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Los momentos favoritos de Sirius eran aquellos que involucraban la cotidianidad que compartía con Remus. Realmente, cuando las luces del sol que se colaban por la ventana iluminaban las facciones relajadas del hermoso rostro de su enamorado, era como ver a un artista en el proceso de su obra maestra.
Las cicatrices recorriendo los metros de piel ligeramente bronceada, esto gracias a la exposición al sol durante el tour en el que habían participado por meses y que finalizó un par de días antes, formaban líneas que conectaban a través de su cuerpo constelaciones reales entre sus pecas y las líneas de plata que adornaban su cuerpo. A ojos de Sirius no quitaban de la belleza natural de Remus Lupin, en lo absoluto, agregaban. Eran una de las muchas partes del galés que Sirius mantenía en su mente más de lo que era probablemente saludable.
Sus manos entre los primeros puestos, por supuesto.
Pero se está desviando del tema allí, tiene que sacudir su cabeza ligeramente entre los residuos como niebla que nublaba su cerebro gracias al sueño. La vista de la calma que envolvía el cuerpo de su novio en las mañanas era una de las mejores vistas que existían en ese mundo devastador. Podía sonar dramático, pero Sirius lo pensaba con toda la honestidad que podía conjurar en tiempos como aquel. Sus pensamientos no eran los más agudos recién abrir los ojos, de todas maneras, la única zona de su cerebro que parecía dispuesta a fluir era aquella que estaba enfocada en contar cada una de las pestañas acariciando las mejillas de su amado.
Sus labios se extendían en una sonrisa llena de dulzura, algo de nostalgia. ¿Cuántos años habían sido desde que sus ojos fueron bendecidos por la manera en que el sol creaba un halo de luz alrededor de esos rulos castaños de su enamorado? Tanto le complementaba la luz de aquellos rayos que casi parecían tener puntas de oro cada mechón. Dorado. Remus siempre había sido como una estatua del metal más valioso para él. Entonces abría la boca y le recordaba de su incapacidad de ver su propia habilidad para callarle la boca con una sonrisa.
Se conocieron a los diecinueve, a los veintiuno ya estaban dando el siguiente paso, a sus veinticuatro habían conseguido mucho más de lo que Sirius jamás pensó que sería posible para un grupo de cuatro muchachos en un garaje de Londres. Su música, su voz, sus letras, todo aquello era escuchado por miles de personas continuamente, llenando el fondo de sus rutinas e incluso inspirándoles a salir de ellas. Sirius sólo podía suspirar ante el pensamiento de que tenía todo aquello. Tenía a Remus a su lado cada mañana, cada noche antes de cerrar sus ojos murmurando palabras de amor en su oído, sosteniéndolo durante los momentos difíciles y pintando de colores el lienzo de su vida con su risa en cada oportunidad posible. No sólo eso, pero lo tenía allí, en el mismo escenario que él cuando iban a exponer sus almas y sus corazones ante el público apasionado que siempre llamaba por ellos en emoción.
Pensar al respecto llenaba su pecho además de sus días con una sinfonía que deseaba salir de él en melodías varias de vez en cuando. Un suspiro, entonces estaba lentamente levantándose de la cama con precaución de no agitar demasiado el colchón al moverse para que su novio pudiera descansar un poco más. La noche anterior fue una larga de componer juntos en el salón, grabar un par de ideas en el pequeño cuarto que tenían para producir cerca de la habitación principal y entonces, simplemente no pudieron resistirse a terminar el día de la mejor manera posible. Sólo el recuerdo de la forma en que Remus lo sostenía causaba un escalofrío placentero a correr por la espalda del más bajo.
No sólo eso, pero el pensamiento de cómo él mismo se había dado el gusto de corresponder el gesto a su enamorado un par de horas más tarde, perturbando la paz de la noche.
Las mordidas en su espalda hablaban bien por sí mismas, las líneas rojizas que bajaban por su pecho definido igualmente tenían una historia para contar. Las medias lunas marcando su antebrazo. Las marcas de dedos a los lados, justo debajo de sus costillas. Mm. Dientes, inodoro y entonces procedía con lo superficial, se peinó el cabello largo frente al espejo antes de sostener sus gruesos mechones juntos para proceder a formar un bulto en la parte posterior de su cabeza, el mismo ligero y sostenido únicamente por un pequeño gancho oscuro para pelo. Ropa interior, pantalones grises de hacer ejercicio, sin camisa. Podía ir a usar la caminadora que mantenían en el sótano después, por el momento se disponía a preparar el desayuno para ambos.
La idea hubiera sido ridícula un par de años atrás, pero desde que eran sólo Remus y él, ambos habían tenido que aprender a defenderse en la cocina. Al menos en lo más básico. Meses de ordenar comida les dieron esa lección durante el primer año de convivencia. Había sido tanto desde que eran ellos, en su privacidad. Solos los dos. Sirius no podía negar que gozaba de la libertad que aquello les regalaba.
Sus pies descalzos contra el piso de madera no creaban mucho sonido. La costumbre de que sus pasos fueran ligeros se mantenía incluso después de haber salido de casa de sus padres tanto tiempo atrás. Algunos hábitos se mantenían a pesar de sus intentos de deshacerse de todos ellos.
El sonido de pasos caninos era la mayor alerta que había de que alguien se movía por el hogar que compartían. Snuffles había sido una adición inesperada a la vida de ambos, pero no por eso menos bienvenido. El pastor alemán negro un detalle de parte de James y Lily, con explícita participación de Euphemia y Fleamont, como conmemoración por el aniversario del tercer año juntos entre Remus y él. Ninguno de ellos era un extraño a lo que les había costado llegar a ser una pareja. Más que todo en el momento en que decidieron formalizar la relación que llevaba años dándose entre ambos.
La mayoría pensaría que estuvieron juntos desde los veinte años, siendo que para la mitad de ese año ambos Wormy y Prongs ya estarían viviendo fuera del departamento que habían llegado a compartir. Dejando únicamente a Remus y a él en aquel edificio. Pero no, no fue si no hasta la noche antes de la boda de sus amigos a los veintiuno que ambos decidieron que era el momento de llevar más allá el compromiso que habían estado compartiendo desde unos meses atrás. Ambos habiendo dejado en espera, por el bien de su carrera, aquel gran paso. Iba a darse. De eso no había duda, la única pregunta había sido: ¿Cuándo? ¿Cuándo sería el momento ideal? Mientras ponía a prepararse el café. El de Remus con algo de azúcar y un par de gotas de chocolate, el suyo negro; su mente divagaba directo al momento donde su vida dio un giro.
«Las prendas de ropa se encontraban dispersas por la habitación del hotel que alquilaron cerca del centro de eventos donde se daría la ceremonia al día siguiente. Pechos subían y bajaban en respiraciones agitadas sobre el colchón donde las sábanas habían sido empujadas hasta la esquina inferior de la cama. El único sonido llenando el lugar el de esas mismas inhalaciones y exhalaciones por el esfuerzo puesto en las actividades previas.
El olor ligero a alcohol se dispersaba lentamente gracias a las ventanas algo abiertas.
James descansaba un par de habitaciones abajo en el mismo pasillo, pero las figuras que unían miradas a través del limitado espacio de la única cama en el lugar no pensaban respecto a la importancia del evento por venir o la inconveniencia del momento en que decidían que la adrenalina del mismo les afectara. No, sólo un toque ligeramente avergonzado llenaba las sonrisas que se extendían por sus rostros al tiempo en que el de hebras oscuras se acurrucaba tentativamente en el pecho de su acompañante. Voz ligera— Tanto por controlarnos.
— Oh, silencio. —Pero el deje de risa en la voz de Remus sólo causaba que Sirius empezara a dejar escuchar suaves bufidos de gracia contra su pecho. Tratando de retener el ladrido de risa que anhelaba salir de su garganta— Sabes bien cómo silenciarme. —Bromeó coqueto. No había incomodidad, sólo la usual actitud precavida de ambos.
No era la primera vez que dormían juntos, incluso con el trato que habían hecho a los veinte años de que esperarían a estar establecidos en la industria antes de permitirse distraerse con otros aspectos de sus vidas, nunca habían sido buenos controlándose alrededor del otro.
El silencio llenó la habitación al tiempo en que Remus, con esos dedos callosos y ligeramente más gruesos, acariciaba entre sus hebras largas de cabello oscuro. La voz del galés fue lo que le sacó de su ensoñación— Tal vez no deberíamos esperar más. —Y Sirius habría dado cualquier cosa por saber lo que pasaba por la cabeza de su mejor amigo en ese momento. Poder definir lo que brillaba en esos ojos como gemas de su enamorado. Un suave jadeo, mientras que le observaba directamente con intriga— Oh. —El suave resoplido de ligeros nervios pero en iguales partes entretenimiento por su falta de palabras era uno esperado— Sí, «oh».
Sirius sólo rodó los ojos por un momento, contemplando la situación. Seguían siendo una banda novata. Conocidos, sí. El nombre de Los Merodeadores empezaba a dar vueltas por los alrededores. No era lo que habían acordado, pero... Sus galaxias plateadas se perdían en los caleidoscopios que Remus tenía por ojos. Verde, marrón, dorado. Dorado. Tan brillante.
Oh. ¿Cómo podía tratar de pretender que era capaz de resistirse a esa mirada? A ese hombre que había sido suyo, y al que había pertenecido, desde ya hace dos años atrás.
Gruñó un segundo en resignación. Sus muslos fuertes fueron a acomodarse a los lados de la cadera ajena, mientras que se colocaba a horcajadas sobre el cuerpo ligeramente sudado, al igual que el propio, de Remus. Se miraban con intensidad, Sirius tratando de decirle tantas cosas sólo con ese contacto— ¿Estás seguro? —Y la pregunta era suave, en su voz se notaba la vulnerabilidad que sólo James y Remus conocían en él.
La sonrisa sutil, casi tímida de su amado le llenaba el corazón de calidez— Creo que nos hemos tardado. Así que sí, lo estoy. —Los labios del cantante principal temblaron antes de dejar ver la sonrisa tan grande que correspondía. No podía negar su alegría— Okay. —Y la manera en que Remus sólo alzó ambas cejas con breve indignación le causó al de ascendencia francesa una carcajada— ¿Sólo «okay»? —Y Remus no era dramático en general, pero parecía que Sirius le había estado influenciando en ese ámbito— Sí, okay. Okay, Remus Lupin, saldré contigo.
Fingiendo indiferencia, pero era tan obvio en el brillo de sus ojos. Sirius fue sutil, delicado. Lo cual era poco usual. Sus manos tomaban cuidadosas los lados de la mandibula del ajeno, mientras que unía sus frentes por unos segundos— Mío. —Y el suave gruñido que escapó al más alto hizo que el corazón de Sirius pareciera a punto de salirse de su pecho— Mi novio. —Sirius murmuraba con tanta adoración que el hombre bajo suyo sólo podía sostenerle por la cadera, dando un apretón ligero en la zona en respuesta— Y tú, mío. Mi novio. —El murmullo sonaba juvenil, Sirius sólo pudo bufar una risa muy pequeña— Siempre. Desde el primer momento. —Remus dejó un jadeo tan hermoso, tan minúsculo ante sus palabras que Sirius sentía un nudo en su garganta.
— Te amo. —Y un extraño podría pensar que era muy rápido. Que estaban saltando pasos del proceso, pero Remus y él llevaban casi dos años sólo... Esperando. Días acurrucados, conviviendo, sin necesidad de buscar nada más afuera porque todo lo tenían allí aunque todavía no fuera de libre acceso para cada uno. Dos años en pausa, amándose en silencio. Ambos opinarían que más bien habían tenido la paciencia de un Santo. Remus tomó sus labios en un beso, mordiendo su labio inferior momentáneamente antes de corresponder casi que seductor— También te amo.
Y Sirius estaba seguro de ello.
Lo sabía.
Nada se comparaba a ser capaz de escucharlo, por fin, después de tanto tiempo esperando.
Está de más decir que casi llegan tarde a la ceremonia al día siguiente».
El sonido corto y agudo que le avisaba de que estaban listas las respectivas tazas le sacó de sus recuerdos, a lo que procedió a distraerse nuevamente con otra tarea. Su mente casi que parecía dispersa, desconectada de todo lo demás mientras que él se enfocaba en los buenos momentos al igual que en dejar el detalle de un desayuno agradabble a su enamorado.
Harina, azúcar, huevos... Murmuraba mientras que ponía cada ingrediente, uno por aquí y otro por allá. Mezclando con el batidor de globo, tarareando una de las melodías que se les ocurrieron la noche anterior. Movía sus caderas muy brevemente de lado a lado, una sonrisa sutil en sus labios.
Inconsciente de la figura que le observaba, acariciando con ternura la cabeza de la mascota que observaba desde el límite de la cocina. El hombre más alto sólo se permitía quemar en el interior de sus pupilas la imagen de su amado, de cómo se movía con libertad por el lugar.
No dudó, dio un paso y entonces dos, hasta abrazar la zona de su cintura con delicadeza. Sus brazos rodeando el espacio fino que daba inicio al camino a sus caderas. Procedió a acurrucar su cabeza en su hombro para entonces esconder su rostro en la curvatura de su hombro y cuello. Aspirando el aroma tan característico de su pareja, ese a aceite de motor muy sutil suprimido por el perfume que solía llevar siempre que salían. Habían notas de canela por allí.
Sirius únicamente dio un pequeño sobresalto en respuesta a la repentina aparición de su novio, pero se derritió inmediatamente contra su pecho al tiempo en que empezaba a cocinar las panquecas en la sartén sobre la hornilla.
— B'endía... —El murmullo lo produjo a Sirius un bufido de gracia en respuesta, no podía evitarlo— ¿Es eso galés? Porque en mi limitado conocimiento, lo que dices es inentendible. —Bromeó, recibiendo una suave nalgada de parte de Remus ante su falta de respeto. Sirius sólo sonrió orgulloso.
El silencio llenó nuevamente la cocina, sólo el siseo del aceite y la masa que unos momentos después fue volteada eran audibles en su pequeña burbuja de paz y romance.
No fue si no hasta que Sirius tenía dos panqueques en el plato posado sobre el mesón junto al horno que pudo escuchar a su novio hablando nuevamente— ¿Es esa una de las que compusimos anoche? —La pregunta causando que los labios de Remus rozaran con la piel del cuello de Sirius, haciéndolo estremecer muy ligeramente— Mm. —Sirius asintió en gesto corto, poniendo más masa en la sartén después de agregar un poco más de aceite en la superficie— ¿Quieres escribir la letra hoy? —Preguntó perezoso, y Sirius, siendo el trabajólico que era, lo consideró por unos segundos antes de asentir nuevamente— Podríamos. Tengo una idea, simplemente no puedo hacer que salga. La tengo en la punta de la lengua.
Un gruñido cuando Remus tomó aquello como invitación para dar una larga lamida a lo largo de la piel de su cuello antes de morder con delicadeza.
— También tenía una idea. —Admitió Remus unos momentos después, causando que Sirius alzara una ceja con curiosidad— ¿Recuerdas como decidimos que sonaba como una sentencia? Rápido pero sensual. —Ahora, Sirius tomó eso como invitación para presionar su trasero cubierto contra el bulto en el frente de los pantalones a cuadros del ajeno. Ambos en pijama todavía. Remus sólo le dio una mordida más o menos fuerte en el hombro como castigo antes de continuar— Compórtate. —Una risa ligera de parte de Sirius— Se me había ocurrido anoche la línea: «No puedo esperar porque el amor nos destruya». Rápido, abrumador, dulce. —Ambos conocían bien esa sensación si el tiempo que tardaron en decidir empezar su relación decía algo al respecto.
Un beso después de cada palabra fue dejado en su piel y Sirius se sentía en el cielo.
— Ése tipo de amor es perfecto. —Sirius dijo con una sonrisa algo traviesa en sus labios, finalizando con las panquecas antes de dar una palmada en el muslo de Remus para que le soltara y poder servirles la comida. El café lo mantuvo caliente en la máquina antes de proceder a poner las cosas en la isla de la cocina. Plato uno al lado del otro al igual que las tazas, para así poder sentarse junto a su enamorado, acurrucados mientras comían y conversaban— Infalible. —Fueron las palabras que escaparon de los labios del más alto. Sirius le observó con curiosidad— Sin defectos. —Un guiño juguetón— Como yo.
Y, a pesar de ser una broma, ambos parecieron tener una revelación.
Tazas de café a medio terminar olvidadas en la cocina al tiempo en que Remus tomaba su plato, poniendo allí los panqueques de Sirius también para llevarse sólo uno de esos a la habitación que usaban para producir. Fue rápido, Snuffles dando un ladrido suave y corriendo junto a ellos, ignorante del porqué se apresuraban dentro de su propia casa. Sirius reía a carcajadas antes de asentarse en una de las sillas allí.
No era tan grande, tenían una cabina de grabación individual junto a un panel en frente además de un par de sillones junto a una mesa de café que es donde se acomodaron. Sirius tomó una de las libretas dejadas alrededor, por la escritura en la misma, parecía ser de Remus. Ordenada y atenta. La de Sirius era elegante pero solían haber garabatos en las esquinas de las páginas donde escribía.
— Mientras hacía el desayuno estaba pensando en el día en que decidimos hacerlo oficial. —Sirius admitió con tranquilidad, acurrucándose en el hombro de su enamorado mientras que tomaba una mordida de su comida. Remus sólo alzó una ceja, una señal de que le escuchaba— ¿Lo recuerdas? Estaba bastante asustado de que te ibas a arrepentir y me dirías que lo olvidáramos. —Habían hablado de aquello antes, pero de todas maneras, uno de los brazos de Remus le rodeó los hombros, dándole un apretón como mostrándole que estaba con él— Lo único en lo que podía pensar es que habíamos planeado todo eso de antemano, pero que no podía esperar más. —Sirius suspiró— No quería espantarte.
Una de las manos del mismo empezando a hacer pequeños garabatos alrededor de las esquinas, Remus sonrió casi que con adoración ante la vista de ello— Lo que menos quería era asustarte. —Remus admitió con voz suave, casi que llena de algo entrañable— Lo vi en tus ojos cuando empezamos a hablar. Parecías tener miedo. —Sirius podía sentir el ligero sonrojo extenderse por sus mejillas— Me puse ansioso. —Y un puchero se colaba en sus labios. Remus lo mordió, juguetón. Sirius sonrió nuevamente.
— No había nada qué temer, realmente. A ese punto estaba tan desesperado por tenerte que me podrías haber pedido la luna y trataría de dártela. —Y Remus sabía que no debería haber dicho eso inmediatamente después al escuchar la inhalación de aire repentina por parte de su amado— ¡Minions, esta noche robamos la luna! —Y el gruñido que le escapó al más alto fue tan falsamente fastidiado como lleno de encanto. Sirius sólo podía agitar sus cejas en gesto bromista, mientras que Remus le observaba con indiferencia. Totalmente fingida, por supuesto.
Remus sólo procedió a morderle la mejilla por un segundo al tiempo en que Sirius dejaba escuchar un sonido de queja por aquello— En cualquier caso, prosigo. —Sirius le sacó la lengua, infantil pero sin falla— Para. —Gruñó antes de atentar morder su lengua también, a lo que Sirius sólo jadeó en falsa indignación— Buen chico. Como decía, —Sirius mantiene que no puede ser juzgado por derretirse en respuesta, es Remus Lupin elogiándolo— Para ese momento estaba al tanto de que tú eras todo lo que necesitaba en mi vida, Sirius. Nada ni nadie más. Tú. —Podían fingir que no le afectaba tanto como se notaba que lo hacía.
Incluso con los años, sus ojos todavía se humedecían cuando Remus le decía esas cosas. Le hacía sentir perfecto. Aunque estaba al tanto que ninguno de ellos lo era.
Con eso vino la primera idea.
Y así empezaron a trabajar en lo que venían haciendo allí, además de ser una distracción para Sirius en su siempre presente batalla para lidiar con sus propios sentimientos. De todas maneras, su peso en el ajeno se hizo un poco más prominente en señal de que le había llegado lo que decía. Realmente lo hacía. Sirius podía sentir su corazón corriendo en su pecho, Remus solía tener esa habilidad cuando se trataba de él.
— ¿Qué te parece este verso? —La melodía de la noche anterior vino rápidamente a la cabeza del más bajo— «I fell in love today. There aren't many words that you can say. That could ever get my mind to change. She's enough for me, she's in love with me». —El mayor se mordía el labio inferior al momento de terminar, lo cual le dijo a Remus que la idea era una de esas que tenían más significado del que parecían. Remus comprendía. Recordaba a la perfección cuando expresaron esas dos palabras que estaban grabadas a pulso en su corazón, con la letra de su enamorado— Si no supusiera que es como te sentiste, te preguntaría si me leíste la mente.
La expresión de júbilo en su enamorado causaba que Remus se llenara de orgullo, tanto como ambos eran profesionales y sabían cuando corregir al otro en errores o cosas que podrían no funcionar en lo que buscaban en ese momento, a este punto de sus vidas estaban al tanto de cómo trabajaban mutuamente— Mm. Creo que quedaría perfecto como el segundo verso, primero deberíamos dar contexto. —Murmuraba con suavidad el galés antes de tomar con cuidado la libreta de las manos ajenas, agregando y borrando antes de terminar de idearse lo que podría, fácilmente, ser el coro— «You're a doll, you are flawless. But I just can't wait for love to destroy us. I just can't wait for love. The only flaw, you are flawless. But I just can't wait for love to destroy us... I just can't wait for love». —Sirius sólo podía sonreír ante las palabras. No dudó en besar la mejilla del más alto, antes de cerrar sus ojos apoyando la frente contra un lado de la mandíbula ajena. No se llevaban tanta diferencia realmente, el más bajo entre ellos era Peter. James y Sirius tenían prácticamente la misma estatura, aunque Sirius estaba seguro que él era dos centímetros más alto. Remus los superaba a todos, unos diez centímetros aproximados más arriba que el antes mencionado.
La melodía estaban seguros de cómo iba a sonar, así que no era complicado usarla de referencia para cómo querían hacer encajar las palabras. Todo sería mucho más rápido si Sirius se dignase a tomar la guitarra acústica colgando en la pared para darles la base con mayor claridad pero eso implicaría alejarse de su novio y mantenerse a una distancia segura para no golpearlo con alguna parte del instrumento. No era momento de estar apartados, era un sábado en casa componiendo juntos porque ambos amaban excesivamente su trabajo y sus pasatiempos incluían su empleo.
Las mejores canciones aparecían así.
Sirius sólo escuchaba a su enamorado murmurando. Estaba realmente considerando qué agregar, a pesar del coro hablando del hecho de que no tenía fallas, de que su única falla es que no tenía ninguna. Cosa que ambos sabían que era una completa mentira, pero en su ingenuidad y juventud hubieron momentos donde pensaban así del otro sinceramente; Sirius sólo podía pensar en una de sus únicas peleas. Remus y él no discutían mucho, tampoco seguido. Al inicio era sencillo poner al más bajo a la defensiva, pero gracias al hecho de haber empezado conociéndose como amigos únicamente, sus encuentros de ese estilo se dieron más que todo al inicio. Ambos temían ser vulnerables, ser el que se rindiera en su opinión o su reacción. Ser el que pidiera perdón. Ambos tenían paredes altas que tumbar antes de ser capaces de llevar una relación, la espera no trajo únicamente angustia por la incertidumbre pero les permitió adaptarse mutuamente.
«Sirius caminaba de lado a lado, inquieto. Casi deambulando en el espacio limitado como un león enjaulado.
Les estaba costando adaptarse entre ellos para conseguir un sonido homogéneo. La guitarra estaba en su propio asunto, la batería cambiaba de ritmo cada veinte segundos y el bajo parecía quedarse atrás, sin intentar siquiera tomar el reflector por un segundo. A ese punto de sus prácticas ya deberían fluir entre ellos, deberían haber aprendido cómo funcionar en conjunto. Si seguían en ese camino jamás lograrían en un año lo que tenía planeado para que se diera en un par de semanas.
Mierda.
Sirius podía sentir sus dientes presionarse unos contra otros, tratando de mantener su temperamento bajo control.
Tal vez, es por eso que cuando Remus apareció por el lugar, hablándole de cómo la mayoría de la gente en el club donde trabajaba eran unos completos idiotas gracias a crecer con el privilegio de tener dinero de sobra, a pesar de que compartía la opinión, aquello le rozó de la manera incorrecta— Así que, ¿Todos los que tienen dinero crecen con un agujero en el cerebro? —Y estaba seguro que Remus podía sentir la manera en que su cuerpo se tensaba en su lugar. Las paredes reforzándose a su alrededor, no sólo las propias pero también las ajenas— Sabes que no estoy generalizando, Sirius. —Y, tal vez, puede que fuera como intentaba calmarlo como si realmente fuera un animal a punto de atacar.
El enojo es como una cuerda que se tensa, mientras más la estiras y retienes los sentimientos, más incontrolable se vuelve. Más peligro de que la tensión le haga reventar.
Se sentía parecido, también.
— ¿Sí? Porque decir que todos son iguales suena como una jodida generalización para mí. —Y su voz era baja, realmente estaba buscando problemas. Necesitaba sentir la explosión, el momento decisivo donde todo se iba por el caño— Por favor, tú eres el mismo que se la pasa diciendo que conoces a todos los que van y que por experiencia puedes decir que son unos malditos idiotas. ¿Y ahora quieres defender su honor? Jodidamente tarde, me parece. —Y Sirius sabía que Remus se ponía más grosero cuando estaba a la defensiva, más tarde entendería que era un reflejo de sus momentos más vulnerables donde sus palabras compensaban sus otras faltas en situaciones de riesgo durante su juventud. Aquellas como su delgadez o su pierna.
Actitud para minimizar la falsa debilidad que su discapacidad parecía transmitir a las personas.
«El mío. Mi orgullo es el que estoy tratando de salvar sin necesidad».
— ¿Sabes qué? Sólo porque algunos teníamos los recursos para ser un maldito problema, no significa que realmente lo sea- —En la duda estaba la debilidad— lo seamos. —Y a este punto estaba gritando, sin querer hacerlo en verdad. La forma en que sus rostros se fruncían sólo le hacía querer acariciar la hendidura entre las cejas ajenas hasta regresar la piel a su estado de calma temporal. Ambos tenían problemas con los que lidiar. Era complicado.
Ninguno estaba dispuesto a ceder.
La forma en que alzaba sus hombros para parecer más grande sólo le hacía pensar al más bajo que sería seguro acomodarse en ese lugar— Bueno, a mí me parece que eso es un poco hipócrita de tu parte. Siendo que realmente —Y era en momentos como esos donde se hacía un recordatorio que las palabras eran como espinas. Dolían, y se asentaban en el alma— estás siendo un jodido problema la mayoría del tiempo.
Podría verse desde la perspectiva de un tercero la manera en que ambos ojos se abrían con sorpresa en el rostro de aquel con las cicatrices, la manera en que la postura del pelinegro se desinflaba ligeramente.
— Sirius- —Pero el más bajo estaba saliendo por la puerta entre pisotones inmediatamente después, un rostro preocupado asomándose por el marco de la puerta cuando la de la entrada resonaba con fuerza por el departamento al ser cerrada. Ambos habían dicho cosas que no sentían, ambos habían reforzado paredes cuando deberían haberlas destruido. Era complicado, y realmente era más estúpido que serio.
Pero un problema pequeño podía volverse una demolición de tamaño industrial con la suficiente motivación para hacerlo y el orgullo necesario para no decir un simple «lo siento».
Incluso cuando las cosas volvían a la normalidad, el veneno corría certero por las venas».
En retrospectiva, fue un sin sentido. James no se había reprimido de aclararlo tan pronto como Remus y Sirius fueron capaces de volver a mantener una conversación sensata. No es como que Sirius estuviera en contra de las palabras de Remus, estaba absolutamente de acuerdo incluso hasta el presente en referencia a aquellos que solían frecuentar el lugar de trabajo del ajeno en esos tiempos.
Habían hablado después de eso y se disculparon, además de analizar el porqué había sucedido lo que se dio de la manera en que lo hizo. La comunicación activa era saludable según decía Euphemia que le obligó a decir a James. De todas maneras, en el momento, le había afectado.
Le había causado sentirse como una carga. Como una molestia para los demás miembros de su banda y eso daba demasiado cerca a casa. Una donde siempre fue un fracaso. Al igual, le produjo a Remus considerar demasiado más profundo el hecho de cuán diferentes fueron sus crianzas. Donde Remus había venido de una familia humilde, Sirius, James y Peter jamás habían tenido que sobrevivir como Remus lo había hecho. De forma diferente a la suya, por supuesto, Sirius era prueba de ello. Pero, le había hecho retirarse en sí mismo por unas cuantas semanas después de eso.
Había sido un trabajo en equipo para hacerlo sentirse cómodo con la forma tan desinteresada que los tres tenían de tratar el dinero, después de eso.
Sirius no dijo nada, pero inmediatamente escribió debajo de lo que sería el coro aquel verso que aquella memoria había inspirado: «So, she put his heart in a bag. He wouldn't ask for it back. He didn't want her to cry. She didn't want to be sad. She said, you'd better not leave me. This shit it'll be fucked for days, and weeks, and months, but...» Sólo lo dejó allí, y aunque Remus no lo mencionó, pareció comprender que se refería a la dificultad que ambos tuvieron al inicio precisamente para mostrarse vulnerables ante el otro. En vez de verse amenazantes y lastimarse mutuamente, habían aprendido a pensar antes de actuar.
— Pensé que nos hacía falta un verso inicial, ¿Qué piensas de esto? —Y le mostró lo que había escrito en el borde de la hoja. Todo desordenado, garabatos aquí y allá, dos tipos de letras diferentes dejando atrás palabras llenas de amor y de fantasmas.
«She planned ahead for a year. He said, "Let's play it by ear". She didn't want him to run. He didn't want her to fear. Nobody said it'd be easy. They knew it was rough, but tough luck».
Y había sido difícil.
La espera, hablar de esos temas que aún después de años les atormentaban pero les habían moldeado de las peores al igual que mejores maneras.
Sirius sólo podía cerrar sus ojos, para entonces moverse de tal forma que pudiera respirar el aroma de su enamorado. Ocultando su mirada en el hombro de Remus. Una mano lo acariciaba, un ancla. Un soporte.
— Creo que es perfecto. —Murmuraba, sintiendo un momento después cómo era alzado hasta estar acurrucado contra el pecho de su novio. Recostados en el sofá, el plato con sólo un panqueque frío que restaba en la mesa junto a ellos. Sirius no dudó en alzar el rostro un momento para besar esos labios, ligero y buscando consuelo. Siempre lo encontraba— Como tú. —Y el tono suave de Remus le causó un bufido sincero, pero encantado.
Les había tomado horas de trabajo, pero tenían algo que podía convertirse en un nuevo éxito. No sólo eso, pero tanto como era un mensaje de amor entre ambos, también un recordatorio de lo mucho que han avanzado.