche

Mientras Nico luchaba con sus pensamientos, en la fría y moderna ciudad de Detroit, Javier y Elon caminaban por las amplias avenidas. El aire fresco de la noche traía consigo un aroma a asfalto recién llovido y los faros de los autos iluminaban su camino.

Elon:I must say, Javier, Argentina is on the verge of something big. The deals we’ve been discussing... they can change everything.

Javier:That’s the idea —respondió con una sonrisa que dejaba entrever su entusiasmo por los negocios y por el futuro.

En los ojos de Elon brillaba una admiración genuina. No solo compartían una visión sobre el mundo, sino también una extraña y cada vez más profunda complicidad. Era fácil para Javier sentirse cómodo con él; las charlas iban más allá de la política y los negocios, tocaban temas personales, sueños y deseos que no compartía con casi nadie.

Se detuvieron frente a un pequeño bar de estilo retro, con luces de neón en la puerta. Elon miró a Javier y le hizo un gesto.

Elon:One drink?

Javier:Just one —respondió, sabiendo muy bien que “una sola copa” con Elon podía llevarlos a largas charlas llenas de bromas, complicidad y risas.

Entraron al bar, donde el ambiente era cálido, con música jazz de fondo y las luces bajas creando un ambiente íntimo. El barman les sirvió dos whiskies, y entre tragos y miradas, el lazo entre ambos parecía fortalecerse más con cada minuto.


📍🏛️ Buenos Aires, Argentina — Congreso de la Nación, Tarde

Mientras tanto, Nico intentaba concentrarse en su trabajo en el Congreso. En su despacho, los papeles se amontonaban sobre su escritorio, pero su mente estaba en otro lado. Cada vez que el teléfono vibraba, él lo revisaba con la esperanza de que fuera Javier. Pero no, solo eran más notificaciones sobre los posteos de Javier y Elon.

Nico: "Lo peor de todo es que me estoy volviendo loco por nada", pensaba mientras miraba la pantalla vacía.

Sabía que no debía dudar, pero la distancia, las imágenes, la falta de comunicación... todo conspiraba para que sus miedos se hicieran cada vez más grandes. Se acomodó en su silla e intentó centrarse en lo que tenía que hacer, pero la voz de su asesor lo sacó de golpe de sus pensamientos.

Asesor:Diputado, ¿le parece bien si avanzamos con este punto del orden del día?

Nico asintió, sin realmente haber escuchado lo que su asesor le decía. Miró a su alrededor. Las paredes del despacho parecían cerrarse sobre él, como si el aire se volviera más denso.

Nico: "¿Por qué dudo tanto de él? Si ya me demostró que me ama de mil formas", pensó, mientras apretaba los puños con frustración.

Se pasó una mano por el rostro, intentando calmarse. Pero no era fácil.


📍🌆 Detroit, Estados Unidos — Noche

En Detroit, la charla entre Javier y Elon fluía con naturalidad.

Elon:You know, —dijo, mirando a Javier con una sonrisa—, I’ve always admired how fearless you are. Not just in politics, but in life. It’s rare to find someone like you.

Javier lo miró y sonrió de vuelta, sintiendo una extraña calidez en el comentario. Había algo en Elon que lo hacía sentirse comprendido, como si, entre ellos, las palabras no fueran necesarias para entenderse. Y eso lo confundía, porque aunque amaba a Nico, este vínculo con Elon era innegable.


📍🏙️ Buenos Aires, Argentina — Noche

De regreso en Buenos Aires, Nico cerró los ojos por un momento, intentando visualizar lo que realmente estaba ocurriendo. ¿Eran solo amigos? ¿O había algo más que él no podía ver? Las horas pasaban lentamente, y con cada posteo, el vacío que sentía en su pecho crecía.

Nico: "Mañana le escribo", pensó mientras la noche caía sobre Palermo y él, en su soledad, intentaba convencerse de que todo estaba bien.

Pero la sombra de la duda ya se había instalado en su corazón.

Chapter 172: "Que me escriba él, no yo..."

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📍 Buenos Aires, Palermo – 07:56 AM

El amanecer en Buenos Aires pintaba el cielo de un tono anaranjado, pero el brillo del nuevo día no alcanzaba a despejar las sombras en la mente de Nico. Despertó de golpe, agitado, con la respiración entrecortada y el pecho oprimiéndole de una manera dolorosa. Su cuerpo estaba empapado en sudor y, al mirar el reloj de su celular, la hora en la pantalla lo sobresaltó: 07:56 AM. Se llevó una mano al corazón, sintiendo cómo latía con fuerza, mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos. La luz tenue del sol filtrándose por la ventana dibujaba líneas sobre la cama, pero no lograba calmar su ansiedad.

Había tenido un sueño espantoso, uno que no se borraba tan fácil de su mente. En él, Javier y Elon compartían algo mucho más profundo que una amistad: una intimidad que Nico jamás había presenciado entre ellos. En su sueño, Javier y Elon estaban sentados en un elegante sillón de cuero, dentro de lo que parecía ser una oficina lujosa. En un momento, entre risas y miradas cómplices, Javier se inclinaba hacia Elon y lo besaba.

El beso fue corto pero lo suficientemente real como para dejar a Nico atónito en su propio sueño, incapaz de moverse. Después de aquel beso, Javier comenzaba a hablar pestes sobre la izquierda, riéndose con Elon sobre las ideas que, alguna vez, compartió con Nico.

Javier: —Ese pobre hippie soñador no entiende nada de la vida. Lo único que sabe hacer es tomar mate y drogarse todo el día— decía Javier, y la carcajada que ambos compartían retumbaba en la mente de Nico. Era como si cada risa desgarrara una parte de su corazón.

Cuando se despertó, ese eco de desprecio seguía resonando. A pesar de que sabía que solo había sido una pesadilla, el dolor era tan real que no podía despejarlo de su pecho. Las lágrimas cayeron con fuerza, y se secó la cara con el dorso de la mano, tratando de calmarse antes de que el día comenzara. Sabía que no podía ir al Congreso en ese estado, pero tampoco podía quedarse en su casa, sumido en el remolino de pensamientos que lo atormentaban.

Nico: "¿Por qué soñé algo así?" , se preguntó, todavía con la cabeza revuelta por la escena. Sabía que Javier y Elon compartían una amistad cercana, pero, ¿hasta ese punto? No quería imaginar que hubiera algo más. Sin embargo, con cada foto y cada publicación que veía de ellos juntos en redes sociales, la duda se alimentaba más y más. Y la pesadilla había sido el reflejo de esas inseguridades que lo invadían cuando menos lo esperaba.

Se incorporó lentamente, sintiendo que sus piernas temblaban ligeramente por la mezcla de emociones y el mal descanso. Decidió tomarse unos minutos más antes de empezar su rutina. Sentado en el borde de la cama, revisó su celular. No había mensajes de Javier. Solo las mismas fotos en Instagram, las cuales había visto una y otra vez la noche anterior. Javier y Elon posando juntos en distintos lugares de Detroit: un moderno edificio de ciencia y tecnología, un restaurante de lujo y, por último, caminando por las calles iluminadas por las luces de la ciudad.

Nico dejó el celular de nuevo en la mesa de luz, frustrado.

Nico: "Si quiere saber algo de mí, que me escriba él" , pensó mientras respiraba profundo. No quería parecer necesitado, no quería mostrarle a Javier lo mucho que lo estaba afectando su silencio. Era una cuestión de orgullo, pero también de auto-respeto. "Si tanto le importo, me va a escribir. No tengo por qué estar yo persiguiéndolo."

Pero por más que intentara convencerse, una parte de él deseaba tomar el celular y mandarle un mensaje, preguntarle cómo estaba, decirle que lo extrañaba. Esa lucha interna lo consumía. Dejó escapar un suspiro de frustración y caminó hacia la cocina, donde puso a hervir agua para el mate, esperando que la rutina lo ayudara a calmarse. La luz del sol entraba ya con más fuerza, iluminando la cocina, pero no lograba disipar la sensación de vacío que lo acompañaba.


📍 Detroit, Detroit Foundation Hotel – 08:30 AM

Javier y Elon se encontraban en el lobby del hotel, preparándose para otra reunión importante en el centro científico de la ciudad. El día anterior, después de aquella caminata nocturna, Javier había terminado la jornada con una sensación de confianza renovada. Elon era un aliado perfecto, alguien con quien podía discutir ideas revolucionarias y proyectos para el futuro de Argentina y su economía. Pero también, más allá de lo profesional, había una conexión casi natural entre ambos, una complicidad que Javier no había esperado encontrar en alguien como Elon.

Elon: —Ready for another day of changing the world?— preguntó Elon con una sonrisa, mientras le pasaba un café a Javier.

Javier: —You know it— respondió Javier, aceptando la taza y tomando un sorbo, disfrutando del aroma del café mientras el sol de la mañana se reflejaba en los ventanales del hall.

Las puertas del ascensor se abrieron y ambos salieron al elegante hall del hotel, donde los esperaba un auto que los llevaría al centro científico. Al subir al vehículo, las conversaciones entre ellos fluyeron como siempre: risas, anécdotas, ideas para cambiar el futuro. Javier sentía que podía hablar de todo con Elon, desde sus opiniones sobre la economía global hasta confesiones personales.

La ciudad de Detroit, con sus modernos edificios y su aire tecnológico, brillaba con el reflejo del sol matutino. Javier miraba por la ventana del auto, pero su mente viajaba a otro lugar. A pesar de lo bien que la estaba pasando con Elon, una parte de él pensaba en Nico, en cómo estaría su pareja al otro lado del mundo. Aunque no lo admitiera abiertamente, lo extrañaba. Pero la emoción y el frenesí de estar en un nuevo entorno, rodeado de gente influyente, había hecho que descuidara ese vínculo.

Javier: "Si quiere saber algo de mí, me va a escribir" , pensó, una idea que reflejaba la misma lógica que su novio estaba teniendo a miles de kilómetros de distancia.

Al llegar al centro científico, el edificio se alzaba imponente, con sus grandes ventanales y su fachada futurista. Una estructura moderna que parecía ser el reflejo de la visión de futuro que compartían Elon y Javier. Mientras caminaban por los pasillos, rodeados de científicos y expertos, Javier no podía evitar sentirse impresionado por todo lo que había logrado Elon en su carrera. Y, al mismo tiempo, sentía una extraña atracción hacia su forma de ser, hacia esa mezcla de genialidad y humildad que caracterizaba al magnate.

La jornada pasó entre presentaciones, discusiones sobre tecnología de vanguardia y hasta momentos de desconexión en los que Elon y Javier compartieron más risas que datos técnicos. Aunque ambos disfrutaban del ámbito profesional, era claro que su amistad seguía creciendo, reforzada por la complicidad silenciosa que surgía con cada mirada o comentario casual.


📍 Buenos Aires, Palermo – 10:00 AM

Nico intentaba concentrarse en su día laboral, pero las imágenes de la pesadilla seguían acosándolo. Se sirvió otro mate y miró el reloj. Ya era casi la hora de salir hacia el Congreso. Se levantó del sillón y miró una última vez el celular antes de guardarlo en su bolsillo.

Nico: "No le voy a escribir" , se repitió, tratando de convencerse de que era lo mejor. Pero mientras salía de su departamento y cerraba la puerta tras de sí, el eco de aquella pesadilla aún lo perseguía, acompañándolo en cada paso que daba por la ciudad. Su día apenas comenzaba, y la incertidumbre de no saber si Javier pensaba en él o si todo estaba cambiando sin que pudiera hacer nada, lo carcomía por dentro, aumentando la sensación de desasosiego que lo había acompañado desde el amanecer.

Chapter 173: La ley del hielo 🧊

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📍 Buenos Aires, Congreso – Tarde

El sol de la tarde iluminaba las calles de Buenos Aires, pero el brillo de la ciudad no lograba calar en el ánimo de Nico. Caminaba hacia el Congreso, con su mochila al hombro y un mate frío en la mano, tratando de concentrarse en su día. Sin embargo, no podía evitar que su mente volviera, una y otra vez, a las imágenes de las redes sociales. Javier y Elon juntos, sonrientes, en otra cena, en otra reunión, caminando por las calles tecnológicas de Detroit. Cada foto que aparecía en su feed le dejaba una sensación de vacío en el pecho, como si su vida cotidiana en Buenos Aires fuera una película en blanco y negro en comparación con el vibrante color de lo que estaba viviendo su pareja en Estados Unidos.

Nico: "Otra vez publicaron una foto" , pensó mientras revisaba su celular al llegar al Congreso. A pesar de que se había prometido no volver a mirar, la tentación de saber qué estaba haciendo Javier era demasiado fuerte. Y ahí estaba: una nueva imagen de Javier y Elon frente a un moderno edificio de Detroit, con sonrisas radiantes y el título Creating the future, one step at a time. Javier, con su impecable traje oscuro, y Elon, con su característico aire desenfadado, parecían dos figuras de otro mundo, brillando en un entorno que se sentía tan lejano para Nico.

Nico: "Qué me escriba él, si quiere saber algo de mí" , pensó de nuevo, repitiendo como un mantra lo que se decía todos los días desde que Javier se había ido. Pero cada vez que lo pensaba, se sentía más vacío, más solo. No sabía si era su ego o su miedo a molestar lo que lo frenaba, pero el resultado era el mismo: el silencio entre ellos se hacía cada vez más pesado.

Con un suspiro, guardó el celular en su bolsillo y se preparó para enfrentar la rutina del día. Sabía que tenía que enfocarse, pero cada vez le resultaba más difícil. Sus compañeros de trabajo lo notaban, pero nadie se atrevía a preguntarle qué le pasaba. Nico siempre había sido alguien reservado en cuanto a su vida personal, y ahora más que nunca, prefería mantener esa barrera.


📍 Detroit, Distrito Tecnológico – Tarde

Mientras tanto, en Detroit, Javier y Elon seguían inmersos en el bullicio de la ciudad tecnológica. El día anterior, después de una jornada intensa de presentaciones científicas, los dos habían decidido tomarse un tiempo para desconectar y explorar la ciudad. Ahora, caminaban juntos por un distrito lleno de edificios ultramodernos, sus pasos resonando en las amplias aceras mientras el sonido de los autos eléctricos zumbaba a su alrededor.

Elon: —This city has changed so much in the last decade— comentó Elon, señalando uno de los nuevos rascacielos. —It's become a hub for innovation, but it still has that gritty charm.

Javier asintió, admirando la infraestructura y el ambiente futurista que lo rodeaba.

Javier: —It's impressive— respondió en inglés, sin dejar de observar a su alrededor, Argentina podría aprender mucho de este modelo. Pero, por más que intentara enfocarse en la charla, una parte de él seguía pensando en Nico. No había hablado con él desde que llegó a Detroit, y aunque trataba de justificarse pensando en lo ocupado que estaba, sabía que, en el fondo, lo extrañaba.

Elon notó el leve cambio en el tono de Javier, y lo miró con una sonrisa ladeada.

Elon: —You're thinking about something else, aren't you? Or maybe... someone else?— preguntó en tono juguetón.

Javier soltó una risa, pero no pudo evitar que un rastro de incomodidad lo recorriera.

Javier: —Yeah, maybe— admitió con una sonrisa forzada. Sabía que Elon no tenía malas intenciones, pero el comentario tocaba una fibra sensible. Aunque no se lo dijera, estaba preocupado por la distancia que se había abierto entre él y Nico.

Elon: —Well, whoever it is, they'll understand. You've got important things to do here— continuó Elon, dándole una palmada en la espalda. Sus palabras, aunque tranquilizadoras, no hicieron desaparecer la sensación de culpa que Javier empezaba a sentir.

Mientras seguían caminando, las luces de los edificios y las pantallas gigantes iluminaban sus rostros, el ruido de la ciudad casi cubriendo sus voces. A pesar de la complicidad y la cercanía que Javier sentía con Elon, en el fondo de su mente, Nico seguía presente. Pero, al igual que Nico, Javier tampoco se animaba a dar el primer paso para romper el silencio.

Javier: "Si quiere saber de mí, que me escriba él" , pensaba cada vez que su celular vibraba y no era un mensaje de Nico.


📍 Buenos Aires, Oficina de Nico – Tarde

De vuelta en Buenos Aires, Nico se encontraba en su oficina, mirando sin ver los documentos sobre su escritorio. El ruido de las conversaciones en los pasillos le parecía distante, como si estuviera en otro lugar. En su mente, las palabras de la pesadilla que había tenido esa mañana seguían resonando, el desprecio en la voz de Javier y Elon seguía clavado en su pecho como una espina.

Nico: "Ese pobre hippie soñador..." . El simple recuerdo de esas palabras le provocaba un nudo en el estómago. Sabía que era solo un sueño, pero no podía evitar que la inseguridad creciera dentro de él. ¿Y si Javier realmente pensara eso? ¿Y si, allá en Detroit, rodeado de tecnología y poder, empezara a ver a Nico como alguien pequeño, como alguien que no encajaba en su nueva vida?

Tomó su celular de nuevo, su pulgar deslizándose sobre la pantalla.

Nico: "Debería escribirle" , pensó, pero al mismo tiempo, la duda lo detenía. No quería parecer débil, no quería ser el que siempre buscaba a Javier. Guardó el celular de nuevo, frustrado consigo mismo.

Nico: "Si le importo, me va a escribir" , repitió, intentando convencerse de que la distancia no rompía lo que tenían.

El día pasaba lentamente, y aunque trataba de concentrarse en su trabajo, su mente seguía volviendo a lo mismo una y otra vez. Cada vez que veía una nueva publicación de Javier y Elon, su corazón se apretaba un poco más. Las imágenes eran inofensivas en la superficie: sonrisas, saludos, momentos compartidos en medio de reuniones y eventos importantes. Pero para Nico, cada una de esas fotos era un recordatorio de la distancia que los separaba, tanto física como emocionalmente.


📍 Buenos Aires, Calle – Final de la Tarde

Mientras la tarde llegaba a su fin, Nico tomó su abrigo y salió del Congreso. Afuera, el aire fresco de la ciudad lo golpeó en la cara, pero no logró despejar la neblina que cubría sus pensamientos. Se encaminó a su departamento, sintiéndose más solo que nunca. Sabía que tenía que hablar con Javier, pero su orgullo lo frenaba.

Nico: "Que me escriba él" , se repitió una vez más, aunque la idea ya no le sonaba tan convincente.


📍 Detroit, Habitación de Javier – Noche

Esa noche, mientras las luces de Detroit iluminaban la habitación de Javier en el Detroit Foundation Hotel, él se tumbó en la cama, mirando el techo. Había sido otro día largo, lleno de reuniones y charlas con Elon, pero en el silencio de su cuarto, los pensamientos que había intentado ignorar todo el día volvían con fuerza.

Tomó su celular y miró la pantalla. Ningún mensaje de Nico. No sabía si sentirse aliviado o decepcionado.

Javier: "Si quiere saber de mí, que me escriba él" , pensó por enésima vez, pero ahora el silencio comenzaba a pesar más de lo que había anticipado.

Guardó el celular en la mesa de luz y cerró los ojos, esperando que el cansancio lo ayudara a conciliar el sueño. Pero mientras la oscuridad lo envolvía, la distancia entre él y Nico se sentía cada vez más grande, como un abismo que ninguno de los dos se atrevía a cruzar

Chapter 174: La foto que lo cambió todo

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📍 Buenos Aires, Congreso – Mañana

Nicolás se levantó esa mañana con un nudo en el estómago. No había podido descansar bien desde esa pesadilla que lo dejó inquieto, un sueño tan vívido y angustiante que se sentía real. Eran casi las ocho de la mañana, y mientras se preparaba para su día en el Congreso, su mente seguía atrapada en esa imagen de Javier y Elon, riéndose de él. El eco de las risas aún retumbaba en su cabeza.

Nico: "¿Cómo es que llegué a este punto?" , pensó, sintiendo cómo la inseguridad lo invadía con una intensidad que nunca antes había experimentado.

La rutina matutina de Nico no ayudaba a calmarlo. El desayuno lo sentía insípido, el café demasiado amargo, y las noticias que revisaba en su celular le parecían lejanas. Lo único que realmente le importaba era la ausencia de mensajes de Javier. Sabía que estaba ocupado, pero ¿tan ocupado como para no enviar ni un simple "Te extraño"? Cada minuto que pasaba sin noticias directas de su novio le hacía sentir que su relación pendía de un hilo, y su pecho se apretaba con cada segundo que transcurría.

Mientras revisaba las redes sociales en su oficina antes de la primera reunión del día, se topó con algo que lo dejó helado: una foto reciente, subida hace apenas unos minutos. Ahí estaban Javier y Elon, abrazados, sonriendo frente a una imponente estructura en Detroit. Ambos lucían relajados y cercanos, con una complicidad evidente.

Nico: "Se ven tan felices juntos..." , pensó, con el corazón acelerado y los dedos temblando sobre la pantalla del celular, mientras analizaba cada detalle de la imagen. Lo que más le dolió fue la naturalidad con la que Javier parecía disfrutar de ese momento. El título de la foto decía "Expandiendo horizontes juntos 🤝🏻".

Nico sintió cómo se le estrujaba el pecho. Se quedó mirando la imagen durante un largo rato, incapaz de apartar la vista. Sus dedos se movían nerviosos por la pantalla del celular, con la tentación de mandarle un mensaje de inmediato, pero su orgullo lo frenaba.

Nico: "Que me escriba él, si le importo, si quiere saber de mí" , reflexionó, luchando contra la necesidad de romper el silencio y buscar una respuesta que, probablemente, no llegaría enseguida.

En su despacho, el tiempo se le hacía eterno. La foto de Javier y Elon seguía apareciendo en diferentes plataformas, y los comentarios en las redes no ayudaban. Los seguidores de Musk y de Milei hablaban del "nuevo dúo dinámico", otros hasta insinuaban una conexión más allá de lo profesional. "Un bromance en potencia", decían algunos. "Qué pareja poderosa". Nico cerró la aplicación de Instagram de golpe, sintiendo cómo la frustración crecía en su interior y un dolor sordo lo atravesaba.

Decidió que necesitaba despejarse un poco, aunque eso fuera casi imposible. Se levantó de su escritorio y salió a caminar por los pasillos del Congreso, intentando ordenar sus pensamientos. Sin embargo, por más que intentara concentrarse en sus tareas, las imágenes de la cercanía entre Javier y Elon no dejaban de atormentarlo.

Nico: "¿Estarán hablando de mí? ¿Javier se habrá olvidado de todo lo que compartimos? ¿Será que estoy exagerando?" , se preguntó, con la mirada perdida en los ventanales que dejaban pasar la luz de la mañana.


📍 Detroit, Centro Tecnológico – Mañana

Al otro lado del océano, en Detroit, la relación entre Javier y Elon seguía estrechándose. Musk, con su usual tono confiado y relajado, se movía por los espacios del centro tecnológico como si fuera su segundo hogar. Javier lo seguía de cerca, impresionado por cada nueva idea que Elon le compartía, tomando nota mental de cada detalle que podría aplicar en proyectos futuros.

Pero lo que realmente había capturado su atención era la forma en la que Elon se mostraba tan natural con él, como si llevaran años conociéndose. Habían tenido una charla profunda durante el ágape, en la que ambos compartieron ideas sobre el futuro de la tecnología en Argentina y cómo podían trabajar juntos para lograrlo.

La conversación, sin embargo, no se quedó solo en temas de trabajo. En medio de risas y comentarios casuales, Javier se dio cuenta de que Elon sabía más de lo que dejaba ver. Musk lo entendía de una manera que pocos lo hacían. Entre risas, bromearon sobre los desafíos de ser figuras públicas. Javier le confesó algunas frustraciones sobre la política, mientras que Elon le habló de sus propias experiencias con la prensa y la fama.

Elon:Te voy a ser honesto, Javier— dijo en un tono cómplice, —Hay muy poca gente con la que realmente puedo tener estas charlas. Me sorprende lo mucho que conectamos en tan poco tiempo—, mientras pasaba un brazo por los hombros de Javier, sosteniéndolo con una familiaridad que sorprendió a este último.

Javier asintió, sintiendo una calidez extraña en su pecho. Nunca había esperado desarrollar una relación tan cercana con Musk, pero ahí estaba, disfrutando cada minuto de su compañía. Sin embargo, algo en el fondo de su mente lo incomodaba. No había hablado con Nico en todo el día, y aunque sabía que su relación estaba bien, no podía evitar sentir una leve punzada de culpa que lo acompañaba en cada sonrisa y cada comentario.

Mientras caminaban por las calles modernas de Detroit, bajo el cielo azul de la tarde, Javier sacó su celular y decidió postear una foto más.

Javier: "Expandiendo horizontes junto a un gran amigo" , pensó mientras escribía, dudando un segundo antes de publicar. "¿Qué pensará Nico de esto?"

Pero antes de que pudiera arrepentirse, ya había publicado la imagen.


📍 Buenos Aires, Oficina de Nico – Tarde

De vuelta en Buenos Aires, Nico seguía sumido en sus pensamientos, incapaz de concentrarse. Las notificaciones en su celular seguían llegando, y cada nuevo comentario en la foto de Javier y Elon era como una pequeña daga que se clavaba en su corazón.

Nico: "¿Y si esto es solo el principio de algo más? ¿Y si me estoy quedando afuera de su vida?" , pensó, sintiéndose atrapado entre la preocupación, los celos y la frustración que lo consumían.

La tarde pasó lenta y dolorosa para Nico, quien no podía decidirse si escribirle a Javier o esperar a que él lo hiciera. Mientras tanto, la relación entre Javier y Elon continuaba profundizándose en Detroit, entre risas, complicidad y una extraña mezcla de admiración y cercanía que iba más allá de lo profesional, fortaleciendo un vínculo que, sin que lo admitieran, estaba cambiando ambos mundos.

Chapter 175: Conexiones peligrosas 👀

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📍🏛️ Congreso de la Nación, Buenos Aires — Martes, 15:42 hs

Nicolás pasó el resto del día atrapado en su oficina, pero su mente estaba lejos de cualquier proyecto legislativo o reunión. La imagen de Javier y Elon no dejaba de darle vueltas en la cabeza. Cada vez que intentaba enfocarse en algo, una nueva notificación o un comentario en redes sociales lo sacaba de su concentración. Los medios se estaban haciendo eco de la amistad entre Milei y Musk, resaltando lo inusual pero fascinante que resultaba la relación entre el libertario argentino y el magnate de la tecnología.

"Dos mentes brillantes, una alianza que puede cambiar el mundo," decía uno de los titulares que aparecía una y otra vez en su teléfono.

Nicolás: "¿Brillantes?... sí, claro," pensó con cierto desdén, aunque en el fondo sabía que no le molestaba la inteligencia de Elon, sino la cercanía que había desarrollado con Javier en tan poco tiempo.


📍🏛️ Congreso de la Nación, días después

Los días siguientes no fueron mejores para Nico. A medida que las actividades de Javier y Elon seguían apareciendo en las redes sociales, la comunicación entre él y su novio era prácticamente inexistente. Ninguno de los dos se animaba a dar el primer paso.

Nicolás: "Que me escriba él si realmente le importo," seguía repitiéndose, pero en el fondo sentía que esa decisión solo le estaba haciendo más daño.


📍🍷 Bar elegante, Detroit — Sábado por la noche

El fin de semana llegó, y con él, un nuevo posteo de Javier que se viralizó rápidamente. En la imagen, Javier y Elon estaban sentados en un bar elegante de Detroit, compartiendo una botella de vino. Ambos lucían relajados y riendo como si no tuvieran ninguna preocupación en el mundo. El brazo de Elon, una vez más, estaba colgado sobre los hombros de Javier. Y esta vez, la descripción del posteo era aún más directa: “Nada como compartir ideas y momentos con un verdadero amigo.”


📍🏠 Departamento de Nico, Buenos Aires — Medianoche

Nico sintió que el aire le faltaba al ver la imagen. Era claro que la relación entre ellos había cruzado un nuevo umbral, una intimidad que antes solo pertenecía a él. El enojo y la inseguridad lo consumieron de una forma que nunca antes había experimentado.

Durante un momento de debilidad, pensó en escribirle a Javier, pero nuevamente, el orgullo lo frenó.

Nicolás: "¿Acaso quiero parecer desesperado? ¿Demostrar que no puedo soportar ver a mi novio pasar tiempo con otra persona?"

Aun así, no podía evitar torturarse con preguntas.

Nicolás: "¿Será que Javier se siente mejor con Elon que conmigo? ¿Y si ya ni siquiera piensa en mí?"


📍💤 Sueño de Nico — 04:17 a.m.

Los pensamientos de Nico se hicieron aún más oscuros durante la noche, cuando, nuevamente, tuvo un sueño que lo perturbó profundamente.

Esta vez, las imágenes eran más nítidas y dolorosas: veía a Javier y a Elon en una sala privada de un hotel lujoso, riéndose a carcajadas mientras tomaban vino. En medio de la conversación, Javier se inclinaba hacia Elon y, con una sonrisa cómplice, le plantaba un beso en los labios.

El corazón de Nicolás se aceleró, sintiendo la traición incluso en ese mundo onírico.

Elon (en el sueño):Ese pobre hippie soñador no tiene idea. Solo sabe tomar mate y drogarse todo el día— dijo, riéndose después del beso.

Y Javier, sin siquiera dudarlo, asentía y soltaba una carcajada igual de cruel.

Nico se despertó de golpe, con el cuerpo empapado en sudor y una sensación de vacío en el pecho. Miró el reloj: las 04:17 a.m. No había manera de volver a dormir después de eso. El pánico, la angustia y la sensación de traición seguían invadiendo cada rincón de su mente. Se quedó en la cama mirando el techo, preguntándose si sus peores miedos estaban empezando a volverse realidad.


📍🏙️ Detroit, noche del mismo día

Mientras tanto, en Detroit, Javier y Elon continuaban su intensa agenda de actividades. La reunión en el centro científico había sido solo el comienzo. Elon había invitado a Javier a una serie de charlas privadas con algunos de los científicos más influyentes del mundo, personas con las que ni siquiera había soñado tener contacto.

Pero el verdadero vínculo entre ellos no venía solo de los logros profesionales; la relación personal entre Elon y Javier se volvía cada vez más estrecha, como si estuvieran en la misma frecuencia, compartiendo no solo ideas, sino también una creciente camaradería.

Después de una tarde llena de reuniones, Elon sugirió que salieran a caminar por el centro de Detroit. Bajo las luces de los rascacielos, el frío de la noche los envolvía, pero eso no frenaba sus risas ni las bromas que intercambiaban.

En un momento de la caminata, Elon se detuvo frente a una de las grandes pantallas que adornaban la avenida principal y miró a Javier con una sonrisa traviesa.

Elon:¿Sabés lo que siempre me ha fascinado de vos?— preguntó mientras una suave brisa revolvía su cabello rubio.

Javier:¿Qué cosa?— levantó una ceja, intrigado.

Elon:Que no te importa lo que la gente piense de vos— respondió Musk, dándole una palmadita en el hombro. —Te manejás en este mundo como si tuvieras una armadura, como si nada te pudiera tocar. Eso es algo que yo siempre he valorado en las personas que respeto.

Las palabras de Elon resonaron en Javier, quien se encontró sonriendo sin poder evitarlo.

Javier:Vos también tenés esa cualidad, por eso nos entendemos tan bien— replicó, sintiendo una calidez extraña hacia el magnate.

En ese momento, Elon sacó su celular y, sin previo aviso, tomó una selfie con Javier a su lado.

Elon:Para la posteridad— dijo mientras subía la foto a sus redes sociales. Esta vez, sin embargo, no había ningún comentario formal. Solo una imagen que hablaba por sí misma: dos hombres poderosos, riendo juntos bajo las luces de la ciudad.


📍🏠 Departamento de Javier, Buenos Aires — Madrugada del Domingo

De vuelta en Buenos Aires, Nico fue bombardeado por la nueva foto. Las notificaciones comenzaron a llegar sin tregua: mensajes, comentarios y retweets. Una vez más, veía cómo Javier y Elon se mostraban al mundo como los mejores amigos, o tal vez algo más.

Nicolás: "¿Y si realmente estoy perdiendo a Javier?"

Nico apagó el celular de golpe, sintiendo que ya no podía soportar más. El día se avecinaba pesado y gris, y lo único que quería hacer era gritarle al mundo su frustración. Pero en lugar de eso, se preparó para el trabajo, con el pecho apretado y el corazón hecho un nudo.

Chapter 176: Desconexiones y nuevas intimidades

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📍 Buenos Aires — Departamento de Nico, mediodía

Nicolás caminaba nervioso de un lado a otro en su pequeño departamento. Las cortinas estaban cerradas, dejando que la luz del mediodía apenas filtrara, pero ni siquiera notaba el desorden o la falta de claridad en el ambiente.

Nicolás: "¿Por qué no me responde?", pensaba, revisando por enésima vez el teléfono.

Habían pasado ya varios días desde que Javier partió a Detroit, y aunque al principio Nico se había forzado a no escribirle, ahora el silencio se había vuelto insoportable.

Nicolás: "Voy a llamarlo", se dijo, con el corazón latiéndole fuerte en el pecho.

El tono de espera comenzó a sonar, cada segundo más pesado que el anterior.

Nicolás: "Atendé... por favor, atendé..."

Pero la llamada nunca fue respondida. El frío tono de final de llamada resonó en sus oídos como una bofetada.

Nico se quedó inmóvil por unos segundos, con el celular en la mano, sintiendo cómo la frustración y la amargura se apoderaban de él.

Nicolás: "¿Será que no quiere hablar conmigo?"

El dolor lo golpeó más fuerte de lo que esperaba. Desesperado por algún tipo de consuelo, o al menos una voz amiga, Nico decidió buscar a Martín en su trabajo. Después de todo, él siempre había estado a su lado, y tal vez escucharlo lo ayudaría a ver las cosas con más claridad.

El sonido de la ciudad le resultaba ensordecedor mientras caminaba hacia la oficina de Martín. La brisa fresca de Buenos Aires no era suficiente para calmar la agitación interna que sentía.


📍 Buenos Aires — Casa de Martín, tarde

Llegó al edificio y, tras una breve espera en la recepción, finalmente pudo ver a Martín, quien lo recibió con una sonrisa cálida pero curiosa.

Martín:Che, ¿qué hacés por acá?— preguntó mientras le hacía señas para que lo siguiera hacia una sala de descanso vacía.

Nicolás:Necesito hablar— respondió, mordiéndose los labios, tratando de no sonar desesperado.

Se sentaron en un pequeño sillón, el silencio entre ellos creciendo incómodamente mientras Nico intentaba encontrar las palabras.

Martín:Es por Javier, ¿no?— adivinó de inmediato.

Nico asintió con la cabeza, notando un peso en su garganta que no lo dejaba respirar bien.

Nicolás: "¿Qué carajo me pasa?"

Nicolás:Lo llamé y no me atendió— confesó, mirando hacia el piso—. Hace días que no hablamos y... no sé, siento que lo estoy perdiendo, Martín. Me estoy volviendo loco viendo cómo se la pasa con Elon Musk todo el día, como si yo ni existiera.

Martín lo miró con una mezcla de empatía y preocupación.

Martín:Mirá, Nico, no te preocupes tanto. Esas cosas pasan. Debe estar muy ocupado con todas esas reuniones y lo que sea que estén haciendo allá. Seguro te va a llamar apenas se desocupe.

Nico asintió, tratando de aferrarse a esa explicación, aunque algo dentro de él seguía retorciéndose.

Pero antes de que pudiera responder, Martín bajó la voz y agregó algo que no esperaba.

Martín:Te voy a ser sincero, loco... a mí Javier nunca me terminó de cerrar— dijo, cruzándose de brazos y mirándolo con seriedad—. No sé... no me malinterpretes, pero hay algo en él que no me da confianza. Vos sos un buen tipo, y no quiero que te lastimen.

Las palabras de Martín lo dejaron helado.

Nicolás: "¿Será que Martín ve algo que yo no?", pensó, mordiéndose el labio, pero tratando de no mostrar su creciente angustia.

Sin embargo, ese comentario se quedó en su mente, clavándose como una espina.

Nicolás: "¿Y si tiene razón?"


📍 Detroit — Complejo privado de Elon, noche

La relación entre Elon y Javier seguía fortaleciéndose de manera rápida y natural. Esa noche, después de una intensa jornada de reuniones y visitas a distintos centros de innovación, Elon le sugirió algo especial a Javier.

Elon: —Tengo un lugar exclusivo en las afueras de la ciudad. Es perfecto para relajarnos después de un día tan cargado— dijo con una sonrisa, mientras los dos se subían a la camioneta privada que los esperaba.

Javier, intrigado, asintió.

Javier: "¿Qué tendrá en mente?", se preguntaba mientras el vehículo atravesaba las calles iluminadas de Detroit.

El paisaje urbano lentamente se fue transformando en áreas más tranquilas y sofisticadas.

Después de unos minutos, llegaron a un lujoso complejo, donde la discreción era clave. No había grandes letreros, ni demasiadas luces. Solo una entrada elegante, y personal atento que los recibió con una cordial reverencia.

Elon:Acá es donde suelo venir a despejarme— explicó mientras caminaban por el interior del lugar.

Pasaron por un área de bar de lujo, con techos altos y ventanales que dejaban ver una vista impresionante de la ciudad a lo lejos. Pero lo que más le llamó la atención a Javier fue el jacuzzi gigante en el centro del salón.

Elon sonrió al notar la mirada de curiosidad de Javier.

Elon:Vamos, te va a encantar— le dijo, guiándolo hacia el agua caliente.

Sin pensarlo demasiado, ambos se desvistieron hasta quedar en traje de baño y se sumergieron en el jacuzzi, sintiendo cómo el calor comenzaba a relajarlos.

Javier:Esto es increíble— comentó, estirándose en el agua, mientras Elon le ofrecía una copa de Hennessy.

Elon:Salud— dijo, levantando su copa y mirando a Javier con una sonrisa que parecía tener algo más detrás.

Javier correspondió el gesto, chocando las copas y tomando un sorbo del licor suave pero fuerte.

Ambos quedaron en silencio por un momento, simplemente disfrutando de la atmósfera. Fue Elon quien rompió el silencio, con una pregunta que no esperaba.

Elon:¿Y cómo está tu vida privada, Javi?

Javier arqueó una ceja, sorprendido por la repentina intimidad de la pregunta, pero se relajó. El ambiente y el alcohol comenzaban a hacer efecto.

Javier:Tengo pareja— respondió con sinceridad—. Pero... últimamente no nos hemos comunicado mucho.

Elon lo miró, claramente interesado.

Elon:¿En serio? No lo hubiera imaginado— dijo mientras se acomodaba en el jacuzzi, mirándolo directamente—. ¿Qué pasó?

Javier suspiró, sin querer ahondar demasiado en el tema, pero al mismo tiempo sintiéndose cómodo con Elon, como si fuera la única persona que realmente lo entendía en esos momentos.

Javier:No sé... yo estoy acá, muy ocupado. Y él... bueno, a veces siento que vivimos en mundos diferentes.

Elon sonrió de lado, como si encontrara una ironía en la situación.

Elon:Es extraño que alguien como vos no esté completamente satisfecho con su vida personal— comentó, acercándose un poco más en el agua, los hombros de ambos casi tocándose—. Con todo lo que tenés, creí que las cosas serían más fáciles.

Javier se rió suavemente, pero la risa no era del todo genuina.

Javier: "¿Fáciles? Nada es fácil en mi vida", pensó.

Pero no lo dijo. En su lugar, levantó su copa nuevamente y dijo:

Javier:Salud por las sorpresas que nos trae la vida.

Elon lo miró directamente a los ojos, y por un segundo, el aire entre ellos pareció cambiar. Había algo en la mirada de Elon, una mezcla de curiosidad y algo más profundo, algo que ni siquiera Javier podía definir del todo.

Pero antes de que pudiera analizarlo más, Elon sonrió y le dio un leve golpecito en el hombro.

Elon:Por las sorpresas.


📍 Buenos Aires — Departamento de Nico, noche

Mientras tanto, en Buenos Aires, Nico seguía atrapado en sus pensamientos. Las palabras de Martín lo habían dejado aún más confundido, y mientras revisaba su teléfono una vez más, vio la nueva imagen que Javier había subido.

Esta vez, la foto era aún más íntima: él y Elon, en un jacuzzi, sonriendo y levantando copas.

El dolor en el pecho de Nico se intensificó, y por un momento, sintió que el mundo se le desmoronaba.

Chapter 177: Lejanía dolorosa y cercanías tentadoras

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📍 🛏️ Departamento de Nico, Buenos Aires — Noche

Nicolás no podía apartar la mirada de la pantalla de su celular. La imagen que había visto hacía apenas unos segundos seguía ahí, grabada en su mente, como si fuera una película que se repetía una y otra vez. Javier y Elon, sonriendo, abrazados en un jacuzzi. El dolor que sentía en el pecho era real, como si algo lo estuviera aplastando por dentro. Trató de respirar hondo, pero cada vez que cerraba los ojos, la imagen volvía a su cabeza. Las risas, la cercanía, el brillo en los ojos de Javier.

Nicolás: "¿Y si Martín tenía razón?", pensó, mientras su teléfono seguía en su mano, tan cerca y a la vez tan distante. "¿Será que nunca lo conocí de verdad?"

Se sentó en el borde de la cama, con la luz tenue que entraba por la ventana del departamento proyectando sombras largas en las paredes. Afuera, la ciudad seguía su ritmo normal, pero dentro de Nico, todo parecía en pausa, congelado en ese momento de incertidumbre.

Su mente volvía al día anterior, a las palabras de Martín. "Nunca me terminó de cerrar... no me da confianza." En ese momento había intentado desestimar esos comentarios, pero ahora resonaban con fuerza. La amargura le llenaba la boca y las dudas no paraban de crecer.

Tomó el teléfono una vez más y, sin pensarlo demasiado, fue directo a la aplicación de mensajes.

Nicolás: "¿Le escribo? ¿Lo encaro de una vez?", pensaba.

Pero algo lo detuvo.

Nicolás: "¿Para qué? Si me quisiera hablar, ya lo habría hecho."

Su orgullo estaba herido, y no solo por la foto.

Nicolás:Que me escriba él, si quiere saber de mí— murmuró entre dientes, como si esas palabras le dieran una pizca de poder, de control sobre la situación.

Pero en el fondo, no podía evitar sentir que estaba perdiendo, que la distancia entre ellos se volvía cada vez más insalvable.


📍 🏙️ Suite privada en Detroit — Medianoche

Al otro lado del mundo, en Detroit, Javier se encontraba en la exclusividad de la suite privada donde Elon lo había llevado. Después de la relajante experiencia del jacuzzi, ambos habían decidido pasar más tiempo juntos, ahora en la comodidad del salón. Javier, con un vaso de whisky en la mano, miraba el panorama desde los ventanales enormes. Las luces de la ciudad eran impresionantes, pero su mente vagaba en otras direcciones.

Elon, siempre perspicaz, notó la mirada perdida de Javier.

Elon:¿En qué pensás?— preguntó, con su tono usual, pero con una cierta suavidad que denotaba su creciente interés por el argentino.

Javier:En nada importante— mintió, sonriendo de lado. La verdad era que no podía dejar de pensar en Nico, en la distancia que los separaba, en cómo no habían hablado en días. Pero, por alguna razón, no sentía el impulso de escribirle. Tal vez era el cansancio, o tal vez porque algo dentro de él disfrutaba de la libertad que sentía en ese momento, lejos de cualquier responsabilidad emocional.

Elon:¿Estás seguro?— insistió, sentándose más cerca de él.

La cercanía física entre ellos era palpable. Desde que habían llegado a Detroit, las conversaciones se habían vuelto más personales, más íntimas. Y esa noche no era la excepción.

Javier:Sí, claro. Solo estoy disfrutando del momento— respondió, aunque sabía que no era del todo cierto.

Elon sonrió, como si no le creyera del todo, pero no presionó. En su lugar, levantó su vaso y lo chocó contra el de Javier.

Elon:Por el momento, entonces— dijo con una sonrisa cómplice.

El ambiente entre ellos estaba cargado, una mezcla de camaradería y algo más, algo que ninguno de los dos parecía dispuesto a nombrar, al menos no todavía.


📍 ☕ Bar en Buenos Aires — Tarde

Nico, mientras tanto, seguía lidiando con su propia tormenta. Después de mucho debatir consigo mismo, decidió salir de su departamento. No soportaba la idea de seguir dando vueltas en el mismo lugar, viendo las mismas paredes, las mismas dudas reflejadas en cada esquina. Tomó su campera y salió a caminar por las calles de Buenos Aires.

El aire fresco de la tarde no era suficiente para calmar la tormenta interna que llevaba. Mientras caminaba, revisó su celular una y otra vez, esperando algún mensaje de Javier, alguna señal. Pero nada. El silencio del otro lado era ensordecedor.

Finalmente, después de caminar sin rumbo por un rato, decidió sentarse en un pequeño bar que conocía, uno donde solía ir cuando necesitaba desconectar. Pidió un café y se dejó caer en la silla, sintiéndose más solo que nunca. Miró alrededor, las parejas riendo, amigos compartiendo charlas, todo parecía seguir su curso normal, menos él.

En un impulso, abrió Instagram, sabiendo que no debería hacerlo, pero no pudo evitarlo. Al revisar el perfil de Javier, la misma foto del jacuzzi seguía ahí, con cientos de likes y comentarios.

Y para su sorpresa, Javier había subido una nueva historia: una foto de él y Elon, abrazados en el balcón de la suite, ambos sonriendo, con la leyenda: "Disfrutando de la vida."

El café en las manos de Nico tembló ligeramente. Sintió una mezcla de rabia, tristeza y un profundo sentido de traición.

Nicolás: "¿Qué carajo estoy haciendo?", pensó, sintiendo que su paciencia llegaba al límite.


📍 🥃 Suite privada en Detroit — Noche

De vuelta en Detroit, la velada continuaba. Javier y Elon se habían quedado en el salón, conversando sobre temas más personales. Elon, siempre curioso, había comenzado a hacer preguntas sobre la vida privada de Javier.

Elon:Contame más de tu pareja— dijo, con una leve sonrisa, como si quisiera saber más, pero sin parecer demasiado invasivo.

Javier se tensó ligeramente.

Javier: —Bueno, estamos bien, supongo. Aunque últimamente no hemos hablado mucho— admitió, sintiendo una extraña mezcla de culpa y liberación al decirlo.

Elon levantó una ceja, intrigado.

Elon:¿Y por qué no han hablado? Parecés un tipo muy apasionado en lo que hacés. ¿Qué pasó ahí?

Javier:Supongo que el trabajo, la distancia, cosas que pasan— respondió, encogiéndose de hombros. Pero, en el fondo, sabía que había algo más. Algo que no quería o no podía admitir.

Elon lo observó por un momento antes de hablar de nuevo.

Elon:A veces, la distancia nos muestra quiénes somos realmente. ¿Te sentís más libre ahora?

La pregunta lo sorprendió. Javier no estaba seguro de cómo responder. ¿Libre? ¿Era eso lo que sentía? No había pensado en esos términos, pero tal vez, en el fondo, Elon tenía razón. Había una cierta ligereza en estar lejos de Nico, aunque al mismo tiempo, sentía que algo importante se estaba desmoronando.

Javier:Quizás— respondió finalmente, mirando a Elon a los ojos. —Quizás sí me siento un poco más libre.

Elon sonrió, levantando su vaso una vez más.

Elon:Brindemos por la libertad, entonces.


📍 ☕ Bar en Buenos Aires — Noche

Mientras tanto, en Buenos Aires, Nico sentía cómo el peso de la distancia lo aplastaba. El café se enfriaba frente a él, pero lo único que importaba en ese momento era la sensación de estar perdiendo a Javier, poco a poco, sin siquiera tener la oportunidad de hacer algo al respecto.

Chapter 178: Haciéndome la cabeza, parte 1000 🤔🤯

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📍🏛️ Congreso de la Nación — Buenos Aires, mediodía

El receso había llegado como un alivio para Nicolás del Caño. Sus colegas notaron la tristeza en su rostro y la falta de concentración en su trabajo. Cuando Micho, uno de los pocos que no solía tenerle simpatía a Milei, se acercó con una mirada de preocupación, Nico no pudo evitar la mirada abatida que exhibía.

Micho:Nico, ¿todo bien? Te noto algo bajoneado— preguntó, con una mezcla de curiosidad y sincero interés.

Nico:Hablamos en el receso, ¿te parece?— respondió, intentando mantener la calma mientras su mente seguía ocupada en los últimos mensajes de Javier y las fotos que había visto en redes.

Durante el receso, Micho y Nicolás se encontraron en la pequeña cafetería del Congreso. Los dos se sentaron en una mesa apartada, rodeados del bullicio de los demás diputados que aprovechaban el momento para tomar café y relajarse.

Micho:Bueno, contame qué pasa— dijo mientras tomaba un sorbo de su café con leche.

Nico suspiró y comenzó a hablar, su voz cargada de frustración y desilusión.

Nico:Javier está en Detroit con Elon Musk. Y me he dado cuenta de que se están haciendo cada vez más cercanos. Las fotos y las historias que sube... no puedo dejar de pensar en lo que eso significa. Estoy sufriendo porque siento que no tengo idea de qué está pasando entre ellos, y no sé si él me está dejando de lado o qué.

Micho lo miró con una expresión seria, la empatía evidente en sus ojos.

Micho:Mirá, Nico, te voy a ser honesto. No me cae bien Milei. Pero lo que estás pasando no tiene que ver con eso. Lo que veo es que vos estás en una situación difícil y estás tratando de hacerte una idea de lo que realmente está pasando.

Nico:Sí, pero ¿cómo no me va a afectar?— interrumpió—. No puedo dejar de pensar que todo esto podría ser una señal de que él está moviéndose en otra dirección.

Micho:Mirá, las redes sociales pueden ser muy engañosas. Y la verdad, no se puede saber qué pasa en una relación solo por lo que uno ve en Instagram o Twitter. Hablá con él. Si te preocupa tanto, decile lo que sentís.

Nico asintió, aunque no estaba del todo convencido.


📍🏙️ Departamento de Javier — Buenos Aires, tarde

La angustia de Nico era palpable mientras se encontraba en su departamento esa tarde. Decidió finalmente tomar el toro por las astas y envió tres mensajes de voz a Javier a través de WhatsApp. Cada mensaje era una mezcla de dolor y curiosidad.

Nico (mensaje de voz 1): "Hola, Javier... Soy Nico. No puedo evitar preguntarme por qué te has distanciado. Vi las fotos y las historias que subiste. No sé, estoy dolido y confundido..."

Nico (mensaje de voz 2): "Otra vez, soy yo. Siento que no sé nada de vos. ¿Por qué no me contestas? Me duele pensar que todo esto podría ser el principio de un cambio, algo que no puedo entender."

Nico (mensaje de voz 3): "Este es el último mensaje... Espero que me escuches. Estoy tratando de entender qué pasa. No estoy seguro si te interesa saber cómo estoy, pero yo quiero saber cómo estás..."

Mientras tanto, Nicolás tomaba capturas de pantalla de las fotos y las historias de Milei. La última imagen, en la que Javier y Elon Musk estaban abrazados en un lugar que parecía ser una terraza con una vista impresionante de Detroit, lo había afectado especialmente. La cercanía y el cariño que transmitían las imágenes le daban la sensación de estar perdiendo a Javier.


📍 Detroit — Centro de bienestar privado, atardecer

Javier y Elon Musk continuaban estrechando su relación. La tarde en Detroit transcurrió entre risas y complicidad. Elon llevó a Javier a un lugar exclusivo, un lujoso centro de bienestar que incluía un jacuzzi privado. Mientras disfrutaban de una copa de Hennessy en el jacuzzi, Elon comenzó a preguntar sobre la vida personal de Javier.

Elon:Entonces, Javier, ¿qué tal va tu vida personal?— preguntó, con una mirada curiosa y una sonrisa amistosa.

Javier tomó un sorbo de su copa y se recostó en el jacuzzi, mirando a Elon con una mezcla de cansancio y gratitud.

Javier:Mi vida personal... pues, últimamente no hemos estado en contacto. La verdad, la distancia y el tiempo han sido complicados para nosotros.

Elon, con una sonrisa comprensiva, se inclinó más cerca de Javier.

Elon:A veces la distancia puede ser una prueba dura. Pero, ¿sabes? Estoy aquí para que te sientas bien.

Mientras tanto, Javier no abrió ni revisó los mensajes de voz que había recibido de Nico. La comunicación con su pareja parecía haber quedado en un segundo plano frente a la intimidad que estaba desarrollando con Elon. La conexión con Elon era palpable, y ambos compartían momentos que se volvían cada vez más significativos.

En ese ambiente de creciente cercanía y complicidad, la atención de Javier estaba centrada en disfrutar el momento presente, sin pensar en los mensajes no leídos o en la relación que dejaba atrás.

Chapter 179: El beso furtivo 🤭

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📍🏙️ Detroit, en el lujoso centro de bienestar — Noche

El vapor cálido del jacuzzi llenaba el aire, envolviendo a Elon y Javier en una burbuja de intimidad. Cada burbuja que estallaba parecía acariciar la piel de Javier, provocando un cosquilleo inesperado que no podía ignorar. El ambiente, relajado y lujoso, se sentía casi irreal; lejos de las presiones políticas y las responsabilidades que normalmente abrumaban a Milei. Aquí, en este espacio donde el tiempo parecía detenerse, se permitía desconectar de todo, incluso de Nico.

Elon había bajado la luz del lugar, creando un ambiente íntimo y acogedor. Las sombras suaves hacían que los contornos de sus cuerpos se mezclaran con la bruma del agua, difuminando los límites y haciendo que cada gesto pareciera más cercano, más personal. Javier, que nunca había sido alguien demasiado proclive a soltar las riendas, se encontraba sorprendido por lo cómodo que se sentía junto a Elon. La cercanía que habían desarrollado en tan poco tiempo lo desarmaba.

Javier: "Nunca me sentí así antes... ¿por qué me siento tan relajado con alguien que apenas conozco?" pensó, sintiendo un calor que no provenía solo del agua.

A pesar de sus principios y de lo mucho que valoraba su relación con Nico, en este preciso instante todo aquello parecía lejano. Elon, por su parte, se movía con naturalidad, con esa confianza de quien sabe exactamente qué decir y hacer para crear un ambiente de complicidad.

Elon:¿Sabés?—dijo en un tono más bajo, casi susurrante—, me sorprende que no estés más conectado con tu pareja en este viaje. Yo no podría dejar de pensar en alguien especial si estuviera en tu lugar.

Javier levantó una ceja, un poco confundido, pero sin ánimo de profundizar demasiado en la pregunta. Notó que su corazón latía más rápido, un ritmo que lo desarmaba por dentro. Ya había notado que los mensajes de Nico seguían sin abrir en su teléfono, pero una parte de él, quizás por ego, no se sentía listo para enfrentarlo. Sabía que las cosas estaban tensas entre ellos, y aunque no lo admitiera abiertamente, este viaje representaba una especie de escape.

Javier: "Si Nico supiera que estoy acá, tan cerca de otro, probablemente me odiaría... y aún así, no puedo negar que esto me atrae... y me excita", pensó, sintiendo la culpa mezclarse con la excitación.

Javier:Lo que pasa—respondió con un tono despreocupado—, es que a veces es mejor no mezclar tanto. Quiero enfocarme acá, y allá hay muchas cosas que me pesan... cosas que él no entiende del todo. Es complicado.

Elon se inclinó un poco más cerca, los bordes de sus copas chocaron suavemente en un brindis silencioso. La proximidad hizo que Javier percibiera el aroma sutil de Elon, una mezcla de madera y cologne que le provocaba un escalofrío en la espalda.

Elon:Todo en la vida es complicado, pero hay momentos en los que es mejor disfrutar el presente, ¿no te parece?

La tensión flotaba en el aire, pero no era incómoda. Era un tipo de tensión más peligrosa, esa que se alimentaba de la vulnerabilidad emocional de Milei y de la astucia tranquila de Musk. Ambos seguían charlando mientras Elon se acercaba un poco más, sus cuerpos relajados en el agua caliente.

Javier: "¿Qué estoy haciendo? Esto es peligroso... y aún así, cada fibra de mi cuerpo quiere que esto siga" , pensó, sintiendo un nudo en el estómago que mezclaba culpa y deseo.

Los ojos de Javier, generalmente tan centrados y resueltos, titubearon por un segundo. Elon interpretó la duda en su mirada y, sin decir una palabra más, dejó su copa a un lado y se acercó aún más. La distancia entre ellos era casi inexistente, y, por primera vez en todo el viaje, Javier se sintió en un verdadero dilema: por un lado, la lealtad hacia Nico; por el otro, la atracción que crecía, impulsada por la cercanía física y la química con Elon.

Elon, siempre calculador, hizo el primer movimiento, acercándose lo suficiente como para que sus labios rozaran apenas los de Javier. Fue un gesto breve, pero cargado de intenciones. Javier no retrocedió, pero tampoco avanzó. Era como si, por un momento, se hubiera detenido a contemplar la situación, evaluando qué tan lejos estaba dispuesto a llegar.

Javier:No es lo que parece, ¿no?—dijo con una sonrisa nerviosa, buscando cortar la tensión.

Elon:Depende de lo que estés buscando, Javier—respondió, dejando la puerta abierta para cualquier interpretación.

En ese momento, Milei decidió tomar otro trago de su Hennessy, desviando la mirada hacia el paisaje que se veía desde las ventanas del exclusivo centro. La noche había caído sobre Detroit, y la ciudad brillaba con sus luces neón y el constante zumbido de una urbe en movimiento. Las palabras de Elon seguían resonando en su cabeza, mientras Javier intentaba procesar lo que acababa de pasar.


📍🏠 Buenos Aires — Tarde

Nico había intentado calmarse después de dejar los tres mensajes de voz sin respuesta. Sentía la presión en el pecho y la tristeza que lo invadía, pero trataba de enfocarse en su día laboral. Micho lo observaba con una mezcla de curiosidad y preocupación.

Durante el receso, Nico se sentó junto a Micho y, después de un breve intercambio de palabras, le contó sobre lo que estaba pasando con Javier, aunque omitió los detalles más íntimos. Micho lo escuchó con atención y luego habló con cautela.

Micho:Mirá, Nico, no te quiero meter miedo, pero vos sabés que nunca me cayó bien Milei. Tiene algo que no me cierra, y no me sorprende que esté haciendo esto. Pero no te pongas mal. Quizás no es nada... o quizás sí—agregó con un tono algo ambiguo—, pero lo que sí sé es que vos valés mucho más que quedarte esperando un mensaje que no llega.

Nico asintió, pero no podía evitar que sus pensamientos volvieran a las imágenes que había visto en las redes sociales. La última foto que Javier y Elon habían posteado juntos lo había dejado con un nudo en el estómago.

Nico: "Se ven tan felices... tan cercanos... ¿qué estoy haciendo yo aquí esperando un mensaje que quizá nunca llegue?", pensó, sintiendo cómo el pecho se le oprimía.

Se veían felices, despreocupados... cercanos. Demasiado cercanos. Cada risa y cada gesto en esas fotos se sentían como puñaladas, recordándole que la distancia no solo era física, sino emocional.

Mientras las horas pasaban, Nico se preguntaba qué estaría haciendo su novio en ese preciso momento.

Nico: "Probablemente andan riéndose, disfrutando de algo que yo no puedo compartir... y yo acá, atrapado en mi impotencia", pensó, con la garganta seca y los ojos húmedos.

Pero la respuesta, en este caso, era algo que quizás preferiría no saber.

Chapter 180: Vamos perdiendo el control

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📍🏙️ Detroit, en el lujoso centro de bienestar — Noche

El aire entre ellos se volvió denso tras aquel fugaz roce de labios. Javier, inmerso en una mezcla de confusión y adrenalina, no podía apartar la vista de Elon. Su respiración se aceleraba ligeramente, el calor del jacuzzi mezclándose con el calor que sentía en su pecho y su rostro. Cada burbuja que estallaba sobre su piel le provocaba un cosquilleo sutil, y su corazón palpitaba con fuerza mientras la atmósfera íntima parecía envolverlo en un abrazo al mismo tiempo cálido y peligroso. La racionalidad que normalmente gobernaba su mente parecía desdibujarse en ese ambiente íntimo y caldeado, con la luz tenue reflejándose en las burbujas del agua y los suaves destellos de las lámparas que llenaban la habitación de sombras cálidas y danzantes.

Elon, por su parte, lo observaba con la misma calma calculada de siempre, aunque sus ojos denotaban una chispa diferente, algo más personal, más humano. No había prisa, pero cada gesto, cada inclinación sutil, parecía medir y responder a cada reacción de Javier. El leve roce de sus hombros, la forma en que sus manos descansaban cerca de las de Javier sobre el borde del jacuzzi, todo estaba cargado de intención sin necesidad de palabras.

Elon: —No tenés que decir nada— susurró, con una sonrisa cómplice que hacía que Javier sintiera un hormigueo en la espalda. —A veces las palabras sobran.

Javier respiró hondo, intentando controlar el temblor sutil de sus manos mientras sostenía la copa de Hennessy. Por un lado, la adrenalina de la situación lo impulsaba a acercarse más, a dejarse llevar por la química que crecía con cada segundo. Por otro, la figura de Nico volvía a su mente como una sombra persistente, recordándole obligaciones y afectos que no podía ignorar.

Javier: "Pero… ¿por qué no había contestado los mensajes?" , y esa simple pregunta le daba una especie de justificación silenciosa, aunque sabía que estaba caminando en terreno peligroso. Cada pensamiento prohibido lo hacía sentir vivo y al mismo tiempo culpable, como si estuviera traicionando algo que no podía abandonar.

El silencio entre ellos se prolongó mientras el sonido del agua caliente burbujeando en el jacuzzi envolvía la escena, un murmullo constante que hacía que cada respiración pareciera más intensa, cada roce más significativo. Elon no volvió a intentar besar a Javier, pero su cercanía era suficiente para que la atmósfera se mantuviera cargada de tensión, una tensión que se sentía en la piel, en los hombros relajados y la punta de los dedos que rozaban sin querer, despertando sensaciones que Javier no esperaba.

Elon: —¿Sabés?— dijo, rompiendo finalmente el silencio. —Entiendo que estés en una relación, pero a veces no está mal replantearse lo que realmente queremos. Y si las cosas no están bien… bueno, quizás hay algo que se puede encontrar en otro lugar.

Javier frunció el ceño, sintiendo un nudo en la garganta y un calor punzante subirle desde el pecho hasta la cara.

¿Estaba Elon sugiriendo que su relación con Nico estaba rota? O peor aún, ¿que él debía buscar a alguien más? La mezcla de enojo, culpa y atracción lo confundía, y su mente giraba en círculos tratando de poner orden a lo que sentía. La pregunta se le clavaba en la mente, y su corazón palpitaba con fuerza mientras el calor del jacuzzi parecía intensificar cada pensamiento prohibido, cada deseo que no se atrevía a nombrar.

Elon: —No estoy diciendo que tenés que hacer nada— continuó, como si hubiera leído los pensamientos de Javier. —Pero no te culpes por disfrutar el momento. Todos necesitamos una pausa de vez en cuando. Una desconexión.

Javier bajó la mirada, notando cómo el reflejo de las luces se movía sobre el agua y sobre sus manos entrelazadas con el borde del jacuzzi. Las palabras de Elon tenían un peso incómodo, pesado como una losa invisible sobre su pecho. Se encontraba en una encrucijada emocional que no esperaba enfrentar en este viaje. Era innegable que había una conexión entre ellos, una química que trascendía la mera camaradería profesional. Pero a su vez, la idea de cruzar una línea irreversible lo asustaba, lo hacía vacilar en cada respiración.

Javier: —Lo sé, Elon— respondió, volviendo a mirarlo a los ojos, con un hilo de voz tembloroso. —No es tan simple como parece.

Elon dejó la copa a un lado, inclinándose hacia Javier hasta que sus rostros quedaron apenas a centímetros de distancia. Javier pudo sentir el calor de su aliento, el ligero roce de su mejilla con la de él, y una electricidad sutil recorrió su columna vertebral. Cada segundo parecía estirarse, cada mirada más intensa, cargada de deseo y duda al mismo tiempo. La cercanía hacía que cada músculo de Javier se tensara y relajara al mismo tiempo, atrapado entre la necesidad de acercarse y el miedo de cruzar una línea que no podía deshacer.

Elon: —Nada en la vida es simple— susurró. —Pero a veces las cosas más complicadas son las que más valen la pena.

Con esas palabras, Elon se inclinó nuevamente hacia él, pero esta vez el beso no fue un roce fugaz. Fue profundo, cargado de una intensidad que ninguno de los dos había esperado. La lengua de Elon rozó la de Javier con una suavidad calculada, mientras Javier, atrapado entre la culpa y el deseo, no pudo evitar dejarse llevar, sintiendo que cada resistencia se desmoronaba por dentro, un torrente de emociones que lo envolvía por completo.


📍🏠 Buenos Aires — Casa de Javier — Noche

Nico había terminado su jornada en el Congreso con una sensación de vacío que no lograba sacudir. La charla con Micho lo había dejado pensativo, aunque en el fondo ya sabía que algo no andaba bien. Cada gesto de sus colegas, cada comentario inocente del personal, parecía recordarle la ausencia de Javier. Su corazón se apretaba, y una sensación de frío interior lo hacía encogerse sobre sí mismo, aunque por fuera intentara mantener la compostura.

Nico: "¿Realmente Javier estaría tan ocupado como para no contestarme? ¿O es que simplemente ya no le importo?"

En el receso había revisado nuevamente las redes de Javier, y el golpe final había llegado con la nueva foto: Javier y Elon, abrazados y sonrientes, en lo que parecía un entorno privado. La imagen irradiaba cercanía, una que Nico no había visto en mucho tiempo entre él y su pareja. Sus manos temblaban ligeramente mientras sostenía el teléfono, y un calor desagradable le subía por la garganta, combinando rabia, celos y tristeza en un nudo difícil de tragar.

Tomó el teléfono y revisó una vez más los mensajes de voz que le había enviado a Javier. Seguían sin abrirse. Sintió una punzada en el pecho, un dolor agudo y persistente, y decidió que, por el resto del día, trataría de no pensar más en ello. Al menos no hasta la noche, cuando volviera a casa.

Al llegar a su departamento, se tiró en la cama sin fuerzas. El insomnio lo había desgastado y la falta de respuestas lo tenía al borde. Cada músculo de su cuerpo parecía agotado, y la mente, incesante, le mostraba escenas imposibles de borrar: Javier riendo con Elon, la cercanía física, la mirada cómplice. Cada imagen parecía golpearlo desde dentro, un recordatorio doloroso de lo que estaba perdiendo o de lo que podría perder.

Decidió distraerse navegando en redes sociales, pero cada vez que veía una nueva publicación de Elon o de Javier, el dolor volvía con más fuerza. Tomó su teléfono y comenzó a sacar capturas de pantalla de cada foto, como si eso pudiera ayudarlo a entender qué estaba ocurriendo realmente, como si inmortalizar la imagen le diera un poco de control sobre la situación que se le escapaba de las manos.

Finalmente, exhausto, se quedó dormido en el sillón con el teléfono en la mano. En su sueño, las imágenes que había visto durante el día volvieron a atormentarlo. Soñó con Javier y Elon, riendo juntos mientras hablaban de él, haciendo comentarios despectivos sobre su forma de ver el mundo, ridiculizando su militancia y su estilo de vida. En el sueño, Javier lo miraba con frialdad, como si Nico no fuera más que un extraño. Cada risa parecía retumbar en sus oídos, un eco cruel de lo que su corazón temía.

Se despertó sobresaltado, con la respiración agitada y el corazón acelerado. Miró el reloj: eran las 03:30 a.m. No había mensajes nuevos de Javier.

Nico: —Que me escriba él si de verdad está preocupado— murmuró con amargura, secándose las lágrimas que habían comenzado a brotar. —Si le importo, que lo demuestre.

Pero la verdad era que la espera lo estaba destruyendo, cada segundo prolongaba la incertidumbre y el miedo de perder algo que aún no había terminado de comprender.

Chapter 181: El calor de lo desconocido 🔥

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📍🏠 Buenos Aires — Dormitorio de Javier — Noche

Nico se sentó en la oscuridad de su cuarto, los ojos enrojecidos y el corazón latiendo descontrolado. El eco de su pesadilla seguía resonando en su mente, alimentando su angustia. Había soñado con Javier y Elon, riéndose de él, menospreciándolo. El dolor que sintió al despertar fue abrumador, tanto que ya no pudo seguir conteniendo las emociones. La soledad de esa habitación, la ausencia de Javier y la frialdad que se colaba por cada rincón de su vida lo tenían al borde.

Nico: "Todo esto duele demasiado… y él sigue sin dar señales. ¿Es que ya no le importo?"

El celular estaba tirado a su lado. Abrió WhatsApp y revisó nuevamente la conversación con Javier. Los tres audios que había enviado seguían sin escucharse. Cada notificación ignorada se sentía como un golpe directo al pecho. Había intentado ser paciente, pero la ausencia prolongada de Javier lo estaba destruyendo. Con los ojos llenos de lágrimas y su corazón completamente roto, decidió enviarle otro audio, uno que saliera directo de sus entrañas.

Presionó el botón de grabación y comenzó a hablar, con la voz rota por el llanto.

Nico: —Hola, amor… no sé si vas a escuchar esto, no sé si te importa. Pero ya no puedo más, me siento destruido. Hoy tuve una pesadilla horrible. Soñé que vos y Elon se reían de mí, que decían que yo era solo un hippie soñador, que no valgo nada... Me desperté con el corazón hecho mil pedazos, y no puedo sacarme esa imagen de la cabeza. Me siento tan solo, tan lejos de vos… No sé qué está pasando, pero te extraño con todo mi ser. Y... no sé si estás con Elon o si las cosas se fueron de las manos, pero si lo querés a él más que a mí, decímelo. Decime la verdad y acabemos con esta tortura. No quiero seguir sufriendo, prefiero que me lo digas ahora a vivir con esta incertidumbre constante...—Nico hizo una pausa, el llanto lo ahogaba—Te amo, Javier, pero siento que te estoy perdiendo. No sé si me seguís amando, y eso me está matando. Solo necesito que me lo digas... lo que sea. Te amo…

Envió el audio sin pensarlo dos veces. Su mano temblaba mientras veía el mensaje volverse gris. Era como si todo su ser dependiera de esa respuesta que no llegaba. Cada segundo que pasaba sin escuchar la voz de Javier lo hacía sentirse más vacío, más impotente.

Pero no fue suficiente. A los pocos minutos, tomó el teléfono nuevamente y decidió llamarlo. Lo intentó una vez. Nada. Luego otra, y otra más. Las llamadas no eran contestadas. La frialdad del silencio del otro lado de la línea solo agravaba su desesperación, convirtiendo cada segundo de espera en un martirio que lo estrangulaba.

Nico: "¿Por qué no contesta? ¿Qué estoy haciendo mal? ¿Será que ya no le importo?"

Sintió como una opresión lo recorría desde el pecho hasta el estómago. Cada latido se volvía insoportable, como si su corazón quisiera estallar dentro de su pecho. Se dejó caer en la cama, abrazando la almohada con fuerza, buscando consuelo en algo que no podía reemplazar la ausencia de Javier. Las lágrimas volvían a brotar sin control, cada sollozo resonando en las paredes silenciosas de su habitación.

Nico: "Todo esto duele demasiado… ¿cómo puede alguien ignorarte así y no importar nada?"


📍🏙️ Detroit — Centro de bienestar — Noche

El beso entre Elon y Javier había encendido una chispa que ninguno de los dos había previsto. El momento, cargado de electricidad y tensión, se mantuvo durante lo que parecieron minutos eternos. Javier sintió cómo una calidez inusual lo recorría, algo completamente distinto a lo que solía experimentar. Cada latido de su corazón parecía acompasarse con el ritmo del agua del jacuzzi, cada respiración se mezclaba con el vapor que flotaba en la habitación, envolviendo sus cuerpos como una burbuja aislada del mundo.

Elon lo miraba con esos ojos calculadores, pero ahora había algo más detrás de esa mirada, algo que Javier no podía descifrar del todo, un brillo vulnerable, casi humano, que lo desconcertaba y atraía a partes iguales.

Javier: —No esperaba que esto pasara — dijo, rompiendo el silencio mientras su respiración volvía a estabilizarse—Pero… tampoco lo evité.

Elon se acercó un poco más, apoyando su mano sobre el hombro de Javier, el contacto ligero pero firme generando un escalofrío que le recorrió la espalda, provocando un cosquilleo que se extendía hasta la nuca y hacía que su respiración se acelerara.

Elon: —A veces, las mejores cosas en la vida suceden cuando no las esperamos — respondió con su tono habitual de seguridad—Y no siempre hay que dar explicaciones por lo que sentimos o hacemos.

Javier desvió la mirada por un momento, confundido por el torbellino de emociones que lo atravesaban. Se había entregado al momento, sin pensar en las consecuencias, y eso lo inquietaba. Por un lado, estaba el placer del instante, el sentir que alguien como Elon se fijaba en él. Pero por otro, estaba Nico, y la voz en su cabeza que le recordaba la ausencia de comunicación, la distancia emocional.

Javier: "No sé qué estoy haciendo… ¿cómo puedo sentir esto con él y seguir pensando en Nico?"

Javier: —No sé, Elon… no sé qué significa esto — murmuró, pasándose la mano por el pelo en un gesto nervioso, el corazón palpitándole con fuerza en el pecho.

Elon sonrió con calma, como si ya hubiera previsto cada reacción de Javier, y la serenidad de su mirada lo hacía sentir a la vez intrigado y vulnerable.

Elon: —No tiene que significar nada si no querés que lo signifique — dijo, dándole un sorbo a su copa de Hennessy —Pero no podemos negar lo que hay entre nosotros, aunque sea solo una chispa.

Javier lo observó en silencio. La voz de Elon era suave, persuasiva, y lo tentaba a dejarse llevar. Había algo en la tranquilidad con la que Elon manejaba todo que lo desconcertaba y, al mismo tiempo, lo atraía, haciendo que cada músculo de su cuerpo se tensara y relajara con cada movimiento sutil de él.

Elon, viendo la duda en los ojos de Javier, decidió empujar un poco más.

Elon: —Mirá, Javier — dijo acercándose — No tenés que hacer nada que no quieras. Pero no podemos ignorar lo que está pasando. Y si querés hablar de tu pareja o lo que sea, podemos hacerlo. Pero no voy a mentirte, me gustás. Y creo que también te gusto.

El tono directo de Elon hizo que Javier sintiera una presión en el pecho. No estaba acostumbrado a que alguien lo abordara de esa manera. Y aunque la tentación de entregarse a esa sensación lo invadía, sabía que las decisiones que tomara en ese momento podían cambiarlo todo.

Javier: —Es complicado… — murmuró, mirándolo con seriedad, la respiración entrecortada y la piel erizada por la cercanía de Elon.

Elon: —Las mejores cosas en la vida lo son — respondió, apoyando su mano en la pierna de Javier de manera sutil pero intencional, un contacto que hablaba más que cualquier palabra.

El ambiente entre ellos volvió a cargarse de tensión, una que, esta vez, ya no necesitaba palabras. Elon se inclinó una vez más, y Javier no hizo nada por detenerlo. Otro beso los envolvió, esta vez con más urgencia, más entrega, mezclando el deseo con la duda que lo torturaba, dejando a un lado por un momento cualquier recuerdo de Nico o duda existente.


📍🏠 Buenos Aires — Cuarto de Nico — Noche

Nico, todavía con los ojos hinchados por el llanto, revisaba su teléfono una y otra vez, esperando ver las dos temidas tildes azules que indicaran que Javier había escuchado los audios. Pero nada. Seguía siendo el mismo muro de silencio, y cada segundo que pasaba sin una señal lo hacía sentir más aislado, más frágil.

Nico: "¿Por qué no contesta? ¿Acaso ya no le importo o me está castigando por algo que ni siquiera entiendo?"

Tomó el celular y volvió a revisar las fotos de las redes sociales de Javier y Elon. Aquella imagen abrazados, sonrientes, había sido la gota que había desbordado su dolor, la evidencia que lo hacía sentir cada vez más pequeño, más impotente frente a lo que estaba ocurriendo a miles de kilómetros de distancia. Su pecho ardía, y un nudo en la garganta lo impedía respirar con normalidad.

Finalmente, se dejó caer en la cama, exhausto. Cada músculo de su cuerpo pedía descanso, pero su corazón seguía ardiendo, atrapado en un fuego de incertidumbre, amor y desesperación. No quedaba mucho más que hacer que esperar, con el alma rota y las esperanzas desvaneciéndose lentamente, atrapado entre el amor, la desolación y la incertidumbre.

Nico: "Solo quiero saber la verdad… aunque me rompa el corazón."

Chapter 182: Quiero consumir tus bajos instintos 🔞

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📍🏨 Detroit — Suite privada — Noche

El segundo beso entre Javier y Elon fue aún más intenso que el primero, un torbellino de emociones desatadas que empujaba los límites de lo que ambos sabían que no debía suceder. Los cuerpos se entrelazaban con urgencia, como si el deseo y la adrenalina anularan cualquier juicio. La situación escalaba peligrosamente, volviéndose más y más física con cada segundo. Javier sentía el calor de la piel de Elon bajo sus manos, y una parte de su mente gritaba que esto estaba mal, pero la atracción, el momento, lo hacían difícil de detener.

Cada roce era un fuego que recorría su espalda, sus brazos y el pecho; la respiración entrecortada de ambos llenaba la habitación, mezclándose con el aroma natural, cítrico y penetrante de Elon, que se impregnaba en la piel de Javier con una intensidad que lo mareaba y excitaba a la vez. Cada latido parecía sincronizarse con los de Elon, y la tensión sexual crecía a cada instante.

Elon lo presionaba ligeramente contra la pared, con las manos recorriendo su torso, explorando sin prisa cada reacción, mientras sus labios no dejaban de buscar los de Javier, mordiéndolos suavemente, atrapándolo en un vaivén de placer y culpa. Javier podía sentir el calor de cada caricia, la firmeza de Elon bajo sus dedos, y el aroma cítrico que lo envolvía, convirtiéndose en un estímulo casi hipnótico que nublaba su juicio.

Javier: "Esto está mal… pero no puedo… no quiero detenerme…"

Las manos de Javier exploraban la espalda de Elon, deslizándose por los hombros firmes, sintiendo cada músculo bajo sus dedos. La textura de su piel era cálida, tersa, y el olor cítrico se impregnaba en la nariz de Javier, intensificando su excitación. Cada inhalación profunda era un recordatorio del peligro y el placer que se mezclaban en la misma proporción.

Elon, percibiendo la tensión y la respuesta de Javier, ajustó la posición, acercando sus cuerpos de manera que cada curva se encontrara con otra. Sus labios se encontraron otra vez, esta vez con urgencia, con lenguas que jugaban y exploraban, combinando suavidad y firmeza. El calor que emanaban se acumulaba en la habitación, formando una nube de deseo que parecía imposible de disipar.

Javier podía sentir cada latido de Elon contra su pecho, cada respiración temblorosa, y su propio cuerpo respondía con fuerza. Sus manos bajaron lentamente por la cintura de Elon, explorando con firmeza, mientras un estremecimiento recorría su columna al contacto de la piel. Elon olía a cítricos, a sudor natural mezclado con un perfume sutil, un aroma que estimulaba todos los sentidos de Javier y lo mantenía hipnotizado.

Javier: —Elon… —susurró el presidente argentino, la voz entrecortada por la respiración y el deseo—… no debería hacer esto…

Elon: —Shh… —respondió el magnate, acariciando suavemente su rostro, sus dedos recorriendo la mandíbula de Javier—. Solo sentí… dejate llevar.

Las manos de Elon empezaron a recorrer el torso de Javier, subiendo y bajando con un ritmo firme pero delicado, provocando escalofríos que se mezclaban con la electricidad que sentía en cada parte del cuerpo. Javier sentía cómo cada roce hacía que su respiración se acelerara, cómo el contacto directo con la piel de Elon lo excitaba más allá de cualquier control.

Los cuerpos se pegaban, se movían al unísono sin necesidad de palabras, siguiendo un ritmo instintivo que combinaba deseo y necesidad. Los suspiros de ambos llenaban la habitación, mezclándose con el aroma cítrico de Elon, que parecía rodearlos y envolverlos en un manto que excitaba y confundía a Javier al mismo tiempo.

Elon presionó un poco más, guiando a Javier hacia un contacto más íntimo, su mano explorando con suavidad y firmeza, cada gesto medido para excitar y provocar, sin apuro pero con precisión. Javier sentía cómo su cuerpo se rendía a cada toque, cada caricia, cada roce de labios. La tensión se volvía casi insoportable, y el placer lo embargaba por completo, nublando cualquier pensamiento de culpa o límite.

Cada movimiento, cada roce, cada presión se volvió un diálogo silencioso entre sus cuerpos. Javier podía sentir cómo el deseo lo atravesaba, cómo cada contacto provocaba escalofríos que bajaban por su espalda y brazos. Elon, con paciencia y control, jugaba con la resistencia de Javier, provocando gemidos suaves, respiraciones entrecortadas y un flujo constante de tensión que no buscaba detener, sino intensificar.

La habitación parecía haberse reducido a ese instante, a esos cuerpos y a ese olor que permanecía en el aire, pegado a su piel. Cada roce y cada suspiro formaban un ritmo hipnótico, un vaivén que los mantenía atrapados en un espacio donde solo existía el placer y la atracción más pura, la que desafía cualquier límite mental.

Javier, atrapado entre la culpa y el placer, sentía cómo la adrenalina lo arrastraba, cómo el calor y la cercanía borraban por momentos toda racionalidad. Cada roce, cada presión, cada roce de labios lo llevaba más cerca del límite, y la sensación de riesgo aumentaba su excitación de manera imposible de controlar.

El tiempo parecía desaparecer, y Javier sentía que cada segundo se prolongaba, que cada roce era eterno. La combinación del calor, la humedad, el contacto directo y el aroma cítrico de Elon generaba una intensidad que lo absorbía por completo. Cada estremecimiento, cada suspiro, cada gemido construía un crescendo que lo mantenía al borde del éxtasis, un límite que se acercaba peligrosamente, y al mismo tiempo, lo mantenía conectado a Elon de manera física y emocional.

Las horas pasaron en un delirio de deseo, tensión emocional y agotamiento mental. Cada instante estaba cargado de electricidad; las manos, los labios y la piel hablaban un idioma propio que no necesitaba palabras.

Finalmente, después de un par de minutos eternos, ambos alcanzaron el clímax, exhaustos y temblorosos. Elon sostuvo a Javier contra su pecho, respirando agitadamente, mientras Javier sentía cómo cada fibra de su cuerpo se relajaba y a la vez quedaba marcada por la intensidad de la experiencia.

Javier: "Esto… esto no debería haber pasado… pero… es increíble cómo me hizo sentir este pibe… su olor, su calor, su fuerza…".

Elon se apartó ligeramente, dejando que ambos recuperaran el aliento, la piel todavía pegajosa por el sudor y la humedad. La habitación estaba impregnada del olor cítrico de Elon, mezclado con la respiración agitada y el calor que ambos compartían. Cada mirada decía lo que las palabras no podían: un entendimiento silencioso de que habían cruzado un límite peligroso, pero que la intensidad había sido demasiado irresistible.

Ambos cayeron en un sueño pesado, exhaustos, pero el aroma de Elon, cítrico y persistente, permanecía en las sábanas y en la piel de Javier, recordándole la intensidad de la noche.


📍🏨 Detroit — Suite privada — Mañana

Javier despertó con un fuerte dolor de cabeza. Los recuerdos de la noche anterior llegaban en fragmentos confusos: la intensidad de los besos, la cercanía de los cuerpos, la suavidad y firmeza de Elon bajo sus manos, el aroma cítrico que aún persistía. Se sentó en la cama, respirando hondo, intentando recomponerse mientras su corazón latía con fuerza.

Con un suspiro, se pasó la mano por la cara y sintió que el celular vibraba en su bolsillo. La pantalla iluminó múltiples llamadas perdidas y mensajes de Nico. El impacto lo dejó paralizado. Abrió WhatsApp y vio los audios, temblando, apretando play al primero.

La voz de Nico estaba llena de dolor, cada palabra atravesando a Javier como un cuchillo. Escuchaba el llanto, las palabras entrecortadas, la desesperación contenida que lo atravesaba de un modo que ninguna otra cosa había logrado. Los recuerdos de la noche con Elon golpeaban su mente como una avalancha, cada vez más claros, más atroces, y mezclándose con la culpa que lo devoraba.

Cuando llegó al cuarto audio, donde la voz de Nico apenas se sostenía, Javier recordó algo que Nico le había dicho hace tiempo, después de regresar de Uruguay: "¿Qué va a pasar si encontrás a alguien mejor que yo? ¿Alguien que pueda darte todo lo que yo no?"

Esas palabras resonaban ahora con precisión dolorosa. Nico siempre había tenido ese temor, y Javier había jurado que nunca pasaría. Pero lo había traicionado. Le había sido infiel a la persona que más lo amaba, a quien había sostenido sus defectos, sus caídas, y que a pesar de todo lo seguía eligiendo.

También recordó la vez que encontró a Nico inconsciente en el cuarto de su casa en Parque Patricios, luego de haberse tomado varias pastillas para dormir. Ese día sintió el verdadero terror, porque realmente creía que en esa oportunidad lo iba a perder. Nico había tomado esa decisión por su culpa, por despecho, por el temor de perder a Javier. Y ahora, Javier le había vuelto a fallar a la única persona que lo seguía perdonando y amando como el primer día, a pesar de todas las veces que le falló, a pesar de todo lo que se decía acerca de Javier. 

La culpa se instaló como una piedra enorme aplastando su pecho. Recordó aquel día en Parque Patricios, cuando encontró a Nico inconsciente con pastillas esparcidas por el suelo; el terror que había sentido lo golpeó de nuevo. Todo lo que había hecho en Detroit parecía un eco de aquel miedo.

Las lágrimas comenzaron a deslizarse por su rostro, silenciosas al principio, luego desbordándose con violencia. Javier salió de la habitación, buscando un lugar apartado. Se apoyó contra la pared del pasillo, apretando los ojos mientras la culpa lo consumía.

Javier: "Él no me merece. Soy un asco."


📍🏨 Detroit — Pasillo de la suite — Mañana

Elon apareció en el pasillo, notando el estado de Javier. Su presencia, tranquila y confiada, contrastaba con la tormenta interna que Javier llevaba dentro. Se acercó despacio, como un depredador que acecha a su presa, su aroma cítrico inundando el aire y mezclándose con la tensión palpable.

Elon: —¿Estás bien? —preguntó, fingiendo preocupación, aunque sabía que era la oportunidad perfecta para acercarse nuevamente.

Javier levantó la vista, con los ojos rojos y húmedos.

Javier: —No, no estoy bien… —murmuró—. Traicioné a la persona que más amo en este mundo. Le fallé a Nico, y me duele tanto que no sé si podré arreglarlo…

Elon, con voz suave y calculada, intentó restarle peso a la culpa.

Elon: —Javier, no te tortures tanto. Lo que pasó anoche… fue natural. Los dos queríamos lo mismo, no hay por qué sentir culpa. Nos dejamos llevar por lo que sentimos en ese momento, y lo disfrutaste, ¿no?

Se inclinó un poco más, el aroma cítrico de su piel envolviendo a Javier, sus manos buscando un contacto cercano mientras la voz susurrante acariciaba sus sentidos.

Elon: —Podemos seguir. No tiene que ser un problema… —añadió con un tono insinuante, acercándose para besar nuevamente a Javier.

Pero esta vez, Javier reaccionó, apartándose con fuerza.

Javier: —¡No! —dijo con firmeza, mezclando enojo y dolor—. No puedo seguir con esto, Elon. ¡No puedo creer que estés intentando manipularme de esta manera! Anoche estaba confundido, sí, pero eso no te da derecho a llevarme al límite. Yo no vine acá para esto.

Elon lo miró, sorprendido, pero mantuvo la calma.

Elon: —Yo no te obligué a nada, Javier. Ambos nos dejamos llevar. ¿Por qué te culpás por algo que los dos disfrutamos? Relajate… lo necesitabas, y fue bueno para ambos.

Javier lo fulminó con la mirada, sintiendo cómo la rabia y la culpa se mezclaban, encendiendo cada fibra de su ser.

Javier: —No. Lo que pasó anoche fue un error, un recordatorio de lo que no debe volver a suceder. Yo no vine acá por esto, Elon. Vine a hacer tratos por el bien de mi país, y sí, pensé que podríamos pasar un buen rato como amigos, pero lamento que las cosas se hayan salido de control. No volvamos a cruzar esos límites.

Elon abrió la boca para responder, pero Javier lo interrumpió.

Javier: —Yo en Argentina tengo a alguien que me ama, que sigue eligiéndome, incluso cuando no me lo merezco. Nico me perdona y me quiere, aunque le haya fallado tantas veces. No lo quiero perder, y anoche casi lo hago. Así que, si me disculpás, enfoquémonos en lo que vinimos a hacer acá. Te aprecio, Elon, y admiro tu inteligencia, pero no es amor ni sexo lo que busco en vos. Espero que lo entiendas.

Elon permaneció en silencio, perplejo. La situación había dado un giro inesperado. Javier, con el dolor aún latiendo en su pecho y la certeza de su compromiso con Nico, se aferró a su decisión: salvar lo que realmente importaba, aunque el aroma de Elon y los recuerdos de la noche anterior siguieran tentándolo.

Chapter 183: Mentira necesaria

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📍🏨 Detroit — Hotel de lujo — Tarde

El silencio pesaba en el ambiente cuando Javier, aún con las emociones a flor de piel, volvió a entrar al cuarto donde había dejado su celular. El aire acondicionado zumbaba con monotonía, pero para él cada sonido era amplificado por la tensión. En la pantalla, las notificaciones de Nico seguían parpadeando, como una herida abierta imposible de ignorar. Se sentó en el borde de la cama, apoyando los codos sobre las rodillas y respiró hondo, con el pecho rígido, tratando de organizar sus pensamientos. Sabía que lo que había pasado con Elon no podía simplemente olvidarse, pero tenía que enterrarlo. Había cosas más grandes en juego.

El sol de la mañana entraba tímido por las ventanas del hotel, dibujando reflejos dorados en las cortinas gruesas. Todo en ese cuarto gritaba lujo y confort: muebles pulidos, una cama king con sábanas impecables, una bandeja de desayuno intocable. Pero para Javier, todo estaba cubierto por una nube oscura de culpa y confusión. Se había dejado arrastrar por un momento de debilidad, por el magnetismo que Elon ejercía sobre él, pero ahora lo único que importaba era cómo recomponer las piezas rotas de su vida personal sin perder el vínculo profesional que había forjado con Musk.

Javier: "Lo de anoche... no puede volver a pasar", pensó con firmeza, mientras se ponía en pie y caminaba hacia el salón principal donde Elon lo esperaba, con el andar rígido de quien carga un secreto demasiado pesado.

Elon estaba sentado en un sillón de cuero, con una expresión de calma calculada, como si nada hubiera sucedido. Tenía las piernas cruzadas, el brazo apoyado en el respaldo, y los ojos fijos en su tablet, revisando gráficos como si la noche anterior hubiera sido apenas un paréntesis irrelevante. Cuando vio a Javier acercarse, esbozó una sonrisa tranquila, pero Javier no estaba para juegos.

Javier:Elon, tenemos que hablar— dijo, con voz grave y seria, dejando claro que no había espacio para bromas ni insinuaciones.

Elon levantó la mirada, ladeando la cabeza, casi divertido por el tono autoritario del argentino.

Elon:¿Ya estamos listos para hablar de negocios, supongo?— dijo, intentando romper el hielo, con su habitual seguridad, esa que podía desconcertar a cualquiera.

Javier asintió, pero no sonrió. Su mandíbula estaba apretada, sus manos firmes en los bolsillos.

Javier:Lo que pasó anoche... fue un error. No podemos volver a cruzar esos límites. Vine acá con un propósito claro, y eso es asegurar lo mejor para Argentina. Lo de anoche no tiene que volver a pasar. Necesito que lo entiendas— habló con firmeza, aunque cada palabra se le hacía un nudo en la garganta.

Elon lo observó en silencio, con esa forma intensa de analizar a las personas como si fueran proyectos. Aunque era un hombre acostumbrado a la frialdad de los negocios, algo en la intensidad de Javier lo desarmó.

Elon:Lo entiendo, Javier. Pero sabes tan bien como yo que ambos disfrutamos...— comenzó, con un tono bajo, casi seductor, pero Javier lo interrumpió con brusquedad.

Javier:No. Lo que pasó fue sólo un recordatorio de lo que no debe volver a suceder. Valoro tu amistad, admiro lo que hacés por la ciencia, pero esto no es lo que vine a buscar. Vamos a enfocarnos en lo importante: los acuerdos económicos que pueden ayudar a mi país— sus palabras eran un escudo, una barrera entre el desastre emocional de la noche anterior y la responsabilidad que sentía como líder de una nación al borde del colapso.

Elon suspiró, inclinándose hacia adelante, dejando la tablet a un costado.

Elon:Como quieras, Javier. Nos enfocamos en los negocios. Nada más— dijo, con un tono más seco, en el que se filtraba una ligera molestia, pero también la aceptación de que no podía forzarlo.

Javier asintió, con una sensación de alivio momentáneo. Había puesto los límites, pero la culpa seguía viva, incrustada como un hierro candente. El problema real no era Elon, sino Nico. Sabía que tenía que hablar con él, pero no podía contarle la verdad. No soportaría el dolor que le causaría, ni la posibilidad de que Nico lo abandonara.


Regresó al cuarto para enfrentarse a la realidad: su celular explotaba de notificaciones. El dedo le tembló apenas al abrir WhatsApp. Lo primero que escuchó fue la voz de Nico, quebrada, entrecortada por el llanto. El audio le atravesó el pecho como un cuchillo.

Nico:No puedo soportar pensar que me estés reemplazando. Si estás más cómodo con Elon, decímelo. No me hagas esto. Te amo, te extraño... ¿Por qué no me atendés? ¿Por qué no me contestás? Si no me querés más, decímelo, por favor. No me hagas esperar...— la voz de Nico era un lamento, y cada palabra retumbaba como martillazos en la conciencia de Javier.

Javier: "¿Cómo llegué a esto...?" , pensó, con el corazón encogido. Recordó los momentos felices junto a Nico: los abrazos, las risas torpes, esa manera infantil de correr hacia él como si el mundo fuera a terminar. Y también recordó las pesadillas que Nico tenía sobre perderlo, los sollozos nocturnos. Ahora él había hecho realidad ese miedo.

Caminó hasta la ventana. El paisaje urbano de Detroit se extendía frío y ajeno, como si no tuviera lugar para sus tormentas internas. Cerró los ojos, y de golpe regresó a aquel comentario en el barco.

Nico: "¿Qué va a pasar si encontrás a alguien mejor que yo?", la voz inocente y temblorosa de Nico volvió a sonar en su mente, clavándose como un aguijón.

Javier: "Soy un miserable..." pensó, con un nudo en la garganta.

Se armó de valor, tomó el celular y comenzó a grabar un audio. Sabía que lo que iba a hacer era mentir, pero no veía otra salida.

Javier:Mi amor... perdoname por no haber contestado antes. Estuve metido en reuniones toda la noche, y no tuve un momento para agarrar el teléfono. Te juro que te extraño un montón, no puedo esperar para verte. Estás en mi cabeza todo el tiempo...— dijo, forzando cada palabra para que sonara natural, con el corazón latiéndole con fuerza.

Respiró hondo y agregó:

Javier:No pienses esas cosas, ¿sí? Sabés que sos lo más importante para mí, no hay nadie que te pueda reemplazar. Ni Elon ni nadie. Te amo, en serio. Hablamos por videollamada más tarde, ¿te parece? Así te veo esa carita hermosa que tanto extraño. Perdón, mi vida. Perdón por no haber estado antes— su voz temblaba, pero se esforzó en mantenerla firme, como si con la seguridad pudiera maquillar la mentira.

Envió el audio y cerró los ojos, dejando escapar un suspiro largo, cargado de cansancio y remordimiento.

Javier: "Nico no merece esto. Soy un desastre", pensó, hundiéndose en la culpa, aunque sabía que no podía desmoronarse en ese momento. Su país lo necesitaba fuerte.

En la otra habitación, Elon ya había desplegado una presentación con gráficos y proyecciones. Javier volvió junto a él, apagando el celular para silenciar el eco de sus decisiones. Se sentó frente a la pantalla, obligándose a poner la mente en los números, en las promesas de inversión, en el futuro de Argentina.

Pero dentro de él, la batalla era otra. Por fuera, era el presidente, el economista, el negociador. Por dentro, un hombre quebrado que había fallado al único que siempre creyó en él.

Javier: "Seré una de las personas más influyentes del mundo según el Times, tendré mil adeptos. Pero cuando termine el día, seguiré siendo el hombre que falló al único que siempre creyó en mí", pensó, con un peso insoportable en el pecho.

Y así, entre contratos y cifras, Javier siguió trabajando, con la certeza amarga de que lo que más necesitaba salvar ya no era su país, sino a Nico, y tal vez a sí mismo.

Chapter 184: Vos allá, yo acá

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📍 Detroit — Hotel de Lujo, Sala de Conferencias — Miércoles, tarde

El sol de la mañana en Detroit tenía un brillo intenso que se reflejaba en las ventanas del lujoso hotel donde Javier y Elon se encontraban. Los ventanales altos filtraban la luz, tiñendo el mármol del piso de un tono dorado pálido. Afuera, la ciudad se desperezaba con su ritmo industrial y vibrante, pero dentro de aquella sala de conferencias, la atmósfera estaba cargada de tensión y de una determinación renovada.

Javier había decidido dejar de lado los conflictos personales y enfocarse en los tratos económicos cruciales para la situación de Argentina. El recuerdo de la noche anterior aún lo perseguía como una sombra persistente, pero se obligaba a mantener el ceño fruncido y la mirada fija en lo que importaba. Elon, con su carácter imperturbable, se mostró profesional y concentrado en los detalles, como si nada fuera capaz de sacarlo de su eje.

Javier se sentó frente a la mesa de conferencias, con un ordenador portátil abierto delante de él. El aire acondicionado zumbaba suavemente, manteniendo un clima frío que contrastaba con la calidez del sol exterior. En la pantalla brillaba una presentación detallada de los posibles acuerdos. Los números parecían bailar frente a sus ojos, pero Javier los absorbía con la precisión de alguien que sabía que cada cifra representaba una esperanza, un alivio o un riesgo para millones de personas.

A su lado, Elon Musk repasaba los números y las proyecciones con la atención quirúrgica de un ingeniero. Sus dedos largos se movían sobre los gráficos y tablas, dispuesto a asegurar que el trato fuera beneficioso para ambas partes. La habitación estaba iluminada por luces de neón frías, y el sonido constante de los teclados y las hojas pasando proporcionaba un ritmo metódico a la reunión.

Elon:Javier, estos números son una estimación conservadora, pero con la colaboración de nuestro equipo, creo que podemos hacer que esto funcione— dijo señalando un gráfico ascendente, su tono práctico y casi optimista.

Javier:Perfecto, Elon. Vamos a ajustar los detalles y cerrar esto cuanto antes— respondió con determinación fría, aunque en el fondo su mente estaba en otro lugar.

Javier: "Debo estar acá, debo ser firme… aunque me esté partiendo en pedazos por dentro", pensó, apretando los labios para no dejar escapar ni una mueca de debilidad.

Mientras trabajaban en los documentos finales, Javier se esforzaba por mantener la compostura. La noche anterior había dejado cicatrices emocionales profundas, como un hierro candente marcado en su pecho, pero debía cumplir con su objetivo. Los tratos económicos podían significar un cambio significativo para Argentina, y eso era lo único que le otorgaba un poco de paz en medio del caos.


📍 Buenos Aires — Congreso de la Nación — Mañana

En el Congreso, el ambiente era frenético. Las voces de los legisladores llenaban la cámara, mezclándose con el tecleo de asistentes, el golpeteo de carpetas sobre los escritorios y el eco de debates que parecían eternos. Afiches con cifras y gráficos colgaban en los laterales, mientras periodistas rondaban por los pasillos esperando declaraciones.

Entre aquella vorágine, Nico se movía lentamente entre los asientos. Sus pasos eran cortos, casi arrastrados, y las ojeras marcadas bajo sus ojos delataban noches de insomnio. Su piel lucía pálida, y aunque intentaba mantenerse en pie con dignidad, la expresión de agotamiento y dolor lo traicionaba.

Martín y Micho lo notaron de inmediato. La mirada vacía de Nico hablaba por sí sola. Micho, siempre observador y con un sentido agudo para percibir lo que otros intentaban ocultar, se acercó a Martín y le hizo una señal con la cabeza para que lo acompañara.

Martín:Nico, che, ¿estás bien?— preguntó con preocupación, frunciendo el ceño.

Nico:No, no estoy bien— intentó sonreír, pero la tristeza en sus ojos era evidente, como una grieta imposible de disimular.

Micho:¿Querés hablar de esto?— sugirió con voz seria, entendiendo que Nico estaba al límite de sus fuerzas.

Nico:Sí, prefiero. Si no les molesta, ¿podemos ir a la casa de Javier?— dijo, tratando de sonar lo más normal posible a pesar de la angustia que le ahogaba la garganta.

Martín y Micho se miraron y asintieron sin dudar. No iban a dejarlo solo en ese estado.


📍 Buenos Aires — Casa de Javier en Palermo — Mediodía

Una vez allí, Nico se refugió en la rutina de anfitrión para distraerse. La cocina se impregnó con el aroma cálido de café recién hecho y dulce de leche. Sobre la mesa colocó medialunas doradas, facturas rellenas y un par de tortas caseras, todo dispuesto con esmero. El contraste era notable: mientras el frío de la mañana porteña aún se colaba por las rendijas de las ventanas, la casa irradiaba una atmósfera acogedora, bañada en una luz cálida.

Nico:Siéntense, por favor— ofreció a Martín y Micho, acercándoles tazas humeantes de café junto con las medialunas, como si ese gesto pudiera ocultar el temblor en sus manos.

Cuando se acomodaron en la sala de estar, Nico respiró hondo y sacó el teléfono. La pantalla brilló mostrando capturas de historias y posteos de Javier y Elon. Las imágenes eran una mezcla de fotos en eventos, selfies con sonrisas cómplices y poses demasiado cercanas para la tranquilidad de cualquiera.

Nico:Miren esto— dijo, pasándoles el celular. —Y estos son los audios que me mandó Javier, no había tenido el valor de escucharlos hasta ahora.

Martín y Micho se inclinaron para escuchar. En uno de los audios, la voz de Javier sonó cargada de culpa y justificación.

Javier (audio): —Mi amor… perdoname por no haber contestado antes. Estuve metido en reuniones toda la noche, y no tuve un momento para agarrar el teléfono. Te juro que te extraño un montón, no puedo esperar para verte. Estás en mi cabeza todo el tiempo…

Micho apretó los puños y bufó con furia contenida.

Micho:Es un hijo de PUTA. Perdón, amigo, pero no es por ahí— lanzó con enojo, incapaz de suavizar sus palabras.

Martín:No sé cómo se puede hacer esto…— agregó con voz serena pero dolida. —Lo que sí puedo decirte es que no te lo merecés. Vos tenés que pensar en vos y en lo que realmente te hace bien.

Los tres permanecieron juntos en el sofá. Martín y Micho rodearon a Nico con su apoyo, hablándole, animándolo, recordándole su valor. El silencio posterior se llenó con la respiración pausada de los tres, como si ese instante compartido fuera un refugio.

Nico:Mil gracias, culiaos. No sé sinceramente qué haría sin ustedes— dijo al fin, con una pequeña sonrisa que dejaba entrever su acento cordobés.

Martín y Micho lo abrazaron fuerte, como un escudo humano contra la soledad. Entre facturas, mates y palabras de aliento, la tarde se deslizó con un aire un poco más ligero, aunque la herida seguía abierta. Nico se sintió reconfortado por sus amigos, aunque el camino hacia la reconciliación con Javier todavía parecía lejano.

Mientras tanto, a miles de kilómetros, el mundo seguía girando, y en Detroit los tratos económicos cruciales para Argentina avanzaban inexorables, como un recordatorio de que lo personal y lo político podían enredarse, pero nunca detenerse.

Chapter 185: El refugio de los amigos ✨

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📍🏠 Casa de Palermo — Miércoles por la tarde

La tarde de Miércoles en la casa de Palermo comenzó con un aire de calidez y amistad. La vivienda, amplia y luminosa, parecía un refugio que combinaba modernidad con toques hogareños. Martín, Nico y Micho se habían acomodado en el salón principal, un espacio espacioso y elegante que respiraba el estilo sobrio y personal de Javier. Los sofás y sillones tapizados en tonos neutros ofrecían comodidad inmediata, mientras las mesas de centro en madera clara reflejaban el gusto refinado del anfitrión. Una alfombra mullida, casi como una nube bajo los pies, amortiguaba el eco de sus pasos y las carcajadas que poco a poco fueron llenando la habitación.

El ambiente estaba impregnado por un aroma tentador: comida recién hecha que aún flotaba en el aire, trayendo consigo una sensación reconfortante, como si cada partícula de olor fuese una invitación a relajarse.

Apenas entraron, Martín y Micho notaron lo evidente. La preocupación en el rostro de Nico era imposible de ocultar: sus ojos enrojecidos hablaban de cansancio acumulado y desvelos, y la tensión en su mandíbula confirmaba lo que ambos sospechaban: la tristeza seguía presente, pesándole en el cuerpo y en el alma.

Martín: "No podemos dejarlo así... hoy tenemos que arrancarle aunque sea una sonrisa", pensó con determinación, observando de reojo al muchacho mientras se quitaba la campera.

Tanto él como Micho estaban decididos a darle un respiro. Esa tarde no podía ser otra jornada de melancolía, así que se propusieron cubrirlo con distracciones, risas y compañía genuina.

Martín, con expresión cómplice, se encargó de preparar una merienda que más bien parecía una fiesta de sabores. Dispuso con esmero una tabla de quesos variados —desde los más suaves y cremosos hasta los curados con carácter— acompañados de embutidos finos, aceitunas verdes y negras relucientes como pequeñas joyas, y pan todavía tibio, cuya corteza crujiente se quebraba con un leve contacto. Junto a todo esto, alineó una pequeña selección de vinos tintos y cervezas artesanales, asegurándose de que la mesa ofreciera no solo alimento, sino también un motivo para quedarse un rato más.

Micho, siempre con energía chispeante, había pensado en otro tipo de distracción. Llegó con una colección de películas clásicas y comedias de esas que nunca fallan para arrancar carcajadas, convencido de que entre diálogos absurdos y escenas hilarantes Nico encontraría la excusa perfecta para relajarse.

Pronto, los tres se hundieron en el sofá, acomodando copas y platos en la mesa baja. Las botellas se destaparon con pequeños chasquidos y burbujas, y la comida comenzó a circular de mano en mano. La charla fluyó con naturalidad, entre anécdotas y bromas que rebotaban de uno a otro. La risa de Martín era contagiosa; Micho acompañaba con carcajadas graves que resonaban en la habitación, mientras Nico —aunque todavía conservaba esa mirada algo apagada— empezaba a dejarse arrastrar por la calidez de la escena.

Nico: "Se siente bien no pensar tanto, aunque sea un rato...", reflexionó, apoyándose contra el respaldo del sillón, sintiendo un alivio tenue recorrerle el pecho.

La tarde avanzó lentamente, bañada por los sonidos de la película que corría en el televisor y por el murmullo intermitente de conversaciones. Entre risas, brindis y comentarios ocurrentes, Nico empezó a soltar sus propios gestos de diversión. Sus labios se curvaron en sonrisas tímidas primero, más abiertas después, como si la pesada nube que lo envolvía se estuviera disipando con cada minuto.

El cansancio, sin embargo, terminó imponiéndose. Entre el calor del ambiente, el vino suave que había bebido y la seguridad que le transmitían sus amigos, Nico se acurrucó contra un cojín mullido del sofá. La película seguía avanzando, pero para él las imágenes pronto se difuminaron hasta convertirse en sombras. Un parpadeo lento, otro más, y finalmente, como quien se rinde ante un abrazo, se quedó dormido.

Allí quedó, respirando con calma, con la cabeza apoyada y una ligera sonrisa que parecía un pequeño triunfo sobre el dolor.

Martín lo miró en silencio, y después de un instante se inclinó hacia Micho.

Martín: —Che, me parece que ya cumplimos con nuestro rol por hoy— susurró en voz baja, levantándose con cuidado para no despertar a Nico.

Micho: —Sí, mejor dejemos que descanse. Me alegra ver que está un poco mejor— respondió, observando al durmiente con una mezcla de alivio y cariño.

Ambos se pusieron de pie despacio, recogiendo los restos de la merienda y bajando el volumen del televisor hasta apagarlo. Los movimientos fueron silenciosos, casi ceremoniales, como si todo el espacio se hubiera convertido en un santuario de paz donde el descanso de Nico no podía ser interrumpido.

Antes de salir, Martín tomó el celular y tecleó rápido un mensaje:

Martín: "Amor, nos retrasamos un poco porque estábamos cuidando a un amigo. Llego en un rato."

Cuando abrieron la puerta y salieron, la tarde había cedido lugar a un cielo que ya se oscurecía sobre Palermo. Una brisa suave acariciaba sus rostros, refrescándolos después del calor interior. Al caminar hacia sus autos, intercambiaron una mirada cómplice.

Martín: —Fue un buen gesto— dijo, con una sonrisa satisfecha. —Me alegra que hayamos podido estar acá para él.

Micho:Totalmente. Esperemos que esto le ayude a ver las cosas desde una perspectiva diferente— respondió, con tono esperanzado.

Ambos regresaron a sus casas con una sensación de plenitud. La satisfacción no venía del vino ni de la comida, sino de saber que habían conseguido ofrecer un bálsamo a su amigo en medio de la tormenta emocional que atravesaba. Esa tarde en la casa de Javier había sido mucho más que una merienda: había sido una tregua, un oasis pequeño pero poderoso que le devolvía a Nico un poco de fuerza y de esperanza.

Chapter 186: ¿Cómo recuperar tu confianza?

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Javier Milei terminó su último encuentro del día en Detroit con Elon Musk y su equipo. Los acuerdos habían sido firmados, las metas económicas estaban alineadas, y ambos habían concluido la jornada con un apretón de manos firme y un par de sonrisas para las cámaras. Desde fuera, todo parecía perfecto: dos titanes del mundo de los negocios y la política colaborando en un plan ambicioso que prometía un futuro próspero para Argentina.

El aire en Detroit era fresco, y el cielo se teñía de tonos grises cuando Javier finalmente dejó la sede de Tesla. El auto oficial lo trasladó hasta The Shinola Hotel, un lujoso y discreto lugar en el corazón de la ciudad, que lo esperaba con la calma y el silencio que tanto necesitaba para pensar.

Apenas ingresó a su habitación, se quitó la corbata con brusquedad y se dejó caer pesadamente en la cama. Aunque todo había salido bien en sus tratos económicos, su mente no podía escapar de un único pensamiento: Nico.

Javier: "Lo arruiné. Lo dejé solo en el peor momento, sabiendo cómo es, lo que siente, lo que necesita de mí...", pensó con un dolor sordo en el pecho, mientras fijaba los ojos en el techo.

Durante días no había respondido ninguno de los mensajes de Nico. Sabía que las fotos con Musk habían empeorado todo, y que la indiferencia era el peor castigo que había podido darle. Había elegido concentrarse en las reuniones, en la adrenalina de los flashes, en el ego de estar hombro a hombro con uno de los hombres más poderosos del planeta, y al hacerlo lo había dejado de lado. Y ahora, cuando las cámaras ya no lo rodeaban, lo golpeaba la realidad: Nico, del otro lado del mundo, sintiéndose reemplazado.

Encendió el celular. Una avalancha de notificaciones lo recibió: llamadas perdidas, mensajes sin leer, publicaciones en redes cargadas de indirectas y comentarios de terceros que solo agravaban más la herida.

Javier: "¿Cómo carajo hago para arreglar esto sin destrozarlo más? Si le digo la verdad, que lo ignoré para concentrarme en Musk, me manda al demonio. Pero si invento una excusa, lo voy a perder igual...", meditaba, mientras el peso de la culpa se le instalaba en el estómago como una piedra helada.

Miró una foto de ellos dos en la Quinta de Olivos, tomada semanas atrás, y apretó el celular contra su pecho.

Javier: "No puedo dejar que esto se desmorone. No ahora. No después de todo lo que pasamos."

Con la decisión tomada, y después de darle vueltas una y otra vez a las palabras que debía elegir, Milei se armó de valor. Tocó el ícono de videollamada. El tono sonó… y sonó… hasta que la imagen de Nico apareció en pantalla: despeinado, con ojeras marcadas y una expresión confusa que se transformó en enojo apenas reconoció a Javier.

Javier:Hola, mi vida… —dijo con la voz más alegre que pudo fingir, intentando sonar cálido— ¿Cómo anda todo por allá? Disculpá si te desperté, bebé.

Nico frunció el ceño con dureza. Su mirada estaba cargada de celos y cansancio.

Nico:¿Qué querés vos? Hasta que por fin te dignás a contestar… Y claro, Elon Musk no es el único hombre en la Tierra, ¿no? Para él sí tuviste tiempo de sobra, pero para mí, nada. Me debés varias explicaciones, Javier Milei.

Las palabras atravesaron a Javier como un puñal. Ni siquiera la distancia de la pantalla podía amortiguar la furia en los ojos de Nico. Inspiró profundo, forzándose a mantener la calma.

Javier:Mi amor, de verdad… te pediría perdón hasta de rodillas si estuviera ahí con vos. Sé que viste todas esas fotos, pero entre Elon y yo no hay más que una relación de negocios. Sí, somos amigos, no te voy a mentir… pero eso no cambia nada entre vos y yo.

Nico apretó los labios. Su respiración se aceleraba, y aunque sus ojos brillaban de enojo, también cargaban con el dolor de sentirse relegado.

Nico:¿Ah, sí? Entonces explicame esto: para subir selfies como si tuvieras quince años sí tenías tiempo, pero para responderle a quien supuestamente más querés, no. Mirá, Javier, ya no sé si creerte o no.

El nudo en la garganta de Javier se hizo insoportable.

Javier:Nico, te juro que estuve atareado…

Nico:No me vengas con eso. —lo interrumpió con voz quebrada— Si no te mandé mensajes en estos días fue justamente porque pensé que estabas en reuniones serias, con proyectos importantes. Pero después vi cómo estabas dele subir fotitos con tu amiguito… Y entendí que no necesitabas nada de mí. ¿Qué tan amigos son con Musk, Javier? ¿Amigos con derechos, tanto como para olvidarte de mí? —su tono subió, las lágrimas asomaban aunque se resistiera— Lo que decís no concuerda con tus actitudes, y menos con los comentarios de las redes. ¿Sabés lo tortuoso que fue para mí leer cada una de esas mierdas que les escribían, como si ustedes fueran Kate Middleton y el Príncipe William? ¡Hasta en el noticiero hablaban de ustedes!

La mandíbula de Javier se tensó. Su corazón le martillaba el pecho.

Javier:Mi amor… en serio, no es lo que parece. —intentó suavizar, sonriendo con ternura— No podés creer en todo lo que dicen los medios. Muchas veces, la gente que comenta es pura gente envidiosa, sin vida propia, que saca su peor cara al ver felices a los demás. Hay mucho malintencionado en las redes. Quizás hasta mis opositores políticos se metieron a dejar cosas para lastimarnos. Ni los leí, te lo juro. No dejes que esas pavadas te afecten, Nico.

El joven lo miró con una mezcla de ira y vulnerabilidad.

Nico:¿Así que sos feliz con Elon Musk, no? Él te hace más feliz que yo. Eso es lo que me querés decir, ¿no?

La habitación del hotel pareció cerrarse sobre Javier, el aire se volvió denso y pesado.

Javier:No, Nico. Vos sos el único que me importa. No hay nadie más que vos, te lo prometo. Lo de Elon es trabajo, nada más. Todo esto lo hago por nosotros, por el futuro del país. Quiero que estés conmigo en esto. Quiero que seas parte.

Nico lo miraba fijamente. El silencio, largo y áspero, se hizo insoportable. Finalmente, habló con voz baja, cansada.

Nico:¿Sabés qué, Javier? Me cansé de tus mentiras. O de tus ocultamientos. Ya no sé si puedo confiar en vos. Y no sé si esto tiene sentido.

Las palabras fueron un mazazo. Javier sintió cómo se le aflojaban las manos, como si el celular pudiera caerse en cualquier momento. El miedo a perderlo se hizo real, tangible, insoportable.

Javier: "Si lo pierdo, me muero. No hay país, no hay futuro, no hay nada sin él...", pensó con amargura el mandatario.

Chapter 187: Lluvia, culpa y reencuentro ❤️🌧️

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📍🏨 Detroit — Hotel The Shinola — Noche

El ruido constante del tráfico en las calles de Detroit quedaba en sordina detrás de las ventanas del The Shinola Hotel. Javier Milei caminaba de un lado a otro de su habitación, incapaz de descansar. Afuera, la lluvia comenzó a caer con fuerza, golpeando las ventanas como si imitara el tumulto de pensamientos que recorrían su mente. Cada gota que resbalaba por el vidrio parecía marcar el ritmo de su ansiedad, un recordatorio de que el tiempo no estaba de su lado. No podía dejar de imaginar a Nico, dolido, al otro lado de la pantalla de su teléfono.

Javier: "Lo tengo que arreglar, no puedo perderlo" , pensó una y otra vez, mientras su respiración se aceleraba con cada paso.

Recordaba la mirada herida de su novio, la furia en su voz. Se maldecía por haber dejado que el trabajo y su relación con Musk eclipsaran lo más importante que tenía: su vida con Nico. El eco de las palabras de Nico aún resonaba en su cabeza:

Nico: "Ya no sé si puedo confiar en vos".

Esas palabras lo habían herido más que cualquier ataque político, más que cualquier crítica que hubiera recibido en toda su vida pública. Se detuvo frente a la ventana, observando cómo las luces de la ciudad se distorsionaban a través de las gotas de lluvia. Cada farol, cada automóvil que pasaba, parecía un testigo silencioso de su culpa.

Javier:Tengo que hacer algo. Tengo que recuperarlo — se dijo con firmeza, apretando los puños y dejando que el sonido rítmico de la lluvia le ayudara a concentrarse. Era hora de actuar.

Agarró su teléfono y, con la mano temblorosa, comenzó a escribir un mensaje:

Javier: "Mi amor, sé que no hay nada que pueda decirte ahora que te haga sentir mejor de inmediato, pero por favor, dejame demostrártelo. Quiero que vengas acá, a Detroit, para que veas por vos mismo que no hay nada entre Musk y yo más allá del trabajo. Necesito verte, Nico. Esto no tiene sentido sin vos."

Lo releyó un par de veces antes de enviarlo. Luego, dejó el teléfono a un lado y se sentó en la cama, con la espalda rígida, mirando cómo la lluvia formaba riachuelos que corrían sin prisa por el cristal. Cada segundo que pasaba se le hacía eterno. Su mente imaginaba a Nico leyendo el mensaje, dudando, tal vez con los ojos húmedos. Sabía que no iba a ser fácil. Pero estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para enmendar su error.

Después de lo que parecieron horas, el teléfono vibró sobre la mesa de noche. Javier sintió un sobresalto, y al tomarlo, vio la respuesta de Nico:

Nico: "¿De verdad pensás que viniendo hasta acá vas a arreglar todo? No se trata solo de Musk, Javier. Es de nosotros. De vos y de mí. Ya no confío en tus palabras, y no estoy seguro de poder confiar en tus acciones tampoco."

Las palabras golpearon a Milei como un mazazo, y por un instante lo paralizaron. El corazón le latía con fuerza y cada respiración se sentía insuficiente. Pero al menos Nico le había contestado, lo cual ya era un pequeño avance. Sabía que no podía rendirse. Tenía que luchar por su relación.

Se recostó un instante en la cama, cerrando los ojos, dejando que el sonido de la lluvia llenara la habitación y calmara parcialmente la tensión que le quemaba el pecho. Luego, tomó aire y decidió hacer algo que nunca había hecho: exponerse completamente, sin máscaras, sin el escudo de la política o de su imagen pública.

Volvió a escribir:

Javier: "Tenés razón, Nico. No va a ser fácil. Y no te pido que me creas en este momento. Pero quiero que veas que estoy dispuesto a todo. Voy a volar a Buenos Aires mañana mismo. Necesito verte, abrazarte, mirarte a los ojos y decirte que lo siento, de verdad. Y no me importa si me hacés esperar o si me decís que no querés verme. Solo quiero intentarlo. Vos sos lo más importante en mi vida, más que cualquier trato, más que cualquier cosa."

Envió el mensaje y esta vez la respuesta llegó más rápido:

Nico: "Hacelo, entonces. Volá para acá, y veremos si todavía queda algo por lo que luchar."

Un pequeño rayo de esperanza atravesó la nube de incertidumbre que lo envolvía. Javier respiró hondo, sintiendo cómo una parte del peso de la culpa se aligeraba, aunque sabía que aún quedaba un largo camino.


📍✈️ Avión — Ruta Detroit a Buenos Aires — Noche

El viaje de vuelta a Buenos Aires fue tenso. El avión se mecía suavemente sobre las nubes, y el sonido de los motores mezclado con la presión de la cabina le recordaba que cada minuto que pasaba lo acercaba a una confrontación inevitable. Su mente era un torbellino: repasaba cada palabra de Nico, cada mensaje, cada mirada a través de la pantalla.

Javier (pensando): "¿Qué le voy a decir cuando lo vea? ¿Cómo puedo convencerlo de que todo esto vale la pena?"

Cada turbulencia, cada anuncio del piloto, cada murmullo de los pasajeros parecía amplificar la ansiedad que lo devoraba por dentro. Sabía que el reencuentro sería un momento decisivo, y no podía permitirse un error más.


📍🚖 Taxi — Camino a Palermo, Buenos Aires — Madrugada

Al aterrizar en Buenos Aires, el cielo estaba cubierto por nubes grises, y el aire pesado y húmedo se pegaba a su piel. La ciudad parecía lenta, casi contenida, como si supiera que algo importante estaba por suceder. Tomó un taxi directo a su casa en Palermo, y cada semáforo, cada bocina, cada paso del conductor parecía recordarle que Nico estaba al otro lado, esperando, dudando. Sabía que las palabras no iban a ser suficientes; tenía que mostrarle que estaba dispuesto a cambiar, a priorizarlo de verdad.


📍🏢 Departamento de Javier y Nico — Palermo — Madrugada

Al llegar frente al edificio, la ansiedad lo golpeó con fuerza. El corazón le latía como un tambor y su respiración se aceleraba. Cada paso hacia la puerta del departamento era un combate entre el miedo y la esperanza. Finalmente, llegó frente a la puerta, donde lo esperaba un abismo de incertidumbre. Nico estaba adentro, herido, enojado. Todo dependía de lo que sucediera en ese momento.

Golpeó suavemente. El silencio que siguió fue interminable, roto solo por el lejano sonido de la lluvia golpeando el techo y la ventana del pasillo. Cada segundo se estiraba, pesado y cargado de emociones. Finalmente, la puerta se abrió. Nico estaba descalzo, con una expresión seria y los ojos enrojecidos, como si hubiera llorado o no hubiera dormido.

Javier:Hola— dijo, con voz suave y casi temerosa, midiendo cada sílaba.

Nico lo miró en silencio, cruzando los brazos, evaluando cada gesto. El ambiente estaba tenso, pero cargado de emociones contenidas.

Nico:¿En serio volaste hasta acá solo para esto? —preguntó, intentando sonar frío, aunque un leve temblor en su voz delataba la vulnerabilidad que sentía.

Javier: —respondió, mirándolo a los ojos con intensidad—. Y no voy a dejar que esta vez termine en una discusión más. Te amo, Nico. Y no voy a dejar que lo que tenemos se rompa por mi estupidez. Lo que pasó con Musk fue solo trabajo, nada más. Me equivoqué al no darte tu lugar, al no priorizarte. Y estoy dispuesto a hacer lo que sea para demostrarte que sos lo más importante en mi vida.

Nico lo miró durante varios segundos, procesando cada palabra, evaluando la sinceridad que veía reflejada en los ojos de Javier. La tensión en su rostro era evidente, pero también lo era la mezcla de dolor y amor que aún sentía. Finalmente, dio un paso hacia atrás y le hizo un gesto para que entrara. Javier lo siguió, sintiendo un nudo en el estómago, pero también un débil pero tangible rayo de esperanza.

El departamento estaba en silencio, salvo por el sonido lejano del viento y la lluvia. Ambos permanecieron en el pasillo, respirando el mismo aire, cada uno midiendo sus emociones y temores.

Nico:No sé si te puedo perdonar tan fácil —dijo finalmente—. Me dolió mucho todo esto, y no sé si estoy listo para confiar de nuevo.

Javier:No te pido que me perdones ahora mismo —respondió con suavidad—. Solo te pido que me des una oportunidad. De verdad, Nico. Sos todo para mí.

Nico lo miró por unos segundos más, y luego, sin decir una palabra, se acercó y lo abrazó. Javier sintió cómo el cuerpo de Nico temblaba ligeramente, y lo abrazó con fuerza, como si quisiera asegurarse de que nunca lo dejaría ir. El aroma familiar de Nico, su calor, el contacto de su piel, hicieron que Javier sintiera que una parte de la culpa finalmente se desvanecía, aunque sabía que todavía quedaba mucho por reparar.

Nico:Te amo —susurró con la voz quebrada—. Pero no me hagas pasar por esto de nuevo.

Javier:Te lo prometo —respondió suavemente, apretándolo más—. Nunca más.

El sonido de la lluvia seguía golpeando las ventanas, ahora mezclado con el silencio de la reconciliación momentánea. En los brazos de Nico, Javier sintió que, por primera vez en días, todo estaba en su lugar. El camino hacia la confianza completa sería largo, pero ese abrazo era un primer paso, un recordatorio de que, pese a los errores, el amor podía resistir.

Chapter 188: Caballitos de mar

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📍 Habitación principal — Casa de Javier, madrugada lluviosa 🌧️❤️

Javier cerró la puerta de la habitación detrás de él, observando a Nico, quien estaba sentado en el borde de la cama, aún con la mirada baja y una mezcla de emociones visibles en su rostro. Las palabras de perdón ya habían sido pronunciadas, pero Javier sabía que las disculpas no bastaban; necesitaba algo más, algo que demostrara a Nico cuánto lo amaba y cuánto le dolía haberlo lastimado. Aún quedaba mucho por hacer para sanar esa herida.

La penumbra de la habitación parecía acentuar el clima emocional que los rodeaba: la luz cálida de la lámpara de la mesita de noche iluminaba apenas los contornos de los muebles, proyectando sombras suaves sobre las paredes. Afuera, la lluvia golpeaba con insistencia los ventanales, como un murmullo constante que acompañaba la tensión silenciosa entre ambos. El aire se sentía denso, cargado de palabras no dichas, de emociones contenidas que pedían a gritos ser liberadas.

Sin decir una palabra, Javier se acercó a su bolso, rebuscando con cuidado en su interior, hasta que finalmente encontró lo que buscaba: una pequeña caja cuadrada de madera, sencilla, pero con un contenido valioso. Sus manos temblaron apenas al sostenerla, como si en ese gesto se condensara todo el peso de su arrepentimiento y de su amor. Con pasos lentos, caminó hacia Nico, el eco de sus zapatos retumbando en el silencioso dormitorio. Se arrodilló frente a él, mirándolo con una intensidad casi vulnerable.

Javier:Te traje esto —dijo Javier, mientras le entregaba la caja.

El silencio se alargó apenas un instante. Nico lo miró de reojo, un poco intrigado, pero aún con esa sensación de recelo que lo mantenía a la defensiva. Tomó la caja y la abrió con suavidad, como temiendo romper aquel momento frágil. Adentro, había una bolita de cristal, perfectamente transparente, y dentro de ella dos pequeños caballitos de mar enfrentados, entrelazando sus colitas, como si bailaran en una unión eterna. La luz de la lámpara de la habitación iluminaba la bolita, haciendo brillar las diminutas figuras en su interior. Era algo simple, pero cargado de significado.

Javier:Los caballitos de mar son conocidos por ser fieles, ¿sabías? —dijo Javier, su voz apenas un susurro, mientras sus ojos buscaban los de Nico—. Cuando encuentran a su pareja, se quedan juntos para siempre. Se entrelazan como estos dos. Te la compré en Detroit porque me recordó a nosotros, a todo lo que hemos pasado, y lo que quiero que sigamos construyendo.

El corazón de Nico se agitó con fuerza. Sostuvo la bolita entre sus manos, observando cómo los caballitos de mar se movían ligeramente con el peso del cristal. Durante un largo momento, no dijo nada. Solo se quedó mirando el regalo, sintiendo el peso de las palabras de Javier y la sinceridad que había en su gesto. Lentamente, levantó la mirada y lo observó de frente. La rabia había comenzado a desvanecerse, y lo que quedaba era una tristeza profunda, pero también el atisbo de algo más, algo más cálido.

Nico:No sé qué decir... —murmuró Nico, con la voz algo quebrada.

Javier:No hace falta que digas nada, mi amor. Sólo quiero que sepas que me equivoqué y que estoy dispuesto a todo para que vuelvas a confiar en mí —replicó Javier, con ojos sinceros que parecían abrir su alma entera.

Nico suspiró, dejando caer la cabeza hacia adelante, y Javier aprovechó para rodearlo con sus brazos, abrazándolo con fuerza. Ese contacto físico, que había sido casi inexistente durante tanto tiempo, era lo que ambos necesitaban. Nico, aunque todavía un poco rígido, no rechazó el gesto. Poco a poco, se fue relajando en los brazos de Javier, como si el calor de aquel abrazo derritiera el hielo que había en su interior.

Nico:No es fácil para mí, ¿sabés? —dijo Nico con voz apagada, aunque ya más sereno—. Sentí que te había perdido.

Javier:Nunca me perdiste, bebé. Nunca. Estoy acá, y siempre voy a estar acá —respondió Javier, apoyando su frente contra la de Nico, cerrando los ojos con fuerza, como quien reza en silencio.

El ambiente se fue llenando de calma, como si ambos entendieran que las palabras no bastaban, pero los gestos y las acciones empezaban a curar las heridas. Pasaron varios minutos así, abrazados en silencio, mientras en la habitación solo se escuchaba el suave murmullo de sus respiraciones y el golpeteo de la lluvia contra los cristales.


📍 Cama de Javier — Madrugada 🌧️🛏️

Después de un rato, se pusieron de pie. Nico dejó la bolita de cristal sobre la mesa de luz, depositándola con un cuidado reverente, como si en ese objeto hubiera una promesa frágil. Luego se deslizó bajo las sábanas. Javier lo siguió, pero mantuvo cierta distancia, sabiendo que el acercamiento debía ser paulatino, a su tiempo. Se tumbaron juntos, uno al lado del otro, en esa enorme cama que tantas noches habían compartido, pero que últimamente se había sentido como un abismo entre ambos.

Javier:¿Querés que apague la luz? —preguntó Javier suavemente.

Nico asintió con la cabeza y Javier apagó la lámpara de la mesita de noche, dejando la habitación en completa oscuridad. El único sonido era el tic-tac del reloj en la pared y las ocasionales bocinas lejanas que llegaban desde la calle. Afuera, la lluvia seguía cayendo, marcando un ritmo casi hipnótico.

A pesar de la paz del momento, Nico no podía conciliar el sueño. Los pensamientos seguían girando en su cabeza, mezclando sus inseguridades con las palabras de Javier. Dio un par de vueltas en la cama, tratando de encontrar una posición cómoda, pero nada parecía funcionar.

Nico: "¿De verdad puedo creerle? ¿De verdad puede volver a ser como antes? Quiero... pero me da miedo." , pensó con un nudo en la garganta, apretando las sábanas entre sus dedos.

Javier, que notó la inquietud de su novio, se acercó con cuidado, envolviendo a Nico en sus brazos por detrás, como tantas otras noches lo había hecho. El contacto fue reconfortante, una barrera contra el torbellino de emociones que lo mantenía despierto.

Javier:Estoy acá, bebé. No voy a ningún lado —le susurró Javier al oído, con un tono suave que vibraba de amor y de promesa.

Nico cerró los ojos, finalmente permitiéndose bajar la guardia. Sentir el calor del cuerpo de Javier, su respiración tranquila, le devolvió una sensación de seguridad que había extrañado durante días. El cansancio acumulado empezó a hacer efecto, y poco a poco, sus párpados se fueron cerrando, sumiéndolo en un sueño profundo.


Javier, por su parte, permaneció despierto un poco más, observando cómo la respiración de Nico se hacía más lenta y regular, señal de que por fin había encontrado algo de paz. El presidente lo sostuvo con fuerza, como si con ese abrazo pudiera sellar un pacto silencioso de no volver a perderlo nunca más.

Javier: "Qué idiota fui... Pero no voy a fallarle otra vez. Aunque me lleve la vida entera, voy a curar sus heridas. Es él, siempre fue él" , pensó, dejando un beso suave en la nuca de Nico.

Aún había trabajo por hacer para reparar todo lo que había sucedido, pero esa noche, al menos, ambos podían descansar sabiendo que el amor que se tenían seguía allí, intacto, aunque golpeado por los días turbulentos.

Esa noche, Nico no tuvo más pesadillas. Por primera vez en mucho tiempo, durmió profundamente, envuelto en los brazos de Javier, como si nunca se hubieran separado.

Chapter 189: Recuperar tu amor

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📍🌅 Dormitorio – Palermo, Buenos Aires – Mañana

La mañana llegó con una luz suave que se colaba por las cortinas del dormitorio. Los primeros rayos del sol acariciaban la piel de Nico, despertándolo lentamente de su profundo sueño. Abrió los ojos, sintiendo el calor reconfortante del cuerpo de Javier aún a su lado, sus brazos todavía entrelazados como si se hubieran quedado así durante toda la noche. Su corazón latía más lento de lo habitual, como si la paz de la noche se hubiera filtrado en cada rincón de su cuerpo.

Por primera vez en mucho tiempo, Nico no había soñado con sombras o rencores; no había pesadillas que lo acecharan en la oscuridad. Solo el descanso reparador de sentirse amado, protegido. Al girar su cabeza, observó a Javier dormir plácidamente, su respiración tranquila, y no pudo evitar sonreír. Las tensiones de los últimos días parecían lejanas, aunque aún había partes de él que necesitaban sanar. La sensación de seguridad era nueva y, a la vez, reconfortante, y Nico se permitió un instante más para quedarse allí, admirando la calma que lo rodeaba.

Javier: "Qué bueno que pueda verlo así, tranquilo…" pensó Javier, observando a Nico con ternura, sintiendo cómo la noche anterior había logrado acercarlos nuevamente.

Con cuidado, para no despertarlo, Nico se deshizo de los brazos de Javier y se levantó de la cama. Cada movimiento era deliberado, como si temiera romper el hechizo de tranquilidad que lo envolvía. Caminó hasta la ventana, y mientras corría un poco las cortinas, respiró el aire fresco de la mañana. Desde allí podía ver las calles de Palermo comenzar a despertarse también, con el tráfico aún ligero y algunos transeúntes que paseaban con sus perros. La luz dorada del sol hacía brillar cada hoja y cada charco de la calle, y por un momento, Nico sintió que todo podía estar bien.

Javier: "Lo veo tan sereno… me alegra saber que puedo darle paz, aunque sea por un instante", pensó Javier, mientras lo seguía con la mirada, agradecido por este momento de calma.

Pero ese pequeño momento de calma se rompió cuando escuchó un suave movimiento detrás de él. Javier se había despertado y lo observaba desde la cama, sus ojos todavía somnolientos, pero con una sonrisa tranquila en el rostro. Esa mirada, aún adormilada, parecía contener un mensaje silencioso: “Estoy acá, todo está bien”.

Javier:Buen día, bebé— murmuró, con la voz ronca de quien acaba de despertar, intentando transmitirle seguridad y ternura.

Nico lo miró desde la ventana, devolviéndole una sonrisa pequeña pero genuina. Su corazón se aceleró ligeramente, como si aquel simple intercambio de miradas borrara toda la tensión de los últimos días.

Nico:Buen día— respondió, acercándose lentamente a la cama otra vez.

Se sentó en el borde, y sin pensarlo demasiado, se inclinó hacia Javier, dándole un beso suave en la frente. Javier cerró los ojos y suspiró, disfrutando del pequeño gesto de cariño, el cual le confirmó que el corazón de Nico, aunque herido, comenzaba a abrirse de nuevo. Ese beso parecía contener más que un saludo: contenía arrepentimiento, ternura y la promesa silenciosa de no volver a fallar.

Javier: "Cada gesto suyo me recuerda que vale la pena luchar por nosotros… no puedo perderlo otra vez", pensó Javier, apretando ligeramente la mano de Nico mientras disfrutaba del momento.


📍🛏️ Cama – Dormitorio – Palermo, Buenos Aires – Mañana

Javier:¿Dormiste bien?— preguntó, su mano alcanzando la de Nico, el contacto leve transmitiendo más seguridad que cualquier palabra.

Nico:Sí… dormí como hace mucho no dormía— admitió, entrelazando sus dedos con los de Javier—. Creo que era justo lo que necesitaba.

Javier:Yo también, bebé. Te extrañé tanto...— dijo, con sinceridad en su voz, dejando que cada palabra fuera una confirmación de que todo podía repararse.

Nico: "Aunque no lo diga en voz alta, puedo sentir que algo dentro de mí cambió", pensó, y observó cómo Javier había demostrado que estaba dispuesto a todo por él, y aunque la herida aún cicatrizaba, el amor que compartían seguía intacto. Cada gesto, cada palabra, reforzaba la sensación de que ambos estaban comenzando de nuevo.

Nico:Sabés que no va a ser fácil— dijo, con un tono serio—. Todavía me cuesta confiar completamente en vos, pero… quiero intentarlo. Quiero que esto funcione.

Javier apretó su mano con más fuerza, mirándolo a los ojos con una determinación que pocas veces se le veía. La intensidad de su mirada era un reflejo de su compromiso y de la entrega que sentía por Nico.

Javier:Lo sé, bebé. Y voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para que confíes en mí de nuevo. No voy a perderte— prometió.

Javier: "No voy a dejar que esto se rompa otra vez… cada día cuenta, y hoy quiero que lo sienta", pensó mientras sonreía suavemente.

Nico lo miró en silencio, asintiendo lentamente. Aún quedaba un largo camino por delante, pero en ese momento, ambos sabían que estaban en el mismo equipo, dispuestos a pelear por lo que tenían. Nico dejó escapar un pequeño suspiro antes de ponerse de pie, como liberando un poco de la tensión acumulada.

Nico:Voy a preparar café, ¿querés?— preguntó, señalando la cocina.

Javier:Dale, me encantaría— respondió, mientras lo observaba caminar hacia la puerta, sus ojos llenos de una mezcla de ternura y alivio.

Javier: "Verlo tan tranquilo me hace sentir que todo va a estar bien… aunque el pasado y mis malas decisiones aún pesen, tenemos este momento", pensó Javier, dejando que la calma lo envolviera.


📍☕ Cocina – Palermo, Buenos Aires – Mañana

El sonido de las tazas y la cafetera llenaron el pequeño departamento, mezclándose con los murmullos distantes de la ciudad. Mientras el aroma del café recién hecho se esparcía, Nico se quedó pensativo, mirando las gotas que caían lentamente en la jarra. Cada burbuja que subía desde la cafetera parecía marcar un ritmo tranquilo, en contraste con los días agitados que acababan de pasar.

Nico: "Esto va a funcionar", pensó para sí mismo, aunque no podía evitar sentir un leve nudo en el estómago. El miedo de volver a pasar por lo mismo lo acechaba, aunque sabía que, si no lo intentaba, perdería la oportunidad de salvar lo que realmente importaba. La mezcla de temor y esperanza lo hacía sentir vivo, como si cada decisión estuviera cargada de un peso y a la vez de una promesa.

Unos minutos después, volvió a la habitación con dos tazas humeantes. Javier ya estaba sentado, con la espalda apoyada en el cabecero de la cama, con su cabello despeinado y una expresión mucho más tranquila en su rostro. Al recibir la taza, sonrió agradecido, y Nico sintió que esa pequeña sonrisa valía más que mil palabras.

Javier:Gracias, amor— dijo, el término de cariño resonando entre ellos, trayendo una calidez que ambos necesitaban.

Javier: "Me hace bien verlo así, relajado… siento que todo lo que hice valió la pena", pensó mientras recibía la taza.

Se quedaron en silencio por un rato, bebiendo el café y disfrutando de la compañía del otro. Después de lo que parecían semanas de tensión, de noches separadas y conversaciones llenas de reproches, ese momento de paz parecía una bendición, un pequeño oasis de tranquilidad que reafirmaba que podían seguir adelante.

Nico:Anoche… fue la primera vez en mucho tiempo que no tuve pesadillas— confesó de repente, mirando el contenido de su taza—. No me desperté ni una vez.

Javier lo miró, y aunque no dijo nada, su mirada lo decía todo. Lo entendía. Sabía el peso que significaban esas palabras, cada una cargada de noches de angustia y de miedo a perder lo que más quería.

Javier:Quizás es porque ya no te sentís solo— dijo suavemente, estirando la mano para tocar la de Nico, acariciándola con el pulgar.

Javier: "Ojalá pueda protegerlo siempre… no solo esta noche, sino todos los días", pensó, sintiendo que cada roce reforzaba su compromiso.

Nico lo miró, y esa tristeza que había estado cargando durante tanto tiempo comenzó a disiparse. Lo cierto era que, por más que intentara distanciarse, la presencia de Javier en su vida siempre había sido un refugio, un lugar al que podía volver, incluso en los peores momentos.


📍🛋️ Dormitorio – Palermo, Buenos Aires – Mañana

Terminadas las tazas de café, Javier se levantó, se acercó a Nico, y sin decir nada más, lo abrazó. Lo sostuvo con firmeza, dejando que el silencio hablara por ellos. Nico correspondió al abrazo, y en ese gesto simple, se prometieron algo más grande que las palabras.

Javier: "No voy a dejar que lo pierda… aunque el camino sea largo, quiero que sienta que siempre estoy acá", pensó mientras lo abrazaba con fuerza.

Esa noche, cuando se fueron a dormir, Nico no tuvo más pesadillas. De nuevo en brazos de Javier, su mente finalmente encontró la paz que tanto había buscado. Y aunque el camino no sería fácil, ambos estaban dispuestos a recorrerlo juntos, paso a paso.

Javier: "Hoy dormiremos tranquilos… mañana seguiremos construyendo nuestro nosotros", pensó, sonriendo mientras la respiración de Nico se sincronizaba con la suya.

Chapter 190: A flor de piel

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📍🏢 Departamento – Palermo, Buenos Aires – Tarde

Nicolás había estado nervioso toda la tarde, con el corazón en un puño, mientras esperaba a Javier en su departamento. El recuerdo de esos días sin él, aquellos momentos vacíos en los que no encontraba consuelo, lo invadía a cada segundo. La ansiedad se acumulaba en su pecho, y cada tic del reloj le parecía un recordatorio de cuánto lo extrañaba. Cada sombra que caía sobre la alfombra del living parecía intensificar su sensación de soledad, y la luz del sol entrando por la ventana no lograba calmar el temblor en sus manos.

El timbre sonó y, al abrir la puerta, ahí estaba Javier, tan imponente y seguro de sí mismo como siempre, pero con una chispa de preocupación en sus ojos oscuros. Su sola presencia parecía llenar el espacio, y Nicolás sintió un nudo en la garganta al verlo, como si el aire se volviera más denso a su alrededor.


📍🛋️ Living – Departamento – Palermo, Buenos Aires – Tarde

Ya sentados en el sillón, Nicolás se acomodó junto a él, dejando que sus palabras finalmente brotaran. La voz de Nico temblaba al principio, pero conforme las palabras fluían, la pena en su corazón también comenzaba a desmoronarse.

Nicolás: —Mirá, Javi...— empezó, bajando la vista—. Desde que te fuiste con Elon a ese viaje, no pude comer, ni dormir... ni siquiera bañarme. No tenía fuerzas para nada... —Hizo una pausa, su garganta se apretaba—. Me sentía tan mal, tan vacío sin vos.

Javier escuchaba en silencio, sus cejas ligeramente fruncidas, reflejando una mezcla de pena y frustración consigo mismo. Se acercó más a Nico, pero no dijo nada, prefirió dejarlo hablar.

Nicolás: —Estaba tan mal, loco, que invité a Micho y a Martín para que vinieran un rato... necesitaba compañía, porque no podía parar de llorar. No podía, Javi. Me sentía perdido sin vos— confesó, limpiándose una lágrima que ya había rodado por su mejilla.

La mandíbula de Javier se tensó al escuchar esos nombres. ¿Micho? ¿Martín? Dos tipos, amigos de Nicolás, que claramente habían estado con él en esos momentos de vulnerabilidad. Un leve destello de celos cruzó por su mente. Ellos habían estado ahí, consolando a su novio cuando él no pudo. Pero, consciente de lo que estaba en juego, decidió no mostrar su malestar. No era el momento de discutir, no quería generar un quilombo ahora que finalmente las cosas parecían encaminarse.

Javier: —Te entiendo, amor— murmuró, tomando suavemente la mano de Nico—. No quería que te sintieras así, no quise hacerte sufrir. Sé que estuve lejos y que la pasaste mal... Lo lamento tanto.

Nicolás lo miró con ojos cansados pero llenos de amor, y el peso en su pecho pareció aflojarse un poco al sentir la calidez de Javier a su lado. La voz de Javier sonaba genuina, con un toque de remordimiento que solo Nico podía percibir.

Javier: "No puedo dejar que esto nos aleje… aunque me duela que otros hayan estado con él, lo importante es que ahora estamos juntos", pensó, apretando suavemente su mano.

Javier: —¿Querés que nos demos un baño juntos?— propuso, rompiendo el silencio con una sugerencia llena de cariño y cuidado.

Nico asintió sin dudar. Un baño era justo lo que necesitaba, un momento de intimidad para lavar, no solo su cuerpo, sino también las emociones que lo habían estado sofocando.


📍🚿 Baño – Departamento – Palermo, Buenos Aires – Tarde

Entraron juntos al baño, y el sonido del agua llenando la ducha resonó en la pequeña habitación. El agua golpeaba suavemente la losa mientras el vapor envolvía el ambiente en una nube cálida, casi mágica. Javier fue el primero en meterse bajo el agua, y con suavidad tomó a Nico de la mano para invitarlo a seguirle. La fragancia del jabón, con un ligero aroma a lavanda, se mezclaba con el calor del vapor, haciendo que la atmósfera se sintiera íntima y segura.

El agua comenzó a caer sobre sus cuerpos, y Javier, sin decir nada, tomó el jabón con ternura.

Javier: —Dejame a mí— dijo, sonriendo apenas mientras empezaba a enjabonar el cuerpo de Nico.

Los movimientos de Javier eran lentos, deliberados. Pasaba el jabón por los hombros de Nico, recorriendo su espalda, sus brazos. El contacto era tan delicado, casi reverente, que Nicolás no pudo evitar cerrar los ojos, dejándose llevar por el momento.

Javier: —Tranquilo, ya pasó todo...— susurró, lavando cada rincón del cuerpo de su novio con una atención casi obsesiva, como si estuviera borrando con sus manos las marcas del dolor que Nico había acumulado en su ausencia.

Nico sentía cómo cada caricia lo calmaba. El agua caliente, el roce de las manos de Javier en su piel, todo estaba diseñado para hacerle sentir seguro y amado. Cuando Javier tomó el shampoo, esparció con cuidado el producto en su cabello y comenzó a masajear su cuero cabelludo. Nico dejó escapar un suspiro largo y profundo.

Nicolás: —Esto es justo lo que necesitaba...— murmuró, con los ojos cerrados, dejándose cuidar.

Cuando llegó el turno de Javier, Nico se acercó para devolver el gesto. Con las manos enjabonadas, recorrió el torso de su novio, y por un instante, solo el sonido del agua cayendo y los pequeños roces de piel llenaron la habitación.

Después de enjuagarse, salieron de la ducha y se secaron con calma, en silencio, pero con una complicidad que no requería palabras. Era como si ese simple baño hubiera restaurado algo dentro de ellos.


📍🌞 Calles de Palermo – Palermo, Buenos Aires – Tarde

Más tarde, después de haber recuperado energías y haber dejado atrás la pesadez de los días anteriores, decidieron salir a caminar por el barrio. El sol de noviembre bañaba las calles con una luz dorada y cálida, y el aire fresco los envolvía con una suave brisa. Caminaron lado a lado, con sus perros saltando a su alrededor. El ladrido de los animales, el roce de sus patas en las baldosas y el crujido de hojas secas creaban una banda sonora perfecta para la paz que sentían. Era uno de esos días perfectos en los que nada parecía perturbar la calma.

Nicolás: —Mirá qué lindo está todo— comentó, con una sonrisa sincera, mientras se agachaba para acariciar a uno de los perros.

Javier: —Sí...— respondió, observándolo de reojo, admirando cómo los rayos del sol parecían iluminar el cabello de Nico de una forma casi celestial.

Volvieron a casa con la sensación de que todo estaba en su lugar otra vez. Habían recuperado la armonía.


📍🛏️ Dormitorio – Palermo, Buenos Aires – Tarde

Después de la caminata, cayeron rendidos sobre la cama, disfrutando de una siesta reparadora. El sonido suave del viento entrando por la ventana los acompañó hasta que se quedaron dormidos, entrelazados.

Cuando Javier despertó primero, se levantó en silencio para preparar una merienda especial para Nico. Sobre la mesa, dispuso una bandeja con medialunas recién horneadas, café con leche espumoso, y algunas frutas frescas. Volvió al dormitorio y despertó a su novio con una sonrisa suave.

Javier: —Amor, te preparé algo para comer...— dijo en un susurro.

Nico, todavía medio dormido, sonrió con gratitud y se sentó en la cama. Disfrutaron juntos de la merienda, mientras intercambiaban miradas cómplices.

Javier: "Me hace bien verlo así… relajado y confiado. Todo el esfuerzo valió la pena", pensó, observando cada gesto de Nico.


📍🍽️ Cocina y Living – Palermo, Buenos Aires – Noche

Por la noche, Javier decidió preparar una cena sencilla pero deliciosa: milanesas de pollo con puré de papas, algo que sabía que a Nicolás le encantaba. Mientras cocinaba, intercambiaban bromas y risas, el ambiente liviano y agradable. Se sentía casi como si el mundo fuera solo de ellos dos.

Después de cenar, se instalaron en el living para ver una película. Javier eligió Ho Voglia di Te, subtitulada, una de esas películas que a Nico le encantaban. Sin embargo, después de un día tan lleno de emociones, Nico no resistió el sueño.

Javier lo miró, enternecido al ver cómo el rostro de su novio se suavizaba mientras dormía. Parecía un ángel. Decidió no despertarlo; en su lugar, lo cargó en brazos con cuidado y lo llevó hasta la cama. Lo arropó, colocándose a su lado y envolviéndolo en un abrazo protector.

Javier: —Te amo...— susurró, acariciando el cabello de Nico antes de cerrar los ojos, con la promesa de que, pase lo que pase, siempre lo cuidaría.

Javier: "Esta noche no van a haber miedo ni pesadillas… mientras esté a su lado, siempre va a estar seguro", pensó, abrazándolo con fuerza.

Chapter 191: Remendando tu corazón

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📍🛏️ Dormitorio – Casa de Javier – Palermo, Buenos Aires – Mañana

El sol de la mañana se filtraba suavemente por las cortinas de lino blanco, llenando la habitación con una luz dorada y cálida. Afuera, el sonido de los pájaros se entremezclaba con el murmullo lejano del tráfico de Palermo. Dentro, el aire era cálido y acogedor, el ambiente íntimo de una mañana que prometía ser tranquila y llena de paz.

Nicolás fue el primero en moverse bajo las sábanas de la cama queen size que compartían desde hacía meses en la casa de Javier. Todavía medio dormido, buscó con su mano el calor de Javier, y al sentir su piel cerca, sonrió antes de abrir los ojos. Todo estaba bien, estaban juntos.

Javier, aún envuelto en el sueño, sentía los movimientos de Nico a su lado, pero permanecía quieto, disfrutando de esa calma tan rara en su vida caótica. Sabía que el día traería sus responsabilidades, pero en ese momento no importaba nada más que Nico y la sensación de paz que experimentaba al tenerlo cerca. Nico era su refugio, el único lugar en el mundo donde sentía que realmente pertenecía.

Cuando finalmente abrió los ojos, Javier lo vio a su lado, con el cabello despeinado y una sonrisa pequeña, como si hubiera estado soñando algo hermoso.

Javier: "Dios, ¿cómo pude ser tan idiota?", pensó, mientras la culpa lo golpeaba como un puñetazo en el estómago. Recordaba esos días en que había estado con Elon Musk, traicionando la confianza de Nico, dejándose llevar por un impulso, por una curiosidad malsana. El simple hecho de recordar ese momento lo hacía sentir como una basura. Había sido un error, un error estúpido y cruel.

Nicolás:Buen día, amor...— susurró, su voz suave y ronca de recién despertado, sus ojos brillando con el reflejo de la luz que entraba por la ventana.

Javier lo miró, tragando su culpa, y respondió con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

Javier:Buen día, cariñito— dijo, su mano buscando la de Nico debajo de las sábanas.

El simple contacto de sus dedos entrelazándose era suficiente para calmar el caos interno que lo invadía.

Javier: "¿Cómo llegué a hacerle esto?", pensó, mientras sentía la suavidad de la piel de Nico bajo sus dedos. Nicolás, siempre tan incondicional, tan genuino en su amor, había merecido mucho más de él. Pero lo peor era que Nico no lo sabía. No sabía que Javier lo había traicionado. Y esa verdad no confesada lo carcomía por dentro.

Nicolás lo miró, ajeno a la tormenta interna que lo consumía, y se acercó más, apoyando su cabeza en el pecho de Javier.

Nicolás:Dormiste bien, ¿no? —preguntó, sin dejar de sonreír.

Javier:Sí, mejor imposible —respondió, mientras sus dedos jugueteaban con un mechón de cabello de Nico.

El alivio de estar de vuelta con él, de sentir su cuerpo cerca, era abrumador. Había estado tan lejos, tan desconectado de sí mismo, hasta que volvió a Palermo, hasta que volvió a los brazos de Nico. Lo cierto era que, aunque nunca lo diría en voz alta, él necesitaba a Nico. Su energía, su luz, su calidez. Era más que una simple atracción física o un cariño superficial. Era algo más profundo, algo que Javier no siempre sabía cómo expresar con palabras, pero que sentía en cada rincón de su ser.

Javier:Te amo, Nico... —murmuró de repente, como si esas palabras fueran lo único que lo mantenían a flote.

Nicolás lo miró con una sonrisa tierna y sorprendida.

Nicolás:Yo también te amo, Javi —respondió, acurrucándose más cerca de él, sintiendo la familiaridad del cuerpo de Javier a su lado.

Nico no lo sabía, no tenía ni idea de los pensamientos que atormentaban a Javier. Para Nico, todo estaba bien otra vez, volvían a ser ellos dos, y eso le bastaba. No necesitaba más, porque Javier estaba ahí, a su lado, sosteniéndolo, abrazándolo como siempre.

El olor del café recién hecho comenzaba a llenar la casa desde la cocina, una rutina que Javier había establecido desde que convivían juntos. Él siempre se levantaba primero, pero hoy el deseo de quedarse un poco más en la cama con Nico era más fuerte que la costumbre.

Javier:Me voy a levantar a preparar el desayuno —dijo, deslizándose suavemente fuera de la cama.

Pero antes de irse, se inclinó y dejó un beso en la frente de Nico, un gesto simple pero lleno de ternura. Nico lo miró irse, disfrutando del espectáculo cotidiano de verlo moverse por la habitación en calzoncillos, tan cómodo en su propia casa, tan familiar.


📍🍽️ Cocina – Casa de Javier – Palermo, Buenos Aires – Mañana

Minutos después, Nico se levantó y fue a la cocina, donde Javier ya había dispuesto una bandeja con tostadas de pan integral, queso crema, mermelada de frutos rojos, y dos tazas de café con leche espumoso. La luz de la mañana entraba por las ventanas grandes del living, llenando el espacio de un brillo cálido que se reflejaba en las paredes blancas y en el piso de madera.

Nicolás:Mirá qué rico todo... —dijo, acercándose a la mesa con una sonrisa.

Javier sonrió de vuelta, sintiendo el alivio momentáneo de compartir algo tan sencillo como un desayuno.

Javier:Espero que te guste. Lo hice con amor —dijo, mientras le pasaba una taza de café.

Se sentaron juntos, disfrutando en silencio de la comida, de la compañía mutua, del simple placer de estar uno al lado del otro. Afuera, la ciudad comenzaba a despertar, pero dentro de esas paredes, solo ellos dos existían.

Javier: "Lo amo de una forma tan intensa que duele… ¿cómo pude lastimarlo antes?", pensó, mientras lo observaba untar mermelada en las tostadas. La culpa seguía latente, pero el amor que sentía por él lo abrumaba.

Nicolás:Te veo pensativo... —comentó, mirándolo con curiosidad—. ¿En qué estás pensando?

Javier:En vos, en nosotros —dijo, sin mentir pero sin decir toda la verdad—. Lo bien que estamos ahora.

Nicolás:Sí... Lo único que necesito es estar con vos, Javi. El resto del mundo no importa.

Javier: "Él es todo lo que necesito, pero… ¿cómo podría perdonarme si supiera la verdad?", pensó, sintiendo un nudo en la garganta.

Javier: —Yo también siento lo mismo —respondió, su voz más baja, casi temblorosa.

Nico, ajeno a los fantasmas de Javier, extendió la mano y la puso sobre la de él, entrelazando sus dedos. A veces, las palabras no eran necesarias. El silencio entre ellos era cómodo, cálido, como si todo el amor que sentían pudiera transmitirse sin una sola palabra.


📍🌞 Calles de Palermo – Tarde

Después del desayuno, decidieron salir a dar una vuelta por el barrio. El sol de noviembre ya estaba alto, bañando las calles de Palermo con una luz vibrante. Caminar por esas calles les recordaba lo mucho que habían construido juntos en esos meses. La cotidianidad de sacar a pasear a sus perros, de caminar uno al lado del otro, de intercambiar miradas cómplices y silencios cómodos, era lo que los mantenía conectados.

Nicolás:Palermo está más lindo cuando estás vos —bromeó, mirando a Javier con una sonrisa juguetona.

Javier:Vos hacés que todo sea mejor, Niquito —respondió, llamándolo por ese apodo cariñoso que tanto le gustaba usar.

Caminaron de la mano, disfrutando del momento, del calor del sol, de la compañía mutua. Era un día perfecto, lleno de promesas, de un amor que, a pesar de los errores y las sombras, seguía creciendo cada día más.


📍🏠 Casa – Living – Tarde

El sol ya estaba alto cuando regresaron a casa, ambos envueltos en un aire de complicidad que hacía que cada paso que daban juntos pareciera más ligero. Los perros, cansados del paseo, se tumbaban en el suelo del living apenas entraron, jadeando suavemente.

Nicolás:Voy a preparar algo fresco para tomar, ¿querés limonada o preferís algo más? —preguntó, dirigiéndose hacia la cocina.

Javier:Limonada está perfecto, mi amor... —respondió, observándolo desaparecer tras la puerta de la cocina.

Javier: "Dios, cómo lo amo…" , pensó mientras se quedaba solo en el living. Los recuerdos de la mañana inundaron su mente. Cada palabra, cada gesto de Nicolás, estaba grabado en su memoria, pero detrás de ese amor abrumador seguía latente la culpa. Nico no sabía la verdad.

Javier: "Si lo supiera… si supiera lo que hice con Elon… ¿me perdonaría?"

Nicolás volvió al living con dos vasos de limonada fría. Las rodajas de limón flotaban en el líquido, y la luz de la tarde hacía brillar el hielo que tintineaba suavemente al moverse. Se sentó al lado de Javier, ofreciéndole uno de los vasos.

Nicolás:¿En qué pensás? —preguntó, notando la expresión distante en los ojos de Javier.

Javier:En nosotros… —dijo, volviendo su mirada hacia él—. Lo afortunado que soy de tenerte.

Nicolás:Yo soy el afortunado, Javi… —respondió, acercándose más para apoyar su cabeza en el hombro de Javier.

Ambos quedaron en silencio, disfrutando de la cercanía, del latido acompasado de sus corazones. La luz dorada de la tarde seguía bañando la habitación, y el suave sonido de la respiración de sus perros llenaba el espacio de una calma casi palpable.


📍🛋️ Living – Casa – Tarde

Después de un rato en el que el tiempo pareció detenerse, Javier se movió ligeramente, buscando la mirada de Nicolás.

Javier:¿Te parece si descansamos un poco? Esta tarde fue perfecta, pero… necesito tenerte cerca, amor.

Nicolás asintió, sonriendo. Ambos sabían que esos momentos de tranquilidad, sin el bullicio de la vida pública o las exigencias de sus carreras, eran los que más atesoraban. Se levantaron juntos del sillón, y Javier lo tomó de la mano, llevándolo hacia la habitación.

El sol comenzaba a bajar, tiñendo la habitación de un tono anaranjado suave. Las sábanas blancas de la cama contrastaban con la calidez de la luz, y un leve perfume a lavanda, del suavizante de la ropa, flotaba en el aire.

Javier:A veces no me creo que estemos acá… juntos… después de todo. —Sus palabras salían en un susurro mientras se sentaban en el borde de la cama.

Nicolás:Estamos acá porque es donde siempre debimos estar. —Su voz era firme, pero su toque era delicado—. No me importa el pasado, Javi… Lo que importa es que te tengo conmigo ahora.

Las palabras de Nicolás cayeron como un bálsamo sobre la tormenta interna de Javier.

Javier: "Si supieras… si supieras todo…" , pensó mientras lo miraba, incapaz de decirlo. Pero en lugar de dejarse hundir por la culpa, decidió aferrarse al amor que Nico le daba, ese amor incondicional y puro.

Se acostaron en la cama, uno al lado del otro, y Javier lo rodeó con sus brazos, acercándolo más a su cuerpo. Nicolás se acurrucó contra él, dejando que su cabeza descansara en el pecho de Javier, escuchando los latidos de su corazón.

Nicolás: "Este es mi lugar…" , pensó, mientras la sensación de seguridad lo envolvía.


📍🛏️ Dormitorio – Tarde/Noche

Ambos se quedaron dormidos, arrullados por el calor del uno al otro, por el cansancio de la caminata y el peso de la calma que compartían. El sol se fue poniendo, y cuando Javier abrió los ojos, la habitación ya estaba sumida en la penumbra, iluminada solo por los últimos rayos de luz que se filtraban por las cortinas.

Miró a Nicolás, que aún dormía plácidamente a su lado.

Javier: "Es hermoso… y es mío.", pensó con una mezcla de ternura y protección. Quería hacer todo bien esta vez, quería cuidar de Nicolás como él lo merecía. No había espacio para más errores.

Acarició suavemente su cabello, despertándolo con el más ligero de los toques.

Nicolás:¿Ya es de noche…? —preguntó, su voz adormilada mientras se acurrucaba más contra Javier.

Javier:Sí, mi amor. Pero no te preocupes, te preparé algo rico para merendar.

Nicolás sonrió, sintiéndose afortunado por el cuidado constante de Javier.

Nicolás:Sos lo mejor que me pasó en la vida, Javi…

Esa simple frase hizo que el corazón del libertario comenzara a latir más fuerte. No pudo resistir el impulso de besar la frente de su omega.

Los dos se levantaron lentamente y fueron al comedor, donde Javier había preparado una merienda especial: medialunas frescas, acompañadas de queso y mermelada casera. Un té caliente los esperaba en la mesa, y el olor dulce de la comida llenaba la pequeña pero acogedora cocina.

Nicolás:Esto está increíble… —dijo, tomando una medialuna y dándole un mordisco, sus ojos brillando con felicidad.

Javier:Me alegra que te guste. Te lo merecés, después de la caminata que nos mandamos hoy.

Se miraron, sonriendo, en un intercambio silencioso de amor y agradecimiento. La noche había caído, pero dentro de esa casa, el calor y la ternura los envolvía, como si el mundo exterior no existiera.

Chapter 192: Poniendo límites

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📍 Living, Casa de Javier — Palermo, 17:00 hs

El día continuaba en calma después de la merienda. Javier y Nicolás se sentaron en el living, ambos disfrutando de un momento de tranquilidad. Nicolás hojeaba un libro, mientras Javier permanecía callado, con el celular en la mano, luchando internamente con lo que sabía que debía hacer.

Javier: "¿Cómo pude haberle hecho esto al amor de mi vida?", pensó, mientras la imagen de Nicolás, inocente y lleno de confianza en él, lo atormentaba. Cada sonrisa que Nico le ofrecía, cada gesto de cariño, solo hacía más grande el nudo de culpa en su pecho. Su corazón latía con fuerza y sus manos temblaban ligeramente, sintiendo el peso de semanas de secreto y culpa acumulada.

Se levantó del sillón, nervioso, y fue hacia el balcón. Necesitaba un respiro, una distancia momentánea para poder aclarar su mente. Con el celular en la mano, supo que no podía seguir posponiéndolo más. Necesitaba cerrar ese capítulo de una vez por todas, aunque doliera. Sus dedos volaban sobre el teclado, escribiendo lo que llevaba semanas pensando decir.

Javier: "Hey Elon, I hope you're well. I just wanted to clear the air between us. What happened… let's forget it. I think it's best if we move on from that night. Our relationship from now on should remain strictly professional, diplomatic, and camaraderie-based. Nothing more."

Apoyó la espalda contra la baranda del balcón mientras miraba el cielo que ya comenzaba a oscurecer. Las luces de la ciudad titilaban en la distancia, pero su mente estaba atrapada en esa conversación.

Javier: "No puedo seguir con este peso sobre mí si quiero ser el hombre que Nico merece", pensó, con el corazón aún latiendo acelerado, y una mezcla de alivio y ansiedad que no lo dejaba tranquilo.

Después de unos minutos que se hicieron eternos, llegó la respuesta de Elon.

Elon Musk: "I understand, Javier. You're right. I admit I find you attractive, both for your mind and your physical beauty, but I deeply regret how things got out of hand. I was going through a rough patch with my girlfriend, and I’m sorry that I sought comfort in you. It was unfair to both of us."

Javier leyó el mensaje, y aunque un alivio tibio se expandió por su pecho, sabía que todavía faltaba algo por decir. Empezó a escribir con rapidez, queriendo dejar en claro sus sentimientos, ahora sin margen de error.

Javier: "I understand, Elon, and I don’t hold it against you. But we can’t ever let that happen again. I love Nicolás more than I’ve ever loved anyone, and I can’t afford to lose him. We both made a mistake, but this needs to stay in the past."

Envió el mensaje, sintiendo como si acabara de quitarse una carga pesada de los hombros. Cerró los ojos un momento, dejando que la brisa nocturna lo refrescara y sintiendo el perfume de las flores del balcón mezclarse con el aire de la ciudad.

Javier: "Esto es lo correcto. Nico merece todo de mí, y no puedo permitir que esto lo destruya", pensó, decidido, mientras un leve temblor de emoción recorría sus brazos.

Guardó el celular en el bolsillo, decidido a no volver a mirar la pantalla por un rato. Volvió al living, donde Nicolás seguía sumido en su lectura, ajeno a la tormenta interna que acababa de disiparse en Javier.

Javier:¿Te preparo un té, mi amor?— preguntó suavemente, buscando la normalidad, aferrándose a la calidez del presente y a la rutina que tanto los consolaba.

Nicolás:Dale, suena perfecto— respondió, su mirada llenándose de ternura mientras cerraba su libro con cuidado y apoyaba la espalda en el respaldo del sillón.

Javier fue hacia la cocina, con una sensación de calma, como si cada paso que daba fuera una reafirmación de su compromiso con Nicolás. Mientras preparaba el té, escuchaba el sonido relajante del agua hirviendo y los susurros suaves de la ciudad entrando por la ventana.

Javier: "Todo estará bien. Estoy haciendo lo correcto, por nosotros", pensó, mientras la esencia del té recién hecho llenaba el aire, y un aroma cálido de pan y miel flotaba desde la cocina.


📍 Casa de Javier —  17:30 hs

Regresó al living con la bandeja de té y medialunas que habían sobrado de antes. Nicolás lo miraba con esos ojos llenos de cariño que siempre lo desarmaban, haciéndolo sentir que, a pesar de sus errores, había esperanza.

Se sentaron juntos en el sillón, con el té caliente entre las manos, mientras las luces de la ciudad danzaban a través de las ventanas. Javier podía sentir la calidez del vaso entre sus manos y el aroma dulce que subía de la taza, mezclándose con el perfume natural de Nicolás.

Javier:Te amo, Nico. Nunca lo dudes...— dijo, con una intensidad que tomó a Nicolás por sorpresa, y su voz tembló ligeramente mientras lo miraba a los ojos.

Nicolás:Lo sé, Javi... Yo también te amo, más que a nada en el mundo— respondió, apoyando su cabeza en el hombro de Javier y cerrando los ojos, disfrutando de la cercanía.

Y en ese momento, bajo la luz suave del living, el mundo exterior se desvaneció para ellos, dejando solo el latido constante de sus corazones al unísono.


📍 Casa de Javier — Palermo, 18:00 hs

La tarde caía lentamente, bañando la casa de Javier y Nicolás en una luz dorada y cálida. Después del té, ambos se recostaron en el sillón, disfrutando de la paz compartida, pero la mente de Javier no dejaba de dar vueltas.

Javier: "¿Cómo pude haber sido tan tonto? Estuve a punto de perder al hombre más hermoso, física y emocionalmente, por un error que casi me cuesta todo", pensó, mientras miraba el rostro de Nicolás iluminado por la luz tenue y acariciaba su espalda con suavidad.

La culpa seguía presente, pero ahora, más que nunca, estaba decidido a no volver a cometer semejante estupidez. Nicolás era todo lo que él jamás había soñado tener.

Javier: "Es increíblemente hermoso... Cada centímetro de él me desarma. Pero lo que más me derrite es su alma. Es tan bueno, tan lleno de vida... ¿Cómo fui tan tonto como para poner en riesgo lo mejor que me pasó?", pensó, mientras acariciaba suavemente la espalda de su novio.

Nicolás levantó la vista y sonrió, como si pudiera sentir los pensamientos de Javier sin necesidad de palabras.

Nicolás:¿Estás bien, amor? Te noto medio en las nubes— dijo, su voz tierna y algo preocupada, rozando con su dedo la mano de Javier.

Javier:Sí, mi amor... Solo estaba pensando en lo afortunado que soy de tenerte— respondió, con sinceridad, mientras un suave suspiro se escapaba de sus labios.

Nicolás se acercó, apoyando su cabeza en el pecho de Javier, cerrando los ojos mientras el silencio reconfortante los rodeaba.

Javier: "Él es todo para mí... No puedo imaginarme la vida sin él. No quiero", pensó, moviendo lentamente los dedos entre los mechones suaves de su novio y sintiendo que el corazón le latía en cada caricia.


📍 Casa de Javier — Palermo, 18:30 hs

Javier:Nico, estuve pensando en lo cerca que estuve de arruinar todo... De perderte por algo tan estúpido— susurró, con la voz cargada de emoción y los ojos húmedos, mientras sostenía la mano de Nicolás.

Nicolás:¿A qué te referís?— preguntó suavemente, levantando la vista con curiosidad, su ceño fruncido en señal de atención.

Javier:A todo lo que pasó cuando estuve en Texas, con Elon. La cagada que me mandé, el haberte ignorado por tantos días... —los ojos de Javier se llenaron de una culpabilidad palpable—. Pensaba en lo tonto que fui, en cómo pude poner en riesgo lo nuestro.

Nicolás lo miró por un momento, en silencio, procesando sus palabras. Luego, con una tranquilidad que desarmó a Javier, lo tomó de la mano.

Nicolás:Javi, ya hablamos de eso. Fue un error, sí. Pero te perdoné. Lo importante es que estás acá, que estamos juntos, y que aprendimos de todo eso. No voy a dejar que un error nos defina... Te amo, y sé que me amás.

Las palabras de Nicolás cayeron como bálsamo sobre el corazón de Javier, llenándolo de gratitud y emoción profunda.

Javier: "¿Cómo puede ser tan increíble? ¿Cómo puede tener un alma tan pura?", pensó, mientras sostenía la mano de Nicolás, sintiendo que su amor se renovaba.

Javier:Te juro que no voy a volver a hacerte pasar por algo así, Nico. Nunca más— dijo, con una determinación que lo sorprendió incluso a él mismo.

Nicolás:Lo sé, Javi. Confiemos en nosotros, ¿sí?— respondió, sonriendo dulcemente y apoyando su frente contra la de Javier.

Se quedaron así un buen rato, en ese abrazo cálido y silencioso que hablaba más que mil palabras. Afuera, el sol comenzaba a bajar del todo, tiñendo el cielo de tonos rosados y anaranjados. La casa estaba envuelta en una paz suave, como si todo lo que había sucedido en el pasado fuera una brisa lejana, incapaz de tocar el presente.

Javier: "No puedo perderlo, no otra vez. Lo que tenemos es demasiado hermoso, demasiado real. Lo amo más de lo que jamás pensé que podría amar a alguien", pensó, mientras cerraba los ojos y abrazaba a Nicolás con fuerza.

La noche comenzaba a desplegarse sobre ellos, pero en ese momento, nada más importaba. Estaban juntos, y eso era lo único que necesitaban

Chapter 193: Mi felicidad sos vos

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📍 Dormitorio, Casa de Javier y Nicolás — Buenos Aires — Miércoles, 06:30 hs

El sol apenas despuntaba en el cielo de Buenos Aires, tiñendo de tonos anaranjados y rosados la habitación de Javier y Nicolás. Ambos despertaron, desperezándose lentamente mientras los primeros rayos iluminaban los detalles de la habitación: los libros apilados junto a la mesita, la luz cálida reflejada en los cuadros, y el aroma a café recién hecho que ya empezaba a filtrarse desde la cocina.

Javier: "Por más que estemos lejos, lo siento cerca. Tengo que asegurarme de que lo nuestro siga así, fuerte como siempre", pensó, mientras observaba a Nicolás desde la cama, viendo cómo sus párpados se abrían lentamente y una sonrisa tranquila se dibujaba en su rostro.

Nicolás se levantó, aún bostezando, con la sensación de paz que dejaba la noche anterior, mientras Javier se preparaba mentalmente para su jornada en la Casa Rosada. Cada uno iniciaba su día en mundos distintos, pero con el corazón conectado al otro.


📍 Despacho Presidencial, Casa Rosada — Buenos Aires, 08:00 hs

En el despacho presidencial, Javier revisaba documentos con la mente a medias en los asuntos de Estado y a medias en Nicolás.

Javier: "Nico me hace sentir vivo, más allá de todo este quilombo. Tengo que asegurarme de no volver a fallarle nunca", pensó, mientras pasaba la vista sobre los informes y escuchaba los murmullos de los asistentes entrando y saliendo del despacho. Cada papel que tocaba parecía pesar más que el anterior, pero también sentía la seguridad de que su relación le daba fuerza para enfrentar cualquier desafío.


📍 Oficina de Nicolás, Cámara de Diputados — Buenos Aires, 08:30 hs

Nicolás entró al Congreso con un ánimo renovado. Vestía un traje oscuro impecable, sus zapatos brillaban con luz propia, y en su rostro se dibujaba una sonrisa serena, diferente de los días anteriores. Aún recordaba la noche que Javier había volado desde Detroit solo para arreglar las cosas entre ellos. Esa muestra de amor había cambiado todo.

Al llegar a su oficina, Nicolás se encontró con Martín y Micho, quienes lo miraron con cierta curiosidad. No podían dejar de notar el cambio en su amigo.

Martín:Che, Nico, te veo mejor... ¿Todo bien?— preguntó, con la voz cargada de sorpresa y un toque de preocupación.

Micho:Sí, posta, ¿qué onda? Ayer estabas hecho mierda— agregó, apoyando los codos sobre la mesa y mirándolo con atención.

Nicolás sonrió y se recostó en el respaldo de su silla, sintiéndose más liviano y con un calor que le subía al pecho.

Nicolás:Arreglé las cosas con Javier. El loco voló desde Detroit hasta Buenos Aires en un solo día, solo para hablar conmigo y solucionar todo— dijo, recordando el momento con cierta emoción, mientras jugaba distraídamente con un bolígrafo sobre el escritorio.

Ambos amigos lo miraron sorprendidos, aunque en sus rostros también se veía un toque de cautela.

Martín:¡Qué capo! Eso es jugársela, loco— dijo, moviendo la cabeza con admiración.

Micho:Sí, no cualquiera hace eso... pero escuchame —agregó, bajando un poco el tono—. Sabés que te banco a morir, pero, ojo, Nico. No quiero verte mal de nuevo.

Martín:Es cierto. Sos nuestro amigo, y no queremos que vuelvas a sufrir por Milei. Te lo decimos porque te queremos, y odiaríamos verte mal de nuevo. Ya viste cómo te afectó la última vez— añadió, con un gesto serio, pero lleno de cuidado.

Nicolás sintió el apoyo de sus amigos, pero también entendía sus advertencias. Sabía que habían sido testigos de los momentos más oscuros cuando las cosas con Javier se habían complicado.

Nicolás:Lo sé, chicos, y les agradezco que me lo digan. Pero siento que las cosas entre Javier y yo están más claras que nunca. Ambos aprendimos de lo que pasó, y estamos mejor— dijo, con la voz firme y una sonrisa que irradiaba confianza.

Martín lo observó en silencio por unos segundos antes de sonreír con cierta resignación.

Martín:Bueno, si vos decís que está todo bien, yo te creo, pero, posta, cuidate, Nico— dijo, apoyando una mano en su hombro con cariño.

Micho:Sí, acordate de que nosotros siempre vamos a estar para bancarte, para lo que necesites— concluyó, con un tono protector y afectuoso.

Nicolás les devolvió una sonrisa agradecida, sintiendo la calidez de tener amigos que lo cuidaban.

Nicolás: "Esta vez es diferente. Javier demostró lo importante que es nuestra relación, y eso me llena de confianza", pensó, mientras ajustaba su corbata y se preparaba para la primera reunión del día.


📍 Casa Rosada, Sala de Reuniones — Buenos Aires, 10:00 hs

Mientras tanto, en la Casa Rosada, Javier atendía una reunión con sus ministros, pero su mente de vez en cuando se escapaba hacia Nicolás. Recordaba cómo habían dormido juntos la noche anterior, abrazados, sintiendo el calor del cuerpo de su novio contra el suyo.

Javier: "Tengo que asegurarme de no cagarla nunca más", pensó, mientras escuchaba las propuestas de los ministros y asentía con un gesto casi automático, perdido en la memoria de la cercanía de Nico.

La jornada avanzaba, cada uno sumergido en sus respectivas responsabilidades. Sin embargo, ambos sabían que, al final del día, regresarían a la calidez de su hogar compartido, donde los problemas del mundo exterior se disolvían y lo único que importaba era su amor.


📍 Oficina de Nicolás, Cámara de Diputados — Buenos Aires, 12:30 hs
Mensajes que reconfortan

Al mediodía, Nicolás miró su celular y vio un mensaje de Javier:

Javier: "Te extraño. Hoy a la noche preparo algo rico para cenar. Te amo 💜."

Nicolás sonrió al leerlo, sintiendo un calor en el pecho que lo tranquilizaba, y respondió rápidamente:

Nicolás: "Yo también te amo. No veo la hora de verte 🤭🥰."

El día continuó con su rutina habitual, pero algo en el aire había cambiado para ambos. Las heridas del pasado cicatrizaban lentamente, y la confianza mutua crecía con cada gesto, cada mensaje y cada pensamiento compartido.

Nicolás: "Los desafíos siempre estarán, pero juntos somos más fuertes", pensó, mientras guardaba su celular y retomaba las tareas con una sensación de paz renovada.

Javier: "Nada de esto importa si Nico está bien y nuestro amor sigue intacto", pensó, mientras revisaba documentos con la mente clara y el corazón tranquilo.

Chapter 194: Simplemente pasa que tengo ganas de verte

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📍 Cámara de Diputados — Buenos Aires, Miércoles, 16:00 hs

El día transcurría con lentitud para Nicolás, aunque sus responsabilidades lo mantenían ocupado. A cada instante, su mirada se desviaba hacia el celular, buscando algún mensaje de Javier. Las reuniones y los informes parecían flotar a su alrededor, mientras él sentía una conexión inquebrantable que los mantenía firme y motivado.

Javier: "¿Cómo va todo por ahí? No puedo esperar a verte, nene. Me hace falta escucharte reír", pensó, enviando el mensaje antes de volver a revisar los documentos en la Casa Rosada.

Nicolás sonrió al leer el mensaje y respondió de inmediato:

Nicolás: "Te va a hacer falta poco. En cuanto termine esto, soy todo tuyo."

Entre papeles y llamadas, Nicolás no podía evitar que su mente volviera a los días recientes: el dolor de la distancia, el miedo a perder a Javier, y luego la inesperada reconciliación.

Nicolás: "Es increíble cómo algo tan feo puede hacernos más fuertes. Siento que ahora nada puede separarnos", pensó, mientras apoyaba la cabeza en la mano, respirando profundamente para calmar la ansiedad y sentir el calor del sol que se filtraba por las ventanas del Congreso.


📍 Casa Rosada — Buenos Aires, 18:30 hs

Javier, por su parte, estaba en una reunión con asesores, pero su atención se dividía entre los informes y los recuerdos de Nicolás. Cada palabra, cada gesto de su novio parecía ocupar más espacio que cualquier discusión política.

Javier: "¿Cómo pude haberle hecho esto al amor de mi vida? No me lo merezco, pero voy a hacer todo para ser el hombre que él necesita", pensó, mordiéndose el labio y ajustándose la corbata mientras trataba de mantener la compostura frente a los ministros.

Durante un breve receso, decidió enviar otro mensaje a Nicolás.

Javier: "Pensando en vos. Vamos a hacer que hoy sea especial."

Nicolás: "Dale, mi amor. Contá con eso ❤️."

El mensaje llegó con un calor especial que hizo que ambos sonrieran al mismo tiempo, aunque aún separados por kilómetros y responsabilidades. Javier cerró los ojos un instante, imaginando la sonrisa de Nicolás mientras jugaba con un mechón de su cabello, y esa imagen le dio un impulso de alegría inesperada en medio de la rutina política.


📍 Casa de Javier y Nicolás — Buenos Aires, 19:00 hs

Cuando finalmente terminaron sus jornadas, el sol comenzaba a caer sobre la ciudad, tiñendo el horizonte de dorado y naranja. Javier condujo directo a su hogar en Palermo, mientras en la misma calle Nicolás se acercaba, con la expresión cansada pero alegre.

Nicolás:Che, qué día largo... No veía la hora de verte— dijo al entrar, dejando caer su cartera junto a la puerta y respirando profundamente el aroma familiar de la casa.

Javier lo recibió con una sonrisa cómplice y un beso suave que desarmó todo el cansancio acumulado.

Javier:Te extrañé más de lo que pensaba, nene— susurró, mientras lo abrazaba con fuerza, inhalando su aroma familiar y sintiendo el calor de su cuerpo presionando suavemente contra el suyo.

El silencio que siguió estuvo lleno de complicidad y pequeños gestos: las manos entrelazadas, los dedos jugando suavemente con los de su pareja, las sonrisas compartidas, y la sensación cálida de estar finalmente juntos. Javier podía sentir cada latido de Nicolás, y eso lo reconfortaba y calmaba su ansiedad.


📍 Living, Casa de Javier y Nicolás — Buenos Aires, 19:30 hs

Se acomodaron en el sofá, y Javier acariciaba suavemente el cabello de Nicolás mientras él apoyaba la cabeza en su pecho, escuchando el latido constante de su corazón y el suave aroma a shampoo mezclado con el aire cálido de la casa. La luz cálida del atardecer se colaba por las ventanas, bañando la escena en tonos dorados y suaves.

Nicolás:Estaba pensando en todo lo que pasamos... lo loco que fue, ¿no?— dijo, con una sonrisa melancólica, acariciando con el pulgar la palma de Javier.

Javier:Sí... pero también nos hizo más fuertes. Ahora sé que no te quiero perder nunca más, Nico— dijo, con sinceridad y un brillo emotivo en los ojos, mientras deslizaba su mano por la espalda de Nicolás, notando la tensión que se había ido disipando.

Nicolás: "¿Cómo algo que casi nos destruye puede hacernos sentir tan cerca ahora?", pensó, mientras apretaba ligeramente la mano de Javier sobre su pecho, disfrutando del calor que emanaba de su cuerpo y del ritmo pausado de su respiración.

El estómago de Nicolás rugió suavemente, rompiendo la calma.

Javier:Creo que ya es hora de cenar, ¿no?— dijo, riendo bajo y rozando su nariz contra la de Nicolás.

Nicolás:¡Por favor! Estoy muerto de hambre. ¿Qué vamos a comer?— preguntó, divertido y curioso, observando la concentración juguetona de Javier.

Javier le guiñó un ojo y se dirigió a la cocina.

Javier:Hoy te voy a sorprender con una cena especial. Pero tené paciencia... vas a ver.

Nicolás lo observaba, fascinado por la seguridad y alegría de Javier. El aroma del ajo sofriéndose en la sartén se mezclaba con el del perejil fresco y la pasta al dente, llenando la casa de un perfume irresistible que hacía que su estómago y su corazón latieran al mismo ritmo.

Nicolás:¿Cómo puede ser que me sorprendas incluso con cosas así?— murmuró, con la mirada brillante y los labios curvados en una sonrisa cálida.

Javier:Te dije que hoy iba a ser especial, nene— respondió, con una sonrisa orgullosa, mientras probaba cuidadosamente un poco de salsa y cerraba los ojos disfrutando de la textura y el olor.

La cena consistió en spaghetti al pesto acompañados de una botella de vino blanco bien frío. El ambiente era cálido y acogedor, con la luz suave de las lámparas iluminando el comedor, mientras los sonidos de los cubiertos y las risas suaves llenaban la casa, mezclados con el chisporroteo de la sartén que aún emitía un aroma reconfortante.


📍 Living, Casa de Javier y Nicolás — Buenos Aires, 23:00 hs
Película y descanso

Después de la cena, volvieron al sofá para relajarse frente a la tele. Javier seleccionó una película: Ho Voglia di Te, una elección nostálgica y perfecta para esa noche. Nicolás, con la cabeza apoyada en el hombro de Javier, se sentía cada vez más somnoliento hasta quedarse dormido, abrazado a su novio, sintiendo la suavidad de su camiseta y la calidez de su cuerpo.

Javier lo observó con ternura, dejando que una sonrisa suave se dibujara en su rostro.

Javier: "Mirá lo que es, tan hermoso... ¿Cómo pude haber estado a punto de perderlo?", pensó, mientras acariciaba con delicadeza la espalda de Nicolás, notando cada respiración pausada y tranquila.

Con cuidado, lo cargó en brazos, tratando cada movimiento como si Nicolás fuera lo más preciado del mundo. Lo llevó hasta la cama, lo acomodó entre las sábanas y se acostó a su lado, abrazándolo suavemente, dispuesto a protegerlo de cualquier mal que pudiera acechar. El olor a almohada recién lavada y la brisa ligera de la ventana hacían que el momento fuera perfecto y casi irreal.

Javier: "No voy a dejar que nada nos separe otra vez", pensó, mientras el corazón de ambos latía en perfecta sincronía, y la calma de la noche envolvía la habitación, mezclando la seguridad, el amor y la tranquilidad en cada respiración compartida.

Chapter 195: Dame tu droga 🔞

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📍🏛️ Casa Rosada – Jueves, 17:16 hs

El día había sido largo para ambos. Nicolás y Javier volvieron a sus rutinas habituales de trabajo, cada uno con sus responsabilidades, pero el peso en los hombros de Javier parecía incrementarse con cada reunión, cada decisión importante en la Casa Rosada. A pesar de haber arreglado las cosas con Nicolás, algo dentro suyo seguía oprimiéndolo, una especie de remordimiento que no lograba soltar del todo.

Javier, mientras se encontraba rodeado de papeles y carpetas, tenía la mirada perdida hacia la ventana del despacho. Sus manos jugaban nerviosas con la lapicera, pero lo que realmente lo llamaba no era el papeleo sino esa sensación de vacío que lo atormentaba. Encendía un cigarrillo común en los descansos, se refugiaba en sorbos rápidos de café, pero nada lo calmaba.

Javier: "Estoy al límite… por más que lo intente, este trabajo me está comiendo por dentro. Necesito desconectarme, aunque sea por un rato.", pensó, con un dejo de cansancio que incluso le enturbiaba la voz cuando más tarde intentó sonreír frente a Nicolás.


📍 🏠 Casa – Llegada y conversación inicial - 21:30 hs

Cuando llegaron a la casa por la noche, Nicolás estaba de buen humor, como solía ser últimamente. Se había sacado el saco y se puso cómodo en su buzo gris favorito, listo para disfrutar de una noche tranquila con su novio. Mientras tanto, Javier se veía inquieto, caminaba de un lado a otro, como si algo lo estuviera carcomiendo por dentro.

Nicolás se dio cuenta de inmediato.

Nicolás:Che, ¿todo bien? Te noto raro…

Javier, un poco tímido y con la mirada esquiva, se rascó la nuca.

Javier:Es que… estaba pensando en algo… pero no sé cómo decírtelo.

Nicolás frunció el ceño, intrigado.

Nicolás:¿Qué cosa, mi amor? ¿Qué te preocupa?

Javier suspiró profundamente, sintiendo la presión en su pecho mientras trataba de poner en palabras lo que le rondaba la cabeza desde hacía un tiempo.

Javier:Es que... vos sabés que yo no estoy acostumbrado a eso, pero... me preguntaba... ¿qué tan bien te hace, vos sabés, cuando fumás cannabis?

Nicolás se sorprendió por la pregunta, no esperaba que Javier tocara ese tema. Su expresión se suavizó mientras pensaba cómo responder.

Nicolás:¿Me preguntás en serio? Mirá, para mí es una forma de relajarme. Me ayuda a desconectar un poco del estrés, a sentirme más liviano. Pero, no sé... depende de cada uno.

Javier lo escuchaba atentamente, con los brazos cruzados, moviendo un pie de manera nerviosa. La duda en sus ojos era evidente, pero también había curiosidad.

Javier:Últimamente... el trabajo me tiene mal. No sé si te diste cuenta, pero estoy muy estresado. Y bueno... ¿me pasarías uno?

Nicolás se quedó quieto por un momento, sin saber si debía acceder o no. Lo miró de reojo, sabiendo que Javier no era del tipo que se aventuraba a probar estas cosas. Al principio dudó, pero luego decidió confiar en él.

Nicolás:¿Estás seguro? No quiero que después te sientas mal o algo...

Javier:Sí, estoy seguro. Quiero probar, necesito... necesito sentirme mejor.

Con un suspiro, Nicolás fue hasta el cajón donde guardaba su hierba y sacó un cigarrillo de cannabis ya armado. Lo encendió suavemente, inhaló primero, y luego se lo pasó a Javier, observando cada uno de sus movimientos con cuidado.

Nicolás:Despacito, ¿eh? No te vuelvas loco...

Javier asintió nervioso, tomó el cigarrillo con delicadeza y le dio una calada. Tosió levemente al principio, pero luego se relajó y dejó escapar el humo. Poco a poco, empezó a sentirse más liviano, como si todo el peso que llevaba encima se desvaneciera.

Javier:¿Sabés qué? Esto no está tan mal... —dijo entre risas, algo sorprendido por el efecto.


📍 🛋️ Living – Cannabis y primeras caricias

Nicolás lo miraba, ya más tranquilo al ver que Javier comenzaba a disfrutar de la experiencia.

Con el paso de los minutos, todo en la sala comenzó a volverse más relajado. Javier empezó a reírse de las cosas más simples, de los chistes que Nicolás hacía, y hasta de las tonterías que pasaban en la tele. Esa noche, parecía que todo peso había desaparecido de sus hombros, al menos por un rato.

Nicolás: "Mirá lo lindo que está, tan relajado... cómo me alegra verlo así."

De repente, Javier se acercó a Nicolás en el sofá, más cariñoso que de costumbre. Le rodeó el cuello con los brazos y lo miró con una ternura que lo desarmó por completo.

Javier:Nene… ¿sabés cuánto te amo? No sé cómo hice para tener tanta suerte de estar con alguien como vos. Sos hermoso, sos todo para mí.

Nicolás, que no estaba acostumbrado a tanta efusividad de parte de Javier, se sonrojó violentamente. Sentía el corazón latirle con fuerza en el pecho. Su respiración se aceleró mientras intentaba controlar la mezcla de emociones que lo invadían.

Nicolás:Yo también te amo, Javi... muchísimo.

Los dos se quedaron mirándose en silencio por un momento, antes de que Javier rompiera la distancia entre ellos, acercando sus labios a los de Nicolás para un beso que al principio fue suave, pero pronto se volvió más profundo y apasionado.

El contacto entre ambos se sentía más intenso que nunca. Las manos de Javier, algo temblorosas por el efecto del porro y la excitación, se deslizaron bajo el buzo gris de Nicolás, rozando su piel caliente. Nicolás respondió con un jadeo ahogado, apretando más su cuerpo contra el de él.

Los besos se volvieron húmedos, urgentes, cargados de esa mezcla de humo, deseo y amor. El cannabis parecía amplificar cada sensación: la lengua de Javier le sabía más dulce, los dedos de Nicolás sobre su cuello le encendían la piel, cada roce se sentía multiplicado.

El living ya no era un simple espacio de descanso: se había convertido en un escenario íntimo donde los dos se devoraban con ansias contenidas.


📍 🛏️ Dormitorio – Dulce amor y cierre íntimo

Entre risas y besos torpes, se levantaron del sillón, tambaleando un poco por el mareo suave del humo. Javier, con el porro aún entre los dedos, lo dejó apagarse en el cenicero antes de arrastrar a Nicolás de la mano hacia el dormitorio.

La habitación estaba en penumbras, iluminada apenas por la luz de la luna que se filtraba por la ventana. Nicolás cayó sobre la cama con una risa nerviosa, mientras Javier lo seguía, cubriéndolo con su cuerpo.

Las prendas comenzaron a desaparecer entre jadeos y susurros. El buzo gris quedó hecho un bulto en el piso, seguido de los pantalones, las medias, hasta que la piel de ambos quedó expuesta, ardiendo al contacto.

Javier besaba con desesperación el cuello de Nicolás, bajando lentamente por su pecho, deteniéndose en sus pezones, succionando hasta hacerlo gemir.

Nicolás:Javi... ahhh, seguí... —suplicó, arqueando la espalda.

Javier sonrió contra su piel, disfrutando de ver a su novio perder el control. Bajó aún más, hasta prenderse de su sexo con la boca húmeda, lamiendo lento al principio y luego más profundo, haciéndolo retorcerse entre las sábanas.

Nicolás:La puta madre... me vas a volver loco...

El calor era insoportable. La marihuana lo hacía sentir todo con más intensidad: cada jadeo de Nicolás, cada estremecimiento de su cuerpo, era como un golpe directo a su propio deseo.

No tardaron en entrelazarse de nuevo, esta vez con Javier empujando dentro de él con embestidas firmes, profundas, que arrancaban gemidos desgarrados de la garganta de Nicolás.

Nicolás:¡Dios, Javi... más fuerte!

Javier:Sos mío, nene... —gruñó entre dientes, hundiéndose una y otra vez, sintiendo que se incendiaba por dentro.

El sonido de los cuerpos chocando, los gemidos, el olor a sexo y a humo impregnado en la piel llenaban la habitación. Javier sentía que el tiempo se había detenido, que nada existía más que ese instante: el vaivén de sus caderas, el calor de Nicolás apretándolo con fuerza, sus uñas marcándole la espalda.

Cuando llegaron al clímax, lo hicieron casi al unísono, gritando el nombre del otro, estremeciéndose como si el mundo se quebrara bajo ellos.

Exhaustos, cayeron sobre la cama, sudados, jadeando. Javier abrazó a Nicolás, pegando su frente contra la de él, todavía con la respiración entrecortada.

Javier:No hay nadie en el mundo que me haga sentir tan vivo como vos. —susurró, besándolo con suavidad.

Horas más tarde, bajo las sábanas, se acomodaron juntos. Javier se quedó dormido rápido en los brazos de Nicolás, con la sonrisa boba que le había dejado el porro y el sexo.

Nicolás: "Es tan lindo verlo así, tranquilo... feliz." pensó, acariciándole el cabello.

Nicolás se quedó despierto unos minutos más, disfrutando del sonido de la respiración tranquila de Javier, antes de quedarse dormido también, con una sonrisa en los labios. La luna iluminaba suavemente la habitación, testigo de su amor, de su risa y de su unión más carnal.

Chapter 196: Fumado

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📍🌅 Habitación — Mañana temprana

La luz del sol se filtraba tímidamente por las cortinas de la habitación. Nicolás fue el primero en despertar, con el brazo aún rodeando a Javier, quien respiraba profundamente, plácidamente dormido. No podía evitar sonreír al ver a su novio tan relajado, algo que no era común en él, especialmente después de días tan tensos.

Nicolás lo observó un momento antes de susurrarle suavemente al oído.

Nicolás:Che, dormilón… ya es hora de levantarse —dijo bajito, acariciándole la mejilla.

Javier se movió despacio, abriendo los ojos con dificultad. Parpadeó un par de veces antes de enfocarse en Nicolás, y al verlo sonreír, él también sonrió, aunque más somnoliento.

Javier:Mmm... buen día, nene... —murmuró, con voz ronca todavía cargada de sueño.

Nicolás le dio un beso en la frente y se estiró, disfrutando de esos breves segundos antes de que el día comenzara de nuevo con toda su carga.

Nicolás:Bueno, contame, ¿qué onda la experiencia de anoche? ¿Cómo te sentiste?

Javier, aún medio dormido, se quedó congelado un instante, y su mente empezó a dar vueltas. Por un segundo, pensó que Nicolás no se refería al cigarrillo de cannabis, sino al encuentro sexual que habían compartido la noche anterior. Una sonrisa ladina apareció en su rostro y un brillo pícaro iluminó sus ojos.

Javier: —¿La experiencia de anoche? —dijo, arqueando una ceja, con una sonrisa que mezclaba travesura y orgullo—. Mmm… te diría que fue… intensa, inolvidable… y que, sinceramente, creo que todavía estoy recuperándome de tanta emoción.

Nicolás frunció el ceño, un poco confundido, mientras su corazón se aceleraba ante la picardía de Javier.

Nicolás: —Eh… sí… bueno, yo hablaba del cannabis…

Javier: —Ah… ¡eso también! —dijo, soltando una risita—. Sí, sí, me sentí genial… y lo otro, bueno… mejor ni te cuento cómo me hizo sentir, pero bueno, en líneas generales estuvo bárbaro todo.

Nicolás no pudo evitar reír, sacudiendo la cabeza mientras Javier lo miraba con esa sonrisa ladina que mezclaba travesura y ternura. El malentendido se convirtió en un momento de complicidad, mientras los dos se acercaban un poco más en la cama, rozando suavemente sus manos y compartiendo miradas llenas de cariño y deseo.

Javier:La verdad, fue... diferente. Al principio estaba medio desconfiado, pero después... me sentí increíble, como si todas las preocupaciones se fueran a la mierda. Me reí como hacía años que no lo hacía. —y al decirlo, levantó apenas las cejas, mirándolo con malicia traviesa, como quien comparte un secreto erótico más que una simple anécdota.

Nicolás lo miró fijo, un tanto confundido por el matiz pícaro en las palabras de Javier, aunque feliz de verlo tan liviano.

Nicolás:Te lo dije, te hacía falta relajarte un poco. Estabas demasiado tenso, Javi. Igual, no es algo que haga siempre, pero cada tanto viene bien.

Javier, todavía con esa sonrisa ladina, asintió mientras se incorporaba en la cama.

Javier:Sos un buen maestro, amor. Igual, no sé si podría acostumbrarme a hacerlo seguido, pero al menos ahora entiendo por qué lo hacés. —remarcó, acompañando las palabras con una mirada entre cómplice y juguetona, que a Nicolás le pasó inadvertida en su totalidad.

Nicolás:Ya era hora que lo entendieras. Ahora, a ver si te levantás, que nos espera un día largo —le dijo mientras se levantaba de la cama, dirigiéndose al baño.


📍💼 Oficinas — Mediodía

Poco tiempo después, ambos ya estaban listos para enfrentarse a sus responsabilidades diarias. Javier se acomodó la corbata frente al espejo, mientras Nicolás terminaba de ponerse la chaqueta. El ambiente entre los dos era relajado, sin la presión que había dominado las últimas semanas.

Nicolás:Nos vemos a la noche, ¿sí? Ojalá no se te haga eterno el día.

Javier:Lo mismo digo. No veo la hora de volver a casa con vos, me hacés falta allá.

Nicolás le sonrió, dándole un beso suave en los labios antes de salir por la puerta.

Ya en sus respectivas oficinas, la rutina volvió a absorber a ambos. Javier en la Casa Rosada, rodeado de informes, reuniones y decisiones que tomar, y Nicolás en el Congreso, con discusiones políticas interminables. Sin embargo, algo había cambiado en ellos. Los dos se sentían más livianos, como si el conflicto que había existido entre ellos hubiese sido completamente resuelto, dejando espacio para un amor más profundo y más fuerte.

A pesar del caos y la exigencia del trabajo, Javier no podía evitar pensar en lo que había sucedido la noche anterior: las risas compartidas, el momento íntimo que vivieron y cómo esa experiencia lo había acercado aún más a Nicolás.

Javier: "¿Cómo hice para dudar alguna vez de él? Es todo lo que necesito", pensó para sí mientras hojeaba uno de los documentos frente a él, sin prestar demasiada atención.

Al mediodía, Javier decidió tomarse un breve descanso. Sacó su teléfono y le mandó un mensaje a Nicolás, quien también estaba sumergido en su propia rutina.

Javier: "Hola, amor. Espero que tu día esté yendo bien. Te extraño."

No pasó mucho tiempo antes de que Nicolás respondiera, arrancándole una sonrisa.

Nicolás: "Yo también te extraño, mi vida. No sabés lo que es este quilombo acá, pero bueno, se sobrevive. Nos vemos a la noche."

Javier se permitió unos segundos para leer el mensaje una vez más antes de volver a su trabajo.

Javier: "Estoy tan enamorado de este pibe, no puedo creer lo afortunado que soy", reflexionó, apoyando la frente en una mano antes de retomar su agenda.


📍🏠 Departamento — Noche

Cuando el día laboral finalmente llegó a su fin, ambos regresaron a casa, cansados pero con una sonrisa en el rostro. Javier fue el primero en llegar y, apenas Nicolás entró por la puerta, lo recibió con un abrazo largo y reconfortante.

Javier:Te extrañé más de lo que pensé, ¿sabés?

Nicolás:Yo también, fue un día agotador... pero ya estamos en casa.

El cansancio parecía desvanecerse poco a poco mientras se acomodaban en el sofá, uno al lado del otro. Nicolás apoyó la cabeza en el hombro de Javier, disfrutando del silencio y de la compañía.

Nicolás:¿Cómo te sentiste hoy después de la noche de ayer?

Javier sonrió de manera pícara de nuevo, dejando que su mente jugara con la confusión anterior.

Javier: —Bueno… digamos que fue intenso, muy intenso… y todavía me tiemblan un poco las piernas de solo recordarlo —dijo, guiñando un ojo y esbozando esa sonrisa ladina que siempre desarmaba a Nicolás.

Nicolás parpadeó, intentando descifrar si Javier hablaba en serio o seguía jugando, y luego estalló en risa, sacudiendo la cabeza, sonrojado.

Nicolás: —¡Javi! ¿Todavía estás con eso? Yo hablaba de la marihuana, eh…— dijo entre risas, mientras Javier le daba un leve empujón con el hombro, divertido.

Javier: —Ah… ¡sí, sí, también eso! —dijo, acariciando suavemente la mano de Nicolás—. Me sentí más liviano, relajado, como flotando. Pero no puedo negar que lo otro… bueno, eso también fue memorable. Pero más allá de eso, me hizo darme cuenta de cuánto me importás, Nico. Estuve muy cerca de perderte, y no puedo volver a cometer ese error.

Nicolás, al escucharlo, se enderezó un poco y lo miró a los ojos, con una mezcla de ternura y seriedad.

Nicolás:Lo importante es que estamos bien ahora, Javi. Y que aprendimos de todo eso. Yo también te necesito, no sabés cuánto.

El resto de la noche la pasaron en paz, disfrutando de la compañía mutua sin mayores palabras, solo con gestos y miradas. Era en esos momentos tranquilos, alejados del bullicio del mundo exterior, donde ambos sentían más fuerte que nunca el amor que los unía.

Y así, entre silencios cómodos y abrazos, cerraron el día, sabiendo que lo que sea que el futuro les deparara, lo enfrentarían juntos, siempre.

Chapter 197: Pensarte y no tenerte

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📍 Cámara de Diputados — Buenos Aires, 09:00 hs

El sol se filtraba por las ventanas del Congreso, iluminando los rostros concentrados de los diputados. Entre murmullo y papeles, las discusiones avanzaban, pero Ramiro parecía vivir en un mundo aparte. Su postura era firme, su voz resonante, y cada palabra que pronunciaba estaba cargada de convicción. Sin embargo, bajo esa fachada, un peso mucho más profundo lo atormentaba. Cada vez que su mirada se cruzaba con la de Martín, su pecho se tensaba, y un hormigueo desconocido recorría su espalda, un calor que le subía lentamente por la nuca y lo hacía desear acercarse un poco más, aunque no podía.

Martín estaba sentado en la otra esquina de la sala, pero su mente estaba lejos de los temas políticos. Observaba a Ramiro desde la distancia, intentando concentrarse en los informes, pero cada gesto del otro parecía desarmarlo. La fuerza con que Ramiro hablaba, la seguridad en cada movimiento, lo atraían de una manera que no podía explicar. Su corazón latía con fuerza, y un hilo de ansiedad lo recorría cada vez que Ramiro tomaba la palabra.

Martín: “¿Cómo llegué a esto? ¿Cómo fue que empecé a sentirme así por él?”, pensó, sintiendo un nudo en la garganta.

Sus ojos seguían a Ramiro mientras discutía con los demás diputados, pero cada frase del otro se filtraba en su mente como un susurro que lo hacía tambalear. La culpa lo ahogaba. Amaba a su familia, amaba la vida que había construido, pero ese magnetismo que sentía por Ramiro era imposible de ignorar. Cada vez que lo miraba, sentía un fuego que mezclaba deseo y temor, una atracción física y emocional imposible de separar.

Martín: “Si elijo estar con él... podría destruir todo lo que tengo.”

Se pasó las manos por el rostro, intentando calmar la tormenta interna que lo sacudía. Cada decisión parecía un precipicio, y él estaba parado en el borde. Los recuerdos de conversaciones secretas, de miradas cómplices y de aquella última charla donde Ramiro le había confesado sin rodeos que lo quería… lo atravesaban como puñales, dejando un cosquilleo incómodo y dulce en el estómago.

Martín: “¿Cómo se lo explicaría a ellos? ¿Cómo viviría con esa decisión?”

Mientras tanto, Ramiro seguía en la sala, intentando mantener la concentración en el debate, pero su mente volvía una y otra vez a Martín. Cada gesto, cada respiración del otro, lo llamaba. Sabía que había una batalla interna en él, y deseaba que Martín se decidiera pronto, aunque no quería forzar nada.

Ramiro: “Dale, Martín. Tomá una decisión. Sabés lo que querés, sabés que esto entre nosotros es real.”

Cada paso que daba Ramiro junto a Martín parecía medir la distancia entre ellos. El deseo de acortar esa distancia se mezclaba con la cautela, porque sabía que la paciencia era parte de este juego silencioso. Cada mirada que cruzaban era una chispa que podía prender fuego a todo, pero él no podía dejar de anhelarla. Un pequeño temblor en sus manos, una respiración más profunda de lo normal, lo delataba incluso ante sí mismo.

Ramiro: “No puedo quedarme así para siempre... pero no lo voy a presionar más.”


📍 Oficina de Martín — Buenos Aires, 14:30 hs
Decisión y culpa

Horas más tarde, tras una mañana que se sentía eterna, Martín se retiró del Congreso y caminó hacia su oficina con pasos pesados. Su corazón latía con fuerza, y cada mensaje que recibía de su esposa le recordaba la responsabilidad que tenía. Las paredes de su despacho parecían estrecharse mientras él se dejaba caer en el sillón, sosteniéndose la cabeza entre las manos, respirando hondo, tratando de calmar el torbellino que lo sacudía por dentro.

Martín: Si lo elijo a él, todo lo que conozco cambiaría , pensó en alto, con un hilo de voz que apenas se escuchaba entre los papeles apilados y los ecos del ventilador.

La mezcla de culpa y deseo lo hacía temblar. Sabía que debía decidir pronto, pero la parálisis lo mantenía atrapado. Cada recuerdo de Ramiro se presentaba con intensidad, la suavidad de sus palabras y la fuerza de su mirada lo perseguían, provocándole una necesidad que no podía ignorar.

Martín: “¿Vale la pena arriesgarlo todo por esto?”

Se pasó las manos por el cabello, presionando los dedos contra la nuca mientras respiraba hondo. Su mente repasaba cada conversación, cada roce, cada risa compartida. Ramiro no era solo atracción física; había algo más profundo que lo llamaba, una conexión que no podía negar. Pero el miedo lo consumía. Miedo a la reacción de su familia, a la mirada de sus hijos (Gaspar de 8 años y Catalina de 4), a la culpa que sentiría.

Aun así, su corazón le susurraba otra cosa: que el tiempo que pasaba al lado de Ramiro era lo más intenso y real que había sentido en años. Que dejarlo pasar significaba negarse a sí mismo algo que merecía. Cada segundo lejos de él era un martirio silencioso, una mezcla de deseo y nostalgia que lo hacía apretar los puños contra los brazos del sillón.

Martín: “Cada vez que lo veo, todo se vuelve más intenso, más imposible de ignorar.”

El teléfono vibró con un mensaje de su esposa, recordándole la cena en familia. Esa pequeña interrupción lo devolvió a la realidad, pero apenas apagó el ruido interno que lo devoraba. Cada gesto de Ramiro en la mañana, cada mirada, seguía allí, como un imán que lo atraía hacia el abismo de su deseo, y Martín se sorprendió a sí mismo imaginando lo que pasaría si cedía, aunque fuera por un instante.


📍 Departamento de Ramiro, Puerto Madero — Buenos Aires, 20:00 hs

Esa misma noche, Ramiro regresó a su departamento con la rutina de siempre: saludos cordiales a vecinos, las luces de la calle reflejándose en los ventanales, el aroma tenue del café recién hecho que aún flotaba en el aire. Pero por dentro, su mente estaba en otra parte: Martín. Cada instante sin una señal de él lo llenaba de ansiedad, un vacío que ningún gesto cotidiano podía llenar.

Ramiro se dejó caer en el sillón del living, sacando el celular y revisando los mensajes, pero la pantalla permanecía silenciosa. Su respiración era más profunda de lo habitual, y sus manos temblaban levemente, anticipando cualquier indicio de que Martín estaba listo para acercarse. Cada segundo que pasaba sin una respuesta lo hacía querer escribirle, llamarlo, pero la paciencia era parte de este juego silencioso que ambos estaban jugando.

Ramiro: “Un mensaje, cualquier cosa… quiero saber que no estoy solo en esto”, pensó, mientras la luz de la lámpara iluminaba su rostro con un brillo casi melancólico.


📍 Departamento de Martín, Caballito — Buenos Aires, 22:00 hs

En otra parte de la ciudad, Martín cenaba con su familia, intentando mantener la normalidad. Cada bocado parecía pesado, como si la comida no pudiera llenar el vacío que sentía. Su mirada se perdía entre los muebles, recordando la figura de Ramiro y el calor de sus manos, y por un instante, deseó poder desaparecer de ese lugar y aparecer al lado de él.

Martín: “Parte de mí está allá, en otro lugar, con él… y no puedo ignorarlo más”, pensó, mientras tomaba un sorbo de agua y se obligaba a seguir con la rutina familiar.

El contraste entre la vida que debía mostrar y lo que realmente deseaba lo desgarraba. Cada risa forzada, cada comentario sobre temas triviales, le recordaba que su corazón estaba en otra parte. Sin darse cuenta, Martín cerró los ojos por un instante y recordó la última vez que se habían visto, el roce de Ramiro, el perfume que aún flotaba en su memoria, y la certeza de que no podía postergar la decisión por mucho más tiempo.

Martín: “Esto no puede seguir así. No puedo vivir dividido entre lo que quiero y lo que debo.”

La noche avanzaba, y aunque ambos seguían con sus rutinas, la tensión interna no disminuía. Ramiro miraba su teléfono una y otra vez, mientras Martín intentaba simular tranquilidad frente a su familia. Pero en sus corazones, ambos sabían que algo estaba a punto de cambiar. Algo inevitable, intenso, y cargado de emociones que no podían controlar.

Chapter 198: Entre vos y mi realidad

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📍🏠 Casa de Martín, Caballito — Tarde, 19:15 hs

Martín llegó a su casa de Caballito después de un largo día en el Senado, el cual había sido particularmente agotador y emocionalmente desafiante. La tarde se desvanecía en tonos cálidos, y el aire fresco de la ciudad le dio una breve sensación de alivio mientras estacionaba su auto frente a la casa. La típica fachada blanca con detalles en madera, junto con el jardín bien cuidado, siempre le proporcionaba una sensación de pertenencia y seguridad. Sin embargo, esa tarde, el hogar que solía ser un refugio estaba lleno de pensamientos que lo atormentaban.

El barrio estaba tranquilo a esa hora, con algunos vecinos que todavía volvían de trabajar, arrastrando bolsas del súper o saludándose brevemente entre portones. El sol se escondía detrás de los edificios, dejando una estela anaranjada en el cielo que contrastaba con el verde de los árboles del boulevard. Martín apagó el motor, apoyó la cabeza contra el respaldo por un instante y dejó escapar un suspiro largo, casi como si quisiera soltar todo el peso del día antes de cruzar la puerta.

Martín: "Qué ironía... debería estar feliz de volver a casa, pero lo único que me invade es culpa. Esta casa es mi refugio, pero también mi condena."

Abrió la puerta del auto y el aire fresco lo golpeó en la cara, despejándolo un poco. Caminó por la vereda hasta llegar al portón bajo, donde el aroma de las flores del pequeño jardín delantero se mezclaba con el de la tierra húmeda de una maceta recién regada. El crujido metálico de la cerradura al girar la llave resonó más fuerte de lo esperado, como si la casa misma supiera que Martín cargaba con algo que no quería revelar.

Al abrir la puerta, fue recibido por el cálido abrazo de su esposa, Carla. Sus ojos reflejaron una mezcla de preocupación y cariño al verlo entrar. La luz del interior, suave y amarillenta, bañaba la entrada, contrastando con el tono rojizo del atardecer que todavía se colaba por la calle.

Carla:¡Hola, amor! ¿Cómo te fue hoy?— dijo mientras le daba un beso en la mejilla y lo ayudaba a quitarse el abrigo.

El gesto de ella era sencillo, pero en Martín despertaba una punzada de dolor. Tenía frente a sí a la mujer que había compartido su vida, la madre de sus hijos, la compañera que lo esperaba cada noche, mientras él guardaba un secreto que crecía como una sombra.

Martín:Hola, cariño. Bien, bastante ocupado en el Senado...— respondió, tratando de mantener un tono animado, aunque su mente seguía atrapada en los dilemas del día.

Martín colgó el saco en el perchero de madera y dejó el portafolios en el suelo, a un costado. El olor a comida recién preparada llegaba desde la cocina, mezclado con el eco de risas infantiles que provenían del salón. Ese contraste —la calidez del hogar y el torbellino de pensamientos oscuros que lo acosaban— lo dejó aún más descolocado.

Martín: "Carla me mira con esa ternura de siempre. ¿Cómo puedo siquiera pensar en fallarle? Pero Ramiro... Ramiro no se va de mi cabeza. Todo el día, cada discusión, cada pausa... siempre él."


📍👨‍👩‍👧‍👦 Cocina y living de la casa — 20:15 hs

Se escuchaban risas desde el salón. Gaspar, su hijo de 8 años, estaba sentado en la mesa de la cocina con una hoja de papel y libros de Ciencias Naturales. Catalina, su hija de 4 años, bailaba animadamente frente a la televisión, imitando los movimientos de una coreografía de Piñón Fijo que veía en la pantalla.

La escena lo golpeó como una postal de felicidad perfecta: su hijo concentrado, su hija alegre, su esposa preocupándose por él. Y sin embargo, esa perfección no lograba disipar la nube que lo rodeaba.

El aroma de la comida que Carla terminaba de preparar se mezclaba con el perfume dulzón de los marcadores de colores que Gaspar tenía abiertos sobre la mesa. El chico, con el ceño fruncido y la lengua apenas asomando entre los dientes, copiaba una definición del libro a su cuaderno, mientras al mismo tiempo miraba de reojo a su papá.

Gaspar:¡Pa, mirá! Estoy haciendo la tarea de Ciencias... hoy aprendimos sobre el sistema solar. ¿Sabías que Júpiter tiene un montón de lunas?— dijo con entusiasmo, levantando el cuaderno como si fuera un trofeo.

Martín sonrió, forzándose a salir de sus pensamientos. Se acercó y le revolvió el pelo con ternura.

Martín:Claro que lo sé... pero seguro vos ya sabés más que yo. A ver... contame cuántas tiene, campeón.

Gaspar infló el pecho, orgulloso, y empezó a enumerar con sus dedos. Mientras tanto, Catalina corría en círculos frente a la tele, con su vestido rosa lleno de volados moviéndose como una nube alrededor de ella.

Catalina:¡Mirá, papi, mirá!— gritaba riendo, levantando los brazos y girando hasta marearse, antes de caer sentada en el piso y reírse aún más fuerte.

Martín la miró y sintió que el corazón le daba un vuelco. Esa risa cristalina, ese gesto despreocupado, era lo que siempre había valorado de su vida familiar. Y sin embargo, en su interior, otra voz susurraba, implacable.

Martín: "Si me dejo llevar por lo que siento por Ramiro... ¿qué va a pasar con ellos? ¿Cómo les explico a mis hijos que su papá decidió romper todo? ¿Cómo se lo digo a Gaspar, que me admira tanto? ¿Cómo se lo digo a Cata, que apenas empieza a entender el mundo?"

Carla los miraba desde la cocina, secándose las manos con un repasador. La escena le arrancó una sonrisa dulce.

Carla:¡Cata, basta de saltar que te vas a golpear! Y vos, Gaspi, no te olvides de escribir en letra clara, que después no entiendo nada.

La naturalidad con la que ella manejaba la situación contrastaba con la tensión que se apretaba en el pecho de Martín. Por fuera, intentaba ser el padre presente, el marido atento. Pero por dentro, sentía que estaba en un teatro en el que todos actuaban una vida perfecta y él era el único que sabía que el telón estaba a punto de caerse.

Martín se agachó para levantar a Catalina, que seguía intentando imitar los pasos de baile. Ella se abrazó fuerte a su cuello, con ese calorcito infantil que lo desarmaba.

Catalina:Papi, ¿vos también bailás?— le preguntó, con la voz todavía entrecortada de tanto reír.

Martín la levantó en brazos y giró un poco con ella, fingiendo estar liviano, pero sintiendo un peso enorme en el alma.

Martín: "Dios... ¿cómo puedo pensar en destruir esto? ¿Cómo puedo pensar en dejar todo esto atrás por Ramiro? Pero al mismo tiempo... ¿cómo puedo seguir negándome lo que siento?"

El reloj de pared marcaba las ocho menos cuarto, y el tic-tac se volvía insoportable para Martín. El tiempo parecía correr demasiado rápido y demasiado lento a la vez.


🍲 Cena en la casa — 22:30 hs

El comedor estaba iluminado por la luz cálida de la lámpara central, que caía justo sobre la mesa puesta. El olor a guiso casero llenaba el ambiente, mezclado con el pan recién cortado en una panera de mimbre. Carla servía los platos mientras hablaba con Catalina, que seguía excitada por el baile de hacía un rato. Gaspar, en cambio, estaba absorto contando una anécdota del colegio.

Martín, sentado en la cabecera, los observaba en silencio. El tenedor entre sus dedos se movía apenas, chocando contra el plato sin que él realmente comiera.

Gaspar:¡Y entonces el profe dijo que mi dibujo del sistema solar estaba re bueno!— comentó con una sonrisa de oreja a oreja.

Carla:¡Viste! Yo siempre te digo que cuando te esforzás, las cosas salen bien.

Martín levantó la vista, sonrió, pero su sonrisa se notaba apagada, distante.

Martín: "Esto tendría que hacerme feliz. La mesa llena, mis hijos contentos, mi mujer atenta... todo lo que siempre quise tener. ¿Por qué entonces siento que me estoy ahogando?"

Carla lo notó. Había aprendido a leerlo con solo mirarlo.

Carla:¿Estás bien, Martín? Te noto callado...

Él tragó saliva, buscando excusas rápidas.

Martín:Sí, sí... todo bien. Solo fue un día largo en el Congreso.

Catalina, sin darse cuenta del trasfondo, interrumpió con su risa clara.

Catalina:¡Papi, contá un chiste! Vos siempre contás chistes en la cena.

Martín la miró y el corazón se le apretó. Su hija lo miraba con esos ojos enormes, confiados, como si él tuviera todas las respuestas. Y él sabía que, si seguía este camino hacia Ramiro, algún día esa mirada podía llenarse de preguntas dolorosas.

Martín: "¿Qué les voy a decir cuando crezcan? ¿Qué el amor me arrastró a romper con todo? ¿Que no fui capaz de elegirlos a ellos sobre lo que sentía?"

El murmullo de la cena siguió su curso: Carla sirviendo más pan, Gaspar discutiendo con su hermana por la manteca, Catalina inventando canciones absurdas. Y Martín, aunque sonreía cada tanto, estaba en otra parte. En su cabeza, la figura de Ramiro se imponía como un fantasma persistente. La forma en que hablaba en el Congreso, esa energía que parecía comerse el aire. Lo deseaba. Lo admiraba. Y al mismo tiempo, lo odiaba por ponerlo frente a este abismo.

Carla lo volvió a mirar, con un dejo de preocupación.

Carla:¿Seguro que no te pasa nada? Te juro que estás raro.

Martín le acarició la mano suavemente, intentando transmitir tranquilidad, pero dentro suyo se sentía como un impostor.

Martín: "Si supieras lo que me pasa, Carla... si supieras lo que siento cuando lo miro. No merecés esto. Nadie lo merece."

El resto de la cena se volvió una coreografía de gestos automáticos: comer, reír, levantar la mesa. Pero para Martín fue como flotar en un río de culpas, dejándose arrastrar sin saber dónde iba a terminar.


📚 Despacho en silencio — Medianoche

De vuelta en la intimidad de su despacho, Martín se dejó caer en el sillón, sosteniéndose la cabeza entre las manos. La luz del velador arrojaba un resplandor tenue sobre la biblioteca, donde los lomos gastados de los libros parecían mirarlo como testigos mudos de su contradicción. Afuera, apenas se escuchaba el rumor distante de un auto pasando por la calle desierta.

No podía más con esta lucha interna. La garganta le ardía de tanto contener sus propias palabras, sus propios gritos. Se aflojó el nudo de la corbata, la tiró sobre el escritorio con un gesto cansado y cerró los ojos, como si al apagarlos pudiera escapar.

Sabía que debía tomar una decisión pronto, pero el miedo lo paralizaba. No se trataba solo de lo que quería, sino de lo que implicaría. Su familia, su carrera, todo estaba en juego.

Martín: "Si lo elijo a él, todo lo que conozco cambiaría."

El murmullo de esa frase se quedó flotando en el aire, como un eco insoportable.

Los recuerdos comenzaron a golpearlo uno tras otro: la voz de Ramiro en los pasillos, esa manera de mirarlo cuando todos los demás estaban distraídos, el roce fugaz de una mano que parecía incendiarle la piel. Y también, la última vez que hablaron, cuando Ramiro —con ese tono entre firme y vulnerable— le había pedido que dejara de esconderse.

Martín apretó los puños sobre las rodillas.

Martín: "Lo amo. No lo puedo negar más. Lo amo, carajo. Pero... ¿cómo destruyo todo lo demás?"

Sus pensamientos eran un remolino de emociones confusas. En su mente, veía a Carla doblando ropa en el cuarto, escuchaba la risa de Catalina cantando una canción inventada, sentía la voz grave de Gaspar contándole un chiste malo. Y, de repente, la imagen de Ramiro se imponía, tan intensa que le arrancaba el aire.

Al final del día, lo único que tenía claro era que, cada vez que veía a Ramiro, todo se volvía más intenso, más imposible de ignorar. La atracción ya no era solo física, era una corriente subterránea que lo empujaba hacia él con la fuerza de un río crecido. Pero, ¿valía la pena destruir todo por esa atracción, por ese amor que sentía creciendo dentro de él?

El silencio lo envolvía. Solo se escuchaba el tic-tac del reloj colgado en la pared, marcando con crueldad el paso del tiempo, como si lo apurara a elegir.

Martín se levantó de golpe, comenzó a caminar por el despacho de un lado a otro, con las manos entrelazadas detrás de la nuca. Sentía que estaba encerrado en una jaula invisible: de un lado, la vida que había construido; del otro, la vida que deseaba en secreto.

Esa misma noche, mientras ambos intentaban seguir con sus rutinas, Ramiro miró su celular con la esperanza de recibir algún mensaje de Martín, algún indicio de que todo este conflicto interno estaba llegando a su fin. Pero su teléfono permanecía en silencio.

Martín se dejó caer nuevamente en el sillón, vencido. Encendió el celular, lo tuvo en la mano varios minutos, con el nombre de Ramiro en la pantalla, pero no fue capaz de escribir nada. Lo apagó y lo dejó sobre la mesa, como si quemara.

Por otro lado, Martín cenaba en su casa, rodeado de su familia, intentando actuar con normalidad, aunque por dentro sentía que una parte de él estaba cada vez más lejos, cada vez más inclinada hacia ese abismo que significaba Ramiro.

Chapter 199: Persiguiendo lo imposible 💔

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📍 🌅 Puerto Madero — Buenos Aires, 07:00 hs

Ramiro se despertó temprano, como de costumbre, en su elegante departamento de Puerto Madero. El sol apenas empezaba a iluminar el cielo, reflejando su luz en los altos edificios de la zona. Desde su ventana, el panorama de la ciudad parecía inmenso, con el río y los barcos en movimiento.

El vidrio aún tenía el aliento tibio de la noche y el aroma a río subía con la brisa. La madera encerada bajo sus pies crujió apenas cuando caminó hacia la cocina; en el silencio, se oían a lo lejos bocinas dispersas y el golpeteo de cuerdas contra los mástiles en el dique. Ese brillo inicial —casi plateado— le recortaba la silueta contra la ventana, y por un segundo se sintió más espectador que protagonista de su propia mañana.

El silencio de la mañana solo era interrumpido por el murmullo lejano del tránsito que recién comenzaba. El lujoso apartamento de Ramiro estaba decorado con muebles modernos y elegantes, con grandes ventanales que ofrecían una vista impresionante de la ciudad. El brillo del agua en la Costanera y el movimiento de las grúas portuarias le daban un aire de postal vibrante, aunque él lo miraba con ojos cansados.

El ascensor vibró al detenerse en su piso, dejando escapar una ráfaga de aire frío con olor a metal. Esa misma sensación de orden perfecto —de líneas rectas, superficies sin polvo, cromados sin huellas— le devolvía un reflejo impecable que hoy le pesaba.

Ramiro se preparó rápidamente para su jornada en el Senado. La rutina era conocida y casi automática: se duchó con agua tibia, se vistió con un traje impecable y se dirigió hacia la cocina para tomar un café negro, fuerte y aromático. El vapor subía de la taza y llenaba el ambiente de un perfume amargo y reconfortante. Las paredes de su cocina estaban adornadas con arte contemporáneo y sus estantes, ordenados con esmero, contenían una colección de tazas y utensilios de cocina sofisticados, como si cada detalle hablara de control y perfección.

El agua de la ducha le resbaló por la nuca como una cuerda tensa que, por un instante, afloja. El primer sorbo de café le raspó amable la garganta; apoyó la taza en el mármol y escuchó el golpecito seco de la porcelana.


📍 🏛️ Senado de la Nación — Buenos Aires, 10:30 hs

Al llegar al Senado, Ramiro se sumergió en el ajetreo de la jornada. El eco de los pasos en los pasillos alfombrados, las voces apresuradas de los asesores, el ir y venir de papeles: todo era parte del engranaje cotidiano. El día transcurrió entre debates, reuniones y trabajo administrativo. A pesar de su profesionalismo y de la aparente alegría que mostraba, había una carga emocional que no podía ignorar.

Las puertas pesadas cerraban con un susurro acolchado; olor a papel, tinta y café viejo. En cada comité, el golpe de un anillo contra la mesa, el roce de hojas, una tos. El cuerpo le seguía el ritmo de memoria; la cabeza, no tanto.

Cada vez que veía a Martín, sus recuerdos se llenaban de los momentos compartidos en aquella fiesta política, cuando Ramiro se había atrevido a acercarse a él con piropos ingeniosos y abrazos amigables.

Ramiro: “¿Cómo llegué a este punto? Todo lo que quiero es estar con él, pero parece que nunca podremos estar juntos.”, pensó, mordiéndose por dentro.

Flashbacks recorrían su mente mientras trabajaba. Recordaba la primera vez que había intentado conquistar a Martín con su ingenio. Los besos en la mejilla que se dieron en la despedida de una de sus juntadas, la promesa de llevarlo a su casa después de la fiesta, y la conexión instantánea que sintió en ese primer encuentro.

Y el perfume de aquella noche —mezcla de madera y cítrico— volviendo sin permiso; la mirada que se sostiene un segundo más de lo debido; los dedos rozando una manga en el saludo, como si ese contacto mínimo arreglara todo lo que adentro se desordena.

Todo parecía tan lejano y al mismo tiempo tan cercano, como si el tiempo hubiera pasado demasiado rápido, llevándose con él sus esperanzas y sueños.

Ramiro: “Me acuerdo de cada momento, cada risa compartida con él. ¿Cómo puede ser tan difícil dejarlo ir?”, se permitió pensar, mirando de reojo a Martín en medio de un pasillo lleno de gente.


📍 🚗 Auto en tránsito — Buenos Aires, 19:15 hs

A medida que el día avanzaba, Ramiro trató de distraerse con sus responsabilidades en el Senado, pero el peso de sus sentimientos seguía presente. Al finalizar la jornada, tomó su coche y se dirigió hacia su hogar.

El auto olía a cuero y a esa fragancia apenas dulce que rociaba en el tapizado. Las luces rojas del tránsito le dibujaban líneas sobre las manos en el volante; en cada semáforo, el corazón le hacía un pequeño contra-tempo, como si quisiera adelantarse a una noticia que no llegaba.

La radio estaba encendida, y de repente, una canción resonó en el ambiente: "Laberintos" de Dread Mar I. El ritmo reggae con tintes melancólicos llenó el auto como un susurro inevitable. Los versos del estribillo parecían tocar su alma, resonando profundamente en su corazón torturado.

Ramiro:Cada palabra parece hablarme directamente. ¿Cómo puedo seguir adelante cuando siento que estoy perdiendo todo lo que alguna vez quise?—, se dijo a sí mismo, aferrado al volante.

Las líneas del estribillo eran desgarradoras:

"Quiero volver a amar, y no seguir así"
"Y volver a sentir, aquello que perdí"
"Si no lo vuelvo a hacer, ya no despertaré"
"Pobre mi corazón, que está marchitándose"

El bajo de la canción vibraba en el pecho como un lamento con ritmo. Las luces de la ciudad, cruzando el parabrisas, parecían agua corrida; la garganta apretada, el nudo viejo, la lágrima que no pide permiso.

Las lágrimas comenzaron a recorrer su rostro mientras el coche avanzaba por las calles iluminadas de la ciudad. La melancólica melodía y las letras tristes parecían ser el reflejo exacto de su estado emocional. El contraste entre el lujo exterior de su vida y el dolor interno que sentía era abrumador.


📍 🌙 Departamento de Ramiro — Puerto Madero, 21:00 hs

Al llegar a su departamento de Puerto Madero, Ramiro entró en su hogar con un gesto cansado. La lujosa entrada estaba decorada con elegantes cuadros y una lámpara de cristal que colgaba del techo. El interior del departamento reflejaba el éxito de Ramiro, con muebles de diseño, pisos de madera pulidos y una vista panorámica que deslumbraba.

Las teclas del llavero tintinearon en la consola de la entrada. El eco de sus pasos volvió desde el living como si el lugar fuera más grande que de costumbre. Desde la cocina, un resto de café frío en la jarra; del ventanal, el murmullo bajo del río; de la ciudad, un zumbido constante que no calla.

Ramiro se dirigió a su dormitorio, un espacio amplio y minimalista con una cama king size adornada con sábanas blancas y suaves almohadas. Las paredes estaban decoradas con tonos neutros y una gran ventana ofrecía una vista espectacular del río y la ciudad.

Se cambió a ropa cómoda: un conjunto de pijama de seda que contrastaba con la sofisticación de su entorno. El roce del tejido frío sobre su piel le recordó, de algún modo, la ausencia de un abrazo cálido.

Abrió el placard y el aroma tenue a madera y suavizante se mezcló con su colonia. 

Se echó en la cama, sintiendo el suave colchón bajo su cuerpo. Aunque su estómago rugía por hambre, Ramiro no tenía ánimos de comer. La desesperanza y el dolor que sentía eran tan abrumadores que cualquier pensamiento relacionado con la comida parecía trivial.

El silencio en el dormitorio era un animal grande y quieto. El estómago protestó, pero la cabeza estaba en otra de: repeticiones, escenas, frases que vuelven. Del edificio vecino llegó, difuso, el tintinear de vasos; de la calle, un saxofón lejano practicando escalas.

Las lágrimas continuaron fluyendo mientras la melodía de la canción se repetía en su mente.
Ramiro:No sé cuánto más voy a poder soportar este dolor— murmuró en voz baja, con la mirada fija en el techo— Quiero seguir adelante, pero cada recuerdo me detiene.

Finalmente, el agotamiento lo venció, y Ramiro se quedó dormido en el lecho, con el rostro todavía húmedo por las lágrimas. En su sueño, los pensamientos sobre Martín seguían presentes, entrelazándose con la realidad y la fantasía, y el dolor seguía siendo un compañero constante en su vida.

La respiración se fue aquietando, larga y profunda; en el ventanal, una estela de luz de barco dibujó una línea breve. El sueño le cayó encima como una sábana pesada; el nombre de Martín, flotando, quedó prendido en el borde de la almohada.

Chapter 200: Sospechas en silencio

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📍🏠 Cocina de la casa familiar – Tarde

Carla Peterson había sido siempre una mujer perceptiva, y en los últimos días, había notado ciertos cambios en su esposo, Martín. Aunque intentaba no alarmarse, su intuición le decía que algo estaba mal. En las cenas familiares y en los momentos de la vida cotidiana, Martín parecía ausente, distraído, y aunque él siempre tenía una sonrisa para ella y los niños, Carla no podía evitar sentir una creciente inquietud.

Carla estaba en la cocina, preparando la cena para la familia. La luz cálida de la lámpara de la cocina iluminaba su rostro mientras cortaba verduras para una ensalada. El sonido rítmico del cuchillo contra la tabla de madera acompañaba el aroma a comida casera que llenaba el aire. El vapor que se elevaba de la olla sobre la hornalla le empañaba brevemente los lentes de lectura, obligándola a quitárselos y limpiarlos con un paño de cocina.

Mientras trabajaba, sus pensamientos giraban en torno a su esposo.

Carla: “Desde hace un tiempo, Martín no es el mismo. Está más distraído, más cansado. ¿Qué estará pasando en realidad?”, pensó con el ceño fruncido, clavando la mirada en la tabla de madera como si ahí pudiera hallar la respuesta.

Sus sospechas habían comenzado hace unas semanas, cuando notó que Martín solía mirar su reloj con frecuencia, o que se escabullía para recibir llamadas y mensajes en secreto. Había algo en su comportamiento que la hacía cuestionar si todo estaba bien en su matrimonio. Sin embargo, no quería ser demasiado insistente ni alarmar a los niños con sus preocupaciones.


📍🏠 Comedor familiar – Atardecer

Cuando Martín llegó a casa esa tarde, Carla estaba terminando de poner la mesa. El tintinear de los cubiertos sobre los platos se mezclaba con las risas de los chicos que venían desde la sala. Los niños estaban jugando. Gaspar, con su entusiasmo infantil, corría hacia su madre con una hoja en la mano, mostrando un dibujo que había hecho en la escuela, mientras Catalina giraba alegremente al ritmo de una canción infantil que sonaba en la televisión. La escena irradiaba ternura, pero Carla sentía un nudo en el estómago.

Carla lo observaba con cariño, intentando contagiarse de la alegría de sus hijos, pero no podía dejar de sentirse inquieta por la conducta de su esposo.

Carla:Martín, ¿cómo fue tu día? —preguntó con voz serena, aunque sus ojos buscaban más allá de las palabras, tratando de leer lo que él no decía.

Martín:Bien, bastante ocupado como siempre —respondió Martín, forzando una sonrisa, mientras se inclinaba para revolver el cabello de Gaspar—. ¿Cómo están los chicos?

Carla:Los chicos están bien —dijo Carla, cambiando el tono para entrar lentamente en el tema que la preocupaba—. Gaspar trajo un dibujo nuevo de la escuela y Cata está bailando con Piñón Fijo. Pero he notado que últimamente te ves más cansado y distraído. ¿Te pasa algo?

Martín se tensó apenas, lo suficiente para que Carla lo notara, aunque él intentara disimularlo.

Martín:No, no es nada —contestó, manteniendo un tono relajado—. Solo mucho trabajo. Vos sabés cómo es esto.

Carla lo miró fijamente, con los brazos cruzados y una ceja arqueada.

Carla:Claro, sé que el trabajo puede ser estresante. Pero cuando llegás a casa parecés estar en otro mundo. No sé, Martín... hay algo que me preocupa. ¿Está todo bien entre nosotros?

La pregunta quedó flotando en el aire como una carga pesada. Carla había elegido el momento con cuidado, aunque sabía que también ponía en riesgo la calma de la cena.

Martín bajó la mirada hacia el mantel, y tras un breve silencio suspiró:

Martín:No, no es nada. Estoy solo un poco cansado. El trabajo es... intenso últimamente. Pero estoy bien, en serio.

Carla lo estudió en silencio unos segundos más, sin apartar sus ojos de él.

Carla:No te creo del todo —dijo finalmente, con voz baja pero firme—. A veces creo que te estás alejando, no solo de mí, sino de nuestra familia. ¿Estás seguro de que todo está bien?

Carla: "Sus palabras parecen vacías, como si intentara convencerme a mí misma. Es como si me estuviera escondiendo algo. ¿Qué estará pasando realmente en su mente?", pensó con un suspiro, conteniendo la incomodidad que le recorría el pecho.

Martín se acomodó en la silla, incómodo, y miró hacia otro lado, buscando distraerse en los movimientos de los chicos.

Martín:De verdad, Carla, no hay nada de qué preocuparse. Solo necesito descansar un poco más, nada más.

La respuesta le sonó ensayada, y la herida en Carla se hizo más evidente.

Carla:Está bien —dijo ella, con un dejo de tristeza—. Solo quería asegurarme de que todo estuviera bien. Si alguna vez necesitás hablar sobre algo, sabés que siempre estoy acá para vos.

A medida que Martín se sentaba a la mesa, fingiendo normalidad, Carla permaneció unos instantes en la cocina, observándolo con una mezcla de desconfianza, ternura y dolor.

Carla: "¿Por qué no me está diciendo la verdad? ¿Qué es lo que está tratando de ocultar?", pensó, apretando los labios y acomodando los platos como para refugiarse en esa rutina.

Mientras servía la comida, se detuvo un instante. Sus ojos seguían los gestos de Martín al interactuar con los niños, las sonrisas que parecían forzadas, los silencios estratégicos. Había un contraste demasiado evidente entre el esposo amoroso que trataba de representar y el hombre distraído que había estado viendo en las últimas semanas.

Carla: "Si esto sigue así, ¿qué pasará con nuestra familia? ¿Qué está haciendo él que le hace actuar de esta manera?", pensó, con un estremecimiento que le recorrió la espalda.


📍🛋️ Living de la casa – Noche

Esa noche, después de que los niños se fueron a dormir, la casa quedó envuelta en un silencio pesado. Carla se sentó sola en el sofá, con una taza de té caliente entre las manos. El vapor ascendía lentamente, pero ella no lo notaba. Sus pensamientos giraban una y otra vez en torno a su matrimonio y a Martín.

Carla: "Necesito averiguar qué está pasando. No puedo seguir viviendo con esta incertidumbre. Algo está ocurriendo, y debo descubrirlo.", pensó con firmeza, apretando la taza entre las manos como si buscara extraer de ella el calor que le faltaba en el pecho.

La cucharita de metal tintineó suavemente contra la taza cuando la dejó sobre la mesa baja del living. Luego se quedó unos segundos inmóvil, como si buscara fuerzas dentro de sí misma.

Finalmente, Carla se levantó del sofá con una resolución tranquila, pero firme. Decidió que no podía permitir que la incertidumbre siguiera afectando su vida y su familia.

Carla: "Voy a seguir observando y, si es necesario, confrontaré a Martín nuevamente. No puedo permitir que esto se convierta en un problema mayor."

Con ese pensamiento en mente, Carla se preparó para ir a la cama, esperando que la mañana siguiente le trajera más claridad sobre la situación.

Chapter 201: Verte pero no tenerte

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📍🏠 Casa de Martín – Mañana previa a la entrevista

Martín se preparaba para la entrevista con la calma que le daba el tiempo que pasaba frente al espejo. El miércoles por la tarde se le presentaba como un desafío, pero también una oportunidad para expresar su desacuerdo con la Ley Bases que había sancionado recientemente el gobierno. Aunque se había preparado extensamente sobre los temas políticos que iba a discutir, el tema de su familia lo inquietaba. Había sido un tema de interés mediático cuando él y Carla se casaron en 2011, y sabía que la pregunta sobre su vida personal podría surgir.

El reflejo del espejo mostraba a un hombre concentrado, ajustando la corbata y repasando mentalmente los puntos clave que debía exponer. Cada movimiento era medido, cada gesto calculado para transmitir seguridad y claridad frente a la cámara.


📍📺 Estudio de TN – Tarde

Martín llegó al estudio de TN con un aire de profesionalismo. Saludó a los productores y se preparó para la grabación. Mientras se ajustaba el micrófono, pensaba en la forma en que tendría que mantener el equilibrio entre expresar sus puntos de vista políticos y proteger su vida privada.

La entrevista comenzó con un tono profesional. El conductor, Daniel, le dio una cálida bienvenida.

Daniel:Buenas tardes, Martín. Gracias por venir. —dijo con una sonrisa cordial, acomodándose en su silla frente a la cámara.

Martín:Buenas tardes, Daniel. Gracias por la invitación. —respondió mientras asentía con la cabeza, intentando proyectar naturalidad.

Daniel:Vamos a empezar hablando sobre la Ley Bases. ¿Cuál es tu postura sobre esta nueva ley y cómo crees que afectará a los sectores sociales más desfavorecidos? —preguntó con tono inquisitivo, tomando notas sobre su cuaderno.

Martín:Bueno, mi postura es clara. Creo que la Ley Bases tiene varios puntos que son perjudiciales para los sectores más vulnerables de nuestra sociedad. Aunque entiendo la intención detrás de la ley, me preocupa que la implementación pueda exacerbar las desigualdades existentes y dejar a muchos ciudadanos en una situación aún más precaria. —dijo con firmeza, manteniendo contacto visual con el conductor.

Daniel:Entiendo. Cambiando un poco de tema, ¿cómo maneja la situación política actual en casa? ¿Tu familia está al tanto de tus preocupaciones y cómo te apoyan? —preguntó suavizando el tono, intentando acercarse a un lado más personal de Martín.

Martín se tensó ligeramente al escuchar la pregunta. Su rostro mostró una leve mueca de incomodidad antes de recomponerse.

Martín:Bueno, mi familia siempre ha sido un pilar fundamental en mi vida. Mi esposa Carla y mis hijos Gaspar y Catalina son mi mayor apoyo. Aunque el trabajo puede ser intenso y a veces complicado, siempre me esfuerzo por equilibrar mi vida profesional con la familiar. —rió suavemente— Gaspar, por ejemplo, siempre tiene alguna pregunta ingeniosa sobre política, y Catalina, con sus cuatro años, siempre encuentra la manera de alegrar nuestros días con sus ocurrencias.

El conductor asintió con una sonrisa comprensiva, pero Martín sentía la presión de mantener la calma. Sabía que su reacción a preguntas sobre su vida familiar podría interpretarse de diferentes maneras.

Daniel:¿Podrías contarnos alguna anécdota graciosa sobre tus hijos?

Martín:Bueno, hay una historia que siempre me hace reír. El otro día, mientras estábamos en la mesa, Gaspar me preguntó por qué no podía hacer las leyes como en los juegos de mesa, y Catalina intentó convencerlo de que las leyes eran como los colores de los dibujos. Fue una conversación muy divertida, y en esos momentos me doy cuenta de lo importante que es mantener el equilibrio en mi vida. —dijo con una sonrisa genuina que contrastaba con su preocupación interna.


📍🏠 Departamento de Ramiro – Tarde, después de tenis

Mientras tanto, en su lujoso apartamento en Puerto Madero, Ramiro Marra acababa de regresar de sus habituales prácticas de tenis en el club cercano. El cansancio físico se mezclaba con la inquietud emocional mientras entraba en su hogar, dejando la raqueta y la bolsa de deporte a un lado. Caminó hacia el living y encendió la televisión, dispuesto a pasar una tarde tranquila, haciendo zapping entre los canales.

Se detuvo al ver a Martín en la pantalla.

Ramiro:Ah, ahí está Martín. —murmuró para sí mismo, tomando asiento en el sillón y dejando que su mirada se fijara en la transmisión.

Ramiro lo observó con atención. La elegancia y el carisma de Martín eran innegables, y su inteligencia brillaba con cada palabra. Los rulos oscuros y los ojos marrones penetrantes de Martín capturaron la atención de Ramiro.

Ramiro: “Siempre tan impresionante, tan seguro de sí mismo. Me enamoré de cada una de sus cualidades, y ahora siento que todo eso está tan lejos de mí.” —pensó, con un nudo en el pecho.

La sonrisa de Martín en la pantalla hizo que el pecho de Ramiro se oprimiera.

Ramiro: “¿Será que esa sonrisa no es para mí? ¿Qué si Martín está feliz con otra persona? ¿Qué si su vida familiar es más perfecta de lo que imagino?” —susurró, bajando la mirada hacia sus manos entrelazadas sobre las piernas.

La canción "Laberintos" de Dread Mar I empezó a sonar en su mente mientras Ramiro cambiaba de canal distraídamente. Cada verso resonaba con el dolor que sentía en su pecho:

"Quiero volver a amar, y no seguir así"
"Y volver a sentir, aquello que perdí"
"Si no lo vuelvo a hacer, ya no despertaré"
"Pobre mi corazón, que está marchitándose"

Los versos calaban hondo en su corazón torturado.

Ramiro: “Cada palabra de esta canción parece hablar de lo que estoy viviendo. Me duele ver a Martín y pensar que podría estar con alguien más. ¿Cómo llegamos a este punto?” , pensó, frotándose la frente con las manos.


📍🏠 Dormitorio de Ramiro – Noche

Al llegar a casa, Ramiro se cambió a ropa cómoda y se echó en su cama, sintiéndose incapaz de comer. El lujoso departamento de Puerto Madero se sentía vacío y desolado. Las paredes de su dormitorio, decoradas con tonos cálidos y muebles elegantes, parecían no consolar su angustia.

Se acurrucó en la cama, buscando consuelo en la suavidad de las sábanas, pero el dolor seguía presente. Las lágrimas comenzaron a rodar por su rostro mientras pensaba en Martín.

Ramiro: “¿Qué hacer ahora? ¿Cómo puedo enfrentar este dolor?” , pensó, abrazando la almohada como un amuleto de contención.

Finalmente, el agotamiento y la tristeza se apoderaron de él, llevándolo a un sueño inquieto. En la tranquilidad de la noche, su mente seguía atormentada por las preguntas y los recuerdos de lo que había perdido, entremezclando la realidad con los deseos imposibles que su corazón aún guardaba.

Chapter 202: Decepción digital 💔📱

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📍🏢 Casa de amigos – Nordelta - Domingo a la tarde

Ramiro Marra estaba en casa de Jerónimo, uno de sus amigos, acompañado por el resto del grupo, tratando de despejar la mente de la rutina política que lo abrumaba. La risa y el murmullo de sus amigos llenaban el amplio living, mientras jugaban a cartas y comentaban la semana. El murmullo de los teléfonos, las conversaciones de los asistentes y el tecleo constante de los ordenadores, el soundtrack de su rutina semanal, habían quedado atrás. Aprovechó un breve receso para distraerse y decidió revisar Instagram en su celular. Lo que no esperaba era encontrarse con un golpe directo al corazón.

Al abrir la app, sus ojos se dirigieron rápidamente hacia la biografía de Martín Lousteau. La frase que antes solo mencionaba "Presidente de la @UCRNacional" había sido actualizada recientemente. Ahora incluía:

"Casado con una gran mujer. Papá de Gaspar y Catalina."

Ramiro sintió como si le hubieran dado una puñalada. El corazón se le aceleró, y un nudo en el estómago le hizo sentir que iba a vomitar. Las palabras parecían perforar cada esperanza que había guardado.

No solo eso, también se encontró con una historia reciente en la que Martín y Carla se besaban con ternura. Martín vestía una camisa blanca impecable, y Carla lucía un escotado vestido rojo brillante que hacía juego con su labial. La leyenda decía:

"Mi todo, hoy y siempre ❤️"

y la canción "La cosa más bella" de Eros Ramazzotti sonaba de fondo.

Sus amigos notaron de inmediato su cambio de humor. Jerónimo, con una ceja levantada, preguntó:

Jerónimo: —Che, Ramiro… ¿todo bien? Te pusiste serio de golpe.

Ramiro, sin levantar la mirada de su celular y con la voz seca, apenas respondió:

Ramiro: —Me cagaron...— dijo con un hilo de voz, antes de sumergirse nuevamente en la pantalla.

El resto del grupo intercambió miradas, comprendiendo que algo había alterado al amigo, aunque nadie se atrevió a preguntar más.

Ramiro: “¿Así que todo esto era una farsa? ¿Era necesario que subas esto justo ahora? ¿No hay manera de que puedas al menos tener un poco de tacto?” , pensó con furia y el corazón palpitando en la garganta.


📍📱 Mensajes de Instagram entre Ramiro y Martín

Con el corazón ardiendo, Ramiro decidió enviar un mensaje a Martín, tratando de expresar su dolor y frustración.

Ramiro: “Martín, entiendo que tengas tu vida privada y que quieras mucho a tu mujer. Pero, ¿a vos te parece subir esa historia, sabiendo que yo la iba a ver seguramente? Lo mismo con tu bio: ¿era tan necesario poner esa frase?”, escribió con los dedos temblorosos sobre la pantalla.

Martín tardó un rato en responder. Finalmente, le escribió:

Martín: “Ramiro, te quiero y todo. Pero tenés que aceptar que Carla es parte de mi vida, y que antes de conocerte a vos, estaba ella. Este tema ya lo charlamos. No es tan fácil lo nuestro. Cómo hago para empezar algo con vos, si en el medio está mi familia? Sé que te pedí sincerarte sobre tus sentimientos por mí, pero no es tan sencillo lo nuestro...” , su tono era calmado pero distante, dejando un vacío en cada palabra.

Indignado, Ramiro respondió con un tono más áspero, mezclando dolor y enojo:

Ramiro: “A ver, Tincho de mi corazón. Hubieras pensado en eso antes de comenzar este juego de miraditas indiscretas desde hace 5 años. Porque te recuerdo que fuiste VOS el que empezó esto. Y prefiero pensar que subiste esa foto con tu jermu porque ella te lo pidió, y no que lo hayas hecho por iniciativa propia 🙃” , sus dedos golpeaban la pantalla, y su respiración era entrecortada.

La respuesta de Martín fue fría y distante:

Martín: “Es cierto, pero yo te miré a vos así como puedo estar mirando a un perro o a una baldosa. ¿Y cuál es el problema si subí esa historia por iniciativa propia?”

Herido, Ramiro respondió con un mensaje lleno de enojo y tristeza:

Ramiro: “¿Qué te pasa, Martín?¿ Por qué de golpe estás tan cortado conmigo? Te recuerdo también que fuiste vos el que me decía que yo ‘te vuelvo loco’ y que ‘no me querés perder’. Sabés que con tus actitudes del asco estás logrando todo lo contrario, ¿no? Me re confundís, loco. Me decís todo eso, me das besos en la cara, me mirás como si me quisieras re chapar y después me ninguneás de esta forma tan asquerosa. Sabés qué? Quedate vos con ‘tu cosa más bella’, con ‘tu todo, hoy y siempre’ y tu mundo ideal mientras el mío se derrumba. Buena suerte, Martín. Pero ya me estoy pudriendo.” Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras enviaba el mensaje, sintiendo que su mundo se derrumbaba en tiempo real.


📍🏠 Casa de Martín – Mañana siguiente

Martín leyó el mensaje horas después, mientras se alistaba para el nuevo día laboral. Era lunes por la mañana, y él se encontraba en su baño, con las lágrimas acumulándose en sus ojos. El vapor de la ducha empañaba el espejo, mientras el agua tibia caía sobre su cuerpo, intentando aliviar la culpa que lo consumía.

El rostro de Martín se desfiguraba en un manto de emociones contradictorias. La imagen de la vida perfecta con Carla se mezclaba con el dolor de saber que Ramiro estaba sufriendo.

Martín: “¿Qué hice, loco? ¿Cómo pude ser tan insensible? Siento como si todo se estuviera derrumbando. Ramiro, ¿cómo pudimos llegar a esto?” —pensó con el corazón encogido, mientras el agua arrastraba sus lágrimas.

Se secó rápidamente, se vistió con su traje y se preparó para enfrentarse a un día lleno de reuniones y desafíos políticos. Sin embargo, la culpa y el dolor seguían aferrándose a él como sombras persistentes, y el peso de la decisión que debía tomar parecía cada vez más aplastante.

Chapter 203: El peso del silencio

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📍🏛️ Senado de la Nación — Miércoles, 08:00 am

Martín Lousteau llegó a la oficina del Senado más temprano de lo habitual, con una expresión tensa y una mente abrumada. El edificio todavía olía a café recién hecho y a papeles húmedos por la lluvia de la madrugada, mientras los pasillos resonaban con pasos apresurados de asesores.

La entrevista televisiva del miércoles había dejado cicatrices emocionales que le resultaban difíciles de ocultar. Cada palabra del periodista seguía rebotándole en la cabeza como un eco implacable.

Su conversación con Ramiro en Instagram y la respuesta fría de este último habían agitado aún más el mar de incertidumbres que lo atormentaba. Cada vez que miraba su celular en la mesa, sentía un nudo en el estómago, como si en la pantalla brillara la condena de algo irremediable.


📍🏙️ Puerto Madero — Mediodía

Ramiro Marra, en su departamento de Puerto Madero, estaba sentado en su sofá. El televisor apagado reflejaba apenas la silueta de su cuerpo encorvado, mientras el celular descansaba sobre la mesa baja, al alcance de la mano pero sin ganas de revisarlo. Afuera, el murmullo del río y el tránsito de la Costanera apenas lograban disimular el silencio que lo rodeaba.

La imagen de Martín en la historia de Instagram, con Carla y sus hijos, no dejaba de repetirse en su mente como una proyección cruel.

Ramiro: “¿Cómo puede ser que haya sido tan estúpido? ¿Cómo pude haber creído que había algo real entre nosotros?” pensó, con bronca, mientras se pasaba las manos por la cara. Sus pensamientos se arremolinaban en su mente, una mezcla de dolor, ira y tristeza.

El día de trabajo de Ramiro en el Congreso transcurrió con la misma intensidad y frialdad que había adoptado en los últimos días. El aire acondicionado del recinto, las discusiones estériles y el ruido de los pasillos se le hacían insoportables.
Sus colegas notaron su distancia, pero él se limitó a responder con monosílabos y sonrisas tensas. La presión y el desánimo se habían convertido en sus compañeros más constantes, como un abrigo del que no podía sacarse de encima.

Al llegar la tarde, Martín se reunió con algunos colegas para discutir temas legislativos. La conversación fue formal y centrada en los asuntos políticos, con papeles desparramados sobre la mesa y voces graves resonando en la sala, pero Martín no podía evitar sentirse desconectado.

Martín: “¿Qué estoy haciendo? ¿Cómo es posible que las cosas se hayan deteriorado tanto? No puedo seguir así, pero también no puedo hacerle esto a mi familia. ¿Qué hago ahora?” pensaba, mientras fingía tomar notas en su cuaderno.


📍🌙 Noches en soledad — 23:00 hs

La noche llegó y Ramiro decidió no salir. En lugar de eso, se quedó en casa, con las luces apagadas y el silencio como único compañero. El lujoso dormitorio, con sus grandes ventanales mirando al río, le resultaba una cárcel fría. Se sentó en el borde de su cama, mirando el vacío.

Las lágrimas volvieron a asomar mientras escuchaba la canción "Laberintos" de Dread Mar I en su radio, la misma que había escuchado días atrás. Cada verso le parecía una herida abierta en su corazón.

Ramiro: “Quiero volver a amar y no seguir así… Y volver a sentir aquello que perdí…” Los versos parecían resonar con cada fibra de su ser, recordándole el amor que había perdido y la confusión en la que se encontraba.

En otro rincón de la ciudad, Martín estaba en su apartamento, con la cabeza entre las manos después de una larga jornada. Había dejado la laptop prendida, con documentos oficiales abiertos, pero no lograba concentrarse. La sensación de culpa y el dolor de la distancia con Ramiro se habían vuelto insoportables.
La presión de mantener una fachada perfecta frente a su familia y a la opinión pública solo exacerbaba el conflicto interno que sentía.

Esa noche, Martín no podía dormir. Se daba vueltas en la cama, inquieto, con la sábana hecha un ovillo a sus pies. Sus pensamientos se centraban en Ramiro y en lo que había perdido. La mirada triste y herida de Ramiro, el mensaje de Instagram y la indiferencia que había mostrado en respuesta a su propio dolor eran demasiado difíciles de soportar.

Martín: “¿Cómo puede ser que haya llegado a este punto? Siento que he fallado a todos: a mi familia, a Ramiro, a mí mismo. No puedo seguir así. Necesito resolver esto de alguna manera.”

Carla Peterson, por su parte, notó el cambio en Martín. Aunque no podía poner el dedo en la llaga, el cambio en el comportamiento de su esposo no pasaba desapercibido. Sus constantes distracciones, su creciente irritabilidad y la distancia emocional que había adoptado comenzaban a preocuparla.

Carla:Martín, ¿estás bien? Te he notado un poco distante últimamente. ¿Está todo bien en el trabajo?— dijo con voz suave, buscándole la mirada.

Martín, intentando evitar el tema, respondió con una sonrisa forzada, acariciándole apenas la mano:

Martín:Sí, cariño, todo bien. Solo estoy un poco estresado con el trabajo. Nada de qué preocuparse.

Carla, aunque no del todo convencida, aceptó la respuesta y decidió darle a Martín el espacio que parecía necesitar. Sin embargo, su preocupación continuaba creciendo, y su intuición le decía que algo más profundo estaba ocurriendo.


Mientras tanto, Ramiro seguía luchando con sus emociones. La distancia con Martín, el dolor de ver su felicidad con otra persona y el conflicto interno de su propia vida eran demasiado para manejar. Cada momento en el que pensaba en Martín, sentía como si su corazón se desgarrara aún más. La idea de volver a estar con él parecía una ilusión lejana y dolorosa, y Ramiro no sabía si podría soportar la angustia que venía con ella.

Ramiro: “¿Será que alguna vez esto va a mejorar? ¿Podré superar este dolor y encontrar una forma de seguir adelante, o simplemente estoy condenado a vivir con esta angustia?”

Martín, aún sin encontrar una solución, se preparó para otro día de trabajo, sin saber qué le depararía el futuro. La creciente distancia con Ramiro y la incertidumbre sobre su propio futuro lo mantenían atrapado en un ciclo de ansiedad y tristeza. La tensión emocional entre ellos seguía creciendo, y cada día que pasaba sin resolver su conflicto solo añadía más peso a la carga que ambos llevaban.

Chapter 204: Entre el deseo y la culpa

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📍 Puerto Madero — Cocina del departamento de Ramiro, Jueves 23:47 hs

Ramiro Marra estaba sentado en la barra de su cocina, con una taza de café frío frente a él. El celular reposaba sobre la mesa, brillando cada vez que recibía una notificación. Pero Ramiro ni se molestaba en mirar. Lo único que su mente repetía era el impulso constante de querer escribirle a Martín Lousteau.

Ramiro: "¿Qué hago? ¿Le escribo? ¿O mejor lo dejo? No puedo dejarlo así… pero ¿para qué? Él ya tomó su decisión", pensó con bronca contenida.

Sus dedos temblaban sobre la pantalla mientras la tentación crecía. Había redactado y borrado al menos cinco mensajes en las últimas horas. El deseo de confrontarlo, de pedirle explicaciones, de rogarle una vez más que lo pensara, estaba ahí, latente, tan fuerte como siempre.

Ramiro: "¿Y si esta vez le digo lo que realmente siento? Pero ya lo sabe, ¿no? Él sabe lo que significó para mí desde el principio. ¿Para qué seguir?"

Cerró los ojos y respiró hondo. En su cabeza sonaba la canción “No voy a ser yo” de Dread Mar I, cada palabra como un espejo de lo que sentía. El teléfono vibró otra vez, pero no era Martín: era un colega del Congreso. Irrelevante. Lo dejó de lado, apretando los puños, luchando contra el impulso que lo consumía.


📍 Barrio de Caballito — Dormitorio de Martín, Jueves 23:59 hs

Martín Lousteau estaba sentado en el borde de la cama, mirando a Carla Peterson dormir plácidamente a su lado. La habitación estaba en penumbra, apenas iluminada por las luces de la ciudad que entraban por las ventanas. Los últimos días habían sido un torbellino emocional. Y la intimidad compartida con Carla la noche anterior solo había sumado más confusión a su vida.

Recordaba cómo ella, con voz temblorosa, le había confesado lo que llevaba tiempo guardando:

Carla:Martín, te siento tan distante… Ya no somos los mismos de antes. A veces me pregunto si todavía me amás. Me siento poco deseada, como si ya no te importara— le dijo, con lágrimas contenidas.

Sus palabras le cayeron como una losa. No supo qué responder, porque en el fondo parte de lo que ella decía era cierto. Su mente había estado en otro lugar, con Ramiro. Dividido entre el deseo y la culpa.

Martín: "¿Cómo puedo haberla lastimado tanto sin darme cuenta?", pensó, con un nudo en el pecho.

Esa noche, había cedido al deseo de reconectarse con Carla. Compartieron intimidad. Aunque físico, el momento lo dejó más confundido que nunca. Las caricias, los susurros, la mirada agradecida de ella después... solo sumaron más peso a la balanza. Una balanza que parecía inclinarlo hacia su familia y alejarlo de Ramiro.


📍 Departamento de Ramiro, viernes 09:12 hs

Ramiro seguía luchando con sus impulsos. El mensaje no enviado todavía estaba ahí, como un fantasma en su mente. Sabía que escribirle a Martín podría reavivar algo, pero también sabía que, en ese momento, Martín estaba más lejos que nunca.

Las historias de Instagram, las fotos con Carla, la bio… todo le gritaba lo mismo: Martín estaba levantando muros. Y esos muros parecían impenetrables.

Ramiro: "No puedo seguir insistiendo. Pero tampoco puedo rendirme, porque lo amo… No puedo simplemente olvidarlo. ¿Y si lo que pasó con Carla fue solo una fachada? ¿Y si está fingiendo?"

Sabía que no podía confrontarlo sobre su vida familiar. Sería cruel, egoísta. Pero el silencio lo estaba destrozando. Era como si Martín le hubiera dado un bocado del paraíso y después lo hubiera dejado caer al vacío.

Tomó el celular otra vez, abrió la conversación de Instagram con él. Los mensajes previos seguían ahí, cada palabra como un recordatorio del derrumbe. Pero, una vez más, se contuvo. Cerró la aplicación, arrojó el celular al sofá y se dejó caer, con la mirada perdida en el techo.


📍 Congreso de la Nación — Viernes 10:35 hs

Mientras tanto, Martín conducía hacia una reunión en el Congreso, intentando concentrarse en lo político. Pero su mente seguía atrapada en la charla con Carla y, sobre todo, en lo que significaba seguir sosteniendo esa fachada.

Martín: "No puedo hacer esto. No puedo dividir mi vida en dos. Tengo que ser claro con él, pero ¿cómo? ¿Cómo le explico que, aunque lo quiero, no puedo dejar a mi familia por él? No sería justo para nadie", reflexionó, apretando el volante.

Esa misma mañana, Carla lo había abrazado antes de salir de casa. Él, con un nudo en el estómago, le devolvió el gesto. Sabía que la distancia emocional que había creado entre ellos estaba haciendo mella. Y, al mismo tiempo, sentía que cuanto más intentaba aferrarse a su familia, más se alejaba de Ramiro.

Martín: "Tengo que poner límites. No puedo seguir arrastrando esto. Ramiro necesita entender que mi familia es mi prioridad. Y yo también tengo que aceptarlo."

La lucha interna lo acompañó todo el día. Mientras, Ramiro seguía lidiando con la suya. Ambos, atrapados en sus emociones, sentían que cada jornada los alejaba más. El amor y el deseo seguían latentes, pero las barreras que Martín levantaba parecían insalvables.

Ramiro: "Quizás simplemente tengo que dejarlo ir. No puedo competir con su familia. Y no debería tener que hacerlo", pensó, con la mirada perdida.

Pero, en el fondo, sabía que no sería tan fácil.

Chapter 205: El precio de lo "correcto"

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📍 Departamento de Ramiro Marra, Puerto Madero — Madrugada

El departamento de Ramiro Marra estaba oscuro, apenas iluminado por la luz del celular que sostenía en las manos. Después de horas de deliberación, su impulso había ganado. Con el corazón en la garganta, abrió WhatsApp y, sin pensarlo más, escribió el mensaje que tanto había contenido.

Ramiro: "Martín, necesito verte. No puedo seguir así. No puedo dejar de pensar en vos. Sé que dijiste que esto no puede ser, pero me duele demasiado no intentarlo una vez más. Te amo. Me enamoré de vos de una manera que no puedo explicar, y no puedo seguir ocultando lo que siento. Decime si podés hablar, por favor."

Lo leyó una y otra vez antes de enviar el mensaje. Sabía que no habría vuelta atrás después de eso, pero ya no le importaba. Lo único que quería era ser honesto, dejar de reprimir lo que había sentido por tanto tiempo.

El "visto" llegó casi al instante. Ramiro se quedó mirando la pantalla, esperando que Martín respondiera. Pasaron unos segundos que se sintieron como una eternidad, hasta que finalmente apareció la respuesta.

Martín: "Nos vemos mañana. Hablemos en persona. Te paso la dirección."


📍 Santa Roseta, Belgrano — Mañana siguiente

A la mañana siguiente, Martín Lousteau había elegido un lugar discreto para encontrarse con Ramiro, una pequeña cafetería en el barrio de Belgrano, lejos del bullicio del centro. Era un lugar tranquilo, casi vacío, ideal para evitar cualquier mirada indiscreta. Estaba dispuesto a ser claro y firme con Ramiro, aunque por dentro se sentía como un caos. Había pasado toda la noche recordando lo que había sucedido con Carla y el peso de la realidad que lo rodeaba.

Se sentó en una de las mesas del fondo, tratando de ordenar sus pensamientos mientras miraba la entrada del lugar. Su mente iba y venía entre lo que había sentido por Ramiro y la vida que había construido con Carla y sus hijos. No podía dejar de pensar en el daño que todo esto estaba causando.

Al poco tiempo, vio entrar a Ramiro. Estaba claramente nervioso, con las manos metidas en los bolsillos y una expresión de angustia en el rostro. Sus miradas se cruzaron, y Ramiro caminó hacia él con pasos lentos pero decididos. Martín lo observó acercarse, sintiendo un nudo formarse en su estómago.

Ramiro: —Hola.

Martín: —Hola. Sentate, por favor.

Ramiro se sentó frente a él, y por un momento ambos se quedaron en silencio. La tensión en el aire era palpable. Finalmente, Martín tomó la iniciativa.

Martín: —Ramiro, quiero que entiendas algo... No quería que esto llegara hasta este punto. Yo también siento algo por vos, pero no podemos seguir con esto. Es simplemente imposible.

Ramiro lo miraba con una mezcla de dolor y confusión. No podía creer que, después de todo, Martín estuviera decidido a alejarse de él.

Ramiro: —¿Imposible? ¿Por qué? Decime la verdad, ¿alguna vez pensaste en nosotros como algo real? Porque yo lo hice, Martín. Lo hice tantas veces.

Martín cerró los ojos por un momento, como si intentara reunir fuerzas para responder. Cuando volvió a mirarlo, sus ojos estaban llenos de lágrimas.

Martín: —Sí. Sí, lo pensé. Te juro que lo hice. Pero cada vez que lo pensaba, el peso de la realidad me caía encima. Tengo una familia, Ramiro. Estoy casado. Nunca estuve en una relación con un hombre, nunca fui íntimo con un hombre, y no sé cómo manejar todo esto. No puedo dejar lo que tengo. Mis hijos, Carla... no puedo destruir mi vida por algo que no sé si podría funcionar.

Ramiro lo escuchaba, con el corazón apretado y las manos temblando. Cada palabra que Martín decía era un golpe más.

Martín: —Me volvés loco, Ramiro. Me atraés de una manera que no puedo explicar. Me encanta que seas un pibe tan dulce, inteligente y tan lindo. Pero lo mejor para vos no soy yo. Necesitás conocer a alguien de tu edad, alguien con quien puedas ilusionarte, no fijarte en un tipo casado que es 12 años mayor que vos.

Ramiro lo interrumpió, con la voz quebrada por la emoción.

Ramiro: —No puedo creer que me digas esto. ¡No es solo una cuestión de edad, Martín! No es solo una cuestión de estar casado. Si de verdad me amás, ¿por qué no luchar por esto? ¿Por qué no intentarlo, aunque sea? Vos sabés lo que significás para mí. No te puedo ver como un simple amigo. No puedo mantener una relación de mera amistad con alguien a quien veo como mi todo. ¡Me robaste el corazón!

Martín agachó la cabeza, sintiendo el peso de las palabras de Ramiro. Quería decirle que todo lo que decía era cierto, que él también lo había pensado, pero que el miedo y la incertidumbre lo paralizaban.

Martín: —No es tan simple, Ramiro. Si llegara a filtrarse algo de lo nuestro, sería un escándalo a nivel nacional. Somos políticos, no podemos permitirnos ese nivel de exposición. Además, pertenecemos a partidos opuestos... Nos volveríamos la burla política más grande de este país. No quiero perderte, pero esto no puede ser más que lo que ya fue.

Ramiro, con lágrimas corriendo por sus mejillas, no podía aceptar lo que escuchaba.

Ramiro: —Eso no me importa, Martín. La política, la gente, nada de eso me importa si estamos juntos. ¿Sabés lo que me duele más? Que siento que vos nunca realmente me amaste. Siempre fue una distracción pasajera para vos, ¿no? Si de verdad me quisieras, lucharías por lo nuestro.

Las palabras de Ramiro lo golpearon como una daga en el pecho. Martín, al borde del llanto, no podía responder de inmediato. No quería admitir que Ramiro tenía razón en parte, pero tampoco podía enfrentarse a sus propios miedos.

Martín: —No soy cobarde, Ramiro. Solo estoy siendo realista.

Ramiro: —Sos un cobarde, Martín. Sos un cobarde porque no te atrevés a luchar por lo que realmente amás. Si alguna vez me quisiste, aunque sea un poco, no entiendo cómo podés dejarme así.

Ramiro se levantó de la mesa, limpiándose las lágrimas con rabia. Las palabras de Martín, aunque coherentes, lo habían destrozado.

Ramiro: —No puedo hacer lo que me pedís. No puedo ser tu amigo. Y si querés que empiece a amar a alguien más, eso haré. Pero nunca voy a perdonarte por haberme ilusionado tanto, si al final amarme nunca estuvo en tus planes.

Sin mirar atrás, Ramiro salió del lugar, con el corazón roto y lágrimas incontenibles.


📍 Camino a Puerto Madero — Mediodía

Se subió a su auto y, mientras manejaba hacia su casa en Puerto Madero, el dolor lo consumía. Cada kilómetro lo alejaba más de Martín, pero no de los sentimientos que aún lo mantenían atado a él

Chapter 206: La tormenta interna de Martín

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📍🌆 Parque Rivadavia – Atardecer

El cielo de Caballito se teñía de un azul profundo mientras el sol se escondía tras los edificios. Martín Lousteau salió del café con el corazón destrozado y el rostro humedecido por las lágrimas. A pesar de la frescura de la tarde, se sentía abrumado por un calor interno que no podía controlar. Con la cabeza baja y las lágrimas sin parar, se dirigió a su auto y, sin rumbo fijo, comenzó a conducir por las calles del barrio. Necesitaba alejarse de su casa, no quería que Carla o sus hijos lo vieran en ese estado. No estaba en condiciones de enfrentar la realidad de su hogar.

El auto se deslizó lentamente hasta detenerse frente a su casa. Martín se bajó sin prisas, y en lugar de entrar a su hogar, decidió dar un paseo sin dirección, con la mente en caos. Sus pasos eran pesados, y las calles conocidas se convirtieron en un laberinto de pensamientos tortuosos.

Cada esquina parecía girar en torno a su dolor. Recordaba los momentos con Ramiro, la intensidad de sus sentimientos y la forma en que se había dejado llevar por una esperanza que, ahora, parecía estar completamente destruida. La noche caía, y con ella, la sensación de vacío se hacía más profunda. Martín caminaba lentamente, sin notar la llegada de la oscuridad.


📍🪑 Banco del parque – Reflexión y desahogo

Finalmente, se detuvo en un banco del parque Rivadavia, un lugar que había frecuentado en sus momentos de reflexión. Se sentó, sacó su teléfono y, con la voz quebrada por la emoción, escribió un mensaje a Nicolás del Caño, su amigo cercano, en busca de desahogo.

Martín: "Nico, necesito hablar. Cometí un gran error y estoy perdido. No sé qué hacer. Me duele tanto. Por favor, si podés, contestame."

Nicolás, que ya estaba al tanto de los sentimientos de Martín por Ramiro Marra, recibió el mensaje mientras se encontraba en casa. Aunque había escuchado sobre la tormenta emocional de Martín, no esperaba que las cosas llegaran a este punto.

Nicolás: "Martín, estoy aquí para vos. ¿Qué pasó? ¿Por qué estás tan mal? Respondeme cuando puedas."

Las palabras de Nicolás llegaron como un alivio para Martín. Con el teléfono temblando en sus manos, Martín decidió responder de inmediato.

Martín: "Tuvimos una conversación hoy, Ramiro y yo. Le dije todo lo que sentía, pero la realidad es que no puedo estar con él. Estoy casado, tengo una familia, y eso es lo más importante. Le expliqué todo, pero él estaba tan herido. Me costó decirle que no podemos estar juntos. Lo peor es que yo también lo amaba, pero no puedo dejar mi vida actual por algo incierto. Me duele tanto, Nico. No sé si hice bien o mal, pero estoy devastado."


📍💬 Conversación digital – apoyo y reflexión

Nicolás, sorprendido y preocupado, comprendía la dificultad de la situación, pero no podía evitar cuestionar la decisión de Martín.

Nicolás: "Martín, entiendo que estás en una posición complicada, pero me sorprende que no hayas intentado luchar un poco más. Si realmente lo querías, ¿no creés que valdría la pena hacer un esfuerzo, incluso si es arriesgado? A veces, lo que parece un gran sacrificio puede ser lo más importante. Estoy aquí para escucharte, pero también quiero que pienses en lo que realmente querés. No estás solo en esto."

Martín sintió una punzada en el pecho al leer el mensaje. Sabía que Nicolás tenía razón, pero la realidad era que estaba abrumado por el miedo y la responsabilidad hacia su familia.

Martín: "Lo sé, Nico. Estoy tan confundido. En el fondo, siento que hice lo correcto al priorizar a mi familia, pero no puedo dejar de sentir que he perdido algo muy valioso. Me duele mucho, y ahora, más que nunca, me siento solo. No puedo cambiar lo que ya pasó, pero agradezco que estés aquí para escucharme."

Nicolás leyó el mensaje con una mezcla de compasión y preocupación. Quería ofrecer más consuelo a su amigo, pero también sabía que Martín tenía que enfrentar sus decisiones.

Nicolás: "Estoy aquí para vos, Martín. Lo que necesites, estoy para escucharte y apoyarte. Solo quiero que no te hundas en el dolor. A veces, el amor se presenta en formas inesperadas, y no siempre es fácil. Lo importante es que te tomes el tiempo necesario para sanar y reflexionar. Y cuando estés listo, podemos hablar más. No estás solo en esto."


📍🌃 Cierre – esperanza en medio de la tormenta

Martín guardó el teléfono, sintiendo un leve consuelo en las palabras de Nicolás. Aunque su dolor no desaparecía, al menos tenía a alguien en quien confiar mientras intentaba encontrar un camino a seguir. Se levantó del banco, con la esperanza de que, con el tiempo, pudiera encontrar un equilibrio entre su amor y su responsabilidad. Mientras caminaba hacia su auto, el frío de la noche le recordó que, a pesar de todo, tenía que seguir adelante, tratando de encontrar paz en medio de su tormenta interior

Chapter 207: El vacío luego de la ruptura

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📍☀️ Puerto Madero – Amanecer en casa de Ramiro

El sol se asomaba tímidamente por las ventanas de la casa de Ramiro Marra en Puerto Madero, iluminando una habitación que, aunque lujosa, se sentía vacía. El joven se despertó temprano, con los ojos aún hinchados de tanto llorar la noche anterior. La conversación con Martín seguía dando vueltas en su cabeza, como una película en repetición. Se levantó lentamente, su cuerpo pesado por el agotamiento emocional, y caminó hasta la ventana, desde donde observó la ciudad despertar. La belleza de Buenos Aires contrastaba con el desorden interno que sentía.

Ramiro no tenía ganas de enfrentarse al día. Quería permanecer en su cama, aislado del mundo, pero sabía que tenía que seguir adelante, al menos en lo profesional. El mercado no se detenía, y él tampoco podía permitirse una pausa prolongada, por más dolor que sintiera. Sabía que enfrentarse a la rutina sería un desafío, pues todo le recordaba a Martín Lousteau. A pesar de sus diferencias políticas, siempre había admirado la mente brillante de Martín, y en esos momentos era difícil separar lo profesional de lo personal.

Tomó su teléfono, revisó las notificaciones, pero lo único que buscaba era un mensaje de Martín que nunca llegaría. Sentía una necesidad irracional de escribirle, de intentar arreglar las cosas, pero el recuerdo de las últimas palabras que intercambiaron lo detenía. No había vuelta atrás, y aunque lo odiaba, lo aceptaba a regañadientes.


📍🏠 Caballito – Amanecer en casa de Martín

Por otro lado, en Caballito, Martín se despertaba más tarde de lo habitual. La caminata nocturna y su conversación con Nicolás del Caño no habían sido suficientes para calmar su mente. Se sentía atrapado entre el amor que sentía por Ramiro y el compromiso que había asumido con su familia. Carla dormía profundamente a su lado, ajena al conflicto interno que consumía a Martín. Su mente estaba llena de pensamientos sobre Ramiro, y al mismo tiempo, de culpa por haber traicionado a su familia emocionalmente.

Mientras se preparaba el café, miraba su teléfono. No había ningún mensaje de Ramiro, y por un momento sintió alivio. Sabía que si Ramiro hubiera intentado contactarlo, podría haber sucumbido nuevamente a esos sentimientos. No podía permitírselo. Pero, a pesar de todo, había una parte de él que lo extrañaba profundamente, que se preguntaba qué estaría haciendo, si estaría bien.

Martín tenía que mantener las apariencias frente a su familia. Carla lo miraba extrañada, notando la distancia en su comportamiento, aunque no le preguntaba directamente. Habían tenido una conversación íntima la semana anterior, donde ella le expresó sus inseguridades sobre su relación. Martín había intentado reconectar con ella físicamente, pero su mente siempre volvía a Ramiro. A pesar de su esfuerzo por priorizar a su familia, el peso del amor que sentía por Ramiro seguía latente en cada rincón de su vida.


📍🏢 Oficina de Ramiro – Primer día tras la ruptura

El primer día tras la ruptura fue tortuoso para ambos. En la oficina, Ramiro intentaba concentrarse, pero el nombre de Martín surgía en cada conversación política, cada debate mediático. Las notificaciones de noticias con su nombre lo perseguían, y aunque intentaba ignorarlas, cada mención le causaba un pequeño puñal en el pecho. Decidió sumergirse en el trabajo, como una forma de evitar pensar, aunque sabía que era solo una distracción temporal.


📍🏛️ Congreso – Silencio y dudas de Martín

Martín, por su parte, lidiaba con las reuniones y el constante ruido del Congreso. Sin embargo, cada vez que se encontraba en silencio, ya fuera en su oficina o en su auto, los recuerdos de su conversación con Ramiro lo abrumaban. Se preguntaba si había tomado la decisión correcta, si realmente era posible dejar atrás ese amor. Sabía que la respuesta no era tan sencilla como había querido creer. Las dudas y el arrepentimiento lo acechaban en cada esquina.


📍🗓️ Días posteriores – Evitación y recuerdos

Los días siguientes no fueron más fáciles. Ambos comenzaron a evitar los medios para no tener que enfrentarse a la realidad de que seguían cruzándose, aunque fuera en el plano profesional. Los amigos en común notaban algo extraño, pero ninguno de los dos estaba dispuesto a explicar lo sucedido.

Ramiro intentaba salir, distraerse con eventos y compromisos sociales, pero su mente volvía a Martín cada noche, cuando se encontraba solo. Sabía que el tiempo curaba las heridas, pero también sentía que había algo especial en Martín que no podría borrar tan fácilmente. Los recuerdos de sus conversaciones profundas, de los momentos robados que compartieron, lo asaltaban cuando menos lo esperaba. Se preguntaba si algún día dejaría de doler.

Martín, por su parte, se aferraba a su familia más que nunca. Pasaba más tiempo con Carla y sus hijos, intentando compensar la distancia emocional de las últimas semanas. Carla, aunque agradecida por su esfuerzo, seguía sintiendo que algo estaba mal. Martín estaba presente físicamente, pero su mente seguía ausente. Lo notaba en su mirada, en su forma de hablar, como si estuviera siempre en otro lugar. Pero él no se atrevía a confesarle la verdad.


📍⏳ Aceptación a regañadientes

A medida que los días avanzaban, ambos hombres comenzaban a aceptar la realidad de que lo suyo había terminado antes de empezar realmente. Sin embargo, el vacío que dejó esa decisión seguía presente, y sabían que, aunque el tiempo les ayudaría a sanar, el recuerdo de lo que pudieron haber sido quedaría con ellos por mucho tiempo

Chapter 208: Cuando el cielo peligra

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📍☀️ Caballito – Despertar en casa

Carla Peterson despertó como cualquier otro día en su casa de Caballito. La luz de la mañana se filtraba entre las cortinas de la habitación, y al estirar su brazo, sintió el lado de la cama vacío. Martín no estaba ahí, pero eso ya no era sorpresa. Desde hacía semanas, él se levantaba antes que ella, más temprano de lo habitual, como si quisiera evitar algo. O a alguien.

Carla se quedó unos minutos en la cama, observando el techo mientras su mente navegaba por la rutina de los últimos días. Sabía que algo no estaba bien. Podía sentirlo en el aire, en los gestos pequeños de Martín, en sus silencios prolongados. Siempre había sido una persona algo reservada, pero había algo distinto en la forma en que la miraba ahora, algo que no lograba descifrar, como si una sombra permanente cubriera sus pensamientos.

Con un suspiro, se levantó y fue hacia la cocina, donde encontró a Martín preparando café. Él levantó la vista brevemente, la saludó con una sonrisa débil, y luego volvió a centrarse en la cafetera, como si estuviera evitando una conversación que, inevitablemente, algún día tendrían que tener.

Carla: —¿Dormiste bien? —preguntó Carla, intentando sonar despreocupada.

Martín: —Sí... más o menos —respondió Martín, sin mucho entusiasmo.

Esa era otra señal. Desde hace un tiempo, Martín apenas respondía con más de dos o tres palabras cuando hablaban. Antes, solían reírse de cualquier cosa, planificar juntos el fin de semana, o simplemente charlar sobre el día a día. Pero ahora, parecía que cada conversación con él era un esfuerzo, una puerta que no quería abrir del todo.


📍☕ Cocina – Miradas y silencios

Carla se sirvió un café y se sentó en la mesa. Lo observó mientras él revisaba su teléfono, como si estuviera buscando algo, pero no sabía qué. Los ojos de Martín estaban siempre cansados, como si llevara una carga invisible que se rehusaba a compartir con ella.

Carla: —¿Hay algo que quieras contarme? —se atrevió a preguntar después de unos segundos de incómodo silencio.

Martín levantó la mirada, sorprendido por la pregunta. Abrió la boca para responder, pero luego la cerró. No fue necesario que lo dijera. Carla ya sabía la respuesta: había algo que no le estaba contando, algo que lo estaba consumiendo lentamente.

Martín: —No, está todo bien, sólo un poco de estrés con el trabajo —dijo finalmente, evitando su mirada mientras tomaba un sorbo de café.

Carla asentía, pero por dentro no le creía. Conocía a Martín lo suficiente para saber que no era solo el trabajo lo que lo tenía así. El problema era que no sabía cómo llegar a él. Habían intentado reconectar como pareja, y en algún momento había sentido que las cosas iban mejor, pero últimamente... él estaba distante nuevamente.


💭 Recuerdos de Carla y vacío

Recuerdos de la semana anterior inundaron su mente, cuando le había expresado sus inseguridades, su miedo a que ya no la deseara. Él la había escuchado, había intentado reconectar, pero algo seguía faltando. La pasión de antes ya no estaba, y aunque Martín la había mirado y tocado con cariño, había una parte de él que no estaba presente. Lo había sentido en su piel, en sus caricias: un vacío, como si estuviera haciendo un esfuerzo consciente para estar allí, pero su mente seguía en otro lado.

Carla se puso de pie y caminó hacia la ventana de la cocina, mirando las calles de Caballito, que ya estaban llenas de vida. Su mente viajaba al pasado, recordando los momentos felices que habían compartido con los chicos, los viajes, las cenas improvisadas. Esos recuerdos siempre la reconfortaban, pero ahora, en medio de la incertidumbre, se sentían como un eco lejano.


📱 Almuerzo y conversaciones externas

Durante el día, Carla intentó sumergirse en sus propios asuntos. Tenía reuniones, compromisos, pero no podía dejar de pensar en Martín. Era como una presencia constante en el fondo de su mente. ¿Qué le estaba ocultando? No podía evitar sentirse insegura. Había algo más profundo, algo más grave de lo que Martín estaba dispuesto a compartir, y aunque lo intentara, Carla no podía ignorar esas señales.

Más tarde, mientras almorzaba sola, revisaba su teléfono distraída cuando recibió un mensaje de su amiga Soledad. La conversación era ligera, pero terminó desviándose hacia Martín, como si las preocupaciones de Carla no pudieran quedarse dentro de ella por mucho más tiempo.

Soledad: —¿Cómo va todo con Martín? —preguntó Soledad, siempre atenta.

Carla: —Bien... en general. Aunque lo noto raro, ¿viste? Como si estuviera más ausente que de costumbre —respondió Carla.

Soledad tardó unos segundos en responder, pero cuando lo hizo, sus palabras resonaron profundamente.

Soledad: —Car, vos conocés a Martín mejor que nadie. Si hay algo que te inquieta, es porque probablemente tenés razón. Capaz que necesita hablar, pero no sabe cómo. Vos no sos de las que se queda esperando, ¿no?

Carla leyó el mensaje varias veces. Sabía que Soledad tenía razón. No podía quedarse en silencio esperando que las cosas cambiaran solas. Pero, ¿cómo podía llegar a Martín si él no estaba dispuesto a abrirse? Se sentía atrapada en una relación que, aunque aún le importaba, parecía estar tambaleándose.


🌆 Atardecer y llegada de Martín

Esa tarde, mientras esperaba que Martín llegara del trabajo, pensó en la posibilidad de enfrentarlo directamente, de preguntarle qué estaba pasando. Pero también temía su respuesta. ¿Y si lo que sentía era peor de lo que imaginaba? ¿Y si ya no había vuelta atrás?

Cuando Martín llegó, lucía como siempre: cansado, algo distante. Carla lo observó mientras él se quitaba el saco y dejaba su teléfono sobre la mesa. Había una tristeza en su mirada que no había visto antes, una especie de melancolía que no sabía cómo explicar.

Se sentaron a cenar, y aunque intentaron conversar sobre cosas triviales, la distancia entre ellos seguía presente, palpable, como una barrera invisible que ambos habían levantado pero que ninguno sabía cómo derribar.

Carla: —Martín, si necesitás hablar de algo... —comenzó Carla, con la voz temblorosa.

Martín levantó la mirada, y por un momento, pareció a punto de decir algo importante. Pero luego negó con la cabeza y sonrió débilmente.

Martín: —No te preocupes, amor. Sólo estoy un poco agotado. Va a pasar.

Carla lo miró fijamente, buscando una señal, una verdad que pudiera darle algo de claridad. Pero lo único que encontró fue el mismo silencio que había estado acompañándolos en los últimos meses.

Sabía que el tiempo no estaba a su favor. Y aunque amaba a Martín, no podía evitar sentir que, poco a poco, lo estaba perdiendo. Lo que fuera que estaba cargando en su interior, aún no estaba dispuesto a compartirlo con ella.

Y Carla no sabía cuánto más podría soportar esa incertidumbre.

Chapter 209: Nuevas direcciones

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📍🏛️ Senado – Pasillos y rutina

Ramiro Marra caminaba con un aire renovado por los pasillos del Senado. Los últimos días habían sido distintos: más ligeros, como si se hubiera quitado un peso de encima, o al menos eso aparentaba. Sus compañeros lo notaban más relajado, incluso con una sonrisa ocasional que antes parecía inexistente.

Pero, a pesar de su fachada, algo seguía faltando. En el fondo, por más que lo negara o intentara ignorarlo, seguía pensando en Martín Lousteau. Era difícil, después de todo, olvidarse de alguien que había tocado cada rincón de su corazón.

Mientras saludaba con amabilidad a algunos colegas y se detenía a comentar brevemente sobre los proyectos del día, Ramiro sentía que su mente divagaba entre la rutina y recuerdos imposibles de evadir. Cada sonrisa, cada mirada de Martín, cada conversación pendiente... todo regresaba en un loop silencioso que no podía controlar.


💪 Gimnasio y tenis – Escape momentáneo

Desde que habían "cortado" hacía ya bastante, Ramiro había hecho lo posible por reconstruir su vida. Se inscribió en un gimnasio, retomó sus clases de tenis, y cada actividad física le daba un momento de desconexión, una excusa para no pensar en lo que podría haber sido.

Mientras sostenía la raqueta, golpeaba la pelota con fuerza y escuchaba el sonido seco del impacto, Ramiro intentaba convencer a su mente de que estaba bien. Que podía seguir adelante. Pero incluso en esos momentos de calma, su pensamiento regresaba a la figura de Martín: la voz, la risa, la ternura contenida.

“Pensar que podríamos haber pasado Navidad y Año Nuevo juntos… Si no hubieras sido tan cobarde”, se dijo a sí mismo con un suspiro mientras se preparaba para la última sesión del día en el Senado. Cada palabra resonaba en su cabeza, un recordatorio punzante de lo que había perdido.


📱 Grindr y nuevas posibilidades

Sin embargo, Ramiro había decidido que no podía seguir aferrado al pasado. No podía esperar que Martín, un hombre casado y con hijos, diera un giro tan drástico en su vida por él. Así que, una noche, casi por impulso, se descargó Grindr.

Nunca había sido fan de las apps de citas, siempre las había considerado superficiales, pero en ese momento cualquier distracción era bienvenida.

Pasaron algunos días en los que navegó por la aplicación, conversando con distintos hombres, aunque sin mucho interés real. La mayoría de las conversaciones se sentían vacías, mecánicas, como si nada pudiera reemplazar lo que había tenido con Martín.

Pero una tarde, mientras descansaba después de una intensa sesión de tenis, su celular vibró con una notificación. Era un match: Adrián Rómulo Gioia, 35 años, moreno de rulos y ojos verde oliva, vivía cerca, en la misma ciudad. La descripción de su perfil lo describía como alguien divertido, sociable, con un gusto por la buena comida y el cine clásico.

Ramiro, intrigado, decidió responder. La conversación fluyó con naturalidad, más de lo que esperaba. Adrián tenía un humor fresco, pero también una madurez que Ramiro encontraba atractiva. Después de unos días de intercambio de mensajes, ambos acordaron conocerse en persona.

Mientras organizaba la cita, Ramiro se sintió dividido. Parte de él estaba emocionado de conocer a alguien nuevo, alguien que lo hiciera olvidar por completo a Martín. Pero otra parte, la que aún guardaba sus recuerdos más íntimos con Lousteau, se preguntaba si realmente estaba listo para seguir adelante.


👔 Preparativos y expectativas

El día de la cita llegó rápido. Ramiro se vistió con una camisa oscura, un par de jeans ajustados y una fragancia que solía recibir cumplidos. Mientras se miraba al espejo, trató de sonreírse a sí mismo, convencido de que debía darle una oportunidad al futuro.

Aunque por dentro aún sentía la ausencia de Martín. Cada pliegue de su sonrisa fingida recordaba un momento compartido que parecía irrepetible.

Al salir de su departamento, Ramiro respiró hondo. El aire de Puerto Madero olía a ciudad y río, un aroma familiar que ahora le traía la promesa de un encuentro distinto, uno que no debía comparar con lo perdido.


🌆 Camino al encuentro – Reflexiones y ansiedad

Mientras caminaba hacia el lugar acordado para la cita, la luz de la ciudad le recordaba que la vida seguía su curso. Aunque sus sentimientos se quedaran atrás, anclados en un amor imposible, debía abrirse a nuevas posibilidades.

Cada paso era un recordatorio de lo que aún lo movía por dentro: la mezcla de emoción y temor, de ilusión y nostalgia. ¿Podría realmente conectar con alguien más? ¿O cada sonrisa, cada palabra de Adrián, sería solo un parche sobre un corazón todavía ocupado por Martín?

Ramiro se obligó a pensar en el presente, a concentrarse en la conversación que estaba por tener. Pero una parte de él sabía que, por más que intentara llenar ese vacío, los recuerdos con Lousteau no se irían tan fácilmente. Cada gesto, cada detalle compartido, seguía grabado en su memoria, latiendo como un eco de lo que podría haber sido.

Chapter 210: Match inesperado

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🌆 Puerto Madero, la llegada

Adrián Rómulo Gioia no era el típico hombre que uno se encontraba en Grindr. A sus 35 años, había logrado lo que muchos soñaban: vivía en un lujoso departamento de Puerto Madero, cerca del Puente de la Mujer, una zona que ofrecía tanto exclusividad como belleza. Detrás de esa vida acomodada y su éxito como médico psicólogo, había una historia de sacrificio y esfuerzo.

Su especialidad en psicología clínica le había ganado respeto entre colegas y pacientes. Amaba su profesión, pero también sabía cuándo desconectar.

Deportista de corazón, encontraba en el fútbol, el tenis y el pádel un refugio. Racing era su gran pasión: se dejaba la garganta en cada partido, incluso desde el sillón de su living.

La música lo acompañaba siempre: Charly, Fito y la sinfonía de Beethoven en los auriculares cuando necesitaba paz. Progresista en sus ideas políticas, nunca había sido militante. Había votado a la izquierda, pero también observaba con fascinación el fenómeno libertario. Javier Milei le resultaba polémico, pero era Ramiro Marra quien le generaba intriga.

Lo había seguido durante las elecciones de 2023. Jamás se le cruzó por la cabeza que ese hombre de la tele, expuesto y verborrágico, estaría en Grindr.

Adrián:"Seguro es falso", pensó cuando vio el perfil.

Pero a Ramiro le escribió igual. Y el match llegó. Y la respuesta también. Y ahí estaban.

Un Jueves a las 19:30, Adrián entraba al restaurante elegido: Cabaña Las Lilas. El ambiente tenía ese aire sofisticado de Puerto Madero: luces cálidas, mesas con manteles impecables, copas brillando bajo la penumbra y el río de fondo, sereno.

Al recorrer el salón, sus ojos lo encontraron. Ramiro estaba junto a un ventanal. Camisa blanca arremangada, jeans oscuros. Tenía un aire relajado, aunque sus dedos jugueteaban con la copa vacía, delatando cierta ansiedad.

Adrián:"Es más lindo en persona… pensó el psicólogo, sintiendo que un cosquilleo le recorría la piel. Al acercarse, Ramiro levantó la vista y sonrió.

Ramiro: —¡Adrián! Qué bueno verte en persona —dijo, poniéndose de pie y extendiendo la mano.

Adrián, nervioso pero decidido, le sostuvo la mirada.
Adrián: —Cuando vi tu perfil en Grindr, pensé que era puro clickbait, viste, una cuenta falsa. Hay que tener cuidado hoy en día… —se rió, dejando caer la tensión—. Pero sos mucho más lindo en persona. Divino, me atrevería a decir.

Ramiro, sorprendido por el cumplido, sintió un leve calor en las mejillas.
Ramiro: —Jajajaja, gracias. Vos también sos más fachero en persona… y veo que existís de verdad.

Ambos rieron. Y se sentaron.


🍷 La cena y la complicidad

El mozo se acercó, desplegando con precisión el menú. Adrián pidió una entraña jugosa con papas rústicas; Ramiro optó por un ojo de bife al punto con puré de calabaza y jengibre. Dos copas de malbec tintinearon sobre la mesa.

La conversación fluyó.

Adrián habló de su carrera como psicólogo, de la ansiedad y la depresión que veía en sus pacientes, del aprendizaje constante de escuchar. Ramiro lo miraba con interés genuino, apoyando la cabeza en una mano, como si cada palabra lo acercara más a ese hombre que olía, sutil pero inconfundible, a vainilla con notas de lima. Ese perfume lo envolvía sin invadirlo, fresco y cálido a la vez, despertando en su memoria sensaciones dormidas.

Un flash le atravesó la mente: Diego, un chico que conoció en un boliche años atrás, acercándose con una sonrisa tímida y el mismo dejo cítrico en el aire. La risa, la primera vez que se besaron en la pista.
Ramiro parpadeó, tragando saliva, y volvió al presente.

Adrián: —¿Y vos, cómo es que terminaste en política? —preguntó el menor, inclinándose hacia él, curioso.

Ramiro se tomó unos segundos.
Ramiro: —Un poco por casualidad y un poco por decisión. Siempre me interesó lo que pasaba en el país, y en un momento pensé: en lugar de quejarme desde afuera, mejor intento cambiar algo desde adentro.

Adrián: —Y mirá si cambiaste… —dijo Adrián con una media sonrisa—. Sacudieron todo el sistema, para bien o para mal.

Ramiro rió, bajando la mirada al mantel. No todos lo decían con esa franqueza. Algo en ese tono sereno, seguro pero sin arrogancia, le hizo un clic interno. Una punzada de memoria: Martín, sentado en la cocina, hablándole con calma en medio de una tormenta personal. Esa capacidad de transmitir paz sin alzar la voz.

Adrián: —¿Y cómo te llevás con la exposición? —siguió Adrián, con tono más íntimo—. Debe ser complicado estar en apps de citas, ¿no?

Ramiro soltó aire, como si liberara un peso.
Ramiro: —Al principio dudaba. Pero ahora… —alzó los ojos, fijos en él— ahora no me arrepiento.

El silencio entre ambos no incomodó. Fue un silencio de entendimiento. Afuera, la noche porteña se iba llenando de neón, pero para ellos solo existía esa mesa, ese vino, ese aroma de vainilla con lima que parecía abrir heridas y, al mismo tiempo, prometer curarlas.


🌙 La despedida y los ecos del pasado

El restaurante empezaba a vaciarse. El murmullo de las mesas se apagaba, las copas se recogían. Cuando llegó la cuenta, Ramiro insistió en invitar. Adrián cedió, con una sonrisa de aceptación.

Al salir, la brisa nocturna de Puerto Madero los envolvió. El río brillaba como un espejo oscuro. Caminaron despacio hasta la vereda.

Adrián se inclinó un poco hacia él, sacando el celular.
Adrián: —Te paso mi número. Me encantaría verte de nuevo.

Ramiro asintió, mientras lo anotaba.
Ramiro: —Definitivamente. Nos hablamos.

Hubo un instante en que las miradas se quedaron suspendidas. Ramiro suspiró hondo, y otra vez la imagen de Martín le atravesó la mente. Un recuerdo de risas en aquella fiesta de gala, de un abrazo por detrás mientras charlaban, del modo en que lo escuchaba con atención plena, sin juzgar.

Ramiro: "¿Qué estás haciendo, Ramiro?" se dijo, cerrando el celular.

Se separaron, cada uno en direcciones opuestas. Los pasos resonaron sobre el empedrado húmedo. Ramiro, al subir a su auto, se quedó quieto un momento, manos en el volante, sintiendo que algo en él estaba cambiando. El dolor por Martín seguía ahí, pero en el aire, entre los aromas y las palabras de esa noche, algo nuevo empezaba a asomar.

Chapter 211: Mensajes desde el alma

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📍🏛️ Senado – Despacho de Ramiro – Martes – 11:30 am

Ramiro Marra estaba en su despacho del Senado. Era otro día más de reuniones y análisis políticos. La oficina tenía un aire solemne, rodeada de muebles de madera oscura y libros antiguos, pero el ambiente estaba impregnado de un leve aroma a café recién hecho. El sonido de los teclados resonaba entre sus asesores, intercalado con murmullos y llamadas telefónicas.

El murmullo ambiente era constante, casi un telón de fondo que ya se había vuelto parte de su rutina. La política, con su ritmo frenético, lo tenía absorbido. Sin embargo, esa solemnidad a veces lo sofocaba: el peso de las decisiones, los informes interminables, las negociaciones, la sensación de estar cargando un mundo entero en la espalda.

Mientras revisaba algunos documentos, su celular vibró levemente sobre el escritorio. Ese temblor, tan sutil, rompió la monotonía de la mañana. Era un mensaje de Adrián en WhatsApp.

📱 Adrián: Hola, Rami. ¿Cómo arrancaste el día? Yo a full con los pacientes, pero te tenía en la cabeza.”

Ramiro sonrió sin poder evitarlo. Esa sensación de ligereza lo tomó por sorpresa, como si el día, que hasta hace unos minutos era pesado y monótono, de repente hubiera cambiado de color. El contraste era fuerte: la seriedad de los papeles delante suyo, y ese mensaje sencillo que, sin embargo, le iluminaba el día.

Ramiro: "¿Cómo puede ser que un texto tan corto me mueva tanto?", pensó el político.

Contestó mientras disimulaba su sonrisa, consciente de que sus asesores estaban presentes y podían notar cualquier cambio en su semblante.

📱 Ramiro: ¡Hola! Acá en el Senado, haciendo malabares con un par de proyectos de ley. Pero ahora que leo tu mensaje, me siento mejor. Vos, ¿cómo vas con tu jornada?

El celular vibró casi al instante. Ramiro se acomodó en su silla, cruzando los brazos sobre el respaldo de cuero, y volvió a enfocarse en la conversación como si el tiempo se hubiera detenido.

📱 Adrián: Viste cómo es, típico día de consultorio. Aunque hoy tuve un caso que me dejó pensando. Pero prefiero hablar de cosas más copadas, jajaja. Che, me acordé de algo. Vos te dedicás a la política, pero... ¿cómo andás emocionalmente? Porque el laburo nos consume, pero vos también tenés una vida detrás de todo eso, ¿no?

La pregunta lo golpeó. Ramiro se quedó mirando la pantalla, con los dedos suspendidos sobre el celular. Esa pregunta lo desarmó un poco, como si Adrián hubiera dado justo en el blanco.

Respiró profundo y, sin saber muy bien por qué, se sintió con la confianza de abrirse.

📱 Ramiro: Es difícil, Adri. A veces siento que llevo demasiado peso sobre los hombros. La política no es el único quilombo que tengo... hace un tiempo salí con alguien, un hombre mayor que yo, 12 años más grande, casado, con hijos. También me amaba, pero no fue capaz de luchar por lo nuestro.”

Ramiro se detuvo, mirando el cursor titilar en el celular. Se sentía vulnerable, como si hubiera desnudado una parte de sí mismo que casi nunca mostraba. Pero había algo en Adrián que lo hacía sentir seguro al compartir estas cosas. Terminó de escribir y envió el mensaje.


📍🏙️ Puerto Madero – Consultorio de Adrián – 12:00 pm

Adrián lo leyó casi al instante. En su consultorio, ubicado en un edificio moderno frente al río, la vista le daba una sensación de tranquilidad mientras esperaba que llegara su próximo paciente.

El ambiente era luminoso, con grandes ventanales que dejaban entrar la claridad del mediodía. El aire acondicionado emitía un leve zumbido, y las cortinas claras ondeaban suavemente con la brisa. El sillón de cuero negro lo recibía cómodo, mientras se recostaba un poco hacia atrás, pensativo, con el celular en la mano.

📱 Adrián: Entiendo... Lamento que hayas pasado por algo así. Es jodido cuando alguien no puede soltar todo por vos, más cuando se siente que el amor está ahí. Pero, decime una cosa, ¿cómo te sentís ahora? ¿Lograste procesarlo?


📍🏛️ Senado – Despacho de Ramiro – 12:15 pm

Ramiro lo pensó un segundo. Los ruidos del Senado eran ahora más distantes, como si el espacio que compartía con su celular fuera su único refugio. Los teclados, las voces, los pasos apresurados: todo se volvió un eco lejano.

📱 Ramiro: No sé si logré procesarlo del todo. Hay días que me siento bien, pero otros lo extraño demasiado. Y es raro, porque a pesar de que trato de llenar ese vacío con otras cosas, sigo pensando en él. Todavía me cuesta olvidarme de él, ¿viste?


📍🏙️ Puerto Madero – Consultorio de Adrián – 12:20 pm

Adrián, con toda la calma de su profesión, respondió rápidamente. Había aprendido a leer entre líneas, a captar la carga emocional en pocas palabras.

📱 Adrián: Mirá, Rami. Yo no te voy a obligar a que me elijas ni sientas algo por mí de una, mismo porque recién nos empezamos a conocer. Estás pasando por un duelo, y este tipo de etapas hay que vivirlas también. No te recomiendo salteártela, porque puede ser peor. Tenés que dejar que ese dolor madure y luego muera. Un garca el que te hizo sufrir así, porque si bien es cierto que no es tan fácil tirar abajo una familia que ya se construyó, y más deshacer un matrimonio de hace tantos años, se supone que el amor prevalece ante todo. Pero gente así, lamentablemente, hay en todo el mundo.”


📍🏛️ Senado – Despacho de Ramiro – 12:30 pm

Ramiro leyó el mensaje una y otra vez. Las palabras de Adrián resonaban en él como una especie de bálsamo. Era raro sentirse tan comprendido por alguien que acababa de conocer, pero Adrián tenía esa capacidad para llegar a las profundidades de su mente.

Sin darse cuenta, ya estaba sonriendo de nuevo. Y en el fondo, sabía que ese gesto de cariño estaba comenzando a calar hondo.

Mientras tanto, en su oficina, el ruido de las teclas continuaba. Ramiro se tomó un momento para mirar por la ventana, observando cómo la tarde se volvía cada vez más anaranjada, dando paso al atardecer. Era casi como si las palabras de Adrián hubieran coloreado el día.

📱 Ramiro: Gracias por eso. Me hace bien hablar de estas cosas. Y sos un crack, se nota que te dedicás a esto... 😉 Me ayudás más de lo que te imaginás.”


📍🏙️ Puerto Madero – Consultorio de Adrián – 12:35 pm

Adrián, leyendo el mensaje desde su sillón de cuero, sonrió. Se acomodó mejor, con esa calma que lo caracterizaba.

📱 Adrián: De nada, che. Para eso estamos, además... me caés bien, y no quiero que te quedes enganchado con algo que ya no te sirve. Cuando estés listo, me encantaría seguir conociéndote mejor. Aparte, no soy tan malo como para no darte una mano en todo esto, ¿no?


📍🏛️ Senado – Despacho de Ramiro –  12:40 pm

Ramiro soltó una risa leve mientras escribía, inclinándose hacia adelante, como si el celular lo atrajera a un lugar más liviano.

📱 Ramiro: No, para nada. De hecho, te lo agradezco un montón. Sos re buena onda.”

Siguieron chateando por un rato más, entre bromas y temas serios, hasta que finalmente Ramiro tuvo que volver a sus reuniones. Pero algo había cambiado en él. La carga que venía arrastrando desde hacía tiempo comenzaba a aligerarse.

Y lo que empezó como un simple "match" en una app, se estaba transformando en algo más profundo, algo que quizás no había anticipado.


📍🌆 Ciudad de Buenos Aires – Calles cercanas al Senado – 20:00 pm

Cuando el día laboral terminó, Ramiro salió del Senado. El sol ya se había ocultado por completo y el aire fresco de la noche porteña lo envolvía. Las luces de la ciudad parpadeaban, el tránsito rugía, y las bocinas se mezclaban con conversaciones en las veredas.

Mientras caminaba hacia su auto, su celular volvió a vibrar. Era Adrián.

📱 Adrián: Che Rami, ¿nos seguimos en Instagram y Twitter? Así seguimos conectados también por ahí. Me encantaría ver más de vos y, si me dejás, que veas más de mí 😊.”

Ramiro sonrió una vez más. Sin pensarlo demasiado, abrió ambas aplicaciones, buscó a Adrián y apretó "seguir". Una notificación le indicó que Adrián ya lo estaba siguiendo también.

Ese simple gesto, que antes le hubiera parecido insignificante, ahora le dio una calidez en el pecho que lo acompañó durante todo el camino de regreso a casa.

Chapter 212: Nuevos caminos

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📍🌆 Puerto Madero – La Bistecca – Viernes – 20:00 pm

Sanar y Conectar

La segunda cita entre Ramiro y Adrián estaba programada para el viernes por la noche. El lugar elegido esta vez fue La Bistecca, un elegante restaurante en Puerto Madero, conocido por su ambiente íntimo y su exquisita gastronomía. Las paredes de cristal ofrecían una vista panorámica del río y los rascacielos circundantes, reflejando la luz cálida de las lámparas colgantes. Las mesas, vestidas con manteles blancos, velas pequeñas y copas relucientes, creaban una atmósfera acogedora, casi como si el tiempo se ralentizara dentro del local.

Ramiro llegó con un par de minutos de anticipación. Se ajustó el chaleco negro, repasando mentalmente su aspecto frente al reflejo del ventanal. Observó alrededor, captando detalles: el suave murmullo de los comensales, el tintinear de las copas, y el aroma tenue de la carne asándose en la cocina que llegaba hasta la sala, mezclándose con el perfume ligero de los clientes.

La espera no fue larga. Adrián apareció a los pocos minutos y Ramiro lo recibió con una sonrisa genuina, ese tipo de sonrisa que no se puede fingir y que ilumina el rostro.

Adrián:¡Qué fachero estás hoy, eh! Aunque bueno, vos siempre sos lindo... – dijo Adrián con una sonrisa amplia mientras se abrazaban, sintiendo el calor y la familiaridad en ese contacto.

Ramiro:Jaja, gracias, Adrián. Te ves muy bien también. – respondió Ramiro, notando cómo un cálido cosquilleo le recorría el estómago y subía hasta su pecho.

Se acomodaron en una mesa junto a la ventana. La vista del río reflejando los últimos rayos del sol sobre el agua aportaba un toque especial a la velada. Los camareros, atentos pero discretos, les entregaron los menús. Tras un breve repaso, decidieron qué pedir.

Adrián:Para empezar, me voy a inclinar por las empanadas de carne. ¿Y vos? – preguntó Adrián, mientras sus ojos recorrían el menú con naturalidad.

Ramiro:Yo me animo con el tartar de salmón. – respondió Ramiro con entusiasmo, saboreando mentalmente los primeros bocados.

Cuando llegó el momento del plato principal, Adrián optó por un bife de chorizo acompañado de puré de papas, mientras que Ramiro eligió un risotto de champiñones con un toque de trufa. La conversación fluyó con facilidad, entre risas suaves y miradas cómplices. Cada palabra parecía abrir un pequeño espacio de confianza entre ambos, y la noche avanzaba sin prisas.

Adrián:Sabés, Rami, la primera vez que vi tu perfil pensé que era imposible que alguien así existiera en Grindr. Me preparé para que fuera un desastre de conversación, pero la realidad me sorprendió… sos mucho más auténtico y encantador de lo que imaginé. – dijo Adrián, con un brillo cálido en los ojos y una sonrisa que suavizaba cualquier nerviosismo.

Ramiro:Jajajaja, muchas gracias. La verdad es que vos también me sorprendiste. Me hacés sentir cómodo y… real. – dijo Ramiro con un leve sonrojo, notando cómo el tono de voz de Adrián le daba seguridad.


La charla continuó con naturalidad y profundidad. Ramiro se sintió más cómodo abriéndose, compartiendo historias de su vida y sus pasiones, mientras Adrián escuchaba atentamente, asintiendo y agregando comentarios ligeros que equilibraban la conversación. A medida que avanzaba la noche, la atmósfera se volvió más relajada: el sonido del río de fondo, el aroma de la comida recién preparada y el perfume cítrico-vainilla de Adrián mezclándose con la brisa de la ventana, creaban un escenario casi mágico.

Ramiro:Che Adri, en el peor de los casos que entre vos y yo no llegara a formarse una relación amorosa, ojalá que no igual eh. Porque sos un tipazo y me parecés re lindo, y me entendés como nadie, como si nos hubiéramos conocido hace años. – dijo Ramiro mientras tomaba un sorbito de su café latte, sintiendo el calor del vaso en sus manos. –Pero si llegara a ser el caso, podríamos aunque sea seguir siendo amigos. Porque sos de esas personas que uno no se encuentra fácilmente ni todos los días. Y le aportás mucho a mi vida.

Adrián:¡Por supuesto, Rami! No hay drama. Ojalá podamos llegar a algo más, pero vos también sos muy importante en mi vida y te quiero tener siempre conmigo. – dijo Adrián con una sonrisa sincera, plantándole un beso en la frente sin preocuparse por las miradas de otros comensales.

Ramiro se sintió abrumado por la calidez de Adrián. A medida que se despedían y prometían una próxima cita, Ramiro se dio cuenta de cuánto disfrutaba la compañía de Adrián y de cómo comenzaba a sanar sus heridas emocionales.


📍🏠 Casa de Martín – Cocina – Viernes – 21:30 pm

La Aparente Felicidad de Martín

Martín Lousteau continuaba con su vida familiar aparentemente estable y feliz. Las fiestas de fin de año se acercaban, y Carla se esforzaba por mantener todo en orden y hacer que cada detalle fuera perfecto. Los niños corrían de un lado a otro, emocionados, y Martín participaba en los preparativos, aunque su mente a veces se dispersaba.

A pesar de la sonrisa que llevaba, no podía evitar observar de vez en cuando a Ramiro desde la distancia. En el Senado, notaba la renovada alegría en el rostro de Ramiro, algo que le resultaba doloroso. La ausencia de Ramiro en sus redes sociales era un recordatorio constante de su pérdida. A pesar de sus esfuerzos por centrarse en la familia, el cambio de Ramiro lo conmovía y lo llenaba de celos silenciosos.

Una tarde en la Cámara de Senadores, mientras trabajaba en su oficina, Martín vio a Ramiro conversando animadamente con colegas. Su risa era clara, resonando incluso a través del cristal. Martín sentía tristeza y una punzada de arrepentimiento al percibir lo bien que Ramiro parecía estar, mientras él mismo luchaba con emociones contradictorias.

Más tarde, en la cocina de su casa, preparaba la cena familiar. El aroma de las especias y el chisporroteo en la sartén llenaban el ambiente. Mientras Carla le preguntaba sobre los detalles de la cena, Martín sonreía, pero su mente recordaba los momentos compartidos con Ramiro, y un vacío lo atravesaba.

Martín: "¿Cómo pudo ser que llegara a este punto? ¿Por qué me dolía tanto ver a Ramiro con otra persona? ¿Es que acaso me arrepiento de no haber luchado más?", pensó el senador.

Las preguntas se repetían mientras observaba a Carla y los niños, intentando ser el esposo y padre ideal. La ausencia de Ramiro era un hueco que no podía llenar con la felicidad familiar que procuraba construir.

Mientras tanto, Ramiro y Adrián seguían en contacto por WhatsApp, compartiendo detalles cotidianos y emociones sinceras. Ramiro aprendía a aceptar su dolor y a abrirse emocionalmente. La relación que comenzaban a construir juntos era un rayo de esperanza, un refugio luminoso en medio de la tormenta.

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