Chapter Text
POV Sans
La euforia por la graduación temprana y la promesa de libertad duró poco. Días después de recibir la confirmación oficial, mis padres me sentaron para lo que ellos llamaron una "conversación importante" sobre el instituto. Yo, ingenuamente, esperaba detalles sobre el plan de estudios o las nuevas materias. Lo que recibí fue una revelación que detuvo mi alma por un instante.
"Cariño," —comenzó Lucida, su voz suave, pero con un matiz que indicaba que se preparaba para una reacción— "El instituto al que asistirás, y al que Kouske-kun también ha sido admitido... es un internado."
Mi expresión inexpresiva, mi fachada habitual, debió flaquear. Un internado. La palabra resonó en mi mente como una sentencia. No más Grillby's a diario, no más paseos espontáneos por Snowdin, no más interrupciones a mis estudios por parte de Papyrus, y lo más importante, no más refugio en la tranquilidad de mi propia habitación.
"¿Un... internado?"— logré articular, mi voz más monótona de lo normal.
Gaster asintió, su semblante serio— "Sí, Sans. Es una de las instituciones más prestigiosas de la comunidad esqueleto como del Underground. Ofrece un plan de estudios intensivo y una preparación excepcional para los talentos como el tuyo."— Hizo una pausa, y pude sentir su maná intentando suavizar el golpe— "Permanecerás allí hasta la conclusión de tu educación básica, que, dado tu progreso, tomara el tiempo que necesites. Posiblemente algunos años"
¿Años? viviendo fuera de casa, bajo la vigilancia constante de una institución. Mi mente, que anhelaba la libertad, se sintió de repente atrapada. Era el precio de la precocidad, el reverso de la medalla de mi "genialidad". La conspiración de la graduación temprana nos había liberado del Kindergarten, solo para encerrarnos en una jaula más grande.
Papyrus, que estaba escuchando atentamente, se acercó y me abrazó. —"¡Pero Sansy! ¡Podrás hacer muchos amigos nuevos! ¡Y aprenderás cosas increíbles! ¡Iremos a visitarte todos los fines de semana!" —Su optimismo era, como siempre, inquebrantable, y en ese momento, casi irritante.
Mis padres explicaron las "ventajas": la inmersión total en el estudio, la disciplina, la seguridad, la oportunidad de interactuar con otros monstruos pertenecientes del Distrito esqueleto. Yo escuchaba, una parte de mi mente proceso de forma automática cada palabra, buscando las grietas, las lagunas, las formas de subvertir la situación. Pero parecía que esta vez, el Clan Code y el sistema escolar habían pensado en todo. Pero simultáneamente mi mente quedo en blanco, desconectándome casi el todo, hasta que la parloteo y abrazo aplastante de Paps me saco de mi estupor.
Levantándome bruscamente al presentir que lo más importante de la conversación ya se explicó, dirigiéndome a mi habitación y azotando la puerta que hizo temblar hasta las bisagras como el marco de la puerta demostrando mi punto y descontentó con la situación.
POV Gaster
Lucida se levantó a punto de seguir a Sans, solo para ser detenida por Gaster negando con la cabeza.
“Lo que más necesita en este momento Sans es un tiempo a solas para procesar y calmarse por la noticia”— advirtiendo a su esposa y a su hijo mayor que ambos se desplomaron en sus asientos de mala gana.
“Tienes razón, querido”— suspirando Lucida
“¿Por qué Sans se molestó tanto? Es la primera vez que lo he visto tan furioso ni siquiera cuando les confiscamos sus escondites secretos de comida no se ha enojado tanto.”— cuestiono confundido Papyrus, ya que se supone que es una buena noticia ¿cierto?
"Creo que es más su naturaleza cambiante como los cambios drásticos de su rutina más que nada"—reflexioné en voz alta.
Lucida y Papyrus me miraron, esperando una explicación. Era un desafío explicar la mente de Sans, incluso para mí.
"Sans no es como otros niños,"— continué, eligiendo mis palabras con cuidado.— "Ni siquiera como tú, Papyrus."— Mi hijo mayor asintió, su optimismo intacto.—"Él... se adapta. Rápido. Pero una vez que se acostumbra a una rutina, a un lugar, a una sensación de seguridad, lo incorpora a su ser. La cabaña, su habitación, el patio trasero, el pueblo de Snowdin... todo eso se ha convertido en una extensión de él. Cambiar eso, de repente y por tanto tiempo, es como arrancarle una parte de sí mismo."
Lucida se llevó una mano al pecho, sus ojos llenos de preocupación.—"Pero… pensamos que sería lo mejor para él. El instituto le daría las herramientas que necesita. No podemos tenerlo en la casa para siempre."
"Y tienen razón,"— dije con suavidad. —"La solución es la correcta. Pero la forma en que se lo comunicamos... fue un golpe. Él esperaba la libertad, la independencia. Y en cambio, le dimos una jaula más grande, por así decirlo. Su enojo no es con nosotros, es con la situación. Es su forma de procesar el shock."
Papyrus, el chico bueno que siempre entendía las emociones de los demás a su manera, asintió solemnemente. —"Entiendo. Es como cuando me quitas la última rebanada de pizza. ¡Es un horror, pero lo perdono porque es mi hermano! Sansy necesita tiempo para sí mismo."— susurro más para si mismo que los demás, asintiendo satisfecho por las conclusiones.
No pude evitar sonreír ante la analogía de Papyrus. Era simple, pero acertada. Sans necesitaba su espacio. Se había adaptado a vivir en las sombras, a un mundo que constantemente lo ponía a prueba, y había encontrado un pequeño santuario en su rutina y en su familia. Ahora, ese santuario iba a ser reemplazado por la impredecible y formal estructura de un internado.
"Le daremos un par de horas,"—dije, volviéndome hacia Lucida y Papyrus.—"Luego, iré a hablar con él. Quizás, si entiende que su plan de estudios terminará más rápido de lo que cree, se sentirá un poco mejor. No será el fin del mundo. Y como dijiste, Papyrus, lo visitaremos cada fin de semana."
Fin POV Gaster
POV Sans
Después de un par de horas, la puerta de mi habitación se abrió suavemente. Gaster entró, con su habitual aura de calma, y se sentó en el borde de la cama, sin decir una palabra. Yo estaba acostado boca abajo, mi rostro escondido en la almohada. Había gritado, había pateado mi cama y había tirado mis almohadas, desahogando la frustración que no podía expresar con palabras. Ahora, solo sentía un vacío frío.
"Sans,"— dijo Gaster finalmente, su voz un susurro que no exigía una respuesta, solo invitaba a una. —"Sé que estás molesto. Y tienes todo el derecho a estarlo."
No me moví.
"Escucha,"— continuó. — "El internado... es un gran cambio. No te lo voy a negar. Pero te prometo que no es una prisión. Tu madre y yo hemos hablado con la directora. Puedes visitarnos cada fin de semana. Papyrus estará allí. No estarás solo."
Me incorporé, sentándome en el borde de la cama y mirando a la nada.—"No es eso,"—murmuré, mi voz apagada.—"Es la... la forma en que lo hicieron. La forma en que nos quitaron la elección. La forma en que... es una jaula. Una jaula más grande, pero una jaula, al fin y al cabo."
Gaster asintió, su expresión solemne.—"Entiendo. Pero a veces, las jaulas son necesarias. No para encerrarte, sino para protegerte. Y, en este caso, para darte las herramientas que necesitas para ser libre de verdad. La libertad... es complicada. A veces, tienes que sacrificar una parte de ella para conseguir una más grande."
Me quedé en silencio, procesando sus palabras. No me convencieron del todo, pero me dieron un poco de paz. Era la misma lógica que usaban para explicarme por qué tenía que ocultar mi maná o por qué no podía usar mis habilidades de forma irresponsable.
Pero también me invadió una sensación indescriptible como si estuviera dejado algo importante a medias, guardándome mis aprensiones sobre esto ya que si intentara explicar lo origino en realidad mi enojo, presentía que mi familia no lo comprendería al final no del todo por más que lo intentara, teniendo la sospecha que es una cosa de mi naturaleza cambiante.
"Bien, si tú lo dices, pater," encogiéndome de hombros, mientras la capucha de mi sudadera ocultó la mayor parte de mi expresión facial.
"Vas a ver que todo va a ir bien," me dijo, dando suaves palmadas en mi espalda en un intento de animarme y consolarme.
Unos días después, con una maleta sorprendentemente pequeña para al menos dos de estadía—gracias a las habilidades de almacenamiento dimensional que Gaster tiene conocimiento había ayudado en su mayoría al tratarse una magia muy avanzada, solo permitiéndome contribuir con el puro diseño estético, comprendiendo su perspectiva ya que alguien no versado con la especialidad espacial los resultados con un mínimo error en su composición pueden ser desastrosos. Un regalo de su parte—, me encontré en la entrada imponente del instituto. La estructura era una mezcla de arquitectura antigua y moderna, hecha de piedra oscura y cristales mágicos que brillaban con una luz propia. Sentía la presencia de maná denso, vibrando con el conocimiento acumulado en sus paredes.
Kouske ya estaba allí, de pie con sus propios padres y un mayordomo que sostenía su equipaje. Me dio una mirada que decía: "Aquí vamos de nuevo". Le devolví un asentimiento que significaba: "Más nos vale que esto valga la pena".
Después de los tediosos registros y las introducciones formales, se nos asignaron nuestros dormitorios. Para mi sorpresa, y quizás para la de Kouske también, no estábamos en el mismo grupo, siendo separados a la mitad del recorrido. —demostrando una clara separación por géneros— de forma evidente dirigió el grupo en que me encontraba hacia los dormitorios femeninos.
" Su Habitación es el número 27, Señorita Sans," dijo un amable monstruo fauno que parecía ser el administrador de los dormitorios. Me entregó una llave con un pequeño colgante numerado. "Su compañera de habitación ya se ha instalado. Siendo la señorita Lavina Carbone." Informando con suavidad mientras me señalaba el pasillo que me tenía que dirigir hacia la puerta enmarcada con numeración romana el XXVII, escuchando sus cascos resonando rítmicamente por el vestíbulo de los dormitorios para en seguida dar las mismas indicaciones al estudiante de su grupo.
Permaneciendo completamente quieto por un breve momento mirando la nada, mi mente dando vueltas por las implicaciones.
Una compañera de dormitorio. Otro elemento inesperado en esta ecuación. Mi pequeño oasis de soledad y estudio estaba a punto de ser invadido. Mientras caminaba mirado los pasillos y sus alrededores, el sonido de mis pasos resonando en el silencio, no pude evitar sentir una mezcla de aprensión y una pizca de curiosidad. ¿Quién sería Lavina? ¿Sería tan ruidosa como Papyrus? ¿Tan formal como Kouske?
Interiormente pensé por lo que he visto que el cuarto en la academia se sentía como una jaula de oro. Aunque el mobiliario era impecable y la vista de los campos de entrenamiento era impresionante, mi alma se sentía constreñida. Había demasiada estructura, demasiada expectativa. La idea de pasar "posiblemente algunos años" en este lugar pesaba sobre mí como una losa de granito.
Al llegar a la Habitación N° 27, la puerta estaba entreabierta. Pude escuchar una voz suave, tarareando una melodía inusual. Empujé la puerta y entré, preparado para lo que viniera.
La puerta se abrió con un suave crujido, revelando una habitación sorprendentemente ordenada. La luz que entraba por la gran ventana iluminaba motas de polvo que danzaban en el aire. En el centro del cuarto, un piano de cola de un color caoba oscuro captó de inmediato mi atención. Al lado, una joven esqueleto con el cabello de un rubio pálido casi blanco, trenzado en una elaborada trenza que caía sobre su hombro, estaba de espaldas a mí. Vestía una sencilla túnica de estudio de un color gris pálido.
La melodía que tarareaba era suave y melancólica, una tonada que no reconocí pero que me resultaba extrañamente familiar. Había una dulzura en su voz que me recordaba a un campo de flores al atardecer, un sentimiento que no había experimentado en mi vida actual.
Mientras terminaba de tararear la melodía, se giró. Sus ojos, que brillaban con un tenue resplandor turquesa, se encontraron con los míos. Tenían una profundidad y una amabilidad que me desarmó al instante. Sintiendo instintivamente que había un rasgo de Amabilidad en su alma, una esencia que podía sentir como un calor reconfortante. En sus manos, sostenía una pequeña figura de un leopardo hecha de arcilla.
Se levantó con gracia y me ofreció una sonrisa gentil. "Hola. Debes ser Sans, mi compañera de cuarto ¿cierto? Soy Lavina Carbone. Es un placer conocerte. Te estaba esperando."
El nombre, el apellido, el aura de su alma... todo encajaba con lo que me había dicho el fauno. Me guardé mis sospechas y mis preguntas sobre su apellido y el piano. Devolví el saludo, mi voz monótona, pero con un ligero matiz de curiosidad.
"Sí, soy yo. Es un... placer, Lavina–san."
Lavina asintió, su sonrisa inmutable. Se acercó y, sin decir una palabra, cerro la puerta, para luego agarrar mis manos para guiarme mi lado de la habitación que a comparación de Lavina está limpia, vacía e incolora— "Permíteme. Te ayudaré a instalarte."
Mientras caminaba detrás de ella, observé el resto de la habitación. Era un reflejo de su personalidad: ordenada, pero con pequeños toques de calidez. Una estantería de libros, algunos de ellos con títulos que me resultaron familiares de mi vida pasada, como la música. Un tablero de ajedrez en un rincón. Un vaso con pinceles y lápices al lado de una pila de partituras. Y por encima de todo, el piano. Era como si hubiera entrado en una versión idealizada de su propio mundo y además teniendo una vibra hogareña.
"Es una habitación muy bonita,"—comenté, y por primera vez en todo el día, sentí que mis palabras eran genuinamente sinceras.
Lavina se detuvo y se giró. —"Gracias. El piano... es de mi familia. Mi padre dice que es una reliquia. Pero me gusta más pensar en él como un amigo. ¿Te gusta la música?"
Me encogí de hombros, mis manos en los bolsillos de mi pantalón de vestir. —"A veces. Es... relajante."
Lavina se río suavemente, y el sonido fue como el de una campana. — "A mí también. A veces me ayuda a procesar las cosas."
Mi mirada se ilumino de comprensión al encontrar alguien con gustos a fines. Ella también, a su manera, usaba la música como un refugio y expresar emociones.
Asintiendo mientras me instalaba sacando de mi maleta lo esencial y lo que necesitare para el uso diario. Siendo una persona practica decidí en vaciar toda mi habitación cuando estaba haciendo las maletas, sacudiendo la cama remplazando la sabana áspera que tenía puesta, con las mías propias acompañado con uno de mis edredones más suaves y cómodos que tengo. Siendo muy minuciosas sobre la comodidad de mi nido espacio de descanso a comparación de otras partes de mi lado de la habitación, suspirando satisfecha cuando termine en tender la cama a mi gusto.
Con la ayuda de Lavina de ocupo en colocar algunos de mis libros en los estantes más altos del librero. Mientras me ocupaba en colocar la mayoría de mi ropa en el viejo ropero, encogiéndome de hombros al ver que mi madre astutamente metió en la maleta cuando me encontraba distraída probablemente un suministro de cosméticos, a pesar de mis varios intentos de retirarlo, al verlo algo completamente innecesario, suspire para mis adentros, poniendo todos los productos en el tocador, admitiendo que algunos de los tonos y colores cautivaron por un momento mi atención, para enseguida desinteresarme cuando la mayor parte de mi atención se enfocó en ordenar mis materiales como herramientas de arte y escritura en el escritorio.
Al terminar de instalarme, mi lado de la habitación se volvió un poco más vibrante y con más vida, mientras me adentraba en mi armario que en su interior era mucho más grande, teniendo el espacio suficiente para una sección más privada que funcionaría como vestidor.
Me cambié para ponerme el uniforme, agradeciendo la previsión de mis padres por haberme comprado las versiones masculina, femenina y neutral de la institución. Opté por la versión neutral que tenía como pieza adicional un encantamiento para elegir una variedad de colores aprobados de un haori[1] hecho de pana con el escudo de la escuela grabado en la espalda. Agarré una camisa blanca con un pantalón, sin tener ganas de usar un vestido ese día. Agradecí a las estrellas que el uniforme fuera obligatorio solo para eventos o ceremonias importantes. Los demás días, podía usar mi ropa personal.
Al terminar, Lavina ya estaba lista, esperándome. Usaba la versión femenina del uniforme, que usaba tonos más claros y brillantes en comparación con los masculinos, que eran más intensos con un acabado mate. Habitualmente, todos los estudiantes se inclinaban por los colores y tonos de los atributos de su alma. El neutral era una combinación de ambos, inclinándose más por el blanco y el plateado perlado.
Revisé rápidamente mi inventario: tenía las llaves, dinero, y coloqué en mi cadera mi bolso de espacio dimensional donde guardé todo el material y útiles escolares que en algún momento necesitaría.
Asintiendo, ambos nos dirigimos hacia el auditorio para la orientación.
El camino hacia el auditorio fue una procesión silenciosa de jóvenes esqueletos vestidos con uniformes impecables. Mientras caminábamos, noté que Kousuke estaba unos pasos por delante, su postura tan rígida como siempre. No intenté acercarme. El aire entre nosotros era tenso con las expectativas no dichas de nuestros clanes.
El auditorio era una estructura circular inmensa, su techo abovedado brillaba con maná, proyectando una luz suave sobre los cientos de estudiantes reunidos. Había monstruos de todo tipo, sin embargo, los esqueletos eran significativamente el mayor número, tanto en estudiantes como en profesores, sentados en filas ordenadas. El ambiente era de expectación y nerviosismo, un contraste con el silencio formal que reinaba en los pasillos.
Lavina, a mi lado, parecía completamente imperturbable. Sus ojos turquesa observaban la escena con una calma serena.
"Es... grande," —musité, más para mí que para ella.
Lavina me sonrió. — "Sí. Pero estoy segura de que no es tan intimidante como parece."
Nos sentamos en una de las últimas filas, en silencio. Pronto, la directora, una imponente esqueleto de aspecto serio, se dirigió al estrado. Su voz, amplificada por la magia, llenó el auditorio, detallando las reglas, las expectativas académicas y las actividades extracurriculares. Mencionó las diversas facciones del clan, los logros pasados y la importancia de mantener la reputación de la institución.
Escuché con mi habitual desinterés, mi mente vagando y convirtiendo el discurso ensayado de la directora —cuyo nombre ya olvidé— en un ruido sordo.
La orientación se prolongó, y mi paciencia se agotó. Comencé a garabatear en un cuaderno de bocetos que había sacado de mi bolso dimensional. Dibujé diagramas de circuitos complejos, con pequeñas notas de cómo podrían usarse para crear un sistema de teletransporte o navegación. No era un mapa de escape, pero era una forma de mantenerme entretenida.
Sentí una suave presión en mi hombro. Era Lavina, que se había inclinado para mirar mi dibujo.
"¿Qué es eso?" —susurró, su voz llena de curiosidad.
Le mostré el cuaderno—"Un proyecto personal. Algo que me ayuda a... concentrarme."
Lavina sonrió, su mirada recorriendo los intrincados detalles de mis dibujos. —"Es fascinante. ¿Eres una inventora?"
Me encogí de hombros, guardando el cuaderno. "Algo así."
La orientación terminó, y los estudiantes se dispersaron en el caos de la socialización. Lavina y yo nos quedamos en nuestros asientos, inmóviles, mientras el mundo se movía a nuestro alrededor.
"¿Quieres explorar el campus?" —me preguntó. —"Dicen que el jardín de la biblioteca es muy tranquilo."
La idea de pasear por un lugar formal, diseñado para albergar a miles de estudiantes, no me atraía en lo más mínimo. Pero la oferta venía de Lavina, alguien que parecía entender la necesidad de un poco de paz en un ambiente tan abrumador.
"Está bien," —acepté, poniéndome de pie.
Salimos del auditorio, adentrándonos en el campus. La luz artificial se filtraba a través de los cristales mágicos, creando un juego de luces y sombras en los jardines y los senderos. El aire, denso con la presencia de maná, se sentía pesado, pero de una manera extrañamente reconfortante. Me detuve por un momento y sentí el maná, susurrándome secretos y conocimientos que solo alguien con entrenamiento o sensible a la magia podría comprender.
Kousuke nos vio mientras pasábamos. Sus ojos se fijaron en nosotros por un instante, y pude ver la sorpresa en sus cuencas. Estuvo a punto de acercarse a nosotros, solo para ser arrastrado por una joven dama de la edad de Lavina, que, por su expresión serena pero la mirada brillante de sus cuencas oculares mostraba sus emociones cuando Kousuke la dejó que lo guiara a saber las estrellas dónde. Su ceño fruncido se hizo más profundo, asintiendo como señal de saludo y articulando en silencio que pronto hablaríamos. La formación de alianzas, incluso de las más triviales, no había pasado desapercibida.
La primera batalla del instituto acababa de comenzar, y yo, sin siquiera saberlo, ya había creado y formado mi propio bando.
Glosario:
[1] El haori (羽織) es una chaqueta tradicional japonesa que cae a la altura de la cadera o los muslos, de forma similar a un kimono, y es llevada sobre un kosode.
A diferencia de la yukata, el haori no se cierra, sino que en cambio se usa abierto o se mantiene cerrado mediante una cuerda que conecta las dos solapas.