Chapter 1: Capitulo 1 - Light Shower
Chapter Text
Tú subiste la calefacción, yo tenía frío
Mi pasado hizo con que el moho creciera alrededor de mi corazón
Y toda mi ira, tristeza y arrepentimiento desaparecieron, es una locura
No estoy acostumbrada a todo está agua de amor, es verdad…
Eres una lluvia de luz
Cualquier día de la semana
Cariño, lávame
Década de los 50', Un muchacho bailaba a más no poder con una muchacha a la que de maneras casuales solía encontrar. Bueno, ¿Qué importaba? Eran los 50' y estaban bailando un buen Rock N' Roll. Los primeros Rock N' Rollers que pasaban en la radio en aquella época de los abuelos. Ellos bailaban, bailaban y bailaban. Pero no sabían que ese era su última vez.
Ambos de clases diferentes, con una mentalidad llena de libertad. Una anciana se aparece de la nada y termina la fiesta a base de una escopeta. Adiós sueños, adiós proyectos, adiós casita con jardín, adiós… amor.
Esa anciana reacia de que una jovencita se quiera casar con un muchacho que supuestamente no aportaría nada. Primero acabo con él porque se usó de escudo para protegerla a ella. Pero de nada sirvió, al final la mato de todas formas.
Lo que la loca anciana, ni los padres que pretendían evitar la tragedia ni los asustados testigos sabían es que en el último suspiro juraron volver a encontrarse sin importar de nada. Ni raza, ni religión, ni gustos, ni clase, ni el idioma… no, nada.
Actualidad, Crybaby era una bonita muchacha de piel de porcelana y el cabello de dos colores. Nadie sabía porque era tan rara. Pero sí que ignoraban lo disfuncional que era su familia: Padre completo infiel que fue asesinado con su amante por una madre tan borracha y ausente que escapaba de la justicia. Solo quedaba vivo su hermano que solo sabe consumir marihuana, vaya uno a saber dónde estaba.
Crybaby lo tenía todo, pero a la vez nada. Tenía techo, comida, internet y mucho dinero. Dinero que no sabe cómo su hermano aún sustenta. Pero a la vez no tenía nada. Si, tenía tres amigas: Billie Eillish, Elita Harvok y Jazmín Bean. Pero no tenía un papá que la trataba de princesa, una mamá que le daba consejos útiles y su hermano la veía muy pocas veces. Crybaby era independiente, pero le habría gustado tener una familia a su lado. Al menos era inteligente porque no se dejaba pisotear por nadie y le iba excelente en la escuela. Además de que una vez tuvo que envenenar a un lobo para que no se la comiera.
Le decían Crybaby porque era de corazón sensible. La molestaban por eso, pero ella se resistía. Y si se tenía que defender, lo hacía con mucho gusto. Rara vez era castigada. Ella escapaba fácilmente de los castigos. Nadie le enseñó a pelear, solita lo aprendió. Así como solita sabe defenderse, Solita se plancha su ropa, se sabe poner bonita, cocinar comida adecuada y sabe que los vicios no son nada buenos. Solita además descubrió que había algo más en el mundo. Algo que solo se ve en otros planos. Lo descubrió en libros y en sus sueños también. Incluso tiene un árbol con haditas que un par de veces va hacia el agujero a meditar un poco.
A pesar de todo, últimamente le estaba yendo más que bien en la escuela. Si bien el bullying estaba allí, había algo más que su corazón saltaba de alegría: Jason. Uno de los chicos populares de la escuela que hasta la perra de Kelly lo seguía como perro salchicha hambriento. Era tan alto y guapo, parecía un europeo. Tan prolijo y hermoso. Crybaby se enamoró de él a simple vista. Se enamoró de él porque era bueno con todos por igual y era inteligente hasta en la música. Y su enamoramiento fue lo más cuando Jason le dio en secreto un papelito que tenía su número de teléfono. Fue un regalo divino para ella. Instantáneamente, ella le empezó a escribir. La respuesta fue lo más normal del mundo, aunque corta. Crybaby sintió que él le respondía un poco cortante, pero a la vez tan afectuoso. Conversaban de lo que sea en el celular. Aunque en la vida real, Jason la saludaba y apenas le dirigía ojo. Crybaby sospechaba que era porque debían esconder de la tonta de Kelly, pero no le importo. Pensó que con el tiempo, Jason y ella le perderían el miedo a Kelly y podrían estar juntos cuantas veces quisieran.
Crybaby sintió que su vida empezaba a tener gracia. Su Jason la ayudaba con las tareas y la hacía reír. A veces le ayudaba con recetas o cómo arreglar algunas partes de la casa. Hablaban de curiosidades. De lo que sea, ella empezó a sentirse feliz. Sentía que él le daría lo que a ella le faltaba. Se imaginó lejos de la escuela y teniendo a Jason como familia en una casita con jardín, un rosedal y varias criaturas maravillosas rondando por ahí.
Mientras, y sin que nadie supiera, un muchacho tan oscuro y apartado en una esquina en la que era prácticamente invisible estaba observando todo. Su teléfono vibraba y vibraba. Lo tomaba sin que nadie se dé cuenta… aunque, ¿Qué más daba? Era invisible. Solo los chicos deportistas lo notaban, pero para usar de saco de boxeo. Observaba la clase que estaba haciendo su tarea y la maestra mirando una revista de “Sick Sad World”. Nadie sabía que estaba sonriendo perversamente, sus ojos se iluminaban en rojo y estaba observando a una persona en particular. ¿Se pondrá interesante esto?
Chapter 2: Capitulo 2 - Smithereens
Summary:
Blurryface tambien tiene sus problemas, pero pronto tendra la sensación de que nunca más estará solo tras recibir mensajes de un número desconocido y no rechazarlo.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Por ti, iría
Y me enfrentaría a un tipo mucho más grande que yo
Por ti, sé que
Saldría herido, porque peso setenta kilos
Por ti
Dejaría que me muelan a golpes
Se llamaba Blurryface. Un muchacho tan oscuro que a la vez tenía algo de luz. Pero nadie sabía o preferían ignorar. Padre ausente, sin abuelos, un hermano que se independizo hasta de él y una madre que trabajaba por horas. No sabía para que, no les faltaba ni el agua. Era sensible, pero no lloraba. No sabía llorar. Pero si sabía derrumbarse entre cuatro paredes. Tenía a su mejor amigo Spooky Jim y otros 3 más: Gerard Way, Adam Gontier y John Cooper. Lo malo es que no estudiaban en el mismo aula. Eso hace que se sienta peor que solo. Parecía que dios lo odiaba. Apenas salía de casa, prefería estar conectado a la red. Si salía, prefería ir al bosque a pie o en bicicleta. No conocía a nadie más en la escuela, excepto a sus bullys que parecía que uno de ellos estaba tan obsesionado con él que no le sorprendería para nada si alguna vez lo encuentra dentro de su casa para terminar con su existencia.
Si hay un más allá, lo atravesaría con mucho gusto. Él era un raro que usaba ropa oscura, su característico gorro rojo y sus manos y garganta eran muy negros. Sus ojos podían volverse rojos si estaba muy emocionado o muy enojado. Podía ver muchas cosas, cosas que no siempre percibían. No era una persona tonta, más allá de la tristeza o el autoestima bajo.
Últimamente, no se sentía mal. Una serie de mensajes de texto lo empezaron a invadir de la nada. Debería bloquear ese número o decirle que no moleste. Pero cada vez que lo intentaba, sus manos ya tenían la respuesta ya enviada a esa persona. Se rindió contra el mensajero misterioso, era quien le hacía tan bien. Al principio creyó que sus amigos le estaban jugando una broma. Pero ellos juraron y re juraron que no eran ellos. Incluso llego a pensar que esos asquerosos rugbiers estaban intentando hacerle el ridículo. Pero cuanto más averiguaba quien era, menos sabía. Intento varias veces emboscar al mensajero, pero no sabía cómo. No era tímido, pero tampoco quería parecer un loco recién salido del manicomio que estaba persiguiendo a una persona de la cual no sabía si jugaba con él o en verdad estaba interesado en un ser tan ignorado hasta por el profesor. Ni sabía de qué se quejaba, de todas formas a veces se escapaba de clases para estar en un lugar determinado que estaba abandonado por la escuela. No soportaba la escuela, pero al menos le iba bien que sus calificaciones estaban muy bien. Por lo que su madre no podía quejarse de él o darle una especie de sermon largo.
Una noche, Spooky Jim fue a visitarlo a su casa. Era un viernes por la noche. Aquella vez, la madre de Blurryface estaba en la casa. Era una señora encantadora que amaba las visitas y preparar ricas cenas (Siempre y cuando estuviese en la casa). No le molestaba que su hijo y su amigo estuvieran en el cuarto todo el día. Mientras estudiaran y no se metieran en problemas, se sentía orgullosa de ella misma.
- Entonces, sigue escribiendo – pregunto Spooky, mirando el teléfono de su amigo mientras estaba sentado frente a la PC de su mejor amigo.
- Sí, pero no sé quién puede ser. No tiene foto de perfil – Se quejó Blurry mientras estaba en su cama. Era verdad, la foto apenas era un fondo de pantalla rosado.
- ¿Sabes siquiera si es mujer?
- ¿Por qué no lo sería? Ella habla en términos de mujer.
- ¿Ya vas a desenmascararla o qué?
- Eso es lo que no sé. Si es una persona inocente, no quiero asustarle. Suficiente tengo con que estoy solo en el salón.
- ¿Qué le ves de especial? – Pregunto extrañado Spooky. No era normal que su amigo se preocupe tanto por una extraña.
- Es que me hace sentir algo que no siento desde muy niño: Feliz, alegre, con deseos de volar… me da sensaciones que no pensé que alguna vez volvería a tener – Le respondió Blurry con una felicidad que daba miedo -. Es como que ella y yo tenemos cosas en común y entiende mi soledad. No sé, siento algo más que no siento ni con ustedes. Sin ofender.
- Mmmm… creo que tengo una idea.
Spooky Jim es el mejor amigo que cualquier le gustaría tener.
Notes:
Creo que ahora vamos bien. Voy entendiendo como funciona esto.
Chapter 3: Capitulo 3 - Can’t help falling in love
Summary:
Se descubre la verdad en una confusa pelea, pero de alguna manera Crybaby convence a Blurryface de conocerse.
Chapter Text
Toma mi mano
Toma mi vida entera también
Porque no puedo evitar
Enamorarme de ti
Era Lunes por la tarde, otra vez. Habían hecho un examen de lengua. Para algunos era difícil, pero no tanto para Crybaby y Blurryface que si leían. Bueno… Crybaby si leía, pero Blurryface prefería hacer trampa mirando la película.
Ya era recreo. Todos salieron. Excepto el pequeño grupo de Jason, Crybaby y Blurryface. Para más: Spooky Jim había entrado al aula. No era la primera vez. Pero estaban ahí para su objetivo. Crybaby se quedó en el salón porque Jason se lo ordeno por teléfono (¿De verdad fue él?). Habían estado peleando acerca del libro. Crybaby no estaba de acuerdo que Jason mirase una película solo porque este basado en el libro. Puede haber detalles que pudo haber omitido o no se dio cuenta que fue cambiado para que la historia tenga más sentido, más entretenimiento o para darle un final mejor que la original. Jason le dijo que no se metiera en sus asuntos y le pidió que se quede para decirle algo al final.
Spooky Jim metió mano en el teléfono de Blurryface. Algo tuvo que haber hecho porque automáticamente Crybaby destrozo unos apuntes enfrente de Jason y hasta le destrozo un regalo que pensaba entregarle ese día. Eran galletas con chips de chocolate.
-¿¡Que te pasa!? ¿Estás loca? – Le pregunto sobresaltado Jason.
-¡Eres un tonto! ¡Un imbécil! ¡Un bueno para nada! ¡No sé para que hablo contigo! ¡No pienso volver a ayudarte nunca! – Le grito Crybaby mientras lloraba.
-¡Estás loca! ¡Nunca hablamos! – Le dijo Jason a punto de agarrarla de los pelos.
-Pero yo si lo hice – se metió Blurryface, tomando la mano de Jason antes de que tome los cabellos de Crybaby.
-¿¡Ah!? – quedo sorprendida Kelly. No entendía nada.
-¿De que estas hablando? – Le pregunto Crybaby a Blurryface.
-Todo este tiempo preguntándome quien me estaba escribiendo todo este tiempo y resulta ser fuiste vos todo este tiempo – Le respondió Blurryface mostrándole su teléfono con todos los mensajes escritos entre ellos.
-¡Imposible! Yo… ¡sé supone que estaba hablando con Jason todo este tiempo! – Sintió algo de miedo Crybaby. Además de sentirse tonta.
-A ver – le arrebato el teléfono Jason -. ¡Que coincidencia! Tenes mi número. Solo que el mío termina en 6 y no en 9 – Jason se río tanto que se tuvo que retirar del salón. Su grupo le siguió. Dejo el teléfono en la mesa, permitiendo que Blurryface lo guarde.
-Bueno, misterio resulto: Eres un número equivocado, además de ser el “vecino” de ese engreído – Comento Spooky Jim.
-No sé qué decir al respecto – se sintió avergonzada Crybaby.
-¿Qué podemos decir? Nada. Creo que es mejor dejar las cosas como están – intento escapar Blurryface. Pero Crybaby lo detuvo.
-¡No te vayas, por favor! – Le pidió ella – lamento este escándalo. Pero quiero seguir siendo tu amiga. Me gusta hablar contigo. No me interesa que no seas Jason, de todas formas.
-No lo sé… no tengo nada interesante que aportar, estoy muy atrás en la esquina y soy algo retraído.
-Por favor, dame una oportunidad. Y si nuestra amistad no funciona, al menos lo hemos intentamos.
Blurryface sintió algo en su pecho. Lo que atino por hacer fue darle un fuerte abrazo a Crybaby. Lo otro que sintió fue alivio, al final no era una trampa de los bully. Era una muchacha que tenía mucho que hablar y le gustaba como compañera de salón. Y lo sabía porque cada palabra que se decían en el teléfono eran tan auténticas como respirar, saber su propio nombre y entender sus sentimientos florecientes.
Mientras, Spooky Jim se estaba comiendo esas galletas caseras que estaban algo destrozadas en la mesa de Jason. Pero estaban deliciosas. Crybaby sabía cómo conquistar en la cocina. Ninguna miga se salvó.
Las clases siguieron con normalidad. Elita se enteró del chisme. Crybaby era cada vez más un chiste, pero no se la podía culpar de todo. Jason podía ser todo, pero a la vez era tan engreído y tan torpe que anoto mal su número de teléfono. Nadie sabía que intenciones tenía Jason contra Crybaby. Pero ya todos sabían que algo nuevo se avecinaba, Blurryface y Crybaby se juntaron para hacer prácticas en matemáticas. Obvio que Elita no se quedó atrás, le gustaba el nuevo amigo de Crybaby.
A la salida de la escuela, Blurryface, Crybaby y el resto de amigos se juntaron en la salida. No acostumbraban a usar el transporte de la escuela. El resto tendrá sus pretextos, pero Blurryface una vez le rompió la nariz a alguien que fue expulsado injustamente (siempre defienden al abusador y nunca al abusado. Un clásico entre clásicos de gente idiota) y Crybaby la paso tan mal porque era el blanco de burlas que le suplico a su hermano que le deje de pagar el pase del autobús y por suerte él la escucho.
Cada quien fueron a sus respectivas casas. Solo Crybaby y Blurryface continuaron juntos. Llegaron a la casa de ella. Crybaby descubrió que vivía a 2 cuadras y que cerca vivía Jason.
-Hasta mañana, Crybaby
-Hasta mañana, Blurryface
Crybaby fue directo a su habitación tan turquesa, tan vintage y tan llena de juguetes de toda clase y tipo. Se quedó pensando en todo. No pensó alguna vez en ser amiga de Blurryface. Si, lo conocía desde el primer año de la primaria. Admite que se dejó llevar por sus pintas oscuras para no acercarse a él. Pero se dio cuenta que era solo eso: Prejuicios. No perdía nada en intentar ser amiga de ese ser tan especial ahora. Él era tan especial que le podría haberle comido la boca como si fuera un pastel de fresa. Si no fuera porque no es Jason.
Jason, Jason, Jason… ningún ser como él la querría como novia. No era fea, pero sentía que ella nacio para ser un juguete para sujetos como él. De todos los chicos, Blurryface la ha estado tratándola con respeto y amabilidad. Ella no le escondió nada a Blurryface y él la trato tan bien. Por eso le dio la oportunidad de ser amigos. Solo amigos. Quería ver que tan lindo era Blurryface fuera de las pantallas de sus respectivos teléfonos. Esperaba no llevarse ninguna decepción. Aunque tendría que hacer más galletas porque Spooky Jim no le dejo nada a Blurryface.
Chapter 4: Capítulo 4 - Stand By me
Summary:
La amistad crece entre Blurryface y Crybaby. Además de que conoceremos tanto a los amigos como a los enemigos de la escuela.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Cuando la noche ha llegado
Y la tierra es oscura
Y la Luna es la única luz que veremos
No, no tendré miedo
Oh, no tendré miedo
Solo el tiempo que aguantes, quédate junto a mí.
El recreo se sentía más frío de lo normal. Las nubes pesaban sobre el patio como si algo malo estuviera por caer. Crybaby se sentó sola en el borde del arenero, apretando su lonchera entre las manos. Billie y Elita estaban en la biblioteca por un castigo injusto, y Jazmín había desaparecido tras una pelea con Nico.
Del otro lado del patio, Blurryface jugaba a patear una botella vacía con Spooky Jim. Su madre no lo había llevado: como siempre, trabajaba hasta que ya no podía. Y apenas despertaba, se hacía humo. Rara vez hacia algo en la casa, realmente. Blurryface no se quejaba mucho, sus ojeras bajo sus ojos eran más profundas que ayer.
Al principio de las horas, Los Niners no perdieron oportunidad alguna. Al parecer, la zorra de Kelly los mal influencio y convenció a Jason de ser un completo cretino. Jason empujó a Crybaby al pasar, haciéndole caer su lonchera. Kelly soltó una risa aguda y falsa como una alarma vieja. Podría haberse formado una pelea, pero algo se sintió anormal. Blurryface estaba ahí, No con ojos extraños ni como el chico misterioso del fondo de la clase, sino como alguien que, aunque cargado de sombras, sabía lo que era estar solo. Jason y Blurryface intercambian miradas.
—¡Dejala! —Una voz cortó el aire como un rayo.
Jason se rió, pero sin dar pasos.
—¿Y a vos qué te pasa, payaso?
—Que estoy cansado de verlos actuar como si fueran dueños del mundo —dijo Blurryface, caminando hacia ellos—. ¿Y si por una vez, se meten con alguien de su tamaño?
Crybaby lo miró como si fuera la primera vez que lo veía realmente. No con ojos extraños ni como el chico misterioso del fondo de la clase, sino como alguien que sabía lo que era estar solo.
Jason y los demás se alejaron entre murmullos. No valía la pena, pensaron. Pero algo había cambiado.
Blurryface le ofreció la mano a Crybaby. Spooky Jim también estaba con ellos.
—¿Por qué hiciste eso? —preguntó, mientras caminaban hacia el aula.
—No sé —respondió él—. Tal vez porque cuando todo se derrumba… hay que estar ahí para alguien. Aunque sea una sola persona.
Crybaby no dijo nada. Pero sonrió. Sabía que Blurryface empezaba a florecerle algo.
Blurryface lo sabía. Blurryface no está acostumbrado a que lo miren sin esperar algo de él. Su madre vive ocupada, sus amigos (aunque fieles) no siempre entienden lo que le pasa por dentro. Pero esa voz al otro lado del teléfono parecía verlo completo. Como si sus silencios también tuvieran valor. Ella escribió por error, creyendo que hablaba con Jason. Pero cuando descubrió que no era él, en lugar de disculparse y cortar, se quedó hablando. Y no sólo eso, le habló con ternura, como si algo dentro de ella también lo necesitara.
Eso tocó algo roto dentro de Blurryface. Lo que otros desechan, ella lo abraza.
Cuando supo por qué lo había contactado —porque Jason la había estado confundiendo y manipulando—, algo dentro de Blurryface se encendió. Una mezcla de culpa ajena, bronca y protección. Como si el universo le hubiera dicho: "te la mandaron para que la cuides."
Una parte de él, la súper mega admira. Ella siente. Llora. Habla. Se quiebra y vuelve a pararse. Blurryface lleva todo eso adentro, pero oculto detrás de sombras, música oscura y sarcasmo. Ella es su espejo opuesto… pero complementario.
Volviendo al recreo, Crybaby estaba sola en el patio, sentada en el rincón donde nadie molestaba… o eso creía. Jason se acercó, otra vez, con esa sonrisa que parecía amable, pero que ya le hacía doler el estómago. Ya no lo quería ni apreciaba ser su novia. Algo cambio. Al principio, le había hablado con frases dulces, con promesas vacías de "ayuda" y "compañía". Pero ella empezaba a entender que detrás de esa voz no había un amigo, sino alguien que disfrutaba verla confundida.
—Estás muy linda hoy —dijo Jason, agachándose a su lado—. ¿Por qué no venís conmigo un rato? Tengo algo para mostrarte en el pasillo de los depósitos.
Crybaby tragó saliva. Antes, quizás, habría ido. Pero desde que había empezado a hablar con él —con Blurryface, ese chico raro que conoció por error en un chat—, algo había cambiado. Alguien al otro lado del teléfono le había dicho que su voz valía. Cada vez que se quejaba de su soledad y el bullying, ahí estaba él para escucharla y aconsejarla. Alguien que tenía su mismo problema, pero tenían diferentes formas de enfrentarlas. Era alguien que le dio un gran valor: Que podía decir “no”.
—No quiero ir a ningún lado con vos —dijo Crybaby, sin levantar la mirada.
—¿Y desde cuándo vos decidís? —replicó Jason, acercándose más, con ese tono que mezclaba burla con amenaza.
—Desde ahora —dijo una voz. Grave. Fría. Cercana.
Jason se dio vuelta. Y ahí estaba Blurryface. En persona. El chico con quien Crybaby había estado hablando por las noches, cuando nadie más la escuchaba. El que sabía lo que era sentirse invisible. Su hoodie negra con una mancha roja en la manga, su mochila rota colgando de un solo hombro, y los ojos oscuros, tan vacíos.
—¿Vos que…? —preguntó Jason, frunciendo el ceño.
Blurryface no respondió. Solo miró a Crybaby.
—¿Estás bien?
Ella asintió, sorprendida de que él realmente existiera. De que hubiera venido. No era un amigo pasajero, como lo fueron otros chicos alguna vez.
Jason bufó.
—Qué tierno. ¿Tu noviecito del chat? Qué triste tenés que estar, nena.
Blurryface no se inmutó.
—Andate.
—¿Y si no? —desafió Jason.
—Entonces vas a ver que no estoy solo —dijo Blurryface, mientras a lo lejos, Spooky Jim y Gerard se acercaban. No decían nada. Solo observaban.
Jason dio un paso atrás. Lo suficiente.
—Qué par de locos —murmuró, y se alejó.
Crybaby aún no podía creerlo. Blurryface la miró, más serio que nunca.
—No tenés que quedarte callada cuando alguien te trata así. Nunca.
—Gracias por venir —susurró ella, y por un instante, quiso llorar. Pero no de tristeza. De alivio.
Se sentaron juntos bajo el árbol del fondo. No hablaron mucho. Pero no hacía falta.
En el bolsillo de ella, su celular vibró. Un mensaje nuevo.
Blurryface: "Aunque el cielo se caiga… yo me quedo. Stand by me."
¿Cómo le habrá hecho para escribir sin que se dé cuenta? No importaba. Se sentía mágico.
¿Por qué tanto Bullying a Crybaby? Crybaby no quiere llamar la atención, pero lo hace. Su forma de vestir, su voz suave, sus silencios en clase, su manera de ver el mundo. No actúa como la mayoría, no sigue modas, ni busca validación. Y eso irrita a quienes viven para ser aceptados. Ellos se frustran porque Crybaby no siempre responde con enojo. A veces se queda callada, a veces les dice "no" con una voz firme pero sin gritar. Esa calma los descoloca. Y en su lógica retorcida, eso es una provocación. Crybaby llora, siente, habla de lo que le duele. En un entorno donde mostrar emociones es visto como algo “vergonzoso”, ella es libre. Y eso incomoda. Porque muestra lo que otros esconden bajo máscaras perfectas. En el ecosistema cruel de la escuela, la soledad visible es interpretada como debilidad.
Jason cree que puede manipularla porque “no tiene a nadie” que la defienda. Grave error.
Elita Harvok fue la primera en llegar corriendo. Tenía hojas pegadas en el pelo y una libreta rayada bajo el brazo.
—¡¿Qué pasó?! ¡Vi a Jason irse como si hubiera visto un fantasma! —preguntó, agitada.
—No fue un fantasma —murmuró Crybaby, mirando de reojo a Blurryface—. Fue… él.
Blurryface bajó la cabeza, incómodo. No estaba acostumbrado a que lo miraran como héroe.
—¿Vos sos el famoso del celular? —preguntó Elita, acercándose a él sin miedo—. ¿El de los audios raros a las tres de la mañana?
—Yo no… bueno, sí —admitió él.
—Me caes bien.
Antes de que pudiera responder, Billie Eilish apareció también, con su mochila colgando y los auriculares aún puestos.
—¿Me perdí algo? Vi una mini discusión desde la biblioteca y Jazmín me mandó un mensaje que decía “EMERGENCIA NÍVEL CATASTRÓFICO” con cuatro calaveras.
—Jason casi la lleva al depósito —murmuró Elita, frunciendo el ceño—. Pero nuestro héroe emo lo evitó.
—Ohhh —Billie miró a Blurryface de arriba abajo, evaluando—. Bueno, tiene el look. Me sirve.
Jazmín Bean llegó por último, caminando con su clásico aire sobrenatural, como si flotara entre los charcos del patio. No preguntó qué pasaba. Solo se sentó al lado de Crybaby y le acarició el brazo.
—No tenés que explicarme nada. Lo sé todo. Y me alegra que no estuvieras sola.
Blurryface estaba un poco abrumado por tantas miradas, pero entonces sintió una mano sobre su hombro. Era Gerard Way, serio como siempre.
—¿Estás bien?
—Sí. Solo… no pensé que todos ustedes vendrían —murmuró Blurryface.
—Vinimos porque vos viniste —respondió Gerard, sin rodeos.
Adam Gontier y John Cooper se acercaron también, intercambiando miradas con las chicas. Un silencio incómodo flotó por un momento, hasta que Spooky Jim rompió la tensión:
—Bueno, esto es raro. ¿Pero qué tal si, no sé… formamos una especie de alianza de personas no funcionales?
Todos lo miraron.
—¿Un grupo? —preguntó Crybaby, sorprendida.
—Un supergrupo —dijo Billie—. De los que no encajan, pero igual hacen ruido.
—¡Me encanta! —exclamó Jazmín, girando sobre su eje como si fuera un hada con spikes.
—Podemos llamarnos… “Los Inadaptados de la Última Fila” —sugirió Elita.
—Eso es horrible —dijo Gerard.
—Por eso mismo es perfecto —agregó Adam, sonriendo por primera vez.
Crybaby se rió. Rieron todos. Por primera vez, juntos. Por primera vez, sin máscaras.
La campana sonó, pero nadie se levantó de inmediato.
—Oigan —dijo Blurryface, bajito—. ¿Ustedes creen que… podríamos repetir esto mañana?
Crybaby lo miró.
—No. Mañana haremos algo mejor. Vamos a conquistar el recreo.
Y por un momento, el cielo no parecía tan oscuro. Ni en los días siguientes.
Notes:
Bueno, si notan algo raro posta es porque lo escribimos el ChatGPT y yo. Si, estabamos aburridos. Porque use una IA? No preguntes, solo gozalo. Pero relajense porque valdra la pena. Aunque aceptemoslo: El Chat es quien escribe y yo vendria hacer una especie de director ¿Han visto "El extraño mundo de Jack"? Bueno, el director fue Tim Burton y el que la produjo es Henry Sellick. Entonces, ¿A quien le corresponde el crédito? Como sea, sigan disfrutando que vendra más (Aunque el fanfic lo tengo terminado hace dias, pero prefiero subir esto de a poco).
Chapter 5: Capítulo 5 – What a Wonderful world
Summary:
A pesar del Bullying y los problemas en la familia, sienten que aquello que buscaban lo encontraron.
Chapter Text
Veo cielos tan azules y nubes tan blancas
Los días benditamente brillantes, las noches sagradamente oscuras
Y me digo a mí mismo: ¡Qué mundo maravilloso!
A veces, los días no necesitaban ser épicos. Solo tenían que pasar. Uno tras otro. Y si bien el colegio seguía igual de gris, algo había cambiado para Crybaby y Blurryface: ya no caminaban solos.
Los recreos se volvieron el momento más esperado. No porque fueran divertidos —Kelly seguía lanzando comentarios venenosos y los Niners acechaban desde las sombras— sino porque ahí, bajo el viejo árbol del fondo del patio, los esperaban ellos: su grupo.
Un cuaderno colectivo circulaba entre Elita, Billie y Gerard, donde escribían frases que no se animaban a decir en voz alta. Adam a veces se acercaba con auriculares y compartía una canción distinta cada día. Jazmín dibujaba corazones góticos en los brazos de todos con marcador indeleble. John armaba historias absurdas de ciencia ficción con Spooky Jim solo para hacerlos reír.
Crybaby solía mirar todo desde su rincón con ojos brillantes. Y una sonrisa pequeña. Como si todavía le costara creer que esto le estaba pasando a ella.
Una tarde, después de clases, Blurryface caminó junto a Crybaby en silencio. Iban por la vereda rota del barrio, con la mochila colgando, los cordones desatados, y el viento que soplaba justo como en las películas.
—¿Puedo preguntarte algo? —dijo ella, bajito.
—Siempre.
—¿Vos creés que… esto que está pasando… es de verdad?
Blurryface la miró de reojo. Su sombra caminaba junto a la de ella, tocándose en el suelo como si ya supieran lo que ellos aún no decían.
—Yo antes no creía en nada. Pero ahora creo en esto —dijo él—. En nosotros. Aunque sea raro. Aunque dure poco.
Crybaby parpadeó. Quiso decirle yo también, pero las palabras se le atoraron con las nubes en los ojos.
—Mi casa está vacía —susurró ella—. Mi hermano no aparece. No sé si me extraña. No sé si está bien.
—La mía está llena de cosas, pero igual se siente vacía —respondió él—. Mamá me habla menos que mi gato.
—No tenés gato…
—Exacto.
Se rieron. Apenas. Pero fue una risa verdadera.
Un pájaro voló bajo, haciendo círculos sobre sus cabezas. El cielo estaba manchado de naranja, como si el día estuviera curando sus propios golpes.
El sol se escondía detrás de los techos, y por un segundo, no había deberes, no había gritos, ni insultos, ni miedo.
Solo ellos, el viento, y una canción que hablaba de lo que estaban empezando a sentir: que quizás, solo quizás… no estaban tan rotos como pensaban.
La noche los encontró separados por unas pocas cuadras, pero conectados por una videollamada que nadie más entendería.
Crybaby tenía el cabello desordenado y una lámpara en forma de nube encendida detrás. Blurryface, con su buzo grande, apenas dejaba ver su cara en la penumbra de su habitación, donde solo brillaba la pantalla de la compu y una linterna apuntando a su cuaderno de dibujos.
—¿Terminaste la parte del cartel? —preguntó ella, acomodando su hoja contra la cámara—. El mío es medio dramático, pero bueno… soy yo.
El afiche era para una tarea de “Expresión artística”: debían representar cómo veían el mundo. El dibujo de Crybaby tenía árboles con ojos, un cielo partido en dos y una niña parada sobre una cuerda floja, con lágrimas que caían y flores que crecían de ellas.
Blurryface sonrió apenas.
—El mío también es dramático —dijo, girando su cuaderno—. Lo llamé “Silencio eléctrico”. Es una ciudad vacía con antenas gritando al cielo, y en el centro… un chico hecho de sombra, con una flor en la mano.
—¿Y esa flor…?
—Sos vos —dijo él, sin pensarlo.
Crybaby se quedó en silencio. El corazón le golpeó tan fuerte que la pantalla pareció latir con ella.
—Nunca me habían dibujado así —murmuró.
—Nunca había querido dibujar a alguien —respondió él, bajando la vista.
Se hizo un silencio cálido. Cómodo. Lleno de algo nuevo.
—¿Te puedo hacer una pregunta? —dijo Crybaby, después de un rato.
—Claro.
—¿A qué le tenés miedo?
Blurryface se quedó quieto. Muy quieto. Podía decir algo cliché. Las arañas. Los lugares cerrados. Las alturas. Pero no sería verdad.
—Le tengo miedo a gustar de alguien —dijo por fin—. Porque siempre termino sintiéndome más solo después.
Crybaby tragó saliva.
—Yo… le tengo miedo a desaparecer —confesó—. A que un día nadie me recuerde. Que pasen por donde estuve y no quede ni una marca mía.
La voz se le quebró, pero no lloró. Él tampoco. Solo se quedaron ahí, uno frente al otro, a través de la pantalla, en la habitación de cada uno, compartiendo su fragilidad.
—Pero si vos desaparecés, entonces yo también desaparezco —dijo Blurryface.
—¿Por qué?
—Porque sos la única persona que me ve de verdad.
Crybaby sonrió, y aunque tenía los ojos vidriosos, no se limpió las lágrimas. Quería que él las viera. Porque eran reales. Como todo lo que estaba pasando entre ellos.
—¿Querés prometerme algo? —preguntó ella.
—Sí.
—Pase lo que pase… no dejes de dibujarme flores.
—Solo si vos prometés no dejar de llorar estrellas.
Ambos se quedaron en la llamada sin hablar, escuchando la lluvia suave que caía del otro lado de la ventana. No hacía falta más.
Y en la pantalla dividida en dos, dos mundos rotos encontraron un rincón compartido donde respirar.
Chapter 6: Capítulo 6 – Everlong
Summary:
Van a una fiesta de Halloween de colada y son ellos mismos... Hasta que deben hacer un plan de fuga cuando son descubiertos.
Chapter Text
Hola, he estado esperando por ti aquí
Por una eternidad
Esta noche me lancé de lleno
Las luces de Halloween encendían las calles como venas naranjas y violetas cruzando la ciudad. El cielo tenía esa textura suave de fin de octubre, y el viento traía olor a plástico quemado, maquillaje barato y dulces robados.
Blurryface bajó la pantalla del celular y miró a Crybaby.
—¿Estás segura?
—No —respondió ella, apretando su mochila rosa pastel decorada con parches de murciélagos—. Pero quiero hacerlo.
La fiesta era en la casa de Maxi Rodríguez, el primo de un Niner, lo que ya era una pésima señal. Pero Elita había pasado la dirección en un audio críptico, y Billie dijo que todos iban. Todos menos ellos, claro.
—No nos invitaron —dijo Blurryface, aún en la vereda oscura.
—¿Y cuándo nos invitan a algo?
Esa pregunta bastó.
Entraron como sombras por el costado de la casa, trepando la reja oxidada y esquivando la piscina inflable que alguien había llenado de gelatina negra. Nadie los notó al principio. Había demasiada gente disfrazada. Demasiado ruido. Demasiado todo.
Crybaby llevaba un antifaz blanco, un vestido blanco con tul y gotas rojas falsas en el cuello, como una fantasma escapada de un cuento infantil. Blurryface solo tenía una máscara y un traje de huesos, simulando ser un esqueleto.
La música tronaba. Everlong empezó a sonar justo cuando cruzaron el patio.
“If everything could ever feel this real forever…”
El momento era caótico, sí. Pero también eléctrico. Por un segundo, se sintieron dentro de un videoclip donde nada malo podía pasar. Bailaron torpemente. Se rieron. Compartieron una botella de gaseosa misteriosa que les ofreció alguien disfrazado de estatua viviente.
—Esto es raro —dijo Crybaby, apoyando su cabeza en la pared del quincho.
—Pero se siente bien raro —agregó él.
Y entonces, la voz rasposa y desagradable de Kelly cortó el aire como un cuchillo.
—¿Qué hacen ellos acá?
Crybaby se giró tan rápido que casi tropieza con una calabaza de plástico.
Nico estaba a su lado. Sonrisa torcida. Brazo cruzado.
—No los vi en la lista de invitados —dijo, acercándose—. ¿Se colaron?
Blurryface se adelantó. No porque no tuviera miedo, sino porque tenía mucho y aun así eligió quedarse.
—No estamos molestando a nadie.
—Solo a la vista —bufó Kelly—. ¿Querés que llame a Maxi?
Crybaby lo tomó de la mano. Instinto. Como quien busca una salida con los ojos. Y entonces, corrieron.
-¡Ahí se ven!
Cruzaron el jardín trasero entre gritos, risas burlonas y un par de vasos volando. Blurryface saltó la reja con agilidad, ayudó a Crybaby a pasar sin romper su vestido, y cayeron del otro lado con las rodillas raspadas y el corazón como tambor.
Caminaron sin decir nada por el bosque. No sabían si llorar, reír o gritarle al cielo. Al final, Crybaby se dejó caer en el pasto de una plaza silenciosa, debajo de un árbol con telarañas de utilería colgando.
—Eso fue horrible —dijo ella, entre jadeos.
—Sí… —dijo Blurryface—. Pero también fue la primera vez que sentí que estábamos vivos.
Ella lo miró. No con romanticismo, ni con vergüenza. Lo miró como a alguien que entendía exactamente lo que quería decir. Como un espejo roto que refleja las partes que uno no sabía que tenía.
“And I wonder…”
“If everything could ever feel this real forever…”
La canción todavía sonaba en su cabeza. No duró para siempre. Pero ese instante lo había parecido.
Mientras tanto, Spooky Jim…
Con Crybaby y Blurryface desaparecidos —literalmente, nadie sabía dónde estaban—, Spooky Jim sintió algo muy parecido a la responsabilidad... o al menos, a lo que él pensaba que era: el deber de mantener unido al grupo hasta que sus líderes volvieran de su épica fuga. Lo sabía, lo había visto todo desde afuera tmibén vestido de esqueleto.
—Hoy vamos a investigar algo muy importante —dijo, de pie en el banco del parque con una linterna prendida a pleno sol—. El buzón de la esquina volvió a romperse. Esto es un mensaje.
—¿De quién? ¿De los Niners? —preguntó Billie, sacando una libreta de espiral con garabatos tipo FBI.
—O peor… —Spooky bajó la voz, dramático—. Del sistema.
Elita y Jazmín se miraron. Adam Gontier murmuró algo como “estamos completamente desquiciados”, mientras John Cooper lo corregía: “No, estamos despiertos.”
—¿Qué hacemos, detective Jim? —preguntó Gerard, entrando en el juego.
Spooky Jim sonrió. No todos lo entendían, pero ese grupo sí. Y eso bastaba.
Operación Buzón Sangriento
El plan era sencillo: revisar el buzón roto a las 3:33 de la tarde (porque 3:33 es mitad de 666, y eso, según Spooky, activaba portales), tomar pruebas fotográficas y dejar una carta anónima adentro con un mensaje tipo: “Los raros estamos mirando.”
Parecia buen plan sacado de alguna serie de TV. Pero al acercarse al buzón, no encontraron papeles ni cartas... sino una caja pequeña con una nota que decía:
“Para los que no encajan. Con amor, C.”
Todos se miraron.
—¿C de Crybaby? —preguntó Elita, esperanzada.
—¿O de caos? —aventuró Jazmín, como si no fueran sinónimos.
Abrieron la caja. Adentro había dibujos. Trazos que reconocieron como de Crybaby y Blurryface: retratos del grupo, caricaturas bizarras de Kelly explotando como una piñata, corazones rotos remendados con cinta.
Había también una foto pequeña, tipo polaroid, de Blurry y Crybaby en un callejón, sonriendo.
Spooky Jim agarró la caja como si fuera una reliquia.
—Vamos a estar listos —dijo, mirando al cielo, solemne.
—¿Para qué? —preguntó Adam.
—Para la revolución —respondió Jim, con una sonrisa torcida.
Okey, suficiente drama innecesario y raro…
Spooky Jim caminaba solo de regreso a su casa, con la caja de dibujos de Crybaby y Blurryface apretada contra su pecho. El cielo estaba entre naranja y azul, como si no pudiera decidir si quería llorar o soñar. A él le pasaba igual a veces.
Su casa no era ruidosa ni silenciosa. Era rara. Su madre estaba sentada en el sillón, leyendo un libro sobre meditación, con las gafas que antes nunca usaba.
—Llegás tarde —dijo, sin mirarlo del todo.
—Estaba... investigando el buzón —respondió él, como si eso explicara todo.
Ella levantó una ceja, pero no preguntó más. Sabía cómo era su hijo. Y ahora, por fin, empezaba a entenderlo. Había días en los que le dejaba dibujar con marcador en las paredes del pasillo. Había aprendido a querer sus rarezas, como quien aprende a hablar un idioma inventado.
—¿Y tu hermano? ¿Sabes algo? —preguntó, como quien pregunta por un sueño que no volvió a tener.
—No escribió —dijo Jim, quitándose la mochila—. Pero sigue existiendo. Creo.
Se encogió de hombros. No hablaba mucho de su gemelo. No porque no lo quisiera, sino porque era como hablar con un espejo roto. Todo lo que era Jim —desastre, arte, locura alegre— su hermano lo vivía en reversa: orden, silencio, distancia. O bueno, esa era su sensación.
Recordó aquellos tiempos en los que eran niños y jugaban mucho. Sobre todo con Blurryface. Hubieran tenido buena infancia, de no ser porque era estructurada y cuando se separaron sus padres ellos tuvieron que tomar a sus hijos. Fue una separación horrible. Sus padres eran estrictos. Y el padre era peor, amenazo con mandar a un internado a Spooky si lo mandaban con él. No quería hacerse responsable de nada, pero para evitar pagar doble manutención, mejor se llevó a su otro hijo y educarlo a su modo ¿Qué le habrá hecho ese narcisista a su hermano? ¿Y para qué? ¿Que era lo que buscaba? Lo único que sabe es que su madre estaba muy arrepentida de sus malos actos. Y él tenía mucho dolor acumulado.
Entró en su habitación, donde cada pared era una historia. Garabatos, luces de navidad que nunca apagaba, fotos polaroid con Blurryface en posiciones ridículas. En el techo, un mural pintado con témpera que decía:
“No estoy solo si me tengo a mí.”
Se sentó en la cama y abrió un viejo cuaderno de tapas negras. Sacó una birome morada y escribió:
“Crybaby y Blurry están bien. Me alegra.
También encontré algo más:
Tal vez yo no esté tan roto. Tal vez solo soy distinto.
Y tal vez, solo tal vez, eso no sea una maldición.
Mañana voy a regalarle una rana de peluche a Billie. No hay razón. Me pareció lindo.”
Cerró el cuaderno. Se tiró de espaldas en la cama, mirando las luces titilantes del techo. Tenía miedo, sí. Miedo de que el grupo no sea real. Miedo de que Blurryface lo deje solo. Miedo de que Crybaby se canse de ellos. Pero también tenía fe.
Y en ese momento, sonrió, porque era uno de esos raros días en los que se sentía completo, aunque no entendiera por qué.
Porque a veces, ser Spooky Jim era difícil.
Pero otras veces… era hermoso.
Chapter 7: Capitulo 7 – Can’t take my eyes off you
Summary:
Halloween casi termina mal. Un paseo nocturno lo arregla todo y en un improvisado baile.
Chapter Text
Eres demasiado bueno para ser verdad
No puedo quitar mis ojos de ti
Serías como el cielo para tocar
Quiero abrazarte tanto
La fuga sigue. Es una gran ventaja que vivan en un barrio con bosque. Además de que los chicos conocían sus secretos.
Los árboles crujían como si contaran chismes. Crybaby pateaba piedritas mientras caminaba por el sendero escondido, con una capucha levantada (cortesía de su amigo Blurryface) y las medias desparejas. Blurryface iba detrás, cargando una mochila (que había escondido en una casita de árbol abandonada) y una linterna que nunca encendía porque decía que prefería la luz de las estrellas.
—¿Y si encontramos un oso? —preguntó ella, entre divertida y preocupada.
—Le pediría que me adopte —contestó él, muy serio—. Sería un excelente hijo oso.
Crybaby soltó una carcajada aguda, de esas que no se oyen en la escuela, porque ahí se las traga. En el bosque, sin Kelly ni Jason, sin notas ni pasillos, podía reír como si la vida no tuviera eco.
—¿Por qué sos así? —preguntó entre risas.
—No sé. ¿Y vos por qué sos así?
Esa respuesta le robó el aire. Lo miró. Él también la miraba, pero sin la pesadez de los otros, sin juicio. Solo con una atención tranquila, como si verla fuera suficiente.
Entonces, desde el fondo del bolsillo de Blurryface, sonó una canción. Él olvidaba siempre que tenía descargada una playlist antigua. El celular reproducía, como si supiera, aquella vieja melodía:
“You’re just too good to be true,
Can’t take my eyes off of you...”
Crybaby lo miró con los ojos brillando. Blurryface estiró la mano.
—¿Bailás?
Ella dudó.
—¿Acá? ¿En el bosque?
—Claro. Es pista libre. El jurado son los árboles.
Ella asintió con una sonrisa tonta, y apoyó sus manos sobre los hombros de Blurryface. No sabían bailar bien. Se pisaban. Se reían más que otra cosa. Y sin embargo, parecía perfecto. Había algo en la torpeza compartida que los unía más que cualquier charla profunda.
Giraban entre hojas y ramas como dos bichos raros que, por fin, se habían encontrado.
—¿Pensás en volver? —preguntó ella, bajito.
Blurryface miró hacia el cielo.
—No por ahora. Y vos tampoco, ¿verdad?
—No. No si me esperan allá los mismos de siempre.
Él asintió. Los pasos eran lentos, y la música ya iba por el estribillo que decía:
“I love you, baby,
And if it’s quite all right...”
Pero no se besaron.
No hacía falta.
Porque esa noche, entre risas y una canción vieja sonando desde un celular medio roto, se dieron cuenta de que el mundo podía ser un lugar un poco más amable… si lo caminaban juntos.
La mañana tenía olor a pasto mojado y pan tostado. Crybaby y Blurryface regresaban por el mismo sendero que los llevó lejos, ahora con los corazones un poco más llenos, y las mochilas un poco más livianas. El mundo allá afuera no había cambiado. Pero ellos sí.
En la parada del colectivo, se sentaron juntos a esperar, como si no se hubieran escapado, como si todo fuera un paseo cualquiera. Una suerte que Blurry tuviera algo de dinero encima. Pero entre ellos ya había algo distinto. Una forma de mirarse sin bajar la cabeza. Una calma compartida.
Cuando finalmente llegaron a sus respectivas casas, todo fue confuso: preguntas, regaños, suspiros. Blurryface le dijo a su madre que se había quedado en lo de un amigo. Ella apenas lo escuchó, inmersa en informes médicos y tazas de café frío. Solo murmuró “avisá la próxima vez” y volvió a sumergirse en su escritorio. No se enojó. No preguntó más. Y en cierto modo, eso dolía más que un grito.
Crybaby encontró la casa vacía, como siempre. Su hermano no estaba. Pero había una nota en la mesa con una sonrisa dibujada al final. “Pasé por casa, ¿estás bien? ¡Te quiero! Volveré pronto”. Lo leyó tres veces. Era su letra. Y con eso, alcanzaba.
Al día siguiente, cuando se reencontraron con sus amigos, fue como abrir una válvula de presión contenida. Elita Harvok fue la primera en hablar:
—¡¿Están locos?! ¡Ustedes se plantaron en la fiesta y después desaparecieron! Pensamos que se los había tragado la tierra... o Kelly.
—¿Qué pasó con ustedes? —preguntó Spooky Jim, con una expresión que mezclaba preocupación, celos y emoción—. ¡¿Se fueron a Narnia sin nosotros?!
Blurryface alzó las manos.
—Nos metimos en el bosque. Literal. Dormimos ahí. Bailamos... y no fuimos comidos por ningún oso.
—¡¿Bailaron?! —gritó Billie Eilish desde una esquina, tapándose la boca como si acabara de enterarse de un chisme bomba.
—No hubo beso ni nada —aclaró Crybaby, colorada como una manzana de feria—. Solo... no sé. Fue lindo.
Jazmín Bean los miró a ambos con una sonrisa tranquila.
—Eso suena más real que cualquier otra cosa que hayan vivido en esa escuela horrible.
Entonces, sin que nadie lo propusiera, todos se sentaron en ronda, en la plaza vacía detrás de la vieja biblioteca. Comenzaron a hablar. De la fiesta, de los disfraces, de las bromas, de las cosas que les dolían y de lo que deseaban.
Spooky Jim hizo un chiste tonto sobre su hermano gemelo infiltrado en la escuela rival. Adam Gontier cantó una estrofa de una canción que estaba componiendo. Gerard Way dibujó bigotes en una hoja. John Cooper trajo galletas. Elita Harvok lloró de risa cuando Crybaby contó cómo se tropezó con un tronco intentando correr de Nico.
Fue como si todos supieran que, de alguna forma, ya no estaban tan solos.
—¿Y ahora qué? —preguntó Billie, mirando al cielo, donde las nubes empezaban a cambiar de forma como plastilina.
—Ahora... —dijo Blurryface, mirando a Crybaby— ahora sobrevivimos juntos. Como un supergrupo.
—Los Nadie, unidos —dijo Spooky Jim, alzando su galleta como si fuera una espada.
—No, ese nombre es horrible —se quejó Gerard.
—¡Los Cazadores de Kelly! —propuso Jazmín.
—¡Los que escaparon del sistema escolar opresivo! —gritó John, con voz de tráiler de película.
Se miraron. Y se rieron. Todos. Como si estuvieran en una película que, por fin, estaba empezando a ponerse buena.
Cuando regresaron a la escuela, nadie pareció recordar nada de la fiesta de Halloween. Lo cual fue una señal de que algo pasaría, pero no tenían miedo. De todos modos, estaban unidos y fuertes.
Chapter 8: Capítulo 8 – Say yes to heaven
Summary:
Crybaby y Blurryface son la pareja enamorada más popular. Aunque ninguno de los dos está saliendo. Los rumores son fuertes.
Chapter Text
Si tú bailas, yo bailaré
Y si no lo haces, bailaré de todos modos
Dale una oportunidad a la paz
Deja que el miedo que tienes se desvanezca
Te estoy observando…
Dile sí al cielo.
El lunes empezó como todos los lunes: con mochilas pesadas y caras más pesadas todavía. Pero algo era distinto. No el cielo, que seguía encapotado. No los pasillos, que crujían con los mismos pasos. Era la forma en que los miraban.
Crybaby y Blurryface caminaron juntos hasta la entrada, sin saber que cruzaban la frontera invisible entre lo que eran y lo que todos creían que eran.
—¿Sentís que... nos miran más de lo normal? —susurró ella.
—Sí. Estoy empezando a creer que tengo algo en la cara —dijo él, tocándose la nariz.
En el pizarrón del aula, alguien —sin firma— había escrito con marcador:
“C+B = 💔 o 💘?”
Y a los costados, corazones. Flechas. Caritas sonrojadas.
Crybaby sintió que la garganta le picaba como cuando quiere llorar pero no puede.
—¿Esto es culpa de Jason o Kelly?
Blurryface bajó la mirada, con el ceño fruncido.
—Seguramente. O de algún imitador con ganas de joder. Pero no les demos el gusto.
En el recreo, una chica de primero se acercó tímida y les dijo:
—Mi hermana dice que ustedes son como Romeo y Julieta… pero mejores.
Crybaby no supo qué decir. Solo sonrió bajito.
Blurryface le hizo un saludo de rockero y la nena se fue corriendo, feliz.
Ese día, las burlas vinieron, sí.
Kelly los miró como si olieran mal.
Nico se rio fuerte cuando los vio compartir un lápiz.
Jason, desde la esquina, soltó un comentario que nadie alcanzó a oír… pero que no necesitó volumen para ser desagradable.
Y sin embargo…
También hubo dos chicas del último año que les guiñaron el ojo.
Y un pibe del curso de al lado les dijo:
—Si no están juntos, están perdiendo el tiempo.
Crybaby y Blurryface se miraron.
Se rieron.
Pero en la risa, algo temblaba.
Al llegar a casa, mientras hacían tarea por videollamada, Crybaby se animó a decirlo:
—¿Y si la gente ve algo que nosotros no vemos?
Blurryface se quedó quieto. Por primera vez, no se defendió con sarcasmo. Ni rió. Ni cambió el tema. Solo dijo:
—Si el mundo quiere pensar que somos algo que no somos… que piensen. Pero lo que somos… eso, lo cuidamos nosotros.
Y en ese momento, ella entendió. Que no importaba lo que los demás dijeran.
Él estaba ahí.
Ella también.
Y eso, ya era decirle que sí al cielo.
Esa noche, mientras Crybaby y Blurryface terminaban de organizar un trabajo en línea sobre arte abstracto y surrealismo, del otro lado del Wi-Fi, en un rincón secreto de la app de mensajería, "Los Indecisos" ardía de actividad.
Spooky Jim creó el grupo: LOS INDECISOS
😵
💫
Miembros agregados:
- Billie “no me hablen si no hay snacks” Eilish
- Elita Harvok
- Jazmín Bean
- Gerard “emo dad” Way
- Adam Gontier
- John “tan serio que da miedo” Cooper
Spooky Jim:
Ok, reunión de emergencia emocional.
¿Vamos a hablar o no de que Blurryface y Crybaby se están mirando como si fueran el último episodio de una serie que no querés que termine?
Billie:
LITERAL. Lo vi en la biblioteca. Se rozaron los dedos buscando el mismo libro. Casi colapso.
Y no, no era poesía. Era un manual de biología.
Gerard Way:
El amor está en los lugares más tristes.
Jazmín Bean:
Yo shippeo, pero con responsabilidad afectiva.
Elita Harvok:
Ellos dicen que son amigos. Yo les creo. Pero también sé lo que vi.
Ese día en música… cuando Blurry le acomodó el mechón de pelo a Cry y ella se quedó quieta como una estatua… ¡por favor!
Adam Gontier:
A mí me gusta que se cuiden. Blurryface siempre fue medio un bicho raro, pero con ella... se ve distinto. Más liviano.
John Cooper:
Mientras no se rompan, me parece bien. No se dan cuenta, pero están creando algo que ninguno de nosotros se animó a tener a su edad.
Spooky Jim:
Ay, qué lindo lo dijiste.
Aunque técnicamente este grupo iba a ser para jugar videojuegos y hacer memes.
Billie:
Cambios de agenda. Ahora somos analistas emocionales.
Elita:
¿Votamos nombre nuevo?
Tipo “Los Observadores del Caos Bonito”.
Gerard:
O “Los Amigos Que Saben Demasiado”.
Jazmín:
Yo voto por “El Club de los Testigos del Casi Amor”.
Spooky Jim:
O simplemente:
Los Indecisos.
Porque no sabemos si queremos que se besen… o que nunca cambien lo que ya son.
Y entre memes pixelados, emojis de corazones rotos y stickers de ranas llorando, el grupo quedó en silencio.
Como si todos supieran que estaban presenciando algo importante, pero no querían apurar al universo.
Porque hay amistades tan raras y tan mágicas, que si las empujás, se rompen.
Y si las cuidás, florecen solas.
Chapter 9: Capítulo 9 - Drive you home
Summary:
Primeros defectos se presentan, todo por pelear contra los bully (Kelly y Nico). Pero, a fin de cuentas, ellos están bien.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Tan tenso estoy
Nunca dije que fuera perfecta
Pero puedo llevarte a casa.
El cielo estaba pálido. Un gris suave que no era ni tormenta ni calma.
Crybaby caminaba al lado de Blurryface en silencio, como si sus pasos se entendieran mejor que sus palabras. Venían de estudiar en casa de Elita, pero se habían quedado más tiempo del previsto. La verdad es que las clases de física-química no eran tan sencillas, ¿Quién habrá sido el imbécil que invento la excusa de hacer inteligentes a los alumnos con semejante materia que parecía una tortura mental?
El sol ya no se veía, solo quedaban las farolas encendiéndose de a una.
—¿Te sentís rara últimamente? —preguntó Blurryface, sin mirarla directamente.
—Todo el tiempo. Como si algo adentro mío no encajara. Como si estuviera… esperando explotar.
Él asintió, pero no respondió. Porque sentía lo mismo. Algo en la punta de los dedos, en los huesos. Como un eco. Como electricidad contenida.
Fue entonces cuando escucharon los pasos.
Rápidos. Apurados. Un sonido que conocían demasiado bien.
Kelly. Nico. Y dos chicos más de otro curso.
Rostros tapados con bufandas, como si eso hiciera que sus intenciones no fueran obvias.
—¡Mirá quiénes son! —se burló Kelly—. Los tortolitos con crisis existencial.
—¿Y si nos cuentan si ya se besaron o todavía no? —agregó Nico con veneno en la voz.
Crybaby retrocedió un paso. Blurryface, en cambio, dio uno hacia adelante.
—No estamos de humor —dijo él, con los dientes apretados.
Pero Nico lo empujó. Y Kelly se acercó a Crybaby con una mueca de burla.
—¿Qué pasa, muñeca? ¿Vas a llorar otra vez?
Y entonces, pasó.
Primero fue un zumbido. Luego, un temblor en el aire.
Los ojos de Crybaby se volvieron completamente negros, como un espejo oscuro que no reflejaba nada.
Y los de Blurryface… se encendieron como brasas rojas, como si el fuego no fuera suficiente para decir lo que sentía.
—No. No voy a llorar esta vez.
El suelo tembló levemente. La luz de la farola parpadeó.
Una ráfaga de viento que no venía de ninguna parte hizo que los cuatro acosadores retrocedieran, confundidos, con miedo que no podían explicar.
Blurryface alzó una mano. No sabía qué hacía, pero lo hizo.
Kelly se agarró la cabeza como si tuviera un dolor punzante.
Crybaby solo los miró, y de su sombra surgió algo sutil… como un susurro.
—No queremos pelear —dijo Blurry.
—Pero no vamos a seguir corriendo —agregó Crybaby.
Y entonces todo cesó.
Como si el mundo hubiera contenido la respiración… y luego la soltara, cansado.
Los acosadores salieron corriendo sin decir una palabra. Como si hubieran visto fantasmas.
Quizás lo habían hecho.
Minutos después…
Crybaby y Blurryface estaban sentados en el borde de una vereda, lejos de todo.
Ella temblaba un poco. Él le ofreció su campera sin decir nada.
—¿Viste lo que hicimos? —susurró ella.
—Sí. Pero no me dio miedo.
—¿Y si somos… monstruos?
Blurry la miró, con los ojos ya normales.
—No somos monstruos. Estamos… rotos. Y los rotos a veces brillan más fuerte.
Crybaby se rió por lo bajo, pero sus ojos seguían húmedos.
—¿Prometés que no me vas a dejar?
—Te llevo a casa. Siempre te voy a llevar a casa.
Cuando la adrenalina se disipo, llegaron a la casa de Crybaby. No se despidieron esta vez. Pasaron directamente al jardín de Crybaby que parecía un paraíso.
Se sentaron en el borde de la fuente de agua. Las luces eran tenues. Y el viento traía olor a río y hojas.
Blurryface miró el reflejo del agua.
—No fue la primera vez, ¿verdad? Que sentís que algo se mueve dentro tuyo cuando estás en peligro.
Crybaby negó con la cabeza, despacio.
—Desde que era chica. Pero pensé que era parte de estar… rota.
—A mí me pasa lo mismo —confesó él—. Cuando mi mamá y yo peleábamos… a veces las luces parpadeaban. O escuchaba mi voz en otro lugar, como si hablara desde mi cabeza, pero también desde afuera.
—¿Pensás que somos raros?
—Sí. Pero no en el mal sentido.
Y entonces lo recordaron. Ambos.
El mismo sueño.
Una especie de tormenta, un lugar sin tiempo, un espejo que reflejaba no su cuerpo, sino todo lo que más temían.
Y una voz.
Susurrando.
"No están solos. Nunca lo estuvieron. Pero si quieren sobrevivir, tendrán que despertar."
Llovía. Pero no mojaba.
Y cuando despertaron esa vez, hace meses, ambos habían sentido un dolor en el pecho, como una llama fría que se instalaba.
No lo hablaron antes. Pensaron que era casualidad.
Pero ahora sabían la verdad:
Ese sueño fue el inicio.
¿Qué poderes tienen?
Crybaby saco una hoja de su libreta y se puso a anotar algunos hechos:
🖤 Crybaby
- Poder: Sombras empáticas. Las sombras se manifiestan y la rodean cuando sufre por alguien más, como si canalizara el dolor ajeno y lo convirtiera en una niebla protectora o en voces de advertencia.
- Efecto secundario: Sus ojos se vuelven completamente negros, y siente un vacío emocional temporal después del uso, como si se descargara de golpe.
- Motivo de activación: Solo aparece cuando alguien la hace sentir impotente, especialmente si la agresión va hacia alguien que ella quiere proteger (como Blurry o sus amigos).
🔥 Blurryface
- Poder: Influencia emocional y distorsión sensorial. Puede alterar cómo los demás perciben la realidad: hacer que escuchen su voz en otro lugar, que se sientan abrumados, mareados, o que revivan sus propios miedos.
- Efecto secundario: Sus ojos se tornan rojos, y después de usarlo, le duele la cabeza o sangra por la nariz.
- Motivo de activación: Aparece solo cuando alguien amenaza su "nuevo mundo seguro" —personas o espacios donde por fin se siente aceptado.
—Creo que no lo usamos siempre porque no sabemos cómo —dijo Crybaby—. Solo se activa cuando algo… se rompe.
Blurryface miró al cielo, pensativo.
—Como si nuestras emociones fueran la llave. Pero no cualquiera. Solo las que duelen.
—Entonces… ¿tenemos que sufrir para que pase?
—No. Pero cuando pasa… quizás sea nuestra forma de decir “basta”. Como una defensa que inventamos porque nadie más lo hizo por nosotros.
Se quedaron así, mirando la noche. No como niños con miedos.
Sino como dos seres que habían dejado de huir de lo que eran.
Por supuesto, ambos debían regresar. Blurryface se fue a casa. Esa casa tan solitaria, como siempre. Y Crybaby se fue a dormir, sintiéndose cada vez más mejor consigo misma.
Notes:
Bueno, la historia se esta volviendo bien surrealista. Porque a mi me gusta el surrealismo. Melanie Martínez hace arte surreal. Y Tyler Joseph tiene su magia... pero es bien bonita.
Y no me vengan con que no saben lo que es el surrealismo, por favor. Solo disfruten y dejen disfrutar.
Con mucho amor (No sarcasmo), este solitario autor (si es que alguna vez lo encuentras).
Chapter 10: 10 - Fly to the moon
Summary:
Un paseo nocturno hasta un estanque de agua.
Chapter Text
Llévame a la luna
Déjame jugar entre las estrellas
Déjame ver cómo es la primavera en Júpiter y Marte
En otras palabras, toma mi mano
Era sábado. Y por primera vez en semanas, no había peleas, rumores ni escapadas de emergencia.
Solo un cielo límpido, con algunas nubes que parecían algodón derretido, y el canto perezoso de unos pájaros que ni se molestaban en volar.
Blurryface esperó a Crybaby en la esquina de siempre.
Ella llegó con su mochila rosada decorada con parches y brillitos plateados.
Él llevaba una gorra roja vieja que le robó a Spooky Jim y una remera con agujeros que se negaba a tirar.
—¿A dónde vamos? —preguntó Crybaby, mientras ajustaba los cordones de sus borcegos.
—Confía en mí. No es muy lejos. Pero parece otro planeta.
Caminaron por las afueras del barrio, cruzaron un terraplén, bajaron por una calle rota que ni Google Maps reconocería… y ahí estaba.
Un estanque. Pequeño, olvidado, escondido entre sauces llorones.
El agua reflejaba el cielo, y el viento jugaba con las hojas caídas como si fueran mariposas de papel.
—¿Ves? Te dije que parecía de otro planeta —sonrió Blurryface.
Crybaby se sentó en la orilla, sacó su libreta de dibujos y empezó a trazar el contorno de los árboles.
—¿Sabés qué parece? —dijo— Como uno de esos lugares que solo aparecen cuando necesitás respirar. Como un glitch bueno en la Matrix.
Blurryface se tiró sobre el pasto, con los brazos extendidos.
—A veces creo que si no tuviera lugares así… me desharía. Como si mis partes dejaran de estar pegadas.
—¿Y quién te pega de nuevo cuando eso pasa?
—Vos. Y Spooky. Y los chicos. Pero sobre todo vos. Porque… tenés como ese superpoder de entender el caos de los otros sin que te asuste.
Crybaby bajó la vista, sonriendo sin que se note demasiado.
—¿Y vos? —le preguntó— ¿Cómo hacés para que todo parezca… menos horrible?
Blurryface se sentó de golpe y la miró serio.
—No lo parece. Solo… me acostumbro. Pero cuando estás vos, siento que no tengo que hacerme el fuerte.
Ella le lanzó una ramita, divertida.
—Eso fue cursi. Nivel balada triste de anime.
—Lo sé —rió él—. Pero lo dije igual.
Un silencio suave los envolvió. El tipo de silencio que no incomoda, sino que acompaña.
—¿Y si voláramos a la Luna? —preguntó ella de repente.
—¿Cómo?
—No sé. Hacemos una nave con latas y cinta. Y nos vamos. Dejamos todo esto atrás. La escuela, Kelly, Nico, Jason, los gritos, los errores…
—¿Y qué haríamos allá?
Crybaby pensó un momento.
—Dormir sin miedo. Gritar sin que nadie nos calle. Ser raros sin tener que pedir disculpas. Pintar estrellas falsas en la oscuridad y decirles "te quiero" a los satélites.
Blurryface sonrió.
—Suena perfecto.
—No lo es. Pero es nuestro. Aunque sea en la imaginación.
Antes de irse, Blurryface encontró una piedra blanca, lisa, con forma de corazón mal hecho.
La limpió y se la dio a Crybaby.
—Para que recuerdes que existe este lugar. Y ese satélite imaginario al que le hablamos.
—¿Y si se me rompe?
—Entonces venimos de nuevo. Y buscamos otra. Las lunas no son únicas. Los amigos tampoco.
Se marcharon cuando el sol empezaba a caer, dejando el estanque como si nadie hubiera estado ahí.
Pero el viento llevaba sus risas como un secreto…
Hasta lo más alto del cielo.
Mientras tanto, en la casa de Elita Harvok…
—¡¿QUIÉN PUSO UN AJÍ ENTERO EN MI LECHE?! —gritó Billie Eilish con la voz entre el horror y el estómago en combustión.
—¡Te lo merecías por decir que el álbum de Spooky Jim debería llamarse “Olor a Pies Tristes Vol. 1”! —respondió Gerard Way, desde la cocina, mientras sostenía un frasco sospechoso lleno de chiles.
Spooky Jim apareció con una máscara de papel maché en forma de unicornio partido a la mitad.
—¿Se enteraron que hay una teoría que dice que Blurry y Crybaby tienen un hijo en el futuro y es un murciélago que habla?
—¡¿QUÉ?! —Elita se atragantó con sus cereales veganos.
—No, no, pará. ¡Eso no era para este universo! ¡Era para el fanfic que yo mismo escribí y se mezcló con mi cabeza! —corrigió Spooky, mientras bailaba tapándose un ojo— ¡La línea de tiempo se está deshaciendo!
Billie se tiró en el sofá con una almohada contra la cara.
—Extraño a Crybaby. Al menos ella no me hacía tragar fuego líquido por error.
Jazmín abrió una pestaña de Google Docs en su laptop.
—Estoy armando la lista de “Teorías no oficiales pero válidas” sobre Cry y Blurry. Ayuden o cállense.
Spooky Jim ya estaba en el grupo de WhatsApp “Los Indecisos”, escribiendo:
Spooky Jim: Se fueron a vivir a la Luna. Confirmado.
Adam: Qué envidia.
Billie: Blurryface usa la luna como excusa para no admitir que está colado.
Jazmín: Confirmamos que no son novios, pero tienen vibras.
Spooky Jim: Vibras que flotan en gelatina psicodélica.
John: Me preocupa más tu cabeza, Jim.
Spooky Jim: A mí también, pero ya es tarde.
Mientras eso sucedía, el gato de Jazmín (llamado “Nuclear” por ser un gato con extrañas manchas blancas) activó sin querer una playlist aleatoria que mezclaba cumbia, doom metal y discursos de activistas ecologistas.
Nadie lo detuvo. Era la playlist oficial del grupo.
Entonces, todos se quedaron en silencio. No porque algo grave pasara, sino porque por un segundo sintieron el peso de la ausencia.
—Están bien, ¿no? —preguntó Elita en voz baja.
—Sí —respondió Billie—. Pero cuando estén mal… también vamos a estar nosotros.
Spooky se quedó mirando por la ventana un rato.
Después dijo, casi como si fuera una broma, pero no lo era:
—A veces los amigos son como superhéroes raros. Se salvan entre sí… sin capa ni luces. Solo estando.
Y nadie dijo nada.
Solo Jazmín agregó:
—Qué frase Tumblr 2013. Pero sí, lo firmo.
Chapter 11: capitulo 11 - You’re my heart, You’re my soul
Summary:
Fiesta privada en casa de Spooky Jim por su cumpleaños.
Chapter Text
Es mi mundo de fantasía
Estoy viviendo en mí, viviendo en mis sueños
Eres mi corazón, eres mi alma
Lo mantendré brillando donde quiera que vaya
El primer timbre del lunes retumbó como una explosión.
Los pasillos de la escuela se llenaron de mochilas, auriculares mal guardados, y conversaciones a medio cerrar.
Crybaby y Blurryface entraron juntos, uno al lado del otro, con paso tranquilo pero seguro. Como si la noche anterior no hubiesen estado en un estanque oculto hablando sobre qué tan profundo puede ser el cielo.
—¿Creés que alguien va a decir algo? —murmuró Crybaby, ajustándose la bufanda.
—Sí. Pero no me importa. —Blurryface se encogió de hombros, dejando escapar una sonrisa torcida—. Que digan.
Y sí, dijeron.
En el casillero de Crybaby, alguien había escrito con marcador rojo:
“♥ B + C = cringe eterno ♥”
Debajo, una firma: “K+M forever”.
Crybaby lo miró en silencio. Blurryface arrancó el papel sin pensarlo.
—¿Kelly y Matt? —preguntó ella, con una mezcla de risa seca y fastidio.
—Kelly y su nuevo idiota, sí —dijo Blurryface—. Felicitaciones a la Reina del Veneno.
Matt era nuevo. Hacía apenas unas semanas que había aparecido, con sonrisa de comercial y ojos de sombra falsa. El típico que sabía cómo caer bien a los adultos, pero dejaba grietas por donde se deslizaba la malicia.
Era el novio de Kelly ahora, y parecía disfrutar seguir sus juegos.
Sobre todo si esos juegos incluían molestar a Blurryface y Crybaby.
Pero algo distinto pasó ese día.
Mientras los rumores volaban como papelitos en carnaval, algo inesperado comenzó a brotar en los pasillos.
No todos se burlaban. Algunos se acercaban.
Un chico de 2° les dijo a los dos: “Me gusta cómo se visten. Parecen salidos de un cómic”.
Una chica dejó un sticker de “Best duo” en la carpeta de Crybaby.
La atención los rodeaba, pero esta vez no eran solo cuchicheos. Era como si el universo mismo empezara a decidir que esa extraña amistad tenía algo especial.
Y no todos sabían cómo manejar eso.
Kelly cruzó a Crybaby en el baño y le dijo:
—Te creés distinta, ¿no? Pero no sos nadie.
Crybaby solo se miró en el espejo.
Los ojos casi quisieron volverse negros.
Pero respiró.
Recordó la risa de Blurryface cuando imitaba cantantes en el estanque.
—Tal vez no soy nadie —dijo tranquila—. Pero prefiero eso a ser la copia exacta de todos. Mucho menos quiero ser tu copia.
Kelly la miro en silencio. Luego, desaparecio.
En la clase de arte, el profesor les pidió que trabajaran por parejas.
Era una gran ventaja, porque el salón de arte era inmenso y las divisiones se unían.
Crybaby terminó con Blurryface, como si el universo lo exigiera.
Spooky Jim se unió a Billie y Jazmín.
Elita trabajó sola, como la reina que era.
—¿Qué vamos a dibujar? —preguntó Blurryface, mientras la música del aula sonaba suave.
Un loop instrumental. Algo parecido a Modern Talking.
—Un corazón, tal vez —respondió ella.
—¿El mío o el tuyo?
—No sé. ¿Y si dibujamos uno solo y decimos que es de los dos?
Ambos se miraron.
Y rieron.
Nada más.
Solo rieron.
Mientras tanto, Matt observaba desde su mesa, apretando el marcador como si fuera una daga.
—No me gusta cómo lo mira —dijo entre dientes.
—Entonces hacé algo —le susurró Kelly.
Y sí. Matt tenía planes.
Pero los planes de los enemigos nunca pueden con un corazón extraño, una amistad fuerte, y un grupo llamado Los Indecisos que, en el fondo, saben que el alma de la historia ya está escrita en colores fluorescentes y manchas de glitter.
En educación física, Blurryface y Crybaby quedaron fuera del equipo en un “accidente” de Nico: un codazo “sin querer” durante la elección de grupos.
Matt aprovechó el momento. Con sonrisa de plástico y tono amable, le dijo al profesor que él “podía encargarse” de reorganizar los equipos.
En menos de dos minutos, Blurryface quedó emparejado con tres de los chicos más crueles del curso.
Crybaby fue mandada a sentarse en las gradas “por precaución”.
—Disculpá, profe —intervino Spooky Jim desde el fondo—, ¿por qué no lo emparejás con gente que no quiera quebrarle una pierna?
El profesor ignoró el comentario.
Mientras se lanzaban pelotas como si fueran proyectiles, una de ellas —curiosamente— fue directo a la cara de Blurryface.
Fuerte.
Con intención.
Matt sonrió.
Crybaby se levantó como un resorte.
Los ojos de Blurryface se tornaron rojos intensos por apenas un segundo.
Crybaby sintió una presión en el pecho, los suyos se volvieron negros.
Un aura invisible comenzó a temblar alrededor de ellos.
Como si algo, algo, estuviera por estallar.
Pero una voz los sacó del trance:
—¡YA BASTA! —gritó Spooky Jim, interrumpiendo el caos con una bocina de payaso que llevaba en la mochila "por si acaso".
Todo el gimnasio se congeló.
El profesor, finalmente, dijo algo:
—¡Todos a los vestuarios, ahora!
Nadie protestó.
Incluso Matt se quedó en silencio… aunque no por mucho.
Porque mientras Blurryface estaba con una bolsa de hielo en su cara mientras Crybaby y Spooky Jim lo acompañaban, trato de pedirle a su profesor de historia que no lo vuelva a agrupar con Blurryface alegando que solo entorpecia la actividad y así sería díficil avanzar en los próximos torneos. El profesor lo mando a cerrar la boca si no quería estar suspendido por desacato.
Esa tarde, los amigos se reunieron en la puerta de la escuela.
Spooky Jim los esperaba saltando de un pie al otro, con una gorra de cumpleaños torcida y una bolsa llena de caramelos de menta.
—¡Ey, banda de los raros más copados del universo! Hoy es mi cumple. Y están todos invitados a mi casa. Fiesta piola. Incluye torta de chocolate, karaoke con autotune y… un inflable que conseguí por error. ¡Vengan!
—¿Inflable? —preguntó Billie con una ceja arqueada.
—Sí, es de una piñata para niños de cuatro años. Pero no importa, ¡lo vamos a convertir en arte!
Crybaby sonrió. Blurryface también.
Spooky Jim miró a ambos y les lanzó confeti en la cara.
—Ustedes dos son lo más. Y si alguien vuelve a hacerles daño, le tiro con mis medias sucias. Palabra de Spooky.
Y todos rieron.
Esa noche, en la casa iluminada con luces navideñas aunque faltaba mucho para navidad, se escucharon gritos de alegría, canciones mal cantadas, carcajadas infinitas y el rebote de un inflable que definitivamente no era apto para adolescentes.
Pero no importaba.
Porque por una noche, todos eran niños otra vez.
Lejos de los rumores.
Lejos de Matt.
Lejos del dolor.
Cerca de lo que realmente importaba:
Sentirse queridos.
Sentirse vistos.
Sentirse... en casa.
Chapter 12: Capítulo 12 - You are so beautiful
Summary:
Es el cumpleaños de Crybaby.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Llevaré tu corona
Si puedo ir…
Eres tan hermosa…
¿Estás listo para tu caída?
Nos desintegramos en el amor.
La escuela se sentía distinta ese día.
Como si alguien hubiese apagado el sol.
No era lluvia ni viento. Era ausencia.
Crybaby no estaba.
Y aunque había examen, nadie se concentraba del todo.
Excepto Elita, que no dijo nada.
Solo apretaba los labios y dibujaba cosas tristes en su carpeta.
Blurryface lo notó desde el primer minuto.
—¿Le pasó algo? —le preguntó a Billie en voz baja.
Billie negó con la cabeza, mirando hacia la ventana como si esperara verla aparecer entre los árboles.
—Simplemente… no vino.
Jazmín Bean suspiró.
—Capaz se hartó de los rumores. O de Kelly. O del mundo.
Pero alguien más lo sabía.
Alguien que nunca hablaba.
Que caminaba sola, siempre al fondo de los pasillos.
Una ex-bully que había dejado ese camino, pero que todavía cargaba con los fantasmas.
Se llamaba Maia.
En el recreo, se acercó a Blurryface con pasos nerviosos y los ojos clavados al piso.
—No quiero molestar… pero... sé por qué faltó Crybaby.
Blurryface giró.
Maia respiró hondo.
—Hoy es su cumpleaños.
La frase cayó como una piedra.
—¿Qué? ¿En serio? —preguntó Blurryface, sorprendido.
—Sí. Lo sé porque… —hizo una pausa larga— yo fui una de las que se burló de ella cuando, en segundo grado, intentó hacer una fiesta. Invitó a todos. Hizo las tarjetas a mano. Compró globos con su hermano… y nadie fue. Ni uno solo.
Silencio.
—Me acuerdo de eso —murmuró Elita sin levantar la vista.
—Yo no fui —dijo Billie, con culpa.
—Yo tampoco —añadió Jazmín.
—No me lo dijo —susurró Blurryface, como si acabara de comprender un secreto que siempre estuvo ahí.
Y entonces se levantó.
—Voy a su casa.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Spooky Jim, que venía justo con una bolsa de papas fritas.
—Lo que ella haría por mí —dijo Blurryface, tomando su mochila—. Hacerle saber que ya no está sola y no debe ocultarme asuntos importantes como este día.
Spooky Jim sonrió, con media papa frita colgando de su labio.
—Aguante vos, bro.
Mientras Blurryface pedaleaba con fuerza por las calles del barrio, sus amigos ponían manos a la obra.
Billie se metió en la habitación de su hermano y tomó una guitarra (Pidiendo permiso, obvio).
Jazmín Bean sacó pintura de su mochila y empezó a hacer carteles de colores extraños.
Spooky Jim mandó un mensaje al grupo recién horneado:
🎂 Plan Fiesta Fantasma: ACTIVO
Objetivo: Hacerla sonreír.
Código: Día Fantasmita Feliz.
(Y traigan cosas con azúcar, ¡no sean ratas!)
Elita se quedó quieta.
Dudando.
Mirando la pantalla.
Después suspiró.
Se levantó.
Y fue a buscar el libro de cuentos favoritos de Crybaby que una vez le prestó.
En la casa de Crybaby, las persianas estaban cerradas.
Ella estaba en su cama, abrazando un oso de peluche destrozado y decapitado que lo hizo añicos tras aquella fiesta fallida.
Hasta que escuchó una piedra chocar contra su ventana.
—¿Cry? —la voz de Blurryface se coló entre las hojas—. Sé que no querés verlo, pero… feliz cumpleaños.
Silencio.
—Y si no querés abrir, está bien. Pero yo me quedo acá hasta que te asomes. Aunque sea de noche, llueva o se me rompan los riñones.
Pasaron unos segundos.
La ventana se abrió apenas.
Crybaby lo miró.
Ojos húmedos.
Pero no enojada. Solo… sorprendida.
—¿Cómo supiste?
—Me lo dijo alguien que te debe una disculpa —respondió Blurryface.
Ella no contestó.
Solo bajó la mirada.
—Vinimos a celebrar, pero como a vos te guste. Sin multitudes. Sin globos forzados. Solo nosotros. Tu gente.
Crybaby se quedó en silencio.
Luego, bajó las escaleras.
Y abrió la puerta.
Allí estaban:
Billie con la guitarra.
Jazmín con un cartel que decía “NACISTE RARA, Y ESO ES PERFECTO”.
Spooky Jim con una piñata con forma de nube.
Gerard con unas bebidas.
Adam con golosinas.
John con comida salada.
Y Elita… con el libro.
—Perdón por no haber ido aquella vez —dijo Elita, apenas audible.
Crybaby los miró. Uno por uno.
Y por primera vez en mucho tiempo… sonrió con los ojos.
—Entonces… ¿festejamos?
—Sí —dijo Blurryface—. Esta vez, todos vinimos.
Y mientras Billie tocaba una canción acústica, y Spooky hacía una coreografía rara con una lámpara de lava en la cabeza, Crybaby se sentó con sus verdaderos amigos.
No necesitaba una fiesta enorme.
No necesitaba regalos.
Solo quería sentirse querida.
Y esa vez, sí lo fue.
Mientras la noche caía sobre el cielo suburbano, la casa de Crybaby vibraba con una calidez que no sentía desde hacía años.
Spooky Jim, como era costumbre, había explotado accidentalmente dos globos con una linterna. Billie afinaba la guitarra, Gerard cantaba con Adam, John se encargaba de que a nadie le falte nada y Jazmín Bean decoraba el espejo del comedor con brillantina negra y stickers de calaveritas kawaii.
Elita, sentada en la alfombra, leía fragmentos del libro de cuentos en voz alta.
Crybaby escuchaba en silencio, abrazada a una almohada con forma de estrella, con una sonrisa que no necesitaba explicación.
Pero entonces…
¡Ding dong!
El timbre cortó el ambiente como un suspiro contenido.
Crybaby se levantó, confundida.
—¿Esperás a alguien más? —preguntó Blurryface.
Ella negó, caminando hacia la puerta.
Cuando la abrió, un hombre de bigote torcido y abrigo color vino tinto la miraba con una sonrisa amable.
Era un cartero. Uno de los antiguos. De esos que aún usaban bicicleta con canasto y olor a cartas de verdad.
—¿Crybaby? —preguntó, sacando un pequeño paquete envuelto en papel de mapa viejo, atado con hilo rojo.
—¿Sí…?
—Entrega especial. Viene de muy lejos. Muy lejos, señorita. —Y le guiñó un ojo, misteriosamente.
Ella lo tomó con manos temblorosas.
El sobre decía simplemente:
✉Para la niña que solía esperar en la ventana.
Con amor,
Tu hermano mayor.
Sus ojos se humedecieron.
Sin hablar, cerró la puerta y volvió al living.
Todos la miraron expectantes. Incluso Spooky Jim dejó de masticar para no arruinar el momento.
Ella desató el hilo.
El papel crujió como hojas secas.
Adentro había una caja de madera tallada.
Y al abrirla… el aire pareció detenerse.
Había:
- Una fotografía antigua de ella, cuando era muy pequeña, dormida en brazos de su hermano mayor.
- Un muñeco artesanal que él solía hacerle con pedacitos de tela y botones.
- Y una nota escrita a mano, con una caligrafía desprolija, pero claramente suya:
"No pude estar, pero siempre estuve.
Sé que no te gusta este día, pero sigue siendo el día en que el mundo te ganó a vos.
Prometí volver, y lo haré.
Hasta entonces, no dejes de brillar.
Te ama, tu hermano, siempre más cerca de lo que creés."
Crybaby sintió cómo un pequeño nudo en su pecho se deshacía, como si por fin alguien hubiese tocado una herida invisible y la hubiese acariciado.
Blurryface se acercó sin decir nada y le puso una mano en el hombro.
Ella cerró los ojos.
Elita dejó caer una lágrima.
Spooky Jim murmuró un "woah..."
Y Billie comenzó a tocar una melodía suave que no tenía nombre, pero que sonaba a reencuentro. Gerard la acompañaba.
Esa noche, Crybaby no pidió deseos.
No apagó velas.
No hizo falta.
Porque, por primera vez, el mundo sí vino a celebrar con ella.
Notes:
Okey, algo para aclarar: Al ser un fanfiction decidí hacer los cumpleaños basandome en algunos conocidos míos. No son los cumpleaños reales de los artistas reales. Lamento mucho si choca mucho. Pero lo quería así para que tenga algo de sentido. Además de que para escribir el fanfiction algunas veces tomo recuerdos míos propios y los "Trasformo" para que sea interesante y mágico. Dicho así, sigan con su maravillosa vida.
PD: Si tu cumpleaños es solitario, no te preocupes. Es mejor estar solo que mal acompañado. Pero si alguna vez encuentras a alguien que quiera estar contigo incluso en tu cumpleaños no desaproveches esa oportunidad (mientras no sea un soborno).
Chapter 13: Capítulo 13 - Blue Dress
Summary:
Hay paseo entre amigos y Blurryface se enamora del vestido azul de Cry Baby.
Notes:
Entendamos un hecho: Soy de Sudamérica. Trato de adaptarme a los personajes que sé que todos son de Norteamerica. Así que si ven algo erroneo, les pido disculpas. Sepan que al menos investigue un poco como es la vida allá. Sé que la mayoría siguen en clases en pleno diciembre mientras en mi costumbre ya ni lo tomamos. En fin, eso.
Otra cosa: Tengan cuidado que este Fanfiction tiene MUCHOS saltos de tiempo. Para así no aburrir con las mismas rutinas de siempre porque esto no es "Gran Hermano".
Chapter Text
¿Puedes creer?
Algo tan simple
Algo tan trivial
Me hace un hombre feliz
¿No lo entiendes?
Di que crees
Las clases estaban acabando.
Los pasillos del colegio ya no resonaban ni risas mal disimuladas.
La ciudad olía a pan dulce y luces de colores.
La Navidad estaba cerca.
En un rincón del chat de otro grupo, surgió la propuesta:
🎁 Billie: “¿Hacemos amigo invisible?”
🎄 Spooky Jim: “¡Sí, pero que nadie me toque! Jajaja... ok, ya fue, acepto el destino.”
🏠 Jazmín Bean: “Lo hacemos en lo de Elita. Tiene un living más grande que el aula de música.”
😶 Elita: “Bueno. Pero no quiero a nadie usando el baño del fondo. Es territorio sagrado.”
🦇 Blurryface: “...Va.”
Y así fue.
Cada quien compró su regalo con lo poco que tenía. Unos fueron al mercado de pulgas, otros robaron cosas a sus propios hermanos mayores (con amor y mala intención), otros usaron regalos que no les gusto de alguien para pasarle al otro (Sin ofensas).
Todos sabían que no importaba el regalo. Lo que importaba era el encuentro.
Elita decoró su casa como si fuera una película navideña oscura: luces rojas, un árbol lleno de gárgolas doradas y nieve falsa, y un vinilo girando con villancicos cantados al estilo industrial-pop.
Crybaby llegó última.
Y cuando lo hizo… el mundo se detuvo un segundo.
Ella llevaba un abrigo pesado y cuando se lo quito revelo algo: Llevaba puesto un vestido azul eléctrico, largo, con mangas de tul oscuro. Era elegante, pero no forzado. Tenía un brillo que no era metálico ni artificial. Era ella, pero diferente.
Como si, por una vez, hubiese decidido vestirse para sí misma.
Spooky Jim soltó la galleta que se estaba por comer.
Jazmín Bean dejó de pintar un adorno.
Y Blurryface… bajó la mirada.
Pero no antes de que sus ojos, solo por un instante, se tornaran levemente rojizos.
Como cuando su corazón sentía más de lo que estaba listo para admitir.
—Wow… —susurró sin querer.
Crybaby se acercó, torpe, sonriendo.
—¿Está mal? Creo que es muy brillante… o muy azul. El vendedor me dijo que era “atrevido”, lo cual me dio miedo.
—No —dijo Blurryface, cruzando los brazos—. Está bien. Sos vos… pero también algo más.
—¿Algo más?
—Algo que todavía estás descubriendo.
Ella sonrió con sinceridad, aunque no entendió del todo.
Pero no importaba.
Porque ese comentario le gustó.
Esa noche, entre risas, intercambios de regalos ridículos (un cepillo de dientes con forma de murciélago, un CD viejo de HIM, un collar de dientes, una mariposa disecada, un viejo videojuego de los años 90', una antigua muñeca que le faltaba ojos, un perfume que parecia hecho para una abuelo de los 50' y hasta una figura de acción falsa), algo invisible flotaba en el aire.
Blurryface la miraba sin que se notara.
Y cada vez que Crybaby reía, él sentía que su pecho se encendía como esas luces navideñas que parpadean sin control.
Nadie lo notó.
O al menos, eso creyó.
Porque en un rincón, Elita lo observó de reojo.
Y anotó algo en su pequeña libreta negra.
"Blurry. Azul. Navidad. No admite nada. Pero ya está perdido."
Así terminaba la noche. Con luces rojas, galletas a medio comer, secretos en libretas negras…
Y un vestido azul que dejó una marca imposible de olvidar.
La fiesta aún continuaba, pero el ambiente todavía era suave, de esos en los que nadie se anima a subir la música del todo por miedo a romper algo invisible. Billie bailaba sola con un gorro de reno, Spooky Jim intentaba hacer malabares con los pan dulces, y Gerard miraba una vela como si pudiera predecir el futuro en la cera derretida.
Fue entonces cuando sonó una voz cálida desde el fondo de la casa:
—¿Quién quiere chocolate caliente con malvaviscos en forma de calavera?
Todos levantaron la mano al unísono.
La señora Harvok, madre de Elita, entró en la sala empujando un carrito lleno de tazas decoradas a mano, galletitas brillantes, y hasta un pastel de calabaza con cobertura violeta.
—¡Mamá! —gruñó Elita, aunque sin verdadera molestia—. ¡Te dije que no exageres!
—Mi vida, solo es chocolate… y pastel… y helado… y trufas... —respondió la mujer con una sonrisa que podía curar cualquier tristeza.
Detrás de ella, el señor Harvok apareció con un libro grueso bajo el brazo y unos anteojos redondos que colgaban de su camisa.
—No los molesto, chicos —dijo—, solo pasaba a ver si alguien quiere escuchar sobre simbolismo en la literatura gótica. ¡Ah, y traje más sillas del estudio!
—¡Yo quiero! —gritó Spooky Jim, aunque claramente no entendía de qué hablaba.
Los padres de Elita eran raros. Pero del tipo de rareza que se agradece.
Cálidos. Cultos. Increíblemente generosos.
La madre hizo que todos se sintieran como en casa sin preguntarles por sus notas o si tenían abrigo. El padre, en cambio, hablaba poco, pero cada cosa que decía parecía tener el peso de un poema.
Blurryface, desde un rincón, observaba en silencio.
Una taza de chocolate entre sus manos.
Y a Crybaby, todavía con ese vestido azul que parecía tener alma propia, riendo con Elita por una broma tonta que solo ellas entendían.
Y entonces lo sintió.
Ese calor en el pecho, ese cosquilleo que no era rabia ni miedo ni los típicos pensamientos enredados que solía tener.
Era... ¿enamoramiento?
No lo sabía.
Y eso lo asustaba.
—¿Me gusta ella… o solo me gusta lo que me hace sentir cuando está cerca?
¿Me gusta ella… o estoy encantado con esa imagen azul que no se me va de la cabeza?
¿Me gusta ella… o me gusta estar a salvo cuando está cerca?
¿Me gusta ella… o me gusta cómo me veo cuando ella me mira?
Demasiadas preguntas.
Y ninguna respuesta firme.
—Hey —dijo Elita, apareciendo a su lado—. ¿Te vas a quedar en modo estatua toda la noche?
—Tal vez.
—¿Estás bien?
—Sí. Solo… muchas cosas.
Elita no presionó.
Sacó una galletita con forma de murciélago del bolsillo de su abrigo y se la ofreció.
Blurryface la tomó.
—Gracias.
—Cuando te aclares —dijo ella, en voz baja—, sé honesto. Sea lo que sea. Ella merece claridad. Vos también.
Y se fue.
Blurryface miró la galletita un segundo.
Y luego volvió a mirar a Crybaby.
Pero esta vez no con el corazón latiendo fuerte… sino con un nuevo tipo de calma.
Una promesa silenciosa.
De que no iba a apresurarse.
De que la verdad —fuera la que fuera— valdría la pena descubrirla juntos… o no.
La noche terminó con todos cantando una versión desafinada de “Last Christmas” porque Spooky Jim se equivocó de pista.
El padre de Elita terminó leyendo poesía gótica sobre la nieve, y la madre sirvió una segunda ronda de chocolate porque, como dijo:
—La dulzura no se raciona cuando hay amor en la mesa.
Y aunque nadie lo dijera, todos sabían que algo había cambiado esa noche.
Especialmente Blurryface.
Y ese vestido azul… quedaría grabado en su memoria,
como una pregunta sin respuesta.
Por ahora.
Chapter 14: Capitulo 14 - Break in
Summary:
Es el cumpleaños de Blurryface.
Chapter Text
Tú eres el único
El único que me conoce
Y en la oscuridad me muestras
El cielo de enero ardía sin sol.
Era uno de esos días en los que el calor pegajoso se combinaba con una amenaza muda en el aire.
Mitad del mes.
Mitad del verano.
Mitad de Blurryface.
Literalmente.
Era su cumpleaños.
No le había dicho a nadie. Excepto a Spooky Jim y Crybaby.
Y aunque todos sus amigos lo habían adivinado por algún motivo —Jazmín Bean incluso le había regalado una figura de cera hecha a mano con la forma de un gato sin ojos—, él no tenía intenciones de celebrarlo en grande.
Solo quería paz.
Y tal vez una caminata con Crybaby.
Una charla tranquila.
Un momento para dejar que el caos de su mente bajara el volumen.
No recuerda cuando fue la última vez que celebró su cumpleaños. Solo recordaba que antes todo era hermoso y feliz. Toda su familia estaba allí: Abuelos, Padres y hermano. Todos felices, con colores y una felicidad que rondaba con una cuerda. Pero esa cuerda, una vez que se rompió ya no hubo vuelta atrás. Los cumpleaños ya no eran los mismos. Por más que lo intentará, nada era lo mismo. Por lo que prefirió estar solo y en lo profundo de su tristeza.
Pero los Niners tenían otros planes.
Nico había conseguido la llave del gimnasio cerrado por vacaciones.
Matt, Kelly y los chicos del equipo de deporte —todos los que odiaban a Blurry por ser “raro”, “oscuro”, “asqueroso” o simplemente “distinto”— estaban esperando.
Lo habían seguido.
Sabían que caminaba solo los mediodías, que usaba auriculares, que siempre tomaba el mismo atajo cerca del club.
—Feliz cumpleaños, emo de miércoles —escupió uno de ellos, cuando Blurryface cruzó por el portón oxidado.
Antes de que pudiera reaccionar, lo empujaron al piso.
—¿Vas a llorar ahora? ¿Querés que te cante el feliz cumple?
No usaron puños.
No todavía.
Pero usaban palabras como cuchillas.
Y eso dolía más.
Blurryface no tenía miedo.
Tenía rabia.
Pero no podía usar sus poderes.
No cuando había cámaras. No cuando sabían que lo usarían en su contra.
No cuando, si lo hacía, le darían la razón a todos.
"No soy un monstruo", se repitió.
"No como ellos".
Lo que no sabían era que Spooky Jim ya había visto a los Niners seguirlo.
Y que había llamado al grupo secreto de “Los Indecisos”. Ellos que no necesitaban excusas para prender fuego todo si tocaban a Blurry.
Y Crybaby…
Crybaby corrió.
Corrió cuando Spooky le advirtió.
Con todo su cuerpo ardiendo.
Cuando llegaron, lo encontraron acorralado, con los hombros contra el muro del gimnasio, su mochila rota, su camisa manchada de tierra y los ojos peligrosamente rojos.
No por los poderes.
Por la bronca.
Por la tristeza.
Y justo cuando Matt se acercó para decir algo más, algo cruel…
—No lo toques —dijo Crybaby.
Firme.
Oscura.
Sus ojos negros como el vacío.
El suelo tembló levemente. Muchos objetos empezaron a levitar.
Una farola crujió como si fuera a estallar.
Los Niners retrocedieron.
—¡Está loca! —dijo uno.
—¡Nos va a matar!
—¡Vamos! ¡Vámonos!
Y así, tan rápido como llegaron, se fueron.
Gritando.
Tropezando entre ellos.
Como ratas escapando de la luz.
Más tarde, en casa de Spooky Jim, ya a salvo, todos se reunieron.
No había globos.
No había torta. Aunque si algo improvisado con galletas de vainilla y Nutella.
Solo una habitación llena de gente que lo quería.
Billie pintaba su cara con brillos metálicos.
Gerard le ponía música tranquila.
Y Crybaby…
Se sentó a su lado.
En silencio.
Los demás estaban a su lado. Como si esperarán que dijera o hiciera algo.
Blurryface no dijo nada.
Solo la miró.
Y como si la canción sonara desde dentro, como si las palabras de "Break In" se derramaran por la habitación:
"You let me fall apart without letting go…"
Él susurró:
—Gracias por venir.
Crybaby bajó la mirada.
—Siempre voy a venir.
Aunque no me llames. Como vos hiciste en mi cumpleaños.
Él cerró los ojos un segundo.
Y apoyó su frente contra la de ella.
No había besos.
Ni promesas.
Solo la certeza de que cuando el mundo se rompía,
cuando todo ardía desde dentro,
había una persona que siempre entraba.
Y no para dañar.
Sino para quedarse.
Aunque todo estuviera hecho pedazos.
La noche había caído como un telón de terciopelo sobre la casa de Spooky Jim. Si en la casa de Spooky. No en la casa de Blurry porque su madre le tenia prohibido hacer fiesta alguna o lo castigaría (incluso si estaba ausente, Blurry no se animaba a desobedecer a su madre). Si en la casa de Spooky porque la madre de Spooky conocía muy bien a Blurryface y lo quería mucho, como si fuera su hijo separado. Ella simplemente le pidió a Spooky que no rompa nada, mientras se fue a casa de una vecina a mirar una película y beber un relajante vino de Francia.
Los amigos estaban desparramados por el living como si fuesen parte del mobiliario. Billie se había quedado dormida con una remera de Led Zeppelin sobre la cara, Gerard jugaba con una lámpara de lava como si contuviera respuestas cósmicas, y Jazmín Bean tejía una bufanda que claramente no era para uso humano (¿o sí? Nadie se atrevió a preguntar). El resto estaba llenando sus estomagos vacíos.
Spooky Jim, mientras tanto, cocinaba pochoclos en el microondas con un casco de bicicleta puesto "por seguridad emocional".
—¿Sabías que si pensás fuerte en una palta, podés hacer que madure antes? —dijo con total seriedad mientras sacaba un bowl humeante.
Blurryface lo miró. Luego miró la palta en la mesada. Luego volvió a mirar a Spooky.
—Estás peor que yo, hermano.
—Gracias, eso es lo más lindo que me dijeron hoy.
Crybaby reía. No muy fuerte. Esa risa suya que era como una canica rodando sobre el mármol: suave, pero con dirección.
Se miraron.
Y Blurryface volvió a sentir eso.
Ese no-sé-qué.
Ese vacío lleno.
Esa pregunta que no pedía respuesta.
¿Por qué me pasa esto con ella?
¿Por los ojos negros?
¿Porque lo había salvado?
¿Porque no le tenía miedo cuando él estaba en su peor versión?
¿Porque hablaban de canciones como si fueran personas?
—¿Qué pensás? —le dijo Crybaby de pronto, sacándolo del trance.
—En palta… —mintió, con los ojos brillando.
Ella levantó una ceja.
—Mentís horrible.
Él sonrió, derrotado.
—En vos. Pensaba en vos.
—¿Y?
—Y que me hacés sentir cosas raras.
Crybaby lo miró.
No incómoda.
Solo curiosa.
—¿Raras como cuando te comés una mandarina y después un chocolate y no sabés si fue una buena idea?
Blurryface parpadeó.
—Sí. Exactamente así.
—Entonces somos dos. A mí me pasa lo mismo con vos.
Silencio.
Después, estallaron en carcajadas.
Porque sí. Porque la vida era demasiado tonta para tomarla en serio.
Más tarde, jugaron al karaoke inverso: en vez de cantar, actuaban las canciones como si fueran películas mudas. Spooky hizo de “Bohemian Rhapsody” una tragedia shakesperiana, Elita interpretó “Toxic” de Britney Spears como una historia de espionaje ruso, y Blurryface y Crybaby se turnaron para hacer de “Smells Like Teen Spirit” una historia de zombis con peinados del 2003.
Y así, entre pochoclos quemados, teorías extrañas, frases sin sentido y verdades que se escondían detrás de chistes tontos…
Pasaron las horas.
Y aunque Blurryface no entendiera por qué sentía eso.
Aunque Crybaby no supiera cómo nombrar esa conexión.
Aunque todo fuera caótico y torpe.
Algo era claro:
A veces, las cosas más importantes no tienen explicación.
Solo suceden.
Y eso está bien.
Qué bueno que el sótano había suficiente espacio para terminar la noche con una buena pijamada. Spooky limpio todo antes. Y su madre regreso a casa feliz del orden y se fue a dormir. No borracha, pero satisfecha de haber disfrutado de un Roast Beef jugoso que no se esperaba en lo de su amiga.
Chapter 15: Capitulo 15 – The RIP
Summary:
Primer San Valentín aunque ellos aún no salen. Pero algo florece.
Notes:
Antes de continuar, quería aclarar que por si no lo notaron los titulos de los capítulos estan basados en canciones. Mucho más adelante les paso los titulos y de las bandas/cantantes que me inspire. Así que tengan cuidado que no todo es lo que parece jejejeje...
Chapter Text
Caballos salvajes y blancos
ellos me llevaran
Y la ternura que siento
Enviará la oscuridad debajo
¿Seguiré?
Febrero caía espeso como el calor húmedo sobre las veredas agrietadas de Sudamérica (Y por suerte no son de allá).
Era Día de San Valentín.
El día favorito de nadie… excepto de las papelerías y las personas con novios.
Spooky Jim sí lo tenía todo:
Tenía pochoclo, tenía locuras, y tenía a Debby, su novia de otra escuela que no solo lo entendía, sino que también reía de sus chistes de jirafas ninja.
Era dulce sin ser empalagosa y usaba buzos gigantes como si fuesen capas de invisibilidad.
Los demás… estaban en otra frecuencia.
Billie lo pasaba sola, como cada 14 de febrero, escuchando baladas noventeras con los auriculares a todo volumen.
Jazmín organizaba un "Anti-San Valentín" online con un grupo de góticos veganos que hacían cartas con sangre vegetal.
Elita decía que el amor era sobrevalorado. Que prefería hacer origami y hablar con sus cactus. Aunque tal vez solo era una excusa.
Gerard solo prefería estar viendo películas de terror.
Adam prefería estar ocupado con su música.
John Cooper se fue a otro lugar con su tío, mientras se quejaba que San Valentín solo era publicidad para quitar dinero.
Cry Baby simplemente se dedico a limpiar su casa.
Y Blurryface… estaba callado.
Como desde hace días.
—¿Estás bien? —le preguntó Spooky en voz baja mientras esperaban el colectivo, después de unas compras.
Blurry lo miró.
Tenía ojeras de color granate y una hoja de papel arrugada en el bolsillo.
—No lo sé. Creo que estoy… confundido.
Spooky, sabio sin proponérselo, no preguntó más. Solo asintió.
—Te pasa por esa amiga tuya. La que decís que no te gusta.
Blurryface suspiró, mirando el cielo blanco que parecía prometer lluvia.
—Sí.
Eso exactamente.
Lugar: Patio trasero de la casa de Spooky Jim, tarde de verano.
Presentes: Blurryface, Spooky Jim y Debby (la novia de Spooky, dulce y perceptiva).
Están tomando jugo, tirados en reposeras, con si esperarán algo.
Spooky Jim (con una sombrilla ridícula de flamencos sobre la cabeza):
—Mirá, Bro… vos podés tener poderes raros y ojos rojos de demonio, pero con Crybaby sos más tierno que un perro mojado.
Y eso… no es malo. Pero si te la pasás escondiéndolo, un día alguien más va a verla con ese vestido azul y vos te vas a quedar ahí… tragando culpa como un bobo.
Blurryface (mirando al cielo, serio):
—No sé si estoy enamorado o si es solo una obsesión. No quiero lastimarla. No quiero… perderla.
Debby (cruzando las piernas, serena):
—Entonces no se lo digas como si fuera un “todo o nada”. Decile como se le dice a un amigo algo importante.
No le pongas bombas de expectativas ni fuegos artificiales. A veces, el amor empieza diciendo: "No sé qué me pasa, pero quería contártelo."
Spooky Jim (asintiendo):
—Exacto. Vos no sos un personaje de novela, Blur. Sos un pibe confundido con sentimientos reales.
Y lo más valiente que podés hacer es ser honesto sin esperar que todo salga perfecto.
Blurryface (murmurando):
—¿Y si me rechaza?
Debby (sonriendo):
—Entonces va a ser incómodo unos días…
Pero no vas a vivir con el “¿y si…?” en la cabeza para siempre.
Spooky Jim (levantando el vaso):
—Brindo por el día que Blurryface se anime a decir “me gustás” sin que se le incendien los ojos.
(Blurryface lanza una mirada entre molesta y divertida.)
Blurryface (con una sonrisa tímida):
—Algún día.
Ese "algún día" puede marcar una nueva etapa emocional para Blurryface. No tiene que ser inmediato, pero el terreno ya está sembrado.
La casa de Crybaby estaba quieta por falta de gente. Ella descansaba en la cocina tras quitar mucho polvo desde la mañana.
La bici oxidada seguía apoyada en la reja.
Una cortina violeta se movía con el viento como si dijera un secreto.
Blurryface cruzó la calle.
Dejó la pequeña caja plateada sobre el felpudo.
Dentro, había un colgante con forma de nube, pintado a mano.
Y una carta.
Solo decía:
“No sé por qué, pero desde que te conocí… todo en mí cambió.
No hace falta que sepas quién soy.
Solo quería que hoy supieras que, en algún rincón,
hay alguien que piensa que sos lo más lindo que existe.”
Tocó el timbre.
Y salió corriendo.
Como si su corazón fuera una bomba de tiempo.
Como si quedarse un segundo más lo hiciera explotar.
Crybaby abrió la puerta.
El mundo tenía un tono celeste apagado, como en los sueños donde todo es borroso.
Vio la caja.
La tomó en silencio.
Sus ojos se pusieron negros por una fracción de segundo. No por rabia. No por miedo.
Sino porque algo se había encendido dentro.
Algo suave.
Algo desconocido.
Algo que no podía, ni quería, nombrar.
Se quedó en la puerta, mirando hacia el final de la calle, sin saber que Blurryface estaba dos cuadras más allá, con las manos sudadas y la garganta llena de “lo que no me animé a decir”.
Ninguno lo sabía, pero esa fue la primera vez que se pensaron como algo más que amigos.
Y eso… lo cambió todo.
En otro rincón de la ciudad, la pantalla de un grupo parpadeaba en varios celulares.
Grupo: Los Indecisos 💬
Billie E.:
Alguien le dejó un regalo misterioso a Crybaby en el felpudo de su casa.
Lo vi en mis stories, no me juzguen.
Jazmín Bean:
Yo apuesto lo que quieras que fue Blurryface.
Ese pibe está IN FLAMES 🔥🔥🔥
Spooky Jim:
Pero no dijo nada hoy… solo que estaba confundido.
🌵Elita H.:
Igual no me parece. Ella no está para esos juegos raros.
Ni siquiera festeja su cumpleaños. ¿Romance ahora?
📚Adam G.:
Puede ser que justo por eso lo haya hecho en secreto. Para no asustarla.
Táctica de sombra. 🤓🕶️
🎸Gerard W.:
No sé ustedes pero esto tiene todo el aura de un fanfic adolescente donde los dos están enamorados y ninguno lo admite y todos los demás somos secundarios con trauma.
Y me encanta. 😌
John C.:
¿Y si hacemos algo? No sé, como... averiguar si fue él de verdad.
Tipo CSI pero versión escolares.
Spooky Jim:
Yo digo que no hagamos nada por ahora.
Si fue él, ya va a decir algo.
Y si no, bueno... será un hermoso misterio más para guardar en el archivo de cosas raras que nos pasan desde que somos amigos.
🌵Elita H.:
Igual no se olviden que San Valentín es marketing emocional.
Cómprense un alfajor y duerman la siesta.
Jazmín Bean:
Dale, Elita, por una vez dejá que el amor flote.
Mensaje anclado por Spooky Jim:
💬 Regla del grupo: nadie le dice nada ni a Crybaby ni a Blurryface.
Ni una palabra. Ni un meme. Ni una indirecta.
👀 Somos testigos silenciosos del apocalipsis hormonal.
La conversación siguió unas horas más.
Entre memes, especulaciones, teorías descabelladas y apuestas sobre qué pasaría si se confesaban.
Afuera, el cielo comenzaba a llover.
Y dos corazones adolescentes seguían latiendo sin saber que el resto del mundo ya los había notado.
Chapter 16: Capítulo 16 - Crybaby
Summary:
Un día escolar, con el foco en Crybaby, su mundo emocional, su forma de ver las cosas… y claro, sus lágrimas, que no son debilidad sino poder 🌧️💧💔
Chapter Text
Tu corazón es demasiado grande para tu cuerpo, por eso no cabe dentro
La escuela estaba cubierta por una niebla tenue esa mañana, como si el cielo supiera que Crybaby se sentía extraña desde que se despertó.
Algo le pesaba en el pecho, aunque no sabía qué. No era tristeza pura. Tampoco enojo. Era… una acumulación. De todo.
En la clase de ciencias, la profesora hablaba de la presión atmosférica, pero Cry solo podía pensar en la presión en su pecho.
Tenía los ojos algo brillosos. Su cuaderno estaba lleno de dibujos inconclusos: lágrimas, gotas, nubes… y un corazón en una cajita cerrada con llave.
—¿Estás bien? —le preguntó Billie, desde el banco de al lado, en voz baja.
Crybaby asintió con una media sonrisa, pero no dijo nada. Sabía que, si hablaba, lloraría. No porque quisiera. Porque era así. Era Crybaby.
Y aunque muchos lo usaban como burla, ella había aprendido a cargar con ese nombre. No era debilidad. Era su manera de resistir.
Cuando sonó el timbre del recreo, se fue directo al baño, esquivando a Kelly y a Matt en el pasillo. Por suerte no la vieron.
Se encerró en uno de los cubículos, bajó la tapa del inodoro y se sentó con las rodillas al pecho.
Y lloró.
No escandalosamente. Solo… se permitió.
Lloró por su hermano ausente, por los sueños raros que había tenido, por no saber si Blurryface sentía lo mismo, por tener miedo de enamorarse, por sentirse tan expuesta cada vez que abría la boca.
Pero mientras lloraba, sus ojos se volvieron negros.
No de odio.
De verdad.
De poder.
Las gotas que caían al piso no eran solo lágrimas. Dejaban pequeñas marcas en los azulejos, como si el agua llorada tuviera memoria.
Y justo cuando pensó que debía calmarse o explotar, alguien tocó la puerta del baño.
—Soy Jazmín —se escuchó del otro lado—. No tenés que salir, pero... traje esto.
Un pequeño papel pasó por debajo de la puerta. Era un dibujo. De ella, como un personaje de cuento: poderosa, flotando en el aire, con una lágrima que formaba un lago bajo sus pies, y una frase:
“Llorar no te hace débil. Te hace más humana que todos ellos.”
Crybaby sonrió entre lágrimas.
—Gracias —susurró.
Jazmín no respondió. Solo se fue, silenciosamente.
Más tarde, en clase de literatura, la profesora pidió escribir un texto libre.
Crybaby escribió una carta. No dijo para quién. No dijo nada.
Solo la tituló: “Cuando mis lágrimas aprendan a hablar”.
Y al final del día, mientras se preparaban para irse, vio a Blurryface esperando en la puerta, con sus auriculares puestos y la mirada baja.
Ella se le acercó, sin decir nada.
—¿Querés venir a casa? —le dijo él, sin mirarla—. No sé, capaz querés distraerte.
Ella lo miró largo rato. No preguntó cómo sabía que había llorado. No necesitaba.
—Sí —respondió simplemente.
Y caminaron juntos bajo una lluvia leve, sin paraguas.
Porque si algo entendieron ese día, es que mojarse un poco no siempre es tan malo.
Mientras Crybaby y Blurryface se alejaban bajo la lluvia, en el aula ya casi vacía quedaban algunos ecos de voces sueltas, mochilas cerrándose y bancas arrastradas.
Pero en la biblioteca, entre los estantes de libros y el olor a papel húmedo, Gerard, Adam y John se habían refugiado para pasar el resto del día. No por obligación. Por necesidad.
—¿Sabés qué pienso a veces? —dijo Gerard, mientras hojeaba un libro de poesía con páginas subrayadas por alguna alma melancólica—. Que la escuela es como una versión mini del infierno… pero con fluorescentes.
Adam soltó una risa seca. Estaba dibujando en la tapa de su carpeta con una lapicera que ya no tenía tinta. Su trazo era rápido, furioso.
—Prefiero eso a mi casa —murmuró John, que se había acomodado en un rincón con un libro enorme de historia entre las piernas—. En casa por lo menos los Niners no están, pero hay silencio… demasiado silencio.
—Eso también es un infierno —dijo Gerard, cerrando el libro con un suspiro.
—¿Y Crybaby? —preguntó Adam, cambiando de tema—. ¿Le pasó algo? Se veía rara hoy.
—Yo la vi salir del baño con los ojos como si hubiera llorado fuego —agregó John—. Y Blurry esperándola como si fuera a estallar en cualquier momento. ¿Ustedes creen que…?
—Sí —dijo Gerard, directo, mirando por la ventana empañada—. Se están enamorando, pero no saben cómo manejarlo. Son como dos bombas con miedo a detonar.
—Eso fue poético —dijo Adam, medio sarcástico.
—O cierto —remató John.
Se quedaron en silencio unos segundos. Afuera la lluvia seguía cayendo con ritmo hipnótico.
—¿Qué vamos a hacer con Matt? —preguntó Gerard—. Desde que se unió a Kelly, se volvió peor. Y los Niners lo siguen como si fuera un maldito general de guerra.
—Matt me da miedo —admitió John—. No porque sea fuerte. Porque no tiene límites.
—Lo vamos a frenar si hace algo —aseguró Adam, levantando la vista de su carpeta—. No importa cómo. Nadie más va a llorar solo en el baño.
—¿Y nosotros? —preguntó Gerard—. ¿Quién frena nuestras tormentas?
John no respondió. Solo se puso de pie, caminó hasta un estante, sacó un libro de tapa azul oscuro, y lo dejó sobre la mesa.
—Acá hay poemas —dijo—. Algunos son como paraguas. No sirven para mucho, pero al menos sentís que te cubren un poco.
Gerard lo abrió y leyó en voz baja:
“Llueve dentro de mí,
aunque nadie me vea mojado.
Pero si alguna vez
comparto mi tormenta,
tal vez alguien me mire como si el gris también pudiera ser un color amable.”
Se quedaron en silencio. Esta vez no fue incómodo. Fue compartido.
En ese momento, Billie apareció en la puerta de la biblioteca, con Jazmín y Elita detrás.
—Chicos —dijo Billie, sin preámbulos—. Necesitamos un plan.
—¿Un plan? —preguntó Adam.
—Para cuidar a Cry y a Blurry —dijo Jazmín—. Porque hay algo más grande pasando. Algo que no estamos viendo del todo. Y no pienso quedarme mirando.
Gerard sonrió por primera vez en el día.
—Entonces supongo que es hora de ser los buenos por una vez.
John cerró el libro. Adam agarró su mochila. Y todos salieron de la biblioteca, como si la lluvia fuera solo el principio de algo mucho más grande.
Chapter 17: Capitulo 17 - Stressed Out
Summary:
Ansiedad silenciosa, nostalgia por una infancia más simple, dudas existenciales, y la presión de un mundo que no para.
Vamos a sumergirnos en la mente de Blurryface, ahora que el año escolar va avanzando, y con él, sus inseguridades.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Mi nombre es Blurryface y me importa todo lo que digas.
Blurryface no podía dormir. Otra vez.
Tenía el cuerpo en la habitación, pero la mente en otro planeta.
Se estaba quedando sin excusas.
Excusas para no contarle a Crybaby que lo que sentía era más que amistad. Excusas para no enfrentar a su madre. Excusas para seguir siendo el chico misterioso con ojeras profundas y mochila rota.
Ya no era un misterio. Era solo un pibe confundido.
A veces deseaba volver a ser nene. A los días de plastilina, leche con chocolate y no tener que pensar en nada.
Pero ahora...
Ahora tenía que lidiar con profesores que no lo entendían, compañeros que lo odiaban, enemigos que lo acechaban, y un corazón que lo traicionaba cada vez que Crybaby se reía sin darse cuenta.
“¿Qué me pasa?” pensaba.
En la escuela, los días habían vuelto a la rutina. Se sentaba en la última fila como siempre, con los auriculares medio escondidos y los ojos pegados al cuaderno, aunque no escribiera nada.
Crybaby a veces lo miraba y sonreía, pero él desviaba la mirada.
Se sentía un impostor.
Un amigo que no decía la verdad.
Un hermano que no podía hablar de su madre sin cerrar la boca.
Un alumno que respondía bien solo para que lo dejaran en paz.
Un chico que no sabía si todo lo que estaba sintiendo era amor o miedo al abandono.
“Blurryface, ¿estás bien?”
La voz de Adam Gontier lo sacó de sus pensamientos. Estaban en la entrada del colegio, mientras los chicos se agrupaban para entrar.
—Sí —mintió—. Solo cansado.
—Mentira —dijo Jazmín Bean desde atrás, con una paleta azul en la boca—. Tenés la misma cara de los que están a punto de explotar.
—No exploto —respondió él—. Solo me arrugo por dentro. Como una hoja de papel.
Adam y Jazmín se miraron entre sí. No insistieron. Sabían que cuando Blurryface hablaba así, lo mejor era dejarlo.
Durante la clase de ciencias, mientras la profesora hablaba sobre energía potencial y cinética, él miraba por la ventana.
Recordó cuando jugaba con Spooky Jim en el barro, cuando creía que ser astronauta era posible, cuando los adultos todavía no le rompían la cabeza con responsabilidades.
Ahora, lo único que orbitaba en su sistema solar era el nombre de Crybaby, y una ansiedad que no tenía gravedad.
"My name's Blurryface and I care what you think…"
La canción sonaba en su cabeza como un loop eterno.
No podía parar de pensar en lo que los demás esperaban de él. En lo que él esperaba de sí mismo. En lo que Crybaby pensaría si supiera la verdad.
Esa noche, se encerró en su habitación y abrió su cuaderno negro.
Escribió algo que nunca pensó escribir:
“Quisiera dejar de pensar tanto.
Quisiera ser menos Blurry, y más Face.
Pero si mañana desaparezco,
quiero que sepas que esa carta que dejé en tu puerta no fue solo un impulso.
Fue el comienzo de algo que todavía no me animo a nombrar.”
Lo cerró rápido. Como si alguien pudiera espiarlo a través de las paredes.
A la mañana siguiente, mensajes en el grupo secreto “Los Indecisos”:
Gerard: “Blurry está al límite. O se lo dice, o se pierde.”
Adam: “Podemos ayudarlo, pero no podemos hacerlo por él.”
📚 John: “¿Y si organizamos una salida con excusa? Algo que los obligue a estar juntos, sin presiones.”
💀 Jazmín: “Algo que no huela a cita. Pero que se sienta como una.”
🕶Billie: “Lo vamos a hacer. Por él. Y por Crybaby.”
Mientras tanto, Blurryface solo miraba el cielo desde un campanario abandonado, Mientras las clases continuaban y él solo sabía desaparecer. Simplemente deseando que alguien le dijera cómo se hace para dejar de sentirse así.
Como si su mente fuera un cuarto desordenado.
Como si su corazón tuviera miedo de encender la luz.
Y sin saberlo, alguien ya estaba preparando ese interruptor.
La semana había sido pesada. Pesada como el aire antes de una tormenta.
Blurryface no decía mucho, pero cada vez estaba más ausente.
Y entonces, sucedió.
Fue el viernes, antes de la última clase.
Salió al patio trasero del colegio, como siempre, para estar solo. Tenía su ukelele colgado del hombro —uno viejo, rajado en los bordes, pero afinado con amor—.
Era su escape, su pequeño espacio de refugio. Su única herencia de la felicidad, que se lo había dejado antes de desaparecer.
Pero cuando volvió al aula después del recreo... ya no estaba.
Buscó en su mochila. Buscó entre las sillas. En el pasillo. En los baños.
Nada.
—¿Viste mi ukelele? —le preguntó a Gerard.
—¿Lo habías traído hoy?
—¡Claro que sí! ¡Lo dejé colgado al lado de la ventana!
Llamaron a preceptoría. Hicieron preguntas. Nadie vio nada.
Nadie escuchó nada.
No había rastros. No había sospechosos. No había cámaras en esa parte del colegio.
Solo un vacío.
La clase siguió. La vida siguió.
Pero Blurryface no.
No habló durante el resto del día. No lloró. No gritó.
Solo cerró su cuaderno con fuerza, y se quedó mirando por la ventana.
Por dentro, el caos había vuelto a instalarse.
No era solo un instrumento.
Era lo único que le quedaba que no se sentía sucio.
Era su voz cuando no quería hablar. Su abrazo cuando nadie lo abrazaba.
Era su válvula de escape.
Y se lo habían arrancado de golpe.
Esa noche, en el grupo secreto "Los Indecisos":
Gerard: “¿Quién pudo hacer algo así?”
💀 Jazmín: “No fue un robo común. Fue a propósito. Alguien quería joderlo.”
📚 John: “Esto lo va a destruir. El ukelele era lo único que tocaba sin miedo.”
🕶Billie: “Tenemos que hacer algo. No sé qué, pero algo.”
Adam: “No lo vamos a dejar solo. No esta vez.”
Blurryface, en su cuarto, sentado en la oscuridad, con los dedos cerrados en puño.
No podía tocar.
No podía gritar.
No podía pensar.
Solo repitió una y otra vez en su cabeza:
“¿Por qué me lo sacaron? ¿Por qué justo eso?”
Y mientras tanto, en alguna parte, su ukelele dormía donde no debería estar.
Entre risas ajenas.
Entre manos crueles.
O tal vez… simplemente perdido para siempre.
Notes:
Querido lector (si es que me encuentras): Habrá momentos que me querrás decapitar. Así que solo te pediré una sola cosita chiquitita: Confía en mí.
Chapter 18: Capítulo 18 - Glue Song
Summary:
A pesar de los malestares, están juntos.
Chapter Text
Nunca he conocido a alguien como tú, ooh…
Enredados en el amor,
Pegados a ti
El aire olía a flores de jazmín, de esos que crecen sobre los muros de la escuela y florecen cuando el sol ya no quema tanto. Era lunes, y aunque nada había cambiado —el ukelele seguía perdido, el ladrón seguía siendo un fantasma—, el mundo ya no dolía igual.
Crybaby caminaba con paso lento por el pasillo central. Traía puestos unos auriculares con formas de osito y una carpeta llena de stickers pegados con precisión quirúrgica. Sus pensamientos estaban lejos, pero su corazón un poco más cerca.
Ese día Blurryface había llegado más temprano que todos. Se sentó en el banco más alejado del patio, dibujando cosas con la tapa del marcador sobre el banco de madera. No quería hablar. Pero no era la misma tristeza del viernes. Era otra cosa. Como si hubiera bajado la guardia, como si se estuviera dejando llevar por algo que no comprendía del todo.
Crybaby lo encontró solo, como siempre.
—¿No tenías taller hoy? —le preguntó, sentándose a su lado.
—No tenía ganas de ir.
—¿Por lo del ukelele?
—Por todo.
Crybaby no respondió. Sacó de su mochila una botella de jugo de arándanos, uno de esos que él siempre decía que sabían raro.
—Te traje uno.
—Odio esto.
—Lo sé —dijo Crybaby con una sonrisa—. Pero pensé que el odio une más que el amor. Al menos en este colegio.
Blurryface rio, por primera vez en días.
Y en ese momento, no necesitaban hablar. El jugo seguía sabiendo a medicina, pero lo bebieron igual. La charla siguió entre murmullos, interrumpida por frases sueltas: que Adam ahora tenía una banda, que Gerard había discutido con su padrastro, que Elita estaba cada vez más rara con ellos (más callada, más distante, más… enojada).
Y en medio de eso, el sol cayó directo sobre Crybaby, iluminando su perfil como si alguien allá arriba lo hubiese seleccionado con marcador dorado. Blurryface parpadeó.
No era amor aún.
Pero sí era una certeza:
no quería que nadie más en el mundo desapareciera de su vida.
En otro rincón del patio, Spooky Jim estaba discutiendo con Debby por mensaje. No peleaban, simplemente no podían decidir qué película ver en su próxima cita. Jazmín, Adam y John estaban sentados en el piso, haciendo una lista con nombres ridículos para una futura banda que probablemente jamás formarían.
Gerard dibujaba con lápiz rojo sobre una hoja de carpeta arrancada, y por primera vez, el dibujo no era oscuro ni lleno de demonios. Era un chico con los ojos cerrados y un instrumento en la mano. Y por detrás, un halo de hojas. Como si la música pudiera crecer de nuevo en él.
—¿Y si hacemos una colecta para comprarle un ukelele nuevo? —sugirió Adam.
—¿Y si buscamos el viejo hasta que aparezca? —insistió John.
—¿Y si simplemente le preguntamos a Crybaby qué hacer? —dijo Jazmín—. Seguro él sabe cómo levantarlo.
Ese mediodía, cuando el timbre sonó, Crybaby y Blurryface salieron juntos por la entrada trasera.
No hablaban, no se tocaban, no hacían nada extraordinario.
Pero se quedaban cerca.
Como si estuvieran pegados por un hilo invisible, un lazo hecho de cosas pequeñas:
De jugo feo,
de risas a destiempo,
de miradas que entendían más que las palabras,
de canciones no cantadas,
de heridas no curadas del todo.
Antes de irse, Crybaby sacó algo de su bolsillo.
—Esto es tuyo —dijo.
Era una púa de guitarra.
La que Blurryface había prestado meses atrás para un juego tonto en clase.
Una simple púa de plástico gastado.
Blurryface la sostuvo como si fuera sagrada.
—No me acordaba de esto.
—Yo sí. Siempre guardo cosas que no quiero perder.
Ninguno de los dos dijo lo importante.
Pero ambos sabían que eso también era una forma de quererse.
Esa noche, en el grupo "Los Indecisos":
💀 Jazmín: “Blurry y Crybaby hoy parecían pegamento.”
🧠 Gerard: “No es pegamento. Es otra cosa. Como... imán.”
⚰️ Adam: “O karma. El bueno.”
🕶️ Billie: “Ojalá se den cuenta. Ojalá no lo arruinen.”
📚 John: “No necesitan confesiones. Se tienen, y eso ya es raro hoy.”
🧃Spooky Jim: “Me gusta que estén así. Dan ganas de escribir una canción. De esas que hacen llorar… pero de las lindas.”
💛 Debby: “A veces el amor no empieza con fuegos artificiales. A veces empieza con un juguito de arándanos y una púa gastada.”
Blurryface no sabía lo que sentía.
Crybaby tampoco.
Pero algo estaba cambiando.
Algo se estaba armando en silencio.
Como esas canciones que empiezan con un solo acorde.
Como esas cintas adhesivas que, sin hacer ruido, lo mantienen todo unido.
Chapter 19: Capitulo 19 - Every Breath You Take
Summary:
Ella lo suele espiar por la ventana y él la suele espiar a través de su web cam.
Notes:
¡ADVERTENCIA! Modo Stalker activado. Por favor, no lleves está práctica en la vida real. Primero que no es legal, segundo que da cringe, tercero porque nadie hace eso, cuarto porque te lo ordeno y quinto porque está mal espiar la privacidad del otro. Por favor, cuidate y cuida a los demás sin necesidad de stalkear. Ser espiado causa estrés, ansiedad, desconfianza, paranoias y sentimientos de vulnerabilidad ¡Saludos!
Chapter Text
Cada movimiento que hagas
Y cada promesa que rompas
Cada sonrisa que finjas,
cada afirmación que hagas
Te estaré observando
En la escuela, nadie hablaba en voz alta sobre lo que pasó con el ukelele.
Ni sobre los murmullos en los pasillos, ni sobre cómo Nico y los Niners se reían cada vez que veían a Blurryface, ni sobre cómo Jason pasaba rozando a Crybaby, como si buscara provocarlo sin tocarlo.
Pero el silencio no era paz.
Era un zumbido constante.
Como un mosquito en la oreja.
Como un foco titilando en una sala vacía.
Blurryface ya no dormía bien.
Soñaba con pasillos infinitos, con lockers que se abrían y no tenían nada adentro. Soñaba con ojos. Muchos. Observándolo desde los rincones, desde los techos, desde los charcos del baño.
Y durante el día, todo empeoraba.
Porque él sabía que lo miraban.
No por ternura.
Ni por miedo.
Lo miraban porque les causaba gracia.
Era un blanco fácil: callado, pálido, distraído, cada vez más flaco. Y encima ahora, con esa mirada perdida.
—¿Estás bien? —le preguntó Crybaby una tarde, mientras sacaban los útiles de sus mochilas.
—Sí —mintió Blurryface, sin levantar la vista.
—¿Seguro?
—Es sólo la escuela.
Crybaby lo observó. Sabía que mentía.
Pero no lo presionó. A veces, las verdades necesitan espacio. Y esa verdad estaba en el campanario donde solo Blurryface conocía el camino.
Spooky Jim, siempre tan intuitivo, notó la tensión.
—Están diciendo que Nico y los Niners le pusieron algo a tu mochila.
—¿Qué? ¿Quién dijo eso? —preguntó Blurryface.
—Una chica de 3º. Dice que los escuchó hablar. Que “le iban a jugar una broma”.
—¿Qué clase de broma?
—De las que arruinan reputaciones.
Blurryface no dijo nada. Simplemente fue al baño, abrió su mochila con las manos temblorosas… y no encontró nada.
¿Y si lo habían sacado ya?
¿Y si solo era un rumor?
La paranoia se le instaló como una espina en la garganta.
Esa semana, comenzó a escribir en una libreta vieja.
No poemas. No letras de canciones.
Registros.
De lo que pasaba cada día.
De quién lo miraba.
De a qué hora.
De qué dijo.
De qué gesto hizo.
"Jason me vio hoy a las 10:03.
Tenía esa sonrisa.
La de siempre.
La que tiene cuando está a punto de hacer algo.
Algo malo."
No era locura.
Era defensa.
O eso se decía a sí mismo.
Mientras tanto, Crybaby también notaba cosas.
Como que a veces, cuando entraba al aula, alguien ya había escrito algo en su pupitre.
Un corazón roto.
Una caricatura exagerada de su cara.
Un "te amo, rata" firmado con iniciales falsas.
Y aunque fingía que no le importaba…
le importaba.
Por eso, esa tarde en el recreo largo, le tomó la mano a Blurryface.
Así, sin más.
No como pareja.
No como confesión.
Solo como acto de presencia.
—¿Lo sentís? —preguntó.
—¿Qué cosa?
—Eso que nos quieren quitar.
—¿Cuál?
—La calma.
Blurryface asintió.
Los ojos se le llenaron un poco de agua.
Pero no lloró.
No allí.
Esa noche, en el grupo "Los Indecisos":
💀 Jazmín: “Creo que Jason está planeando algo más.”
📚 John: “No entiendo por qué no lo expulsan ya.”
Gerard: “Porque este sistema protege al que grita más fuerte dinero.”
⚰ Adam: “¿Y si grabamos? ¿Y si los exponemos?”
🕶Billie: “Exponer a Nico es como tratar de apagar el fuego con gasolina.”
Spooky Jim: “Entonces hagamos lo que siempre hicimos: protegernos entre nosotros.”
💛 Debby: “Hay muchas formas de amar. Y una de ellas, es no dejar que se caigan.”
Blurryface no dejó de escribir en su libreta.
Pero ahora, al final del día, agregaba una frase distinta.
"Hoy, ella me miró sin miedo.
Hoy, yo respiré sin esconderme."
Y aunque nadie lo sabía,
cada vez que alguien lo lastimaba, él repetía en su cabeza como un mantra:
Every breath you take...
I'll be watching you.
No como amenaza.
Sino como promesa.
Porque mientras ellos lo observaban con odio,
él estaba aprendiendo a observar a quienes lo amaban.
Y eso, lo salvaba.
La semana siguiente fue más densa que la anterior.
Jason y los Niners no dejaban de molestar.
Tiraban comentarios disfrazados de chistes.
Rodeaban a Crybaby en los pasillos solo para “decirle cosas lindas”.
Le ponían apodos que parecían inofensivos, pero dolían como insultos.
Y lo peor de todo:
nadie decía nada.
Los profesores, cómplices por omisión.
Los compañeros, mudos por miedo.
Hasta que un día, Gerard no aguantó más.
—Che, ¿por qué no te metés el ego en el orto, Jason? —le escupió en pleno recreo.
—¿Qué dijiste?
—Eso. Que nadie te banca. Ni tus propios músculos.
Hubo risas.
Y una advertencia del preceptor.
Pero el mensaje quedó flotando en el aire.
Jason no era invencible.
Y algunos chicos empezaban a notarlo.
Blurryface seguía anotando todo.
Ahora tenía dos libretas: una para la paranoia…
y otra para ella.
No lo decía en voz alta, pero en su cabeza ya lo admitía:
sí, estaba enamorado de Crybaby.
Aunque no entendía por qué.
Quizá por la forma en que se reía cuando hablaban por teléfono.
Quizá por cómo lo defendía sin decir una palabra.
Quizá por ese vestido azul que no podía sacarse de la mente.
Pero había algo más.
Algo que no sabía explicar.
Esa noche, volvió a entrar en su computadora.
Y con un par de comandos básicos que había aprendido en foros, activó una ventana oculta.
Ahí estaba.
La cámara de Crybaby.
Sin sonido. Sin contexto.
Solo una imagen medio pixelada.
Ella estaba escribiendo.
Con el ceño fruncido.
Moviendo la pierna al ritmo de alguna canción mental.
No hacía nada extraordinario.
Pero Blurryface la miraba como si estuviera viendo una obra de arte viva.
—Sos un bicho raro… —se dijo a sí mismo. Pero no cerró la ventana.
Al otro lado del barrio, Crybaby también tenía su ritual.
Cada noche, se paraba frente a la ventana de su habitación, que tenía vista al fondo de la casa de Blurryface.
Desde ahí, si se asomaba lo suficiente, podía ver si él tenía la luz encendida.
Y la tenía.
Siempre.
Lo miraba caminar de un lado al otro.
Mirar libros.
Sentarse.
Desarmar cosas.
Armar otras.
Y suspiraba.
No porque entendiera lo que sentía.
Sino porque algo en él hacía que se le anudara el estómago.
Pero no lo entendía del todo.
Ni quería entenderlo aún.
Esa noche, sin saberlo, ambos estaban espiándose. Con sus respectivos horarios.
Ella desde la ventana (21hs),
él desde la pantalla (23hs),
sin saber que eran parte de la misma canción.
Una canción que decía:
Every breath you take,
Every move you make…
I’ll be watching you.
(Últimos mensajes en el grupo "Los Indecisos")
🎸 Adam: “Estoy seguro de que Blurry está enamorado hasta los huesos.”
🎭 Gerard: “Sí, pero es tan torpe que seguro se traga los sentimientos hasta que explote.”
💀 Jazmín: “¿Y Crybaby?”
📚 John: “No sé… pero anoche se quedó como 20 minutos parada en la ventana mirando hacia su derecha. ¡Yo vivo enfrente!”
Gerard: “¿Quién espía a quién? Esa es la pregunta.”
Spooky Jim: “Eso no es amor, es espionaje emocional.”
💛 Debby: “Entonces que se declaren agentes secretos del amor y se dejen de joder.”
Y mientras el grupo se reía con memes,
Crybaby cerró su ventana.
Blurryface apagó su pantalla.
Y el mundo siguió girando,
sin saber que dos niños raros estaban aprendiendo a amarse a escondidas.
Chapter 20: Capitulo 20 - Put your head on my shoulder
Summary:
Paseo en el zoológico, despúes de un mal día.
Chapter Text
Pon tu cabeza en mi hombro
Abrázame en tus brazos Bebé, apriétame, oh, tan fuerte
Muéstrame que tú también me amas
El viento había cambiado. Era más cortante. Como si algo invisible estuviera por desatarse.
La escuela seguía. Las tareas, las clases, las presentaciones. Pero algo dentro del grupo se estaba rompiendo. No entre ellos. Con ellos.
Todo comenzó un viernes cualquiera. La clase de Educación Física se trasladó al campo del colegio. Rugby para los varones. Atletismo para el resto. Jason y los Niners estaban de buen humor. Esa clase les daba poder. Esa cancha era su imperio. Y ese día, su objetivo fue Blurryface.
Primero fueron los empujones “accidentales”. Después los comentarios sobre su “falta de huevos”. Y finalmente, el tackle que no era parte del juego.
Blurryface cayó mal. El codo raspado, la rodilla golpeada. Se quedó en el piso, no por el dolor físico, sino por la humillación de escuchar sus risas.
—¿Te vas a quedar llorando, nenita? —le gritó uno de los Niners.
—¿Querés que te preste el vestido azul de tu amiguita? —remató Jason.
Y ahí se pasaron.
Tuvo que pasar el resto del día en enfermería por precaución.
Crybaby se enteró esa misma tarde. No por Blurryface —él no dijo nada— sino por Spooky Jim, que lo vio todo y no pudo callárselo.
—No podés dejarlo pasar —le dijo.
—Él nunca dice nada —respondió Crybaby, temblando.
Y esa noche, frente al espejo, con el cabello aún húmedo por la ducha, se miró a sí misma como si no se reconociera.
—No te metas —susurró una parte de su mente.
—Ya te metiste —respondió la otra.
El grupo “Los Indecisos” cambió de tono. Ya no era solo chistes y teorías conspirativas sobre el amor.
Era organización.
Plan.
Venganza.
🎭 Gerard: “Yo no soy violento. Pero esto no puede quedar así.”
🎸 Adam: “Tengo un par de ideas. Legales. Más o menos.”
💀 Jazmín: “¿Querían guerra? Bueno, van a tener guerra.”
💛 Debby: “Se metieron con el equivocado. Y además, con Blurry.”
Incluso Spooky Jim, el más despreocupado de todos, se puso serio.
Spooky Jim: “Tengo un disfraz. Y una cámara de acción. Lo dejo ahí.”
La semana siguiente, uno a uno, empezaron a tener pequeños incidentes.
- Alguien llenó la mochila de Jason con slime púrpura que olía a pata.
- Alguien lleno de cucarachas la mochila de Kelly.
- A Matt le destrozaron su tarea y su diccionario.
- Alguien coloco una bomba de pintura en la mochila a Nico que termino teñido de Amarillo Neón.
- Los niners sufrieron una extraña diarrea.
- Un video recompilatorio de ellos gritando como bebés circuló por toda la escuela.
Nada violento.
Nada que pudiera señalarse con pruebas.
Pero todo perfectamente planeado.
Y lo más importante:
Nadie del grupo habló.
Nadie confesó.
Nadie se arrepintió.
Los comentarios no se hicieron esperar.
“Karma is a b*tch.”
“¿Y cómo creés que se sintieron los que vos jodiste?”
“Ahora sabés lo que se siente.”
El video se hizo más viral.
Una tarde, mientras caminaba con Crybaby, Blurryface se detuvo.
—¿Vos sabías lo que estaban haciendo?
—¿El qué? —preguntó ella, sin mirarlo.
—Eso… con Jason. Con los demás.
—¿Por qué me preguntás eso a mí?
—Porque no sos tonta. Y porque te conozco.
—¿Y qué pasaría si supiera algo?
—Nada —dijo él, bajando la mirada—. Capaz me sentiría un poco más mejor.
Crybaby no dijo nada más.
Solo le agarró la mano.
Sin mirarlo tampoco.
Esa noche, Blurryface se sentó en su cama.
Abrió su computadora.
Miró el fondo de pantalla: una foto sin querer, donde él y Crybaby estaban riendo.
Ella había hecho una mueca.
Él la estaba mirando.
Se quedó así un rato.
En otro punto de la ciudad, Crybaby hizo lo mismo.
Se sentó en la oscuridad, escuchando música.
Pensando.
Recordando.
Y como en un extraño ritual sincronizado,
ambos espiaron al otro al mismo tiempo.
Ella desde su celular (Gracias a un foro extraño).
Él desde su pantalla de la PC.
Ninguno sabía.
Ninguno sospechaba.
Pero ahí estaban.
Mirándose sin verse.
Viviendo una guerra secreta en un mundo que los creía invisibles.
Todo iba demasiado bien. Jason había dejado de molestar. Matt se quedo pegado con los apuntes que no tocaron. Nico y sus Niners estaban callados. Kelly preguntandose que hizo para merecer semejante castigo.
Hasta los profesores parecían menos ciegos. Pero fue solo una tregua. La tormenta no había terminado.
Una tarde cualquiera, saliendo de clases, Crybaby fue seguida. Primero creyó que era paranoia.
Después sintió la risa contenida. Y cuando giró por la esquina hacia su calle… la empujaron. No fue una caída grave. Pero fue clara. Frontal. Cobarde. Y aunque no los vio directamente, supo quiénes eran. No lloró. Se paró. Se sacudió la tierra de las rodillas. Y sin decir nada, volvió a casa.
Cuando Blurryface se enteró, fue distinto esta vez. No se quedó callado. No evitó el tema. Fue directamente a casa de Crybaby. Golpeó la ventana.
—¿Estás bien?
Ella solo asintió.
Pero él no se movió.
—Vamos.
—¿A dónde?
—Donde nadie nos toque. Donde seamos fantasmas. Donde podamos respirar.
No estaba en sus planes. No sabían por qué eligieron ese lugar. Pero era perfecto. Era martes. Había poca gente. El cielo estaba opaco, pero no llovía.
Caminaron en silencio por los senderos.
Vieron a los pingüinos nadar como si no existiera el dolor.
A los suricatas pararse en fila como en una coreografía sin director.
A los osos dormir como bebés gigantes.
Y a un jaguar mirarlos desde lejos, como si los reconociera.
—¿Te acordás cuando todo era más fácil? —preguntó ella.
—No —dijo Blurryface—. Pero esto… esto está bien.
Se sentaron frente al lago artificial. Había un pato con una pata chueca. Y eso los hizo reír. Pero no de burla. De alivio.
Antes de irse, pasaron por la tienda del zoológico. Blurryface compró una figura de un lémur de ojos enormes. Crybaby eligió una pantera de peluche. No se dijeron mucho. Pero esa noche, ambos durmieron mejor.
Y en el grupo secreto de chat, alguien dejó esto:
💛 Debby: “El mundo está podrido, pero ellos dos… son lo único bonito que sigue funcionando.”
Chapter 21: Capítulo 21 - I love you so
Summary:
Atmósfera de rutina, dolor y amor contenido. Están enamorados, pero solo se pueden declarar en sus mentes.
Chapter Text
Espero que sientas lo que yo sentí
cuando me destrozaste el alma.
Porque fuiste cruel y yo soy un tonto,
así que por favor, déjame ir.
Pero te amo tanto (por favor, déjame ir).
Los meses pasaron como si el tiempo hubiese dejado de tener intención.
Misma escuela. Mismo patio agrietado. Mismos pasillos con susurros venenosos. Mismos ojos que no miraban, sino que evaluaban. Mismo silencio incómodo entre clases, cuando los que no tienen grupo esperan la próxima hora como si fuera una condena menor.
Crybaby caminaba con su mochila colgando de un solo hombro. El flequillo le cubría los ojos, y aunque su cuaderno estaba lleno de garabatos de mariposas rotas y caritas llorando, nadie lo miraba. Nadie, excepto Blurryface.
Y viceversa.
No se veían tan seguido como antes, pero seguían conectados. Mensajes a escondidas, llamadas con auriculares bajo la almohada, promesas no dichas pero entendidas. Se juraban cosas sin palabras: “Estoy acá”, “Sigo pensando en vos”, “Aguanta un poco más”.
Afuera, los Niners seguían con lo suyo. Nico, con sus miradas cargadas de veneno pasivo. Kelly, con su risa cortante como vidrio. Jason, ese que fingía ternura solo para aplastar después. Y Matt, el eco constante del resto, siempre ahí para empujar cuando alguien más ya había tirado el primer golpe.
En clase de arte, Crybaby miraba la acuarela correrse entre sus dedos.
Blurryface estaba en el aula contigua, escribiendo letras en un cuaderno viejo.
Y aunque estaban separados, los pensamientos se cruzaban en el mismo punto:
"Te amo tanto que me duele."
Una tarde, se reencontraron en el antiguo parque, ese que alguna vez fue su refugio. Llovía. No una lluvia épica, solo una llovizna persistente que parecía una metáfora viviente.
Blurryface apareció con su campera negra empapada y una cicatriz nueva bajo el ojo izquierdo.
Crybaby traía una flor aplastada que había rescatado del lodo, como si todavía creyera en lo bello, incluso cuando se marchita.
No hablaron mucho. Se miraron.
Blurryface murmuró:
—Te juro que a veces no sé si existís o si sos una fantasía que me inventé para no volverme loco.
Crybaby bajó la mirada y respondió:
—Si soy una fantasía, ojalá no despiertes nunca.
Hubo un momento en que estuvieron a centímetros. El beso no llegó. No era el momento.
Porque el amor, cuando está lleno de heridas, no siempre se manifiesta con un beso. A veces se dice con una lágrima que no cae, o una mano temblorosa que se queda quieta por miedo a espantar al otro.
La semana siguiente, volvieron a su rutina. A fingir que no se conocían frente a los demás.
A esquivar insultos. A ocultar cicatrices.
A imaginar cómo sería huir juntos… sin mapa, sin mochila, sin permiso.
Sólo con el uno al otro.
Pero una noche, cuando todo parecía seguir igual, Crybaby abrió su celular y encontró un audio de Blurryface.
Solo decía:
—“Perdón si soy distante. Es que te quiero tanto que me da miedo perderte antes de tenerte.”
Crybaby no respondió enseguida.
Solo apretó el celular contra el pecho y susurró:
—Yo también.
Y así siguieron…
Mismo colegio.
Mismo bullying.
Misma vida.
Pero al menos sabían que no estaban solos.
Porque entre tanta tristeza, había un amor silencioso que los sostenía.
A veces, lo más difícil no es sentir.
Es creer que uno merece sentir.
Y eso, tanto Crybaby como Blurryface, lo sabían demasiado bien.
Cada vez que la ternura asomaba entre ellos —una caricia fugaz en el hombro, una risa compartida demasiado larga, una despedida con los ojos húmedos—, algo adentro se encogía. Como si una voz interna gritara:
“¡Ey! No te ilusiones. No sos suficiente para que alguien te quiera así.”
Esas voces no eran sólo internas.
Jason, con su sonrisa de hiena, lo había dejado bien claro una tarde, mientras Crybaby salía de la biblioteca con un libro apretado contra el pecho:
—¿De nuevo sola, muñeca rota? ¿No te das cuenta que nadie va a enamorarse de una llorona como vos?
Crybaby apretó los dientes y siguió caminando. Pero esas palabras no se iban fácilmente. Se quedaban pegadas, como barro en los cordones de los zapatos.
Nico, por su parte, atacaba a Blurryface con silencios calculados. Con esos comentarios disfrazados de “broma”:
—¿Vos y Crybaby? Dale, Blurry... nadie como vos termina bien. Siempre arruinás todo lo que tocás.
Y aunque Blurryface lo enfrentaba con la mirada fría y cortante… por dentro le creía un poco. Porque cuando uno se odia a sí mismo, a veces escucha más a los enemigos que a los amigos.
Aun así, se tenían.
Y eso era lo más valioso que les quedaba.
Se seguían mandando audios larguísimos a las 3 a.m., hablando de cualquier cosa: música, sueños raros, sus teorías sobre por qué los adultos fingen estar bien.
Se prestaban libros con frases subrayadas.
Se reían en voz baja con chistes que sólo ellos entendían.
Y en medio de esa intimidad, se amaban.
Claro que se amaban.
Pero todavía no sabían que el otro sentía lo mismo.
O peor: sí lo sabían, pero el miedo era más fuerte.
Una noche, Crybaby escribió una carta.
Una carta de amor. De esas que duelen solo de pensar en entregarlas.
No decía mucho. Sólo:
“Sé que no soy perfecta. Que a veces lloro por cosas que no debería.
Pero cuando estás conmigo, me siento menos invisible.
Tal vez no seas para mí. Tal vez nadie lo sea.
Pero si alguna vez te preguntás si alguien te ama...
la respuesta soy yo.”
Guardó la carta en su cajón más escondido.
Nunca la entregó.
Blurryface también hizo lo suyo.
Grabó una canción en su grabadora vieja. La letra decía:
“Te veo y me siento más real.
Pero si supieras todo lo que odio de mí,
tal vez te alejarías.
Así que me callo.
Y te abrazo como amigo.
Aunque por dentro me estés rompiendo.”
Nunca se la mostró.
Borró el archivo por miedo a que alguien más lo escuche.
Así siguieron los días.
El mismo colegio.
La misma lluvia en las ventanas.
La misma esperanza postergada.
Pero si algo tenían claro…
es que, al menos como amigos, eran invencibles.
Y a veces, eso bastaba.
Al menos por ahora.
Chapter 22: Capítulo 22 - Heroes
Summary:
Hablemos de resistir, de aferrarse al momento y de atreverse a soñar, aunque sea por un día.
Esta vez los personajes están al borde del cambio: últimos exámenes de Middle School, esa etapa extraña en la que todo parece estar por derrumbarse… o por comenzar; en la High School.
Chapter Text
Nosotros podemos vencerlos
Por los siglos de los siglos
Oh, podemos ser héroes
Solo por un día
La escuela olía a marcador viejo y estrés adolescente.
Era junio. Finales de Middle School.
Las paredes estaban decoradas con cartulinas de despedida y los profesores tenían esa mirada mezcla de alivio y nostalgia: la misma que uno pone cuando un dolor de muelas finalmente termina.
Crybaby apretaba sus apuntes contra el pecho mientras repasaba fórmulas que ya no entendía. Blurryface tenía la capucha puesta, auriculares a medio volumen, y los ojos perdidos en la ventana. En su libreta había más dibujos que letras.
No estaban solos.
Elita Harvok había tomado el control del estudio de Ciencias, con fichas de colores y una carpeta brillante que parecía una obra de arte.
Jazmín Bean recitaba versos de memoria, pero con voz teatral, como si cada párrafo de historia fuera parte de una obra gótica.
Billie Eilish escribía nombres clave en sus uñas con marcador negro, porque decía que así se los acordaba mejor.
Gerard Way no parabara de escribir los apuntes como si dibujase un mapa.
Adam Gontier recolecto todos los libros que necesitaba (y a escondidas consumía medicacion para la memoria).
John Cooper rezaba una y otra vez antes y despúes de leer.
Y Spooky Jim... Digamos que tuvo que empezar a espiar a sus compañeros porque tenía el mal presentimiento que no anoto bien sus apuntes.
El caos era completo.
Pero era un caos compartido.
Y eso lo hacía soportable.
—¿Y si no pasamos? —preguntó Crybaby, bajito, en medio de la biblioteca.
—Vamos a pasar, dijo Blurryface sin levantar la vista de su cuaderno.
—¿Y si pasamos, pero cambiamos? ¿Y si dejamos de hablarnos después de eso?
Blurryface sí levantó la mirada esta vez.
No dijo nada.
Solo tomó un bolígrafo y escribió en el margen de su hoja:
“No importa en qué grado estemos.
Siempre voy a buscarte.”
Crybaby leyó la frase y sonrió. Quería abrazarlo. Quería gritarle que lo amaba.
Pero solo le devolvió el bolígrafo y dijo:
—Deberías usar tinta negra, la azul es muy sentimental.
Llegó el día del examen final.
Había silencio en el aula.
Hasta los relojes parecían dudar antes de avanzar.
Pero algo se sentía distinto.
Jason estaba callado, como si también temiera al futuro.
Nico miraba el reloj cada cinco segundos, como si quisiera acelerar el tiempo solo para poder irse.
Y por una vez, los Niners no insultaron a nadie. No hubo burlas.
Solo miedo. Hasta Kelly estaba muy tensa. No sabían si usaba un rumor más intenso o la presión la estaba por estallar.
Porque incluso los monstruos tiemblan cuando el mundo cambia.
A la salida, después del último examen, todo explotó en una mezcla de carcajadas, ansiedad y mochilas tiradas por el aire.
La escuela quedaba atrás.
La High School estaba a la vuelta de la esquina.
Crybaby, Blurryface y el resto de los amigos se escaparon al techo del gimnasio, donde nadie los buscaba. Desde ahí, se veía todo el campo de deportes y más allá: un pedazo de cielo abierto.
—Hoy me siento diferente, dijo Billie.
—Es porque sobrevivimos. Aunque no lo parezca, eso ya es una victoria, respondió Adam.
Blurryface se acercó a Crybaby y se sentaron juntos en la cornisa. El viento les movía el cabello como si el mundo les acariciara la cabeza por haber resistido.
—¿Sabés algo raro? —dijo él—.
Hoy siento que podríamos ser héroes.
Crybaby lo miró.
—¿Aunque sea por un día?
—Sí. Aunque sea por un día.
Y lo fueron.
Ese día se rieron más fuerte.
Saltaron en la vereda mojada sin miedo a caer.
Brindaron con jugo barato como si fuera champán.
Gritaron canciones viejas al cielo.
Ese día, fueron invencibles.
Porque el amor, aunque no dicho en voz alta, estaba ahí.
Porque la amistad era más fuerte que el dolor.
Porque, aunque el mundo se burlara de ellos…
… por un día, fueron héroes.
Esa noche, se quedaron despiertos hasta tarde.
Crybaby, Blurryface y los amigos estaban sentados en el patio trasero de Elita, sobre una alfombra vieja llena de migas y magia. El cielo era una sábana oscura perforada de estrellas, y todo olía a pasto mojado y a verano que se aproxima.
Habían traído gaseosa, papas fritas, una linterna que titilaba, y una libreta donde Billie tomaba nota de los sueños de todos. “Para recordar, cuando seamos grandes”, decía.
—Yo quiero ser artista visual —dijo Gerard—. Pero de los raros. De esos que exponen en sótanos y usan cucarachas de plástico.
—Yo quiero diseñar ropa —dijo Elita—. Quiero hacer uniformes escolares que no sean un castigo a la vista.
—Yo no sé qué quiero ser —murmuró Crybaby—. Pero quiero vivir en un lugar donde pueda llorar sin sentir vergüenza.
—Quiero escribir canciones —dijo Blurryface—. Pero no por la fama. Solo porque hay cosas que no puedo decir en voz alta… y en canciones suenan más lindas.
—Yo quiero poder ir al supermercado sin que me dé un ataque de ansiedad —dijo Billie, medio en broma, medio en serio.
—Y yo… —Spooky Jim levantó la mano como si estuviera en clase—. Yo solo quiero tener a todos ustedes cerca. Porque cuando estoy con ustedes, no siento que estoy loco. Siento que el mundo está loco, y nosotros somos lo único cuerdo.
Rieron. Lloraron un poco. Se abrazaron.
Y no dijeron "te quiero", pero cada palabra lo gritaba en código secreto.
FLASHBACK:
Unos días antes, Blurryface había tenido su momento.
Junto con Gerard, Adam, John y Spooky armaron equipo en educación física. Junto a más gente y lograron dejar en el suelo a Nico y sus niners. Jason y Matt no se animaron a tomar revancha, no valía la pena por no querer romperse la espalda ¿Y el entrenador? Impresionado por el gran trabajo que tomo el equipo menos popular de la escuela. Admitió que dieron lo suyo.
Claro, ignorando que por su culpa Blurryface había pasado un dia en enfermería. Y esta era su perfecta venganza.
Blurryface miró a Spooky.
—¿Sabés qué? Sos un genio.
—Lo sé —dijo Spooky—. Pero me hace bien que lo digan.
FIN DEL FLASHBACK.
Días después, los resultados llegaron.
Aprobados. Todos.
Se abrazaron en la puerta de la escuela. Lloraron en grupo, aunque fingían que era por el sol en los ojos.
Hasta Jazmín, que decía odiar las muestras de afecto, dejó que Billie le diera un beso en la mejilla.
Esa misma noche, celebraron en la casa de Elita.
Sus padres, relajados y excéntricos, habían preparado una barbacoa en el fondo.
Había guirnaldas de luces, música suave, limonada casera y un postre raro con nombre francés que nadie supo pronunciar.
Spooky Jim terminó contando chistes a los padres como si fueran sus propios tíos.
Blurryface y Crybaby se sentaron juntos en el borde de la pileta, mojando los pies, intercambiando silencios y miradas.
—¿Estás feliz? —preguntó Crybaby.
—Estoy vivo —respondió Blurryface—. Y por ahora, eso me alcanza.
Crybaby apoyó su cabeza en su hombro, muy suavemente.
Y aunque aún no se decían “te amo”,
aunque los monstruos seguían ahí afuera,
aunque el futuro era incierto…
Esa noche, todos rieron un poco más fuerte.
Esa noche, todos brillaron un poco más.
Esa noche, fueron héroes, Y no por un día…
…sino por toda una etapa que, al fin, estaban dejando atrás.
Sin que nadie lo viera, Blurryface se despidio del campanario con la mano desde el patio al día siguiente.
Chapter 23: Capítulo 23 - Close to you
Summary:
Nueva escuela, Nueva vida. Toca hacer un trabajo pero no juntos y no pueden dejar de pensar el uno para el otro.
Chapter Text
¿Por qué aparecen los pájaros de repente
cada vez que estás cerca?
Al igual que yo, anhelan estar
cerca de ti.
El primer día de High School olía a libros nuevos, a desinfectante y a nervios recién planchados.
Crybaby ajustó su mochila dos veces antes de entrar. Blurryface se quedó parado en la entrada del edificio por varios minutos, observando el cartel con el nombre de la escuela como si leyera una amenaza disfrazada.
Y entonces ocurrió el milagro.
Por algún giro piadoso del destino —o quizás por simple suerte—, a excepción de algunos grupos mezclados, los amigos cayeron juntos en la misma aula.
Elita y Gerard se echaron a reír apenas los vio. Billie y John levantaron los brazos como en una película épica. Jazmín y Adam soltaron un “al menos no estamos solos en esta cárcel de cemento”.
Incluso Spooky Jim llegó tarde y tropezó al entrar, pero lo hizo con una sonrisa que decía “ya empezó la mejor parte”.
Crybaby buscó a Blurryface con la mirada, y él ya la estaba mirando.
Se sentaron cerca. No juntos.
Pero lo suficientemente cerca como para que, si estiraban un poco el pie, se tocaran sin que nadie lo notara.
En el aula también estaban Kelly y Nico.
Kelly seguía igual de falsa: sonrisa perfecta, uñas puntiagudas, mirada como bisturí.
Nico… Nico era más silencioso ahora. Observaba todo. Tomaba nota mental. Y aunque no decía nada, su presencia era como un nudo apretado en la garganta.
Pero el grupo no les prestó atención. No querían regalarles su energía.
No ese día.
Entonces llegó la primera asignación.
Trabajo práctico en parejas.
Crybaby miró a Blurryface.
Blurryface miró a Crybaby.
Ambos se sonrieron como quien se lanza al agua sin saber nadar.
Pero la profesora rompió el encanto:
—Las parejas serán asignadas al azar. Nada de elegir entre amigos. Este es un ejercicio de adaptación.”
El aire se volvió espeso.
Crybaby fue emparejada con un chico callado que olía a desodorante de manzana.
Blurryface quedó con una chica rubia que hablaba sin parar sobre su canal de TikTok.
Durante la actividad, ninguno logró concentrarse.
Crybaby escribía mal las palabras más simples.
Blurryface dibujaba cosas en los márgenes del papel y asentía sin escuchar.
El mundo se sentía más lejos.
Más gris.
Porque cuando uno necesita a alguien cerca, nada lo compensa.
Ni el mejor compañero, ni la clase más interesante.
En el recreo, Crybaby se sentó sola en una escalera escondida.
Blurryface la encontró como por instinto.
No hablaron de la clase.
No hablaron de la distancia.
Solo se quedaron ahí, rodilla con rodilla.
—¿Te fue bien? —preguntó ella.
—No —dijo él.
—A mí tampoco.
Hubo un silencio largo.
Y luego Blurryface bajó la voz, casi en un susurro:
—¿Por qué no nos dejan estar juntos si funcionamos mejor así?
Crybaby no respondió. Solo apoyó su cabeza en su hombro.
Él no se movió.
El sol les dio de lleno por un momento.
Parecían dos piezas del mismo rompecabezas, por fin encajadas.
Esa noche, Crybaby volvió a escuchar “Close to You” en su cuarto, acostada boca arriba, mirando el techo.
Blurryface también.
Cada uno desde su mundo, desde sus auriculares, desde sus pensamientos.
Y sin saberlo, compartieron la misma melodía.
La misma tristeza.
La misma esperanza muda.
Y aunque el mundo insistiera en separarlos...
... cada vez que se miraban, era como decir:
“Yo también quiero estar cerca de vos. Aunque no me dejen.”
Después de clases, mientras los pasillos se vaciaban como un globo desinflado, el grupo entero se reunió bajo la vieja tribuna del campo de deportes. Un refugio improvisado que ya prometía ser su nuevo escondite oficial.
Había risas, chismes sobre profes que ya odiaban, y quejas por la cantidad absurda de tareas.
—¿Ya vieron el baño del segundo piso? Huele a derrota y a cloro vencido —dijo Spooky, tapándose la nariz.
—¡Yo juro que escuché una voz dentro del locker 218! —dijo Jazmín con los ojos muy abiertos—. Como si la escuela tuviera espíritu propio.”
—Tiene espíritu, pero es amargo —agregó Gerard, sacando una lata de gaseosa—. Igual que la señora Greenberg.
John y Adam estaban sentados espalda con espalda, compartiendo auriculares y escuchando metal instrumental, mientras Billie le pintaba las uñas a Elita con marcador indeleble (según ella, “un arte rebelde de emergencia”).
Pero Crybaby y Blurryface estaban más callados de lo habitual.
Se miraban cada tanto.
Y cada tanto, desviaban la mirada con más fuerza.
—¿Qué les pasa a los Romeo y Julieta del grupo? —preguntó Adam, medio en chiste, medio en serio.
—Nada —dijo Crybaby enseguida.
—Literalmente todo —agregó Spooky en voz baja.
Todos lo sabían.
Ese "algo" entre ellos era evidente.
No hacía falta nombrarlo para que pesara en el aire.
Gerard los miró, serio por primera vez en el día:
—Che… ¿por qué no se dicen lo que sienten y ya?
Silencio.
Blurryface bajó la cabeza.
Crybaby se encogió un poco.
—Porque es más fácil no arruinarlo —susurró Blurry.
—Porque si lo digo, me rompo —agregó Cry.
Y en ese momento, sin burlas ni presión, el grupo entero se calló.
Una especie de respeto silencioso los envolvió.
Cada uno había sentido ese miedo alguna vez.
Ese miedo a romper algo que todavía no se atrevía a florecer.
A la tarde siguiente, sucedió algo inesperado.
Durante Educación Física, los profesores armaron equipos mixtos para un juego de estrategias tipo “búsqueda del tesoro” por todo el predio.
Blurryface, Spooky, Gerard, John, Adam y Jazmín cayeron en el mismo grupo.
Y en el equipo contrario… estaban Jason, Kelly, Nico y un par de Niners más.
—Nos toca bailar con los feos —murmuró Adam.
—Bailar, sí… pero con puñales en las botas —corrigió Gerard.
El juego empezó.
Y contra toda expectativa, el grupo de Blurryface funcionó como un reloj suizo.
Spooky descifraba pistas como si su vida dependiera de eso.
Jazmín era sigilosa como un gato.
Adam y John se encargaban de correr, trepar y recuperar pistas escondidas.
Gerard los guiaba con precisión quirúrgica.
Y Blurryface… tenía toda la rabia canalizada en concentración pura.
Mientras Jason gritaba y Kelly se peleaba con Nico por una pista perdida,
el grupo de Blurryface llegó al final con una bandera hecha de cintas y retazos de ropa, ondeando como un triunfo silencioso.
Los profesores lo celebraron como una actividad exitosa.
Pero ellos sabían lo que realmente significaba:
Por primera vez… habían ganado. De manera improvisada.
Y Jason, Nico, Matt y Kelly los habían visto.
Esa tarde, volvieron a reunirse.
Esta vez en la habitación de Billie, con luces LED púrpuras y música suave.
Crybaby y Blurryface se quedaron sentados cerca, esta vez sin hablarse con palabras.
Pero cuando las luces bajaron y la canción “Close to You” empezó a sonar entre risas y murmullos…
Crybaby apoyó su mano sobre la de Blurryface.
Él no la apartó.
No dijeron nada.
Pero no hacía falta.
Al fin del día, entre los apuntes, los nervios, y las primeras cicatrices del cambio…
… algo empezaba a curarse.
Y por primera vez en semanas…
no necesitaban estar juntos para sentirse cerca.
Chapter 24: Capítulo 24 - I’m not in love
Summary:
El secundario viene con cambios, excepto en los sentimientos.
Chapter Text
Y solo porque
Te llamé
No me malinterpretes, no creas que me has atrapado
La High School venía con nuevas reglas, nuevos profesores, nuevos pasillos que olían a desinfectante barato y aire acondicionado viejo.
También venía con cambios más sutiles:
Billie ahora usaba delineador azul.
Spooky Jim hablaba un poco menos y observaba un poco más.
Gerard empezaba a interesarse en los clubes de literatura (aunque fingía que era por las fotocopiadoras gratis).
Elita se había teñido el flequillo de verde menta.
Y Adam y John se escribían post-its con letras de canciones durante clase.
Todos estaban creciendo.
Hasta los silencios crecían.
Lo único que no cambiaba, era ese extraño lazo entre Crybaby y Blurryface.
Seguían sentándose cerca pero no juntos.
Se pasaban memes en medio de clase, pero no se decían lo que realmente sentían.
Cada vez que alguien preguntaba "¿ustedes están saliendo?", ambos respondían al mismo tiempo:
—¡No! Somos amigos nomás…
Pero algo vibraba bajo esa negación.
Algo que ardía en las pausas.
Algo que no se nombraba por miedo a que se rompa.
Un martes cualquiera, Blurryface faltó a clase.
Crybaby lo buscó en todos lados. Nada. Ni mensaje. Ni nota. Ni respuesta.
Ese día le fue mal en todas las materias.
Se peleó con Jazmín por una tontería.
Se olvidó la merienda en casa.
Y cuando alguien le preguntó si estaba triste por Blurryface, dijo:
—¿Quién, Blurry? Nah… ni lo noté.
Mentira.
Lo notó.
Y mucho.
Blurryface, en realidad, se había quedado en casa.
Había tenido uno de esos días en que no quería levantarse. En que el cuerpo dolía aunque nada estuviera roto.
Lloró escuchando música.
Y al final del día, mandó un mensaje:
“Perdón por desaparecer. No era con vos. Era conmigo.”
Crybaby respondió:
“Lo sé. Pero igual te extrañé. (No lo digas a nadie).”
Durante esa semana, la profesora de literatura les pidió escribir un poema que no hablara de amor, pero que hiciera sentirlo.
Crybaby escribió sobre una flor que crecía en una maceta rota.
Blurryface escribió sobre dos planetas que giraban cerca pero nunca se tocaban.
La profesora les dijo que parecían escritos el uno para el otro.
Ellos negaron todo.
—No es sobre nadie, profe. Solo se me ocurrió.
—Yo tampoco estoy enamorado. Para nada. Para NADA.
Una tarde, salieron del aula con sol de frente.
La escuela parecía tranquila.
Y mientras los demás discutían si ir a casa de Adam o a la tienda de golosinas, Crybaby y Blurryface caminaron más lento.
—¿Alguna vez te imaginás con alguien? —preguntó ella, sin mirarlo.
—Sí.
(Pero no dijo quién).
—¿Y vos?
—Sí.
(Y tampoco dijo quién).
Hubo un silencio tonto.
De esos que duelen más que un rechazo.
—Igual no importa —dijo él, cruzándose de brazos—.
No estoy enamorado.
Ni nada.
—Yo tampoco —dijo Crybaby.
Demasiado rápido.
Demasiado alto.
Y se rieron.
Pero no era una risa feliz.
Era de esas que usan como paraguas cuando empieza a llover por dentro.
Esa noche, ambos escucharon “I’m Not in Love” en sus cuartos.
Separados.
Pero igual de tristes.
Igual de enamorados.
Aunque juraran, con los dientes apretados…
… que no lo estaban.
📱Grupo: Los Indecisos
(Elita, Billie, Jazmín, Spooky, Gerard, Adam y John)
Elita:
no sé ustedes
pero si Cry y Blur no se besan antes de navidad
yo misma los encierro en un ropero
Billie:
100% apoyo esa moción
🔥🔥🔥🔥🔥
Spooky Jim:
yo llevo la llave
y snacks
Gerard:
¿y si solo tienen miedo?
o peor…
¿y si creen que no se merecen al otro?
Jazmín Bean:
uff
dolió eso
pero sí
Adam:
¿qué hacemos mientras tanto?
John:
esperar
y no dejar que se rindan
Elita:
esperar, sí
pero con glitter
✨💖✨💖✨
Y los días siguientes siguieron siendo los mismos.
Chapter 25: Capitulo 25 - I want to Hold Your hand
Summary:
A pesar de las dificultades, comen juntos en la escuela.
Chapter Text
Oh, sí, te diré algo
Creo que lo entenderás
El aula estaba llena de murmullos, lápices chocando con hojas y el aroma dulce de las galletitas que alguien había olvidado en la mochila.
Era la hora del almuerzo.
Crybaby había decidido hoy hacer algo diferente: no esconderse sola en el baño ni comer rápido para evitar miradas. Quería comer con Blurryface.
No era fácil.
No porque él no quisiera.
Sino porque el mundo parecía empeñado en separarlos.
Ella lo encontró al final del pasillo, con la mochila apoyada en una silla y la cabeza baja sobre la mesa.
Sus ojos parecían cansados, pero cuando la vio llegar, una sonrisa tímida asomó.
—¿Me puedo sentar? —preguntó ella, fingiendo casualidad.
—Sí —respondió él, levantando la mirada, un poco más brillante de lo habitual.
Se sentaron uno frente al otro, lejos del ruido de los demás.
Mientras comían, las palabras parecían flotar y caer al mismo tiempo.
—¿Viste que hoy Adam casi se cae bajando las escaleras? —dijo Crybaby, rompiendo el hielo.
—Sí. Casi me mata del susto —rió Blurryface.
—¿Creés que el próximo semestre va a ser más difícil?
—Seguramente. Pero al menos tenemos esto.
—Esto…
—Y vos —dijo él, casi en un susurro.
Crybaby se sonrojó y bajó la vista.
Por un momento, el mundo afuera desapareció.
No había bullying, ni tareas, ni profesores, ni dudas.
Solo ellos, con sus manos casi tocándose sobre la mesa.
Blurryface extendió una mano lentamente.
Crybaby la tomó sin dudar.
Era una promesa muda.
Un “estoy acá”.
Un “no te voy a soltar”.
Cuando terminaron, se quedaron un rato más, mirando el movimiento tranquilo de los demás estudiantes.
Sabían que nada había cambiado todavía.
Pero también sabían que ese pequeño gesto era el inicio de algo que, aunque lento, no iban a esconder más.
Esa tarde, el grupo de amigos los esperaba afuera para ir juntos a casa de Jazmín, donde planeaban ver una película y comer pizza.
Blurryface y Crybaby caminaron juntos, mano a mano, sin necesidad de palabras.
Porque a veces, las cosas más importantes se dicen con un simple contacto.
La casa de Jazmín estaba a pocas cuadras de la escuela, en una calle tranquila llena de árboles que se mecían con la brisa.
Al entrar, lo primero que recibía a todos era un aroma a incienso, mezclado con el olor a pizza recién horneada y un toque de cuero y metal —una firma inconfundible de la mamá de Jazmín.
Jazmín los condujo hacia la sala, donde una mujer alta, de cabello negro con mechones plateados y piercings discretos, los esperaba con una sonrisa cálida y una mirada llena de fuerza.
—Chicos, bienvenidos —dijo ella con voz firme pero amable—. Soy Angie, la mamá de Jazmín.
—Hola, señora Angie —saludaron en coro.
Angie fue modelo en su juventud, una estrella en la escena punk local, y ahora una madre soltera que se dedicaba a su hija con la misma pasión con la que cantaba en su banda. Su historia estaba marcada por decisiones difíciles, pero también por un amor inquebrantable.
En un rincón, un gato negro y brillante dormitaba en una manta roja. Su nombre era Nocturno.
Nocturno se levantó con pereza cuando entraron los chicos, estiró sus patas largas y comenzó a pasearse entre ellos, rozándose contra las piernas de Blurryface, quien le acarició la cabeza con timidez.
—Nocturno es el guardián de esta casa —dijo Jazmín sonriendo—. Dicen que trae buena suerte a quien lo acaricia.
Mientras la pizza desaparecía entre risas y anécdotas, Angie contó historias de su juventud, de conciertos, de giras y de cómo había aprendido a luchar sola, pero siempre con dignidad. Su padre había fallecido, pero al menos se fue sabiendo que se amaban.
Crybaby la miraba fascinada, sintiendo que en esa casa había algo más que amistad: había familia.
Blurryface, por su parte, encontró en Angie una figura que no juzgaba ni apuraba. Una especie de refugio inesperado.
El grupo se fue acomodando en el living, entre almohadones y luces bajas.
Billie puso música suave, Jazmín jugaba con Nocturno, y Spooky contaba chistes que hacían reír hasta a Angie.
Era un oasis en medio de la tormenta que era la High School.
Pero afuera, en otro lugar, Kelly y Nico seguían haciendo de las suyas.
—¿Viste a Crybaby hoy? —dijo Kelly con su sonrisa afilada.
—Sí, esa niña no tiene ni idea de cómo funciona esto —respondió Nico con desprecio—. Y Blurryface… es un desastre. Siempre con esa actitud de “misterioso y lejano”. No sirven para nada.
—Todo ese grupito de inadaptados no va a durar —añadió Kelly—. Al tiempo van a terminar peleados o desaparecidos.
—Ojalá —dijo Nico, mirando hacia otro lado, como si esperara que sus palabras fueran profecía.
Dentro de la casa de Jazmín, el calor humano y la música seguían su curso.
El mundo podía decir lo que quisiera.
Pero allí, en ese pequeño refugio, el amor y la amistad tenían espacio para crecer.
Chapter 26: Capítulo 26 - Coffee
Summary:
CryBaby invita a pasar el rato en su casa a Blurryface.
Chapter Text
Te prepararé una taza de café para la cabeza
Te levantaré y te levantaré de la cama
Y te prometo que un día me sentiré bien
Era sábado por la tarde, y el sol caía suave entre las hojas. El cielo tenía ese tono dorado que parecía acariciar más que iluminar.
Crybaby estaba sentada en el escalón de la entrada de su casa, con una taza humeante entre las manos y el corazón enredado en pensamientos.
Lo había hecho: había invitado a Blurryface. No por chat, no por mensaje indirecto. Lo había dicho con voz clara.
Y él había dicho que sí.
La casa de Crybaby era grande, tenía ese aire melancólico y cálido que la hacía especial. Estaba llena de objetos antiguos, plantas que alguna vez su madre cuidó y fotos un poco torcidas en los marcos.
Esa familia del que solo quedaban rastros, y preguntas sin respuesta.
Cuando Blurryface llegó, traía su clasica gorra roja, una mochila cruzada y su remera negra favorita, un poco deshilachada en las mangas.
—Hola —dijo él, torpemente, mirando sus propias zapatillas.
—Hola —respondió Crybaby, y abrió la puerta.
La casa estaba en silencio.
Solo se escuchaba un viejo disco que giraba en el tocadiscos del living. Uno que decía algo de que las cosas simples también pueden doler.
Se sentaron en la cocina. Ella le sirvió café.
Él no le dijo que no le gustaba el café muy cargado, y ella no le dijo que había practicado tres veces cómo poner la mesa sin parecer nerviosa.
—¿Tu mamá no está? —preguntó él, girando la taza.
—Trabajando – Mintió ella - Siempre trabaja.
—¿Y tu hermano?
Crybaby bajó la mirada, luego sonrió apenas.
—De viaje. Uno muy largo.
Blurryface asintió. No preguntó más. Sabía lo que era el silencio familiar.
El tipo de silencio que se instala en los huecos del alma y nunca se va.
Pasaron la tarde hablando de cosas simples.
De música.
De cómo Jazmín tenía el mejor delineador líquido de la ciudad.
De cómo Spooky había intentado meter un huevo en el microondas “para ver qué pasaba”.
Se rieron mucho.
Y también se callaron mucho.
Pero sin incomodidad.
Solo… dejándose estar.
En un momento, Blurryface tomó la guitarra acústica que descansaba en el rincón.
Era vieja, con una cuerda desafinada y marcas de pintura en la madera.
—¿Puedo?
—Claro —dijo Crybaby—. Era de mi hermano.
—Tiene buena energía —dijo él, tocando un par de acordes.
Y aunque no cantó, tocó una melodía suave.
Ella cerró los ojos.
Sintió que, aunque el mundo no dejara de doler, había rincones donde podía respirar.
Cuando él se fue, ya era de noche.
Le dejó su taza vacía.
Y una hoja doblada con una letra desordenada:
Gracias por el café.
Gracias por el lugar.
Me gustó tu mundo.
Crybaby sonrió. Guardó la nota en su cajón de cosas importantes.
Mientras tanto, lejos de allí, Kelly y Nico se burlaban por mensaje:
Kelly:
¿Viste que lo invitó a su casa? Se va a ilusionar como siempre.
Nico:
Dos ilusos. Dos freaks. Ojalá se rompan el corazón entre ellos.
Pero Crybaby no creía en sus mensajes que por supuesto no leía.
Esa noche solo pensaba en que a veces, el café no era solo café.
Era un gesto.
Una promesa.
Un deseo no dicho de quedarse.
📞 Llamada entrante: Crybaby → Elita Harvok
Elita estaba recostada boca abajo en su cama, con un lápiz labial azul eléctrico en la mano y Billie haciéndole trenzas desparejas.
Ella esperaba una llamada. Tenía novedades que confirmar.
Cuando sonó el celular, puso el altavoz:
—¡Hola, señora “me tomé un café con mi mejor amigo”! —dijo Elita con voz de presentadora.
—¡Elita, no! Solo fue eso. Un café. En mi casa. Con Blurry. Nada más.
—¿Y la guitarra? ¿Y las miraditas? ¿Y la nota escrita a mano? —intervino Billie desde el fondo.
Crybaby suspiró.
—No sé qué está pasando. Me sentí… bien. Pero no sé si a él le pasó lo mismo. ¿Y si se sintió incómodo? ¿Y si fue solo cortesía?
Elita se levantó como si fuera una reina en una telenovela mexicana.
—¡Cry! Te escuchás como una chica que duda de sí misma, y vos sos mucho más que eso.
—¿Y qué soy?
—¡Una futura rompecorazones con el poder emocional de un álbum de Florence + The Machine!
Jazmín apareció desde la cocina comiéndose una empanada fría y dijo con la boca llena:
—Si no se besaron es porque viven en una sitcom eterna.
—¡Jazmín! —gritaron todas.
🎧 Mientras tanto, en el cuarto de Spooky Jim...
Blurryface estaba tirado en una bolsa de dormir, mientras Spooky le apuntaba con una linterna al techo como si fuera a contar leyendas urbanas.
—Así que estuviste en su casa. ¿Y no pasó nada?
—Hablamos, tocamos la guitarra, tomamos café. Eso fue todo.
—Hermano... ¿vos te das cuenta que eso para ella fue más íntimo que un beso en la boca?
Blurryface lo miró confundido.
—¿Qué querés decir?
—¡¡Es un ritual, loco!! Café en casa = confianza = entrega = “te abro mi mundo interior”. Es más íntimo que meter mano.
Blurryface se tapó la cara con una almohada.
—No sé qué siente. No quiero arruinarlo todo si me equivoco.
—Y si no hacés nada, vas a perderlo igual. Aunque ahora que lo pienso… ¿qué marca era el café?
—No sé.
—¿Tenía canela?
—No me fijé.
—¿Y vos no querés saber si le gustás? Vos sos el problema.
🎲 Momento Random cortesía de Gerard, Adam y John
Los tres estaban en un grupo de WhatsApp llamado “Pandas del Caos”.
Había memes, fotos de gatos con delineador digital y un audio en el que Adam decía:
“Si Blurry no se le declara pronto, voy a fingir un exorcismo para obligarlo.”
Gerard propuso una idea:
—Deberíamos hacer una intervención romántica. Tipo “Crybaby, este es un PowerPoint sobre por qué Blurry te ama”.
John agregó:
—Yo me disfrazo de cupido si hace falta.
Mientras tanto, en la casa de Jazmín, el gato negro (llamado Calígula, hermano de Nocturno. Ningún parentesco con Núclear. Era uno que no se deja atrapar y es un gato violento) derribó una planta, caminó por encima de una caja de pizza vacía y se metió debajo de la cama con una mirada de “yo sé más que nadie”.
Jazmín lo miró y dijo:
—Ese gato sabe perfectamente que Cry y Blurry están enamorados.
Mientras los amigos debatían, reían y planeaban intervenciones caóticas…
Crybaby se quedaba mirando su taza vacía.
Y Blurryface tocaba sin pensar la misma progresión de acordes.
Ambos pensaban lo mismo.
Pero aún no sabían cómo decirlo.
Chapter 27: Capítulo 27 - MAPS
Summary:
Aunque haya un pretendiente suelto (Jason), Crybaby solo quiere a Blurryface.
Chapter Text
Espera, ellos no te aman como yo te amo.
Era un jueves raro. El cielo estaba nublado, pero no llovía. El aula olía a marcadores viejos y perfume barato. Todos estaban medio dispersos por una consigna que la profe ni había explicado bien.
Blurryface había faltado ese día. Dolor de cabeza o excusa emocional, nadie lo sabía.
Crybaby estaba sola. Y Jason lo sabía.
—Hey Cry —dijo, apoyándose en su banco con la sonrisa más desagradable de su catálogo—. ¿Tenés plan para este finde? Porque justo… pensé que podíamos hacer algo. Vos y yo.
Crybaby lo miró. Sintió un temblor frío en la espalda, pero no dejó que se notara.
—No, gracias.
—¿Tan rápido me rechazás? Capaz ni sabés lo que te estás perdiendo.
—Sí sé. Justamente por eso.
Un par de risas se escucharon al fondo. Jazmín, desde lejos, apretaba los puños. Elita parpadeaba como si no estuviera segura de estar viendo bien.
Jason insistió:
—¿Y por qué no? ¿Es por Blurry? ¿Ese emo antisocial que ni siquiera vino hoy? Mirá, Cry, podés seguir esperándolo… o podés estar con alguien que sí se aparece y sea alguien más mejor que él.
Crybaby se levantó del banco. Su voz sonó clara. Firme.
—Blurryface puede estar perdido, pero nunca me lastimó. Vos, en cambio, vivís cruzando la línea. Y yo ya no voy a dejar que lo sigas haciendo.
El aula quedó en silencio. Jason sonrió, pero era una sonrisa forzada. Su ego se arrugaba como papel mojado.
Desde la puerta, apareció Kelly, justo a tiempo para escuchar el final.
—Qué patética. Te creés la protagonista solo porque tenés el corazón roto. Pero no sos especial. Solo sos un error con patas. Solo sabes vivír de la fantasía.
Crybaby no contestó. No porque no pudiera. Sino porque sabía que cualquier palabra sería usada como munición.
Pero Matt, que estaba al lado de Kelly, bajó la vista. No dijo nada. Y eso, en parte, fue más raro que cualquier insulto.
Mientras tanto...
Blurryface estaba tirado en su cama, con una vieja remera de Ramones y la cabeza en un torbellino.
Spooky había ido a buscar helado y lo dejó solo con sus pensamientos.
En la mesa de luz, una foto de todos los amigos juntos. Elita, Jazmín, Billie, Gerard, Adam, John. Y ella. Siempre ella.
“Maps, wait, they don't love you like I love you…” sonaba bajito en el parlante bluetooth.
La frase le rebotaba en el pecho como una verdad que no se animaba a decir en voz alta.
En el baño del colegio, Crybaby se miraba en el espejo. Tenía las manos frías y el estómago revuelto.
No por Jason. No por Kelly.
Sino por Blurry. Por lo que sentía. Por lo que no decía.
Y porque, en el fondo, tenía miedo de arruinarlo todo.
En otro rincón del mundo, Blurryface apretaba el celular.
Pensaba en escribirle.
Pensaba en borrar todo.
Pensaba en ella.
El mensaje quedó en borrador.
El viernes comenzó con un viento raro, como si el universo supiera que algo estaba por pasar.
Blurryface llegó al colegio con la capucha baja y los auriculares puestos. Pero su mente no estaba en la música, sino en ella.
Sabía que había estado sola el día anterior.
Sabía que Jason era una serpiente con cara de humano.
Y sentía que algo andaba mal.
Cuando entró al aula, Jazmín lo saludó con la mirada.
Spooky levantó una ceja y susurró:
—Jason se quiso hacer el Romeo ayer.
—¿Y ella? —preguntó Blurryface sin pensarlo.
—Le rompió el corazón. De un puñetazo verbal.
Una mezcla de alivio y furia se le subió al pecho. Se sentó. Esperó.
Pero entonces... lo vio.
Jason se acercaba a Crybaby en el pasillo, justo frente a los casilleros.
Demasiado cerca.
Demasiado rápido.
—¡Ey, pará! —gritó Blurryface, cruzando el pasillo como un rayo.
Jason giró justo a tiempo para no recibir un empujón, pero el cruce de miradas bastó para que se encendiera la tensión.
—¿Y vos quién sos? ¿Su niñera?
—No. Soy su amigo. Pero eso vos no sabés lo que significa.
Jason, sin avisar, estiró una mano hacia Crybaby. Pero antes de que pudiera tocarla, una botella de agua voló por los aires y le dio en el hombro.
—¡Ups! Mala puntería —dijo Gerard desde atrás, con su mejor cara de inocente.
—Yo quería pegarle en la cabeza —agregó Adam, sin ningún esfuerzo por ocultar la risa.
—Nos faltó ensayo —dijo John, ya armando un plan en silencio.
Jason gruñó, pero no respondió.
Crybaby temblaba. No de miedo, sino de impotencia.
Blurryface se puso entre ella y Jason, sin decir más.
Después del recreo, el grupito de amigos estaba disperso.
Crybaby se había ido con Elita a la biblioteca.
Blurryface estaba con Spooky, pero había un brillo peligroso en los ojos de Gerard, Adam y John.
Y entonces, como un regalo divino...
Jason salió al patio solo. Hablando por celular.
Detrás de los salones viejos.
Sin testigos.
O al menos eso pensaba.
—Ahora, —susurró Gerard.
—¿Plan Contenedor? —preguntó Adam.
—Plan Contenedor. —confirmó John.
En menos de un minuto, entre los tres lo rodearon, lo empujaron y —con una sincronización perfecta— lo metieron en el contenedor de basura verde gigante detrás del gimnasio.
Jason gritó algo. Nadie lo escuchó.
Gerard se asomó.
—Ahora estás rodeado de gente como vos: basura. Que tengas un lindo finde.
Y cerraron la tapa.
Kelly, apoyada en los casilleros, revisaba su celular con una sonrisa venenosa.
Había visto todo.
Y no solo no ayudó a Jason, sino que había filmado el momento en que lo metían en el contenedor.
—¿Qué hacés con eso? —dijo una voz a su lado.
Era Nico, cruzado de brazos, mirándola con ese gesto seco que solía tener cuando se cansaba de sus jueguitos.
—Guardando recuerdos. ¿Qué te importa? —replicó Kelly.
—Me importa porque sos la novia de Matt. No de Jason. Y últimamente no parecés recordarlo.
Kelly se puso tensa.
—¿Y qué sabés vos? Jason es nuestro amigo.
—No. Jason es tu obsesión.
—¡Callate!
—No. Porque todos lo ven, menos vos. Y ya no da que metas ficha en donde no te llaman.
Kelly apretó los labios. Nico no gritaba, no insultaba… pero sus palabras pesaban como ladrillos.
—¿Querés saber por qué Crybaby te saca de quicio? Porque a diferencia tuya, a ella sí la quieren sin mentiras.
Y sin decir más, Nico se alejó por el pasillo, dejándola sola con su propio reflejo.
Esa noche, el grupo de amigos se reunió en el Discord.
Crybaby no sabía nada del "Plan Contenedor".
Blurryface sí, pero no dijo una palabra. Solo sonrió frente al monitor.
Había algo nuevo en su pecho: no alegría.
Era una mezcla de alivio... y orgullo.
Por ellos.
Por ella.
Y por todo lo que aún no se decían.
Chapter 28: Capitulo 28 - Sexy boy
Summary:
Blurryface usa por primera vez traje y digamos que hipnotiza a Crybaby.
Chapter Text
¿Dónde están tus ídolos sin afeitar y bien vestidos?
Era sábado, y el cielo tenía ese color crema que tienen los días bonitos sin razón.
Había un evento importante en la escuela: una entrega de premios anual, donde reconocían logros de arte, ciencias y participación comunitaria. Nada que normalmente le interesara a Blurryface... hasta que lo llamaron para recibir una mención especial por su proyecto audiovisual sobre salud mental adolescente.
Y, contra todo pronóstico, fue.
Y usó traje.
Negro, ajustado. Camisa roja, zapatillas oscuras. El cabello un poco más peinado de lo usual, sin su clasico rojo. No olía a desodorante barato, uso esta vez un perfume caro que una vez su madre le regalo.
Sin maquillaje oscuro, sin cadenas.
Solo él. Blurryface crudo, limpio, hermoso.
Cuando Crybaby lo vio bajar del taxi en la puerta de la escuela, se le cayó el alma al piso. Literal.
—¡¿Qué hacés vestido así?! —le gritó medio en chiste, medio temblando.
—La profe de arte dijo “ropa formal”. Me pareció gracioso tomarlo en serio —respondió él, con media sonrisa torcida.
Cry se rió. Pero se ruborizó como si se estuviera quemando.
Blurry la miraba con esos ojos profundos, serenos, sin saber el efecto que causaba.
Los amigos se acercaron, todos con distintas vestimentas: Jazmín llevaba plataformas ridículamente altas, Elita usaba un vestido rosado que parecia una Hada, Billie iba vestida con una campera llena de parches de horror punk, Gerard apenas iba elegante pero usaba mucho negro, Adam apenas unos jeans con una camisa y John iba vestido con jeans y camisa negra. Spooky usaba una galera de utilería. Crybaby llevaba un lindo vestido lila.
Pero nadie podía ignorar que Blurryface, ese día, brillaba.
Durante el acto, los sentaron por orden alfabético, lo cual separó a Cry y Blurry.
Elita, que estaba a su lado, murmuró:
—Te está costando respirar, ¿no?
Crybaby la miró y apenas asintió.
—Tenés el corazón en la garganta, Cry. Nunca te vi así.
Crybaby solo alcanzó a decir:
—Es que... es tan él. Y yo todavía soy solo su amiga.
Después del evento, en el patio de la escuela, hicieron una pequeña merienda grupal improvisada.
Spooky y Gerard robaban galletas. Jazmín le mostraba a Adam un nuevo piercing. John hablaba con la madre de Elita sobre música.
Y Blurryface y Cry se sentaron juntos, en silencio, como siempre. Blurry lucía su hermosa mención honorífica entre sus manos.
Pero esta vez, las piernas se tocaban.
Y ninguno se apartó.
—Gracias por venir —dijo ella, bajito.
—Gracias por estar —dijo él, aún más bajo.
Crybaby no dijo nada más. No se animaba.
Pero pensó: “Nunca había querido tanto agarrarle la mano a alguien.”
Y Blurryface pensó lo mismo.
Pero no se lo dijo.
Matt, Kelly y Jason observaron la escena desde lejos, medio escondidos tras un pilar.
—¿Qué le ve a ese emo sin gracia? —bufó Jason.
—No es tan feo, si lo pensás bien —dijo Kelly, cruzándose de brazos.
Matt se la quedó mirando.
—Decime que estás jodiendo.
Kelly se encogió de hombros, pero el silencio fue incómodo.
Jason se fue pateando una piedra.
Y Matt… empezó a entender que el problema no era Crybaby.
El evento había terminado, pero Crybaby y Blurryface no se habían ido con los demás.
Se quedaron, sentados sobre el pasto húmedo del fondo del colegio, donde nadie los veía.
La fiesta seguía en la entrada, con música fuerte y premios de cartulina. Pero ellos buscaban algo más… callado.
Crybaby dibujaba en su cuaderno.
Blurryface miraba el cielo.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó él, sin apartar la vista de las nubes.
—Lo de siempre —dijo Cry—. Cosas que nunca muestro.
—¿Me vas a dejar verlas alguna vez?
Crybaby dudó. Luego giró el cuaderno y lo apoyó en el pasto.
Había una figura oscura, envuelta en flores raras. Sombras saliendo de su boca. Un fondo con colores pastel, brillantes pero tristes.
Blurryface lo miró largo rato.
—¿Soy yo?
Ella bajó la cabeza.
—No sé... quizás. Quizás sos todos. Quizás soy yo.
Blurryface sonrió.
—Dibujás como si tus sentimientos se escondieran ahí. Como si fueran tímidos.
—¿Y vos? ¿Dónde escondés los tuyos?
Él sacó el celular y le mostró un archivo de audio.
—Esto es un loop que hice con la guitarra y mi teclado. Le puse voces encima, pero las distorsioné. Es como… un sonido de lo que siento cuando no me entienden.
Crybaby escuchó. Cerró los ojos.
Era triste y hermoso. Como una tormenta que no rompe del todo.
—Sos increíble, Blurry.
—Y vos también, Cry.
Mientras el cielo se ponía naranja, hablaron de arte.
De cómo el dibujo a ella la salvó cuando no sabía cómo contar su soledad.
De cómo la música a él lo sostuvo cuando su madre lo ignoraba y los psicólogos le ponían etiquetas.
De cómo escribir, pintar, editar, mezclar sonidos, hacer collages… era la única forma de gritar sin hacer ruido.
Blurryface le mostró el video que había hecho para la clase de arte: una mezcla de fotos viejas, filmaciones en VHS y frases cortas. Había usado una de Crybaby, de cuando se durmió en el tren y Spooky la grabó.
Ella se quedó en silencio.
—¿Por qué esa? —preguntó.
—Porque en esa imagen estabas en paz. Y yo nunca había visto la paz de cerca.
Crybaby lo miró.
Sintió que el corazón se le hacía un nudo de lana caliente.
Y por un momento, estuvo a punto de decirlo. Todo.
Pero no lo hizo.
Solo sonrió.
—Gracias, Blurry.
—Por qué.
—Por verme.
Esa noche, Crybaby llegó a su casa, prendió una vela aromatica en su cuarto, y empezó a dibujar algo nuevo.
Y Blurryface, en el suyo, compuso una canción sin letra en un lindo teclado, pero con un título muy claro:
“Para cuando me animes a tomar tu mano.”
Chapter 29: capituo 29 - My blood
Summary:
Es aniversario de cuando se conocieron y todos celebran con picnic y bromas.
Chapter Text
Quédate conmigo
No, no necesitas correr
Quédate conmigo, mi sangre
No necesitas correr
La mañana comenzó con una alarma en el celular de Crybaby.
Una que solo sonaba ese día, una vez al año.
“Aniversario con B.”
Así lo había titulado. Ningún emoji. Solo esas palabras que lo decían todo.
Mientras tanto, Blurryface bajaba las escaleras de su casa con una cesta de picnic.
Llevaba vasos, servilletas, una manta, y la misma sonrisa que había tenido la primera vez que escuchó la voz de Crybaby por error.
Aquel día, hacía 1 año, todo había sido raro.
Crybaby, furiosa, había llamado a lo que creía era el número de Jason para enfrentarlo por un mensaje grosero.
Pero no era Jason. Era alguien más.
Habían hablado dos horas.
Y al día siguiente, tres.
Y luego se vieron.
Y lloraron.
Y rieron.
Y se entendieron más que nadie.
—¿Recordás ese día? —dijo Crybaby, mientras ponía las galletas de chocolate en una bandeja.
—Como si hubiera sido ayer.
—¿Y si no te hablaba?
—Entonces no estaría vivo como ahora.
Crybaby se quedó en silencio.
Blurryface también.
El picnic fue en el parque al que iban cuando todo dolía.
Elita trajo empanadas. Jazmín trajo jugo de mango. Gerard puso música. Adam se trajo una silla plegable “por si alguien se cansa de ser joven”. John trajo un frisbee que nadie supo usar.
Y Spooky… Spooky trajo hambre.
—¿Hay galletas? ¿HAY GALLETAS? —gritó, tirándose al mantel—. ¡Cry, te amo!
Todos rieron.
Blurryface la miró como si en ella estuviera todo lo que alguna vez quiso decir.
—Gracias por hablarme ese día.
—Gracias por no bloquearme.
—Gracias por seguir.
El sol bajaba. El cielo era rosa.
Y aunque solo eran amigos, se sabían familia.
Porque a veces, el amor no necesita un beso.
Solo necesita a alguien que diga: “Cuando el mundo te deje solo, yo no.”
Y eso eran ellos.
My blood.
Mi sangre.
La tarde iba cediendo al crepúsculo.
La manta estaba desordenada, los tuppers casi vacíos y las risas comenzaban a calmarse, como una canción que termina suave.
Crybaby y Blurryface se habían apartado un poco, caminando entre los árboles del parque. El viento jugaba con sus palabras, pero no con lo que sentían.
—¿Te imaginás si nunca me hubieras escrito? —preguntó Blurryface, con la mirada baja.
—Lo pensé tantas veces…
—¿Y?
—Creo que estaría... atrapada. Como todos los demás. Como Kelly, como Jason.
—Yo estaría roto. Solo, tal vez peligroso.
—Nos salvamos, ¿no?
—Nos encontramos —corrigió él.
Se quedaron quietos, mirando el cielo.
—Me da miedo pensar que todo lo que somos nació por un mensaje equivocado —murmuró ella.
—No fue un error. Fue destino con disfraz de error.
Crybaby lo miró como si de pronto todo tuviera sentido.
Y tal vez lo tenía.
En otro punto de la ciudad, las luces artificiales de un shopping alumbraban las cejas fruncidas de Kelly. Estaba sentada con Jason, comiendo papas frías.
—¿Qué mirás tanto el celular, idiota? —dijo ella, masticando con fastidio.
—Nada. Solo pensé… qué sé yo… que Crybaby me iba a escribir.
Kelly se rio. No con gracia, sino con crueldad.
—¿De verdad pensaste que ibas a tener una oportunidad con ella?
—Yo la conocía antes que ese payaso.
—¿Y? Ella no es idiota.
—Estaba enamorada de mí.
—Y ahora está enganchada con Blurryface. Qué triste lo tuyo, Jason. Te ganaron sin siquiera intentarlo.
Jason no respondió.
Solo miró el fondo de su vaso vacío como si pudiera encontrar allí el respeto que ya no tenía.
Kelly siguió burlándose. Pero por dentro, dolía.
Porque ella también se sentía reemplazada, olvidada, desplazada.
Pero esa es otra historia.
Y mientras los que jugaban con fuego se quemaban,
los que se cuidaban con ternura brillaban más fuerte que nunca.
Como dos estrellas que el universo, en su infinita locura, decidió juntar.
Chapter 30: Capítulo 30 - Special Needs
Summary:
Por alguna razón, juegan a que se preparan para casarse. Pero olvidan declararse.
Chapter Text
Recuérdame cuando seas el que esté en la pantalla plateada
Recuérdame cuando seas el que siempre soñaste
Recuérdame cuando las narices empiecen a sangrar
Recuérdame, necesidades especiales.
La lámpara de lava iluminaba el cuarto con tonos magentas y violetas.
Crybaby estaba acostada boca abajo sobre la alfombra, con los pies descalzos en el aire, sosteniendo una hoja de cartulina estelar.
Blurryface, al lado, recortaba un planeta de papel con sumo cuidado, aunque más de una vez el círculo terminaba con forma de huevo.
—¿Por qué a Júpiter le pusiste carita de perro triste? —preguntó ella entre risas.
—Porque representa mi alma —bromeó él, bajando las tijeras—. Gigante, gaseosa y emocionalmente inestable.
—Me gusta —rió ella.
El trabajo práctico de “Astrofísica para adolescentes que aún no entienden su corazón” (como lo había bautizado Blurry) iba avanzando… lento. Pero con cariño.
De pronto, Crybaby rebuscó en su cajita de materiales y sacó dos muñequitos recortables de papel. Eran simples: uno con moño, otro con un mini sombrero. Los puso de pie con ayuda de clips.
—Se llaman Lunes y Marte —dijo, y sin preguntar, le tendió uno a Blurryface.
—¿Marte soy yo? —preguntó él.
—Obvio. Sos más rojo que la sangre.
—Y vos sos Lunes porque arruinás mi vida.
—¡Qué mala onda!
—Mentira. Lunes, porque sos el inicio de todo.
Se quedaron jugando un rato. Movían los muñequitos sobre el cartón del sistema solar. Lunes y Marte se besaban torpemente, se caían, se abrazaban, se casaban.
—¿Qué harías si esto fuera real? —preguntó Crybaby de golpe, con la voz más bajita.
—¿Qué cosa?
—Nosotros dos. Como Lunes y Marte.
—No sé. Tal vez... me animaría a decir lo que no digo nunca.
—¿Y por qué no lo decís?
—Porque vos tampoco lo decís.
Se quedaron en silencio.
Las estrellas pintadas sobre el cartón parecían más reales que ellos dos en ese momento.
Después de un rato, rieron. Cambiaron de tema. Hicieron mate cocido con galletas, hablaron de Plutón y de qué canción le dedicarían a Saturno.
Pero no dijeron lo que sentían.
Porque ambos tenían necesidades especiales. Como el miedo. Como la vergüenza. Como el amor que no se nombra.
Y sin embargo, todo estaba ahí.
En las manos que se rozaban sin querer.
En la forma en que se miraban cuando el otro no miraba.
En los muñequitos de papel, que eran lo que ellos no podían ser.
El profesor dejó el trabajo sobre la mesa sin siquiera mirarlos.
—Siete —dijo con tono neutral, antes de seguir su camino.
Crybaby miró el cartelito del Sistema Solar con caritas dibujadas, los stickers brillantes que habían pegado como si fueran constelaciones.
—¿Siete? ¿En serio? —murmuró ella.
—Al menos no es un cinco —respondió Blurryface—. Y tampoco un diez. Así que nadie sospecha que pasamos más tiempo jugando que investigando.
Ella asintió, sonriendo. No iban a quejarse. Había sido más que un trabajo práctico.
Fue una excusa para estar juntos.
El resto del día escolar transcurrió entre clases sin sentido, bocetos de historietas en los márgenes de los cuadernos, y conversaciones sobre si los extraterrestres usarían pantalones o túnicas galácticas.
Durante el almuerzo, se unieron al resto del grupo.
Billie estaba discutiendo con Gerard sobre qué superhéroe era más emocionalmente inestable (Gerard defendía a Batman; Billie a Jessica Jones).
Jazmín dibujaba a todos como planetas: Elita era Venus (“obvio”), Adam era Urano (“no lo digo por eso, bobo”) y John era la Luna porque todos confiaban en él sin saber por qué.
Spooky robaba papitas de la bandeja de todos y trataba de pegarle stickers en la espalda a Matt sin que lo notara.
—¿Y ustedes? —preguntó Elita, con su sonrisa afilada—. ¿Cómo les fue en el proyecto estelar?
—Siete. Pero un siete lleno de corazón —dijo Crybaby.
—Sí, de corazón y de papelitos románticos —agregó Spooky, con su risita pícara.
Blurryface lo empujó con el codo.
—¿Qué sabés vos?
—Lo suficiente —replicó Spooky, antes de meterse un alfajor entero en la boca.
Por la tarde, no hubo tareas ni pruebas. Solo una clase libre donde cada quien hacía lo que quería.
Crybaby y Blurryface se sentaron juntos a leer una historieta que habían comenzado a escribir: una especie de “Star Wars con sentimientos”, protagonizada por un androide llamado Solitario y una piloto rebelde con lágrimas de neón.
Ambos sabían que los personajes se parecían demasiado a ellos. Pero, otra vez… no lo decían.
En la última página que escribieron ese día, la piloto le preguntaba al androide:
“¿Qué pasaría si solo fuéramos amigos para siempre?”
Y el androide, con sus ojos azules pixelados, respondía:
“Entonces, que nuestra amistad sea más fuerte que cualquier amor que no se diga.”
Crybaby y Blurryface cerraron el cuaderno al mismo tiempo.
No se miraron.
Pero sonrieron.
Porque hay palabras que no hacen falta cuando se entiende todo.
Mientras Crybaby y Blurryface reían bajito en el patio, compartiendo su cuaderno de historieta, alguien los observaba desde lejos.
Sentado en la baranda del segundo piso, con un desprolijo traje y los auriculares colgando de un solo oído, Lazaro—el hermano mayor de Cry—fumaba chicle de menta como si eso pudiera esconder el humo invisible que llevaba encima. Tenía los ojos apenas vidriosos, pero mantenía la compostura. Siempre supo cómo hacerlo.
Lázaro no estaba allí por casualidad. Había vuelto, por un rato, por ella.
Escuchó su nombre entre los comentarios del pasillo.
—Crybaby, esa chica es brillante —dijo una voz femenina desde la Dirección—. Tiene sensibilidad, arte, esfuerzo… y parece que está bien acompañada.
Él sonrió desde las sombras.
No bajó. No se acercó. Solo observó a su hermana mientras se reía con ese chico raro de mirada gris y dibujos inquietos. Mientras escribía en su cuaderno, rodeada de personas que la querían.
Ella estaba bien.
Por un instante, Lázaro pensó en acercarse. En decirle algo. En dejarle al menos una nota.
Pero no. No era el momento. No todavía.
Se levantó con calma, se acomodó la mochila que ya no llevaba útiles sino libros llenos de tachaduras con garabatos, y una campera vieja que olía a pasto húmedo.
Pasó por el costado del edificio sin que nadie lo notara. Excepto una mujer de administración, que alcanzó a mirarlo desde su escritorio. No dijo nada. Solo pensó: “Ese debe ser el hermano.”
Y tenía razón.
Lázaro cruzó la calle y desapareció entre los árboles del boulevard.
Llevaba en los ojos algo más fuerte que el efecto de María: el orgullo de saber que su hermana estaba creciendo, brillando, siendo feliz… sin necesitar que él la protegiera todo el tiempo.
Chapter 31: Capítulo 31 - High school sweethearts
Summary:
Blurryface se pregunta cuál sería la pareja ideal para Crybaby y ella le responde.
Chapter Text
Novios de la preparatoria, hagan fila
No intento perder el tiempo
La brisa de media mañana revolvía los papeles y las migas del almuerzo en el patio de la escuela. Algunos chicos jugaban con una pelota medio desinflada. Otros charlaban entre risas, como si el mundo no tuviera aristas.
Blurryface y Crybaby estaban sentados en el viejo banco de madera bajo un árbol. Las ramas daban sombra, pero el sol se filtraba entre las hojas, creando formas que bailaban sobre sus mochilas.
—¿Sabés? —dijo Blurryface, rompiendo el silencio—. Estaba pensando… si tuvieras que describir a tu pareja ideal, ¿cómo sería?
Crybaby lo miró. Primero dudó. Luego sonrió con un dejo de ironía, pero también con ternura. Como si ya supiera por qué él preguntaba eso.
—¿Querés que sea sincera o que te diga algo genérico como “alguien bueno”? —preguntó, jugando con el borde de su cuaderno.
—Sincera —dijo él, apoyando el mentón en la mano.
Crybaby tomó aire, bajó la mirada y comenzó:
—Mi pareja ideal… sería alguien que no tenga miedo de verme llorar. Alguien que se ría conmigo cuando digo tonterías y que me entienda cuando me hundo. Que no me quiera cambiar. Que me proteja, pero también me deje pelear mis propias batallas. Que tenga algo oscuro, pero no sea cruel. Que escuche mis canciones favoritas, aunque no le gusten… y que me deje hacer galletas cuando estoy triste.
Blurryface la escuchaba en silencio. Su corazón latía más rápido, pero su rostro permanecía impasible. Ella se parecía a una canción que él todavía no sabía cómo cantar.
—¿Y físicamente? —insistió, con una voz que casi se rompe.
Crybaby se encogió de hombros.
—Alguien con ojeras lindas.
Ambos se rieron. Fue un momento suave, casi imperceptible, pero en ese segundo, Blurryface pensó que quizás —sólo quizás— ella lo veía. No como él quería… aún. Pero lo veía.
—¿Y vos? —preguntó ella—. ¿Cómo sería tu pareja ideal?
Blurryface se cruzó de brazos, mirando el cielo.
—Alguien que no tenga miedo de los monstruos… Ni de los míos.
Crybaby se quedó en silencio. No le hizo falta preguntar nada más.
El timbre sonó. Fin del recreo. Pero ese momento no se borró con la rutina.
En otro rincón del patio…
Jazmín Bean observaba a ambos desde lejos, con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Apuestas? —le susurró a Billie.
—Tres semanas —respondió Billie—. Antes de que uno de los dos se derrita.
—Yo digo dos. Como mucho.
Elita se acercó con una bolsita de gomitas.
—Están condenados a amarse —dijo, masticando—. Pero bueno, ¿quién no lo está?
Mientras Blurryface y Crybaby volvían a clase, sin tocarse pero caminando muy cerca, como si el espacio entre ellos no importara, los ecos del recreo aún resonaban por los pasillos.
Kelly los observaba desde las escaleras del primer piso, con los brazos cruzados, rodeada de sus nuevos “amigos de ocasión” que la celebraban por miedo, más que por gusto.
—Mirenlos… —dijo con su voz nasal, arrastrando las palabras—. Los dos emo raritos. ¿Ya se juraron amor eterno con sangre o todavía no?
Nico, que estaba a su lado, no se rió. Miraba a Blurryface con algo entre celos y asco.
—Ese pibe no está bien. Tiene una mirada rara. Como si ocultara algo... Un monstruo. Yo que Cry, me alejo.
Kelly asintió con falsa solemnidad, como si acabara de escuchar la verdad absoluta.
—Sí, un monstruo. Pero ella también está rota. Por eso se entienden. La diferencia es que yo soy auténtica. No ando llorando por todo o escondiéndome detrás de dibujos y poemas estúpidos.
Un silencio incómodo los envolvió por un instante.
Desde atrás, Jazmín Bean apareció de la nada, con una galleta de chocolate en una mano y el gato negro en la otra, subido a su hombro como un loro.
—Kelly, vos no sos auténtica. Sos… molesta. Nadie te quiere, ni en tu casa. Literal. Tu mamá dijo el otro día en la reunión de padres que "lamentablemente" tenía que hacerse cargo de vos.
Kelly se congeló. Su rostro palideció por un instante.
—¿Y vos qué sabés? ¡Mi mamá me adora!
—Claro —dijo Billie, que se había unido sin previo aviso—. Por eso nunca va a los actos y te ignora cuando le hablás por teléfono.
Kelly se fue, bufando y con la cabeza alta, pero con los ojos vidriosos.
No corrió. Pero tampoco se quedó a pelear.
Nico, sin saber bien qué hacer, trató de salvar algo del momento:
—¡Bah! Igual ustedes se creen especiales por leer poesía barata y escuchar música de muertos. ¡Yo soy real! ¡No ando llorando por pavadas!
Spooky apareció justo detrás de él, haciendo ruido con un paquete de papas.
—Sí, Nico. Sos tan real como una botella de plástico flotando en el Riachuelo.
—¿Qué dijiste?
—Nada. ¡Chau! —dijo Spooky, metiéndose una papa en la boca y yéndose por donde vino.
Mientras tanto, en clase de Historia, Crybaby pasaba una notita dibujada a Blurryface: dos muñequitos con capas espaciales, flotando en el universo. Uno le decía al otro:
"Sos mi planeta favorito."
Blurryface se sonrojó, pero no dijo nada.
Sólo escribió al dorso:
"Y vos, mi órbita segura."
Chapter 32: Capitulo 32 - The way you look tonight
Summary:
Blurryface invita a Crybaby a una caminata al bosque donde hay recital de violines. Ninguno compro boletos pero están ahí.
Chapter Text
Me gusta cómo te ves esta noche.
No tienes sangre en las venas, ¿qué significa?
Arte cutre por todas partes, en la pantalla.
Resabor a cámara lenta, he tenido previsión.
Esa tarde, Blurryface le escribió por mensaje:
“¿Te gustaría ir a caminar al bosque conmigo? No va a dar miedo, lo prometo. O bueno… tal vez un poquito. Pero solo si querés.”
Crybaby tardó tres minutos en contestar. Para ella, eso era mucho.
“Sí. Pero si me sale una bruja del agua, corrés primero vos.”
Se rieron. Y así comenzó la noche.
Ambos llevaban camperas finas, linternas pequeñas y un tupper con galletitas que Crybaby había horneado ese mismo día. Mientras caminaban entre los árboles, sus pasos hacían crujir las hojas secas. No hablaban mucho. No hacía falta. El silencio entre ellos era cómodo, suave, como una canción sin letra.
A veces se empujaban el uno al otro jugando. A veces simplemente se detenían a mirar el cielo a través del follaje.
—¿Sabías que hay gente que viene al bosque para escuchar los árboles hablar? —dijo Blurry, tocando la corteza de uno.
—¿Y qué dicen?
—Nada concreto. Pero a veces siento que me entienden más que las personas.
Crybaby sonrió.
—A mí me pasa con las estrellas. Las miro y siento que aunque esté sola… no estoy sola.
Siguieron caminando.
Hasta que un sonido lejano detuvo sus pasos. Era suave… armónico…
Un violín.
—¿Escuchás eso? —preguntó Crybaby.
—¿O estoy loco o… sí. Es música.
Se guiaron por el sonido, bajando por una loma, esquivando ramas como en una película de misterio. Y ahí, en un claro del bosque, vieron algo irreal:
Un pequeño escenario armado con luces de hadas.
Un cuarteto de cuerda tocando bajo la luna.
Un grupo de veinte personas sentadas sobre mantas, en total silencio, con los ojos cerrados o mirando al cielo.
No era un concierto.
Era un ritual.
Uno de esos que uno no busca, pero que cuando encuentra, sabe que va a recordar toda la vida.
Blurry y Crybaby se sentaron lejos del grupo, para no interrumpir.
El violín principal tocaba algo melancólico y dulce.
Y cuando la brisa acariciaba los rostros, parecía que todo el universo los abrazaba.
—¿Por qué siento que esto lo necesitaba y no lo sabía? —susurró ella.
Blurry no respondió. Solo la miró.
Y en ese instante, ella le devolvió la mirada… y algo se quebró en el tiempo.
Un parpadeo más largo que de costumbre.
Una respiración contenida.
Pero ninguno dijo nada.
Solo escucharon.
Cuando terminó el recital, la gente aplaudió bajito, como si no quisieran despertar al mundo.
Ellos regresaron por otro camino, el más largo. Había luciérnagas en el aire.
Crybaby dijo que eran mini faroles mágicos.
Blurryface asintió. Aunque sabía que eran solo bichitos. Pero con ella…
Todo parecía real.
Al llegar a la casa de Crybaby, ya cerca de la medianoche, ella se detuvo en la puerta.
—Gracias por invitarme. Fue… especial.
—Vos lo hiciste especial.
Se miraron otra vez. Pero no hubo beso.
Ni abrazo.
Solo una sonrisa.
Y ese fue su lenguaje esa noche.
La noche no terminó cuando Crybaby cerró la puerta de su casa.
Blurryface, en lugar de volver a la suya, se quedó un rato más caminando por las calles del barrio. Pasó por un kiosco cerrado, una casa con luces navideñas aunque Diciembre estaba lejos, y una plaza en donde una pareja de abuelos caminaban de la mano.
Pensaba.
No en voz alta, pero pensaba.
"¿Y si nunca me animo? ¿Y si ella tampoco? ¿Y si esto es lo más cerca que puedo estar de tener algo real con alguien… sin romperlo?"
Mientras tanto, en su habitación, Crybaby no podía dormir.
Tenía un cuaderno viejo con tapas decoradas en stickers, donde escribía pensamientos sueltos. No poemas. No diario. Solo cosas suyas.
Escribió:
“No sé cómo se ve el amor. Pero si se parece a cómo me sentí hoy, entonces quizás ya lo conozco.”
En la hoja siguiente dibujó un bosque. En el centro, una sillita, un violín flotando y luciérnagas por todas partes.
Al día siguiente, en la escuela, los rumores eran otros.
—Dicen que Nico le gritó a Kelly frente al kiosco —dijo Elita mientras desayunaban.
—¿Por qué?
—Porque Kelly se enojó con Jason por lo del contenedor, y Nico saltó a defenderlo. Pero se olvidó que Jason no quiere ni verla desde que lo dejó en evidencia Crybaby. ¡Qué desastre!
Spooky apareció de la nada y se sentó entre ellas.
—Che, ¿me guardaron galletitas del picnic o tengo que demandarlos?
—Te guardamos… una media galletita —dijo Crybaby, riendo.
—Acepto. Aunque preferiría que Blurry y vos me inviten la próxima vez al bosque encantado ese que se fueron, ¿eh?
—¿Quién te dijo eso? —preguntó Blurryface desde la mesa de al lado, sin girarse.
—Soy omnipresente, hermano. Estoy en todos lados. ¿No ves que soy una entidad paranormal?
Todos se rieron. Menos Kelly y Nico, que desde otra mesa, los miraban con el ceño fruncido.
Más tarde, en el aula de plástica, les pidieron a todos que dibujaran "un lugar donde se sintieron en paz".
Crybaby dibujó el bosque.
Blurryface, también.
Pero ninguno vio el dibujo del otro.
Esa noche, Blurry volvió a su casa, se puso los auriculares y escuchó una lista de reproducción que se llamaba “Canciones que no me atrevo a mostrarte”.
La primera era "The Way You Look Tonight", la misma que tocó el violín en el bosque.
La escuchó pensando en cómo se había iluminado la cara de Crybaby esa noche.
En cómo se reía con la boca abierta.
En cómo lo miraba sin miedo.
Y en cómo, sin decirlo, estaban construyendo algo que no sabían nombrar.
Tal vez nunca lo harían.
O tal vez sí.
Pero por ahora…
Amigos.
Y eso, para Blurryface, ya era más de lo que alguna vez había tenido.
Mientras Crybaby dormía abrazada a su almohada, y Blurryface escuchaba una playlist secreta, en otra parte del barrio, un par de gritos rompían la tranquilidad nocturna.
—¡¿Por qué no podés ser un poco más como Blurry?! —explotó Kelly, cruzada de brazos frente a Matt en la vereda de su casa—. ¡Mirá cómo le regala caminatas mágicas a una amiga! ¡Hasta recitales de violín encuentra! ¡Y vos ni una flor del parque!
Matt la miró con cara de "no entiendo si esto es un chiste o un reality show".
—¿En serio? ¿Romántico? Estaban caminando. ¡Caminando! —contestó él, apoyado en su bicicleta—. Además, vos y yo estamos juntos. Ellos son amigos.
—¡Y aún así él se esfuerza más! —Kelly chasqueó la lengua—. Sos frío, Matt. Un tempano con patas.
Matt suspiró y se encogió de hombros.
—Y vos vivís atrapada en un cuento de princesas de los 50. Despertá, Kelly. Ya fue esa idea anticuada del "romántico perfecto". No todo el mundo quiere andar escribiendo cartas con tinta y dando serenatas.
—¡Yo sí quiero! —protestó ella, dándose vuelta para entrar a su casa.
Matt la miró un segundo más, luego murmuró:
—Entonces pedile una cita a Blurryface, a ver si te da bola.
Y se fue pedaleando despacio por la calle vacía, con una sonrisa resignada.
No era Blurry.
Y jamás lo sería.
Chapter 33: Capitulo 33 - I think we’re alone now
Summary:
Blurryface al fin invita a Crybaby a su casa.
Chapter Text
Creo que estamos solos ahora.
No parece haber nadie alrededor.
La excusa fue simple. Casi tonta.
—Necesito ayuda para reorganizar mi colección de discos… —le dijo Blurryface, medio serio, medio en broma.
—¿Y por qué yo? —preguntó Crybaby, riéndose mientras sacaba un lápiz de su mochila.
—Porque sos la única persona que no me los va a clasificar por color.
Una hora más tarde, estaban en el cuarto de Blurryface, rodeados de vinilos, cassettes y un gato naranja del vecino que se colaba por la ventana como si fuera parte del mobiliario.
Crybaby nunca había estado ahí.
El lugar era oscuro, pero cómodo, con luces tenues rojas, posters viejos de bandas que ya no existían, y una cortina de cuentas que separaba su cuarto de un pequeño escritorio donde había pinturas a medio terminar.
—¿Pintás? —preguntó ella, acariciando un lienzo sin terminar.
—Cuando no me aguanto la cabeza —respondió él—. Es mejor que gritarle al mundo.
Pusieron un disco de Nirvana. El gato se durmió encima de una pila de remeras. Y entre risas, se sentaron en el piso, separando álbumes.
Ninguno mencionó lo raro que se sentía estar tan cerca.
Ni que la habitación, por grande que fuera, parecía volverse más pequeña cada minuto.
—¿Y esto? —preguntó Crybaby, sacando una foto vieja donde Blurry tenía un parche en la ceja.
—Ah, eso fue por saltar un alambrado persiguiendo a Spooky. Mala idea.
—Sos un desastre.
—Sospecho que por eso te caigo bien —bromeó él.
Una pausa.
Silencio cómodo.
Y luego, en voz muy baja:
—Cry… ¿alguna vez pensaste en si hubiéramos sido otra cosa?
Ella giró la cabeza. Su cabello rosado rozó la alfombra.
—¿Cómo qué?
—No sé… como esos novios ridículos del parque. Los que se hacen tatuajes con iniciales.
—Pfff —bufó ella—. Eso es demasiado… cliché.
—Sí —sonrió Blurryface—. Nosotros ni siquiera sabemos si nos gustaría eso.
—Lo nuestro funciona como está —dijo ella, mirando hacia la ventana—. ¿Para qué arruinarlo?
Y en ese momento, el mundo pareció callarse.
Como si incluso el viento respetara lo no dicho.
—Hey —dijo él, para cambiar de tema—. ¿Querés ver mis grabaciones secretas?
—¿Tenés grabaciones secretas?
—Soy un chico misterioso, ya sabés.
El resto de la tarde la pasaron escuchando canciones sin terminar, letras oscuras, y algunas donde, sin nombrarla, ella era la musa disfrazada.
Pero nunca lo dijo.
Y ella nunca preguntó.
Al caer la noche, cuando Crybaby ya estaba por irse, Blurryface la acompañó a la puerta.
La calle estaba vacía.
La luna, entera.
—Gracias por venir. No traés flores ni cosas de esas, pero… me hacés bien.
—Yo traigo risas. Y oreos —dijo ella, sacando una del bolsillo.
Y ambos rieron.
Cuando se fue, Blurry se quedó quieto un rato.
Solo.
Pero extrañamente… lleno.
Esa noche, después de que Crybaby se fue, Blurryface no podía dormir. El cuarto, que antes se sentía tan suyo, ahora parecía contener pequeñas piezas de ella: la oreo olvidada sobre el equipo de sonido, un mechón de pelo rosado atrapado en la remera que él nunca se animaría a lavar, y el eco de sus risas, vibrando todavía en las paredes.
Sacó su cuaderno de letras y escribió:
“Si fueras mía, dejarías de ser libre.
Mejor sos viento, mejor sos lluvia.
Mejor sos vos, sin promesas ni cadenas.”
Al día siguiente, todo se sentía… normal. Y sin embargo, no lo era.
Durante el segundo recreo, Crybaby llegó al patio con su remera de satén con estampa de ositos, una mochila llena de marcadores y el aura de alguien que no teme decir lo que piensa.
Blurry ya la esperaba, sentado sobre el borde del cordón, masticando una ramita como si fuera un cigarro de utilería.
—Traje los stickers que faltaban —dijo ella, sentándose a su lado.
—¿De aliens?
—Obvio.
Mientras pegaban extraterrestres en sus carpetas, un grupo de voces venenosas se acercó.
Kelly, Nico, Jason y Matt (que estaba ahí por razones aún desconocidas) formaban un pequeño ejército del caos.
Kelly, como siempre, fue la primera en hablar.
—¿Pegando figuritas, en serio? ¿No son muy grandes para eso?
Crybaby levantó la vista, sin perder la sonrisa.
—Bueno, vos todavía usás base naranja y te creés madura. Cada quien con su evolución.
Nico soltó una risa ahogada. Matt levantó una ceja. Jason, incómodo, miró hacia otro lado.
—Igual, Crybaby… —interrumpió Kelly con voz afilada—, te ves tan ridícula con Blurryface. Parecen un matrimonio de caricatura. ¿Y ni siquiera están juntos?
—¿Y si lo estuviéramos? —preguntó Blurry, con un brillo peligroso en los ojos.
Jason frunció el ceño.
Kelly entrecerró los ojos.
Nico bufó.
—No lo están. Porque si lo estuvieran, ella estaría llorando todos los días —dijo Nico—. Blurry es un monstruo. No le puede gustar a nadie.
Crybaby se levantó.
Tranquila. Firme. Más madura que todos los presentes.
—Tal vez no han visto que Blurryface tiene más corazón que todos ustedes juntos.
—¿En serio? —dijo Kelly—. ¿Qué sabés de tener corazón? ¿Vos te enamoraste de Jason primero, y ahora andás con su reemplazo emo?
La frase cayó como piedra.
Jason quiso intervenir. Pero Matt, silencioso y medio harto, no le dejo. Fue Blurryface quien cortó la tensión.
—Kelly, ¿sabés por qué no te soportan ni en tu casa?
Silencio brutal.
Hasta los pájaros dejaron de piar.
—Porque hacés de todo un drama, y nadie puede respirar sin que critiques y encima que nadie pidio tu opinión venenosa. Creés que el mundo gira en torno a tus celos. ¿Te gusta Jason o Matt o a mí o tu reflejo? ¿A cuál estás confundiendo hoy?
Kelly se quedó paralizada.
Y, por una vez, no supo qué contestar.
—Nico —agregó Blurryface con una sonrisa suave—, vos me llamás monstruo porque odiás que alguien no se esconda. Yo al menos admito mis demonios. ¿Vos? ¿Que dicen tus ojos de ámbar y tu boca de cadaver?
Crybaby lo tomó del brazo. No por debilidad. Sino como quien respeta a su compañero de batalla.
—Vamos, Blurry. Ya aburren.
Se escondieron en la sala de música, donde sabían que la profe de arte dejaba la puerta abierta para quienes necesitaban "un recreo del recreo".
Allí, Crybaby encontró una guitarra desafinada y Blurry un atril con hojas vacías.
—Me encanta que seamos… lo que somos —dijo ella, rompiendo el silencio.
—Sí. Amigos extraños.
—Un poco codependientes.
—Pero sin toxicidad.
—¿Sabés qué quiero? —preguntó Crybaby, mirando por la ventana.
—¿Qué?
—Quiero que cuando seamos grandes, nos acordemos de hoy. De esta sala, de tus letras tristes, de mis stickers de aliens. Que no sea un “pasó”, sino un “fue hermoso”.
Blurryface la miró. Se sintió roto y completo al mismo tiempo.
—Prometo acordarme —dijo.
—Y yo te haré galletas para cuando lo olvides.
Mientras tanto… en los pasillos del odio
Kelly se encerró en el baño con el maquillaje corrido.
Nico tiró una silla en el gimnasio vacío.
Jason se quedó mirando el celular con los ojos perdidos.
Matt fue el único que volvió a clase como si nada, tarareando un tema de Arctic Monkeys.
El mundo seguía.
Y Crybaby y Blurryface seguían siendo amigos.
Pero en el fondo… ambos sabían que ese lazo tenía algo más fuerte que el amor:
la certeza de que no necesitaban definirse para estar unidos.
Chapter 34: Capitulo 34 - Not Gonna get Us
Summary:
Hay una conspiración para que la feliz pareja se separé. Y todo por culpa de las zorras de Kelly y Nico.
Chapter Text
Tú y yo, seamos honestos.
Vamos a correr, nada puede detenernos.
Las ventanas estaban empañadas por la lluvia.
Un murmullo eléctrico recorría los pasillos.
Y en un rincón oscuro del salón de tecnología, dos presencias se reunían como en un aquelarre silencioso.
—Tenemos que separarlos —dijo Kelly, con una mirada tan afilada que podría cortar cristales.
—Ella ya no nos habla —agregó Nico—. Y él… él no me mira como antes.
—Nadie te miraba, Nico.
—¡Cerrá la boca, Kelly! —espetó él, encendiendo un encendedor viejo como si con eso pudiera sentirse más fuerte—. Esto no es por vos. Es por mí. Porque él… ahora ni siquiera sabe mi cumpleaños.
Kelly soltó una carcajada venenosa.
—¿Y te creés el centro del universo? Blurryface siempre me rechazó. Y ahora anda con esa muñeca parlante que colecciona peluches y se cree artista.
—¿Y si hacemos algo? Algo real. Algo que los quiebre.
Silencio.
Y luego, una sonrisa compartida.
Plan A: El rumor
El primer intento fue clásico entre clásicos: un rumor.
Kelly corrió la voz de que Crybaby había dicho en voz alta que Blurry le parecía “un chico con problemas de higiene emocional”.
—Literal dijo que es tan intenso como un perfume barato que no se va con nada —afirmó Kelly, con lágrimas fingidas frente a un grupito de chicas.
Lo que Kelly no esperaba era que esa misma tarde, Crybaby dibujara una caricatura de Blurry con alas de murciélago, un corazón latiendo en una caja de vidrio, y le escribiera:
“Para el perfume que nunca se va:
tu intensidad me da vida.”
Resultado: El rumor se volvió un cumplido.
Kelly se mordió las uñas hasta sangrar.
Crybaby suspiro de alivio al ver a Blurryface feliz. Sabía lo sensible que era.
Plan B: El mensaje falso
Nico, por su parte, entró al aula de computación y usó el correo escolar para enviar un mensaje falso desde la cuenta de Crybaby que olvido cerrar. Algo demasiado tonto e infantil, pero se debía intentar.
“No me hables más!!! Sos demasiado oscuro para mí!!! Necesito gente más feliz!!!”
Blurryface recibió el mail justo después de ensayar una canción dedicada a ella.
Leyó.
Le dolió.
Lloró un poco.
Pero algo no encajaba. Crybaby nunca usaba signos de puntuación de forma exagerada. Ni decía “gente más feliz”.
Decía “gente que no me rompa la cabeza”.
Fue a verla directo.
Le mostró el mensaje.
Ella lo releyó, frunció el ceño, y luego soltó:
—¡¿Y vos pensaste que yo escribí eso?! ¡Eso no tiene comas! ¡YO USO COMAS!
Él sonrió.
Ella también.
Y se fueron juntos a escuchar un disco de Björk en el laboratorio vacío mientras reían del mal entendido.
Resultado: Nico terminó castigado. Olvido de las cámaras de seguridad.
Y el mail quedó impreso en la cartelera del aula de informática bajo el cartel “CIBERBULLYING NO”.
No se debía jugar con el profesor de informatica porque para esas cosas no estaba aguantarlas.
Plan C: El horror
Desesperados, los bully tomaron medidas más siniestras.
Una noche, mientras Crybaby salía de su taller de arte, Kelly la esperó detrás de la reja con una linterna y una máscara de payaso triste.
—¿Qué sos? —preguntó Crybaby sin inmutarse.
—El reflejo de lo que te vas a convertir si seguís con él —dijo Kelly, en voz baja—. Lo oscuro se pega. Y vos eras luz.
—No soy luz, Kelly.
—¿No?
—Soy una linterna con pilas gastadas. Y aún así brillo más que vos.
Kelly se quedó helada. Olvido sus líneas de ensayo que ahbía práctico con Nico ¡Maldita sea! ¿Porque insistio en hacer algo que no era buena?
Y en ese momento, Blurryface apareció por detrás, con auriculares puestos y una linterna real. Con una máscara de esqueleto. Era excelente en el sigilo.
—¡Buh! —gritó, y le tiró serpientes falsas en la cara que había en una bolsa.
Kelly gritó como si hubiera visto a un muerto.
Corrió. Lloró. Tropezó. Se cayó en el barro.
Blurryface y Crybaby rieron hasta que les dolió el estómago.
Nico lo vio todo en un escondite. Se pego en la cabeza una y otra vez con sus manos.
Una lección final
El director, al enterarse de los incidentes, llamó a Kelly y Nico a su oficina.
—No sólo han hecho bullying, sino que están violando la privacidad, mintiendo, manipulando. ¿Creen que están en una telenovela?
—Sí —dijo Nico.
—¿Eh?
—Digo… no, perdón.
Ambos recibieron tareas comunitarias por un mes: repartir meriendas en los grados más chicos, limpiar los pinceles de arte y leer cuentos a primer grado.
Nadie los tomaba en serio ¡Y como no! Sus ideas tan tontas se desarrollaron por intentar querer respuestas rápidas.
Mientras tanto… en otro rincón del universo
Crybaby y Blurryface estaban sentados en la azotea del colegio, mirando el cielo con un telescopio viejo.
—¿Creés que nos van a seguir molestando? —preguntó ella.
—¿A nosotros? No van a poder con nosotros.
Se miraron.
Se rieron.
—¿Por qué?
—Porque somos…
—Raros, intensos, confusos.
—Y sobre todo, unidos.
Blurryface le alcanzó una galletita.
Crybaby le pintó un bigote falso con marcador.
Y aunque el mundo intentara separarlos, ellos sabían una cosa con certeza:
Not gonna get us.
La lluvia había cesado. El cielo estaba color vino, como si el atardecer supiera algo que los demás no.
En el techo oxidado del viejo depósito del colegio, tres siluetas se recortaban contra las nubes lentas.
Spooky Jim se había trepado con una caja de alfajores; Elita Harvok con un termo de café con glitter, y Gerard Way sostenía un cuaderno lleno de frases que nadie más podía entender del todo.
—¿Viste lo de Kelly? —dijo Elita, tomando un sorbo—. Dramática nivel: "me dejaron afuera del grupo de WhatsApp".
—Y Nico… por favor —agregó Spooky, abriendo un alfajor—. ¿Desde cuándo se cree el villano de una novela juvenil? Hasta yo tengo más carisma cuando duermo.
Gerard hojeó su cuaderno con calma, como si buscara una cita exacta para la ocasión.
—Son peligrosos. No porque no sean inteligentes, sino porque están desesperados. Y eso, a veces, es peor que el mal puro.
Los tres guardaron silencio.
El viento sopló.
Un cuervo gritó en algún lugar lejano, porque eso hacen los cuervos cuando alguien dice algo profundo.
—¿Creen que se acabó? —preguntó Elita.
Spooky Jim se encogió de hombros, pero luego sacó de su mochila una hoja doblada.
Era un mapa.
Un mapa del colegio... con zonas marcadas en rojo.
—No se acabó —dijo él—. Esto recién empieza.
—¿Estás paranoico o sabés algo que no sabemos?
Spooky lo pensó.
—Ambas.
Gerard cerró su cuaderno de golpe.
—Entonces prepárense. Algo grande viene. Y si vamos a estar en medio… prefiero estar despierto.
Elita se paró, recogió su termo, y miró hacia el horizonte como una heroína indie.
—Que venga lo que tenga que venir. Pero que no me agarre con las uñas mal pintadas.
Los tres bajaron del techo en silencio.
Listos. Atentos.
El mundo de Crybaby y Blurryface estaba a punto de cambiar.
Y ellos no lo sabían. O bueno, no estaban tan conscientes.
Chapter 35: Capitulo 35 - All the things she said
Summary:
La pareja se defiende, aunque puede terminar mal.
Chapter Text
Si pido ayuda es solo porque
Estar contigo me ha abierto los ojos
¿Podría alguna vez creer en una sorpresa tan perfecta?
La mañana era pesada, como si el sol también tuviera miedo de salir.
Blurryface caminaba por el pasillo con los auriculares puestos. Crybaby lo esperaba en la biblioteca, pero algo en el ambiente le decía que no iba a llegar sin antes atravesar una tormenta.
Y no se equivocaba.
—¿¡Así que ahora se hacen los mártires!? —gritó Kelly, interponiéndose en su camino con los ojos cargados de veneno y maquillaje.
—Tranquila, que se te va a correr la base —dijo Blurryface con el tono justo entre sarcasmo y amenaza.
—Todo esto es culpa de ella —espetó Nico, acercándose por detrás, apuntando directo al corazón de Crybaby—. Desde que llegó, nada es normal. Blurry ya no es Blurry. Vos antes... eras uno de nosotros.
Blurryface lo miró como si ya no reconociera al que alguna vez fue su compañero leal. El que todo podía y no se metía con nadie. Hasta que una especie de delirio de grandeza le pico en la cabeza.
—Sí. Antes vivía confundido, callado, con miedo de existir. Si “eso” era ser uno de ustedes, entonces menos mal que cambié.
Crybaby llegó corriendo. Alcanzó a oír las últimas palabras y, sin pensar demasiado, se puso al lado de Blurryface.
—¿Qué les molesta más? ¿Que nos llevemos bien? ¿Que no tengan poder sobre nosotros? ¿O que por primera vez no tienen la atención de todos?
Kelly se rio, pero no sonaba feliz.
—Vos no tenés idea de con quién te metiste, princesa de los cuentos rotos.
—Mejor cuentos rotos que realidades podridas —respondió Cry sin dudar.
Las palabras dolieron.
Nico apretó los puños.
Kelly ladeó la cabeza.
—¿Y saben qué? —dijo ella—. No los vamos a separar. Ustedes solitos se van a destruir poco a poco… Porque se creen especiales, pero solo están desvíados.
Un grupo de alumnos empezaba a rodearlos. La tensión crecía.
—¡No les tenemos miedo! —Exclamó Blurryface de golpe, y su voz retumbó en las paredes de cemento.
Cry lo miró. Él temblaba. Pero no se iba a rendir.
—¡Griten si quieren! ¡Señálenos! ¡Insulten! ¡Pero no nos vamos a esconder!
En ese instante, Nico lo empujó.
Y Blurryface cayó.
Crybaby se cayó junto a él.
La profesora de Ética corrió a separarlos, y un preceptor intervino justo cuando Matt llegaba corriendo para ver qué pasaba.
—¡¿Otra vez ustedes?! —gritó el preceptor.
—¡Ellos empezaron! —gritó Kelly con lágrimas falsas.
—Estábamos defendiéndonos —susurró Cry, pero nadie la escuchó.
Un rato después…
La dirección.
Una advertencia escrita.
Un llamado a los padres.
Aunque no había nadie en casa de Blurry ni en la casa de Cry.
Blurryface sostenía la hoja con indiferencia, pero por dentro hervía. Cry, sentada al lado, apenas podía mirar a la directora a los ojos.
—Esperaba más de ustedes —dijo la mujer de voz seca—. ¿Qué están buscando? ¿Problemas?
Ninguno respondió.
No había forma de explicar lo que era vivir bajo ataque todo el tiempo.
Lo que era ser ellos.
Al salir
—¿Estás bien? —preguntó Cry, con las manos temblorosas.
—Estoy… cansado —dijo Blurryface.
Se miraron por un segundo más largo de lo normal.
—A veces me pregunto si todo esto vale la pena.
—Claro que vale la pena —respondió ella, tomando su mano—. Porque nos tenemos.
Él sonrió, pero en su sonrisa había más tristeza que esperanza.
Y sin querer, las palabras de Kelly resonaban en sus cabezas.
"Solo están perdidos."
Tal vez.
Pero estaban perdidos juntos.
Y eso, de algún modo, era mejor que estar solos en un lugar seguro.
La tarde se había teñido de gris, pero no llovía.
Crybaby y Blurryface estaban sentados en el borde del cordón, en silencio. Ambos con la mirada clavada en el suelo, como si buscaran respuestas entre las grietas del cemento.
Fue entonces cuando apareció Spooky Jim, con una bolsa de galletitas, una remera manchada de témpera, y una sonrisa torcida.
—¡Che! ¿Están ensayando para una peli dramática o se están castigando por existir?
Cry levantó la mirada, confundida. Blurry apenas sonrió.
—Nos metimos en problemas. Otra vez.
Spooky sacó una galletita y se la metió en la boca.
—¿Y qué? ¿Acaso vale más la aprobación de un sistema que la paz mental de ser ustedes mismos?
Crybaby lo miró.
Blurry lo miró.
Y por primera vez en el día… se sintieron escuchados.
—Amo cuando hablas —dijo Blurryface.
—Lo sé. Soy una caja de sorpresas —respondió Spooky, lanzando una galletita al aire y atrapándola con la boca—. Vengan, vamos a hacer dibujos en la vereda con tiza. Aunque sea ilegal, es arte.
—¿Y si nos castigan otra vez? —preguntó Cry, entre seria y tentada.
Spooky alzó los brazos.
—Que nos encierren a los tres. ¡Será el primer museo del recluso creativo!
Rieron.
Y en esa risa, algo dentro se reparó.
No del todo. Pero lo suficiente como para volver a respirar.
Mientras tanto, en otro lugar...
Gerard caminaba por los pasillos con paso silencioso. Parecía perdido, pero no lo estaba. Tenía una llave en el bolsillo y un plan en la cabeza.
Nico había ido a los baños del subsuelo, como siempre, para evitar cruzarse con Blurry. Pero Gerard lo había estado siguiendo.
—¿Qué hacés acá? —preguntó Nico, receloso.
—Nada… solo que quería mostrarte algo. Abajo, en el sótano viejo. Dicen que hay graffitis de hace décadas.
Nico dudó. Pero la tentación de sentirse parte de algo oculto fue más fuerte.
Bajaron.
Crujieron los escalones.
Y cuando Nico se adentró en la sala oscura…
¡Clic!
Gerard cerró la puerta metálica detrás de él y giró la llave.
—¡¿Estás loco, Gerard?! ¡Abridme!
—No. Solo estoy cansado de que contamines el aire con tus complejos de villano. Disfrutá del arte, “hermano”.
Y se fue.
En otro punto del colegio…
Elita Harvok tenía a Kelly agarrada del brazo. No con violencia. Pero con determinación.
—¿A dónde vamos? —preguntó Kelly con tono soberbio.
—A limpiar tu aura. Y de paso… unos trapos viejos.
La llevó al cuarto de limpieza, lleno de estantes desordenados, botellas mal cerradas, y una escoba con telarañas.
—Esto es abuso —se quejó Kelly—. Voy a llamar a la directora.
—Dale. Mientras tanto, reflexioná. Si sos tan preciosa como decís, ¿por qué nadie te quiere ni en tu propia casa?
Kelly se quedó muda.
Y cuando Elita cerró la puerta desde fuera…
Kelly se sintió, por primera vez, pequeña.
De vuelta con los chicos...
El dibujo en la vereda estaba casi terminado.
Crybaby había hecho una luna rosa.
Blurryface dibujó dos planetas con anillos enredados.
Y Spooky Jim… bueno, hizo una pizza que flotaba por el espacio.
—Esto sí vale la pena —dijo Blurryface.
—Sí —agregó Cry, sonriendo al ver cómo la gente los miraba… sin entender, pero sin molestar.
Eran distintos.
Eran libres.
Eran ellos mismos.
Y mientras en algún sótano Nico pateaba paredes, y Kelly acomodaba baldes llorando en silencio, el universo de Cry y Blurry se expandía.
Lleno de galletitas, tizas de colores, y el eco de una amistad más fuerte que cualquier conspiración.
Chapter 36: Capitulo 36 - How son is now?
Summary:
Blurryface se pregunta si de verdad merece ser feliz.
Chapter Text
Tú, cállate la boca,
¿Cómo puedes decir que hago las cosas mal?
Soy humano y necesito ser amado igual que todos los demás.
El ventilador estaba allí en el techo, casi hipnótico, como un lamento metálico. La habitación de Blurryface estaba oscura, apenas iluminada por la luz fría del monitor que parpadeaba sin mostrar nada más que el escritorio vacío.
Se encontraba tirado en la cama, boca arriba, con los ojos clavados en el techo. No lloraba. No se movía. Solo... sentía.
Sentía ese peso que solo aparece cuando estás completamente solo, y no hay música ni memes ni ruido que lo tapen.
Sus auriculares estaban tirados en el piso. La canción que sonaba en su cabeza no era ninguna de moda. Era The Smiths, con esa voz quejumbrosa que parecía narrar su alma.
"I am human and I need to be loved..."
"Just like everybody else does."
Suspiró.
No era justo. Pero tampoco era nuevo.
Desde siempre sintió que no encajaba.
Su padre se había ido con otra familia cuando él todavía tenía dibujos en la heladera.
Sus abuelos se fueron de a poco al más allá, y Blurry los había visto desaparecer entre batas blancas y fotos amarillentas.
Su hermano, el único que solía darle brillantes, armó su vida lejos, como si esta casa le quedara chica.
Y su madre…
Dios. Su madre.
Ella no era mala. Solo… no estaba. Estaba para todos menos para él. Estaba en su bata, en su teléfono, en sus urgencias.
A veces pensaba que si se desmayara frente a ella, lo anotaría en una planilla antes de mirarlo a los ojos.
Apretó los puños contra el acolchado.
La habitación le quedaba gigante y vacía.
“Soy el rey de la nada”, pensó.
Tenía una cama, tenía una puerta, tenía una computadora… pero no tenía a nadie ahí.
Bueno, casi nadie.
La cara de Crybaby apareció en su mente.
Ella con esa risa extraña, ese cuaderno lleno de garabatos, esa manera de mirarlo como si no tuviera miedo.
Ella había cruzado su universo sin pedir permiso. Y se había quedado.
¿Pero cuánto tiempo duraría?
¿Y si él no sabía cuidar nada bueno?
¿Y si estaba destinado a arruinar todo lo que tocaba?
Se incorporó, frotándose los ojos con rabia.
Odiaba llorar. Más aún cuando nadie lo veía. Era como perder en una pelea sin testigos.
Fue hasta el espejo. Se observó.
Y se dijo:
—No estoy bien. Pero tampoco estoy roto.
En otra parte de la ciudad…
Crybaby garabateaba sobre una hoja, acostada boca abajo. Algo la inquietaba. Un cosquilleo. Una intuición.
Pensó en Blurry.
Y sin pensarlo, le escribió:
“Sé que a veces te caes. Pero si necesitás alguien que te saque la tierra de las rodillas, yo tengo tiempo y paciencia.”
Mensaje enviado.
Silencio.
Nada.
Suspiró.
Pero justo cuando iba a dejar el celular, la pantalla se iluminó.
“Sos la única que me hace sentir real. Gracias.”
Crybaby sonrió.
Una sonrisa pequeña, tímida. Como si cuidara que no se rompa.
De vuelta en la habitación de Blurryface, la canción había cambiado. Ya no era The Smiths.
Ahora sonaba algo instrumental, sin letra, pero con un tono esperanzador.
Se acostó de nuevo. Y por primera vez en horas, cerró los ojos.
No para rendirse. Sino para descansar.
Mañana sería otro día.
Y tal vez, con suerte, no lo pasaría solo.
El cielo ya se oscurecía cuando Blurryface se bajó del colectivo. Tenía las manos en los bolsillos, la capucha puesta, y los auriculares puestos sin música. Solo quería llegar. No sabía bien para qué. Pero necesitaba ver a alguien que lo conociera de verdad.
Caminó las últimas tres cuadras hasta la casa de Spooky Jim. Era una casa rara, con luces navideñas colgadas todo el año, una bicicleta rota en la entrada y una planta carnívora en la ventana. No tocó el timbre. Sabía que Spooky siempre dejaba la puerta trasera abierta “por si el fin del mundo llegaba y había que escapar”.
Entró en silencio. La cocina estaba vacía, pero el olor a pizza quemada lo guió hacia el living. Ahí estaban: Gerard Way, Adam Gontier y John Cooper sentados en el piso, rodeados de latas, consolas apagadas, y libros de tapa negra con títulos raros.
—¿Qué hacés acá? —preguntó Adam, alzando una ceja.
Blurry no respondió.
Spooky Jim apareció por detrás con una remera de esqueleto y un vaso de jugo verde radioactivo.
—¡Ey, Blurry! ¿Viniste? Qué bueno, justo iba a invocarte con velas —bromeó.
—¿Puedo hablar con vos? —preguntó Blurry en voz baja, apenas audible.
Spooky captó al toque el tono. Bajó el vaso, se le borró la sonrisa.
—Sí. Dale. Vamos al cuarto.
Pero antes de que cerraran la puerta, la voz de Gerard se metió:
—No hace falta que cierren.
—Todos lo escuchamos igual —agregó John, con esa seriedad que siempre asustaba un poco.
Blurry dudó. Pero algo en su cuerpo estaba cansado de huir.
Se sentó en el piso, entre los demás.
Y habló. No gritó. No lloró. Solo habló.
Dijo que se sentía como un error de fábrica.
Que su casa era un museo sin visitantes.
Que su madre era una médica sin tiempo para un hijo.
Que no sabía si valía la pena quedarse en este mundo.
Spooky no lo interrumpió. Solo lo escuchó. Los otros tampoco dijeron nada. Hasta que, finalmente, Blurry terminó con una frase:
—Yo... no quiero seguir sintiéndome tan solo.
Hubo un silencio. Un silencio pesado, como el de una iglesia vacía.
Hasta que Spooky se levantó, se acercó y se le sentó al lado.
—Entonces no te vayas.
—¿A dónde? —murmuró Blurry.
—A cualquier lugar oscuro donde creas que estás solo. Porque no estás.
—Aunque no te guste aceptarlo —agregó Gerard desde el otro lado—, nos tenés.
Adam, que casi nunca mostraba emociones, gruñó:
—Y si desaparecés sin avisar, te vamos a buscar. A los golpes si hace falta.
John simplemente dijo:
—No sos reemplazable.
Blurry parpadeó. Se le humedecieron los ojos. Pero no lloró. No del todo. Solo bajó la cabeza y dejó que sus hombros se aflojaran. Como si, por fin, se permitiera descansar entre los vivos.
Spooky le puso una manta encima.
—Te quedás a dormir. Ni lo discutas.
—Dale. ¿Y de qué hablamos ahora? —dijo Gerard—. ¿Películas tristes o teorías conspirativas?
Adam resopló.
—¿Y si invocamos al fantasma de Kurt Cobain?
John rodó los ojos.
—Yo traje galletas. Me importa poco lo que hagan, pero no las toquen.
Blurry rió.
Por primera vez en todo el día.
Una risa chiquita. Inesperada. Verdadera.
Porque a veces, lo único que se necesita para seguir... es que alguien no te deje ir.
La casa estaba en silencio.
Como todas las noches.
Demasiado grande para tan poca gente. Demasiado blanca para tantos grises.
La Dra. Joseph —así la conocían en el hospital— se quitó los zapatos en la entrada. No encendió ninguna luz. Caminó en la oscuridad con pasos automáticos. Como si temiera que la claridad le devolviera el reflejo de lo que era.
O de lo que ya no podía ser.
En la heladera, una nota de Blurryface. Un garabato rápido.
"Comí algo afuera. No me esperes."
Suspiró. No de bronca. Ni de alivio.
Sino de resignación.
Se sirvió un vaso de agua, apoyó los codos en la mesada y se quedó quieta. Mirando el reflejo de la cocina en el vidrio de la ventana. Se veía cansada. No vieja, no enferma. Solo... vacía.
Recordó una vez —quizá en un verano lejano— en que su marido le tomó la cara entre las manos y le dijo: “Vos podés con todo. Pero no tenés que hacerlo sola.”
Pero él se fue igual.
Se cansó. No de ella. Sino de fingir que estaban bien.
Se fue con otra familia. Otra ciudad. Otra vida.
Y ella se quedó con el título de madre, sin saber qué hacer con ese uniforme.
Amaba a Blurryface. Amaba a su otro hijo. Los amaba con una fuerza que dolía.
Pero no sabía cómo demostrarlo sin romperse.
Porque si él la veía rota...
¿cómo iba a creer que existía alguna esperanza?
Y por eso trabajaba.
Horas extra. Guardias dobles. Congresos médicos.
Porque cuando no estaba en casa, nadie podía verla derrumbarse.
Su hijo mayor, el jugador de Basquét, había hecho lo mismo. Se había escapado del eco. Llamaba cuando podía. Amaba a Blurry también. Pero desde lejos. Porque los hombres de esa familia aprendieron que la cercanía dolía.
La madre de Blurry se frotó la cara. Tragó saliva. No lloró. No lo hacía hace años.
Y con una voz apenas audible, dijo al vacío:
—Perdón, Blurry... no sé ser mejor que esto.
Se quedó allí un rato más. Solo respirando.
Y entonces, sin mirar atrás, subió las escaleras.
Y volvió a convertirse en esa sombra eficiente y silenciosa que todos creían que era.
Chapter 37: Capitulo 37 - I only have eyes for you
Summary:
Una invitacion a un paseo a solas y ellos la pasan de maravilla. Sus amigos espían.
Chapter Text
Estás aquí y yo también
Quizás millones de personas pasen
Pero todas desaparecen de la vista
Y yo solo tengo ojos para ti
—¿Querés salir a caminar? —preguntó Blurryface, con ese tono entre nervioso y casual que lo delataba.
—¿A esta hora? —rió Crybaby, mientras se ajustaba una campera sobre su vestido.
—Sí… no sé, el aire está lindo. Me hace bien.
Aceptó sin más. Ya era algo natural entre ellos: hacer planes que no necesitaban explicaciones.
Mientras salían por la calle apenas iluminada por los faroles anaranjados, el mundo parecía apagarse alrededor. El barrio dormía. Todo era más lento. Más suave. Como si caminaran dentro de una canción vieja, sonando en un vinilo rayado.
Y sin saberlo, eran observados.
A unas cuadras atrás…
—¿Están agarrados de la mano? —murmuró Gerard, usando unos binoculares de juguete, robados del aula.
—No, boludo, se están pasando un caramelo —gruñó Adam, que sostenía una linterna con celofán rojo para "no ser detectado".
—¿Ustedes son tontos o qué? —dijo Elita, masticando chicle—. Si querés saber si se gustan, no hay que mirar las manos. Hay que mirar los ojos.
Spooky Jim, por su parte, estaba subido a un árbol con un anotador.
—Proyecto: “Blurrybaby - Amor o Amistad.” Hipótesis: ¡se gustan y lo niegan!
John Cooper, desde la bici de reparto que le prestaron, vigilaba con auriculares:
—Confirmado. Están hablando de… el Big Bang. Otra vez.
—¡¿Cómo puede ser que hablen del Big Bang a las once de la noche caminando solos?! —bufó Gerard.
Mientras tanto, Blurry y Cry caminaban en silencio.
La noche estaba quieta.
Las veredas húmedas, el olor a pasto mojado, y las hojas secas crujían bajo sus zapatillas.
Crybaby se detuvo frente a una casa vieja, decorada con luces tenues.
—¿Sabés qué me gusta de vos, Blurry? —preguntó de la nada.
Él giró, con el corazón en pausa.
—Que no intentás impresionarme. Solo… sos.
Blurryface tragó saliva. No supo qué decir. Así que sonrió, bajó la mirada y pateó una piedra.
—Y vos sos todo lo que está bien, Cry. Aunque no lo veas.
Ella solo rió. No de burla. Sino de ternura.
Y en ese momento, mientras una brisa les revolvía el cabello, se miraron.
El mundo se detuvo por un segundo.
Ninguno dijo nada.
Ninguno hizo nada.
Y aún así, todo se sintió inmenso.
A lo lejos, los espías enloquecían.
—¡ESE FUE EL MOMENTO! ¡SE MIRARON! ¡SE MIRARON! —gritó Spooky desde el árbol.
—¿Pero se besaron o no? —Elita rodaba los ojos.
—¡NO! —gritó John—. ¡Siguieron caminando como si nada!
Adam se golpeó la frente.
—Estos pibes… ¿van a estar en la friendzone para siempre?
—No —dijo Gerard, con tono grave, casi profético—. Solo están esperando el momento justo. Y cuando pase… será una bomba.
De vuelta en la calle…
Blurryface y Crybaby caminaron hasta una plaza desierta. Se sentaron en el tobogán.
Ella apoyó la cabeza en su hombro.
Él, temblando por dentro, se atrevió a apoyarla suavemente contra suya.
Y así se quedaron.
En silencio.
Con el cielo estrellado arriba.
Y las palabras atascadas en la garganta.
Porque a veces, cuando uno solo tiene ojos para alguien, no hace falta decir nada.
Luego de una caminata de película y una conversación tranquila bajo las estrellas, Blurryface acompañó a Crybaby hasta su casa.
Se saludaron con una sonrisa sincera. Nada de abrazos incómodos, nada forzado. Solo esa energía simple y clara que los unía.
—Gracias por esta noche, Blur.
—Gracias a vos por existir, Cry.
Y así, se separaron.
Blurryface entró a su casa, se quitó la campera, se puso sus auriculares y sacó una caja de alfajores triples que tenía escondidos detrás del microondas.
Los comía solo en momentos especiales.
—Esto sí que fue una buena noche… —pensó mientras mordía uno de chocolate con dulce de leche y coco.
Crybaby, por su parte, abrió su alacena y sacó su botín más preciado: gomitas de cereza.
Subió a su cuarto, cerró la puerta con llave, puso música bajito y se acostó a mirar el techo, sonriendo como tonta.
Todo era perfecto.
Hasta que…
¡PUM!
Un grupo de mensajes empezó a llover en el grupo secreto de WhatsApp llamado “Operación Cupido (sin cupido, obvio)”.
Spooky Jim, emocionado por lo que acababan de presenciar, sin querer mandó un audio al grupo equivocado:
🎤 “¡Miren ese toque de hombro! ¡Ese fue un TOQUE SENSUAL! Confirmadísimo: están enamorados y no lo saben. Operación exitosa. Proceder a retirarse. ¡Repito: procedan a retirarse del área!”
El mensaje fue directo a…
el grupo de los amigos generales, donde también estaban Crybaby y Blurryface.
Silencio.
Luego:
Crybaby:
😳 “¿Toque sensual?”
Blurryface:
😶 “¿Operación qué?”
Gerard:
“JIM SOS UN IDIOTA”
Adam:
“ME MUDO A BOLIVIA CHAU”
John:
“El mensaje fue plantado por el enemigo”
Elita:
“Igual... no mintieron, eh 😉”
Crybaby empezó a reírse tanto que casi se ahoga con una gomita.
Tuvo que ponerse de pie y abrir la ventana del cuarto para recuperar el aliento.
Blurryface escupió su alfajor del susto, y luego se dobló de risa contra la mesa.
Ambos, desde sus casas, se rieron como nunca antes.
Por la situación absurda.
Por lo obvios que eran.
Por tener amigos tan ridículamente metiches.
Y sobre todo,
porque en ese momento se dieron cuenta de que…
Sus amigos los apoyaba en todo.
Chapter 38: Capitulo 38 - Killing me softly with his song
Summary:
Hay casa sola, por lo que Blurryface invita a Crybaby a cenar. Spooky Jim se cuela al final.
Chapter Text
Escuché que cantaba una buena canción (ah-ah),
Escuché que tenía un estilo (lo tenía)
Y así, vine a verlo y escucharlo por un rato
Y ahí estaba este joven, un extraño a mis ojos
Rasgueando mi dolor con sus dedos (una vez) (vamos, vamos)
Cantando mi vida con sus palabras (dos veces)
Matándome suavemente con su canción
El cielo estaba gris, pero el día era suave.
Uno de esos donde todo fluye sin esfuerzo.
La escuela, por una vez, no era un campo de batalla.
Incluso Kelly y Nico estaban más ocupados en ignorarse que en molestar a alguien.
Blurryface y Crybaby se sentaron juntos en el recreo.
Entre bocados de galletas y risas suaves, hablaban de cosas simples.
Cosas como si las nubes tienen sabor, si los pájaros alguna vez se sienten tristes, o por qué el aula de música siempre huele a polvo dulce.
—¿Querés venir a cenar a casa hoy? —preguntó Blurryface, sin levantar mucho la voz.
—¿Otra vez? —dijo Crybaby, arqueando una ceja con tono burlón.
—Sí… pero esta vez no te doy galletitas vencidas. Hago fideos con manteca y tal vez unos nuggets.
—Eso suena peligrosamente sofisticado. Estoy dentro.
La casa de Blurryface, de noche, era distinta.
Oscura pero cálida.
Pocas luces encendidas, y un disco de jazz girando en el fondo.
Crybaby se sentó en el sillón con las piernas cruzadas, mientras Blurryface llevaba la olla como si cargara un tesoro.
—Me gusta tu casa —dijo ella.
—Es un desastre ordenado. Como yo.
—Eso explica muchas cosas.
Comieron directamente del mismo plato, como buenos amigos, sin formalidades.
Y luego, se quedaron en silencio, mirando una película vieja en blanco y negro que Blurryface encontró.
Se escuchaba una canción suave.
Un piano acariciando el aire.
Una voz femenina que cantaba:
“Killing me softly with his song...”
Crybaby lo miró.
No con enamoramiento.
Sino con ternura.
Como si viera una estrella vieja a punto de estallar en belleza.
—¿Por qué siempre estás tan triste en los ojos, Blur?
—No sé… Tal vez porque siempre escucho canciones tristes, hasta cuando me siento bien.
—Eso no está mal. Yo también soy así.
En un momento, se quedaron tan quietos que el único sonido era el del reproductor de DVD zumbando.
—Gracias por invitarme —susurró Crybaby.
—Gracias por venir.
No hubo abrazos.
Ni manos entrelazadas.
Ni confesiones amorosas.
Solo dos almas heridas compartiendo silencio, fideos con nuggets, y una canción que los mataba suavemente…
pero también los hacía sentir vivos.
En la ventana, desde la calle, Spooky Jim los observaba desde lejos con binoculares de juguete.
—Les dije que no eran novios —le murmuró a Elita, que mascaba chicle con indiferencia.
—Shhh… el próximo capítulo seguro nos da más info —dijo Gerard, tomando nota en una libreta titulada “Archivo: Cry+Blur (solo amistad?)”.
La noche siguió su curso como si estuviera escrita en tinta dorada.
Después de cenar, Crybaby ayudó a guardar los platos mientras Blurryface sacaba una tarta de chocolate que parecía olvidada en la heladera.
—La hizo mi mamá antes de irse. Dijo que era para mí, pero no creo que le moleste compartirla —comentó, sirviendo dos porciones grandes.
—¿Seguro? ¿Y si vuelve y me demanda?
—Sería la demanda más dulce del mundo.
Rieron.
La casa olía a cacao, a lluvia lejana y a juventud que intenta curarse.
Se sentaron juntos, envueltos en una frazada, y cambiaron de canal.
Una maratón de dibujos viejos capturó su atención.
Ese tipo de cosas que no necesitan explicación.
Se sentían niños otra vez, aunque ya no lo eran del todo.
—Mi mamá está en Berlín, en un congreso —murmuró Blurryface de pronto.
—¿Y no te sentís solo?
—Sí. Pero también me gusta este silencio. Porque… no está vacío. Estás vos.
Crybaby no respondió. Pero se quedó. Y eso fue suficiente.
Y entonces… empezó la tormenta.
Primero, una brisa fuerte.
Luego, truenos lejanos.
Después, un estallido en el cielo que hizo vibrar los vidrios.
—¿Siempre suena así? —preguntó Crybaby, acercándose un poco más.
—Solo cuando el cielo quiere contar secretos.
—¿Y entendés lo que dice?
—Todavía no. Pero quiero aprender.
Estaban por volver a poner play a una vieja peli de monstruos, cuando un golpeteo urgente en la ventana los hizo saltar.
—¿Qué fue eso? —preguntó Crybaby.
—Espero que no sea Nico con una motosierra —murmuró Blurryface, acercándose con cautela.
Y ahí estaba.
Empapado.
Con un piloto ridículo de ositos.
Y binoculares colgando del cuello.
Spooky Jim.
—¡ABRAN, POR FAVOR! ¡ME AGARRÓ LA TORMENTA! ¡MI CASA QUEDÓ SIN LUZ! ¡Y JURARÍA QUE VI UN GATO HABLANDO EN LATÍN!
Crybaby estalló en risa.
Blurryface abrió la puerta sin pensarlo.
—Sos un desastre —le dijo Blurry.
—Lo sé. Por eso soy adorable —dijo Spooky, entrando como si viviera allí desde siempre.
Secaron al intruso con una toalla enorme. Le dieron una porción de tarta.
Y los tres se sentaron frente a la tele, encendiendo la consola de videojuegos.
—¿Mario Kart? —propuso Spooky.
—Solo si aceptás perder —dijo Crybaby, tomando el joystick.
—Yo manejo con los pies si hace falta —añadió Blurryface.
La tormenta se volvió una música de fondo.
La electricidad seguía encendida, el postre estaba casi terminado, y la pantalla se llenaba de colores y risas.
Por un rato, todo el dolor y todo el pasado quedaron lejos.
Eran solo ellos. Jugando. Riéndose.
Viviendo.
La tormenta pasó como una promesa rota.
Y con los primeros rayos de sol filtrándose por las persianas, Blurryface abrió un ojo y encontró a Spooky roncando con la boca abierta, abrazando un almohadón como si fuera una guitarra.
Crybaby aún dormía, encogida como una gata en el sillón.
El televisor titilaba en silencio.
Todo era paz.
Blurryface se levantó sin hacer ruido, preparó tostadas y café.
No tenía muchas habilidades culinarias, pero ese desayuno improvisado sabía a hogar.
—¿Qué hora es? —balbuceó Crybaby, con el pelo hecho un desastre.
—Hora de escapar —dijo Spooky, que Desperto y se coloco una gafas de sol puestas al revés.
—¿Escapar de qué?
—De la rutina. De los deberes. Del sistema.
—Del aburrimiento —añadió Blurryface con una sonrisa que no le salía hace tiempo.
Salieron juntos, con mochilas livianas y sin plan.
Tomaron un colectivo a cualquier parte.
Terminaron en una feria al aire libre, probando cosas que no sabían pronunciar y sacándose fotos ridículas con filtros de arco iris.
Crybaby compró unos prendedores extraños.
Blurryface encontró un libro viejo sobre estrellas.
Spooky se encaprichó con un muñequito de goma que decía “apretame si estás triste” y lo bautizó "Doctor Presión".
—Este día es perfecto —dijo Crybaby.
—Porque no es eterno —contestó Blurryface.
—Pero podemos repetirlo —remató Spooky, dando vueltas con los brazos abiertos, haciendo reír a todos.
Volvieron a casa al atardecer. Cansados, pero bien.
Había algo diferente en ellos.
No más felices, ni más fuertes. Pero sí… más cerca.
Lunes. Escuela.
Los pasillos llenos, las mochilas pesadas, los profesores hablando de cosas que a veces dolían más que ayudaban.
Kelly y Nico los observaron desde lejos, como quien mira una fogata y no entiende por qué no se quema.
Pero esta vez, ni los chismes ni las miradas torcidas lograban quebrar esa burbuja suave que se habían creado.
Entre clases, Crybaby y Blurryface compartían auriculares.
Spooky se metía en conversaciones que no le correspondían solo para incomodar a profesores muy serios.
Y Gerard, Elita, Billie y Jazmín los seguían como si fueran parte de una banda sin nombre.
Había problemas, claro.
Pero también había equipo.
Y eso ya era mucho.
Chapter 39: capitulo 39 - Stars
Summary:
Otro paseo nocturna. Se cuelan en un planetario abandonado.
Chapter Text
Espera un momento,
No ves que yo
Quiero caer de las estrellas
Directamente a tus brazos,
Yo te siento, espero que lo comprendas
A veces, los días no empiezan con el sol, sino con el silencio.
Y esa mañana, Blurryface se despertó con la sensación extraña de que algo estaba por cambiar… aunque no sabía qué.
No había pesadillas. Tampoco mensajes de odio en su celular.
Solo una brisa entrando por la ventana, moviendo suavemente las cortinas.
El mundo parecía suspendido.
Crybaby, mientras tanto, caminaba rumbo a la escuela con auriculares puestos y una sonrisa en los ojos. La canción de su playlist decía que había estrellas en el cielo para los que soñaban… y por primera vez en semanas, le creyó.
En la escuela
Spooky Jim había llegado tarde y con una manzana mordida en la mano.
—¿Sabían que las manzanas son clones? Todas vienen del mismo árbol de hace siglos —dijo, como si estuviera revelando el secreto de la vida.
—¿Y eso qué tiene que ver con la clase de matemáticas? —preguntó Gerard desde su banco, cubriéndose los oídos con auriculares.
—Nada. Pero igual es importante.
—Eso es muy vos —comentó Elita, riéndose.
Blurryface y Crybaby se reencontraron en el recreo, bajo el árbol grande del patio, ese que parecía escuchar sin juzgar.
—¿Dormiste bien? —preguntó ella.
—Sí. Soñé con vos.
—¿Ah, sí?
—Estabas en una nave espacial. Y yo también. Pero vos sabías manejarla.
—Eso tiene sentido —dijo Crybaby, riéndose—. Siempre me imaginé piloteando mi propia nave.
Se quedaron un rato callados. Sin incomodidad. Como si sus pensamientos bailaran al mismo ritmo.
—¿Sabés qué pienso a veces? —dijo Blurryface.
—¿Qué?
—Que si las estrellas están ahí desde siempre, quizá nuestras cosas feas no duren tanto como creemos.
Crybaby lo miró con dulzura.
No le respondió. Pero le dio un toque suave en el hombro. El tipo de gesto que lo mantenía con los pies en la Tierra, sin apagarle el alma.
Más tarde, en el salón de música…
Mientras otros afinaban instrumentos o hacían ruido con sillas, Blurryface se acercó al viejo piano. Uno de madera oscura, lleno de polvo y secretos.
Crybaby lo seguía sin decir nada.
Se sentó a su lado, como en un acto reflejo.
—¿Te acordás la melodía que hiciste el otro día? —preguntó ella.
—¿Cuál?
—Esa que parecía triste pero no lo era del todo.
—Ah. Esa.
—¿La podés tocar de nuevo?
Blurryface dudó, pero accedió.
Sus dedos tocaron notas suaves.
Un arpegio que parecía flotar.
Y, como si lo supiera de antemano, Crybaby cantó encima. Solo un verso inventado. Pero fue mágico.
No había público.
No había celular grabando.
Solo ellos dos y ese momento irrepetible.
Spooky apareció de la nada, con una flauta desafinada en la mano.
—¿Interrumpo algo?
—Siempre —dijeron ambos, al mismo tiempo.
Y se rieron.
De noche
Cada uno volvió a su casa.
Crybaby se sentó en su cama, mirando por la ventana.
Blurryface subió a la terraza con una manta.
El cielo estaba lleno de estrellas.
Brillaban, como si quisieran decir algo.
Ninguno de los dos sabía explicar lo que sentían.
No era amor.
No era amistad simple.
Era algo que se tejía con silencios, risas compartidas y la certeza de que, incluso cuando todo se derrumba… alguien está ahí.
La noche tenía algo especial.
Crybaby no podía quedarse quieta en su cama. Había una energía extraña en el aire… no peligrosa, sino como una llamada suave a salir.
Y Blurryface, desde la terraza, sentía lo mismo. Como si la Luna lo observara con curiosidad.
Le escribió un mensaje corto:
Blurry: "¿Tenés ganas de caminar un rato?"
Crybaby: "Sí. No puedo dormir."
Blurry: "Paso por vos."
Se encontraron en la esquina de siempre. Ella llevaba una linterna pequeña colgando de su mochila. Él, una botella de jugo de arándanos y una manta enrollada bajo el brazo.
—¿Y ahora? —preguntó Crybaby.
—Quiero mostrarte algo. Pero no sé si lo encontraremos.
—Entonces, perfecto.
Caminaron en silencio por un sendero poco transitado, entre árboles susurrantes. La ciudad quedaba lejos. Solo los grillos, sus pasos y la linterna guiaban el camino.
—¿Te das cuenta de que estamos caminando hacia lo desconocido, como en una película? —dijo Crybaby.
—Sí. Pero con vos, no me da miedo.
Después de veinte minutos, el bosque se abrió en un claro. Y allí, escondido entre la maleza y los recuerdos, estaba el lugar.
Un planetario abandonado.
La cúpula metálica sobresalía entre ramas secas, como un ovni dormido.
—¿Qué es esto? —preguntó Crybaby, con los ojos enormes.
—Lo encontré con Spooky Jim una vez. Estábamos jugando a escondernos. Nunca se lo conté a nadie.
—¿Y por qué a mí sí?
—Porque… porque con vos siento que no hay que esconder cosas lindas.
Ella no respondió. Solo avanzó hacia la puerta.
Estaba entreabierta. Crujió suavemente al empujarla.
El interior olía a polvo viejo y a papel húmedo.
Había bancos de madera curva y una pantalla redonda, como una media esfera esperando a iluminarse.
El proyector central, aunque apagado y corroído, seguía en su lugar. Parecía una criatura del espacio varada en la Tierra.
—Es hermoso… —murmuró Crybaby, recorriendo el lugar con los dedos.
—Sí. Aunque está muerto.
Se sentaron en el suelo.
Blurryface desenrolló la manta y la extendió sobre la madera.
Abrieron la botella de jugo. Compartieron un alfajor que ella tenía guardado “por si acaso”.
—¿Qué creés que pasó acá? —preguntó Crybaby.
—Creo que, durante años, muchos chicos vinieron a mirar las estrellas sin salir del planeta.
—¿Y ahora?
—Ahora solo estamos nosotros.
Ella lo miró. Y le sonrió.
—Entonces estamos en el lugar correcto.
Momento de estrellas... sin estrellas
Aunque la cúpula ya no funcionaba, Blurryface sacó su celular y abrió una app de constelaciones.
Colocó el dispositivo sobre el proyector viejo.
La pantalla mostró el cielo del hemisferio sur, con estrellas digitales conectadas por líneas tenues.
—Mirá, esa es Orión —dijo él, señalando.
—Y esa debe ser… Andrómeda.
—Suena a nombre de superheroína.
—Quizá lo sea.
El corazón de la noche
Ambos se acostaron sobre la manta, con las cabezas juntas y los pies en direcciones opuestas.
Veían el techo oscuro del planetario como si fuera real.
Sus risas llenaban el espacio vacío.
Sus voces eran suaves, pero claras.
—¿Creés que estamos destinados a algo importante? —preguntó Blurryface.
—No lo sé. Pero si no lo estamos… al menos no estamos solos.
—¿Y eso basta?
—Hoy, sí.
Hubo un silencio largo. No incómodo, sino sagrado.
—Gracias por venir conmigo —dijo él.
—Gracias por llevarme —respondió ella.
La tormenta había pasado. El mundo dormía.
Y mientras tanto, en ese rincón olvidado del bosque, un planetario abandonado volvió a vivir, aunque fuera por una noche.
No hubo dramas.
No hubo monstruos.
Solo dos almas que, pese a todo, seguían encontrando belleza… incluso en lo roto.
Chapter 40: Capítulo 40 - Detention
Summary:
Otra pelea, está vez son atrapados. Blurryface está enojado y Crybaby se sigue defendiendo. Elita y Jim los ayuda a escaparse.
Chapter Text
No soy un mal tipo.
Así que no me trates mal si me siento triste, ¿de acuerdo?
Parecía un buen día. Otra vez los pasillos ardían.
Los murmullos se esparcían como pólvora y los ojos iban directo a Crybaby y Blurryface, como si supieran lo que iba a pasar. Como si lo esperaran.
Ellos ya lo sentían: algo estaba mal. Algo los estaba cazando.
Kelly estaba en la puerta del aula, afilando su sonrisa tanto como el cutter rosa pastel que giraba entre sus dedos.
Nico, apoyado contra la pared, sacó algo del bolsillo. Una navaja. Brilló apenas un segundo antes de esconderla otra vez.
Solo Crybaby y Blurryface lo vieron.
Solo ellos entendieron que venían a por ellos.
Otra vez.
Y esta vez, no tenían salida.
—¿Te vas a esconder atrás de él, muñeca rota? —escupió Kelly, bloqueando el paso de Crybaby.
—¿O vas a usar tus lagrimitas para salvarte? —añadió Nico con veneno.
Blurryface avanzó primero. No con violencia. Con mirada firme.
Pero entonces… el corte.
Rápido. Bajo. Preciso.
El cutter raspó la piel de Crybaby en la cintura. La navaja fue directo al brazo de Blurryface.
Blurryface reaccionó. Su sombra creció apenas. Un temblor en el piso.
El pasillo se oscureció un segundo. Solo uno.
Crybaby, herida, no gritó. Solo levantó una mano. Su llanto no brotó en lágrimas: brotó en un zumbido apenas audible.
Una vibración en el aire. Una presión en los oídos.
El grifo de una canilla cercana se rompió sin explicación.
—¿¡Qué…!? —gritó Nico.
Y entonces Blurry se movió. No con puños. No con gritos.
Con sombra. Con aire denso.
Un empujón invisible lanzó a Kelly contra la pared. El cutter cayó.
Nico tambaleó. Un casillero se cerró solo con su cabeza. La navaja también cayó.
Pero justo ahí llegó una profesora.
Justo ahí los atraparon.
Justo cuando se estaban defendiendo.
La detención
El aula vacía estaba teñida de gris. Las persianas cerradas.
La profesora de guardia no hablaba. Solo vigilaba.
Kelly tenía un pequeño chichón en la cabeza y Nico murmuraba excusas mientras se tocaba la sien.
Crybaby tenía un hilo de sangre seco en la cintura.
Blurryface no hablaba. Ni respiraba fuerte.
Pero nadie decía nada.
Hasta que Blurryface explotó.
—¡Esto es una mierda! —gritó, parándose de golpe—. ¡Nosotros nos defendimos! ¡Ellos nos atacaron!
—¡Sentate YA! —rugió la profesora.
Blurry no se sentó.
—¡Y vos! —le apuntó a Spooky Jim que espiaba desde una ventana —. Vos dijiste que ibas a estar ahí. ¡Vos dijiste que ibas a mirar! ¡¿Dónde estabas, Jim?!
Elita Observaba también desde afuera, apretó los labios. Spooky bajó la cabeza. Ellos se movieron enseguida.
Crybaby no se movió. Pero sus palabras cortaron más que cualquier navaja:
—¿De verdad estás enojado con los únicos que te están intentando cuidar? ¿Con tu mejor amigo? ¿Con ella? ¿Conmigo?
Blurry se quedó helado.
—Kelly te odia porque no sos como ella. Nico te odia porque le das miedo. Y vos… ¿vos odiás a los que te aman porque te asusta que te rompan de verdad?
—Cry… —susurró.
—Estoy cansada —siguió ella, firme—. De que siempre seamos los culpables por existir. Por no callarnos. Por tener algo distinto.
—Ellos… —balbuceó Blurry.
—Ellos no merecen que sigas rompiéndote por dentro para que los demás estén cómodos y tengan orgasmos del sufrimiento ajeno, incluyendo los profesores.
Silencio.
Silencio real.
Hasta la profesora dejó de respirar por un segundo.
Entonces, se oyó un click.
La puerta de detención se abrió desde afuera.
—Hora de irse, chicos —dijo Elita con una sonrisa tranquilamente psicópata, sosteniendo un pase firmado… falsificado.
Spooky Jim asomó por detrás.
—Cambio de planes de parte del director. Dijo que necesitan a estos dos para una “evaluación de contención emocional”.
La profesora no supo qué decir. Solo asintió.
La realidad es que se empezó a sentir mal que quería que Blurry y Cry se fueran.
Crybaby y Blurryface salieron.
No se miraron todavía.
Pero algo se había roto.
Y otra cosa… se estaba empezando a construir.
La oficina de enfermería olía a alcohol y carteles motivacionales impresos en mala resolución.
Una flor sin agua decoraba el escritorio. Y desde un rincón, una computadora vieja zumbaba como si se quejara.
Crybaby estaba sentada en la camilla de la derecha. Blurryface, en la de la izquierda.
Entre ellos, una enfermera con el uniforme más blanco que sus dientes.
Movimientos precisos, voz serena.
No era simpática. Pero amaba lo que hacía.
—No se puede andar por la vida como si el cuerpo fuera descartable —decía mientras limpiaba la herida de Crybaby con una gasa embebida en antiséptico—. Estas cosas dejan marcas. A veces más adentro que afuera.
Crybaby no respondía. Solo apretaba los labios.
Le ardía la piel. Pero no más que lo que ardía por dentro.
Blurryface la miraba de reojo. Como si quisiera hablar y no pudiera encontrar la puerta para hacerlo.
—¿Y vos? —preguntó la enfermera, girándose hacia él—. ¿Te vas a sacar la campera solo o tengo que hacerlo yo?
Blurryface bufó. Se la quitó de mala gana. Tenía un raspón en el costado del torso (algo que no vio), el brazo herido y el puño derecho amoratado.
La enfermera no preguntó cómo pasó. No hacía falta.
—Voy a tener que ponerles vendaje a los dos. Y después quiero que firmen el parte. Hay que dejar constancia —añadió con voz neutral, sin juicio, pero con ese tono seco de quien ya lo ha visto todo.
Mientras envolvía con cuidado la herida de Blurry, Crybaby rompió el silencio:
—¿Te vas a quedar callado para siempre?
Blurry no respondió.
—¿O vas a seguir enojado con el mundo hasta que te explote en la cara?
La enfermera levantó la vista. Los miró de reojo. Luego siguió trabajando.
—No estoy enojado con vos —murmuró él, al fin.
—¿No? Pues lo parecías.
—Estoy enojado conmigo —dijo Blurryface—. Porque no importa cuánto corra, siempre me alcanzan.
Crybaby lo miró de frente por primera vez desde la pelea.
—Eso es lo más tonto que te escuché decir. Y también lo más honesto.
La enfermera terminó de vendarlo. Le palmeó el hombro, sin ternura pero con una extraña calidez.
—Ya está. Aunque si siguen así, los voy a tener de pacientes fijos.
—¿No sería tan malo? —dijo Crybaby, sonriendo apenas—. Usted parece… buena.
—Soy aburrida —corrigió la enfermera—. Pero hago lo que tengo que hacer. Y a veces, eso salva.
Cuando salieron de la enfermería, el pasillo estaba vacío.
Elita los esperaba sentada en el piso, con una bolsita de caramelos.
Spooky Jim dormía con la cabeza apoyada en su mochila.
Todo parecía en pausa.
—¿Listos para su próxima aventura o quieren un recreo de 5 vidas? —bromeó Elita.
Blurryface miró a Crybaby.
Ella asintió, seria.
No estaban listos. Pero iban igual.
El timbre final de la tarde sonó como un disparo al cielo.
No fue liberación. Fue un aviso.
Se acabó el recreo del infierno.
Los pasillos se llenaron de mochilas, pasos rápidos y conversaciones a medias. Pero Crybaby y Blurryface se movían como si todo pasara en cámara lenta.
Elita los había dejado a mitad de camino, y Spooky Jim aún dormía en el pasto como si no hubiera pasado nada (Nota mental para él: Poner un cronograma cada vez que se enganchaba con un videojuego en la noche).
La realidad era que todos sabían lo que había pasado. Solo que preferían hacer de cuenta que no.
Blurryface se recostó contra la pared del fondo, apretando los vendajes de su brazo. Cerraba y abría los ojos como si estuviera peleando con una tormenta interna.
Fue entonces cuando John Cooper apareció desde el ala de los salones técnicos.
Silencioso. Firme. Como si hubiera estado buscándolo.
—Ey —dijo simplemente.
Blurry lo miró con ese fuego apagado que solo muestra cuando está al borde de romperse.
John no hizo preguntas.
Se acercó, le puso una mano en el hombro.
—No necesitás hablar. Pero tampoco necesitás explotar.
Blurry apretó los dientes. La garganta le dolía de tanto callarse.
John siguió hablando en voz baja:
—Te defendiste. Punto. Que los adultos sean ciegos no te hace culpable.
—Me odian —susurró Blurry.
—Solo porque no pueden entender —respondió John—. A veces, eso es una maldición también. Que no te puedan ni leer.
Blurryface bajó la cabeza. Y por primera vez en el día, respiró.
Mientras tanto, en la parte trasera de la escuela, Billie Eilish esperaba sentada sobre una mesa de cemento.
Cuando vio a Crybaby salir sola, se levantó, sin necesidad de llamarla.
—Vení. Te invito algo —dijo con esa voz suave, áspera pero cálida.
Cruzaron la calle hacia el kiosco de la esquina. Billie compró dos botellitas frías.
Una de agua. Una de té de durazno.
Se la dio sin decir palabra.
—¿Por qué sos tan buena conmigo? —preguntó Crybaby, sentándose en el cordón de la vereda.
—No lo soy —respondió Billie—. Solo sé lo que es estar rodeada de gente que quiere verte destruída.
Crybaby bebió en silencio. El frío le bajó por el pecho y la alivió más que cualquier palabra.
Billie se sentó a su lado y le dio un codazo con suavidad.
—Si hoy sobreviviste, mañana vas a incendiar todo.
Desde el otro lado del edificio, algo distinto pasaba.
Nico miraba a todos los que salían, nervioso.
Un par de prefectos lo seguían a distancia.
Él tiró su mochila a un costado, saltó una reja baja y escapó entre los árboles.
No era miedo lo que lo empujaba. Era otra cosa. Un plan. Un pánico mezclado con rabia.
Nadie lo siguió.
Nadie lo detuvo.
En cambio, Kelly sí fue alcanzada.
Salía por la puerta principal cuando Matt la tomó del brazo.
Fuerte.
Demasiado fuerte.
—¡Te dije que no fueras tan estúpida! —le gritó al oído.
Kelly lloraba. No gritaba. No respondía. Solo lloraba.
Y él la apretaba mientras caminaban hacia el estacionamiento.
Algunos alumnos miraron. Nadie dijo nada.
Crybaby los vio desde la vereda.
Y por primera vez, no sintió odio.
Sintió lástima.
Porque Kelly no estaba rota como ella.
Estaba encerrada.
Cuando el sol empezó a caer, la escuela quedó vacía.
Solo hojas de cuadernos sueltas, huellas, silencios.
Y un eco en el aire.
Algo se está rompiendo. Y no todo va a poder curarse con gasas y té.
Chapter 41: Capítulo 41 - Backslide
Summary:
Blurryface no tiene recuerdos de su infancia y no entiende como seguir adelante.
Chapter Text
No quiero volver al punto de partida.
No hay posibilidad de que vuelva a salir de esto.
Porque siento la atracción, el agua me cubre la cabeza.
Otra vez… esa sensación de querer avanzar pero ser arrastrado hacia atrás, de cargar con culpas viejas, con heridas que ni siquiera entendés, y de tener miedo a repetir lo que más odiás de vos mismo.
El lunes llegó como una piedra lanzada por la espalda.
Las rejas del colegio estaban más altas.
Las puertas, controladas.
Los alumnos ahora debían mostrar sus credenciales para entrar.
Un prefecto nuevo vigilaba los pasillos.
Un nuevo cartel en la entrada decía:
“Por una escuela segura, cuidarnos es cuidarte”.
Nadie lo dijo en voz alta, pero todos sabían por qué.
Por culpa de Kelly y Nico.
Y por culpa de lo que no pudieron evitar Blurryface y Crybaby.
Kelly caminaba por los pasillos con la cabeza baja.
Matt ya no la acompañaba.
Nadie la empujaba. Nadie le gritaba nada.
Pero el silencio que la rodeaba era más filoso que cualquier insulto.
Nico no apareció.
Dicen que se ausento del colegio por “razones de salud”.
Pero todos sabían que no era eso.
Él no había ido porque no podía estar ahí. No esta vez.
La escuela se sentía distinta.
No más peligrosa.
Más vacía.
Más contenida.
Como una olla a presión.
Blurryface no dijo una palabra en toda la mañana.
Sentado en la última fila, con la capucha puesta, miraba el pizarrón sin verlo.
Los profesores ya no lo regañaban. Ni lo obligaban a participar.
Él estaba…
ausente.
John le había dado espacio.
Spooky Jim intentó hacerle un chiste, pero no obtuvo más que una mirada perdida.
Crybaby le dejó una nota con un dibujo de un planeta con carita triste.
Él no la abrió.
Cuando sonó el timbre del segundo recreo, Blurryface desapareció.
Nadie supo cómo, pero terminó en el depósito de deportes.
Oscuro, polvoriento, cerrado con llave.
O al menos, eso pensaban.
Él encontró el modo de entrar.
Se sentó entre pelotas desinfladas y redes rotas.
Se abrazó las rodillas.
Y ahí empezó.
Primero fue el temblor en los dedos.
Después, la sensación de que algo lo perseguía desde adentro.
El pecho le dolía. La cabeza le ardía.
Y entonces, la voz.
Su voz.
Sus propios pensamientos hablándole como un eco enfermo:
—“No servís.”
—“Te odian.”
—“Todo lo que tocas se rompe.”
—“Nadie te quiso nunca.”
Y lo peor:
No podía recordar su infancia.
Había flashes: luces de colores, una puerta, alguien cantando una canción sin letra.
Pero nada claro.
¿Abuelos? ¿Padres? ¿Hermano?
¿La casa?
¿Los juguetes? ¿TV?
¿Quién era antes de todo este presente? ¿Por qué no podía recordarlo?
Se arañó los brazos sin pensar. Las vendas se mancharon.
Se paró.
Gritó.
Pero no salió sonido.
Backslide.
Volvía a caer.
Otra vez.
El depósito olía a madera húmeda y nostalgia vieja.
Una telaraña colgaba del aro de básquet roto, y el sol que entraba por una rendija polvosa le daba al lugar un aire de catedral olvidada.
Y ahí, entre sogas enrolladas y conos naranjas descoloridos, estaba Blurryface, con los brazos abrazando sus piernas y el rostro hundido en la capucha.
No escuchó la puerta abrirse.
No notó la sombra acercándose.
Hasta que una voz conocida rompió el encierro:
—Sabía que estarías en un lugar así —dijo Gerard, entrando con calma, como si ese lugar fuera un museo o una iglesia, no un galpón escolar.
Blurryface alzó la vista. Tenía los ojos rojos, la respiración cortada.
—¿Cómo me encontraste?
Gerard se sentó a su lado, sin tocarlo.
—No fue difícil. Sos como los superhéroes de los cómics que colecciono. Siempre vuelven a su escondite cuando el mundo aprieta demasiado.
Silencio.
Un silencio cómodo, por primera vez en horas.
—Antes… —dijo Blurryface, apenas audible— antes de venir a esta escuela… había un campanario.
—¿Un campanario?
—En la otra escuela. Vieja. Fea. Olía a tiza y encierro. Pero el campanario…
—…era tu lugar seguro —completó Gerard.
Blurry asintió, con los ojos clavados en el piso.
—Me subía cuando no quería estar en clases. Cuando no aguantaba el ruido, los gritos, las miradas. Nadie iba ahí. Nadie se animaba.
—¿Y ahora? —preguntó Gerard, suave.
—Ahora tengo esto. El depósito. Polvo y pelotas rotas. No es lo mismo. Pero es lo único que me queda.
Gerard lo miró de reojo. Le alcanzó un pañuelo con dibujos de Batman.
—Gracias —susurró Blurry.
Un minuto pasó. Dos.
Y entonces, como si se quebrara una compuerta muy vieja y muy frágil, Blurryface soltó lo que llevaba atado a las costillas:
—No me acuerdo de mi infancia. No sé si es por algo malo o porque mi cerebro lo borró a propósito. Tengo huecos. Espacios vacíos. Veo sombras en mis sueños. Voces. Pero no tengo recuerdos lindos.
—Eso duele —dijo Gerard, sin dramatismo—. Que tu propio pasado te sea un enemigo.
—Y encima… Crybaby.
—¿Qué pasa con ella?
Blurry lo miró. Y por fin habló en voz más clara:
—No la merezco. Me salvó mil veces y yo sigo fallando. Me odia. Y tiene razón.
—No, no tiene —replicó Gerard con firmeza—. Solo está dolida. Como vos.
—¿Y si la arrastro conmigo? ¿Y si soy yo el problema?
Gerard suspiró. Cerró los ojos un segundo, como quien elige bien sus palabras:
—Mi vieja se separó de mi viejo cuando yo tenía siete. Mi padrastro es un buen tipo. Pero no entiende nada. Me regaló una caña de pescar en mi cumple. Yo le pedí una remera de Iron Man.
—¿Y qué hiciste?
—Fui a visitar a mi abuela. Ella sí me escuchaba.
—¿La que murió?
Gerard asintió.
—Sí. Y cuando ella se fue… empecé a pasar más tiempo en mi cuarto. Dibujando. Leyendo. Callándome.
—¿Por qué me contás eso?
—Porque no estás solo en esto. Yo no soy vos. Pero tengo mis propios fuegos para apagar. Y aprendí que no se puede apagar un incendio abrazando gasolina.
—¿Y qué se hace entonces?
Gerard se inclinó hacia él, le tocó la manga del buzo.
—Te dejás ayudar. Aunque sea incómodo. Aunque dé miedo. Aunque te parezca que vas a romper al otro.
Blurryface tragó saliva. Los ojos le brillaban sin lágrimas. Pero el pecho se movía distinto. Más lento. Más humano.
—Siento que estoy… resbalando hacia atrás. Que cada vez que avanzo un paso, caigo dos.
—Eso es parte del viaje. Backslide. Como en las canciones.
—No quiero perderla, Gerard. A Crybaby.
—Entonces, cuando estés listo… hablale. No con excusas. Con verdad. Con miedo incluso. Pero hablale.
Blurry asintió. Y por primera vez, no parecía una promesa rota.
Se quedaron ahí un rato más. Sin decir nada.
Solo dos chicos entre pelotas viejas, polvo y verdades difíciles.
Gerard sacó de su mochila un cómic de Spider-Man.
—¿Sabías que Peter Parker falló su primer intento como héroe? Dejó escapar a un ladrón y ese mismo ladrón mató a su tío.
—Qué mierda —murmuró Blurry.
—Sí. Pero siguió. Porque entendió que la culpa no lo definía. Lo definía lo que hacía con ella.
Cuando salieron del depósito, el sol estaba bajando.
Y por primera vez en mucho tiempo, Blurryface sentía que, tal vez… solo tal vez…
podía aprender a caminar sin retroceder.
📱 Grupo de WhatsApp: "Los indecisos"
[Foto de grupo: un árbol en otoño con hojas cayendo]
21:17
Elita 🍄:
¿Alguien sabe si Blurry llegó bien a casa?
21:18
Gerard 🖤:
Sí. Lo acompañé hasta la esquina. No dijo mucho, pero me agradeció.
Se notaba cansado. Más mental que otra cosa.
21:18
Billie 🐸:
Qué bronca todo. Siento que no estamos pudiendo con esto.
Crybaby casi no hablaba hoy.
Y Blurry tenía los ojos como si no hubiera dormido en días.
21:19
Spooky Jim 🤡:
A mí me dijo que se sentía "como una radio desintonizada".
No sé qué quiso decir, pero me sonó feo.
21:19
John:
Significa que no se escucha ni a sí mismo.
Que todo le hace ruido.
Lo leí una vez.
21:20
Elita 🍄:
Crybaby está como apagada. La vi tomar agua mirando al vacío.
Y cuando le pregunté si estaba bien me sonrió...
de esas sonrisas de "no me preguntes más porque voy a llorar".
21:20
Billie 🐸:
Yo la invité a casa el finde.
Le dije que podíamos pintar las uñas o mirar pelis.
Dijo que sí, pero sin entusiasmo.
21:21
Spooky Jim 🤡:
¿Y si hacemos algo entre todos para levantarles el ánimo?
Sin plan, sin drama. Solo... algo tierno.
Como una carta anónima, o dejarles galletitas en la mochila.
21:21
Gerard 🖤:
Blurry no va a querer que lo vean vulnerable.
Pero si le dejo un cómic viejo en su casillero… quizás no diga nada, pero lo lea.
Y entienda que alguien lo ve.
21:22
John:
Cry necesita que la escuchen, aunque diga que no.
Y Blurry necesita parar, aunque diga que puede seguir.
21:23
Elita 🍄:
Entonces hagamos eso.
Estemos cerca.
Sin invadir, pero sin soltarles la mano.
21:24
Billie 🐸:
A veces contener es solo... estar.
A su ritmo.
21:25
Spooky Jim 🤡:
Prometo no ser demasiado payaso. Solo lo justo para sacar una sonrisa.
Y si no funciona, me disfrazo de empanada. 🤡🥟
21:26
Gerard 🖤:
Gracias por estar, en serio.
A veces uno se olvida que no tiene que poder con todo solo.
21:26
John:
No están solos.
Ni ellos… ni nosotros.
21:27
Elita
🍄 ha cambiado el nombre del grupo:
Los Indecisos (pero siempre presentes)
Más era mejor que cumpliera porque el mundo se estaba poniendo ordinario. Eso fue lo último que pensaron antes de dormir.
Chapter 42: Capítulo 42 - Redecorate
Summary:
Blurryface se quiere ir y casi lo logra.
Notes:
¡ADVERTENCIA!
Este capitulo tiene escena de intento de suicido. Por favor, se recomienda ser discreto. No se busca romantizar ni burlar de este tema. En tal caso, pase al siguiente capitulo, directamente.
Si estas pasando por un mal momento, lamento que te sientas así. Por favor considera buscar ayuda. Creame, la vida es díficil pero vale la pena vivirla. Busque a alguien que le sea de gran ayuda o comuniquese con un profesional que lo contenga y lo guie. Por favor, aguanta, te prometo que mejorarás.
Chapter Text
La ciudad tenía una estructura maravillosa, y alivió mis preocupaciones.
La noche no tenía luna. Solo nubes espesas que parecían pesadas como piedras sobre el mundo.
En el cuarto de Blurryface, el aire se sentía diferente. Como si ya no fuera suyo. Como si todo lo que lo rodeaba le perteneciera a otro: la cama, la ropa en el piso, los pósters en la pared, incluso el cuerpo en el espejo.
No había gritos.
No había lágrimas.
Solo un silencio que hablaba demasiado fuerte.
Estaba sentado en el suelo, la espalda contra la pared, las luces apagadas.
Del otro lado de la puerta, su madre discutía con alguien por teléfono. No podía entender nada.
Blurry ya no escuchaba.
No quería escuchar.
Tenía un cuaderno abierto en las piernas.
Dibujos. Garabatos. Frases sueltas.
Una de ellas decía:
“¿Y si me rediseño desde cero?”
Respiró hondo. Muy hondo.
Buscó algo en el cajón. Muchas de ellas.
Nada dramático.
No fue impulsivo. Fue frío.
Calculado.
Como si ya lo hubiese decidido hace rato.
Como si ya no le importara el después.
Intentó irse.
A su manera.
Pero falló.
Su cuerpo no lo siguió.
Su plan no funcionó.
La luz no se apagó.
No sabe si fue el destino, un error de cálculo o una voz interna que aún gritaba bajito.
Pero no logró irse. Apenas debilidad, las luces de colores jugando con sus ojos y naúseas.
Lo siguiente que recuerda es a Gerard golpeando la ventana con insistencia.
Saltando la reja del patio como un acróbata desprolijo.
Gritando su nombre.
—¡Blurry! ¡Blurryface! ¡Abrime! ¡No me hagas tirar la puerta, boludo!
Blurry apenas tuvo fuerzas para abrir.
Tenía la piel helada y los ojos como si hubiese llorado sin lágrimas. Los pasos iban tan descordinados.
Gerard no dijo nada.
Solo lo abrazó.
Fuerte.
Sin preguntas.
Sin reproches.
Como si supiera todo sin saber nada.
—¿Qué estabas haciendo, idiota? —murmuró con la voz entrecortada.
—Redecorando el fin. —susurró Blurry.
—Pero no me salió.
Gerard lo apretó más fuerte.
—Te juro por todo lo que amo que no voy a dejar que te desarmes solo. No ahora. No nunca.
Silencio.
—¿Te acordás cuando me hablaste del campanario viejo? —siguió Gerard.
—Ese lugar ya no está, Blurry. Pero ahora nos tenemos a nosotros. Y eso es mejor.
Blurry no dijo nada. Pero sus ojos hablaban.
Llenos.
Oscuros.
Con grietas.
Pero aún vivos.
Al día siguiente, no fue a clases.
Su madre no dijo nada, solo le dejó una taza de té tibio sobre la mesita.
Gerard volvió con un par de cómics envueltos en papel de diario.
Spooky le mandó un audio que decía:
—“Quiero que estés bien. No para mí. Para vos. Porque valés más que tus días malos. Te lo juro.”
Crybaby no sabía nada… aún.
Pero ya lo sentía.
Como si algo dentro suyo se estremeciera sin explicación.
Miró el cielo y deseó con todas sus fuerzas que su amigo estuviera respirando, aunque fuera entre suspiros.
📱 Grupo de WhatsApp: "Los indecisos"
Elita 🍄:
Blurry no vino hoy.
Pero Gerard lo vio. Dice que está… procesando.
Billie 🐸:
Lo que sea que esté sintiendo, que sepa que no está solo.
John:
A veces sobrevivir es una forma de rebeldía.
Spooky Jim 🤡:
Ojalá pudiera abrazarlo hasta que vuelva a creer en los abrazos.
Y así, Blurryface no se fue.
No todavía.
No sin una última canción que cantar.
No sin despedirse del todo.
Y tal vez, solo tal vez…
porque algo en él, aún quiere quedarse.
La casa estaba en silencio, apenas atravesada por los ruidos del tráfico lejano y algún que otro zorzal despistado.
Blurryface había pasado la noche en el sillón. No quería dormir en su habitación. Aún sentía que las paredes le hablaban.
Las ojeras bajo sus ojos eran profundas, y tenía la piel más pálida de lo habitual.
Pero estaba vivo.
Escuchó pasos.
Se tensó.
Creyó que su madre empezaría con su discurso de siempre: el colegio, las consecuencias, su "comportamiento errático".
Pero no.
Ella venía en pantuflas, con el cabello recogido de forma apresurada, y una taza de café humeante entre las manos.
—No vas a clase hoy, ¿no?
—No. —respondió él, sin mirarla.
—Tampoco yo. Me tomé licencia. Por unos días.
Blurry se quedó quieto.
Parpadeó lentamente.
¿Licencia? ¿Ella?
¿La doctora que se desvivía por su trabajo, que dormía en los pasillos del hospital, que vivía de guardia en guardia?
—¿Y eso?
—Porque no quiero perderte, hijo. —dijo ella.
La voz se le quebró apenas, pero lo suficiente.
Él alzó la vista.
Sus ojos se encontraron.
Ella se sentó en el borde del sillón, despacio, como si tuviera miedo de que se quebrara la escena.
—Sé que creés que no me importa. Que estoy ausente. Que no te veo. Y a veces, es verdad. A veces, estuve tan rota que no supe cómo ser mamá sin romperte a vos también.
Blurry sintió que el aire se volvía espeso.
—Yo pensé que me ibas a retar. O a internar. O algo.
—No, hijo. Lo que quiero es abrazarte. Y pedirte perdón.
Las lágrimas llegaron sin permiso. De ambos.
Ella lo abrazó con fuerza. Más fuerte que nunca.
—Estoy orgullosa de que hayas sobrevivido. A todo. A mí. A vos mismo.
—Estoy cansado, mamá.
—Entonces descansá. Yo voy a estar acá. Y quiero mejor conocer a tus amigos. A esa chica que te hace sonreír como nunca. Reecontrarme con Spooky Jim, que era un terremoto cuando era chiquito. A su mamá también… ¿sabías que fue mi amiga en la secundaria?
Blurry apenas pudo sonreír.
—¿Vas a intentarlo de verdad? ¿Estar en mi vida?
—Voy a hacer más que intentarlo. Voy a rediseñar todo. No solo vos necesitas redecorar. Yo también.
Se quedaron así.
Madre e hijo.
Con los ojos rojos, los brazos entrelazados y un silencio que ya no dolía.
Más tarde, la madre cocinó algo sencillo. Una sopa casera con trozos de pan.
Blurryface comió en la mesa por primera vez en semanas.
Y hasta aceptó mandarle un mensaje a Crybaby. Solo decía:
"Estoy acá. Lo intento. Vos también sos parte de lo que me hace quedarme."
Su madre, desde el umbral de la cocina, lo miraba sin decir nada.
Por primera vez, Blurryface sintió que tenía una aliada.
No una doctora.
No una figura lejana.
Una mamá.
Presente. Humana. Imperfecta. Real.
Spooky Jim no sabía si aparecerse así, sin aviso, sería buena idea. Pero la madre de Blurry, al recibirlo en la puerta, no solo lo abrazó, sino que lo invitó a pasar como si aún tuviera seis años y viniera con una cartulina bajo el brazo.
—¡Spooky! Sos igual a tu madre. —le dijo con una sonrisa cansada pero auténtica.
—¿En serio? ¿Incluso en el peinado desastroso y el drama constante?
—Exactamente.
Blurryface apareció desde el pasillo.
Apenas lo vio, sus ojos se iluminaron.
—¡Jim!
—¡Blurr! Estás vivo, ¡y tenés pantalones! ¡Eso es una mejora! —bromeó, chocándole el puño.
El abrazo fue instantáneo, sin palabras.
De esos que no preguntan nada pero contienen todo.
La madre de Blurry los dejó solos un rato, con la excusa de “revisar si la comida no se había vuelto radioactiva”.
Jim se acomodó en el sillón, cruzando las piernas.
Blurry lo miraba de reojo, sabiendo que algo le quería contar.
—Te traigo chismes. Pero... chismes de los pesados.
—Dale. Sorprendeme.
—Kelly... hizo chistes sobre lo tuyo. Sobre el intento. Frente a otros.
—¿Qué?
—Sí. Dijo algo como: "Seguro Blurry ni para eso sirve". Lo gracioso es que Cry estaba por ahí. Y... le prendió fuego el pelo. Literal. Con un encendedor.
Blurry abrió los ojos.
—¿Qué? ¿Está loca?
—No la castigaron. Al contrario. La profesora Carmela —¿te acordás? la de literatura— la protegió. Le dijo algo como: 'De todos modos, se lo merecía.' Así, sin filtro.
Hubo un momento de silencio.
Luego, ambos se rieron.
Rieron fuerte. Con esa risa rota, contenida, que arranca como una carcajada y termina en lágrimas que ya no duelen.
—La amo. —dijo Blurry.
—Todos la amamos. Pero admití que a veces da miedo.
—Sí, pero... también da luz.
Jim lo miró más serio.
—¿Estás bien? En serio. ¿O solo estás sobreviviendo?
Blurry lo pensó.
—Hoy... estoy bien. Hoy es suficiente.
—Eso alcanza.
Su madre volvió con chocolate caliente para ambos, y con un álbum de fotos que hacía mil años no tocaban.
Spooky vio una foto de ellos dos disfrazados de robots de cartón en primer grado.
—Dios... ese día metí la cabeza en un tacho de basura pensando que era parte del escenario.
—Y yo me tiré encima para rescatarte. Terminamos los dos con cáscaras de banana y olor a yogurt vencido.
Rieron otra vez.
La madre de Blurry los miraba con ternura.
Era el inicio de algo nuevo.
No perfecto.
Pero sincero.
Y por ahora, eso era suficiente.
Chapter 43: Capítulo 43 - Death
Summary:
Renacer, de enfrentar lo que nos hizo daño y emerger diferentes. Blurry vuelve, pero no es el mismo. Y Crybaby, con esa sabiduría inesperada, vuelve a ser ese faro raro pero cálido que siempre estuvo.
Chapter Text
Mi cuerpo ha muerto, pero sigo viva
Quince días después, Blurryface volvió a cruzar las puertas del colegio.
Nadie lo aplaudió. Nadie lo señaló. Nadie gritó su nombre.
Y, sin embargo, todo se sentía distinto.
Él estaba distinto.
El sol pegaba con fuerza sobre el patio.
Llevaba su buzo negro favorito, un cuaderno bajo el brazo, y esa mirada concentrada que nadie sabía si era de poeta o de amenaza latente.
La directora lo saludó con una leve inclinación de cabeza. Algunos profesores, con una mezcla de alivio y respeto.
En casa, las cosas también habían cambiado.
Su madre ya no llegaba pasada de las diez de la noche. Ahora trabajaba hasta las dos, y por la tarde cocinaba con música suave de fondo y preguntaba por sus amigos, por Spooky, por Cry.
A veces la veía mirar viejas fotos de ellos cuando eran más chicos, como intentando aprender lo que se había perdido.
Pero ese día, lo importante era el recreo.
La campana sonó. Y antes de que pudiera decidir adónde ir, la vio.
Crybaby, sentada sola sobre el bordecito del paredón, tomando un juguito de uva. El pelo más largo, las medias de corazones negros y una curita violeta en la rodilla.
Blurry se acercó en silencio.
Ella levantó la vista y le sonrió. No la sonrisa de “todo está bien”, sino la sonrisa de “te vi volver del infierno, y estoy feliz de que lo hayas hecho”.
—¿Me dejás sentar?
—No. Solo si me convidás de tu chocolate.
Él sacó un turrón de la mochila. Lo partió en dos.
—Trato.
Estuvieron unos segundos callados.
Miraban a los chicos jugar, correr, gritar.
—No pensé que ibas a volver.
—Yo tampoco.
—¿Y por qué volviste?
—Porque todavía no terminé lo que vine a hacer.
—¿Y qué viniste a hacer, Blurryface?
—No lo sé. Pero quiero averiguarlo.
Crybaby lo miró fijo.
—¿Sabés qué aprendí, después de todo este lío, los golpes, los fuegos, los gritos?
—¿Qué?
—Que nadie tiene la obligación de entendernos. Y está bien. Porque no vinimos al mundo para ser comprendidos. Vinimos a ser. Y estar.
—¿Estás filosofando de nuevo?
—Un poquito. Pero en serio: no dejes que nadie te diga qué sos o cuánto valés. La gente rota no siempre sabe amar, y eso no es tu culpa.
—¿Y si me vuelvo a romper?
—Entonces yo voy a estar ahí con pegamento. Aunque sea del escolar. Rosa y con brillantina.
Blurry sonrió. No con la boca. Con los ojos.
La miró como si por primera vez entendiera algo. Algo de verdad.
—Gracias, Cry.
—Gracias a vos por volver. Porque cuando alguien como vos se va, el mundo se vuelve un lugar mucho más aburrido.
El timbre los interrumpió.
Antes de irse, ella se giró y le dijo algo más, suave:
—Y no te mueras. Ya tenés una vida nueva. No la tires solo porque la anterior dolió.
Blurry se quedó quieto.
Y por primera vez en mucho, muchísimo tiempo, no sintió ni peso en el pecho, ni nudos en el estómago.
Solo calma.
Gerard y la sospecha silenciosa
Gerard Way no era de los que hablaban mucho en los pasillos.
Solía caminar escuchando música, dibujando en el borde de las carpetas, o simplemente observando.
Pero esa semana… algo le había hecho ruido.
Blurry no respondía los mensajes. No comentaba en los grupos. Ni siquiera abría los memes de Spooky.
Y cuando alguien como Blurryface desaparece… no es porque esté ocupado.
Fue al depósito viejo, ese donde sabían que solía ir cuando no quería estar en el mundo. No lo encontró ahí.
Pero sí lo encontró en un lugar mucho más silencioso.
En el techo del gimnasio, acostado, con la vista clavada en el cielo, como si esperara alguna señal.
Gerard no dijo nada al principio. Solo se sentó a su lado.
—¿Viniste a empujarme o a salvarme?
—Eso depende de si me vas a prestar tus auriculares o no.
Silencio. Largo. Cómodo, por raro que parezca.
—Escuchame... —dijo Gerard finalmente—. No hace falta que me expliques nada. Pero si te vas, me dejas solo con esta gente. Y yo no quiero eso.
—No sé si quiero estar. Pero no me fui, ¿viste? O sea, lo pensé. Lo intenté. Pero algo me frenó.
—¿Y sabés qué fue?
—No. Pero… ¿vos sabías que iba a pasar?
—No lo sabía. Pero lo sentí. Porque yo también estuve ahí.
Blurry lo miró de reojo.
Gerard no tenía que decir más. Sus ojos hablaban por él.
Habían sido dos sombras caminando por el mismo abismo, en distintos años.
Esa charla no salvó a Blurry por completo. Pero le recordó que no estaba solo.
Y, a veces, eso alcanza.
Kelly y las consecuencias no esperadas
El regreso de Kelly fue… silencioso.
Demasiado silencioso.
La escuela entera sabía lo que había dicho. Lo que había insinuado. Y lo que pasó después.
Las bromas sobre suicidios fallidos no eran graciosas. Y nadie —absolutamente nadie— se lo celebró esta vez.
Entró al aula con el pelo quemado y ahora recortado hasta los hombros. Una vincha de encaje intentaba tapar los restos del desastre.
Matt la acompañaba. Pero hasta él parecía incómodo.
Los profesores la miraban de reojo. Algunos con decepción.
Y lo peor fue la profesora González, la misma que una vez dijo que “algunas heridas no se ven, pero matan igual”.
Ese día, al verla entrar, solo murmuró con frialdad:
—No todo el mundo vuelve cuando cruza ciertos límites. Agradecé que vos sí.
Kelly no fue sancionada formalmente. Nadie la castigó por burlarse de Blurry.
Pero el desprecio era palpable. Frío. Constante.
Y cuando Crybaby pasó por al lado de ella en el recreo, con sus amigas, se giró y le lanzó una sola frase:
—Decí lo que quieras, Kelly. Pero hay fuegos que no se apagan con agua.
La profesora González, que pasaba cerca, la escuchó.
Solo se inclinó a su oído y murmuró:
—No te preocupes. Algunas personas se merecen incendios.
Kelly bajó la cabeza. Por primera vez en mucho tiempo, no tenía a quién manipular.
Y nadie la estaba mirando.
Cierre: luces de feria
Era sábado, y el cielo tenía ese tono lavanda que solo aparece en los días que prometen algo bueno.
La madre de Blurryface estaba frente a la puerta, con un gesto tímido pero firme.
Crybaby, vestida con una falda con estrellitas y una campera algo rota que Blurry adoraba, se mantenía en silencio, con las manos entrelazadas detrás de la espalda.
—¿Así que vos sos Cry? —dijo la mujer con una leve sonrisa, cruzando los brazos.
Cry asintió, esperando cualquier tipo de juicio.
Pero lo que recibió fue un abrazo.
—Gracias —le susurró la madre de Blurry—. Por no rendirte con él.
Crybaby no supo qué decir. Su voz se le trabó en la garganta.
—¿Y qué plan tienen hoy? —preguntó entonces, como si ese momento emocional no la hubiese hecho casi llorar.
—Pensábamos… no sé, dar una vuelta —respondió Blurry, encogiéndose de hombros.
La mujer sacó de su bolsillo un billete cuidadosamente doblado.
—Vayan a la feria. Jueguen. Coman porquerías. Ríanse. Hoy… no se preocupen por nada.
Los ojos de Blurry se abrieron como si no creyera lo que escuchaba.
—¿Y vos?
—Yo me quedo a mirar una película con una pizza y me duermo en el sillón. Confío en ustedes.
Y por primera vez en mucho tiempo, Blurryface se sintió libre y seguro al mismo tiempo.
La feria estaba encendida como un corazón latiendo a todo color.
Luces giratorias. Música de fondo. Olor a algodón de azúcar y pochoclo quemado.
Crybaby y Blurry caminaron entre juegos mecánicos y puestos de tiro al blanco, riéndose de cualquier cosa, compartiendo helado, chocando los hombros cada tanto sin decir nada más.
Subieron al carrusel. Nadie más estaba allí.
Blurry eligió un caballito negro. Crybaby, uno blanco.
—¿No estamos grandes para esto? —preguntó ella.
—Nos lo debemos. —respondió él, mirándola con una dulzura que no necesitaba palabras.
Y cuando el carrusel comenzó a girar, y la música antigua envolvió el momento como un sueño, se miraron.
Y se entendieron.
Porque estaban vivos.
Y estaban juntos.
Al bajar, pensaron que todo terminaría ahí. Pero no.
Spooky Jim los esperaba con una bolsa de churros en la mano, con Jazmín Bean colgando de su brazo como si fueran pareja desde siempre. Elita aparecía corriendo con dos vasos gigantes de gaseosa, y Billie Eilish los saludaba desde el puesto de tiro. Gerad, Adam y John peleaban por un balde de pochoclos.
—¡TARDE PERO LLEGAMOS! —gritó Spooky—. ¡Y VAMOS A COMER COMO CERDOS!
Todos se unieron, se abrazaron, se empujaron, rieron.
Y en esa noche llena de luces artificiales y emociones reales, el mundo fue un lugar seguro por unas horas.
Blurryface ya no era solo un chico que luchaba contra sus sombras.
Era parte de una constelación hermosa, imperfecta… pero verdadera.
Y a veces, eso es suficiente para empezar a sanar.
Chapter 44: Capítulo 44 - Put you records on
Summary:
Otro día más a la escuela. Solo que está vez se escapan y se van lejos.
Chapter Text
Dime tu canción favorita.
Anda, suéltate el pelo.
El lunes comenzó como cualquier otro.
Excepto por una cosa: Crybaby y Blurryface no cruzaron las puertas de la escuela.
—¿Listo? —preguntó Cry, mientras se abrochaba sus botas con medias rayadas por fuera.
—¿Para qué? —contestó Blurry con una sonrisa torcida—. ¿Para vivir un rato?
No dijeron nada más.
Se subieron a un colectivo cualquiera, sin destino exacto. Pagaron con monedas sueltas, se sentaron al fondo. Llevaban una mochila con dos botellas de agua, un par de alfajores, un cuaderno rayado, auriculares enredados… y nada más que tiempo.
El viaje fue tranquilo. Afuera, los árboles parecían bailar despacio, y el cielo estaba despejado como si les hiciera un favor.
Bajaron en una parada donde el pasto crecía alto, y un viejo molino oxidado decoraba el horizonte.
—¿Dónde estamos? —preguntó Blurry.
—No importa —respondió Cry, tomando su mano—. Estamos lejos. Eso basta.
Caminaron por un camino de tierra, esquivando piedras y cantando cualquier canción que les viniera a la cabeza. De fondo, “Put Your Records On” sonaba bajito desde un altavoz azul que Cry sacó de su mochila.
🎵 “Girl, put your records on, tell me your favorite song…”
Blurryface comenzó a tararear, al principio tímido.
Crybaby lo miró, sorprendida.
—¡¿Vos cantás?!
—No. Tarareo con dignidad.
—Es lo más adorable que vi hoy —respondió, entre carcajadas.
Encontraron un campo abierto con una manta abandonada sobre un tronco. Se sentaron ahí.
Y hablaron.
De todo.
De la infancia. De cosas que recordaban y cosas que no. De canciones tristes que los hacían felices. De comida favorita. De la vez que Crybaby casi muere ahogada en una fuente de chocolate (no fue tan dramático, pero ella lo cuenta así).
De los sueños raros de Blurry.
De cómo a veces todo duele sin motivo.
—A veces siento que soy un error que alguien imprimió por accidente —dijo él, acostado, mirando las nubes.
—Sos una obra de arte que el universo colgó en una galería equivocada —respondió ella, recostándose a su lado—. Pero te juro que vale la pena mirarte.
Blurry no respondió. Solo cerró los ojos.
Se sentía en paz.
Al atardecer, volvieron caminando hasta la parada. Se subieron a un colectivo vacío.
Esta vez, él apoyó la cabeza en su hombro.
Ella le pasó un auricular y, en sincronía, la canción volvió a sonar:
🎵 “You’re gonna find yourself somewhere… somehow.”
El mundo podía esperar.
La escuela podía esperar.
El drama, las heridas, las cicatrices…
Por un rato, todo quedó en pausa.
Y ellos, simplemente, fueron.
☀ ️ Mientras tanto…
(Inspirado por la tranquilidad de no estar bajo la mirada de nadie.)
La escuela siguió su curso como si todo estuviera bien.
Aunque, por primera vez en mucho tiempo, faltaban dos piezas importantes.
Y sin embargo… nadie preguntó nada.
Ningún profesor los nombró en lista. Ningún directivo levantó una ceja.
Crybaby y Blurryface eran fantasmas que habían decidido ausentarse, y el sistema simplemente no los vio.
🧪 En el laboratorio de ciencias:
Spooky Jim estaba haciendo explotar cosas que no debían explotar.
—¡Eso no era parte del experimento, James! —gritó una compañera, mientras el frasco burbujeaba en rosa flúor.
—No soy James, soy un genio incomprendido —respondió él, con gafas protectoras y una sonrisa de villano adorable.
Adam Gontier lo grababa con el celular, riéndose sin parar.
John Cooper miraba por la ventana, en silencio, con cara de "¿Dónde estarán esos dos?"
—Ojalá estén respirando aire puro —dijo de repente.
Gerard, desde la última fila, solo sonrió sin levantar la vista de su cuaderno.
Él sabía. Pero no diría nada.
🏀 En el patio:
Los Niners jugaban al básquet como siempre. Pero algo había cambiado.
—No está Blurry para molestarlo —murmuró uno.
—Ni Cry para prenderle fuego a Kelly —agregó otro.
Kelly estaba en una esquina, peinándose el nuevo flequillo disparejo.
A cada paso, alguien la miraba y se reía.
Pero no eran carcajadas.
Era esa risa silenciosa que dice: “te lo merecías”.
—¿Qué? ¿Ahora nadie se acuerda de lo que pasó? —preguntó ella a un grupo de chicas.
—Nos acordamos. Y también nos acordamos que hiciste chistes de mierda —le respondió una.
Nico, por su parte, no decía nada.
Solo evitaba todos los ojos.
Y por primera vez en su vida… se sentía minúsculo.
📚 En la biblioteca:
Elita Harvok, Billie Eilish y Jazmín Bean se sentaron en ronda, con libros de cuentos góticos, tarot y una caja de bombones.
—Hoy me siento fuera del tiempo —dijo Billie.
—Hoy no vinimos a pelear —respondió Elita—. Hoy vinimos a existir.
—Y a robar galletitas de la señora Gladys, que no está en su escritorio —agregó Jazmín, ya con dos en el bolsillo.
Reían. Pero con ese tono suave.
Como si algo bueno estuviera ocurriendo en alguna parte, aunque no supieran exactamente qué.
🌀 En los pasillos:
Un papel pegado al casillero decía:
"Hoy es un buen día para no romperse."
Nadie sabía quién lo había escrito.
Nadie se atrevía a sacarlo.
Y aunque los profesores seguían dando clases,
y aunque el timbre sonaba como siempre,
y aunque todo parecía “normal”…
El día tenía una calma especial.
Como si la escuela entendiera —aunque no pudiera decirlo—
que dos chicos importantes habían desaparecido por un rato,
para volver siendo aún más ellos mismos.
El sol ya caía, estirando las sombras del día en tonos anaranjados.
Era hora de volver a casa, pero algo no cerraba.
No para ellos.
Gerard, Spooky Jim, Elita, Billie, Adam, Jazmín y John estaban inquietos.
Habían terminado las clases, atravesado el día como si fuera un teatro sin libreto,
pero no podían ignorar la ausencia.
—¿Y si les pasó algo? —murmuró Billie, abrazando su mochila.
—Si les pasó algo, lo sabríamos —respondió Elita, aunque su voz tembló un poco.
—Vamos al parque. Es su lugar, ¿no? —dijo Gerard con seguridad.
Y allá fueron.
Caminando como un grupo desordenado de esperanza.
El parque estaba casi vacío.
Un viento suave levantaba hojas secas.
Los faroles recién se encendían.
Y entonces los vieron.
Blurryface y Crybaby estaban en una hamaca doble.
Lentos. Tranquilos. Sonriendo.
No decían nada.
Solo estaban.
Vivos. Presentes. Reconectados.
—¿Nos están jodiendo? —soltó Spooky, acercándose con el ceño fruncido.
Pero no había bronca. Solo alivio disfrazado.
Crybaby bajó de la hamaca y fue hacia ellos.
Blurry la siguió.
Nadie dijo nada por unos segundos.
Y entonces, como si nunca hubieran estado lejos, empezaron a charlar.
Charlas de cualquier cosa.
De cómo explotó el frasco de Spooky.
De lo feo que quedó el corte de Kelly.
De los dulces que Jazmín robó de la biblioteca.
De lo gracioso que fue ver a Nico mirar el suelo todo el día.
Y también… de lo bien que se sentía respirar.
No hubo reproches.
No hubo explicaciones.
Solo presencias. Afectos. Silencios que contenían más que mil palabras.
—¿Nos vamos? —preguntó Gerard, cuando el cielo ya estaba lila.
—Sí —respondieron ambos al mismo tiempo.
Y caminaron todos juntos, como si fueran una pandilla que no necesitaba nombre.
Una manada. Un refugio. Un hogar que se mueve.
Porque a veces basta con volver a verse para saber que todo sigue en pie.
Chapter 45: Capítulo 45 - kiss me until my lips fall off
Summary:
Crybaby sueña con un beso de amor.
Chapter Text
He pasado un millón de días
He tenido muchos días más oscuros
He intentado todo para bloquear el dolor
Pero parece perseguirme
De todas las maneras posibles
Ya pasaron tres días desde aquella tarde en el parque.
La escuela seguía siendo ese lugar gris con manchas de colores.
Pero Crybaby ya no flotaba sola en su mundo.
Ahora tenía a Blurryface.
Y tenerlo cerca era como caminar con música en los oídos.
No hacían nada especialmente romántico.
Solo hablaban, compartían caramelos raros que compraban en la feria,
hacían chistes estúpidos, se miraban como si fueran cómplices de un crimen silencioso.
Pero Cry estaba cambiando.
La noche la traicionaba.
Soñaba.
No sueños caóticos ni absurdos.
Eran… demasiado nítidos.
Tan nítidos que dolían.
Años 50.
Un vestido rojo de lunares.
Una bicicleta en un camino rural.
La radio sonando desde una ventana abierta.
Y él. Blurry. O alguien con sus ojos, su forma de moverse, de reírse con tristeza.
Siempre se encontraban en la estación de tren abandonada.
Y siempre, justo antes de que el sueño terminara,
se besaban.
Lento. Con desesperación.
Como si fuera la última vez.
Como si el mundo se acabara al contacto de sus bocas.
Crybaby se despertaba con los labios temblando.
¿Qué significaba todo eso?
¿Estaba loca? ¿O era una señal?
—Tal vez fue una vida pasada —le dijo Jazmín un recreo, mientras jugaban con una piedrita como si fuera un dado mágico.
—¿Vos creés en esas cosas?
—Yo creo que los lazos más intensos cruzan el tiempo. Como si el alma no se olvidara de a quién amó.
Cry se quedó callada.
¿Y si su alma sí recordaba?
¿Y si su corazón estaba gritando algo que ella aún no se animaba a decir?
Esa tarde fue diferente.
El cielo estaba cubierto, pero cálido.
Blurryface y Crybaby estaban sentados contra una pared en el patio, en silencio.
Él escribía algo en su cuaderno.
Ella solo lo observaba.
—¿Qué escribís? —preguntó ella, rompiendo el silencio.
Blurry cerró el cuaderno rápido.
—Nada. Tonterías. Letras de canciones que no existen.
Cry se rió bajito.
—¿Te puedo decir algo raro?
—Siempre.
Ella dudó.
—Últimamente estoy soñando… con otra vida. Donde vos y yo estábamos juntos. Pero no como ahora. Éramos… otra cosa. Más viejos. Pero jóvenes a la vez. Era como una película vieja, con colores raros y música triste de fondo.
Blurry la miró. Atento.
No sonrió. Tampoco se asustó.
—¿Y te gustaba ese sueño?
Crybaby lo miró directamente a los ojos.
—Me gustaba porque… vos me besabas antes de que todo se acabara.
Él se quedó quieto.
No dijo nada.
El viento pasó entre ellos como una pausa dramática.
Los dos sabían que ese momento significaba algo.
Pero nadie se declaró.
Ninguno se movió.
Solo compartieron el silencio como si fuera un secreto.
Esa noche, Crybaby se sentó en su cama, la luz apagada,
la cabeza llena de imágenes de labios, estaciones y radios viejas.
—¿Y si ya nos amamos antes? —susurró al aire.
A veces el amor no necesita palabras.
A veces se cuela entre los sueños, las canciones y los silencios.
Y a veces, solo a veces, espera el momento exacto para florecer.
Esa noche, después de cenar, los grupos de WhatsApp se activaron como hormigueros.
Pero uno en particular nació bajo la luna creciente, con nombre en clave:
🕯️“Las Embrujadas”🕯️
Miembros: Jazmín Bean, Elita Harvok, Billie Eilish.
Moderadora: Elita.
Prohibido reenviar. Prohibido pantallas. Prohibido varones.
(Y Crybaby no estaba invitada. No por maldad. Solo por protección).
💬 Jazmín: “Chicas, no puedo dejar de pensar en lo que contó Cry... lo de los sueños.”
💬 Billie: “Sí. Me dijo que anoche lloró sin saber por qué. Y que sentía un olor a humo de tren en su pieza. ¿Eso es normal??”
💬 Elita: “Eso no es casualidad. Les dije que Cry está en proceso de apertura dimensional.”
Un sticker gótico apareció.
Luego, otra tanda de mensajes cargados de simbolismo y teorías.
Elita Harvok no era solo una chica con delineador extremo y collares de obsidiana.
Era una verdadera creyente.
Leía cartas desde los 7 años, hablaba con su abuela muerta y afirmaba haber soñado su nacimiento antes de nacer.
Esa noche, mientras en su habitación ardía una vela negra y otra blanca, envió un audio de 2 minutos que dejó a sus amigas heladas:
🎙“Las almas se encarnan muchas veces. A veces volvemos como castigo, otras como oportunidad de completar algo que quedó roto. Las almas se reconocen entre sí. Por eso a veces conocés a alguien y sentís que ya lo querés. Lo de Cry no es un sueño. Es un recuerdo. Y si Blurry también lo siente… es porque fueron algo muy fuerte. En otra vida. Y ahora, les toca redescubrirse.”
Silencio.
Luego un montón de corazones negros, gifs de “brujas en acción” y emojis de ojo.
Billie fue la que rompió la calma.
💬 “¿Y si usamos la ouija para confirmar si están conectados de verdad?”
💬 Elita: “No. Con Cry no. Su energía está vulnerable. Puede abrir algo que no controle. Mejor nosotras solas.”
💬 Jazmín: “¿Y si averiguamos si sus almas están destinadas?”
💬 Elita: “Déjamelo a mí. Esta noche me comunico.”
Esa madrugada, en un rincón lleno de espejos rotos, cuarzos y cuadernos de sueños, Elita hizo lo suyo.
No invocó demonios.
Solo encendió un incienso, dejó que el péndulo girara y escribió en su libreta con letra firme:
“Crybaby & Blurryface.
Año: 1956.
Conexión confirmada.
Muerte trágica.
Reencuentro en esta vida.
Todavía no es tiempo. Pero lo será.
Ella lo besó primero. Él la lloró por años.
Ahora… el ciclo quiere cerrarse.”
A la mañana siguiente, Crybaby recibió un abrazo apretado de Billie y una mirada sabia de Elita, sin decir una palabra.
—¿Qué pasa? —preguntó Cry, medio confundida.
—Nada. Te ves… luminosa hoy —respondió Jazmín, con una sonrisa que guardaba secretos.
Crybaby no entendía nada.
Pero sí sentía algo nuevo:
Como si todo estuviera por cambiar.
Elita se había entrenado para esto.
No era la primera vez que entraba en los sueños ajenos, pero sí era la primera vez que lo hacía sin permiso.
Aquella noche, mientras los demás chicos dormian tras una larga jornada y los docentes debatían sobre huelgas y reformas, ella cerró los ojos, agarró el dije de obsidiana que llevaba al cuello y se concentró.
Entró.
Y allí estaba.
El suelo temblaba al ritmo del rock and roll.
Un disco de vinilo giraba mientras sonaban los primeros acordes de Chuck Berry o Little Richard.
Era un salón antiguo, con banderines de colores colgando del techo, como si alguien hubiese improvisado una fiesta en una vieja escuela rural.
Vestidos con faldas anchas, chaquetas de cuero y peinados brillantes, las parejas giraban y reían, mientras una joven de ojos grandes —Crybaby, en versión 1950— bailaba con un muchacho de sonrisa traviesa, pantalones arremangados y alma rebelde.
Blurryface, claro… o mejor dicho, su versión pasada.
Él hacía piruetas con ella. Ella reía, se dejaba llevar.
Estaban enamorados sin saberlo. O quizá lo sabían y no les importaba nada más.
Bailaban como si el mundo no existiera.
Pero sí existía.
Y estaba a punto de aplastarlos.
Elita caminó invisible entre los bailarines.
Nadie la veía. Nadie la escuchaba.
Solo podía observar.
Y entonces la vio aparecer:
Una mujer mayor, vestida de luto, con el rostro retorcido por el odio, cargando una escopeta oxidada en las manos.
—¡Pecadores! —gritó con una voz que parecía salida del infierno—. ¡Ella no se irá con un vago sin apellido!
Todos se detuvieron.
Blurry pasado abrazó a Crybaby pasada sin pensarlo dos veces.
—¡Corre! —le dijo.
Pero no corrió.
Se quedó. Con él. Hasta el final.
Primero sonó un disparo.
El cuerpo del chico cayó, cubriendo al de ella.
Luego, otro.
Y después, solo silencio.
Los testigos huyeron, los padres llegaron tarde, los gritos se perdieron en el eco de una tragedia que nadie se atrevió a contar jamás.
Pero Elita… ella vio algo más.
Lo último. Lo esencial.
Cry y Blurry, en sus últimos segundos, se tomaron la mano.
Con los labios partidos, el alma rota y el corazón sangrando, se prometieron volver.
—Nos vamos a encontrar —susurró ella.
—No importa cuándo ni dónde —respondió él.
—Ni cómo seamos…
—Ni si me olvidás…
—Ni si tengo otro nombre…
—Vamos a volver.
Y murieron.
Elita despertó de golpe, con los ojos empapados y el corazón latiendo como un tambor.
Sabía lo que tenía que hacer.
Tenía que ayudar a sus amigos a encontrarse otra vez. Por completo.
Esa historia no podía terminar así.
No esta vez.
Esa tarde, después de clases, el cielo tenía un color extraño. Como si alguien lo hubiese pintado con tiza azul y lo hubiese difuminado con lágrimas suaves.
Blurryface caminaba junto a Crybaby por el patio de tierra suelta.
Ella reía de algo sin sentido, como solía hacerlo, y él… bueno, él simplemente la miraba.
Esa risa ya no lo dejaba dormir del todo.
Y no era por miedo.
Era porque empezaba a soñar despierto.
Por dentro, algo le rugía:
Decile lo que sentís. Decile. Ya. Ahora.
Pero no lo hizo.
Solo sonrió.
Solo fue su amigo.
Por hoy.
—¿Nos vemos mañana? —preguntó ella, deteniéndose cerca de su puerta.
Él asintió, pero no dijo nada más.
Y cuando ella se fue, Blurryface se quedó unos minutos mirando el viento.
Mientras tanto, en otra parte del barrio, muy lejos del mundo de ellos dos…
En un cuarto rodeado de luces cálidas, vinilos viejos y olor a incienso, Elita se sentó sobre una manta estampada y miró a Billie y Jazmín Bean con seriedad.
—No es un invento, chicas —dijo, mientras el fuego de una vela titilaba justo entre las tres—. Yo estuve ahí.
—¿Dónde? —preguntó Billie, cruzada de brazos.
—En los sueños de Cry. O en su vida pasada. O en ambos. No sé bien.
—¿Y qué viste? —dijo Jazmín, ya sabiendo que venía algo trágico.
Elita tragó saliva.
—Los mataron. A los dos. En los años 50. Bailaban rock and roll. Estaban enamorados. Murieron protegiéndose.
—¿Y ahora se volvieron a encontrar? —susurró Billie.
—Sí —respondió Elita, con voz apenas audible—. Pero todavía no lo saben del todo.
El silencio se apoderó del cuarto.
Elita se recostó hacia atrás. Miró el techo. Cerró los ojos.
“El amor no muere. Solo cambia de forma.”
Y mientras tanto, en algún rincón del barrio, Blurryface no podía dejar de pensar en ella.
Ni en su risa.
Ni en sus labios.
Ni en esa sensación que tenía cada vez que estaba cerca.
Algo dentro de él lo susurraba.
Ya la conocías. Desde antes.
Chapter 46: Capítulo 46 - Tears in my heart
Summary:
Finalmente Blurryface se confiensa. Aunque el miedo vuelva a ganar.
Chapter Text
A veces tienes que sangrar
para saber que estás vivo
y tienes alma
pero se necesita que
alguien te ayude para mostrarte cómo
Habían pasado dos días desde aquella charla con Crybaby, desde que su risa quedó colgando en el viento como una canción atrapada en loop.
Blurryface no podía más.
Sentía…
…demasiado.
Pero no sabía qué hacer con todo eso.
Ya no era solo el sueño de un beso, ni la sensación de querer estar cerca.
Era una presión cálida en el pecho, como si algo estuviera por explotar.
Así que decidió hacer lo que cualquiera haría en su lugar: pedir ayuda.
Primero fue con Spooky Jim.
Estaban sentados en una vereda, comiendo gomitas ácidas compradas con el vuelto del colectivo.
El sol bajaba lento, como si espiara la conversación.
—¿Vos te acordás de cuando conociste a Debby? —preguntó Blurry, mirando al frente.
—¿Qué clase de pregunta es esa? ¡Obvio que sí! —Spooky rió y tiró una gomita al aire, atajándola con la boca—. Fue en una expo de cómics. Ella estaba disfrazada de princesa Leia, y yo… yo estaba vestido de Homero Simpson, no sé por qué.
Blurry sonrió, sin querer.
—¿Y cómo supiste que era ella? ¿Cómo supiste que estabas enamorado?
Spooky se encogió de hombros.
—No lo supe. Solo lo sentí. Como una canción que se te mete en el cuerpo y no se va. Y sí, duele. Pero es ese tipo de dolor que está bueno tener.
—¿Y qué hiciste?
—Fui y se lo dije. Estaba re nervioso, pero… el miedo no te puede ganar siempre.
Blurryface bajó la mirada. Guardó silencio.
Spooky lo miró de reojo, con media sonrisa.
—¿Es Crybaby, no?
Blurry no contestó, pero su cara habló por él.
Spooky suspiró.
—Tenés suerte, bro. No todos tienen a alguien que les haga sentir cosas. Aunque no sea correspondido… ya vale la pena sentirlo.
Más tarde, ya cuando el cielo tenía un color uva y la calle olía a lluvia que nunca cayó, Blurry fue a buscar a Elita Harvok.
Ella estaba sentada en el cordón de la vereda, con una libreta en la mano y auriculares gigantes colgando del cuello.
—¿Te molesto?
—Siempre —bromeó ella, sin levantar la vista—. ¿Qué pasa?
Él se sentó a su lado.
—Necesito consejo. Y vos sos la mejor amiga de Cry.
Elita se quedó en silencio un segundo. Bajó la libreta y lo miró, seria.
—¿Te enamoraste?
Él asintió con suavidad.
Ella no se burló, ni lo incomodó. Solo lo escuchó.
—¿Y qué te preocupa?
—No quiero arruinarlo. No quiero perder su amistad. Pero tampoco puedo seguir así. Me estoy desarmando de tanto sentir.
Elita lo observó unos segundos más. Después miró al cielo y dijo:
—Entonces, hacelo bien. No te apures. Pero tampoco te traiciones. A veces lo que más vale la pena es lo que más miedo nos da.
—¿Y si me dice que no?
—Entonces, al menos lo intentaste.
Él suspiró. El corazón le latía en la garganta.
—Gracias.
—De nada. Pero no esperes que te dé la respuesta exacta. Cada amor es un universo distinto.
Al día siguiente, Nico, con su actitud de siempre, lo esperó en la entrada de la escuela.
—¡Ey, Romeo frustrado! —gritó, con su grupito de risas enlatadas—. ¿Todavía no te animás a hablarle? ¿O necesitás una servilleta para las lágrimas?
Blurryface lo ignoró y siguió caminando.
Pero por dentro, le ardía.
Nico murmuró algo más. Algo tonto. Algo que solo decía alguien que nunca había sentido de verdad.
Y eso solo confirmó algo en Blurryface:
No quería parecerse a él. Nunca.
Mientras tanto, Crybaby caminaba por otro lado del patio, completamente ajena a todo esto.
O quizás no tanto.
Pero aún no era el momento… O tal vez sí.
La campana sonó como un disparo.
Un sonido metálico que no solo marcaba el final de las clases… también el fin de la duda.
Para Blurryface, era ahora o nunca.
El cielo estaba cubierto de nubes color lavanda, con rayos de sol colándose como tímidos secretos.
Los chicos salían del edificio en racimos, hablando, riendo, peleando por tonterías.
Pero él solo la vio a ella.
Crybaby caminaba despacio, con su mochila colgando de un solo hombro, tarareando algo que solo ella entendía.
El mundo alrededor se volvió borroso.
Todo ruido se convirtió en un zumbido apagado.
Y entonces, como si algo lo empujara por dentro, Blurryface caminó hacia ella.
—Cry… —dijo, apenas con voz.
Ella se detuvo, lo miró y sonrió.
—¿Qué pasa?
Él tragó saliva.
Tenía las manos sudadas, el corazón enloquecido.
—¿Podés…? ¿Podés quedarte un segundo?
Crybaby asintió con calma. Pero en su interior, algo también se le aceleró.
Blurry se acercó un poco más.
Y antes de pensar demasiado…
le tomó la mano y se lo acerco a su corazón.
—Yo… no sé cómo decir esto sin arruinarlo —empezó, sin mirarla a los ojos—. Pero no puedo seguir callándolo. Me gustas. Me gustas demasiado. Desde hace tiempo.
Y lo intento disimular, pero ya no me sale. Porque cuando estás cerca… todo es mejor. Hasta yo soy mejor. Contigo me siento cada vez más mejor.
Crybaby abrió los ojos un poco más.
No dijo nada todavía. Pero se le notaba el temblor leve en los labios.
Blurry apretó su mano un instante.
—Te amo, Cry. Te amo con todo esto que soy y lo que no entiendo de mí.
Y lo tenía que decir. Aunque no me quieras de vuelta. Aunque todo cambie después de esto.
Y entonces…
El silencio.
Crybaby respiró hondo, a punto de decir algo.
Pero Blurryface se soltó de golpe.
Sus ojos se llenaron de miedo, de ansiedad pura, como si acabara de romper una represa.
—Perdón —susurró, casi en pánico.
Y sin esperar respuesta…
salió corriendo.
Corrió como si pudiera escapar de lo que sentía.
Corrió sin rumbo.
Corrió hasta que sus pies no pudieron más.
Crybaby se quedó ahí, de pie, con el corazón latiendo tan fuerte como el de él.
Con la mano todavía caliente donde él la había tocado.
Y desde el edificio, observando todo a través de la ventana del segundo piso, el director lo había visto todo.
Incluso él se quedó sin palabras.
Nadie lo entendía.
Pero algo estaba pasando.
Algo muy grande.
—¡Hijo de la gran…! – se le escapo una mala palabra a Spooky. Gerard le dio una patada.
Chapter 47: Capítulo 47 - Training wheels
Summary:
Crybaby decide buscar a Blurryface porque ella tambien esta enamorada ¿Se viene primer beso?
Chapter Text
Las ruedas ni siquiera tocan el suelo.
Tengo miedo de quitármelas, pero están muy desgastadas.
Prometo que no te empujaré directo al suelo.
Si me prometes que las quitarás primero.
Crybaby se quedó parada, con los ojos clavados en el vacío que había dejado Blurryface al huir.
La gente a su alrededor seguía su camino como si nada, como si una confesión de amor no acabara de explotar en medio del mundo.
A su lado, alguien hizo un sonido gutural.
Se giró.
—Dios mío, ¿¡vieron eso!? —balbuceó Spooky Jim, llevándose las manos a la cara, rojo como un tomate—. Me va a costar años superar esto. AÑOS.
Estaba medio tirado sobre una banca, tapándose con su campera como si eso pudiera borrar la imagen de su mejor amigo huyendo como alma en pena después de confesar su amor.
Crybaby entrecerró los ojos.
—Spooky, no tengo tiempo para tus monólogos traumados —dijo firme, aunque su corazón latía con fuerza—. ¿A dónde iría Blurry?
Él la miró. Se encogió de hombros.
—Cuando éramos chicos... solíamos ir a pescar a un laguito que está como a veinte minutos en bici. Lo amaba porque “nadie más iba”. Y porque ahí escondimos revistas raras, pero eso es otra historia…
Crybaby no lo dejó terminar.
—Gerard tiene bici. Él me lleva — Recordó ella. Gerard asintió.
—Quédate acá por si vuelve —ordenó Gerard a Spooky, con una dulzura seca.
—¿Y si me secuestran? ¿Y si aparece las ganas de explotarme la vejiga? —dijo Spooky con un tono dramático.
Crybaby ya estaba alejándose.
—Te lo merecerías por no avisarme antes —gritó, sin detenerse.
Segundos después, Gerard la estaba esperando con su bicicleta customizada, con calaveras pegadas y una bocina ridículamente aguda.
—¿Estás segura? —preguntó él, mientras se acomodaba los guantes sin dedos.
Crybaby asintió.
—Sí. Tengo que hacerlo. Si no, me voy a arrepentir por el resto de mi vida... o de esta vida, o de la anterior, o lo que sea.
Y así partieron.
El viento soplaba suave mientras cruzaban calles secundarias, un atajo por el campo, y finalmente un sendero cubierto de árboles donde los rayos del sol caían entre las hojas como pequeñas bengalas doradas.
Llegaron.
Gerard frenó con elegancia forzada y la miró.
—Está allá... si sigue yendo al mismo lugar de siempre. ¿Querés que te espere?
Crybaby miró el lago.
El agua estaba quieta, serena. Y sí… ahí, en el borde, con las piernas dobladas sobre una roca grande, estaba él.
—No, gracias. Esto es solo mío.
Gerard hizo un saludo militar medio ridículo y se alejó silbando.
Crybaby caminó despacio.
Blurryface no la había escuchado.
Tenía los brazos apoyados sobre las rodillas, la cara hundida entre ellos. El viento le revolvía el pelo como si también intentara consolarlo.
—Blurry…
Él levantó la cabeza tan rápido que casi se cae de la piedra. Sus ojos se abrieron con pánico.
—¿¡Qué hacés acá!?
—Te estoy buscando, obvio —respondió Crybaby, con una sonrisa suave—. ¿Qué te pensás, que vas a confesarme todo eso y salir corriendo sin que diga nada?
Él tragó saliva. Se paró.
—Lo siento. Me puse nervioso. Pensé que… que si me decías que no… no lo iba a soportar.
Crybaby bajó la mirada.
—¿Y si te decía que sí?
Silencio.
Blurry la miró. Su expresión era un caos: sorpresa, miedo, esperanza.
—¿Qué?
Ella se acercó más. Se subió a la piedra con él, sentándose a su lado. Los pies colgaban apenas sobre el agua.
—No te voy a dar una respuesta rápida —dijo—. Pero te puedo dar esto: no me caí del mundo cuando lo dijiste.
No me asusté. No me alejé.
Estoy acá, ¿ves?
Él la miró como si no pudiera creer que era real.
Y por un momento, solo miraron el lago.
Sin presión.
Sin correr.
El agua reflejaba el cielo como un espejo. Y ellos dos eran apenas una escena más de ese paisaje que parecía de otra vida.
Tal vez… porque lo era.
El silencio se hizo cómplice entre Blurryface y Crybaby.
Las aguas tranquilas del lago reflejaban no solo el cielo, sino también ese momento suspendido en el tiempo.
Ella bajó la mirada un instante, y cuando la levantó, sus ojos se encontraron con los de él.
El miedo y la esperanza se mezclaban en esa mirada.
Sin más palabras, Blurryface dio un pequeño paso, acercándose.
Y luego, sin pensarlo más, rozó sus labios con los de Crybaby.
Fue un beso dulce y tembloroso, lleno de todo lo que habían callado por tanto tiempo.
Un beso que fue promesa, miedo y alivio a la vez.
Ese beso fue tan largo que no sabían cuanto tiempo paso ni les importo.
Se separaron apenas, sin soltar las manos, y sonrieron tímidos.
Sabían que ese beso era solo el principio.
Mientras tanto, en el grupo de WhatsApp “Los Indecisos”, Spooky Jim no paraba de quejarse.
💬 SpookyJim: “¿En serio? ¿¡El mismo Blurry que salió corriendo como loco despúes de confesarse a Cry? Esto es demasiado para mi corazón débil.”
💬 JazmínBean: “Spooky, cerrá la boca antes de que te la tape con cinta.”
💬 Gerard: “Ya basta, Spooky. Nadie quiere un drama emocional a esta hora.”
💬 Elita: “Que se calmen, que lo supere. O no.”
Y las risas llenaron el chat, dejando atrás las quejas.
Más lejos, en la oficina del director, la tarde caía lenta y melancólica.
Él miraba por la ventana, viendo cómo el sol teñía las calles de naranja y púrpura.
Recordaba su juventud, cuando el amor era más simple, aunque igual de intenso.
Recordaba a su esposa, su gran amor, a quien una enfermedad terminal le había robado demasiado pronto.
“En esos días, las promesas eran para toda la vida y el dolor era un huésped silencioso que se quedaba en el alma.
El amor no era un juego de espejos, ni un laberinto de dudas. Era claro, firme… aunque a veces, también frágil.
Estos chicos de ahora tienen su propio camino, su propia tormenta. Pero espero que aprendan que, a pesar de todo, el amor siempre vale la pena. Siempre.”
Con una última mirada hacia el cielo, se volvió a sus papeles, dejando que la nostalgia lo envolviera una vez más.
Y en aquella fotografía.
Chapter 48: Capítulo 48 - Creep
Summary:
Blurryface cuenta porque huye.
Chapter Text
Flotas como una pluma
En un mundo hermoso
Ojalá fuera especial
La tarde había caído.
La luz dorada se había extinguido como una vela rendida al viento.
Ahora, solo quedaban las farolas temblando en las veredas y el sonido de sus pasos sobre el asfalto frío.
Blurryface y Crybaby caminaban uno al lado del otro, sin hablar demasiado.
Ambos sabían que algo se estaba cocinando en el pecho de él.
No era culpa. No era arrepentimiento.
Era algo peor: vergüenza.
Llegaron a la casa de Blurry. La madre, como siempre, no estaba.
Y eso, por una vez, fue un alivio.
Crybaby se quitó los zapatos y se sentó en el borde de la cama, esperando a que él hablara cuando estuviera listo.
Blurryface no se sentó. Caminó por el cuarto como si el aire pesara. Como un abogado preparando una defensa.
—No es que no te quiera —empezó, y su voz se quebró enseguida—. Es justo lo contrario.
Crybaby no interrumpió.
—Yo... cuando era chico me hicieron creer que no merecía nada bueno. Que no era suficiente. Que siempre arruinaba algo.
Se abrazó los brazos como si tuviera frío.
—Mi mamá se pasaba la vida trabajando hasta llegar al exceso. Nunca estaba. Y cuando estaba papá… bueno, estaba para decirme que tenía que dejar de ser “tan sensible”. Que los hombres no lloran. Que deje de “hacerme el raro”.
Y mi hermano... él… ni siquiera tengo recuerdos suyos diciéndome algo especial. Se fue y eso fue todo.
Hizo una pausa.
—Así que cuando te vi, cuando empezamos a hablar... fue como... no sé, como si alguien hubiera prendido una luz.
Y eso me dio terror. Porque yo no sé qué hacer con algo tan bueno.
No sé cómo no arruinarlo.
Finalmente se sentó a su lado. No la miraba, solo miraba sus propias manos, como si temiera que ellas fueran las culpables.
—Entonces huyo. Siempre huyo. Porque siento que soy un monstruo. Que no merezco estar cerca de vos. Que... que te voy a arrastrar conmigo.
Y cuando… cuando te vi feliz… lo único que pensé fue: “Esto no me corresponde. Esto es demasiado lindo para mí.”
Crybaby lo escuchó en silencio, con un nudo en la garganta.
Y aunque su corazón dolía, también entendía.
Porque ella también había sentido eso alguna vez.
Esa sensación de ser "un bicho raro" en un mundo que no sabía cómo sostenerla.
Entonces, sin decir nada, tomó su mano.
No para convencerlo, no para callarlo.
Solo para que supiera que ella estaba ahí.
Que no iba a huir de él.
Blurryface al fin se dejó caer hacia atrás en la cama, cubriéndose los ojos con el antebrazo.
—No sé cómo se ama bien, Cry…
Ella se acostó a su lado, mirando el techo.
—Entonces aprendamos juntos. Despacio. Sin apuro.
Y en esa habitación que a veces parecía una cueva, pero que esa noche se sentía como un refugio, ambos quedaron en silencio.
Solo se escuchaba el latido de sus corazones.
Y, por primera vez, no tenían miedo.
El momento era tranquilo.
La habitación estaba en silencio, con Blurryface y Crybaby acostados uno al lado del otro.
Ninguno decía nada, pero no hacía falta.
A veces, el silencio también es amor.
Hasta que la puerta de entrada se abrió de golpe.
—¡Blurry, volvé a existir, por Dios! —gritó la madre desde abajo, entre bolsas del supermercado—. ¡Y bajá a ayudar, que me estoy rompiendo la espalda con tanta oferta!
El hechizo se rompió.
Blurry se sentó de un salto, mientras Crybaby reprimía una sonrisa.
Desde la escalera subieron los pasos acelerados de Spooky Jim, quien se asomo a la puerta.
—¡Blurry! ¡Cry! ¡Están vivos! —exclamó entrando sin permiso, con una mezcla de alivio y vergüenza por haber irrumpido.
—Sí, sí, estamos vivos —dijo Blurryface, ya de pie—. ¿Qué hacés con mi vieja?
—Me arrastró al súper con Gerard. Dijo que no podía dejarme solo porque tenía “cara de adolescente en crisis” —se encogió de hombros—. Y, bueno… tenía razón.
Los chicos fueron al living. Gerard también entró, visiblemente agotado con una bolsa de compras.
—No me pagan lo suficiente por pedalear por el romance ajeno —gruñó, tirándose a una silla como si hubiera corrido una maratón—. Crybaby me hizo ir hasta el lago. Hasta el lago. Estoy envejeciendo. Al menos la bicicleta esta a salvo en casa.
Y detrás de todos, apareció Elita.
Estaba temblando. Pero no de frío.
—¡Ay, Dios! ¡¿Qué pasó?! —preguntó con una mezcla de risa, llanto y ansiedad—. ¿Se dijeron lo que tenían que decir? ¿Se besaron? ¿Hicieron cosas de pareja como compartir una playlist o comerse un mismo alfajor?
Crybaby se sonrojó. Blurry también.
—Sí… —murmuró ella, bajando la mirada con una sonrisa tímida—. Nos besamos.
Elita chilló como si le hubieran dicho que iba a ver a su banda favorita en vivo.
Spooky Jim los miró, cruzado de brazos.
—Por fin, los indecisos dejaron de arruinarlo todo. Qué descanso para el grupo.
—Hablando del grupo… —dijo Gerard, mirando su celular—. Billie está preguntando si “ya hubo beso” y si “puede dormir tranquila o tiene que convocar una intervención de emergencia emocional”.
La madre de Blurry apareció en la puerta con dos bolsas colgando de los brazos.
—¿Alguien me va a ayudar o tengo que invocar una fuerza espiritual para que levanten el culo del sillón?
—Sí, sí, señora —Spooky salió corriendo.
Blurry miró a Crybaby.
Ella le devolvió la mirada.
El mundo estaba lleno de ruido, pero por dentro, seguían tranquilos.
Las cosas no estaban resueltas del todo.
Pero por primera vez, no tenían miedo de hablarlas.
Porque el amor, aunque torpe y con heridas, seguía siendo amor.
Y ahí estaban. Aprendiendo a no huir.
Juntos.
Chapter 49: Capítulo 49 - You don't own me
Summary:
Crybaby cuenta lo independiente que es y no le gustaría retroceder.
Chapter Text
Y no me digas qué hacer
Y no me digas qué decir
—¡Nadie se va sin cenar! —gritó la madre de Blurryface desde la cocina, mientras batía huevos con la fuerza de una tormenta.
—No es necesario, de verdad —intentó decir Gerard, ya medio de pie.
—Te sentás. Comés. Y después discutimos si necesitás postre o un terapeuta —dijo la mujer, sin dejar de revolver.
Gerard se sentó.
Crybaby miró a Blurryface, que parecía encogerse en su silla cada vez que su madre alzaba la voz.
Elita, mientras tanto, ya estaba ayudando a poner la mesa con la velocidad de alguien que sabía que resistirse era inútil.
Spooky Jim murmuraba bajito:
—Esto parece una sitcom donde todos están atrapados y nadie sabe cómo salir sin quedar mal con la audiencia.
Crybaby, sentada entre Blurry y una pila de servilletas, lo miró de reojo.
Él parecía feliz, pero también... tenso.
Como si no terminara de creer que todo estuviera bien.
Entonces, con voz suave pero clara, se acercó un poco.
—Blurry... quiero que sepas algo —empezó ella, mientras él levantaba la vista con una ceja arqueada.
—¿Pasa algo?
—No, nada malo. Pero… esto que tenemos, esto que estamos construyendo… no quiero que lo confundas con dependencia.
Blurry no dijo nada, pero sus hombros se tensaron apenas.
—A mí me gusta estar con vos, me hace bien. Pero también me hace bien ser yo, Crybaby. Y no quiero que cada vez que las cosas se pongan difíciles vos desaparezcas —continuó—. No me interesa un amor que solo existe cuando todo está perfecto. Quiero uno que se quede cuando hay silencio. Cuando hay dudas. Cuando hay miedo.
Él tragó saliva.
—No quiero controlarte —le dijo finalmente—. Pero… no sé… a veces siento que no te merezco. Que si me ves de verdad, vas a darte cuenta.
Crybaby tomó su mano debajo de la mesa. Fue sutil, fue cálido.
—Yo ya te vi. Desde hace rato. Y si estoy acá, es porque te elijo. Pero no me tengas como si me fueras a perder. No soy un objeto, ni una medalla por buen comportamiento. No quiero ser la razón por la que vos sanes.
Blurry bajó la mirada.
Luego la subió de nuevo.
Había una emoción rota en sus ojos.
Pero también, una pequeña luz que no tenía antes.
—Gracias —susurró—. Gracias por no dejar que me hunda.
Antes de que pudieran decir algo más, la madre gritó desde la cocina:
—¡El que no se sienta en cinco segundos no come ni postre ni se salva del sermón que tengo preparado!
Todos corrieron.
Incluso Blurry, que por primera vez en mucho tiempo, sonrió sin miedo.
La cena terminó entre risas, historias absurdas de Spooky Jim sobre cómo una vez confundió mayonesa con crema para el acné, y la madre de Blurryface que insistía en servir segundas porciones aunque nadie pudiera más.
—Ahora, a sus casas —dijo ella levantándose y recogiendo platos como una general después de una batalla ganada—. Vamos, vamos. Que no quiero padres enojados ni chicos dormidos mañana en clase.
—Podemos tomar el colectivo —dijo Gerard, adormilado.
—Mentira —respondió la mujer señalándolo con la cuchara—. A esta hora no hay uno que no venga lleno o tarde más de media hora. Van en el auto. Punto.
El vehículo blanco, antiguo pero impecable, esperaba frente a la casa. Elita se subió al asiento de acompañante, con un termo de té que la madre le había preparado “por si le bajaba la presión”.
Spooky Jim fue el primero en bajarse, con una reverencia teatral y un “Gracias, señora. Su comida es mejor que la del restaurante de mi papá”.
Gerard simplemente dijo:
—Gracias… de verdad.
Blurryface no tenía por qué ir, pero lo hizo. Se sentó en el asiento trasero junto a Crybaby, tranquilo. No como quien se esconde detrás de alguien, sino como quien se permite cuidar y dejarse cuidar.
Cuando fue el turno de Crybaby, él se bajó también.
—¿Querés que te acompañe hasta la puerta? —le preguntó.
—Siempre —respondió ella con una sonrisa.
La madre los miró desde el auto. Solo un segundo, con una mezcla de ternura y nostalgia.
Luego giró hacia Elita:
—¿Vos sabés que esos dos están destinados, no?
—Sí. Desde siempre —dijo Elita, casi en voz baja.
Mientras tanto, el grupo de WhatsApp “Los Indecisos” ardía:
🦇 Spooky Jim: ¡No puedo creer que al final se haya animado! ¿Qué clase de fanfic estamos viviendo?
💅 Jazmín: Alguien hágale una estatua a Crybaby, por favor.
💜 Billie: Esto no lo arregla ni terapia de grupo. Lo que sea que pasó fue ÉPICO.
🌙 Elita: Solo diré que el amor existe. Y que la cena estuvo deliciosa.
🎩 Gerard: Sigo digiriendo la tarta de manzana y las emociones.
En otro chat, mucho más ácido y lleno de ego herido:
🔥 Nico (en “Top Secret - Niners Only”):
JAJAJA no puedo creer que el emo tartamudo se haya confesado. Seguro que la piba le dio calabazas y se largó a llorar. ¿Alguien grabó eso? Quiero un gif para el grupo.
👑 Kelly:
Ni siquiera sé por qué siguen hablando de ese par de perdedores.
💀 Jason:
Porque no tienen otra cosa en sus vidas. Como siempre.
Pero lo que no sabían, era que el supuesto “perdedor” ahora caminaba con los hombros un poco más erguidos.
Y que la “piba” no había dicho que no.
Ni siquiera se le cruzó por la cabeza hacerlo.
Chapter 50: Capítulo 50 - Lo que siento
Summary:
Blurryface vuelve a declararse con una planta, galletas de chocolate y jugo de manzana.
Chapter Text
Soñando contigo cuando estoy solo
Cariño, no te tropieces, voy a casa
Patea conmigo, no me importa si el sol se ha ido
La mañana siguiente llegó tibia, con un sol que parecía saber algo que el resto del mundo no.
En la mochila de Blurryface había algo más que carpetas y lápices:
una pequeña maceta con rosas rojas,
galletas de chocolate caseras envueltas en servilleta con dibujos,
y una botella de jugo de manzana aún fría, recién comprada esa mañana.
Mientras caminaba al colegio, sentía que las piernas le temblaban. A ratos le daban ganas de volver, esconderse, o pedirle a Spooky Jim que lo hiciera por él. Pero no. Esta vez, no. Esta vez iba a hacerlo como se debe.
Crybaby estaba con Billie, Jazmín y Elita, sentadas en el patio de la escuela, como si fuera una escena ya escrita en el universo.
Blurryface se acercó despacio, con los cachetes colorados y los ojos clavados en sus propias manos.
—Esto es para vos —dijo, al fin, extendiéndole los regalos como quien entrega un tesoro sagrado—. Son rosas... no cortadas. Quiero que sigan vivas, como vos. Las galletas las hice con mis propias manos, pero el jugo... no sé hacer jugo —soltó una risa nerviosa.
Hubo un silencio que se llenó de calor. Crybaby lo miró largo, profundo, como quien intenta memorizar una canción que ama.
—Gracias —dijo al fin, y le tocó la mano suavemente—. Esto es lo más hermoso que alguien hizo por mí.
Los murmullos no tardaron en aparecer.
Nico, Jason y Kelly los vieron desde lejos y soltaron una carcajada forzada.
—¿Una planta? ¿En serio? —se burló Nico—. Qué nivel de perdedor, por favor.
Pero algo era diferente. Esta vez, nadie se rió con ellos. Al contrario: una pareja en una de las mesas aledañas dijo en voz baja “eso es lindo, ojalá me trajeran flores vivas”. Unos aplaudieron con timidez. Y hasta un profesor, que pasaba cerca, sonrió como quien recuerda su primer amor.
Blurryface no les presto atención. No tenía por qué.
Desde un banco cercano, Spooky Jim mandaba fotos a Debby por WhatsApp:
📸 una selfie suya guiñando un ojo,
📸 una foto borrosa de las galletas y la planta,
📸 un sticker que decía: “Si no me querés así, no me busques cuando esté haciendo galletas para vos”.
🧁 Spooky: ¿Viste esto? Es como una película de Netflix pero sin la parte aburrida.
💌 Debby: ¡Aaaaaaw! Llevás razón. Es lindo ver a Blurry así. ¿Y vos, cuándo me cocinás algo?
🧁 Spooky: Hoy a la noche, si no quemo la cocina. ¿Querés brownies o desastre de chocolate?
💌 Debby: Me gusta el caos dulce. Sorprendeme.
Mientras tanto, Crybaby mordía una de las galletas y se reía.
—Están un poco duras… pero deliciosas —dijo.
—Soy principiante —respondió él, ruborizado—. Pero voy a mejorar. Quiero hacerte muchas más.
Ella no respondió. No hacía falta.
Le alcanzó con mirar a sus ojos.
Y dejar que la maceta se quedara en su regazo el resto del día.
Cuando Blurryface y Crybaby entraron al aula, fue como cruzar un umbral invisible. No necesitaban decir nada: sus manos entrelazadas hablaban por sí solas.
Pero sus amigos no estaban dispuestos a dejar que eso pasara desapercibido.
¡Papelitos de colores empezaron a volar por el aire!
Había corazones recortados, estrellas mal dibujadas, y hasta un avioncito que decía “Por fin, idiotas” (firmado por Spooky Jim, claramente).
—¡Ya era hora! —gritó Billie, tirando confeti hecho con hojas de carpeta vieja.
—¡Esto merece celebración! ¡Y helado! —dijo Elita, mientras pegaba una notita en la mochila de Crybaby que decía “Team BlurryBaby 💖”.
Jazmín Bean simplemente aplaudía como si estuvieran en una boda, con los ojos brillando de emoción.
El profesor de biología entró justo en medio del caos.
Casi resbala con uno de los papelitos.
—¿¡Pero qué es todo este desorden!? —bramó al principio, alzando los brazos.
Silencio.
Todos se quedaron quietos.
El profesor se acomodó los anteojos, miró a la pareja, suspiró… y esbozó una sonrisa torcida.
—Bueno… supongo que el amor también es parte de la biología. Felicidades. Pero después me limpian todo esto, ¿eh?
Risas.
Pero no todo fue alegría.
Nico, desde el fondo del aula, lanzó con desdén:
—Uy sí, qué romántico. ¿Van a tener su luna de miel en el laboratorio de química?
Kelly, pegada a su lado, soltó una carcajada seca.
—Sí, y seguro sus hijos serán… igual de raritos.
Pero esta vez no hubo eco. Nadie se sumó a la burla.
—Kelly, callate. Nadie te pidió opinión —le espetó Jazmín sin siquiera mirarla.
—Y vos, Nico —agregó Spooky Jim—, estás celoso porque ni una planta te regalan.
Hasta el profesor levantó una ceja.
—Nico, si no tenés nada útil que aportar, te invito a enfocarte en la mitosis, que es más interesante que tus comentarios. Lo mismo para ti, Kelly.
Nico gruñó.
Kelly cruzó los brazos.
Y el aula volvió a llenarse de sonrisas, susurros y más papelitos.
Crybaby apoyó la cabeza en el hombro de Blurryface mientras sacaba sus cosas.
Él, con las mejillas encendidas pero el corazón liviano, le murmuró:
—¿Te gusta el jugo de manzana?
—Me encanta —respondió ella—. Pero me gusta más vos.
Y en ese momento, no existía mejor biología que la de dos corazones aprendiendo a latir juntos.
El rumor volaba por toda la escuela. Blurryface y Crybaby estaban juntos.
Y no, no era un chisme inventado por algún alumno aburrido: era verdad.
En los pasillos, en la fila del almuerzo, incluso en educación física… el tema flotaba como humo dulce.
—¿Supiste lo de Blurry? —decía una chica de segundo año.
—Sí. Y con Crybaby. Qué locura, ¿no?
—¡Ay, son adorables! —respondía otra.
—Me da igual —murmuró un chico apoyado contra su casillero—. Tengo que rendir historia, no tengo tiempo para el amor.
Las reacciones se dividían.
Algunos lo celebraban con emojis en los chats y dibujitos en los pizarrones.
Otros lo ignoraban como si fuera solo ruido de fondo.
Pero había dos verdades innegables que flotaban por encima de todo:
- Nadie quería reprobar materias ahora que se acercaban los exámenes.
- Los bullies habían perdido la voz por hoy.
Porque sí: los que siempre se reían, ahora no sabían cómo responder.
Kelly mascaba chicle con fastidio.
Nico pateaba piedritas por el patio.
Incluso Jason —ese que una vez se creyó listo para manipular a Crybaby— ahora la miraba desde lejos, sin atreverse a decir nada.
Porque todo lo que él había intentado derribar… ahora florecía.
Y era más fuerte que nunca.
Spooky Jim compartió en el chat:
Spooky: “Tuvimos a los bullies callados TODO EL DÍA. ¿Esto es un récord?”
Gerard: “Confirmado. Ni Jason dijo ni mu.”
Jazmín: “Deberíamos festejar. ¿Helado o invasión artística al pizarrón?”
Elita: “Ambas. Y después estudiar. No quiero quedarme en diciembre 🧠📚”
Crybaby se recostó en el banco del recreo, observando el cielo en silencio.
A su lado, Blurryface dibujaba con una lapicera sobre su cuaderno.
No necesitaban hablar.
El mundo se sentía más liviano, al menos por hoy.
Y aunque sabían que los días difíciles aún estaban por venir…
...por ahora, habían ganado una pequeña batalla.
Chapter 51: Capítulo 51 - Heathens
Summary:
Blurryface le advierte que él no es normal ni sus amigos tampoco.
Chapter Text
Todos mis amigos son paganos, tómatelo con calma.
Espera a que te pregunten a quién conoces.
Por favor, no hagas movimientos bruscos.
El aire estaba espeso, como si la tarde se hubiese detenido.
Blurryface y Crybaby caminaban por una calle vacía del barrio, donde solo el viento susurraba entre los árboles.
Él llevaba las manos en los bolsillos, con el ceño ligeramente fruncido.
Había algo que lo carcomía por dentro… desde hace días.
—Cry… —dijo, de pronto.
Ella lo miró, con una pequeña sonrisa.
—¿Qué pasa, Blurry?
Él hizo una pausa. Trató de sostener su mirada, pero le costaba.
—¿Estás segura… de que querés estar conmigo?
Crybaby arqueó una ceja.
—¿Cómo? ¿Que clase de pregunta es esa? ¡Ya te dije que si quiero estar contigo!
—Es solo que… —inspiró hondo—. Soy raro. Demasiado. Y vos… vos podrías estar con alguien más normal. Más… predecible.
Ella frunció el ceño, claramente confundida.
—¿A qué viene eso? ¿Porque dudas tanto?
—Yo… tengo cosas, Cry —continuó, bajando la mirada—. Cosas que ni yo entiendo. No me siento como los demás. A veces… es como si viviera entre sombras, como si una parte mía se separara y caminara por otro lado. Y sé que lo ves. Sé que sentís mis rarezas, mis vacíos.
Crybaby se quedó callada.
—¿Y eso te hace menos valioso? —preguntó ella.
Él tragó saliva. Dudó. Y entonces, cambió de tema… pero no demasiado.
—Y mis amigos. No somos el grupo más funcional del mundo.
Spooky Jim es un desastre. Lo quiero, lo amo como un hermano, pero pierde todo: deberes, llaves, hasta a sí mismo.
Gerard... vive en un mundo oscuro. Se aísla, escribe poemas que a veces ni entiendo, pero está lleno de luz, en su fondo. Solo que no sabe cómo mostrarla.
Blurryface se frotó la nuca, sin animarse a mirarla todavía.
—Adam… Adam tiene padres artistas. Se disocia. Se va… no con drogas, aunque todos lo crean. Él viaja en su cabeza. Necesita irse, como si su mente necesitara aire. A veces no lo encuentro ni cuando está frente a mí.
Y John… es creyente, pero no de esos pesados. Vive con su tío, que lo deja ser. Conoce la Biblia como si fuera su diario, pero no la usa para juzgar. Solo... para calmarse.
Finalmente, Blurryface levantó la vista.
—¿Y yo? Yo soy… yo soy un rompecabezas. Uno complicado. ¿Querés de verdad estar con todo eso?
Crybaby se detuvo. Lo miró fijo.
—¿Te pensás que yo soy tan simple?
Él entrecerró los ojos.
—Blurry —siguió ella—, yo también tengo cosas. Mi cabeza es un torbellino. Lloro por cosas que no entiendo. Veo cosas en sueños que a veces se hacen realidad. Hay días que me siento de otro planeta.
Y aún así…
…me gustas. Mucho. Demasiado.
El silencio se estiró unos segundos.
—No quiero que me preguntes si estoy segura. Preguntame si estoy feliz.
Blurryface, por primera vez en días, sonrió.
Pequeño. Inseguro. Pero real.
—¿Estás feliz?
Crybaby asintió con fuerza.
—Sí, Mucho.
Y siguieron caminando por esa calle vacía, como dos piezas raras que, por alguna razón, encajaban perfectamente.
La noche cayó más rápido de lo habitual, con ese cielo cubierto que no dejaba ver ni una estrella.
Blurryface, ya en su habitación, miraba el techo sin decir palabra.
La conversación con Crybaby seguía resonando como un eco bajo su piel.
No sabía cómo lidiar con tanta luz entrando en su vida.
No estaba acostumbrado a eso.
A que alguien se quedara.
De pronto, se levantó.
Fue hasta su estantería.
Sacó una caja pequeña, de esas que uno guarda para cosas importantes.
La abrió: había dentro dibujos mal doblados, letras que nunca envió, y un puñado de hojas sueltas que había arrancado de sus cuadernos con ideas inconclusas.
En una de ellas, había una línea que escribió hacía meses:
“Si algún día alguien decide quedarse… ¿qué hago? ¿Le cuento lo oscuro que es esto? ¿O me disfrazo?”
Blurryface se sentó con la hoja en las piernas.
—No me quiero disfrazar más —murmuró.
Como si sus palabras se mezclaran con la brisa que entraba por la ventana, algo cambió.
No era valentía, no del todo.
Era una pequeña paz…
…esa que aparece cuando alguien te acepta sin condiciones.
Mientras tanto, en el otro extremo de la casa, su madre lavaba los platos, distraída, tarareando una canción de los años ochenta.
Se detuvo un momento, como si presintiera algo.
Miró por la ventana con las manos mojadas.
—Hoy mi hijo dejó de esconderse un poquito —dijo para sí misma.
Y sonrió.
Porque lo supo.
En otro lado, Spooky Jim hacía una videollamada con Debby desde la tablet.
—Sí, Debs… ¡lo logró! Le habló. Así es como lo logró.
—¿Y después qué pasó? —preguntó ella, emocionada.
—Después… bueno, después tuvo una crisis y salió corriendo —dijo entre risas—, ¡pero igual funcionó!
Debby se tapó la cara riendo. Spooky apoyó la cabeza contra la almohada.
—¿Sabés? Me gustaría tener su valor.
—¿Para qué?
—Para hablar de lo que me pasa.
—Podés empezar ahora —susurró ella.
Y Jim se quedó callado.
Como si alguien acabara de prenderle una linterna adentro del pecho.
Mientras tanto…
En el grupo de chat de los Indecisos, las notificaciones no paraban:
🎉 SPJIM: Confirmado, el Blurry ya no está tan blurry
🎉 GERARD: 🖤 Amor verdadero confirmado.
🎉 ADAM: Estoy llorando mientras me disocio (modo artista ON)
🎉 JOHN: “Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto” (Colosenses 3:14) 😌
Y en el chat enemigo…
😈 NICO: Lo raro es que ahora está de novio. Pobre chica.
KELLY: Seguro lo obligó con brujería o algo.
😈 JASON: ¿Apostamos cuánto duran?
Pero sus palabras flotaban en el vacío.
Porque el mundo seguía girando.
Y el amor, cuando es real, tiene la extraña costumbre de silenciar hasta los ecos más molestos.
Chapter 52: Capítulo 52 - Mad Hatter
Summary:
Crybaby lleva a Blurryface a su mundo de fantasía, logrando convencerlo que él no es el único loco.
Notes:
¡PREPARENSE!
Porque aquí es donde el surrealismo va a pegar más fuerte. No digas que no avise. Si no confías en mi, podes saltearte al siguiente capítulo, saludos.
Chapter Text
Los normales me dan miedo.
Los locos me hacen sentir cuerdo.
El sábado despertó gris, con nubes pesadas como un disfraz incómodo.
Blurryface recibió un mensaje de Crybaby que parecía una invitación a un juego peligroso:
🎩 “Ven conmigo. Te voy a mostrar dónde viven los locos.”
Blurryface pensó que le mostraría un libro o simplemente le quiere enseñar algún mapa en los Sims4 o Minecraft.
Cuando él apareció, vio a Crybaby con un sombrero extraño, torcido, adornado con plumas negras y botones que parecían ojos observando.
Sonrió con esa mezcla de inocencia y malicia que siempre confundía a Blurry. Estaban en el jardín de la casa. Parados frente a un árbol muy grande y colorido.
—¿Preparado para perder el juicio? —preguntó, estirando la mano para que la tomara.
Él dudó un segundo. Luego, sin saber por qué, la siguió.
Se acercaron al árbol. Pero no un árbol común, sino un monstruo de raíces retorcidas que parecían dedos afilados.
Sus hojas susurraban secretos en un idioma que sonaba como risas quebradas.
Una puerta diminuta apareció, cubierta de polvo y telarañas de colores.
—Este es el pasaje al País de los Locos —dijo Crybaby con una sonrisa torcida—. ¿Quieres verlo?
Sin esperar respuesta, se agachó y se deslizó por el agujero, arrastrando a Blurry con ella.
Dentro, el mundo giraba de forma errática.
Las paredes eran un collage de espejos rotos, relojes derretidos y cartas de naipes flotantes.
Los colores brillaban, pero no tranquilizaban; más bien, hipnotizaban.
El suelo parecía de algodón de azúcar, dulce pero pegajoso.
—Bienvenido a mi mente —susurró Crybaby—. Aquí todo es una fiesta que nunca termina, pero también una trampa.
—¿Una fiesta? —preguntó Blurry, sus ojos enormes y asustados—. Esto es… loco.
—Sí, loco —repitió ella—. Pero es mi locura, y la comparto porque quiero que no te sientas solo.
El sitio era increíble. No parecia un país de la maravilla. De hecho, parecia arte hecho por una persona pasada en drogas.
“Al principio… pensé que estaba sola. Todo era silencio y eco. Como si el mundo hubiera olvidado que yo existía.
Las calles no eran calles. Eran pasillos eternos de escuela con lockers abiertos y fluorescentes parpadeando. Las puertas no llevaban a ningún lado, solo a versiones abandonadas de mi casa. O a supermercados vacíos donde todo está ordenado... pero nadie compra.
El cielo es como una tele vieja noventera. Como si alguien estuviera tratando de sintonizar el sol.
Y hay cosas… cosas que no sé si son personas. Flotantes. Silenciosas. Caminan como si buscaran algo que se les perdió hace siglos. Algunos tienen cabezas de reloj, otros llevan máscaras de bebé gigante y arrastran globos marchitos. No me hacen daño. Pero si los mirás demasiado… te muestran lo que soñaste cuando tenías fiebre.
Hay un bosque también. No tiene hojas, solo ramas blancas como huesos. Y las flores cantan, pero siempre fuera de tono. Hay un río que corre hacia arriba, lleno de espejos rotos. A veces escucho mi propia voz llamándome desde adentro. A veces veo objetos que ví de pequeña o lo vieron niños de otras generaciones.
¿Hay color? Sí, pero como los crayones derretidos que quedan en el auto al sol. Colores que ya no se acuerdan de cómo se llaman.
Y hay una criatura que me sigue desde lejos. Nunca la veo bien. A veces tiene la forma de mi sombra, otras de mi mamá cuando lloraba en el baño. Pero sé que no está acá para matarme. Solo para recordarme lo que no quise sentir.
Pero lo más raro… lo más raro es que me siento a salvo.
Como si ese mundo supiera lo rota que estoy, y aún así me dejara quedarme.”
Explicó ella.
Unas sombras con adornos preciosos bailaban con pasos torpes, cantando canciones que eran al mismo tiempo alegres y macabras.
Un conejo con ojos vidriosos les ofreció té que cambiaba de color.
—¿Ves? —dijo Crybaby mientras tomaban una taza—. No todo es oscuro, ni todo es luz. Es un caos hermoso, como nosotros.
Blurryface la miró, sin poder evitar sentir que, por primera vez, ese mundo alocado le hacía sentido.
Ella extendió la mano, invitándolo a bailar entre sombras que reían y lloraban al mismo tiempo.
—¿Sabés qué? —dijo ella—. Aquí, entre la locura y la magia, somos libres. No hay juicio, no hay miedo.
Él sonrió, y sus labios rozaron los de ella en un beso que era dulce, extraño, y perfecto.
Un beso que selló la promesa de no estar nunca más solos en sus rarezas.
Cuando regresaron al mundo real, el sol rompía tímidamente entre las nubes.
El árbol parecía solo un árbol, pero Blurry sabía que en su interior, seguía siendo la puerta a un lugar donde la locura era hermosa.
—¿Querés saber cómo apareció ese árbol? —preguntó ella, con una sonrisa medio traviesa, medio solemne.
Él asintió, curioso.
—No es un árbol común, Blurry.
—¿Y entonces?
—Es un regalo de alguien muy especial. No sé quién es. Se llama Lillith.
Blurry frunció el ceño.
—¿Lillith? ¿Como en la historia…?
—No lo sé —interrumpió Crybaby—. Pero quiero cree que es la misma.
Una rebelde que desafió las reglas y encontró su propia libertad.
Cuando estaba en el jardín de infantes, antes de llegar aquí, encontró ese lugar.
Plantó la semilla de ese árbol, que es un refugio para quienes sienten que no encajan en el mundo.
—¿Y ahora el árbol nos protege? —preguntó Blurry, admirando las hojas que aún brillaban tenuemente con el último sol del día.
—Exacto —dijo ella—. Y cuando quieras, siempre podés volver.
No importa lo locos que nos sintamos, siempre hay un lugar donde somos comprendidos.
Pasaron el fin de semana juntos, entre risas, juegos y silencios cómplices.
Descubrieron que la locura podía ser hermosa, que la amistad era un ancla y que el amor, aunque complicado, podía ser un faro.
Cuando llegó la noche del domingo, sentados en la ventana del cuarto de Blurry, mirando las luces de la ciudad titilar, Crybaby susurró:
—No importa lo extraño que sea el mundo. Mientras estemos juntos, somos invencibles.
Blurryface le sonrió, con una paz que no había sentido en mucho tiempo.
—Invencibles.
Y así, con el corazón un poco más ligero, se prepararon para enfrentar otra semana.
Porque sabían que, aunque el mundo fuera un lugar loco, ellos tenían su propio refugio.
Mientras Blurryface y Crybaby estaban envueltos en una paz mágica que solo se encuentra después de saberse aceptado desde el living con una película, alguien más observaba.
Desde una dimensión que no pertenece del todo al mundo real, ni del todo al mundo soñado, Lillith los miraba.
No era una visión cualquiera. Estaba sentada en un enorme sillón de terciopelo flotante, rodeada de espejos que no reflejaban su imagen, sino fragmentos de realidades posibles. Tenía un vestido largo color vino, cuernos delicados como ramas y los ojos llenos de siglos. En una mano sostenía un antifaz plateado; en la otra, un antiguo reloj de arena que parecía latir como un corazón.
—Bien hecho, Crybaby… —susurró con una media sonrisa, casi maternal.
Observó a Blurryface, aún inestable, aún lleno de dudas, pero avanzando. Ella también lo había elegido, aunque él no lo supiera. Las habilidades que ambos poseían… no eran casualidad. Eran necesarios.
Pero no eran los únicos.
—Pronto lo entenderán todo —murmuró.
Se puso de pie. Caminó entre brumas danzantes hacia un portal con forma de luna invertida. Antes de cruzarlo, hizo un gesto con la mano y las imágenes de Crybaby y Blurry se desvanecieron.
—Ahora a vigilar a Lázaro… ese chico ha estado demasiado quieto últimamente. Y cuando Lázaro está demasiado quieto… es cuando más problemas trae.
El portal se cerró detrás de ella en un destello de luz púrpura y polvo de estrellas.
Y el mundo siguió girando, sin saber que la magia caminaba a su lado.
Chapter 53: Capítulo 53 - Stalker’s tango
Summary:
Blurryface siempre ha sido ciego en el amor y se da cuenta lo loca de amor que estuvo Crybaby todo el tiempo.
Chapter Text
Esta situación es extraña.
Cuesta un poco acostumbrarse.
Era domingo por la tarde. El cielo tenía un tono rosa pálido, como si el mundo se maquillara suave para una cita secreta. Blurryface estaba acostado boca arriba en su cama, con los ojos en el techo, repasando mentalmente cada momento con Crybaby.
Pero algo no lo dejaba en paz.
"¿Desde cuándo ella me miraba así…?", pensó. No era solo amor reciente. No. Había detalles. Miradas. Gestos antiguos. Libretas con dibujitos en clase. Momentos en los que se creía solo… y ella estaba ahí.
Como si lo hubiera estado siguiendo.
—¿Estuvo… obsesionada conmigo todo este tiempo? —dijo en voz baja, sintiendo cómo un cosquilleo le subía por la nuca. Pero en lugar de asustarlo, le causó gracia. Porque entonces recordó su obsesión.
Él también la había espiado.
Volvieron a su mente esos días en los que se escondía detrás de los lockers para verla caminar, o cuando memorizaba su horario sólo para coincidir “casualmente” en los pasillos. Incluso tenía una caja donde guardaba papelitos que ella había tirado sin notar que él los rescataba.
Se tapó la cara con una almohada, riendo como un bobo.
—¿Qué nos pasa?
En ese momento, recibió un mensaje.
🌙 Crybaby: ¿Te acordás del cuaderno azul que siempre llevaba? Bueno… está lleno de cosas tuyas. Tipo… MUY lleno.
💀 Blurry: ...vos? Me siento como si viviera en una novela de acosadores románticos. Porque tengo una cajita secreto que tiene todo de tí.
🌙 Crybaby: “Stalker’s Tango”, literal. ¿Querés leerlo? Te lo muestro si me mostrás el contenido de tu cajita secreta.
💀 Blurry: No puedo creer esto. Nos espiábamos mutuamente y ninguno se dio cuenta.
🌙 Crybaby: El amor es raro, bro.
💀 Blurry: Raro pero nuestro. 💌
Quedaron en verse a las seis en la plaza central, donde intercambiaron ambos objetos como si fueran reliquias sagradas. Se sentaron en un banco, se mostraron las pruebas de su mutua locura romántica, y terminaron riendo a carcajadas.
—Somos unos psicópatas funcionales —dijo ella, fingiendo seriedad.
—Pero muy tiernos —respondió él, dándole un beso rápido en la mejilla.
Mientras se abrazaban, un grupo de pajaritos pasó volando sobre sus cabezas. El atardecer los bañaba en luz cálida.
Y aunque sabían que habían hecho cosas dignas de una canción turbia, no podían dejar de sonreír.
Blurryface no recordaba cuándo fue la primera vez que pensó en ella de forma diferente. ¿Fue cuando la vio sola en el recreo con su juguito de naranja? ¿O tal vez cuando la escuchó tararear canciones tristes en los pasillos vacíos? Porque no creía que el vestido azul fuese la principal causa. Lo cierto es que ahora no podía dejar de pensar en Crybaby. Era como si su cabeza y su corazón se hubieran sincronizado para repetir su nombre como un mantra.
—¿Me estás siguiendo? —le preguntó ella una tarde cualquiera, con una sonrisa ladeada, mientras se giraba bruscamente en la vereda.
—¿Qué? ¿Yo? No... solo pasaba por acá —mintió Blurryface, claramente descubierto con la cara más roja que su bufanda.
—¿Ah sí? ¿También pasabas por acá cuando te escondiste detrás de los arbustos cerca de mi casa?
Él se quedó helado.
—¡Yo...! Solo quería asegurarme de que llegaras bien, con todo esto de los bullys y... y Jason.
Crybaby alzó una ceja.
—Jason. Claro. Pensar que alguna vez me gustó —dijo con una mueca de asco suave—. Por suerte te conocí. Fue como abrir los ojos después de una pesadilla.
El corazón de Blurry tambaleó. ¿Ella también lo había sentido? ¿Esa conexión extraña, intensa, casi obsesiva?
—Ok... está bien. Yo también te seguí algunas veces —admitió ella encogiéndose de hombros—. Pero lo mío fue más sutil, como... mirar tus historias en bucle. ¿Eso cuenta?
Se miraron. Hubo una pausa. Y entonces rieron. Lloraron de la risa. Entre lo enfermizo y lo adorable, descubrieron que habían estado igual de locos el uno por el otro.
Terminaron confesando tambien lo del espionaje. Se rieron un poco más. Luego se comprometieron a no volver a hacer una cosa así.
Mientras tanto, en otro rincón de la ciudad, Kelly "hojeaba" las redes sociales y hacía una mueca al ver una foto grupal donde aparecían Blurry y Crybaby muy cerca.
—Qué risa —le dijo a Nico—. ¿Te diste cuenta que él era el emo antisocial y terminó con la más rara de todas?
—Eso pasa cuando sos un cobarde manipulador como Jason —masculló Nico con desdén—. Él fue el que arruinó todo.
—¿Él? ¿Y vos no?
Nico le lanzó una mirada de advertencia. Kelly bufó.
El parque parecía calmo, pero había tensión en el aire. Kelly estaba sentada sobre el respaldo de una banca, moviendo la pierna con impaciencia. Nico llegó con los hombros tensos, la mandíbula apretada. Ninguno saludó.
—¿Querés decirme por qué me dejaste colgada en el chat grupal? —disparó ella sin rodeos—. ¿O ya te olvidaste quién fue la que cubrió tus mentiras frente a la directora?
—No me jodas, Kelly —contestó él con un tono cansado—. Siempre estás reclamando como si yo te debiera algo.
—¡Claro que me debés! Me debés ser leal. Como yo lo fui con vos.
—¿Leal? —Nico rió amargamente—. ¡Yo no debo lealtad a nadie! ¡Son ustedes la que me la deben! Vos solamente querías que me enfrentara a Cry cuando sabías que estaba rota por dentro e ilusa con Blurry. ¡Querías que terminara de destruirla solo para que te sintieras superior!
Kelly saltó de la banca como una chispa.
—¿Y vos? ¡Vos sos un cobarde! Te escondés detrás de Matt, detrás de Jason, detrás de esa pose de chico malo que no le importa nada. Pero bien que llorabas cuando te sale algo mal.
Silencio.
Fue como un golpe sin mano. La mirada de Nico se oscureció. Se le tensaron los hombros, pero no se movió. Solo bajó la vista, y por un segundo pareció que iba a irse… pero no. Dio un paso hacia ella.
—¿Querés saber por qué me quedé callado? Porque en el fondo, pensé que... que vos eras la única entendía. Pero no. Sos igual que los demás.
—¡Y vos igual que Jason! —gritó Kelly—. Te pensás que porque sufriste tenés derecho a hacer sufrir a todos.
Y entonces volaron cosas. Nico tiró su botella contra el árbol más cercano, Kelly empujó un banco. Se gritaron lo que nunca se habían animado a decir. El parque vacío fue testigo de la tormenta: insultos, verdades dolorosas, recuerdos usados como dagas.
Pero cuando Kelly cayó sentada en el pasto, con la respiración agitada, Nico se quedó mirándola. Su voz se quebró cuando habló:
—Yo también estoy cansado de esto. De todos. Pero más que nada, estoy cansado de que vos y yo seamos lo único que nos queda… y aun así, nos arruinamos.
Kelly levantó la vista, los ojos húmedos.
—No sé ser amiga de otra forma.
Nico se acercó, se sentó a su lado. No se tocaron. No se abrazaron. Solo compartieron el silencio. Y esa especie de tregua amarga que tienen los que se necesitan, aunque no sepan querer bien.
—No me dejes solo —murmuró Nico.
—No planeo hacerlo... aunque me saques de quicio —respondió Kelly.
Ambos rieron, rotos, pero riendo al fin. El parque siguió en calma. Nadie los había detenido. Porque a veces, hay cosas que solo pueden romperse para volver a armarse. Mal, torcido, pero juntos.
La pelea en el parque había dejado a Kelly más callada de lo normal. Sentada en el borde del cordón de la vereda, rasqueteaba con una rama seca la tierra entre las baldosas. No había música. No había risas. Y Matt, que solía llegar haciendo ruido, esta vez solo dejó caer su mochila junto a ella.
—¿Qué querés? —preguntó Kelly, sin levantar la vista.
Matt suspiró. Estaba despeinado, con ojeras profundas, como si no hubiera dormido.
—Quiero que pienses en lo que estás haciendo, Kelly.
Ella lo miró con un gesto torcido, casi burlón.
—¿Ahora sos mi conciencia?
—No. Sos tu propia pesadilla —dijo él—. Y si seguís por este camino, vas a dejar de ser solo impopular. Vas a ser... una sombra de lo que alguna vez te imaginaste ser.
Kelly se tensó.
—¿Me vas a dar una charla moral ahora? ¿Justo vos, que te reís cada vez que Jason humilla a alguien?
Matt agachó la cabeza.
—No me río tanto como vos crees.
Hubo un silencio. El tipo de silencio en el que una verdad incómoda está a punto de salir.
—Jason... no siempre fue así —empezó Matt, en voz baja—. Cuando era más chico, era el más divertido del grupo. Tenía esa forma de hacerte sentir especial. Como si fueras parte de algo secreto.
Kelly lo miró, escéptica.
—¿Y?
—Y un día... su viejo lo dejó encerrado toda una noche en el garaje. Solo. Sin comida. Porque lo vio llorando por una película —Matt tragó saliva—. Cuando salió, al otro día, algo en él había cambiado.
Kelly frunció el ceño, cruzando los brazos.
—¿Y qué tiene que ver eso conmigo?
—Todo. Porque Jason aprendió algo ese día: que si mostraba debilidad, lo destruían. Así que eligió destruir antes. Eligió controlar. Eligió manipular. Y así llegó Crybaby.
Kelly entornó los ojos, atenta por primera vez.
—¿Para qué la quería? No era como nosotras.
—Por eso mismo. Porque era distinta. Y porque se notaba que era frágil, pero fuerte por dentro. Una amenaza y una presa al mismo tiempo. Quería verla doblegarse. Quería probar que podía. Que él tenía ese poder.
—¿Y vos? —dijo Kelly—. ¿Qué querías?
Matt se encogió de hombros, sin mirarla.
—Yo solo no quería que me dejara afuera.
Kelly lo observó. No había ira en su cara. Solo esa mezcla agria entre decepción y tristeza que nace cuando uno se ve reflejada en lo peor de otro.
—¿Y ahora?
Matt se levantó, recogiendo su mochila.
—Ahora quiero dejar de parecerme a él.
Se fue sin mirar atrás.
Kelly se quedó ahí, mirando el suelo, con la rama rota entre los dedos. Ya no raspaba la tierra.
Mientras tanto, en la casa de Spooky Jim, un pato amarillo con sombrero de copa nadaba en la tina con agua y exceso de jabón. Cada tanto Spooky graznaba algo en un idioma ininteligible y pero su mirada tenía una gravedad inquietante.
—¿Querés que llame al exorcista? —preguntó su mamá desde el otro cuarto.
—¡NO! ¡Esto es mío! —gritó Jim, hundiendo al pato.
La madre casi se queda sin aire de tanto reírse.
Chapter 54: Capitulo 54 - Shy Away
Summary:
Blurryface es tímido y le cuesta seguirle el ritmo a Crybaby. Ella le tiene mucha paciencia. Conoceremos como Blurry tuvo a sus amigos.
Chapter Text
No des vueltas en la pista, toma lo que tienes y deja tu piel en el suelo
Había algo en Crybaby que intimidaba a Blurryface. No era su voz dulce ni su forma de moverse entre la gente como si el mundo no pudiera aplastarla. Era todo lo contrario: era que ella sí parecía sobrevivir. Que incluso rota, lo intentaba. Y a él le costaba seguirle el ritmo.
Ella caminaba rápido por el bosque, hablando de constelaciones que él apenas entendía, con su vestido manchado de barro y las trenzas despeinadas. Se giraba a mirarlo cada tanto con una sonrisa y le tomaba la mano sin pedir permiso.
—Estás muy callado, Blur —le dijo, sin reproche, mientras se agachaba a atarse los cordones—. ¿Pasa algo?
Él bajó la mirada.
—Es que… me preguntaba soy suficiente para vos —murmuró, más para las hojas que para ella.
Crybaby se quedó quieta. Después se acercó y le levantó el mentón con suavidad.
—No necesito que seas suficiente, Blurry. Solo que seas vos.
Él no respondió, pero sus ojos dijeron más que cualquier palabra.
Años atrás…
Blurryface tenía cuatro años cuando conoció a Spooky Jim. Llevaba una remera con calaveras, el pelo revuelto y la sonrisa más desquiciada que había visto en su corta vida. Estaban en el jardín, esperando que empezara la clase, cuando Jim le ofreció un crayón negro como si fuera un tesoro secreto.
—¿Te gusta dibujar monstruos? —preguntó.
Blurry asintió. Y así empezó todo.
Por entonces, Jim vivía con sus dos padres: una madre estricta que medía cuánto tiempo podía jugar, y un padre que solo lo miraba para compararlo con su hermano gemelo. Nadie entendía por qué el padre se quedó con el gemelo cuando se separaron, ni por qué no entendieron cuanto a Spooky le dolió tanto. Fue como si le arrancaran la mitad del alma.
Desde ese día, Blurryface fue su mitad reemplazada. Y lo quiso como si lo conociera de siempre.
En la primaria llegó Gerard Way. Todavía usaba ropa limpia y peinaba su flequillo para un costado. No hablaba mucho. Era raro, sí, pero tenía esa mirada de quien ya sabía que todo iba a ir mal. A veces se sentaba solo a dibujar planetas.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó Blurry una vez.
—Planificando mi escape —respondió, sin levantar la vista.
No necesitó decir más. Después de eso, Blurry se sentaba a su lado con una linterna y galletitas robadas de su casa.
Unos meses después, los padres de Gerard se separaron. Él dejó de dibujar planetas y empezó a dibujar monstruos.
Adam Gontier apareció cuando ya todos se conocían. Fue el chico nuevo que parecía estar siempre en problemas. Se peleaba, gritaba, discutía con los profesores. Nadie lo entendía. Hasta que un día, en plena clase de música, rompió una guitarra de juguete y se fue llorando.
Blurry lo encontró detrás del gimnasio, dándole patadas a una pared.
—¿Estás bien?
—No me gusta que me digan que tengo que estar bien ni como —contestó Adam.
—A mí me pasa también —dijo Blurry—. No tenés que estar bien para quedarte con nosotros.
Adam lo miró como si no lo creyera. Pero igual lo siguió.
El último en llegar fue John Cooper. Venía de una familia religiosa, de esas que no dejaban ver tele ni escuchar música que no tuviera un versículo. Hablaba poco y parecía cargar una culpa gigante por todo. A veces murmuraba oraciones en el recreo.
Cuando su tío se hizo cargo de él, John cambió. Empezó a hacerse preguntas. A veces se sentaba con Blurry y los demás y solo escuchaba. Hasta que un día se animó a tocar la batería de juguete que Spooky había traído.
—¿Y eso?
—Mi tío dice que puedo tocar. Dice que si Dios me hizo con ritmo, no puede ser pecado usarlo.
Y todos aplaudieron.
Presente
Blurryface miró a Crybaby mientras se colaban por la rendija oxidada del planetario abandonado. Ella le tendió la mano. Él la tomó, todavía con algo de duda.
—No tenés que cambiar para mí, Blur. Solo no te escondas. Eso es lo único que te pido —le dijo.
Y por primera vez en mucho tiempo, él no sintió que tenía que huir.
Solo quedarse.
El planetario estaba cubierto de polvo y telarañas. Algunas butacas aún resistían el paso del tiempo, y el domo —aunque sucio— conservaba ese aire mágico que hacía que el cielo pareciera más cerca. Blurryface y Crybaby se sentaron en el centro, rodeados de ese silencio viejo, como si el tiempo mismo los hubiera estado esperando.
Ella apoyó la cabeza en su hombro. Él sintió cómo se le aceleraba el corazón.
—¿Sabés qué? —dijo ella, mirando hacia la cúpula—. Aún a veces sueño con estar en otro planeta. Uno donde nadie tenga que fingir que no le duele algo.
—Yo... no sé soñar así —susurró Blurryface—. Cada vez que intento imaginar algo mejor, me siento culpable.
Crybaby no dijo nada por unos segundos. Luego, con voz baja:
—No sos el único. Pero no podemos dejar que eso nos robe el derecho a esperar algo más.
Él cerró los ojos. Había tantas cosas que quería decirle y no podía. O no sabía cómo.
Se imaginó a sus amigos. A Spooky Jim, riéndose a carcajadas mientras pintaba grafitis en los techos. A Gerard, cantando bajito en los pasillos. A Adam rompiendo algo para después pedir perdón sin que nadie se lo exigiera. A John, hablando de esperanza como si todavía la creyera.
—¿Creés que los chicos también sueñan con otra vida? —preguntó Blurry.
—Sí. Y creo que vos fuiste la razón por la que no dejaron de hacerlo —respondió Crybaby—. No te das cuenta, pero... los uniste. Les diste lugar.
Blurry apretó los puños.
—Yo no soy un líder. Solo soy bueno en quedarme en las sombras.
Crybaby lo miró fijo, como si buscara su alma.
—Entonces no te escondas. Solo brilla en la oscuridad. Como las estrellas. ¿Sabés por qué las vemos? Porque no compiten con la luz del día. Solo esperan su turno para brillar.
Ese silencio que vino después fue cómodo. Casi cálido. Afuera, el mundo seguía roto. Pero ahí dentro, solo se oían respiraciones tranquilas y el eco dormido de un universo que alguna vez hizo soñar a alguien.
Blurryface tomó la mano de Crybaby, esta vez sin dudar. No estaba listo para correr. Pero por primera vez, no quería huir de sí mismo.
Quería quedarse.
Quería intentarlo.
Blurryface miró el techo del planetario con los dedos entrelazados a los de Crybaby. Pensó que siempre había sido el raro, el callado, el que no destacaba. Pero no estaba solo. Nunca lo había estado del todo.
Y entonces, como si el cielo del domo empezara a proyectar escenas en su mente, llegaron los recuerdos...
Flashback 1: Spooky Jim – Primer año en el jardín de infantes.
—¿¡Por qué le pegaste al cartel de Blurry!? —gritó Jim, con crayones en la cara y un marcador rojo en la mano como si fuera un cuchillo.
Un chico más alto había arrugado el dibujo de Blurryface en la exposición de arte.
—¡Porque era feo! ¡Parecía hecho por un bebé!
—Pues un bebé con más corazón que vos —gruñó Jim, antes de lanzarse encima como una fiera.
Le dieron una amonestación, pero cuando Blurry le preguntó por qué lo había hecho, Jim solo respondió:
—Nadie jode con vos mientras yo esté.
Flashback 2: Gerard Way – segundo grado
—Él no habló porque le da miedo. No porque sea tonto.
El profesor había llamado a Blurry para leer en voz alta. Las palabras no le salieron. Unos se rieron. El profesor suspiró.
Gerard se levantó sin permiso.
—Si quiere, leo yo por él. Somos compañeros, ¿no?
Y lo hizo. Su voz era temblorosa, pero firme. Blurryface no lo olvidó nunca.
Flashback 3: Adam Gontier – tercer grado
—¿No ven que no tiene que gritar para que le duela?
Adam estaba enojado. Siempre lo estaba. Pero esa vez, su furia tenía un propósito. Un grupo de chicos lo acusaba a Blurry de "enfermito".
—Él es más valiente que todos ustedes. Él hace buenos trabajos prácticos, tiene excelentes notas en los exámenes y es bueno en básquet. Si tiene que trepar hasta lo más alto para recuperar una pelota, lo hará ¿Ustedes pueden hacer eso?
Nadie respondió. Adam se cruzó de brazos. Blurry lo miró desde el fondo, sintiendo que por primera vez alguien entendía su silencio.
Flashback 4: John Cooper – cuarto grado
El profesor de ciencias no quería aprobarlo.
—No participa. Parece que no le interesa.
John se paró delante del escritorio.
—Yo estudié con él. Sabe todo. Solo le cuesta hablar. Pero si le da otra oportunidad, va a demostrarlo.
El profesor lo miró raro. John no se movió.
Al final, Blurry hizo el trabajo escrito. Sacó un nueve. Y John le guiñó un ojo.
—Dios ayuda… pero los amigos ayudan más.
Fin de los flashbacks
En el planetario, Blurryface sintió cómo esas memorias se le incrustaban en el pecho como estrellas enterradas. Siempre había sentido que no estaba hecho para brillar.
Pero quizás... solo estaba esperando la noche adecuada.
—¿En qué pensás? —preguntó Crybaby.
—En que no estoy tan solo como pensaba —susurró.
Ella sonrió. Y en el cielo, aunque falso y polvoriento, una estrella aún brillaba.
La linterna vieja que Spooky Jim tenía debajo de la cama parpadeaba como si estuviera respirando. Estaba escondido en su habitación, con una manta encima y una bolsa de caramelos derretidos. Afuera tronaba. Su madre preparaba sopa y cantaba bajito en la cocina, como solía hacer últimamente. Era… raro. Pero lindo.
Jim no era de pensar mucho. Su cabeza iba más rápido que su cuerpo, y su cuerpo más rápido que sus palabras. Pero esa noche algo lo tenía quieto.
Pensaba en ellos.
En Gerard, que ahora se animaba a escribir letras para una banda que ni existía. En Adam, que ya no rompía cosas… salvo corazones. En John, que discutía con su tío sobre religión pero sin miedo. En Blurryface… que por fin se animaba a sonreír sin esconder los ojos.
Y en ella.
Crybaby.
Suspiró.
Se revolvió el pelo y sacó del cajón su cuaderno lleno de dibujos raros y listas de cosas imposibles. En la tapa decía: “Manual de Supervivencia para Chicos Que No Encajan (pero se niegan a desaparecer)”.
Pasó una página y encontró una viñeta vieja. Un dibujo torpe pero lleno de amor. Ahí estaba él, con los brazos estirados, gritando:
“¡Nadie toca a mis amigos si no quiere un ataque de payasos asesinos ninja mutantes del espacio!”
Sonrió.
Recordó esos años en los que no había mucho más que gritos en su casa. Donde su madre solo hablaba con frialdad, donde todo parecía castigo. Recordó también cuando su padre se llevó a su hermano gemelo, y cómo el silencio se volvió parte del aire.
Pero entonces estaba Blurry.
Y después llegaron los otros.
“Nos defendíamos como podíamos… y eso bastaba.”
Se limpió los ojos con la manga, medio molesto con él mismo.
—¡Bah! ¿Desde cuándo me pongo así? Qué flojera —se dijo en voz alta, pero sin convicción.
Lo que más le dolía, sin que lo dijera, era lo que pasó.
El sistema escolar, con su supuesta lógica, lo separó de Blurryface. En quinto año. A él lo mandaron a otra división.
“Por su hiperactividad”, habían dicho.
“Para que no distraiga a los demás.”
Pero nadie pensó en cómo lo afectaría estar lejos de él. De su mejor amigo. Su sombra complementaria.
Le dolía estudiar con Gerard, Adam y John… pero no con Blur. Le faltaba su risa apagada, sus suspiros, su forma de no decir nada pero estar ahí siempre.
Entonces, una tarde, vio a esa chica.
Al principio pensó que se había metido por error al aula de arte. Estaba sola, cantando bajito mientras dibujaba ojos llorosos y ositos destripados.
Se le cayó una hoja. Jim se la alcanzó y se la dio sin decir nada.
—Gracias —dijo ella.
Y fue como si algo se prendiera.
Días después, ella conoció a Blurry. Se entendieron. Y sin darse cuenta, ella empezó a unir cosas que estaban rotas.
Con torpeza, con lágrimas, con dulzura.
Como si tuviera una brújula en el corazón que siempre apuntaba a dónde hacía falta sanar.
“Gracias, Crybaby… aunque no te lo diga”, pensó Jim.
Porque gracias a ella, Blurryface ya no caminaba encorvado.
Gracias a ella, todos parecían avanzar.
Gracias a ella, él también podía cambiar.
La linterna parpadeó una vez más, y luego se apagó del todo.
Spooky se rió.
—Bueno, está bien. Fin del drama por hoy.
Se sacó la manta de encima, saltó de la cama, y fue directo a la cocina.
—¡Maaaa! ¿Le pusiste mucho ajo a la sopa? Porque si no pica, no cuenta como sopa de verdad —gritó, como si el mundo no acabara de darle un abrazo.
Y en cierto modo… no lo había hecho.
Pero no importaba. Amaba a su madre a más no poder. Ella dejo de ser tan rígida a partir de la mitad de segundo año de la primaria. No entendió el como ni porque. Tampoco le importaba saberlo. Aunque ella pensó varias veces hacerlo.
Escena del pasado — “La ropa que no se fue”
La tarde se arrastraba como el zumbido de una mosca lenta.
La madre de Spooky Jim estaba en la lavandería de la casa, metiendo la ropa húmeda en la secadora. Hacía calor, pero ella seguía con ese suéter beige que usaba desde siempre. Uno de esos días donde nada parecía cambiar.
Hasta que sacó una camiseta pequeña, azul oscuro con una costura torcida en el hombro.
Se quedó quieta.
Era del gemelo.
Del hijo que ya no vivía allí.
No sabía cómo había llegado esa prenda al montón. Tal vez estaba mezclada con las sábanas viejas. Tal vez era un error del universo. O un castigo.
La sostuvo entre los dedos, como si quemara.
Intentó seguir con la rutina. La metió en la secadora como si nada. Cerró la tapa.
Pero algo la detuvo.
Tocaron el timbre.
Fue hasta la puerta. Afuera, el cartero estaba allí. Él le extendió un sobre arrugado y se fue.
La mujer cerró la puerta. Se quedó sola con el sobre.
Tenía el nombre escrito de "Spooky Jim". con letra temblorosa.
Muy temblorosa.
De niño.
Lo abrió sin pensarlo.
Tal vez porque pensó que era una invitación a un cumpleaños.
Tal vez porque creyó que su niño le estaba ocultando alguna travesura.
Leyó despacio. Cada palabra la iba partiendo.
"Hola hermano.
No puedo decir mucho. Tengo que escribir rápido, cuando él duerme. Este lugar es como el infierno pero sin fuego. Es frío. Y no hay risas. Solo reglas. Y si no las cumplís, duele. Pero aprendí a esquivarlo. Ya sé qué caras poner, qué palabras decir. Ya sé cuándo no mirar a los ojos. Estoy bien. No te preocupes por mí. Parece ser que él esta conociendo a alguien. Espero sea una buena distracción. Necesito tiempo para estar más tiempo en la calle o con alguien en quién confíar. No me respondas. Si ve que me escribís podría lastimarme. O peor. Sólo quería decirte que todavía me acuerdo de vos. Que no te odio. Y que yo tampoco odio a mamá. Voy a estar bien. Te juro que cuando crezca, me iré y nos volveremos a ver aunque no quieran. Fuerte abrazo".
No había firma. Solo un dibujo torpe de un avión de papel.
Ella se quedó ahí, de pie, con la carta en la mano.
No gritó. No rompió nada.
Solo fue a la cocina.
Se sentó frente a la mesa vacía.
Y lloró.
Sin ruido.
Sin pausas.
Escucho a su hijo llegar, pero no le presto atención.
Y dijo en voz muy baja, como si se confesara a los azulejos:
—Los arruiné a los dos…
La camiseta azul seguía girando dentro de la secadora, dando vueltas y vueltas como si aún pudiera volver a ser parte de algo.
Pero ya era tarde.
Y al día siguiente, sin saber por qué, Spooky Jim notó que su mamá le dejó panqueques con miel y no lo retó por derramar el jugo.
Y los días pasaron. Spooky Jim dormía seguido, jugaba sin reloj, las tareas se volvieron divertidas y la madre no lo castigaba por cualquier travesura.
Chapter 55: Capitulo 55 - Lunchbox Friends
Summary:
Las chismosas, los niners de Nico y el amigo de Jason (Matt) quieren saber sobre el amor entre Blurry y Cry, pero ella los ignora. Blurry no siente celos, pero si alivio. Conoceremos como Cry tuvo a sus amigas.
Chapter Text
Ven a mi casa, muramos juntos.
Una amistad que durará para siempre.
—¡¿Es verdad que están juntos?!
—¡Yo los vi escaparse por la ventana del baño!
—Ay, por favor, seguro solo lo hace para llamar la atención. Como siempre.
—¿Y si es solo para darle celos a Jason?
Las voces llegaban como moscas en pleno verano: molestas, insistentes, imposibles de esquivar. Las chismosas de siempre —con sus pulseras color neón, sus sonrisas envenenadas y sus libretitas donde anotaban secretos ajenos— se habían reunido como cuervos alrededor de un cadáver fresco. Pero Crybaby no era ninguna víctima.
Sentada bajo el árbol del patio, con un lápiz entre los dedos y una libreta en el regazo, dibujaba murciélagos que lloraban corazones rotos.
—No les des bola —dijo Elita, masticando una gomita de fresa—. Solo buscan un poco de drama.
—Ya tengo suficiente drama interno como para compartirlo —respondió Crybaby sin levantar la vista.
A lo lejos, los Niners de Nico hacían ruido. Como siempre. Nico hablaba fuerte, fingiendo que no le importaba. Pero todos sabían que su odio era solo frustración mal disfrazada.
Matt, el que se suponía que era el más "maduro" del grupo, la miraba con una mezcla de reproche y resignación. Como si creyera que podía “salvarla” o convencerla de que Blurryface no era una buena compañía.
—Es una lástima —le dijo a Kelly—. Era una chica con futuro.
Kelly ni respondió. Miraba a Crybaby con una envidia que se le salía por los poros.
Blurryface los vio desde lejos.
Estaba apoyado contra una pared, abrazando su mochila como si lo protegiera. Escuchaba los rumores. Veía cómo la señalaban. Y sin embargo… no sintió celos.
Sintió alivio.
Alivio de que ella no respondiera.
De que no se maquillara para parecer otra.
De que no sonriera por quedar bien.
De que no fuera como Kelly, que había aprendido a usar sus lágrimas como armas y su popularidad como excusa para aplastar a otras.
Crybaby era diferente.
Y eso la hacía valiente.
Tiempo atrás...
Crybaby tenía solo cuatro años cuando conoció a Elita Harvok, una nena de moños gigantes, voz chillona y demasiadas preguntas.
—¿Querés ser mi amiga? —le dijo sin más, mientras construían una torre de cubos.
Crybaby asintió. No supo por qué. Solo supo que con ella los recreos pasaban más rápido.
Elita era hija única. No conocía primos, ni tíos, ni hermanos. Su casa era silenciosa y ordenada. Pero con Crybaby, podía gritar, correr, equivocarse. Y eso le bastaba.
Más adelante, en primer grado, conoció a Jazmín Bean.
Su madre era una estrella punk: cabello alborotado, plataformas altas, maquillaje que asustaba a las maestras. Jazmín era igual: salvaje, libre, incomprendida.
Los demás la miraban como si fuera un experimento.
Pero Crybaby le ofreció una galleta.
—¿Y eso? —preguntó Jazmín.
—Para que no llores —dijo Crybaby.
—No estoy llorando.
—Todavía no.
Y desde entonces, se volvieron inseparables.
Jazmín estaba cansada de que dijeran que su mamá era "una cualquiera". De que la juzgaran por su ropa, su familia, su forma de hablar.
Con Crybaby no tenía que explicar nada.
Billie Eilish fue distinta.
Crybaby la conoció en una clase de ciencias. Billie movía los ojos de forma rara. A veces decía cosas que no podía controlar. Se sobresaltaba por ruidos que nadie más escuchaba.
—No sé qué me pasa —le confesó una vez, en un rincón—. Creo que estoy rota.
—¿Y si solo sos diferente? —preguntó Crybaby.
Años después, Billie fue diagnosticada con síndrome de Tourette. Al principio se sintió peor. Pero Crybaby ya la había convencido de que no era tan malo.
Cuando los chicos empezaron a mirarla con otras intenciones —esas miradas sucias, incómodas— Billie decidió usar ropa holgada. Sabía que era muy bonita, pero tampoco era una muñeca barbie.
Ella no lo hacía para esconderse.
Sino para protegerse.
Y Crybaby estuvo ahí también. Con chocolates, películas tristes y abrazos largos.
Presente
Crybaby cerró su cuaderno. Se puso de pie con tranquilidad. Pasó frente a las chismosas, a los Niners, a Kelly y a Matt… sin siquiera mirarlos.
Iba hacia Blurryface.
Él la esperaba con la misma mochila abrazada, pero con una sonrisa pequeña. Casi invisible.
Y ella lo entendió sin palabras.
—¿Todo bien? —preguntó él.
—Sí. Solo me acordé de lo mucho que valen mis verdaderos amigos —dijo ella.
—Yo también —respondió Blurry.
Se tomaron de la mano. Y caminaron por el patio como si fueran invisibles.
Aunque todo el mundo los estuviera mirando.
La campana sonó. Pero no significaba libertad.
Crybaby caminaba sola por el pasillo del ala vieja del colegio, esa que apenas usaban para las clases de plástica o cuando llovía y no había patio. Sentía que algo andaba mal, como si el aire estuviera más denso de lo normal.
Y tenía razón.
Cuando giró la esquina, los Niners la estaban esperando.
Nico sonreía con ese gesto vacío, cruel. Detrás de él, sus sombras: chicos con nombres olvidables pero miradas pesadas. Matt también estaba ahí, con los brazos cruzados. Más lejos, Jason observaba desde una puerta entreabierta, sin intervenir. Como siempre.
—Mirá quién llegó —dijo Nico—. ¿No te enseñaron que una muñeca rota no debería caminar sola?
Crybaby alzó la barbilla. No temblaba. No lloraba. Pero el corazón le golpeaba el pecho como un tambor de guerra.
—¿Y a vos no te enseñaron que intimidar a una chica no te hace más hombre?
Nico sonrió como si eso fuera un desafío. Dio un paso.
Los otros lo imitaron.
—No vamos a tocarte, tranquila —dijo uno—. Solo queremos charlar. Saber qué le viste a ese emo fracasado con el que andás.
Crybaby apretó los puños. Sentía que los murales del pasillo la observaban con pena.
—¿En serio se sienten tan vacíos que necesitan rodear a una sola persona? —escupió.
Uno de los Niners la empujó. No con fuerza para tirarla, pero sí para recordarle que podía hacerlo.
Crybaby reaccionó. Rápido.
Le pateó la espinilla, esquivó un brazo, empujó a otro con el hombro. Logró zafarse.
Pero eran muchos.
La rodeaban.
Uno le tiró de la mochila. Otro le bloqueó el paso. Matt no hacía nada, pero tampoco detenía a los otros.
Y cuando Nico levantó el brazo como si fuera a darle una cachetada, Crybaby cerró los ojos.
No por miedo.
Sino para juntar fuerza.
Pero no hizo falta.
Porque entonces...
—¡HEEEEEEY, MUÑECOS DE GELATINA CON COMPLEJO DE HÉROES DE SEGUNDA! —rugió una voz desde el fondo.
Elita apareció corriendo, le dio una patada en la espinilla a Matt.
Crybaby abrió los ojos.
Sus amigas la rodeaban ahora a ella. Ellas empujaron a los bully. Billie y Jazmín Apuntaron a todos con latas de pintura. Todos saben que es lo peor que te puede pasar si te atacan con pintura en lata.
Esos chicos ya no eran tantos.
Ya no se veían tan fuertes.
—¿Quieren seguir probando suerte, o les alcanzó con este tráiler? —dijo Elita, girando su botella térmica vacía en la mano como un arma improvisada.
Los chicos retrocedieron.
Nico les hizo un gesto para que se fueran. Jason desapareció.
Matt, cojeando un poco, murmuró algo entre dientes y los siguió.
Cuando quedaron solas, Crybaby se apoyó en la pared y rió nerviosa.
No de burla.
De alivio.
—Pensé que iba a tener que enfrentarme a todos sola —dijo.
—Nunca vas a estar sola mientras tengamos piernas para correr y manos para pegar —contestó Elita, dándole un abrazo.
Jazmín le sonrió con la boca, pero no con los ojos.
—Nunca subestimes el poder de las chicas raras —susurró.
Y Billie, en voz baja, dijo:
—Tampoco subestimes lo que somos capaces de hacer por alguien que nos aceptó como éramos.
Crybaby las miró, una por una.
Ese era su ejército.
Hecho de chicas rotas, distintas, fuertes.
No eran perfectas.
Pero eran reales.
Y eso era suficiente.
Cuando salieron del pasillo, ya no importaban los rumores, los comentarios o las miradas.
Crybaby caminaba en el centro, y sus amigas a los lados. Elita hablaba sin parar sobre técnicas para lanzar botellas con más precisión, Jazmín le contaba a Billie cómo limpiar manchas de sangre falsa de las botas, y Billie asentía sin decir demasiado, pero con una paz que solo se logra cuando una sabe que ya no está sola.
Blurryface los vio acercarse desde lejos.
—¿Estás bien? —le preguntó a Crybaby, apenas ella se le acercó.
—Estoy bien —respondió ella, y le apretó la mano.
Y en ese momento, con todos caminando hacia el atardecer del patio, quedó claro algo simple, pero poderoso:
No necesitaban ser populares.
No necesitaban ser entendidos.
Solo necesitaban estar juntos.
Interludio – Elita Harvok: “Ser hija única no me dejó sola”
A veces Elita Harvok sentía que era un error de casting en su propia familia.
Todo era perfecto en su casa.
Demasiado perfecto.
No había gritos. No había discusiones. No había hermanos rompiendo sus cosas, ni primos pateándole las muñecas.
Había silencio. Mucho.
Y soledad envuelta en papel brillante.
Su mamá le decía que era especial. Que no necesitaba a nadie más.
Pero Elita sí necesitaba.
Necesitaba correr por el patio gritando, necesitaba reírse de cosas sin sentido, necesitaba llorar sin que le digan que estaba “exagerando”.
Y entonces conoció a Crybaby.
Tenían cuatro años. Elita no sabía cómo pedir amistad. Hasta que se animó a pedirle a Cry ser su amiga. Y desde ese día, ya no estaban solas.
Elita no era tonta. Sabía que no era la más valiente del grupo, ni la más misteriosa, ni la más fuerte.
Pero sí era la primera en saltar al fuego si alguna de sus amigas estaba en peligro.
Porque Crybaby la había visto antes de que supiera quién era.
Y eso no se olvida.
A veces se preguntaba cómo alguien tan dulce como Crybaby podía brillar entre tanta oscuridad.
Pero después la veía pelear, resistir, sangrar y seguir adelante…
Y entendía que la dulzura era también un arma.
—¿Por qué sos tan leal a ella? —le preguntó una vez una compañera.
Elita sonrió.
—Porque me enseñó que tener amigas reales es mejor que tener veinte amigas de almuerzo que te dan la espalda cuando más las necesitás.
Esa noche, Elita se quedó despierta en su cuarto, abrazada a un peluche que ya no tenía nombre. Pensaba en lo que habían vivido ese día. En la patada, en los gritos, en los pasos apurados de los cobardes huyendo.
Elita siempre creyó que ella y Crybaby serían solo dos.
Dos comiendo juntas. Dos defendiéndose. Dos hablando de cosas raras que nadie más entendía.
Y durante mucho tiempo, así fue.
Hasta que un día, llegó Jazmín Bean.
La vio por primera vez en un recreo lluvioso.
Tenía el cabello de dos colores imposibles y los ojos delineados con un coraje que Elita nunca había visto en alguien de su edad. Su Hello Kittie tenía un aspecto de pesadilla.
Muchos la miraban mal. Algunos se reían. Un par le tenían miedo.
Crybaby fue la primera en hablarle.
Y Elita, aunque no lo dijo, tuvo miedo.
No miedo de Jazmín.
Miedo de perder el lugar que tanto le había costado construir.
Pero ese miedo duró poco.
Porque Jazmín no reemplazó a nadie. Solo amplió el círculo.
La primera vez que Elita y Jazmín se rieron juntas fue por una broma sobre una muñeca diabólica y una maestra demasiado estricta.
Fue tan natural que Elita sintió que su corazón se estiraba para hacer espacio.
Luego, llegó Billie.
Ella no hablaba mucho. Al principio, solo movía los hombros en forma rara cuando estaba nerviosa, y eso desconcertaba a algunos.
Pero Crybaby la abrazó igual. Y después de eso, Elita lo entendió: no hacía falta entenderlo todo para cuidar a alguien.
Con el tiempo, Billie empezó a contar cosas. Pequeñas.
Que a veces le dolían los ojos. Que odiaba la ropa apretada. Que se sentía más segura cuando nadie opinaba de su cuerpo.
Y un día, sin previo aviso, Billie le regaló a Elita un collar hecho con hilo rojo y una llave sin cerradura.
—Es para vos. Porque vos no necesitás una puerta para entrar en mi mundo —le dijo.
Ahora, cuando Elita las ve juntas —a Jazmín con su maquillaje de guerra, a Billie con sus auriculares enormes, a Crybaby hablando con Blurryface como si el universo fuera suyo—, no siente celos.
Siente orgullo.
Porque esas chicas no son populares.
Ni perfectas.
Ni iguales entre sí.
Pero son reales.
Y cada vez que caminan juntas por los pasillos, Elita siente que no solo está creciendo.
Está floreciendo.
Porque sí, empezó siendo hija única.
Pero ahora tiene hermanas.
Y no necesita sangre para saberlo.
Chapter 56: Capítulo 56 - Bury a friend
Summary:
Crybaby se siente bendecida del acercamiento. Cada vez se siente mejor acogida y no solo de Blurry.
Chapter Text
Hoy pienso en las cosas que son mortales, en la forma en que te bebo
Crybaby nunca supo cómo se suponía que se sentía estar segura.
No de forma real. No en el pecho. No en la mirada de otros.
Había conocido la palabra “amistad” como quien lee un cartel desde lejos: algo que existe, pero no está hecho para vos.
Porque cuando uno crece con secretos en casa, con el eco del abandono de un hermano y con miradas que no terminan de ver, uno no aprende a confiar.
Aprende a soportar.
Hasta ahora.
Ahora, por alguna razón, podía dormir sin pesadillas si Blurryface le mandaba un mensaje antes de cerrar los ojos.
Podía reír sin culpa cuando Spooky Jim hacía una tontería.
Podía hablar de lo que pensaba sin que nadie se burlara.
El aula se sentía distinta.
Los pasillos ya no eran zonas de guerra.
Incluso el bosque, ese lugar al que escaparon, se había transformado en un refugio que no pedía nada a cambio.
—¿Es esto… lo que siente la gente normal? —se preguntó una noche, acurrucada en la carpa vieja donde dormían ella y Blurry allá en el bosque.
Él dormía profundamente, el rostro sereno. Parecía más chico así. Más humano.
Ella alargó una mano y le tocó apenas la manga. No para despertarlo. Solo para asegurarse de que seguía ahí.
"¿Cuándo fue que dejé de tenerle miedo al mundo?", pensó.
La respuesta no vino sola. Vino en fragmentos.
Fue cuando Jazmín le prestó su sombra como escudo.
Fue cuando Billie le mostró que se puede ser fuerte incluso si el cuerpo tiembla.
Fue cuando Elita se sentó a su lado y no le pidió nada a cambio.
Fue cuando Blurryface, con todos sus silencios, le confesó que también le dolía estar vivo.
Fue cuando Gerard, Adam y John le dijeron que podía contar con ellos como si fueran amigos de toda la vida.
Pero Crybaby también tenía sus cicatrices.
A veces, cuando cerraba los ojos, veía el rostro de Jason.
No por extrañarlo. Sino porque en algún rincón profundo de su mente, todavía le costaba entender que alguien pudiera ser tan falso…
Y que ella lo hubiera dejado entrar.
"¿Por qué no me protegí mejor?", se reprochaba en los momentos débiles.
Pero esta vez, no se enterró en ese pensamiento.
Lo miró. Lo entendió.
Y lo soltó.
Porque ahora tenía algo más que miedo.
Tenía a su alrededor un grupo de personas que no solo le hablaban bonito.
La veían.
Una mañana, mientras lavaban sus cosas en un arroyo, Crybaby los miró a todos.
Spooky tiraba piedritas al agua para hacer reír a Blurry. Los chicos los observaba.
Elita le pasaba flores a Jazmín para que las usara como decoración de uñas.
Billie escuchaba música mientras dibujaba algo en la tierra con un palito.
Y entonces, sin razón aparente, lloró.
Pero no de tristeza.
Lloró como quien encuentra algo que había perdido hace mucho.
Como si por fin pudiera enterrar a todos esos falsos “amigos” del pasado.
Y Crybaby entendió que sí.
A veces hay que enterrar al amigo que fuiste, al que se dejó pisotear, para nacer otra vez con la piel más fuerte… y con compañía real.
Crybaby se levantó del arroyo, sintiendo el agua fresca escurrirse por su piel. Miró a su alrededor y vio a todos sus amigos reunidos, cada uno con su forma de ser, sus defectos, sus batallas personales.
Gerard, con esa mezcla de sensibilidad y rebeldía, siempre parecía cargar un mundo invisible en los ojos. Había momentos en que hablaba poco, pero cuando lo hacía, sus palabras tenían el peso de mil tempestades contenidas. Crybaby lo admiraba por su fortaleza silenciosa, por no rendirse pese a que la vida no le había sido sencilla.
Adam era un enigma en sí mismo. A veces parecía distante, como si llevara una armadura invisible contra un mundo que no lo entendía. Pero con ella, era distinto. Adam le había enseñado que la incomprensión podía ser también una forma de fuerza, y que no siempre había que ser el héroe perfecto para merecer un lugar en el grupo.
John Cooper era la calma en medio del caos. Su fe, su forma de ver el mundo desde otra dimensión, hacía que Crybaby se sintiera arropada, aunque no compartiera todas sus creencias. Con John, podía permitirse ser vulnerable y no sentir que eso la hacía débil.
Con todos ellos, Crybaby se sentía cada vez más cerca de algo parecido a un hogar. No un lugar físico, sino un espacio donde podía respirar, equivocarse, caer y levantarse sin que la juzgaran.
Por su parte, Blurryface observaba desde la distancia, su mente girando con pensamientos pesados.
Los enemigos, esos Niners y Nico, eran más que simples chicos problemáticos. Eran sombras que acechaban su espacio, dispuestos a fragmentar todo lo que había empezado a construir. Blurryface sentía que detrás de sus ataques había un miedo profundo, un vacío que él mismo había conocido de niño.
Pero también sabía que para enfrentarlos no bastaba con huir ni con esconderse.
—No son monstruos —pensaba—. Solo están perdidos. Y mientras ellos no cambien, el peligro seguirá latente.
Pensaba en Kelly, en Jason, en Matt… y en lo mucho que sus propias heridas se habían transformado en muertes pequeñas de esperanza. Pero también pensaba en Crybaby, en sus amigas, en Spooky Jim y en cómo cada uno era un rayo de luz en su oscuridad.
—No dejaré que nos destruyan —se prometió—. No mientras pueda pelear.
Y aunque la sombra de la duda nunca desaparecía del todo, sentía que con Crybaby y el resto, al menos no estaba solo.
El bosque que rodeaba el refugio seguía siendo un santuario para ellos. Allí, lejos de las miradas y las voces hirientes, podían ser quienes realmente eran.
Esa tarde, mientras el sol caía, Crybaby se permitió soñar con un futuro donde el amor no fuera un lujo, sino una certeza. Donde los lazos no se rompieran con la primera tormenta. Donde las heridas, aunque profundas, pudieran sanar.
Y mientras la luz dorada abrazaba sus rostros cansados, Blurryface la tomó de la mano con firmeza.
Crybaby sonrió, sintiendo que por primera vez, la oscuridad no la dominaba.
Chapter 57: Capítulo 57 - Summertime Sadness
Summary:
Spooky jim cumpleaños y tiene quincho con piscina y jacuzzi. La limonada estaba muy fuerte.
Chapter Text
Solo quería que supieras que… eres la mejor.
El sol pegaba sobre el quincho. El verano estaba finalizando. Las hojas de los árboles bailaban con el viento y el olor a cloro de la piscina flotaba en el aire mezclado con el perfume dulce de las limonadas, aunque alguien había exagerado con el limón. Todos se quejaban, pero seguían bebiéndola.
—¡¿Quién quiere otro vaso de limonada radioactiva?! —gritó Jazmín desde la sombra, riendo con los pies en el agua.
Spooky Jim también se rió, pero su sonrisa no subía hasta los ojos.
Era su cumpleaños, y en teoría todo estaba bien. El patio estaba lleno de risas, su madre había preparado empanadas y pastafrola, incluso Elita había traído un parlante donde sonaban canciones de los años dos mil que ni siquiera recordaban bien, pero todos fingían conocer.
Pero algo no encajaba.
Spooky se sentó solo un momento, bajo una sombrilla, con los pies mojados y una rebanada de torta medio derretida en el plato. Observaba a sus amigos: Blurryface intentando no quedarse bajo el sol, Crybaby bailando como si nadie la mirara, Adam medio dormido en la reposera, John leyéndose un versículo en un libro viejo que había traído en su mochila. Las chicas disfrutando el día como si estuvieran en la playa.
Y entonces, como si el verano se partiera en dos, lo sintió.
Esa punzada de tristeza antigua. Ese eco de cumpleaños anteriores donde todo era más gris. Cumpleaños sin su hermano gemelo, esos días con padres que fingían estar bien y luego se gritaban en voz baja. Recuerdos de la infancia en donde la última vez había regalos sin alma y tortas compradas en el último momento. Y llegaron los Cumpleaños donde solo estaba él… y Blurryface.
Porque Blurry siempre estuvo.
Desde el jardín, cuando todo parecía un laberinto. Cuando los adultos hablaban en clave, y su hermano desapareció de un día para el otro, llevado por un padre que no sabía querer sin destruir.
Recordó un dibujo que había hecho a los seis años. Unas figuras palotes, dos niños iguales tomados de la mano. Y Blurry, torpe y desnudo, había dibujado otro al lado, uno solo, con una sonrisa triste. Desde entonces supo que Blurry lo entendía.
—Pensás demasiado en tu cumpleaños como para disfrutarlo —la voz de Crybaby lo sacó del trance.
Ella se sentó junto a él, el cabello húmedo pegado a la cara, la piel brillante por el calor. Sostenía un vaso con hielo derretido y su sonrisa no era invasiva. Solo estaba ahí.
Spooky se encogió de hombros.
— ¿No te pasa que cuanto más feliz es el momento, más miedo te da que termine?
Crybaby lo miró en silencio, luego se apoyó en su hombro.
-Si. Pero eso no me impide disfrutarlo.
Spooky suspiró.
—Gracias por venir. Aunque no lo diga mucho… vos ayudaste a que todo cambie. A que yo también cambie.
Crybaby no respondió. Solo lo presionó un poco más contra ella, como si supiera que ese abrazo decía más que cualquier palabra.
Entonces, como si algo mágico los uniera, Elita puso una canción triste en el parlante. "Summer Sadness". Algunos bufaron, otros se pusieron nostálgicos de inmediato. Billie cantó bajito. Gerard se quedó mirando el cielo como si esperara que algo cayera del sol.
Y allí, bajo la luz dorada del atardecer, entre risas y voces que se desvanecían con la música, Spooky sintió que el dolor de antes… aunque no se fuera del todo, ya no pesaba tanto.
Porque ahora tenía un grupo. Tenía un presente.
Y aunque el verano se sentía raro, con ese calor que no terminaba de confortar, al menos estaba vivo.
Y acompañado.
La fiesta terminó entre carcajadas suaves, abrazos tibios y promesas de volver a verso pronto. El quincho quedó en silencio, apenas iluminado por las luces tenues del jardín y el sonido lejano de un grillo solitario.
Spooky Jim quedó el último, sentado en el borde de la pileta, con los pies sumergidos en el agua ya fría. Llevaba una remera seca, pero el cuerpo aún conservaba la humedad del día. Sentía una mezcla rara en el pecho, como si todo lo que vivió hoy hubiera sido una película, y ahora volvía a la realidad.
Fue entonces cuando su madre se le acercó. Tenía una caja de cartón en las manos, vieja y con el borde abierto, como si hubiera sido abierta y cerrada muchas veces.
—Llegó esto para vos —dijo, en voz baja, tendiéndole un sobre sin remitente.
Espeluznante lo tomó. Era un sobre simple, con su nombre escrito a mano, en tinta negra y con letra que conocía demasiado bien.
Tembló.
Abró el sobre con delicadeza, como si le tuviera miedo, y comenzó a leer:
" Hola. No puedo poner mi nombre, pero sabes quién soy.
No me odies por no escribirte antes. A veces te escucho en mi cabeza, como si estuviéramos hablando a través del patio otra vez.
Hoy es tu cumpleaños, lo sé Mamá. Hacía pastafrola, ¿verdad? Siempre fue tu favorita.
Estoy bien… o tan bien como se puede estar cuando no podés decir lo que sentís.
No me escribas de vuelta. Si papá lo descubre me va a castigar. Ya sabés cómo es.
Estoy en un buen lugar. Cada vez menos presente en la casa, lo que me permite estar entero y conectarme con gente como yo.
No me olvidé de vos. Feliz cumpleaños.
Te extraño más de lo que puedo poner en palabras. Sigue esperándome ”.
Las manos de Spooky se cerraron alrededor del papel, y el corazón le tocó el pecho como una ola. Se quedó quieto, los ojos clavados en el borde del sobre. Ni siquiera lloró. Era una tristeza que no encontraba forma de salir.
—Fue él, ¿no? —preguntó su madre, de pie a su lado.
Spooky no respondió. Solo ascendiendo.
Ella suspiró, se sento a su lado y durante un largo rato no dijo nada. Solo miraron el agua. El reflejo de la luna bailaba en la superficie, como si supiera guardar secretos.
—Antes de que nacieran —dijo de repente, con la voz temblorosa—, yo no tenía idea de nada. Me sentí perdida en el mundo, como si todo fuera una habitación muy grande y yo no tuviera dónde sentarme. Pero cuando los tuve… fue la primera vez que sentí algo parecido a la felicidad verdadera.
Spooky la miró. No la había visto así en mucho tiempo. Vulnerable. Real.
—Siempre quise que siguieran juntos —continuó ella—. No pude evitar lo que pasó. No fui fuerte ni inteligente. Pero todos los días, cuando te miro, pienso en tu hermano. Y yo... duele.
Spooky le tendió la carta. Ella no la tomó. Solo la acarició con la yema de los dedos.
—Algún día —dijo ella con los ojos húmedos—, él va a poder salir. Va a poder venir sin miedo. Y cuando lo haga, quiero que sepa que siempre lo estuvimos esperando.
Él ascendió, con un nudo en la garganta.
No dijeron más nada. El silencio fue un refugio compartido. Madre e hijo, bajo la noche del verano, entendiendo que la tristeza también podía unir.
Porque había algo inquebrantable en ellos:
la esperanza.
La habitación de Blurryface estaba iluminada por la suave luz amarillenta de una lámpara de escritorio. Afuera lloviznaba. Las gotas golpeaban suavemente contra la ventana, marcando un ritmo lento y envolvente.
Crybaby estaba sentada sobre la cama, con una taza de té entre las manos. Llevaba una remera de Blurry, larga y cómoda, que le cubría casi hasta las rodillas. Él, en cambio, revolvía una caja vieja que había sacado de su armario. Una que nunca mostró. Ni siquiera un Spooky.
— ¿Estás seguro de que quieres saberlo? —preguntó, sin mirarla directamente.
—Estoy segura de que quiero escucharte —respondió Crybaby, con la voz suave.
BLurryface confió. Sacó un par de papeles doblados, algo amarillentos por el tiempo. Los desplegó con cuidado, y allí estaban: dibujos hechos con crayones, torpes pero llenos de ternura. Uno mostró a dos nenes iguales tomados de la mano, con capas de superhéroes. Otro, una casa partida por una línea, ya los gemelos en lados opuestos, con caritas tristes.
Crybaby los tomó con delicadeza, como si sostuviera algo frágil.
—Estos… ¿los hizo Spooky?
Asintió blurryface. Se sentó a su lado. Su rostro estaba serio, pero había una grieta en su armadura.
—Él tenía un hermano gemelo. Vivieron juntos hasta que fueron separados… por una decisión horrible. El padre se quedó con uno, la madre con el otro. Y no… no fue por un acuerdo amable. Fue cruel. Injusto.
Crybaby se tapó la boca con la mano, como si el dolor ajeno la atravesara.
—¿Por eso Spooky es tan… raro a veces?
-Si. Y por eso también es tan bueno. Lo que vivió… podría haberlo destruido. Pero lo convirtió en alguien que cuida a los demás como nadie. Aunque no lo diga. Aunque se ría como un loco.
Blurryface amplía otro dibujo. Era simple: dos figuras, una llorando, la otra tapándole los ojos con las manos.
—“Para que no vea lo feo del mundo” —dijo Blurry, leyendo el título garabateado. —Lo hizo cuando tenía siete años.
Crybaby sintió un nudo en la garganta. Dejó la taza a un lado y lo abrazó. No solo por él, sino por Spooky, por su hermano desaparecido, por los recuerdos dibujados con crayones en papeles doblados.
—Gracias por contármelo —susurró—. Prometo no decir nada. Pero sí sentirlo contigo.
Blurryface le acarició el pelo. Estaba tranquilo. Se sintió acompañado.
—Sabía que vos lo entenderías.
—Claro que sí. Porque no quiero ser tu Lunchbox Friend … quiero ser algo real —dijo ella con una sonrisa leve.
Ambos rieron bajito. La lluvia seguía cayendo. La noche los abrazó.
Y aunque los secretos seguían doliendo…
ya no estaban solos.
Spooky Jim subió las escaleras lentamente, arrastrando un poco los pies. Era tarde. La fiesta de cumpleaños ya había terminado hacía horas. Había risas todavía colgadas en las paredes del quincho, pero en su pecho… quedaba un eco extraño.
Abrío la puerta de su habitación. No necesitaba prender la luz. La conocia de memoria.
Dos camas, una contra cada pared.
La suya, desordenada, con la manta de Batman medio caída.
La otra… intacta. Sin una arruga. Sin una marca.
Como si estuviera esperando a alguien.
El armario estaba dividido en dos, pero solo un lado tenía ropa.
En una mesa de luz vacía había polvo.
En el suelo, junto a la cama sin dueño, había cajas de regalo pequeñas.
Color amarillo. Con moños bien hechos. Nunca abiertos.
Los de Spooky siempre eran rojos. Siempre se abrirían.
Se sentó en su cama y, con un suspiro, sacó una hoja arrugada del bolsillo trasero de su jean. Había escrito algo a la tarde, antes del caos de la piscina, del jacuzzi lleno de espuma y del momento en que casi se ahoga con una limonada demasiado fuerte.
Desdobla el papel.
Lo releyó en silencio.
Y después sacó una birome.
"Ojalá hubieras estado acá hoy. Mamá cocinó tus empanadas favoritas. Me regalaron unos guantes para skate. Te hubieran encantado.
Sé que no vas a leer esto.
Y que papá se pondría loco si respondo.
Pero te extraño.
Todos los días.
No te olvidé.
Y no pienso hacerlo.
Sigo dejando tu cama lista. Por si acaso.
Sigo comprándote regalos. Por si un día te da por volver.
No hace falta que digas nada. Solo… aparecé.
Con eso me alcanza.
–J."
Spooky dobló la carta, se levantó con lentitud y la dejó sobre la almohada de la cama vacía.
La cama fría.
La que no se mueve.
La que espera.
No dijo nada.
Solo miró un segundo más…
Y apagó la luz.
Chapter 58: Capítulo 58 - Dance Macabre
Summary:
Hay baile con máscaras donde están todos. Halloween otra vez. Blurryface y Crybaby se vuelven los protagonistas.
Notes:
Les recuerdo que suelo hacer saltos de tiempo.
Chapter Text
Quiero hechizarte toda la noche
Era Halloween. Pero esta vez, no había invasiones a casas, ni desafíos imposibles, ni sustos en medio del bosque. Esta vez, todo el caos venía con invitación formal.
Celeste, Magnolia y Fleur no eran amigas ni enemigas. Eran compañeras de escuela que brillaban en su propio mundo, donde los brillos metálicos, las máscaras con encaje y las fotos con luces de neón lo eran todo. Y este año, ellas decidieron hacerlo a lo grande: una fiesta de Halloween en un salón comunitario decorado como si fuera un baile de máscaras parisino, pero con fantasmas, sangre falsa y luces estroboscópicas. La regla era clara: máscara obligatoria. Identidades opcionales.
Crybaby no tardó ni un segundo en aceptar la idea. Sabía que no era una trampa —las chicas no solían meterse en drama— y más importante aún: adoraba disfrazarse.
Blurryface, por otro lado, se sintió nervioso… pero un poco emocionado. Sabía que al cubrirse el rostro, su ansiedad desaparecía. Por un rato, podía ser cualquiera. O quizás… simplemente él mismo sin que nadie lo mire demasiado.
La noche llegó.
Crybaby apareció vestida de muñeca renacentista encantada, con una máscara blanca cuarteada y ojos delineados de negro azabache. Llevaba un vestido celeste como el hielo, y detalles de corset antiguo.
Blurryface se había puesto una máscara veneciana negra con detalles rojos oscuros como sangre seca. Su saco largo lo hacía parecer parte de un cuento gótico. Y sus ojos, escondidos en las sombras, no dejaban de buscarla entre la multitud.
Entre el humo de las máquinas, la música retumbaba con fuerza:
🎵 “Just wanna bewitch you in the moonlight...” 🎵
Los chicos se fueron uniendo poco a poco:
- Spooky Jim tenía un disfraz mitad arlequín, mitad espantapájaros siniestro.
- Gerard fue de vampiro elegante, aunque ya parecía uno sin esfuerzo.
- Adam se apareció como un lobo de traje formal, con colmillos de plata.
- John, de caballero templario, con la cruz hecha con maquillaje sobre la armadura falsa.
- Billie usaba una máscara blanca tipo noh japonés, sin expresión, acompañada de un kimono negro rasgado.
- Jazmín Bean fue una bruja demente, con varias capas de tul púrpura y maquillaje brillante que brillaba en la oscuridad.
- Elita… estaba deslumbrante como una sirena de ultratumba, con escamas pintadas en el cuello y una cola de red desgarrada.
Crybaby y Blurryface bailaban.
Al principio con torpeza. Luego, más cerca. El mundo entero giraba como un carrusel endemoniado, pero en ese instante, todo lo que importaba eran ellos dos y sus máscaras.
Nadie preguntaba sus nombres. Nadie necesitaba saber nada.
Solo existían las miradas, las risas ahogadas, y la seguridad de saber que estaban juntos en un lugar que por fin no era hostil.
—¿Creés que si esto fuera todos los días, seríamos diferentes? —preguntó Blurryface, con la máscara un poco torcida, su voz más tranquila de lo normal.
Crybaby sonrió detrás de la suya.
—No lo sé… pero me gusta saber que incluso sin máscaras, seguís eligiéndome.
En una esquina, Celeste, Magnolia y Fleur observaban el ambiente con orgullo.
—No puedo creer que salió tan bien —dijo Magnolia.
—¿Viste a los raros del fondo? Hasta ellos se integraron —dijo Celeste, señalando a Spooky, Adam y Gerard bailando entre ellos, ridículamente felices.
—No me molesta que se unan —agregó Fleur—. Mientras no haya drama… aunque sea un poquito.
Y entonces, sin que nadie lo notara al principio, un chico con máscara dorada y un disfraz de payaso elegante se escabulló por la pista.
Matt.
Sonreía por debajo, con algo de ironía.
—¿Jugamos a adivinar quién besa a quién antes de medianoche? —preguntó a Nico, que lo seguía de cerca con una máscara de diablo.
—Nah, esto es demasiado pasteloso —respondió Nico, pero sus ojos no dejaban de buscar entre la multitud.
Jason no estaba invitado.
Kelly tampoco.
Pero eso no garantizaba que no aparecieran.
La danza macabra seguía. Y lo mejor… aún no había pasado.
La música seguía. Las luces giraban como un hechizo lanzado sobre todos. Algunos bailaban como si el mundo fuera a terminar. Otros solo querían olvidar por una noche las heridas que el año les había dejado.
Crybaby y Blurryface se habían apartado un poco, sentados en uno de los sillones del rincón, con una copa de ponche (con más azúcar que lógica) en la mano. La conversación fluía tranquila, envuelta en risas suaves y alguna caricia inesperada. Las máscaras estaban algo corridas, pero los rostros se reconocían igual.
Blurryface le mostró unos anillos de plástico con forma de calavera. Se coloco uno.
—Lo gané en el stand de adivinanzas.
—¡Qué romántico! —bromeó Crybaby, pero extendió su mano para que pusiera el otro anillo.
Él sonrió de lado y lo deslizó por su dedo meñique.
—Hasta que se rompa —dijo él.
—Hasta que se rompa —repitió ella.
En la pista, la cosa se volvió confusa.
Matt, disfrazado de arlequín gótico, se paseaba entre grupos como si fuese el dueño de la fiesta. No lo habían invitado, pero eso nunca lo detuvo.
—¿Quién será esa de allá? —le susurró a Nico, señalando a alguien de espaldas con vestido plateado y una máscara brillante.
Se acercó por detrás con una sonrisa de galán barato. Dio una vuelta alrededor y, sin mirar demasiado bien, fue directo al rostro bajo la máscara…
Y le dio un beso.
El chico giró sorprendido…
—¿Qué hacés, tarado?
¡Era Adam Gontier!
Matt dio un salto hacia atrás como si lo hubieran electrocutado.
—¡¿QUÉ?! ¡¿ERAS VOS?!
—¿Querías besar a un alma rota, no? ¡Pues acá estoy! —gritó Adam, muerto de risa mientras los demás chicos lo rodeaban.
—¡Te lo tenías merecido! —añadió Gerard, aplaudiendo como en teatro.
—¡Listo! A partir de ahora, te llamás Matt “el que besa a Adam” —gritó Spooky Jim, y los tres se tiraron al suelo de la risa.
Matt, rojo como tomate, buscó a Nico con la mirada… pero él ya se había esfumado, como siempre hacía cuando las cosas se complicaban.
—¡Van a ver! ¡Todos ustedes van a ver! —espetó, antes de comenzar a caminar furioso entre la gente.
Pero las cosas no iban a quedarse en una humillación pública.
Jason y Kelly también se habían infiltrado en la fiesta.
Jason, con una máscara de demonio de fuego y un abrigo largo, se movía entre las sombras del lugar como si fuera un villano de película barata.
Kelly, vestida como una reina de corazones sin corazón, empujaba a los chicos más chicos con cara de asco.
Se acercaron al sector de bebidas, cambiaron un par de cosas, y empezaron a alborotar sin que nadie lo notara… al principio.
Pero Spooky Jim estaba en modo centinela.
Y no tardó en darse cuenta de que algo no cuadraba.
—¿Vieron eso? —le preguntó a John Cooper, que ya lo seguía sin dudar.
—Sí… y ahora que los vi de cerca, esos dos no están en la lista de invitados.
El caos comenzó de a poco. Unos gritos en el pasillo. Una lámpara tirada. Alguien se desmayó por tomar limonada que estaba… demasiado fuerte. Jason sonrió. Quería que la fiesta terminara mal. Quería arrastrar a todos consigo.
—¡¡HEY!! —gritó una voz desde la entrada.
Tres figuras se pararon firmes en la puerta.
Eran los hermanos mayores de Celeste, Magnolia y Fleur.
—¡¿Ustedes?! —dijo uno, apuntando directo a Jason.
—¡La fiesta es para los vivos, no para los muertos como ustedes! —dijo otro, quitándose la chaqueta y poniéndose serio.
—Están por conocer el verdadero terror, y no es de Halloween —sentenció el tercero.
Jason y Kelly intentaron huir. Pero entre los universitarios, Spooky, Gerard, Adam, John, Billie y Jazmín… no tuvieron a dónde correr. Fue más como un partido de fútbol entre fantasmas y cazadores, donde los villanos terminaron contra el piso, llenos de brillantina y vergüenza.
—¿Estás bien? —preguntó Blurryface, sujetando a Crybaby de la mano cuando el escándalo terminó.
Ella asintió.
—Siempre que estés conmigo.
La fiesta no terminó con destrucción, sino con un aplauso general.
Celeste, Magnolia y Fleur agradecieron a todos por mantener el orden y prometieron que el año siguiente sería aún mejor.
Y cuando la noche ya moría, Crybaby y Blurryface salieron al aire libre.
Se sacaron las máscaras al mismo tiempo.
Y por primera vez en toda la fiesta… se besaron.
Un beso de verdad.
Sin máscaras.
Sin miedo.
El aire olía a confeti quemado, sudor adolescente y algún que otro perfume caro que no pudo tapar el caos. La fiesta ya se había dispersado. Algunos se iban en grupo riendo; otros se alejaban en silencio con sus máscaras en la mano y la dignidad arrastrándose por el suelo.
En una calle lateral, Kelly caminaba como un huracán contenido, con su capa roja arrastrándose detrás. Matt la seguía, todavía limpiándose con una servilleta el labial que accidentalmente había terminado en su cara.
—¡¿Qué te pasa, idiota?! —bufó ella, girándose en seco—. ¡Tenías una sola tarea! ¡Una! ¡Y ni eso podés hacer bien!
—¿Y qué querías que hiciera? —respondió Matt, irritable—. ¿Forzar un beso con alguna de las loquitas esas?
—¡Con Crybaby, sí! O al menos con una de sus amiguitas, ¿qué sé yo? El punto era armar lío, ponerlos en contra, no que terminen besándose como en una novela cursi de vampiros yaoi.
Matt se pasó la mano por el pelo con fastidio.
—¡Perdón si me distraje después de haberme chapado a Adam Gontier sin querer! ¡¿Querés besar vos a uno de ellos, a ver qué se siente?!
Kelly frunció los labios, asqueada.
—No tenés excusa. Te volviste blando. Antes eras mejor en esto. —Le lanzó una mirada que podía derretir acero—. No me extrañaría que termines del lado de ellos en cualquier momento…
Matt no respondió. Solo bajó la vista, sintiendo que algo en él se quebraba. No era miedo. Era... duda. Y eso, para Kelly, era traición.
Unos metros más allá, entre los arbustos, Jason estaba encorvado como si tuviera noventa años. Se había torcido la espalda en plena huida, después de resbalarse con gel de pelo derramado por alguno de los metaleros.
—Maldigo a la adolescencia —gruñía mientras se apoyaba en un poste de luz—. Maldigo al ponche, a las máscaras, a las fiestas y a ese maldito universitario que me hizo una llave de judo.
—Agradecé que no te patearon las costillas —murmuró Kelly sin mirarlo.
—Las costillas las tengo bien. El alma, no tanto.
Kelly se limitó a resoplar y seguir caminando. Lo último que quería era cargar con inútiles quejumbrosos.
Mientras tanto, en una esquina oscura de la fiesta, Nico abría su botín con una sonrisa de oreja a oreja. Había escapado de toda pelea, evitado la vergüenza y salido con una bolsa llena de caramelos robados.
—¡Esto es Halloween! —susurró para sí mismo, feliz.
Abrió el primer envoltorio brillante y metió el caramelo entero en la boca.
Un segundo después…
—¿¡QUÉ ES ESTO!? —gritó.
Era Orozuz. Negro, amargo, con sabor a medicina y traición.
Escupió el caramelo como si fuera veneno y miró la bolsa más de cerca. Todos. Absolutamente todos los dulces eran de Orozuz.
—¡NOOOOO! ¡ME METIERON LA VIEJA TRAMPA DEL CARAMELO BARATO! —gritó al cielo, cayendo de rodillas como un actor de tragedia griega.
Desde una ventana lejana, alguien se reía.
Era Fleur, viendo todo desde la cocina.
—Para que aprendas, ratita —dijo, cerrando la persiana con una sonrisa.
La noche de Halloween terminó entre risas, vergüenzas, pequeñas venganzas y corazones latiendo fuerte.
No fue perfecta. No fue tranquila.
Pero fue inolvidable.
Y en algún lugar, al borde del sueño, Crybaby abrazó el anillo de plástico que Blurryface le había puesto.
No importaba cuánto durara.
Porque por una noche… todo había estado bien.
A la mañana siguiente, los pasillos de la escuela estaban más encendidos que una red social después de un escándalo. Grupos de chicos y chicas comentaban sin parar la fiesta con máscaras organizada por Celeste, Magnolia y Fleur.
—¿Viste al universitario que hizo un mortal para sacar a Jason del medio?
—¡Sí! Y después desapareció como un ninja.
—¡Y esa pareja enmascarada que bailó como en una película antigua! ¿Quiénes eran?
Nadie sabía que eran Crybaby y Blurryface. Nadie los reconoció con esas máscaras venecianas que parecían sacadas de una ópera maldita. Pero ellos sí sabían.
Estaban sentados en el banco del patio, compartiendo una bebida de lata, mostrándoles a sus amigos sus anillos de calavera. Eran plásticos, baratos… y preciosos.
—¿Eso es de compromiso o de alianza para el apocalipsis? —preguntó Jazmín, burlona pero encantada.
—Un poco de ambas —respondió Blurry, encogiéndose de hombros con una sonrisita difícil de disimular.
—Les queda genial —dijo Gerard, apoyando su mentón en el hombro de Elita.
—¿Quién diría que el terror de la escuela es un romántico empedernido? —añadió Elita mirando a Blurry con sorna.
—Decilo más fuerte y te encierro en un armario lleno de cosas rosas —respondió Blurry sin perder la calma.
Todos rieron.
Crybaby no podía dejar de mirar su anillo. No era por el objeto. Era por lo que simbolizaba. Una conexión. Un pacto. Un “te encontré”.
Algo que valía más que cualquier fiesta.
Mientras tanto, en el rincón oscuro de la cafetería, el club de los derrotados no hablaba. Matt tenía los codos sobre la mesa y la cabeza entre las manos. Jason se quejaba en silencio, con la espalda tiesa como un palo. Kelly jugueteaba con un alfiler de su chaqueta como si planeara el apocalipsis. Y Nico… simplemente estaba enojado con la vida.
—¿Querés un caramelo? —dijo Nico con tono seco, tirando la bolsa a la mesa.
—¿De qué son? —preguntó Jason, sin ganas.
—Probá y después contame.
Jason metió uno a la boca… y lo escupió inmediatamente.
—¡ARGH! ¡Orozuz! ¡¿Esto es una maldición!?
—Es Halloween, boludo. La noche de las maldiciones —gruñó Matt sin levantar la cabeza.
Kelly se levantó de golpe, empujando la silla con fuerza.
—Estoy harta. ¡Nos humillaron! ¡Nos robaron la fiesta! ¡Los enmascarados eran ellos, ¿no lo ven?! ¡Crybaby y ese emo infumable!
—Kelly… calmate… —intentó decir Matt, pero fue interrumpido.
—¡No! Esto no termina acá.
Se alejó hecha una furia, dejando a los otros tres en silencio.
Los únicos que se les acercaron fueron los Niner. Con sus mochilas negras, su actitud rara y medio perturbadora, se sentaron cerca sin pedir permiso.
—No se preocupen —dijo uno de ellos, casi como un susurro venenoso—. Las máscaras caen. Siempre caen. Y cuando eso pase, nosotros vamos a estar ahí.
—Nosotros siempre estamos ahí —agregó otro, como si completara una profecía oscura.
Nico los miró con desconfianza. Jason… también.
Pero Matt levantó la vista, por primera vez en toda la mañana.
Y algo en sus ojos parecía a punto de quebrarse.
En cambio, en otro rincón soleado, Crybaby y Blurryface compartían auriculares. Sonaba algo instrumental, suave, con un aire de circo fantasmal y violines melancólicos.
—¿Vos decís que nos van a descubrir? —preguntó Cry en voz baja.
—Y... que lo intenten —respondió Blurry, sin soltarle la mano.
Ella apoyó su cabeza en su hombro.
Porque esa mañana, aunque el mundo siguiera siendo un lugar raro, injusto y peligroso…
Ellos tenían un pacto.
Y tenían su propio “baile macabro”.
Chapter 59: Capítulo 59 - Forever
Summary:
Paseo de bosque entre luciérnagas. Hay una declaración de amor eterno.
Chapter Text
Esperas el sol por la mañana
Estoy esperando a que llueva
La niebla había caído como una bendición extraña. No era común en esa época, pero nadie la cuestionó. Nadie, excepto Crybaby, que miraba por la ventana de la vieja cabaña como si fueran los pétalos de un recuerdo.
—¿Querés salir? —preguntó Blurryface, abrochándose la campera con su tono casual.
Pero sus ojos no eran casuales.
Crybaby no respondió de inmediato. Se limitó a asentir y a buscar su abrigo. Salieron juntos, sin decir nada más, como si el mundo estuviese esperando que ese silencio fuera eterno.
El bosque los recibió con un crujido bajo sus pies. La niebla cubría todo como un velo de calma. Y por encima de ellos, algo aún más raro: luciérnagas.
Sí, en medio de la niebla. Como si la naturaleza hubiese decidido que ese momento merecía magia.
Crybaby extendió su mano. Una luciérnaga se posó en su dedo como si siempre hubiese estado esperándola.
—Esto parece un sueño —dijo, apenas en un susurro.
—Entonces no te despiertes —respondió Blurryface.
Caminaron sin rumbo, entre árboles, entre luces pequeñas que danzaban alrededor suyo. No sabían si era un fenómeno real o un regalo del universo. Pero no les importaba.
Se detuvieron junto a un tronco caído, cubierto de hierbas. Crybaby se sentó primero, con cuidado. Blurry la imitó. El silencio volvió, pero esta vez no era incómodo. Era suave. Intenso.
—¿Te puedo decir algo? —preguntó él, mirando el suelo.
Crybaby asintió, pero no dijo nada.
—No sé en qué momento te volviste todo. Pero pasó. Y ahora tengo miedo de perderlo.
Crybaby lo miró. El rubor en sus mejillas, la forma en la que el viento no podía borrarle la ternura de la cara.
—No vas a perderme.
—Eso no podés prometerlo.
—No —dijo ella, tomándole la mano—. Pero lo que sí puedo prometerte… es que aunque todo explote, aunque el mundo se rompa, aunque volvamos a estar solos o nos obliguen a separarnos… yo te voy a llevar conmigo. Siempre.
Blurry la miró. Los ojos negros, tan negros, parecían espejos en ese momento.
—¿Siempre?
—Siempre.
—¿Incluso si soy un monstruo?
—Entonces te amaré como se ama a los monstruos: con cuidado… y sin miedo.
Él se acercó. La niebla seguía pasando.
Las luciérnagas giraban a su alrededor como si bendijeran ese instante.
Y cuando sus labios se encontraron, fue como si el mundo les susurrara al oído:
“Forever.”
No hacía falta más.
El frío no dolía.
El bosque no era un lugar perdido.
Y ellos… no estaban rotos.
Todo empezó con un globo flotando en el cielo.
No un globo cualquiera, sino uno negro con pequeños dibujos de ojos pintados a mano. Nadie sabía de dónde había salido, pero estaba ahí. Flotando justo encima de la plaza donde todos solían reunirse cuando no pasaba nada.
Y era un día de esos.
Nada debía pasar.
—¿Lo ven también o ya me estoy volviendo más raro de lo que pensaba? —preguntó Spooky Jim, apuntando al cielo.
—Vos ya estabas raro desde antes —murmuró Gerard, tomando un café en un frasco de vidrio que parecía más alquímico que práctico.
Crybaby y Blurryface estaban sentados en el columpio doble. No se decían nada, pero sus manos estaban enlazadas. Había algo tranquilo en ellos. Como si el silencio les diera tregua.
—¿Y si es una cámara del gobierno? —tiró John, con el ceño fruncido.
—¿Y si es un mal augurio? —dijo Billie, sacando una carta del tarot sin barajar.
Adam Gontier se limitó a gruñir mientras tocaba un acorde menor en su guitarra con cuerdas oxidadas.
Elita estaba haciendo origami con servilletas robadas del bar de la esquina.
Y de fondo, una señora mayor les ofrecía empanadas desde una bicicleta con carrito… pero solo aceptaba trueques.
—Tengo dos tornillos oxidados y una estampita de una virgen llorando sangre falsa —dijo Spooky Jim.
—Acepto si me das también una historia buena —respondió la señora.
Y así empezó todo.
Una guerra de historias.
Cada uno tenía que contar la cosa más absurda, intensa o mágica que hubiera vivido. Y si la historia convencía a la señora, se ganaba una empanada (nadie sabía de qué eran).
Crybaby contó sobre un sueño donde estaba atrapada en un invernadero invertido, con flores que lloraban por ella.
Blurryface habló de una vez en la que se perdió a propósito en un hospital abandonado solo para comprobar si los fantasmas lloraban en la oscuridad.
Spooky se llevó tres empanadas por contar cómo una vez juró haber visto a su gemelo reflejado en un charco… pero en vez de copiar sus movimientos, el reflejo sonrió por su cuenta.
Cuando todos terminaron, el globo negro explotó en silencio. Solo cayó una pequeña nota.
Crybaby la atrapó antes de que tocara el suelo.
Decía:
"Día 0: todo está por comenzar. No pierdan la magia. Ni siquiera en lo que parece normal."
Y aunque se miraron entre ellos, no supieron si reírse, preocuparse o simplemente seguir caminando como si nada. Porque tal vez ese era el punto.
Que en un mundo donde hay bullying, soledad, personas ausentes, y cartas que no llegan, también haya lugar para tardes de empanadas misteriosas, historias compartidas… y globos que estallan con secretos.
Esa noche, nadie volvió igual a su casa.
No por algo dramático.
Sino porque entendieron que lo raro… los estaba uniendo más de lo que pensaban.
—No te asustes si mi mamá está callada. O si habla mucho. Es un juego de azar —murmuró Blurry, mientras abría la puerta con esa mezcla de valentía y resignación.
Crybaby asintió.
Tenía el corazón latiéndole como si fuera su primera audición en una obra de teatro, aunque no había público. Solo una mujer —alta, delgada, con ojeras de años de guardias eternas— que levantó la mirada desde el horno.
—¿Vos sos Crybaby? —preguntó. No sonaba ni hostil ni amable. Solo… cansada.
—Sí, señora —respondió ella con una pequeña reverencia involuntaria.
—¿Tenés alergia al queso?
Crybaby parpadeó.
—¿Eh? No… no que yo sepa.
—Bien. Hay lasaña.
La cena fue un espacio raro. Casi irreal.
No por incómodo, sino porque era normal.
Un lujo para alguien como Blurryface, acostumbrado a bandejas frías y notas escritas con letra médica ilegible pegadas a la heladera.
Su madre se sentó con ellos, sin apuro. Les sirvió agua con rodajas de limón. Preguntó por la escuela, por los disfraces de Halloween. Escuchó, sonrió una vez, y hasta hizo una pregunta sobre libros.
Crybaby, aunque tímida al principio, pronto se sintió cómoda. No por la comida (aunque estaba riquísima), sino porque era la primera vez que veía a Blurry tan tranquilo frente a ella y a su madre al mismo tiempo.
Después de la comida, mientras su madre lavaba los platos con los auriculares puestos (seguramente un podcast médico), Crybaby y Blurryface se quedaron sentados en la mesa.
No hablaban, pero se miraban.
Había algo diferente en sus miradas.
—¿Te das cuenta de lo que pasó hoy? —susurró Blurry.
—¿Que comí lasaña sin morirme?
—Que viniste a mi casa. Con ella acá. Y todo salió bien.
Crybaby apoyó su frente en su hombro.
—Tal vez… hoy fue un "Día 0", ¿no? El primer día de algo nuevo.
Blurry no respondió. Solo le apretó la mano.
Por un momento, la normalidad dolía.
Pero al mismo tiempo, se sentía como un descanso merecido.
Chapter 60: capitulo 60 - Ribs
Summary:
Es cumpleaños de Billie y solo salen a dar una vuelta en un skate park.
Chapter Text
Podemos hacerlo parecer divino
Podemos hablarlo bien
Como desearías que fuera siempre…
Andamos tambaleando por las calles a medianoche
Y nunca me había sentido tan sola
Envejecer da tanto miedo…
La Skater Park estaba decorada con luces de neón tenues y cintas plateadas que colgaban como telarañas glamorosas.
Billie Eilish cumplía años, y lo celebraban a su manera: sin adultos, sin protocolos, sin filtros.
Solo ellos. Música en parlantes portátiles. Skates, rollers, zapatillas brillantes y carcajadas que rebotaban en las rampas.
Crybaby giraba en círculo sobre sus patines, con los brazos extendidos como si pudiera volar.
Jazmín Bean la seguía con sus ruedas cromadas, con una capa negra que se agitaba como alas de murciélago.
Elita y Blurryface estaban sentados sobre una de las barandas más altas, compartiendo una bebida energizante que ardía como fuego en la garganta.
Y en el centro de todo, Billie.
Con sus lentes oscuros, su gorrito verde limón y una sonrisa extrañamente serena.
—¿Estás feliz? —preguntó Crybaby, tomándola del brazo para que giraran juntas.
—Sí… pero es raro —respondió Billie—. Como si me estuviera alejando de algo, ¿entendés?
Crybaby no respondió. Solo la tomó más fuerte de la mano.
En una esquina del skatepark, Spooky Jim improvisaba una batalla de breakdance con John Cooper, mientras Gerard sacaba fotos desde un ángulo imposible.
Adam Gontier afinaba su guitarra, preparando una pequeña sorpresa.
Pero Billie no quería show.
Quería algo que doliera un poquito, que se sintiera real. Como esa canción que te hace llorar sin saber por qué.
Y entonces sonó "Ribs", y todo se volvió más lento.
Los parlantes escupieron esa voz suave, nostálgica, casi perdida entre eco y recuerdos.
“It feels so scary, getting old…”
Billie se quedó quieta.
Blurryface la observó desde lejos, sabiendo que ella no era de llorar, pero que algo se le rompía por dentro.
—A veces quiero detener el tiempo —murmuró Billie, mientras veía a sus amigos rodar, reír, empujarse suavemente—. Quiero que se queden así, exactamente así.
—Tal vez no se pueda —dijo Blurry, que había llegado a su lado—. Pero sí podés congelar este momento.
—¿Cómo?
—Con amigos como estos. Y con memoria. Aunque duela.
Crybaby se unió a ellos, llevando una cajita pequeña.
Dentro, un anillo con forma de corazón hecho a mano, pintado de negro y verde.
—No es perfecto, pero... es tuyo.
Billie lo miró, como si contuviera un hechizo.
—No sé qué hice para merecerlos.
Blurryface le palmeó el hombro.
—Tenernos no siempre es cuestión de merecer. A veces, solo pasa.
Y por primera vez en esa noche, Billie se permitió sonreír de verdad.
Más tarde, Adam tocó una versión acústica de una canción sin nombre. Spooky hizo un intento fallido de subir por la rampa con los ojos cerrados. Jazmín repartió gomitas en forma de calaveras. Y John y Gerard se tomaron una selfie con pose de estrellas del rock.
Pero en el centro de la pista, bajo las luces suaves y la canción que seguía latiendo como un corazón viejo, Billie, Crybaby y Blurryface se sentaron en el piso de concreto, espalda con espalda.
Miraron hacia arriba, al techo negro punteado de estrellas falsas.
Y por un momento, parecían eternos.
La música seguía sonando en la Skater Park, y el ambiente estaba cargado de anticipación. Entre risas y maniobras arriesgadas en patines y skate, Billie se apartó por un instante de la pista para acomodar su torta en una mesa improvisada. Los globos y luces destellaban en el aire, pero lo que más brillaba era la mirada de la cumpleañera, llena de curiosidad y una pizca de nerviosismo al mismo tiempo.
—Chicos, voy a abrir mis regalos antes de soplar las velas —anunció Billie con voz modulada pero llena de determinación.
Y sin esperar demasiado, sus manos recorrieron los paquetes cuidadosamente apilados: envoltorios brillantes, tarjetas hechas a mano, y algo que sobresalía por su elegancia.
Entre ellos, un paquete sencillo, con papel de un verde profundo y un lazo plata, llamó su atención. Al rasgar el envoltorio, descubrió una cámara profesional. Un obsequio de alguien muy cercano de su familia, que quería que ella capturara cada instante, cada truco, cada risa de esa noche única.
—¡Wow! —exclamó mientras sostenía el aparato con reverencia—. Es… perfecto.
La noticia se esparció rápido: en cuestión de minutos, se organizó una improvisada sesión de fotos. Billie, con su cámara nueva, invitó a todos a participar. Las ruedas de los patines y las tablas de skate se convirtieron en protagonistas en un desfile vibrante.
Crybaby, Blurryface y el resto se sumaron al festejo.
- Billie se lanzó al aire haciendo saltos audaces sobre la baranda, mientras la cámara capturaba cada movimiento con una precisión asombrosa.
- Jazmín Bean e Elita se unieron en un baile desenfadado, sus siluetas bailando en contraste con la luz de neón.
- Incluso Spooky Jim se atrevió a recorrer la rampa, dejando tras de sí una estela de risas y emociones.
Las imágenes se volvían instantáneamente virales entre ellos, proyectadas en la pantalla improvisada que habían montado cerca del parque. Cada foto contaba la historia de una noche en la que el tiempo parecía extenderse, recordándoles que la amistad, la pasión por el skate y el poder de la creatividad podían convertir una simple celebración en algo inolvidable.
Mientras tanto, en una esquina menos iluminada y apartada del jolgorio, se percibía un murmullo desafiante.
Eran los Niners. En este grupo de nueve chicos que jugaban en la escuela, el ambiente era distinto: resentimiento y envidia se mezclaban con el deseo de desbaratar la alegría de la fiesta. Sin embargo, esta vez no estaban presentes algunos de sus habituales aliados. Kelly, Jason, Matt y el mismísimo Nico —el número 9 y líder— ya habían recibido sus castigos por malas acciones anteriores y se encontraban ausentes.
Con la banda reducida, los Niners se atrevieron a hacer una entrada provocadora, intentando irrumpir en medio del photoshoot y el baile.
—¡Vamos, muchachos! ¡Esta fiesta es de nosotros también! —dijo uno con voz arrogante, mientras se aproximaba a la zona central.
Pero el ambiente ya estaba cargado de energía positiva. Un grupo de amigos, recién invadidos por la adrenalina de los trucos y las risas, se notó vigilante.
Blurryface, con la mirada fija y decidida, se interpuso de manera natural entre los Niners y el grupo principal.
—Acá la diversión es de todos, pero si quieren molestar… les aseguramos que no les va a salir tan bien como a nosotros —dijo con tono desafiante, llenando el aire de tensión.
El ambiente se congeló por un segundo, y luego, la magia del momento se impuso. La cámara de Billie siguió capturando la escena, pero ahora era una imagen de unidad y rechazo a la violencia.
—No vamos a dejar que arruinen esto —añadió Crybaby, mientras un par de amigos se agrupaban de inmediato para apoyarlos.
El intento de los Niners se torció en una mezcla de reveses y tropiezos: un choque accidental con una patinadora, una caída torpe en la pista, y el desprecio inescapable de quienes preferían celebrar en vez de pelear.
Los Niners, frustrados, se dispersaron sin encontrar una forma efectiva de interferir. La energía de la fiesta, protectora y alegre, se mostró más fuerte que cualquier intento de sabotaje.
La cámara profesional brillaba bajo las luces de neón, inmortalizando cada instante en el que la risa y el espíritu libertario habían triunfado.
Más tarde, mientras Billie se preparaba para soplar las velas de su torta, todos se agruparon en un semi-círculo. El ambiente era festivo, cargado de complicidad y magia.
El reflejo de la cámara y la complicidad entre amigos dejaba ver que, a pesar de las adversidades, aquella noche se había transformado en un verdadero tributo a la vida y la juventud.
Y así, en medio de patines, sonrisas y un pequeño grupo que quiso arruinar la fiesta sin éxito, se selló otro recuerdo imborrable.
Las luces del Skater Park empezaban a apagarse lentamente, como si el mundo exterior entendiera que la fiesta había llegado a su fin. El aire seguía oliendo a chicle, metal y asfalto, mezclado con el dulce de la torta que casi no sobrevivió a tanta energía juvenil.
Crybaby caminaba abrazada al brazo de Blurryface mientras se dirigían al punto de encuentro para el transporte.
El minibús escolar privado ya los esperaba, con sus luces encendidas y el chofer medio dormido pero sonriente.
—¿Vieron la cara del Niner que se cayó en la rampa? ¡Parecía que iba a llorar! —gritó Spooky Jim desde el fondo del grupo, estallando en carcajadas.
—El otro tropezó solo con una sombra, literal —dijo Jazmín Bean, aún ajustándose los guantes con glitter—. Creo que ni sabía qué estaba haciendo ahí.
—Amo cuando se creen peligrosos y terminan haciendo el ridículo —comentó Elita, acomodando la cámara de Billie en su mochila con cuidado.
—¿Y vieron cómo uno se cayó en una torta de cumpleaños de otro grupo? —soltó Billie, mientras se reía tan fuerte que tuvo que apoyarse en una de las barandas.
—Fue casi arte. Pero arte torpe —añadió Blurryface, provocando más carcajadas.
Todos subieron al minibús entre risas, empujones amistosos y gritos de “¡Guarden el último pedazo de torta!” y “¡No le des galletitas a Spooky que se sube al techo de nuevo!”.
El vehículo arrancó suavemente, dejando atrás la pista iluminada que había sido el escenario de una fiesta inolvidable.
Desde las ventanas, la ciudad se veía adormecida, tranquila, como si el caos alegre que ellos generaban no pudiera romper la quietud de las calles.
Crybaby se acurrucó al lado de Blurryface, con la cabeza recostada en su hombro. Él entrelazó sus dedos con los de ella, y por un instante, todos los sonidos parecieron desvanecerse.
—¿Creés que siempre vamos a tener días así? —le preguntó Crybaby en voz baja.
—No todos los días, pero los que tengamos… van a valer por mil —respondió él, acariciando con el pulgar el dorso de su mano.
Un poco más atrás, Billie estaba revisando las fotos que había tomado con su cámara nueva.
—¡Esta salió brutal! Miren esta de Elita deslizándose por la baranda —dijo, girando la cámara para mostrar la imagen.
—¿Me la imprimís para poner en mi cuarto? —preguntó Elita, sonriendo con los ojos brillantes.
—Obvio. Esta cámara ya se volvió parte de mí.
De repente, Spooky Jim levantó la voz desde el fondo:
—¡Hagamos una promesa! Que todas nuestras fiestas sean así: sin reglas, sin drama, y siempre con torta doble.
—¡Y sin Niners! —agregó Billie.
—¡Y con más fotos en el aire! —gritó Jazmín.
—¡Y con el corazón lleno! —cerró Crybaby, mientras Blurryface la abrazaba por la cintura.
El minibús se llenó de gritos de “¡SÍ!” y palmas. La noche estaba cerrando su telón, pero en sus almas el eco de la música, los patines, la adrenalina y las risas seguía vibrando como una canción que no querían que termine.
Cuando cada uno llegó a su casa, aún con la sonrisa colgando de los labios, sabían que esa noche quedaría atrapada entre los pliegues del tiempo.
Una noche donde los intentos de los que odian no pudieron tocar ni una sola de sus luces.
Una noche para recordar que crecer también podía ser dulce, libre… y ruidoso.
Chapter 61: Capítulo 61 - Venus as a boy
Summary:
Las amigas de Cry como la tonta de Kelly se preguntan que vio Cry en Blurry. Ella solo bendice la belleza de su amor. Conoceremos los orígenes de la perra de Kelly. Kelly siente celos de la belleza rara de Crybaby y la odia porque tiene la atención de Jason.
Chapter Text
Él cree en la belleza.
Es el chico Venus.
Cree en la belleza y la dulzura.
La escuela despertaba entre murmullos, pasillos que olían a libros viejos y pizarras a medio borrar.
Las voces se mezclaban con el ruido de las mochilas, el roce de las zapatillas en el piso de mármol y el chocar tímido de los casilleros.
Crybaby caminaba con la cabeza erguida, pero con ese brillo suave en la mirada que parecía hecho de secretos y esperanza.
A su lado, sus amigas —Elita, Jazmín y Billie— notaban que hoy algo en Crybaby era diferente. Como si cargara una luz propia que los demás no podían ver.
En un rincón, oculta tras una columna, Kelly escuchaba. Se mordía el labio inferior y apretaba las manos contra su mochila. Nadie la había invitado a la fiesta de Billie. Ni siquiera la mencionaron.
—¿Qué habrá visto Cry en Blurry? —susurraba Jazmín, sin poder evitar la curiosidad.
—No sé —respondió Elita—. Pero él tiene algo que nadie puede fingir. No es solo su forma de ser… es todo su ser.
Billie asintió, y con una sonrisa dijo:
—No es cosa de apariencia. Es como si él trajera una música silenciosa, una que solo Cry puede escuchar.
Desde su escondite, Kelly apretó los puños. Eso la hacía sentir pequeña y vacía.
Mientras tanto, Crybaby se detuvo frente a su casillero. Sacó un pequeño espejo y se miró por un momento. No era por vanidad. Era para recordarse que el amor que llevaba dentro no tenía que ver con lo que otros vieran.
—Blurry es como la luna en un cielo oscuro —pensó—. No importa si nadie más la ve, yo la siento iluminando todo mi mundo.
Cuando Kelly intentó acercarse con palabras hirientes, las amigas de Crybaby la miraron con calma, como si la tristeza que Kelly llevaba fuera invisible pero profunda.
—No necesitas entenderlo, Kelly —dijo Crybaby, suave—. Solo te deseo que puedas encontrar esa luz que yo encontré.
Kelly bajó la mirada, no dijo nada. Quizá no hoy, quizá nunca.
Pero el pasillo siguió vivo con risas, pasos y la promesa de que el amor verdadero no necesita permiso para brillar.
El olor a harina y manteca recién derretida flotaba en la cocina del aula, mezclándose con el ruido de cucharas, risas y el chisporroteo de las sartenes.
Las chicas estaban agrupadas alrededor de la mesada, cortando frutas y batiendo mezclas con entusiasmo.
Crybaby tenía las manos ocupadas amasando la masa de un budín, pero su mente flotaba en otros pensamientos.
Elita, Billie y Jazmín no podían evitar mirarla con curiosidad, esperando que se animara a responder lo que desde hace días rondaba en sus mentes.
—Dale, Cry —insistió Elita con una sonrisa—. ¿Cómo elegiste a Blurryface? Quiero decir… ¿qué viste en él que nadie más ve?
Billie y Jazmín asintieron, entreverando entre la mezcla con una mezcla de expectación y ternura.
Crybaby suspiró, sonriendo tímidamente mientras giraba un poco la masa entre sus dedos.
—No fue algo que elegí de un día para otro —comenzó con calma—. Él no es el chico más ruidoso ni el más fácil de entender. Pero… hay algo en él que va más allá de eso.
—¿Qué cosa? —preguntó Jazmín, acercándose un poco más.
—Es como si tuviera un mundo entero dentro, uno que no quiere mostrar a cualquiera. Y cuando logras verlo, aunque sea un poco, te das cuenta de que no es solo él… es todo lo que lo rodea.
—Su manera de ser, de sentir… de ser vulnerable —completó Billie.
—Eso suena a que el amor es más que solo “me gusta su cara” —dijo Elita con una sonrisa cómplice—. Es profundo.
Crybaby asintió, con los ojos brillando.
—Exacto. No es solo que sea lindo o que te haga reír. Es que te abraza con todo su ser, incluso con sus sombras. Y eso, para mí, vale más que mil palabras.
Mientras las amigas intercambiaban miradas cómplices, soñando con encontrar un amor así algún día, una sombra se movía silenciosa en un rincón.
Kelly estaba ahí, oculta detrás de una puerta entreabierta, con los brazos cruzados y la mandíbula apretada. Nadie la había visto, nadie la había invitado.
Sus ojos se llenaron de una mezcla de tristeza y enojo, un revoltijo de emociones que no sabía cómo expresar.
—¿Por qué ella? —murmuró para sí misma, la voz temblando—. ¿Qué tiene ella que yo no tenga?
Pero nadie escuchó, ni vio la pequeña figura que se alejaba sin ser notada, dejando tras de sí un suspiro que nadie pudo atrapar.
La cocina volvió a llenarse de risas, mezclas y promesas.
Pero en el aire quedó suspendida una pregunta sin respuesta:
¿qué pasa con quienes no logran encontrar su luz?
Kelly siempre había sido la niña perfecta en un mundo imperfecto.
Desde el jardín de infantes, la recordaban impecable: uniforme sin una arruga, lazo bien colocado, sonrisa fría y mirada que raramente dejaba ver lo que realmente sentía.
Pero nadie sabía que detrás de esa perfección había un vacío enorme, una casa grande y silenciosa que estaba llena… y a la vez, vacía.
Su padre desaparecía entre reuniones interminables, con trajes caros y llamadas que parecían urgentes.
Su madre vivía atrapada en un círculo infinito de spas, tratamientos, salones de belleza y revistas de moda, obsesionada con la imagen perfecta que debía proyectar hacia afuera.
Kelly había aprendido rápido que la única manera de obtener atención era comportarse como querían. Y que el dinero era la mejor herramienta para acallar cualquier reclamo o emoción incómoda.
Los regalos lujosos se apilaban en su habitación, desde juguetes electrónicos hasta ropa de marca. Pero nada lograba llenar ese espacio profundo de soledad.
Ni siquiera las mucamas, que solo obedecían órdenes y evitaban mirarla a los ojos, salvo cuando la pequeña hermana menor de Kelly practicaba el violín en la sala, con manos doloridas y sangre seca en sus dedos. La única que parecía conectar con alguien en la casa.
Hace años, la niñera favorita de Kelly, una mujer cariñosa y cercana que había logrado algo imposible: hacerla sonreír de verdad, había fallecido apenas Kelly entró a la escuela primaria.
Esa pérdida había dejado una grieta que nunca se cerró.
Mientras tanto, Crybaby era todo lo contrario: espontánea, libre, querida, con amigos que la rodeaban y una luz que Kelly envidiaba sin entender.
El odio hacia Crybaby empezó entonces, como un fuego que se alimentaba de celos y soledad.
No solo por la amistad con Blurryface, sino por todo lo que Kelly no tenía: un refugio, un amor sincero, y la posibilidad de ser simplemente ella.
En el fondo, Kelly deseaba gritar, romper con las cadenas invisibles que la mantenían atrapada en una burbuja de apariencia y dinero.
Pero todo lo que podía hacer era callar… y esconderse detrás de esa fachada impecable que todos admiraban.
Kelly se miró al espejo de su vestidor, uno más grande que su cama, con luces cálidas que no lograban suavizar la frialdad de su reflejo.
El uniforme, perfecto.
El maquillaje, impoluto.
La sonrisa, falsa.
Llevaba años perfeccionando su papel. La hija ideal. La alumna ejemplar. La novia del chico "perfecto".
Matt era exactamente lo que sus padres querían para ella: atlético, bien parecido, de familia acomodada, educado. Con él, la imagen se mantenía intacta.
Pero hacía tiempo que Matt le resultaba… predecible. Insulso. Repetitivo.
Y Jason…
Jason no era un buen tipo. Ella lo sabía.
Era ácido, impaciente, egocéntrico. Pero también era fuego.
Tenía algo salvaje, algo que no se dejaba controlar ni por sus padres ni por la escuela, algo que la hacía sentir viva cuando lo escuchaba hablar con sarcasmo, cuando la miraba como si supiera todos sus secretos y los aprobara.
No se atrevía a contarle a nadie lo que sentía. Ni siquiera a Matt.
Después de todo, estar con él le daba cierta seguridad. En su casa, cada vez que lo nombraba, sus padres asentían con aprobación.
—Ese chico sí que sabe estar a la altura, Kelly.
—Él te mantiene enfocada. No como esas niñas artistas que lloran por todo.
Y ahí estaba el otro veneno: Crybaby.
Esa mocosa emocional, extravagante, con el pelo lleno de accesorios y una voz que no tenía miedo de temblar cuando sentía algo de verdad.
La odiaba. Porque ella sí podía llorar. Gritar. Decir lo que le dolía. Llamar la atención sin rogar por ella.
Ser amada por ser como era.
Kelly solo podía llamar la atención siendo "perfecta".
Se la cruzaba en los pasillos y le hervía la sangre al ver cómo la gente se giraba a mirar a Crybaby por su carisma natural.
Y ahora con Blurryface... ¡Encima él! El chico raro, sombrío y hermoso que parecía amar a Crybaby con devoción.
Ese amor tan real la revolvía por dentro.
Porque nadie jamás la había amado así a ella.
Solo le habían dicho qué hacer, cómo sonreír, con quién estar, cómo comportarse.
Y aunque no lo dijera en voz alta, Kelly tenía miedo. Miedo de quedarse sola.
Miedo de decepcionar a sus padres.
Miedo de soltar a Matt.
Miedo de amar a Jason.
Miedo de parecerse, aunque fuera un poquito, a Crybaby.
Miedo de decepcionarse a si misma.
En la soledad de su habitación, con los dedos crispados sobre la falda de su uniforme, sintió que algo dentro de ella se rompía.
Pero cuando bajó a cenar con su madre (quien apenas levantó la vista del celular) y su padre (que sólo habló para recordarle la agenda del fin de semana), Kelly volvió a ponerse su máscara de siempre.
Y sonrió.
En la escuela, el aire aún olía a azúcar quemada y chocolate tibio.
En el comedor, un grupo de chicos y chicas reían con entusiasmo mientras saboreaban los dulces del taller de cocina. Nadie sabía quién los había hecho. Algunos creían que eran obra de las profesoras, otros pensaban que era cosa del catering de la escuela. Pero entre cucharadas y migajas, todos coincidían en una cosa:
—¡Están buenísimos! —exclamó Elita, relamiéndose los dedos—. Creo que son los mejores brownies que probé en mi vida.
Blurryface sonrió desde su lugar, sabiendo exactamente quién los había cocinado. A unos metros, Crybaby se hacía la desentendida, revolviendo sus cosas con una tímida sonrisa en los labios y los cachetes sonrojados. No necesitaba reconocimiento esta vez. Le bastaba ver a los demás contentos.
Y no era lo único que había hecho esa tarde.
En el aula de arte, el profesor todavía no salía de su asombro. Frente a él estaba un lienzo lleno de trazos pastel y luces difusas, con un bosque nevado bañado por luciérnagas y dos siluetas abrazadas bajo una luna imaginaria.
—Esto… esto es… magnífico —murmuró, sin levantar los ojos de la pintura—. No necesito que expliques nada. Estás aprobada.
Crybaby asintió suavemente, ocultando una sonrisa pequeña pero brillante.
El profesor nunca sabría que ese paisaje era su corazón transformado en color.
Un corazón que ardía, suave y lento, por Blurryface.
Y aunque el mundo aún estuviera lleno de sombras, ese día todo se sentía un poquito más claro. Más dulce. Más sincero.
Y muy, muy real.
Chapter 62: Capítulo 62 - My love mine all mine
Summary:
Kelly está al acecho y Crybaby protege a su hombre, ignorando que el peligro es hacia ella.
Notes:
¡PREPARENSE!
Porque aquí se viene algo fuerte.
(La lesión más o menos esta basada en mi experiencia. Solo que a mí casi me rompen una pierna).
Chapter Text
Luna, dime si pudiera enviarte mi corazón. Así, cuando muera, lo cual debo hacer, ¿podría brillar aquí abajo contigo?
Las últimas hojas del otoño crujían bajo los pies de los estudiantes mientras el sol bajaba temprano, tiñendo todo de un dorado opaco. El aire olía a despedida y promesas de invierno.
Crybaby caminaba al lado de Blurryface por el pasillo del colegio, tomados de la mano como si no existiera nada más. El mundo se difuminaba alrededor de ellos cuando estaban juntos. Ella lo miraba con adoración, como si fuera un secreto hecho carne, y él la miraba como si se le fuera a deshacer entre los brazos si dejaba de amarla un segundo.
Lo que ninguno de los dos sabía era que una mirada fría los seguía desde la distancia.
Kelly.
Oculta tras una columna, tragándose su dignidad, observaba. No con celos de Blurryface, sino con esa mezcla de ira y vacío que solo alguien herido en lo más profundo puede sentir.
Esa ternura ajena la carcomía por dentro.
"¿Por qué ella sí?", pensó mientras se mordía el labio con fuerza.
"¿Por qué todos la miran? ¿Por qué no pueden mirarme así a mí?"
Llevaba días acechándolos. No porque deseara destruirlos, sino porque no sabía cómo dejar de hacerlo.
Y mientras tanto, el plan crecía dentro de ella como hiedra venenosa.
Crybaby no tenía idea del peligro. Pero sí sentía una incomodidad rara. Una energía agazapada, como un animal respirando desde la oscuridad.
Así que se aferró más fuerte a Blurryface.
Lo abrazó cuando nadie lo pedía.
Le acarició la mejilla, le ordenó el flequillo, lo protegió sin saber de qué.
Como si su amor pudiera alejar cualquier sombra.
—Sos mío —le dijo de pronto, con la voz bajita y temblorosa.
—Lo soy —respondió Blurry, besándole la frente.
Y con eso bastó para espantar los miedos, al menos por ahora.
Desde su rincón, Kelly soltó una risa amarga, como una daga corta y brillante.
—No sabés ni la mitad de lo que te espera, Crybaby —susurró, antes de desaparecer por la escalera de servicio.
Y mientras la pareja caminaba abrazada hacia el patio donde aún caían algunas hojas secas, la luna comenzaba a asomar.
Una luna que tal vez era la única capaz de guardar el amor de Crybaby, todo suyo, incluso si la tierra algún día lo olvidaba.
La idea surgió mientras observaba el reflejo de Crybaby y Blurryface en una ventana del pasillo. Parecían una pintura, una de esas escenas que los adultos llaman “inocencia pura”. Kelly apretó los puños. No solo porque odiara el amor. Lo que más odiaba era no poder vivir una vida como lo imaginaba.
Y entonces, se le ocurrió. Algo tan limpio, tan sutil, que nadie jamás lo sospecharía de ella.
Durante el recreo largo del viernes, aprovechando el caos de los juegos y el ruido del comedor, se escabulló hasta la clase de plástica. Sabía que ahí Crybaby guardaba sus pinturas, las que tanto adoraba, las que la habían hecho brillar frente al profesor.
Kelly no las destruyó. No. Habría sido muy obvio.
En cambio, manchó una de las obras más bellas con una frase horrible escrita con pintura negra:
“MUÉRETE, BLURRYFACE”
Firmó al pie con una falsificación. Una firma burda. Pero funcionaría.
Después solo necesitó dejar la puerta del aula entreabierta. Y esperar.
Las primeras en encontrar el desastre fueron Jazmín Bean y Billie Eilish, que corrieron al instante a avisarle a Crybaby.
—¡Tu cuadro! ¡Alguien lo arruinó! —gritó Billie, sin aliento.
—¿Qué? —dijo Cry, poniéndose pálida.
Cuando llegó al aula y vio la escena, sus manos comenzaron a temblar.
No por el cuadro.
Por lo que decían esas palabras.
“Muérete, Blurryface”.
El profesor entró detrás, alarmado.
—¿Qué está pasando acá?
La confusión fue enorme. Llamaron a la directora. Revisaron cámaras. Pero justo ese día el sistema de seguridad del pasillo estaba caído.
Y ahí fue cuando alguien dijo lo que Kelly había planeado escuchar:
—Eso... eso parece la letra de Matt. Mirá cómo hizo la firma. Igual que en la cartelera de educación física.
Matt, que estaba en la cancha, fue llamado de inmediato.
No entendía nada.
—¿Qué? ¿Qué hice yo?
Aunque muchos sabían que Matt no sería capaz, el colegio tenía una regla estricta: hasta que se esclarezca la situación, el acusado debía cumplir con una sanción temporal.
Matt fue suspendido una semana del equipo deportivo y del taller de arte.
Kelly, desde la ventana de un aula vacía, vio todo con una sonrisa sutil.
No por odio a Matt. En el fondo, ya ni siquiera lo sentía cerca.
Sino porque había logrado herir, aunque fuera un poco, esa luz que Crybaby llevaba adentro.
Lo que no sabía… era que esa luz no se apaga con una firma falsa.
El taller de cocina había terminado. Crybaby salía del aula con una bandeja entre las manos, llena de muffins recién horneados. Su sonrisa era pequeña, feliz. El olor a vainilla todavía flotaba en el aire.
Kelly la observaba desde el pasillo. Algo en esa sonrisa… algo tan dulce, tan natural, tan vivo, la revolvía por dentro. Era injusto. ¿Por qué ella podía vivir así, tan ligera, mientras a Kelly la estaban asfixiando desde que nació?
Y entonces no pensó. Simplemente actuó.
Se acercó por detrás.
Kelly lo aprovechó.
Movió el pie justo en el momento preciso. Un pequeño mantel en el piso.
Crybaby tropezó.
Y la bandeja voló por el aire.
El golpe contra el suelo fue seco. El metal retumbó. Los muffins rodaron hasta el pasillo.
Pero lo peor fue que Crybaby cayó sobre su brazo izquierdo… y no se movió.
—¡Cry! —gritó Billie desde el otro extremo del pasillo.
Elita salió corriendo del aula, sus patines rechinando contra el suelo.
—¡Ayuda! ¡Llamen a la enfermera!
Kelly dio un paso atrás. Como si no hubiera tenido nada que ver. Nadie había visto el gesto. Nadie, salvo ella.
La enfermera llegó rápido. Crybaby tenía un moretón que crecía en su brazo. Estaba aturdida, temblando.
Y luego vinieron ellas. Apenas la secretaría había levantado el teléfono, aquella mujer aparecieron.
La madre de Elita, con tacos altísimos y un peinado perfecto, entró como un huracán gritando:
—¿¡QUIÉN LA EMPUJÓ!? ¡ESTO ES INACEPTABLE!
La madre de Blurryface apareció segundos después. Blurryface, apenas supo el alboroto, la llamo. Ella Médico, rigurosa, pero completamente desbordada de emociones al ver a Crybaby en ese estado.
Llegaron a la oficina de enfermería. La médica se puso a la altura de Cry enseguida, tomó su mano, le habló con una dulzura inusual.
—Tranquila, mi amor. Ya pasó. Estamos acá.
Kelly se quedó paralizada en un rincón del pasillo. Nadie le prestaba atención, pero su corazón latía con fuerza.
No porque temiera ser descubierta.
Sino porque algo dentro de ella se rompió al ver a dos mujeres —tan diferentes— pelear por el bienestar de Crybaby como si fuera lo más valioso del mundo.
Ella nunca había visto a su madre así. Nunca.
Ni siquiera cuando sangró por la nariz tras caerse en danza clásica.
Ni cuando se enfermó de fiebre y tuvo que pasar la noche sola con su mucama dormida frente al televisor.
Y entonces… algo la alcanzó por dentro. Como una llama que quema en silencio.
Kelly apretó la mandíbula.
No podía llorar.
No podía arrepentirse.
Porque si lo hacía… se desmoronaría.
Y eso —ser vulnerable como Crybaby— era lo que más le aterraba en la vida.
El eco de las ruedas de la camilla se arrastraba por el pasillo. Habían llegado al hospital infanto juvenil en el auto de la madre doctora. Crybaby tenía los ojos abiertos, pero apenas decía una palabra. Su respiración era lenta. Dolorida. Blurryface estaba a su lado, sujetándole la mano con fuerza, pálido como una sábana.
—Vas a estar bien —le repetía en un susurro, sin saber si era para ella… o para sí mismo.
La enfermera del hospital infanto juvenil , una mujer de voz grave y manos firmes, revisaba el brazo hinchado de Crybaby mientras caminaban.
—Está deformado. Podría ser una fractura. Necesitamos una placa ya mismo.
Las amigas de Cry, Billie, Elita y Jazmín, se miraron entre sí. La noticia llego a través del mensaje de Blurry. Nadie lo decía en voz alta, pero sabían que… eso no había sido un simple accidente.
Y una de ellas, Jazmín Bean, rompió el silencio:
—¿Dónde estaba Kelly?
Todos giraron la cabeza al mismo tiempo.
Pero Kelly ya no estaba.
Hospital infanto juvenil – 20 minutos después
El brazo de Crybaby ya había sido inmovilizado con una férula temporaria. La enfermera hizo lo posible por calmarla, pero todo indicaba que el hueso estaba quebrado.
Blurryface no se despegó ni un segundo. No dejó de mirarla, no dejó de acariciarle el cabello.
Mientras tanto, en la escuela
Cuando ellos salieron de la escuela, los murmullos comenzaron.
—Dicen que fue un empujón.
—Nadie vio nada…
—¿Y Matt? ¿No estaba cerca?
El director fue llamado. Y con él, los cuestionamientos.
Matt fue citado. Pálido. Confundido.
—Yo no… no la vi caer. Estaba saliendo del baño —dijo.
—¿Sabés algo de lo que pasó? —le preguntó el director.
Matt miró al suelo. Dudó.
Y dijo lo más honesto que pudo decir:
—Creo… creo que no fue un accidente.
En la entrada trasera de la escuela, Kelly estaba sentada sola en el patio techado. Las hojas de los árboles se agitaban suavemente.
Sabía que nadie la había visto. Sabía cubrirse.
Pero entonces…
—¿Qué hiciste?
Era Jazmín. La había seguido. Y no estaba sola: Billie venía detrás, con una mirada que quemaba.
—¿Qué dijiste? —Kelly fingió no entender.
—No nos mientas —dijo Billie—. Nadie más estaba cerca. Crybaby no se tropieza sola. Vos estabas justo detrás.
—¡No tienen pruebas! —exclamó Kelly, alzando la voz por primera vez.
—No las necesitamos. Te conocemos.
Y, por primera vez, la voz de Jazmín se volvió cruel:
—¿Y qué? ¿Ahora van a ser las justicieras de la escuela? ¿Van a decirle a todos que la bruja Kelly empujó a su princesita?
—No hace falta —dijo Billie con calma—. La verdad sale sola.
Y mientras se marchaban, Kelly quedó sola, otra vez. Pero esta vez, más que nunca, el silencio pesaba como plomo.
En el hospital, la placa confirmó lo inevitable.
Fractura del radio. Debía usar yeso por al menos 4 semanas.
Crybaby estaba despierta, pero cansada. La anestesia la hacía sentir ligera. Blurryface, sentado junto a su cama, no se despegaba.
—Lo siento, Cry… —murmuró, con los ojos rojos.
Ella giró el rostro apenas. Le sonrió.
—No fue tu culpa.
Y aunque el dolor palpitaba en su brazo, el corazón le latía más fuerte que nunca.
La sala de espera del hospital olía a desinfectante y ansiedad. Las luces eran demasiado blancas. Las chicas estaban ahí. Los chicos no fueron, Blurry insistió que no fueran. Elita sostenía un café con ambas manos, sin tomarlo. Billie estaba sentada con los auriculares puestos, pero no escuchaba música. Jazmín tamborileaba los dedos con impaciencia sobre una revista abierta al revés.
Y entonces, ella llegó.
—¿Dónde está Crybaby?
Era la madre de Elita.
Con su cabello recogido, la cartera de cuero al hombro y ese aire resuelto de quien ha enfrentado a monstruos peores que un colegio lleno de adolescentes, cruzó el pasillo sin pedir permiso. Fue derecho hacia el mostrador, pidió autorización y se dirigió a la habitación donde la niña estaba.
Blurryface se levantó al verla entrar.
—¿Usted…?
—Tranquilo, Blurry. Vine porque debía hacerlo.
Se acercó a Crybaby, que abría lentamente los ojos, y le acarició el cabello con una ternura que desentonaba con su apariencia decidida.
—Hola, pequeña. Vas a estar bien. Estoy acá.
Crybaby la miró sin entender.
—¿Qué hacés acá?
La madre de Elita suspiró. Se giró hacia los chicos que la miraban con preguntas colgando en el aire.
—Creo que es momento de que sepan algo —dijo, y se aclaró la garganta.
—Hace un tiempo… cuando tu hermano aún estaba con ustedes, vino a verme. Me pidió un favor. No directamente —agregó con firmeza—. Nunca pidió cosas directamente, ustedes lo saben. Pero me dejó una carta. Decía que, si algún día él no podía cuidar de vos, que te protegiera. Que te tratara como a una hija. Como a mi hija.
Elita parpadeó, sorprendida.
—¿Desde cuándo?
—Desde hace años —dijo La madre de Elita —. Y aunque no tenía una orden firmada, una fuerza mayor le dio validez a su pedido. No puedo contarles más… hasta que sea el momento. Pero legalmente… soy tu tutora, Cry.
Crybaby se quedó muda. Una lágrima rodó por su mejilla, y no era de dolor.
—Gracias.
Nadie cuestionó nada. Nadie se atrevió. Porque, por primera vez en mucho tiempo, todo tenía sentido.
Horas después, cuando Crybaby descansaba en casa (A petición de ella) y la noche comenzaba a cubrir la ciudad con su manta gris, llegó otra figura inesperada:
La madre de Blurryface.
Venía sola. Sin maquillaje. Sin su habitual carpeta ni el teléfono en la oreja. Cruzó la sala en silencio y tocó la puerta de la habitación.
—Hola —dijo sin levantar mucho la voz—. Vine a la escuela porque… él me llamó. Dijo que escucho tu grito y tenía tanto miedo que prefirió que yo interviniera.
Blurryface, sentado junto a Cry, apretó los labios.
—Gracias por venir.
Su madre asintió y no dijo más. Se quedó de pie, observando a la chica que había conquistado el corazón de su hijo. Una pequeña herida. Un brazo enyesado. Pero una mirada fuerte. Decidida. Viva.
Algo en su interior se removió, pero no lo dejó salir.
—Cualquier cosa que necesiten… estaré cerca.
Y se marchó. Como una sombra que se repliega.
Rechazo quedarse. Después de todo, la madre de Elita estaba ahí.
De Kelly no se supo nada ese día.
Algunos dijeron que se fue antes de que llamaran a sus padres. Otros, que fingió una descompostura. Los más cínicos afirmaron que simplemente hizo lo que siempre hace: desaparecer cuando hay consecuencias.
Pero esa noche, en su habitación, sentada frente al espejo lleno de luces y cosméticos que usaba por voluntad propia, Kelly miró su reflejo y se preguntó si algún día… alguien sabría quién era realmente.
Lunes siguiente
La dirección escolar publicó un anuncio:
"El taller de cocina queda suspendido hasta nuevo aviso."
Nadie dijo por qué. Nadie tuvo que hacerlo.
Todos sabían.
Y mientras tanto, Crybaby descansaba en casa, rodeada de dibujos, dulces y mensajes de sus amigos. Entre ellos, uno de Blurryface, que decía:
Mi amor, mine all mine. Aunque se quiebre todo… vos seguís siendo lo mejor que tengo.
El martes por la mañana, Kelly abrió su casillero como todos los días. Esperaba encontrar su perfume, su espejo y los caramelos importados que escondía para no compartir. Lo que no esperaba era esa nube rosada y brillante que estalló frente a su cara con un ¡POM!
—¡AAAAHHHHHH! —gritó, llevándose las manos al rostro.
Polvo de azúcar con colorante, brillantina, pintura comestible y un poco de extracto de remolacha. Todo casero. Todo no tóxico. Todo... permanente por al menos 48 horas.
La cara de Kelly quedó teñida de rosa furioso, con toques de purpurina y una palabra escrita en letras doradas que se aparecio al fondo del casillero:
“TÓXICA”
La sala estalló en murmullos.
—¿Qué le pasó?
—¿Fue un accidente?
—No, no fue un accidente... fue arte.
Jazmín apareció unos pasos más allá, sorbiendo su café de frutilla con una sonrisa de lado a lado.
—Oh, Kelly... qué ironía. Pensé que te gustaba el rosa —dijo, girando sobre sus tacos plataforma y alejándose al ritmo de su propia canción mental.
Kelly corrió al baño entre lágrimas y gritos. Intentó quitarse el tinte, pero solo logró que le ardieran los ojos.
Al día siguiente, llegó con una base gruesa, delineador negro y gafas de sol. No engañó a nadie.
Porque a veces, la venganza más dulce… se sirve con brillantina.
Chapter 63: Capítulo 63 - Sweet
Summary:
Blurryface Anhela los dulces caseros de Crybaby.
Chapter Text
Es tan dulce saber que me amas
Aunque no hace falta decírnoslo, cariño
Sabiendo que te amo, y pasando mis dedos por tu cabello
Es tan dulce
El sol se filtraba suave por la ventana de la habitación del fondo, donde Crybaby descansaba con el brazo inmovilizado y los párpados a medio caer. Los analgésicos la tenían flotando en un limbo entre el sueño y la realidad, donde todo parecía algodón de azúcar con olor a vainilla.
Blurryface, en silencio, le sostenía la mano con una delicadeza sagrada.
—Decime cómo se hace... —murmuró.
Crybaby lo miró con un parpadeo lento, algo ida—¿Qué cosa?
—El glaseado ese que hiciste... el de las galletas con forma de corazón.
Ella sonrió apenas.
—¿Querés que te enseñe?
Blurry asintió.
—Es tu cumpleaños, y no quiero que cocines sola. Quiero... aprender a endulzar las cosas como vos.
Ella rió, arrastrando las palabras como si flotasen en caramelo:
—Estás re tierno, amor.
Más tarde, en la cocina de la casa de Elita —donde Cry estaba alojada temporalmente—, Blurryface, con delantal negro y el ceño fruncido, trataba de seguir las instrucciones con devoción. Crybaby le señalaba con el dedo libre desde la mesada, mientras bebía un batido hecho especialmente para ella.
—No batas tanto, se corta —le indicó.
—¿Por qué no me dijiste antes? —se quejó, aunque sin enojo.
—Porque te queda re lindo el fruncido de cejas.
Blurry se rió, y le arrojó un poco de harina al aire a modo de broma. Ella estornudó de la risa.
—¡Tarado! Vas a hacer que me salte el yeso.
Cuando al fin las galletas salieron del horno, estaban torcidas, algunas demasiado tostadas... pero olían a hogar.
—No están perfectas —dijo él.
—Vos tampoco. Por eso me gustás —respondió Cry, apoyando la cabeza sobre su hombro.
Al atardecer, se sentaron bajo la pérgola del patio con luces cálidas sobre sus cabezas.
Elita les había dejado una caja con velitas y un regalo discreto: un perfume con aroma a mandarina y chocolate.
Blurry encendió una vela solitaria.
—Pedí un deseo.
—Ya lo tengo —susurró Crybaby, mirándolo a los ojos.
Él tomó su mano con lentitud y le besó los nudillos vendados.
—Yo también.
Allí, entre risas suaves y azúcar glas, Crybaby tuvo un cumpleaños sin fuegos artificiales… pero con un amor que brillaba más que cualquier pastel de cinco pisos.
Y aunque le dolía el brazo, el corazón se le desbordaba de dulzura.
La ventana de la habitación de Elita dejaba entrar una brisa tibia, con aroma a jazmín y a tortas recién hechas de alguna panadería vecina. Crybaby estaba sentada en la cama, con la pierna recogida y el brazo entablillado apoyado sobre una almohada con forma de nube. Afuera, la tarde comenzaba a teñirse de dorado, y aunque el día había sido tranquilo… algo le pesaba en el pecho.
—Extraño mi casa —dijo de repente, en voz baja.
Elita, que acomodaba esmaltes y delineadores sobre la cómoda, se giró despacito.
—¿Querés hablar de eso?
Cry suspiró.
—No sé. Supongo que extraño mis cosas. Mis dibujos viejos, mis medias raras, mis cuadernos. Hasta mi almohada con forma de conejo aplastado... todo. No era perfecta, pero era mía.
Elita se acercó con una mirada tierna y cómplice.
—Estás segura de que es la casa... ¿y no el hermano?
Crybaby dudó. Luego asintió, apretando el borde de la sábana.
—Es de él también. Pero... creo que más bien es esa sensación de tener un rincón que me pertenece.
Antes de que el silencio se hiciera incómodo, la puerta se abrió con un chirrido.
Blurryface asomó la cabeza.
—¿Interrumpo?
—Jamás —dijeron ambas a la vez.
Blurry ya tenía permiso oficial de quedarse en el cuarto. La madre de Elita no lo veía con malos ojos, especialmente desde que se supo que fue él quien pidió ayuda al ver a Cry lastimada. Además, había algo tierno en cómo la cuidaba: le trenzaba el pelo, le traía helado, y en las noches le leía cuentos raros de ciencia ficción como si fueran poesía.
—¿Están listas para la mejor noche de sus vidas? —preguntó él, con una sonrisa que escondía algo.
Cry lo miró desconfiada.
—¿De qué estás hablando?
—Shhh. No puedo decir nada. Solo te pido que descanses bien, y mañana no hagas planes.
—¿Y eso por qué?
—Porque tenemos una cita secreta con el universo —murmuró él, acercándose para besarle la frente.
Crybaby frunció el ceño, curiosa y emocionada.
Mientras tanto, en un grupo secreto de chat llamado “Plan Eclipse”, Blurry, Spooky Jim, Gerard, Adam y John coordinaban un paseo sorpresa para llevarla a un lugar especial... uno donde el cielo parecía una pintura y el silencio era música. Algo que mezclaba lo que ella extrañaba… con lo que ahora tenía.
Esa noche, aunque aún dolía el brazo y el corazón vibraba entre recuerdos y ausencias, Crybaby se durmió con una sonrisa, abrazada al perfume de Elita y al calor de Blurryface.
Y sin saberlo… la aventura más linda estaba por comenzar.
Flashback – La conspiración comienza
En la oscuridad de la noche anterior, cinco figuras se reunían en el garaje de Blurryface, rodeados de cajas, ingredientes y un mapa dibujado en la mesa.
—Tenemos que asegurarnos de que todo sea perfecto —decía Gerard, que anotaba cada detalle con precisión quirúrgica—. Cry necesita algo que la haga olvidar el yeso, los doctores y todo lo demás.
—¿Y los dulces? —preguntó Adam, preocupado—. Si los hago yo, van a ser muy amargos.
—No te preocupes, Adam —rió John—, Mi tío es bueno como pastelero. Así que nos puede dar una mano.
Spooky Jim reía nervioso, moviendo las manos.
—No puedo creer que vamos a secuestrar a Cry para un paseo. Esto es una locura.
Justo entonces, la puerta se abrió y apareció el tío de John, un hombre de sonrisa fácil y mirada cálida, con las llaves de un auto espacioso.
—¿Listos para el viaje? No se preocupen, la comodidad de Crybaby está garantizada.
Presente – La sorpresa
Cuando el sol empezó a caer, Crybaby fue invitada a salir sin pistas. Con cuidado, Blurry le ayudó a subir al auto, acomodándola para que estuviera cómoda y protegida.
Los amigos los esperaban en el camino, y pronto estuvieron en marcha, alejándose del bullicio cotidiano.
El lugar elegido era un pequeño claro en el bosque, donde la nieve aún brillaba como polvo de estrella y miles de luciérnagas empezaban a encenderse tímidamente.
El ambiente era mágico.
—¿Y los dulces? —preguntó Crybaby, sonriendo a Blurryface.
Blurry la tomó de la mano, mostrando una canasta cubierta con un mantel de cuadros.
—Preparados por nosotros. A prueba de críticos.
Entre risas y mordiscos, disfrutaron de brownies suaves, galletas con glaseado imperfecto, y caramelos de miel.
—No están perfectos —dijo Gerard, mordiéndose el labio—, pero están hechos con cariño.
Crybaby cerró los ojos, dejando que la dulzura le llenara el alma.
Y mientras las luciérnagas danzaban a su alrededor, el paisaje parecía susurrar que, aunque la vida duela, siempre habrá momentos que valen la pena.
La noche en el claro era un refugio perfecto. Los árboles parecían guardar secretos antiguos, y el crujir suave de la nieve bajo las botas era la única banda sonora necesaria.
Crybaby apoyó su cabeza en el hombro de Blurryface, que la envolvía con un brazo firme, cálido. A su alrededor, los amigos reían, contaban historias, compartían silencios cómodos.
—Nunca pensé que un lugar así existiera —murmuró Crybaby, entre risas y suspiros.
—Es porque aún no lo habías visto con nosotros —respondió Gerard, mientras lanzaba una pequeña bola de nieve falsa a Spooky Jim, que esquivó con rapidez y una sonrisa traviesa.
Elita sacó una manta gruesa y la extendió para que todos se sentaran juntos. John sacó una guitarra y comenzó a tocar una melodía suave y melancólica, perfecta para acompañar el crepitar de la fogata improvisada.
Blurryface miró a Crybaby y, con voz baja, le dijo:
—Te merecés esto y mucho más.
Ella sonrió, con los ojos brillando a la luz de la fogata.
Mientras tanto, lejos de allí, en la penumbra de su habitación, Kelly se encontraba sola. La puerta cerrada y el eco de sus sollozos llenaban el aire.
Sobre su cama, fotos de Crybaby (unas sanas, otras editadas de mala manera y otras quemadas o apuñaladas), recortes de cuadernos y dibujos cuidadosamente arrancados y arrugados, yacían en el suelo. Su mundo controlado, lleno de glamour y perfección, se desmoronaba en pedazos.
—¿Por qué ella me lo quita todo? —susurró entre lágrimas, mientras destruía una fotografía más—. ¿Por qué nadie me ve?
Las luces de la calle parpadeaban a través de la ventana. Afuera, la vida seguía.
Pero para Kelly, esa noche, sólo quedaba la oscuridad.
Chapter 64: Capítulo 64 - The perfect Life
Summary:
Es navidad y la pasan en la casa de Adam.
Chapter Text
Te abres cuando me tenías en tus manos
Deslizándose lejos con el mundo a tus órdenes
Me cantas para dormir y luego me despiertas de golpe
Es una vida perfecta
La nieve caía suavemente sobre la calle mientras las luces navideñas titilaban en las ventanas de las casas del barrio. En su hogar, Crybaby caminaba despacio, aún con algo de precaución en sus movimientos, pero con el corazón agradecido de estar de vuelta. Y aunque estaba mucho mejor, todos la trataban como si fuera una muñeca de porcelana recién reparada.
Había pasado 1 mes y un par de días. El yeso que había cubierto el brazo de Crybaby ya no estaba; el médico había dado luz verde para que volviera a usar el brazo con normalidad, aunque con cuidado. Esa simple liberación le devolvía una sensación de libertad que celebró con una sonrisa enorme.
—Cuidado, Cry —Recordaba lo que decía Elita—. No te esfuerces mucho, ¿sí?
Ella asentía al recordar, pero la sonrisa que le dedicaba a Blurryface decía todo lo contrario: estaba feliz de estar en casa, rodeada de quienes la amaban. No es que amara estar en la casa de Elita, pero Cry tenía su casa y mientras se permitiera estar en ella, lo mejor era no abandonarla. Y quizás pelear por ella cuando tuviera la edad suficiente para hacerlo. Tal vez alquilar una de las habitaciones cuando vaya a la universidad… O bueno, depende de lo que le depare el destino.
A modo de celebrar por todo, decidió ir con Blurryface a buscar ropa dentro del árbol mágico. Lograron sacar ropa retro que era rara pero a la vez bonita. Era un buen conjunto para ambos.
Un poco más tarde, el grupo de amigos se reunió alrededor de una mesa adornada con velas y detalles navideños. Había galletas, chocolate caliente y la promesa de momentos especiales. Adam Gontier, con una sonrisa traviesa, tomó la palabra.
—Chicos, tengo una propuesta. Este año, ¿por qué no pasamos la Navidad en mi casa?
Todos lo miraron sorprendidos, pero nadie objetó. Gerard asintió con entusiasmo, Elita sonrió, Jazmín alzó una ceja divertida, y Blurryface simplemente sonrió, confiando en la idea de Adam.
—¿Y el pretexto? —preguntó Crybaby, curiosa.
Adam encogió de hombros y sonrió con picardía.
—Digamos que mi casa es más espaciosa… y que necesito una excusa para que mis padres no se molesten tanto.
La idea fue unánime y todos comenzaron a planear con ilusión la celebración que se avecinaba.
Mientras las risas llenaban el aire y las luces navideñas iluminaban los rostros de los amigos, Crybaby se dio cuenta de que la perfección no estaba en no romperse nunca, sino en cómo, al final, el amor y la amistad reparaban las grietas.
La casa de Adam brillaba con una calidez diferente a cualquier otra. Guirnaldas, velas, y un árbol enorme decorado con esferas brillantes y cintas rojas daban vida a cada rincón. El aroma a pan dulce y especias se mezclaba con el sonido de villancicos suaves.
Crybaby llegó con Blurryface a su lado, caminando con cautela pero con una sonrisa que iluminaba todo. Sus amigos ya estaban allí, algunos con regalos en mano, otros terminando de preparar la cena.
—Bienvenida a la Navidad en familia —dijo Gerard, levantando una copa de jugo de arándano.
Ella asintió, mirando a su alrededor. La ausencia de sus padres se sentía como un eco lejano, un vacío que a veces dolía, pero que ese día parecía menos frío.
Los regalos comenzaron a intercambiarse con risas y algún que otro comentario divertido. Billie le regaló a Crybaby una bufanda hecha a mano, tejida con lana suave y colores pastel. Jazmín le dio a Blurryface un cuaderno de dibujo con papel reciclado y una nota que decía “Para que sigas pintando tu mundo”.
Adam, con una sonrisa nerviosa, le entregó a Crybaby un pequeño frasco con una mezcla de especias para repostería.
—Pensé que te gustaría experimentar un poco en la cocina.
Crybaby lo miró con ternura, agradecida no solo por el regalo, sino por la compañía.
Durante la cena, Blurryface no se separó de ella ni un segundo. La ayudaba a cortar la comida, le alcanzaba el vaso y la protegía de las conversaciones incómodas sobre el pasado. Él sabía que su historia familiar era complicada y dolorosa, pero estaba decidido a que ese día fuera un refugio para ella.
—Hoy es para vos —le susurró mientras la abrazaba suavemente—. Para que recuerdes que siempre vas a tener un lugar donde pertenecer.
Crybaby cerró los ojos, sintiendo que, a pesar de todo, ese era su hogar verdadero: rodeada de amigos que la amaban como familia.
La noche de Navidad en la casa de Adam aún tenía mucha magia por ofrecer.
Después de la cena, el grupo decidió salir al jardín cubierto de nieve para jugar.
—¡Hora de hacer bolas de nieve! —exclamó Spooky Jim, saltando emocionado.
Rápidamente comenzaron a formar montones, lanzándose bolas con risas y gritos de diversión. Crybaby, aunque con cuidado, se sumó a la batalla, esquivando y arrojando con destreza. Blurryface la protegía y jugaba como un niño feliz.
En medio de la diversión, Adam los llamó desde la puerta principal.
—Chicos, vengan, quiero presentarles a mis padres.
El grupo entró con curiosidad y encontró un salón amplio, con paredes cubiertas de cuadros vibrantes y esculturas hechas con materiales poco convencionales.
—Estos son mis papás —dijo Adam con orgullo.
Los padres de Adam, dos personas de mirada amable y manos manchadas de pintura, saludaron con calidez. La madre abrazó a Crybaby con ternura.
—Nos encanta tenerlos aquí.
Esa Navidad, entre bolas de nieve, arte y abrazos, se tejieron nuevos recuerdos que ni el pasado ni las ausencias podrían borrar.
Sentados alrededor de una mesa baja, con tazas de chocolate caliente humeante, los padres de Adam comenzaron a compartir su historia. El salón seguía impregnado de olor a óleo, madera tallada y sueños.
—Yo empecé a pintar cuando tenía la edad de Adam —dijo la madre, acariciando con suavidad uno de sus pinceles—. Mi inspiración siempre fue la naturaleza, pero también las emociones. Para mí, el arte es una forma de sanar.
El padre asintió, con una sonrisa melancólica.
—Yo trabajo con luces, sonido y música. A veces, creo ambientes que buscan transportar a las personas a otro lugar, otro tiempo.
Adam miraba a sus padres con admiración.
—Me enseñaron que el arte no es solo belleza, sino también memoria y fuerza.
Crybaby sintió que esas palabras resonaban en lo más profundo. Su propia historia, llena de pérdidas y sombras, parecía encontrar eco en aquel hogar donde el arte y la familia se entrelazaban.
—¿Creen que todos podemos crear arte? —preguntó tímidamente.
—Claro que sí —respondió la madre—. No importa si usás pinceles, palabras, música o amor. Lo importante es expresarte y compartirlo.
—Y no tenés que ser perfecto —añadió el padre—. La belleza está en lo imperfecto, en lo real.
Crybaby sonrió. Por primera vez en mucho tiempo, se animaba a imaginar que, a pesar de todo, podía pintar su propio camino.
Blurryface le tomó la mano y ella apretó la suya con fuerza.
Esa Navidad, entre colores, luces y palabras sinceras, el grupo descubrió que el arte era, en definitiva, un reflejo de la vida: con sus heridas, sus alegrías y su infinita capacidad para reinventarse.
Chapter 65: Capítulo 65 - Kiss me
Summary:
San Valentín falso está a la vuelta de la esquina con chocolate caliente y cookies. Los amigos disfrutan de la feliz pareja, aunque están muertos de sueño y Jazmín Bean casi rompe un jarrón.
Notes:
El capítulo es un relleno. Lo pueden saltear si quieren. Pero creo que vale la pena darle una oportunidad.
Chapter Text
Oh, bésame bajo el crepúsculo lechoso
Llévame al suelo iluminado por la luna
Levanta tu mano abierta
—¡Y por eso lo llamamos San Valentín falso! —gritó Elita entre risas, con las mejillas coloradas por el frío y por el chocolate caliente que sostenía entre las manos.
—Porque el verdadero nos queda demasiado lejos y no pensamos esperar, duh —añadió Spooky Jim, arrojando un mini malvavisco al aire y atrapándolo con la boca como si fuera un truco de circo.
La sala estaba iluminada con una calidez encantadora, velas parpadeantes y guirnaldas recicladas de Navidad que ahora colgaban en forma de corazones. Adam había programado música suave de fondo, una mezcla entre boleros modernos y algunas canciones cursis que fingían detestar pero que todos conocían.
Crybaby estaba acurrucada en el sofá, con una manta sobre las piernas y un gorrito ridículamente adorable que Blurryface le había dado con torpeza esa misma tarde.
—¿Y qué es esto? —preguntó ella en ese momento, señalando una caja de galletitas decoradas en tonos rosados con letras torcidas que decían “kiss me”, “love u” y una que simplemente tenía dibujado un corazón y una calavera.
—¿No las ibas a probar sin leer lo que dicen? —le reprochó Blurryface, en tono de fingido enojo, con un leve sonrojo subiendo por su cuello.
—Aw, ¿te pusiste nervioso decorando galletas? —lo picó Elita.
—Callate vos, que hiciste una que decía ‘¡Ni lo sueñes!’, y otra que tenía una piraña —disparó él, sin perder la compostura.
Jazmín Bean, por su parte, estaba a punto de agarrar una taza cuando su codo rozó el jarrón favorito de la madre de Adam. Todos se congelaron. El jarrón se inclinó… y se detuvo justo antes de caer gracias a un reflejo milagroso de John Cooper.
—No me lo agradezcas —dijo con voz grave y solemne—. Solo cumplía con mi deber.
—¡Mi héroe! —exclamó Jazmín, tirándose teatralmente sobre él mientras el resto explotaba en carcajadas.
Por suerte, los padres de Adam estaban en la casa de la vecina, entregándole una escultura como obsequio de temporada, así que el escándalo fue evitado.
Después de eso, todos fueron cayendo uno por uno, rendidos por el sueño: Billie con la cabeza apoyada en un almohadón, Elita abrazada a un peluche, Gerard se apoyó en su mochila en forma de ataúd, Adam recostado en una esquina del sofá, John reacostado sobre un libro y hasta Spooky Jim roncando con un libro de cocina sobre la cara.
Blurryface y Crybaby quedaron solos, en medio del murmullo de respiraciones suaves y luz tenue. Él la miró.
—¿Sabés? No quiero que este San Valentín falso termine.
—¿Y si no termina? ¿Y si simplemente... lo seguimos celebrando un poquito más?
Ella estiró la mano, tomó una de las galletas con forma de corazón y la partió en dos. Le ofreció una mitad.
—Besame —le dijo, con una mezcla de dulzura y atrevimiento que lo dejó sin palabras.
Él obedeció. El beso fue suave, lento y dulce. Como el chocolate tibio. Como el sueño tranquilo. Como lo que ambos sentían desde el principio, pero ahora podían decir sin miedo.
Afuera, la noche seguía silenciosa, mientras un nuevo día se preparaba para empezar.
Pasaron los meses.
Enero paso y con el cumpleaños de Blurry que solo consistio en una asado en su casa. No, no hubo pijamada.
Ahora, febrero trajo consigo ese aire especial de San Valentín. Uno de verdad. Oficial. Comercial. Y, sin embargo… no tan perfecto como aquel que ellos mismos se inventaron.
Para Blurryface, eso era imperdonable.
—No se puede mejorar la perfección —le dijo John, cuando él propuso “repetir” el San Valentín falso.
—No la quiero mejorar —respondió Blurryface, firme—. Solo quiero revivirla. Con ella. En su casa.
Los corazones reciclados colgaban otra vez, pero esta vez con flores de papel primaverales mezcladas y efectivamente en casa de Crybaby. El mismo jarrón (o uno muy parecido) decoraba la mesa. Y todos estaban allí. Elita, Spooky Jim, Jazmín, Gerard, Billie, John, Adam… hasta el tío de John, que ahora oficiaba como DJ con una bandeja portátil y una lista de reproducción cuidadosamente armada.
—¿Esto es…? —preguntó Crybaby, en un susurro, con la mano cubriéndose la boca de la emoción. Sintio que el trabajo estaba bien hecho.
—Un remake de nuestra primera película —dijo Blurryface, apareciendo desde la cocina con una bandeja llena de cookies con toppings frescos de frutos rojos y letras hechas con glaseado casero.
Esta vez, no había chocolate caliente, sino licuados de frambuesa. En lugar de mantas, había almohadones frescos por el piso y luces tenues colgando como lianas suaves del techo. Y por supuesto, galletas. Muchas.
—La galleta de la piraña la hice yo —dijo Elita, levantando una ceja—. Por si alguien la busca.
—Y yo decoré una que dice “NO ME TOQUES” —añadió Gerard, sosteniendo orgullosa una galletita con forma de cactus.
Crybaby no podía dejar de sonreír. Le ardían los ojos, pero no de tristeza. Era demasiado. Un déjà vu emocional. Un abrazo colectivo al alma.
Y entonces, sin decir nada más, se acercó a Blurryface y le dio un beso igual de suave que aquel primero. Solo que ahora, con más certezas. Con más vida compartida entre beso y beso.
Después vinieron los juegos, los bailes improvisados, la historia contada por Billie sobre cómo casi quema la hornalla cocinando galletas (“¡¿Por qué me dejan sola en una cocina?!”), y la carcajada compartida cuando Spooky Jim se cayó de un puff inflable intentando impresionar a Jazmín.
A la noche, cuando todos ya estaban quedándose, entre el suelo y el sofá, entre los vasos vacíos y las fotos nuevas en los celulares, Crybaby susurró al oído de Blurryface:
—¿Sabés cuál fue la mejor parte?
—¿Cuál?
—Que no me siento sola. No importa que esta casa esté vacía de padres. Está llena de ustedes. De vos. Y eso es más que suficiente.
Él le apretó la mano, y simplemente dijo:
—Feliz San Valentín... de verdad.
Vamos con un Extra Especial:
“Tarjetas con Amor (y un poco de caos)”
Una idea tierna de Blurryface que resultó mucho más divertida de lo esperado.
Todo empezó con Blurryface alzando un paquete de cartulinas de colores y estampitas con forma de gatos, estrellas y cerezas con caritas kawaii.
—Si vamos a recrear San Valentín, tiene que haber tarjetas. Pero no cualquiera. ¡Tarjetas sorpresa! —dijo, con una sonrisa traviesa—. Todos hacen una para otro, anónima o no, lo que quieran… pero tienen que ser divertidas.
Así, entre papelitos, brillantina y un poco de pegamento en las cejas de Spooky Jim, nacieron estas joyitas personalizadas:
🖤 Spooky Jim:
Recibió una tarjeta con forma de hamburguesa.
En la tapa decía: “Eres como una hamburguesa mal cerrada: todo se te cae, pero igual sos increíble”.
Adentro, una foto suya durmiendo en clase (gentileza de Gerard) y un sticker de un murciélago abrazando una pizza.
—"¡Esto es arte!" —gritó, abrazando la tarjeta—. ¡Es tan yo!
🎸 Gerard Way:
Su tarjeta tenía forma de ataúd, decorado con tul rosa y calaveritas.
Frase de portada: “No estás muerto… ¡pero casi siempre estás muerto de sueño!”
Adentro: una carta escrita a mano, con letras bien góticas, que decía:
“Te apreciamos incluso cuando solo gruñís o hablás en suspiros. Feliz San V.”
—"Sabía que esto era idea de ustedes… y me encanta", murmuró, sonriendo sin admitirlo del todo.
🔥 Adam Gontier:
Le tocó una tarjeta con forma de guitarra eléctrica, decorada con letras de canciones absurdamente románticas como:
“Tu amistad desafina, pero no me importa”.
Adentro había chistes internos escritos por Blurry y John, incluyendo un sticker que decía “El más cuerdo del grupo, por ahora”.
Adam la miró, suspiró… y se rió con todo el cuerpo.
—“Ok… esta la voy a guardar”.
- John Cooper:
Recibió una tarjeta con forma de un cerebro musculoso.
En la tapa: “El equilibrio perfecto entre cerebro y músculo (aunque más músculo que cerebro a veces)”.
Adentro, una ilustración hecha por Elita: John corriendo con libros en una mano y espadas de utilería en la otra.
John lloró de risa. Literalmente.
—"¡¿Quién dibujó esto?! ¡Estoy hermoso!"
🌸 Jazmín Bean:
Le tocó una tarjeta en forma de gato mutante con pestañas postizas.
Frase: “Te queremos incluso cuando gritás como banshee por perder tu delineador”.
Adentro, una lista de frases bizarras que había dicho sin querer (“Los murciélagos me odian porque no puedo volar”), y stickers góticos de bebés llorando purpurina.
—"Esta me representa mejor que mi DNI", dijo, emocionada.
🎤 Billie Eilish:
La suya era un sobre negro que contenía una mini-tarjeta verde fosforescente:
“Si fueras una canción, serías la que no puedo dejar de escuchar aunque me haga llorar”.
Y abajo: PD: Gracias por no prender fuego nada hoy.
Billie soltó una carcajada, luego un suspiro, y luego abrazó a todos en una ronda grupal improvisada.
—"¡Esto fue hermoso, idiotas!"
🎀 Elita Harvok:
Recibió una tarjeta con forma de frasco de esmalte de uñas.
Frase de portada: “Manicuramente hablando: sos nuestra mejor amiga”.
Adentro, un montón de mini recortes de frases que había dicho para motivarlos (aunque ella niegue que es la emocional del grupo).
También traía una foto polaroid del día en que se tiñeron el pelo con crema para una torta en grupo.
Elita se puso colorada, hizo una mueca, y luego dijo:
—"Ok, pero… ¿quién puso brillantina en todas las esquinas?"
La vida es maravillosa con un beso.
Chapter 66: Capítulo 66 - Fade into you
Summary:
Blurry y Cry hacen una lista de deseos.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Quiero tomar la mano dentro de ti
Quiero tomar un respiro que sea verdadero
Te miro y no veo nada
Te miro para ver la verdad
Pasaron aproximadamente 3 años.
3 años en donde el amor y la amistad seguían vigentes como programa exitoso en la TV. Los chicos seguían creciendo tan lindos y tan fuertes. Los Bully, seguían siendo bully. Aunque ya no se metían tanto con ellos, se encargaban de meterse con los de primer año de la High School. Porque sentían que si se metían con Cry, Blurry y su grupo ya era una manera de perder fácilmente.
Con esos 3 años se permitieron madurar, otros no.
Y aquella tarde se deshacía en tonos lilas y azulados, como si el cielo se hubiera puesto melancólico sin avisar. En el aula, el profesor de Filosofía dejó una hoja sobre cada pupitre con una única instrucción escrita a mano:
“Antes de morir… ¿qué te gustaría haber hecho, visto, sentido o cambiado?”
No había nombre, ni nota, ni estructura. Solo el silencio incómodo que siguió mientras los alumnos leían.
Jazmín Bean, desde el fondo, murmuró:
—Qué morboso, ¿no?
Spooky Jim levantó la mano como si eso le respondiera:
—Yo tengo como veinte cosas ya. ¿Cuentan comer sushi en Japón y vengarme del delivery que me estafó?
El profesor no dijo mucho más. Solo pidió que escribieran con honestidad. “Esto es para ustedes, no para mí”, añadió antes de irse.
Más tarde, Blurryface y Crybaby estaban sentados en la habitación de ella. Todo era tibio: la manta, el té de frutos rojos, la calma. No había padres que interrumpieran, ni noticias que dolieran. Solo una canción vieja sonando en el fondo, y dos adolescentes con más historias de las que cualquiera podría adivinarles.
—¿Hacemos la lista juntos? —preguntó Crybaby.
—¿Y si la tuya tiene cosas que no quiero saber? —replicó él, aunque se sentó más cerca.
—Entonces… prometemos no juzgar. Y no reírnos.
—Excepto si querés montar un circo con caballos disfrazados de caracoles.
—…eso ahora va a estar en mi lista.
Ambos rieron bajito, y luego escribieron en voz alta, en una hoja compartida, intercalando deseos.
Crybaby escribió:
- Dormir bajo la aurora boreal, sin techo, sin miedo.
- Aprender a perdonar a alguien que no lo merece.
- Dejar un diario escondido en un sitio secreto, para que alguien lo encuentre muchos años después.
- Escuchar mi canción favorita mientras floto en el mar, sola.
- Salvarle la vida a alguien sin que lo sepa.
- Dejar de sentir culpa por sobrevivir.
Blurryface anotó:
- Grabar un disco con canciones que no tengan letra, solo emociones.
- Saber qué se siente cuando uno no se odia al espejo.
- Caminar por un bosque entero sin decir una palabra y no sentirme vacío.
- Hacer llorar a alguien de alegría.
- Tener un lugar en el mundo donde me quieran sin condiciones.
- Morir sabiendo que fui diferente… pero no para mal.
Hubo un silencio largo, como si el papel hubiera absorbido todas las palabras del cuarto.
—¿Te das cuenta? —susurró Crybaby, mirándolo.
—¿De qué?
—De que no queremos cosas. Queremos sentir cosas.
Blurryface la miró con ojos que parecían recién abiertos.
—¿Vos pensás que uno puede cumplir estos deseos sin tener una vida perfecta?
—La perfección es aburrida. Prefiero esto —dijo ella, señalándolo a él, a la hoja, a la noche.
La canción de fondo subió apenas el volumen.
“I want to hold the hand inside you…”
“I want to take a breath that’s true…”
Ninguno de los dos lloró. Pero en el fondo, sí.
Se acostaron de lado, frente a frente, compartiendo la hoja como si fuera una manta extra.
—¿Y si no cumplimos todos estos deseos? —preguntó Blurryface.
Crybaby sonrió apenas, cerrando los ojos:
—Al menos nos los dijimos. Al menos no nos los guardamos.
La semana transcurrió como todas las demás: entre clases que iban, risas que venían y un sol que se demoraba cada vez menos en despedirse. Los alumnos entregaron sus tareas en una urna improvisada decorada con frases de autores que seguramente pocos habían leído.
Pero eso no era lo importante.
El profesor de Filosofía —un hombre delgado, de lentes redondos y barba a medio camino entre el descuido y el estilo— esperó hasta el viernes por la noche para abrir las cartas. Lo hizo con calma, como si cada sobre guardara algo sagrado. Y en cierto modo, así era.
Se preparó un café, apagó su celular, y puso un vinilo viejo de Nick Drake que nadie más en la escuela conocía. Y uno a uno, leyó los deseos de sus alumnos. Algunos lo hicieron con humor: “antes de morir quiero tener una pizza con mis 10 toppings favoritos y no arrepentirme”, “ver a mi ex tropezarse en cámara lenta”, “conocer a mi celebridad favorita sin llorar”.
Otros, con un dejo de sinceridad que le tocó algo más profundo:
“Quisiera saber si alguna vez valí la pena para alguien.”
“Antes de morir, quiero dejar de tener miedo de ser quien soy.”
“Quiero decirle a mi hermano que lo amo, aunque no sepa cómo.”
Y entonces, abrió aquella hoja sin remitente que lo detuvo en seco. Era la de Blurryface y Crybaby. La caligrafía combinada, las palabras medidas pero honestas, como una carta escrita desde el centro de lo que somos cuando nadie nos mira.
Él no sabía de quién era, pero supo —por intuición, por años en la docencia, por sensibilidad— que eso no era un simple trabajo práctico. Era un espejo. Era una rendija.
Se sentó derecho, y por un instante, cerró los ojos.
Y pensó.
Y recordó.
Al día siguiente, ya en clase, con los estudiantes alborotados por la cercanía del Día de San Valentín, el profesor escribió en el pizarrón una única frase:
“¿Por qué vivir si no es para sentir algo verdadero?”
Y entonces habló. Sin apuntes. Sin tono monocorde.
—Les pedí esta tarea porque hay una trampa en cómo vivimos. Nos enseñan a correr detrás de metas que no nos pertenecen. A trabajar, producir, lograr. Pero rara vez nos detenemos a preguntarnos para qué. No qué quiero hacer antes de morir, sino por qué eso sería valioso para mí.
Los alumnos se fueron callando, uno a uno.
—La mayoría de ustedes escribió cosas simples. Algunas divertidas, otras tristes. Pero entre todas esas hojas… alguien —y no quiero saber quién— escribió algo que me hizo pensar que todavía hay esperanza en el mundo. Que todavía alguien cree que se puede vivir no para triunfar… sino para sentir. Para salvar. Para cambiar a alguien sin que se note. Para dejar algo atrás, aunque no lleve nuestra firma.
Se quedó en silencio.
Y luego sonrió con sinceridad.
—Gracias a quien haya sido. Me recordó por qué sigo enseñando.
Nadie levantó la mano. Nadie dijo nada. Pero desde la última fila, Blurryface miró a Crybaby, y ella apretó su mano debajo del banco.
El silencio seguía ahí, flotando en el aire como si se hubiera convertido en parte del mobiliario. Algunos alumnos bajaron la vista. Otros la sostenían, incómodos, como si la verdad de aquellas palabras los hubiera desnudado sin permiso. Y entre todos ellos, el profesor se permitió un pequeño momento de pausa, antes de seguir.
—¿Saben? —dijo, dejando la tiza a un costado—. Aristóteles hablaba del “eudaimonía”, esa idea de felicidad que no tiene que ver con placer inmediato, sino con realización. Con vivir bien, de verdad. Pero no desde el tener, sino desde el ser. Y eso… eso no se enseña en los libros.
Se apoyó en su escritorio, cruzó los brazos y miró a su clase como si fueran adultos por un segundo.
—Nietzsche decía que necesitábamos un poco de caos dentro para dar a luz a una estrella danzante. ¿Ustedes tienen ese caos? ¿O lo están apagando con miedo, con reglas, con expectativas ajenas?
En las primeras filas, Billie Eilish tragó saliva. En el fondo, Adam tomó su lápiz y empezó a dibujar algo en su cuaderno, sin dejar de escuchar.
—Y Simone de Beauvoir, que muchos ni conocen porque nunca se las enseñan, decía que ser libre no es hacer lo que querés, sino asumir la responsabilidad de elegir… incluso cuando elegir duele. Incluso cuando no te conviene. Y que el amor —el verdadero amor— no es posesión ni contrato, sino proyecto compartido.
La voz del profesor no se quebró, pero se suavizó.
—¿Quiénes son ustedes, cuando nadie los ve? ¿Qué desean? ¿Qué dejarían atrás, no por obligación, sino por convicción? ¿Qué querrían que dijeran de ustedes el día que se vayan?
Algunos chicos miraban sus mochilas. Otros, el cielo raso. Pero dentro… se estaban haciendo esas preguntas. Aunque fuera por un momento.
Blurryface soltó el aire despacio. Crybaby lo escuchaba con los ojos clavados en el profesor, como si esas palabras fueran una ventana a algo más grande que ellos.
Y entonces, como cerrando un círculo, el docente volvió a la tiza, escribió con trazo lento:
“Vive como si el mundo te estuviera mirando con ojos sinceros.”
—Anónimo.
Volteó y dijo, con una sonrisa cómplice:
—Ese también estaba en uno de los trabajos. No sé de quién es. Pero es de los mejores aforismos que he leído en mi vida. Y he leído a Cioran, a Camus y a Derrida.
Gerard Way murmuró un "woah" muy bajo. Jazmín Bean, todavía con sueño por el San Valentín anterior, dejó de bostezar.
—No se preocupen —agregó el profesor—. No vamos a tener examen esta semana. Consideren esto... el verdadero trabajo práctico. El que se hace en silencio, en el fondo de la mente. O tal vez, del corazón.
Y con eso, la clase terminó.
Pero algo, en el aire, no se fue.
El timbre sonó como un eco lejano. El tipo de sonido que no corta una conversación, sino que intenta, torpemente, recordarles que hay un mundo más allá de lo que acaba de ocurrir.
Los primeros en reaccionar fueron los más indiferentes.
—Pff… qué flasheado el profe —bufó Nico, mientras se levantaba con un gesto sobreactuado—. ¿Se cree Sócrates o qué?
—Dijo que no iba a haber examen, eso me basta —agregó otro, encogiéndose de hombros.
Algunos se rieron. Otros simplemente salieron como si escaparan de una idea demasiado grande para sus mochilas.
Pero no todos.
En una esquina del patio, bajo la sombra aún tímida de un árbol de hojas finas, Crybaby, Blurryface, Gerard, Spooky Jim, Adam, Billie, Elita, Jazmín y John se sentaron en ronda. Nadie les dijo nada. Nadie los interrumpió. Era como si ese rincón estuviera hecho solo para ellos.
—¿Qué pondrías vos si no fuera anónimo? —preguntó Billie, mientras jugueteaba con la cadenita de su mochila.
—Lo mismo que puse. Pero… capaz con un poco más de sangre —respondió Gerard, medio en broma, medio en serio.
—Yo todavía no sé —admitió Elita—. Creo que me da miedo saber qué quiero. Como si desear algo lo hiciera real, y eso me obligara a ir por ello.
—Bienvenida a la ansiedad existencial —bromeó Spooky Jim, ganándose una palmada cariñosa de Adam.
Crybaby no hablaba mucho. Jugaba con una ramita entre los dedos, pero su mente estaba lejos. Blurryface, a su lado, la miró de reojo.
—¿Te gustaría desaparecer en alguien alguna vez? —le murmuró.
Ella lo miró, con una sonrisa muy chiquita.
—Solo si ese alguien también quiere desvanecerse en mí.
Y el silencio volvió, pero esta vez era distinto. Era cómodo. Intenso. Como si estuvieran pensando todos juntos, sin necesidad de decir nada más.
John fue el que rompió la quietud:
—Che… ¿y si hacemos una cápsula del tiempo? Metemos nuestros deseos, los reales, los que no firmamos. Y los abrimos… no sé, cuando todo sea distinto.
—¿Cuando seamos viejos?
—¿Cuando dejemos de tener miedo?
—¿Cuando seamos felices de verdad?
Las respuestas fueron muchas, y todas se aceptaron.
Allí quedaron, sentados en ronda, con el sol acariciando sus cabezas, mientras la vida escolar seguía corriendo en el fondo como una película sin sonido.
El profesor de filosofía los había descolocado… y sin saberlo, les había regalado un nuevo espacio de encuentro.
Uno en el que se podían permitir pensar, sentir, soñar… y no ser juzgados por eso.
Notes:
¿Porque un salto enorme del tiempo?
Porque es a partir de acá que sucederán más cosas y puede que necesito que los personajes se estiren y maduren un poco. No les doy más spoilers.
Chapter 67: Capítulo 67 - Play Dead
Summary:
Ups, al parecer la escuela tiene un percance y se suspenden las clases una semana. Blurry y Cry cuentan sus experiencias del bullying y la disfunción familiar.
Chapter Text
Y los chicos son tan fríos
Hablan sin sentido
El único momento en que hablan es mientras duermen
Y las chicas son un aburrimiento
Su tacto no siente
Sus secretos siempre son demasiado sombríos para guardarlos…
Te lanzaré un hechizo,
una magia donde todos se harán los muertos para siempre
y después de esta noche nunca te lo recordarán.
Las noticias se corrieron rápido:
Una pérdida eléctrica importante, más una rotura de caños en el subsuelo del edificio escolar, hicieron que las clases quedaran suspendidas por una semana entera. Algunos lo celebraron como si fuera Navidad adelantada. Otros simplemente lo tomaron como un descanso merecido.
Para Blurryface y Crybaby, fue otra cosa.
Fue un paréntesis.
Un espacio para detenerse y mirar hacia dentro.
Estaban en el cuarto de Cry con la ventana entreabierta y el viento de marzo jugando con las cortinas. Afuera, el mundo parecía aletargado, como si supiera que necesitaban esa pausa.
Crybaby sostenía una taza de chocolate caliente con malvaviscos deshechos. La usaba más para calentar sus manos que para beber.
Blurryface estaba recostado a su lado, en la alfombra, mirando el techo como si ahí hubiera estrellas.
Estaban mirando "Shōjo Kakumei Utena". Crybaby quiso fumar, pero Blurryface le rompio los cigarrillos. Mejor estar abrazados mientras mataban el tiempo en una serie japonesa.
—¿Te pasa que a veces sentís que sos otra persona? —dijo él, sin girar la cabeza.
—¿Otra cómo?
—Otra. No sé. Como si estuvieras actuando una versión de vos que esperan ver.
Crybaby tragó saliva. La taza tembló un poco.
—Desde que era chica.
Hizo una pausa.
—Cuando mi mamá estaba… cuando todavía vivía con nosotros, había que actuar. Sonreír cuando ella lo decía. No molestar cuando ella lo decidía. Y si te equivocabas, se enojaba. No muy feo, pero se frustraba mucho. Y todo empeoró cuando papá… bueno, eso.
Blurryface se incorporó lentamente, no para interrumpir, sino para escucharla mejor.
—Después vino todo el escándalo. La policía. Las noticias. Las vecinas mirando con cara de “pobrecita”, pero alejándose como si tuviera peste.
Se rió, pero sin alegría.
—Y el bullying. Claro. Cómo no.
—¿Qué te decían?
—Que iba a terminar como mi mamá. Que estaba mal de la cabeza. Que era rara. Que por algo me pasaban las cosas. Cosas así.
Blurry se acercó un poco. No dijo nada, solo la tocó con suavidad en el brazo. Como si necesitara confirmar que estaba ahí. Viva. Entera.
—¿Y vos? —preguntó ella, después de un rato.
—¿Yo? —suspiró—. Lo mío fue como... un fuego lento.
Se sentó con las piernas cruzadas.
—Mi mamá al principio no trabaja todo el día. Dice que es doctora y que tiene una misión. Nunca me quedó claro si su misión incluyó tener un hijo. No te confundas: fue muy buena hasta la burbuja explotó. Yo creo que a veces se le olvida que existo.
Se rió, sin humor.
—Me crié con pantallas y comida en microondas. Y en la escuela... bueno. No era exactamente popular. Usaba ropa oscura, hablaba poco, no sonreía, escribía. Era blanco fácil.
—¿También te decían cosas?
—Sí. Que estaba mal. Que era raro. Que daba miedo.
—¿Y dolía?
—Sí. Pero aprendí a... no sentirlo tanto. A jugar muerto. Como en esa historia, ¿viste? Cuando sos un animal perseguido y tenés que hacerte el muerto para que no te sigan lastimando.
Crybaby bajó la mirada.
—Yo también jugué a estar muerta. Pero a veces me lo creía.
Hubo un silencio. Largo. Espeso. No incómodo, sino necesario.
—Pero ya no más —dijo Blurry, mirándola a los ojos—.
—No. Ya no —asintió Crybaby—. No estamos muertos. Estamos rotos, tal vez… pero vivos.
Él le acercó la mano. Ella la tomó.
No necesitaban decir nada más.
Los que han jugado a estar muertos, cuando se encuentran, se reconocen.
Y en ese reconocimiento, empieza la verdadera vida.
El teléfono fijo sonó.
Sí, el fijo. Ese que casi nunca usaban, pero que cuando sonaba, lo hacía para anunciar algo que no podía esperar.
Crybaby atendió. Hubo un largo silencio, seguido de un escueto "Gracias por avisar".
Colgó y se quedó de pie, con una expresión que no revelaba nada, pero al mismo tiempo lo decía todo.
—¿Quién era? —preguntó Blurryface, desde el cuarto.
—La escuela —respondió Crybaby, entrando con cautela—. El director… falleció anoche. Ataque al corazón.
El mundo se quedó quieto por un momento.
Crybaby y Blurryface se miraron. No eran cercanos al director, pero su presencia era una constante. Como una columna que no se nota hasta que se cae.
—¿Y qué va a pasar con la escuela? —preguntó Blurry.
—Su hijo va a tomar su lugar —dijo Crybaby—. Al parecer ya trabajaba con él en la administración. Es joven, pero dicen que quiere seguir los pasos del padre.
Blurryface frunció el ceño.
—¿Rígido como él?
—Eso parece.
Más tarde, ese mismo día, cuando el cielo se había teñido de un gris tan neutro que parecía querer pasar desapercibido, Cry y Blurry se refugiaron de nuevo en la habitación. La semana sin clases había dejado lugar a conversaciones que normalmente no se tenían.
—¿Cómo puede un adulto como mamá destruirse tanto con alcohol? —dijo Crybaby de repente.
No miraba a Blurry. Estaba con la mirada fija en el techo. Otra vez.
—A veces creo que el alcohol es como una cobija para los adultos rotos. Pero es una cobija con clavos. Los abriga y los lastima al mismo tiempo.
Crybaby se dio vuelta, mirando hacia él.
—Y lo de mi papá… ni siquiera sé cómo explicarlo. Amaba a mi mamá. Lo juraba. Pero le fue infiel tantas veces que hasta me perdí la cuenta. ¿Cómo puede alguien hacerle eso a quien dice amar? ¿Cómo se puede ser tan cobarde, tan traidor?
Blurry la observó en silencio.
—Tal vez… nunca aprendió lo que era el amor de verdad. Tal vez amaba como le enseñaron. A los golpes. A escondidas. Sin asumir las consecuencias.
—¿Y tu papá? —preguntó Crybaby, bajando la voz.
—Ni siquiera recuerdo cómo suena su voz. Recuerdo que existe porque tengo fotos conmigo. Pero cuando creces, empezás a entender que hay hombres que no soportan las responsabilidades y al darse un baldazo de realidad, se asustan. Y en vez de poner pecho para salir adelante, mejor se aleja.
Crybaby le rozó la mano.
—¿Y tu hermano?
—Éramos inseparables —susurró Blurry—. Hasta que crecimos y su dolor también. En vez de buscar una cura o hablarlo, mejor prefirió huir.
—¿Y duele?
—Duele no tenerlo. Pero dolería más tenerlo cerca y no me hable en absoluto.
Se quedaron así. Con esa forma rara de consuelo que no necesita abrazos ni palabras grandilocuentes. Solo presencia. Solo verdad.
Porque hay dolores que no se curan.
Pero hay personas que los entienden.
Y eso, a veces, es suficiente.
Los días pasaron como nubes lentas. La escuela volvió a abrir sus puertas, y los alumnos fueron regresando con mochilas cargadas, cuadernos a medio llenar y una sensación extraña de “normalidad forzada”.
El nuevo director, el hijo del fallecido Sr. Kuznetsov, era joven, de unos treinta y algo, con camisa planchada, una voz firme pero algo temblorosa, y una mirada que parecía querer controlarlo todo sin saber muy bien cómo.
—Se llama Martín —murmuró Gerard, mientras lo veían pasar en los pasillos, saludando con una sonrisa forzada—. Martín Kuznetsov.
—Qué nombre de tipo que intenta imponer autoridad diciendo “No soy como mi padre, soy peor” —respondió Elita, arqueando una ceja.
En apariencia, todo seguía igual. Las clases. Los timbres. Los profes con ojeras.
Pero no. Las paredes no estaban igual.
Literalmente. Martín había mandado a pintar los muros con colores más “modernos”: beige, gris piedra, un toque de verde oliva. Todo muy serio. Muy adulto. Muy Pinterest oficina gubernamental.
—¿Y nuestros graffitis? —se quejó Jazmín Bean frente al baño—. ¿¡Dónde está mi dibujo de la criatura sirenita-tentáculo-emo con dientes de piraña!?
—Ahora vive debajo de cinco manos de pintura antimoho —dijo Adam, con voz solemne.
Una tarde cualquiera, después de Historia, John volvió a tener una idea tan brillante como peligrosa:
—¿Y si hacemos una cápsula del tiempo, pero sin decirle a nadie?
—¿Dónde la meteríamos? —preguntó Billie, ya interesada.
—La enterramos en el jardín trasero de la escuela. Ese que nadie riega. El de la tierra seca que parece una momia.
—¿Y qué pondríamos? —Preguntó Spooky, mientras hacía un avión de papel con su hoja de Matemáticas.
—Lo que queramos —respondió Blurryface—. Cosas que nos representen hoy. Un mensaje. Un objeto. Algo que, si volvemos en 20 años, digamos: “Wow, éramos un caos hermoso”.
Esa noche, Crybaby llevó una carta que empezaba con “Querida yo del futuro: si seguís siendo tan sensible, no te disculpes por eso.”
Jazmín Bean metió un mini perfume que olía a cereza podrida. Gerard, una púa de guitarra rota. Billie, un dibujo en tinta negra con un texto que decía “si sobrevivimos a esta adolescencia, merecemos un premio”. Elita coloco una rosa roja de plástico.
Adam, un mechón de pelo teñido. John, un chocolate vencido (él dijo que tenía valor simbólico).
Blurryface dejó una hoja con una palabra escrita en mayúscula: VULNERABLE.
La cápsula fue enterrada con ceremonia secreta, bajo una luna amarilla y un silencio cómplice.
Y aunque el director nuevo nunca se enteró (o eso creyeron), algo de esa noche quedó vibrando en el aire.
Como si el alma de la escuela hubiera recibido una dosis de vida, por más que los muros se pintaran una y otra vez.
Chapter 68: Capitulo 68 - First date
Summary:
Blurryface quiere tener una cita real con Crybaby.
Chapter Text
Vamos, no esperes
Esta noche casi termina
De verdad, hagamos que esta noche dure para siempre
El sol caía perezoso a través de la ventana del cuarto de Blurryface, iluminando un montón de revistas, entradas de conciertos y una vieja alcancía casi vacía.
Blurryface estaba sentado en el borde de su cama, mirando una foto de Crybaby. Se mordía el labio, nervioso.
—Nunca… la llevé a una cita de verdad —murmuró para sí.
No era que no quisiera, pero las cosas nunca se dieron. La escuela, el bullying, sus problemas con su familia… todo se había vuelto una vorágine de sobrevivencia.
Así que decidió hacer algo. Algo especial. Algo que valiera la pena.
El problema era que no tenía ni idea de por dónde empezar.
Esa tarde, Blurryface convocó a sus amigos para pedir ayuda.
Se juntaron en el quincho de Spooky Jim, que para esa ocasión no estaba rodeado de notas escolares ni de videojuegos, sino de papeles y lápices para tomar notas.
—Necesito ideas —dijo Blurry, con sinceridad—. Quiero llevar a Cry a una cita real. No un paseo cualquiera. Algo que nunca olvidemos.
Gerard suspiró, cruzándose de brazos.
—Las chicas saben más de eso que nosotros, Blurry.
Adam se rió.
—Sí, ¿no podrías preguntarle a Crybaby?
Blurry negó rápido.
—No, no quiero que sepa. Quiero sorprenderla. Con Cry nunca tuvimos una cita real. No la llevé al cine, ni a un restaurante, ni al teatro. Nada de eso.
Spooky Jim levantó una ceja. El si sabía... bueno, solo iba con Debby al Mcdonald's.
—¿En serio? ¿Nunca?
—Nunca. Todo fue más de andar por ahí, escapando, sobreviviendo… pero quiero que sea algo especial.
—Bueno, entonces empecemos por lo básico —propuso Gerard—. ¿Qué es una cita “real” para vos?
—No sé… algo que no parezca que la invitás a hacer la tarea o a caminar sin rumbo.
Adam suspiró y se recostó.
—Las chicas tienen esas cosas claras, pero nosotros… no tanto.
John, el más tranquilo del grupo, dijo:
—Podrías llevarla al cine, ¿no? Pero eso es muy cliché.
—Sí, y no podemos ver nada de terror —intervino Spooky—. Ya sabes, con lo que le gusta a Crybaby…
—¿Qué tal una cena? —propuso Gerard—. Aunque no sé si nos alcanza la guita para un lugar elegante.
—Podemos hacer algo casero —dijo Adam—. Pero ¿y la sorpresa?
—¿Y un picnic? —aventuró John—. Algo al aire libre, con luces, música y esa onda.
Spooky Jim se rió.
—Sí, como cuando intentamos ese campamento y terminamos casi congelados.
Blurry hizo un gesto de frustración.
—¿Pero qué le va a gustar? No quiero que sea aburrido o que se sienta incómoda.
Gerard suspiró, rascándose la nuca.
—Ojalá pudiéramos preguntarle a las chicas. Pero eso no es “sorpresa”.
Adam se rió.
—Bueno, al menos sabemos qué no hacer: invitarla a jugar rugby con los Niners.
Los cuatro rieron.
—Tengo que juntar un poco de guita —dijo Blurry, pensativo—. No mucho, pero lo suficiente para que no sea cualquier cosa.
—Bueno —dijo Spooky Jim, levantándose—, ya sabés que estamos para bancarte, aunque no sirvamos para hacer planes de novios.
Blurry sonrió, por primera vez más tranquilo.
—Gracias, chicos. En serio.
—Y acordate —cerró Gerard—, lo importante no es qué hagas, sino que lo hagas con ganas.
—Eso espero —susurró Blurry, mientras el sol se ocultaba en el horizonte.
Blurryface estaba acostado en su cama, mirando el techo con la misma expresión con la que uno contempla las estrellas sin entender por qué brillan tanto. En la mano tenía un sobre viejo, algo polvoriento, con su nombre escrito con la caligrafía apretada de su abuela. Lo había encontrado mientras ordenaba un viejo cajón lleno de cosas olvidadas. Dentro, algunos billetes y una nota: "Para cuando el corazón te diga que es el momento. Te quiero. —Abuela"
Y el corazón le gritaba que ese momento había llegado.
—¡Ya lo tengo! —gritó Blurryface, entrando a casa de Spooky Jim, donde los chicos estaban jugando un videojuego que nadie se molestaba en terminar.
—¿Una cura para la estupidez adolescente? —preguntó John, sin despegar la vista de la pantalla.
—No. Un plan. Un verdadero plan para una cita real con Crybaby.
—¿Tenés la plata? —preguntó Adam, medio en broma, medio en serio.
—Tengo un pequeño tesoro... cortesía de mi abuela.
Hubo un segundo de silencio. Todos sabían que él había estado muy unido a ella. Ninguno se atrevió a bromear.
—Entonces —dijo Gerard al fin—, hacelo bien.
La noche llegó como en una película antigua, con luces cálidas y faroles que se encendían uno a uno. Blurryface estaba impecable: remera negra lisa, saco gris oscuro, pantalón recto y zapatos que apenas dolían pero que hacían que se sintiera más alto, más maduro. El cabello, levemente despeinado de forma intencional. Un pequeño ramo de flores silvestres, atado con una cinta púrpura.
Tocó el timbre.
Crybaby apareció con un vestido crema con bordes florales en lavanda, una boina ladeada y una sonrisa tan tenue como poderosa. Ella se rió nerviosa cuando vio las flores.
—No tenías que...
—Quería.
El restaurante elegido estaba en una callecita semioculta, con mesas de madera y cortinas rojas. Tenía velas verdaderas, y un pianista que tocaba baladas suaves al fondo. El mozo los atendió con cierta ternura, como si supiera que esa era la primera cita real de ambos.
Blurryface se comportó con una mezcla de torpeza y ternura: empujó la silla para que ella se sentara, usó la servilleta correctamente (aunque tardó un poco en entender cómo ponerla sobre las piernas), pidió el plato con la voz algo quebrada, pero con decisión. Y lo más importante: la escuchó.
—¿Sabés que siempre soñé con esto? —murmuró Crybaby, tocando su vaso de limonada con hielo.
—¿Con qué? ¿Con una cena en un lugar fancy?
—No. Con alguien que me mire como vos me estás mirando ahora.
Blurryface tragó saliva. El corazón le daba golpes como si fuera a patear la mesa. Pero no lo hizo. Solo sonrió. Con ese tipo de sonrisa que no necesita palabras.
Comieron ravioles de calabaza, compartieron un mousse de chocolate, y al final, salieron caminando bajo un cielo tan despejado que parecía dibujado.
En un murito bajo, se sentaron un rato a mirar el mundo pasar. Y sin que nadie lo indicara, sus manos se encontraron.
—Gracias por hacer que esto valga la pena —dijo ella.
—Gracias por enseñarme cómo querer a alguien sin miedo —respondió él.
Se besaron bajo una farola, con la brisa jugando con sus cabellos. Y por una noche, no importaba el pasado, ni el dolor, ni la escuela, ni los traumas. Solo estaban ellos. Y el murmullo de la ciudad que parecía decirles "lo están haciendo bien".
Cuando salieron del restaurante, Blurryface consultó el reloj de su celular y murmuró como si estuviera hablándole al destino:
—Todavía es temprano… Quiero que esta noche dure más.
—¿Y qué vamos a hacer ahora? ¿Asaltar una florería y correr por las calles como Bonnie y Clyde?
—No. Pero suena tentador. —Blurryface rió, y luego la miró con esa chispa tan suya—. Hay otro lugar al que quiero llevarte.
Tomó su mano con naturalidad, y caminaron un par de cuadras más hasta llegar a un edificio enorme con columnas blancas y una reja abierta de par en par. Era antiguo, con carteles gastados y letras doradas: Hipódromo Municipal.
—¿Qué es esto? —preguntó Crybaby, ladeando la cabeza.
—Un hipódromo. De caballos. Mi abuela me trajo una vez cuando era chiquito. Nunca más volví.
—¿Y hoy están corriendo?
—No. Pero están ahí... los caballos. Detrás. En los establos. ¿Vamos?
La risa de Crybaby fue como un campanilleo tímido.
—¿Vamos a colarnos?
—No. Solo vamos a caminar... y ver si alguien nos echa.
Caminaron por el costado de las gradas, pasando los puestos de venta cerrados, hasta que llegaron a una zona más abierta, donde el césped estaba alto y las luces eran escasas. Pero allí estaban: una docena de caballos marrones, negros y blancos, dentro de pequeños corrales, algunos durmiendo, otros masticando pasto, otros simplemente observándolos.
Crybaby se apoyó en la cerca de madera.
—Nunca vi uno tan de cerca...
—¿Te dan miedo?
—No. Me dan respeto.
—Como vos a mí —murmuró Blurryface, sin pensar.
Ella lo miró de reojo, y él se puso colorado.
—O sea... digo... eso.
Crybaby sonrió, bajó de un saltito y caminó descalza unos pasos entre el barro y el pasto húmedo. Sus zapatos colgaban de una mano.
—¡Hey! —protestó Blurryface, pero terminó riendo—. Bueno, supongo que no puedo quedarme atrás.
Se sacó los zapatos también, con cierta solemnidad, y la siguió. Caminaron hasta el corral de un caballo blanco con manchas oscuras que se acercó curioso, olisqueando las flores secas que aún tenía Crybaby entre los dedos. Ella le extendió una, y el caballo aceptó el regalo como si fuera un pacto de amistad eterna.
El cielo sobre ellos estaba limpio, salpicado de estrellas. No había música, ni autos, ni profesores gritones ni madres rotas ni padres ausentes. Solo ellos dos, el olor a tierra mojada, y la respiración lenta de los caballos.
—¿Sabés qué? —dijo Blurryface.
—¿Mmm?
—Esta es mi primera cita real... y también la más perfecta.
—¿Y cómo sabés que es perfecta?
—Porque no quiero que termine.
Crybaby lo miró en silencio, y luego lo besó. Un beso dulce, tibio, un poco embarrado por los pies y los pantalones mojados, pero sin ninguna duda.
Y cuando se separaron, ella dijo:
—Entonces no va a terminar. Solo va a seguir en otro capítulo.
Blurryface sonrió.
—Entonces espero que este libro tenga mil páginas más.
Caminaron de regreso, con los zapatos colgando, las manos enlazadas, y la noche envolviéndolos como si fueran los únicos personajes en una historia escrita por el destino.
De regreso a la ciudad, caminaron tomados de la mano mientras sus zapatos, sucios y colgando, golpeaban suavemente sus piernas. Las risas brotaban con facilidad, sin filtros ni miedo, como si ese barro en los pies los hubiera limpiado de todas las penas pasadas.
—Mi mamá me mata si llego así —murmuró Blurryface, mirando sus medias completamente embarradas.
—Entonces venite a casa —sugirió Crybaby con una sonrisa—. Tengo cepillo, agua tibia y hasta secador. Nadie se va a enterar.
Blurry la miró con ojos grandes.
—¿Estás segura?
—Lo hice una vez con mis botas. Nadie murió. Bueno… a menos que viva una momia.
En la casa de Crybaby, se sentaron en el porche trasero, con un balde de agua entre ellos y un par de toallas viejas. Mientras Crybaby refregaba con ternura uno de los zapatos, Blurry se ocupaba del otro con una concentración digna de un cirujano.
—¿Esto cuenta como momento romántico? —preguntó él, alzando una ceja.
—Obvio. Es como lavar un auto, pero versión humilde.
—Si terminamos tirándonos agua como en las películas, juro que me caso.
Crybaby le lanzó una gota en la cara, y ambos estallaron en carcajadas. No importaba el barro, los problemas, los padres ni el mundo entero. Por un momento, eran solo ellos dos contra todo.
Más tarde, ya en su casa, Blurryface se secó el pelo con la toalla y se tiró en la cama. Abrió el chat grupal con sus amigos varones y escribió:
🖤 B: Cita real completada. Incluyó restaurante, caballos y zapatos arruinados. 10/10.
🐼 Spooky Jim: ¿Te embarraste por amor? Qué tierno. ¿También le cantaste una serenata en el barro, Romeo?
🎸 Gerard: ¿Zapatos sucios? Inaceptable. Tu outfit está decepcionado.
🔥 Adam: Fotos o no pasó.
John: ¿Caballos? ¿Desde cuándo somos ultra-ricos? ¿Tenés un establo escondido en casa?
🖤 B: No necesito establo. Solo necesitaba que fuera con ella. Y lo fue.
Hubo una breve pausa, como si todos se hubieran quedado callados frente a ese mensaje.
🐼 Spooky Jim: Bueno… eso fue lindo. Asquerosamente lindo. Me retiro antes de ponerme cursi.
🎸 Gerard: Me sangran los ojos, pero respeto el gesto.
🔥 Adam: La próxima vez, hacelo en patines. Así te admiramos más.
John: Blurryface, romántico nivel: final de película indie con soundtrack de Arctic Monkeys. Te banco.
Blurryface sonrió frente a la pantalla. Cerró los ojos con el corazón liviano.
Y esa noche, mientras dormía, no soñó con oscuridad, ni con miedo, ni con voces gritando su nombre. Soñó con caballos, barro y una risa de flor que solo él podía reconocer.
Chapter 69: Capítulo 69 - Never too late
Summary:
Hay clases, pero ellos escapan nuevamente hacia un cuarto abandonado. Cry le hace jurar a Blurry que no intentará otra vez.
Notes:
¡ADVERTENCIA!
Conversación sensible sobre el suicidio y la muerte. No sé busca romantizar ni burlar. Por favor, busca ayuda si sientes depresión o que tu vida no vale nada. Porque lo vales y necesitas que alguien te abra los ojos. Cuidense mucho.
Chapter Text
Incluso si digo que todo estará bien
Aún así, te oigo decir que quieres acabar con tu vida
De vez en cuando, tratamos de simplemente permanecer vivos
Tal vez podamos cambiarlo todo, porque no es demasiado tarde
Nunca es demasiado tarde
La campana sonó con su típico tono metálico y distante, como si anunciara el inicio de una jornada más en un mundo indiferente. Los pasillos bullían de voces, mochilas, risas falsas y miradas perdidas. Pero ellos no estaban ahí. No del todo.
Blurryface caminaba junto a Crybaby, bordeando las paredes con la habilidad de quien ha aprendido a pasar desapercibido. Un viejo mapa escolar cubría un pasadizo casi invisible detrás de la sección de libros en desuso. Con una llave robada —o mejor dicho, “prestada” de la bibliotecaria dormilona— abrieron la puerta que crujía como si se quejara por los años de soledad.
Dentro, la pequeña sala tenía estantes polvorientos, una mesa redonda sin una pata y dos sillas desparejas. Pero era su escondite. Su santuario.
Crybaby cerró la puerta con cuidado, bajó las persianas, y se sentó cruzando los brazos sobre la mesa coja. Miró a Blurryface, que estaba acomodando los libros como si esperara hacer de ese lugar un refugio permanente.
—Hoy pensé con vos —dijo ella, bajito.
Él se giró, extrañado.
—¿Y? ¿Sobreviví en el sueño?
Ella asintió. Luego negó.
—Sobreviviste… pero solo porque yo te salvaba. Vos… te querías ir.
Hubo un silencio denso. Uno que no necesitaba explicaciones. A Blurryface se le escapó la mirada hacia el suelo.
—A veces me quiero ir —murmuró—. No siempre. Pero a veces.
Crybaby estiró la mano por la mesa y lo tomó con firmeza de los dedos. Su mirada ya no era llorosa. Era clara. Sólida. Llena de algo que dolía, pero no se rompía.
—Jurame que no vas a hacerlo. Que nunca vas a… dejarme sola.
Blurryface apretó los labios. Quiso decir “no puedo prometerlo”, pero ella ya lo conocía. Ya había estado en ese abismo.
—Jurate a vos mismo —agregó—. No es tarde. Nunca es tarde. Y no estás solo desde hace mucho.
Se sentaron así un largo rato. Él con los ojos brillando, ella con las manos firmes. Afuera, la escuela seguía su curso: exámenes, bromas pesadas, profesoras repitiendo lo mismo una y otra vez. Pero en ese cuarto de polvo, libros rotos y silencio cómplice, alguien volvía a nacer.
—Es loco —dijo Blurryface al rato—. Que tengas que escaparte del aula para sentir que estás vivo.
—No es loco —respondió Crybaby—. Es que los lugares seguros no siempre están donde los adultos dicen. A veces están en los rincones, en las grietas… o en personas.
Ella le sonrió con ese gesto que solo él entendía. Blurryface se incorporó y buscó un marcador entre los papeles olvidados. En la pared escribió: “Aún no terminó. Nunca es demasiado tarde.”
Y debajo, firmaron juntos con iniciales torcidas.
Nadie los notó. Nadie los buscó. Y eso fue una ventaja, una bendición. Porque, por una vez, el mundo no interrumpió su rescate mutuo.
El reloj de la biblioteca marcaba una hora falsa. Las agujas estaban trabadas en las 4:17, como si el tiempo también se hubiera rendido en ese cuarto olvidado.
Blurryface no soltaba la mano de Crybaby. La apretaba como si fuera el único ancla que le quedaba en el mundo.
—¿Cómo haces para seguir respirando? —le preguntó él, con los ojos fijos en la rendija de luz que se colaba por la ventana cerrada—. ¿Cómo hacés para aguantarlo todo?
Crybaby no contestó enseguida. Sus ojos se habían puesto brillantes, pero no dejaban caer ni una lágrima. Era como si sus pupilas ya supieran llorar por dentro.
—No respiro bien, Blurry —confesó—. A veces siento que el pecho se me cierra y todo me duele. Pero... después me acuerdo que estás vos. Que todavía hay alguien que me ve, que me escucha. Y entonces aguanto. Porque no puedo vivir sin vos.
Él la miró, tragando un nudo tan grande que le dolió la garganta. Bajó la cabeza y apoyó la frente contra la mesa.
—No sé cómo vivir sin vos —murmuró—. Y tampoco sé cómo vivir conmigo. Me cuesta. Me odio. Me asusto. Y después, estás vos… con tus manitos tibias, con tus dibujos raros, con tus historias locas. Y me haces sentir que todavía tengo algo bueno adentro. Aunque sea chiquito. Aunque esté roto.
Crybaby se puso de pie y caminó despacio hacia él. Lo abrazó por detrás, apoyando la cabeza en su espalda, respirando el perfume suave de su campera negra deshilachada.
—No estás roto, Blurry. Estás hecho de partes que nadie se tomó el tiempo de cuidar.
—¿Y vos querés cuidarlas? —susurró él.
—Hasta mi último respiro —respondió ella, sin dudar.
Él se dio vuelta y la abrazó con fuerza. Se quedaron así. Sin besos. Sin palabras. Solo un abrazo que valía más que cualquier promesa.
Afuera, el mundo seguía girando. Había tareas sin hacer, chicos molestando en el pasillo, profesores firmando planillas que nadie leía. Pero en ese rincón sin tiempo, dos almas se elegían en silencio. Una vez más. Una vez todavía.
Y aunque ninguno de los dos tenía certezas, sabían algo con total seguridad:
El uno sin el otro no era nadie.
El silencio del cuarto abandonado parecía haberse espeso. Blurryface seguía abrazado a Crybaby, y ella le acariciaba la espalda como si al hacerlo pudiera borrar todos los años de abandono, golpes silenciosos y soledad acumulada. Pero no era solo eso lo que la mantenía así de aferrada a él.
—Blurry… —murmuró de pronto, con la voz más frágil de lo habitual—. ¿Puedo decirte algo que no dije en voz alta?
Él asintió sin moverse.
—Hace dos noches… soñé que estabas muerto.
Blurryface se tensó, pero no dijo nada. Esperó.
Crybaby tragó saliva, bajando la mirada.
—Soñé que estábamos en un funeral. Todo era blanco, irónicamente. Flores blancas, sillas blancas, un cielo blanco y nublado. Y vos… estabas en un ataúd, pero no parecía que durmieras. Parecías cansado. Como si te hubieras ido porque nadie te dejaba descansar en vida.
Un escalofrío le recorrió la espalda.
—Tu mamá ni apareció. Tu papá tampoco. Solo estaban tus amigos, y yo. Yo me quería tirar al piso y gritar. Pero me quedé callada, con los labios apretados… —las palabras salían como si le arrancaran pedacitos del alma—. Y cuando me acerqué al cajón, me miré en el reflejo del vidrio. Y no me reconocí. Me vi sin vos, y no me supe ver. Era como si ya no existiera.
Blurry la rodeó con los brazos más fuerte. Esa pesadilla no se sentía como un invento de la mente. Se sentía como una advertencia.
Crybaby se apartó un poco solo para mirarlo a los ojos.
—Blurry, el mes que viene va a ser aniversario desde que casi... —no terminó la frase. No hacía falta.
Él bajó la mirada, y el corazón le dio un vuelco. No había olvidado ese día. Aunque quisiera, no podría. Fue el momento exacto en el que tocó fondo, en el que pensó que el mundo estaría mejor sin él. Aunque paso años, aún dolía. Y era la primera vez en bastante tiempo que lo charlaban en profundidad.
—No te lo pido solo porque me asuste perderte —continuó ella—. Te lo pido porque... porque yo también necesito una razón para seguir. Y vos sos esa razón.
Blurry le sostuvo la mirada. Una lágrima le rodó sin permiso.
—Entonces somos dos —dijo—. Porque yo también necesito que sigas, que estés, que respires... que dibujes, que te rías de mis chistes feos. Que me mires como si valiera oro.
El silencio volvió a cubrir el cuarto, pero esta vez no era espeso ni incómodo. Era el silencio de dos corazones que se entendían en un lenguaje que nadie más hablaba.
El viejo reloj seguía clavado en las 4:17. Pero para ellos, esa hora ahora significaba algo más.
Significaba: “Estoy acá. Quedate. Vivamos.”
Pasaron horas dentro del cuarto escondido de la biblioteca. La escuela seguía funcionando afuera como un reloj torcido: el timbre sonaba, los pasos resonaban, las voces chillaban en los pasillos... y, sin embargo, ningún adulto notó que ni Crybaby ni Blurryface asistieron a clase. Otra vez.
La ausencia de ambos fue invisible para las autoridades, como si nunca hubieran importado lo suficiente como para preocuparse.
Pero sus amigos sí se dieron cuenta. Spooky Jim dejó de reírse tanto esa mañana. John Cooper y Adam Gontier cruzaron miradas con cierto nerviosismo en el aula vacía al ver que Blurryface no había llegado. Gerard Way golpeó el pupitre con el lápiz, frustrado. Billie, Elita y Jazmín se mandaban mensajes preguntando si alguien sabía dónde estaban.
Y del otro lado del espectro, Kelly murmuró con una mueca de sospecha:
—Seguro se fueron a rascar por ahí. Parecen pegamento últimamente. Asfixiantes.
Nico, a su lado, miró por la ventana sin responder. Jason, en cambio, murmuró algo sarcástico y se ganó una patada silenciosa debajo del banco. No porque le molestara la ausencia... sino porque, en el fondo, le daba rabia que Crybaby siguiera tan lejos de su alcance.
En los días siguientes, la rutina volvió, como si nada. Pero algo sí había cambiado.
Durante la clase de Arte, Crybaby pidió hojas de formato grande. La profesora, distraída, se las dio sin preguntar nada. Mientras el resto del aula garabateaba cosas simples, ella dibujó en carbonilla una escena tétrica y dulce a la vez: un ataúd abierto en medio de una sala blanca como la nieve, una figura dormida adentro con el rostro vagamente similar a Blurryface... y una silueta de niña llorando en un rincón, con un vestido que parecía estar hecho de espinas.
Nadie entendió qué era. Nadie preguntó. Pero Billie, desde su banco, la miró en silencio y le ofreció una servilleta para que se secara las manos manchadas de negro.
Blurryface, por su parte, esa misma noche volvió a escribir en su cuaderno de tapas rasgadas. Trazó palabras temblorosas pero firmes, como si se estuviera obligando a recordarlas.
“Estoy vivo. Y no solo por mí.
Ella me soñó muerto.
Yo la soñé olvidándome.
No quiero que ninguno de esos sueños se cumplan.
Así que me quedo. Así que sigo.
Así que respiro.”
Dibujó una línea recta debajo y cerró el cuaderno con cuidado. A veces, escribir era lo único que le permitía ordenar el caos.
Y mientras el mundo giraba en su indiferencia habitual, en el rincón más escondido de la escuela, dos almas heridas seguían encontrando razones para seguir viviendo.
Chapter 70: Capítulo 70 - Somethin’ stupid
Summary:
Blurry esta tan enamorado que le va mal en 2 exámenes. Y Cry casi hace explotar el laboratorio.
Chapter Text
Y luego voy y lo arruino todo
Al decir algo estúpido
Como: Te amo
Era una semana común, o al menos eso parecía. Despúes de aquella charla, fue como que algo floreció fuerte. Porque para Blurryface, estar enamorado no era tan sencillo como todos decían. La cabeza se le llenaba de imágenes de Crybaby sonriendo, diciendo cosas sin sentido, jugando con su pelo, masticando chicle de uva mientras hacía dibujos en los márgenes de su cuaderno. A veces ni siquiera entendía lo que el profesor decía: las palabras se le mezclaban con el sonido de su voz en la mente.
Y así fue como, sin quererlo, reprobó dos exámenes seguidos. Uno de matemática, donde confundió los signos y terminó resolviendo un sistema como si fuera una receta de cocina, y otro de historia, donde escribió que la Revolución Francesa había comenzado porque “la gente tenía hambre y se peleaban como cuando Kelly y Nico discuten por tonterías”.
El profesor lo miró con cara de “¿en serio?” y le devolvió la hoja sin comentario alguno, solo con un rojo furioso arriba. Blurry ni se inmutó. Tenía a Crybaby en el corazón. Y eso, para él, pesaba más que la Bastilla.
Mientras tanto, Crybaby, con la cabeza también en otro planeta, estaba teniendo su propio colapso emocional y químico.
Clase de ciencias. Laboratorio. Experimento sencillo con bicarbonato, vinagre y otras cosas básicas. La profesora explicó todo con claridad. Pero Cry estaba distraída, pensando en la última vez que Blurry le dijo “me gusta cuando te enojás porque fruncís la nariz”. Estaba embobada. Al mezclar los reactivos, olvidó que había usado el doble de todo.
Resultado: una explosión controlada... pero aparatosa.
Tapa de tubo de ensayo volando, espuma saliendo del vaso, y Billie gritando de emoción como si fuera una escena de película de acción.
—¡¿QUÉ HICISTE, CRY?! —gritó la profesora, mientras se cubría la cabeza con su carpeta.
Crybaby se encogió de hombros, con una sonrisa de orgullo mezclada con susto:
—Ups. Algo estúpido, supongo...
Más tarde, en el recreo, se encontraron detrás del gimnasio. Blurry la abrazó por la cintura con una risa tonta.
—¿Sabías que reprobaron dos exámenes por tu culpa?
—¿Y vos sabías que hice volar medio laboratorio por pensar en cómo te ves con esa camisa roja?
—¿En serio te gusta esta camisa?
—No. Es horrible. Pero me gusta que la uses porque es tuya.
Ambos se miraron con esa mezcla de ternura, vértigo y estupidez hermosa. Sabían que eran un desastre. Sabían que la escuela probablemente se hartaría de ellos. Sabían que no sabían casi nada del mundo real.
Pero también sabían esto:
Amarse los hacía estúpidos. Pero no les importaba.
La noticia de que Crybaby había hecho explotar el laboratorio y que Blurryface había reprobado dos exámenes corrió como pólvora por los pasillos. Y, como era de esperarse, los carroñeros no tardaron en acercarse.
Jason se acercó con una sonrisa burlona y una lapicera colgando de la oreja, como si fuera importante. Nico caminaba a su lado con una gaseosa sin gas en la mano.
—¡Che, Blurry! —gritó Jason desde el fondo del patio—. ¿Querés que te explique la diferencia entre una suma y una revolución histórica?
—¿O preferís que te la explique tu noviecita, la científica loca? —agregó Nico, tragando risa.
Blurry solo les dio una mirada de “no tengo tiempo para su existencia”. Cry, por su parte, hizo un gesto con los dedos como si les cortara el cuello con una tarjeta de crédito imaginaria.
—Hagan un favor. Vuelvan al casillero donde guardan su personalidad.
La mayoría de los que estaban por ahí soltaron una risita nerviosa. Jason levantó las cejas. Nico giró sobre sus talones. Esta vez, no se animaron a seguir.
Esa noche en casa, la mamá de Blurryface entró a su cuarto. Estaba agotada, llevaba puesta la chaqueta del hospital y ojeras debajo de los ojos. No es que quisiera trabajar, aquella tarde la necesitaban si o si.
—Dos exámenes desaprobados, ¿no? —dijo suavemente, sentándose al borde de la cama.
—No fue a propósito —respondió Blurry, con un tono bajito.
—Lo sé. No te voy a gritar... Pero tenés que encontrar el equilibrio, mi amor. No podés cargar el mundo encima y después olvidarte de vos.
—No es solo eso... es que la amo, ¿sabés? Y no quiero perderme nada.
—Bueno... entonces tenés que asegurarte de que puedan tener un futuro juntos. Y para eso, uno tiene que aprender cosas, incluso las aburridas.
Le acarició el cabello un poco. Y se fue sin decir más.
Del otro lado del mundo —bueno, no tan lejos—, Crybaby estaba en su habitación siendo correteada por Elita Harvok con una chancla en la mano.
—¡¿¡QUÉ PARTE DE “NO USES TODO EL VINAGRE” NO ENTENDISTE, CRY!?!
—¡¡ERA UN EXPERIMENTO DE AMOR!!
—¡ERA UN EXPERIMENTO DE COMBUSTIÓN, TARADA!
Elita finalmente la alcanzó, le dio un chancletazo suave en la pierna (de esos que no duelen pero hacen ruido) y ambas cayeron sobre el colchón riéndose a carcajadas.
—Sos una genia —dijo Elita, abrazándola un poco después—. Pero algún día vas a tener que aprender a no volar cosas por amor.
—Hoy no es ese día —respondió Cry, haciendo puchero.
En paralelo, el grupo secreto de WhatsApp, "Los Indecisos", vibraba con notificaciones:
Adam Gontier:
Confirmado: Blurry está reprobando el secundario por amor.
Gerard Way:
¿Cómo fue? ¿Suma + corazón = Revolución Francesa?
Spooky Jim:
Yo exploté un microondas por no sacar el tenedor, pero Cry la superó.
John Cooper:
¡Deberíamos hacer remeras!
Adam Gontier:
"Me enamoré y ahora repito año"
Gerard Way:
O "Amor explosivo edición laboratorio"
Spooky Jim:
Dios, no puedo con ellos. Son un peligro nuclear.
Jazmín Bean:
Cállense.
Y aunque ni Blurryface ni Crybaby sabían que se reían de ellos en secreto, todos los del grupo coincidían en algo:
Nunca habían visto a Blurry tan feliz.
Sin saber la charla secreta que tuvieron Cry y Blurry.
Esa misma noche, Blurryface se encontraba encerrado en su habitación, rodeado de no menos de doce inciensos prendidos de diferentes aromas: lavanda, sándalo, canela, vainilla… y uno que olía a panqueques por error.
—Por favor, universo. Te lo pido de rodillas —murmuró con las manos juntas y los ojos cerrados—. Que me aprueben esos exámenes. No por mí. Por ella. Por mi dignidad. Y para que Jason no se burle otra vez.
Desde la puerta, su madre lo observaba cruzada de brazos, con una expresión difícil de descifrar.
—¿Te parece un poco exagerado, Blurry?
—Sí. Pero estoy desesperado.
Ella suspiró.
—Bueno. Ventana abierta, ¿sí? No quiero que los bomberos nos echen de la casa por “nube aromática sospechosa”.
A varios barrios de distancia, Crybaby hacía algo parecido. Había encendido tres inciensos viejos, uno con olor a jazmín, otro a pino navideño, y uno que, honestamente, olía a cartón mojado.
—Por favor, universo, espíritu del vinagre y la combustión. Que no me expulsen. Y que a Blurry le vaya bien. Y que no nos separen. Prometo que esta vez voy a leer las instrucciones antes de mezclar cosas.
Elita pasó por la habitación justo en ese momento, se detuvo y dijo sin siquiera entrar:
—Sos un caos con patas. Y una bruja mala. Por favor, sé seria.
—¡Lo soy! ¡Estoy hablando con los poderes mágicos de la educación pública!
—Ajá. Bueno, si veo un sapo levitando, te creo.
Unos días después...
Los resultados llegaron. Contra todo pronóstico, Blurryface había aprobado. No con diez, pero con el tipo de nota que hace que una madre suspire aliviada y que un hijo se sienta casi un genio. El laboratorio, por su parte, fue restaurado milagrosamente y nadie volvió a mencionar la explosión. Aparentemente, no era la primera vez que pasaba algo así.
Blurry le mandó un mensaje a Crybaby apenas supo:
Blurry:
Sobreviví. Con 6. ¡Y vos?
Crybaby:
También. Volvimos al laboratorio. Aún huele a ensalada, pero estamos vivos.
Blurry:
Te amo, científica loca.
Crybaby:
Y yo a vos, poeta con olor a incienso de canela.
Y aunque no lo sabían, aquella noche ambos guardaron los inciensos restantes en un cajón especial. No por superstición… sino por si acaso.
Chapter 71: Capítulo 71 - The Hype
Summary:
Su mente es una bomba de tiempo, pero Blurry jura luchar a más no poder. Conoce la terapia.
Chapter Text
Me alegra saber que los de mi especie estarán de mi lado.
No creo en la exageración.
Y sabes que eres un espectáculo horrible
Pero estarás bien.
Blurryface despertó esa mañana con una sensación extraña: como si su cabeza estuviera llena de fuegos artificiales a punto de explotar. Pensamientos que se atropellaban, un ruido sordo que le hacía difícil concentrarse, y la ansiedad aferrada a cada latido de su corazón. La mente, su peor enemigo y a la vez su prisión.
Los fantasmas le hablaron en el sueño. Esas sombras oscuras. Algunas tenían caras que ha visto o sigue viendo. Riendo cruelmente de él y señalándolo como si fuera la pizarra de la escuela. Todas las letras del abecedario dando vueltas. Intenta escapar, pero no hay salida. Solo queda tomar su gorro y trata de golpearlos como si fuera un palo. Los maldice, les desea la muerte y que se los trague el fuego. Pero al final cae agotado y solo puede llorar. Despertó colapsado.
Pero al final recordó la letra de esa canción que creo y tanto le gustaba, “The Hype”, como si fuera un mantra para seguir peleando.
“I’m coming for the top, I’m coming for the top
My mind is a weapon, my words are a shot.”
Afuera, el sol entraba con fuerza, pero dentro de él todo era caos. Sin embargo, había algo distinto esta vez: Ese recuerdo de Crybaby recordándole una y otra vez que no estaba solo.
Después de una conversación sincera con su madre, había decidido dar un paso que hasta entonces parecía imposible: ir a terapia. No para demostrar estar roto, sino para aprender a ser fuerte. Para desarmar poco a poco esa bomba que sentía en la cabeza.
En la consulta, frente a una terapeuta paciente y amable, Blurry se abrió con dificultad pero con determinación.
—Es como si mi mente estuviera en constante guerra, y a veces siento que voy a perderla —dijo.
—Pero estás aquí, Blurryface —respondió la terapeuta—. Eso ya es una señal de que quieres luchar. Y no tienes que hacerlo solo.
Su madre también había dado un paso adelante. La había acompañado a algunas sesiones, buscando entender a su hijo más allá del silencio y la seriedad. Entre lágrimas y confesiones, compartieron el deseo de que Blurry encuentre su paz.
—Quiero que sepas que te admiro, hijo —le dijo una tarde, mientras le preparaba un té—. Por tener el valor de enfrentar lo que otros ni siquiera se atreven.
Blurry la miró y por primera vez en mucho tiempo sintió que no estaba cargando su mundo solo.
En el colegio, Blurry seguía siendo el mismo: tímido, intenso, con su melena negra y sus ojos que a veces parecían mirar más allá del presente. Pero ahora había algo diferente: una chispa de esperanza, una fuerza que no se ve, pero que se siente.
Y aunque la bomba en su mente seguía latente, él juraba que no explotaría sin dar la batalla más feroz de su vida.
Mientras tanto, Crybaby y sus amigos notaban ese cambio sutil. Lo veían más presente, menos perdido en sí mismo.
—Está luchando —susurró Elita—. Y no hay nada más valiente que eso.
—Lo amo —dijo Crybaby—. Y voy a estar con él en cada paso.
Así, en medio del ruido y la tormenta, Blurryface encontró un nuevo ritmo para bailar con sus demonios. No prometía que fuera fácil, ni que siempre ganaría.
Pero juraba que lo intentaría.
Pasaron las semanas y, con cada sesión de terapia, la mente de Blurryface comenzaba a aclararse, como si poco a poco se levantara la neblina que había cubierto su pensamiento durante tanto tiempo. Ya no sentía que la bomba en su cabeza estuviera a punto de estallar a cada rato. En cambio, esa energía interna, aunque intensa, empezaba a canalizarse en algo más manejable.
Lo más sorprendente para él fue cuando su madre, quien en un principio solo había acompañado por apoyo, decidió también comenzar su propio proceso terapéutico. Quería entenderlo, sí, pero también necesitaba sanar heridas propias que afectaban su relación con Blurry.
Una tarde, mientras Blurry esperaba a Crybaby para ir a dar un paseo, decidió compartir con sus amigos la evolución que estaba viviendo.
—Chicos —comenzó, con una sonrisa que no se veía muy a menudo en él—, creo que estoy entendiendo cosas que antes no podía. La terapia me está ayudando a ordenar mi cabeza. Y no estoy solo en esto. Mi vieja también empezó terapia.
Spooky Jim levantó una ceja con una sonrisa cómplice.
—Eso es un gran paso, Blurry. No cualquiera tiene el valor para eso.
Adam asintió.
—Es como si estuvieras recargando tus baterías. Me alegra un montón.
Blurryface se giró hacia Crybaby, que ya había llegado y se sentó a su lado.
—¿Sabés? Cada vez que salgo de la sesión me siento más claro. Más fuerte.
Crybaby le tomó la mano, apretándola con cariño.
—Siempre supe que podías. Estoy orgullosa de vos.
Por un momento, los dos se quedaron en silencio, disfrutando la calma que nunca antes habían podido tener tan cerca.
Aquella noche, Blurryface escribió en su diario:
"La bomba sigue ahí. Pero ya no me asusta. Ahora sé cómo desactivarla. No solo por mí, sino por ella, por mis amigos y por mí vieja que también lucha desde su lugar. No estamos solos."
Y aunque el camino era largo y lleno de obstáculos, Blurryface sabía que cada paso, por pequeño que fuera, era un triunfo.
Aunque Blurryface se sentía cada vez más fuerte y claro gracias a la terapia, el mundo afuera no se detenía. Los bullies, especialmente Jason y algunos de sus secuaces, no perdían oportunidad para lanzarle burlas y desprecios.
—¡Eh, chiflado! —gritó Jason una mañana en el pasillo, cuando Blurryface caminaba hacia su salón—. ¿Te acordás que todavía estás loco? No podés esconderlo ni con todas esas sesiones de psicólogo.
Los otros se rieron, pero Blurryface respiró profundo, intentando no dejar que las palabras lo arrastraran al odio.
—Podrán llamarme como quieran —respondió con calma, mirando fijo a Jason—, pero yo por lo menos estoy luchando por ser mejor. ¿Vos? Solo te quedaste en la misma mediocridad.
Jason abrió la boca para contestar, pero se quedó sin palabras. No porque Blurry fuera fuerte, sino porque no esperaba que respondiera así.
Esa tarde, en su sesión de terapia, Blurryface contó lo que había pasado.
—Fue difícil —admitió—. Me dolieron las palabras, aún lo hacen. No sé ni cómo logré enfrentarme a ellos. Pero sentí que si me callaba, me estarían ganando.
La terapeuta lo escuchó atentamente, con una mezcla de comprensión y empatía.
—Eso es valiente, Blurryface. A veces, la valentía no es no sentir miedo, sino actuar a pesar de él.
Él asintió, agradecido.
—Siento que cada vez puedo reconocer ese miedo. Y que puedo manejarlo mejor. Pero todavía hay días oscuros.
—Es normal. Este es un proceso, no una carrera. Recuerda celebrar cada pequeño triunfo.
Blurryface salió de la consulta con el ánimo un poco más ligero, convencido de que aunque las palabras hirieran, la lucha valía la pena. No estaba solo, y eso lo hacía invencible.
En el grupo de WhatsApp “Los indecisos”
Gerard Way:
Chicos, ¿alguna vez se preguntaron por qué nadie nos habló antes de la terapia? Como que es un tabú, ¿no?
Adam Gontier:
Totalmente. Crecí pensando que pedir ayuda era un signo de debilidad. Hasta que vi que no lo es para nada.
Spooky Jim:
Mi vieja siempre decía “hablar es de cobardes”… hasta que un día empezó a ir a terapia y cambió la voz por completo.
John Cooper:
Yo pensé que la terapia era para “locos”, hasta que empecé a ir. Te juro que aprendí más de mí mismo en seis meses que en toda la secundaria.
Elita Harvok:
Me alegra que Blurry y su vieja estén en eso ahora. La verdad, ojalá lo hubieran hecho antes.
Billie Eilish:
Igual, no todos estamos listos para ese paso. Hay que respetar los tiempos de cada uno.
Spooky Jim:
Pero es increíble cómo cambia todo cuando alguien decide enfrentar sus demonios.
John Cooper:
Y lo más loco es que ni Blurry ni Cry saben que estamos hablando de ellos. Seguro se sentirían raros, pero felices.
Jazmín Bean:
Somos un grupo raro, pero con el corazón en el lugar correcto. A veces me siento orgulloso de nosotros.
Adam Gontier:
Bueno, ahora queda apoyar más y criticar menos.
Spooky Jim:
Deberíamos proponer una charla sobre salud mental en la escuela, ¿no?
Elita Harvok:
Sí, y que no sea un sermón aburrido, sino real, como lo que estamos hablando ahora.
Gerard Way:
Totalmente. Que sepan que no están solos.
En ese momento, a unas pocas cuadras de distancia, Blurryface y Crybaby seguían luchando, creciendo y escribiendo juntos su historia.
Chapter 72: Capitulo 72 - Recess
Summary:
Blurry está agotado. Nico le ha vuelto a dar una paliza, pero Crybaby sabe contenerlo.
Chapter Text
Sentada en mi habitación, mirando todo lo que he hecho.
Todo lo que quería se ha hecho realidad.
Debería ser feliz, pero no puedo salir de la cama.
Estresado por las voces que gritan dentro de mi cabeza.
Blurryface se sentía agotado hasta los huesos. La terapia estaba funcionando, sí, pero el peso de la realidad seguía golpeando fuerte. No solo eran sus propias batallas internas; afuera, el mundo no se detenía.
Hoy había sido uno de esos días en los que todo parecía caerse encima. Nico y su grupo de Niners lo habían encontrado de nuevo. Esta vez, la paliza fue terrible. Golpes, empujones, palabras cortantes como cuchillas.
Pero Blurryface no se derrumbó del todo. Porque sabía que, en algún lugar, alguien lo esperaba.
Cuando la pelea terminó, y Blurry cayó al suelo, magullado y cansado, Crybaby apareció como un refugio en medio de la tormenta. Con la calma que solo ella tenía, lo ayudó a levantarse.
—Tranquilo —susurró, limpiándole un corte en la ceja—. No te merecés esto.
Blurry apenas podía hablar. Su cuerpo dolía, pero lo peor era el cansancio profundo que sentía.
—No puedo seguir así... —murmuró—. Estoy cansado, Cry. De todo.
Ella lo abrazó fuerte, con la ternura que siempre le daba fuerzas.
— Vamos a salir de esto juntos. Cada golpe es solo un obstáculo más para superar... Y también un motivo para romperles una regla en la cabeza.
Esa noche, Blurryface se acostó temprano. Cerró los ojos y recordó la letra de “Recess”, esa que leyó, escrita por Crybaby y que término sintiendo que cada palabra resonaba en su corazón:
“I’m not giving up, I’m not giving in
Even when the world is caving in.”
Sabía que no sería fácil, pero por primera vez en mucho tiempo, sintió que podía resistir.
Al día siguiente, en la terapia, Blurry contó la paliza. La terapeuta le escuchó con atención y le brindó estrategias para manejar la angustia y el miedo:
-
Respiración cuadrada (box breathing)
→ Inhalar 4 segundos, sostener 4, exhalar 4, sostener 4. Repetir.
Le ayuda a calmar el cuerpo cuando se siente atrapado por el miedo. -
Técnica del 5-4-3-2-1 (anclaje sensorial)
→ Identificar 5 cosas que ve, 4 que puede tocar, 3 que escucha, 2 que huele, 1 que saborea.
Útil para salir de ataques de pánico o disociación leve. -
El “botón de pausa” imaginario
→ Imaginar que tiene un control remoto interno y puede presionar pausa para respirar antes de actuar o pensar algo negativo. -
Dibujar sus miedos
→ Ponerle forma, cara o nombre a lo que le da miedo para sacarlo de adentro.
(Por ejemplo, su miedo podía tener forma de sombra, vidrio o fuego). -
Caja de seguridad mental
→ Imaginar una caja donde “guarda” los pensamientos o recuerdos que lo angustian, para revisarlos solo cuando esté listo, con ayuda. -
Palabras clave o frases de seguridad
→ Frases cortas que se repite como mantra:
“Estoy a salvo ahora”, “Esto va a pasar”, “No todo lo que pienso es verdad”. -
Identificación de pensamientos distorsionados
→ Aprender a detectar cuando está exagerando peligros o creyendo que algo es su culpa, y decirse:
“¿Qué diría otra persona en mi lugar?” -
Lista de cosas que sí puede controlar
→ Hacer una lista concreta (aunque sean cosas pequeñas) para reforzar su sentido de autonomía cuando siente que todo lo abruma. -
Autoinstrucciones positivas
→ Decirse a sí mismo pasos claros:
“Primero respiro. Después pienso. Después hablo.” -
El rincón seguro (real o imaginario)
→ Tener un lugar físico o mental donde pueda “ir” cuando necesita calmarse (Por ejemplo, el planetario abandonado).
—No es solo la violencia física —dijo ella—, sino el peso emocional que queda. Pero tú eres más fuerte de lo que crees.
Blurry asintió, decidido a seguir adelante, aunque cada paso fuera una batalla.
Mientras tanto, Crybaby no dejaba de cuidarlo, de ser su refugio, su calma y su fuerza.
Y aunque la escuela y sus enemigos no daban tregua, ellos dos sabían que juntos podían aguantar cualquier tormenta.
El sol de la tarde se filtraba por la ventana mientras Crybaby y Blurryface estaban sentados en el pequeño sofá del cuarto de Blurry. Ella le miraba con preocupación, aún recordando la paliza que había recibido días atrás.
—Blurry —comenzó con voz suave—, ¿por qué no usaste tus poderes para defenderte? Siempre dices que tienes algo especial, algo que te hace distinto… ¿Por qué no esta vez?
Blurryface suspiró, apartando la mirada hacia sus manos entrelazadas.
—No es tan simple —dijo con voz baja—. No se trata solo de fuerza o de pelear. Mis "poderes" son parte de mí, sí, pero no son armas para lastimar o para responder con violencia.
Ella frunció el ceño, intentando entender.
—Pero si pudieras evitar que te lastimaran, ¿no lo harías?
Blurry asintió lentamente.
—Claro que sí. Pero a veces, usar esos poderes significa dejar que el odio y el miedo me dominen. Y no quiero ser esa persona. Quiero ser fuerte, sí, pero sin perder lo que soy.
Crybaby le tomó la mano con ternura.
—Eso es más valiente de lo que imaginas.
Blurry la miró a los ojos, sintiendo el calor de su apoyo.
—No necesito pelear todas las batallas. Algunas las gano solo con seguir adelante, con no rendirme.
Ella sonrió, apoyando su cabeza en su hombro.
—Entonces vamos a ganar juntos.
Mientras Blurryface intentaba recuperarse en casa, Nico estaba en su propio mundo, celebrando su “victoria” con sus compañeros de los Niners. En el vestuario del club de rugby, sonreía con arrogancia.
—Le di una paliza que no va a olvidar —decía, golpeando la palma de su mano—. Si me lo cruzo de nuevo, lo haré otra vez. Así de simple.
Uno de sus amigos le lanzó una mirada dudosa, pero Nico no se inmutó.
—Ese Blurryface siempre se cree más fuerte de lo que es. Hay que bajarlo a la realidad.
Mientras tanto, en el chat de amigos (No en “Los indecisos”), la noticia se había esparcido rápidamente. Sin embargo, la reacción fue muy distinta.
Gerard Way:
Lo que hizo Nico fue una basura. No hay honor en pegarle a alguien que ya está en el suelo.
Spooky Jim:
Sí, y además Blurry está en terapia, está luchando. Eso es más valentía que cualquier pelea.
Adam Gontier:
Ojalá Nico entendiera eso. Pero mientras tanto, tenemos que seguir apoyando a Blurry y Cry.
John Cooper:
Blurry no está solo. Y cada vez que lo golpean, nosotros estaremos ahí para levantarlo.
Elita Harvok:
Es como Cry dice, la verdadera fuerza está en no rendirse.
Blurryface leyó esos mensajes con una mezcla de gratitud y determinación.
En el fondo, sabía que la lucha no era solo contra quienes lo golpeaban, sino contra el miedo a ser él mismo.
Y con sus amigos y Crybaby a su lado, estaba dispuesto a no dejar que el dolor lo definiera.
El lunes llegó con una tensión espesa en los pasillos del colegio. No era un secreto que Blurryface había recibido otra paliza por parte de Nico. Aunque nadie lo vio directamente, todos lo sabían. Algunos comentaban en voz baja; otros no se atrevían a mirar a Blurry a los ojos.
—Dicen que Nico casi lo estrangula —susurró una chica en el baño.
—Y que Blurry ni se defendió —agregó otra.
—¿Y si está enfermo? Digo… va a terapia, ¿no? —dijo un tercero, creyendo que eso explicaba todo.
Pero Blurry no escuchaba. Caminaba con la cabeza en alto, silencioso, como si no hubiera nada más que el pasillo frente a él. Por dentro, un volcán contenía su rabia y el cansancio.
Durante el recreo largo, se encontró de frente con Nico, a espaldas del edificio de arte. Estaban solos.
—¿Qué? ¿Todavía no aprendiste la lección? —dijo Nico con su sonrisa podrida.
Blurryface lo miró a los ojos sin una pizca de miedo.
—No vine a pelear —respondió con voz firme—. Pero no me voy a dejar matar.
Nico se le lanzó encima, con los brazos extendidos, buscando su cuello.
Blurry reaccionó rápido. Se giró, usó su peso para desequilibrarlo y lo empujó hacia una de las columnas del viejo patio. Nico cayó al suelo, aturdido por el impacto, sin entender bien qué había pasado.
—No voy a golpearte —dijo Blurry, respirando agitado—. Porque no soy como vos.
Se alejó, dejando a Nico boqueando en el suelo, su ego más herido que su cuerpo.
Más tarde...
Los rumores no tardaron en explotar. Nadie había visto lo ocurrido, pero se hablaba de que Nico había terminado en la enfermería por “mareo súbito”. Blurry no decía nada, ni confirmaba ni negaba. Solo se sentó en clase, tomó su cuaderno y escribió unas líneas en su diario:
"No tuve que usar mis poderes. Solo tuve que creer que merezco vivir. Tal vez eso también sea una forma de defensa."
Crybaby, al otro lado del aula, lo miró en silencio. No necesitaban hablar. Sabía que algo había pasado. Y sabía que, pese a todo, Blurryface había resistido.
Esa noche, el grupo de amigos compartió memes en el chat privado de "Los indecisos". Billie había hecho uno donde se veía una imagen borrosa de Nico en el piso, con la leyenda:
"Cuando vas de bully pero te sale el tiro por la culata."
Spooky Jim añadió otro con un Nico en blanco y negro, rodeado de frases dramáticas tipo:
"¡No me lo esperaba!" –Nico, 2025.
Gerard, por su parte, mandó una foto editada de Blurry con lentes pixelados y la frase:
"No soy violento, solo tengo reflejos."
Las risas virtuales llenaron el grupo. Elita envió muchos "😂😂😂" seguidos, y hasta Adam dijo:
—Voy a imprimir estos para ponerlos en mi locker.
Pero a las pocas horas… alguien filtró los memes. Nadie supo quién. Quizás fue una captura accidental. Quizás alguien los reenvió a alguien que no debía. Pero pronto, las imágenes estaban circulando en más grupos. Los bullies las vieron.
Nico estaba furioso. Caminaba por la escuela con los ojos encendidos. Empujó a dos chicos al pasar y amenazó a uno de primero sin motivo alguno. Quería revancha. Decía que esta vez iba a dejar a Blurryface “como adorno del hospital”.
Y entonces, al final del pasillo, lo encontró.
Blurryface estaba apoyado en su locker, con los auriculares colgando del cuello. Lo vio venir, pero no se movió.
—¿No aprendiste la lección? —le dijo, mirándolo sin temor.
Nico se detuvo. No porque no quisiera golpearlo, sino porque esa frase le heló la sangre. Era como si Blurry hubiera crecido de repente, como si no fuera el mismo chico de antes. Ya no era el niño silencioso que se dejaba pegar. No. Ahora hablaba. Y lo decía con la certeza de quien sabe que no está solo.
Nico retrocedió. Murmuró algo entre dientes y se fue, pateando la puerta de un aula cerrada.
Blurryface respiró hondo. Se puso los auriculares y siguió su camino como si nada hubiera pasado. Pero en su pecho, latía una nueva fuerza.
Y desde lejos, Crybaby lo observaba, con el corazón lleno de orgullo.
Chapter 73: Capítulo 73 - Always Forever
Summary:
Se inaugura una casa de té y Crybaby decide asistir. Solo que no aviso a nadie, pero de todas formas Blurryface y amigos se hacen notar. En la escuela se unen Johnny y Agóta, pero al parecer son perros nuevos de Kelly.
Chapter Text
Sabes que me tienes en tu bolsillo
No tienes que esperar
Sabes que te tengo en mi relicario
Solo ven aquí y podemos sentar cabeza
La tarde era tranquila. De esas que parecen salir de un libro con tapas florales y aroma a eucalipto. En un rincón remodelado del centro, abría sus puertas la nueva casa de té “La Aurora”, un sitio acogedor, lleno de sillones mullidos, cortinas de encaje y plantas en macetas colgantes.
Crybaby llegó sola.
Nadie lo sabía.
No avisó a Elita, ni a Billie, ni siquiera a Blurryface.
Solo… quería un momento para ella.
Un respiro. Un té con flores secas y el ruido del mundo bajado al mínimo. Mientras leía un libro de Oscar Wilde.
Entró con una sonrisa tímida, su vestido tenía un aire de primavera. Pidió un té de jazmín con miel, se sentó cerca de una ventana y abrió su cuaderno de bocetos. No dibujaba nada especial, solo líneas sueltas y mariposas invisibles que se escapaban de su cabeza.
Y entonces, sin anunciarse, llegaron ellos.
Primero Billie y Elita, riéndose por algo que vieron en la vidriera. Luego Spooky Jim, que entró rodando literalmente en una silla vieja con ruedas. Gerard, John y Adam llegaron juntos, comentando lo ridículamente “tierna” que era la decoración del lugar. Y, por último, Blurryface.
La vio. Se detuvo.
Y sonrió.
—Te dije que eras una brujita, pero esto ya es exagerado —bromeó mientras se sentaba a su lado.
Crybaby se rió bajito. No se molestó ni se sorprendió. Al contrario, sintió que algo dentro de ella se alineaba con el universo.
Era como si, incluso en silencio, él pudiera encontrarla.
—¿Cómo supieron que estaba acá? —preguntó.
—No sabíamos. Solo… teníamos la intuición de que estarías donde hay cosas dulces y libros abiertos —respondió Elita, dándole un codazo suave.
Nadie se enojó por no haber sido invitado. No hubo reproches ni caras largas. Simplemente se unieron. Hicieron de la casa de té su rincón por una tarde. Rieron, jugaron a leer la suerte en los posos del té, y hasta Spooky Jim hizo un brindis con cucharas de madera por "los momentos suaves que no necesitan explicación".
Blurryface no decía mucho, pero la miraba como si cada parpadeo suyo fuera una promesa.
Y Crybaby, sin decir nada, entendía que aunque a veces huyeran del mundo, este tipo de pausas eran eternas. Siempre suyas. Siempre, para siempre.
La luz dorada que atravesaba los ventanales hacía que todo se viera como una postal antigua.
Billie se había alejado un poco del grupo y ahora caminaba entre mesas, con su cámara analógica colgada al cuello. No solía sacarle fotos a las cosas “lindas”, pero esa tarde era distinta.
El reflejo del té en las tazas, las flores secas colgando, la risa de Crybaby al ver a Spooky Jim pelearse con un saquito de manzanilla. Todo merecía ser capturado.
—No te rías, ¡este té vino embrujado! —gritó Spooky, mientras Debby le bajaba la mano con delicadeza.
Debby, que se había unido al grupo hace apenas un rato, parecía encajar de forma natural. Su risa era dulce, sus ojos atentos, y cuando hablaba con Spooky, se notaba que eran inseparables.
Tenía esa forma de cuidar con ternura que no necesitaba mucho ruido. Solo gestos.
—No te mueras por un sobrecito de té, Jim —le dijo ella, dándole un sorbo de su propio vaso con total calma.
Todo iba tan bien, tan perfectamente armónico, que el grupo casi no se dio cuenta de que alguien más había entrado al salón.
El director, un hombre joven de mirada segura, caminaba entre las mesas con una taza de lavanda en mano y sin su característico traje.
Usaba un buzo gris claro, zapatillas limpias y jeans. Parecía… una persona real.
Se acercó a la mesa donde estaba todo el grupo. Ellos se tensaron por reflejo.
—Buenas tardes, chicos —dijo, con una sonrisa tranquila—. Qué lugar tan encantador, ¿no?
—Sí… director… —balbuceó Elita, como si hubiera visto a un unicornio de cerca.
—No se preocupen, hoy no vine a supervisar. Vine a vivir —bromeó, tomando asiento en una mesa cercana—. Pero ya que están aquí todos juntos… me pareció oportuno decirles algo. La próxima semana se sumarán dos nuevos alumnos. Espero que los reciban con amabilidad. Especialmente ustedes.
Los chicos asintieron, aunque el director ya se estaba levantando.
—Y no se preocupen, no pienso contarle a nadie que me vieron sin corbata.
Se alejó con su taza, dejándolos a todos en un breve silencio.
—…¿Qué… acaba de pasar? —susurró Crybaby.
—El director… el mismísimo director… ¡toma té de lavanda! —exclamó Billie, ya sacando su cámara otra vez—. Esto merece quedar documentado.
—Y dos alumnos nuevos… —agregó Blurryface, frunciendo levemente el ceño—. Suena a problema.
—O a misterio —dijo Gerard, cruzando los brazos como si fuera parte de una novela policial.
Pero a pesar de la revelación inesperada, la tarde siguió su curso. Entre sonrisas, fotos, memes grupales, y alguna que otra pelea por quién se llevaba la última galleta con forma de gato.
Porque aunque el mundo siempre estuviera a punto de estallar, ellos sabían disfrutar de esos respiros.
Y ese rincón perfumado, por esa tarde, era todo lo que necesitaban.
La semana arrancó con la típica modorra escolar, pero algo en el aire se sentía distinto. Tal vez era el eco de los rumores que corrían por los pasillos, o tal vez era la advertencia educada del director, que seguía rebotando en sus mentes como una campana suave pero persistente.
Los nuevos habían llegado.
Y como si el universo no se cansara de tener sentido del humor, no tardaron en hacerse notar.
—¿Viste a esos dos? —susurró Jazmín desde su casillero, señalando con el mentón hacia la entrada del colegio.
Johnny y Agóta.
Él, alto, con aires de galán forzado y lentes de sol adentro del edificio.
Ella, estilizada y con expresión de "estoy por encima de todo", como si fuera la dueña del Wi-Fi.
Caminaban detrás de Kelly como dos sombras perfectamente coreografiadas. Parecían parte de una campaña publicitaria de perfume con olor a ego.
—¿Esos son los nuevos alumnos? —murmuró Spooky—. Pensé que iban a ser… no sé, humanos.
—Son los nuevos perritos de Kelly —dijo Gerard, rodando los ojos—. Más bien… bulldogs con lentejuelas.
Crybaby observaba en silencio. Blurry también, aunque el tic nervioso en su ceja izquierda lo traicionaba.
No tardaron en ver que Johnny y Agóta se sentían cómodos repitiendo patrones viejos. Ya se les había visto burlarse de un chico más chico por su ropa, y reírse con Jason por cosas que ya no hacían gracia.
Parecía que estaban calentando motores.
Pero lo que no sabían… era que habían llegado en mal momento.
En el comedor, intentaron lanzar un comentario venenoso cuando vieron a Elita sentarse junto a Crybaby.
—¿Esos pelos… son de verdad? —dijo Agóta en tono burlón.
Pero antes de que Cry pudiera responder, Billie ya se había dado vuelta con una sonrisa helada.
—¿Y esa cara… también es de verdad? Porque no me termina de cerrar el filtro.
El grupo estalló en carcajadas tan genuinas que hasta Jazmín casi se atraganta con el jugo.
Johnny frunció el ceño, pero antes de decir algo más, Blurryface le lanzó una mirada seca, firme, sin levantar la voz.
—Acá no se juega con mis amigos.
Silencio.
Y entonces, como un eco que solo ellos podían oír, sonó la voz de Gerard:
—En fin… no tomen tanto café si van a meter la pata.
Sarcasmo puro. De ese que arde más que el picante.
Johnny y Agóta retrocedieron. No estaban preparados para eso.
Creían que venían a dominar, pero habían llegado a un terreno ya conquistado.
Y Kelly… bueno. Kelly cruzó los brazos, pero no dijo nada.
A veces, incluso ella sabía cuándo no tenía nada para ganar.
Mientras tanto, en el grupo secreto de WhatsApp “Los Indecisos”, el tema era otro.
🎭 Gerard: “¿Johnny y Agóta? Suenan como un dúo de circo de los ‘80”
📷 Billie: “Les falta un unicornio y un libro de autoayuda”
🧸 Jazmín: “Yo ya los odio”
👻 Spooky: “Son como los malvaviscos que no derriten, pura facha, cero fuego”
🐾 Elita: “Ya se darán cuenta. Este patio ya tiene dueños, y no son ellos”
La casa de té había sido un refugio…
Ahora, la escuela volvía a ser el campo de batalla.
Pero esta vez, con las cartas más que marcadas.
Chapter 74: Capítulo 74 - The Judge
Summary:
Blurry se esconde de Nico y sus niners.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Tú eres el juez, oh, no
Libérame
Sé que mi alma se congela
El infierno es caliente por una buena razón
El depósito olía a óxido viejo y humedad, como si el tiempo se hubiera quedado atrapado ahí dentro junto con las cosas que nadie quería volver a ver. Blurryface contuvo la respiración mientras se escondía detrás de un mueble cubierto con una sábana, el corazón latiéndole tan fuerte que sentía que podría delatarlo.
Afuera, los pasos resonaban en el pasillo. Pesados. Lentos.
Nico.
—Sé que estás ahí… —dijo su voz. No gritaba. No amenazaba. Solo hablaba, como si estuviera teniendo una conversación íntima con un fantasma—. No vine a pelear. Solo quiero hablar.
Blurry cerró los ojos. No podía confiar en eso. No en él.
No después de todo lo que habían hecho los Niners. No después de todo lo que él había hecho.
Desde que Crybaby y él se habían ido de su foco, Nico se volvió... insistente. No era solo enojo. Era obsesión. Parecía como si necesitara que Blurry volviera a ese lugar oscuro del que apenas estaba saliendo. Parece que ya no bastaba jugar y esconder la mano.
Y ahora lo buscaba, como un juez que exige confesiones aunque el juicio ya haya terminado.
Blurry tragó saliva.
Se sentía otra vez pequeño. Culposo. Roto. Como cuando todo en su cabeza era ruido y oscuridad.
—¿Por qué me estás haciendo esto? —pensó.
Pero en el fondo, ya sabía.
Nico necesitaba a Blurry en el mismo lugar en que él estaba: atrapado, hundido, temiendo no poder redimirse jamás.
—No podés esconderte para siempre —susurró Nico.
Después de eso, el silencio.
Los pasos se fueron apagando.
Blurry salió lentamente del escondite. Respiró con dificultad. Miró sus propias manos temblar.
“The Judge” sonaba en su cabeza, como si alguien le estuviera gritando desde adentro:
"I don't know if this song is a surrender or a revel, I don't know if this one is about me or the devil…"
Había algo dentro de él que pedía gritar, que quería luchar. Pero otra parte… quería huir. Para siempre.
—No soy lo que era —dijo en voz baja, solo para sí mismo—. No lo voy a ser otra vez.
Pero la sombra de Nico seguía detrás.
Y la verdadera pregunta era:
¿cuánto más iba a durar la paz antes de que se viera obligado a pelear otra vez?
La puerta del depósito chirrió suavemente.
Blurryface se puso en alerta otra vez, hasta que escuchó la voz baja, esa que siempre parecía cargada de mil sentimientos sin necesidad de gritar.
—¿Sos vos o un asesino silencioso? —bromeó Spooky Jim, cerrando la puerta con cuidado.
Blurry suspiró y se dejó caer en el piso frío. Ya no tenía energía para sostener ninguna máscara.
Spooky no dijo nada al principio. Solo lo miró.
El temblor en sus manos. Las ojeras profundas.
La forma en que sus uñas estaban marcadas en las palmas por apretar tanto los puños.
—¿Te volvió a seguir? —preguntó finalmente, con un tono que no era ni curioso ni asustado. Era... cómplice.
Blurry no respondió. Solo asintió levemente.
Spooky se sentó a su lado.
—No entiendo qué le pasa a Nico —dijo, pasándose la mano por el pelo—. Vos ya no sos parte de esa oscuridad. Hace tiempo no te presta atención. Se supone que eso tendría que haberle dado igual.
—No es por lo que soy ahora —respondió Blurry, mirando la pared mugrienta frente a él—. Es por lo que fui. Él piensa que soy lo único que lo puede mantener allá abajo. Donde él quiere estar.
Spooky no habló. Solo se acercó un poco más, hasta que sus hombros se rozaron.
—Yo no te voy a dejar solo ahí—le dijo.
Y eso bastó.
Mientras tanto, en el borde de la cancha vacía del colegio, los Niners estaban sentados en círculo, como si el recreo fuera su sala de guerra.
Jason masticaba chicle con fuerza, mirando al piso.
—¿Y entonces? ¿Lo encontró? —preguntó uno de los más nuevos, nervioso.
—Lo estuvo buscando como un loco. Todo el día —resopló Matt, cruzando los brazos—. Hasta me empujó. A mí. ¿Me entendés?
Los chicos se miraron entre sí. Era raro que Matt se quejara.
—Esto se está yendo de las manos —dijo otro, bajito—. Antes era molesto. Un bully, sí. Pero Nico ahora está... distinto.
—Está como... obsesionado con ese Blurryface —comentó uno, como si ni siquiera se animara a decir su nombre en voz alta.
Jason escupió el chicle.
—A veces pienso que Nico no quiere que Blurry desaparezca. Que deje de existir.
—¿Y vos lo vas a seguir? —preguntó Matt, con los ojos entrecerrados.
Jason lo miró por unos segundos. Luego desvió la vista.
No respondió.
De vuelta en el depósito, Blurry apoyó la cabeza sobre el hombro de Spooky.
—No sé cuánto más puedo con esto.
Spooky le apretó la mano.
—Hasta que no encuentres el juicio que te absuelva, yo voy a ser el que te defienda. Te guste o no.
Blurry sonrió por primera vez en días.
Y aunque afuera el mundo seguía siendo cruel, ahí, por unos minutos, solo estaban ellos.
Y eso bastaba.
Crybaby caminaba por los pasillos como un torbellino de emociones contenidas.
Había oído cosas. Fragmentos. Comentarios entre risas nerviosas y miradas esquivas.
"¿Lo encontraron en el depósito?"
"Dicen que Nico lo estaba buscando como loco otra vez."
"Spooky lo defendió. Como siempre."
Se detuvo.
El corazón le latía tan rápido que sentía un zumbido en los oídos.
No podía quedarse quieta. No si él estaba mal. No si Blurryface estaba temblando, solo, escondiéndose como si fuera el villano de una historia que él nunca pidió protagonizar.
Lo encontró en el patio trasero del colegio, ya fuera del depósito. Spooky estaba con él, pero al verla llegar, se hizo a un lado, como si supiera que ese momento no le pertenecía.
—¿Por qué no me dijiste nada? —le preguntó Crybaby, sin rodeos.
Blurry la miró, agotado. Con los ojos oscuros como si no hubiera dormido en días.
—No quería que te preocuparas.
Crybaby apretó los dientes.
—Ya me estoy preocupando. Y hace rato. No necesito que me protejas de tus heridas. Estoy acá para ayudarte a curarlas.
Blurry no dijo nada, pero algo se rompió dentro suyo.
Tal vez una muralla.
Tal vez una culpa antigua.
Ella lo abrazó fuerte, como si quisiera unir todos sus pedazos otra vez.
Mientras tanto, en el aula vacía del fondo, los Niners se habían reunido otra vez.
Pero esta vez no para planear algo.
Esta vez para preguntarse si ya era demasiado tarde para controlarlo.
—¿Se acuerdan cuando Nico lo miró por primera vez? —preguntó Jason, medio en broma, medio en serio—. Primer grado. Blurry se había peleado con uno de los chicos grandes, y Nico lo vio desde la ventana como si hubiera visto a un superhéroe.
—O un monstruo —murmuró Matt.
—Siempre fue raro cómo lo seguía. No era amistad. No era odio. Era... algo más. Como si necesitara que Blurry fuera suyo —dijo otro.
—Y cuando Blurry se alejó, Nico... explotó.
—Sí. Porque ahora ya no lo tiene cerca para atarlo a su oscuridad.
Hubo un silencio largo.
—¿Y qué vamos a hacer? —preguntó uno de los más nuevos.
Jason se encogió de hombros.
—No sé. Pero si no lo paramos nosotros, lo van a hacer los de arriba.
Y efectivamente, en la oficina del director, dos preceptores hablaban en voz baja mientras el director miraba informes.
—No podemos seguir ignorando lo que está haciendo Nico —dijo uno.
—Pero no podemos expulsarlo. No aún. Tiene problemas... familiares. Y nadie más lo contiene.
—¿Y entonces?
El director se quitó los lentes, cansado.
—Habrá que intervenir. Desde adentro. Supervisarlo.
Que sienta que lo están mirando.
Que entienda que la violencia, incluso si viene del dolor, no es un derecho.
En el recreo final, mientras todos salían en tropel al patio, Nico estaba en silencio, sentado en el borde de una escalera.
Y por primera vez en mucho tiempo, no eran los otros los que lo miraban con miedo.
Era él el que sentía el peso de todas las miradas encima.
Incluso las de sus propios amigos.
Todo ocurrió en segundos.
El pasillo estaba vacío. Las luces, parpadeantes.
Blurryface salía del baño, solo, con la mochila colgando de un solo hombro y la mirada perdida.
Y entonces lo vio.
Nico.
De pie frente a él.
Los ojos vacíos. La mandíbula tensa. Y una mirada que no parecía la suya, como si algo más estuviera manejando los hilos desde adentro.
—No podés seguir escapando —le dijo, con una voz que parecía salir desde un pozo.
—Nico, no quiero esto. No te tengo miedo —le respondió Blurry. Aunque sí lo tenía.
Pero su miedo ya no mandaba. No esta vez.
Nico dio un paso. Y otro. Sacó algo del bolsillo. Algo metálico. Algo que no debería estar en la escuela.
Fue entonces cuando el grito de un preceptor retumbó como un disparo.
—¡NICO! ¡Quieto! ¡Soltalo!
Puertas se abrieron. Zapatos corriendo. Manos sujetando.
Nico forcejeó, gritó algo que nadie entendió del todo:
"¡No lo entienden! ¡Él es la raíz! ¡Él es la grieta por donde se va todo!"
Pero ya era tarde.
Lo sujetaron. Lo arrastraron al despacho. Y Blurryface, temblando otra vez, fue escoltado al aula con un abrigo en los hombros y la voz suave de una preceptora diciéndole:
—Estás a salvo. Ya pasó.
Pero él sabía que no había pasado.
No del todo.
En la salida de la escuela, Jazmín Bean hablaba como si nadie la escuchara... pero lo hacía para asegurarse de que todos lo oyeran.
—Esto no es normal —decía, mientras se masticaba la uña pintada—. Esa mirada. Esa energía.
Yo les dije que Nico no es solo Nico.
—¿Qué querés decir? —preguntó Gerard con una ceja arqueada.
—Hay algo viejo detrás de él. Algo que ni siquiera los profesores se atreven a nombrar.
Una secta. Una ciudad que no aparece en los mapas.
Dema.
—Ah, por favor... —suspiró John—. Eso es un cuento para asustar nenes.
—No. Lo escuché de mi abuela. Y de la abuela de ella. Es real. Y Nico… tiene el mismo símbolo en la muñeca que usaban los miembros.
Todos la miraron con una mezcla de risa incómoda y nerviosismo.
—¿Qué símbolo? —preguntó Spooky.
Jazmín bajó la voz:
—Tres torres negras. Entre ellas, una figura con la cara tachada.
Silencio.
—Vos ves muchas pelis, Jaz —dijo Elita, dándole una palmadita.
Pero nadie se reía del todo.
Esa noche, Blurryface no podía dormir.
Miraba el techo, sintiendo el peso de las palabras de Nico, del miedo, de la sombra que parecía perseguirlo desde hace años.
"Él es la raíz..."
¿Y si tenía razón?
¿Y si dentro de él había algo que simplemente... atraía el caos?
Tocaron su ventana suavemente.
Spooky Jim se asomó con una linterna y una sonrisa. Había logrado treparse por unos soportes para las plantas.
—¿Querés que venga con una espada de juguete para ahuyentar demonios invisibles?
—¿Tenés una espada?
—No, pero tengo una espátula y una pala de jardín. Y las sé usar.
Blurry rió, aunque se le humedecieron los ojos.
—Spooky... ¿qué le pasa a Nico?
Spooky se sentó en el borde de la ventana.
—No sé. Pero si vuelve a mirarte como si fueras su espejo roto, le voy a pegar con la pala. O peor: le voy a leer mis poemas de cuando tenía 9 años.
—Eso es brutal.
—Lo sé. Por eso va a funcionar.
Y aunque la noche seguía siendo oscura…
Por primera vez en días, Blurryface sintió que podía dormir.
Porque aún si sus demonios volvían,
ya no estaba solo para enfrentarlos.
🕯 DEMA: La Ciudad Que Nunca Debió Existir 🕯
(Versión oculta, contada a través de susurros entre los alumnos más viejos y leyendas de pasillo)
Año: 1962.
Dicen que todo comenzó con un grupo de adultos que querían crear un refugio para las almas perdidas. Un “santuario mental”, lo llamaban.
Se instalaron en las afueras de una ciudad que ya nadie recuerda, con estructuras de cemento sin ventanas, pasillos eternos y tres torres que tocaban el cielo. Parecía hecha por un arquitecto ruso.
El lugar se llamó: DEMA.
Un nombre que nadie supo si era sigla o palabra inventada. Algunos decían que significaba Demarcación de Mandatos. Otros, que era el nombre de una deidad antigua, olvidada.
Tenían reglas. Muchas.
La obediencia era virtud.
La emoción, debilidad.
El aislamiento, protección.
Al principio, Dema parecía un proyecto extraño, pero legal. Hasta que dejaron de dejar entrar a la prensa.
Hasta que nadie volvió a ver salir a los que entraban.
Años 70s: lo inexplicable.
Aumentaron los rumores.
Gente desaparecida.
Niños reeducados.
Ritos de silencio.
Un extraño símbolo comenzó a aparecer en las mochilas de algunos jóvenes: tres torres negras, con una figura en el medio cuya cara siempre estaba tachada.
Y entonces, boom, en los 80, Dema desapareció.
Oficialmente, se desintegró.
“La ciudad fue desmantelada.”
“Proyecto cancelado.”
Eso decían los periódicos.
Pero muchos creen que eso fue una cortina de humo.
Porque las torres siguen apareciendo en los sueños de algunos.
Porque hay adolescentes que repiten frases que jamás aprendieron en la escuela.
Porque, cada tanto, alguien desaparece por semanas… y cuando vuelve, ya no es el mismo.
Dema no murió. Se escondió.
Nadie sabe quién la dirige ahora.
Algunos dicen que es un grupo sin rostro.
Otros que es una inteligencia artificial perdida en la red.
Y otros... que nunca fue creada por humanos del todo.
Pero algo es seguro:
Si ves a alguien con el símbolo…
Si alguien empieza a hablar de “mantener el control” o “evitar la fuga”...
Si alguien actúa como si estuviera siguiendo una voz dentro de su cabeza…
Corré.
O peor:
Callate.
Porque si Dema todavía existe,
entonces ya te están mirando.
Notes:
Pues si, aquí haré que "DEMA" sea una secta medio turbia y bastante peligrosa ¿Porque? Así se me hace bastante fácil y factible mezclar el universo de Melanie Martínez y el universo de Tyler Joseph.
No sé si se dice así, pero creo que vamos entendiendo.
Espero disfruten.
Chapter 75: Capítulo 75 - brain and heart
Summary:
Cry vuelve a rechazar a Jason. Una Notebook se rompe.
Chapter Text
¿Cuándo empezaron los humanos a separar el cerebro del corazón? ¿Como si pudieras sobrevivir solos? Démosle la vuelta. Si estuvieran separados y no tuvieran arranque eléctrico ni base de datos, solo quedaría un caparazón.
El banco de Nico estaba vacío.
Y aunque su ausencia era como un agujero negro, Jason lo vio como una oportunidad.
Una silla vacía.
Un trono sin rey.
Y él, listo para coronarse.
Se peinó de más.
Se puso colonia.
Practicó un par de frases frente al espejo de la sala de profesores.
Tenía un plan: conquistar a Crybaby, demostrar liderazgo frente a los Niners y volver a poner orden .
El problema era que no tenía idea de cómo hacerlo .
— ¿Qué te pasa? —preguntó Elita en el recreo, viéndolo caminar como si estuviera en una pasarela—. Parecés un adolescente confundido en un videoclip de los 2000.
—Estoy ocupando mi lugar —respondió Jason, levantando una ceja—. Es hora de que alguien ponga en orden todo esto.
Billie se rió entre dientes.
—Y ¿qué vas a hacer, repartir stickers de “buen comportamiento”?
—No necesito tu sarcasmo —gruñó Jason—. Solo necesito que Crybaby me escuche.
—
Y lo intentó.
Oh, claro que lo intentó.
La encontró sola, escribiendo en su cuaderno cerca de la biblioteca.
—Ey... Cry —dijo, recargado contra la pared—. Pensé que podríamos hablar, vos y yo.
Ella no levantó la vista.
—Estoy ocupada.
—Sé que las cosas entre nosotros se pusieron... tensas. Pero ahora que Nico no está, pensé que tal vez podrías reconsiderar algunas cosas.
—¿Qué cosas?
—Nosotros. Vos. Yo. Esta guerra.
—¿Guerra? —repitió ella, con una risita que no tenía nada de dulce—. ¿De qué hablas, generalito?
Jason se puso tenso.
—Mirá, solo quiero que me escuches. Sé que Blurryface es raro. Sé que se esconde detrás de sus amigos. Pero vos y yo tenemos historia. Y yo sé manejar esto . Sé lo que necesito para poner todo en su lugar.
Crybaby lo miró por fin.
Y fue una mirada que quemó.
— ¿Quieres manejar? ¿Manejar como? ¿Como cuando manejabas tus mentiras? ¿O como manejás tu cara falsa delante de los Niners o cualquiera de nuestros compañeros, incluyéndome?
—¡No es así! —gritó y sin darse cuenta golpeó su mochila contra la mesa. Su notebook cayó al suelo , la tapa se abrió y la pantalla quedó expuesta.
Crybaby la recogio.
Se la quedó mirando.
Jason se quedó congelado.
Él se la arrebata y abre la Notebook.
GRIETA.
La pantalla chispeó.
Muerta.
Jason la miró, atónito.
—¡¿Estás loca!?
—¡Oh, vamos! ¡Estoy Harta! ¿Ahora me vas a culpar de tu propia estúpides? ¡Madura! —respondió ella con calma de tormenta antes de explotar.
—No soy un premio. No soy una pieza en tu jueguito de poder.
Yo soy Crybaby.
Y no pienso perder ni el corazón ni la cabeza por vos.
Jason quedó solo con los restos de su notebook que estampó en el piso y el ego hecho migas.
Desde lejos, Elita y Billie vieron todo.
Billie mascó chicle, tranquila.
—Pobre chico. Pensó que podía ser Nico.
—No entendió que Crybaby ya no es la misma que hace años —dijo Elita—.
Ni Blurryface. Ni nadie.
Y en un rincón del aula, Spooky Jim escribió en su cuaderno:
"Intento de golpe fallido.
Jason no pasa la audición.
Siguiente villano, por favor".
Jason se presentó en dirección con una mezcla de soberbia, victimismo y falsa calma.
Tenía un vendaje improvisado en la mano (aunque no estaba herido), la expresión compungida, y su versión de la historia bien ensayada.
—Me atacó sin razón. Destruyó mi Notebook. Fue una reacción violenta. Injustificada.
Estoy preocupado… por mi seguridad, ¿sabe?
El director lo miró en silencio unos segundos.
—¿Quieres hacer una denuncia formal?
—Sí, claro —dijo Jason, seguro de que esta era su oportunidad para hundirla—. Por agresión. Y... si quiere, también por acoso. Ella tiene una fijación conmigo desde hace meses.
Silencio.
El director sospechó.
Giró hacia la pantalla del escritorio.
Haga clic.
Rebobinó.
Play.
Ahí estaba todo.
Crybaby sentada, escribiendo. Jason acercándose.
Los gestos.
Las palabras.
La tensión.
Y luego… la caída accidental de la notebook.
El gesto agresivo.
El grito.
Y la respuesta de Cry, que lejos de ser la de una acosadora, era la de una chica harta de ser manipulada .
Jason palideció.
—¿Quieres seguir con la denuncia? —preguntó el director con frialdad—. Porque, si quieres, también podemos llamar a tus padres.
Digo... ahora que quizás ellos estén tan interesados en casos de acoso escolar mal gestionados .
Jason bajó la vista.
Se tragó el orgullo.
Y negó con la cabeza.
—Bien. Puede retirarse. Y no vuelvas a molestarla. O el próximo que se va suspendido sos vos.
Esa misma tarde.
Blurryface se enteró por boca de Spooky, quien lo contó como si fuera una anécdota graciosa, pero con ese brillo en los ojos que decía “mejor que no te lo tomes a la ligera”.
— ¿Rompió su Notebook? —repitió Blurry, con una ceja levantada.
—Con una furia digna de película —respondió Spooky—. Aunque lo que más me preocupa es que Jason haya querido dar vuelta todo para convertirse en la víctima.
—Y ¿Crybaby?
—Está bien. Firme. Pero yo que vos le doy un abrazo. O dos. O cinco.
Y si Jason se te cruza... yo no dije nada.
Blurry se quedó callado un rato.
Algo ardía en su pecho.
No era solo enojo.
Era ese miedo latente de que todo lo que estaba reconstruyendo con ella se desmoronara por culpa de los que no aceptaban que él había cambiado .
Y que ella ya no era manipulable.
Tomó su campera y salió.
Tenía que verla.
En otro rincón del patio, Kelly se apoyaba contra una columna con sus brazos cruzados.
Jason pasó a su lado, con el ego magullado, sin decir palabra.
—Y ahí va nuestro valiente reemplazo —dijo Matt con ironía.
—Ridículo —añadió uno de los Niners—. Cree que esto es un videojuego donde uno toma el control al apretar un botón.
—Y ¿qué vamos a hacer hasta que Nico vuelva? —preguntó otro.
Kelly se sacó un chicle, lo pegó bajo el banco y habló sin mirar a nadie:
—Nos quedamos tranquilos. Observamos.
No hacemos lío.
Nico odia que todo se desordene cuando no está.
Jason les falló.
Pero ellos no.
Porque el reino no cae. Solo espera al rey.
Blurryface encontró a Crybaby sentada sola bajo el árbol grande del patio trasero.
Tenía los brazos cruzados sobre las rodillas y la mirada clavada en el suelo, como si procesar todo lo que había pasado ese día le costara más energía de la que le quedaba.
Él se acercó sin decir nada.
Se sentó a su lado.
No la tocó. No la presionó.
Solo estuvo ahí, como un silencio necesario.
—Spooky me contó lo de Jason —dijo por fin.
Crybaby no contestó al principio. Solo suspiré.
—Estoy bien. No te preocupes.
—No me sale no preocuparme por vos —respondió él.
Ella lo miró de reojo.
Él parecía cansado también, pero presente. Firme.
Con ese modo silencioso suyo, tan distinto a todos los gritos que solía recibir de los demás.
—No soy frágil —dijo Cry—. No más.
—Y yo no soy lo que era —respondió Blurry—. Pero a veces siento que todo lo que toco termina roto.
—Tal vez es porque solo tocaste cosas que ya estaban rotas.
Hubo un silencio.
Y luego, una pequeña sonrisa.
Él le tendió la mano, con la palma abierta.
—Entonces, ¿me deja ayudar a no romper esto?
—Esto ¿qué?
—Nosotros. Lo que sea que seamos. Lo que estamos empezando a ser.
Crybaby tomó su mano.
La presionada.
Y no hizo falta nada más.
Mientras tanto, en el otro extremo de la escuela, Johnny y Agóta susurraban como dos villanos de caricatura.
—Ella se cree invencible —dijo Johnny, mirando hacia el patio trasero—.
—Y él también. Un mártir gótico con cara de nada —añadió Agóta—.
—Hay que darles una lección. Por Nico.
—Por orden.
Lo que planearon fue simple y estúpido: arrojar pintura sobre Crybaby y Blurryface mientras salían del edificio, con testigos. Una humillación pública. Una advertencia.
Lo que no esperaban fue que se equivocaron de pasillo… y terminaron lanzando el balde completo sobre el profesor de historia y una inspectora recién llegada.
¡CHAPLAK!
Silencio absoluto.
Segundos después…
gritos. Castigos. Detención inmediata.
Y desde una ventana, Kelly se agarró la frente como si una jaqueca la estuviera partiendo al medio.
—Dios… son estúpidos —murmuró—. ¿Quién les dio permiso? ¿¡Quien!?
Jason, que estaba a su lado como un perrito buscando afecto, se acercó con voz melosa.
—Ey, ¿quieres que te dé un masaje? Capaz te ayuda con ese dolor de cabeza.
Kelly lo fulminó con la mirada.
Antes de que pudiera decirle que sí, apareció Matt.
—¿Vos otra vez pegado como chicle, Jason? ¿No te alcanzó con hacer papeles esta semana?
— ¿Qué te pasa? —saltó Jason—. No te metas si no te llamaron.
—No me metas con vos, pero sí con Kelly. Que no necesita que le sobes la cabeza como si fuera una mascota.
—Y vos qué sos? ¿Su niñera?
¡PUM!
El primer empujón.
Luego otro.
¡ZAS!
Un manotazo.
Los dos terminaron en el piso, forcejeando mientras los demás miraban con cara de “otra vez no, por favor”.
Kelly pegó un grito.
—¡YA BASTA! ¡Si van a pelear por mí, háganlo bien, con una coreografía y luces!
¡Pero no me metan en sus dramas hormonales!
Cuando el director entró y vio a los nuevos empapados en pintura, a Jason con la remera rota, a Matt con sangre en la nariz, y Kelly con el ceño fruncido, solo dijo:
— Otro día más en la escuela de los normales…
La sala de dirección estaba más silenciosa que nunca.
Hasta se podía escuchar el clic del reloj cada segundo.
La Vicedirectora apoyó ambas manos sobre la mesa.
Los ojos firmes. El tono frío. Con el micrófono listo para que los parlantes transmitan el mensaje a toda la escuela.
—A partir de este momento, queda instaurada una política de cero tolerancia a la violencia .
Cualquier empujón, golpe, amenaza, intento de humillación o ataque, sea del tipo que sea , tendrá como consecuencia la expulsión inmediata .
No negociable. No hay segundas oportunidades.
Un par de alumnos tragan saliva.
Algunas cruzan miradas incómodas.
Otros —como Johnny, Agóta o Jason— bajan la vista, sin decir nada.
Esa noche, Jason llegó a su casa sin que nadie lo notara.
La casa era silenciosa, limpia… y asfixiante.
Su padre estaba en el sillón, viendo deportes con los brazos cruzados y cara de piedra.
Su madre en la cocina, pelando papas sin emoción, como un robot.
Sus hermanos en sus cuartos, con puertas cerradas y puestos de auriculares.
Como siempre.
—Llegaste tarde —gruñó el padre—. ¿Te metiste en problemas?
—No —mintió Jason.
Lo hace sin pensarlo. La venta automática.
—Bien —respondió el hombre sin mirarlo—. Porque no quiero tener que andar explicando estupideces. No llores como una idiota. Eres un hombre.
Un “hombre”.
Jason ya había escuchado esa palabra mil veces.
Y nunca se sintió más chico que cuando se la decían.
En su habitación, Jason cerró la puerta.
Tiró la mochila al suelo y se dejó caer en la cama.
La voz de su padre aún resonaba en su mente:
"En esta casa no hay espacio para mariconadas".
"No te quejes, no llores, y hacé lo que tenés que hacer."
"Tenés que ser el que manda, el que controla. El que nunca pierde."
Su madre había sido diferente una vez.
Antes de renunciar.
Antes de cambiar los libros de derecho por recetas de pastel y paredes sin cuadros.
Ella le había dicho, cuando tenía 8:
"Vos podés ser diferente, si querés".
Pero eso fue antes. Antes de que también dejara de hablarle.
Jason descubrió que podía controlar cosas en la escuela.
Que podía manipular, convencer, usar las palabras como trampas.
Aprendió a sonreír sin que se le notara la rabia.
Aprendí a hacerle creer a otros que lo necesitaban.
Y cuando conoció a Crybaby, pensó que tenía un nuevo proyecto.
Una chica frágil. Una que nadie protegía. Una que podría necesitarlo.
Al principio funcionó.
Ella lo escuchaba.
Él la rodeaba de palabras falsas y gestos gentiles como redes de seda.
Y sí… casi lo logra. Casi.
Hasta que apareció Blurryface .
Con esa forma suya de entender a Crybaby sin decir nada.
Con ese silencio que grita más que cualquier frase manipulada.
Blurry la hizo ver.
Y Crybaby se le escapó de entre los dedos.
Jason presionó los puños sobre la almohada.
Un nudo en el estómago. No sabía si era furia, humillación… o simplemente tristeza.
Lo único que sabía era que quería recuperar el control.
Para que su padre, por una vez, lo viera.
Y pensara: “Ese es mi hijo”.
Pero lo que Jason no sabía es que el mundo estaba empezando a cambiar alrededor de suyo.
Que los ojos ahora lo seguían con desconfianza.
Que los errores ya no serán perdonados.
Que los días del “juego de poder” estaban contados .
Y que, aunque no lo admitiera…
no podía con Blurryface.
No podía con Crybaby.
Y mucho menos, con él mismo.
Han pasado días desde que la escuela intentó recuperar el equilibrio.
Los pasillos murmuran con el regreso anunciado.
Y la sombra más temida de todas, la de Nico , vuelve a cruzar las puertas.
Pero esta vez no hay gritos ni miradas desafiantes.
Nico camina despacio, con una calma casi aterradora.
Sus ojos no tienen la chispa de siempre, pero sí un brillo extraño, como de alguien que ha visto demasiado y decidió bajar las armas.
Los Niners lo miran de reojo, sin entender.
Kelly cruza los brazos, preocupada y desconfiada.
Algunos susurran que “está en drogas, opioides o algo peor” .
Otros solo sienten el miedo puro de que esa calma sea solo la antesala de una tormenta más fuerte.
Mientras tanto, en el campo de rugby, la escuela organiza un torneo amistoso.
Jason está ahí, vestido con la camiseta, esperando demostrar que puede ser el nuevo “alfa” sin necesidad de las tácticas sucias del pasado.
Pero para Jason, ninguna jugada es solo un juego .
Para él, cada paso, cada bloqueo, cada gol es una oportunidad para recuperar poder, para dominar.
El partido avanza y la tensión crece.
Jason se frustra con un árbitro que no cede a sus protestas.
Un rival hace una falta leve, y Jason no se contiene.
Una entrada dura, un codazo a la vista de todos.
Los gritos de los entrenadores y jugadores se mezclan con el ruido del público.
Jason es expulsado del partido.
Este golpe no solo le cuesta la expulsión, sino que pone en duda su lugar en la escuela y en el equipo.
Mientras tanto, desde la tribuna, algunos alumnos observan con atención.
—Ahí va Jason, perdiendo todo otra vez —susurra uno.
—Si Nico estuviera aquí... no pasaría esto —responde otro.
Y en otro lugar, lejos de todo, Nico observa el panorama sin decir nada.
Esa calma que trae no es debilidad.
Es un aviso.
Una advertencia.
El silbato sonó, marcando el final del juego para Jason, pero el partido continuó.
Con la expulsión de Jason, parecía que el equipo estaba en desventaja.
Pero algo cambió.
Nico, con una calma que parecía inexplicable para todos, se reunió con los Niners a un lado del campo.
No necesitó levantar la voz ni ordenar gritos.
Con una mirada firme y pausada, transmitió lo que todos necesitaban sentir:
El viejo “Rey” seguía más vivo que nunca.
—Este partido no se pierde porque uno se cae —les dijo—, sino porque nos olvidamos de por qué estamos acá.
No es solo ganar o perder. Es quién somos. Y cómo nos levantamos.
Los Niners se reagruparon.
Con fuerza y precisión.
Con ganas.
Y poco a poco fueron remontando el marcador.
Jason, en el vestuario, no podía evitar que la rabia le ardiera por dentro.
Sabía que su padre estaba en las graduadas, viéndolo caer en desgracia.
Se toca el pecho, toca la pared.
No era solo por el partido.
Era por todo lo que representaba: la derrota frente a un padre que nunca vio en él a un verdadero “alfa”.
Mientras tanto, Crybaby y Blurryface, que habían llegado al campo solo por curiosidad, comenzaron a aburrirse con el ritmo del juego y el ruido del público.
— ¿Podemos irnos? —Susurró Crybaby.
—Sí —respondió Blurry—. Ya vimos suficientes por hoy.
Sin hacer mucho ruido, se alejaron juntos, tomados de la mano, dejando atrás la algarabía y la tensión.
En el campo, los Niners dieron todo y con Nico liderando desde la calma y la estrategia, lograron dar vuelta el partido y ganar.
Una victoria que no fue solo un resultado en el marcador, sino una declaración:
El rey sigue en su trono.
El sol empezaba a bajar y la cancha se vaciaba lentamente.
Nico se Reunión con los Niners, el aire aún vibraba con la adrenalina de la victoria.
Pero no era tiempo para festejos desmedidos.
—Escuchen —comenzó Nico, con voz firme y sin levantarla—.
Ganar no es solo cuestión de fuerza o habilidad.
Se trata de estar unidos, de mantener el orden cuando todo parece caer.
De ser el faro que guía cuando la tormenta arrasa.
Sus ojos recorrieron cada uno de sus compañeros.
—Sé que estuve fuera y que las cosas se descontrolaron.
Pero no podemos permitir que el caos gane espacio.
Nosotros somos la estructura, la fuerza y el límite.
Si no, ¿quién será?
Matt miró hacia abajo, y los demás Niners lo escucharon en respetuoso silencio.
—Mañana volvemos a entrenar más duro. No hay espacio para errores ni para debilidades.
Mientras tanto, en la casa de Jason, la conversación con su padre fue breve pero impactante.
El hombre lo miró con dureza, pero también con esa mezcla de incomprensión y admiración torcida.
—Nadie sabe ver un verdadero alfa como vos —dijo sin rodeos—.
Esa expulsión fue injusta. No te merecés eso.
Jason tragó saliva, sintiendo que esas palabras eran un veneno dulce que alimentaba su rabia.
Al caer la noche, esa rabia se transformó en actos de sombra.
En el aula, Jason escribió con un marcador permanente en el pupitre de Crybaby:
“Vas a pagar todo lo que me hiciste”.
En un rincón oscuro del patio, sin que nadie mirara, prendió fuego a la mesa de Blurryface.
Las llamas crepitaban y Jason juró para sí mismo:
"No terminó. No hasta que yo decida."
"Primero entreno, luego vengo por todo."
Por la noche, Crybaby y Blurryface se sentaron en un banco alejado, lejos del ruido y la presión. El parque era lo mejor.
—Esto se está poniendo cada vez más oscuro —dijo Crybaby, mirando al horizonte.
—Lo sé —respondió Blurry—. Pero si nos mantenemos juntos, quizás encontremos un camino.
— ¿Crees que podamos?
—Seguro. Pero tenemos que intentarlo. Porque, pase lo que pase… el futuro es nuestro para escribirlo.
Se tomó de las manos, sintiendo que, al menos en eso, no estaban solos.
Chapter 76: Capítulo 76 - Strangelove
Summary:
Blurry y Cry siguen juntos aunque ni ellos saben el porqué.
Chapter Text
Habrá momentos en que mis crímenes
Parecerá casi imperdonable
me entrego al pecado
Porque tienes que hacer esta vida vivible
Pero cuando crees que he tenido suficiente
De tu mar de amor
Tomaré más que otro río lleno
Sí, y haré que todo valga la pena
Haré que tu corazón sonría
La mañana comenzó gris, pesada, con un aire que no presagiaba nada bueno.
Crybaby se acercó a su pupitre con la cabeza baja, pensando en todo lo que había pasado.
Pero al mirar la superficie, sus ojos se clavaron en un mensaje escrito con marcador permanente:
“Vas a pagar todo lo que me hiciste”.
Un escalofrío le recorrió la espalda.
El corazón se le encogió, pero la rabia y la confusión luchaban por tomar el control.
¿Quién podría haber sido?
No había dudas en su mente: Jason.
Al mismo tiempo, Blurryface tocó la mesa chamuscada.
El olor a quemado aún persistía, y las marcas negras parecían contar una historia de amenaza y peligro.
Tuvieron que esperar a que el conserje le trajera nuevas mesas.
No era solo un ataque a sus pertenencias, sino un aviso.
—Esto se está poniendo demasiado feo —murmuró, apretando la mochila contra su pecho.
A pesar del dolor y la amenaza, cuando Crybaby y Blurry se encontraron en el patio, la distancia entre ellos parecía desaparecer.
—No sé por qué nos atacan a nosotros juntos —dijo Crybaby con una tristeza—.
—Quizás sea que nos entendemos sin decir nada —respondió Blurry—. O que necesitamos un poco de locura en este mundo demasiado ordenado.
Se tomó de las manos, con esa mezcla extraña de afecto y desconfianza.
En medio de la tormenta, ellos eran un refugio, aunque ninguno pudo explicar bien por qué.
El día siguió con el peso de lo ocurrido, pero también con la fuerza de esa conexión que los mantenía firmes.
Porque, aunque el daño crecía alrededor, ellos aún se tenían.
Y eso, por ahora, era suficiente.
Jason golpeó la puerta del baño del segundo piso con fuerza.
Sabía que no había cámaras ahí.
Sabía que podía gritar.
Sabía que podía romperse sin que nadie lo viera.
—¡¡¿Cómo se atreven?!! —bramó contra el sucio espejo, con los nudillos rojos de tanto apretar.
Se miró, buscando algo de su padre en sus rasgos, alguna marca de ese “alfa” que tanto decía ser.
Pero solo vio a un chico desarmado, burlado, sin control.
Sabía que ella había leído el mensaje.
Y aún así, seguía con él . Con borroso.
Jason apretó la mandíbula.
—Esto no termina aquí… —susurró, con una voz ronca, casi monstruosa.
Tenía que entrenar más.
Plano más.
Callar más.
Y cuando golpeara nadie lo esperara.
Del otro lado del mundo, aunque estaban a solo unas cuadras…
Crybaby y Blurryface habían decidido saltarse la última clase.
Nada de rugby, nada de padres gritones, nada de mochilas quemadas o pupitres marcados.
Solo la casa del té .
Ese rincón cálido, suave, con aroma a flores secas y dulces coreanos que ni sabían pronunciar.
Sentados en su mesa favorita, junto a la ventana llena de pegatinas viejas, compartían una tetera de jazmín.
—¿Crees que lo nuestro tiene sentido? —preguntó Crybaby, mirando el vapor elevarse como humo de un incendio invisible.
Blurryface se lo pensó.
Apoyó la mejilla en su mano y sonriendo con algo de tristeza, como si fuera un niño que había crecido demasiado rápido.
—No lo sé… Pero tampoco me importa.
Si me siento en paz cuando estoy con vos, eso ya es algo, ¿no?
Ella ascendió.
Había tanto afuera que no podía controlar.
Tanto que dolía, que hería, que ardía.
Pero ahí, en ese instante con olor a té y silencio amable… estaban a salva.
—Tal vez lo nuestro no sea normal —dijo ella—. Pero es real.
—Y eso… es mejor que nada —cerró él, tocándole la punta de los dedos.
El reloj avanzaba.
El mundo giraba.
Y, en sus rincones más oscuros, la rabia seguía gestándose.
Pero en su burbuja de jazmín y dulzura, dos corazones rotos encontraron algo parecido al amor.
La noticia de los dos pupitres asaltados corrió como pólvora.
Pero también lo hizo el hecho de que Crybaby no lloró y Blurryface no explotó .
Solo se fueron.
Juntos.
Y eso fue lo que más ruido hizo.
Los bullies (los que aún quedan, sin contar a Jason)
—No te voy a mentir… —masculló Johnny en la fila del almuerzo, mordiendo una empanada fría—. Son una parejita pesada. Siempre tan intensos, tan… especiales .
—Pero aguantaron más de lo que yo hubiera aguantado —añadió Agóta, revolviendo su yogur con desgano—. Las peleas, los pupitres, todo. No se separaron ni un segundo.
Hubo un silencio incómodo.
Algunos de los otros chicos del “club de los molestos” asintieron sin decir nada.
No eran fans, pero tampoco podían negar lo obvio.
—Es jodido decirlo, pero… están para el otro —resumió Johnny—. Como si fuera del mismo planeta raro.
Los amigos de Blurry y Cry
—¡Yo los re shippeo! —dijo Billie, mientras decoraba su carpeta con stickers de mariposas rotas—. No hay nadie como ellos.
—No sé si entienden lo que tienen… pero lo sienten. Y con eso basta —agregó Elita, con un libro de Rimbaud bajo el brazo.
Jazmín Bean, como siempre, fue más crudo:
—Se nota que se cuidan. No de forma cursi, sino real. Como si cada uno tuviera miedo de que el otro desaparezca si no está ahí. Y eso… eso es amor, aunque no sepan llamarlo así.
Incluso Spooky Jim, colgado en el marco de una puerta, lanzó su clásica reflexión absurda pero acertada:
—Son como esas galletitas de la suerte que nadie entiende… pero igual abrís y te alegran el día.
Los “neutrales” de la escuela: una cuarta parte que no es amiga ni enemiga
—A veces me da ternura verlos… se miran como si el mundo fuera un lugar más blando con el otro al lado —dijo una compañera mientras ordenaba sus libros en la biblioteca.
—Sí… pero también me da bronca —agregó otro—. ¿Cómo pueden seguir siendo tan ellos mismos en medio de todo este quilombo?
—No sé si quiero tener lo mismo… o romperles la burbuja.
—Ambas.
Una mezcla de envidia y admiración.
Eso eran para muchos.
Como si el amor que construyeron fuera una llama rara, que no podías tocar… pero tampoco dejar de mirar.
Y mientras las opiniones crecían, los cuchicheos flotaban en los pasillos y las miradas se afilaban como cuchillos…
Crybaby y Blurryface compartían una galleta de té en el banco de siempre.
Sin decir mucho.
Pero sabiendo que, mientras el mundo opinaba, ellos solo se tenían el uno al otro.
El gimnasio de boxeo tenía olor a historia y sudor viejo.
Luces amarillas. Paredes descascaradas.
Y fotos en blanco y negro de hombres duros, con mirada de guerra y nudillos sangrados.
Jason entró con las manos en los bolsillos y el corazón en una jaula.
Recordaba ese lugar desde chico. Venía con su padre los sábados a la mañana. Se sentaban en silencio. Nadie hablaba. Ni siquiera cuando alguien caía noqueado.
Era “el templo de los hombres”.
Donde no existía el llanto.
Donde uno se ganaba el respeto a fuerza de golpes.
El entrenador levantó la vista cuando lo vio.
Jason apenas asintió.
—Volviste.
—Ahora es en serio.
Y ahí empezó todo.
Mientras tanto…
Desde otro rincón: Blurryface y Crybaby caminaban tomados de la mano, bajo un cielo nublado.
No hablaban de la mochila quemada, ni del pupitre lleno de odio.
Ni del miedo que seguía a veces colgado en el aire, como ropa sucia en el patio de atrás.
Solo caminaban.
Y eso bastaba.
A lo lejos, alguien los observaba desde un auto estacionado.
Una mujer de traje.
De ojos agotados y rostro severo.
Era la madre de Blurryface.
La médica de urgencias. Atrapada entre turnos y un pasado que no supo curar.
No bajó del coche. No los saludó.
Pero los miró como quien busca una grieta… y no la encuentra.
—No entiendo qué ven en el otro… —murmuró para sí—. Pero al menos no está solo.
Después encendió el motor y se perdió entre calles grises.
Otra mirada: la mamá de Elita, sentada en la cocina de su casa, con un té verde y la radio bajita.
—¿Viste a Crybaby y Blurryface hoy? —preguntó Elita, revolviendo el azúcar.
—Sí. Caminaban como si nada más importara —dijo su madre, sonriendo.
—¿No te parece… raro?
—No, hija. Me parece hermoso.
Amarse en un mundo como este es el acto más punk que existe.
Y luego, la dirección de la escuela…
El director, con la menor paciencia, cerró el último informe disciplinario y se quitó los lentes.
—No son los típicos chicos-problema… pero siempre están en medio del problema.
La vice, más joven y con una taza de café en mano, soltó una risita.
—Y aún así… no puedo dejar de admirarlos.
—¿Por qué?
—Porque no se rinden. Aunque todo esté roto. Además no nos podemos quejar. Ellos nunca se llevaron ni una materia, siempre entregan la tarea a tiempo, nunca llegan tarde y sus calificaciones son muy buenas.
Y mientras el ruido de los guantes golpeando el saco en el gimnasio marcaba el ritmo de Jason…
Mientras las miradas adultas opinaban en voz baja…
Y mientras el colegio seguía su curso entre reglas, rumores y cicatrices…
Crybaby y Blurryface se sentaban frente al río, compartiendo un pan lactal aplastado y hablando sobre constelaciones que no sabían nombrar.
Porque aunque no entendieran su amor…
Lo sentían.
Y, en ese momento, eso era todo lo que necesitaban.
☕ La terapeuta de Blurryface
La tarde estaba lluviosa, como si el mundo necesitara una excusa para quedarse quieto.
La terapeuta de Blurryface —una mujer de voz serena, mirada aguda y manos que siempre sabían cuándo alcanzar un pañuelo o quedarse quietas— revolvía su té con lentitud.
Sus ojos, puestos en la ventana, parecían mirar más allá de la ciudad.
Pensaba en él.
En ese niño que llegó quebrado, con palabras que no usaba y emociones que le dolían en el cuerpo.
Y pensaba en ella. En Crybaby.
Tan distinta. Tan viva. Tan visceral.
—No es que ella lo curó —murmuró para sí, como si hablara con el vapor del té—. Pero le recordó que existía algo más que daño.
Sonrió apenas. Esa clase de sonrisa privada, como un hallazgo que no se comparte.
—Lo ama con paciencia. Con torpeza también… pero con una lealtad que ni los adultos más estables logran tener.
Y él… él la ama como si temiera perderla todo el tiempo. Como si no pudiera creer que alguien tan brillante pueda ver belleza en su oscuridad.
Se llevó el té a los labios.
—No son perfectos. Pero son valientes.
Y en su mente, pensó una palabra que no diría en voz alta, porque sabía lo que significaba:
“Milagro.”
La madre de Spooky Jim
La lavadora giraba con un zumbido monótono, y el olor a jabón llenaba la casa.
Ella estaba sentada con una canasta de ropa limpia en las piernas, doblando camisetas con ese amor mecánico que desarrolló con los años.
Los gemelos, los recuerdos, el desastre que fue todo… todo estaba allí, flotando como sombra.
Pero pensó en Crybaby.
Y en Blurryface.
Los había visto juntos más de una vez.
En su casa. En la escuela. En esa vez que Spooky casi prende fuego un set de manualidades y ellos estaban ahí, riendo, cubiertos de témpera y papel metalizado.
—Son raros —murmuró, doblando una bufanda con manos cuidadosas—. Como si vinieran de otro mundo.
Hizo una pausa. Apretó una remera con más fuerza de la necesaria.
—Pero cuando están juntos… parece que ese mundo los entiende.
Pensó en su hijo.
En cómo hablaba de ellos.
En cómo los miraba con una mezcla de orgullo, envidia y ternura.
—Que nadie se atreva a decirles que no tienen derecho a ser felices.
Y mientras guardaba la ropa, se le escapó algo que sonó como un deseo:
—Ojalá alguien los hubiera defendido así a ustedes…
Pero no lo repitió.
No hizo falta.
📺 El tío de John Cooper
El viejo tío estaba en su sillón de siempre, con la tele prendida pero sin sonido. Miraba una película de aventuras, pero no le prestaba atención.
Tenía una taza de café en una mano y una manta sobre las rodillas.
Pensaba.
En su sobrino, en la escuela, en esos dos chicos raros que habían logrado —de alguna forma— que todo un grupo de jóvenes traumatizados, intensos y dispersos se convirtieran en algo parecido a una familia.
Blurryface y Crybaby.
Qué combinación.
El fuego y el humo.
La herida y el consuelo.
—Mirá vos —dijo en voz baja—. Nunca pensé que iba a emocionarme viendo a dos pibes enamorados como si fueran estrellas perdidas que se encontraron por pura casualidad.
Se rascó la barba.
Miró el control remoto y no lo tocó.
—No entiendo todo lo que dicen, ni cómo se visten, ni por qué lloran tanto por canciones raras… pero sé cuando alguien ama de verdad.
Y eso era lo que él veía: Amor. Raro, intenso, a veces caótico. Pero real.
—Mientras se cuiden… mientras no se olviden de quiénes son…
Entonces sí. Que se amen. Hasta donde les alcance la vida.
Sonrió.
Y al fin, subió el volumen de la película.
Pero ya no pensaba en explosiones ni héroes.
Pensaba en dos chicos raros que habían ganado su final feliz.
Y eso, para él, era mejor que cualquier historia de acción.
La habitación de Elita estaba iluminada solo por luces LED moradas y el parpadeo suave de unas velas aromáticas.
Encima del escritorio, un cuaderno viejo, una taza de té de hibisco y un frasco con pétalos secos de rosa negra.
Jazmín Bean sostenía un cristal entre los dedos mientras murmuraba:
—Esto es más simbólico que efectivo… pero simbólico puede ser muy poderoso.
—Shhh —susurró Elita, concentrada—. Este no es un hechizo cualquiera. Es el hechizo.
Billie se sentó en la cama con las piernas cruzadas, sosteniendo el mechón de cabello azul que Elita le había pedido “solo por seguridad”.
— ¿Estás seguro de que esto no va a invocar nada raro?
—Lo único raro aquí es que Crybaby haya encontrado a alguien como Blurryface y no haya salido todo mal —respondió Elita, sonriendo con ternura—. Y no pienso dejar que nada los rompa.
Las tres unieron las manos alrededor de una vela negra y otra blanca.
Elita murmuró:
—Por el amor que florece aunque nadie lo entienda…
Por las palabras que no se dicen pero aún así protegen…
Por los días grises que necesitan un poco de luz…
Jazmín agregó:
—Por los errores que no arruinan todo. Por las mesitas quemadas que no queman el alma.
Billie cerró:
—Y por los secretos que solo las verdaderas hermanas saben cuidar.
Soplaron las velas.
Y en el aire quedó un perfume dulce.
Como si algo —o alguien— hubiera escuchado.
Elita llamando.
Miró el altar casero, la foto de Crybaby con Blurryface pegada al corcho, y susurró:
—Ahora sí. Están protegidos. Pase lo que pase.
Y así se cierra el capítulo. Con fuego, golpes, puntos de vista,amor…
y un poco de magia verdadera.
Chapter 77: Capítulo 77 - Drift away omnichord
Summary:
Hay pijamada en la casa de Blurryface.
Chapter Text
Y entonces sonrió
Eso es lo que busco
Una sonrisa en sus ojos
El sonido de su risa
La lluvia golpeaba con suavidad las ventanas. Era una de esas noches lentas, en las que el mundo parece moverse más despacio.
Blurryface acomodó la almohada al lado de la suya y miró a Crybaby, que aún dudaba en sacarse la campera.
—¿Estás segura que a tu mamá no le molesta? —preguntó ella, con voz bajita.
—Mi vieja ni se dio cuenta que soy emo. Creéme que dormir con vos es el menor de sus problemas —sonrió él.
En la cocina, la madre de Blurry revolvía un té de tilo sin prestar mucha atención. Había dicho apenas: “No hagan ruido, y no se mueran”, antes de volver al celular y sumergirse en su trabajo.
A su modo, estaba tranquila. Como si la presencia de Crybaby trajera paz a su hijo.
En la sala, Spooky Jim apareció envuelto en una manta con forma de sushi.
—¡TRAJE JUEGOS, PELIS Y GLOBOS CON GLITTER! —gritó, cayéndose por tercera vez en la noche.
—No estamos en los 7 años —murmuró Blurry, mientras reía sin poder evitarlo.
Jazmín, Gerard y el resto también estaban presentes. Había sido una invitación espontánea, una de esas cosas que solo Spooky podía organizar a último momento.
Cada uno tenía su almohada, su snack favorito, y su historia para contar.
—¿Sabés? —susurró Crybaby a Blurry, cuando se quedaron solos en su cuarto mientras los demás discutían sobre qué película ver—. Esto es raro… pero lindo. Como nosotros.
—Sí —dijo él—. Como si nada tuviera sentido pero aún así está todo en su lugar.
Se quedaron así, mirándose, con las luces tenues y la música bajita de fondo. “Drift Away” sonaba desde el parlante, y Blurry dibujaba círculos con el dedo sobre el dorso de la mano de Cry.
—Me da miedo lo bien que se siente todo —susurró ella.
—¿Y si lo disfrutás igual? —propuso él—. Aunque se rompa después. Aunque no dure. Porque ahora… ahora está bien.
Más tarde, hicieron competencias de quién aguantaba más marshmallows en la boca, dibujaron cosas raras en la cara de Spooky mientras dormía (con marcador indeleble), y terminaron llorando de risa con una peli de terror malísima.
A las 3 de la mañana, mientras todos dormían dispersos en el living, Crybaby y Blurryface compartieron por primera vez una cama.
No pasó nada más que una conversación en susurros, manos entrelazadas, y una promesa muda:
“No sé hacia dónde vamos, pero por esta noche, flotemos juntos”.
—¿¡QUÉ HORA ES!? —gritó Spooky Jim, sacando la cabeza de su bolsa de dormir como si saliera de una cueva.
—Cinco. De. La. Mañana. —respondió Gerard con voz tenebrosa—. El sol está por salir... y ustedes siguen vivos. Eso no es normal.
—¡¿Cómo que no?! ¡Somos jóvenes, hermosos y con problemas de insomnio! —gritó Billie, mientras hacía una coreografía improvisada con Elita y Jazmín al ritmo de alguna canción electrónica rara que John había puesto desde su playlist de "energía caótica post-apocalíptica".
—¿Qué nos pasa? —murmuró Blurryface desde el piso, acostado boca arriba, con Crybaby estirada a su lado.
—Nos pasa que tomamos Monster, Coca, un café frío que alguien dejó en la heladera, y Spooky mezcló todo eso con caramelos ácidos —dijo Crybaby, girando para mirarlo.
—Y amor. También tomamos amor —susurró él con una sonrisa boba, como si fuera el secreto mejor guardado del universo.
—Ugh, son insoportables —gruñó Adam desde un rincón—. Pero bueno, están tiernos. Ni yo puedo odiarlos.
—Es la primera vez que nadie discute, ¿lo notaron? —dijo John, rascándose la cabeza—. Como si estuviéramos todos... sincronizados.
—Es el efecto pijamada de aceptación universal —explicó Elita, sosteniendo un cuarzo rosa como si fuera el Santo Grial—. Las almas se abren, los corazones flotan, y por eso nadie quiere dormir.
—O capaz que es porque la música sigue a todo volumen y Jim se tiró una bomba de azúcar —bromeó Gerard.
—¡Me declaro oficialmente eterno! ¡No dormiré jamás! —gritó Spooky, corriendo en círculos envuelto en una sábana como si fuera un superhéroe con capa.
Crybaby se reía tanto que se le caían las lágrimas. Blurryface no dejaba de mirarla, como si verla así le hiciera bien, como si el mundo —por muy loco, injusto o triste que fuera— tuviera sentido por fin.
—¿Te das cuenta que este momento lo vamos a recordar toda la vida? —susurró ella.
—Sí. Aunque mañana estemos zombis. No me importa. Que se detenga el tiempo, por favor —respondió él, acariciándole suavemente la mano.
Los celulares estaban por todas partes, grabando, sacando fotos, haciendo videos en cámara lenta de Spooky bailando con una remera en la cabeza. Billie se trepó a una silla para improvisar una canción, con la voz entre suave y rasposa, mientras Elita tocaba un teclado diminuto con un dedo.
La música era extraña, improvisada. Pero todos la escuchaban como si fuera una oración.
El amanecer asomaba por las ventanas.
La ciudad dormía.
Ellos no.
Seguían despiertos porque el amor, la amistad y ese hilo invisible que unía sus almas… no los dejaba cerrar los ojos.
Cuando el cielo ya era un cuadro anaranjado y la ciudad empezaba a estirarse tras el sueño, alguien —probablemente Crybaby— propuso que pusieran una peli.
Y así, entre frazadas, almohadones desparramados y vasos vacíos, el grupo se acurrucó en el living de Blurryface, como si fueran una manada.
La película elegida fue “Inocencia interrumpida”.
Al principio todos hicieron algún comentario.
Que "Winona Ryder es una diosa", que "esa película duele", que "¿seguro queremos verla después de tanta azúcar?".
Pero una vez que empezó…
El silencio fue absoluto.
Ni siquiera Spooky Jim hablaba.
Los ojos bien abiertos.
Los gestos tensos.
Y cuando Lisa empieza a colapsar…
Cuando Susanna se enfrenta a su propia mente...
Algunos no pudieron evitarlo.
Spooky Jim estaba angustiado.
Billie lloró en silencio, tapándose la cara con la manga.
Elita tenía los labios temblorosos.
John se mordía las uñas, sin siquiera notarlo.
Adam miraba sin parpadear, como si viera un espejo roto.
Gerard no dijo ni una palabra. Ni una.
Jazmín se abrazaba las piernas, con el ceño fruncido.
Crybaby no se despegaba de Blurry, y Blurry le sostenía la mano, apretando cada vez más fuerte.
—Esto... esto no es sólo una película —murmuró Elita, cuando los créditos empezaban a rodar.
—No, es un grito —dijo Gerard.
—Es una historia que muchos callan, pero que pesa —agregó Billie, todavía con los ojos húmedos.
—Me... me dejó una piedra en el pecho —susurró Spooky Jim—. ¿Por qué duele tanto ser vulnerable?
—Porque el mundo te enseña que está mal. Pero no es así, no está mal —dijo Blurryface, y aunque no era de hablar mucho en voz alta, esta vez lo hizo, porque había algo que necesitaba decir—. Nosotros también estamos... interrumpidos a veces. Pero estamos juntos. No estamos solos.
Y en ese momento, nadie bromeó.
Nadie fingió que no estaba conmovido.
Hasta Spooky se quedó quieto.
Crybaby lo abrazó. A él y a todos.
Como si pudiera envolverlos con los brazos.
Como si pudiera prometer, sin palabras, que no importa cuán oscuros sean los pensamientos…
Ella no dejaría que nadie se perdiera del todo.
Ni hoy.
Ni mañana.
Ni cuando el mundo los hiciera temblar otra vez.
Chapter 78: Capítulo 78 - Behind the Wheel
Summary:
Al día siguiente, se van en bicicleta a pasear a donde sea. Blurry lleva a Cry debido a que a ella se le rompió su bicicleta. Al final terminan en la casa de té para festejar el cumpleaños de Elita.
Chapter Text
Conduce a cualquier parte
Haz lo que quieras
No me importa
El sol ya estaba alto cuando la madre de Blurryface abrió la puerta de la habitación con una bandeja humeante y dijo:
—Son las 2 de la tarde. Ya durmieron como osos en hibernación. Vengan a comer o me los como yo.
En la bandeja: medialunas, tostadas con palta, galletas caseras, jugo de naranja, té de jazmín, un par de milanesas frías y arroz (porque no sabía si era desayuno o almuerzo y decidió hacer ambas cosas).
Todo servido con una tranquilidad que no era muy común en ella.
Blurryface y Crybaby bajaron con el pelo revuelto y las ojeras dulces del desvelo feliz.
Spooky ya estaba despierto desde hacía rato, claro, pero con lentes de sol puestos y una frazada envuelta como toga.
—¿Qué día es? —preguntó Cry.
—No hay clases. Hay bicicletas. —respondió Blurry con media sonrisa, masticando una medialuna como si fuera el mejor plan del mundo.
Un rato después, el sol les pegaba en la cara mientras rodaban por calles vacías.
Crybaby iba sentada en el manubrio de la bici de Blurry, porque su bicicleta se había roto y él, sin dudarlo, la llevó con él.
—¿Estás cómodo? —preguntó ella.
—No, pero me gusta cómo se te mueven los rulos con el viento. Así que todo bien.
Avanzaban sin destino, pedaleando por avenidas vacías y callejones tranquilos.
La ciudad parecía dormida, como si todo el mundo supiera que ellos necesitaban ese momento.
El grupo se reunió en distintas esquinas, de a poco: Gerard con su bici negra decorada con calaveras, John con un casco de ciclista muy serio, Adam con auriculares colgados del cuello, Billie con una mochila llena de stickers y galletitas, Jazmín en una bici prestada que rechinaba con cada vuelta de rueda. Y, por supuesto, Elita, con un vestido claro y flores en la canasta del manubrio.
—¿Y esto a dónde nos lleva? —preguntó ella, sabiendo que nadie tenía respuesta.
—A donde la ciudad nos suelte —respondió Gerard, como siempre, dramático.
Pero la pedalearon sin mirar el reloj.
Sin pensar en nada que no fuera ese momento.
Y al final… como si el universo los hubiera guiado, terminaron en la casa del té.
La misma mesa, las mismas luces cálidas, el mismo olor a lavanda y cosas dulces.
Pero esta vez, un pequeño cartel los esperaba sobre la mesa: “Feliz cumpleaños, Elita”.
—¿Fuiste vos? —preguntó Elita, sorprendida, mirando a Crybaby.
—Fui yo… y también todos —dijo Cry, guiñándole un ojo.—¿Creíste que olvidaríamos tu cumpleaños?
—Traje una torta. Bueno... la compré —dijo Spooky, sacando un bizcochuelo amorfo con glaseado azul.
—Es la cosa más horrenda que vi en mi vida —dijo Jazmín—. Me encanta.
Elita no dijo nada al principio.
Solo se sentó.
Miró a todos.
Y sonrió con los ojos húmedos.
—Gracias por esto. Es el mejor cumpleaños raro de mi vida.
Esa tarde se quedó suspendida en el aire, como el humo del té caliente, como las risas lentas, como los recuerdos que no se explican pero que se guardan con fuerza.
La vida, por una vez, no dolía.
Y aunque nadie lo dijera, todos sabían que esos momentos son raros… y sagrados.
Después de la celebración en la casa del té, todos fueron regresando a sus casas con el corazón tibio.
Había risas en el aire.
Y por primera vez en mucho tiempo, nadie llevaba peso extra en los hombros.
Spooky Jim regresó pedaleando en zigzag. Gerard se fue caminando bajo el atardecer como si fuera un videoclip. Billie mandó una selfie borrosa con todos los stickers posibles. Elita se llevó un pedacito de torta en una servilleta y la guardó como un tesoro.
Crybaby y Blurryface caminaron a paso lento. No hablaban mucho. No hacía falta.
—¿Creés que va a durar? —preguntó ella, de repente.
—¿Qué?
—Esto. Lo que estamos construyendo.
Blurryface se detuvo. La miró a los ojos y dijo:
—No sé. Pero va a valer la pena.
Unos días después…
El clima cambió.
El aire era más pesado, más eléctrico.
La escuela parecía igual de fuera… pero algo se sentía distinto. Como si estuviera por empezar un nuevo capítulo que nadie había escrito.
En la entrada, un cartel pegado a la cartelera decía:
"¡Semana del Talento Estudiantil!"
Música, poesía, dibujo, danza, cosplay, teatro…
Mostrá lo que sabés hacer. Inscripciones abiertas.
—¿Talento? ¿Desde cuándo esta escuela cree que tenemos tiempo para eso? —gruñó Gerard.
—Desde que quieren evitar que el alumnado se prenda fuego por estrés o por culpa de Jason —respondió Jazmín, sin levantar la vista de su celular.
—¡COSPLAY! ¡¿PUEDO IR VESTIDO DE CANGREJO INTERESTELAR?! —gritó Spooky Jim.
—Podés ir vestido como quieras, mientras no muerdas a nadie —dijo Adam.
Pero mientras la mayoría tomaba la propuesta con humor, algunos la veían como una oportunidad.
Billie ya estaba anotando en su cuaderno ideas para una coreografía.
Elita murmuraba una poesía bajo la lengua.
Crybaby miró a Blurryface… y algo se encendió en su cabeza.
—¿Te animás a hacer algo conmigo?
—¿Tipo qué?
—Tipo algo que nos dé miedo. Porque eso siempre es lo que vale la pena.
Blurryface dudó.
Él no era de escenario. Ni de luces. Ni de que lo miraran.
Pero por ella… por ellos… tal vez.
—Tal vez sí.
[1. Los Ensayos]
Durante toda la semana, los pasillos se convirtieron en un escenario caótico.
Aulas con guitarras mal afinadas, pasillos con chicos practicando coreos, pizarras llenas de letras de canciones escritas a las apuradas.
Crybaby ensayaba en el salón de arte con Blurryface. No le dijeron a nadie qué iban a presentar. Solo se sabía que estaban preparando algo juntos.
—¿Estás seguro de que podés tocar esto en público? —preguntó ella, ajustando el micrófono viejo que Spooky había robado prestado del depósito de música.
—No. Pero ya estamos acá —respondió él, y le sonrió con ese brillo torcido que la convencía siempre.
Jazmín practicaba maquillaje artístico con Elita, quien declamaba versos mientras le pintaban la cara de dorado. Billie armaba una coreografía en el patio con tres alumnos de cursos inferiores. Spooky Jim se cambió de disfraz cada dos horas: primero fue un pirata, luego una banana galáctica, y por último, un “dragón medieval DJ” que nadie entendió.
Adam componía algo oscuro con John, mientras Gerard se sentaba al fondo escribiendo letras que solo él comprendía, pero que todos decían “sonaban a funeral bello”.
Jason no se anotó.
Jason no practicaba.
Jason solo observaba.
[2. El Evento]
El gimnasio escolar había sido transformado con guirnaldas, focos reciclados y cartulinas torcidas. Las luces parpadeaban como si no quisieran trabajar, pero el lugar tenía alma.
Los aplausos comenzaron desde temprano.
Hubo actos graciosos, emotivos, ridículos.
Un chico hizo beatbox con vasos. Una chica recitó un poema sobre su gato muerto que hizo llorar a la mitad de los docentes.
Elita emocionó a todos con una poesía sobre la infancia que se escapa.
Spooky se robó el show bailando disfrazado de tostadora espacial.
Y entonces, llegó el turno de Crybaby y Blurryface.
Ella se subió al escenario con un vestido negro sencillo. Él, con su guitarra, una remera blanca rota y las zapatillas gastadas.
La música empezó suave. Una versión acústica, íntima.
Una canción escrita por ellos dos.
Hablaba de no tener hogar pero sentirse en casa en los brazos del otro.
De calles vacías, de corazones usados, de miedo al futuro…
y de amor.
Crudo. Torpe. Real.
La escuela se quedó en silencio.
Hasta Jason.
Hasta los profesores.
Hasta los que no entendían.
Cuando terminó, hubo un segundo de vacío…
Y después, aplausos como truenos.
Nadie esperaba tanto.
Nadie sabía que Blurryface podía sonar así.
Ni que Crybaby pudiera cantar con tanto fuego en el pecho.
[3. La Sorpresa]
Todo parecía perfecto.
Todos estaban vibrando alto.
Hasta que una profesora se acercó al micrófono, con cara tensa:
—Perdón la interrupción, pero tenemos un… inconveniente técnico. Les pedimos que no salgan del gimnasio hasta nuevo aviso.
Un murmullo recorrió el lugar.
Los directivos se reunieron al costado del escenario.
Un alumno gritó “¡es una bomba de humo para sorprendernos!”
Pero no era eso.
Un grupo de preceptores corrió hacia los baños del ala este.
Algo había pasado.
Y poco después… alguien llegó con una campera mojada y los ojos llenos de furia contenida.
Era el padre de Jason.
La policía lo estaba sacando del colegio.
Nadie entendía nada.
Jason miraba desde una esquina. Congelado.
No se movía.
No parpadeaba.
Solo observaba cómo su padre lo buscaba con la mirada mientras lo arrastraban fuera.
Y entonces se rompió un silencio:
—¡Yo no lo llamé! ¡Yo no sabía!
Pero nadie decía nada.
Y en ese instante… el aire se volvió denso.
Porque todos entendieron que algo más profundo se estaba rompiendo en ese chico.
Crybaby miró a Blurryface.
Blurry le apretó la mano.
Y el evento siguió… pero el clima ya no era el mismo.
La noticia corrió por la escuela más rápido que un rumor de baño:
“El papá de Jason irrumpió en la escuela.”
“Lo sacaron los preceptores con la policía.”
“Gritaba cosas como si estuviera buscando pelea.”
“Jason no sabía nada… o eso dice.”
A la mañana siguiente, todo el mundo hablaba de eso. Pero nadie se atrevía a decírselo de frente.
Jason no fue a clase.
Y esa vez, nadie lo molestó por faltar.
¿Qué pasó realmente?
El final del evento
A pesar de todo, el Festival del Talento sí tuvo un cierre oficial.
La escuela publicó una nota en sus redes internas con los ganadores:
🥇 Primer premio: Crybaby & Blurryface, por “Hogar sin mapa” (canción original).
🥈 Segundo puesto: Billie con su coreografía “Bestia Lunar”.
🥉 Tercer puesto: Spooky Jim y su performance “DJ Dragón Medieval” (“¿Por qué?” “No lo sabemos” “Pero ganó”).
Las fotos del evento se imprimieron y se pegaron en el pasillo. En una de ellas, Crybaby y Blurryface están abrazados, sonriendo con una mezcla de vergüenza y orgullo.
Elita la miró al pasar y sonrió.
—Se lo merecen.
Gerard murmuró:
—No lo digan en voz alta… pero fueron geniales.
Epílogo suave
Esa tarde, mientras se iban caminando de la escuela, Crybaby dijo:
—¿Sabés? Por un momento pensé que todo iba a explotar. Que lo de Jason iba a arruinarlo todo.
—Tal vez explotó. Pero algunas cosas... sobreviven al estallido —dijo Blurryface.
Ella lo miró.
—¿Como nosotros?
Él no respondió.
Solo le tendió la mano.
Y caminaron así, entre sombras alargadas y viento frío.
Sin certezas.
Pero con algo más fuerte que eso:
el deseo sincero de seguir avanzando… juntos.
Chapter 79: Capítulo 79 - Under your spell
Summary:
Crybaby vuelve a dormir con Blurryface, solo que en su casa y sin amigos a su alrededor.
Notes:
¡AVISO!
No habra hentai. No se preocupen por eso. Primero por falta de interés. Segundo francia... No mentira jajajaja... Segundo es que no sé escribir ese tipo de escenas. Tercero no se me antojo. Cuarto es que quiero que el romance siga siendo tierno, suave y delicado. Quinto porque no quiero armar ninguna clase de polémica.
Sin más explicaciones, sigamos con la lectura.
Chapter Text
Eres el susurro al final de cada grito desesperado
La lluvia caía despacio, dibujando líneas inciertas en las ventanas.
El cielo estaba cubierto de nubes pesadas. La ciudad parecía dormida.
Y en medio de esa calma… Crybaby se quedó a dormir en la casa de Blurryface.
Esta vez, sin pijamada grupal.
Sin risas explosivas.
Sin Spooky Jim disfrazado de vampiro payaso gritando cosas a las 3 AM.
Solo ellos dos.
Y ese silencio que no incomodaba.
La madre de Blurryface, al abrir la puerta y verlos empapados, solo suspiró con resignación:
—Bueno, entren antes de que se transformen en hongos. ¿Comieron?
—Sí —dijo Crybaby, sacudiéndose los rulos mojados.
—¿Necesitan algo?
—No, gracias —respondió Blurryface, casi en automático.
La mujer no hizo más preguntas. Ni miradas raras.
Solo volvió al sillón, a mirar la TV.
En el cuarto de Blurryface, el aire olía a incienso y humedad.
Las luces eran suaves.
Las paredes estaban cubiertas de dibujos suyos, frases escritas con marcador, vinilos pegados con cinta vieja.
Un nido extraño. Caótico. Propio.
Crybaby se sentó en el borde de la cama mientras él buscaba una remera seca para ella.
—No entiendo cómo podés vivir con todo esto desordenado —bromeó ella.
—El caos me cuida —respondió él, lanzándole la remera—. Te queda mejor que a mí.
Ella se la puso sin decir nada más.
Se acostaron juntos, bajo la manta gris que ya conocía su forma.
No se miraban. Pero se sentían.
Había algo distinto en esa noche.
Algo más quieto.
Más real.
Y mientras afuera la lluvia seguía marcando el ritmo…
Adentro, ella escuchaba su respiración.
Y él, la forma en que ella jugaba con sus dedos sin darse cuenta.
—¿No te molesta que esté acá? —susurró Crybaby.
—¿Molestarme? —Blurryface giró la cabeza—. Vos sos la única parte del mundo que no me molesta. Sos… lo único que no quiero empujar lejos.
Crybaby no supo qué responder.
Solo se acercó un poco más.
Y se abrazaron sin besarse.
Sin palabras.
Sin necesidad de explicar nada.
Como si uno fuera el ancla del otro.
Como si estar bajo el mismo techo ya fuera una forma de amor.
Una que no necesitaba etiquetas.
—¿Pensás en el futuro? —preguntó ella, mirando el techo.
—No. Me da miedo. Pero si estás ahí… tal vez me anime.
La canción sonaba bajito desde el parlante al lado de la cama.
“Under your spell, again…”
La voz, casi fantasmal, flotaba entre ellos.
Y así se quedaron dormidos.
Apretados.
Soñando sin soñar.
Como si en ese cuarto el tiempo se congelara…
y el dolor del mundo quedara afuera, por una noche más.
La noche seguía en su punto más profundo.
La ciudad entera parecía exhalar sueños, dormida bajo el murmullo de la lluvia.
Y en el cuarto de Blurryface, los relojes se volvían inútiles.
Crybaby ya estaba dormida.
Su cabeza apoyada en el pecho de él, que apenas podía creer que alguien como ella estuviera tan cerca, tan en paz, tan real.
Pero mientras los ojos humanos descansaban…
otro mundo comenzaba a moverse.
En el jardín trasero…
Pequeñas luces titilaban entre los arbustos y la tierra húmeda.
Se elevaban como luciérnagas, pero si uno prestaba atención, tenían formas pequeñas. Alas. Cabellos como hilo. Vestidos de pétalos y hojas.
Las hadas del árbol mágico de Crybaby.
Aquellas que solo se mostraban cuando el corazón de ella dormía con confianza.
Esta vez, no venían por ella.
Esta vez, venían por él.
—El chico oscuro la toca con cuidado —dijo una de ellas, flotando sobre una rama—. Eso no es común.
—Tiene cicatrices en el alma, pero no le grita a la luz —dijo otra.
—Crybaby lo eligió. Entonces, nosotros también.
Se tomaron de las manos.
Formaron un círculo en el aire.
Y la danza comenzó.
Un conjuro sin palabras, una coreografía hecha de luz, lluvia y amor antiguo.
Giraban en el aire como hilos de fuego fatuo.
Trazaban símbolos invisibles sobre el tejado de la casa.
Sus voces eran suspiros apenas audibles, como campanitas en otra dimensión.
“Para que el dolor no entre por las grietas.
Para que la sombra no lo devore.
Para que recuerde que no está solo.”
Las luces flotaron sobre el techo, luego bajaron hasta el jardín.
Una de las hadas dejó caer una pequeña semilla junto al porche trasero.
De ella, brotó una flor nocturna, brillante como el alma de Crybaby.
Solo se abriría bajo la luna. Solo crecería si él la cuidaba.
Era su señal.
Dentro del cuarto...
Blurryface, aún con los ojos cerrados, frunció el ceño un instante.
Como si sintiera una energía extraña, suave, en el aire.
Como si un susurro invisible le acariciara la frente.
Y sin saber por qué, se relajó.
El sueño lo abrazó con una tibieza desconocida.
Y aunque no lo entendiera del todo…
su inconsciente supo que alguien —algo— estaba velando por él.
Las hadas desaparecieron justo antes del amanecer, dejando solo rocío y una vibra distinta en el aire.
La casa no era la misma.
El jardín tampoco.
Y Blurryface… tampoco lo sería.
Porque cuando Crybaby ama, no lo hace sola.
Trae consigo un ejército invisible…
de luz, magia y fuego sagrado.
La mañana siguiente amaneció con luz dorada filtrándose por la ventana del cuarto de Blurryface.
Crybaby se despertó primero. No dijo nada. Solo lo miró dormir durante unos segundos, como si pudiera guardar ese momento en un frasco de cristal.
Blurryface abrió un ojo apenas.
—¿Qué hora es?
—No sé. ¿Te importa?
—Nah. Solo quería saber cuánto más podemos quedarnos así.
Se quedaron un rato más en la cama, entre sábanas tibias y el aroma a tierra mojada que entraba desde el jardín.
La madre de Blurry les preparó panqueques sin decir mucho. No había juicio en sus ojos. Solo la aceptación tranquila de alguien que había entendido que su hijo no necesitaba más enemigos, sino espacios seguros.
Ambos regresaron a sus casas después del mediodía.
Y por unas horas, todo fue perfecto.
Pero en la escuela… no todo duerme.
Al llegar al día siguiente, algo en el ambiente se sentía raro.
Miradas largas.
Susurros falsamente disimulados.
Risas breves que se apagaban al paso de Crybaby.
Y en el recreo largo, la bomba cayó:
—Agóta dijo que te vio salir de la casa de Blurryface… y que seguro ya… ya sabés —le susurró Billie a Crybaby, incómoda—. Que seguro estuvieron “haciendo cosas”.
Crybaby la miró como si no hubiera entendido al principio.
Y cuando lo comprendió, se le borró la cara.
—¿Quién más lo sabe?
—Media escuela. Ya empezó a rodar.
Blurryface apareció en ese momento. No había que decirle nada.
Lo entendió al ver la expresión de ella.
Agóta, con su aire de reina sin corona, parloteaba en el pasillo como si no hubiera hecho nada. Sonreía, disfrutando de la atención.
Pero alguien escuchó lo que no debía.
El profesor de biología detuvo su caminata por el pasillo, entre murmullos y papeles.
—¿Disculpá, Agóta? —dijo, en voz alta—. ¿Acabo de escuchar que estás hablando de la vida privada de tus compañeros… como si fueras un noticiero barato?
—¿Eh? No… yo solo conté lo que vi —respondió ella, algo confundida—. No inventé nada.
—¿Y vos sabés lo que implica expandir ese tipo de rumores? ¿Te parece divertido meterle ideas a otros sobre temas que ni te incumben?
Agóta bajó la mirada, pero todavía sonreía, incómoda.
El profesor, sin perder la calma, agregó:
—Te lo digo por experiencia: la lengua puede ser más cruel que cualquier puño. Y a veces, más estúpida también.
Más tarde, la vicedirectora la llamó a su oficina.
Allí, Agóta se encontró con una charla sin gritos pero con palabras que pesaban como piedras:
—Sabemos lo que dijiste —comenzó la vicedirectora, con el ceño fruncido—. No es la primera vez que algo así ocurre. Pero esta escuela está cansada de los “jueguitos”.
—Pero no dije nada tan grave —se excusó Agóta, nerviosa.
—¿Y si alguien dijera eso de vos? ¿Si un compañero afirmara que “seguro hiciste algo” con alguien… y toda la escuela lo repitiera como loro? ¿Te reirías?
Silencio.
Silencio incómodo.
—Las palabras tienen consecuencias. Y esta vez, tendrás una: dos semanas sin participar en actividades grupales. Ni torneos, ni eventos escolares. Tampoco podrás representar a tu curso en nada.
—¿Por un chisme?
—Por una falta de respeto. Y por ser una cabeza de chorlito —respondió la vicedirectora—. Porque hay quienes todavía creemos en la dignidad. Aprendelo, Agóta. O la vida te lo va a enseñar de una forma peor.
Después…
Mientras caminaban por el patio, Blurryface y Crybaby recibieron la visita de Elita, Spooky, Gerard y Billie.
También Adam y John se sumaron.
—Ni se gasten en mirar lo que dicen. Ustedes dos son los más lindos juntos. Que se coman su odio con ketchup —dijo Billie.
—Literalmente los odio menos cuando están abrazados —agregó Spooky Jim.
—El mundo va a hablar igual. Que hablen mientras brillan —dijo Elita.
Crybaby sintió el pecho más liviano.
Blurryface no dijo nada.
Solo le apretó la mano.
Y entonces susurró:
—Que ladren todo lo que quieran.
Nosotros estamos en otro idioma.
Las consecuencias no siempre llegan en forma de castigo escolar.
A veces, llegan como miradas que no se despegan.
Como silencios incómodos en los pasillos.
Como compañeras que antes te saludaban y ahora solo te esquivan con media sonrisa.
Crybaby lo sintió todo.
Y aunque por fuera fingía que no le importaba, esa mañana volvió a encerrarse en el baño entre clase y clase.
Sentada en el piso frío, respiró profundo.
No lloraba, pero tenía esa presión detrás de los ojos.
Esa sensación de querer irse a otro planeta donde nadie supiera su nombre.
Hasta que la puerta sonó con suavidad.
—Soy Elita. No estoy sola.
Crybaby se limpió la cara con la manga y abrió.
Billie, Elita y Jazmín estaban ahí. Con cara de preocupación, pero sin drama.
—Lo que pasó no es tu culpa —dijo Billie.
—Y tampoco te define —agregó Elita—. Pero te entiendo. Da bronca.
Jazmín se acercó en silencio. Le dio un pequeño sobre.
Crybaby lo abrió y encontró una mini carta hecha con papel reciclado. Dentro decía:
“Tu valor no se mide con los ojos idiotas de esta escuela.
Se mide en cómo seguís cantando con el pecho abierto.
Se mide en cómo alguien oscuro como Blurryface aprendió a sonreír otra vez gracias a vos.”
Crybaby la abrazó sin palabras.
Mientras tanto… Blurryface.
Él también estaba procesando lo suyo.
Aunque lo hacía a su manera: en silencio, con los puños apretados y la mandíbula tensa.
En la clase de historia, escuchó a un grupo riéndose bajito. No supo si era sobre él, pero algo se encendió en su interior.
Cuando la profesora le preguntó algo, no pudo responder.
Se le nubló la vista.
Salió del aula sin pedir permiso.
Cruzó medio patio.
Se sentó en la esquina del gimnasio. Solo.
Gerard lo encontró ahí.
—¿Querés que le meta una patada a alguien? —preguntó con total seriedad.
Blurryface se rió por primera vez en horas.
—No. O sí. No sé.
—Te veo como cuando yo era un volcán. ¿Querés hablar o gritar?
Blurryface pensó.
Y eligió hablar.
Le contó todo. Desde el momento en que Cry se quedó a dormir, hasta el rumor que se desparramó como tinta tóxica.
Gerard no dijo nada por un rato.
—A veces los cobardes disfrazan su envidia con chismes. No sabés la cantidad de cosas que dijeron de mí cuando empecé a escribir canciones. “El emo con poesía rara”, me decían. Hasta que un día… me dejó de importar. Porque me di cuenta que esas voces solo existen si las escuchás.
Blurryface lo miró.
Y entendió.
Último acto del día
La madre de Elita, como tutora legal de Crybaby, recibió una llamada de la escuela.
Le contaron la situación.
No se enojó con Crybaby.
No hizo un escándalo.
Solo la esperó en casa con una taza de té y una mirada cálida que transmitía confianza.
—¿Querés contarme qué pasó? —le preguntó con calma.
Crybaby dudó.
Y después habló.
Le contó todo, desde el principio.
La mujer no la interrumpió ni una sola vez.
Cuando terminó, la abrazó fuerte.
—No te preocupes, Crybaby.
Si alguna vez sentís que el mundo pesa demasiado, estoy acá para sostenerte.
Crybaby apoyó la cabeza en su hombro y por primera vez en mucho tiempo, sintió que tenía un lugar seguro donde caer.
La escuela se sacudía del rumor como una tormenta que lentamente pasa.
Pero las tormentas, aunque terminen, dejan rastros.
Agóta, que hasta hacía poco disfrutaba de una falsa fama, comenzó a notar que algo cambiaba.
Sus amigos se distanciaban, sus mensajes no tenían respuesta, y en los pasillos ya no la miraban con admiración sino con indiferencia.
Un secreto suyo, un pequeño detalle que había guardado celosamente, salió a la luz.
No por mano de Crybaby, ni Blurryface, ni sus amigos.
No.
Alguien más, un justiciero anónimo, había decidido que era hora de que Agóta aprendiera que la lengua irresponsable puede ser peligrosa.
El secreto no era grave en sí, pero sí suficientemente vergonzoso para derrumbar su fachada.
Unas fotos viejas, mensajes que había enviado y borrado, cosas que la mostraban diferente a la imagen que ella quería dar.
Las filtraron en redes internas, y la caída fue vertiginosa.
Mientras todo esto pasaba, Kelly lo observaba desde lejos.
Por primera vez en mucho tiempo, no se sentía sola en la escuela.
No había tenido que mover un dedo, ni planear nada.
El karma, como una fuerza implacable, había hecho lo suyo.
Una sonrisa torcida apareció en sus labios.
—No estoy sola —murmuró—. No estoy sola.
Y así, el ciclo siguió girando.
Cada acción tiene su reacción.
Y en la escuela, las reglas invisibles de la justicia a veces se escriben en la oscuridad.
Los días pasaban. En la escuela, Agóta empezó a notar cómo sus “amigas” la evitaban.
Las invitaciones a los grupos de estudio dejaron de llegar.
Los saludos en el pasillo se hicieron cada vez más escasos, hasta que desaparecieron del todo.
En clase, sus compañeros murmuraban a sus espaldas.
Las miradas que antes le concedían eran ahora de rechazo o simple indiferencia.
Incluso algunos docentes la miraban con desdén, sabiendo que algo había salido a la luz.
Agóta intentó defenderse.
Negó todo.
Lloró en soledad.
Pero la ola ya estaba en movimiento y nadie parecía dispuesto a detenerla.
La caída fue rápida y dolorosa.
La chica que antes se paseaba con arrogancia, ahora caminaba con la cabeza baja, sintiendo que el mundo entero conspiraba en su contra.
🌙 Mini Especial – “Limpiezas y máscaras”
📍Parte 1: Las palabras dulces que envenenan
Kelly encontró a Agóta sentada en la escalera trasera del gimnasio, sola, con los ojos enrojecidos y el maquillaje arruinado.
La misma chica que días atrás reía a carcajadas ahora parecía una muñeca rota bajo la lluvia emocional del karma.
Kelly se acercó con cuidado. Demasiado cuidado.
—¿Estás bien? —preguntó, con esa voz melosa que usaba cuando quería ganarse la confianza de alguien.
Agóta apenas asintió, evitando su mirada.
—No tenés que pasar por esto sola. A veces la gente… olvida rápido. Pero yo no. Yo entiendo lo que es que te quieran destruir por un error.
Kelly la rodeó con un brazo y Agóta, vulnerable, apoyó la cabeza en su hombro.
—Vas a volver más fuerte. Pero no lo hagas sola. Yo puedo ayudarte —susurró Kelly.
Lo que Agóta no sabía, es que mientras ella se desarmaba en lágrimas, Kelly sonreía por dentro.
No por maldad pura, sino porque finalmente sentía que tenía el control de algo.
Y Agóta, en su fragilidad, sería útil.
📍Parte 2: La limpieza del alma (y del jardín)
Mientras tanto, lejos del drama, Crybaby y Blurryface estaban en el patio trasero, regando las plantas que Cry había trasladado desde el árbol mágico.
Ambos reían bajito.
Blurry se quejaba de haber pisado barro.
Cry le lanzaba agua con la manguera.
Entre risas y hojas mojadas, no sabían que estaban siendo observados.
Desde entre las ramas del limonero y los helechos, las hadas los rodeaban en silencio.
Vestidas de pétalos violetas, con alas translúcidas y miradas centelleantes, comenzaron una danza lenta, una especie de limpieza etérea.
Trazaban espirales en el aire.
Soplaban pequeñas brisas doradas sobre sus cabezas.
Colocaban pequeñas bendiciones invisibles en las macetas.
Una de ellas murmuró:
—No hay veneno que alcance cuando el amor es verdadero.
Otra respondió:
—Y no hay oscuridad que no tiemble cuando se miran así.
Cuando la bendición terminó, una pequeña flor blanca brotó inesperadamente junto al pie de Blurry.
Él la miró confundido.
—¿Estaba esta antes?
Crybaby se encogió de hombros.
—No… pero dejala. Me gusta.
Y así siguieron, sin saber que su vínculo era más fuerte gracias a la magia silenciosa de quienes los protegían.
📍Parte 3: Los Indecisos y el arte de cerrar la boca
En el grupo de chat de “Los Indecisos” comenzaron a debatir entre ellos.
📱Chat grupal: “Los Indecisos”
📲 Spooky Jim: che, esto de los rumores ya fue. ¿no les da como asco? digo, que la gente hable sin saber. me pudre.
📲 Billie Eilish: total. si no estuvieron ahí, ¿por qué hablan? además… ¿y si a ellos les afectó más de lo que muestran?
📲 Gerard Way: me hace pensar en cuando todos pensaban que yo era raro por escribir en mi cuaderno. la ignorancia es cobarde, siempre.
📲 Jazmín Bean: hay algo en ese odio que no viene de verdad. viene de envidia. los quieren ver rotos porque no entienden cómo siguen enteros.
📲 Elita Harvok: me parte el alma. Cry no dice nada, pero yo la conozco. le duele. me dan ganas de encerrar a medio colegio en un frasco.
📲 Adam Gontier: no lo digas tan literal, que te van a tomar en serio.
📲 John Cooper: no seamos parte del problema. hablar por hablar solo nos convierte en lo que decimos odiar.
📲 Spooky Jim: lo voy a decir como mantra: si no sabés, no hablés. si no ayudás, callate.
📲 Gerard Way: si no tenés arte, no escupas mugre.
📲 Elita Harvok: hermoso, lo bordaría en una mochila.
📲 Billie Eilish: o tatuaje en la frente de Agóta.
📲 Jazmín Bean: ay no, qué horror, esa cara ya está maldita.
Mensajes vistos por todos. Nadie responde por unos minutos.
📲 John Cooper: me gusta este grupo. somos distintos, pero al menos no somos idiotas.
La idiotez es una enfermedad extraordinaria; no es el enfermo el que sufre por ella, sino los demás.
Chapter 80: Capitulo 80 - What love can be
Summary:
Crybaby encuentra las notas secretas que Blurryface le dedicaba a ella. Se los roba.
Chapter Text
Permíteme ser lo que quiero ser.
Gracias por ayudarme.
Era una tarde tranquila, con el cielo pintado de gris suave y un aire nostálgico colándose por las ventanas.
Crybaby se había quedado en la casa de Blurryface mientras él se estaba bañando y la madre cocinaba.
Quedarse sola no le molestaba. Al contrario, le gustaba habitar el espacio que él llamaba hogar.
Buscando una hoja para garabatear algo en su cuaderno, abrió una de las cajoneras del escritorio de Blurry.
No encontró hojas nuevas, pero sí algo más: una carpeta azul desgastada, con el borde marcado por los años.
Curiosa, la abrió.
Y fue como descubrir un cofre lleno de secretos.
Allí estaban.
Pequeñas notas, algunas escritas a mano, otras impresas desde el celular.
Frases, pensamientos sueltos.
Fragmentos de conversaciones.
Cosas que él nunca le dijo… pero que alguna vez quiso decir.
"No sé quién sos, pero me dan ganas de hablarte todo el día."
"Cuando leés mis mensajes y tardás en responder, me quedo releyendo lo último como un idiota."
"Si algún día te pierdo, no sé si me voy a encontrar a mí de nuevo."
Crybaby sintió que el pecho le temblaba.
Sus dedos rozaban el papel como si fueran piel viva.
Había notas con fechas.
Otras, solo con títulos como “día horrible, pero pensé en vos” o “la noche que no pude dormir porque me dijiste que lloraste”.
"¿Qué es el amor? Creo que es esto. Pensarte aunque estés dormida. Extrañarte sin haber dejado de hablarte. Querer cuidarte incluso cuando no me hablás."
Lágrimas suaves comenzaron a brotar. No de tristeza.
De algo más grande.
De eso que no siempre tiene nombre.
Y sin pedir permiso, Crybaby se los robó.
Los ordenó en su mochila como si fueran oro.
Y esa misma noche, armó una pizarra especial en su habitación, con hilos de colores, pinches plateados, y una guirnalda de luces cálidas.
Cada nota, cada papelito, tenía un lugar único.
Un mapa de su historia.
Una historia escrita en silencio.
En escondidas.
En pedazos.
Pero real.
A la semana siguiente, en la clase de Construcción de la Ciudadanía, se les había pedido preparar un proyecto en duplas sobre alguna problemática social actual. Podian escoger lo que sea: el aborto, la pedofilia, ana y mía, la indigencia, la metamorfosis social, adicciones, lo que sea.
Blurryface y Crybaby, sin dudarlo, eligieron un tema que les pegaba de cerca, aunque nunca lo habían dicho en voz alta:
"Bullying silencioso y autoestima en adolescentes".
Decidieron encarar el trabajo como una exposición creativa y emocional, no sólo con estadísticas, sino también con testimonios anónimos (algunos incluso eran propios, disfrazados).
No iban a señalar culpables.
Iban a ponerle voz al dolor mudo.
En el aula, al llegar el día de la presentación, los murmullos se apagaron.
Crybaby leyó primero:
—"A veces el bullying no grita. No empuja. No golpea.
A veces es ignorarte. Burlarse con los ojos. Dejarte afuera de todo.
Y eso también deja heridas."
Blurryface continuó:
—"No siempre se ve. Pero se siente.
Se siente cuando te preguntás si sos menos que los demás.
Cuando alguien te hace creer que tu valor depende de encajar en un molde que no elegiste."
Las diapositivas mostraban imágenes en blanco y negro, frases destacadas y un gráfico que señalaba cómo el acoso silencioso afectaba el rendimiento escolar y la salud mental.
Para cerrar, dejaron una caja anónima en el aula con la frase:
“Escribí lo que nunca te animaste a decir. Nadie te va a juzgar.”
Cuando la exposición terminó, el silencio fue tan profundo como honesto.
Incluso algunos de los que solían mirar en menos a la pareja, se quedaron en sus asientos, con la cabeza baja.
🎭 Escena paralela: El rincón de los bullies
Jason, desde su banco al fondo, fingía desinterés.
Pero algo en su mandíbula tensa delataba incómodo reconocimiento.
Kelly también estaba presente, aunque con los brazos cruzados.
Agóta, aún tambaleando por su caída, bajó la mirada durante toda la presentación.
—No están tan mal esos dos —murmuró uno de los amigos nuevos de Kelly.
Ella no respondió. Solo masticó el aire.
Matt, por su parte, sentía un nudo que no sabía explicar.
No dijo nada.
Pero por primera vez, no se burló.
🎶 Escena paralela: “Los Indecisos” en modo sensible
En el recreo, los chicos se reunieron bajo el árbol de siempre.
—Lo de Cry y Blurry fue muy bueno —dijo Adam, sin rodeos—. No sé si me pegó fuerte… o si me pegó justo.
—Me hizo acordar a cuando me dejaban sola para los grupos —agregó Jazmín—. Y nadie decía nada. Pero dolía.
—Lo que más me gustó fue que no señalaron a nadie —dijo John—. Lo dijeron desde el lugar más humano.
Spooky Jim estaba sorprendentemente callado.
—¿Vos no vas a decir nada? —le preguntó Gerard.
Spooky se encogió de hombros.
—Estoy procesando. Eso no fue una exposición. Fue un espejo.
Esa tarde, cuando Crybaby volvió a casa, vio que alguien había dejado una notita dentro de la caja de testimonios que habían traído de la escuela.
La única firmada.
"Gracias por hacerme sentir menos monstruo. Hoy pensé que tal vez puedo cambiar. – Anónimo."
No supo quién lo había escrito.
Pero sonrió.
Porque el amor no siempre sana solo al que lo recibe.
A veces también transforma al que lo observa.
Esa noche, después de la presentación, Crybaby y Blurryface se recostaron bajo la sábana que ella había traído de su casa. Tenía lunas bordadas y puntitos de hilo dorado.
Blurryface le acariciaba el cabello mientras ella repasaba mentalmente la exposición.
—¿Creés que hicimos bien? —preguntó, mirando el techo.
—Hicimos lo mejor —respondió él—. Lo necesario.
Si no lo decíamos nosotros… ¿quién?
Ella suspiró, cerrando los ojos.
—A veces me da miedo que todo lo bueno que tenemos se rompa.
—Lo bueno que tenemos no es de cristal, Cry —dijo Blurryface, abrazándola—.
Es como vos.
Duele, pero no se rompe.
Crybaby se giró para mirarlo, y por un momento ambos callaron.
No había necesidad de decir más.
Ya lo sabían.
Se quedaron dormidos así.
Como si el amor pudiera envolverlos.
Y protegerlos de todo lo que el mundo aún no entendía.
🌥 Día siguiente – Escuela – “Los nuevos ya no brillan”
Era martes y el clima era opaco.
Como si la escuela misma se hubiese contagiado de la atmósfera emocional.
Johnny y Agóta, quienes se habían unido a Kelly con pretensiones de poder, estaban experimentando lo que pasaba cuando la fama era humo: te atraviesa… y desaparece.
Los chicos ya no los seguían.
Sus chistes no hacían reír.
Sus comentarios filosos eran ignorados o directamente rechazados.
—¿Desde cuándo estos pendejos se volvieron tan sensibles? —refunfuñó Johnny, molesto.
—Desde que la pareja feliz dio su discurso pro-sensibilidad —bufó Agóta, en voz baja, mientras se ajustaba una vincha que antes todos le halagaban… y ahora nadie miraba.
Se acercaron a un grupo de primer año intentando imponer presencia.
Johnny tiró una goma de borrar de la mesa.
—Ups, ¿se te cayó?
Nadie se rió.
Uno de los chicos lo miró serio.
—Qué maduro, eh.
Johnny se tragó la respuesta.
Agóta, por su parte, intentó burlarse del peinado de una chica.
Pero una profesora la frenó en seco desde el fondo del pasillo.
—Agóta, conmigo a preceptoría. Ya.
Quiero que repasemos los lineamientos de la nueva política de convivencia.
Desde ayer rige cero tolerancia.
Y ahí quedó.
Sin escape.
Sin brillo.
En el recreo, Kelly los observó desde lejos.
No dijo nada.
Solo los vio… y se sintió rara.
Como si todo lo que había intentado construir se hubiera derrumbado sin que nadie lo empujara.
Johnny y Agóta se conocían desde la primaria.
No eran hermanos. No eran novios.
Pero eran inseparables.
Como dos piezas mal recortadas que solo encajaban cuando no se miraban demasiado.
Agóta creció en una casa donde el espejo era más importante que el diálogo.
Su madre tenía una maestría en salud hasta que un paciente la mató. Por lo que solo quedaba su madrastra que era exmodelo de catálogo que solo le importaba su obsesión al orden y ella misma (era capaz de gritar si ensuciabas hasta la mesa), su padre húngaro un cirujano estético de pocas palabras pero mucha mano dura (si tenía que golpear, lo hacía).
Las reglas eran simples:
"Sonreí siempre y no hagas desastres."
"Orden en todo momento."
Desde chiquita, Agóta aprendió a refugiarse en mundos imaginarios. Soñaba despierta, hablaba sola, se escondía entre muñecas y luces suaves. Pero por dentro, estaba agotada. No por falta de amor —porque lo buscaba en cada rincón— sino por una realidad tan fría y áspera que la obligó a vivir al borde del delirio emocional. No era malvada por gusto.
Johnny, en cambio, vivía en el caos inverso.
Una casa ruidosa, padres despreocupados, hermanos mayores que lo ignoraban o lo usaban de saco de boxeo psicológico.
Nunca nadie le pedía excelencia… pero tampoco le prestaban atención.
Era el tonto simpático. El que hacía chistes. El que metía la pata.
El que rompía cosas y después decía “ups” con una sonrisa falsa.
Cuando conoció a Agóta, vio en ella a una reina caída del cielo.
Y él, sin saberlo, se dedicó a ser su bufón fiel.
Siempre la defendía. Siempre exageraba logros para impresionarla.
Y cuando no sabía cómo ayudarla… hacía estupideces.
Porque no tenía herramientas.
Porque nunca se las enseñaron.
Y fue Johnny quien dejó la nota anónima en la caja de la exposición.
No por arrepentimiento verdadero.
Sino porque, por un instante, sintió que el mundo se le venía abajo.
Y ver a Crybaby y Blurryface fue como mirarse en un espejo que no mentía.
"Gracias por hacerme sentir menos monstruo. Hoy pensé que tal vez puedo cambiar. – Anónimo."
Cuando la escribió, le temblaban las manos.
Y no sabía por qué.
¿Ego? ¿Vergüenza? ¿Miedo de decepcionar a Agóta si no estaba de su lado?
O quizás era esa extraña necesidad de hacer algo bien, aunque no supiera cómo.
En el aula, esa mañana, Johnny hojeaba su cuaderno mientras Agóta le retocaba el cuello de la camisa.
—Hoy nadie nos saludó —murmuró ella.
—Ya van a volver —respondió él, sin creerlo.
Ella lo miró.
—¿Vos escribiste algo para esa caja estúpida?
—¿Eh? No, ni loco —mintió rápido.
Ella volvió la vista al frente.
Johnny suspiró.
A veces ser el tonto le salvaba de ser responsable.
Pero también lo condenaba a nunca ser comprendido.
Y eso, aunque no lo admitiera, le dolía más que cualquier castigo.
Esa noche, Crybaby actualizó la pizarra de notas de Blurryface.
Pegó una más.
Un papelito nuevo.
“No sé a dónde va el amor cuando lo dejamos entrar.
Pero sé que cuando vuelve… nos encuentra distintos.
Y nos hace mejores.”
Chapter 81: Capítulo 81 - Call me
Summary:
Gerard Way cumpleaños y además invita a unos compañeros de música. Crybaby se luce con su belleza (y un cambio de look temporal) y Blurryface se derrite.
Chapter Text
Cúbreme de besos, bebé
Cúbreme de amor
Envuélveme en sábanas de diseño
Nunca tendré suficiente
Las emociones vienen, no sé por qué
Cubre la coartada del amor
El clima se sentía eléctrico esa tarde. Como si algo fuera a pasar.
Y en parte, era verdad: Gerard Way cumplía años. Y no era cualquier cumpleaños.
Era su primer festejo gótico con público selecto, con música en vivo, dresscode negro, luces rojas y humo artificial alquilado por su tío, que "alguna vez tocó en una banda de metal cristiano y todavía tiene equipo".
(Lo dijo como si fuera algo importante. Y para Gerard, lo era).
—Hoy no es solo mi cumple —había dicho en el grupo—. Hoy debutamos como banda. Y si no les gusta, igual tienen que aplaudir.
Porque tengo humo.
Y el humo lo hace todo más épico.
📍En la casa de Gerard – 20:46 hs
Las luces tenues, los posters viejos de Bauhaus y Siouxsie, el olor a incienso barato y los vasos de gaseosa negra le daban al lugar una vibra de sótano encantado.
Crybaby entró con Elita del brazo.
Ambas tenían looks góticos, pero Crybaby se había dejado llevar.
Llevaba un vestido negro con encaje, medias de red, plataforma y su pelo recogido con moños de lavanda grisáceo con fucsias oscuros, a modo de homenaje a una subcultura que solo conocía por imágenes: el lado más siniestro y elegante del Harajuku style.
Se sentía rara al principio…
Pero bastó con que Blurryface la mirara para que todo valiera la pena.
Blurry se quedó clavado.
Parpadeó dos veces.
—¿Vos sos real? —dijo bajito, acercándose.
—No lo sé, ¿vos qué creés?
—Creo que esta noche me enamoro de nuevo.
Ella se rió, pero bajó la vista, ruborizada.
🎶 En escena: “My Chemical Romance”
En una esquina, Gerard afinaba su guitarra con Adam Gontier como bajista invitado, John Cooper en batería y un compañero nuevo, Frank, tocando la segunda guitarra.
Aparecieron con los ojos delineados, uñas pintadas de negro y una energía que podía prender fuego la escuela.
—Buenas noches, demonios sociales —dijo Gerard al micrófono, con esa teatralidad que lo hacía tan magnético—.
Nosotros somos “My Chemical Romance”… y este es el grito de cumpleaños de mi alma.
Apenas tocaron los primeros acordes, el cuarto entero se transformó.
La música envolvió a todos.
Incluso los más tímidos terminaron agitando las cabezas, moviendo los pies, sintiéndose parte de algo que solo existía esa noche y en ese lugar.
📍Mientras tanto…
Spooky Jim se la pasaba pasando bebidas y gritando cosas como:
—¡Este es el cumpleaños más emo del siglo! ¡Y sin que nadie haya llorado todavía!
Jazmín Bean y Billie bailaban juntas en un rincón como si nadie existiera.
Elita filmaba todo para "hacer un documental en blanco y negro con música de catedral al fondo".
Adam no podía dejar de sonreír mientras tocaba.
John revoleaba las baquetas como si tuviera el corazón en fuego.
Y Blurryface, a pesar de estar abrazando a Crybaby entre canción y canción, no dejaba de mirarla con adoración.
Porque era diferente.
Era ella.
Y esa noche, parecía salida de un cuento gótico que él jamás pensó que leería.
“Call me!
Any, anytime.
Call me!
My love, you can call me any day or night…”
Gerard coreaba un cover como si le hablara a todos y a nadie a la vez.
Pero la energía en el ambiente era real.
Y esa noche, todos se sintieron llamados por algo más fuerte que ellos mismos.
La fiesta seguía con fuerza.
La banda había terminado su primer mini set, y el living se había convertido en pista de baile, zona de charlas filosóficas y rincón de snacks vencidos pero mágicos.
Gerard bajó del escenario (o mejor dicho, de las tablas mal clavadas que usaron de escenario) y se unió a su gente.
—Bueno, ¿qué dicen? ¿Frank entra al club o lo echamos por usar Vans en vez de botas con tachas?
—¡Eh! —protestó Frank—, ¡soy nuevo! ¡Me dejaron entrar por tocar bien, no por mi calzado!
Spooky Jim se rió tan fuerte que casi se cae de la silla.
—Aceptado, pero solo si te pintás las uñas de negro ahora mismo —dijo Billie, sacando un esmalte del bolsillo como si fuera un arma secreta.
Frank se dejó pintar sin quejarse.
Y así, sin que nadie lo dijera explícitamente, ya era parte del grupo.
—Tiene onda —susurró Crybaby a Blurryface, mientras compartían una gaseosa—. Me cae bien.
—Sí, no grita como Gerard, pero tiene esa cara de que guarda secretos tristes. Encaja perfecto.
📍Pero entonces… alguien entra por la puerta trasera.
Johnny.
Sin disfraz, sin maquillaje, sin intención clara.
Solo estaba ahí.
Con una campera gris y cara de "pasaba por acá".
Algunos lo vieron y fruncieron el ceño de inmediato.
Elita no tardó ni cinco segundos.
—Click.
Flash apagado. Cámara activada.
Le sacó una foto desde la cocina.
Se acercó a él sin miedo.
—Hola Johnny. Qué raro verte en un lugar lleno de gente que no te soporta.
—No vine a molestar. Vine a ver la banda. Eso es todo.
Elita se le quedó mirando como si pudiera leerle la mente.
—No me importa por qué viniste. Pero te aviso…
si intentás algo, subo esta foto a todos los grupos con el título:
“El infiltrado del caos. Nivel: ridículo.”
Johnny tragó saliva.
—No voy a hacer nada.
—Mejor. Porque no me temblaría la mano, ¿sabés?
Y con eso, Elita se fue con los demás.
Pero miró por encima del hombro dos veces, como un halcón listo para atacar.
📍Johnny se quedó al fondo del patio, lejos de todos, mirando el fuego artificial del humo de máquina como si fuera otra galaxia.
No hablaba con nadie.
Solo comía galletitas con forma de ataúd y escuchaba.
Frank, que no sabía nada del pasado de Johnny, se le acercó y le ofreció un vaso.
—¿Primera vez que venís a una fiesta así?
Johnny asintió.
—No soy muy de… esto.
Frank le sonrió con esa calma de los que entienden.
—Yo tampoco era. Hasta hoy.
Y mirá… no es tan terrible.
Solo no seas idiota.
Johnny sonrió, tímido.
—Lo intento.
Frank levantó el vaso.
—Brindo por eso.
📍La fiesta siguió bien.
No hubo peleas.
No hubo dramas.
Solo risas, luces parpadeantes, un par de confesiones medio embriagadas de cafeína y un último tema improvisado que terminaron cantando todos abrazados en coro.
📍Ya casi de madrugada, mientras Crybaby y Blurryface caminaban de regreso a casa, tomados de la mano, ella dijo:
—¿Sabías que nunca fui a una fiesta así?
—¿Y qué te pareció?
—Como estar en un videoclip… donde todos están medio rotos, pero nadie se va antes del final.
Blurry sonrió.
—Ese es mi tipo de videoclip favorito.
📍Escuela – 08:15 hs – Patio de los bancos de cemento
Las charlas matutinas eran más perezosas de lo normal.
El rumor de que Gerard Way había hecho una fiesta gótica circulaba sin pruebas, aunque algunos sospechaban por el delineado a medio borrar de Billie, el peinado raro de Adam y el vaso con brillantina que Spooky Jim usaba como si fuera el cáliz de un ritual secreto.
Pero la mayoría ni sabía que había pasado algo.
Lo que sí sabían era que algo estaba por pasar.
📍Agóta llegó como un torbellino de perfume fuerte y drama acumulado.
—¿Así que te fuiste a una fiesta y no me dijiste nada?
Johnny apenas había apoyado su mochila y ya estaba encajonado por la furia pasivo-agresiva de su mejor amiga.
—No fue una fiesta normal. Fue tipo… banda, humo, y no me sentía para quedarme mucho —murmuró, incómodo.
—¡¿Y no podías invitarme igual?! ¡Sabías que estaba aburrida!
¡Sabías que me hubiera encantado ver si alguien me sacaba fotos en ese lugar espantoso!
—Agóta, no era sobre vos.
Esa frase fue dinamita.
—¡Ah! ¿No era sobre mí? ¿Y qué, entonces ya no importo?
—No dije eso.
—¡Es lo que pareciera! ¡Yo te acompañé a cada cosa ridícula que hiciste! ¿Y no podés venir a mi casa cuando estoy mal? ¿O decirme dónde vas para al menos poder decidir si quiero ir?
Johnny bajó la mirada.
Había algo triste en él. Como si hubiera aprendido a callar en vez de discutir.
Y justo cuando parecía que se iba a ir…
—Perdón —dijo, suave.
Agóta se detuvo.
Frunció el ceño. Lo miró con esos ojos de muñeca enojada.
Y después… suspiró.
—Te odio cuando te disculpás tan fácil.
—¿Entonces qué querés que haga?
—Solo no desaparezcas.
Y no dejes que otra gente sea más importante que yo.
Aunque sean mejores que yo. Aunque se vistan mejor. Aunque brillen más.
Esa última frase… no era un reproche.
Era un reflejo.
Johnny no respondió, pero le alcanzó un alfajor de chocolate de su mochila.
Era su forma de decir: “Estoy acá. Y por más que no sepa cómo… te cuido igual.”
Agóta aceptó, aunque con cara de “esto no arregla nada”.
Pero sí lo hacía. Al menos un poco.
📍Escena random – Pasillo de Ciencias Sociales – 11:23 hs
Gerard Way había llevado su cuaderno de letras a clase por error.
Y en medio de una lectura sobre el contrato social de Rousseau, cayó al piso y se abrió justo en una página que decía:
“Las chicas con ojos tristes deberían tener alas de murciélago.
Y los chicos con la espalda rota, colas de dragón.”
El profesor lo miró de reojo.
No dijo nada.
Solo asintió con respeto, como si entendiera algo que no necesitaba explicación.
📍Escena random – Comedor escolar – 13:06 hs
Spooky Jim hizo una torre con seis sándwiches de miga, y desafió a John Cooper a comérsela en 3 minutos.
Elita lo filmaba gritando:
—¡Esto es arte punk experimental, chicos! ¡Se lo voy a mandar a un museo en Berlín!
Mientras tanto, Billie y Jazmín debatían si los cupcakes que vendían en el kiosco estaban envenenados o si simplemente estaban hechos con odio.
Crybaby y Blurryface, sentados al fondo, miraban todo con sonrisas tenues.
—No sé si esta escuela es un caos…
—…o una película escrita por gatos locos —completó Blurryface.
Y ambos rieron.
📍Pasillo trasero – 17:13 hs – Cuando ya casi nadie quedaba en la escuela
Johnny caminaba con la mochila al hombro, rumiando su propia culpa.
Había tenido un buen día, dentro de todo. Frank le había hablado con respeto. Agóta no estaba del todo enojada. Y por primera vez, no había tenido que esconderse tras ninguna máscara.
Pero justo cuando pensó que podía respirar tranquilo…
una sombra se le cruzó en el pasillo.
Nico.
De pie. Apoyado contra los casilleros, con una media sonrisa.
Esa clase de sonrisa que no trae nada bueno.
—¿La pasaste bien en el cumpleaños de Gerard?
Johnny se congeló.
—¿Qué…?
—No te hagas el boludo. Lo dijiste sin querer en clase de Historia. “Cuando tocaron en vivo, el sonido era mejor…”
Y yo sé que no fuiste parte de la banda.
Johnny tragó saliva.
—No hice nada. Solo fui a mirar. Me quedé al fondo. Ni hablé.
Nico se acercó, despacio.
Y con voz baja, como quien acaricia con veneno, dijo:
—¿Creés que podés andar colándote entre ellos? ¿Con los amiguitos de Crybaby? ¿Con Blurryface ahí, como si fueras parte del club?
Porque te recuerdo, Johnny… vos no sos parte de nada.
Johnny intentó retroceder, pero Nico lo encerró con el cuerpo contra los casilleros.
—Te voy a decir algo…
O hablás. O vas a ser un marginal de verdad.
Johnny lo miró.
Temblaba, sí. Pero también había algo… distinto en sus ojos.
No era coraje.
Era algo peor para Nico: una chispa de resistencia.
—¿Hablar de qué?
—De ellos. De qué hacen, de lo que planean, de quién protege a quién.
Quiero saber qué esconden.
Y vos vas a contármelo.
Johnny lo miró largo rato.
—No. No voy a hacerlo.
Nico apretó los puños.
—¿Qué dijiste?
—Que no voy a hacerlo.
En ese momento, algo cambió.
Nico, por primera vez en mucho tiempo, sintió que alguien… lo estaba desafiando.
Y no sabía cómo reaccionar sin perder el control.
Pero antes de que pudiera decir o hacer algo más, una voz sonó desde la esquina.
—¿Pasa algo, muchachos?
Era el profesor de Educación Física.
Grande, de espalda ancha y cara de pocos amigos.
Nico dio un paso atrás. Cambió su postura.
—Nada. Solo charlábamos.
Johnny no dijo nada. Solo se acomodó la mochila.
—Vayan saliendo, ¿sí? No se queden solos en los pasillos. Ya deberían estar en casa.
Nico se fue por un lado. Johnny por otro.
Pero ambos sabían que esa conversación no había terminado.
📍Escuela – 07:53 hs – Casillero de Crybaby
Crybaby llegó como cada mañana, medio dormida, con el pelo revuelto y una sonrisa que aún no decidía si quedarse.
Blurryface la acompañaba como siempre, medio despeinado también, con esa cara de: “ojalá los lunes no existieran, pero si estás vos, lo aguanto.”
Al abrir su casillero, un sobre rosa pálido cayó sobre sus pies.
Sin nombre.
Sin remitente.
Sin ningún adorno.
Ella lo levantó y se lo quedó mirando con el ceño fruncido.
—¿Una carta?
—¿Te dejé yo alguna carta hoy? —preguntó Blurry, medio en broma.
—No. Las tuyas están con brillantina, calaveras o flores secas. Esto parece una amenaza disfrazada de cumpleañito.
—¿La abrimos?
—Sí. Pero si explota, fue lindo conocerte.
La carta decía:
Crybaby,
*Hay cosas que no podés ver, aunque estén frente a tus ojos.
Hay personas que te sonríen, pero están esperando verte caer.
Tené cuidado en quién confiás. No todos los que te rodean quieren que seas feliz.
No firmo esto porque no quiero problemas. Solo quiero que estés alerta.*
Vos sabrás a qué me refiero.
Crybaby se quedó helada.
El color se le fue de la cara, y la expresión se volvió distante.
—¿Quién…?
Blurryface le quitó la hoja con delicadeza y la leyó de nuevo.
No decía insultos, no acusaba directamente… pero la intención era clara:
quebrar la confianza, sembrar duda.
—¿Querés que vayamos a Dirección?
Cry negó.
—No.
Esto no es algo que ellos vayan a entender.
Pero yo sí sé a qué se refiere.
Y eso me alcanza.
📍En otro lugar – Patio trasero – 10:15 hs
Johnny caminaba solo, mientras el sol lo castigaba sin piedad.
Tenía la cabeza llena de pensamientos, todos con la cara de Nico, todos con la voz de la amenaza.
Había dormido mal.
No sabía si contarle a Agóta lo que pasó…
porque sabía que ella solo reaccionaría de dos formas: o minimizando, o usándolo como excusa para armar un escándalo en su nombre.
Se sentó en una banca, cerca del árbol donde a veces los de arte fumaban escondidos.
Y entonces lo vio.
Una hoja, clavada al tronco con un clip oxidado.
La reconoció de inmediato.
Era una copia de la nota que Cry había escondido en la fuente.
Alguien la había encontrado… y duplicado.
Johnny la leyó, y sintió un escalofrío.
No decía mucho. Solo una frase escrita a mano:
“A veces, amar es lo único que me salva del mundo.”
Johnny tragó saliva.
No sabía si era hermoso o aterrador.
Pero entendió que alguien estaba jugando sucio… y que él estaba en medio.
📍Mientras tanto – Salón de Biología – 11:00 hs
Crybaby pasaba las hojas sin mirar.
Blurry le tomaba la mano por debajo del pupitre.
En el fondo, los Niners hablaban bajito.
Nico no estaba allí.
Pero su ausencia era más pesada que su presencia.
Agóta miraba todo como si sospechara que algo se le estaba escapando.
Johnny, en cambio, no hablaba con nadie.
Solo dibujaba.
Un árbol.
Y en su tronco, un ojo.
📍Pasillo de los casilleros – 13:48 hs – Después del recreo largo
Crybaby caminaba sola hacia su casillero. Blurryface estaba en una charla con uno de sus profesores sobre un trabajo de dibujo, así que esta vez no la acompañaba.
Pero alguien la esperaba ya ahí.
Apoyado contra la pared como si quisiera ser invisible.
Johnny.
Se veían tan distintos. Ella con su mochila llena de stickers, sus medias rayadas, sus auriculares al cuello.
Él con los hombros caídos, la capucha mal puesta y la mirada rota.
—¿Podemos hablar?
Crybaby lo miró de arriba abajo.
—Depende de qué quieras decir.
—No fui yo el que dejó esa nota. Ni la rosa. Ni el rumor.
Y tampoco soy yo el que te odia.
Crybaby levantó una ceja.
—Pero sí sos el que va a fiestas donde no fue invitado, el que espía lo que no le corresponde, y el que juega a estar con todos sin realmente estar con nadie.
Me recuerda a alguien.
Johnny parpadeó.
—¿A quién?
Ella lo miró fijo. Sin odio.
Solo… con tristeza.
—A Jason.
Ese nombre le cayó como un balde de agua helada.
No dijo nada.
No se defendió.
Solo retrocedió medio paso, como si las palabras hubieran dolido más que un golpe en la cara.
—No soy como él… —susurró.
—No lo sé.
Pero no quiero comprobarlo.
Crybaby cerró la puerta del casillero con calma y se fue.
No corriendo, no furiosa. Solo firme.
Como quien se protege antes de que sea tarde.
📍Pero justo cuando dobló la esquina… algo inesperado ocurrió.
Se escuchó un golpe seco.
Un vidrio estallando.
Crybaby giró de inmediato.
Varios chicos también lo hicieron.
Y ahí estaba:
La ventana del aula de Tecnología rota por completo.
Una piedra grande, con un papel atado, y un hilo rojo que se deshacía en el viento.
Johnny estaba tan sorprendido como el resto.
La subdirectora corrió desde la sala de profesores.
Los murmullos empezaron como lluvia fina:
—“¿Quién fue?”
—“¿Qué decía el papel?”
—“¿Fue un mensaje? ¿Una amenaza?”
Crybaby miró a Johnny.
Y por un segundo… dudó.
No porque creyera que él había sido.
Sino porque ya no sabía en quién confiar.
📍Minutos después – Patio interno – Cordón de seguridad improvisado
La piedra fue retirada.
El papel decía una sola frase escrita con marcador negro:
“Los que creen saberlo todo… no saben nada de lo que se avecina.”
Firmado con un simple dibujo:
Una torre quemándose.
Así terminaba el día.
Con palabras dolorosas, secretos expuestos y una nueva señal que nadie esperaba.
La escuela… ya no era solo un lugar de estudio.
Era un tablero.
📍Viernes – Sala de profesores – 08:30 hs
La directora dejaba el informe sobre el escritorio.
Lo leía por quinta vez. Nada cambiaba.
La investigación no había llevado a nada.
Nadie vio quién tiró la piedra.
Las cámaras de ese pasillo no funcionaban desde hacía dos semanas.
Y la nota… era críptica, amenazante, pero anónima y sin huellas.
La policía ni siquiera se presentó.
Solo recomendaron reforzar la seguridad y mantener la calma para no encender rumores.
La escuela hizo lo que siempre hace en estos casos:
actuar como si no hubiera pasado nada.
📍Viernes – Patio exterior – Reunión espontánea post-clase
—Bueno, ya fue —dijo Gerard, cruzado de brazos, con el flequillo cayéndole sobre un ojo—.
Si la semana fue un caos, que el viernes no lo sea.
Spooky Jim giró un chupetín de menta en la boca.
—¿Qué proponés, caballero oscuro?
—Mi banda toca esta noche. ¿Vienen?
Elita levantó la mano sin pensarlo.
—Obvio. ¿Dónde?
—Mismo lugar de siempre, el salón de la Sociedad de Fomento, ¿viste? Esta vez vamos a hacer covers de HIM, The Used, y cerramos con dos temas propios.
John, Adam, Billie y Jazmín se miraron.
Las cejas levantadas, los ojos brillando.
—Vamos todos —dijo Adam—. Nos lo merecemos.
Gerard sonrió. Por primera vez en la semana.
—Inviten a los que quieran. Pero solo buena vibra. No más quilombos.
Spooky le guiñó un ojo a Crybaby, que venía llegando con Blurryface.
—¿Se suman?
Crybaby asintió, cruzando el brazo por debajo del de Blurry.
—No pienso perderme el debut de nuestro vampiro cantante favorito.
Blurry sonrió. Pequeño, casi escondido.
Como si supiera que algo bueno estaba por venir, al fin.
📍Viernes – Noche – Salón de la Sociedad de Fomento
Luces rojas.
Bafles chillando.
Piso pegajoso de gaseosa seca y entusiasmo acumulado.
My Chemical Romance subió al escenario con una energía eléctrica.
Frank saludó desde los costados, con una sonrisa punk.
Y Gerard, al frente del micrófono, gritó:
—¡¡ESTA NOCHE ES NUESTRA!!
¡¡QUE SE JODA TODO LO DEMÁS!!
El lugar explotó en gritos.
Saltos.
Aplausos.
Desahogo puro.
Crybaby bailaba con Billie, sin pensar en la piedra.
Blurryface sonreía desde un rincón, con los ojos fijos en ella.
Los chicos cantaban como si pudieran gritarle a todos los fantasmas que los rodeaban.
Y por un rato, lo lograban.
📍Mientras tanto – Desde un edificio cercano…
Alguien observaba desde una ventana.
Lejos. Silencioso.
Miraba a los adolescentes cantar, saltar, ser felices.
Y murmuraba algo.
—Pronto.
Todo esto… será necesario.
El humo del cigarrillo subía como una señal.
El misterio seguía ahí.
Pero esa noche, nadie lo sabía.
Chapter 82: Capitulo 82 - A question of lust
Summary:
Crybaby cumple años y vuelve a ponerse el vestido azul.
Notes:
¡ADVERTENCIA!
Este capítulo habrá un momento de tensión. Posiblemente no le guste. No se busca romantizar ni burlar la salud mental, las adicciones, ni el suicidio. Por favor, si esta pasando por un mal momento le recuerdo que puede buscar ayuda. Existe la salida ante su mala situación. Solamente, no se rinda. Es difícil, pero no imposible.
Chapter Text
Frágil, como un bebé en tus brazos.
Sé amable conmigo, nunca te haría daño voluntariamente.
Disculpas es todo lo que pareces obtener de mí.
Pero como un niño, me haces sonreír cuando me cuidas.
Y lo sabes.
El sol se colaba por las cortinas de la pequeña sala, pintando manchas doradas sobre el suelo y la vieja alfombra.
Crybaby estaba sentada en la ventana, mirando distraída las nubes pasar, mientras en la mesa una caja envuelta con papel azul esperaba ser abierta.
Era su mes.
Su tiempo para brillar.
Por eso, una vez más, sacó su vestido azul favorito del armario.
El mismo vestido que parecía hecho para ella, delicado pero con ese toque de misterio que siempre la acompañaba.
Todos ellos habían llegado temprano para ayudar con la decoración y la comida.
Crybaby sonrió tímidamente, ajustándose el vestido.
—Sí… este año quiero que sea especial.
No solo por mí. Por todos nosotros.
Blurryface entró con una caja de vinilos bajo el brazo, dejando la puerta abierta para que el viento refrescara el aire.
—¿Qué escuchamos primero? —preguntó, sonriente.
—Algo tranquilo. Que no apague la voz de la casa. —Ella le tomó la mano.
📍Casa de Crybaby – Sala principal – Más tarde
Los amigos comenzaron a llegar.
Jazmín con un ramo de flores silvestres.
Billie con su guitarra, lista para regalar una canción.
Elita con una corona de hojas y ramas, recordando que la naturaleza siempre estaba cerca.
Spooky Jim apareció con una bolsa llena de chucherías y una sonrisa que podía iluminar un cuarto oscuro.
La casa se llenó de risas, música y promesas.
—Este mes es para ti, Cry —dijo Billie, mientras afinaba su guitarra—.
Vamos a hacer que nunca lo olvides.
Crybaby se sintió abrumada, y por primera vez en mucho tiempo, no quiso esconder sus lágrimas.
📍Un rincón tranquilo – Después de la fiesta
Blurryface y Crybaby se sentaron en el jardín, mirando las estrellas que apenas asomaban.
—¿Sabés qué es lo que más me gusta de este mes? —preguntó ella, acurrucándose contra él.
—¿Qué?
—Que es nuestro recordatorio.
De que, a pesar de todo, podemos elegir el amor.
Y a veces, esa es la respuesta más difícil de todas.
Blurryface la abrazó fuerte.
—Siempre voy a estar aquí para recordártelo.
La música llenaba cada rincón de la casa.
Gerard, Adam y John habían llegado justo a tiempo para subir la energía con sus bromas y algunas anécdotas que hicieron reír a todos.
Gerard, con su característico flequillo rebelde, se puso detrás de la guitarra que Billie había dejado a un lado y comenzó a tocar unos acordes improvisados.
Adam y John, sin dudar, acompañaron con ritmo desde sus instrumentos imaginarios, haciendo reír a todos con esa sincronía imperfecta pero sincera.
—¡Esto sí que es una fiesta de verdad! —exclamó Spooky Jim mientras levantaba su Monster vacía.
Las risas estallaban y el ambiente se cargaba de complicidad y cariño.
Cada uno de los amigos de Crybaby sabía que ese momento era especial. No solo una celebración, sino un refugio contra todo lo que afuera los había complicado.
Jazmín, siempre la más sensible del grupo, se acercó a Crybaby con un pequeño ramo de flores secas, susurrando:
—Para que lleves un pedacito de paz contigo siempre.
Elita, con una sonrisa tierna, coronó a Crybaby con una corona de hojas y flores.
—Eres nuestra reina del bosque —dijo con sinceridad.
📍Casa de Crybaby – Cocina – Más tarde
Mientras algunos charlaban animadamente, Billie se acercó con una canción especial preparada solo para Crybaby.
Su voz suave y melancólica llenó la habitación, haciendo que varios cerraran los ojos y otros sintieran las lágrimas asomarse sin vergüenza.
Blurryface tomó la mano de Crybaby, apretándola con fuerza, como si quisiera transmitirle toda la fuerza que a veces faltaba.
📍Casa de Crybaby – Jardín – Cerca de la medianoche
La fiesta empezaba a calmarse.
Las luces se atenuaron y los invitados comenzaron a despedirse con abrazos y promesas de repetirlo pronto.
Crybaby y Blurryface quedaron solos en el jardín, contemplando la luna que comenzaba a brillar con intensidad.
—Gracias por estar —susurró Crybaby.
—Gracias a vos por dejarnos estar —respondió Blurryface.
📍Casa de Crybaby – Habitación – Poco después
La puerta se cerró con suavidad y el silencio se apoderó del lugar.
Crybaby estaba sola en el comedor, exhausta pero feliz.
Blurryface estaba ya dormido en su cuarto. Un baño relajante viene bien.
Se sentó en su sillón y vio dos pequeños paquetes sobre su mesa.
Uno estaba envuelto con papel gastado, y tenía una nota con letra conocida:
Para Crybaby,
Siempre en mi corazón, aunque la distancia nos separe.
Tu hermano.
Era una hermosa pulsera de diamantes.
El otro paquete brillaba con una luz tenue, casi mágica.
Al abrirlo, encontró un collar hecho de pequeñas flores y hojas entrelazadas.
Un papelito decía:
Para proteger tu luz,
Tus hadas.
Crybaby se puso el collar y la pulsera, sintiendo la calidez que parecía envolverla.
—Gracias —susurró.
Y con una sonrisa, apagó la luz.
Crybaby acababa de apagar la luz y se acomodaba para descansar cuando escuchó un extraño ruido en el pasillo.
Parecía un sonido… ¿de pisadas arrastradas?
¿Y risas ahogadas?
Al asomarse con cuidado, vio a Spooky Jim intentando escabullirse como un ninja, pero en pantuflas gigantes que hacían ruido.
—¿Qué hacés? —susurró ella con una sonrisa.
—¡Shhh! Estoy practicando para mi carrera de ninja profesional —respondió él, haciendo un gesto exagerado de sigilo.
—¿En pantuflas de peluche?
—Son las mejores para hacer… estrategias sigilosas, ¿no? —dijo mientras tropezaba con una pila de libros y casi caía.
Crybaby no pudo evitar reír.
—Te voy a dejar quedarte, pero con la condición de que no despiertes a Blurry.
—Trato hecho —dijo Spooky, pero justo en ese momento se topó con Blurryface, que salía de la cocina con un vaso de agua.
—¿Ninja? —preguntó Blurry con una sonrisa divertida.
—Plan perfecto para no dormir —murmuró Crybaby.
Blurry se encogió de hombros.
—Yo ya perdí la batalla con el sueño hace rato.
Los tres se quedaron un rato en silencio, disfrutando de la tranquilidad que solo los amigos pueden compartir sin palabras.
Se quedaron dormidos luego de escuchar vinilos con un jugo cerca (Con tal de que Crybaby no fume).
📍Casa de Crybaby – Exterior – Un poco más tarde
Desde la ventana, una pequeña hada (quizás una de las hadas protectoras) observaba a los jóvenes con una sonrisa tierna.
Alzó su varita y, con un toque luminoso, lanzó una chispa que pareció envolver la casa entera.
—Que esta luz nunca se apague —susurró.
Y así, entre risas, torpezas y magia silenciosa, la noche se cerró con la promesa de que, a pesar de todo, la amistad y el amor eran el verdadero refugio.
La luz del sol apenas se filtraba a través de los ventanales altos del pasillo principal.
El silencio era casi absoluto, roto solo por el eco lejano de pasos y murmullos que comenzaban a despertar la rutina.
Crybaby caminaba despacio, con las manos en los bolsillos, mirando sus propios reflejos en los vidrios pulidos de la High School.
Sus pensamientos giraban en torno a la fiesta de la noche anterior, a los regalos, a la risa de sus amigos… y a esa sensación persistente de que algo más grande, más oscuro, estaba acechando en el horizonte.
Se detuvo frente a una pared donde estaban pegados los trabajos de construcción de ciudadanía.
Entre ellos, vio el suyo y el de Blurryface, un proyecto sobre la importancia de la empatía y el respeto.
Sus dedos rozaron el papel con cuidado.
—¿De qué sirve todo esto si a veces las personas prefieren juzgar en vez de entender? —susurró para sí misma.
En ese momento, Gerard apareció detrás de ella, con la típica expresión pensativa.
—A veces pienso que la escuela es un espejo. —dijo—
Te muestra lo que querés ver, pero también lo que tenés miedo de enfrentar.
Crybaby lo miró con atención.
—¿Y qué hacés cuando el reflejo te asusta?
Gerard sonrió débilmente.
—Aprendés a aceptar que el miedo es parte de vos. Y que siempre habra alguien que sea parte tuyo, aunque tardes en encontrarlo.
Ella asintió, y por un instante, el peso que sentía pareció aligerarse.
A lo lejos, se escuchó la campana que marcaba el inicio de clases.
Los pasillos empezaron a llenarse de voces, risas, y también de rumores.
Pero Crybaby y Gerard, por ese breve momento, compartieron un silencio cargado de comprensión.
La campana había sonado, y el pasillo se fue llenando de estudiantes apresurados, pero de repente…
Un sonido estridente rompió el aire:
La alarma de emergencia comenzó a sonar sin previo aviso.
Las luces parpadearon y los estudiantes empezaron a correr hacia las salidas.
Crybaby y Gerard se miraron sorprendidos, intentando entender qué pasaba.
De repente, un grupo de chicos, liderados por Johnny, apareció corriendo por el pasillo, empujando a otros sin razón aparente.
—¡Aléjense! —gritaba Johnny con una mirada feroz—.
¡Nadie se va hasta que hablen conmigo!
El caos se desató.
Los profesores intentaban calmar a los estudiantes, pero la tensión era palpable.
Crybaby sintió que la situación se descontrolaba.
Blurryface apareció a su lado, firme y decidido.
—Vamos a calmarlos —dijo con voz segura.
Mientras tanto, en un rincón oscuro, una figura observaba todo con ojos calculadores.
La alarma no era un accidente.
Era una señal.
Johnny había desatado el caos, pero no por simple rebeldía.
Sus ojos reflejaban una mezcla de miedo, rabia y desesperación. Sus pupilas estaban completamente dilatadas. Parecía que escupia rabia y su piel estaba algo roja y con un sudor que indicaba agotamiento ¿O algo más?
Johnny sostenía un objeto de metal. Nadie se atrevía a quitarselo o ignorarlo.
Blurryface intentaba calmarlo, con palabras firmes pero comprensivas.
—Johnny, no tenés que hacer esto. No acá, no ahora.
Pero Johnny no escuchaba.
—¿Cómo me van a entender si ni siquiera saben quién soy? —gritó—.
Estoy harto de ser el tonto, el que nadie ve.
Quiero que sepan lo que se siente.
📍Flashback – La casa de Johnny – Una semana antes
Johnny estaba sentado en la mesa de la cocina, mientras su padre le tiraba un montón de reproches.
—No sos más que un fracaso —decía con voz dura—.
¿Creés que con ser “amigo” vas a llegar a algo?
Necesitás ser fuerte, un líder. Como yo.
Su madre miraba a otro lado, cansada, y los hermanos pasaban sin decir palabra.
Johnny apretó los puños, sintiendo cómo se le rompía algo adentro.
📍Escuela – Presente
Volviendo al pasillo, Crybaby se acercó a Johnny con cuidado.
—No tenés que demostrar nada de esa manera —le dijo con voz suave—.
No sos ningún tonto. Sos mucho más que eso.
Johnny la miró, sorprendido.
—¿Y vos quién sos para decirme eso?
—Alguien que sabe lo que es sentirse invisible.
Pero aprendí que no necesito lastimar para ser visto.
📍Profesor y Dirección llegan al pasillo
—¡Basta! —ordenó el director—.
Este descontrol no va a ayudar a nadie.
Johnny estaba rodeado, pero aún temblaba con una mezcla de miedo y furia.
En su mano derecha, apretaba algo, casi imperceptible para todos menos para Crybaby y Blurryface.
Estaba ahí, escondida con desesperación.
—No quiero hacer daño —susurró Johnny, la voz quebrada—.
Solo… solo quiero que me escuchen.
Blurryface dio un paso adelante, sin miedo, con calma.
—Dejá eso, Johnny.
No es la forma.
No tenés que probar nada con eso.
Johnny levantó la mirada, luchando contra sus demonios internos. Lucho, de verdad lucho. Un horrible mareo sintió en donde cada flashback le atravesaba en sus ojos.
Pero, al final perdió.
Johnny ya no estaba.
Ningún poder lo salvaría ni lo hubiesen logrado.
Chapter 83: Capítulo 83 - Honesty
Summary:
Blurryface compra anillos de promesa a Crybaby. Pero no puede entregarlos por miedo, pero si puede entregar lindas palabras.
Notes:
¡ADVERTENCIA!
Mención de suicidio, cadáver, brote psicológico, adicciones, culpas.
Por favor, se recomienda discreción.
No se busca burlar ni romantizar.
Saltese el capítulo si usted no se siente cómodo leerlo.
Si considera que se siente muy mal y no está pasando un buen momento, es buen momento de evaluar y considerar que necesita ayuda. Consigala. Sea con la policía, un médico, terapia, a donde sea. Pero no decaíga. Usted vale más que aquello que lo esté tirando por debajo.
Chapter Text
Siempre puedo encontrar a alguien
que diga que simpatiza si me muestro el corazón
pero no quiero una cara bonita
que me digas mentiras bonitas
Todo lo que quiero es alguien en quien creer.
El cuerpo de Johnny reposaba en una sala silenciosa de la dirección.
Un silencio pesado, que llenaba cada rincón y hacía que todo pareciera aún más real.
Los forenses habían llegado temprano, llevándose lo que quedaba de un joven atrapado en tormentas que nadie logró calmar.
La escuela había cerrado sus puertas por tres días.
Un luto silencioso y una pausa forzada que nadie pidió pero todos necesitaban.
Por suerte para Cry y el resto de los alumnos no tuvieron que ver el cadáver.
La dirección lo convencio de calmarse y se lo llevaron a una dirección. Listos para llamar a los padres ya la ambulancia.
Nunca sospecharon que Johnny tenía algo más entre los bolsillos y logro su cometido.
Los compañeros no vieron el cuerpo. Pero aún así, se siente muy fuerte.
Podrían haber salidos lastimados. O quizás algo peor. No lo sabrán nunca.
El funeral de Johnny
El cielo estaba encapotado, como si supiera que algo no estaba bien. Ese día, en la capilla escolar, se realizó el pequeño funeral de Johnny. No fue nadie del grupo de Crybaby, ni siquiera por cortesía. No porque no les importara... sino porque, en el fondo, sabían que no eran personas cercanas a él . Y asistir por obligación se sentía... hipócrita.
Estaban todos reunidos más tarde, sentados en círculo en el salón de Crybaby, en completo silencio. Blurry jugaba con una cuerda de guitarra rota. Billie miraba por la ventana. Crybaby fue la primera en hablar.
—Johnny intentó hablar conmigo una vez —confesó, con voz baja, sin levantar la mirada—. Dijo que no quería ser como los demás... pero yo no le creí. Pensé que iba a ser como Jason.
Hubo un silencio corto. Gerard suspiro, como si estuviera esperando el momento.
—Me escribía a veces por el celu. Nada raro, solo... cosas sueltas. A veces me mandaba dibujos, letras que escribía. Le respondía poco. Nunca supe si decirle algo más o no.
— ¿Y te sentiste culpable? —preguntó Adán.
Gerard se encogió de hombros.
—Un poco sí, un poco no. Nadie podía saber lo que iba a hacer.
—Tampoco era nuestra responsabilidad salvarlo —agregó Elita, seria—. Pero igual... duelo.
Sí, dolía. No por el vínculo, sino por todo lo que representaba. Por cómo el sistema los dejaba caer sin red . Pero, a diferencia de otros entornos, ahí nadie señalaba con el dedo. Nadie se culpaba ni culpaba a otro. Solo compartían ese nudo en la garganta.
Eso, en algún nivel, los hicieron más fuertes, más unidos .
📚 Días después…
La vicedirectora se paró frente a todos en el salón de actos, con gesto firme y voz controlada. Llevaba una carpeta con notas, pero hablaba sin leer.
—Sabemos lo que ocurrió. Y no lo vamos a barrer bajo la alfombra. Johnny era un alumno con dificultades. No solo escolares, sino emocionales, psicológicas. Sabemos que había problemas de consumo. Sabemos que intentó pedir ayuda.
Un murmullo incómodo se expandió por la sala. La vice continuó.
—Este no es un sermón. Es una advertencia. Si alguno de ustedes siente que no puede más, la escuela está para ayudar. Tenemos para intervención psicológica. No siempre se puede ver desde afuera. Pero si no hablan, si no lo dicen, si no se acercan... no vamos a poder hacer nada.
Y en ese momento, incluso quienes no querían escuchar, lo hicieron.
📍Casa de Blurryface – Tarde
Blurryface estaba sentado en el sillón, con la caja que contenía los anillos de promesa sobre la mesa.
Miraba esos símbolos de compromiso y amor con una mezcla de ternura y miedo.
No era el momento.
Nunca lo había sido.
A su lado, Crybaby apareció con su habitual mezcla de dulzura y fortaleza.
—No tenés que apurarte —le dijo, tomando una de sus manos—.
Estamos acá, y eso es lo que importa.
Blurryface suspiró.
—Solo quiero que sepas que te amo, más allá de las palabras y los anillos.
Crybaby sonrió, dejando que sus lágrimas calladas mojaran su mejilla.
📍Escuela – Aula vacía – Un día después
Jazmín, Billie, Elita, Spooky Jim, Gerard, Adam y John se reunieron en un rincón apartado.
—Tenemos que ser sinceros entre nosotros —dijo Jazmín—.
Para poder seguir adelante, para cuidarnos.
Billie asintió.
—Es difícil, pero la honestidad es lo único que puede salvarnos.
Las miradas se cruzaron, cargadas de un peso que ninguno quería llevar solo.
📍Casa de Crybaby – Noche
Crybaby miró por la ventana la luna llena.
Pensó en Johnny, en lo que pudo ser y no fue.
En las palabras no dichas y los silencios que pesan más que gritos.
Pero también pensó en Blurryface, en el amor que los sostenía, a pesar de todo.
Y en esa noche, decidió que la honestidad con uno mismo y con los demás sería su bandera.
📍Escuela – Patio – Mañana
Los “bullys” habituales y Agóta incluida hasta hace poco, estaban reunidos, pero el ambiente era tenso, extraño.
El silencio pesaba más que las palabras.
Agóta no podía ocultar las lágrimas que surcaban sus mejillas, mientras los demás la miraban con una mezcla de incomodidad y cierto rechazo.
Kelly, de brazos cruzados y mirada fría, no podía evitar lanzar un comentario ácido:
—¿Otra vez llorando? Parece que sos la única que siente algo por ese idiota.
Agotá la miró, dolida, pero sin responder.
📍Escuela – Dirección – Al mediodía
La familia de Johnny llegó para recoger sus pertenencias y formalizar los trámites.
El padre, visiblemente tenso, evitaba mirar a cualquiera. La madre, cabizbaja, contenía sus lágrimas con dificultad.
Los hermanos mayores miraban el suelo, sin entender del todo.
Un profesor cercano se acercó a ofrecer su apoyo, pero las palabras eran insuficientes.
📍Casa de Crybaby – Sala – Tarde
El grupo de amigos de Crybaby y Blurryface se reunió para hablar, para apoyarse.
La tristeza se mezclaba con la determinación.
Jazmín fue la primera en hablar:
—Tenemos que aprender a ver más allá de la superficie.
Johnny no era solo un bully, era un chico con heridas profundas.
Billie asintió.
—Y nosotros tenemos que cuidar lo que tenemos. Este grupo, esta amistad, es lo que puede hacer la diferencia.
Spooky Jim agregó con su toque habitual:
—Sí, y no dejemos que la oscuridad gane. Somos luz, aunque a veces sea una lucecita chiquita.
Los demás sonrieron, sintiendo ese calor.
📍Escuela – Patio – Fin de la tarde
Agotá, sola, limpió sus lágrimas mientras miraba hacia el cielo.
Sabía que muchos la juzgaban, pero también que nadie más lloraba por Johnny.
Un peso invisible la aplastaba, pero también la fortalecía.
📍Escuela – Biblioteca – Media tarde
En un rincón apartado, Gerard, Adam y John revisaban libros para un proyecto.
La tranquilidad de la biblioteca era un contraste con la tensión del día.
Gerard levantó la vista y comentó:
—A veces siento que estamos en medio de un huracán que no para.
Pero mientras estemos juntos, creo que podemos aguantarlo.
Adam asintió.
—Es cierto. No importa lo que pase afuera, este es nuestro refugio.
John sonrió.
—Y no vamos a dejar que nadie nos haga perder eso.
📍Casa de Blurryface – Noche
La luna iluminaba suavemente la habitación donde Blurryface y Crybaby estaban sentados en el suelo, apoyados uno contra el otro.
Blurryface rompió el silencio, con voz apenas audible:
—Cry… tengo miedo.
Crybaby lo miró sorprendida.
—¿Miedo? ¿De qué?
—Tengo miedo de morir. Y más… más miedo de perderte a vos.
No sé cómo sería el mundo sin vos.
Crybaby suspiró, entendiendo la profundidad de ese miedo.
—Yo veo la muerte como parte natural del ciclo.
No la temo, pero sé que es difícil.
Entiendo que para vos sea distinto.
Blurryface la abrazó con fuerza.
—No quiero que te pase nada.
No quiero perderte.
Ella apretó su mano.
—Y no vas a hacerlo. Estamos juntos en esto.
Pero está bien tener miedo, porque significa que amamos.
Por primera vez, en medio del caos y la incertidumbre, encontraron en ese miedo una nueva razón para seguir luchando.
📍Parque cercano – Noche
Spooky Jim había convencido a sus amigos para salir a despejar la mente.
La noche era fresca y el cielo estaba cubierto de pequeñas luciérnagas que parpadeaban como estrellas diminutas.
Fueron en bicicleta hacia el bosque. Por suerte, la bicicleta rosada y con un peluche de un conejo atado al canasto de Crybaby fue arreglada. Cortesía de Gerard.
Todos se tumbaron en el pasto, mirando hacia arriba, en silencio.
Spooky rompió la calma con una voz suave:
¿Quieres escuchar una leyenda?
Es sobre la vida y la muerte, y cómo no son el principio ni el fin, sino un ciclo que nos conecta a todos.
Los demás lo miraron atentos.
—Dicen que cuando alguien se va, su alma se convierte en una luciérnaga.
Ella busca la luz para guiar a otros, para dar esperanza en la oscuridad.
No importa cuán lejos estén, siempre están ahí, brillando para los que quedan.
Hizo una pausa, mirando las pequeñas luces alrededor.
—Creo que Johnny encontró su luciérnaga.
Y aunque nos duela, esa luz seguirá iluminándonos.
Los amigos sonrieron, dejando que la paz del momento los envolviera.
En ese instante, bajo el parpadeo silencioso de millas de luces, todos sintieron que la esperanza aún brillaba.
Chapter 84: Capitulo 84 - Let it be
Summary:
Cerca de navidad. Spooky Jim recupera el ukelele a Blurryface y decide empezar a hacer música, logrando hipnotizar más a Crybaby.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Y cuando todas las personas de corazón roto
Viviendo en el mundo estén de acuerdo
Habrá una respuesta
Déjalo ser
📍Casa de Blurryface – Tarde
El aire tenía ese aroma especial que anunciaba la cercanía de la Navidad.
Los días difíciles y las tensiones escolares parecían dar un respiro, como si el tiempo se permitiera una pausa para respirar.
Spooky Jim apareció por la puerta, sosteniendo con orgullo el ukelele de Blurryface.
—¡Misión cumplida! —exclamó con una sonrisa traviesa—.
Lo recuperé del casillero de gimnasia. Tuviste suerte de que ese Niner no sepa guardar secretos.
Blurryface lo tomó con gratitud, acariciando las cuerdas con dedos temblorosos.
—No puedo creer que lo hayas sacado sin que nadie me viera. Sos un genio, Spooky.
Blurryface no pudo evitar abrazar fuerte a Spooky Jim.
📍 Habitación de Blurryface – Más tarde
Blurryface se sentó frente a Crybaby con el ukelele en las manos.
Los primeros acordes comenzaron tímidos, pero pronto la melodía fluyó suave, como un río calmado.
Crybaby lo miraba fascinada, hipnotizada por la música que salía de ese pequeño instrumento.
—No sabía que tenías ese talento —susurró, sonriendo.
Blurryface bajó la mirada, sonrojado.
—La música siempre estuvo ahí. Solo necesitaba un empujón.
Mientras la tarde se desvanecía, las notas parecían envolverlos en una burbuja de calma y esperanza.
📍 Escuela – Pasillos decorados – Día siguiente
Las luces navideñas comenzaban a adornar los pasillos, y los estudiantes se preparaban para las vacaciones con una mezcla de alegría y alivio.
El espíritu de la temporada se sintió en cada rincón, recordándoles que a pesar de todo, siempre hay lugar para la paz.
📍 FLASHBACK – Escuela – Vestuarios de gimnasia – Días atrás
Spooky Jim se deslizó por el pasillo como si estuviera en una película de espías.
Vestía su buzo negro con capucha levantada, gafas de sol (aunque era de noche) y llevaba un desodorante vacío que usaba como linterna improvisada.
—Operación “Ukulele Fantasma” en curso —murmuró para sí mismo.
Sabía que un Niner lo había escondido en el casillero 34B del vestuario masculino, según le chismeó un chico de primero que accidentalmente lo vio.
El problema era que el casillero tenía candado y el vestuario estaba con cámaras (aunque muy mal ubicadas).
Spooky fingio ser parte del equipo de limpieza nocturna, robó un par de llaves de la sala de profesores (gracias al viejo truco del chicle en la cerradura), y se metió sin ser visto.
Usó un viejo clip para abrir el candado.
Tres intentos.
—Vamos, nene… sos más terco que la dirección escolar.
¡CHARLA!
El candado se abrió.
Allí estaba: el ukelele de Blurryface, con una pegatina del mismo puso de broma y la firma de su amigo en marcador plateado.
Lo tomó con delicadeza, cerró el casillero, limpió sus huellas (gracias a un paquete de toallitas húmedas de Elita), y se fue tan silencioso como llegó.
Fin del Flashback.
📍 Casa de Crybaby – Fiesta navideña – Noche iluminada
El jardín estaba decorado con lucecitas parpadeantes, guirnaldas tejidas por Billie y centros de mesa con piñas, ramitas de romero y cintas rojas.
Había chocolate caliente, galletas con forma de murciélago (idea de Gerard) y una bandeja enorme de medialunas dulces.
Crybaby llevaba una corona de ramitas y una capa suave, estilo hada invernal.
Blurryface la miraba como si la nieve hubiera decidido caer solo sobre ella.
Spooky Jim contaba su hazaña con exageraciones:
—Y justo cuando el Niner iba a entrar, lancé una media al detector de movimiento y me tiré al piso como una lombriz ninja.
Elita, entre risas, le ofreció una copa de jugo espumante:
—Brindo por vos, rata callejera gloriosa.
Gerard enchufó su guitarra. Adam lo acompañó con una caja de ritmos. John, con un gorrito navideño, comenzó a cantar una versión gótica de "Feliz Navidad" que todos corearon entre risas.
La fiesta no era estridente, pero tenía lo justo: calor, afecto y una sensación de que, por una noche al menos, el mundo estaba en paz.
Crybaby se acercó al lado de Blurryface.
📍Casa de Crybaby – Día siguiente – Mediodía
El sol entraba en la casa como si supiera que necesitaban una pausa de tanta intensidad.
Crybaby, todavía en pijama, preparaba un matecocido mientras Blurryface afinaba su ukelele en la galería, rodeado de las macetas que tanto amaban cuidar.
— ¿Qué haces? —preguntó ella, asomándose con la taza entre las manos.
—Nada raro —respondió él, sin mirarla—.
Solo… me dieron ganas de tocar algo que tengo en la cabeza hace tiempo.
Se sentó en el banquito, cerró los ojos y empezó a puntear acordes suaves.
Una melodía melancólica, algo dulce, algo antiguo.
Y de repente, cantó.
Con voz suave, un poco rota al principio, pero honesta.
Casi susurrada, como si temiera que al hablar en voz alta lo mágico se rompiera.
Crybaby quedó inmóvil.
No por sorpresa, sino por la emoción arrepentida que le atravesó el pecho.
La letra hablaba de no saber cómo amar bien, de tener miedo de perder, de intentar todos los días ser un poco mejor.
No era ninguna canción conocida.
Era suya.
La miró por fin, temeroso.
—No soy muy bueno, ¿no?
Ella dejó la taza sobre la baranda, caminó hasta él, se arrodilló a su lado y le tomó las manos.
—Soy perfecto.
Blurryface sonoro, rojo como un tomate.
—¿Perfecto? Acabo de desafinar en el estribillo…
—Desafinaste precioso.
Y además… canta. Y me canta a mí.
📍 Más tarde – En la terraza
Spooky apareció sin aviso previo, con una remera de “Yo estuve en la Navidad gótica 2025”.
—¿Qué onda los tortolitos? ¿Romance acústico a la luz del día?
Blurry se tapó la cara con el ukelele.
Crybaby le sacó la lengua a Spooky.
—Shhh… estamos viviendo un momento musical íntimo.
Spooky se tiró en una reposera.
—Tranquis. A mí me encantó. Blurry tiene voz de vampiro enamorado. Lo banco.
Blurryface, entre risa y vergüenza, tocó dos acordes más.
Y siguió tocando. Porque por primera vez en mucho tiempo, se sintió valiente.
📍Casa de Blurryface – Noche
Después de la tarde soleada, Crybaby se había quedado dormida en su cama con un libro abierto entre los brazos.
Blurryface estaba en su escritorio, escribiendo acordes en una libreta vieja, con el ukelele apoyado en las piernas.
Entre cada rasgueo, se perdía en recuerdos.
Y uno en particular volvió, nítido.
📍FLASHBACK – Tercer grado – Feria de ciencias
Era pequeño, más silencioso que ahora, si eso era posible.
Su mamá lo había llevado a la feria de ciencias del colegio. Pero lo que captó su atención no fue ningún volcán de bicarbonato, ni el globo aerostático hecho con una tostadora.
Fue un puesto donde un chico de sexto tocaba un ukelele mientras cantaba una canción triste sobre un pez que soñaba con el cielo.
Se quedó parado ahí, fascinado.
—¿Querés uno? —le preguntó su madre, esa vez con una sonrisa suave.
Él asintió sin palabras.
Y esa Navidad, entre regalos aburridos y suéteres que picaban, apareció una caja envuelta con papel brillante.
Un ukelele.
El mismo que aún guardaba con una etiqueta pequeña en el interior: “Para cuando no puedas hablar, pero igual necesites decir algo.”
📍Casa de Gerard – Al día siguiente
Blurryface fue invitado a pasar la tarde con Gerard, que estaba componiendo con su banda.
—Che, Blurry… ¿vos te das cuenta que tenés talento real?
Blurry se encogió de hombros.
—No sé si real. Solo… me hace sentir vivo.
Gerard le alcanzó una hoja con acordes.
—Entonces eso es suficiente.
Pero si alguna vez te animás, te invitamos a abrir nuestro próximo ensayo. Solo vos y el uke.
Blurryface lo miró como si le hubiera pedido que caminara sobre fuego.
—¿Yo? ¿Solo?
—Vos. Solo. Pero no vas a estar solo.
Gerard le guiñó un ojo.
📍Casa de Crybaby – Más tarde
—¿Te gustaría tocar frente a otros? —preguntó ella, acurrucada a su lado mientras caía la noche.
Blurry suspiró.
—Antes no. Ahora… no sé. Capaz sí. Si es con vos escuchando.
Ella sonrió, feliz de que su chico taciturno empezara a florecer con las notas que salían desde lo más honesto de su alma.
📍Escuela – Recreo largo – Patio central – último día de clases.
Nadie entendía bien qué estaba pasando.
Blurryface, vestido con un extraño kimono con flores de Sakura, con su ukelele colgado al cuello y cara de “tengo algo importante que decir”, caminaba por los pasillos como si fuera un bardo medieval en pleno siglo XXI.
Spooky Jim lo seguía comiendo una empanada de jamón y queso.
Gerard, con gafas negras y auriculares sin música, lo escoltaba como guardaespaldas profesional.
—¡Momento de las verdades musicales! —anunció Spooky, megáfono en mano, sin que nadie se lo haya pedido.
Primera parada: Compañeros neutrales
🎶 "Luzco frío, lo sé, pero igual te agradezco,
Por no reírte de mí cuando usé ese sweater seco.
Sos buena gente, aunque nunca hablamos,
Gracias por no joderme cuando estaba quebrado."
Todos aplaudieron, confundidos pero emocionados.
Un chico de segundo lloró. No sabía por qué.
Segunda parada: Profes de materias imposibles
🎶 "Profe de matemáticas, usted me da estrés,
Pero igual le agradezco su don de la sencillez.
Y aunque me duermo en Historia Universal,
su voz es como ASMR celestial."
La profe de Lengua lo abrazó.
El portero pidió un bis.
Tercera parada: Los bullys
Ahí el ukelele sonó distinto. Más grave.
Spooky y Gerard se pararon uno a cada lado.
Cruzados de brazos. Cara de "intentá tocarlo, te volamos".
🎶 "Agóta, tenés glitter en la cara y veneno en la lengua,
Y un pick-me girl tan fuerte que tu ego se descuelga.
Johnny ya no está, pero vos lo usabas,
Y te hacías la víctima cuando te señalaban."
🎶 "Kelly, tu pelo es perfecto, tu alma no tanto,
Sonreís por fuera, pero hay hielo en tu encanto.
Tenés más máscaras que una obra de teatro,
Y te juro que con menos veneno, todo sería más grato."
🎶 "Jason, ¿alfa de qué? ¿de tu propio delirio?
Tus ideas de grandeza son puro martirio.
Y tu papá... bueno, eso ya lo sabés.
Pero no te da derecho a tratar mal a los demás."
Un silencio mortal se apoderó del patio.
Los bullys lo miraban con los ojos más abiertos que nunca.
Jason apretó los puños.
—¿Te creés gracioso?
Spooky sacó una navajita de plástico del llavero.
—Es de utilería, pero no sabés si no sé usarla.
Gerard simplemente dijo:
—Tengo videos tuyos bailando. Intentá algo y los subo al TikTok.
Los bullys se sentaron.
Blurryface cerró con una última estrofa:
🎶 "Esto no fue para humillar, sino para sanar,
A veces la verdad se canta para empezar a cambiar.
No soy perfecto, pero tengo voz,
Y si mi ukelele molesta… mejor que mi puño feroz."
Ovación general.
Spooky lo alzó en el aire como si fuera Rocky.
Gerard hizo beatbox por cinco segundos y se arrepintió.
Última parada: Nico y sus Niners – Cancha de básquet
Blurryface apareció entre sombras como si estuviera entrando a un videoclip dramático.
Los Niners estaban sentados en ronda, comiendo chicles, lanzando papelitos y conspirando como siempre.
Nico alzó una ceja, arrogante:
—¿Vos también nos vas a cantar una serenata, princesita?
Blurryface ni se inmutó. Afinó su ukelele con una sonrisa tranquila, y luego… fuego.
🎶 "Nico, sos el líder que todos temen,
pero no porque mandes, sino porque envenenes.
Tenés carisma, sí, no lo niego,
pero liderar con miedo no es ningún juego."
🎶 "Tus Niners te siguen porque no saben decir no,
pero se nota en sus ojos que a veces duele tu show.
Y aunque parezcan duros, también sangran,
a veces los reyes también se desangran."
🎶 "Y vos, Bruno, que repetís todo lo que dice Nico,
ni Siri es tan obediente, ni tan poco crítico.
Y Lu, que presume su chaqueta de cuero,
pero corre más que todos cuando hay recreo entero."
🎶 "Son muchos, sí, son ruido, son temidos…
Pero ¿alguna vez fueron amigos?"
Silencio absoluto.
Nico chasqueó la lengua.
—Tenés agallas. ¿Pensás que sos especial?
Spooky respondió antes que Blurryface:
—No es especial. Es nuestro. Así que no lo toqués.
Gerard ya tenía un dron sobrevolando el patio por si hacía falta documentar “lo que vendría”.
Blurryface solo respondió con otra estrofa:
🎶 "Tal vez no soy especial, tal vez no soy rey…
Pero no necesito seguidores para saber quién soy."
Nico sonrió... apenas.
—Te creés poeta. Pero... esta vez te la dejo pasar.
Lu y Bruno lo miraron, atónitos. ¿Nico perdonando?
Pero el Rey Oscuro solo dijo, antes de irse:
—Hoy me caíste bien. Pero no abuses de tu suerte.
Y se retiró… como si hubiera terminado una partida de ajedrez con un empate elegante.
Spooky le susurró a Blurryface:
—Yo creo que se emocionó, pero no sabe cómo llorar.
Gerard asintió:
—O lloró, pero por dentro. Como todo villano bien escrito.
Parada: Matt (el perdido en el medio)
Blurryface caminó hacia Matt, que fingía estar ocupado con su celular, aunque se notaba que había estado esperando su turno con nervios.
A su alrededor, Kelly fruncía el ceño.
Jason miraba desde lejos, pero sin acercarse.
Matt levantó la vista, y Blurryface tocó unos acordes suaves.
🎶 "Matt, vivís en la grieta, no sos malo del todo,
pero a veces el miedo te vuelve un lodo.
Querés agradar, querés encajar,
pero te juro que ya es hora de empezar a volar."
🎶 "Sos mejor cuando no imita a nadie,
cuando dejás de lado la envidia cobarde.
Tenés corazón, aunque lo escondas tras rabia,
y sé que alguna vez vas a salir de esa jaula."
Matt bajó la mirada.
Kelly intentó arrastrarlo lejos, pero él no se movió.
Se quedó ahí, mudo. Tal vez reflexionando. Tal vez roto. O sanando.
Gran final: Canción para los que sí importan
Blurryface subió al banco de piedra del patio, con todos sus amigos alrededor.
Spooky Jim lo animaba desde abajo, haciendo coros de fondo con un kazoo que nadie le pidió.
🎶 "Elita, con tu magia, protege hasta el alma,
sos hermana de fuego, sos rayo que calma."
🎶 "Billie, tus palabras son cuchillas y flores,
y no hay viento que apague todos tus colores."
🎶 "Jazmín, buscas la verdad hasta en las sombras,
sos luna nueva, y eso nunca se nombra."
🎶 "Adam y John, con su humor de batalla,
siempre están ahí cuando algo estalla."
🎶 "Gerard, loco hermoso con corazón enorme,
tu guitarra es hogar, tu voz, un norte."
Y luego… silencio.
Respiró.
Miró un llorón.
Y sin cambiar el ritmo, cantó con voz suave y honesta:
🎶 "Crybaby, sos mi poema más sincero,
mi arte favorito, mi sendero.
No sé qué soy cuando te vas,
pero cuando volvés… todo encaja en paz."
🎶 "Sos mi hogar cuando tiemblo,
mi flor cuando me seco.
Y aunque el mundo se cae a pedazos…
te amo en cada hueco."
Ella no pudo responder con palabras.
Le sonó con lágrimas brillando en los ojos y lo abrazó con tanta fuerza que el ukelele casi se desafinó otra vez.
Spooky Jim lanzó confeti (hecho con papeles viejos de pruebas de química), y gritó:
—¡Presidente Blurryface!
Gerard lo segundo:
—¡Y Crybaby como primera dama de las emociones reales!
Fue un cierre perfecto para fin de año.
Notes:
¡Les dije que confíen en mí!
Chapter 85: Capitulo 85 - Hello, I love you
Summary:
Jason esta devuelta, pero Blurryface le da una lección. Sorpresa es que Crybaby conoce a Jenna, la ex novia de Blurry y prima de Debby, la novia de Spooky Jim. Kelly lo observa todo desde las sombras.
Notes:
Sigan confiando en mí.
Chapter Text
Hola, te amo
¿No me dirás tu nombre?
Hola, te amo
Déjame entrar en tu juego
📍Escuela – Patio principal – Lunes a la mañana - Muchos días más tarde, tras festejar año nuevo.
Jason estaba completamente cambiado. Cuerpo nuevo, cabello punk y una mirada distinta.
Con una mochila nueva y una sonrisa falsa.
—¿Me extrañaron? —dijo con tono burlón, abriéndose paso como si nada hubiera pasado.
Pero algo sí pasó.
Y Blurryface no se lo iba a dejar pasar.
📍En el pasillo de Ciencias
Jason se cruzó con él. Sonrisa altiva, los guantes de boxeo colgando de su mochila como un trofeo.
—¿Qué pasa, Blurry? ¿Seguís componiendo para tu noviecita o ya se te rompió el corazón otra vez?
Blurryface dio un paso al frente.
No con rabia. Sino con calma. Con el poder silencioso de alguien que ya no tiene miedo.
—¿Sabés cuál es la diferencia entre vos y yo, Jason?
Jason arqueó una ceja.
—Que vos cantás con un ukelele como si fuera un arma.
Blurry lo miró fijo.
—Y vos vivís golpeando porque tenés miedo de que alguien te mire de verdad.
Jason tragó saliva.
Spooky Jim apareció detrás, comiendo papas fritas.
—Solo avisá si se agarran a piñas. Tengo cámara lenta activada.
Jason se fue sin responder. Con la lengua apretada entre los dientes.
📍Más tarde – Salida escolar – Café cercano
Crybaby esperaba a Blurryface mientras dibujaba sobre una servilleta.
Y fue entonces que entró Jenna.
Cabello platinado, botas negras de plataforma, ojos delineados como navajas.
Y con ella, Debby, que la arrastraba de la mano.
—¡Cry! ¡Te presento a mi prima favorita! Jenna.
—Hola —dijo Jenna con una sonrisa encantadora—. ¿Sos la novia de Blurryface?
Crybaby, educada pero algo incómoda, asintió.
—Sí. Soy yo.
—Qué bueno. Me alegra que esté con alguien que… bueno, lo haga sonreír de verdad —respondió Jenna. Su tono no era irónico. Tampoco dulce. Era más bien críptico.
Blurry llegó justo en ese momento, frenando en seco al verla.
—¿Jenna?
—Hola, ex.
Spooky Jim levantó ambas cejas.
—¿Este multiverso cuándo se habilitó?
📍Desde lejos… entre arbustos y sombras
Kelly los observaba.
Como un felino.
Los ojos brillando con resentimiento.
No por Jenna. No por Crybaby.
Sino por esa sensación insoportable de estar fuera de escena.
Kelly chasqueó la lengua.
—Veamos cuánto duran con el pasado respirándoles en la nuca.
Jenna se había sentado como si nada.
Cruzó las piernas, pidió un chai latte con leche de avena y clavó sus ojos grises en Crybaby, como si fuera un escaneo emocional silencioso.
—Así que… ¿ustedes dos llevan cuánto tiempo? —preguntó con una sonrisa casual.
Crybaby, con su té de hibisco a medio tomar, respondió con calma:
—El tiempo suficiente como para no tener dudas.
No fue agresiva. No fue cortante. Pero sonó como si estuviera escribiendo una advertencia invisible con el tono.
Blurryface mantenía la boca cerrada.
Su mano tocaba nerviosa la taza, mientras la otra acariciaba el borde del ukelele como quien necesita un ancla.
📍Flashback rápido
Jenna y Blurry estaban tirados en el pasto, leyendo una historieta juntos.
Eran cómplices desde jardín de infantes.
Rieron hasta llorar. Se abrazaron como si fueran los únicos en el planeta.
Se prometieron estar siempre.
Hasta que Jenna se fue sin decir adiós. En segundo año de la primaria.
📍Presente – Café
—Volvimos por mi abuela. Está delicada. Mamá y yo nos mudamos para cuidarla —explicó Jenna—. Y bueno… dije “¿por qué no volver a saludar algunos fantasmas del pasado?”
Crybaby se quedó mirando sus uñas pintadas de azul.
No respondía. No la odiaba. Pero había algo…
Algo que no cuadraba.
📍Mientras tanto… en el colegio – Biblioteca cerrada
Kelly, con su libreta rayada y su marcador rojo, dibujaba un pequeño diagrama con nombres:
- Jenna ←→ Blurryface
- Jenna ←→ Crybaby
- Debby → Spooky Jim
- Kelly = ¿Reina olvidada?
Sonrió con ironía.
—Si no puedo ganar… al menos puedo agitar las cosas lo suficiente para que nadie sepa quién es quién en este tablero —susurró.
Se acercó a su mochila y sacó un papel.
—Una bomba… solo necesita el momento perfecto —musitó, doblando el papel con delicadeza.
📍Al salir del café – Más tarde
Blurryface se ofreció a llevar a Crybaby a casa.
Jenna se despidió con dos besos en el aire, como si todo hubiera sido una reunión sin importancia.
—¿Estás bien? —le preguntó Blurry, mientras caminaban por la vereda.
Crybaby no respondió al instante.
—No sé si me molesta tu ex… o que parecías tan incómodo que no podías ni mirarme —respondió finalmente.
Blurry se detuvo.
Le sostuvo el rostro con cuidado.
—Ella es el pasado. No te lo oculté. Solo pensé que no importaría. Pero ahora vos sos mi presente… y mi única apuesta al futuro.
Crybaby no lloró.
Pero su corazón se sintió envuelto por una luz cálida.
—Espero que eso no cambie. Nunca.
📍Último día de clases – Aula vacía – 13:45 hs
La mayoría ya se había ido.
Los pasillos estaban llenos de restos de papel picado, abrazos apurados y promesas de verano.
Crybaby había vuelto sola al aula.
Se había olvidado su carpeta de Construcción de la Ciudadanía.
Quería terminar bien la materia.
Pero Jason ya estaba allí.
Apoyado contra su banco, brazos cruzados, mirada fija.
—¿Volviste sola? Qué valiente —dijo, dejando caer su mochila con fuerza.
Cry frunció el ceño.
No quería miedo.
Pero el aire se volvió pesado. Inseguro.
—Solo vine a buscar algo.
Jason sonrió.
Esa sonrisa torcida que ya no fingía nada.
—Vos arruinaste todo. Yo era alguien. Me seguían. Me temían.
Y después apareciste vos. Y el cantante trágico ese.
Crybaby dio un paso hacia la salida. Pero Jason la agarro y la tiro contra el suelo.
—No tengo la culpa de cómo te sentís. Buscá ayuda. No me mires a mí.
Jason se acercó.
Sus pasos eran tensos. Rápidos.
—Te pensás tan inocente. Pero te gusta tener el control.
Y si no lo tenés… te hacés la víctima.
Alzó la mano. Primer golpe.
Luego volvió a alzar la mano.
Y fue entonces, como una sombra de furia controlada, que Blurryface apareció en la puerta.
—Bajá esa mano. Ahora.
Jason se congeló.
—¿Qué vas a hacer? ¿Cantarme una canción? ¿Llorar en do menor?
Blurry no contestó.
Caminó hasta ponerse entre Jason y Crybaby.
Jason se rió con nervios.
—¿Qué sos?
Blurry dio un paso más.
—Alguien que sabe amar.
Minutos después, en la enfermería. Por ser defensa, no había castigo que implementar. Pero si tuvieron una linda regañada y advertencia. Blurry acabo con un ojo morado y la nariz rota y Jason casi igual, solo que perdió unos dientes y se quebró un dedo. Crybaby está bien aunque tiene un hematoma en su cara.
La madre de Blurryface lo defendió y amenazo con llamar abogados.
El padre de Jason dijo que dejen de molestarlo, a menos que se esté incendiando la escuela.
La madre de Elita dijo que dejaría de donar a la escuela si volvia a escuchar un incidente así.
📍Patio trasero – Más tarde
Blurry y Cry se sentaron en el césped, lejos de todos.
—Gracias —dijo Cry, todavía con el corazón acelerado.
—No hay nada que agradecer —respondió Blurry, tomándole la mano—. No pienso permitir que nadie te toque con esa intención. Nunca.
Crybaby apoyó la cabeza en su hombro.
—Y si alguna vez te pasa a vos… yo también voy a estar.
📲 Chat grupal: “LOS INDECISOS 💀🍭💬”
🧃 Spooky Jim:
ok pero lo de jason fue... ¿alguien más sintió que estábamos en una película de suspenso?
🎤 Gerard Way:
Y Blurryface modo silencioso es más intimidante que cualquier grito. No sé si abrazarlo o aplaudirlo.
(ambas cosas, quizás)
🎸 Adam Gontier:
Yo lo hubiese tirado por la ventana.
🛡 John Cooper:
Blurry lo manejó bien. Eso es tener carácter.
🏻♀️ Elita Harvok:
A mí me dio rabia, lo admito.
(igual, si vuelve a intentar algo, tengo un hechizo guardado en la manga. literal.)
🌙 Jazmín Bean:
Lo vi todo desde la ventana del laboratorio de Biología.
Fue como ver un eclipse emocional.
Jason está vacío. Lo que pasó… era inevitable.
🎤 Billie Eilish:
Y pensar que la dirección miraba para otro lado
Y Blurry… creció mucho. Lo vi.
Spooky Jim:
yo solo quiero saber cuándo armamos ronda de juegos y karaoke de ukelele con él como premio.
(no homo… o sí homo, depende el día)
🏻♀ Elita Harvok:
Sea como sea, Cry y Blurry no necesitan estar acá para saber que los cuidamos desde este lado.
Siempre. Sin drama. Sin ruido.
🛡 John Cooper:
Y si alguno de nosotros se cruza con otro Jason… ya sabemos qué hacer.
Nada de quedarnos callados.
🎸 Adam Gontier:
Sí. Esta vez, ganamos aunque con puños. Raro en mí, pero efectivo.
🌙 Jazmín Bean:
Ahora a cerrar el año con algo de calma. Y ojalá Cry y Blurry encuentren un poco de paz.
🧃 Spooky Jim:
o mucho amor
o un karaoke de Avril Lavigne
lo que venga primero
🎤 Gerard Way:
Acepto ambas.
La violencia es el último recurso del incompetente.
Chapter 86: Capítulo 86 - The run and go
Summary:
Nueva salida grupal. Cumpleaños de Blurryface. Jenna quiere volver con Blurryface. Se cancela la fiesta, mejor correr.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
No quiero llamarte de noche
No quiero darte todas mis piezas
No quiero darte todos mis problemas
No quiero darte todos mis demonios
Tendrás que verme luchar
Desde varias habitaciones de distancia
Pero esta noche necesitaré que te quedes
📍 Mitad de enero – Parque central – Tarde
El viento invernal soplaba con fuerza, pero en el aire había algo cálido. Tal vez era la risa de los chicos, el sonido de las ruedas de una patineta chocando contra el cemento, o simplemente el hecho de que por unas horas, el mundo parecía un lugar seguro.
—¡Feliz cumple, Blurry! —gritó Spooky Jim, chocándole la palma con fuerza—. Aunque sigas pareciendo un emo con fiebre, sabés que te bancamos.
—Gracias, idiota —respondió Blurry, medio sonriendo. Por una vez, se sentía parte de algo.
Habían armado una mini celebración en un skatepark medio abandonado, decorado con luces de colores que Jazmín había robado de un árbol de Navidad tirado. Billie trajo un pastel con forma de calavera, y Adam Gontier no dejaba de hacer chistes depresivos que, por alguna razón, hacían reír a todos. Los demás trajeron lo que tenían a mano.
Crybaby lo observaba de lejos, sentada en el borde de una rampa. A Blurry le brillaban los ojos, y era raro, porque hacía mucho que no se le veía así.
Y entonces… como una grieta inesperada en el hielo, apareció Jenna.
—¿Blurry? —dijo, con voz suave, acercándose entre los chicos.
Él giró despacio. Nadie había invitado a Jenna. Y sin embargo, ahí estaba: con su abrigo beige, su pelo perfectamente peinado, y esa cara de que había ensayado cada palabra que iba a decir.
—No quiero arruinarte el día —empezó—. Solo... quería decirte feliz cumpleaños. Y que me gustaría volver a hablar. Las cosas se salieron de control. Yo me equivoqué. Vos también. Pero podríamos...
—No —dijo él. No con dureza. Con cansancio.
Silencio.
Pero el universo no iba a dejarlo en paz. Jason apareció segundos después, como si la incomodidad no fuera suficiente. Él no debería estar ahí. Solo apareció para intentar hacerle una broma a Blurry. Pero cuando vio la escena, aprovecho la oportunidad.
—¿Qué onda, cumpleañero? ¿Te están festejando la existencia? Qué raro. Pensé que nadie invitaría a una ex para reemplazar a la novia actual —rió con esa sonrisa falsa que todos querían borrar con un ladrillazo.
Los músculos de Blurry se tensaron. El pastel ahora parecía ridículo. La risa de antes se había esfumado.
Crybaby se levantó lentamente. Su cuerpo sabía que algo estaba mal incluso antes de que su cabeza lo entendiera.
—No —dijo Blurry, otra vez. Pero esta vez, con los ojos bajos, como si hablara consigo mismo—. No puedo más con esto...
Y entonces, se dio media vuelta, corrió hasta donde estaba su bici, la desenganchó de una valla oxidada y se fue a toda velocidad, sin mirar a nadie.
—¡Blurry! —gritó Crybaby, ya corriendo tras él.
No lo perdió de vista. No pensaba hacerlo.
El aire era frío y cortante, pero Crybaby no lo sentía. Solo veía la figura de Blurryface adelante suyo, pedaleando como si pudiera escapar del dolor, de la vergüenza, de sí mismo.
—¡Blurry, frená! ¡Pará un segundo! —gritó, sin resultado.
Él seguía pedaleando con furia, los nudillos blancos de apretar el manubrio. Cruzaron calles vacías, esquivaron postes, saltaron bordes de veredas, como si el mundo estuviera congelado y solo ellos se movieran. Era como si The Run and Go estuviera sonando en sus auriculares, como si cada pedalazo dijera “I’m a goner”.
Pero el cuerpo tiene límites.
En una curva mal tomada, con la rueda resbalando sobre una mancha, Blurry perdió el control. La bicicleta se derrapó con violencia, y él cayó con todo el peso sobre la rodilla y el costado.
—¡BLURRY! —gritó Crybaby, tirando su bici y corriendo hacia él.
Él estaba en el piso, tiritando. La rodilla sangraba, fea, abierta. Pero más que eso, le temblaban las manos. El cuerpo. La boca.
—No... no... —murmuraba, tapándose la cara con las manos.
Crybaby se arrodilló a su lado sin pensar, sacándose la bufanda para presionar la herida.
—Tranquilo, estoy acá —le dijo, suave—. No pasa nada. Ya pasó. Estoy acá.
Blurryface levantó la vista, empapado en lágrimas, con la voz rota.
—No puedo con todo, Cry... No puedo con lo que siento, con lo que pasó. Con Jenna, con Jason, con todo el mundo mirándome como si fuera un bicho raro. Yo... no quería terminar mi cumpleaños así. No quería pensar en volver a esconderme. Pero volví a huir. Como siempre. Porque estoy mal.
—No estás roto —dijo ella, sujetándole el rostro con ambas manos—. Es distinto. Solo te saturaste.
Él lloró más fuerte. Apoyó la frente contra la suya.
—Solo estoy enamorado de vos —dijo entre sollozos—. De vos. De nadie más. Siempre fuiste vos. Me siento vivo con vos... y eso me da miedo también.
Crybaby no dijo nada por unos segundos. Solo lo abrazó fuerte, dejando que él mojara su abrigo con lágrimas y sangre. Sintió cómo temblaba. Cómo se rendía.
—No me importa que tengas miedo —susurró—. Yo también tengo. Pero no te voy a dejar solo, Blurry. Nunca.
Mientras tanto, en el skatepark…
—¿¡Qué te pasa a vos!? ¿¡Te volviste loca!? —espetó Spooky Jim, poniéndose frente a Jenna con cara de pocos amigos—. ¿Pensaste que venir a revolver mierda en su cumpleaños era una buena idea?
—Yo solo quería hablar...
—¿Hablar? Le rompiste el corazón, lo hiciste sentir como basura, y ahora querés “hablar”. ¿Justo cuando estaba empezando a sonreír?
Jenna se quedó en silencio. No porque no tuviera qué decir, sino porque la mirada de Spooky era tan seria que no quedaba lugar para excusas. Ella falló. No quería lastimar a nadie y lo hizo.
—¿Sabés qué? Gracias por nada —concluyó, dándose vuelta para buscar su mochila—. Ahora estamos buscando a dos personas desaparecidas que más valga que estén enteros.
Gerard, Elita, Billie, Adam, John y Jazmín ya estaban en movimiento, subidos a sus bicis, revisando calles y llamando por mensaje.
Porque esta vez, nadie iba a dejar a Blurry solo con su dolor.
Esta vez, iban a correr con él, no detrás de él.
Crybaby intento que Blurryface se levante. Podía, pero era difícil sostenerse del dolor. No tenía ningún hueso roto. Pero ese dolor estaba ahí y era insoportable. Imposible cargarlo con su bicicleta sin perder la bicicleta de su novio. No habría forma de hacer la tarea ella sola.
—Voy a llamar a los chicos —dijo Crybaby, sacando el celular con manos temblorosas, mientras Blurryface seguía con la cabeza baja, exhausto.
Marcó sin pensarlo a Elita.
—¿Lo encontraste? —contestó la voz al instante, con ruido de viento de fondo.
—Sí... pero se lastimó. Necesito que vengan. Ayúdenme a llevarlo a mi casa. Y traigan la bici también. Por favor.
No hubo reproches. Solo un:
—Vamos en camino.
Diez minutos después, Gerard y Adam llegaron primero, jadeando por la pedaleada. Entre todos levantaron a Blurryface, con cuidado de su pierna herida, y lo ayudaron a subirse a la bicicleta de John como si fuera un trono improvisado. Crybaby pedaleo a su lado todo el camino, sin soltarle la mano. Nadie dijo una palabra. Solo se escuchaban los rayos girando y los pasos sobre el asfalto. Billie se encargó de la bicicleta de Blurryface. No estaba dañada, no del todo.
Cuando llegaron a la casa de Crybaby, dejaron la bicicleta de Blurry en el garage. La vivienda estaba en silencio, como si el universo supiera que necesitaban espacio.
Crybaby lo hizo entrar y lo ayudó a sentarse en el sillón. Buscó vendas, gasas, agua oxigenada. Blurryface ni se quejó del ardor. Solo la miró, como si con eso pudiera pedir perdón por todo.
Ella terminó de limpiar la herida y le pegó una curita con forma de estrellita.
—Es la única que tenía —dijo, tratando de hacerle sonreír.
Y lo logró. Apenas. Pero lo logró.
—Gracias por todo —susurró Blurry, con voz ronca.
Crybaby se sentó a su lado, con las piernas cruzadas, y le acarició el pelo húmedo por el sudor.
—¿Querés contarme qué fue lo que pasó? —le dijo, sin presión.
Blurryface dudó un segundo. Después, respiró hondo.
Y habló.
—Yo conocí a Jenna en el jardín. Éramos... inseparables. Era mi mejor amiga. Mi primera compañera. Ella me ayudaba cuando me ponía nervioso, cuando no podía hablar. Cuando mis manos temblaban o me escondía en el baño para no ver a nadie.
—¿Y cuándo cambió todo?
—En segundo —dijo, bajando la mirada—. Nunca hubo una pelea. Solo... me dejó atrás. Nunca se despidió de mí. Nunca nada. Luego supe que se mudó. No me dejo ningún número ni me envió ninguna carta con alguna explicación.
Crybaby escuchaba sin interrumpir.
—Siempre pensé que era yo el que tenía un problema. Que por eso todos se iban. Que si Jenna me dejó, si los profesores me miraban raro, si mi mamá siempre estaba ocupada... entonces yo debía ser defectuoso.
—Vos no sos ningún defectuoso, Blurry —dijo ella, mirándolo directo a los ojos—. Solo necesitabas a alguien que se quedara. Y yo... yo estoy acá.
Él la abrazó fuerte. No por impulso. Por necesidad.
Se quedaron así varios minutos. Aferrados. En silencio. Curándose mutuamente.
Más tarde, la casa se iluminó con las luces cálidas y el aroma a café recién hecho y pasteles.
Aunque improvisada, la reunión fue auténtica y sincera.
Spooky Jim, Gerard, Adam, John, Elita, Billie y Jazmín llegaron con sonrisas y pequeños regalos.
Se rieron, compartieron historias y entre risas, hicieron que la noche fuera especial, pese a todo.
Blurryface sonrió débilmente, mirando a Crybaby.
—Gracias por buscarme —susurró.
Ella tomó su mano, firme y segura.
—te dije que nunca te dejaría solo.
Bueno, de ahí el grupo ha aprendido unas valiosas lecciones:
1.- Está bien no estar bien. Porque incluso en los cumpleaños, la salud mental no tiene descanso alguno.
2.- Huír no siempre es de cobardía. A veces es un grito de ayuda. No todo se trata de berrinches. No todos saben cómo pedir contención. Algunos solo saben correr. Y eso también merece ser escuchado y entendido.
3.- El amor no siempre cura. Pero se puede sostener con escuchar, abrazar y una curita.
4.- El pasado no desaparece hasta que se enfrenta.
5.- No necesitas multitudes para sanar, sino gente que se quede. Porque el verdadero sostén está en los actos chiquitos y constantes, no en lo espectacular.
Notes:
Para recordar: Los cumpleaños por supuesto que no son reales. Los modifique porque es fanfiction y en todo fanfiction siempre se modifica algo. Despúes daré una explicación detallada al respecto.
Chapter 87: Capítulo 87 - Field Trip
Summary:
Crybaby no siente celos, pero deja en claro a Jenna que puede haber amistad, pero no más allá. No hay pelea.
Chapter Text
Que le jodan, te enciendes, vamos a lo profundo, si no, me hundo. Iré solo en mi excursión.
Parque viejo – Mediodía de verano
Los árboles daban sombra suficiente para aguantar el calor del sol. El aire olía a pasto seco, helado derretido y silencio incómodo.
Jenna ya estaba sentada en una de las mesas del parque, jugando con la pajita de su bebida.
Blurryface llegó primero, con las manos en los bolsillos, algo nervioso.
—Gracias por venir —dijo, sin saber si sonreír o no.
—No iba a ignorar ese mensaje tuyo —respondió ella, mirándolo con nostalgia—. Pensé que no me ibas a hablar más después del otro día.
Él asintió en silencio.
Crybaby apareció poco después, caminando sin apuro, con una expresión tranquila pero atenta. Se sentó junto a Blurry sin pedir permiso, sin mostrarse ni hostil ni sumisa.
—Está bien que conversemos —dijo—. Pero quiero dejar algo claro desde el principio.
Jenna levantó las cejas, en espera.
—No tengo celos de vos, Jenna. No te odio.
Pero Blurryface y yo estamos juntos. Y no hay lugar para confusiones.
Podés ser su amiga, claro. Pero eso es todo. Solo eso.
El silencio se hizo por unos segundos, pero Jenna no explotó.
Solo bajó la mirada.
—Supongo que… necesitaba oírlo.
Y necesitaba decir algunas cosas también.
Los tres hablaron durante más de una hora.
De lo que fue, de lo que no terminó de ser, de cómo se va creciendo con heridas abiertas.
Jenna confesó que se fue por problemas familiares que nunca quiso contar.
Blurry le agradeció por los momentos buenos, pero le explicó que su vida ahora estaba en otro lugar.
—Lo que tenemos con Cry no es solo amor —dijo—. Es esa clase de conexión que te cambia la piel sin que te des cuenta.
Jenna sonrió apenas.
—Entonces me alegra que estés bien. Y me alegra conocerte, Crybaby.
Sos mejor persona que yo.
Y no te preocupes… sé cuándo cerrar un capítulo.
Crybaby le tendió la mano, sin rencor. Jenna la estrechó.
Luego, cada uno tomó su camino.
Jenna se marchó sin mirar atrás.
Blurry y Cry se quedaron un rato más, tomados de la mano bajo el mismo árbol.
—¿Estás bien? —le preguntó él.
—Estoy con vos —respondió ella—. Claro que sí.
De regreso a casa – Tarde
El viento tibio de verano les pegaba en la cara mientras Blurryface y Crybaby caminaban juntos, sin apuro.
El parque había quedado atrás, pero la charla seguía presente en la mente de Blurry.
—¿En qué pensás? —preguntó ella, mirándolo de reojo.
Él sonrió apenas, medio distraído.
—En Jenna.
Crybaby alzó las cejas, curiosa pero sin malicia.
—¿Y?
Blurry se encogió de hombros.
—Es buena persona. Solo que no sabe tomar buenas decisiones. Nunca fue cruel. Nunca me hizo daño a propósito. Solo… no supo cómo estar.
Y no necesitó tener una vida horrible para equivocarse. A veces, la gente simplemente no sabe cómo actuar.
Crybaby asintió en silencio, dándole la razón.
—Y a veces —dijo—, no necesitamos entenderlo todo para perdonar. Solo aceptarlo y dejarlo ir.
Blurry la miró con ternura, como si acabara de ver algo sagrado.
—Por eso estoy con vos.
Casa de Crybaby – Anochecer
Spooky Jim había dejado una caja en la puerta con una nota:
"Para ustedes. Basta de drama. Hora de mirar algo estúpido y reírse."
Dentro había pochoclos, gaseosas, y una lista escrita a mano con las peores películas de terror clase B que encontró.
—¿En serio vamos a ver esto? —rió Cry, hojeando la lista.
—No pienso mirar nada que tenga zombies que corren. Lo aclaro ahora —bromeó Blurryface.
—Bueno, entonces vamos por la que dice “La cabaña del payaso sin cara”. Tiene 1,7 de puntuación.
—Perfecto —dijo él—. Ya me siento más vivo.
Se acurrucaron bajo la manta. No hubo besos largos ni conversaciones profundas.
Solo risas, sobresaltos ridículos y una noche tranquila en la que por fin, por un rato, el mundo no era tan complicado.
Al anochecer
Entre los árboles altos y las luces del farol parpadeante, Kelly aguardaba con los brazos cruzados. La sombra de su sonrisa era más fría que el viento.
A su lado, Nico, con las manos en los bolsillos y esa mirada vacía que siempre daba miedo.
—¿Estás segura de esto? —preguntó él, aunque con tono burlón, no dudoso.
—Por supuesto —respondió Kelly sin pensarlo—.
Jenna es débil. Y aún siente algo. Lo vi en sus ojos cuando miró a Blurry.
—¿Y qué? —Nico sonrió con cinismo— ¿Vas a convertirla en tu marioneta?
—No —respondió Kelly, girando hacia él—. Voy a hacer que piense que es su propia idea.
Solo necesito sembrar la duda. Y una pequeña mentira puede hacer florecer una tormenta.
Nico rió por lo bajo.
—Eso me gusta.
Desde la distancia, las luces de las casas encendidas parecían inocentes.
Pero en la oscuridad, los hilos comenzaban a moverse.
La paz… nunca dura para siempre.
Casa del Té – Tarde
El sol entraba por los grandes ventanales de la casa del té, tiñendo el ambiente de un cálido color dorado.
Los tés humeaban sobre las mesas, y sonaba una canción instrumental suave. Entre aromas dulces y murmullos, Jenna se sentaba sola, mirando distraídamente su taza de jazmín.
Todavía pensaba en la charla del parque. No había dormido bien.
No por celos, sino por la incomodidad de sentir que aún estaba fuera de lugar.
No era parte del pasado… pero tampoco del presente.
Entonces apareció Kelly.
Vestida impecable, con una sonrisa dulce y una mirada casi transparente.
—¡Jenna! Qué suerte encontrarte —dijo, acercándose sin pedir permiso y sentándose frente a ella.
Jenna la miró sorprendida, pero sin desconfianza.
—¿Quién eres?
—Es cierto —respondió ella, revolviendo con elegancia su taza de frutos rojos—.
Soy Kelly y tenemos algo en común: Crybaby y Blurryface.
Son adorables, ¿no?
Jenna asintió lentamente, sin saber si sentirse cómoda o no.
—Sí… ellos son… únicos.
Kelly sonrió más aún.
—Vos y Blurry tuvieron algo especial, ¿cierto? No todos pueden decir eso.
Y por lo que me dijeron, fue intenso. Hasta casi perfecto.
Jenna tragó saliva, bajando la mirada.
—Sí. Pero ya fue. Él tiene su vida con Crybaby. Y se ven felices.
Kelly hizo un leve puchero, como si sintiera pena.
—Claro, claro… aunque a veces las parejas felices se construyen sobre cenizas que no están del todo apagadas.
¿Nunca pensaste en eso?
Jenna frunció apenas el ceño.
—No entiendo…
—Solo digo que los vínculos reales… no se cortan tan fácil.
Y a veces uno necesita saber si cerró bien un libro o si dejó una página sin leer.
La confusión cruzó los ojos de Jenna por un instante.
Una duda. Pequeña. Pero ahí.
Afuera, bajo el toldo de la entrada, Nico observaba desde lejos con los brazos cruzados.
No escuchaba la charla, pero no le hacía falta.
Kelly salió minutos después, dejando a Jenna sola otra vez.
—¿Y? —preguntó Nico.
—Ya planté la semilla —dijo Kelly con frialdad, sin mirar atrás—.
Ahora solo tenemos que regarla.
—¿Y si no funciona?
—Pues, tengo semillas suficientes para plantar. No te preocupes.
Casa del té – Mesa de Jenna
Jenna seguía con su té a medio terminar, mirando el vapor como si allí se escondiera una respuesta.
Las palabras de Kelly daban vueltas en su cabeza… pero no como una alarma, sino como una simple anécdota.
—Debe ser de esas chicas que quieren ser amigas de todos —murmuró para sí, encogiéndose de hombros—. Típica rubia Barbie, simpática, popular, con la sonrisa bien entrenada.
Acomodó el cabello detrás de la oreja y sacó su celular. Pensó en escribirle a Blurryface. Un mensaje simple, algo como “¿Querés tomar algo? Prometo no arruinar nada esta vez”. Pero no lo hizo. Guardó el teléfono.
—No quiero ser la ex pegajosa —dijo en voz baja—. Yo no soy esa.
Suspiró hondo. No veía peligro. No sintió el veneno detrás de las palabras dulces de Kelly.
Para Jenna, había sido solo una charla… tal vez incómoda, pero sin peso real.
Y sin embargo, mientras se levantaba para irse, no vio la pequeña sonrisa satisfecha de Kelly en una mesa lejana, donde fingía leer una revista de moda con un jugo en la mano.
Fuera de la casa del té, en la esquina, Nico fumaba con indiferencia, recostado contra un árbol.
—La gente como Jenna siempre cree que es más lista de lo que es —dijo en voz baja, casi divertido.
Kelly apareció poco después, sin apuro.
—¿Y?
—Está caminando directo hacia la trampa —dijo ella con una sonrisa tan luminosa como hueca—.
Ni se lo imagina.
El peligro real no siempre grita. A veces, se disfraza de cortesía y se sienta a tomar el té.
Chapter 88: Capítulo 88 - We’re going to be Friends
Summary:
Nuevamente una salida a solas. Toman café desde una plaza. Blurryface reflexiona sobre la relación y agradece a Crybaby por estar ahí y no haber hecho una escena de celos hacia Jenna. Se preparan para el cumpleaños de Adam.
Chapter Text
Esta noche soñaré mientras estoy en mi cama
Cuando pensamientos tontos pasan por mi cabeza
Sobre los errores y el alfabeto
Y cuando despierte mañana apuesto
Que tú y yo volveremos a caminar juntos
Puedo decir que seremos amigos
El cielo estaba encapotado, como si amenazara con llover, pero sin decisión.
Blurryface y Crybaby compartían un café en vasos térmicos, sentados en un banco de madera que miraba hacia un cantero de flores amarillas.
Ella tenía las piernas cruzadas, envuelta en su sweater favorito.
Él jugaba con la tapa del café, distraído, mientras una brisa suave le revolvía el pelo.
—¿Sabés qué me sorprendió? —dijo de pronto Blurry, sin mirarla.
—¿Qué cosa?
—Que no hiciste ninguna escena con lo de Jenna.
Crybaby lo miró de reojo. Sus ojos estaban tranquilos.
—¿Por qué habría de hacerlo?
Blurry suspiró y sonrió con honestidad.
—No sé… porque algunas personas lo harían. O porque tenías derecho a estar molesta.
O simplemente porque… viste cómo es este mundo.
Cry encogió los hombros y bebió un sorbo.
—No me interesa competir con fantasmas del pasado.
Y menos con alguien que, claramente, no tiene tu corazón ahora.
Blurry la miró de frente, con ternura, y entonces le dijo:
—Gracias. En serio.
Por confiar en mí. Por no entrar en esas guerras invisibles.
Por no gritar. Por no golpear puertas.
Por quedarte.
Crybaby sonrió apenas. Le acomodó el mechón rebelde de la frente.
—No necesito gritar cuando ya me elegiste a mí.
Él se inclinó y apoyó la cabeza en su hombro.
No era un gesto impulsivo, era descanso. Refugio.
A lo lejos, un niño hacía girar una rueda de bicicleta mientras su hermanita jugaba con burbujas de jabón.
Una señora alimentaba palomas con pan del día anterior.
Y el mundo parecía, por un instante, un lugar donde todo podía sanar.
📱 Chat grupal: “Los Indecisos 💥”
Gerard 🩸:
Che… ¿alguien más no confía del todo en Jenna?
Elita 💄:
🙋♀️ No la odio ni nada… pero no me cierra.
John ⚡:
Es rara. O sea, volvió justo cuando todo estaba estable.
Billie 🌫️:
Yo no sé si vino con buenas intenciones o no… pero la energía es como... pegajosa. ¿Me explico?
Spooky Jim 🧃:
A ver. Es la prima de Debby. Y aunque Jenna no sea santa… tampoco es el demonio.
No vino a patear tableros. Está tratando de encajar.
Jazmín 🐇:
Igual no se trata de odiarla. Pero sí de estar atentos. Ya tuvimos demasiados dramas.
Gerard 🩸:
Spook, no es por Debby. Pero no la defiendas como perro guardián solo porque es "la prima de tu novia".
Spooky Jim 🧃:
⚡ ¿Perdón?
¿Y vos desde cuándo sabés con quién tengo que empatizar o no?
Elita 💄:
¡Ey, no! 🛑
No arranquemos con eso. No se peleen, ¡que Adam cumple años mañana!
Adam 🐺:
(leyendo en silencio porque no quería meterse pero al final...)
Chicos, de verdad, déjenlo ahí. No vale la pena discutir por esto. Si Jenna mete la pata, lo sabremos.
John ⚡:
+1 a Adam.
Spooky Jim 🧃:
Gerard… perdón por saltar así. Es que… no quiero pensar que todo el mundo que rodea a Debby es basura. Ya me alcanza con la escuela y Nico.
Gerard 🩸:
Nah, tranqui. Te entiendo. Perdón yo también. No era para atacarte.
Solo me preocupa Blurry.
Billie 🌫️:
Amigos otra vez 💕 ¿sí?
Spooky Jim 🧃:
Sí.
Jazmín 🐇:
Bien. Ahora: ¿¡quién se encarga del pastel de Adam!?
Adam 🐺:
👀 Spoiler: si hay frutilla, huyo del país.
Elita 💄:
Entonces lleva vos el tuyo, cumpleañero especialito 😂
John ⚡:
Yo llevo bebida. Pero alguien traiga velas con forma de calaveras.
🎉 Fin del chat – Buen humor restaurado.
Tarde anterior – Casa de Elita Harvok
—Si alguien vuelve a poner frutilla en el pastel, juro que invoco a un espíritu vengador —dijo Adam, cruzado de brazos, mientras Elita decoraba con guirnaldas negras y doradas.
—Relajate, Drácula —rió Gerard desde el sofá, revolviendo una caja con globos de formas raras—. Es un pastel de chocolate amargo y dulce de leche. Sin frutas. Lo juro por mis delineadores.
—Lo juraste con eso la vez pasada y casi nos matás a todos —intervino Billie, mientras enchufaba una guirnalda de luces violetas—. ¿Dónde están las velas de calaveras?
—En camino —dijo John, entrando con una bolsa que hacía ruido a cosas caras de cotillón.
—¿Y el cumpleañero? —preguntó Spooky Jim, apareciendo con varias botellas y una bolsa de snacks—. ¿No se suponía que no tenías que hacer nada?
—Ustedes me conocen —dijo Adam—. Solo confío en mí para no arruinar mi propio cumpleaños.
Risas. Luces. Aromas a comida y música gótica en el aire.
Todo se iba armando con una vibra muy "Indecisa" y muy auténtica.
Día siguiente – Jardín trasero de la casa de Elita
Llegó el atardecer. Las luces se encendieron.
El ambiente era relajado, con sillas bajas, mantas negras sobre el pasto y música sonando desde un parlante. Algunas canciones de Three Days Grace, claro… un poco de nostalgia y humor autorreferencial nunca faltaba.
Crybaby trajo cupcakes con toppers de lobos.
Blurryface llevaba una corona de papel metálico para el cumpleañero.
Gerard organizó un juego de “verdad o susto” que salió completamente mal… pero todos rieron.
Spooky Jim improvisó un discurso:
—A veces parece que el mundo nos quiere separados, o tristes, o rotos.
Pero cada cumpleaños que pasamos juntos es una prueba de que todavía estamos enteros.
Así que, Adam… feliz vuelta al sol. Sos un hermano lobo de esta manada.
Todos aplaudieron. John le tiró confeti en la cara a Adam.
El cumpleañero, con una sonrisa sincera (que no siempre mostraba), levantó su vaso:
—Gracias. Y si me lloran hoy, los saco a todos.
Risas. Risas. Risas.
Un rato después – Ya de noche
Mientras todos comían pastel y jugaban a adivinar canciones al revés, una figura apareció a lo lejos… observando desde fuera de la verja del jardín.
No entró. No hizo ruido. Solo observó.
Kelly.
Apoyada en una bicicleta, murmuró:
—Siempre tan unidos, tan puros, tan... idiotas.
Y se fue.
Sin dejar rastro.
Mini Especial – “Conversaciones de spa y bombones”
La luz del atardecer se filtraba por las cortinas rosadas del cuarto de Debby, tiñendo todo con un tono suave y dorado. El televisor dejaba oír las risas grabadas de Friends, mientras las dos primas estaban sentadas en el suelo, rodeadas de esmaltes, cremas faciales y almohadones por todos lados.
—¿Lisa Kudrow no es lo más? —dijo Debby, mientras removía con una paleta una mascarilla de arcilla.
—Sí, pero yo sigo siendo del team Rachel —contestó Jenna, con el rostro cubierto por una mascarilla verde y las manos extendidas para que se le secaran las uñas recién pintadas de color lavanda.
Ambas rieron. El ambiente olía a frutas tropicales y a esmalte de uñas.
—Dale, sentate más abajo que te peino —le pidió Debby, que se sentó detrás de ella con un cepillo—. Tu pelo está precioso desde que volviste.
Jenna obedeció, cerrando los ojos por un momento, dejándose mimar. Todo era tranquilo ahí. Lejos del ruido. Lejos de los errores.
—¿Y? ¿Qué tal el regreso al pueblo? —preguntó Debby con voz cantarina.
Jenna pensó un momento antes de responder.
—No me quejo. Cada viaje es una aventura —dijo, tratando de sonar positiva—. Pero… sí, extrañaba este lugar. Especialmente... el pueblo. Donde crecí con Blurry.
Debby dejó de cepillarle por un segundo.
—¿Por qué nunca dijiste que te ibas por lo de tus papás y su tema laboral?
—No quería que nadie se preocupara —improvisó Jenna—. Además, al principio ni sabíamos si iba a ser permanente. Se suponía que eran solo unos meses... pero ya sabés cómo es la vida de adultos.
Debby asintió, aunque con esa mueca de “te creo a medias, pero te banco igual”.
Las dos guardaron silencio unos segundos, dejando que el sonido de Friends llenara el espacio hasta que Debby soltó la pregunta:
—¿Y seguís enamorada de Blurryface?
Jenna bajó la mirada. Su voz fue un susurro.
—Sí.
—¿Y?
—Y... no pienso hacer nada. No quiero romper lo que tienen Blurry y Cry. No me criaron para ser esa clase de persona. Y menos con la abuela enferma... no quiero decepcionarla. Ella siempre decía que el amor real también sabe cuándo soltar.
Debby sonrió, pero con una ceja levantada.
—¿Entonces por qué quisiste volver con él apenas llegaste?
Jenna se rió nerviosa.
—Porque soy una idiota sentimental. Pensé que si hablábamos cara a cara, podría… no sé, recuperar algo de lo que fuimos. Me sentí sola allá afuera. Pero eso no justifica nada.
Debby se acomodó frente a ella y le tomó las manos.
—Solo prometeme que vas a tener más cuidado. A veces tu exceso de amabilidad, esa cosa tuya de querer complacer a todos, tu falta de ingenio, hace que no veas venir los golpes... o peor, que termines pareciendo la mala de la historia.
Jenna la miró con gratitud sincera.
—Lo prometo. De verdad. No quiero volver a meter la pata.
—Bien. Porque si no, te saco las pestañas postizas una por una —bromeó Debby.
Ambas estallaron en risas.
Unos minutos después, estaban comiendo bombones belgas que Debby había escondido en una caja de zapatos para que Spooky Jim no los encuentre. Siguen viendo un episodio donde Joey se ponía toda la ropa de Chandler.
—¡Mirá eso! —gritó Debby, con la boca llena de chocolate—. Ese sería Spooky Jim si tuviera acceso al placard de Gerard.
Jenna casi escupe el bombón de la risa.
Y así, entre mascarillas, confesiones y capítulos de Friends, Jenna no solo sanó un poco... también volvió a sentirse ella misma.
Chapter 89: Capítulo 89 - Evolution Revolution love
Summary:
Los rumores van y viene. Sorpresa, Jenna ahora era compañera de clases aunque de otro salón. Pero Blurry y Cry no se dejan intimidar. Jenna no es la enemiga, pero Kelly sí.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
¿Quién va a mantener la calma? ¿La sangre derramaría, a quién matarías?
Instituto Nueva Era – Primer recreo del día
Volver a clases era como caminar sobre cristales: todo parecía calmo, pero bastaba un mal paso para sangrar.
Jenna ahora era oficialmente estudiante del instituto. Se integró al salón paralelo al de Blurryface y Crybaby.
Según contó, su familia había vuelto a la ciudad por cuestiones laborales, y su madre no quería dejarla en otra escuela.
Algunos la miraban como a una celebridad caída.
Otros con simple curiosidad.
Y unos pocos sabían que algo se estaba gestando detrás de sus ojos tímidos.
Pasillo del segundo piso – Jueves, 10:15
Blurryface y Crybaby caminaban juntos.
No se escondían. No susurraban.
Sus dedos entrelazados hablaban por ellos.
—¿Estás bien con esto? —preguntó Cry, refiriéndose a Jenna.
—Sí —respondió Blurry sin dudar—. El pasado no me asusta si te tengo a vos en el presente.
Crybaby sonrió, confiada.
Ambos sabían que la verdadera enemiga no era Jenna, sino quien se escondía tras su sonrisa de muñeca de vitrina.
Patio trasero – Jenna & Kelly
Kelly bebía de una botellita de jugo como si no rompiera ni un clip.
Jenna le hablaba de sus dudas, de si debía acercarse más a Blurry o no.
De lo raro que era verlo con alguien como Crybaby.
—A veces lo siento... distante. Pero también, lo siento feliz —confesó Jenna.
Kelly no necesitaba hacer mucho. Solo sembrar.
—Bueno, eso es el amor, ¿no? Evoluciona.
A veces con vos, a veces sin vos —dijo con voz neutra, como si no importara.
Luego añadió con falsa dulzura—: Pero tranquila. Vos sos inolvidable. A veces la memoria necesita un empujoncito para despertar.
Jenna frunció el ceño, incómoda.
Kelly sonrió más.
Baño del ala vieja – Nico & Kelly (Encuentro rápido)
—¿Está funcionando tu jueguito? —preguntó Nico, apoyado contra los azulejos manchados de humedad.
—Paciencia —dijo ella—. Jenna es la carnada perfecta. No lo sabe, pero está ayudándonos.
—¿Y si no cae?
—Caerá.
Ambos se miraron. No se gustaban. No se soportaban.
Pero sabían trabajar juntos cuando se trataba de destruir.
— Además, estuve investigando los antiguos compañeros de ella y encontre un par. Creo que tengo ciertas herramientas - Rió maliciosamente ella.
Fin del día – Biblioteca vieja
Mientras tanto, Spooky Jim hojeaba libros sin que nadie lo notara.
Jazmín Bean copiaba símbolos extraños en su cuaderno.
Gerard afilaba ideas como flechas mentales.
Billie murmuraba canciones para aliviar la ansiedad.
Todos sentían lo mismo:
Algo se avecina.
Biblioteca – 17:12 hs
La escuela ya estaba casi vacía.
Las luces de la biblioteca parpadeaban, como si supieran un secreto que nadie más captaba.
Spooky Jim no buscaba libros. Buscaba patrones.
Y finalmente los encontró.
✦ Jenna rodeada de rumores que no inició.
✦ Kelly siempre “casualmente” cerca.
✦ Nico haciendo sus movimientos sin ruido, pero en sincronía.
Y lo más importante:
La mirada cada vez más apagada de Jenna.
Spooky bajó el libro de historia universal, y murmuró:
—No te van a usar como peón, Jenna. No mientras yo esté.
Al día siguiente – Receso del mediodía
Jenna se encontraba sola en el banco de piedra bajo el árbol de las glicinas.
Kelly ese día no apareció. ¿Sospechoso? Sí.
Pero esa era la jugada de una experta: dar espacio justo cuando las cosas se están cocinando.
Spooky Jim se acercó sin rodeos.
—¿Te puedo decir algo sin que te enojes?
Jenna lo miró.
—No te están cuidando, Jenna. Te están usando.
Ella frunció el ceño.
—¿Kelly? No… Ella es amable. Me escucha.
—Sí. Escucha… pero solo lo que puede usar en tu contra. O en contra de Blurry y Cry.
Jenna bajó la vista.
Su pulsera temblaba mientras movía la mano.
—¿Por qué me dirías eso?
—Porque te conozco desde niños: Te vi llorar, reír y enojarte. Porque soy el mejor amigo de Blurry. Porque no te odio.
Y porque sé que vos no viniste a destruir nada… pero alguien te está empujando a hacerlo sin que te des cuenta.
Jenna no respondió.
Pero por primera vez, se sintió insegura de Kelly.
Mientras tanto – Laboratorio desierto
Kelly hojeaba una libreta donde había anotado detalles, horarios, reacciones, gestos, incluso diálogos ajenos.
Sabía exactamente cuándo Blurry dudaba.
Sabía cuándo Crybaby bajaba la guardia.
Sabía qué palabras podrían romper algo sin dejar huellas visibles.
—Si la verdad no los destruye, lo hará la duda —susurró con una sonrisa.
Detrás de ella, Nico le dejó un sobre grande.
—¿Querías información? Acá tenés más de la que merecés.
Kelly lo abrió. Sonrió con los ojos.
Pero no era una sonrisa feliz. Era una de poder.
—Perfecto.
Cierre de escena – “Los Indecisos”, parque al atardecer
Spooky miraba su celular con una nota guardada:
“No va a ser fácil. Pero si cuidamos a los nuestros, nadie va a separarnos”.
Jazmín dibujaba círculos en el pasto.
Billie tocaba acordes suaves en su guitarra.
Gerard dibujaba en su cuaderno el rostro de alguien entre la sombra y la luz.
Adam dormía con los auriculares puestos.
Elita escribía en su diario.
John lanzaba piedritas al agua.
No decían nada.
Pero sabían que se venía otra tormenta.
Habitación de Blurryface – Noche silenciosa
La ventana estaba entreabierta, dejando entrar el aire fresco de enero.
El ventilador zumbaba suavemente.
Las luces de guirnalda colgadas sobre la pared lanzaban un brillo tenue, como luciérnagas atrapadas en frascos de cristal.
Blurryface estaba en el suelo, con el ukelele sobre las piernas.
Crybaby se acostó boca arriba sobre la alfombra, mirando el techo como si fuera un cielo distinto.
—¿Te pasa algo? —preguntó ella, sin mirarlo directamente.
—No... o tal vez sí —respondió él, mientras afinaba una cuerda sin apuro—. Es como si todos giraran más rápido de lo que deberían. Como si el mundo no nos diera tiempo para disfrutar.
Crybaby giró la cabeza para mirarlo.
Lo conocía lo suficiente como para saber que ese tono era el que usaba cuando necesitaba anclarse.
—Entonces... vamos a robarle tiempo al mundo —le dijo con una sonrisa suave.
Blurryface soltó una pequeña risa.
Luego empezó a tocar una melodía lenta, improvisada.
No la miró al cantar, pero cada palabra flotó hacia ella como una carta invisible:
“Hay voces que gritan...
Pero la tuya me calma.
Hay días que tiemblan...
Pero tu mano me ancla.
Hay un millón de cosas que no entiendo...
Pero vos, vos sos mi idioma favorito.”
Crybaby se sentó lentamente, cruzando las piernas frente a él.
Le acarició el rostro con la punta de los dedos, apenas un roce.
—Me gusta tu voz cuando no intentás esconder lo que sentís.
—Me gusta tu mirada cuando sabés que no tengo que esconder nada.
Se quedaron así, sin reloj ni preguntas.
Solo ellos.
Como si, por una vez, el mundo hubiera entendido que merecían un respiro.
Y en el silencio que quedó, ella apoyó la cabeza en su hombro, mientras él seguía tocando despacito, solo para que su amor sonara bajito… pero eterno.
“Lo que se planta en silencio”
En los pasillos de la escuela, un jueves cualquiera...
Nico caminaba por el pasillo con una sonrisa contenida. Esa sonrisa que nunca mostraba cuando había testigos, esa que parecía decir “nadie se dio cuenta... aún”. En su mano llevaba una hoja doblada con precisión, como si fuera una simple nota escolar.
No dijo nada. No necesitaba hacerlo.
Al pasar por el casillero de Blurryface, se agachó disimuladamente. Su cuerpo bloqueó la cámara de seguridad del techo por un instante exacto. Deslizó el papel por la ranura y siguió caminando. Nadie lo vio.
La hoja, al desplegarse, mostraba una fotocopia escaneada de una tarea antigua. En la parte inferior, un nombre que no dejaba dudas:
“JENNA ”, junto a una caligrafía inconfundible:
"Te extraño como se extraña el ruido en el silencio. —J."
Una firma conocida.
Una frase conocida.
Demasiado conocida.
Blurryface, al abrirlo más tarde, no encontraría explicación. Nadie se lo había dado. Nadie se lo había mencionado.
Pero el mensaje estaba claro:
Jenna todavía guarda lo que él escribió. Y alguien más lo sabe.
(Gran Victoria para Nico y su arte de la falsificación)
🕯 Mientras tanto, en las afueras de la casa de Crybaby...
Kelly esperaba a que no hubiera movimiento. Asegurándose de que ni la tutora legal ni Crybaby estuvieran asomadas por la ventana. En sus manos llevaba un sobre manila enorme, casi ridículo por su tamaño. Con una carta breve pegada al frente con cinta adhesiva.
Lo deslizó cuidadosamente en el buzón, sin sonido, como si lo estuviera entregando a un espíritu.
La carta, escrita en papel blanco, con tinta violeta, decía:
“Hola, Crybaby.
Pensé que merecías saber con qué tipo de persona estás.
Adjunto algo que Jenna olvidó en clase. Lo tenía hace tiempo guardado, pero alguien más tuvo la gentileza de hacerlo llegar a mis manos.
No hace falta que me agradezcas.
Con cariño,
—K.”
Dentro del sobre, había al menos 15 hojas sueltas, arrugadas y manchadas de tinta antigua, con poemas firmados por Blurryface.
Poemas de amor.
Poemas oscuros.
Poemas que gritaban un sentimiento que Crybaby no sabía que alguna vez existió.
Uno decía:
"Jenna, sos el origen de mi invierno y la excusa de mis primaveras.
Si no fueras real, habría que inventarte solo para sufrir."
Otro, más corto, rezaba:
"Tus ojos no son cielo, son tormenta.
Y aun así me empapo en ellos."
Nadie les advirtió.
Nadie los preparó.
Pero las semillas ya estaban plantadas.
Y los que siembran sombra, siempre esperan florecer en el caos.
Notes:
¿Porque puse a Jenna como protagonista "torpe" y no enemiga? la verdad... me cae bien. En la vida real, me re cae bien. Apoya a su esposo en su carrera, se me hace una persona dulce y tiene 3 hijos lindos ¿Porque quejarme?
Chapter 90: Capítulo 90 - Heaven is a place on earth
Summary:
Blurry y Cry se la pasan preguntando si habría un futuro y como sería estando juntos. Mientras festejan el cumpleaños de John.
Chapter Text
Cuando cae la noche, te espero, y vienes, y el mundo cobra vida, con el sonido de los niños afuera en la calle.
La calma era densa.
No por ser silenciosa, sino por ser sospechosa.
Habían pasado varios días sin sobresaltos, sin rumores nuevos, sin miradas asesinas.
Crybaby y Blurryface estaban bien, caminaban juntos por los pasillos, compartían auriculares, carcajadas y tareas.
Todo era... bonito.
Demasiado bonito.
Y por eso mismo, la pregunta inevitable surgía entre miradas y pausas:
—¿Te imaginás un futuro conmigo? —preguntó Blurryface con voz temblorosa, mientras jugaba con el cierre de su mochila.
Crybaby no respondió enseguida.
Ambos estaban sentados en un banco del parque, lejos del mundo, viendo cómo el sol bajaba por entre las ramas.
—Me lo imagino —dijo por fin ella—. Pero no sé si lo creo.
—¿Por qué?
—Porque las cosas tan lindas no suelen durar.
Porque hay muchas personas allá afuera que nos quieren rotos.
Porque todavía tengo miedo de perderte como perdí a mi hermano.
Blurryface se quedó en silencio. No porque no tuviera qué decir, sino porque el nudo en su garganta le impedía hablar.
Y en lugar de palabras, le ofreció su mano.
Cry la tomó.
—A veces creo que esto que tenemos... es como un cielo chiquito que inventamos —dijo él, al fin—. Y que estamos luchando contra todo para mantenerlo acá. En la Tierra.
Ella sonrió, triste y feliz a la vez.
—Entonces hagamos que este cielo dure lo que tenga que durar. Aunque sea un ratito más.
Casa de John – Fiesta de cumpleaños
🎉 Luces cálidas, guirnaldas de calaveras (idea de Gerard) y un parlante que escupía canciones entre rock alternativo y baladas emo de los 2000.
John Cooper cumplía años, y aunque no era muy fan de las celebraciones, no pudo decir que no cuando Spooky Jim organizó todo sin avisar.
El grupo de Los Indecisos estaba completo:
Billie trajo muffins oscuros con confites.
Jazmín Bean apareció con un sombrero imposible y regalos envueltos en tela negra.
Adam trajo una guitarra eléctrica... desenchufada, porque no le dejaron llevar el ampli.
Gerard dibujó un retrato de John al estilo gótico romántico y lo clavó en la pared.
Blurryface y Crybaby llegaron tomados de la mano.
Nadie comentó nada.
Pero todos sonrieron.
El momento más emotivo fue cuando John hizo un brindis extraño:
—No sé si el cielo existe, pero si alguna vez me preguntan dónde fui feliz... diré que acá. Con ustedes. Aunque estén todos medio rotos.
Risas. Algunos “awww”.
Incluso Spooky fingió secarse una lágrima con una servilleta manchada de jugo.
Cierre – Noche cerrada, calle desierta
Crybaby y Blurryface volvían caminando a casa.
El cielo estaba lleno de estrellas.
—¿Sabés qué creo? —dijo Cry—. Que no importa cuánto dure esto.
Si hoy, acá, fuimos felices... entonces ya es suficiente.
Blurryface la miró.
—¿Aunque mañana todo explote?
—Aunque mañana el cielo se caiga.
Hoy, te amo. Y eso ya es un pedazo de cielo.
Se abrazaron en medio de la calle, como si el mundo se detuviera para ellos.
Porque a veces, solo a veces... el cielo sí puede estar en la Tierra.
Casa de Crybaby – Al atardecer
Crybaby estaba en su habitación, acostada en su cama, escribiendo una carta sin destinatario.
La ventana abierta dejaba entrar la fragancia de las plantas que ella y Blurryface habían regado días atrás.
Las hadas del árbol mágico, pequeñas como luciérnagas con alas bordadas de galaxias, revoloteaban ansiosas por su cuarto.
No podían hablar en voz alta —al menos no en ese plano—, pero sí podían mostrar señales.
Así lo hicieron.
🌸 Un pétalo flotó hasta caer sobre su escritorio, con un corazón rojo dibujado.
🍃 Otro aterrizó sobre su almohada, con la misma forma.
✨ Incluso una chispa de luz se dibujó en su espejo: otro corazón, brillante.
Crybaby los vio y suspiró feliz.
—Ay, chicas… ¿me están deseando suerte en el amor? —dijo mientras tomaba su celular.
Les sacó fotos a todos esos corazones, los editó con brillo suave y los envió directo a Blurryface, acompañados por un mensaje:
"Mirá lo que me dejaron las haditas… creo que nos están shippeando fuerte 💖 ✨ 🌙"
Blurry, que estaba tirado en el sillón con su ukelele, casi se atraganta de ternura.
“Ok, oficialmente tengo la novia más mágica del planeta. No sé si merezco tanto.”
Ella se sonrojó con una sonrisa de oreja a oreja, sin saber que no era magia romántica… sino una alerta codificada.
Las hadas revolotearon nerviosas. No habían logrado el objetivo. Y el tiempo corría…
📱 Chat grupal – “Los Indecisos (💀🌈🧃)”
(Participan: Spooky Jim, Gerard Way, Billie Eilish, Jazmín Bean, Adam Gontier, John Cooper y Elita Harvok)
🧃 Spooky Jim:
Okay. Me callé un par de días. Pero no soporto más esta paz falsa. Algo se viene.
🎨 Gerard:
Sí… siento como si todos estuviéramos bailando sobre hielo fino. Y que alguien lo está calentando desde abajo.
🎤 Billie:
Me llegó un rumor raro. Jenna fue vista sola con Kelly. Tipo… ¿qué hace una chica así con una viborita como esa?
🦋 Elita:
Le advertí a Cry pero no quise sonar celosa. Jenna no es mala… pero es muy influenciable. Y Kelly… Kelly es una experta en manipular.
🎸 Adam:
¿Y si esto termina en otro desastre como con Johnny? Estoy harto de las sorpresas mortales, loco.
👽 Jazmín:
Yo lo soñé. Con velas negras, espinas y un corazón roto colgando de una rama. Fue raro.
Puede que el peligro no venga de afuera… sino de adentro.
🔥 John Cooper:
Entonces ¿qué hacemos? ¿Les decimos algo a Blurry y Cry?
🧃 Spooky Jim:
No. No todavía. No sin pruebas. Solo... estemos atentos.
Y si algo explota… estaremos ahí. Para levantar los pedazos si hace falta.
🎨 Gerard:
Siempre.
💀 FIN DEL CHAT 💀
Desde el cielo, una estrella fugaz cae…
Pero Crybaby no la ve. Está demasiado ocupada preparando una nueva carta para Blurry.
Una carta que guarda bajo llave, sin saber que las hadas están desesperadas por hacerla reaccionar.
El amor flota como perfume...
Pero algo se está pudriendo detrás del jardín.
Chapter 91: Capítulo 91 - I want you
Summary:
Al final, Crybaby explota al ver a Jenna abrazando por detrás a Blurry ¿Se acabó? ¿Jugaron con sus sentimientos?
Chapter Text
Te deseo, me desperté y uno de nosotros estaba llorando.
Te deseo, dijiste: "Joven, creo que te estás muriendo".
Te deseo, si necesitas una segunda opinión como parece que necesitas estos días.
Te deseo, puedes mirarme a los ojos y puedes contar las formas.
Escuela – Hora del recreo largo
El día estaba tibio. Ni muy soleado, ni muy gris. De esos intermedios que no dan pistas.
Crybaby caminaba con su cuaderno abrazado al pecho, buscando a Blurryface para almorzar juntos como siempre.
Lo encontró cerca del pabellón de música.
Y entonces…
Lo vio.
No fue una escena larguísima, ni apasionada.
Pero fue suficiente para desgarrar algo adentro de ella.
Jenna, detrás de Blurryface, con sus brazos alrededor de su cuello.
Tenía la cabeza inclinada como si lo besará en secreto.
Blurry no parecía corresponder el gesto, pero tampoco se apartaba.
Crybaby se congeló.
El cuaderno se le cayó al piso.
Las hojas se desparramaron como si quisieran escapar de la situación también.
Y con los ojos empañados por una rabia incontrolable, corrió en la dirección contraria.
Los poemas cobraron sentido para ella.
Baño del tercer piso – minutos después
El espejo le devolvía una versión distorsionada de sí misma.
Su cara brillaba por el llanto. Las manos temblaban.
Pero su voz se había endurecido como piedra.
—¿De verdad? ¿Después de todo? —susurró al vacío—. ¿Era yo la estúpida?
Las hadas revoloteaban en la mochila, confundidas, queriendo consolarla.
Pero no había consuelo.
No cuando la imagen era tan clara.
Crybaby se quedó quieta, mirando al piso.
Hasta que pateó el tacho de basura y salió sin mirar atrás.
Pasillo trasero – el rincón de los rumores
Kelly bebía de su vaso metálico, mientras Nico jugueteaba con un encendedor.
—¿Y? —preguntó él con media sonrisa torcida.
Kelly revisó su celular, mostró la foto que acababa de recibir de alguien cómplice:
📸 Jenna abrazando a Blurryface. Crybaby al fondo, rompiéndose en tiempo real.
—Boom —dijo Kelly con malicia—. Misión cumplida.
Nico se apoyó contra la pared, soltando un suspiro satisfecho.
—Nunca subestimes el poder de un corazón partido. Divide y vencerás.
Kelly alzó el vaso como brindis.
—Por el final de la parejita feliz. O bueno… el principio del fin.
Y rieron. Sin culpa.
Porque en su mundo, la crueldad era poder.
Chat de Los Indecisos (
💀🌈
🧃)
🎸 Adam:
¿Alguien vio a Crybaby? Me dijeron que salió corriendo del pabellón.
🧃 Spooky Jim:
Sí. Creo que… vio algo. Jenna con Blurry. Fue un segundo. Pero fue suficiente.
🎨 Gerard:
¡No jodan! ¿Otra vez esta telenovela?
🦋 Elita:
No es una novela. Es el corazón de mi amiga.
👽 Jazmín:
Siento que los hilos se mueven desde lugares oscuros. Esto no fue casual. Esto fue sembrado.
🎤 Billie:
No puedo creer que Jenna haya hecho algo así. Sabía que era insegura, ¡pero esto!
🔥 John:
Hay que hablar con Blurry. Ya.
🧃 Spooky Jim:
No. No hoy. Dejémoslo que respire. Si siente culpa, que la mastique un poco. Y si no la siente… entonces sabremos a qué atenernos.
En algún rincón del patio – Blurryface, solo
Blurry aún no entendía qué había pasado.
Jenna lo había abrazado de golpe, por detrás, y él quedó paralizado. Todo en nombre de la nostalgia.
No quería ser descortés. No sabía cómo reaccionar. No había sido besado.
Pero supo que vio a Crybaby correr.
Y cuando su celular vibró sin parar… con mensajes de sus amigos y ni una sola palabra de ella.
“¿Qué hice?”, pensó.
Y por primera vez en mucho tiempo, no supo si el cielo que habían construido… acababa de desplomarse para siempre.
Patio trasero, escuela – 15:03 hs
Blurryface encontró a Crybaby en el rincón donde siempre se refugiaban. Pero hoy, el viento que antes traía calma ahora arremolinaba dolor.
—¡Cry! Esperá, por favor… —dijo Blurry, acercándose con cuidado.
Crybaby giró lentamente. Sus ojos estaban rojos, pero no por debilidad. Era furia mezclada con decepción.
La mezcla más peligrosa.
—¿Qué querés? —escupió con los dientes apretados— ¿Decirme que no fue lo que vi? ¿Que fue un malentendido?
—¡Es que fue un malentendido! Jenna me abrazó de sorpresa, ¡yo no hice nada! ¡Ni ella tampoco!
—¡Pero no te alejaste! ¡Te quedaste quieto! ¿Disfrutando?
Blurry apretó los puños.
—¡¿Y qué se suponía que hiciera?! ¿Empujarla al suelo? ¡No soy un salvaje! ¡Y se supone que vos tampoco!
—No, claro. Solamente sos un cobarde y yo soy una tonta. —dijo Crybaby, cortante, dolida.
Blurry dio un paso atrás, herido por esas palabras.
—¿Sabés qué? No me hables así. Yo no te falté el respeto.
—¡¿Ah, no?! ¡Entonces explicame porque estás más enojado vos que yo!
—¡Porque estoy cansado, Cry! Cansado de que no confíen en mí. Cansado de que cualquier persona que se me acerque sea una amenaza para vos. Cansado de que siempre me siembren cualquier mierda como si mi mente fuera un basurero ¡Quiero respirar! ¡Jenna no hizo nada malo! ¡Y vos sos una exagerada!
El silencio que cayó fue gélido.
Crybaby tembló.
—Entonces estás de su lado.
Blurry abrió los labios para negar… pero no dijo nada.
Y ese segundo de duda fue suficiente.
—Gracias por confirmarme todo, Blurry. Lo nuestro fue una farsa. Un juego.
Ella se dio vuelta. Y se fue.
Esta vez no corrió.
Caminó como si cada paso fuera un golpe en el pecho.
Y Blurry no la siguió.
Solo se quedó allí, con la furia nublándole la razón y el corazón hecho trizas.
Escalera de emergencia – Kelly y Nico
Kelly miraba todo desde lejos, con sus uñas impecables tamborileando sobre el barandal.
—Qué triste, ¿no? —dijo con fingida pena.
—Pobre pareja perfecta. —ironizó Nico—. Qué frágil era todo en realidad.
Kelly sonrió satisfecha.
—Ahora falta el siguiente paso. Uno de ellos va a caer hasta el fondo del suelo. Solo hay que empujar un poquito más.
Nico la miró con admiración.
—Estás jugando ajedrez, mientras ellos apenas saben armar un dominó.
Ambos rieron.
Como demonios disfrutando de una tormenta que ellos mismos invocaron.
Pasillo A – Jenna, sola
Jenna se había refugiado en el baño, confundida, con el celular vibrando en su mochila.
Mensajes, rumores, historias que no entendía del todo.
Quiso pedir perdón, pero ¿por qué, exactamente?
—¿Qué hice mal? —susurró en voz baja, mirando al espejo empañado.
Y no había respuesta.
Solo esa punzada silenciosa de saber que quizás había sido un peón más…
En un tablero que no entendía.
Casa de Crybaby – al caer la noche
Crybaby llegó, se encerró en su cuarto, y no habló con nadie.
Ni con Elita, ni con las hadas.
Ni siquiera consigo misma.
Apoyó la cabeza en la almohada, mirando al techo.
Y por primera vez, el corazón que tanto había sanado… volvió a romperse.
Como un frasco de caramelos que por descuido se rompio y los caramelos desaparecieron.
Día siguiente – Escuela
Los pasillos ya no eran los mismos.
Antes, Crybaby y Blurryface caminaban juntos, tomados de la mano. Nadie se atrevía a decir nada.
Ahora, caminaban por separado. Con la cabeza gacha. Con ojos apagados.
Y los enemigos se alimentaban de esa grieta.
En clase de Matemáticas
Crybaby intentaba concentrarse. Lápiz en mano. Pero podía sentirlo:
miradas, cuchicheos, risitas escondidas.
Jason, sentado dos filas atrás, dibujó un corazón roto en su cuaderno. Lo arrancó y lo lanzó hacia ella como una bala de papel.
—¿No decías que el amor todo lo cura? —susurró con una sonrisa venenosa.
Kelly se reía en silencio desde la ventana, como si saboreara una torta recién horneada.
Agóta, al lado suyo, no decía nada… pero tampoco la defendía.
Sala de música – más tarde
Blurryface practicaba solo con su ukelele. Ya no era el chico que encantaba con su voz.
Ahora sus dedos temblaban. Las notas salían desafinadas.
Hasta que alguien pasó por la puerta y dijo, como quien no quiere la cosa:
—¿Canta peor desde que lo dejaron?
Risas.
Blurry apretó los dientes. Quiso gritar. Pero no lo hizo.
En cambio, se levantó, tiró el ukelele dentro del estuche y salió de la sala sin mirar a nadie.
Cafetería – almuerzo silencioso
Los “Indecisos” estaban inquietos.
🎨 Gerard: —No me gusta este ambiente. Está todo... tenso.
🧃 Spooky Jim: —Están todos con hambre de drama. Les encanta el caos.
🦋 Elita: —Vi a Crybaby temblar hoy. Como cuando le pasó lo de Jason al principio del año.
👽 Jazmín: —¿Y Blurry?
🎸 Adam: —Se está cerrando. Es como si le hubieran apagado la chispa.
🔥 John Cooper: —Tenemos que hacer algo. Esto ya no es solo un corazón roto. Es una carnicería emocional.
Spooky asintió, serio.
—Si dejamos que los otros se crean invencibles, lo van a ser.
Pasillo trasero – el imperio de los bullies
Nico y Kelly estaban en su trono informal: el banco roto junto a los lockers.
Los Niners se acomodaban cerca, como guardianes de un secreto oscuro.
—¿Lo sentís? —dijo Kelly con los ojos brillando—. El aire cambió. El miedo volvió.
—Los tenemos donde queríamos —agregó Nico—. Y si alguien intenta reconstruirlos...
—...los volvemos a romper. —terminó Kelly, con una sonrisa tan encantadora como cruel.
Casa de Elita – más tarde
Crybaby se acurrucaba en el sillón.
Elita intentaba hablarle, pero solo obtenía monosílabos.
Las hadas revoloteaban cerca de la ventana, lanzando brillos de consuelo.
Pero ni su magia podía tocar ese dolor seco, ese vacío que no se llena con dulzura.
Mientras tanto, Blurryface miraba al cielo desde su habitación.
Los anillos de promesa seguían guardados en la caja.
Ahora parecían más lejanos que nunca.
Y él… no sabía cómo volver atrás.
Pared de los anuncios escolares – al día siguiente
Una hoja anónima apareció pegada con cinta:
❝El amor de fantasía se rompió. La princesita vuelve al menú.❞
Debajo, una caricatura grosera de Crybaby, con su vestido azul hecho trizas y Blurryface huyendo en una nube negra.
Muchos rieron.
Otros se sintieron incómodos.
Pero nadie lo arrancó.
Hasta que Billie lo hizo. Lo desgarró con furia y se fue, sin decir palabra.
Y esa pequeña reacción fue lo único humano que pasó en horas.
Aula de Biología – 13:02 hs
El profesor hablaba de sistemas nerviosos. Pero nadie lo escuchaba.
En la última fila, Agóta susurraba cosas al oído de otros compañeros:
—Dicen que Blurry lloró en el baño. Que casi rompe un espejo.
—Crybaby está viendo a alguien más, obvio…
—Quizás nunca se amaron. Fue todo pose.
Y todo eso gracias a la lengua afilada de Kelly.
Ella misma, que ahora jugaba con su pelo y fingía estar dibujando corazones en la hoja… mientras imaginaba cuántas puñaladas emocionales podía dar sin mancharse las manos.
Vestuario de chicos – más tarde
Nico hablaba con dos Niners nuevos. Recién integrados. Más jóvenes. Más impresionables.
—¿Ven ese casillero? —dijo, señalando el de Blurry—. Si quieren subir en esta escuela, tienen que marcar territorio. Y los reyes caídos no tienen protección.
Uno de ellos dejó un papel adentro. Otro volcó el contenido de una botella con agua turbia.
No eran amenazas. No eran insultos. Eran provocaciones.
Porque lo que querían no era dañar el cuerpo.
Querían destrozar el espíritu.
Baño del segundo piso – Elita y Jazmín
—Esto ya es demasiado. —susurró Elita, lavándose la cara—. Están como lobos esperando el mínimo error.
—Kelly creó un culto al escarnio —dijo Jazmín, seria—. Y ni siquiera Nico le discute nada.
—¿Y qué hacemos?
—No lo sé… pero si seguimos callados, cuando Cry y Blurry intenten levantarse, ya no va a quedar nadie que los defienda.
Final del día – Escuela vacía
Kelly, sentada en el banco de piedra del patio trasero, revisaba su celular.
Fotos. Rumores. Chismes. Manipulaciones sutiles.
Todo con una organización casi enfermiza.
Nico apareció desde la sombra.
—¿No te cansás nunca?
—¿Cansarme de tener razón? —respondió ella con una media sonrisa—. Nunca.
—Jenna sigue sin enterarse de nada.
—Perfecto. Será el próximo paso. Pero todavía no. Primero, dejemos que Crybaby y Blurryface se desangren un poco más.
Así, cuando por fin quieran levantarse… ya no tengan piernas.
Ambos rieron bajito.
Y en el fondo del patio, una de las hadas del árbol mágico se encendió de color rojo.
Como si algo muy malo estuviera en camino.
Chapter 92: Capítulo 92 - Landslide
Summary:
Blurryface se siente triste y solo. Vuelve a estar perdido y no hay amigo que lo contenga.
Chapter Text
Bueno, he tenido miedo de cambiar porque he construido mi vida a tu alrededor pero el tiempo te hace más audaz
Casa de Blurryface – habitación
La habitación estaba en penumbras, aunque afuera era de día. Muchas cosas tiradas en el suelo.
Blurryface estaba recostado de costado, sin moverse desde hacía horas.
Tenía los ojos abiertos. Pero era como si no estuviera mirando nada.
El ukelele, mudo, lo observaba desde la silla.
Los anillos de promesa seguían en su caja. Cerrada.
Su madre entró en silencio, le dejó una taza de té, y se sentó a los pies de la cama.
—¿Querés hablar?
Blurry no respondió. Solo giró su cara hacia la pared.
Su madre se quedó un rato más, sin insistir. Acariciándole la pierna como cuando era chico.
—Yo también perdí una vez —dijo, antes de irse—. El dolor no te mata. Pero te cambia.
Casa de Crybaby – su cuarto
Los pósters estaban rotos. Las luces tenues del techo colgaban de un hilo.
La pizarra con las notas de Blurry había sido arrojada hacia la ventana.
Las hadas no se acercaban… solo flotaban en la puerta, en silencio.
Observando la destrucción, sabiendo que no podían intervenir sin su permiso.
Crybaby estaba sentada en el rincón, abrazando sus rodillas.
Había llorado tanto que ya no quedaban lágrimas. Solo una presión insoportable en el pecho.
—¿Por qué no me lo dijo? —susurró, como si alguien pudiera responderle—. ¿Por qué me eligió a mí?
La madre de Elita, su tutora legal, asomó con cuidado.
—Te traje una sopita caliente. No tenés que comer si no querés… pero quiero que la tengas cerca.
Crybaby asintió sin decir nada.
No quería hablar.
No quería pensar.
Y mucho menos quería soñar.
Porque cada vez que cerraba los ojos, lo veía a él.
Día siguiente – Escuela vacía (domingo)
Spooky Jim había ido solo a los jardines del colegio.
Se sentó bajo el árbol grande, con el celular en mano. Escribía y borraba.
No sabía si mandar un mensaje a Blurry… o a Cry. O a ambos. O a ninguno.
—¿Y si esto no se arregla? —murmuró al viento.
Las luciérnagas no aparecieron esa vez.
Y eso, en su mundo, era una muy mala señal.
Por momentos le dolía el pecho.
Viejos recuerdos de como su hermano gemelo era separado de él lo atormentaban un poco.
Recordo que en un momento más oscuro, le llegó una carta de él. Una frase le llamo la atención: "Si estás triste, busca las luciérnagas. Serán la luz que yo sostengo, pero desde la distancia".
Una lágrima se asomo.
📍Voz en off (Elita – pensamiento escrito en su diario)
"Dicen que las avalanchas son silenciosas al principio. Una piedrita. Luego otra. Y cuando te das cuenta, ya estás enterrado."
"Eso está pasando ahora. Todos estamos mirando la montaña caer, y nadie sabe cómo pararla."
Final del día – Habitación de Blurryface
Blurryface se levantó. Se miró al espejo.
Tenía los ojos hinchados. El cabello revuelto. No quiso volver a terapia.
Pero algo dentro de él se había quebrado lo suficiente como para hacerle entender algo:
No era solo tristeza. Era miedo.
Y ya no podía esconderse.
Miró su ukelele.
Miró la caja con los anillos.
Y finalmente murmuró:
—No sé si puedo… pero no quiero perderme a mí mismo también.
Aula – Segunda hora de clases
Blurryface se tambaleaba en su asiento. Pálido. Transpirado.
No había desayunado. No había dormido.
Y apenas si había hablado en dos días.
El profesor de Historia escribía en el pizarrón.
Spooky Jim lo miraba con preocupación desde el otro lado del aula.
Pero no llegó a reaccionar a tiempo.
—¡BLURRY! —gritó una voz.
El golpe contra el piso fue seco.
El cuerpo de Blurryface se desplomó al costado de su pupitre.
Gritos. Alumnos levantándose.
Elita tapándose la boca.
Spooky Jim salió corriendo hacia él.
—¡Ey! ¡Respirá, dale! ¡Respirá, hermano!
El profesor pidió una ambulancia.
Los pasillos se llenaron de ruido.
Y por primera vez en semanas… la atención volvió a estar puesta en Blurryface.
Aunque fuera por las razones equivocadas.
Sala de detención – mediodía
Crybaby estaba sentada sola.
Las luces fluorescentes la hacían doler la cabeza.
Tenía los brazos cruzados. El rostro endurecido.
La acusación había sido por “desacato a la autoridad”.
Traducido: no quiso entregar su teléfono cuando el profesor de química la había llamado al frente.
¿La realidad? Estaba indecisa si escribirle o no a Blurryface justo antes del desmayo.
Y ella no quiso explicarse. Solo rompió un tubo de ensayo.
—¿Querés decirme por qué estás tan alterada últimamente, Crybaby? —le preguntó la preceptora desde la puerta.
Cry solo bajó la mirada.
—¿Querés que llamemos a tu tutora legal?
—No hace falta —dijo, casi en un susurro—. Solo quiero estar sola.
La preceptora cerró la puerta.
Crybaby apoyó la cabeza en la mesa.
Y por primera vez, no lloró.
Porque ya no tenía nada más que romperse.
📍 Chat “Los Indecisos” – 14:02hs
Gerard:
No puedo creer que Blurry se haya desmayado… No lo vi venir.
Jazmín Bean:
¿Y qué esperaban? ¿Cuánto más creen que puede aguantar un corazón roto?
Billie Eilish:
Esto ya se volvió un círculo vicioso. Uno se rompe, el otro se cierra. Y el resto solo mira.
Spooky Jim:
Si se nos cae Blurry… se nos cae todo el grupo.
Elita:
Se está cayendo, Spooky.
John Cooper:
¿Y si esto es lo que Kelly y Nico querían desde el principio?
(Silencio prolongado en el chat.)
Hospital infanto juvenil – 15:38 hs
Blurryface despertó. Tenía un suero en el brazo.
Su madre estaba a su lado. Llorando en silencio.
—No puede seguir así, hijo —dijo, con voz entrecortada—. Tenés que pedir ayuda. Esto ya no es solo tristeza. Es enfermedad. Y puede matarte.
Blurry la miró… pero no dijo nada.
Giró el rostro hacia la ventana.
Y deseó no haber despertado.
Escuela – Pasillos y salón común
Nico camina con paso firme, una sonrisa torcida dibujada en su rostro.
A su lado, Kelly lo acompaña con una mirada calculadora y fría.
—¿Viste cómo se derrumban? —murmura Nico, observando a los alumnos afectados—. Esto es tan bello.
Kelly ríe sin ganas, pero satisfecha.
—No hay nada mejor que ver caer a los “invencibles”.
Y nosotros solo tenemos que esperar el momento perfecto para rematar.
Los murmullos empiezan a crecer en la escuela.
Los rumores, las miradas, las amenazas veladas.
Un clima de tensión que nadie sabe cómo parar.
Casa de Spooky Jim – tarde
Spooky Jim está frente a su computadora, rodeado de papeles, apuntes y chats.
En su rostro hay determinación, incluso si sus ojos denotan preocupación.
—No puedo quedarme cruzado de brazos —murmura para sí mismo—.
Kelly y Nico están jugando con fuego. Y esta vez, no solo es un juego.
Revisa mensajes antiguos, busca pistas en redes, investiga conexiones. Buscaba personas también.
Sabe que tiene que encontrar algo, cualquier cosa que les dé ventaja para frenar la caída.
Toma su teléfono, escribe rápido:
“Chicos, esto se está poniendo demasiado oscuro. Necesitamos unirnos y pelear juntos. Esto no termina bien si seguimos divididos.”
Escuela – Cartelera
En la cartelera aparece un mensaje nuevo, anónimo, con letras grandes y simples:
“La verdad siempre sale a la luz. No dejes que te manipulen.”
Las miradas se clavan en el mensaje, preguntándose quién habrá sido.
📍 Chat “Los Indecisos” – 19:43 hs
Spooky Jim:
Estoy buscando pistas sobre lo que hacen Kelly y Nico.
Esto no es solo bullying. Es una guerra fría.
Gerard:
Se siente el frío en el aire. Y no creo que termine bien.
Elita:
Necesitamos apoyar a Cry y Blurry, aunque no podamos hablar con ellos ahora.
Billie:
Estoy preocupada. Esto puede destruirlos a todos.
John:
A veces, las batallas más grandes son las que no se ven.
Casa de Blurryface – noche
Blurryface mira la oscuridad desde su ventana, recordando la promesa del anillo sin entregar.
El peso de la soledad y la incertidumbre lo aplasta.
Pero dentro suyo, una chispa minúscula se resiste a apagarse.
Chapter 93: Capítulo 93 - Layla
Summary:
Spooky Jim y Elita harán lo que sea con tal de descubrír la verdad y hacer que la pareja protagonista vuelvan a estar unidos ¿Lo lograrán?
Chapter Text
¿Qué harás cuando te sientas solo?
Y nadie está a tu lado
Has estado corriendo y ocultándote mucho tiempo
Y Sabes que es solo tu tonto orgullo
Casa de Elita – tarde
Elita está sentada en el sillón, su expresión es seria.
Spooky Jim necesitaba ayuda y Elita acepto sin pedir nada a cambio.
En sus manos sostiene su teléfono, revisando una conversación privada que acaba de descubrir.
—No puede ser… Jenna tuvo que ver en todo esto —susurra, con la voz cargada de mezcla entre rabia y tristeza—.
No solo volvió para molestar, sino que…
Sus dedos tiemblan mientras deslizan la pantalla.
Una serie de Screenshots, de cortesía de una compañera a quien logro sobornar para recibir ayuda.
Unos mensajes ocultos entre los chats de Nico y Kelly revelan planes para separar a Blurryface y Crybaby. Todo gracias a Jenna y su ingenuidad.
—¿Cómo pudo? —murmura—. Tenía que protegerlos, no hundirlos.
El teléfono vibra con un mensaje entrante.
Es Spooky Jim.
“Elita, necesito hablar. Esto es más grave de lo que pensamos. Por favor, ¿podés verme ahora?”
Elita lee una y otra vez.
Respira profundo y responde.
“Voy para allá.”
Casa de Spooky Jim – noche
Spooky Jim espera ansioso, revisando notas y preparando un plan.
—Si Jenna es parte del problema… no puedo permitir que destruyan a Blurry y Cry —dice con firmeza—.
Primero tengo que salvar la relación de mis mejores amigos.
El timbre suena. Es Elita.
Ella entra, decidida.
—Tengo lo que necesitás —dice con voz baja—.
Jenna no es solo una ex más, es pieza clave en todo este desastre.
Spooky asiente.
—Perfecto. Vamos a desarmar esto antes que sea demasiado tarde.
Casa de Jenna – tarde - Al día siguiente.
Spooky Jim y Elita están frente a Jenna, la luz tenue crea sombras duras en sus rostros.
—¿En serio confiaste ciegamente en Kelly? —Spooky cruza los brazos, la voz firme y algo fría—.
¿Sin cuestionar una sola vez? ¿Que fue lo que exactamente te advertí?
Jenna baja la mirada, sus manos nerviosas se enredan.
—No fue mi intención hacer daño… —su voz tiembla—.
Solo quería ser parte de algún lugar… pero me equivoqué.
Elita frunce el ceño, con tono serio:
—Para probar que quieres cambiar, vas a ir a hablar con Crybaby.
Solo ella puede decidir si te perdona o no.
Spooky saca un papel con la dirección de Crybaby y se la entrega.
—Aquí está. No te vamos a creer hasta que lo hagas y me avises por mensaje de texto ¡No te atrevas a mentir!
Jenna asiente, sincera pero insegura.
—Lo haré. Prometo que esta vez será diferente.
Casa de Blurryface – Atardecer
La escena es sombría. Blurry está sentado en el borde de su cama, la mirada perdida y el cuerpo cansado.
Su madre entra con una taza de té, intenta sonreír con fuerza.
—Spooky, Elita, gracias por venir —dice con voz dulce, pero cargada de preocupación—.
No sé qué haríamos sin ustedes.
Spooky asiente con respeto.
—Vamos a hacer todo lo posible para ayudarlo. Solo necesitamos que Blurry y Cry estén listos para escucharnos.
Elita mira con determinación.
—Esta vez vamos a unirlos, no romperlos.
Casa de Crybaby – anochecer
La madre de Elita no está. Crybaby abre la puerta con cara de pocos amigos.
Al ver a Jenna, sus ojos se encienden como fuego.
—¿Qué hacés vos acá? —dice, con la voz áspera, sosteniéndose del marco de la puerta como si fuera su escudo.
Jenna baja un escalón y no levanta la voz.
—Vine a hablar. Vine a decirte la verdad. No a pelear.
Crybaby avanza un paso.
—¿Verdad? ¿Ahora te importa? Llegás a darme una sola excusa más y te juro que te reviento la cara.
—¡Hacelo si querés! —responde Jenna, sin moverse—. Si eso te hace sentir mejor, dale. Pero escuchame primero.
Cry aprieta los puños, respirando fuerte.
—Tenés dos minutos.
Jenna la mira con los ojos llenos de sinceridad y culpa.
—No quiero nada con Blurry. Nunca quise volver para reconquistarlo. Me equivoqué en cómo volví. Lo abracé una vez, para desearle buen día… y sí, fue estúpido de mi parte invadir un espacio que no es mío. Pero no fue un plan ni un juego.
Crybaby no habla, pero su ceño está fruncido.
—Fue mi culpa que Kelly y Nico metieran las manos. Yo fui la grieta. Yo soy la razón por la que están rotos. Lo sé. Y te juro que si pudiera deshacerlo todo, lo haría.
Jenna traga saliva. Se le escapan unas lágrimas.
—No vengo a pedirte perdón. Vengo a pedirte que lo pienses. Que pienses en lo que vos sentís. Porque a él lo estás matando. Y si Blurryface se quiebra del todo… eso también va a doler.
Crybaby no responde. Respira fuerte. Mira a Jenna con ojos rojos, temblorosa.
Y sin decir una sola palabra más…
¡PUM!
Le cierra la puerta en la cara.
Jenna se queda sola en el porche, tragando lágrimas.
Crybaby apoya la frente en la puerta cerrada, sin dejar de temblar.
—Estúpida… —susurra, aunque ya no sabe si se refiere a Jenna o a sí misma.
Se da vuelta y camina hacia su cuarto, con los ojos clavados en el suelo.
No está lista. No todavía.
Pero algo en su interior, muy dentro… empieza a crujir.
Habitación de Blurryface – noche
Todo está a oscuras, salvo una débil luz que entra por la ventana.
Ropa tirada, hojas arrugadas con letras inconclusas. La cama sin tender. Un silencio casi irrespirable.
Blurryface está sentado en el suelo, con la espalda contra la pared.
Ojos vacíos. Ni siquiera el llanto le sale ya. Esta deshidratado.
Solo tiembla levemente. Como si todo su cuerpo se hubiera convertido en una pequeña llama temblorosa, a punto de apagarse.
Spooky Jim y Elita están allí. Callados al principio.
Hasta que Spooky decide hablar:
—Encontramos todo, Blur.
—¿Todo qué? —su voz es hueca, rasposa.
Elita se arrodilla frente a él. Tiene los ojos tristes pero firmes.
—Jenna… Kelly… Nico. Todo fue parte de un plan. Nada fue casual.
Blurry ni parpadea.
Spooky continúa:
—Jenna no quiso hacer daño, pero cayó como una ficha más en el tablero de Kelly.
Y vos… fuiste un tonto por enojarte con Cry. Pero no fue solo tu culpa.
La empujaron, la manipularon, a ella y a vos. También a Cry. Los rompieron desde fuera.
Blurry cierra los ojos. Gira la cabeza hacia un costado.
—Lo sé… —susurra. Y por primera vez en días, una lágrima cae.
Elita pone una mano sobre la suya.
—No todo está perdido, Blurry. Todavía podés hacer algo.
Spooky se agacha junto a él.
—No vayas por los caminos equivocados. No dejes que lo de Johnny se repita con vos.
Esa frase lo quiebra. Blurry se pone de pie de golpe. Se tambalea. El cuerpo le pesa. El alma le pesa más.
—Tengo que ir a verla.
—¿Ahora? —pregunta Elita, alarmada.
—Sí —dice con la voz ahogada pero firme—.
Aunque me caiga a la mitad del camino. Tengo que hacerlo.
Tengo que demostrarle que no renuncio a nosotros. No otra vez.
Spooky le ofrece un abrigo. Elita le alcanza una linterna. La madre insiste que beba el té.
Pero Blurry no los toma. Solo sale corriendo, sin mochila, sin celular.
Sin aire casi. Pero con una determinación que ni sus piernas débiles pueden frenar.
El cielo está gris. La noche, espesa. El aire, pesado.
Blurry corre. Tropieza. Se levanta. Siente que se va a desmayar, pero sigue.
No sabe qué va a decir.
No sabe si Crybaby lo va a recibir.
Solo sabe que no va a dejar que la historia termine así.
Casa de Crybaby – noche
La calle está desierta, solo los grillos y el susurro del viento son testigos del caos en el alma de Blurryface.
Llega corriendo, sin aliento, y golpea la puerta con fuerza.
—¡Cry! ¡Crybaby! ¡Por favor! ¡Abrime! —golpea de nuevo. Su voz se quiebra— ¡Soy yo!
Silencio.
Golpea otra vez.
—¡Te necesito…!
Pero nada. Nadie.
Mira hacia los costados. Sabe que ella no pudo haberse ido a ningún lado. No le gustaba estar sola de noche en ningún sitio.
Y entonces recuerda. El jardín.
Corre por el costado de la casa y llega hasta ese lugar tan especial, donde tantas veces se perdieron juntos.
El árbol está ahí, imponente y mágico.
La puerta al País de las Maravillas está cerrada con llave.
—¡Árbol! —le grita entre lágrimas— ¡Devolvemela! ¡Ella estaba bien hasta que la perdí! ¡Hicimos promesas acá! ¡Hice promesas acá! ¡Me escuchaste ese día! ¡Me viste ponerme de rodillas por ella!
Cae de rodillas de nuevo, frente al árbol.
Lo abraza con fuerza. Le grita. Le suplica. Le reza.
—¡No me dejes solo! ¡No me dejes sin ella!
🌹 En ese momento, una voz suave, lejana, se escucha detrás:
—¿Blurry?
Él gira de golpe. Lleno de barro, hojas secas y desesperación.
Allí está Crybaby, con guantes de jardinería, un balde y una regadera.
Sus mejillas manchadas de tierra, el cabello atado de manera improvisada, y los ojos abiertos de par en par.
—¿Qué… hacés acá? ¿Porque le gritas a mi árbol?
Blurry apenas puede sostenerse de pie.
—Pensé… —respira entrecortado— que estabas en el árbol. Creí… que me lo había quitado todo.
Ella lo observa, confundida, con el ceño fruncido y una flor en la mano.
—Estaba en el cobertizo. Las rosas rojas que me regalaste estaban marchitas… quería salvarlas.
Blurry se queda en silencio. Un nudo en la garganta.
—Las rosas... —murmura.
Cry se acerca. Él da un paso atrás, temeroso. Ella también duda.
Pero algo en esa noche, en ese aire cargado de luna llena dorada y tierra húmeda, los impulsa a hablar.
—Yo... —empieza Blurry— No supe cómo actuar. Me dejé llenar la cabeza. Me enojé en lugar de serenar en vos.
Creí que lo había arruinado todo, y lo arruiné más.
—Y yo… te grité cosas que no sentía. Te eché, en vez de confiar en vos. Te odié por unos días. Pensé que lo nuestro era una fantasía.
Se quedan frente a frente. El árbol detrás de ellos, guardando silencio.
—Pero… —dice él, dando un paso— aún quiero salvar lo que plantamos. Como las rosas.
—Yo también —responde ella, dejando caer los guantes. El balde. La regadera. La flor cayo en el balde.
Y entonces, sin aviso, se abrazan con fuerza.
Lloran.
Lloran como si todo el dolor tuviera que salir ahora o los partiría al medio.
—Perdoname —susurran ambos al mismo tiempo.
Y luego, sin que nadie lo planee, sin que nadie lo fuerce, sus labios se encuentran en un beso suave, sincero y tembloroso.
Las hadas, invisibles entre las ramas, danzan en silencio.
Y el árbol parece vibrar levemente, como si estuviera sonriendo.
🌙 Jardín de Crybaby – minutos después
El beso aún no termina cuando tres figuras aparecen por el camino de entrada, jadeando, con el corazón en la garganta.
—¡¿Dónde están?! —grita Elita, con los ojos llenos de lágrimas.
—¡Blurry, Cry! —exclama Spooky Jim, buscando desesperadamente con la linterna del celular.
La madre de Blurry, elegante pero desalineada por la carrera, murmura con voz entrecortada:
—Por favor… que estén vivos…
Y entonces los ven.
Abrazados, cubiertos de tierra, rodeados de rosas rescatadas y hadas que danzan sin que nadie más las vea.
Se están besando. Con el corazón roto, pero entero.
Spooky suelta un suspiro de alivio que parece barrer toda la tensión acumulada.
Elita se lleva las manos al pecho, conteniendo el llanto.
La madre de Blurry simplemente sonríe, con ternura, y murmura:
—Ahí está mi hijo...
Blurry apenas se mantiene en pie cuando Cry lo abraza más fuerte.
—No estás bien —le dice ella, notando su palidez—. Necesitás descansar.
—Estoy mejor ahora —dice él, pero sus piernas tiemblan.
Spooky y Elita lo sujetan con cuidado.
—Vamos, hermano. Cargá energías —dice Spooky.
—Te quedás en mi casa —añade Crybaby—. Vas a dormir rodeado de hadas y jazmines. No te va a pasar nada más.
La madre de Blurry asiente, dándole a Cry una caricia en el hombro.
—Confío en vos.
Así, el pequeño grupo sale del jardín y se meten a casa.
No hay festejo, no hay saltos ni fuegos artificiales.
Pero hay paz.
Una rica cena.
Y eso es suficiente por hoy.
🌟 En el cielo, una estrella fugaz cruza silenciosa.
El árbol, imperturbable, guarda otro secreto más.
Uno que algún día… puede volver a florecer.
Chapter 94: Capítulo 94 - you're all i have
Summary:
Al final, la pareja se reconcilian, lloran, se ríen y están juntos. No sin antes de que Cry le meta un chupete con pegamento en la boca a Kelly y Blurry le coloca una guitarra de sombrero a Nico.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Está tan claro ahora que eres todo lo que tengo
No tengo miedo porque eres todo lo que tengo
🌤 Día siguiente – Patio de la escuela
La noticia se esparció más rápido que una plaga: Crybaby y Blurryface volvieron.
Pero esta vez, más fuertes que nunca.
Al principio, algunos no lo creían.
Hasta que entraron tomados de la mano, riéndose con complicidad, con ese brillo renovado en los ojos que ni Nico ni Kelly pudieron extinguir.
Si las miradas pudieran dañar, esos dos ya estarían ciegos.
—No solo sobrevivimos, perras —susurró Crybaby al pasar cerca del grupo enemigo—. Somos más indestructibles que nunca.
Pero la cereza del postre vino después…
🍼 Escena uno: El chupete de la justicia
Durante el recreo largo, Kelly estaba en su papel de siempre: sonreír falso, hablar mal de todos y fingir que no se enteraba de nada.
Hasta que Crybaby, con una dulce sonrisa, se le acercó con una pequeña cajita envuelta en moño lila.
—¿Qué es esto? —preguntó Kelly con desconfianza.
—Un regalito para que cierres el hocico —dijo Cry con tono de porcelana.
Kelly abrió la caja… y sacó un chupete brillante cubierto de glitter.
Antes de que pudiera reaccionar, Crybaby ¡zas! se lo metió en la boca y lo sostuvo ahí cinco segundos.
Kelly intentó quitárselo, pero…
—Pegamento no tóxico. Aguanta 24 horas —dijo Cry guiñando un ojo—. Para que pienses en lo que decís antes de escupir veneno, perra.
El recreo estalló en carcajadas.
🎸 Escena dos: Nico, el “guitar-hero” de la derrota
Mientras Kelly pataleaba y chillaba de fondo (bueno, lo intentaba), Nico apareció listo para vengarse de la humillación.
—Esto no termina acá —masculló, mirando fijo a Blurry.
Blurry no respondió. Solo tomó una vieja guitarra del salón de música, esperó a que Nico se acercara…
Y se la colocó como sombrero con un golpe seco, pero certero (sin herir, claro. Solo golpe al ego).
—Ahora sí terminamos, zorra —dijo Blurryface, alejándose sin mirar atrás.
🎭 Cambio de escenario: el rincón de las segundas oportunidades
Jenna no estaba bien.
Aunque no era el demonio de la historia, muchos aún la veían con desconfianza. Debby se lo advirtió y estaba pagando.
Hasta que Spooky Jim (porque nadie como él para el rol de mediador imposible) se arrodilló frente a Celeste, Magnolia y Fleur.
—Les ruego, chicas. Jenna es impulsiva, sí. Pero no es como Kelly ni como Nico. Solo… se equivocó. Merece una oportunidad, como todos nosotros.
Las chicas se miraron entre sí.
Suspiraron.
—Solo si promete no volver a cagarla —dijo Magnolia, cruzada de brazos.
—Y si deja de usar delineador con glitter azul, por favor —agregó Fleur.
—Prometo —dijo Jenna, con una media sonrisa tímida—. Y también… gracias.
🌅 Escena final: El atardecer más tranquilo
Crybaby y Blurryface estaban recostados en el pasto, bajo el árbol de siempre.
—¿Sabés una cosa? —susurró él, acariciando su mano.
—¿Qué?
—Podría no tener nada, perder todo… pero si te tengo a vos, entonces todavía lo tengo todo.
Crybaby sonrió. Apoyó su cabeza en su pecho y murmuró:
—Lo mismo pienso. Aunque admito que ese chupete fue una gran obra maestra.
Ambos rieron.
Y desde una rama alta, una pequeña hada los observaba con una flor en las manos.
La depositó sobre ellos como bendición silenciosa.
🏫 Baño de mujeres – minutos después del recreo
Kelly entró como un huracán, pateando la puerta del baño con fuerza, el chupete todavía pegado a su boca. Chillaba, aunque no se entendía ni una palabra. Se miró al espejo con lágrimas de frustración y glitter en la cara.
—¡Mmrrfffrrhgrh! —gritaba.
Intentó tirar del chupete una vez…
Dos veces…
—¡RRRRRRRGH! —tercera vez… crack…
¡POP!
El chupete salió volando y ella se fue de espaldas contra la pared. El eco del golpe se escuchó hasta la dirección.
—¡AAAAAY! ¡MI BOCA! ¡MIS LABIOS! —chilló, llevándose la mano a la cara.
Se miró otra vez en el espejo… tenía la mitad del labial corrido, los labios rojos de tanto tirar, y el orgullo más inflamado que el ego de Nico.
🚿 Vestuario masculino – al mismo tiempo
Nico todavía tenía la guitarra encajada como un casco medieval. A cada intento por sacarla, se escuchaba un ruido seco y su ceja derecha se levantaba más del enojo.
—¡ESTA MALDITA COSA NO SALE! —rugía.
Matt, que estaba a su lado, lo miraba con fastidio. Tenía una toalla al hombro y cero ganas de ayudar.
—¿Te la querés sacar o te vas a unir a una banda? —dijo con sarcasmo.
—¡AYUDAME, TARADO!
Matt suspiró, se acercó, tomó la guitarra con ambas manos y tiró hacia arriba con fuerza.
—Uno… dos… ¡tres!
CRACCK!
La guitarra salió… ¡junto con un mechón de pelo!
Nico soltó un alarido que hizo que el entrenador de educación física se asomara desde la puerta.
—¡¿QUIÉN ESTÁ GRITANDO COMO CABRA EMBALSAMADA?!
Matt le tiró la guitarra a Nico en los brazos con desgano.
—Listo. Ya podés ir a ensayar tu fracaso, “rey”.
💥 Y como broche final…
Mientras tanto, desde una de las cámaras de seguridad…
El encargado del sistema de vigilancia hacía zoom y capturaba las escenas con una sonrisa.
—Esto va directo al archivo de “mejores momentos del año” —dijo, apretando “guardar”.
🎬 Mini epílogo del día
En el chat de “Los indecisos”…
Gerard: ¿Alguien grabó cuando Nico gritó “¡MI PELO!”?
Spooky Jim: 😈 Tal vez sí, tal vez no…
Billie: Este año ya me dio todo lo que necesitaba.
Jazmín Bean: Mis brujas internas están saciadas.
Adam: Lo mejor es que no tuvimos que hacer nada. Se destruyeron solitos.
Elita: Me retiro por hoy. Estoy llorando de la risa.
John: Bendecido y afortunado
🌀 Días después...
La escuela seguía girando, pero el eje... había cambiado.
Nico caminaba por los pasillos con la cabeza baja, y los murmullos lo seguían como una sombra.
Kelly... ni hablar. Los más pequeños la evitaban como si fuera una historia de terror con piernas.
Ya no tenían a nadie que los protegiera. Nadie que los temiera.
Y lo más curioso: nadie que los admirara.
—Mirá, ahí viene la rubia que perdió con un chupete —susurró una alumna de segundo año.
—Y el otro... ¿no es el que terminó con una guitarra en la cabeza? —añadió otro, con risa disimulada.
Ni siquiera se molestaban en responder. Sabían que los días de gloria habían pasado.
Lo peor de todo... es que la gente no los odiaba.
Simplemente los ignoraban. Y eso, eso dolía mucho más.
🌼 Del otro lado del universo...
Blurryface y Crybaby brillaban.
Caminaban tomados de la mano por los pasillos. Reían, compartían anotaciones en clase, y a veces... simplemente se miraban y ya estaba todo dicho.
Los profesores los observaban de lejos. Algunos con sonrisa cómplice, otros con discreta ternura.
—¿Vieron a esos dos? —dijo la profe de Literatura, bajito, en la sala docente.
—Sí. Es raro ver tanto cariño en adolescentes —respondió el preceptor.
—No sé si es raro —añadió la profe de Historia—. Creo que simplemente… se tienen.
Y eso era cierto. Cry y Blurry no tenían que gritarle su amor al mundo. El mundo lo veía igual.
🎁 Una pequeña redención...
Jenna, por su parte, estaba encontrando su lugar con Celeste, Magnolia y Fleur. Las tres chicas tenían algo especial: eran intensas, un poco dramáticas, muy creativas... y bastante justicieras.
—Si querés limpiar tu karma, tenés que hacer algo sincero —dijo Fleur mientras pintaba sus uñas negras.
—¿Qué tenés en mente? —preguntó Jenna, insegura.
—Un regalo. No caro, no ostentoso. Algo que les hable de vos, pero también de lo que aprendiste.
Y así lo hizo.
Pasó varias tardes bordando a mano un cojín de dos mitades que se unían en forma de corazón.
De un lado, bordó una rosa roja; del otro, una luna llena.
Al centro, escribió con hilo plateado: "Perdón. Gracias por existir."
Se lo entregó a Crybaby en su casillero, con una pequeña nota:
"No quiero tu amistad si no la merezco. Pero quiero que sepas que me equivoqué. Y lamento haberte herido."
—Jenna
Crybaby, al leerlo, sintió un cosquilleo en el pecho. No se lo esperaba.
Esa tarde, se lo mostró a Blurry, que sonrió con calma y le dijo:
—Está bien... A veces la gente se redime. A veces, sí lo logran.
🌙 Epílogo del capítulo...
Esa noche, en el jardín de Crybaby, las hadas danzaron con una brisa cálida.
Las plantas volvieron a florecer.
Y, sin que nadie lo notara, una pequeña flor blanca creció al pie del árbol mágico.
Una señal.
Una promesa.
De que el amor —el verdadero— no sólo se sobrevive...
Sana. Protege. Y vuelve a florecer.
Notes:
Por favor, si algún Bully les hace ese tipo de cosas... Manden fotos así entre nosotros reímos jajajaja...
Chapter 95: Capítulo 95 - Patience
Summary:
Blurry debe trabajar con sus emociones y Cry debe trabajar con su desconfianza.
Chapter Text
Solo necesitamos un poco de paciencia.
Dijo, cariño, hazlo despacio.
Y estaremos bien juntos.
Solo necesitamos un poco de paciencia.
El silencio en la dirección era incómodo, tenso.
Blurryface tamborileaba los dedos sobre su rodilla mientras mantenía la mirada baja. Crybaby, sentada a su lado, apretaba los labios, cruzando los brazos con una mezcla de fastidio y resignación. Frente a ellos, el director hablaba con ese tono de falsa cordialidad que usaba siempre que estaba a punto de obligar a alguien a hacer algo que no quería.
—No se trata de castigo —decía, con un tono que sonaba casi mecánico—. Es prevención. Cuidado emocional. Después de todo lo que atravesaron, creemos que la terapia escolar les va a hacer bien.
Crybaby resopló por la nariz, como una risa mínima y amarga.
—¿Y eso significa obligarnos? Porque no suena muy terapéutico eso…
—Yo ya tengo terapia —dijo Blurryface, tranquilo, pero con los ojos clavados en la alfombra como si le quemara—. Una real. Con alguien que escucha. No con la psicopedagoga que cree que el trauma se cura dibujando mariposas…
El director fingió no haber oído.
—Solo pedimos una sesión semanal. Media hora. Y créanme, muchos chicos estarían agradecidos de tener este recurso disponible.
Crybaby quiso decir que prefería mil veces una tarde con sus amigas que “media hora” con alguien que iba a tratarla como un experimento. Pero no dijo nada. Se giró a mirar a Blurry. Él le devolvió la mirada. Un pequeño gesto de “está bien”. Resignación y paciencia. Como la canción.
Después de todo, ¿no era eso lo que habían aprendido? A tener paciencia. Con el mundo, con el sistema, con los adultos que no entendían. Y, sobre todo, entre ellos.
La sala de orientación escolar era demasiado blanca. Demasiado limpia. Demasiado… nada.
Sentados en puffs color crema, frente a la orientadora escolar (una mujer amable pero algo dispersa), Blurry y Cry se observaban sin saber bien qué hacer. La profesional les ofreció dos hojas y unos lápices de colores. Blurry la miró con incredulidad.
—¿En serio?
—A veces es más fácil hablar a través del dibujo —dijo ella, con voz suave.
Crybaby bajó la cabeza, respiró hondo y murmuró:
—¿Podemos hablar, tipo… sin crayones?
La mujer asintió.
—Claro. Cuéntenme cómo se sienten con lo que ha pasado. Lo que quieran. Lo que no puedan poner en palabras, también está bien.
Crybaby miró a Blurry, como pidiéndole que hable él primero. Pero él estaba en las nubes. Su pie se movía nervioso, y sus ojos parecían clavados en el pasado.
—Estoy cansado —dijo finalmente—. De pelear. De fingir que todo está bien. De que me miren como si fuera peligroso solo por cómo me visto, por mis gustos o como soy. De tener que explicar que no estoy “atención-seeking” cuando digo que me siento mal.
La orientadora lo observaba en silencio, asintiendo.
—¿Y vos, Crybaby? —preguntó después de un momento.
Crybaby dudó.
No quería sonar frágil. Ni desconfiada. Ni malagradecida. Pero el nudo en el pecho se le había formado desde antes de entrar, y ya no podía hacerse la fuerte.
—No confío. En casi nadie. Ni en los adultos, ni en lo que prometen, ni en las cosas que deberían ser seguras —tragó saliva—. Y a veces, ni siquiera en mí. Y eso me da miedo.
El silencio que siguió fue incómodo… pero también liberador.
Blurry estiró la mano y rozó con sus dedos la de Crybaby. Ella le apretó la suya, con fuerza.
La orientadora se acomodó en su silla y sonrió.
—Gracias por ser honestos. No se trata de cambiar quiénes son, sino de entenderse mejor. Y que sepan que merecen sentirse bien. Aunque el mundo esté hecho un desastre.
Al salir, el pasillo parecía más largo de lo habitual. Pero algo había cambiado.
—¿Sabés? —dijo Blurry mientras caminaban hacia la salida—. Tal vez no fue tan inútil. O sea… si sirve para que nos escuchemos más, entre nosotros…
Crybaby sonrió apenas.
—Tener paciencia no es lo mío, pero… con vos se me hace un poco más fácil.
Blurry la miró de reojo, con una sonrisa torcida.
—Lo mismo digo. Aunque aún quiero prender fuego la dirección.
—Eso no lo vamos a hacer… ¿verdad?
—Depende del día.
Ambos rieron.
Y por primera vez en mucho tiempo, el eco de esas risas sonó más fuerte que todo lo demás.
Al día siguiente, durante la reunión de profesores, el tema volvió a aparecer.
—Me parece una medida acertada —dijo la profesora de Ciencias, ajustándose las gafas—. Después de todo lo que pasaron, una orientación emocional puede ayudarlos a reconstruir sus vínculos con la institución.
—¿Reconstruir vínculos? —bufó la profesora de Arte, cruzándose de brazos—. Ellos no rompieron nada. Si alguien rompió algo acá fueron los otros chicos, los que los acosaban y manipulaban como si nada. Ni siquiera pudieron con Johnny.
—Igual, no viene mal que hablen con alguien —opinó el profesor de Música, conciliador—. Aunque admito que me sorprende que ellos estén siendo acompañados mientras Kelly y Nico siguen por ahí como si nada. Sin consecuencias reales. Sin una sola charla obligatoria.
Hubo murmullos. Miradas que se esquivaban.
—Tal vez no es tan neutral todo esto como parece —dijo la bibliotecaria, con voz baja pero firme—. Tal vez están tratando de hacerlos ver como “los problemáticos” sólo por ser distintos, sólo porque no bajan la cabeza.
Silencio.
Incómodo.
Incómodo de ese que revela verdades que nadie quiere decir en voz alta.
Mientras tanto, en el patio, Spooky Jim se paseaba de un lado a otro con una banana en la mano como si fuera un walkie-talkie. Gerard lo miraba como si se arrepintiera de todas sus decisiones de vida.
—¡Atención, Houston! Tenemos una situación grave de hipocresía institucional —dijo Jim, llevándose la banana a la oreja como si recibiera señales alienígenas—. Repito: hipocresía institucional.
—¿Otra vez con eso? —suspiró Gerard.
—¿¡Otra vez!? ¿¡Otra vez!? ¿Cómo puede ser que Cry y Blurry estén en “terapia escolar obligatoria” cuando son literalmente los únicos con sentido común acá? ¿¡Y Kelly!? ¿¡Y Nico!? ¿¡DÓNDE ESTÁ SU ORIENTADORA!? ¿En Narnia? ¿En vacaciones eternas?
Adam, que masticaba una barrita de cereal con cara de estar en otro planeta, intervino sin mirar a nadie:
—Quizás están esperando que alguien los inscriba. Como si fuera una clase optativa.
—O quizás —agregó John Cooper desde el banco de cemento donde leía un manga con gafas de sol— el sistema solo actúa cuando el diferente estalla. Pero al que provoca… lo tapan. Lo disimulan. Lo miman, incluso. Porque les resulta más cómodo que siga existiendo.
Spooky se quedó congelado. Bajó la banana. Lo miró con los ojos muy abiertos.
—¡BRO! ¿Desde cuándo sos tan sabio?
John se encogió de hombros, sin apartar la vista del libro.
—Desde siempre. Solo que nadie me escucha porque parezco un personaje de videojuego cristiano.
Crybaby y Blurryface salieron de su segunda sesión juntos. Esta vez no hubo crayones, pero sí una pregunta difícil:
"¿Qué necesita cada uno del otro para sentirse en paz?"
Blurry se quedó en silencio unos segundos.
—Necesito que no me juzgues cuando me hundo. Que no sientas que estoy mal por vos. Que me dejes tener mis días grises sin pensar que ya no te quiero.
Crybaby asintió. Le costó un poco, pero lo entendía. Cada vez más.
—Y yo… necesito confiar. Que no me ocultes cosas para “cuidarme”. Que me digas si estás mal, aunque no sepas explicarlo. Que me hagas parte, aunque duela un poco.
La orientadora sonrió.
—Están haciendo un trabajo enorme. Tengan paciencia con ustedes. El mundo ya es demasiado cruel como para que también se castiguen entre ustedes.
Al salir, se sentaron en los escalones de piedra al lado de la biblioteca. El sol les daba de lleno en la cara. Blurry entrecerró los ojos.
—¿Sabés qué? Creo que esta vez me sirvió. Aunque aún tengo ganas de esconderme en el baño y hacer que me trague el inodoro.
Crybaby rió con esa risa suya, chiquita pero sincera.
—Y yo que pensaba fingir que me olvidé de venir la semana que viene.
—No lo hagas —dijo él, mirando el cielo.
—¿Por qué no?
—Porque si vos no venís… no vengo yo. Y no pienso hablar de mis sentimientos con la planta que tienen ahí en la esquina.
Desde una ventana del segundo piso, Jenna los observaba con una mezcla de culpa, cariño y alivio. Apretaba entre sus manos dos cajitas pequeñas, con pulseras hechas a mano que había estado preparando por días. El regalo estaba listo.
Solo faltaba encontrar el momento perfecto para entregarlo.
Pasaron días.
Contra todo pronóstico, la terapia escolar comenzó a tener efecto.
No de forma mágica, ni rápida, pero sí real.
Blurryface había empezado a hablar más. Incluso se atrevía a nombrar cosas que antes solo rumiaba en su cabeza. A veces, después de las sesiones, escribía frases sueltas en su cuaderno negro. No eran canciones. Tampoco poemas. Eran pensamientos sin filtro. Crudos. Suyos. Y por primera vez, no le daban miedo.
Crybaby también avanzaba. No lo decía en voz alta, pero se notaba: en cómo respiraba antes de explotar, en cómo se animaba a pedir ayuda, en cómo dejaba entrar a otros… aunque fuera a pasitos pequeños. Como si sus paredes tuvieran ventanas ahora, aunque aún no tuviera claro si abrirlas del todo.
En la última sesión, la orientadora los miró a ambos con una sonrisa distinta.
—Están haciendo un trabajo muy valiente. Y sé que no es fácil.
Blurry y Cry no dijeron nada. Solo se miraron. Sabían que aún faltaba mucho. Pero eso no les asustaba tanto como antes.
Mientras tanto, Los Indecisos debatían el asunto con la intensidad con la que otros discutirían sobre invasiones alienígenas o el último final de temporada de una serie famosa.
—Yo lo dije desde el principio —anunció John Cooper, sacándose los lentes de sol incluso aunque estuvieran adentro de la escuela—. Esto es una conspiración del sistema. Control mental. ¡Primero te hacen contar tus secretos! ¡Después te lavan el cerebro! ¡Y cuando querés acordar, estás cantando el himno con voz de robot y votando a candidatos que no existen!
—John, literalmente no votamos aún —dijo Billie Eilish, sin levantar la vista del libro que estaba leyendo.
—Eso es lo que quieren que creamos —replicó él, apuntándola con una birome que claramente no funcionaba desde 2007.
Jazmín Bean, que tenía las uñas pintadas de seis colores distintos y un chicle que masticaba con furia existencial, intervino con un bufido.
—Para mí es todo por guita. Los padres de Nico y Kelly deben estar metidos con la dirección. Pagan, callan, y ¡puf!, no necesitan terapia. No tienen castigos. No tienen ni media consecuencia. Son como glitches en el sistema.
Spooky Jim, que estaba colgado del marco de una puerta como si fuese un murciélago humano, murmuró:
—¿Y si son ellos los que nos están observando a nosotros? ¿Y si estamos en su videojuego?
Billie levantó la vista al fin y los miró a todos con el ceño fruncido.
—¿Se pueden callar? No lo dicen, pero yo sé que Cry y Blurry están avanzando porque quieren. No porque quizás a alguno de ustedes les falló la terapia. No porque los están controlando. Porque tuvieron valor. Porque, a diferencia de muchos, no se rindieron. No tiene nada que ver con conspiraciones o dinero.
Silencio.
Denso. Real. Incómodo.
Spooky se deslizó hasta el piso lentamente como un gato arrepentido.
—…Perdón. No quise convertirlo en una secta.
Escena random:
En el recreo, Elita Harvok encontró una caja de pizza vacía en el medio del patio con una nota pegada:
“Para quien se atreva a enfrentar el misterio de la pizza fantasma. Firmado: La Masa Anónima.”
Gerard, sin pensarlo dos veces, organizó una mini-investigación con cuaderno, binoculares y un mapa de la escuela dibujado a mano.
Adam Gontier apareció una hora después disfrazado de mozzarella, sin explicación alguna.
—Yo… sentí que tenía que estar presente —dijo, encogiéndose de hombros—. Es un tema delicado.
A nadie le sorprendió.
Al final del día, Crybaby y Blurryface se recostaron en el pasto detrás del gimnasio, donde nadie los molestaba. Miraban el cielo teñirse de naranja, sin hablar. Hasta que Cry murmuró:
—¿Y si algún día dejamos de necesitar terapia?
Blurry la miró de reojo.
—¿Y si algún día… no la necesitás pero igual la querés? Porque te hace bien. Porque te ayuda a conocerte. A cuidar lo que tenés.
Crybaby sonrió.
—Me estás empezando a sonar como un adulto emocionalmente funcional. Cuidado.
—Callate. No arruinés el momento.
Rieron.
El sol bajaba.
La brisa les movía el cabello con suavidad.
Y por primera vez en mucho tiempo, la paciencia… tenía sentido.
La última sesión fue distinta.
No hubo pruebas, ni ejercicios, ni preguntas difíciles. Solo una conversación breve, simple y clara:
“Este espacio siempre va a estar disponible. Pero ya no lo necesitan como antes. Ahora pueden seguir avanzando con sus propias herramientas.”
Crybaby salió con una sensación rara.
Liviana.
Como si alguien le hubiera quitado un peso invisible del pecho.
Se detuvo en el pasillo, frente a una de las ventanas que daban al patio. El sol bañaba los bancos de madera y los árboles se mecían con una calma que no parecía de este mundo. Cerró los ojos, respiró hondo y sonrió.
Blurryface venía atrás, con sus auriculares colgando del cuello y el cuaderno negro bajo el brazo.
—¿Lista para contarles?
—Más que lista —dijo ella.
En la hora libre, el grupo entero estaba reunido bajo el árbol grande del patio trasero. El clásico refugio no-oficial de Los Indecisos.
—¿Y? ¿Cómo les fue? —preguntó Spooky Jim, boca llena de galletitas que claramente no le pertenecían.
—Bien —dijo Blurryface, sentándose al lado de John—. Ya no tenemos más sesiones. Nos dieron el alta.
—¿Alta como “curados” o como “no representan una amenaza”? —preguntó Jazmín sin levantar la vista del esmalte que se retocaba con precisión quirúrgica.
—Alta como “sabemos defendernos sin rompernos” —contestó Crybaby, sentándose con las piernas cruzadas—. Fue… mejor de lo que pensé. Me ayudó. A no estar tan a la defensiva todo el tiempo.
John Cooper, inesperadamente sereno, asintió lentamente.
—Me alegra por ustedes. De verdad. La mente también necesita su gimnasio.
Spooky Jim se atragantó con una galleta.
—¡¿Vos acabás de decir eso en serio?! ¿Quién sos y qué hiciste con John?
John lo ignoró y siguió dibujando en la tierra con un palito.
Billie Eilish se limitó a sonreír desde su rincón.
Adam les ofreció un paquete de caramelos sin explicación aparente.
—Yo siempre premio las victorias personales con azúcar —dijo—. Háganlo costumbre.
Escena final
Ya cayendo la tarde, Cry y Blurry caminaron por los pasillos vacíos.
Las clases habían terminado y el colegio parecía otro. Más silencioso. Más íntimo.
—¿Te acordás cuando te dije que no quería venir? —dijo ella.
—¿Te acordás cuando pensé en escaparme por la ventana del baño? —dijo él.
Ambos rieron.
Se detuvieron frente a una de las paredes del pasillo. Ahí estaba un cartel, sencillo, con letras impresas en hoja A4:
“Espacio de escucha disponible. Siempre. No estás solo/a.”
Crybaby se acercó y dibujó una pequeña estrella en la esquina inferior.
Blurry dibujó una carita triste que sonreía.
—Por si alguien más necesita empezar —murmuró él.
Se tomaron de la mano.
Y salieron caminando hacia la salida.
No huyendo.
No escapando.
Sino avanzando.
Juntos.
Mini Especial – “El otro espacio”
(Entre sesiones y confesiones)
La sala tenía luz cálida, muebles de madera, y una estantería llena de libros con títulos raros. Blurryface estaba sentado en el sillón de siempre, con las piernas cruzadas y el cuaderno negro en las manos, pero sin abrirlo.
Su terapeuta, una mujer de unos cuarenta años, pelo desordenado y una voz pausada, lo observaba desde el sillón de enfrente con una taza de té entre las manos.
—¿Querés empezar vos o espero a que esa libreta se rinda y hable sola? —preguntó con una leve sonrisa.
Blurry levantó la vista y rodó los ojos, aunque no con fastidio.
—Tu humor de terapeuta es peor que el del portero de mi escuela.
—Y aun así, acá estás. ¿Cómo fue la terapia escolar?
Blurry se quedó en silencio unos segundos. Después, soltó el aire por la nariz, como si al fin se permitiera bajarse de la montaña rusa interna.
—Fue raro al principio. Me pareció una pérdida de tiempo. Como si me metieran ahí por “protocolo”. Pero… no estuvo mal. Con Cry hablamos cosas que nunca habríamos dicho en un pasillo o un chat. Sentí que por primera vez no teníamos que demostrar nada. Ni siquiera ser fuertes.
La terapeuta asintió, dejando que la voz de Blurry llene el espacio.
—¿Y vos qué hiciste distinto esta vez?
Blurry pensó.
Miró su cuaderno. No lo abrió. Pero lo apretó contra el pecho.
—No me escondí. No fingí estar bien para proteger a los demás. No me encerré en mí mismo. Me senté ahí, y dije lo que sentía. Aunque me temblaran las manos. Aunque me diera vergüenza.
—Eso es enorme, Blurry. ¿Y cómo te sentiste con eso?
—Liviano. Y expuesto. Pero… bien. Como si por fin entendiera que no tengo que resolverlo todo solo. Que hay gente que quiere estar ahí. No por lástima, sino porque me quieren. Y eso… me asusta. Pero me gusta.
Hubo un silencio amable. La terapeuta dejó la taza a un lado.
—¿Sabés? No todos los pacientes logran decir eso. No tan claro. No tan joven.
Blurry lo miró.
—¿Creés que estoy mejorando?
—Yo creo que estás eligiendo crecer. Con miedo, con dudas, pero sin huir. Y eso, Blurry, eso es sanación.
Blurry bajó la mirada.
Una pequeña sonrisa le cruzó el rostro. No grande. No fingida. Real.
—Gracias —murmuró—. No solo por hoy. Por… estar.
La terapeuta asintió con serenidad.
—Siempre que lo necesites, este espacio es tuyo.
Ajedrez
Escena paralela — Casa de John Cooper
La lámpara colgante sobre el comedor parpadeaba con un zumbido suave. Afuera llovía apenas, como si el mundo estuviera aguantando la respiración. Adentro, Jazmín Bean y John Cooper estaban sentados frente a un tablero de ajedrez, en completo silencio. Solo el suave clic de las piezas marcaba el paso del tiempo.
—Tu reina está expuesta —murmuró John, sin levantar la vista.
Jazmín sonrió de lado y movió su torre. Capturó la pieza sin piedad.
—Y a veces, eso es parte del plan —replicó con voz suave.
John asintió. No había enfado en su rostro. Solo reflexión. Pero Jazmín estaba inquieta, aunque lo disimulaba bien. Finalmente, habló.
—He estado leyendo… en secreto. No solo sobre trauma, o violencia escolar. Me metí en otra cosa —dijo mientras giraba un peón entre los dedos—. Psicopatía. Y asesinos en serie.
John levantó una ceja, pero no dijo nada.
—No porque me atraigan —aclaró, antes de que él pudiera preguntar—. Sino porque… quiero entender. ¿Qué hay en la cabeza de alguien como Kelly, por ejemplo? O Jason. O Nico.
—¿Y qué encontraste?
—Tipos. Clasificaciones. No todos los psicópatas son iguales. Algunos manipulan, otros destruyen, otros se someten. Algunos ni siquiera parecen peligrosos, hasta que abrís la puerta equivocada.
John se quedó inmóvil. Jazmín continuó:
—Kelly… es una psicópata solapada. Se disfraza de líder carismática, pero todo lo que hace es manipular desde las sombras. Necesita control. No empatiza. No sufre… no del todo.
Jason es diferente. Él es un psicópata malévolo. Disfruta la crueldad. Usa a los demás como peones. Como si fueran desechables.
Nico... él es tiránico. Un dictador en miniatura. Necesita que todos le teman. Y Agóta... ella es una psicópata débil. Se deja arrastrar, pero igual hace daño. No porque quiera. Porque no sabe cómo decir que no. Y eso también mata.
John se frotó el mentón.
—Si todo eso es cierto… entonces lo único que se puede hacer es esperar una obra divina para que encuentren la paz en Dios.
Jazmín lo miró fijamente, los ojos brillando entre sombras.
—¿Y si no les alcanza? ¿Y si no quieren encontrar esa paz? ¿Qué hacemos con eso?
—Podemos rezar por ellos y sus almas oscuras —repitió John, bajando la mirada hacia el tablero—. No porque creamos que van a cambiar… sino porque es lo correcto. Al menos, para nosotros.
—Yo no digo que no sirva. Pero siento que… va a pasar algo. Y nadie nos va a creer. Somos adolescentes, ¿no? ¿Qué podríamos saber? Nadie va a escuchar a una chica que se viste raro ni a un chico que solo habla de fe.
—No es que no te crea, Jazmín. Solo que hay un peso en decir algo así. Y muchas veces, los adultos... prefieren mirar para otro lado. Hasta que es tarde.
Hubo silencio. Solo la lluvia, y el crujir ocasional de una silla.
Jazmín apoyó el mentón en su mano.
—Ojalá estemos equivocados.
John, sin mirar, respondió:
—Ojalá.
En ese momento, se abrió la puerta de la cocina. El tío de John apareció con una fuente de bizcochuelo tibio y dos tazas de leche chocolatada.
—¡Hora de un descanso, chicos! Nada de esas cosas raras que hablan siempre —rió con voz amable—. Alguien se puede ofender si escucha.
Jazmín se encogió de hombros. John sonrió apenas. El ajedrez quedó congelado entre jugadas pendientes, como si reflejara la vida misma: una batalla silenciosa donde no todos los jugadores sabían que estaban en guerra.
En la ventana empañada, sin que ninguno lo notara, una gota de condensación se deslizaba lentamente… como si fuera sangre arrastrándose por el vidrio.
Chapter 96: Capítulo 96 - Never let me down
Summary:
Sin Jenna ni Debby, hay salida grupal. Una promesa en el meñique para que no vuelvan a caer tan bajo. Se siguen disculpando.
Notes:
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Chapter Text
Voy a dar un paseo con mi mejor amigo.
Espero que nunca me vuelva a decepcionar.
Él sabe a dónde me lleva.
Llevándome a donde quiero estar.
El cielo estaba cubierto de nubes suaves, grises claras, como si la tarde no supiera si quería llorar o abrazarlos con calma.
El grupo entero caminaba por un parque semiabandonado, cerca del viejo centro cultural. Era uno de esos lugares que parecían suspendidos en el tiempo: bancos de madera gastados, un quiosco de golosinas cerrado hace años, y árboles torcidos por el viento que llevaban años vigilando en silencio.
No estaban ni Jenna, ni Debby. Solo Los Indecisos.
Era el plan perfecto: sin presiones, sin adultos, sin escuela. Solo ellos y el aire libre.
Spooky Jim traía una bolsa con snacks dudosos, Jazmín llevaba un termo lleno de una bebida rosa brillante que no reveló qué era, y Billie cargaba un parlante chiquito que reproducía música a bajo volumen. Sonaba Depeche Mode. Sin que nadie lo dijera, esa canción… les quedaba justa.
Blurryface y Crybaby se habían mantenido más cerca el uno del otro que de costumbre. Como si ese lazo invisible entre ellos ahora fuera más visible, más fuerte.
Adam Gontier señaló una estructura oxidada del parque, algo así como una cabañita vieja con bancos alrededor.
—Propongo sentarnos ahí y hablar de cosas profundas —dijo, con solemnidad—. O al menos comer algo sin que Spooky se robe todo.
—¡Eh! Mis manos tienen mente propia —respondió Spooky, sacando una mandarina entera de una zapatilla que claramente no era suya—. ¿Ven?
John Cooper, de alguna forma, había traído un poncho para la ocasión. Lo desplegó como una capa y se sentó en lo más alto de la estructura sin decir palabra, como un druida moderno.
Cry y Blurry se apartaron un poco, se sentaron en uno de los bancos bajos, mientras el grupo se dispersaba.
No se dijeron nada al principio. Solo escuchaban la música.
"I'm hanging on, you're all that's left to hold on to…"
Crybaby fue la primera en hablar.
—¿Te puedo decir algo, aunque ya lo haya dicho muchas veces?
Blurry asintió.
—Perdón.
No por lo que pasó… porque ya entendimos que nadie tenía el control.
Pero perdón por haberte cerrado la puerta cuando más me necesitabas. Por no confiar. Por… desaparecer a veces aunque estuviera enfrente tuyo.
Blurry la miró.
Se pasó la lengua por el labio inferior, como si dudara qué palabras elegir.
—Yo también lo siento. Por hacerte sentir que estabas sola. Por meterme en mí mismo y no dejarte entrar. Por dejar que me ahogara el miedo sin pedirte ayuda. Prometí cuidarte… y no siempre lo hice bien.
Se quedaron en silencio. El viento jugaba con las hojas secas a su alrededor.
Entonces, Blurry extendió su meñique.
Crybaby lo miró, dudando un segundo.
Pero luego, entrelazó el suyo con el de él.
—¿Qué estamos prometiendo?
Blurry sonrió apenas.
—Que no volvamos a caer tan bajo. Que si el mundo se desarma, no vamos a dejar que nos lleve con él. Que si uno se hunde, el otro lo jala. Aunque sea de los pelos.
—Y que si alguna vez sentimos que no podemos más, lo decimos. Sin máscaras. Sin filtros.
—Promesa de meñique.
—Sello de almas raras.
Los meñiques se soltaron.
Pero algo quedó apretado en el aire: un pacto invisible, fuerte como sus heridas, pero más fuerte aún por cómo las habían sanado.
Esa noche, cuando todos se fueron, quedaron un rato más.
La canción seguía sonando, ahora desde el bolsillo de Billie, que se iba alejando con los demás:
"I'm hanging on, you're all that's left to hold on to..."
Cry y Blurryface se quedaron mirando el cielo, sin hablar.
Y en ese momento, no hubo fantasmas.
No hubo peso.
Solo dos chicos con cicatrices que aprendieron a sostenerse… sin soltarse.
Los días tranquilos eran extraños en esa escuela. Tan raros como un lunes sin tareas o una sala de profesores sin quejas.
Pero lo más extraño era ver a los ex-bullys actuando… ¿inseguros? ¿tímidos? ¿humildes? Bueno, no tanto. Pero algo habían cambiado.
Nico y Kelly pasaban desapercibidos.
Se sentaban juntos, pero ya no alzaban la voz. Ya no ocupaban pasillos como si fueran dueños del mundo. Iban a clase. No molestaban. No hablaban mucho. No brillaban.
Y eso les dolía más que cualquier castigo.
Escena: Plan fallido de autovaloración
En uno de los recreos, Kelly se miraba en la pantalla del celular como si buscara respuestas. Se retocaba el maquillaje y fruncía los labios.
—¿Creés que si me cambio el pelo me van a volver a mirar con respeto? —le preguntó a Nico.
—Creo que ni que te cambies la cara, Kelly. Nos odian. Literalmente, nos odian. Y hasta los profes nos esquivan.
—Nos tienen miedo.
—No. Nos tienen lástima.
Eso la dejó callada.
Kelly se quedó un momento en silencio, mirando al grupo de Los Indecisos riéndose bajo el árbol.
Crybaby y Blurryface sentados juntos, los dedos apenas rozándose. Era como si el mundo entero se alineara cuando estaban cerca.
Kelly tragó saliva.
—¿Cómo hicieron? Para no romperse. Para no desaparecer.
Nico suspiró.
—Porque no estaban solos, Kelly.
Kelly lo miró. Y por un segundo… pareció entender algo. Solo por un segundo.
Escena: La promesa viva
En la clase de Historia, mientras la profesora hablaba sobre guerras pasadas y pactos de paz, Crybaby y Blurryface compartían una hoja de apuntes. Pero no escribían mucho. Solo una línea, escrita por Cry con letra firme:
"Promesa: no soltar al otro, incluso si todo se rompe."
Blurry agregó debajo:
"Incluso si el mundo nos olvida. Nosotros no."
Kelly los observaba desde el fondo del aula. Ya no con bronca. Ni envidia.
Con vacío. Porque ellos, a pesar de todo, se habían salvado.
Y ella… ni siquiera sabía quién era sin su reflejo en los demás.
Escena: Jenna y su nuevo lugar
Mientras tanto, en la biblioteca, Jenna hablaba en voz baja con Celeste, Magnolia y Fleur. Las cuatro hacían pulseritas de hilo de colores mientras escuchaban música bajito desde el celular de Fleur.
Una canción suave. Cálida. Algo de Phoebe Bridgers.
—¿Y entonces qué le dijiste? —preguntó Magnolia.
—Que no me arrepiento de haber dejado a Kelly de lado —dijo Jenna, ajustando el nudo de su pulsera—. Que me dolía, pero no más que verla hacerle daño a otros. Y no quería ser parte de eso.
Celeste alzó una ceja.
—¿Y te contestó algo?
—Sí. Que “yo me lo perdía”. Pero… no me siento perdida. Me siento más yo que nunca.
Las tres la miraron. Celeste le dio un codazo suave en el hombro.
—Entonces ganaste.
Jenna sonrió. Y por primera vez en mucho tiempo, no se sintió la sombra de nadie.
Ni de Kelly. Ni de su antigua versión.
Era simplemente Jenna. Y eso era suficiente.
Escena random: “El Hechizo de la Empanada”
Spooky Jim apareció de la nada con una caja de empanadas que, según él, había encontrado enterrada detrás del laboratorio de Biología.
—¡Magia antigua! —gritó, mostrando una empanada a la luz como si fuera un talismán—. Se dice que quien coma esta empanada gana el poder de ser irresistible por 24 horas.
—¿De verdad pensás comértela? —le preguntó Gerard, con cara de “acá vamos otra vez”.
—¿Y si te digo que ya me la comí?
Silencio.
—¿Y si te digo que esa empanada estaba vencida desde el 2022? —dijo Adam, leyendo la etiqueta despegada de la caja.
Spooky se quedó tieso.
—Entonces… si me muero, recordame como un mártir del sabor.
Todos rieron.
Incluso Cry y Blurry.
Esa tarde, Blurryface y Crybaby se sentaron en el césped del parque de siempre.
Habían pasado días desde su promesa.
Y sin embargo, cada gesto, cada mirada, cada palabra… reforzaba ese pacto invisible.
—¿Tenés miedo de que algo lo rompa? —preguntó Cry, sin rodeos.
—Sí —respondió Blurry, sin titubear—. Pero también sé que si se rompe, lo vamos a arreglar. Juntos.
Crybaby sonrió. Se recostó en su hombro.
—Entonces no me dejés caer.
—Nunca —susurró él.
El sol bajaba despacio.
Y ellos seguían ahí.
Prometiéndose.
Sosteniéndose.
Sin soltarse.
Los días venían fluyendo como un río que por fin se había calmado.
Crybaby, Blurryface y Los Indecisos parecían más conectados que nunca.
Jenna también seguía encontrando su voz entre Celeste, Magnolia y Fleur, un nuevo cuarteto que empezaba a tener su propia vibra. La escuela, por primera vez en mucho tiempo… respiraba.
Pero todo eso estaba a punto de sacudirse. Y, como siempre, el epicentro sería Kelly.
Escena: La caída
Matt la esperaba en el pasillo, justo al lado del aula de Tecnología, donde las luces siempre parpadeaban como si anunciaran una tragedia.
Kelly apareció tarde, maquillada como si fuera a una alfombra roja en lugar de otra jornada escolar.
—¿Qué querés decirme? —preguntó ella, sin mirar mucho.
Matt tragó saliva.
Estaba nervioso. Pero convencido.
—Lo nuestro no da más.
Kelly lo miró. Como si no hubiera entendido.
—¿Perdón?
—Estoy cansado, Kelly. De fingir. De mirar para otro lado cada vez que hacés algo horrible y tener que justificarte. Ya no quiero eso para mí. No quiero ser parte de esto.
Kelly sonrió. Una sonrisa hueca. Artificial.
—¿Estás rompiendo conmigo porque ahora es cool estar del lado de los raritos?
Matt la miró serio.
—No. Estoy rompiendo con vos porque ya no te reconozco. Porque la chica que alguna vez me gustó se perdió entre todas las máscaras que te pusiste. Y no pienso seguir a tu lado mientras destruís a todos los que no encajan en tu molde.
Y se fue. Sin mirar atrás.
Escena: El hielo entre exs
En el recreo, Kelly se acercó a Jason, como si aún tuviera una carta bajo la manga.
—¿Y vos? ¿También vas a dejarme sola?
Jason ni siquiera levantó la vista de su celular.
—Yo nunca estuve con vos, Kelly.
No de verdad.
—¡Pero te gustaba!
—No. Me convenías.
Y ahora ni eso.
Kelly se quedó en blanco. Como si le hubieran sacado el piso.
—¿Quién te creés que sos?
Jason finalmente la miró.
—Alguien que aprendió a no desperdiciar energía en gente que se hunde sola.
Escena: Grito en el pasillo
Agóta estaba sentada comiendo sola una manzana. Era de las pocas personas que todavía hablaban con Kelly de vez en cuando… por lástima, tal vez.
Pero esa tarde, fue el blanco perfecto.
—¡Esto es culpa tuya! —gritó Kelly, arrojando su carpeta al piso—. ¡Nunca tuviste personalidad! ¡Siempre colgándote de mí como si fueras parte del paquete!
—¿Qué estás diciendo?
—¡Que me drenás! ¡Que sos una sombra! ¡Un ruido molesto que se cree importante solo porque los otros no te conocen bien!
Agóta se levantó, temblando de la furia.
—¿Y vos qué sos? ¿Una estrella caída que no soporta no brillar? ¡Dale, Kelly! ¡Reventaste sola! ¡Y nadie te va a venir a salvar!
Un grupo de alumnos se había detenido a mirar. Entre ellos, Nico.
Escena: La rabia contenida de Nico
Después del escándalo, Nico se encerró en el baño de varones.
Golpeó una de las puertas con el puño cerrado.
—¿Qué les pasa a todos? ¿¡Desde cuándo todos se creen santos!? ¿Desde cuándo está bien dejarme solo?
Nadie respondió.
El eco fue su única compañía.
—Yo hice cosas, sí. Pero no soy el único. ¡Y ahora me miran como si fuera basura…!
Sus ojos se llenaron de lágrimas.
Pero no lloró.
No.
Solo apretó los dientes y murmuró:
—Esto no terminó.
Escena Final: La calma intacta
Esa misma tarde, Crybaby y Blurryface estaban recostados en el pasto, escuchando música desde el celular de ella.
La tormenta que se gestaba en los márgenes del colegio parecía lejana, como un trueno apagado en el horizonte.
—¿Sabés que algo se viene, no? —murmuró Cry.
—Lo sé —respondió Blurry—. Pero hicimos una promesa.
—Entonces que venga lo que tenga que venir.
—Exacto.
Que venga. Porque no nos vamos a soltar.
Y se quedaron ahí, unidos.
Mientras el mundo, de a poco, volvía a moverse.
Y el caos… respiraba de nuevo.
📚🎭 Escena paralela – “Dos metamorfosis y un trabajo práctico”
El living de Elita estaba lleno de mochilas, vasos con jugo, resaltadores y un vago aroma a sahumerio de sándalo. En el centro, rodeados por mantas y apuntes, el grupo trataba de concentrarse... o al menos fingía que lo intentaba.
—¿Alguien entendió qué carajo quería decir el profesor? —dijo Billie, con los ojos medio entornados—. ¿Qué es eso de metamorfosis social? ¿Nos vamos a convertir en mariposas capitalistas?
—Yo entendí que hablaba de cómo el individuo se transforma en función del lugar que ocupa en la sociedad —explicó Gerard, sin levantar la vista de su libro—. En especial, cómo el sujeto va perdiendo su “protección social” y pasa a ser un “individuo negativo”, abandonado por el sistema.
Jazmín, que estaba mirando su celular, soltó:
—Entonces, ¿tiene algo que ver con Metamorphosis de ShindoL?
Hubo un silencio.
Todos giraron lentamente hacia Adam, que tenía un manga abierto en su regazo, claramente NO aprobado por ningún plan educativo.
—¿Qué? —dijo, fingiendo inocencia—. Pensé que había que leer Metamorfosis. No especificaron autor.
Crybaby soltó una risa nerviosa. Blurryface se tapó la cara con la capucha. Elita casi se ahoga con el jugo. John empezo a rezar.
—¿Me estás diciendo que en vez de leer a Castel, te leíste esa... aberración? —dijo Gerard, en modo indignado pero divertido.
Adam se encogió de hombros.
—Ey, pero si lo pensás, también es una crítica social. Una chica que es abandonada emocionalmente, ignorada por la familia, usada por todos, sobreviviendo con metódos que no debería ser tocado por alguien menor. ¿No es eso justamente lo que Castel llama un “sujeto desvinculado”?
Spooky Jim asintió, serio como profesor de filosofía:
—Técnicamente, sí. Pasa de ser una adolescente a una marginada total. Es la metáfora más oscura de cómo el sistema te engulle si no tenés contención.
—Y termina convertida en... —murmuró Crybaby.
—Una criatura sin voluntad propia —completó Adam—. Como un reflejo distorsionado de lo que el mundo quiso que fuera.
Gerard lo miró, entre confundido y asombrado.
—No sé si acabás de insultar el texto de Castel o si lo hiciste evolucionar a un nuevo plano.
—Ambas —respondió Adam, sonriendo como si acabara de ganar un torneo de debate con un doujinshi perturbador.
—
Después de reírse (y de confirmar que no iban a incluir a ShindoL en la bibliografía. Mejor usar otras fuentes), volvieron a los libros.
Elita puso música suave de fondo. Crybaby subrayaba frases mientras Blurryface garabateaba una caricatura de Castel montando una oruga gigante. Jazmín corregía los errores ortográficos del grupo. Gerard todavía procesaba el crossover mental. John tomaba notas. Y Adam... bueno, Adam se prometía no volver a leer tareas con los anteojos del alma rota.
Al final, el trabajo quedó decente.
Y, sin querer, todos entendieron que las metamorfosis —reales, sociales o literarias— siempre son dolorosas... pero reveladoras.
Mientras repasaban las últimas correcciones, Elita alzó la voz:
—Che... ¿no les parece medio fuerte esto de que Castel diga que cuando el sistema falla, los chicos quedan librados a la nada? Es como decir que después no se sorprendan si alguien explota.
Blurryface murmuró, serio:
—Pasa. A veces no son monstruos, son productos del abandono.
Gerard agregó:
—Cuando el entorno desaparece, muchos jóvenes no construyen un yo… construyen una bomba.
Crybaby apretó el resaltador, pensativa.
—Y lo peor es que todos hacen de cuenta que no vieron las señales. Hasta que es tarde.
Spooky Jim, con voz baja por una vez, soltó:
—Lo que más miedo da no es el crimen. Es saber que no era inevitable... pero nadie hizo nada.
Hubo unos segundos de silencio.
Ninguno necesitó agregar más. El peso estaba dicho. Y el trabajo, terminado.
Entregaron los informes al profesor y volvieron a sus asientos, satisfechos con la discusión que habían armado. Pero al rato, se escuchó una voz firme en el aula:
—¡Theodore, a dirección ya mismo! Eso NO es el libro de Robert Castel. ¡Y ni se te ocurra traer ese manga acá de nuevo!
Todos miraron. Un chico de otro grupo, de anteojos gruesos y cara de “me atraparon”, se paró con un tomo sospechosamente similar al de Adam.
Adam lo observó irse con cara blanca... y luego suspiró largamente, susurrando para sí:
—Santo ShindoL... gracias por pasarme desapercibido.
Jazmín le dio un codazo:
—Sos un enfermo con suerte.
— Ya te dije que fue sin querer. No volveré a dormirme en clases.
Rieron bajito mientras el profesor seguía sin saber que la mejor reflexión del día había nacido del cruce más improbable.
Notes:
Por la última escena: NO.
No busquen por nada en el mundo ese manga. No es recomendable.
Chapter 97: Canción 97 - When a man Loves a woman
Summary:
Blurry se enfermó. Cry le lleva la tarea a Blurry. Él no la deja irse sin antes comer porque ella se olvidó. Y ella lo cuida con galletas de lavanda y limón y té especial de la india.
Chapter Text
Cuando un hombre ama a una mujer,
Gastará hasta su último centavo
Intentando aferrarse a lo que necesita.
Renunciaría a todas sus comodidades
Y dormiría bajo la lluvia,
Si ella dijera que así es como debería ser.
Era un día gris, con el cielo cargado y una humedad que parecía pegarse a la piel.
Blurryface había faltado a clases. La tos seca y la voz ronca le habían ganado la batalla.
No quiso faltar, pero su madre insistió que descanse.
Crybaby, preocupada pero decidida, llevó su mochila llena de libros y tareas hacia la casa de Blurry. Sabía que él odiaba quedarse atrás, pero esta vez no había opción.
Blurryface estaba en cama, aún recuperándose de su resfrío. Pero cuando sonó el timbre, supo que era Crybaby con la mochila llena de tareas para que él no se atrasara.
—¿Trajiste todo? —preguntó, su voz ronca y débil.
Ella asintió, aunque con una sonrisa cansada.
—Sí. No te preocupes. Solo quiero que mejores.
Pero justo cuando Crybaby se levantaba para irse, Blurry la detuvo con una mano firme sobre su brazo.
—¿Adónde creés que vas así? —dijo con un hilo de voz, pero con la autoridad que solo Blurry podía tener cuando se preocupaba.
Crybaby lo miró confundida.
—Tengo que irme a casa. No quiero molestarte más.
Blurry negó con la cabeza.
—No te vas a ir a casa con el estómago vacío. Lo veo en tus ojos, Cry. No comiste hoy.
Ella bajó la mirada, un poco avergonzada.
—No tuve tiempo. Tenía que traer esto para vos.
—Entonces te quedás acá. Punto.
Crybaby dudó un instante, pero terminó sentándose en el borde de la cama.
—¿Y qué puedo hacer para ayudarte? —preguntó.
Blurry sonrió débilmente.
—Déjame cuidarte ahora. Vos me trajiste las tareas, ahora te toca a vos descansar.
Mientras Blurryface buscaba la comida, de la mochila Crybaby sacó una cajita con galletas que había hecho la noche anterior:
de lavanda y limón, para calmar y mimar.
Mientras tanto, también sacó unos saquitos de té especial de la India, que había guardado para ocasiones especiales.
El aroma a limón y lavanda llenó la habitación, mezclado con las especias cálidas del té.
Blurry tomó una galleta cuando regreso con unos deliciosos tacos que tenía.
Despúes de comer, fue por agua caliente y luego coloco un saquito y tomó un sorbo de té; Y sintió cómo el cuidado de Cry lo reconfortaba.
Ella se sentó a su lado, pasándole la manta y acomodándole la almohada.
—Ahora que te cuidé, me toca a vos cuidarme —dijo, con una sonrisa tímida.
Blurry la miró y apretó suavemente su mano.
—Nadie se queda solo aquí. Te prometo que ni vos ni yo.
Se quedaron así, envueltos en una calma dulce, mientras afuera la lluvia comenzaba a caer.
Los libros, las tareas, la escuela, todo quedó en pausa.
Sólo existían ellos, el calor de la compañía y la promesa silenciosa que no necesitaba palabras para ser fuerte.
Pasaron cinco días.
Blurryface ya estaba mejor, con la voz casi normal y el brillo de antes en sus ojos cansados.
Listo para regresar a la escuela.
Crybaby lo acompañó en el camino, con la mochila compartida y la certeza de que, por fin, las cosas volvían a su lugar.
Al llegar al patio, Spooky Jim ya los esperaba con esa energía inagotable que parecía un torbellino.
—¡Chicos, chicos! —exclamó—. Les traigo noticias frescas y explosivas.
Blurry levantó una ceja, mientras Crybaby sonreía, expectante.
—Resulta que Nico, Kelly, Jason y Agóta están en modo bipolar total. —Spooky hizo una pausa dramática—. Se pelean, se juntan, se pelean de nuevo, y otra vez están como si nada. ¡Es como ver una telenovela barata, pero en vivo!
—¿En serio? —dijo Crybaby—. ¿No pueden estar tranquilos un rato?
Spooky se encogió de hombros.
—¿Tranquilos? Eso no va con ellos. Pero es raro… a pesar de todo, siguen formando un grupo. Aunque nadie sabe bien por qué.
Blurry sonrió con suavidad.
—Supongo que, a su manera, tampoco quieren estar solos.
—
Esa tarde, mientras el sol bajaba y la escuela comenzaba a vaciarse, la mamá de Blurryface apareció en el patio, algo inesperada.
No habló con palabras, pero sus ojos expresaron mucho.
Vio a Crybaby acercarse a su hijo con una mezcla de cariño y alivio silencioso.
En ese instante, su corazón agradeció que alguien como Crybaby existiera en la vida de Blurry.
Un agradecimiento callado, pero profundo.
Crybaby sintió la mirada y le devolvió una sonrisa tímida, sin saber que había ganado un lugar invisible, pero muy real, en la familia de Blurry.
La escuela continuaba con sus ciclos, dramas y alegrías.
Pero ahora, Blurryface y Crybaby estaban más fuertes. Más unidos.
Y sabían que, pase lo que pase, no estarían solos.
La escuela era un hervidero de emociones contenidas.
Nico, Kelly, Jason y Agóta seguían navegando sus tormentas internas con la imprevisibilidad de un mar agitado. No había tregua ni consuelo entre ellos, pero tampoco abandono completo. Seguían entrelazados en esa extraña danza de confrontaciones y reconciliaciones.
Los Bully en Profundidad
En la biblioteca, Nico hojeaba un libro sin prestar atención, perdido en pensamientos.
Kelly apareció con pasos decididos, apoyando la mochila contra la mesa.
—Tenemos que hablar —dijo ella, con voz firme.
—¿Ahora? —Nico no levantó la mirada—. ¿De qué?
—De esto que somos… o lo que queda de nosotros.
Se miraron por un momento. No había cariño, pero sí una historia compartida.
—No sé si todavía quiero pelear —murmuró Nico—. Pero tampoco sé cómo hacer las paces.
Kelly suspiró.
—No quiero que esto nos destruya más, aunque no sé si podré perdonarte fácil.
—Nadie dijo que fuera fácil —respondió Nico—. Pero tal vez valga la pena.
El accidente de Crybaby
En la clase de Educación Física, el sol calentaba el patio y los estudiantes corrían con energía.
Crybaby participaba con entusiasmo, hasta que tropezó inesperadamente con una piedra y cayó al suelo.
No se lastimó, pero su rostro mostró un leve atisbo de frustración y vergüenza.
Blurryface, que estaba observando desde un banco cercano, se levantó de inmediato.
Se acercó con pasos firmes y una sonrisa tranquilizadora.
—¿Estás bien?
Crybaby asintió, un poco sonrojada.
—Sí… sólo me distraje.
Él le tendió la mano y la ayudó a levantarse.
—No pasa nada. Todos nos caemos alguna vez.
Ella le devolvió la sonrisa, sintiendo que no estaba sola.
Random – El misterio del buzón
En un rincón olvidado de la escuela, apareció un buzón rojo brillante con una nota pegada:
“Para quien necesite decir lo que no puede decir.”
Nadie sabía quién lo había puesto ahí, pero pronto varios alumnos empezaron a dejar pequeñas cartas anónimas.
Algunas eran confesiones, otras disculpas, y unas pocas, secretos guardados con miedo.
Los Indecisos encontraron una de esas cartas una tarde, y decidieron que ese buzón sería un nuevo refugio invisible para todos.
“El Club de los Misterios”
Spooky Jim había encontrado su misión.
Cansado de las peleas, los dramas y el caos constante, decidió que la escuela necesitaba algo diferente: un taller para resolver misterios.
No cualquier misterio, sino esos pequeños enigmas que nadie más se atrevía a investigar.
Escena 1: La propuesta rebelde
En la oficina del director, Spooky expuso su idea con entusiasmo desbordante.
—Quiero armar un taller para descubrir qué pasa detrás de escenas, resolver secretos y ayudar a que la escuela funcione mejor.
El director frunció el ceño.
—No quiero alumnos merodeando donde no deben. No quiero problemas.
—¡No habrá problemas! —insistió Spooky—. Sólo resolveremos cosas que molesten a los alumnos y profesores, como desapariciones de libros, ruidos extraños o el misterioso buzón rojo que apareció.
El director suspiró y asintió.
—Muy bien. Pero solo si prometen no molestarme en la oficina… a menos que sea urgente.
Spooky levantó el pulgar.
—¡Trato hecho!
Escena 2: Crybaby y Blurry – un respiro
Mientras tanto, Crybaby y Blurryface seguían fortaleciendo su vínculo.
Tras los días de enfermedad y las tensiones de la escuela, encontraron pequeños momentos para estar juntos.
Una tarde, sentados en su rincón favorito bajo el gran árbol, Blurry tomó la mano de Cry.
—Siento que podemos con todo —dijo él.
—Contigo, no tengo miedo —respondió ella.
Sus miradas se cruzaron, y por un instante, el ruido del mundo desapareció.
Escena 3: El primer misterio
Esa misma semana, Spooky reunió a un pequeño grupo: John, Adam, Jazmín, Elita y, claro, él mismo.
—Nuestro primer caso —anunció—: ¿Quién está dejando notas misteriosas en el buzón rojo?
El grupo asintió, emocionado.
—Esto será épico —dijo John—. Una aventura para limpiar la escuela.
Y así, con risas y estrategias improvisadas, comenzó el primer taller de misterios escolares.
El buzón rojo había causado revuelo.
Aparecieron cartas con confesiones intensas, poemas anónimos, secretos, hasta una declaración de amor escrita en mayúsculas con marcador plateado.
El misterio lo envolvía todo.
Y Spooky Jim estaba en su salsa.
El gran descubrimiento
—¡Tengo pruebas! —gritó Spooky una mañana, agitando una carpeta llena de papeles y dibujos hechos con lápices de colores.
El "Taller de Misterios Escolares" se había convertido en una especie de club secreto, aunque todo el mundo hablaba de él. Incluso alumnos que jamás hablaban con Spooky pedían unirse, más como excusa para faltar a clase que por genuino interés en la investigación.
—¿Y? ¿Quién es? —preguntó Jazmín Bean, sentada sobre una mesa como si estuviera en un interrogatorio policial.
—¡Fue la bibliotecaria! —dijo Spooky—. Ella lo dejó para que los alumnos tuvieran un lugar donde volcar lo que no podían decir en voz alta. Iba a retirarlo cuando nadie escribiera más… ¡pero ahora no puede dejar de leer las cartas!
—¿Qué hace con ellas? —preguntó Adam Gontier, medio escandalizado.
—Nada. Solo las guarda. Le hacen sentir que la escuela todavía siente. Que no está todo perdido.
Hubo silencio.
Hasta John murmuró:
—Eso… es triste y hermoso al mismo tiempo.
El grupo asintió.
Spooky lo consideró un triunfo.
—Caso cerrado —dijo, con solemnidad—. Primer misterio resuelto.
Y como buen triunfo, trajo consecuencias.
Enfrentando al inspector
El director estaba a punto de comerse una factura cuando el inspector académico apareció de sorpresa.
—¿Qué es esta ridiculez del "club de misterios"? —preguntó con desdén—. ¿Es un chiste?
El director, sin inmutarse, limpió los restos de azúcar de su saco y dijo:
—Para nada. Es un taller de estimulación cognitiva. Se trabaja la observación, la lógica, el pensamiento deductivo. Una especie de gimnasia mental.
El inspector lo miró, dudando.
—¿Y no lo hacen para saltarse clases?
—Al contrario. Lo hacen con una dedicación que nunca vi en horas de matemática.
El inspector bufó.
—Bueno, con tal de que no molesten…
—Jamás, jamás —dijo el director, ya abriendo la puerta para que se retire—. Lo estamos evaluando como programa piloto. Adiós.
Y así, el director evitó problemas y ganó horas de tranquilidad sin que lo molestaran con trámites absurdos.
El reencuentro esperado
Jenna los esperó a la salida de clase, con las manos cruzadas en la espalda y cara de “esto me cuesta, pero tengo que hacerlo”.
Crybaby la vio primero. Se detuvo.
Blurryface también la notó, pero se mantuvo en silencio.
—¿Podemos hablar? —dijo Jenna—. Los tres.
Se sentaron en uno de los bancos del patio. El viento movía las hojas de los árboles, como si todo el colegio estuviera conteniendo la respiración.
—Quería decirles que… siento todo. Por haberme dejado influenciar. Por haberles soltado la mano cuando más la necesitaban. Por haber dudado de ustedes.
Crybaby la miró fija.
Blurry también, pero su expresión era más suave.
—Fui una amiga horrible —agregó Jenna—. Pero estoy intentando cambiar. No solo por ustedes. Por mí.
Silencio.
Crybaby tomó aire.
—No fuiste horrible. Fuiste humana. Te equivocaste. Pero si estás intentando cambiar, entonces estamos bien.
Blurryface asintió.
—Estamos bien. En serio.
Jenna sonrió, con los ojos brillosos. Aprovecho en darles los regalos que tanto quería darles.
En ese instante, al fondo, Celeste, Magnolia y Fleur aplaudieron en silencio, con sonrisas de orgullo.
—¡Vamos, Jen! —murmuró Magnolia.
—Nunca dudamos de vos —agregó Fleur.
—Ok, sí dudamos un poco —bromeó Celeste—. Pero ahora estás brillando. Literal.
Escena Final: El buzón vive
Esa noche, Spooky Jim dejó una carta en el buzón rojo.
No firmada. Solo decía:
“Gracias por dejarme sentir que, incluso en una escuela como esta, los misterios también pueden unir corazones.”
Y al lado, pegó una nota:
“Taller de Misterios Escolares: ¡Abierto oficialmente todos los miércoles!”
Chapter 98: Capítulo 98 - Roi
Summary:
La pareja está más que feliz. Habrá un baile en la escuela a fin de año con una futura graduación y quieren estar más que listos.
Chapter Text
Te busco en mis sueños, te sigo en mis sueños
Al amanecer y en la sombra vaga en vano por tus labios
Recorriendo el abismo de mi corazón escarlata
Eres solo el punto fijo de mis sueños dispares.
La noticia se esparció como pólvora entre los pasillos:
¡habrá un baile escolar de fin de año!
No uno cualquiera.
No de esos aburridos con luces gastadas y DJ contratado a último momento.
No.
Este prometía ser EL baile. Luces, música, decoración temática (todavía nadie sabía de qué), y una pista de baile donde, supuestamente, se coronaría a una pareja como “Reyes del Año”.
Era tal cual como en las películas. Aunque todavía no estaban en el último año escolar, les fascinaba la idea de ser parte de una fiesta escolar.
Cuando Crybaby y Blurryface lo escucharon, se miraron al mismo tiempo, con la misma chispa de emoción en los ojos.
—¿Vamos? —preguntó ella, como si no supiera la respuesta.
—Obvio —dijo él—. Pero no vamos de cualquier forma. Vamos a romperla.
Escena 1: Los planes y los ahorros
Esa misma tarde, Los Indecisos se reunieron en casa de Billie. Todos con sus cajas de ahorro improvisadas: frascos con monedas, sobres rotulados con marcador indeleble, bolsitas con billetes arrugados.
—¿Esto es suficiente para comprar ropa digna de película adolescente de los 2000? —preguntó Adam, mirando sus veintiséis monedas de diez pesos.
—Con eso, capaz un cinturón con tachas de oferta —dijo Elita.
—Yo tengo más, chicos. Puedo ayudar —dijo Crybaby—. Además, con creatividad podemos hacer magia.
—¡A gastar lo que no tenemos y que usaremos en los próximos años! —gritó Spooky Jim, levantando su frasquito de vidrio como si fuera un cáliz.
Escena 2: ¡Montaje de compras!
Y entonces comenzó el montaje más caótico, estilizado y divertido que la historia de su escuela haya visto jamás.
♫ Música Avril Lavigne suena de fondo ♫
Escena tras escena:
- Crybaby probándose un vestido fucsia con volados imposibles. El grupo grita “¡NOOOO!” al unísono.
- Blurryface saliendo con un saco blanco con hombreras exageradas. Adam se tapa los ojos.
—¡Parecés el manager de una banda de pop desintegrada en 1996! - Billie Eilish en un outfit completamente cubierto de estampados de gatos.
—Este me representa —dice seria.
—Y asusta —dice Elita. - Jazmín Bean encontrando un vestido de encaje negro con cuernos de vinilo y gritándole al espejo:
—¡Nací lista para este evento! - John Cooper simplemente eligiendo una túnica negra con crucifijos bordados. Nadie se atreve a discutirle.
- Spooky Jim aparece con un saco rosa chicle, un tutú y una bufanda de peluche.
—Soy arte, dejame ser. - Crybaby se prueba finalmente un vestido de satén azul noche, con tirantes finos y lazo a la cintura. Todos quedan en silencio.
- Blurryface sale con una camisa de encaje semitransparente negra y pantalones de vestir ajustados, con botas oscuras que lo hacen ver salido de un videoclip de Depeche Mode.
—Perfectos. —dice Billie.
—¡Reyes del año, sí o sí! —agrega Celeste, dando un aplauso.
Escena 3: La promesa entre bocado y risa
En la plaza, sentados en ronda, todos comían papas fritas, helados y medialunas.
—Tenemos que prometer algo —dijo Blurryface, limpiándose las manos en la remera (a lo cual Crybaby le dio un golpecito leve en el hombro).
—¿Qué? —preguntó Jazmín con media medialuna en la boca.
—Que no vamos a engordar de acá al baile —dijo Blurryface, señalando su abdomen.
—¡JA! —gritó Spooky—. Bueno, prometamos al menos que no nos atragantemos con snacks en la pista de baile.
—¡Promesa de meñique colectivo! —dijo Crybaby, levantando el suyo.
Y así, en un círculo de dedos entrelazados, promesas ridículas y risas honestas, el grupo se preparó para lo que sería el evento del año.
Escena final
Esa noche, Crybaby y Blurryface se quedaron chateando hasta tarde, compartiendo fotos de los outfits elegidos, emojis exagerados y canciones que querían bailar juntos.
"Si vamos a brillar… que sea como reyes de un mundo que inventamos nosotros."
Escribió Blurryface.
"Y que nadie nos robe esa corona."
Respondió Crybaby.
Aunque el famoso baile escolar era algo que ocurriría solo en unos años, Crybaby y Blurryface no querían esperar a último momento.
Había algo especial en imaginarse allí, bajo las luces, con la ropa perfecta y los pasos ensayados.
Y por eso, decidieron para el día siguiente transformar el cuarto de Crybaby en una improvisada pista de baile con una playlist que iba de Videoclub a Cyndi Lauper y de Depeche Mode a No Doubt.
Ensayos y desastres
—Dame la mano así —dijo Blurryface, intentando recordar lo poco que sabía de baile formal.
—¿Así? —preguntó Cry, acercándose.
—Sí. Y ahora, un paso atrás. Yo doy uno adelante.
—¡Pero no pises mis dedos!
—¡Entonces no los pongas tan cerca!
—¡No los puse, vos te lanzaste como si estuviéramos bailando ska!
Ambos rieron, torpes pero sincronizados en su propio caos.
Fue en uno de esos giros mal calculados donde pasó:
Spooky Jim apareció en escena con un cartel improvisado que decía: “Rey y Reina del Baile 20XX”
Y gritó con voz de locutor dramático:
—¡Blurryface y Crybaby, coronados por votación popular! ¡Lágrimas, lentejuelas y una corona reciclada del cotillón de John!
Blurry se congeló.
Crybaby giró con fuerza para decirle “¡dejá de asustarlo!” y en ese giro…
¡PUM!
Resbaló, cayó al piso con las piernas estiradas como muñeca rota y todos se quedaron mudos.
—¿Estás bien? —preguntó Blurry, corriendo a ayudarla.
—Sí… sí… solo me resbalé con tu ego.
—¡Te juro que casi me muero del susto! —dijo él, entre risas nerviosas.
Opiniones divididas
Elita, que había estado mirando desde un rincón del Living mientras pintaba las uñas con esmalte negro mate, frunció el ceño.
—Para mí que esto va a terminar como Carrie. Todos riendo… hasta que alguien lo arruina todo con sangre de cerdo.
—¿Y quién sería la Carrie en ese caso? —preguntó John, apoyado contra la pared.
—Todos somos Carrie en esta escuela, de alguna forma —murmuró Billie desde el suelo, sin levantar la vista.
John asintió.
—Puede ser. Pero confío en que sabremos evitar las tragedias. Esta vez.
Adam, que hojeaba una revista de moda que alguien había dejado, dijo mientras arrancaba una página:
—Los bullies no necesitan sangre de cerdo para hacernos sentir miserables. Basta con que vean que alguien brilla más que ellos.
Y cuando vean a Cry y Blurry en el baile, se van a consumir de adentro para afuera.
Bulimia, anorexia, obsesión, desesperación. Todo eso que esta industria asquerosa glorifica.
Jazmín, que estaba usando una sombra azul celeste hasta las cejas, levantó la voz:
—¡Sí! El maquillaje no debería usarse para ocultar “imperfecciones”, sino para amplificarlas. Yo no me maquillo para gustarle a nadie. Me maquillo para parecer una criatura sacada de un sueño húmedo gótico.
—Las revistas mienten —dijo Elita, hojeando otra —. Todas las modelos tienen 14 años, están muertas de hambre y les editan hasta las costillas.
—Y aun así nos venden que eso es belleza —dijo John.
—Yo prefiero ser una masa de contradicciones —agregó Gerard—, pero libre. No una muñeca de escaparate.
Entre risas y realidades
Spooky Jim, mientras seguía diseñando más pancartas ridículas para ensayar su “campaña escolar” ficticia, les dijo:
—Para mí, ustedes ya ganaron. No porque bailen bien, ni porque sean lindos. Sino porque están enamorados y siguen enteros. Eso vale más que cualquier corona pedorra.
Crybaby se ruborizó un poco.
—Gracias, Spook. Aunque no me molestaría usar una corona.
—Yo quiero una que tenga púas —dijo Blurry—. Y que brille cuando te acercás a gente falsa.
—¡La hacemos nosotros! —gritó Elita—. “Corona Anti-Falsedad”, edición limitada. Solo para almas honestas.
La noche cayó, y el ensayo de baile terminó entre risas, reflexiones, stickers de estrellas pegados en los brazos de todos, y un par de medias rotas por bailar descalzos en el suelo encerado.
Blurryface y Crybaby terminaron abrazados en la cama, agotados pero contentos.
Y antes de quedarse dormidos, susurraron algo al mismo tiempo:
—“Vamos a brillar... aunque nadie nos elija.”
Baile entre luciérnagas
El cielo estaba cubierto por un manto azul profundo, donde las estrellas se reflejaban como pequeñas promesas.
Crybaby y Blurryface se habían escapado una vez más, esta vez al bosque cercano, donde los árboles susurraban secretos al viento y el mundo parecía detenerse.
—¿Y si practicamos acá? —dijo Cry, mirando cómo las luciérnagas comenzaban a aparecer entre los arbustos y ramas bajas.
—¿Acá mismo? —Blurry sonrió—. ¿No es muy cliché?
—Sí —respondió ella, tomándole la mano—. Pero es nuestro cliché.
Sin parlantes, sin música… solo el ritmo de su respiración y los pasos en el suelo cubierto de hojas.
Blurry la giró con cuidado, como si fuera de cristal, y Crybaby apoyó su cabeza contra su pecho, cerrando los ojos.
El silencio del bosque se llenó con el zumbido sutil de las luciérnagas, que flotaban a su alrededor como si estuvieran coreografiadas solo para ellos.
—Si existiera un reino solo para dos… —murmuró Cry.
—Vos serías la reina. —Blurry la apretó un poco más fuerte—. Y yo el idiota que se cae de la silla del trono.
—Y aún así te elegiría.
Se quedaron así, girando despacio bajo el cielo inmenso, como si su amor pudiera competir con el universo.
Spooky Jim y la escoba vengadora
En otro rincón del mundo, Spooky Jim corría alrededor del comedor familiar, perseguido por su madre… y su escoba.
—¡¿QUÉ ES ESO DE TALLER DE MISTERIOS?! ¿¡QUE AHORA SOS DETECTIVE, JAMES?! —gritaba ella, levantando la escoba como si fuera una lanza medieval.
—¡Es para el desarrollo cognitivo, mamá! ¡Estimulación mental! ¡¡NECESITO USAR LA MENTE PARA EVITAR QUE ME PASES POR ENCIMA!!
—¡Usá la mente para estudiar matemática, no para espiar gente en los recreos!
—¡ESTOY COMBATIENDO LA IGNORANCIA CON LUPAS Y CURIOSIDAD!
Finalmente, Spooky se escondió detrás del sofá y alzó un cartel que decía:
“El cerebro es un músculo invisible. Si no lo ejercitás, se te duerme el alma.”
Hubo un silencio largo.
Su madre, que aún jadeaba con la escoba en mano, lo miró entre el enojo y la ternura.
—Ay, Dios mío. Sos igualito a tu papá: testarudo… —suspiró—. Bueno. Pero si algún profesor llama por esto, deciles que fue tu idea. ¡Y ni se te ocurra seguir a la vice directora otra vez!
Spooky sonrió victorioso.
—¡Gracias, mamá! Prometo solo investigar cosas que no den miedo.
Kelly, la reina del autoengaño
Mientras tanto, en una habitación rosa cuidadosamente desordenada y rota, Kelly lloraba en silencio con la música a todo volumen.
El espejo la devolvía con una expresión vacía, delineador corrido y las uñas marcadas contra las sábanas.
La autoestima, si alguna vez la tuvo, estaba hecha polvo.
Pero no iba a admitirlo.
—Todo esto es culpa de ellos —murmuró—. Crybaby y Blurryface. Se creen tan buenos. Tan puros. Tan… perfectos.
Tomó su celular y escribió a Nico:
“No hagas peleas.
Los necesito enteros.
Ya verás para qué.”
Nico respondió con un emoji neutral y un “ok.”
Ella sonrió sin alegría.
No tenía planes de mejorar. Solo de ajustar sus jugadas.
Como toda reina caída, planeaba su regreso con veneno en lugar de reflexión.
Después del baile improvisado en el bosque, Blurryface y Crybaby se quedaron tendidos sobre la hierba fresca, mirando las copas de los árboles moverse como olas verdes contra el cielo nocturno.
—¿Te imaginás si llegamos a recibirnos juntos? —murmuró él, acariciando con suavidad los dedos de Cry.
—¿Si? —preguntó ella, sonriendo contra su hombro.
—Sí… Imaginate: Vos con un vestido hermoso, yo tratando de que mi mamá no me peine como abogado de los años ochenta. Nuestras fotos de egresados colgadas en un pizarrón. El grupo entero comiendo pizza fría después de la ceremonia.
Crybaby soltó una risa dulce.
—Y llorando como bebés por tener que separarnos.
—Nah —dijo Blurry—. No vamos a separarnos. Aunque terminemos en lugares distintos, algo me dice que vamos a estar cerca.
Siempre lo vamos a estar.
Ella lo miró. Lo creyó. Y lo sellaron con un beso corto, tierno.
Escena: Voces y un silencio que corta
Al día siguiente, durante el segundo recreo, Los Indecisos estaban sentados en ronda bajo el árbol del fondo, comentando teorías conspirativas sobre las verdaderas intenciones del director con el baile de fin de año y compartiendo papas fritas con gusto artificial a queso.
Fue entonces cuando sonó el parlante:
📢 "Spooky Jim, por favor, diríjase a la dirección. Spooky Jim, a dirección."
Todos se quedaron quietos.
Spooky Jim sintió un terror absoluto. Se levantó para dirigirse a dirección.
Silencio.
Incluso los que no eran parte del grupo se giraron.
Y entre ellos… los bully.
—Ja, seguro el taller de “misterios” terminó en quilombo —se burló Kelly, desde lejos, masticando chicle con superioridad.
—¿Van a esposarlo con tiza? —se rió Jason.
—O lo van a enviar a resolver el paradero de su dignidad —dijo Agóta, sin despegar la vista de sus uñas.
Nadie en el grupo respondió.
Ni Elita.
Ni Blurry.
Ni Cry.
Ni nadie.
Todos sabían que algo no estaba bien.
Blurryface sacó su celular.
Un mensaje entrante iluminó la pantalla.
Era de Spooky Jim.
“Me tengo que ir por unos días.
Es algo familiar, no puedo hablar mucho.
Te quiero, bro.”
Blurry apretó los labios.
Sintió cómo algo en su pecho se doblaba.
—¿Qué pasó? —preguntó Cry, al ver su expresión.
Él le pasó el celular.
Ella leyó.
Y supo que no era una simple llamada a dirección.
El grupo se quedó en silencio.
No sabían qué pasaba.
No sabían si iba a volver en una semana, un mes… o si todo estaba por cambiar.
Pero sabían algo:
Spooky Jim no se despedía porque sí.
Chapter 99: Capítulo 99 - True love waits
Summary:
Un viejo amigo de la infancia de Blurry regresa a la escuela tras vivir varios años en otro lado y es alguien cercano al grupo. Se sorprende de ver a Blurry con pareja y le pregunta junto con sus amigos y Nico escondido como lo logró. Blurry habla tan bien del amor. Conoceremos los orígenes del atrevido de Nico.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
No estoy viviendo
Solo estoy matando el tiempo
Tus pequeñas manos
Tu loca sonrisa…
Simplemente no te vayas
Han pasado quince días.
Quince largos, confusos y silenciosos días desde que Spooky Jim dejó la escuela.
Los primeros días se sintieron como un recreo estirado hasta el infinito.
Después… como un hueco.
Uno de esos que nadie se anima a nombrar, pero todos notan.
Los ecos del vacío
Los bullies no perdieron tiempo.
—¿Y si Spooky fue abducido por su propio taller? —decía Jason, entre carcajadas secas.
—O peor —agregó Nico—, lo encerraron en el armario de educación física con sus “misterios” y se volvió parte del inventario.
—Ay, qué lástima… —fingía Kelly, con voz de falso duelo—. Otro héroe caído por la estupidez.
Agóta solo sonreía con los labios, pero sus ojos estaban muertos de costumbre.
Nadie en Los Indecisos respondió.
La ausencia de Spooky no era material para chistes.
Era una herida.
La espera se rompe
Un domingo cualquiera, con el cielo encapotado y los nervios hechos nudos, Crybaby recibió un mensaje.
Spooky Jim
“¿Puedo pasar por tu casa hoy? No estoy solo. Pero Necesito un espacio.”
Ella se quedó mirándolo por segundos que dolieron.
Respondió:
“Sí. Vení.
Blurry, los chicos… vamos a estar acá. No hay nada más importante que eso.”
Y así fue como la casa de Crybaby se convirtió en el epicentro de algo que ni siquiera imaginaban.
El té no alcanza
La casa estaba llena de murmullos, tazas de té a medio tomar y ansiedad camuflada de conversación casual.
Elita mordía una uña sin darse cuenta.
John revisaba su reloj por quinta vez.
Jazmín tenía su cara pintada de azul hielo, pero no decía ni una palabra.
Adam jugaba con una cucharita como si fuera un arma mágica.
Billie miraba por la ventana, cada dos minutos.
Gerard mataba el tiempo para hacer memes en papel y descomprimir la tensión.
Blurryface y Crybaby estaban sentados juntos, apretando las manos entre sus piernas como si eso ayudara a mantener el corazón dentro del pecho.
Y entonces… el timbre.
Un silencio absoluto.
Crybaby caminó hasta la puerta.
Abrió.
Y ahí estaba.
Spooky Jim.
El mismo de siempre, con los ojos un poco más cansados… y a su lado, un chico igual a él.
Un reflejo vivo. Un eco.
—¿Chicos…? —dijo Spooky, entrando con una sonrisa cansada—.
Este es mi hermano.
Torchbearer.
El silencio fue tan denso que pudo cortarse con una servilleta.
Blurryface, que estaba tomando un sorbo de té, dejó caer la taza con el temblor de sus manos.
El “crack” del porcelanato partió el aire.
Torchbearer lo miró.
Sonrió apenas.
—Encantado.
Todos estaban de pie.
Algunos con la boca abierta.
Otros simplemente sin aire.
Spooky dio un paso más al centro de la sala.
—Sé que esto es raro.
Sé que tengo mucho que explicar.
Pero antes…
Gracias por esperarme.
Crybaby fue la primera en abrazarlo.
Blurry se unió sin dudar.
Y uno por uno, Los Indecisos formaron un círculo.
Como si el corazón que les faltaba… al fin hubiera regresado.
Y con él, una llama nueva: Torchbearer.
La sala seguía envuelta en un silencio denso, apenas quebrado por el crujido del té derramado en el suelo.
Torchbearer se mantenía erguido, tranquilo, pero sus ojos revelaban un cansancio antiguo, como si hubiera envejecido más que el resto, a la fuerza.
Spooky Jim puso una mano en su hombro, dándole espacio.
—Creo que deberían saberlo. Todo.
Torchbearer asintió.
—Mi papá, su esposa y el hijo pequeño de ambos murieron hace unos días.
Fue un accidente. Un choque en la autopista… el auto se incendió antes de que alguien pudiera sacarlos.
Hubo una exhalación general. No de sorpresa, sino de impacto.
—Yo no estaba ahí —continuó—. No vivía con ellos, aunque oficialmente sí. Nunca estaba en esa casa.
No podía. Desde que me separo de mamá, él… —Torchbearer bajó la vista— se volvió un narcisista. Todo era sobre él. Su imagen, su control, su versión de lo que debíamos ser.
Elita tragó saliva con dificultad. Billie bajó la mirada. John cerró los puños.
—Así que empecé a escaparme. A desaparecer. Me inscribía en cualquier curso gratuito que encontrara: idiomas, ajedrez, cerámica, primeros auxilios… lo que sea. Un campamento, una institución... Me escondía en bibliotecas. En salas vacías de centros culturales. Llegue a tener trabajos. Sobreviví así.
Sobreviví a él.
Blurryface estaba sentado, casi inmóvil.
Crybaby le apretó la mano. Él no dijo nada, pero sus ojos estaban llenos de respeto.
—Y ahora… estoy con mi hermano de nuevo. —Torchbearer miró a Spooky con una sonrisa suave—. No sé cuánto me va a llevar adaptarme. Pero por primera vez en años… me siento libre.
Spooky Jim lo abrazó sin soltar palabras.
No hacían falta.
Los demás se acercaron. No para invadir, sino para estar cerca.
Porque a veces, la única forma de recibir a alguien que salió del infierno…
es con silencio, calor humano, y el espacio para sanar.
Torchbearer se sentó en el sillón con una taza de té que Crybaby le había ofrecido. No le temblaba la mano. No tartamudeaba. No lloraba.
Parecía en paz.
—No siento pena —dijo de repente, sin mirar a nadie—. Mi padre está muerto, y me alegra.
No por el accidente en sí, sino porque… dejó de intentar arruinarme. De existir como amenaza.
Durante años me pregunté si era malo por odiarlo. Pero ahora lo único que siento… es alivio.
Spooky Jim, a su lado, asintió despacio.
Él ya conocía esa sombra.
Y ahora, por fin, podían comenzar a deshacerse de ella juntos.
Torchbearer quiso ponerse al día. Spooky le contó todo lo que se había perdido en esos años separados.
Desde cómo se volvió “el loco lindo” de la escuela, hasta cómo fundó su taller de misterios, y cómo su mejor amigo de la infancia, Blurryface, seguía tan oscuro y sarcástico como siempre… aunque ahora con corazón más blando.
—¿Blurryface? ¿Ese Blurryface? —preguntó Torch con una ceja levantada—. ¿El que nos dibujaba en hojas viejas con lapicera roja y hacía que cada monstruo se pareciera a él?
—Ese mismo. Solo que ahora… no se esconde tanto. Ni sus dibujos, ni sus sentimientos.
—Guau —dijo Torchbearer, mirando a Blurry, que enrojecía levemente desde la esquina—. Entonces sí crecimos, ¿eh?
—No tanto —agregó Billie, desde el suelo—. A veces seguimos igual de raros.
—¿Y ustedes son…? —preguntó Torch, mirando al grupo.
—Elita, Billie, Jazmín, Crybaby, Gerard, Adam y John —dijeron casi al unísono, señalándose entre ellos como en una presentación desordenada de circo alternativo.
Torchbearer sonrió, genuino.
—Son más… diversos de lo que esperaba. Me gusta.
—¿Y vos sos igual a Spooky, pero con filtro más trágico? —bromeó Gerard.
—Algo así —asintió Torch—. Aunque tengo menos tolerancia al azúcar y a las ridiculeces de TikTok.
Spooky hizo un sonido dramático de traición.
Entre risas, mates y cuentos, Torchbearer se enteró de todo.
De los Niners. De Nico, Kelly, Jason y Agóta.
De cómo Crybaby había sido lastimada, y cómo Blurryface la defendía como si su amor fuese un escudo a prueba de balas.
Cuando Torch los vio juntos, compartiendo una mirada tierna y un roce suave de manos, sonrió.
—No puedo creerlo. —miró a su hermano—. ¿Vos me estás diciendo que el mismo Blurryface que una vez mordió a un chico por arrancarle la mochila ahora está… enamorado?
—Totalmente —dijo Spooky—. Y cuando no está con Crybaby, se lo pasa escribiendo poemas que no quiere que leamos.
—¡No son poemas! —protestó Blurryface, enterrando la cara en un almohadón.
—Poemas —repitieron todos en coro.
Torchbearer miró el reloj.
Era tarde, pero no tenía ganas de irse.
—Me va a costar adaptarme —dijo, con honestidad—. No estoy acostumbrado a… esto. A estar rodeado de personas que no quieren romperme, sentir lastima o usarme.
Pero estoy feliz. Porque estoy de regreso.
Con mi hermano.
Con vos —le dijo a Spooky.
—Y porque ahora… esta es mi casa.
Mi lugar.
Y voy a estudiar. Con vos. Como siempre debió ser.
Spooky lo abrazó.
Y por primera vez en muchos años, Torchbearer se permitió cerrar los ojos… sin miedo.
El lunes llegó como una tormenta silenciosa.
Torchbearer, con ropa nueva, una mochila negra recién comprada y una actitud que oscilaba entre el desdén y la curiosidad, caminó por los pasillos del colegio acompañado de su hermano. No sentía nervios, solo curiosidad.
Spooky Jim le narraba todo con entusiasmo:
—Este es el aula de ciencias. No entres sin guantes.
Allá está la sala de música, donde John casi incendia un amplificador.
Y ese rincón… es el “sofá del olvido”. Nadie recuerda por qué está ahí, pero si te sentás mucho tiempo, te volvés emo.
Torch soltó una risa breve.
—¿Y esa oficina con puerta oxidada?
—Ah, ese es el depósito. Ahí hacemos reuniones clandestinas con los chicos. Te va a gustar.
Torchbearer asintió.
—Estoy listo. Aunque... ¿cómo fue que conseguimos estar en el mismo curso?
Spooky sonrió con culpabilidad cómplice.
—Mamá sobornó al director.
—¿¡Qué!?
—Sí. Le llevó tres botellas de vino importado, un queso brie y una entrada para el musical del mes.
El tipo no se resistió.
Y sacó a Agóta del curso.
Torchbearer frunció el ceño.
—¿A propósito?
—Sí, mamá dijo que quería “alejar a la escoria para que las flores respiren”.
—Ok, esa frase me da miedo… pero la respeto.
Esa tarde, Torchbearer fue llevado al depósito por Spooky.
Allí estaban Blurryface, John, Gerard y Adam. Todos sentados sobre bancos polvorientos, cajas olvidadas y una alfombra vieja que alguna vez fue roja.
—Bienvenido al lado oscuro del recreo —dijo Gerard, extendiéndole una bebida.
Torch se sentó al lado de Blurryface.
Lo miró de costado, con gesto curioso.
—Che… ya que estamos solos —murmuró—. Tengo una pregunta.
—Dispare —dijo Blurryface, tomando un sorbo de su taza de té.
—¿Cómo hiciste para conseguir una pareja como Crybaby? Digo… ella es linda, tierna, inteligente, sensible… y vos…
—¿Oscuro, distante y con ojeras emocionales? —interrumpió Blurry, sonriendo de lado.
—Exacto.
Blurryface miró al suelo, luego a la bebida, y finalmente al vacío.
—Porque el amor no es sobre luces y sombras. Es sobre reconocer las heridas del otro… y querer cuidarlas.
Crybaby me vio cuando ni yo sabía quién era. No me pidió que cambiara. Solo que no me escondiera.
Y yo… no supe cómo no amarla después de eso.
Torchbearer se quedó en silencio.
—Sos un romántico deprimente, ¿sabías?
—Soy Blurryface, ¿qué esperabas?
Los chicos rieron.
Torch sintió, por primera vez, que ese lugar también podía ser suyo.
Lo que nadie notó…
A pocos metros, detrás de una pila de muebles apilados, Nico contenía la respiración.
Había escuchado todo.
Cada palabra.
Cada tono honesto.
Cada emoción cruda.
Y por alguna razón…
esa ternura, ese tipo de conexión tan real…
le dolía.
Mientras Torchbearer se adaptaba a su nuevo entorno, y el grupo disfrutaba de una calma inesperada, Nico caminaba solo, a paso firme por el pasillo trasero del colegio.
Sus pasos no hacían ruido. Su cara, siempre impasible, ocultaba una tormenta interna que ni él entendía del todo.
Porque Nico no era como los demás.
Nunca lo fue.
Nunca se le permitió serlo.
Recuerdos del silencio
Nico nunca conoció a sus padres.
No hay fotos, ni cartas, ni una sola voz en su memoria que se parezca a una madre o un padre.
Solo hay una figura: su abuelo.
Alto, erguido como una lápida, voz de acero y ojos que parecían no mirar… sino juzgar.
—La familia es una construcción emocional. —le decía—. Vos no necesitás eso. Necesitás estructura, disciplina y propósito.
Desde pequeño, Nico fue criado entre símbolos extraños, reglas estrictas, pasillos fríos y rituales que ningún niño debería conocer.
El lugar no tenía nombre oficial…
Pero su abuelo lo llamaba Dema.
Una organización.
Una secta.
Una estructura vertical implacable.
Los Niners eran parte de Dema. No Matt, ni Kelly, ni Jason, ni Agóta.
Sino otros. Más antiguos. Más leales.
Un grupo que respondía únicamente a la doctrina, al símbolo, al poder.
Y Nico, desde los seis años, era entrenado para ser su futuro líder.
A veces, por obligación o protocolo, tenía que mostrar al mundo que era “normal”.
Entonces, Dema contrataba peones. Personas entrenadas para fingir ser sus padres.
Acompañarlo a reuniones escolares. Hablar con otros adultos.
Todo era falso.
Y Nico… lo sabía.
Desde siempre.
Su único compañero real…
era el dolor.
Y la crueldad, que aprendió a usar como forma de defensa, como un escudo…
y como espada.
Pero el corazón…
ese no pudo entrenarlo.
Desde hace tiempo, Nico sentía algo por Blurryface.
Un amor silencioso, prohibido, reprimido con uñas y dientes.
No por miedo a ser juzgado en la escuela…
sino porque en Dema, el amor es debilidad y una traición al legado.
Su abuelo lo había dejado claro.
—Tu destino es dirigir. Ser temido. Ser obedecido. Los vínculos te corrompen. Vos no sos un niño. Sos un símbolo.
Y sin embargo…
cada vez que Blurryface sonreía.
Cada vez que hablaba con pasión.
Cada vez que defendía a Crybaby con el alma en los ojos…
Nico se quebraba un poco más.
El reflejo roto
Esa noche, en su habitación helada, Nico miró su reflejo.
Se sacó la remera del uniforme, revelando en su espalda una cicatriz en forma de cruz rota.
Un símbolo.
El sello de Dema.
Tocó su pecho.
Sintió el dolor.
Y por primera vez en semanas, susurró:
—No puedo ser esto…
Si estoy enamorado de él.
Y en ese momento, todo lo que Dema había construido en él…
comenzó a tambalear.
Notes:
¡Se pone cada vez más fuerte esto! ¡No digan que no avise!
Chapter 100: Capítulo 100 - Psycho for Love
Summary:
Nico está loco y le revela la verdad a Blurry. Se olvidó lo peligrosa que puede ser Crybaby a veces.
Notes:
¡ADVERTENCIA!
Este capítulo contiene escena de acoso sexual y manoseo indeseado. No se busca fomentar, ni burlar ni romantizar ese hecho tan horrible. Si eres sensible a este tema, pasa al siguiente capítulo.
Si haz vivido por este hecho, siento mucho lo que te ocurrió. No sientas abandonado por ello ni asqueado porque no te lo buscaste.
Si estás viviendo por este tipo de hechos, por favor asegurate de conseguir ayuda como sea a cualquier autoridad. No debes temer por nada. Es mejor hablarlo y tratar de sanar que vivir en el silencio y miedo constante.
Chapter Text
Soy un psicópata por tu amor, bebé, sí.
Te seguiré al infierno o a donde sea.
Si tu papá me dice que pare y me vaya, sacaré mi cuchillo y le arrancaré la garganta.
El día iba desapareciendo con una quietud opresiva.
Los pasillos de la escuela estaban casi vacíos, y solo el eco de pasos resonaba entre paredes frías.
Pero Nico no estaba solo.
Había esperado, planeado, encontrado la oportunidad.
La confesión peligrosa
Blurryface intentaba salir de la biblioteca cuando sintió una mano fuerte, áspera y fría que lo atrapó del brazo.
—Nico… —murmuró, sorprendido.
—Shhh —susurró Nico con una sonrisa torcida—. No tan rápido, Blurry.
Lo arrastró a un rincón oscuro del pasillo, lejos de miradas indiscretas.
—Te debo la verdad —dijo Nico, con ojos brillantes y desquiciados—. Estoy enamorado de vos.
Blurry tragó saliva.
No era un enamoramiento normal.
Era una obsesión que olía a peligro.
—Si me das lo que quiero, prometo protegerte. Te daré un mundo del cuál mereces y amarás que nadie te puede dar.
Si me ignorás… —la sonrisa se volvió amenaza— no habrá escapatoria. Ni siquiera si te escapas de la escuela.
Nico era más alto, más fuerte, aunque flaco. Por algo era el capitán en los deportes que pisaba.
Sus manos ásperas recorrieron el cuerpo de Blurryface, firmes, sin espacio para la resistencia.
Sus labios fríos rozaron la piel de Blurry, dejando un rastro helado.
Blurry quiso gritar, quiso alejarse, pero era díficil deshacerse de Nico.
Empezo a experimentar un miedo profundo, que no sabía cómo nombrar.
Ni sus ojos rojos respondían.
Blurry sabía que cualquier error podría quemarlo.
—¿Qué te pasa, Nico? —espetó Blurryface, arrastrando su cuerpo hacia atrás, tropezando con una estantería.
Su voz temblaba, no de debilidad… sino de confusión y rabia.
—¿Estás loco?
Nico sonrió. Una sonrisa torcida, peligrosa.
—No entiendes todavía, ¿no? Yo soy el futuro. El próximo líder de algo que no podés imaginar.
Pero con vos…
Contigo sería más fuerte. Invulnerable. Te expondría como muñeca de porcelana.
Blurryface trató de empujarlo, forcejeó, intentó hacerse espacio, pero Nico lo volvió a atrapar, esta vez contra una pared, apretando su muñeca con fuerza.
—¡Soltame! —gritó Blurry, pero nadie escuchaba.
O eso creía.
Lo que Nico no recordaba en ese momento era…
Lo peligrosa que podía ser Crybaby cuando se enojaba.
Y enojarse con Nico era algo que podía ponerlo en riesgo real.
Porque Cry no era solo ternura y lágrimas.
Era fuego.
Y cuando su furia se desataba, nadie ni nada la detenía.
¡CRASH!
Una silla voló por el aire y se estrelló contra la espalda de Nico, haciéndolo perder el equilibrio por un instante.
—¡No lo toques! —gritó Crybaby desde el umbral de la biblioteca.
Nico giró con sorpresa.
Nunca la había visto así.
Crybaby no lloraba. No temblaba. No se escondía.
Tenía el rostro encendido de furia.
El cabello despeinado. Y esos ojos negros.
Las manos armadas con una regla de metal y una mochila llena de libros pesados.
—Esto te pasa por olvidar que las cosas vivas no se poseen —dijo, y le arrojó un tomo de historia universal directo al estómago.
Nico retrocedió, aturdido.
Cry no se detuvo.
Le dio con la regla en la pierna, en la mano que aún intentaba acercarse a Blurry, y finalmente lo empujó con el peso de toda su Telequinesis.
Blurryface, liberado, cayó al suelo jadeando, mientras Crybaby se colocaba delante de él como una barrera viviente.
—¿Estás bien? —le susurró sin girarse.
—Ahora sí —respondió él, con voz quebrada.
Nico, tambaleante, se apoyó contra una estantería.
Sangraba de la nariz.
No por un golpe en sí, sino por el colapso del momento.
No lo entendía.
Nadie… nunca lo había enfrentado así.
—Esto no terminó… —balbuceó, antes de escabullirse hacia la salida como un espectro derrotado.
Entre brazos seguros
Blurryface abrazó a Crybaby, enterrando la cara en su cuello.
—Nunca lo vi así… ni supe que era tan fuerte. No solo físicamente… lo que decía. Era como si me perteneciera…
—No le pertenecés a nadie —susurró Cry—. Ni a él, ni a nadie.
Sos libre.
Y mientras yo esté, nadie va a poner un dedo encima tuyo.
Blurry no respondió.
Solo la apretó más fuerte.
Y por primera vez desde que Nico lo tocó…
volvió a respirar tranquilo.
Consecuencias no dichas
A la mañana siguiente, la escuela estaba exactamente igual.
Las mismas paredes, los mismos profesores, los mismos alumnos.
Pero para Blurryface… nada era igual.
Caminaba más lento, miraba al suelo.
Se le notaba en la forma en que sostenía la mochila, como si algo lo pesara más que los libros.
Crybaby no se le despegaba ni un segundo.
Lo acompañaba a cada clase.
Le traía su té favorito en un termo.
Le sostenía el cuaderno si le temblaba la mano al escribir.
—¿Y lo van a denunciar? —preguntó Billie, con un susurro en el pasillo.
—No podemos —respondió Cry, con la mandíbula apretada—. Las cámaras no andaban. Otra vez.
—Conveniente —gruñó John.
—¿Y el director? —preguntó Jazmín, cruzada de brazos—. Ese tipo seguro lo sabe.
Blurryface respondió sin levantar la vista:
—Tengo miedo… de que no le importe. O peor, que me ponga a mí como el provocador.
Nico… es su orgullo. Siempre le da discursos de responsabilidad y liderazgo.
Y si sospecha lo que pasó… no va a salir bien para mí.
Hubo un silencio.
Un silencio de esos que duelen.
De esos que no aprueban, pero entienden.
Spooky Jim, Torchbearer, Elita, Gerard, Adam, todos lo miraron igual: con rabia y respeto.
Respeto por hablar.
Y rabia por no poder hacer más.
El infierno de Nico
Mientras tanto, en su habitación, Nico estaba solo.
La luz entraba a medias por una cortina raída.
El suelo lleno de papeles arrugados, dibujos extraños, símbolos de Dema tachados y reescritos una y otra vez.
Estaba sentado en el suelo.
Descalzo.
Con las uñas clavadas en las piernas.
Con una furia fría como un cuchillo viejo.
—¿Cómo se atrevió…? —murmuraba, una y otra vez—. ¿Cómo se atrevió a elegirme… para luego huir?
Recordaba la forma en que Crybaby lo golpeó.
Recordaba la forma en que Blurryface la miró a ella y no a él.
Eso era lo peor.
La mirada.
La elección.
Su reflejo en el espejo parecía el de un animal enjaulado.
—No pueden quitarme lo que ya era mío —dijo entre dientes.
Y esa noche, Dema volvió a contactarlo.
Un mensaje simple en una hoja de papel dejada bajo su puerta:
“El desequilibrio comienza en el corazón.
El dolor te fortalece.
El amor te destruye.
¿Estás listo para el siguiente paso?”
Nico cerró los ojos.
Y juró que esta vez… nadie saldría ileso.
La sesión de Blurryface
La oficina olía a incienso suave y a madera antigua.
Blurryface estaba sentado en el mismo sillón donde se había desarmado tantas veces, pero ahora… parecía más contenido.
No mejor.
Solo... contenido.
—¿Y querés contarme qué fue lo que pasó? —preguntó la terapeuta, sin presionarlo.
Blurry asintió. Tardó, tragó saliva, miró al suelo.
Y entonces habló.
—Me encerró. Me tocó sin permiso.
Me dijo que si le obedecía, me iba a proteger. Como si yo fuera de su propiedad.
Lloré por dentro, pero no podía moverme.
Me sentí más chico.
La terapeuta lo escuchó en silencio.
—¿Tenés miedo de volver a encontrarlo?
Blurryface asintió de nuevo. No tenía que decirlo.
Se notaba en su postura, en cómo se aferraba al almohadón como si fuera un escudo.
—No te voy a obligar a denunciar. No es tu obligación salvar al mundo cuando todavía estás salvándote a vos.
Pero quiero que sepas algo —dijo la terapeuta con firmeza suave—:
Lo que viviste no te define.
Tu miedo no es debilidad.
Y tu silencio, aunque legítimo, no tiene que ser eterno.
Blurryface cerró los ojos, sintiendo el nudo en el pecho aflojarse apenas.
Cicatrizar no era olvidar…
Pero era un comienzo.
El chat de “Los Indecisos”
Spooky Jim: bueno chicos… pasó lo que pasó. no es joda.
Elita: no puedo creerlo todavía.
Gerard: ¿y nadie va a hacer nada al respecto?
Torchbearer: si hacemos algo sin pruebas, solo lo arriesgamos más.
Adam: deberíamos espiarlo.
Jazmín: odio decir esto, pero… apoyo a Adam.
Billie: esto parece sacado de una novela de terror.
John: entonces hagamos lo que hacen en las novelas de terror: vigilar al villano antes de que mate al protagonista.
Spooky Jim: nadie toca a blurry ni a cry. punto.
Gerard: 💀
Torchbearer: esto se puso personal.
Escena random: El ensayo escolar del musical (que nadie pidió)
En el salón de actos, un grupo aleatorio de alumnos ensayaba un musical obligatorio sobre la independencia argentina.
Uno de los chicos desafinaba al gritar "¡Viva la patria!", mientras una chica disfrazada de empanada discutía con la profe porque se negaba a cantar con voz aguda.
En una esquina, Jason, de brazos cruzados, se lamentaba:
—¿Cómo pasamos de ser los populares a esto?
Kelly, sentada en el piso, mascando chicle como si no tuviera alma:
—Por confiar en Nico. ¿Contento ahora?
Jason suspiró.
Y en secreto, escribió en una hoja:
“Viva yo.
Viva el ego.
Viva otra escuela.”
Luego la dobló y se la guardó.
No sabía por qué… pero algo le decía que pronto necesitaría escapar.
Volvía a caminar por los pasillos de la escuela.
Con los mismos pasos seguros.
La camisa perfectamente planchada.
La mirada serena.
Como si nada hubiese ocurrido.
Esa era la parte más aterradora.
Esa calma.
Como un incendio que respira antes de arrasar.
Como si su obsesión por Blurryface hubiera quedado atrás…
cuando en realidad solo había mutado.
Refinada.
Calculada.
Ya no lo quería por amor.
Lo quería por poder.
Una visita a la sombra de Agóta
La encontró sentada sola, detrás del gimnasio.
Agóta, que desde la muerte de Johnny no hablaba mucho.
Agóta, que había pasado de líder malvada a satélite sin rumbo.
—Pensé que eras más fuerte —dijo Nico, con tono suave. Casi dulce.
Agóta ni lo miró.
—¿Qué querés?
—Devolverte tu corona.
Johnny está muerto. Ok.
Pero vos estás viva.
Y yo…
yo tengo planes.
Agóta lo miró con ojos apagados.
Y Nico sonrió.
—Volvé a ser la perra que eras.
No por mí.
Sino por vos.
Porque si te arrastrás mucho tiempo, te empiezan a pisar.
Agóta no respondió.
Pero al día siguiente, volvió a pintarse los labios de negro.
El golpe sigiloso de Adam
Mientras tanto, en uno de los recreos largos, Adam Gontier aprovechó una distracción y robó el cuaderno que Nico siempre llevaba bajo el brazo.
No se lo dijo a nadie.
Se lo guardó en su mochila y lo revisó en el baño, solo.
Pero no encontró un plan.
Ni mapas.
Ni nombres.
Solo páginas y páginas con:
- Dibujos de símbolos extraños.
- Manchas de tinta que parecían ojos.
- Garabatos que decían: "El corazón no es confiable", "El amor debilita", "La estructura no debe temblar."
- Dibujo tras dibujo de Blurryface… solo, herido, con ojos tachados o simplemente atrapado.
Adam cerró el cuaderno, estremecido.
—Este tipo está peor de lo que pensábamos.
Sin saberlo, acababa de caer en una pista falsa.
Porque eso quería Nico.
Que si lo espiaban…
solo vieran su locura.
No su plan.
Dema sigue siendo un secreto
Nadie sabía lo que era.
No había archivos en internet.
Ni símbolos en el cuaderno.
Ni confesiones.
Solo Nico.
Su abuelo.
Y los Niners más antiguos como la parte Juvenil.
El director lo protegía sin saber por qué.
Los profesores lo toleraban sin sospechar.
Los estudiantes lo temían sin entender.
Y en su mente, Dema no era solo un lugar.
Era su propósito.
Era su doctrina.
Era lo único real.
Y muy pronto, iba a hacerlo visible para todos.
A su manera.
Chapter 101: Capitulo 101 - Fogo e paixao
Summary:
Jazmín Bean cumple años. Hace una fiesta en una cabaña, gracias a que le prometió a su madre que la dejaría impecable y todos limpiarían. Una fogata no viene nada mal. Prueban bebidas suaves. Blurry hace un pequeño concierto y Cry es su musa.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Eres luz
Eres rayo, estrella y luz de luna
Mañana soleada
Invitación ardiente
—¡Fiesta! —anunció Jazmín Bean entrando al aula, levantando una caja con confites brillantes y panfletos con calaveras rosas—. Este sábado. Cabaña en el bosque. Música, comida, bebidas suaves, y una fogata que va a competir con mis gritos de cumpleaños.
—¿Y tu madre te deja? —preguntó Billie, alzando una ceja.
—Me hizo prometer que la dejaría limpia como quirófano post-operación… y que todos ayudarían.
—¿Incluye al gato de tu tía? —bromeó Torchbearer.
—Incluye hasta a las almas de los muebles. Así que vengan preparados a fregar después de bailar.
Preparativos, promesas y risas
La cabaña estaba decorada como si Halloween se hubiese cruzado con una fantasía tropical: luces de colores, guirnaldas de murciélagos de papel, mantas sobre los sillones y velas aromáticas de vainilla con calaveras pintadas.
La fogata crepitaba en el centro del claro, rodeada por piedras que parecían contenerla… pero no del todo.
Jazmín, con una corona hecha de latas vacías pintadas, gritó:
—¡Bienvenidos a mi fogo emocional, malditos!
¡Que empiece la paixão! —alzó una copa de gaseosa con jugo frutal y un chorrito de licor dulce.
Spooky Jim ya estaba tirado en una hamaca improvisada. Torchbearer había traído galletitas con forma de dientes. Elita grababa todo como si fuera un documental de adolescentes góticos con presupuesto bajo.
Música bajo las estrellas
Más tarde, cuando el cielo se volvió un manto lleno de brasas cósmicas, Blurryface sacó su ukelele.
Crybaby se sentó junto a él, con los pies descalzos tocando la tierra fresca.
—¿Cantamos? —preguntó él, con los ojos brillantes por la luz del fuego y el reflejo del alma.
—Solo si no desafinás —rió ella.
Y comenzaron.
Primero algo tranquilo. Luego algo más animado.
Y después una versión suave, casi hipnótica, de Fogo e paixão, con el acento arrastrado y melancólico que Blurryface le imprimía apenas medio aprendido portugués.
Crybaby lo miraba como si en vez de cuerdas, él tocara las fibras de su pecho.
—Te amo —le susurró al oído cuando acabaron.
—Eu também —respondió él, improvisando con una sonrisa.
El grupo aplaudió. Billie se limpió una lágrima que no admitió. John brindó con Torch, y Gerard dijo que le dolía el alma, pero en el buen sentido.
Brasas y secretos
Mientras todos limpiaban entre risas y canciones, lejos de allí, en la ciudad silenciosa, Nico hojeaba un antiguo cuaderno familiar con símbolos y mapas.
Frente a él, su abuelo, en penumbras.
—Están distraídos.
Celebrando fuegos artificiales.
Sin saber que el fuego real todavía no empezó.
El abuelo asintió.
—Y vos, ¿estás listo para arder?
Nico sonrió.
El tipo de sonrisa que el amor ya no conoce.
—Más que nunca.
La torta era una obra maestra del caos:
tres pisos decorados con glaseado negro, pequeñas calaveras comestibles, mariposas neón y una vela enorme en forma de daga rosa.
Nadie entendía cómo seguía en pie.
Jazmín se paró al frente, con sus pestañas postizas brillando bajo la luz de la fogata.
—¿Lista para pedir el deseo? —preguntó Elita, cámara en mano.
Jazmín asintió, alzó la cabeza con aire teatral, y dijo:
—Deseo que nada ni nadie… ni el pasado, ni las amenazas, ni las sombras raras que a veces veo cuando me quedo sola… pueda separar lo que el amor, la amistad y la locura crearon en este grupo.
Que la vida nos dé guerra…
pero que nunca nos quite el fuego.
Y sopló la vela.
Un segundo de silencio.
Luego, todos estallaron en aplausos.
—¡Feliz cumple, reina de la cabaña maldita! —gritó Torchbearer, brindando con jugo y papas fritas.
Los gemelos en el bosque
Spooky Jim y Torchbearer se alejaron de la fogata, solo un poco, para que el crujido de hojas fuera lo único que los acompañara.
—No puedo creer que todo esto esté pasando justo ahora —dijo Torch, con la voz cargada de pensamientos—. Siento que me perdí capítulos y ahora me arrojaron al final del libro.
—Sí, bueno —dijo Spooky, pateando una piedra—. Lo bueno es que todavía no se murió nadie. Bueno, técnicamente sí, pero... vos entendés.
Torchbearer sonrió, a medias.
—No sé si estoy listo para vivir esto, la verdad. Para ver a Nico actuar así. Para ver a Blurry o a Crybaby listos para golpear o caer.
Pensé… esto no se siente tan hogar. Te esperé por bastante tiempo y quería entregarte un mundo mejor, pero esto está algo distorcionado — Comentó Spooky.
Torch lo miró con seriedad, sin ironías ni chistes.
—Escuchame bien.
Mientras estemos unidos…
Mientras sepamos quiénes somos y por qué estamos acá…
nada malo va a ganar.
Puede doler, puede rompernos…
pero no va a ganarnos.
Spooky asintió, más tranquilo.
—Gracias, hermano.
—Gracias vos, por esperarme.
Se abrazaron brevemente, y luego regresaron al calor de la fiesta.
Un momento solo para ellos
Crybaby y Blurryface se habían alejado un poco, hasta una roca plana junto al lago, donde la luna parecía derramarse sobre el agua.
—¿Te divertiste? —preguntó ella.
—Sí. Creo que no reía así desde… bueno, desde antes de que supiera lo que era tener miedo constante.
Crybaby lo miró.
—¿Y ahora?
Blurryface pensó un momento.
—Ahora tengo miedo... pero también tengo a vos.
Y eso pesa más.
Ella apoyó la cabeza en su hombro.
—¿Sabés qué deseo yo?
—¿Qué?
—Que si alguna vez volvemos a caer… que sepamos levantarnos con más fuerza.
Aunque cueste.
Él le dio un beso en la frente.
—Lo juro.
Nunca te voy a dejar caer sola.
Cosas random en la fiesta
- Adam se había quedado dormido con media galleta en la boca.
- Billie pintaba uñas a oscuras usando una linterna en la boca.
- Gerard discutía con Elita sobre si los vampiros podrían sobrevivir con sangre de jugo de arándano.
- John y Torchbearer competían en un duelo de pulso chino sobre una tabla floja.
- Jazmín caminaba en círculos murmurando: “siento una energía extraña… o tal vez fue el licor de crema de banana.”
Y en la oscuridad del bosque, un cuervo observaba desde lo alto.
Con una cinta roja atada a una pata.
Y una mirada fija…
en Blurryface.
Juegos antes del colapso
Después de los bailes, la música en vivo y los brindis con jugos tuneados, los chicos decidieron cerrar la noche con juegos de mesa.
Torchbearer apareció con una caja polvorienta de “El juego de los condenados” que claramente no era para menores, pero nadie lo cuestionó.
—Si salta un demonio real de esta caja, me caso con él —dijo Jazmín, riendo.
Elita repartía cartas. Billie era despiadada con los dados. Spooky inventaba reglas nuevas cada cinco minutos. Gerard exigía su propio tablero, solo para él.
—¡Eso no se vale! ¡John me robó la carta del hechicero! —gritaba Adam mientras se comía las fichas como si fueran gomitas.
—No era el hechicero —respondió John—, era un dentista poseído. Lee las reglas.
La madrugada los fue desarmando uno por uno.
Uno a uno, fueron cayendo en almohadones, colchones improvisados, sillones desvencijados y hasta en el suelo.
La cabaña se llenó de ronquidos, murmullos de sueño y respiraciones tranquilas.
Blurryface dormía envuelto en una manta negra, con Crybaby enroscada junto a él como un gato protector.
Revelación bajo la luna
Una voz lo sacó de ese mundo tranquilo:
—Blurry… Blurry, despertate.
Era Jazmín Bean, en pijama, con su linterna encendida en rojo, agachada a su lado.
—¿Qué? ¿Qué pasó? —balbuceó, somnoliento.
—Necesito hablarte. A solas.
Salieron de puntillas al porche trasero, bajo un cielo apenas azul, con los árboles meciéndose suavemente.
—No es algo que me guste decir mucho —comenzó Jazmín, mirando al suelo—, pero…
sé lo que es Dema.
Blurry sintió cómo se le apretaba el pecho, aunque intentó que no se notara.
—¿Qué sabés? —preguntó, fingiendo calma.
—No todo. Pero escuché cosas. Vi símbolos. Una vez me metí en un foro extraño y terminé hablando con alguien que me describió cosas demasiado parecidas a Nico.
Y después… vi cómo actúa. Cómo se mueve.
No es un chico normal.
Es un soldado de algo.
Algo viejo.
Y oscuro.
Blurryface tragó saliva. Su instinto era decirle que sí, que ella tenía razón.
Pero algo se activó: la protección. El miedo. La desconfianza.
Así que mintió.
—Te entiendo. Creo que vi cosas parecidas.
Quizás es solo paranoia, ¿no?
Jazmín lo miró fijo.
Sabía que le estaba mintiendo.
Pero también sabía que no todos están listos para hablar.
Así que solo asintió.
—Gracias por escucharme.
Si algún día sentís que estás metido en algo que no podés manejar solo… vení a mí.
Incluso si no sabés qué decir.
Volvieron al interior.
Y entre susurros y pasos suaves, se acomodaron en el mismo lugar donde todo había empezado.
Tarde de limpieza infernal
Se despertaron con la luz del sol filtrándose por los vidrios sucios, pájaros chillando afuera y el inevitable grito de Torch:
—¡NOOOOO! ¡SE ME PEGÓ UNA PAPITA A LA CARA DURANTE LA NOCHE!
La risa fue inevitable.
El desayuno fue tranquilo.
Elita fue la primera en tomar una escoba.
Jazmín organizó equipos de limpieza como si fuera una líder militar.
Blurryface se encargó del sector cocina (con Crybaby lavando a su lado).
Spooky y Torch se disputaban quién era peor sacando telarañas.
John simplemente desapareció con la excusa de "estar controlando el flujo energético del patio".
En un par de horas, la cabaña volvió a estar más limpia que nunca.
Y justo antes de marcharse, Jazmín dejó una nota para su madre:
“Cumplimos. No hubo muertos. Solo recuerdos.”
—Jazmín B.
La escuela volvía a su ritmo habitual.
Pasillos llenos de mochilas colgando, profesores arrastrando carritos con papeles, y el sonido eterno de la campana que marcaba cambios de clase como si la rutina pudiera borrar las heridas.
Crybaby y Blurryface caminaban tomados de la mano.
Ella se reía de algo que le dijo Torchbearer sobre los sueños raros que tuvo.
Spooky Jim les contaba sobre una nueva idea para su taller: explorar los secretos de la sala de maestros (todos estaban seguros de que escondían cosas ahí).
Todo… parecía normal.
Pero nada lo era.
En los márgenes, la oscuridad se reagrupa
Nico había comenzado su campaña silenciosa.
Ya no hablaba con violencia, sino con una voz sedosa.
Ya no amenazaba.
Ahora convencía.
En un rincón del patio trasero, les ofrecía palabras suaves a Kelly, Jason y Agóta.
—¿Van a seguir dejando que se burlen de ustedes?
¿Que digan que están acabados?
Ellos lo miraban con recelo, pero también con hambre.
Hambre de venganza. De posición.
Hambre de que algo —lo que sea— los hiciera sentir importantes otra vez.
Nico sonrió, como un comerciante experto.
—Yo puedo ayudar.
Puedo darles lo que necesitan.
Ropa nueva. Acceso a los celulares bloqueados del colegio.
Hasta ayudarlos con los exámenes.
Les dejó pequeños regalos:
una tarjeta para compras online, auriculares nuevos, una nota con respuestas de matemática.
—Solo necesito que recuerden lo que eran.
Y que me dejen guiarlos.
Kelly fue la primera en asentir.
Jason no tardó en seguirla.
Agóta… dudó. Pero aceptó.
Nico sonrió.
Como un escultor que empieza a ver forma en su arcilla.
Matt y la historia de un arrepentido
Matt, en cambio, caminaba solo por los pasillos.
Se había alejado de todos, incluso de sus antiguos amigos.
No porque sintiera miedo.
Sino porque se sentía avergonzado.
Él nunca fue como Nico.
Tampoco era como Kelly.
Solo era un chico de familia "bien", presionado por encajar, por brillar, por estar en el centro.
Se dejó arrastrar.
Jugó al bully sin pensar en las consecuencias.
Y cuando todo se quebró… se vio reflejado en un espejo roto.
Lo tenía todo, le enseñaron todo... aún así, era una cabeza de zombie.
Ya no quería ser el tipo que todos temen.
Solo quería terminar el año sin arrastrar más culpa.
Ni él mismo entendio como cayó tan bajo.
Padre empresario que siempre le hablaba del éxito sin pisotear a nadie.
Madre cocinera famosa que siempre le enseñaba lo mejor de la vida y sus lujos.
Hermana mayor que siempre hablaba de logros, a la vez que hablaba de organizaciones beneficas.
Tres niñeras que aún siguen con él porque no quieren que se vayan. Mexicana, China y Rusa. Las tres eran distintas, pero tenían un punto en común lo que es vivír sin dañar a nadie.
Él sintió que les falló. No les confeso todo, pero prometió ser alguien más mejor.
Y por eso, cuando Nico intentó hablarle, Matt lo ignoró.
No con odio.
Con cansancio.
Y eso, para Nico, fue imperdonable.
La venganza silenciosa
A la salida de la escuela, el cielo se había nublado.
Matt caminaba solo por una calle lateral.
Nico apareció detrás de él, sin aviso.
—Ignorarme no es buena idea, Matt.
Matt se detuvo, giró lentamente.
—No quiero más problemas. Dejame en paz.
—Lo sé —dijo Nico con una sonrisa torcida—.
Por eso solo quiero recordarte… que no siempre se elige cuándo empiezan.
Antes de que Matt pudiera reaccionar, una bicicleta apareció de la nada y se le cruzó de lleno.
El chico cayó al suelo, raspándose la pierna y golpeándose la cabeza contra el cordón.
El ciclista —un peón de Nico— desapareció entre las calles sin mirar atrás.
Nico se agachó a su lado, con calma.
—Quédate en el suelo si querés.
Pero no te atrevas a alzar la voz.
No te pertenece.
Y se fue caminando, dejando a Matt tirado…
con el corazón latiendo más por miedo que por dolor.
Notes:
¡Alguien llame a Stephen King! jajajaja...
(Es broma. No me peguen)
Chapter 102: Capítulo 102 - Heaven
Summary:
El amor es más fuerte y torchbearer lo vera. No es malvado, solo un poco torpe.
Chapter Text
Me desestimé de la confianza
Cantaré con alegría
Terminaré hecho polvo
Estoy en el cielo
El niño que llevaba fuego
Desde que tenía memoria, Torchbearer fue valiente.
No de esos valientes que saltan de puentes o rugen frente al peligro.
Valiente de los que sobreviven en silencio.
De los que callan pero no se apagan.
De los que aguantan, pero no se rinden.
Cuando era un nene de jardín, tenía todo lo que necesitaba:
Un hogar tibio.
Una madre que cantaba bajito mientras cocinaba y sin molestar al padre.
Y un hermano gemelo con el que compartía más que la cara:
el alma.
Spooky Jim.
Pero entonces vino el divorcio.
Y su padre —el hombre de las palabras afiladas y el orgullo más grande que una ciudad—
no pensaba irse con las manos vacías.
Y, sin pedir permiso, Torchbearer fue el precio.
Los primeros años con su padre fueron como caminar sobre vidrio.
El amor no era real, era una actuación.
Un premio que solo recibiría si obedecía, si sonreía a tiempo,
si se callaba las preguntas.
Pero él grababa.
Recordaba la dirección de su casa verdadera.
Tenía la tarjeta escondida entre las páginas de un cuaderno viejo.
Como un mapa secreto.
Como una promesa.
Con el tiempo, Torch aprendió a escaparse.
Primero en sus pensamientos.
Después, en los recreo.
Más tarde, en actividades escolares: dibujo, ajedrez, fútbol, incluso si no le gustaba.
Todo para estar lejos.
Y cuando llegó la madrastra, él no sintió odio.
Sintió... nada.
Ella no lo miraba con ternura, ni con desprecio.
Simplemente, lo ignoraba como si no estuviera.
Y eso dolía más.
En quinto grado nació su medio hermano.
Un bebé que reclamaba toda la atención.
No lo vio como enemigo, tampoco como familia.
Portador de la antorcha no quería competencia.
Solo quería un Spooky.
Y un lugar que fuera suyo.
Así que se volvió aún más valiente.
Trabajó en quioscos escolares.
Ayudó en una librería del barrio donde se perdía entre páginas.
Estudió solo, inventó excusas para salir.
Se volvió tan inteligente como fuerte.
Hasta que un día, el auto no volvió a casa.
Y la falsa familia dejó de existir.
Portador de la antorcha no lloró.
Solo se sentó en silencio en la comisaría, con los ojos fríos y la ropa manchada de asfalto.
Y entonces, ella apareció.
Su madre.
La reconoció por el temblor en la voz y las ojeras de años de ausencia.
Desconfiaba.
Creía que quizás no había cambiado, que tal vez todo era para peor.
Pero no.
Ella le dijo:
—Perdón por no pelear ni defenderte antes. Volvamos a nuestra casa. Te estamos esperando.
Y ahí, detrás de ella, estaba Spooky Jim.
Un poco más alto.
Un poco más extraño.
Pero con la misma mirada de siempre.
Solo que ahora, con sombras.
Torch lo abrazó sin decir nada.
Y en ese momento supo que el fuego que había llevado tanto tiempo en el pecho, por fin tenía dónde arder sin quemar.
Había vuelto.
A su hogar.
A su nombre.
A sí mismo.
Alguien que observa en silencio
Torchbearer caminaba solo por el pasillo que daba a la biblioteca.
No porque necesitara estudiar, sino porque era el único lugar donde el aire parecía menos peso.
Desde que regresó, todo le resultó confuso:
Los compañeros.
Los códigos secretos.
La tensión que flotaba entre sonrisas y miradas.
Y, especialmente… la intensidad con la que Crybaby y Blurryface se amaban.
Él los observaba a la distancia, sin envidia, pero con una especie de curiosidad suave.
¿Cómo se llega a algo así?
¿Cómo alguien que parece tan roto encuentra su lugar en otro igual de roto?
El amor, visto desde afuera
Desde la ventana del aula de ciencias, Torch los vio.
Blurryface, enredado en un abrazo lento con Crybaby, casi imperceptible.
Ella le acomodaba el cuello del buzo.
Él le susurraba algo que la hizo reír con la nariz arrugada.
Era pequeño, simple… pero tan real.
—Así que esto es el cielo —murmuró Torch para sí, recordando la letra de Heaven .
"No tengo miedo, porque el amor me ha encontrado aquí."
Y por primera vez en días, no sentí que estuviera de más.
No fue una punzada de soledad.
Fue una certeza: "Quizá yo también puedo ser parte de esto, aunque no sea igual".
Torpeza humana
Más tarde, en el recreo, Torchbearer intentó acercarse con un par de medialunas que había traído de casa.
—¿Quieren? Están medio aplastadas pero el azúcar sigue en su lugar —ofreció, como un niño de cinco años tratando de hacer amigos en el parque.
Crybaby tomó una sin duda.
—¡Gracias, Antorcha! Estas son las que tienen esencia de vainilla, ¿no?
-Si. Son mi desayuno preferido cuando no quiero pensar.
Blurryface sonrió.
—A veces pienso que sos el gemelo sabio.
—Y yo el atractivo —interrumpió Spooky Jim desde atrás, con una servilleta en la boca y tres medialunas ya en mano.
Los tres rieron.
Y Torch se sintió dentro .
No por obligación.
Sino por cariño.
Por haber traído algo dulce… aunque fuera aplastado.
El corazón torpe no es menos fuerte
Más tarde, mientras todos trabajaban en una actividad grupal sobre "proyectos de futuro", Torchbearer garabateó en su hoja:
"Mi proyecto es quedarme cerca de la gente buena.
Aunque no entienda todo, aunque a veces diga lo que no va.
Quiero quedarme.
Porque en esta parte del mundo,
siento que también hay cielo para mí".
Spooky lo leyó por encima del hombro.
—Sos más poeta de lo que aparentás, flaco.
Torch se sonrojó, finciendo estornudar.
Cielo, versión de aula
Esa tarde, Blurryface y Crybaby se quedaron un rato más en la escuela, practicando una canción para un trabajo de música.
Ella tocaba una vieja melodía en el teclado.
Él tarareaba suavemente.
El portador de la antorcha se quedó escuchando desde afuera del aula.
Sin interrumpir.
Sin grabar.
Solo sintiendo.
Y en su mente, las palabras de la canción Heaven se mezclaban con los gestos de esa pareja imperfecta, pero invencible.
"Estoy en rayos dorados del amor eterno".
Por primera vez, Torch no sintió que había vuelto a un mundo en ruinas.
Sino a un lugar donde, con tiempo, también él podría ser feliz.
Habitaciones nuevas, memorias viejas.
Era tarde.
La casa estaba en silencio, salvo por el zumbido suave del ventilador y el lejano murmullo de una serie encendida en la sala que nadie veía.
Torchbearer estaba sentado en la cama, revisando los regalos que nunca abrieron. Unos que eran para niños y otros que podían usar ahora. Entendió perfectamente bien que en casa de mamá si lo estaban esperando.
Y sus nuevos amigos le habían dado otros regalos desde su regreso:
- un cuaderno con calaveras gentileza de Billie,
- Una remera que decía “ Sobreviví a mi propia familia y todo lo que conseguí fue esta camisa ”, que Gerard le dijo sin contexto.
- y una lapicera con forma de murciélago que claramente era de Elita.
La habitación —que por tanto tiempo solo había pertenecido a Spooky Jim— ahora tenía doble vida.
El lado derecho del armario que había estado vacío durante años ahora estaba lleno de camisas, remeras viejas con bandas oscuras, y un buzo azul con capucha que Torch se negaba a tirar, aunque tuviera agujeros.
La mesa de luz , antes impecablemente polvorienta, ahora sostenía un libro de fantasía, un paquete de galletitas abiertas y una foto vieja que Torch había encontrado: una postal de la playa con una nota escrita por la madre de ambos al dorso.
Spooky Jim, tirado boca arriba en la otra cama, con un helado casi derretido en la mano, rompió el silencio:
—¿Y entonces? ¿Ella era tan mala como decís?
La madrastra, digo.
Torch tardó unos segundos en responder. Miraba el techo como si las respuestas estuvieran escritas ahí.
—No era… mala. En solitario era indiferente.
Nunca me gritó. Pero nunca me abrazó tampoco.
Lo único que hacía era mantener ocupado a papá… y eso, de alguna forma, me servía.
Porque si él estaba distraído, no podía arruinarme el día.
Spooky lo miró de costado.
—¿Y el hermano?
Torch suspiró.
—El favorito.
Ni siquiera me odiaba.
No sabía que existía.
Hubo un breve silencio.
—Al menos ahora estoy acá —dijo Torch, casi en un susurro.
—Y no te vas a ir —aseguró Spooky—. Porque si lo haces, me voy con vos. Y no voy a empacar. Me voy en pijama nomás.
Torch río bajito. Spooky se sentó, ya sin helado.
—¿Sabes? A veces pienso que me llamo Spooky Jim porque me chiflé fuerte después de todo lo que pasó.
No lo digo con tristeza. Es solo… como que me quebré. Y así quedó el molde.
— ¿Y yo? —preguntó Torchbearer, con una sonrisa tranquila.
Spooky lo miró de lleno.
—Vos sos Torchbearer porque, incluso cuando estabas solo, aprendiste cómo no perder la cordura.
Sos la luz.
Mi otra mitad cuerda.
Y eso me basta.
Torch parpadeó.
Era difícil que se le cayeran lágrimas.
Pero por dentro, algo se derritió.
Luces apagadas, corazones encendidos.
Las luces se apagaron.
Ambos se acomodaron en sus camas.
—Buenas noches, hermano.
—Buenas noches, luz mía.
—Eso sonó romántico, tarado.
—¡Era dramática! Como en una novela de vampiros.
Se levantaron.
Portador de la antorcha y las cartas que nunca enviaron
Torchbearer encontró una vieja caja metálica debajo de la cama de Spooky Jim.
No contenía nada importante… hasta que le pareció una buena idea hacerla suya.
La limpió, le puso una calcomanía con el símbolo del infinito y decidió:
ahí irían sus pensamientos más ruidosos.
Escribía a escondidas, a mano, en hojas dobladas:
"Querido nadie: hoy entendí que el amor no es perfecto, pero sí constante.
Y que ser torpe no es una maldición, es una forma distinta de ir hacia adelante".
Otro papel, más arrugado, decía:
"Extrañamente, tengo miedo. Pero ya no del pasado. Tengo miedo de encajar demasiado bien.
¿Qué pasa si todo esto se rompe también?"
Torchbearer era la luz silenciosa.
Y sin saberlo, su manera de sanar se convirtió en un faro discreto para su hermano.
El falso paraíso de Nico
Mientras tanto, en el rincón más oscuro del colegio, Nico sonreía.
No una sonrisa feliz, sino una construida con engranajes y estrategia .
Tenía a sus Niners.
Tenía a Kelly, Jason y Agóta , ahora mimetizados con una energía oscura que parecía pegárseles a la piel.
Los había convencido con sus promesas.
Con halagos.
Con mentiras.
Y sobre todo… con la sensación de pertenecer a algo más grande .
—No somos un grupo.
Somos una estructura.
Una causa.
Una roja.
Y si no están dentro… están en contra.
Así hablaba. Así manipulaba.
Y nadie, excepto él, sabía que aquello no era solo un acto social:
era un experimento de Dema en acción.
El que grita
Matt no hablaba.
A cada paso que daba, sentía que alguien lo seguía.
Que los ojos de Nico lo cazaban desde algún rincón invisible.
Nadie le decía nada, pero el miedo era constante .
Lo siento en el cuello. En las palmas transpiradas. En el escalofrío al escuchar su nombre en el aire.
A veces, encuentra en su mochila papeles con dibujos de serpientes o frases extrañas como:
"Los traidores se arrastran primero antes de ser devorados."
Dormia mal.
Vivía en alerta.
Y aunque tenía las palabras atrapadas en la garganta, no salían.
Jazmín Bean sí lo sabía.
Y por eso, no dice nada.
Sabía que exponerse era como saltar desnuda a un pozo de cuchillas.
Aun así, no esperaba lo que ocurriera aquel día a la salida de la escuela.
Agóta y el ataque cruel
Jazmín estaba ajustando su mochila cuando Agóta apareció de la nada .
La rodeó como una sombra densa.
—¿Te crees especial? —dijo con tono plano, sin emoción.
Jazmín apenas alcanzó a fruncir el ceño cuando Agóta le arrancó de un tirón el piercing de la ceja .
Sin gritar. Sin apurarse.
Solo lo hizo.
El dolor fue inmediato.
La sangre bajó por su mejilla.
El aire se llenó de un silencio extraño. Algunos vieron, pero nadie intervino.
Agóta se fue caminando sin decir palabra.
Y cuando se alejó, miró al cielo como si esperara una recompensa.
Jazmín apretó los dientes.
No lloró.
Solo murmuró:
—No importa cuánto les lava el cerebro, Nico…
Todavía no me sacaste del juego.
Escena final: Los ecos en el aire
Torchbearer, desde su ventana, sintió un escalofrío sin saber por qué.
Blurryface, tomando la mano de Crybaby, la miró en silencio.
Ella también lo sintió.
Las luces del colegio titilaban esa noche.
Una corriente de electricidad invisible recorría los pasillos.
Y el cuervo de cinta roja volvió a posarse en el alero más alto.
Algo se avecina.
Y esta vez, nadie va a salir ileso.
Chapter 103: Capitulo 103 - Underneath it All
Summary:
Torchbearer y Crybaby se vuelven amigos. Algo que trae Alivio en Blurry y Spooky. Ella habla tan bien de Blurry. Jason mete la pata.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Hay momentos en que este ensayo general
Parece incompleto
Pero ves los colores en mí como nadie más
Y detrás de tus gafas oscuras estás
Eres algo mas
Eres realmente encantador
Debajo de todo
La casa del té
El día había sido pesado, como esos lunes que parecen durar semanas.
Así que, sin pensarlo demasiado, Blurryface propuso:
—¿Y si vamos a la Casa del Té?
Spooky Jim, Torchbearer y Crybaby dijeron que sí antes de que él terminara la frase.
Era un rincón secreto entre calles arboladas, con lámparas colgantes y paredes cubiertas de plantas falsas y murales de dragones.
Un lugar con olor a jazmín y madera quemada.
Solo ellos cuatro.
Sin bullys.
Sin códigos secretos.
Sin ruidos.
Solo tazas calientes, risas suaves y la sensación de estar a salvo.
Torchbearer y Crybaby, una amistad que nace
Torchbearer y Crybaby terminaron sentándose juntos en un banco de almohadones con forma de gato.
Spooky se acomodó cerca de una estufa a leña, hojeando una revista de moda ridícula.
Blurryface, algo nervioso, revolvía su té de hibiscus como si le escondiera respuestas.
—¿Sabés que Blurry te ama con locura? —dijo Torch, directo, mirando a Crybaby.
Ella levantó una ceja, sorprendida.
—¿Tan obvio soy? —preguntó Blurry desde la mesa, sin levantar la vista.
—Como un cartel de neón —respondió Crybaby, con media sonrisa.
Torchbearer se rió, encantado.
—Me gusta cómo cuidás a mi mejor amigo.
Sos… más fuerte de lo que aparentás.
Y él necesitaba alguien así.
No alguien que lo salve.
Alguien que le recuerde por qué vale la pena salvarse solo.
Crybaby se quedó callada un segundo. Luego asintió.
—Él también es fuerte. Aunque no lo crea.
Yo solo me aseguro de que no se olvide.
Blurryface la miró desde la distancia.
Y por primera vez en días, sintió alivio puro.
No de esos que duran cinco minutos.
Uno que se instala en el pecho como si dijera “esto va a estar bien”.
Spooky, sin dejar de hojear la revista, murmuró con una sonrisa:
—Ustedes dos me van a hacer llorar azúcar derretida. Malditos románticos.
Jason mete la pata
El vapor de los tés perfumados llenaba el aire, y la charla se tornaba cada vez más fluida entre Torchbearer y Crybaby.
Blurryface jugaba con la cucharita como si fuera un péndulo, escuchando cada palabra con una media sonrisa.
Spooky Jim hojeaba otra vieja revista de moda con expresiones dramáticas que hacían reír a todos.
Y entonces, cling.
La puerta de entrada de la Casa del Té sonó con una campanita suave.
Nada fuera de lo común.
Pero cuando levantaron la vista…
¿¡Jason!?
Jason, vestido con su chaqueta oscura y esa eterna expresión de "no sé si soy culpable o confundido", se quedó congelado al verlos.
—¿Eh? ¡Oh! No sabía que ustedes venían acá… —fingió sorpresa—. Yo… estaba buscando el baño.
—Esto es una casa de té, no un cine —dijo Torchbearer, cruzado de brazos.
Spooky Jim se incorporó lentamente.
—¿No se supone que tenés una orden de no acercarte a ninguno de nosotros?
—¡Ay, por favor! Solo vine a… bueno, pensé en tomar un té. ¿Eso también está prohibido ahora?
Jason forzó una sonrisa y caminó hacia el mostrador, pero era evidente:
estaba nervioso, fuera de lugar, y su mochila parecía pesarle como si escondiera un cadáver.
Crybaby lo observó con los ojos entrecerrados.
Blurryface tensó la mandíbula.
Torchbearer no le quitó la vista de encima.
Jason, quizás en un intento desesperado por “normalizar” su presencia, se acercó a su mesa con una taza en la mano.
—¿No les molesta que me siente?
—Sí —dijeron los cuatro al mismo tiempo.
Jason soltó una risa tensa.
—Ok, ok… solo intentaba ser amable. No tienen que ser tan…
—¿Qué estás escondiendo? —interrumpió Crybaby, señalando su mochila.
Jason se quedó estático por un segundo.
Fue apenas una fracción de segundo, pero Torch lo notó.
Ese gesto de “me atraparon”.
—¿Nada? Es mi cuaderno de arte… ¿qué creen, que llevo dinamita?
Spooky Jim bufó.
—Sabés que no tenemos que adivinar nada, Jason. Tu cara siempre habla primero.
Jason estaba acorralado.
Y como cualquier cobarde sin plan de fuga, metió la pata más todavía.
—Bueno, si quieren saber la verdad… Nico me pidió que dejara algo acá.
Nada grave. Solo… una observación.
Todos se levantaron al mismo tiempo.
Crybaby con los puños cerrados.
Blurryface con la mirada que decía “no estás ni cerca de intimidarme”.
Torchbearer en alerta.
Spooky, con media medialuna aún en la boca, sacando el celular “por si había que grabar una confesión”.
Jason retrocedió.
—¡Ey! ¡Está bien! ¡Ya me voy! Solo cumplo órdenes, ¿ok?
Yo no soy… ellos.
—Pero elegiste ser como ellos —dijo Blurryface, tranquilo pero firme.
Jason tragó saliva, giró y se fue apurado, casi chocando con una planta colgante.
Cuando la campanita de la puerta volvió a sonar, y el silencio regresó, Crybaby suspiró fuerte.
—Era una trampa. Lo que sea que iba a dejar, nos incluía a todos.
Torchbearer lo miró, serio.
—Nico está probando los límites.
Y Jason ya no es un error. Es una herramienta.
Spooky Jim, finalmente, dijo lo que todos pensaban:
—Tenemos que adelantarnos. O el próximo “té” no va a ser tan pacífico.
El mensaje que casi llega
Cuando Jason se fue corriendo de la Casa del Té, Torchbearer no lo dejó pasar por alto.
Tenía el corazón acelerado, pero los ojos fríos.
Caminó directo al rincón donde Jason había estado antes de acercarse a la mesa.
—¿Buscás algo? —preguntó Spooky.
Torch se agachó detrás de una maceta enorme de cerámica, removió un almohadón, y ahí lo encontró.
Un sobre blanco, delgado y sin nombre.
Lo levantó con cuidado. El papel tenía una marca: una “D” trazada como si fuese parte de una firma de diseño.
Sin abrirlo aún, Torch se lo mostró a los demás.
—Este era el plan.
Crybaby lo agarró sin dudar, y con un solo gesto rompió el sello.
Adentro había…
—¿Una hoja con nombres? —preguntó Blurryface.
Sí.
Una lista escrita con tinta azul, en letra clara:
- Blurryface
- Crybaby
- Spooky Jim
- Torchbearer
(Y debajo, una línea más pequeña:)
“Los errores se corrigen antes de que contagien a los demás.”
El silencio cayó como una bomba.
Torchbearer no reaccionó.
Solo miró fijamente la hoja.
Spooky Jim fue el primero en hablar:
—¿Es esto lo que creo?
—Sí —dijo Crybaby, arrugando el papel en su puño—. Es una advertencia.
Blurryface no dijo nada.
Solo se acercó y abrazó a Cry desde atrás.
Ella no lo soltó.
Regresando al calor
Cuando volvieron de la Casa del Té, Torch se animó a decir algo antes de bajar del taxi:
—Gracias por dejarme ser parte de esto.
—Sos parte desde que naciste, tonto —le respondió Spooky, dándole un codazo suave.
Blurryface y Crybaby se tomaron de la mano.
Torch los miró y murmuró:
—Lo que tienen… es raro.
Y hermoso.
No lo arruinen nunca.
Crybaby le hizo un gesto de promesa.
Blurry solo sonrió.
El informe a Nico
Jason llegó hasta el callejón trasero donde Nico lo esperaba, recostado contra la pared como si tuviera todo el tiempo del mundo.
Las manos en los bolsillos de su abrigo rojo con capucha.
La misma expresión de siempre: Ojos de ambár y boca de cadáver.
El aire estaba más helado de lo normal.
—¿Lo hiciste?
—Eh… más o menos.
Nico alzó una ceja.
—¿Más o menos?
—Me descubrieron. Torch encontró el sobre antes de que lo pudiera dejar.
Pero no dije nada de más.
Solo que fue idea mía.
Nico lo observó en silencio.
—Jason… ¿te parece que somos amateurs?
Jason tragó saliva.
—No, no. Pero estaban todos ahí. La chica, los gemelos, Blurry… no hubo forma de pasar desapercibido.
Nico se acercó.
No levantó la voz.
No gritó.
Solo apoyó la mano en el hombro de Jason, como si lo consolara.
—La próxima vez… no lo hagas si no sabés cómo.
Y si volvés a fallar, ni te molestes en volver.
Jason se quedó helado.
Nico sonrió.
—Tranquilo. Aún me servís.
Y sin decir más, se fue caminando con paso calmo hacia el otro lado del callejón, donde dos Niners lo esperaban como sombras.
Jason se quedó ahí, quieto.
El frío ya no era solo del aire.
Elita, firme como una madre leona
La tarde del ataque quedó clavada en la memoria de muchos, pero fue Elita quien reaccionó más rápido.
Jazmín estaba sentada en el piso, en shock, el piercing arrancado con brutalidad y el hilo de sangre bajando lento por la sien.
No gritó. No lloró. Solo sostuvo el metal en su mano como si no entendiera qué acababa de pasar.
—Shh, tranquila. Ya pasó —susurró Elita, tomándola del rostro con cuidado.
Sacó de su mochila el pequeño botiquín que siempre llevaba.
Un frasquito de pervinox, una curita con forma de corazón pixelado, y una toallita húmeda.
—¿Siempre cargás con esto? —murmuró Jazmín, con media sonrisa dolorida.
—Siempre espero lo peor del mundo, para tener espacio de asomarme cuando se debe hacer algo bien —respondió Elita.
Le limpió la herida con cuidado, la cubrió y le sostuvo la mano hasta que el temblor se fue.
No hizo preguntas. No exigió explicaciones.
Solo estuvo ahí.
Lunes, y la curita aún brilla
Cuando Jazmín entró el lunes al aula con la curita aún puesta, nadie dijo nada al principio.
Pero todos lo notaron.
Demasiado color. Demasiado silencio.
Blurryface la observó mientras ella hojeaba su cuaderno sin mirar a nadie.
—¿Seguís con eso? —preguntó bajito.
—Me recuerda que todavía estoy acá —respondió ella, sin levantar la vista.
Spooky Jim entrecerró los ojos.
—No es solo un ataque. Es… algo más. Los bullys no actúan así. Ni siquiera Agóta.
—Fue un mensaje —intervino Torchbearer.
—¿De Nico? —preguntó Adam, frunciendo el ceño.
Blurryface asintió con pesar.
—Venganza. Me confesó que me quería… y yo lo rechacé. Ahora castiga a los que me rodean.
Pero Jazmín negó con la cabeza.
—No es por eso —murmuró—. O… no solo por eso.
—¿Entonces por qué? —preguntó Crybaby.
Jazmín se levantó, recogió su mochila y dijo sin girarse:
—Cuando lo sepa con certeza… se los cuento.
Si es que sigo entera.
Y se fue.
Conversaciones en la dirección
En otro rincón de la escuela, donde las paredes estaban adornadas con cuadros de graduaciones viejas y premios olvidados, el director hablaba con la vicedirectora.
Su tono ya no era el de un hombre confiado.
—Mi padre nunca lo echó. Nunca se atrevió a tocar a Nico.
Ni con advertencias. Ni con suspensiones.
Y ahora… ahora soy yo quien debe seguir con esa maldita promesa.
—¿Qué clase de promesa? —preguntó ella, cruzando los brazos.
El director se pasó una mano por la cara, visiblemente cansado.
—Una deuda. No sé los detalles. Solo sé que... si tocamos a ese chico, los que realmente mueven los hilos nos aplastan.
Y yo tengo familia.
Tengo una hija en esta escuela. ¿Qué querés que haga?
Hubo un silencio tenso.
Finalmente, la vicedirectora habló con frialdad calculada:
—Mientras no sea tráfico, drogas o lavado de dinero, no tenemos por qué temer.
Ni vos ni yo.
—Pero esto es peor… es algo invisible.
—Entonces que siga invisible.
Hasta que deje de serlo.
En el patio, una mirada que no encaja
En el recreo, Nico se sentaba solo bajo el árbol más grande.
Los Niners estaban cerca, pero en segundo plano.
Agóta, Kelly y Jason actuaban como si nada.
Como si nunca hubieran sido arrastrados por la violencia.
Pero Jazmín lo miraba desde lejos.
Con una mezcla de lástima, rabia… y miedo.
Un miedo profundo, como si su cuerpo ya supiera algo que su mente todavía no quería aceptar.
—Te veo —murmuró ella, en voz muy baja—.
Y sé que esto empeorará.
Sesión de juegos en casa de los gemelos
La tarde había sido tan gris como el cielo de afuera.
Pero adentro de la casa de los hermanos, el living tenía una calidez especial:
alfombra mullida, una pila de juegos de mesa, dos tazas de chocolate tibio y un ambiente que por fin podía llamarse “hogar”.
Habían pasado el rato con Debby. Ella se sintió cómoda al conocer al gemelo que tanto andaba en el aire hasta que toco tierra. Ambos tuvieron una buena charla. Ahí oficialmente Debby reconoció que tenía un cuñado buena onda.
Spooky Jim ya tenía armado el tablero del Clue, mientras Torchbearer hojeaba una caja de cartas con nombres rarísimos.
Ambos se sentaron cruzados de piernas, como cuando eran chicos.
Como cuando jugaban a la sombra del miedo.
Solo que ahora, el miedo tenía nombre, pasado… y estaba lejos.
—¿Recordás cuando jugábamos escondidas en el garage? —preguntó Spooky, lanzando el dado.
—Sí.
Y que yo me escondía en el compartimento del lavarropas para no escuchar a papá gritar.
Silencio.
Torchbearer no lo dijo como quien se queja.
Lo dijo como quien se limpia una herida ya cerrada.
—Siempre fuiste el valiente —dijo Spooky, moviendo su ficha.
—Nah. Yo solo me acostumbré más rápido.
Vos eras el valiente. Vos sobreviviste sin volverte… yo.
Spooky alzó una ceja.
—¿Y qué sos vos?
Torch miró el dado que le tocaba, y sonrió con cierta tristeza.
—Soy lo que quedó después de apagar el fuego.
Spooky se quedó callado unos segundos, luego se acercó y le tiró una carta en la frente.
—Callate. Sos mi hermano. Y estás acá.
Eso es suficiente.
Poco después…
La puerta se abrió con un click.
Blurryface entró tímido, con Crybaby detrás.
—¿Eh… se puede?
Spooky abrió los brazos como si fuese un abrazo teatral.
—¡Hermano adoptivo! ¡Rey de los dados! ¡Dueño de la taza que robaste y nunca devolviste!
Torchbearer se levantó.
—La mesa tiene cuatro lados. Y ustedes dos completan el cuadro.
Blurryface sonrió.
Crybaby se acomodó junto a él, con esa mezcla de sorpresa y calidez que le daban siempre estos dos.
Torchbearer la observó por un momento.
La vio reírse con Spooky, golpear suavemente a Blurry con el hombro cuando perdía una partida, y mirar el tablero como si fuera una estrategia de guerra.
—¿Sabés? —dijo en voz baja, hablándole a su gemelo mientras barajaba—. Ella es la cuñada perfecta.
—¿Y él?
Torch sonrió.
—El hermano que yo habría elegido incluso si no lo tuviera a vos.
Spooky se aguantó el nudo en la garganta con una cucharada de helado.
Y Blurry, sin haberlo oído, levantó la mirada justo en ese momento.
Los ojos de Torch lo decían todo.
Estás en casa. De verdad.
Afuera seguía nublado.
El mundo no era perfecto.
Había amenazas, secretos, y nombres que empezaban con "D" y terminaban en peligro.
Pero en esa casa, sobre ese tablero, con esas risas…
Había un refugio.
Y eso, aunque fuera por una tarde,
era suficiente para seguir.
“El ascenso del heredero”
El liderazgo no se hereda… se toma. A veces, a cualquier precio.
[Lugar: Residencia oculta de Dema. Noche cerrada. Silencio ritual.]
La habitación estaba impregnada con incienso viejo, cuero quemado y papel antiguo.
En el centro, el abuelo de Nico, un hombre de edad avanzada pero con la rigidez de un general endurecido por guerras invisibles, leía en voz baja un antiguo cuaderno de símbolos.
Sus dedos estaban manchados de tinta roja.
Sus ojos, medio muertos.
Nico lo observaba desde el umbral, quieto, vestido de negro hasta el cuello. Y una enorme capa roja cubriéndolo.
En su mano, la insignia de su rango en Dema. Un emblema que lo marcaba como futuro líder…
Pero no todavía.
—¿Cuánto más? —preguntó Nico, con voz áspera—. ¿Cuánto más tengo que esperar?
El abuelo no levantó la vista.
—Hasta que dejes de preguntar.
El silencio fue frío.
—Ya estoy preparado —insistió Nico—. El plan está armado. El movimiento va a funcionar. La juventud responde a mí. Los peones están alineados.
Y tú… tú solo te aferras a una tradición inútil.
El viejo cerró el cuaderno lentamente, y por primera vez en mucho tiempo, alzó la vista.
—No estás preparado.
Estás alterado.
Confundido.
Y lo peor… débil.
—¿Débil?
El abuelo se puso de pie con esfuerzo, pero aún más alto que Nico.
Le señaló el pecho con un dedo tembloroso.
—Te vi. En tus dudas. En tu apego a ese chico… Blurryface.
No hay lugar para eso en Dema. No para un líder.
Ese fue el error.
Mencionar ese nombre.
Nico no pestañeó.
Solo dio un paso adelante.
Luego otro.
—Tenés razón —dijo—. No hay lugar para debilidad.
Ni siquiera la tuya.
Antes de que el viejo pudiera entender, Nico ya lo había empujado contra el escritorio.
El golpe fue brutal.
La lámpara cayó, los libros volaron, el bastón rodó por el suelo.
—¡¿Qué hacés?! —gritó el anciano, con voz quebrada.
Nico no dijo nada.
Solo sacó el frasco pequeño que tenía guardado hacía semanas.
Polvo blanco. De acción rápida. Veneno antiguo, conocido solo por los altos rangos.
—Esto ya no es tuyo.
Dema me pertenece ahora.
Y con un movimiento seco, lo obligó a tragarlo.
El viejo cayó al suelo.
Se revolcó. Tosió.
Sus ojos abiertos, su boca intentando palabras.
Pero no hubo sonido.
Solo Nico.
Observando en silencio.
Mientras la vida de su abuelo se extinguía como una vela vieja.
Minutos después…
Nico se lavó las manos con calma.
Quemó la ropa que usó.
Cerró el cuarto con llave.
Y salió al patio de piedra, donde lo esperaban los Niners, formados como soldados.
—¿Todo en orden? —preguntó uno.
Nico respiró hondo.
—A partir de hoy… sí.
—¿Y el viejo?
Nico sonrió por primera vez en mucho tiempo.
—Ya no forma parte del futuro.
“El trono quedó vacío.
Y él…
ya estaba sentado.”
Notes:
¡Y se viene el estallido!
Aviso que el próximo capítulo será algo fuerte. Con una mezcla de horror, sangre e infierno.
Cuidado a quién sigues porque puede ser Dema sin que te des cuenta. O algo peor jejejeje...
Fuera de broma, el próximo capítulo estará bien elaborado. Prometido. Será el body horror presente en Melanie Martínez y la violencia gráfica de Tyler Joseph. Les recuerdo que Melody (así le digo a ella de cariño) tiene más "horror" (ejemplo: "Mad Hatter" o "Drama Club") que Tito (así le digo de cariño a él. Y un ejemplo claro del horror es "My Blood" o "Heavy Dirty Soul").
En fin, tengo un trabajito que hacer. Nos vemos! Se viene el estallido!
Chapter 104: capitulo 104 - The reason
Summary:
Nico y kelly tienen su venganza final ¿Lo lograrán?
Notes:
⚠️ Advertencia de contenido:
Este capítulo contiene escenas de violencia explícita y situaciones emocionalmente intensas.
No busca romantizar, fomentar ni burlarse de estos hechos.
Se recomienda discreción al leer. Si sos una persona sensible a estos temas, podés optar por continuar directamente con el próximo capítulo o no seguír con la lectura.💬 Mensaje de la autora:
Si alguna vez fuiste víctima o incluso autor de actos de bullying, te invito a reflexionar.
La violencia no soluciona nada. Lo que parece "descargarse" con otros, en realidad sigue alimentando un dolor interno que necesita ser atendido con empatía, ayuda y conciencia.Si sentís que algo no está bien en vos o a tu alrededor, hablalo. Buscá ayuda.
Y si tenés la oportunidad de cambiar, de pedir perdón o de crecer… hacelo.
No estás solo. No sos irrecuperable. Nadie lo es.
Superarte no es fácil, pero siempre es mejor que lastimar a alguien más.
Chapter Text
No soy una persona perfecta
Hay muchas cosas que desearía no haber hecho
Pero sigo aprendiendo
Nunca quise hacerte esas cosas
Parte 1: “La calma antes del silencio”
Casa de Crybaby – 07:14 AM
La tostadora saltó con un chasquido que cortó el silencio.
Crybaby sacó dos tostadas algo quemadas y las puso en un plato decorado con ositos.
Blurryface estaba sentado en la cocina, con el pelo desordenado y las ojeras visibles, hojeando por milésima vez la tarea que terminaron a las tres de la mañana.
—Te jurado que si ese profesor pone una C, lo denunció por crueldad —dijo Crybaby, sirviendo café en dos tazas distintas: una con calaveras, otra con flores.
—¿Crees que denunciarlo lograría algo? —preguntó Blurry, alzando una ceja.
-No. Pero suena bien decirlo.
Ambos rieron suavemente, con esa complicidad que se arma cuando pasó una noche entera hablando, trabajando y luchando contra el sueño.
Blurryface la miró de reojo, apenas sonriendo.
Ella tenía el pelo revuelto, una remera gigante y su mirada enfocada en untar mantequilla.
Y aún así, era el lugar más seguro del mundo.
—¿Sabes? —dijo Cry de pronto, apoyando los codos en la mesa—. Estuve pensando.
—¿Eso es bueno o malo?
—Quiero que nos vayamos. Vos y yo. A algún lugar donde no estén ellos. Donde no haya pasillos que parezcan campos de batalla.
Blurry dejó la taza a medio camino.
—¿“Irnos”?
—Vacaciones. Nada ilegal, tranquilo —rió bajito—. Tengo tarjetas. Mi hermano me dejó más de lo que nunca voy a gastar. Pensé en un viaje chiquito. Playa, bosque, montaña. Al mar, incluso.
—Cry… —dijo él, y la forma en que bajó la mirada lo dijo todo.
Ella no insistió.
Solo estiró una mano, tomó la suya, y se la presionó suavemente.
—Lo pensás, ¿sí?
Él ascendió.
Y se fueron juntos. Mochilas al hombro, manos entrelazadas, como si el mundo aún no hubiera decidido aplastarlos.
🕷🔻 Mientras tanto, en otro lugar…
08:10 AM – Subsuelo del gimnasio escolar
La linterna de Nico iluminaba bolsas de deportes, herramientas olvidadas y la punta de una vieja caja rota.
El lugar olía a moho, madera húmeda y sudor seco.
— ¿Estás segura? —preguntó, mientras abría una mochila.
—No vamos a tener otra oportunidad —dijo Kelly, sentada sobre una mesa de ping pong rota, lustrando una navaja con un trapo viejo.
—Esto es ir demasiado lejos.
—¿Sabes qué es “ir demasiado lejos”? Que nadie nos tema. Que todos olviden lo que les hicimos. Que no nos miren con miedo. Ellos lo rompieron, Nico. Lo que éramos. Lo que dominamos.
Nico no respondió.
Pero su mirada era de alguien que ya había decidido.
En el fondo del cuarto, había algo más.
Si hubiera una cámara podría congelarse allí, justo antes de encender la mecha narrativa.
Porque desde este punto en adelante, ya no hay vuelta atrás.
🔥 🩸 Parte 2 – El encierro
10:03 a. m. – Gimnasio principal
El silbato del profesor marcó el final de la clase de gimnasia.
Todos comenzaron a dispersarse con torpeza, arrastrando las zapatillas, sudados y fastidiados.
Blurryface Iba a seguir a sus compañeros hasta que recordo que dejo su abrigo en las gradas. Tuvo que meterse por debajo porque se le había caído.
Tras quitar los restos de polvo, sintió el ruido: un portazo fuerte, seco.
Se dio vuelta.
Cadenas.
Candados.
Y los Niners… cerrando la única salida.
Bruno , Louis , Johnny #2 y dos chicos más formaron un semicírculo en torno a Blurryface.
Detrás de ellos, Nico apoyaba la espalda contra la pared, los brazos cruzados, sin moverse.
—¿Sabes qué es lo triste? —dijo uno de ellos, avanzando primero—. Que todavía piensas que podrías caminar por aquí como si fueras alguien.
Blurryface no respondió. Su mirada ya buscaba posibles salidas, pero sabía que no las había .
—Hiciste que todo cambiará. Trajiste esa cosa… esa Crybaby.
Nos quitaste el control —agregó Johnny #2, mientras se frotaba los nudillos.
—No me lo quitaron a mí —dijo Nico en voz baja desde atrás—. Pero se lo quitaron a la historia.
Y entonces todo se desató .
Puños.
Patadas.
Una sucesión de golpes rápidos, despiadados, metódicos.
Como si no se tratara de venganza, sino de una ejecución orquestada.
Blurryface intentó cubrirse, resistir, golpear de vuelta… pero eran demasiados.
Su cuerpo rebotó contra las colchonetas, el piso de goma, los bancos de madera.
No hablaban mientras lo golpeaban. Solo respiraba fuerte. Como animales en trance.
Nico , siempre inmóvil, sacó una libreta y escribió algo.
Su cara era un bloque de piedra.
🔥🖍 ️ 10:06 a.m. – Aula de Arte, Tercer Piso
Crybaby estaba sola, todavía con el delantal manchado de témpera.
Revisaba unos bocetos con tranquilidad, escuchando música bajito por un solo auricular.
La puerta se abrió sin previo aviso.
Jason.
Kelly.
Agóta.
Crybaby se congeló al verlos entrar.
—¿Ustedes qué…?
—Shhh —interrumpió Agóta, cerrando la puerta y pasando una traba improvisada por el picaporte.
Kelly dejó su mochila en la mesa y sacó un encendedor.
Un par de trapos empapados de gasolina quedaron sobre el suelo.
—Vamos a ver cuánto tarda en arder una muñeca rota —susurró.
Crybaby retrocedió, buscando algo con lo que defenderse.
Jason caminó hacia ella despacio, con una regla de madera larga entre las manos.
—¿Sabes qué es lo peor? Que Blurryface de verdad pensó que eras especial. Y todo por vos. Vos, que no sos más que un error con piernas.
Crybaby agarró un pincel largo y lo sostuvo como si fuera una daga.
Las manos le temblaban.
Pero no iba a llorar.
No de nuevo.
Jason intentó alcanzarla.
Ella giró y lo golpeó con el mango del pincel en el costado. No fue fuerte, pero sí suficiente para ganar espacio.
Corrió hacia una mesa, empujando papeles, tazas de agua, lienzos.
Kelly prendió un trapo y lo tiró al rincón más alejado del aula.
Una llamada pequeña empezó a elevarse.
—¡ESTÁS LOCA! —gritó Crybaby, mirando la tela encenderse.
-No. Solo quiero volver a ser lo que era —respondió Kelly, casi con tristeza.
—¡¿Están locos?! ¡Nos vamos a morir!
Jason se burló.
—Morir, matar… es lo mismo en este lugar.
La violencia no empezó con nosotros.
Solo seguimos el ritmo.
Agóta reía. No hacía nada. Solo reía. Como si esperara ver una mosca atrapada por arañas.
Crybaby giró hacia la ventana, pero estaba cerrada con seguro interno.
En ese momento, un ruido seco y extraño recorrió el pasillo .
🚨 ⚠️ 10:09 AM – Pasillo, Planta Baja
Torchbearer se detuvo en seco en medio del pasillo.
Elita chocó con él desde atrás.
— ¿Qué te pasa?
-Algo está mal. Muy mal.
—¿Es… tu instinto raro de hermano?
—No —susurró él—. Es peor. Es como si... el aire estuviera mintiendo.
Se miraron.
Y empezó a correr.
Parte 3 – “Cuando el infierno se disfraza de sistema”
🔔 10:11 AM – Sonido de la alarma contra incendios
Un chillido agudo atravesó cada rincón del edificio como un cuchillo oxidado.
El pasillo se llenó de gritos, zapatillas corriendo, mochilas tiradas, profesoras confundidas.
Todos salían.
Excepto Torchbearer y Spooky Jim.
Ambos se miraron en silencio un segundo.
No dijeron “vamos”.
Solo corrieron.
Ellos sabían y recordaban.
Corrieron como si el corazón les ardiera.
Torch llevaba una barra metálica que tomó del armario de mantenimiento.
Spooky, un bate de béisbol del depósito de deportes.
Los gemelos no eran héroes.
Eran hermanos que estaban hartos de perder.
🥀 10:13 – Gimnasio cerrado
Blurryface yacía en el suelo, sangrando por la boca, el pómulo inflamado, un brazo probablemente dislocado.
Apenas respiraba, pero no había soltado de todo su lucidez.
Frente a él, Nico se agachó, con una daga curva de mango oscuro entre sus dedos.
Una pieza extraña, antigua.
Demasiado ceremonial para algo improvisado.
—¿Sabes qué es Dema? —preguntó Nico con calma—. ¿O solo fingís que no lo recordás?
Parpadeó borroso. Tenía los labios partidos. Pero no desvió la mirada.
—Dema… no existe.
Nico sonrió. Como una muñeca rota.
—Claro que existe. No como ciudad… sino como legado.
Una idea que nadie tiene. Un sistema donde algunos mandan, otros obedecen y los débiles… desaparecen. Como lo hice yo con Johnny ¿Aún lo recuerdas? Sabía que tenía problemas con las drogas y algún trastorno. Así que mezcle sus drogas en su bebida. Y viste lo que pasó.
¿Y vos? Vos ibas a ser mi igual. Mi consorte. El chico perfecto para reinar a mi lado. Pero te enamoraste de una anomalía.
Una niña llena de errores.
Una criatura sin número.
Le apoyó la daga sobre el cuello.
No corto. Solo la dejó ahí.
Como si esperara que el miedo hiciera más daño que el filo.
Blurryface no dijo nada.
Pero dentro suyo, algo crujió.
🔥 10:15 a. m. – Patio escolar
Elita, Gerard, Billie, Jazmín, John y Adam estaban en el patio, rodeados de docentes que no lograban entender por qué el humo salía del tercer piso.
Los alumnos comenzaron a agruparse.
—Ese es… el aula de arte —dijo Gerard, con voz temblorosa.
—¡Crybaby está ahí! —gritó Elita.
—¡¿Dónde están los bomberos?! —chilló Billie, empujando a una profesora.
Todos miraron hacia arriba.
Y entonces, como en una escena de película maldita…
la ventana se abrió.
Y apareció Crybaby.
El humo le enrojecía los ojos.
Tenía el rostro sucio de tizne.
Y el delantal a medio quedar en una punta.
Pero seguía de pie.
Sigue viva.
—¡AHÍ ESTÁ! —gritó Elita.
—¡AGUANTÁ, CRY! —rugió Adam.
Pero dentro del aula, nadie sabía aún cómo terminaría eso.
🔥🎭 10:16 – Aula de arte
Jason tenía la remera empapada en sudor.
Kelly respiraba agitada, las manos llenas de hollín.
Agóta reía. Reía como si todo fuera un juego sagrado.
Crybaby se apoyaba en la ventana, mirando hacia abajo un segundo.
Pero sabía que no podía tirarse.
No aún.
Primero debía resistir.
Jason agarró un bastidor y lo estrelló contra una mesa.
Casi le da un grito. A quién le llegó a pegar varias veces con aquella regla de madera.
—¡NO TE VAS A SALVAR, CRY! ¡NUNCA MÁS!
La habitación crujía.
Las llamas bailaban por las cortinas.
Y el humo ya empezaba a arder en los pulmones.
Pero Crybaby solo pensaba en una cosa:
"Él me está esperando.
Y no voy a fallarle.
No esta vez".
🔥 🩸 Parte 4 – “Despertar el fuego que salva”
⚾ 💥 10:17 – Gimnasio
El primer golpe sonó como un disparo.
Un estruendo metálico que rebotó por las paredes del gimnasio.
¡PUM! Sonido métalico.
Torchbearer había golpeado la cerradura con la barra.
Spooky Jim le dio al mismo punto con su bate.
Desde adentro, Nico se dio vuelta bruscamente.
Blurryface, en el piso, apenas alcanzó una sonrisa.
—Están… —susurró, con la boca ensangrentada— …aquí.
Nico frunció el ceño.
—Demasiado tarde.
Se inclinó para acabarlo.
Pero algo en el aire cambió.
Una presión invisible.
Un latido ajeno.
Los ojos de Blurryface se encendieron de rojo.
Pupilas dilatadas. Iris vibrante.
Y Nico retrocedió.
No por miedo, sino porque el aura que emanaba Blurry parecía empujarlo sin tocarlo.
—No… no puede ser —susurró Nico—. Vos eras débil. ¡Vos eras mío!
Blurryforce apoyó una mano temblorosa contra el piso.
La sangre goteaba por su cuello, pero su voz salió clara.
—Nunca fui tuyo.
Nunca fui de Dema.
Nunca fui lo que ellos querían.
Ningún Niner se atrevió a acercarse.
Nico recibió una paliza invisible que lo arrastró al piso.
¡CLANK!
Torchbearer irrumpió por la puerta justo a tiempo.
Spooky lo siguió.
Y en una secuencia rápida, los dos se lanzaron contra los Niners restantes , que ahora sí intentaban volver a golpear a Blurry.
Uno cayó con un grito.
Louis intentó huir, pero Spooky lo trabó con una patada a la pierna.
Johnny #2 se congeló… y Torch lo empujó con el hombro.
Nico, sin decir una palabra más, dejó sus cosas.
Y huyo.
Salió por la otra puerta del gimnasio.
Nadie nunca lo volvió a ver esa mañana.
🖤🔥 10:19 – Aula de Arte, tercer piso
El fuego era ya imparable.
Las llamas lamían las paredes.
La madera crepitaba.
Y Crybaby se estaba quedando sin aire.
Jason se lanzó contra ella.
Kelly le gritaba algo incomprensible.
Agóta … simplemente reía, aún, aún, aún.
Pero justo cuando Jason alzó una silla sobre su cabeza,
los ojos de Crybaby se volvieron negros.
Negros como tinta derramada en agua.
Negros como el fondo de una herida.
Y el sonido se cortó.
Por un segundo, todo lo que se oía era un zumbido grave.
Un zumbido de presión emocional.
Crybaby estiró una mano…
y Todos se congelaron .
No esencialmente.
Psicológicamente.
Como si algo —una culpa profunda, enterrada, insoportable— los hubiera paralizado.
Hasta que Elita entró.
Detrás de ella: Gerard, Billie, Adam, John y Jazmín.
—¡AHORA! —gritó Gerard.
El grupo se balanceó contra Jason.
Billie empujó a Kelly.
Adam estrelló un banquillo contra Agóta, que cayó contra una mesa con un chillido agudo.
Gerard corrió hasta Cry y la sostuvo.
—¡Vamos, muñeca! ¡Te tenemos!
El fuego rugía como una bestia sin alma.
Pero ahora los héroes eran reales.
Y estaban vivos.
Crybaby se dejó llevar.
Apenas caminaba.
Sus ojos empezaban a volver a la normalidad.
🩸 💨 10:25 AM – Patio escolar
Dos ambulancias.
Una patrulla.
Los bomberos.
Y humo saliendo aún por la ventana del tercer piso.
Los alumnos hablaban en voz baja.
Algunos lloraban.
Otros grababan con sus celulares.
En una camilla, Blurryface apretaba la mano de Crybaby, que tenía una máscara de oxígeno sobre el rostro.
Torchbearer, parado cerca, cruzaba los brazos, mientras Spooky Jim le ponía una mano en el hombro.
No hablaban.
No hacía falta.
Los demás amigos se abrazan.
Nico no fue encontrado.
Solo su mochila, abandonada en el campo detrás de la escuela.
Días después, la policía encontraría una nota.
Y en un bosque húmedo, una huella… sumergida en barro.
Como si el bosque lo hubiera tragado.
🏥 Hab. 303 – Ala de cuidados intensivos.
El zumbido del monitor cardíaco marcaba el ritmo de la escena.
Un ruido constante. Mecánico. Vivo.
Crybaby tenía una vía en el brazo, oxígeno nasal y vendas en las manos.
Aún así, estaba sentada en la cama, con una bata blanca y dibujos de ositos tristes.
Miraba hacia la ventana.
—¿Quieres que cambie de canal? —preguntó una voz suave.
Blurryface , en la cama de enfrente, tenía el torso envuelto en gasas, el pómulo morado, y una férula en la pierna izquierda.
Tenía los ojos rojos de tanto no dormir, pero no por poder alguno: por todo lo que no podía dejar de recordar.
Crybaby sonrió, apenas.
-No. Solo quiero escuchar algo que no sea gritos.
—Entonces déjalo en el canal de cocina. Aunque… no creo que quiera comer flan por un buen tiempo.
—Yo tampoco. El mío olía a humo.
Ambos rieron bajito.
Se miraron.
Y el silencio volvió, pero esta vez sin dolor. Solo… con ternura agotada.
—¿Sabes qué? Si salimos de acá, larguémonos a un lugar. Un lugar donde podremos disfrutar de la naturaleza y a la vez que nos podamos bañar en alguna laguna. Vivirlo como si fuéramos un vídeo de Lana del rey – Le comentó Blurryface.
Crybaby sonrío.
Testigos clave
Matt y Jazmín, quienes habían mantenido cierta distancia de los hechos, fueron declarados testigos esenciales para la investigación.
Matt reconoció sus errores y pidió disculpas por no actuar antes.
Jazmín, con su voz temblorosa, dio detalles de los ataques, las pruebas que fue recolectando y los comportamientos extraños de Nico y los Niners.
—Esto no puede volver a pasar —dijo entre lágrimas—.
No puede haber más violencia así.
💔 La escuela después del incendio
La escuela quedó marcada para siempre.
Algunos estudiantes no regresaron.
Otros buscaron ayuda profesional.
La administración prometió mayor seguridad y apoyo psicológico.
Blurryface y Crybaby, junto a sus amigos, miraban desde la ventana del hospital.
Sabían que la batalla no había terminado, pero que por fin tenían una oportunidad de sanar.
—Somos más fuertes juntos —dijo Crybaby, apoyando su cabeza en el hombro de Blurry.
Él ascendió, con una mirada llena de esperanza.
—Y esta vez, nadie nos puede decir lo contrario.
Bajo observación
Crybaby y Blurryface seguían en el hospital, con batas suaves y vendas que contaban historias que no había listas para ser dichas.
A veces hablaban.
A veces solo se tomaban de la mano.
Ambos sabían que seguían vivos de milagro, que podían haberse perdido entre llamas o puños.
Pero estaban ahí.
—¿Te duele? —preguntó Cry, tocándole la venda de la ceja.
—No tanto como me dolería perderte —respondió Blurry, con una sonrisa débil.
Se quedaron así.
En silencio.
Los monitores cardíacos suenan como un metrónomo de esperanza.
🏫 El hijo del director y el secreto de familia
Mientras tanto, en una habitación mucho más fría de otro hospital, el hijo del director lloraba en silencio con los ojos perdidos.
Había leído los documentos.
Las firmas.
Las cartas que confirmaban lo impensable: su propio abuelo había sido parte de Dema .
Un engranaje silencioso.
Cómplice disfrazado de antigua autoridad.
Era por eso que en casa eran todos rígidos.
Por eso es que con Nico había una deuda que pagar.
La impresión fue tan fuerte que sufrió un ACV.
Quedó internado, sin poder moverse del lado derecho.
Apenas balbuceaba palabras.
Nadie lo visita.
No porque fuese basura, sino porque no tenía a nadie más que se preocupe por él, de verdad.
Nuevo liderazgo
La vicedirectora , ante la renuncia pública del director, asumió el cargo.
Su primera medida fue:
—Depurar.
Desinfectar.
Limpiar cada rincón de esta escuela, física y espiritualmente.
Y lo cumplió.
Nuevos psicólogos.
Charlas de contención.
Una lista negra con los nombres que jamás deberían volver a pisar esas aulas.
Había algo maternal en su tono.
Algo real.
Una intención sincera de sanar.
No más corrupción por dinero.
Después de todo, ella fue una víctima más.
Estaba más que comprobado.
Solo era una mujer buscando un camino.
Y tratando de mostrarles el camino a los demás.
🌗 Luz en la sombra
En la habitación de los gemelos, Torchbearer intentaba ordenar una pila de libros , pero todo se le caía.
—Sos un desastre —rio Spooky Jim, desde su cama—. Pero igual... gracias.
Torch gruñó como si no quisiera mostrar emoción.
—¿Gracias por qué?
Spooky lo miró con cariño.
—Por ser luz.
Porque en medio de todo este infierno...
Fuiste la linterna que me sacó del túnel.
Torch hizo una mueca.
—No soy luz. Apenas soy alguien que sabe usar un bate.
—Mentira.
Tenés más claridad que todos nosotros.
Yo lo sabía desde siempre.
Por eso, incluso cuando estaba solo…
No perdí la cordura del todo. Te lo recuerdo.
Torch tragó saliva.
No dijo nada.
Pero esa noche, cuando creyó que su hermano dormía, le acomodó la frazada con delicadeza .
📬 Voces nuevas y heridas viejas
En otra habitación, Jazmín Bean escribió en su diario .
Recordaba.
Un Kelly.
Un Nico.
A todos los que se habían ido… por el lado equivocado.
John entró en puntas de pie.
—¿Todo bien?
-No. Pero estoy viva.
Y quiero seguir estándolo.
¿Vos?
—Mientras vos estés acá… sí.
Ella le sonrió con tristeza.
En la televisión, un periodista hablaba del fin oficial de Dema , de las detenciones, de la clausura de sedes, del escándalo.
Pero el volumen estaba bajo.
Porque en ese cuarto, lo que más se escuchaba era el murmullo de la resiliencia .
Chapter 105: Capitulo 105 - Condemnation
Summary:
Despúes de la tragedia vivida, tres personas interesantes regresan a la vida de Blurryface y Crybaby. Dos quieren hacerlo definitivamente y una sola tiene un mensaje importante que dar. De paso, sabremos que fue de la madre de Crybaby y Lazaro.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
¿Condena, por qué?
Porque mi deber siempre fue la belleza
Y ese fue mi crimen
Siento euforia, exaltación
Al saber que puedo confiar en esta injusticia
La condena de los cuerpos
El hospital tenía una quietud que helaba los huesos.
Blurryface seguía postrado en su cama, los vendajes todavía húmedos en ciertas partes.
Cada movimiento le dolía.
La cabeza. El costado. El corazón. Todo.
En la otra ala del hospital, Crybaby reposaba en una habitación blanca y demasiado silenciosa.
Le habían dado medicamentos preventivos, por el trauma, el humo y las lesiones.
Blurry no había dormido bien en días, pero esa mañana le pidió algo especial a su madre.
—Necesito... que me traigas eso que guardé en la caja negra. La de la estantería más alta, en casa.
Su madre, que rara vez cuestionaba sus pedidos desde que casi lo pierde, asintió en silencio.
Horas después, apareció con el pequeño estuche de terciopelo que contenía los anillos de promesa que Blurryface había comprado tiempo atrás.
El anillo de calavera que siempre usaba había sido destruido por un Niner…
Pero el que significaba su compromiso emocional estaba intacto.
Un anillo negro, fino, con un pequeño grabado por dentro:
“Even in ashes, I choose you.”
💍 El pacto
Cuando la enfermera permitió una visita breve entre ambos, Blurry pidió verla a ella.
A Crybaby.
—¿Estás seguro? —le preguntó, tocándole la mejilla vendada.
—Más que nunca —susurró.
Él sacó el estuche con dificultad, abriéndolo entre temblores.
—Este no es un anillo cualquiera.
No es de matrimonio ni de noviazgo.
Es de pacto.
Y no lo compré por impulso.
Ella lo miró, y sus ojos se llenaron de lágrimas.
—¿Qué tipo de pacto?
Blurry la miró directo, incluso con el dolor que sentía en todo su cuerpo.
—De no soltarnos.
De unidad, aunque duela.
De ser el uno del otro...
De vivir aunque todo arda otra vez.
Ella no necesitó pensarlo.
Le ofreció su mano.
Blurryface le colocó el anillo con sus dedos temblorosos.
Luego ella hizo lo mismo con él.
En ese momento, los monitores que marcaban sus signos vitales se volvieron la música más hermosa que habían escuchado.
Un latido.
Dos.
Ritmo compartido.
—A partir de hoy… —susurró Blurry—.
Somos más que víctimas.
Somos más que sobrevivientes.
Somos nosotros.
Crybaby cerró los ojos y apoyó su frente en la de él, con ternura.
—Y no habrá juicio ni condena que nos rompa de nuevo.
🖤 Condenados a la unidad
Afuera del hospital, las ambulancias seguían yendo y viniendo.
Las noticias hablaban de juicios, condenas, responsables.
Pero para ellos, en esa habitación, el mundo era más simple:
Un anillo.
Una promesa.
Una historia que no terminó en cenizas.
La visita inesperada
La puerta de la habitación se abrió con un golpecito suave.
Crybaby giró la cabeza, esperando ver una enfermera más.
Pero no fue así.
—¿Lázaro...? —susurró, incrédula.
Allí estaba él.
Con la misma cara de cuando se fue, pero con los ojos menos turbios.
Más grandes. Más cansados.
Un poco más hombre, aunque seguía con la campera negra que olía a tabaco dulce.
—Hey, hermanita —sonrió—. Te debo unas cuantas visitas, ¿no?
Crybaby se quedó paralizada.
Las lágrimas se le cayeron como si hubieran estado esperando ese momento desde siempre.
Blurryface, sin decir una palabra, se levantó como pudo, le dio un leve apretón en el hombro a Lázaro, y salió de la habitación, dándoles espacio.
—Pensé que... —ella intentó hablar.
—...que te abandoné.
Sí, lo sé.
Lázaro se acercó, tomó una silla y se sentó al borde de su cama.
—No fue así. No del todo.
Ella no entendía, pero lo dejó hablar.
Como si supiera que el momento lo pedía.
—Cuando papá murió con la... bueno, la mujer esa… y mamá se escapó, yo también era un pibe. No tenía tu edad, era unos años más grande. Pero seguía siendo pibe. Teníamos a los tíos ricos, sí, pero no querían encargarse. Trabajo, país, empresas, lo de siempre. No querían que nos mudáramos, porque eso afectaba "el rendimiento escolar", y tampoco iban a dejar que nos metan en un hogar. Por eso pidieron a la mamá de Elita que fuera nuestra tutora legal temporal. Para evitar quilombos judiciales.
Crybaby apenas parpadeaba. Todo cuadraba.
La casa seguía a nombre de ambos.
Todo tenía sentido ahora.
—¿Y por qué te fuiste?
Lázaro bajó la mirada.
Culpable.
Pero honesto.
—Porque me quebré. Porque era un adolescente que no sabía cómo carajo cuidar de vos.
Me volví medio autodestructivo. Fumaba. Me peleaba. Quería vivir “mi vida”. Y cuando cumplí 18, el tío me dio una última chance: me pagaba la universidad si cambiaba, si dejaba de hacer boludeces, y no me sacaba del testamento. Así que… acepté.
—¿Cambiaste?
—Más o menos —rió, sacando de su campera un paquete de tabaco—.
Sigo fumando.
Sigo siendo medio inmaduro.
Pero aprendí lo que significa tener a alguien esperando.
Crybaby lo miró, mordiéndose el labio inferior para no quebrarse.
—¿Me extrañaste?
—Todos los días.
Hasta cuando no quería admitirlo.
Lázaro se inclinó, y la abrazó.
Por fin.
Un abrazo de verdad.
De esos que llegan tarde, pero sanan de todos modos.
🖤 El pacto tiene testigos
Blurryface volvió después de un rato.
Lázaro lo miró de arriba abajo, con cierta expresión inquisitiva.
—¿Así que vos sos el flaco con cara triste que tiene enamorada a mi hermana?
Blurryface, sin perder su timidez ni su dignidad, asintió.
—Sí.
Y pienso seguir así por mucho tiempo.
Lázaro levantó los pulgares.
—Me gusta. Tiene agallas.
Crybaby se rió por primera vez en días.
El día avanzó lento.
Pero esa noche, antes de dormir, Crybaby tenía anillo, tenía amor, y tenía un hermano de vuelta.
Tal vez la condena no era tan eterna.
Tal vez, por fin… comenzaba la redención.
La noche de las revelaciones
La noche se había tragado al hospital entero.
Los pasillos eran más silenciosos de lo normal.
Las luces tenues.
Los relojes detenidos.
Blurryface se escabulló con sigilo por los pasillos.
Tenía moretones, heridas bajo la ropa, y una sonrisa herida pero testaruda.
Nadie iba a detenerlo: quería dormir abrazado a Crybaby, aunque fuera en silencio.
Entró sin hacer ruido.
Cry lo esperaba, sentada con su libro de cuentos rotos entre las manos.
—¿Te escapaste otra vez? —susurró, como si fuera costumbre.
—Es la tercera. Ya me saludan las enfermeras con guiño —rió él, tirándose con cuidado a su lado.
Ambos estaban por cerrar los ojos cuando, de la nada, el aire cambió.
Se volvió más espeso.
La habitación se oscureció.
Y un portal se abrió.
Como una grieta flotante en el aire, redonda, de bordes danzantes, y con un interior azul violáceo que brillaba como un corazón antiguo.
Lilith apareció caminando desde adentro.
No flotaba.
No brillaba.
Simplemente era.
Vestía de negro y plata, con ojos que no pedían permiso.
Su piel parecía hecha de humo y sus pasos no hacían sonido.
—No teman —dijo con una voz que sonaba a arpa y trueno al mismo tiempo—.
No vengo por guerra.
Vengo por verdad.
Crybaby se incorporó con el alma acelerada.
Blurryface tragó saliva, sin saber si defender o quedarse quieto.
—Yo soy Lilith, la guardiana del Árbol.
Aquel que creció en tu jardín, Crybaby.
Ese que florece solo para vos.
No fue casualidad. Fue un pacto ancestral.
Cry se quedó helada.
—¿Pacto?
Lilith asintió.
—Una de tus antepasadas, hace siglos, pidió protección para las mujeres de su línea.
Y yo le ofrecí un árbol.
Un árbol con hadas, que solo despertaría si nacía una hija pura de alma rota.
—¿Yo?
—Vos.
El aire se volvió más denso.
Blurry entrelazó su mano con la de ella.
—¿Y qué precio pagaron?
Lilith bajó la mirada.
—El miedo.
El árbol se activa con el miedo, con la vulnerabilidad emocional más profunda.
Pero ustedes… —los miró con ternura inesperada— ya no tienen miedo.
Crybaby respiró hondo.
—¿Y entonces?
—Entonces, mi trabajo ha terminado.
El árbol quedará dormido.
Pero vivirá como símbolo de lo que alguna vez fue.
Y si alguna vez mueren… de ancianos, juntos… yo volveré. Y los guiaré al otro lado.
Blurryface levantó la ceja.
—¿Y por qué nos contás esto ahora?
Lilith caminó hacia ellos con lentitud y se agachó al lado de la cama.
—Porque ustedes son el final de una línea.
Porque el poder de las hadas no era para batallas, era para resistir hasta llegar al amor real.
Y ya llegaron.
No habrá más brujas.
No habrá más pactos.
Crybaby la miró, con ojos húmedos.
—¿Volverás?
—Solo cuando estén listos.
Y no antes.
Lilith les sonrió.
Por primera vez parecía humana.
Entonces dio un paso hacia atrás, y el portal volvió a abrirse.
Antes de marcharse, susurró:
—No olviden nunca:
Lo que se ganó con miedo… ahora se sostiene con amor.
Y desapareció.
🌠 Cielo sin fuego
Crybaby y Blurryface se miraron, en silencio.
—¿Esto fue real? —preguntó él.
—¿Importa? —respondió ella, acurrucándose contra su pecho—.
Estás acá. Yo también.
Y así se quedaron.
Con la ventana abierta.
Sin miedo.
Sin fuego.
Con la promesa viva, y la magia… dormida pero satisfecha.
El olvido tiene forma de casa
Muy lejos del hospital, más allá de la ciudad, entre árboles secos y rutas que ya nadie usa, había una casa…
La casa de los que nunca son buscados.
Ventanas rotas, puertas colgando de una bisagra oxidada, el techo goteando sin parar.
Las paredes estaban cubiertas de manchas, pero no eran de pintura.
Allí estaba ella.
La madre de Crybaby.
O lo que quedaba.
Tirada en un rincón del suelo, rodeada de botellas vacías.
La piel amarilla.
Los ojos hundidos.
Los labios partidos por la sed…
y la cirrosis.
Las moscas la rondaban como si fueran sus únicas herederas.
Sobre una mesita inclinada, el único objeto con algo de vida:
un retrato antiguo.
Una mujer mayor.
Rígida.
De semblante fuerte.
Tal vez la abuela de Crybaby.
Tal vez la bisabuela.
Tal vez su única culpa real.
En el suelo, medio arrugada, sucia de tierra y lágrimas secas, yacía una carta.
El sobre estaba abierto, con tinta corrida.
"Si alguna vez volvés a nuestras vidas, no dudaré en entregarte a la justicia."
"No te debemos nada."
"Lazaro."
La mujer no lloraba.
Ya no podía.
Solo miraba la botella vacía como quien mira un pozo sin fondo.
👤 El hermano del corazón
Mientras tanto, en el hospital, Blurryface ya estaba por recibir el alta.
Estaba de pie por primera vez en días, caminando lento, agarrado de una silla con ruedas.
Cuando la puerta del pasillo se abrió, pensó que era un médico.
Pero no.
Era su hermano.
Zack.
Alto.
Demacrado.
Los ojos rojos de haber llorado mucho antes de llegar.
Blurryface no dijo nada.
Solo se quedó quieto.
—No me pegues —bromeó Zack, con la voz rota—. Sé que me lo merezco.
Pero vine a pedirte algo.
Blurry bajó la cabeza.
Las manos le temblaban.
—¿Qué?
Zack dio un paso.
Luego otro.
—Volver a estar cerca.
Como cuando éramos pibes.
Como cuando vos te ponías mis remeras y yo fingía que no me importaba.
Como cuando te cuidaba del monstruo del placard.
Blurryface respiró hondo.
Y lo abrazó.
Después de tanto dolor, por fin alguien volvía a casa.
En la habitación, Crybaby observaba desde la puerta entreabierta.
Lázaro estaba a su lado.
—¿Ese es...?
—Sí —susurró ella—.
El hermano mayor de Blurry.
Zack se acercó a ella con pasos suaves.
—¿Vos sos la famosa Crybaby?
—Depende de quién pregunte —respondió, con una sonrisa pequeña.
Zack sonrió también.
—Gracias por no soltarlo.
Ni cuando todos los demás lo hicimos.
Ella asintió.
Con los ojos llenos de paz.
En su tiempo, La madre de Blurryface logro curar su dolor. Ahora le tocaba al hermano, Zack. Zack vio en las noticias de lo que paso. A riesgo de perder su rutina, tomo el primer vuelo a casa. No estaba listo, pero no estaba dispuesto perder a su hermano sin antes despedirse o de vivir la vida como la vivían antes. Zack se sintió culpable. Huyo como un completo cobarde en vez de afrontar el trauma que dejo el padre. Él se juró que tomaría terapia, pastillas, lo que sea… con tal de que Blurryface lo perdone alguna vez por dejarlo solo y cuanto más lo necesitaba. No pensaba cumplir la promesa de volver. Pero debido a las circunstancias, es mejor hacerlo antes de que sea demasiado tarde.
🖤 El fuego que no quema
Mientras unos se consumen en el silencio y el veneno de sus propias decisiones…
Otros deciden regresar.
A la familia.
A lo que importa.
A lo que no pide explicación, pero sí perdón.
Y así, mientras la madre de Crybaby desaparecía lentamente del mundo sin que nadie la llame…
Blurryface recuperaba una parte de sí mismo que creyó perdida para siempre.
Notes:
Ya era hora que aparecieran, ¿O no?
Bueno, el capitulo anterior como este tuvo demasiadas inspiraciones. No solo lo Creepy-cute que representa Melanie y la violencia que se ve en la mayoría de los trabajos de Tyler. También un poquito de casos de la vida real, otro tanto de "American horror story" y "Girl from nowhere".
Al menos ellos dos viven. Prometo que en los siguientes capitulos volveré a ser dulce, ¿Que les parece?
Chapter 106: Capítulo 106 – Corazón delator
Summary:
Se viven las consecuencias de la tragedia. Blurryface y Crybaby regresan a casa.
Notes:
¡AVISO!
¡Mucho texto!
No digan que no avise.
Chapter Text
Por descuido
Fui víctima de todo alguna vez
Ella lo puede percibir
Ya nada puede impedir
En mi fragilidad
Es el curso de las cosas
Oh, mi corazón se vuelve delator
Se abren mis esposas
Regresar no es volver
El alta médica había llegado.
Las cicatrices no estaban del todo cerradas, pero eso no importaba.
Crybaby salió con una venda en la muñeca izquierda y unos puntos en una pierna.
Blurryface, con una faja en el torso y una leve cojera.
Ambos volvieron a casa con pasos lentos.
Como si temieran que algo del hospital aún los persiguiera.
El regreso fue extraño.
Lázaro los esperaba con chocolate caliente.
Zack los esperaba con una tarta.
Torchbearer dejó flores en la puerta.
Spooky Jim había limpiado la casa de Cry sin que ella lo pidiera.
El árbol del jardín… estaba en flor.
Pero ya no hablaba.
Esa noche, cuando apagaron las luces, el silencio no fue cómodo.
Solo era.
—¿Te duele? —preguntó Cry.
—Me late —dijo Blurry, tocándose el costado—. Como un corazón… pero no es el mío. Es el de todo lo que pasó.
Cry se acurrucó a su lado.
—Entonces, que lata. Aunque sea despacito.
🎒 La escuela… ya no es escuela
El primer día fue como entrar a un museo luego de un incendio.
Todo parecía igual, pero nada estaba donde debía.
Los pasillos estaban más limpios que nunca.
Demasiado limpios.
Como si intentaran borrar las huellas de sangre y fuego.
Los chicos los miraban con respeto.
Otros, con miedo.
Algunos, con envidia disfrazada de compasión.
Los profesores actuaban distinto.
Más suaves.
Más medidos.
“Los sobrevivientes están entre nosotros”, murmuraban algunos.
Torchbearer, Gerard, Billie, Elita, Jazmín, John y Adam caminaban como una muralla humana junto a Cry y Blurry.
Pero aún así, el juicio social no se frenaba.
Un grupo de chicas pasaron a su lado, murmurando:
—Dicen que Crybaby invocó a una bruja.
—Y que Blurry vendió su alma.
—¡Y que los gemelos tienen pacto de sangre!
Los rumores eran cuchillos de azúcar.
Y duelen igual.
El director ya no estaba.
La vicedirectora ahora era la nueva figura de autoridad.
Más justa. Más humana.
Pero eso no borraba el pasado.
El juicio invisible
No hubo juicio oficial.
Pero sí uno social.
La tragedia estaba en boca de todos.
Culpa de algunos periódicos que hablaron de "sectas juveniles", "rebeldía apocalíptica", "expresiones artísticas extremas", "crisis mental colectiva".
Porque siempre amarillistas para más atención y dinero.
🖤 El corazón delator
Esa noche, Blurryface no podía dormir.
Sentía el pecho retumbar.
No de dolor físico.
Sino de algo más.
Como si cada latido fuera un eco de lo que pasó.
Como si no le perteneciera.
Bajó las escaleras en silencio.
Se dejó caer en el sillón, envuelto por la penumbra.
El tic-tac del reloj era lo único que llenaba la habitación.
Pero su pecho seguía latiendo como un tambor de guerra.
Torchbearer apareció detrás, en silencio, con un vaso de agua entre las manos.
—¿No dormís?
Blurry apenas negó con la cabeza.
—Mi corazón late como si alguien lo escuchara.
Como si me hubiera delatado.
Torch se detuvo.
—¿Qué hiciste?
Blurryface bajó la mirada.
No con culpa. Con peso.
—Sobreviví.
Torch se quedó quieto.
Como si evaluara esa respuesta.
Y luego asintió.
—Eso a veces es un crimen… para los demás.
Se sentó junto a él.
El silencio entre ellos no era incómodo.
Era compartido.
Y entonces Blurry levantó la vista hacia el comedor oscuro.
Sus ojos se detuvieron.
Ahí estaba.
Una figura sentada en la mesa.
No tenía rostro.
Solo llevaba el uniforme de la escuela.
Inmóvil.
No lo miraba.
Pero lo hacía sentir mirado.
Blurry tragó saliva.
Torch lo notó.
—¿Qué ves?
Blurry susurró, con voz quebrada:
—A alguien que… no pudo volver.
Torch giró la cabeza.
No vio nada.
Pero no dudó.
—¿Te culpa?
Blurry negó con la cabeza.
—No.
Me recuerda.
Torch asintió, como si entendiera más de lo que decía.
—Entonces no lo ignores.
Blurryface parpadeó.
Y la figura ya no estaba.
Pero su eco seguía en el pecho.
El reloj marcó las 03:33.
Como un latido escrito por el destino.
Uno que no se detiene.
Ni se borra.
Solo enseña.
Blurry, con pena, llamó a Cry para poder hablar.
Ella acepto con mucho gusto.
Se encontraron en la puerta de la casa. Spooky Jim estaba ahí. Con Crybaby.
La noche seguía envolviendo la casa con un silencio espeso, como si aún estuviera decidiendo si quedarse o irse.
En el pequeño living, Crybaby bajó en pantuflas y con una manta en los hombros. Lo vio a Blurryface sentado entre los gemelos, Torch y Spooky, como si fueran dos columnas de sombra y fuego a sus costados.
—¿No pueden dormir? —preguntó con voz suave, acercándose.
—Mi hermano nunca duerme cuando pasa algo importante —respondió Spooky Jim, con un guiño cómplice.
Torch no habló. Pero corrió un poco para dejar espacio en el sillón. Cry se sentó al lado de Blurry y le acarició la mano.
—¿Tuviste una pesadilla?
Blurryface negó despacio.
—No dormí. Pero vi algo.
Los tres lo miraron en silencio.
Él bajó la voz, como si lo que iba a decir no debiera tocarse con palabras fuertes.
—Vi a alguien sentado en la mesa. Sin rostro. Solo… ahí. Como si me recordara algo. No me dio miedo. Solo me dolió.
Torch asintió sin sorpresa.
Spooky Jim entrecerró los ojos.
—A veces el dolor no nos visita para castigarnos, sino para que no olvidemos lo que aprendimos —dijo Crybaby, con una seriedad que no parecía de su edad.
Blurry la miró.
—Me sentí observado.
—Porque te estás viendo a vos mismo —respondió ella, sin vacilar.
Torch intervino, con su voz grave y lenta:
—A veces sobrevivir te convierte en testigo de lo que no debió pasar… y eso es más difícil que morir.
Spooky Jim suspiró.
—Pero sobrevivir también te da la oportunidad de arreglar lo que puedas. De querer más fuerte. De decir “esto no se repite”.
Hubo un silencio.
No incómodo.
Lleno. Vivo.
Crybaby apretó la mano de Blurry.
—Mientras vos recuerdes quién sos, ninguna sombra te va a poder tragar. Ni siquiera la que tengas adentro.
Los ojos de Blurry se humedecieron, pero no lloró.
No hacía falta.
Torch, firme como siempre, dejó una frase final:
—No vamos a dejar que nada vuelva a pasarles. Sea humano, sombra o recuerdo.
Spooky Jim sonrió.
—Tampoco vamos a dejar que te pongas todo emo y no nos invites chocolate.
Todos rieron bajito.
El reloj, desde la cocina, marcó 03:51.
Y por primera vez en semanas, no dolió escucharlo sonar.
La noche seguía latiendo, pero ya no apretaba como antes.
La madre de Blurryface, aún con bata sobre el pijama, estaba frente a la ventana.
No lo había encontrado en la cama. Y no tuvo que pensar demasiado para saber dónde estaba.
Lo vio desde la distancia: su hijo, Crybaby, y los gemelos, en la puerta de ella con las luces tenues hasta que entraron.
No interrumpió.
Solo salió de la casa con pasos firmes y cruzó la calle como quien atraviesa un puente invisible.
Tocó la puerta. Torch fue quien abrió.
Ella asintió con suavidad.
—¿Puedo?
Crybaby hizo lugar en el sillón.
La madre de Blurryface se sentó sin prisa.
Miró a su hijo con ternura, sin juicio.
—Vi algo —dijo Blurryface, como si supiera que ya no hacía falta explicarle más.
Ella lo escuchó con atención.
Después de un pequeño silencio, habló:
—Lo que viste no es un fantasma.
Es una forma que tu mente encontró para hablarte…
De lo que queda cuando se sobrevive.
De los rostros que no están.
De las cosas que no pudieron decirse.
Y del miedo a no poder seguir siendo vos mismo después del horror.
Los cuatro chicos la miraban en silencio.
—El corazón delator no es un castigo.
Es una señal.
De que todavía sentís.
Y mientras sigas sintiendo, no hay oscuridad que te pueda devorar del todo.
Se hizo otro silencio, pero esta vez era liviano.
—Ahora vayan a dormir —dijo ella—.
La noche ya les enseñó lo que tenía que enseñar.
Torch asintió y saludo a su hermano.
Crybaby tomó la mano de Blurry un momento antes de dejarlo con su madre.
Él la besó en la frente, como una promesa de volver siempre.
Antes de cerrar la puerta, la madre de Blurryface miró a Crybaby con respeto:
—Gracias por todo.
Y se fueron.
La noche quedó en calma.
El reloj marcó 04:07.
Y ahora, sí, se podía descansar.
💭 La grieta invisible
Al día siguiente, una nueva pintada apareció en el muro exterior de la escuela:
“No todo lo que late está vivo.”
Los alumnos la vieron.
Nadie la borró.
Los profesores también la vieron.
Tampoco dijeron nada.
Crybaby pasó con Blurry, y ambos la leyeron sin detenerse.
—No saben nada de nosotros —dijo ella.
—Ni de todo lo que todavía no se cura —agregó él.
Y caminaron al aula.
Como si el corazón no doliera.
Como si no lo hubieran oído latir…
Juicio a las sombras
Los días pasaron.
La justicia llegó.
Tarde, pero llegó.
Los Niners fueron identificados, detenidos y juzgados con severidad.
A pesar de sus edades, algunos eran mayores de lo que parecían.
Otros, directamente manipulados.
Pero la sentencia fue clara:
Culpa compartida, castigo proporcional.
Todos condenados.
Los remanentes de Dema también cayeron.
Viejos nombres, antiguos miembros, figuras ocultas incluso en la misma ciudad.
Una red secreta que ya no lo era.
Fin del linaje oscuro.
Fin del legado del dolor.
📺 “Último momento” – Canal local
“En una conferencia de prensa celebrada esta mañana, el FBI confirmó que tras el incidente en la preparatoria, se descubrió una estructura clandestina de adoctrinamiento conocida como ‘Dema’.
La red operaba como una organización simbólica y jerárquica en colegios y foros digitales, con rituales de control emocional, hostigamiento planificado, manipulación ideológica y violencia psicológica severa.
Se ha confirmado que el líder local del grupo era un adolescente identificado como Nico. Actualmente, se encuentra desaparecido.
También fueron detenidos y trasladados a diversas instituciones:
Jason Weller – internado en un centro psiquiátrico tras presentar brotes psicóticos, delirios y paranoia grave. Diagnóstico: trastorno antisocial con ideación violenta.
Kelly Desmond – condenada a detención juvenil con régimen terapéutico. Muestra escasa empatía y fijación con fuego. Posible transferencia a psiquiatría en un año.
Agóta Varga – diagnosticada con desregulación emocional severa, fue trasladada a una clínica de salud mental. Se comunica a través de carcajadas y dibujos grotescos.
Los denominados “Niners” enfrentan causas penales por intento de homicidio y conspiración agravada. Uno de ellos, permanece en coma. Otros presentan daños cerebrales tras el enfrentamiento.”
Ninguno de los amigos de Crybaby y Blurryface fue tocado. Fueron reconocidos como héroes. Después de todo, los gemelos salvaron a Blurry y el resto de los amigos esquivaron el fuego para salvar a Cry.
El origen del fuego
- La casa de los Weller (Jason)
La TV está encendida.
Un noticiero muestra imágenes del rostro vendado de Jason.
El padre, Raymond Weller, cambia de canal sin mirar.
—Bah. Ahora todos se hacen los sorprendidos.
Lo crié como un hombre. Como se debe.
Apoya la cerveza sobre la mesa sin mantel.
La madre, sentada al otro lado, mira fijamente el suelo.
Los ojos vacíos.
Ni siquiera pestañea.
—Era un buen chico —dice, con voz quebrada—. Solo... necesitaba más amor.
—¡Amor mis pelotas! —gruñe Raymond—. Lo que necesitaba era dejarse de mariconadas. ¡Dejar de jugar a ser débil! Miralo ahora. En un psiquiátrico. ¡Vergüenza me da!
Los dos hermanos mayores están en la cocina, fumando, riéndose de los titulares.
Uno dice:
—A este paso, el más normal de la familia voy a ser yo.
La madre se levanta y va al baño.
Cierra la puerta.
Y rompe en llanto.
En silencio.
Como si llorar en voz alta también fuera castigable.
🎻 2. Casa Desmond (Kelly)
Una mansión moderna. Fría.
No hay fotos familiares.
Solo paredes blancas y vitrinas con premios.
Kelly no está.
Su rostro aparece en todos los noticieros.
Sus padres no se miran.
La madre, sentada con una copa de vino, murmura:
—Esto va a dañar la imagen de la empresa.
Van a pensar que es culpa nuestra. Que no la criamos bien.
El padre no responde. Teclea en su laptop.
—Hablaré con nuestros abogados. Que armen un comunicado. "Salud mental", "inestabilidad momentánea", "desconexión escolar". Palabras vacías. Eso buscan.
En el cuarto del fondo, se escucha un violín.
La hermana menor, de no más de nueve años, toca la misma pieza una y otra vez.
Las yemas de los dedos sangran un poco.
Pero no se detiene.
Tiene miedo de hacerlo.
Porque detenerse sería fallar.
Y fallar… es inaceptable.
- Casa Varga (Agóta)
Una casa vieja. Encierro de madera, alfombras grises y una sensación de moho emocional.
La madrastra está limpiando el baño con una obsesión frenética.
Cepilla una baldosa con tanta fuerza que rompe la cerámica.
—No puedo creer que esa niña haya traído vergüenza a esta casa —repite—. ¡Después de todo lo que hice por ella! ¡Todo lo que le enseñé! ¡Ni eso pudo aprender!
El padre de Agóta, sentado en un sillón con un cigarro, ni gira la cabeza.
Mira la tele sin verla.
Solo traga el humo.
Y dice:
—Siempre fue rara.
Siempre me dio mala espina.
Tendríamos que haberla internado cuando rompió aquel espejo.
Tenía ocho años, pero ya se notaba.
Estaba… torcida.
En el cuarto cerrado con candado, las paredes están rayadas con crayones.
Figuras. Ojos.
Nadie entra ahí desde que Agóta fue arrestada.
Y nadie piensa hacerlo.
La casa donde aún hay luz
El living está iluminado, decorado con madera clara, ventanales enormes y aroma a pan tostado.
El televisor muestra imágenes del escándalo:
"Explotó Dema: la secta estudiantil que desató un infierno en la preparatoria local."
Matt está sentado en el borde del sofá, con los codos en las rodillas, la mirada fija.
Tiene las manos juntas.
No habla.
No pestañea.
Pero tiembla.
A su alrededor, toda su familia observa también.
👔 Padre – El señor L. Beaumont
Empresario elegante, canoso, con voz grave y una taza de café sin azúcar.
Suspira, apaga el cigarro en un pequeño cenicero de mármol.
—Jason...
Tenía carisma, pero el carácter de un tiburón.
No puedo decir que me sorprenda.
Mira a su hijo.
—Vos fuiste su amigo.
Pero no sos él.
Y eso me enorgullece.
Madre – Marina Cielo Beaumont
Famosa cocinera, autora de “Delicias sin culpa”. Viste de beige, con labios rojos y el cabello recogido.
Revolvía con calma un tazón de chocolate.
—El lujo es lindo, Matt, pero solo si no lo usamos para ocultar la miseria.
A Kelly nadie le enseñó a mirar hacia adentro.
Dejó el batidor sobre la mesa y se acercó a él.
—Vos sí aprendiste.
Aunque te costara.
Y eso… eso también es belleza.
💼 Hermana mayor – Lisette Beaumont
Empresaria como el padre. Organiza eventos solidarios, viste blazer color pastel y agenda cada detalle con pulcritud.
—Matt, lo que pasó… es fuerte. Pero sabés algo: podés transformar tu culpa en acción.
Yo te puedo llevar conmigo. Los chicos de la organización “Puentes Rotos” adoran escuchar a quienes lograron cambiar.
Matt levanta la mirada, emocionado.
—¿Creés que podría...?
—Sí.
—¿Y si se ríen de mí?
—Entonces les habrás enseñado que el cambio duele, pero vale la pena.
👩 🍳 Las niñeras (hoy mucamas, pero parte de la familia)
María (mexicana) se acerca con una bandeja.
—En mi pueblo decimos: “La vida da segundas vueltas… pero no espera”.
Vos ya doblaste la esquina, mi niño.
Ahora andá derecho.
Xiao Ling (china) se acomoda los lentes.
—La culpa es útil si la usás como semilla.
Conviértete en jardín. No en piedra.
Irina (rusa) sonríe de lado, con su voz grave.
—Sobreviviste al invierno emocional.
Ahora hacé primavera.
Y si alguien te dice que no se puede…
le mostrás tu historia.
Las lágrimas le caen por la mejilla.
Pero no hay culpa destructiva.
Hay dolor, sí.
Pero también decisión.
Se seca los ojos.
Suspira.
Mira a su madre, a su padre, a su hermana, a las tres mujeres que lo cuidaron desde bebé.
—Gracias por no soltarme cuando fui horrible.
Gracias por seguir.
Y por enseñarme a vivir bien.
El televisor sigue encendido, pero Matt ya no lo necesita.
Él sabe lo que pasó.
Y más importante:
Sabe lo que va a hacer ahora.
🕯 Mudanza de emergencia
Jazmín Bean no volvió a su casa después del incendio. Ella corría peligro, sabía más que nadie. Ella mostro las pruebas. La autoridad judicial dijo que ella necesitaba protección.
Su madre, entre lágrimas, entendió que no podía protegerla sola. Pero Jazmín no quería irse. Primero porque Jazmín era menor y lo otro es que no quería alejarse de la escuela.
Fue su vecino, el mismo Tío de John Cooper, quien dio un paso al frente. Despúes de todo, Angie la entendió y decidió hacer una llamada.
—Vení con nosotros. El sótano no será lujoso, pero vas a estar a salvo.
Y conmigo nadie te toca un pelo.
Y así fue.
Jazmín baja unas escaleras a un sótano amplio, impecable y adaptado.
No hay ventanas, pero el aire es fresco gracias a un sistema de ventilación seguro y moderno.
—Este será tu lugar seguro —le explica el tío—. Dormís acá, vigilamos los movimientos afuera y dentro.
Jazmín respira profundo.
El lugar era muy espacioso, limpio y bien luminoso. Como si fuera una sala secreta para descansar. Aunque había cajas y una bicicleta. Pero se pudo acomodar bien. John la ayudo a improvisar.
¿Condena interna? – Primeros días
La noche había sido tranquila, pero no vacía de amenazas. Dos intentos de asalto en las últimas 48 horas. Nada grave, nadie herido, pero el miedo había pasado por la puerta y dejado su sombra. Excepto para el tío de John, un gran experto en Taekwondo y en esgrima. Tenía también buenos contactos. La policía hacia su trabajo.
Jazmín no había dormido mucho, pero su rincón en el sótano de los Cooper era cálido, acogedor. Las luces tenues, las mantas pesadas, y el olor a madera vieja le daban una calma que escaseaba afuera.
Esa noche, bajó las escaleras antes de lo habitual y llamó a John. Él apareció unos minutos después, con un libro bajo el brazo y una taza de té en la mano.
—¿Qué pasa? —preguntó, con tono tranquilo.
Jazmín lo miró, seria. Su voz no tembló. Sus manos hacían bailar una pieza de ajedrez.
—Te lo dije.
John no respondió de inmediato. Se sentó frente a ella, dejando el té sobre una caja vacía que hacía de mesa.
—Lo sé.
—Quise hablar sobre Dema. Pero no pude. Tenía miedo de que me silenciaran ellos. Como ha pasado con otras personas —John asintió, sin interrumpir.
—Y aunque hablé de ellos —continuó Jazmín—, de Kelly, Jason, Nico, Agóta… de lo que son, de lo que hacen… Nadie me escuchó. Pensaron que era paranoia. Un trauma proyectado. Ya sabés… "delirio simbólico", "ideas irreales", "dramatización emocional". Todo lo que dicen cuando no quieren escuchar.
—Yo tampoco supe qué hacer —admitió John—. Sentí que creer y tener fe no era suficiente. Que si hablaba, solo iba a hundirte más.
Jazmín bajó la mirada.
—A veces me siento como si igual hubiera perdido. Aunque estemos vivos. Aunque no nos hayan destruido del todo. Siento que no ganamos.
John apoyó los codos en las rodillas, mirando al suelo con la misma expresión.
—A mí me pasa igual.
En ese momento, se escucharon pasos en la escalera. Era el tío de John, cargando cables, una pequeña TV y un reproductor de DVD viejo.
—¡Perdón la intromisión! —dijo entre risas—. Solo quería conectar esto acá abajo. Pensé que podríamos ver una película los tres. Algo liviano. De esos con final feliz de mentira.
Se detuvo al notar el silencio. Luego miró a los chicos con más atención. Había escuchado parte de la conversación.
—Miren… no soy sabio ni entiendo todo lo que ustedes ven. Pero si sienten que no los escucharon, si sienten que el mundo sigue al revés… tal vez no sea porque estén locos. Tal vez sea porque están más despiertos que los demás.
Jazmín y John se miraron. Por primera vez en la noche, esbozaron una sonrisa leve.
—No se gana siempre como uno quiere —dijo el tío, conectando los cables—. A veces se gana simplemente por seguir vivos. Por no dejar de sentir. Por seguir hablando, incluso cuando nadie escucha.
Encendió la TV. En la pantalla apareció un menú azul de inicio.
—¿Y qué vamos a ver? —preguntó John.
—Lo que quieran. Pero si puede ser algo sin cuchillos ni conspiraciones… el tío se los agradece —bromeó.
Jazmín soltó una risa breve. John también. Ella guardo la pieza de ajedrez.
La tormenta podía seguir afuera. Pero, al menos por esa noche, estaban a salvo. Unidos. Y eso, tal vez, era más que suficiente.
Jazmín y John compartieron un nuevo hogar con paredes llenas de dibujos, pósters de bandas y olor a incienso barato.
Rieron.
Lloraron.
Volvieron a respirar.
Una vez que la última sentencia fue firmada…
Jazmín volvió a su casa.
No por nostalgia.
Sino por cerrar un ciclo.
Y lo hizo.
En silencio.
🏫 El orgullo de quien quedó
La nueva directora, firme pero maternal, caminaba por los pasillos restaurados.
Cada aula tenía cortinas nuevas.
Las ventanas estaban reforzadas.
Los profesores se turnaban para brindar apoyo emocional, sin necesidad de pedir cita.
—Aún tenemos mala reputación —le dijo al personal—.
Pero prefiero tener una escuela con cicatrices que una llena de apariencias.
Nadie discutió.
Porque la escuela seguía en pie.
Y los chicos también.
🌅 La vida... continúa
Crybaby se reencontró con sus obras de arte que puede seguir pintando.
Blurryface, se reencontro con su ukelele que por suerte puede seguir tocando.
Con su hermano Zack que se mudó cerca. Hace terapia y empiezo de 0. Blurry logro perdonarlo.
Spooky Jim enseñaba a su hermano cómo hacer tostadas sin incendiar la cocina.
Torchbearer por fin decoró su parte del armario con luces LED.
Elita escribía poemas sin censura.
Gerard componía riffs oscuros que después se volvían dulces.
Adam hacía chistes horribles con caramelos de menta.
Billie bordaba parches con frases sarcásticas.
John entrenaba a todos por si pasaba "algo raro otra vez".
Jazmín les dio todos los caprichos posibles a sus tres gatos que aguantaron todo de ella.
La vida no se volvió perfecta.
Pero se volvió suya.
📂 ARCHIVOS CONFIDENCIALES – FBI / CASO “DEMA”
Estado actual de búsqueda: Nico C.
Último avistamiento: bosque fronterizo.
Se presume muerto por inmersión.
Pero no se halló cuerpo.
Solo un símbolo, tallado en un tronco:
“LOS SIN NÚMERO CAEN. LOS VERDADEROS SIEMPRE VUELVEN.”
💭 Epílogo: “Late, porque sigue”
El mural nuevo en la entrada de la escuela decía:
“Aquí estudian los que no se rinden.”
Nadie lo firmó.
Pero todos sabían quién lo había pintado.
Y al pasar frente a él, los corazones seguían latiendo.
Algunos con culpa.
Otros con coraje.
Pero todos… con vida.
Chapter 107: Capítulo 107 - Love you to death
Summary:
Un futuro brillante y el amor sellado
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Te ruego que me dejes servir, tu deseo es mi ley
Ahora cierra esos ojos y déjame amarte hasta la muerte
¿Debo probar que quiero decir lo que digo, rogando?
La cuenta regresiva
El tiempo ha pasado. Y mucho.
El calendario marcaba últimos días de clase.
Las paredes de la escuela ya no susurraban tragedia:
Ahora sonaban a despedidas, promesas, y ansiedad adolescente.
Los pasillos estaban decorados con serpentinas metálicas.
Una gran cartelera anunciaba:
"BAILE DE FIN DE CURSO – Dress to Impress!"
Crybaby, Blurryface, Spooky Jim, Torchbearer, Elita, Billie, Gerard, Jazmín, John y Adam…
Todos estaban listos.
Las ropas que alguna vez compraron entre risas y críticas finalmente verían la luz en unos días.
Bueno… todos menos Torch, que tuvo que improvisar una semana antes.
—No importa —dijo—. Mientras no me pongan lentejuelas.
🎓 Escena — “El Gran Envoltorio”
Era uno de esos días previos a la graduación donde todo olía a ansiedad, cartulina y café recalentado. Sobre todo a cartulina, pintura y perfume.
La directora, en un extraño ataque de confianza, había elegido a Spooky Jim y a su hermano Torchbearer para ayudar a envolver los pequeños obsequios que cada año se entregaban a los graduados.
—Total, ya aprobaron —dijo ella—. Y no están haciendo nada productivo que no sea molestar.
Ambos aceptaron. No porque les importara envolver, sino porque podían hacer algo juntos.
El salón de la dirección estaba convertido en un campo de batalla de papel brillante, cintas enredadas y etiquetas. Tenían la clara tarea de no desperdiciar el papel porque no había más para reponer, además de que en unas horas ya se graduaban. Esos los papeles eran tan iguales: dorados, plateados o cobre. Y con brillantina, de esas que se pegan con facilidad.
Torchbearer cortaba con precisión quirúrgica mientras Spooky se las ingeniaba para hacer dobleces imposibles que a veces parecían arte, a veces sabotaje.
—Che... —dijo Spooky de repente, con una caja en la mano— ¿Cómo saben para quién es cada regalo?
Torchbearer ni lo miró.
—Tiene cartelitos con nombres. Los ponés por fuera.
Silencio.
—...¿Por fuera?
Torchbearer levantó la cabeza lentamente.
—¿QUÉ HICISTE?
Spooky tragó saliva.
—Puse los nombres adentro.
Torchbearer se quedó paralizado un segundo. Luego empezó a hablarle en voz baja pero apretada, con una furia contenida:
—¡Sos un boludo! ¡Un boludo creativo pero un boludo igual!
Pero justo en ese momento, sonó un celular. Una musiquita infantil, ridícula, empezó a sonar entre los regalos.
Ambos se quedaron mirando las cajas. Torchbearer palmeó sus bolsillos. Nada.
—No… —dijo, con los ojos como platos— No puede ser… ¿Dónde está?
Buscaron debajo de la mesa. Entre las cintas. En la mochila. Nada.
Spooky sonrió lentamente, como quien empieza a entender.
—Decime que no envolviste tu celular…
Torchbearer se congeló. Su celular estaba envuelto en un ridículo papel dorado.
Y Spooky estalló en carcajadas, retrocediendo mientras su hermano lo perseguía por todo el salón.
—¡VOLVÉ ACÁ! ¡Te voy a hacer tragar etiquetas!
—¡YO NO FUI, VOS LO METISTE!
La puerta se abrió de golpe.
Era la directora.
Con una sonrisa impecable y un té humeante en la mano.
—Chicos, chicos… calma. Esto es una hermosa oportunidad de aprender que de los errores también se aprenden ¿Porque mejor no miramos por mi Tablet? – Ella se giró para tomar la Tablet que lo dejo en una silla que nadie use y no lo vio —¿Dónde está la Tablet?
—¿Qué? – Pregunto extrañado Spooky. No recordaba ni una Tablet.
—La tablet con la que suelo trabajar con video interactivos y tiene libros importantes. Además tiene la lista de los graduados. La estaba usando hace una hora y media. La dejé justo ahí.
Buscaron por todos lados. La directora dejó su taza y empezó a mover papeles. Torchbearer revisó los cajones. Spooky miró debajo de una pila de cajas decoradas con unicornios.
Nada.
Silencio.
Hasta que Torchbearer se volvió lentamente hacia su hermano.
Tenía los ojos grandes. Temblorosos.
—Spooky…
—¿Sí…?
—Te... te di la tablet. Para que la pongas en esa caja plateada. Pensé que era parte del regalo de algún alumno… y vos…
Spooky empalideció.
—No… no me digas que—
—¡LA ENVOLVISTE!
Y sin más aviso, la directora soltó su taza (que cayó sobre una carpeta) y empezó a correrlos a los dos por todo el salón de la dirección, con una regla en la mano.
—¡ERA UNA TABLET DEL MINISTERIO! ¡UNA TABLET DEL MINISTERIO, JIM!
—¡FUE SIN QUERER SEÑORA DIRECTORA, SE LO JURAMOS! —gritaba Spooky mientras reía.
—¡TENEMOS ETIQUETAS, PERO NO TENEMOS VERGÜENZA! —gritaba Torchbearer.
—¡Les voy a enseñar a no desperdiciar papel porque no es sanitario! - Exclamo la directora.
La escena se volvió una coreografía de persecución absurda. Risas. Ruidos de cajas cayendo. Cintas volando.
Y los dos gemelos estaban riendo. Juntos. Como antes.
Como si el tiempo no les hubiera robado nada.
Claro, ya reían desde que se juntaron. Pero esta travesura descomunal los superaba.
Todo siguió con una directora que pasó de sonrisa amable a furia justiciera en 2.5 segundos.
Y todo... se descontroló.
Spooky Jim gritó y salió disparado por la puerta, seguido por Torchbearer y la directora blandiendo una regla como si fuera un sable láser.
📍 Pasillo principal
Se cruzan con Elita Harvok, que traía una bandeja de cupcakes.
—¡NOOOOO—!
¡CHAF! Cupcakes al piso. Glaseado en la pared. Elita grita:
—¡MIS CUPCAKES DE GRADUACIÓN!
Y sin dudarlo, se suma a la persecución.
—¡QUIERO A ESOS DOS AL HORNO!
📍 Sala de arte
Jazmín Bean está mezclando brillantina con resina.
Torchbearer salta sobre una mesa. Spooky Jim derriba un carrito de pinceles. Jazmín es rociade con témpera y se levanta despacito, como un villano del glitter.
—No sé qué está pasando…
agarra una regla de madera como katana
—Pero estoy adentro.
📍 Patio
Adam y Gerard juegan al fútbol.
Spooky esquiva el arco, patea sin querer la pelota a la cara de Gerard.
—¡¿¡QUIÉN MATO MI NARIZ!?!?
Adam levanta a su amigo y a la pelota como si fuera un arma.
—¡VAMOS A CAZAR GEMELOS!
📍 Pasillo lateral
Billie Eilish y John Cooper pegaban afiches.
Torch pasa corriendo, arranca uno sin querer. Spooky se choca con la silla que usaba Billie provocando que cayera al suelo.
Billie entrecierra los ojos.
—No se le arranca un cartel a una mujer en pleno trabajo.
John, resignado, se une.
—Esto ya parece ritual. ¿Corremos, no?
📍 Biblioteca
Blurryface leía con Crybaby, que tomaba notas.
Los gemelos pasan volando entre estantes.
Crybaby:
—¿Spooky acaba de gritar “¡AYUDA!” mientras se reía?
Blurry cierra el libro.
—Hay persecución. Yo me apunto.
Crybaby se encoge de hombros y guarda su cuaderno.
—¿Por qué no? Necesito cardio.
📍 Pasillo final
Spooky Jim y Torchbearer se esconden detrás del telón.
Todos frenan en seco.
Silencio.
De pronto, un estornudo. Y luego gritos: Todos se lanzan al telón, el cual cae sobre todos.
Silencio. Telón en el piso. Gente jadeando, riendo, desordenada.
La directora, despeinada, se sienta sobre un parlante.
Respira hondo.
Y sonríe.
—¿Saben qué? No los voy a castigar.
Silencio absoluto.
—Esto fue mejor que el acto de fin de año del año pasado.
Todos gritan “¡SÍÍÍÍÍÍÍ!”
Y La directora añade para los gemelos:
—Eso significa que tienen que arreglar TODO antes de la entrega de diplomas. ¡Y sin envolverme ningún objeto escolar, ministerial o personal!
Los gemelos se han salvado. Limpiaron el desorden y le pidieron disculpas a los amigos que chocaron en el camino (excepto a Cry y Blurry porque técnicamente no volaron la biblioteca). Todo se arregló. Los gemelos prometieron ayudar a Elita con la cocina.
Entre todos trabajaron en equipo, en nombre de la amistad para que el lugar volviera a la normalidad y de paso reponían lo que se rompió o desperdiciaron.
Y luego de que el horario escolar termino, la directora le devuelve el celular a Torchbearer (aprovechando las horas para tratar de desenvolver los regalos sin romper. Pero sin éxito. Fue una pérdida de dinero y material, una lástima). Y se comprometió a solas de beber más té de tilo para que el estrés no la lleve a cometer "carreras" de fin de año.
"La Última Campana"
El gimnasio del campo abierto de la escuela estaba decorado con guirnaldas, sillas forradas con tela blanca y globos blancos y celestes atados a columnas improvisadas con tubos de cartón pintados por el grupo de arte.
Nadie dijo que fuera glamoroso.
Pero sí se sentía… real. Familiar. Cálido.
Crybaby sostenía la mano de Blurryface mientras esperaban su turno para subir al pequeño escenario armado con paneles reciclados.
Spooky Jim hablaba con Billie sobre si estaba bien usar su diploma para abanicar moscas.
Gerard, John y Adam discutían si la banda iba a tocar o si solo iban a tirar papel picado.
La directora, con un vestido que claramente era de hace diez generaciones de graduaciones, subió al micrófono.
—Chicos y chicas… no voy a hacer un discurso largo porque sé que todos están esperando los regalos. —Se oyó un aplauso espontáneo de parte de Spooky—. Pero sí voy a decirles algo: esta escuela sobrevivió gracias a ustedes. A su creatividad, a su locura, y a esa capacidad que tienen de armar un escándalo… y luego reírse todos juntos.
Risas suaves en el público. Algún llanto contenido de un familiar. Un “¡Esa es mi nena!” gritado desde el fondo.
—Así que felicidades, promoción de este año. ¡Son oficialmente graduados!
Todos aplaudieron. Y el caos organizado comenzó.
Los diplomas se entregaron uno a uno.
Blurryface se inclinó con timidez al recibir el suyo, pero sonrió apenas vio cómo Crybaby lo aplaudía con entusiasmo.
Crybaby, al recibir el suyo, hizo una reverencia teatral y luego tropezó un poco, provocando risas.
Jazmín Bean llevaba una capa de graduación intervenida con tachuelas.
Elita tenía el suyo decorado con pequeñas flores secas.
Torchbearer y Spooky Jim lo recibieron juntos, en medio de vítores del público (y algún “¡Cuidado con la tablet!”).
Una mesa larga, decorada con manteles de color lavanda, tenía los regalos envueltos. Pero no en papel común.
No.
Eran obras de arte viejas:
- Autorretratos de cuarto grado,
- Collages de "Mi familia y yo",
- Mandalas sin terminar,
- Pinturas abstractas de lo que alguna vez fue un intento de fruta.
Cada regalo era único.
Y ridículo.
Y hermoso.
Torchbearer exclamó:
—¡Mira esto! El falso Picasso que no reclame porque se me hizo infantil.
Spooky le palmeó la espalda.
—Por lo menos no uso el dibujo de Monet que yo hice el mes pasado con los ojos cerrados.
—Esa sí la usé, querido—admitió la directora, riéndose mientras mostraba rescatada la tablet con purpurina pegada en la pantalla.
Nadie se enojó ¿Para qué?
Era un día donde todo estaba bien.
Después, hubo jugo de naranja en vasos de plástico, galletitas dulces, fotos con caretas, y abrazos largos.
Jazmín tomó una selfie con todos los amigos, apretados y sonrientes.
Blurryface susurró a Crybaby:
—¿Qué hacemos ahora?
Ella lo miró con una sonrisa suave.
—Lo que queramos.
Spooky Jim se trepó a una mesa con un micrófono desconectado.
—¡ESTO ES SOLO EL PRINCIPIO, RATAASSS! ¡SOMOS LIBRES!
Ovación. Gritos.
Y en medio del bullicio, los chicos miraban a su alrededor, sabiendo algo que nunca olvidarán:
Graduarse no era solo recibir un diploma.
Era sobrevivir.
Y haberlo hecho juntos.
💃 Y así llegó la noche…
El gimnasio cerrado estaba irreconocible.
Luces suaves, guirnaldas en forma de estrellas, una pista de baile que brillaba con cada paso.
Las mesas ofrecían comida sorprendentemente buena.
(Según John: “¡Esto no es del comedor, esto lo trajo alguien con amor!”)
Crybaby tenía un vestido etéreo, con pequeños detalles de encaje negro y azul pastel.
Blurryface vestía de forma elegante pero fiel a su estilo:
Corbata floja, ojos delineados, saco largo con calaveras bordadas apenas visibles.
Torchbearer fue con traje blanco y detalles dorados.
Spooky Jim fue con un traje morado lleno de pines de conspiraciones.
El grupo entero… deslumbró.
Hubo risas, bromas, bailes descoordinados, lágrimas de emoción.
Gerard y Adam tocaron una canción en vivo.
Jazmín recitó un poema mientras todos encendían sus linternas.
Elita… filmó todo con su cámara vieja.
—Para cuando tengamos que recordarnos quiénes fuimos —dijo, guiñando un ojo.
Se sentía como estar en Tumblr.
👑 La coronación sorpresa
—¡Y ahora, el momento más esperado! —gritó la DJ—.
¡La coronación del rey y la reina del baile!
Los murmullos eran muchos.
Nadie se animaba a adivinar.
Había muchas parejas… muchas posibilidades.
Hasta que se encendieron las luces blancas y brillaron los nombres en la pantalla:
REY Y REINA DEL BAILE: BLURRYFACE & CRYBABY
El gimnasio estalló en aplausos, risas, sorpresa.
Nadie lo esperaba.
Ni siquiera ellos.
Blurryface se puso pálido por un momento.
Crybaby casi se tropieza de la impresión.
Ambos subieron al escenario.
Se miraron.
Rieron.
Recibieron sus coronas de utilería y un ramo de flores.
Se abrazaron.
Y, por supuesto, bailaron bajo la luz tenue y las luciérnagas falsas colgando del techo.
😏 El secreto detrás del trono
Mientras la gente se sacaba fotos, comía pastel y se abrazaba, Torchbearer se acercó a Spooky Jim.
—¿Les dijiste?
—¿Decir qué?
—Lo de los votos.
Spooky se encogió de hombros, sonriente.
—¿Y arruinar la magia? Jamás.
Torch soltó una carcajada.
—Sos incorregible.
—Y vos sos igual. Me ayudaste.
Ambos levantaron sus vasos descartables en un brindis secreto.
El tipo de brindis que solo hacen los hermanos que se cubren la espalda.
💖 Una noche que lo vale
La música bajó de volumen.
Las luces se atenuaron.
Las fotos se sacaron.
Las canciones especiales se bailaron.
Y en un rincón, sentados en el piso con los zapatos en la mano, Crybaby y Blurryface se miraron.
—¿Esto fue real? —preguntó ella.
—Fue más que real —respondió él, tocando su corona de cartón.
Ella le sonrió, apoyando su cabeza en su hombro.
—Gracias por no dejarme caer.
—Gracias por enseñarme a volar.
La noche siguió.
Pero en sus corazones, ese fue el verdadero final feliz.
“El Pacto del Agua”
Último día. Última campana. Última risa nerviosa.
Los pasillos estaban vacíos.
Las carpetas vacías.
Los casilleros abiertos como bocas bostezando el final.
Crybaby caminó al frente.
Blurryface la seguía, con su mochila colgando de un hombro.
Detrás iban Spooky Jim, Torchbearer, Billie, Elita, Gerard, Adam, John y Jazmín.
Nadie dijo una palabra.
Pero todos sabían el destino: la pileta de la escuela.
—¿Estás lista? —preguntó Blurry, mirándola con ojos chispeantes.
—Más que nunca —respondió Cry, dejando caer sus zapatos.
Ella fue la primera en saltar.
El sonido del agua fue como una explosión de cristal: limpia, clara, fría.
Detrás de ella, Blurryface se lanzó con una risa contenida.
Después vinieron los demás:
Spooky con una voltereta absurda.
Torch lanzando su remera al aire.
Jazmín con un grito punk.
Billie sin avisar.
Gerard con estilo teatral.
Adam gritando algo sobre “renacer como sireno oscuro”.
John con su gorro aún puesto.
Y Elita, como siempre, sin miedo.
Chapuzones. Risas. Gritos de felicidad.
Y agua, mucha agua.
Lo que no esperaban…
Es que otros estudiantes los vieran desde las ventanas.
Uno por uno… bajaron.
Primero con vergüenza.
Después con ganas.
Hasta los profesores se asomaban sin entender nada.
Y cuando menos lo pensaron…
la piscina se llenó.
Cuerpos saltando.
Gente que no hablaba con ellos se unía.
Chicas populares, chicos callados, incluso el bibliotecario.
Todos saltaron.
No por moda.
Sino por impulso.
Como si el agua se volviera una ceremonia no escrita.
Una forma de limpiar el dolor, la rabia, el trauma…
y dejarlo ahí. Flotando.
Blurryface abrazó a Cry en medio del agua.
El cielo estaba despejado.
—¿Y ahora? —le preguntó él.
Ella lo besó en la mejilla, empapada, sin maquillaje, sin peso.
—Ahora, vivimos.
Y siguieron chapoteando.
Libres.
Juntos.
Graduados.
Pasaron unos buenos años.
Después de tantas tormentas, Crybaby y Blurryface decidieron que debían sellar su amor en un pequeño y cálido matrimonio.
No con grandes fiestas, solo ellos, sus amigos más cercanos y un atardecer dorado.
Compraron una casa con un jardín que parecía salido de un sueño:
flores oscuras y coloridas, mariposas nocturnas y un columpio que colgaba de un árbol centenario.
Decidieron que no tendrían hijos:
prefirieron sembrar amor a través de la música y cuidar su pequeño paraíso juntos.
¿Qué fue de su futuro?
🎤 El brillo de los amigos
- Jazmín Bean: se transformó en una cantante gótica de renombre, con un estilo único y valiente que conquistó escenarios y corazones.
- Billie Eilish: explotó con su voz y su identidad, marcando tendencias y rompiendo esquemas en la industria musical.
- Gerard Way: triunfó con My Chemical Romance, banda que dejó una huella imborrable en el rock alternativo. A veces escribia comics.
- Adam Gontier: entró en Three Days Grace con todo el poder, y aunque tuvo que retirarse por salud, su legado sigue vivo y su carrera musical florece en nuevos proyectos.
- John Cooper: formó Skillet, una banda de rock cristiano que rompió barreras y unió a miles con su música.
- Elita Havok: Se hace solitas y sabe brillar a su gusto, además de saber cautivar a los jóvenes con su voz y su belleza.
🎶 El legado de los hermanos y Blurryface
Los gemelos, Torchbearer y Spooky Jim, junto con Blurryface, crearon y llevaron al estrellato “Twenty One Pilots” — una fusión única de géneros que enamoró a una generación entera.
Su química era imbatible, y la fama no les cambió: siempre se mantuvieron fieles a ellos mismos y a su mensaje.
Por su parte, Crybaby siguió su camino como solista, conquistando escenarios y corazones con su voz dulce, potente y llena de sentimiento.
La boda de Crybaby y Blurryface
Lugar y ambiente
La boda fue en el jardín de su casa, que había sido cuidadosamente preparado para la ocasión.
Un espacio íntimo, rodeado de árboles y flores silvestres, con luces tenues que colgaban como estrellas artificiales.
El aire estaba perfumado con jazmín y lavanda, un guiño a las galletas y el té que tanto los unió.
No hubo invitados innecesarios, solo las personas que habían sido parte fundamental de sus vidas:
sus amigos más cercanos, sus hermanos y algunas pocas figuras especiales.
Invitados destacados
- Spooky Jim y Torchbearer, los gemelos, vestían trajes a juego, elegantes pero con un toque rebelde, y no pudieron evitar bromear durante toda la ceremonia.
- Lazaro, el hermano de Crybaby, quien llegó emocionado y sincero, habiendo sanado y madurado. Su presencia fue un bálsamo para Crybaby, que siempre había añorado esa conexión.
- El hermano de Blurryface, quien años atrás había sufrido y madurado, vino acompañado de su pareja, y demostró estar en paz con el pasado.
- Jazmín Bean, Elita Harvok, Billie Eilish, Gerard Way, Adam Gontier y John Cooper, quienes no solo aportaron con sus talentos y energía, sino que también mostraron cuánto amor y respeto sentían por la pareja.
- La madre de Blurryface, recuperada, serena y sonriente, se sentó en primera fila, claramente orgullosa y en paz, habiendo hecho las paces con su historia. Y orgullosamente jubilada como una buena doctora que alguna vez fue.
No se olvidaron de nadie. Ni siquiera del tío de John que ahora estaba de pareja con una mujer pelirroja que siempre hablaba de viajes y recuerdos lindos.
La ceremonia
Fue sencilla, profunda y llena de significado.
Crybaby caminó hacia Blurryface entre pétalos de flores oscuras, con lágrimas de emoción contenidas.
Elita de madrina y Spooky Jim de padrino. Los esperaba un sacerdote joven que sabía hacer bien su trabajo.
Los votos matrimoniales de Crybaby y Blurryface, escritos con el corazón, con todo lo que vivieron y construyeron juntos:
🌹 Votos de Crybaby:
"Blurry,
Te amé cuando estaba rota,
cuando tenía miedo de todos y de todo.
Y te amé más aún cuando me enseñaste que no estaba sola.
Tus manos fueron el refugio,
tu voz la canción que me salvó.
Hoy te prometo seguir caminando a tu lado,
no porque me necesites,
sino porque elegimos acompañarnos,
como iguales, como amantes, como mejores amigos.
Prometo reír con vos, llorar con vos,
y levantar el mundo con vos si hace falta.
Porque te amo.
Y te seguiría el alma incluso si nos volviéramos a encontrar en otra vida."
🔥 Votos de Blurryface:
"Cry...
Cuando todo era oscuridad, vos fuiste la chispa que encendió mi camino.
No fuiste mi salvadora —fuiste mi compañera en la lucha.
Con vos, aprendí que el amor no se trata de no tener miedo,
sino de sostenerse la mano aunque tiemble todo alrededor.
Te prometo lealtad más allá del tiempo,
cuidarte incluso en silencio,
y no rendirme jamás cuando se trate de vos.
Te elegí entonces.
Te elijo hoy.
Y te voy a seguir eligiendo siempre,
hasta que no quede más cielo sobre nuestras cabezas."
Y en ese momento, el silencio se llenó de emoción.
Porque no eran solo palabras: eran una vida entera puesta en ellas.
Se intercambiaron dos anillos:
uno de Blurryface, simple pero con una calavera grabada que fue restaurada, simbolizando la resistencia.
El de Crybaby era un aro delicado con pequeñas hojas que representaban el árbol mágico que los había cuidado.
El pacto de amor y cuidado eterno se selló con un beso que iluminó el jardín.
La fiesta
La comida fue una mezcla de sus sabores favoritos:
entradas ligeras con toques exóticos, como tartaletas de higo con queso de cabra, y ceviche tropical.
Plato principal: un risotto cremoso con champiñones silvestres y hierbas aromáticas, acompañado de una opción vegetariana para los amigos que lo preferían.
Postre: una torta de lavanda y limón, en honor a las galletas que Crybaby le preparaba a Blurryface.
La música estuvo a cargo de sus amigos:
Blurryface tocó el ukelele y cantó con Crybaby y Elita de coro, mientras Gerard y John animaban con algunas canciones de sus bandas.
Billie y Jazmín hicieron un dueto que hizo vibrar a todos.
Hubo risas, bailes y hasta alguna que otra lágrima de felicidad.
Momentos especiales
- Lazaro y Crybaby tuvieron una conversación sincera bajo un árbol, cerrando heridas del pasado y renovando lazos fraternales.
- El hermano de Blurryface compartió una charla profunda con su madre, mostrando que el amor y el perdón pueden sanar incluso las heridas más viejas.
- Spooky Jim organizó un pequeño ritual de amistad con todos, lanzando flores al viento y haciendo una promesa de nunca abandonar a su “familia elegida”.
Mientras todos disfrutaban la ceremonia y la fiesta con sonrisas y emoción, Spooky Jim no podía quedarse quieto ni un segundo.
Se había puesto un esmoquin que claramente le quedaba un poco grande, y un moño que decidió ajustar... pero lo ató al revés, dejando que una de las puntas le tapara un ojo. Lucía como un pirata formal, y no le importaba.
Durante la recepción, mientras la música sonaba y la gente bailaba, Spooky Jim decidió que era el momento perfecto para mostrar sus "habilidades" en la pista. Sin embargo, no contaba con el pulido piso del jardín.
Con un movimiento exagerado, intentó un giro espectacular, pero terminó resbalando, lanzando sus brazos al aire y cayendo directamente en una mesa con la bandeja de tartaletas de higo y queso.
La mesa se tambaleó, las tartaletas volaron como pequeños frisbees, y uno de los invitados tuvo que esquivar una con más gracia que un bailarín profesional.
Spooky Jim se quedó en el suelo, con una sonrisa nerviosa y una tartaleta pegada en la frente.
Todos quedaron en silencio, hasta que Torchbearer, su gemelo, apareció corriendo desde la cocina, entre risas y un poco de vergüenza.
—¡Jim! —exclamó mientras lo ayudaba a levantarse—. ¿Otra vez con tus piruetas? ¡Pensé que habías aprendido la lección la última vez!
Spooky Jim, con la tartaleta aún en la frente, le guiñó un ojo y respondió:
—Hermano, si no hay accidentes, no hay historias para contar.
Torchbearer solo pudo suspirar mientras ayudaba a su hermano a limpiar la cara y prometió vigilarlo el resto de la noche... aunque sabía que no serviría de mucho.
Aquí van más anécdotas divertidas de Spooky Jim (y sus amigos) durante la boda, para mantener ese aire relajado y lleno de buen humor:
- El brindis inesperado
Cuando llegó el momento del brindis, Spooky Jim decidió hacerlo “más épico” y agarró el micrófono con toda la confianza del mundo. Pero, al empezar a hablar, olvidó completamente el discurso que había preparado y terminó improvisando algo como:
—¡Por el amor, la pizza y las luciérnagas que nos iluminan! —dijo muy serio, mientras todos lo miraban con sorpresa y risa contenida.
Por suerte, Crybaby y Blurryface rieron a carcajadas y levantaron sus copas en señal de aprobación.
- El ataque de las luciérnagas
Mientras la pareja bailaba bajo las luciérnagas, Spooky Jim decidió atrapar una para mostrarle a Torchbearer. Pero la luciérnaga decidió que el mejor lugar para posarse era... su nariz.
Spooky hizo una mueca divertida y trató de sacársela sin éxito, causando que todos a su alrededor se partieran de risa.
- El pastel rebelde
Cuando llegó la torta de lavanda y limón, Spooky Jim quiso cortar la primera rebanada con mucha solemnidad... pero terminó cortando toda una porción gigantesca que cayó sobre sus pies.
Intentó disimular pisando la torta, pero sus zapatos quedaron pegajosos y su caminar por el salón fue una comedia ambulante durante el resto de la fiesta.
- Karaoke de sorpresa
A mitad de la fiesta, Spooky Jim convenció a John Cooper para hacer un karaoke sorpresa de una canción rockera. Sin embargo, cuando llegó el turno de Spooky, su voz se quebró en la primera estrofa y terminó cantando algo parecido a un murmullo.
John lo animó, pero todos terminaron cantando y riendo con ganas, y Spooky prometió “practicar más para la próxima”.
- La silla peligrosa
En un momento, Spooky Jim decidió sentarse en una silla que parecía segura.
Sin embargo, la silla cedió y terminó sentado en el suelo, justo en el momento en que Torchbearer estaba pasando y tuvo que rescatarlo nuevamente.
—Jim, ¿vas a sobrevivir a esta boda sin romper nada más? —le preguntó entre risas—.
—Es que la emoción me hace flotar... y caer —respondió Spooky con una sonrisa inocente.
La noche había caído suavemente sobre la casa.
Habían pasado días desde que se casaron.
Crybaby y Blurryface estaban sentados juntos en el porche, con una manta ligera que compartían mientras el fresco del atardecer les acariciaba el rostro.
Delante de ellos, el jardín lucía tranquilo, lleno de vida y colores que el día les había regalado.
Blurryface tomó la mano de Crybaby con delicadeza y dijo, mirando las estrellas que comenzaban a aparecer:
—¿Sabés? Después de todo lo que pasamos, pensé que nunca llegaríamos a este momento. Que el miedo, el dolor o la duda nos iban a derrotar. Pero aquí estamos. Juntos, más fuertes que nunca.
Crybaby apoyó su cabeza en su hombro y respondió con voz suave:
—Cada batalla, cada lágrima, cada abrazo perdido y encontrado... valió la pena. No solo porque sobrevivimos, sino porque aprendimos a amar sin miedo, a confiar y a construir nuestro propio camino.
—Nos prometimos nunca soltarnos —dijo Blurry con una sonrisa—, y creo que esa promesa es la que nos trajo hasta acá. Más que un pacto, es la fuerza que sigue empujándonos adelante.
Ella miró el jardín, donde una delicada rosa roja comenzaba a asomarse entre las hojas verdes, iluminada por la tenue luz de la luna.
Sin darse cuenta, la rosa se convirtió en un símbolo silencioso de todo ese amor que había crecido, florecido y perdurado a pesar de todo.
Crybaby susurró, casi para ella misma:
—El amor siempre encuentra la manera... aunque no lo veamos en el momento.
Blurryface la miró a los ojos y, con una ternura infinita, dijo:
—Y nosotros somos la prueba viva de eso.
Los dos se quedaron en silencio, disfrutando de la paz que tanto tiempo habían buscado, mientras la rosa roja seguía creciendo en el jardín, testigo silencioso de un amor eterno.
Cena de aniversario
Los años habían pasado, pero la amistad, la música y el amor seguían tan fuertes como siempre.
Crybaby, Blurryface y sus amigos, ahora figuras reconocidas y admiradas en sus propios mundos, se reunían para celebrar un aniversario muy especial: la boda que marcó el inicio de una nueva era para todos ellos.
La cena brillaba con risas, anécdotas y miradas cómplices, porque no solo celebraban el amor entre dos personas, sino también la historia compartida que los unió y los hizo crecer.
Entre brindis y melodías, sabían que, sin importar dónde estuvieran o lo que lograran, siempre serían parte de esa familia elegida, tejida con confianza, valentía y sueños.
Porque en esa unión reside la verdadera magia: ser creativos, ser libres y, sobre todo, ser unidos.
Lejos de los reflectores y la fama, ellos formaron una familia elegida.
Se cuidaron, se apoyaron, y celebraron cada triunfo y caída como un solo corazón latiendo fuerte.
En un mundo lleno de sombras, ellos decidieron brillar juntos,
porque el amor que se prometieron años atrás, era realmente… para toda la vida.
Y todo gracias a un número equivocado.
FIN
Notes:
Si vieron la escena de la absurdez entre los gemelos. Quiero que sepan algo: Me inspiré en parte por un programa de mi país llamado "Mesa de noticias" (Del canal ATC, con Juan Carlos Mesa, Patsy crawley y Cris Morena). Por otra parte, me inspiré en Benny Hill.
Despúes de vivir un capítulo sumamente trágico, merecían tener algo de humor ¿No?
Bueno, en el siguiente "Capitulo" (no lo será) voy a dejar una larga nota que creo que es importante que lo lean.
En fin, nos vemos.
Chapter 108: (Esto no es un capitulo)
Summary:
Origen del fanfiction y detalles.
Chapter Text
Hola! Como estan? Todo en orden?
Bueno, si estas leyendo esto es porque haz leído todo el fanfiction. Felicidades! 🥳
Bueno, a lo que iba: la verdad es que costo. Memorizar detalles y personajes. Pero fue un camino que lo valió.
Este fanfiction fue inspirado de 3 formas:
1.- una playlist que cree para mi pareja y yo. Acá dejo enlace:
("Blurrybaby" se llama la playlist).
2.- a mi pareja y a mi nos gusta mucho la música alternativa. Él es súper fan de TØP y en cambio yo prefiero a Melanie Martínez. En nuestro aniversario festejamos con esta tématica. Y buscando fanarts, me dí cuenta que no había muchas. Aparte de que me encontré con fanfictions que estaban inconclusos. Lo cuál mr dió mucha pena. Tuve que improvisar.
3.- nuestra relación. Twiggy (asi le digo a él) y yo tenenos nuestros momentos. Sea de amor, tristeza, enojo o lo que sea. Solo pequeños detalles. Por ejemplo: Él y yo nos conocimos por un número equivocado. Eso es un punto en común entre Cry y Blurry. La diferencia es que yo obtuve su número por buscar a una persona de un grupo de whatsapp. Me dí cuenta del error 6 meses despúes cuando mando audio. Yo no hablé. Hasta que otros 6 meses nos vimos en persona por una amiga que cumplía años.
🤪
Uffff... tanto para hablar jajajajajaja...
Bueno, espero que de verdad sea de su agrado. No hay tanto material de ellos como shippeo.
Chatgpt y yo trabajamos mucho. Porque con él? Porque mi problema es que cuando tengo ideas, me trabó y luego no armo nada o no pongo final. Yo no quería que me volviera a pasar con este fanfiction 😶🌫️
Hablando de ello: no es del todo el final. Posiblemente halla 2 o 3 capítulos más. Depende del nuevo disco de TØP, ya que Tyler hace dedicatorias a Jenna desde "Blurryface". Dedicatorias que Twiggy suele usar conmigo. Así que si hay puede que lo use en este fanfiction. O sino, buscaré otra alternativa con estos dos personajes. Así que... a esperar hasta Septiembre. A menos que me coma un tremendo Spoiler y eso juegue en ventaja. Quiero cerrar la historia con los muchachos desenterrando la cápsula del tiempo y, de paso, el regreso de Lilith que se lleva a los enamorados cuando les toca su hora. No sé si habrá algo más extra 🧐
Otra cosa! Les pido con amabilidad que no se les ocurra subir este fanfiction a ninguna otra plataforma ni me copien. Si quieren hacer fanarts, lo pueden hacer. Reels tambien, eso no me preocupa. Si de todas formas me van a desobedecer, al menos tengan la decencia de avisarme y de advertir que yo soy el verdadero autor (junto con chat) 🙂
Para cerrar: Como podemos llamar este shippeo? Mientras trabajaba, estaba entre denominarlos "Cryface" o "Blurrybaby". Yo de mi parte opte más por la segunda opción porque me parecía más linda, tierna y elegante 🖤❤️💜🩵
En fin, muchos besos y abrazos. Hasta la próxima! 🥰
Chapter 109: (Este tampoco es un capítulo)
Summary:
(una pequeña charla)
Chapter Text
¡Muy buenas! Acá de nuevo. Un gusto tenerlos acá, si es que me haz encontrado.
Bueno, estoy listo para regalarles 2 capitulos extras. Estoy seguro que les encantará.
Lo que si, si alguno ha notado algo raro o que hay una mala traduccion (por así decirlo) necesito que me avisen.
¿Porque? ¿Que paso? resulta ser que desde mi PC tengo activa el traductor automatico
¿Y que hizo? Me reescribio los capitulos cambiando nombres o mal logrando los dialogos.
Los he visto y fui corrigiendo. Pero, por favor, si ha visto algo que no va es mejor corregirlo para no "matar" la historia.
Ya desactive el auto-traductor. Así no vuelve a meter mano en donde nadie le llamó.
En fin, eso.
Esperenme que estoy horneando dos extras.
Y sí, sé que dice que quería esperar a "Breach" para ver que tipo de final dar.
Pero la verdad es que me quiero deshacerme del tema encima.
No es que sea impaciente o ya no me guste escribír.
Pasa que tengo una vida y estoy apunto de terminar la universidad.
Necesito de verdad tener esto ya hecho porque me garantiza que no debo nada y eso me ayuda a mi mente concentrarme en los examenes.
Chapter 110: Extra 1 - Pluto
Summary:
Crybaby, Blurryface y el resto de los amigos deciden volver a reunirse luego de 20 años para desenterrar la capsula del tiempo.
Chapter Text
Me bañaré en mis cenizas
Renaceré como un fénix
Muéstrame quién me estoy convirtiendo
Veinte años habían pasado. La vida los había llevado por caminos distintos, llenos de éxitos y aprendizajes: Blurryface y Crybaby habían forjado carreras que jamás imaginaron, y sus amigos también. Gerard Way, además de la música, había empezado a crear cómics que cautivaban al mundo. Billie, Adam, John, Elita y Jazmín habían explorado sus pasiones, algunos con fama, otros con logros más íntimos. Pero, a pesar de todo, las memorias de aquel vecindario y la escuela permanecían intactas.
No se trataba de volver atrás. No podían recrear la convivencia de la adolescencia, ni los días de risa, planes y secretos compartidos. Pero esta vez había una oportunidad única: regresar a la escuela en secreto, a la vieja High School, para desenterrar la cápsula del tiempo que habían enterrado entre risas y promesas.
Torchbearer, sin embargo, decidió quedarse en la casa de su infancia. Sentía que no tenía derecho a interferir, que nunca había participado en esa actividad hace veinte años. Spooky Jim intentó convencerlo, le habló de la importancia de estar con sus amigos en ese momento de recuerdo y cierre, pero Torchbearer permaneció firme.
El resto del grupo avanzó por las calles conocidas, entre árboles que habían crecido junto con ellos y fachadas que todavía guardaban secretos de juventud. El aire olía a nostalgia: a césped recién cortado, a pinturas viejas y al humo de la panadería que aún sobrevivía en la esquina.
Ellos decidieron colarse desde el patio trasero. Sabían que era un sitio fácil: después de todo, Jason alguna vez había entrado para vandalizar los pupitres de Cry y Blurry. Rieron al recordar esos días, pero lo que encontraron los dejó boquiabiertos.
—No puedo excavar… —dijo Blurryface, mirando la zona exacta donde habían enterrado la cápsula.
La tierra había desaparecido: el sitio estaba pavimentado y ahora sostenía nuevos asientos de madera.
—¡Maldita sea la escuela! —exclamó Spooky Jim—. Se llevaron la mejor parte y la nueva generación nunca sabrá lo que era sentir tus traseros en la tierra.
Mientras todos murmuraban y se quejaban, un nuevo susto los dejó congelados: el ex director apareció frente a ellos, ahora en una silla de ruedas a batería, saludándolos con una sonrisa torcida.
—¡No otra vez! —gimió Gerard, mientras Crybaby se tapaba la cara.
Y como si eso no fuera suficiente, Torchbearer apareció de la nada, con cara de arrepentimiento y una sonrisa tímida:
—Lo siento… no debí quedarme atrás.
—¡Ahhh! —gritaron varios a la vez.
Cuando finalmente lograron respirar, otro sobresalto: un guardia de seguridad apareció detrás de ellos, y la sorpresa se convirtió en frustración. Antes nunca habían tenido vigilancia en sus aventuras nocturnas por la escuela.
Billie, cansada, suspiró:
—¿Alguien más quiere asustarnos esta noche o podemos concentrarnos?
Antes de que alguien pudiera responder, vieron moverse un grupo extraño: nerds con mochilas gigantes y payasos disfrazados huían de la escuela, desapareciendo entre las sombras de la noche.
—Rara noche… —murmuró Crybaby, sacudiendo la cabeza mientras todos empezaban a reír, entre asustados y divertidos—. Pero supongo que así es como debe sentirse volver a casa.
El vigilante los miró con ceño fruncido y preguntó:
—¿Qué están haciendo aquí a estas horas?
El ex director, desde su silla de ruedas a batería, sonrió con tranquilidad.
—Solo estaba dando un paseo —dijo, con voz cansada— y me encontré con los fantasmas del pasado.
El vigilante los miró a todos, dudando, pero el ex director le indicó con un gesto que podía retirarse.
—Conozco bien a estos chicos. No harán lío.
El guardia suspiró, los observó un último instante, y luego se marchó.
Crybaby, aún medio incrédula, se acercó al ex director:
—¿Y usted qué hace aquí?
—Me iré del país —respondió él con voz firme—. Necesito un tratamiento mejor. La secuela del ACV solo empeora mi existencia. Si no fuera porque la vicedirectora se apiadó de mí, ni siquiera estaría en esta silla de ruedas.
Se detuvo un momento y los miró, con un brillo de complicidad:
—¿Sabían que la vicedirectora era una mujer transgénero? Una mujer increíble, valiente… y la única que me dio esperanza cuando más lo necesitaba.
Todos asintieron, sorprendidos, y un silencio respetuoso llenó el aire. La escuela parecía aún más vieja, más cargada de recuerdos, pero de algún modo, también más viva.
Crybaby se acercó al ex director, lista para despedirse.
—Gracias por todo… por cuidarnos, incluso ahora —dijo, con un dejo de emoción en la voz.
Él sonrió, y antes de que pudiera responder, reveló algo inesperado:
—Hay algo más que deben ver —dijo—. Yo tengo la cápsula del tiempo.
Todos lo miraron, incrédulos.
—¿La cápsula? —exclamó Blurryface— ¿La tenían ustedes todo este tiempo?
—Supe bien lo que hicieron —respondió el ex director—. Quise conservarla porque sabía que regresarían algún día.
Los chicos lo siguieron mientras él los conducía a un despacho cercano a la entrada de la escuela. La escuela misma parecía otra: las paredes verdes irradiaban esperanza y estaban decoradas con murales de todo tipo, un arte que celebraba la vida, la creatividad y los recuerdos.
Cuando llegaron al despacho, el ex director abrió un armario y allí estaba: la cápsula. Sucia, cubierta de polvo, pero intacta.
Los chicos intercambiaron miradas de emoción. Con cuidado, la tomaron y la llevaron a un lugar seguro para abrirla.
—Esto… esto es nuestro pasado —susurró Spooky Jim, mientras todos se preparaban para revivir los recuerdos que habían guardado hacía veinte años.
Crybaby fue la primera en meter mano en la cápsula. Sus dedos rozaron varios papeles, pequeños objetos y fotos amarillentas. Finalmente, sacó una carta doblada con cuidado.
“Querida yo del futuro: si seguís siendo tan sensible, no te disculpes por eso.”
Un suspiro escapó de sus labios mientras abrazaba la carta contra su pecho. La tinta se mezclaba con recuerdos que todavía dolían y alegraban a la vez.
De repente, se sumergió en un flashback: estaba en su cuarto, después de un día difícil en la escuela. Lloraba frente al espejo, recordando cómo había intentado proteger a Blurryface de los bully, cómo había sentido miedo y culpa a la vez. El miedo de no ser suficiente, de no poder ayudar a quienes quería.
—Cry, no te castigues, por favor —dijo Gerard, apareciendo en el recuerdo, con esa calma suya que siempre la sostenía—. Hiciste lo que pudiste, y eso ya es mucho.
Crybaby cerró los ojos, recordando cada detalle: las manos temblorosas, el corazón acelerado, la sensación de que todo dependía de ella y de Blurryface. Y, por primera vez, permitió que la compasión hacia sí misma se filtrara, reemplazando un poco de la culpa que había cargado durante años.
Cuando abrió los ojos, todavía abrazando la carta, una sonrisa leve se dibujó en su rostro. No estaba sola. Tenía a sus amigos, a Blurryface, y todos esos recuerdos que la habían formado… ahora no eran cadenas, sino un puente hacia su presente y su futuro.
Jazmín Bean metió la mano en la cápsula y sacó un mini perfume con un olor extraño, dulzón pero rancio, como cereza podrida. Al acercarlo a la nariz, Torchbearer casi se retorció de asco.
—¡Ugh! ¿Qué es eso? —exclamó, tapándose la boca y la nariz.
Todos estallaron en risas, incluso Jazmín, que parecía orgullosa de su pequeño “experimento químico”.
Mientras lo sostenía entre sus dedos, un flashback surgió en su mente:
Estaba en la escuela primaria, escondida detrás de un arbusto con Crybaby. Era su primer día de excursión, y aunque estaba nerviosa por no conocer a nadie más, sus amigas la habían hecho sentirse segura. Tenían una mini “competencia de olores” improvisada: cada uno había traído algo que oliera raro del salón de arte, y el ganador era quien lograba que el otro hiciera la cara más divertida. Jazmín había ganado ese día con una esencia que había encontrado en el laboratorio de química de la escuela.
—Ese día… me sentí valiente —susurró Jazmín, sonriendo mientras la memoria la abrazaba con calidez—. No por la competencia, sino porque ellos me hicieron sentir que podía enfrentar cualquier cosa.
El perfume ahora, aunque desagradable, le devolvía esa sensación: la certeza de que los momentos simples y los amigos de verdad podían convertirse en recuerdos imborrables, llenos de risa y cariño.
Cuando fue el turno de Gerard, metió la mano en la cápsula y sacó algo pequeño y puntiagudo: una púa de guitarra rota. La sostuvo entre los dedos, mirándola con nostalgia.
De repente, un flashback inundó su memoria:
Estaba en el garaje de su casa, su primer intento serio de tocar con la banda. Blurryface y Crybaby estaban allí, sentados sobre cajas viejas mientras Gerard practicaba los acordes de su primera canción original. La púa se le había roto en medio de un rasgueo fuerte, y por un momento pensó que todo se había arruinado.
Pero Crybaby se levantó, con una sonrisa tranquila, y le dijo:
—No pasa nada, Gerard. Lo importante es que lo intentaste y lo hiciste sonar como vos.
Blurryface asintió y añadió:
—Sí, cada error tiene su propia música.
Gerard rió, recordando cómo la frustración se convirtió en alegría, cómo ese pequeño pedazo de plástico roto lo había enseñado a seguir tocando sin miedo. La púa, aunque rota, era un símbolo de perseverancia, de los primeros pasos que lo llevaron a convertirse en el músico que era hoy.
—Siempre vale la pena seguir tocando —murmuró Gerard, acariciando la púa mientras el recuerdo lo envolvía en un calor familiar y reconfortante.
Cuando llegó el turno de Billie, metió la mano y sacó un dibujo en tinta negra, arrugado por los años. Sobre el papel, se leía:
"Si sobrevivimos a esta adolescencia, merecemos un premio"
Billie sonrió, y un flashback apareció en su mente:
Era una tarde lluviosa en la escuela secundaria. Estaban todos en el salón de arte, trabajando en proyectos personales. Billie había pasado horas dibujando, frustrada porque nada le salía como quería. Blurryface y Crybaby se acercaron, cada uno trayendo un poco de chocolate caliente que alguien había dejado en la cafetería.
—Mira —dijo Blurry, señalando el dibujo—, esto es genial. Nos merecemos un premio solo por llegar hasta acá, ¿verdad?
Crybaby rió y añadió:
—Sí, y por tenernos los unos a los otros, incluso cuando todo parecía imposible.
Billie recordó cómo ese pequeño gesto de compañía y apoyo la había hecho sentir valiosa, cómo las risas y el chocolate caliente habían transformado una tarde gris en un recuerdo brillante. El dibujo ahora no solo era tinta sobre papel, sino un símbolo de resiliencia, amistad y de los pequeños premios que la vida da cuando menos los esperas.
Adam metió la mano y sacó un pequeño mechón de su propio cabello teñido de azul y verde. Lo sostuvo entre los dedos, y un recuerdo se abrió en su mente:
Era un día de ensayo en la escuela. La banda estaba practicando una canción nueva, y Adam había decidido teñirse el cabello como un acto de rebeldía, pero también como una forma de expresarse. Blurryface y Gerard lo miraban con sorpresa, mientras Crybaby y Billie se reían detrás de él, encantados con la nueva apariencia.
—Wow, Adam, ¡ese color te queda increíble! —exclamó Crybaby, entre risas.
Adam se sonrojó y rió, sintiendo por primera vez que podía ser completamente él mismo sin miedo al juicio. Ese pequeño mechón era más que cabello: era un símbolo de su libertad, de la confianza que sus amigos le habían dado para mostrarse auténtico, y de los días felices de creatividad y camaradería que siempre recordaría.
—Nunca pensé que un color pudiera hacerme sentir tan vivo —murmuró Adam, acariciando el mechón mientras la nostalgia lo abrazaba suavemente.
Cuando fue el turno de John Cooper, metió la mano en la cápsula y sacó un chocolate un poco vencido, con la envoltura arrugada y el color apagado. Lo sostuvo entre los dedos y explicó:
—Puede que esté pasado, pero si tiene un valor simbólico.
Un flashback apareció en su mente:
Era un invierno especialmente frío en la escuela secundaria. John había guardado ese chocolate para dárselo a Crybaby en el recreo, como un pequeño gesto de amistad y cariño. Ese día, sin embargo, lo perdió en la mochila de Blurryface por accidente. Cuando finalmente lo encontró, Blurry y Cry lo compartieron entre risas, mientras el aroma del cacao caliente se mezclaba con el aire frío de la tarde.
—No importa si está pasado —decía Crybaby, mordiendo un pedacito—, lo importante es que lo compartimos.
John sonrió recordando cómo ese chocolate había representado cuidado, amistad y momentos simples que fortalecían los lazos entre ellos. Incluso un pequeño gesto, pensó, podía guardar un recuerdo enorme.
—A veces, lo que parece insignificante es lo que más vale —murmuró John, abrazando el chocolate con cariño mientras el flashback se desvanecía.
Cuando le tocó el turno a Elita, sus manos temblaron un poquito al sacar un objeto de la cápsula. Era una rosa roja de plástico, un poco gastada por el tiempo, pero aún intacta. La sostuvo entre sus dedos y una sonrisa suave apareció en su rostro.
Un flashback la golpeó de inmediato: recordaba aquel día en que, todavía en la escuela, había recogido una rosa idéntica del jardín de la escuela y la había guardado como símbolo de algo que quería proteger: la amistad verdadera. Ese mismo día, se la había entregado a Crybaby en secreto, durante un paseo por el patio, para decirle “gracias por ser mi amiga aunque todos los demás no lo sean”. No dijo una palabra, solo le pasó la rosa y ambas compartieron una risa cómplice, sabiendo que ninguna otra persona entendería aquel pequeño gesto.
Elita abrazó la rosa con cariño, dejando que el recuerdo la llenara de calidez. Nadie más dijo nada; el silencio se llenó de ternura mientras todos la miraban, entendiendo sin palabras que los gestos pequeños también podían guardar grandes memorias.
Cuando llegó el turno de Blurryface, metió la mano y sacó una hoja amarillenta con una sola palabra escrita en mayúsculas:
“VULNERABLE”
Al verla, un flashback se abrió en su mente:
Era su primer año en la secundaria. Blurry había intentado mostrarse fuerte y seguro, escondiendo cualquier temor o inseguridad. Una tarde, mientras practicaba solo en la guitarra en el patio trasero, Crybaby apareció con una sonrisa tranquila y se sentó a su lado.
—No tienes que ser fuerte todo el tiempo —le dijo suavemente—. Está bien ser vulnerable.
Blurry recordaba cómo esas palabras le habían calado hondo. Por primera vez, se permitió reconocer sus miedos, sus dudas, y sentirse apoyado sin perder su identidad. Ese instante, aparentemente simple, fue el inicio de su transformación. La vulnerabilidad, entendió, no era debilidad: era la puerta hacia la confianza, la amistad y el amor.
Ahora, veinte años después, al ver la hoja, sintió un nudo en la garganta. Sus ojos se encontraron con los de Crybaby y Torchbearer, y supo que todo el camino recorrido —cada caída, cada miedo, cada abrazo— había valido la pena. Ser vulnerable lo había hecho más fuerte.
—Gracias —susurró, mientras guardaba la hoja con cuidado y todos compartían un silencio lleno de comprensión y cariño.
Llegó el turno de Spooky Jim. Todos esperaban ansiosos ver qué recuerdo había guardado. Sin embargo, al sacar la mano… nada. La cápsula estaba vacía de él.
—¿Qué? —exclamó Crybaby, incrédula—. ¡No puede ser!
—¡Spooky! —dijo Gerard, con una mezcla de risa y desconcierto—. ¿De verdad no dejaste nada?
El ex director frunció el ceño, sorprendido, y Torchbearer arqueó una ceja:
—¿Ni una sola cosa? —preguntó—. Eso es… extraño.
Spooky se encogió de hombros, con esa sonrisa traviesa que siempre lo acompañaba:
—No es nada. De verdad. Compré la cápsula, eso ya significó mucho para mí. Guardar un recuerdo, aunque no sea físico… eso ya tiene peso.
—¡Pero necesitamos entender por qué! —insistió Billie—. Siempre dejás algo, ¿cómo que nada?
Spooky suspiró, y por primera vez se mostró serio. Miró a Torchbearer, luego al ex director, y finalmente a sus amigos.
—No dejé nada porque mi recuerdo más grande… no cabe en una cápsula. —dijo, con la voz baja pero firme—. Todo lo que soy, todo lo que he vivido, todo lo que me hizo estar aquí hoy… está en mi cabeza, en mi corazón. Y en cada uno de ustedes. Cada risa, cada locura, cada momento compartido con ustedes… eso es mi cápsula de tiempo.
Todos se quedaron en silencio por un instante. Torchbearer se limpió los ojos discretamente y murmuró:
—Gracias a Dios de no haberme quedado solo en la casa de mi infancia. Si no hubieras estado ahí para recordar todo esto… no sé qué habría sido de nosotros.
Spooky sonrió, y Crybaby lo abrazó con fuerza.
—Vale más que cualquier objeto —dijo Gerard, asintiendo con la cabeza—. Spooky, sos nuestra cápsula viva.
Y así, entre risas y abrazos, comprendieron que a veces, lo que se guarda en el corazón es más poderoso que cualquier recuerdo tangible.
Después de las últimas risas y los abrazos, el grupo se quedó un momento en silencio, mirando la cápsula y los tesoros que habían recuperado.
—¿Y ahora qué hacemos con todo esto? —preguntó Crybaby, acariciando la hoja de su carta.
—No podemos simplemente volver a enterrarlo —dijo Gerard, mostrando la púa de su guitarra—. Sería como borrar todo lo que significó.
—Podríamos dejarlo en algún museo de recuerdos del barrio —sugirió Billie, con un destello de entusiasmo—. Para que otros vean lo que fuimos.
El ex director, apoyado en su silla de ruedas a batería, sonrió.
—Tengo una idea mejor —dijo con calma—. ¿Qué tal si crean un “museo viviente” en su propia comunidad? Cada uno puede escoger un objeto, un recuerdo, un mensaje, y compartirlo con las nuevas generaciones. Que no sea solo algo que se guarda, sino algo que inspire. Ustedes vivieron, aprendieron, sobrevivieron, amaron… y ahora pueden transmitirlo.
Todos lo miraron y asintieron lentamente. La idea les hizo sentido. No se trataba de conservar objetos inertes, sino de preservar la esencia de lo que habían sido, de lo que habían superado y de los vínculos que los habían sostenido.
—Entonces —dijo Adam con una sonrisa—, esta cápsula no termina aquí. Empieza un nuevo capítulo, pero con todos nosotros juntos.
Se abrazaron de nuevo, esta vez con la certeza de que su legado no solo estaba en el pasado, sino también en cada gesto que compartieran a partir de ahora.
Y así, entre risas, recuerdos y planes, la cápsula del tiempo dejó de ser solo un contenedor de objetos: se convirtió en un puente entre su infancia, su adolescencia y la vida que todavía les quedaba por vivir.
El ex director acompañó a los chicos hasta la puerta principal de la escuela, donde el vigilante del lugar los esperaba. Con un gesto, abrió la puerta y les deseó un buen regreso.
—¿Y la vicedirectora? —preguntó Blurryface, con un dejo de curiosidad y preocupación.
El ex director bajó la mirada por un instante.
—Murió hace cinco meses… de SIDA —dijo con calma, como quien intenta no alterar el ambiente—. Por eso me voy. No tengo a nadie más que me cuide, y ella ya no está.
Hubo un silencio entre los chicos. Cada uno parecía reflexionar sobre lo frágil que podía ser la vida.
—Al principio —continuó el ex director— nos llevábamos mal, culpa de mi homofobia. Pero al final terminamos respetándonos. Y la respeté aún más cuando ella se encargaba de que yo estuviese bien cuidado. No sé si fue amor o compasión, pero al menos ambos tuvimos una buena vida.
No había romance, ni necesidad de ello. Solo había respeto, reconocimiento y la certeza de que cada uno había aportado algo al otro en su tiempo.
Los chicos asintieron, entendiendo que algunas relaciones no necesitaban etiquetas: solo sinceridad y apoyo mutuo.
Después de salir de la escuela, el grupo decidió caminar hacia la casa de los gemelos. Era la única casa que estaba sola; su madre había fallecido hace tiempo de manera súbita, aunque tranquila, sin sufrimiento.
El camino se volvió un espacio de reflexión silenciosa. Cada paso parecía despertar recuerdos de aquellos años: los momentos felices, las travesuras, las risas compartidas… y también los más difíciles, los que los habían marcado, moldeado y enseñado a valorar lo que tenían ahora.
Nadie usó transporte. No lo necesitaban y, además, querían pasar desapercibidos. La fama tenía sus ventajas, pero también sus desventajas: cualquier vehículo reconocible habría llamado la atención de medios o fans curiosos.
Mientras caminaban, se percibía una sensación de calma. El aire fresco de la noche y la nostalgia compartida los acercaba más, como si cada paso los conectara con su infancia, adolescencia y con la versión adulta que eran ahora.
Spooky Jim, Torchbearer y el resto mantenían un silencio respetuoso, intercalado con pequeñas risas, comentarios suaves y miradas cómplices. Cada uno comprendía que ese trayecto no era solo físico, sino también un viaje emocional que cerraba un ciclo y, al mismo tiempo, abría otro.
Finalmente, la casa de los gemelos apareció ante ellos, iluminada tenuemente por la luz de la luna. Allí, sabían, podían sentirse en casa, rodeados de memorias, de seguridad y de aquellos vínculos que el tiempo no había logrado romper.
Al llegar a la casa de los gemelos, decidieron entrar y prepararse algo caliente antes de dormir. El aroma del chocolate y el café llenó el ambiente, y la calidez de la cocina contrastaba con la fresca noche exterior.
La noche había sido significativa, cargada de recuerdos, emociones y reflexiones. No podían creer cuánto habían crecido, todo lo que habían vivido y logrado. Sin embargo, también debían reconocer que ninguno era perfecto; cada uno había cometido errores, pequeños o grandes, que los habían marcado.
Primer flashback:
Billie recordaba una vez en la secundaria cuando decidió pintar los lockers del pasillo principal con tinta negra como broma artística. Nadie resultó herido, pero la reacción de los profesores la dejó aterrorizada. Aprendió que su creatividad tenía un límite y que las travesuras también tenían consecuencias.
Segundo flashback:
Elita revivió un momento en que, por celos, escondió el diario de su amiga para que no contara algo importante. El remordimiento la había perseguido días enteros, hasta que pidió disculpas y restauró la confianza perdida.
Tercer flashback:
Gerard pensó en aquella vez que, sin querer, rompió la guitarra de otro compañero durante una práctica. En lugar de confesarlo de inmediato, había intentado ocultarlo, lo que solo complicó más la situación. Finalmente, aprendió que la honestidad valía más que cualquier orgullo.
Mientras compartían esas memorias, se dieron cuenta de que sus imperfecciones no los hacían menos valiosos, sino que eran parte de lo que los había hecho crecer y fortalecerse. Entre sorbos de chocolate y risas suaves, la noche se convirtió en un remanso de paz, de complicidad y de aceptación mutua.
“¡UN MOMENTO!” exclamó Gerard, señalando a Spooky Jim, que parecía más despreocupado que nunca.
—Tú has sido quien más lío se ha mandado —dijo entre risas, mientras todos lo miraban expectantes—.
Spooky puso cara de inocente, pero todos sabían que tenía historias.
Primer flashback: Una vez, en el quinto año del secundario, Spooky comió algo en mal estado durante un almuerzo escolar y terminó enfermándose de Hepatitis A. Para no estar solo ni aburrido en su cuarto del hospital, contagió a Torchbearer también. A pesar del susto y la fiebre, ambos recuerdan cómo, incluso enfermos, lograron reírse de sí mismos y apoyarse mutuamente.
Segundo flashback: Otra vez, durante una fiesta de fin de año, los gemelos decidieron hacer un número musical que resultó ser un poco machista y burdo. Jazmín, indignada, les rompió las narices a los gemelos con una guitarra eléctrica. La tensión subió, pero por suerte Blurryface estaba cerca y logró calmar las aguas, evitando que la noche terminara en un caos mayor.
—Ups… menos mal que estabas tú, Blurry —dijo Spooky, medio avergonzado, medio divertido.
Todos rieron mientras Spooky se encogía de hombros, aceptando que, aunque había causado más de un problema, sus travesuras habían dejado memorias imborrables y momentos de unión que todavía los hacían sonreír.
La casa estaba en silencio. Solo se escuchaba el leve crepitar de la estufa y el viento moviendo las ramas fuera de las ventanas. Los chicos se sentaron en el gran living, algunos en el suelo, otros en los sillones. La cápsula del tiempo descansaba en el centro, como un pequeño cofre lleno de memorias y secretos que habían sobrevivido al tiempo.
Por un instante, nadie habló. El peso de los años, de las risas y las lágrimas, de las peleas y reconciliaciones, de los sueños cumplidos y de los errores cometidos, se hizo presente de golpe. Y entonces, como si un hilo invisible los uniera, las emociones se soltaron.
Crybaby abrazó a Blurryface con fuerza. Sus lágrimas cayeron sobre el hombro de él, y él respondió con un abrazo que parecía querer retener todos esos años perdidos. Spooky Jim y Torchbearer se sentaron junto a ellos, y Spooky, por primera vez, permitió que las lágrimas corrieran por su rostro mientras sostenía a su hermano gemelo.
Billie, Gerard, Jazmín, Elita, John y Adam se tomaron de las manos, mirándose unos a otros con los ojos brillantes. Cada uno recordaba sus miedos, sus errores, sus aventuras y también los momentos de felicidad que habían construido juntos. Las risas surgían entre sollozos, como un eco de aquel pasado que parecía tan lejano, pero que estaba vivo en cada uno.
Se dieron cuenta de que la cápsula no era solo un contenedor de objetos antiguos; era un álbum de su vida, con capítulos escritos por ellos mismos, con recuerdos que habían moldeado quienes eran ahora. No necesitaban palabras para entenderlo: cada mirada, cada lágrima, cada sonrisa, decía más que cualquier historia.
“Somos nosotros… de principio a fin,” susurró Crybaby, apoyando su cabeza en el hombro de Blurryface.
“Y seguimos aquí,” añadió John, mientras una risa contenida se mezclaba con un llanto suave.
Pasaron un largo rato así, entre abrazos, confidencias susurradas y risas tímidas. Nadie quería romper el momento, porque sabían que esos instantes quedaban grabados en ellos, en su memoria y en sus corazones, como si fueran una canción eterna que siempre podrían escuchar.
Finalmente, se acomodaron alrededor de la cápsula, tomaron cada objeto que habían dejado y los contemplaron con cariño. No necesitaban enterrarlos nuevamente; lo importante no era el lugar físico, sino el recuerdo que llevaban dentro.
Y mientras la noche avanzaba, con la casa de los gemelos acogiendo sus cuerpos y corazones cansados, cada uno entendió algo profundo: no importaba dónde los llevara la vida, ni cuánto tiempo pasara, ni qué caminos tomaran. Lo que habían vivido, lo que habían compartido, siempre sería suyo. Un tesoro que no podía ser pavimentado, que no podía perderse. Un tesoro que los haría sonreír, llorar y recordar… siempre.
Y allí, entre abrazos, lágrimas y silencios llenos de significado, los amigos de la infancia supieron que el verdadero regalo no estaba en la cápsula del tiempo, sino en el amor y la amistad que habían cultivado durante toda su vida. Un verdadero tesoro que valía la pena tener.
Chapter 111: Extra 2 - Formidable
Summary:
Pasan más los años y era tiempo de conocer el otro plano
Notes:
Por favor, no se vayan a ofender por el capítulo. Sé que no es común hacer que un personaje envejezca, incluso si es alguien real.
Pero era algo que quería leer. Y bueno, ¿Porque no compartirlo?
Si este tema te parece sensible, es mejor que no lo leas.
Caso contrario, abstenete a las consecuencias (Es una advertencia, no un ataque).
Ah, si... hay una leve parodia a "La dimensión desconocida".
Chapter Text
Pero no puedo creer que estoy ahí para ti
Sí, sí, sí, puedo morir contigo
Solo dímelo (sí)
La tercera edad había llegado, pero no había cambiado a Blurryface ni a Crybaby. Vivieron por muchos años en Hawaii y habían tenido una vida increíble.
Extrañaban a los gemelos. Desde que Blurry decidió dar fin a la banda, no los veían tan seguido como antes. No era por enojo, sino porque ellos decidieron aprovechar su oportunidad para estar con la familia: Spooky Jim se casó con Debby, tuvieron hijos, nietos y bisnietos.
—Extraño a los gemelos —dijo Crybaby después de un momento—. Siempre tan… intrépidos, siempre un paso adelante.
—Lo sé —respondió Blurry—. Pero nos veremos pronto. Navidad será nuestra excusa perfecta para reunirnos.
Ambos guardaron un breve silencio. Blurry sentía cómo cada paso del viaje hacia el bosque se llenaba de anticipación y de emoción por lo que Crybaby le había pedido, sin saber aún exactamente qué significaba para ella.
Blurry y Cry comenzaron a empacar la ropa, organizando todo con cuidado. Era un viaje especial, y querían llevar solo lo necesario, además de algunos recuerdos que siempre los acompañaban. Mientras doblaba una camisa, Blurry notó algo en Cry: un temblor leve en sus manos, apenas perceptible, pero suficiente para inquietarlo.
—¿Estás segura de que estás bien? —preguntó, con la voz cargada de preocupación.
—Sí, amor —respondió Cry, esbozando una sonrisa que no alcanzó a convencerlo del todo—. Solo estoy cansada, nada más.
Cada pequeño gesto estaba cargado de ternura: Blurry doblaba las camisas mientras Crybaby acomodaba una pequeña bolsa con agua y snacks.
—No sé qué me pasa —murmuró Crybaby, con un hilo de sonrisa triste—. No es dolor… ni cansancio… es… algo que no sé cómo explicar.
Blurry se acercó, tomó su rostro entre las manos y la miró fijo a los ojos.
—No importa qué sea —dijo con voz firme—. Lo enfrentaremos juntos. Como siempre.
Se miraron en silencio, dejando que el tiempo se estirara entre ellos, recordando los años de aventuras, música, viajes y secretos compartidos. Las risas y los momentos dulces de Hawaii parecían flotar alrededor, cálidos y eternos.
Decidieron salir rumbo al aeropuerto en su auto, un viejo convertible que había sido restaurado especialmente para ocasiones importantes. El viaje fue tranquilo; el viento del océano golpeando suavemente, los recuerdos de su juventud en cada curva y cada parada. Durante el vuelo, Cry disfrutó del paisaje desde la ventana, mientras Blurry la observaba en silencio, notando cada gesto, cada respiración. Todo parecía normal, pero su intuición no le permitía relajarse del todo.
Al llegar a EE. UU., fueron recibidos por la brisa fresca del invierno y los primeros destellos de luces navideñas en la ciudad. La nostalgia los envolvió; cada edificio y cada calle parecía contarles historias de la infancia, de la escuela, de los gemelos, de todos los momentos que habían compartido. Se dirigieron directamente a la casa de Spooky Jim y Debby, donde fueron recibidos con abrazos, risas y el olor a galletas recién horneadas. La calidez familiar contrastaba con la preocupación que Blurry aún sentía por Cry.
La convivencia en la casa de los gemelos era un remanso de paz. Torch y Spooky habían construido un hogar cálido, lleno de risas, respeto y amor, lejos de los errores de sus padres. Sus hijos, nietos y bisnietos llenaban cada rincón de la casa con energía y cariño, y los gemelos nunca se separaban demasiado, como si su vínculo fuese un pacto silencioso de protección mutua.
Blurry y Cry disfrutaban de la vida familiar, participando en juegos, cenas y charlas interminables que los hacían sentirse nuevamente jóvenes. La nostalgia se mezclaba con la felicidad; cada gesto, cada recuerdo, les recordaba la importancia de lo que habían construido juntos.
Pero un día, mientras Cry desayunaba con Spooky y Torch, algo cambió. Sus manos temblaban más que antes, su respiración era más entrecortada, y un pálido color se extendía por su rostro. Alarmados, los gemelos la ayudaron a recostarse y Blurry no pudo ignorarlo: su intuición le gritaba que algo no estaba bien. Sin perder tiempo, la llevaron al hospital más cercano.
Allí, entre máquinas, médicos y un silencio cargado de preocupación, Blurry permaneció a su lado, sosteniendo su mano, mientras Cry trataba de tranquilizarlo con una sonrisa débil. La situación estaba lejos de ser ligera: todos comprendían que algo grave estaba sucediendo, aunque todavía no sabían qué.
El diagnóstico llegó como un golpe seco, inesperado: Crybaby padecía miocardiopatía dilatada avanzada, un mal que había estado gestándose silenciosamente durante años y que ahora avanzaba sin posibilidad de revertirlo. No había esperanzas. Nunca nadie sospechó nada: Cry había ocultado cualquier síntoma para no preocupar a Blurry ni a nadie cercano.
Ambos quedaron atónitos. La vida parecía burlarse de ellos: justo cuando la tercera edad traía la calma y la alegría, la sombra de la pérdida se insinuaba. Los médicos sugirieron la hospitalización inmediata para cuidados intensivos y monitoreo constante, pero Cry, con una calma que sorprendió a todos, se negó.
—No quiero pasar mis últimos días encerrada entre paredes de hospital —dijo con suavidad, tomando la mano de Blurry.
Tras suplicar, Blurry aceptó y la acompañó de regreso a la casa de los gemelos. Los médicos advirtieron: el tiempo que le quedaba podía ser corto, y cada día sería precioso. Mientras conducían, Blurry sostenía a Cry con cuidado, sus ojos rojos brillando con una mezcla de amor, miedo y resolución: estaban juntos, y así enfrentarían lo que viniera, como siempre.
Blurryface no podía evitar sentirse atrapado entre el amor y el miedo. Cada vez que miraba a Crybaby descansando en la habitación, sentía un vacío que le estrangulaba el pecho. No quería preocuparla más, ni que los gemelos o Debby vieran su vulnerabilidad, así que se retiraba al cobertizo trasero, donde el aroma a madera vieja y el sol de la tarde que se colaba por las rendijas lo acompañaban en su silencio.
Allí, lloraba sin ruidos, dejando que las lágrimas hablasen por él. Torchbearer, que lo veía desde la distancia, decidió acercarse y sentarse a su lado sin decir palabra. Spooky Jim lo siguió, y pronto Debby también apareció con una taza de té caliente.
—Blurry… —dijo Torchbearer con suavidad—. Sabés que no estás solo, ¿verdad? Podemos ayudarte a sostener este peso. No tenés que cargarlo todo vos solo.
Spooky Jim asintió y añadió:
—A veces la fuerza no es resistir todo, sino dejar que los que te quieren te sostengan. Cry necesita que estés bien, y para eso primero tenés que cuidarte vos.
Debby puso la taza frente a Blurry y sonrió con ternura:
—Nadie espera que seas invencible. Está bien llorar, está bien sentir miedo. Lo que importa es que sigas estando aquí, con ella, cada día.
Blurryface, con los ojos aún húmedos, respiró hondo. Por primera vez en horas, se permitió sentir el calor de su familia elegida. Sabía que no estaba solo y que, mientras Crybaby descansara, ellos lo acompañarían, sosteniéndolo para que pudiera sostenerla a ella a su vez.
A las 05:00 de la mañana, un frío tenue recorría la casa de los gemelos. Crybaby abrió los ojos con un temblor silencioso y encontró a Blurryface dormido a su lado. Su corazón le dio un aviso, un mal presentimiento que la dejó helada: sabía que su tiempo se agotaba.
—Blurry… —susurró, tocando su brazo con suavidad—. Tenemos que ir al bosque.
Él se incorporó con alarma:
—¿Al hospital? Podemos…
—No. —Crybaby lo interrumpió—. No quiero hospitales. Quiero volver a nuestro bosque. A nuestro refugio. A los lugares donde bailamos, corrimos, nos perdimos y vivimos como si el mundo no existiera antes de cumplir 18.
Blurryface dudó. Recordaba las medicaciones, los avisos médicos, la fragilidad de Cry. Pero su mirada firme, su sonrisa aún tenue y la necesidad de cumplir aquel último deseo lo convencieron.
—Está bien… iremos.
— Pero no despiertes a nadie. Quiero que estemos solos. —Crybaby apretó su mano y Blurry asintió, con el peso del amor y el miedo mezclados en cada latido.
Silenciosos, se levantaron, dejando la casa en penumbra. Cada paso hacia la libertad era un recuerdo, cada respiración compartida, un lazo que los sostenía más fuerte que cualquier temor.
Blurryface y Crybaby salieron sigilosos de la casa, envueltos en mantas y chaquetas gruesas. La brisa matinal acariciaba sus rostros, fresca y silenciosa, como un recordatorio de que aquel viaje no tenía marcha atrás. No tenían auto; habían decidido caminar hasta el borde del bosque, como en aquellos días adolescentes en los que recorrían kilómetros solo para sentir que eran libres. Cada paso sobre la tierra húmeda resonaba con recuerdos: risas escondidas, carreras nocturnas, secretos compartidos entre árboles que habían sido testigos de su juventud.
Crybaby no quería hospitales. No por miedo a la muerte, sino por miedo a perder la libertad hasta su último instante. “Si voy al hospital,” le explicó en voz baja mientras caminaban, “no será mi despedida. Me van a atar a camas, a horarios, a medicaciones… no quiero que me vean así. Quiero que sea yo, aquí, entre la tierra y los árboles que nos vieron crecer, donde todo fue nuestro, donde nadie más decide por nosotros.”
Blurryface la miró, con el corazón encogido. Entendía, aunque el miedo le nublaba la garganta. No había marcha atrás. Cada paso hacia el bosque era un regreso a los días en que todo parecía posible, y un recordatorio de que, pase lo que pase, estarían juntos hasta el final.
Los primeros rayos del sol comenzaban a filtrarse entre las hojas altas, iluminando un sendero que parecía esperar por ellos, silencioso y antiguo. Cada árbol, cada sombra, cada sonido del bosque les devolvía fragmentos de juventud y promesas que jamás habían roto.
Crybaby empezo a agotarse. Blurryface la cargaba como si fuera una princesa, sintiendo cada paso más pesado que el anterior, aunque aún fuerte por pura determinación. Crybaby descansaba sobre su pecho, débil, pero con la mirada clara y el corazón lleno de recuerdos. Avanzaron hasta un lago que les parecía familiar, un reflejo del cielo y de los años que se habían ido. Por un instante pensaron quedarse allí, contemplando la tranquilidad, dejando que el mundo siguiera su curso.
Pero Blurryface detuvo el paso. A orillas del agua, un esqueleto se recostaba entre los juncos, aún con la capucha roja desgastada. Su corazón se encogió: lo reconoció al instante. Nico. La misma capucha que había llevado la última vez que intentó acabar con ellos. Por un momento dudó si decirlo, pero Crybaby lo miró, como si supiera que algo no estaba bien.
—Blurry… —susurró con voz débil—, ¿qué pasa?
Blurry tragó saliva, intentando poner calma en su voz:
—Nada… nada, solo… recuerdos.
Pero Crybaby no lo dejó mentir. Sus ojos negros lo atravesaron y entendió que la verdad era inevitable. Solo quedaba una cosa por hacer: subir a las montañas, adentrarse aún más en su refugio secreto, un lugar que nunca antes habían explorado juntos hasta el final. Allí, lejos de todo y de todos, enfrentarían lo desconocido, abrazando cada instante que les quedaba.
Blurryface buscó con la mirada un atajo entre los árboles y las rocas. Entre raíces y troncos caídos, encontró un sendero casi invisible, cubierto de hojas secas y musgo, que parecía una escalera natural hacia la cima. Con cuidado, apoyándose uno en el otro, avanzaron por el estrecho paso. Blurry cargaba a Crybaby sobre sus hombros cuando era necesario, y ella, aunque débil y con la piel cianótica, lo sostenía por el cuello con fuerza, como recordándole que aún estaba allí.
A mitad de camino, encontraron una rama fuerte y recta que podía servirles como apoyo para no resbalar. Blurry la clavó en la tierra y la usaron como un bastón improvisado, ayudándose a subir sin prisas pero con determinación. Cada paso era un esfuerzo, pero también un recordatorio de todo lo que habían vivido juntos.
Cuando llegaron a la cima, un silencio envolvió el lugar. El viento fresco les acariciaba la cara, llevando consigo el aroma de la tierra mojada y los pinos. Crybaby apoyó su cabeza en el hombro de Blurry, respirando con dificultad, pero con los ojos aún abiertos, contemplando el horizonte. Allí, desde lo alto, todo parecía detenido, un instante suspendido donde podían ser libres y juntos, lejos de cualquier dolor o recuerdo que los hubiera perseguido hasta ese momento.
El amanecer los recibió con un cielo teñido de tonos naranjas y violetas, mientras los primeros rayos de sol iluminaban el valle y los picos que se extendían más allá. Blurry y Crybaby se sentaron sobre una roca grande y lisa, abrazados, respirando el aire fresco y puro que parecía borrar cualquier resto de dolor.
En silencio, recordaron sus primeras aventuras en el bosque, las risas, las travesuras, las lágrimas compartidas y los secretos guardados entre ellos. Cada recuerdo fluía como un río tranquilo, conectándolos con la juventud que una vez compartieron, con la fuerza de su amor que había sobrevivido décadas.
Blurry pasó una mano por el cabello de Crybaby, y ella apoyó su cabeza en su hombro, sintiendo que, aunque su cuerpo estaba débil, su corazón seguía latiendo fuerte por él. La sensación de cierre y de reflexión se apoderó del momento, un instante delicado y sagrado donde todo parecía alinearse: la vida, el amor, el tiempo que habían compartido.
El bosque, el viento, el amanecer… todo les recordaba que cada instante, por breve que fuera, había tenido un propósito. Allí, arriba, nada más importaba que ellos dos, el pasado que los formó y el vínculo que los había sostenido siempre.
El silencio se apoderó del lugar, solo interrumpido por el susurro del viento y el canto lejano de algún pájaro. Blurryface sostuvo a Crybaby entre sus brazos, como si quisiera protegerla de todo, incluso de la inevitabilidad del tiempo.
Ella levantó un poco la cabeza y lo miró con sus ojos brillantes, cargados de amor y calma. Susurró, con voz apenas audible pero clara:
—Gracias por cada momento… por cada risa, cada abrazo… y por ser mi hogar. Te amo… y siempre te amaré.
Blurryface le acarició la mejilla, tratando de retener cada detalle de su rostro, cada sonido de su voz. Una lágrima rodó por su mejilla, y él apretó suavemente sus manos contra las suyas, no dispuesto a soltarla ni un instante.
Crybaby cerró los ojos, respirando una última vez mientras una paz profunda la envolvía. Blurryface la contempló, con el corazón desgarrado pero pleno de amor, permaneciendo a su lado, sin moverse, sin pronunciar palabra, como prometiéndole que no la abandonaría jamás, incluso después de que ella partiera.
El sol se elevaba más alto, bañando el bosque en una luz dorada, como si el mundo entero reconociera aquel instante sagrado de amor, despedida y eternidad.
Blurryface se quedó allí, aferrado al cuerpo de Crybaby. Las lágrimas caían sin control mientras su corazón dolía con cada fibra de su ser. El amor de su vida estaba en silencio, y él no podía soportar la idea de continuar sin ella.
Recordó la promesa que se había hecho a sí mismo años atrás: jamás dejar que el dolor lo derrotara, jamás rendirse. Pero en ese instante, el vacío era insoportable. Sus manos temblorosas se aferraban a su teléfono; intentó capturar una última selfie, como si pudiera retener un fragmento de ella para siempre. Quiso escribir algo bonito en Instagram, un mensaje que resumiera todo lo que sentía… pero algo en él se rompió. El teléfono cayó de sus manos, olvidado.
Respiró hondo, un suspiro tras otro, mientras se aferraba a Crybaby. Y, finalmente, sin soltarla, dejó que su propio cuerpo se rindiera. Su corazón dejó de latir, y Blurryface partió al lado de la única persona que había amado con toda su alma, manteniéndola en un último abrazo eterno.
El sol de la mañana los bañaba suavemente, como testigo silencioso de un amor que trasciende la vida y la muerte.
La noticia de la muerte de Blurryface y Crybaby sacudió al mundo. Los medios hablaron de su legado musical y de la historia de amor que los unió para siempre. Fue un golpe duro para todos: amigos, fanáticos y familiares. Nadie podía creer que dos almas tan grandes se hubieran ido al mismo tiempo, y las lágrimas fueron inevitables.
Se organizó un funeral sencillo pero lleno de cariño, donde todos pudieron despedirse de los dos juntos. Amigos, familiares y seguidores se reunieron, algunos con flores, otros con cartas y fanarts que representaban la vida y el amor de la pareja. Era imposible no sentir que su historia había dejado una marca imborrable en quienes los conocieron.
Las pertenencias que tenían en Hawaii fueron repartidas entre los nietos de sus amigos más cercanos. Eran recuerdos llenos de significado: guitarras, diarios, fotografías y objetos personales que hablaban de una vida compartida, de aventuras, risas y de un amor que trascendió generaciones. Aunque el hermano de Crybaby había muerto tiempo atrás y no dejó descendencia, su memoria estaba presente en cada gesto de los que los amaban.
El legado de Blurryface y Crybaby no solo quedó en la música, sino en los corazones de todos aquellos que aprendieron, a través de ellos, el valor de vivir plenamente y amar sin miedo.
Los gemelos, con una sonrisa entre nostalgia y cariño, comenzaron a relatar anécdotas de Crybaby y Blurryface en sus años escolares. Contaron de cómo se conocieron, de sus travesuras en los pasillos, de los conciertos improvisados en el patio, y de todas esas pequeñas locuras que hicieron que la escuela fuera mágica. Necesitaban hacerlo, romper esa tristeza en la casa era lo que querían.
Los bisnietos escuchaban con los ojos bien abiertos, fascinados por cada detalle. Entre risas y gestos, los gemelos transmitían la esencia de lo que eran sus tíos favoritos: valientes, curiosos y llenos de amor. Cada historia llevaba consigo un mensaje sutil, pero poderoso: ser auténticos, cuidar de los demás y no perder nunca la capacidad de asombrarse.
Cuanto más hablaban, más los pequeños absorbían no solo las aventuras, sino también los valores que Blurryface y Crybaby habían dejado como legado. Las historias se transformaban en enseñanzas, y al final, los bisnietos comenzaron a dejar pequeños mensajes escritos, como si fueran cartas para sus héroes ausentes.
En ese momento, la tristeza del recuerdo se mezclaba con una sensación cálida: la certeza de que la vida de sus tíos, aunque ya no estaba presente, seguiría brillando en la memoria de todos aquellos que los amaron y aprendieron de ellos.
Era un mal año para Spooky Jim. Primero murió Debby, luego su hermano gemelo, y todos sus amigos de la escuela ya no estaban. Se sentía completamente solo, el último de su generación, cargando un vacío imposible de compartir. Algo dentro de él creció, un peso silencioso que no podía ignorar, y decidió regresar a la casa de su infancia.
Pesé a las protestas de sus hijos, él necesitaba aislarse. No era por orgullo ni por rencor; era la única manera de procesar su dolor sin distraerse, de enfrentarse a las pérdidas que lo habían marcado tanto. Allí, en la soledad de su hogar de niño, podía recordar, llorar y confrontar su vida sin interrupciones. La casa, con sus rincones llenos de memorias y sombras del pasado, se convirtió en su refugio y su compañía.
Spooky Jim se sentó en el viejo sillón de su infancia, rodeado de recuerdos que ahora parecían más pesados que antes. Cada foto, cada juguete olvidado, era un recordatorio de lo que había perdido y de lo que había soportado. Sus manos temblaban levemente, no solo por la edad, sino por todo el dolor contenido.
Recordó aquel momento en la escuela, casi al final de su adolescencia, cuando su hermano tuvo una crisis por estrés postraumático. Spooky había sentido una mezcla de miedo y confusión; nunca entendió completamente lo que sucedía, pero sí comprendió que debía protegerlo. Aquella carga lo había marcado para siempre. Desde entonces, la ansiedad generalizada se convirtió en una sombra que lo acompañaba a todos lados, aunque él intentara ignorarla.
El descubrimiento de que su padre alguna vez había sido parte de DEMA solo agravó su rabia. Todos los abusos, manipulaciones y ausencias de su infancia y la de su hermano parecían encajar como piezas de un rompecabezas oscuro. Maldijo al hombre, a toda su familia y a todo aquel que hubiera contribuido a moldear sus vidas con dolor.
Por eso más decidió aislarse en la casa de su infancia. No le importaba lo que dijeran sus hijos; necesitaba estar solo, procesar su dolor y sus recuerdos sin interrupciones. Nadie más podía entender del todo lo que había cargado toda su vida, ni siquiera sus amigos más cercanos. Allí, en la soledad, podía permitirse sentir, llorar y recordar, mientras enfrentaba las sombras de su pasado sin distracciones.
A pesar de todo, en su interior, una pequeña chispa de memoria feliz persistía: los juegos con su hermano, las risas compartidas, los momentos sencillos que ahora parecían tan lejanos y frágiles. Entre lágrimas y suspiros, comprendió que la vida, con todo su dolor y belleza, aún merecía ser recordada.
Una noche, Spooky Jim se estaba preparando un té. Había pasado todo el día escuchando los discos que sus amigos habían hecho, desde los más antiguos hasta los más recientes, repasando sus voces, sus letras, los riffs y melodías que tantas veces lo habían acompañado. Cuando llegó a los temas de la banda que formó con Torch y Blurryface, algo cambió.
Mientras el agua hervía y el aroma del té se esparcía por la cocina, la música empezó a conectarlo con la memoria de Crybaby y Blurryface. Cada acorde, cada palabra, cada silencio en las canciones lo llevaba a momentos compartidos: las risas en los ensayos, las discusiones tontas por quién elegía el repertorio, los silencios cómodos después de un show, los abrazos sinceros y los planes locos que habían hecho juntos.
Spooky cerró los ojos, dejó que la música lo envolviera y, por un instante, sintió que ellos no se habían ido del todo. Que, aunque ya no estuvieran, sus risas, sus voces y su amor seguían flotando en el aire, en la música que habían creado y en el corazón de quienes los recordaban. Un sorbo de té caliente le calmó el alma, y por primera vez en semanas, Spooky Jim permitió que una sonrisa genuina dibujara su rostro entre la melancolía y la nostalgia.
La conexión con la música envolvía a Spooky Jim, haciéndolo reflexionar sobre su propia vida. Pensó en su gemelo, en cómo habían enfrentado sus miedos y traumas, y cómo cada paso que dieron estaba marcado por la presencia de quienes habían amado y perdido. Se dio cuenta de que, aunque Crybaby nunca había sido oficialmente parte de “Twenty One Pilots”, siempre había estado allí, acompañando, sosteniendo, siendo el fuego y la locura que equilibraba a Blurryface y Torch.
Él recordó los momentos en que ella reía con ellos en los ensayos, cómo los animaba después de una mala presentación, cómo compartían secretos y sueños al borde de la noche. Y se dio cuenta de que, de la misma manera, ellos habían estado ahí para ella: sosteniéndola, protegiéndola, acompañándola en sus propias tormentas.
Spooky Jim sonrió con tristeza y gratitud. Esa amistad no tenía horarios ni límites, no se medía en fama ni en logros, sino en la intensidad del cariño compartido y en la certeza de que, pase lo que pase, algunas conexiones eran imborrables. Fuego y locura. Así era su amistad. Y por un instante, mientras el té aún humeaba y las notas musicales flotaban en la casa silenciosa, Spooky sintió que todo eso —los recuerdos, la música, la risa y el dolor— seguía vivo dentro de él.
No sabía cuánto tiempo había pasado, pero el té se le había enfriado. Spooky se quejó y decidió recalentarlo. Mientras lo hacía, vio su reflejo en uno de los electrodomésticos y comenzó a jugar con él, haciendo muecas, sonrisas y gestos absurdos.
De repente, el reflejo pareció cobrar vida propia. Spooky dio un paso atrás, asustado. Al regresar con cautela, ya no había nada. El desconcierto lo invadió.
El “Pim” del microondas anunció que el té estaba listo. Spooky quiso tomarlo, pero en ese instante escuchó golpes en la puerta.
Spooky Jim frunció el ceño, con el corazón latiendo rápido. Nadie debería estar allí. No esperaba a nadie, y hacía semanas que no hablaba con sus hijos.
—¿Quién anda ahí? —preguntó, con voz firme pero temblorosa—. Si es alguien que vino a molestar, mejor retírese ahora mismo.
Hubo un silencio. Luego, una voz suave respondió desde la puerta:
—Spooky… soy yo… —era un susurro conocido, pero apenas reconocible.
Spooky se tensó, aferrándose a la taza de té recalentado.
—No me importa quién seas —dijo—, no quiero visitas. Solo déjame en paz.
Los golpes se detuvieron. Un instante de quietud absoluta. Spooky esperó, conteniendo la respiración, pero nadie entró. Solo quedó el eco de sus palabras y el silencio de la casa, profundo y pesado.
Respiró hondo, se obligó a relajar los hombros y, con un suspiro, volvió a la cocina. El té seguía humeante, intacto. Aquel momento de miedo y desconcierto quedó flotando en el aire, pero él estaba a salvo. Nadie entraría sin su permiso.
Los golpes se hicieron más insistentes, resonando en la madera del viejo hogar de los gemelos. Cada uno parecía medir la paciencia de Spooky Jim, como si conocieran su límite. Spooky respiró hondo, se limpió el sudor de la frente y decidió que no podía quedarse pasivo.
—Está bien… —dijo en voz baja, casi para sí mismo—. Si quieren juego, juego… pero a mi manera.
Caminó despacio hacia la puerta, con el corazón latiendo con fuerza, y colocó su mano sobre el picaporte. Luego se detuvo, cerró los ojos y susurró:
—Si estás ahí, si realmente estás aquí… muéstrate. No tienes que lastimar ni asustar más. Solo déjate ver.
Un silencio pesado llenó el aire. Los golpes cesaron, como si lo escucharan. Spooky abrió lentamente un ojo y miró hacia la puerta, sin apartarse. Nada. Solo la sensación de que algo lo observaba desde el otro lado.
—No voy a correr. No voy a huir. —repitió, firme—. No me voy a esconder de lo que no entiendo.
Un golpe más, y luego otro. Pero esta vez parecía más suave, más como un saludo que como amenaza. Spooky Jim respiró profundo, sintiendo cómo la tensión que lo mantenía rígido comenzaba a aflojarse.
—Bien… ya te vi… o te sentí. Gracias por el aviso. Ahora… déjame en paz.
La casa volvió a sumirse en un silencio absoluto. Solo quedaba el vapor del té que le recordó que la noche aún continuaba, cargada de misterio, pero bajo su control. Spooky sabía que aquella presencia no buscaba hacerle daño. Solo quería ser percibida, jugar con los límites de lo conocido y lo desconocido.
Y él, finalmente, pudo sentarse y tomar su té, sintiendo una extraña calma mezclada con la adrenalina del encuentro.
Spooky Jim terminó su té, dejando la taza sobre la mesa con un leve golpe. El vapor ya se había disipado y la casa se sentía tranquila, como si nada hubiera pasado. Por un momento pensó que la noche sería solo otra más de su soledad, una de esas en las que el silencio lo abrazaba sin juicio.
Pero los golpes volvieron. Esta vez eran rápidos, insistentes, resonando en cada rincón del viejo hogar.
—¡¿Qué querés?! —gritó Spooky, con la voz cargada de frustración y miedo contenido—. ¡Hablá, demonio, espíritu, o lo que seas!
No hubo respuesta. Solo un frío que le recorrió la espalda. De repente, la silla en la que estaba sentado se movió ligeramente, como empujada por una fuerza invisible. Spooky dio un salto, el corazón latiéndole en la garganta. El aire de la habitación parecía vibrar, y cada objeto a su alrededor temblaba apenas perceptible.
Un vaso sobre la repisa giró, sin caerse. El microondas encendió sus luces por un instante, mostrando un destello que parecía un parpadeo de ojos. Spooky retrocedió unos pasos, y algo invisible rozó su hombro. Se giró de golpe, pero no había nadie.
Spooky Jim respiró hondo, tratando de reunir todo el valor que le quedaba. La casa estaba en silencio, pero el aire parecía vibrar con la presencia invisible que lo había perturbado durante minutos interminables.
—¡Si estás ahí! —dijo con voz firme, aunque con un hilo de miedo—. ¡Muéstrate! Quiero verte.
Por un instante, nada sucedió. Luego, lentamente, una figura comenzó a materializarse frente a él, emergiendo de las sombras del pasillo. La luz de la lámpara reflejaba un rostro que parecía vagamente familiar, pero también extraño, como si fuera un eco de recuerdos perdidos y emociones que no había procesado. Spooky retrocedió, incrédulo.
—¿Quién… quién sos? —balbuceó, incapaz de apartar la vista.
El ser no respondió con palabras, pero la mirada era intensa, penetrante. Una voz surgió, clara y suave, resonando directamente en la mente de Spooky:
—Recuerda. Como lo hacés con la música. Recordá los momentos que compartimos, las risas, los errores, los abrazos que nunca creíste suficientes… —su tono era melancólico, casi dulce—. Recordá todo lo que fuimos, para no olvidarlo.
Spooky cerró los ojos, sintiendo que un nudo se formaba en su garganta. Todo lo vivido con Crybaby, Blurryface, los gemelos y los amigos revivió en una sucesión de imágenes y sensaciones: las bromas, los ensayos musicales improvisados, las aventuras que parecían imposibles, los silencios compartidos.
—¡Basta! —gritó, abriendo los ojos con fuerza—. ¡Déjame en paz! ¡No puedo… no puedo vivir con todo esto otra vez!
El ser se detuvo un momento, y su mirada suavizó, como si entendiera. Sin decir nada, retrocedió unos pasos y comenzó a desvanecerse lentamente, dejando tras de sí un leve aroma a madera húmeda y a hojas de bosque. La luz volvió a la normalidad y el aire quedó quieto.
Spooky Jim se quedó inmóvil, con la respiración agitada y las manos temblorosas. Por primera vez en días, la casa parecía suya de nuevo, pero el recuerdo del ser, de su cara y de sus palabras, se quedó tatuado en su mente.
El ser comenzó a moverse con una fluidez que desafiaba toda lógica. Cada paso parecía más un desliz sobre el aire que un movimiento humano. Spooky Jim retrocedió instintivamente, pero el piso de la cocina crujió bajo sus pies y el corazón le latió con fuerza.
—¡No… no te acerques! —gritó, levantando las manos como para detenerlo.
El ser respondió con un gesto extraño: levantó la mano hacia él, pero en lugar de atacarlo, sus dedos dejaron escapar una bruma ligera, como si la niebla de un recuerdo se materializara en forma física. La bruma se arremolinó alrededor de Spooky, rozándole el rostro y haciéndole cosquillas, pero a la vez provocándole un escalofrío que le subió por la espalda.
Spooky gritó y tropezó hacia la puerta trasera. La bicicleta que siempre guardaba junto al cobertizo estaba allí, esperándolo como un recuerdo tangible de su infancia. Sin pensarlo, se subió y arrancó pedaleando lo más rápido que pudo, mientras el ser se desvanecía lentamente en la penumbra de la cocina, emitiendo un leve susurro que parecía decir: “Recuerda…”
El viento le golpeaba la cara mientras avanzaba por el camino de tierra. Sus manos temblaban, pero no dejó de pedalear. En pocos minutos, alcanzó el viejo sitio donde él y Blurryface solían pescar cuando eran niños, junto al río que bordeaba el bosque. La calma del agua y el murmullo de los árboles parecieron absorber la tensión de la noche, y por un momento, Spooky sintió que estaba de regreso en aquellos años en que todo era más simple, aunque lleno de travesuras y aventuras.
Se detuvo, apoyó los codos en los manillares y respiró hondo. A lo lejos, el bosque parecía dormir, pero Spooky sabía que esa presencia no había desaparecido del todo. Solo se había alejado un instante, y ahora quedaba en él la certeza de que la memoria, los recuerdos y los fantasmas de su pasado podían aparecer cuando menos lo esperara.
Con la bicicleta estacionada junto al río, se permitió un momento para mirar el agua reflejando la luna, como un espejo que le recordaba que la infancia, la amistad y la música siempre vivirían en su corazón.
El aire estaba quieto, pero Spooky Jim sintió una presencia detrás suyo, suave y casi intangible, como un susurro que le rozaba la nuca.
—¿Por qué temés? —preguntó el ser, su voz resonando sin moverse, como si viniera de todas partes a la vez.
Spooky tragó saliva y dio un paso adelante, tratando de mantener la compostura. —No… no quiero hablar —susurró, pero su voz temblaba.
—No puedes esconderlo —replicó el ser, acercándose más, su forma aún difusa, pero sus ojos parecían penetrarlo—. Lo sé. Tus recuerdos, tus penas, tus miedos… todo está aquí.
Spooky cerró los ojos, sintiendo cómo los años, la soledad y la pérdida se arremolinaban dentro suyo. Por fin, sus palabras rompieron la barrera:
—Tengo miedo… miedo de quedarme solo… miedo de olvidar a los que amé… —su voz se quebró—. Estoy enojado… enojado con mi padre, con mi hermano gemelo que ya no está, con la vida que me dejó solo. Y también… triste, por no haber podido protegerlos a todos… ni a Debby, ni a Crybaby, ni a Blurryface… ni siquiera a Torch.
El ser se inclinó hacia él, como si escuchara cada palabra con una atención infinita. Su presencia no era agresiva; más bien era una fuerza que parecía sostenerlo, obligándolo a enfrentar cada sombra dentro suyo.
—No estás solo —dijo el ser—. Tus recuerdos, tu música, todo lo que viviste… eso es lo que sigue vivo. Y ahora… lo reconocés.
El silencio se extendió, solo interrumpido por el murmullo del río cercano y el crujir de las hojas. Spooky abrió los ojos y, aunque no veía claramente al ser, sintió que algo dentro suyo había cambiado. Ya no era solo miedo. Había espacio para la memoria, para el amor, para la aceptación.
Spooky Jim se derrumbó de rodillas, las manos en el rostro, sintiendo cómo la culpa y el peso de los años lo aplastaban.
—No… no debería haber fallado… —susurró, con la voz quebrada.
—No te preocupes por nada —respondió el ser con calma, cada palabra como un bálsamo—. No hay culpa que cargar. No eres responsable de lo que no podías controlar.
Spooky levantó la mirada, con lágrimas corriendo por sus mejillas, confundido y abrumado. —Pero… todo… todo lo que pasó… ¿no debería sentirme culpable?
El ser dio un paso más cerca, y la forma de su rostro empezó a definirse. Entonces Spooky lo reconoció, y una mezcla de sorpresa y estupor lo invadió.
—¡No puede ser…! —murmuró—. Sos… ¿Crybaby y Blurryface?
El ser asintió suavemente. Su figura no era exactamente la de ellos, pero sus rasgos, su esencia, sus gestos… eran inconfundibles.
—Siempre insistí en que me recordaras —dijo el ser, con un tono casi juguetón—. Porque lo que vivimos juntos, los momentos que compartimos, no deben perderse. Cada risa, cada caída, cada aventura… todo eso sigue vivo en vos.
Spooky se sintió tonto de repente, como si hubiera cargado décadas de remordimientos innecesarios. —Yo… yo lloré por tanto tiempo… y ustedes… solo querían que los recordara… —dijo, sollozando—. Me siento estúpido.
—No lo eres —replicó el ser, con dulzura—. Lo importante es que ahora lo entendés. Recordar no es un castigo; es un regalo.
Spooky respiró hondo, dejando que cada palabra calara en lo más profundo de su ser. Por primera vez en años, la culpa perdió fuerza y fue reemplazada por la calidez de los recuerdos, por la certeza de que la memoria y el amor de sus amigos siempre lo acompañarían.
El silencio del bosque volvió, pero esta vez, no pesaba. Era tranquilo, como si la vida misma le hubiera concedido un instante de paz.
El ser se inclinó ligeramente y extendió sus manos hacia Spooky Jim.
—Tomame de las manos —dijo con suavidad.
Spooky retrocedió un paso, con el corazón acelerado. —No… no puedo… —susurró—. Tengo un mal presentimiento…
—No hay peligro —replicó el ser, con voz cálida y firme—. No estoy aquí para hacerte daño. Solo quiero que sientas lo que siempre estuvo contigo.
Spooky tragó saliva. Su ansiedad le hacía imaginar cenizas, tierra, frío y oscuridad, y la idea de la muerte lo paralizaba. —No… no… no puedo… —repitió, su voz quebrada—. Siempre… siempre he temido a esto…
—Lo sé —contestó el ser—. Pero lo que temés no es real ahora. Esto no es un cementerio, ni un adiós definitivo. Esto es un instante, un lazo con todo lo que amaste y todo lo que dejaste atrás. Solo confía en mí.
Spooky lo miró, con miedo y lágrimas en los ojos, pero algo en la serenidad del ser le daba confianza. La ansiedad seguía ahí, pero era como un eco lejano.
—Está bien… —dijo al fin, con voz temblorosa—. Solo porque confío en vos…
Tomó sus manos. En el contacto, Spooky sintió un calor inesperado, una fuerza suave que lo abrazaba sin restricción, como si todos sus miedos se amoldaran a la calma que el ser transmitía. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que podía respirar sin que el peso del mundo lo aplastara.
Spooky Jim se quedó boquiabierto, incapaz de procesar lo que veía. Su propio cuerpo, en la tercera edad, descansaba plácido en un banco cercano, con la serenidad que él nunca había sentido estando vivo. Pero allí estaba él, joven de nuevo, de pie frente a todos sus amigos.
Crybaby y Blurryface lo rodeaban, radiantes, sonrientes, como si los años no hubieran dejado huella alguna. Luego llegaron Elita, Gerard, Jazmín, Billie, Adam, John y su hermano gemelo, todos rejuvenecidos, llenos de vida y energía.
—¡Sos un tarado! —le gritó Torchbearer con una sonrisa—. ¿No reconocés el recuerdo?
—Bueno… perdón… estaba… ya sabés, en la tercera edad… —balbuceó Spooky, todavía sin creerlo.
—¡No importa! —replicó Torchbearer, señalando el cuerpo anciano que yacía en paz con una sonrisa dulce y sin dolor—. Ese sos vos ahora también, descansando por fin. No hay pena, no hay miedo. Solo tranquilidad.
Spooky Jim lo miró, y algo dentro de él se relajó. El miedo, la ansiedad, la culpa por todo lo que había sentido en su vida… todo parecía diluirse en ese instante. La sensación de alivio fue tan profunda que sintió que podía reír y llorar al mismo tiempo.
—Entonces… todo… todo esto es real —susurró Spooky, mirando a Crybaby y Blurryface, tomando sus manos—. Estamos… todos… juntos otra vez.
Crybaby lo abrazó suavemente, mientras Blurryface apoyaba una mano en su hombro. La luz del lugar parecía más cálida, más brillante. Cada respiración estaba llena de memoria, de amor y de paz. Spooky cerró los ojos un instante, sintiendo que, finalmente, todo lo que había temido y cargado se transformaba en algo hermoso.
El silencio que siguió no era vacío. Estaba lleno de risas contenidas, suspiros de alivio y una emoción tan pura que no necesitaba palabras. Allí, todos reunidos, Spooky comprendió que el recuerdo no era solo nostalgia: era un regalo, un puente entre lo que fueron y lo que siempre serían.
Spooky Jim miró alrededor, aún tratando de procesar lo imposible.
—¿Y ahora qué va a pasar con nosotros? —preguntó, con un hilo de voz que mezclaba curiosidad y asombro.
En ese momento, un resplandor surgió entre los árboles. Un portal se abrió frente a ellos, brillante y etéreo. Del interior emergió Lilith, serena, con una sonrisa que transmitía paz.
—Es hora de regresar al paraíso —les dijo suavemente, y detrás de ella, Delante de todos, Debby los esperaba, con la calidez de siempre.
Los amigos, uno por uno, se acercaron y atravesaron el portal, tomando de la mano a sus seres queridos, sin mirar atrás. Todos entraron, menos Spooky Jim, que se quedó contemplando el bosque una última vez.
—Es hermoso… y es suficiente —susurró, con una mezcla de gratitud y melancolía—. Todo lo que fui, todo lo que amé, queda aquí… y eso me basta.
Torchbearer, impaciente y juguetón como siempre, lo tomó del brazo y lo llevó suavemente hacia el portal:
—¡Ya basta de filosofar! ¡Vamos!
Spooky Jim cruzó finalmente, y el resplandor lo envolvió. El portal desapareció, dejando el bosque en silencio. Solo quedaba un recuerdo tangible: el cuerpo anciano de Spooky Jim descansando feliz y en paz para siempre, la vida que vivió, el amor que dio y la tranquilidad que finalmente alcanzó.
Epílogo: Legados y recuerdos
El tiempo siguió su curso, y aunque los cuerpos de Crybaby, Blurryface y el resto de los amigos descansaban en paz, sus memorias y enseñanzas permanecieron intactas en aquellos que los amaron y conocieron. Hawaii, las montañas, el bosque y la escuela eran ahora lugares sagrados de recuerdos imborrables, donde las risas, aventuras y travesuras de la juventud se mezclaban con la sabiduría de los años vividos.
Los gemelos Torchbearer y Spooky Jim, rejuvenecidos en espíritu por los recuerdos compartidos, continuaron con sus familias. Sus hijos y nietos crecieron escuchando historias de valentía, amistad y amor incondicional, aprendiendo que la vida se mide no por la cantidad de años, sino por la intensidad con la que se viven y el cariño que se deja en los demás.
Jazmín, Elita, Gerard, Billie, Adam y John mantuvieron su vínculo, recordando a cada paso que la música, el arte y la amistad podían trascender el tiempo. Cada objeto que había sido parte de la cápsula del tiempo se convirtió en un símbolo vivo: las cartas, los mechones de cabello, las púas de guitarra, los dibujos y perfumes, no eran simples recuerdos, sino fragmentos de vida que inspiraban a nuevas generaciones a ser valientes, a ser vulnerables y a amar sin miedo.
La escuela, alguna vez escenario de travesuras y desafíos, se transformó en un espacio de respeto y creatividad. Los murales, el verde esperanza y los pasillos llenos de eco recordaban a los estudiantes que cada risa, cada lágrima y cada amistad dejaba una huella imborrable. Las generaciones siguientes crecieron con la idea de que la vida es frágil pero hermosa, que cada acto de bondad importa y que la verdadera fortaleza reside en la vulnerabilidad compartida.
Incluso los fanáticos, dispersos por el mundo, guardaron en su corazón la memoria de Crybaby y Blurryface, de su amor, su música y su forma de vivir con intensidad. Los clubes de fans, los fanarts y los recuerdos se convirtieron en un testimonio de que lo auténtico siempre perdura, y que las historias que tocan el alma nunca mueren.
En cada rincón donde la música sonaba, donde la risa surgía y donde los abrazos se daban con sinceridad, los ecos de aquellos que se fueron seguían presentes. El legado de Crybaby, Blurryface y los amigos no era solo música, amistad o aventuras: era la certeza de que el amor verdadero, la pasión por la vida y la fuerza de los recuerdos compartidos podían trascender el tiempo, llevando consigo la esencia de lo que significa vivir plenamente.
Y así, mientras el mundo continuaba, sus historias, risas y lecciones permanecieron eternas, como un álbum de vida abierto para todos los que deseaban mirar y aprender, recordando que cada instante vivido con intensidad deja una marca que nunca se borra.
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Wolff_sharonn24 on Chapter 1 Thu 31 Jul 2025 04:05AM UTC
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