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Max entró a la habitación de su hijo sin tocar y al momento se arrepintió. La escena frente a él le dejó hecho piedra.
Su hijo, su pequeño hijo estaba en calzoncillos sentado sobre Norris, su a-mi-go y las manos del antes mencionado manoseaban con descaro el torso de Patricio, quien casi gritó cuando vio a su padre en el marco de la puerta.
—¡Dios, papá no es lo que crees!
Lando se puso blanco como el papel al verse descubierto. Max no podía hablar, se quedó en shock.
¡Su hijo de 18 años con su gran amigo, Lando Norris! ¡Lando tenía 34 años! ¡Por todos los Dioses!
—Max —Habló Lando mientras se ponía la camisa—, déjame explicarte...
Max sólo arqueó una ceja. Estaba decepcionado y enojado. Una parte de él quería asesinar a su amigo y la otra parte quería encerrar a Patricio en una torre, como en los cuentos.
—Te espero en mi despacho, Lando.
Y dicho eso, cerró la puerta. Patricio corrió hacia la puerta y se puso sobre ella. Lando se rió.
—No vas a salir de aquí.
—¿Y tú me lo vas a impedir, niño?
—Sí.
Lando se acercó y lo abrazó de la cintura, le dio un beso en el lóbulo de la oreja. Las piernas de Patricio temblaron.
—Déjame salir —La voz del británico era ronca, metió una pierna entre las de Patricio—, anda precioso...
Patricio soltó un jadeo y sus mejillas se tiñeron de rojo. Negó con la cabeza.
—Papá Max te matará.
—Tu papá no me hará nada —Le dio un beso en los labios—, descuida. Lo conozco. Arreglaré esto.
—No vas a salir de aquí.
Lando lo tomó de las nalgas e hizo que el joven rodeara su cintura con las piernas. Lo cargó hacia la cama y comenzó a frotarse contra él.
—Si no me dejas ir —Su voz haciendo cosquillas en el cuello de Patricio—, nunca podremos hacer esto de nuevo.
—Lando...
El británico seguía con los movimientos, le abrió las piernas y lo jaló bruscamente hacia él. Su entrepierna frotándose descaradamente contra el trasero del joven.
—Si me dejas ir a hablar con tu padre —Le dio una caricia bajo los calzoncillos—, podré venir de nuevo y follarte tan duro que no podrás caminar en días. Tú decides.
Patricio se soltó de él y se quedó tendido en la cama respirando agitadamente. Lando lo veía con lascivia. Se relamió los labios y se lanzó contra el joven para darle un beso profundo, rudo y húmedo. Los sonidos de los gemidos de Patricio calentaban más al castaño. Le pasó las manos por todo el cuerpo y le dio una pequeña nalgada. Se puso de pie, acomodó su creciente erección y salió rumbo al despacho de Max aún abotonándose la camisa. Dejando a un Patricio caliente y frustrado.
Bajó las escaleras con tranquilidad, rompiéndose la cabeza en qué tendría que hacer para que su amigo le dejara estar con su hijo. Soltó un gran suspiro cuando estuvo frente a la doble puerta de roble.
Tocó dos veces.
—Pasa.
Max estaba de pie frente a la gran ventana, tenía un vaso con whisky en la mano y le daba pequeños sorbos.
—Max...
—Cállate —Ordenó—. Lando… es mi hijo.
—Lo sé pero déjame explicarte.
—¿Qué vas a explicarme? ¿Qué estás aprovechándote de Patricio?
—No es así Max —Lando pasó saliva y se aclaró la garganta—, yo quiero a tu hijo.
Max se giró y comenzó a reírse. Era el colmo, ¡no iba a permitir que Lando pervirtiera a su pequeño! ¡Lando Norris, el cabrón que intentó conquistar a Checo hace veinte años! ¡El que se la pasa follándose todo lo que se mueva!
—Lo único que quieres es follártelo, maldita sea Lando, ¡no mi bendito hijo! —Abrió los ojos desmesuradamente cuando vio a su amigo desviar la mirada y jugar nervioso con sus manos— ¡Maldito cabrón! ¡Te estás follando a mi hijo! ¡A Patricio!
—Max...
—¡Max nada! ¡Es mi hijo! —El rubio comenzaba a tener el rostro rojo de coraje— ¿Te das cuenta que apenas cumplió 18 malditos años? ¡Podría ser tu hijo, carajo!
—Pero no lo es —Lando se puso de pie—, Max en verdad. Yo quiero a tu hijo, ¿quién mejor que yo para cortejarlo?
La risa cínica de su amigo hizo a Lando fruncir el ceño, ¿acaso lo consideraba poca cosa para Patricio? Era un experimentado piloto, tenía mucho dinero y podría ofrecerle todo el mundo a Patricio. Era el hombre perfecto para el primogénito de los Pérez-Verstappen.
—¿Me estás jodiendo? —Max negaba mientras reía incrédulo, ¡el hombre se creía lo mejor!— Lando eres mi amigo, pero... tienes 34 años, eres 16 años mayor que mi hijo. Patricio ni siquiera ha comenzado a vivir. Termina la relación con mi hijo. Por favor.
—No —Respondió tajante Lando—, ya una vez me quitaste a la persona que amaba pero no será así en esta ocasión. Quiero a tu hijo. No me importa contra quien deba enfrentarme pero no me voy a alejar de él.
—Estás jugando con fuego, Norris.
—No tengo miedo a quemarme, Verstappen.
—¡Aléjate de mi hijo!
—Nunca —Lando se paró imponente frente a su amigo—, Patricio es mío.
—Sí sabes que mi esposo va a querer matarte, ¿no?
—Hablaré con Checo —Sentenció el británico—. Max, déjame cortejar a tu hijo.
—¿Y a éstas alturas me pides permiso? —Le dio un empujón a Lando— ¿Cuando ya te lo has llevado a la cama? ¿Cuándo ya mataste su inocencia?
—Patricio ya no es un niño.
—¿Desde cuándo nos han estado viendo la cara de idiotas a todos?
—Sabes que no es así.
—Sólo responde, Norris —Lando se mantenía en silencio—, ¡responde!
—¡Seis meses!
Max dejó caer el vaso. Fue cuando Patricio se quedó al cuidado de Lando, cuando él y Checo tuvieron que salir de la ciudad por una semana. Cuando Lando acababa de regresar a Mónaco... Cuando su pequeño hijo aún tenía 17.
—¡Hijo de puta! —Estaba a punto de golpear a Lando pero se contuvo— Largo de mi casa.
—No te atrevas a tocar a Patricio.
—¡Que te largues de mi casa!
Lando maldijo pero asintió, comenzó a caminar hacia la puerta y se detuvo. No podía irse sin antes darle un último abrazo al adolescente.
—Déjame despedirme de Patricio —Suplicó Lando.
—Sólo vete de mi casa —Ordenó Max con la vena de la sien palpitando—, no quiero golpearte.
Lando suspiró y salió de la casa, Max pisándole los talones. Alzó la vista hacia la ventana de la habitación de su chico, Patricio le veía irse con lágrimas en los ojos.
—¡Volveré Patricio! ¡Volveré por ti! —Le gritó antes de subir a su auto y salir de la propiedad.
Patricio se quedó en una esquina de su habitación, las lágrimas inundando su joven rostro. El británico era su primer amor, su primera ilusión.
—Lando…
•••
Ha pasado cerca de un mes desde que Max corrió a su amigo de su casa al enterarse que éste mantenía una relación con su único hijo.
Patricio llevaba el mismo tiempo sin salir de su casa. Comenzó a recibir clases en casa y apenas y le dejaban salir al patio. Max también decidió quitarle el teléfono.
Checo se sentía mal al ver tan deprimido a su hijo y por no poder convencer a su terco esposo de dar permiso para que Patricio recuperara su rutina habitual. Checo no era muy cercano a Lando aunque creía que era un buen hombre, por lo menos eso le decía su hermano Carlos. Jamás interrogó a su esposo sobre el porqué no le gustaba que coincidieran con el británico pero conocía su fama y tenía el presentimiento de que con el tiempo, Lando dañaría a su bebé. Carlos por su parte, le entregaba a su sobrino una que otra carta que el británico enviaba.
—¿Sabes, tío Carlos? —Patricio estaba sentado en el suelo y el español en la esquina de la cama del joven— Estoy harto. Mis padres no me deja salir, ¡estoy tan pálido como un maldito vampiro!
—Patricio, entiende a tus papás —El hombre observó la ventana y la puerta semi abierta—, se preocupan por ti. Eres su único hijo y el idiota de Lando te dobla la edad.
—Ya te pareces a mi papá Checo —Dijo el joven rodando los ojos y haciendo una mueca de hastío—. Quiero verlo, lo extraño.
Carlos se puso de pie y del bolsillo del pantalón sacó una nota. Abrió el armario y sacó una llave de las que usaba Checo en el trabajo.
—La nota es de él, pide que huyas de casa.
—¿Qué? —Patricio se levantó de un salto y le arrebató la nota— ¿Y por qué la llave?
—Tus padres no están —Se rascó la nuca y sonrió—, la llave nada más es para aparentar que me golpeaste y huíste.
—¡Eres un genio tío Carlos! ¡Prometo que me mantendré en contacto contigo todos los días!
Patricio le abrazó fuerte y ambos prepararon una maleta con todas las cosas que Patricio necesitaría. Carlos vio su reloj, le quedaban aproximadamente 20 minutos antes de que el matrimonio Pérez-Verstappen llegara.
—¿A dónde crees que Lando y yo podemos ir? —Preguntó Patricio intentando descifrar la nota que aquel ojiverde le había enviado.
—A cualquier lugar —Mencionó el hombre con un asentimiento de cabeza—. Patricio si hago esto es porque sé cuánto quieres a ese descerebrado y porque él ha demostrado lo mucho que te quiere y sé que te protegerá —Sacó un sobre grueso de su saco entregándoselo al menor—. Toma, es un poco de dinero que puede servirte en caso de que tú necesites algo.
—No puedo aceptarlo —Patricio estaba conmovido, ojalá y su padre fuera como su tío Carlos—, es tu dinero...
—El tiempo se agota y debes irte ya.
—Pero la nota no dice en donde me encontraré con él.
El español se acercó a la ventana y la abrió, señalando hacia donde llegaban los límites de la propiedad.
—Él está esperándote. Tienes que irte ya. No olvides mandar alguna carta a Checo.
Ambos se despidieron de nuevo y bajaron las escaleras. Ya en el jardín, Patricio echó a correr con todas sus fuerzas. Estaba a un par de metros cuando lo vio. Y una risa de felicidad salió de su garganta.
Lando corrió hacia el joven y lo alzó en brazos, dándole vueltas y uniendo sus labios en un suave y tierno beso. Oh, Dioses, ¡había extrañado tanto sus besos!
—¡Lando, te extrañé tanto! —Patricio se abrazaba con fuerza al cuello de su novio.
—Yo también, Patito —Le besó el cabello y lo soltó—. Debemos irnos, no quiero encontrarme con Max.
Lando tomó la maleta y la lanzó a la parte trasera del automóvil, le dio un último beso a Patricio. Se montaron en el auto y arrancó. Ahora podrían continuar su historia. Ahora volvían a estar juntos. Por lo menos hasta que Max los localizara.
•••
Cuando Max y Checo llegaron a casa les extrañó no ver a Carlos.
Checo subió a ver a su hijo y vio la puerta semiabierta, soltó un grito cuando encontró a su hermano tirado a mitad de la habitación.
Max nada más escuchar el grito de su esposo subió las escaleras como alma que lleva el diablo. Se quedó estático en el marco de la puerta.
—¿En dónde está Patricio? —Fue lo primero que preguntó— ¿Checo?
—¡Ha escapado! ¡Patricio se escapó y golpeó a su tío con una maldita llave! —Checo poco a poco estallaba en cólera mientras intentaba despertar al hombre que yacía en el suelo.
—¡Maldita sea Patricio! —Golpeó la pared y ayudó a mover a Carlos a la cama. El hombre se despertó poco a poco.
—¿Max? ¿Checo? —Se masajeó la nuca fingiendo dolor— ¿Qué pasó?
—¿Y Patricio? —Preguntó Checo mientras registraba los cajones y el armario de su hijo— ¿Se fue?
—N-no recuerdo, hermano —Contestó con "sinceridad" Carlos—. Había subido para preguntarle si bajaría a comer pero no puedo recordar qué sucedió. Me duele el cuello.
—No te muevas, Carlos —Ordenó Max con voz dura—, llamaremos al doctor para que venga a revisarte. Yo debo hacer unas llamadas. Checo quédate con él.
No esperó respuesta alguna de su esposo y bajó las escaleras para ir directo a su despacho. Tomó el teléfono.
—Maldita sea Norris, ¡eres hombre muerto!
MaxCheco1y11 Wed 11 Sep 2024 03:33AM UTC
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