Chapter Text
Lucía
Terriblemente confundida. Como si estuviera atrapada en una pesadilla que se salía de control. Todo era ilógico. Nunca fui fan de Sainz; ni me atraía ni me parecía siquiera interesante.
De hecho, lo último que recordaba era lo molesto que era que siempre lo compararan con Charles en el campeonato, especialmente cuando este último estaba pasando una mala racha.
Dios, ¿Qué estaba pasando? Pensé mientras ignoraba al español que seguía cerca de mí, aunque a una distancia más prudente.
No tuve tiempo de pensar más porque la puerta se abrió nuevamente, revelando la entrada de Charles y un hombre mayor vestido de blanco, quien asumí era un doctor.
— Carlos, ¿Qué haces aquí? —dijo Charles, con clara molestia en su voz mientras se acercaba a mí rápidamente.
— Vine a ver a mi amiga, Charles. Como te fuiste dejándola "sola", pensé que podría necesitar algo —respondió Carlos, con tono irritado y sin una pizca de culpa por lo que acababa de hacer.
— Te dije claramente que no podías acercarte a ella—le increpó Charles, furioso.
— Chicos, lamento interrumpirlos, pero no es el momento para discusiones. Necesito revisar a la paciente, así que les pido a ambos que se retiren —dijo el doctor, notando la tensión en el ambiente y lo inútil de una discusión en medio de mi situación.
Agradecí que lo hiciera, porque si Carlos decía otra incoherencia, no sabía cómo reaccionaría Charles.
— Todo estará bien, mi amor —añadió Charles, dejándome un casto beso en los labios tomándome por sorpresa mientras miraba a Carlos fijamente. Tal vez era una forma de marcar territorio. ¿Sabría Charles algo de lo que Carlos había dicho? ¿Qué clase de sueño estaba viviendo?
Ambos salieron en silencio, y el doctor, acompañado de una enfermera que acababa de llegar, comenzó a revisarme detenidamente. Realizaron las pruebas típicas de reflejos, orientación y monitorearon mis signos vitales. Luego, el doctor me hizo algunas preguntas sobre mí y los últimos años de mi vida.
— Parece que todo está bien; sin embargo, lo que temía ha sucedido. Aunque debes considerarte afortunada— lo miré con duda y el de inmediato continuó — Solo has perdido algunos recuerdos de tu vida considerando el daño cerebral que sufriste —mencionó el doctor, anotando algo en un tablero.
— ¿Doctor, esto es real?— pregunté ignorando lo que acababa de decir sobre mi memoria. Queria confirmar que no era un sueño.
— Me temo que sí. Tuviste un impacto fuerte en el choque, dos cirugías y un paro cardíaco. Estuviste cerca de morir. Este accidente no fue un juego. Pero parece que el universo te quiere viva aun-
Cuando lo dijo, sentí que todo se detenía. Nunca había tenido ataques de ansiedad, pero quizás esta sería la primera vez. El último accidente que recordaba ocurrió hace mucho tiempo. En mis recuerdos, yo solo era una chica común; nada de esto tenía sentido.
¿Cómo podría yo gustarle a Charles Leclerc? Siempre había salido con chicas increíbles, hermosas, adineradas, y yo solo era ¿normal? No tenía nada para competir con ellas. El doctor parecía notar mi angustia. Inconscientemente, había empezado a apretar mis manos hasta el punto de que, si seguía así, acabaría sangrando.
— Por favor, haga pasar al señor Leclerc —se dirigió a la enfermera, quien obedeció de inmediato y volvió con un Charles más calmado.
— Doctor, ¿me puede decir qué está pasando con mi novia? Esa palabra de nuevo, pronunciada por él, me causaba sensaciones confusas, un sentimiento cálido y extraño.
— Bueno, le explicaba a la paciente que debido a las lesiones cerebrales por el accidente y según las pruebas previas que le hicimos antes de que despertara, me temo que parte de su memoria se dañó y ha perdido recuerdos del último año de su vida. Aunque quisiera decirles que esto es temporal, lo más probable es que los recuerdos perdidos no regresen —explicó el doctor.— Quizás podríamos intentar algunas terapias de regresión, pero no quiero darles falsas esperanzas. Prefiero ser honesto y decirles que eso podría no funcionar.
Maravilloso. No podía recordar nada del casi último año de mi vida y quizás nunca lo haría. Y entre esos recuerdos estaba el supuesto loco con el que mantenía alguna especie de relación con Charles. Sentí nuevamente la ansiedad crecer en mí. ¿Qué haría ahora? Sabía por el doctor que estaba en Mónaco y no conocía a nadie aquí. Ni siquiera hablaba el idioma y mi inglés, aunque bueno, no era perfecto.
— Será mejor que un familiar cercano esté cerca mientras se recupera. Entiendo que ella no lo recuerda —se dirigió a Charles—. Lo más apropiado es que alguien de confianza para ella la cuide para que se sienta cómoda.
— ¡Qué demonios quiere decir con de confianza! ¡Es mi novia! —gritó Charles, enojado, y aunque me parecía que se veía muy sexy así, en este momento me daba miedo.
— Baje la voz, señor Leclerc. La paciente no está en condiciones de soportar esto— le reclamo el médico. — Mire —suspiró—. No fue mi intención ofenderlo, pero entienda que para ella en estos momentos usted es un completo desconocido y necesita alguien familiar en quien apoyarse.
Charles lo miró agotado, sin ganas de replicarle. Solo asintió, como si en el fondo supiera que era verdad y que no era culpa del doctor toda esta situación.
— Tu madre llegará en unas horas, cariño —dijo, tratando de mantenerse sereno—. La mandé a traer directamente en mi jet desde Latinoamérica. Aunque debo decir que no sabía que estaba tan lejos.
— Si eso es todo, doctor, podría darme espacio con mi novia. Quisiera hablar con ella —añadió Charles mirando al médico.
El médico asintió y, con un gesto de despedida, se retiró.
— Lo siento mucho por gritar, sé que odias cuando lo hago y te asustas —murmuró Charles, apenado, mientras bajaba la mirada—. Es que todo esto también es nuevo para mí y no sé cómo manejar el hecho de que no me recuerdes, mi Lu—dijo con voz apagada.
— Lo siento.
Solo atiné a decir eso, ya que no sabía exactamente cómo hacerlo sentir mejor. No lo conocía.
— No, mon amour —dijo, sentándose al costado de mi cama y tomando mi mano—. No es tu culpa. Si hay un culpable, en realidad, soy yo. Si no hubiésemos discu...
— No, no es tu culpa —le interrumpí—. Soy yo quien no recuerda nada y sinceramente, esto me parece absurdo. Tú jamás podrías fijarte en mí. Y antes de que digas algo —dije, viéndolo dispuesto a refutar—. He visto a tus ex parejas y no soy tu tipo. Todo esto es una locura —dije, apretando un poco su mano sin darme cuenta.
— Eres la mujer perfecta para mí, cariño. —titubeó antes de continuar—. Yo no quiero perderte, no otra vez. No sabes cuánto sufrí esta semana mientras estuviste en coma. Tengo tanto miedo aún. Por favor, no me dejes, Lu. Te lo suplico.
Charles me miró buscando consuelo en mi mirada, y al ver sus ojos noté las pequeñas lágrimas que caían por sus mejillas, haciendo que mi corazón doliera.
No supe qué responderle. ¿Cómo le prometes a alguien, aunque sea el chico más lindo del mundo, que seguirás con él pese a no recordarlo en absoluto? No podía prometer cosas que quizás no podría cumplir.
Solo atiné a darle un suave apretón a su mano y mirarlo. Como si entendiera el significado de mi silencio, él comenzó a realizar pequeños círculos en mi mano que se sentían tan familiares y relajantes. Salí de mi burbuja cuando volvió a hablar.
— ¿Carlos te dijo algo cuando estuvo aquí? Quiero decir, ¿algo extraño? —dijo, mirándome con un semblante intranquilo.
¿Qué debía decirle? ¿Qué su amigo o compañero de equipo afirmó que éramos amantes secretos y me besó? No quería causar problemas. Ya era suficiente caos el que estaba viviendo y que aún no procesaba. Quizás lo de Carlos solo fue algo de mi mente jugándome una mala pasada. Eso debía ser.
— Solo dijo que éramos amigos y que volverías pronto.
Mentí.
— Está bien —dijo, no muy convencido—. Creo que deberías descansar. Estaré aquí contigo, y cuando tu madre llegue, podrás conversar con ella.
Aunque quise debatir sobre dormir, la verdad es que mi cuerpo aún estaba débil y empezaba a sentir el peso de todo el caos de las últimas horas. Solo asentí, cerrando los ojos. Por alguna razón, sus palabras y su presencia me tranquilizaron.
***
— Entiendo su punto, pero no estoy de acuerdo. No puede simplemente llevársela así como así. Ella no lo hubiese querido.
— Si ella no te recuerda, no hay razón para que continúe aquí. Además, presiento que ustedes no estaban bien. Tú no eres bueno para mi hija. No te quiero con ella.
— Disculpe, señora, no quiero sonar grosero, pero ¿Cómo puede asumir eso si no ha estado en contacto con nosotros desde hace meses? ¿Se preocuparon siquiera por ella?
— Eres un maldito. ¡Se alejó de nosotros por tu culpa! Por su maldita relación y porque sabía perfectamente que, si detectábamos que no era feliz, le íbamos a exigir que regresara. Su padre no hubiese querido que viviera infeliz, aunque tuviera todo.
— Usted no sabe nada de nosotros. Esto es injusto. No me puede quitar lo único bueno en mi vida. No voy a permitirlo. Si tengo que viajar con ella para que me recuerde, lo haré.
— Lo que dices no tiene sentido, muchacho. Es absurdo. Tienes una carrera, una vida, y en el fondo sabes que su relación estaba rota. Por favor, déjala ir. Ya suficiente daño le has hecho.
Desperté al oír una acalorada discusión y reconocí la voz de mi madre, y supuse que la otra voz era de Charles. No podía creer que mi madre estuviera en Mónaco y hubiera viajado tantas horas por primera vez. ¿Por qué decía que Charles me había hecho daño?
— ¿Mamá, estás aquí? —abrí mis ojos, y la discusión se detuvo.
— Querida, sí, estoy aquí —habló emocionada mi madre acercándose a mí y tomando mi mano. Una sensación cálida se extendió y nos fundimos en un abrazo.
— Las dejo solas un momento. Volveré pronto, princesa —añadió Charles antes de salir de la habitación.
— Hija, ¿estás bien? —murmuró mi madre mientras me abrazaba sollozando—. Cuando "él" nos contó sobre tu accidente, quisimos venir de inmediato, pero sabíamos que no te gustaría la idea, dijo con pena, separándose un poco de mí.
— ¿Por qué no querría que vinieran? —pregunté intrigada. Siempre habíamos sido muy unidas.
— Creo que es el momento adecuado para hablar de eso —dijo mi madre tensándose al mencionarlo.
— ¿Cómo llegué aquí? —Traté de cambiar de tema. Lo último que recuerdo es un accidente de camino al gimnasio.
— Sí, hija, un coche te golpeó, pero fue un pequeño accidente el año pasado, solo un susto, ya que el coche no te tocó. ¿Hasta ahí recuerdas?
Asentí con la cabeza.
— ¿El coche no me estrelló? —pregunté, buscando más detalles.
— No, querida, solo te hizo caer y desmayarte del susto.
— ¿Qué año es? —pregunté con curiosidad.
— Estamos en 2025. Hace un año que vives aquí.
Un año había pasado, y en ese tiempo parecían haber ocurrido muchas cosas que no recordaba.
— Sabes... ¿Cómo llegué aquí? Quiero decir, ¿Cómo terminé en Mónaco?
— No sé todos los detalles, ya que nunca hablamos al respecto, pero sé que todo empezó con tu viaje a París, era tu sueño, ¿lo recuerdas? —preguntó, y asentí. — Luego fuiste a Italia y conociste a un chico, un tenista. El te trajo a Mónaco para ver las carreras. Ojalá nunca lo hubiese hecho. Ahí conociste a Charles, y bueno, surgió lo de ustedes, lamentablemente.
Todo parecía un sueño. Nada me resultaba familiar. Solo recordaba mi deseo de viajar a París y el esfuerzo para hacerlo realidad, y ahora ni siquiera lo recordaba. Mi cabeza punzó nuevamente, seguramente por la cantidad de información nueva.
— ¿Querida, estás bien? ¿Quieres que llame al médico?
— No, estoy bien —respondí rápidamente—. Es solo una pequeña molestia.
— No te esfuerces demasiado, linda. Yo no debería decir esto, pero presiento que no tendremos mucho tiempo a solas y quería hablar contigo sin ese hombre presente.
¿Por que a mamá parecía no agradarle Charles?
— Sabes, durante el viaje pensé en que, dada tu condición, no tiene lógica que sigas aquí. No recuerdas tu historia con Charles y no lo harás, según me contó el doctor. Siendo honesta, quizás lo mejor. Creo que debemos regresar a casa.
¿Regresar a casa? En este punto no sabía qué considerar hogar o si realmente deseaba volver a lo familiar. Debió haber una razón para haberme quedado tanto tiempo.
— Yo no lo sé —dije sin pensarlo demasiado.
— ¿Charles te ha dicho algo? ¿Te amenazó o algo? Si le debes algo, no te preocupes, tus hermanos y yo podemos arreglárnoslas para devolverle todo si es necesario.
— Charles no me ha dicho nada, mamá. Él no es así —respondí firmemente, aunque no estaba tan segura de eso—. Es solo que no lo sé, tengo muchas cosas en las que pensar.
Aunque mi mente decía que volver a la vida que recordaba era lo más lógico, mi corazón no me lo permitía. Solo recordaba los ojos tristes de Charles, pidiéndome que no lo dejara, las palabras absurdas de Carlos ¿Y si eran reales? No. Definitivamente no lo eran.
Después de esas palabras, nos quedamos en silencio y mi madre decidió salir por unos minutos. Le pedí con insistencia que comiera algo y, con algo de pena por el ambiente tenso, le rogué a Charles que la acompañara.
Cuando estuve sola nuevamente, mientras meditaba sobre si quedarme o irme, apareció la persona que no deseaba ver: Carlos.
En ese instante recordé que estábamos en 2025. Él ya ni siquiera era compañero de equipo de Charles. ¿Qué hacía aquí?
— Pequeña, por fin puedo verte nuevamente —dijo Carlos, acercándose. Colocando mi mano en señal de que respetara mi espacio, pidiéndole que no me tocara.
— Por favor, no me toques. Tengo novio —hablé firmemente. Aunque ni siquiera estaba segura de eso.
— ¿Novio? Claro, un novio al que no recuerdas, a quien no amas y a quien estabas a punto de dejar por todo lo que te hizo. Si no hubiera sucedido el accidente, tú y yo habríamos huido juntos.
— Mientes. No te creo —respondí con firmeza.
— No miento, Lu. Charles no es lo que crees —replicó Carlos.
— Mira —suspiré, sin ánimos de empezar una discusión—. Aunque no recuerdo lo que era hace unos meses, no creo que pueda hacer lo que dices. No soy una persona infiel y no creo que quisiera dejar a Charles.
— Nunca dije que fueras infiel, lo nuestro no se resume a eso. Pero, en serio ¿no me crees nada de lo que digo? —preguntó Carlos, y negué con la cabeza.
— Está bien, quieres pruebas. Te mostraré que lo nuestro es real —dijo, buscando algo en su teléfono y mostrándome la pantalla.
No podía creer lo que veía. ¿En qué clase de persona me había convertido? Miré la foto durante un largo rato, donde estábamos juntos, casi con una nula distancia entre nosotros. Parecía tomada justo antes de un beso. Me sentí fatal por Charles.
— Sé que no recuerdas nada —dijo Carlos después de unos minutos—. Pero nuestra relación fue la mejor que he tenido. Éramos mejores amigos que se amaban, y aunque no era lo más correcto, era real y era nuestro.
— ¿Cómo puedes decir eso? Charles era tu compañero. Tu amigo —dije alterada. No me involucraría con el compañero de mi novio.
— Charles no significa nada para mí. Solo tú me importas. Esta vez intentó acercarse a besarme, pero pude esquivar el beso a tiempo, que terminó en mi mejilla.
— Por favor, no vuelvas a tocarme. No recuerdo nada de lo que dices, pero si éramos amigos, deberías respetar que no te recuerdo y no deseo que te acerques a mí con otra intención.
— Joder, ¿Qué fácil es para ti todo esto, Lucía? —habló en español. — ¿Cómo sé si realmente lo olvidaste o estás haciendo esto para volver con Charles? ¿En serio quieres volver con él a pesar de todo lo que te hizo? Sé que ahora lo ves como tu ángel salvador, pero está lejos de serlo. Créeme.
— No hables así de él. No eres mejor persona si lo que dices fuera cierto —le grité enfadada.
¿Acaso este chico no sentía ni una pizca de vergüenza o culpa? Una tercera voz se hizo presente en la habitación justo a tiempo, y esperé que no fuera Charles o la situación podría empeorar.
— Carlos, basta, es suficiente. Déjala en paz —dijo un joven rubio al entrar, alejando a Carlos bruscamente de la cama.
Lo alejó lo suficientemente hasta el fondo de la habitación. Mientras murmuraban algo entre ellos, pude mirarlo detalladamente y reconocerlo. ¡Madre mía, era Max Verstappen!
Después de una breve conversación entre susurros, Carlos bufó y Max posó sus ojos en mí. Me sentí avergonzada al verlo por alguna razón.
— Hola, Lucía —dijo él, notando, creo yo, el peso de mi mirada en él—. Perdona, por favor, a Carlos. Creo que es difícil para él tu nueva condición, ya que eran amigos.
No sonó muy convencido con lo último.
— No estaba hablando de mi amistad con Lucía, Max. Sabes muy bien a qué me refiero.
— Carlos, no insistas. Lucía no esta bien y estas asustándola e incomodándola— ¿Cómo sabía como me sentía? — Además, Charles está a punto de volver. Si él te encuentra aquí, no volverás a verla.
— ¡Me importa una mierda, Charles! —exclamó agotado el español, tirando su cabello con frustración—. Aunque tienes razón, Verstappen, creo que no es el momento para hablar —finalizó, centrando su mirada en mí.
— Tú y yo aún tenemos muchos puntos que aclarar, pequeña. Nos veremos pronto —dijo, dándome una última mirada antes de salir aún enfadado.
— Gracias —dije mirando a Max cuando Carlos salió. Sus ojos azules chocaron con los míos y había algo en ellos.
Aún estaba sorprendida por verlo ahí. Sabía que era un poco cercano a Charles. ¿Pero tanto como para preocuparse y defender a su novia?
— ¿Me reconoces? —preguntó Max con algo de duda, sacándome de mis pensamientos.
Su presencia me transmitía mucha paz, especialmente después de todo lo acontecido con Carlos, incluso con Charles.
— ¿Quién no sabría quién es Max Verstappen? —dije con una confianza que no sabía de donde había sacado. Lo miré y vi una pequeña sonrisa en él. —Tricampeón mundial de F1. Un minuto... estamos en 2025 —paré al darme cuenta del año en el que estábamos, y una duda surgió en mí—. ¿Eres tetracampeón? ¿Ganaste tu cuarto título?— pregunté ansiosa por confirmar ello.
Max me miró y una carcajada genuina salió de él. Tenía una sonrisa encantadora. No era su fan número uno, pero siempre admiré su dedicación por el deporte. Era el mejor.
— Respondiendo a tu pregunta —sonrió, haciendo que sus ojos se entrecerraran—. Sí, soy tetracampeón mundial.