Chapter 1: Juro que yo no fui -Lester
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21 de junio, solsticio de verano.
Por primera vez en estas fechas, no había ninguna misión, ningún reto que completar, ningún funeral. Todos estábamos en el campamento mestizo; bueno, no todos, pero la mayoría. Yo, Apolo, en forma de Lester, fui a visitar a mis hijos y mis amigos. Es extraño decir eso, amigos semidioses. Antes los veía como ganado y futuros amantes, ahora los veía como iguales.
El campamento estaba lleno de campistas. Todos corrían con sus camisas naranjas; algunos destacaban con su camisas originales hechas por el mismo Nico di Angelo. A mi me regaló una, un poco simple para el dios de las artes, la cual decía: “El dios de hacer hijos guapos”. No sé si preocuparme o alegrarme. Últimamente anda muy creído con sus mascotitas sombras, su imperio de camisas y su cicatriz.
—¡Lester!— La voz de mi oráculo Rachel me despertó de mi trance. Le sonrío a la pelirroja y caminó hasta ella—. Ya termine mi sorpresa.
Cuando llegué me contó que tenía una sorpresa, pero que no la había podido terminar. Rachel ya iba a comenzar la universidad el próximo otoño y sentía un aire de nostalgia en todo. Los semidioses de la segunda guerra contra los titanes, ya habían crecido. Quedan unos cuantos y solo les queda un año o dos para tener su último verano. No olvides lo que se siente. Su voz me recordaba constantemente mi deber.
Caminamos por todo el campamento que se había llenado con más cabañas y mini casas de todos los estilos. Los campistas acomodan las mesas y sillas afueras, ya que iba hacer una noche especial. Por primera vez en mucho tiempo, un montón de estrellas fugaces se podrían ver en el cielo nocturno. Yo había visto muchas de esas, pero para los humanos eran momentos únicos y casi irrepetibles.
—¡Cuidado! —Un par de hijos de Hermes lanzaban el agua sucia de la cabaña a los que pasaban.
Apenas cruzamos la línea de ataque, pero unas hijas de Afrodita recibieron toda la suciedad y se pusieron a llorar. ¿Quién sabe lo que contenía ese agua? Y para entonces, sería una suerte que hubiera agua caliente en las duchas. De la que me salvé, pero pobres muchachas. Nos acercamos a la cueva del oráculo, pero Rachel continúa su camino.
—¿Rachel? —le preguntó curioso.
—¡Apúrate! —Es lo único que me dice y me jala del brazo para que corramos.
Llegamos a una nueva área que Annabeth mandó a construir, que servirá como una sala de estudio al área libre. Aunque ya casi estaba terminada, yo sabía cómo se iba a ver. Hasta que noté que la pared detrás de la sala estaba cubierta con una manta. Los semidioses mayores, Quirón y Dionisio estaban esperando a que llegáramos. Will, mi hijo, estaba junto a su novio. Había crecido tanto en el último año.
—Gracias a todos por venir. Esto es un regalo que les tengo para antes de irme a la universidad. Ya que en el último tiempo hemos hablado tanto de recordar a los que nos han dejado, pero cuesta mucho con solo nuestra memoria, he decidido hacer un mural con todos aquellos que nos dejaron para que hoy podamos estar aquí.
La cortina se cayó y muchas caras me miraron. Mis ojos se llenaron de lágrimas al ver los ojos azules del cielo diurno que tanto me habían cambiado. Jason Grace sonríe ante todos. Era tan detallado que parecía que estaba vivo. Luego estaban mis queridos hijos Lee y Michael, valientes luchadores que murieron en la guerra contra Cronos. Crest, mi amigo Pandos, su pelaje por siempre blanco y puro. Muchas caras sonrientes decoraban el muro. Definitivamente Rachel era el mejor oráculo que podía tener. (No se me enojen otros oráculos, ya fue suficiente con liberarlos una vez).
Abracé a Rachel con fuerza solo para poder llorar tranquilamente en su hombro, sin que Meg me viera llorar y me molestara por eso. Luego, Nico di Angelo me jaló del brazo y caí sentado en el suelo; todo para que él pudiera abrazarla. En otra vida, le hubiera costado una fulminación con un rayo de luz, pero yo ya no era ese Apolo.
—¿Otra vez llorando, Apolo?— preguntó mi antigua señora, Meg McCaffrey.
A los trece años le habían sentado bien, ya que creció un buen de centímetros. Su cabello se lo había dejado largo para finalmente hacerlo en una cola de cabello. También estaba usando una camisa hecha por Nico que decía “Jefa de Apolo” y un overol que usaban los hijos de Deméter para recolectar fresas.
—¡Meg! —le abracé—. Feliz cumpleaños.
—Señorita Meg para ti.
Ambos reímos. Siempre trato de verla en mis tiempos libres. Más que todo en Palm Springs con sus hermanos, los otros hijos de Nerón. Este año, todos ellos vinieron al Campamento Mestizo en verano; todos ya habían sido reclamados por sus verdaderos padres divinos, pero los traumas que dejó Neron en ellos les creó un lazo de unión que solo ellos entenderán. Debe ser lindo tener hermanos de trauma. ¿Seré yo parte de ellos?
—¿Cómo van los trece años? —le pregunto.
—Podrían ir mejor.
—¿Mejor que ser una niña de trece años con un unicornio? —Utilizando mis poderes, hago aparecer un obsequio—. Tal vez esto le agrade, mi señora.
Al abrirlo, se revela una hoz hermosamente detallada, era de cobre y en su mango se pintaba un sol cuyos rayos eran tallos de flores. Sus lentes de gatito se empañan de lágrimas. Ella me abrazó.
—Pensé que necesitas una nueva arma, ahora que eres una semidiosa hecha y derecha.
—Soy zurda.
—Pues combina con la hoz. —Al parecer, los niños de 13 años no entienden los chistes históricos—. Vamos, cuéntame como te ha ido en este verano.
Después de ponernos al día, el sol empezó a bajar y todos nos colocamos en nuestros puestos. Los sátiros entregaron palomitas y hot dogs para cenar. Yo me senté con mis hijos y Nico. Meg se fue a sentar con sus hermanos. Rachel se sentó junto a nosotros un tiempo después.
—Estas cosas te deben aburrir. —comenta Nico.
—La verdad es que no. En mi caso, no soy muy consciente de los fenómenos astronómicos. Ese tema era más el de Helios.
El nombre Helios, hizo eco en mi mente. Una imagen del dios en el palacio del sol donde estudiaba las otras estrellas junto a Asteria, la diosa de las estrellas. Yo nunca la conocí, entonces porque veo esta visión. La titan se convirtió en la isla donde yo y mi hermana nacimos, Delos. Ya que mi padre la empezó a perseguir cuando la guerra de los titanes se llevó a cabo. ¿Será por esto la visión?
—¡Mirenlas! —gritó un campista
Las estrellas empezaron a recorrer el cielo en un espectáculo. Líneas que aparecían y desvanecen justo como llegaban. Todos nos quedamos expectantes de tal acto. Entonces, un terremoto empezó. Todo se sacudía, por dicha estábamos afuera. Los objetos se caen, las ninfas se escondían en los árboles, algunos sátiros chillaban. Coloqué mi cuerpo encima de Rachel y de mis hijos de manera protectora para cubrirlos de lo que caía, hasta que el temblor terminó.
—¿Qué fue eso?
—¿Desde cuándo tiembla así?
—¿Volví a Chile?
—¿Están bien?— preguntó a Quiron
Nadie está herido, por dicha. Todos los niños se observan sorprendidos y asustados. Excepto el chileno que ya estaba acostumbrado. Me levanté para ayudar a Quirón a devolver el orden, cuando una ola de magia me noqueó en un instante. El árbol de Thalia empieza a incendiarse y la barrera es destruida.
Vuelvo a ver a Dionisio, quien estaba con sus hijos, y había vuelto a la forma que usaba en los años dorados. Una túnica morada, su mirada juvenil y despreocupada.
—Apolo… ¡Ahhh! —Empezó a gritar como si lo estuvieran matando. De pronto se volvió cenizas y sólo quedó una leve luz morada. Esta flotó hasta las manos de alguien encapuchado, quien desapareció en menos de un segundo.
Todos nos quedamos observando justo el área donde desapareció. Me acerqué hasta ahí, esperando que todo fuera una broma de mi hermano pequeño. Hasta que siento miradas observando. Todo el campamento me rodeaba en shock, esperando que el gran Apolo los ayudará.
—Yo no fuí, lo juro.
Chapter 2: Mascara de caballo, no me espantes -Percy
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Ya había terminado mi primer año de universidad; no me pregunten cómo me fue. Aprovechando que ya Estelle era más grande, invité a mis padres a quedarnos en Nueva Roma por unos días para que conocieran cómo era el lugar. Obtuve un permiso especial el Praetor Frank Zhang para que pudieran entrar. Ventajas de que dos de tus amigos sean los más altos jerarcas del Campamento Júpiter. Para nada me influenció Nico y sus malas hazañas con su novio el médico.
Lo mejor del paseo era que justo iban a inaugurar el proyecto Grace, el que planificó Jason. Construyeron todos los templos de los dioses que faltaban en Nueva Roma. Por más pequeña mención que tuvieran, este tenía un lugar en la colina. Yo estuve el día que Jason juró hacer este proyecto y poder verlo completado era un sueño. Solo faltaba él.
Los semidioses estaban como locos preparando todo. Frank se estaba quedando calvo de tanto estrés. Hazel se quedaba ronca de tantas órdenes que tenía que dar con el desorden. Yo solo tuve que hacer de apoyo moral y un par de veces descubrir si el agua corría bien por los tubos. Annabeth también ayudó: Terminó de diseñar muchos templos, pero al estar en la universidad solo pudo dar ideas. Igual todos estábamos eufóricos de cumplir el propósito de nuestro querido amigo.
No solo eso, sino que como buen augurio una lluvia de estrellas brillaría por el cielo y sería espectacular. La inauguración fue planeada para que en la noche poder ver las estrellas encima de los nuevos templos. Justo había planeado un lugar espectacular para que mi familia y Annabeth pudieran verlos tranquilamente.
—Percy. —Estelle corre a mi brazos. Apenas podía hablar, pero ya decía Percy—. Caballito
Llevó a Estelle con los pegasos para que pueda acariciarlos. Cuando iba con mi hermana, se comportan bien los mal hablados. Después, la llevé junto a mis padres a comer a uno de los mejores restaurantes de comida romana que había. Obviamente, pagó Paul, porque yo estoy en la quiebra. Al amanecer caminamos para la inauguración donde tenían todo tapado.
—¿Es este el proyecto de tu amigo?— preguntó mi mamá
—Sí, después de dos largos años, por fin está completo.
Las lágrimas cayeron en mi rostro, pero Estelle me las limpió. A Jason no le gustaría que nos quedáramos llorando por él, sino que trabajemos en su memoria. Frank y Hazel se colocaron en frente de la manta. Justo a tiempo, Annabeth apareció con nosotros. Saludó rápidamente antes de que Frank empezará hablar.
—Ciudadanos de Nueva Roma, gracias por venir hoy a la inauguración del Proyecto Grace. Todo esto empezó con el sueño de nuestro querido amigo y compañero Jason Grace, quien los dioses tienen en su gloria. Nosotros hicimos la promesa de completarlo y que se volviera una realidad. Amigo, tu espíritu podrá descansar en paz.
Ante estas palabras, Julia corta el lazo y revela la obra. Es tan bello como una pintura, pero algo llama mi atención. Una estatua de nosotros, los argonautas junto a Nico, Reyna y el entrenador Hedge. Todos en una posición épica de película. Le di Estelle a mi mamá y caminé junto a Annabeth para observar mejor. Frank y Hazel se acercan. En la placa decía “La unión hace la fuerza”.
Después de llorar mucho, fuimos hasta el lugar reservado para ver las estrellas fugaces.
—Percy, ¿esos son todos ustedes en la estatua?— preguntó mi mamá
—Sí, mamá.
—¿Y dónde están los demás? Solo vi a ustedes cuatro y bueno tu amigo el que ya no está. Además, ¿dónde está Grover?
—Nico me dijo que vendría la próxima semana ya que quería ayudar con los nuevos campistas y dice que viene con Lester. Grover está aún en California. Reyna se asoció con las cazadoras y están atrapando un monstruo o algo así. El entrenador si está por aquí, pero con los otros faunos. Leo y Piper se alejaron de este mundo lo más que pudieron. Leo está en una casa, aunque no entiendo muy bien con quién. Piper está tratando de ser una chica normal lo más que puede, ni siquiera fue al campamento este verano.
La verdad es que esos dos si andaban muy raros. Para ser los mejores amigos de Jason, me parecía que trataban de olvidarlo. Cada uno tiene su manera de afrontar la tristeza, pero algo que me ha enseñado perder a tantas personas es que viviendo es como se logra honrarlos.
—¡Miren ya ha empezado!—gritó Annabeth
Las estrellas fugaces empezaron su espectáculo, era tan bello. Había tanta paz en este momento, con las personas que más quiero. La vida por fin se sentía en orden. Hasta que una melodía de un violín empezó a sonar, busqué de dónde venía, pero nadie parecía escucharla.
—Annabeth, ¿escuchas eso? —le preguntó, pero no recibo respuesta.
Todos estaban paralizados, nadie se movía, como si el tiempo se hubiera congelado. Trató de mover a Annabeth, pero no lo logró, es una estatua.
—¡Aló! —grité —. ¿Alguien me escucha?
El violín seguía sonando, así que decidí seguirlo. La canción me guió hasta la estatua de nosotros. Ahí una persona encapuchada tocaba el violín en una melodía armoniosa. Su sonido me hipnotizaba, me sentía relajado y descansado. Como si estuviera escuchando el mismísimo mar en la mañana. De pronto, notó mi presencia y paró de tocar.
—Descansa, Percy, te hará falta.
Hago casó a su voz y me quedo dormido en un instante. Como si su orden provocará en mi cuerpo un apagado total y me caigo en la oscuridad. Milagrosamente, no soñé nada, mi mente solo flotó en las sombras hasta que una voz resonó.
—¡Despierta!
Abrí los ojos y lo primero que veo es una máscara de caballo, en cuyos ojos no había ninguna inteligencia. Así que hice lo más sensato, grité y le pegué un puñetazo.
Chapter 3: Volvemos con la grabación -Sadie
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Hola, amigos. Nos volvemos a encontrar después de mucho tiempo. La verdad es que nuestra vida estuvo muy tranquila desde que encarcelamos a Setne por segunda vez. La vida de los magos ya no era tan peligrosa y nos dedicamos a estudiar la magia. Claro que había monstruos y dioses enojados, pero nada como Apofis. Yo misma he estado estudiando bastante para hacerme más fuerte, al menos para ganarle a Carter.
Hoy es un día especial en el mundo de la magia. La lluvia de estrellas iba a provocar una alteración en este. Muchos magos aprovechaban para tomarse el día tranquilos y sin muchas complicaciones. Yo quería tener un momento romántico con mi novio… bueno…novios. Es difícil de explicar. Yo no era la única que estaba expectante de un día romántico; mi hermano Carter también tenía algo especial con su novia. Pero él es terrible para planearlas, así que me toca prepararlo todo, para que no se quede solo y yo no lo tenga que mantener.
—¡Sadie, ayúdame! —Mi hermano me llamó.
En sus brazos llevaba una caja enorme y pesada.
—¿Y eso?
—Un telescopio para esta noche. Lo compré para que podamos observar mejor las estrellas junto a los aprendices.
—Hermano, ¿te olvidaste de que hoy íbamos a tener una cita doble?
La cara de Carter me lo dijo. Este tonto se acaba de gastar un montón de dinero en un telescopio que ni ocupamos, solo para hacerse el nerd con los aprendices en lugar de su novia. ¿Ven por qué me preocupo?
—Es que… tú eres la que más entiendes de esas cosas.
—Mira, Carter, si sigues así la perderás, y ella es tu única oportunidad de no morir solo.
—¿Estás diciendo que no sería capaz de conseguir otra novia? —Mi hermano se ofende ante mi comentario—. Pues perdóname por no ser capaz de conseguir un 2x1 en novias.
Ahora soy yo la que se ofende. Empezamos a discutir por un buen rato hasta que Walt aparece por la puerta y nos calma. Su presencia siempre me reconforta, y desde que Anubis y él son uno, tienen una gran sabiduría. Aunque Carter solo diga que es conocimiento emo. (Sí es).
—Vamos al techo y disfrutemos juntos del paisaje estelar. —Mi novio trata de convencernos.
—Pero…— intentó protestar.
—Es mejor disfrutar este momento único entre todos, ya van a ver más citas. —Me acaricia el rostro y sonríe dulcemente. Sabe que no puedo decirle que no.
Mi hermano prepara el telescopio en el techo y todos los de la casa estamos esperándolo. Solo nos falta Philip, pero creo que el cocodrilo no puede hacer mucho para ver estrellas. Félix trata de traer a sus pingüinos, aunque ellos prefieren el frío antes que las noches calientes del verano. Eso me recordó a Bast, mi gata que resultó ser una diosa egipcia que me protegía. Desde que derrotamos a Apofis y los dioses se distanciaron del mundo mortal, ella decidió irse con los demás.
—¡Hey, miren!—gritó Félix
Las primeras estrellas aparecen y tomamos turnos para verlas en el telescopio. Mi turno llegó y logré observarlas más de cerca. Son tan lindas. Como portadora de Isis, la magia de las estrellas me calma mucho. Cuando le entrego el turno al siguiente, un terremoto empieza a sacudir la casa. Podía ser de ocho de magnitud.
Al terminar, todos estábamos bien hasta que una onda chocó con nosotros. Todos caímos al suelo por el impulso. Por unos segundo, sentí como si trataron de arrancarme algo dentro de mí.
—¿Estás bien? —me pregunta mi novio.
—Sí. —Respiro hondo—. ¿Qué fue eso?
—Ni idea. Jamás había visto algo así.
Me levanté y traté de calmar a los más pequeños. Walter se pone su chaqueta, aunque por su cara neutral y preocupada, parecía más Anubis.
—Tengo que irme. Esto no me gusta para nada. Debo de avisar a Osiris.
—Un momento, tenemos que mantenernos juntos—le advierte Carter.
—Solo será un …
Alguien saltó del techo y clavó una lanza en el pecho de Walt. La persona sacó a Anubis del cuerpo de Walt y lo consumió dentro de su arma. Walt cayó al suelo inconsciente. Pegué un grito y fui hasta su cuerpo para examinarlo.
—¡Puño de Horus! —Ataca Julian.
La persona encapuchada lo esquiva con un salto en el aire y flota como si la gravedad no le afectará.
—Hoy no, pequeño mago.—Su voz es como una combinación de muchas personas de todas las edades y géneros.
En una nube de sombras, el poder de Anubis desaparece sin dejar rastro.
—¡Walt! ¡Anubis! Despierta, por favor.
Jaz corre hasta nosotros y examina a Walt.
—Está vivo, pero su pulso es muy débil. Llévenlo a la enfermería.
Los chicos llevan a Walt a la enfermería donde Jaz lo mantiene vivo con máquinas y magia. Sin Anubis, Walt sufrirá de la maldición de su familia, pero por alguna razón seguía vivo. Estoy en la enfermería con él, llorando en su cama.
—Sadie. —Mi hermano y Zia están en la puerta. Zia me abrazó para consolarme y limpiar mis lágrimas—. Sea lo que sea eso, debemos encontrarlo.
—Pero, Carter, es muy peligroso. Si pudieron entrar a la mansión y atacar Anubis. ¿Quién sabe de lo que son capaces?
Entonces recordé a nuestro prisionero, en aquella habitación donde lo encerramos la última vez que se escapó. Corrí hasta aquel lugar que no voy a revelar. Mi hermano y su novia me siguieron. Cuando llegué estaba destruido. Lo que sea que haya pasado, era una distracción para sacar a Setne de su jaula y sin Anubis era imposible verlo.
Chapter 4: ¿Por qué las cosas azules me persiguen? -Magnus
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Este señorito ha tenido una vida muy ocupada. Desde que empezamos con Chase Space, mi vida se define en atender a los ocupantes o ir al hotel para pulir mis habilidades. La verdad, me había quedado un poco corto con el entrenamiento. Últimamente, todo estaba muy tranquilo. Además, sobran hijos de Thor que se encarguen de los monstruos y a los hijos de Frey nos gusta estar tranquilos.
Como me gustaba estar tranquilo, hoy decidí quedarme en el hotel Valhalla para presenciar las estrellas fugaces. Odín especificó que este momento iba a ser importante ya que estas estrellas solo pasan cada millón de años y que no estaba seguro si alguno de nosotros iba a volver a presenciarlas. Aunque se supone que nosotros somos técnicamente inmortales. ¿Debería preocuparme?
Un montón de valquirias estaban volando por aquí y por allá. Mientras caminaba entre el gentío, logró encontrar a Alex y a nuestros amigos.
—¡Hey! —Les saludo.
—Casi no llegas, Magnus —me dice Halfborn.
—Se volvió a perder en los baños —me delata Jack, la espada parlante
—¡Oye!— Le regaño—. Hay tanta gente reunida, más que en las competencias.
—Órdenes de Odín—comenta Alex—. Todo por ver unas tontas estrellas.
Coloco mi brazo alrededor de Alex.
—Pero será romántico, ¿no crees?
Cada piso tenía un área específica para ver las estrellas. Había preparado todo el Hotel para no perdernos ni un momento del espectáculo. El de nosotros fue un área de los jardines de afuera, tipo picnic. Había asientos en sillas y mantas para todos. Antes de empezar, comimos unos sándwiches entre todos, hasta que llegó Samirah.
—¡Hola chicos!
—Llegas tarde —dice Alex con la boca llena—. Magnus se comió tu sandwich.
—Mentirosa, fuiste tú.
—¡Pruébame!
—Tienes la boca llena de su sándwich.
—¡Es el mío!
—Está bien, chicos. —Sam se ríe—. No tengo hambre de por sí.
Ella se sienta con nosotros y toma un poco de fresco. Después de que mi novio me incriminó por su crimen, tuvimos un momento de felicidad y charla. Faltaba una hora para que el sol bajara y pudiéramos empezar a ver las estrellas. En la conmoción, escucho algo moverse por los arbustos. ¿Un conejo? Nunca había visto animales de ese tipo en el Hotel.
—¿Escucharon eso?
—¿Qué? —pregunta T. J.
Nos quedamos en silencio y nada vuelve a escucharse. Ellos retoman la conversación, pero yo me quedo observando los arbustos. Vuelvo a notar el movimiento, hasta logró visualizar algo azul pastel moverse. Tengo historia con el color azul y no me gusta esta sensación.
—¡Miren, ya empezó!
Ya los demás les dijeron qué ocurrió y mi versión no es muy diferente de la de ellos hasta que la onda choca el hotel. El lugar se consumió, literalmente. Un hoyo negro nos llevó hasta su interior, todo. Lo único que recuerdo bien fue caer en aguas oscuras y heladas.
Mi cuerpo, en la oscuridad, golpeó algo muy grande. Mientras se me iba el aire y me desmayaba, vi una luz azul que iluminaba la escena. Ella se acercó hasta mí, cuando cerré los ojos.
—¡Magnus!— La voz de Alex exclamó.
Tosí el agua que me había tragado. Mala suerte no ser Percy Jackson en estos momentos. Cuando volví en mí, me di cuenta que nuestro alrededor era muy diferente. Unas hermosas montañas nevadas nos rondaban junto a un lago. En este último, el hotel se encontraba destruido y estaba inundándose. A mi alrededor estaban mis amigos y los otros miembros del hotel, excepto los dioses. Además de que en la pierna de Sam estaba una niña, de tal vez seis años, con cabello azul pastel.
—No te preocupes, Dan —le dice Sam a la niña—. Tu hermano mayor está bien.
¿Hermano mayor? Yo no tengo hermanas, tampoco medias hermanas que conozca. La niña se acerca a mí y me acaricia. Su sonrisa me parece tierna.
—¿Quién eres?
—¿Qué tan duro te pegaste?— pregunta Halfborn y saca una foto de él con la niña y yo, felices mientras comíamos pastel—. ¿Cómo puedes olvidar a tu linda hermana, Dan?
Todos parecen aceptar el hecho de que esta niña es mi hermana. No solo eso, parece que todo el hotel está confundido con lo que ocurrió. La niña en su inocente mirada, parece ser la única que sabe lo que ocurre. Además de que cambió la memoria de todos mis amigos. ¿Qué criatura es tan poderosa?
La incertidumbre de la situación me puso los pelos mojados en punta. El azul ya me había demostrado muchas veces que no era buena señal y ahora esto no me da buena espina.
Chapter 5: Soy un padre responsable que deja a sus hijos -Lester
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Después de la desaparición de Dionisio, la barrera se destruyó por completo. Nico y Will fueron a investigar qué había ocurrido con el vellocino de oro. Mientras mis demás hijos y yo checamos a todos, me di cuenta que mis poderes no estaban funcionando. No pude curar ninguna herida con magia, ni tampoco con algún himno. Así que vendé las heridas más superficiales y me fui retirando poco a poco. Caminé lentamente afuera de la enfermería.
—¡Apolo!
Grité del susto. Era Meg, quien me encontró huyendo de mis labores.
—¿Qué haces aquí, Meg? Deberías estar con los más poderosos protegiendo los alrededores.
—Un pajarito me dijo que andas de inutil, otra vez.
—¿Inútil?
¿Acaso sabía mi antigua jefa que yo había vuelto a perder mis poderes? No había forma de que lo supiera. Ni siquiera yo estaba seguro de que estaba ocurriendo exactamente.
—Sí, de que andas huyendo de ayudar a los heridos.
—Mira, es que estoy recibiendo una llamada de mi hermana. Entonces voy a ir a contestar por ahí del bosque. Ya sabes, privacidad de los dioses.
Corrí a dentro del bosque de las ninfas lo más rápido que pude para que Meg no me logre alcanzar. Aunque nuestra conversación me dio una idea; llamar a Artemisa. Ella debe de saber qué está ocurriendo. Tengo un dracma en el bolsillo, solo falta un arcoiris.
Me adentré un poco más en el bosque hasta que encontré, de milagro, un rayo de luz que caía justamente en un río que salpicaba. Aprovecho y tiro el dracma. Nada. El dracma lo atravesó y cayó en el río. Era mi único dracma.
—Tendré que pedirle otro a Quiron.
Caminé de vuelta al campamento, donde me encontré a todos reunidos y preocupados. Will y Nico ya habían vuelto.
—¿Cómo que no está? ¿Se quemó? —preguntó la campista André.
—No estamos seguros, pero el árbol no se consumió todo. —contestó Nico.
—Además, no había signos de que algo se hubiera quemado, como cenizas o pedazos de vellocino —agregó Will— ¿Y Peleus ya apareció?
—Estaba en el techo de la Casa Grande. Ya lo pudimos tranquilizar y se durmió en el techo de la cabaña Apolo —dijo Carla
Todos volteamos a ver al dragón durmiendo en el techo de mi cabaña. El calor solar que emanaba seguro le reconfortaba. Todo parecía tranquilo, hasta que Peleus ronco y la casa se sacudió. Hasta el sonido de una lámpara rompiéndose se escuchó.
—Genial… —Suspiré. Todos me volvieron a ver, se me olvido que soy el adulto aquí.
—¿Papá, sabes algo? —me pregunta Will.
—Sinceramente, no. Nadie se ha comunicado y no quiero dejarlos solos. Ahora que Dionisio está… es mejor que me quede. ¡Vuelvan a sus puestos!
Las caras de todos eran de tristeza, decepción y amargura. Caminaban de una forma tan retraída, solo les hacía falta una nube gris encima. Me ponía mal verlos así, pero su hogar había sido violado. Hasta su guardián se cargaron, aunque Dio no era el mejor cuidador, todos sabían que si los querían de una manera muy distante.
“Recuerda..”
No los doy a dejar solos, Jason.
Fui hasta donde se encontraba Quirón, para hablarle de lo que había ocurrido. Estaba en la Casa Grande, tratando de contactar con el Olimpo. Espero que sí haya tenido suerte, a diferencia de mí. El centauro estaba en frente de una bola de cristal, que yo nunca había visto. En ella pude ver una figura borrosa, como glitcheada, y salía la voz de una mujer adulta.
—Duraste mucho, Quiron.— dijo la mujer. —Ahora tu gente está en peligro y nadie puede ir por ustedes.
Traté de espiarlos más, así que me acerqué. Al moverme, choqué con una estantería que provocó que todos sus libros se cayeran al suelo. El centauro se asustó y la bola de cristal se apagó.
—¡Apolo!
—Perdón, —trate de esconder los libros debajo de un armario con el pie y sonreí vergonzosamente—. Vine a ver si lograste contactar con el Olimpo.
—No, tengo muy poca señal.
—¿Y ella?
—Es una vieja amiga que vive cerca de aquí, pero con ella pude contactar poco. Algo muy malo está ocurriendo y afectó a todo el mundo.
—Nunca había escuchado de algo así. Ni siquiera una profecía ni nada. Además de que Dionisio ha desaparecido.
No quiero decir muerto. Me niego a pensar que un dios pueda morir tan repentinamente. Las deidades morimos cuando nos olvidan, pero eso toma mucho tiempo para que ocurra. Jamás había visto un caso de que con solo un rayo de luz uno de nosotros pudiera sucumbir.
—¿Tus poderes sirven?— pregunta Quirón y niego con la cabeza—. Debes volver al Olimpo y averiguar qué pasó con los demás dioses.
—Pero, no tengo poderes. Además, me necesitas aquí para proteger a los campistas.
—Si están aquí, pues no están en peligro.
—¡La barrera de Thalia cayó!
—¡Lo sé! Esa barrera no siempre existió en todos los años que he entrado en semidioses. Estaremos bien. —Quiron me entregó su arco y sus flechas—. Son las flechas de Sagitario, te las devuelvo.
—Yo te las di cuando empezaste a entrenar héroes.
—Algo me dice que te harán falta para ir al Olimpo y a donde sea que vayas.
Tenía que confiar en Quirón, como lo hice hace muchos años. Acordamos que partiría en la noche y que no le diría a nadie. Mientras algunos semidioses harían el torno de la noche, yo saldría por el bosque justo como el primer día que vine al campamento como Lester.
Para actuar mejor en el asunto, acompañé a mis hijos a dormir. Austin cayó redondo apenas llegó a su cama; al pobre músico lo tenían explotado con tantas vigilancias. Kayla se puso una mascarilla para la piel y parecía una momia. Los demás ahí se acostaron como bebés, Jerry hasta se chupaba el dedo. Will volverá más tarde, ya que quería acompañar a Nico investigar más del caso. Eso me tenía arrinconado porque si me quería ir tendría que hacerlo hasta que llegara. Espero que no se le haya ocurrido hacer cosas de adolescente cuando estamos en crisis.
A la una de la mañana, Will no había vuelto. Tenía que irme ya. Así que agarre el arco, las flechas y la mochila que me había dado Quirón. Tranquilamente salí por la puerta. Al menos los demás pensarían que soy Will entrando. Caminé por el mural de los caídos, le di un adiós a Jason y a los demás. Llegué al establo donde estaba mi transporte hasta Nueva York, esperándome.
Blackjack estaba esperándome afuera, el pegaso se había ofrecido a llevarme y después volvería. Por suerte, los pegasos no fueron afectados en su habilidad de volar.
—Hola amigo —le saludo—. Gracias por ofrecerte.
—¿Así que te vas?— Rachel estaba detrás mío.
—Alguien tiene que ver que ocurrió en el Olimpo.
—Tu poderes tampoco sirven. —Rachel ya sabía, no me sorprende viniendo de mi oráculo—. ¿Estamos en peligro?
Las lágrimas corrieron de sus ojos. Traté de ser el valiente Apolo, pero sus mirada de tristeza dejó que Lester el humano saliera. No pude evitar abrazarla y llorar junto a ella. ¿Quién estaba a salvo? ¿Qué me voy a encontrar en Nueva York?
—Cuida de mis niños y a Meg, por favor. —le digo a Rachel y le limpio las lágrimas.
—Solo si tú también te cuidas.
Monté en Blackjack y volamos hasta Nueva York. Despedí el campamento desde el aire donde varios campistas notaron mi ida. El pegaso no duró mucho hasta llegar a un área donde pudiera aterrizar sin que nadie nos viera. Despedí a mi acompañante y me acerqué a la gran manzana. Cuál fue mi sorpresa al encontrar el ejército de Estados Unidos contra la hidra en medio de la calle.
Chapter 6: Un culto y una ciudad fantasma. A Nico le encantaría estar aquí. -Percy
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El chico cara de caballo cayó al suelo con mi puñetazo; misteriosamente, no se le cayó la máscara. Viéndolo bien, noté que podía tener unos 14 años. Vestía una túnica rara junto a la máscara, tambien tenía puestos unos guantes negros, así que no podía ver su piel en ningún sentido.
—Ay, eso me dolió —dijo el chico—. ¿Así agradeces a tu salvador?
Era tan extraño ver la máscara de caballo a la cual le salía una voz y se movía para los lados. Miren, yo hablo con caballos pero los ojos sin vida de esa cosa me ponía los pelos de puntas.
—Creo que es mi culpa por no presentarme. Aunque técnicamente no puedo…
El chico siguió hablando de tonterías, así que me puse a analizar el lugar donde estábamos. Era un cuarto sin iluminación natural, ninguna ventana, solo lámparas. Estaba acostado en una pequeña cama individual junto a ella había una pequeña escritora y una biblioteca. El lugar era tan pequeño y las paredes tan extrañas que sentía que estaba bajo tierra o en una cueva.
—Solo dime tu nombre —le digo al chico.
—Ah sí, mira…—Está muy nervioso—. Llamame Equus.
—Pero Equus no es tu nombre, ¿verdad?
—No, es que no te puedo decir mi nombre ni mi identidad ya que soy un sacerdote de Plutón.
—¿Qué?
—Ustedes, los semidioses, creen que los dioses del inframundo pueden sobrevivir sin ser alabados y mantener el orden en sus templos.
—Los dioses del inframundo no tienen templos, solo Perséfone.
Los griegos y los romanos le tenían mucho miedo al inframundo. A Hades, en general, muchas veces lo nombran con apodos para no llamar su atención. Y si alguien lo hacía tenías que golpear tres veces para distraerlo. Son creencias tontas, pero por esto es que en los campamentos nunca había mucha presencia de ellos.
—Mira, tengo que irme. Mi familia debe estar esperándome.
Agarró mi chaqueta y caminó afuera del lugar. Equus va detrás mío y trata de detenerme. Al salir encuentro túneles de roca que solo tienen antorchas de luz azul dando un toque sombrío al lugar. Otras personas con el mismo traje de Equus caminan por este, silenciosamente. El único cambio es que son más adultos y sus máscaras son más extrañas. Equus me jala de vuelta a su habitación.
—¿Dónde estamos?
—En la ciudad subterránea, debajo de Nueva Roma. Aquí todos somos ciudadanos romanos, pero servimos a los dioses del inframundo. Así que adoptamos dos identidades. Puede que ya me conozcas como un civil, pero ahora me conoces como Equus. Nadie puede saber que estás aquí y que conoces este lugar.
—¿Por qué me trajiste? ¿Dónde están todos?
—Estaba volviendo de mis rituales de nigromancia, cuando escuche una melodía.
—¿Un violín?
—Sí. Me hipnotizó y salí a la superficie con mi traje. Ahí te vi desmayado en una de las nuevas estatuas del campamento. Sin nadie alrededor. La ciudad está vacía.
¿Annabeth? ¿Mamá?
—¡Mientes! —dije furioso—. Fuiste tú el que me hipnotizó.
—Ya quisiera yo saber tocar el violín. No hubiera tenido que volverme aprendiz de nigromante.
Equus hablaba en tono sincero y juguetón. Yo no le daba miedo, más bien parece que nada le afectaba. Al final de cuentas, estaba trabajando para el inframundo y Nico me ha enseñado que las profundidades te pueden cambiar por completo. O al menos era un buen actor. Por más que sea un niño, no puedo confiar en él. No hasta que encuentre a Annabeth y a mi familia.
—Mira, yo te encontré dormido en la estatua y me dio mucho miedo que no haya nadie alrededor, así que te traje aquí sin que nadie nos viera. Pesas mucho.
—¿No sabes nada de lo que pasó en la superficie?
—Dicen los ancianos que empezó un terremoto y luego una onda chocó contra la tierra. Al parecer destruyó muchas reliquias sagradas de Plutón y eso es mal augurio. Varios han vuelto a subir y confirman lo que yo observé: No hay nadie en la ciudad.
—Tengo que subir e investigar. —Le agarró de los hombros, aquí noto que es un chico musculoso a pesar de ser bajo—. Debes ayudarme a salir de aquí.
—Está bien, pero nadie puede verte ni saber quién eres. —Me da una bolsa con una túnica, guantes y una máscara de Shrek—. Además, jura que nunca dirás nada del culto ni de que me viste.
—¿Shrek? —me preguntó.— ¿No había otra?
—Las demás mi padrino las puso a lavar. ¡Ahora jura!
—Lo juro por la laguna estigia.
Me puse el traje que me había dado Equus y juntos nos fuimos por el túnel. Nos encontramos con otras personas (con máscaras más bonitas), pero nos ignoraban. Todo aquí parecía túneles y túneles con puertas. No sé como Equus no se pierde; tal vez es parte de sus poderes. Después de un largo rato, llegamos a una sala que conducía a otros pasillos y a unas escaleras hacia arriba donde se podía ver la luz de luna filtrándose.
Equus revisó que nadie viniera y corrimos hacia arriba. Las escaleras eran iguales de largas que los pasillos. Noté que mi condición física había bajado desde que entré a la universidad. El aprendiz de nigromante subía como si nada, claro es cinco o seis años menor que yo.
—¡Apúrate, semidiós! —me grita Equus.
Llegamos hasta la escotilla donde estaba filtrando la luz lunar. Equus toma una llave muy bonita y detallada, la coloca en una cerradura y esta se abre. Salimos justo en los bosques que rodean al Campamento Júpiter. La escotilla está cubierta de maleza, si estuvieras caminando no la notarías ni un poco. Me quito la máscara de Shrek y respiro el aire puro. Equus cierra la escotilla con su llave y se quita los guantes, pero no la máscara.
Notó que el bosque se siente extraño, antes estaba repleto de faunos y ninfas. Ahora está totalmente vacío, a excepción de algunos animales. Camino hacía la ciudad esperando que llegue Término a detenerme, pero nadie lo hace. Entro como si nada y me encontré todo vacío. Nueva Roma, el lugar que estaba lleno de vida, se encontraba como una ciudad fantasmas.
—¡Annabeth! —grito.
El eco de mi voz resuena por todo el lugar. Traté un par de veces más, pero nadie respondió. Hasta que veo algo moverse en un basurero. ¿Un monstruo? Equus se acerca y ve lo que ocurre.
—¿Semidiós? —El niño se escondió detrás de mí.
—Quédate detrás de mí. —Saco a Contracorriente—. ¡Hey!
El basurero deja de moverse y unos ojos amarillos salen a vernos. Los monstruos se acercan más y la espada los ilumina. Son como unos duendes muy pequeños cubiertos de joyería dorada por todo el cuerpo. Unos dientes filosos cubiertos de saliva. Parecían perros chiquitos, pero rabiosos. Hablan en un idioma que no entiendo, pero parece ser rugido más que otra cosa. Uno de ellos lanza una orden y todos se abalanzan contra mí. Trato de atacarlos, pero mi espada solo los atraviesa como niebla.
—¡Semidiós! —Equus trata de quitarlos de encima con una escoba.
El bronce celestial no les afecta y además nunca los había visto en mi vida. Siento como uno muerde mi pierna, pero logró patearlo.
—¡Yo te invoco, Kira! —grita Equus.
Una luz morada hace retroceder a los duendes y un caballo hecho de sombras parece con unos ojos amarillos que ilumina todo.
—Ataca a esas cosas. —El caballo relincha y ataca.
Chapter 7: La vida nos hace reencontrarnos (fue un auto) -Carter
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Después de darnos cuenta de que Setne se escapó, fui a avisarle a Amos y los demás líderes de casa para magos para que estuvieran al tanto. Mi hermana se encontraba en un estado de shock al ver que la prisión se destruyó. Además de que Walt estaba apenas vivo. Sadie se quedó al lado de su novio moribundo mientras los demás alertamos a todos.
—Carter, debes mirar esto —me llamó Félix.
—¿Qué ocurre?
En la televisión estaban las noticias, donde explicaban que monstruos extraños habían aparecido alrededor de todo el planeta. En Nueva York, una hidra estaba luchando contra los militares. En México, unos duendes conocidos como “chaneques” estaban robando niños a plena luz del día. Noruega había reportado que un edificio gigante había aparecido en mitad de un lago.
—¿Soy yo o el glamour ha desaparecido? —pregunta la nueva aprendiz Nay.
—¿La onda lo destruyó? —Todos los aprendices empezaron a cuestionar y hablar en voz alta.
—¡Cállense! —gritó Amos.
—Amos, ¿qué haces aquí?
—Debemos reunirnos todos los magos. Lo que ha ocurrido es extremadamente poderoso. Carter, es momento de que tomes tu título como faraón y nos protejas de esta nueva amenaza. El terremoto, la onda y ahora Setne suelto, me suena que es necesario unir fuerzas entre todos.
—¿Todos los magos?—pregunta Sean.
—Todos aquellos cuyas vidas dependen de una mitología.
Entonces llegó a mí el recuerdo de aquella aventura que tuvimos hace un par de años atrás, con dos semidioses griegos. Percy y Annabeth, hijos de un dios y un mortal. Tengo que contactar con ellos, al final de cuentas, ya habíamos atrapado a Setne una vez juntos. Si ya no hay glamour, entonces será más fácil contactarnos y podremos deshacernos juntos de esta amenaza.
—La verdad es que ya algo así pasó una vez con Setne —admito, y les cuento la historia de Percy y Annabeth, cuando nos ayudaron a volver a encerrar a Setne.
—Aunque la magia griega y egipcia comparten muchos aspectos, igual no explica cómo es que el glamour que rodea a todo el mundo desapareció. —comenta Amos—. Hay magos con la habilidad de manipularla, pero jamás uno que pudiera destruirla por completo y mucho menos poder combinar poderes de todas las mitologías posibles para lograrlo.
—Tengo que ir al centro de Nueva York y buscar a Percy. Amos, quédate con los aprendices.
—¡Espera Carter! —Mi hermana se apareció con sus ojos hinchados de llorar. (Gracias por esa descripción)—. Yo voy contigo. No me puedo quedar sabiendo que Walt y Anubis están en peligro.
—¡Nosotros también vamos! —dijo Julián.
—No, ustedes se quedan aquí —le dije—. Julián, después de Jazz, eres el mejor aprendiz que tengo. Debes quedarte con Zia y cuidar de los demás.
—¿Después de Jazz? —se ofendio.
—Entre menos estemos afuera, menos atención llamaremos —agregó Sadie—. Ustedes quédense aquí.
Estaba en mi cuarto preparando las cosas para llevar al viaje. Ni siquiera sé dónde exactamente vive Percy; recuerdo que en nos encontramos en el centro de Nueva York, pero a tener suerte de volverlo a ver. Además de que no sé si usar la magia egipcia llamará mucho la atención de los monstruos.
—¿Carter? —me llamó Zia.
Ella me abrazó por la espalda, su calor me sacó de la niebla en la que estoy envuelto. Era increíble como ella lograba calmar mi mente con solo un roce y su sonrisa. Su cabello negro en mi cuello me llenó de un aroma a coco con rosas.
—¿Qué piensas hacer? —me pregunta.
—Buscaré a los griegos para unir fuerzas.
—¿Y después?
¡No sé! Pero no podía decirle eso. No sé qué está pasando. Setne está suelto seguro planeando la destrucción del mundo y volverse un dios de una nueva era. Alguien lo está ayudando directa o indirectamente. ¿Quién tiene el poder de deshacerse de una barrera mágica que cubre al mundo entero? Sea lo que sea, tengo que averiguarlo y luchar contra eso. Tal vez la respuesta esté con los griegos, o al menos una parte.
Después de una horas estábamos listos. Amos nos prestó su auto con el cual aprendí a manejar. Al menos no tendríamos que caminar desde Boston. Me despedí de Zia y le pedí que protegiera a los aprendices. Terminamos de despedirnos de todos, cuando Khufu me dio una pelota de basquetbol para que nos acompañara.
—Gracias, amigo. Cuidalos, por favor.
Sadie y yo nos montamos en el auto. Ella se despedía con su mano mientras yo sacaba el auto del garaje. Anduvimos por las otras mansiones que tenemos de vecinos, aunque ellos no pueden ver nuestra casa.
—Carter, ¿no sientes que esto es un adiós? —comenta Sadie.
—¿A que no vamos a volver? —Ella asiente con la cabeza—. Pase lo que pase. Los protegeremos.
Aunque nosotros dos no volvamos a nuestro hogar, la casa de Brooklyn seguirá en pie y con ellos la magia egipcia.
Durante un rato en el auto llegamos a la gran manzana, que parecía una escena de una película del fin del mundo. Carros abandonados por todas partes, calles desoladas y nada de ruido.
—¿No hay nadie en Manhattan? —pregunta Sadie.
—Ni siquiera en el Empire State.
Manejó más cerca de los barrios. Sadie nota que hay gente en las casas que nos miran desconfiados y cierran las cortinas apenas pasamos. Otros pusieron barricadas en las puertas para que alguien no entrara. Cuando llegamos al final de la calle hay un chico con la misma capucha que la persona que secuestró a Anubis. Pero este chico no se esconde en las sombras. El aire hace que se le caiga la capucha y se revele su pelo moreno. Una sonrisa macabra cubre su rostro. Levanta su mano y un báculo de mago aparece en ella.
— ¡Caos Vortex! —gritó el mago y clavó su lanza en el suelo.
—¡Carter!
El carro se relincha para atrás mientras el piso se abre. Manejo lo más rápido que pueda el auto. Mi hermana lanza un hechizo al carro para que este vaya mucho más rápido de lo normal. Logramos salir del lugar que era consumido por el vórtice, pero la magia de mi hermana parecía incontrolable. El auto siguió conduciendo por sí solo y si trataba de frenar podríamos salir volando. Así que solo me asegure de mantenerlo en una carretera.
—¿Por qué no quiere parar?— le pregunto a Sadie.
—¡Ya no tengo el control! —me grita.
—Prepárate para saltar, en cualquier caso.
El auto siguió manejando por sí solo hasta Long Island. Hasta que entró en una calle fea donde nos sacudió hasta los órganos. Poco a poco el camino desapareció y las plantas tomaban el lugar. El auto frenó de repente y sonó el claxon por sí solo. Veo un arco que dice Campamento Mestizo.
—¡Mestizo! —le gritó a Sadie—. Así se autodenominaba Percy. Estamos donde los semidioses.
Una chica con camisa naranja y un casco griego nos observa.
—¡Nico! —ella grita.
Un chico que se vestía parecidisimo a Anubis sale.
—¿Qué pasa, Fer? —pregunta el gemelo de Anubis.
Salgo del auto con las manos arriba.
—Mi nombre es Carter Kane y busco al mestizo Percy Jackson. Somos magos egipcios y necesitamos su ayuda.
Chapter 8: Extra 1: El hijo de la magia
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Caminando por Manhattan, el hijo de Hécate observa el desastre que había provocado. Después de muchos esfuerzos logró conseguir la magia que podía afectar al mundo cosmológico y al mundo humano. Su nuevo báculo hecho de obsidiana antigua le daba ese último toque en que evitaba el efecto rebote de la magia. El hogar de Percy Jackson estaba destruido, junto a miles de vidas que seguro él conocía.
Claro, él sabía que la familia del hijo de Poseidon no estaba en la casa, sino que había salido de viaje hacia San Francisco con los romanos. Aun así, el sentimiento que le dejaba saber que alguna de esa otras vidas eran importantes para su archienemigo será dulce y perverso. Destruirlo por dentro para corromperlo , le había dicho esa voz hace un tiempo ya.
—¡Superior Alabaster! —Lo estaba llamando uno de sus lacayos desde su escondite—. Mis cuervos han visto a Apolo salir en pegaso y se dirige al Empire State.
—Excelente, procederé.
El hijo de Hécate sacó una carta del Mythomagic, Hidra. La colocó en el suelo, levantó su báculo y dejó que su punta acariciara la carta.
—¡Yo te invoco, Hidra!
De un rayo de luz verde, el monstruo tomó forma desde los cimientos del Tartaro hasta salir por la carta. La Hidra de Lerna con sus múltiples cabezas con su aliento de veneno fue invocada por un semidiós.
—Ve al Empire State y tráeme a Apolo.
La hidra no pudo desobedecer a la órdenes de Alabaster y corrió con todas sus cabezas hasta donde su nuevo amo le había dicho. Él solo se rió, ya solo eso le quedaba al tener todo el poder que quería. No solo había descubierto al creador de las famosas cartas, sino que también su verdadero propósito. Pero solo podía invocar aquel si tenía la original Mitocard.
Las originales estaban repartidas por el mundo y solo se podían actividad con la aprobación del ente mitológico. Pero aquel le había enseñado una forma de obligarlos a sucumbir ante la carta. Su báculo le indicaba dónde se encontraba el guardián de alguna de las Mitocard cuando estaba cerca y, justo en ese momento, Alabaster estaba a metros de una.
—Vamos a conocer a un nuevo colega. ¿Te parece? —dijo al bastón —. Me pregunto, si será mi maestra.
El bastón brilló tenuemente hacia su nuevo amo, que era mucho más caótico que todos aquellos que lo había aportado. Juntos se dirigieron al Empire State sin mucha prisa.
Chapter 9: Sol, Noruega y locos. -Magnus
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No se si era el hecho que nos acaba de consumir un hoyo negro; o que casi muero ahogado; o que el hotel fue arrastrado hasta quien sabe donde, que hizo que el cerebro de mis amigos se fundiera y pensaran que yo tenía una hermana. Ni siquiera nos parecemos. Ella es pequeña, de piel súper pálida, con un cabello azul pastel y un vestido del mismo color. Sus ojos eran azules oscuros, ni siquiera el tono de azul se parecía al mío. La miro con susto, ya que no confío en esa cosa bonita. Ella solo me sonríe.
—Yo no conozco a esa niña; mi madre ni siquiera tuvo tiempo de tener otra hija —le digo a Alex mientras ella me seca con una toalla que nos dieron unos locales.
Después de caer el hotel en el lago, los habitantes nos rescataron. Eran personas muy amables y nos ofrecieron cobijo ya que al parecer todos los policías y equipo de rescate estaban ocupados. Nos dimos cuenta que habíamos caído en Noruega, la cuna de la mitología nórdica. Los dioses estaban desaparecidos, pero aun así los einherjar y valkirias estábamos bien.
—Te golpeaste muy duro —me dice Alex—. No es tu hermana biológica, pero tú la adoptaste. Recuerda que ella llegó hasta la mansión buscando cobijo y nos dimos cuenta que era una semidiosa como nosotros.
Eso sigue sin tener explicación, pero bueno, lo mejor era quedarme callado y actuar con cautela.
—No entiendo nada.
—Todo está en noruego, obvio que no.
Me arrecuesto en el hombro de Alex, quien me da su calor en un abrazo. A pesar de que le hayan lavado el cerebro, le sigo queriendo mucho. Ella me da un beso en la frente y me esconde en su pecho como si yo fuera un niño.
—Al menos estamos juntos, y nada nos pasó —dice él.
—¿Qué habrá pasado con la mansión?
—Blitz y Hearth lo están cuidando. Además pronto nos darán un vuelo a casa y podremos investigar qué ocurrió.
Alguien toca la puerta. Alex les dice que entre y son Sam con la niña que se llama Dan.
—¡Alex! —gritó la niña y corrió hasta los brazos de mi pareja.
—¡Prendan la tele! —dijo Sam.
Al prender la tele en todos los canales estaban dando un anuncio de urgencia, hasta subtítulos en inglés tenía. Los monstruos se habían desatado y todos los humanos los podían ver como eran. Después del terremoto que sacudió todo el planeta y de la onda, distintas personas empezaron a llamar a la autoridades que monstruos como duendes, elfos, quimeras, entre otros los estaban atacando. Se les pide a todos los ciudadanos quedarse en casa y tratar de no colapsar las vías telefónicas para que los equipos de rescate lleguen a hasta las víctimas. Lo peor eran las imágenes mientras había monstruos horribles atacan gente, había otros como elfos que eran atacados por las personas. Al poder ocultar su apariencia, muchos los atacaron hasta que se vieron heridos.
—¡Tengo que llamar a Blitz y Heart están en peligro! —En la habitación, que era de un hostal, venían las instrucciones para llamadas internacionales, pero nada entraba—. ¡MALDICIÓN!
Alex me sostiene por la espalda y trata de tranquilizarme.
—En el Chase Space estarán bien; conocemos a todos los huéspedes y ellos quieren a los chicos.
Empiezo a llorar de la impotencia. Mis amigos que casi eran mis padres. Ellos me cuidaron y saben todo lo que he tenido que pasar. Me protegieron desde pequeño y aun cuando caí en el Hotel Valhalla. Siento como alguien toma mi mano y me tranquiliza con su simple tacto. Era Dan con sus enormes ojos azules y su cabello peinado en coletas.
—Magus… —La chica no hablaba mucho y lo poco sabía le costaba pronunciarlo.
—Deberías tomar aire fresco. Las valquirias están en todas las esquinas protegiendo a los einherjar y los habitantes. —comenta Samirah.
—Vi un parque por aquí cerca. —dice Alex.
Los cuatro vamos a fuera. Debo admitir que Noruega es muy bonito, o al menos la parte que visitamos. Por suerte era una zona turística justo antes de la temporada alta, por lo tanto, no había muchas personas ocupando los hoteles. El sol estaba bajando por el horizonte y en el lago, donde estaban las ruinas del hotel, brillaban los colores del arcoiris. El aire fresco parecía tomar mis preocupaciones y se las llevaba. Era muy tarde, pero el sol apenas bajaba.
—El sol de medianoche —comenta Sam—. Este es el sol que los nórdicos llamaron Frey.
—¿Entonces debería saludarlo? —bromeó y ella rió.
—Voy por una sándwiches. Cuida de Dan.
Dan estaba ocupaba viendo el lago, su cabello azul parecía reflejar el arcoiris igual que este. Es una niña extraña y no confío en ella; pero me da una sensación de misterio del bueno. Dan termina de observar el lago y corre dentro de un arbusto, lo más rápido que puede.
—¡Hey! —Corro detrás de ella—. Bicho raro, no huyas.
La niña estaba jugando en un columpio como si fuera una cosa normal de todos los días. Suspiro de alivio de que al menos no planea mi muerte y solo juega.
—¡Qué niña más rara eres! Soy el único que no embrujaste y ahora te tengo que aguantar. Dime, ¿quién eres? O mejor, ¿qué eres?
—Soy lo que tengo que ser —dice completamente y como una adulta.
—¡Oye! —gritó—. ¿Qué significa eso?
La niña sale del columpio y parece que quiera que la persiga, pero se detiene cuando un señor de aspecto macabro entra al parque. No usa camisa, y su pecho está en los huesos. Literalmente, se le ven las costillas cubiertas de piel. Su piel morena y barba le daba ese aspecto egipcio o de arabe medio muerto. Dan se esconde detrás de mí.
—Magus —dice Dan.
Al señor se le cae una carta de esas con las que juegan los niños y la recojo para ayudarle. Observo que es una carta muy detallada holográfica de Anubis, el dios perro de la muerte egipcia. Se la entrego al señor.
—Gracias —me dice—. Veo en ti que eres un joven con aura muy pasiva e inteligente. Pero aun así, eres un héroe.
¿De qué hablaba este señor? Sé que como hijo de Frey, la gente piensa que soy un hippie que predica la paz y que no debí acabar en el Valhalla.
—Es un buen escondite —continúa el señor—. ¡Pero yo puedo ver dentro de ti!
El señor levanta su mano y destruye todo alrededor nuestro como si fuera un huracán de sombras. Después, nos rodea una oscuridad a mí y a Dan, lo que evita que pueda ver para afuera. Esta me está consumiendo y no puedo evitar toser. No logro pedir ayuda y Dan se aferra a mi pierna. El señor se mete dentro de este domo de oscuridad riendo como un maniático.
—¿Creíste que muriendo no te encontraría?
Yo no lo conozco; no sé de qué habla. Se acerca más a mi y toca mi pecho. De él sale una luz verde que poco a poco me apaga la vista hasta que siento la mano de Dan. De ella, salen unas alas de ángel y destruye con su luz; no, nuestra luz, el domo de oscuridad. Logra destruirlo de modo que salimos de este y observo cómo los alrededores vuelven a regenerarse como si nada. Los árboles muertos vuelven a estar vivos. El lago se vuelve a llenar de agua. La luz vuelve a reflejarse en este último.
—¡Maldita sea!
El señor huye del lugar, pero estoy tan cansado que caigo en el suelo inconsciente.
—¡Magnus! —Lo último que escucho es a Alex llamándome.
Chapter 10: La bruja y el gato blanco me revelan detalles interesantes -Lester
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Jamás me imaginé ver un tanque estadounidense enfrentarse a una Hidra. Estoy escondido en unos arbustos enfrente del Empire State, donde Blackjack me dejó. No puedo moverme del pánico que siento en estos momentos. ¿La hidra siempre había sido tan grande o es que el tanque le da un sentido de grandeza? Parece que los militares tampoco saben cómo actuar, ya que preparan el tanque, aunque no lanzan nada. La hidra solo parece que quiere moverse, pero el ejército cubrió toda la calle.
Debo de salir de aquí antes de que los militares dejen de acobardarse y disparen a la hidra. Tengo que entrar al Empire State que están en frente de mí sin que militares o el monstruo de múltiples cabezas me noten. Si voy por detrás del tanque puedo entrar por la puerta de emergencias a un costado del edificio; Atenea la puso ahí por emergencias y solo los dioses la podemos ver.
Camino por la zona verde esperando que estos arbustos me cubran lo suficiente para que la hidra no me note, hasta que siento como mi piel se zambulle en algo suave. No era barro, porque la última vez que llovió fue hace semanas y dudo que alguien regará el jardín municipal hace poco. Había pisado caca de perro; y cuando noté el olor, no pude evitar el reflejo del vómito. Fue tanto el ruido que hice que el monstruo me observó con sus montón de cabezas.
—¡Mierda! —las cabezas escupieron fuego hacia mi dirección.
Corrí entre los edificios y los demás tanques. Los militares escondidos en los tanques fueron muy cobardes en salir a ayudarme; prefirieron tirar torpedos a lo loco contra la hidra. Entre las explosiones y el fuego, la calle se contaminó de humo al punto que no podía respirar ni ver. Seguí corriendo pensando que había dejado la hidra detrás, hasta que tropecé con algo y caí. Mi rodilla recibió todo el golpe y no podía moverla. Detrás de la cortina de humo, una de las cabezas de la hidra salió y trato de comerme. Acepté mi destino de convertirme en almuerzo de monstruo.
—¡Leukos Mene!
Una luz blanca atacó a la cabeza de la hidra y ésta retrocedió hasta que se convirtió en polvo. La nube de polvo y el fuego lentamente se fueron dispersando dejándome a mi salvadora. Su cabello blanco ondeaba perfectamente entre los escombros. Debía tener unos dieciséis años, con un uniforme escolar de escuela privada. Pero, ¿a mitad de verano?
—¿Estás bien? —me pregunta sin volverme a ver.
—Sí —le grito.
Ella se va hasta donde quedaron las cenizas de la hidra y saca algo de ellas. Rápidamente, la agarra y corre hacia mi lado. Puedo notar sus finos rasgos con su piel pálida como un fantasma.
—Vamos antes que nos encuentren los militares. —Ella me levanta y me lleva del hombro hasta un edificio cercano del Empire State.
Me acerca hasta un apartamento que está hecho un desastre como si un huracán acaba de pasar por ahí. Me sienta en el sillón y coloca mi rodilla en la mesa de café.
—Parece una simple raspadura. Voy a traer el botiquín.
Mientras trato de procesar lo que está pasando, un gato me pasa por la otra pierna ronroneando. El gato era blanco como la nieve con sus ojos de diferentes colores. Parecía muy bien cuidado, hasta un poco gordo. Al ver que no lo quito, este se sienta en mi regazo.
—¡Ahí estás Jason! Perdón, apenas tiene dos años y cree que todo el mundo lo ama.
El nombre del gato me cayó como una gota de agua fría; por alguna extraña razón, ahora uno de sus ojos se me hacía idéntico al celeste de los ojos de Jason. Aunque esto no era lo único extraño, el cabello de la chica se había transformado en un café oscuro ondulado y su piel ahora era un poco más morena.
La chica empieza a limpiarme la herida y le coloca un parche para que no me moleste al caminar. Todo mientras tararea una canción que me hace conocido, pero no logro descifrar cuál es.
—Espero que con eso, porque no soy muy buena en la curación.
—¿Quién eres?
—Me puedes llamar Ayla. —Me sonríe—. No me tienes que contar el tuyo si no quieres. Desde que la barrera cayó, muchos estamos encontrándonos y eso puede llamar la atención.
—Lester —digo—. ¿Sabes qué pasó?
Ella se veía joven, pero también sabía más del mundo mágico. Las brujas siempre fueron capaces de ver entre la niebla más fácil.
—La onda que recorre el planeta, fue una ultra magnética que destruyó el velo del mundo mágico. Después, empezaron a invocar monstruos desde la Mitocards. El grupo de personas que lograron esto debe tener años planeando esto.
—¿Mitocards? —pregunto—. El juego de cartas para niños.
—No empezó como un juego para niños. Su creación se remonta a muchos siglos atrás. Son los invocadores más poderosos del mundo. Se dice que hasta alguien en Plutón con una carta podría invocar a la quimera desde el Tartaro.
Ella saca lo que tomó de las cenizas de la hidra y noto que es una carta de las que colecciona Nico di Angelo secretamente debajo de su cama.
—Hoy en día, hay muchas copias, pero solo los mejores magos sabemos cuales son las originales. Las creadas por los cinco héroes originales. Hay de monstruos, pero también de héroes fallecidos, espíritus, dioses y más. —Ella esconde la carta en lo que parece una caja preciosa decorada con una luna en la tapa dorada—. Entre más tengas, más cerca estarás de convertirte en el mago supremo. O eso dicen; la verdad poco se sabe de cuál fue su verdadero propósito.
Ayla con su simple movimiento de mano hace que la caja desaparezca y no logre notar cuántas de estas cartas tenía. Para tener unos dieciséis años, era muy poderosa; podría estar al nivel de brujas como Circe o Medea. Jason, el gato, empieza a maullar en la cocina.
—Jason tiene hambre. ¿Quieres comer?
Tengo tantas preguntas, pero el hambre me empieza a llegar al estómago. Definitivamente algo me esta pasando, hasta ahora lo noto. Me raspe la rodilla, tengo hambre y ni siquiera he pensado en mis poderes. ¿He vuelto a ser Lester? Mientras camino a la cocina encuentro un espejo y noto que sigo en modo Lester, pero el del campamento. Sin espinillas ni orejeras. Es como si me hubiera congelado en este estado.
Ayla sirve un poco de alimento húmedo al gato y este se lo come muy feliz. Después me sirve un plato con dos Spanakopita. Es una tarta salada de hojaldre rellena de espinacas, cebolla y queso feta, típica de Grecia. Tenía tiempo que no comía una tan buena. Le agradezco la comida y ambos empezamos a comer. En su pequeño apartamento lleno de cosas de brujería, también podía notar fotos de Ayla con una muchacha que se me hacía muy conocida.
—¿Con quién vives? —le pregunto.
—Con mi prima, nos mudamos hace como cuatro años por su trabajo.
—Me parece conocida. —admito. —¿Ustedes son griegas?
—Mi prima es griega. Yo soy mitad griega y mitad turca, pero viví en Turquía hasta que mi tía me ofreció entrenarme.
—¿Como bruja? —Ella asiente con la cabeza—. Yo también soy griego. En verdad, soy Ap…
Jason se coloca en modo defensivo, con la cola erizada y los colmillos afuera, en frente de la puerta de la cocina. Algo había entrado a la casa y estaba desordenando la sala. Ayla saca un collar con una piedra de ámbar y lo coloca en su mano.
—Creíste que no te encontraría, Ayla —dijo un chico del otro lado de la puerta—. ¡Dame la carta de Helios!
Chapter 11: Te presento a un viejo amigo mío, la rata. -Percy
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He visto cosas muy extrañas en mi vida; uno de mis mejores amigos se convierte en cualquier animal que quiera. Pero un caballo de sombras atacando duendes estaba en mi top de cosas extrañas. Kira, según Equus, aplastaba a los duendes con sus patas como si fueran juguetes. Al ser una sombra, los duendes lo atravesaban, pero Kira los podía tocar.
Equus me sostuvo por detrás y me arrastró hasta un edificio cuya ventana estaba destrozada. Parecía ser una tienda de artículos de la universidad, pero no estoy seguro ya que la sangre empieza a nublar mi vista. Equus toma unas camisetas y trata de limpiarme las heridas.
—No sé mucho de curación —confiesa.
—El brazo izquierdo me está matando —le digo.
Equus revisa y su cara se vuelve transparente.
—Te mordieron y se ve el hueso. —El pobre chico estaba al borde del desmayo. Para ser un sacerdote de Plutón, el dios de la muerte, tiene una tolerancia a la sangre muy mala—. Yo puedo. No me voy a desmayar. Voy a revisar atrás si hay algo para limpiarla al menos.
Equus camina al área del personal cuando una rata cruza por sus piernas y este brinca de susto, provocando que caiga en una trampa que lo sujeta de la pierna, boca abajo. Milagrosamente, su máscara no se cae.
—¡Ayuda! —grita.
Noto como la rata camina hasta mi lado sin tenerme miedo; algo en ella se me hace familiar. El animal se sube a mi pecho, como si fuera mi mascota.
—¿Te conozco? —le pregunto y parece que esta asiste con la cabeza—. ¿Frank?
—Se me sube la sangre al cerebro —se queja Equus.
—¿Praetor Frank? —Una chica se asoma por la puerta de atrás a la cual iba Equus—. ¡Campistas vivos!
La rata hace sus ruidos para llamar la atención de la chica. Esta se acerca a mí con su camiseta SPQR. Tiene el cabello oscuro en una coleta de caballo, además de unos ojos oscuros, mejillas altas y una nariz larga. Esta acuchilla la cuerda de la que está Equus, haciendo que caiga de cabeza.
—Eso me dolió —se queja.
—¿Cómo caíste en una trampa para monstruos pequeños? —comentó la chica —. ¿Pesas tan poquito?
—En lugar de hablar de mi peso, revisa el brazo de mi compañero.
La chica se acerca a mí y a la rata, que al parecer es Frank.
—¿Los chaneques hicieron esto? —pregunta.
—¿Chaneques?
—Los duendes que están merodeando por el campamento son monstruos mexicanos que se llaman chaneques. O al menos eso dicen los campistas de allá. —La chica mira a Equus—. Usted, deja de llorar y ayúdame a llevarlo hasta con Pranjal.
Entre los dos me llevaron de los hombros y la rata nos guió por delante de nosotros. Frank nos guió por una escaleras que estaban detrás en el armario de empleados. No sé si era porque está perdiendo mucha sangre, o que el camino fue extremadamente largo, pero casi no logro mantenerme despierto. Llegamos a lo que parecía un área de evacuación donde muchos campistas estaban ayudando a los civiles y heridos.
—Pranjal, lo atacaron los chaneques. —gritó la chica, y un muchacho con bata blanca llevó una camilla donde me acostaron.
—Apenas lo trajeron, Claudia, sino hubiera perdido el brazo.
El doctor inyecta algo en mi brazo y caigo ante el sueño.
**
En mi sueño, estoy cayendo por el vacío, donde todo parece oscuridad. Cuando aterrizó en un lugar donde el piso está cubierto de agua. Justo donde estoy parado una luz azul ilumina mi alrededor.
—¿Dónde estoy?
—Percy. —Veo a Annabeth a unos 5 metros de mí—. Debes buscarme.
—Anna, ¿dónde estás?
—Donde nacen las estrellas.
**
Despierto cubierto de sudor. Equus y Frank, la rata, me están observando muy preocupados. Equus, con su máscara de caballo, me sigue poniendo los pelos de punta.
—Deberías revisarte, porque babeas mucho al dormir. Tu almohada está asquerosa —me dice Equus—. El praetor Frank lo confirma.
—Entonces si eres tú, Frank.
—Claudia me contó que toda Nueva Roma fue atacada. Solo que una parte de los campistas pudieron huir gracias a Frank. El praetor sostuvo pelea con unos de los magos, lo suficiente para que los hijos de Vulcano activarán las salidas al refugio; pero Frank fue maldecido. Ya no puede volver a su forma original.
—¿Y Hazel? ¿Annabeth? —Frank se encogió e hizo un sonido de tristeza.
—Muchos están desaparecidos; no se sabe si huyeron al bosque o si los atraparon los magos.
—¿Atraparon?
Claudia llega a mi camilla junto a un chico que me recordaba mucho a Beckendorf, mi amigo que se sacrificó en la batalla de Manhattan. Su piel oscura con su cuerpo musculoso me daba vibras de ser un hijo de Vulcano.
—Esos magos llegaron como sombras después de la onda y atacaron a muchas personas. Sus hechizos los transformaban en seres de luz que después desaparecen como humo —contó Claudia—. Atacaron millones de civiles, mas no a los semidioses. Hasta que nadie más quedó, fueron tras nosotros. Terminus fue la primera barrera, pero él también cayó, solo que en lugar de ser luz se convirtió en esta especie de cristal.
—Yo estaba tratando de abrir una de las puertas cuando pasó lo de Terminus —agrega el chico—. El mago, al ver el cristal, dijo: “Esto ayudará a mi señor”, y fue detrás de Frank.
—Este es Blaise, hijo de Vulcano —le presentó Claudia—, y yo soy Claudia, hija de Cardea.
Voy a actuar como si supiera quién es Cardea. Ya tengo suficiente con saberme los nombres de los griegos. Por el momento, solo me preocupaba Annabeth y mi familia.
—¿Ustedes saben si una chica llamada Annabeth, hija de Atenea, está aquí? —les pregunto y les empiezo a describir a Annabeth.
Blaise va a buscar una lista con los nombres de las personas que han encontrado, pero en ninguno logró encontrar sus nombres. Sentí un vacío en mi corazón, y mis lágrimas empiezan a caer. Frank se esconde en mi pecho y trata de mejorar el ánimo. Sus bigotes me hacen cosquillas.
—Tuve un sueño con Annabeth, me decía que la buscara donde nacen las estrellas.
—¿Hay un lugar de esos? —pregunta Claudia.
—¿El tartaro? —comenta Blaise
—No —dice Equus—. Esto me suena a algo fuera de nuestro alcance. Algo que existe por fuera de los mitos y la magia. Existe una leyenda entre los sacerdotes de Plutón de un héroe que al morir, viajó hasta donde se crean las estrellas y encerró en su corazón al Caos. De él, nació la oportunidad de las almas de renacer y volver a empezar. Aunque no sé la leyenda completa. Pero podría preguntarle a unos de los mayores sacerdotes.
—No tienes que hacerlo, Equus.
—Percy, algo me dice que alguien me mandó a protegerte. Yo le pedí a Plutón que no me dejará en las sombras, que me dejara ayudar a alguien y siento que él me guió hasta ti.
Frank salta hasta el hombro de Equus.
—Nosotros también te protegeremos. Frank nos habla mucho de ti y de Jason —agregó Claudia.
—Apenas tenga algo de información, vendré y sabremos cómo actuar. ¡Es hora de dejar las sombras!
Entonces, Equus se quitó la máscara.
Chapter 12: El gemelo perdido de Anubis. -Sadie
Chapter Text
Estaba en shock en el auto, cuando mi hermano bajó de este y empezó a hablar con alguien. Traté de seguirlo por si lo atacaban, hasta que lo vi. Anubis en la forma que lo conocí; yo sabía que estaba vivo en cierta forma. Seguro se escondió en forma de espíritu y fue quien nos guió hasta aquí. Corrí hasta él con lágrimas en los ojos.
—Sadie, ¿qué te pasa? —grita mi hermano.
Al abrazarlo, sentí ese olor a moribundo con incienso al que siempre huele, pero él no me devolvía el abrazo.
—¡Quítame a esta loca!
Mi hermano me arrancó del abrazo y observó al chico que estaba abrazando. Eran muy parecidos, pero este tenía una cicatriz en su cara. Su cabello negro era mucho más largo y usaba ropa muy grandes para su tamaño de cuerpo. Era como la versión mala calidad de Anubis.
—Perdón —dijo avergonzada—. Pensé que eras alguien más.
Empieza a salir mucha más gente con la misma camiseta naranja que decía campamento mestizo. Así que aquí era donde Annabeth y Percy conviven con los otros semidioses, pero no logro verlos a ellos.
—¿Conocen a Percy? —pregunta el clon de Anubis.
—Sí, y a Annabeth —agrega Carter—. Nos conocimos hace como dos años.
Entonces sale un hombre que de la cintura para abajo es un caballo. Recuerdo que en algunas series como Narnia salen tipos así, pero no recuerdo su nombre. Los campistas le dan campo, así que pienso que debe ser como el líder o guardián de ellos.
—¿Ustedes son los Kane? —pregunta el hombre y asistimos—. Bast me hablo de ustedes. Entren por favor.
Caminamos detrás del señor caballo mientras todos nos observaban incrédulos. Me sentía como cuando entras a un nuevo colegio en mitad de año y todos se preguntan qué hizo para acabar aquí. Algunos eran muy jóvenes, de entre los 10 años; mientras que otros parecían universitarios.
—Yo soy Quirón, el guardián y entrenador de los semidioses griegos.
—¿Dijo que conocía a Bast? —le pregunto.
—Sí, presentimos que un momento así podría ocurrir así que siempre mantuvimos contacto. —Quirón paró un momento—. Nico, llama a todos los líderes de cabaña.
Al parecer el chico se llama Nico. Debo decir que es un lindo nombre para un chico emo. Quirón nos guía hasta una casa grande y nos encontramos en la sala. Había una cabeza de leopardo que rugía expresando tristeza. Me acerqué a la criatura ya que lloraba como Bast cuando era mi gatita. Esta se acomodo en mi pecho.
—Se llama Seymour y extraña a su dueño, el dios Dionisio; siempre duermen juntos.
—Qué peluche más raro. —comenta Carter.
De pronto, empezaron a llegar campistas de los de mayor edad junto a Nico y se sentaron en círculo.
—¿Así que aquí también se perdió un dios? —pregunto.
—Dionisio, dios del vino y las fiestas —me comenta un chico rubio de ojos azules que vestía estilo playero—. Lo atacaron después de la onda y …
—...un encapuchado y simplemente desapareció —agregó Carter—. También nos pasó con Anubis, dios de los funerales.
—¡Está vivo! —comentó—. Es difícil de explicar, pero podemos comprobar que está vivo; al menos no ha muerto del todo.
Trate de explicar la historia de Anubis y Walt, aunque parecía muy extraña los campistas no parecían muy impresionados. Al menos los mayores. Después, Carter explicó sobre la desaparición de Setne y cómo Percy y Annabeth nos ayudaron a vencerlo otra vez. Para finalizar, contamos que Setne había huido de su prisión y sin Anubis, era imposible verlo en su forma fantasmal.
—Estás diciendo que confundiste a Nico con Anubis —pregunta un campista que se había presentado como Connor—. ¿No tendrás una foto?
Sí tenía una foto de Anubis en el cuerpo con el que lo conocí, en el baile escolar en el que me visito. La guardo en el celular con otro de Walt.
—¡POR HADES, ES EL HERMANO GUAPO DE NICO! —Todos los campistas corrieron a ver la foto. Algunos reían y otros observaban a Nico de arriba a abajo—. Compadre, sin tan solo siguieran los consejos de este, serías todo un casanova.
Nico toma la foto en sus manos y el chico rubio de ojos azules también ve la foto. El otro chico se sonroja ante la foto de Anubis. Me estaba enojando como todos saboreaban a mi novio.
—¿Por qué te sonrojas, William? —le pregunta Nico enojado.
—Se parece mucho a ti —comenta Will—. Pero no es tan guapo como tú, mi amor.
—Bueno, calmense —dice Quiron—. Estamos en crisis mundial, no comparando novios.
—¡Un momento! —dice Will—. ¿Esa no es Drew? Al fondo.
—¿Drew Tanaka? —pregunto—. Somos compañeras de la academia.
—¡Pobrecita! —comenta Connor—. Ya la mandamos a reformar. Ahí va poco a poco.
Tiene sentido ya que Drew estaba muy raro este último curso, tipo, no le importaba las personas y se enfoca más en su arte.
—Enfoquémonos en la crisis, por favor —nos regañó mi hermano esta vez—. El mundo humano y mágico está en peligro. No sabes quién está detrás de esto, ni de quien es capaz de destruir una celda con tanta magia.
—Además, de que pueda destruir barreras mágicas que no son de su mitología —comentó Nico —. Debe ser un grupo de personas muy poderosas. Esto debe tener años de estar planeando.
—¡Quirón! ¡Chicos! —Una campista interrumpe en la sala—. ¡Es la cabaña 12!
Todos seguimos a Quirón hasta la cabaña doce, donde en cada cama había un campista desmayado del cual su cuerpo parecía translúcido, como si estuvieran desapareciendo. Justo como Walt.
—¡Están igual que Walt! —le digo a Quirón.
—Son los hijos de Dionisio.
—Debieron entrar en coma cuando su padre desapareció —comenta Carter—. La conexión sanguínea con la magia de Dionisio debe estar desapareciendo, provocando que sus cuerpos entren en estado de shock mágico.
—¿Ustedes lo ven? —pregunta Nico.
—¿Ver qué?
— El cristal en sus pechos. Es justo como el de Dionisio y está brillando.
Nico se acerca a un campista desmayado y le toca la frente. Sus ojos se torna negros, su sonrisa maquiavélica.
—¿Ya te olvidaste de nosotros, Quirón? —dice Nico con una voz que no es suya—. Los semidioses que no dejaste volver.
Nico vuelve a la normalidad y cae al suelo desmayado.
Chapter 13: Extra 2: Recuerdos
Notes:
Perdón por no actualizar, estaba en la playa y muy incomoda como para escribir. Así que les regalo un mini capitulo, y para el final de semana les tengo el cap de Magnus y va a estar grandecito. Recuerden mi twitter @PaniGaby.
Chapter Text
—¿Quién eres? —pregunta Luke a la chica en el callejón.
Sus miradas se encontraron y de inmediato Ayla sintió confianza; algo dentro de ella le dijo que lo siguiera. Al igual que hace unos años cuando su hermana apareció aquella noche y le ofreció ser su mentora. Tal vez las seguidoras de Circe se habían dispersado, pero Ayla se encontraba ante la oportunidad de vengarse.
—Ayla, hija de Helios.
Desde ese momento, se volvería en la ficha más importante del ejército de Cronos. Sus conocimientos de magia antigua le sirvieron al titán para encontrar a los semidioses que se unieron a su legión. Los monstruos le temían, ya que conocían a la aprendiz más antigua de la vieja bruja. Ella empezaría a entrenar a los magos que Luke rescataría. Entre ellos estaba Alabaster Torrington.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó el hijo de Hecate.
—Traer a mi padre de vuelta del Tártaro. —ella le contestaba.
—No te creo, sino estarías con Luke buscando el cuerpo de Cronos y no aquí entrenandonos.
—Bueno, si eres tan inteligente, dime qué hago aquí.
—No sé qué es exactamente, pero buscas algo para ti y no se lo quieres decir al titán.
Tenía razón. Hace mucho, cuando vivía en Turquía, se encontró con una persona de Egipto; este le explicó que estaba buscando las mitocards. Ella le preguntó, ¿qué era eso? Él le explicó la historia de las cartas que tienen la capacidad de destruir el mundo.
—Al parecer, en la antigüedad, un héroe viajó por la vía láctea y descubrió dónde las almas son creadas. Dentro, encontró al Caos escondido del Cosmos y este lo selló en su corazón.
—Ahora solo me cuentas patrañas, Ayla. —se quejó Alabaster—. Si no me quieres contar, está bien.
—¡Solo te cuento lo que me contaron! —le regaña—. Cosmos rompió el alma desde adentro de este héroe en cinco y esparció los pedazos entre sus creaciones. Muchos años luz después, los pedazos se encontraron. Para conocerse mejor, decidieron crear cartas con cada una de las criaturas que conocieron.
—¿Y eso explica porque jugamos a que Hades puede destruir a Thot? —Alabaster no se creía los cuentos de Ayla y eso la hacía enojar—. Eso se lo inventaron los emperadores para vender sus juguetes y su serie.
—¡Esto me lo contaron mucho antes de que siquiera existiera Estados Unidos! —Ayla le da un codazo a su aprendiz—. Cada cierto tiempo, los cinco se encontraron y crearon nuevas cartas. Sin darse cuenta de que Cosmos vivía dentro de ellos y provocaron que la esencia de estos seres se apegara/impregnara a las cartas. Cuando se dieron cuenta, prometieron nunca volverse a encontrar y crearon las copias falsas que tenemos ahora.
Secretamente, Alabaster se creyó los cuentos de su maestra. Cuando alcanzó el nivel adecuado, Ayla le regalaría la carta de Hidra antes de que se fuera a ayudar a Luke.
—¿Por qué me la regalas? —le preguntó
—Para asegurarme de que vuelvas.
—Cuando todo esto termine, nos iremos a buscar la carta de tu padre —comentó el hijo de Hécate—. Y la de Apolo. Haremos que ese dios se revuelque en la oscuridad.
El ejército de Cronos cayó ante los semidioses. Ayla se escondía en el Monte Otris, cuando los romanos lo invadieron. Ella utilizó su poder para que los semidioses aprendices huyeran, pero el monte colapsó sobre ella. Ya estaba aceptando su muerte cuando un chico rubio de ojos celestes como el cielo la salvó. Llevó su cuerpo hasta los sanadores y se recuperó. La tenían capturada, pero no la trataban como un monstruo.
—No tienes por qué temer. Si nos dices qué está pasando, te perdonaremos.
La tranquilidad del hijo de Júpiter la incomodaba. Ninguno de ellos era igual a él. Ella los guió hasta Crios y el trono de Cronos. Debilitando al ejército del titán, pero justo eso quería. Cronos jamás la dejaría en paz cuando tomara el poder.
—Eres libre —le dijo Jason—. Puedes quedarte en Nueva Roma y ser una semidiosa normal.
Ayla sonrió y se acercó a Jason para darle un abrazo. Ella no era normal, como tampoco él. Jason la había adoptado como su amiga y consejera, pero no quería que él se fuera tras ella. Ayla representaba el mundo antiguo y Jason el nuevo comienzo. Si quería salvar a su familia, tenía que hacerlo sola.
—¿Por qué no mejor me olvidas? —susurró y su magia le borró la memoria Jason.
El chico cayó inconsciente y Ayla huyó en busca de la carta de Helios.
Chapter 14: Gracias por el aventón, Mimir -Magnus
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Vuelvo a estar en el lago hundiéndome, cuando vuelve a aparecer la luz azul que se va acercando. Poco a poco, empieza a tomar forma, la de una chica con un cabello azul oscuro cuyo largo desaparece en el fondo del agua. Ella me observa con sus ojos celestes y sonríe. Me agarra el brazo para mantenerme a flote.
—Por fin lo encontré, maestro —me dice.
Despierto con los ojos grandes de Dan observándome inquietantemente. Ella me coloca un paño húmedo en la nariz dejándome sin poder respirar.
—¡DAN! —Alex me salva de ahogarme—. El paño va en la frente, no en la nariz.
De pronto, recuerdo a Dan con sus alas de ángel protegiéndome de aquel hombre. Fue como si ella sacara mi poder de curación y lo aumentara al máximo. Puede curar, pero jamás podría regenerar toda una ciudad.
—¿Viste lo que ocurrió, Alex? —le pregunto, pero ella está preparando un té, así que la veo de espaldas.
—Claro que sí. Me alegra que Setne no haya logrado destruirte —dice.
—¿Setne? —preguntó—. ¿Sabes quién es?
—Lastimosamente, sí.
Alex vuelve la cara y su rostro es el de Mimir. El cuarto, la cama y todo alrededor se quiebra dejándonos a Dan y a mí flotando en el aire. Hasta que caemos despacio en el suelo cubierto de agua.
—¡Va! —dice Mimir, ya en forma de solo su cabeza flotante—. Ahí se fue el poco poder que me quedaba.
—¿Qué está pasando, Mimir?
—Necesitaba contactarte, pero Setene utilizó mi magia para viajar hasta ti. Ahora sabe en dónde estás y te perseguirá.
—¿Quién es Setne?
—Uno de los magos más poderosos del mundo; es egipcio, pero ha logrado combinar poderes de distintas mitologías. Ahora te anda buscando para tener control sobre la magia nórdica.
—¿De qué hablas, cabeza parlanchina?
—Dana, ¿no le has dicho? —Parecía que le hablaba a Dan, quien estaba fascinada flotando en el aire—. Debe estar guardando su poder. Mira, esa niña no es lo que parece. Es más poderosa que dioses como tu padre o como Odín. Ella te protegerá en tu travesía encontrando a los otros héroes.
—¿Otros héroes? —le pregunto.
El mundo se empezó a destruir; pedazos del cielo cayeron encima de nosotros.
—¡Mis poderes desaparecen! —dice Mimir—. Te llevaré a Nueva York. Allí, Dan te guiará con los elegidos de Quirón y Bast.
Despierto en la playa, el agua de mar se acerca y se aleja de mi cuerpo. Siento las manos frías de Dan en mi rostro.
—¡Magus!
—Ya desperté. —Escupo un poco de arena tengo dentro de la boca—. ¿No tendrás agua?
Dan señala el mar.
—¡Esa no es potable! —Me levanto para quitarme la arena de los pantalones—. ¿A dónde tenemos que ir?
Antes de que Den respondiera, noto cómo una luz está cayendo al mar. Dan me agarra del brazo y jadea gritando. Está tratando que huyamos. Justo donde cayó la luz, una criatura acuática gigante sale del agua. Es como una especie de pez y serpiente gigante.
Agarro a Dan y la llevó más cerca de la ciudad; estamos en Long Island. Noto como el lugar ha cambiado al punto de que es irreconocible. La gran ciudad está completamente vacía, como una escena de una película del Apocalipsis. Sí, esto es el Apocalipsis. Los edificios están cubiertos de polvo, no hay animales en las calles, el cielo es gris y sombrío. ¿Cuánto había pasado? Tan solo tres días y ya estaba hecho pedazos.
Bajo a Dan de mis brazos y ella me guía de la mano. No sé a dónde me lleva, pero espero que sea lejos de aquella criatura horrible. Caminamos por la ciudad hasta que llegamos a un área boscosa; llevamos horas caminando y Dan parece no inmutarse.
—¿A dónde vamos? —le pregunto a la niña—. Estoy cansado. Ni siquiera tengo a Jack conmigo.
Mi espada parlanchina la había dejado con Alex en Noruega; ya no estaba acostumbrado a tanto silencio en una misión. Pasé de tener una esposa que no se calla a una niña que con costos habla. ¿Cómo dijo Mimir? Ella era súper poderosa, pero estaba guardando su poder para algo. La llamó Dana, lo cual es un nombre muy normal; pero algo me decía que era importante.
De pronto, Dana se detiene en un arco de árboles muy extraños, como si estos estuvieran ocultando algo muy raro. La niña de pelo azul alzó sus manos y unas chispas azules nos cubrieron, revelando una gran roca con una espada en el centro.
—¿Esa es Excalibur? —Dana asiente y me señala para que vaya—. ¿Yo?
Me acerco a la espada y noto que es más simple que Jack. Una espada normal, de las épocas de las cruzadas. Había visto muchas películas en la biblioteca y tenía la necesidad de sacarla. Dan se queda impaciente, pero no logró liberarla.
—Tal vez, como ya tengo a Jack, no debería tener otra espada.
Dana se queda decepcionada y mueve la cabeza pensando. Después de un rato, sacude su cuerpo y comienza a caminar.
—¡Vamos! —me dice.
—¿Vamos a dejar a Excalibur aquí?
Dana continúa caminando y yo me voy detrás de ella. Así que ella sabe de la ubicación de esta espada y quería que yo la tomara. Solo el verdadero rey de Inglaterra podía sacarla, ¿no? No sé cuánto tiempo nos tomó, pero llegamos a un valle dentro del bosque. Una gran entrada de madera nos ubicaba en el Campamento Mestizo.
—¿El campamento de Annabeth? —Dana entra como si nada—. ¡Espérate!
Dentro, los campistas vestían sus uniformes de guerra haciendo patrulla. Al notarnos, dos intentan agarrarnos. Antes de siquiera tocarnos, sus pies se congelan. Dana continúa caminando mientras aquellos que la quieren detener quedan inmóviles. Así que este es el poder del que hablaba Mimir.
—¡Perdón, chicos! —me disculpo—. No somos malos, lo juro.
Llegamos al centro del campamento, donde un hombre mitad caballo está hablando con otras dos personas: una chica rubia y un chico afroamericano. Dana se para enfrente de ellos, quienes se quedan observando.
—¡Buenas! —rompo el hielo—. Soy Magnus Chase, primo de Annabeth Chase y… ¿me podrían ayudar?
—¿Dana? —pregunta el centauro—. Bienvenida seas, madre de los dioses celtas.
El centauro hace una reverencia hacia Dana, quien, sonriendo, se convierte en la doncella que me salvó de ahogarme.
Chapter 15: El aprendiz supera al maestro -Lester
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—¿La carta de Helios?
Helios está muerto; yo mismo lo vi caminar al Cosmos y ser consumido por el fin del mundo. Jason, el gato, está más erizado que nunca. Nadie se mueve de su posición hasta que la puerta de la cocina empieza a moverse. Unas runas cubren la puerta.
—¡Corran! —ordena Ayla.
Jason salta hasta sus brazos y ella me guía por la ventana de la cocina que da hasta las escaleras de emergencia. Mientras salimos, una a una de las ventanas extraña. Ayla, como toda una experta en el parkour, salta de dos en dos pisos hasta llegar al suelo.
—Lester, apúrate.
Tomo el valor para saltar yo también; pero justo cuando me suelto, una mano me agarra. Me encuentro ante unos ojos verdes espeluznantes. Su sonrisa maquiavélica me causa un escalofrío en todo el cuerpo.
—Me pregunta, si tu carta está dentro tuyo como la de tu hermanito —comenta el chico—. Tal vez haya una razón por la que mi maestra te está cuidando.
—¡Suéltalo, Alabaster! —grita Ayla.
El chico de ojos verdes toma su báculo y lo acerca a mi pecho. Siento como interior se quiere despojar de mi cuerpo. Está succionando mi alma. ¿Fue esto lo que sintió Dionisio? De mí sale una luz amarilla que entra en la bola de magia que sostiene el arma de Alabaster. Mi captor se deleita con mi cara de horror, hasta que siento como mi energía disminuye. Cierro los ojos, cuando Alabaster grita de dolor.
—¡Maldito gato!
Caigo por las escaleras cuando Jason salta hasta mi pecho y juntos dejamos que nos reciba en el suelo. En lugar de sentir el impacto, planeo hasta llegar cómodamente al final. Mi energía fue consumida, pero logro mantenerse despabilado. Ayla tiene en su mano una carta, su cabello se transformó en blanco plateado otra vez.
—¡Ehecatl! —grita y una ráfaga de aire ataca a Alabaster—. Jason cúbreme la espalda.
Ayla me levanta y me da un barra de cereal. Con la poca fuerza, como un bocado y es como si me devolviera la vida al máximo. Ahora soy yo el que arrastra a Ayla fuera de la zona de combate. Corremos mientras Jason está detrás nuestra. Llegamos a una zona más amplia cuando unos tres encapuchados nos arrinconaron.
—Perdón por ser una molestia, Ayla —le confieso—. Pero esta vez yo te protegeré.
Invoco el arco de sagitario. No sé cómo, pero la barrita había hecho que parte de mis poderes se descongelaran. Los encapuchados ríen y atacan con sus espadas. Tranco una con el arco, pero el otro arremete con Ayla. Jason muerde a uno de ellos por el pie, pero lo patean.
—¡JASON!
Ayla corre hasta su gato, pero el encapuchado la ataca por la espalda. Antes de matarla, una flecha le atraviesa el cráneo y cae muerto. Otras flechas atacan a los demás y estos caen muertos en cuestión de segundos. De los edificios salen las cazadoras, una a una como una sombra espeluznante. Del techo del edificio veo como Thalia Grace y Reyna Ávila se colocan victoriosas.
—Nos reencontramos, Ayla.
Cuando vuelvo a ver a la bruja, tres cazadoras la tienen rodeada mientras Ayla protege a su gato. Jason no parece haberse imputado por el golpe, porque bien estaba con su cola erizada y mostrando sus dientes a los doncellas de Artemisa.
—Solo te tomo todo un ejército para capturarme, Reyna —dice sarcásticamente Ayla—. Aprovecha tu media victoria.
Ayla sonríe burlesca de Reyna. ¿Soy yo o Ayla parece conocer a más personas de las que creo? Las cazadoras hacen que caminemos hasta Thalia para que no revise. Cuando llegó con la hija de Zeus, solo logró sonreír de los nervios.
—Hola, chicas, tanto tiempo. —Trato de romper el hielo—. ¿Y mi hermana?
Todos se vuelven a ver en busca de que alguna confiese. Ninguna dice palabra y Thalia agacha la cabeza. (¿Por qué esto es medio déjà vu?). Me empiezo a preocupar y busco entre todas ellas a la niña de 12 años pelirroja de mi hermana.
—Ni para eso sirven —murmura Ayla.
—Póngale las cadenas —ordena Thalia—. No quiero que esta bruja se ponga de chistosa.
—¡No la toquen! —grito—. Ella me salvó.
—Está bien, Lester. No le puedes pedir mucho a una cazadora. —Ayla me encarga a Jason—. Por mientras, hazte cargo de Jason.
El gato se acomoda en mis brazos y veo como Thalia se quedó viendo al ojo celeste de este, pero Jason le gruñe.
—Yo estaré cerca de ti, tranquilo —comenta Ayla a su gato y este parece calmarse—. Muchachas, tengo hambre.
Ayla es encadenada y ahora tiene dos escoltas detrás de ella. Parece no importarle mucho ya que se ríe continuamente. Cada vez que la miro, me saca la lengua. No puede evitar sonreír antes sus gestos de niña. Las cazadoras le temen; ella lo sabe y lo disfruta. Jason duerme en mis brazos mientras caminamos hasta el campamento de las cazadoras.
Llegamos, y nos dirigimos a la tienda más grande donde las cazadoras se reúnen para discutir sus próximos planes. Ayla se sienta como si estuviera en su casa y sonríe antes todos. Después, dirige su mirada a Reyna.
—Había escuchado rumores de que te les habías unido, pero jamás pensé que eras tan cobarde como una cazadora. —comenta Ayla—. Dicen que los débiles nunca lo dejan de ser.
—Y las locas tampoco —responde Reyna—. ¿Cómo está Circe?
—Reconstruyó su isla; contrató hasta diseñadoras de interiores. Podría haber vuelto, pero me gustaron mucho las papas fritas como para abandonarlas.
—¿Ustedes se conocen? —pregunto.
—Te presento a Ayla; bueno, uno de sus tantos nombres, la aprendiz más antigua de Circe. —dice Reyna—. Ella y yo estuvimos juntas en la isla de Circe. Después de que Percy la destruyera, ella se unió al ejército de Cronos. Fue la que entrenó al nuevo enemigo.
—Y ni un gracias me dieron, esos cabrones —dice Ayla—. Continúa, reinita.
La indiferencia ante sus acusaciones me dice que tal vez subestimé a Ayla. Sii es cierto, entonces no es una simple bruja de Nueva York. Trabajó para Circe, para Luke y ahora, ¿para quién lo hace?
—Ella es la clave para detener a Alabaster y su ejército de renegados. —siguió Reyna—. Tengo sospechas que sabía de Gea y de los emperadores.
—Tampoco mientas —se enoja—. No soporto a las mentirosas. Sabía que Luke recibió dinero de alguien poderoso, pero Cronos sabía que yo no debía conocer sus planes al detalle. Me tendió una trampa para deshacerse de mí cuando descubrí que me ocultaba algo. Gea nunca me necesito, ella es más de mantenerlo todo entre sus hijos. Con respecto a Alabaster, sí yo fui su mentora, pero debo admitir que me superó.
—El aprendiz que superó a su maestro —susurro.
—Lo que nunca lograste Reyna, él ya lo hizo.
Chapter 16: Equus, quítate esos ojos que lloro. -Percy
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No sé bien cómo explicar lo que pasó después de que Equus se quitara la máscara. Tenía un cabello negro largo y mal cortado.Entonces, mientras se lo acomodaba para ver mejor, nos quedamos expectantes de ver su rostro, como en esos concursos de celebridades que se disfrazan y cantan hasta el final de temporada que por fin se revela la identidad.
—¡Pelo en la boca! —Claudia le hace una cola de cabello a Equus—. Gracias, Claudia. Últimamente no he podido ir a cortarme el cabello.
Por fin termina de alistarse y me sonríe. Siento como si un espejismo se me apareciera; mi sangre se hiela ante sus ojos. ¿Por qué era tan parecido a Annabeth? Equus tenía los ojos grises de los hijos de Atenea. Esa mirada con ansiedad de conocimiento, pero en él también era juguetona.
—¿Semidios? —chasquea sus dedos —. ¿Soy tan feo?
Frank chilla sorprendidos, creo, las emociones de las ratas son difíciles de entender.
—Perdona, Equus. —No quiero verlo; se parece tanto a ella—. No eres tan feo.
—¡Grosero!
Su voz ya se escucha como la de un chico. Antes parecía que tenía la voz distorsionada, pero es por la máscara. Aún es un niño; tiene los gallos de un chico en plena pubertad. Además de una energía inagotable.
—¿Tú no crees que yo soy feo, ¿verdad? —le pregunta a Frank, pero este se escapa—. No huyas de mí.
—Sinceramente, no logro reconocer a Equus —comenta Blaise.
—No creo; solo soy un legado de Minerva. Mi madre y hermanos me dejaron a cargo de mi padrino, quien me obligó a convertirme en sacerdote de Plutón. Así que no pude ir al Campamento Júpiter. Tal vez si fueran de la escuela para mortales de Nueva Roma me reconocerían.
—¿Eso es posible? —pregunta Claudia—. Mi padre me entrenó como legado y me dijo que el campamento era la única manera de ser parte de Nueva Roma.
—Para los que somos legados y no pasamos la prueba de Lupa, tenemos otro camino por recorrer —explica Equus, de pronto su tono se volvió triste y frío—. Nos toca ser sacerdotes de los templos. Al mi padrino tomar mi custodia, me tocó Plutón.
—Ya entiendo. Tu familia no se siente orgullosa de ti —dice Blaise—. Al ser legado masculino de Minerva, tuvieron que entregarte a otro dios. Lo siento mucho.
—Nah, que se jodan —dice Equus mientras saca unas tijeras del botiquín—. Mi padrino me crió con su novio. Ellos son mis verdaderos padres. Y Minerva me la…
—¡EQUUS! —grito—. ¿No tienes familia mortal?
—Oh, bueno —Equus se empieza a cortar el pelo—. Por parte de mi papá, pero mi abuela se encargó de mis hermanos mayores. Yo era muy bebé cuando me abandonaron, perdón, fui entregado a mi padrino con más contactos para mantenerme “cerca de mi madre”.
Equus se cortó mucho el cabello al punto que le quedaron picos en ciertas zonas. Lo tenía peor que Nico en su momento más emo; lo dice quien vio su transformación en vivo.
—¿Cómo me quedó? —preguntó.
—Horrible —le digo.
—¡Ay, gracias! —ambos reímos.
Equus me parece un chico que no le importa nada, pero al final le arrebataron su vida. Por lo que noto, le quitaron su oportunidad de crear su propia identidad, al ser un sacerdote de Plutón sin poder decirle a nadie. Vivir en las sombras. Nico se quejaba mucho de eso: las sombras. Ya me imagino lo que es nacer en ese ambiente. Tal vez las máscaras infantiles le entreguen ese sentimiento de que puede seguir siendo un niño.
Blaise y Claudia se marchan a sus posiciones ya que al parecer es muy tarde, y podría infiltrarse una amenaza. Los médicos hacen rondas para observar mi brazo, pero ya estoy mejor. Debido a la cantidad de gente, solo hay camillas para los enfermos y los sanos duermen en el suelo. Frank, en rata, se duerme en mi cabeza. Aprovechado.
El medicamento empieza a afectarme, entonces empiezo a dormir. Equus, que está sentado en una silla, también. Cierro los ojos por unas horas sin soñar. Cuando los abro, tengo a Equus en mi cara y Frank le tiene atrapado como si fuera un peluche. Al parecer, mientras dormía, se metió en la cama. El chico está roncando mientras babea encima de Frank.
Babeas cuando duermes
—¡Annabeth! —Nadie responde—. ¿Dónde estás?
Primero, los ojos de Equus y ahora escucho su voz. Debe estar llamándome desde algún lugar; tengo que salvarla. Tal vez, si duermo sin los efectos del medicamento pueda contactarla en mi sueño. Cierro los ojos y vuelvo a caer en el mundo de Morfeo. Annabeth, ¿dónde estás?
No la encuentro, pero sí veo a un niño de unos cinco años llorando. Abraza a un caballo de peluche. Me acerco a él lentamente y este se voltea a verme.
—¡Déjame en paz! —Me está hablando a mi—. ¡Vuelve al mundo de los muertos! Ya estoy harto de verte.
Mi espíritu vuela hasta el campamento mestizo donde veo a mi viejo amigo Carter Kane con su hermana hablando con Nico y los otros campistas. El campamento mestizo está a salvo y con los egipcios. Debo ir con ellos apenas encuentre a Annabeth. Debería llevar conmigo a Frank y otros campistas romanos.
Mi espíritu continúa flotando hasta llegar al taller de Leo Valdez, hijo de Hefesto. Veo como este está trabajando arduamente al punto que pequeñas llamas salen de su cuerpo. Sus poderes están descontrolados. Junto a él, un radio dorado empieza a hablarle.
—¡Rápido! —dice la voz de un joven con acento—. Levantar la barrera mágica debe ser nuestro principal objetivo.
—¡Me prometes que ya viene para acá! —ordena Leo.
—El ejército de Huitzilopochtli se está desplazando, pero sin los artefactos de Xiuhcóatll no podremos transformarnos.
—Está bien, nos vemos en la frontera.
—Antes de la caída de la luna, el día…—El radio se cubrió de hielo.
Me despierto envuelto en sudor, como si el calor de Leo me hubiera afectado. A mi alrededor la gente ya está despierta y Equus no está. Dejó una nota en mi almohada.
Percy: Me fui a la ciudad subterránea. Frank me acompañó, ya que hay expertos en maldiciones. Trataré de volver mañana al amanecer. Recupérate por mientras; sirves más vivo. -Erecteo Jackson, también conocido como Equus
Chapter 17: ¿Y si me voy a vivir con mi padre al inframundo -Carter
Notes:
Empecé clases así que puede que haya semanas solo con un capitulo o con ninguno. Síganme en @PaniGaby en twitter para saber cuando subo.
Chapter Text
Recapitulando un poco, porque ni yo entendí bien qué pasó. Mientras yo discutía con Quirón sobre lo que había planeado con Bast, el supuesto primo de Annabeth y una niña de 6 años entraron provocando un embrollo. Fue entonces cuando Quirón descubrió que la chica era una desconocida llamada Dana y esta se volvió más adulta. Conozco el concepto de las triples diosas, representantes de las tres etapas de la vida de una mujer.
—Bienvenida seas, madre de los dioses celtas —comenta Quirón.
La niña, ahora doncella, tenía un cabello azul mucho más largo hasta sus pies y un vestido que reflejaba la luz como si fuera hecho de agua.
—¿Dana? —pregunto—. Ese nombre no se me es conocido.
—Porque Dana fue un diosa que se perdió en el tiempo; poco recuerdan los humanos de ella —explica Quirón—. Pero es la creadora de los dioses que después reinaron en Irlanda. También fue la primera en aprender a controlar el agua.
—¿Dan, eso se referencia Mimir? —comenta Magnus—. ¿Qué haces conmigo, entonces?
—¿Quirón, explícanos qué está pasando?—pregunta un campista.
—Sofía y Ara, reúnan a todos los semidioses. Les explicaré todo, y con Dana aquí no necesitaremos más defensas.
Después, todos los campistas estaban reunidos junto a Magnus, Dana, sátiros y ninfas mientras esperábamos a Quirón. Magnus estaba con Sadie y conmigo mientras Dana, a pesar de verse más adulta, seguía inquieta como una niña comiéndose el pelo.
—¿Eres el primo de Annabeth? —le pregunto.
—Sí —confirma—. ¿La conocen? ¿Son griegos?
—Somos magos egipcios, vinimos buscando a Percy Jackson ya que nos conocimos hace mucho —le explico—. Juramos que si algo volvía a pasar entre los griegos y egipcios nos ayudaríamos.
—¿Volver? ¿Ya esto pasó antes? —pregunta Magnus—. Percy y Annabeth van a la universidad en California, pero al ser verano no sé si Percy vino a visitar a su madre.
—Debería estar aquí si hubiera venido —agrega Sadie—. Deben seguir en California. ¿Estarán bien?
—¿Me pueden explicar cómo los conocen?
Antes de poder explicar a Magnus toda nuestra travesía con su prima y Percy, Quirón llegó con una bola de cristal. Rachel, la susodicha oráculo, viene con él.
—Semidioses, he de admitir que les he estado ocultando mucha información —empieza Quirón—. Hace mucho, existió un héroe que desapareció de la faz de la tierra, hasta que, mucho años después, volvió con un poder inmenso asegurando que era el enviado del Caos. Utilizando sus nuevos poderes, formó un ejército de otros con la habilidad de ver a través del velo de la magia. Semidioses de todas las culturas, magos, sacerdotes, oráculos y muchos más se unieron. Hasta que los dioses tuvieron que unirse y acabar con ellos.
—¿Unirse? ¿Se hicieron uno? —pregunto a Quirón—. Una sola deidad…
—Fue un error; no podíamos contra él hasta que se nos ocurrió que la fuente de su poder venía de los humanos. Los dioses destruyeron a la humanidad.
Los cuchicheos cubrieron el lugar. Esta historia se me hacía muy conocida. Personas mágicas rebeldes, los dioses unidos contra una sola causa. Pero nada de eso explicaba lo que está pasando. ¿Se está repitiendo la historia? Si fuera así, los dioses ya sabrían cómo actuar.
De pronto, una explosión brilló en el cielo. Del humo salieron dos manchas negro volando. Me tomó unos segundos notar que eran dos naves. Parecía una escena sacada de una película.
—¡CÚBRANSE!
Tomó a Sadie y la tiró al suelo debajo de las gradas. Magnus y Dana se meten con nosotros.
—¿Ovnis? —pregunta Sadie —. ¿Los aliens nos atacan?
Dana niega con la cabeza.
—¿Sabes qué son? —le pregunta Magnus.
Dana dibuja un sol y un círculo con dos puntos en la tierra. Debajo de estos dibuja las naves que se están atacando.
—¿Dos bandos opuestos? —pregunto, hasta que noto la diferencia en el dibujo del sol: Tiene una cara única. Ya la he visto antes en mis viajes con mi padre—. ¡El sol inca! Uno de los bandos son los incas
Dana asiente con la cabeza.
—Y esos dos puntos, son el símbolo del yin y el yang —comenta Magnus—. El otro bando es el chino. ¿Por qué se atacan, Dan?
—Es una distracción. Está logrando que los dioses no se unan y así no puedan vencer al enemigo —Sadie explica y Dana asiente.
Después, Dana empieza a dibujar una espada en una piedra.
—¿Excalibur la espada del rey Arturo? —pregunta Sadie.
—Dana me llevó a esa espada, pero no pude sacarla —comenta Magnus—. Ella está buscando quién la puede sacar.
Dana se le queda viendo a Sadie. Mi hermana vivió en Inglaterra y mi madre era de allá. ¿Acaso Dana estaba buscando a Sadie?
—Sadie, ella quiere llevarte a la espada —le digo a mi hermana.
—La leyenda dice que la espada fue entregada por la dama del lago a Arturo. —comenta Sadie y Dana sonríe—. ¿Tú eres la dama del lago?
De pronto, todo se vuelve silencio. Saco la cabeza para ver; algunas personas también salen de su escondite. Varios semidioses se reúnen en el lago donde una de las naves está hundiéndose. Corro hasta el lugar, para ver si hay sobrevivientes. Un chico trae unas pinzas que cortan metal. Abrimos la nave y está el cuerpo de un joven todo ensangrentado.
—¡Traigan a un doctor!
Entre varios sacamos al joven. Lo ponemos en la camilla para transportarlo cuando una ráfaga de viento sacada de un huracán aparece. Trato de sostener la camilla para que no salga volando con el chico, pero es como si de pronto un tornado nos estuviera atacando. Entre el aire noto como una sombra se nos acerca. Protejo al chico con mi cuerpo, pero el viento no me deja ver hasta que la sombra está a la par.
Puedo verle el rostro y es una joven de mi edad, entre 17 y 18 años. Esta me sonríe y me hace la señal de silencio. Poco a poco su mano entra en el pecho del chico y saca una carta de juegos como si nada. Junto a la ráfaga de viento, la joven desaparece y el cuerpo del chico se vuelve arena lentamente.
—Carter —me llama el chico moribundo—. Reúne a los otros originales y … ve a los confines … del cosmos.
El chico se vuelve arena por completo. Sabía mi nombre y yo nunca lo había visto.
Chapter 18: ¿Me echan un poco de contexto? -Magnus
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Traté de ir detrás de Carter, pero Dana me sostuvo del brazo. Su mirada me decía que tenía miedo de que yo fuera hasta la nave. Vuelvo a ver a la nave hundiéndose y pienso que es mejor que me quede de este lado. Muchos ya fueron a sacar al chico y los enfermeros ya están con los artículos necesarios.
—Está bien, voy a ver si alguien me necesita aquí —Dana se calmó, pero en eso empezó el aire a agitarse —. ¿Un tornado?
El ojo del tornado parecía estar justo en la nave. Sadie trata de ir donde su hermano, pero la detengo.
—¡SUÉLTAME! ¡CARTER! —Dana me ayuda a traerla de vuelta a nuestro escondite.
Sadie trata de huir por Carter, pero Dana la detiene. La sostiene en su pecho y empieza a cantar en un idioma que desconozco. Siento cómo mis latidos se serenan; estoy flotando en el agua tranquilamente con su melodía.
El viento se calma, pero alguien grita de horror. Dana me vuelve a ver mientras sostiene a una Sadie soñolienta. Noto que quiere que vaya a fuera. Lo que fuera que estaba, ya no lo está.
—¡Cuida de Sadie! —le digo a Dana.
Afuera, los campistas están todos bien; no parece que nadie haya muerto. Hasta que Carter se acerca a mí en estado de shock, observando sus manos llenas de arena. Lo agarro de los hombros antes de que caiga al piso.
—Se deshizo en mis manos —balbucea.
—Vamos, Sadie está preocupada por ti.
—¡QUIRÓN! —grita un campista—. ¿Alguien ha visto a Quirón?
Quirón está desaparecido, como los dioses nórdicos. Si es verdad esto, entonces se nos fue la única persona que entendía qué estaba pasando. Estamos perdidos; este es el Apocalipsis.
Metí a Carter a nuestro escondite y Sadie despierta de su trance. Abraza a Carter y este le corresponde. Deben ser novios, ya que hay una gran confianza en ellos. Verlos me hace recordar a Alex. Espero que esté bien, aunque es mejor que esté en Noruega que aquí.
—¿Cómo te atreves a irte así como si nada? —le reclama Sadie—. ¡Yo no quiero ser hija única! Sabes que sería pésima como faraona.
—¡Esperen! ¿Son hermanos? Pero…
—Si, somos hermanos y completos —Sadie me grita.
—Sadie, por favor, deja de gritar —le regaña Carter—. Ahora más que nunca debemos estar calmados.
—¿Qué pasó allá?
Carter nos cuenta cómo el chico de la nave estaba gravemente herido y una joven le arrancó una carta de su pecho, provocando que este desapareciera. Ellos también me contaron sobre el dios Anubis, quien también desapareció igual al chico Inca.
—Me dijo que buscara los originales —agrega Carter—. Sabía mi nombre. Siento que me estaba buscando.
—¿Los originales? —pregunto—. ¿Quiénes son?
Veo que Dana se ha quedado dormida en las piernas de Sadiem como una niña.
—Ni idea…
Los tres nos quedamos en silencio, mientras Dana dormía. Un campistas empezó a gritar de que no había nada más y que podíamos volver a las cabañas. Los mayores dijeron que se encargarían de la cena, pero los demás no debían salir de sus cabañas.
— Debemos salir —menciono—. Al menos pasemos la noche aquí.
Despertamos a Dana y, cuando salimos los cuatro del escondite, un campista se nos acerca.
—¡Los estábamos buscando! —exclamó él; era moreno y de unos 10 años—. Will me dijo que los llevara a la enfermería.
Los cuatro acompañamos al niño hasta la enfermería. El lugar estaba repleto de chicos desapareciendo literalmente; sus manos eran translúcidas y dentro de ellos había un brillo. Fuimos hasta al final del lugar, en el que se encontraba un chico pálido de 16 años acostado sobre una cama, pero al menos no se ve traslúcido, mientras otro chico rubio de ojos azules lo revisa.
—Gracias, Hayden —le dice el chico rubio al niño que nos guió—. Me alegra que estén bien. Me contaron todo lo que pasó desde que Nico se desmayó.
—¿Cómo está él? —pregunta Sadie—. Will, este es Magnus el primo de Annabeth y semidiós nórdico.
—Está mejor; solo que le duele la cabeza y no dejó de decir incongruencias mientras estaba el fuerte viento—respondió para despues dirigirse hacia mi— Gusto en conocerte, Magnus.
—Gusto sería en otros momentos —comento—. ¿Qué es lo que está diciendo este?
Will observa alrededor y nos conduce fuera de enfermería a un lugar apartado, pero no mucho, de las cabañas y la gente.
—Nico, recitó una profecía —dice Will y saca una libreta—. Pero no entiendo el idioma en que lo dijo. Escribí lo que entendí; espero que alguno de ustedes sepa qué significa.
Will recitó en voz alta, pero yo no puedo entender el idioma; tampoco los Kane ni Dana lo hacen. Ni siquiera lo escrito parecía tener sentido; había muchas “l” y “x”.
—Soy pésimo para los idiomas, pero aquí hay mucha gente. Alguien debe saber. —digo. Will se queda viendo a los pocos campistas que están afuera—. ¿No quieres que ellos la conozcan?
—Mi padre es el dios de las profecías y los griegos nos movemos a través de ellas. Si alguien supiera estas palabras, se lanzarían a la aventura. Algo dentro de mí, sabe que esta profecía es para ustedes. —Le entrega la libreta a Sadie—. Vayan a California. Apunté la dirección del Campamento Júpiter. Ahí están Percy y Annabeth. Encuéntrenlos y sálvennos de esto, por favor.
El niño de antes aparece de la nada junto a mí con una sonrisa maliciosa. En sus manos, tiene una radio vieja y unos walkie talkie.
—Hace un rato, recibí una señal —confiesa Hayden—. Mi hermano la respondió. Hablaron por un buen tiempo. Los refuerzos vienen de América Latina, pero no entendí bien quiénes son. Les diría que vayan con mi hermano, Leo Valdez, primero.
—¿A Indianápolis? —cuestiona Will.
—¡Esperen! —digo—. ¿Cómo vamos a ir a Indiana y luego a California? Nos tomará meses cruzar en carro y los aviones no sirven.
—Nosotras los podemos dejar en la estación. —Un grupo de chicas jóvenes, vestidas con casacas y equipadas con arcos, aparecen de repente. Esto ya me está asustando—. Las cazadoras de Artemisa los escoltaremos hasta Indiana.
—¿Caza qué? —pregunto.
—Con una condición —dice la jefa del grupo—. Si nos encontramos con Ayla, la bruja, nos la entregarán.
—¿Quién es Ayla? —vuelvo a preguntar—. Necesito contexto.
Dana me pellizca para llamar mi atención y apunta al bosque. ¡La espada!
—Antes de partir —digo—, Los Kane y yo tenemos algo que hacer.
Nota: Sorpresa 2x1 en capítulos
Chapter 19: Extra 3: Sombras
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Alabaster, hijo de Hécate, se encuentra ante aquel que le dio su poder. Esa entidad que existía antes del todo, tal vez ella era la misma antes. Hasta que una parte se transformará en luz, la cual tomó su propia conciencia. Desde entonces, luchan por el control. Solo por un instante, una creación de su hija fue capaz de tomarla dentro, pero la luz le destruyó. Ahora era el momento de su venganza, destruir el planeta con las luces más brillantes de todo el universo.
—Piedra del Caos, ¿me llamaste? —pregunta Alabaster —. Debo decir que hemos hecho muchos avances.
—¿Encontraste a los originales? —demanda esa voz de ultratumba —. Debes hacerlo antes de que la luna colapse y destruya los que quedan.
—Tengo mis sospechas muy claras. Aún no he podido confirmarlo, pero sé quiénes son —agrega Alabaster para calmar esa voz —. Pero sus guardianes no me dejan acercarme.
—¿Y las cartas?
—Hemos conseguido la mitad de estas, ; ya se están creando los clones sombra. Pronto, atacarán a los seres de luz.
—¿Y tu maestra? —pregunta —. ¿Y el enviado del bien?
—Debo admitir que mi maestra sabe cómo pienso y ha logrado escaparse de mis trampas. El gato le está ayudando —explica el de ojos verdes —. ¿Quién es ese gato?
—El guardián de la vía láctea, bendecido por la diosa de esta. Ten mucho cuidado. Si logra despertar del todo, es el único capaz de mandar a la tierra a su forma original. Pero algo me dice que su nueva forma es a propósito.
—Este mundo sigue teniendo muchos secretos y mi maestra me lleva siglos de ventaja. —confiesa .—. No logró detenerla. Siempre que alguien parece que la tiene controlada, encuentra una forma de escapar.
—Ayla tiene una ventaja que pronto se volverá su condena. Es una sombra en este mundo de luz. —La piedra empieza a echar humo negro—. ¡Prepara la máquina!
Alabaster hace una reverencia y se encamina por el sendero que lo llevará hasta la fábrica. Sus lacayos, la mayoría eran antiguos lacayos de Luke, ya perfeccionaron las máquinas para la creación de copias. Cada uno sabe que es el momento que estaba esperando. El humo entra en la habitación y la enorme máquina empieza a funcionar. Cada uno toma su posición a la espera de lo que han desarrollado por años.
—¡Hoy es el día en que mi venganza se cumplirá! —gritó Alabaster —. La era de la oscuridad se alzará.
Un muchacho se quita la capucha y le entrega a Alabaster una carta de las originales. La carta de Dionisio, quien él mismo arrancó de su pecho. El hijo de la magia sonríe ante el chico y coloca la Mitocard en la máquina. Todo se vuelve negro, al punto que ya nadie puede ver qué sucede. Lo único que se puede escuchar es al aparato chillar.
Después de unos minutos, todo se calma. Alabaster se acerca a la máquina mientras el humo se dispersa y enseña su creación.
—¡Amigos! —grita él —. ¡Les presento a la primera sombra del Caos!
Una versión de Dionisio hecha de humo sombrío con ojos blancos sonríe ante las aclamaciones de los traidores.
Chapter 20: Persecución de vírgenes -Lester
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Jason, el gato, dormía cómodamente en mi regazo mientras Reyna y Ayla se gritaban. Bueno, era más Reyna quien gritaba mientras Ayla se reía como maniática. Empiezo a ver su parecido con Medea. Tal vez a los descendientes de Helios se les derretía el cerebro con tanto sol.
—¡Muchachas, por favor! —Trato de detenerlas—. Pelear no nos llevará a nada. ¡Debemos de volver al campamento!
—¡No, hasta que ella confiese! —grita Reyna.
—Ya les dije todo lo que sé. Alabaster me odia, al igual que todos mis ex estudiantes —comenta Ayla—. La pedagogía no es mi fuerte.
Reyna, harta de todo este asunto, sale en busca de aire. Ayla le saca la lengua mientras ella se va, para después sonreír maliciosamente hacia mí. Parece que ama sacarla de su casillas.
—¡TENGO HAMBRE! —exige Ayla—. También el gato.
—¿Desde cuándo tienes gato? —pregunta Thalia—. Reyna, nunca ha mencionado que tengas un gato. Además, tiene un aura extraña.
Un gato extraño para una chica extraña. Debo de decir que para tener un gato tan joven, tan bien entrenado como un Pokemón, era incluso más excéntrico. Con las cazadoras parece que no se lleva bien, pero conmigo desde el principio. Es como si yo tuviera algo especial que les llamó la atención a ellos dos.
—Hambre… —Ayla parece quedarse sin energías.
Thalía mandó a que nos trajeran la cena, incluido alimento de gato. Jason se lo comió sin muchas ganas. No pude evitar ver cómo la hija de Zeus se quedaba viendo al gatito blanco. Ayla, por su lado, era alimentada por dos cazadoras. Cada vez que duraban mucho en pasar la cuchara, Ayla hacía que las mordía para asustarlas. A mí también me trajeron estofado y termine de recuperar mis fuerzas. Al terminar de comer, una de sus cazadoras se va con los platos, quedando sola una a nuestro cargo.
—¿Listo? —Ayla susurra en griego antiguo.
—¿Para qué? —pregunto.
Como si nada, Ayla rompe sus esposas. La cazadora es tacleada por Jason, el gato, antes de darse cuenta de lo que estaba pasando. La bruja me agarró del brazo y empezamos a correr. La bola de pelos blanca viene detras de nosotros.
—¡Están escapando! —Nos descubrieron.
Corremos hasta un callejón oscuro entre los edificios. Ayla me para antes de llegar al otro lado. Con las pocas luces que quedaban en pie, logro notar que no había calle. En su lugar, una grieta que atraviesa todo el lugar por kilómetros.
—Notó la magia de Alabaster —comenta Ayla—. Parece que se dirige a Long Island.
—¡El campamento mestizo está en esa dirección! —digo.
A Ayla le brillan los ojos al escuchar esto. Tiene un idea, y no sé qué es.
—¡Ayla! —grita Reyna mientras nos rodea con las demás cazadoras—. No hagas esto más difícil.
—Mi última lección para ti, reinita. —Ayla toma mi mano y Jason sube a su hombro—. Nunca subestimes a una bruja.
Caemos hacia la gigante grieta. Noto los destellos verdes que la rodean, es la magia de Alabaster. ¿Qué piensas hacer Alya? ¿Me llevarás a la muerte contigo? De pronto, esta saca una Mitocard de su manga.
—¡Línea telúrica!
La grieta empieza a brillar al punto de dejarme ciego, y caemos dentro. No sé si estoy ciego ya, pero no veo nada. Todo es oscuridad.
—Lester… —me llama Ayla—. ¡LESTER!
Los colores vuelven a mis ojos y veo que estamos rodeados de césped. Estamos en un bosque, muy bonito. Ayla y Jason están viéndome fijamente.
—Jason, pregunta que ¿si alguna vez te mueres te puede comer? —dice esto con seriedad—. Yo me dije que solo si tu cuerpo dura mucho descomponiéndose.
Jason solo maúlla.
—¿Qué pasó? —Pregunto—. ¿Dónde estamos?
—En la frontera del Campamento Júpiter. —menciona—. Viajamos en Líneas Telúricas. ¿Sabes qué son?
Traté de que mi cara de estúpido no se notara mucho, pero creo que no funcionó. Ayla suspiro y me explicó que eran líneas de energías alrededor de todo el planeta; al parecer, si una carta cae en contacto con estas, aumenta su poder. Utilizando un dosojin, un guardián de los viajes japonés, hizo que viajáramos hasta San Francisco.
—Si íbamos al campamento griego, ellas nos hubieran seguido. Ahora irán hasta allá y nosotros no estaremos. —Ayla se ríe—. Pagaría por la cara de ellas.
—¿Por qué el campamento Júpiter? —pregunto—. ¿Conoces este lugar?
—Viví aquí. Bueno, me secuestraron y me usaron como rehén. Pero no me trataron tan mal. Hasta le conseguí este puesto a Reyna —ella comenta con un toque de nostalgia—. Que ya veo que desperdició.
—¿Conociste a Jason Grace?
Su cara se transformó en una fantasma, se puso tan pálida como una hoja en blanco. Ella se sentó en la hierba y abrazó a Jason, el gato.
—Nunca debimos conocernos…
—¿Así que sí? Pero él nunca te mencionó, ni Reyna.
—Yo hice que me olvidara. Le advertí a Reyna que si lo hacía recordar, le quitaría todo lo que le he dado. —No puedo evitar ver al gato—. Él ya se llamaba así. La persona que me lo dio le puso así. Debí admitir que eso hizo que me decidiera por cuidarlo.
—¿Sabes que Jason murió?
Si antes era pálida, ahora era verde. Su respiración fue más rápida e intensa. Ayla se hizo bolita y empezó a gritar al suelo. La onda de sonido de su grito hizo que temblara el bosque entero.
—¿Por eso me diste el gato? —empezó a reclamarle al viento—. ¡Sabías que no habías cumplido tu promesa! ¡MALDITO SEAS, JÚPITER!
—¡Ayla cálmate! Fue hace casi dos años.
—Él me prometió que si me iba, lo cuidaría. Me dijo que estaría bien. ¡Jason debía vivir!
La abrazo y los dos lloramos. No sé qué fue Jason para Ayla. Me imagino que fue la razón por la que no la pasó tan mal en Nueva Roma. Tal vez el mismo Jason fue quien nos guió al otro. Tenía preguntas, pero Ayla estaba de luto y yo le entendía.
—Deja de llorar, bruja de las estrellas. —Ambos levantamos la mirada ante la voz ajena. La diosa Lupa, la loba, estaba ante nosotros—. Jason murió con honor. Y más honor tendrá contigo si cumples la misión de reunir a los cinco originales. .
Chapter 21: Misterios y brujas -Percy
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Al principio, dudé un poco de Equus; su nombre me había dejado perplejo. Pero hay muchos Jackson por ahí andando, y probablemente había un par aquí en Nueva Roma. No es para tanto; debían ser los medicamentos que me tienen mal. Mi brazo casi se terminó de sanar durante la noche, así ahora solo quedaba esperar al niño máscara de caballo con la rata Frank.
Es extraño que apenas nos conociéramos por un día o dos y ya sentía un vacío sin su presencia. Es un chico extraño, pero al final de cuentas me salvó. Y ahora que sabía que tenemos el mismo apellido, seguro una parte de mi lo ve como un familiar. Al fin de cuentas, mi única familia por sangre mortal es mi mamá y mi hermana. Nunca tuve abuelos, tíos o primos. Nunca pensé que los necesitara, hasta ahora que estoy sin Annabeth y Equus, y me siento solo.
—¡Buenos días, Percy! —Claudia llega—. ¿Cómo dormiste?
—Con Equus y Frank encima mío. Además de unas pesadillas —le comento mis sueños de Leo y un supuesto ejército en la frontera—. Tengo que comunicarme con él, cuanto antes.
—He escuchado de ese tal Leo; Frank no le quiere mucho —admite Claudia—. Hasta es casi una leyenda para los hijos de Vulcano.
—Es un poco raro, hasta para los hijos de Hefesto —comento y reímos—. Siento que me debo enfocar en eso. Tratar de contactar a Leo.
—Un grupo de ingenieros está tratando de comunicarse por señales por si hay alguna noticia o un llamado de auxilio.
—Llévame con ellos, Claudia.
Este susodicho grupo estaba un poco más arriba de nosotros. Consiste en hijos de Vulcano y Minerva expertos en varias ingenierías. Están escuchando todo el día radios viejas y otras máquinas que no entiendo , mientras cambian frecuencias.
—Nay, cámbiame la frecuencia. Una onda más baja —comenta la líder del grupo—. Sigo sin captar nada como lo de anoche.
—¿Anoche? —pregunto.
Un montón de ojos inteligentes se quedaron viéndome entrar en la habitación. Sé que yo tengo la pinta más ilustre del mundo, pero ya esto era ofender.
—Soy Percy Jackson, y necesito su ayuda.
—¡Como medio planeta! —refunfuña una de las ingenieras—. Vuelve cuando las vacas vuelen.
—¡Tima! —le regaña un chico—. Dime qué ocurre. Mi nombre es Alex.
Le cuento a Alex lo que soñé anoche y este parece saber más detalles de lo que esperaba. Al parecer, justo recibieron la señal de la conversación de Leo. Trataron de comunicarse con ellos, pero algo evitó que se interpusieron mientras hablaban. Hasta que ya no podía escuchar nada. Creemos que fue el momento en que la radio se congeló. Definitivamente, algo extraño está pasando con Leo.
—¿Algo más ha ocurrido? —le pregunto a Alex.
—Aquí entre nosotros —susurra—, el día del ataque, estaba trabajando en la radio, cuando recibimos una extraña frecuencia. He estado estudiando lo que ocurrió y me parece que la onda no vino de ningún punto del planeta, sino de afuera.
—¿De qué hablas?
—Según mis estudios, la onda viene del espacio. Provocó una distorsión y eso pudo causar que algo entrara sin que nos diéramos cuenta. Cuenta una leyenda que hay personas encargadas de los seres extraterrestres para que no entren. Me parece que la onda fue una manera de disuadirlos —comenta—. Pero es solo una sospecha.
—¿Qué consecuencias pudo tener esa onda? —No entiendo mucho de física, pero he escuchado conceptos parecidos en series de televisión.
—Las ondas pueden causar alteraciones en el tiempo y el espacio. No mucho; a veces imperceptible. Pero como estamos, quién sabe cuál era su objetivo.
Después de hablar con Alex, decidí que era mejor volver a la zona principal del refugio. Él se encargaría de avisar si se conectaban con Leo. Me entregó un walkie-talkie, pero me advirtió que mejor solo lo usara cuando él tratara de comunicarse, pues no quiere que yo dé nuestra posición al enemigo. Ahora solo quedaba esperar a Equus.
Vuelvo a sentirme solo, como si no sirviera. Solo puedo pelear, pero nadie quiere que salga. No sé si es por mi brazo o mi nulo entrenamiento militar. Annabeth sería mejor en estas condiciones. Hasta Nico podría ser un espía en las sombras. ¿Pero yo qué hago? Los romanos no confían en Poseidón, menos en mí. Equus, vuelve pronto.
Mientras espero en un rincón, pensando en qué podría hacer, una niña se acerca a mí. Sus ojos verdes y sus mejillas redondas me dan una sonrisa.
—No estés triste. Los héroes nos protegerán —me anima—. Cuando tengo miedo, mi mamá me dice que, en tiempos de crisis, siempre hay alguien que despierta su espíritu de héroe. La sangre no lo es todo.
Tras esas sabias palabras, vuelve con los demás niños. La sangre no lo es todo. ¡Es el espíritu! Jason, el argonauta, no tenía sangre divina y reunió a todos los héroes griegos. Equus y todos los demás están buscando respuestas. Debo de salir de aquí y ayudarles. Tal vez yo sea la fuerza para que ellos caminen. No necesitan a un hijo de Poseidón, sino a mi espíritu de héroe.
Un grito me saca de mi trance. Al alzar la mirada, veo que las personas empiezan a correr hacia mi lado de la habitación. Una sombra enorme se forma en la pared. Saco mi espada y dejo a los civiles detrás mío.
—Al fin te encuentro, Percy Jackson —dice la sombra antes de abalanzarse sobre mí y arrojarme hasta la pared—. El amo Alabaster te está necesitando.
La sombra toma forma humanoide y un cuerpo hecho de arcilla con una sonrisa maléfica. Parece un hombre normal, usando un abrigo de invierno en pleno verano. Si no fuera por su cara. Me levanto y recojo mi espada. Arremeto contra él, pero Contracorriente lo atraviesa. ¡Es humano! Me patea para volver a botarme.
Por lo menos que esa cosa esté enfocada en mí hace que los civiles puedan huir a otro lugar seguro. Me quiere a mí ese tal Alabaster.
—Quiero admitir que nunca pensé que Alabaster fuera tan bueno en crear Nebuliformes. —dijo alguien más de repente. Era una chica vestida con uniforme escolar; lucía de unos 16 años—. Cuando te mande al Tártaro, te arrepentirás de haberle donado tu alma.
Una manos me recogen del suelo. Es Apolo en forma de Lester. Su sola presencia me trae un alivio por primera vez en estos días.
—No hay tiempo de explicaciones; tenemos que esconderte.
Me ayuda a levantarme, mientras la otra chica usa magia para distraer a esa cosa. Se mueve como el viento y su cabello sigue perfecto aún durante la batalla. Parece una diosa.
—¡Espera! —lo detengo antes de que nos vayamos—. Equus. Tengo que esperarlo.
Chapter 22: Una herencia legendaria -Sadie
Notes:
Sorry por durar :(
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Debo admitir que la chica azulada se me hacía muy rara al principio, pero después descubrí que dentro de ella hay una niña además de sabiduría. Siento que su condición es para protegerse de lo que sabe o para que no lo ande divulgando a los demás. Quirón la llamó “madre de los celtas”, aunque no entendió bien ese concepto. No sé mucho de otras mitologías, solo de la egipcia. En Inglaterra aprendemos un poco de esta cultura, pero en Londres no se le da mucha importancia.
Después de que las chicas raras aparecieran, Magnus nos guió a un bosque cerca del campamento. Bueno, fue más Dana; pero ella iba tan rápido que Magnus debía pararla. En un momento, Dana se paró de seco entre los árboles. Su mirada quedó extrañada, como si algo más debiese estar ahí. Luego observó a las cazadoras y les indicó que se fueran.
—¿Quién eres para decirnos que hacer? —criticó la líder de estas—. ¿Cómo sabemos que esto no es una trampa?
—Cálmese señora —dijo Magnus.
—¡Magnus! —le regaño, ahora menos nos iba a dejar ir la líder.
Carter se interpone entre la líder y Magnus, saca su Kopesh y se la da a la chica metalera. Es un tipo de espada con forma de U, con filo en su parte convexa. Nosotros los magos las usamos para hacer hechizos. El hecho de que Carter le dé la suya a ella es como un símbolo de tregua. Mi hermano ahora está indefenso.
—Me lo devuelves cuando volvamos. Lo necesito, así que cuídalo mucho.
La cazadora no dijo nada; estaba en shock por el arma en sus manos. En otros tiempos, nunca lo hubiera podido tocar, pero parece que el efecto entre armas de distintas mitologías desapareció. ¿Eso era bueno o malo? Las cazadoras se retiraron lo suficiente y Dana suspiró de alivio.
De los árboles se empezaron a escuchar voces de mujeres cantando como sirenas. El idioma se me hacía conocido, pero no lo entendía. Dana caminó hasta los árboles extraños y alzó sus manos llenas de magia azul que cubrió el bosque. Las voces cantaban victoriosas; Dana reía. Del otro lado del arco estaba una espada en un pedestal de piedra.
—¡No te lo creo! —grito—. ¡Es Excalibur!
—Papá se hubiera muerto. —comenta Carter—. Otra vez
Me acerco a ella y escucho una voz suave.
— ¿Has vuelto, maestro ? —pregunta la espada—. Llevo mucho tiempo esperando .
¿Por qué estoy llorando? Es como si dentro de mi esa voz me trajera una calma inmensa. Me acerco a esta y escucho a mi hermano llamarme, pero Dana lo detiene. Flashbacks de mí sosteniendo esa espada hace muchos años vienen a mi mente. Corona … Mesa … Armaduras … Reencuentros.
«Volveré pronto, Excalibur…»
—¡Hola Excalibur! —le saludo.
La sostengo entre mis manos y la espada sale como si nada. Su filo brilla ante la luz de la luna; las voces que cantaban lo hacen alegremente, hasta Dana se le une. Por arte de magia, mi ropa se transforma en un traje más cómodo y un estuche para espada. Magnus me hace una reverencia y mi hermano lo ve confundido.
De pronto, una aplausos se empiezan a escuchar. Las voces se callan y el bosque se torna oscuro.
—Todos arrodíllense a la nueva reina de Inglaterra, Sadie Kane. Heredera del Rey Arturo, desde su espada hasta su alma. —dice una voz que me resulta familiar. Alzó la mirada y veo a Setne en la entrada del bosque; pero ya era el moribundo de siempre, sino como debió ser hace muchos años—. Deberían contratar unas mejores guardianas. Esas cazadoras no son nada sin su diosa.
Sus manos estaban cubiertas de sangre, pero no era de él. Tenía una flecha en el tobillo, que se quitó y destruyó como si nada.
—¿Qué les hiciste? —pregunto.
Setne sonríe, saca la Kopesh de Carter y se la tira. Mi hermano la sostiene en sus brazos, observando las nuevas marcas que tenía. La líder lucho con ella.
—¿Nunca les enseñaron que sus armas mágicas no se regalan? —nos regaña—. Ya qué. Cuando creemos un nuevo mundo, yo, como nuevo amo supremo de los magos egipcios, les enseñaré bien a mis nuevos lacayos.
— Maestra —me llama la espada, pero parece que solo yo puedo escucharla—. Setne es muy poderoso y no hemos despertado del todo. Debe retirarse.
— Tiene razón, Sadie .
«¿Isis? ¿Eres tú?»
Sin respuesta. Tal vez le quedaba poco poder y esas fueron sus últimas palabras.
—Es un gusto por fin conocerla, Dama del Lago —comenta Setne—. Escuché que había desaparecido. Me alegra que no haya sido así. Verá, Alabaster y yo le tenemos una oferta.
—¡Jamás! —Magnus azota contra Setne con la Kopesh de Carter. Mientras que mi hermano le agarra de las piernas. Sangre se desliza por la mejilla de Setne.
—Debí matarte cuando pude. —Setne lanza un hechizo contra Magnus y este cae inconsciente; el dios no tarda en patear a mi hermano en la cara.
—¡Magus! —grita Dana.
—Dame la espada y a Dana, Sadie. —Setne me ofrece—. Y le diré a Alabaster que deje a sus aprendices en paz. Podrán ser parte de nuestro nuevo mundo. No tiene que ser hoy. Te daré unos días, pero no muchos. Mira, una amiga mía viene desde la Luna para destruir al ejército de su hermano. Dice que llegará el próximo lunes. Espero que, para entonces, ya entiendas que esto es por su bien.
Setne se da la vuelta y vuelve a la oscuridad del bosque.
—Antes de irme... —Saca una carta de su manga y vuela hasta mi mano. Es la Mitocard de Anubis—. Ya no sirve, pero te la dejo como recuerdo de tu amado.
Setene desaparece y Dana socorre a los chicos. Con un poco de magia vuelven a la conciencia, pero yo solo puedo mirar la carta. Es holográfica, entonces se puede ver a Anubis en forma divina y humana. Si la hubiera tenido antes, lo podría salvar. Pero Setne tiene razón; ya no hay magia en esta carta.
— Maestra, cláveme en la carta —dice Excalibur—. No tema, ya lo hemos hecho antes.
Coloco la carta en el suelo y, empuñando a Excalibur, apuñaló la carta. En lugar de romperse, el filo toca la carta y una luz verde sale de esta. ¡Se está descontaminando! Siento cómo vuelve la magia a la carta y ya la luz toma los colores del arcoíris. Excalibur no es una espada para combatir; es la espada que destruye al Caos.
Chapter 23: Curando muertos (Si son el gobierno, no es cierto) -Magnus
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Maldito Setne. Juro que la próxima vez que lo vea, le voy a patear el culo. Yo no crecí en las calles para que llegue un mago milenario zombie a joderme la vida. No he peleado con lobos gigantes, un dios todo loco y mi pareja no me cortó la cabeza para que este me gane ya dos veces.
Con mi orgullo en el piso, desperté con el brillo de la Excalibur en toda mi cara. Se parece a mi magia cuando sané a Amir de la locura de la niebla. Dana me ayuda a levantarme y juntos despertamos a Carter. Los dos estábamos muy adoloridos por los golpes de Setne.
—¡Carter! —Sadie corre hasta su hermano y le entrega una Mitocard—. Tenemos que volver a casa. He curado la carta de Anubis; Walter podría estar mejor ahora.
—¿Se van? —les pregunto, los acabo de conocer, pero son las únicas personas que me han ayudado en esta locura—. ¿No van a ir a Indianápolis?
—Sin las cazadoras, puede que nos tome meses llegar sin guía y sin transporte —cometa Carter—. Pero tampoco podemos quedarnos de brazos cruzados. El mundo nos necesita.
—¡Pero podemos pasar por Walt y él nos puede acompañar a Indianápolis! —Puedo sentir la desesperación en la voz de Sadie. La entiendo; si Alex fuera el que estuviera muriendo, yo correría por él.
—Tal vez si…
—¡No, Sadie! —le regaña Carter—. Entre más tiempo perdamos, la Luna caerá y será el fin del mundo.
—¡A ti nunca te agrado Walt!—grita Sadie—. Siempre fue un estorbo para ti.
Mientras los hermanos discutían, la carta que tenía Sadie entre sus manos se empezó a mover. Hasta que empezó a flotar como si estuviera buscando algo. Los cuatro nos quedamos viendo cómo la carta trataba de buscar la salida, pero el bosque nos cubría.
—¿A dónde querrá ir? —pregunto.
Dana camina hasta la carta y nos dice que la sigamos. Mientras caminamos, el bosque se va abriendo ante nosotros y justo llegamos a donde dejamos a las cazadoras. La carta vuela tan rápido que desaparece en el aire. Sadie trata de correr tras ella pero se tropieza con un tronco.
—¡Carter persigue la carta! —grita Sadie, llorando tras la escapada de la Mitocard—. Es nuestra única oportunidad de salvar a Walt.
Carter toma a Sadie de las manos y la abraza. Su hermana grita que la deje ir en busca de esat, pero él le asegura que la carta se fue. No sé mucho de las Mitocards, solo que deben permanecer con alguien y seguro esta fue en busca de su dueño. De pronto, el tronco con el que tropezó Sadie viene rodando hasta mi pies. Solo al tener de cerca, observo que no era un tronco, sino un brazo.
Noto que hay flechas en todas partes. Hay chorros de sangre tiñen los árboles como si alguien se propusiera a pintar toda la madera de color rojo. Pedazos de tela de las chaquetas de las cazadoras cubren los árboles. Aquí hubo una matanza.
—Voy a vomitar —se queja Carter—. Huele horrible, a …
—Muerto… —Una de las cazadoras descansa a la par del cadáver de su compañera, sin apartar su mirada de este—. Algunas escaparon, pero las que quedaron en la línea trasera fueron atrapadas al instante. Tenía demasiado poder, más que Orion. Perdóname, Shoppy. Yo debía protegerte.
La cazadora llora en el cuerpo de su compañera. Ambas tenían una insignia de un corazón morado, como si quisieran que las identificaran de las demás. Debieron quererse mucho. Sadie se acerca a la chica y le recoge el pelo en una nueva trenza.
—Dana, ¿tú puedes salvarla? —le pregunto al oído—. Me salvaste a mí y reconstruiste Noruega cuando Setne la destruyó. ¿Puedo hacer esto, no?
Dana niega con la cabeza, pero me tomó de la mano. Me guía hasta el cuerpo de la chica y su amiga se nos queda viendo con sus ojos llorosos. Mi amiga azulada y yo juntamos nuestras manos sobre el pecho de la cazadora. Siento como si mi mano atravesara su cuerpo y encontrara su alma entre la oscuridad. La tomo delicadamente y la guio de vuelta a este mundo. Siento cómo el pecho de la chica se llena de aire y sus sentidos cobran vida.
—¡Shoppy! —Shoopy abrió los ojos y abrazó a su compañera.
—¿Qué pasó, Bel? —pregunta, aturdida.
—Volveremos al campamento. No puedo perderte otra vez.
Observo a las amigas abrazarse. No puedo terminar de creer lo que paso. Al final fueron mis poderes los que trajeron a la chica de la muerte. Dana es solo como un conducto para no sufrir daños por usar tanto poder. ¿Siempre he podido hacer esto? ¿De dónde salió?
—La trajiste de vuelta… —susurra Carter—. ¿Eres tan poderoso?
—A Anubis no le va a gustar esto —comenta Sadie y ríe.
—Anubis… —menciono—. Tal vez yo pueda curar a tu novio. Al menos un poco para que nos ayude con Setne.
—¿Lo harías? —pregunta Sadie.
—Puedo intentarlo. —Sadie me abraza y me da las gracias en el oído—. Pero eso está a una hora en carro; ¿cómo vamos a llegar sin transporte?
Justo como caído del cielo, un carro tocó el claxon en la salida del bosque. Sus luces brillaron indicándonos que nos subiéramos. Era un auto un poco viejo; parecía de esos que los padres en sus cuarentas compran por su valor histórico.
—Es una larga historia —comenta Carter—. Pero yo manejo.
Nuestro viaje no fue tan largo como esperábamos, ya que no había un alma en todo Nueva York. La que se lo pasó mal fue Dana, tal vez al ser una diosa primordial, los carros no le sientan bien. Por suerte, el tío de los Kane tenía bolsas para el vómito. Todo con tal de que nadie le arruinara el carro.
—Dana, ya vomistate mucho. Ya no cabe en la bolsa. —Sadie abre la ventana del carro para que se vaya el olor a vómito, cuando, de pronto, esta sale volando de la ventana del carro—. Perdón…
Si dejaste tu auto parqueado por el hospital NYU Langone, lamentamos la bolsa de vómito. Tal vez seas un doctor y ya estés acostumbrado al olor. Los Kane son millonarios, así que solo deja una carta y ellos se encargarán de la limpieza.
Pasados los minutos, nos encontramos con un montón de personas como zombies tapando la calle; pero eran zombies radioactivos. Sus ojos tenían una tonalidad antinatural de verde , aunque solo deambulaban en busca de algo. De repente, entre la multitud, y para mí sorpresa, noto a Blitzen.
No había cambiado nada; seguía con su traje de telas finas y su barba está bien cortada. Era claro que era mi amigo; lo único diferente eran los ojos verdes. Salgo del auto sin hacer caso a las protestas de Cárter.
—¡Blitz! —lo llamo y él voltea a mirarme—. ¿Qué haces aquí? ¿Y Heart?
Blitz me apunta con su mano antes de gritar:
—¡Originales!
Todos los zombies se abalanzaron contra mí.
Chapter 24: Extra 4: Todo sería más fácil
Notes:
Regalito, porque la próxima semana tengo dos exámenes grandes y me voy a desaparecer.
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¿Cuánto tiempo llevaban atrapados? ¿Días? ¿Semanas? Hazel estaba segura de que debía ser poco tiempo, pero eso no evitaba que se sintiera más atrapada que cuando estaba en el Hades. La cadenas de Sísifo le consumían toda la magia; cayó en la trampa y ahora estaba pagando con su vida. Quien haya creado esa máquina debía ser un genio. Utilizar la esencia de la vida de los semidioses como combustible era sin duda una brillantez llevarlo a cabo.
No fue la primera en estar aquí encadenada, pero si la que había durado más rato. Al menos ya hay una profecía, alguien me debe estar buscando . Frank vendrá con alguien . Eso quería pensar, pero poco o nada de la superficie sabía. Al menos sabía que después de largos periodos venía un chico con bata de doctor a revisar si aún tenía poder que aportar a la máquina. Ella no era la única ahí, pero sus compañeros siempre caían más rápido. Hazel esperaba que no estuvieran muertos.
Como siempre, se abre la puerta y el doctor revisa a su compañero que dejó de moverse hace unas horas. No se les puede ver bien, solo cuando los arrastran a las cadenas o afuera. El científico hace una seña y se llevan al muchacho. Hazel está tan débil, que no puede decirles que paren de maltratar a los demás, así que se propuso que va a recordar sus caras. En el futuro, los vengará. Las sombras, como las nombró ella, no tardan en traer a una nueva chica como reemplazo. Siempre vienen con toda la voluntad de luchar, pero es inútil.
—¡Suéltenme! —Hazel reconocía esa voz—. ¿Qué quieren de mí?
Electrocutan a la chica y cae al suelo inconsciente. Su cabello dorado es lo más nota Hazel, pero fue suficiente para confirmar su sospecha. Annabeth Chase sería su siguiente compañera de sacrificio.
—¡Maldita sea! Llevan cuatro días aquí y siguen jodiendome la vida —se queja el médico—. Si Alabaster me dejara drogarlos, sería más fácil.
—Señor, ¿esta no es Annabeth? —comenta una sombra—. La protegida de Luke.
El doctor le da una cachetada a la sombra. Era la primera vez que los veía interactuar. Siempre todo es más rápido, apenas los electrocutan.
—Luke ya no está, ni tampoco Cronos, así que encadénenla antes que despierte. —El científico ve a Hazel a los ojos—. Sin tan solo tuviéramos otro de los grandes, todo sería más fácil.
El doctor estaba por llegar a la salida cuando un chico alto de ojos verdes y una túnica negra entra. Su aura inunda todo el lugar y el científico se arrodilló justo para recibir una patada en el rostro.
—Idiota, ¿qué haces con esa? —grita el de los ojos verdes—. Se nota cómo me escuchas en las reuniones. A ella la necesito para mis cosas. Tienes cientos de semidioses encerrados y escoges a la mujer que nos guiará a Percy Jackson.
Las sombras desatan a Annabeth y traen a una nueva chica.
—¡De por sí ninguno de ellos sirve! Solo esa hija de Plutón —contesta el médico.
—Tranquilo, capturamos a unos de los grandes para ti y me parece que pronto tendremos al otro. Pero la rubia, la necesito para traer al caos.
—¿Algo más?
—Sí, necesito copias de ella.
Alabaster señala a Hazel.
Chapter 25: Insertar canción para que te traicionen -Lester
Notes:
Volví, enferma, pero volví.
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Arrastro a Percy por el corredor secreto del campamento Júpiter. Debo admitir que Volcano sí se lució con estos; todo es idéntico. Si no fuera por el aullido de Lupa, no sabría cómo dirigirme a la salida. Percy se encuentra en una especie de trance, murmurando continuamente el nombre de Equus. Sus ojos verdes están sin vida mientras observan el piso. Los rayos de luz blanca de la magia de Ayla van haciéndose más fuertes.
—Está bien, Percy. Ya casi salimos y buscaremos a tu amigo.
—Yo le prometí… —murmura.
—Lo cumplirás.
No sé qué le ocurre. Parece estar en un trance para escapar de la realidad. Como si repitiera una y otra vez una promesa. Este no es el Percy Jackson que conozco, el que lucha y vence titanes, gigantes y dioses primordiales. Algo lo estaba destruyendo por dentro y creo que ese es parte del plan.
Logré ver los rayos del atardecer y por fin salimos de los túneles secretos. Lupa está esperándonos en la tienda apenas salimos. Percy cae al suelo, rendido ante los pies de la diosa.
— Hijo de Neptuno —dice la diosa en nuestras mente—. Estás dejando que el enemigo se meta en tu cabeza .
—Sin Annabeth, no soy nada —Percy comienza a llorar—. No sé qué le habrá ocurrido, ni dónde está. Ni siquiera hay una condenada profecía para guiarme.
— No todos los héroes empiezan una aventura porque un oráculo les dijo —explica Lupa—. Solo los tontos confían en lo que las estrellas dictan de su futuro, ya que este no está escrito en piedra .
—Está hablando de mi oficio, Señora Lupa —comento, pero la diosa me ignora.
Ayla aparece de la puerta. Su uniforme escolar está hecho jirones y su cabello se encuentra todo enredado, su cara está cubierta de un líquido viscoso color negro, parecido al aceite; pero por su olor, sé que no lo es. De igual forma, se veía majestuosa como siempre.
—¡Ayla!
—Si tanto confías en el tiempo, ¿por qué no le pides ayuda al dios capaz de controlarlo —cuestiona Ayla—. A Chronos.
—¿Estás loca? —Percy parece salir un poco de su trance a través del enojo. Una táctica muy inteligente por su parte. ¡Esperen!—. Cronos es lo último que quiero despertar.
—¡A ver si te pones a leer un libro! —le grita Ayla—. Por tu mente tan jodida es que Cronos obtuvo poderes del tiempo, pero él no es el dios original. Es Chronos con h , dios primordial del tiempo y el espacio. Los idiotas los confundieron provocando que el titán de pacotilla se medio fusionara; pero es imposible que se haya perdido del todo.
—¿Estás segura, hija de Helios? —Lupa se acerca a Ayla—. Sé que tus intenciones son traer de vuelta la gloria a tu familia y devolver el trono solar a tu padre.
¿Hija de Helios? ¡Eso es imposible! Hace siglos que no existía una. La aprendiz más antigua de Circe… La clave para detener a Alabaster … ¡No!
—Por eso me ayudaste…—le digo—. Para matarme y devolver a Helios a su trono, como Medea.
—Lupa, Lester, sé que yo tengo mis pecados. —Sus ojos marrones empiezan a cambiar a tono más ámbar—. Admito que ayudé a Luke con esos propósitos, pero después entendí que no serviría de nada. Jason me lo enseñó.
—¡NO DIGAS SU NOMBRE! —gritó con las lágrimas deslizándose—. ¡Fue tu familia la que lo mató! Medea, en su codicia, orquestó todo.
—Y por eso tengo una deuda con él. —Ella también llora, pero no deja que su tristeza le quite la voz—. Debemos traer a los dioses antiguos y hacer que se les respete por igual. Empezando por Chronos.
— Muy bien, hija de Helios —comenta Lupa tras saber sus intenciones—. Ayuda a los originales a restaurar el orden y trae gloria a tu familia .
Lupa se va con sus cachorros, justo cuando termina de caer el sol.
—Chronos, dios del tiempo y el espacio —susurra Percy—. ¿Qué hace exactamente?
—Es el único dios que no tiene ni principio ni fin. Puede manipular el tiempo y el espacio como quiera. Las brujas dicen que vive al principio del cosmos, donde rige una puerta que solo él tiene la llave para cruzar. Cuentan que si te entrega una de estas, podrás cruzar el umbral del tiempo sin que se perfore.
—¿Una llave? —Percy trata de comprender, a pesar de toda su tristeza—. ¡Espera! ¿Ayudaste a Luke?
—Siéntense los dos; les voy a contar mi historia.
Ayla nos explicó cómo después de la caída de la isla de Circe, vagó por Estados Unidos junto a las otras brujas. Cuando cada una encontró su propio hogar en las amazonas, cazadoras o los campamentos, pero Ayla no se sentía cómoda en ningún lado. Ella quería venganza tras saber que nadie respetaba a su padre cuando justo Luke la encontró. De ahí, todo es historia.
—Decidí que lo mejor era huir del campamento Júpiter apenas terminó la batalla. Sabía que iban a querer más información de mí y debía explicar que existía un campamento griego. Tampoco quería que Jason fuera arrastrado en todo esto, así que le borré la memoria y me devolví a Nueva York para encontrar a mi padre y las Mitocards.
Ayla saca la carta que tenía además escondida; los detalles de esta parecían fuera de este mundo. Era la carta de Helios, la que buscaba Alabaster. La chica empieza a llorar mientras la sostiene. Es una holográfica, por lo que se refleja la luz de la Luna que filtra por un agujero en el techo.
—Él era un padre divino decente antes de que Zeus tomara el trono. El obligaba a todos sus hijos a vivir en su palacio de ámbar. Fue cuando Zeus tomó el trono que tuvo que cuidar más las apariencias y repartir a sus hijos por el planeta. Aún así, ellos dejaron que lo olvidaran. Jason me prometió que arreglaría ese problema para que yo pudiera ser libre.
—Pero, ¿dijiste que lo hechizaste para que te olvidara? —pregunta Percy—. Eso fue antes de que se propusiera hacer los templos.
—Un día me lo encontré; llegamos al mismo punto en nuestras misiones. Un oráculo tenía la carta de Helios y ella justo estaba recitando una profecía a Jason. Al momento que me vio, supo que nos conocíamos. —Ayla tiembla con la carta en sus manos—. Le confesé a qué iba y me dijo que él volvería a colocar un templo para Helios. No se acordaba de quién era y aún así me trató igual de bien.
—Jason tenía un corazón de oro —confieso—. Fue mi culpa que tu padre y Jason murieran. Perdóname, Ayla.
—¡Estoy harta de venganzas y disculpas! —Ayla se levanta—. La única forma de arreglar esto es deteniendo a Alabaster. Traeré honor a mi familia, pero en especial a Jason.
—Tienes razón, una acción vale más de mil palabras —comentó—. ¿Percy?
—Tengo que encontrar a Equus, a Annabeth y a mi familia. Ayla, si crees que Chronos es la clave, entonces te ayudaré.
—Prometo que haré todo lo posible para devolverte a tu familia, Percy Jackson.
—¿Alguien dijo Chronos? —Los tres giramos la cabeza.
Un niño con una máscara de caballo está en la puerta de la tienda, junto a una rata en su hombro. Podía tener la misma altura de Meg.
—¡Equus! —Percy corre a abrazar al niño.
—Si necesitan a Chronos, yo les puedo ayudar —dice Equus—. Es una larga historia, pero he logrado comunicarme con él varias veces.
Equus se quita la máscara, y contemplo a una versión joven de Percy Jackson con los tormentosos ojos grises de Annabeth Chase. ¿Quién rayos es este niño?
—Tenemos mucho de qué hablar, Percy. —Equus ve a Percy a los ojos—. Me parece que te he dicho muchas mentiras, sin querer.
Chapter 26: El futuro no es como se planea -Percy
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—Tenemos mucho de qué hablar, Percy. —Equus me ve directamente a los ojos—. Me parece que te he dicho muchas mentiras, sin querer.
Noto cómo Frank sigue en forma de rata en el hombro de Equus, un poco inquieto. De pronto, empieza a chillar de forma alarmante y siento que algo acaricia mi pierna. Al bajar la vista, me encuentro con un gato blanco y peludo que intenta trepar por mi pantalón.
—¡Jason, ahí estabas! —Ayla alza el gato mientras este se queja porque quiere comerse a Frank—. No te lo vas a comer; te puedes enfermar. Ya hemos hablado de esto.
—¿Le pusiste Jason a tu gato? —pregunto.
—¡Yo no le puse así; fue su antigua dueña! —Jason, el gato, araña a Ayla en la cara—. ¡Condenado gato! Nunca te has puesto así.
—Un momento —dice Lester—. Frank, ¿eres tú?
Frank chilla en confirmación y yo les explico lo que me dijeron de la maldición.
—¡Ese hechizo es muy fácil de revertir! —dice Ayla—. Más si tiene la habilidad de transformarse.
Ayla toma a Frank en sus manos y lo acaricia. ¿Han visto una rata sonrojarse? ¿Cómo agarra sus bigotes y sonríe? Ese era Frank en estos momentos.
—¿Puedes revertirlo? —pregunta Equus—. El jefe no pudo.
—Me tomará un tiempo. Quitar el hechizo de otro brujo es mucho más difícil. Más considerando que Alabaster anda tan poderoso —comenta Ayla, mientras que Frank se ve muy cómodo en su hombro—. Podría llamar mucho la atención. Y no tengo tanto poder como para quitar la maldición y luego transportarnos otra vez por la línea telúrica.
—Es nuestra única forma de volver al Campamento Mestizo —dice Lester—. Percy, Ayla tiene forma de mandarnos a cualquier parte del país, pero necesita mucho poder.
—¿El campamento cómo está? —pregunto.
—Aguantando. Sufrimos un ataque, pero solo Dionisio se fue. Al menos, eso fue lo último que supe.
Tengo dos opciones: volver al Campamento Mestizo para obtener refuerzos, o quedarme aquí y buscar a Annabeth. Pero, ni siquiera estoy seguro de dónde está ella. Este lugar quedó hecho ruinas y no me parece que ese tal Alabaster esté preocupado por los demás semidioses si ya tiene un montón secuestrados.
—Ayla, ¿conoces muy bien a ese Alabaster? —pregunto.
—Sé hasta lo que lo estriñe.
Eso es mucha información, pero considerando que tal vez Annabeth sabe también eso de mí, no es tan del otro mundo. Con Ayla tal vez tengamos una oportunidad de descubrir dónde tiene a los demás semidioses, pero necesitaremos ayuda. No hay nadie en quien confíe más que los griegos.
—Mejor volvamos al Campamento Mestizo. Ahí los hijos de Hécate podrán ayudar a Frank —les explicó mi plan, pero Equus parece en otro mundo—. ¿Equus?
—¿Podemos hablar? —me dice—. A solas.
Guío a Equus al otro lado de la habitación mientras Lester y Ayla evitan que el gato se coma a Frank.
—Percy, yo no soy de aquí.
—Entiendo que no te sientas cómodo entre los semidioses; es normal con los poderes del inframundo. Mira, tengo un amigo Nico en el campamento. Él seguro te entiende. —Cuando digo el nombre de Nico, Equus se apoya contra la pared, pálido—. ¿Equus, ¿qué te pasa? ¿Le conoces?
—¿Que si lo conozco? —piensa a reír nerviosamente—. ¿Cómo fui tan idiota? Todas las señales estaban ahí; pero, claro, ella hizo que yo no las viera.
—Equus, cálmate y respira.
El chico me mira a los ojos y empieza a llorar hasta abrazarme. Tal vez Nico me malacostumbró a que los chicos normalmente me hacen malas caras, pero Equus necesita un abrazo. Me necesitaba, al igual que yo lo necesitaba para no ahogarme pensando en Annabeth.
—Todos estos años rezando por verte y por fin lo logré —susurra en mi oído—. Gracias, Chronos.
—Espera, ¿de qué hablas? ¿Chronos, dios del tiempo? —Él asiente.
—¿Te acuerdas de que te conté que mi padre murió cuando yo era un bebé y que nunca lo conocí y mi propia familia no quiso que yo supiera de dónde venía? —Asiento. De repente, mi mente empieza a rebuscar en lo que me habia contadoy todo empieza a tener sentido—. En mi entrenamiento como sacerdote de Plutón, también encontré antiguas escrituras que hablan del verdadero dios del tiempo. Le empecé a rezar para que me diera tiempo con mi padre; primero empezó como sueños.
Ahora lo entiendo, el niño que vi en mi sueño era Equus temeroso de por fin verme, ya que yo era aquel al que estaba invocando a través de Chronos.
—Mientras crecía, empecé a verlo como un fantasma. Entonces, noté que era eco del tiempo. Descubrí que el poder de sombras tenía origen en el agua, ya que antes Poseidón solía ser el dios del inframundo. Mi padre muerto y yo teníamos una conexión que traspasaba el tiempo y el espacio, al igual que el agua. —Ahora soy yo el que se apoya contra la pared—. Mi hermano me dijo que estaba loco y mi madre no me creía, así que me mandó a vivir con mi padrino a la ciudad subterránea que él había fundado.
—Cuando fuiste a la ciudad subterránea… ¿qué pasó? —Debo estar alucinando. No me gusta lo que estoy oyendo.
—No hay ciudad subterránea en esta época.
—Pero yo estuve ahí —afirmo con desesperación—. Vi a las sombras. Vi tu cuarto, y los demás, hasta la entrada y salida. —Trato de comprender lo que me quiere decir, cuando saca la llave que usó para invocar a su caballo de sombras—. ¿Qué es eso?
—Un día recibí esta llave de una mujer misteriosa. Me dijo que era un regalo del tiempo. Descubrí que podía darle mis poderes para no cansarme al usarlos. —Equus tiene la llave colgando de su pecho como un collar. Se quita su capucha revelando otro collar de cuentas que tiene. Este justo tiene un anillo como el que Annabeth me dio—. Un día fui a dormir con esa llave, y cuando empezó a sonar el violín, te encontré en el suelo de la superficie.
La violinista era Chronos. Ella me hizo viajar en el tiempo, uno donde Equus me encontraría y después los dos llegaríamos a mi época. Pero, ¿por qué?
—Percy Jackson, me presento. Soy Erecteo Jackson, tu hijo. He venido del futuro para ayudarte en nombre de la diosa Chronos.
—Dijiste que tu padrino… Conoces a Nico —De pronto siento como una niebla en mi cerebro se disipa—. Ese collar…
—Mi hermano mayor me lo dio para que no olvidara mis raíces.
Ahora lo veo mejor. Equus tiene mi cabello negro y mi nariz, pero esos ojos grises son los de Annabeth. Tendré un futuro donde me casaré con ella y tendremos hijos. Es lo que siempre he soñado… Pero yo moriré. Equus pasará su niñez tratando de comunicarse conmigo. Pero, como todo un Jackson, encontró un modo de sobrevivir.
—Tu padrino es Nico di Angelo —digo.
Él asiente.
»¿Tu mamá es Annabeth Chase?
Si él está aquí y si Annabeth es su madre, entonces ella está viva. Me mandaron a Equus para que pueda confiar en el futuro y luche por este.
—Sí, ella está…
Explosión. Eso fue lo único que escuché antes de que un hoyo negro apareciera detrás de Equus. Justo cuando lo agarré, una mano negra me tiró para atrás, la misma que tomó a Equus de la cintura y se lo llevó por el portal.
—¡EQUUS!
— ¡Gracias, Percy! —¿Esa es la voz de Setne en mi cabeza?—. Llevo buscando las aguas del tiempo por mucho tiempo; jamás pensé que era una persona. ¡Y que justo fuera tu hijo! Gracias a que destruiste la niebla de Chronos, pude atraparlo. Ahora seré el amo de todo el cosmos con la llave del tiempo y… su portador.
Chapter 27: Es solo una teoría, una teoría mitológica -Sadie
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Miren, yo he empezado a querer a Magnus, pero es que a veces es muy tonto. Bajarse del carro a ver a su compa, que obviamente está poseído, no es una decisión muy sabia.
—¡Los originales! —Apenas el amigo bien vestido de Magnus dijo eso, todos los poseídos se abalanzaron contra nosotros.
A Magnus le tiraron una especie de humo, así que salí corriendo hasta él con Excalibur. Usando la espada como protección, guié el cuerpo de Magnus medio inconsciente hasta el carro. Parece que los poseídos sienten temor ante la espada, pero siguen murmurando “Originales”. Meto al rubio en el asiento de atrás junto a mí.
—¡Conduce! —Mi hermano arranca y salimos casi volando por la carretera, atropellando a civiles poseídos en el camino. Por suerte, parecía que lograban salir un poco del camino, así que no matamos a nadie. Le entrego Magnus a Dana y me siento adelante para ser copiloto—. Tiene controlada a población entera de Nueva York.
—Nos llamaron Originales, justo lo que el peruano quería que buscara. —Mi hermano deduce—. ¿Y si somos la causa de todo esto?
—Definitivamente algo raro está pasando, pero no podemos huir ahora —le digo—. Todas las criaturas de este planeta están en peligro, pero la pregunta es: ¿Quién lo está haciendo? ¿El chico de la magia verde? ¿El que atacó a Anubis?
— El mal siempre tiene muchas formas y a veces estas se reúnen en un solo grupo —me dice Excalibur en mi mente—. Presiento que una magia muy antigua ha despertado.
—Excalibur dice que una fuerza antigua despertó y que puede que sea la que controle todo lo que está pasando.
—Definitivamente la combinación de mitologías es la base de todo esto; pero que sepamos, Setne solo pudo combinar la griega con la egipcia ya que estaban conectadas. ¿Cómo explicas que personas como los incas estén luchando también?
Mi hermano tenía una buena hipótesis. De cierta forma, las personas ahora estamos conectadas globalmente, pero, ¿era posible que haya una influencia universal en todas las religiones? Los egipcios tuvieron contacto con muchas otras civilizaciones además de la griega, como los romanos; pero jamás con los incas.
En eso, la respuesta llegó mientras conducimos velozmente. Por una fracción de segundo, pude ver una iglesia cristiana con ángeles como estatuas en su entrada. Entonces, recordé que, en Inglaterra, vemos la materia de la caída de roma, la edad media, las cruzadas y la evangelización.
—¡Eso es! —grito—. Usaron la magia de las religiones monoteístas.
—Pero ¿existe esa magia? Por ejemplo, los magos egipcios tuvieron que emigrar porque Egipto ahora es una mayoría musulmana, por lo que nuestra magia corría peligro.
Por primera vez, tuve que explicarle a mi hermano sobre religión. Verán, gran parte de los monstruos que hay en las religiones modernas tiene orígenes en monstruos de las antiguas religiones paganas. Si la egipcia y la griega pueden combinarse, entonces cualquier otra mitología se puede combinar con solo el hecho que estuvieran en el mismo lugar.
—Sadie, mira eso —me indica mi hermano.
A pocos kilómetros de nuestra casa en Brooklyn, se podían ver islas flotantes. Literalmente, pedazos de tierra estaban levitando en el cielo.
—Dana, ¿qué es eso? —pregunto. La diosa solo sostiene la cabeza de Magnus mientras este duerme, y vuelvo a girarme hacia mi hermano—. Creo que ni ella sabe.
—Solo espero que la casa esté bien.
Llegamos de vuelta a casa; por dicha, estaba en perfecto estado. Las luces estaban apagadas, pero sé que ellos siguen ahí. Nuestros aprendices son muy inteligentes y no se dejarían atacar como si nada. Carter abre el garaje y entramos con el carro. Bajamos, pero nadie nos recibe.
Caminamos hasta la sala de reuniones cuando nos taclean por detrás.
—En el nombre de Horus, ¿quiénes son ustedes? —Es Félix—. Hablen ya o los pulverizo.
—Por Ra, somos los Kane —grita mi hermano.
—¿Cómo sé si no son copias?
—Tu madre siempre quiso una niña, así que en todas tus fotos de la infancia usas vestidos de princesas. —Félix suelta a mi hermano, y prenden las luces.
—¿No se te ocurría otra cosa?
—La próxima vez que me taclees, diré qué tiene tu historial de Google. —Zia quita a todos del medio y abraza a Carter—. Me alegra que estén bien. ¿Qué ha pasado últimamente?
Antes de que pudieran responder, unos ronquidos nos distraen. Resulta que Magnus colapsó, durmiendo profundamente. Dana estaba tratando de despertarlo, y con “tratando”, me refiero a que le tocaba el hombro con una cuchara.
—Llévenlo a la enfermería; lo drogaron con un somnífero —ordeno y acompaño a los chicos hasta el lugar donde está Walt—. ¿Cómo estás?
Sigue dormido, pero su piel tiene un poco más de color. Los tubos en su boca me destrozan. ¿Dónde está la carta de Anubis? Le pregunto a Jaz qué ha ocurrido y me dice que solo ha mejorado un poco de salud, pero nada más.
—¿Y ese quién es? —me pregunta Jaz—. ¿Recogieron a un vagabundo?
—Se llama Magnus y es nórdico. Al parecer tiene algo que ver con esto, al igual que yo. —Le cuento a Jaz todo lo que parece ser que está pasando—. Nada parece tener sentido.
—Hace unos días, esas islas aparecieron en el cielo —cuenta ella—. Solo le he dicho esto a Zia, pero juro que vi a un hombre con alas volando. Creo que tu teoría es cierta, Sadie. Deben ir a Indianápolis lo antes posible.
—Después de que Magnus despierte y cure a Walt.
—Pero, Sadie, me dijiste que un mago lo drogó. Quién sabe qué le echaron.
—¡Ahhhhhh! —Magnus empieza a gritar en sueños hasta que se calma—. Taylor Swift es una enana.
El hijo de Frey vuelve a caer dormido. Parece que está teniendo episodios de terrores nocturnos. La droga lo debe estar torturando. Reviso si tiene fiebre, pero parece que no.
— Mi señora, creo conocer qué ocurre —dice Excalibur—. Hace unos años, cuando vuestro nombre era Arturo, fuisteis drogada por la bruja Morgana para concebir a un heredero con su sangre. Al estar conectadas, pude notar que sufristeis de los mismos episodios que el señor Magnus. La cura la creó el mago Merlín con el santo grial, pero me imagino que tendréis algo igual de sagrado.
—El santo grial… —repito—. Le voy a preguntar a Dana.
Busco a Dana en toda la casa; estaba haciéndole trenzas a todas las niñas para calmarlas. Esa escena me hace añorar un poco de paz. Tuve unos buenos años de descanso, pero aun así nunca quise volver a ser una heroína. ¿Y si en verdad no soy digna? Excalibur se puede equivocar o peor, puede que yo no le llegue a los tobillos al Rey Arturo. Walt, Anubis, Quirón y el borracho del campamento ya no están y algunos eran dioses. Isis no me responde desde la espada. Y sin ella, ¿quién soy?
El aire se empieza a hacer más pesado y no logro respirar. La habitación da vueltas al punto, me siento en el suelo antes de caer. Dana corre a mi lado y me abraza. Su olor es agua, pero no agua estancada, sino agua fresca. Ella empieza a cantar en un idioma que siento que me parece conocido, incluso Excalibur la empieza a repetir. Sus voces al unísono me recuerdan a mi madre y me calmo hasta dormir.
—Por fin logro contactar con usted, Sadie Kane. Por favor, no debes temer. —Me encuentro ante un chico que usa una túnica blanca. Diría que es griego, pero sus alas me dicen que no lo es—. Soy el ángel Gabriel, el mensajero, y debo advertirte de que usted y los otros chicos son nuestra única esperanza.
Chapter 28: No acepten drogas de sus amigos -Magnus
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Ese polvo que me tiró Blitz olía a él: flores bien perfumadas al punto que es agobiante. Lo que pasó después es muy borroso; solo sé que llegamos a un lugar donde estoy acostado sin poder moverme. Todo a mi alrededor da vueltas hasta que caigo en la completa oscuridad. Aún siento mi cuerpo aturdido, pero trato de caminar en la oscuridad. Las sombras empiezan a cobrar forma hasta que veo que una se vuelve Anya Taylor; sí, la actriz. Camino hasta ella.
—Anya, ¿qué está pasando? —En lugar de responder, empieza a contestar en lengua de señas.
»Magnus, soy Hearth. Tu cerebro está como aturdido y me está imaginando como… ¿Anya? Llevo días tratando de contactar a través de la magia, pero alguien te estaba protegiendo.»
—Hearth, ¿estás bien? —abrazo a Anya—. ¿Dónde estás?
»Sobrevivo. Logré huir antes del asedio gracias a Blitz. Ahora estoy en México, larga historia. Los guerreros de los dioses mexicanos están tratando de pasar por la frontera, pero la persona detrás de esto creó una barrera en todo el país. Solo ha podido comunicarse con alguien en Indianápolis que está ayudando a crear un artefacto que destruya la barrera»
—Uno de ellos es Setne, un mago egipcio. También nos mandaron a Indianápolis. Debes venir con ellos. Blitz… cayó en manos del enemigo.
Anya empieza a llorar; por lo tanto, creo que Hearth estaba llorando. Trato de consolarla, pero un terremoto empieza a sacudir la oscuridad. Una ola gigante choca con mi cuerpo y siento que me ahogo hasta que desaparece toda el agua. Hearth ha desaparecido de este extraño lugar. No estoy mojado para nada.
—¿Qué pasó? Me duele la cabeza.
Rodeado de la oscuridad, una luz brilla. Una puerta medio abierta, mi cuerpo camina hasta donde hay un chico leyendo un libro. Es moreno, con unos ojos color esmeralda, usa lentes finos y viste un traje blanco. Entro a la habitación, pero no me nota. Se encuentra muy sereno y cómodo donde está cuando llega otra persona.
—¡Ahí estabas! —El otro chico que llega utiliza un traje negro y un sombrero de copa; parecen hermanos—. Leyendo mientras el mundo entero está en crisis, Quetzalcóatl.
—Hermano mayor, sabes muy bien que el mundo no está destinado a acabarse. No aún. —dice el supuesto Quetzalcóatl—. Esa luna acercándose no es la verdadera; es un señuelo provocado por el enemigo para asustarnos. A ellos no les conviene que el mundo se acabe; sólo quieren controlarnos.
—Pero sí con la humanidad, y ya nos quedan muy pocas reservas de sangre como para ponernos a reconstruirla una sexta vez. —El hermano mayor agarra a Quetzalcóatl de la camisa para amenazarlo—. Ayuda a Huitzilopochtli a llevar a su ejército a Aztlán, o despídete de los pocos privilegios que te quedan.
El hermano mayor sale de la habitación y Quetzalcóatl se coloca bien la camisa. Se vuelve a donde justo estoy parado. Noto cómo sus ojos no son humanos, pues su pupila es una línea recta justo como una serpiente.
—Magnus, hazme un favor. —Este me sonríe; siempre supo que estaba aquí—. Cuando llegue mi hermanito con su ejército, no dejes que se desvíen al este. Deben subir lo más rápido posible. Las puertas pronto se abrirán. Cuando eso ocurra, no va a haber vuelta atrás.
Despierto de noche en un tipo de enfermería, por la decoración del lugar debo estar en la mansión egipcia de los Kane. Siento un dolor punzante en el codo. Esta gente me está dando algo por intravenosa. En serio tienen mucho dinero, como mi tío. En las películas, siempre veo que se quitan esto como si nada, así que lo intentaré. Un dolor horrible me recorre todo el cuerpo y chorro de sangre empieza a salir de mi brazo. Busco algodón para tapar la herida, pero en esta oscuridad no veo nada.
Además de mi estupidez de siempre, ese polvo me tenía más idiota que nunca. Cuando alcancé el algodón, el frasco se quebró a mis pies. Agarré un algodón y apreté bien mi herida. Los pies los tenía adormecidos aquí que no noté que estaba pisando vidrio. Me siento de vuelta en la cama, pero estaba muy incómoda, como si tuviera muchas almohadas debajo. Sacó una de estas, pero noto que es una mano.
—¡Ahhhh, una momia! —corro como alma que lleva el diablo y me topo a Carter de frente—. Me persiguen los muertos.
—Magnus contrólate. Sigues drogado. —Carter y otro chico me sostienen—. ¡Estás sangrando de los pies!
—¡Hay que ir a Indianápolis! El señor serpiente me lo dijo —grito sin control lo que soñé. Tal vez era una forma de mi cuerpo de asegurarse de pasar la información—. ¡Luna falsa! ¡Puertas! Ábrete sésamo.
—Llevémoslo a la cama, otra vez.
Me acuesto en mi cama y noto a mi compañero de cuarto. Me tomó un tiempo darme cuenta de que justo era el novio de Sadie y que me acosté encima de él. Mientras me le quedo viendo fijamente, Carter limpia mis heridas y el otro chico los vidrios.
—Justo drogan al único que sabe curar.
—¿Cómo sigue tu hermana? —pregunta el otro chico.
—Ahí va. Estamos esperando que Magnus se recupere para ir a Indianápolis y algo me parece decir que debemos ir cuanto antes. —Carter me examina los ojos—. ¿Qué soñaste Magnus?
Ustedes dirán: «Magnus, entiendes lo que está pasando entonces, ¿por qué actúas tan raro?». La verdad es que no me siento en mi cuerpo. Esa droga como que hizo que mi subconsciente fuera lo único que controlara. Mis acciones parecían responder solo al 5% de lo que yo quería. Así que, en lugar de responder, grazné como una cabra.
—Al menos está despierto —Carter dice—. Tráele algo de comer.
—Me agradaba más desmayado.
Nota mental: pegarle al amigo de Carter cuando vuelva a mis sentidos.
—Magnus, no sé qué hacer contigo. Ni siquiera sabemos qué clase de droga te dieron como para curarte. Perdóname por ser tan inútil.
Una parte de mí simplemente empezó a recitar palabras que resonaban en mi mente.
Ondas de colores cubren tu ser
Allá donde las almas vuelven a nacer
Buscar a los cincos para la humanidad
Y una antorcha contra la oscuridad
El tiempo ya acabó y la vida murió
Junto a un futuro sin esperanza,
el hijo cumplirá una venganza.
El heredero ascenderá…
—Magnus, ¿eso fue una profecía? —dice Carter—. Al menos el principio
Chapter 29: Un pájaro explota a Leo. -Lester
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¿Cómo harán los villanos para dar tanto miedo? Los emperadores romanos tenían mucho dinero, así que supongo tenían para gastar en apariencias. Por otro lado, este Setne y Alabaster me ponían los pelos de punta. Se robaron a Equus cuando creímos que estábamos seguros, pero según Ayla, no es posible mantenerse escondido de un mago a menos que siempre tengas protección. Equus desapareció en una nube de sombras, y al parecer, era las aguas del tiempo. Eso suena importante, y ahora lo hemos perdido.
—¡Mierda! —dice Ayla—. ¡Necesitamos irnos de aquí! Lester, ¿sabes dónde está ese tal Leo?
—Sí, creo que sí. ¿Por qué?
—Entonces tú debes guiarnos por las líneas telúricas, porque yo no puedo. —Ayla toma a Percy de los hombros para sacarlo de su shock—. ¡Despierta, mocoso! No hay tiempo.
—Si me enseñas como hacerlo, lo haré. También llevaré a Percy. —Frank chilló en mi hombro—. Frank quiere ir.
—Seríamos muchos —dice Ayla—. Entre más, más poder ocupas.
—Te recuerdo que soy un dios. —Guiño el ojo, pero Ayla no parece muy convencida —. ¿Qué podría pasar?
—Solo que tus moléculas se desintegrarían, dejándote reducido a polvo de cosmos. —Ayla me da a Percy en shock y toma a Jason en sus brazos—. ¿Estás seguro de esto?
—No hay nadie mejor para delatar la trama que el dios de las historias.
—¿Esas no son las musas?
—Cállate y muévete antes de que nos secuestren a nosotros.
Volvemos justo donde nos dejó la línea telúrica y nos encontramos a Lupa. Percy se queda sentado en el césped. Ayla empieza a revisar los alrededores, recogiendo plantas para no empezar un fuego en el bosque.
—Percy, ¿quién es Equus? —le pregunto—. Porque yo nunca había escuchado de él hasta ahora y estás tan deprimido sin él. Estás más preocupado por él que por Annabeth. ¿Es tu hermano o qué?
—Es mi hijo.
Creo que en la vida había abierto tanto los ojos. Hasta Frank chilló con esa revelación. La rata y yo nos volvemos a ver para confirmar lo que nos acababan de decir.
—¡Pero, Percy! —digo—. Dijiste que ibas a esperar a terminar la universidad.
—Idiota, él viene del futuro.
—Ah, claro, como eso es tan normal.
—Tiene sentido —comenta Ayla—. Sentí que su presencia no debía estar aquí, no que era malo, pero que no debía estar aquí. Y Setne lo llamó las aguas del tiempo.
—¿Has escuchado eso antes?
—No, pero la magia del agua es una de las más extrañas. Las partículas del agua llegaron desde el espacio. Nadie sabe su origen y, por lo tanto, ser maestro de ese elemento te abre infinitas posibilidades —explica Ayla con un brillo en los ojos.
—Suenas muy emocionada —comento—. ¿Te gustan los magos del agua?
—Se cree que la magia del agua es el origen de todos las demás magias, excepto la de la luz. Y sí, Apolo, me gusta aprender de otros magos para ver qué puedo incluir en mi magia. Que tú seas un usurpador e ignorante de la gente solar no es mi culpa.
—¿Me llamaste usurpador?
—Dejen de pelear y pongan la magia a funcionar —nos regaña Percy—. Cuanto más rápido lleguemos con Leo, más rápido iremos al campamento por refuerzos para salvar a Annabeth y a Equus.
—Así es la cosa. Necesitamos recargar la línea pensando en el lugar al que vamos. La línea nos dejará en la parte más cercana a ese lugar donde ella cruza.
—¿Solo me coloco aquí y ya?
—Tenemos que estar tocándonos, y fuerte, porque nos podríamos perder.
Frank se escondió en el bolsillo de mi pantalón. Jason, acostumbrado, se subió a la cabeza de Ayla. Esta última y Percy me tomaron de la mano.
Pensé en Leo, allá en Waystation, Indianápolis. Recuerdo cuando llegamos ahí con Meg y Calypso. Recuerdo a Hemithea y Josephine haciendo el desayuno mientras Georgia dibuja en la mesa, y al Agamethus con su bola ocho tratando de comunicarse.
Vuelve esa luz que brilló antes en el callejón y cierro los ojos mientras empiezo a sentir esa conexión con el poder antiguo.
—¡Línea telúrica!
A diferencia de la vez pasada, caímos desde un techo que se rompió. Yo caí justo en una mesa con platos encima; Percy, en un montón de juguetes; y Ayla, en el sillón. Maldita suertuda, seguro el gato lo hizo.
—¿Lester? —Esa voz la conozco—. Digo, ¿Apolo?
—¡Hemithea! —Era mi amiga, la ex cazadora, lo que significa que caímos en Waystation—. ¡Me alegra que estén bien! ¿Me ayudan?
—Creo que tengo una Barbie en mi costilla —se queja Percy—. Voy a llorar.
Ayla ayuda a Percy a levantarse. Por dicha, nadie se rompió nada. Solo el techo. Pero, bueno, eso se arregla. Espero.
—Apolo, ¿qué haces aquí? ¿Viniste a ayudarnos? —pregunta Hemithea.
—Es una larga historia, pero necesito a Leo.
Hemithea solo suspiró y nos guió a la cochera. El lugar estaba oscuro salvo por unos rayos de luz que destellaban por todo el lugar. Leo estaba hipnotizado trabajando. Al entrar, lo primero que vi fue a un colibrí revoloteando por la habitación.
—Un día apareció el colibrí y Leo dice que le manda órdenes. No ha podido parar a menos que el colibrí se lo ordene. Pero yo no he podido escucharlo hablar.
—¿Ustedes no lo escuchan? —pregunta Ayla.
—Yo solo escucho sus alas y su canto —confirma Percy.
Yo también solo escuchaba eso, pero Ayla parecía entender las órdenes del pájaro.
—Él da las instrucciones para lo que está construyendo. Es muy maleducado, eso sí. ¿Enserio no lo oyen? —Ayla entra a la habitación y el colibrí se detiene en su vuelo—. Hola, soy Ayla. Sí, señor, soy hija de Helios. Vengo por una llamada de ayuda que vino a Leo.
—¿Qué dice?
—Amigos, les presento a Paynalton, el dios azteca mensajero de Huitzilopochtli. Al parecer, vino porque el ejército azteca está atrapado en la frontera y solo él pudo cruzar. Ahora está obligando a Leo a terminar las armas que nos salvarán de la destrucción.
—¿Ese pájaro es un dios? —pregunta Percy—. ¿No sería más fácil que se convirtiera en humano?
—Voy a aliviar lo que me dijo porque eso fue muy explosivo —comenta Ayla—. No todos los dioses son como los europeos; muchos prefieren verse como animales. Además, así conserva mejor su poder, ya que todos se están debilitando, justo como ocurre cuando Apolo está en modo Lester.
Mientras Ayla explicaba a este extraño dios, decidí acercarme a Leo. Trato de tocarlo para sacarlo de su trance, pero un campo de fuerza me electrocuta.
—¡Ah! Maldita sea. —Leo parecía no notar nada—. Leo, ¿estás bien?
—Paynalton, dice que solo los que tienen sangre solar pueden comunicarse con Leo y con él. —cometa Ayla—. Ya que están bajo las órdenes de Huitzilopochtli.
—No entiendo cómo Leo terminó siendo la marioneta de los aztecas —pregunta Percy—. Está peor que cuando arreglaba el Argo.
De pronto, la puerta del garaje se empezó a abrir.
—Yo sé el porqué. —Piper McLean estaba del otro lado con una persona encapuchada a su lado—. Mi nuevo amigo tiene una información muy importante que nos puede ayudar.
Chapter 30: El secuestro es malo, chicos. -Percy
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—Piper, ¿qué llevas ahí? —le pregunto.
—Un batido de coco —dice—. La tienda fue saqueada, pero la parte de los helados seguía intacta. Así que pasé por un helado.
—Hablamos del secuestrado —comenta Ayla.
—¿Mi nuevo amigo? Lo encontré en el techo husmeando el nuevo hueco y lo obligué a venir conmigo. —Su tono parecía tan tranquilo que me perturbaba—. Preséntate, amigo.
—Yo soy Cris —dice el pobre secuestrado, obligado por la magia de Piper—. Una sombra de Alabaster.
—¿Y qué haces aquí? —le pregunta Piper.
—Vine a secuestrar a Leo Valdez, creador de las armas del ejército del sol. También, a hacer que Percy Jackson sufra.
¿Hacerme sufrir? ¿Ese es el plan del enemigo? Me quitaron a mis padres, a mi hermana, a mi novia y a mi hijo; todo con el propósito de hacerme sufrir. ¿Quién es este Alabaster? ¿Por qué me odia tanto al punto de destruir mi mundo?
—Este podría ser la clave para por fin trazar un plan en contra de Alabaster. —agrega Ayla—. Aunque si escucha mis enseñanzas, seguro no le contó mucho. Nunca confíes tu plan entero a todos tus lacayos.
—¿Quién es Alabaster? ¿Por qué me quiere hacer sufrir? —Piper obliga al chico a responder mis preguntas.
—Alabaster es mi líder, hijo de Hécate y ex miembro del ejército de Cronos. —Solo ese poco de información revela Cris —. No sé, solo sigo órdenes.
—¿Cronos con h o sin h? —pregunta Apolo.
—Sin h.
Pero, todos los semidioses fueron bienvenidos en el campamento mestizo, aunque hayan servido a Cronos. ¿O no? ¿Será que este Alabaster me culpa del fracaso de Luke? El mundo cambió; falta mucho por hacer, pero cambió. Pensar que un semidiós se quedó fuera, a tal grado que no quiso ver los frutos por lo que luchó, me pone mal. Mi deseo fue por ellos y por los que vendrán.
De pronto, el colibrí empezó a llamarnos la atención. Leo había caído rendido entre los objetos. Un lapicero con la tapa en forma de planeta rueda hasta mis pies. La recojo cuando siento que mi cuerpo se cae ante agua helada. Me hundo y no puedo hacer nada. Las aguas no me obedecen; solo me consumen.
En la profundidad, veo un chico con ropas de héroe de la Antigua Grecia. Su cara me parece conocida, así que me dejo llevar hasta donde él está. El chico con su mazo en la espalda camina entre lava y piedras, pero yo lo sigo viendo entre el agua. ¿Estoy viendo un recuerdo?
—Maldita sea. —dice en griego antiguo—. Píritoo, ¿dónde estás?
Ese nombre es del amigo de Teseo, el que quiso secuestrar a Perséfone. El chico atraviesa un río gris y sombrío que también se me hace conocido. Se acerca a tomar agua, cuando una mano emerge del río y tira de él para hundirlo. En cuestión de segundos, sale del agua como si nada, aterrado.
—¿Qué es esa agua? —dice el chico—. Mi cuerpo me hace cosquillas.
Se vio la mano que se había vuelto traslúcida. Así que la hundió en la tierra y la atravesó como si nada.
—Es como si yo fuera agua —comenta—. Con esto salvaré a mi querido Píritoo.
—Teseo…
La escena se corta y despierto en un sillón. El colibrí está en mi pecho observando fijamente. Recuerdo que es un dios, a pesar de su forma tan pequeña.
—¿Qué fue eso?
—Memorias de tu vida pasada. —comenta Ayla y pone un paño tibio en mi cabeza—. Eso dice el bicho ese.
El colibrí empieza a cantar en tono enojado.
—Cállate o le digo a Jason que te coma —le regaña.
Como si lo invocara, el gato saltó a mi pecho. En lugar de comerse a Paynalton, se empezó a restregar el cuerpo en mi cara. El colibrí decide irse de vuelta con Leo.
—¿Vidas pasadas?
—La materia no se crea ni se destruye, solo se transforma. —explica Ayla—. Al igual que la vida, solo un compendio de almas que se reúnen para crear una nueva. Se dice que hay personas cuyas almas están intactas y solo renacen en nuevos cuerpos. Los originales son de esas almas; solo una vez se rompió su luz vital para formar nueva vida.
—¿Fui Teseo en una vida pasada? —le preguntó.
—¿Teseo? —Hace una mueca—. Pobrecito, odiaba a ese hombre. Era de los héroes más triple hijueputas que hubo en la tierra. Tus hermanos tampoco eran muy buenas personas. Espero que no seas así.
—A lo que me han dicho, no. —Ambos reímos ante mi comentario.
Lester se asoma por detrás del sillón. Su expresión parece ser un tanto incómoda ante nosotros.
—¿Qué hacen? —dice cortante—. ¿Por qué están solos?
—Hablamos —digo, extrañado de la actitud de Apolo hacia nosotros.
—¿Tú no deberías estar interrogando al prisionero? —le pregunta Ayla.
—Estás tardando mucho —contesta.
—Ay, no, pues, ahora me contabiliza el tiempo.
¡Qué extraña relación tienen estos dos! ¿Soy yo o Apolo estaba celoso de que Ayla me atendiera? Jason, el gato, parece muy ocupado durmiendo en mi pecho mientras ellos pelean por sus tareas. Al parecer, Apolo debía ayudarme; pero estaba más preocupado por cómo se veía en el espejo, así que Ayla vino en su lugar.
—Voy a ayudar a «Paper», inútil. —Ayla se va y Apolo se le queda viendo mientras camina.
—Se llama Piper. —corrijo.
—Como sea.
Frank sale del bolsillo de Lester y camina hasta mi cabello.
—¡Hola, amigo! Aprovechando que el gato se fue a dormir —le digo para después observar a Apolo—. Lester, ¿te gusta Ayla?
—¿Qué? No, no… —dice nervioso—. Ella me llama usurpador y tiene las ganas de quitarme mi carro y dárselo a su padre.
—¿Quieres decir «devolvérselo»? —Apolo se pone rojo como un tomate—. Lástima, ya parecen hasta casados. Tal vez un matrimonio entre los dos calmaría las aguas entre titanes y Olímpicos.
—¿Matrimonio?
Tengo un don especial para bendecir parejas; Frank y Hazel me apoyan. Aunque todo esto solo me hace pensar en Annabeth y Equus, lo que me causa pena. Sea lo que haya pasado, no dejaré que nuestro futuro sea incierto. El amor y la vida son como la materia: No se destruye ni se crea; solo se transforma. Y con estos voy a cambiar mi futuro. Esa es la clave de esto. Será como cuando Teseo buscaba a Píritoo en el Hades; los encontraré. Pase lo que pase.
Chapter 31: Extra 5: En el fin del Cosmos
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El cíclope sintió una patada en el estómago. Ya era la cuarta vez que lo intentaban levantar, pero estaba tan cansado que ni pudo moverse. Lo único que podía hacer era escuchar el agua del río que salpicaba. Tyson, hijo de Poseidón, estaba al borde la muerte.
—¡Alto! —grita un chico—. ¿No ven que lo van a matar?
El chico humano acerca un vaso de agua a sus labios y Tyson recupera toda su energía. Logra abrir los ojos y se encuentra al príncipe, así lo llamó Ella. Su corona de ámbar siempre es lo que más le llama la atención; utiliza un material dorado que no se ve en las fraguas de su padre. La cantidad de detalles que esta tiene es digna de un monarca tan compasivo como él.
—¿Qué diría Alabaster si matan a su mejor herrero? —El príncipe siempre se enfrenta a los encapuchados; es muy valiente—. ¿Estás bien?
Los ojos compasivos del príncipe le recuerdan a los de su hermano, Percy, aunque este tiene más furia en ellos. Ella lo llamó «el príncipe», como lo vio en un libro donde lo llamaban «El pequeño príncipe». Tenía la misma gabardina azul y el cabello dorado, solo que ahora era un joven y no un niño como en la historia.
—Príncipe, ¿dónde estamos? —pregunta Tyson.
—En el fin de los tiempos, el Castillo del Cosmos —responde—. Mi hogar… o lo que queda de él. No tomes el agua de ese río; no es la misma agua del planeta Tierra y sería mortal para ti. Vuelve a trabajar. Vendré a ahuyentar a los malos en una hora.
A pesar de ser compasivo, el príncipe tenía una depresión. Bueno, todos aquí la tenían. Alabaster los trajo para crear las armas con las que sus secuaces atacaran la tierra. A Tyson y a Ella se los llevaron de la biblioteca en Nueva Roma. A su llegada, los recibió Alabaster. Junto a él estaba el príncipe, encadenado.
—Miren qué tenemos aquí —dijo el hijo de Hécate—. El hermanito de nuestro querido Percy Jackson. Junto a la arpía de las profecías.
—No les hagas daño, Alabaster. —comentó el príncipe.
—Tranquilo, su majestad. —Con una señal hizo que dos encapuchados aparecieran—. Lleven a la arpía la sala de Astrea, y al cíclope a las fraguas. No lo maten, que lo necesitaré cuando mi amigo se digne a venir.
Desde entonces, tienen a Tyson con otros cíclopes construyendo un arma para Alabaster. Al menos no era la mina donde llevaban a los otros monstruos. De ahí, sacaban el material de la corona del Príncipe, pero no era tan majestuoso.
—El ámbar de Faetón se debe sacar con amor —le explicó el príncipe a Tyson—. Alabaster lo saca sin escrúpulos o rituales, por eso no tiene tanto brillo como el de mi corona.
Desde entonces, Tyson siente un gran aprecio por el príncipe. A pesar de que sufre todo el tiempo, él le prometió que protegería a su amada y que no dejaría que nadie en sus tierras padeciera. El hijo de Poseidon no puede evitar ver cómo su guardián entra a ese castillo del terror, deseando poder protegerlo justo como Percy lo protegía a él.
Por su parte, el príncipe se dirige a la sala de Astrea justo después de salvar a Tyson, ya que quiere revisar a la arpía de las profecías. Puede que Ella tenga las respuestas de cómo acabar esto y quiere esa información antes que Alabaster. El castillo del Cosmos se había rodeado de un aura de maldad y caos; su deber era protegerlo, pero se dejó caer ante las palabras de amor de ese mago.
— Fui tan idiota. —Pensaba todos los días—. Hera me lo advirtió. Ahora le he fallado a todos los seres terrestres y, tal vez, del universo. Merezco morir junto a mis guardianes, junto a mi diosa y a mi padre. Pero él no me dejará hasta que el Caos se desate por completo.
Cuando llega a la sala de Astrea, encuentra a los secuaces electrocutando a Ella. El príncipe se interpone y termina herido. Cae al suelo inconsciente por unos segundos.
—¿No ves que este es el novio del señor?
—Yo no soy el novio de nadie. —El príncipe se levanta—. Soy el guardián de este castillo y, de ahora en adelante, estos palos quedan confiscados.
—Hoy amanecimos bravos.
Era el último insulto que soportaba de estos malhechores. Tomó su corona y la transformó en un disco. Al lanzarlo, logró romperles el cuello a esos dos encapuchados. Odiaba matar, pero no tenía otra opción. Si quería sobrevivir, debía dar miedo.
—Ondas de colores —dijo la arpía temerosa en su jaula.
El príncipe se acercó a ella, colocó su mano y le acarició la frente.
—Está bien, no digas nada. Al menos hasta que ellos lleguen.
Chapter 32: Magnus pon atención -Carter
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Sostengo el papel donde escribí las palabras de Magnus y, de mi bolsillo, saco la hoja que me dio Will Solace. Parece que la de Will es más larga, así que mi teoría de que la profecía está incompleta es cierta. Las palabras son confusas, parece ser un idioma muy antiguo o que no se relaciona con el inglés.
Debemos ir a Indianápolis, pero no quiero dejar a los magos otra vez. Debemos estar unidos; de lo contrario, el enemigo podrá atacarnos fácilmente. Sería más fácil si tan solo pudiera tener más pistas y no un poema sin sentido. Ya ni sé que día es hoy, las fuentes de energía empezaron a fallar y todos los electrodomésticos murieron. Tenemos hielo para comida, pero hasta eso se va acabar. ¿Quién querría un mundo sin vida, desolado y deteriorado?
—¿Puedo pasar? —Es Zia—. ¿O vas a seguir lamentándote?
—No me lamento; solo pienso en qué hacer. —Ella se acerca a mi cama y coloca mi cabeza sobre su regazo—. Siento que estamos dando círculos. Quien haya planeado esto, lleva años haciéndolo y sabe todas nuestras defensas. Ni siquiera conseguí contactar con Percy Jackson o con Annabeth Chase. Solo con su primo, que tras de eso drogaron.
—Tuve un sueño en el que todo esto acababa y volvía la luz —comenta mientras acaricia mi cabello—. Había alguien con un cetro o bastón; cuando lo levantaba, creaba una luz que hacía que renaciera la vida.
—¿Lo lograste identificar?
—No, solo lo vi en forma de sombra.
—Ojalá alguien pudiera deshacerse del mal, así de fácil.
—Una vez, él me contó una historia. —Sus manos junto a su historia me empezaron a hipnotizar—. Sobre una estrella que decidió ser libre y escapó de la oscuridad, haciendo que el universo se creara.
—¿Quién te la contó? —Zia no me responde, entonces la vuelvo a ver para no encontrar a nadie.
Me despierto en mi cama, sin Zia. ¿Fue todo un sueño? Afuera, parece que ya amaneció, pero el sol es tan tenue que ni hace calor. Abro las ventanas para observar mejor afuera. El sol está siendo bloqueado, como en un eclipse. Pero este no se mueve para ver el sol, sino que se hace más grande.
—Si tapan el sol, la vida en la tierra morirá.
Corro hasta la terraza donde dejé el telescopio que compré; con esto, podré comprender la forma de tapar el sol. Para mi sorpresa, es un tipo de roca muy grande que parece moverse junto al sol para que la tierra no reciba su luz. ¿Pero cómo es esto posible? ¿Quién es tan poderoso? Ve a los confines del cosmos. Si alguien puede crear una luna falsa para tapar el sol, significa que nos puede llevar a este lugar, ¿verdad?
Vuelvo a dentro para encontrarme con mi hermana. Ella siempre parece estar un paso adelante, pero hace poco se desmayó y parece que no volvió siendo la misma. Llego a su habitación y la veo acomodada en su cama y rodeada de unos cuadernos.
—Permiso —le llamo—. ¿Puedo pasar?
—Al final viniste —me dice—. Cierra la puerta. Tenemos que hablar.
Sabía que ese «tenemos que hablar» era malo. Me siento en la cama de mi hermana. Sus mechones rosas han estado perdiendo color, ya que no puede teñirse con la poca agua que nos queda. Debo decir que cada vez se parece más a mamá. Me pregunto si ellos estarán bien en el inframundo. ¿Sabrán lo de Anubis?
Mi hermana me entrega una hoja con otra parte del poema.
El día que el cielo cayó, el mundo pereció.
Pero ante él, la luz de la esperanza brilló
y en cinco se partió.
Al son de la sombra, un ángel descenderá,
y a los confines del universo nos guiará.
—Un ángel me la dictó —confiesa mi hermana—. Me dijo que falta otra parte, pero que es nuestro deber encontrarla.
—¿Un ángel? ¿Cómo a Mahoma? —Sé bastante de la religión islámica ya que me la pasaba viajando con mi padre a Egipto—. ¿No vas a ser líder de un culto?
—Creo que ya somos líderes de un culto.
—Touché.
Le entrego justo el papel donde escribí lo de Magnus, y la nota de Will. Con este pequeño fragmento, parece que solo nos hace falta otro para completarla. Si tan solo supiéramos el idioma de la completa.
—Debemos ir a Indianápolis.
—¿Pero cómo? —pregunta mi hermana—. Está a medio día en carro y ni siquiera con el mágico ese estamos asegurándonos de llegar a tiempo. Además, Magnus no está en condiciones de curar a Walt.
—Magnus nunca estuvo destinado a curar a Walt —confieso—. Hemos perdido tiempo aquí debemos irnos. ¿Dónde está Dana?
—En la tina del baño.
Sin creerlo, me dirijo al baño de mi hermana para confirmar lo que dice y encuentro a Dana dormida justo en la tina. Parece muy cómoda, aunque no lo entienda.
—Dice que le recuerda a las camas de su hogar —comenta mi hermana.
Voy a ignorar el hecho de que una loca está durmiendo en el baño; no me interesa que sea una diosa. Mas bien, me parece que debería ser más pretenciosa. (Sadie me regaña que los dioses celtas no son como los egipcios; pero no puedo dejar de ignorar el hecho de que Dana es rara).
—Volviendo al tema, no podemos movernos con toda la mansión hasta Indianápolis. —Mi hermana tiene razón. Apenas cabemos en el auto los cuatro; menos podríamos llevar a toda la mansión—. Además, no me parece que todos nos despleguemos a la batalla. Alguien debe quedarse aquí.
—Suenas como toda una estratega. —Mi hermana observa el suelo; está ocultándome algo definitivamente—. Entonces yo opino que dejemos a Mag….
De pronto el techo se abre y revela una gigantesca nave en nuestras cabezas. Han filtrado nuestras defensas. Cubro a Sadie con mi cuerpo, pero Dana aparece y crea un escudo protector. Aún así, logró observar cómo se llevaban a los demás magos en unas burbujas.
—¡Zia!
Al terminar de llevarse a todos, una pantalla se crea en la nave. Un chico vestido con túnica de profesor y lentes con muchísimo aumento aparece.
—Saludos, hermanos Kane, Magnus Chase y Dana —dice a través de la pantalla—. Vengo en nombre del Ejército del Caos. Les tenemos un trato: Entreguen su luz vital y devolveremos a su gente.
—¿Y si no lo hacemos? —pregunta Sadie.
—Entonces, nos tocará esperar a que se pudran con su planeta. —El tipo comienza a reír maliciosamente—. Disfruten la Tierra, que pronto morirá con todas sus criaturas.
La nave se largó con todos los magos de la mansión menos nosotros y Magnus, incluso se llevaron Walt en estado vegetal. Observo a mi hermana y ella asiente con la cabeza.
—Tenemos que ir a Indianápolis para buscar a ese Leo Valdez —le confirmo.
Entra a la habitación un Magnus cansado rascándose los ojos. Este se queda viendo, como si no notara que no hay techo. Hasta que abre los ojos como platos.
—¿Qué rayos pasó?
Chapter 33: ¿Ya dije que los Kane son ricos? -Magnus
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Imagínate estar muy débil; puede que hasta con fiebre,; y que, de pronto, una luz muy brillante te pegue en la cara. Imagina además que tu compañero de habitación fue abducido por la luz. Sí, lo sé, muy raro; yo creía que estaba en un sueño, así que fui a buscar a Carter, Sadie y Dana. La casa seguía muy brillante comparada con nuestra llegada. No fue hasta que llegué a la habitación de Sadie que me di cuenta de que no había techo.
—¿Estoy soñando? —pregunto y los demás niegan con la cabeza—. ¿Eso significa que tengo cuarto para mí solo?
Después de eso, llenamos el auto con suplementos de supervivencia. Los Kane decidieron que tendríamos que ir a Indianápolis. Yo me quedé en el auto esperando, ya que mis pies siguen doliendo de los vidrios. Traté de curarme, pero Dana no me dejó. Parece que aún sigo con los efectos de la droga. Los demás se montan y Sadie saca un palo con forma de boomerang.
—¿Lista? —pregunta Carter.
—¡Lista! —Sadie invoca unos jeroglíficos: uno con forma de bote, otro de una mano y otras figuras geométricas—. Abróchese los cinturones.
¿Alguna vez han estado en una montaña rusa? ¿Han experimentado esa sensación de estómago vacío que está a punto de salir por tu boca? Bueno, sentí eso, pero mil veces peor. El auto, que era mágico, empezó a andar a una velocidad extrema. Ni siquiera podía ver fuera de la ventana porque todo pasaba tan rápido. Mi instinto me dijo que pusiera una mano en el pecho de Dana para evitar que saliera volando para adelante.
—¿Cómo sabremos que ya llegamos? —pregunto.
—Ni idea —responde Sadie—. Solo una vez vi a nuestro tío usar este hechizo y no fue en un automóvil.
Espero que lleguemos a Indianápolis y no a la India. De pronto, el carro empezó a bajar la velocidad, pero no lo suficiente. Cuando nos dimos cuenta, había una pared enfrente de nosotros. Carter trató de frenar, pero de nada sirvió porque terminamos atravesando la pared de todas formas. El polvo del muro se me metió en los ojos, pero al menos Dana está bien.
—¿Carter? ¿Sadie? —los llamo.
—Estamos bien —dice Carter—. Dana nos protegió.
—¿Quién está ahí?
Esa voz yo la conozco.
Del polvo, una silueta con una espada aparece. Una ráfaga de viento dejó que lo observara mejor. Él y yo hacemos contacto directo. Me lanzo del auto y corro hasta Percy Jackson.
—¿Magnus? —Deja caer su espada y corre hacia mí—. ¡Estás vivo!
Bueno, no sé qué tan vivo se puede decir que estoy, considerando que morí por culpa de mi tío y que estoy aquí gracias a que fue una muerte heróica. Pero, detalles; digamos que sí estoy vivo.
—Es una muy larga historia, pero sin estos millonarios no lo hubiera podido lograr.
Los Kane bajan del auto con Dana;esta última sale vomitando del auto.
—¡Carter! ¡Sadie! —Percy abraza a los hermanos—. Me alegra que estén aquí.
Percibo un poco de tristeza en la voz de Percy. Annabeth siempre dice que Percy o está enojado o feliz, la mayor parte juguetón. Pero ese Percy que me entrenó hace un tiempo se ve apagado. Ya no es esa playa soleada donde todos juegan; ahora es un océano a mitad de la deriva. Solitario y sombrío.
Dana se acerca a Percy y lo examina con detenimiento. El hijo de Poseidón solo se queda viendo a la extraña chica que lo observa con sus penetrantes ojos azules. Como siempre, este no dice nada. Dana acerca su dedo hasta la nariz de Percy.
—Poop —dice.
—Ella es Dana —explico—. Es una diosa celta muy antigua, pero está en modo ahorro de poderes. Créeme, es más inteligente de lo que parece.
Entramos en la casa y nos reciben dos señoras preocupadas por el muro. Antes de que nos digan algo, les comunico que el chico de rizos es millonario. Entonces, todos quedan tranquilos, menos Carter.
—Amigos, estos son Magnus, Carter y Sadie. —Nos presenta Percy—. Magnus es un semidiós nórdico; Carter y Sadie son hermanos y magos egipcios.
Percy nos presentó a sus compañeros de aventura: Lester, también conocido como el dios Apolo (ni idea quién es), Ayla, Frank, Leo y Piper. Jason, el gato, se empezó a restregar con mi pierna. Es tan peludo que no pude evitar darle un besito.
—Gato vendido —le dice Lester y Jason le bufa.
—¿Qué saben ustedes de lo que está pasando? —pregunta Sadie y así nos pusimos a cruzar información.
De algo estamos seguros: Carter, Sadie y yo éramos parte de los originales. Las otras dos personas tendremos que encontrarlas, si es que ya no están en la habitación con nosotros. ¿Pero quiénes podrían ser? Dana estaba muy ida en la casa, buscando algo en los rincones. Ayla se le quedaba viendo extrañada.
—Siento que la conozco —confesó—. Pero no recuerdo de dónde. ¿Dijeron que era celta?
—Sí, la diosa madre; pero no es muy conocida —explica Sadie—. También es la guardiana de Excalibur, la dama del lago.
La cara de Ayla se volvió pálida como un fantasma. Lester le agarra del hombro y revisa su temperatura. Parece que es muy atento con ella, ¿serán hermanos? Creo que los Kane me traumaron.
—¿Dónde está la espada? —pregunta Ayla.
Sadie saca a Excalibur de su vaina; me sorprende que semejante espada sea tan cutre. Me pregunto qué pensará Jack de ella. ¿Le gustaría como le gustó la de Percy? Hablando de Jack, le gustaría estar aquí definitivamente.
—Ustedes se conocen. —confirma Sadie—. Excalibur te llama Morgana.
—Yo estuve ahí una vez que se reunieron los originales hace mucho tiempo. Mi hermana Circe estaba insoportable, así que tomé una nueva forma y me fui a tierras lejanas. Me encontré con Merlín, y él me llamó Morgana —nos cuenta Ayla—. Llegamos a la corte de un joven Rey Arturo. Ahí Merlín le explicó la leyenda de los originales y este se puso a buscar las otras almas.
—¿Lo consiguió? —pregunta Percy.
—Sí, supimos quiénes eran todos; pero justo cuando los íbamos a reunir, los ángeles se llevaron a Perceval.
—¿Así que no sabes lo que va a pasar cuando los cinco originales se encuentren? —pregunta Carter.
—No, porque no es solo el hecho de juntarlos, sino que se necesita un artefacto mágico que una las piezas dentro de estos para despertar el verdadero poder. Por eso Arturo quería el Santo Grial. Al momento que Perceval lo encontró, los ángeles se los llevaron.
—¿Juntar sus almas? —pregunto—. ¿Eso nos mataría?
—Sinceramente, no sé. —Ayla observa a Dana—. Pero ella sí.
—¿Oye, por qué no me dijiste que eras aprendiz de Merlín? —pregunta Lester.
—¡A ti qué te importa!
—Entonces, ¿hay que buscar el santo grial? —pregunta Percy.
—Con cualquier objeto con la habilidad de recolectar almas estaría bien.
De repente, un chico con un colibrí en la cabeza entra a la sala, tirando un montón de artefactos a su paso, entre ellos, cantidades inmensas de bolígrafos dorados, relojes y broches con piedras preciosas. El colibrí vuelve a ver a Ayla y mueve la cabeza.
—El ejército de Huitzilopochtli ya viene —nos comunica.
Chapter 34: ¿Por qué Huitzilopochtli tiene un ejército y yo no? -Lester
Notes:
Perdón por el atraso, estoy a finales de semestre. La próxima semana también saldrá el capitulo el domingo, puede que sea un extra porque también es el día del padre. Muchas cosas que hacer, pero ya estamos en la recta final.
Chapter Text
Leo se desplomó, cayendo justo donde yo estaba sentado. Debo decir que los flacos duelen más cuando te caen encima ya que sus huesos te pueden causar mucho dolor en los nervisos. El hijo de Hefesto parpadea varias veces para tratar de comprender dónde está. Todos los demás, en lugar de ayudarme, se quedan mirando fijamente a Leo.
—¿Dónde estoy? —pregunta Leo.
—Tiene razón mi prima —comenta Ayla—. Es más feo de cerca.
—Mi espalda no me dolía así desde el Argo II —se queja—. ¿Y esta gente? ¿Y este pájaro?
—Leo, estuviste fuera un tiempo —le explica Percy—. ¿Qué recuerdas?
—¡Maldita sea! —grita Leo—. Los artefactos de Quetzal. Debo terminarlos…
Leo mira cómo sus creaciones están en el piso. Agarra un broche de jade y se lo queda examinando con detenimiento.
—¿Ya los terminé?
—Sí, ese pájaro te poseyó para que trabajaras sin parar —comenta Percy—. Ya debes estar acostumbrado.
—Al menos no quemé ninguna ciudad esta vez.
—¿Y cómo funcionan esas cosas? —pregunta Sadie, acercándose a una.
—¡NO! —Percy la detiene—. Esa cosa es peligrosa.
Antes de que pudiéramos preguntarle qué pasaba, se escuchó un silbido y, de repente, unos tambores empezaron a sonar. No podía escuchar nada más que un sonido triunfal de llegada. Era una canción de ataque o, más bien, de advertencia. Estas personas no tenían miedo de demostrar su ubicación porque saben que no tienen nada que perder.
Esta melodía me hipnotiza y salgo a la calle a felicitar a sus músicos. Los escucho desde los techos, pero no los veo. Se esconden entre las sombras de la noche, aprovechando que la luna está tapada para jugar al escondite. Ya entiendo; quieren vernos antes de que los veamos. Ayla me dice que vuelva, pero yo solo quiero rodearme de las sombras con sus tambores y liras.
Percy, Sadie, Carter y Magnus se me unen mientras que los demás se quedan observando desde el hueco que hicieron con el auto. De pronto, el golpeteo de los tambores se detiene y da paso al silbido de flautas en su lugar. Una sombra sale de su escondite y un chico vestido con gabardina negra y una máscara de piedras preciosas camina hacía nosotros. Saca un estandarte con una bandera azul decorada con un colibrí y la coloca en el suelo. Apenas lo hace, un campo de fuerza se expande alrededor de la ciudad.
—El ejército de Huitzilopochtli declara a esta ciudad como base de operaciones —dice el chico.
—¡LARGA VIDA AL QUINTO SOL! —Ya no son sombras; ahora puedo ver a los jóvenes en el techo.
Todos usan una máscara de piedras preciosas que representan animales, personas, monstruos, lo que imagines. Algunos, los de mayor rango, tenían las más detalladas hasta con plumas gigantes que los hacían ver enormes.
Un chico sin máscara, pálido como la luna, apareció detrás del chico de negro y corre hacia nosotros. Magnus lo ve y también va hasta él.
—¡Hearth! —Se reencuentran y se abrazan.
—Ejército, revisen el perímetro. —Los jóvenes vuelven a desaparecer en las sombras, pero el que parece su líder se acerca a nosotros—. ¿Ustedes son los cinco enviados del Cosmos?
En ese caso, si el Cosmos me hubiera enviado, me habría gustado que me lo dijera.
—Eso creemos —comenta Carter—. Carter Kane, líder de los magos egipcios.
—Mic, líder de la subdivisión 64 del ejército de Huitzilopochtli. —Ambos se toman de la mano—. Me alegra que estén bien. Si hubiéramos llegado y ustedes no estuvieran aquí, la serpiente no me hubiera dejado volver. Tuvimos ayuda de ese elfo para encontrarlos más fácilmente.
—Yo soy Sadie Kane, también líder de los magos egipcios. Mi hermano es la cara para que le echen la culpa, pero yo soy la mente maestra.
Mic se ríe ante su comentario y también le da la mano.
—Me recuerdas a mi hermanito, Sadie. —Mic se dirige a Percy—. ¿Y tú?
—Percy Jackson, hijo de Poseidón. Y parece que representante de los semidioses griegos y romanos.
—¡¿Los semidioses siguen vivos?! —pregunta Mic, muy sorprendido—. Quetzalcoalt dijo que todos mueren a los 14 años. Pensamos que ya no existían.
—Tranquilo que este… —Percy apunta hacia mí. —, se encarga de mantener a nuestra gente viva.
—Aww, ¿lo dices por mis poderes de curación? —le pregunto.
—No, porque te la pasas teniendo hijos. Tu cabaña siempre está llena. —comenta—. Cada verano llegan como unos cuatro.
—No entiendo —dice Mic.
—Perdón, no me he presentado. —Hago una reverencia y tomo la mano de Mic—. Soy Apolo, el dios Apolo. Me puedes decir Lester.
Mic se empieza a reír a carcajadas. Se agarra la panza y se quita las lágrimas de los ojos. Percy le sigue y entre los dos parecen a punto de orinarse de la risa.
—¿Apolo? ¿El casanova? Ya entiendo porque todas tus novias huyen de ti.
—Estoy en modo humano para que ustedes, mortales, no se desconcentren con mi belleza en estos momentos de penurias. —En eso, parece Ayla detrás de mí.
—Si le están haciendo bullying a Lester, deben invitarme.
—Debo ir a ver a las tropas. Están desesperados por sus artefactos —comunica Mic—. Descansen esta noche, mañana nos dirigiremos a la base en el cielo.
—¿En el cielo?
Los cinco nos quedamos observando a la luna gigante y los castillos flotando en el cielo. Era obvio que algo se escondía ahí. Se siente un aire frío; la poca luz que se puede ver proviene de la luna tapada como un eclipse.
—¿Ahí están los ángeles? —pregunta Percy, ya que según la teoría de Sadie, en esos castillos se encuentran los prisioneros y los ángeles que se negaron a seguir a Alabaster.
—Estoy casi segura, pero según Gabriel, ahí no está Alabaster —replicó Sadie.
—¡ Mal evocados ! —grita Leo en español. Tiene una caja llena de sus creaciones mientras los aztecas tratan de tomar un artefacto.
—¡Habla bien, vendepatrias! —le grita un azteca—. Duolingo es gratis.
—¿Le ayudamos? —pregunto.
—No. —Nos fuimos a dormir.
Nos tocó dormir en la sala. Hubiera estado bien si no fuera por el hueco en la cochera. La temperatura bajó rápidamente y, aunque estuviéramos todos apretados, el calor no llegaba. Jason, el gato, decidió que yo sería su calentador y se acostó en mi pecho.
A pesar del frío, todos parecían dormir con apaciguamiento, menos Ayla, quien temblaba como un chihuahua. Me acerqué para darle un poco de manta, pero Jason estaba muy gordo.
—¡Ayla, despierta! —Ayla abre sus ojos como platos—. Perdón, te asusté. Estabas temblando. Acércate.
Ayla, medio dormida, acerca su saco de dormir. Jason se pone entre los dos y entre los tres entramos en calor.
—Antes esto no me pasaba —me dice en un susurro para no interrumpir el sueño de los demás—. Siempre estaba caliente; nunca sentí frío hasta un día. Ahí supe que a mi papá le habían quitado su puesto.
—Ayla. —Tomo su mano congelada—. Prometo que traeré a tu familia el honor que perdieron por mi culpa.
—No es tu culpa que los romanos sean tan brutos como para nosaber unos dos nombres más de dioses.
—No debí dejar que eso pasara — le confieso—. Jason, el semidiós, me hizo jurar que recordaría siempre lo que es ser humano, y no hay algo más humano que honrar a tu familia.
Una lágrima sale de sus ojos marrones y dormimos con un gato entre nosotros. Mañana nos tocaría subir a los cielos y buscar a Alabaster.
Chapter 35: Busco a mi hijo -Percy
Notes:
Sorry, el atraso. Recuerden seguirme en twitter como @HijaSelene para saber cuando actualizaré.
Chapter Text
Mientras dormía en un saco de dormir con la versión roedora de Frank sobre mi cabeza, empecé a tener muchos muy raros. Normalmente, los sueños de los semidioses son lúcidos, pero esta vez sentía que mi cuerpo no me respondía. Estoy caminando en un sendero oscuro sintiendo como un aire gélido me corta la piel.
—¡Equus! ¡Annabeth! —Los estoy buscando; sé que están cerca.
—¡Percy! —Alguien me llama. En mi sueño, corro hasta donde me llegan los ecos de esa voz.
Una mano me tomó del brazo y me encuentro frente a frente con Nico Di Angelo. Nos agarramos fuerte, ya que el aire parece querer arrastrarnos.
—¡Nico! ¿Qué está pasando? —le pregunto.
—Algo está afectando el inframundo. —Su cuerpo parece a punto de irse con el viento—. Una ventisca está congelando todo y no puedo moverme. Algo tiene atrapado en mi cuerpo.
—¿Dónde estás? —le pregunto.
—En el campamento. —Su cara parece aterrada de nuestro alrededor. Está paranoico y eso es preocupante. Cuando vuelve a verme, notó que sus oscuros ojos ahora brillan como el oro—. Teseo, debes volver a tus orígenes.
El cuerpo de Nico se transforma en arena y se va con el viento.
—¡Nico! —Despierto de un sobresalto y Frank sale volando hasta la cara de Magnus.
—Alex, déjame en paz —susurra Magnus—. Molesta a Sam.
Sigue siendo de noche, al menos la poca luz solar que queda no parece verse por ningún lado. A mi alrededor, están Ayla y Lester abrazados con su gato en el centro. Dicen que las familias modernas no tienen hijos sino gatos. Me pregunto si aceptarán a Jason en la cabaña 7.
De pronto, me imagino así con Annabeth y Equus. Tal vez en su infancia tuvo momentos así, antes de que yo… Me gustaría preguntarle más cosas, sobre su relación con Annabeth, si le agrada Nico, si conoce a Frank y Hazel de antes.
Me confesó que no se llevaba bien con su madre y otros familiares. ¿Pero por qué? Mi madre lo cuidaría, estoy seguro. Con Paul y una Estelle mayor seguro un niño no sería tanto problema. ¿Por qué terminó con Nico? ¿Acaso soy un mal padre?
No me lo perdonaría; no quiero repetir el ciclo con mis hijos. Debo encontrar a Equus y evitar ese futuro. Al menos quiero que me conozca y que sepa que lo quiero mucho. Además, sé que Annabeth también lo amaría a pesar de todo. No sé qué ocurre en el futuro, pero los dos sabemos qué es venir de una familia destruida como para que la nuestra sea una de esas.
Veo que una luz viene de un cuarto; parece una lámpara. A mi alrededor están todos menos Leo, pero él tiene su propia habitación. ¿Será de ahí? Me levanto para ir a observar. Necesito enfocarme en otras cosas antes de volver a dormir. En la pequeña habitación estaba Leo con una niña haciendo una especie de muñecas con limpiapipas.
—¿Te gusta mi muñeca, Georgia? —le pregunta Leo a la niña.
—Está fea —le responde.
—Pues eres tú —le comenta indignado—. Percy, ¿qué haces despierto?
—Tuve una pesadilla. —Me siento en la cama.
—Te presento a mi hermana, Georgina la hediondilla. —La niña le pega con la goma—. ¡Ay!
—Hola, Georgina, soy Percy. —Le saludo con la mano—. ¿Qué hacen tan tarde?
Georgina me enseña las muñecas que están haciendo. Me entrega una de lo que parece ser un chico de pelo negro con un traje negro. A sus ojos locos le pusieron un color gris.
—Él busca a su papá, pero no lo encuentra —dice Georgina antes de darme otra muñeca de un chico también de pelo negro con un camiseta naranja—. Pero el de ojos verdes quiere que sea el papá quien lo encuentre. Así que tiene al niño encerrado en un castillo.
—¿Dónde está? —agarró a la niña de los hombros—. ¡Dime qué viste!
La niña se asusta ante mi reacción tan brusca. Leo la suelta de mi agarre y la abraza.
—Georgina tiene visiones, pero no las puede interpretar —me explica Leo—. A veces son muy obvias y otras no. Veo que reconociste a ese muñeco.
—Cuando ocurrió la lluvia de estrellas, algo muy extraño me pasó. —Le conté a Leo sobre Equus. Obviamente, hizo comentarios sobre Annabeth y yo, pero yo soy una persona madura—. Se lo llevaron, y ni siquiera le pude preguntar qué fue lo que me pasó.
—Entiendo a Equus; es difícil ver cómo tu familia se desarma con la muerte. —No sé mucho del pasado de Leo, pero sé que su madre murió cuando tenía seis años—. Mi familia tampoco me quiso y me acusaron de matar a mi madre. Mi tía no me quería ni ver.
—¿Crees que Equus fue acusado por su familia? —le pregunto.
—Dijo que moriste cuando eras bebé. Tal vez su familia no soportó la pérdida y simplemente pensó que era mejor que Nico se encargará. Hay muchas posibilidades Percy, pero no creo que seas un mal padre. —Las palabras de Leo me llenan de alivio—. ¿Sabes qué me hubiera gustado cuando mi mamá murió? Haber tenido algo de ella que me guiara en momentos de soledad.
De repente, se sintió un pequeño temblor, luego otro y otro. La tierra se mueve, pero es más como una vibración. Voy afuera a encontrarme con Mic y su ejército. Él está ahí con unos auriculares observando como la barrera mágica vibra.
—Vinieron por ustedes —me dice Mic—. Alabaster está harto y quiere hacerlos salir.
Tomo los binoculares y veo cómo un gran ejército de todos los monstruos posibles tratan de destruir la barrera. Carter y Mic se vuelven a ver, como si pudieran comunicarse a través de miradas.
—Percy, tú manejas. Estoy harto de ese auto. —Carter me tira sus llaves.
—¿Adónde vamos? —le pregunto.
—A Eagle Creek. De ahí volaremos hasta los castillos flotantes y salvaremos a los prisioneros.
Un Magnus rascándose los ojos saca un pañuelo verde.
—Espero que no hayas olvidado mi pensión alimenticia. —Recuerdo que era el barco que le regaló Frey—. Rescataremos a Annabeth y a los demás.
—Pero no cabemos todos en el auto.
—No vamos todos. —Ayla tiene a Jason el gato en sus brazos—. Nosotros los distraeremos mientras ustedes huyen. Los encontraremos después, pero ahora ustedes son la prioridad.
Las vibraciones se hacían más fuertes cada vez. Veo el cielo, los castillos e islas flotantes junto a la luna falsa que tapa el sol. Ahí está Equus y Annabeth.
—¡Váyanse! —nos ordena Mic.
Me meto en el carro y lo saco del agujero. Magnus se sienta en el frente, a mi lado; mientras Carter, Sadie y Lester se acomodan atrás.
—Dana, nada de golosinas a esta hora; sabes que te caen mal —dice Magnus antes de cerrar la puerta—. Y hazle caso a Ayla.
—¿Estarás bien? —le pregunta Lester a Ayla.
—Será como volver a las cruzadas. —responde ella—. No mueras, Lester. Ni ninguno de ustedes.
—Cuiden de Frank —les digo y Leo asiente con la rata en su hombro.
La barrera se desactiva, dejando a los monstruos entrar, pero es a propósito para que nosotros salgamos por el otro lado. Acelero como nunca y el auto parece ir a la velocidad de la luz. Magnus se coloca unos audífonos para poder dormir un rato más. Carter y Sadie van discutiendo sobre un papel que no entiendo bien.
Yo solo me enfoco en la carretera y en mi familia. Entre más rápido llegue, más rápido los tendré de vuelta. Buscaré en cada celda hasta que el maldito de Alabaster pague por lo que me hizo. No lo perdonaré nunca.
Chapter 36: Extra 6: Erecteo
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Equus recordaba una historia de su padrino en la que estaba encerrado en una vasija y tenía poco oxígeno. Se salvó a punto de semillas de granada. Ahora él estaba encerrado en una celda de plasma; quien la haya construido sabía que el plasma es el único material resistente a cualquier tipo de magia. Al menos tenía oxígeno y, cada cierto tiempo, una bandeja llegaba del suelo. Nunca pensó que su deseo de conocer a su padre se haría realidad, pero este es el precio que debía pagar.
—Cuando mi padrino se dé cuenta, me va a castigar un año entero. —comentó para sí mismo—. Si es que vuelvo a mi época.
Siempre pensó en qué ocurriría si desaparecía. ¿Su madre volvería a la normalidad? Ya no tendría que verle a la cara y no le daría sus ataques de ira. Su padrino podría volver a su vida de aventurero. Su hermano podría ser pretor de Roma sin tener que preocuparse porque alguien pensara que eran hermanos. Finalmente, los Jackson ya no vivirían en las sombras protegiendo al maldito de Erecteo.
Descubrir que la ciudad subterránea fue hecha solo para ocultarlo fue la gota que colmó el vaso. Sabía que su padrino lo acogió por voluntad de su padre, pero nunca supuso que lo vería como una amenaza al igual que el resto. Ya no quería volver. Pensó que tal vez podría vivir en el pasado oculto al lado de su padre como si fueran hermanos. Pero ahora lo habían capturado y no sabía quién.
Se acostó en la incómoda camilla que le habían dejado, pero dormir en el piso había sido parte de su entrenamiento como mago de las sombras. Rápidamente, se quedó dormido en la penumbra de la celda. Empezó a recordar esos momentos donde había logrado ser un poco feliz.
—Erecteo, es un nombre muy único —dijo la mujer que después descubriría que era Chronos—. Tu padres deben ser personas muy finas.
—No los conozco. Mi padre murió en mi primer año de vida y mi mamá se vuelve loca cada vez que me ve. —Había intentado acercarse a su madre, pero siempre terminaba en un episodio de manía—. Mis hermanos me llaman la maldición.
—A veces los nombres tienen mucho poder. Por eso la gente cambia cuando se transforman y quieren romper un vínculo con el pasado. —Chronos tomó mi peluche de caballo, el único regalo que mi padre logró darme—. ¿Te gustan los caballos?
—Son graciosos. Siempre que estoy triste, un caballo negro que vuela se me acerca y me dice “pequeño jefe”, para después contarme un chiste muy malo.
—¿Qué tal si te cambias el nombre a Equus? —Me devuelve el peluche—. Para honrar a las criaturas que sí te aman.
Cuando llegó esa noche, después de escaparse de casa, le dijo a su padrino y al novio de este que lo llamaran Equus. Parece que captaron rápidamente su necesidad de otra personalidad. Pero no estaba satisfecho; había cosas que ocurrían y asustaban a los demás niños. La primera vez que invocó a Kira —un caballo mitad agua y mitad sombra—fue en el río en el bosque de Nueva Roma. Después, Chronos le daría la llave que lo dejaría invocar cuando quisiera, solo que la celda de plasma no lo permitió.
—¿A dónde vas cada vez que desapareces? —le preguntó Nico di Angelo.
—Al cementerio —contestó Equus.
—¡No me mientas que ahí te busqué! —le regañó.
—¡Te lo juro! —exclamó Equus, quien, en ese entonces, todavía no sabía que nadie podía ver sus charlas con Chronos. Ahora estaba seguro que viajaban por el espacio y él ni se daba cuenta—. Nunca me crees.
Días después, su padrino le regaló una maleta y le dijo que irían a una nueva ciudad donde la gente no les tuviera miedo. De ahí se mudaron a la cuidad subterránea, donde todos usaban máscaras y vestían de negro. El novio de su padrino no resistió la atmósfera oscura del lugar y se terminó yendo. Equus lo veía como su otro padre y se sintió más solo que nunca. Su padrino era lo único que le quedaba junto a las máscaras que su madre le enviaba de cumpleaños. Después descubriría que era su hermano mayor, Egeo, quien le mandaba esos regalos.
Una vez harto de la oscuridad, se puso una máscara nueva y huyó de la ciudad subterránea. Solo quería hablar con Chronos una última vez, pero en su lugar de siempre había una mujer rubia de ojos grises y una muchacha de pelo negro que dejaban flores a la tumba de su padre. Si ves a alguien en la tumba de tu padre, tienes que irte. Sin embargo, antes de irse, la señora lo llamó.
—Ven, niño; sé que Percy sigue teniendo muchos fans entre los semidioses. —le dijo la señora. Por suerte, aun llevaba la máscara—. Más con mi hijo Egeo tomando el puesto de pretor.
Algo lo llamaba de vuelta y se acercó a la tumba de su padre, pero en lugar de rezar, se puso a observar a su madre por el rabillo del ojo. Era muy bella a pesar de los años y sus arrugas. Palas, su hermana mayor, se parecía mucho a él pero con los ojos verde agua. Rezaron juntos por su fallecido padre y esposo.
—Rezar con el rostro cubierto es de mala educación para los fantasmas. —Annabeth le quitó la máscara a Equus y quedó descubierto ante su madre—. ¿Percy?
Primero sonrió y, luego, sus ojos se nublaron de locura.
—¡QUÉ HACES CON ESA CARA! ¿DÓNDE ESTÁ MI MARIDO? —empezó a gritar—. ¡TÚ LO MATASTE!
Palas, su hermana, detuvo a su madre antes de que le hiciera daño a Erecteo, y la única frase que le dirigió fue: “Vete, Erecteo. Vuelve a las sombras”.
Chapter 37: Secretos y profecías -Carter
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Tengo que devolverme un poco en la historia para que me entiendan. Antes de irnos a dormir, junto a mi hermana, seguimos a Mic hasta su tienda. Los demás guerreros nos observan con sus máscaras espeluznantes; sin embargo, a mí no me afectaba tanto como a Sadie. Verán, crecer entre museos hace que las cosas más terroríficas se vean como simples objetos. En el caso de mi hermana, quien apenas toca un libro (Sadie, yo no he visto ningún libro en tu habitación desde que vivimos juntos), pues el arte de las carátulas consiguen ese efecto de temor.
Caminamos hasta la habitación que parecía la más grande y dos guardias cruzaron sus lanzas, sin querer dejarnos entrar.
—Necesitamos hablar con Mic a solas. —dije mirando a los guardias. La forma canina de sus máscaras me recuerdan a Anubis, pero de una manera más sádica.a—. Yo conozco a ese dios. El de sus máscaras.
Escucho a Mic hablar desde adentro en un idioma que desconozco; no era español. Los guardias responden en un tono agresivo y Mic asoma su cabeza entre las dos lanzas.
—¿Qué ocurre, jóvenes?
—Tenemos una información, pero está en un idioma que no podemos descifrar. Esperamos que usted conociera algo del tema.
Mic asiente y, con una palabra, los guardias bajaron las lanzas. Tomo esto como una señal para continuar y jalo del brazo a Sadie para que entre conmigo.
Aunque el lugar era muy simple, estaba ordenado tan cómodamente. Dentro, había una cama pequeña y simple, pero estaba perfectamente tendida. También había una mesa circular en la que sobresalía un mapa lleno de figuras de muchos dioses de distintas culturas. Solo había visto algo así en películas de fantasía o en juegos de rol muy elaborados. (No, Sadie, yo no juego eso. No soy tan nerd).
—¿Por qué tus guardias usan máscaras más feas que los demás? —pregunta Sadie.
—Son cadejos, o perros del inframundo —explica Mic. —Los elegidos por la deidad Xolotl, que toma la forma de un perro.
—¡Como tu novio, Sadie! —digo.
—¡Cállate! —me gritó—. Anubis no es feo.
—Son igualitos —le susurro a Mic y este intenta ocultar su risa.
Le doy los papeles donde he apuntado cada parte de la profecía. A pesar de la máscara, puedo notar cómo se confunden con las palabras. Se agarra el pelo frustrado de no comprender lo que dice.
—Definitivamente es náhuatl —nos confirma—. Pero hay partes que no logro entender; pero sé quién nos puede ayudar.
Mic toma lo que parece ser una radio y llama a una persona. Rápidamente, una chica con la máscara más bonita entra. Esta lucía flores y plumas decoradas en las esquinas, junto con un hermoso Quetzal tan detallado que parecía cobrar vida. No me pidan que les explique cómo lo logran o si pueden ver, pero si les puede decir que cualquier cosa que se imaginen no se acerca ni un poco a lo bella que era.
—Xochi, tradúceles esto —pide Mic y la chica toma el papel para leerlo con detenimiento.
—Parece estar desordenado —comenta la chica—. Comparando ambas notas, es como si se intercalaran. Hay párrafos que riman más que otros del otro papel. Si me dan unas horas, puedo tratar de traducirlo y acomodarlo justo como me parece correcto.
No me sentía cómodo ante la idea de perder ambos papeles, pues, al final de cuentas, no conocía a estas personas; podían ser enemigos de su propio bando. El hecho de no verle las caras parecía influir en mis decisiones. Mi hermana, por otro lado, aún se sentía incómoda. Miraba hacia la salida de la tienda justo donde estaban los guardias.
—Se ve que no confías en mí, Carter —menciona Mic. —Está bien, un buen líder protege a los suyos.
Mic mete la mano en su bolso y saca un hermoso espejo pequeño, el cual no tardó en entregármelo cuidadosamente. Sus bordados eran tan detallados que siempre se podía descubrir un nuevo secreto. Lo que más llamaba la atención era que, a pesar de su color negro obsidiana, aún así podía ver mi reflejo.
—Un espejo de Tezcatlipoca, hecho de obsidiana del Mictlan.
—¿Mictlan? —pregunta mi hermana.
—El inframundo azteca —explica Mic—. Te prohíbe decir una mentira. Pruébalo.
Mi reflejo borroso parece sonreír. Pienso en una mentira qué decir.
Me gustan los muffins de mi hermana.
—No me gustan los muffins que hace Sadie; no tienen sabor —comenta mi reflejo como si fuera yo. Del susto, se me cae de las manos, pero Mic lo agarra en el aire—. ¿Cómo?
—Tezcatlipoca, dios de las sombras y la justicia, te prohíbe mentir en frente de él. —Mic coloca el espejo enfrente de él—. Si hacemos un juramento frente al espejo y alguno lo incumple, quedará encerrado en él.
—¿Un juramento? —No sé en qué me estoy metiendo. Esto podría ser una prueba de lealtad o una trampa. Sé que el espejo no deja mentir, pero eso no evita que Mic tenga algo planeado. La máscara no me deja ver sus expresiones, así que no lo puedo leer—. ¿Qué quieres de mí? Dudo que seas de las personas que otorgan ayuda sin nada a cambio. Al final de cuentas, vinieron aquí por los artefactos de ese chico.
—Muy astuto —comenta Mic—. Quiero ayudarte hoy para que ayudes a los míos mañana. Quiero formar una alianza total entre magos egipcios y guerreros aztecas.
—¿Solo con nosotros? —pregunta Sadie.
Mic asiente.
—Verán, los romanos no son de nuestro agrado por sus conexiones con el catolicismo. Ahí se van los griegos incluidos y los nórdicos ni se preocupan de ellos mismos. En otras palabras, los europeos viven en una burbuja. —Mic se quita la máscara, su cabello negro y largo cae en cascada. Sus ojos punzantes y negros como un abismo me consumen—. Existe una alianza entre todas las mitologías americanas y esperamos incluirlos a ustedes y a otras mitologías asiáticas.
Una alianza de mitologías internacionales; con eso evitaríamos problemas como el que tuvieron los incas con los chinos. ¿Pero no es justo la combinación de mitologías lo que causó este desastre?
—Nuestra conexión sería meramente política en casos como este en el que se requiera que todos estemos conectados para evitar desastres como este. —¿Acaso me leyó la mente?—. Ustedes, los egipcios, conocen las atrocidades que ellos provocaron con sus ideas de expansión. Alabaster y Setne solo son la punta del iceberg de siglos de mezclas que no se debieron de haber dado.
—¿Con ellos te refieres a las mitologías europeas? —Mic asiente ante mi pregunta.
Mic sabía lo que hacía. Yo necesitaba sus conocimientos y él necesitaba asegurarse una paz para su gente. Tal vez algún otro día hubiera hecho más preguntas, pero estaba harto de no llegar a ningún lado. ¡Necesitamos esa profecía!
—¡Está bien! —acepto. Mi hermana reniega, queriendo más explicaciones, pero no hay tiempo. Mic me entrega su mano con el espejo negro y juntos lo tomamos. De este, empezó a salir un humo negro como si acabáramos de encender una parrilla—. Yo, Carter Kane, juro que si me das la profecía completa, los magos se volverán aliados de los guerreros aztecas.
—Yo, Mic, juro darte la profecía completa.
Ambos soltamos el espejo y este desaparece en una nube negra. Xochi se va con los papeles para empezar a trabajar. Al cabo de una hora, vuelve con el mensaje completamente descifrado:.
El día que el cielo cayó, el mundo pereció.
Pero ante él, la luz de la esperanza brilló
y en cinco se partió.
Buscar a los cincos para la humanidad
Y una antorcha contra la oscuridad.
El tiempo ya acabó y la vida murió
Al son de la sombra, un ángel descenderá,
y a los confines del universo nos guiará.
Junto a un futuro sin esperanza,
el hijo cumplirá una venganza.
El heredero debe ascender
donde un príncipe sin corona ha de perecer.
Rey contra Rey, el restaurador debe caer
Ondas de colores cubren tu ser
Allá donde las almas vuelven a nacer
Tomar una decisión es tu deber
Para un futuro tener.
Mi hermana y yo lo leemos, pero no comprendemos mucho de su contenido. Mic nos explica que, para los aztecas, las profecías son más como imágenes que poemas, así que tampoco está seguro de su interpretación; tendríamos que preguntarle a un experto en estos temas y, por suerte, contamos con el dios de las profecías en el grupo.
Chapter 38: Antes del show -Magnus
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Percy llevándose el capítulo más emocionante para dejar a los otros mal parados. Disculpen que Carter y yo tengamos que dar explicaciones, pero es que si no, quedarían muchos huecos argumentales. (No, Percy, no te perdonamos).
A mitad de la noche, mientras todos dormían, desperté en mi saco de dormir para encontrar a Hearth observando la noche oscura y árida por la ventana, así que me acerqué silenciosamente para no despertar a los demás. Tomo a Hearth del hombro y este me vuelve a ver. Su piel siempre había sido pálida, pero ahora es enfermiza. Tiene sentido, ya que el sol de la tierra normalmente no le da la cantidad de energía que necesitan los elfos, y ahora con este tapado debe estar recibiendo mucha menos.
«¿Cómo te sientes?», le pregunto en lenguaje de señas; en momentos así, venía de mucha ayuda. «Te veo muy pálido».
«Estoy bien. Los aztecas me dieron una lámpara de radiación solar, pero ahora se está cargando», me responde y saca mi pañuelo amarillo de su chaqueta. El que me regalo mi padre, Frey. «Te lo devuelvo»
Yo le había prestado el pañuelo a Hearth y Blitz para que fueran a darse un paseo, justo iban a ver las estrellas en mitad del mar. Últimamente mis amigos se estaban portando muy raro entre ellos, así que Alex me sugirió que los dejara solos por un rato, por lo que le entregué el pañuelo a Hearth y le dije que disfrutaran.
«Me encontré con Blitz en Nueva York; parecía un zombie».
Hearth mira afuera tratando de encontrar la luna, pero ni siquiera ella podía brillar en esta oscuridad.
«Estábamos en el bote cuando las estrellas fugaces aparecieron y una cayó. Literalmente, cayó y voló al lado nuestro. Cuando eso pasó, del mar salió un monstruo gigante; era mucho más grande que cualquier cosa que haya visto. En su lomo, había un chico vestido como un mago de una feria medieval. Tenía hasta un báculo».
«¡Alabaster! Ese es el que lo jodió todo».
«Pues ese chico nos notó en el barco. Blitz le hizo frente, pero el chico le lanzó un hechizo. Convirtió a Blitz en una carta y se la llevó. Yo me escondí; sabía que no le podía hacer fuerte. Entonces, provocó una rafaga de viento que hizo volar el barco. El hermano de Mic me encontró y me salvó».
Blitz fue convertido en una carta, y ahora era un zombie de Albaster buscandonos. Hearth se desplomó en mis brazos llorando. No sabía cómo estaban los demás, pero al menos lo tenía a él conmigo. El elfo se limpió las lágrimas; no había tiempo para llorar. Debemos salvar al mundo de las atrocidades de Alabaster.
«Ve a dormir», le digo.
Arropo a Hearth en su saco de dormir y este queda rápidamente dormido. Yo no lo logré, así que me quedé sentado en el sillón. Un sonido extraño viene del garaje, como unos gemidos de dolor. Me levanto para investigar en los pasillos de esta gran casa. Justo en el sótano estaba la chica Piper con Leo Valdez; parecían discutir en voz baja.
—Esto es inhumano, Leo —le critica Piper.
—Es la única forma de que suelte información. Ya intentamos por las buenas, ahora por las malas —le dice Leo—. Además, Paynal me dijo que en mi sangre recorre la de antiguos guerreros aztecas. Confía en mí.
—¿Estás haciendo esto por que un pájaro te lo dijo? —lo cuestiona otra vez Piper.
—Escucharlos a ustedes dos son suficiente tortura —dice una voz masculina que no logro ver—. ¡Además, qué clase de inútiles ni siquiera cuestionan a su rehén! Llevo horas aquí y solo se quedan ahí, sin hacer nada. ¡ESTOY HARTO!
El grito del rehén me asusta, provocando que la puerta del garaje se abra y yo caiga ante los pies de Leo. El suelo estaba cubierto de aceite para máquinas y otros fluidos que no quiero pensar qué eran. Debo admitir que ya había perdido mi toque de dormir donde sea: el hotel me había hecho débil.
—¿El primo de Annabeth? —pregunta Piper y me ayuda a levantarme—. ¿Nos estabas espiando?
—No podía dormir.
En el garaje había muchas piezas de máquinas por todas partes. El lugar estaba cubierto de un olor al mismo aceite que ahora cubre mi brazo. Donde fuera que pisaras, había un tornillo o una tuerca. Sin embargo, lo más sorprendente de la habitación era el chico que tenía amarrado a una silla.
—Te presento a nuestro rehén, Cris —comenta Piper—. Quiero interrogarlo, pero al parecer un fuerte hechizo evita que me hable de los secretos de Alabaster sin morir.
—¡Vamos, Piper! —rogó el rehén con voz distante—. ¿Cuál es el miedo? Hazme hablar, pero mis amigos sabrán mi ubicación en el momento de que la maldición se cumpla.
—Leo sugiere que lo matemos y que Mic reviva su cadáver —me explica la hija de Afrodita—. Pero no queremos matar a nadie y Mic dice que, muchas veces, estas maldiciones no se disuelven con la muerte.
Si lo hacemos hablar, moriría y revelará nuestra posición a Alabaster. Si lo matamos, nada nos garantiza que podamos revivirlo para sacarle información o, por lo que hacerle daño no nos dejará nada bueno. Si hubiera una forma de romper la maldición…
—¿Y si lo curo? —pregunto y los tres me vuelven a ver—. Una maldición es como estar enfermo. Puedo intentar romperla con mis poderes de sanación.
—Podríamos probar eso —comenta Leo.
Tomo la cabeza de nuestro rehén y este me miró preocupado. Encontré un vacio legal en su maldición y ahora deberá decirnos la verdad. Piper se prepara para usar su bruja-habla contra él. Sigo afectado por las drogas, pero sé que puedo curar a alguien. Mi luz empieza a cubrirlo con suavidad y, un olor a primavera llena el garaje. Los ojos de Cris se vuelven verdes y Piper no tarda en embrujarlo.
—Alabaster está usando a semidioses y dioses para recargar su energía. Pronto su máquina se fundirá con el Caos y el mundo renacerá —confiesa Cris en mitad de colores amarillo y verde—. Si quieres, le mando un saludo a tu prima.
—¡Magnus! —Escucho la voz de Annabeth saliendo de la boca de Cris. Mi espíritu se congela ante el sonido de su voz.
Leo y Piper logran sacarme del trance provocado por el rehén. Cris empieza a reírse de nosotros mientras el líquido verde sale de su boca. Este empieza a vomitar y ahogarse hasta que cae muerto en la silla. Yo le sigo al desmayarme en los brazos de mis aliados.
Chapter 39: Extra 7: La máquina
Notes:
Sorry por la demora, estaba fuera del país pero ya volvi.
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Entonces Hazel abrió los ojos y vio que se la llevaban por fin como a los demás. Ya no le daba el cuerpo; se había consumido por completo. La llevaban entre dos arrastrando sus piernas por el suelo. Finalmente, la tiraron en una celda muy extraña, pero era tanto el cansancio que simplemente durmió.
Nadie sabe cuánto tiempo pasó cuando se encontró con unos ojos grises observándola. Un chico de unos 14 años se veía muy preocupado por ella. Le acercó su mano que tenía un poco de agua en la palma y, al tomarla, se sintió como un trago rejuvenecedor. ¿De dónde se había sacado el agua? ¿Por qué era tan refrescante?
—No se preocupe, Hazel —le dice el chico—. Yo no dejaré que le hagan más daño.
—¿Quién?
—Mi nombre es Equus. Usted no me conoce pero yo a usted sí. Estamos en una prisión de plasma, por lo que no podemos usar nuestros poderes en contra de ella. —El chico colocó una capa negra que tenía debajo de la cabeza de Hazel para que se acostara—. Si usted está aquí, la máquina debe estar cargada.
Si tan solo Hazel pudiera hacerle todas sus preguntas a Equus. ¿Qué era esa máquina que consumió sus poderes? ¿Por qué solo ella parecía ser apta? ¿Por qué él estaba aquí?
—Tome más agua. —Equus le acercó su mano otra vez llena de agua—. Debe estarse preguntando de dónde saco el agua. Bueno, yo soy parte del agua y la razón por la que a usted le gusta mucho es porque es especial; proviene del inframundo.
El chico dejó a Hazel descansar, aunque las dudas la consumieran. La semidiosa durmió sin soñar, mientras que Equus la tomaba de la mano, para hacerle saber que él la protegía. Después de unas horas, la hija de Plutón despertó. Lo primero que vio fue a Equus tratando de quebrar la cárcel. El plasma es un gas ionizado, pero de alguna forma, Alabaster consiguió solidificarlo. Tal vez con algún material de otro planeta.
—El plasma es la cuarta forma de la materia, y la única que no deja que la magia fluya a través de ella —explica Equus a una Hazel recién despierta—. Normalmente se encuentra en las estrellas. Si logro obtener un espacio entre todo este gas, podríamos viajar en las sombras para salir.
—¿Cómo sabes eso?
—No te puedo decir; no quiero más desastres. —Equus seguía golpeando la cárcel al punto que su mano estaba cubierta de sangre—. Solo necesito un espacio pequeño.
Hazel lo detuvo, sus ojos dorados parecieron calmar a Equus.
—Lo lamento, pero es que ya no queda tiempo —dijo él—. Debo encontrar a mi papá antes de que logren su cometido.
Hazel vio lo que había destruido Equus y notó que el plasma se estaba metiendo dentro de vidrio poroso. No entendía mucho, solo que Equus tenía poderes de agua y del inframundo, y que estaba desesperado por salir. Ella vio sus manos que parecían traslúcidas porque ya no le quedaba mucho poder. Aún así, sintió que la tierra estaba cerca. ¿Acaso era posible?
—Dame tu mano. —Recordó cómo pudo ayudar a su hermano a viajar por las sombras; tal vez Equus la podía ayudar a ella—. Préstame tu poder.
Hazel sintió las joyas que estaban debajo de ellos. Si tan solo las pudiera llamar, destruirían la cárcel de plasma, o al menos eso creía ella.
Vengan… , invocó ella.
La tierra empezó a temblar y justo una pequeña piedra preciosa atravesó la cárcel. Los dos se vieron y supieron lo que debían hacer; juntos conjuraron todas las joyas que habían alrededor. Terminaban golpeados por las mismas, pero eso era mejor que quedarse ahí.
—¿Lista? —gritó Equus y juntos viajaron por las sombras con el poder de él.
Cayeron en una sala muy bien decorada; tal vez, una sala del trono. Hazel sintió que la arrastraban, pero no podía resistirse ya que estaba muy débil.
—¡Hazel! —Ella, la arpía, le dio un cabezazo. Junto a ella, estaba un chico rubio de ojos azules que utilizaba una corona de ámbar.
—Vengan conmigo —dijo el aparente príncipe.
Chapter 40: Yo pasé con diez Profecías -Lester
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En el auto, me tocó en medio de los Kane y creo que debo disculparme con mi madre por las peleas que tuvimos Artemisa y yo. Sadie y Carter no paraban de discutir sobre un papel que les habían dado los aztecas, el cual contenía una profecía. Ellos pidieron mi opinión como dios de las profecías.
—Después de leerla, les puedo asegurar que quien la escribió con costos sabía rimar —les comento—. Es que le falta musicalidad, apenas rima y, cuando lo logra, es muy pobre.
—Hablamos de su contenido —me regaña Sadie—. ¡No de si está bonita!
—Hay un pequeño problema: Si no la escribo yo, no tengo idea de qué significa.
—Léanla en voz alta —dijo Percy desde el volante.
Desde que salimos, Percy se siente distante. Su mirada se queda fijamente en la carretera, listo para sacar su espada y destruir a quien se le cruce. Daba un poco de miedo; bueno, siempre ha dado miedo, pero hoy está como una cabra loca.
—El primer parrafo dice: El día que el cielo cayó, el mundo pereció; pero ante él, la luz de la esperanza brilló y en cinco se partió —nos lee Sadie.
—¿Se estará refiriendo al día del terremoto o al día que ese héroe disque venció a Caos? —pregunta Carter.
—Podrían ser los dos. —les digo—. Verán, algo muy divertido en las profecías es que a veces se refieren a muchas cosas a la vez.
Los hermanos Kane se me quedan viendo con desprecio. Culpo el hecho de que son egipcios y que les gustan más las imágenes sin sentido en lugar de la prosa profética. No todos entendemos el arte de recitar, por eso es arte.
—¿Se acuerdan de esa película Chicken Little ? —pregunta Carter—. Donde gritaban el cielo se cae. ¿No será que las estrellas son como algo así? El cielo está cayendo, pero en verdad es la perspectiva de que las estrellas están bajando.
—Digamos que el primer párrafo es sobre nosotros, pero el que sigue dice «buscar a los cinco» y «una antorcha contra la oscuridad». ¿Llevamos antorchas? —Sadie tenía un buen punto. Las antorchas son importantes contra vampiros y otras criaturas de la noche—. Esperen, Excalibur dice que es una metáfora para algo que trae luz. Así le decía Arturo al santo grial, una antorcha que ilumina la oscuridad, ya que vence a los malos espíritus.
—Nunca entendí la obsesión con esa copa. Una vez que Ganamides pierde la copa y cae en manos de Jesús , ya todos dicen que la pueden conseguir —comento—. Cuando por fin nos admitió su error, Merlín ya había creado un montón de héroes a base de buscarla.
—¿Dices que el Santo Grial y el cáliz de los dioses son lo mismo? —pregunta Percy.
Antes de poder contestar, llegamos al lago de Eagle Creek, pero alguien ya nos estaba esperando ahí. A mitad del lago, una nave espacial se estaba hundiendo mientras un chico atestigua la escena. Carter parece reconocerlo y sale del auto.
—¡Ah! ¿Ya llegamos? —se despierta Magnus.
—¿Esa nave no es la del bando chino que luchó contra los incas? —le pregunta Sadie a Magnus, pero este sigue desorientado.
—Solo hay una forma de saberlo. —comenta Percy—. Magnus, trae tu barquito.
Carter se queda quieto a unos cuantos metros del chico. Llegamos junto a él y logro notar que, en efecto, es un chico asiatico y su cabeza está cubierta con sangre.
—¿Qué haces aquí? —le pregunta Carter.
—¡Aléjense! —este grita.
De la nave hundiéndose sale una silueta de forma alargada, que empieza a retorcerse para salir. Cuando los pequeños rayos solares tocaron su cuerpo, se reveló a un dragón asiatico. Su cuerpo era azul con bigotes dorados y rugió ante ser liberado. El chico sacó un bastón y se quitó su capa revelando una cola de mono.
—Yo lo detendré, pero no creo que dure mucho —dice el chico cola de mono antes de lanzarse contra el dragón. En su salto se termina de transformar en un mono con armadura.
—¿Ese quién es? —pregunta Magnus.
—No importa —dice Sadie—. ¡El barco, Magnus!
Magnus corre al lago donde coloca su pañuelo que, de inmediato, se transforma en un barco. Percy nos ayuda a montarnos para después guiar las aguas para que nos lleven más adentro.
—¿Cómo haremos que vuele? —preguntó.
Carter Kane empieza a dibujar en el suelo unos jeroglíficos que sinceramente no sé qué son. No soy egipcio. Tuve una novia de por allá, pero fue cuando los romanos los jodimos, así que no me pudo enseñar mucho.
—Avisen cuando estemos en lo más hondo —grita Carter.
—¡Ya!
Antes de que Carter logre activar la magia, el chico mono cae en el barco, adolorido. El dragón se da cuenta que estamos a punto de escapar.
— ¿A dónde creen que van? —Debo admitir que la voz de los dragones parece más un chillido de una gallina que lo que Hollywood nos ha hecho creer; pero eso no la hace menos atemorizante.—. Nadie puede salir del planeta tierra sin el permiso de los cuatro guardianes celestiales.
—¡La humanidad está en peligro! —grito al dragón—.Yo, el dios Apolo, los acompañaré.
—Déjalo. Los dioses chinos siempre han sido muy burocráticos. —El chico mono usa su bastón para levantarse o—. Solo sigan mi plan; yo los sacaré. Pero con una condición: Pídanle perdón a Kunturi de mi parte.
Una vez, escuché una leyenda sobre un mono que se volvió más fuerte que los dioses. Muchos me decían que un griego nunca sería capaz de escribir una historia tan épica como la de aquel mono travieso que solo Buda pudo detener. Ahora que lo veo en persona, creo que tenían razón.
Con su bastón contra el dragón, se creó una onda que elevó al barco con tan solo ese golpe. Carter pudo controlar una vez que estuvimos en el aire. Si no fuera por el Rey Mono, nunca hubiéramos logrado escapar de ese dragón.
El barco navegaba entre las corrientes de aire. Era como el Argo II pero sin asientos seguros y en vertical. Me sujeté de las barandas, al igual que los demás. Fue un viaje corto, pero muy intenso. Justo chocamos contra una de las islas flotantes, por lo que medio barco quedó incrustado en un templo. Bajo rodando hasta tierra firme y los demás me siguen, pero no son tan épicos como yo.
—¿Dónde estamos? —pregunta Sadie.
Le responden unos chillidos encima de nosotros y unos ojos rojos nos ven desde el techo. Una de las criaturas, la más grande, se lamió sus colmillos.
—Les doy la bienvenida, Cinco. —Su voz ronca y varonil me pone los pelos en punta—. Pero es de mala educación despertar a los demonios.
Chapter 41: Al son de la sombra, un ángel descenderá -Percy
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El demonio bajó del suelo junto a otros que habían estado dormidos en el techo hace unos instantes. Con un chasquido de las antorchas, se encendió un fuego azul. Debo admitir que me quedé hipnotizado de ver las llamas de un tono tan azul como el de las galletas de mi madre.
—¡Pongan atención! —Carter me da un pellizco y a su hermana, quien parece que se quedó viendo el cuerpo musculoso del demonio.
Vestido con una túnica negra, sus ojos dorados destellaban más que las mismas antorchas. Su piel parecía quemada, como si acabara de tener una reacción alérgica de una crema en todo su cuerpo. Batía unas alas blancas que han visto mejores días. A pesar de su terrible aspecto, había algo que te atraía a su lado.
—Disculpe… —Lester empieza, buscando no ofender al demonio—. Es que estamos practicando volar en botes, pero aún no somos expertos. Así que nos iremos lentamente y hagamos como que esto nunca pasó. ¡Vamos chicos!
Un puñado de demonios mucho más pequeños que el principal obstruyen nuestra salida. Algunos se llamen los labios, listos para devorarnos.
—Verán, es que llegaron a la hora exacta en que íbamos a bajar para buscar comida —dice el señor demonio—. Bueno, ellos. Desde que Alabaster nos encerró aquí, mis compañeros no han podido comer.
—¿Y qué comen? —pregunta Sadie.
—Almas pecadoras, pero como verán, en la tierra es difícil juzgar si un alma es pecadora o no si está viva —nos explica.
—Señor demonio, ¿entonces qué van a hacer ahí abajo? —pregunta Carter.
Los demonios pequeños se ríen.
—Mejor no te lo cuento, Carter Kane. —El demonio se acerca a nosotros para observar detalladamente nuestras facciones—. Pueden llamarme Azazel.
Jamás en mi vida pensé necesitar información sobre demonología; me parece haber escuchado ese nombre antes en alguna película o serie. Veo a mi alrededor para ver si uno de mis compañeros me dice cómo debería reaccionar ante esta información, pero todos parecían igual de confundidos que yo. Azazel gruñe ante nuestras caras.
—El ángel caído… —nos dice—. El que les enseñó a las mujeres brujería… Mis guardianes y yo tuvimos a los nefilim.
—¡Oh, no! —exclamó Sadie, la miramos para que nos dé explicaciones—. Según la mitología, ciertos ángeles fueron desterrados de los cielos; como venganza, tuvieron hijos con mujeres mortales. Esta nueva especie era tan peligrosa que Dios tuvo que mandar el diluvio para matarlos a todos. ¿Nunca vieron Supernatural ?
—Cuando el Señor mató a mis hijos, fui al infierno para traerlos de vuelta para descubrir que era una trampa. Nos quedamos encerrados ahí, cumpliendo las órdenes de Lucifer —Azazel nos explica dramatizando todo lo ocurrido y los demonios pequeños hasta lloraban con la historia—. Poco a poco nos hemos transformado en monstruos, pero para mí, este cambio ha sido eterno. Como si él quisiera que recordara mis momentos de ángel.
—Bueno, señor Azazel —comienzo—. Nosotros tenemos que llegar con Alabaster; verá, somos viejos amigos.
Azazel se acerca a examinar mi cara. Su aliento me recuerda al Tártaro. Una combinación de azufre, sudor, sangre y mucha depresión. En cierta forma, me da pena el tipo. No sé cómo será el infierno, pero parece que nunca ha salido de ahí. Al menos los monstruos griegos pueden salir del Tártaro cada cierto tiempo.
—Percy Jackson, te están esperando. —¿Cómo sabía mi nombre?—. Él me dijo que te dejara pasar, pero que me podía quedar con ellos. ¿Tú qué piensas?
¿Qué pienso? Pues que nos deje ir a todos. Aun así, parece que quiere algo. Quiere libertad; Alabaster supuestamente se la dio. Pero ellos siguen aquí, atrapados al igual que cuando estaban en el infierno. Las alas de Azazel seguían siendo alas de ángel mientras que los demás demonios tienen alas de murciélago.
—¿Tus alas funcionan? —le pregunto.
Su expresión se volvió sombría y sus ojos ya no eran tan monstruosos. Sus alas estaban lastimadas y, por eso, ya no podía volar.
—Pero entonces, ¿cómo te cuelgas del techo?—preguntó Lester.
Azazel dio un fuerte brinco, perfecto para ganar las olimpiadas, y quedó en el techo, colgado como si nada. Obviamente tenía súper fuerza, pero eso no era lo mismo que poder volar.
—Nos destruyeron las alas cuando fuimos desterrados —nos explica—. Mis guardianes pudieron desarrollar esas pequeñas alas de murciélago, pero las mías nunca se transformaron. Además, no hay sanadores en el infierno.
—Chicos, unas palabras. —Sadie nos reúne y nos cubre con un hechizo. Veo que pequeñas partículas de magia nos rodean—. ¿Por qué estamos en sesión de llanto con el ángel caído?
—¿Qué es esto? —pregunta Magnus—. ¿Por qué te escucho si no mueves la boca?
—Es un hechizo para hablar en modo magia, así no nos escuchan —responde ella—. Luego te explico, pero qué es lo que estás planeando, Percy.
—Quiero hacerle jurar que, si curamos sus alas, los deje ir también. —Miró a Magnus buscando aprobación, ya que él es el que cura—. Sé que es arriesgado, pero es lo que hay.
—¿Y soltar un demonio con alas como si nada en la tierra? —me cuestiona Carter.
—Le haremos jurar a él y sus guardianes que no ataquen a nadie.
—¿Crees que cuando curemos a uno, todos los demás nos van a dejar en paz? —me dice Sadie—. ¡Son demonios del infierno!
—Además, sus alas son muy grandes como para curarlas yo solo —se queja Magnus—. Sigo cansado, chicos; ayer no dormí mucho.
—Yo te puedo ayudar —dice Lester—. Es extraño, pero a veces mis poderes se desbloquean. Tal vez, si unimos fuerzas, logremos activarlos y curarle las alas.
—¡Oigan no tenemos todo el día! —nos llama Azazel—. Dime, Percy, ¿qué vas a hacer?
—Quiero hacer un trato contigo.
Los demonios pequeños se quedaron quietos ante la palabra «trato». Azazel bajó del techo con una sonrisa de oreja a oreja.
—Mis amigos pueden curar tus alas —propongo—. Si lo hacen, tú y tus guardianes no nos perseguirán y no se comerán a ningún ser humano.
—Puedes hacer un trato conmigo, pero no con ellos —me advierte Azazel—. Si consiguen curar mis alas para que vuelva a volar, haré lo que me pidas. Pero a ellos, yo no los controlo. Me siguen porque confían en mí; pero aun así, si quieren matarlos, lo harán. Dudo que tenga algo que ofrecerles a todos.
Veo a mis amigos, y ninguno parece tener alguna idea de qué hacer.
—Hagamos algo —continúa Azazel—. Puedo pedirles que se contengan lo suficiente para no atacarlos a ustedes para que continúen el recorrido por las mazmorras, pero no puedo prometerte que me harán caso.
Azazel me extiende la mano en la que tiene formado un círculo en carne viva. Siento que si la toco, se me va a caer la mano. Respiro hondo y la tomo. La carne de mi palma empieza a arder. Es un dolor horrible al punto que estoy que me orino. Me suelto y veo el mismo círculo de Azazel en mí.
—Seré tu demonio, si me curan. Todo lo que me digas, lo cumpliré; siempre y cuando mis alas logren volar.
—Percy, ¿estás bien? —me pregunta Sadie
En cuestión de segundos, el dolor desapareció.
—Sí, procedan.
Magnus y Lester se colocan detrás de Azazel. Se dan la mano y colocan la otra en un ala. Ambos cierran los ojos y una luz cálida sale de sus manos. Una nube negra empieza a emerger de las alas, como si estuvieran limpiando la suciedad. La piel de Azazel también se estaba curando; dejó su tono rojizo y quemado por unobronce. Sus ojos seguían dando terror, eso sí.
Cuando terminaron, Magnus y Lester empezaron a respirar con dificultad. Azazel elevó sus enormes alas, ahora blancas y perfectas. Las movía sin creerlo y los demonios empezaron a llorar al ver a su capitán tan hermoso como aquellos días donde aún eran buenos.
—¡Lo lograron! —grita emocionado el ángel caído—. Gracias.
Jamás me habían dado un gracias tan sincero en mi vida. Tal vez Azazel recuperó un poco de su antiguo yo.
—La mayoría de estos templos guardan monstruos en lugar de las personas. Pero en ese —Azazel apuntó a la una pirámide maya que estaba al noroeste de nosotros—, está el templo del sol que se conecta con el fin del cosmos y el cual usan para transportar a las almas poderosas. Ahí se esconde Alabaster, Percy Jackson. Con tu hijo.
Chapter 42: Templo del Sol -Sadie
Notes:
Ahora los capítulos se subirán entre viernes y sábados por cambios en mi horario
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Una gran pirámide azteca era lo que había en la otra isla flotante. La gran diferencia entre las pirámides de América y de Egipto es que estas primeras tienen escalones en su estructura. No son lisas, pero eso no significa que se pueden escalar como si nada. Cada escalón es muy grueso, pero por lo menos tienen escaleras más pequeñas al frente para subir. Ahora, nuestro problema no es que no pudiéramos subir la pirámide, sino llegar hasta ella. Verán, caímos en una isla que no estaba conectada con ninguna otra.
—¿Y cómo llegamos hasta allá? —les pregunto a los chicos.
—Impulsando el barco —dice Magnus y camina hacia este—. Haré que se convierta en pañuelo y lo abriré en este espacio al aire libre.
Magnus toca la parte del barco que quedó incrustada en la cueva y este toma la forma de un pañuelo; pero no cae en las manos de Magnus, sino que se va volando hasta el precipicio. Los cinco nos quedamos observando cómo este bajaba sin poder recuperarlo, hasta que un ave pasó y se lo llevó para hacer un nido.
—Era la única cosa que mi padre me dio en la vida —dice Magnus en una voz quebrada, a punto de llorar.
—¿Y si usamos magia? —pregunta Percy.
—Sadie y yo nos podemos convertir en pájaros, pero no podríamos llevarlos a ustedes tres —explica mi hermano.
—Si tan solo Frank estuviera aquí —comenta Percy—. Se podría convertir en un águila gigante y llevar hasta cinco personas en su lomo.
Azazel estaba detrás de nosotros enseñando sus nuevas alas a los pequeños demonios. Se notaba que causa envidia ante su ejército de minions. De cierta forma, sus alas gigantes me recordaban a las de un águila gigante. Tal vez…
—¿Y si Azazel se los lleva a ustedes tres? —Los tres chicos lo vuelven a ver—. Dijo que está bajo las órdenes de Percy y es lo más cercano a un águila gigante que tenemos aquí.
—Además, la profecía decía algo así, ¿no? —agrega mi hermano—. «Al son de la sombra, un ángel descenderá y a los confines del universo nos guiará».
—¡Eso no significa que nos lleve volando! —grita Lester.
—¡Azazel! —lo llama Percy—. ¿Crees que podrías llevarnos a Lester, Magnus y yo al templo del sol?
El ángel caído de dos metros agarró a Magnus de la camisa, fijándose en su peso. Lo alzó como si nada y después hizo lo mismo con Lester y Percy.
—Podría llevar a los flacuchos en los brazos, pero a ti en la espalda, Percy —confirma el ángel.
—Haremos eso. —Percy saltó a la espalda del ángel mientras este tomaba a Lester y Magnus de sus fuertes brazos—. Al templo del sol.
—¡Yo no apoyé esto! —se quejó Lester.
Mi hermano y yo nos transformamos en halcón y milano. Metí a Excalibur en el Duat aunque no le parecía mucha la idea. Debo admitir que sigo odiando ser un pájaro. Desde la primera vez que me quedé atrapada por horas en ese diminuto cuerpo, no he querido continuar practicando a menos que sea necesario.
Volar entre escombros y ráfagas de aire requería mucha fuerza. Hasta el propio Azazel estaba teniendo problemas con el peso. Por un instante nos pareció que este se iba a caer con los tres chicos.
—¡Estoy bien! —dice Azazel—. Esto no es nada comparado con el ejército celestial.
Llegamos hasta la isla con mucho esfuerzo. Por suerte, pude transformarme de vuelta a mi cuerpo sin mucho esfuerzo. Mi hermano apareció a la par mía como si nada mientras que Lester y Magnus cayeron al suelo y Percy se bajó de la espalda de Azazel como si nada.
—No estuvo tan mal —comenta Percy—. Seguro lo disfrutaste, Apolo.
—En otra vida, hubiera disfrutado esto —dice Lester sacudiéndose la tierra de la ropa—. Pero en esta, no.
Ante nosotros, la gran pirámide del sol se alzaba. Es muchísimo más grande de lo que pensaba, aunque por ningún lado parecía haber una entrada. Solo habían escaleras infinitas hasta la cúspide.
—¿Tendremos que subir hasta ? —pregunta Magnus—. ¿No es mejor volar?
De pronto, la tierra empezó a temblar. Me sostengo de mi hermano, pero es tan fuerte que no podemos mantenernos de pie. En la parte baja de la pirámide se crea una puerta de la que sale una mujer. Tiene una piel azulada con un largo cabello lacio decorado en plata. Lo más sorprendente eran las marcas de su cuerpo, pues la mujer tenía cosidas varias partes de su cuerpo como Frankenstein,. En su cabeza, una tiara con forma de luna reflejaba la poca luz que quedaba.
—Vaya, vaya —dice la mujer con un acento muy marcado que no logro identificar—. Llegan tarde.
— Su majestad, noto una fuerte presencia de caos en esa mujer —me comunica Excalibur—. Tenga la guardia alta.
—¿Quién eres? —le pregunto.
—Coyolxauhqui, diosa mexicana de la luna —dice la mujer con una sonrisa—. Alabaster, cosió todas mis partes de vuelta. Me dijo que podría ir a acabar con el ejército de mi hermano apenas los mandara a ustedes al fin del cosmos con él.
—¿El ejército de Huitzilopochtli? —pregunta mi hermano—. ¿Su hermano es Huitzilopochtli, el dios del sol?
—Es una larga historia, pero ahora ustedes se tienen que ir.
Con un chasquido de sus dedos, una luz de muchos colores cayó sobre la cúspide del templo. No parece afectar a la pirámide, más bien parece que es nuestra salida.
—El arcoiris de Heimdall —dice Magnus.
—Tiene muchos nombres —nos explica Coyolxauhqui—. Para los europeos, el arcoiris es esperanza; pero para mi gente significa el fin. Siempre supieron que las ondas de colores significan el fin del mundo. Apenas entren por ahí, nada indica que vuelvan, o que la humanidad siga con vida cuando lo hagan.
—¿De qué hablas? —pregunta Carter.
—Esta onda de colores los llevará al fin del cosmos, el lugar donde el universo acaba de expandirse. Ahí es donde nacen nuevas estrellas que en millones de años permitirán la vida en ellas. Trayendo nuevas civilizaciones al Cosmos. —Coyolxauhqui empieza a caminar adentro del templo—. Síganme.
Los cinco entramos al templo. Azazel se despide de nosotros y vuelve a su isla. Percy es el último en entrar y noto que en sus manos lleva u n walkie talkie , pero lo esconde otra vez.
—Viajar en el espacio no les afectará a ustedes. Serán solo unos minutos, pero para la tierra correrán los años —dice la diosa.
¡¿Años?! Me parece que una vez mi hermano me explicó eso en una película. Si pudiéramos viajar a la velocidad de la luz, los viajeros no se verían afectados; sin embargo, para aquellos que no, el tiempo pasaría con normalidad. Puede que volvamos y ni siquiera haya sistema solar.
—Pero Alabaster ha vuelto como si nada a la tierra —dice Lester.
—Es gracias al poder del caos que él puede viajar como si nada por el espacio. —Coyolxauhqui nos guía al centro de la pirámide y veo que la onda de colores cae sobre el suelo—. Si acaban con Alabaster y Caos, deberán volver por las leyes del Cosmos.
—Si no vamos, el mundo se acaba y, si vamos, no habrá nada a qué volver —explica Carter—. ¡Pero los demás vivirán!
—«Tomar una decisión es tu deber…» —Percy recita la poesía—. «Para un futuro tener».
Los cinco nos miramos entre todos, para al final asistir al mismo tiempo y así, los cinco entramos por las ondas de colores hasta el fin del cosmos, para salvar a los seres vivos en nuestro planeta.
Chapter 43: Extra 8: 18 de agosto
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—Ere, levántate. —Me levanta mi padrino a mitad de la madrugada—. Tenemos que ir a ver a Percy.
Cada 18 de Agosto era igual. Nos levantabamos a las 3 de la mañana cuando aún estaba la luna en el cielo. Caminamos hasta el cementerio hasta la tumba de mi padre. Mi padrino le ofrecería una cajita feliz de McDonalds, pero yo me quedaba el juguete. Este se quedaba viendo en las penumbras, esperando que algo apareciera, pero nunca ocurría.
—¿Cómo era él? —Una vez le pregunté; tenía como seis años—. ¿Le querías?
—Era un tonto —dice entre risas—. Digo, era un héroe. En todo el sentido de las palabras. Aunque le molestaban las preguntas, eso sí. Tampoco captaba indirectas, por más directas que fuera. Eso sí, te quería mucho.
Había días en que mi padrino se ponía a hablar horas de mi padre, sus aventuras juntos, el día que se conocieron, la batalla de Manhattan, la guerra contra los gigantes. Cuando el sol se empezó a poner, recogíamos las cosas y volvíamos a casa. Después del cementerio, no me dejaban salir. Años después, descubriría que era porque mi madre y mis hermanos hacían un festival en honor a mi padre. Pero eso no me lastimaba, ya que yo tenía mi momento en privado con él y su más fiel compañero de aventuras.
Un 18 de agosto también fue el día en que conocí a mi hermano mayor sin querer. Con 10 años, ya era capaz de razonar que yo no vivía como un niño normal y que habían muchas cosas ocultas para mí. Entrando al cementerio, nos encontramos con un muchacho ya ahí.
—¿Quién es? —le pregunté a Nico.
—Vámonos, Ere.
—Llegan tarde —nos dice el chico, tenía cabello rubio y ojos verdes—. ¿No se iban a ir sin dejarle a mi padre su ofrenda?
—¿Quién eres? —le pregunto.
El chico se acerca a mí y me acaricia la cabeza. Su sonrisa es tierna y llamativa, a pesar de estar en un cementerio en la madrugada, el lugar parecía cálido con él.
—Perdóname, hermanito —me dice—. Yo soy Egeo Jackson, tu hermano mayor.
—Egeo, no hagas esto. —Mi padrino me sostiene para que no me mueva viendo fijamente a mi hermano—. Él no merece sufrir más.
—Ya tengo 16 años, logré ser el Praetor del Campamento Júpiter —dice mi hermano firme—. Todo para ser digno de que nuestra familia vuelva a estar junta.
Costó, pero mi padrino al final me dejó unas horas con mi hermano mientras este hacía el ritual de las ofrendas a mi padre. Mi hermano me entregó un collar de cuentas de colores.
—Era de nuestro padre, me lo dio antes de morir —me dice Egeo—. Quiero que lo tengas ahora.
—¿Cómo era él?
—Muy juguetón… —Egeo mira al cielo donde la Luna se está ocultando en el horizonte—. Siempre lograba sacarle una sonrisa a todo el mundo, pero también daba mucho temor cuando se enojaba. Contigo era muy especial, ya que decía que ibas a ser igual que él. Nuestras hermanas y yo somos más como nuestra madre, pero tú eres su copia.
—¿Qué le pasó? —le pregunté lo que siempre había temido.
—Papá se encargaba de ti a tiempo completo mientras mamá trabajaba. Verás, no fuiste muy planeado y ya nuestros padres estaban viejos, fuiste prematuro y estuviste mucho tiempo en el hospital.
Mi hermano me terminó contando que mi madre sufrió de depresión postparto y se puso a trabajar mucho, así que fue mi papá el único que se encargó de mí en el hospital. Mis hermanos fueron trasladados con mi abuela mientras esperaban que todo volviera a la normalidad. Mi padre odiaba los hospitales, empezó a decir que lo que su hijo necesitaba era el océano. Así que un día me secuestró, y fue hasta la playa más cercana en mitad de la noche.
—Verás, nuestro padre podía curarse con el agua, pero ninguno de nosotros heredó esa habilidad. Decía que tú si eras un hijo del mar y que lo estaban ahogando con sus máquinas de aire —me explicó mi hermano—. Solo sé que cuando los encontraron, padre estaba en la playa con una canasta a la par donde estabas tú, completamente sano, pero papá no se movía.
Después de unas horas el sol empezó a salir y recogimos todo para irnos.
—Ere, antes de irme —me dijo Egeo—... No es tu culpa. Estoy seguro que papá lo hubiera hecho, aunque supiera las consecuencias. ¡Te prometo que volveremos a formar una familia!
Chapter 44: Busco un príncipe bonito para ponerlo a dormir -Magnus
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Estoy columpiándome, eso es lo único que sé. No sé cómo llegué aquí o quién soy; solo que me parece divertido balancearme. Tengo que hacer algo, una misión, pero ya no recuerdo. Mis pies están tocando agua; es fría, aunque me está curando. Ojalá pudiera quedarme aquí.
—¡Magus!
La figura de una chica se refleja en el agua, me está llamando Magus. Eso suena como algo más. La voz se va apagando y poco a poco ya no hay nadie en el agua. Siento una cálida mano tocar mi mejilla; una persona de piel morena con cabello verde me sonríe.
—¿Por qué no vienes con nosotros, Magnus? —me dice—. Aquí estaremos juntos para siempre, sin hambre ni dolor.
Personas que me parecen conocidas están a mi alrededor; tengo ganas de quedarme con ellos. Un pensamiento intrusivo me dice que no puedo. Es una trampa. ¿Pero, por qué lo es? Aquella chica me llamo Magus; eso me da una sensación de molestia. ¿Por qué me irrita eso? Es que no es mi nombre. ¿Cuál es mi nombre, entonces?
—Mi nombre… —digo en voz alta—... es Magus, no. ¡Es MAGNUS!
Todos mis amigos desaparecen como el humo, y solo me quedo rodeado de oscuridad. Lo último que recuerdo fue entrar a la onda de colores con los demás. ¿A qué se refería esa ilusión de Alex con irme con ellos? Ellos están en Noruega, o acaso…
—No, es una ilusión —me digo—. Debo encontrarme con los demás.
—Excelente, Magus. Eres el primero en acabar con mi ilusión.
Una mujer aparece ante mí. En su cabeza tiene unos cuernos de vaca y, en el centro de estos, hay un disco que parece reflejar la luz del sol. Vestía como una diosa egipcia y ocupaba en su mano un centro cuya punta era un sol de ámbar.
—Soy Hathor, diosa egipcia del cielo, protectora del sol y el sistema solar. —Su voz era cálida y maternal—. Espero no haberte abrumado, pero tenía que probar que eras digno de cruzar la frontera.
—¿Frontera?
—La frontera de nuestro sistema solar, creada con el propósito de que la humanidad no se encuentre con ninguna otra forma de vida. Algunos logran cruzar, pero pocos lo han logrado con mi bendición. —La diosa saca de su cetro un sonajero y me lo da—. Como hijo del sol, eres el único de tus compañeros con la habilidad de destruir cualquier objeto creado para la familia solar.
—¿Yo? —El sonajero era de bronce con cuatro varillas horizontales en el medio—. ¿Qué hay de Apolo?
—Él no es hijo del Sol, es hijo del rayo —me explica Hathor—. Pon a dormir al príncipe y roba su corona.
Despierto en una oscuridad profunda y con el sonajero en mi mano. Estoy en el suelo de lo que parece una iglesia redonda. Arriba de mí, el techo es de cristales coloridos. El suelo parece ser de un material muy liso y translúcido. Estamos los cinco tirados en el suelo en círculo, pero los demás no se habían despertado.
—Chicos, despierten.
Toco a Carter en el hombro y este abrió esos ojos de golpe.
—¡Padre! —grita.
—Está bien, era una ilusión.
Al momento de tocar a los demás los logro despertar de su ilusión. Sadie nombró a su hermano, Lester llamó a su madre y Percy llamó a Annabeth. De cierta forma, me parece que nuestra ilusión tenía que ver con las personas que más amamos en esta vida.
Extraño a mis amigos y puede que no los vuelva a ver. Sé que al menos ellos tendrán una oportunidad de vivir, ser felices, un futuro. Me hubiera gustado ver a Sam casarse, al hotel prosperar, a mi prima convertirse en arquitecta y amar a Alex por toda la eternidad. Puede que yo sí regrese a la tierra y encuentre a Alex junto a los demás del Valhalla vivos, pero aún así, quién sabe cuando.
—Excalibur dice que hay que tener cuidado porque hay presencia de poder del caos por todo el lugar —nos dice Sadie—. Me pregunto cómo se llamará este lugar.
—Debemos salir y encontrar a Alabaster —comenta Lester—. Nos queda poco tiempo.
Justo cuando Lester se acerca a la puerta principal, esta se abre. Una luz incandescente no nos deja descifrar quiénes son las cuatro sombras que se aproximan a la sala. Percy saca a contracorriente para defender.
—¿Percy? —Poco a poco se revela a una chica afroamericana, un niño con ropas negras, un chico rubio que utiliza una corona de ámbar y una mujer pájaro.
—¡Hazel! ¡Equus! ¡Ella! —gritó Percy y va abrazarlos—. ¡Están bien!
Percy revisa al niño con intensidad y mucha preocupación.
—Estamos bien, el príncipe nos salvó —dice el niño.
—Percy Jackson… —suelta el príncipe—, el hermano de Tyson.
—¿Conoces a mi hermano? ¿Sabes dónde está?
—En las fraguas de este planeta, recogiendo el material sagrado del cosmos. —El príncipe nos enseña donde están las fraguas—. Siguiendo el río, hay una cueva donde están todos los cíclopes que secuestró Alalabster de la tierra.
Miren, yo soy lento. Ustedes seguro estarán gritando Magnus, ese es el príncipe que debes poner a dormir y seguro el de la profecía. Yo entiendo la emoción, pero el chico era súper guapo a pesar de tener una fuerte tristeza en su mirada. Sus movimientos eran muy elegantes y delicados. La corona en su cabeza era muchísimo más especial que cualquier accesorio que haya visto. Hasta podría decirles que se notaba que no era de esta tierra.
El príncipe nos ve a los cinco y sonríe con ternura hasta que observa el sonajero en mis manos.
—Te dieron el sonajero —me dice sin ninguna preocupación—. Eres tú el que me va a poner a dormir para la eternidad.
Se lo estaba tomando muy bien, demasiado. Sabía que iba a morir o, mejor dicho, dormir eternamente y aún así no me odiaba. Ya sabía que esto iba a pasar y lo estaba esperando.
—¿No te enoja? —le pregunto con simpleza.
—Cometí un error, deje que tocaran el lugar más sagrado del cosmos. —dice el príncipe—. Es obvio que ellas se enojaron y quieren recuperar la estabilidad. Verán, en este lugar se esconde donde es que nace y muere la vida. Justo donde Cosmos y Caos luchan por el poder. Alabaster quiere fortalecer a Caos asesinando a las almas de todas criaturas del Cosmos.
—Alabaster creó una máquina que succiona la energía cósmica de las personas y crea copias oscuras. —nos explica Hazel—. Su plan es lanzarlas en la tierra y que terminen de asesinar aquellos que aún tiene su alma hasta dejar que solo copias del caos existan. Así se convertirá en el rey del universo.
—Ustedes cinco son aquellos que nacieron con los pedazos del alma del primer héroe que cruzó el Cosmos y llegó hasta acá. Por generaciones, se han encontrado y devuelto el orden al universo, pero me temo que mi equivocación ha llegado a punto sin retorno —nos confiesa el príncipe. De pronto, este mira el techo que se está iluminando de colores—. ¡Aléjense!
Apenas nos alejamos de la onda de colores. Todos caímos del impulso hasta las paredes del santuario. Justo donde estaban los colores, apareció un gato blanco y peludo lamiéndose las patas.
—¿Jason?
Chapter 45: Extra 9: Un destello
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Nico se despertó en mitad de una gran oscuridad. Velas cubrían la enfermería, pero su luz era demasiado tenue. A su alrededor, las camas tenían a campistas con una luz que brillaba en sus pechos. Ellos no respiraban ni se movían; simplemente estaban ahí brillando.
Un chico abre la puerta de la enfermería con una luz azul; usaba ropa de la Grecia pre helénica. Sus ojos azules le recordaban a los de Jason, pero solo ahí estaba el parecido, ya que el cabello de este era negro y su piel era muy pálida como un fantasma.
—Te espero en la laguna —dijo la voz.
Nico vuelve a despertar, pero esta vez no está el muchacho, sino Will, quien está vendando su mano como siempre hace estresado.
—Will… —Will se levanta y corre a abrazar a su novio—. ¿Cuánto estuve dormido?
—Casi tres días o más. —Will abre la cortina de la única ventana de la enfermería y se ve una enferma oscuridad—. La verdad es que ya no podemos ver el sol y la electricidad dejó de funcionar. He perdido la noción del tiempo.
Nico trató de recordar qué había ocurrido después de que la cabaña 12 cayera en un coma y de que los cristales aparecieran en sus pechos. Algo lo poseyó, pero después solo recuerda oscuridad. Ahora estaba en la enfermería donde más campistas estaban igual. Seguro capturaron más dioses.
—Somos los únicos que quedan: la cabaña de Apolo y tú. —le informa Will—. Todos fueron cayendo uno a uno. Meg, Connor, Sherman…
—Debemos ir al lago —Nico le dice antes de levantarse de la cama y tomar su cazadora—. Un pajarito me dijo que nos están esperando.
—¿Estás loco?
Sin embargo, Nico sale de la enfermería para ver una gigante bola de piedra igualita en la luna; está se acerca y desciende en en microsegundos. Alrededor, todo está tan oscuro como en el Tártaro, por lo que es como si trajeran el inframundo a la tierra. Al menos el Hades está cubierto de fantasmas que caminan por todos lados; aquí no hay ni un alma.
—¡Vuelve adentro! —Will lo tomó de la manga, jalándole para que vuelva a entrar.
—¡Will! —Austin parece junto a Kayla, estos corren deseseprados para llegar hasta enfermeria, algo los viene persiguiendo.
Nico saca su espada de obsidiana para defender a sus amigos cuando logra ver quién era. Dionisio caminaba lentamente hacia ellos, sus ojos brillaban rojos como una luz de emergencia. Este levantó su mano, que tenía una marca muy extraña en su brazo.
— Caos vortex. —Dionisio invoca un poder que atraviesa a Austin y Kayla como si nada. De ellos salen los cristales que solo Nico puede ver; sus cuerpos se convierten en arena y desaparecen.
—¡Kayla! ¡Austin! —Nico se encuentra cara a cara con Dionisio. Su aspecto parece el que alguna vez tuvo antes de ser castigado, pero su sonrisa ya no era contagiosa como siempre. Ahora había algo macabro y oscuro en él—. ¿Señor D?
— ¡No te acerques a él!
De entre las nubes, un destello impacta sobre Dionisio, quien grita antes de que su cuerpo se destruyera, otra vez. Su cristal vuela al cielo nocturno junto a los de Austin y Kayla. Aún así, la luz blanca siguió brillando, alumbrando por fin a esa oscuridad que los rodeaba.
— Vengan conmigo ustedes dos…
Chapter 46: Los platos sucios de Quirón -Lester
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Jason el gato se fue hasta mis brazos como si fuera lo más normal haberse transportado por los confines del universo. Su pelaje está perfecto, justo como Ayla lo tenía.
—Esos ojos… —dice Equus—. Hasta ahora los veo bien.
—¿Qué pasa?
—No sé cómo explicarlo, pero ese verde solo se lo he visto a una persona. Al igual que el celeste. —Equus toca la cabeza de Jason quien ronronea—. Debo estar loco ya.
—La pregunta es, ¿cómo llegó aquí? —dice Sadie—. ¿Acaso eres un dios como Bast?
—Ayla dijo que se lo dieron, pero no me explicó quién o el porqué —les digo.
—Debemos irnos antes de que se den cuenta que se activaron dos veces las ondas —nos explica el príncipe—. Sígame; usaré la neblina para que los guardias no los vean.
Debo decir que el príncipe me recordaba a alguien. Su forma de caminar era muy elegante y, a pesar de las situación, no dejaba verse débil, aunque su rostro demostraba mucho conflicto interno. Sentía un gran poder emanando de él, algo hasta más misterioso que un dios. ¿Cómo terminó aquí? Un chico así mi padre lo dejaría vivir en el Olimpo sin pensarlo. Hasta me compararía con él.
Cuando salimos, pude notar que nos encontrábamos sobre un asteroide. Era chiquito, pero en sus pocos metros había unas vistas espectaculares. Un castillo de ámbar se alzaba en una esquina. Del otro lado, había un bosque o lo más parecido. Estaba lleno de plantas que ni la propia Demeter conocía, las cuales reflejaban la luz de la estrella enana que se podía ver muy cerca.
—¡Príncipe! —Todos volteamos al encapuchado que venía—. El Rey Setne requiere su presencia.
—Dígale que apenas termine mis asuntos iré con él. —Su mirada se volvió fría; estaba harto—La mina necesita de mis oraciones.
—Pero dijo que era urgente…
—Dígale que si quiere seguir sacando Ámbar Celestial, deberá esperar a que yo termine mis asuntos. Si no, Alabaster se enojará con nosotros.
Y así retomamos la marcha. Debo admitir la gran fortaleza que tiene el príncipe. No se siente malcriado ni egoísta como otros dioses —sí, me incluyo— al desobedecer una orden.
—¿Qué quiere Setne? —le pregunta Carter.
—No sé. Siempre el que llama es Alabaster —explica el príncipe—. Debe ser que no sabe manipular el ámbar.
—Ese ámbar… —pregunta Percy—. ¿Qué es lo especial?
—Es el ámbar de las hijas de Helios. —¡Helios!—. Estamos en el verdadero palacio de la familia de Hiperión . Un lugar donde sus hijos y sus descendientes se refugiaron en las guerras. Este ámbar es el mejor elemento para canalizar el poder de la luz.
—Espera —digo—. ¿Eso significa que tú eres…
—El último descendiente varón de Helios —confirmó él—., Por eso Alabaster me tiene atrapado. —Nos acercamos a la mina—. Soy el último en el universo que sabe cómo viajar por la luz.
¿Cómo se supone que actúe sabiendo que la persona que tengo al frente es tal vez muchísimo más digna de ser Febo Apolo que yo? Había escuchado que, al principio, cuando Cronos reinaba, habían personas que podían viajar por la luz. Con la caída de los titanes, ese poder se perdió. Se decía que el viaje de las sombras venía de ese poder, pero eran tan pocos que lograron usarlo, que nadie podía asegurarlo.
—¿Viajar por la luz? —se pregunta Magnus—. ¿Puedo hacer eso?
—No —continúa caminando el Príncipe.
Llegamos a la mina, donde los encapuchados aumentaron en miles. Cada uno llevaba un arma hecha del material de la corona de ámbar. Ellos miran al príncipe con curiosidad, como si supieran que algo andaba mal. Tal vez estuvieran Percy, Hazel, el disque hijo de Percy, Magnus, Carter, Sadie y Ella. Pero mínimo cada uno tendría que luchar contra 10 encapuchados si es que nos atacaban, contando con que las profecías de Ella lograran traumar a los encapichadus y se rindieran.
—Vengo a ver a los cíclopes —dice el príncipe.
Los encapuchados suspiraron hartos de su jornada. Mientras caminábamos por la oscuridad de la entrada de la mina, escuché a los encapuchados hablar.
—¿Para esto volvimos? ¿Para cuidar una mina?
—¡Cállate, Gabriel! —dice otro—. ¿Acaso quieres volver a ser atacado por una manticora en tu cuarto?
—¡Maldito Quirón! —terminó el tal Gabriel.
No pude escuchar toda su conversación, pero parece que eran semidioses y que ya habían trabajado para Alabaster. ¿Habían estado con Cronos? ¿Todos estos encapuchados son semidioses que trabajaron para Cronos y ahora quieren venganza con Alabaster? Percy cambió las cosas, ¿por qué unos niños volverían a unirse al lado incorrecto?
Primero, la mina era súper oscura hasta que nos encontramos con una gran masa de lo que parece ambar celestial. Algunos cíclopes estaban picoteando el cristal y otros utilizaban unas forjas para moldear. Pero eso no era lo más triste de la situación, pues en el ámbar habían unos niños atrapados. Tal vez tenían entre los 10 y 15 años, y parecían haber estado llorando. Entonces entendí qué era este lugar. Aqui murieron las Heliades mientras lloraban la muerte de su hermano Faetón y el ámbar celestial son sus lágrimas.
Los cíclopes vieron cómo el príncipe se acerca y dejaron de trabajar. El rubio caminó hasta la gran columna de ámbar y colocó su frente en ella. Los monstruos de un ojo se arrodillan ante la escena. Noto como los encapuchados salen del lugar a regañadientes.
De pronto, la niebla que nos cubría se cae y los cíclopes nos logran ver. De entre los más grande aparece Tyson.
—¡Percy! ¡Ella! —Tyson corre hasta su hermano y novia.
—Guapo —dice Ella y Tyson se sonroja.
—Me alegra que estés bien, hermano —dice Percy.
—¡Mi gente! —nos interrumpe el príncipe—. Tenemos poco tiempo, pero por fin vinieron los cinco que terminarán esta crisis. Pero necesitamos ayudarlos, así que les pido que dejen las herramientas y agarren sus armas. Vamos a destruir a nuestros opresores.
Los cíclopes empiezan a dar porras, listos para atacar. Pero, esa conversación me estaba dando vueltas. Recuerda… ¡Jason no me dejaría que maten a estos semidioses! ¡Son niños que no tuvieron chance!
—¡Esperen! —grito y todos se quedaron perplejos—. Los encapuchados son los semidioses que lucharon en el bando de Cronos. No podemos matarlos.
—Ahora que lo decides —comienza Carter—... En el campamento, un voz le dijo a Quirón que habían semidioses que él olvidó.
—Parece que después de la guerra, los que participaron en el bando de Cronos no pudieron volver al campamento. —concluyó—. Si les damos chance de tener una oportunidad de redimirse y volver al campamento, evitaríamos derramar sangre.
—Ahhh —se decepciona un cíclope en la multitud.
—No sabía que ellos no podían volver —dice Percy—. Hubiera obligado a Quirón a dejarlos.
—Una vez que haces enojar a Zeus, ya no puedes pedir la bendición de los dioses a su favor —comenta el príncipe, nostálgico—. Lester, Percy, dudo mucho…
—El fantasma de Jason no me dejaría en paz si al menos lo intento —digo.
—¿El gato? —pregunta Sadie.
—Tienes razón, Apolo. —Hazel posa su mano en mi hombro—. Por Jason, debemos darle una oportunidad. Al menos yo les puedo asegurar un lugar en Nueva Roma.
—Espero que tengan razón, porque ya no puedo más. —dijo el príncipe antes de desmayarse. Apenas pasó un instante y los encapuchados entraron en horda contra nosotros.
Chapter 47: … -Percy
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Entraron hordas de encapuchados listos para luchar en contra de nosotros. Tyson tomó al príncipe en sus brazos, pues estar cubriéndonos con la niebla lo debió dejar agotado. Los ciclos arremeten con sus herramientas a los seguidores de Alabaster, aunque la mayoría se sabe defender muy bien. Entre todos, noto que uno usa bata blanca y unos lentes muy redondos; parece ser un científico. Hazel también nota a ese hombre y su expresión cambia: Nunca la he visto tan enojada.
—¡Hazel, toma! —Carter invoca una espada sencilla para que se defienda.
—Me sorprende que hayas aguantado a mi máquina, Hazel Levesque —dice el científico—. Me hubiera encantado enseñarte el nuevo mundo que tenemos preparado.
—¿Qué hiciste con Annabeth y los demás semidioeses? —pregunta Hazel.
—¿Annabeth? —pregunto.
—Si quieres ayudar a tus amigos, tendrán que venir conmigo. —El científico empezó a reírse como un maniático y una oscuridad nos cubrió.
Tapo a Equus de lo que sean que nos están tirando. No dejaré que se escape de mi lado. Aparecemos en un templo, repleto de unas extrañas luces flotantes rodeando el lugar. El científico está en lo que parece ser el campanario.
—Bienvenidos al templo de las estrellas, o mejor conocido como el cementerio de las Lifelights . Donde cada ser que muere termina aquí a la espera que el mundo se reinicie para volver a tener un cuerpo.
—¿Quién eres? —pregunto—. ¡No queremos juegos!
—En mi vida de humano me conocieron como Nicholas Flamel, el alquimista más poderoso. —El científico levanta sus manos en son de asombro—. Yo descubrí la forma de obtener la inmortalidad sin los dioses, pero estos me convirtieron en un fantasma. Alabaster me encontró y me devolvió mi cuerpo. Espero que encuentren a sus amigos.
—La máquina —gritó Hazel—. ¿Por qué solo yo pude aguantarla?
—La máquina trabaja como un algoritmo, una inteligencia artificial. —El científico saltó desde el campanario y cayó como si nada—. Tú le enseñaste cómo revivir muertos. Al principio, no entendí el porqué solo tú podías resistir, hasta que leí tus archivos.
Hazel volvió de la muerte, Nico la trajo de vuelta, aunque en palabras de él, Hazel en verdad no debió morir ahí. Pero siempre queda esa incógnita de por qué.
—Entrenaste a la máquina, los demás semidioses eran rechazados al punto de que perdían toda su energía estelar —explica el científico e invoca una lanza de obsidiana—. Aunque ahora me pregunto qué hubiera pasado si Alabaster me hubiera dejado usar a la madre de las aguas del tiempo.
Hazel arremetió contra el científico, quien saltó como si nada hasta su espada y literalmente quedó en el aire apoyándose de la punta. Volvió a saltar hasta quedar detrás de nosotros.
—Hazel Levesque, la hija del inframundo que volvió de la muerte misma. Venciste a la madre tierra con tus propias manos, una vez. —Hazel lanzaba estocadas contra el científico, pero este parecía hecho de oscuridad. No lograba acertarle—. Tal vez, seas el semidiós más fuerte que haya existido, pero a ti ya no te necesito.
En segundos, la lanza del cientifico aparecio de la nada y atravesó el cuello de Hazel. Traté de correr hasta ella, pero Equus no me dejó.
—¡HAZEL! —grité.
—Un error te puede llevar a la muerte.
Tomé a Contracorriente; este tipo es muy rápido así que tendré que tomar estos segundos de su distracción para atacar. Así que hice lo que sentí correcto y la lancé. Mi espada atravesó su pecho como si nada y este solo se ría como un maniático, disfrutando.
—Una espada no me puede matar. Soy Nicholas Flamel hijo de… —El científico vomitó agua—. Mi cuerpo lo hizo caos … ya veo … Clarent … vieja amiga.
El cuerpo del científico se deshizo en un charco de agua. No entiendo qué está pasando. Debió convertirse en polvo, no en agua. Contracorriente no mata a mortales, pero a los monstruos los desintegra.
—Señorita Hazel, por favor aguante. —La voz de Equus me hace dirigir su mirada hacia donde se encontraba, sosteniendo a una Hazel moribunda en sus brazos.
Me acerco a ellos y tocó con suavidad la mejilla de mi amiga.
—Percy, ella está viva. —Hazel tose sangre—. Alabaster. la va a usar en tu contra…
—Tienes que resistir, por favor —suplico. Mis lágrimas empieza a caer en su rostro.
—Ya me fui una vez, no le temo a la muerte —dice con una sonrisa—. Protege a los semidioses, por favor.
Sus ojos se apagaron.
—¡HAZEL! —Equus llora a mi lado, tapándose la cara mientras que y le cierro los ojos—. Escondamos su cuerpo para llegarla a …
—¡Cuidado! —Equus me taclea antes de que una onda de colores choque contra nosotros.
La puerta del templo está abierta y de ella sale la onda de colores que choca contra el cuerpo de Hazel. Se transforma en cenizas hasta que solo queda una luz violeta que se traslada hasta la mano de una persona. Tenía pelo castaño, pecas y ojos verdes, y usaba una capa como la Equus.
—Al fin nos encontramos, Percy Jackson.
—¿Quién eres? —le pregunto.
—Alabaster Torrington, pero no hay tiempo para presentaciones. —Guarda la luz de Hazel en su báculo —. Tengo que encargame de los demás primero.
Alabaster invoca otra luz de su báculo, que me deja cegado. Cuando termina, él ha desaparecido, pero hay nueve encapuchados en su lugar.
—¡Que empiece la diversión! —dice uno de ellos con una voz muy familiar.
Cuando los nueves se quitan sus capas y revelan a mis amigos… caídos. Mi amiga Silena… el antiheroe de Ethan…, mi superior Lee… ,mi compañero Michael… la pequeña Bianca …, mi primer amigo del campamento Charles…, el amable Jason… ,mi instructor y peor enemigo Luke Castellan.
—¿Cómo es esto posible? —pregunta Equus—. ¡Deben ser clones de sus almas! No dejes que te engañen, papá.
—¡Nosotros nos sacrificamos para que tuvieras una vida normal y mira como la desperciaste! —grita Charles—. Ni siquiera honraste nuestra memoria.
—No, eso no es cierto. Yo todos los días pienso en ustedes.
—¡Mentiras! —dice Jason—. Ni siquiera fuiste a mi funeral.
—Nunca encontraste mi cuerpo —me reclama Michael.
—¡Cállense! —Me encojo mientras recuerdo cómo murieron cada uno de ellos.
—¡Papá, tienes que luchar contra ellos! —grita Equus.
—Patético —dice Lee—. ¡Flechas eternas del Caos!
Espero el golpe; me lo merezco. Yo soy un bueno para nada. Ni siquiera pude lograr obtener la paz en el futuro. Mi hijo no me conoce, Annabeth vive en sufrimiento, Nico tiene que arreglar mis errores. ¡Ellos sí merecian vivir! No siento ninguna flecha travesarme, así que miro para el frente. Equus está con Contracorriente creando un campo de fuerza para que los ataques no nos lastimen.
—¡Yo te protegeré ahora! —me dice Equus con una sonrisa.
—¡Insolente! —Jason alza las manos al cielo—. Trueno de Caos.
El rayo atraviesa el campo de fuerza y electrocuta a Equus. Lanza el peor alarido que alguna vez haya escuchado. Por mi estupidez, la única persona que me queda está sufriendo. Tomo a Equus en mis brazos antes de que se caiga. Respira, pero muy agitado.
—¡Lanza del Caos! —gritó Luke, pero solo puedo pensar en Equus.
—Ellos no son quienes conociste —susurra Equus—. Junto a un futuro sin esperanza. La oscuridad es parte nuestra, nacimos de ella. La luz nació de ella.
Antes de que ese ataque de Luke nos llegue, se crea un nuevo campo de fuerza. Al frente de nosotros, está Jason el gato, soportando todos los ataques que les lanzan.
—¡Gato!
— Percy, debes acabar con ellos. —Una voz masculina suena en mi cabeza—. Invoca a Clarent, no a Contracorriente.
Equus me da mi espada. Me coloca de pie y el gato acaba con su campo de fuerza. Solo estoy yo contra mis nueve amigos caídos. Alabaster tiene algo en contra mía y nunca lo perdonaré por eso.
—¡Clarent! —Mi espada se cubre de una luz oscura, ahora parece la de Nico—. No se qué ocurre, pero has sido mi aliada desde los 12 años. Sé que esto va en tu contra, pero déjame devolverle la paz a mis amigos.
Recuerdo que Contracorriente pertenecía a Zoe, quien se la dio a Heracles. Tras la muerte de este, Quirón se la quedó y al final me heredó a mí. La espada de Magnus tenía conversaciones con ella y, desde entonces, sé que hay un alma aquí adentro. Tal vez, ella tiene mucha más historia de la que yo sepa. “Prometo que será la unica vez que tengas que matar a un mortal.”
— Eso ya me lo había dicho… —dice una voz femenina.
Chapter 48: Rey contra rey -Carter
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Cuando entró el científico y nos cubrió en sombras, Sadie y yo fuimos transportados a las ruinas de una pirámide egipcia, la cual estaba cubierta de musgo y la tierra estaba hecha barro. Mi hermana se resbala tratando de levantarse.
—El templo de Taposiris Magna. —Setne estaba a cinco metros de nosotros —. Este lugar se inundó junto a la ciudad, y ahora se cree que en sus ruinas está la tumba de Cleopatra VII.
Su cuerpo estaba completamente reconstruido; ya no era ese cadáver en vida que vimos la última vez. Usaba ropas del antiguo Egipto, dignas de un príncipe de esa época, junto con una máscara de oro. Estoy harto de los enmascarados. En sus brazos estaba el libro de Thot; por lo que ahora que estaba vivo,, podría conjurar hechizos.
—Veo que volviste a tener tu cuerpo, Setne —le digo—. ¿Qué quieres de nosotros?
—Reinar Egipto fue lo que más quise de niño, pero morí mucho antes que mi padre. Siempre quise ser más grande que cualquier faraón que haya pisado la tierra, pero mi nombre nunca resonó. —En su mano invocó una vara y el libro de Thot se llenó de jeroglíficos—. Lo único que quiero es que me den mi lugar. Él que me quitó la muerte. ¡Yo soy el rey de los magos!
—Moriste, Setne; acéptalo —le dice Sadie—. Tratar de cambiar el curso de las cosas no ayudará a nada. Caos destruirá todo; es una reencarnación de Apofis.
—Sadie, siento que ese no es Setne. Al menos el que conocimos. —Me coloco entre mi hermana y el mago—. Setne, tú no quieres destruir el mundo. Quieres gobernarlo, pero Caos solo quiere destruirlo.
—Hace un tiempo te hubiera dicho eso; hasta te hubiera dejado vivir Carter Kane. Ahora entiendo que la única forma de cumplir mi deseo es destruirlo todo y transformarlo a como yo quiero. —De pronto, el cuerpo de Setne se rodeó de jeroglíficos egipcios, letras griegas, romanas y runas nórdicas—. Caos me enseñó que el mundo se resconstruirá a mis ideas, y que yo seré el dios de una nueva humanidad.
La tierra empezó a temblar y caí en el barro, ensuciándome más de lo que ya estaba. Del templo Taposiris Magna salió una serpiente gigante, una versión oscurecida de la propia Apofis. Si Apofis está aquí, eso significa que ellos también. Y así como lo pensé, ocurrió. Los dioses egipcios nos rodearon como sombras para ver el espectáculo.
—Cuando escuché la historia de los cinco héroes cuyas almas contienen la esencia del cosmos, entendí que yo nunca había estado planeado para ser un mago legendario. —Setne nos explica mientras el lugar se llena de sombras del pasado—. Alabaster me explicó que solo los mismos consiguieron la gloria, que era nuestro deber destruir lo que había creado Cosmos para que gente como él y yo pudieramos cumplir nuestros sueños.
—¡Carter! —gritó Sadie y ahí estaba Anubis con su pinta de emo interesante. Seten estaba invocando a los dioses.—. ¡Suéltalo!
—La historia siempre se repite, más si no aprendes de ella —nos dice el mago—. Hace mucho te enamoraste, Sadie, y eso te llevo a tu fin. Tu espada está destinada a verte morir una y otra vez. ¿No quieres salir de ese ciclo?
Sadie sacó a Excalibur y su filo hizo que las sombras se retiraran un poco. Le tenían miedo, pero ¿por qué? ¿Quién era Excalibur y por qué mi hermana era la elegida por esta espada?
—Rey contra rey —susurro al comprender.
—Somos nosotros contra él; eso me dijo Gabriel —menciona mi hermana.
—Pero Setne nunca fue rey.
—Lo fue para los magos y ahora tú eres el rey al igual que yo —me explica en susurros.
—Pensé que la profecía sería más interesante.
—Yo también.
Y así, mi hermana y yo nos pusimos espalda contra espalda.
Anubis es el primero que se acerca a Sadie, pero a pocos pasos se detiene.
—Tenemos que matarlos —le indico a mi hermana.
—Lo sé —me confirma—. Hace mucho no pude encontrar el amor y fracasé. No cometeré ese mismo error. Tengo un hermano y unos amigos a los que proteger.
Mi hermana se había vuelto muy madura. Tal vez era el hecho de como nos teníamos el uno al otro desde hace años, podíamos disfrutar de una libertad en tomar decisiones. Pasase lo que pasase, si acabamos con Setne y quedamos atrapados aquí, tendré a mi hermana conmigo. No sé qué haría sin ella o cómo soportan los demás sin sus personas amadas en estas misiones.
—Además, ese no es Anubis. —Sadie lanza la espada y la sombra se deshace como agua—. Él está en mi bolsillo.
Saca la carta de Myth&Magic, una brillante de colección que hasta es holográfica.
—Excalibur es la espada que destruye al Caos y es la única forma de devolverles su forma cósmica. —Los dioses se acercan más para proteger a Setne—. Carter, yo te cubriré la espalda. Tú debes destruir a Setne.
—¿Cómo haré eso? —le pregunto.
—Con el poder de la amistad. —Me guiñó el ojo y se fue a destruir las sombras.
Los dioses se lanzaban contra mi hermana, pero esta parecía todo un guerrero medieval. Utilizaba su espada como si hubiera nacido con ella. Con cada sombra destruida, salían cartas del Myth&Magic volando. Aproveché la oportunidad para escabullirme y encontrarme con Setne.
—Sabes… —le digo cuando me lo encuentro cara a cara—. Si me lo hubieras pedido, te hubiera ayudado a escapar del inframundo. Hubiéramos podido traer una nueva era para los magos juntos, con tus conocimientos.
—Eres tan inocente que da pena.
—Y usted tan ambicioso.
Con mi Kopesh en mi mano, invoco el poder de Horus, al punto que una carta llega a mi mano. Justo es su carta. Si en serio en mí está el poder del cosmos, entonces puedo traer de vuelta a mi viejo compañero y acabar con este mago.
— Sabía que no podías vivir sin mí —dice Horus en mi mente.
—Se aceptan sugerencias.
— Setne está impregnado de poder del Caos; aunque tengamos poderes del mismo Cosmos, no podremos contra él solos —me explica Horus—. El río de la mina es el agua original pues su corriente lleva al lago de la Luz Vital. Guíalo hasta él.
El río era un pequeño riachuelo, nada interesante, sino fuera que por su corriente brillaban cientos de cristales. Estos eran arrastrados por el flujo hasta el castillo del Sol. Tomo mi kopesh y la lanzo hasta Setne, quien la detiene con un campo de fuerza. Mi arma vuelve a mis manos como un búmeran, pero tengo la atención del mago.
—¿No estas muy grande para andar tirando hechizos como loco? —me critica, pero empieza a hacer lo mismo.
Con cada latigazo, cada explosión, camino con el flujo del río. Setne está tan desquiciado que no parece notar mi trama. Por otro lado, Sadie seguía luchando con cada dios que se le atravesaba hasta que parece que él último cae. Pienso cómo mandarle una señal, pero ella nos ubica con la mirada. Parece que me lee la mente y entiende mi plan, o tal vez cierta espada le dijo.
Me desconcentro pensando en Sadie, así que me resbalé en la orilla del río. Estuve a un centímetro de convertirme en polvo estelar. Mi hermana camina despacio detrás del mago con la intención de empujarlo. Setne invoca su propia Kopesh y me acorrala.
—Adiós, escoria Kane.
Sin embargo, Sadie lo toma por la espalda y clava a Excalibur. Aprovecho y le hago un puntapié para que caiga al agua. En cuestión de segundos, Setne se vuelve polvo. Su luz vital corre por el río hasta el castillo.
Mi hermana me levanta, y observamos el río hasta que llega al castillo. Ahí es donde está Alabaster. Nos miramos y asentimos al mismo tiempo. La batalla final está a nuestros pies.
Chapter 49: Donde un príncipe sin corona -Magnus
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Corro hacia el príncipe en los brazos del cíclope cuando siento que una oscuridad nos consume. Lester estaba a la par mía cuando nos arrastró esa corriente tenebrosa. Nos encontramos en una habitación muy rara, donde había una jaula gigante para un pájaro. Luego entendí que era el lugar donde tenían a la arpía Ella encerrada.
Tyson aún tenía al príncipe en sus brazos así que lo colocó en la cama que había en esa habitación. Las paredes estaban decoradas con piedras preciosas, pero nada ostentoso. Todo el lugar era como el príncipe, fino y agradable. En una parte, hay un cuadro con una familia en el que se ve un hombre musculoso y de rostro serio y una mujer con una ropa griega que parece muy ilustre; los acompañan cuatro pequeños, dos niños y dos niñas.
Al costado de este, había otro tapiz del mismo señor con otra mujer, un niño y otras niñas. Noté que habían varios de ese tipo, pues en cada retrato se mostraba al mismo hombre con una mujer diferente y su descendencia. Hasta que encontré uno en el que solo estaba el príncipe. Es extraño. ¿Dónde estaba el señor con su madre? Me quedé viendo tratando de descifrar por qué estaba solo.
—Príncipe —lo llama Tyson—. Despierte, por favor.
—Ondas —dijo la arpía Ella.
—Está hirviendo —comenta Lester.
Sigo viendo el cuadro; por alguna razón, siento que hay un detalle que me estoy perdiendo. Y luego, hago algo por lo que cualquier artista me mataría: Lo toco. En mi mano, se forma la runa de Frey y el cuadro revela a otras dos personas, muy conocidas. Ayla y Lester estaban a la par del príncipe. Siento el calor de la runa en mi mano se desvanece y la imagen se vuelve a esconder.
Esto significa que el príncipe es descendiente de Helios e hijo de Ayla; por eso está aquí. Por eso conoce la mina y el secreto del viaje por la luz. Es la unión de dos familia en guerra. Percy está como loco cuidando a Equus, y solo lo conoció hace poco.¿Qué hará Lester si se entera de esto?
—Magnus —me llama el príncipe, débil. Camino hasta su lado y tomo su mano. Este me sonríe a pesar de sentirse muy mal—. Ya es hora.
—¿Qué va a pasar si lo hago? —pregunto.
—Todo el poder de mi cuerpo se encargará de restaurar este lugar. Me haré uno con el planeta justo como los demás antes que yo.
—Tus padres…
—Cuando llegue el momento —me interrumpe—, diles que pronto llegará aquella que devolverá el honor a la familia y que deben guiarla.
—Lo haré, lo juro.
—Si no duermo pronto, no podrán renacer las estrellas. —Tomo el sonajero antiguo y lo empiezo a sonar—. Dile a Equus que lo siento, que no pude cumplir la promesa.
Mi sonajero era más como un parlante del que unas voces cálidas y armoniosas empezaron a cantar. Lester y Tyson empezaron a llorar, mientras el príncipe dormía con una sonrisa. Ella, por su lado, empezó a cantar también junto a las voces; parecía ser una antigua canción de cuna. El cuerpo del príncipe empezó a convertirse en unas hermosas luces que iluminaron la habitación como un festival de Navidad.
—Buen viaje, amigo —le digo.
Entonces, el castillo empezó a temblar. La habitación se empezó a llenar de grietas por todas partes; se estaba autodestruyendo. Los cuatro empezamos a huir antes que nos cayeran las ruinas encima. Encuentro una luz que proviene de afuera y llamo a los demás para que me sigan y salgamos. Apenas lo logramos cuando todo el lugar se convirtió en polvo, como si nunca hubiera estado ahí.
Más a lo lejos, los demás cíclopes y encapuchados huían de la mina, ya que también se estaba destruyendo. De ese lugar, empezó a salir la pared de ámbar con las hijas de Helios aún encerradas. El ámbar se empezó a derretir y se mezcló con el río que estaba en la mina; ahora el agua se había tornado naranja y las luces que estaban adentro empezaron a viajar mucho más rápido. Los ciclopes y encapuchados parecen ignorar el asunto y continúan su pelea.
—¡Chicos! —Sadie y Carter corren hacia nosotros, hechos polvo, pero sanos—. ¿Qué acaba de ocurrir?
—El príncipe se fusionó con el planeta y está tratando de remediar el caos —explica Lester—. ¿Y los demás?
Voltemos a ver el único edificio que quedaba en pie, el templo del Sol. En su interior, se nota cómo rayos de magia salen disparados. Los demás deben estar ahí.
—Tenemos que ayudarles —dice Sadie.
—Necesitaremos refuerzos —dice Lester—. ¡Encapuchados!
Los encapuchados y los cíclopes dejan de pelear y observan a Lester. Seguro están pensando si él tiene la clave secreta para acabar este desmadre o si también va a explotar en un montón de lucecitas.
—Preferimos el término «Ejército del Caos» —grita uno.
Qué creativos son estos semidioses con los nombres; no quiero saber cómo le pusieron a sus mascotas.
—Yo, el dios Apolo, prometo levantar todos sus cargos si se unen a nosotros contra Alabaster. —Carter hace aparecer un banco de plástico para que Lester se pare y se vea más épico. Bueno, tan épico como un banco de plástico de tan solo cinco metros te pueda hacer ver—. Sé que ninguno de ustedes pudo disfrutar del campamento mestizo por sus err… digo, acciones del pasado. Pero destruir todo, ¿para qué? Alabaster no les va a ofrecer nada más de que sean sus esclavos. Cuando volvamos, reconstruyamos el planeta juntos y crearemos una nueva sociedad donde cualquier semidiós y dios tenga derecho de un lugar en el Campamento Mestizo.
—¿Y la admisión a la universidad de Nueva Roma? —pregunta un semidiós.
—Con una beca completa financiada por mí —confirma Lester—. Verán, técnicamente, yo creé el campamento. Yo fui quien le dio a Quirón su arco y le dije…
—A nadie le importa —grité detrás de un encapuchado.
—¿Nadie sabrá que estuvimos con Cronos y Caos? —preguntan.
—No, nadie lo sabrá —prometió Lester.
Los encapuchados empezaron a festejar y a abrazarse entre ellos. Algunos se quitaron las capuchas y las empezaron a girar. Los cíclopes se aguantaban las ganas de comérselos, pero nada malo pasó. Hasta que Alabaster apareció.
— ¡Vendidos! —Los encapuchados se pusieron de rodillas; temblaban ante la voz del hijo de la magia—. Ya no los necesito.
Un rayo de magia cayó sobre los encapuchados y los cíclopes, lo que los hizo gritar de dolor. Todas sus voces de agonía me dejaron los oídos sordos y sé que sus caras de pánico me atormentarán de por vida. En cuestión de segundos, ya no había ninguno en pie. Lester se arrodilló en el lugar donde estaban.
—¡MALDITO! —gritó—. ¿Qué quieres de nosotros?
Las puertas del Sol se abrieron de par en par, indicando el deseo de Alabaster de que entremos a su guarida. Aquello solo significaba una cosa: La batalla final estaba a punto de empezar.
Chapter 50: Allá donde las almas vuelven a nacer -Lester
Notes:
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El templo de sol se transformó por completo. En lugar de ser la sala, de donde llegamos, ahora era un pasadizo eterno que daba vueltas. Apenas coloqué mi pierna en este, el lugar se enderezó. Los cuatro —Sadie, Carter, Magnus y yo— seguimos por el lugar. El lugar estaba decorado con cuadros, telares y grafitos; cada uno tenía cinco personajes, héroes de distintas épocas. Sadie se detuvo en uno específicamente; era el Rey Arturo con 4 de sus caballeros de la mesa redonda.
—¿Sadie? —le pregunta su hermano.
—Es extraño verte en una vida pasada —comenta—. Es como si viera un personaje, no a un yo del pasado.
—Técnicamente no eres tú, lo que hace a Sadie son tus experiencias —le explicó—. Las casualidades de donde naciste, tus padres, tu trauma, todo eso hace a Sadie. No la luz del alma.
Ella sonríe, sintiéndose más calmada con mis palabras. Debo admitir que yo no entiendo cómo es que pertenezco en todo este asunto del alma partida en cinco del héroe del cosmos. Soy más viejo que muchos otros dioses y mi participación en los mitos de los héroes era mínima. En especial después de la caída de Roma, cuando tomaron mucho de nuestro lugar los ángeles.
—Miau. —Jason el gato está enfrente de nosotros. Apenas nos nota, empieza a caminar por un pasillo.
—Quiere que lo sigamos —explico y caminamos siendo guiados por el gato.
—Ese gato debe ser como Dana. —dice Magnus—. Una deidad antigua que se esconde en el cuerpo de un animal.
—Mi gata estaba poseída por Bast, la diosa de los gatos —Sadie nos admite—. El gato era como su portador. Pero Jason parece muy extraño para solo ser un portador.
—También el nombre Jason. —empiezo—. Era el nombre de un semidiós que murió hace poco. Ayla también lo conoció, pero ella me admitió que quien se lo dio ya lo había nombrado así.
Me pregunto cómo estará Ayla y los demás. Parece que todo está perdido en este lugar. Debo creer que son el último bastión en la tierra contra Alabaster y Caos. Espero que haya podido destruir la luna falsa y que ahora solo esperen nuestro regreso. Debo admitir que estos últimos días parecen eternos y, desde que conocí a Ayla, tengo una perspectiva diferente de las personas como ella, las brujas. Me gustaría saber más de ella.
—¡Lester! —me llama Sadie—. El gato desapareció.
Al final del pasillo nos encontramos con una pared. Carter se acerca a ver si encuentra una salida. Coloca la oreja con la pared y parece preocupado.
—Percy está del otro lado y necesita ayuda —nos dice.
Sadie lanza unos jeroglíficos explosivos, pero nada parece servir. La puerta es indestructible. Debe haber una forma de abrirla; Jason no nos hubiera guiado hasta aquí si no fuera posible. Invoco un poco de luz en mi palma para ver si hay algún mensaje inscrito y oculto.
Sadie paga un grito y vuelvo a observar. Justo donde esta luz, unos ojos nos miran. Si la aparto, desaparecen.
—Llegan tarde —dice la puerta por algún lado, ya no tiene boca—. Llevo esperándolos, quién sabe cuánto.
—¿Quién eres? —pregunta Magnus.
—Magus, usted mismo me creó. Solo soy la conciencia de este lugar, el último bastión en contra del Caos. Mi deber es proteger el lugar sagrado donde las almas llegan después de la muerte para volver a nacer.
—¿Por qué todo el mundo me llama Magus?
—Es su título, la parte mágica del Cosmos. Hace mucho tiempo, una diosa cruzó el umbral del sistema solar, la vía láctea y el universo mismo hasta llegar acá. Encontró la fuente de la vida y habló con su guardián por un favor. Creó cinco almas que se encargaron de proteger el mundo, para mantener el orden mientras que la diosa se quedaría aquí. Magus, Antorcha, Destrucción, Heredero y Decisión, quienes representan la magia, la esperanza, la muerte, el derecho y el deber de todos los seres vivos. —Tomen en cuenta que mientras hablaba sus ojos se movían; era muy tétrico —. Ya dos han cruzado el umbral, faltan tres. Una vez, la diosa profetizó que cada cierto tiempo volverían para devolver el universo a su estado original o mantener el orden.
—Un momento, nosotros cuatro somos parte de los cinco —Carter habla preocupado—. ¿Cómo que ya hay dos del otro lado?
—Puedo ver que solo tres de ustedes tienen la luz del Cosmos en su interior.
—Soy yo… —confirmo—. Yo no soy parte de los cinco.
—Lester… —dice Sadie.
—No, tiene sentido; yo soy un dios. No he vivido más vidas que esta —explico—. Ahora que la puerta lo dice, Alabaster es la destrucción y por eso quiere hacer sufrir a Percy, porque él es la decisión. Heredero y Antorcha son ustedes, Carter y Sadie.
—Pero todos nos dijeron que eras parte de los cinco. —Magnus no parece convencido—. ¿Por qué estarías aquí?
—Cuando las estrellas cayeron, pensé en Helios y Astrea. El sol y las estrellas, ambos ya no caminan con los humanos. Astrea, por tomar partido con los otros titanes, desapareció. —Debo admitir que ni yo esperaba esto—. Algunos dicen que se escondió en forma de isla, donde mi madre dio a luz. Astrea vive dentro de mí, yo soy su representante.
—Ahora que ya saben quién son y su deber, pueden pasar. —La pared desaparece, pero sin antes decir—: Ayudarle a tomar la decisión correcta, es su deber.
Del otro lado, nos encontramos a Percy sosteniendo su espada cubierta de un aura sombría. Equus estaba en el suelo. Pero lo más sorprendente fue encontrar a ciertos semidioses en el mausoleo donde caía el agua de las estrellas. Jason, Michael y Lee eran de los pocos que reconocía.
—Perdónenme … —Percy empezó a gritar y su espada empezó a gotear sombras, literalmente, era como si combinara su poder de agua con la oscuridad de la espada.
—Claret, así se llamaba la espada con la cual mataron al rey Arturo —explica Sadie—. Él peleaba con Excalibur y Claret era su espada ceremonial. Hasta que su hijo Mordread tomó a Claret y asesinó a su padre.
Con un simple balanceo de su espada, los semidioses revividos fueron contaminados con el agua de Percy. Ellos empezaron a gritar de horror, su cuerpo se deshacía como si les hubieran echado acido. Tuve que taparme los oídos, ya que ver a dos de mis hijos y un viejo amigo ser nuevamente destruidos me estaba quebrando. Sadie me ayudó a protegerme de esta escena horrorosa al taparme la cara en su pecho.
—Perdón, chicos. —Percy cayó de rodillas y apartó su espada—. Perdón, Contracorriente. Yo no fui lo suficiente para protegerlos.
Magnus toma a Equus, quien parecía volver a la consciencia. Carter abrazó a Percy mientras este lloraba en su hombro.
—Papá. —Equus llama a Percy y ahora se abrazan ellos—. No eran reales, todo está bien.
—Siempre supe que eras un patético cobarde. —Annabeth Chase está parada ahora justo donde estaban los otros semidioses—. Solo eso sabes hacer, Perseo. Matar.
—Annabeth. —Percy se levanta y corre tras ella. La hija de Atenea sonríe y huye de Percy.
—¡Percy no! —grita Magnus—. Debe ser un juego de Alabaster. Debemos evitar que haga algo muy loco.
Los cuatro, junto a Equus, perseguimos a Percy dentro del mausoleo. Del otro lado, había un abismo donde el río se transformada en una catarata de colores. En el centro sólo había una roca que parecía poco estable. Justo así estaba Annabeth con el mismo Alabaster. Magnus toma a Percy por la cintura para que no cruce la piedra.
—¡Déjame! —se queja Percy—. Tengo que salvarla.
Sadie le tira una cachetada que casi lo manda a volar.
—Estúpido, eso es lo que él quiere —le regaña—. Vinimos acá para acabar con este sufrimiento. No eres él único que ha tenido que sacrificar a seres queridos. Así que ponte los pantalones y ayúdanos, ¿quieres?
—Si, Percy —dice Alabaster con una voz distorsionada—. ¿Por qué no vienes y hablamos de esto?
—Alabaster, ¿en serio quieres destruir el mundo? —le pregunta Carter—. No quedará nada más que Caos si continuas esta masacre.
—¿Masacre? —Alabaster se ríe—. Ya saben que nosotros estábamos destinados a encontrarnos. Mi sorpresa fue cuando descubrí que de todas las personas que podían tener el destino del mundo era de aquel que les chupaba los pies a los dioses. El típico héroe, Percy Jackson, y su séquito de mocosos divinos. Ustedes son egoístas y quieren que todo vuelva como antes, la humanidad esclavizada por los dioses.
Ninguno renegó a lo dicho por Alabaster. Bien, en teoría, la humanidad era líder de tomar su destino, los dioses dependemos de ellos y eso hacía que la línea entre libertad y dependencia fuera muy delgada. Tal vez por eso Percy siempre ha tomado las decisiones. Fue él quien decidió no ser inmortal y pedir cabañas para todos los semidioses. Para Alabaster, eso no era suficiente.
—Con Caos, el mundo empezará de cero. La humanidad ya no dependerá de los dioses —confirma el hijo de Hécate—. Ya no más Luke Castellan ni Percy Jackson: solo la humanidad y los demás seres animales. Los dioses no regirán nuestras vidas.
Entonces me llegó una imagen de mí con una vida normal. Estaba en el colegio con un uniforme de escuela privada mientras bromeaba con Ayla en las escaleras hacia nuestra clase. En esa vida no había venganza de Eros, no había castigo de mi padre, no había hijos muertos, solo yo siendo un adolescente normal. ¿Qué tanto he querido esto?
—Ven, Percy, fúndete con el universo y hagamos que las cosas mejoren. —Annabeth camina por las rocas y le tiende su mano a Percy—. Un mundo donde podamos estar juntos en paz.
De repente, Magnus tomó las caderas de Annabeth hasta llevarla con él hacia el precipicio, y todos quedamos en shock. Nadie se movió; solo vimos cómo los primos Chase eran consumidos por las ondas de colores. Equus empezó a convertirse en polvo; primero sus manos.
—Papá… —Y, luego, Equus se desvaneció.
Notes:
Solo queda un capitulo
Chapter 51: Tomar una decisión -Percy
Chapter Text
Equus se desvanece como polvo mientras que Annabeth y Magnus se destruyen en el fondo de las ondas olores. Ya no me queda nada en este mundo, ni siquiera mi futuro.
—AHHHHHHH —grito en desesperación y siento cómo unas sombras empiezan a cubrirme.
Un nuevo poder se forma dentro mío y solo puedo pensar en la ira y la destrucción. Imágenes de Teseo en el tártaro llegan a mí, como si fueran mis propios recuerdos. Él también perdió todo y se convirtió en oscuridad.
Alabaster se ríe a carcajadas mientras pierdo el control sobre mis poderes.
—¡Caos! —grita Alabaster—. Te ofrezco a Percy Jackson para que renazcas dentro de él. La misma decisión de Astrea.
Sadie saca su espada y ataca a Alabaster, pero este último es más fuerte y la logra botar. La hermana Kane logra sostenerse en la orilla de la roca. Carter está del otro lado y trata de conjurar un hechizo de levitación, pero este rebota en su cara. Alabaster se ríe y camina hasta Sadie y yo no puedo moverme por el shock.
—Saluda a mi madre de mi parte —comenta Alabaster para después aplastar con fuerza los dedos de Sadie; por el reflejo, esta cae al fondo de las cascadas de colores—. Dos de cinco… ¿Quién sigue?
—¡Percy! —grita Lester—. No todo está perdido. Debes tomar una decisión para salvar a todos.
—No les creas, Percy Jackson. —Alabaster se acerca hasta mí—. Toda alma que cae dentro de las ondas de colores pierde todo el conocimiento de la vida y vuelve hasta la forma más primitiva de lifelight para comenzar el proceso otra vez.
—Sadie… —Carter arremete con un grito contra Alabaster, colmado de ira, con su khopesh sin magia. Imagina a Carter luchando con un palo boomerang contra el tipo más poderoso del universo—. Era lo último que me quedaba.
—¡Carter no! —grita Lester.
—Pues únete a ella. —Con una patada Alabaster empuja a Carter, quien cae inconsciente en el suelo. Antes de que el hijo de la magia logre botar al mago, Lester se monta en su espalda y le cubre los ojos—. ¡Suéltame!
—Confío en que tomarás la decisión correcta —me dice Lester—. Ya lo hiciste una vez.
Carter toma conciencia y ayuda a empujar al hijo de la magia hasta el fondo de las ondas de colores. Escucho el chapuzón que confirma que soy el último que queda en el universo. Observo mis manos, que ahora están teñidas totalmente de negro y desprenden un humo azul como si estuvieran quemadas.
— DÉJAME QUITARTE ESE DOLOR —me dice la voz tentadora de Caos—. SEAMOS UNO Y DESTRUYAMOS ESTE MUNDO VACÍO.
—Percy… —un millón de voces me llaman al mismo tiempo dentro—. ¡Salta!
—¡CÁLLENSE! —gritó y empiezo a llorar—. ¿No ven que ya no tengo nada y quieren que tome una decisión de la que no sé nada?
—Tienes razón. —Detrás mío, está Jason Grace, luciendo una corona de laureles y una túnica que lo hace ver como un dios griego; lo único diferente es que tiene un ojo azul y otro verde, como el gato—. Cometí muchos errores y pude explicarte cual es tu deber.
—Jason…
—Hola, Percy, espero que no hayas esperado mucho. Tenía que traer a alguien primero
Cuando me habla su ojo verde se torna azul. Ahora sí es el Jason que yo conozco. Jason toma mis manos con las suyas y estas empiezan a volver a la normalidad.
— ¡TÚ! —dice Caos—. Guardián de la vía láctea, bendecido por la diosa de esta, por fin te dignas a aparecer ante mí.
—¿Guardián? —pregunto.
—Perdón por tomar esta forma y la del gato. Verás, cada cierto tiempo nace un Jason con la bendición Hera, la diosa de la vía láctea. —Este transforma su cuerpo a un chico rubio, un poco más bajo y de ojos verdes—. En un futuro muy lejano, Caos volverá más fuerte que nunca y los destruirá. Yo despertaré como el guardián del Cosmos y tomaré los papeles de los cinco elegidos. Pero no pude tomar una decisión.
Una imagen de Jason llega a mi cabeza: Lo veo parado justo en el mismo lugar en el que estoy; sin embargo, a diferencia de mi realidad, el mundo de las ondas de colores está congelado. Jason llora con unos objetos en su pecho: la corona de ámbar, la capa de Equus y una tiara con forma de luna menguante. Me acerco hasta él en la visión y me siento. Pensé que sería imposible sentirme más desolado, pero este lugar era un cementerio.
—De todas las veces que Decisión reencarna, escoge lo mismo. —Jason me suelta las manos y la visión desaparece—. Decidió que este ciclo de vida se mantenga, pero yo no puedo.
—¿Por qué no?
—Eso solo hace que se vuelva más fuerte. La siguiente vez que despierte, no podremos contra él. —Su cuerpo vuelve a cambiar, aun chico de pelo negro con ojos azules un poco más fornido—. Si tomo la decisión de que vuelva a empezar, este ciclo se destruirá y ya no sufriremos más.
—Viniste a mí, de todas mis vidas pasadas. —Coloco mi mano en su cabeza para que me vea a los ojos—. ¿Por qué?
—Las leyendas cuentan que, una vez, solo una vez, la decisión despertó por completo el universo. Su deseo fue tan grande que destruyó la línea del tiempo donde siquiera Caos llegaba al planeta; no solo quisiste continuar con tu vida, sino que lograste cambiar el curso de la historia.
¿Cambiar el curso de la historia? ¿Cómo es eso posible? Tan solo tengo poderes de agua, no del tiempo.
—Chronos… —susurro—. Ella mandó a Equus, para que yo supiera sobre mi futuro. Me encariñé con él y ahora mi deseo de formar mi familia con Annabeth…
—Al menos sabes que tienes un futuro con ellos.
—No —confirmo—. El futuro no está escrito; hay tres moiras por algo. Tampoco el tuyo. —Tomo a Jason de las manos, y le sonrío con ternura—. Y aunque no sea así, es nuestro deber tomar las decisiones que nos obliguen a continuar viviendo.
Lágrimas empiezan a caer de mis ojos, liberándome de todo mi dolor.
>>Sé que, aunque no volviera a ver a Annabeth ni a nadie más, aún tomaría la decisión de continuar. Porque para disfrutar del sol, primero debiste conocer la lluvia. Hazme un favor y dile a Equus que deje de contarle mi historia a todo el mundo, que por algo nadie la vio.
—Creo que eso mejor se lo dices tú —me dice.
Tiene razón y lo haré. Jason observa al fondo de las ondas de colores y sabe que es el momento de que todo termine.
— NOOOO —grita Caos mientras me dejo caer en las ondas de colores.
Saco dentro de mí mi lifelight con su brillo turquesa. Cuando golpeo contra el agua, todos los colores se tornan turquesa conmigo. Sigo cayendo hasta el fondo.
Amigos, dioses, monstruos, semidioses, mortales y todo ser vivo, escuchen mi plegaria y préstenme su poder para volver a casa.
Las aguas son demasiado fuertes, siento cómo mi piel se rompe junto a mis músculos, huesos y todo mi cuerpo. Hasta que me siento libre totalmente. Dejé mi cuerpo mortal atrás, y ahora solo soy una lifelight junto a todos.
…
—Percy. —Escucho la voz familiar de Annabeth llamándome—. Despierta.
Ahí está: Annabeth Chase o, mejor dicho, su luz. Es un poco difícil de explicar. A mi alrededor están todos; sus luces brillan en sus pechos, aunque sus cuerpos son traslúcidos como fantasmas. Carter, Sadie, Magnus y Lester se colocan a la par mía con las demás luces detrás de nosotros.
—Me alegro que tomaras la decisión correcta otra vez —dice otra voz. Una mujer camina hasta nosotros; su vestido está conformado de imágenes del espacio exterior y la logro reconocer—. ¿Estás listo para volver a casa?
—Astrea —empiezo a decir para preguntarle, porque necesito saber—. ¿Y Caos? ¿Y el futuro?
—Tu poder atrajo a Caos de vuelta aquí. Sin embargo, ahora dormirá por un buen tiempo hasta que sea hora de que los nuevos cinco despierten, pero para eso primero deben morir; y, esta vez, parece que les tomará mucho tiempo. Te espera una larga vida, Percy. —Astrea convoca una ráfaga de viento—. Príncipe, guíalos de vuelta a casa.
—¡Astrea! —grito mientras la multitud me empuja.
—Hijos míos… hace mucho tiempo, sostuve sus luces, tenues y sin vida. Los traje hasta acá e hice un trato con Cosmos. Ustedes tendrán vidas por la eternidad hasta que Cosmos se encoja y vuelva a nacer junto a todo el universo. Hay secretos que no les puedo contar, pero ustedes son la esperanza de la vida —dice la diosa—. Pero ahora disfruten de su nuevo futuro.
El príncipe tomó su antorcha e iluminó el camino. Todas las lifelights brillaron y le seguimos hasta nuestro lugar de origen.
…
Estoy enfrente de la puerta de mi apartamento en Nueva Roma, con el sol cayendo detrás mío para anunciar la noche. Las llaves están en mi manos. Estaba apunto de abrir la puerta, pero algo no me deja. Hasta que sentí una patada en mi culo y choco contra la puerta.
—¡Ya abre! —me gritó Nico detrás mío—. ¿No ves que tengo hambre, milagrosamente?
—¿Tú estabas …? —tartamudeo.
Alguien abre la puerta y caigo en los pies de Paul.
—¡Ahí están! —dice Paul—. ¿Qué esperan? La lasaña se va a enfriar.
Adentro, está Annabeth colocando a Estelle en su silla de comer. Mi madre sirve la comida de cada uno. Me quedo observando la escena como si fuera una serie de televisión. Parece que todo fue un sueño, que ellos nunca se fueron. Cada quien cumple su deber a la hora de la cena. Nadie recuerda nada, no pasó nada y ahora debo de poner los platos. Nico entra, pero antes de sentarse y se vuelve hacia mí. Me guiña un ojo y se sienta en la mesa.
Chapter 52: Extra 10: El último en pie
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Nico y Will llegaron justo donde los cíclopes y los encapuchados habían sido exterminados por Alabaster. Solo había soledad en el planeta al final del cosmos. Todo parecía desordenado, debido al poder del príncipe que estaba regenerando el planeta.
—¿Dónde estamos? —pregunta Will.
—Will, siento que no estamos en la tierra —dice Nico—. No siento nada; mis poderes están bloqueados. Es como si estuvieras en un mundo alterno.
—Vayamos a ese edificio; parece un viejo templo —comenta Will y ambos caminan hasta el lugar. De repente, Will se paró antes de entrar—. Me duele el pecho.
—¿Will? —La mano del hijo de Apolo se empezó a volver cenizas—. ¿Cómo, si nadie nos está atacando?
Will se deshizo en polvo cósmico y su lifelight viajó dentro del templo. Nico trató de entrar pero la puerta estaba bloqueada.
—¡ÁBREME! —grita Nico.
—No puedo. —Un gato de pelaje blanco y ojos de dos colores camina hasta Nico, y se restriega contra su pierna—. No me dejan abrirte, aún.
—Un gato que habla…
—Soy más que eso, pero bueno. —El gato se sienta tranquilo al frente de Nico—. Perdón por traerte, pero necesitaba tenerte cerca por si algo no resultaba como debía. Además, fui yo quien bloqueó tus poderes mientras dormías.
—¿De qué hablas?
El gato empezó a lamer su pata.
—Debería cambiar de forma primero. —El gato se transformó en aquel hombre que Nico vio en su sueño mientras estaba desmayado—. Nico di Angelo, es un honor por fin conocerte en persona. Eres una gran leyenda en el futuro lejano. Sabía que, en caso de que no se tomara la decisión, debía traerte.
Nico prefería el gato, sinceramente; ahora que había un hombre de 1,80 enfrente suyo con aura de un dios, y lo hacía sentirse acorralado.
—¿Quién eres?
—Soy el guardián del cosmos; vengo de un futuro muy lejano. Una persona que vas a querer mucho me dijo que si había alguien que podría cambiar el curso de la historia, sería usted.
Jason le contó todo, menos su identidad. Le contó sobre Equus o, mejor dicho, Erecteo Jackson, su ahijado y las aguas del tiempo. Le contó sobre Teseo y el origen del poder de las sombras y cómo es que Percy y él estaban más conectados en el futuro.
—¿Por qué me cuentas todo esto? —le preguntó Nico.
—Si Percy no toma la correcta decisión, debes ser tú quien… —le explicó el guardián—. Todo el buen futuro que les espera acabará. Sus vidas nunca habrán existido.
—¿Enserio crees que él me hará caso? —Nico sabía algo y era que Percy siempre trataba de ignorar su existencia—. Nunca me ha hecho caso.
—Que ustedes dos sean unos cabezones no significa que no se tomen importancia entre lo que el otro opine. —El guardián se sentó en el piso y Nico lo siguió—. Hace mucho, el primer viajero de las sombras no fue un hijo de Hades, sino un hijo de Poseidón. Teseo, al caer al Hades y perder el amor de su vida, se volvió loco. Cuando Heracles lo sacó, una hija de Selene le devolvió a su estado normal, pero sus poderes ya no eran iguales. Desde entonces, cada cierto tiempo, nace un hijo de Poseidón que representa las aguas del inframundo; por esto Percy te escogió a ti como protector de Equus. Él sabía que su hijo no tenía poderes normales y que necesitaría a alguien que le enseñara a amarse a sí mismo.
Nico llora al escuchar la historia. Sabía que era verdad, de alguna forma. Tal vez, Percy y él tenían una relación complicada, pero se tenían confianza. O al menos la tendrían.
—Espérame aquí —dice el guardián volvió a ser un gato—. Cuando las puertas se abran, entra.
Nico se quedó esperando unos cuantos minutos hasta que las puertas se abrieron. Dentro, había una cascada de agua turquesa que iba hacia arriba. El lugar parecía fuera de este mundo. El guardián estaba en una piedra puntiaguda.
—Lamento haberte traído para nada —confiesa el guardián—. Necesitaba un plan de respaldo.
—Entiendo —dice Nico—. ¿Este es el cementerio de estrellas?
—Ahora es la cuna de las lifelights . —El guardián hace aparecer unas alas de ángel—. Tus amigos te esperan.
Con un movimiento de mano, Nico se convirtió en una lifelight y entró en la cascada.
—Espero que me perdones cuando nos volvamos a ver.
Y así, Jason volvió a su futuro lejano para acabar con Caos. Sabía que, de cierta forma, sus amigos no le iban a perdonar si no cumplía con su misión.
Verán, la historia es un ciclo que se vuelve a repetir eternamente. Solo las decisiones que tomemos son nuestra forma de acabar esto. Puede que haya miles de Jason, Percy, Annabeth y Nico, pero ellos nunca serán iguales a quienes fueron alguna vez. Solo aquellos que desean un cambio de verdad lo lograrán. Como humanidad, tenemos un poder de cambio que los dioses envidian.
Así que cuando Jason vuelva a nacer, encuentre a la diosa de la Luna y acabe con su ciclo, será porque ustedes lo pueden hacer también. Porque las estrellas volverán a nacer.
Chapter 53: Notas del autor
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Después de casi un año puedo decir que terminé un fanfic. Myth&War empezó con un fanart de Karen de la Vega y el estreno de Sailor Moon Cosmos. Es extraño porque todo el principio ya tenía las bases sentadas en los libros como Setne y Alabaster.
Quiero agradecer especialmente a André @livesforpercy en Twitter. Que me ayudó a que este fanfic fuera posible leer y a que todo tuviera sentido. También quiero agradecer a todos los que han leído aunque sea un capítulo y me comentaban sus opiniones.
Faltan el epílogo, tranquilos. Pero van a salir en Noviembre, ya que quiero todos los epílogos de una vez. Después de eso empezaré a editar el fanfic, para arreglar agujeros que dejé y mencionar personajes que se me olvidaron como Khufu. Mientras estaré traduciendo al inglés (esperemos que no me cancelen los gringos).
Otra vez, gracias por llegar hasta aquí. En un año puede que saque la secuela pero quiero prepararla bien. Así que me pueden seguir en Twitter como @HijaSelene para que se spoileen. Gracias por leer y espero que tenga una larga vida.
Chapter 54: Epílogo: Los Kane
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Carter y Sadie despertaron cada uno en su respectivo cuarto, a la hora que debieron cruzar las estrellas, el 21 de junio. Ambos notaron que estaban usando sus pijamas y que tenían sobre su mesa de noche medicamentos para la gripe. Sadie salió de su habitación y se encontró a su hermano en el pasillo. Los dos se abrazaron, felices de que todo pareciera una horrible pesadilla.
—¡Están despiertos! —Se alegra Zia, quien venía acompañada de Jaz y Walt—. ¿Ya se sienten mejor?
—Aun así deberían descansar —dice Walt—. Es difícil que los magos se enfermen;, podría ser algo mucho peor.
Sadie corre a los brazos de su novio 2x1 y sonríe.
—Estamos mucho mejor ahora —confirma ella.
En la madrugada, Carter salió a la terraza para ver qué se encontraba. Esa noche estaba nublada, sin estrellas. Era la forma del universo de confirmar que nada extraño iba a pasar. Sadie subió unos minutos después.
—Hola… —dice Sadie—. ¿Qué haces?
—Preguntando a las estrellas qué nos espera.
Ambos hermanos se sientan a observar más el cielo.
—Nadie se acuerda de nada —comenta Sadie—. Tal vez ni Magnus, Lester y Percy.
—Algo me dice ellos sí se acuerdan —confiesa Carter—. Pero si los encontramos, será difícil de explicar cómo nos conocimos.
—Quiero ir por Excalibur —dice Sadie—. Es como que nuestro vínculo, ahora que sé que existe, no puedo dejarla ahí.
—Pero eso estaba en el campamento mestizo. No creo que nos dejen entrar —discute Carter—. Y Percy ahora vive en California. Además, ya no está Dana.
Sadie entendía; Dana era la dama del lago y, sin ella, nunca encontrarían a Excalibur en el extenso y mágico bosque del campamento de semidioses griegos.
—Tal vez esté con Magnus.
—No sabemos dónde vive Magnus exactamente.
Pasaron las semanas y Sadie aún sentía que algo le faltaba, pero cada plan que tenía se venía abajo. Nadie la recordaba en el campamento y, además, encontrar a Dana, Magnus y Percy sería una tarea imposible. Aún así, su necesidad le consumía.
Cada que podía, Sadie volvía a la terraza a ver las estrellas en busca de respuestas. Las lágrimas se deslizaban de su rostro; debía estar feliz de la tranquilidad, pero no podía. Un día, Walt subió también.
—¿Qué haces? —le pregunta su novio mientras le limpiaba las lágrimas—. Hace tiempo que no estás bien. Estás como ida.
—Hay cosas que no te he dicho. —Sadie suspira—. Y no sé si debería.
—La muerte sabe muchas cosas —dijo Anubis y Walt al mismo tiempo—. Pruébanos.
Sadie soltó todo lo que había vivido con su hermano. Les habló cómo había visto a todos morir; les contó sobre Dana y la espada, sobre su vida pasada y el rey Arturo; les contó sobre los cinco elegidos y la reencarnación de Astrea.
—Creemos que solo nosotros recordamos lo que ocurrió.
—Sadie…
Sadie no lo sabía, pero su novio empezó a buscar en el inframundo a alguien que supiera sobre las espadas legendarias. Viajó por los ríos que conectan a cada inframundo hasta que se encontró con un chico que usaba una máscara de caballo.
—He escuchado historias sobre la legendaria espada de Excalibur que reposa en un bosque, debido a que todos la buscan a través del agua —confesó el chico—. Dile a tu novia que vaya a esta dirección; ahí se reencontrará con quien necesita.
—Nunca te dije sobre… —El chico desapareció. Anubis observó el papel que le dio y decidió que era mejor no pensar mucho en lo que pasó.
Carter, por su lado, tenía sus propias preocupaciones. Setne seguía encerrado, y sabía que había personas que todavía lo podían sacar de ahí. Ni siquiera podía dormir pensando en la solución. ¿Su padre sería capaz de castigarlo lo suficiente? Setne era demasiado peligroso como para dejarlo cerca de la magia un momento más.
Un día, soñó con el mismo Mic, el cual estaba sentado en una hermosa pradera, mientras un niño jugaba con un perro mexicano. Carter se acercó a Mic; este parecía notarlo pero no quería soltar la mirada al niño.
—Por fin te pusiste en contacto —dice Mic—. Pensé que te olvidaste de tus amigos.
—¿Lo recuerdas? —pregunta Carter—. ¿Recuerdas todo lo que pasó?
—Hay cosas que no se pueden mantener ocultas mucho tiempo. —Mic sacó un espejo negro—. Las promesas no conocen el tiempo ni el espacio. Además, hay alguien muy poderoso que vino.
—¿Quién? —le preguntó.
—No me trae buena espina; es mucho poder. Le dije que se fuera de aquí, que un ser como él no se podía acercar a los elegidos por el sol. —Mic estaba tan angustiado; ni siquiera con Alabaster Carter sintió tanto pánico de su parte. El niño, que estaba enfrente jugando, parecía ser la razón—. Me dijo que te ayudará a tratar a Setne y que si lo hacía, dejaría a mi hermano en paz.
—¿En serio? ¿Quién haría eso? —¿Quién tiene el poder de conocer lo que está pasando con Setne y de lograr contactar a Mic? —. No conozco a nadie con tanto poder y libertad.
—Al menos parece tener buenas intenciones, pero no sé cómo supo de esa prisión.
—¿De qué hablas?
—Del lugar a donde mandamos a los dioses malignos, sin causar un desastre en el orden natural. —Mic sacó un cigarro y empezó a fumar—. Un lugar lo suficientemente lejos para que no obtengan más poder, pero lo suficientemente cerca para que no mueran. Mierda, ya lo había dejado. Lo peor es que se llevó mi máscara de esqueleto.
—Mic, está bien —le aseguró—. No le diré a nadie.
—Te vas a reír porque es muy irónico. —Mic ríe nervioso—: Es la luna.
—¡Lo quieres meter en la luna!
—Es la única forma, Carter.
Carter y Mic empezaron a hacer los preparativos para encerrar a Setne, junto a los mayores monstruos y dioses malignos de la historia de las Américas. Nadie supo qué había pasado con Setne, solo los necesarios. Juraron nunca iban a decir nada y volvieron a sus vidas normales.
Por otro lado, con el tiempo, Sadie aprendió a manejar, por lo que se iba hacia donde decía la dirección que le había entregado Anubis. Justo ahí, lo único que había era un bosque muy denso. Demasiado para ser del estado de Nueva York.
Ella se metía todo lo que podía, pero a veces se sentía tan atrapada. Entraba en pánico hasta que el propio bosque la sacaba. No importa cuántas horas pasaran, siempre terminaba afuera. A veces dejaba marcas en árboles, pero estas desaparecían al instante.
Un día, entró sin muchas esperanzas, pero había algo diferente. Una melodía salió del bosque. Sadie empezó a perseguirla y, esta vez, el bosque empezó a dejarla entrar. Después de unos pocos minutos, la pequeña Kane llegó a donde descansaba Excalibur.
En los pies del altar, se encontraba un chico con la máscara de Mic. Este tocaba la canción en violín que atrajo Sadie. Era una melodía muy alegre y contagiosa, al punto que todos los animales se quedaban plasmados con el chico.
—Está melodía me la enseñó el propio Pan y la dama del lago —dice el chico que a Sadie le resulta conocido—. A tu amiga le gusta mucho. Le recuerda a su antigua vida como una ninfa.
—Tu eres el hijo de Percy —dice Sadie.
—Se puede decir. —El chico se levantó—. Me retiro porque tengo mucho que hacer y se me acabó el tiempo. Cuídense.
Sadie quedó sola en el bosque y observó a Excalibur en la piedra del altar. Se acercó a tomar su mango, y empujó. Empujó con todas sus fuerzas, pero la espada no cedió. Sadie intentó otra vez, pero sintió una fuerza que la jalaba hacia atrás.
—¡Excalibur! —grita Sadie.
— Dejame ir, Sadie —habla la espada dentro de la mente Sadie—. Nuestro destino ya no está conectado.
—No me dejes, Excalibur, te necesito. —Sadie se arrodilla ante la espada mientras llora desconsolada—. No me dejes tú también.
La espada reflejó el cuerpo de una chica con el cabello naranja, pecas y unos ojos grises profundos, quien se materializó al lado de Sadie. Sus orejas eran puntiagudas y usaba un vestido gris simple de la Edad Media. Tomó las mejillas de la pequeña Kane y limpio sus lágrimas.
—Ahora tu deber es solo con los egipcios; tienes que ser su líder —le dice Excalibur—. Sé que nos volveremos a encontrar, pero cuando eso pase, quiero ver una Sadie madura, hecha y derecha. Mi pequeña reina.
Excalibur le dio un beso en la mejilla y volvió a la espada. Al volver a ser consciente de su alrededor, Sadie se dio cuenta que está afuera del bosque. Entendio que su vieja amiga la había echado para que no se quedará atrapada en el pasado.
—Hasta pronto, Excalibur.
Chapter 55: Epílogo: Magnus Chase
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Magnus despertó en su habitación del Hotel Valhalla. La luz entraba por las cortinas. Estaba solo, pero había algo extraño en el ambiente; se sentía observado. Se levantó de la cama y caminó alrededor para ver si encontraba algo. Su cabeza le molestaba y se sentía con el cuerpo adolorido, pero sus instintos eran más fuertes. En el fondo de la habitación, vio algo moverse y caminó hasta ahí.
—¿Magnus, ya reviviste? —Abre la puerta Alex, como si fuera su habitación—. Espero que esta vez no te quejes como princesa por haberte cortado el cuello, otra vez.
Magnus vio a Alex y empezó a llorar. No sabía por qué, pero una nostalgia le tomó por sorpresa. Abrazó a Alex con todas sus fuerzas como si este fuera a desaparecer. Su novio le devolvió el abrazo un poco extrañado.
—¿Qué te pasa? —le pregunta.
—Nada, es que tuve un mal sueño.
Los días siguientes, Magnus no podía dejar esa sensación de que olvidó algo muy importante, además de que lo estaban observando desde lejos. Trataba de mantenerse ocupado en Chase Space, el hotel y sus amigos; pero, aún así, algo dentro de él le decía que estaba más acompañado de lo normal.
Hasta que, un día, empezaron las clases de otoño y vio a una niña con dos lazos azules caminando. Magnus se le quedó viendo, extrañado. La imagen de sus recuerdos lo atormentan y cayó en la acera. La espada Jack fue quien lo encontró desmayado.
—¡Alex! —empezó a gritar Jack, la espada.
En su habitación, Magnus veía las hojas caer. Estaba volviéndose loco. Afuera todo parecía normal, pero a él le faltaba algo. Mientras bajaba el sol en el horizonte, una figura femenina le empezó hacer señas en el patio del Chase Space.
—Jack, hay una chica allá abajo —dijo Magnus y la espada se acercó hasta la ventana—. ¡Dime que la ves!
—No la veo, Magnus. No tengo ojos —grita Jack—. Pero siento una presencia muy poderosa: Alguien ya conocido.
Magnus tomó a Jack y bajó hasta el patio, donde Dana lo esperaba. Tenía la forma de adolescente con su cabello azul trenzado.
—¡Magus! —lo llamó corriendo hacia el amanecer.
Magnus la siguió con Jack en la mano. La espada gritaba que lo estaban secuestrando, pero juntos entraron al reino del Sol. Dentro, Magnus recobró todas sus memorias; aquello que le daba dolor de cabeza desapareció y se sintió despierto después de mucho tiempo. Cuando cruzó el umbral de la luz y cayó en unas ruinas.
—¿Dónde estamos? —preguntó Magnus.
—¡Sácanos de aquí, Magnus! —grita Jack, preocupado—. Aquí nadie debe estar.
La melodía de un violín empieza a sonar, una melodía relajante que atrae a Magnus. Justo en medio de las ruinas está Equus tocando el violín. Esta vez no utilizaba ninguna máscara, ya que no era permitido.
—¿Tú eres el hijo de Percy y Annabeth? —pregunta Magnus.
—¿CÓMO? —pregunta Jack—. ¿NO SON ADOLESCENTES ESOS DOS?
Magnus lo ignoró.
—Hola Magnus —comienza Equus—. Bienvenido a la ruinas del palacio de oro de Helios.
Magnus sintió que este Equus no era el mismo de siempre. Ahora era más maduro y misterioso. ¿De dónde había sacado ese violín y qué hacía en las ruinas del palacio de un dios?
—¿Y Dana? —preguntó Magnus.
—La verás cuando vuelvas. Ella no puede entrar aquí. Solo los que tienen sangre del Sol y yo. —Equus bajó de la ruina donde estaba subido—. Acompáñame, por favor.
Magnus mantuvo su distancia con el chico; no podía confiar en él. Aún así, lo siguió hasta lo que parecía el centro de lo que fue el palacio. Ahí se encontraba un pedestal con la corona de ámbar.
—¿Esa es la corona del príncipe? —pregunta Jack—. Creí que fue destruida cuando el templo cayó.
—En teoría, solo desapareció —dice Equus ocultando una risa—. Verás que el tiempo en el espacio es muy complicado, ustedes viajaron al futuro donde la corona de ámbar se desvanece. Pero, en su presente, la corona está aquí, esperando a su portador que aún no nace.
—¿Y eso qué tiene que ver conmigo? —pregunta Magnus.
Equus saca de su bolsillo el sonajero que la diosa Hathor le había dado.
—Cuando el príncipe nazca, será apartado de sus padres. Una persona lo guiará en la senda de la magia oscura, pero tú lo encontrarás y le enseñarás a ser un digno príncipe del sol. —Equus coloca el sonajero en las manos de Magnus—. Luego, lo guiarás acá para que tome su puesto.
—¿Cómo sabes todo esto? —pregunta Magnus observando el artefacto—. Yo no soy…
Equus y el palacio desaparecieron apenas Magnus vio al frente. Nuevamente se encontraba en el patio con Jack en una mano, excepto que ahora llevaba el sonajero en la otra. El sol se ponía en su cara dejándolo un poco ciego.
—… digno —terminó su interrumpida frase.
—Eso fue extraño —comenta Jack.
—¡Magus! ¡Te encontré! —grita Dana detrás de ellos, ahora con la apariencia de una niña de seis años. Viene acompañada de Alex. Dana corre hasta sus brazos y Magnus la alza—. Hermano.
—Ustedes son muy malos para las escondidas —bromea Alex.
—Creo que es hora de cenar —dice Magnus y caminan juntos al Chase Place
Chapter 56: Epílogo: Lester Papadopulos
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Lester fue al apartamento de Ayla apenas recobró la conciencia. Estaba en la puerta, tomando las agallas para entrar, pues no quería asustarla siendo Apolo. Quería que le conociera como Lester primero. Antes de tomar el picaporte, alguien abrió la puerta. Una mujer de bienes raíces con una pareja joven salía del apartamento. Adentro estaban los mismos muebles que había antes.
—¿Viene para el open house ? —le preguntó la señora.
—Sí —no le quedó otra cosa qué responder.
Tuvo que soportar una hora actuando como si le interesaba el apartamento, tratando de encontrar una forma de que la vendedora de bienes raíces le soltara información si Ayla había vivido ahí, pero parece que no.
¿Dónde podría estar Ayla? Una bruja, hija de Helios, solo podía estar en la isla de Circe. Así que Apolo fue con su hermano, Hermes, para que lo guiara hasta la isla.
—¿Por qué quieres ir a ver a Circe? —le pregunta Hermes.
—No es Circe a quien busco —le confiesa Apolo—. Es una de sus brujas.
—Pues necesitaras suerte; Circe odia que vengan por sus brujas. Sería hasta mejor que vinieras por ella.
Apolo y Hermes se encontraron a la bruja en plena construcción de su isla. Había ninfas de toda clase trabajando en lo que parecía la remodelación de esta, aunque el lugar era un caos debido a que las ninfas utilizaban sus poderes. Circe les gritaba que se enfocaran, pero las ninfas parecían estar jugando.
—Disculpa, Circe —le interrumpe Apolo.
—¡Qué! —grita Circe muy molesta—. ¿No ven que estamos ocupadas? Los voy hacer en carnitas mexicanas.
—Perdóname, solo estoy buscando a Ayla —le explica Apolo; la mirada de Circe se oscurece con más furia.
—¡Esa traidora! —Circe tira sus papeles al piso—. ¿De dónde la conocen?
Apolo tartamudea tratando de explicar la situación.
—No importa —dice Circe para callarlo—. Desde que se fue no la he vuelto a ver. Escuché que estuvo con los semidioses romanos y que luego se fue con Hécate.
—¿Con Hécate? —pregunta Apolo.
—Si, dijo que logró entrar a la renovada Academia de Hécate —confiesa Circe—. No entiendo la necesidad de cambiar el aire natural de esta isla al de Nueva York todo contaminado.
Considerando que el lugar era un desastre, no le sorprendió a Apolo que Ayla decidiera quedarse en Nueva York. El dios decidió salir de ahí lo más rápido que pudo, antes de que las ninfas hicieran enojar más a Circe y la bruja se desquitara con él.
Fue hasta la mansión de Hécate, cuya entrada era muy rara, pero logró que la diosa le abriera. Dentro de la mansión había muchos monstruos y humanos jóvenes en uniforme. El lugar estaba lleno de personas.
—Hécate, ¡en serio reviviste el lugar! —le felicita Apolo.
—¿Qué quieres Apolo? —dice Hecate sin emociones.
—Estoy buscando a …
—¿Qué hace esta sabandija en la casa, mamá? —Ahí estaba Alabaster, quien también utilizaba el uniforme de los demás estudiantes—. ¡Salte de aquí! Este es un lugar sagrado. Seguro anda detrás de una estudiante.
Apolo se sonrojó, ya que sí estaba detrás de una estudiante; pero ya no era ese Apolo mujeriego que siempre echaba a perder sus relaciones. Quería ver a su amiga, saber si estaba bien y hacerle saber que podía contar con él.
—¡No es así! —dice Apolo—. Quiero ser maestro en la magia de la curación.
Todo el mundo quedó congelado ante la propuesta de Apolo. Hasta los estudiantes más desmadrosos se quedaron viendo al dios.
—No solo eso. He disuelto todas las restricciones que pusieron a los participantes del ejército de Cronos. —Apolo nota cómo una chica está bajando las escaleras es la única que se mueve—. Alabaster, podrás ir al campamento el siguiente verano.
—¿Y quién dice que yo quiero volver a ese lugar? —gritó Alabaster.
—No seas tonto, Alabaster. —Ayla estaba ahí, también vestida con su uniforme impecable—. Por fin lograste tu cometido. Ahora es momento de disfrutar tu juventud.
—Ya no quiero nada de ellos; ahora solo quiero mi venganza —confía el hijo de la magia.
Ayla saca un libro y se lo tira a la cara.
—¡Vas a ir a ese campamento y harás las paces con Percy Jackson! —grita Ayla mientras le sigue pegando mientras Hécate se queda observando la escena como si fuera lo más normal del mundo.
—Está bien, te pondré a prueba —le dice Hécate—. Por un tiempo.
Apolo, tomando la identidad de Lester, fue todos los días durante . el año escolar hasta el verano, momento en el que, junto a Ayla, acompañó a los estudiantes semidioses al campamento mestizo. Ahí Ayla demandó más la construcción de cabañas para dioses menores, o mini casas como las llamaba Annabeth. El campamento se llenó rápidamente de muchos más semidioses. Junto a un Alabaster, muy resentido, lograron que el campamento fuera más un hogar para todos ellos.
Cinco años habían pasado cuando Lester escuchó una melodía en violín que lo llamaba desde el bosque. Hipnotizado, caminó entre las myrmekes, hormigas gigantes; ellas no le dijeron caso, pues la canción evitaba que los monstruos molestaran a Lester.
Cuando el dios llegó a la Arboleda de Dodona, se encontró con Ayla hablando con un chico encapuchado. Se veía muy preocupada y molesta mientras el chico trataba de tranquilizarla. Lester no podía moverse ni acercarse a ellos.
—¡Yo no quiero! —gritó Ayla, tratando de zafarse, pero el chico evitó que se soltara de su mano.
—Es la única forma de devolverle a tu familia su honor —dijo el muchacho—. Él reinará de vuelta pero solo tú lo puedes traer.
Ayla logra salir huyendo de la arboleda por otra parte y Lester se descongela. El chico se queda la capucha, cansado y se sienta en el césped. Lester lo reconoció como hijo de Percy, Equus.
—¿Qué le dijiste? —pregunta Lester, enojándose con cada segundo—. ¿Qué haces aquí?
—Eso no te incumbe. —Equus sacó una flecha del bolsillo. Lester retrocedió apenas notó cuál flecha era—. Me dijeron que esto te pertenece.
—La flecha de Dodona… —Reconoció Lester—. Imposible.
—No me gusta esa palabra. —Equus se la puso en la muñeca—. Esto es un préstamo, hasta que su nuevo dueño aparezca. Tal vez no hable mucho hasta que eso pase. Así que no pienses que te estafé.
Equus retrocedió lentamente para que Lester no lo notara. Una ráfaga de hojas lo hizo desaparecer por arte de magia. El dios buscó entre las hojas pero el bosque parecía haberlo escondido.
Cuando Lester volvió al campamento, Ayla no estaba. Había vuelto a la academia más temprano. Justo con el fin del verano, los estudiantes de la academia volvieron a sus clases y Lester se encontró a la hija de Helios viendo directamente la luna en un balcón. Su cabello estaba blanco como las veces que usaba sus poderes.
Ayla, al notar su presencia, ocultó su cabello pálido, miró a Apolo directamente y le sonrió.
—Volviste temprano —le dijo Apolo.
—Tenía que aclarar unas cosas. —Ayla caminó más cerca del dios—. A veces solo hay que hablar con una vieja amistad.
—¿Estás mejor? —le preguntó Apolo.
—Asustada, pero no nerviosa —confesó y miró al suelo. Apolo le tomó en la barbilla para que lo viera—. Usurpador, ¿qué haces?
Ambos rieron. Ninguno de los dos sabía lo que les deparaba el futuro, pero al menos estaban el uno para el otro.
Chapter 57: Epílogo: Percy Jackson
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Percy y Annabeth terminaron la universidad y justo un año después decidieron tener su boda. Cuando llegó el día, el templo de Juno estaba repleto, incluso había personas esperando afuera a la pareja. Era extraño, ya que Percy juraba que solo invitaron a cien personas.
—¿Por qué hay tanta gente allá afuera? —le pregunta Percy a Grover—. Si acaso les he hablado una vez.
—Verás, todos querían estar en la boda del siglo —explica Grover con nerviosismo—. Y no podía decirle que no a ciertas ninfas, entonces otras se enojaron porque ellas no lo estaban. Y luego varios semidioses se dieron cuenta y …
—Entiendo, Grover —interrumpe Percy—. Pero nos hubieras avisado.
—Es solo la ceremonia, lo juro.
Nico Di Angelo entró gritando a su micrófono a la sala del novio. El hijo de Hades se propuso como organizador. Desde que Frank le pidió ser uno de los entrenadores en ambos campamentos se había vuelto un déspota, pero las muertes de campistas se habían reducido bastante.
—¡Grover! —gritó Nico—. ¡¿Se puede saber porque hay tanta gente afuera?!
— Maestro Nico, ya tenemos los refuerzos que pidió. —Una voz habló desde el walkie-talkie que traía Nico.
—¡Hace media hora lo pedí! —Nico empezó a discutir con sus estudiantes y Grover.
Mientras se hacía el desmadre, Percy se escabulló para ver a sus invitados. En el corredor, tenía la sensación de que alguien lo veía. Estaba en Nueva Roma y había muchos fantasmas por todas partes, pero esto era diferente. Le pareció ver una sombra en el fondo y caminó lentamente hacia ella.
—¿Percy? —Una Estelle de diez años lo encuentra—. ¿Qué haces?
—Deben ser los nervios; estoy viendo cosas —confiesa Percy.
Desde que volvieron del fin del Cosmos, Percy no pudo hablar con nadie sobre el tema de Equus. Le hubiera gustado volverlo a ver aunque sea para charlar un momento. Temía sobre el futuro y que tanto había cambiado. Astrea le dijo que tendría un futuro largo, pero aún así se preguntaba qué tan largo.
—Vamos, Estelle. La ceremonia va a empezar.
Después de que Percy y Annabeth se casaron oficialmente, los seres cercanos fueron al salón de eventos más grande de Nueva Roma. Vio a muchos viejos conocidos reunidos y a Paul bailando con Estelle en el centro de la pista.
El hijo de Poseidón se sentó junto a su esposa, la hija de Atenea, en la mesa principal Todavía estaba asimilando que se había casado con esa persona; esa persona que lo acompañó durante años de aventuras, aquella que conoce tanto sus demonios internos, como sus habilidades. Para Percy, Annabeth era la mujer más perfecta en el mundo; sus propios defectos la volvían más perfecta. No había nadie más que quisiera a su lado por la duración de sus vidas, por más cortas o largas que fueran.
Percy y Annabeth se encontraron con un montón de personas. Primero fueron a saludar a Frank y Hazel; sus amigos ahora eran parte de Senadores de Nueva Roma y estudiantes en la universidad. Se la pasaban ocupados, pero aún así se las arreglaron para planear toda la ceremonia. Hace poco Frank le pidió matrimonio a Hazel; todavía esperarían un tiempo antes de casarse, pero no era tarde para comprometerse.
Después fue con Leo y Piper, quienes habían venido juntos. Leo andaba últimamente desaparecido ya que, según él, tenía que ayudar a unos viejos amigos de la familia. Piper, por su parte, viajaba mucho; pero siempre que podía, volvía al campamento a ver la estatua de los siete.
—¿Cuándo nos vas a decir qué tanto andas haciendo, Leo? —preguntó Hazel.
—Dejen de insistir tanto —comienza Leo—. Estoy haciendo trabajos para un viejo conocido, pero no puedo revelar nada.
—Eso es muy extraño, Leo —critica Piper—. Podría ser peligroso.
—Con muchos picotazos, eso sí —confiesa Leo.
En otra parte de la sala, estaban Nico, Will y Lester. Nico vigilaba a los semidioses encargados de la seguridad de que ningún intruso entrara. Parecía un perro guardián.
—Apolo, digo, Lester —saluda Annabeth—. ¡Qué alegría verlo!
—Ayla quería venir también, pero tiene que reposar —dijo Lester un poco triste—. El embarazo no la tiene muy bien.
—Agradable, quieres decir —refunfuñó Will.
—¡No trates así a Ayla! —le regaña Lester—. Un embarazo divino puede traer complicaciones. Pero pronto llegará el pequeño Helios.
—¿Helios? —pregunta Percy.
—Pensamos que sería un bonito detalle.
—Más bien una buena manipulación de Ayla —dice Will.
Ya casi finalizando la noche, Percy salió por aire. Se encontró en el mismo lugar donde se había encontrado con los chaneques. Ahí, Equus le salvó la vida con su caballo sombra. Aunque, contrario a aquella vez, la luna estaba llena y el paisaje era tranquilo. Percy nota cómo una sombra sale del bosque y camina hacia él.
—Sabía que eras tú —dice Percy con una sonrisa al encontrarlo finalmente—: Erecteo.
Equus estaba enfrente de él después de casi diez años desde que lo vio. No había envejecido ni un día; seguía siendo ese niño de 14 años. Solo que ahora llevaba una máscara de esqueleto en la cabeza en lugar de la de caballo.
—Hola, semidiós —respondió su hijo.
Ambos se abrazaron y lágrimas cayeron de sus ojos.
—¿Por qué no viniste antes? —dice Percy—. Te hubiera escondido o algo.
—Tengo una misión ahora, papá. Una muy grande. —Suspira Equus—. Además, ahora nos vemos mucho más que antes.
Percy entendió lo que se refería y un gran peso se liberó dentro de él.
—Aunque me encantaría venir más, me dijeron que después de esto estarás muy ocupado —confiesa Equus —. Y hay cosas que ni las aguas del tiempo quieren ver del pasado.
Al principio, Percy no entendía mucho a lo que Equus se refería; sería hasta después que Annabeth descubriría que estaba embarazada de su primer hijo. Entonces el hijo de Poseidón solo ríe, sin dejar de llorar, y le retira un mechón de pelo negro a Equus del rostro.
—¿Me juras que estás bien? —le pregunta, queriendo asegurarse.
—Si papá, muy bien. —Equus lo abraza otra vez—. Gracias por todo, sesos de alga.
—Gracias a ti, cara de caballo.
Chapter 58: La secuela
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Buenas! Si llegaste aquí te quiero mucho lector! Tengo buenas noticias para la secuela abrí un Twitter llamado @ MythWarFic donde abrí audiciones para que ustedes puedan participar como personajes secundarios. Ahí encontrarán toda la info que necesito de su personaje. Apúrense que tenemos cupos limitados!
Chapter 59: Equus Aventure: Ruta de Eros
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Tik…tak…tik… tak
Equus estaba en su habitación en la ciudad subterránea. Ahí se la pasaba cuando volvía de sus viajes temporales. Tomó su máscara de caballo de la comodada y se la colocó. En el pasillo aún había ciertas construcciones ocurriendo. Verán, en el nuevo futuro, la ciudad subterránea se construyó mucho más tarde. Ahora solo era un lugar de oración a los dioses del inframundo, no uno para esconder a Equus. De hecho, la gente ni siquiera usaba máscaras.
Para el descendiente de Poseidón, las máscaras eran sagradas., pues le habían permitido actuar sin temer provocar repercusiones a su hermano o que simplemente no lo reconocieran. Así logró robarle una máscara de esqueleto a un tal Mic, pero solo la usaba en momentos especiales.
Apenas salió a la superficie, se quitó la de él. Le gustaba ver el paisaje del bosque en Nueva Roma. Era lo único que no había cambiado, en este futuro ajeno al que él había conocido. Ahora se sentía como un fugitivo de la ley. Chronos no dejó que sus memorias cambiaran y la línea del tiempo donde creció seguía intacta en su mente. Sus conocidos no entendían porque amaba la oscuridad o por qué se sentía tan ajeno a ellos desde que cumplió los 14 años.
Después de unos minutos, llegó a lo que supuestamente era su hogar, pero él no lo sentía así ya que no había crecido ahí. Trató de abrir la puerta, pero estaba cerrada. Por supuesto, no traía llaves consigo. Tocó la puerta con fuerza y llamó a su padre.
—¿Ere? —Su hermana Palas estaba detrás de él con su uniforme del colegio público de Nueva Roma—. ¿No deberías estar en el campamento?
La excusa que Equus usaba para su familia era que vivía en el Campamento Júpiter todo el tiempo junto a su hermano mayor, Egeo. La verdad era que viaja por el tiempo y se escondía en la ciudad subterránea, pero ya había acabado sus misiones por el momento así que podía volver a casa.
—Tengo gripe —mintió Equus.
Palas suspiró y abrió la puerta para ambos.
—Recuerda quitarte los zapatos que mamá se enoja —le advirtió su hermana—. ¡Ya llegamos, papá!
Nadie respondió, era extraño que Percy no estuviera en casa a esas alturas del día. Ambos hermanos buscaron alrededor, pero en la cochera no había ningún automóvil, así que supusieron que no estaba nadie.
Equus fue a su supuesta habitación, aunque no sabía quién la había decorado ya que no era nada su estilo. Tenía demasiado color para su gusto, con cortinas azules y una cama del mismo tono. Lo único decente era la alfombra de calavera que su padrino le había regalado. Se cambió la ropa a algo más normal: una camiseta y una pantaloneta para que su madre no se quejara de su mal gusto.
De repente, se escucha el sonido del garaje abriéndose y dos autos entran. Palas sale de su habitación y llama a Equus para recibir a ambos padres. Percy es el primero en entrar con una bolsa de comida, detrás de él viene Egeo. Seguidamente, entra el carro de Annabeth Chase al garaje.
¿Qué hacía su hermano mayor ahí? ¿Ahora como le creerían que estaba enfermo si Egeo decía que no sabía nada? Equus debía pensar un plan inmediatamente. Si tan solo hubiera tenido un momento a solas con su padre, ambos hubiera podido inventar una excusa, pero no lo fue, así que estaba solo. Debía sacar la Atenea que llevaba en su mente, aunque este nunca se haya manifestado de su lado.
—¿Equus? —preguntó Percy al menor de sus hijos.
—¿No sabías que venía Ere aquí, papá? —preguntó la bocona de Palas.
—Veran yo mandé a Ere devuelta a casa por… —Egeo busca una confirmación de su hermanito de que excusar dar. Equus hace que estornuda y parece que Egeo lo capta—. Por una gripe, pero después llamé a papá porque resulta que se me olvidaron ciertas cosas para el campamento.
Palas no se la creía.
—No importa. Tengo casi a todos mis hijos acá, mi esposa y una pizza para todos. —Sonrió Percy—. Tal vez Cora pueda venir también.
—Cora está en el mar del norte en tour, papá —recordó Palas.
Annabeth entró a su casa con todos los planos que necesitaba revisar para la mañana siguiente y su bolso. Desde que había fundado su propia compañía de arquitectura en Nueva roma, se la pasaba ocupada mejorando la infraestructura de toda la ciudad. Quedó plasmada al ver a tres de sus cuatro hijos en la cocina, en especial a Erecteo.
—¡Mamá! —Egeo fue abrazar a su madre, mientras que Equus trataba de mirar a otro lugar—. ¿Te gusta la sorpresa?
—Si, Egeo. —Anabeth miró a su hijo más pequeño y sonrió—Ereceto. Bienvenidos de vuelta a casa.
—Hola, madre —fueron las únicas palabras que dijo Equus con toda su familia reunida.
Mientras comían, Egeo no dejaba de hablar de sus planes para el campamento Júpiter y de la universidad. Palas hablaba de sus clases y de cómo tenía que volver a teñirse el pelo para que los demás no pensaran que ella era Cora. Su hermana menor era una cantante muy famosa en todo el mundo mitológico, al punto que una ninfa del agua le ofreció un tutor por todos los mares en nombre de Poseidón. Por alguna razón, a pesar de que su padre y su madre no tenían voz de cantante, Cora nació con la habilidad de canto de sirena. Un poder parecido a la embrujahabla, pero más difícil de controlar.
—¿Y qué te trae aquí de vuelta, Ere? —pregunta Annabeth tratando de incluir al más pequeño.
—Estoy enfermo —Equus fingió una tos y vuelve a ignorar.
Percy le hace una señal a Annabeth de que le diga Equus. A Annabeth no le gustaba ese nombre y no entendía el porqué lo había cambiado; los demás hermanos tampoco estaban acostumbrados. Pero para Percy fue como si lo hubiera conocido con ese nombre, porque así lo fue.
—Perdona, Equus —dijo Annabeth—. Se me olvida que prefieres ese nombre.
—Pero los pronombres de Palas si te lo sabes —murmuró enojado. Annabeth decidió ignorarlo y Percy parecía molesto con los dos.
La familia decidió irse a dormir temprano, pero Equus aprovechó la oscuridad para ir hasta la refrigeradora y sacar un pedazo de queque de zanahoria de su hermane. Sería su venganza por llamarlo Ere.
Palas había dicho que era una persona no binaria, que utilizaba todos los pronombres, hace un año, justo en el momento en que Equus volvió a la nueva línea del tiempo. Pero parecía que su cambio de nombre no era tan importante como la identidad de su hermana y eso le molestaba. Desde entonces, había decidió que hasta que lo llamara Equus, seguiría refiriéndose solo en femenino a Palas. A veces también le gustaba molestarle más.
Sacó el pedazo de pastel, cuando una mano tocó su hombro. En defensa tiró la torta a la cara de su hermano Egeo, quien estaba detrás de él.
—¡Mi queque! —lloró Equus—. ¿Qué quieres Egeo?
—Necesito hablar contigo. —Egeo se limpia el pastel de los ojos—. Es algo personal.
Egeo fue a lavarse la cara y volvió al cuarto de Equus. El pequeño de los cuatro tuvo que conformarse con una venganza más pequeña, comer los Doritos que quedaban de Palas. Después descubriría que eran de su padre.
—¿Te acuerdas de Marion? —pregunta Egeo—. Quiero invitarle a salir el 14 de febrero.
Marion Dorfaren era una hija de Marte y pretora del Campamento Júpiter junto a Egeo. Ella no quería a Egeo, pero este parecía ignorar el asunto. Se conocen desde los 13 años, desde entonces Egeo está enamorado de ella. La cosa es que a Marion no parece interesarle lo más mínimo. Su personalidad es un poco extraña y poco sentimental. Tal vez por esto él creía que tenía un chance.
—¿Y qué quieres de mí? —preguntó Equus.
—Ya tengo todo preparado, pero hay que traerlo. —Egeo sonríe cautivadoramente—. Pero como no quiero que sospeche y además que no tenga dinero para un boleto, necesito que tú los traigas.
—¿Boleto? ¿Traerlos? —se cuestionó Equus—. ¿De dónde?
—Del campamento mestizo…
Era lo más absurdo que había escuchado a Equus en toda su vida: Ir hasta el campamento mestizo en Nueva York desde California y traer todo lo que organizó con sus amigos de allá para que seguramente Marion lo dejara plantado o peor rechazarlo.
—Creo que para Marion sería lo peor —confesó Equus—. No es sentimental y además es muy reservada.
—Lo sé; no le he dicho a nadie que ella conozca y por eso quiero que tú me ayudes. —Egeo se sienta en la cama de su hermano—. Mira, todo va a ser privado y nadie de Nueva Roma sabrá. Solo tú y yo. Por eso te necesito.
—¿Y qué gano yo?
—Además de las claras veces que le he mentido a nuestro padres de que eres un miembro activo del campamento, cuando te la pasas quién sabe dónde sin recibir ninguna educación…. —Egeo tenía un punto, pero Equus no estaba convencido—. Te patrocinaré en la siguiente misión que tengas.
Tik… Tak … Tik .. Tak
Cómo explicarle a Egeo que Equus no era que viajaba entre las sombras sino por el tiempo. Las aguas del tiempo junto a la ayuda de Chronos podía viajar a donde quiera y cuando quiera, pero solo si la diosa lo permitía. Pero su hermano pensaba que él solo viajaba entre las sombras por todo el mundo. Ahora era complicado ir hasta Nueva York en dos viajes sin ayuda.
Así que por esta razón tuvo que ir devuelta a la ciudad subterránea a ver a su padrino, Nico di Angelo. Ahí vivía la mayor parte del tiempo para ayudar a entrenar nuevos viajeros de sombras. Se colocó su máscara y abrió la puerta hasta ahí.
Adentro no había nadie alrededor ya que era muy de noche, aún. Camina con cuidado para no despertar a nadie. Cuando por fin llegó al final, tocó la puerta de la habitación de su padrino. Se escuchó cómo alguien adentro hacía un desmadre como si tuviera que huir desprevenido.
En eso abrió la puerta un ya viejo Nico di Angelo, de unos 35 años. Este no abrió totalmente la puerta, lo cual sorprendió a Equus.
—Equus, ¿qué haces aquí? —le preguntó—. Es la una de la mañana.
—Necesito tu ayuda padrino —Equus escuchó que había alguien adentro de la habitación—. ¿Quién está ahí?
—¿Ahora? —preguntó Nico—. ¿No puedes esperar?
—Necesito irme al campamento mestizo, y sé que en la noche tus poderes son mejores. —Nico suspiró—. Es de parte del pretor, padrino.
—Está bien, espérame en la sala comunal.
Equus corrió hasta la sala. Desde que llegó a esta línea del tiempo, no pasaba tanto tiempo ahí. Era un lugar tan espacioso con figuras de los dioses del inframundo para que pudieran viajar por las sombras. Adentro había una camada de perros sombra jugando. Estos saludaron a Equus hasta que una perra más grande apareció y también lamió su cara.
—¿Cómo estás, Srta. O’Leary? —La vieja mascota de su padre vivía cuidando de los cachorros que encontraba en sus viajes.
Nico Di Angelo bajó con cara de sueño. No se veía muy feliz de ser interrumpido en sus asuntos.
—¿Por qué quieres ir a Nueva York?
—Mi hermano quiere un encargo, pero es privado así que no puede ir él mismo —explicó Equus—. Asuntos de amor.
—Bueno, yo te puedo mandar. La cosa es volver. —Nico tomó un bastón viejo que tenían en la sala—. Deberás buscar a Matt, mi hermana. Ella es la capitana de los griegos y la que mejor sabe viajar de allá.
—Entonces no tengo de qué preocuparme. —Sonrió Equus.
—Equus, viajar en las sombras requiere mucho poder y trae consecuencias. No puedes pedirle a todos que lo hagan por ti. Aunque sea un recado de tu hermano. —Nico suspiró al notar que el chico no le prestaba atención—. Creo que es hora de dejar las mentiras.
—¿Qué estás diciendo?
—Sea lo que sea que estés haciendo, es hora de terminar. —Nico puso su cara de adulto—. Cuando vuelvas, le diré a tus padres y al consejo que ya no necesitas mis servidos.
Si Nico hiciera eso, haría que el título de estudiante de Equus terminara y tendría que entrar al Campamento Júpiter o la escuela de Nueva Roma. Ya no podría cumplir las misiones de Chronos.
—¿Cómo te atreves? —dijo Equus—. De todas las personas, nunca pensé que serías tú el que me apuñalaran por la espalda.
—Es por tu bien.
—¿Mi bien? —respondió sarcásticamente—. ¡A mi edad eras igual que yo!
—¡Por eso mismo quiero que no cometas mis errores! —gritó Nico—. Al menos si tienes una familia que te cuida; n no debes mentirles con tal de tener una aventura quién sabe dónde.
—Me prometiste que siempre me ayudarías —susurró Equus sin alguna emoción en su rostro.
Nico activó sus poderes y Equus viajó por las sombras, lo hizo de manera que el chico no viera cómo se derrumbaba. Había visto a su viejo yo dentro del descendiente de Poseidón. Pero por eso mismo, tenía que evitar que la historia se repitiera.
Tik… tak.. tik… tak
Equus aterrizó en el techo de la casa grande, haciendo un hueco en la habitación de Quirón. El centauro, se quedó inmóvil en su habitación tratando de comprender qué había ocurrido. El muchacho sacudió su túnica negra y observó el hueco que había dejado. Miró al hombre mitad caballo y resopló.
—Cárgalo a cuenta del viejo ese —gruñó y se fue de la casa hasta la cabaña 3.
—¿De cuál viejo? —preguntó Quiron sin obtener respuesta.
Equus camina hasta la cabaña 3, pero al verla le da más enojo. Así que decide continuar por el lugar hasta el lago del campamento donde empezó a tirar rocas. De por sí, nadie estaba despierto.
—¡Cabrón de mierda! —gritó Equus—. No eres más que un cobarde como todos.
Sacó su llave maestra con la cual podía invocar a Kira, su caballo sombra. Le gustaba ver la llave cuando se sentía mal, ya que ese caballo era el único que sabía toda su historia.
—¡Puedes dejar de ser tan molesto! —gritó un campista que no se veía muy bien—. ¡A algunos nos gusta dormir !
Equus le reconoció; se llama Ami. Unos de los tantos hijos de Hypnos que se la pasaban durmiendo.
—¡Qué te importa, baba de almohada! —Equus quería gritar y le habían dado una buena razón para hacerlo.
Empezaron a forcejear, pero ambos no eran buenos luchadores, sino más bien unos debiluchos. Ambos cayeron a más heladas y oscuras aguas del lago. A Equus no le importaba, pero Ami estaba en peligro. Trató de usar sus poderes del agua para que acercaran a Ami hasta él. Cuando sintió el cuerpo de este, subió a ambos.
—¡Mierda! —comentó Equus mientras Ami tosía.
Levantó el cuerpo de Ami y corrió hasta la cabaña de Apolo. Tocó fuertemente donde un Juan lo recibió con una cara muy dormida. Antes de que pudiera preguntar, el pequeño Jackson se metió.
—¿Erecteo? —habló Juan.
—Trae nueva ropa para Ami y un calentador —dijo y Juan actuó rápidamente y lograron que nada pasara a peor.
Equus se sentó en el suelo y se hizo un puño. Hoy no era su día, cada vez que volvía al presente se sentía peor de perdido. Ahora casi provoca la muerte de un campista.
—Ella está bien —lo comforto Juan —. Deberías dormir un poco. Mañana será un nuevo día. Ahí hay una cama libre.
El descendiente hizo caso y se durmió en una cama de la cabaña de Apolo. Hasta que en la mañana siguiente despertó totalmente solo; todos se habían ido. Afuera estaban los demás jugando o practicando.
Decidió levantarse e ir a buscar a los dos campistas que su hermano le mandó a buscar: Jack, hijo de Zeus; y Aria, hija de Dionisio. Por suerte, aún había mucha gente desayunando.
—¡Miren quién está aquí! —dijo Matt, la jefa de la cabaña 13—. El famoso Erecteo Jackson.
—Es Equus. —El chico se acercó a Matt—. ¿Dónde está Jack?
—Está con June en la cabaña de Hécate. —Matt se acercó a Equus—Mi hermano me dijo que necesitarás mi ayuda después. Pero, no sonaba muy feliz.
—¿Alguna vez ustedes son felices?
La cabaña de Hécate era un lugar oscuro, pero interesante. A diferencia de la de Hades, que parece una tienda de disfraces de Halloween. Los de hécate la había decorado como la cabaña de una bruja de cuento de hadas. Equus se sentía como un poderoso brujo de una historia de fantasía cada vez que entraba. Claro, había escuchado de la famosa Academia de Hécate, donde los hijos de ella iban cuando terminaba el verano.
—Permiso —se anunció Equus.
—Estamos al fondo —respondió June.
Adentro estaban Jack y June rellenando tubos con un líquido muy brillante. Al final colocaban una tapa de la que sobresale una colilla de cuerda.
—¡Equus! —le sonríe Jack—. Ya casi terminamos los fuegos artificiales.
—¿Fuegos artificiales? —se preguntó.
—Si, es mi nueva creación. —explicó June—. Fuegos artificiales que no hacen ruido y tampoco causan daños al ambiente. Será como un show de luces.
—Cuando le expliqué a Egeo que estaba ayudando a June con estos, me pidió que le diera unos cuantos para su cita. —confesó Jack—. ¿Ya fuiste con Juan para que te diera la grabación de la serenata? Porque vamos a tardar un tiempo en revisar los tubos.
—¿Dónde está?
—En la cabaña 13, ya que dice que tiene mejor eco.
Equus estaba harto de caminar por todo el campamento, parecía más una misión secundaria que algo importante que hacer. Y, sinceramente, no quería nada que ver con los hijos de Hades. Afuera de la cabaña 13, estaba Kimil afuera de un lado a otro, un poco preocupado.
—¡Equus! —Kimil se alegró de verlo—. Tienes que ayudar a Matt y Juan.
—¿De qué hablas? Hace una hora hablé con Matt.
—Después de eso, Juan pidió que le abrieramos la cabaña, pero ninguno está aquí. —Kimil se notaba muy preocupado y le enseñó una púa de guitarra a Equus—. Es la púa de Juan, su tesoro más sagrado. ¡Jamás la dejaría!
—¿Dónde crees que están?
Tik.. tak.. tik .. tak
Kimil lo acompañó hasta la guarida de las hormigas gigantes, pero en la cueva no había ni rastro de ellas. Por suerte, Equus siempre llevaba un encendedor con el que podía iluminar el lugar.
—¿Qué pasó aquí? —pregunto.
—Desde hace meses que no hay hormigas. Pensamos que el hormiguero simplemente murió. —Kimil se veía normal para estar ahí—. Hasta que nos dimos cuenta que algo más vivía aquí. Cada vez que alguien entraba una rafaga de viento los alejaba.
—Un espíritu del viento —concluyó Equus—. ¿Pero por qué viviría en una cueva? Al menos que estuviera ocultando algo. Kimil…
El hijo de Hades desaparece en la oscuridad del lugar. Equus sacó su llave para invocar a Kira, ya que esto le traía mala vibra.
—Bienvenido, pequeño Jackson —dijo una voz masculina y juvenil —. Te estábamos esperando.
Equus tropezó y cayó junto en el centro del hormiguero, donde debió de vivir la reina. Ahí estaban Matt y Juan adormecidos. El viento se empezó a consegrar hasta que la figura del dios Zephyros apareció ante él.
—Creíste que ocultándote no te iba a poder encontrar —reclamó el dios—. Llevo mucho tiempo esperando este reencuentro.
—¿Nos conocemos? —preguntó Equus.
El dios se enojó muchísimo , haciendo que el viento se descontrolara tanto que el nido empezó a colapsar. Equus corrió hasta sus amigos para protegerlos, pero Zephyro solo se enojaba más.
—Hace cuatro años me prometiste que tú serías el amor que perdí —reclamó el dios del viento del oeste—. Me dijiste que te buscara y estaríamos juntos en el campamento mestizo. Hasta me convertí en ese niño tonto para aludirte aquí
—Mira, no fue mi intención, pero he olvidado todo —confesó Equus—. Mis memorias están revueltas y el pasado es muy confuso para mí.
Entonces en el viento vio la silueta de la memoria en la que se veía un pequeño Erecteo de 10 años jurando al dios que con él no se sentiría solo. Había descubierto la cueva de Cupido por su cuenta y, al conocer la historia de Zephyros, decidió que lo ayudaría. Pero ese niño ya no existía, lo había reemplazado el Equus de la otra línea del tiempo.
—Deja a mis amigos y te explicaré todo —suplico Equus—. No fue mi intención olvidarlo.
Sacó su llave, pero no podría invocar a Kira. Lo único que le quedaba era invocar a Chronos y que lo devolviera unos minutos antes de entrar para traer ayuda.
—¡Deidad primordial del tiempo, escucha mi súplica y sácame de aquí! —La llave empezó a brillar hasta ponerse caliente—. ¡Chronos, ayuda!
Tik.. tak.. tik.. tak.. la llave se rompió
Fue tanto el brillo que Zephyro cayó cegado y se removía de dolor. Pero la llave no devolvió a Equus en el tiempo y ahora tenía dos pedazos de su regalo divino. Ya no volvería a viajar en el tiempo.
Juan y Matt abrieron los ojos, solo encontraron a Equus consumido por la furia. El suelo empezó a temblar al punto que caían chorros de agua muy helada en el nido.
—¡Váyanse! —Juan tomó a Matt y ambos salieron huyendo de ahí—. ¡Te vas a arrepentir!
El suelo donde estaba Zephyro se abrió y hasta que la deidad noto que lo había debajo de él era un río del inframundo, el río Acheron. Se sostuvo del suelo, pero sabía que iba a caer y llegar hasta el Tartaro. Podría salir en unos días, pero iba a ser doloroso. Equus soltó la mano del dios y este cayó.
—¡Erecteo Jackson! —Otra voz masculina habló—. ¿Cómo te atreves? Zephyro está bajo mi protección. Tú le hiciste una promesa y la rompiste.
—Él destruyó mi llave.
—No fue él; fue Chronos —explicó Eros—. Por tu insolencia, te maldigo. Te enamoraras perdidamente de aquel destinado a destruirlo todo, el peor monstruo que alguna vez haya existido.
Equus sintió cómo una flecha del amor lo atravesaba para después desaparecer.
….
Cuando volvió al campamento, se encontró con Juan y Matt. No pudo decirles qué había pasado, pero les aseguró que estaba bien. Juan terminó su canción y se la entregó a Equus. Después Jack fue a dejarle los fuegos artificiales. Aria, de la cabaña de Dionisio, le dio todo lo que necesitaba para el picnic.
—Dile a Egeo que debe comprar el queso, ya que se puede poner malo —le explico Aria.
—Está bien. —Equus tomó las cosas y se colocó donde Matt le había indicado—. ¿Todo listo?
Matt invocó a las sombras y estas se llevaron a Equus devuelta a California.
—¿Creen que esté bien? —preguntó Juan.
—Algo malo le paso —dice Matt—. Zephyros es el protegido de Eros, Equus no habrá salido ileso de esta.
—¿Tendremos que avisarle a Egeo? —preguntó Aria.
—No, él debe explicarle —opinó Juan—. Vamos chicas. El almuerzo espera.
…
Ya era de noche el 14 de febrero, Equus se escondió en un árbol muy alto para observar a su hermano mayor. Egeo llegó con Marion y se sentaron en el picnic que había preparado Aria. De pronto, alguien le tapó la boca a Equus. Eran Juan y Matt.
—¿Qué hacen aquí? —preguntó el menor.
—No preparamos todo esto, para al final no verlo —se quejó Juan.
—Van a ver en vivo el peor rechazo que haya podido ocurrir.
—Y nos podremos comer los sándwiches de Aria —dijo Matt.
Después de una media hora, se ve a Marion bajar por la colina sola. Los tres bajan del árbol y se encuentran con Egeo. Este no se encontraba tan mal como ellos esperaban.
—Resulta que Marion quiere unirse a las cazadoras de Artemisa al cumplir los 18 años —explicó Egeo.
Antes de terminar, Juan ya había sacado los sándwiches y los cuatro comieron. Los fuegos artificiales se encendieron dejando un espectáculo muy hermoso para los cuatro amigos.
—Ahorita te aparecerá tu novia loca, hermano —dijo Equus.
—Tal vez a ti también, Equus —respondió Egeo —. ¿No lo crees?
—¡Matt deja mi sandwich! —gritó Juan.
—No te lo vas a comer, te conozco.
Aunque Equus no quería pensar en su maldición y lo que había dicho su padrino, porque sabía que al menos tenía un hermano y amigos que lo iban a acompañar en lo que sea que ocurra.
Cuando volvió a su cuarto en la casa Jackson, tomó las partes de su llave y empezó a llorar. Ya no tenía a Kira ni la protección de Chronos, no sabía que iba hacer con su vida. Se cubrió con sus cobijas y quiso desaparecer, hasta que algo tocó su hombro.
—¡Egeo!
No era su hermano, si no una muchacha con un uniforme de escuela privada. Tenía rasgos asiáticos y un broche con la forma de las antorchas de Hécate.
—Equus, necesito tu ayuda. —La mujer abrió las cortinas revelando una luna roja en el cielo—. Soy Hayate, de la academia de Hécate, y necesito tu ayuda.
—¿Para qué?
—Para salvar a la diosa Selene de las garras de unas brujas.
Chapter 60: Equus Aventure: Luna de Sangre
Chapter Text
La limusina de la academia de Hécate olía a incienso, cosa que le daba alergia a Equus. Tenía demasiado sueño así que mientras la chica hablaba de la misión, el pequeño Jackson solo podía cerrar los ojos. Tal vez era una combinación de picazón y cansancio que no le dejaban estar despierto.
—¿Me estás poniendo atención? —pregunta la japonesa—. Esto es de vida o muerte para todo el planeta.
—¡Son las doce de la noche! —se queja.
—Está bien, duerme. —Hayate no se veía muy convencida—. Por lo menos lo que queda de viaje.
Equus empieza a acomodarse en el asiento cuando el vehículo empezó a correr a una velocidad extrema, lo que provocó que cayera en el suelo de la limosina mientras Hayate solo se hacía las uñas como si nada. Así como empezó, terminó, y la limusina paró.
—Llegamos, espero que tu siesta hubiera sido de provecho. —La chica baja del carro—. Apúrate que Hécate está inquieta.
Equus bajó a vomitar en la acera y aún así se sentía mareado.
—Ahí se fue mi cena de Doritos.
Hayate lo agarra del hombro y lo lleva adentro de la academia. Tres cabezas de animales empiezan a balbucear palabras, pero a la japonesa no parecía importarle lo más mínimo. Con un simple movimiento la puerta de la gran casa se abrió.
Adentro estaba repleto de monstruos y humanos, conviviendo como si fuera lo convencional y vistiendo el mismo uniforme verde. Su ropa era el típico uniforme de colegio privado. La mayor parte era una camisa polo blanca, con una chaqueta verde con el escudo. Algunos usaban faldas de paletones, otros pantalón de vestir formal, ambos de color verde. Dependiendo del monstruo, en lugar de chaqueta usaba chaleco de lana, mientras que otros ni siquiera usaban zapatos. A pesar de las horas, el lugar parecía estar más vivo que nunca. En una esquina, dos conocidas se le acercaron, eran June y Vale del campamento mestizo, hijas de Hécate.
—¡Chicas! —Las hermanas lo notaron y corrieron hasta él—. ¿Qué hacen aquí?
—Aquí es donde mamá nos obliga a venir durante el año escolar, pero ¿tú qué haces aquí? —cuestiona Vale, su cabello rojizo con el uniforme verde le hacía ver como la antigua pitia Rachel.
—Mamá nos levantó a todos; parece que tiene un anuncio. —June parece buscar a alguien entre la gente—. ¡Helios!
Un chico rubio de ojos color celeste aparece entre la multitud. Podía medir un metro con ochenta centímetros. Su uniforme lucía igual al del resto con una sola característica que lo hacía único: Era azul. Saludó a las chicas tímidas, y se fue detrás de un señor que usaba un traje de los colores de la academia. A Equus le pareció muy descortés esa actitud, pero no debía juzgarlo.
—Recuerda que Helios no debe estar fuera del alcance del maestro Alabaster —regaña June a su hermana—. Perdona, es un amigo de nosotras, pero es el estudiante especial de nuestro hermano mayor.
—Llevamos juntos magia lumínica, aunque él es mucho mejor que yo —confiesa Vale.
—¿Enserio? —pregunta Equus sorprendido—. Pero eres la mejor en todo el campamento.
—Helios no es un semidiós; es algo más —explica June—. Aquí no puede entrar cualquiera que tenga un poco de poder. Solo aquellos con habilidades extraordinarias reciben el llamado de Hécate.
June parecía resentida con ese tal Helios. A Equus le molestaban las personas que ya recibían muchos méritos solo por existir. La gente lo veía a él mismo como un chico bueno e impotente por sus padres, pero él no creía ser así. Más bien le molestaba cuando lo comparaban con familiares, en especial su hermano mayor.
—Hablando de eso, ¿será que Hécate te invitó a la academia? —pregunta Vale—. ¡Podríamos ser roomies !
—Los chicos no pueden ser roomies —dice June—. Además, yo soy tu roomie .
El techo de la academia se empezó a abrir, dejando que la luna medio roja iluminara el lugar. La diosa Hécate, usando su vestidos ceremoniales, camina hacia la luz; detrás de ella está Hayate y el maestro de las chicas. Le tomó un tiempo a Equus reconocer quién era, ya que Alabaster Torrington ahora era un adulto de unos 40 años. El chico sintió que su sangre se helaba y el color desapareció de su rostro.
—¡Estudiantes! —Llamó Hécate, impotente—. Perdonen por interrumpir sus estudios, pero nos encontramos contra una amenaza que solo nosotros podemos evitar: La diosa Selene ha sido secuestrada.
Las voces llenaron la habitación de indignación; algunos monstruos gruñían y las ninfas lloraban. En el tumulto, Equus hizo contacto visual con Helios, el hijo de Apolo ya se le estaba quedando viendo desde antes. Para el pequeño Jackson, este rubio se le hacía conocido.
—¡Cállense! —gritó Alabaster con un hechizo de sonido—. Estudiantes, como saben, la diosa Selene fue excluida de la sociedad olímpica cuando Helios renunció a su cargo.
—¿Renunciar? —una empusa dijo sarcásticamente—. ¡Lo echaron! Por tener hijos más parecidos a nosotros que a sus perfectos semidioses.
—Selene es una amiga de los sátiros y las ninfas de la naturaleza —agrega un sátiro—. Mi bisabuelo contaba como ella, Pan y Dionisio siempre bailaban con ellos en las noches de luna oscura. ¡Quién la haya tocado está pasando la línea!
Los estudiantes de la academia volvieron a gritar enfurecidos. Todo apuntaba que Selene era más amigable con los monstruos que con los otros dioses. Equus había escuchado rumores de que la diosa de la luna y Pan eran amantes que nunca tuvieron hijos. Luego le preguntaría al mejor amigo de sus padres, Grover, si sabía más cosas de ella y por qué los sátiros parecían tan enojados con su desaparición.
—Fueron las hijas de Helios —confiesa Hécate—. Antes era normal que Circe, intentando entrenar a sus brujas, engañaba a la diosa a que bajara de la luna y le quitaba su sangre.
—¿Para qué? —preguntó Equus en voz alta; todos los estudiantes se le quedaron viendo—. Disculpen, prosigan.
—Ya decía yo que olía a pescado muerto —comentó una ninfa—. Un Jackson.
—Michael Jackson, para servirles —bromeó Equus, pero nadie se rió.
—Equus es la única persona en el planeta que puede controlar la magia del tiempo del mismo Chronos —dijo Hécate. Equus se sintió halagado de que la diosa le dijera su apodo en lugar de su nombre—. Viajará hasta la isla de Circe y traerá a Selene aquí. Mis estudiantes, ustedes deberán crear un plan para que Equus pueda infiltrarse sin llamar la atención de las brujas.
Si antes les incomodaba mi presencia, ahora estaban hartos de mí. Tal vez en la academia de Hécate también pensaban lo mismo que en los campamentos: Liderar una misión es parte esencial del crecimiento como semidiós, bueno en este caso brujos también. Equus pensó que debía preguntarles a las chicas si así eran las cosas ahí. Equus sonrió, vacilón, a los monstruos que le doblaban el tamaño y el peso.
—Equus invocará el poder de Chronos y el tiempo se detendrá lo suficientemente para que entremos —explicó Alabaster.
Equus quiso interrumpirlos, pero la diosa y los maestros no dejaban de hablar. Él nunca había podido controlar el tiempo a su antojo; siempre fue con órdenes de Chronos. Ahora ni siquiera tenía la llave que le ayudaba, pues había sido despedido.
Solo quedaba una cosa por hacer: correr. Entre el tumulto de personas y monstruos, Equus se escurre hasta otra habitación. Ventajas de medir un metro y medio. Desafortunadamente, no podía ayudar a la diosa. Tal vez si le hubiera dado más tiempo para contactar con Chronos, hubiera sido capaz. La verdad era que ya no se sentía como las aguas del tiempo.
—¡Está huyendo! —gritó alguien y empezaron a perseguirlo.
Equus abría cada habitación que se encontraba, pero todas eran dormitorios o laboratorios, hasta que encontró unas escaleras y subió. Ahí se encontró con más habitaciones; la primera que abrió lo hizo caer en picada.
Ahora se encontraba en un césped muy conocido; era verde y tan largo que alcanzaba el agujero de la puerta que había atravesado. Debía correr, pero sus rodillas se lo impidieron. Cuando volvió a ver hacia arriba, se encontró con el hijo de Helios, el cual le sonrió antes de cerrar la puerta..., dejando a Equus en completa oscuridad.
El brillo de la luna roja tomando su totalidad era lo único que iluminaba la habitación. Alguien más tenía que salvar a Selene, porque Equus estaba de vacaciones, para no decir que estaba sin trabajo. El pelinegro no podía ver sus rodillas, pero estas le estaban ardiendo; necesitaba agua para curarse.
—¡Ayuda! —gritó—. ¿Alguien?
No tuvo de otra que empezar a caminar en la penumbra de la noche roja. Fue poco tiempo después que se encontró de cara con el campamento mestizo.
—¡Otra vez aquí! —se quejó—. No soy Jason Grace para que se la pasen mandándome con los griegos.
—¿Quién anda gritando como loco? —Aria, la hija de Dionisio, estaba durmiendo en una hamaca que tenía la cabaña 12 afuera.
—¡Aria! —grito Equus—. Tráeme agua o algo líquido.
La chica, aun medio dormida, caminó hasta Equus con su lata de jugo de mora. A pesar de que los hijos del dios del vino no podían tomar alcohol, suplían su adicción con frescos llenos de azúcar.
—Toma. —La chica le dio su apreciada lata—. ¡Que no digan que no te quiero!
Equus se echó el líquido en las rodillas, pero terminó por empeorar el ardor debido a sus grandes cantidades de azúcares y colorantes. Su grito despertó a todo el campamento; cada habitación prendió luces.
—Peonia, ayuda al niño —llamó Aria a la única hija de Hebe en el campamento mestizo—. Parece que es intolerante a la azúcar.
—¡INTOLERANTE! —gritó Equus con lágrimas en sus ojos—. ¡Esa cosa arde! ¿Cómo logras tomarla todo el tiempo?
Peonia se acercó a Equus, suavemente acercó su mano a la herida quemada y utilizó sus poderes para que cerrara. Una leve luz acogedora salió de su mano, pero en lugar de curarlo, lo quemó más. Equus empujó a la hija de Hebe y se agarró las rodillas en lágrimas.
—¡Esperen! —Mels, a veces llamado Nicks, apareció—. Es luna roja: Los poderes de todos deben estar fallando. Por eso no puede curarse.
—¿De qué hablas? —preguntó Aria.
—Selene ha sido secuestrada por las brujas del sol y eso provoca una inestabilidad en todo el mundo mágico —explicó la pequeña bruja—. Es mejor curarle con cremas normales.
Peonia hizo caso y le colocó crema a la herida de Equus. Este sintió alivio inmediato.
—¿Quién eres? —preguntó Equus—. ¿Cómo sabes de la diosa?
—Soy Mels o Nicks, hije de Hécate —explicó el campista.
—¿Por qué no estás en la academia como tus hermanos? —Equus no conocía a este nuevo miembro y le parecía extraño que no fuera llamado por su madre.
—Mamá no me ha llamado —respondió, aunque se notaba tristeza en su voz.
—Un momento, ¿qué dijiste de Selene? —preguntó Peonia.
—Nadie puede saber de esto —advirtió Equus.
Aria tomando iniciativa provocó que los campistas que estaban saliendo de su cabaña sintieran que todo fue una pesadilla que los volvió locos. Cada uno volvió a su cabaña como si nada hubiera pasado. Peonia les dijo que fueran a su cabaña ya que solo ella vivía ahí, así los cuatro ayudaron al pequeño Jackson hasta el hogar de los hijos de Hebe.
Ya adentro, Equus explicó lo que había ocurrido, sin confesar por qué había huido. Mels también aportó diciendo que la Academia de Hécate era un lugar muy exclusivo, pero que muchos dioses no estaban contentos con que abriera. Así que si se daban cuenta de que antiguos miembros volvieron a tomar a la diosa de la luna, podría suponer una amenaza para los estudiantes.
—Yo no puedo ayudarles —confesó Equus—. Simplemente no puedo.
—Entonces yo lo haré —dijo Aria, sin cuestionar a su compañero.
—¡Estás loca! ¿Acaso no escuchaste el «Las peores brujas del mundo secuestraron una diosa»? —Peonia exclamó preocupada—. Podrías morir, más si vas tú sola.
—No voy a ir sola; voy a ir con Equus —explicó la hija de Dionisio—. Será mi carnada.
Antes de que Equus pudiera protestar, alguien tocó la puerta principal de la cabaña fuertemente. Los cuatro se quedaron callados sin moverse.
—¡Erectero Jackson abre esta puerta!
—Mierda —susurro Equus —. ¡Hayate nos encontró!
Con un hechizo, la puerta explotó, revelando a la bruja de Hécate. Su movimiento era perfecto; como si derribar puertas fuera lo más cotidiano de la vida. Mels se interpuso entre su hermana mayor y el legado de Poseidón.
—¡Quítate! —le ordenó Hayate, pero este no hizo caso—. O nunca serás parte de la academia.
Mels se quitó de inmediato, pero Aria no caería tan rápido.
—Yo les ayudaré —dijo con toda la confianza del mundo—. Dionisio y Selene eran buenos amigos en la antigüedad. Mi representación en esta misión no dejará que los dioses tomen represalias contra Hécate.
Los demás vieron a Aria impresionados con sus palabras; había logrado pensar una forma en que su ayuda sería imprescindible al punto de que, a pesar de su mueca de odio, Hayate no tenía otra opción que aceptarla.
—Está bien, ayuda al pendejo del agua —dijo—. Pero no podemos ofrecerte nada.
—Ya oíste, pendejo del agua —repitió Aria—. Peonia, diles a mis hermanos que vuelvo mañana. ¡Vámonos!
Aria tomó al chico del brazo y ayudó a Hayate montarlo en la limusina de antes. Se sentaron juntos en la parte de atrás mientras la japonesa estaba al frente.
—Hécate no está feliz con tu huida, Jackson —se quejó Hayate—. Ya no tienes su bendición para esta misión.
—Como si eso cambiara el hecho de que vamos a morir en manos de brujas —remató Equus—. ¡No tengo poderes! Chronos me despidió; no sé cómo explicarlo, pero ya no tengo poderes del tiempo
—Lo sabemos —explicó Hayate—. Ella los iba activar otra vez, pero como te fuiste, ya no hay tiempo.
—¿De qué hablan? —preguntó Aria.
—No hay tiempo. Tenemos que ir al escondite de las brujas y traer de vuelta a Selene. —Hayate sacó un plano de un edificio—. Este es el plano del edificio que Medea usa, El Dakota.
—¡Tienen dinero esas brujas! —comentó Aria.
El Dakota fue el primer edificio de departamentos de lujo en Nueva York. Es conocido por tener fantasmas y por ser la casa de varios famosos. John Lennon vivió ahí y fue asesinado en frente del edificio. Se dice que su creador era fanático de lo paranormal, al punto que hizo varias sesiones espirituales ahí.
—Creemos que tienen a Selene en el sótano. —Equus agarró el mapa—. Debido a la falta de tiempo, ustedes tendrán que entrar sin ayuda y rescatar a la diosa.
—Volveré a todos locos —planeó Aria—. Serán como cabras bebés.
—Aria, eso haría que pierdas la consciencia en segundos y además los poderes andan raros —le advirtió Equus.
—Equus tiene razón: Deben tener cuidado; entre más cerca esté la luna roja de su punto máximo, más difícil será usar sus poderes.
Con esas palabras, el dúo salió de la limusina; no conocían el lugar y todo estaba oscuro, pues eran las dos de la mañana. La luna roja estaría en su máximo a las cuatro de la mañana y eso significaba que se habían perdido. La sangre de la diosa de la luna podría aumentar el poder de las brujas al punto de acercarlas al nivel de una deidad.
Justo en la entrada estaba el chico, Helios. Usaba su uniforme verde y una mochila de cuero vieja. A Equus le recordaba a alguien, pero no podía decir a quién.
—¿Helios? —le preguntó y el otro asintió con la cabeza—. ¿Qué haces aquí solo? ¿Te escapaste?
Helios sacó algo de su bolso: un sonajero muy extraño. Era el sonajero de Magnus Chase tenía que usar para dormir al príncipe. Equus se lo había devuelto a su primo por órdenes de Chronos.
—¿Qué es eso? —preguntó Aria.
—¡El sonajero divino! —le dijo Equus—. ¿Qué haces con esto?
Entonces Equus entendió de dónde se habían visto. Estaba ante el príncipe de fin del Cosmos. Esos ojos de color azul con toques ámbar ya los había visto antes. Sabía que el espacio podía sufrir alteraciones, pero si era cierto, entonces el príncipe aún no existía en esta línea temporal. Sin embargo, en ese instante, y frente suyo, parecía tener unos 18 años o tal vez 20.
Con una sonrisa, Helios puso el sonajero en las manos de Equus.
—Duérmelas, es la única forma. —Su voz era igual a cuando lo conoció: autoritaria, pero también compasiva—. No podrán contra ellas. Solo saquen a Selene de ahí. Aria, debes crear una distracción.
—Pero mis poderes puede que no sirvan. —Helios le entregó un brazalete a la hija de Dionisio.
—Mis poderes no son afectados por la luna, así que coloqué un poco de mi esencia en el brazalete. —Aria observó los detalles finos del brazalete—. Tengan cuidado
Ambos asistieron a Helios, pero Equus no quería apartar su mirada del nieto del titán. Aria tuvo que jalarlo hasta dentro del edificio. Antes de entrar, los chicos cruzaron miradas.
—¿Quién es él? —preguntó Aria.
—El hijo de Apolo con la bruja Ayla.
—¡Espera! —Aria lo tomó de los hombros sorprendida—. ¿Eso significa que nos ayudó un dios?
Pero antes de poder responder a su pregunta, una bruja pequeña con una lámpara empezó a cantar en un idioma que Equus reconoció como el minoico, uno que ya había sido perdido en la humanidad, aunque no para las brujas. Las luces de todos los pasillos se encendieron, enseñando a todas las brujas que había en el lugar.
—Los esperábamos más temprano —dijo la pequeña.
—Déjamelas a mí —dijo Aria mientras sacaba unas dagas de sus bolsillos.
—¡Son demasiadas!
—Se nota que no has estado el viernes de Pizza en el campamento. —Aria tiró una daga a una bruja que se acercó mucho, volviéndola polvo—. La puerta con el sol debe ser la del sótano.
Equus corrió entre las brujas. Como no tenía ningún arma, solo pudo concentrar la poca energía que tenía para esquivarlas. Al llegar al otro lado, sacó su sonajero y empezó a agitarlo. Una melodía ancestral sonó por todo el edificio hasta que las brujas, descendientes de Helios, empezaron a caer dormidas. Ahora, con más de la mitad dormida, Aria iba a poder contra ellas.
Equus abrió la puerta, pero este cayó por una escaleras de caracol. Sus rodillas estaban en carne viva y sus manos, ensangrentadas. Llegó hasta una sala amplia donde rayos iluminan todo.
Había dos mujeres: Una tenía ropas minoicos y el pelo negro hasta las caderas. Esa debía ser Medea, la nieta de Helios. La otra era rubia con el pelo cortado en Pixie . Su ropa era más moderna, pero deportiva. Ella era la que lanzaba rayos. Detrás de ellas, estaba Selene. La diosa se encontraba en un cristal de ámbar dormida. Equus notó las heridas en sus brazos, donde le había sacado la sangre.
En otro momento, hubiera podido contemplar la belleza de la deidad. A diferencia de los demás que habían sido influenciados por la humanidad, Selene era la luna y no tenía que verse como los humanos. Tenía un cabello de plata, con una piel pálida como la luz lunar. Su ropa era una túnica del mismo color que su vestido, pero lo que resaltaba más era sus dos cuernos de vaca pequeños.
Medea lanzó un hechizo contra la desconocida y esta cae junto a Equus.
—¿Otro mocoso? —preguntó Medea —. ¿Y tú quién eres? Adivino: el guardián Neptuno. ¿No puedes sola, Júpiter?
Equus trató de sacar el sonajero, pero Medea lanza un hechizo que hizo que lo soltara. Mientras la bruja era distraída por el nieto del mar, la otra chica se abalanzó contra ella.
Rápidamente, el peligro tuvo que hacer caso omiso al dolor y correr por el sonajero. Cuando lo alcanzó, notó cómo algo se arrastraba por el suelo: Era la serpiente de la bruja. Aquella que había protegido el Vellocino de Oro en el reino de Eetes ahora protegía a Selene de los intrusos. Si Equus la veía a los ojos, podría quedar hipnotizado y morir.
Tomó el sonajero, y cerró los ojos mientras escuchaba a la serpiente acercarse. No tenía armas ni poderes con que defenderse. La desconocida estaba ocupada con Medea.
Revisó su bolsillo y encontró el pedazo de la llave del tiempo. No la había podido soltar desde que se destruyó. Hasta había tratado de ponerle goma a las partes sin resultado alguno. Solo había algo por hacer.
—¡CHRONOS DETÉN EL TIEMPO! —gritó, pero nada pasó.
Equus vio a la serpiente acercarse más, por lo que se arrastró con los ojos cerrados a la diosa. Sintió el ámbar frío en sus manos y parecía débil. Salvar a la diosa y sacarla de ahí era su misión, no matar a Medea y sus brujas.
Tomó lo que le quedaba de llave y la incrustó en el ámbar; sin embargo, esta se rompió, provocando una ola de energía que impactó directamente en Equus. En segundos, empezaron a desprenderse pedazos de concreto de la celda; uno de ellos cayó sobre el hocico de la serpiente, lo que la mató en segundos. Sin embargo, no fue la única afectada, pues la habitación entera también se empezó a derrumbar.
La diosa, liberada, desapareció en una luz blanca. Medea gritó y, de la ira, logró lanzar a la desconocida contra la pared. Equus no podía escuchar qué ocurría detrás de él, ya que su vista se fue desvaneciendo poco a poco hasta volverse un negro por completo. Lo último que logró pensar fue que no pudo hacer las paces con su padrino.
***
Afuera, Aria observa cómo cada una de las brujas caen dormida ante una melodía hermosa y ancestral. Todas debían ser descendientes de Helios si habían caído. El hotel sufrió un terremoto y, antes de poder ir por su amigo, tuvo que salir del hotel donde Hayate la esperaba.
—¡Equus sigue adentro! —le gritó, pero Hayate sabía que solo podía salir él solo.
***
Llegado el amanecer, los monstruos de la academia llegaron a donde estaba la sede de Medea y encontraron el cuerpo de Equus. Un brujo tomó al chico y lo llevó afuera donde se encontraba Aria, Vale, June y Hayate esperando.
—¿Equus, estás bien? —dijo Aria hasta que vio que no se movía—. ¡EQUUS!
—Su cuerpo no soportó la onda de magia —explicó Hayate mientras lo examinaba—. Se nota por su color tan pálido.
—Mierda —soltó June mientras Vale sostenía a Aria, quien no paraba de llorar—. ¡Él lo sabía! Sabía que, si venía aquí, moriría.
****
Cuando se abrieron sus ojos, se dio cuenta que se encontraba en un castillo de plata; frente a él, estaba la diosa Selene, quien lo tenía en su regazo mientras entonaba la misma canción del sonajero. Equus se sentía liviano, sin dolor.
—Gracias por salvarme —le dijo Selene—. Te debo una.
—Así que es cierto que usted sigue viva.
La diosa río ante el comentario.
—Nunca me he ido; yo soy la luna —explicó—. Puede que los semidioses no me quieran, pero sigo siendo popular con las brujas y los guardianes.
—¿Guardianes? —preguntó—, Medea me confundió con el guardián Neptuno.
—La guardiana del planeta Júpiter fue a mi rescate, pero como los demás están con sus propias misiones, no pudo sola. —Se notaba tristeza en su voz.
—Pero la salvamos —le dijo Equus.
—No resistió, al igual que tú. —Su respuesta se sintió como un balde de agua fría—. Equus, estás muerto.
—Pero… mi familia… —Sus ojos se volvieron llorosos—. Aún tengo mucho que hacer. No le he pedido perdón a mi padrino.
La diosa acarició su mejilla como una madre y lo llevó devuelta a su pecho.
—Puedo hacerte volver, pero no será fácil.
Equus no tuvo lección más que escuchar lo que le proponía la diosa y aceptar una nueva misión, aquella por la que había nacido y que era más grande que el Cosmos mismo.
***
El cuerpo de Equus fue llevado a la Academia de Hécate, sin rastro de vida. A las seis de la mañana, mientras salía el sol, lo declararon muerto. Ahora solo quedaba esperar a que alguien lo recogiera.
El propio hijo de Apolo y de la bruja Ayla ordenó que lo llevaran a una habitación y lo prepararan para su funeral. Como nadie quería que un muerto estuviera en su cama, Helios ofreció su propia habitación.
Allí limpió el cadáver sin mueca alguna. Quitó el polvo de su rostro y su ropa rota, que sustituyó por un uniforme sobrante de la academia. Los estudiantes de Hécate observaron cómo su compañero dedicaba horas a que Equus estuviera arreglado, hasta que llegó el maestro Alabaster y los echó.
Aria, por su parte, no paraba de llorar en los brazos de Vale y June. Se culpaba por la muerte de su amigo, aunque no era la única: Hayate no podía salir de su cuarto. Con un hueco en el corazón, la japonesa no quería saber nada de su misión, medio fallida.
La diosa Hécate entró a la habitación de Helios.
—Llevas doce horas con él, deja que la funeraria se haga cargo —le regañó la diosa de la magia—. Llamé a Quirón; él llamará a su familia.
—No —renegó Helios—. Maestra, hágame caso cuando le digo esto. Equus no está muerto. Mi madre me contó que él vendría y se convertiría en mi protector.
—¡Helios! —Hécate lo tomó del brazo—. Si alguien se diera cuenta de tus palabras, podrían castigarte.
—Diremos que el veneno de la serpiente fue lo que lo tenía casi muerto —explicó el rubio—. Y se quedará con nosotros hasta que él y yo tengamos que irnos. Cuando eso pase, ya no seremos una carga para usted. Por mi madre, su antigua estudiante, solo guarde este secreto.
La diosa de la magia sabía que Helios había venido a este mundo con una misión. Ella misma fue la guía de Hazel Levesque, a pesar de que su nueva vida iba en contra de las leyes olímpicas. Observó al hijo menor de Percy Jackson y Annabeth Chase y, con los segundos, notó cómo su esencia volvía a él.
—Está bien —dijo—. Pero tú te encargarás de él. Si comete un crimen, tendrás que pagarlo. Si Zeus descubre lo que tu familia está haciendo, los echará a todos al Tártaro. ¿Estás dispuesto a arriesgar todo lo que hizo tu madre?
—Juro por la laguna Estigia que, si Equus comete un crimen, yo mismo me aislaré en el fin del Cosmos.
Cuando el sol terminó de bajar, Equus tomó aire y volvió a la vida. Helios tomó su mano y ambos cruzaron miradas nuevamente. El hijo de Apolo le hizo una señal para que guardara silencio.
—Espero que te guste tu nuevo uniforme —le susurró—. Porque ahora eres uno de los nuestros.
—¿Eso qué implica exactamente? —se burló Equus—. ¿Soy el brujo Merlín ahora?
—Ahora eres un monstruo, uno de la Academia de Hécate y un guardián del Cosmos.
—A la orden, su majestad —confirmó Equus.
Chapter 61: Equus Aventure: Agosto,18
Chapter Text
Desde que tengo memoria, cada 18 de agosto, me levantan en la madrugada para ir a celebrar el cumpleaños de mi padre al cementerio. Junto a mi padrino, realizamos un ritual para satisfacer su espíritu y conocerle mejor, pero eso ya nunca ocurrió. Es difícil de explicar que en mi mente hay otros catorce años de la vida que nunca sucedieron ya que cambié la línea temporal en la que eso ocurre.
Hoy, mi padre nunca murió y nunca tuve que irme a vivir con mi padrino. Aun así, me despierto a las tres de la madrugada solo, en mi cuarto en la Academia de Hécate. La oscuridad de la noche no evita que esté sudando frío. La última vez que fue agosto 18 en mis recuerdos, conocí a mi madre, quien me llamó monstruo. No puede evitar tenerle pánico a esta fecha, mientras que para todos los demás es la celebración del fin de la segunda guerra contra los titanes.
Me levanto de la cama y se me antoja un té de manzanilla. Vale me enseñó que la manzanilla es buena para relajarse y curar el cuerpo. A mis pies, cae la invitación al cumpleaños de mi padre, la cual mi hermana Palas había diseñado y enviado.
Cumpleaños 42 al héroe Percy Jackson
Almuerzo a la 1 pm
Después festival en la plaza de Nueva Roma a las 4pm
No puedes faltar.
Me pregunto si le mando lo mismo a mis otros hermanos. Egeo es el pretor del Campamento Júpiter; seguro dejará el festival a Manon para asistir al almuerzo de cumpleaños. De lo que no estoy seguro es si vendrá mi otra hermana, Cora. Ella es la cantante oficial del templo de Poseidón. Sí, vive con mi abuelo, pero hay veces que se va a hacer tours por los siete mares a entretener Cíclopes y otras criaturas acuáticas. Es una idol del mundo mitológico. Será la primera vez que la vea con esta memoria.
Antes de dirigirme a la cocina, paso por la habitación de la persona por la que estoy aquí, mi protegido Helios. Debo asegurarme de que esté bien en todo momento; si no, podría matarme y al universo conmigo. Es una larga historia. Ahí está dormido apaciguamente, como si fuera un niño de 10 años, aunque tiene 18. Recojo su manta que se cayó y lo vuelvo a cubrir.
La otra razón por la que estoy estresado es este muchacho. Verán, como su protector, es mi deber estar con él todo el tiempo. Es fácil cuando vives en una academia de brujería, pero ahora debo viajar. Nadie sabe que estoy bajo estas órdenes, todos creen que soy un aprendiz de Hécate porque quiero. Tendré que llevarlo conmigo a Nueva Roma al cumpleaños.
Camino de vuelta a la cocina entre pasillos que me aprendí de memoria. Las habitaciones están llenas de monstruos, semidioses y humanos con la capacidad de ver a través de la niebla. En algunas se escuchan rugidos de los monstruos roncando. Llevo cuatro meses aquí y ya me acostumbré a la locura que es esta academia, que puede llegar a ser peor que los campamentos.
En la cocina me encuentro al maestro Alabaster Torrington, un semidiós de la misma generación que mis padres, pero que luchó contra ellos en la segunda guerra contra los titanes. En otra vida, fue el causante de la destrucción del universo, pero cambiamos esa línea temporal. Ahora es profesor en la academia de su madre y protector de Helios también, pero como un favor hacia la madre de este. Está tomando un té de jengibre y miel.
—¿Qué haces despierto, Jackson? —lo dice con desprecio—. Te podría comer algún estudiante sonámbulo.
—Pues espero darles diarrea.
Tomo una taza y me preparo mi té. Entre nosotros dos no hay una buena relación. En esa otra vida me secuestró y me trató como rehén para lastimar a mi padre, pero en esta protegemos a la misma persona. Además, de que lo conocí como un joven de diecisiete años lleno de furia, no como este cuarentón soltero y amargado.
—Dejaré que Helios vaya contigo a Nueva Roma —me suelta.
—Pero debería ser uno de sus padres quienes acepten la propuesta.
—Equus, los dioses tienen mejores cosas que hacer y además Ayla está ocupada. —Me siento al frente de Alabaster para hablar mejor—. Helios necesita salir y conocer el mundo.
—Lo dice el que lo ve como un bebé.
—Helios es un bebé —afirma el mago—. Los monstruos y dioses crecen a diferente ritmo que los humanos. Dieciocho, casi diecinueve años, en la vida de un dios es un destello.
Equus nunca lo había pensado; creía que los dioses envejecían rápido hasta la adultez y ya no se preocupaban de nada más. Aunque todo eso tenía una mejor explicación, porque dioses como Dionisio y Heracles eran vistos como niños y se comportaban como tales. Helios no es un matón o un borracho, pero sí era como un niño que solo quería jugar hasta el cansancio.
Con esa nueva información, fue a terminar su maleta para el viaje de fin de semana. Metió su máscara de caballo solo para hacerle unas bromas a su padres y hermanas.
—¿Qué haces? —preguntó un Helios soñoliento al entrar a su cuarto—. Aún no sale el sol.
—Mira, gallina, la gente no tiene que usar el sol para guiar sus horarios de sueño. —A Equus le gustaba decirle gallina—. Estoy alistando mi maleta. ¿Ya tienes la tuya?
—No tengo shampoo.
—Usaremos el de mi hermana, hasta su cepillo de dientes si quieres. —El nieto del sol ríe.
—¿Cómo es tu familia? —pregunta Helios.
—Muy extraña, así que ten cuidado. —le advirtió—. No sé quiénes irán, pero el simple hecho de que vaya mi hermano mayor debería preocuparte. Va a querer y rogarte que entres al Campamento Júpiter, pero no.
—Suena divertido estar con humanos que no están desesperados por la bendición de Hécate para matar a sus familiares —menciona Helios antes de volver a dormirse en mi cama.
⁂⁂⁂⁂
Hoy en día, hay un tren mágico. Gracias a los años de servicio de Hécate, se diseñó un tren especial que recorre desde la academia hasta Nueva Roma y otras partes del mundo de la mitología. Es usado más por monstruos o hechiceros adultos, que por semidioses. Estos últimos necesitan un permiso especial para subir ya que se quieren evitar problemas. Con esto me refiero a que se los coman.
Entregamos nuestros boletos a la arpía encargada, quien lo sella y me lo devuelve hasta con plumas.
—Niño —me dice la misma—. ¿Eres el sobrino del herrero Tyson?
—Sí, señora —le digo sorprendido. No es común que me reconozcan por mi tío cíclope.
—¿Sigue con Ella? —pregunta.
—Si… —respondo.
—Avísame cuando eso ya no sea —dice mientras me guiña el ojo.
Tomo mis boletos y corro dentro del tren donde Helios me espera. He recibido comentarios sobre mi padre o de mi hermano, pero nunca sobre mi tío. Me pregunto dónde habrán quedado esos genes.
Nos sentamos en el vagón de semidioses exclusivo, donde solo nosotros y los monstruos herbívoros pueden subirse, como faunos y ninfas. Con nosotros solo hay un fauno con cuernos grandes leyendo una revista, pero cada que termina una página se la come.
—¿Has viajado en este tren antes? —me pregunta Helios emocionado.
—La verdad es que no; he viajado en los trenes normales un par de veces. —comento—. De pequeño casi no viajaba, la verdad.
—Tu familia paterna es de Nueva York y la materna es de California. —replicó Helios—. ¿No visitabas a tus familiares en la gran manzana?
—Ellos venían a California —le digo—. La primera vez que vine a Nueva York fue con mi padrino por viaje de sombras. Me gusta más viajar así.
El tren empezó a andar con un ritmo lento que no duró mucho, pues, tan solo unos minutos más, empezó a correr a una velocidad del tren bala. Al estar adentro, no sentimos el movimiento como cuando estuve en la limusina con Hayate. Entonces llega el revisor de boletos, un hombre esqueleto vestido formalmente. Toma los de nosotros y los sella otra vez. Luego camina hasta el fauno.
—En un año me empezarán a enseñar cómo invocarlos. Lograron convencer a mi tía de venir a la Academia —me anuncia el rubio. Como descendiente de Helios y brujo en entrenamiento, puede llegar a ser tan poderoso como la misma Circe—. Espero agradarle.
—¿No la conoces? —le preguntó.
—A Circe, no. —Su vista baja hasta sus pie—. Casi no conozco a ningún familiar; solo a mis hermanas que llegan a la academia. Pero no se siente como si fuéramos familia. Es más, como primos lejanos.
—Entiendo, ¿pero tu padre no te los presenta? —le pregunto.
—No he visto a mi padre desde hace dos años. Ya no le doy gracia y como mi madre ya no está en la academia, no hay razón para visitarme. —A pesar de sus palabras, me da una sonrisa tímida —. Está bien, tengo a mi maestro y a ti ahora.
—Erecteo, ¿eres tú? —pregunta el fauno interrumpiéndonos—. ¡No puede ser! Casi no te reconozco con tu cabello bien cortado.
—¿Disculpe? —preguntó.
—¿Acaso olvidaste a tu tío Grover?
Grover, el mejor amigo de la infancia de mis padres. Juntos son conocidos como el trío que salvó a la vieja generación. Es el padrino de mi hermano mayor, Egeo. Casi no le conocí en mi vida pasada, pero no sé cómo habrá sido nuestra relación en esta.
—Ah… ehh... Hola, señor, digo, Grover.
El fauno se sienta con nosotros y sonríe.
—Así que es cierto: Al final te decidiste por la Academia de Hécate. —Suspira nostálgico—. ¿Vas a ver a tu padre?
—Sí, ya era hora —le comentó.
—Y llevas a un… amigo. —El fauno sonríe maliciosamente—. Veo que no perdiste el tiempo como tus padres.
—Este es Helios. Nunca había viajado así que decidí traerlo para enseñarle Nueva Roma —le explico y Helios sonrió—. Helios, este es Grover, un viejo amigo de la familia.
—¿Disculpe? —le dice Helios cruzando encima mío para ver mejor a Grover—. ¿Es usted el fauno que causó un desastre en la casa de Hécate antes de que volviera a abrirla como una academia?
—¿Cómo sabes eso? —pregunta el viejo amigo.
—He visto su foto en la pizarra que está a la par de la puerta principal —confirma Helios—. Si no fuera por los cuernos más grandes, se vería igualito.
—¿Hablas del pizarrón de no dejar entrar?
El tren se detiene y nos obligan a salir. Tomo mi bolso y agarro a Helios del hombro para que no se pierda. A diferencia de la estación en la academia, en Nueva Roma siempre está repleto de personas. En el gentío es muy fácil perderse y no quiero ir a la policía el primer día que sacó a Helios de su casa.
—Grover, llevaré a Helios a conocer un poco antes del festival. Por favor, dígales a mis padres que llegaré a la hora del almuerzo —le comunico al fauno.
—Está bien —declaró—. Yo les diré que vas a llegar y que traerás a tu amigo.
—Muchas gracias.
En esos segundos que hablé con el fauno, Helios se escapó hasta un oficial esqueleto.
—Dígame, cuando lo invocaron, ¿usaron sangre o comida? —le pregunta emocionado como un cachorro—. He leído que, si es con sangre, el esqueleto tiene muchas más habilidades como hablar o luchar. A diferencia…
—¡Ven acá! —Lo detengo—. No huyas de mi lado. Si quieres hacer algo, me debes pedir permiso. Y no hables con esqueletos.
—¡Qué aburrido eres! —se queja y caminamos al centro de la ciudad.
Primero lo lleve a un puesto de café y helado para que pudiera comer mientras trato de conectar mi celular. Sí, ahora hay teléfonos: La red de Leo Valdez conecta a todos los semidioses, pero solo sirve en Nueva Roma. Tengo uno, pero como nunca estoy aquí, se me olvida que existe.
—¿Qué hace un celular? —me pregunta Helios—. Algunos monstruos los tienen, pero mi maestro no me deja tener uno.
—La verdad solo sirve para llamar y apuesto no tienes a nadie con quien hacerlo —le explico—. Voy a llamar a mi hermana, así que no hagas ruido.
Mientras espero que contesten, observó la cantidad de personas que están en la ciudad. A pesar de ser pequeña, la vida ha prosperado mucho gracias a la alianza entre los griegos y los nuevos magos en formación.
—¡ERECTEO, NECESITO AYUDA! —Palas contesta—. ¡SE ME QUEMARON LAS GALLETAS Y SE ME OLVIDÓ QUE GROVER NO COME CARNE!
—Palas, estaré ahí a las doce del mediodía. No tengo dinero y llevo a un amigo que come de todo. Nos vemos. —Le cuelgo y me vuelvo a Helios—. ¿Te enseño la estatua de mi padres?
Caminamos entre la gente hasta la estatua de los héroes que embarcaron en el Argo II. Con el tiempo, ha tomado un tono más oscuro en el metal, pero se mantiene firme. Helios no para de observar atento a cada detalle.
Hace un poco más de un año, viajé por el tiempo por primera vez en mi vida y me encontré a mi padre joven desmayado en esta misma estatua. Ese fue el momento que cambió mi destino para siempre. Ahora he vuelto y como un turista y da un poco de nostalgia.
Entonces, siento una presencia detrás mío, una que conozco bien. Mi padrino está cerca de nosotros y no estoy listo para verlo. Tomo a Helios del brazo para llevarlo lejos de ahí. Le enseñó los distintos templos que hay en toda la ciudad para hacer tiempo antes de volver a casa. Después de tres horas, ya son las doce y empieza a hacer hambre.
Suspiro, ya no podría posponerlo. Tengo que ver a toda mi familia y amigos de estos. Y lo peor, pedir disculpas a mi padrino. A principio de año, tuvimos una pelea, ya que me quería quitar el puesto de aprendiz para que me pudieran controlar. Ahora estoy al servicio de Hécate como aprendiz de su academia, así que ya no lo necesito. Aunque admito que sigo enojado por el hecho de que me regalara como si nada.
Caminamos juntos hasta los suburbios que, para mi desgracia, mi madre desarrolló. Todo el mundo aquí me conoce, por lo que espero no encontrar a nadie.
—Wow. —Suspira Helios—. ¿Creciste aquí?
—En teoría —respondo sin mucha explicación.
—¡Miren quién volvió al barrio! —Esa voz aguda, ese tono sarcástico. Solo le puede pertenecer a alguien—. Erecteo Jackson.
—Steven Zhang —digo y vuelvo a encontrarme con mi adversario.
El hijo mayor de Frank Zhang y Hazel Levesque, quien tiene apenas 9 años. Desde que nació tiene una misión: Tomar mi puesto como ayudante de Nico Di Angelo, su tío. En la otra línea del tiempo, estaba a punto de entrar en los viajeros sombra ya que heredó los poderes de su madre.
—¿Qué haces aquí, hada? —le pregunto.
—Vine con mis padres a la fiesta del tuyo. —Entonces noto cómo anda vestido. ¡IGUAL QUE YO!—. Pensé que habías muerto. Como ves, he sido escogido como nuevo ayudante de mi tío.
—¡Mentira! —le grito.
Saca una máscara de Ghostface y se la pone.
—¡Maldito! —Helios me tomó del brazo antes de que le pegara.
—Ahora que eres un hechicero, mi tío necesitaba ayuda. —dice con tono burlón—. Abandonaste el puesto y yo lo tomé.
—Felicidades por tomar mis sobras, mocoso…
—¡Hey! —alguien grita—. ¿Otra vez peleando ustedes dos?
Frente de nosotros estaba mi padre, el conocido Percy Jackson, con su barba corta y vestido con una camisa turquesa que resalta sus ojos. Eran un cuarentón, pero aún daba esa vibra de héroe.
—¿No te parece que ya estás muy grande para andar peleando con un niño de 10 años, Equus? —me regaña como lo suele hacer, sin gritar. Me pone una mano en mi cabeza—. La comida ya casi está lista, así que entremos.
Antes de llegar a la casa, papá observa como Helios nos sigue y se le queda observando fijamente.
—Pa, este es Helios —le digo—. Lo traje a que conociera Nueva Roma.
Helios le toma la mano a mi padre y empieza a agitarla rápidamente mientras se presenta.
—¡Buen día, señor Jackson! Soy Helios el compañero de su hijo. Muchas gracias por dejarme quedar en su casa. Nunca había salido de la academia sin mi maestro. Lo más lejos que logré llegar fue unos metros a la redonda, pero ahora estoy en California y es gracias a su hijo.
Tomó a Helios del hombro y lo guio dentro de la casa.
—Deja de ser tan raro —le regaño.
—Mira quien habla —me responde Helios.
Adentro era un desastre: Harina por todas partes, un bebé llorando y mi hermana gritándole a quién sabe sobre el horno. Ahora entiendo por qué mi papá estaba afuera.
—¡Miren a quiénes encontré! —grita mi padre a la casa.
Mi madre se asoma con sus lentes de lectura y sonríe. No estoy acostumbrado a que ahora tengo una madre que sí me quiere y no está loca.
—¡Erecteo! —mi madre me abraza, para después ver a Helios—. ¿Tú eres…?
—¡Buenos días, señora…
—Es Helios, un amigo —lo interrumpo antes de que diga todo su discurso—. Se quedará a dormir.
—Si es que tu tía y hermana no queman la casa antes —dice mi madre estresada—. Estamos esperando en el comedor.
Respiro profundo y mi estómago empieza a retorcerse. ¿Quiénes vinieron? ¿Mi padrino? ¿Querrá verme? ¿Está molesto? Mi papá me ve pálido, y le dice a Tyson que le enseñe la casa a Helios. Aunque no estoy muy seguro porque mi presión está bajando y no escucho nada a mi alrededor. Mi padre me lleva afuera y nos sentamos en una banca en el jardín exterior.
—¿Qué ocurre? —me pregunta—. ¿Es por lo de Steven?
—Él me odia —confieso—. Ni siquiera me dejó pedirle perdón.
—¿Nico? —me pregunta y suelta una risa pequeña—. Ustedes dos son tan iguales que a veces pienso que eres mi castigo por cómo lo traté de pequeño.
Lo vuelvo a ver sorprendido.
—Justo antes de llegar, me pidió ayuda para hablar contigo. Dice que fue muy duro contigo, pero que estaba orgulloso de que entrarás a la academia y sentarás cabeza. —Mi padre tiene esa especialidad que es fácil hablar con él. Sabe ver ambas caras de un problema y te ayuda a observar la parte que te falta—. Luego hablarán, pero hoy quiero celebrar con todos.
Respiro profundamente y sonrió a mi padre.
—¿Qué hay de comer? —preguntó.
—Probablemente carbón.
Dicho y hecho, la mayoría de la comida que hizo mi hermana era incomible. La otra mitad, hecha por mi tía, estaba horriblemente condimentada. Resulta que Estelle llegó de un humor terrible, criticando todo lo que hacían en la casa y hasta quejándose de todo lo que se cocinada. Palas tuvo que aguantarsela sola porque nadie parecía querer enfrentarla.
Entró al comedor que está repleto con mis padres, mi hermano Egeo, mi hermana Palas, mi tía Estelle, mi tío Tyson, Grover y la familia Zhang. No noto a mi padrino entre todos, pero sí hay varios asientos libres. Helios se sentó a la par de Tyson, seguro le recordaba a estar en la academia rodeado de monstruos.
—Hola, familia. —saludo con timidez ante tanta gente. Nadie responde, parecen estar asustados incluso la pequeña Mei Zhang.
Me senté junto a Helios y observé mi plato de comida. Mi padre no exageró con lo del carbón: La carne está chamuscada y el puré de papá es verde, y lo demás ni siquiera quiero describirlos. Lo único decente es la ensalada.
—¿Falta alguien? —pregunto.
—Tu hermana se retrasó y tu padrino salió —menciona mi padre—. Ahora vuelve.
Entonces mi tía Estelle tira los cubiertos y todos tiemblan.
—¿Por qué no come ninguno? —pregunta.
—Estamos esperando a Nico —dice mi hermano mayor—. Dijo que llegaría en diez minutos.
Tomo mis cubiertos y parto la carne. Tal vez no esté tan mal. Todos observan mis movimientos como si fuera una bomba lo que estoy tocando. Es imposible de cortar, así que tomó el bistec con mis manos y lo muerdo. CRACK. El dolor me recorrió todos mis nervios y dientes. El grito despierta a la bebé Mei y empieza a llorar. Mis padres corren hasta mi a chequear mi mandíbula.
—¡Qué exagerado! —reniega Estelle.
—¿Estelle qué te pasa? —le dice Frank—. El niño le sonó la mandíbula como si le hubieran partido. Todo esto es incomible, demasiada sal, demasiado quemado. Hasta las alas están demasiado picosas.
—Por eso mamá no quiso venir —confiesa mi padre—. Estás loca.
—¡Claro que no! —se defiende mi tía y come del puré como si nada.
Entre el tumulto de personas peleando, se abre la puerta y deja entrar un olor que nos hipnotiza. Ese olor a pizza recién horneada al punto que el humo caliente inunda el comedor. Mi padrino Nico entra con muchas cajas de pizza del mejor restaurante de Nueva Roma.
—Recibí tu mensaje —dijo—. ¿Es muy tarde para sumarse a la fiesta?
Mi madre toma la pizza y la pone en la mesa; nosotros, como termitas, agarramos un pedazo. Al momento que me meto un bocado, todo me duele otra vez. En lo que queda de mi rebanada hay un poco de sangre.
—Creo que te rompiste un diente —me dice Helios.
Detrás de mi padrino, un muchacho de su misma edad, rubio, entra y le da una caja a mi tía Estelle.
—Ve hacerte la prueba y no me reniegues —le advierte a mi tía.
—Will, ¿puedes revisar a Equus? Trato de comer esta piedra —le pide mi padre.
El muchacho revisa mi encía con una lamparita que trae en su bolsillo. Parece ser un hijo de Apolo.
—Siempre metiéndote en problemas, Equus —me regaña mi padrino—. ¿Qué haremos contigo?
—He de decirle que deje de copiar a su padrino —le dice mi madre y todos ríen.
—Te quebraste un diente —dice Will—. Deberás ir al dentista.
Miro la pizza. Tan rica que se ve y mi estómago ruge. Prefiero mil veces atracar brujas milenarias a que me duela la boca. A mi hermano, en su estúpida cabeza, se le ocurre traer la licuadora y poner el pedazo de pizza en ella para después darme un vaso de pizza licuada.
—Mira el lado positivo: No eres el único que no puede comer sólidos —me dice Hazel Zhang señalando a la bebé Mei en su coche.
—Los odio a todos.
Comimos todos y la conversación se tornó hacia Helios. Este les cuenta que es estudiante de la academia de toda la vida ya que su madre era profesora ahí. Entonces noto cómo mi padrino le susurraba cosas a mi padre y este le hace una mueca de no saber la respuesta a su pregunta.
—¿Quién es tu madre, Helios? —le pregunta Hazel—. Conozco a casi todos los profesores de la academia.
—Ayla, la bruja del sol.
Todos quedaron en shock ante la respuesta. El novio de mi padrino, que juró que no me acuerdo de verle visto, se pone pálido.
—Helios, ¿tienes 18 años? —le pregunta mi padre y mi amigo asiste con la cabeza.
—¿Tú padre es Apolo? —pregunta Frank.
Recordé como el dios Apolo estuvo un tiempo en el mundo humano como uno, pero aun así no debían recordar a la bruja Ayla. ¿No?
—Si, señor —respondió Helios sin gracia alguna. Quiero decirles que no lo molesten, pero mi diente está peor y no logro abrir la boca.
—Helios, yo —comienza a decir Will —…Soy tu hermano Will.
—Disculpen, pero yo no veo a mis medios hermanos como verdaderos hermanos. —dice sin escrúpulos—. Verán, mi padre se fue de la academia y me dejó con mis madre. Nunca se atrevió ni siquiera a mandar a un fauno para llevarme a los campamentos. No se lo tomen a pecho, pero les pido que no me hagan preguntas sobre él ya que no tengo nada que contestar
—Entendemos, Helios —le dice mi padre—. Creo que más de lo que crees. Es que nos sorprende ya que naciste una semana después de mi matrimonio con la madre de Equus. Tu madre es una mujer muy…
—… intensa —responde Hazel.
Su marido le regaña ante la palabra y Helios ríe.
—Sí lo era y le gustaba regañar a todo el mundo. —Ahora Helios está relajado y empieza hablar mucho sobre su madre.
Después de que todos comieran me llevaron de emergencia al dentista que, por fortuna, no había cerrado aún. Me lo extrajeron y pusieron un implante. El doctor me dijo que cuando empezaran a salir las cordales, me quitarían el implante para que la corran tomara su lugar.
Volví a casa con mi boca llena de gasa y una bolsa de hielo. Mi madre fue la que me llevó así que cuando volvimos todos estaban felices y mi tía Estelle lloraba de felicidad.
—¡Perdóname, Ere! —me dice llorando—. Por mi estupidez te hice daño. ¿CÓMO VOY A HACER MAMÁ SI LE HAGO DAÑO A MI SOBRINITO?
Entonces entendí todo: Mi tía estaba embarazada. Mi abuela no quiso viajar con ella hasta California ya que seguro estaban sus hormonas insoportables. Perdió el gusto y su continuo enojo evitó que se diera cuenta de que estaba en lo incorrecto. Sacrifiqué mi diente para que por fin se diera cuenta.
Al parecer, mi padrino llegó temprano y vio el desastre de la cocina, por lo que huyó por comida y llamó a su novio sobre lo que estaba ocurriendo. Cuando Will pudo salir del hospital, compró una prueba de embarazo y eso fue lo que le dio a mi tía. Había salido positiva y ahora estaban felices por la noticia. No tardaron en llamar a mi abuela, quién nos contó que ella ya lo suponía. Solo digo que nos pudo avisar, pero bueno.
****
Después de varias horas en la casa Jackson, el festival empezó. Toda la ciudad está cubierta de puestos de feria, algunos campistas usaban túnicas para representar a los dioses. Los jóvenes del colegio de Nueva Roma prepararon bailes, obras de teatro y tours.
Me obligaron a llevar a Steven a los juegos para que los Zhang pudieran llevar a su bebé a los juegos para ella. Ahora estamos Helios, Egeo, Palas, Steven y yo juntos haciendo fila para las tazas locas.
—¿Egeo, vas a seguir siendo pretor este año? —pregunta Palas—. Deberías dejar a alguien más tomar el puesto.
—Qué mala, Palas; es para lo único que sirve Egeo —les digo y Egeo me toca la mejilla.
—Eso te pasa por molestar —me regaña Helios—. Además, no deberías estar aquí.
—Sí, Equus, no deberías golpearte más —le sigue mi hermano—. Pero eres tan molesto.
—¡Aquí está! —Aparece mi padrino en la fila—. Equus salte de ahí; Will te va a regañar.
—(Las tazas no golpean)—digo tratando de acomodar mis algodones, pero nadie me entiende.
Llegamos al final y somos los que siguen.
—El niño debe ir con un adulto de verdad —nos dice el encargado.
Mi padrino suspira y entra con nosotros. Helios, Egeo y Palas entran a una taza, y los que quedamos a otra.
—Tenemos que hablar seriamente con usted, maestro —le dice Steven a Nico—. Equus y yo no sabíamos que nos incluiste a los dos como tus asistentes.
Ni yo sabía eso; creí que me había despedido.
—No quería echar a Equus en caso de que odiara la academia. —Steven y yo nos vemos y solo con eso planeamos nuestra venganza—. ¿Por qué se ven así?
El juego empieza, agarró la rueda junto a Steven y le dimos muchas vueltas. Iba tan rápido que mi padrino no dejaba de regañarnos. Nico di Angelo podría ir al Tártaro todos los días de su vida, pero es la peor persona a la hora de dar vueltas en las atracciones. Steven y yo lo sabíamos muy bien. Al terminar tuvo que salir a vomitar. Tal vez no esté tan mal compartir puesto con el mini Zhang.
—¿Se pueden saber porque no me esperaron? —Mi hermana, Cora Jackson, estaba esperándonos afuera del juego, con su vestido celeste coqueto y su cabello perfectamente peinado—. Parece que no me extrañaron.
—¿Quién eres? —la molesto—. ¿La conocen?
—La verdad no. ¿Será un alíen? —continúa Egeo.
—Parece una versión mía más fea —le sigue Palas.
—¡Groseros! —nos grita—. Me voy un año y nada de mensajes. ¡Ni siquiera una carta o visita! El único que vi fue a tío Tyson y me ignoró.
Egeo la tomó del hombro y la obligamos a caminar con nosotros.
—Oiga, ¿el señor Di Angelo? —pregunta Helios.
—Su novio ahorita lo encuentra—le explico—. Primero le daremos nuestro regalo a papá. ¿Oigan, ustedes saben quién es ese tal Will?
—Ere, es su novio de toda la vida —me dice Palas—. Solo que nunca te acuerdas de su existencia.
Tiene sentido.
⁂⁂⁂⁂
Al final del festival, Egeo planeó que los campistas le hicieran un queque en homenaje a nuestro papá y todos le cantamos. Después repartieron un pedazo a todo el mundo. Me siento con Helios a comer cuando mi plato desaparece de mis manos.
—No puedes comer —me dice mi padrino y se lo lleva.
—(Él ni come) —le digo indignado a Helios—. (Se lo va a comer Frank.)
—Gracias por el día de hoy —me dice Helios—. Hasta conocí a un hermano mío. Aunque medio planeta lo es.
—(Fue divertido y eso que yo no fui el desastroso.)
⁂⁂⁂⁂
Volvimos a casa cuando el medicamento para el dolor empezó a hacer efecto. Colocamos un colchón inflable en mi habitación, ya que mi tía tomó el cuarto de invitados. Nunca había tenido una pijamada y es extraño tener a alguien en mi cuarto, aunque me alegra que sea Helios.
⁂⁂⁂⁂
Veo a mi hijo más pequeño con su nuevo amigo, dormidos profundamente en la habitación. Hace mucho no tenía a los cuatro niños en casa y empiezo a sentir mucha nostalgia. Pensar que hace veintisiete años la segunda guerra contra los titanes terminó. Era un niño que vivía día a día y ahora soy un señor con cuatro hijos.
Tomo un fresco y una rebana de mi tarta de cumpleaños para ir al balcón de la casa. Annabeth diseñó nuestro hogar perfectamente, gracias a ella vivimos muy acomodados. Ahora ella también cayó rendida y soy el único despierto en la casa. Pronto mis dos hermanos tendrán a sus primeras criaturas y tendré una familia más numerosa. No puedo creer que antes solo éramos mi madre y yo.
—¿Eso es un queque azul? —Veo a Nico acercarse.
—Siéntate, viejo.
—El viejo eres tú. —Se sienta junto a mi—. Odio a tus hijos.
—Ellos también te quieren —le respondo—. ¿Ahora qué te hicieron?
—Me hicieron vomitar y luego me abandonaron —se queja—. Will me tuvo que arrastrar.
—¿Volvieron? —le pregunto.
—Al final se rindió en tener hijos —me confiesa—. Aunque me sienta mal.
—Es tu vida, Nico. Pero siempre te vi más como el tío cool —le confieso y ambos reímos.
—¿Qué se siente estar viejo? —me pregunta.
—¡Se siente muy bien!
Y espero seguir sumando años, porque significa que sigo vivo.
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