Chapter 1: Aroma Familiar
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La luz tenue del sol invernal se colaba por la ventana, proyectando destellos blanquecinos sobre las paredes de madera. El aire dentro de la cabaña era frío, pero en un rincón, bajo varias mantas apiladas, aún quedaba algo del calor de la noche.
Parpadeó contra la claridad débil, estremeciéndose al sentir cómo el aliento se condensaba en pequeñas nubes frente a su rostro. Se revolvió entre las mantas, perezosa, disfrutando un momento más del refugio tibio que había construido entre telas viejas.
El olor la hizo fruncir la nariz suavemente. No era la humedad rancia del bosque ni la fragancia metálica de la sangre seca. Era algo más casero, reconfortante.
Se sentó despacio, con la manta aún a medio cuerpo, y se dejó guiar por el dulce aroma.
Sobre la mesa de manera algo desgastada por el tiempo, descansaba una pequeña cesta cubierta por un paño limpio.
Se sentó, aún adormilada, y se acercó. Al retirar el paño, encontró varios onigiri, y sobre ellos, una nota doblada.
La desplegó con dedos perezosos.
"No quise despertarte. Así que te deje el desayuno listo. Y no olvides que me prometiste ayudarme en mi puesto hoy -Mystia"
Rumia soltó un resoplido corto, mitad sonrisa, mitad fastidio.
—Supongo que no tengo otra opción— murmuró.
Tomó uno de los onigiri y le dio un mordisco. El arroz estaba ligeramente sazonado, con un relleno cálido y salado que se derretía en la boca. Sabía exactamente cómo le gustaban.
No era la primera vez que Mystia hacía algo así. Desde que aquella molestosa ave nocturna decidió que "nadie debería comer solo", su rutina se había alterado.
Desde entonces, ella siempre aparecía cada tanto, con una sonrisa escandalosa, contando historias de clientes borrachos, nuevas recetas o canciones que se negaba a salir de su cabeza. Rumia gruñía, pero siempre la dejaba pasar.
Después de comer, permaneció sentada un momento más, mirando sin ver el interior de la cabaña. Todo estaba en su sitio: el caos calculado que solo ella entendía. Pero algo en el aire estaba distinto.
Decidió salir.
Se levantó despacio, dejando que la manta resbalara de sus hombros. Se desperezó con un bostezo corto, luego se peinó con los dedos el cabello despeinado. No es que tuviera prisa.
El bosque afuera aún estaba cubierto por la escarcha matinal. La nieve crujía bajo sus pies mientras avanzaba sin rumbo fijo, con el aliento formando pequeñas nubes frente a su rostro. Las ramas desnudas, cubiertas de hielo, tintineaban suavemente cuando el viento pasaba entre ellas.
No tenía prisa por llegar al puesto de Mystia, así que se permitió vagar entre los árboles, donde la escarcha colgaba de las ramas como hilos de cristal.
Y entonces lo percibió.
Primero, un cosquilleo vago en el estómago. Luego, un olor. Difícil de describir. Como humo mezclado con tierra fría. Como algo olvidado. No humano. No del todo youkai.
Familiar.
Se detuvo en seco.
El recuerdo llegó sin pedir permiso: una noche. Una casa. Voces. Risas que se detenían de golpe. El caos súbito. El frío. Un niño escapando bajo la nieve.
Cerró los ojos. El olor no era exactamente el mismo... pero resonaba en su memoria como un eco.
Siguió el rastro, apenas consciente de sus pasos, hasta llegar a un claro. Estaba vacío, cubierto de escarcha intacta. Ninguna huella. Ninguna presencia.
Solo el silencio.
Pero ese olor extraño aún flotaba, como si acabara de irse. Como si algo, o alguien, hubiera estado allí hacía solo unos minutos.
Miró en todas direcciones. No había nada. Solo árboles, nieve y frío.
Se quedó unos segundos más en el claro, con la nieve inmóvil a su alrededor y el recuerdo zumbando en los oídos.
No había nadie.
Nada.
Solo el olor persistente, y el eco de algo que ya no era.
Frunció el ceño, sacudiéndose la cabeza como si pudiera borrar con eso lo que acababa de sentir. No quería pensar en eso. No ahora.
—No es nada— murmuró, irritada, y se dio media vuelta.
— ❄ —
El camino hacia el puesto de Mystia no estaba marcado, pero Rumia conocía el bosque. Sus pasos, aunque lentos, eran seguros, y la escarcha crujía con cada movimiento.
Poco a poco, los sonidos del bosque cambiaron: el tintineo del viento en las ramas fue cediendo paso al murmullo del fuego y a un leve canto solitario. El aroma de sopa y carne asada flotaba en el aire, cálido y familiar.
El puesto de Mystia estaba vacío aún, salvo por la dueña.
Mystia movía algo en una olla grande con una cuchara de madera, tarareando por lo bajo una melodía sin letra. Linternas de papel colgaban a los lados, algunas ya encendidas pese a la luz del día. El lugar entero parecía una pequeña burbuja cálida en medio del bosque helado.
—Parece que alguien decidió no quedarse dormida todo el día— Dijo sin voltearse, como si la hubiera escuchado.
—No me dormí tanto— murmuró Rumia, acercándose con los brazos cruzados —Y comí el desayuno—
Mystia rio, sin detenerse en su labor.
—¿Y qué tal estaba?—
—Tenía demasiado condimento. Pero bien—
La otra youkai soltó una sonrisa satisfecha.
—Ven, ayúdame a probar la sopa—
Rumia se acercó sin quejarse, tomó la cuchara que Mystia le ofrecía y probó un poco. El sabor era suave, con un punto justo de sal. Familiar. Tranquilo.
—Está bien—
—Así que perfecto— suspiró Mystia, dejando la cuchara a un lado —Todavía no llega nadie. Supongo que hoy será lento—
Rumia no respondió de inmediato. Miró el fuego, luego el bosque. El silencio entre ambas era cómodo... hasta que ella habló.
—Hoy... sentí algo raro—
Mystia alzó una ceja y se giró un poco más hacia ella.
—¿Raro cómo?—
—Estaba en el bosque, antes de venir. Y lo olí. Un aroma... familiar. Humano, pero no del todo, como el de un youkai—
Mystia dejo de remover la olla. Su expresión se volvió seria, atenta.
—¿Qué quieres decir?—
—El olor... era muy similar al de aquel niño. Demasiado—
Mystia se giró del todo.
—¿Ese niño que se te escapo?—
—Vaya, no pensé que un cerebro de pájaro como tú recordara eso— bromeo.
Mystia no rio. Solo la miro en silencio por unos segundos, como si buscara algo detrás de sus palabras.
—No me olvido de esas cosas, ¿sabes?— respondió finalmente, suave —Ese día llegaste empapada—
Rumia desvío la mirada, incomoda. El fuego crepito entre ambas, llenando el silencio con chispas que estallaban en el aire helado.
—No es como si hubiera pasado algo— murmuro —Ni siquiera lo toque. Solo me fui—
Mystia soltó un suspiro.
—¿Y ahora crees que es el mismo olor? ¿Después de una semana?—
Rumia se encogió de hombros.
—No exactamente igual. Pero... cercano. Como si alguien hubiera pasado por ahí hace poco y llevado algo de ese aroma consigo—
—¿Estas segura de que no es solo tu cabeza dándote vueltas?—
—Puede ser. Pero no lo creo—
El viento soplo entre los árboles, haciendo que las linternas de papel se movieran suavemente. El cielo ya mostraba los primeros matices del atardecer, y el bosque adquiría esa luz naranja deslavada que parecía hacer todo más lejano.
—¿Quieres que vayamos a revisar más tarde?— preguntó Mystia, rompiendo la pausa.
—No hace falta. Si realmente había alguien, ya se fue—
—¿Y si vuelve?—
—No lo sé— dijo Rumia, sin convicción —Tal vez no era nada. Tal vez era solo... el viento—
Mystia la observó por un momento más, luego se levantó para volver junto a la olla.
—Bueno, sí empiezas a ver cosas raras o a olerlas, avísame. No sea que ese "nada" termine mordiéndote los tobillos— bromeo.
—¿Preocupada por mí?— ironizó Rumia, cruzándose de brazos.
—Tal vez. Pero si te mueres, me quedaré sin quien lave los platos—
Ambas sonrieron.
Poco después comenzaron a llegar los primeros clientes: un par de tengus hambrientos, una oni solitaria con aspecto de que estaba algo ebria, y una que otra pareja de youkais del borde del bosque. La rutina del puesto cobró vida, entre platos calientes, voces y vapor.
Rumia se movía entre mesas y bancos improvisados sin mucha energía, pero sin quejarse. Mientras recogía un tazón vacío, algo llamó su atención.
Una linterna de papel, colgada al borde del puesto, se balanceaba con fuerza.
Demasiada.
Miró alrededor. No había viento. Las otras linternas estaban quietas.
Se quedó unos segundos observándola. Luego desvió la mirada y siguió trabajando, aunque el ceño le quedó ligeramente fruncido.
Quizás solo está mal colgada, pensó.
Chapter 2: Muñecos Bajo la Escarcha
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El invierno aún gobernaba en Gensokyo, pero su reinado estaba llegando a su fin. Aunque la nieve seguía cubriendo el suelo como un manto blanco y crujiente, el aire ya llevaba un matiz distinto, un eco de renovación. Las ramas desnudas de los árboles se mecían suavemente con la brisa, esperando el calor de la primavera.
Un pequeño youkai avanzaba en silencio por un sendero nevado, sus pasos hundiéndose en la escarcha con un ritmo pausado. Su cabello blanco destacaba contra el paisaje invernal, y sus ojos violetas reflejaban la luz tenue del sol, pero su mirada estaba perdida en pensamientos más profundos. Apretó la bufanda alrededor de su cuello, sintiendo el frío colarse a pesar de las capas de ropa que lo abrigaban.
No recordaba cuánto tiempo llevaba allí, ni siquiera cómo había llegado a este mundo. Su mente era un lienzo en blanco, vacío de recuerdos. Solo sabía su nombre Jun pero más allá de eso, todo lo demás se desvanecía en la incertidumbre.
Detrás de él, tres pequeñas figuras caminaban tranquilamente, charlando entre ellas sin prestar atención a su ensimismamiento. Sunny, Luna y Star, un trío de hadas traviesas que lo habían acogido en su mundo con una naturalidad que a veces le desconcertaba. Para ellas, él ya era parte del grupo, aunque él mismo no supiera qué lugar ocupaba realmente en este extraño mundo.
El crujido de la nieve y las risas apagadas de las hadas eran los únicos sonidos en el bosque. Jun se perdió en sus pensamientos hasta que, de pronto, una duda cruzó su mente.
"¿No estoy siendo grosero?"
Desde que habían salido, apenas había dicho una palabra. Sabía que las hadas tramaban algo, como siempre, pero hasta ahora no se había molestado en preguntar. Tal vez era hora de hacerlo.
Se detuvo y se giró hacia ellas con una expresión algo incómoda.
—¿A dónde vamos exactamente?—
Sunny, siempre la primera en reaccionar casi saltó de emoción al ver que Jun finalmente participaba en la conversación. Sus ojos azules brillaron con energía mientras esbozaba una sonrisa traviesa.
—¡Pensé que nunca lo preguntarías!— exclamó, señalándolo con un dedo —¡Nos dirigimos al Santuario Hakurei!—
Jun parpadeó, un tanto confundido por la energía desbordante de Sunny. No era raro que las hadas estuvieran tan animadas por algo tan simple, pero nunca dejaba de sorprenderlo.
—¿Y qué vamos a hacer en el santuario?— preguntó, sospechando que no se trataba de una visita común.
Sunny continuó caminando, adelantándose al grupo mientras Luna y Star intercambiaban miradas de resignación. Ambas conocían demasiado bien a Sunny como para sorprenderse de su entusiasmo.
—¡El plan de hoy es llenar el santuario de muñecos de nieve!— anunció con orgullo, cruzando los brazos como si estuviera revelando una estrategia brillante.
Jun levantó una ceja, claramente escéptico.
—¿Solo eso?— preguntó, sin molestarse en ocultar su confusión.
Sunny se detuvo de golpe y se giró, con indignación.
—¡Qué grosero!— replicó, con un puchero.
Antes de que Jun pudiera disculparse, Luna intervino con su calma habitual.
—Si lo piensas bien, Sunny, hacer tantos muñecos de nieve solo para fastidiar a Reimu parece... un poco inútil...—
Sunny estaba a punto de responder, pero Star, intervino con una sonrisa cómplice.
—No te preocupes, Luna. Lo tengo cubierto— dijo, sacando unas pequeñas bombas de su bolso con una expresión de malicia en su rostro —Cuando Reimu intente deshacerse de los muñecos de nieve de un solo movimiento... ¡Boom!—
Star imitó una explosión con sus manos, y sus ojos brillaban con emoción al imaginar la escena. Luna dejó escapar un suspiro mientras Sunny reía, emocionada por la broma.
— ❄ —
Pronto llegaron al santuario Hakurei, un lugar tranquilo y sereno que contrastaba con las travesuras que planeaban las hadas. El edificio apenas destacaba entre la blanca capa de nieve, y no parece haber señales de vida, lo que significaba que Reimu probablemente aún dormía.
—¡Perfecto!— Susurró Sunny, frotándose las manos —Empecemos con los muñecos antes de que despierte—
El grupo se dispersó por el área, cada una comenzando a moldear la nieve en sus manos. Jun se quedó un momento observando desde los escalones del santuario, sintiendo una mezcla de cariño y resignación. Aunque no compartía el entusiasmo de las hadas por sus bromas, había algo en su energía despreocupada que lo hacía sentir una cierta calidez. Una extraña paz que contrastaba con su mente inquieta y vacía de recuerdos.
Sus pensamientos lo llevaron a un pequeño claro donde la nieve estaba perfectamente suave y abundante, ideal para hacer un muñeco. Miró a las hadas, todas absortas en sus proyectos, y se decidió a intentar hacer uno también.
Se agachó y comenzó a juntar la nieve con sus manos, intentando formar una bola. Sin embargo, a pesar de su destreza en otras cosas, hacer un muñeco de nieve resultaba mucho más difícil de lo que esperaba. La bola se desmoronaba, o terminaba siendo dispareja y completamente deforme. Frustrado, se detuvo un momento para observar cómo trabajaban las hadas. Sunny y Star competían entre sí para ver quién hacía el muñeco más grande, mientras Luna moldeaba uno más pequeño, pero perfectamente esculpido.
Jun soltó un suspiro, sintiendo una leve frustración.
"Supongo que esto también soy yo"
Incompleto, torpe, intentando tomar forma sin éxito.
Se pasó una mano por el cabello, frustrado. ¿Siempre había sido así de malo en cosas simples? No tenía forma de saberlo. Solo podía esperar que, con el tiempo, lograra recordar algo.
—¿Necesitas ayuda?— preguntó Star, acercándose con una sonrisa.
Jun levantó la vista y vio cómo tanto Star como Sunny observándolo con expresiones divertidas.
—Parece que tu muñeco... es un poco, eh... diferente— añadió Sunny, intentando no reírse.
—Es un trabajo en progreso— Respondió, sin mucha convicción.
Luna, quien había estado ocupada con su propio muñeco, notó las dificultades de Jun y decidió acercarse.
—Es más difícil de lo que parece, ¿Verdad?— comentó, agachándose para ayudarlo a moldear la bola de nieve con mayor precisión.
—Sí... lo es— respondió Jun, agradecido por la ayuda —No creo haber hecho uno antes, ni siquiera antes de mi amnesia—
Luna esbozó una suave sonrisa mientras continuaba ayudando a Jun a darle forma a la nieve. La cercanía entre ambos era palpable, y aunque no había palabras, el ambiente se tornó más íntimo. Luna, con cuidado, suavizaba los bordes del muñeco de nieve, mientras Jun seguía sus movimientos, aprendiendo a su lado.
Sunny y Star, que observaban la escena desde primera fila, comenzaron a sentir una ligera incomodidad. La forma en que Jun y Luna trabajaban juntos, concentrados el uno en el otro, les daba una sensación de... algo. Algo que no podían ignorar.
Intercambiaron miradas y, sin necesidad de hablar, ambas decidieron intervenir.
—¡Déjame ayudarte!— exclamó Sunny, lanzándose hacia Jun y Luna —¡Hay que hacerlo más firme! Así, y luego, lo giras un poco para que no se deshaga—
Star, sin poder contenerse, se inclinó hacia Luna y murmuró en tono burlón.
—Oye, Luna, ¿No estás acaparando demasiado a Jun?—
Luna, visiblemente sorprendida, dejó caer un poco de nieve de sus manos, y sus mejillas tornándose rosadas.
—¡¿Qué dices, Star?!— respondió, intentando controlar el nerviosismo en su voz
Star rió suavemente, disfrutando de la reacción de su amiga, mientras Luna intentaba concentrarse nuevamente en el muñeco.
—N-no es eso... Solo quiero que su muñeco quede bien— murmuró Luna, mientras sus manos temblaban un poco al seguir moldeando el muñeco.
Star solto una risa y se unió a la tarea, riendo por lo bajo mientras ayudaba.
— ❄ —
Finalmente, después de un par de horas, los muñecos de nieve estaban listos. Una fila interminable de figuras blancas se extendía frente al santuario, grandes, pequeños, deformes y detallados se alineaban como un ejército invernal, llenando el lugar con un ambiente surrealista y cómico.
Jun, parado junto a las hadas, observaba el resultado final. Aunque no era parte de las travesuras por voluntad propia, no podía negar que el panorama tenía cierto encanto. A su alrededor, Sunny, Luna y Star reían, orgullosas de su obra.
—¡Esto es perfecto!— exclamó Sunny, alegremente mientras admiraba el ejército de muñecos a su alrededor.
—Perfecto para meternos en problemas, quieres decir— murmuró Jun, cruzándose de brazos, aunque una pequeña sonrisa traicionera se asomó en sus labios.
Star, que aún tenía escondidas un par de bombas de nieve, dio un último toque a algunos muñecos y sonrió con aire satisfecho. Luna, por su parte, estaba añadiendo los últimos retoques a unos de los muñecos de nieve.
El silencio fue roto abruptamente por el chirrido de la puerta del santuario. Todos se quedaron inmóviles cuando una figura familiar apareció en el umbral: Reimu Hakurei, aún medio dormida, su cabello despeinado y una expresión de puro desconcierto.
—¿Qué... es esto?— murmuró, con voz ronca y cansada.
Reimu dio un par de pasos hacia adelante, y su mirada recorrió la escena. Estaba rodeada por un ejército completo de muñecos de nieve, cada uno más extraño que el anterior, todos mirándola con sus ojos improvisados de roca o ramas. Sus cejas se alzaron lentamente, y un tic nervioso apareció en la comisura de su boca.
En ese instante, mientras Reimu aún intentaba procesar lo que veía, Sunny se giró rápidamente hacia Star y susurró furiosa:
—¡¿Por qué no avisaste que estaba despertando?!—
Star solo se encogió de hombros, mientras mantenía una sonrisa -Bueno, estaba tan concentrado en los muñecos, qué se me olvido-
—¡¿"Demasiado concentrada"!? ¡Nos va a matar!— susurro en pánico.
Sunny tragó saliva, sintiendo la mirada de Reimu sobre ella como si fuera un peso físico. Dando un paso al frente, Sunny intentó componer una sonrisa y dijo con voz temblorosa:
—¡Buenos días, Reimu! Decoramos el santuario para que se vea más... ¡Festivo! ¿No es genial?—
Reimu no respondió de inmediato. Solo cerró los ojos, inhaló profundamente y exhaló con cansancio.
Y al abrirlos nuevamente, miró a las hadas con una calma inquietante.
—Voy a ignorar esto... por ahora— dijo en un tono peligrosamente tranquilo —Pero en cuanto me tome mi té, quiero que todo esto desaparezca—
Sunny asintió rápidamente, pero antes de que pudiera decir una palabra, algo llamo la atención de Reimu.
Entre la multitud de muñecos de nieve, uno destacaba por encima de los demás. Era ligeramente más grande, con un moño de tela roja en la cabeza y palos cuidadosamente colocados que simulaban sus brazos en una posición familiar. A su lado, había tres muñecos más pequeños con detalles parecidos a las hadas.
—¿Un muñeco de nieve de mi...?—
Esto inmediatamente puso tenso tanto a Jun, como a las tres hadas, bueno a excepción de Star, quien sonríe alegremente ante la situación.
Cuando Reimu llegó junto al gran muñeco, extendió la mano y apenas lo tocó con un dedo, fue cuando...
¡BOOM!
Una explosión de nieve cubrió todo el santuario. Los muñecos cercanos cayeron en cadena, y el aire se llenó de polvo blanco y pequeños montones de nieve volando por todas partes.
Cuando el humo se disipó, Reimu estaba completamente cubierta de nieve, con el cabello empapado y los hombros temblando por la furia contenida.
Reimu se giró hacia ellas, levantando la mirada y hablo con una voz aterradoramente tranquila.
—Tienen tres segundos—
No se necesitaron más advertencias, se giraron y corrieron, mientras esquivaban los proyectiles que Reimu les lanzaba.
Jun corrió detrás de las hadas, esquivando como podía los amuletos de purificación que volaban por el aire, mientras el eco de las risas resonaba entre los árboles. Por un instante, olvidó la amnesia, el frío y la sensación constante de estar fuera de lugar.
Miró a Sunny, a Star, a Luna cada una riendo, gritando, viviendo y algo en su interior se aflojó, como si una pequeña pieza finalmente encajara en su lugar.
Y entonces, sin pensarlo demasiado, rió.
Una risa baja al principio, casi tímida, pero que pronto se volvió genuina, brillante, imposible de contener.
No sabía quién había sido antes, ni cuánto de él faltaba por recordar.
Pero en ese momento, corriendo entre la nieve con las hadas a su lado, supo que estaba bien.
"Tal vez... tal vez este no es un mal lugar para estar perdido"
Y así, con una Reimu cubierta de nieve y el santuario hecho un desastre, la mañana en Gensokyo continuaba con su habitual caos y diversión.
Chapter 3: Silencio Compartido
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Los cálidos destellos de la luz matinal se filtraban por las ventanas, bañando la sala en un suave resplandor dorado. El aroma dulce de los panqueques flotaba en el aire, envolviendo todo con una tibieza hogareña.
Fue ese olor, más que cualquier necesidad o impulso, lo que hizo que Jun abriera los ojos.
Tardo unos segundos en ubicarse. La espalda le dolía ligeramente, un recuerdo que el sofá no era el mejor lugar para dormir. Se incorporó despacio, frotándose los ojos con lentitud, dejándose guiar por el embriagador olor de los panqueques.
Desde su rincón, pudo ver a las hadas en su rutina matutina.
Sunny bostezaba sin pudor, con el cabello aún alborotado y los ojos entrecerrados, arrastrando los pies con una taza en la mano. Luna, ya despierta, soplaba con delicadeza su café antes de beber un sorbo con un gesto tranquilo. Star tarareaba en la cocina, con un delantal mal puesto y una sonrisa en los labios.
Era una escena pacífica, familiar... hasta que algo rompió la armonía.
Sentada a la mesa, justo frente a él, había alguien que no recordaba haber visto antes.
Llevaba un llamativo atuendo de estrellas y rayas, con un gorro de bufón que se ladeaba levemente sobre su cabeza. Sus ojos brillaban con emoción mientras miraba fijamente el jarabe de arce, como si fuera un tesoro divino.
Jun parpadeó, confundido.
"...¿Quién?..."
Pero antes de que pudiera terminar la pregunta, la chica levantó la vista y lo miró directamente, sin rastro de timidez.
—¿Quién eres?—
Jun tardó un segundo en reaccionar. Miró a las hadas, esperando alguna señal, pero ninguna parecía alarmada. Solo seguían con lo suyo.
—Jun...— respondió al final, aun desconcertado.
—¿Jun?— repitió la desconocida, como si degustara el nombre. Luego sonrió, satisfecha —¡Entendido!—
—¿Y tú... quién eres?—
Sunny, estirándose con desgano, respondió.
—Su nombre es Clownpiece—
—Una hada del infierno— añadió Star desde la cocina, sin siquiera girarse.
Jun las miro, incrédulo.
—¿Una hada del infierno?—
—Si— confirmo Luna con naturalidad, tomando un sorbo de su café —Suele aparecerse por aquí a menudo—
—Hehe. Porque es más divertido aquí, que debajo del santuario— añadió Piece, con una amplia sonrisa.
Jun no supo qué decir. Se limitó a dejar escapar un suspiro cansado.
—Supongo que eso... tiene sentido—
Clownpiece lo miró durante un largo momento, ladeando la cabeza como si intentara adivinar de qué estaba hecho. Luego apoyó los codos en la mesa y descansó la barbilla en las manos.
—Nunca te había visto antes, ¿Eres nuevo por aquí?—
La pregunta cayó con más peso del que esperaba. Jun parpadeó, incómodo. Era la primera vez que alguien se lo preguntaba tan directamente.
—Algo así...— respondió, sin saber cómo explicarse.
Luna dejó su taza sobre la mesa con un suave clink. No fue fuerte, pero sonó como una interrupción deliberada.
—No lo molestes, Piece. Apenas acaba de despertar—
El tono era suave, pero con un filo que no pasaba desapercibido.
Clownpiece rio suavemente.
—Solo tenía curiosidad— dijo encogiéndose de hombros —Después de todo, no es común ver a un youkai viviendo con hadas—
Esa frase, dicha con ligereza, cayó como un peso en el estómago de Jun.
Un youkai conviviendo con hadas...
No se lo había planteado.
No se había preguntado qué era exactamente. Solo había estado aquí. Existiendo.
Pero ahora, la pregunta que evitaba asomó como una espina en su mente:
"¿Soy realmente un youkai?"
Clownpiece no dijo nada. Tal vez percibió el peso de sus palabras. Tal vez no.
Luna, en cambio, sí.
Sus dedos se cerraron más firmemente sobre la taza, y su voz salió clara, sin vacilar.
—No importa si es raro o no. Jun está con nosotras. Eso es lo único que importa—
Jun levantó la vista. Algo en ese tono, firme y directo, disolvió un poco la inquietud que lo recorría. Luna no lo miraba, pero sus palabras eran para él.
Clownpiece alzó ambas manos, como si se rindiera ante la tensión.
—¡Tranquila, tranquila! Solo hablaba. Qué protectora estás hoy...—
Luna desvió la vista, murmurando algo ininteligible. Star, por fin, salió de la cocina con una nueva tanda de panqueques, que dejó en la mesa con una sonrisa.
—Desayunen antes de que Piece se acabe el jarabe— advirtió
—¡Demasiado tarde!— gritó Piece, vertiendo el contenido del frasco con entusiasmo desmedido
—¡Eso es demasiado jarabe!— protestó Sunny, tratando de quitárselo
—¡No existe tal cosa como "demasiado"!— declaró Piece, girando el frasco fuera de su alcance
Jun dejó escapar un suspiro. No era tan diferente del caos habitual. Solo un poco más... ¿Caótico?.
Cuando tomó asiento frente al plato que Star le había dejado, notó un detalle.
Luna, sin decir nada, había acercado discretamente su plato hacia él. Un gesto mínimo, fácil de ignorar. Pero en su sencillez, había algo que se parecía mucho a una respuesta.
Jun respiró hondo, dejando que el aroma del desayuno lo envolviera.
...
—A veces me pregunto si esto no es un secuestro lento— murmuró Rumia sin mirar —Vienes, cocinas, me das comida y no me dejas dormir. Muy sospechoso—
—Podrías decir "gracias" de vez en cuando— respondió Mystia con calma —Además, ¿Qué ibas a hacer? ¿Hibernar hasta que se derrita la nieve?—
—Eso o ignorar el mundo hasta el almuerzo—
Un golpe suave en la puerta rompió la conversación.
Rumia no se movió.
—¿Acaso mi cabaña se ha vuelto una posada?—
Mystia ladeó la cabeza, algo divertida.
—Tal vez deberías cobrar alquiler—
Se acercó a la puerta y la abrió sin apuro. Del otro lado, con el gorro torcido y una cesta colgada del brazo, Wriggle le devolvió el saludo con una bocanada de aliento visible en el aire helado.
—¿Ya están armando desayuno sin mí?—
—Estás justo a tiempo para fregar los platos— dijo Rumia
—Ah, tu calidez siempre me conmueve— replicó Wriggle, entrando sin esperar invitación.
Wriggle dejó el cesto sobre la mesa con un golpe suave y se sacudió los restos de escarcha de los hombros. Mystia se acercó a ver el contenido.
—Raíces de nabo, ¿eh? No están mal— comentó, asintiendo con aprobación —Podría hacer sopa, o encurtidos—
—Yo voto por sopa— dijo Rumia desde su rincón, con la voz aún adormilada —La opción que implique menos esfuerzo para mí—
Mystia se giró con una sonrisa irónica.
—Qué sorpresa—
Wriggle se dejó caer en una silla junto a la mesa, frotándose las manos para entrar en calor.
—¿Tienes té?— preguntó Wriggle, mirando alrededor con el ceño ligeramente fruncido —O lo más parecido a eso que haya—
—Estante a la derecha— respondió Rumia sin más
Mientras Wriggle servía su taza, el silencio se espesó un poco, como si el calor del fuego no alcanzara a derretir del todo el aire.
—El bosque está... raro últimamente— dijo finalmente, con voz más baja.
—Lo sé— asintió Mystia —Callado. Como si todos estuvieran esperando algo sin querer admitirlo—
—Desde el ataque en la aldea— añadió Wriggle, sin rodeos —Ya pasaron dos meses, pero el silencio sigue ahí—
—Ya exterminaron a los idiotas que lo causaron— comentó Rumia, abriendo un ojo
Wriggle la miró.
—Y tú estuviste cerca, ¿no?—
Rumia bostezó.
—Demasiado cerca. No por gusto—
Mystia dejó la cuchara.
—Lo viste—
—Si— dijo Rumia, sentándose más erguida —Sangre, humo, gritos. El típico caos sin estilo. Y un niño—
Wriggle parpadeó.
—¿Un niño?—
—Pequeño. Humano. Solo— enumeró Rumia —Habría sido tan fácil—
—Pero no lo cazaste— dijo Mystia, sin emoción
—Porque no soy estúpida— replicó Rumia, seca —Los cazadores ya estaban cerca. No iba a arriesgarme por un tentempié congelado—
—Sí, no suena a tu estilo. Tú, al menos, sabes cuándo largarte—
—Gracias por notar mis talentos— dijo Rumia, con fingida modestia.
—¿Y qué pasó con el niño?— preguntó Wriggle.
—Se adentro al bosque— respondió Rumia, encogiéndose de hombros —Solo. Desorientado. Supuse que la nieve haría el resto—
Mystia la miró de lado.
—Pero hace poco sentiste su olor—
Rumia asintió con lentitud.
—No era igual... pero tenía esa huella. Como si alguien llevara una piel que no le pertenece—
Wriggle dejó la taza con cuidado.
—¿Crees que sea él?—
—No. O al menos, no del todo— dijo Rumia —Lo que sea que quedó, no es completamente humano. Ni youkai—
—¿Te preocupa?— preguntó Wriggle
—Me irrita— corrigió Rumia —Me molesta que no esté muerto. Me molesta que el bosque aún lo recuerde. Que siga oliendo a algo que no debería existir—
Mystia volvió a la olla.
—¿Y si vuelve?—
Rumia se recostó contra la pared, los ojos medio cerrados, pero la voz firme.
—Si vuelve... esta vez no lo dejare ir—
— ❄ —
—¡No puedo creer que te lo bebieras todo!— gruñó Sunny, con los brazos cruzados y el ceño profundamente fruncido —¡Ese frasco de jarabe tenía para tres desayunos más! ¡Tres!—
—Si no quieres que lo beba todo, no lo pongas en la mesa— dijo despreocupadamente con las manos tras la cabeza.
—¡¡Ni siquiera vives con nosotras...!! ¡Aghh!—
Ante la frustración de Sunny, Clownpiece dejó ver una sonrisa radiante, traviesa, casi orgullosa.
—¿Eso me convierte en una criminal? ¿Una fugitiva del jarabe? ¡Tal vez deberían atraparme antes de que me escape al infierno con todo el desayuno!— exclamó girando en el aire.
—¿Y qué vamos a hacer ahora?— preguntó Star desde el otro extremo de la mesa, recostada con desinterés —¿Acaso tenemos otro frasco escondido?—
—¡Vamos por más, obvio!— dijo Sunny, levantando el brazo como si diera una orden de ataque —¡Y esta vez me asegurare de atar a la responsable!—
—Oh, me gustaría verlo intentarlo— dijo Piece, con una sonrisa desafiante.
Con un carraspeo apenas audible, Luna interrumpio.
—Si vamos a encontrar uno, este es el momento— intervino Luna, dejando la taza sobre la mesa con suavidad —El clima está justo en ese punto donde la savia empieza a subir. Solo necesitamos un arce viejo y saludable—
—Entonces... ¿A dónde vamos?— preguntó Jun desde su asiento, mirando a Luna con interés.
—¡Al sur!— exclamó Sunny de inmediato, apuntando con decisión hacia la puerta —Vi uno hace poco por el sendero del claro. ¡Estoy segura!—
—Tú ves arces en todos lados— replicó Star, levantándose con lentitud —Ese árbol era un roble, ¿recuerdas? Le pusiste nombre y todo. "Sir Dulcehoja"—
—Yo prefiero ir al este— comentó Luna, acomodándose la bufanda —El terreno es más plano, y los árboles allí suelen sobrevivir mejor al frío. Podría haber uno viejo lo bastante fuerte para producir savia—
—Y yo iré al norte— dijo Piece girando en el aire de nuevo —¡Quién sabe! Tal vez encuentro uno de esos árboles infernales que sangran jarabe directamente al quemarlos con fuego espiritual—
Sunny se llevó una mano al rostro.
—Por favor no... no hagas eso...—
—¡Entonces hagamos una competencia!— propuso Piece, aterrizando de un salto sobre una silla —Cada grupo toma una dirección. El primero que regrese con un frasco lleno de savia gana el derecho... ¡De decidir cuanto jarabe echar en sus panqueques!—
—El proceso para recolectar arce tarda entre dos a tres días— respondió Luna
Lo único que salió de la boca de Clownpiece fue un simple "Oh".
— ❄ —
El grupo se puso en marcha, cada una tomando una dirección distinta. Luna iba unos pasos por delante. Su bufanda ondeaba con el viento, y su mirada se movía de tronco en tronco, como si leyera un lenguaje que Jun aún no conocía.
—¿Entonces... cómo se hace exactamente el jarabe?— dijo Jun finalmente, rompiendo el silencio.
—Lo primero es encontrar el árbol correcto— respondió Luna —El arce azucarero. Aunque otros también sirven, pero su savia es la más rica—
—¿Y luego?— dijo en tono curioso.
—Le haces un pequeño agujero, insertas el grifo, y dejas que la savia caiga lentamente aun recipiente. Pero es un proceso lento. Puedes esperar horas para llenar apenas una botella pequeña—
—¿Y no daña al árbol?—
—Si se hace con cuidado, no. Los arces pueden soportar una o dos perforaciones al año sin problema. Y con el tiempo, cicatrizan solos—
Jun asintió, con expresión pensativa.
—¿Y esta es la temporada?—
—Si. Justo ahora, cuando las temperaturas suben por encima de cero durante el día y bajan de noche. La savia empieza a moverse. Si tienes suerte... puede que encuentres una gota—
Pasaron junto a un árbol grueso, de tronco pálido y ramas que aún sostenían algunas hojas secas.
Jun se acercó, tocando la corteza con la palma.
—¿Este podría ser uno?—
Luna se detuvo junto a él, observando el tronco.
—No es un arce, pero esta cerca— dijo y señalo el sendero —Si seguimos un poco más. Puede que encontremos un arce viejo entre los bordes del claro—
Jun volvió a su lado, y continuaron en silencio. El camino se estrechaba, las raíces brotaban de la tierra como dedos torcidos, y la escarcha cubría los arbustos como si los hubiera detenido el tiempo.
Pero algo... algo empezó a incomodar a Jun.
No era miedo. Ni frío.
Era una sensación más sutil. Como si los árboles lo reconocieran. Como si la forma en que la luz caía entre las ramas, el olor húmedo del suelo, incluso el silencio del bosque... todo le hablara en un idioma que alguna vez supo.
Sintió un eco.
No en sus oídos, sino en el pecho.
Un crujido más seco bajo sus botas lo obligó a detenerse. Miró al suelo: la nieve era más delgada allí, rota en partes por la exposición al sol. Y el aire... se sentía más espeso. No más frío, pero sí más pesado. Como si el bosque contuviera la respiración.
Sus ojos se desviaron hacia un pequeño sendero oculto entre ramas dobladas. Apenas visible. Pero algo en él lo llamaba.
—Luna...— dijo, sin alzar la voz —Ese camino...—
Ella se detuvo también.
Jun se desvió, casi sin pensarlo. Sus pasos lo guiaban más que su mente. Las ramas crujían bajo sus piernas mientras se abría paso por el pasaje estrecho.
Luna lo siguió en silencio.
El sendero descendía levemente, y tras unos metros, los árboles se abrieron de golpe.
Allí estaba el claro.
Pequeño. Silencioso. Flanqueado por árboles altos que se curvaban ligeramente hacia adentro, como si guardaran algo. La nieve se había derretido en parches, dejando ver la tierra oscura debajo. Una piedra baja descansaba cerca del centro, casi cubierta de musgo seco.
Jun avanzó. Sus pasos eran lentos, como si cada uno pesara un poco más que el anterior. Se acercó a la piedra. La tocó. Estaba helada.
Pero no le importó.
Jun se sentó en la roca, sintiendo cómo el frío le calaba a través de la ropa. No se movió al principio. Solo dejó que la quietud lo envolviera.
Frente a él, la nieve parecía menos densa, como si el claro llevara días respirando solo. Las ramas desnudas formaban una especie de cúpula irregular, y entre los troncos, la luz filtrada era distinta. Como si el sol también recordara este lugar.
—Es... tranquilo— murmuró al fin
Luna, que se había quedado de pie detrás de él, dio unos pasos más y se sentó a su lado. No dijo nada de inmediato.
El silencio se prolongó, pero no era incómodo. Más bien... necesario.
—Me encontraste aquí, ¿No?— preguntó Jun, sin girarse.
—Sí— respondió Luna, sin dudar.
Él asintió lentamente. Luego bajó la mirada hacia sus propias manos, apoyadas sobre sus piernas. Las cerró en puños, como si buscara algo.
—¿Cómo estaba? Cuando me encontraste, quiero decir—
Luna respiró hondo. Sus ojos se perdieron en el claro por un momento, como si lo viera superpuesto con aquel día.
—Tendido en la nieve. Casi cubierto por completo por la nieve. No respirabas al principio, o eso pensé. Pero entonces moviste un dedo. Y supe que estabas vivo—
Jun ladeo la cabeza ligeramente.
—¿Dije algo?—
—No. Solo respiraste. Como si incluso eso te costara—
Jun soltó una risa breve, sin humor.
—Supongo que sigue costando—
Hubo una pausa, más larga esta vez.
—Me siento... como una sombra mal dibujada— dijo Jun finalmente —Como si alguien hubiera empezado a dibujarme y luego se olvidó de terminarme—
Luna lo observó de reojo, con expresión suave, pero atenta.
—No me importa si estás incompleto— dijo, simplemente —Como dije, estás aquí. Eso es lo que importa—
Jun giró el rostro hacia ella. No dijo nada, pero la intensidad de su mirada cargaba con más de lo que sus palabras podían expresar.
—¿No te molesta?— preguntó —Vivir con alguien que ni siquiera sabe qué es—
—No— respondió Luna, sin dudar —Porque lo que eres ahora... lo estamos viendo cada día. Y no es tan difícil de entender—
Jun bajó la mirada.
—¿Y qué soy?—
Luna pensó un momento, luego dijo:
—Alguien que siempre tiene la mente en las nubes. Un tonto que está dispuesto a escuchar cada una de las quejas de Sunny. Y demasiado amable para que Star no pueda evitar aprovecharse de ti—
Jun parpadeó.
Luna sonrió levemente.
—Cualquiera que sea tu pasado, el Jun que conozco, es ese...—
El viento sopló entre los árboles, levantando un rastro de nieve que danzó unos segundos antes de caer de nuevo.
Jun cerró los ojos. Inhaló profundamente. El aire estaba frío, pero no dolía. No tanto como antes.
—Gracias— dijo, apenas en un susurro.
Luna se levantó primero, sacudiéndose la falda. Jun la miró desde abajo.
—¿Vamos?— preguntó ella, tendiéndole una mano.
Jun dudó un segundo. Luego la tomó.
Se incorporó, y por un momento, ambos se quedaron de pie uno junto al otro, mirando el claro por última vez.
—Volveré aquí— murmuró Jun— No sé cuándo, pero... tengo la sensación de que aún hay algo que entender—
Luna suspiró y bajó la mirada un instante.
—Si quieres, no tienes que hacerlo solo— dijo con suavidad —Te esperare—
Mientras se perdían entre los árboles, el claro quedó en calma.
Una ráfaga leve agitó la nieve sobre la piedra, borrando las huellas que habían dejado. Como si el bosque quisiera conservar ese momento solo para sí.
sevengodsofhonkai on Chapter 1 Mon 04 Aug 2025 10:34PM UTC
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MuseFlicker77 on Chapter 3 Thu 11 Sep 2025 04:22PM UTC
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