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Cambio y fuera, Bruce

Summary:

Batman ha tenido una mala racha: primero, cae de un edificio; luego, es convertido en vampiro y, finalmente, empieza a enamorarse del hombre que odia:

Superman.

Notes:

No sé usar AO3 para publicar fanfics lol (estoyhaciendolomejorquepuedo). Por cierto, los capítulos son muy cortos, pero actualizaré rápido, lo prometo.

Disfruten, muak!

Chapter 1: Parte I: Bruce Wayne conoce a Clark Kent

Chapter Text

Hay algo de consuelo en el hecho de que el sol no está dispuesto a juzgarte. Al menos no cuando es de noche.

En el borde de un edificio, miras hacia abajo y Ciudad Gótica es un precipicio. Lo cruzas usando el arpón, una y otra vez, colgado de edificios, postes de luz, una vieja torre de comunicaciones en decadencia. La luna es tu aliada, no dirá una palabra de lo que hagas. Solo observará en silencio.

Lo cual es bueno, porque caes unos treinta metros cuando el arpón falla mientras cruzas de un edificio a otro.

La caída es larga. La describo con propósitos de futuro aprendizaje. La caída es larga, Bruce. En un momento estás en el aire, cobijado por la noche, cuando de repente sientes el viento en tus oídos y el corazón te da un vuelco y sabes que algo salió mal. La caída es tan larga que te da tiempo para cerrar los ojos y pensar en todo: en la muerte, en el mañana, el ayer, la luna, la noche, el silencio, el ruido, tus padres, y luego piensas; "no, no moriré, tengo una armadura prácticamente indestructible".

Así que recuerdas con esa gran y dura cabeza tuya que debes abrir los brazos para que el impacto sea absorbido uniformemente, y cuando lo haces casi parece que estás planeando y no cayendo. Casi parece que lo hiciste a propósito.

Y, ¿sabes qué? Tenías razón. La armadura absorbe la caída, pero el crujir de huesos es inevitable.

No podrás ir a la inauguración de mañana, Bruce.

Cambio,

Batman.

Chapter 2: II

Chapter Text

Toma todo un equipo de cirujanos demasiado bien pagados, pero mi columna vertebral se siente como nueva. O debería de hacerlo, una vez que haya cumplido el tiempo de reposo que claramente no pienso cumplir.

Ahora mismo mi mente está en blanco. Ha sido como despertar de una pesadilla. Estoy adolorido, entumecido y cansado al mismo tiempo. Me siento como si alguien me hubiera atropellado con un camión de doble carga, pero lo peor es que todavía recuerdo la caída. Recuerdo la capa revoloteando a mi alrededor, recuerdo haber cerrado los ojos, recuerdo el golpe. Lo recuerdo a la perfección.

"¿Para qué nos caemos, Bruce?"

Las cortinas de mi habitación son abiertas por Alfred, igual que todos los días. La luz del sol, nunca abundante en Ciudad Gótica, me hace soltar un quejido. Alfred sostiene una bandeja con una taza humeante que debe de ser café y un plato de desayuno. Luce igual que siempre: con su chaleco negro y su cabello gris peinado hacia atrás. Su postura impecable de mayordomo se presenta contra la luz que entra por el ventanal.

—Buenos días, señor Wayne —saluda.

En realidad, ya es tarde. Me levanto a las tres de la tarde desde que tengo la capacidad de hacerlo. Y desde que soy Batman. La noche no se hizo para descansar cuando eres un animal nocturno como yo.

Mi mirada se desvía a la ventana mientras tomo mi taza de café. Café negro. Tomo un sorbo y suelto un suspiro pesado. Al otro lado del cristal solo se observa el verde pasto de la mansión que rodea kilómetros y kilómetros de terreno. Es una mansión apartada del resto de Ciudad Gótica. Sería un lugar de ensueño de no ser por el permanente gris en el cielo, como si el clima también estuviera deprimido.

—Buenos días, Alfred —respondo, quizás un poco demasiado tarde. Mi voz suena ronca, mancillada y agonizante. Es probable que no haya dicho palabra en los últimos días. Al menos, no que yo recuerde.

—Veo que está cansado, señor.

Niego con la cabeza. Cansado es poco. Vuelvo a recostar mi cabeza en las almohadas, y me lamento. Es cansado, sí, fallar en cosas tan simples como balancearse de un edificio a otro usando un arpón diseñado específicamente para eso. Soy tan tonto. Llevo cinco años haciendo esto y aún así me equivoco en las cosas más sencillas. Ni siquiera sé bien qué pasó. Creo que fui yo. Creo que no calculé bien, no aseguré bien el arpón, no sé. Recuerdo la inyección de adrenalina que tuve que ponerme luego de la caída, y recuerdo levantarme y caminar en la oscuridad, con pasos apenas conscientes, lo más rápido posible al Batimóvil. Recuerdo haber puesto el piloto automático y despertar intermitentemente entre luces blancas de cirujano, la voz de Alfred, monitores, más luces de cirujano, una camilla en movimiento, hasta finalmente dar aquí, en mi cama.

Fui tan estúpido.

—No se desanime, señor Wayne —dice Alfred mientras ata las cortinas con un lazo negro—. Estoy seguro de que aprenderá de sus errores.

—Quisiera no cometer errores.

—Todos quisiéramos eso, señor.

Suelto otro suspiro. Mi garganta duele. No debería de levantarme, no debería de hacer nada. Debería de quedarme aquí y reposar por semanas enteras. Quizás meses enteros. Quizás debería cerrar mis ojos y volver a dormir...

Pero cuando Alfred se va, me levanto. Uso el bastón que Alfred dejó para mí (fingiendo haberlo dejado casualmente, porque me conoce lo suficientemente bien como para saber que si me lo ofreciera, lo rechazaría), y camino hacia el escritorio. Puedo caminar, pero no debería de hacerlo. No me importa. La Batilaptop me espera. Vuelvo a recostarme en mi cama una vez la tengo en mis manos y la abro en mi regazo, esperando investigar lo mismo que he estado investigando durante el último mes:

Superman.

Metahumano y de identidad públicamente desconocida. Apareció de la nada hace unos cuantos meses pero se volvió tendencia hasta hace poco cuando inició su rivalidad con el millonario Lex Luthor, cosa que ha dado mucho de qué hablar en la prensa. Se rumorea que ha sido traído directamente de otro planeta con propósitos desconocidos, pero, desde que apareció en el ojo público, se dedica a "salvar" a la gente. Es ridículo. Es ridículo que un metahumano se presente y decida salvarnos a todos como si no pudiéramos hacerlo nosotros mismos. Se siente como cuando Alfred tiene que ayudarme a mear ahora que tengo la columna fracturada, maldita sea.

Los rumores de que viene de otro planeta son completamente ciertos, y además, he descubierto su identidad, entre otras cosas. Ha sido fácil con la lectura de retina que conseguí por medios probablemente ilegales. En general, creo que conozco cualquier detalle de su vida que considere remotamente esencial. Clark Kent es un periodista cualquiera de Metrópolis que usa una especie de tecnología alienígena en sus lentes para que su rostro no sea identificable, lo cual es aterrador a mi parecer. Trabaja para el Daily Planet, un periódico de Metrópolis y sus artículos no son nada fuera de este mundo. Lo cual es irónico.

Ja, ja.

Desde que llegó a la tierra fue adoptado por dos humanos de Kansas y fue criado allí como un niño normal. Luego decidió seguir el sueño de Metrópolis y, ¿por qué no?, dedicarse a un bien mayor. Puedo entender eso, al menos. Desde que descubrí a este alien, todos mis días consisten en ver YouTube, Instagram, Facebook, Reddit, Twitter, y cualquier otra plataforma o red social en busca de información suya. Oh, y he hackeado absolutamente todas las cámaras de seguridad que me concedan ver al menos un píxel de él. Mi favorita es la que está frente a su edificio, que apunta al balcón de departamento y desde la cual puedo a veces obtener un vistazo de él sentándose en su sillón, fingiendo ser un hombre normal que ve novelas un sábado por la tarde.

Mi cabeza comienza a doler eventualmente. Creo que apenas estoy dándome cuenta de que pude haber muerto. El día que me caí, pudo ser mucho peor. En lugar de veinte metros, pusieron ser doscientos y Batman hubiera dejado de existir.

No puedo permitir eso.

Cierro la laptop y me dejo caer nuevamente entre almohadas. Clark Kent vive en Metrópolis, lo cual significa que Gótica es, y siempre será, mía. Mientras él esté allá y yo aquí, estaremos en paz. Yo soy el vigilante patrulla esta ciudad cada noche, sin descanso a menos que me sea imposible, como en esta ocasión en la que no puedo levantarme de la cama sin causarme daños permanentes en la espalda.

Y he ahí el problema. El problema es que no soy un metahumano. El problema es que hago todo lo que puedo para combatir el crimen, controlar a la gente loca que habita en las calles, erradicar la droga que se vende y revende una y otra vez en las sombras, he creado una identidad, una máscara, un cuerpo y un ser completamente nuevos, solo para cumplir con esa misión. La misión de volver Ciudad Gótica un lugar mejor. Lo he dado literalmente todo: cada parte de mí, cada pensamiento, cada segundo, cada mísero dólar que tengo en el bolsillo lo he dedicado para hacer que ningún niño se quede huérfano como consecuencia del crímen. He hecho todo eso y, sin embargo, cuando llega un metahumano de la nada, puede hacer exactamente lo mismo que yo solamente con existir.

Pero está bien. Entiendo que no tiene nada de malo. Tiene buenas intenciones. Solamente es frustrante para mí. Más cuando tengo la columna recientemente unida con pedazos de metal y no puedo hacer nada más que ver noticias y videos de Superman, algunos publicados por él mismo con su otra identidad. Oh, es terrible. Es como una tortura.

¿Y qué hay acerca de Batman? Nada. Hombre misterioso. Cobarde. Un peligro para la sociedad. Algunos dicen que hace más el mal que el bien y, considerando la llegada de este superhéroe que hace todo a la perfección y sin tener siquiera que parpadear, pues sí. La reputación de Batman se hunde cada día más.

No lo entiendo.

Cambio,

Bruce.

Chapter 3: III

Chapter Text

La inauguración fue pospuesta tres semanas. Es la inauguración del nuevo hotel de Bruce Wayne (es decir, mi nuevo hotel), comprado en un momento de embriaguez y hecho trizas durante las protestas del mes pasado. Lo renové porque es honestamente lo que Bruce haría y ahora tengo que hacer una inauguración que obviamente incluye comida, alcohol, trajes elegantes, celebración, mujeres, hombres y todo eso. Gente rica, dinero, tú sabes de lo que hablo.

Como sea. Sigo en cama. Me he dedicado a estudiar, letra por letra, coma por coma y palabra por palabra cada artículo relacionado con Superman y cada artículo escrito por él. He descubierto que Lois Lane es aparentemente la que siempre obtiene la primera plana de absolutamente todo lo relacionado con Superman. Además, ella y Clark sostuvieron una relación amorosa durante tres años, pero según mi investigación en el Facebook personal de Lois, ya no son pareja. A pesar de eso, el Daily Planet parece adorar a Superman en general, quizás porque es el héroe de la ciudad y todo eso pero no puedo evitar pensar en el por qué, al contrario, Ciudad Gótica parece odiarme a mí. Todos los artículos aquí hablan de lo poco efectivo que un vigilante es, de lo estúpido que se ve, del mal que le ha hecho a la ciudad, más allá que un bien.

Es deprimente.

Quizás es mi culpa por comparar a Metrópolis con Gótica. Metrópolis es como un pastel de fresa y Ciudad Gótica es como jugar a la ruleta rusa. Simplemente no puedes compararlos. Es estúpido intentarlo.

También estuve investigando a Lois y le pedí a Bárbara Gordon (hija de mi compañero de trabajo, el oficial Gordon) que por favor revisara el arpón porque no pienso volver a caerme jamás, al menos no de esa forma tan ridícula. Bárbara tiene talento para ese tipo de cosas, y tiempo libre desde que se rompió ambas piernas y reposa en silla de ruedas. Ahora me identifico con ella de maneras en las que nunca imaginé hacerlo.

A Alfred le gusta traerme una noticia acerca de Superman junto con el desayuno. La de esta mañana fue: "Ha salvado a una paloma que solo tenía una pata de ser asesinada por un demente armado".

Los dementes armados no son comúnes en Metrópolis. Seguro es uno de los míos, uno que salió de Gótica. O quizás la demencia existe en todos lados, como sea. En lo que realmente me quedé pensando es en cómo es posible que existan palomas con una sola pata, ¿dan saltos para caminar?, ¿no caminan en lo absoluto? Tengo tanto tiempo libre que pensé seriamente en investigar al respecto y luego pensé en que sería de lo más estúpido usar la batilaptop para algo tan... minúsculo.

Así que ahora me lo preguntaré el resto de mi vida.

Superman. Ayudando a todos, incluso a palomas inválidas. Después del reposo sigue la terapia. Es tan difícil ser un ser humano. Verdaderamente solo quisiera ser Batman todo el maldito tiempo.

Cambio,

Bruce.

Chapter 4: IV

Chapter Text

Bárbara no encuentra fallas en el arpón anterior, así que supongo que yo fui la falla.

Sin embargo, ha decidido hacerle algunas mejoras.

—Ahora tendrá un botón de emergencias —señala—. Que activará una alarma en la mansión Wayne, como una AlfredSeñal para cuando hayas caído treinta metros y estés con la columna partida en dos en una zanja de Gótica cualquiera.

Suspiro.

Siento que me la he vivido suspirando últimamente, pero las cosas están marchando bien de nuevo. Tres semanas de reposo (sigo teniendo que hacer terapia, pero finalmente es seguro que me levante y camine), y mi cuerpo está listo para ser Batman, pero por desgracia, hoy me toca ser Bruce Wayne. La inauguración de mierda, sí. Alfred me ha entregado un traje negro con solapas de seda negra y una corbata negra y todo negro excepto la camisa, que es de un azul lo suficientemente oscuro como para verse negro, sí. Bueno.

Bárbara se quedará hoy monitoreando la ciudad, como lo ha hecho últimamente. Usualmente no suele quedarse en las noches, pero como no he podido bajar a la baticueva a monitorear yo mismo, ha tenido que hacerlo ella. Es riesgoso que lo haga ya que su padre no sabe que está aquí, pero parece no importarle mucho. Es buena en lo que hace y por alguna razón lo hace gratis. Aunque puedo pagarle, definitivamente puedo pagarle. Simplemente se niega a que yo lo haga, lo cual es raro.

Muy raro.

Subo por el elevador que me lleva de la baticueva a la mansión Wayne. Salgo de la mansión y el viento me recibe con todo su apogeo. Hace tanto viento que mi saco amenaza con salirse de mis hombros, pero simplemente empujo en contra del viento. El lado bueno es que usé suficiente cera en mi cabello como para que pueda funcionar inclusive como casco, así que ningún cabello estará fuera de lugar en la cabeza de Bruce Wayne. El sol se está metiendo, finalmente. El cielo azul oscuro de Gótica se asoma y yo subo a mi auto y pienso detalladamente en toda la información que he reunido, otra vez, acerca de Superman. Sé que es raro, pero he analizando tanto acerca de su vida que siento como si lo conociera personalmente. Sé que sale a tomar café barato en una cafetería que está a unas cuadras del Daily Planet, sé que vive en un edificio destartalado de Metrópolis, con ventanas que rara vez cubre con cortinas, así que a través de las cámaras de seguridad lo he visto leer el periódico, tomar café, llorar viendo películas y una vez lo ví bailar. Solo. En su departamento.

Fue deprimente.

Creo que la cámara de seguridad que está frente a su edificio y yo nos hemos vuelto mejores amigos, pero obviamente lo hago por motivos razonables. Obviamente estoy acosándolo de maneras que rayan lo ilegal porque es un metahumano muy poderoso, y ya sabes, en cualquier momento podría ponerse loco y atacar a la gente con su visión de rayo láser y matarnos a todos y esas cosas, ¿verdad? Obvio tengo que prevenir eso. Ni siquiera sé por qué lo estoy aclarando cuando es obvio.

Obvio.

Antes mencioné a Lois Lane. También la he estado investigando, pero sin tanto fervor porque pues parece ser una humana común y corriente, como yo. No vuela. No escupe meteoritos. No camina sobre el agua. Humana. Reportera. Parece tener una relación íntima con Clark, aún después de su ruptura, pero nunca la he visto en su departamento y también desconozco si sabe acerca de la identidad de Superman. Lo dudo mucho. Superman ha estado existiendo por un periodo tan breve que creo yo que podría ser el único en saber de su verdadera identidad. Por Dios, hasta descubrí su Instagram. Su cuenta es pública. Tiene siete seguidores y dos de ellos son sus padres. Personas muy amigables, por cierto. Bueno, son sus padres adoptivos y todo eso. Gente de Kansas. Me agrada la gente de Kansas. Bueno, me agrada la gente de este planeta en general.

Como sea. Mi chófer se acerca al hotel que renové y llego a la inauguración de mierda. Dios, cómo odio estar aquí. Veo cientos de personas pasear en los alrededores del hotel. A través de la ventana observo los brillos y los destellos y los flashes de las cámaras y tengo que contener un grito. Cálmate, Bruce. Solo tienes que sonreír y saludar. Sonreír y saludar.

Bajo del auto cuando el chófer me deja frente al hotel. Inmediatamente tengo que cubrirme los ojos debido a las cantidades inhumanas de luz y hay como mil iPhones apuntándome y tengo que comenzar a sonreír ampliamente. Empiezo a meterme en el papel. Una vez hace muchos años leí que si fingías felicidad tu cerebro empezaba a creérselo y empezabas a sentirte realmente feliz. Lo he intentado toda mi vida y he descubierto que es una mentira, pero he encontrado otra solución:

El alcohol.

Oh, el alcohol es una bendición. En un punto dejo de fingir ser un imbécil rico y me doy cuenta de que en realidad sí soy un imbécil rico. Creo que la parte depresiva, autodestructiva y con tendencias de auto sabotaje que me hace Batman comienza a diluirse entre vodka, y más vodka, y más vodka.

Pero eso todavía no sucede. Subo las escaleras que me llevan a la entrada del hotel. La alfombra es roja con líneas grises y el hotel es básicamente un edificio enorme color plateado y gris que se llama "Lust". Bueno así lo bauticé yo, luego de comprarlo. No sé por qué pensé en ese nombre. Creo que Bruce Wayne definitivamente llamaría a su hotel así.

Un hombre trajeado me entrega las tijeras cuando estoy lo suficientemente cerca del listón que tengo que cortar. Las tijeras son enormes, negras. Un gran detalle. El hombre que me las entrega es el hombre al que le compré el hotel, y me da unas palmadas mientras sonrío a las cámaras y hacen una cuenta regresiva. Corto el listón, negro también. No sé quién organizó esto pero me conoce bien. Espero subirle el sueldo cuando lo descubra.

Se escuchan los vitoreos de todo el mundo. Hay un montón de reporteros grabando, pero la seguridad los mantiene distantes. Sonrío una vez más a todos y hago un ademán, invitándolos a entrar al hotel. Todos lo hacemos como una estampida con clase. Aún así, cuando entramos al hotel, tomo el primer trago que encuentro en una bandeja que carga un mesero. Lo fondeo. No sé qué es. Algo dulce, burbujeante, de color traslúcido. Podría ser cualquier cosa. Me encojo de hombros y tomo otro, maldita sea. Qué más da. Mi columna se siente bien ahora mismo. De hecho ni siquiera siento que tengo una columna, y así es como debería de sentirse. Cuando sientes que tienes una columna es cuando te duele, así que mejor no sentir nada en lo absoluto. Creo que ese es mi lema de vida: "mejor no sentir nada en lo absoluto".

El dinero se siente bien, sin embargo. Hay gente riendo y sonriendo por todos lados. Tengo que acercarme a saludar como a veinte personas, otras veinte personas se acercan a saludarme a mí. Me abro paso a empujones entre todos y hay algo acerca de la recepción de este hotel que es azul y púrpura y oscuro y plateado, como la noche. Eso me agrada. Quizás la vida es una fiesta, después de todo.

Un hombre se acerca a mí. Lo analizo según sus intenciones. Hay algo de maquillaje dorado en las esquinas de sus ojos y estos brillan como estrellas en la penumbra. Es alto, muy alto, atractivo y de facciones marcadas. Tiene unas trenzas muy apretadas adornando su cabeza. Su traje es color guinda y me acerco a él cuando se inclina hacia mí.

—Le sienta bien el negro, señor Wayne —dice en mi oído.

Sonrío ampliamente. Un cumplido. Interesante.

—¿Y los demás colores no? —pregunto.

El hombre me analiza de pies a cabeza. Oh, okey. Intenciones detectadas. Larguémonos de aquí.

Niego con la cabeza y me alejo un par de pasos. Hoy no. No con la columna recién sanada. No con una enorme cicatriz de cirujía. No. Simplemente no.

Bueno, en general la respuesta siempre es no. Creo que la última vez que tuve algo con alguien fue... Antes de ser Batman. Lo cual es, pues, hace mucho tiempo. Al menos cinco años. Aunque eso no es problema, simplemente tengo que fingir que coqueteo con todo el mundo y la gente empieza a inventar cosas y mi reputación de Bruce Wayne el playboy se mantiene en pie, así que es fácil. Pero a veces pienso en la posibilidad, vaya. A veces veo mujeres y veo hombres y pienso, realmente pienso en llevarlo a la segunda base. En hacer algo más que besuqueo para las cámaras, y siempre hay alguna razón para detenerme. Como ahora. La cirugía. La cicatriz. El golpe de la caída.

No puedo.

El hombre parece captarlo. Se endereza. Me sobrepasa unos cinco centímetros.

—Lamento mi falta de modales, señor Wayne —hace una reverencia—. Mi nombre es Christian. Es un placer conocerlo, realmente.

—El placer es mío, Christian —respondo. Le doy unos golpecitos en el hombro, que es mi manera de decir adiós. Necesito más alcohol.

Por suerte, el alcohol me encuentra. Lo bebo como si fuera agua en el desierto. Comienzo a sentirlo. A Bruce Wayne, me refiero. Comienzo a sentirlo nacer dentro de mí. La energía brota de mi cuerpo, puedo mirar a los ojos a la gente, empiezo a hablar con todo aquél que se cruce en mi camino. Bailo. Hago bromas. Hay contacto entre mis manos y hombros, codos, rostros, manos. La luz parpadea en mi mirada y veo mi reflejo en los ojos de las demás personas. Están encantados, me doy cuenta. Les encanto. Estoy en medio de un círculo de personas, con otro vaso de lo que sea que sea esto en mi mano y lo bebo de golpe. Las personas alrededor ríen con sus risas de gente rica, y entonces hay una risa que llama mi atención. Como una nota desafinada en una armonía. Paro de reír en seco. Busco la fuente de esa risa con mi mirada y la encuentro, en el balcón, metros lejos de mí, usando un traje color azul oscuro (pero no tan oscuro para parecer negro, incluso en esta luz tan tenue) y sosteniendo una copa que no parece tener intención de beber.

Clark Kent.

Cambio,

Bruce.

Chapter Text

Oh, verlo es como ver a Taylor Swift. ¿Esto sienten los hombres promedio cuando me ven? Ni siquiera sé qué hace aquí. ¿Quién lo invitó? Realmente debería de averiguarlo y subirle el sueldo. Creo que hasta lo nombraré CEO de algo. Debe de haber alguna manera de agradecerle por esto.

Clark Kent.

Clark maldito Kent.

Lo he estado siguiendo de cerca durante semanas. Conozco cada detalle de él. Soy como su mayor fan y su mayor hater al mismo tiempo. Es decir, lo odio, pero verlo es como, wow. Lo hace tangible. Lo hace real. Lo hace... personal.

Salgo de mi círculo de gente rica que acabo de conocer por primera vez en mi vida y me voy directo hacia él. No sé cómo describir lo que siento. Soy como un perro a punto de atrapar una ardilla, siguiendo mi instinto pero sin decidir todavía si quiero asesinarla o solo jugar con ella. Quizás las dos. Quizás ninguna.

Tomo otra copa de alcohol ya que voy de paso. Ya perdí la cuenta de cuántos van. Entre cinco y quince, quizás.

Clark Kent me ve primero. Obvio, con esos ojos que ven a través de todo. Me pregunto si se da cuenta de que soy el centro de atención en esta fiesta y él es solo un pobre reportero que tiene la suerte de que esté posando mis ojos en él en este momento. Me pregunto si él sabe que yo sé que él también es el centro de atención, no de esta fiesta, sino del mundo entero y que yo soy solo un hombre rico que tiene la suerte de que él esté posando sus ojos en mí en este momento. Creo que no. Creo que no sabe nada, porque sonríe como si en realidad no supiera nada y fuera un chico de Kansas con un diente chueco y hoyuelos en las mejillas, que nunca ha presenciado la muerte más que en el funeral de su abuelita a sus ochenta años, debido a que la diabetes llenó de agua su corazón. Ese tipo de sonrisa. Un tipo de sonrisa inocente, pura.

La odio. Quiero golpearla. Es una mentira. Todo en él es una mentira.

Llego a donde él está. Es alto. Un poco más que yo. Un par de centímetros, solamente. Casi nada.

Maldito.

Lo odio. Cada centímetro de él. Lo decido al instante. Lo odio.

Pero entonces vuelve a sonreír. Y lo odio más. Definitivamente.

—Señor Wayne —saluda. Su voz tiembla cuando lo hace. Carraspea.

Sonrío ampliamente. Me causa una felicidad quizás levemente inducida por el alcohol el hecho de ponerlo nervioso.

—¿Señor...? —pregunto. Como si no supiera quién es. Como si no supiera que su canción favorita es Heroes de David Bowie porque lo tiene puesto en su descripción de Facebook.

A veces se me olvida que yo también soy una mentira.

—Kent, señor. Clark Kent. Soy reportero del Daily Planet.

Asiento. No sé por qué Bruce Wayne, en circunstancias normales sabría acerca del Daily Planet considerando que es un periódico de Metrópolis, pero está bien.

—Clark —digo, probando el nombre. Sabe a plomo. Lo escupo en cuanto lo saboreo—. ¿A qué debo el placer de conocerlo esta noche?

Estrecho su mano. Está sudada. ¿Los metahumanos sudan?

Él parece más nervioso que antes. Se limpia el sudor en la solapa del traje. ¿Okey?

—He venido a hacer un reportaje.

—¿El Daily Planet no es un periódico de Metrópolis? —pregunto, haciéndome el tonto.

—Así es, señor. Es un caso especial ya que trata de usted.

—¿Así que recibo un trato especial? —alzo una ceja—. ¿Cómo puedo agradecer tal detalle?

Clark se rasca la ceja. Es divertido. Quizás sí quería jugar con la ardilla.

—Solo es trabajo, señor —se aclara la garganta una vez más—. ¿Puedo llamarlo Bruce?

"Puedes llamarme como quieras", pienso. Pero no. Sería demasiado. Incluso para mí.

—Puedes llamarme como quieras —sale de mi boca. Oh, el alcohol.

El efecto es inmediato, pero no es lo que esperaba. No sé exactamente qué esperaba. Quizás un balbuceo. Quizás esperaba no sé, algo tonto como un sonrojo o ese tipo de cosas que la gente suele fingir para mí.

En cambio, Clark se tambalea hacia atrás, y alza sus manos como si lo estuviera deteniendo la policía.

—Woah —dice—. Estoy impresionado.

Alcohol se materializa en mis manos de repente. Tiene aceitunas. Odio las aceitunas. Tomo el palillo que las sostiene y lo muerdo.

—¿Sí? —Pregunto.

Clark parpadea. Es todo lo que hace. Parpadea y parece que todo pensamiento ha evacuado su cerebro. Bebo lo que sea que sea esto de un trago y lo dejo en una bandeja. Doy un paso hacia atrás y el mundo da vueltas medio segundo. Es mi señal de que debo parar. Detente, Bruce. Detente.

Me detengo.

—Creo que estás ebrio, Bruce —dice Clark, diciendo lo obvio. Sonrío al darme cuenta de que me llamó Bruce.

—Lo estoy. Deberías de estarlo tú también.

Él niega con la cabeza, mostrando una sonrisa apenada.

—No puedo.

Claro, es Superman. Superman no se puede embriagar. El poder del sol amarillo y todo eso. Metabolismo rápido bla bla bla.

—¿Trabajo? —pregunto, en cambio.

Clark asiente.

—Trabajo.

—Ya veo. ¿Por qué el Daily Planet te mandó a ti y no al resto de los empleados?

Me pregunto si mi pregunta fue ofensiva.

—A nadie le gustan los viajes a Ciudad Gótica. Me enviaron como castigo.

Me pregunto si su respuesta fue todavía más ofensiva.

—¿Castigo? —pregunto. Ladeo la cabeza. Tengo que acercarme un poco a él porque de repente todo ruido es demasiado ruidoso y creo que no entiendo nada de lo que dice. Huele a shampoo de sándalo.

—Suelo faltar mucho al trabajo —responde. No sé en qué momento mi mano se ha posado en su hombro, pero ahí está. Wow.

Tardo unos segundos en analizar lo que dice. Oh, claro. Falta al trabajo porque es Superman.

—¿Por qué la gente odia Ciudad Gótica? —pregunto de repente.

Una mujer choca contra mi espalda y casi choco con el cuerpo de Clark. Volteo a verla y ella sonríe. Intenciones detectadas. La dejo ir. Clark pone su brazo alrededor mío cuando ella se va, más que nada para cuidar que no vaya a caerme. Quizás estoy peor de lo que pensé.

—¿Estás bien? —me pregunta.

Asiento con la cabeza. Lo observo de nuevo. Ojos azules, cabello oscuro y despeinado. Se ve bien.

—Un poco ebrio, nada más. Cuéntame por qué odias Gótica —insisto.

Se encoje de hombros.

—No odio gótica. Es solo que no es muy seguro para los turistas estar aquí.

—Ya. El crimen y todo eso.

Él asiente.

—¿Quieres salir por aire fresco? —me pregunta.

Intenciones... ¿no detectadas?

Asiento con la cabeza. Él me guía a través de la gente hasta llegar al balcón. Está cerrado. Pido a uno de los camareros que lo abra para nosotros. El camarero le dice a no sé quién pero tenemos la llave y abrimos. Cierro la puerta detrás de mí para estar a solas.

Inhalo el aire fresco. Ciudad Gótica. No sabía que era aterradora para los turistas. Especialmente si los turistas son Superman. ¿Debería de decirle? ¿Debería de decirle que descubrí su más grande secreto? Creo que no podría decirle eso sin descubrir también mi más grande secreto, así que lo dejaré así por el momento.

—¿Estás bien? —vuelve a preguntar.

Asiento con la cabeza. Clark se ha alejado de mí, y está bien. Puedo apoyarme del balcón para no caerme. Veo la luna en el cielo nocturno, descubierta por las nubes durante apenas un segundo. Cuarto menguante.

—Mejor que nunca —sonrío.

Él asiente.

Me quedo mirando a la noche. Aquí, en un hotel cualquiera de Ciudad Gótica, en el balcón del primer piso, bajo la noche oscura y pesada con estrellas casi inexistentes debido a la contaminación lumínica, puedo preguntarme seriamente el por qué la gente odia Ciudad Gótica. ¿No ven lo que yo veo? ¿No ven lo que podría ser? ¿Lo que ya es?

¿No creen que pueda salvarse?

—Señor Wayne, ¿puedo hacerle unas preguntas? —la voz de Clark interrumpe mis pensamientos.

Volteo a verlo. Su silueta apenas iluminada por la luna.

—Ya me hiciste una pregunta, y además, ¿soy "Señor Wayne" de nuevo? —arqueo una ceja.

Clark se rasca la nuca.

—No sé bien cómo llamarlo ahora que quiero preguntarle cosas para el Daily Planet.

—¿Qué tipo de cosas?

—¿Por qué compró este hotel?

Suspiro. Cosas aburridas, por lo que veo.

—Yo tener dinero, yo gastar dinero. Así de fácil.

—Okey, ¿y si le pido un millón de dólares, me lo daría?

Chasqueo la lengua.

—Esa es una pregunta más interesante.

Clark se encoje de hombros.

—Ha dicho que tiene dinero y que por eso lo gasta, ¿gastaría un millón de dólares en mí, o necesita otra razón?

Lo pienso. ¿Darle un millón de dólares a Superman? Mejor me tiro del balcón. Desde esta altura mi columna aguantaría perfectamente la caída.

—Supongo que necesito otra razón—refunfuño.

Clark sonríe. Hoyuelos, pienso. Hoyuelos.

—Entonces, ¿por qué compró este hotel?

Extiendo mis brazos. Ni siquiera recuerdo por qué lo hice.

—Ni siquiera recuerdo por qué lo hice —digo en voz alta.

Clark ríe. La misma risa de antes. Tan extraña tanto aquí afuera como allá adentro.

—Creo que está demasiado ebrio como para que yo pueda hacer esta entrevista.

—Llámame Bruce de nuevo —le pido, dando un paso hacia él, pero él se aleja. Pongo mi mano en el barandal para apoyarme—. Ya me había acostumbrado al Bruce.

—Dijo que podía llamarlo como quisiera —arquea una ceja.

—Puedes hacerlo, pero por favor, llámame Bruce. Solo esta vez —lo observo. Doy otro paso más cerca de él. Me siento menos mareado. Esta vez no se aleja—, ¿sí?

Él se relame los labios y niega con la cabeza. Me pregunto si se da cuenta de que lo estoy molestando. Me pregunto si me está siguiendo el juego.

Entonces:

—Bruce.

Oh.

Cambio,

Bruce.

Chapter 6: VI

Chapter Text

Clark Kent y yo quedamos en vernos en un café a las tres de la tarde un martes cualquiera en Gótica, el día después de la inauguración del hotel, porque él quiere hacerme unas preguntas para el Daily Planet y quiere que esté sobrio.

Ahora que la luz del día ha entrado a mi habitación y que el café de la mañana está finalmente haciendo su efecto en mi cuerpo, puedo ver los errores que cometí la noche anterior. Coqueteé abiertamente con Clark Kent, que también es Superman. Superman. El hombre que vuela y salva gente y combate al mal. El hombre que según la prensa es infinitamente mejor en su trabajo que yo. De tan solo pensarlo me dan ganas de lanzar mi taza de café lo más lejos que pueda.

Es decir, esto no es nada anormal para Bruce Wayne. De hecho diría que es lo que se espera de Bruce Wayne. Si de casualidad nos tomaron fotos a Clark y a mí juntos, a solas en el balcón, sería perfecto. La gente haría teorías. Hablarían de un romance, de fornicación, habría hilos en Twitter explicándolo y sería perfecto. Todo está bien, Bruce, todo está bien.

Aún así, estoy preocupado. El estar con él mientras yo soy Bruce y él es Clark de alguna manera lo hace parecer normal. Es decir, no se siente como que el vigilante de Gótica y el metahumano más poderoso jamás conocido están conviviendo, sino que se siente como si dos personas normales convivieran y de hecho Clark sería como incluso más pequeño que yo, porque mi identidad como Bruce al menos es rica y famosa y la de Clark es, pues, normal. Existe. Trabaja. Toma café barato y usa ropa comprada en tiendas departamentales. Así se sintió ayer. Se sintió como convivir con alguien normal, sin excentricidades, sin risas falsas.

Por eso su risa era tan extraña. Era real. Resonaba por la habitación.

Alfred me da un té para el dolor de cabeza. Le hablo acerca de Clark Kent y lo que pasó ayer, y una de sus cejas va progresivamente subiendo hacia su frente conforme avanza la conversación.

—¿Cómo se siente al respecto? —pregunta, cuando termino de narrarle los detalles acerca de Clark y yo en el balcón.

Ni siquiera yo sé la respuesta a su pregunta.

Me encojo de hombros.

Alfred se quita una mota de polvo del hombro.

—¿Irá a verlo esta tarde?

—Sí, Alfred. Creo que sí.

—¿Tiene alguna razón en particular para hacerlo, señor?

—Ayer le dije que lo haría. Desgraciadamente —suspiro lo último.

—Bruce Wayne no es conocido por cumplir promesas, señor.

—Lo sé, Alfred. Quizás mi interés en Superman es más grande que mi reputación como Bruce Wayne.

—Eso es inusual, señor.

—Lo sé.

Alfred me deja solo con mis pensamientos unos minutos después. Me miro en el espejo y veo a un hombre cansado, con resaca y ojeras, con una columna recién operada y que hoy tiene que volver a ser Batman. Lo veo casi imposible al verme en el espejo, pero cuando me levanto sé que lo haré, como lo he hecho siempre.

Me pongo un suéter de lana gris encima de una camisa blanca, y un pantalón formal negro. Le dije a Clark que lo vería en un café normal, no muy caro, definitivamente no barato, pero yo pagaré así que estará bien. Quizás no debería. Quizás debería de dejar que él lo pagara, pero sería demasiado grosero. Puedo gastar un par de dólares en café, maldita sea, incluso aunque sea para mis peores enemigos.

Aunque Superman no es mi peor enemigo, pienso mientras entro por la puerta del café. No, creo que mi peor enemigo ni siquiera sería una persona. Creo que mi peor enemigo es el crimen de ciudad Gótica en general. Clark Kent, Superman, es solamente alguien que tiene una existencia muy muy molesta.

Y que de hecho ya está aquí. Sentado en una mesa de las que están junto a la ventana. Es septiembre, el frío está comenzando y en Gótica siempre es mortal, pero el sol golpea de manera agradable el lateral de su rostro. No sé cómo ha hecho para conseguir que incluso el sol haya salido de su escondite, pero ahí está. Radiante. Clark lee algo en su teléfono, pero alza la vista cuando me acerco.

Se pone de pie, como un caballero. Me ofrece su mano y la tomo, sonriendo.

—Se ve bien hoy, señor Wayne —me dice.

—¿Ayer no? —pregunto, naturalmente.

Noto que tiene el impulso de rodar sus ojos. Eso me causa gracia.

—Siempre se ve bien, señor Wayne —aclara. Suena casi sarcástico. Casi.

—Gracias Clark, tú también te ves bien.

Y es verdad. Tiene puesto un suéter a rayas, amarillo y azul por encima de una camisa blanca, caquis color café y sus lentes, que es donde tiene la tecnología alienígena para disfrazar su rostro. Quizás es porque lo sé, pero para mí, el rostro de Clark y el de Superman se ven exactamente iguales.

Pido un café negro y un omelette, él pide un capuchino y hot cakes de avena. Es algo que pediría un niño de nueve años.

—Entonces, señor Wayne —dice Clark, y hay algo oculto en su sonrisa cuando lo dice. Supongo que está hablando, sin decirlo directamente, acerca de ayer y del cómo le pedí que me llamara Bruce—. ¿Por qué compró ese hotel?

Carraspeo.

—Estuve pensando, de hecho, en mi respuesta. Y creo que no es mucho mejor a la que te ofrecí ayer, pero es la única respuesta que tengo, Clark: porque puedo. Compré ese hotel porque puedo. Lo ví y dije "oh, quiero ese hotel" y lo compré.

Clark asiente. Toma un sorbo de su café y comienza a anotar en su libreta, que está encima de la mesa. Podría mirar lo que escribe si no fuera porque tiene una letra tan desprolija que por un momento me tengo que preguntar si no está escribiendo en el idioma de su planeta natal.

—¿Y qué pensó cuando las protestas lo hicieron trizas? —pregunta.

Parpadeo. El café llega y hacemos una pausa. Doy un sorbo al mío y suspiro.

—No considero que lo hayan hecho trizas, Clark —remarco—. Solo fueron un par de vidrios rotos y graffitis, y comprendo por qué las hicieron.

—¿Entonces está de acuerdo con ellas?

Me encojo de hombros.

—No puedo estar en contra.

—¿Por qué no?

—Solo las alentaría. Ese es el punto de las protestas.

—¿Y no lo hacen sentir ofendido?

—No. Es un hotel. Puedo repararlo un millón de veces, la gente que protesta es porque tiene cosas más importantes que un hotel por las cuales protestar.

Eso causa un silencio. Las protestas de ciudad Gótica en contra de la gente rica como Bruce Wayne han estado presentes desde siempre. No es sorpresa, no es rareza, no es nada de otro mundo. Es la manera en la que de vez en cuando, la gente de ciudad Gótica me recuerda que incluso yo soy parte del problema.

—Entiendo —responde Clark.

—Creo que no es la respuesta que esperabas, Clark.

—Tienes razón —se frustra. Su postura cambia un segundo, solamente. Pasa sus manos por su cabello y lo despeina—. Después de ayer... Creí... —se lame los labios —. No lo sé. Creí que dirías algo como "oh odio a los pobres que rayan mis hoteles" o algo así.

Sonrío. Niego con la cabeza.

—No soy un idiota. Bueno, sí soy un idiota —me corrijo—, pero sé que soy privilegiado.

—Quiero aclarar que este parte de la entrevista es extraoficial, Bruce —me dice, mirándome por encima de los cristales de sus lentes.

Me acerco hacia él, analizando.

—Estás comenzando a cambiarme el nombre según tu trabajo, ¿verdad? para Clark, mi amigo, soy Bruce, pero para el Daily Planet soy "Señor Wayne".

—¿Somos amigos? —suena perturbado.

Tomo un sorbo de mi café y lo veo fijamente. No, no somos amigos, pero puedo fingir que sí, Clark. Puedo hacerlo.

—Somos lo que tú quieras que seamos —respondo en cambio, una vez dejo mi taza en la mesa de nuevo. No tengo segundas intenciones con ese comentario, pero si Clark lo interpreta de esa forma, supongo que también está bien.

A Clark no se le pasa por alto ese detalle. Alza la ceja. Nuestro desayuno llega y nos dedicamos a comer por unos minutos.

—Entonces —dice él, limpiándose con una servilleta—. Creo que la entrevista ha terminado.

Eso realmente me sorprende. Trago mi omelette.

—Solamente hiciste un par de preguntas, Clark. Creo que fueron como dos.

—Esto, señor Wayne —golpea la mesa con su dedo índice—, es parte de la entrevista. El café, el desayuno, la salida al balcón de ayer. Planeo escribirla en el reportaje. Las preguntas son solamente para complementar quién es usted cuando le da la luz del sol.

Sonrío inevitablemente.

—Es interesante que lo expreses de esa manera.

—¿Qué cosa?

—Eso. Lo de la luz del sol. Usualmente no salgo mucho de día. Es gracioso.

Él parece feliz de que le haya dicho eso.

—¿Es Bruce Wayne un ser nocturno?

—Un animal nocturno —confirmo.

Clark ladea la cabeza y sonríe. Hay algo acerca de eso que tiene cierta belleza. Este hombre, desde el punto de vista objetivo, subjetivo y superficial, es terriblemente hermoso.

—Cuando acabemos el desayuno, ¿seguiremos siendo amigos? —pregunta, entonces.

—¿Quieres que seamos amigos?

—Solo si así lo deseas.

Me encojo de hombros.

—Sería un placer —respondo, y suena más sincero de lo que debería.

Clark asiente.

Tomo un bocado de mi omelette y me pregunto si es buena idea. Me convenzo de que sí. Tendré un acceso más personal a la mente de Clark. Podré convivir con él y no solamente verlo a través de una pantalla en la batilaptop.

—¿Te gustaría ir a Metrópolis algún día? —pregunta.

—¿Todavía no te vas y ya me extrañas, Clark?

Él me mira frunciendo el ceño, pero veo la alegría en sus ojos.

—Solo curiosidad.

—No me gusta salir de Gótica, pero si tú quieres, puedo ir a darte una visita —me encojo de hombros—. Aunque tendría que hacer un espacio en mi agenda.

Mi agenda terriblemente ocupada porque tengo que ser Batman todos los días.

Clark vuelve a hacer eso de alzar las manos. Como si estuviera calmándome.

—No es necesario, solo es si tú quieres.

—¿Tú quieres?

—Podría invitarte también a un café. Estaríamos a mano.

—¿Como una segunda cita?

—¿Es esto una primera cita? —hay pánico en su voz.

Niego con la cabeza, pero no puedo evitar la sonrisa. Entonces me río, genuinamente me río. Se ve realmente asustado por la posibilidad de que esto sea una cita.

—Sabes mi respuesta Clark, ¿quieres que lo sea?

—Creo que no estoy listo para ese nivel de compromiso, Bruce.

Ladeo la cabeza. Intento mantener contacto visual, pero él lo evita dando un último bocado a sus pancakes de avena.

—¿Por qué no?

—Porque creo que no es en serio. Creo que para ti es un juego. Creo que todos tus romances son un juego. Y de hecho, creo que ni siquiera podrían ser considerados romances. Y además —alza su dedo índice—, no tengo interés en hombres.

Alzo una ceja.

—¿Ah, no?

Vuelve a apartar la mirada.

Sin embargo, ha dibujado una línea. Entre él y yo hay ahora un límite, y ese límite es que no está interesado en hombres, y está bien. Respetaré ese límite como sea posible, pero, eso no significa que no pueda divertirme.

—Tienes razón en lo último —le digo. Él me mira, sorprendido—. Acerca de mis relaciones. No son romances, pero sí son un juego —pongo mis codos encima de la mesa. Nuestros platos reposan vacíos a un lado. A partir de ahora, todo será conversación—. Si es divertido, ¿por qué molestarse en ponerle nombre?, ¿por qué hacer las cosas complicadas?, ¿te molesta que tenga ese punto de vista?

Él parece pensarlo un segundo. Finalmente, suspira.

—Creo que soy demasiado serio con las emociones. Creo que encuentro calma en las cosas que son certeras, y parece que tú navegas entre la incertidumbre, ¿te gustan los hombres?, ¿las mujeres?

—Me gustan las personas, Clark.

Él se lame los labios. Creo que tiene razón en todo lo que ha dicho. Creo que mi respuesta no hace nada más que confirmarlo. Navego entre las incertidumbres. Mi sexualidad es una incertidumbre, pero siempre me han gustado las cosas inciertas. Los misterios. Los acertijos.

La mesera se acerca a tomar nuestros platos vacíos y yo pido un pay de limón de postre, solamente para hacer tiempo. Por alguna razón, no quiero que esto acabe.

Clark se endereza en su asiento y yo observo su suéter tensarse. Tiene unos hombros enormes.

—Bruce, ¿eres así con todos? Creo que eso he querido preguntar desde el principio. ¿Soy una más de tus "conquistas"?, ¿Estás usándome para que elaboren reportajes acerca de nosotros durante una semana y una vez pasado ese tiempo me cambiarás por alguien más?

Lamo mi cuchara mientras pienso en mi respuesta.

Conquistas. No tengo "conquistas". Al menos ninguna que se haya sentado conmigo a tomar un café, como lo está haciendo ahora Clark Kent alias Superman. Supongo que las conquistas a las que él se refiere son aquellas que consisten en besuqueos en fiestas, hablandurías de la prensa, miraditas en ceremonias, a veces tomo a una persona del brazo y me acerco a ella y la prensa toma fotos y la gente asume cosas. A veces personas suben a mi auto y las dejo en sus casas, sin el más mínimo contacto cuerpo a cuerpo y aún así hay fotos en todas partes diciendo que tuvimos algo. A veces beso apasionadamente a alguien en algún ascensor, en alguna entrada de alguna casa, en algún rincón bajo la luz de un faro para que las cámaras capten con claridad que nos estamos besando, y luego llegamos a un acuerdo implícito de que eso es todo. De que solamente es fama, es reputación, es cine, de alguna forma. Una actuación, un acto y luego la cortina se cierra, la obra se acabó y no hay secuela. No he tenido intimidad, romántica o sexual con nadie desde hace años. Los sentimientos no existen cuando estás oculto bajo una máscara llamada Bruce Wayne. Así que no, no soy así con todos, y definitivamente no debería de serlo con Superman, y no, definitivamente no es una más de mis conquistas, pero si así fuera, entonces...

—Solo hay una manera de averiguarlo, Clark —concluyo.

Cambio,

Bruce.

Chapter 7: VII

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Las noches de Gótica son exactamente iguales a como las recordaba.

Analizándolo, el asunto de la columna fue como una incapacidad de trabajo. Ahora estoy de vuelta. Esas tres semanas de inutilidad han sido, de hecho, demasiado útiles. He aprendido mucho acerca de mi estupidez siendo Batman, pero especialmente siendo Bruce Wayne. Le conté a Alfred acerca de lo del café. Creo que en este punto te habrás dado cuenta que Alfred es algo así como mi amigo al que le cuento cada suceso que ocurre en mi vida, así que obvio le conté detalladamente todo lo que pasó en mi "cita" con Superman. Alfred, como siempre, me dijo cosas acerca de mis sentimientos y del cómo debía seguirlos por encima de mi razón, lo que significa que está bien ser amigo de Clark Kent aunque vaya en contra de absolutamente toda lógica, pero está bien. Aunque creo que tengo un conflicto interno: no sé qué es real y qué es falso. Bruce Wayne es una máscara, ¿mis sentimientos amistosos también lo son? Estoy seguro de que fingí simpatía por Superman. Creo que incluso fingí atracción por Superman, pero quizás, al igual que las sonrisas, pude haber finjido lo suficiente como para empezar a creérmelo, pero todo eso da igual porque ahora tengo su número guardado y un mensaje de buenos días cada mañana, así que es simplemente demasiado tarde para sobrepensar las cosas. Qué extraño.

Creo que no fingí atracción por Superman, ahora que lo pienso. Creo que es un hombre atractivo por sí solo, no es necesario que yo finja nada.

La otra vez en el café me puse a pensar acerca de lo difícil que es fingir ser Bruce Wayne. Y es verdad. Coquetear es un arte que he dominado, lo hago por obligación más que por costumbre o gusto. Lo hago porque es parte de Bruce. Sin embargo, la manera en la que Clark no se ha inmutado por mis leves muestras de interés, de alguna manera me volvió insistente. Quería, (quiero) sacarlo de sus casillas. Quería, (quiero) obtener una reacción de él, y eso provocó que en algún punto de la conversación dejara de obligarme a coquetear y lo hiciera voluntariamente, tanto en el día de la inauguración como el día siguiente. Es extraño. Por un momento dejé de fingir ser Bruce Wayne y realmente lo fui. Me dejé llevar. Seguí, como dijo Alfred, mis emociones. Mi coraje contra Superman y su superhumana inmutabilidad ante mis falsos piropos, pronunciados en contra de mi voluntad hasta volverse voluntarios, fue una experiencia que nunca en mi vida había sucedido. Es difícil de describir, incluso. Y me está causando dolor de cabeza.

Cómo sea. Gótica. Sí. Estaba pensando y no sé qué haré si algún día me encuentro con Superman. Es decir, Superman siendo Superman. Con Clark es fácil fingir que no es Superman, pero si algún día me lo encuentro como su otra identidad, sería super incómodo. Es decir, en cualquier momento podría saber mi identidad, creo. ¿Y qué haría? Sabría que Batman, el hombre enmascarado que apenas mueve los músculos faciales cuando habla, es en realidad Bruce Wayne, el hombre ebrio que bailó en la fiesta de inauguración y que coqueteó con cualquiera que se cruzó en su camino. Sería horrible, por Dios. Qué vergüenza. Necesito evitar eso lo más que pueda.

Le pediré a Bárbara que investigue, aunque últimamente ha estado ocupada con la universidad. A veces olvido que hay gente que va a esas cosas. Qué horrible.

Frunzo el ceño. Uso el visor de la máscara de Batman y veo un hombre corriendo a través de una calle. Corre como si su vida dependiera de ello, lo cual raro.

No hay tiempo para sentimientos.

Cambio,

Bruce

Notes:

Yo: voy a actualizar más seguido
También yo: *desaparece casi dos semanas*

Chapter 8: VIII

Chapter Text

Entonces lo ves. Un hombre. Con una jeringa. Corriendo amenazadoramente como si fuera a apuñalar al otro hombre con ella.

¿Qué?

Decides acercarte.

Usas el maldito arpón para engancharte de la cornisa del edificio en el que estás y te dejas caer. Aterrizas sano y salvo, por suerte, y comienzas a correr para alcanzar al hombre con la jeringa. La sensación de tus botas golpeando el suelo con cada paso es reconfortante. Familiar. Un sonido al que estás acostumbrado. El hombre es rápido, pero no para ti, ya que estás estrenando tus piernas en acción después de tres semanas. Lo tacleas y pones tu rodilla en su pecho, en menos de un instante, para mantenerlo en el suelo. El hombre que estaba huyendo no mira atrás.

El hombre con la jeringa ríe.

—¿Batman?, ¿eres tú?

Le arrebatas la jeringa de la mano. Él suelta un quejido, pero no hace mucho al respecto. El contenido es una sustancia roja. ¿Veneno?, ¿drogas?, ¿SIDA líquido?

—¿Qué demonios es esto? —preguntas. Tu voz más grave de lo normal.

Por alguna razón eso parecerle causarle mucha gracia a hombre jeringa.

—¡Batman!, ¡He sido golpeado por el mismísimo Batman!

No haces nada al respecto. Esperas a que el hombre deje de reír mientras intentas mantener la compostura. ¿Es acaso Batman un chiste?

Guardas la jeringa en una bolsa que sacas del batitraje y la pones en uno de los bolsillos de este, con cuidado de no pincharte con ella. El traje está blindado, en su mayoría, así que todo estará bien. Crees. Esperas. Piensas en pedirle a Bárbara que analice la muestra luego. Quitas tu rodilla del hombre demente y este se queda ahí mismo, sin intención aparente de moverse. La risa se ha evaporado de su cara, que descansa con los ojos cerrados contra el pavimento.

—¿Qué es lo que hay dentro de la jeringa? —vuelves a preguntar, solo por curiosidad.

Él sonríe una vez más. Casi te arrepientes de haber preguntado. Hay al menos tres dientes faltantes en su sonrisa.

—Averigüalo, Batman. ¿No se supone que eres un detective?

Sueltas un suspiro, pero intentas mantener tu rostro inexpresivo. Lo eres. Eres un detective. Te inclinas hacia él, dispuesto a verificar que no tenga ninguna jeringa extraña extra, pero entonces sientes un pinchazo en la parte trasera del cuello, justo en donde el casco y el cuello del traje se unen.

Oh no.

El hombre comienza a reír descontroladamente. Te levantas, sintiendo cómo el mundo se mueve a tu alrededor. Tu respiración comienza a agitarse y todo empieza a dar vueltas. Eres incapaz de caminar, pero crees que es solo porque estás entrando en pánico. No le pasa nada a tu cuerpo. Al menos no todavía, pero tu mente te está empezando a atormentar. Te ha inyectado la cosa color vino de su jeringa. El hombre sigue en el suelo riendo, y tú lo tomas por la camisa y le das un golpe lo más fuerte que puedes, en un momento de ira ciega. Él queda inconsciente, y tú sacas la aguja de tu cuello. Todavía hay un poco del líquido dentro.

Oh no.

Debes irte de inmediato.

Revisas detalladamente los bolsillos del hombre, pero ya no hay más jeringas. Tomas su cartera o cualquier cosa que te sirva para identificarlo más tarde, llamas al Batimóvil y vas, igual que hace unas cuantas semanas, a máxima velocidad inmediatamente a la baticueva.

Superman seguro no tiene que lidiar con esto, piensas. Seguramente su supermetabolismo o algo similar lo ayudan a que cualquier cosa que le sea inyectada salga tan pronto como entró. Da igual. No eres Superman, así que tienes que entrar corriendo a la Baticueva y rogar por no morir de inmediato.

Te realizas un análisis de sangre una vez llegas. Comienzas a explorar los componentes de la muestra que tomaste. Le mandas la información a Bárbara, aunque no tienes tiempo para esperar su respuesta. No cuando lo que te inyectaron podría tener efecto en cualquier segundo. Reposas en la silla frente a la baticomputadora, mientras esperas a que la muestra y tu sangre arrojen resultados, y piensas seriamente en mejor jubilarte de ser Batman. Quizás ya estás demasiado viejo para esto (tienes treinta años).

Alfred baja a la baticueva cuando ya te estás dando por muerto. Deben de ser las seis de la mañana.

La preocupación invade su rostro en cuanto te ve.

—Señor, ¿ahora qué ha pasado?

Sueltas un suspiro, quizás el suspiro más pesado de toda tu vida.

—Alfred —pronuncias, mientras miras los análisis proyectados en la pantalla frente a ti. La muestra ha arrojado una respuesta terrible e inevitable—. Creo que me convertiré en vampiro.

Cambio,

Batman.

Chapter 9: IX

Chapter Text

Las noches son largas cuando eres una criatura nocturna, Bruce. Te sientas en el escritorio de tu habitación en la mansión y buscas en la batilaptop información acerca de vampiros. Estás comenzando a sentir los síntomas. Buscas tu pulso con tu dedo índice y medio y lo sientes cada vez más débil, cada vez más despacio. Empiezas a respirar agitadamente. Alzas la mirada y ves la luna a través de ventana y cierras los ojos. Un vampiro. La luna es ahora tu única compañera, una vez más.

No sientes la sed de sangre, pero tu vista va y viene como si todas las luces parpadearan. No sabes lo que significa. Quizás tengas visión nocturna. Sería útil, aunque ya la tienes integrada con el casco. No sabes bien qué pasa. Alfred se ha quedado en shock cuando se lo has dicho y eso te preocupa todavía más. Escalofríos comienzan a recorrer tu cuerpo lentamente, como olas por debajo de la piel. Cierras los ojos y piensas en cualquier cosa. Muerdes tu mano. Todo el cuerpo te duele, como si estuvieras a punto de morir.

Y quizás es así, ¿no están muertos los vampiros?

Decides mejor recostarte en la cama. No hay tiempo para investigar a Superman esta noche. Te acuestas en la cama, cierras los ojos y piensas en el cielo de ciudad Gótica en la noche. En la batiseñal reflejada en él. Piensas en eso y en tus padres, en aquella noche en el teatro. Piensas en ello y piensas y piensas y piensas y en algún momento dejas de sentirte capaz de moverte, de hablar, de respirar, así que dejas de hacerlo. Dejas de hacerlo y cierras los ojos y piensas en que la luna te está viendo morir.

Una vez más.

Cambio,

Batman.

Chapter Text

Me gustaría decir que amanecí con el poder de leer mentes o de hipnotizar gente con mis ojos, pero desperté exactamente igual que todos los días: con Alfred abriendo las cortinas y conmigo cubriéndome del sol.

Ayer analicé la muestra lo más detenida y detalladamente que pude. Gen por gen, componente por componente. Al parecer, el sol no me aniquila ni me reduce a cenizas, solamente me causa irritación en la piel, así que estoy bien. No es como que me gustara salir mucho al sol, de todas formas.

Ni siquiera sé qué pensar. O qué decir. Se siente tan extraño. ¿Ahora tengo que ocultar que soy Batman y que además soy un vampiro? Dios, qué tragedia. Y como si fuera poco, mi celular vibra con la notificación del buenos días de el maldito Superman. En qué momento mi vida se volvió tan caótica. En qué puto momento.

Necesito una cura, rápido. Anoche la única respuesta que recibí de Bárbara fue: "BRUCE WTF", seguido de todo lo que se me había inyectado. Básicamente, tengo superfuerza, más velocidad, sed de sangre, rechazo a cualquier comida normal, alergia al sol, vivo más años (es un misterio cuántos) y mis heridas se curan mágicamente. Todo eso sería usualmente genial, excepto porque siempre he odiado a los metahumanos y ahora parece que me convertido en uno. Estoy decidiendo entre llorar o tirarme de un edificio por segunda vez, y creo que me es físicamente posible llorar, así que...

Me levanto de la cama. Tomo una ducha. Observo mi cuerpo en el espejo cuando salgo. Normal. Cuerpo normal. Piel normal, siempre he sido pálido. Sin embargo, la cicatriz de mi operación de columna no está. Desaparecida. Curada.

Inexistente.

Esto es tan terrible que ni siquiera tengo palabras. Me froto los ojos con la mano una y otra vez. Realmente lloraría si supiera cómo llorar. Maldita masculinidad tóxica. Maldito Bruce Wayne sin sentimientos. Escucho nuevamente la notificación de Clark maldito Kent. Tomo el celular y veo que todos sus mensajes son de él hablando acerca de Metrópolis blabla debería ir blabla, "estás bien, Bruce?".

Podría explicarle que soy un vampiro. Podría decirle que estaba yo afuera de mi mansión en la noche cuando un maldito loco con una maldita jeringa me inyectó un virus que me convirtió en un maldito vampiro. No sería tan inusual. Lo estaría preparando gradualmente para cuando le diga que soy Batman, o más bien cuando me descubra, considerando que es más probable.

Eso me recuerda que tengo que decirle a Bárbara que investigue lo de la visión de rayos X de Superman. Le mando mensaje. Responde con un "👍".

Pienso seriamente en decírselo. A Clark, quiero decir. Sería un gran tema de conversación, pero, ¿entonces qué? Soy un vampiro, Superman, ¿ahora qué demonios? Mejor no digo nada, mierda. No sé ni siquiera por qué estoy pensando en contarle cuando se supone que solamente estoy hablando con él para mantenerlo vigilado. Que él sepa que soy un vampiro no ayuda a mi objetivo en lo absoluto.

Quizás solo necesito desahogarme con alguien que no sean las mismas dos personas con las que siempre hablo.

"Estoy bien, ¿y tú?" es mi respuesta al mensaje de Clark. La suya no llega. Supongo que se acabó su hora de descanso del trabajo.

¿Cómo demonios tiene trabajo y es Superman al mismo tiempo? Yo apenas puedo tolerar ser Bruce Wayne y ser Bruce Wayne consiste en alcoholizarme e ir a fiestas. Y coquetear con gente atractiva.

Dios, soy un vampiro. Recordarlo es tan doloroso que tengo que dejar de moverme para asimilar la sensación desagradable de mi pecho. Me alegra saber que al menos mi corazón puede sentir dolor, aunque lata unas tres veces más lento de lo normal.

Vampiro.

Vampiro.

Cambio,

Bruce.

Chapter Text

Estoy viendo los componentes de la inyección en uno de los monitores mientras veo las nuevas noticias de Superman en otro monitor. Las noticias son blabla incendio blabla Superman salvar a todos blabla.

Eso me recuerda que todavía no le he respondido los mensajes de hoy.

Creo que no soy el tipo de persona que conversa mucho. Bueno, más bien no converso en lo absoluto. Clark es exactamente lo contrario. Conversa todos los días, sin descanso, sin razón alguna, y yo simplemente no puedo mantenerme al corriente con la ola de mensajes que llegan cada día. Aún así, lo intento. No sé por qué.

Escucho el sonido conocido de las puertas del elevador de la baticueva abriéndose. Es Bárbara, por supuesto, que acaba de llegar de la universidad y se dedica a despotricar, como siempre, acerca de mi irresponsabilidad. Aproxima su silla de ruedas a mí en lo que parece ser un ritmo enojado.

Entre ella y Alfred, es como tener a una hija adolescente y un padre anciano. En qué momento.

—No puedo creer que hayas dejado que te pinchara —me dice Bárbara.

Suelto un suspiro. Volteo a verla y señalo la máscara del batitraje detrás de ella.

—Hay junturas entre la máscara del traje y el resto de la armadura. Ahí fue donde el hombre clavó la jeringa. Necesito reforzar esa parte del traje de alguna forma.

Bárbara asiente. Da vuelta en su silla y se aproxima a su escritorio, en donde hay un montón de hojas de papel desperdigadas por todos lados, como siempre.

—Me estás diciendo algo que ya sé, Bruce. Ya tengo un prototipo nuevo diseñado. Y también traje un discurso preparado.

La miro. La postura recta en la silla de ruedas. La ceja alzada. La expresión seria.

Oh no.

—Bruce —comienza a decir—. Creo que es hora de que consigas ayuda. Profesional.

Silencio.

—¿Qué tipo de ayuda? —pregunto tentativamente.

Bárbara se acerca hasta estar frente a mí.

—De todo tipo, Bruce. —se talla el rostro con sus manos, como si estuviera muy cansada. Probablemente lo está—. No sé ni por dónde empezar. Psicológica, principalmente. Tienes que tratar el tema de que quieres hacer todo tú solo y cada día te es más difícil porque no solo tienes que ser Batman, sino que tienes que ser Bruce.

Hago una expresión que es totalmente fastidio, pero la cambio en cuanto ella entrecierra los ojos.

—No me cuesta trabajo ser alguien —resoplo—, ¿a ti te cuesta trabajo ser Bárbara?, ¿No, verdad?

Bárbara se golpea a sí misma en la frente.

—Ese no es el punto, Batman —recalca la última palabra—. El punto es que quizás pasas demasiado tiempo solo y con tus dos personalidades y quizás necesitas conocer gente, ser tú mismo, conseguir un compañero de equipo...

La manera en la que dice lo último me lo dice todo. De esto quiere hablar realmente. Quiere que consiga un compañero de equipo. No es la primera y definitivamente no es la última vez que alguien me lo dice. El tema ha dado de qué hablar una y otra vez un montón de veces en esta baticueva. Ahora es mi turno de frotarme la frente. Dios.

¿A quién demonios conseguiré para ser mi compañero de equipo?

—Bárbara, no puedo tener un compañero de equipo. Además de ti y Alfred, nadie sabe mi identidad. Y ahora soy un vampiro.

Ella hace un ademán con la mano, pidiéndome que me relaje.

—Lo del vampiro tiene solución, estoy trabajando en el antídoto. Cura. Lo que sea. También hice mi investigación acerca de tu alimentación y puedes continuar con el café negro, pero cualquier tipo de azúcar, lácteo o algo que sea más difícil de digerir que el agua probablemente hará que tu intestino explote.

Siento un tic en el ojo.

—Entiendo.

—Y acerca de tu problema de identidad, estoy segura de que encontrarás a alguien que te acepte aunque seas Batman. Es decir, hay gente que te acepta siendo Bruce Wayne.

Decido que es buen momento para levantarme de mi silla.

—Ja, ja —respondo.

Bárbara me fulmina con la mirada todo el trayecto desde donde estaba sentado hasta el elevador. Suelto un suspiro cuando estoy a punto de oprimir el botón para subir a la mansión. Me doy la vuelta, en donde los ojos turquesa de Bárbara me perforan por completo.

—Es complicado —me limito a decirle.

Ella mueve sus manos como si quisiera ahorcarme.

—Siempre es complicado contigo, Bruce.

La señalo.

—Exactamente.

Escucho a Bárbara murmurar enojada, y entonces dice:

—Puedes elegir un compañero al que no le importe que tengas un alter ego.

Suelto un quejido lo suficientemente ruidoso como para hacer eco a través de la cueva.

—Lo pensaré, ¿okey?

—¿Y la terapia? —insiste. Dios, por qué.

Alzo los brazos.

—Le pediré a Alfred que consiga un terapista mañana, si eso te hace feliz.

Eso hace que su postura cambie por completo. Ya no está a la defensiva, incluso sonríe, con esa sonrisa que me dice que le divierte mucho hacerme sufrir.

—Me haría muy feliz, Bruce.

Hago una mueca de fastidio. Al menos uno de los será feliz.

—Bien. Me alegro por ti. Eso será tu paga por todo el asunto del vampirismo. Y lo del traje. Y el arpón.

—¿Cómo puedes ser tan rico y tan miserable al mismo tiempo? —pregunta, pero sé que está bromeando.

Ruedo los ojos, pero no puedo evitar sonreír también. Un poco. Finalmente presiono el botón para entrar al elevador.

—Gracias, Bárbara —le digo una vez estoy dentro.

Se me conceden unos momentos de silencio hasta que Bárbara dice:

—Ah, casi lo olvido —casi tiene que gritar para que la escuche—. ¡Tenemos que hablar de Superman!

Las puertas de cierran y agradezco a Dios.

Cambio,

Bruce.

Chapter 12: XII

Chapter Text

—Hola, querido Superman —musito.

Estoy frente a su estatua en Metrópolis. Una monstruosidad de bronce de unos veinte metros de altura, en la que su puño se eleva en dirección al cielo, alzando vuelo. Después de semanas de constantes mensajes de Clark en los que insistió repetidamente en que viniera, he decidido hacerle caso. ¿Por qué? No sé, maldita sea, no sé. Han pasado tres días desde que comenzó mi vida como vampiro y he estado documentando cada segundo. Aún así, he estado yendo a patrullar en las noches con mi nuevo arpón mejorado por Bárbara y el nuevo prototipo de la nueva malla reforzada que irá debajo del traje, que al parecer no es hipoalergénica porque la piel del cuello no deja de picarme, pero es preferible a arriesgarme a que me inyecten un virus que me transforme en Zombie. Mi vida es lo suficientemente difícil.

También estoy diseñando algo nuevo. Alas para el batitraje. Es complicado y me vuelvo loco al pensar en ello, y tampoco sé si vaya a funcionar siquiera, pero sería interesante poder lograrlo.

Mi horario de sueño ha seguido siendo exactamente el mismo que cuando era yo humano. Es decir, duermo de día, despierto de noche. El sol pica. Es la razón por la cual estoy usando una sombrilla ahora mismo. No he tenido sed de sangre pero eso es porque Bárbara tuvo la descencia de fabricarme un suero que tiene proteínas blabla hierro blabla todo eso que contiene la sangre. Bárbara estudia química, por si te lo estabas preguntando. Honestamente su ingenio es algo que se ha vuelto indispensable en mi vida. Quizás estaría comprando bolsas de sangre en hospitales de no ser por ella.

Tomo un sorbo de café negro que compré en un Starbucks de pasada. Es reconfortante saber que al menos puedo seguir bebiendo eso. Tengo puestos pantalones formales negros, un suéter negro y encima una gabardina negra. Tengo guantes, lentes de sol y todavía la sombrilla. También me puse protector solar. Estuve investigando acerca del café negro y por qué puedo beberlo. Básicamente, mi cuerpo carece de enzimas que descomponen la lactosa o la sacarosa (azúcar) y por lo tanto, no puedo comer esas cosas. Mis intestinos no "explotarían", como dijo Bárbara, pero sí vomitarían todo. Sería para mi cuerpo vampiro el equivalente a intentar comer una pelota de billar con mi cuerpo humano. Simplemente no podría procesarlo. La cafeína, por otro lado, es absorbida y no requiere enzimas, así que puedo tomar todo el café que quiera, pero el problema viene de que la cafeína no tiene ningún efecto en mí. No me siento más despierto, apenas y tiene sabor. No sé. Igual, podría ser peor. Y esto solo es temporal. Bárbara encontrará el antídoto pronto, espero. Y estoy dirigiendo la investigación hacia el origen del virus y su creador. El trabajo para Batman no tiene fin.

Y sin embargo, aquí estoy. En Metrópolis. Esperando a que Clark aparezca.

En los últimos días he notado que mi fuerza física ha aumentado, así que me pregunto si quizás ahora soy lo suficientemente fuerte como para golpearlo. Y que le duela, quiero decir. Sería humillante intentarlo y que no le despeine ni un cabello, Dios. Mis reflejos han aumentado, también, lo cual es bueno. No he sentido la necesidad de morder cuellos. Al menos no más de lo normal, supongo. Sigo sin saber hipnotizar gente, por desgracia. Y creo que no tengo vida eterna, afortunadamente. Esta vida ya es lo suficientemente larga.

Me quedo viendo la estatua de Superman fijamente como por media hora. Clark quedó de recogerme aquí. Conociéndolo, no me sorprendería que me recoja en un monopatín. El pensamiento me hace sonreír. Tomo otro sorbo de café. Nuestras conversaciones han consistido en él preguntándome de mi día y hablándome acerca del suyo, de Louis Lane, de su jefe, de Cat, de James, etcétera. Ya conozco a todos los de su oficina. Me habló de su ex Lara Lean y de Louis y su historia de amor que terminó en amistad después de muchos conflictos. Sigo sin tener idea de si Louis sabe de su identidad como Superman pero creo que no lo sabe, así que realmente podría ser yo el único. Bueno los padres de Clark, Alfred, Bárbara y yo. Y quizás algún que otro supervillano, no lo sé. Yo le hablé a Clark acerca de Alfred, que ahora que lo pienso es mi único amigo al menos públicamente. Y es mi mayordomo. Pero bueno.

Mi celular vibra y veo que es Clark. Alzo la mirada para buscarlo y lo veo caminando a través de la multitud, con el pelo despeinado y los lentes viéndose ridículos. Tiene puesto un traje azul oscuro y una camisa blanca con puntitos rojos. Niego con la cabeza. Somos polos opuestos por donde lo veas.

—Señor Wayne —dice, cuando llega a mi lado, luego niega con la cabeza—. Bruce —se corrije.

No sé bien cómo saludarlo, así que me quito los guantes y le doy un apretón en el hombro.

—Clark —respondo.

Guardo mi sombrilla para poder observarlo bien. El sol comienza a picarme toda la cara. Me pregunto si él se dará cuenta de que mi corazón late más lento de lo normal y todo eso. Me pregunto si podrá verlo con sus propios ojos. Sería raro.

—¿Qué tal el viaje? —me pregunta, y comenzamos a caminar.

—Estuvo bien. El tren me tranquiliza —tomo otro sorbo de mi café.

—Pensé que vendrías en avión.

—El tren me tranquiliza —repito.

Parpadea.

—¿Le tienes miedo a las alturas?

Me dan ganas de reírme de él. ¿Batman? ¿Miedo a las alturas? Dios mío, por favor.

Sí. Mucho.

Es decir, creo que mi tipo de terapia favorita es la de choque. Mi vida en general es una constante terapia de choque. Así que me la he vivido en la cima de tantos edificios hasta acostumbrarme a la idea de estar en un lugar alto, pero eso no significa que no me den miedo. Simplemente ahora puedo soportarlo. Además, ya me caí de un puto edificio. Ya no puede pasarme nada peor. Mi mayor miedo ha sucedido y sigo vivo.

Milagrosamente.

Aún así prefiero evitar los aviones. Son mucho más altos que un edificio.

Solamente le sonrío como respuesta. Él niega con la cabeza, como si supiera lo que pienso. Debe ser fácil para alguien como él. Alguien que vuela. Alguien que no puede caer.

¿Para qué nos caemos, Bruce?

Suspiro. Clark me mira y alza una ceja, pero no digo nada. Caminamos como por unos cinco minutos en silencio, a través del montón de gente, cuando me doy cuenta de que no estamos yendo a ningún auto en particular. Estamos caminando a nuestro destino. La idea me resulta extraña. Realmente esperaba un monopatín, no esperaba tener que usar mis propios pies, pero está bien. Es decir, pude haber caminado yo solo a dónde sea que vayamos, que Clark haya venido a recogerme ha sido realmente solo un acto de caballerosidad suyo. Interesante.

Llegamos a un café. Antes de entrar miro más allá, hacia el edificio del Daily Planet. Realmente me trajo al café que he visualizado un millón de veces a través de las cámaras de seguridad. Él no lo sabe, pero para mí esto es Disneylandia.

Sonrío inevitablemente al entrar. Él me señala la mesa del fondo en la esquina y nos sentamos el uno frente al otro. El café es un café como cualquier otro. Las mesas son de madera gastada, las sillas son de cuero viejo. Hay una mancha de catsup junto al servilletero.

Me encanta este lugar.

—Entonces —comienza Clark—. ¿Qué tal tu semana?

Esta es una de sus preguntas recurrentes cuando hablamos por mensaje.

—Ha estado bien, ya sabes. Un poco complicada, pero bien, ¿y la tuya? —pregunto.

Él se encoje de hombros.

—Lo mismo de siempre.

Recuerdo entonces el reportaje que ví ayer. Superman peleando contra un clon de sí mismo y lanzándolo a través de un agujero negro creado por Lex Luthor. En comparación, que me haya convertido en vampiro realmente parece "un poco complicado" y nada más. Quizás Superman y yo somos más parecidos de lo que creí, pero eso solo yo lo sé.

—Veo que tienes un café —me dice Superman.

Veo mi error. No debí comprar café si iba a venir por un café. Le quito la tapa al vaso y tomo en dos tragos lo que me quedaba de líquido. Lo dejo en la mesa, mirándolo triunfante.

—Tenía un café —lo corrijo.

Clark sonríe. Cuando la mesera llega, Clark pide un Moka frappé para él junto con pan tostado y yo pido otro café negro, porque es literalmente lo único que puedo tomar.

—Tomas mucho café, Bruce.

—Tengo muchas adicciones, ya sabes. Alcohol —comienzo a ennumerar—, café negro, café negro, café negro... Alcohol.

Él hace un "ummm".

El café llega. Doy un sorbo y suspiro. Está muy bien.

—Gracias, Clark —le digo.

Él niega con la cabeza.

—Es lo mínimo que podía hacer. Creo que te esforzarte más en venir aquí que yo en invitarte.

—Me alegra que me hayas invitado. Es bueno ver una ciudad en la que sale el sol.

No quiero decirle que ahora soy literalmente alérgico al sol pero de todas maneras no creo que sea necesario.

—Luces como un vampiro —bromea, pero yo me congelo un segundo—. Ya sabes, estás usando lentes de sol incluso aquí dentro.

—¿Quieres más contacto visual de mi parte, Kent?

Su respuesta me sorprende.

—Por favor.

Oh.

Le hago caso entonces y me los quito. Alzo las cejas. Clark se relame los labios, nervioso.

—Lo siento es solo que... Es extraño estar contigo. Es como si tuvieras una máscara puesta.

—No sé de qué hablas.

Él golpea la mesa con los nudillos, inconscientemente.

—¿Has leído mi artículo? —pregunta de repente.

Alzo una ceja. Durante mi incapacidad, leí todos y cada uno de sus artículos, detalladamente, pero ahora no he tenido tiempo con todo lo que ha sucedido con Batman. Solamente me he dedicado a ver posts en Twitter y Facebook acerca de su vida.

—¿Qué artículo? —pregunto.

—El que escribí acerca de ti, Bruce. El día que nos conocimos.

Ah, ese artículo.

El silencio se prolonga unos segundos en los que pienso qué decir. No, no lo he leído. No, no pienso leerlo. Lo he estado evitando un poco a propósito.

—No —respondo finalmente.

Él se encoje de hombros.

—Bueno, si lo leyeras, sabrías de lo que hablo. Ahí hablo de eso. De la máscara que sueles ponerte y lo que hay debajo.

—Escribiste ese artículo el día que me conociste, Clark. Es decir, no quiero ofenderte, pero no sé si tenías el razonamiento adecuado para hacer tal afirmación.

—Es que me identifico contigo, Bruce. Por eso puedo reconocer algunos comportamientos en ti, porque los he visto en mí mismo.

Entrecierro los ojos.

—¿Qué quieres decir?

Él se relame los labios otra vez. Toma un sorbo de su moka y se limpia con una servilleta.

—No lo sé —suspira—. Creo que no sé lo que quiero decir.

Es obvio que sí lo sabe. Lo sabe pero no puede decirlo porque significaría revelar que es Superman, que tiene una doble identidad al igual que yo y que por eso sabe identificar que yo también la tengo. Quizás decir lo que acaba de decir ha sido un desliz, y tengo que dejarlo ir, o al menos fingir que lo he hecho.

Y eso hago. No sin lanzarle una mirada antes. No sin darle un largo trago a mi café.

Él carraspea.

—Entonces Bruce... No quiero que pienses de ninguna forma que lo que voy a decir tiene alguna doble intención, pero, ¿te gustaría ir al cine conmigo?

Parpadeo.

—¿Te gustan los hombres, Clark? —es la pregunta que sale de mi corazón, si es que todavía tengo uno.

Clark se pone nervioso. Aprieta su servilleta entre sus manos.

—Es decir —digo—. Está bien si no quieres decirme o no sabes o no sé. Es solo que el hecho de que tuvieras que aclarar que no tienes ninguna segunda intención me parece sospechoso, ¿sabes?

Clark asiente.

—Creo que mi respuesta es no lo sé. Creo que no lo sé —dice—. Pero tú pareces estar muy seguro de que te gustan los hombres así que por eso aclaro —carraspea.

Niego con la cabeza.

—Clark, no me meto con absolutamente cualquier persona que se cruce en mi camino, y de hecho es ofensivo que lo pienses, pero está bien —de eso trata la reputación de Bruce Wayne, después de todo—, pero para aclarar las cosas, me gusta la gente. Hombres, mujeres, cualquier cosa intermedia. Cuando una persona me agrada, y me agradan muy pocas personas —señalo—, no me importa mucho el envoltorio en el que está pues, envuelto. Básicamente.

—¿Y si fuera un alienígena? —pregunta Clark, y luce realmente nervioso.

Hago una pausa. Se hace un silencio.

¿Otro desliz, Clark? Es cada vez más difícil disimular que no sé lo que está pasando.

Finjo pensarlo.

—Creo que si fuera tan atractivo como... no sé, una persona que conozco, no me molestaría en lo absoluto.

Mis ojos se posan en los suyos. Azules. De un azul claro casi traslúcido. Pestañas rubias. Cabello ondulado y oscuro. Hoyuelos que se muestran un instante cuando sonríe con la más leve de las sonrisas.

—Espero que te estés refiriendo a alguien que no seas tú mismo —se burla.

Alzo una ceja.

—¿Estás diciendo que soy atractivo, Clark?

Eso lo hace sobresaltar.

—¡Por Dios! No necesito decírtelo, seguro todo el mundo te lo dice —casi grita.

—No todo el mundo, Clark. Tú no me lo has dicho.

Rueda los ojos. Superman. Rodando los ojos.

—Bruce —dice y luego ríe. Un escalofrío recorre mi espalda—. Eres atractivo, Bruce.

—¿Sí?

—¿No fuiste declarado el hombre más atractivo del mundo por una revista?

Tomo un sorbo de mi café.

—Por dos, de hecho.

Él ríe muy alto. Tanto que temo que todos volteen a vernos, pero este café es lo suficientemente privado como para que haya solamente tres personas y a las tres no parece importarles en lo absoluto.

—Entonces —se aclara la garganta—. ¿Sí quieres ir al cine conmigo?

Me encojo de hombros.

—Ya viajé nueve horas en tren, Clark, planeo quedarme aquí al menos tres días.

Eso lo hace alzar mucho las cejas.

Sí, la razón por la que estaba evitando venir era principalmente porque tengo trabajo como Batman para realizar pero, he ido a terapia. Una sesión (¡bravo!). El terapista me dijo que estaba tan atrapado con mi trabajo (no le aclaré que mi trabajo era ser Batman) que no me estaba dando tiempo para mí mismo y que me recomendaba hacer algo que me hiciera feliz y que no tuviera relación con el trabajo. Así que aquí estoy, haciendo algo que no sé si me hace feliz y que además sí tiene relación con el trabajo, porque es la única manera en la que no me siento culpable de haber venido aquí. En mi cabeza, me he autoconvencido de que estoy aquí porque tengo que vigilar a Superman. Soy un vigilante, después de todo. Eso hago. Vigilar. Sí.

Aún así me siento culpable. Cada día desde que Bárbara me propuso tener un compañero de trabajo me he dado más y más cuenta de que tiene mucha razón. Ser Batman es como trabajar siempre, sin paga, sin recompensa, sin vacaciones y cuando no soy Batman me siento realmente deprimido e inútil. Un compañero de equipo alivianaría la carga. Un compañero de equipo estaría esta noche y las dos que siguen vigilando Ciudad Gótica mientras yo vigilo a Superman, pero, ¿quién podría ser? Bárbara no. Bárbara ya me ayuda demasiado. Superman tampoco. Definitivamente no. Me volvería loco si Superman pone un pie alienígena en uno de mis edificios. Pensarlo hace que me hierva mi sangre vampírica.

Alfred está muy viejo. Y ahí acaba mi lista de amigos, wow. Deprimente.

Dejaré que la idea se cocine en mi cerebro. En algún punto encontraré la solución, lo sé. O algún compañero de equipo. O algo similar.

Clark me devuelve a la realidad cuando chasquea los dedos.

—¿Bruce?

—Oh, lo siento. Estaba distraído.

—¿Estás bien?

Asiento.

—¿Qué me decías?

Clark toma un último sorbo de moka y deja la taza encima del plato. Los hace a un lado.

—¿Has estado con alguien antes?

Oh, okey, definitivamente hay algo aquí. No le preguntas eso a Bruce Wayne a menos que quieres meterte con él. Lo he comprobado. Cientos de veces.

—¿En qué sentido?, ¿romántica o sexualmente?

Él se asegura de que nadie está poniendo atención antes de responder.

—Ambos.

Chasqueo la lengua.

—Sexualmente sí.

(Hace mucho, mucho tiempo).

—Románticamente diría que... No lo sé. Una vez me enamoré, creo. No sé, fue extraño. Luego ella se fue de Ciudad Gótica, y es decir, bien por ella pero nunca volví a saber qué le pasó.

Selena. Nunca supo que yo era Bruce Wayne. Probablemente sigue sin saberlo hasta el día de hoy, si es que sigue viva.

—Y creo que ya —me encojo de hombros.

Superman suspira.

—Como lo sospeché. No tienes sentimientos —niega con la cabeza con decepción.

—¿La atracción es un sentimiento?

—Creo que es más bien un instinto.

—Oh, tengo muchos de esos —digo. Y ni siquiera yo sé qué quiero decir con eso. Creo que inconscientemente he mirado a su cuello. Oh mis instintos vampiros, alguien manténgalos bajo control.

Esperen. Yo soy el que tengo que mantenerlos bajo control. Y monitorear esto.

Observas el cuello de Clark Kent de manera lasciva. Piensas en tus colmillos perforando la carne y la sangre brotando. Te relames los labios. Clark los ve por un imprudente segundo. Niegas con la cabeza. Sales del estupor. Piensas en que quizás no deberías de monitorear esto.

Estoy jodido.

Cambio,

Bruce.

Chapter 13: XIII

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Dicho y hecho, Clark y yo vamos al cine. Él, como un caballero, se ofrece a pagar todo. Compramos palomitas pero no planeo comer ni una sola. Compramos refrescos y tampoco planeo beber ni un sorbo. Se lo daré a algún niño que lo quiera cuando salga de aquí. Entramos a la sala y vemos una película de dinosaurios. No me gustan los dinosaurios pero a Clark parece que sí. Pasa toda la película diciéndome y hablándome de dinosaurios y blabla cosas de dinosaurios blabla.

Siento la tentación de poner una palomita en mi boca. Quizás si no la trago, quizás si solo la saboreo y luego disimuladamente la escupo, todo estará bien.

Y eso hago. Pongo una palomita en mi boca. La saboreo. Si te pones a pensarlo es una especie de experimento, ¿podrá mi cuerpo tomar la sal de la palomita sin vomitar?

Sí puede, me doy cuenta triunfal. Sí puede. Increíble.

Finjo una tos y escupo la palomita en una de las servilletas que trajo Clark con la comida. La meto en mi bolsillo. Decido poner otra palomita en mi boca, entonces. Dos no le harán daño a nadie.

Vomito. Instantáneamente. Ni siquiera hay tiempo para no sé, correr al baño.

Clark se pone de pie de inmediato. Me las he arreglado para no ensuciarme de mi propio vómito, lo cual es un alivio. Somos como tres personas en esta sala, así que no me he humillado públicamente y además, puedo darle una propina a la persona que tenga que limpiar esto. Pienso todo eso en una fracción de segundo, pero el problema sigue siendo Clark. Clark y mi metabolismo vampírico inútil. Tengo que contarle a Bárbara acerca de esto.

Clark me toca el hombro. Woah.

—¿Estás bien? —pregunta. Hay rugidos de dinosaurio en la televisión y mi vómito, que probablemente consista en suero y ácido estomacal, está junto a mis pies.

Niego con la cabeza.

—Voy al baño.

Voy al baño entonces. Me miro en el espejo. Mi piel siempre ha sido pálida. O eso intento decirme, pero creo que esto ya es un poco anormal. Es interesante. Piel más pálida, un impulso por morder el cuello de Clark, vómito al comer dos palomitas... Creo que los efectos están realmente empeorando. O mejorando. Me pregunto si ya puedo hipnotizar gente. Quizás lo que sigue es que no pueda entrar a lugares sin que me inviten, o quizás salga de este cine y si todavía es de día el sol me queme y muera calcinado en medio de la calle.

Qué emoción.

Me limpio lo mejor que puedo y vuelvo a la sala. Clark se ha movido de asiento para que no tengamos que convivir con mi vómito. Cuando me siento en mi lugar, vuelve a preguntarme si estoy bien.

Asiento, distraído. Pienso, nuevamente, en contarle acerca de que un loco de Gótica me inyectó un puto veneno vampiro. Quizás me sería útil. Quizás sea una anécdota divertida.

Pongo mi mano en su rodilla. Sé que ha sido un movimiento muy inesperado, pero lo hago para asegurarle que estoy bien, lo suficientemente bien como para poder poner mi mano en su rodilla. Miren a mi mano, está en su rodilla. Wow. Qué reconfortante. Qué extraño es el lenguaje corporal, carajo, por eso lo odio.

Decido retirar mi mano de su rodilla.

Y decido no comer ninguna palomita más.

Ni beber refresco.

Durante el resto de la película.

Cambio,

Bruce.

Chapter 14: XIV

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Cuando salimos, el sol no se ha ocultado del todo. Me pongo mis lentes de sol pero creo que sacar mi sombrilla sería demasiado. Me quedo mirando al cielo, pensando en si moriré por este descuido, cuando Clark se pone a mi lado.

—Entonces —comienza Clark. Me estoy dando cuenta de que le gusta empezar a hablar con esa palabra—. ¿Te gustó la película?

Asiento.

—Usualmente no me gusta ver películas, pero estuvo bien. Aunque hubiera sido mejor si no hubiera vomitado —me encojo de hombros.

—Cierto, ¿crees que fue el café?

—No, fueron las palomitas. Soy alérgico.

Clark parpadea.

—¿Alérgico?

—Tengo un metabolismo sensible. Cuando como cosas difíciles de digerir, explota. Vomito. Suele sucederme seguido.

Clark parece demasiado en shock como para procesar algo de lo que acabo de decir. Se limita a volver a parpadear.

—Eso suena horrible —me dice—. Espera, ¿por eso solo tomas café negro?

Wow, ¿y yo soy el detective?

Asiento.

—Leche, azúcar, chocolate. Un moka podría matarme, Clark.

Él niega con la cabeza. Parece realmente preocupado por mi estado de salud. Quizás no deba decirle que soy un vampiro. Quizás llore y me abrace o algo así.

—Espera —pone su mano en alto—. ¿Qué hay del alcohol?

Demonios, no había pensado en eso, ahora no puedo emborracharme, ¿cómo carajos seguiré siendo Bruce Wayne si tengo que estar siempre sobrio?

—El otro día te vi claramente ebrio, Bruce —interrumple Clark mis pensamientos—. Y tomando mucho alcohol. ¿Estás bromeando con lo de las palomitas?

Niego con la cabeza.

—Es algo reciente. Lo de mi condición. Me han pasado cosas últimamente.

—¿Cómo qué?

Auxilio.

—No sé. Cosas. Normales —me encojo de hombros—. Quizás necesite hacerme una limpia.

Clark niega con la cabeza.

—¿Quieres ir a mi casa sin ningún tipo de intención relacionada al contacto cuerpo a cuerpo?

Esa frase acaba de salir de la boca de Clark maldito Kent.

Tengo que detenerme en medio del estacionamiento. Ni siquiera me había dado cuenta de que comencé a caminar. No me evaporé. Increíble.

Suelto una carcajada tan larga que estoy seguro de que al menos siete personas voltean a verme. Espero que alguien esté grabando esto. Le haría bien a mi reputación de Bruce Wayne, el hombre alegre que ríe en las calles de Metrópolis acompañado de un periodista cualquiera, que, según se rumorea, es su actual conquista.

Clark sonríe también y me empuja con una fuerza sorprendentemente humana. O quizás ahora yo también soy sobrehumano.

La sonrisa sí que se me evapora.

—¿Estás bien? —vuelve a preguntar. No sé cuántas veces me lo ha preguntado hoy.

Suspiro.

—Sí, Clark, ¿cómo estás tú?

—Bien, Bruce. ¿Quieres quedarte en mi departamento?

—¿Vives en un departamento?

—No todos tenemos una mansión —se encoje de hombros.

Touché.

—Puedo quedarme en un hotel —señalo—. Si quieres dormir conmigo, podemos... —comienzo a decir, pero Clark pone su mano en mi boca.

El movimiento es tan inesperado que funciona. Realmente me ha dejado callado.

Rueda los ojos, pero quita su mano.

—El punto de invitarte a dormir en mi departamento es que no gastes dinero, Bruce. Quiero ser un buen anfitrión.

Parpadeo.

—Tengo mucho dinero.

—Ya lo sé. Yo tengo un departamento. Y una cama. Puedo dormir en el sofá.

Resoplo.

—Cada vez estoy menos convencido —bromeo.

Clark sonríe. Hoyuelos.

Caminamos un par de cuadras y alcanzamos un taxi. Cuando llegamos al edificio en el que Clark vive, ya es de noche. Subimos por las escaleras porque el ascensor no sirve y mi columna recientemente curada con magia vampírica se siente fenomenal. Me hace feliz y triste al mismo tiempo. Nunca pensé que extrañaría tener una columna recién operada.

El departamento de Clark es un departamento como cualquier otro. Tiene una cocina. Un sofá. Una habitación. Un baño. Un balcón, incluso. Aunque todo eso ya lo sé, claro.

—No es un hotel cinco estrellas —aclara Clark, mientras yo dejo mi maleta en la sala. Sí, he estado acarreando mi maleta todo el día—. Pero podría ser peor.

Me encojo de hombros. He dormido en peores lugares, de eso estoy seguro. Y he visitado este departamento un montón de veces en mi imaginación, así que está bien.

—Está bien, Clark. Dormiré yo en el sofá. O puedo esperar a que despiertes y entonces dormir en la cama. Tengo un horario nocturno.

Clark voltea a verme y ladea la cabeza. Como un perro, pienso. Parece estar analizándome.

—¿Eres realmente un vampiro, Bruce?

Lamento decirte que creo que ahora sí lo está preguntando en serio.

Lo observo. Está ahí, parado en medio de la sala. Estamos los dos parados en medio de la sala y está preguntándome seriamente si soy un vampiro.

Frunzo el ceño.

—¿De qué demonios hablas?

Clark alza las manos.

—Escucha, quizás esto suene loco, pero todo el día he sido consciente de que tú corazón está latiendo a ritmos preocupantemente lentos.

Oh, así que sí puede escucharlo. O verlo. O algo así.

—¿Cómo se supone que sabes eso? —pregunto, porque es lo que una persona con sentido común preguntaría.

—Solo lo sé. Y además, solo puedes tomar café negro. Te ves pálido, estabas usando sombrilla cuando fui a recogerte y hoy fue un día bastante nublado.

Quiero decirle que un día nublado aquí en Metrópolis es el equivalente al día más soleado del año en Ciudad Gótica pero me evito las molestias porque creo que ese no es su punto.

—Y aparte lo de los alimentos, y ahora tienes un horario nocturno.

—Quiero aclarar —alzo mi mano—. Que siempre he tenido un horario nocturno. Y siempre he tomado cantidades peligrosas de café negro.

Clark entrecierra los ojos.

—¿Pero todo lo demás?, ¿Tu corazón?, ¿Eres un vampiro?

Analizo mis opciones. O le digo que soy un vampiro, o le digo que no sé. Que se aleje de mí y nunca vuelva a acercárseme. Le puedo hacer gaslighting. Puedo hacerle creer que el loco es él por creer que me he convertido en vampiro, incluso puedo acusarlo de demencia por el creer que puede escuchar los latidos de mi corazón. Es tentador.

Pero en realidad, sería muy útil el no tener que ocultar que soy un vampiro.

Alzo las manos, rendido.

—Está bien —suspiro—. Soy un vampiro.

Nos quedamos en silencio unos segundos. En un mundo como el nuestro, ser vampiro no es en realidad tan raro. Bueno sí es raro, pero él es un puto alienígena. Raro es normal en este departamento. Veo cómo me observa detenidamente y yo lo observo de vuelta, los dos analizando qué demonios hacer con esta revelación.

Clark se cruza de brazos, finalmente.

—Okey, ¿por qué eres un vampiro?

Cruzo los brazos también. No me sentiré intimidado ante su postura defensiva.

—Fue en Gótica. Tú no lo sabes porque solamente estuviste una vez, pero hay toda clase de locos ahí sueltos. Uno me clavó una jeringa hace unos días y ahora soy un vampiro.

Clark asiente.

—Okey. Entiendo. Creo.

Asiento con la cabeza.

Se hace un silencio extraño. ¿Eso es todo?

Vaya, parece que tiene una mente muy abierta. O creo que le han pasado cosas más extrañas que esto. Es probable.

Me encojo de hombros y tomo mi maleta que he estado cargando conmigo todo el maldito día, dispuesto a acomodarme en donde sea que Clark quiera acomodarme, cuando Clark me detiene poniendo su mano en mi antebrazo.

Volteo a verlo. Traga saliva.

Y pregunta algo que nunca en mi vida hubiera podido adivinar.

—¿Y entonces... necesitas beber sangre?

Cambio,

Bruce.

Chapter 15: XV

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Creo que hay algo en el tono en el que lo dice que dice más que la pregunta en sí. Es decir, si soy un vampiro es obvio que necesito beber sangre, pero él lo pregunta como... si me estuviera haciendo un ofrecimiento.

Así que me alejo. Un poco. Lo suficiente para verlo con precaución.

—¿Estás loco? —le pregunto.

Él carraspea. No parece para nada escandalizado. Realmente ha aceptado el hecho de que soy un vampiro como si nada.

—Es decir, ¿eso has estado comiendo, no?, ¿sangre?

Niego con la cabeza.

—Bueno, sí necesito beber sangre, pero una química me hizo un suero que sirve como sustituto. Lo bebo como si fuera té en las mañanas.

—¿Y trajiste suficiente para tres días?

Señalo mi maleta.

—¡Obviamente!, ¡No planeaba matar a nadie dejándolo seco!

Clark parece pensativo.

—Entonces... ¿no necesitas sangre?

—Clark, ¿qué estás tratando de decirme?

Él se encoje de hombros.

—Pues... podrías tomar mi sangre. Si quieres —añade apresurado—. No creo que me pase nada. Y, no sé, me siento como en deuda contigo porque has venido hasta aquí y yo solo puedo ofrecerte mi sofá.

Suelto un suspiro.

—Clark, tu sofá es lo de menos. Puedo dormir en un hotel cinco estrellas todos los días, pero, ¿cuándo puedo dormir en el sofá de un departamento de metrópolis promedio? Es una oportunidad única en la vida. Además, nunca he tomado sangre —digo. Y cuando lo digo, algo hace click. Un montón de imágenes llegan a mi mente. Imágenes relacionadas al cuello de Clark y mis dientes en él y yo sorbiendo, sorbiendo, sorbiendo, y de repente mis encías duelen de algo que creo que es sed.

O hambre.

O las dos.

Trago saliva. Clark observa un segundo mi garganta. Pongo una mano en mi pecho para decirle a mi corazón que se calme, maldita sea. Se supone que ya no debe latir a esta velocidad.

—Además, no sé qué consecuencias tenga —continúo diciendo—. Es decir, sé que no puedo transformar a las personas. He sido realmente precavido con eso, pero podría matarte o algo así.

Nuevamente lo digo por protocolo, sé que no podría matarlo aunque lo usara de bebedero durante días enteros.

A Clark parece importarle un bledo todo lo que acabo de decir.

—No me harás daño. Confío en ti.

Frunzo el ceño. No entiendo por qué insiste tanto.

—Clark, me conoces hace como un mes. Y no sé qué tanto afecten mis instintos vampiros a mi mente. Quizás no pueda parar nunca y beba toda tu sangre y mueras.

Él se limita a negar con la cabeza, como si lo que dijera fuera estúpido. Y lo es. Pero no sé de qué otra forma decirle que no es correcto que yo beba su sangre por un montón de razones, pero es que también está el problema de que una parte de mí está realmente, realmente, realmente, sintiendo ganas de morder su cuello.

Niego con la cabeza. No puedo creer que sea él quien está sugiriendo esto.

¡Superman!

Quizás sí está muy empeñado en su papel de ser héroe. Incluso conmigo.

—Puedes intentarlo —insiste—. No me harás daño, créeme.

Niego con la cabeza una y otra y otra vez. Pero hay imágenes en mi mente. Las encías me duelen muchísimo. Me agarro la cabeza y pienso en lo que sea excepto en el cuello de Clark. Pienso en no sé, sus ojos, la parte trasera de sus rodillas, sus fosas nasales. Lo que sea excepto su cuello pero aun así algo me impulsa a caminar hacia delante un paso a la vez, más cerca de él. Él no se inmuta. Retrocedo dos pasos, avanzo otro y así hasta que me controlo y decido sentarme en el sofá. Tomo una bocanada de aire y me quedo quieto. Puedo con esto. He podido con cosas más difíciles, maldita sea.

Definitivamente los efectos han empeorado. Ahora realmente quiero tomar sangre a pesar de que mis necesidades fisiológicas están satisfechas. Tiene que ser algo relacionado al instinto del vampiro. Necesito extraer la sangre y luego beberla para sentirme realmente satisfecho.

Hago una nota mental de contarle todo esto a Bárbara, evitando obviamente algunos detalles. También hago una nota mental de todas las posibles ventajas y desventajas de la decisión que estoy a punto de tomar.

—Está bien —cedo finalmente. Porque es Superman. Porque no puedo matarlo. Porque no puedo convertirlo. Porque él insiste. Porque soy fuerte y no me volveré adicto y, por supuesto, porque es útil para la investigación. La investigación de Bruce Wayne el vampiro.

No estoy haciendo nada malo. Solamente beberé sangre. Y me sentiré mejor. Nadie morirá. Además, Bárbara está trabajando en el antídoto. Quizás para cuando esté de vuelta en Gótica ya esté listo y esta sea una experiencia vampírica que nunca volveré a vivir en mi vida. Así que está bien.

Clark se acerca y se queda parado frente a donde estoy sentado. Me doy cuenta de que espera a que yo me ponga de pie, lo cual es raro pero lo hago. Es un poco más alto, así que quedo a la altura perfecta frente a su cuello. Se me hace agua la boca de formas que no creí posibles. Es sangre. Nunca he bebido sangre. No sé por qué la quiero tanto ahora mismo. Mi estómago está cosquilleando por la anticipación.

Carraspeo. Clark da un paso hacia atrás para darnos espacio, cosa que agradezco. Lo veo cerrar los ojos, pero parece relajado. Honestamente me siento un poco mal por él. Siento que estoy haciéndole algo terrible pero, de nuevo, él fue quien lo sugirió.

Me quedo observando la piel de su cuello. Suave. Bronceada. Tiene un lunar justo en el punto en el que planeo clavar mis dientes. La idea es tentadora. En realidad, todo él es tentador, realmente podría... Usar mis manos. Y mi boca. En otras partes además de su cuello.

Inhalo. Exhalo. Este no soy yo. Es el vampiro, sí. Eso o estoy perdiendo la cabeza.

—Entonces —mi voz suena demasiado grave. Clark lo nota y traga saliva. El movimiento es trazado por mis ojos tan vívidamente que podría volver a reproducirlo en mi mente si quisiera—. ¿Lo hago y ya?

Clark se encoje de hombros.

—Tú eres el vampiro.

Pienso en qué hacer. Pongo mis manos en sus hombros y lo muevo hasta que su espalda choca suavemente con la pared más cercana. Él lo acepta y ya. Abre los ojos un segundo, me observa y los vuelve a cerrar, soltando un suspiro, dejando finalmente ver que sí está nervioso. Lo mantengo ahí y observo su cuello. El lunar. Mis manos aprietan sus hombros sin que me dé cuenta, pero cuando lo hago, me obligo a relajarme una vez más.

—¿Estás seguro de esto? —pregunto.

Clark hace un ruido que podría ser incomodidad, fastidio o algo relacionado a mi voz extremadamente afectada por este encuentro vampiro-presa.

—Estoy seguro —dice. Y su respiración suena agitada.

Así que lo hago.

Es, realmente, puro instinto. Me acerco en un instante y mi colmillo encuentra su vena. La pincho. La sangre brota. Cubro la herida con mi boca para que no salga disparada a todos lados, y la saboreo de la misma manera en la que alguien saborearía un vaso de agua después de estar muriendo de sed. Tengo que cerrar mis ojos debido al placer. Clark suelta un quejido, lo cual me alerta, pero no puedo despegarme de él. Pone sus manos en mi espalda, supongo que para aferrarse a algo, y aprieta su rostro contra mi cuello así que tengo que perseguirlo para no dejar de beber la sangre. Bebo como si fuera un manantial. El sabor es como probar no sé, algo color dorado. No sé cómo describirlo. Solamente bebo y bebo y bebo y Clark respira tan agitadamente (su respiración dejando escalofríos en mi piel), que por un segundo realmente pienso que lo estoy matando.

Así que me despego de su cuello. Es difícil, pero siempre he tenido una gran fuerza de voluntad.

La sangre tarda unos dos segundos en menguar. Oh, claro. Se cura solo. ¿Esperaba Clark que no me diera cuenta de eso?, ¿Qué tan estúpido cree que es Bruce Wayne?

Frunzo el ceño. Cuando miro a Clark, tiene los ojos cerrados y siento cómo su corazón late rápidamente. No solo puedo sentirlo, sino que puedo escucharlo. Debe de ser que mis sentidos están alerta porque acabo de tomar sangre.

Interesante.

—¿Clark? —pregunto. Mi voz sigue densa, pero menos.

Clark abre apenas los ojos. Sus pupilas dilatadas. No me había dado cuenta de que sigo presionándolo contra la pared. Él tampoco me ha soltado. Sus manos se aferran a mí como si su vida dependiera de ello.

Suspira muy pesadamente.

—Estoy bien —dice, y me deja ir.

No sé en qué momento mis manos rodearon su espalda, pero me doy cuenta de que también lo estoy abrazando. Me alejo de inmediato, con la vergüenza latiente pero oculta. Creo que ya estoy satisfecho, ¿cuánto fue eso?, ¿una onza?, ¿dos? Realmente requiere muy poca sangre. Quizás es porque es super sangre de metahumano. Quizás la sangre normal no sea tan saciante. Esto no me servirá mucho para el informe que le debo dar a Bárbara, ¿cómo se supone que le explicaré que bebí sangre del mismísimo Superman?

—¿Seguro que estás bien? —vuelvo a preguntarle. Sigue recargado en la pared como si no pudiera sostenerse por sí solo.

Él finalmente decide salir de su estupor. Sus ojos de abren de golpe. Se despega de la pared y yo me hago a un lado.

Pasa junto a mí y procede a pasear por el centro de la sala. Yo lo observo, sin saber qué hacer. Creo que no sé cuál es la etiqueta de esta situación.

Saco mi pañuelo del bolsillo de mi gabardina y lo uso para limpiarme los restos de sangre. Me las arreglé para no manchar mi suéter. Soy un profesional en esto.

Él voltea a verme cuando termino de limpiarme. Parece más bien nervioso, no asustado.

—¿Se sintió bien? —me pregunta.

Asiento con la cabeza sin pensarlo. Definitivamente se sintió bien. Todos mis sentidos siguen embotados. Si me concentro, puedo escuchar el roce de sus pestañas cuando parpadea, o el zumbido del refrigerador en la cocina.

—¿Qué hay de ti? —pregunto—. ¿Te dolió?

El latido de su corazón es tan fuerte que resuena en mis oídos. Niega con la cabeza.

—Más bien lo contrario —murmura. No estoy seguro de si debí escucharlo.

Pero lo hice.

—Yo dormiré en el sofá —digo, porque la conversación se está moviendo a términos peligrosos y estoy empezando a detectar intenciones que no sé si quiero detectar. Y además, quiero que dejemos atrás lo que acaba de pasar lo más rápido posible. No sé qué demonios hacer al respecto.

—Oh —dice, sorprendido—. Pensé que tenías horario nocturno.

Me encojo de hombros.

—Lo tengo, pero no tengo problema con dormir en el sofá. ¿Quieres salir a cenar antes?

—¿Y cenar yo solo? —refunfuña.

Sonrío. Así que lo tomaremos a broma. Está bien.

Recojo mi maleta del suelo y la dejo encima del sofá, dejando en claro que dormiré ahí. Clark se dirije a su cocina y lo veo empezar a cocinar.

A veces olvido que la gente hace eso. Cocinar. Yo solo cocino cuando es el día de descanso de Alfred, en contra de mi voluntad. Ahora ya no tengo que hacerlo. Quizás es bueno ser vampiro después de todo.

Me siento en la encimera de Clark Kent. Estoy seguro de que hay miles de personas en este planeta que amarían verme sentado en sus encimeras. Clark no es una de esas personas. Clark se queda de pie junto a donde estoy sentado, ignora mi presencia por completo y rompe un huevo en la superficie que está junto a mi muslo. Eso me agrada de él. Me agrada su inmutabilidad.

Es decir, acabo de chupar sangre de su cuello. Y estamos actuando como si nada hubiera sucedido. En paz.

Clark comienza a hacerse unos huevos revueltos. Bostezo. Debería de empezar a escribir toda la nueva información que tengo para Bárbara, seguro le alegrará mucho saber que mi caso ha empeorado.

Clark voltea a verme una vez que se ha hecho su cena y se ha sentado en la mesa a devorarla.

—Puedes sentarte en una silla si quieres —me dice.

—No quiero.

—Okey —alza las manos.

Lo observo comer en silencio y él me observa observarlo en silencio. ¿Es esto normal?, ¿esta convivencia pacífica y silenciosa es una posibilidad entre las personas? No tenía ni idea.

Él mastica, él traga. Lo veo con detalle. El azul de sus ojos brillante en la oscuridad. Un azul pálido, casi transparente.

—¿De qué color son tus ojos? —pregunta.

Parpadeo. ¿Nos estábamos viendo a los ojos?

—¿Quieres verlos de cerca?

Clark resopla.

—Son azules, como los tuyos —le digo.

—Son grises.

—Bueno, son azul grisáceo, ¿para qué demonios me preguntas si vas a responderte solo, maldito Clark Kent?

Él sonríe.

—Es divertido cuando te enojas. Deberías de hacerlo más seguido.

—Es divertido cuando no me dices qué hacer.

—Suena a algo que diría un adolescente.

—Clark —le digo en tono de advertencia—. Tú eres el que usa camisas de puntitos y come panqueques en el desayuno —señalo.

Clark sonríe aún más.

—Así que pones atención.

Contengo el impulso de rodar los ojos. Obviamente pongo atención, pero no puedo decirle eso. En cambio, siento el tic en el ojo enloquecer por un segundo y luego me levanto de la encimera.

—Bueno, tengo trabajo que hacer —digo.

—¿Bruce Wayne trabaja? —pregunta.

Yo saco mi laptop de mi maleta (una laptop normal, no la batilaptop, eso sería difícil de explicar) y me siento en el sillón con un suspiro.

—Sí, Clark, obviamente trabajo —mascullo.

Abro un documento de Word y empiezo a escribir detalladamente todo, lo del vomito, lo de las palomitas, lo de la tentación de morder el cuello de Superman. Todo eso. No menciono que de hecho mordí el cuello de Superman y que la sensación fue algo parecido a tener un puto orgasmo. Estoy intentando evitar pensar en eso, por si no te habías dado cuenta.

Creo que él sintió lo mismo, si su reacción me dice algo. Creo que también está intentando ignorar ese hecho. Y está bien. Es mejor así.

Me he vuelto bueno en ocultar este tipo de cosas porque pues soy Batman. Batman no reacciona. Batman es una sombra inamovible que se disuelve entre oscuridad, no tiene tiempo para expresar su estado de exitación mientras bebe sangre del cuerpo de su enemigo/amigo.

Me pregunto si Superman sabe que preferiría verlo en el infierno.

Cambio,

Bruce.

Notes:

Por qué otra razón escribiría un fanfic de Batman vampiro además de porque es la excusa perfecta para escribir escenas homosexuales?? EH??? POR QUÉ OTRA RAZÓN LO HARÍA????

Chapter 16: XVI

Chapter Text

Las noches son largas cuando eres una criatura nocturna, Bruce.

Sé que lo sabes, pero esta noche es particularme larga porque el sabor de la sangre de Superman sigue en tu mente. Se sintió como un shot de energía, corriendo directo hacia tus venas. Tus sentidos se embotaron. Tu audición aumentó, todavía si te concentras puedes escuchar el latido de su corazón en el cuarto continuo. La visión nocturna ahora es permanente y puedes ver todo con una iluminación borrosa y blanquecina. La luna sigue afuera, observándote. Te preguntas si el sol te matará el día de mañana. Es irónico porque Superman es fuerte gracias al sol, y ahora quizás lo que hace a Superman fuerte es la razón de tu muerte. Como siempre lo ha sido. Como siempre lo será.

Cierras los ojos y te lamentas. Puedes recordar tu boca en la piel de Superman, chupando, lamiendo, ¿por qué lo hiciste?, ¿por capricho?, ¿para saber su reacción?, ¿realmente necesitabas lamer cada gota de sangre, como un animal sediento?

Entierras tu cara en su sofá, ¿en qué momento caíste tan bajo? No puedes parar de pensar en sus manos encima tuyo, en los sonidos que salían de su garganta, en su respiración. Quizás si hubieras tenido una oportunidad, si no fuera Superman, si tú no fueras el caballero de la noche, entonces quizás...

Sueltas un suspiro y cuando menos te lo esperas, escuchas la alarma de Clark, tan cerca como si estuviera a tu lado. Miras hacia la ventana, pero en esta época del año el sol no sale hasta las seis, por lo menos. Miras entonces la laptop que está en la mesa de centro, en donde un vídeo de Superman volando se reproduce una y otra vez. Te quedas viéndolo hasta que escuchas la respiración de Clark cambiar y sabes que se ha despertado.

Cierras todas las pestañas de tu laptop. Superman no puede enterarse de que lo has estado vigilando. Superman no puede enterarse de que lo odias hasta morir.

Cambio,

Batman.

Chapter 17: XVII

Chapter Text

Clark abre las cortinas de la misma manera en la que Alfred las abre por la mañana. No me trae el desayuno, aunque no es como que pueda desayunar, de todas formas.

Todavía está oscuro, así que no moriré por la exposición al sol. Aún así, Clark voltea a verme preocupado.

—¿El sol te hace daño?

Me encojo de hombros. Me encuentro boca arriba en su sillón, sintiéndome deprimido sin razón. Clark me dió tres cobijas anoche y estoy enterrado en ellas.

—No lo sé. Ayer hablé de esto con la química de la que te hablé y me dijo que lo más probable es que ahora mi piel sea extremadamente sensible pero que no debería de ser mortal. También me dijo que probablemente necesite mejorar el suero porque ahora necesitaré más y blabla visión nocturna blabla superfuerza —hago un ademán—. Eso.

Clark se frota la cara.

—¿Qué hay del antídoto?

Suspiro.

—Dado que los síntomas han cambiado, ahora el antídoto tiene que cambiar también. Necesito ir a Ciudad Gótica a que Bárbara vuelva a analizarme —me froto los ojos con la mano.

Se hace un silencio. Clark parece estar pensando algo.

—¿Bárbara es la química?

Asiento.

Clark carraspea.

—Entonces, ¿planeas irte a Gótica?

Parece algo decepcionado.

—Sería lo mejor. Mientras más rápido consiga el antídoto, mejor —respondo.

Extraño ser un humano de maneras que no comprenderías, quiero decirle. Pero no puedo, así que me quedo en silencio.

Clark asiente.

—Está bien. Probablemente vaya a Gótica la siguiente semana.

Alzo la cabeza.

—¿Por qué?

Clark evita mi mirada al responder.

—Por ti.

No sé qué decir al respecto. No sé si debería de preocuparme. Probablemente sí.

—¿Gracias? —ofrezco.

Él vuelve a asentir.

—Quizás debas descansar antes de irte. No has dormido en toda la noche.

—No, dormiré en el tren —miro hacia la habitación de Clark. No he tenido todavía el privilegio de entrar ahí. Probablemente alzó su cama en cuanto se levantó. Sería algo que Clark haría.

Siento el sillón removerse cuando Clark se sienta en el reposabrazos. Nos quedamos viendo cómo el cielo se torna de un color azul pálido. Me recuerda a algo.

—Bueno, supongo que te veré la siguiente semana, Clark Kent.

Clark asiente.

—Definitivamente.

Son las 6:45 A.M. cuando ambos salimos de su departamento, Clark con un traje gris y una camisa azul, yo con un pantalón gris con rayas negras y una camisa de manga larga también negra.

—Toma —me dice Clark, entregándome un sombrero que llevaba puesto hasta hace unos segundos—. Para el sol.

Lo observo entre mis manos. Es el tipo de sombrero que los hombres usan en las películas a blanco y negro. Me lo pongo y siento un agradecimiento hacia este hombre que me cuesta absorber.

—Gracias —digo.

Él se encoje de hombros. El taxi ya me está esperando cuando estamos saliendo del edificio, y Clark se despide de mí con la mano cuando subo, mientras él trota en su camino al trabajo. Va tarde, igual que siempre.

Cambio,

Bruce.

Chapter 18: XVIII

Chapter Text

Bárbara no me lo deja fácil.

—O sea que directamente pusiste tu boca en su cuello de acero y sorbiste su sangre alienígena —asiente, fingiendo comprender. Está siendo sarcástica.

Yo contengo el impulso de rodar los ojos.

—Escucha, usualmente no haría eso nunca —le digo. Y es verdad—. Estaba siguiendo un instinto casi animal, ¿sabes? Soy un vampiro. Vi a un hombre ofrecerme su cuello voluntariamente, ¿qué querías que hiciera?

Bárbara me está dando la espalda en su silla de ruedas. Está haciendo unas anotaciones en su escritorio mientras reproduce un video que parece ser acerca del ciclo de Krebs en su iPad, sin embargo, cuando escucha lo que acabo de decir, se da la vuelta y me mira furiosa.

—¿Crees que soy estúpida, Bruce Wayne? —pregunta—, ¿crees que no se qué si quisieras, hubieras podido resistirlo? Eres literalmente el hombre más terco que he conocido en toda mi vida.

Es mi culpa por creer que lograría engañarla. En mi defensa, creo que casi logro engañarme a mí mismo.

Alzo las manos, rendido.

—No volverá a pasar.

Bárbara vuelve a darse la vuelta.

—Eso ya no importa, Bruce. Es Superman. Mientras no le hagas daño a nadie todo estará bien, pero sí me parece... Extraño. Que hicieras algo así. Usualmente sueles evitar todo tipo de contacto humano.

—Él no es un humano —ofrezco.

Sé que Bárbara está rodando los ojos.

—Ninguno de ustedes lo es ahora mismo.

Me quedo callado ante eso.

He estado evitando pensar en la pérdida de mi humanidad porque en realidad, me causa daño pensar en ello. Así que lo evito, como suelo evitar todo y me dedico a simplemente ignorar el hecho de que extraño que Alfred me traiga el desayuno en lugar del suero en una taza de té elegante. La porcelana no disimula el hecho de que el sabor sea similar al de chupar una moneda. He estado evitando pensar en el escozor de la piel, la incomodidad de la ropa, el olor a sudor, a sal, a piel, a grasa que impregna todos los cuerpos. Evito pensar en el sonido del corazón de alguien cuando miente, o cuando se enoja, o cuando duerme. Me doy cuenta ahora de que Superman pudo haber descubierto en cualquier momento alguna de mis mentiras, pero para su desgracia, es muy poco común que cuente mentiras.

Por eso dijo que confiaba en mí. Porque no le he mentido. Incluso ocultándole mi verdadera identidad me las he arreglado para decirle siempre la verdad, aunque sea a medias.

Bárbara me saca de mis pensamientos cuando empieza a proyectar algo en el holograma que está en el centro de la mesa frente a la que estoy.

—Ya descubrí la manera de ocultar tu identidad dentro del batitraje —masculla—. Tuve que buscar a través de foros de Reddit. Existen fans de Superman que son mucho más observadores que tú y yo —nos señala.

Lo dudo. Realmente lo dudo, aunque Reddit también ha sido mi fuente de información de Superman durante las últimas semanas.

—¿Qué descubriste?

—Plomo —señala el holograma—. Si modificamos la máscara de Batman para que esté recubierto con plomo, la visión de rayos X de Superman no logrará atravesarla y seguirás teniendo una identidad anónima. También podemos modificar todo el traje para que sea así, pero espero que no haya razones para hacerlo —me mira directamente a los ojos.

Frunzo el ceño.

—¿Estás insinuando que Superman me ha visto desnudo?

Ella sonríe y se encoje de hombros.

—No lo sé, Bruce, es una posibilidad. Quizás tus instintos vampíricos te llevaron a chupar algo más que su cuello —bromea.

Me cubro la cara con las manos. No estoy teniendo esta conversación con Bárbara, ni con nadie, nunca. Creo que prefiero morir.

—Okey —es todo lo que digo.

Ella ríe a carcajadas. El sonido me ensordece pero está bien. Supongo que es mi castigo por ser tan estúpido.

Bárbara deja de reír como tres minutos después.

—Aunque de hecho —comenta—. Probablemente ya te diste cuenta pero al morder a alguien, tu saliva libera una sustancia con un efecto afrodisíaco que hace que tu víctima no quiera irse de ahí —me mira directamente a los ojos cuando dice eso—. O sea que a menos que Superman tenga algún tipo de inmunidad o algo similar, lo más probable es que para él se sintió... placentero.

Parpadeo.

He caído de un edificio y he sido convertido en vampiro, pero tener esta conversación con Bárbara se está sintiendo mucho, mucho peor.

—Tengo una pregunta —digo, temiendo la respuesta.

—Dispara.

—¿Qué hay de mí?, ¿qué se supone que debo sentir cuando bebo sangre?

Bárbara se encoje de hombros.

—No debería de haber ningún efecto afrodisíaco en sí. Al menos no que yo sepa. Si tú te sentiste exitado ya cosa tuya, Bruce —luce divertida.

Entrecierro los ojos.

—Clark dijo que quería venir a Gótica la siguiente semana —cambio de tema.

—¿Ahora lo llamas Clark?

—A veces intento ignorar el hecho de que se llama Superman.

—Bueno, ¿y a qué va a venir?

Me encojo de hombros.

—¿A visitar?

Bárbara se queda muy quieta.

—Okey admito que solo estaba diciendo cosas acerca de Superman para molestarte, pero que viaje hasta acá para verte me parece algo muy en serio —hace una pausa—. ¿Estás seguro de que no quieres que reforcemos todo el traje con plomo? —señala nuevamente al holograma.

—Bárbara, no hemos tenido ningún tipo de encuentro romántico. O sexual. O algo parecido.

—Solo chupaste su cuello de manera homoerótica.

El tic del ojo de nuevo.

—No tenía ni idea de que mi saliva tenía un efecto afrodisíaco.

—Debiste saberlo. Debiste analizar tu saliva —me lo dice como si fuera obvio.

—¿Cómo demonios conseguiste una muestra de mi saliva?

—Alfred.

Me froto la cara con las manos y suelto un quejido.

—El punto es —comienzo a decir— que Clark Kent es solamente un amigo y además —hago incapié— es Superman. Yo odio a Superman. Su alter ego de Clark Kent es tolerable porque parece alguien humano de Kansas, pero Superman, uff —niego con la cabeza—. Preferiría no verlo nunca pisando Gótica.

—Eres muy celoso con tus cosas, Bruce.

—Es el trabajo de mi vida, Bárbara.

Eso hace que su postura se suavice.

—Es verdad. Aún así, creo que Superman no es tan malo como parece. O al menos no nos ha dado ningún tipo de indicio de que esté enloqueciendo. Y bueno, te dejó beber de su cuello. Y además vendrá a visitarte —rueda los ojos—. No sé si ustedes dos sean amigos o algo más o no sé pero sí pienso que podrían llevarse bien e incluso —alza su dedo índice— ser compañeros de equipo.

Niego con la cabeza.

—No.

—¿Por qué no?

—Gótica es mía.

Bárbara suspira, pero hay una sonrisa en sus labios.

—A esta edad son tremendos —musita. Aleja su silla hacia su escritorio y la escucho murmurar, más que nada para sí misma—: Pero me alegra que tengas un amigo.

Cambio,

Bruce.

Chapter 19: XIX

Chapter Text

Pasas la noche vigilando las calles de Gótica, como sueles hacer todos los días. Ventas de droga, posesión de armas, cosas comunes. Últimamente tu vida está atareada y tienes que ser tú el encargado de descubrir el origen del virus vampírico, ya que Bárbara está ocupada con todo lo demás. Incluyendo su carrera universitaria.

Y ya sabes quién es la persona encargada de crearlo.

Sin embargo, no tienes ni idea de dónde está, así que te dedicas a vagar en busca de una pista. Saltas de edificios. Golpeas cosas. Ahora los criminales caen con un solo golpe y a veces crees haberlos matado por accidente. Tu fuerza desmedida se está volviendo incontrolable. A veces ni siquiera usas el arpón para saltar de un edificio a otro, porque tus piernas soportan la caída como si no fuera de veinte metros. No es necesario activar la visión nocturna en el batitraje, puedes ver bien sin ella, y cuando comienzas a correr, sientes que vas tan rápido que piensas que quizás despegues como los aviones. Hacia el cielo. Hacia la luna.

Cambio,

Batman.

Chapter 20: XX

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Clark Kent está en la entrada de la mansión Wayne y la idea de que Alfred y él se conozcan es capaz de hacer que mi cerebro haga cortocircuito. Le he pedido a mi chófer que fuera a recogerlo a la estación de tren, pero por el estado deplorable de su cabello estoy casi seguro de que no tomó ningún tren y ha venido volando.

Aún así, lo veo bajarse del auto a través de mi ventana. Bajan él y su maleta de rueditas color café. Lo veo quedarse atónito en la entrada, negar con la cabeza como si no pudiera creerlo y luego aproximarse a la mansión.

Suelto un suspiro y bebo un sorbo de café. Me miro en el espejo una vez más. Traje gris oscuro, camisa negra, corbata gris oscura con puntitos negros. Con mi recién adquirida palidez, parezco estar impreso a blanco y negro. Alfred toca la puerta dos veces y luego la abre.

—Señor Wayne, el joven Kent está en la entrada esperando.

—Déjalo pasar —arreglo un mechón de cabello fuera de lugar—. Bajo en un momento.

Alfred asiente y cierra la puerta cuando se va.

Dejo mi taza de café en mi escritorio. Observo mi habitación un último instante antes de salir y bajar las escaleras.

Ha pasado una semana, pero Clark se ve exactamente igual. Tiene puesto un suéter blanco y un pantalón formal azul. Creo que el azul es su color favorito. Veo cómo observa la mansión detalladamente hasta que me ve a mí.

Mi nuevo oído que está en la constante búsqueda de sangre me permite escuchar la aceleración de su corazón. Alzo una ceja. Interesante.

Él carraspea.

—Hola, Bruce —masculla.

Termino de bajar las escaleras para encontrarme cara a cara con él.

—Hola —sonrío—. Bienvenido a la Mansión Wayne.

—Es un placer estar aquí.

—Es un placer recibirte, Clark.

Él asiente, distraído. Parece que sus ojos quieren observar detalladamente todo lo que está a su alrededor. Supongo que no puedo culparlo. Me tomo un segundo para observarlo a él y a su figura oculta debajo de su ropa holgada, no sé por qué. No sé por qué me tomo el tiempo de hacer esto. Quizás soy solo un hombre después de todo, que se siente atraído por hombres atractivos. Quizás no debería ser así. Quizás sí, no lo sé, pero no puedo evitarlo, no cuando Clark tiene el cabello tan despeinado y la mandíbula marcada y el cuello de la camisa desacomodado. Y oh, mejor no hablemos de cuellos.

Hago un ademán y le pido que me acompañe a la cocina, en donde Alfred está sirviendo la comida. Comida para Clark, obviamente.

—Oh, no te hubieras molestado —dice él.

Estoy a punto de responder cuando Alfred se me adelanta.

—No es ninguna molestia, señor Kent —dice—. El amo insistió en que le debe una comida.

Clark luce confundido durante medio segundo. Entonces entiende de qué es lo que Alfred habla. La sangre. Su sangre. Alfred acomoda una silla para él y Clark se sienta, luciendo aturdido. Me lanza una mirada, y la correspondo con una mueca burlona.

Yo me siento en mi lugar, que es la otra cabecera de la mesa. Estamos separados por una distancia considerable, pero a mí no me molesta. Lo más lejos que esté físicamente de él, lo mejor.

—Entonces —comienzo a hablar yo—. ¿Qué tal el viaje?

Clark parpadea.

—Esto... Estuvo bien. Algo agitado —dice.

—¿Sí? —pregunto, inocentemente —, ¿por qué lo dices?

Escucho la aceleración de su corazón. Oh, qué divertido.

Alfred elige este momento para servirme mi suero. Le agradezco con un asentimiento y vuelvo mi mirada a Clark, quien sonríe levemente y se encoge de hombros.

—No lo sé. ¿Qué tal tu día, Bruce?

—Normal. ¿Vas a quedarte en un hotel?

—¿Supongo?

—Puedes quedarte aquí.

Él niega con la cabeza.

—No puedo aceptar. No quiero ser una molestia.

—Nunca eres una molestia, Clark —me sincero.

Le lanzo una mirada a Alfred, una mirada que dice "ya puedes irte". Alfred entiende y hace una reverencia, yéndose sin mediar palabra, pero veo la diversión en sus ojos. Creo que a él y a Bárbara les divierte el hecho de que sepa conversar con seres humanos.

Bueno, no tan humanos.

Clark se levanta de su silla en el mismo segundo en el que Alfred se va. Se levanta, con todo y plato y vaso y se sienta a mi lado. En la silla que está a mi izquierda.

Me le quedo viendo confundido. A él y a su plato de pechuga rellena y a su vaso de vino de temporada.

—He notado que eres zurdo —me dice, encogiéndose de hombros, como si eso explicara algo.

Suelto un suspiro. Qué hombre tan extraño. Miro mi comida, que consiste en una taza de té con detalles de porcelana negra y plata, que contiene el suero de siempre. Blanco, como la leche pero con una transparencia extraña. Lo remuevo con la cuchara de té y luego comienzo a beberlo. La versión mejorada tiene un efecto más parecido a la sangre de Clark porque ahora sí que se me embotan los sentidos cada vez que lo tomo. O quizás es solo que cada día soy más vampiro. Aún así...

Aún así sería mejor poder morderle el cuello a Clark.

Lo observo una vez más. Descubro, desgraciadamente, que me está mirando de vuelta.

—¿Es eso el suero del que me hablaste?

Asiento.

—¿Qué hay del sol? —pregunta Clark—. ¿No te hace daño?

Niego con la cabeza.

—Solo me irrita, pero si uso protector solar, entonces está bien.

—Podríamos salir —sugiere Clark—. Podríamos explorar Gótica, si quieres.

Resoplo.

—Esto no es Metrópolis, Clark. No hay muchos lugares a donde salir en Ciudad Gótica. Aunque si quieres, podríamos ir al teatro luego.

Clark asiente.

—¿Luego cuándo?

Lo pienso unos segundos.

—Sugiero que la siguiente vez que vengas. Si es que quieres volver, claro. Entendería que no —alzo las manos—. Conozco bien la reputación de alguien como yo.

Clark frunce el ceño.

—¿De qué hablas?

Niego con la cabeza.

—No lo sé. Quizás si pasas mucho tiempo conmigo, los rumores empezarán a volverse más serios. Ya sabes, rumores acerca de nuestra relación.

Clark parece confundido.

—¿Nuestra relación?

Suelto un suspiro pesado.

—Sí. Nuestra relación. Ya sea amistosa o platónica o lo que sea, habrá rumores en los que la gente asumirá que estamos teniendo relaciones. Probablemente.

El silencio cae en la cocina. Puedo escuchar el sonido de todos los relojes de la casa. El tic y el tac podrían estar volviénme loco.

—Oh —se limita a decir Clark—, ¿y qué hay de ti?

Volteo a verlo.

—¿Qué pasa conmigo? —le pregunto.

—No lo sé, hoy estás más deprimente de lo normal.

Me sorprende que lo haya notado.

—Me disculpo —comienzo a decir—. Es todo el asunto del vampirismo. Ha empeorado. Y no puedo encontrar la cura —musito.

En realidad no es la cura lo que me preocupa, lo que me preocupa es el culpable. Llevo días enteros buscándolo sin parar, sin encontrar su paradero. No parece estar en ningún maldito lado. En este momento, debo estar en el punto más álgido del virus vampírico, mi cuerpo probablemente ya lo absorbió por completo y todos mis genes han sido modificados. He dejado de ser mayormente humano y he comenzado a ser mayormente vampiro. No sé cuál sea el objetivo del virus. Pudo haber sido creado específicamente para mí, o para inyectarlo a la gente común, o para inyectarlo a los villanos de gótica y hacerlos super fuertes, no lo sé. No estoy seguro de nada. Solo sé que necesito encontrar la cura.

—Creo que ciudad Gótica ofrece cosas interesantes —dice Clark, de la nada.

Yo suelto una carcajada, pero suena más sarcástica de lo que esperaba.

—¿Como qué?, ¿vampiros?

Clark asiente.

—También está el vigilante —ofrece Clark. Siento mi propio corazón dar un salto, espero que no haya puesto atención a eso—. Batman.

Chasqueo la lengua. Le doy un sorbo a mi suero.

—He oído hablar de él —murmuro.

Clark parece sorprendido.

—¿No te agrada Batman?

—No es que no me agrade —interrumpo—. Es solo que considero que no tiene la capacidad de salvar Gótica. Al menos no en estos momentos.

Es verdad.

—¿Qué hay de ti? —pregunto de vuelta.

Clark se encoje de hombros.

—Me agrada cualquier tipo de persona que esté dispuesta a hacer el bien por los demás.

Pongo mi mano en su brazo. No sé bien por qué, pero se siente correcto.

—Eso es lindo de tu parte, Clark —le digo, como si fuera un niño de primaria.

Clark rueda los ojos.

—No tiene nada de malo pensar que el mundo puede mejorar.

—Definitivamente puede mejorar, creo que lo que no puede es empeorar. Hablando de Gótica, al menos.

—¿Por qué no te agrada Batman? —dice de repente, sonando extrañamente desesperado—. Se parece mucho a ti. Incluso comparte tu afición por el color negro.

Niego con la cabeza. Esta conversación está llegando a términos peligrosos.

—Todo el mundo ama el negro. Además, combina con mi personalidad.

—¿Oscura y deprimente?

—¿Consideras que esa es mi personalidad?

Se encoge de hombros.

—Sí.

Por alguna razón eso me causa gracia. Mi mano siente la necesidad de posarse en su rostro. Le concedo el capricho y mi palma toca su mandíbula, rasposa por la barba incipiente de Clark. Hago que me mire a los ojos a pesar de que noto que está confundido por mis movimientos. Yo también lo estoy.

—No tienes ni idea —me burlo.

Clark traga saliva. Retiro mi mano, pero toma toda mi fuerza de voluntad no mirar hacia su garganta. Tomo otro sorbo de mi suero y me imagino que tiene el espesor de la sangre de Clark, el sabor a hierro y a algo más. Algo brillante como el color dorado. Como luz del sol líquida. Sí.

El pensamiento me calma lo suficiente como para volver a ver a Clark.

Quien está mirándome de vuelta una vez más.

Aparta la mirada. Escucho su corazón latir más rápido. Está nervioso. Mi mirada vuelve a caer en su cuello.

—Bruce —comienza a decir—. Si tú quisieras, podrías volver a tomar de mi sangre.

Parpadeo.

—¿Qué?

Clark asiente.

—Te dejaría hacerlo. Está bien si quieres.

Mis encías comienzan a doler de nuevo.

Es como si este suero se hubiera convertido en agua de cloaca una vez el ofrecimiento de Clark ha sido hecho. No sé qué hacer.

Es decir, se supone que debo de decir que no. Le dije a Bárbara que no lo volvería a hacer. Me dije a mí mismo que no lo volvería a hacer. Y yo... he estado cediendo a las tentaciones. Tentaciones que no deberían existir porque se supone que soy Batman. No me siento "tentado". Simplemente hago lo que tengo que hacer y ya. No tengo que sorber la sangre de Superman, ¿entonces por qué lo haría?

Porque quiero, claro.

¿Y por qué quiero?

Aparto la taza de cerámica y miro fijamente a Clark. Analizo su plato y su copa vacíos y escucho con atención en busca de la respiración de Alfred. Está en el tercer piso, limpiando. Estamos solos.

¿Por qué quiero chuparle la sangre, otra vez?, ¿es porque tengo sed?, ¿es realmente el vampiro metiéndose en mis pensamientos?

Pero creo que va más allá. Tiene algo de relación con Clark en sí. He estado observándolo, lo sé, y no de la manera en la que observo a Superman. He estado observando el ángulo de su nariz y la forma de su ceja. He estado observando la curva de su labio y la sombra de los hoyuelos de sus mejillas. He estado observando la caída de sus pantalones, la tensión de la tela de su suéter cuando se mueve. He estado observando, y eso hago usualmente con todos. Observo, pero esta vez es diferente porque lo observo por razones diferentes. Atracción. ¿Cuándo fue la última vez que me sentí así de atraído? Creo que hace mucho, mucho tiempo. Usualmente veo gente atractiva, pero la atracción se limita a mis ojos. No siento este impulso físico de acercarme. No siento mi boca salivar como lo está haciendo ahora. No siento el cosquilleo en mi estómago que me advierte del peligro. Me siento tan atraído a Clark que las señales son imposibles de ignorar. El subir y bajar de su pecho cuando respira, la forma de sus manos, esos malditos lentes. Hay algo en él que ha captado mi atención y estoy tan, tan desesperado ahora mismo por poner mi mano en su cara y mi boca en su cuello. Y no solo para sorber sangre. Pero yo... quizás sí es el vampiro quien está pensando todo esto. Quizás Bárbara está equivocada y en realidad hubo algún tipo de cambio en mis hormonas que me hace sentir de esta forma. Quizás.

Quizás.

No lo sé, es muy extraño. Debe de haber una relación entre el deseo animal del vampiro de chupar sangre y el deseo humano de tocar a otro humano hasta quedar satisfecho, y creo que estoy atrapado entre los dos. Esto Clark no lo sabe, por supuesto. No sabe que existen muchos tipos de hambre, y que las tengo todas ahora mismo, y que él podría saciarlas todas, si me dejara hacerlo. Si me dejara, oh, podría empezar por el suéter. Quitarlo, eliminarlo de mi vista y entonces desabrochar los botones de su camisa...

Respiro muy muy hondo. Aparto la mirada de Clark y cierro los ojos.

—¿Bruce? —escucho su voz hablarme.

Bárbara me dijo que no pasaba nada siempre y cuando no le hiciera daño a nadie, y no lo haré. No puedo hacer nada más que beber su sangre por ahora, porque él dijo que no estaba interesado en hombres y respetaré ese límite a menos que se me diga lo contrario. Sin embargo, me prometí a mí mismo que no volvería a hacerlo, pero sé que no me volveré adicto. Es decir, ya lo hice una vez y no había deseado volver a hacerlo, hasta ahora, que la fuente de mi alimento se encuentra frente a mí, en carne y hueso, y con pestañas que rozan sus mejillas con suavidad en cada parpadeo. Así que puedo sobrevivir sin su sangre, y sin él. Solo chuparía su cuello por capricho. Y soy Bruce Wayne, maldita sea, hago las cosas por capricho.

—Está bien —musito finalmente, cortando mis pensamientos en seco—. Tomaré tu oferta, pero solamente porque... porque... —no se me ocurre ninguna excusa.

—Porque me haría sentir mejor —dice Clark—. Ya sabes, con mi consciencia. Ya que me estás recibiendo en tu casa y todo eso. Y tu mayordomo me hizo comida.

Asiento.

—Claro, claro —digo.

Se forma un silencio incómodo. Sigo algo apesumbrado por mis pensamientos. Tengo la terrible sensación de que no debería de estar haciendo esto. Pero conozco mi fuerza de voluntad. Sé que si me prohíbo estrictamente cruzar los límites, entonces no los cruzaré. Solo beberé su sangre y cuando él se vaya de la ciudad, me volveré a olvidar de él y de su olor a sándalo. Y me regaño por desearlo tanto cuando sé, en el fondo de mi mente, que es Superman y que no debería, oh, definitivamente no debería. Batman no puede desear a nadie. Batman tiene cosas más importantes que hacer, pero soy Bruce ahora mismo.

Así que me levanto de la mesa y le pido a Clark que me siga. Decido llevarlo a una de las oficinas del primer piso. Es una oficina con muchos, muchos libros colocados en libreros alrededor y un escritorio de madera negra en el centro, frente a una ventana cubierta con cortinas. Está muy oscuro. Clark entra detrás de mí. Enciendo la luz y la habitación se torna de colores marrones. Pienso en abrir las cortinas, pero creo que está mejor así.

Cierro la puerta y echo el pestillo.

Observo a Clark detenidamente. Está nervioso, lo sé porque huele a nervios. La primera vez no fui capaz de distinguirlo pero ahora lo hago. Me pregunto por qué hace esto entonces, ¿por qué se ofrece a mí?

Lo veo acercarse al escritorio. Hay una silla, y hay muchas superficies en las que podría recargarse para que yo sorbiera su sangre. Y sé que no hay forma en la que chupe su cuello sin que tengamos contacto cuerpo a cuerpo, pero me imagino que al menos debería escoger la forma menos íntima de hacerlo. Porque se supone que solo estoy chupando su sangre y ya, sin ningún otro tipo de intención.

Sin embargo, esta vez se pone en una posición diferente. Se sienta encima del escritorio, separando las piernas, y, como si fuera poco, se quita el suéter, revelando una camisa blanca con botones azules. Deja el suéter perfectamente doblado en el escritorio, y yo me acerco a él cuando veo que está a punto de desabrocharse la camisa, sin poder soportarlo un solo segundo más.

—Yo te ayudo —murmuro. No sé bien por qué.

Clark traga saliva. Pongo instintivamente mi pulgar en su nuez de Adán, trazándola. No debería, pienso. No debería. Clark cierra los ojos. Su respiración se vuelve irregular. Ahora entiendo lo que decía Bárbara acerca del homoerotismo. Veo que no tiene mucho que ver con el afrodisíaco en mi saliva, si no más bien con la combinación de Clark y yo tocándonos los cuellos. Interesante.

¿Está Clark verdaderamente afectado por esto de la misma manera que yo, o solo son los nervios?, ¿puede oler mi deseo? Yo no huelo el suyo, pero quizás porque no siente deseo. La vez pasada, recuerdo perfectamente sus manos en mi cuerpo, las pupilas dilatadas. Pero quizás solo era instinto. Quizás solo se aferraba a mí porque le dolía.

"más bien lo contrario".

Mis dedos se posan en el primer botón de su camisa. Lo desabrocho. Continúo con el segundo y con el tercero, pero el cuarto me parece excesivo. Con un botón hubiera sido más que suficiente, pero intento convencerme a mí mismo de que abrí los tres para más comodidad, sí. Fue justo por eso. No cruzaré los límites. No los crucé la primera vez y no lo haré ahora, ni nunca.

Entonces digo:

—Clark, voy a pedirte algo importante.

Clark en cuestión tiene los ojos cerrados.

—¿Sí?

—Si algún día yo hago algo que no te agrada o que sientas que haya cruzado tus límites, necesito que me detengas.

Silencio.

—¿Okey?

Él asiente.

—Okey.

Asiento yo también, imitándolo. Okey.

Extiendo mis manos por encima de la piel desnuda de Clark. Hace un ruido, tan minúsculo que no lo hubiera notado sin mi audición de vampiro, pero es suficiente como para animarme a explorar más. Mis manos tocan sus clavículas y suben por sus hombros, dejándolos al descubierto. Mi cuerpo se acerca al suyo, posándose en medio de la separación de sus piernas. Mi dedo pulgar se anima a sentir la curvatura de su cuello, ahí donde sé que debo morder. Acerco la cara, los dientes, pero antes pregunto junto a su oído:

—¿Puedo?

Escucho el choque de los dientes de Clark. Asiente, desesperado, así que muerdo y la sangre brota y cae justo en mi lengua sedienta.

Clark gime, tan fuerte que me daría risa de no ser porque estoy a punto de gemir yo también. Estoy muriendo de deseo. Definitivamente son los síntomas del vampiro, que han aumentado gravemente, porque esto no se siente para nada como la primera vez. Mi boca en su cuello y su sangre en mi lengua y todos mis sentidos, absolutamente todos, embotados. Siento su movimiento cuando intenta morder su propia mano en un intento por callarse. Con su otra mano me acerca, su entrepierna a unos dos centímetros de la mía. Y me pregunto si está tan excitado como yo. El sabor de su sangre lo llena todo. No puedo despegarme de su cuello. Bebo y bebo y siento la luz entrar en mí, siento como la oscuridad de la habitación se desvanece, la vista se me aclara, escucho la aspiradora en el tercer piso, la música coreana de Bárbara en la baticueva, escucho incluso el sonido de los motores en las calles. Y tengo la necesidad de acercarme más, de poner mi mano en su cabello y deslizar la otra por debajo de su camisa, pero me quedo estático en mi lugar.

Cuando me siento satisfecho, me separo. Respiro agitadamente, pero intento calmarme, aunque es inútil cuando él debe de estar escuchando claramente el sonido de mi corazón, acelerado incluso en mi estado. Clark se estremece de pies a cabeza y hay, no sé por qué, contacto cuerpo a cuerpo.

Me quedo muy quieto.

Su cuerpo está casi cayendo del escritorio. Si no estuviera empujando en dirección contraria, probablemente ya se hubiera caído. Su mano me suelta apenas de donde se estaba sosteniendo de mi hombro, y todas las respuestas se me conceden en un instante. Sí se siente igual que yo, pero ahora que he bebido sangre, veo con más claridad. Y pienso con más claridad. Y me doy cuenta de que debo de estar volviéndome loco por haber dejado que esto pasara, porque no hay forma en la que esté en esta posición con Clark maldito Kent alias Superman.

Pongo mis manos en su pecho, que ahora me doy cuenta está realmente muy desnudo. Clark tiene los ojos cerrados y pone las palmas de sus manos en el escritorio en el que está sentado, echándose hacia atrás, acomodándose. Estoy a punto de alejarme cuando escucho que dice:

—Espera.

Así que eso hago. No sé por qué. Observo su cuerpo, aparentemente débil y dócil y comienzo a acomodar su camisa. Vuelvo a abrocharle los botones, pero dejo el de arriba como está. Clark abre los ojos y me observa. Azul. La vibra cambia entonces. El aire que estaba cargado de electricidad ahora está en calma, y nuestra miradas se encuentran casi con suavidad. Me relajo. Beber sangre realmente calmó mi deseo y Clark ha vuelto a ser él.

Pienso en qué tan necesario es que le hable a Bárbara acerca de esto, y pienso también en que definitivamente nunca en mi vida lo volveré a hacer, cuando siento el roce de su mano en mi rostro y cierro los ojos, apenas un segundo, mientras lo escucho decir:

—Quiero besarte.

Cambio,

Bruce.

Notes:

*tose*

Chapter 21: XXI

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Me alejo de golpe.

—Lo siento —musito.

Puedo ver que Clark se siente desnudo una vez que no estoy frente a él. El espacio en el que estaba yo parado deja de existir cuando se levanta del escritorio y se acerca a mí, frotándose los ojos con las manos.

Yo me quedo en donde estoy.

Mi voz rompe el silencio.

—Pensé que no te gustaban los hombres.

Clark me mira, entonces. No sé leer su expresión.

—Dije que no lo sabía.

—¿Ahora lo sabes?

Silencio.

—Creo que sí.

Resoplo.

—¿Y quieres besarme?

Él alza los brazos, como si mi pregunta fuera lo más ridículo que alguien le ha dicho nunca.

—¡Es lo que acabo de decir! —parece avergonzado.

Niego con la cabeza.

—¿Desde cuándo quieres besarme? —le pregunto.

Él parece pensarlo.

—Desde hace unos veinte segundos, diría yo.

Suelto un suspiro. Así que de esto se trata.

—Clark, mi saliva tiene un afrodisíaco vampiro. Me lo dijo Bárbara luego de mi último análisis.

Él se queda en silencio, entonces. Pienso que esto es todo. De verdad nunca, jamás, volveré a hacer esto. Nunca en mi vida había perdido la cabeza de esa forma. Jamás pensé que ser vampiro me volvería un saco de carne relleno de hormonas. A partir de ahora seguiré bebiendo suero hasta que encuentre la cura. No más sangre de Clark o de cualquier otra persona de cualquier planeta.

Su voz interrumpe mi tren de pensamiento:

—Bruce, soy inmune a esas cosas.

Me quedo muy quieto. Es decir, esto era posible, considerando que tiene un súper metabolismo y todo eso, pero aún así es sorprendente.

—Oh —es todo lo que digo.

Observo en su expresión algo parecido a la indecisión. Creo que no quería decirme por miedo a que lo cuestionara. Miedo a que le preguntara, "¿cómo sabes eso?" pero yo sé cómo sabe eso. Es Superman. Es obvio que es inmune. Así que no voy a preguntar, ni a hacerme el tonto, porque esta información es muy importante. Me está diciendo que al parecer sí siente un gran y ferviente deseo hacia Bruce Wayne, una persona de género masculino, y que no solamente estuvo severamente afectado por mi mordida vampira.

Y quiere besarme.

Trago saliva. No sé qué demonios hacer.

—¿Puedo hacerlo? —pregunta, de repente. No sé en qué momento se acercó tanto a mí.

—¿Qué cosa? —susurro. Okey quizás sí me estoy haciendo un poco el tonto. Mi espalda choca contra la puerta de la oficina en mi intento por alejarme de él, pero creo que esto es justo lo que él quería.

—Besarte.

Lo pienso. Dios, realmente lo pienso. Esta es una situación recurrente en mi vida. En una de mis vidas, al menos. Todos llegan con Bruce Wayne y lo besan y lo manosean y se alejan. Es normal. Si divido mis dos personalidades, puedo hacerlo, puedo aceptarlo. Batman nunca besaría a Clark Kent, pero Bruce lo haría sin parpadear. Entonces, también puedo dividir las personalidades de Clark. Bruce Wayne nunca besaría a Superman, pero con Clark es simple. Dos humanos normales, besándose. Suena posible. Así que sí puedo hacerlo, la pregunta ahora es, ¿quiero hacerlo?

—Yo... está bien si no quieres —dice él, de repente sonando indeciso—. Nunca he besado a un hombre.

—¿Y por qué quieres hacerlo ahora?

Entonces su cuerpo se inclina sobre el mío. Ambas manos a ambos lados de mi cabeza. Recargo mi cabeza en la puerta de la oficina solamente para que mi mirada choque con la suya.

Y pienso "sí, sí quiero".

—¿Por qué no? —responde.

No sé qué decirle al respecto, así que asiento con la cabeza, una sola vez.

Clark no espera un segundo más. Inclina su cabeza hacia abajo y su boca se posa en la mía en el más suave de los contactos. Me quedo quieto mientras me besa unos segundos, para darle la oportunidad de arrepentirse. Darle la oportunidad de que se aleje y diga "lo siento, no es lo mío", porque existe esa posibilidad. Cuando pasan tres segundos y no se aleja, lo beso de vuelta, y el sonido que deja escapar me pone todos los pelos de punta. Pongo mis manos en su nuca, y algo acerca de eso hace que él comience a jalar de mi saco para quitármelo. Lo dejo hacerlo. Lo deja caer en el suelo y empieza entonces por los botones de mi camisa, arrancando mi corbata en el proceso, y me pregunto si deberíamos parar. Abro mi boca y él introduce su lengua y es mi turno de hacer ruido porque ser un vampiro es muy frío y su lengua es tan cálida que me estremece de pies a cabeza. Me doy cuenta entonces de que mi cuerpo y mi cerebro están teniendo problemas de comunicación, porque mientras mi cerebro piensa en detenerse, mis manos empiezan a desabrochar otra vez los botones de su camisa.

El beso es desesperado. Tenemos bocas muy abiertas y respiraciones agitadas. Termina de desabrochar mi camisa y empieza a explorar. El contacto piel contra piel me toma desprevenido. Cuerpo con cuerpo, ahora de verdad, sin capas de ropa de por medio. Sus manos cálidas contra mi piel fría. Tiemblo ante eso y choco una y otra vez contra la puerta.

—Estás muy frío —susurra Clark en mi oído, entre suspiros agitados.

—Caliéntame —le pido.

No tengo que pedirlo dos veces. Sus manos comienzan a frotar mi torso, de arriba a abajo y de abajo hacia arriba. Mi abdomen se tensa. Tengo que hacer mi cara a un lado para respirar. Clark aprovecha para echarme un ojo. Es bueno que no tenga cicatrices ahora mismo o estaría buscando excusas.

—Estás muy bien —murmura, más para sí mismo que para mí.

—¿Sí? —gimo.

Superman asiente. Nuestros ojos se encuentran de nuevo por un segundo antes de que su mirada baje a mis labios.

—Sí —murmura.

Comienza a besarme de nuevo. Baja a mi mandíbula y sus dientes raspan. Abro la boca para tomar más aire.

—¿Eso significa que te gustan los hombres? —pregunto entre respiraciones.

—Sí —responde, extendiendo su mano sobre mi pecho—. Creo que no te hubiera dejado tomar mi sangre otra vez si no fuera así —me dice, al tiempo que su pulgar traza mi pezón—. Demasiado íntimo para considerarse heterosexual.

Tengo que cerrar mis ojos debido al placer.

—¿Te has sentido atraído hacia otros hombres? —susurro, porque no puedo quedarme con la duda.

Él asiente.

—Sí pero... nunca había hecho nada al respecto. Así que nunca había podido confirmarlo.

Clark comienza a besarme de nuevo. Pongo mis manos en su pecho también y siento cada uno de los músculos. No esperaba menos. Clark comienza a bajar su mano hasta ponerla en la hebilla de mi cinturón. Yo asiento sin pensarlo mucho. Luego lo pienso y me doy cuenta de que en realidad, no quiero hacer nada. No ahora. No cuando soy un vampiro y Alfred está en algún lugar del segundo piso, pudiendo bajar en cualquier momento. No cuando no he hecho nada en mucho tiempo y además él no tiene experiencia con hombres así que...

Clark se da cuenta y detiene su mano.

—¿Estás bien? —pregunta. Muy Clark Kent de su parte.

Asiento con la cabeza.

—Es solo que prefiero dejarlo aquí —digo.

Clark sube su mano en cuanto termino de decir la frase. Pone sus manos a ambos lados de mi cabeza y recarga su frente en la mía.

—Entonces hasta aquí está bien —murmura.

Vuelve a besarme, aunque ahora sin las hormonas se siente un poco más íntimo. Más riesgoso. Más prohibido, quizás. Quizás deberíamos dejar de hacer esto antes de que nuestra dinámica cambie para siempre y tenga que desaparecer de su vida porque no puedo tener relaciones serias con nadie debido a que soy Batman.

Nos separamos. Tomo una bocanada de aire. Pongo mi boca en su nuez de Adán y chupo, y él gime tan fuerte que tengo que separarme para cubrirle la boca con mi mano.

Río, inevitablemente. Él, por primera vez desde que lo conocí, se sonroja hasta las orejas debido a la vergüenza.

—Lo siento —murmura.

Río más fuerte. Escucho los pasos de Alfred, todavía en el segundo piso, y me encojo de hombros.

—Está bien, creo que nadie escuchó —lo tranquilizo.

Sin embargo, el hechizo se ha roto. Y Clark es repentinamente consciente de que está medio desnudo en una oficina. Se separa de mí y comienza a acomodar los botones de su camisa. Lo observo sonreír, como si esto le resultara realmente gracioso, y sacude su cabeza en un intento de acomodar su pelo inacomodable.

Niego con la cabeza.

—Deberíamos tomar té —murmuro, también abrochándome la camisa.

—¿Puedes tomar té? —pregunta.

Me encojo de hombros.

—Siempre y cuando no le ponga azúcar, sí.

—Interesante.

Noto que quiere hablar más de lo que acaba de pasar pero no sé muy bien qué decirle, así que mejor no digo nada. Mi cerebro está de hecho buscando algo que decirle, pero simplemente no hay nada que hablar. Es decir, le gustan los hombres. Me lo confirmó. Así que todo está bien. Todo fue consensuado. No hicimos nada que no queríamos, pero, me pregunto si sabe que esto es solamente físico y ya. Me pregunto si él siente algo más. Porque yo no. No siento nada en lo absoluto.

Lo observo darse la vuelta y quitarse los lentes para limpiarlos con su camisa desfajada.

Definitivamente no.

Abro la puerta de la oficina cuando tenemos suficiente ropa puesta, no sin antes escuchar que Alfred sigue en otro piso, pero he cometido un pequeño, minúsculo error.

Porque la música coreana de Bárbara sigue sonando en la baticueva, pero cuando abro la puerta, nuestras miradas chocan y ella está claramente aquí.

Cambio,

Bruce.

Notes:

honestamente he estado editando, escribiendo y traduciendo tanto que me siento físicamente cansada así que desapareceré unos días

gracias por leer, espero que hayan disfrutado el capítulo, muak

*desaparece*

Chapter 22: XXII

Chapter Text

Bárbara está en medio de la habitación, justo frente a la puerta, con sus audífonos verde menta puestos en el cuello (claramente desconectados, si tuvieran música los hubiera escuchado, maldita sea) y está saliendo del estudio, lo que significa que acaba de subir por el elevador de la baticueva. 

Alguien máteme. 

Me quedo en el marco de la puerta, completamente paralizado. Sus ojos están muy abiertos. 

Carraspea. 

—Hola, Bruce. Solo venía por... —toma una galleta de la mesa de centro—. Esto. 

Se da la vuelta lentamente en su silla, con la galleta en la boca, dispuesta a irse otra vez a la baticueva. 

Suelto un suspiro y me froto la cara. ¿Por qué siempre me pasan estas cosas a mí?

Clark se asoma a la puerta para ver qué está pasando. 

—Espera, Bárbara —le pido, y salgo finalmente del cuarto. Clark se queda en la entrada de la oficina, claramente sin saber muy bien qué hacer, pero no es como que pueda ocultar su presencia. Es un hombre enorme de dos metros, por Dios. 

Bárbara se da la vuelta. Nos ve a Superman y a mí. La galleta se le cae de la boca. 

—Este es Clark Kent —señalo a Clark, quien parece sorprendido de que no se haya vuelto milagrosamente invisible—. Periodista. Trabaja en el Daily Planet. 

Bárbara asiente. Esto es tan extraño. 

—Mucho gusto, Clark. Soy Bárbara —se acerca. 

Clark le estrecha la mano. Tiene la camisa desfajada, un botón mal abrochado y su suéter no está en ningún lugar cercano. 

—¿Eres la química de Bruce? —pregunta Clark, con genuina curiosidad. 

Bárbara alza una ceja en mi dirección. 

—Soy su amiga, asistente personal, investigadora, su casi hija adoptiva, literalmente uno de los únicos dos humanos con los que habla —enumera—. Y sí, también soy su química. 

Clark sonríe. 

—Realmente pensé que Bruce no tenía amigos, me alegra saber que tiene uno. 

Frunzo el ceño. 

Bárbara ríe genuinamente. 

—Dos diría yo. Puedo ver que son buenos amigos —su sonrisa es diabólica. 

Clark y yo nos quedamos en silencio. Me froto la frente con mi mano. Por Dios. 

—Eres más joven de lo que pensé —dice Clark, cambiando de tema, ligeramente sonrojado. 

No puedo culparlo. Dentro de esta impenetrable máscara de indiferencia, también siento una enorme vergüenza más allá de la comparación.  

Bárbara parece querer reír de nuevo, pero tiene la decencia de no hacerlo. Se encoje de hombros y se da la vuelta en su silla de ruedas y entra al estudio, cerrándolo para que Clark no la vea usar el elevador que da a la Baticueva. 

Clark y yo parpadeamos, confundidos. No sé qué demonios fue eso. 

Me pregunto si puede escuchar el elevador. Por si acaso, decido distraerlo. 

—Tu suéter está en el escritorio —le recuerdo. 

Clark parece reaccionar con eso. Entra a la oficina una vez más y se lo pone. Siento el impulso de acercarme para acomodarle ese último botón que está claramente mal abrochado, pero decido no hacerlo. No sé si es buena idea poner mis manos en su cuello de nuevo.

—Bárbara parece agradable —comenta Clark. 

No sé qué hacer con su presencia ahora.

Asiento con la cabeza. 

—Té —digo. 

Clark asiente. 

—Té. 

Voy a la cocina y decido calentar el agua yo mismo ya que no estoy en condiciones de enfrentarme a Alfred. Mientras espero, me recargo en la encimera y observo como Clark, a su vez, observa cada centímetro de la cocina. 

—Siempre quise una de estas —señala a la freidora de aire. 

—Compra una —le digo. 

Clark resopla y no dice nada. Veo que una sonrisa intenta escapar, pero logra contenerla. 

—¿De qué quieres tu té? —pregunto. 

—¿De qué tienes? 

Abro la estantería, en donde al menos veinte frascos de té etiquetados se muestran en orden alfabético. 

Clark los observa detenidamente. 

—Me gusta la manzanilla —murmura, tomando el frasco. 

Yo tomo, lógicamente, té negro. 

El agua hierve. Preparamos los tés y nos sentamos en la sala a beberlo junto con las galletas que preparó Alfred esta mañana. El mismo Alfred baja unos minutos después y nos encuentra en absoluto silencio. Hace un asentimiento como saludo. 

No dice nada, pero sé que ha notado el botón de Clark. Cierro mis ojos en una plegaria. Cuando los abro, ya se ha ido. 

Suelto el aire lentamente. 

—¿Crees que se hayan dado cuenta? —murmura Clark, completamente despistado. 

Siento el tic en mi ojo. 

—Definitivamente se dieron cuenta —susurro, enojado. 

Maldito Kent. Quiero asesinarlo. 

—¿Cómo lo sabes? 

Mi dedo se posa, en un solo movimiento, en el botón mal abrochado. 

Clark lo siente con sus manos y suspira. Lo abrocha correctamente y luego vuelve a tomar té. 

Yo lo imito.

Pasan unos segundos de silencio. Unos hermosos segundos de silencio. 

—Entonces —comienza—. ¿Quieres ir a una cita conmigo? 

Toma toda mi fuerza de voluntad no escupir mi té. 

 

Cambio, 

Bruce. 

Chapter 23: XXIII

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Decido manejar yo, Clark va de copiloto. 

Estamos yendo a uno de los hoteles de Bruce Wayne. No es propiamente una cita, o al menos eso me intento decir, pero Clark claramente dijo que quería ir a una cita. Y yo pensé que sería buena idea llevarlo a uno de los hoteles de Bruce porque los paparazzis nos verían y tomarían fotos y blabla, sería algo bueno para la reputación de Bruce. 

Y él aceptó. 

Así que allá es a donde vamos. 

—Me gusta ciudad Gótica —declara Superman, viendo a través de la ventana—. ¿Crees que Batman esté allá afuera? 

Señala un edificio cualquiera. Desde el punto de vista de Batman, sí podría estar en ese edificio. 

—Todavía no anochece —señalo—. Batman solo sale de noche. 

—¿Crees que nos lo podamos encontrar? 

Toso. 

—No creo. 

—Me agrada Batman. No entiendo por qué no te agrada Batman. 

Suelto un suspiro. Hay un semáforo en rojo. Me detengo y volteo a ver a Clark a la cara. 

—¿Por qué te importa tanto que no me agrade Batman? 

Clark se encoje de hombros. 

—Creo que temo que tu opinión sea que en general odias a los superhéroes. 

Oh, ya veo por dónde está yendo esto. 

—¿Qué superhéroes? —pregunto. 

—Superman, por ejemplo. 

Tiemblo. No pensé que lo diría directamente. 

Semáforo en verde. 

—Superman —pronuncio, en voz alta. 

Escucho el salto en el corazón de Clark. Increíble. 

—No sé mucho acerca de él —me encojo de hombros. 

—Creo que nadie sabe nada acerca de él. 

Siento ganas de reír. Sé incluso la marca de ropa interior que usa porque la tiende fuera de su departamento en días soleados, por Dios.

—Umm —es todo lo que digo. 

—Creo que Batman es más misterioso. Ya sabes, usa una máscara, incluso. 

Honestamente estoy comenzando a ponerme realmente de mal humor. Ha sido un largo día para mí. 

—Sí bueno, ¿eso a mí qué me importa? —respondo, y quizás sueno más a la defensiva de lo que debí. 

Clark no parece sorprendido por mi arrebato. 

—¿Entonces odias a los superhéroes? 

—Clark, creo que odio a todas las personas en general, sean superhéroes o no. Hay como cinco excepciones e incluso a veces odio a esas cinco excepciones. 

—Eso es deprimente —niega con la cabeza—. Creo que es justo lo contrario a lo que yo pienso. 

Frunzo el ceño. ¿Qué carajos? 

—¿Amas a todos? 

—Siempre y cuando no hagan daño a otros que amo, entonces sí. 

Parpadeo. 

—Debes de estar hablando de otro planeta —me burlo—. Todos nos hacemos daño los unos a los otros. 

Clark suelta un suspiro. Vuelve a dirigir su mirada a la ventana. 

—Tienes una mentalidad muy pesimista. 

Me quedo en silencio. Supongo que es verdad, pero si no hubiera mal en el mundo, no tendría que ser Batman. Así que sí hay mal en el mundo. Y sí nos hacemos daño los unos a los otros, todo el tiempo. 

Subo el volumen de la radio al escuchar lo que está sonando. Es el cover de Nirvana de The man who sold the world de David Bowie. 

—David Bowie —dice Clark, enderezándose en su asiento—. Amo a David Bowie. 

Lo sé, quiero decir, pero no puedo decirlo sin que él sepa que lo stalkee en facebook, así que no digo nada.

—Es Nirvana —murmuro. 

—¿Te gusta Nirvana? 

—Amo Nirvana. 

We passed upon the stairs

We spoke of was and when

Although I wasn't there

He said I was his friend

Which came as a surprise

I spoke into his eyes

I thought you died alone

A long, long time ago

Por alguna razón esto se empieza a sentir más personal que de costumbre. 

Oh no —murmuro, solo para mí mismo—. Not me. We never lose control.

Mientras suena la guitarra, Clark voltea y me mira, y toma toda mi fuerza de voluntad no voltear también. Y es terrible porque sé que si volteo, quizás nos besaríamos de nuevo. Por eso no lo hago. 

No decimos nada el resto del camino. Cuando llegamos al hotel, bajo del auto y abro la puerta para Clark. Si él siempre ha sido un caballero, supongo que tengo que serlo yo también. 

Le doy mi llave al valet y cargo mi maleta que es donde tengo nuestra ropa para la noche y la mañana. Es sábado así que Clark volverá hasta mañana a Metrópolis. Lo mejor es aprovechar. 

Entramos al edificio, en donde un montón de gente rica está en la recepción. Es el tipo de gente rica que ya está acostumbrada a ver más gente rica así que no se arma un alboroto. Me acerco al mostrador y pido una habitación en el último piso. La recepcionista me reconoce de inmediato y comienza a hacer llamadas brutalmente hasta darme dos pulseras plateadas. 

Me encargo de ponerle a Clark la suya, tomando su mano entre las mías. Esto me podría ser más útil de lo que pensé. La mano de Clark es realmente enorme, aunque suave. Si yo no hubiera perdido absolutamente todas mis cicatrices y heridas luego de convertirme, me sentiría asustado de tocarla. Pero ahora mis manos son tan suaves como las suyas. 

Vamos a nuestra habitación. Último piso. Es perfecto. En el elevador, observo a Clark a través del espejo. Su cabello despeinadísimo. Creo que solo lo veo peinado cuando es Superman. Yo, por otro lado, sigo teniendo el peinado intacto, a pesar de que estoy seguro de que en algún punto, las manos de Clark se posaron ahí, mientras me besaba, y yo estaba recargado en la puerta del estudio, respiraciones agitadas, su pecho cerca del mío... 

Parpadeo cuando las puertas del elevador se abren. 

Bruce, ¿qué te está pasando? 

Atravesamos el pasillo y entramos a la habitación. Clark se queda boquiabierto en la entrada. 

—¿Es eso un candelabro? —señala. 

Asiento. 

La habitación es enorme. Toda plateada y negra. Hay cuadros decorativos, un sillón de cuero negro y una televisión gigantesca. Clark se sienta en el sillón y se queda estupefacto. Nuestras maletas ya están colocadas junto a la cama. 

—Creo que tendré que dejarte beber mucha sangre para poder pagar esto —bromea Clark. 

Lo observo, arqueando una ceja.

—No necesitas pagarme, Clark —lo tranquilizo—. Soy literalmente el dueño del hotel. 

Se forma un silencio. Clark me mira desde donde está sentado. Hago lo posible para ignorar el magnetismo de su cuerpo, la invitación de su postura. Podría, si quisiera, acercarme y sentarme justo encima de su regazo y tomar la oferta y beber su sangre a tragos. Podría. 

¿Podría? 

—Bueno pero y si... ¿quiero que bebas? —dice Clark, haciendo poco para ayudarme a calmar mis pensamientos. 

Su tono es tímido, pero la pregunta me toma por sorpresa. 

No. No otra vez. Soy mejor que esto. 

Niego con la cabeza. 

—Ya bebí por hoy Clark, es todo lo que necesito. 

Sus hombros caen en una postura decepcionada. 

No puedo cometer el mismo error dos veces. A partir de ahora, no más contacto cuerpo a cuerpo con Clark Kent. A partir de ahora, alimentaré a los rumores pero no los haré realidad. Hay una línea entre este hombre y yo y no planeo cruzarla. No sé cuales sean las consecuencias de besarme y manosearme con él, pero quizás no quiero averiguarlo. 

No puedo besarme con Superman. 

Ni siquiera quiero hacerlo. 

Ni siquiera quiero hacerlo. 

Veo su cuello una vez más. 

¿Quiero hacerlo? 

Comienzo a desabrocharme la camisa. Desde que Clark me quitó el saco, no me lo he vuelto a poner. De hecho ni siquiera tengo idea de dónde lo dejé. Y me acabo de dar cuenta de eso. Tampoco sé en dónde terminó mi corbata. 

Y yo que pensé que sí había logrado acomodar bien mi ropa, vaya. Debe de estar tirada en la oficina todavía. Alfred probablemente encontrará ambas prendas en el suelo y se reirá para sus adentros. O quizás en voz alta. Pensarlo me hace fruncir el ceño. 

Clark aparta la mirada cuando mi pecho comienza a salir a la luz. Creo que ser vampiro ha sido lo mejor que pudo pasarme porque ahora no tengo cicatrices, pero también es lo peor que pudo pasarme porque ahora no tengo cicatrices. 

Intento no pensar en eso. En cambio, me acerco a Clark. Él parece profundamente confundido. 

—¿Bruce? 

Dios, soy tan idiota. 

—Lo siento —me disculpo—. En mi mente todo estaba claro. Vamos a ir a la piscina. 

—Oh, okey —asiente Clark—. ¿Por el paparazzi? 

Lo captó más rápido de lo que creí. 

Asiento con la cabeza, un poco demasiado consciente de que estoy frente a él con la camisa desabrochada, una vez más. Realmente, realmente, estoy mal de la cabeza. 

Pero, en realidad, esto es para mí normal. Es decir, me estoy comportando como usualmente lo hago con cualquier otra persona que conoce a Bruce Wayne. No me importa mucho lo que la gente piense de mí, así como tampoco me importa besarme con gente desconocida y que me vean sin camisa. El problema es que una parte de mí es consciente de que Clark es Superman, y eso hace que la división de mis dos personalidades se vuelva borrosa y no sé de qué manera comportarme con él. Es muy confuso. 

Me obligo a volver al tema. 

—Sí, pero está bien si no quieres hacerlo. Si el plan funciona y nos toman fotos, es probable que seas conocido como "el ex de Bruce Wayne" por el resto de tu vida. 

Clark se saca el suéter. 

Admito que me ha tomado por sorpresa. 

—No me molesta —asegura. 

 Exhalo. 

Voy entonces por mi maleta. La desparramo toda en la cama que está postrada contra la pared. Una cama. Matrimonial. Genial, maldita sea. Genial. Le lanzo a Clark su ropa cuando la encuentro. Es un short de baño color negro, porque es mío, pero Alfred tuvo la descencia de prepararle uno que tiene cordones azules. El mío tiene rayas y cordones blancos. 

Cuando doy la vuelta, Clark está de pie. No tiene camisa, pero todavía tiene pantalones. Lo cual es bueno porque me está costando concentrarme con tantos malditos abdominales. Los cuento inconscientemente. Ocho. Dos más que yo, maldita sea. 

Te odio Superman. 

—¿Estás enojado? —pregunta Clark. Me doy la vuelta cuando empieza a desabrocharse el cinturón. 

Creo que pude haber entrado al baño mientras se cambiaba. 

—No —miento. 

—Creo que sí lo estás, Bruce. 

Contengo mis ganas de gruñir. 

No sé cómo explicarle que acabo de recordar que odio a Superman. Y que lo acabo de recordar porque acabo de ver que Superman tiene dos abdominales más que yo.

Lo escucho acercarse y siento cómo me toca la espalda. Siento un escalofrío, pero aprieto los dientes para no demostrarlo. Me doy la vuelta y todo él está frente a mí. Con shorts. Gracias a Dios. 

—¿Es por lo de la oficina? —pregunta. 

Niego con la cabeza. 

—No, eso... Eso estuvo bien —asiento. 

Demasiado, demasiado bien. Tan bien que no puedo parar de pensar en ello y debo de dejar de pensar en ello. Ya. 

Clark duda. 

—¿Seguro? 

Asiento. 

—Seguro. 

Clark entonces me ve. Y hay algo peligroso en su mirada. Sus ojos transparentes son absorbidos por pupila, y dice:

—¿Entonces por qué no quieres hacerlo de nuevo? 

Me cuesta entender a qué se refiere. A la sangre. Habla de la sangre, no de todo lo demás. Suelto aire por la nariz, sintiéndome aliviado. 

—Yo... Creo que no debería —respondo. 

Clark frunce el ceño. 

—¿Por qué no? 

Okey, esto es demasiado. 

Lo empujo y comienzo a quitarme el pantalón también. Clark, a diferencia de mí, no se da la vuelta, pero no porque sea un maldito pervertido (creo), sino porque me está mirando a la cara. 

—¿Hice algo mal? —insiste. 

—Creo que me di cuenta de lo estúpido que estaba siendo —murmuro. Cuando me quito los pantalones, lo miro arqueando una ceja. 

Su mirada baja un segundo y de inmediato se da la vuelta. 

—Lo siento. 

Me quito la ropa interior. 

—No te preocupes. 

—¿Por qué estabas siendo estúpido? —me pregunta. 

—Creo que no debí beber tu sangre nunca. 

Clark se queda en silencio. Me pongo el traje de baño y suspiro. Me quedo viendo entonces los músculos de su espalda y confirmo, sí, que no debo de volver a poner un solo dedo encima de él. 

—Bruce, ¿es porque te besé? 

Quiero matarlo. En serio. 

—Puedes darte la vuelta —me limito a decir. 

Comienzo a recoger mi ropa del suelo y Clark obedece. Busca mi mirada pero lo ignoro mientras guardo todo en la maleta. 

—Lo siento —dice, finalmente. 

Me quedo pensando en qué decirle. Es decir, es complicado. No sé ni siquiera qué estoy pensando. Usualmente sería fácil. Usualmente podría hacer todo lo que quisiera y estaría bien. Me favorecería incluso con mi reputación de Bruce Wayne. Pero no en este caso. En este caso no puedo llevarlo más lejos, porque se supone que estoy vigilándolo y ya. Mis labores de vigilancia no incluyen besarlo y tocarlo, así que no puedo hacerlo. Soy Batman. Él es Superman, maldita sea. Pero no puedo decírselo, así que me limito a mirarlo hasta que empiezo a sentir culpa. 

Suelto un suspiro. 

—No lo sientas. No pasa nada, en realidad. Todo el mundo quiere besar a Bruce Wayne —intento bromear. 

Aún así, Clark me mira estristecido. 

—Bruce, no quiero que pienses que te estoy usando.

Hay una parte dentro de mi pecho que siente blanda cuando escucho eso. 

Parpadeo, intentando eliminar esa emoción. 

—¿De qué hablas? 

Él toma aire. 

—Yo... No quiero que pienses que te estoy usando para averiguar mi sexualidad o algo así. En realidad, siempre he sabido que me atraen los hombres —su expresión parece consternada—. Solo que mis únicas experiencias han sido con mujeres, por eso había dicho que no sabía si me gustaban los hombres. Así que, no quiero que pienses que soy un hombre dudoso que te besó sin saber lo que quería o algo así, porque sí sabía. Y sé. 

Parpadeo, sorprendido. 

—¿Qué me estás tratando de decir? 

Él traga saliva. Creo que ha escuchado el pánico en mi voz. 

—Yo realmente quería besarte —declara. Y envidio tanto su valentía porque yo jamás hubiera podido decir eso—. Pero entiendo que no quieras que suceda otra vez. Solo quiero... No sé. Ser tu amigo, supongo. 

Se encoge de hombros. Yo siento un alivio tan grande que suelto todo el aire que estaba conteniendo y pongo mi mano en mi pecho. Amigos, sí. Justamente eso. Amigos está bien. Está perfecto, sí. 

Por un momento pensé que diría que estaba perdidamente enamorado de mí o algo así. Qué susto. Casi morí. 

Sonrío. Genuinamente. 

—Está bien, Clark —le digo—. Creo que puedo seguir tolerando tu amistad. 

Él rueda los ojos. Y todo vuelve a ser normal, entonces. 

Vamos a la piscina. A esta hora está bastante llena, aunque por ser temporada baja, somos como unas ocho personas aquí afuera. La piscina está apenas iluminada por luces que están bajo el agua, pero con la visión nocturna, puedo ver claramente la cara conflictuada de Clark al entrar al agua. 

Lo ignoro. El agua se siente bien y me hundo hasta la altura de mi boca, dejando solamente mi nariz fuera para respirar. Espero que alguien tome al menos una foto. Clark mantiene su torso por encima del agua, sentado en los escalones. Observo su rostro y pienso en que sería buena idea mojar su cabello, con tal de verlo peinado de alguna forma. 

—Así que, ¿estamos bien? —pregunta. 

Asiento.

—Sí. 

—¿Seguimos siendo amigos? 

—No veo por qué no. 

¿quieres ir a una cita conmigo? 

—¿Volverás a coquetear conmigo? —pregunta. Y suena realmente serio cuando lo hace. 

Arqueo una ceja. 

—Clark, no quiero que creas que algo ha cambiado entre nosotros. Todo está bien. Lo que pasó pasó —me encojo de hombros—. Es decir, coquetear contigo era parte de mi personalidad como Bruce Wayne, pero, independientemente de eso, considero que somos amigos y que en realidad no quiero llevar las cosas más allá. 

Clark asiente con la cabeza. 

—¿Por qué me besaste en primer lugar? —pregunto, curioso—. ¿Solamente fue atracción física? 

Se hunde más en el agua y yo retrocedo. 

—No lo sé. Nunca he tenido nada con un hombre y confío en ti. La paso bien contigo. Y creo que en general quería hacerlo y ya. 

Lo observo. En medio del agua, con el torso desnudo, iluminado solamente por la luna y las luces de la piscina. Tengo que apartar la mirada.

—Está bien. 

Se hace un silencio de unos segundos. Clark acerca más su cuerpo en el agua hasta estar junto al mío, pero sin hundir su cara. El agua le llega apenas a la mandíbula estando totalmente de pie, yo tengo que ponerme de puntitas para hablarle porque me cubre la boca. 

—Quiero que sepas, Clark —le digo— que no te estoy usando solamente para mi reputación de hombre fácil. Somos amigos. 

Me pregunto si le estoy mintiendo. Espero que no. 

—Y estoy agradecido contigo —confieso, sin querer hacerlo. Sin pensarlo. Y se me viene a la mente la vez que me trajo café en Metrópolis, la vez que me dió su sombrero, la vez que fue a recogerme a pie. El tipo de cosas que nadie había hecho por mí pero que son tan simples, y tan relevantes de cierta forma. Creo que su ayuda en mi reputación es realmente lo de menos. 

Él sonríe, y veo que es genuino. 

—Está bien, Bruce. Es un placer. Creo que realmente me agradas. 

—Me conoces desde hace como un mes —no puedo evitar decirle. Porque ese "me agradas" suena muy parecido a "me gustas", y no puedo permitir eso. 

—Me ha gustado este como un mes.  

Me echo hacia atrás en el agua y me dejo flotar, viendo el cielo. Hago la vista a un lado y veo a la luna, observándome, como siempre. Cuarto creciente. 

Aparto la mirada. 

—Creo que no te odio —le digo a Clark. 

Escucho cómo Clark suelta un suspiro.

—Es lo más lindo que me has dicho nunca —declara.

 

Cambio, 

Bruce.

Notes:

yo: voy a descansar unos días
también yo: *pasa los últimos tres días viendo cómo demonios editar este capítulo*

Chapter 24: XXIV

Chapter Text

Una cama. 

Matrimonial. 

Ni siquiera king size. El espacio será apenas suficiente para los dos. Tendremos que tocarnos. Habrá contacto cuerpo a cuerpo. 

A menos que duerma en el sillón, claro. 

Hemos salido de la piscina envueltos en toallas. Clark entra a la habitación detrás de mí y sacude su cabello como si fuera un perro. Lo miro con el ceño fruncido. Usa su toalla para secarse la cabeza y luego comienza a secar el suelo con ella, limpiando el agua que él mismo tiró, mientras murmura acerca de lo tonto que es. 

Tomo mi pijama y me encierro en el baño. Me la pongo. Me seco el pelo usando la secadora, como la gente normal hace. Veo un instante hacia la ventana, en donde los edificios de Gótica podrían estar siendo recorridos por mí, pero no. Estoy con Superman en un hotel cinco estrellas. 

Si no hubiera visto las señales de que Superman es Superman, quizás creería que me equivoqué de hombre. Hasta ahora, Clark Kent parece tan humano como yo (cuando era humano) o cualquier otro de este planeta. Creo que solo sus heridas curándose y sus ocho abdominales me han demostrado que es Superman. 

Salgo del baño con mi pijama completamente negra. Clark usa una camisa gris y un pantalón de pijama de cuadros blanco con azul. Esa sí es suya. Está recostado en la cama, viendo su teléfono. 

—Creo que tu color favorito es el azul —señalo. 

Clark sonríe. 

—El tuyo es negro. 

—Como mi alma. 

—¿Tienes una? 

Pongo una mano en mi pecho. 

—Eso hirió a mi corazón de vampiro, quiero que lo sepas —lo señalo con el dedo. 

Clark se acomoda hacia la izquierda. Me quedo parado sin saber cómo decirle que prefiero que no durmamos juntos. 

Él lo entiende. 

—Bruce, no pasa nada si dormimos juntos. 

Alzo las manos. 

—Prefiero evitar el contacto cuerpo a cuerpo. 

Clark niega con la cabeza mientras sonríe, como si no pudiera creer lo que digo. 

—Ya nos besamos e hicimos contacto cuerpo a cuerpo, Bruce. Creo que ya es muy tarde para eso. 

—Bueno, evitaré que pase de nuevo. 

—Por favor —me dice. 

Suspiro. 

—Bueno, pero dormiré del lado izquierdo —murmuro. 

Es el más alejado de la ventana. No quiero que la luna se entere de esto. 

—Olvidé que eras zurdo —dice Clark, disculpándose. 

Se sepulta dentro de las cobijas. Observo su cara sonrojada por el agua caliente. Su cabello ondulado devuelta a su estado natural sin control. 

—Soy ambidiestro, en realidad, ¿y de dónde sacas tu obsesión con estar siempre a mi izquierda? 

Él me mira acercarme a la cama y sonríe. 

—Quiero ser tu mano izquierda. 

Me quedo en silencio. Observo mi mano y la abro y la cierro. Antes estaba llena de cicatrices de batalla. De las veces en las que golpeaba una y otra vez con una katana un objetivo hecho de madera, de las veces que golpeaba con los puños desnudos todo lo que podía para volver mis nudillos fuertes. Ahora son suaves como las de alguien que nunca ha conocido el trabajo duro. 

—No sabía que eras ambidiestro —dice Superman. 

—Sé que no. Creo que no sabes mucho de mí, en realidad.

—Sé tu color favorito —enumera Superman—. Sé cómo tomas el café, sé que eres un vampiro, sé que te gusta Nirvana. Creo que sé más que muchos. 

Me doy cuenta con un terror latiente de que tiene razón. 

—No importa —hago un ademán. 

Me sepulto también en las cobijas. Clark estira su brazo para apagar la luz, y solo la luz de la luna nos ilumina, pero puedo verlo claramente. Visión vampira, una vez más. Me pregunto si él puede verme también. Sigue siendo un misterio. 

Me pregunto si ahora que nuestros rostros están el uno frente al otro, en la cama, puede ver mis facciones de la misma manera en la que veo las suyas. Su nariz y mejillas rosadas. Sus pestañas empalmadas por el agua. Está mojando la almohada con su cabello y quiero acercarme y poner mi boca en donde una gota cae junto a su nariz. 

Inhalo. Exhalo. Me pregunto si puedo besarlo de nuevo. Sé que no debería. Sé que es peligroso si se llega a enamorar de mí. Sé, además, que puedo controlar mis impulsos, pero quizás esto no es un impulso. 

Silencio. 

—Sé que eres una criatura nocturna —murmura Clark. 

Asiento, aunque no sé si puede verme. 

—Así es. 

—Así que... ¿dormirás ahora?

No lo había pensado. 

—Supongo que veré mi celular hasta el amanecer —digo, y lo digo en serio. Necesito actualizarle a Bárbara lo de Superman y su inmunidad al afrodisíaco y necesito que me diga si ha descubierto algo acerca de la persona que inventó el virus, entre muchas otras cosas. 

Me muevo para tomar mi celular del buró. Estoy a punto de desbloquearlo cuando Clark dice:

—¿Puedo abrazarte? 

Oh no. 

—No. 

—¿Puedes abrazarme? 

Mierda. 

—No, Clark, dije que no contacto cuerpo a cuerpo.

—Hay al menos dos capas de ropa separando nuestros cuerpos. 

—Estás presionándome, Clark. 

Clark en cuestión ríe. 

—Creo que eres demasiado gracioso sin proponértelo. 

—Soy gracioso cuando me lo propongo también. 

—Sí pero ese no eres tú, es la máscara. 

Miro hacia el techo y ruedo los ojos ahora que no puede verme. O quizás sí. Espero que no. 

—La máscara —repito. 

—Sí. ¿Ya leíste mi artículo? 

—No, Clark, no he leído tu artículo. 

—Hablo acerca de eso en mi artículo. Acerca de la máscara que es Bruce Wayne y de la persona que se oculta detrás. 

—Ya me lo has dicho, cuando desayunamos en Metrópolis. 

—¿Y de todos modos no lo has leído? 

—No me gusta leer lo que la prensa tiene que decir de mí. 

—No soy la prensa, soy tu amigo. 

—Cuando lo escribiste no eras mi amigo. 

Clark suelta el más pequeño de los suspiros. 

—Entonces, ¿vamos a dormir sin contacto cuerpo ropa ropa cuerpo o puedo abrazarte? 

—No puedo ver mi celular mientras me abrazas —me quejo. 

—No lo veas. 

—Dios, qué exigente. 

Silencio. 

—Bueno, si no quieres está bien. 

Frunzo el ceño. 

—¿Es eso psicología inversa? 

Clark se remueve en la cama. 

—¡No, no! no quiero presionarte, es todo. 

—Tu falta de presión me está presionando más que tu presión en sí. 

—Olvida todo, ¿okey? iré a dormir, descansa. 

Se da la vuelta, entonces. Me digo a mí mismo que esto está bien. Es muy riesgoso. Y es Superman. Y yo he estado cediendo a las tentaciones. 

Observo su silueta oculta entre las cobijas y la oscuridad. Es mejor así. No podría ser de otra forma. 

—Mañana cuando despiertes puedes desayunar sin mí, Clark —mi voz rompe el silencio—. Levántate y disfruta del buffet. O pide comida. Lo que tú quieras. 

—Oh, gracias. 

—Tardaré más en levantarme. Y no desayuno, de todas formas.  

—Está bien. 

Clark deja de hablar finalmente, no sin antes murmurar:

—Buenas noches, Bruce. 

"Buenas noches, Superman", pienso. 

Sin embargo, la noche es la hora en la que estoy más despierto, así que escribo a Bárbara acerca de la inmunidad de Superman al afrodisíaco vampiro. Su respuesta es "🤨🏳️‍🌈". Me dice que no hay información acerca de la persona que creó el virus del vampirismo pero que mañana investigará con Gordon, su padre, mi viejo amigo. Le agradezco. Sé lo difícil que es para Bárbara preguntarle cosas a su padre, así que realmente debemos de estar en un momento de desesperación. Me pongo a ver noticias y a investigar en foros de Reddit, pero no encuentro mucha información. Cuando son las cinco de la madrugada, cierro los ojos y caigo dormido. 

A las siete, siento a Clark levantarse de la cama. Lo veo, con los ojos entrecerrados, con la mente medio dormida, salir al balcón, volver a entrar a la habitación, para finalmente salir corriendo por el pasillo. 

Vuelvo a dormir, preguntándome si sabrá que el buffet abre hasta las ocho. 

 

Cambio, 

Bruce. 

Chapter 25: XXV

Chapter Text

Son las doce del mediodía cuando despierto. 

Y mi cerebro funciona. 

Clark se fue del hotel porque debió ocurrir algo grave. 

Busco en mi celular las noticias en Twitter. Encuentro que Superman ha salvado a todos de una terrible destrucción causada por un monstruo gigante de unos trescientos metros. Increíble. Me pregunto qué haría yo si me encuentro con un monstruo gigante de trescientos metros en Gótica, pero honestamente prefiero no pensar en eso. 

Me levanto de la cama. Observo en el espejo de la habitación del hotel que mi cabello está ligeramente despeinado. Lo acomodo con mis manos y entonces se abre la puerta de la habitación. Y Clark está ahí, parado, en la entrada. 

—Traje café —sonríe. 

Dios mío. 

Clark se acerca y me lo entrega en la mano. Es café negro, de Starbucks, como el que tenía yo en la mano cuando fui a Metrópolis la primera vez. 

Observo el café y lo observo a él. Su respiración está agitada. Creo que acaba de llegar al hotel. Su supertraje debe de estar oculto en algún lugar debajo de la ropa. Tiene puesta una hoodie que no sé de dónde sacó porque es de un rojo que jamás usaría yo, y unos jeans. Es lo más casual que lo he visto vestir. 

—Gracias —le digo, con genuina felicidad. 

Él suspira, cansado. 

—Fui al gimnasio —dice, pero sé que miente. Su corazón me lo dice. Aún así, asiento mientras bebo sorbo del café. 

—¿No has desayunado? 

Niega con la cabeza. 

—Pide algo —sugiero. 

Él asiente. 

Pide servicio a la habitación, que llega en unos minutos. Se sienta en el sillón a comer su sándwich de huevo y yo decido sentarme frente a él en una de las sillas que están desperdigadas por la habitación. 

—Gracias —me dice, mientras mastica su sandwich. 

—No es nada, Clark. Soy el dueño del hotel —repito. 

—Quisiera ser rico —reflexiona—. Es decir, comprar este hotel probablemente no significó nada para ti. 

Me encojo de hombros. 

—Es una inversión. 

—No entiendo cómo puedes mantener el control de todo. 

—Le pago a gente, que a su vez le paga a más gente, y así. 

Clark entrecierra los ojos. 

—Interesante. 

—¿Vas al gimnasio seguido? —pregunto.

Clark asiente. 

—Me gusta estar en forma. 

Está muy en forma. Maldita sea. 

—¿Y tú? —pregunta. 

Asiento repetidamente. 

—Sí. Todos los días. Aunque desde que soy vampiro no es tan necesario —me encojo de hombros. 

—¿Esos músculos se mantienen solos? —bromea. 

Flexiono mi bíceps. 

—Básicamente.

Clark alza las cejas y da otro bocado a su sándwich. 

—Creo que me gustan mucho los hombres, después de todo —masculla mientras mastica. Suena como si se lo estuviera diciendo a sí mismo. 

No puedo evitar aullar de la risa. 

—También existen mujeres con músculos, ¿sabes? 

—Pero yo ya sé que me gustan las mujeres. Simplemente ahora he confirmado que también los hombres.

—¿Y si no tuviera bíceps?, ¿te seguiría gustando? 

Creo que no debí decir la palabra "gustar". Creo que debí decir la palabra "atraer". Gustar es demasiado. No puedo gustarle a Clark Kent, no. 

No. 

Clark ladea la cabeza. 

—Sí. 

Me quedo callado ante eso. No hay rastro de duda o de mentira en su voz. Su corazón es estable. Lo dice con calma, como si fuera fácil decirlo. 

Suelto aire por la nariz. No sé qué haré con este superhombre maldito. Matarlo, probablemente. 

—A todos les gusta Bruce Wayne —digo, una vez me calmo. Doy otro sorbo a mi café. 

Él se ríe. 

—¿Ves? Hablas de Bruce Wayne como si fuera otra persona. 

—Yo soy Bruce Wayne.

Niega con la cabeza. 

—No, Bruce Wayne es una máscara. En realidad, eres un hombre introvertido que toma café negro y no parece convivir mucho con la gente. 

—Parece que sabes mucho acerca de máscaras —le digo, para zanjar el tema. 

Clark niega con la cabeza, una sonrisa tranquila en su boca. 

—No tienes ni idea. 

Resoplo. Es un estúpido. 

Comemos nuestro desayuno en silencio. O bueno, él come y yo sorbo mi café. Cuando él termina, pone su plato vacío en la mesa de centro frente al sillón y me mira. 

—Okey, es tu turno —dice. 

Lo observo. 

—¿Mi turno? 

Me estoy haciendo el tonto. Sé que se refiere a que es mi turno de desayunar, pero eso implica mi boca y su cuello, lo cual implica contacto cuerpo a cuerpo, lo cual implica que está prohibido. 

Otra vez. 

—Bebe —dice Clark. 

Frunzo el ceño. 

—No. 

Usa su mano para despejar su cuello de la hoodie que está usando. Mis ojos se clavan en su lunar inmediatamente. Mi fuerza de voluntad debe de ser realmente enorme. 

Tengo que cerrar los ojos un segundo para calmarme. 

—No necesito beber, Clark. Ni siquiera tengo sed —aclaro. 

Es verdad. No tengo sed, solamente su disposición me hace sentir hambriento, pero en general estoy bien. No han pasado veinticuatro horas desde que bebí su supersangre, así que no estoy muriendo o algo parecido. 

Clark insiste. 

—Bebe. 

—¿Por qué quieres que lo haga? 

—Me gusta que lo hagas. 

Eso me hace contener la respiración. A Clark le gusta que ponga mi boca en su cuello y sorba su sangre. Esto no puede estar pasando. Las implicaciones de su declaración son demasiadas para analizarlas. 

—No, Clark —le digo, finalmente—. Deja de insistir —le pido. 

Eso ocasiona un silencio. Cierro los ojos y espero unos segundos hasta que dejo de escuchar el latido de mi propio corazón en mis oídos. Cuando vuelvo a abrir mis ojos, Clark me mira, su ceño fruncido debido a la preocupación. 

—Tienes razón, no debí haber insistido —dice. 

Y luego:

—Lo siento. 

Me encojo de hombros. 

—Está bien. Hoy te vas así que de todas maneras tendré que volver a los sueros —murmuro, sonando terriblemente poco convencido. 

Aún así, él asiente. 

—Está bien. 

Pasa una hora hasta que finalmente ambos salimos del hotel. En la mañana los paparazzis son más obvios. Hay uno cruzando la calle cuando me dan las llaves del auto. Abro la puerta para Clark y él se queda sin saber qué hacer ante las cámaras. Son realmente molestas. Pongo mi mano en su hombro para reconfortarlo y parece funcionar, porque entra al auto. Cierro la puerta y voy al lado del piloto. 

Lo dejo en la estación de tren, aunque estoy seguro de que probablemente saldrá volando en cuanto me largue de aquí. 

 

Cambio, 

Bruce.

Chapter 26: XXVI

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

De vuelta en la baticueva, Bárbara tiene puesta una bandera LGBTQ+ cubriendo uno de los monitores. 

El tic en el ojo. 

—¡Sorpresa, Bruce! —me dice, dándose la vuelta—. Todo el mundo sabe que estás con Clark Kent. 

Señala uno de los monitores que no están cubiertos, en donde nos veo a Clark y a mí entrando al hotel juntos la noche anterior, así como la foto de mí con su mano entre las mías, mientras le pongo la pulsera del hotel. Sonrío, satisfecho. Pronto saldrán las fotos de la mañana y, si tengo suerte, las de la piscina. 

Me encojo de hombros. 

—Es mi pequeño plan para la reputación de Bruce Wayne. 

Bárbara suelta una carcajada tan larga que me da tiempo para ir a sentarme en mi silla. 

—No necesitas besarlo en la oficina para tu reputación de Bruce Wayne —dice, una vez puede respirar. 

Alzo una ceja. 

—Supongo que no. 

Bárbara se queda en shock. Luego, niega con la cabeza. 

—Ni siquiera intentas negarlo. 

Alzo mi mano. 

—No planeo hablar de esto contigo. Ni con nadie. Ni conmigo mismo —señalo la bandera—. Y, ¿cómo diablos pusiste esa bandera ahí? 

—Alfred me ayudó. Queremos que sepas que te apoyamos sin importar qué. 

Me froto los ojos. Supongo que es lindo. 

—Gracias, Bárbara. 

—De nada, Bruce. 

Suelto un suspiro. Quito la bandera del monitor porque tengo que usarlo. La doblo y la pongo en el escritorio. 

—¿Y fueron a un hotel juntos? —pregunta, asomando su cabeza en mi vista periférica. 

—Paparazzi —respondo.

—¿No se besaron? 

Niego con la cabeza. 

—Es peligroso besar a Superman —me limito a decir. 

Bárbara dice "mmm" y luego vuelve a lo que estaba haciendo, que es hacer su tarea en el escritorio de la baticueva. 

Bárbara se dedica básicamente a ir a la universidad y cuando sale de allí pasa la tarde aquí. Su padre piensa que tiene un trabajo en la biblioteca y por eso llega a casa en la noche, y como él mismo está demasiado ocupado en su propio trabajo, no le pone demasiada atención a Bárbara. Su relación es complicada, en realidad. Y Gordon ni siquiera sabe mi identidad secreta. 

—Estuve hablando con mi padre —dice Bárbara, sin dejar de escribir en su cuaderno. 

Oh no. 

—Tuvimos una discusión, pero dijo que la persona que buscas está en Arkham. Podrías hacerle una visita mañana —se encoje de hombros. 

Tengo que tomar una respiración profunda. 

—Si está en Arkham, ¿cómo demonios llegó su virus a mí? 

—Mi padre dijo que fue ingresada hoy. 

Alzo una ceja. 

—¿No pudo dejar que la interrogara primero? 

—Sabes cómo es. 

Suelto un suspiro. Miro el monitor frente a mí. Imágenes de Superman abundan la televisión de hoy en día. De él y de mí. 

—Lo sé. 

Paso el resto de la tarde investigando detalladamente los componentes del vampirismo en busca de una cura, pero hay una parte de mí que no tiene prisa. Una parte de mí que no está buscando la cura, porque ahora soy más fuerte y tengo que prepararme para luchar contra Superman si algún día es requerido. Lo pienso por horas mientras investigo genes, ADN y me perforo todas las venas con jeringas. Analizo cada gota de sangre pero no encuentro una respuesta, y una parte de mí se siente aliviada, pero otra parte de mí se siente enojada con la parte de mí que se siente aliviada. 

En realidad el virus es más complicado de lo que parece. Evoluciona. Crece. Cambia. Será difícil poder seguirle el paso. 

No necesito ser superfuerte, pienso, mientras observo a la centrifugadora dar vueltas. Nunca he sido superfuerte, en realidad. 

Pero ahora hay una amenaza enorme en la tierra. 

Y lo recuerdo ayer en la cama o recargado en el escritorio y mis dos mundos colapsan, ¿por qué existe esta división en mi cabeza?, ¿por qué una parte de mí quiere matarlo y la otra parte de mí quiere todo lo contrario? 

Me pregunto si la luna planeó esto para mí. Me pregunto si con la llegada de Superman, fue ella la que decidió tirar de mi arpón y hacer que cayera, para que me diera cuenta de lo estúpido que soy. Luego, me inyectaron el veneno vampiro, y ahora me doy cuenta de lo estúpido que era. El Batman de hoy en día no hubiera caído veinte pisos. El Batman de hoy en día hubiera aterrizado graciosamente como un acróbata o un gato lo haría. 

Aún así, busco la cura y fracaso. E investigo más a Superman en busca de una forma de combatirlo el día en el que su poder se vuelva un riesgo. Aunque eso podría perfectamente ser el día de hoy. 

 

Cambio, 

Bruce. 

Notes:

podré yo, una persona que se enferma cada dos días, que duerme quince horas diarias y que se dedica a imaginar escenarios ficticios, ser capaz de publicar toda la primera parte de este fanfic antes de que el año termine? lo averiguaremos.

Chapter 27: XXVII

Chapter Text

Amarías ver este anochecer sin tu visión nocturna de vampiro, pero ahora es parte de tus ojos. 

La oscuridad ya no es oscuridad. Hay un ligero tono blanquecino que la cubre, como una niebla que disipa las sombras. Aún así, te ocultas en ellas y caminas por las calles como si fueran tuyas. Subes a edificios con el arpón y cuando encuentras uno lo suficientemente grande, corres como si tu vida dependiera de ello. Porque puedes. Porque estas piernas nunca fueron ni serán jamás tan rápidas como lo son ahora. Porque sientes como si el viento te abrazara en lugar de empujarte y la libertad es tan grande que no puedes siquiera describirla, así que corres. Saltas a otro edificio y sigues corriendo y saltas tan alto que sientes que comienzas a volar, con la capa revoloteando como alas. Continúas así hasta que el sudor llena cada juntura del batitraje y decides parar, porque de hecho, tienes una misión. 

Así que te detienes en la esquina de una calle cualquiera. Bajas al nivel del suelo y golpeas unos cuantos hombres de camino. Cuando llegas a Arkham, tienes que detenerte frente a la entrada, en donde Gordon está esperándote. 

Niega con la cabeza cuando te ve. Cada vez que te mira parece decepcionado. Ayer hablaste con él acerca de cómo necesitas entrar a Arkham. Quizás levantaste sospechas hacia Bárbara, pero no las suficientes como para que Gordon te encare. Gordon no es el mejor detective del mundo. 

Alzas una ceja, invisible por culpa de la máscara del traje. 

—Batman —musita Gordon. Lo dice como si estuviera escupiendo el nombre, más que pronunciándolo. 

Usualmente no se comporta así. Hoy está especialmente de mal humor por lo que le estás pidiendo. 

—Gordon —saludas con un asentimiento. 

Tu sombra se extiende detrás de ti cuando una de las lámparas de Arkham te apunta directamente. Miras hacia la luz, pero tienes que bajar la mirada cuando temes quedarte ciego. Eres una criatura de la oscuridad, después de todo. 

—Solo cinco minutos —dice Gordon. 

Asientes. 

Pasan entonces por los pasillos de Arkham, en donde los prisioneros duermen o gritan o arañan las paredes. Usualmente no sentirías miedo, pero sí precaución. Hoy sabes que nada puede hacerte daño, así que caminas tranquilo. Los golpes suenan junto a la puerta que acabas de pasar, pero ni siquiera parpadeas. Tus botas contra el suelo son lo único que resuena en tu mente mientras caminas. 

Llegan eventualmente a una celda distinta a las demás, una en la que las paredes son blancas y están separados de la prisionera por una pared de acrílico completamente transparente, de al menos medio metro de grosor. 

—¿Qué hace aquí? —preguntas, refiriéndote a la persona dentro de la celda. 

Gordon se ve preocupado. 

—Uno de los oficiales la encontró en un bar. Luego se encontraron tres cadáveres ocultos en su departamento. Hechos pedazos —suelta un suspiro, frotándose la cara con las manos—. Debimos encontrarla antes. 

Sin embargo, sabes que no hubiera sido posible. Tú mismo la estuviste buscando. Es buena escondiéndose. 

Te fuerzas a no reaccionar. Este es el tipo de cosas que se supone que debes combatir. Es la razón por la que estás aquí. 

—¿Estás seguro de que ella creó el... virus del vampirismo? —pregunta Gordon. 

Asientes con la cabeza. Hablaron de esto ayer. 

—¿Cómo lo sabes? 

Lo sospechaste desde el momento en el que te inyectaron. El color del veneno. Luego lo confirmaste cuando analizaste el virus con detenimiento, los genes completamente estables, vivos. Solo una persona podría elaborar un virus tan complejo, exacto y que evoluciona por sí solo. 

Una persona no, una metahumana. 

No respondes a la pregunta de Gordon. En cambio, te dirijes a la prisionera. 

—¿Por qué mataste a esas personas?

Ella se encuentra en la esquina de la habitación, hecha un ovillo. Tiene puestos unos jeans llenos de tierra, y una sudadera en el mismo estado. Su cabello rojo cubre todo su rostro, pero cuando alza la cabeza sus miradas se encuentran. Un color verde fuera de este mundo, parecido a la piel de una rana venenosa. 

—Todo volverá a ser tierra —murmura, tan bajito que si no tuvieras el virus, jamás la hubieras escuchado. 

 

Cambio, 

Batman. 

Chapter 28: XXVIII

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Despierto con un mensaje de Clark maldito Kent. 

No respondo. Tengo otras cosas de las que ocuparme. 

Ayer compré un teatro para que Clark y yo tengamos nuestra próxima cita. Bueno, no es una cita. Es una salida con propósitos relacionados a la reputación de Bruce Wayne. Mientras más en serio sea mi relación pública, mejor para Bruce, ya que nadie relacionará la identidad de Bruce con la de Batman porque, ¿quién carajos sospecharía que Batman renovará un teatro para un periodista cualquiera de Metrópolis? Nadie. Es difícil de creer hasta para mí. 

Y mientras más en serio sea mi relación privada con Clark, peor para Batman, porque no puedo tener relaciones serias privadas con nadie. Por eso es tan complicado tener dos identidades completamente opuestas, pero está bien. Estoy intentando mantener el equilibrio. 

Compré el teatro y lo estoy renovando para que se vea más Bruce Wayne, si sabes de lo que hablo. Sé que le dije a Clark que lo llevaría al teatro la próxima vez que venga, pero considerando que la renovación tomará al menos un mes, lo veo poco probable. Aunque igual no sé cuándo sea la próxima vez que venga. Tomando en cuenta que es Superman, podría venir ahora mismo si quisiera. Volando. 

Pero sé que no lo hará y es mejor así. Tengo cosas que hacer. 

Cosas que hacer. 

Cosas como dedicar siete horas de mi vida a estudiar las debilidades de Superman, sus movimientos, sus poderes. Todo. Sí, eso hago. No tengo tiempo para Clark Kent pero, ¿qué tal para Superman? tengo todo el puto día. 

A veces también hago cosas como pensar, en contra de mi voluntad, y más veces de las que debería, en Clark con las mejillas color rojo en la cama, cabello empapado, mojando la almohada. A veces estoy viéndolo en las noticias, dando una entrevista a una reportera, con su sonrisa de superhéroe y lo recuerdo de nuevo, descubriéndose el cuello para mí. Y estoy seguro de que una parte de mí implosiona. 

Llega un punto en el que Alfred entra a la baticueva y niega con la cabeza. 

—Señor, creo que está obsesionado. 

Doy vuelta en mi batisilla que está frente al batimonitor. Lo miro con la cara batifruncida. 

—¿Con Superman? —pregunto, aunque no sé con quién más estaría obsesionado, honestamente. 

Alfred asiente. 

—En cualquier momento ese alien podría volverse loco y matarnos a todos con tan solo disparar sus rayos láser por los ojos —señalo el monitor. 

—Lo veo poco probable —dice tranquilamente, recogiendo mi taza de café vacía del escritorio—. Veo más probable que se enamore de usted, señor. 

Me golpeo la frente con la palma de mi mano. 

—Así que de esto se trata —gruño—. Tú también piensas que estamos en una relación. 

Alfred arquea una ceja. 

—Pensé que ese era el punto, señor. 

—No, no, sí es el punto, pero no estamos en una relación. 

—Tendrá que disculpar mi atrevimiento señor, pero no mencioné que estuvieran en una relación. Solo señalé que veía más probable que el joven Superman se enamorara de usted a que se volviera loco. Lamento si lo hice pensar algo distinto —mira los monitores, todos con noticias de Superman—, señor. 

Soy un tonto. 

Me desinflo como un globo. 

A veces olvido que lo único que me prohíbe tener relaciones sentimentales con otras personas soy yo mismo. Bueno, no yo mismo, sino Batman, que soy yo mismo. Tú sabes de lo que hablo. Creo que Alfred y Bárbara se alegrarían hasta explotar si algún día llego a salir con alguien seriamente. Verdaderamente. 

—No estoy enamorado de Clark Kent —aclaro, porque siento la necesidad de hacerlo. Quizás me lo estoy aclarando a mí mismo—. Lo besé porque él me lo pidió explícitamente como cualquier otra persona en Gótica lo ha hecho un millón de veces antes. Y ya. 

Alfred me ve con las cejas muy alzadas, pero no dice nada. Creo que estoy compartiendo información que no se me ha sido solicitada. 

Pasan unos segundos en los que la confesión de que realmente besé a Clark queda colgada entre nosotros. Alfred no mueve un músculo y yo tampoco. 

—Entonces, ¿qué es diferente ahora? —pregunta finalmente. 

Suelto un resoplido risueño. 

—¿Diferente? Nada es diferente. Todo es igual que siempre. Publicidad, paparazzi, prensa. Es la reputación de Bruce Wayne y ya. 

Alfred camina por la baticueva un par de pasos, pensante. Se acerca hacia donde estoy y se sienta frente a mí en la silla que está junto al escritorio de Bárbara, en la que a veces me siento yo cuando estoy trabajando con ella. 

—Debe de haber una razón por la cual me está contando esto, señor —el tono de Alfred es amistoso, como si más que mi mayordomo fuera mi amigo y me estuviera explicando algo que no entiendo. 

Dejo lo que estoy haciendo para poder mirarlo a la cara. 

—Compré un teatro y lo estoy renovando para tener una cita con él —digo, como si eso lo explicara todo. 

Alfred parpadea, confundido. 

—¿Hay alguna razón en particular por la cual hizo eso? 

Suspiro. 

—Creo que es lo que Bruce Wayne haría si estuviera realmente saliendo con alguien. 

Alfred parece saber algo que yo no. Su rostro se ilumina, sus ojos chispean como si estuviera a punto de reír. Pero no es gracia el sentimiento que se refleja en su cara, es más bien ternura. Una ternura que me hace fruncir el ceño. 

—Usted es Bruce Wayne, señor. 

Tallo mi cara con mis manos, exasperado.

Ya sé que soy Bruce Wayne, ese es el problema. El problema es que no sé si realmente compré ese teatro porque Bruce Wayne lo haría o lo estoy tomando como excusa. No sé qué siento. No sé si siento algo, siquiera. Espero que no. No puedo sentirlo, está prohibido. Tengo que mantenerme concentrado en lo importante. 

Aún así, una parte de mí espera que Alfred me diga que puedo hacerlo. Que puedo pisar fuera de la línea. Que puedo traspasar el límite, la barrera invisible que yo creé. Pero aunque me lo dijera, sé que no lo obedecería. No, definitivamente no. 

—Soy Bruce Wayne —me limito a decir. 

Alfred asiente. Luego se levanta, viéndose satisfecho y se dirige al elevador de la baticueva. Yo asumo que todo acabó y comienzo a buscar en Twitter datos curiosos de Superman mientras tengo la séptima crisis de identidad de la semana, pero Alfred habla una vez más. 

—No se olvide de quién es, señor. 

Volteo a verlo, pero las puertas del elevador se han cerrado. 

Pasan dos minutos cuando finalmente concluyo que Bruce Wayne usualmente no renovaría un teatro. Soy yo el que lo está haciendo. Yo, que estoy en medio de Bruce y Batman todo el tiempo. Estoy renovando este teatro para Clark, porque estoy obsesionado con él de la misma forma que estoy obsesionado con Superman, pero por razones diferentes. Razones como el color de sus ojos, o la forma en la que inicia la mitad de sus frases con "entonces", o la forma en la que viste, o la forma en la que su cabello siempre está fuera de control, o la forma en la que siempre parece traer café consigo, o la forma en la que me miró en el auto y pensé que si volteaba me iba a besar. Y pienso en que esto tiene nombre y no es obsesión. 

Es algo definitivamente peor. 

 

Cambio, 

Bruce. 

Notes:

Bruce: No tengo tiempo para Clark.
Bruce 2.3 segundos después: compré y renové un teatro para Clark.

Chapter 29: XXIX

Chapter Text

Has pasado los últimos días investigando a Superman y finalmente has descubierto su debilidad. Un elemento verde y extraño que ha caído de meteoritos desde su planeta natal. Con suficiente dinero todo es posible, y compras un meteorito completo que llega en un camión de carga enorme, partido en miles de trozos. 

Analizas la carga y calculas que quizás, con suerte, 1% es kryptonita y el resto es inútil. Pagaste mucho dinero por esto. Esperas que haya valido la pena. 

Haces un asentimiento hacia el hombre que trae la carga. El hombre asiente de vuelta y camina rumbo a la ciudad. Anclas el trailer de kryptonita al Batimóvil y te diriges a la baticueva con él. 

La ciudad de noche está fuera de este planeta. Tú, cargando un meteorito, se siente surreal. Te preguntas si esto eres. Te respondes que sí. Eres un hombre que es una sombra, una noche eterna contenida dentro de un cuerpo, un hombre cargando un meteorito que brilla en la oscuridad, la luz agrandando las sombras en lugar de iluminando el camino. De noche la gente no te juzga, apenas puede verte. De noche la ciudad es tuya y tú eres de ella, y solamente la luna tiene el poder de juzgar tus pasos. Como siempre ha sido. Pero no crees que lo haga hoy. No cuando estás cumpliendo tu promesa, tu misión y tu destino. Debería de sentirse orgullosa. 

Tus pasos pesan, hacen ruido en el vacío absorbente de la baticueva. Cuando llegas, bajas las cargas de meteorito con tus propias manos, que están separadas en cajas de madera terriblemente pesadas. Te das cuenta de que sin tu fuerza vampiro jamás hubieras podido cargarlos solo, pero ahora es fácil. Puedes incluso apilar las cajas y bajarlas, tus músculos sin siquiera sentir el peso. 

Separas las cajas según su utilidad. Comienzas a analizar las muestras del meteorito una a una. Te dices que esto es importante, que Gótica puede esperar esta noche, pero el mundo no. El mundo correrá peligro siempre y cuando Superman sea imparable. 

A las tres de la madrugada decides volver a salir a la ciudad. Subes a un edificio y observas. Atacas, huyes, trepas. Como un animal. Te ocultas, desapareces, te escabulles, como un cobarde, piensas. Saltas de edificio en edificio y detienes un asalto, noqueas a una mujer con un arma y quitas un montón de jeringas de los brazos de unos jóvenes de apenas unos trece años. Te preguntas si hay más virus vampírico rondando por las calles, pero hasta donde tú sabes, no hay nada. 

Te preguntas si fuiste tú el objetivo desde el principio, pero no, eso hubiera sido imposible. Al menos eso crees. 

Fue la luna, entonces, poniendo su mirada en tu destino de nuevo. Tuviste la mala suerte de ser inyectado y ahora sufres las consecuencias, sin saber si son positivas o negativas. 

Usas tu capa para ocultarte cuando comienza a salir el sol, y desde arriba el horizonte se ve como oro líquido acercándose en forma de tsunami. Te recuerda a una persona en específico, y quema. 

 

Cambio, 

Batman. 

Chapter 30: XXX

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Despierto un día con una llamada del maldito Clark Kent. Decido responderle porque mi cerebro sigue más o menos dormido y no puede pensar correctamente. 

—Bruce Wayne —gruño, con una voz sacada de las cavernas más profundas. 

Escucho un momento de silencio, luego Clark dice:

—Ha pasado una semana, Bruce. 

Parpadeo. 

—¿Una semana?

—Una semana desde que respondiste mi último mensaje. Y he estado mandando mensajes todos los días. 

Cierro mis ojos con fuerza. Las cortinas siguen cerradas. Alfred ni siquiera ha intentado levantarme. Veo la hora y son las 2 PM, una hora antes de lo que suelo levantarme. 

—Es muy temprano para tener esta conversación —hundo mi cabeza en la almohada. 

—Creo que más bien es demasiado tarde —Clark musita. 

Me quedo muy quieto. 

—¿Qué quieres decir? 

—Bruce, entiendo que quizás todo esto es una actuación para ti, pero creo que te olvidas que para mí no es así. Pensé que éramos amigos. 

Bruce esto, Bruce lo otro. Suena realmente enojado. 

La razón por la que no le he respondido y he estado evitando fervientemente cualquier interacción con él es porque yo... he estado pensando demasiado en Clark. Tanto que su nombre se siente como un golpe en la mandíbula. Pienso en él y pienso en cómo se sentiría acercarme a su rostro y retirarle los lentes. Me pregunto si me dejaría. 

Me pregunto si me dejaría. 

Necesito sacármelo de la cabeza de alguna forma. 

Se hace un silencio en la línea. 

—¿Bruce? —su voz ansiosa. 

—¿Estás bien? —pregunto. 

—No, pero está bien. Solo que ya sabes, los amigos se mensajean. Incluso se ven en persona. Incluso se preocupan el uno por el otro y se preguntan por su puto día —su voz sube octavas con cada palabra. Wow. Sí está realmente enojado. 

Doy vuelta a mi cabeza y veo hacia el techo. Amigos. 

Amigos. 

—No tengo amigos —me doy cuenta—. Solo tengo a Bárbara y a Alfred. 

—Puedo ver por qué.

Tengo que reírme ante eso. Yo causé esto. Soy un tonto. Estoy demasiado aterrado por mis propios pensamientos. 

—Lo siento, Clark. Creo que tengo miedo a algo que no puedo ni siquiera nombrar. 

—Si te pregunto a qué le tienes miedo, ¿me responderás? 

—No con exactitud. 

—¿A qué le tienes miedo? 

Siento mi corazón latir, despacio. Muy despacio. 

—Al compromiso. A las relaciones. Sean amistosas, románticas —"sexuales", pienso, más no lo digo—. Cualquier cosa. 

—Bruce Wayne es un hombre social. 

—Pensé que habías sido tú el que dijo que era solo una máscara. 

—¿Eso significa que leíste mi artículo? —se anima de repente. Casi me lo imagino levantándose de su sofá, o cama, o donde sea que esté. Escritorio, quizás. 

—No, Clark. Honestamente no creo leerlo nunca. 

Un suspiro cansado. 

—Veremos eso, pero por ahora, creo que merezco algo mejor que esto, Bruce. 

—Estoy de acuerdo —digo. Y sé lo que significa. 

Está terminando nuestra relación no romántica apenas amistosa que tuvo el más breve de los contactos cuerpo con cuerpo. 

—Necesitas responder mis mensajes, Bruce —dice, en cambio. 

Parpadeo. 

—¿Qué? 

—Sí. Y preguntarme por mi día, maldita sea. E invitarme a salir, aunque sea solo como amigos. No estoy pidiendo literalmente nada, Bruce. Creo que me estoy humillando al pedírtelo siquiera. 

—Entonces, ¿por qué lo haces? —lo interrumpo—. Podrías ir y buscar a alguien que sepa cómo funcionan las relaciones humanas, creo que todos lo saben excepto yo. 

Otro suspiro. 

—Porque si yo no te enseño a hacer amigos te vas a morir solo, Bruce. Si lo tuyo conmigo no funciona, está bien. Como tú dices, hay muchas personas. Pero si sigues comportándote como un maldito idiota entonces te quedarás solo por siempre. Te estoy haciendo un favor. 

Silencio. No sé qué sentir al respecto. Creo que he dejado en claro que no quiero favores de Clark. O quizás sí. Creo que mi principal problema es que estoy empezando a querer todo con Clark maldito Kent. 

—Estás condenado a ser amigo de Clark maldito Kent —dice él, concluyendo. 

Al escuchar lo último río en contra de mi voluntad. 

—He estado llamándote así en mi mente durante semanas —confieso, todavía riendo. 

Clark resopla. Puedo escuchar su sonrisa. 

—En fin. Responde mis mensajes, Bruce. Última advertencia. Quiero que seas un hombre de palabra. 

Y sin más, cuelga la llamada. 

 

Cambio, 

Bruce.

Notes:

Honestamente si no fuera por David Bowie no hubiera subido capítulo hoy, así que gracias David Bowie, te extraño cada día de mi vida.

Chapter 31: XXXI

Chapter Text

El viento hace revolotear tu capa. Es raro que haya viento. Usualmente las noches son quietas, como congeladas en el tiempo. Parece a veces que navegaras en otro planeta, acompañado solamente por las estrellas. 

Bajas del edificio en el que estás para encontrarte con un hombre que parece salido de Arkham. Mirada de locura, venas pinchadas, caminar apenas vertical. Él empieza a correr en cuanto te ve, pero eres más rápido. Un par de pasos y logras derribarlo. Te mira y sonríe, y te das cuenta. Es el mismo hombre que te inyectó. 

—Batman —su carcajada resuena en el vacío. 

—¿De dónde sacaste el virus? —tu voz suena más gruesa de lo normal. No eres tú hablando, es Batman. 

—Ya sabes de dónde —el hombre sisea cuando pones una mano alrededor de su cuello, apretando—. Poison Ivy lo creó. 

—¿Por qué lo estás inyectando?, ¿qué haces aquí? 

El hombre niega con la cabeza. Su sonrisa desaparece. 

—No lo sé. No lo sé.

Es inútil. Su mente está probablemente demasiado perdida, de todas formas. 

Lo sueltas y lo dejas caer al suelo. Él tose. 

Decides patearlo. Una, dos, tres veces. Controlas tu fuerza. No quieres matarlo. Nunca matas a nadie. Además, él no tiene la culpa de que seas un vampiro. No, no. 

El hombre suelta un sollozo. 

—Me dijo que debía empezar contigo. 

Te quedas quieto ante eso. 

El silencio se torna espeso. La oscuridad te rodea. La lámpara que los está alumbrando falla. Uno, dos parpadeos. En el segundo parpadeo, desapareces y apareces al lado del hombre de nuevo, quien se arrastra hacia atrás, su expresión horrorizada. 

—¿Cómo hiciste eso? —su voz agitada. 

—Tú me hiciste esto —gruñes—. ¿A cuántos más inyectaste? 

Él niega con la cabeza. 

—Solo a ti. Contigo era suficiente. 

—¿Cómo supiste dónde estaría? 

El hombre señala detrás de ti. Te das la vuelta. Están frente a un edificio abandonado, en donde una enredadera ha decidido apoderarse de cada ladrillo. 

Sueltas un suspiro. 

Malditos metahumanos. 

 

Cambio, 

Batman. 

Chapter 32: XXXII

Chapter Text

Desde que Clark me lo pidió, he estado respondiendo a todos sus mensajes, aunque la mayoría son muy banales y estúpidos. También tiene una tendencia por mandarme audios de diez minutos todos los días actualizándome de lo que pasa en su vida. Son diez minutos de Clark Kent, cruzando calles de Metrópolis durante su hora de descanso, dirigiéndose a su café favorito a comer. 

—¿Sabes?, ayer estaba hablando con Lois —dice Clark, y suenan bocinas de autos de fondo—. Y me dijo "oye, ¿qué se siente estar en una relación pública con Bruce Wayne?", y Lois ya sabe que es falso porque le cuento todo a Lois. Espero no te incomode. Lois es Lois. Es... Lois. Le hablo de todo y me da consejos y a veces me golpea pero está bien. El punto es que me preguntó eso y dije "no lo sé, no lo he visto en semanas", y me dijo "deberías de invitarlo a mi departamento. Quiero conocerlo", y yo dije "oh no no no no es necesario", pero ya sabes cómo es Lois. O bueno, quizás no lo sabes, pero por eso te lo estoy contando, Bruce. Lois quiere que vayamos a cenar a su departamento, y entiendo que te cueste venir pero Lois dijo que iba a pagarte el viaje aunque no creo que sea necesario y sé que estás ocupado pero aún así, te lo estoy pidiendo, Bruce. Ven a comer al departamento de Lois.

El audio termina y comienza a reproducirse otro. 

—Compré un sándwich —dice—. Y un latte. Hace mucho no bebía un latte. No entiendo a la gente que puede tomar café sin azúcar. Sabe horrible, pero supongo que hay gente que debe de pensar lo mismo del café con azúcar. Bruce, te iba a decir que no tienes que venir si no quieres, ¿okey?, tampoco quiero que te sientas inseguro respecto a Lois. Es decir, sé que no somos nada —me lo imagino rodando los ojos mientras dice esto—, pero aún así. Lois es algo que simplemente no funcionó y está bien, somos amigos. No como tú y yo, creo. Ni siquiera sé en este punto si tú y yo somos amigos, necesitas decírmelo. Dime que somos amigos, Bruce, ¡dímelo!

El audio termina. Escribo "somos amigos" como respuesta. El mensaje le llega pero no lo ve. Luego escribo "despejaré mi agenda este fin de semana, pero me quedaré en un maldito hotel 🫵".

La respuesta de Clark llega dos horas después. 

"Lo siento, hay noticias de Lex Luthor. La oficina está en llamas. No literalmente, pero casi. El fin de semana está bien, le diré a Lois". 

Paso toda la tarde viendo cosas acerca de la renovación del teatro. Lo visito. Es espectacular realmente, aunque me trae recuerdos de una noche oscura en la que tuvimos que salir mis padres y yo de la función, y, ¿entonces qué?

¿Entonces qué?

La noche se volvió eterna para mí. 

Como sea. Cuando llego a casa, tengo un mensaje de Clark. 

"¿puedo llamarte?"

"????"

Me tiro en mi cama y doy click al botón de llamar. 

Clark contesta al segundo timbrazo. 

—Hey, tengo una llamada de Bruce Wayne —saluda. 

Gruño como respuesta. 

—Entonces —Clark no pierde el tiempo—. Departamento de Lois. Fin de semana. Cena. Casual. 

—Toda mi ropa es formal —bostezo. 

—Casual formal. Da igual. Lois se emocionó mucho. Dice que eres el hombre más guapo que existe.

No puedo evitar reírme.

—Te dije que a todos les gustaba Bruce Wayne. 

—Bueno, considerando las estadísticas, supongo que tienes razón. 

Intento ignorar lo que sus palabras podrían significar. Intento ignorar lo que eso provoca en mí. 

—¿Hombre de matemáticas? 

—No, no, siempre fui pésimo en matemáticas. Apuesto a que tú eras bueno. 

—Soy bueno en todo lo que hago. 

—¿Ah, sí? —pregunta. 

Hay algo en la manera en la que pregunta eso que me remueve el estómago. 

Me encojo de hombros, aunque no puede verme. 

—Fui educado en casa por un tutor muy caro —explico—. Aunque casi todos mis conocimientos se basan en autoaprendizaje y buena memoria, creo. E investigaciones profundas en la madrugada. Más de las que te imaginas.

—Me imagino como mil, Bruce, considerando que eres un ser nocturno y todo eso. 

—Fueron más —le aseguro, recordando como hace una semana investigué durante días la kryptonita—. No lo sé. En la noche a veces me da el impulso de hacer cosas que usualmente no haría durante el día. Creo que me obsesiona saber cosas. Es lo que me vuelve inteligente. 

—Nunca pensé que Bruce Wayne fuera inteligente. 

Ruedo mis ojos. 

—Clark, Bruce Wayne es Bruce Wayne. Yo soy yo. Soy como... la sombra de Bruce Wayne. Y cuando los reflectores me iluminan, es Bruce quien sonríe ante las cámaras. 

—Interesante —escucho la sonrisa en su voz. Creo que para él se ha vuelto divertido escucharme hablar acerca de Bruce Wayne como si fuera otra persona. 

—Supongo. ¿Qué tal tu día? 

—Oh, fue horrible. Lex Luthor y Superman tuvieron una pelea, otra vez. Tuve que ausentarme de la oficina, pero cuando volví todos estaban volviéndose locos. Yo me encargo de la página web, ¿sabes? el internet se había caído. Fue horrible. 

Niego con la cabeza. 

—¿Tú escribes artículos de Superman? —pregunto, aunque ya sé la respuesta. 

—No todos. La mayoría los escribe Lois. Rara vez me toca escribir a mí desde que me cambiaron de puesto. Cosas de Godínez, no creo que te interese. 

—Pero me interesa —digo, de repente. Sorprendido de que sea verdad. 

Clark se queda en silencio dos segundos. 

—Okey —musita—. Bueno pues básicamente yo era de los que escribían notas hasta que hubo una reorganización, blabla, Lois es ahora la encargada de las notas y yo soy comunnity manager, que básicamente significa que tengo que mandar links, publicar notas en las redes sociales, enviar correos y ese tipo de cosas. Y pelearme con mi jefe y con los periodistas. 

—¿Peleas en el trabajo? —mi voz suena sorprendida. 

Clark resopla. 

—Son peleas amistosas, ¿okey? me llevo bien con casi todos en la oficina. 

—¿Casi? 

—No conozco a todos, Bruce. 

—Pensé que amabas a todo el mundo. Fueron tus palabras exactas, de hecho. 

—Lo hago. Amo a todo el mundo. Que me lleve bien con ellos y que los conozca es otra cosa. 

—Está bien. Yo odio a todo el mundo a menos que me den una razón para amarlos, tú amas a todo el mundo a menos que te den una razón para odiarlos. Somos exactamente polos opuestos, Clark Kent. El día y la noche. El verano y el invierno. Metrópolis y Ciudad Gótica...

—¿No te parece interesante? —me interrumpe Clark. 

—¿Qué? 

—Eso. Nuestra relación. 

Lo pienso unos segundos. 

Vaya.

—Sí —musito, en una confesión—. Claro que sí. 

 

Cambio, 

Bruce. 

Chapter 33: XXXIII

Chapter Text

La kryptonita está lista. 

Has pasado horas recolectándola, pero finalmente tienes un cofre de titanio lleno de ella. Reluce verde incluso en la oscuridad. La guardas en una de las esquinas más oscuras de la baticueva, y esperas no tener que usarla nunca. 

 

Cambio, 

Batman.

Chapter 34: XXXIV

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Estaba pensando en lo que dijo Alfred. 

La otra vez. Acerca de "recordar quién era". Creo que hasta ahora lo estoy comenzando a entender.

Superman dice que Bruce Wayne es una máscara. Yo creo que no he confirmado por completo esa información, sin embargo, sí creo que no soy Bruce Wayne. La otra vez Alfred dijo lo contrario, dijo "usted es Bruce Wayne" y tiene razón. Yo soy Bruce Wayne, no al revés. Bruce Wayne no soy yo. Es una máscara. Bruce Wayne es la máscara, no yo. 

Yo tengo el control de Bruce, no al contrario. 

He estado tanto tiempo bajo la máscara de Bruce que se me ha olvidado que es solo eso. Una máscara. He sido consumido por el personaje. 

Al menos eso le dije a mi terapista. Sí. Sigo yendo a terapia. Bárbara solo tuvo que decírmelo una vez. 

Mi terapista dice que Bruce Wayne parece controlar más partes de mi vida de las que me doy cuenta, y tiene razón. La manera en la que visto, la manera en la que hablo, la manera en la que actúo, incluso. Pero hay una parte de mí que no podría controlar aunque quisiera, porque ni siquiera yo puedo controlarla. Todas las versiones de mí mismo han intentado aniquilar esto, y ha sido imposible. 

Estoy viendo un video de YouTube de Superman peleando durante una hora con el clon de él mismo que hizo Lex Luthor. Una pelea en la que Superman saca todo su poder y usa rayos láser y cosas así, cuando finalmente lo acepto. 

Estoy terriblemente enamorado. 

No sé qué es Clark Kent para mí. Definitivamente es un amigo, pero además de eso, no lo sé. No sé ni siquiera si realmente soy capaz de sentir algo hacia alguien más allá de la atracción. Romance. Amor. Qué palabras tan extrañas. Sin embargo, creo que puedo decir que sí es así, porque estoy enamorado, porque no hay otra forma de explicar este sentimiento tan terrible. 

Lo peor es que no puedo hacer nada al respecto. No puedo decírselo, no puedo tener una relación seria con él. Tengo que limitarme a no cruzar los límites más de lo que ya lo he hecho. 

Pero es que pienso en él de formas peligrosas. Pienso en él incluso mientras estoy dormido. El pensamiento de mis manos en su cuerpo, mi mirada cruzando la suya, y todo lo que eso puede llegar a significar, me vuelve loco. Tengo que cerrar los ojos cada vez que siento cómo mi cuerpo cede a mi imaginación. Tengo que respirar. Tengo que entrar en razón. 

Todo me recuerda a él. Cada día de mi vida he vivido en las sombras y ahora no es así. Ahora la luz me acecha y estoy respondiendo al llamado. La luz me acecha y conoce mi nombre y mi apellido y yo me acerco de forma completamente voluntaria. Cada paso que doy hacia él es completamente mi decisión, impulsada solamente por su cabello alborotado y su afición por posarse a mi izquierda. Pero quizás va más allá. Quizás fue desde el primer día, cuando me rodeó con su brazo para que no me cayera en la fiesta, y yo lo observé bajo la luz de la luna y entonces él pronunció mi nombre como si fuera una sentencia. 

El fin de semana iré a cenar con él en el departamento de Lois, y el pensamiento me da vueltas a diario. La cura no ha tenido ningún progreso y Bárbara está en época de exámenes así que no tiene tanto tiempo libre. Yo me dedico a estudiar y estudiar y estudiar y ahora que tengo un cajón lleno de kryptonita en la baticueva, me siento más seguro. Lo del vampirismo está bajo control, por el momento. Estoy esperando a que Poison Ivy sea removida de Arkham y llevada a otra prisión para poder interrogarla seriamente. Cuando eso pase (falta un mes, quizás un poco menos para eso), será el día en el que posiblemente consiga curarme del vampirismo y podré habitar en la luz del sol como cualquier otra persona. 

Como cualquier otra persona. 

Pienso en Clark Kent, navegando bajo el sol como un girasol. Yo soy más bien una dalia negra. Es imposible, me lo recuerdo una y otra vez. Es imposible. Todo esto es surreal. Bruce Wayne, Batman, Clark, Superman. Hay una convergencia que podría hacer todo explotar, mi cerebro no puede siquiera procesarlo sin sentir cierto grado de sufrimiento. Hay una soledad dentro de este cuerpo, que no sé si pertenece a Batman o a Bruce o a ambos que hace que mi corazón duela al siquiera pensar en Clark Kent y en su supertraje de colores llamativos. Flotando, como si fuera magia. Sonriendo, como si fuera fácil. 

Mandándome audios de cómo olvidó sus llaves, como si fuera una persona normal. Como yo. Como si no pudiera apagar al sol con tan solo cerrar los ojos. 

Decido apagar el batimonitor cuando me doy cuenta de que he dejado de prestar atención al vídeo. Creo que estoy teniendo una crisis de identidad ahora mismo, y no puedo tener una crisis de identidad ahora mismo cuando mañana tengo que ir a visitar a Superman a Metrópolis, así que apago todo pensamiento, y mejor busco otro libro que me ayude a entender lo del vampirismo, aunque creo que es inútil porque no es un virus que funcione de manera convencional. 

Quizás hay cosas que simplemente no tienen cura. 

 

Cambio, 

Bruce. 

Notes:

El yearning ha comenzado gente

Chapter 35: XXXV

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Son las cinco de la mañana cuando Batman vuelve a la mansión. 

Batman entra por la baticueva. Deja el Batimóvil ahí y comienza a quitarse la armadura, pieza por pieza, como un ritual. Primero los guantes, que revelan unas manos desnudas y suaves. Luego las botas. Luego el cinturón. El arpón. Cada accesorio extra, los voy dejando en la mesa. Los batarangs, la navaja, el táser, todo. Luego me quito el pantalón y la camisa y la malla que hay debajo, la que diseñó Bárbara, y me pongo un pantalón negro que Alfred ha dejado para mí. Me pongo también la camisa, color azul oscuro y encima un suéter negro. Guardo el Batitraje y subo por el elevador. Alfred sigue dormido, así que dejo una nota. Tomo la maleta que alisté desde el día anterior y Bruce Wayne es quien sale de su (mi) escondite al mismo tiempo que el sol sale del suyo. El chófer me espera. 

Me deja en la estación y subo al tren.

Duermo las nueve horas completas.

Llegar a Metrópolis se siente, literalmente, en la piel. Me empieza a escocer. 

Tengo que encerrarme en el baño del tren a ponerme bloqueador solar. Y gafas de sol. 

Bajo del tren con el paraguas negro de la otra vez. Clark Kent no se ve en ningún lado. 

Me siento en una de las bancas que están en la estación. Hay mucha gente aquí, dando vueltas, observando. 

Clark Kent aparece de en medio de la multitud como una especie de milagro. Tiene puesta una camisa blanca y un pantalón caqui junto con unos converse. Veo que tiene no uno, sino dos cafés en sus manos. 

Me busca con la mirada pero no me encuentra. Yo me tomo estos momentos para apreciarlo, ¿cómo este hombre pudo acercarse a un hombre como yo, un ermitaño escondido entre sombras de personas, con una sombrilla y lentes de sol en una estación bajo techo? no lo sé. 

No lo sé. 

Tengo que levantarme para que me vea. Cuando lo hace, sonríe. 

Y el mundo se ilumina. 

—Te traje un café —me dice cuando llega hasta mí—. Como te gusta. 

Sonrío al darme cuenta de que ese es su saludo, como si nos hubiéramos visto ayer y no hace... ¿tres semanas? ni siquiera recuerdo. Hemos estado hablando todos los días. O más bien Clark habla y yo respondo monosílabos. Y él manda audios de diez minutos y yo los escucho mientras no sé, me baño. Ese tipo de cosas. De cierta forma se siente como si no hubiéramos estado separados. 

—Gracias, Clark —mi voz suena sincera. 

Clark me palmea el hombro y se ofrece a tomar mi sombrilla. Acepto, y empezamos a caminar. Luce más feliz que nunca. Me pregunto si es por mí. 

Me pregunto si es por mí. 

—¿Qué tal el viaje?

Me encojo de hombros, dando un sorbo al café. 

—Bien. Dormí todo el camino. 

—No entiendo cómo hay gente que puede dormir de día.

—Soy un vampiro, Clark. 

—Oh. Cierto. 

Niego con la cabeza. Qué estúpido. 

¿Por qué estoy sonriendo de nuevo? 

Clark se asegura de cubrirme con la sombrilla cuando salimos de la estación. Intento no pensar en lo enamorado que estoy de él. De verdad lo intento. 

De verdad. 

—Entonces, ¿vamos a tu hotel? —pregunta, mientras las calles de Metrópolis comienzan a llenar mis oídos. 

—Sí. Está muy lejos para ir caminando, Clark —me quejo. 

Clark sonríe como si hubiera estado esperando a que dijera eso. 

—Lois me prestó su auto —las llaves del auto en cuestión se sacuden en su mano. 

Resoplo. 

Caminamos al menos cinco cuadras para llegar al auto de Lois. Es un beetle gris. Debí esperarlo. 

Clark abre el maletero y yo dejo mi maleta. Abro mi puerta yo solo y subo. Clark frunce el ceño cuando sube al piloto y todo el carro se mueve con él. 

—¿Tienes algo en contra de los beetle? —se abrocha el cinturón. 

—No —digo, y sueno totalmente relajado al respecto. 

Soy una increíble persona por aceptar subir a un beetle. 

Clark asiente, satisfecho. Arranca el auto y suenan las noticias en la radio, ¿quién diablos escucha las noticias en la radio hoy en día? 

"Batman ha sido visto nuevamente en las calles la noche anterior. Según investigaciones gubernamentales, el vigilante ha estado haciendo compras clandestinas que, según lo informado, podrían consistir en pedazos de un meteorito que contiene un extraño mineral llamado "kryptonita".

"No sabemos exactamente qué tiene el mineral —habla una voz masculina—, pero sabemos que proviene del mismo lugar del que viene Superman. Quizás Batman tiene una alianza con él. Hemos intentado contactar a Superman al respecto pero hasta ahora nuestras respuestas han sido nulas". 

Mis oídos dejan de escuchar para concentrarse en el fuerte zumbido de mi cabeza. Dios, si tuviera sangre, se iría a todo mi rostro ahora mismo. 

Qué vergüenza. 

—¿Crees eso? —pregunta Clark. 

—¿Qué cosa?

—Lo de la alianza. 

Resoplo. 

—Todos saben que Batman apenas puede tener una alianza consigo mismo. 

Creo que es lo más verdadero que he dicho nunca. Me felicito. 

—Creo que Batman intenta enfrentarse a Superman —dice Clark. 

Volteo a verlo. Parece concentrado en el camino. 

—¿Por qué piensas eso? 

—Solo lo sé —se encoje de hombros. 

Nos quedamos en silencio después de eso. Qué extraño es tener una conversación así, sabiendo que él es Superman y que yo soy Batman y que él no lo sabe pero yo sí lo sé así que tengo que fingir no saberlo y wow. 

Decido dejar de pensar en esto. Mi hotel se cierne por encima de todo edificio, como si fuera el árbol más grande en un bosque. Me inclino hacia la ventana para verlo mejor y sí, cinco estrellas. Digno de Bruce Wayne. 

Clark me ayuda a bajar mi maleta cuando llegamos. 

—¿Cuántas noches estarás aquí? —pregunta impactado. 

Solamente una. 

Entramos a la recepción del hotel. La recepcionista me saluda con mi nombre. Parece que incluso en Metrópolis la gente conoce a Bruce Wayne. 

Y a Clark también, al parecer. 

—¿Habitación para dos? —pregunta la recepcionista. 

Volteo a ver a Clark. 

—¿Qué dices, Clark?, ¿habitación para dos? 

Clark sonríe apenado. 

—Lo siento, pero creo que paso. Será difícil llegar al trabajo desde aquí —murmura. 

Me encojo de hombros. Me dan una pulsera que es mi llave a mi habitación. Está en el penúltimo piso, así que Clark y yo subimos al elevador. 

Es el tipo de elevador que consiste en muchos espejos y música pop horrible. Distingo nuestras siluetas. La mía pálida, casi transparente, milagrosamente presente en el espejo. La de Clark sólida, el pelo hecho un maldito desastre, los lentes a punto de caerse del puente de su nariz. Siento la tentación de acomodárselos, pero no, no, no, no. Noto entonces que también me está observando y alzo la cara, a su disposición. 

Clark se acerca, no sé bien a qué. Parece querer decir algo, pero el elevador se detiene en ese momento. 

La puerta se abre. Hemos llegado a mi piso. Clark sale del elevador antes que yo, deslizándose como agua, con una sonrisa en su rostro. 

¿Quería besarme? 

Llegamos a la habitación. Cama. Me acuesto en ella luego de quitarme los zapatos. Clark se mira en el espejo de la entrada y, milagrosamente, empieza a peinar su cabello. 

—Debería de cortarlo —lo escucho decir. 

—Sí —concuerdo—, aunque se ve bien así. 

Clark se ríe ante eso. 

—Gracias. ¿A ti te corta el cabello Alfred? —pregunta. 

Asiento. 

—Deberías de ir a la mansión a que te lo corte también a ti —murmuro. 

Clark niega con la cabeza. 

—No, sería demasiada molestia. 

—Nunca es molestia, créeme. Alfred ama a la gente, a diferencia de mí. Le hará feliz si vas a visitarlo. 

También me haría feliz a mí, pienso. 

Clark se desabotona un solo botón de su camisa, captando por completo mi atención. 

—Lo pensaré —acepta. Se acerca a donde estoy recostado y parece considerar seriamente el acostarse a un lado mío, pero al final solo se sienta en la cama. 

Respiro. Esta cercanía está empezando a preocuparme. Siento demasiadas cosas. Creo que él lo sabe. Sería imposible no saberlo cuando mi corazón no deja de descontrolarse. 

—Mañana Superman irá al museo que está al centro de la ciudad —me dice, mientras mira hacia la ventana. El cielo azul de Metrópolis apenas muestra un par de nubes. 

Cualquier rastro de alegría se borra de mi rostro cuando Superman es traído a la conversación. 

—Wow. 

Clark me mira y alza los brazos. 

—¿También odias a Superman? 

—No lo odio. Solamente... existe. Y ya. No me causa emoción a dónde va. 

—Bueno, yo te lo decía por si querías ir a verlo. Yo no puedo. 

—¿Por qué no? 

—Trabajo, Bruce —parece divertido cuando lo dice. 

Cierro los ojos. Me imagino que no irá al trabajo para ser Superman. 

—No creo ir a verlo, pero está bien. Lo pensaré. 

Siento cómo Clark me palmea el muslo. 

—Muy bien. La cena en el apartamento es a las siete, ¿qué quieres hacer en este tiempo que nos queda? 

Abro un solo ojo. 

 

Cambio, 

Bruce.

Notes:

Lamento la desaparición, lamentablemente ahora tengo trabajo 😔

Chapter 36: XXXVI

Chapter Text

Clark Kent, si sabes que soy un hombre sediento y hambriento, ¿por qué te ofreces como bebida y alimento? 

Es lo que me pregunto mientras estoy, nuevamente, chupando su cuello en una posición homoerótica. 

Esta vez Clark está en la cama. Yo estoy encima de él. Estoy bebiendo como si mi vida dependiera de ello porque honestamente la sangre de Clark es espesa y suave como terciopelo y se desliza por mi garganta, todavía caliente y la siento caer en mi estómago vacío y cada parte de la experiencia es increíble. Satisfactoria. Maravillosa. Además, supongo que él no lo sabe, y espero que no lo sepa nunca, pero me moría de ganas por tocarlo así de nuevo. 

Sé que dije que no volvería a beber su sangre. Sé que dije que no quería favores de Clark, pero, realmente, ¿quién podría resistirse? Además, esto sigue estando dentro de los límites. Es meramente físico. No hay sentimientos de por medio. Es solo hambre, sed. Necesidades vampiras. 

Clark se aventura a poner su mano en mi espalda. Yo me acomodo a cuatro patas encima de él. Me sostengo de mis codos para no estar directamente acostado, aunque eso cambia cuando mis codos comienzan a debilitarse debido a que Clark baja su mano hacia el fin de mi suéter y el comienzo de mi pantalón, atrayéndome más cerca. Pienso en que quiero besarlo, pero sigo colgado de su cuello. Me dejo caer en su pecho, finalmente. Mala idea. Hay contacto cuerpo a cuerpo. 

Clark gime. 

Continúo bebiendo sangre, persiguiendo su cuello. Mi boca chupa para extraer más y más. No puedo parar. Hace mucho no la bebía y cada vez soy más vampiro. Necesito más sangre. Estoy realmente sediento. Clark vuelve a hacer eso de cubrirse la boca con la mano, pero siento todo su cuerpo temblar debajo mío. Creo que no hay un solo centímetro del torso de Clark que no esté pegado molecularmente a mí. Creo que siento su corazón más que escucharlo. 

Termino de beber. Fue más de lo normal esta vez. Probablemente como diez onzas. 

Me despego de Clark usando mi superfuerza de voluntad y me dejo caer en la cama boca arriba. Muerto. 

Me siento cálido por todos lados. 

Clark se levanta sobre sus codos luego de unos segundos de respiraciones agitadas. Me observa, sorprendido. 

—Estás sonrojado —dice. 

Toco mis mejillas. Oh, fue demasiada sangre. Miro mis manos e incluso las yemas de mis dedos son rosadas. 

—¿Así se siente estar vivo? —pregunto, sin saber que quería decirlo. 

Clark pone su mano en mi frente. Me quedo quieto. 

—Estás cálido, pero no es fiebre —se encoje de hombros—. Creo que bebiste demasiado. 

—Lo siento. 

Clark niega. 

—Puedes beber cuánto quieras. No me molesta. 

—Temo hacerte daño. 

—No lo harías nunca. 

Sus palabras podrían hacerme morir de nuevo. 

Me doy cuenta entonces de qué está pasando. Clark Kent no es un estúpido. Clark Kent me está dando pistas de que es Superman a propósito. Clark Kent quiere que yo, Bruce Wayne, lo sepa, pero no se atreve a decírmelo directamente, así que me tira este tipo de indirectas, y me deja beber de su sangre y me deja ver cómo su cuello se cura por sí solo, y me dice que es inmune a mi afrodisíaco sin razón alguna y me cuenta malas mentiras a propósito, esperando que llegue yo a la conclusión adecuada. 

Me hago el tonto, soy experto en eso. 

—Está bien —mi voz cansada. 

Clark se cierne sobre mí. Una ola, pienso. 

—¿Puedo besarte? 

Dios.

—Sí —murmuro. 

Él lo hace. Su boca se posa en la mía y yo intento con todas mis fuerzas no moverme, no hacer ruido, no existir. Solo desaparecer en el beso. 

Es tan difícil esto. Es tan difícil manejar tu vida a través de sentimientos. Usualmente no es así para mí. Usualmente beso automáticamente y toco donde debo tocar. Aquí no. Aquí beso de manera desesperada y tomo todo lo que me da, como si estuviera muriendo y Clark fuera mi salvación. Y quizás así es. Desabrocho los botones de su camisa, sin saber bien qué demonios estoy buscando, y Clark me deja hacerlo. Me pregunto en dónde nos deja esto.

¿Somos amigos todavía? 

¿Debería de estar haciendo esto? 

Pero no puedo evitarlo. Sus labios son suaves, sus movimientos voraces, correspondiéndome hasta el punto en el que no sé quién quiere más esto. Cada segundo se vuelve eterno para mí. El presente se vuelve Clark Kent y el mundo se desdibuja a nuestro alrededor. Podría durar siglos así. Es peligroso. Oh, es peligroso. 

Clark se separa de mí para mirarme, finalmente. Casi me siento aliviado. Pone su frente en la mía. Sus iris me observan. Azules. Todo él es color azul. 

—¿Qué quieres hacer, Bruce? —pregunta. 

Maldita sea. 

Pongo mis manos en su cabello para despeinarlo aún más. Me doy cuenta entonces de que quizás esto es lo que siempre quise hacer cada vez que observé su cabello. Realmente es increíble. Acerco su rostro a mi boca y él se deja hacer. Lo beso severamente y de maneras que deberían estar prohibidas, moviendo nuestras lenguas de un millón de formas distintas. Muerdo su labio. Lo chupo. Pienso seriamente en decirle que lo amo, porque quizás lo hago. Quizás lo hago. Pero no debo, no debo, no debo. 

Me levanto sobre mis codos y Clark no deja de besarme. Intento alejarme. Lo intento durante minutos enteros. Siento la sangre en mi cuerpo, su sangre, fluyendo a todos lados. Necesito detener esto. Necesito detenerlo antes de que pierda por completo el control. 

Es Clark quien se separa de mí. Me mira, y creo que debe de ver algo, porque dice:

—Bruce, ¿qué pasa? 

No sé qué decir, o qué pensar. Me siento como una llamarada. Exactamente así. Podría consumir a Clark Kent entero. 

Pero niego con la cabeza. 

—Deberíamos alistarnos para ir a cenar —murmuro, en cambio. 

Clark parece confundido, pero creo que ya está acostumbrado al desastre que soy. Pone su mano en mi mejilla. 

—Sigues tibio, ¿no será peligroso?

Su preocupación hace que tenga que controlar mi respiración. 

—Estaré bien, Clark. Me siento... bien. 

—¿Y si tomas una ducha? 

—¿Contigo? —no puedo evitar preguntar. 

Clark niega con la cabeza, una sonrisa formándose en las comisuras de su boca. 

—Hay cosas que nunca cambian. 

Sonrío. Clark se acerca a mí y decide simplemente hundir su cara en mi cuello. Yo lo dejo estar. 

—Me gustas mucho, Bruce —murmura. 

Cierro los ojos. Esto era lo que estaba tratando de evitar. La confrontación. Los sentimientos. Y ver que son recíprocos, oh, eso es lo peor. Tengo que apagar a mi cerebro. No hay forma en la que pueda vivir si Clark Kent me dice que me ama. No hay forma. Una cosa es que le guste, porque Bruce Wayne le gusta a todos, pero si me dijera que me ama... Ni siquiera soy capaz de procesarlo. 

—No es necesario que digas nada —me dice. Y es bueno que lo diga, porque no planeaba decir nada. No puedo decir nada. 

Me recuesto otra vez en la cama y Clark se recuesta encima mío, como una cobija. Su cara sigue en mi cuello y pongo mi mano en su cabello. Él hace un ruido de gusto. Me pregunto entonces si esto es la felicidad. Él y yo, juntos, en esta posición, simplemente coexistiendo. No hay nada sexual. No hay palabras. Solo calma y el latir de su corazón.

Nos quedamos así hasta que me doy cuenta de que se está haciendo realmente tarde y yo necesito ducharme. Muevo a Clark de encima mío, cosa que lo hace reír y me encierro en el baño. 

La ducha realmente me ayuda a calmarme. Cuando salgo, sigo luciendo rosado, lo cual es increíble. Salgo del baño con una toalla envuelta en la cintura y veo a Clark mirándome por encima de sus lentes mientras busco ropa en mi maleta. 

—¿Qué te vas a poner? —pregunta. 

Le muestro un saco negro, una camisa negra y un pantalón. Negro. 

—Muy tú —me felicita. 

Una vez listos, vamos al auto de Lois de nuevo. Clark se dedica a hablarme acerca de lo que ocurre en su trabajo. Básicamente, Jimmy parece haber rechazado a una de las chicas de redacción debido a que "no buscaba nada serio". Una lástima, de verdad. Me dedico a mirarme en el espejo todo el camino. No recordaba lo que era tener color. Casi me veo sólido. 

Clark pone su mano en mi muslo en cada semáforo en el que nos detenemos. Y son muchos. Cada vez que lo hace, no puedo evitar lanzarle una mirada, mirada que no corresponde y que más bien parece ignorar. Me pregunto qué significa eso. Me pregunto si me molesta y supongo que no lo hace, así que me dedico a mirar a la ventana y a escuchar canciones de Clark, que son básicamente canciones de los ochenta con un ritmo feliz. Metrópolis es radiante y enorme, pero no como Gótica. Gótica es un agujero, Metrópolis es más bien una colina besada por el sol, en donde el césped crece y hay ardillas en los árboles. 

El departamento de Lois está en un edificio definitivamente más arreglado que el de Clark. Al menos el elevador funciona cuando subimos. Este tiene un solo espejo y miro nuevamente la silueta enorme de Clark reflejarse en él. Cada segundo es más doloroso verlo. No puedo creer que soy capaz de sentir esto. Quizás este hombre enorme es justo del tamaño necesario para llenar el vacío que existe entre Batman y Bruce Wayne, como un puente que une mis dos identidades como lo que son: un hombre solitario que necesita que alguien lo vea verdaderamente. 

Y cierro mis ojos al pensarlo y lo niego porque Bruce Wayne jamás será capaz de amar a alguien de manera normal. Menos cuando ese alguien es un alien de otro mundo. Y me lamento. Y me vuelvo a lamentar. Una y otra vez. 

Cuando las puertas del elevador se abren, mis ojos también, y se encuentran con que Clark me está mirando preocupado. 

Finjo una sonrisa. No me cuesta nada. Salgo del elevador. 

 

Cambio,

Bruce.

Chapter 37: XXXVII

Chapter Text

Lois Lane es más hermosa de lo que esperaba, y esperaba a alguien muy muy hermosa.

—Oh, chicos —dice, como si fuéramos un par de niños que llegan a pedir dulces en halloween—. No esperaba verlos tan pronto. Clark usualmente llega tarde a todos lados. 

Clark frunce el ceño en su dirección.

—Mucho gusto, Lois —saludo, extendiendo mi brazo. 

No sé bien cómo funcionan las interacciones sociales entre amigos, pero mis interacciones sociales consisten en modales e intereses fingidos, "¿cómo está tu abuela?", "¿está bien cocinado el pato?" ese tipo de cosas, así que así me comportaré esta noche. No creo que esperen algo más de mí, considerando que invitaron al maldito Bruce Wayne. 

A Lois se le ilumina el rostro cuando toma mi mano. Me mira como si estuviera observando un milagro (el tipo de mirada que recibo, honestamente, todo el tiempo) y le sonríe a Clark.

—Clark, es aún más guapo en persona —asegura. 

Escucho la palma de Clark estrellarse en su frente. 

—Se supone que no ibas a decir nada. 

Los ojos de Lois se posan en mí nuevamente. Parece analizar cada una de mis facciones a profundidad, metódicamente. 

—Umm sí, el tipo de atractivo que no se ve por aquí, entiendo por qué le gustaste a Clark. 

Clark me empuja a un lado, cosa que me sorprende. 

Parece que a él también le sorprende, porque abre los ojos como platos.

—Lo siento, es que Lois me está avergonzando —murmura, y entra al departamento furioso. 

Alzo una ceja. Lois y yo intercambiamos una mirada que parece significar que tenemos algo en común: nuestra curiosidad por la rareza del comportamiento de Clark Kent. 

Entramos al departamento. Definitivamente es mejor que el de Clark, pero creo que es porque Lois parece tener un gusto más refinado que el de un hombre cualquiera de Kansas. Hay decoraciones plateadas por todos lados y la cocina tiene un estilo minimalista con todos grises y negros, que obviamente me causa gran gratitud porque los grises y negros son mi escala de colores favorita. 

Clark está sentado en el sillón. Ojeo toda la habitación rápidamente y luego me paro junto a él. Lois entra a la cocina y sale con un plato de quesos y decido que definitivamente ella sí sabe lo que hace. 

—Gracias, se ve increíble —y lo digo honestamente. 

Clark levanta su dedo índice, como si pidiera permiso para hablar en clase. 

—Bruce es intolerante a la lactosa —comenta. 

Parpadeo. 

—Bueno y a cualquier comida sólida, tiene una infección —añade. 

Lois da una vuelta de 180 grados para mirarme. Ve que sigo de pie y me hace una seña para que me siente en el sillón. 

—No tenía ni idea —se preocupa—. Quizás invitarte a cenar no fue adecuado —pone sus manos en mis brazos y me guía para que me siente, cosa que me parece de lo más extraña. ¿es normal para esta gente estarse manoseando todo el tiempo?—. Quizás podríamos jugar juegos de mesa, ¿por qué demonios no me dijiste que no podía comer, maldito Kent?

Lois le da un manazo a Clark en la cabeza. No creo que le haya dolido considerando que es Superman y que tiene una cabellera que perfectamente podría funcionar como casco, pero aún así él finge que le duele y se soba repetidamente. 

—Estoy bien —la calmo—. Jugar juegos de mesa me parece perfecto, los únicos juegos de mesa que juego son el póker. 

—Oh, Lois es muy buena en póker. 

—Tú eres malo, es diferente. Seguro Bruce es mejor. 

Me encojo de hombros. 

—Tengo mis trucos —ofrezco. 

Louis asiente con la cabeza.

—Está decidido entonces. Juegos de mesa. Clark puede comer el queso, pero déjame el mozarella a mí —lo señala con el dedo, mientras sale de la sala. 

Clark no opone mucha resistencia y toma un trozo de queso de la tabla. Mientras lo mastica, se cubre la boca y me dice:

—Lois está medio loca. 

No digo nada al respecto. Solo lo miro. Me dan ganas de acercarme a él para acomodar el cuello de su camisa, que está todo desdoblado de un lado, pero me contengo. Sería raro. 

—¿Quieres que te prepare un café o algo? —pregunta Clark.

Niego con la cabeza. Luego lo pienso. 

—Un té no estaría mal —sugiero. 

Clark se levanta de inmediato, limpiándose las manos en su pantalón. 

—A la orden —sale a la cocina. 

Así que me quedo solo en la sala. Observo detenidamente todos los cuadros que hay en la pared. Algunos son de Lois con sus padres, otros son de ella con otras chicas, en uno sale ella con Clark, ambos sonriendo, Clark con un ojo medio cerrado. Ambos son realmente una pareja muy atractiva. 

No entiendo qué pudo haber salido mal en su relación. Hasta ahora, parecen llevarse de maravilla. 

—Okey, he traído el Scrabble —dice Lois, apareciendo con un montón de cajas. Su figura siendo moldeada por unos pantalones formales y un suéter color vino—. Y el monopoly, y el uno, y el clue. Tú eliges, Bruce. 

No tengo ni idea de qué juegos son estos, pero como el Clue tiene una caja negra, escojo ese. Naturalmente. 

—Ohhh soy muy malo en ese —dice Clark, apareciendo también. En sus manos tiene una taza de té—. No había té chai así que traje matcha —se encoje de hombros. 

Me río tan fuerte que Lois se sobresalta. 

—¿Por qué matcha, de entre todos los tés? —le pregunto a Clark, todavía riendo. 

Clark parece avergonzado. 

—¡Es el único que había! 

—Clark te dije que había de manzanilla —lo regaña Lois. 

Tomo mi té de las manos de Clark, haciendo el más mínimo de los contactos con su mano. 

—Está bien, no importa —niego con la cabeza—. Muchas gracias a ambos. Ahora, ¿de qué trata este juego que acabo de escoger? 

Lois se sienta en el sillón frente al que estamos sentados Clark y yo.

—¿Nunca lo has jugado?, oh, espera, ¿tengo que llamarte señor Wayne o puedo tutearte? 

Me encojo de hombros. 

—Me da un poco igual, señorita Lane. 

Hay algo en el tono en el que digo señorita Lane que hace que Clark se enderece en su lugar junto al mío. 

—Yo nunca fui "señorito Clark" —se queja. 

—Cállate, Clark, deja que Bruce haga lo que quiera —lo regaña Lois—. El juego trata acerca de descubrir un asesinato. 

Mis ojos se iluminan. 

—Interesante —murmuro. 

Clark suelta un quejido. 

—Dios, soy horrible en este juego. 

—Ya lo dijiste, Clark —lo regaña otra vez Lois. Parece que todas sus interacciones consisten en regañarse mutuamente. Quizás por eso no funcionaron. 

Clark rueda los ojos. Yo observo el intercambio y le doy un sorbo a mi té, lo cual es una pésima idea porque de inmediato algo se siente mal. 

Me levanto de inmediato. 

—¿Dónde está el baño? —pregunto. 

Lois señala a la izquierda. Toma todo de mí el no correr, pero logro llegar a tiempo para vomitar en el inodoro. 

Tengo que decirle a Bárbara que el té matcha no es apto para estómagos vampíricos. 

Regreso a la sala luego de usar pasta de dientes y agua como enjuague bucal. 

Clark y Lois están acomodando las piezas del juego cuando regreso a la sala. 

—Lo siento —me disculpo—. Parece que también soy intolerante al té matcha. 

—Oh, Bruce, ¿estás bien? —pregunta Lois—. ¿Quieres un vaso de agua?

Asiento y Lois va a buscarlo a la cocina. Pobres personas sin servidumbre que tienen que hacer todo por ellos mismos, ¿cómo viven así? 

Me siento junto a Clark de nuevo, quien me mira preocupado mientras baraja cartas. Es terrible haciéndolo. 

—¿Estás bien? 

Asiento. 

—Estómago vampiro —musito. 

—Tomaré tu matcha por ti. 

—Eso sería muy amable. Ahora dame esas cartas, por favor. Me está haciendo daño verte. 

Clark me las da sin mucha renuencia. Comienzo a barajarlas como Alfred me enseñó, hace muchos años. Clark observa y abre mucho los ojos. 

—Wow, creo que sí eres bueno en póker. 

Sonrío. Dejo las cartas sobre la mesa y Clark pone su mano en mi hombro. 

—¿Necesitas algo de beber? —sacude la cabeza—, ¿algo que no sea té matcha. 

Justo en ese momento Lois decide volver a aparecer en la sala. 

—Clark, literalmente le estaba trayendo un vaso de agua. 

Lois lo deja en la mesa. Me estiro para tomarlo y, al hacerlo, ella peina mi cabello. 

Me quedo muy quieto.

—Lane —la regaña Clark. 

Lois sonríe y se sienta en el sillón de nuevo. 

—Lo siento, soy demasiado empalagosa. 

—Bruce es literalmente lo contrario a empalagoso, lo estás incomodando. 

Decido que es un buen momento para tomar un sorbo de agua. 

Lois luce realmente preocupada por eso. 

—Lo siento mucho, Bruce. Es solo que... Clark me ha hablado tanto, tanto, tanto, pero tanto de ti que siento como si ya te conociera. Y me caes bien, de hecho. 

Alzo una ceja. 

—¿Gracias? 

Clark se frota la cara con la mano, claramente preocupado. 

—¿Qué ha dicho Clark de mí? —pregunto. 

Lois sonríe, como si hubiera estado esperando esa pregunta. Se endereza en su lugar, pero antes de hablar, Clark y ella comparten una mirada. El tipo de mirada que es más bien una conversación. Al final, Lois suspira, y no responde mi pregunta en lo absoluto. 

Quizás prefiero que así sea. 

Lois carraspea. 

—Bueno, ¿has tenido relaciones serias con alguien, Bruce? 

Alzo una ceja. 

—Depende de lo que significa "serio" para ti. 

Lois se remueve en su sillón. 

—¿Es esto normal? —le pregunta a Clark, como si yo no estuviera aquí en lo absoluto, lo cual me da un poco de risa. 

Clark ríe abiertamente. Observo los hoyuelos aparecer en sus mejillas. 

—Sí —confirma. 

—¿Qué es normal? —pregunto.

Clark me mira. Y sonríe. 

—Tú. Coqueteando. 

No sé qué decir al respecto. Realmente no estaba coqueteando. Al menos no conscientemente. 

—¿Cuántos años tienes? —me pregunta Lois. 

—¿Es esto una entrevista? —pregunto divertido. 

—Somos reporteros. Es inercia. 

—Tengo treinta —tomo otro sorbo de agua. 

Lois no dice nada, pero parece complacida. Creo que es obvio lo que está pasando aquí. Estoy siendo juzgado. 

—¿Qué hay de ustedes? —decido preguntar. 

Ambos fruncen el ceño. 

—¿Nosotros? —pregunta Clark. 

—¿Fueron su única relación seria o...?

Ambos empiezan a hablar al mismo tiempo. 

—Oh, no, no, no...

—Creo que jamás en mi vida habría sido capaz de...

—En realidad, Lois y yo solamente...

—... soportar a Clark Kent otro maldito segundo...

Me río. Lo cual los hace quedarse callados. 

—Lo siento —digo—. Está bien, solo era curiosidad. 

Clark suspira. Pone su mano en mi muslo una vez más, lo cual me hace tensarme hasta el último músculo durante un segundo. 

—Bruce, Lois y yo solo somos amigos. 

—Sé eso. 

—Y durante un tiempo fuimos pareja pero en realidad... Creo que no fuimos muy compatibles que digamos. 

Lois niega con la cabeza, de acuerdo con Clark. 

—Clark siempre llegaba tarde a las citas. 

—Lois es muy mandona. 

—Y suele estar muy ocupado con... trabajo y eso. Ya sabes. Falta de comunicación y blabla —hace un ademán—. Funcionamos mejor como amigos. 

Clark asiente vehementemente. 

—Sí. 

Me encojo de hombros. 

—Está bien. Solo era curiosidad —aclaro. Porque no estoy celoso, ni por asomo, de una relación muerta que duró no sé cuántos años. 

Ni por asomo. 

Nos quedamos en silencio unos tres segundos, cuando Lois habla de nuevo. 

—¿Sabías que Clark te investigó durante semanas antes de ir a verte en la inauguración? Y todos en la oficina le dijimos cosas como "pero Clark, no vas a ver personalmente a Bruce Wayne, todo el mundo lo estará viendo a él, ¿por qué él te vería a ti?" y cuando volvió, nos habló por horas acerca del artículo que estaba escribiendo. Y de lo mucho que le agradaste. Y de lo increíble que te veías y de lo borracho que estabas y de cómo fueron a un café juntos y habló durante siglos acerca del estado de tu cabello y de la manera en la que... Bueno, y además el artículo. ¡Dios! ha hablado de ese artículo por siglos. Lo tiene enmarcado en su oficina, de hecho. Al menos el primer borrador, el que no fue publicado debido a que era demasiado, demasiado, demasiado subjetivo. O sea, demasiado. Muchos adjetivos, pocos verbos. Bruce Wayne es esto, Bruce Wayne es lo otro. Se supone que tenía que ir a reportar acerca del hotel de Bruce Wayne, no de Bruce Wayne en sí. 

Intento ignorar el hecho de que mi corazón está latiendo como loco. El artículo, el maldito artículo. Jamás lo leeré. No soy capaz de siquiera imaginar lo que dice. 

Volteo a ver a Clark, pero no niega absolutamente nada de lo que Lois ha dicho. Suspira. Ni siquiera parece molesto. Parece darle un poco igual. De hecho, toma un sorbo del té matcha que era mío y evita mi mirada. 

—¿Qué descubriste en tu investigación de Bruce Wayne? —le pregunto, en cambio—. La que hiciste antes de conocerme. 

Clark se encoje de hombros. 

—Prensa amarillista. Bruce Wayne es racista —comienza a ennumerar—. Bruce Wayne es machista, Bruce Wayne es clasista, Bruce Wayne es homofóbico incluso siendo... ¿bisexual? No lo sé. 

—¿La prensa dice que soy bisexual? —es lo único que me sorprende. 

Eso alivia la tensión del ambiente, porque tanto Clark como Louis comienzan a reír. 

—Sí —Clark asiente—. Aunque algunos dicen que eres directamente gay y luego otros lo rebaten con imágenes de ti en la pasarela de Victoria Secret en donde estabas claramente coqueteando con al menos cinco modelos. 

—¿Qué puedo decir? —me regocijo—. Hay Bruce Wayne para todos. 

Eso los hace reír a ambos nuevamente. Sí, el poder de Bruce Wayne. 

—Muy bien pues —declara Louis—. Es hora de jugar. Quien pierda lava los trastes, incluyendo a Bruce —me señala. 

Yo oculto una sonrisa detrás de mi vaso de agua. 

 

Cambio, 

Bruce.