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Enchanted to Meet You

Summary:

Mingi no se considera un alfa de baja categoría; sabe que lo es.

No conforme con eso, está enamorado de otro alfa y, peor aún, dicho alfa es su mejor amigo: Jeong Yunho.

Sabe que está condenado a esperar el día que Yunho decida emparejarse con un omega y le deje con el corazón roto.

Así que triste y borracho después de una fiesta donde siempre es lo mismo: él a lo lejos observando a Yunho ser simplemente Yunho, colapsa en una calle oscura y cree que no puede caer más bajo en su vida de lo patético que se siente.

Entonces aparece Jung Wooyoung, un omega caótico, ruidoso y amigable que cuida de él y Mingi cree que es lo más parecido a un ángel que alguna deidad le va a mandar, aunque Wooyoung en realidad sea lo más cercano a un demonio que va a conocer en su vida.

Wooyoung, triste y abandonado por personas que consideraba sus amigos, traicionado porque es ingenuo y le gusta confiar en la gente, encuentra a ese enorme alfa lloriqueando y su corazoncito no puede pensar en dejarle ahí abandonado.

De ahí en más, todo va cuesta abajo. O, bueno, cuesta arriba, pero a Mingi nadie le quita lo dramático.

Notes:

Bueno, pensé que me iba a tomar más tiempo regresar con otra historia, pero parece que realmente las ganas de escribir no han desaparecido.

El problema fue decidir con qué idea quería seguir y al final me dije que no suelo meterme mucho con el omegaverse, así que quise darle una oportunidad, aunque, como siempre, no me gusta hacerme las cosas simples.

Lo que sin duda sé es que va a ser una historia mucho más corta que la anterior.

De eso intento convencerme...

Recordemos que la historia está inspirada en personas reales, pero todo es ficción y no espero de ninguna forma que los involucrados sean así en la vida real, ni que nada de lo aquí descrito sea tomado en serio. Todo es pura ficción y diversión.

(See the end of the work for more notes.)

Chapter 1: Same old tired

Chapter Text

1

Se pregunta, no por primera vez en la noche, ni siquiera por primera vez en su vida, cuál es el atractivo de las fiestas universitarias. Mingi no entiende cómo la gente disfruta de estar en una casa abarrotada de borrachos, música ensordecedora, el olor rancio del vomito en las esquinas, del alcohol derramado por todas partes, de los cuerpos sudorosos restregándose unos con otros. La mezcla de todos los aromas porque nadie se preocupa por llevar un parche inhibidor. Ni siquiera puedes discernir un olor del otro ¿cómo se supone que se están atrayendo con feromonas si todo es feromonas agrias congregadas?

Ha suprimido las ganas de vomitar más de una vez, y Mingi ni siquiera tiene sus sentidos desarrollados al cien por ciento, no quiere imaginar cómo se sentiría si los tuviera.

Mingi es un alfa de clase baja. De la más baja, si alguien le pregunta. Sus feromonas no son fuertes, a penas perceptibles y, cuando lo son, los omegas no se sienten atraídos por él. No que le importe, sinceramente. Se supone que los alfa deben oler fuerte, protectores. Olores que se sobrepongan a los de los demás para dejar huellas imborrables en sus parejas, que contrasten con los dulces aromas típico de los omegas.

Mingi huele a mandarinas, o naranjas, a veces a limones. Es sutil, delicado. Un olor acido dulzón. No lo suficientemente dulce para los alfas, no lo suficientemente fuerte para los omegas. Es un olor tranquilo, relajante, pero nada del otro mundo. Nada atractivo.

Como prende runa vela cuando vas a meditar.

El peor día de la vida de Mingi es cuando supo que era un alfa. Deseó con todas sus fuerzas ser un omega, aunque desde un inicio sabía que era un deseo inútil. Tiene todo menos la apariencia de un omega. Alto, robusto, enorme para ser el estereotipo de omega pequeño, delicado y bonito. Y, por si fuera poco, siempre ha sentido más atracción por alfas. Lo que más ha querido siempre es ser destrozado por un alfa, que le anude y busque tener cachorros con él.

Ninguna de esas cosas es posible. Es un alfa. Poco atractivo en temas de feromonas. Y, sobre todo, sólo existe un alfa con el que más ha querido estar toda su vida: Jeong Yunho, su mejor amigo.

Mingi cree que si uno busca la definición de alfa perfecto, se encontraría con una foto de Yunho al lado de la descripción. No porque sea alto y fuerte, que lo es. No porque sus feromonas sean seductoras y dieran la sensación de confort que un omega busca. Que también lo tiene. Sino porque a pesar de ser un alfa, Yunho es amable, cálido, amigable, de sonrisa fácil y siempre dispuesto a ayudar. Yunho es perfecto en todos los sentidos.

¿Y Mingi? Mingi es sólo su amigo de la infancia. El alfa insignificante que a veces está a un lado de él, intentando hacerse chiquito, invisible, mendigando un poco de cariño y atención.

A parte de un alfa inservible, Mingi también es patético. Y un masoquista. Porque sigue yendo a esas fiestas por pedido de Yunho, sabiendo que en cuanto pongan un pie en el lugar, su mejor amigo se alejará para irse con cualquier otra persona, sin dedicarle una segunda mirada. No porque sea mezquino y quiera deshacerse de él tan pronto como llegan, sino porque como el chico popular que es, Yunho siempre busca cómo brindarle un poco de atención a todo el mundo.

Mingi no entiende entonces para qué le invita, y tampoco sabe por qué él sigue aceptando. Sólo para que su corazón sea pisoteado una y otra vez, esperando el momento en que Yunho encuentre un omega de su agrado y se aleje de su lado de forma definitiva. Quizás eso es lo que busca, que le despedacen el corazón para poder seguir adelante, para entender que sus esperanzas infundadas no sirven de nada. Para poder ser libre del miedo de un día ver a Yunho emparejarse con alguien que no sea él. Que el miedo se vuelva real, pero al menos rompa las cadenas invisibles que le atan al otro alfa.

Nuevamente con esos pensamientos negativos, da un largo sorbo al trago en su mano, que no sabe cuándo llegó ahí. Sabe fuerte, como si fuera licor puro. Pero no le importa, cree que merece perderse totalmente, a ver si así olvida, a ver si así duele menos.

2

No duele menos. Nunca lo hace. Y ahora está ebrio como una cuba, lo que hará que mañana también le duela la cabeza horrible.

Si es que llega a un mañana porque, ¿en serio? ¿Dónde coño está? No recuerda haber salido de la casa donde era la fiesta, pero ahora está tambaleándose por un largo camino que se extiende en la oscuridad de la noche frente a él.

Camino que, por cierto, no sabe si le llevará a casa. Sólo quería tomar algo de aire. Había conseguido más bebidas, algunas las había robado de otras manos, algunas le fueron ofrecidas por desconocidos que le hacían plática, no recuerda de qué, y para cuando se dio cuenta, estaba tan ebrio que pensó que algo de aire era la mejor opción.

No, no lo fue. Ahora está ebrio y perdido.

Se deja caer en el suelo, recargado contra un árbol. La luz tenue de una farola como única iluminación que, de todas formas, no le ayuda en su búsqueda del camino a casa.

Quizás sólo debía esperar la muerte. O la mañana. Al menos, poder vomitar, a ver si así purgaba un poco su estómago.

Aunque todo lo que realmente hace es llorar.

Un llanto silencioso, cree él, dejando que las lágrimas calientes rueden por sus mejillas, que los sollozos escapen de sus labios.

Ni siquiera está llorando por Yunho. Hoy no, al menos. Eso está agendado para mañana. Para una sesión de películas tristes y un bote enorme de helado de chocolate. Joder, quiere helado de chocolate.

El pensamiento le hace llorar más porque, ¿por qué no?

—¿Estás bien? —dice una voz entre la bruma que es su mente.

Es un tono suave, consternado, pero de alguien desconocido, o al menos de alguien que no logra reconocer en ese momento.

—¿Luzco bien? —pregunta Mingi de regreso, con la voz arrastrada y ahogada de llanto.

—No…

Quiere decirle que entonces para qué cojones le pregunta. Pero sería irrespetuoso, y los padres de Mingi se esforzaron mucho en hacer de él un caballero, así que no lo dice. Sólo llora más.

—¿Alguien te estuvo molestando? —pregunta esa voz. A Mingi le gusta su sonido. Es tranquilo, su preocupación casi podría parecerle real, pero, ¿por qué un desconocido se preocuparía de verdad por él?—. Puedo pegarles por ti si quieres —ofrece el desconocido.

La oferta hace reír un poco a Mingi. Es una risa rota y ahogada por su llanto. No suena feliz. Es más un hipido y eso sólo hace que llore un poco más por lo patético que se siente.

—Mi auto está aquí a unos pasos, ¿te llevo a casa? —vuelve a decir la voz, todavía con tono tranquilo, como si le hablara a un animalito que podría salir corriendo del miedo.

Entonces Mingi se esfuerza por enfocar y ver quién le habla. No le reconoce y está seguro que la ebriedad no tiene nada que ver con eso. Recordaría una cara tan bonita como esa. Olfatea un poco, pero no hay olor. Es un chico listo que lleva un parche inhibidor, eso le gusta. Y es muy bonito. Absurdamente bonito. Cabello oscuro como la noche, su piel ligeramente bronceada, ojos expresivos con un lunar debajo de uno de ellos que se ve encantador.

—Cuenta la leyenda —balbucea Mingi mientras el chico le ayuda a levantarse del suelo. Ahí puede notar que es más bajito que él, pero eso no es novedad, Mingi es alto incluso para ser un alfa—, que las personas con lunares debajo de los ojos —continúa con su parloteo, apenas logrando estar de pie, tropezando a cada paso—, como si fueran lágrimas, están condenadas al sufrimiento —sigue hablando y también sigue llorando, triste por sus propias palabras.

El desconocido tiene problemas para mantenerlo en pie, claramente sin las fuerzas suficientes para lidiar con alguien del tamaño de Mingi. Y, aun así, se las arregla para no dejarlo caer ni una sola vez, de no caer con él y, de una milagrosa forma, llegar a su auto.

—Tú también tienes un lunar bajo el ojo, del lado contrario al mío —observa el extraño, poniéndolo suavemente en el asiento del copiloto. Le falta el aire por el esfuerzo y aun así intenta seguir con su tono tranquilo al hablar con el alfa.

—Y por eso sufro tanto —declara Mingi para después escuchar la puerta cerrarse.

—No sé dónde vives —es lo primero que dice el desconocido cuando sube del lado del conductor, girando su cuerpo hacía el más alto para luego estirarse y ponerle el cinturón de seguridad.

Sus movimientos son calculados, sin tocar demasiado a Mingi, sin hacerle sentir que está invadiendo su espacio personal más de lo necesario, pero siempre asegurándose que esté cómodo y seguro.

El corazón de Mingi se encoge ante eso, poco acostumbrado que alguien cuide de él.

—¿A caso estoy viviendo? ¿No estaré sólo sobreviviendo? —lloriquea Mingi, sacando su billetera y lanzándosela al desconocido ya que en ese momento no recuerda dónde carajos vive.

—¿Y qué hago con esto? ¿Robarte? No soy uno de eso…

—Mi domicilio está en mi identificación —bufa Mingi, como si fuera lo más obvio del mundo.

—¿Alguien te ha dicho alguna vez que eres un dramático? —vuelve a hablar el desconocido después de revisar su domicilio y encender el auto, soltando un bufido de risa.

—Yunho lo dice todo el tiempo. Dice que soy una princesita quejumbrosa…

—¿Jeong Yunho? —pregunta la voz, que por ratos se hace más lejana, el bamboleo del auto arrullando a Mingi.

—El alfa más perfecto del mundo.

Hay un nuevo resoplido de risa, mucho más fuerte que el anterior, que ofende muchísimo a Mingi.

—¿Tienes algún problema? —dice en tono retador, que poco impresiona a su acompañante cuando las palabras le salen arrastradas y pegajosas por la sequedad de su boca.

—El alfa más perfecto del mundo es Choi San —responde la voz, aun con un deje divertido.

—Tienes derecho a tu opinión muy equivocada. Yunho es superior en todo. Altura, porte, lo increíble y estúpidamente guapo que es. Sobre todo estúpido. Estúpido, estúpido, estúpido Yunho.

—Bueno, sí, los alfas son estúpidos.

—Lo somos, sí —admite Mingi, porque seguramente él encabeza la lista de estupidez.

—¿Eres un alfa? —cree que hay un ligero tono de alarma en esa voz, pero tiene tanto sueño que no quiere pensar demasiado en ello.

—El más inservible que te vas a encontrar —dice Mingi, encogiéndose de hombros.

Hay un silencio por un largo rato. El viaje continua y Mingi cree que podría quedarse dormido en cualquier momento.

—¿Y te gusta Yunho? —la voz vuelve a romper el silencio.

—Me encanta Yunho.

Hay otro resoplido de risa y Mingi no puede evitar reír con él.

—Tienes pésimos gustos.

—Te gusta Choi San, no puedes hablar de mis gustos.

—¿Conoces a San?

—No, pero si te gusta seguro que es pésima elección.

—¡Tampoco me conoces a mí!

—No te gusta Yunho, a todo mundo le gusta Yunho. Eso dice mucho de ti.

—No me gusta la gente que quiere caerle bien a todo el mundo, me da mala espina.

—Conozco a Yunho desde hace diez años —alardea Mingi, como si fuera algo de lo que sentirse super orgulloso—, puedo asegurarte que su amabilidad y estupidez es natural.

Siente más que ver cómo el chico a su lado voltea a verlo, como si buscara alguna mentira en sus palabras. Regresa su mirada a la carretera rápidamente, intentando no matarlos en el proceso de descifrar lo que dice.

—Si te hace sentir tan miserable, menos me va a caer bien.

—No me conoces…

—Si puedes llorar tan abiertamente y admitir con tanta libertad que te gusta, puedo decir mucho de ti.

—Nunca le he dicho que lo amo…

—Lo conoces desde hace diez años, sino lo sabe a este punto, creo que sí es un estúpido.

Hacen el resto del viaje en silencio.

3

No hay ningún problema durante el resto del viaje. El verdadero reto es cuando debe bajar del auto y llegar a su departamento en el cuarto piso. Hay elevador, por supuesto, pero llegar a él será todo un problema. Considera arrastrase como gusano como la mejor posibilidad. Al menos así no va a tambalearse y caer, ¿Qué puede perder? ¿La dignidad? ¿Cuándo ha tenido Mingi dignidad?

Su nuevo amigo no le abandona, por suerte, aunque ya estaba contemplando su nueva vida como gusano. Aparca cerca del edificio en un lugar disponible, todo lo cerca que le es posible a la entrada del edificio y baja corriendo para ayudar a Mingi, quien libra una lucha a muerte con el cinturón.

—¡Tranquilo! ¡Espera! —le pide el chico de bonito lunar bajo el ojo—, deja te ayudo.

—No deberías estar destinado al sufrimiento —balbucea Mingi, aun pensando en esa vieja y estúpida leyenda.

—Al único sufrimiento que estoy destinado es mover tu culo gordo hasta tu departamento ¡y no estás cooperando! —lloriquea el chico con un tono increíblemente agudo.

—Mi culo no es gordo —se queja, bajando del auto, tambaleándose, intentando hacer tierra porque de pronto todo gira y siente que flota—… creo que voy a vomitar… —advierte aunque ya tiene el sabor ácido en la lengua.

Hay un movimiento rápido para alejarlo del carro, moviéndolo a un pequeño pedazo de pasto cercano y de pronto todo su estómago se está vaciando sin control.

—Anda, anda, sácalo todo —dice su definitivamente nuevo mejor amigo, acariciando en círculos debajo de su espalda de forma tranquilizadora.

No hay más que sacar aparte de bilis cuando Mingi vuelve a incorporarse. En realidad, todo lo que sale de él es líquido ya que no recuerda cuándo fue la última vez que comió algo y sólo llenó de alcohol su sistema en aquella fiesta. Quizás por eso le cayó tan mal, generalmente tiene una mejor tolerancia. Yunho le había prometido una cena y terminaron en una fiesta. El muy bastardo.

—¿Cómo te sientes? —escucha que le preguntan de nuevo.

—Oye… —la voz de Mingi sale rasposa, más grave de lo que normalmente es. Carraspea ante el dolor y la sequedad de su garganta, dándose cuenta que se siente ligeramente más lucido—. ¿Cómo te llamas?

Le parece un poco tarde para preguntar. Es decir, Mingi pudo haber sido secuestrado y nunca preguntó por un nombre o dio el suyo.

—Oh, gracias por preguntar. Soy Wooyoung, Jung Wooyoung. Un gusto conocerte Song Mingi.

—¿Cómo sabes…? —detiene la pregunta al ver cómo Wooyoung balancea su cartera en su mano—. Oh, sí, cierto —dice y toma el objeto que Wooyoung amablemente le tiende.

Caminan como pueden hasta el edificio, hacia el ascensor y Mingi deja que el bamboleo de esa caja metálica lo arrulle un poco más.

En un parpadeo está frente a su puerta y al otro siente la suavidad de su cama, dejando que la inconciencia se apodere de él.

—Te ayudaría a cambiarte, pero creo que eso es pasar los límites —dice la voz de Wooyoung, lejana, perdiéndose en la espesura de la noche y la borrachera.

Mingi está dormido antes de si quiera pensar en contestarle o agradecerle.

4

Justo como lo imaginó la noche anterior, amanece con un horrible dolor de cabeza. La boca la siente amarga y pastosa. Está reconsiderando todas sus decisiones de vida hasta ese momento, pensando en lo mucho que quiere morirse ya que todo le duele y en que no cumplió su deseo de helado de chocolate, por básicamente desmayarse en cuanto tocó su cama.

Mingi está cayendo en su muy conocida espiral de autocompasión cuando ruidos en la cocina llaman su atención. Hasta donde él recuerda, vive solo. Nadie debería estar en su cocina.

Se arrastra como gusano por la cama, por el puro placer de no quedarse con ese pensamiento de la noche anterior atrapado en la cabeza, pero termina cayendo con poca gracia por la orilla ya que el cuerpo no le está obedeciendo como debería y la resaca le está taladrando la cabeza con fuerza. Ahora también le duele el culo por la caída y recuerda a alguien llamándolo culo gordo la noche anterior.

—No tengo el culo gordo —masculla a nadie en particular.

Cuando logra levantarse y deja de sentir que va a vomitar al menor movimiento, camina con paso lento hacia la puerta de su habitación. Nunca va a admitir que se mira el culo en el espejo de cuerpo completo y da un asentimiento, satisfecho con lo que ve.

Sin embargo, antes de salir, se da cuenta que aun lleva la ropa de la noche anterior. Tiene los pantalones abiertos, pero todo lo demás en su lugar. Por alguna razón eso le hace sentir asqueroso, así que regresa sobre sus pasos para buscar unos pantalones deportivos y una playera holgada. Le extraña no encontrar sus pantalones favoritos de color negro y se contenta con unos grises que parecen limpios con una playera blanca.

Más ruidos en la cocina le recuerdan por qué se levantó en primer lugar y que quizás alguien le esté robando cosas y ahí está Mingi, preocupándose sobre si ya hizo la colada y si esa playera no la usó hace dos noches.

Prioridades, supone. Si muere, que lo encuentren como es: hermoso. Que quien lo vaya a matar no se pregunte si las manchas en su otra playera es vomito seco o Mingi siendo perezoso con su higiene. No lo es.

Se da una palmada mental por lo ridículo que es, finalmente saliendo de su habitación.

En un principio no entiende lo que encuentra en su cocina.

No es nadie robándole. Bueno, sí le robó. Su ropa. Hay un bonito chico moviéndose como si la cocina fuera suya, con sus pantalones deportivos favoritos puestos y también una de sus playeras, que si de por sí Mingi siendo tan alto y grande usa ropa más grande de su talla normal, ese chico parece llevar capas enormes de tela que le cuelgan precariamente del cuerpo.

—¿Hola? —saluda Mingi, con duda.

Puede olerlo, por supuesto, el dulce aroma de las fresas le da una bofetada, no porque sea fuerte o intenso. Quizás lo es, pero el olfato de Mingi con las feromonas nunca ha sido muy bueno. Lo que le abofetea es el conocimiento de tener un omega en su casa. Mingi nunca ha tenido un omega en casa. Eso hace que todas las alarmas en su cabeza se activen y esté a punto de tener un ataque de pánico.

—Buenos días Mingi —saluda el chico, sonriendo brillantemente—, ¿cómo te sientes?

Su voz suave con genuina preocupación hace que todos los recuerdos de la noche anterior le lleguen de golpe, poniéndolo colorado por la cantidad de estupideces que le soltó a un desconocido, pero, al menos, tranquilizando sus preocupaciones anteriores.

—Buenos días Wooyoung —saluda de todas formas, sus modales ante todo—, eh… ¿bien? Bueno, no, me quiero morir. Perdón por todo. Gracias por todo… —lo piensa por unos segundos antes de continuar—. ¿Qué haces aquí? ¿Eres un omega? ¿Por qué…?

¿Por qué te quedaste? ¿Por qué estás en mi cocina? ¿Huele a huevos y salchichas fritas? Mingi tiene muchas preguntas y quiere echarse a llorar otra vez, una mezcla de vergüenza, alivio y pánico. No sabe cómo es que esas dos cosas le llegan al mismo tiempo.

—¡Oh! Perdón, era muy tarde ayer… y estaba preocupado que te ahogaras en vomito anoche y yo sólo… ¿sí? ¿Te molesta que sea un omega?

—¡No! —asegura el más alto rápidamente—. Sólo… no sé, ¿hay café? —prefiere preguntar, cree que un café le hará estar más lucido para tener una buena conversación.

—Quise preparar un poco, pero no entiendo esa cosa y no tienes café instantáneo —explica Wooyoung, apuntando a esa cosa, que resulta ser una cafetera profesional que Mingi decidió que se merecía después de un muy buen semestre aunque no comiera de forma decente por semanas.

Ninguno de sus amigos se había molestado en aprender a usarla y le dejaban esa tarea a Mingi cada que iban de visita.

Y por amigos se refiere a Yunho.

—No es tan difícil —le dice Mingi, acercándose a la máquina—, si quieres termina con el desayuno, te haré el mejor café que hayas probado —presume, no porque sea un experto con su máquina, sino porque siempre se encarga de tener una buena selección de granos de café que Yunho alaba con entusiasmo.

El muy bastardo.

Tiene que dejar de maldecirlo tanto…

No se da cuenta que ha soltado un gruñido hasta que Wooyoung voltea a verlo.

—Te dejé unas pastillas en la encimera para la resaca, aunque quería que comieras un poco antes de tomarlas. ¿Quizás con un poco de leche? —le dice el chico, interpretando su gruñido como malestar.

—No fue por la resaca, que sí es horrible —le explica Mingi, trabajando con el café. Pronto el departamento se llena con el cálido aroma de los granos tostados—, sólo estaba pensando tonterías.

—Oh, ¿en Yunho? —se burla Wooyoung con una sonrisita.

Mingi no sabe si odia o adora la confianza tan rápida que se ha tomado Wooyoung con él.

—Cuando conozca al tal Choi San tendré mi venganza con tus comentarios —amenaza terminando con el café y sirviéndolo en sendas tazas porque si Mingi no tiene su litro diario de café no es un ser humano funcional—. ¿Cómo te gusta el café? —pregunta sacando leche y azúcar para preparar el suyo.

—Con leche y poca azúcar, por favor —pide Wooyoung, sirviendo el desayuno. Ya tenía platos y cubiertos listos, incluso algo de jugo servido y Mingi no encuentra molestia en él de haber tenido a este chico husmeando en sus cosas—, y se me hace raro que no conozcas a San. Está en el mismo grupo de baile que Yunho. Yo estoy en ese mismo grupo.

Ante eso, Mingi se encoge de hombros. Nunca ha intentado mezclarse en el grupo de amigos de Yunho. Ellos tendrán años de conocerse, pero son entes separados con vidas separadas. A parte, nunca ha querido mezclarse demasiado porque siempre ha sentido que, en verdad, no encaja en el mundo de Jeong Yunho.

—¿Oh? ¿Será que tu periferia sólo ve a Yunho y nadie más? —se burla de nuevo Wooyoung, recibiendo su taza de café.

Al menos el más alto tiene la decencia de sonrojarse ante eso, porque no está tan alejado de la realidad.

Ambos se sientan en la pequeña mesa que Mingi tiene en casa. Sólo hay dos sillas y cree que es la primera vez que alguien más que Yunho ocupa esa silla. Eso se le hace triste. Al menos debería invitar a Jongho también de vez en cuando, uno de sus compañeros en el club de canto. Mingi es más de rapear, pero el grupo de hip-hop le intimidaba muchísimo. Los integrantes se veían poco receptivos a nuevos integrantes y los pocos días que lo intentó nunca se sintió realmente bienvenido. A parte, en el club de canto también conoció a Hongjoong que gusta más de rapear como él, aunque canta como los ángeles cuando quiere.

Los dos son alfas y Mingi siempre ha sentido más afinidad con los alfas, no porque él sea uno, sino porque… bueno, le gustan mucho los alfas en más de un sentido. Aunque no ve a ninguno de esos dos con otros ojos que no sean de amistad, aunque los bíceps y la preciosa sonrisa de Jongho sean una constante distracción.

Los omegas le hacen sentir… inferior, envidioso. Recordándole lo que nunca será. Lo que nunca tendrá. No es que los rechace abiertamente, por supuesto, la verdad es que cuando se hace amigo de algún omega, éste rápidamente se aleja de él. No entiende por qué, pero tampoco ahonda en eso.

Y no es exactamente que Mingi deseara -ya no al menos- ser un omega per se, le gusta cómo es en ese momento. Objetivamente, sabe que es atractivo. Lo que no ayuda no es sólo su falta de feromonas, es bastante popular entre betas, pero también está el detalle de su personalidad. Su constante pesimismo y complejo de inferioridad. Es atractivo, pero no lo es para quien quisiera. Pocos betas se aventurarían a ser dominantes con un alfa, aunque sea un alfa como Mingi. Y no ayuda, obviamente, su eterno enamoramiento por Yunho.

Definitivamente debe buscarse un novio, aunque sea un beta, piensa.

—¡Joder! —es el chillido que lo trae de vuelta a la realidad.

—¿Qué? ¿Qué? —pregunta, asustado, viendo como Wooyoung ve la taza de café como si lo hubiera ofendido personalmente—. ¿No te gustó? —pregunta con miedo. El café que prepara es de las pocas cosas de las que está orgulloso y cree que lo hizo bien esa mañana a pesar de la resaca, queriendo que sea una muestra de su agradecimiento por lo que el chico hizo por él la noche anterior.

—¿Gustarme? ¡¿Gustarme?! Carajo, Mingi, es el mejor café que he probado en mi vida ¡y eso que mi Seonghwa hyung es barista! Nunca le digas que encontré un mejor café que el suyo —halaga sin parar Wooyoung, dando pequeños sorbos al café, como si no quisiera que se terminara jamás.

El nombre de Seonghwa resuena en la cabeza de Mingi, intentando atrapar el por qué.

—Todos mis días serían increíbles si pudiera tomar un café así cada mañana —suspira Wooyoung con anhelo.

—Puedo llevarte, si quieres —ofrece Mingi—, siempre llevo un termo grande a la escuela, podría llevarte un poco por las mañanas si tienes tiempo, ¿en qué facultad estás?

—Estoy en humanidades. Estudio docencia, pero, como te dije, también estoy en el grupo de baile de Yunho, así que generalmente por las mañanas tenemos prácticas.

—Tengo que poner más atención a mis alrededores —dice Mingi, pensando en que aunque va a ver mucho a Yunho a sus prácticas, y ya tiene casi dos años haciéndolo, no conoce a nadie de su grupo.

—Deberías —asiente Wooyoung, con una sonrisita sabionda detrás de su taza—, pero no quiero molestar…

—No es molestia, de verdad. Siempre tengo mucho café en casa y a veces se pone malo porque no lo bebo todo a tiempo. Puedo compartirlo sin problemas.

—Puedo pagar…

—No —corta Mingi, pero nota que Wooyoung no parece del todo cómodo con la idea—, pero, si tienes tiempo ¿qué tal si llevas algo de desayuno? Generalmente no me da tiempo de cocinar en las mañanas. Y cocinas delicioso —agrega mientras devora lo que hay en su plato. No recuerda cuándo fue la última vez que comió algo más que pan tostado por las mañanas.

—Me parece un trato justo —coincide Wooyoung, sonriendo.

Comen en silencio un rato, disfrutando de la calidez de la mañana. Mingi toma las pastillas que el otro había preparado para su resaca, aunque después del café y una buena comida se siente mucho mejor.

—¡Ah! Seonghwa, sí, ya recordé —exclama Mingi con un grito triunfante, la duda no había dejado su mente y sentía que si no recordaba no iba a dormir esa noche—, ¿el novio de Hongjoong hyung?

—¿Conoces a Joongie hyung? —se ilumina Wooyoung ante la mención del mayor.

Están en el sillón en la pequeña sala de estar de Mingi. De hecho su departamento es pequeño, con una sola habitación a parte del baño. La sala-comedor un lugar diminuto y una cocina que apenas puede con el tamaño de Mingi y su máquina de café.

—Sí, estamos en el mismo grupo de canto —explica con una sonrisa—, no habla mucho de su vida privada, pero estoy seguro que ha mencionado a Seonghwa y lo he visto llevarle cosas a hyung.

—El mundo es tan pequeño —aprecia Wooyoung, acurrucándose a su lado, sin parecer tener prisa por irse.

Miran la tele por un rato, una serie que Mingi cree que ninguno de los dos está realmente viendo. El más alto está a punto de quedarse dormido de lo tranquilo que se siente todo.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —la voz de Wooyoung rompe el silencio. Su voz es baja, un poco insegura, no sabe si es porque lo cree dormido o por la seriedad de lo que quiera preguntar.

Mingi cree que sabe lo que va a preguntar.

—Sí, claro —le asegura, espantando el sueño de su mente.

—No hueles como un alfa… —suelta Wooyoung, sin agregar nada más después de eso.

—Eso no es una pregunta.

—No sé cómo preguntar —admite Wooyoung. Está hecho bolita en su lado del sofá, como si temiera que Mingi se ofendiera e hiciera algo imprudente.

Mingi nunca haría algo como eso. No es un alfa cualquiera, en más de un sentido.

No es autoritario. No es agresivo. Ni siquiera puede gruñir bien para intentar intimidar, aunque cree que eso tiene que ver con su falta de confianza. No se impone ante la gente. No busca controlar y estar en la cima de la cadena alimenticia. No se ofende con facilidad ni se cree superior a nadie. Al contrario, tiene un terrible complejo de inferioridad entre alfas y omegas. Carajo, incluso entre betas, seguramente. Mingi tiene una apariencia ruda y una mirada de hastío que asusta la primera vez, pero cuando lo conoces un poquito, se nota que sólo es fachada. Si tan solo lo huelen tantito, la mayoría tiende a no tomarlo en cuenta.

Mingi es sólo una enorme masita y eso suele desconcertar a todos. Así que las dudas de Wooyoung no son nuevas.

—Desde joven he tenido problemas de desajustes hormonales. Los doctores no supieron explicar por qué o encontrar qué está mal en mí. Mis feromonas son… bueno, puedes darte cuenta cómo son. Mi sentido del olfato tampoco es bueno en ese sentido, así que no me afectan las feromonas de alfas u omegas. Ni siquiera mis celos son nada más que una fiebre de dos días que no me afectan para nada. No puedo… eh… —se detiene, pensando que está a punto de dar demasiado información privada—. No se forma un nudo de forma correcta. Soy básicamente un beta que huele bonito —se ríe sin humor ante la comparación que le han hecho en el pasado.

Wooyoung se mueve más cerca y Mingi se congela, pues lo que hace el omega es dirigirse a su cuello y oler directamente sobre su glándula, causándole cosquillas. No le toca más de lo necesario, puede sentir ligeramente el roce de la punta de su nariz, pero tan rápido como se acerca, ya está lejos.

—Hueles muy bien aunque sea tan sutil —le dice Wooyoung con una sonrisa—. Es relajante. No creo haber conocido a ningún alfa que me haga sentir relajado.

—Es porque no me percibes como una amenaza. Me siento más amenazado yo.

La risa de Wooyoung es chillona y estridente. Mingi no sabe por qué le gusta tanto. Quizás porque suena alegre de verdad, auténtica. Algo real en un mundo muy teatral.

—Perdón, olvido que a la gente no le gusta que invada su espacio personal.

—No me molesta —asegura Mingi—, sólo me sorprendió.

Como respuesta, obtiene una enorme sonrisa.

—¿Qué hacías solo anoche? —es el turno de Mingi de hacer las preguntas—. No quiero sonar pesimista, pero hueles muy bien y es peligroso andar solo de noche cerca de fiestas llenas de borrachos.

—Dijiste que no tienes buen olfato.

—Y aun así puedo olerte un poco, no me imagino cómo te olerán los demás… Me estás cambiando el tema.

—Llevaba un parche anoche —se defiende Wooyoung—, y no estoy cambiando el tema.

Sin embargo, no contesta por un par de minutos, perdiendo nuevamente su mirada en la pantalla frente a ellos.

—Fui con unos amigos a la fiesta de anoche —dice después de un tiempo—, siempre me llevan como su conductor designado, así que nunca tomo por mucho que quiera.

—Pero estabas solo…

—Sí, porque los escuché hablando sobre cómo uno de ellos tuvo una cita con San el fin de semana pasado —suelta con amargura—, siempre han sabido lo mucho que me gusta San. Incluso pensé que San lo sabía… que me estaba cortejando… —se encoge de hombros ante eso—, supongo que no soy bueno leyendo las intenciones de las personas. Me fui dejándolos botados ahí. Espero que tuvieran que caminar a casa en el frío de la noche.

—No hacía frío anoche…

—Mingi, por favor, déjame soñar…

—Lo siento —dice—, por lo que te hicieron, no por romper tus ilusiones —Wooyoung bufa, mitad molesto, mitad divertido—, pero te dije que tenías malos gustos…

Un cojín vuela hasta su cara, pero no evita que suelte una carcajada.

—San puede hacer lo que quiera, no somos nada —defiende Wooyoung, sin saber por qué.

Pero Mingi lo entiende, ¿qué derecho tiene uno sobre una persona que no regresa tus sentimientos? Ninguno, los sentimientos son suyo, y es todo lo que pueden poseer.

—Los alfas apestamos —declara Mingi, dejando caer su cabeza hacia atrás, derrotado.

—Tú hueles muy bonito —defiende Wooyoung, sonriendo tranquilo.

Mingi encuentra fácil contagiarse de sus sonrisas.

Comen helado de chocolate viendo películas tristes y ambos lloran patéticamente durante la mañana y la tarde. Ni siquiera son películas románticas. Ven The Fox and the Hound porque un clásico de Disney siempre es bienvenido y luego Mingi tiene la estúpida idea de ver A Monsters Call a lo cual Wooyoung acepta porque definitivamente se odian.

Entre lágrimas deciden pedir mucho alcohol, bocadillos y comida chatarra, porque las malas decisiones se toman así, sin pensarlo demasiado. Wooyoung pide ver películas de terror para, según él, aligerar el ambiente triste alrededor de ellos y Mingi le pregunta que por qué quiere hacerlo llorar más y que si ven películas de terror tiene prohibido abandonarlo en soledad por la noche.

Wooyoung no se va en todo el fin de semana.

Notes:

Comentarios y kudos siempre son bienvenidos.