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It's okay, pup.

Summary:

Honestamente nunca tuvo ganas de explorar su dinámica y si lo piensa un poco, tampoco contó con el tiempo para hacerlo ya que su preocupación a lo largo de su infancia y adolescencia se resumia en seguir corriendo.

La temporada 2025 lo está enloqueciendo, y no en el buen sentido ¿Cómo es posible que ahora invierta parte del tiempo del sim racing en artículos para omega o que no pueda evitar sus instintos paternales con los "adultos jovenes" de la parrilla?

Notes:

Lo admito, no soporto tener tanto tiempo libre.

Honestamente creo que las etiquetas son bastante específicas. No pienso profundizar en nada sexual entre Charles y Max y ninguno de los personajes que aparezcan, tampoco estoy seguro de hacer una historia lineal o extensa. Simplemente quiero momentos de Max siendo dulce, atento y detallista con otros porque esos fanfics me calientan el corazón y quiero más porque ya los leí todos.

Me enfocaré en los rookies, aunque cualquier cambio puede ocurrir y escribiré un poco de Lestappen porque también amo las relaciones complejas en todos los sentidos. Como siempre, todo es ficción y lo que escriba no necesariamente ha pasado.

Chapter 1: Untitled Part 1

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

A veces tiene pesadillas con sus años de novato, si bien no son aterradoras como ser perseguido por un asesino o mordido por una serpiente, una vez se despierta en medio de ellas, el recuerdo amargo que dejan se conserva hasta la mañana, e incluso hasta la noche siguiente.

Eso, sin contar con el pequeño detalle de que a lo largo del día, fragmentos de ese incómodo momento lo asaltan incluso cuando está ocupado en más de mil cosas. Basta una pausa, una sombra entre pensamientos, para que regresen. La fuerte sensación de vergüenza que lo ataca con una enorme intensidad al ser rodeado por personas (compañeros, ingenieros, reporteros y hasta sus propios fans) de
las que no puede evitar sentir que todo el tiempo solo están pensando en sus estúpidos errores, como si tuviera un cartel en la frente que dice: "Este es Max, es el mismo animal que chocó Monza en el 2021". El saber (o bueno, al menos lo que cree en los días donde tiene más tiempo libre de lo usual y concluye tonterías) que el lugar que ocupa en la parrilla es una broma de mal gusto e incluso una humillación para el deporte es, joder... Malditamente insoportable.

No importa que las estadísticas indiquen que es el mejor de su generación, que otros pilotos con años y hasta décadas de experiencia en la categoría comenten lo talentoso que es o que los periodistas deportivos hablen horas y horas o suban miles de artículos y llenen columnas con tantas palabras que hasta sus fanáticos más extremistas se salten algunos párrafos de lo tedioso que resultan sus análisis clínicos de sus movimientos, estrategia, técnica, agresividad fríamente calculada y la basura que digan aparte de lo anterior, porque a decir verdad, él tampoco terminó la lectura, si es que siquiera la empezó.

Nada de esa mierda importa cuando no se siente así, cuando se ve al espejo y no ve a nadie más que un impostor, a ese chico que una vez causó más risas que aplausos, más murmullos que felicitaciones. Cuando esa pequeña voz asquerosa de su cabeza lo aturde a pesar de la suavidad y ternura con la que le recita a la perfección cada titular que lo denomina un peligro en la pista, que cuestionó su madurez, que acusó al equipo de ser solo un capricho más de algún hombre con el suficiente dinero y poder para ponerlo ahí.

Esa estúpida voz que imita con una ateradora precisión cada risa mal contenida de sus compañeros de paddock, los sonidos involuntarios que soltaban cuando pasaba por su lado en el pasillo, las frases sin terminar cuando irrumpía en una habitación en el peor momento, o que repite cada jodida vez que escuchó su nombre seguido a un “demasiado pronto”, o “demasiado imprudente", y hasta un "es bastante joven para entender".

Esa maldita vocecita que viene de él mismo, de esa parte que no ha logrado perdonarse, de esa misma que ha tratado por largos años de guardar en el lugar más recóndito de su mente, que está convencida que en cualquier momento todo lo que tiene se va a derrumbar, porque es cuestión de tiempo para que el mundo entero recuerde de golpe que Max Verstappen no debería estar ahí.

Y aunque esa voz esté mintiendo, lo peor es que, él le cree, con tanta fuerza que su pecho duele más de lo que le gustaría admitir.

Lo esperaba, era algo bastante obvio para cualquiera con dos dedos de frente o que al menos le hubiera prestado atención a los rumores que corrían sin filtro alguno por el paddock desde hace algunas semanas. Aunque eso no quitaba el hecho que verla confirmada en letras grandes y con en cada red social a la que entrara, le revolvió el estómago con tanta violencia que por un instante estuvo cerca de vomitar.

Kimi Antonelli debutará en la fórmula 1 en en la temporada 2025 con el equipo Mercedes.

Siete palabras. Eso bastó para que su mente se apagase y volviera, sin pedir permiso, a ese lugar oscuro donde todo había comenzado. A ese momento en el que también fue el chico prodigio, el que llegó antes de tiempo, el que estaba rompiendo esquemas. Era como ponerse nuevamente aquel traje de novato que nunca le terminó de quedar. Demasiado grande en los hombros, demasiado apretado en el pecho. Incómodo. Expuesto. Ridículo.

No eran celos, ni odio hacía el niño. A duras penas lograba ubicarlo como para sentir algo tan fuerte y desagradable por alguien inocente, era más profundo y mucho más jodido, era eso que producía en él al escuchar su nombre. Era sobre sentirse nuevamente con diecisiete con el conocimiento de lo que le faltó. Con el peso de saber que no era aceptado, que nadie (fuera del entorno de Toro Rosso o Red Bull, y solo porque les pagaban para creer en él) confiaba realmente en que podría lograrlo, independientemente de su corta trayectoria en F3, su nula experiencia en F2 y su sorpresiva entrada a la categoría mayor.

No tenía nada. No era nadie. Y no había una sola persona que, desde lo más genuino, sintiera que su talento por sí solo lo estaba llevando a la cima. No lo tuvo tan fácil como Kimi ahora, que llega en un contexto donde ya existe cierta certeza de que traer a un chico tan joven no es una completa locura.

Y, mierda... Tal vez está mal querer haber tenido todo eso en su momento. Una persona que lo calmara y le dijera que no pasaba nada si fallaba el primer día y que lo consolara justo después de hacerlo. Que le enseñara que no importaba si no brillaba enseguida. Tal vez si su padre no hubiera esperado tanto de él o si su equipo no hubiera depositado en su espalda adolescente la responsabilidad de convertirse en una máquina de victorias. Si no lo hubieran llamado nunca prodigio para atraer la atención de los buitres, quizá todo habría sido diferente y él.

— ¡Max! — El grito agudo característico de una voz infantil lo sacó de su vista en el teléfono y del pozo profundo en el que se estaba por quedar atrapado. Parpadeó, una, dos e incluso tres veces, bastante desorientado, para recordar que no estaba solo o bueno, hasta hace un rato no lo estaba.

Para recordad que se encontraba en el motorhome, en el sofá, con las piernas adormecidas y el teléfono todavía temblando ligeramente en su mano.

—¿Max? ¿Estás enojado? — La voz de la niña volvió a sonar, esta vez más cerca, más suave, pero con ese temblor en la última sílaba que solo los niños tienen cuando creen que han roto algo importante y ese suave olor a nata y fresas de los cachorros.

Max levantó la mirada y la vio. Pequeña, un suéter tejido bastante suave, una gorra ligeramente ladeada que hacía juego con la suya y unos ojos lo suficientemente grandes para su rostro, era Penelope, la hija de Kelly.

Max exhaló. Aún tenía el pecho apretado por todo lo que había leído minutos antes, como si un par de manos invisibles estuvieran cortando el suministro de oxígeno y no tuvieran intención de soltarlo incluso después de que perdiera la conciencia. El verla ahí, con su suave ceño fruncido que no sabia si se debia a la expectativa o el temor, le obligó a regresar a la realidad.

—No, P. —  Murmuró, dejando el teléfono a un lado y frotándose los ojos con los nudillos—. Nunca me enojaría contigo, Cariño.

La niña, a pesar de no verse muy convencida de sus palabras, dio un pasó mas cerca y lo abrazó. No fue un abrazo torpe o rápido como los que a veces daban los niños para salir del paso; fue uno de esos abrazos lentos, cuidadosos, con los bracitos rodeándole el cuello y la cabeza apoyada con firmeza en su hombro, como si supiera que lo que Max necesitaba no era una interrogación, si no una pausa, algo de afecto humano.

Él no supo exactamente por qué, pero el gesto calentó su corazón, alejando momentáneamente cualquier rastro de estrés. Acarició su espalda con su mano grande y e inestable, y cerró los ojos como si con eso pudiera evitar que le brotara la emoción que estaba conteniendo desde hacía horas. Días. Años, tal vez.

—¿Interrumpo? — Se escuchó hacia un lado de la habitación otra voz femenina seguida de una suave risa que delató que llevaba mas tiempo del que hacía ver en la habitación.

Max alzó la mirada con lentitud, como si el cuello le pesara. Negó con un leve movimiento de cabeza.

—No. En realidad… Llegas justo a tiempo.

Kelly dejó la botella sobre la mesa, cruzó los brazos y apoyó el hombro contra la puerta que no estaba a mas de dos pasos de ambos. Miró a su hija, luego a su amigo. Más sin embargo, no mencionó nada, tampoco hizo ningún gesto brusco y ni siquiera alguna seña para P con su mano como solía hacer cuando estaba interesada en saber algo. Solo lo observó, con esa calma especial que la brasileña parecía reservar solo para él. Como si supiera que cualquier movimiento mal calculado podía hacer que Max se cerrara de nuevo y se marchara fingiendo alguna reunión, esa misma que ambos sabian que no tenía y de la que la mujer era incapaz de refutarle.

— Estás como un gatito triste.— Anunció Penélope sentándose al lado de Max en el mueble, con la naturalidad de quien informa que llovió en la mañana o menciona una tontería que acaba de ver en la tele y quiere contársela a quien sea que esté cerca.

Fue el turno de Max de ladear la cabeza para mirarla, sin poder evitar una media sonrisa cansada.

— ¿Un gatito triste? — Repitió, arrastrando las palabras como si le costara creer que le habían hecho esa comparación a él.

Penélope asintió con seriedad, mirándolo como si fuera obvio.

— Sí. Tienes los ojos así… — Frunció el ceño nuevamente e hizo su mejor expresión de "cachorro mojado", con los labios apretados hacia abajo y las cejas arqueadas hacia el centro. — Y los hombros caídos. Y estás muy callado, Maxie.

—¿Y los gatitos tristes son callados?

— Ajá. Se quedan quietos, no maúllan, no hacen cosas de gatitos. Solo esperan a que alguien los abrace y los lleve a casa a jugar.

Max soltó una risa bajita, sin burla. Era de esas risas que no nacen en la garganta sino más abajo, en ese lugar donde uno guarda el cansancio y las verdades que no se atreve a decir en voz alta. Cerró los ojos por un segundo, dejó que la idea de ser un gatito mojado se le asentara en el cuerpo como una manta tibia en medio del frío.

— Entonces supongo que sí… Me siento como gatito triste — Admitió, abriendo un ojo y mirándola de reojo.— Pero no creo que alguien me va a llevar a casa.

Jun 26, 25.

Notes:

OKP no tiene la intención de estar bien redactada, simplemente son pensamientos sueltos de la madrugada mezclados con momentos de mierda de mi vida y algunos fanfics de Max siendo lindo con los rookies. De antemano, pido disculpas por los horrorosos errores gramaticales que cometo y ni siquiera noto por escribir tan rápido.

Por cierto, no solo es eso. También me refiero a los capítulos en sí, de hecho subí el borrador con tres líneas y ni siquiera lo noté por mi cuenta, muchas gracias a Vesttapern por avisarme y perdón nuevamente a todos los que leyeron ese desastre incompleto.

That's all, Norsk fuera.

Chapter 2: Untitled Part 2

Summary:

Max necesita ayuda y no encuentra una mejor solución que llamar a Checo.

Notes:

If you read part one and it only had like three lines, it’s time to read it again — it’s been updated!

Feel free to point out any mistakes! I’m not always checking carefully and might miss stuff. 😭

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

No había dormido en días, bueno... Más bien en un par de semanas. Después del almuerzo con Kelly y P del otro día (donde al final de la tarde, no pudo soportar la mirada de la mujer y acabó confesándole la gran preocupación que le provocaba la noticia). Había decidido que hablaría con Antonelli.

No para darle la típica lección de mierda de cómo manejar la fama ni para recitarle un discurso qué hacer cuando recibes mensajes en tus posts no muy agradables, sino para ofrecerle algo más simple y, paradójicamente, más difícil: Un lugar seguro. Un pequeño espacio donde el chico pudiera desahogarse con alguien que realmente entendiera lo que significaba que te pusieran un micrófono en la cara a los diecisiete (bueno, dieciocho en su caso) y esperaran que respondieras como un hombre de cuarenta con toda una vida de experiencia en esquivar el amarillismo.

La idea, de entrada, parecía bastante fácil y sencilla: Solo era cuestión de acercarse al italiano, mencionarle que podía buscarlo si algún día necesitaba hablar, escuchar tonterías que no tuvieran que ver con carreras como historias de sus pequeños bebés (sus gatos), gritar hasta quedarse afónico o permanecer callado sin que nadie le exigiera explicaciones de su mala cara... y ya está. ¿No? Pero conforme pasaron los días y tenía cada vez más tiempo para repasar mentalmente el paso a paso de su plan, por algún motivo las cosas complicaban más y más cuando creía que no podía ser aún peor. Se llenaba dudas y miedos tan ridículos que Max se apenaba de mencionar que se preocupaba por esas cosas.

Porque, cuánto más pensaba en ello, más consciente era de que no solo implicaba abrir su boca y decir su propuesta. Y es que, para empezar. Debía ser bastante honesto con él mismo en algo: Max Verstappen, visto desde fuera, no parecía la persona más acogedora o agradable del paddock. Ni siquiera un poco como Lance que simplemente lo catalogaban como alguien muy tímido para justificar su extraña forma de ser. Y todo esto no se debia a nada más que a los medios como Sky F1, los imbéciles de Netflix y a toda esa cantidad absurda de cuentas en redes sociales que se dedicaban a editabar los clips de radio, las repeticiones de contactos en cámara lenta y hasta los gestos más inofensivos, para construir una narrativa completamente diferente, donde destacaba una persona que eternamente enfadada, jodidamente arrogante y frío como la mierda con la que lo comparen.

Si bien otros pilotos y gente cercana a él daban fe de que fuera de pista y de las cámaras era alguien completamente diferente a lo que creían. No eran más que palabras sueltas al viento, por el simple hecho de que ese Verstappen del que hablaban no estaba grabado ni rondando por Tiktok como el video viral de la semana de la cuenta oficial de F1 donde hay un piloto siendo amable, o conmoviendo fanáticos con frases dulces o inspiradoras o haciendo lo que sea que hacen otros conductores como Charles o George, quienes destacan por ser personas más aceptables a nivel mediático por su carisma y talento y muy probablemente, también del físico.

Como sea, se estaba desviando del tema. La posibilidad real de que Kimi, siendo tan joven y tan evidentemente fanático del deporte como todos a esa edad (incluso él en su momento). Podía apostar que solo conoce esa versión suya, deformada, agresiva y... Joder. Esa imagen que el propio Max odiaba tanto como temía: La del piloto arisco que nunca sonríe, que responde con monosílabos (cuando no puede usar maldiciones) y que, según decían algunos comentaristas, "No parece disfrutar de nada que no sea ganar".

— Bueno ¿Y qué quieres hacer? — Preguntó Checo, directo, con esa habilidad suya para cortar el hilo de pensamientos de Max sin sentir que fue grosero cuando notaba que el menor podía hablar veinte minutos seguidos sin llegar a nada.

—Quiero que no lo devoren los medios. —Respondió el rubio, con los codos apoyados en la mesa y la mirada fija en la lata de Red Bull intacta que empezaba a sudar sobre la madera dejando un charco que dentro de poco tendría un tamaño considerable.

El de ojos cafés algo verdosos, lo miró un momento. Luego, con todo el tiempo del mundo bebió un sorbo de su latte helado y dejó caer el vaso, haciendo que este golpeara suavemente contra la mesa por la acción.

— Eso ya lo sé, Max. Fue básicamente lo primero que dijiste apenas te contesté la videollamada. — Comentó, haciendo su mejor esfuerzo para no soltar una carcajada por lo ridícula que sonaba la respuesta. Giró el rostro unos segundos y respondió algo en español acompañado de un gesto a su hermano que pasó detrás de cámara como si nada y luego volvió a mirarlo.— Y para eso le tienes que hablar, cosa que también ya me dijiste.

Max asintió despacio, mordiéndose nerviosamente el labio inferior mientras aguardaba, con la esperanza de que Checo siguiera desmenuzando la idea o comentara, de una buena vez, lo que pensaba decirle. Pero ese comentario nunca llegó, porque Max terminó interrumpiéndolo antes de que siquiera pudiera abrir la boca.

— No quiero asustarlo, Pecas — Confesó Max, con un tono más bajo y suave del que habría querido, sonando casi lamentable y desesperado incluso para él mismo.

Checo rió por lo bajo, con ese sonido que mezclaba cariño y resignación de alguien bastante acostumbrado a su amigo socialmente torpe.

— Max... eres literalmente Max Verstappen - Dijo su nombre como si anunciara la hora-. Vas a intimidarlo aunque solo le digas "Buenos días". — Se encogió de hombros, esbozando una sonrisa ladeada. — Pero vale la pena hacerlo igual. Mejor eso que quedarte mirando desde lejos cómo lo acaban y arrepentirte después, ¿No?

Max apretó la mandíbula, dejando que las palabras calaran. Sabía, muy en el fondo, que Checo tenía razón: el mayor obstáculo de todo su plan, para su desgracia, era él mismo.

Suspiró, apartando un momento el teléfono de su cara y recostándose un poco en la silla, buscando en su cabeza las palabras justas para explicarse.

El silencio se alargó unos segundos, quizá veinte, hasta que Checo, viendo que Max no decía nada más, inclinó un poco la cabeza, intentando atraparle la mirada a través de la pantalla.

— Oye... ¿Y qué tal si no vas directo a él?

— ¿Cómo? — Preguntó Max, algo perdido, ya no entendía hacia dónde llevaba Checo todo esto.

— Has estado varias veces con Gabriel en el simulador, ¿no? — Respondió Checo, más tranquilo, como si ya lo hubiera pensado mientras Max hablaba.— Te llevas bien con él, hasta bromean por chat. ¿Por qué no hablas con él? Él conoce mejor a Kimi y podría ayudarte a romper el hielo o invitarlo a una tarde juntos. Sin prensa, sin cámaras... Solo ustedes.

Max miró su calendario mental, que fue básicamente mirar hacia el techo blanco por unos segundos mientras repasaba sesiones, compromisos y entrenamientos que estaban programados. Aparte de algunas reuniones y sus entrenas diarios, la mayoría del tiempo restante estaba básicamente a su disposición.

— Podría... Podría escribirle antes. — Murmuró para sí mismo, tan bajo que con dificultad el tapatío logró decifrar lo que quiso decir. — O podría ir después de su carrera y pedírselo en persona.

Checo asintió despacio, con esa calma con la que usualmente trataba al holandés. Sabía que, cuando Max hablaba en voz alta de esa forma (en plan para convencerse, medio para poner orden a su propia cabeza), lo mejor era no interrumpirlo ni apurarlo o se iba a estresar.

— Exacto, mándale un mensaje. Nada raro, algo simple. — Comentó Sergio, haciendo un gesto vago con la mano, como si el resto dependiera de la naturalidad.

El menor dudó por un momento antes de minimizar la llamada y entrar en el chat del brasileño y mover los dedos sobre la pantalla sin escribir absolutamente nada, como si eso le ayudara a pensar lo que haría. Finalmente tecleó algo, borró, volvió a teclear y terminó repitiendo el gesto un par de veces con el ceño fruncido.

— Checo ¿Qué le escribo? — Preguntó resignado a que necesitaba ayuda levantando la mirada para ver al mayor. Y en ese momento no sonaba como el tetracampeón del mundo que todos temían, sino como un tipo normal, un poco torpe para estas cosas (o bastante debido a sus nulas habilidades sociales) bastante inseguro y más joven de lo que realmente era.

Checo se rió, suave, Max siempre logra una forma de enternecerlo.

— Pues no le vayas a poner "Hola Gabriel, quiero salvar a Kimi de la prensa" — Bromeó, alzando una ceja. — Escríbele algo tipo: "¿Tienes un rato después del simulador? Quiero hablarte de algo" o incluso puedes decirle de una vez que quieres hablar con Antonelli, así como lo hiciste conmigo.

Verstappen bajó la mirada de nuevo, apretó los labios y dudó.

— ¿No sonará raro? — Preguntó, casi en un susurro.

— No si viene de ti. — Le respondió su amigo, encogiéndose de hombros. — Gabi ya te conoce. Sabe que no vas a pedirle una receta de cocina, pero si va a entender que es algo serio, aunque no malo.

El holandés soltó un respiro largo, como si se obligara a soltar también la tensión que le comprimía el pecho y le pesaba en los hombros. Tecleó despacio, palabra por palabra, dudando más de una vez, borrando y reescribiendo hasta que las letras le parecieron decentes.

Por un momento, su pulgar se quedó suspendido sobre la pantalla, dudando, como si esperara que alguien más confirmara que era el mensaje correcto. Jeez, lo estaba pensando demasiado en iba arrepentirse, así que en un pequeño impulso, lo envió.

Max: Gab ¿tienes un rato después del simulador? Quería comentarte algo.

Formal. Algo torpe. Pero, con suerte, funcional. Lo bastante neutro para no sonar alarmista, pero suficiente inusual para dejar claro que no era una simple charla casual.

Max miró el mensaje unos segundos, como si pudiera corregir algo incluso después de enviado, y finalmente cerró el chat y agrandó la pantalla de la llamada, no estaba preparado para ver la confirmación de la lectura o los puntos suspensivos mientras el otro escribe una respuesta. Cansado exhaló de nuevo, más tranquilo, sintiendo cómo la ansiedad a pesar de seguir ahí, estaba un poco más contenida.

— Listo.

Lo dijo casi en un susurro, como si soltarlo en voz alta le ayudara a hacerlo real. Luego, esbozó una sonrisa cansada, apenas un gesto que levantó una esquina de sus labios, pero que fue sincero.

— Gracias, Pecas.

— Pa' eso estamos, cabrón. —Respondió Checo acercando su rostro a la cámara.— No te preocupes Maxie.

Jun 28, 25.

Notes:

Amo muchísimo a Max y Checo y después del podcast de esta semana con Pérez y la rueda de prensa con Verstappen. Tenía que escribir sobre ellos siendo lindos.

— Norsk.

Chapter 3: Untitled Part 3

Summary:

Después de esto, ya dejaré de enfocarme en el Chestappen para abrirle paso a la relación de Max y los cachorros y Charles.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

— Hablamos ayer. — Comentó Max, distraído, mientras jugueteaba con los bordes del case de su móvil, pasándolo entre los dedos casi como un gesto automático. Caminaba por el hospitality de Red Bull junto a Checo, que lo seguía con paso más lento y con esa mirada tranquila que siempre tenía cuando estaba con él. — Pero Gabi no puede hoy, porque tiene simulador hasta tarde.

Checo asintió, aprovechando que justo habían llegado a su destino para soltar la enorme pila de papeles que cargaba, ya que su querido amigo estaba tan metido en su mundo que había olvidado la parte donde ambos debían repartirlos y llevarlos hasta la sala de reuniones.

— ¿Y mañana? — Preguntó intentando sonar casual, sin parecer que presionaba. Aunque en realidad sí lo hacía, porque sabía cuánto lo necesitaba Emilian. En otras palabras, su pregunta era una forma sutil de comprobar si el rubio estaba poniendo de su parte en las interacciones o si se estaba quedando con los rechazos y necesitaba un empujón para volver a tomar la iniciativa.

— Mañana Kimi viaja a la planta Mercedes a una reunión con sus patrocinadores, ¿recuerdas? — Respondió Max, apretando los labios mientras recordaba, casi sin querer, a George hablando (o más bien gritando, porque es jodidamente escandaloso y molesto. ¿Por qué no puede hablar en un tono normal?) de su agenda con Alex y Lando la noche anterior, después de la carrera. — Y nosotros, después de grabar para las redes, tenemos la cena en la casa de Carlos.

— Entonces mándale otro mensaje. Dile que mejor la otra semana. — Sugirió Checo con una sonrisa suave; Mientras más simple pareciera lo que el rubio debía hacer, menos vueltas le daría y menos se estresaría.

El holandés asintió despacio, con un gesto tan breve que casi pasó desapercibido. Abrió el chat con Gabriel; sus dedos se quedaron suspendidos sobre la pantalla, como si necesitaran convencerse de moverse. Una parte de él siempre terminaba dudando en el último segundo, incluso cuando ya había decidido algo. Tecleó, negó al ver lo tonto que sonaba en su cabeza, lo borró y se tomó un respiro antes de volver a escribir. Esta vez lo envió de inmediato, aunque le dio una rápida revisada antes de apretar enviar.

Max: ¿Tal vez la próxima semana? Yo puedo ajustar mi horario si Kimi también puede.

Pasaron un par de minutos que a Max se le hicieron eternos. Finalmente, apareció la decepcionante respuesta:

Gabriel: Voy a hablar con él. Está un poco ocupado este mes, pero seguro encontramos algo.

El más alto soltó un largo suspiro; aunque lo esperaba, no pudo evitar sentir la punzada de decepción por tener que seguir esperando. Cerró el chat y se dejó llevar por la idea de que, con suerte en media hora, tendría otra respuesta que, para su mal presentimiento, volvería a ser negativa.

Esa próxima semana que tanto planeó nunca llegó. Y no porque Gabriel no hubiera cumplido su palabra de informarle a Kimi ( De hecho, Bibi se lo comentó en cuanto tuvo la oportunidad), sino porque justo entonces el más joven debía prepararse para volver a la escuela y tenía que concentrarse en eso.

Según le explicó Gabriel, por órdenes bastante específicas de su madre, Kimi debía dedicar tiempo extra a Matemáticas con la misma disciplina con la que se tomaba el simulador, los entrenamientos, las carreras y los mil compromisos más que el brasileño ni siquiera pudo enumerar en detalle. O más bien, que prefirió no repetir, porque ni él recordaba completo el sermón que le soltó Antonelli cuando le preguntó:

"¿No podemos reunirnos aunque sea un rato?"

— Básicamente. — Resumió Gabriel, medio divertido por lo ridícula que sonaba la situación.— Le toca ser estudiante serio a partir de la otra semana. Nada de simulador extra, nada de quedadas, nada de distracciones, porque debe arrancar bien su último año.

— Vale, entiendo. Avísame si algo cambia.

Pero nada cambió. Al menos, no del lado de los cachorros.

El omega se rindió tras esa última conversación con Gabriel, aceptando con cansancio y algo de tristeza que sus horarios no iban a cuadrar hasta, con suerte, el final de la temporada. Y eso tomando en cuenta que sus cálculos eran bastante optimistas, porque incluso en las malditas vacaciones de invierno que, en teoría, deberían servirle para olvidar el paddock un par de semanas, lo más probable era que el italiano estuviera atrapado terminando trabajos retrasados de la escuela y, en el peor de los casos, teniendo clases extras con un tutor para mejorar sus notas de matemática.

Volviendo al punto, Max no los culpaba. Sabía que debía ser comprensivo porque las excusas no eran inventadas: él mismo había estado ahí. Años atrás, en Toro Rosso y hasta en la F3, funcionaba casi en automático con la cabeza dividida entre el simulador, compromisos con sponsors, las clases particulares que en ocasiones se convertían en un dolor de cabeza, entrenamientos, reuniones con el equipo y, de paso, algunas horas extras que le robaba a su descanso para estudiar reglamentos o telemetría que, si bien nadie se lo exigía, él se obligaba a revisar para seguir mejorando.

Y aun así, por más consciente que fuera de todo el contexto, dolía.

Dolía más de lo que quería admitir.

No solo era el sentimiento de rechazo, sino la molesta sensación de estar siendo insistente... o peor, pesado e inconsciente, porque su parte tímida no estaba acostumbrada a decir las cosas a menos que supiera con certeza que tendría el resultado esperado. Y ya llevaba un buen rato fingiendo que la respuesta podía ser distinta, lo que lo convertía en un idiota.

Para empeorar las cosas, y el ánimo de mierda con el que estaba últimamente gracias a los últimos acontecimientos, llevaba ya varios días con una molestia que no lograba quitarse de encima.

Si tuviera que describírsela a su médico de cabecera, diría que era parecida a tener la mucosa nasal quemada por algún químico demasiado fuerte; ese mismo ardor seco, áspero, que te deja inhalar cloro en un cuarto recién aseado y mal ventilado. Una sensación irritante que subía hasta detrás de los ojos y que podía jurar lo empujaba hacia afuera, como queriendo sacarlos de su lugar.

En pocas palabras: Una putada.

Había probado de todo, desde respirar más despacio y de forma superficial, hasta beber agua fría para calmar la molestia que también se extendía a su garganta. Tanto fue el fastidio que incluso, por más tonto que sonara, retuvo el aire un par de segundos para ver si cedía y, para su mala suerte, tampoco funcionó.

Era como si el ardor estuviera instalado ahí permanentemente, recordándole a cada inhalación que algo en él no iba bien y lo estaba desesperando.

Lo suficiente como para que, si existiera una forma de hacerlo, Max estaba convencido de que se habría arrancado la nariz sin pensarlo dos veces. Con gusto se libraría de ese cosquilleo abrasivo que lo incapacitaba para todo: contestar los mensajes pendientes de Daniel de hace dos días, seguir las conversaciones del grupo de Red Bull, atender a las reuniones técnicas o incluso comer. Porque la simple acción de tragar saliva le quemaba como el infierno y le quitaba de golpe cualquier rastro de apetito con tal de no agravar el dolor.

— Max, ¿estás escuchando?

El silencio en la sala lo aplastó. Todos lo miraban, esperando su respuesta, mientras él parpadeaba como si lo acabaran de arrancar a la fuerza de un profundo sueño.

— Sí.

Contestó demasiado rápido, demasiado falso. Había pensado que con responder habría sido suficiente para desviar la atención de él, pero no fue así. Las miradas no se apartaron, la molestia y el cansancio en el montón de pares de ojos seguía ahí, en él, empeorando la presión existente en su cabeza. El rostro de Christian estaba cargado de fastidio, probablemente preguntándose por qué carajos seguían aquí perdiendo el tiempo por cuarta vez.

Porque sí, ya llevaba cuatro ocasiones que se desconectaba de la conversación y otras cuatro donde era reprendido por su jefe.

— Verstappen. — Dijo uno de los ingenieros, con un tono más severo de lo habitual (de más que ya lo tenía harto).— Si no vas a concentrarte, no tiene sentido que sigamos esto.

Un murmullo de aprobación se extendió por la mesa. Y entonces, con la misma brusquedad con que lo habían confrontado, la reunión se terminó. Papeles siendo recogidos, laptops cerrándose, sillas arrastrándose sin menor cuidado hacia atrás. Todos dispersándose con rapidez, como si hubieran esperado la mínima excusa para irse desde que llegaron.

Max dejó caer su cuerpo contra el respaldo del asiento y cubrió su rostro con ambas manos. El ardor de su nariz seguía ahí, punzando como si le dijera a su cerebro que no se marcharía aún. Joder, lo tienen mareado como la mierda.

—¿Todo bien? — Escuchó una voz a au derecha, ni siquiera recordaba cuando había dejado de escuchar el ruido producido por las personas que se movilizaban fuera del lugar.

Max bajó las manos con desgano. 

— Perfecto. — La molestia por la estupida pregunta se le escapó más rudo de lo que pretendía.

Checo lo observaba con ese gesto neutral suyo, el que no decía mucho pero lo decía todo. Cruzado de brazos, como si no pensara moverse hasta sacarle algo más.

— Mira ¿Sabes qué? No pasa nada. -Su tono era tranquilo, casi fraternal, como si ya hubiera decidido no darle importancia a la escena de hace un instante.- Solo que... Distrajiste a todos.

Max bufó, ladeando la cabeza contra el respaldo.

— Ya lo sé.

Después de todo, el era de esos. Que si veía algo inusual o que le llamara la atención se iba a enfocar en eso hasta que desapareciera o saciara su curiosidad.

— A cualquiera le puede pasar. Solo que en ti... Bueno, llama más la atención, Maxie.

— Claro, nunca me puedo quedar callado.

El comentario salió seco, pero con un poco de ironía cansada que Checo no pareció tomarse mal. El silencio se alargó entre ellos, aunque ya no era tan sofocante como antes. Había algo distinto, menos tenso. Checo no lo estaba juzgando ni presionando; solo seguía ahí, tranquilo, dándole espacio.

Max dejó que la cabeza se hundiera contra el respaldo y respiró despacio, tratando de calmar el ardor que lo estaba matando. El aire entró áspero, raspándole la garganta, pero en medio de esa incomodidad pasó algo que lo hizo detenerse.

Lo sintió.

Al principio pensó que era otra jugarreta de su nariz irritada, una variación del ardor, otra forma de recordarle que algo en él no funcionaba bien. Pero no. Era distinto. Un olor leve, envolvente, que no tenía nada que ver con el café frío olvidado en la mesa, ni con el ambientador barato, ni con el químico del suelo recién fregado. Era otra cosa. Más clara. Más persistente.

Max frunció el ceño, dudando. No confiaba en su propia nariz: llevaba días engañándolo, exagerando cada olor hasta volverlo insoportable. Seguro era otra broma de su cabeza, haciéndole creer que percibía algo que no estaba ahí.

Pero cuanto más respiraba, más lo notaba. No era un golpe seco como el café ni un zarpazo fuerte como el limpiador. Este olor era suave, lo rodeaba sin forzarlo, como una corriente aparte en medio del caos.

Y lo descolocaba.

Abrió los ojos, solo para asegurarse de que no estaba alucinando. La sala estaba medio a oscuras, hecha un desastre después de la reunión, y frente a él solo quedaba Checo, inmóvil, con los brazos cruzados. Nadie más.

Ahí lo entendió.

El olor venía de él.
De su ropa, de su piel, del espacio mismo que a su lado.

Max parpadeó. La presión en su cabeza seguía ahí, pero ya no igual. No era alivio total, pero sí un respiro dentro del infierno que llevaba días soportando. Reconocerlo le dio una certeza que casi había olvidado: no todo lo que respiraba estaba ahí para hacerle daño.

Ese olor era Checo.

Y, por alguna razón, no quería que se fuera.

Sep 09, 2025.

Notes:

I just feel so overwhelmed and burned out all the time. Ever since my last fic update, that drained, burning feeling just hasn’t gone away.

— Norsk.