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Pheromone War | Omegaverse| Season 3 | +18

Summary:

TERCERA PARTE | ¿Cómo volver a amar cuando se está lleno de sed de venganza? La Alianza descubre al traidor, la guerra toma un rumbo diferente.

⚠️ Puede contener descripción de escenas sangrientas, muerte, tortura, secuestros, abusos por parte de superiores, referencias de agresión fisica, sexual y verbal, abortos y contenido 18+.
Si no es de tu agrado se recomienda pasar de esta historia.

Los personajes serán humano-cyborgs (excepto los Titanes)

Tessa = TVWoman
Cathy = CameraWoman
Dave = Plungerman
Steve = Dark Speakerman
Sara = Speakerwoman
Chris = Cameraman Simp/Brown
Victor = Shadow TVMan
Sam Maximoff = OC Speakerman
Erick = Skibidi Científico
Noah = Scientist Chief Cameraman
Larry = TVMan Elite
Ethan = TVMan Elite
Adam = Scientist TVMan
Taekyung = Large TVMan/Polycephaly
Dan = Large Speakerman
Astrid = Astro Duchess
Cael = Scientist Cameraman

 

Créditos de personajes a Dafuqboom.

Chapter Text

No había tiempo, ni dolor, solo alma.

La oscuridad no dolía. No pesaba.
Era un abrazo frío, sin nombre, sin rostro... hasta que la música empezó.

Un vals.

Las notas viajaban suaves. Sam abrió los ojos y lo vio: un salón de baile inmenso, con candelabros hermosos, el suelo cubierto de mármol.
Y la gente, personas que no reconocía con trajes de época. Todos giraban al ritmo de algo antiguo.

Y entonces lo vio.
Al fondo.

Victor.

Vestido de blanco, con la sonrisa más honesta que Sam recordaba. Giraba entre risas, bailando con dos niños, ¿suyos? ¿suyos y de quién?, que lo perseguían entre risas.
El alfa no lo veía. No podía verlo.
Y eso... dolía más que la muerte misma.

Sam intentó avanzar. Su alma quiso correr. Gritar. Pero entonces...

Una mano lo alcanzó.
Fría. Con uñas afiladas y negras.
Scarlett.
Su hermana.

- Hola , hermanito, tiempo sin verte. -susurró, con una sonrisa que no pertenecía al mundo que recordaba.

- Scarlett... Estás... Viva.- murmuró sin poder creerlo del.todo.

Scarlett, su hermana mayor, muerta hacía años en un accidente automovilístico.
Pero aquí estaba. Viva, gloriosa, tan hermosa como el día en que la perdió. Con su cabello rojizo, ojos azules, y vestida con un enorme y frondoso vestido rojo que parecía hecho de sangre.

Ella lo jaló suavemente, y el mundo alrededor glitcheó. Parpadeó como una señal de TV mal sintonizada. Todo se quebraba en fragmentos, pero el vals seguía.
- Baila conmigo, Sam.- No era una petición.

Sus manos se entrelazaron. Y al danzar, el salón cambiaba. A veces parecía un campo de batalla, a veces un quirófano, a veces, un bosque.

-Puedo devolverte lo que perdiste.-susurró Scarlett al oído- Tu historia no tiene porqué terminar así. Puedes vengarte...-

-¿Qué quieres a cambio? -preguntó Sam, ya sabiendo la respuesta.

-Tráeme de vuelta. Devuélveme mi propósito.- él frunció el ceño, sin saber exactamente a qué se refería su hermana mayor.

La música se volvió aguda. Dolorosa. El mundo empezó a desmoronarse, como un vídeo corrupto.
Sam la miró. Dudó.
Pero luego pensó en el frío. En la soledad. En la injusticia que vivió.
Y asintió.

Scarlett le sonrió como lo haría un dios que acababa de ganar una apuesta peligrosa.

Y entonces...
La luz lo arrancó del vals.
La música se convirtió en un zumbido agudo.
Su alma fue jalada como un cometa cayendo.

Y despertó.
Ahí.
En el mismo sitio donde murió.
Desnudo.
Pero con un corazón latiendo y con un nuevo propósito.

El cielo sobre él era gris, encapotado, como si el mundo estuviera conteniendo la respiración.
Todo estaba húmedo, silencioso... salvo por los susurros del bosque y el eco lejano de gemidos inhumanos.

Su pecho subía y bajaba con violencia, como si aún estuviera muriendo.
-¿Dónde...? -balbuceó con voz rasposa, desconocida.

Entonces escuchó algo.
Crujidos.
Gruñidos.
El arrastre viscoso de pies descoordinados.

Skibidis.
Caminaban entre los árboles, torpes pero peligrosos, guiados por un hambre y violencia sin sentido.
Sam se arrastró hacia atrás, el corazón explotándole contra las costillas.

-¡NO! ¡NO SE ACERQUEN!- se cubrió con sus brazos.

Y de repente...

¡BOOM!
Una onda roja brotó de su cuerpo.
Un círculo brillante como el borde de una supernova estalló a su alrededor, empujando a las criaturas hacia atrás, como si un huracán invisible los hubiera golpeado.

Sam se quedó helado.
Literalmente.

Una brisa helada lo abrazó, y el frío lo hizo temblar, la piel erizada, los labios morados.
Instintivamente, deseó tener ropa.

Y entonces sus ojos brillaron rojo.

La brisa se detuvo.
Y ante él, como si la realidad tejiera con hilos invisibles, apareció un traje. Negro, elegante, como el que usaba como uniforme Speakerman, pegado al cuerpo, con detalles rojos.

-¿Qué... qué está pasando? -murmuró con voz entrecortada.

Sus dedos temblaban mientras se miraba. No era solo ropa. Era una extensión de él.
Y más allá, los Skibidis se reincorporaban... pero algo en su mirada cambió.
Sus ojos muertos lo enfocaban, no como a una presa... sino como a un rey. Estáticos y obedientes.

Ellos lo entendían.

El miedo fue sustituido por otra cosa:
Un calor bajo su piel. Una verdad nueva y peligrosa: Él tenía el control.

-Esto no es real... -susurró, mirando sus manos con asombro.

Pero Sam ya no temblaba.
Ya no era una víctima.
Ya no era solo el Omega que murió...

Era el que regresó para vengarse.
El que la muerte rechazó.
El que ahora podía alterar las reglas de su propia historia.

-¡Eh, ustedes! Llevenme con Erick.- ordenó, sediento de venganza.

***

La puerta se abrió sin hacer ruido.
Sam no necesitó empujarla. Los Skibidi, con sus rostros deformes y movimientos erráticos, lo habían traído hasta allí. Lo obedecían como si fuera su rey.
Sus botas resonaban sobre el concreto sucio, pero era un sonido suave, casi elegante.
El Omega de cabellos rojizos como brasas apagadas, ojos de un rojo sobrenatural, caminaba entre los contenedores como un cazador que ya no tiene miedo.

Erick lo vio, y por un segundo creyó estar alucinando.

-¡No... tú estás muerto! ¡Tú estás muerto, maldita sea! ¿¡Qué esperan!? ¡ATAQUEN!-
Gritó. Ordenó. Chilló. Pero los Skibidi no se movieron.

Sam sonrió con una calma tan violenta que helaba la sangre.

-¿Muerto? Sí. Lo estuve. Pero resulta que el infierno me devolvió.-

Y lo último que Erick vio fue el puño de Sam, directo a su cara.

...

Erick despertó atado. Muñecas, tobillos, cabeza.
No podía moverse.
Y entonces lo vio.

-¿Qué haces? Desátame imbécil.-

-Tranquilo. No quiero que mueras... todavía. Quiero que sientas... un poco de lo que yo sentí.-

El peliblanco gritó.
-¡Maldito psicópata de mierda! Te voy a matar.-

El beta jadeaba como un animal herido, su mente resbalando entre el terror y la vergüenza.

-¡Hijo de puta! Cuando salga de aquí. Te voy a matar... Pero antes, te voy a violar... tanto que te voy a desgarrar y...-

Sam se acercó a su oído con una calma endemoniada.
Acarició suavemente su rostro...
y le susurró:

-Ajá, lo que tú digas... ¿Conoces el juramento hipocrático, Erick?- Lo dijo con tono suave, como un maestro antes de desatar el castigo.
-Ese donde el médico promete no hacer daño, proteger la vida... cuidar al paciente.-

El peliblanco apenas asintió, confuso, con los ojos al borde de una convulsión.

Sam sonrió... y dejó caer su bisturí sobre la bandeja de acero.

-Bueno, tengo noticias: nunca me gradué.-
Se enderezó, cruzó los brazos con dramatismo teatral. -¿Sabes por qué? Porque el virus que tu maridito desató arruinó todo. Se acabó la universidad, se acabaron los títulos... se acabó mi jodida vida. Así que técnicamente...- le tomó el rostro con una sola mano, obligándolo a mirarlo. -Nunca hice ese juramento. Y eso significa, Erick... que soy libre. Libre de hacer lo que quiera. Libre de jugar contigo. Con tu cuerpo...-

Erick ni siquiera pudo gritar cuando Sam lo abrió. Sin anestesia.

En sus entrañas, había un útero.

-Pff así que... ¿Te estuviste inyectando cosas para ser Omega?- el útero sangrante estaba expuesto, aún latiendo débilmente. -Pues te funcionó, ahí está, un útero muy bonito... Y lleno.-

-No... ¡Por favor!- rogó el peliblanco.

Abrió el útero, inspeccionó con interés. Y sus sospechas fueron ciertas.

Sacó el feto... el hijo de G-Man que nunca sería... Todavía tibio. Silencioso. Y se lo mostró como un trofeo.

-MI HIJOOO ¡NOOO!- lloró emocionado y perturbado.

-Sí, Erick. Iba a ser un niño. ¿Quizá tenía ya 8 semanas? Vamos a devolvértelo. Porque tú me lo quitaste a mí... y es justo que tú lo lleves adentro hasta que el dolor te haga suplicar por la muerte.-

Con un cuidado enfermizo, Sam insertó de nuevo el feto muerto en el útero.
Empujó con los dedos manchados de sangre, con precisión quirúrgica.

Erick intentó desmayarse. Su cuerpo intentó apagarse.

-¡Oh, no no no, mi cielo! No te me vas a ir tan fácil.-

PLAF.
La cachetada resonó en la sala como un aplauso en medio del juicio final.

-¡Despierta, putito! Esto apenas empieza.-
Otra cachetada. -¡Mírame cuando te devuelvo tu maldito bastardo! ¡Siente cada maldito punto de sutura!-

Sam comenzó a coser el vientre, lentamente, con hilo quirúrgico negro.
Cada puntada iba acompañada de una palabra.

-Por... mi... hijo... que... jamás... lloró...-

Le inyectó un químico para mantenerlo consciente, pero inmóvil.

-Y ahora, Erick... vas a parir el dolor. Vas a gestar el trauma. Vas a nutrir con tu alma muerta a ese hijo sin vida. Porque así se siente vivir con el vacío. Porque así me dejaste tú.-

Sam se mueve como una sombra con bisturí en mano. Sus dedos, delgados, precisos, casi etéreos, bailan por la piel de Erick, que suda frío, encadenado a la camilla. El metal está rojo del calor de los focos. El aire huele a hierro y miedo.

Erick intenta hablar, pero Sam solo sonríe.
Una sonrisa torcida. Vacía. Iluminada por el brillo de sus ojos carmesí.

La cara del peliblanco se torna pálida. Pero Sam no lo deja dormir.

Con una palmada seca en su mejilla, lo devuelve a la conciencia.

- ¡No! Aún no. Todavía no te ganaste el desmayo, cariño.-

Sam toma un pequeño martillo quirúrgico. Uno de esos para reflejos. Pero modificado. En la parte posterior del mango hay una punta curva de acero. Perfecta para precisión ósea.

- ¿Sabes cuántos huesos tiene un cuerpo humano?... Yo sí.-

Empieza con los dedos.
Primero el meñique izquierdo.

CRACK.

-Esto fue por haber traicionado a La Alianza...-

CRACK. (El anular.)

- Esto por cada Omega que entregaste como si fueran basura.-

CRACK. (El corazón)

- Esto por mi hijo.-

El sonido de los huesos rompiéndose es seco, sordo.
Pero lo más perturbador es cómo Sam luego acomoda los huesos rotos otra vez en su lugar.

No con delicadeza.

Los encaja, los venda.
Y luego... los rompe de nuevo.

Erick llora, pero no por el dolor...
Llora porque ve a Sam mirarlo como a un paciente. Un paciente que ya no merece salvación.

- Perdóname... Te lo suplico...- jadea.

-Jamás.-

Las luces parpadean. Ambos habían perdido la noción del tiempo. ¿Habían pasado horas? O ¿Días?.

El eco del último grito de Erick rebota en las paredes frías del laboratorio clandestino. Ya ni siquiera llora. Ya no ruega. Su voz es solo un hilo de aire. Su cuerpo, una marioneta dislocada. Un cúmulo de carne y huesos rotos.
Sam lo observa.
Con los guantes ensangrentados.
Sus mejillas salpicadas de rojo.
Sus labios apretados como si se contuviera... o se rompiera.

Y entonces...

Sam empieza a reírse. Bajo. Luego alto. Luego con una carcajada que sacude su pecho.
Su risa es histérica.
Es un llanto disfrazado de burla.

Se quita los guantes. Los lanza al suelo. Su respiración se acelera.
Camina hacia un espejo, pero... no se ve a sí mismo.
Ve a Sam del pasado. Aquel Omega inocente, con los ojos grandes, soñando con vivir con su alfa y su hijo.

Y lo odia.

- ¡Cállate! Esto es por nosotros... Solo quiero... Vengarme...-

Rompe el espejo. Su mano sangra, pero no le importa, porque se regenera al instante.

Se giró hacia él.
Tomó una sierra.
Pero no hizo nada.

Solo la sostiene. Templando.

- ¿Qué hago ahora, ah? ¿Qué se supone que me quede después de esto?-

Silencio.

Sam se arrodilla.
Llora.
Como un niño, como un Omega roto que se quedó sin hijo, sin hogar, sin consuelo.
Erick, aún consciente, lo mira... y se ríe.

Una risa débil. Venenosa.
Casi inaudible.

- Estás... peor que yo...-

Y ahí, el mundo de Sam colapsa.

Su cara se transforma. No hay más humanidad.

Solo rabia.
Rabia pura, antigua, hueca, infinita.

Se lanza sobre Erick, no con bisturís, sino con las manos desnudas. Le rompe los labios y la nariz de un golpe, lo sacude como un animal.
Grita.

- ¡NO VUELVAS A DECIR QUE ESTOY PEOR! ¡TÚ NO SABES LO QUE ES MORIR Y VOLVER A RESPIRAR CON ODIO EN LAS VENAS!-

Y justo cuando va a matarlo... se detiene.

Respira. Jadea. Tiembla. Se levanta tranquilamente y se limpia la sangre de la cara con las mangas.

Y se ríe.

Una risa hueca.
Una carcajada de alguien que volvió del infierno.

Una hora después

Erick apenas puede parpadear, tiene el rostro hinchado, los ojos vidriosos, la boca rota. Pero aún respira.

Y eso es lo que a Sam le fascina.

El Omega camina hacia él, lento, como un depredador que disfruta del miedo más que del dolor.

- ¿Erick?... me preguntaba por qué no te desmayas o te mueres. Por qué aún puedes mantener los ojos abiertos después de todo lo que te hice...?-

Erick lo mira, apenas, balbucea algo que suena como una risa. Una risa asquerosa. Un suspiro de arrogancia maldita.

Sam sonríe.
Y entonces, se agacha.

Lleva una mano al rostro ensangrentado de Erick y le acaricia la mejilla.
Su voz cambia.
Se vuelve melosa.
Sedosa.
Erótica.

-¿Es que acaso aún te excito, bastardo?-

Erick parpadea, confundido. Sam se sube a la camilla, a horcajadas sobre él.
Lento.

- ¿Siempre te gustaron los Omegas, no? Déjame darte el beso que no me diste porque me escapé del auto...-

Erick intenta moverse, Pero sus brazos están amarrados.
Sam acerca su rostro al suyo.

Muy cerca. Tanto que puede oler el miedo, la vergüenza... y la degeneración.
Entonces...

Lo besa.

Un beso profundo. Su lengua explora la boca de Erick como si buscara algo.
Un beso caliente. Casi sensual. Casi real.

Hasta que...

¡CRACK!

Sam abre los ojos.
Sus colmillos relucen, y en un movimiento animal, arranca el labio inferior de Erick.

El peliblanco gritó pero se ahogó con su propia sangre.
Un gorgojeo desgarrador.

Sam escupió el trozo de carne en el suelo.
Miró a Erick... Serio.

Su rostro es puro asombro.

-¿Qué... es esto...?-

Se saboreó y frunció el ceño.

- ¿Sabe a metal...? No. No es humano. No del todo.-

Sus pupilas se dilataron y miraron al beta. - Te inyectaste algo que no entendías, ¿verdad?-

Erick no puede responder, solo gime.
Y Sam se rió, bajo.

- Ohhh... lo entiendo todo ahora. No solo querías ser un Omega. Querías ser un dios.-

Se bajó de la camilla, caminó en círculos.
Se pasó una mano por el cabello, agitado.

- Y por eso no puedes morir, ¿no? Por eso soportas tanto... por eso te regeneras tan lento... como si tu cuerpo fuera una mezcla torcida de humano y Skibidi.- entonces, se detiene. -Interesante... Veamos, qué tanto puedes soportar entonces...- se carcajeó, aunque su risa se mezclaba con un dejo de llanto.

Pero entonces...

El olor fue lo primero.
Ese maldito aroma a chocolate amargo que lo había marcado para siempre.
Era tan real, tan vivo, que Sam casi creyó que estaba soñando.

Su corazón latía tan fuerte que podía escucharlo en los oídos.
Alguien que creyó muerto, estaba acercándose.

La sonrisa que nació en su rostro murió antes de nacer.
Victor no lo miró con amor, ni siquiera con sorpresa. Lo miró como si fuera un objetivo. Como si no fuera nada.
El cañón de un arma negra brilló bajo la luz parpadeante del lugar, apuntándole directo al corazón.

-¡Aléjate de él!- rugió Victor.

Sam dio un paso atrás, con las manos levantadas, sintiendo el vacío tragárselo por dentro.
-Victor... ¿estás... vivo?- susurró. Su voz se quebró a mitad, como si hubiera olvidado cómo pronunciar su nombre.

Victor no respondió. Corrió hacia Erick.
Lo tocó. Lo sostuvo. Lo cuidó.

Sam no entendía.
No podía entender.
-¡¿Por qué lo ayudas?!- gritó, su garganta ardiendo. -¡Él no es la víctima! ¡Él me secuestró y mató a nuestro hijo, Victor!-

Victor se detuvo en seco.
-¿Nuestro... qué?-

-Nuestro bebé...- Sam se acercó, como si al acortar la distancia pudiera hacerle recordar. -Íbamos a tener un hijo. Tú y yo... y él lo mató.-

El Alfa lo miró como si estuviera escuchando el delirio de un desconocido.
-¿De qué hablas? Yo no tengo hijos. No sé quién eres.-

-A-Amor... Soy yo. Sam... T-Tu Omega. Tú me amabas... tú... ¡¿Cómo puedes no recordarme?!- sentía que las fuerzas lo abandonaban. Era una maldita pesadilla.
La peor de todas.

Los ojos de Victor se endurecieron, sin piedad, sin comprensión.

-No te conozco.- su voz fue como un puñal.

Esas palabras lo atravesaron como balas.
Todo su cuerpo se aflojó y cayó de rodillas, jadeando, con las manos en la cara.
El aire ya no entraba. La realidad se volvió ruido y luz distorsionada.

Con las manos temblando, sacó los lentes con las pruebas de la traición de Erick y se los extendió.
-Aquí... ¡mira! ¡Pruebas! Él es el traidor... no yo...-

El alfa las tomó, pero aún así dudó. No bajó el arma.
No confió en él.

Sam se levantó de golpe, desesperado, y gritó hasta desgarrarse la garganta.
-¡¿POR QUÉ NO ME RECUERDAS?!-

Entonces Victor se lanzó contra él.
Sam reaccionó por instinto, levantando un escudo de energía, no para atacar, sino para no recibir el golpe.
El choque fue brutal, cada embate del Alfa era como sentir que le arrancaban pedazos del alma.

-¡NOO!- gritó Sam, mientras retrocedía. -¡Mírame! ¡Soy yo!-

Pero Victor lo empujó con fuerza, como si quisiera someterlo, como si fuera un enemigo que había que capturar.
Sam apenas pudo defenderse, jamás contraatacar.
No podía. No contra él. No contra el amor de su vida.

En un forcejeo desesperado, el Omega terminó encima de Victor, sujetándole los hombros con las manos manchadas de sangre, llorando tan cerca que sus lágrimas cayeron en la piel pálida del Alfa.

-¡Por favor! ¿¡Qué te hicieron!? ¿Porqué no me reconoces, m-mi amor?- sollozó.

Por un instante, Victor dudó.
Su respiración cambió. Sus ojos se enfocaron en ese rostro... en esos ojos carmesí que lo perseguían en sueños. O mejor dicho, pesadillas.
Sam sintió que tal vez... tal vez...

Pero Erick soltó una carcajada llena de veneno y logró huir con ayuda de un dispositivo de teletransportación... Uno que no debería estar usando... Uno robado.
Y en un segundo, todo se perdió.

El traidor activó el sistema de autodestrucción y Victor se giró hacia él, como si Sam nunca hubiera estado ahí.

Sam se quedó mirándolo, con el corazón arrancado del pecho, antes de desaparecer en el aire.

-¡Maldito traidor...! -gruñó Victor, lleno de rabia.

Cuando volvió la mirada, Sam ya no estaba.
Había desaparecido. Ni rastro. Como si se hubiese desintegrado en el aire.

Victor se puso de pie de un salto, su habilidad se activó sin pensarlo: hipervelocidad Glitch.
Corrió, atravesando los contenedores en ruinas. El rugido de la explosión lo alcanzaba por detrás, pero él era más rápido.
No pensaba morir hoy. No sin respuestas.
No sin volver a ver a ese Omega.

Aferrado en su mano derecha, apretaba con fuerza los lentes Cameraman de Erick. El marco estaba torcido, manchado con un poco de sangre. Pero ahí estaban.

-¿Quién eres... Sam...? -susurró Victor, deteniéndose finalmente sobre una colina, jadeando, mirando las ruinas que humeaban a lo lejos.

El viento le revolvió el cabello, y por un momento, creyó sentir el aroma a fresas.

.

.

.

.

...

Holii, por fin actualicé 🥲, tenía dudas de seguir con la historia, por el arco de Sam, tenía miedo de decepcionar, verán, necesito aclarar unas cositas, primero, ¿Quién chingados es Scarlett?
- Ella es un personaje de mi primer fanfic (me da un poquito de cringe cuando lo volví a releer Pero ajá, era mi primer fic🥺) es una variante de Wanda Maximoff (Personaje de Marvel) quien posee habilidades mágicas o sobrenaturales, su explicación y resumen está en mi historia corta Dynasty: Nightmare, la cual es un conector de este fanfic.

https://www.wattpad.com/story/358669226?utm_source=android&utm_medium=link&utm_content=share_writing&wp_page=create&wp_uname=ValenMaximoff6

Muchas gracias a quienes leen y siguen mi historia, en especial a quienes me han animado a publicar 🥺✨🙏🏻

...

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