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Gadget solo estaba ahí por petición de su madre, trabajar en un museo no estaba exactamente en sus planes a futuro, menos con un título universitario del MIT a su nombre. Pero las cosas estaban difíciles en casa y él no podía esperar más tiempo para conseguir el trabajo de sus sueños, menos si eso significaba no aportar nada para el tratamiento de su gemelo.
Y aquí estaba, trabajando como personal de limpieza en un museo antiguo que sospechaba que lo volvería loco en el corto plazo si no hacía algo al respecto.
No lo mal entiendan, él amaba este museo, venía aquí desde que era un cachorro. Pero la nostalgia y la historia mística que cargaba este lugar no justificaba las cosas que él y sus otros compañeros habían estado presenciando.
Cómo ahora, que estaba viendo cómo su compañera de trabajo, Lindsay, peleaba contra la nada por querer limpiar una exhibición de gemas antiguas.
"¿Pero qué cojones?" Refunfuño la humana morena mientras movía una gema de su soporte hacia la mesa.
Solo para que esta misma volviera flotando hacia el soporte, avivando la ira de Lindsay.
"¿¡ME VAS A DEJAR LIMPIAR DE UNA VEZ!?" Grito la humana mientras sacudía su plumero como una espada hacia la nada.
Por alguna razón sintió que la nada se reía de ella.
El lobo rojizo solo suspiró, acomodándose los lentes.
En un inicio, ver este tipo de cosas le hacían erizar la piel, de hecho, la primera vez que presenció un objeto moverse de la nada casi le había dado un ataque al corazón, y por un tiempo pensó que solo había sido producto de su imaginación, culpa del estrés.
Pero la rutina le probó que no lo estaba imaginando. Y que de paso, no era el único que sufría por estas cosas.
Volviendo al presente, la “Entidad” (como sus compañeros lo apodaron) había colocado las gemas en el orden incorrecto, ocasionando que Lindsay empezara a soltar groserías a diestra y siniestra como una desquiciada, plumero todavía agitándose en mano.
“¿Qué es todo este escándalo?” Preguntó una voz profunda a sus espaldas. Y decía mucho de ellos que solo se hubieran asustado luego de reconocer a quien le pertenecía la voz.
Atrás de ellos estaba nada menos que el dueño del museo, un erizo ébano con reflejos rojos conocido como Shadow Robotnik, quien siempre estaba vestido en un traje elegante. También tenía la extraña peculiaridad de aparecer después de que cosas paranormales le ocurrían a los empleados.
Gadget intentó poner una excusa sobre no poder quitar el polvo, pero la chica morena se le adelantó.
“Lo siento mucho, señor. ¡Pero ese fantasma no nos deja limpiar en paz!” Se quejó la morena, mientras Gadget se aguantaba las ganas de golpearse la cara.
El señor Robotnik solo levantó una ceja, sin impresionarse.
“¿No cree que está muy grande para creer en historias de fantasmas, señorita Benson?”
Lindsay miró al erizo ébano con incrédula. Gadget a veces olvidaba lo ingenua que ella era.
Otra de las extrañas peculiaridades del dueño del museo era que nunca había presenciado ninguno de los eventos paranormales que ocurrían allí, y cada que los empleados le reportaban este tipo de cosas el erizo siempre las desestimaba como meros cuentos o rumores.
Ya los empleados más antiguos del lugar le habían advertido a él y a otros novatos sobre no molestarse en reportar los incidentes paranormales, porque no importaba que tipo de pruebas tuvieran o que tan convencidos se vieran al respecto, el señor Robotnik nunca se creía esas cosas.
Lo cual le parecía irónico considerando que el erizo dirigía un museo sobre héroes legendarios que tenían poderes de dioses.
El susodicho rodó los ojos. “Dejen de jugar y vuelvan al trabajo, abriremos en una hora” Advirtió antes de marcharse, dejando a ambos novatos solos.
El lobo rojizo podía sentir que alguien se estaba burlando de él.
