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Tiempo presente
Justo como habían pactado el día anterior, de nuevo el erizo negro se encontraba esperando a Amy fuera de su casa, había llegado unos cuantos minutos antes de lo pactado por mensajes en la noche, por lo que solo se sentó dentro de su todoterreno color vino, disfrutando del fresco clima que le ofrecía la ciudad después de una mañana lluviosa.
Pronto vio la puerta abrirse, le dijo a Amy que saliera con ropa que le permitiera moverse libremente y no la acalorase, por lo que la vio con un mallón color negro acampanado, unos sketchers rojo brillante y aquella playera que ambos compartían después del ultimo concierto de Hot Honey al que habían asistido; en su hombro colgaba una bolsa color rosa brillante con un cambio de ropa extra, no sabía cuál sería el plan, ni que pasaría durante el día. Shadow era capaz de llevarla a escalar una montaña, y odiaba estar sudada. Shadow sonrió inconsciente, pues a comparación de la suya, la playera de Amy estaba ya algo desgastada, con el vinil deslavado y el profundo color negro siendo ya una tonalidad de gris.
No pudo evitar soltar una carcajada leve al ver el rostro de Amy fruncirse desanimado por la elección del vehículo de ese día; pero no podía arriesgarse a que la lluvia empapara a su compañera y la dejase con una gripa de 4 días sin levantarse de la cama. Se estiró lo suficiente para abrirle la puerta y dejarla montarse. Se subió, dejando en el asiento trasero su bolso, junto a la que, ella intuyó, era de Shadow.
—Ah, creí que nos iríamos en tu motocicleta de nuevo… —hizo un gesto falso y exagerado de decepción; Shadow rodó los ojos, poniendo el vehículo en el cambio correcto y avanzando unos metros rápido antes de frenar abruptamente. Amy se fue hacia enfrente de pronto, poniéndose el cinturón deprisa. Mirando después de mala manera al erizo, que tenía un brillo de diversión en los ojos.
—Buenas tardes, Amelia; a mí también me da gusto verte. —Puso el vehículo de nuevo en Parking y la miró, con los brazos cruzados y la ceja levantada. Amy entonces comprendió, no lo había saludado. Sólo se fue a reclamarle desde el principio. Suspiró rendida, sonriendo avergonzada, pero con una mirada divertida ante el comportamiento que mostraba el erizo.
—Buenas tardes, Shadow the Hedgehog. —Cerró los ojos, abriéndolos y evitando su mirar carmesí— Discúlpame, no te saludé, sólo me quejé de no verte en la motocicleta.
—Disculpa aceptada —volvió sus ojos al camino, poniendo ahora sí en marcha el vehículo—, decidí no venir en la moto porque llovió bastante fuerte en la mañana. No me quise arriesgar a que volviera a llover y terminaras empapada y enferma por quien sabe cuanto tiempo. —dijo neutro, sus ojos fijos en el camino mientras se incorporaban a los circuitos de la ciudad. Amy no pudo evitar mirarlo y sonreír ante esto. No podía enojarse, lo hizo pensando en ella (porque ajá, él obviamente no podía enfermarse).
—¿Entonces a ti no te molesta mojarte con la lluvia? —preguntó curiosa, el estéreo del auto había llamado su atención. Tocó la opción de conectar su celular, buscando una lista de reproducción adecuada para el camino. Pudo notar que solamente el teléfono de él estaba guardado. Oh, debió preguntar antes si no le molestaba…
“iPhone de Amy Rose vinculado y conectado exitosamente”
—En realidad no. Disfruto mucho de los paseos bajo la lluvia —sus orejas se movieron levemente ante el sonido del estéreo conectándose al celular de la rosada—, me relaja sentir la lluvia cayendo en mi cara —suspiró—, es cómo un recordatorio de que sigo vivo, y seguir vivo se siente bien. —silencio, de pronto sintió que había dicho algo que a lo mejor la ponía incómoda, ¿Qué no se suponía que Amy estaba poniendo música?
—Te entiendo. A mi me gusta sentarme en el césped de mi patio y bañarme en la lluvia. Antes solíamos hacerlo así Tails, Cream y yo. Con el tiempo ellos fueron creciendo; y aunque Cream aún me acompaña en ocasiones, a veces siento que es una cosa muy infantil. —le miró relajada mientras inconsciente buscaba entre su lista en el celular— Ya ni siquiera te pregunté si querías música, o si siquiera me podía conectar al auto… —se quedó en espera de una respuesta del erizo.
—No me molesta, Rose. En lo absoluto —la miró por un breve instante, cuidando que no se sintiera incómoda o cohibida—, elegí compartir mi espacio contigo. Como verás, no subo a mucha gente aquí. —sonrió levemente— Si quieres poner música, adelante. Todavía falta un poco para llegar. Sólo no la pongas muy alta.
Los ojos de Amy se iluminaron al oír la positiva. Desbloqueó su teléfono con rapidez y puso un mix al azar de su biblioteca. No esperó que la primera canción fuera “Vanish Into You” de Lady Gaga. Se podía ver como hacía un esfuerzo por no cantar a todo pulmón y respetar la petición del erizo. Lo que no esperó era ver cómo él mismo subía considerablemente el volumen.
—High on a Hill… you come… —el erizo seguía la canción en lo bajo. Amy trataba de no verse sorprendida, pero pronto notó que él sonreía levemente— Debí suponer que pondrías una canción así. Es una canción que he estado escuchando mucho últimamente. Es pegajosa.
—Jamás creí que te gustara Lady Gaga. —dijo honesta la rosada, moviendo la cabeza al ritmo de la canción.
—Escucho de todo un poco. No me cierro a nuevos géneros y letras. —se encogió de hombros— sé que te mueres por cantar. Hazlo. No me molesta. —en ningún momento alejó los ojos de la carretera. Al parecer, iban a medio camino.
—Do you see me? Do you see me now? I’ve been waiting for you crying out! Do you see me? Do you see me now…? —cantó despacio, sus mejillas teñidas en rojo por la pena. No eran tan cercanos como para tomarse esas libertades y confianzas.
Pero, él había cantado primero. Él se había abierto primero. Entonces no estaba mal cantar alto…
—Saw your face and mine! —ahora era solo su voz la que resonaba a la par de la música— In a picture by, my bedside. It was cold in the… summertime, we were happy Just to be alive…! Can i… Vanish into you? —Amy cantaba con emoción.
Incapaz de sentir la curiosa mirada rubí de Shadow.
Se habían detenido en un semáforo, lo que le permitió mirarla sin algún peligro en el volante. Su cabeza moviéndose al ritmo de la canción, ojos cerrados, sus manos gesticulando. Esa era la Amy que él recordaba y conocía. Apasionada hasta por las cosas más insignificantes.
Esperaba, en serio esperaba pronto ver volver su chispa.
Amy abrió los ojos, aún cantando y bailando al ritmo de la canción.
—Can i… Vanish into you…? —lo miró por un instante, sonriendo despreocupada. De pronto pareció recordar algo, y el volumen de la música disminuyó— ¡No me dijiste a donde íbamos! —la pregunta hizo sonreír al azabache de nuevo.
—Bien podría estarte secuestrando, y tú cantando a todo volumen. —bromeó, Amy se vio indignada por un segundo, poniendo dramáticamente una mano en su pecho. El auto avanzó de nuevo, no había salidas al campo, bosque o la playa, era la urbanidad en todo su esplendor—. Vamos al centro, cerca de Heroes Square. ¿Recuerdas lo que te comenté de este lugar? —la miró por un instante, dando la vuelta en otra calle.
—Sólo recuerdo que me prometiste venir en moto. Lo siento. —volteó la mirada, Shadow entrecerró los ojos.
—Bueno, a la próxima la traigo, para que te mueras de un resfriado si llueve, eriza terca. —la miró, rodándole los ojos. Amy sonrió con malicia—. Es el lugar a donde voy cuando siento que quiero… lastimarme o romper algo. —Amy lo escuchaba atenta, logró recordar algo sobre esos lugares, pues eran los principales compradores de toda la chatarra y metales inservibles del taller de Tails.
—Espera, ¿Me estas llevando a uno de esos lugares donde puedes romper cosas con música fuerte? —los ojos de Amy brillaron, Shadow asintió con la cabeza, rostro inexpresivo —¡Uuuy! ¡siempre he querido ir a uno de esos lugares! —lo miró notablemente feliz.
—Entonces, ¿Cómo manejas la ira? —preguntó Shadow con curiosidad. Amy se sonrojó, recordando todos y cada uno de los electrodomésticos, celulares, tabletas y jarrones que habían sido víctimas de sus arranques de ira.
—Digamos que… Éste es mi 4to celular en 2 años… —se encogió de hombros—. Simplemente lo retengo, o cuando menos eso traro. Como te darás cuenta, casi nunca funciona. Ya lo que hago cuando siento que la ira me consume es apretar el césped, escarbar me tranquiliza. —recordó sus manos llenas de tierra, césped, agua y su sangre brotando de las llagas abiertas que dejaba el desespero de escarbar con rapidez—. Una vez rompí uno de mis refractarios con todo un panqué dentro porque no se hinchó. Ya después descubrí que le puse menos polvo de hornear que el que debía. Lo pude arreglar con betún y regalarlo o… comerlo. Pero elegí romperlo del coraje que me dio no haberlo podido hacer bien. —Amy torció el hocico con una mueca de frustración— Esto fue hace ya poco más de un año eh, he progresado, aunque no lo creas. —Le sonrió suavemente. Shadow venía atento a sus palabras, y al camino.
—No lo he puesto en duda nunca. Aun así, estoy seguro de que este lugar te va a gustar y, sobre todo, te va a ayudar. —entonces el auto disminuyó la velocidad, entrando a una garita de estacionamiento subterráneo. Tomó una tarjeta color negro de la visera del techo, la insertó por dos segundos en la máquina, retiró y vio la plumilla levantarse— Tengo un tiempo viniendo aquí dos o tres veces por semana. Podrá parecer inútil por la fuerza extrema que tengo, pero descargar la ira y frustraciones de la vida cotidiana ayuda mucho.
—Entiendo… Bueno, veamos si es lo mío, porque tener que escarbar tiene mi jardín trasero hecho un desastre. —Shadow sonrió, imaginando los montones de tierra esparcidos por todos lados en el patio de la casa. Encontró un lugar para estacionarse rápidamente y apagó el motor.
Se bajó, sus tenis color blanco hacían contraste con el pants y playera color negro que había decidido usar ese día. Abrió la puerta trasera de la camioneta y sacó su bolsa de gimnasio color verde militar. Amy se bajó con un brinquito, cerrando la puerta y haciendo lo mismo, tomando la suya de aquel lado.
Se encontró con el erizo tras rodear el auto. Shadow cerró la puerta y con un botón en la manija, cerró el auto y activó la alarma. Amy entonces se acercó a él, quedando frente suyo.
—¿Te puedo abrazar? No te saludé cuando pasaste por mí. —Shadow la miró, sin saber realmente que esperar de esa muestra de afecto. Amy no se miraba tensa o triste, en realidad su rostro tenía una suave sonrisa. El veteado asintió sin pensar más en ello, dejando su maleta en el suelo y abriendo los brazos levemente. Amy deslizó lentamente sus brazos por la cintura ajena, acurrucándose en su pecho por un breve momento. Sintió las manos de la erizo acurrucarse en su espalda; y cómo soltaba un suspiro cuando se recargó en su pecho. No era un abrazo fuerte, era ligeramente más envolvente que el que se dieron ayer en su reencuentro; Shadow, sin tomarle mucha importancia, recargó su mentón en la cabeza de ella, envolviéndola delicadamente con sus brazos, su mano derecha sujetando la muñeca de su zurda; no quería por ningún motivo disgustarla tocando por accidente alguna parte en su cuerpo.
—Dime si algo así te parece incómodo, ¿Está bien? No quiero orillarte a hacer cosas que no quieras, más tratándose de tu espacio personal. —Amy separó levemente la cabeza del pecho del erizo, mirando sus orbes rubí. Shadow tenía un gesto relajado, su ceño no se marcaba como de costumbre. Se miraron directo a los ojos. El azabache asintió.
—Ya te hubiera quitado, Amy. Tengo muy claros mis límites personales y de afecto físico a los demás. —el agarre de Amy se soltó suavemente, Permitiendo que él hiciera lo mismo— Además —ahora ya más separados, la miró a los ojos, aún a una muy corta distancia — No sé si recuerdes que no me pediste permiso para un abrazo cuando nos conocimos, exactamente. —arqueó una ceja, mirándola con un deje de diversión. Amy soltó una carcajada, dándole un golpecito en el hombro.
—¡Ush! Ya no soy así, y la viva prueba es que te pedí permiso en esta ocasión, no se aceptan reclamos posteriores, así que no me fastidies. —Amy cruzó los brazos, como enojada, pero sin estarlo realmente. Shadow sonrió, tomando su mochila del suelo.
—Seguiré viendo eso. Por lo pronto, prepárate para romper cosas. —le hizo un ademán de que se adelantara. Amy sujetó su mochila y tomó la delantera al elevador plateado del edificio. Presionó el botón al primer piso y, sintiendo que Shadow se metía junto a ella, el elevador cerró sus puertas —Oh, olvidé decirte… Muchas veces el ruido puede estresarte, ¿Tienes un par de audífonos inalámbricos? —preguntó, Amy hizo una mueca, como haciendo memoria de si los había echado en su bolso o no.
—Creo que sí eché mis Airpods, pero no estoy segura. Igual, no creo que me moleste el ruido, la verdad. —se encogió de hombros, restándole importancia. Shadow miró la puerta del ascensor, como buscando una solución.
—Si necesitas unos puedes tomar los míos. Acabo de limpiarlos antes de salir hoy. —buscó en uno de sus bolsillos la cajita negra. Ofreciéndoselo en las manos. Amy miró los audífonos, como debatiéndose si tomarlos o no. Estaría tomándose muchas libertades con Shadow; era demasiado.
Pero, de nuevo, él había iniciado.
—Los tomaré en caso de necesitarlos… Si no, te los regreso. Gracias Shadow. —Amy sonrió, tomando la cajita y guardándola junto con su celular en una bolsa lateral de su maleta rosada. Shadow la miró, asintiendo.
El elevador les dejó justo en la recepción, en un vinil pegado al escritorio decía “Smash Rage Co.”; junto a los precios por horas, semanas y hasta suscripciones como si fuese un gimnasio.
—Buenas tardes, tengo reservadas dos habitaciones por dos horas. —Shadow se dirigió al recepcionista, un conejo color blanco.
—Buenas tardes. Con gusto se lo checo; ¿Me permite su credencial o numero de reserva? —Shadow le tendió la tarjeta negra que había usado para ingresar en el estacionamiento. El joven la tomó y deslizó en una terminal ahí mismo. Su información apareció en la pantalla, pagos anteriores, historial de visitas, etc. —Umm… ¿Seguro que reservó dos habitaciones? Sólo hay una reserva para una habitación doble. —Shadow frunció el ceño, asomándose a la pantalla de la computadora. Su reserva estaba ahí, pero como un cuarto grande para dos, en vez de dos pequeños—. Probablemente la asistente que hizo su reserva ayer cometió un error al agendar. De veras lo siento. —el chico le dijo con un tono desanimado.
Shadow suspiró, no valía la pena enojarse con los empleados. Bastante tenían soportando a cada energúmeno que pudiese aparecer en el establecimiento.
—Sólo es un cuarto en vez de dos. ¿No hay alguno otro disponible para rentar al momento? No importa si hay que pagar más. —Shadow miró al chico con una expresión irritada.
—No, lo siento. Todas las habitaciones están rentadas y en uso. —el chico desvió la mirada, checando en su base de datos que, en efecto, no había más habitaciones libres.
—Está bien, si no hay caso no se preocupe. Sólo uno de nosotros entrará. —Shadow descolgó su bolsa de su hombro y la abrió, sacando un par de vendajes color rosado y entregándoselos a Amy—. ve, Amy. Yo te espero aquí afuera. —Amy, que hasta el momento había permanecido callada, frunció el ceño, recibiendo las vendas en sus manos.
—Pero… Él dijo que podemos pasar ambos. Es una habitación doble, ¿no? —Shadow y el chico asintieron—. Entonces pasemos los dos al mismo cuarto. No tengo problemas en que me veas romper cosas… Digo, no sería la primera vez. —la voz de Amy fue haciéndose más baja, Shadow hizo un breve gesto de sorpresa, ¿En verdad a Amy no le desagradaba que la viera así? Digo, romper cosas por desquite era completamente diferente a romper chatarra en una pelea. Era un nivel diferente de intimidad. —Y, ósea, si tu te sientes cómodo con que yo… te vea y así… —Amy apretaba las vendas en sus manos, expectante de la respuesta del erizo frente suyo. Shadow suavizó el rostro, destensando sus hombros -sin saber que en realidad estaban tensos-.
—Voy a repetir tus palabras. No sería la primera vez, me has visto hacer cosas peores. —asintió—. Entraremos juntos. —el chico asintió con una sonrisa, entregándoles una tarjeta magnética a cada uno, para poder entrar y salir sin problemas y con privacidad.
—Cuarto A-113. Disfruten su tiempo. Cualquier cosa que necesiten, el botón verde para peticiones, el rojo para emergencias. —instruyó el conejo, sonriéndoles. Amy le devolvió la sonrisa, antes de tomar camino del lado del uraño erizo.
Shadow la vio ponerse a su lado, retrocediendo un poco para que ella tomase la delantera. Por el pasillo no podían escuchar absolutamente nada, los cuartos parecían tener una insolación de sonido perfecta. ¿Entonces para qué los audífonos?
—Creí que habría más ruido en las habitaciones. ¿Para qué son los audífonos entonces? —Amy preguntó curiosa, mirando hacia atrás en búsqueda de Shadow.
—Son para el ruido que haces, a veces el cristal y el acero pueden hacer mucho escándalo y estresarte más que liberarte. —Shadow respondió, buscando en los números el asignado a ellos, hasta que lo divisó casi al terminar el pasillo— Allá es. —señaló, Amy volteó y apresuró el paso, estaba más emocionada de lo que creía.
Al estar frente a la puerta, Amy deslizó su tarjeta y la puerta abrió con un “Beep”. La rosada entró, seguida del veteado, que cerró la puerta. La habitación estaba perfectamente iluminada, en las cuatro esquinas del techo había cámaras de grabación, y una bocina suspendida en el techo. Al lado de la puerta había una banca con bates, rocas, mazos y martillos enfrente; y en la esquina junto a ellos un botiquín de primeros auxilios; y el cuarto tenía estratégicamente puestos varios muebles viejos, grafitados, espejos y una buena cantidad de barras de metal, así como estructuras desmanteladas, bloques de cemento y pedazos de pared de ladrillo o Tablaroca.
—Wow… —Amy dejó caer su bolsa al suelo junto a las vendas, mirando su alrededor con asombro. Shadow casi se ríe. Parecía un niño en navidad.
—Te voy a ser honesto. Dudaba en traerte aquí porque, ya sabes, puedes golpear y destrozar la chatarra que quieras en el taller de Miles y la mancha azul. —Amy sonrió con un deje de tristeza.
—En realidad… no. Mis problemas de la ira y descontrol son de carácter privado. Ni siquiera Rouge o Cream lo saben. Así que te pido discreción. —miró los “instrumentos” para golpear, como buscando decidir cuál tomar—. El único que sabe que voy a terapia, y porque prácticamente me obligó es Tails. —tomó el mazo, como si fuese su bolso, algo tan liviano y familiar—. Puedo ser muy abierta con muchos temas y demás, pero en cuanto a mi salud mental, soy muy cerrada para compartirla con cualquiera.
—¿No es eso lo que estás haciendo conmigo? —Shadow preguntó tomando un bate y golpeándolo contra su palma levemente.
—Es diferente. Tú si lo entiendes. —Amy le sonrió—. Es el mismo motivo por el que Tails lo sabe. Él lo entiende de manera diferente porque gracias a Gaia no ha vivido algo traumatizante; me ayuda y escucha sin juzgarme, sin preguntas —el mazo hizo un sonido al dejarlo caer en el suelo por un momento—. Tú y yo tenemos un dolor similar. No igual, pero sabemos lo que significa tener el alma en fuego, al punto de… no querer seguir existiendo. —la mirada de Amy ahora se volvió melancólica, sus nudillos apretaban con fuerza el
—Si no quieres hablar de ello, no te fuerces, Rose —Shadow se acercó hasta quedar frente a ella—. Te escucho sin juzgarte, sin preguntas que no desees responder; pero no te fuerces a decir algo que a lo mejor aún no quieres contarme. —tomó su mano con delicadeza, ofreciéndole apoyo silencioso. Amy sonrió, sintiendo sus ojos llenarse de agua—. Adelante, rompe algo. —Shadow se quitó de su camino.
Amy entonces tomó de nuevo el mazo. Respiró hondo, y mirando fijo a la pared de cemento se acercó tomando impulso, dio un salto y estrelló el mazo contra los bloques de cemento. La pared se cuarteó con un ruido fuerte, partiendo ese pedazo donde ella había golpeado. Su respiración pesada le indicaba que su adrenalina iba en acenso. Tomó impulso de nuevo, ahora rompiendo otra parte del pedazo de pared.
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“—Caso 27659, la victima Amelia Jay Rose, contra el perpetuador; Timber Maddows.”
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—¡Víctima tu puta madre! —gritó fúrica, recordando todo el bendito proceso con la fiscalía, las fotografías a su cuerpo, los miles de exámenes de sangre, las cientos de preguntas iguales para mantener la misma historia y que no se tratase de una mentira para incriminar a un pobre Mobian. Ahora su objetivo era uno de los escritorios. Lo atacó sin piedad, una y otra vez, abollando el metal con cada golpe—. ¡No te atrevas a decir mi nombre completo con esa sucia lengua! ¡Cabrón! —sentía el sudor recorrerle las púas hasta la piel y la nuca— ¡Infelíz! ¡Hijo de perra! —sus gritos cada vez más altos; Shadow la vio realmente sorprendido. La había visto enojada, peleando y golpeando con destreza y seguridad. Pero la ira que Amy irradiaba en ese momento era… irreal.
Incluso estuvo tentado a detenerla, se veía realmente afectada, y pudiera incluso lastimarse a sí misma consciente o inconsciente.
Pero se detuvo, a él no le gustaría que lo detuvieran a mitad de su sesión de romper cosas.
Sacó su celular, conectándose a la bocina en la habitación. Tal vez si ponía música ruidosa, Amy podría distraerse y callar un poco esas voces y recuerdos dañinos. Aún no tenía el contexto completo del por qué de sus palabras, podría imaginarse qué era; pero hacerse ideas y pensamientos parecía imprudente; Amy dijo que tal vez en otro momento le contaría lo que la atormentaba tanto, y quería respetar eso de ella.
Su lista de reproducción le arrojó “Hyena” de the GazettE. Amy respiró agitada, soltando el martillo levemente después de hacer pedazos el escritorio, fijando su mirada en el espejo a través de la habitación. Abrió bien los ojos, tomando el mazo de nuevo, tronando su tenso cuello y tomando impulso con una pequeña carrera, lanzándose hacia él, con el mazo listo para destrozarlo.
—¡Aaahhhg! —su grito furioso coincidió con el grito inicial de la canción. Se escuchó como los fragmentos del espejo caían con fuerza al suelo, ella misma cayó con fuerza de pie—. ¿Conectaste mi celular o el tuyo? —preguntó aún agitada, su mirada resplandeciente. Shadow había quedado atónito. La fuerza de la joven Amy con quien peleaba codo a codo hace años parecía nula ante la erizo frente suyo. Se sabía bien que el martillo de ella era pesado y poderoso; pero ver en primera persona que la de la fuerza era ella, y no el martillo lo había dejado sin palabras.
—El mío, del tuyo no me sé la contraseña. —se acercó a la bolsa rosada de Amy, y entonces notó el par de vendas que le había dado momentos atrás. Estaban en su empaque aún. Amy no se las puso, y probablemente la fricción del mazo en sus guantes, sin un intermediario, le dejaría las manos ampolladas. Las tomó, viendo que estaba lista para darle otro llegue a la pared de ladrillo.
Amy sintió que el mazo era jalado hacia atrás, deslizándolo con rapidez de sus manos. Volteó extrañada, Shadow lo sostenía con una sola mano de la cabeza, mientras en la otra traía las vendas.
—De la emoción, se te olvidó ponerte las vendas. Vas a estar llena de ampollas mañana si sigues golpeando sin ellas. —Amy asintió, aún con la respiración agitada. Se quitó los guantes con rapidez, sus palmas color crema ya se veían levemente enrojecidas. Shadow abrió uno de los paquetes, comenzando a envolver su palma con un vendaje cruzado ágilmente. Amy se dejaba hacer, le picaban las manos por seguir rompiendo cosas. Se sentía bien, liberador.
Sintió que el erizo le aseguraba el vendaje con un pedazo de cinta flexible que venía en el vendaje. Pasando ahora con su otra mano.
—Listo. Ponte tus guantes y sigue rompiendo cosas, Amy. —Shadow le mostró una pequeña sonrisa, Amy asintió sonriendo eufórica. La música le había dado energía, cuando menos la estaba distrayendo de revivir -por segundo día consecutivo- el fatídico evento. Ahora su enfoque eran situaciones aleatorias donde se sintió iracunda.
—¡Si ya sabías que no iba a pasar nada, ¡¿Por qué esperaste tanto tiempo para rechazarme!? —uy, esa sonaba para el héroe azul. Poco o nada de información tenía del tema, pero si sabía que ese asunto se había cerrado con un “Cada uno sigue su rumbo”—. ¡¿Sabes que pude haber conocido a tante gente mientras me quedaba esperándote?! ¡Mientras te decidías en sí o no! —el estruendo del metal abollándose y siendo golpeado resonaba junto a la pesada canción—. ¡Señor héroe! ¡Señor popular! ¡Quien sabe con cuanta gente preferiste estar antes que conmigo! ¡Siempre tu incondicional! ¿¡Y así me putas pagas!? —con un golpe considerablemente más fuerte, sintió que el mazo se zafaba del palo. Volando a un ropero de madera y rompiendo la puerta de este. Amy miró el palo en sus manos y gruñó con irritación. Tal vez era su señal para tomar un pequeño descanso y tomar algo de agua—. ¿Señal del destino de que me quede quieta por un rato? —se sentó en una banca, junto a su bolsa rosada. Sacó una botella de agua y la abrió. Tomando media botella de golpe—. Tengo la impresión de que estás evadiendo romper cosas y me estás dejando todo a mí. —se recargó en la pared, la adrenalina bajando un poco y permitiéndole notar la curiosa mirada del erizo.
—Si te soy sincero, siento que estás sacando el enojo e ira de ambos. —bromeó, sacándole a Amy una carcajada suave— En realidad no tengo nada reciente que me cause violencia o ira. Como te dije ayer, lo que tengo es que no sé como usar mi tiempo en cosas productivas que no sea el trabajo. La monotonía me está comiendo vivo junto a mis pensamientos estúpidos y recuerdos dañinos. —Shadow se sentó junto a ella, recargando sus codos en sus rodillas— Salir de la rutina es bueno; para ambos. Me parece impresionante la fuerza con la que golpeas aún sin tu martillo.
—Oh, es que la fuerza la tengo yo. —se cruzó de brazos, sonriendo con sorna y cerrando los ojos— Siempre traigo peso en el cuerpo. —Amy se incorporó, desabrochando uno de sus brazaletes y sosteniéndolo con un par de sus dedos—. Pon ambas manos, —el erizo arqueó una ceja, enderezándose y siguiendo la instrucción. Pronto el peso de un solo brazalete lo desbalanceó por un momento. Jamás esperó que fuera tan pesado. Amy soltó una carcajada—. Cada uno pesa 30kg. Están rellenos de fluido no-newtoniano. Tails me los diseñó cuando tenía 18, y los usé para reemplazar mis pulseras originales. —se desabrochó el otro, y ahí estaba Shadow, cargando 60 kilos en sus manos como si nada.
—Eres toda una caja de sorpresas, Rose. —negó con la cabeza, tomando la muñeca derecha de Amy y poniéndole el brazalete. Repitió el proceso con la otra mano—. Con razón movías el mazo como si fuera el palo de una escoba. —Amy volvió a reír.
—Sería trampa usar el mío, capaz tiro el edificio completo. ¿Luego como regresaríamos sin tu camioneta? ¡Imagina la cuenta por pagar de los daños! —Shadow rodó los ojos divertido. Tomó su mochila, sacando un par de vendas color blanco. Se quitó los guantes, y Amy no pudo evitar mirar con curiosidad la veta roja que iba hasta su dedo del medio por su palma. Se ponía el vendaje con rapidez y precisión, digno de alguien que había ya hecho ese proceso muchos años.
—Bueno, ahora me toca a mí. —dejó sus guantes dentro de su mochila, sólo usaría el vendaje. Tomó de nuevo el bate, lanzándolo al espejo que estaba intacto junto al que Amy había roto. El cristal se rompió tal como la vez pasada; el ropero que la rosada ya había medio roto fue su siguiente objetivo, ahora con una barra de metal que tomó de los restos del destruido escritorio. Gruñó, golpe tras golpe el mueble fue cediendo y reducido a pedacería de madera. Shadow apenas y se veía agitado. Entonces lo vio tomar una de las vigas de acero y doblarla. Los músculos en su espalda se tensaron, un gruñido de satisfacción abandonó sus labios cuando la pesada viga estuvo doblada por completo en sus manos—. Habitualmente hago más desastre, pero esta semana en realidad no tengo mucho de qué quejarme o por lo que enojarme…
—¿Ni siquiera por tus vacaciones obligatorias? —Amy añadió cizañosa, ahora entendía por qué Shadow la estaba viendo tan fijamente en su turno. Era intrigante ver a alguien romper y causar desastre. Más si no conoces el trasfondo,
—¡Jah! ¡Le dan un certificado a un estúpido que se gradúa de medicina y cree que puede mandar sobre un experimento científico! ¿Qué parte “Los medicamentos no tienen efecto en mí” no le ha quedado claro? —se acercó con rapidez a Amy, tomando uno de los mazos a sus pies. Con una sola mano comenzó a golpear la pared que Amy había dejado inconclusa—. Terco en recetarme antidepresivos, ¡La dopamina sintética no me sirve, señor! La digiero apenas me llega al estómago, y sin efecto alguno. —comenzó a hablar cada vez más irritado—. ¡¿Cómo carajos pretenden saber de mí, si ni yo mismo sé de mí!? —el mazo resonó una y otra vez, sin cesar. Sin descanso—. Para ellos soy un puto experimento alienígena con el que se pueden divertir y verificar mis reacciones y acciones. Controlarme… —Sus ojos brillaron de rabia, recordaba con claridad escuchar en los pasillos a Salomón alardeando de que Estaba arreglando a la rota forma de vida perfecta— ¡Pues no, jodido cabrón! Ojalá pronto te cambien de base, te manden a Timbuktú, a algún lugar donde seas un fenómeno, para que sientas una pequeña parte de lo que es ser la maldita forma de vida perfecta. —sintió sus manos temblar de la ira, pero entonces recordó que Amy seguía a su lado. Debía mantenerse a raya.
—¿Quién se cree ese Salomón? —dijo Amy enojada al escuchar la declaración del veteado—. Es un fanfarrón idiota. —Se levantó de la banca, tomando un bate y comenzando a golpear un escritorio viejo de madera—. Después de todo lo que has sufrido. Todo lo que has pasado. ¿Simplemente decide “controlarte”? ¡Jah! A ver si sigue presumiendo cuando se sepa que la medicina no te hace ningún efecto. —golpeó de nuevo el cajón. Shadow la miraba, regularizándose aún por el subidón de emociones tan repentino que sintió, sin saber cómo sentirse realmente ante lo que presenciaban sus ojos; Amy estaba molesta, y tenía ira hacia alguien que ni siquiera conocía, sólo por saber que esa persona lo trató mal.
Y él no lo sabía, pero la escena de Amy, iracunda de saber que alguien lo estaba tratando como basura, había llegado para quedarse atascada en su cabeza de manera indefinida.