Chapter 1: 1-. Un traje rentado y una sonrisa encantadora
Chapter Text
¿Por qué los trabajos honestos eran los menos remunerados?
Suguru no lo entendía, hacia todo bien. Se levantaba temprano, iba a trabajar a su oficina, cumplía con su horario, ayudaba a gente mayor a cruzar la calle de regreso a su casa... ¿Y cómo le pagaba la vida?
Con exactamente 2000 yenes en su cuenta bancaria, un cartón de leche vacío y caducado en su refrigerador y una enorme deuda para pagar.
Claro, también con la amenaza de desalojo de su apartamento de mala muerte si no pagaba lo que debía ese mes.
—Estás loco —Shoko le dijo sin titubear cuando escuchó el plan de su amigo.
—No estoy loco —Suguru le corrigió, aún leyendo el artículo— tengo hambre.
Su amiga negó con la cabeza, sacando otro cigarrillo de su chaqueta y encendiendo este, lanzando el humo por la ventana.
—Igual que la mitad de Japón. Y no por eso se convierten en cazafortunas.
—Porque no pueden —Suguru le aseguró— yo, en cambio, tengo el atractivo para lograrlo.
La castaña giró la cabeza hacia él, soltando un suspiro.
—¿Estás seguro?
—Lo estoy.
Shoko asintió, soltando un poco más de humo.
—Bueno —la beta dijo al fin— ¿Quién es la presa?
—Ay, no le digas así —Suguru la regañó— no es una presa.
—Claro —Shoko murmuró, sarcástica— ¿Qué es entonces?
—¿Una inversión?
—Eso suena peor.
───────── • • • ✦
Shoko tuvo que prestarle un poco más de dinero para lograr completar su plan, pero eso solo logró que Suguru confirmará que quería seguir con ese plan.
—¿Cómo es que esto es tan difícil? —se quejó Shoko, volviendo a reproducir el vídeo.
Suguru levantó los hombros, sintiendo un alivio instantáneo cuando Shoko le quitó la corbata, que le había estado impidiendo una correcta respiración.
Llevaba un traje de diseñador que estuvo tentado a robar, su cabello bien peinado, sin ser solamente un moño torpe y ahora, junto a Shoko, luchaban por colocar la corbata.
Pero valió la pena cuando vieron el resultado.
—Vaya, Geto —Shoko dijo, poniendo una mano en su hombro— sí pareces alguien millonario.
Suguru sonrió, asintiendo mientras se acomodaba un poco más el traje.
—Solo espero que funcione.
—¿En qué va a llegar?
—Caminando, ¿De qué otra forma si no?
—Bueno, eso te restará puntos —la beta dijo— di que estás tratando de ser gentil con el medio ambiente o algo así, les gusta eso.
Suguru asintió, debía recordar eso.
—Nos vemos —Shoko le dijo— mucha suerte en encontrar quién te dé de comer.
Suguru rodó los ojos, pero asintió, saliendo del complejo de apartamentos para caminar hacia su nuevo destino.
Investigo mucho esto. No lo podía arruinar.
Una gala de modas para la beneficencia, no tendría seguridad fuera ya que era entrada libre.
Y asistiría él.
Era su mejor, no, su única oportunidad.
"Recuerda, sonríe, pero no muestres los dientes, saluda solo a quién te hablé, presume, pero no mucho, no queremos gente en tu apartamento porque insistieron en seguirte" Suguru recordaba las palabras de su amiga, porque enserio las necesitaría.
Su cuerpo se quedó quieto cuándo llegó al evento, las luces neón se lograban ver desde la salida, el olor a perfumes caros llegaba a su nariz y podía sentir cómo estás completamente fuera de su zona de confort.
—Tienes hambre —Suguru se recordó a si mismo en un susurró, obligando a sus piernas a caminar— debes hacer esto.
Y vaya que sí estaba lejos de lo que conocía.
El escenario brillaba con luces led seguramente más caras que su apartamento, los sonidos de tacones llegaron a sus oídos, los deslumbrantes flash de cámara lo cegaron por un momento y distintos olores llegaron tan rápido que se sintió mareado.
"Así es, Suguru, tu honestidad es lo que te hace una buena persona" el recuerdo de su madre llegó a su cabeza de golpe, haciéndolo retroceder algunos pasos.
¿Qué estaba haciendo ahí? ¿Por qué no podía solo conseguir otro trabajo? ¿Dejar de quejarse y agradecer lo que tenía?
El evento estaba repleto de omegas, betas y alfas, todos eran políticos, empresarios, celebridades o gente influyente.
¿Él qué era? ¿Alguien que debería estar ahí? Claramente no.
—¿Champán? —la voz del camarero llegó a sus oídos, haciéndolo girar la cabeza.
Y fue cuando lo vio.
Allí, en una de más esquinas, mirando casi con aburrimiento el espectáculo y sonriendo cada vez que la cámara se posaba en él.
Satoru Gojo.
—¿Señor? —Suguru finalmente tomó una de las copas, el alcohol le daría valor.
—Gracias —agradeció débilmente, aún observándolo.
Omega. Modelo en sus tiempos libres, empresario de profesión. Un bombón andante. Millonario.
Vestía un traje blanco, ceñido a su cuerpo y que dejaba ver la mitad de su espalda, una delgada cadena dorada adornando su piel blanca.
Su cabello estaba desordenado, pero no de una manera exagerada, sino de una que incluso parecía planeada, unas gafas negras impedían que pudiera ver sus ojos.
Reía como si con eso pudiera conquistar al mundo cuando alguien le susurraba algo.
"El omega bañado en oro blanco" lo había nombrado Shoko cuando lo investigaron.
Era un año mayor que él y aún así Suguru se sintió como un adolescente, incluso tan lejos, ¿De qué le iba a hablar?
No sabía nada de política, a penas y sabía lo básico en moda... Iba a hacer el ridículo.
Tomó la champán de golpe y a medida que se acercaba a Satoru tomó otras cuatro copas.
Se alisó la chaqueta, suspirando y se sentó en el asiento vacío detrás del albino. Ahora podía ver cómo la cadena dorada adornaba su espalda.
Eso solo lo puso más nervioso, ¿Cómo pedía más chamán? ¿Levantaba la mano?
Estaba por hablar, pero su boca solamente se quedó abierta, sin que ninguna palabra saliera de ella. ¿Qué era lo que había practicado?
"A los omegas les gusta la seguridad" Shoko le había dicho.
¡Pero no estaba mostrando seguridad alguna!
Suspiró un momento, recordando el guión que había practicado, además del libro de etiqueta que había pasado la noche leyendo.
Pero Gojo fue más rápido, se dio media vuelta en la silla, la cadena chocando contra su espalda antes de que una sonrisa deslumbrara a Suguru.
—¿Tu y yo nos conocemos o solo me miras fijamente por qué soy irresistible? —Satoru le preguntó sin rodeos, bajando con suavidad sus gafas por su nariz para ver a Suguru.
El azul era inclusive más preciosos que el mismo cielo, ¿Cómo podía ser posible?
Abrió la boca una vez más, listo para comenzar su engaño.
"Tu honestidad es lo que te hace una buena persona".
—Investigue todo de ti en internet y pensé que, tú, al ser un omega millonario y yo, un alfa pobre que ya no tiene ni para comer mañana, podría conquistarte para poder sobrevivir.
¡Maldita sea!
Las gafas de Satoru se resbalaron de su nariz, quedando apenas y colgadas en su dedo, sus ojos muy abiertos, su boca en una nueva antes de que estallara en carcajadas, riendo tan fuerte que algunas personas cercanas voltearon a verlo. Tomando fotos también.
Satoru ni siquiera se inmutó, riendo libremente, sosteniendo su estómago luego de que la risa se hizo tanta que no logró soportar correctamente.
—¡Vaya! —dijo Satoru, llevando su mano a su cara y limpiando las lágrimas de diversión que habían salido de sus ojos— Eres muy divertido. ¿Tienes nombre o debería pagarte para saberlo?
—Geto —contestó, negando con la cabeza.
No podía creer la estupidez que acababa de comete.
—Dije nombre, no apellido.
—Suguru.
Satoru asintió, reclinando la silla para acercarse más, hablando en un susurró cómplice.
—¿Y cuál es el plan, Suguru? ¿Me enamoras, te casas conmigo, y luego desapareces con mi jet privado con la mitad de mi fortuna y mi casa en el extranjero?
Suguru negó con la cabeza repetidas veces apenas escuchó eso.
—¡No! ¡Yo nunca...!
Satoru sonrió, poniendo su dedo contra los labios de Suguru para callarlo.
—No te pongas tan nervioso. Solo dime qué planeabas.
—Yo... —Suguru suspiró, ya no había vuelta atrás.
Si lograba darle pena, tal vez y le pagaba un taxi de regreso.
—Yo no planeaba romperte el corazón... Yo solo necesito dinero, soy una buena compañía. No ronco, cocino bien, me gusta pensar que soy divertido.
—Lo eres.
Suguru asintió, respirando hondo.
—Solo quisiera llegar a fin de mes sin tener que escoger que servicio básico necesito más otro.
Satoru lo miro fijamente, por tantos segundos que Suguru se sintió algo incómodo, removiéndose en la silla.
—Claro que no tienes que aceptar.
—No, no, no, ¿Sabes qué, Suguru? Acepto. Me aburro rápido, y tú pareces divertido.
Suguru parpadeó, sin poder creer lo que escuchaba.
—¿En serio?
—Por supuesto, ¿Por qué no querría a un alfa guapo que me acompañe a todos los eventos y qué se la pasé escuchándome hablar sobre mí mismo?
Suguru asintió débilmente, sonriendo cómo una sonrisa crecía en sus labios, apresurándose a estrechar la mano que el contrario le entendía.
—Grac...
Suguru no pudo terminar de hablar cuando el rostro de Satoru se inclinó más cerca, dejando atrás todo espacio personal y casi rozando sus labios.
—Pero si terminas enamorando, no es mi culpa.
Chapter 2: 2-. Con contrato en mesa no hay delito
Chapter Text
¿Debía besarlo? Besarlo era una buena idea, suponía que a Satoru le gustaría eso.
Se lamió los labios un poco, cerrando los ojos y tratando de inclinarse hacia él.
—Oye —Satoru le dijo, riendo— no te adelantes. Ten modales. Respétame.
—Cierto —Suguru dijo, alejándose, apretando sus uñas contra su palma para calmar sus nervios— lo siento.
Satoru sonrió, mostrando sus dientes.
—No te preocupes, estoy bromeando contigo —el albino le dijo, levantándose de su silla para sentarse al lado de Suguru— ¿Nos vemos mañana? Necesitamos aclarar algunas cosas.
Suguru asintió con rapidez.
—Por supuesto, lo que usted guste.
—Ay, no seas tan formal conmigo. Me haces sentir viejo.
───────── • • • ✦
Shoko miraba a Suguru con las cejas alzadas, su cigarro medio consumido en mano y sin pronunciar palabra.
Suguru sonrió, desatando su traje para comenzar a lavarlo.
—Te dije que tenía lo necesario.
—La apariencia tal vez —Shoko le dijo, apagando su cigarrillo— ¿Pero le dijiste que solo querías su dinero y aún así te quiere seguir viendo? ¿En serio?
—Tal vez me ve como su acto de caridad.
Shoko se elevó de hombros, sentándose en el futón.
—Aún así... No puedo creer la suerte que tuviste, ¿Tanta lastima le causaste?
—No di lastima —Suguru se detuvo un momento, poniendo un poco de agua en la bolsa de jabón y removiéndola— creo.
La otra alfa negó con la cabeza, aún sin creer lo que estaba pasando.
—Oye, Geto.
—¿Hum?
—¿No puedes conseguirme una omega rica a mí?
───────── • • • ✦
Había una limusina frente a su apartamento.
Una jodida limusina.
—¿Geto-san? —preguntó el chófer frente la puerta del auto— me envió Gojo-san.
Suguru asintió, aún sin creer que vinieran por él en eso.
Shoko también miró la limusina, soltando un suave suspiró.
—Dios, eres demasiado afortunado.
—¿Geto-san? Debemos apurarnos, Gojo-san esta algo... Impaciente.
Suguru asintió, subiendo a la limusina con cuidado.
Adentró olía a chocolate, mucho.
Miró al rededor con curiosidad, buscando la fuente del olor. Hasta que se dio cuenta de que no era ningún aromatizante, era el rastro de las feromonas del omega.
—¿Está bien? —Ijichi preguntó, mirando por el retrovisor.
—Sí —Suguru respondió, soltando un suave suspiró— todo bien.
Ijichi asintió, regresando su vista hacia la carretera.
—Me aseguraré de llegar rápido a la casa de Gojo-san. No se preocupe.
—¿Qué. Traes. Puesto? —fue lo primero que dijo Satoru cuando lo vio.
Suguru sonrió con un poco de incomodidad, mirando su propia ropa.
—No es tan malo.
—Créeme, lo es.
—Es lo que siempre uso.
—Se nota —Satoru miró la ropa de Suguru, antes de negar con la cabeza una vez más— te compraré ropa, no puedo salir con alguien que viste así.
Suguru solamente asintió, pasando hacia la mansión de Satoru.
Y estaba seguro de que una cortina de esa casa podría hacer que viviera bien por más de dos meses, tal vez más.
—¿No vienes? —el albino le preguntó, poniendo una mano en su cadera, esperando que Suguru dejará de parecer un niño perdido en el centro comercial.
—Voy —Suguru le respondió, caminando hacia el lado de Satoru, dejando de ver la casa para seguir al omega.
—Necesitas firmar esto —Satoru le dijo, tendiéndole un contrato.
—¿Qué es?
—Contrato de confidencialidad —Satoru le dijo, levantando los hombros un poco— puedes traer a tu abogado... Aunque con esa ropa no creo que tengas a uno, puedo llamar al mío si te sientes más cómodo.
—Tú eres abogado.
Satoru sonrió.
—Y el mejor que conocerás, pero ya sabes —Satoru dijo, levantando los hombros— formalidades.
Suguru no respondió, leyendo el contrato por encima.
Él había estudiado moda, tenía que admitir que no tenía la capacidad de entender algunas de las palabras, pero lo que entendía se escuchaba bien.
—En pocas palabras —Satoru le dijo— solo no le puedes comentar a nadie lo que pasa cuando estás cerca de mí, o en mi casa, o en mi empresa... Bueno, solamente no cuentes nada que yo no autoricé.
—¿Por qué me parece me harás enterrar un cuerpo?
Satoru soltó una risita.
—Tú tranquilo, eso lo hago yo solo.
—Eso no me tranquiliza mucho —Suguru susurró, tomando la pluma que Satoru le tendía, colocando su firma.
Tal vez le acababa de vender el alma al diablo, pero estaba bien.
Siempre y cuando tuviera lo esencial estaba bien.
—Perfecto —Satoru dijo, mirando el contrato firmado y sonriendo.
Suguru asintió, regresando la sonrisa.
—¿Sería todo?
—No —Satoru dijo, negando con la cabeza, guardando el contrato en un folder— ¿Cuánto cobras la hora?
Suguru soltó una pequeña risita.
—Depende del horario —Suguru le respondió— ¿Cuánto piensas pagarme? —
Satoru regreso su risita, y Suguru se le quedó viendo unos segundos. El albino era realmente lindo.
Y le iba a pagar, ¿Qué más podía pedir?
—¿Algo qué no quieras hacer? —Satoru le preguntó luego de unos segundos— ¿Coger?
—No.
—Auch —Satoru jadeó, poniendo una mano en su pecho— ¿Tan rápido descartas pasar tiempo conmigo?
—¡No! O sea, ¡Sería un halago! Pero tal vez es muy pronto para eso.
Satoru entrecerró los ojos.
—Solamente no te despido porque dijiste que sería un halago, hubiera servido más si me inflabas más el ego, pero esta bien —Satoru se inclinó con suavidad por sobre el escritorio, recargando su cabeza en su mano— ¿Entonces? ¿Cuáles son tus límites? Porque me gustaría que me acompañaras a algunas salidas, a los eventos para mi compañía, también a cenas en mi familia, eso serviría mucho. Claro, tendrás acceso a mi chófer, a mi chef, podrás viajar con todo pagado cuando tengas días libres, claro, mis tarjetas de crédito también estarán a tu disposición...
—¿Eso no es prostitución?
—No porque no haremos nada intimo, si quieres míralo como que eres... Mi asistente, si te sientes más cómodo con eso. La presencia y entorno parcialmente controlado no entra en el rango de prostitución.
—¿Y podría arrepentirme?
—Claro, cuando quieras seguir siendo pobre y solitario, sin posibilidad de volver a encontrar a un omega millonario mejor que yo, porque soy difícil de superar, sino que imposible, pero... Sí, puedes irte cuando quieras.
Él quería esa seguridad.
—No, no, solo era... Una pregunta, quiero seguir con esto.
Satoru sonrió.
—Perfecto —Satoru abrió uno de los cajones de su escritorio, sacando una cajita, deslizándola hacia Suguru— solo es por el momento, quiero ver si eres de confianza, pero te servirá para pagar un apartamento mejor.
Suguru abrió la caja con curiosidad, era una tarjeta de crédito.
Una jodida tarjeta de crédito dorada.
—¿Seguro de que es para mí?
—Claro que sí.
Suguru no respondió al instante, toco la tarjeta con suavidad, pasando su dedo por los números impresos, antes de meter con cuidado su tarjeta en su bolsillo.
—Gracias.
Satoru sonrió, aplaudiendo con suavidad.
—¿Estás libre el sábado?
—Sí.
—Perfecto. Compra un traje... No, yo lo compraré, mirando tu ropa me doy cuenta de que no tienes el mejor gusto. Iremos una reunión con mi familia, es el cumpleaños de mi tía y si me presento solo otra vez, van a tratar de emparejarme otra vez con el primer alfa que vean.
—¿Y si lo tratan de hacer aún así?
—Me besas —Satoru dijo, levantando los hombros— no tienes problemas con eso, ¿Verdad?—
Suguru negó con la cabeza.
—Estoy perfectamente con eso —Suguru dijo, fingiendo más seguridad de la que sentía en ese momento.
—Bien —Satoru respondió, extendiendo la mano para estrechar la de Suguru.
Suguru sonrió, apretando con suavidad la mano de Satoru.
—Mañana mi día es algo ocupado, Ijichi pasará por ti en dos días, iremos de compras, no te preocupes, yo pagaré, usa tu tarjeta en lo que quieras.
Chapter 3: 3-. No debes verte pobre
Chapter Text
Suguru no había tardado en empezar a usar esa tarjeta dorada.
Pensó en cambiar de apartamento, pero no se sentía muy seguro para hacer eso todavía, así que solo pago todo lo que había aplazado.
Para su suerte, ahora tenía electricidad, agua potable y además un nuevo guardarropa.
Aunque Satoru no parecía satisfecho con ello.
—Te ves horrible —fue lo primero que el albino dijo cuando lo vio, poniendo una mano en su cadera y negando con la cabeza— ¿Compraste ropa de segunda mano?
—Bueno, no todas, pero...
—¡Inaceptable! ¿Tu crees que mi familia va a creer que salgo con un pobre como tu?
Suguru estuvo por decir algo, antes de morderse la lengua y negar con la cabeza.
—¡Exacto! Ven, iremos a comprar a una tienda decente.
Geto no protesto cuando Satoru lo tomo de la mano, guiándolo afuera de la mansión.
—¡Ijichi! —gritó Satoru, abriendo la puerta del auto y aventando a Suguru dentro— a la tienda de siempre, aquí hay alguien que claramente no sabe vestirse.
El conductor asintió, cerrando la puerta del auto cuando su jefe entró, subiendo él mismo para comenzar a manejar.
—Mira, debes tener ropa parecido a esto —Satoru dijo, tomando su celular y comenzando a buscar algún tipo de ropa decente.
Suguru giró la cabeza, observado el celular antes de sentir como casi se atragantaba con su saliva.
—No puedo comprar ropa con ese precio.
Satoru rodó los ojos.
—Yo la compró, no te agobies.
—No puedo aceptar ropa con ese precio, ¡Vale más que todas mis rentas de un año juntas!
—Pues deberías buscar un apartamento mejor, si mi familia trata de seguirte se van a dar cuenta en el lugar que vives, y no se si alguien te lo ha dicho, pero que asco de lugar.
Suguru soltó un suspiró, recargándose en el asiento y mirando por la ventana del auto.
Todos los lugares eran grandes, con jardines enormes, carros del año... Aún no podía creer que estuviera tan cerca de esa gente.
Él ni siquiera había imaginado tener tanto. Ni en su más loco sueño.
—¿Me estás ignorando? No hagas eso cuando este con mi familia o te mataré antes de que ellos lo hagan conmigo.
—No te estoy ignorando.
—¿No? ¿Qué dije entonces?
—Que... Debería comprar ropa de buen gusto.
Satoru entrecerró los ojos, antes de elevar los hombros y asentir.
—Tal vez deberíamos ir combinados, algo así como que nos amamos mucho.
—¿No sería mucho?
Satoru negó con la cabeza.
—Prefiero que sea de más a que parezca que no me gustas, eh... ¿Cómo te llamabas?
—Suguru.
Satoru jugueteo con un mechón de su cabello, acomodándolo, aunque Suguru logró ver que al poco tiempo se volvía a desacomodar.
—Me aseguraré de recordarlo.
—Eso sería bueno.
—Tú también deberías recordar el mío.
—Ya lo sé. Eres Satoru.
—¿Apellido?
—Gojo.
—¿Edad?
—26
—¿A qué soy alérgico?
—Al cangrejo.
—¿Dónde estudie? —preguntó Satoru, sonriendo, sin esperar que Suguru contestará.
—Estudiaste en el extranjero desde los 15 hasta los 21, en el Forman Litchfield en Connecticut la cual tiene un costo de más o menos 62,000 dolares al año, sin gastos extras, por supuesto. Lo cual me da a entender que tienes TDAH, pero pocos saben eso, tal vez también tienes dislexia, aunque no lo creo, me voy más a que solo tengas déficits de atención con hiperactividad y...
Satoru levantó la mano, haciendo que Suguru dejará de hablar.
—¿Cómo sabes eso? —le preguntó con una risita nerviosa.
—¿Recuerdas qué dije que te investigué?
Satoru asintió con suavidad, aún frunciendo el ceño, su boca apretada en una línea.
—Más que investigación parece acoso, ¿Cómo sabes dónde estudie?
—En Instagram tenías una foto vieja de un campus, lo investigué y di con la escuela, la cual se enfoca en gente con TDA, TDAH, dislexia, etc.
Satoru volvió a asentir, apartándose un poco de Suguru, usando su teléfono para enviar un rápido mensaje.
—Suguru ¿Qué?
—Geto, ¿Por qué?
—Te voy a investigar, ante cualquier incongruencia te largas de aquí.
Geto soltó una risita.
—Satoru, te prometo que no te estoy acosando.
—No confió mucho en eso.
Suguru asintió, mirando de reojo el mensaje de Satoru.
Bueno, dislexia no tenía.
───────── • • • ✦
Se iba a caer en cualquier momento.
Tenía ropa formal colgando en un brazo, cajas con zapatos en el otro, luchaba por mantener las corbatas sobre su cabeza y la ropa informal en sus hombros.
—¿Aceptarías cortarte el cabello?
—No —respondió de inmediato.
—Bueno... Conseguirnos hacer algo para que no parezca un nido de pájaros —Satoru dijo, volviendo la vista a su celular, llamando a su aparente estilista mientras aún aventaba ropa al cuerpo de Suguru.
—Creo que esto es suficiente.
—Tonterías... No, Tsumiki, no hablo contigo, hablo con otra persona. Ja, sí, el del cabello horrible.
Suguru frunció el ceño.
Su cabello no era horrible.
—Pruébate un traje, iré a buscar algunas cosas para tu cabello.
Suguru ni siquiera logró protestar cuando Satoru ya se había dado la vuelta y se perdió en los pasillos.
—Un taje —susurró, entrando al probador y tratando de dejar con cuidado las cosas, aunque no lo logró.
Las cajas se resbalaron de su brazo, cayéndose y abriéndose, dejando regados por el probador, los trajes no tardaron en caer también, arrugándose y las corbatas hicieron lo mismo cuando agachó la cabeza.
—¡Carajo!
—¿Todo bien?
Suguru saltó un poco, dándose la vuelta para ver a Satoru en la puerta, brazos cruzados y ceja alzada, una sonrisa bailando en sus labios.
—¿Debo pagar por ensuciar eso?
—Si recuerdas que te di una tarjeta dorada, ¿Verdad?
—Sí, pero no me gustaría abusar de tu confianza.
Satoru rodó los ojos.
—¿Sabes qué? Olvídalo, tu pruébate un traje, rápido.
Suguru asintió, levantando un traje gris, quitándose la camisa, apartando la cortina del espejo, que reflejo al omega, mirando fijamente su espalda.
—¿Te vas a quedar aquí?
Satoru tardó unos segundos en hablar, antes de negar con la cabeza.
—Cierto, perdón.
Cuando el albino salió, Suguru se apresuró a cambiarse.
—¡A eso me refiero! —Satoru dijo, aplaudiendo.
Suguru sonrió, mirándose en el espejo de cuerpo completo que estaba frente al probador.
Se miraba bien, eso debía admitirlo, el traje gris se acentuaba de manera perfecta a su cuerpo, acentuando sus músculos, incluso haciéndolos parecer más grandes.
El pantalón lo hacia ver más grande y no estaba tan ajustado como la parte de arriba.
Satoru se acercó, poniendo sus manos en el cuello de Suguru, pasando sus dedos con suavidad por su piel.
—¿Qué haces?
—Creo que está mejor así, sin corbata —Satoru susurró, abriendo con suavidad dos botones de la camisa negra— te ves bien.
Suguru aguantó la respiración un momento, podía oler las feromonas del omega y sus largos dedos estaban cerca de rozar su glándula mientras acomodaba su camisa.
El omega sí que olía bien.
───────── • • • ✦
—Llegas tarde.
—No es cierto.
Suguru se acomodó con suavidad en su lugar, sonriendo un poquito, más por apoyo moral que por otra cosa.
Satoru intentaba hacer cinco cosas a la vez.
Acomodar su traje, cepillar su cabello, lavarse los dientes, juzgar a Suguru en silencio y trataba de leer un documento en su computadora.
Parecía que se iba a volver loco.
—Tsumiki te espera en la sala, creo que la viste.
—¿La castaña?
—Sí, ella.
—Parece tener como 17, ¿Sabe arreglar mi cabello? No me quiero quedar calvo.
—Seguramente te quedarás calvo a los 40, pero te aseguró que no será por su culpa. Y tiene 19.
Suguru asintió, antes de darse la vuelta para encontrarse con la chica, quién sonrió.
—Tú cabello no es tan horrible como Gojo-san lo describió.
"¿Tan?"
—Bueno, gracias, creo.
Tsumiki sonrió, comenzando a pasar el cepillo por su cabello.
—¿Te molestan las trenzas? Gojo-san no quiere que lleves el cabello suelto, así que lo debo de atar.
Suguru negó con la cabeza, recibiendo un tirón de cabello más fuerte de lo necesario.
—No me muevo, entiendo.
Satoru regresó luego de una media hora, con un pantalón de traje blanco, una camisa azul oscuro y con la chaqueta en mano, también se había peinado, aferrando esos mechones de cabello con bastante gel para que se quedaran quitos.
—¿Ya quedó, Miki?
—Caso, Gojo-san.
Suguru no se había visto a si mismo al espejo, solo dejo que la chica hiciera lo necesario para complacer a Satoru.
Y si era sincero, no esperaba que saliera nada bueno de eso.
Pero se equivoco.
Se equivoco en grande.
—Vaya —susurró con suavidad, girando la cabeza hacia los lados para lograr ver su peinado.
Se veía algo... Femenino, en algún modo, pero estaba bien.
De hecho, muy bien.
—Gracias.
—No es nada —Tsumiki dijo, guardando sus cosas y aceptando el fallo de billetes que Satoru le daba— gracias.
—No es nada, dile a Megumi que digo hola.
La chica asintió, saliendo de la casa luego de una rápida reverencia.
Satoru se le acercó a Suguru, poniendo sus manos en sus hombros.
—¿Qué vas a hacer cuándo lleguemos?
—Debes parecer pareja, así que debería... ¿Tomarte de la mano?
—No, agarras mi cintura, es mejor.
—De acuerdo, agarró tu cintura, te doy cumplidos, sonrió, les hablo como...
—Como si no fueras pobre.
Suguru asintió.
—Claro, eso.
—Bien, ¿Y qué haces si no creen qué somos pareja?
—Te beso.
Chapter 4: 4-. La familia Gojo no es fácil de engañar
Chapter Text
Satoru entrecerró los ojos, observando fijamente a Suguru antes de soltar un suspiró y asentir.
—Todo irá bien —dijo, aunque parecía que se lo decía a sí mismo— solo debes relajarte.
—Solo relajarme, entiendo.
—Y por lo que más quieras, debes que fingir que tienes los modales correctos.
—Oye —se quejo Suguru, siguiendo a Satoru a la puerta— yo tengo modales perfectos.
—Pues quiero que sean aún más perfectos.
Suguru rodó los ojos.
—Yo pensé que no te importaba lo que pensaran de ti.
—No me importa.
—¿Pero de tu pareja sí?
El albino negó con la cabeza, alisando su ropa por cuarta vez en el mismo minuto.
—No eres mi pareja y es por otra cosa... —Satoru lo miró, pensando en si debía decirlo o no.
Tal vez, sí lo decía, Suguru se esforzaría más.
───────── • • • ✦
Si la pasarela le había parecido grande y algo exagerada, era porque no había conocido a la familia Gojo.
La limusina en la que Ijichi los llevo se perdía entre todas las demás que había.
Esmeraldas, rubís y diamantes brillaban en la joyería que los Gojo portaban.
Vestidos de cóctel que mostraban solo lo necesario para que la imaginación volara, trajes caros a juego que te destrozaba las ilusiones que recién te habías creado.
Suguru definitivamente no estaba en su elemento.
No creía que nadie en toda la Tierra podría sobrevivir cinco minutos ahí.
—Te voy a golpear en las bolas si no cambias esa cara.
Geto giró la cabeza hacia Gojo, tratando de sonreír de la misma manera que él, dejando oculta su sorpresa.
—Es que no lo veía venir —murmuró entre dientes— pero no lo voy a arruinar. Tranquilo.
—Más te vale —susurró Satoru, abriendo los brazos cuando una mujer se le acercó.
Estaba vestida con una falda de tubo, una camisa de volantes y su largo cabello castaño caía sobre su espalda a pesar de tenerlo sujeto en una cola de caballo.
Satoru enserio debió darle una lista de las personas que vendrían, porque no tenía ni idea de quién era.
—Me alegra mucho que hayas podido venir, Satoru —dijo la mujer— y... Acompañado.
Suguru volvió a sonreír, extendiendo la mano para estrechar la de la mujer.
—Un gusto.
—Madre —Satoru intervino— este es Suguru, mi novio. Suguru, ella es mi madre.
—¿Novio? —la señora Gojo pareció sorprendida por un breve momento, antes de sonreír— el gusto es mío entonces.
Aunque por la manera en la que ella limpió su mano con su falda y lo barrió con la mirada apenas Satoru desvío la mirada, Suguru no le creyó mucho.
—¿Y padre? —Satoru pregunto.
—Con los Zenin.
La sonrisa de Satoru se desvaneció un momento, antes de asentir y volver a sonreír.
—No sabía que iban a venir.
—Con Noaya, ya sabes.
Suguru frunció un poco el ceño, antes de volver a tomar la mano de Satoru, tratando de que el albino matará a alguien o se matará a si mismo.
—Sí, ya lo sé, aunque recuerdo haberte dicho que no era necesario.
Su madre sonrió, antes de levantar un poco sus hombros e incluso así, con expresión de fingida inocencia y los labios apretados, se veía elegante.
—No pensé que realmente trajeras a alguien.
—Pues sí lo hice así que deberían decirle a los Zenin que se vayan de aquí.
La señora Gojo apretó aún más los labios, antes de relajar su expresión.
—Eso sería muy descortés.
───────── • • • ✦
Era hora de la cena y Suguru, por quinta vez en dos horas, volvió a saber que estaba perdido.
Había visto los platillos de una Kaiseki en algunas revistas y lo más cercano que tuvo a eso, fue cuando se graduó de preparatoria.
Y uniendo eso y la mirada fija de una de las tías de Satoru, no estaba muy cómodo. Pero lo supero.
—Sukiyaki de wagyu —el chef privado de los Gojo anunció el siguiente platillo, los meseros poniendo los platillos frente a ellos.
Wagyu, en tiras finas, bien acomodadas y viéndose bastante apetitosas. Y en cuanto dio el primer bocado, sabía que era carne que costaba casi quinientos dolares por kilo.
—Entonces... ¿Geto?
Suguru asintió con suavidad, sosteniendo la mirada de la persona que hablaba, la misma tía de Satoru que no dejaba de verlo.
—Sí, señora.
—Nunca había escuchado ese apellido, ¿Qué hace tu familia?
—Tienen una empresa en el extranjero —Satoru dijo, metiéndose a la conversación— no llevan mucho tiempo en ello, pero es bastante prometedora.
La tía Saori entrecerró los ojos, antes de asentir.
—Eso explica algunas cosas.
Noaya, que estaba frente a ellos, finalmente tuvo la oportunidad para intervenir.
—Debo admitir, Satoru-san —comenzó, arrastrando las palabras con una sonrisa en sus labios— que creía que tu gusto en alfa era... Mejor.
Una pequeña risa colectiva lleno el lugar, pero Suguru no quiso notarse afectado.
Realmente las risas sí lo incomodaron, pero no pensaba irse, ¡Tenía un trabajo que cumplir!
Así que él también rió.
—Les aseguró que Satoru no tiene nada de que quejarse conmigo.
Satoru sonrió, asintiendo con suavidad, aunque sus uñas estaban encajadas en el muslo de Suguru, recalcando que no hablará de más.
—Bueno, en eso Suguru tiene razón, soy bastante feliz.
Noaya no disminuyó su sonrisa.
—¿Con un pobretón?
—No sabía que esos eran los modales que los Zenin les inculcaban a sus alfas —Satoru dijo, inclinándose un poco sobre la mesa— porque estás siendo demasiado descortés con mi novio y conmigo, Naoya-san. Lo podría tomar como una ofensa, ¿Sabe?
La sonrisa del rubio se tenso, antes de asentir.
—En tal caso, lamento mucho mi indiscreción.
Suguru regresó una sonrisa amable, tratando de no parecer ofendido.
Claro, sí era un pobretón y Satoru realmente se la pasaba diciéndoselo, pero que otro alfa lo dijera y toda la familia Gojo riera, completamente de acuerdo... Vaya que sí lo ofendió.
Desde ese momento, la cena se centró en negocios.
Los Gojo querían expandir nuevamente la empresa, así que hablaban con los Zenin sobre la probabilidad de poder unir ambas para beneficio propio.
Y cada vez que alguien giraba a verlos, Satoru se encargaba de parecer cautivado por Suguru, evitando entrar a la conversación sobre la fusión.
Suguru se aliviaba de eso, porque no tenía ni idea de que contestar a todo lo que decían.
Y gracias a dios las bebidas contenían alcohol o no hubiera logrado mantener los ojos abiertos.
—Wagashi —el chef volvió a llegar, los meseros poniendo los postres frente a ellos, todos con formas de flores bastante detallados.
Satoru le apretó la mano con suavidad a Suguru, antes de levantarse y disculparse para ir al baño.
A Suguru no le hubiera molestado quedarse completamente solo con los Gojo y los Zenin que probablemente lo llenarían de burlas y preguntas que no sería capaz de responder si no fuera porque, a los dos minutos de que Satoru se retirará, Noaya lo hizo también.
No quería ser paranoico o parecer toxico, pero no se sintió especialmente cómodo con la idea de que el otro alfa fuera detrás de Satoru.
—Me disculpo —dijo al fin, levantándose de su asiento, haciendo una reverencia y caminando hacia donde Satoru se había ido.
Todo era muy lujoso, luces, champán caro, vino rosa, ropa cara, la decoración que adoraba toda la mansión, incluso más grande que la de Satoru, era sin lugar a dudas hermosa.
Inclusive las feromonas que alcanzaba a olfatear podían identificarse como las de alguien de clase alta.
Pero no tenía tiempo para admirar el trabajo, la decoración o decidir cual de todas las feromonas era la más embriagadora, porque su nariz captó el olor a chocolate amargo y sin pensarlo dos veces, comenzó a buscar a Satoru.
Lo cual no fue difícil.
Estaba cerca de la entrada, acorralado contra una de las paredes por Noaya, parecían entablar una conversación para nada emocionante por la expresión de Satoru.
Más allá del claro aburrimiento que el albino experimentaba, podía notar lo incómodo que estaba. Seguramente esa era la razón por el cambio de olor en sus feromonas.
Recordó las palabras de Satoru, alisó su traje y a pesar de escuchar como la familia Gojo se acercaba, camino hacia ellos.
Como el no-novio del albino, era su momento de cortar la situación.
Se acercó con paso firme, reviviendo una mirada de aburrimiento de Noaya, aunque sí cortó el coqueteo que había mantenido con Satoru.
—¿Qué quieres? —preguntó el otro alfa, subiendo la barbilla y cruzando los brazos.
Pero Suguru no tuvo tiempo para sostenerle la vista, simplemente agarro la cadera de Satoru, apretó con suavidad para apartarlo de la pared y sin más, lo beso.
Lo beso con una pasión que ni siquiera sabía que tenía dentro.
Los labios de Satoru eran suaves, como algodón de azúcar y luchaban por seguirle el paso.
Admitía que el jadeó se sorpresa del contrario le envío un escalofrío a la columna vertebral, haciéndolo estremecer con éxtasis.
Sostuvo a Satoru más cerca, presionando sus pechos juntos y tratando de saborear cada rincón de su boca de manera correcta.
Lograba saborear las fresas que Satoru había comido.
El toqué de refresco de cereza que el albino afirmó que era vino.
Estaba seguro de que, si se concentraba, incluso podría saborear el chocolate de sus feromonas, las cuales danzaban como locas a su alrededor.
Sus manos sudaban contra el traje de Satoru, su mente estaba en blanco, sus pulmones ardían en busca de aire, sus mejillas ardían un poco, al igual que su cuerpo, que se comenzó a calentar.
Solo quería seguir besándolo. No había nada que quisiera más.
Ni siquiera respirar, o asegurarse de que el otro alfa se hubiera largado.
Y como Satoru no se apartó. Lo siguió haciendo.
Chapter 5: 5-. Tú
Chapter Text
Satoru no recordaba que alguien lo hubiera besado así en su vida.
Tenía experiencia, claro, no una gran extensión, pero la tenía.
Sin embargo, esto... Esto era muy diferente a todo lo que había experimentado.
Sus feromonas se negaban a quedarse dentro, revoloteando frente a Suguru, sus pulmones ardían, buscando el aire que se les estaba negando, sus piernas temblaban, sus manos se aferraban con la fuerza que le quedaba a Suguru, su mente estaba nublada.
Incluso sus labios se sentían entumecidos ante el beso.
La lengua de Suguru seguía dentro de su boca, y aunque al inicio luchó contra ella, se terminó por rendir, simplemente dejándose llevar a la pasión.
Solo lograba pensar en Suguru y lo bien que su cuerpo se sentía cerca del suyo.
Suguru, Suguru, Suguru...
Estaba pisando terreno peligroso, una parte de él lo sabía.
No le puso atención. No necesitaba eso en mente.
—¡Pero que...! —la irritante voz de Noaya resonó en sus oídos, sacándolo de su ensoñación— ¡Que muestra tan vulgar!
Suguru al fin se separó, sin soltar el cuerpo de Satoru, pero dejando de besarlo.
Su cuerpo aún estaba caliente, añoraba seguir besando a Satoru.
Hasta que recordó que solo era su trabajo.
—Lo siento —murmuró Satoru, aclarando su garganta— mi novio y yo nos dejamos llevar.
Noaya soltó un gruñido de exasperación, como si al fin procesará que Suguru y Satoru si tenían algo.
—¡Pero se supone que tú debías...!
Satoru se apresuró a negar con la cabeza, moviendo la mano con desinterés.
—Para nada, yo nunca acepté eso.
Noaya lo miró fijamente, entrecerrando los ojos, pasando su mirada de Satoru a Suguru, como si los examinará.
—Ustedes tienen algo raro —susurró, apretando los puños tanto que sus nudillos se volviera blancos— tu nunca dijiste que tenías novio, Satoru, ¿Por qué tan de repente? ¿Y por qué justo ahora? No es normal.
—Suguru y yo tenemos algo especial. Era secreto hasta este momento, por obvias razones, tu sabes cómo es la prensa, Zenin-san, destrozan todo lo que encuentran y pensé que Suguru no lo podría soportar —Satoru se apartó un poco de Suguru, sus cuerpos ya no estaban pegados, pero de igual forma, tomo su mano, entrelazando sus dedos— pero lo hizo, y me mostró que nuestro amor es fuerte. Lamentó está prueba tan... Gráfica de nuestro amor, pero espero que haya ayudado para dejar en claro que lo nuestro es serio.
Los Zenin, colectivamente, rodaron los ojos, acercándose a Noaya para después mirar a los Gojo.
—Esto fue una gran ofensa. Esperamos que lo sepan.
Los Gojo se mantuvieron callados, dándoles solo una reverencia a los Zenin cuando estos salieron de la casa.
Pasaron unos segundos, Suguru pensó que todo estaba bien, cuando el sonido de un tacón se acercó hacia ellos con rapidez.
—¡Tú! —gritó la señora Gojo, tomando a Satoru de los hombros— ¡¿Cómo se te ocurre hacer eso?! ¡¿Sabes lo qué acabas de hacer?! ¡Todo el negocio podría irse hacia abajo! ¡¿Sabes cuánto dinero vamos a perder si sucede?! ¡Y por tu culpa!
Satoru estaba por contestar, pero ni siquiera dejaron que lo hiciera.
—¡¿Crees que está relación te va a llevar a algún lado, Satoru?! —gritó ahora el señor Gojo, que, irónicamente, a Suguru le había parecido el más calmado del lugar— ¿Qué crees que harán los Zenin ahora, hum? ¿Mandarte flores y buenos deseos?
Satoru, aún aferrado a la mano de Suguru, soltó un resoplido y rodo los ojos.
—Tampoco es para tanto.
—¡¿No es para tanto?! —gritó la tía de Satoru, la misma que se había burlado de Suguru— ¡¿Crees que no es para tanto?! ¡Niño insolente!
—Ya soy un adulto, tía.
—¡Y aún te atrevés a responder! —la mujer dio un zapataso con su tacón— le dije a tu madre lo mucho que debía corregirte de adolescente, pero no, ¡Esto pasa cuando no educan correctamente!
—Oh —dijo la señora Gojo— ¡Ahora es mi culpa! Vaya, ¡Que forma de cambiar las cosas!
—¡No estoy cambiando las cosas! ¡Es la verdad! Te la pasaste consintiendo a ese niño que ahora no sabes como controlarlo, cuando herede la empresa, sabemos que quedaremos en la ruina, deberíamos dejarla a mi hijo.
—¡Claro que esto era solamente para que tu hijo se quede con la empresa! —la madre de Satoru también dio un zapataso— ¡Saori, deja de pensarlo! ¡Mi hijo tendrá la empresa! ¡No el tuyo!
Suguru frunció un poco el ceño, girando la cabeza para ver a Satoru, quién hizo un nuevo ademán para quitarle importancia.
—Hacen eso todas las semanas —le susurró, recargando su peso en el costado de Suguru— no le tomes mucha importancia.
Y vaya que las cosas escalaron rápido.
Porque los Gojo comenzaron a gritarse entre todos, no solo a Satoru.
Saori le gritaba a su hijo porque no había sido mayor que Satoru (cuando Satoru solo era mayor con un mes), el padre de Satoru parecía a punto de golpear a quién se le pusiera enfrete y de repente, las cosas dejaron de verse lujosas.
Solo era un montón de gente gritando entre ellos.
Las joyas tintineaban a cada movimiento o grito y las telas se ondeaban por todo el lugar.
Satoru le sonrió, tomando una copa de vino del mesero que se quedo quieto a su lado.
—¿Quieres una?
Suguru asintió, no sabía como soportaría esto sin intoxicarse un poco.
—Bueno, esta es mi familia —Satoru dijo después de terminar la copa, sus mejillas rojas porque no soportaba bien el vino— esta jodida.
—Y vaya que sí.
—Oye —Satoru se burló, rodando los ojos— dejame insultarlos a mi, tú quedate callado o algo así.
Suguru soltó una risita, Satoru no tardo en unirse.
—Oh, ¡Y ahora te burlas! —gritó la tía Saori, acercandose a Satoru, con la mano en alto.
Suguru abrió los ojos con sorpresa, reaccionando por mera inercia.
Se pusó frente a Satoru, levantando la mano y sosteniendo la muñeca de la mujer.
La pulsera de oro con piedras preciosas se le encajó en la mano, sin embargo, no la soltó.
—Le pido —susurró luego de unos segundos, soltando con cuidado la mano de Saori— que respete a mi novio.
La familia Gojo, por completo, se quedó silencio. Sin saber que decir.
—Creo que es momento de irnos —Suguru dijo después de unos segundos de silencio, observando como Satoru se tambaleaba gracias al licor.
Se acercó al albino, lo tomo con cuidado de la cintura y comenzó a caminar lentamente hacia la salida.
Nadie le dijo una palabra más mientras lo hacia.
───────── • • • ✦
Incluso Ijichi, quién no había estado presente durante el alboroto, estaba callado e incluso tenso.
Satoru miraba por la ventana, murmurando algo en voz baja, aunque sus palabras aún se arrastraban un poco, gracias al licor.
Algo sobre unos dulces, vino y que su familia iba a querer matar a Suguru.
Y lo creía, porque enserio la había jodido ahí adentro, ¿Quién se creía?
Solo era un empleado más, como Ijichi o los meseros.
No tenía derecho de actuar así sin siqueira avisar antes.
Se aprovechó de la situación y ahora, lo más probable, es que sería despedido apenas Satoru regresará a sus cinco sentidos.
El celular de Satoru vibró en ese momento, y Suguru podía jurar que la tensión en el lugar se implifico.
Porque incluso Satoru pareció repentinamente sobrio.
—Creo que me excedí con ese beso —Suguru dijo con suavidad, sin querer hablar en realidad, pero haciendo un intento
Para salvar su trabajo, o al menos intentarlo.
—Lo lamento.
El albino rápidamente negó con su cabeza, quitando la mirada de su teléfono para observarlo.
—¿Bromeas? En realidad, fue perfecto.
—¿Perfecto?
Satoru asintió con rapidez, una sonrisa extendiéndose por sus labios desde antes de hablar.
—Sí. Gracias a eso, mi familia ya no tratará de casarme. Aparentemente los Zenin quedaron "muy ofendidos" con nuestra "muestra de amor" que desde ahora Noaya no se presentará en mi casa. Dos pájaros de un tiro.
—Pero... ¿Eso no arruinaría la función de las empresas?
Satoru movió la mano para quitarle importancia.
—Nah. Si dejáramos que esto tirará a la basura una oportunidad tan valiosa, nuestras empresas ya estarían en la quiebra, Noaya solo se hará el ofendido y yo no tengo que hablarle, así que está bien. Los gritos fueron solamente porque les gusta el drama.
Suguru asintió, sonriendo de igual forma.
—Me alegra que ya no debes casarte con ese tipo. Era un asco.
Satoru rió.
—Lo se, de todos los candidatos que mi familia pudo haber escogido, eligieron al peor.
—¿Al peor? —Suguru sonrió— ¿Y quién sería el mejor?
Satoru ya había regresado su vista a su celular, pero desvío un poco la mirada y sonrió de lado para él.
—Tú.
Chapter 6: 6-. El vino altera la mente de Satoru
Chapter Text
Suguru no supo que responder, ¿Él? ¿Satoru acababa de decir que él era el alfa perfecto para que lo comprometieran?
Su pecho se llenó de un gran sentimiento de orgullo.
Vaya, no pensó que estaría en la lista de Satoru.
—Si no fueras pobre, claro.
Su orgullo se desvaneció al instante en que Satoru volvió a hablar.
El albino rió, bostezando y estirándose en su lugar.
—Eres caballeroso y todo eso, pero eres pobre y a mí no me gusta la gente pobre... Creo.
—¿Crees?
—Una vez, en preparatoria salí con alguien como de tu clase y fue un infierno, a mí me gustan las cosas caras, lo acepto, no me da vergüenza. ¡Pero él nunca podía comprarme nada!
Satoru bufó.
—Y también salí con una mujer alfa, fue el mismo infierno, ella quería que yo le regalará cosas, ¡Yo! ¡Ella es quien debería de hacerlo! Pero no, nunca me dio flores, ni chocolates, ¡Nada! Bueno, ahora que lo pienso, tengo razón, no me gusta la gente pobre.
El albino sonrió, girando su cabeza hacia Suguru.
Seguramente, aunque la noticia le despejó la mente, al relajarse, el alcohol volvió a tomar el control.
—¿Tú me regalarias cosas?
Suguru rodó los ojos, recibiendo un quejido vago de Satoru, que lo hizo suspirar.
Miró su mano, fingiendo desinterés.
—No.
—¡Pobre tenía que ser! —Satoru cruzó los brazos, observando la cuidad por la ventana— no pido mucho..., bueno, algunos regalos sí son muy costoso, ¡Pero me lo merezco!
Suguru sonrió un poquito, estaba por hacer una broma cuando Satoru giró su cabeza hacia él.
—Me lo merezco... ¿Verdad?
Sabía que era el alcohol. Sabía que Satoru era egocéntrico, que creía merecerlo todo en el mundo y que seguramente este momento de inseguridad era por las toxinas... Pero verlo así removió algo en su interior.
¿Era su "instinto de alfa"? Nunca lo había sentido, así que no estaba seguro de como se presentaba.
No quiso pensar en eso por mucho tiempo, porque sí lo hacía tendría que darle importancia.
Y no era importante, en realidad no lo era.
—Claro que sí —Suguru le susurró, acercándose más para acariciar la mano de Satoru con suavidad— eres muy valioso, gracioso y mereces todo lo que un alfa pueda darte.
No era importante lo cálido que se sentía el cuerpo de Satoru cerca de él.
No era importante como sus dedos se entrelazaban juntos.
No era importante como las feromonas de Satoru rodeaban su cuerpo y lo abrazaban con calidez.
No era importante como sus labios se sintieron contra su mejilla.
Era solo un trabajo que dejaría en algún momento. Por eso no era importante.
Nada de eso era importante.
───────── • • • ✦
Satoru se estiró una vez afuera de la limusina, riendo al tambalearse.
—Suguru —le llamó con una sonrisa— ayúdame.
Geto asintió, saliendo para ayudarlo a caminar a su mansión.
Pero antes de que pudiera reaccionar correctamente, Satoru se adelantó: saltando a sus brazos.
El albino movió las piernas, riendo de manera tonta mientras estiraba sus brazos.
—Así es mejor —le dijo a Suguru con la voz más sería que un borracho podía tener— para evitar que me caiga, ¿No crees, alfa?
Suguru se tensó por unos segundos.
Alfa.
Satoru lo acababa de llamar alfa.
El omega reía con tranquilidad, moviendo sus piernas y echando la cabeza hacia atrás.
Pero él no podía moverse, sus piernas plantadas en su lugar, su corazón acelerado.
Nunca nadie le había llamado así.
Había tenido algunas parejas, pero nunca la confianza suficiente para que le llamarán así.
Se sentía correcto, se sentía bastante... Emocionante también.
Alfa. Era el alfa de alguien.
—¡Oh, mira! —le dijo, riendo— ¡Soy un murciélago ahora!
Claro, Satoru estaba ebrio.
Bueno, había sido el alfa de alguien por cinco segundos.
Suguru negó con la cabeza, obligándose a recordar que nada de lo que pasará en ese momento era importante.
—No eres un murciélago, Satoru.
—¡Claro que lo soy! ¡Veo todo de cabeza! Y... Bueno, no se que cosas interesantes hacen los murciélagos... ¡Mentirá! ¡Sí se de algo!
Satoru se aclaró la garganta, abrió la boca y soltó el chillido más agudo que pudo lograr antes de comenzar a toser.
—¿Qué se supone que fue eso?
—¡Los murciélagos como yo lo hacemos! Se llama... Eh, bueno, no recuerdo su nombre, pero es para evitar chocar con las cosas.
Suguru sonrió un poquito, colocando la contraseña para poder entrar, maniobrando un poco para seguir sosteniendo a Satoru.
—Si yo soy un murciélago... ¿Tú qué eres?
—No eres un murciélago, Satoru. Eres un humano, como yo.
El nombrado bufó, bajando de sus brazos de un salto.
—Eres aburrido.
Suguru sintió sus brazos un poco vacíos cuando Satoru se apartó, pero no lo detuvo.
Una parte de él aún quería hacerlo, pero esa parte estaba mejor reprimida que en la superficie.
Sonrió un poco al ver a Satoru luchar contra su propia corbata, era un poco lindo ver a Satoru así, en lugar de ser tan... Bueno, Satoru.
—Te ayudó —le dijo aún con su sonrisa presente, acercándose para ayudarle.
Se aseguró de no tocar el cuello de Satoru, solo desató su corbata, doblando está y dejándola en la mesa del café, recibiendo una sonrisa como paga.
—Gracias —Satoru susurró, dejándose caer en el sillón, abrazando un cojín contra su pecho y comenzando a parecer muy adormilado— ¿Ya te tienes que ir?
El alfa asintió, poniéndose erguido.
—Debería, sí.
Satoru asintió, cerrando los ojos para dormir.
—Cierra —bostezó— cierra la puerta cuando te vayas.
Suguru podía cerrar la puerta, no sería difícil solo reitrarse de ahí.
Pero el tirón en su estómago se lo volvió a impedir.
¿Cómo podía dejar a Satoru solo en tal estado?
—¿No quieres ir a tu cuarto?
—Estoy cansado.
—Ven —Suguru le pidió, extendiendo los brazos— yo te llevo.
Aún así, Satoru tardo en levantarse, arrastrando los pies para acercarse y dejarse caer contra su pecho.
Suguru sonrió, le acarició el cabello por unos segundos, antes de inclinarse para poder sostenerlo en brazos una vez más.
—Aquí vamos —le susurró, recibiendo solo un murmullo como respuesta.
Subir las escaleras fue lo más sencillo que hizo, porque lo difícil empezó después.
Llevo a Satoru a su cuarto, antes de caminar hacia su baño personal.
Cómo siempre, cada cosa que Satoru tenía era el doble de grande que su apartamento.
Había una bañera con patrones en el mármol seguramente tallados a mano, ¿Eso era si quiera posible? ¿Cuánto le había costado a Satoru?
La regadera estaba hasta la otra esquina, cubierta por unas pequeñas paredes de vidrio.
A su lado, estaba el sanitario, parecía normal, pero conociendo a Satoru debía de tener algo que lo hiciera especial.
El espejo era grande, muy grande, ni siquiera se atrevió a tocarlo por miedo a romperlo, ¿Cuánto costaría un espejo así?
Finalmente, para el gran espacio sobrante había un jodido jacuzzi.
Estaba apagado, pero tenía, lista para usarse, era de color negro y debían caber unas siete personas al mismo tiempo.
—Tienes tanto dinero —se quejó en voz baja, tomando el cepillo de dientes de Satoru, coloco dentífrico y lo metió a su boca.
Era un alivio que fuera eléctrico.
Satoru no respondió, parecía estar dormido y Suguru lo hubiera creído si no fuera por los pequeños bostezos que aún salían de sus labios.
—¡No te la trages! —Suguru le gritó, sosteniendo a Satoru de los hombros y zarandeado de él un poco cuando se trató de comer la espuma que se había creado en su boca.
Hacer que Satoru se enjuagará la boca tampoco fue fácil, porque insistía en querer tragársela.
—¿Tienes sed? ¿Es eso?
Pero el albino ni siquiera respondió.
Suguru negó con la cabeza, observando las muchas cremas que estaban en el lavamanos, Satoru debía de tener una rutina extensa, estaba seguro de que su piel necesitaba mucho por su albinismo.
Pero realmente él no sabía que poner, así que solo lo tomo en brazos y lo volvió a llevar a la cama, retirando sus zapatos al fin.
Satoru rió levemente.
—Me sentí una princesa —presumió— todo atendido y...
Sus palabras fueron sofocadas por otro bostezo, sonriendo perezosamente antes de dejarse caer en la cama.
—Buenas noches —Suguru le dijo con suavidad, acercándose para desabotonar dos botones de su camisa, para que durmiera cómodo.
—Suguru.
—¿Si?
—Quédate.
—¿Disculpa?
Satoru asintió, tomando su brazo y levantando la cabeza, sus ojos mirando fijamente a Suguru.
Y por un momento, parecieron brillad como zafiros antes de hablar.
—Quédate está noche conmigo, alfa.
Chapter 7: 7-. Resaca
Chapter Text
Suguru se quedó callado por unos segundos.
Satoru estaba ahí, con la cara roja, labios separados, cabello despeinado y llamándole alfa. Pidiéndole que se quedará.
¿Cómo podría si quiera pensar en dejarlo?
—No te quisiera incomodar —Suguru le dijo con suavidad, extendiendo la mano para acariciar su mejilla.
Satoru lo miró fijamente, antes de inclinarse sobre su toque, recargandose contra la palma de Suguru.
Incluso después del beso francés que se acababan de dar, simplemente teniendo a Satoru así le volvió a acelerar al corazón.
Esta vez sin tanta adrenalina, pero si con un estremecimiento que le recorrió la espalda.
Todo solo por una simple acción.
—Quédate conmigo.
Y ahí estaba otra vez. Suguru estaba acabado.
—Esta bien —le dijo con suavidad, aún acariciando la mejilla del albino— me quedó contigo.
Su corazón, ya se por si acelerado, sintió una opresión de pura emoción al ver como el rostro de Satoru se iluminaba ante su respuesta.
Sus ojos, ya de un azul completamente brillante, resplandecieron y parecieron iluminar la habitación por unos segundos.
—¿Me abrazas?
Suguru sonrió, asintiendo con suavidad.
—Claro, ¿Pero estás seguro de qué no te incomoda?
Satoru negó con la cabeza, aún sonriendo y palmeando con suavidad el espacio vacío a su lado.
—Para nada, eso me gustaría.
Suguru sonrió, asintiendo.
Se acercó a la cama un poco más, metiendose debajo de la sabana, la cama era grande, la más grande del mercado seguramente.
Satoru debía sentirse solo en una cama tan grande.
—Eh... —susurró, antes de pasar sus brazos con cuidado por el cuerpo de Satoru, quién se derritió bajo su toqué al instante— ¿Así esta bien?
Satoru asintió, acurrucandose más cerca de él, recargando su cabeza en el pecho de Suguru.
No había feromonas, no había temblores, no había nada más que solo un abrazo, uno fuerte, uno que en el fondo, a Suguru le gustaba.
—No me dejes, alfa —el albino le susurró, tratando de acercarse aún más, su voz débil, solo por unos cortos segundos— nunca nadie se quedó conmigo.
Su corazón dolió ante las palabras, Satoru lo tenía todo.
Dinero, belleza, carisma (cuando se lo proponía), feromonas con un olor maravilloso, era inteligente... Suguru
podía seguir contando sus cualidades por toda la noche.
Y aún así... Aún así nadie se había quedado a su lado.
Suguru levantó una de sus manos, acariciando con suavidad el cabello de Satoru, con la ternura que se merecía.
—No te preocupes, estaré aquí —Suguru se inclinó, besando con suavidad la frente del omega, abrazándolo más fuerte— siempre estaré aquí.
───────── • • • ✦
Los brazos alrededor de él se sentían muy bien.
Nunca había despertado con nadie abrazandolo, pero se sentía bien. Era cálido, protector, olía un poco, solo un poco a feromonas. Esas también lo relajaban.
Satoru abrió los ojos, levantando la cabeza para ver a quién lo abrazaba, porque no recordaba haber pasado la noche con nadie.
¿Pero. Qué. Carajo. Hacia. Abrazando. A. Su. Empleado?
Satoru se apartó de golpé del abrazo, arrojando a Suguru con toda la fuerza que logró conseguir recien despierto, pero ese impulso lo termino mandando a él mismo al suelo.
—¿Cómo te atrevés a...? —las palabras de Satoru se quedaron atoradas en su garganta, sintiendo como su estómago se hacía un nudo— a... ¿Cómo...?
No logró terminar sus palabras, el vómito subió por su garganta y el mareo le impidió levantarse al baño, vomitando ahí.
—¿Satoru? —Suguru susurró, medio dormido.
Cuándo escucho las arcadas, se levantó lo más rápido que pudo, observando a Satoru en el piso, su cuerpo temblando entre arcadas.
—¡Satoru! —se arrodilló a su lado con rapidez, frotando su espalda con suavidad.
—No me toques —susurró con esfuerzo, levantando una de sus manos para limpiar su boca.
Suguru bajó la mano, antes de volver a levantarse y salir de la habitación.
Satoru abrió la boca con sorpresa, ¿Suguru enserio lo dejo?
—Tenía que ser alfa —susurró con un resoplido, tratando de levantarse otra vez para no quedarse entre el vómito.
Sin embargo, Suguru regresó a los pocos minutos, balanceando una jarra de agua en una mano junto a un vaso, y en la otra un trapadeor.
—¿Estás mejor?
Satoru levantó la cabeza, la sorpresa cubriendo su rostro por unos segundos antes de negar con la cabeza.
—Me duele la cabeza.
Suguru asintió, acercandose más.
—Creo que tienes resaca —le dijo con suavidad, sirviendo un vaso de agua y entregandoselo, antes de comenzar a pasar el trapadeor por el vómito— aunque... No tomaste mucho.
—Lo sé —Satoru susurró, suspirando mientras se levantaba, con el vaso en la mano.
Suguru dejo caer el trapadeor, sosteniendo a Satoru cuando estuvo a punto de resbalar.
—¿Quieres ir al baño?
Satoru asintió, a punto de hablar cuando Suguru lo levantó en brazos.
—¡¿Pero qué te pasa?! ¡Primero te metes a mi cama y ahora esto!
Suguru sonrió, negando con la cabeza.
—Apenas y puedes ponerte de pie tu solo, relajate, yo te llevó.
Satoru resopló.
—Puedo hacerlo solo, no necesito tu ayuda.
—Tal vez no, pero no quisiera qué te lastimaras.
—¿Por qué?
Suguru sonrió, una sonrisa burlona.
—Porque luego ya nadie me va a pagar.
Satoru resopló, sosteniendo el vaso con cuidado para evitar tirarlo encima de él.
—Claro que es lo único que te importa.
—Por supuesto, soy pobre, necesito el dinero para comer.
Satoru sonrió un poquito, antes de, accidentalmente, derramar el vaso de agua encima de Suguru.
—Oh, lo siento mucho.
Suguru rodó los ojos, poniendo a Satoru en el piso cuando llegaron al baño, sosteniendo su cintura hasta que llegó al lavamanos.
—Puedo caminar solo.
Suguru sonrió, soltando su cintura.
—Solo no resbales.
—Sí, sí, ya sé.
Satoru comenzó a enguajar su boca con un poco de agua y después con un poco de enguaje.
—Me duele la cabeza.
—Sí... Pero aún tienes arcadas, ¿Verdad?
Satoru asintió, no quería decirlo, pero ya se había tragado el vómito dos veces, se negaba a vomitar otra vez.
—Soy un asco, sí.
—Yo no dije eso —Suguru se acercó, poniendo una mano en su hombro, frotando con suavidad— pero deberíamos esperar a que las arcadas se pasen para que puedas tomar una pastilla tranquilo.
No respondió al instante, sin embargo, sí observó su reflejo.
Suguru a su lado, sonriendo, con una mano en su hombro, su cabello aún despeinado y rastros de sueño aún presentes.
Se apartó con suavidad, recargandose en la pared y deslizandose hasta el suelo.
Suguru limpió el vómito, cambió las sábanas de la cama, le llevó más agua a Satoru y después de asegurarse de que las arcadas no volvieron, comenzó a buscar pastillas para el dolor de cabeza.
—Toma las pastillas, iré a preparar un desayuno ligero, deberías tomar una ducha.
—¿Entonces si me veo mal?
Suguru soltó una risita.
—Claro que no, solamente te ayudaría.
Satoru no respondió, solo observó como Suguru salia de la habitación y desaparecía por el pasillo.
Se acercó a la ducha, pensando en si el agua lo ayudaría a recordar.
Sabía que ya no estaría comprometido con Noaya, sabía que su familia había gritado.
Pero no recordaba qué.
No recordaba cómo.
Y definitivamente no recordaba si le había dicho algo a Suguru.
—Que estúpidez —susurró, metiendose a la ducha, luchando contra su traje antes de abrir el agua.
Seguramente no había sido nada. Suguru le diría si fuera algo imporante, ¿Verdad?
—¿Puedo entrar?
—Me estoy duchando.
—¿Eso es un sí?
Satoru rodó los ojos.
—Que idiota eres.
Suguru sonrió, dejando la charola en la mesita del cuarto de Satoru, comenzando a acomodar su cabello para verse más presentable.
Era imposible decirle a Satoru que se veía mal, porque él era identico a una obra de arte, incluso si tenía resaca.
Él, por otra parte, sí podía verse mal.
Satoru salió repentinamente de la ducha, con solo una toalla alrededor de su cintura y el cabello goteando.
—Olvidé la ropa.
Suguru asintió, desviando la mirada del abdomen de Satoru.
No era tan marcado, pero tampoco era delgado, y por algunos segundos, Suguru pensó que definitivamente era su tipo.
Pero era su jefe.
Y no iba a coquetear con su jefe si no era completamente necesario.
—Que no te de pena —Satoru dijo, tratando de recuperar su dignidad— soy guapo. Eso ya lo sé.
Suguru sonrió, volviendo a posar la mirada en Satoru, quién ya estaba secandose el cabello.
—Espero que te guste el desayuno.
Satoru asintió, recostandose en la cama.
—Pues traelo.
Suguru rodó los ojos, pero tomo la charola y se acercó a la cama, poniendola en las piernas de Satoru.
—Gracias —dijo con suavidad, tomando los palillos y comenzando a comer, sintiendo la mirada fija de Suguru en él.
—No pensé que supieras agradecer.
—Y yo no sabía que sabías como cocinar.
Suguru rodó los ojos, antes de soltar un suspiró.
—Sé como hacerlo.
Satoru asintió, antes de seguir comiendo.
—¿Hice el ridiculo ayer?
—¿No recuerdas nada?
—No realmente, solo algunas cosas. Por ejemplo, no recuerdo quién te dio el derecho de abrazarme. O de dormir en mi cama.
Suguru levantó una ceja.
—Fuiste tú.
—Ni en mis más locas borracheras me he metido en la cama con alguien. No mientas.
—¡No paso nada! —Suguru sonrió un poquito— lo sentirías si hubiera pasado algo.
Satoru rodó los ojos.
—Que vulgar.
Suguru levantó los hombros.
—¿No puedes soportar una broma?
—Me gustan las bromas, pero no cuando mi cabeza esta por explotar.
Suguru camino hacia las ventanas, comenzando a cerrar las pocas cortinas que estaban abiertas, evitando que más luz se filtrará en el cuarto.
—Deberías volver a dormir cuando termines de comer, te ayudaría con el dolor.
Satoru asintió, comiendo otro trozo de su plato.
—¿Y tú no te irás a tu casa?
—No puedo dejar a mi jefe enfermo, ¿Verdad?
Satoru levantó los hombros, una pequeña sonrisa plantada en sus labios.
—Supongo que no, ¿Quién te pagará si yo no despierto?
Suguru sonrió, volviendo a acercarse a la cama, quitando la charola cuando estuvo vacía y sirviendo otro vaso de agua, permitiendo que Satoru volviera a acurrucarse.
Lo miró ahí, recostado en la cama y sonrió.
No importaba cuantas veces lo confirmará, la belleza de Satoru seguía pareciendo de otro mundo.
—No creo poder dormir en la cama otra vez —dijo Satoru después de un rato, levantando la cabeza de la almohada.
—¿En el sillón?
—¿Quieres que me duela la espalda?
Suguru rodó los ojos, acercandose a él.
—Tengo una idea —dijo con suavidad— pero no creo que te guste.
Satoru entrecerró los ojos, antes de hablar con suavidad.
—Si ayuda a que el dolor de cabeza desaparezca, lo tomo.
El alfa asintió, extendiendo la mano hacia él para que lo siguiera, antes de llevarlo al sillón, se recostó en él y luego jalo a Satoru hacia él.
El omega soltó un quejido, su rostro contra el pecho de Suguru.
—¡¿Estás loco?! Primero me abrazas en la cama, ¡¿Y ahora esto?! ¡Es completamente...!
—Ya cállate, bonito —Suguru dijo con un suspiró, acarciando el cabello de Satoru con suavidad— solo duerme, el dolor de cabeza te hace gruñón.
Satoru resopló.
—Yo no estoy de gruñón —susurró de mala gana, pero se quedó callado un momento.
De hecho, los brazos de Suguru sí eran cómodos.
—Suguru.
—¿Hum?
—Le cuentas a alguien que me acurruqué contigo y no volveras a ver la luz del día.
Suguru soltó una risita.
—Muy bien. Mi boca estará sellada entonces.
Satoru asintió débilmente, olfateando un poco, en silencio, tratando de que Suguru no se diera cuenta.
Pero las fermonas del alfa lo relajaron más de lo que le gustaría admitir.
Tanto que logró consiliar el sueño más rápido de lo que creyó que pasaría.
Chapter 8: 8-. Dos alfas
Chapter Text
Satoru abrió los ojos con cuidado, levantando la cabeza para ver a Suguru, quién aún dormía.
No se exaltó esta vez, no grito, no lo insulto.
Se quedó quieto, solo un rato, se decía.
Suguru era cálido y también olía bien.
Lo observó fijamente, su cabello seguía atado a penas, algunos mechones le enmarcaban la cara y resaltaban sus facciones.
Su boca estaba entreabierta, respiraba con suavidad y sus brazos seguían alrededor de él.
No lo había soltado en toda la noche.
Si le quitaba lo pobre, de hecho, Suguru era muy atractivo.
Se movió un poco, dejando que su cara quedará cerca del rostro de Suguru, su propio cabello rozando un poco la frente del alfa.
Levantó con cuidado una de sus manos, apartando el mechón de la frente de Suguru y moviendo la yema de sus dedos por sus mejillas, frente y finalmente, sus labios.
—¿Cumpló con tus estandares?
No se apartó cuando la voz burlona de Suguru se volvió a escuchar, solamente rio un poco.
—Casi —admitió, antes de apartarse y ver como Suguru abría los ojos.
No era común ver ojos morados, eso también le gustaba.
—Dejéme adivinar —Suguru sonrió— ¿Por qué soy pobre?
—Me alegra que lo sepas, así no dices que te engaño.
Suguru negó con la cabeza, pero una risita involuntaria terminó por salir de sus labios.
—Eres imposible.
Satoru levantó los hombros, antes de acercarse una vez más.
Su respiración se mezclo con la de Suguru, sus labios a punto de tocarse, el alfa estaba seguro de que si el omega hablaba, podría sentirlos una vez más contra los suyos.
Satoru no dijo nada por unos segundos, antes de sonreír.
Y, carajo, sí que se sentían sobre los de Suguru.
—Pues no te apartas, yo diría que te gusta que sea imposible.
Satoru hablaba lentamente, casi como si fuera su forma de torturar a Suguru, porque cada pequeña silaba vibró contra sus labios, haciendolo cerrar los ojos.
Sabía que estaba mal lo que estaba a punto de hacer.
Sabía que podría su trabajo en peligro, seguramente.
Pero no pensaba racionalmente en las consecuencias en ese momento.
Se acercó más, presionando sus labios contra los del albino, que finalmente reacciono.
Satoru se apartó, la sorpresa pintada en su rostro por unos segundos antes de sonreír y colocar uno de sus dedos sobre los labios de Suguru.
—¿No lo pides bien? ¡Que modales!
Suguru pasó saliva pesadamente, no estaba despedido aún, le parecía una buena señal.
—¿Por favor? —preguntó, lamiendo sus labios y, sin querer, tocando por un segundo el dedo de Satoru.
Satoru lo pensó un momento, ladeando la cabeza y tarareando, no apartó su mano, hasta que al final, terminó por sonreír.
—Un poco de motivación no te vendría mal.
Suguru no necesitaba escuchar más.
Sus labios se presionaron contra los de Satoru, suavemente, casi como si temiera que el omega se asustará y se apartará.
La boca de Satoru sabía aún a enjuague bucal y no a cereza como antes, pero no le importaba.
No le importaba el sabor de sus labios, no cuando se sentían tan bien contra su boca, no cuando no estaban frente a los Gojo. No.
Las ropas de ambos estaban arrugadas, sus cabellos despeinados e inclusos sus feromonas no estaban del todo en el aire.
Solo era un beso.
Como los que se daban las parejas.
Incluso cuando ellos no eran una.
Los brazos de Satoru se enredaron en el cuello de Suguru, atrayendolo más cerca, abriendo su boca un poco más para que el alfa pudiera meter su lengua.
Sin embargo, un olor agrio llegó a su nariz, haciendo que se apartará.
—¿Cruce la línea? —preguntó Suguru, confundido.
Satoru negó con la cabeza, antes de apartarlo un poco y volver a olfatear.
Odiaba tanto ese olor que estaba seguro a quién le pertenecía.
Suguru imitó su acción, olfateando con cuidado el aire y tratando de captar algo irregluar, pero sí era sincero consigo mismo, solo olía las feromonas de Satoru.
—Cuando toquen la puerta —Satoru le susurró, levantandose del sillón de un salto y desabrochando la camisa de Suguru hasta la mitad— abres y luego me llamas, como que aún estoy dormido, ¿De acuerdo? Bien.
Sin esperar respuesta, el omega corrió escaleras arriba, no sin antes dejar un montón de feromonas en la sala que abrazaron el cuerpo de Suguru como si fuera para lo único que existieran.
Se sintió mareado por un momento, pero no le dieron la oportunidad de siquiera sonreír ante el olor cuando, efectivamente, el timbre sonó.
Se levantó e hizo lo que Satoru le pidió.
—Satoru...
Conocía esa irritante voz.
—¿Qué haces en la casa de Satoru?
—Soy su novio, Satoru pidió que me quedará —le recordó con una sonrisa tensa— ¿Usted que hace aquí, Noaya-san?
El otro alfa frunció el ceño, apretando los puños al sentir las feromonas de Satoru cubriendo por completo a Suguru.
—¿Dónde está? —le preguntó, tratando de entrar a la propiedad, pero Suguru colocó una mano sobre su pecho, impidiendolo.
—Esta dormido, no me gustaría que lo despertarás.
—¿Y por qué?
Suguru levantó una ceja.
—¿Caballerosidad?
Un tic apareció en el ojo izquierdo del Zenin, quién respiró hondo por unos segundos.
—¿Insinuas que no soy caballeroso con él?
—Yo nunca dije eso —Suguru le respondió, apartando la mano— sin embargo, si así lo toma usted... Bueno, no debería de decir más, ¿No?
—¿Vida mía?
Por inercia, Suguru giró la cabeza hacia la voz de Satoru, observando, con sorpresa, como Satoru aparecía con una bata que le llegaba a la mitad de los muslos y la parte del pecho medio abierta, con marcas rojas asomandose.
Noaya boqueó, observando a Satoru y luego a Suguru, antes de apretar sus puños tan fuerte que sus nudillos se hicieron blancos.
—¿Qué hace aquí, Zenin-san? —le preguntó Satoru, cerrando su bata y sonriendo, como si estuviera avergonzado— lamento que me viera en está situación, no sabía que mi familia le había vuelto a dar la llave de mi casa, aunque debería avisarme, ¿Sabe? No quisiera que viera algo, hum... ¿Cómo lo llamó? ¿Vulgar? Sí, vulgar.
El alfa más joven apretó los labios, bajando la cabeza por un momento antes de asentir.
—Lo lamentó —le dijo, dandole una reverencia a Satoru— no volverá a pasar.
—Espero eso —el omega le respondió, antes de observar a Suguru y sonreír— ¿Podrías llevarlo afuera?
Suguru asintió, saliendo hacia afuera y escoltando a Noaya.
—Sé como salir de aquí.
—No lo dudo, Noaya-san, pero necesito algo.
El otro alfa levantó una ceja, casi intrigado.
—¿Qué?
—¿Me podría entregar la llave de la casa?
—¿Por qué debería de hacer eso? Los señores Gojo me aman, a mí, no a ti, yo tengo el completo derecho de tener la llave.
Suguru elevó los hombros antes de negar con la cabeza y sonreír.
—Admitó que, por lo que note, los señores Gojo no están felices conmigo —le dijo con suavidad, deteniendose y extendiendo la mano hacia él— pero Satoru me ama a mí, no a usted. No creo que sea cómodo para él que usted pueda entrar a su casa cuando le plazca.
Las feromonas de Noaya estaban alteradas, tratando de imponerse contra las de Suguru.
Pero las feromonas de Suguru eran fuertes y estaba seguro de que, el hecho de que las feromonas de Satoru se mezclaran con las de él, alteraba al contrario.
—Los Gojo no estarán felices.
Suguru elevó los hombros, sonriendo.
—Creo que podrán superarlo.
Noaya gruño, metiendo la mano en su bolsillo antes de sacar la llave de la casa, arrojandola al piso.
—Rejuntala si tanto la quieres.
Suguru sonrió, agachandose y levantando la llave, metiendola a su propio bolsillo.
—Estoy seguro de que Satoru estará más cómodo así, buen día, Naoya-san —le dijo, tomando la reja y cerrando la puerta de la casa, metiendo la llave y cerrandola.
Noaya volvió a gruñir, pero se alejó, no sin antes insultar en voz baja a Suguru.
El mayor esperó a que se fuera antes de regresar a la cama, poniendo la llave en la mesa del café y subiendo las escaleras.
—¿Satoru?
—¡En el cuarto! ¿Ya se fue?
Suguru asintió, entrando a la habitación y observando a Satoru, ahora con un pantalón puesto, pero sin playera, limpiando lo que sea que se haya puesto en el cuello para asemejar marcas de mordidas.
—Ya se fue —le confirmo, antes de sonreír un poco— le quite la llave, está en la sala.
Satoru pareció sorprendido por un momento, antes de sonreír.
—Vaya —dijo con una sonrisa— gracias por eso, llamaré al cerrajero para que cambie todo de igual forma, le di la llave a mi prima, no pensé que se las daría a los demás, ahora veo que sí.
Suguru sonrió, antes de sentarse en el sillón del cuarto.
—No te preocupes, yo tampoco estaría cómodo si alguien que no me agrada tuviera la llave de mi casa.
Satoru sonrió, terminando de quitar el maquillaje de su cuello antes de soltar un suspiró.
—Odio decir esto, pero te debo una —le respondió con una sonrisa, colocandose una camisa.
Suguru mordió su labio un momento, antes de volver a mirar a Satoru.
—Ah, ¿Ya quería un favor? —Satoru se burló, antes de cruzar los brazos— dime, ¿Qué es? ¿Más dinero?
—No —Suguru dijo con rápidez— es otra cosa, pero no sé que tan comodo estés con eso.
El omega elevó una ceja.
—¿Sexo?
—¿Qué? ¡No!
Satoru soltó una risita.
—Entonces solo dilo.
Suguru respiró hondo, antes de jugar con sus propias manos.
—Me gustaría que visitaras a mi familia, como... Cómo mi pareja —comenzó, casi con nerviosismo— mis padres... Les gustaría que tuviera una pareja, solo será una cena, lo prometo, no será demasiado tiempo, solo será un rato.
Satoru lo pensó un momento, antes de soltar un suspiró y rascar su nuca.
—Si no quieres, enserio no es necesario que lo hagas.
—No —dijo Satoru, levantando su mano para que Suguru hiciera silencio— iré.
Chapter 9: 9-. Ijichi
Chapter Text
Satoru se estaba volviendo loco, estaba casi seguro de eso.
¡Pero no era su culpa!
No tenía amigos, ¿Con quién más se suponía que debía hablar de lo horrible qué era tener que visitar a la familia de Suguru?
Mucho menos teniendo en cuestión que, de decir algo, su mentira se caería y todos sabrían que estaba "saliendo" con alguien pobre, ¡No podía permitir eso!
—¿Cómo te vas a vestir? —le preguntó a su reflejo.
Hizo una mueca y negó con la cabeza.
—No sé —admitió— ¿Qué ropa se lleva a la casa de alguien pobre?
Se elevó de hombros.
—¿Me veo cómo alguien que ha ido a la casa de alguien pobre?
Satoru le sonrió a su reflejo.
—No —se detuvó un momento, pasandose las manos por él pelo— pero, ¿A quién conoces que lo haya hecho? O que sea pobre, además de Suguru, claro.
Satoru se quedó callado, antes de que sus ojos se abrieran con sorpresa, ¡Sí conocía a alguien así!
Una sonrisa apareció en sus labios, antes de correr hacia afuera, entrando a las cocheras de su casa.
—¡Ijichi! —gritó, aventando la puerta y sacandole un salto en su lugar.
El hombre se enderezó antes de caer en el piso, guardando su celular antes de poner sus manos detrás de su espalda.
—¡Gojo-san! ¿Hay un lugar a dónde quiera ir hoy?
—No —Satoru dijo con rápidez, extendiendo las manos y poniendolas en los hombros del beta— necesito que me ayudes.
Ijichi frunció el ceño.
—¿En qué? Solo soy su chófer, Gojo-san.
—¡Exacto! ¡Eres pobre!
Ijichi abrió la boca unos segundos, antes de volver a cerrarla.
—Ay, no te enfades, simplemente quiero que me des un consejo.
Ijichi siguió sin responder por unos segundos, pero finalmente respiró hondo y asintió.
—¿En qué?
—Verás, lastimosamente estoy en deuda con Suguru y él quiere que vaya... —Satoru respiró hondo, como si le diera vergüenza hablar— quiere que vaya a conocer a su familia.
—¿Qué? —preguntó Ijichi, incluso con Satoru cerca, su susurró fue tan bajo que no lo logró escuchar.
—Tengo que ir con su familia...
—Gojo-san, no le entiendo si había tan bajo.
—¡Voy ir a visitar a mis suegros!
Satoru reprimió una arcada.
—Bueno, no son mis suegros —Satoru suspiró— pero ni una palabra, ¿Bien?
Ijichi asintió.
—Tengo un contrato de confidencialidad.
—Perfecto. Da igual. En fin, Suguru quiere que vea a su familia, algo como que... Quiere que sus padres vean que tiene pareja o algo así.
—¿Y hay algo de malo en eso?
—¡Claro que sí! —Satoru respiró hondo— ¿Qué se supone qué haga con... Esa gente?
Ijichi respiró hondo.
—¿Le puedo decir algo, Gojo-san? ¿Sin que me despida?
—Sí es tan necesario, pues ya qué.
Ijichi lo pensó un momento, tenía que poner las palabras adecuadas.
—¿Le gusta Geto-san?
Satoru empujó a Ijichi tan fuerte que lo tiró al piso.
—¡¿Cómo preguntas tal estupidez?! ¡Lo mío con Suguru es meramente profesional!
Ijichi lo miró desde su lugar, pero no desistió de la idea.
—¿Si no le gusta... Por qué esto le preocupa tanto?
—¡Quiere que vaya a conocer a sus padres! — ¿Qué tal si...? ¿Si eso lo hace pensar cosas que no son ciertas?
El chófer se levantó de su lugar, sacudiendo su traje.
—Si es cierto que Geto-san no le gusta, entonces no hay de que preocuparse.
A usted no le importan precisamente los sentimientos de los demás.
Satoru abrió la boca, ofendido.
—¡A mí me importan mucho los sentimientos de los demás!
Ijichi elevó una ceja.
—... A veces.
Satoru bajo la cabeza, observando sus zapatos.
—No me gusta —volvió a afirmar, pero parecia decírselo a si mismo— es ridículo pensar eso. Somos de mundos distintos.
—Geto-san es una buena persona.
—¡¿Y yo no?!
—No suele serlo —Ijichi declaró— usted es muchas cosas, ¿Pero una buena persona? No muchas veces.
Satoru rodó los ojos.
—¿Te doy la libertad de hablar sin miedo a despedirte y me dices estás cosas?
Las manos de Ijichi, de hecho, temblaban. Sabía que no debía de estar diciendo esto, sabía que no era correcto hablar así con su jefe.
Pero tenía años con esas palabras en la lengua.
—¿Lo ve? Yo no debería de que pedir permiso para hablar como quisiera.
—¡Soy tu jefe! —Satoru resopló.
—Sí —admitió— y siempre le estaré agradecido por darme una oportunidad de trabajar con usted, de poder ganar dinero aqui, dinero con el que compre una casa, un auto y que nunca pasé hambre.
Ijichi dudó, pero terminó por colocar su mano en el hombro de Satoru.
—Usted dice que Geto-san no le gusta, pero, si no le gustará, no estaría tan preocupado por la impresión que les dará.
—¿Estás diciendo que les daré una mala impresión?
—Si les sigue llamando pobres cada que puede, sí. Y Geto-san lo odiará, previamente.
¿Odiar? ¿Suguru lo odiaría?
Por más que le sorprendieron esas palabras, no logró que dejarán de dar vueltas en su cabeza.
—Toma tu día libre, si gustas —Satoru logró decir— no iré a ningún lado hoy.
¿Cuándo había sido la última vez que le dio un día libre a Ijichi?
Regresó en sus pasos, rascando su nuca con cuidado y entrando una vez más a su casa.
Suguru no le gustaba. De eso estaba seguro.
Pero tampoco quería que lo odiaría.
Había mucha gente que lo odiaba, en su preparatoria había varios que ni siquiera le dirigían la palabra.
También en primaria, en cualquier lugar a los que iba, siempre había gente que lo odiaba.
Y aunque Suguru se había acercado a él por dinero, estaba seguro de que le caía bien. No podía equivocarse con eso.
Respiró hondo, frotando su cara por unos segundos antes de caminar hacia su cuarto una vez más.
—Muy bien —susurró para si mismo, sacando un montón de su ropa, mirando fijamente lo que tenía.
Se miró al espejo, también se debería de acomodar el cabello, ¿O era mejor ir más casual?
No importaba realmente.
No iba a dejar que Suguru lo odiaría, así tuviera que ir a comer con sus pobres padres.
───────── • • • ✦
Satoru estaba tirado en un montón de ropa, observando el techo sin parpadear.
—No tengo ropa —susurró para si mismo, antes de curbir su cara con sus manos.
¿Qué se iba a poner? No podía ponerse un traje, no creía que los padres de Suguru tuvieran reglas de etiqueta como la suya.
Tampoco quería ir con su ropa más informal, no era un maldito descortés para ir así.
Suguru cambió la fecha tres veces, parecía incluso más nervioso que él.
Pero estaba bien, así era mejor, tendría más tiempo para prepararse mentalmente.
—Tal vez un pantalón formal... ¿Y una camisa informal? —susurró para si mismo, tomando su telefono para buscar fotos de ropa.
Tenía varias cosas que podían funcionar.
—No tengo nada —volvió a susurrar, dandose la vuelta y enterrando su cabeza en el montón de ropa.
Movió sus piernas con impaciencia, mordiendo sus labios.
—¿Por qué hago esto? —gritó contra su ropa, antes de levantar la cabeza, tomando algunas prendas— ¿Las tengo que planchar?
Habían arrugas nuevas donde se había recostado, mordiendo sus labios.
—Pero no sé planchar...
───────── • • • ✦
La noche anterior, cuando Suguru se había ido de la casa luego de que el cerrajero cambiará las cerraduras de la casa de Satoru, el omega le había insistido en que se llevará una copia de las llaves.
"Siempre las pierdo, así que mejor quedate unas. Usalas cuando quieras, me da dolor de cabeza levantarme a abrir la puerta" había dicho.
El alfa no le había creído mucho, pero estaba bien, se quedó con la copia.
Aún así, dudo en abrir la puerta cuando paso por Satoru.
—Geto-san —llamó Ijichi.
Suguru giró la cabeza, observando al chófer en el jardín.
—Hola, Ijichi —dijo con suavidad, al fin metiendo la llave en la reja de la casa— estaba por entrar.
El beta asintió.
—Gojo-san lo está esperando.
—¿En... En serio?
—Sí, de hecho, está listo desde hace horas.
Suguru frunció el ceño. Eso no sonaba a Satoru para nada.
Aún así, le hizo una suave reverencia a Ijichi, sonriendo y caminando hacia la mansión, abriendo la puerta y pasando.
—¿Satoru?
El albino casi cayó de las escaleras al bajar, pero se recompusó, aferrandose al barandal para evitarlo.
—Hola —dijo, poniendo una mano en su cadera, sonriendo.
Suguru lo miró fijamente, antes de que una sonrisa creciera en sus labios.
—Hola.
El albino terminó de bajar de las escaleras.
—Tengo vino en la cocina —Satoru le dijo— ¿Debería llevarle alguno a tus padres?
—No —Suguru dijo con suavidad— no es necesario.
—¿No? No me gustaría ser descortés, también puedo llevar champagne.
Suguru negó con la cabeza.
—Nunca lo han probado, no creo qué...
—¡Pues con más razón! —interrumpió Satoru, caminando hacia la cocina y sacando una botella del refrigerador— de todos modos, yo casi no bebo, las tengo solo por si acaso.
El omega parecía nervioso, Suguru lo notaba por la forma en la que sus feromonas olían, amargas, casi demasiado nerviosas.
—¿Todo bien?
—¡Claro! ¿Por qué no lo estaría?
—Si no te gusta hacer esto esta bien, no tengo problema con eso. Puedo decirle a mis padres que tuviste que salir.
Satoru sacó una bolsa de regalo de uno de los cajones, girando la cabeza hacia él.
—¿En serio?
Suguru asintió, sonriendo apenas.
—Sí.
—No —dijo al fin, terminando por envolver la botella— haré esto, es solo una cena, no hay nada de que preocuparse, ni siquiera estoy nervioso.
Suguru se acercó, observando la ropa de Satoru, tenía un pantalón formal, seguramente de un traje, pero su camisa era más informal, fajada con descuido, dandole un aire casi... Muy poco Satoru.
—Te ves bien.
El omega asintió.
—Lo sé.
Satoru caminó hacia la sala, tomando su celular y su cartera, girando su cabeza para ver a Suguru.
—¿Nos vamos? La cena empieza pronto.
El alfa asintió, caminando a su lado.
—Solo estarán mis padres, no tienes que ponerte nervioso, les vas a caer bien.
—¿Tú crees?
Suguru asintió.
—Claro, eres muy... —lo pensó un momento, tratando de formular una buena palabra— simpático.
Satoru dejó la bolsa en la mesa del café, respirando hondo antes de sostener los hombros de Suguru.
—¡¿Simpático?! —le gritó, zarandeando al alfa— ¡Eso es como decir que soy aburrido!
—¡No dije eso!
—¡Claro que sí!
Chapter 10: 10-. La familia Geto es... Una familia
Chapter Text
Satoru, ya en el auto, seguía murmurando cosas en voz baja, los brazos cruzados y ojos entrecerrados.
—¿Sigues enojado? —preguntó Suguru, manejando con cuidado y mirando de reojo a Satoru solo por unos segundos.
—Simpático, ¡Ja! ¿Yo? Simpático sería un gato... Yo soy muy asombroso, guapo también, inteligente, ¿Pero simpático? ¿Qué clase de descripción estúpida es esa?
Suguru suspiró.
—Sí, sí, eres todo eso. Lamentó haber dicho otra cosa.
El omega rodó los ojos y se fundió más con el asiento, claramente no le creía.
—Vamos, Satoru, no podemos ir así. Se darán cuenta de que algo pasa.
El nombrado no respondió al instante, pero sus hombros se relajaron. Solo un poquito.
—¿Y cuál es nuestra historia?
—¿Cómo dices?
—Sí. ¿Cuál es nuestra historia? Mi familia piensa que tus padres tienen una empresa, ¿No? Pero no le podemos decir eso a ellos, así que, ¿Qué diremos?
Suguru casi estrella el auto en ese momento.
No había pensado en eso.
Satoru entrecerró los ojos, bufando.
—Claro, no tienes un plan. Típico.
—¡Ni siquiera esperaba que dijeras que sí!
—¡Tuviste mucho tiempo para inventar algo!
—Bien, lo lamento, ¿Feliz?
—Claro que no —Satoru bajo el espejo del auto, mirándose fijamente, antes de señalar su frente— ¿Ves esto? Es una arruga y es toda tu culpa.
El alfa elevó una ceja, mirando a Satoru solo unos segundos antes de regresar la vista a la carretera.
—Tienes la piel tan lisa como siempre.
—Gracias. Pero no puedo creer eso de alguien que tiene entradas en el cabello y no hace nada para evitarlo.
Suguru frunció los labios.
—No tengo entradas en el cabello.
El albino sonrió, poniéndose un poco, solo un poco de brillo labial, para parecer que sus labios brillaran solos por naturaleza.
—Créeme, querido, tienes entradas en el cabello.
No quería seguir discutiendo sobre eso, por lo que termino por asentir, rodando los ojos.
—Bien, ya tengo la historia —dijo Satoru, haciendo un sonidito con la boca y sonriendo— te conocí en el parque.
—¿En el parque? Nadie se va a creer eso.
—Cállate. Te conocí en el parque, porque mi perro había salido corriendo...
—No tienes perro.
—Tú familia nunca sabrá eso, ¿Me dejas terminar? —Satoru espero unos segundos, antes de asentir— bien. Mi perro, Félix, salió corriendo y yo no podía alcanzarlo, tu pasabas por ahí y lo sujetaste. Yo te ofrecí ir a un café en agradecimiento por atrapar a mi perro y nos enamoramos.
—¿Cómo nos enamoramos?
—Bueno, ¿Yo tengo qué pensar en todo?
Suguru respiró hondo, apretando un poco el volante antes de sonreír.
—Yo quedé cautivado por tu grandiosa personalidad...
—Y belleza.
—Claro. Tu grandiosa personalidad y belleza, así que te pedí tu número de teléfono, diciendo algo tonto como que, por si algún día perdias a tu perro otra vez, me llamarás.
Satoru soltó una risita.
—Es el peor coqueteó que he escuchado en mi vida.
Suguru se detuvo en una señal de pare, por lo que aprovechó para extender la mano y acariciar la barbilla de Satoru, rozando la comisura de sus labios solo por un segundo, tal vez menos.
—Y eso te encantó, ¿No?
El omega lo miró por unos segundos, observando la sonrisa y la mirada que le dedicaba.
Suguru estaba casi seguro de que vio como las pupilas de Satoru se dilataron antes de apartar la mirada.
—Claro. Me gustan los alfas estúpidos, aparentemente.
Suguru sonrió, regresando su vista a la carretera, dejando que el silencio reinará por un momento.
—Luego yo te llamé y tú dijiste otra broma tonta, y bla, bla, bla. Me invitaste a una cita, yo di el primer paso y te bese y bla, bla, bla. Cursilería, cursilería. Conoces a mi familia. Sale genial y ahora tú quieres que conozca a la tuya.
Suguru asintió con suavidad, sonriendo.
—Parece bien.
—Claro que sí —Satoru susurró, recargando su cabeza en la palma de su mano y observando por la ventana— a mí se me ocurrió.
Estaban lejos de su vecindario, de eso era obvio.
Las mansiones ya habían desaparecido, los jardines comenzaban a estar más descuidados y el ruido nocturno era más fuerte aquí.
Satoru tenía el terrible presentimiento de que estaban a punto de asaltarlo.
—Estamos cerca de mi casa —le dijo con suavidad— no es tan grande como la tuya, pero haré lo posible porque estés cómodo.
Gojo asintió, aferrándose a los bordes de su camisa y apretando de estos contra su piel.
Los nervios habían regresado. Y los odiaba.
Pero tampoco era su culpa. Nunca había visitado la casa de un alfa con intenciones de presentarle a su familia.
¿Cómo más se suponía que debía actuar?
───────── • • • ✦
La casa de la familia Geto era... Modesta.
Tenían apenas un metro de jardín delantero, aunque este tenía un árbol enorme plantado en una esquina y pequeños arbustos decorando lo que sobraba.
Le faltaba una capa de pintura, cambiar varias cosas del techo, arreglar la perilla de la puerta, que parecía totalmente gastada y conseguir urgentemente alguien que les dijera que hacían mucho ruido.
"Demasiada gente".
Fue el primer pensamiento que cruzó la mente de Satoru cuando Suguru abrió la puerta.
Pensó que solo estarían los padres de Suguru, tal vez sus abuelos, pero no toda esa gente.
Y por la cara de Suguru, él tampoco lo esperaba.
—¡Mamá! —dijo con sorpresa— dijiste que no vendría nadie.
—Lo lamento, Suguru.
¿Esa era la madre de Suguru? Podía parecer fácilmente su hermana mayor.
—Querían ver a tu pareja. Nunca trajiste a un omega antes.
Todas las miradas se posaron en Satoru, haciendo que se tensará un momento antes de dar una suave reverencia y extender la bolsa con el champange.
—Para ustedes —dijo con suavidad.
—Que tierno, no tenías que molestarte —dijo la madre de Suguru con una sonrisa, sosteniendo la bolsa y regresando la reverencia— pueden venir a la cocina, empezaremos a servir la cena.
Satoru asintió, a punto de caminar cuando dos niñas lo rodearon, una rubia y una castaña.
—Tu cabello es blanco.
Satoru asintió con suavidad.
—Sí. ¿Te gusta?
La castaña asintió.
—Te queda bien, no pareces un abuelo.
Suguru estaba a punto de carcajearse antes de terminar negando con la cabeza.
—No. No parece un abuelo.
Satoru lo iba a ahorcar apenas le diera la oportunidad, claramente. Pero valía la pena.
La rubia subió a los brazos de Suguru, quién le sonrió.
—Tú omega es muy bonito —le susurró, pero Satoru le escuchó de la misma forma.
—Lo sé —Suguru le respondió.
La cena era... Bueno, ¿Barata? Era una buena palabra, en su opinión. Pero había varias opciones.
Onigiri, chahan, arroz blanco con furikake casero, sopa miso, ramen casero, karaage de pollo, tonkatsu, yakisoba, korokke, ensalda, tamafo y dango. Aunque de eso último solo había un poco.
—Esto es para ti, Satoru —dijo la señora Geto, acercando el plato al albino— Suguru dijo que te gusta el dulce.
El albino sonrió, algo abochornado.
—No era necesario.
La mujer negó con la cabeza.
—No es molestia, como dije, eres la primera persona de la que Suguru habla tanto.
Satoru miró de reojo a Suguru, quién tenía la vista hacia otro lado, fingiendo que no escuchaba.
Una sonrisa creció en sus labios.
—Cosas buenas, espero.
—Oh, cosas maravillosas, enserio maravillosas.
—¡Deberíamos empezar a comer! —dijo Suguru, acercando un plato de comida a Satoru, pero el albino ni siquiera le puso atención.
Recargó su cabeza en la palma de su mano, observando a la señora Geto.
—¿Si? ¿Qué cosas ha dicho de mi?
La madre de Suguru parecía encantada con contar todo lo que Suguru había dicho.
La mayoría de cosas seguramente las había inventado, claro.
Pero la sorpresa era que no.
Suguru le había dicho su sonrisa lograba iluminar una habitación, que su presencia lo relajaba, incluso cuando se ponía difícil, que era muy inteligente, que sus feromonas lo ayudaban a olvidar sus problemas, que amaba cuando se acurrucaban juntos y aunque solo había pasado una vez, le gustaba acurrucarse con él.
Que sus besos eran los mejores que había recibido.
Para cuando la señora Geto dejó de hablar, Satoru sentía que sus orejas estaban por explotar de lo rojas que estaban. Suguru no estaba mucho mejor, su rostro estaba completamente sonrojado para ese momento.
—Pero, ¿Sabes algo? Nunca me dijo como se conocieron.
—En el parque —contestó Satoru luego de meter un poco de chahan a la boca— Suguru encontró a mi perro.
—¿Tienes un perro? —preguntó un adolescente con una sonrisa— amo los animales, ¿Puedo ver una foto?
Suguru miró a Satoru con pánico, no pensaron en eso, pero el albino solo sonrió.
—Me encantaría que vieras una foto de mi Félix, pero, por salir a las prisas de mi casa, olvidé mi telefono, estaba... Algo nervioso de venri.
—¿Nervioso? —la... ¿Tía? De Suguru le preguntó.
—Nunca había visitado la casa de alguien con quien saliera, es una experiencia... Completamente nueva para mí, de hecho, aún no se cómo actuar en realidad.
Suguru extendió la mano, acariciando con suavida sus nudillos, buscando tranquilizar a Satoru.
La acción solo logró que los Geto soltaran un 'Aww' para ellos.
Satoru observó la mano de Suguru sobre la suya, era cálida, reconfortante, así que solamente le apretó el agarré con suavidad, sin soltarlo.
───────── • • • ✦
Después de la cena, todos caminaron a la sala, donde sacaron juegos de mesa.
—Si aún no debes irte, Satoru, nos encantaría que te quedaras otro rato.
El albino miró a Suguru, quién elevó los hombros con suavidad, ya no le tomaba de la mano, pero seguía a su lado.
—Tengo tiempo —dijo al fin, sacandole un grito triunfal a la familia.
Empezaron jugando scrabble, Satoru gano con 350 puntos.
Siguió verdad o reto.
—Satoru —dijo una de las primas de Suguru— ¿Verdad o reto?
—¿Reto?
La chica lo pensó un momento, antes de sonreír.
—Dale un beso en la mejilla a Suguru.
Hubo algunas quejas entreo los invitados, diciendo que no debían poner ese tipo de cosas en un juego familiar, pero realmente no hubo nadie que dijo que no lo hiciera.
Satoru giró la cabeza hacia Suguru, observandolo.
—No tienes que hacerlo si no quieres. Es un reto tonto.
El omega asintió un poco.
—Lo es —admitió, pero se giró por completo y tomo el cuello de Suguru entre sus manos— pero yo nunca he perdido un reto.
Y con eso, estampo sus labios en un sonoró beso para Suguru, sacandole una risita y algunos gritos ahogados a la familia.
Suguru cerró los ojos, apartando el rostro luego de unos segundos.
—Esta bien —le susurró, acariciando con suavidad su nariz y sonriendo— ganaste.
Satoru elevó sus hombros, sonriendo.
—Claro que lo hice, siempre lo hago.
Suguru rodó los ojos, pero no había real molestía en ellos.
De hecho, se la estaba pasando muy bien.
Pero todo lo bueno tenía que terminar en algún momento.
—Es tarde —comentó Satoru, viendo como las gemlas comenzaban a quedarse dormidas sobre el sillón.
Había ganado en Uno, en Go, Shogi, Hanafuda y Karuta, pero la familia Geto no parecía enojada con él, de hecho, aceptaban la derrota, reían, incluso halagaban a Satoru de vez en cuando.
Y si era sinciero... Le gustaba, se sentía bien estar rodeado de una familia que no peleará cada dos segundos.
—Te llevó a tu casa —dijo Suguru al instante, levantandose del piso, extendiendo una mano hacia él.
Satoru se levantó sin mucha prisa, sonriendo a la familia. Estaba por hacer una reverencia cuando las niñas se lanzaron contra él, abrazandolo.
—Nos alegra que vinieras, Satoru —dijo la señora Geto.
—Sé nota que Suguru se gano la lotería contigo —opinó una de las tías.
—Vuelve siempre que quieras —habló la abuela de Suguru— aquí ya también es tu hogar.
Hogar.
Eso le tocó más profundo de lo que nunca admitiría.
—Gracias —les volvió a decir, sonriendo de verdad, antes de seguir a Suguru a la salida.
Subió al auto cuando Suguru le abrió la puerta y abrochó el cinturón de seguridad.
—Eso salió mejor de lo que pensé —Suguru celebro, comenzando a conducir, pero extendió una mano y acarició la de Satoru— gracias por todo esto, Satoru.
El omega lo miró un momento, una gran sonrisa, el cabello ya despeinado, pero relajado. Feliz.
—Oye, Suguru.
—¿Si?
—Yo... —Satoru respiró hondo, bajando la cabeza.
—¿Sucede algo? ¿Paso algo que te incomodo?
—No es eso.
—Puedes decirme, no te preocupes.
—Te despido.
Chapter 11: 11-. Ugh
Chapter Text
Suguru se quedó de pie en la acera, observando como Satoru se marchaba.
No dijo mucho, estaba en shock, no entendía que acababa de pasar.
A su parecer, todo había ido bien, incluso creyó que Satoru se había divertido.
Bajo la cabeza, caminando sin rumbo por las calles. No quería volver a casa aún.
Dejaría que pensar que llevo a Satoru y después regreso, no podía decirles que Satoru acaba de terminar con él.
Su contrato laboral, claro está.
Caminó hasta dar con un preescolar, estaba cerrado desde hace unos años, ya que la cantidad de niños para que entrarán era nula.
—Cosas peores podía hacer —se ánimo, comenzando a trepar la puerta y entrando de un salto.
Se quiso sentar en la resbaladilla, pero era muy pequeña e incomoda para él, por lo que termino en un columpio.
—¿Hice algo mal? —se susurró, volviendo a rememorar la noche entera.
Sin embargo, nada se le veía a la mente.
Conocía bien la mirada de asco de Satoru y en ningún momento de la noche había salido a relucir.
Soltó un suspiró tembloroso, llevando sus manos a su cara para cubrirla.
—¿Qué voy a hacer ahora? —se preguntó, comenzando a balancearse en el columpio.
Miró al cielo, se estaba comenzando a marear cuando el vuelo que alcanzó fue demasiado, añadiendo el como su vista se nublaba un poco.
Le tomo unos minutos entender que tenía la vista borrosa porque había empezado a llorar.
───────── • • • ✦
—¡Gojo-san! —Ijichi habló con sorpresa al ver al albino manejar.
—¿Por qué aún estás aquí? —Satoru le dijo.
Su voz volvía a ser dura, exigente, exasperada, no necesitaba escuchar más. Sabía que algo había pasado.
Le hizo una reverencia y asintió.
—Estaba por irme.
—Pues lárgate —Satoru le dijo, saliendo del auto, dando un portazo y caminando con paso firme hacia su casa.
Ijichi casi hubiera jurado que vio lágrimas en sus ojos.
Satoru cerró la puerta de su casa, recargando su espalda contra la madera y respirando hondo.
Una vez, dos veces, cinco, las que fueran necesarias para evitar llorar.
—Fue lo mejor —susurró para si mismo, caminando hasta su cuarto y sacando su pijama— a la larga, fue lo mejor.
Se trató de convencer un buen rato, pero al final, solo se quedó viendo el techo, soltando suspiros pesados.
Las ganas de llorar seguían ahí, presionando con fuerza su pecho y humedeciendo sus ojos cada pocos segundos, pero se negaba a llorar.
Él era quién había despedido a Suguru, no podía ponerse a llorar por eso. No ahora.
Se dió la vuelta en su cama, tomando su celular y comenzando a ver lo primero que le salía, cualquier cosa que lo entretuviera.
Pero su ceño se frunció cuando un mensaje de Tsumiki le llegó, era tarde, ella no solía hablar a esa hora.
Miki
(12:48 p.m.) Satoru, tienes que ver esto. Es grave.
Para que ella lo llamara por su nombre en lugar de su apellido, sí que lo era.
Dió clic en el enlace adjunto, revisando el titulo del periódico virtual con las cejas alzadas, "El secreto de Satoru Gojo".
Sus cejas se fruncieron, comenzando a leer con rapidez.
—Ese hijo de... —susurró, apretando su mandíbula y a punto de arrojar el celular hacia la pared.
Noaya. Ese alfa estúpido que evidentemente no soportaba el rechazo acababa de dar una entrevista "exclusiva" de como había sido su "relación" con él.
—¡¿Qué relación?! —le gritó al teléfono— ¡No hubo ninguna relación!
Por dios, acababa de sufrir una ruptura... Laboral, ¿Noaya no podía esperar al menos otro día para empezar a hacer sus estupideces?
"Yo estaba bastante comprometido con la relación, ya sabes, lo amo profundamente, así que perdonaba varios de sus defectos".
¡Él no tenía defectos!
"Pero lo que no pude perdonar fueron sus infidelidades. Satoru es bastante lindo, incluso carismático y muy cariñoso, ¡Ese era el problema! Es tan cariñoso que parece que debe extender ese cariño hacia más personas, incluso las que no son su pareja".
Él podía ser muchas cosas, ¡Pero jamás infiel! Y para información de Noaya, el tenía un muy buen sentido del humor.
"Sí, yo ya había hablado con su familia, nuestro matrimonio estaba casi concretado cuando él decidió, sin avisarme, que tenía otra pareja y nuestro compromiso se debía romper en ese momento".
"No me negaría jamás a que nuestro compromiso terminara, ¿Sabes? Está bien, lo entiendo, las relaciones a veces terminan, no siempre salen como uno quiere, pero el hecho de que, aún sin informarme tuviera otro alfa... Esa fue la parte que no pude soportar".
Las ganas de vomitar se le subieron por la garganta, haciendo sus manos temblar.
Salió del artículo, tomo una almohada y comenzó a gritar contra ella maldiciones hacia Noaya.
Cuándo terminó de hacerlo, volvió a tomar su celular y busco uno de sus contactos.
—¿Mei Mei? —dijo cuando le respondió.
—¡Pero miren quién llama! —la chica respondió— el infiel más famoso.
—No soy infiel.
—Eso diría un infiel.
Satoru respiró hondo.
—No tengo humor para esto.
—Aburrido —le respondió la chica— ¿Qué necesitas? Porque no sueles llamarme.
—Que hagas callar a Noaya.
—¿Quieres que mate a tu ex-prometido?
—¿Mata...? ¡No! —Satoru respiró hondo— solo... Asustalo tal vez, haz que se retracte o algo.
—¿Y por qué no sales tú a dar declaraciones?
—¡Porque eso sería decir que sí le fui infiel! ¿Todos los alfas comparten estupidez o qué?
—Calma tus hormonas, omega —Mei Mei le dijo en tono severo, pero se estaba riendo.
—No me llames así
—Mejor hablemos de lo que me interesa —sugirió la mayor— ¿Cuánto me vas a pagar?
—Lo que quieras.
—Ahora sí estamos hablando —Mei Mei celebró— ¿Pagó por adelantado?
—Ni loco, hasta que obtengas resultados.
—Bien. Dame dos días.
—Mejor uno.
Satoru colgó, volviendo a recostarse en la cama antes de suspirar.
Mei Mei lo tendría resuelto, al menos, eso esperaba.
Cerró los ojos, acomodándose mejor, solo esperaba que Noaya no dijera el nombre de Suguru.
───────── • • • ✦
Suguru abrió los ojos cuando el sol le dió de lleno en la cara.
—Ugh —susurró, cubriendo su cara con sus manos.
Le ardían los ojos, seguramente por haber llorado antes de dormir.
En algún punto se había caído del columpio y termino en el piso.
—Ya es tarde.
¿O muy temprano? Aún así, no se levantó de inmediato, se quedó en el piso, sintiendo la tierra bajo su cuerpo, no podía llegar así a su casa.
Tomo su celular y envío un mensaje rápido a su madre.
(6:38 a.m.) Lo lamento, mamá.
Dormí en casa de Satoru, no tardo
en llegar.
Respiró hondo y finalmente se levantó, volviendo a trepar la puerta, saliendo del preescolar mientras esperaba que nadie lo hubiera visto ahí.
Caminó hasta salir del vecindario y entrar a otro, un complejo de apartamentos.
Llamó como loco a uno de ellos, también llamando por su celular.
—¿Qué carajo te pasa? —Shoko le dijo, abriendo la puerta con los ojos apenas abiertos— estuve cuarenta y ocho horas trabajando, ¿No me puedes dejar?
Suguru entró a la casa sin decir nada, sacándole un bufido a su amiga.
—Usaré tu ducha —le informó sin más.
—Como sea —le respondió la castaña, dejándose caer en la cama una vez más.
Suguru abrió el agua, dejando que le quitará la tierra de su cabello, se limpió lo mejor que pudo y después se pusó la misma ropa que tenía, no sin antes sacudirla lo suficiente para que no siguiera sucia.
Una vez afuera, Shoko parecía haber dormido otra vez, por lo que él se sentó en el pequeño sillón del lugar, soltando un nuevo suspiró.
Después de cinco más, Shoko al fin levantó la cabeza.
—¿Estás bien?
—No.
—Pues no estés bien en silencio —le reprendió, volviendo a enterrar su cabeza en la almohada.
Suguru asintió, abrazando sus piernas y enterrando la cabeza entre ellas.
La mujer frunció el ceño, sentandose en la cama.
—Está bien, dime que pasa.
—Satoru me despidió.
Shoko esperó un momento, procesando la noticia antes de fruncir el ceño.
—¿Cómo?
—Sí, ayer fue a conocer a mis padres, nada formal, era un favor que me debía, y de repente, en el auto, me dice 'te despido' ¡¿Qué sentido tiene eso?!
Shoko frotó su cara con sus manos, tratando de despejar su sueño, antes de abrir los ojos.
—¿No será por la noticia?
—¿Qué noticia?
—La que dio ese tipo, un Zenin.
Un gruñido casi salió de la garganta de Suguru, antes de controlarse.
—¿Noaya?
Shoko elevó los hombros.
—No sé como se llama, tiene el pelo decolorado.
Suguru rodó los ojos.
—Sí, es Noaya.
—¿Celoso?
—No, simplemente no me agrada.
Shoko entrecerró los ojos.
—Claro —terminó por responder, sacando su celular y comenzando a buscar la noticia, pero su ceño se frunció una vez más.
—¿Qué?
—Ya no esta —susurró— al menos, no completa, ¿La habrán borrado?
Suguru elevó los hombros.
—¿Qué decía?
—Que tu omega millonario era un infiel que le puso los cuernos a su prometido para estar a tu lado.
Suguru casi se atraganta.
—¡Satoru no tiene pareja!
—No que tu sepas.
—Dejame adivinar, ¿La supuesta pareja era Noaya?
—Pues... Sí, al menos, eso decía.
Suguru negó con la cabeza.
—Él no era su pareja, ¡Su familia lo presionaba para que estuviera a su lado!
—Suguru, calmate, ya te despidió, ¿Qué se supone que vas a hacer?
El repentino instinto protector de Suguru se desvaneció al instante, dejandose caer una vez más en el sillón.
—Cierto, ya no trabajo para él.
Shoko recargó su cabeza en la cabecera de su cama.
—¿Por qué te enojas tanto entonces?
—¡Porque Noaya no respeta a Satoru! —Suguru gritó— ¡Él solo lo ve como...! Qué se yo, una garantía para tener dinero.
—Gracioso decir eso de alguien que estaba con él por su dinero.
Suguru abrió la boca, ofendido.
—No es lo mismo. Yo nunca lo obligaría a nada.
Shoko elevó los hombros.
—Da igual, Suguru, ya no estás con él, ¿Para que te preocupas?
—Porque... —Suguru lo pensó un momento, frunciendo el ceño— ¿Qué se yo? Me preocupa y ya.
Shoko ladeó la cabeza, acercandose más al borde de la cama y observando fijamente a su amigo.
—Suguru, te voy a preguntar algo —le dijo lentamente, tratando de no reír.
Geto rodó los ojos.
—¿Qué?
Shoko esperó unos segundos, antes de finalmente hablar.
—Suguru... ¿Te gusta Satoru?
Suguru frunció el ceño al instante.
—¿Qué? No.
Su amiga negó con la cabeza.
—Piensa bien tu respuesta, luego me respondes.
El contrario rodó los ojos, pero aceptó, ¿Qué había que pensar? ¿Lo bien que Satoru se veía siempre?
¿Lo suaves que eran sus labios? ¿Qué lo beso aunque no había nadie cerca?
¿Qué su instinto protector se despertaba a su lado? ¿Qué no quería que Noaya estuviera cerca de él?
¿Cómo la sonrisa de Satoru parecía iluminar el cuarto dónde estaba?
Suguru levató una mano, colocandola contra su pecho, su corazón latía como loco, retumbando contra sus oídos, como si quisiera salir de su pecho.
Oh.
Oh.
Chapter 12: 12-. Latte
Chapter Text
—¿Cuándo volverá a venir Satoru, hijo? —preguntó su madre, organizando comida en un pequeño bento.
Suguru dudo.
—No lo sé, mamá. Está muy ocupado, ¿Sabes?
—Ah, seguro qué ni siquiera ha estado comiendo bien —ella negó con la cabeza, entregándole el bento— dáselo, ¿Si? Asegúrate de que coma bien, los celos en omegas son bastante agresivos cuando no se tiene buena salud.
Suguru asintió, agarrando el bento antes de irse.
—Seguro que le encanta —le aseguró antes de salir de la casa.
No, no había tenido el valor de decirle a su madre que había terminado con Satoru.
Su familia parecía feliz por él, le daban comida para llevarle a Satoru, le preparaban dulces y siempre le decían que recordará cuidarlo bien.
Pero Satoru no siquiera le había enviado un mensaje, una llamada, un correo de voz. Nada.
Caminó hasta su edificio, ya casi era último de mes y no tenía dinero para pagar.
Satoru no le había quitado la tarjeta de crédito, ni la había cancelado en el banco, pero a Suguru no le gustaba la idea de seguir usandola.
—Buenos días —le dijo con una sonrisa nerviosa al señor Fuji, el dueño del complejo de departamento.
—Oh, Suguru, ¿Cierto? ¿Qué se le ofrece?
—Verá —Suguru respiró hondo, jugando con los bordes del bento— sé acerca la paga del departamento, pero actualmente estoy desempleado.
—Que pena.
Suguru paso saliva con nervios.
—Sí, y por eso mismo, quería preguntar si había alguna posibilidad de cancelar mi contrato...
—¿Por qué quiere cancelarlo?
—No tengo dinero para pagar —aclaró, ya sin rodeos.
El señor frunció el ceño, balanceándose en su silla para agarrar unos papeles y comenzar a revisarlos.
Seguro buscaba el contrato para quemarlo frente a él.
—Pero tiene un contrato por cinco años.
—Sí.
—A su nombre.
—Sí.
—Con todo pagado por esos cinco años.
—Sí —Suguru detuvo sus palabras, frunciendo el ceño— ¿Cómo dice?
El contrario asintió, señalando para Suguru las transferencias de los pagos.
—Tiene todo pagado, incluso un poco más de lo necesario, lo único que podría llegar a pagar es sí algo necesita mantenimiento extenso.
Suguru no lo podía creer.
—Ah, sí —dijo, levantándose— olvide eso, ¡Adiós, buen día!
Salió corriendo del lugar, subiendo hasta su departamento y encerrandose ahí.
¿Satoru había pagado ese lugar por cinco años? ¡¿Cinco?!
Un suspiró tembloroso salió de sus labios, ¿Podía sentirse peor en este punto?
───────── • • • ✦
Satoru sentía que su cuerpo se comenzaba a negar a hacer varias cosas.
Comenzaba a rechazar varias de las feromonas que lograba oler durante el día, como sus manos temblaban sin previo aviso durante momentos aleatorios del día, al igual que sus piernas comenzaban a presentar tics.
Sabía que estaba cerca de la tortura que sufría cada año.
Pero no podía quedarse encerrado en su casa, Mei Mei lo esperaba, tenían que terminar algunos... Asuntos con respecto a Naoya.
Así que se coloco su collar antimordidas, solo en caso, antes de salir de casa.
—Ijichi —le llamó al beta, subiendo al auto— llevame a la casa de Mei Mei.
El hombre asintió, subiendo al auto y comenzando a conducir, mirando por el espejo retrovisor a Satoru.
—¿Está bien, Gojo-san?
—Claro que sí —le aseguró, usando su mano para lanzar un poco de aire a su cara, la cual estaba un poco roja— solo... Hace calor.
Ijichi frunció el ceño, no hacia realmente un clima caliente, pero no le quiso decir nada. Solo extendió la mano y encendió el aire acondicionado.
Tal vez era un beta y realmente no sentía de manera fuerte las feromonas que Satoru seguramente estaba soltando en el auto, pero no era estupido.
—¿Seguro que quiere ir, Gojo-san? —le preguntó a medio camino.
—¿Por qué no habría de hacerlo?
—Su celo esta por comenzar, ¿No es así?
—No —Satoru resopló— estoy bastante bien, no hay nada malo en mi cuerpo.
Ijichi no insistió, sabía que Gojo-san realmente no volvería a su casa, incluso si su celo estaba casi a punto de llegar.
—¿Tomo supresores?
—Ay, deja de preocuparte, Ijichi —se quejó Satoru, poniendo una mano en su frente— me estás dando dolor de cabeza.
El chófer respiró hondo, sin querer decirle más a su jefe.
—Llameme si necesita algo —le pidió cuando el albino bajó del auto, pero el omega ni siquiera se molesto en contestar, simplemente entró a la casa de Mei Mei.
—Apestas a celo, omega.
Satoru rodó los ojos, elevando una ceja hacia Mei Mei, que estaba recostada en el sillón.
—Te he dicho un millón de veces que no me llames así.
La alfa se elevó de hombros, levantandose y acercandose a Satoru, sosteniendolo por la barbilla.
—Eso eres, ¿No es así?
—Que asco me das —Satoru se quejó, apartando la mano de Mei Mei y caminando hacia los sillones— ¿Qué dijo el idiota?
—Está asustado —le explicó, regresando a su lugar— no le gusta la posibilidad de una demanda, dice que arruinaría su reputación.
—¿Tenía?
La alfa soltó una risita, a punto de hablar cuando las feromonas de Satoru salieron repentinamente. Hizo una mueca de asco.
—Odio lo empalagosas que son tus feromonas, ¿No te puedes poner un parche?
Satoru acarició su nuca, tanteando su glandula.
—Aún no esta hinchada, da igual.
Mei Mei rodó los ojos.
—Eres imposible.
—Muchas gracias.
Satoru enterró sus uñas en su propia palma, despejando su mente.
—¿Dijo que no haría más entrevistas?
—Y que no mencionaria a Suguru.
Satoru asintió.
—Gracias, era lo que necesitaba escuchar.
Mei Mei miró a Satoru por unos segundos, entrecerrando los ojos.
—¿Por qué no quieres qué lo mencionen?
—La familia de ese idiota se preocuparía mucho.
—¿Y por qué te importa? —se burló, antes de hacer un puchero exagerado— ¿Te encariñaste?
Satoru tardó unos segundos en contestar, las feromonas le nublaban la mente más de lo que quería admitir.
—No seas idiota —dijo al fin— simplemente no soy una mala persona.
—¿Desde cuándo?
Satoru entrecerró los ojos.
—Simplemente no lo soy y ya.
—Si tu lo dices.
Satoru se levantó del sillón.
—Necesito café —declaró.
Realmente no era nada cientifico, ni siquiera estaba seguro de que le funcionará todas las veces, pero el café le ayudaba a despejar la mente cuando sus feromonas se volvían locas.
—¿Quieres ir a una cafetería con tus feromonas así?
Satoru se retiró el collar por completo, sacando el parche que tenía en su bolsillo y colocandolo en su glándula.
—Listo —dijo, alzando los hombros y volviendo a colocarse el collar— ya podemos irnos.
—Si un alfa te trata de atacar, no creas que yo voy a intervenir.
Satoru rodó los ojos, siguiendo a Mei Mei hacia afuera.
—Cómo si necesitará que me defendieras.
───────── • • • ✦
El trabajo que consiguió era fácil.
Ponía café en una máquina, batía leche, acomodaba vasos, hacia dibujos en forma de corazón... Era fácil.
Y la pega era buena, podía ayudarle a ahorrar antes de dejar el departamento, porque no estaba seguro de querer quedarse cinco años en un lugar que Satoru pagó.
—¿Suguru? —preguntó su compañero— ¿Podrías ir a la mesa siete? No puedo con ese cliente.
Suguru asintió, tomando su libreta, acomodando su delantal y caminando hacia las mesas, buscando la siete.
Pero se quedó callado apenas vio quién estaba sentado ahí.
Satoru platicaba con una mujer, tenía el cabello largo, usaba ropa ajustada y era rica. Se le notaba.
La chica tecleaba en su celular, parecía no estarle poniendo atención a lo que decía Satoru.
Esa alfa... ¿Era una nueva conquista de Satoru? ¿Ya estaba con alguien?
Respiró hondo y se acercó desde un ángulo donde Satoru no pudiera verlo, no estaba listo para darle la cara de esa manera.
Fuera quién fuera esa chica, se alegraba siempre y cuando no fuera Naoya.
—Oh —dijo la mujer— me traes un espresso.
Satoru ni siquiera giró la cabeza hacia él.
—A mí me traes un latte, con café nuevo, por favor, sabe raro cuando ya tiene un rato en la cafetera, que tenga chocolate, crema batida y algunas chispas de chocolate, ¿Tienes fresas? Supongo que sí, pon algunas con la crema... Hum, y también un trozo de pastel, de chocolate. Un poco de vainilla tampoco vendría mal.
Suguru asintió, una sonrisa bailando en sus labios mientras escuchaba a Satoru.
Había pasado solo una semana y ya había extrañado la manera en la que Satoru hablaba.
Sus exigencias eran, de hecho, una linda forma de reconocerlo.
Se dió media vuelta, caminando de regreso hacia la cocina para traer a Satoru lo que quería.
Comenzó con el espresso de la mujer, dejándolo a un lado y, de hecho, cambiando los trozos de café que quedaban en la cafetera, reemplazando por una bolsa nueva.
Comenzó a hacer el latte, agregando chocolate luego de colocar el café, asegurándose de que la leche batida hiciera un corazón con buena forma para Satoru.
Luego, sirvió los pasteles que quería y los balanceó en sus manos, caminando de regreso hacia la mesa.
La mujer seguía ahí, pero Satoru no estaba por ningún lado.
Un dolorcito en el pecho le oprimió el corazón mientras se acercaba.
—Su pedido.
—Gracias —le respondió Mei Mei, aún viendo su teléfono.
Se dió media vuelta, algo cabizbajo, esperaba ver como se le iluminaba la cara a Satoru al comer, pero suponía que no todo podía ser como el quería.
Tal vez era una señal de que debía superarlo.
Camino hacia el baño, necesitaba unos segundos para reafirmar sus pensamientos y no confundir los pedidos.
Pero apenas entro al baño, choco con alguien, mandandolo al piso.
—¡Lo lamento! —se apresuró a decir, pero no recibió respuesta alguna.
Levantó la cabeza, observando al omega en el piso.
Ropa cara, zapatos lustrados, collar antimordidas hecho a medida, cabello blanco, gafas de sol tiradas en el suelo, ojos del mismo color que el cielo...
—Satoru...
Chapter 13: 13-. El celo también se trata de emociones
Chapter Text
Su cuerpo paso de estar incomodo a estar ardiendo.
Su respiración se atoró en su garganta, haciendo que sus pulmones ardieran y un estremecimiento recorriera su cuerpo.
—¿Estás bien? —Suguru preguntó, usando su propia mano para cubrir su boca y nariz, tratando de sofocar las feromonas de Satoru.
El omega no respondió, solo lo miraba fijamente, como si esperará que se acercará a él, su cuerpo llamandolo, esperando que el alfa se acercará.
—Y-yo... —susurró con esfuerzo, lamiendo sus labios, los cuales ya estaban secos.
Su glandula luchaba contra el parche que la mantenía, tratando de hincharse.
Suguru giró la cabeza, los alfas que estaban en el café se estaban dando cuenta de que pasaba, giraban la cabeza hacia ellos, buscando la fuente de su aroma.
Mei se acercó, asomando la cabeza hacia el baño, donde Satoru se estaba retorciendo.
—Idio...
Sus palabras no lograron terminarse cuando Suguru le gruñó, poniendo una mano frente a la puerta para que no siguiera acercandose.
Mei elevó una ceja, observando al otro alfa.
—Ah —dijo, sonriendo— tu eres el alfa que Satoru tanto desea proteger, ¿Hum?
Ella lo observó de arriba a abajo.
—No eres la gran cosa. No me sorprende por sus malos gustos.
Suguru la empujó por el hombro, apartandola más antes de cerrar la puerta.
Satoru seguía en el piso, estremecimientos recorriendo su cuerpo con fuerza, haciendolo temblar en su lugar.
—Mierda —Suguru se sacó el delantal, amarrandolo como un cubrebocas, acercandose hacia el omega, quién soltó un gemido apenas toco su brazo.
Suguru se detuvó un momento, sin saber que decir después de lo que escuchó.
—Lo lamento —dijo al fin, pero no soltó a Satoru— te tengo que sacar de ti. Estos alfas se pondrán como locos.
El albino lo miró, ojos llorosos y manos más temblorosas que antes.
—Alfa —suplicó, aferrandose a Suguru.
Geto se mordió el interior de su mejilla, tan fuerte, que el sabor metalico de su sangre no tardo en aparecer, pero eso lo ayudó a concentrarse.
—Te sacaré de aquí —le prometió, rebuscando en el bolsillo de Satoru hasta que consiguió su telefono.
Abrazó a Satoru con un brazo, poniendo el telefono contra su oreja.
—¿Ijichi? —preguntó— ¿Puedes venir a la cafetería...?
—Alfa —Satoru volvió a gemir.
—Te mando la ubicación, ni siquiera te preocupes por los semaforos, si tienes que causar un choche, ¡Hazlo!
Colgó la llamada, frunció el ceño un momento antes de mandarle la ubicación al chofer. Soltó un suspiró, guardando el celular y levantandose, tratando de levantar a Satoru con él.
El omega soltó un quejido.
—No siento mis piernas —se quejó, sin moverse del piso.
—Coopera un poco, cariño —Suguru le pidió, agachandose y subiendo a Satoru a su hombro.
Respiró hondo, tratando de mantener bien a Satoru.
—Hueles bien —susurró el omega, doblandose de manera rara hasta llegar a la glandula de Suguru.
¡Eso no era bueno!
Suguru bajó a Satoru, agarrando su cadera para mantenerlo de pie.
—Cariño —le dijo con suavidad, abrazandolo— ¿Puedes resistir un poco más?
Bueno, Satoru realmente no podía resistir más, el cuarto estaba lleno de sus feromonas, sus pupilas estaban completamente dilatadas y una sonrisa boba estaba plantada en su rostro.
El único punto bueno, era que el celular de Satoru volvió a sonar. Ijichi ya debía de estar afuera.
—Deberías subirle la paga. Realmente hace bien su trabajo.
—¿Eso quieres? —Satoru le susurró, recargandose contra Suguru y dandole un suave beso en el cuello— hare todo lo que tu quieras, alfa.
Bien. Se quedaría callado entonces.
Comenzó a soltar feromonas, rodeando el cuerpo de Satoru con ellas, esperando que así los alfas ignoraran las del omega.
Suguru abrazo a Satoru, sosteniendolo fuerte antes de salir corriendo de la cafetería.
Un alfa se levantó, guiado por pocas feromonas que quedaban en Satoru, pero Suguru le gruñó, abrazando al omega más fuerte, quién soltó una risita tonta.
—No te acerques —le advirtió al alfa, saliendo de la cafetería y metiendo a Satoru a la limusina, Ijichi abriendo la puerta para facilitar la tarea.
Suguru soltó un suspiró, entrando con él y abrochando el cinturón de Satoru.
Su cuerpo volvió a temblar, sacandole un jadeo y arqueandose.
—Tus manos se sienten bien —susurró, casi muy complacido.
Suguru estaba seguro de que ni siquiera le haía rozado la piel, solo la ropa.
—Ijichi, gracias por venir —comenzó Suguru, pero Satoru extendió las manos y le agarró el rostro.
Su bonito rostro estaba contraido con enfado, labios y ceño fruncidos.
—No le hables a él —le exigió— ni siquiera lo mires, mirame y hablame a mí.
Suguru paso saliva, tratando de tranquilizarse antes de asentir, tomando las manos de Satoru entre las suyas.
—Sí, claro.
Satoru sonrió, satisfecho antes de tratar de acercarse más, aunque el cinturón de seguridad no se lo permitía de manera correcta.
—Así me gusta —susurró, enterrando su cabeza en el cuello de Suguru, olfateando nuevamente.
───────── • • • ✦
La casa de Satoru estaba igual que como la recordaba, si no contaba lo desordenada que ahora estaba.
—Pensé que tenías ayudante de limpieza —le dijo con suavidad, sosteniendo la cadera de Satoru con una mano para ayudarlo a caminar.
—La despedí —dijo con una sonrisa— pero la voy a volver a contratar porque a mi no me gusta tocar todo esto. Me da asco.
Suguru negó con la cabeza, volviendo a elevar a Satoru en brazos para llevarlo a la habitación.
El albino pareció emocionado, frotandose contra Suguru con ligereza, abriendo la boca casi de imediato.
Suguru abrió los ojos con sorpresa, un estremecimiento recorrió su cuerpo, pero logró reunir el valor para apartar a Satoru.
—¿Qué? —se quejó el albino con un puchero— ¿No te gustó?
Dios, claro que le gustaba. Satoru le gustaba como nadie le había gustado jamás.
Pero no le iba a hacer nada, no cuando las feromonas nublaban su mente de tal forma que ni siquiera podía caminar.
Pronto, también perdería la capacidad del habla, ¿Cómo le podía hacer algo en tal estado?
—Me gustas —le aseguró, recostandolo en la cama y acariciando su cabello— pero solo te acompañaré, Satoru, no puedo... Hacer otra cosa.
—¿No soy atractivo para ti? —Satoru volvió a preguntar, desabrochando su camisa.
—No hagas eso, cariño —Suguru le pidió, tomando sus manos entre las suyas para detenerlo.
Y vaya que le costó no mirar su pecho al descubierto.
—Suguru —jadeó Satoru, un nuevo estremecimiento recorriendo su espalda.
Geto respiró hondo, sosteniendo las mejillas de Satoru y sonriendo como podía.
—¿Si?
—A mi me gustas mucho —le susurró, sonriendo mientras sus mejillas se sonrojaban.
El corazón de Suguru se aceleró en tan pocos segundos que le dolío el pecho. Pero no podía hacerse ilusiones.
Tal vez era cierto, pero lo dudaba, el celo alteraba la mente, hacia que el cuerpo reaccionará para atraer, para aceptar.
Tal vez solo le había dicho eso para que Suguru se acercará más.
—A mi también me gustas —le susurró, necesitaba decir eso con ansias.
Incluso cuando Satoru seguramente no lo recordaría.
Quería besarlo, quería sentir sus labios nuevamente contra los suyos, escucharlo jadear su nombre y ver como se estremecía bajo su toque.
Pero tenía principios.
Y aprovecharse del celo de un omega claramente no era ninguno de esos principios.
—Ven —le pidió.
Satoru obedeció, levantandose para seguir a Suguru.
El alfa abrió la puerta del baño, el agua fría retrasaría el calor, o al menos, le despejaría un poco más la mente.
El omega sonrió, siguiendo a tropezones a Suguru como si no hubiera nada más que hacer.
Suguru llenó la bañera de agua fría.
—¿Podrías entrar?
Satoru negó con la cabeza, haciendo un puchero.
—No quiero estar solo —le pidió, casi ronroneando.
Suguru lo pensó un momento, antes de suspirar y meterse a la bañera, con todo y ropa, para no pasar límites.
Satoru sonrió, metiendose con él y abrazandolo.
El agua fría ayudó a ambos, pues cortó las feromonas de Satoru, haciendolo fruncir el ceño. No funcionaría todo el día, pero al menos le dio lucides por un momento.
—¿Suguru? —preguntó con el ceño fruncido, entrecerrando los ojos.
—Hola —le dijo con una suave sonrisa, pero Satoru resopló.
—Ahora alucino —murmuró de mala gana, abrazandose a si mismo— ¿Por qué estoy en la bañera?
Suguru extendió la mano, acomodando un poco el cabello de Satoru.
—¿Sabes lo imprudente que fuiste al haber salido tan cerca de tu celo? ¿Qué te pasaba por la cabeza?
Satoru rodó los ojos.
—Una ilusión me está regañando —bufó, recargandose en la orilla de la bañera y quitandose el collar, seguido del parche, que ya de poco servía.
Su glandula estaba hinchada y su mente no seguiría tan despejada como ahora.
—Que patetico soy.
—No eres patetico —Suguru le susurró, pero Satoru ni siquiera lo escuchó.
—Desvanece o lo que sea —le pidió, moviendo una mano para tratar de apartar a Suguru.
Pero solo logró darle una cachetada.
Satoru frunció el ceño. Volviendo a repetir el gesto.
—Eso duele —Suguru le informó.
Satoru saltó de la bañera casi como un gato que estaba por trepar una pared.
—¡Estas aquí! —gritó, sin embargo, sus piernas volvieron a ceder, cayendo de rodillas.
—Te vas a lastimar —Suguru le regaño, saliendo de la bañera para ayudarlo.
La ropa se le pegaba a la piel y era incómodo, pero esa incomodidas le evitaba lanzarse contra Satoru.
—¿Qué haces aquí? ¿Y dónde está Mei?
Suguru sintió como sus manos temblaban.
¿Mei? ¿La alfa de la cafetería? ¿En serio la estaba buscando a ella?
Apretó los labios, enterrando sus uñas en la palma de su mano y respirando hondo.
—Se quedó en la cafetería, cuando tus feromonas se descontrolaron, le pedí a Ijichi que fuera y... Aquí estamos.
Satoru volvía a tener temblores, sus pupilas se dilataban demasiado, los estremecimientos lo hacian inclinarse sobre si mismo.
Y esta vez, el agua fría no ayudaría.
Suguru actuo rápido, sostuvo a Satoru de la cadera y lo levantó, llevandolo a la cama.
El omega gimió, buscando aferrarse a los brazos de Suguru.
—Alfa —le susurró de manera desesperada— quedate.
Suguru olvidó los celos que había comenzando a sentir, una pequeña sonrisa formandose en sus labios.
—No te voy a tocar.
Satoru no pareció satisfecho con su respuesta, pero se estremeció cuando las feromonas de Suguru comenzaron a envolverlo, lentamente.
—Estoy contigo —le susurró— no me iré de tu lado.
Satoru jadeó, moviendose en la cama con incomodidad.
Pero las feromonas de Suguru lo relajaron, y sus palabras lo hicieron sonreír.
El alfa realmente esperaba ayudarlo de alguna forma, sin tener que traspasar la confianza que, en su interior, esperaba que un Satoru sin la mente nublada aún tuviera en él.