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Ninjago Family

Chapter 13: Estupidez Sin Supervisión

Summary:

Jay y Lloyd por fin tuvieron el monasterio para ellos solos durante 24 horas. Iban a aprovecharlo al máximo, ¿y qué mejor manera que empezar preparando unos macarrones con queso al microondas?

Notes:

Creditos:
Autor/a Original: Kaiaden [https://archiveofourown.org/users/Kaiaden/pseuds/Kaiaden] [Ao3]
Enlace a Historia Original: https://archiveofourown.org/works/60807742
Nota:
basada en una historia real [Del Autor/a]
En mi última casa, nos acabábamos de mudar y calenté macarrones con queso en el microondas sin añadirles agua, y casi incendié la casa.

Chapter Text

Lloyd y Jay abrieron con entusiasmo dos paquetes de macarrones con queso Kraft para microondas y los colocaron en tazones separados. Jay tomó ambos tazones y los metió en el microondas, y Lloyd corrió a la sala, que ya estaba preparada para su maratón de películas de Starfarer.

Lloyd se sentó, cargando la película cuando olfateó el aire.

 

—¿Se está quemando algo? —preguntó Lloyd, y Jay olió algo quemado proveniente de la cocina.

—Eh, ¿son los macarrones con queso? —preguntó Jay nervioso, y Lloyd se encogió de hombros.

Jay y Lloyd corrieron a la cocina para encontrar la causa del problema. Jay detuvo el temporizador del microondas, abrió la puerta y una densa nube de humo los inundó.

 

Lloyd tosió mientras Jay abanicaba el aire frente a él con el brazo.

—¡Cierra el microondas, Jay! —le instó Lloyd, corriendo y abriendo las ventanas para que entrara aire fresco.

Jay cerró el microondas y encendió el ventilador del comedor. El olor a humo seguía irritando la nariz de Lloyd, lo que le hacía toser más.

—Voy a dejar eso ahí, jeje —se rió Jay mientras él y Lloyd salían de la cocina.

—Bueno, todavía tenemos un montón de cosas que comer —suspiró Lloyd, volviendo a la sala de juegos y sentándose en el sofá.

 

Puso la película y se puso cómodo mientras abría una caja de Nerds. Jay se sentó a su lado, demasiado cansado para limpiar.

Mientras seguían viendo la película, Lloyd se levantó y entró en la cocina, cogiendo un paquete de palomitas de la despensa. Miró hacia la encimera y, con un grito, se subió de un salto al refrigerador. Jay entró corriendo, pensando que algo andaba mal.

—¡¿Qué pasa?! —gritó Jay, presa del pánico al ver a Lloyd encima del refrigerador.

—¡Mátala! —exigió Lloyd, señalando una araña del tamaño de su mano que se enfriaba en la encimera frente al refrigerador.

Jay gritó al verlo, saltando también encima del refrigerador. Chocó con Lloyd, quien se molestó.

—¡Encuentra tu propio escondite! —se quejó, pero Jay entró en pánico al ver a la araña arrastrarse hasta el suelo.

Lloyd y Jay observaron a la araña mientras se arrastraba hacia el refrigerador. Lloyd entró en pánico y le arrojó una tabla de cortar, pero falló por una pulgada.

Lloyd miró a Jay, quien lo miró a él. De repente, Jay agarró a Lloyd y lo tiró al suelo. Lloyd gritó al caer sobre la araña. Saltó, gritando al ver la araña recién aplastada en el suelo. Tenía las tripas e incluso la pata atrapadas en la parte trasera de su gi.

 

Jay se partió de risa desde lo alto del refrigerador. Lloyd le lanzó la tabla de cortar de antes, lo que prácticamente lo calló al golpearle la cara.

Lloyd corrió a su habitación y se puso un gi diferente, frunciendo el ceño mientras arrojaba el infectado por la araña a su cesto de ropa sucia.

Regresó a la cocina y vio a Jay abrir el paquete de palomitas que Lloyd sacó y abrió el microondas, olvidando que aún tenía macarrones quemados.

 

Jay tosió al instante cuando el humo lo inundó mientras Lloyd se reía de él.

Jay le lanzó una mirada desagradable mientras cerraba la puerta del microondas y arrojaba el paquete de palomitas de maíz sobre la encimera.

Los dos volvieron a sentarse en el sofá y vieron su maratón de películas en paz.

Al terminar la última película, Jay apagó el televisor y se volvió hacia Lloyd, quien se quedó dormido.

 

Jay sonrió, lo cargó en brazos y lo llevó a su habitación.

Jay dejó a Lloyd en su cama y lo cubrió con su edredón. Tomó su peluche de dragón favorito y se lo puso en brazos. Sonrió, alborotándole el cabello con suavidad.

—Buenas noches, chico —dijo, saliendo de la habitación de Lloyd y cerrando la puerta tras él.

Jay recogió toda la basura y la tiró, guardó los controles remotos y dobló las mantas. Fue a su habitación y se desmayó en cuanto su cabeza tocó la almohada.

Kai entró al monasterio, seguido de Cole. Su misión era larga y agotadora. Kai mataría por unos nuggets de dinosaurio. Tras dejar sus cosas, Kai entró en la cocina y gritó un poco de la sorpresa.

En el suelo había una araña aplastada del tamaño de su mano, con las tripas esparcidas por las baldosas, lo que le dio asco a Kai. Cole entró y se detuvo.

—¿Qué diablos pasó aquí? —preguntó Cole en voz alta, mirando el cadáver destrozado.

Kai suspiró dramáticamente, frotándose las sienes.

 

—¿Puedes limpiar eso mientras preparo algo de comer? —preguntó, y Cole asintió mientras Kai sacaba la caja de nuggets de dinosaurio de los refrigeradores.

 

Tomó un plato de uno de los armarios. Lo dejó y empezó a poner un montón de nuggets en él.

Cole terminó de limpiar y Kai abrió el microondas, donde percibió un fuerte olor a humo. Cole y Kai tosieron mientras Kai cerraba rápidamente el microondas.

—¡¿Qué hicieron mientras no estábamos?! Por eso no puedes dejarlos solos en un monasterio altamente inflamable que ya se ha quemado tres veces —refunfuñó Kai mientras el aire finalmente se aclaraba.

Cole suspiró y, en cambio, precalentó el horno.

 

—No importa, el horno deja crujientes los nuggets de dinosaurio —dijo, encontrando el lado positivo. Jay y Lloyd iban a tener un buen lío con Zane y Nya cuando regresaran.