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¡A Kitahara le gusta el té!

Summary:

Un día Kitahara probó un té que sabía muy amargo, sorprendentemente le gustó. Desde ese día el color verde se volvió su favorito y su corazón se volvió loco.

Una tarde bastante común, Kitahara conoció al hermano mayor de Iura-san. Y su primera impresión de él fue: "¡Es tan genial!"

Y entonces... Kitahara se propuso conquistar el corazón del chico que le robaba su atención.

Chapter 1: Síntomas de algo llamado amor

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Kitahara Aoi es considerado un chico amable, de buen comportamiento, amigable y respetuoso. El tipo de persona con la que cualquiera podría sentirse cómodo. Llevaba una vida bastante buena, siguiendo la misma rutina casi todos los días. Nada fuera de lugar.

Hasta que un día... comenzó a sentirse extraño. Sus mejillas se calentaban de golpe, sus manos sudaban aun cuando hacía frío, su respiración se cortaba sin que hubiera hecho el más mínimo esfuerzo físico. Su garganta se secaba, y su pecho comenzaba a doler... como si su corazón golpeara con fuerza contra sus costillas. Lo curioso era que ese dolor resultaba, de alguna forma, placentero.

Y todo empezó el día en que el té se convirtió en su bebida favorita.

No sabía explicar el porqué de toda esa maraña de sensaciones que lo asaltaban sin previo aviso.

¿Estaba enfermo?

¿Era algo viral?

¿Quizá genético?

¿O psicológico?

Nunca se había sentido así. Tal vez estaba dándole demasiadas vueltas al asunto... pero quería entender qué era eso tan extraño y novedoso que estaba experimentando.

Ese día, en clase, su mirada se perdió. Observaba a una de sus compañeras... pero lo extraño era que no la veía a ella. Veía a alguien más.

El mismo color de cabello. Los mismos ojos. Los mismos rasgos.

Pero... la sonrisa era distinta. También la mirada, la voz, las expresiones. No era la misma persona. Era como ver una imagen superpuesta a otra.

Y de pronto... volvió a ocurrir.

Otra vez el calor en sus mejillas, la garganta seca, las manos sudadas. Su respiración se detuvo un segundo y su pulso se aceleró como loco.

No podía más. Necesitaba descubrir qué era lo que le ocurría.

Pero... ¿cómo hacerlo? ¿A quién debía recurrir? ¿Hablarlo con sus padres? ¿Con su profesor? ¿Con alguno de sus amigos?

Por alguna razón, contarle a esas personas lo que sentía lo hacía sentirse incómodo. Mejor no. Buscaría otra opción.

Eso pensaba mientras caminaba a casa, hasta que una voz familiar lo sacó de sus pensamientos.

—Kitahara-kun.

La voz provenía de la casa frente a él. Era una vecina que conocía desde siempre. Mizutani-san tenía apenas poco más de veinte años, siempre amable con todos, y conocida por su amor a las plantas.

—Buenas tardes, Mizutani-san —saludó mientras se acercaba.

—Buenas tardes, Kitahara-kun —respondió ella con una voz alegre—. Recuerda que puedes llamarme por mi nombre.

—Lo siento, Mizuta... Shizuka-san. Es la costumbre —rió, algo nervioso.

—Así está mejor.

—¿Necesita algo?

—Ah, es verdad, casi lo olvido. Ayer le dije a tu mamá que le daría algunos libros que le gustaron cuando vino a visitarme. ¿Por qué no pasas a mi casa y tomas algo mientras busco los libros para dártelos?

—No me gustaría ser una molestia.

—En lo absoluto. Además, sería de mala educación hacerte esperar afuera.

—En ese caso, perdón por la intromisión.

La casa de Mizutani-san siempre había sido cálida, incluso desde que vivía sola hacía un par de años. Pequeñas macetas con brotes verdes decoraban cada rincón; fotografías familiares colgaban de las paredes, y delicados adornos florales descansaban sobre la mesita de café y en otros puntos estratégicos de la casa.

—¿Qué te gustaría tomar? Tengo jugo de manzana, durazno, uva y naranja. También té, café, leche...

Aoi la observó mientras revisaba la despensa y sonrió apenas. Por alguna razón, su boca se llenó del sabor amargo de un té. Como si su cuerpo guardara memorias que despertaban todos sus sentidos.

Por segunda vez en el día estaba pasando. Esa extraña sensación volvía a repetirse.

Levantó la vista y, por un instante, fue como si un rayo de luz cayera sobre Mizutani-san.

¡Ella era la indicada!

Desde que tenía memoria, siempre había sido alguien a quien podía pedir ayuda. Como aquella vez, cuando tenía ocho años y rompió el jarrón favorito de su madre. Asustado, huyó de casa creyendo —en su lógica de niño— que su madre podría dejar de quererlo. Fue Mizutani quien lo encontró volviendo de la escuela. Le limpió las lágrimas y lo animó a contar la verdad. También le explicó que sus padres nunca dejarían de quererlo por algo así y, cuando dejó de llorar, lo acompañó hasta su casa, enseñándole cómo disculparse por lo ocurrido.

—Shizuka-san —llamó Kitahara, sentado a la mesa del comedor—. Verá... hay algo que ha estado sucediendo y necesito ayuda para entenderlo.

Ella se dio la vuelta, lo miró con curiosidad y luego sonrió. Sirvió dos vasos de jugo de manzana y se sentó frente a él.

—Bien, Aoi-kun. ¿Sobre qué necesitas hablar?

Kitahara se tomó su tiempo. Le contó todo. Y vio cómo el rostro de Shizuka pasaba de la curiosidad a la confusión, de la sorpresa a una sonrisa comprensiva.

—Ya veo... —murmuró la pelinegra antes de beber un sorbo—. Pues déjame decirte, Aoi-kun, que no estás enfermo. Lo que tienes es algo mucho más común de lo que crees.

—¿Y qué es lo que tengo? —preguntó, sujetando su vaso entre las manos.

—Como dije, es de lo más común... pero también de lo más complejo que puede experimentar el ser humano. Tú, muchacho, estás viviendo tu primera primavera —respondió con una sonrisa amplia y voz emocionada.

—¿Mi primera primavera...? —repitió, confundido.

—¡Así es, Aoi-kun! ¡Cupido te ha flechado!

Las palabras cayeron sobre él como un balde de agua fría. Sus mejillas se encendieron al instante y sintió cómo el calor se expandía por su rostro. Se sintió un poco tonto por no haberlo notado antes.

—¡Pero...! ¡Pero ambos somos hombres!

Shizuka rió con suavidad.

—¿Y eso qué importa?

—¡También es mayor que yo!

—Sí, sí, lo sé. Pero es normal; tarde o temprano casi todos tienen un flechazo por alguien mayor. Además, no creo que sea mucho más grande que tú si asiste al instituto. Y esos intereses suelen ser fugaces... pero igual son válidos.

—Pero...

—Aoi-kun, escucha. Que te guste un chico no es malo. Lo que ocurrió es normal, no tienes que alarmarte. Si no quieres decírselo a nadie más, está bien. Guardaré esta conversación como un secreto solo entre nosotros.

Sin duda, acudir a ella había sido la mejor decisión.

Unos minutos de charla después, Kitahara se sentía mucho mejor. Se marchó de la casa de Mizutani-san con el ánimo más ligero, aunque su mochila pesara un poco más por los libros extra que le había regalado.

Al llegar a casa, su rutina continuó con normalidad hasta que llegó la hora de dormir.

Acostado en la cama, el rostro de esa persona volvió a su mente e, inevitablemente, sus latidos se aceleraron.

—No puede ser... —murmuró, abrazando su almohada—. Realmente me gusta el hermano mayor de Iura-san.

Los síntomas eran demasiado obvios; por supuesto que le gustaba el hermano mayor de su amiga. ¿Por qué no lo notó antes?

O quizá... lo sospechaba, pero lo negaba rotundamente.

Segundos después, ya estaba dormido.

Había logrado quitarse un gran peso de la cabeza. 

Notes:

Porque lo prometido es deuda...

¿¡PERO POR QUÉ TUVE QUE ABRIR MI BOCOTA!? TODO PORQUÉ SOLTÉ ESE COMENTARIO EN TIK TOK... Y PUES ME SENTÍ CON LA OBLIGACION.

Buenos, x.

Sé que es un poco lento, pero es apenas el primer capítulo. No será un fic muy largo, mínimo 10 capítulos, máximo 20.

Nos vemos pronto con el siguiente capítulo!!!

Chapter 2: Tres años no son nada

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Después de aclarar sus pensamientos y aceptar que sentía algo por el hermano mayor de su amiga, se sintió mucho mejor. Era como si nada hubiera cambiado, salvo que ahora prestaba más atención a todo lo que decía Iura con tal de obtener la más mínima información sobre su hermano mayor.

Cuando hay interés, se nota.

Le habría gustado ir directamente a casa del muchacho, pero no podía presentarse así como si nada; sería raro. Debía haber una excusa, algo que le permitiera tener la oportunidad de encontrarse con él de nuevo.

Y, para su fortuna, esa oportunidad llegó más pronto de lo que esperaba: de nuevo tendría una sesión de estudio con Iura.

¡Iría a la casa de su crush!

Ay... cuánto lo avergonzaba referirse a él de esa manera.

Aunque...

Eso era, ¿no? Su crush. Habría que acostumbrarse a llamarlo así.

Cuando llegó a casa de Iura, lo primero que hizo fue buscar con la mirada al mayor, intentando ser lo más disimulado posible. No lo encontró, pero sabía que era cuestión de tiempo para verlo.

Habían pasado apenas un par de minutos desde que abrieron sus libros y cuadernos cuando la persona que tanto esperaba apareció.

—Kitahara-kun, así que has regresado —dijo el mayor con voz aspera—. ¿Te gusta el té? Solo tenemos té.

¡Claro que regresé! ¡Vine para poder verte! ¡Y sí, me encanta el té, sobre todo si fuiste tú quien lo preparó!

—Me encanta el té —respondió Kitahara, manteniendo bajo control su voz interna.

—Esta vez será mucho más amargo que la última.

—Puedo soportarlo.

Se sentía un poco tonto por emocionarse de que la persona que le gustaba le preparara té. ¿Pero qué se le podía hacer? Así eran las cosas y estaba seguro de que no era el único en el mundo que se alegraba por detalles tan pequeños.

Mientras solo quedaban su amiga y él en la sala de estar, se animó a preguntar algo que rondaba su cabeza con demasiada frecuencia:

—¿Cuántos años es mayor que tú?

—Tres años. Va en tercero de instituto.

Tres años...

Tres años...

¿Qué son tres años?

Tres años no son nada.

Tal vez estaba siendo demasiado positivo, ¿pero a quién le importa? Estaba siguiendo el consejo de Mizutani-san: disfrutar de la experiencia.

—Qué bien —respondió, justo cuando el peliverde mayor volvía a la habitación y dejaba bruscamente la taza de té sobre la mesa.

En lo personal, no le molestaba la actitud malhumorada y ligeramente agresiva del muchacho; es más, le gustaba un poco.

Pero lo que más le gustaba era... ¡que se sentara tan cerca suyo!

Pudo sentir cómo su cuerpo entero se tensaba y su estómago cosquilleaba. Rayos, los nervios lo traicionaban.

Y de nuevo fue testigo de una pequeña disputa entre los hermanos, la cual terminó jugando a su favor.

¡Su crush lo abrazó!

Bueno, no fue un abrazo como tal... Bah, detalles sin importancia.

Lo importante era que estaban tan cerca que pudo apreciar su rostro de cerca. La cercanía solo provocó que sus nervios aumentaran y que su pulso cardíaco se disparara escandalosamente. Temía que él pudiera escuchar a su corazón golpear contra sus costillas como un loco, solo por él.

Vaya... la primavera era una época complicada.

En resumen, su sesión de estudio fue mejor de lo que esperaba.

De camino a casa, no dejó de repasar en su mente todo lo ocurrido. Su crush prácticamente lo abrazó y le prestó atención. Y eso era suficiente para alguien como él. Realmente estaba bien así, solo manteniéndose al margen sin pedir más.

La diferencia de edad era algo importante a considerar: él apenas ingresaría al instituto y, en cambio, el mayor de los peliverdes estaba por terminarlo y muy probablemente comenzaría una carrera universitaria.

—Rayos... no pregunté su nombre.

Sí... no sabía el nombre de su crush, pero sabía que podía preguntárselo a Iura. No podía llamar a ambos hermanos de la misma manera, eso era obvio.

Esa había sido una buena tarde. Una maravillosa tarde.

Al llegar a casa, estaba de tan buen humor que incluso su mamá se extrañó un poco.

Bueno, así era ser adolescente, un segundo se está triste y al siguiente enamorado.

Notes:

Hola!!!

Si estás leyendo esto te lo agradezco mucho.

Verán, es el primer fic de este Ship que hago.

Resulta que en Tik Tok abrí mi bocota soltando un comentario y pues... Me sentí con la obligación de escribir el fic y pues... Aquí estamos.

Aviso de una vez que este fic tendrá capítulos que irán de 500 palabras en adelante. Así que algunos seran un poco cortos.
Hasta la próxima.

Chapter 3: El robo de Kitahara

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Estaba en su último año de instituto y aún no había conseguido una novia. Eso era deprimente. Y lo que empeoraba la situación era ver a sus amigos andar en pareja... hasta su Sengoku tenía novia.

No. Esperen.

Lo peor no era eso.

Lo peor era el amiguito de Motoko.

Sí... Kitahara.

ESE Kitahara.

Si alguien le hubiera dicho que intentar proteger a su hermanita de cualquier desgraciado que quisiera ponerle una mano encima provocaría que uno de esos desgraciados se interesara en él... bueno, no lo habría creído. Se habría burlado.

Pero ahora... eso era exactamente lo que había ocurrido.

Y la primera en notarlo fue Motoko.

¿Y cómo es que lo supo?

Bueno, su hermanita no se ahorró la molestia de reclamarle por haberle robado la atención de Kitahara. Incluso llegó a pedirle que le devolviera a su "antiguo" Kitahara.

Y, sinceramente, no pudo sacarse de la cabeza esas palabras, porque eran demasiado impactantes.

Es decir... enterarte de que, posiblemente, el crush de tu hermanita en realidad está interesado en ti no es precisamente fácil de digerir.

El chico era tres años menor, era amigo —y además crush— de su hermana, y lo más importante: era un hombre.

Aunque... tampoco podía negarlo. Sabía que era encantador, sí, pero habría sido mejor que una chica notara sus encantos y no precisamente Kitahara.

Con eso en la cabeza, necesitaba hablar con alguien sobre el asunto. Por suerte, tenía a sus amigos.

Estaba en la sala del consejo estudiantil, sentado frente a Ishikawa, a quien, de la nada, le preguntó si acaso lo consideraba guapo. La expresión de rareza de su amigo y la negativa a medias que recibió no ayudaron demasiado, pero la charla pronto evolucionó hasta llegar al tema de su hermanita y Kitahara.

Lo que al inicio fue una conversación entre tres —Hori, Ishikawa y él— terminó con dos participantes más: Miyamura y Yoshikawa.

Entonces, sin más preámbulos y sorprendido de lo que estaba a punto de admitir, soltó lo que lo tenía inquieto:

—Es solo que, um... er... creo que... le gusto a la persona que le gusta a Motoko.

Fue Tōru quien se atrevió a romper el silencio:

—Espera... ¿a tu hermana le gustan las niñas? ¿Como a Sawada-san?

—No... no es lesbiana —respondió, apartando la mirada—. Le gusta un chico.

Y, siendo honestos, todo sería más fácil si a Motoko le gustaran las chicas. Sí, muchísimo más fácil. No tendría que preocuparse de los chicos, que siempre le parecían más asquerosos que una chica. Porque, vamos, las niñas eran más lindas, dulces, amables, encantadoras e inofensivas... al menos eso era lo que él pensaba.

Aunque en ese momento empezó a arrepentirse de haber acudido a sus amigos. Después de todo, se había ganado un par de miradas desaprobatorias de las únicas dos chicas del grupo.

Ambas le dijeron lo mismo que su hermana: le había robado a Kitahara.

Pero no tenía sentido.

A él le gustaban las mujeres.

ÉL QUERÍA UNA NOVIA.

Una chica.

Una mujer.

No le gustaban los hombres. No era "del otro lado".

¡Definitivamente no podría interesarse en ningún hombre!

¿Por qué todo el mundo lo relacionaba con ese otro lado?

Si seguía así, iba a terminar construyéndose una novia de cartón.

Patético.

¿Por qué tenía tan mala suerte?

Era absurdo, pero real: el interés de Motoko parecía tener cierto... ¿interés en él? Y, bueno... quizás una parte muy, muy pequeña de su ego se sentía halagada con la idea de que alguien estuviera enamorado de él.

Pero vamos, ¡se trataba del puberto amigo de su hermana!

Si Kitahara fuese una chica, tal vez él podría—

¡No!

¿En qué clase de tonterías estaba pensando? ¡Lo único que le faltaba era perder la cabeza por el mocoso amigo de su hermana!

Y ahí estaba: soltero, confundido y, para colmo, con un pretendiente indeseado.

Su vida amorosa era una comedia... y él era el chiste principal.

Notes:

Aquí vamos!!
Escribiendo esto me estoy divirtiendo bastante jsjsjsjs.

Chapter 4: ¿Senpai tiene novia?

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Despertó con una calma absurda, como si no le debiera nada a la vida. Apenas abrió los ojos, vio cómo la puerta se deslizaba y su hermanita se asomaba.

—Onii-chan... ¿hoy tienes el día libre? —fue lo primero que dijo al verlo despierto—. Casi es hora de ir a clases...

En ese instante, el letargo desapareció. Se levantó de golpe del futón, con el corazón disparado y la mente hecha un desastre: había dormido de más.

Por lo visto, su hermana había intentado despertarlo antes, pero él la había ignorado. Ahora no tenía tiempo que perder. Se vistió a toda prisa, rechazó el desayuno y apenas alcanzó a tomar una rebanada de pan tostado para comer en el camino.

Salió de la casa casi volando, esquivando a un par de vecinos que lo miraron como si fuera un loco. Y, por un momento, se dio cuenta de lo ridículo que parecía: igual que esos protagonistas de anime que corren tarde a la escuela con una tostada en la boca... listos para chocar con su futuro interés amoroso.

Conociendo su suerte, terminaría topándose con Kitahara.

...

¡UN MOMENTO!

¿¡Por qué estaba pensando en Kitahara!? ¡Era demasiado temprano para eso!

¡No, no, no!

¡Simplemente no debía pensar nunca en Kitahara!

Sacudió la cabeza, decidido a borrar esa idea de su mente.

Correr mientras intentaba terminarse la tostada resultó un desastre: la boca se le secaba y apenas podía tragar. Disminuyó el paso y, justo al girar una esquina, chocó con alguien. Por suerte, no era quien temía, sino Yoshikawa, que lo miró con evidente decepción al darse cuenta de que era él.

Ella también se había quedado dormida.

Siguieron el camino juntos y, poco después, se toparon con Ishikawa y luego con Miyamura.

Al llegar a la escuela, se encontraron con Sengoku, quien les recordó que ese día, ellos, los de tercer año, tenían la mañana libre. Y él había llegado temprano porque tenía trabajo pendiente en la sala del consejo estudiantil.

Poco después, Iura estaba acompañando a algunos de sus amigos —Hori, Ishikawa y Ayasaki— a la cafetería. Aprovecharían que aún era temprano y no había nada de gente para poder comprar comida a gusto y sin obstáculos.

Estaban doblando por un pasillo cuando lo vio.

Sí, lo vio.

A él.

A Kitahara...

¿Qué demonios hacía Kitahara ahí?

Rápidamente se escondió detrás de una pared, lo que dejó bastante confundido a Ishikawa. En ese momento, Shuu deseó desaparecer, mimetizarse con el entorno.

—Oye, um... disculpa, pero estamos un poco perdidos...

Sí, esa había sido la voz de Kitahara. La reconocería en cualquier parte. Y encima, ¡le estaba hablando a Ishikawa! Más le valía a Ishikawa no meter la pata; Shuu no tenía la más mínima intención de ver a Kitahara.

Estaba tan concentrado en desear desaparecer que apenas escuchó de qué hablaban. Solo notó que, de pronto, mencionaron su nombre.

—¿Cierto, Shuu?

¡No, cállate! ¡No me hables!

Por fortuna, recordó que Kitahara no sabía su nombre. Suspiró aliviado cuando escuchó que ya se marchaban. Estaba salvado. O al menos eso creyó... hasta que llegaron las chicas.

Ayasaki, la más escandalosa de las dos, gritó su "¡Iura!" demasiado fuerte. Estaba segurísimo de que el mocoso amigo de su hermana lo había escuchado. Y, como si fuera poco, Hori prácticamente lo obligó a salir de su escondite.

Y sí. Kitahara lo vio. Y, desde ese instante, todo fue en picada.

—Onii-s... Senpai.

¿¡"Senpai"!?! ¿¡Por qué no dijiste "Onii-san"!? Si lo hubieras hecho, podría haber respondido: "Me estás confundiendo con alguien más" y todo estaría bien. ¡Pero ahora lo arruinaste! ¡Vete a tu casa de una vez!

Sintió cómo tiraban de su chaqueta. Era él, Kitahara.

¿Por qué tenía tan mala suerte?

Ese encuentro fue demasiado para Shuu: el profesor Yasuda incluso le dio un golpe en la cabeza por andar "asustando" a los chicos de secundaria, y, para colmo, terminó humillado.

Hori y Ayasaki comenzaron a bombardear a Kitahara con preguntas, pero él no respondió a ninguna. En cambio, lanzó la suya:

—Um... ¿Senpai tiene novia? —preguntó, señalándolo.

Ayasaki apenas podía contener la risa, mientras que Hori lo miraba con una expresión de lástima.

¿Por qué tenían que ser tan crueles?

Shuu empezaba a reconsiderar su perspectiva sobre las chicas.

Trató de deshacerse de Kitahara, pero sus amigas intervinieron invitando al chico a acompañarlos a la cafetería.

—Lo siento, debo estar de vuelta para el almuerzo...

Iura suspiró aliviado al escuchar que el chico no se quedaría más tiempo. Sin embargo, ese gesto no pasó desapercibido para Kitahara.

—¿Acabas de suspirar? —lo interrogó con una mirada intensa y fija que le provocó un escalofrío.

—Oye... ¿Cuál es tu problema? Hoy das miedo. ¡Tan solo vete a casa de una vez! —le soltó nervioso.

Y por primera vez, Iura le agradeció al profesor Yasuda, porque se llevó a Kitahara y al resto de los chicos de secundaria hasta el punto de reunión.

Se sintió realmente aliviado, aunque después, en la sala del consejo estudiantil, tuvo que enfrentarse a sus amigos y a sus constantes preguntas sobre su extraño comportamiento hacia el chico de secundaria.

Fue la perspicaz Hori quien terminó atando cabos: comprendió que el chico del que estaba enamorada Motoko era el mismo que acababan de conocer... el mismo que, para empeorar las cosas, parecía mostrar cierto interés en Iura.

Esa noche, ya en su habitación, Iura se dejó caer de espaldas sobre el futón. Aún no tenía planeado ir a dormir; apagaría las luces cuando el sueño lo atacara. Todo estaba en silencio... salvo su cabeza.

Volvió a pensar en lo ocurrido. Podría haberse olvidado de todo, pero había algo que lo carcomía: la pregunta de Kitahara.

"¿Senpai tiene novia?"

Se revolvió, girando de un lado a otro. ¿Por qué tenía que preguntar justo eso? Y peor aún, ¿por qué tenía que preguntarle a otra persona y no a él directamente? Con tantas personas alrededor, ¿por qué hacer esa pregunta?

Cerró los ojos con fuerza, como si así pudiera expulsar la voz del chico de su mente, pero solo consiguió recordarla más nítida, más clara. Era como si la pregunta siguiera resonando en la habitación, burlándose de él.

—¿Senpai tiene novia? —murmuró en voz baja, imitándolo, antes de taparse la cara con la almohada—. ¡Idiota! —bufó, apretando los dientes.

Por más que intentara convencerse de que no significaba nada, no podía ignorar la sensación extraña en el pecho. Un cosquilleo incómodo, molesto.

Se giró hacia el techo, exhalando un largo suspiro.

—Ese enano se está volviendo una molestia...

Notes:

Aquí termina el arco de adaptación del manga/anime.

Me daré la libertad de escribir ciertas cosas jsjsjsjs.

Chapter 5: Aniki

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Motoko había estado aburrida toda la mañana; solo quedaban unos cuantos compañeros en el aula. Fue después del almuerzo cuando los chicos que habían ido de visita al instituto se reincorporaron a las clases.

Cerca de la última hora, el profesor le encargó a ella y a Kitahara entregar unos documentos a la sala de profesores. Se sintió afortunada de poder compartir, aunque fueran unos minutos, junto al chico.

—Oye, Iura-san...

—¿Sí, Kitahara-kun? —respondió sin detener el paso.

—El nombre de tu hermano es Shuu, ¿cierto? —preguntó con expresión alegre.

«¿Por qué...? ¿Por qué pregunta por mi hermano? ¿Por qué siempre es él »

—Eh... sí, su nombre es Shuu —contestó con una sonrisa nerviosa.

—Ya veo... Es un nombre muy lindo. Me gusta —soltó Kitahara con naturalidad.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Motoko al escucharlo.

Quería creer que sus sospechas eran solo eso: sospechas. No deseaba que Kitahara realmente tuviera a su hermano en sus pensamientos de la misma manera en que ella lo tenía a él.

Pero era cierto. Aunque Motoko no lo supiera, era verdad que a Kitahara le gustaba el nombre... tanto como le gustaba la persona que lo llevaba. Aoi conocía bien sus propios sentimientos: sentía algo por Shuu. Por eso disfrutaba tanto ir a la casa de los Iura.

Ese día se había arriesgado durante la visita al instituto y, por casualidad, se encontró con él. Se atrevió a preguntar si tenía novia y se sintió aliviado al escuchar la respuesta negativa. Otra cosa que agradecía de esa visita era haber visto un lado de Shuu que no conocía: nervioso, un poco desesperado, con menos máscaras. Y le pareció... aún más lindo.

Claro que al inicio se había sorprendido; pensó que tal vez se estaba confundiendo de persona. Incluso se acercó sin darse cuenta, como atraído.

No obstante, lo que más lo desconcertó fue escuchar a Shuu suspirar de alivio cuando él dijo que tenía que irse. Ese gesto lo había sorprendido más que cualquier otra cosa.

¿Por qué suspiró?

¿Por qué...?

¿Por qué parecía aliviado de que se marchara?

¿Acaso no quería verlo?

¿No le agradaba...?

¡No!

¿Pero entonces por qué?

¿Qué fue lo que hizo mal?

Las dudas no dejaban de enredarse en sus pensamientos, hasta que fue él quien terminó soltando un suspiro.

—¿Estás bien, Kitahara-kun? —interrumpió la voz de la chica de cabellos verdes a su lado.

—Ah... sí. Estoy bien —mintió, con una ligera sonrisa en los labios.

Qué difícil es gustar de alguien.


Al despertar esa mañana, Shuu ya había tomado una decisión: no volver a ver a Kitahara. Lo sabía; todo había comenzado porque él había insistido en vigilar de cerca las interacciones entre su pequeña hermanita y el tal Kitahara. De no ser por eso, no habría pasado por aquel momento incómodo del día anterior. Tampoco quería darle más motivos a Kitahara para acercarse a él. Si el chico sentía algo por él, lo mejor era cortarlo de raíz o, al menos, mantenerse lejos.

Mientras se ponía los zapatos en la entrada de su casa, bajo la atenta mirada de su hermana, le dio a Motoko instrucciones de vital importancia:

—A partir de ahora, cada vez que Kitahara tenga planeado poner un pie en esta casa, tienes que avisarme con 48 horas de antelación.

—¿¡Eh!? ¿Cómo rayos voy a hacer eso? —espetó confundida—. Si es un intento para fastidiar...

—¡No es por fastidiarte, tengo mis motivos! Al menos avísame inmediatamente cuando pienses traerlo a casa.

—Sí, sí, sí... Ya te aviso —respondió indiferente.

Shuu asintió antes de despedirse y marcharse.

Al principio, Motoko no le dio importancia. Pero pronto se dio cuenta de que su hermano iba en serio, porque ese mismo día, cuando le dijo que Kitahara iría a estudiar a la casa, Shuu no dio señales de vida estando en casa hasta que Kitahara se marchó.

Lo que ninguno de los dos contaba era que Kitahara lo notaría.

El chico se dio cuenta de que, en cinco días consecutivos, Shuu no había salido ni una sola vez de su habitación mientras él estaba allí. Al principio pensó que era coincidencia. Al tercer día, empezó a inquietarse. Al quinto día, no pudo evitar preguntar:

—Oye, Iura-san... tu hermano... ¿está en casa? —preguntó con un tono casi tímido, mientras hojeaba el cuaderno de ejercicios.

—Sí... está en su habitación —respondió Motoko sin levantar la mirada.

Kitahara bajó los ojos a sus apuntes, pero no pudo ocultar la decepción en su rostro.

«Entonces... ¿me está evitando?»

Para Motoko, el comportamiento de su amigo solo la inquietaba cada vez más.

Esa noche, Kitahara no lograba concentrarse en sus tareas. Había leído la misma página del libro de texto tres veces sin retener nada. Cerró los ojos y se dejó caer contra el respaldo de la silla.

«¿Por qué me evita?»

Apretó el lápiz con fuerza. Intentaba convencerse de que no era nada, de que Shuu simplemente estaba ocupado, cansado o enfermo. Cualquier excusa serviría... pero las cinco veces que había ido a casa de Motoko, el mayor no había salido ni a tomar un vaso de agua. Eso no podía ser casualidad.

Le dolía más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Se levantó y caminó de un lado a otro en su habitación, con una inquietud que no sabía cómo apagar. Lo único que tenía claro era que quería verlo otra vez. Escuchar su voz. Confirmar que no lo estaba odiando en secreto.

«¿Será que... hice algo mal?»

Kitahara suspiró y se dejó caer en la cama. Se cubrió los ojos con el brazo, como si así pudiera detener el peso de aquella duda. Y, sin darse cuenta, sonrió con amargura.

—Qué difícil es esto... —murmuró para sí.

Ese fin de semana se volvió insoportable. Se reprochaba por pensarlo tanto, por darle vueltas una y otra vez, pero al final siempre regresaba a la misma pregunta:

« ¿Por qué me evita? »

La idea de que Shuu simplemente no quisiera verlo le pesaba más que cualquier otra cosa. Por más que intentaba distraerse, todo lo que hacía era repasar en su cabeza aquel suspiro de alivio, ese gesto que no lograba comprender.

El domingo por la noche, mientras se revolvía en la cama incapaz de dormir, se dijo a sí mismo que ya estaba harto. Tal vez estaba exagerando, tal vez no... pero necesitaba saberlo. Lo único claro era que no soportaba más la incertidumbre.

Así que tomó una decisión.

El lunes, al terminar las clases, no siguió el camino de siempre. Con paso firme —aunque el corazón le latiera con nerviosismo— fue directo a la casa de los Iura. Cada paso parecía más ruidoso que el anterior, como si todo el barrio pudiera escuchar el temblor de sus dudas.

Y cuando tocó el timbre, se preparó mentalmente para ver a Motoko. Pero no fue ella quien abrió la puerta.

—...Kitahara —la voz de Shuu sonó sorprendida, casi atrapada fuera de guardia.

Kitahara lo miró fijamente, tragando saliva. Por un instante, el tiempo pareció detenerse, y todo lo que había ensayado en su cabeza durante dos días enteros desapareció de golpe.

Por dentro, a Shuu se le heló la sangre.

« ¡Maldición, Motoko! Te dije que me avisaras cuando Kitahara viniera. »

No podía negar que lo había tomado por sorpresa. Bajó la mirada, fingiendo calma, aunque lo único que quería era desaparecer.

No deseaba hablar con Kitahara. No quería verlo. Necesitaba poner distancia, mantener la barrera intacta antes de que la situación se saliera de control.

—Iré por Motoko —dijo rápido, casi como un reflejo, girándose para escabullirse hacia dentro.

Pero no alcanzó a dar un paso. Una mano temblorosa se aferró a la tela de su camiseta, deteniéndolo. Shuu se quedó helado.

Kitahara tenía el rostro levemente sonrojado, y aunque sus labios temblaban, sus ojos se mantenían firmes.

—No vine a ver a Iura-san... —dijo con un hilo de voz, tragando saliva antes de subir el tono—. Vine porque... ¡porque necesitaba hablar contigo!

«¿Hablar conmigo? ¿De qué quiere hablar? Un momento... ¿No será que...?»

Sentía un escalofrío recorrerle la espina dorsal al pensar en ello.

—¿Qué...? ¿Qué es lo que quieres? —preguntó Shuu, la voz un poco más áspera de lo que pretendía.

Kitahara tragó saliva y lo miró directo a los ojos.

—Quiero saber si... si hice algo mal. —Su voz temblaba, pero se mantenía firme—. Porque estos días... pareciera que me estás evitando...

Shuu sintió cómo el estómago se le encogía.

« No actúes como una novia preocupada, ¿por qué me miras así? ¡Deja de mirarme así! »

El calor se le subía a las mejillas, como si lo hubieran descubierto en un crimen que no recordaba haber cometido.

—¿Yo... evitándote? —soltó, nervioso, con una risita seca que sonó más falsa de lo que quería.

—Sí, lo estás haciendo —Kitahara no dudó—. Por favor, dígame... ¿hice algo que le disgustara?

Kitahara lo miró con absoluta atención; en su mirar había algo que le hizo bajar la guardia. Era una mezcla de aflicción y súplica que, en conjunto con sus mejillas sonrojadas y su voz débil, lograron atrapar al mayor.

La culpa lo golpeó. Sí, él era el responsable de dejar a Kitahara en ese estado. No había querido herirlo, pero lo había hecho sin proponérselo. Y al verlo así, vulnerable, casi temblando frente a él, lo único que pudo hacer fue dejar salir ese reflejo inevitable: su modo de hermano mayor.

—Oye, oye... —murmuró con suavidad, estirando una mano hasta posar los dedos sobre su cabello, revolviéndolo apenas—. No hiciste nada malo, ¿está bien?

Kitahara lo miró con sorpresa, como si esa caricia le hubiera robado el aire de los pulmones.

—Entonces... ¿por qué? —su voz todavía temblaba.

Shuu suspiró, desviando un instante la mirada.

—Es solo que... me gusta mantener las cosas separadas. La escuela es la escuela, y mi casa es mi casa. Nada más. No es por ti. No me gusta la idea de que Motoko conozca ese lado mío. Y tú conoces a Motoko y podrías decirle lo que viste.

Sus labios pronunciaban aquella excusa con calma, pero por dentro ardía. ¿Por qué diablos tienes que verme así? ¿Por qué pareces creer cada palabra que digo?

Las palabras lo tranquilizaron, pero lo que realmente lo desarmó fue ese gesto. Los dedos de Shuu enredándose suavemente en su cabello, como si buscara asegurarse de que no se quebrara frente a él. El contacto, aunque breve, le bastó para que el calor subiera hasta sus mejillas.

No sabía si creerle del todo. Una parte de él quería convencerse de que aquello era la verdad: que Shuu simplemente quería separar los espacios de su vida. Pero otra parte, la que ardía en su pecho cada vez que lo miraba, le gritaba que había algo más escondido detrás de esas palabras.

—Entonces... —titubeó, bajando la mirada un instante antes de reunir valor para alzarla otra vez—. Entonces no es porque... le desagrade mi compañía, ¿verdad?

La voz le tembló en la última palabra, como si temiera la respuesta más que cualquier otra cosa. Y, sin embargo, sus ojos lo buscaban con insistencia, aferrándose a Shuu como si de esa respuesta dependiera todo.

El silencio entre ambos se estiró, cargado de una tensión que ni Kitahara sabía si era miedo o esperanza.

—No es así —respondió Shuu con un suspiro cansado, pero firme.

Kitahara sintió que todo el peso en su pecho se aflojaba de golpe. Aunque dudara, aunque tal vez fuese una mentira, sus palabras bastaron para que respirara con alivio. No podía evitar sonreír apenas, agradecido por escuchar lo que tanto necesitaba.

Shuu apartó la mano de su cabello y lo miró con una expresión más seria.

—Oye... por cierto. A Motoko siempre le dices "Iura-san". ¿Y a mí? —preguntó, arqueando una ceja.

—Eh... —Kitahara parpadeó, completamente en blanco—. Yo... no sé.

—Olvídalo —resopló Shuu, desviando la vista—. Mejor dime cómo te gustaría llamarme.

Kitahara tragó saliva. La respuesta que más le nacía era sencilla: Shuu. Solo su nombre. Tan cercano y directo como lo sentía en su mente cada vez que lo pensaba. Pero las palabras se le atoraron, y en su lugar, soltó:

—¿Onii-san...?

La cara que puso Shuu fue inmediata.

—¿Qué eres, mi hermana? —replicó con una mueca—. Piensa en otra cosa.

Kitahara, rojo como un tomate, buscó desesperado otra opción.

—¿Senpai?

Otra mueca, más marcada.

—Tampoco. Suena raro viniendo de ti.

El silencio se prolongó mientras Kitahara repasaba posibilidades, mordiéndose el labio inferior. Finalmente, casi en un murmullo, se atrevió:

—... ¿Aniki?

Shuu lo miró sorprendido. El término era extraño y nuevo, pero no desagradable. Se quedó pensándolo, ladeando la cabeza.

—Aniki, ¿eh? —repitió, como probando el sonido en voz alta. Luego dejó escapar una risita seca—. Es bastante informal... pero no suena mal. Nadie me lo había dicho antes.

Kitahara lo observaba expectante, con el corazón acelerado.

—Está bien —concluyó Shuu finalmente, encogiéndose de hombros—. Si quieres llamarme así... hazlo.

Kitahara respiró hondo, y al instante, como si lo hubiera estado esperando desde siempre, sonrió con toda naturalidad.

—Está bien, aniki.

La palabra salió clara, sin titubeos, acompañada de una sonrisa tan luminosa que a Shuu le recorrió un escalofrío. Dio un respingo, sorprendido, como si lo hubieran golpeado en el pecho de improviso.

«¿Qué diablos...? ¿Por qué sonríe así solo por decirme eso? ¿Y por qué yo...?»

Kitahara, ajeno a la turbulencia interna de Shuu, lo miraba con orgullo, como si hubiese encontrado finalmente el modo más adecuado para llamarle.

Aunque...

Él realmente habría preferido llamarlo por su nombre. Pero se conformaría por el momento.

Notes:

Una discula por la tardanza... Este lunes regresé a clases y ya me quiero ir.
Como sea, espero que lo disfruten.
Hasta pronto.